Diario de Una Mente en LLamas

March 26, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download Diario de Una Mente en LLamas...

Description

 

Diario de una mente en llamas

Ana Marcela Albores

 

“Reservados todos los derechos. d erechos. No se permite la reproducción total o  parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos  puede constituir un delito contra la propiedad intelectual”.

Primera edición: octubre de 2020

Instagram @anamarcelaalbores

 

 Es dentro de ella misma misma donde encontrará la fortaleza que necesita.

Tyler Knott Gregson

 

 Para mi papá, quien me enseñó a enamorarme de los libros y nunca dejó de creer en mí, incluso cuando nadie más lo hizo.

 

Índice de contenido Prólogo Nota de la autora: Uno DOS TRES CUATRO CINCO SEIS SIETE OCHO NUEVE DIEZ ONCE DOCE TRECE

 

Prólogo Este libro es mi diario gritando a golpe de pulmón, mis pensamientos más íntimos y profundos saliendo a la luz. Estoy desnuda, expuesta y vulnerable, revelando mis más oscuros secretos. Anna Frank vivió el Holocausto, Susanna Kaysen fue internada en un hospital psiquiátrico en los años 60, Elizabeth Wurtzel dedica su libro a la crítica de las medicinas psiquiátricas en su época. Pareciera ser que grandes escritoras se respaldan en la experiencia de algún acontecimiento trascendental que ha impactado a la sociedad. En mi caso no hay eventos históricos extraordinarios que hayan marcado mi vida vehementemente; la guerra ha sucedido en mi interior, lucho contra el estigma a las enfermedades mentales en la actualidad. Tengo 24 años, empecé a ir a terapia a mis 12 años, llevo la mitad de mi vida con distintos doctores, psiquiatras, psicólogos y medicamentos. De verdad me pregunto si hay alguna cura para mi depresión, para la infelicidad que sigue infiltrándose en mi vida, me pregunto si es la batalla que voy a tener que luchar por el resto de mi vida, y no puedo evitar pensar que no va a valer la pena. Me pregunto que es peor: llegar a mi vejez con esta calidad de vida, leyendo frases de que el sol siempre sale en las mañanas y después de la lluvia salen arcoíris, o morir joven antes que los años mitambién belleza sea también. La por depresión arruinado mi vida y tengoarrebaten miedo que la razón la cual ha termine prematuramente. Ser llamado “loco” crea prejuicios que hacen a las personas repeler la ayuda terapéutica. Es por lo que probablemente muchas personas verán este libro en una librería y le sacarán la vuelta. La mayoría cree que la depresión o el suicidio no suceden en la vida real, solo en las películas y en el drama de las telenovelas. No saben lo que sus amigos o hijos hacen dentro de sus habitaciones cuando hace frío y están solos en medio de la oscuridad, no escuchan a sus hijas llorar en la regadera, ni se preguntan por qué la niña callada de su salón siempre usa manga larga. Muchos no saben que esos parientes lejanos que ven cada navidad toman antidepresivos todas las

 

noches, o que aquel compañero de prepa no murió realmente por un accidente automovilístico, sino que dirigió su carro directamente hacia una pared de concreto yendo a 200 kilómetros por hora porque estaba harto de vivir. El resto del grupo no sabe que el compañero que dice estar de vacaciones o en semestre sabático, realmente está internado en un hospital psiquiátrico por haberse tomado sobredosis ansiolíticos. Nadie habla de esas cosas. Son secretos que launa gente guarda, de y que esperan que nadie nunca se entere, porque el estigma de las enfermedades mentales, y el prejuicio de las personas ignorantes, muchas veces duelen más que la enfermedad en sí. Debido a esto, sé que revelar esta información creará controversias. Incluso antes de ser publicado este libro, distintas personas intentaron cambiar su esencia, queriendo censurar o alterar el contenido por ser muy “duro” y “crudo” para los lectores. Otros más interesados en mi bienestar mostraron resistencia debido al miedo de que la sociedad ignorante y convencional en la que vivimos intentara lastimarme usando mi propia historia en mi contra. Al principio tenía miedo de formar tantas olas, de incomodar, de salir de la caja prediseñada en la cual deberíamos mantenernos, pero me di cuenta de que el arte no debe ser bonito, el arte se trata de expresar de la mejor manera posible las emociones y los sentimientos más profundos. El despertar emociones en extraños a través de palabras escritas en papel es prueba de la magia de la que somos capaces los seres humanos. Una vez leí que la historia de cómo logramos superar nuestras adversidades algún día se convertirá en la guía de supervivencia y superación de alguien más. Espero que con este libro cambie la vida de, aunque sea una persona, con eso todo habrá valido la pena. Estoy segura de que alguien va a bajar esa navaja, alguien va a levantarse de esa taza de baño, alguien va a ir con su hija que se encuentra en un estado depresivo a ofrecerle toda la ayuda que pueda, alguien va a pensar dos veces antes de tratar mal a otra persona, y una muchachita de dieciséis años que quiere ahogar sus penas va a bajar esa botella de tequila. Tal vez alguien deje las pastillas o la pistola a un lado, y decida conseguir ayuda. Quizá logre tener la fuerza y motivación necesaria para luchar. Tal Tal vez pueda prender esa vela de esperanza que todos deberíamos tener prendida, pero que el tiempo y la amargura van apagando gradualmente. Con prender una vela es suficiente, porque el fuego se expande: una vela prende otras. Aunque solo tengo un cerillo, sé que puedo iluminar hasta la noche más oscura de todas. Sé que alguien puede tomarla como la gota de esperanza que tanto anhela, o como

 

un ejemplo de que la vida puede doler, pero no destruir, y eso es razón suficiente para crear un tsunami. No me importa lo que la gente vaya a pensar, no voy a disculparme por romper barreras sociales, porque alguien debe hacerlo. Algunas veces si queremos hacer un cambio tenemos que hacer mucho ruido para lograr ser escuchados. Es tanto una carga como una bendición el tener una mente en llamas.

 

 Nota de la autora: Creo que es muy importante recalcar que todo lo narrado en este libro es totalmente cierto en mi versión de la realidad. La narración de los hechos aparece a través de mi interpretación de los mismos, y los sentimientos son descritos tal y como fueron sentidos. La realidad es subjetiva, pero fue mi realidad en cuestiones de pensamientos, emociones y observaciones, cuestiones que no funcionan a través de la lógica, sino a través de nuestra  propia interpretación interpretación de los hechos. T Tal al interpretación tiene el poder de consolarnos, lastimarnos, o incluso destruirnos. Nuestro mundo entero gira alrededor de dicha interpretación. ¿Acaso no es esta la realidad en sí?

 

Uno  Las emociones no expresadas nunca morirán.  Están enterradas vivas y saldrán más tarde de peores peores maneras.

Sigmund Freud

Nadie nunca imagina que así es como se desenvolverá su futuro. Cuando eres una niña pequeña, sueñas con crecer y tal vez ser una bailarina, una veterinaria, tener una familia, un carro lindo, tal vez hasta viajar a la luna. Nadie nunca piensa en ser una bulímica en recuperación, o una suicida con cicatrices en sus muñecas. No imaginas que en unos años vas a tomarte un bote de ansiolíticos con lágrimas en los ojos, suplicándole a un Dios en el que tal vez ni siquiera crees, que el dolor termine: “Dios por favor no dejes que me ahogue, por favor sálvame, no me abandones, soy muy joven para dormir eternamente...”. Tampoco creo que haya pasado por la mente de mis

padres cuando me cargaron en sus brazos por primera vez, o me cantaron mi primera canción de cuna. Yo Yo era su preciosa princesa llena de promesas pro mesas y un futuro brillante, al menos eso parecía. Mis papás me contaron que fui una bebé hermosa, que todo el tiempo los paraban en las calles y en cada lugar para admirarme. Supongo que ellos también creían eso. Cuando crecí, fui la típica niña aplicada y entusiasta. Tengo tantas medallas de la mejor lectora del salón, ganaba todos los concursos de spelling bee, tenía el promedio más alto de mi clase, y ganaba medallas en cualquier deporte en el que estaba, taekwondo, gimnasia. Era la adoración de todos los maestros, el sueño de cualquier padre.

 

Era una niña muy feliz, o bueno, eso pensaba en ese momento. Nunca te das cuenta de lo horrible que fue tu infancia hasta que te has convertido en un adulto afectado. Supongo que sí es cierto lo que dicen: es más fácil construir correctamente a un hijo que reparar a un adulto. A simple buena, no Era tuvimos mucho escalaba dinero, pero a un niño esevista tipomi de infancia cosas nofue le importan. hiperactiva, árboles,  jugaba con carritos y con Barbies, estaba llena de vida, energía y esperanza. No veía lo malo que estaba sucediendo. No veía cómo el mundo a mi alrededor se colapsaba, lo enferma que estaba mi abuela, lo afectado que estaba el matrimonio de mis papás, o los problemas económicos en mi casa. Todo estaba mal, pero yo no lo veía. Me tomó años de terapia darme cuenta de cuánto mi infancia afectó mi salud mental, de cuánto me enfermó. No estoy tratando de culpar a mis papás de todo y pretender que no tengo responsabilidad alguna, como si no tuviera más que aceptarlo. Mi infancia tuvo partes brillantes y partes oscuras, y ellos fueron parte de ambas. Cuando yo tenía cuatro años mi familia estaba estancada en deudas y carencias de todo tipo. Mi papá solo consiguió trabajo en otra ciudad y tuvo que dejarnos para poder generar un tipo de ingreso. Nunca lo veía mas que cuando venía a visitarnos algunos fines de semana, pero siempre en un tiempo limitado porque tenía que volver a trabajar. Se escucha como un hecho simple con una explicación simple que no tendría que afectar a nadie, pero, ¿cómo le explicas a una niña de cuatro años que su papá se tiene que ir? Como dijo Carlos Ruiz Zafón: “Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado  profundas”. En mi mente lo sucedido fue un abandono. No podía entender

por qué mi papá quería verme unos días y otros no, me ponía a pensar en lo que había hecho mal: “¿Por qué me dejas? No te vayas papi. Puedo vender

mis juguetes, y no voy a pedir tantas cosas, no tenemos que gastar tanto.  Por favor, favor, quédate un ratito más, no importa el dinero, por favor no te vayas. Te Te necesito aquí conmigo. Me voy a comer todas mis verduras, le voy a echar ganas a la escuela, de verdad voy a recoger todos mis juguetes. Voy a hacer todo lo necesario. ¿No puedes ver cuánto te necesito? Hago lo que sea, por favor no me dejes, estoy sola, quiero a mi papá conmigo”.  Sentí

eso tantas veces, pero nunca tuve la claridad para decirlo. De cierta manera parece que mi papá rompió mi corazón mucho antes que cualquier hombre

 

tuviera la oportunidad de hacerlo. Su regreso a mis cinco años no hizo mucha diferencia, el sentimiento de abandono ya había empezado a formarse. No tengo tantos recuerdos de mi infancia con mi papá y los que tengo son muy breves, pero son positivos. Siempre se aseguraba de hacerme sentir especial y querida. La situación con mi mamá no fue tan afectuosa. Se podría decir que ella estuvo presente pero sus propias guerras internas la hacían ser indiferente conmigo. Mientras la ausencia de mi papá fue física, la de ella fue mental y emocional. Una ignorancia de mi existencia, aunque estuviera al lado de ella suplicándole que jugara conmigo un rato. Lo que muchos no comprenden es que los niños no dirán: “T “Tuve uve un mal día y me siento solo, ¿podemos hablar?”. En lugar de eso dirán: “¿Puedes venir a jugar conmigo?”. Entonces cuando la mayoría de las veces la respuesta es un “no”, las cicatrices de negligencia materna comienzan a formarse: “Estamos hablando entre adultos, por favor vete, no me necesitas para todo, yo nunca le pedí a mi mamá que jugara conmigo, etc., etc., etc.”.  Ese

tipo de comentarios me hacían sentir culpable por necesitar a mi mamá, aunque supongo que mi abuela la necesitaba más que yo, ya que cuando yo tenía cinco años ella murió. La verdad es que no sentí nada, es difícil encariñarte con la versión decadente y muerta de tu abuela. Lo único que recuerdo de ella es gritos y regaños, no había mucho que extrañar. Sin embargo, a mi mamá sí le afectó demasiado, por consecuencia, me afectó a mí. Se encerraba a llorar pensando que no me daba cuenta, caía en depresiones, se aislaba de todos y se olvidaba completamente de su rol como mamá. Quedó tan enganchada en su papel de hija abandonada que no se dio cuenta que me estaba causando cau sando el mismo efecto. Yo estaba muy pequeña, quizá ella debió haber lidiado con la situación de una manera distinta. No debió haberme excluido, no debió haberme hecho sentir como si fuera un estorbo. La escuchaba llorar, la vi desmoronarse y opacarse poco a poco. Ella solo vio su propio sufrimiento independientemente de cómo me estaba afectando a mí, a los demás, hábito que yo reiteraría más tarde en mi vida: un papá ausente, una mamá apenas sobreviviendo, una abuela enterrada y una hermana de un año. Y Yoo estaba sola; real e indiscutiblemente sola.

 

Supongo que tenía a mi prima, pero esa relación causó más daño que ayuda desde que comenzó. Jugaba con ella, éramos más o menos de la misma edad -ella tres años mayor- pero parecía que su misión era quitarme todo lo que me hacía ser yo. Se estaba adueñando de los ojos de mi madre. La felicidad e hiperactividad que yo expedía ante sus ojos y a los de todos en mi familia inconvenientes, por ruidoenque ser apagados. Mi eran manera positiva de ser notanto encajaba esacausaban familia. debían Supongo que por eso comenzó a desvanecerse tan pronto. Aparte de eso, siempre tuve cierta envidia hacia ella. Sabía dentro de mí, desde muy temprana edad, que mi mamá hubiera preferido que ella fuera su hija en lugar de mí. Una escena que tengo muy grabada es de un día en el que yo tenía seis años. Íbamos a ir a un parque temático,  Plaza Sésamo, la imitación barata de Disney que tenemos en México. Ese día yo estaba vestida con una blusa rosa o azul, no recuerdo bien. El color no es relevante, lo que sí es relevante es que mi prima tenía una camisa de Bob Esponja y mi mamá también. Íbamos la mamá de mi prima, mi primo, mi mamá y yo en el carro. Estaba muy emocionada, amaba ir a ese parque, era una niña feliz, disfrutaba todo. Pero en el camino, en el carro, a mi mamá se le ocurre decir: “Miren C está vestida igual que yo, es como si fuera mi hija”.  En el momento en el que mi mamá dijo eso sentí una daga enterrada en mi corazoncito de seis años: “Pero yo soy tu hija, mami, no ella, aunque no tenga la camisa de Bob  Esponja, mami, yo también puedo usar una”. Una vez más, lo pensé, pero

no lo dije. Después de eso, cuando llegamos a mi lugar favorito, por el que esperaba con tantas ansias, empecé a llorar. No podía explicar por qué, yo sí sabía por qué, pero si le decía a mi mamá iba a decir lo mismo que siempre decía: “No seas exagerada, estás arruinando todo, te traigo hasta acá y siempre encuentras una manera de arruinarlo, déjame disfrutar disfrutar,, estar con mi familia”. Y  Yaa lo escuchaba en mi mente, perfectamente. Sería una

hipocresía de mi parte decir que ya no pienso así. Por más terapias familiares que hemos tenido, y por más psicólogos y psiquiatras que he visto, sigo pensando que mi mamá hubiera preferido que ella fuera su hija. Supongo que, porque son muy parecidas, ambas son personas serias que fueron obligadas a madurar antes de tiempo a causa de situaciones fuera de su control. Todo eso lo tuve guardado, hasta que ya no pude contenerlo más. No solo hablaba de ella constantemente, sino que comenzó a incluirla en las vacaciones familiares, destinadas a ser para mis papás, mi hermana y yo: “¿La familia que tenía no le bastaba? ¿Era un sacrificio tan grande salir

 

con tus hijas y tu esposo que tenías que llevar a tu hija deseada?”.  Esos

viajes eran las únicas veces que podíamos estar todos juntos, las únicas veces que mi papá no estaba en el trabajo o encerrado en su oficina, y ella lo echó a perder. Unos años después, nuestras próximas vacaciones familiares fueron ir a Disney, el lugar más feliz del mundo. Íbamos mi mamá, mi papá, mi hermana, mi prima y yo. tuvo que agregarla esas vacaciones, como si no pudiera estar solaTambién con su familia si no estaba a ella, como si hiciera todo su esfuerzo por integrarla a nuestra familia. Cuando cumplí once años mi papá consiguió un trabajo en otra ciudad, a una hora de la nuestra. Intentaba visitarnos lo más que podía, pero aún los días que llegaba, estaba tan cansado que solo comía y dormía. Mi hermana era muy pequeña y mi mamá y yo discutíamos casi todos los días. Eventualmente aprendí que a nadie le importaba lo que yo sentía y que estar sola era la única alternativa que tenía. Llegó un punto en el que jugaba  juegos de mesa sola. Hacía unas fichas, una que decía mamá, una que decía papá, otra Mariana (mi hermana), y otra yo. Y jugaba por nosotros y en mi mente estábamos jugando muy bien, éramos una familia feliz. No había exclusión, no había peleas, éramos una familia normal y feliz jugando un  juego de mesa. Es todo lo que quería. Un día confronté a mi mamá por su preferencia hacia mi prima. Claro que negó todo, hasta que me tenía gritando y llorando y por fin admitió que era verdad, que sí se sentía más identificada con mi prima porque tuvieron vidas parecidas, que ellas “sabían lo que era tener una vida difícil”, “tú tienes una vida de cuento de hadas”. Como si yo no supiera lo que es una vida difícil… ¿Problemas

económicos? ¿Esa era su idea de vida difícil? A esa edad había empezado con autolesiones, padecía de bulimia y depresiones, pero como nuestra situación económica mejoró, todos esos problemas eran meras debilidades ante sus ojos. Este tipo de cosas hacen que me pregunte si mis papás crearon más heridas de las que realmente me curaron. Tal vez las cosas fueron peores o mejores de las que yo recuerdo, algunos psicólogos afirman que ningún recuerdo que tenemos es real, sino que cada vez que recordamos, nuestro cerebro inconscientemente modifica información. Pero lo importante no es lo que pasó, lo importante es cómo yo lo percibí, y cómo me afectó. Mi verdad es mía y de nadie más. Pero como dije antes, tenía el promedio más alto de mis clases, todos los

 

maestros me amaban, las mamás de mis amigas me adoraban, tenía el mundo a mis pies. Mis papás pensaban lo mismo supongo, hasta que todo se echó a perder. No puedo evitar pensar que los decepcioné, que me convertí en un problema, en lugar de su hija.

 

DOS Sé lo que es querer morir. Cómo duele sonreír. Cómo tratas de encajar, pero no puedes. Cómo te lastimas en el exterior para tratar de matar la cosa de adentro.

Susanna Kaysen

Cuando cumplí once años empecé a echarme a perder. Mis demonios internos se volvieron tan poderosos que les ganaron a mis angelitos de la guarda y mi radiante forma de ser comenzó a perder su brillo. Fue cuando empecé a darme cuenta que mi problema era real, aunque nadie me creía. Mi tristeza fue ignorada por tanto tiempo que se convirtió en enojo. Entonces decidieron que estaba loca y necesitaba ayuda. Mis papás me decían que me comportaba como una niña, pero ¿cómo sabrían? Ninguno de los dos estuvo cerca de mí cuando era una niña. Creo que eso es algo que nunca pude perdonar al cien por ciento, porque no puedo evitar pensar que, si hubieran actuado antes, o me hubieran creído cuando les decía que estaba enferma, tal vez no hubiera llegado a los límites a los cuales llegué. Empecé a tener arranques de enojo, cambios de humor intensos, ataques de pánico y depresiones horribles. Síntomas que mis papás subestimaban: “Es porque está entrando en la pubertad”. “Solo quiere llamar la atención, no hay que dejar que nos manipule”. Esa reacción fue la que empeoró todo.

Como mencioné al principio del libro, el estigma y el prejuicio de las enfermedades mentales muchas veces duele más que la enfermedad en sí. Me sentía sola.

 

Siempre fui muy reservada en la escuela, no era de las que socializaban con los demás y mi hermana era muy pequeña así que no quería cargarla con mis problemas. Sí tenía amigos, pero así es siempre, tienes a tu familia, a tus amigos que te dicen que cualquier cosa estarán ahí y que siempre te van a apoyar, pero no lo dicen en serio. Tal vez la primera vez van por ti a levantarte de tuLacama, vez dos pero la feliz genteque se harta de la tristezase de los demás. gentetal quería a laveces, Ana Marcela contaba chistes, reía y hacía travesuras, no a la que lloraba en su cama pensando en qué manera era más eficiente para suicidarse. Así que las autolesiones comenzaron a parecer como una buena manera de extraer mis emociones intensas, con cada corte un monstruo emergía fuera de mi cuerpo hacia el exterior. Recuerdo la primera vez que lo hice. Fue después de una discusión fuerte con mi mamá. Grité hasta que saqué todo lo que mi garganta me permitió, pero no fue suficiente. Azoté la puerta con todas mis fuerzas y me senté en el piso a llorar. Me sentía tan frágil y pequeña, ahí sentada abrazando mis piernas y repitiendo en ya mi era cabeza todo ibademonios a estar bien. Pero no importaba cuánto lo repitiera, muyque tarde. Los ya iban avanzando en su proceso de succionar cualquier tipo de esperanza que pudiera formular esa mini yo de once años. Porque así son los demonios internos, son tercos, pelean con fuego y despiadadamente, y me encontré a mí misma preguntándome dónde podía escapar, para alejarme de ellos. Era una niña de once años, aterrada por lo que esas indomables bestias eran capaces de hacer. Así que pensé que si cortaba lo suficientemente profundo podría destruirlos o por lo menos lastimarlos como ellos me estaban lastimando a mí, o en el peor de los casos tal vez concentrarme en ese dolor, que iba a distraerlos y se iban a dormir y dejarme sola. También pensé que quizá con los brazos llenos de heridas mis papás se darían cuenta del dolor que sentía. Posiblemente enseñándoles con sangre en mis brazos podrían darse cuenta de la criatura aterradora que se estaba apoderando de su hija. Fue muy gradual, empecé con sacapuntas y lapiceros con punta fina. Luego avancé de nivel, comencé a usar rastrillos y cuchillos de cocina. Hasta que eventualmente terminé con navajas, cuchillos y encendedores. Pero lo peor es que nadie se daba cuenta. ¿Cuál era el punto de llorar si nadie escuchaba? Usaba manga corta para que se notara, para que ellos vieran, pero nunca se les ocurrió voltear a ver mis muñecas. Estaban justo ahí, vivíamos juntos, pensé que yo les importaría lo suficiente como para

 

notar que algo estaba mal. Intentaba gritar pero parecía que mi cabeza estaba debajo del agua, volviendo mis gritos imperceptibles. Hasta que un día, en medio de una discusión, les enseñé mi brazo, y les grité:  “¿Ven lo que me están haciendo? ¿Cómo pueden ser tan ciegos y estúpidos?”. No entendía cómo podían actuar como si todo estuviera bien. Estaba gritando pidiendo ayuda, atravesando mi piel acon y navajas y aún así no era suficiente para que me voltearan ver.cuchillos Necesitaba la ayuda de mis papás, de mis amigas, de quien sea, necesitaba ayuda porque tenía once años, y la oscuridad dentro de mi cabeza era demasiado para mí. Me preguntaba constantemente si alguien me escuchaba cuando lloraba. Mis ojos seguían brillando, como cuando era pequeña, pero en lugar de brillar por esperanza y felicidad brillaban por las lágrimas, esas que luchaba tanto por contener. Mi único amigo era mi perrito Oliver, era el único que nunca nu nca me iba a abandonar y estaba conmigo incluso en mis días más oscuros. Era una niña o adolescente, como quieran llamarlo, solitaria. Era una niña que necesitaba ayuda y no la recibió a tiempo. Lo más triste es que ese hábito de autolesionarme fue de los que nunca realmente pude vencer. Tomó Tomó diferentes formas, pero siempre estuvo ahí. Duró hasta mis veintiún años. Llegué a un punto en el que alcancé una pérdida de la realidad tan intensa, que entraba en trances en los que cortaba y simultáneamente gritaba mi típico autolenguaje: “Estás gorda, estás muy fea, nadie te quiere”. Como si de alguna forma estuviera autocastigándome, pero no era yo, sentía que alguien más estaba en control de mi mano, alguien más estaba gritando, no era yo, yo era una niña de once años que tenía de los promedios más altos de su generación y era suficientemente inteligente para entender que era imposible que alguien más estuviera controlando mi cuerpo, pero así lo sentía. Como si esos demonios se hubieran multiplicado y mis angelitos de la guarda hubieran muerto. Con cada cortada un pedazo más de mí moría, y me encontraba más alejada de mí misma. Me pregunto qué pensaba la gente cuando veía esas cortadas en mis muñecas. ¿Se asustaban? ¿Se ponían tristes? ¿O tal vez, sentían lástima? Me gustaría saber si pensaban que era una psicópata y sentían miedo que de cierta manera les contagiara mi locura, o si sentían lástima y querían ayudarme, pero simplemente no sabían cómo. Probablemente ambas cosas. Pero las expresiones siempre eran las mismas. Había una pequeña microexpresión de sorpresa, luego un semblante serio y con miedo,

 

con ganas de decir algo, pero sin saber cómo decirlo. Algunas veces lo mencionaban, pero la mayoría de las veces decidían fingir que no vieron nada. Porque si nunca han sido sus muñecas cortadas en pedazos por su autoestima destrozada y sus pensamientos consumiendo cada gramo de esperanza que tienen, entonces no pueden posiblemente imaginar lo que pasaba dentro de mi tus cabeza. siempre hay unacambio en su mirada. Es difícil cuando hasta seresPero queridos empiezan verte diferente. Es como si esa lástima en su mirada nunca fuera a desaparecer. Las cortadas solo se ponían peor cada día, pero increíblemente, mis papás seguían sin darse cuenta de que algo estaba realmente mal con su hija. Estaban en negación total, como si tuvieran los ojos cerrados, cosidos, y la única manera de abrirlos era con navajas. Yo sabía que si seguía con esto iba a tener más cicatrices que piel, pero no me importaba. Sé que mis peleas con mi mamá y mis problemas afectaron mucho a su matrimonio. Supongo que era mucha presión, mi mamá no sabía qué hacer y descargaba su enojo en mí. Las discusiones cada vez se volvían más fuertes. Había alcanzado un nivel de odio y rencor tan alto que realmente consideraba dañarla si lastimaba a mi hermana como me había lastimado a mí. No iba a permitir que la afectara de la misma manera. Poco después, comencé a tener depresiones que luego formarían parte crucial de mi vida. Después de una pelea tan fuerte que decir que los resultados fueron catastróficos es una atenuación, mis papás decidieron llevarme con el doctor Leonel. El peor psiquiatra que he conocido en mi vida y vaya que he conocido unos bastante mediocres por falta de una mejor palabra. La primera vez que fui con él, habló conmigo 45 minutos, y decidió que debía tomar Lexapro y Lexotan, es decir, un antidepresivo y un ansiolítico. ¿Cómo conoces lo suficiente de una persona para medicarla en menos de una hora? ¿Puede hacerse un diagnóstico basándose en una sesión con alguien que acabas de conocer? ¿Doce años no es una edad muy temprana como para empezar con drogas legales? Desde un principio tuve claro, incluso a través de los remolinos emocionales y las nieblas de mis recuerdos distorsionados, que no le importaba ni un poco mi bienestar emocional. Según él era la decisión correcta y según mis papás, también. Eso solamente empeoró todo. Ya no solo me cortaba, sino que empecé con problemas de bulimia. Después de las pastillas, todo se puso peor. Empecé a sentir ataques de pánico más graves de los que había sentido. Pero no me

 

creían, porque el doctor les dijo: “No tiene nada, solo es una niña chiflada que hace un escándalo cuando no obtiene lo que quiere”.  Mis papás decidieron creerle a él, en lugar de a mí. Una vez me escapé de mi casa saltando del carro en movimiento porque no aguantaba estar con ellos ahí, gritándome. Desaparecí todo ese día. Eventualmente regresé a mi casa, pero mis papásNunca no meme creían, doctor peor decíaen que loca, entonces ellos también. habíaelsentido miestaba vida. Pensé que de cierta manera tenían que creerme, eran mis papás después de todo. Así que tomé veinte pastillas del ansiolítico que me habían recetado y me dormí. No fue un intento suicida, si lo hubiera sido hubiera tomado todo el bote. Solo necesitaba dormir y descansar. Necesitaba tener un momento de paz, callar los pensamientos de cualquier manera posible. Bueno, eso es lo que me decía a mí misma, pero realmente era para demostrarles a mis papás que lo que yo sentía era real. Era como si mi niña interior estuviera pidiendo ayuda a gritos, y no la podían escuchar. Antes de tomar el Lexotan, escribí un post it queen puse a lado de algo mi cama, especificando pastillas tomé yqué a qué hora, caso de que saliera mal, para quecuántas los doctores supieran hacer.. Además, una carta que decía: “¿Ya me toman en serio?”. Ya que me hacer tomé las pastillas después de haber tenido una pelea enorme con ellos, cuando dijeron lo que yo más odiaba escuchar: “Está actuando así por la edad”. Repito, no fue un intento suicida, fue una llamada de atención, fue un intento de hacer que mis papás abrieran los ojos. La verdad no recuerdo nada de lo que pasó después, solo recuerdo haber dormido cuatro días seguidos. No fue un suicidio, pero prefería que pensaran que lo fue porque si no abrían los ojos pronto, yo nunca más volvería a abrir los míos. El doctor Leonel dijo que era una manipuladora y quería tenerlos amarrados, si ya creían eso, pues entonces decidí darle honor al título que me dio y ponerme a manipular. Ya Ya creían eso de d e todas formas entonce entoncess ¿por qué no no intentarlo?, ¿por qué no darles una lección? Se la merecían. Por no haberme creído. Por obligarme a ir con ese hombre que yo despreciaba. Recuerdo que poco antes de las pastillas le dije a mi papá: “No quiero ir con el doctor  Leonel, no me cae bien y no me ayuda”. Y él, como todo buen padre ignorante perteneciente a la generación X respondió: “No tiene que caerte bien, es un doctor d octor,, solo ve y dile tus problemas y que te dé tus medicinas”.

Esa respuesta me dolió de manera indescriptible. Ya Ya no podía más, me sentía perdida, sin esperanza, y más que nada, me sentía sola. Perdí credibilidad, es como si una vez que te ponen la etiqueta de enferma mental

 

todo lo que dices es cuestionable. Una vez que te declaran loca todos piensan dos veces antes de creer cualquier cosa que salga de tu boca. Lo esperaba del resto del mundo, pero no de mi familia. Después de ese incidente, decidieron por fin escucharme y dejaron de llevarme con lo el menos doctor por Leonel. Dejé deY tomar y me yo otra vez, por un tiempo. Ya a teníamedicamentos trece años. Aún me sentí cortaba, aún tenía depresiones, aún tenía bulimia, pero había más tranquilidad, si es que así se puede llamar, porque nada de mi adolescencia alguna vez fue tranquilo. Fue como si mis demonios internos hubieran tomado un descanso, hubo un punto en el que realmente pensé que lo peor estaba atrás y que ahora solo venía mejoría. No podía haber estado más equivocada. No estaban para nada dormidos, mucho menos muertos. Estaban preparándose, planeando cómo destruirme de una vez por todas. Lo sé porque a partir de mis quince años, me atacaron con todo lo que tenían.

 

TRES Si te dicen que murió de píldoras para dormir, debes saber que murió de un dolor desgastante, de un sangrado lento en el alma.

Clifford Odets

Hay algo llamado burn-out  o  o síndrome del cuidador. Es un fenómeno que se da en cualquier empleo en el cual la persona es obligada a trabajar de una manera intensa sin suficiente descanso. Es un agotamiento físico y mental tan fuerte que acaba afectando el comportamiento. Es común encontrarlo en familiares de personas que padecen Alzheimer, cáncer, retraso mental, o cualquier enfermedad crónica que conlleve déficits cognitivos o físicos graves y requiera cuidados de tiempo completo. Seguramente debe ser extenuante tener que cuidar al familiar enfermo y sentir esa obligación moral por el hecho de compartir la misma sangre. Supongo que algo similar ocurre con las enfermedades e nfermedades mentales. Tener un familiar, familiar, una hija, un papá o hermana con alguna enfermedad mental grave debe ser agotador. Tener Tener que cuidar lo que se dice todo el tiempo, soportar berrinches, gritos y arranques de enojo. Se crea cierto rencor y enojo hacia el enfermo, lo que conlleva a una culpabilidad por despreciar a la persona inocente que es víctima de una enfermedad. Partiendo de este razonamiento sería lógico pensar que cuando la persona enferma muere hay un sentimiento de alivio y libertad en los cuidadores. Estoy consciente de que se escucha cruel y sádico, pero no es una suposición tan descabellada si se piensa detenidamente. Ya Ya no habrá necesidad de recordarle a su mamá quienes son cada cinco minutos, ni de cambiar el pañal de su hijo de treinta años... Por fin van a tener la libertad de dedicar su atención y energía a ellos mismos.

 

Su vida ya no se tratará de cuidar al enfermo sino a ellos mismos. Atender su tan abandonada salud propia y poder hacer todo lo que, por ser el familiar de un enfermo, no podían. Eso es lo que yo creía que pasaba por la mente de mis papás, aunque me quieran demasiado para admitirlo. Peropor lo podía podía darmeencuenta de lo cansados que estaban. Frustrados tener notar, una hija enferma lugar de la hija normal que siempre quisieron y de tener que dedicarle tanta atención para asegurarse que no hiciera otra tontería como tomar una sobredosis o lastimarse. Cansados de desvelarse buscando soluciones en internet para el problema que llamaban “hija”. Hartos de pensar que yo era un modelo defectuoso, una bomba que estallaría en cualquier momento y destruiría todo a su paso. Exhaustos de cuidarme como si estuviera hecha de cristal, ya que así de frágil me sentía. En ese tiempo no sabía que realmente estaba hecha de acero y que superaría todo lo que la vida me arrojara. Ojalá alguien me lo hubiera dicho en ese tiempo. Tal vez lo hicieron, pero no recuerdo haberlo creído, no recuerdo haber tenido esperanza alguna vez. Mis papás, mi hermanita, todos en mi familia merecían más de lo que yo podía proporcionarles. Quería que supieran que todo lo bueno que hice alguna vez fue por ser parte de esa hermosa familia. Quería que lograran todo lo que ser mi familia les impidió. Quería que tuvieran una vida feliz y tranquila sin tener que preocuparse por mí todo el tiempo. Sin tener que cargar con el peso de una hija con una enfermedad mental que probablemente nunca se curaría. Quería que supieran que estaba muy agradecida por todo lo que habían hecho por mí y por eso mismo me rehusaba a convertir sus vidas en un estado constante de preocupación. Yo no valía el dolor que causaba, era una carga muy pesada que no era su responsabilidad. Recé por mucho tiempo, pero parecía que nadie me escuchaba. No había respuesta, no había cambios. Así que decidí rezar más y más seguido, decidí rezar lo más que pude, pero todo permanecía igual. Entonces llegué a pensar que tal vez el problema no era que no estuviera rezando lo suficiente, sino que nadie estaba escuchando. Estaba sola y perdida. Todos a mi alrededor se veían tan felices, reían y bromeaban, mientras que yo ni siquiera podía sonreír. No sé cómo explicarlo, era como si estuviera ahogándome y gritando mientras todos estaban tranquilos, respirando, viviendo sin siquiera notar que en cualquier momento iba a

 

desaparecer.. La gente decía: “T desaparecer “Todo odo va a estar bien, hay gente que tiene una vida mucho peor que tú”. ¿Qué hace exactamente que su vida sea peor y qué tiene eso que ver con mi salud mental? Los problemas externos no son lo mismo que los problemas internos. Tal vez su situación económica no es la ideal, tal vez sus papás están divorciados, tal vez su jefe los odia. Pero esos son problemas pasajeros, son míos problemas del mundo exterior con los que todos tenemos que lidiar. Los no lo eran. Hubiera preferido tener una excusa para de cierta manera justificar lo que sentía, pero mi vida no era tan dramática afuera de mi cabeza. El monstruo estaba adentro, alimentándose de mis miedos y mis tragedias. No había manera de escapar, los pensamientos e ideas que permanecían después de mis terrores, no podía despertarme de esta pesadilla. Mi papá consiguió un ascenso, así que tenía dinero, una familia, y un iPhone, pero el monstruo seguía ahí y no importaba qué tan bien me vistieran o cuánto me consintieran, la depresión seguía ahí. Las personas seguimos vacías y destruidas, aunque nos compremos bolsas Gucci y usemos vestidos de diez mil pesos. Me seguía a todas partes, no podía escapar de lo que estaba dentro de mí y no veía ningún tipo de salida porque es imposible huir de lo que está dentro de tu cabeza. Desde muy temprana edad yo sentía que ya era demasiado tarde para mejorar. Quería sentirme feliz, volver a ser yo misma, pero de verdad no podía. Nadie me creía, todos decían que la felicidad es una opción, y que yo controlo mis pensamientos. Decían cada tontería: “No tienes depresión solo estás aburrida”. “Hay gente que tiene problemas realmente graves”. “Tienes “Tienes que ver el e l lado positivo de todo”. ¿Creían que

yo quería sentirme así? No todas las enfermedades son visibles y no todas las guerras son con rifles y armas de fuego en un campo abierto. Algunas están más adentro y son mucho más dañinas porque no importa qué lado gane, la persona en la que viven siempre termina perdiendo. “No tienes permitido decir que mi situación no es tan mala y que solo debería sonreír cuando nunca has cortado tus muñecas y sangrado para anestesiar tu dolor. dolor. No puedes tener el descaro de decirme que estoy exagerando si nunca te has sofocado por aire con lágrimas en los ojos

 porque la ansiedad se está apoderando de ti otra vez. No puedes tratar de

 

convencerme que todo va a estar bien si nunca has tomado una sobredosis de pastillas para alcanzar un sueño eterno. No vas a subestimar mi fuerza y mi valor cuando nunca has sido forzado a sonreír cuando te sientes miserable y roto. No tienes permitido llamarme ‘débil’ cuando nunca has  perdido toda tu energía energía luchando contra esos pensamientos suicidas que te ruegan que te rindas cada maldito día. A ti no te hablan los cuchillos y las navajas, no rezas cada noche deseando estar muerta y no abusas de  pastillas y alcohol para tratar de olvidar, olvidar, aunque sea por un breve momento, lo sola y marchita que tus pensamientos te hac hacen en sentir. sentir. Así que no tienes el méndigo d derecho erecho de juzgar juzgar,, criticar criticar,, o dar tu opinión no pedida sobre el tema. No tienes el derecho de decir nada de eso porque no tienes idea de lo que es vivir con un infierno en tu cabeza”.

Todo eso es lo que pensaba cada vez que alguien intentaba convencerme de que la felicidad era una opción y debería estar agradecida por lo que tengo. Claro que nunca lo dije, pero en mi mente los acuchillaba como cuarenta veces. Ya Ya no podía escuchar más: “T “Tienes ienes que ser paciente”, “tienes que echarle ganas” o “todo va a estar bien”.  Ya no podía esperar más, sentía que todo iba a seguir igual. igua l. Yo Yo sabía que sus intenciones eran buenas e intentaban ayudarme, pero no había nada que pudieran decir para hacerme sentir mejor. Quería que me dejaran abandonar ese barco en hundimiento y retirarme de esa batalla que estuvo perdida desde que comenzó. Así es la maldita depresión, impide ver la salida y te hace creer que la luz al final del túnel es un tren. Lo más difícil de explicar era la causa. Nadie entendía por qué me sentía así, yo misma no entendía. Era como algún tipo de virus que se esparcía por todas las áreas de mi vida. Alteró mi educación, mis amistades, mis relaciones, todo se convirtió en un problema. No había nada en específico que causara mi falta de interés por vivir. Era todo, era una combinación de cada parte de lo que solía ser mi vida. T Todo odo el bullying que sufrí cuando era una niña asustada e insegura a los nueve años empezó a cobrar efecto. Odiaba los espejos, mi rostro, mi cuerpo, lo odiaba tanto que cortar mi piel no era suficiente. Debía hacer algo más drástico y brutal para realmente convertirme en otra persona. Dos cirugías estéticas, tinte de cabello, dieta ridículamente estricta, maquillaje y un guardarropa totalmente nuevo. Borré todas las fotos previas al cambio y llené mis redes sociales con fotos de la

 

nueva yo. Siempre fui esa niña en la escuela que escogían al último y que nadie quería de compañera al menos que fuera para que hiciera todo el trabajo por ser la más inteligente. Era la niña que nunca invitaban a fiestas y cuando lo hacían nadie la invitaba a bailar. Era una niña pequeña muy triste y sola. Pero después de todos esos cambios, el patito feo se convirtió en un cisne. quise ser una depara esasserlo. niñas hermosas que todos aman e hice todo loSiempre humanamente posible Sin embargo, aunque después me veía delgada y bonita, mi interior seguía igual de oscuro. El monstruo que consumía cada gota de esperanza que quedaba en mi corazón roto me estaba destruyendo. Se podría decir que todo aquello me volvió más fuerte, pero era solo una niña pequeña e indefensa, no necesitaba ser fuerte, necesitaba sentirme segura y feliz. Pero así es esto, aunque no estemos bien decimos que sí lo estamos, resistimos hasta que ya no podemos. El mundo está lleno de gente con caras sonrientes y ojos tristes. Se suponía que yo era la grande de la familia, tenía que ser fuerte, tenía que ser valiente, hay gente que vive mucho peor que yo... pero para mí eso no es un buen argumento. Es como tener un buen día y estar feliz pero luego no estar feliz porque hay gente que probablemente acaba de ganar la lotería o acaba de tener la boda de sus sueños, entonces no puedes estar feliz porque alguien más tiene cosas mejores en su vida. Es la misma lógica. El hecho de que otras personas estuvieran pasando por peores situaciones no minimizaba las mías. Yo Yo creía que no podía caerme o doblarme porque era la hermana mayor, tenía que ser fuerte y estable todo el tiempo. Quería ser el ejemplo por seguir para mi hermanita, pero soy humana. Me tomó años darme cuenta de que es válido necesitar un hombro en el cual recargarse, y que hasta las superheroínas necesitan ayuda de vez en cuando. No importa que tan favorable sea la situación de alguien, la depresión hace que cualquier evento, cualquier vida, se vea muerta y sin sentido. Es como decirle a alguien que no puede ser feliz solo porque hay gente que tiene una mejor vida “no sonrías porque sacaste 90 en el examen, tu compañera sacó un 100”. Es triste, pero la gente no entiende. No entiende la desesperación, no entiende que no importa la situación en la que estés, la depresión absorbe cada trozo de felicidad. La depresión no tiene nada que ver con la tristeza causada por un duelo o un problema, algo que es totalmente normal y sano experimentar en su debido tiempo e intensidad. La depresión es dañina, intensa, es llegar a un estado de histeria, neurosis y

 

psicosis a la vez, es la ausencia de toda esperanza y sentimientos racionales. Una depresión clínica severa incluye fatiga, pérdida de interés en todo, pensamientos recurrentes de suicidio, y una tristeza tan profunda que la persona siente que ya está muerta. Es sentir que tus últimos años de vida han sido, progresivamente, una carta suicida que nadie se tomó la molestia de leer. Tusbien, Tus pasatiempos son tus no pasatiempos, tu comida no te sabe todo dejaya deno importar, le encuentras el puntofavorita a nada, ya ni siquiera a respirar. Es estar atrapada en una prisión conformada de pensamientos y medicamentos. Es como si un  Dementor hubiera succionado toda la felicidad que había en ti y te dejó desvaneciéndote lentamente, como si el fuego en tu interior se estuviera apagando. La mejor analogía que he podido encontrar para mi depresión es la de los  Dementores, del libro de J. K. Rowling, “Harry Potter”: “Los Dementores están entre las criaturas más nauseabundas del mundo. Infestan los lugares más oscuros y sucios. Disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto los rodea... Si alguien se acerca mucho a un Dementor, Dementor, este le quitará hasta el último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso. Si puede, el Dementor se alimentará de él hasta convertirlo en su semejante: un ser desalmado y maligno. Lo dejará sin otra cosa que las peores experiencias de su vida”.

La única manera de vencer a un  Dementor es con Expecto Patronus, que en el libro se maneja como un pensamiento positivo, el más feliz que hayas tenido. Intenté por mucho tiempo tener un  Patronus así de fuerte pero nunca lo logré. Todo lo sucedido se veía gris y triste. Aunque increíblemente parecía que mis recuerdos tenían más vida que yo. Como si lo mejor de mi vida ya hubiera pasado y lo que seguía adelante era un camino difícil que no valía la pena cruzar. Pensaba que ya había sentido todo lo que alguna vez iba a sentir, que lo que seguía de esto eran versiones alternativas de los sentimientos de inferioridad y angustia que constantemente sentía. La gente pregunta qué se siente, qué puedo hacer para mejorarlo, pero la verdad es que no pueden hacer nada, y aunque pudieran, la mayoría no lo harían. No les importa realmente, la mayoría solo pregunta por cortesía o

 

porque se quieren asegurar de que ellos nunca caerán tan bajo como yo. Lo que casi nadie entiende es que la depresión es un tipo de enfermedad silenciosa, que puede pasar desapercibida, pero es tan nociva como el cáncer. Empieza lenta y silenciosamente, las cosas que te hacían reír simplemente ya no lo hacen, empiezas a hablar un poco menos, un poco más bajo, las fiestas y alas reuniones no te propia llamanen tanto la atención, y te encuentras aislándote ti misma porya cuenta tu mente. Te pierdes en tus pensamientos que casi siempre son negativos, y tu comida favorita ahora te es indiferente. El café ya no sabe tan bien cuando sales con tus amigas, es un poco más amargo, la película que te gusta no es tan buena como creías y tus amigas no son tan divertidas como una vez fueron. Cualquier satisfacción o paz que alguna vez sentías se desvanece. Gradualmente tu luz interior se va apagando, cual vela en un día ventoso. Cada vez se dificulta más seguir adelante. Empieza leve, no quieres hacer tu tarea, luego no quieres ir a la escuela, ni ver a tu familia, o a tus amigos, no te salir, ni te quieres te interesatevestirte, tampo nointeresa puedes siquiera pararte dedivertir, tu cama;nodespertarte resulta tampoco difícil,co comer, simplemente: ya no quieres qu ieres vivir. No encuentras el punto p unto de seguir intentando inten tando si cada día será igual. Ya Ya no vives, solamente pasan los días. Las cosas más fáciles de hacer, como una tarea, comer, salir de tu casa, incluso pararte de tu cama, se convierten inaguantables. Me encontré a mí misma deseando tener una enfermedad terminal. Quería que mi cuerpo físico cesara de existir, quería dejar de existir totalmente porque no podía aniquilar mi mente. En casos más intensos empiezas a perder p erder el contacto con la realidad. Ya Ya no sientes que eres parte del mismo mundo que todos, viéndote sientes como si vieras una película desde afuera. Ya Ya no perteneces a este mundo, estás muerta de todas maneras. Sientes que no lograrás ser feliz otra vez. El aislamiento, la baja de autoestima, la soledad, y la anhedonia se vuelven tan dolorosas que llegas a pensar que la única manera de sentirte bien es ya no sentir nada. La recuperación se veía lejana e inalcanzable, al igual que desear lluvia en la sequía de un desierto. Ahí es donde entra el suicidio. La depresión es el tipo de enfermedad que lastima progresivamente, de manera discreta y cautelosa hasta que mata. La diferencia es que cuando alguien muere de una enfermedad terminal, la gente piensa y dice que esa persona luchó hasta el

 

final y fue una persona muy fuerte, pero cuando se habla de un suicidio nadie piensa así. Tienden a pensar que no hubo un esfuerzo, una pelea, que la persona simplemente se rindió o tomó la salida fácil. Todo porque es una enfermedad que no se muestra en las resonancias magnéticas o las tomografías. Pero no podemos olvidar a la hermana gemela de la depresión: la invaden simultáneamente convierten la persona enansiedad. portadoraAdemenudo un infierno indescriptible. ¿Qué esy la ansiedad apara mí? Es un horrible sentimiento que te mantiene alarmada, asustada y aterrada. Es como si te dijeran que algo malo va a pasar en el día, algo que te va a matar, pero no te dicen qué ni cuándo. Entonces en lugar de disfrutar tu último día, estás preocupado constantemente viendo cada cosa, esperando lo peor de cada instante. Estás preocupada porque sabes que algo malo va a pasar, pero no sabes cuando. Tienes una mezcla de angustia y de miedo tan grande que el resto del mundo deja de importar y tu concentración entera se basa en ese pensamiento, el anhelo de saber cuándo y cómo va a suceder. Todo Todo lo demás deja de existir, el sentimiento ya se apoderó de ti y solamente quedan tú y tu ansiedad. En mi caso también se incluían ataques de pánico. Era un sentimiento de que podía morir en cualquier momento y aunque los ataques duraban minutos y a veces hasta segundos, para mí eran eternos. Es imposible de entender si no se ha estado en esa situación, pero es el sentimiento de estar seguro de que tendrás un ataque cardíaco y caerás muerta. Todo te empieza a dar vueltas, el mundo deja de existir, ya no escuchas nada, no ves nada, estás tú sola ahogándote en la oscuridad. El estómago lo sientes apretado, la cabeza te da vueltas, tus manos comienzan a temblar, no puedes dejar de llorar y gritar. En ese momento todo se vuelve borroso y aterrador, como si todos tus temores más grandes llegaran a acuchillarte y tu corazón late tan fuerte que sientes que vas a tener un infarto, y la realidad es, que sí lo tuviste. Cada ataque de pánico, desde mi punto de vista, es un infarto al corazón, pero a la versión metafórica del corazón. Cada ataque debilita nuestras emociones, nuestro deseo de seguir luchando, debilita nuestra esperanza. Es la experiencia más horrible e intensa que he tenido en mi vida. El miedo que causa nunca se va porque si no es durante el episodio, viene después, te mantienes a la defensiva porque no sabes si podrás sobrevivir si vuelve a suceder.

 

No puedo evitar pensar en cuánta gente lucha contra estas guerras internas todos los días y son obligados a estudiar para un examen y castigados o humillados si no obtienen una buena calificación, o son acusados de ser flojos por dormir todo el día, cuando la realidad es que la depresión absorbe toda la energía que esa persona pueda tener. La ignorancia gente es algoAlbert que meEinstein sorprende y enoja de una exorbitante.deEllafamoso genio tenía más razón demanera la que me gustaría admitir cuando dijo: “Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y yo no estoy seguro sobre el universo”. Yo estaba harta. Ya no quería sentir, no quería llorar, tampoco autolesionarme, no quería tener ataques de pánico, ni sentir miedo, simplemente: ya no quería existir. Mi vida se sentía cual barco que inevitablemente se sumergía, y por más que intentaba, por más que la madera flotara, no era suficiente. El barco se hundía y me llevaba con él: “Solo déjenme rendirme, déjenme dejar de luchar y poder descansar. descansar.  Papi y mami, estoy exhausta. Estoy cansada de que cada día sea una batalla, una batalla que tengo que combatir, combatir, y casi ca si siempre perder perder.. Quizá si salto del cuarto piso de la escuela ya no tendré que tomar el examen de antropología, no, claro que si salto no tendré que tomarlo. No tendría que estudiar para nada más, ni preocuparme de encontrar pareja antes de que  pasen mis ‘años dorados’ y sea tachada de ‘quedada’. No tendría que hacer dietas, ni vomitar para estar delgada, ya no lloraría todos los días, ni tendría ataques de pánico que me dejen exhausta y lastimada. Ya no tendría ninguno de estos problemas porque por fin estaría muerta”.

No dejaba de preguntarme: “¿Los maestros no se daban cuenta que mis

ojos parecían vidrio recién cortado por el brillo de las lágrimas contenidas? ¿Mis papás no notaban que dormía todo el día porque la guerra dentro de mi mente era tan absorbente que me dejaba exhausta? ¿Cómo podía concentrarme en el método científico cuando estaba debatiendo si suicidarme o no? ¿Qué fregados me importaba la historia si todos ya están muertos?, como yo estaría en unos días si no recibía ayuda”. 

Tantos años de educación, y nunca nadie nos enseñó a querernos a nosotros mismos ni por qué es tan importante. Ya olvidé el 90% de lo que

 

aprendí en secundaria, pero si me hubieran enseñado a quererme a mí misma y cómo prevenir las enfermedades mentales, o buscar ayuda si me siento mal, tal vez las cosas hubieran sido diferentes. Pero mi escuela consideró que era más importante que aprendiera sobre las guerras que ha habido en la historia, cómo hablar vagamente alemán y aprender las capitales a los aque probablemente y amigos de se países empezaron distanciar y me di nunca cuentavoy de loa viajar. ingenuaMis queamigas fui al pensar que alguien quisiera ser mi amiga. ¿Quién querría tener cualquier tipo de lazo afectivo o relación con alguien como yo? Mi sentimiento de exclusión social y soledad solo se reforzaba más con cada amigo que se iba, con cada relación que terminaba y con cada persona que decidía abandonarme. Me di cuenta que no importaba cuánta terapia o medicación tomara, eso nunca iba a cambiar. Ese sentimiento de aislamiento y mi mente echada a perder no iban a arreglarse. Hay cosas que simplemente están demasiado rotas para ser arregladas y corazones demasiado dañados para volver a lo que eran antes. Tal vez algunos de nosotros no nacemos para ser felices, tal vez algunos nacemos con sufrimiento en nuestra sangre y locura en nuestro cerebro. De lo que sí tengo certeza es que nací con un corazón demasiado grande que logra que pueda sentir todas las emociones existentes en un solo día y la velocidad en la que cambian es tan rápida como la luz en un parpadeo de ojos. Vivía en una prisión con las llaves dentro y aún así me era imposible salir. Necesitaba luz, aquella estrella que algún día fui había muerto y lo único que permanecía en su lugar era un agujero negro, succionando cada trozo de brillo y esperanza que se acercara.

 

CUATRO Convertirse en el nuevo ideal femenino requiere solo la combinación correcta de inseguridad, ejercicio, bulimia y cirugía.

Garry Trudea

Siempre me consideré una persona disciplinada, obediente y servicial. Posiblemente eso me haga una buena persona, lo cierto es que no lo sé. No hay un criterio específico ni una lista que se pueda cumplir para entrar en la categoría de “buena persona”. Especialmente hoy en día, es más difícil de lo usual saber lo que está bien y lo que está mal. Se ve a la gente hacer algo que pareciera inofensivo e inocente, todo es juego y diversión hasta que alguien termina perdiendo su cabeza. Cuando por fin logras abrir tus ojos es demasiado tarde. Ya Ya estás dentro, tan adentro que ya no hay manera de salir. Tal vez la entrada fue gradual y paulatina pero una vez en el interior no hay escapatoria. Ahora forma una parte de ti, o más bien tú formas parte de esa cruel trampa en la que has caído. Ya no puedes comer carbohidratos sin querer destruirte a ti misma, así que comes; comes lo que quieres y vas al baño a vomitarlo, y mientras estás ahí sentada en el piso del baño, llorando, pero al mismo tiempo sintiendo que hiciste lo correcto, te ves al espejo y te preguntas qué es lo que necesitas hacer, qué tan lejos tienes que llegar para que tu reflejo muestre una imagen que aceptes. Estás dispuesta a hacer lo que sea con tal de callar esas voces dentro de ti que cada vez son más fuertes pidiéndote que cambies porque no eres suficientemente buena para nadie. ¿Qué tanto debes intentar? ¿Qué tanto odio a ti misma es demasiado odio? ¿Cuál es el lugar en el que ya pasaste la orilla, el lugar del que ya no puedes regresar? ¿Qué tanto es demasiado? Así que sales del baño después

 

de haberte lavado los dientes y la cara, después de haberte maquillado para cubrir todas las imperfecciones humanas que no puedes tener, porque tienes que ser perfecta y regresas a hablar de cómo todas las demás personas son mucho peor de lo que tú eres. Solo pretendes que no pasó, las calorías ya no están ahí, estás a salvo ahora. Yo caí en esta trampa en la temprana edad de doce años, justo después de empezar mi terapia con el psiquiatra Leonel. Supongo que era una adolescente joven, o una niña crecida, la verdad es que no lo sé. Lo único de lo que estoy segura es que me sentía horrible y era muy joven como para sentir que no valía lo suficiente para seguir aquí. Recuerdo el inicio de mi bulimia, ese primer vómito que abrió camino a un sendero de desgracias. Había comido un pedazo de pastel de chocolate que se supone no debía de haber comido porque no debía engordar. Todas mis amigas eran delgadas, todas estaban a dieta, iban al gimnasio... así que empecé a hacer lo mismo. Pero ese día comí una rebanada de pastel de chocolate. Cometí un error. No debía comer calorías, no podía verme gorda, estaba mal, fue un pésimo error y tenía que arreglarlo en ese momento. Me tenía que ver como todas las mujeres en las revistas y las películas, ellas nunca eran gordas y de alguna forma siempre se veían perfectas. Empezó como algo inofensivo, solo vomitaba ocasionalmente cuando comía algo que no se supone que debía comer porque estaba en una dieta estricta con la que después bajaría once kilos. Empecé vomitando solo cuando cometía un “error”, pero luego se volvió un hábito. Me dolía la garganta constantemente, tenía mareos, dolores de cabeza y una debilidad intensa. Después descubrí que varias de mis amigas hacían lo mismo. Formamos nuestro propio club secreto de bulímicas. Si no nos manteníamos delgadas y bonitas ¿cómo iban a voltear a vernos los hombres que nos gustaban? Estábamos vacías, enfermas e histéricas, pero delgadas, eso era lo único que importaba. Descargué una aplicación a mi celular que contaba las calorías de todo lo que comía en el día, cada vez que comía algo lo escribía y hacía las cuentas de cuánto tenía que dejar de comer para bajar el nivel de calorías consumidos al día y así volverme delgada y bonita. No comía por días, vomitaba lo poco que comía, tomaba laxantes y me castigaba a mí misma cuando comía comida chatarra. Todo lo que fuera un impedimento para el objetivo de ser hermosa y delgada era un inconveniente y debía ser

 

castigado. Cabe especificar que los trastornos alimenticios se vuelven una adicción severa que si no son atendidos a tiempo pueden llegar a ocasionar la muerte. Comer y vomitar se vuelve una adicción, lo que antes hacía solo en casos especiales se volvió en mi forma de vida. Yo sabía quea estaba conocíametiendo, el tipo depero descompensaciones enfermedades las quemal, me estaba eso no importabayen ese momento. En ese momento lo que importaba era estar delgada y verme bien, la salud se volvió irrelevante. Después de eso no podía comer carbohidratos o grasas sin querer arrancarlos de mi cuerpo. Sentía mi estómago volviéndose más y más grande, sentía mis brazos pesados, veía mis caderas anchas y feas, era como si pudiera sentir las calorías juntarse y quedarse ahí en mi cuerpo. Sentía la grasa acumularse en mi organismo, no sentía que yo tuviera grasa o carbohidratos, sentía que yo era la grasa. Sentía que yo era una bola de calorías que respiraba. Así que vomitaba y vomitaba hasta que ya no nada,elhasta quelomihacía, estómago quedara tan vacío como mi corazón sequedara sentía. Todo mundo así que no podía ser tan malo. Era algo muy simple. Comer alimentos bajos en calorías, portarme bien, hacer todo el ejercicio que pudiera hasta sentir que me quería desmayar y no comer nada con muchas calorías, porque si lo hacía, el dedo me las sacaría a la fuerza. Porque las niñas buenas no consumen calorías. En un mundo en donde a la gente solo le interesa el dinero, el poder, el físico, y los bienes materiales, la salud no importa si al sacrificarla puedes verte atractiva en el espejo. Llegó un punto en el que la comida no era comida, era números. No veía una barra de chocolate, veía 550 calorías. Eso no era un sándwich, eran 265 calorías por cada rebanada de pan, más 50 calorías de mayonesa y 100 calorías por cada rebanada de queso. Es decir, no estaba comiendo un sándwich, estaba comiendo 1,230 calorías. Más de las calorías que yo me permitía al día. La comida ya no era comida, eran enemigos, invasores destruyendo cada pedacito de autoestima que me quedaba. La gente subestima cuánto odio y repugnancia debes tenerte a ti misma para meter tus dedos en tu garganta y forzarte a vomitar. Esta vida de bulímica continuó hasta que tuve veinte años. A veces lo dejaba, cuando mi dolor estomacal se volvía intolerable. Una vez me tuvieron que internar por problemas de gastritis causados por vomitar. Los doctores observaron las

 

marcas de mis dedos en mi garganta y descubrieron todo. Fue cuando mis papás se enteraron de lo que estaba haciendo. Sin embargo, no decidieron buscar ayuda psicológica, tal vez tenían miedo de los horrores que iban a descubrir en terapia, o tal vez seguían aferrados en la negación de su arraigada creencia de que esto era algo pasajero de mi adolescencia, algo que les pasaque a todas las adolescentes mundo. Deaún alguna forma, se les ocurrió su princesita estuvieradel vomitando, cuando veíannunca que iba al baño después de cada comida y me preocupaba en exceso por mi peso. La gente nunca piensa en cosas así, creen que solo ocurren en películas o le pasan a cualquiera menos a tu hija o amiga, pero no es así. Estoy segura de que más del 80% de las mujeres deben estar inconformes con algún aspecto de su cuerpo, ya sea su peso, sus facciones, su cabello, su grasa… creo que eso dice mucho del tipo de sociedad en la que vivimos, y de lo podrida que realmente está. Mi vida mi se convirtió co nvirtió dolores de estómago, y vómitos. Ya Ya dos. no importaba salud, no en importaba nada más que mareos mis jeans fueran talla Mi estómago me dolía todo el tiempo, pero lo solucionaba con una pastilla. Un omeprazol en la mañana y antiácidos todo el día. Escuchaba a mi estómago gruñir de hambre, pero no me importaba. No podía comer o terminaría vomitando. Luego llegaron los cumplidos: “Te ves muy delgada”, “pásame tu dieta”, “¡qué guapa te ves!”.  Si tan solo supieran que ese cuerpo que envidiaban era el producto de cocas de dieta, Splenda, antiácidos, noches sin dormir debido al dolor estomacal, y los mareos. Esa niña bonita que veían estaba hecha de traumas y baja autoestima. ¿Cuál era el secreto del cuerpazo que finalmente logré tener? Bulimia. Esos cumplidos me hacían sentir que todo valía la pena, una vez que vi los resultados me fue imposible parar. Quería ser delgada, quería ser bonita, porque era mejor estar enferma o muerta que gorda y sana. Nadie entendía lo increíblemente triste que era ser yo. Por afuera veían a una niña hermosa a la que envidiaban porque querían ser como ella, nunca se imaginarían al monstruo que controlaba los hilos de su cabeza y la obligaba a cavar su propia tumba ayuno por ayuno, vómito por vómito…

 

CINCO Quise ahogar mis penas en licor, licor, pero las condenadas condena das aprendieron a nadar. nadar.

Frida Kahlo

Cuandoo era pequeña no entendía por qué lalosúnica adultos vinome en año nuevo cuando comían comida italiana, veztomaban que lo probé dejó un sabor asqueroso en la boca. No entendía cómo a alguien podría gustarle el sabor, y cuando aprendí que al siguiente día causaba dolores de cabeza y náuseas, menos sentido me hizo. Fue hasta mis dieciséis que entendí la verdadera razón. La gente no toma alcohol porque sea un deleite al paladar, lo toman para escapar de su realidad cuando el corazón se vuelve muy pesado. El alcohol formó una parte muy importante de mi vida, mis años agridulces de abuso de alcohol que terminaron hasta que cumplí veintiuno, no podría olvidarlos, aunque la mayoría son recuerdos con música, borrosos y desconocidos. Tomaba para olvidar y despertaba recordando lo que intenté con tantas ganas gan as olvidar la noche anterior. anterior. Tomaba Tomaba solo para poder sentir un poco de amor, para anestesiar el dolor, aunque sea por un rato, y dormía lo más tarde que podía porque sabía que en la mañana me arrepentiría de lo que hice. ¿Eso es lo que hace la gente no? Emborracharse y besarse entre ellos para poder, de alguna manera, llenar el vacío que tienen dentro. Besamos a otras personas, buscando los ojos del último amor que nos dejó en pedazos. Así es nuestra generación, tomamos alcohol, nos ahogamos en él, perdemos nuestros sentidos, pero el dolor sigue ahí. Tomamos hasta que la botella esté más vacía de lo que nos sentimos. Pero

 

he aprendido que puedes tomar lo suficiente para olvidar tu propio nombre, pero no olvidas el de la persona que tanto estás tratando de olvidar. Es triste, porque veías los ojos de esa persona tan especial y ahora lo único que ves es el fondo de esas botellas baratas de vodka. Yopor nunca creí en todo lo que de tener que el corazón roto una persona, nunca creílaengente logrardecía estaracerca tan lastimada construiría barreras y evitaría cualquier tipo de compromiso o relación seria, por el dolor que causó el haberlo intentado. Hasta que lo viví. Así que asumí que la gente se alcoholizaba por eso, besaban a la persona incorrecta y pretendían estar bien. Estaba dispuesta a hacer lo que sea para distraer mi corazón, distraerlo de extrañar a alguien. Pero después de un tiempo me di cuenta que el alcohol no cura las heridas. Claro que ayuda a olvidar un rato, pero no es la solución, solo intensifica tus sentimientos y te da una cruda espantosa al siguiente día. Sin contar la cruda moral cuando te levantas al otrotudía en laacama incorrecta, de haberle entregado lo más íntimo de cuerpo una persona quedespués no te quiere ni te merece. Desperdicias amaneceres con alguien que va a desaparecer al anochecer. Nunca tuve problemas de alcohol, al menos nunca los reconocí como tal. Aunque hubiera dado tanto para que el alcoholismo fuera mi único problema. Ir a una clínica de rehabilitación, no volver a probar una copa de vino y que mis problemas estuvieran resueltos. Pero no, mis problemas eran mucho más graves y deprimentes que una adicción al alcohol. Hubiera sido un alivio descubrir que lo único que estaba mal conmigo era un problema de alcohol. Pero bueno, mi pensamiento era que, si todo el mundo es alcohólico, entonces nadie lo es. Dejé de tomar cuando dejó de brindarme algún tipo de placer y solo reforzaba los sentimientos de abandono y tristeza que tenía en ese momento. Cuando las tonterías que hacía bajo la influencia del alcohol se volvieron tan malas que moría de vergüenza y no podía pasar un buen momento sin alcohol, fue cuando decidí dejarlo. Nunca fui adicta al alcohol, nunca fui adicta a nada en específico. Más bien fui adicta a llenar ese vacío dentro de mí con cualquier cosa que encontraba, excepto con mi propio amor.

 

SEIS “No me di cuenta de que había un ranking”, dije. Sadie frunció el ceño. “¿Qué quieres decir?”. “Un ranking”, dije. “¿Saber qué es más loco que qué? Oh, claro que sí”, dijo Sadie. Se sentó en su silla. “Primero tienes tus depresivos genéricos, son una detienes diez centavos por docena y normalmente sonpoco bastante aburridos,moneda entonces los bulímicos y los anoréxicos. Son un más interesantes, aunque generalmente son solo chicas sin nada mejor qué  hacer.. Entonces comienzas a meterte en las cosas buenas: los incendiarios, hacer los esquizofrénicos, los maníaco-depresivos. Nunca puedes predecir lo que harán. Y entonces tienes a los drogadictos. Ellos son completamente trágicos, porque lo más probable es que vayan a volver a las cosas cuando salgan de aquí”. “Así que los drogadictos están en la cima de la cadena loca”, le dije. Sadie sacudió la cabeza. “Uh-uh”, dijo ella. “Los suicidas lo son”.  La miré. “¿Por qué?”. “Cualquiera puede estar loco”, respondió. “Eso suele ser solo porque hay algo en tu cableado, ¿sabes?, pero el suicidio es una cosa completamente diferente, quiero quiero decir decir,, ¿cuánto tienes que odiarte a ti mismo para querer acabarte por completo?”.

 

Notas Suicidas Michael Thomas Ford

De acuerdo con Michael Thomas Ford, me encuentro en la cima de la cadena de la locura, ya que el suicidio y yo llevamos juntos un largo tiempo. Lo he intentado en tres ocasiones, pero he pensado en ello incontables veces. A los doce años tomé una sobredosis, pero no tenía intenciones de morir, solo quería descansar. Mi primer intento de suicidio fue cuando tenía dieciocho años y ya estaba exhausta. Claro que no era la manera en que pensé que terminaría mi vida. Siempre había imaginado mi muerte siendo un acto heroico como salvando a un bebé de un edificio en llamas, a unamás. persona ahogada, o siendo un carrointentando para salvarsalvar a alguien Bueno, otra opción era atropellada morir a los por ochenta años con el amor de mi vida a mi lado sonriendo, porque mi vida fue satisfactoria y magnífica y no me arrepiento de nada. En lugar de eso mi vida iba a terminar en un cuarto deprimente y miserable con una sobredosis de pastillas para dormir. No estaba ni cerca de ser la manera en la que planeaba dejar este mundo. Pero una vez que te planteas esa pregunta es casi imposible que desaparezca. Si tienes un examen y no quieres estudiar te puedes suicidar, así no tendrías que estudiar. Si te duele el estómago, puedes suicidarte y así ya no te dolería. Llegó un punto en el que hacía apuestas en mi cabeza: “Si alguien me sonríe de camino del baño a mi clase no me suicido”. O: “Si no tienen leche de almendra en Starbucks me suicido”. No es que ya no quisiera vivir más, es solo que ya no quería sentir el dolor que estaba sintiendo. El Infierno de Dante en la “Divina Comedia” parecía un patio de recreo de kínder comparado con lo que sucedía dentro de mi cabeza. Eso es con lo que quería terminar, quería deshacerme del insoportable sufrimiento, no de mi vida. Ya Ya no podía ver un cuchillo, un edificio, un tren, o un bote de pastillas sin imaginar un universo paralelo en el que los usara como un recurso para desaparecer. No buscaba oportunidades para morir, pero si una hubiese llegado no la hubiera evitado. Si estuviera parada con un tren viniendo en mi dirección no me hubiese movido. Había tanto dolor que nada más importaba, mi cerebro se bloqueó

 

y de repente dejé de sentir. Era tanta tristeza que ya no sentía nada. Pensaba que morir era la única salida. Me sentía totalmente frágil en esa ola de tristeza que cubría cada área de mi vida. Fue entonces cuando comprendí que la gente no se muere a causa de un suicidio, se muere de tristeza. Es como ese monstruo que mencioné previamente, que consume todo lo bueno y te deja con un corazón roto y débil. ¿A qué edad es justificable arrepentirse de la vida, dejar ir todos los sueños y esperanzas que teníamos guardados en cajas y aceptar que la melancolía y el vacío son lo único que tenemos para acobijarnos en las noches? Para mí, 18 años no parecía una edad prematura dado que cualquier pensamiento relativamente positivo se veía aplastado por la sombra que cubría mi cuerpo, mi mente y mi mundo entero. Llegaron tantas veces esos pensamientos que saludaba al suicidio como un viejo amigo. La idea de morir no era fácil, pero cuando sentía que mi mundo se desmoronaba ante mis pies, morir parecía única salida. Prefería hundirme atadas con paz en mi lainterior, que intentando con todas con mis rocas fuerzas nadara cuando sabía que no había salida. Siempre era el mismo ciclo, el mismo doloroso proceso. Lloraba hasta que mis ojos estuvieran secos, llegaba una migraña espantosa y mi alma se sentía destrozada en un millón de pedazos que sentía que nunca iban a estar como antes. Entonces escribía las cartas, una para cada persona especial en mi vida. Normalmente solo eran tres: mi papá, mi mamá y mi hermana. Esporádicamente había cartas para algún amigo o amiga, dependiendo en qué momento de mi vida intentaba el suicidio. A nadie más le iba a importar realmente, así que no me molestaba en hacer cartas o mandar mensajes de despedida. Luego tenía que decidir el método: “¿Un choque de carro? ¿Una sobredosis de pastillas? ¿O simplemente saltar de un techo?”.  Analizaba mis opciones hasta encontrar la perfecta, la que no dejara la más mínima posibilidad de dejarme con vida. Luego lloraba más, tomaba algunas pastillas, no las suficientes para morir, solo las suficientes para caer en un sueño profundo. O iba al techo a caminar un rato en la orilla, pensar un tiempo, pararme en el borde, imaginarme cayendo, pero regresaba. También También fui a varios puentes, me quedaba en la orilla agarrada de un tubo, lo único que quedaba entre mi vida y la muerte, pero nunca lo solté. Nunca fue lo suficiente para matarme, pero sí lo suficiente para que la gente me tomara en serio.

 

Pero en una ocasión todo se me salió de las manos. Estuve en coma unos días a punto de morir de un paro cardíaco. Esa vez casi cumplo mi objetivo, pero sobreviví, y nunca había estado más agradecida de algo en mi vida. Claro que me tomó años darme cuenta de eso. En ese momento me sentía enojada, sentía una ira intensa hacia los doctores y hacia mis papás por haberme salvado.que Yolograra no quería rescatada, ya no quería seguir con ellos impidieron mi ser objetivo. Era mi primer semestre en lavida y universidad, me encantaba mi carrera, creía que había superado mi depresión y estaba lista para el próximo capítulo de mi vida, pero no era así. Había momentos en los que olvidaba lo miserable que realmente me sentía, cuando estaba leyendo sobre las enfermedades, sobre la embriología humana, sobre la anatomía humana. En esos momentos olvidaba que la única razón que me prevenía de suicidarme era mi novio. Mi primer novio, P. Lo quería demasiado. Duramos casi dos años, año s, desde mis diecisiete años hasta casi mis diecinueve. Fue cuando P me cortó que decidí tomar la sobredosis de Rivotril, unosin de éllosmiansiolíticos más fuertes que existen. Estaba convencida de que vida simplemente no valdría la pena. De cierta forma, él alimentaba esa creencia. Era muy buen novio, me trataba muy bien, eso no puedo negarlo, pero cuando se enojaba era otra persona. Era como Hulk , o como el caso del Dr  Dr.. Jekyll y el señor Hyde. Cuando se enojaba decía cosas muy feas, y me convencía que nadie más aguantaría mis berrinches como él. Me decía que él me quería más que mi familia, que ningún otro hombre estaría conmigo para siempre, solo él. Al principio no era así, al principio no necesitaba manipularme para sentirse mejor, fue al darse cuenta de que no lo quería tanto como él a mí que no tuvo otro remedio másBajar que hacerme sentir ypequeña, necesitada de susin él fue protección. mi autoestima hacermefrágil sentiryque no era nada la manera en la que logró engancharme. Por lo menos al principio; después hubo una dependencia hacia él tan fuerte que cuando finalmente decidió abandonarme no vi nada más que hacer, más que tomarme esas pastillas. Tenía tanto miedo de que se fuera, pero desde antes de que lo hiciera yo había hecho el pacto conmigo misma, en mi cabeza: “Si me corta, me suicido”. Estaba poniendo mi vida en sus manos, en las manos de un estudiante de veintiún años, en manos de alguien más. Así que el suicidio no fue su culpa, porque el hecho de que una persona te convierta en su única razón para vivir significa que esa persona está muy mal mental y emocionalmente, tiene más que ver con ellos mismos que contigo. Sin

 

embargo, él ayudó a formar esa codependencia que volvió nuestra relación en algo tan tóxico y doloroso que viéndolo en retrospectiva fue una muy mala relación. Aunque él fue mi primer novio, fue el primero al que amé con esa fuerza. Éramos muy jóvenes, no sabíamos qué estábamos haciendo. La pasión y el amor nos enloquecieron tanto, que no nos dábamos cuenta que nos estaba cayendo encima. Aúnentristece ahora, sigo recordándolo con el untecho saborse agridulce y una nostalgia que me porque a pesar de todo lo que pasó, los sentimientos fueron reales. Claro que después tuve otro novio, pero la verdad casi no lo quise. D fue simplemente un reemplazo para poder olvidar al que realmente quería. Después de unos años me enamoré de alguien más, de mi mejor amigo, pero aún en ese momento, P nunca salió de mi cabeza. Pero yo sabía y sé que arruiné mis oportunidades con P para siempre. Hay demasiada historia ahí, demasiada sangre y rencor para poder tener la relación que ambos merecemos. Noyacreo era a era él aalgo quienraro extrañaba, el vida. tener Solo a alguien que me amara, queque el amor y escasosino en mi era una niña triste que tenía la esperanza que poniéndose audífonos sentiría que no está tan sola so la como realmente está. Tomé un bonche de ansiolíticos un día después de que P cortó conmigo. Mis papás estuvieron destruidos todo el tiempo que estuve inconsciente y tiempo después que desperté. No entendían que su hija ya estaba muerta mucho antes de haber tomado esas pastillas. El bote vacío terminó mi vida por mera formalidad, mi alma ya estaba desecha, solo que mi cuerpo físico aun no se ponía al corriente. Recuerdo que abrí mis ojos, el doctor estaba sentado enfrente de mí, viéndome, y mi mamá tenía los ojos llorosos con cara de no haber dormido en días dándole gracias a Dios. Yo Yo no me sentía afortunada, me sentía enojada. Yo Yo no pedí ser salvada, había dejado mis cartas, había arreglado todos mis asuntos pendientes y hecho las paces con la muerte antes de tomar esas pastillas. Fue un suicidio planeado a la perfección donde yo no creía que había margen ma rgen de error. Aparentemente no tomé suficientes pastillas o me encontraron antes de lo que yo tenía calculado, fuera cual fuese la razón, terminó en un fracaso. Estaba de regreso, atrapada en el lugar del cual me quería ir. En ese momento yo estaba estudiando medicina, así que tuve que dar de baja el semestre porque tardé mucho en recuperarme física, mental y

 

emocionalmente. Me tomé ese semestre como sabático, diría que, para sanación, pero lo único que hacía mi psiquiatra era doparme con cualquier medicina que hubiera. Después de un acontecimiento como ese todo el mundo es amable contigo, vieron la foto que subiste a Instagram dando la indirecta muy directa de que ibas a morir, le dijiste a tus amigos cercanos, todo y de repentesaber la gente ni siquiera te saludaba ahora te invitasea esparció sus fiestas y quiere cómoque estás. Todo para limpiar su conciencia porque no pueden soportar el saber que tuvieron algo que ver con la muerte de alguna persona. Pero luego pasa el tiempo y la gente se olvida. Siguen con sus vidas y te conviertes en la trágica historia de la última temporada. Te das cuenta que, aunque tu mundo dio un giro de 180º grados y acabas de experimentar un trauma con el cual cargarás toda tu vida, estás regresando a un mundo en el que nada ha cambiado. Te sientes ignorada otra vez. Te sientes sola otra vez. La oscuridad vuelve a rodearte y las tendencias suicidas regresan paulatinamente. A veces hay esperanza, pero un tipo decomo esperanza triste. Como si latodos mejoría de lalluviosos situación no fueraes suficiente, si no valiera aguantar los días porque, aunque el sol siga ahí, dejas de sentirlo. Como dije, es un ciclo. Entonces, me di cuenta que el mundo seguía girando y el tiempo seguía pasando, aunque para mí ambos ya se hubieran detenido. Ya no estaba aquí realmente, me sentía en un universo alterno viendo todo desde afuera. Mis gritos internos no eran escuchados por nadie. Cada día me sentía más y más invisible. Mi voz comenzó a apagarse, evitaba cualquier tipo de contacto visual y me aislaba cada día más. Empezó gradual hasta que un día llegó tan fuerte que no lo pude evitar. Así es la depresión. Estaba harta de vivir, pero tenía miedo a morir; la manera más tormentosa de existir. Era una adolescente linda y amable, nadie entendía cómo una niña tan feliz y risueña se sentía tan insegura. Cómo alguien tan buena se odiaba a sí misma, cortando su piel cada vez más. Todo eso me hacía pensar que el infierno no era un lugar al que estamos destinados a ir quienes cometemos pecados, sino un estado enfermizo de soledad y maldad pura que cargas contigo hasta que eventualmente se vuelve parte de ti. La depresión era como si me estuvieran enterrando un cuchillo en el corazón profunda y violentamente, como si me arrancaran el corazón desde la raíz. Era muy doloroso, pero no lo suficiente para matarme. Entonces me encontraba en esa agonía constante de sufrimiento que no era suficiente para terminar con

 

mi vida, al menos no en el sentido físico. El suicidio ya parecía una forma de terminar o hacer visible lo que ya había ocurrido. Mi cerebro y mi corazón dejaron de funcionar. Estaba tan cubierta de melancolía y soledad que ya no sentía la calidez de un día soleado, el cielo para mí era gris y únicamente me percataba del sol porque quemaba mi piel. Pero el sol seguía brillando, el cielo seguía siendo azul, aún había amor en misinvida, pero yo ya no lo sentía. Empecé a pensar que el mundo estaría mejor mí. Todos estarían mejor sin mí. Era un gasto, un estorbo, un cuerpo más que caminaba por los pasillos concurridos de la universidad. Ya Ya había suficientes estudiantes, suficientes personas en este mundo y nadie iba a extrañarme. Por fin mi familia iba a tener un descanso de mi drama y mis problemas. Porque eso es en lo que me convertí, en una carga, en un problema, dejé de ser una persona hace mucho tiempo y cuando te conviertes en un problema viviente, no de e s mi es tancabeza, difícil considerar dejar d ejar existir. mucho tiempo dentro más tiempo de lodeque debí Estuve haberlo estado, y me di cuenta que ningún cambio físico iba a cambiar en lo que me había convertido. Antes del primer intento me corté el cabello, creí que cambiando mi aspecto físico iba a cambiar también lo de adentro. Estaba muy equivocada. La segunda vez tuve un cambio más drástico, me pinté el cabello rojo fuerte, ya no era rubia, ahora era pelirroja. Una persona nueva, bueno, un problema nuevo mejor dicho. Nada de esto sirvió porque cambiar mi cuerpo no podía cambiar la oscuridad que se estaba apoderando de mi alma. Era como un veneno esparciéndose en toda la sangre de mi cuerpo, la sangre que llega a mis brazos, mis piernas, mi cerebro, mi corazón... Estaba infectada de este agresivo veneno llamado depresión, y para mi desgracia, no había un antídoto existente que pudiera librarme del cruel destino al que llevaba dicha enfermedad. El sentimiento de agonía interminable y dolor eterno era demasiado. No hay pastilla o inyección en el mundo que logre proporcionar la esperanza que tan urgentemente necesitaba en ese momento. La manera en la que yo lo veo, hay dos tipos de suicidios. El primero es cuando intencionalmente te pones en esa posición. Por ejemplo, saltas al mar sin intentar nadar, tomas un bonche de pastillas, o te llenas de gasolina y enciendes un cerillo. El segundo es cuando caes accidentalmente al mar e intentas nadar y luchar lo

 

más que puedes, pero eventualmente te rindes. No hubo una intención de encontrarse en esa situación, fue un acontecimiento no planeado, pero no hubo una resistencia tan persistente. Aunque claro que también está el suicidio a pedacitos, el ya no usar el cinturón por indiferencia a un accidente, abusar de sustancias dañinas constantemente, dejar de comer, entre otras cosas. Aunque el suicidio divido en dos, metafóricamente, todos losfísicamente suicidios son como el lo caso número dos. Nadie quiere morir y nadie se rinde la primera vez. Si alguien se tomó una sobredosis de pastillas para morir está garantizado que no murió de una sobredosis, aunque su autopsia lo demuestre, murió por un desgaste mental y emocional, una guerra interna, una fatiga enorme por una lucha infernal. Todos los suicidios son el resultado de una lucha tan larga y extenuante que no le deja a la persona otra opción, al menos ante sus ojos. No es algo que haces la primera vez que lo piensas, esa decisión de seguir luchando o rendirte debe haber pasado por tu cabeza por lo menos mil veces antes que decidas tomar aleseinstante, tipo de nosotros decisión.seguimos Como dije, ninguno nosotros decide saltar y morir nadando lo de más que podemos hasta que la cruel y violenta marea inevitablemente nos ahoga. Se dice que una persona se suicida cada cuarenta segundos y yo no podía dejar de pensar si alguna vez yo iba a ser uno de esos cuarenta segundos. Porque vivir es mejor que morir, sostenerse a la vida y a la belleza del mundo es mejor que dejar de respirar, cerrar los ojos y dejar ir tod todo. o. Vivir Vivir es mejor hasta que ya no lo es. Hasta que vivir duele más que la muerte. Hasta que llega un momento en el que la muerte deja de ser aterradora y la esperanza de que las cosas van a mejorar es lo que realmente asusta. Volver a subir las expectativas y la fe para que la realidad las destruya sin piedad frente a tus ojos, eso da más miedo que dormir para siempre. Aunque no se sepa que hay del otro lado, puede ser que se tengan pesadillas en ese sueño eterno, hay una certeza de que tiene que ser mejor que llorar todas las noches o sentir un pedazo del alma caer cada minuto. Tiene que ser mejor que este momento, esta miseria y desesperación que llamamos vida. Sentía que la tristeza había succionado mi alma dejando un cuerpo sin corazón, sin mente, sin vida. Me estaba oxidando interiormente y no había remedio humano que pudiera arreglarme. Estaba tan mal que llegué a afectar a toda mi familia. Mi mamá desarrolló insomnio y ataques de

 

ansiedad que nunca había tenido y mi hermana se sentía abandonada porque toda la atención de mis papás iba hacia mí. Me trataban como una inválida, como una enferma, porque tristemente lo estaba. Sentía que estaba destruyendo a mi familia, me sentía como una carga. No solo como un desperdicio económico debido a la cantidad de doctores y medicamentos, sino por la atención que necesitaba. Estaba afectando la salud mental y física de todos los miembros de mi familia. Llegué a pensar que el mundo estaría mejor sin mí. Todos estarían mejor sin mí. Mi mente estaba echada a perder, no había nada que pudieran hacer para salvarme de todos modos. Algunos piensan que el suicidio es un acto cobarde o egoísta, claramente nunca han sentido tanta tristeza y desesperanza que la única posible solución que encuentran es aniquilar su propia vida. Probablemente ni siquiera han estado realmente deprimidos, porque una persona que sabe lo que esa angustia y esa frustración realmente son, no podría siquiera considerar cobarde o egoísta un adecuado para he podido formular ni encontrar unaadjetivo mejor explicación queellasuicidio. que da elNo escritor estadounidense David Foster Wallace: Wallace: “La persona llamada psicóticamente deprimida ‘que trata de suicidarse’ no lo hace por descontento, ‘desesperanza’ o cualquier convicción abstracta de que los activos y débitos de la vida no cuadran. Y seguramente no porque la muerte parece de repente atractiva. La persona en quien su agonía invisible alcanza un cierto nivel insoportable se matará de la misma manera que una persona atrapada finalmente saltará de la ventana de un edificio en llamas. No se equivoquen con las personas que saltan de las ventanas quemadas. Su terror de caer desde una gran altura es todavía tan grande como sería para usted o para mí de pie especulativamente en la misma ventana de solo ver la vista. Es decir, decir, el temor a la caída sigue siendo una constante. La variable aquí es el otro terror, terror, las llamas del fuego: cuando las llamas se acercan lo suficiente, caer a la muerte se convierte en el poco menos terrible de dos terrores. No está deseando la caída, es el terror de las llamas. Y sin embargo nadie en la acera, mirando hacia arriba y gritando ‘¡no!’ y ‘¡espera!’, puede entender el salto.  Realmente no. Tendrías Tendrías que haber estado personalmente atrapado y sentir llamas para comprender realmente un terror más allá de caer”.

 

Aún leyendo lo anterior podrían considerar que era muy egoísta de mi parte suicidarme y dejar destruidos a todos mis seres queridos, pero ¿no creen que también es egoísta forzar a alguien a soportar una existencia intolerable llena de dolor y agonía porque no quieres salir lastimado?, ¿hacer sentir culpable a una persona por estar triste y por tener que luchar con sus pensamientos constantemente?, ¿por qué no piensan eso de la gente con enfermedades terminales? Aunque tal vez lo único que necesitaba era que alguien entendiera cómo me sentía, que alguien validara mis sentimientos, que entendiera la gravedad de la situación por la que estaba pasando. Tal vez la gente no saltaría de puentes o no tiraría el gatillo si supieran que alguien los entiende y realmente los extrañaría. Porque la gente lo olvida. La gente olvida cuánto realmente la aman, es importante decírselos cada vez que podamos mientras todavía pueden escucharnos. Así que tomo esta oportunidad para decirle a quienes sufren de depresión y/o tendencias suicidas que las cosas mejoran: hay estrellas que no has visto, amores que no luz queque nono hashas sentido, y muchos más amaneceres quehas ver.amado, Hay sueños cumplido o tal vez ni siquiera soñado, días que no has vivido, y noches que nunca vas a olvidar. Hay flores que aún no terminan de florecer, y hay mucho más en esta vida de lo que conoces hasta ahora.

 

SIETE  El problema de tomar tus pastillas pastillas felices y de seguir trabajando como antes es que no es mejor que barrer la suciedad debajo de la alfombra. Quiero que quites esa alfombra y la sacudas con todas tus fuerzas.

Julie Holland

Los ansiolíticos y los antidepresivos los tomaba como sabalitos en verano. Uno tras otro hasta adormecer mi dolor a pesar de que succionaban la vida de mi cuerpo: “Me siento suicida otra vez”. Le decía a Arturo, el psiquiatra número dos: “Incrementa la dosis de Lexapro”. Era su respuesta. Esto es lo que pasa con las pastillas. Asesinan tu yo interior mientras disfrazan los verdaderos síntomas. Matan tu creatividad, tus verdaderas emociones, tu personalidad, tu mente entera. Te hacen creer que tu enfermedad es la que te hace perderte a ti misma, no te das cuenta que la “cura” es el veneno real. Problemas de identidad, cambios de humor, pérdida de la realidad son solo algunos de los efectos secundarios de las drogas legales que nos dan cuando mostramos la más mínima señal de inconformidad social. Te Te hacen olvidar quién eres en realidad y apagan tu fuego interior. Como dijo la escritora de  Prozac Nation Elizabeth Wurtzel: “La enfermedad mental es mucho más complicada que cualquier pastilla que cualquier mortal pudiera inventar”.

Tantas personas tomando tantas pastillas diferentes: Lexapro, Lexotan Lexotan,, Tafil, Rivotril, Valium, Valium, Prozac; la lista sigue y sigue. Pero puedo pu edo decir por p or experiencia propia que no hay ninguna pastilla en el mundo que pueda recobrar la esperanza perdida en un estado depresivo. Me hicieron sentir como un zombi, apagaron la luz que tenía dentro y la reemplazaron con un

 

foco genérico de mala calidad. Maquillaron mi ansiedad, evidentemente, al costo de eliminar toda energía que mi cuerpo y mente podrían poseer. Las pastillas me encogían, como a Alicia en el País de las Maravillas. Me hacían pequeña y todo se volvía borroso y confuso. Mi personalidad se desvanecía, entre pastilla y pastilla comenzaba a olvidar quién era detrás de toda esa neblina. Era como un cadáver vivo y era aterrador pensar que una pastilla tan diminuta tenía el poder de quitarme mi identidad. Pero no quiero dar a entender que las medicinas nunca pueden llegar a ser necesarias. Hay casos en los que sí son requeridas: enfermedades muy graves, o en momentos en los que no tomarlas tiene consecuencias fatales. Mi primer intento de suicidio grave fue después de empezar a tomar Lexapro, ya que tendencias suicidas son un efecto secundario de esas pastillas que se hacen llamar antidepresivas. Suena ilógico e incoherente, pero tiene una razón. Cuando una persona está deprimida, realmente deprimida, levantarse de su cama paraplanear ir al baño es un retodeque toda la fuerza que le queda, no puede un suicidio unarequiere forma casi coherente. No tiene la energía ni para pensar en el método que usaría, ni mucho menos en ir a comprar la cuerda, o buscar las pastillas, o manejar hacia el puente más cercano. No hay energía, no hay vida en la persona en ese momento para poder hacer algo así. Pero al tomar el antidepresivo, la persona se siente lo suficientemente mejor para pararse de la cama, pero no para dejar de pensar en el suicidio. Te da el empujón que necesitabas para cumplir la meta que tu mente estaba planteando pero que carecía de fuerzas para crear. Es por eso que los antidepresivos pueden causar suicidio si no son usados correctamente. Hay veces en las que son necesarios, hay veces en las que necesitamos un poco de ayuda. El cerebro es un órgano, y si está enfermo, no tiene nada de malo darle una medicina para curarlo. Pero el problema empieza cuando no detectan que el órgano y la mente son dos conceptos totalmente diferentes y la mayoría de las veces el que se enferma es el segundo. En mi caso los ansiolíticos me daban un descanso. Lograba dormir sin pesadillas, cesaban los ataques de ansiedad por un tiempo y por lo menos un rato, mi cerebro lograba descansar. Me permitieron dormir y no sentir nada hasta que mi cuerpo hubiera descansado, lo cual era el propósito que yo buscaba alcanzar y que creía que solo encontraría en el suicidio. Pero

 

puedo asegurarlo y firmarlo, los medicamentos empeoraron toda mi situación. Me hicieron dañar a mucha gente, tomar las peores decisiones, tener las depresiones más horribles, más ataques de ansiedad y de ira. Potenciaban mis síntomas. Cada ensayo y error causaba desgracias irreparables, para el momento en el que llegaban al medicamento y dosis adecuada, el daño ya estaba hecho. La manera en que jugaban con los químicos de mi cerebro, me causaba distorsiones de la realidad, impulsividad, agresión, y en consecuencia lastimaba a mis seres queridos. Incluso con los medicamentos adecuados, los ataques de ansiedad y depresión regresaban en tanto el efecto de la pastilla terminaba. Me hacían sentir loca y en ese momento perdía todo concepto de credibilidad. Nadie le cree a una persona loca, cualquier problema: “Probablemente lo está  potenciando”. Cualquier queja: “El doctor dijo que su enfermedad incluía manipulaciones”. Una vez que te diagnostican ya no eres una persona, eres un párrafo del Manual Estadístico y Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSMV). el problema con Arturo,para el psiquiatra escuchaba,Ese no era le interesaba escucharme, él yo solo número era una dos. bola No de me síntomas que tenía que q ue arreglar con medicamentos. Ya no era una persona sino un rompecabezas nuevo a resolver agregado a su lista de retos. Mi terapia con él duró tres años. Los peores tres años de mi vida. Dos intentos suicidas, una relación amorosa violenta y tóxica, las depresiones más horribles que he tenido... Sinceramente no sé cómo sobreviví. Así que cuando cumplí diecinueve, dejé al psiquiatra número dos y conocí al psiquiatra número tres. Conozco a muchas personas que toman o tomaban medicamentos psiquiátricos y ninguna me ha afirmado que la haya curado. La manera la queLos yo lo veo es como morfina a una persona con un balazo en elenpecho. síntomas puedendarle calmarse, pero el problema sigue ahí. Los demás esperan que actuemos con cordura y estabilidad por tomar nuestra medicina, esperan que actuemos como si nuestra enfermedad mental no existiera por el mero hecho de haber tomado una pastilla. No logran entender que la gente sigue deprimida, aunque se vista bien y se arregle, el dolor sigue ahí, aunque la botella de alcohol ya esté vacía y no importa cuánta droga le des, ese monstruo se vuelve inmune.

 

OCHO  Estoy aterrorizada por esta cosa oscura que duerme dentro dentro de mí.

Sylvia Plath

Supongo de alguna era manera es como tumor. Invade tejido queque previamente sano,lasedepresión adapta a su nuevoun ambiente y lucha por sobrevivir. La única manera en que lo logra es alimentándose de su portador, esa persona a la que ahora infecta. Sin el tratamiento adecuado, puede llegar a ser fatal. El tumor debe ser disecado, extraído, destruido. Estoy segura que, si le presentaran la opción a cualquier persona entre morir por un balazo en la cabeza, es decir, una muerte rápida y sencilla, o morir una muerte lenta con lobos hambrientos arrancando pedazo por pedazo partes de su cuerpo mientras grita en agonía, cualquiera elegiría el balazo. Cualquier persona en su sano juicio elegiría terminar con el dolor de una maneralogra veloz en lugar prolongarlo con el sufrimiento. ¿Pero cómo es que nadie aplicar esa de misma lógica para suicidio? En ese escenario no parece tan obvia la respuesta. En ese escenario los lobos son invisibles y la agonía y los gritos son internos. Trataba de convencerme a mí misma que para la depresión yo era el problema. Para el monstruo, el tumor, el demonio, o la analogía que quisiera elegir para mi depresión, yo era la invasora. Yo Yo era el monstruo mo nstruo sin alma y yo era quien la destruiría sin piedad. Pero la mayoría de las veces la depresión era tan agresiva que aniquilaba mis sueños y esperanzas. Además, llegaba el miedo, el miedo de perder la guerra contra esta, o el miedo a ganar porque no estaba segura de en quién me iba a convertir una vez terminada la batalla. ¿Qué es ese monstruo tan horrible y aterrador que no me deja dormir en las noches? Son

 

las voces en mi cabeza que me siguen diciendo que soy fea, gorda y que mi presencia carece de valor. Es el sentimiento de culpa y odio que siento cada vez que como algo que no se supone que coma por las calorías que contiene. Es quien prende fuego a mis entrañas por diversión. Son las malas decisiones que no puedo dejar en el pasado porque me persiguen sin importar a dónde vaya. Después de todo no puedes huir de lo que está dentro de ti. Es toda la carga que tengo que me hace sentir muy pequeña en un mundo tan grande. Estas voces que constantemente hablan de mis defectos e imperfecciones y se olvidan de todas las cosas que hago bien. Dejamos de buscar monstruos debajo de nuestra cama cuando nos damos cuenta que están dentro de nosotros. No estoy hablando de las voces que escuchan las personas con esquizofrenia, es más una voz metafórica pero que sigue estando dentro de mí, esa voz propia que todos tenemos. Claro que en la esquizofrenia también es uno mismo quien crea las voces, así que realmente todos tenemos un poco de esquizofrenia en nosotros, todos hablamos con nosotros y somos atormentados por pensamientos desagradables, unos másmismos que otros evidentemente. Este monstruo era una sombra oscura que me tenía toda cubierta, especialmente mis ojos. Todo se veía más gris y sentía que estaba cargando un cuerpo muerto y pesado todo el tiempo. Ese monstruo habitaba dentro de mí como un virus o una bacteria, era como si se hubiera adherido a las células de mi cuerpo, echando a perder cada una hasta llenarme completamente de oscuridad y depresión. A veces me detenía a pensar en él, en tratar de darle una forma para ponerle una cara y poder vencerlo. Lo imaginaba gris oscuro con ojos muertos, como los que yo tenía en ese momento, y una boca enorme lista para succionar la vida de mi cuerpo. También tenía unos dientes filosos que devoraban mis intestinos y mi corazón llenándolo de cicatrices por dentro. Estaba cubierto de telarañas por el largo tiempo que llevaba habitando mi mente, y las manos eran garras que con un zarpazo podrían cortar mi garganta. Ya Ya era parte de mí. No importaba a donde fuera, mi monstruo me acompañaba. En ese momento dejé de estar sola, siempre tenía a mi monstruo de odio propio y melancolía para hacerme compañía. Podía imaginarme caminando con esa cosa pegada a mi cuerpo pasando por donde estaba la gente. Tal vez muchas de ellas también tenían sus propios monstruos, pero nunca íbamos a saber porque este no es el tipo de cosas que la gente quiere escuchar. Quieren escuchar

 

que estás bien, que todo está bien para poder hablar de ellos mismos o criticar a otras personas. A nadie realmente le importaba saber mi estado de ánimo, es por eso que decidí guardármelo. No podía hablar de esto con nadie sin que pensara que estoy loca, hasta mi psiquiatra probablemente pensó eso muchas veces, pero no lo dijo porque va en contra de cualquier ética que todo psicólogo y psiquiatra debe tener. Ética que Arturo no tenía, el psiquiatra número dos, ya que él sí me afirmó que estaba loca y que nunca iba a curarme. Estoy segura que él tenía varios monstruos pegados también, por eso actuaba de una manera tan mediocre. Pero, aunque yo sé que todos tenemos nuestros demonios internos y nuestros malos días, los míos estaban en otra dimensión totalmente distinta, o al menos así los percibía. Mis días malos consistían en no pararme de mi cama ni comer al menos que fuera obligada, no bañarme y constantemente pensar en maneras de terminar con mi vida. Ese tipo de depresiones duraban máximo una semana y luego volvía a mi estado depresivo funcional que siempre tenía. El monstruo descansaba veces, cuando veía una opelícula con mi familia, salía con buenos amigos,atomaba mucho alcohol, los medicamentos empezaban a tener algún tipo de efecto positivo, lo cual era muy raro. No me daba cuenta que todo ese tiempo en el que estaba tratando de convencerme que el monstruo dormido no era real, él estaba ganando fuerzas, analizando mis debilidades. Supongo que como todo ser destructor y dañino, necesitaba su descanso para recuperar energía y planear su siguiente movimiento, esos eran los días en los que me sentía lo más cercano posible a “normal”. Estaba harta de seguir luchando, de seguir intentando, de sentirme tan vulnerable y frágil, simplemente harta. No quería más terapias, más ataques de ansiedad, más doctores, más medicinas, más muñecas sangrientas y pensamientos malévolos. Lo intenté mucho tiempo, pero me cansé. Fui paciente, pero sabía que nada iba a cambiar, siempre iba a ser igual. Las noches se estaban volviendo mucho más solitarias, los días se volvían eternos y los pensamientos negativos comenzaron a destruirme. No podía dejar de pensar: “Papi y mami, por favor, estoy agotada, ya déjenme ir, me gané mi paz, necesito n ecesito un descanso, por favor, favor, déjenme ir”. Además, el miedo y el arrepentimiento de una manera u otra siempre aparecían y nunca lograba que se fueran. Con toda esta variedad de seres despreciables dentro de mi cabeza mis pensamientos me lastimaron más de lo que las navajas

 

alguna vez pudieron. Pero lo que he aprendido es que, aunque todo el grupo de anorexia, bulimia, autolesiones e intentos suicidas vengan juntos y dispuestos a destruirme, no pueden vencerme. Muchas veces tendemos a subestimar nuestra propia fuerza, nuestro propio poder. Pero todos somos más fuertes de lo que pensamos. No solo somos soldados, somos guerreros. Todos tenemos esa tirita, no importa que tan delgada, que hace que sigamos adelante, no nos deja caer y nos sostiene. Todo en esta vida se puede sobrevivir y podemos superar las situaciones difíciles y luego podemos contarle a los demás y ayudarlos a sobrevivir las de ellos. Vamos a sobrevivir todo, excepto lo último, lo que sí nos hará dejar este mundo. Es importante que todos sepan que no son malas personas por las maneras en las que intentaron matar su tristeza. Tal vez tuvieron relaciones con muchas personas, tal vez cortaron sus muñecas, vomitaron, lastimaron gente cuando estaban lastimadas, pero eso no significa que sean malas personas. Solo son personas que intentaron estar bien de la manera equivocada, decidieron reparar su corazón la manera que les daba sentido en ese tiempo, y eso no significa que node sean buenas personas. Pensándolo en retrospectiva, lo que realmente necesitaba era un nuevo comienzo. Necesitaba arrancar las heridas y las cicatrices que tenía y empezar desde cero. Quizá una ola gigante o una explosión, algo que destruyera todo lo que solía ser mi vida y mi persona. No sé cuando empezaron las pesadillas ni cuando se empezó a echar a perder todo, pero no me importaba. Lo único que quería era irme a un lugar nuevo, un lugar en donde solo sería Ana. Y Yaa no sería la bulímica, la niña que se intentó suicidar, ni la niña que estaba loca, simplemente sería Ana. Y Yaa estaba harta de que las cosas se terminaran, necesitaba nuevos comienzos. Necesitaba ser alguien más, cualquier persona, e ir a algún lugar en donde nadie me conociera, donde podría empezar una nueva historia sin las cadenas que llevaba tanto tiempo arrastrando.

 

NUEVE  Es tanto una bendición como una maldición sentir todo tan profundamente.

David Jones

Es muy curiosa la manera que la vida Esarriba, verdadtan lo arriba que dicen, que es como una montaña rusa.enAlgunas vecesgira. estás que juras que puedes tocar las nubes con la punta de tus dedos, y otras veces estás abajo, tan abajo que no crees que alguna vez vas a poder ver la salida. Pero hay algunas personas que la experimentan de una manera más desagradable. Personas cuyas montañas rusas parecen estar rotas porque realmente nunca suben, y cuando lo hacen nunca es lo suficientemente alto como para compensar todo el tiempo que está debajo. En otras ocasiones no deja de subir y bajar de una forma tan rápida e inesperada que los mareos y el miedo superan cualquier otra emoción. Dejan de verlo como un juego mecánico porque empieza convertirse una pesadilla. Ya Ya no disfrutan el  juego, dejan de esperar quea van a volveren a estar arriba, o desean ya no estar arriba, porque saben que entre más alto se sube más duele la caída. Hay otras personas que dejan de creer, y dejan de tener fe en tocar las nubes con sus dedos. Hay personas que se rinden. Ya Ya no viven, simplemente sobreviven. Soy ese tipo de persona. Además de la depresión y de la ansiedad tengo rasgos de un trastorno llamado trastorno límite de la personalidad. Básicamente es caracterizado por no tener punto medio, es un todo o nada, emociones tan intensas que te dejan agotada al final del día, una guerra constante entre tus emociones y tu mente. Como lo dijo muy acertadamente la psicóloga Marsha M. Linehan:

 

“Las personas con TLP son como las personas con quemaduras de tercer grado en más del 90% de sus cuerpos. Sin piel emocional, sienten agonía al menor contacto o movimiento”. Y  Yoo diría que la mejor manera de

describirme es el punto en donde la lava toca el agua, justo antes de convertirse en piedra. Dos extremos, totalmente opuestos divididos por una línea tan fina y delgada que yo cruzo constantemente sin ningún tipo de complicación o aviso previo. Pasa tan abrupta e intempestivamente que ni siquiera logro reflexionar lo que me está pasando. Mi ira aflora en momentos inapropiados y no logro controlarlos, vivo en un nivel constante de intensa destrucción. Siento una montaña rusa de emociones intensas. Siento fuego corriendo por mis venas, me abruman pensamientos tan oscuros que no puedo mantenerlos adentro y ninguna cantidad de gritos, lágrimas, o autolesiones pueden sacarlos. No es solo ansiedad, tristeza, ni enojo, es algo mucho más intenso y aterrador. Siento fuego, siento que me estoy quemando viva y todos me están viendo, pero nadie se atreve a ayudarme no quieren quemarse en el intento de salvarme. No valgo el riesgo y porque no merezco ser salvada, al menos así lo siento algunas veces. Tiendo a idealizar y degradar personas constantemente y eso provoca mi mayor miedo, provoca que me abandonen. Constantemente necesito la aprobación de los demás porque no quiero que se vayan, no quiero estar sola. No hay nada que sienta que no sienta hasta el fondo de mí misma. Parece que vivo de los huracanes, tsunamis y el drama. Pero no voy a narrar mis síntomas, hay libros psicológicos específicos de esta enfermedad, pueden comprar esos si es lo que les interesa saber. Lo que no van a encontrar en los libros es lo que pasa dentro de la cabeza de una persona con rasgos de esta enfermedad, eso es lo que intentaré explicar. Desde mi punto de vista, una persona con TLP por fuera se puede ver común y corriente. La gente espera que los enfermos mentales estemos con el cabello desarreglado, con ropa vieja, sin maquillaje y descuidados. Pero en realidad es lo opuesto. Tratamos de aferrarnos a la sanidad que todavía tenemos. Pero por más normal que se vea una persona con trastorno límite, en su interior está en llamas cada minuto de cada hora de cada día. Su corazón está hecho de llamas ardientes y su cerebro es una hermosa combinación de recuerdos, imaginación, historias y sueños. Simplemente es demasiado, tanto, que la mayoría de las personas no pueden soportarlo. Es pasión, intensidad, peligro, locura, y pedazos de vidrio derramados en el

 

suelo, algo que no todos saben amar. No hay nada que sienta que no lo sienta con todo su corazón y pasión. Vivo en una tormenta emocional constante, pero la mayoría de la gente no lo ve así. La mayoría de la gente me ve como una persona difícil, dramática y egoísta, no como una persona que sufre de una enfermedad médica. Empecé a pensar que realmente a nadie le importaría si estuviera aquí o no. Nadie podría tolerar a una persona así, no como amiga, no como hermana, no como hija y mucho menos como novia. Decidí estar sola, no apegarme a nadie nunca más. No porque disfrutara el estar sola, odiaba estar sola, pero porque no creía poder sobrevivir otro corazón roto. No hablo específicamente de un novio; los amigos, las amigas, la familia, todos ellos son capaces de romper un corazón. Realmente me consideraba una persona tan complicada y problemática que no creía que nadie se tomaría la molestia de tratar de ver qué había debajo de todo ese caos. No sé si yo me hubiera tomado la molestia, si hubiera sido otra persona, pero en este caso no tenía opción. Me sentía atrapada por mi enfermedad mentalque al igual Rapunzel en esa a torre alta e inalcanzable. Llegué a pensar nadieque jamás se arriesgaría escalar esa torre por mí. No importaba a dónde fuera, no podía alejarme de mí misma. No podía escapar del ardor que corría por mis venas y que en segundos se transformaba en una frialdad emocional casi inhumana. Esa era yo, mitad fuego, mitad hielo. Con un cambio tan repentino que debían tener cuidado porque con un parpadeo se lo perderían. Cuando siento, siento demasiado, cuando pienso, pienso demasiado, cuando amo, amo demasiado, todo lo que hago es desproporcionado. Supongo quepara por eso la gente fueron me abandonaba constantemente. Las relaciones estables mí siempre un sueño que nunca iba a poder cumplir. Yo Yo me hubiera ido, de haber tenido la opción. Si fuera una persona diferente no me hubiera quedado, de hecho, no quería quedarme. Me consideraba una causa perdida, por eso entendía por qué todos los demás lo hacían. Después de todo, ¿quién podría amar a una persona tan depresiva y voluble? Padecer, aunque sea rasgos de esta enfermedad, es una batalla constante. Puedo ser el cielo y puedo ser el infierno, ese cambio tan radical toma segundos en suceder. Es agotador, difícil y devastador. No hay nada que sienta que no sienta con mi corazón entero, y un sobreuso de corazón y sentimientos no lleva a nada bueno. No sé lo que es estar un poco triste, querer un poco a alguien, estar algo

 

molesto, no sé lo que es estar en el área gris, nunca lo he hecho. Es blanco o es negro, eres bueno o eres malo, te quiero o te odio, soy la mejor o soy un fracaso. Es demasiado complicado explicar la frustración que siento al no mejorar, el dolor en el pecho, físicamente puedo sentir que me están apuñalando el corazón cuando alguien no me contesta un mensaje o me contesta de una forma cortante. Es una guerra interminable entre mi lógica y mis emociones. Tengo demasiadas emociones y no suficiente lógica, o tal vez sí tengo suficiente lógica, pero es como si esas partes de mi cerebro se apagaran cada vez que llega cualquier tipo de acontecimiento que pudiera considerarse estresante o simplemente no placentero. Puedo pasar de amar la vida a querer saltar de un puente en cuestión de minutos. No es bipolaridad, aunque la mayoría de los psiquiatras prefieren diagnosticar bipolar, ya que los limítrofes somos de los pacientes más difíciles que cualquier psiquiatra pueda tener, al menos eso me han dicho en mis clases de psicología y los psiquiatras con los que he platicado. Somos tan impredecibles, tan intensos, y tan apasionados, realmente nunca qué vamos a hacer después. Estamos en el límiteque entre la neurosis y lasabes psicosis. La neurosis no es tan mala, la gente relativamente sana es normal con “n” de neurosis, eso decía mi maestro de psicopatología, pero la psicosis, eso ya es un problema realmente severo. Es la pérdida completa con la realidad. ¿Y dónde estoy yo en ese espectro? Estoy en medio. Un poco más a la izquierda y podría considerarme un poco más sana mentalmente, si es que ese término aplica porque realmente ¿qué tipo de medida de salud mental puede haber si se basan en la habilidad de una persona para adaptarse a la sociedad, si nuestra sociedad está enferma? Un poco másrealmente a la derecha encuentro unacomo desconexión con la realidad, cosa que no yseme escuchaba tanenmal parece, considerando lo que mi realidad era en ese momento. Imaginaba que vivir en mi propio mundo, por más falso que fuera, no podía ser tan malo. Tal vez podría estar tan alejada de la realidad que crearía mi propio universo en donde no hubiera sufrimiento y mis arrepentimientos no pudieran entrar. Un lugar tan perfecto que la angustia de un mundo exterior no existiría. Claro que caer en un estado psicótico no iba a darme esa paz que tanto anhelaba. No creo que nada humanamente posible me la hubiera podido dar. Además, la psicosis no funciona así. La esquizofrenia casi siempre incluye miedos constantes de persecución. Las

 

alucinaciones no siempre son de ángeles y nuestros seres queridos, a veces son de monstruos tan horribles que prefieres morir que seguir en ese infierno. No hay escapatoria. Pero el trastorno límite de personalidad está en medio, es la única enfermedad mental que está en medio. Algunos días me siento indestructible igual que Dios, otros me siento invisible, igual que Dios. De cierta manera creí que tenía suerte. No es ningún secreto que muchos de los grandes artistas sufren de enfermedades mentales: Thomas Campbell, Vincent V Van an Gogh, Edgar Allan Poe, Hans Christian Andersen, Emily Dickinson, Charles Dickens, Friedrich Nietzsche, Sylvia Plath, F. F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Virginia Virginia Woolf, la lista sigue y sigue. Pudieron transformar esa tristeza y esas emociones tan intensas en un arte hermoso. Esperaba que lo mismo ocurriera conmigo. El libro “Marcados con Fuego” escrito por Kay Redfield habla precisamente de esa relación entre enfermedad y la creatividad. quealteraciones hay un vínculo entre la muchos grandesmental artistas y ser víctimas Sostiene de grandes de ánimo causadas por alguna enfermedad mental, en su caso específico el trastorno maníaco-depresivo. Hay quienes dicen que un corazón roto es lo mejor que le puede pasar a un escritor porque solo sintiendo ese dolor y esa melancolía es como puede plantearse en oraciones. Se trata de sentarte enfrente de tu laptop, o si te gusta lo antiguo una pluma y papel, y sangrar psicológicamente. Mi psiquiatra Francisco me encargaba esa técnica todo el tiempo. Escribir lo que siento, lo que pienso, lo que pasa, escribir todo. De esa manera ya no estaría dentro de mí, consumiendo las gotitas de alegría queefecto quedaban en mi cuerpo. Pero yalotras parecer no tuve las mentales. virtudes que de secundario de la locura enfermedades No vienen heredé la creatividad que dicen que viene con la intensidad de las emociones; solo siento dolor y aunque lo escriba no desaparece. Además, no tengo el talento. Puedo admirar el arte y los libros, pero no tengo el talento de dar vida a mis pensamientos, de poder crear personajes con personalidades diferentes y mundos extraordinarios, o una pintura que impacte al mundo entero y sea conservada en una vitrina de un museo. Solo heredé los cambios de humor, la intensidad de las emociones, los ataques de ansiedad y la depresión.

 

Pero hubo una cosa más que mi enfermedad me logró dar: me volvió una persona apasionada que ama con todo su corazón y está dispuesta a hacer lo que sea por las personas que ama. Esa misma intensidad de emociones me permite ser comprensiva y empática porque realmente soy capaz de sentir el dolor que está sintiendo la otra persona. Tener una mente en llamas me dio ese superpoder, el de sentir lo que los demás sienten, como si me lo transmitieran con energía. Bueno, tenía ese poder, hasta que los ansiolíticos y los antidepresivos me lo quitaron. Creo que ese era el problema principal y la raíz de mi enojo. Saber que nunca iba a ser normal debido a mi enfermedad. Saber que nunca iba a sentir lo que es tener a alguien que me acepte tal como soy, en las buenas y en las malas. El saber que no había ninguna ventaja ni ningún tipo de beneficio que pudiera obtener. Tal Tal vez Supergirl no se sentía normal porque era de otro planeta y tenía que ocultar su verdadera identidad, pero ella lograba salvar al mundo, ella podía volar. Descubrió su fuerza y una vez que logró aceptar quien era, su conflicto interno resolverse. caso era Aunque ambas el poderpareció de causar bombas Mi atómicas, yodiferente. no ayudaba a nadie. Mis teníamos superpoderes no tenían ninguna función beneficiosa para la sociedad. Yo Yo realmente no podía volar y nunca iba a hacer una diferencia en la vida de nadie. Al menos eso creía.

 

DIEZ  Los corazones se pueden romper. romper. Sí, los corazones pueden romperse.  A veces pienso que sería mejor si muriéramos cuando lo hacen, pero no es así.

Stephen King

En ese momento sentí como si una daga hubiera atravesado mi corazón. No sé cómo explicar lo deshecha que quedé al leer esas palabras. Es como si todo el castillo que había estado construyendo en las nubes se hubiera derrumbado. Como si toda esa ilusión y esperanza se desvanecieron y lo único que dejaron atrás fue un corazón aniquilado. Sufrí la pérdida de una persona que seguía con vida. Ese día recordé lo que era sentirse destrozada, lo que era extrañar a alguien, ese día mi mejor amigo rompió mi corazón. Sí, leyeron bien, no mi novio, no alguien con quien salí, no un pretendiente, un amigo. Mi mejor amigo del que estuve enamorada desde que lo conocí, pero nunca dije nada porque tenía miedo y pensé que habría tiempo después. Tenía veinte años, tenía tiempo para tener algo con él más adelante, ya que me curara, ya que no tomara pastillas, ya que estuviera emocionalmente lista, pero el tiempo se me acabó. No fue justo, pero el tiempo se acabó con ese mensaje. Me sentí como en la película “Love,  Rosie”. Recuerdo que cuando la vi, pensé: “¿A quién le pasa eso?, esas cosas no pasan, es obvio que se quieren, ¿por qué lo posponen tanto?, ¿cómo llegaron a estar en la situación en la que están?”.  Bueno, digamos

que esa duda quedó resuelta. Me di cuenta de que las películas tienen algo

 

de cierto, lamentablemente el final feliz es en lo que se equivocan. Tenía miedo de arruinar esa amistad si le decía lo que realmente sentía. sen tía. Tenía Tenía miedo a que él no sintiera lo mismo que yo, tenía miedo de que al decírselo se convertiría en algo más real y verdadero. Tenía miedo y ese miedo me costó perder al que yo consideraba era el amor de mi vida. El típico cliché de los mejores amigos, uno se enamora, el otro no tiene ni idea, y mientras uno vive en frustración y tristeza el otro permanece en la ignorancia. Me hubiera gustado ser la ignorante, pero no, yo siempre soy, en cada historia, la pasional, la emotiva, la que siente todo con su corazón entero y ese día descubrí que cuando se rompe, también se rompe entero. Era un viernes de octubre a las diez de la mañana, no me había contestado los mensajes del día anterior, pero como me tenía en otro celular porque a su novia no le gustaba que me hablara, así que no estaba preocupada. Sabía que eventualmente iba a contestarme. De lo que debí bff necesito haberme algo preocupado es del que siguió después: contarte densísimo, voymensaje a ser papá!!!”  (sic). Esa fue“Eiii la oración que

destruyó mi corazón, mis ojos se llenaron de lágrimas mientras cada átomo de mi cuerpo se colapsaba. No recuerdo haber sentido tanto dolor en tan pocas palabras. Él embarazó a su novia con la que llevaba dos meses y la boda iba a ser un año después. Fue en ese momento en el que me di cuenta que debí haber hablado, debí haberle dicho lo que sentía porque en un día todo puede cambiar. Aprendí una de las lecciones más difíciles que alguien puede aprender, aprendí que si no le dices a la persona que amas que la amas, puede ser demasiado tarde y puedes perderla para siempre. Creí que iba tiempo, no creí algo como fuera a pasar. me pasó por alatener mente. Escuchar queque la persona conesto la que creíste que Nunca ibas a pasar el resto de tu vida decide pasarla con alguien más, es una de las cosas más dolorosas. Había tenido mi corazón lastimado otras veces, golpeado, apuñalado, acuchillado, pero nunca lo había sentido romperse como lo sentí ese día. Ese día A rompió mi corazón. Ese día lo perdí para siempre. Perdí a alguien que nunca tuve, pero me dolió más que cualquier otra cosa que pude haber perdido. Sentí un vacío, como si alguien hubiera arrancado un pedazo de mi pecho. Había un hueco donde antes había amor y esperanza de un mejor futuro, un futuro con él. Me encontré a mí misma deseando que el bebé no

 

fuera de él, que ella lo hubiera engañado o que no se casara con ella, aunque tuviera un bebé. ¿Qué tipo de persona desea algo así? Me sentía como una pésima persona, alguien mala, pero me di cuenta de que no era maldad sino dolor. Era mi melancolía la que causaba esos pensamientos y malos deseos. Desde que lo conocí fue la única persona en la que podía pensar. No quise salir con nadie más, conocer a nadie más, ya había encontrado a la persona con la que quería pasar el resto de mi vida. Quería esperar a que los dos maduráramos para poder tener un futuro de familia, quería que él fuera mi último novio. Me imaginaba estando en nuestra casa, él llegando de la oficina, niños corriendo que fueran mitad yo y mitad el hombre que amaba. Nunca me había sentido así hacia alguien, nunca había querido a alguien tan profundamente, supongo que por eso nunca había sentido mi alma destrozada por alguien que nunca tuvo idea de lo que estaba haciendo. Alguien que lentamente me estaba asesinando con cada mujer con la que salía, con cada beso que le daba a alguien más, con cada novia se caía un pedazo ese castillo de cuento tan gradualmente perfecto que había creadomatando, en mi cabeza. de Nunca se dio cuenta de que me estaba nunca se dio cuenta de que ahí estaba yo enfrente de sus narices esperando a que abriera los ojos. No dejaba de preguntarme qué es lo que tenía que hacer para que se fijara en mí. Yo era la mujer que nunca veía, pero era la mujer que realmente necesitaba. Cuando estaba con él no podía ver a nadie más, no podía concentrarme en nada y el tiempo pasaba volando. Por primera vez en mi vida sentí que tal vez no estaba sola, que tal vez había esperanza de que no todos los hombres me iban a dejar o lastimar. Cada vez que eran las 11:11, cada vez que se me caía una pestaña o veía una estrella fugaz, pedía de el mismo deseo. Hay seispero billones de personas mundo,siempre seis billones almas, de corazones, era como estar en en un el estado de amnesia en el que olvidé todo eso porque, aunque haya seis billones de personas yo solo necesitaba una. Yo Yo solo lo necesitaba a él. Pero eventualmente el castillo se cayó de las nubes, mi cuento de hadas se desmoronó y tuve que ver la realidad. Que mi príncipe no era mi príncipe porque se fue con la princesa equivocada. La quería a ella, iba a estar con ella, iba a pasar el resto de su vida con ella y yo nunca iba a ser ella. Supongo que lo peor es que nunca supo y nunca va a saber. Por primera vez en mi vida realmente me enamoré de una persona y el desenlace fue terrible. Pero me a lacomo amistad. Si no comode novio, como alma gemela, iba aferré a tenerlo amigo. Nopodía teníatenerlo intenciones perderlo.

 

Pero yo estaba celosa. Estaba celosa de ella, estaba convencida que lo estaba usando por dinero y estaba convencida que el embarazo fue a propósito y tenía tanto enojo hacia ella por haberme quitado al amor de mi vida por razones superficiales y vacías. Dicen que el universo tiene un plan para todos nosotros, que todo pasa por algo y tenemos un alma gemela con la que tenemos una conexión que nada ni nadie jamás podrá romper. Un hilo rojo que nos conecta, que puede enredarse, puede estirarse, puede parecer que se va a romper, pero nunca lo hace. Eventualmente esas dos personas encuentran la forma de estar juntas. Creí que esa conexión la tenía con él, pero estaba equivocada. Nadie podía entrar a mi cabeza y a mi corazón como él podía. Memoricé cada momento juntos, cada caricia, cada abrazo, era a lo que podía apegarme. Era todo lo que tenía de él. Aprendí lo que de verdad era tener un corazón roto, aprendí a sentir tanta tristeza que  juré no dejar a nadie llegar tan cerca de mí nunca más, no iba a dejar a nadie acercarse lo suficiente como para lastimarme. Aprendí muchas cosas de él, cosas haría, me enseñó a destruir el alma de una persona. Sentía comoque mi nunca corazón se rompía en pedazos, tenía un dolor en el pecho que nada podía detener. detener. Tenía Tenía tanto enojo, tanta tristeza, quería que Dios de de alguna forma detuviera esos vidrios filosos que estaban cortando cada trozo de felicidad o de esperanza que tenía de estar con la persona que quería. Estaba tan enamorada, tan feliz, que no me daba cuenta de que la persona por la que estaría dispuesta a tomar un balazo sería la persona con la pistola apuntándome, esperando el momento oportuno para tirar. Solo me hablaba cuando terminaba una relación y cuando encontraba otra nueva volvía a bloquearme y desaparecía de mi vida como si todo lo que dijera e hiciera hubiera sido una Todo fue falso, todo fue actuado, menos sentimientos que mentira. siempre fueron sinceros y genuinos. Yo sétodo que si esa mis puerta se cerró entonces no es el indicado para mí. Pero como me enganché a esa puerta, estaba pegada y no sabía como se suponía que la dejara ir. Me dijo que me quería ¿entonces por qué se fue? No entendía, por más que trataba no entendía. No entendía cómo podía extrañar tanto a una persona para la que no signifiqué nada. Dos años de mi vida desperdiciados en una bestia que tanto pensé que podía convertirse en un príncipe, tanto tiempo tratando de descongelar el corazón de un psicópata. Tanto tiempo esperando un cambio que nunca iba a llegar. Nunca en mi vida, aún con todo lo que he sufrido, por todo que he pasado, sidomí. así Yo de fría e indiferente hacia alguien de lalomanera en la quenunca él fuehehacia entiendo que la

 

gente lastimada lastima a los demás, pero esto no fue lastimar, esto fue torturar psicológica y emocional a una persona que no hizo más que dar todo lo que tenía, esperando solo amor y cariño a cambio. Lloré tanto que creo que mis conductos lagrimales se secaron. ¿Cómo era posible que habiendo hombres que escribían poemas y canciones acerca de mí, yo estaba muriendo por el que no podía mandarme un mensaje de un renglón? ¿Cómo era posible que pudiera lastimarme tanto y yo lo seguía perdonando? No aprendía, no entendía. Lo peor de todo es que aún después de todo lo que me hizo y de todo lo que pasó, yo seguía deseando que al final del día quedáramos juntos. Yo seguía pensando que había algo bueno en él, seguía pensando que podía cambiar y seguía creyendo todas las mentiras de cómo quería estar conmigo, casarse conmigo, tener hijos conmigo… Todo era mentira, y yo era la ingenua que lo creía cada vez. Pasaron muchas lunas nuevas, lunas llenas, no sabía nuevos comienzos conseélvolverían y que porreales. más llena que estuviera la que lunano sushabría sentimientos por mí nunca No era más que un cuento de hadas que hice en mi cabeza, inventé la historia más linda y romántica que he escuchado, aún más que Romeo y Julieta, pero igual que la trágica historia de Shakespeare solo fue una catástrofe imaginaria, con el poder de lastimar como una sierra recién afilada. Mi cara quedó empapada de decepciones y sueños muertos. Descubrí que realmente no sabía nada, todo era falso, todo eran mentiras y engaños. No puedo creer que pensé que era mi otra mitad, el amor de mi vida, no era más que un narcisista con complejo de Dios y rasgos psicópatas. Las promesas realmente se van con el tiempo. castillos imaginarios eventualmente despiertas y te dasLos cuenta que la historia yasesederrumban acabó y el y amor que había se perdió. Hasta la fecha no logro entender por qué me afectó tanto ni por qué lo quería tanto. Supongo que es verdad que no podemos controlar de quien nos enamoramos. Porque si tuviera que elegir, él sería la última persona que elegiría y hubiera dado lo que fuera por dejar de sentir lo que estaba sintiendo. A veces no podemos salvar lo que no es posible salvar. Lo mejor fue alejarme y tratar de encontrar una manera de seguir adelante, esperando que el puente que acababa de quemar iluminara mi camino en la oscuridad. Fue lo mejor que pude hacer.

 

Poco después conocí al amor de mi vida, al hombre que me acepta como soy, sabe todo de mí, que me ama como yo lo amo, quien opaca cualquier príncipe que Disney pudiera inventar, encontré a la persona con que estoy comprometida y con quien planeo pasar el resto de mi vida. Así que quiero que esperes, quiero que esperes hasta que encuentres a la persona que ha visto tu lado oscuro, tus más profundos secretos, te ha visto en tus peores momentos, y en lugar de huir sujeta tu mano y te dice que te ama, que quiere ayudarte y que no soporta verte sufrir. Quédate con quien mueva montañas para estar contigo, no te conformes porque tienes miedo a esperar, o porque crees que nadie más se quedaría contigo. Eso no es cierto. Las personas que padecemos enfermedades mentales tendemos a pensar que tenemos que ocultarlo, que tenemos que pretender ser algo que no somos, o guardar nuestros secretos porque nadie quiere una pareja que tenga tantos problemas, pero así no es como funciona el amor. Una persona te va a amar por ti, con cualidades y con defectos, claro que todos debemos hacer un esfuerzo mejorar áreas oportunidad, nunca debemos pretenderpara ser algo que nuestras no somos, por de miedo a que nospero abandonen. En poco tiempo voy a casarme con el hombre que leyó cada borrador de este libro, que sujeta mis manos cuando tengo un ataque de ansiedad, que me compra vitamina B y magnesio para reducirla, que lee libros de psicología para poder ayudarme, que baja a la cocina a prepararme un té de lavanda y manzanilla, voy a casarme con el tipo de hombre que pensé que nunca iba a encontrar.

 

ONCE  La soledad no es un sentimiento de cuando estás solo, la soledad es un sentimiento de cuando no le importas a nadie

James Merrow

Aunque un corazón roto por algún interés amoroso es algo muy lamentable, no es nada comparado con un corazón roto causado por la familia. Hay un dicho: “La manera en la que le hablamos a nuestros hijos se convierte en su voz interior”. No estaba segura de lo que significaba hasta que me encontré a mí misma contemplando el suicidio con las pastillas en la mano, escuchando los comentarios ofensivos e insultos que había escuchado en peleas intensas con mi mamá. Pero esta es la parte complicada: realmente era mi voz. Pero eran los mismos insultos, los mismos reproches, la misma crueldad, hubiera jurado que era ella en una de nuestras discusiones, en donde emoción le gana a la Sin razón y se dicen que seyoquieren borrar apenaslasalen de nuestra boca. embargo, eracosas yo misma, después de lo que su negligente crianza me convirtió. Mi mamá me ha dicho y hecho tantas cosas que cualquier tipo de culpabilidad que podía sentir hacia ella simplemente desapareció: “Ojalá nunca hubieras nacido”, “para mí ya estás muerta”, “eres una pendeja estúpida que arruinó mi vida”, “sigues atorada en el Gerber ya supéralo”. Todo  Todo eso seguía resonando en mi

cabeza mucho tiempo después que lo dijera. Tal vez ya no soy una niña pequeña pero ese dolor y desinterés de una madre siempre arden y destruyen con la misma intensidad. Si mi propia mamá no cree que merezca vivir, ¿qué podría saber yo de tal derecho? Me hacía preguntarme cada día esa dolorosa pregunta cuya respuesta realmente no quiero saber. ¿Fui criada

 

sin amor por su negligencia o nací siendo realmente tan desagradable e incapaz de ser amada? Tal vez ya podía regresar los insultos a diferencia de cuando era más pequeña, pero el dolor era igual por más que intentara hacerme la fuerte y fingir que no me afectaba. Supongo que no importa nuestra edad, siempre vamos a anhelar ser queridas por nuestras mamás y nunca comprenderemos qué fue lo que hicimos para merecer tanto desprecio y perder ese amor destinado a ser incondicional. Nos enseñan que una hija no debe ganarse el amor de su madre, que debe ser genuino y verdadero, y en cuanto nos damos cuenta de que realmente no es así, muchas tendemos a culparnos a nosotras mismas, lo cual es un error. El amor de una madre, su ayuda, su cariño y su apoyo, no se debe ganar, debe ser incondicional y dado con gusto. Supongo que es verdad lo que dicen, el dolor se genera su propio camino a través de las generaciones familiares hasta que alguien esté listo para sentirlo mamá excepción a la regla. Me tocó nacery terminar en una deese laspatrón. peores Mi épocas de no su fue vida,la una bebé llegando al mundo mientras este se desmoronaba ante sus ojos. Vivió tantas cosas tan difíciles que está más que justificado que haya actuado de la manera en la que lo hizo, tenía tantas guerras internas propias que le era imposible percatarse de las mías. Sin embargo, a pesar de entenderlo ahora, en mi mente de niña pequeña lo único que entendía era que mi mamá no quería  jugar conmigo. Eso era lo peor, peor, la ilusión, la esperanza de que tal vez si mis calificaciones fueran lo suficientemente buenas o me viera lo suficientemente bonita podría ser una persona digna de ser su hija. Tal vez no podríapor llegar a amarme, pero por menos Esa ilusión y esfuerzo la idea de que quizá estalovez seríaquererme. lo suficientemente buena para ella, esa luz de esperanza era lo que más dolía. d olía. Ver Ver mis expectativas caer y ella pisándolas sin darse cuenta. Creía que podía soportar la indiferencia y la falta de atención, ya que la situación en nuestras vidas fue muy complicada en mis primeros años de vida, pero el aferrarme a la esperanza de que cambiaría y me amaría como toda madre debe amar a su hija, eso es lo que me mataba una y otra vez. No podía aceptar que mi mamá tuviera problemas personales o asuntos que arreglar con su propia mamá, entonces me culpaba a mí misma, tal vez yo era el problema, tal vez yo era una niña imposible de apreciar. Después de ser ignorada me sentía derrumbada, tirada en el suelo con lágrimas en los ojos y navajas en el

 

corazón. Pero ese sentimiento no era nada nuevo para mí. El abandono, el miedo, la tristeza, yo ya estaba familiarizada con eso. Llegó un punto en el que dejó de doler. doler. Pero lo que siempre duele, no importa cuántas veces pase por ello, son las depresiones y los ataques de ansiedad. Ese sentimiento de preferir estar muerta, dejar de existir, convertirme en polvo, en nada. Nunca me pude acostumbrar a ese sentimiento. En el momento en el que pensé que lo había superado, volvía a empezar. Ningún antidepresivo ni tipo de terapia pudo cambiar eso. Llegó un momento en el que simplemente dejé de creer. Porque, aunque en mis pocos años de vida había sobrevivido dos intentos suicidas, un corazón despiadadamente roto, incontables ataques de ansiedad y depresiones, realmente me di por vencida. Llevaba desde los dieciséis años tomando pastillas y sentía que no había ningún tipo de mejoría. Seguía sintiendo esas ganas de saltar de un puente cada vez que algo salía mal, o lloraba sin parar por lo másdemínimo, o algunas por estaba ninguna razón en específico. Esa esperanza que algún día iba aveces mejorar muriendo. Tenía tanto enojo que le rezaba a Dios, a Buddha, a Alá al universo, que lo detuvieran porque tenía miedo de la persona en la que me estaba convirtiendo. Además, no podía evitar sentir envidia hacia mis amigas que tenían novio o una mamá que pasaba tiempo con ellas, o cuyos papás no trabajaban todo el día. Hacia todas las personas que tienen a alguien que aman y las ama de regreso. ¿Qué tenían ellas que no tenía yo? ¿Realmente era un cuento de hadas, o estaban conformándose para no estar solas? Llegó un punto en el que dejé de creer que el amor existía. Comencé a pensar que la dopamina,que la oxitocina, apego No y elcreía cariño se existiera encarganalgo de ese sentimiento llamamos el “amor”. que como el amor, y aunque existiera, abandoné cualquier esperanza de que fuera compatible para alguien como yo. ¿Cómo se supone que me aceptara a mí misma si mi propia mamá no me aceptaba? Llegué a pensar lo peor de mí. Llegué a creer lo que me decía en las discusiones, cuando yo gritaba incontrolablemente para liberar la ira que carcomía mi alma cada minuto que pasaba: “Nadie me soportaría, nadie querría estar conmigo, solo causaba problemas”. Llegué a pensar que no les caería bien si me conocieran y que nadie me amaría si me conociera realmente. Llegué al tipo de depresión y desesperanza tan grave que ya ni

 

siquiera es productiva para el arte. Es un dolor tan fuerte que no puede ser plasmado en algún cuadro, en algún escrito o en un simple pedazo de papel. Tenía tormentas dentro de mi cabeza que no podían salir, como si mis pensamientos fueran gotas de tinta tiradas por toda la hoja sin ningún tipo de orden, sin sentido, creando únicamente un mugrero que alguien tiene que limpiar antes de que deje una marca permanente. Necesitaba a mi mamá y ella nunca estuvo ahí. Entiendo que hubo tantas situaciones catastróficas que tuvo que arreglar y nadie piensa en sentarse a jugar con una muñeca en medio de un campo de guerra. Pero estaba tan centrada en mi propio dolor, que no me detenía a considerar el de ella. Simplemente creía que no me quería. Pensé que era muy tarde, ya no esperaba ni quería nada más de ella. Es devastador subir la esperanza para verla despedazarse en el suelo. Creo que realmente lo que todos queremos es alguien que haría lo que fuera por impedir que nos tomemos un bote de pastillas que nos induciría en un sueño eterno. Supongo que yo pensaba que esa persona sería mi mamá. No estoy diciendo que todos mis problemas fueron causados por mi complicada relación con ella, pero no puedo negar que influyó de una manera significativa. No debería doler ser una niña, pero a mí me dolió mucho. Puede ser que no lo veían, pero lo único que yo quería era ser la niña perfecta para ganarme el amor de mis papás y mis abuelos, pero no importaba lo que hacía, nunca era suficiente. Tal vez mi mamá no lo recuerda, tal vez no le dio importancia, pero recuerdo que nunca me dijo que era bonita, talentosa ni que estaba orgullosa de ser mi mamá, todas las niñas pequeñas merecen escuchar eso. Una niña no debería cuestionarse su propio valor debido a laennegligencia Ellacuenta estabaque tan nos centrada en su sufrimiento y yo el mío, quedenosus nospadres. dábamos necesitábamos mutuamente. Ella sobrevivió a cosas horribles, no puedo ni imaginar el dolor que debió sentir, la impotencia, la frustración, la tristeza. Su vida fue muy difícil, pero siempre siguió adelante, siempre se levantó. Mi mamá cometió errores, eso no puedo negarlo, pero me enseñó una de las lecciones más importantes de mi vida. Me enseñó que no soy el tipo de persona que permanece rota, no me deshago ante la adversidad, al igual que ella, soy una mujer fuerte que no permite que la vida la derrumbe. Tanto mi abuela paterna como mi mamá afectaron mucho mis problemas de confianza, me hicieron creer que no valía lo suficiente para que alguien me quisiera. Sin embargo, por más difícil que era la relación con mi mamá,

 

hubo tantos momentos donde me demostró cariño y afecto de la manera en la que ella consideraba más importante. Honestamente puedo decir que es de las mujeres más fuertes que conozco. Aún cuando toda su vida estaba en ruinas, intentó que nada me faltara nunca, esa es la verdadera definición de amor, incondicional, aunque en ese momento yo no lo entendía. En el caso de mi abuela paterna no logro encontrar ni en los rincones más remotos de mi memoria un recuerdo en el que me haya hecho sentir querida y deseada. Le rogué que me quisiera, pero simplemente no quiso. Arruinó tantas cosas para mí.. A pesar de ser mi única abuela con vida, desde que yo era muy pequeña mi abuela paterna nunca mostró ningún tipo de interés hacia mi hermana o hacia mí, y no intentaba disimularlo. Siempre nos excluía y nos hacía sentir como si valíamos menos que otros de sus nietos. Ese favoritismo que era más transparente que el agua, me hizo sentir invisible, como si careciera del brillo o la importancia que sus demás nietos poseían. Hizocon tantas cosascada paravez destruir mi intencionalmente felicidad y la de mi hermana peleábamos mi papá que ella causaba un que conflicto. Un día tuve suficiente y quise decirle sus verdades y abandonar cualquier tipo de esperanza de recibir amor de su parte. Su orgullo y desinterés siempre han sido profundos, no importa cuántos años pasen o cuantas conversaciones tengamos, he llegado a la conclusión que nunca va a cambiar. Si lo que quería lograr era una separación significativa entre ella, sus nietas y su hijo, hizo todo a la perfección. No llamaba en mis cumpleaños, en mi graduación de carrera, ni siquiera el día que recibí mi anillo de compromiso. Tantas decepciones me forzaron a convertirme en la mujer cuando más pequeña. la escritora Maggie Youg: que “Ya “Y a necesité terminé de buscar buscaera r amor donde no Como existe.dijo Y Ya a terminé de toser el  polvo en un intento de beber de los pozos secos”. ¿Qué tipo de mujer trata a su nieta de esa manera? Causó manipulación, abuso, traumas, peleas familiares, lágrimas, eso me rompió, ella me rompió. Pero me di cuenta que su forma de tratarme era un reflejo de lo que ella sentía hacia sí misma. Nunca pude vivir el duelo de la pequeña niña que ella destrozó y tengo que cargar con su cadáver en mi pecho a donde quiera que vaya. Este tipo de dolor me dejó en blanco y entendí lo que verdaderamente se siente tener un corazón roto. No hablo de un novio o de algún acontecimiento en específico, hablo de cuando ya está roto y no puede ser arreglado. Hablo de un corazón que tiene tantas heridas que ya no tiene sangre que derramar. Es

 

como si lo que yo escribía tan inspirada era la sangre saliendo de él, pero hay tantos agujeros y tantas heridas que la sangre se acabó. Lloré tanto que dejé de ver claramente. Mi alma se marchitó y me convertí en un fantasma. Con cada depresión, cada ataque de ansiedad, me fueron quitando un pedazo de esa esperanza y esas ganas de vivir. Me preguntaba si realmente valía la pena todo este esfuerzo por ser normal, y tener una vida que solo iba a estar llena de más problemas. No importa cuántos ataques de ansiedad he tenido, siempre son los cinco minutos más largos y dolorosos de mi vida, y no importa cuántas depresiones he tenido, cada vez duele igual, cada vez me siento igual de muerta. A pesar de no ser nada nuevo para mí, dolía de una manera que nunca pude vencer y a la que nunca pude acostumbrarme. Sentía que me volvía loca, sentía que el mundo estaría mejor si yo no fuera parte de él. Me lo dije tantas veces a mí misma que ya no encontraba el punto de seguir respirando. Lo único que me impedía saltar de los setenta metros del parada puente ahí atirantado la mirada que voy tuvieron mis papás el día me vieron a puntoera de saltar. Nunca a olvidar el miedo y elque dolor que tenían en sus ojos. Nunca había visto a mi papá llorar así, nunca en mi vida. Saber que yo era la causa de ese dolor y el de mi hermanita, simplemente no podía tolerarlo. Mi única motivación para seguir viviendo era no lastimarlos y tratar de que nunca se sintieran como me sentía, y como aún me siento de vez en cuando. Porque creo que cuando alguien sufre de tantas depresiones y de un trastorno mental, ese dolor nunca se va realmente. Siempre quedan cenizas, pedacitos de esa agonía. Que de vez en cuando llegan a nuestra vida otra vez cuando la noche es muy fría o el sol no brilla tantopero como otros días. Los psicólogos lo llamamos “recuperación espontánea”, realmente creo que su propósito es recordarnos lo mal que estuvimos una vez y cómo logramos superarlo para poder disfrutar cada momento feliz que tenemos. Porque sabemos lo que es estar en la oscuridad por tanto tiempo que llegas a olvidar cómo se ve la luz o cómo se siente la calidez del sol en tu piel. Pero una vez que se ajustan tus ojos, bueno, esa es la razón por la cual vale la pena todo el sufrimiento en nuestra vida. La vista del otro lado es espectacular. Sangré y lloré tanto que no pensé que alguna vez volvería a sonreír o sentir felicidad genuina, pero estaba muy equivocada. Me tomó mucho tiempo amarme a mí misma después de todo lo que me pasó y de haberme

 

sentido ignorada por el mundo. Pero los errores de mi abuela y de mi mamá no fueron de todo inservibles. Me prometí a mí misma que cuando tenga hijos los voy a amar y siempre voy a estar ahí para ellos. Van Van a ser muy amados y queridos y me voy a asegurar de que lo sepan. Voy a criar hijos h ijos que no tengan que recuperarse de sus traumas de la infancia y no tengan que cuestionarse su valor. No voy a permitir que mis problemas internos o las desgracias de la vida afecten mi rol como madre. Tengo la oportunidad de recibir ayuda psicológica cuando la necesito, los recursos económicos y el apoyo que mi mamá nunca tuvo, tengo todas las herramientas de las que ella careció y no planeo desperdiciarlas. Quiero tener todos los momentos con mi hija que mi mamá nunca tuvo conmigo, debido a la falta de apoyo en situaciones increíblemente difíciles que tuvo que soportar. Cuando tenga a mi hija, que tanto tiempo llevo esperando, quiero hacerle una trenza, vestirla de princesa o de Jedi o de lo que ella quiera, leerle cuentos antes de dormir, enseñarle las estrellas, cantarle y abrazarla cuando tenga pesadillas y no pueda dormir, enseñarle a leer, estar ahí para ella cuando la lastimen y quiero que sepa que el mundo es un lugar mejor porque ahora ella forma parte de él. Estoy segura de que seré muy buena mamá, al igual que estoy segura que mi mamá será una excelente abuela porque ella aprendió mucho de la mía, aprendió todo lo que no debe ser.

 

DOCE Cuando sales de las garras de una depresión, hay un alivio increíble, pero no uno que te permita celebrar celebrar.. En cambio, el se sentimiento ntimiento de victoria se reemplaza por la ansiedad de que volverá a suceder, suceder, y con vergüenza y vulnerabilidad cuando ves cómo tu enfermedad afectó a tu familia, tu trabajo, todo quedó intacto mientras luchabas por sobrevivir sobrevivir.. Volvemos Volvemos a la vida más delgados, más pálidos, más débiles... pero como sobrevivientes.  Los sobrevivientes que no reciben reciben palmaditas en la espalda de sus compañeros de trabajo que los felicitan por haberlo logrado. Los sobrevivientes que se despiertan para trabajar más que antes porque sus amigos y familiares están cansados de ayudarlos a pelear una batalla que tal vez ni siquiera entiendan. Espero ver algún día un mar de personas con cintas de plata como una señal de que entienden la batalla secreta, y como una celebración de las victorias que se hacen cada día a medida que nos levantamos individualmente de nuestras madrigueras para ver que nuestras cicatrices sanan, y recordar cómo se ve el sol.

Jenny Lawson

La batalla de la depresión y la ansiedad era interna, era algo que me afectaba y me dañaba de manera irreparable. Pero yo no era la única que salía lastimada en esta guerra y eso es algo que tomé mucho tiempo en darme cuenta. Nunca me detuve a pensar en cómo mis acciones lastimaban a mis seres queridos. En cómo haberme encontrado inconsciente por una sobredosis debió haberlos afectado. No pensé en el miedo que debieron haber sentido, en elo indescriptible queagradecí es pensar quea se estáde sus perdiendo a unanihija a una hermana.dolor Nunca que, pesar

 

errores, mis papás sostuvieron mis manos sudadas y temblorosas en cada ataque de ansiedad. Pagaron cada terapia, cada medicamento y una vez que entendieron lo que era mi enfermedad intentaron con su mayor esfuerzo ayudarme. Soportaron cada arranque de enojo, cada episodio de locura cuando una medicina nueva me causaba alteraciones neurológicas graves y estuvieron ahí en cada noche de insomnio hasta que me quedaba dormida. No estoy diciendo que mis intentos suicidas fueron egoístas, pero una vez que salí de ese estado de miseria total y pude respirar de nuevo me di cuenta de cuánto oxígeno les quité a ellos para poder seguir con vida. Siempre fui su prioridad y aunque les hice saber más de una vez lo molesta y enojada que estaba por sus errores, nunca dejaron de intentar compensarlos. No importa qué tan complicado era un problema, mis papás siempre estaban ahí para ayudarme a salir adelante. Ahora me doy cuenta de todos los sacrificios que hicieron por mí. Aunque en los capítulos previos parece lo único que hago criticar recalcar sus mal errores, me parece justo queque si voy a culparlos porescada cosayque hicieron también debo agradecerles por cada cosa que hicieron bien. Supongo que ese enojo y rencor hacia ellos y hacia mi hermana por no ayudarme lo suficiente era parte del proceso de culpabilidad causado por mi enfermedad. Me sentía culpable por todo lo que mi enfermedad afectó a nuestra familia. Lamenté mucho la manera en la que todas mis acciones afectaron a cada uno de mis seres queridos. Es por lo que decidí agregar este capítulo como disculpa y agradecimiento hacia ellos. Si no fuera por mis papás y mi hermana no seguiría aquí. Por eso quiero aprovechar esta oportunidad para hacerlos saber cuánto lo siento y lo agradecida que estoy. Lamento mucho todos los errores que cometí y sé que probablemente los decepcioné mucho. Debí haber mejorado más rápido, tuve tanto tiempo para arreglar mi vida, pero me tomó años salir de ese hoyo oscuro. Lamento mucho todas las cosas que dije cuando tenía arranques de enojo o cuando las medicinas afectaban tanto mi mente que ni siquiera podía recordar nada al siguiente día. Lamento no haber cumplido las expectativas de hija que tenían, lamento haber dejado que esa luz de esperanza con la que nací se desvaneciera tanto.

 

Quiero que sepan que los amo con todo mi corazón, son mi familia y no los cambiaría por nada en el mundo. Gracias por haberme apoyado en todo, por siempre cuidar a su princesa cuando las montañas eran muy altas o los monstruos muy fuertes. Gracias por dejarme brillar, aunque eso significaba que los opacara. Perdón por hacerlos sentir que los abandonaba, perdón por arrastrarlos en mis problemas y perdón por todos los conflictos que causé. Lamento no haber cuidado a mi hermanita, no fui un ejemplo a seguir y no la cuidé como debí haberlo hecho. Lamento mucho haberles compartido y contagiado mi sufrimiento. Gracias por nunca rendirse y por ver lo mejor en mí, especialmente cuando a mí misma me era imposible. Después de mucho pensar en qué quiero ser cuando crezca, cuando me gradúe, cuando me case, ya encontré lo que quiero ser. Quiero ser la mujer fuerte, valiente y buena que mi papá ya cree que soy. Con amor, su hija.

 

TRECE  Las personas más bellas que hemos conocido son aquellas que han conocido la derrota, el sufrimiento, la lucha, la pérdida, y han encontrado la manera de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que llena con compasión, gentileza y una profunda preocupación amorosa.  Las personas hermosas no solo suceden.

Elizabeth Kübler-Ross

Por más dificultades que enfrenté en mi vida, años de terapia con prueba y error de medicamentos, ataques de ansiedad, depresiones, y corazones rotos, todo valió la pena porque me convirtió en la mujer que soy ahora. Me impulsó a escribir este libro que espero ayude a mucha gente, me hizo darme cuenta lo fuerte que feliz realmente soy y aprendí a creer enelmí misma. Quisiera poderdedecir que viví para siempre y proporcionar final de cuento de hadas que cualquiera espera después de leer este libro. Pero esto no es un panfleto motivacional en donde les digo que tienen que elegir la felicidad o deben ser felices. La felicidad es una emoción, no se puede ser una emoción. La felicidad se puede sentir, al igual que la tristeza y el enojo, y eso no nos convierte en ello. No podemos elegir sentir felicidad porque es una emoción y no podemos obligarnos a nosotros mismos a sentir. Las emociones son necesarias y cada una tiene su función. Cuando la intensidad, frecuencia y duración se salen de proporción es cuando debe haber una intervención psicológica. Parece que la gente tiene miedo a sentir y la más mínima señal de incomodidad debe ser reemplazada con felicidad,

 

aunque sea falsa, como si no fuera válido sentir tristeza o enojo. Quiero dar énfasis en el hecho que en la vida suceden cosas horribles, experiencias que no únicamente son displacenteras, sino que convierten el aire más denso y llenan el alma de una oscuridad que parece que nunca va a desaparecer. Hay traumas que cambian nuestra vida. El objetivo no es ser feliz y ver el lado positivo en esas situaciones, desde mi punto de vista el objetivo es sentir esas horribles experiencias, sentir cada emoción hasta el fondo de nuestro corazón y dejarla ir. Confiar en que no vamos a morir por esos sentimientos y que eventualmente seremos felices, ese es el objetivo. No se trata de negar o desacreditar nuestras emociones, se trata de sentirlas, reconocerlas, y dejarlas ir. La depresión y la ansiedad son problemas con los que tendré que vivir toda mi vida, no hay una cura permanente, son enfermedades crónicas que requieren esfuerzo, paciencia y fortaleza. Soy empujada por fuerzas que nadie más puede ver o sentir. Son enfermedades que siempre llevo conmigo, al igual que cuando era una niña perdida de doce años que no sabía quién estaba destinada a ser en esta vida, pero la diferencia es inmensa. Esta vez estoy dispuesta a pelear y defender con todo lo que tengo. Estoy convencida que a pesar de la oscuridad en mi cabeza hay una luz radiante y hermosa llena de vida v ida que nunca más voy a intentar apagar. Tengo Tengo fe en que la llama en mi interior es tan fuerte que no importa cuanto viento haya, ninguna tormenta jamás la podrá apagar. Me di cuenta que, aunque no tengo la cantidad de amor que me gustaría, tengo el suficiente para vivir una vida plena. Mi papá siempre me ha amado incondicionalmente, mi hermana, mi mamá a su propia manera y losesamigos se el convirtieron enrealmente familia, probándome una vez más que el amorque y no ADN lo que importa. Mi depresión fue disminuyendo poco a poco, cada día se volvía un poco más fácil respirar, la carga era menos pesada, fue algo gradual que tomó mucho tiempo, pero un día repentinamente desapareció casi por completo. Supongo que Elizabeth Wurtzel tenía razón cuando dijo que de la misma manera en la que entró su depresión volvió a salir, gradualmente y después repentinamente. Hubo un momento, llámenlo milagro, destello de luz, un despertar, o simplemente una mezcla de neurotransmisores. En ese momento todo hizo clic, todo empezó a tener sentido. Estaba aquí por una razón. Sobrevivínunca por una ¿Cuál era esasérazón? No tenía ideayyme probablemente separazón. con certeza. Solo que estoy aquí ni ahora

 

siento más viva de lo que me he sentido en años. Estaba sentada sola en una cafetería leyendo un libro acerca de la psicología del consumidor, tomando una taza de café y simplemente hubo un clic. Extrañaba al hombre del que había estado enamorada, me arrepentía de tantas cosas que había hecho mal y seguía luchando contra una mente incapaz de guardar silencio, que imagina los peores escenarios y analiza cada pequeño detalle de cada suceso de cada día, una mente que era una bomba esperando a explotar. Pero seguía aquí, seguía respirando, y estaba bien. En ese preciso momento, me encontraba bien. No hubo necesidad de luces de bengala, fuegos artificiales ni una estrella fugaz. Simplemente, en ese momento, hubo un clic. Claro que no hay una solución mágica para la enfermedad mental. Hay días más difíciles que otros, sigue habiendo problemas y nunca podré deshacerme de mi pasado. Dolió demasiado pero no fue para siempre y por más desesperanzada que me sentía, no me destruyó. Ese pasado es parte de mí y es un recordatorio constante de que cualquier situación difícil que tenga que enfrentar no va a vencerme. La oscuridad nunca gana, solo nos engaña haciéndonos creer que ya lo hizo. Todas esas adversidades, los intentos suicidas, las pastillas, las autolesiones, problemas alimenticios, ataques de ansiedad, fueron parte de mi proceso de recuperación. Fue lento y doloroso, pero necesario porque contrario a lo que mucha gente pueda pensar, las personas rotas no somos frágiles, yo creo que somos las más fuertes de todas. Algo que quiero dejar muy claro es que una enfermedad mental no es una señal de debilidad ni locura de ninguna manera. Las personas con depresión no son flojas, los trastornos alimenticios noyson por vanidad, lassuicidas personasnocon ansiedad no son groseras las causados personas con tendencias pretenden querer morir para llamar la atención. Sé que la mayoría de las personas no entienden y es más difícil y solitario enfrentar estos demonios internos sin ayuda de nadie. Pero siempre hay alguien, debe haber alguien, aunque sea una mascota o el recuerdo de alguien que alguna vez estuvo aquí que nos ayudan a aligerar la carga. La esperanza no puede desaparecer, tener fe y esperanza de la posibilidad de mejorar, eso es más que suficiente. Hay que levantarse de todas las piedras que la gente y la vida tiran hacia nosotros. Prender la luz y que brille lo que más pueda, enamorarnos tanto de nuestra vida que cualquier persona que quisodistantes herirnosque y cualquier trauma quepropia casi nos hunde se conviertan en recuerdos cada día

 

se ven más borrosos. Es importante recordar que esas lágrimas se van a secar y vamos a estar bien otra vez. Tal Tal vez la vida no siempre va a mejorar, pero nosotros sí. Nos volvemos más fuertes, más resilientes, encontramos gente que nos quiere y formamos una red de apoyo, arreglamos lo que podemos y nos adaptamos a lo que no. Seguir intentando, seguir luchando no importa lo que pase, esa es la clave. Muchas veces siento que mi mente está en llamas, pero descubrí que eso no necesariamente es algo malo. Claro que experimento emociones displacenteras: enojo, tristeza, frustración, y desilusión; pero también felicidad, perseverancia, esperanza, pasión, empatía y una habilidad sorprendente para sobrevivir la adversidad. Esta es mi historia, esas han sido las experiencias y pensamientos que formaron la persona que soy actualmente. Y Yaa saben quien soy, soy, por lo que he pasado y los errores que he cometido. Pero lo importante es que saben que hasta una persona con una vida tan intensa, loca y difícil puede seguir adelante. Sobreviví el suicidio, miré a la para muerte a los ojos y ladeldesafié. Pulsé el botón de autodestrucción y viví contarlo. Volví Volví abismo, ascendí del fondo, como un Phoenix transformándose de las cenizas. Mi enfermedad me mantuvo presa por tanto tiempo, como una prisión, un cuarto sin puertas o una torre alta de la cual me era imposible escapar. Creí que mi capacidad para sentir todo hasta lo más profundo de mi ser era un castigo, pero estaba equivocada, me otorga una oportunidad para comprender las diferentes perspectivas de quienes están a mi alrededor y realmente ver las cosas a través de sus ojos. Soy prueba viviente de que quienes tenemos alguna enfermedad mental podemos ascender, vivir una vida funcional, y convertirnos en una luz aquellos quienessiaún se encuentran atrapados en la oscuridad. Asípara que no te preocupes tu mente también está en llamas, las mentes más brillantes lo están.

 

Índice de contenido Prólogo Nota de la autora: Uno DOS TRES CUATRO CINCO SEIS SIETE OCHO NUEVE DIEZ ONCE DOCE TRECE

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF