Diario de Un Plantabosques (Versión Íntegra)

December 22, 2017 | Author: JoseManuelCastilloGarrido | Category: Oak, Poetry, Love, Nature, Forests
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José Luis Deltell Usallán nace en Madrid en 1953. Pronto se siente atraído por la Naturaleza y la vida en contacto con e...

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José Luis Deltell Usallán nace en Madrid en 1953. Pronto se siente atraído por la Naturaleza y la vida en contacto con ella. Es licenciado en Ciencias Geológicas y fue profesor en la Universidad Complutense de Madrid y profesor de Ciencias Naturales en el Instituto Oficial de RTVE. Fue miembro activo de diversas asociaciones dedicadas al estudio y conservación de la Naturaleza destacando principalmente por sus aportaciones a la recuperación del bosque autóctono en el Macizo de Ayllón. Fue colaborador y coordinador general del Manifiesto en favor de la recuperación de los bosques, que leyó ante los medios de comunicación el 6 de noviembre de 1996, en el Real Jardín Botánico de Madrid. Algunos de sus artículos sobre repoblación con especies autóctonas se publicaron en la revista Quercus. Actualmente sigue repoblando, ahora, en la campiña segoviana.

OBRAS DEL AUTOR: Poesía: - Emociones, enseñanzas y sentimientos (año 2000) - Caminando por los senderos (año 2002) - Palabras para un atardecer (año 2008) Narrativa: - Cuentos de un naturalista I parte (año 1998) - Cuentos de un naturalista II parte (año 2003) - Diario de un plantabosques (año 2013) EN PREPARACIÓN: - Cuentos y Narraciones - Poesía

El Diario de un plantabosques no es un diario cualquiera, es un diario novelado escrito por un poeta enamorado de la naturaleza y de su altruista labor repobladora. En él nos describe su tenaz trabajo, peripecias y aventuras, siempre impulsado por una gran ilusión y generosidad sin las cuales no hubiera podido realizar su tarea. Este diario nos enseña que para repoblar con éxito las especies de frondosas en el Sistema Central (Macizo de Ayllón) no hacen falta grandes medios económicos, ni maquinaria pesada, ni abrir pistas forestales... sino ser constante, amar e imitar a la naturaleza (las conocidas y a la vez olvidadas series del ciclo de la sucesión ecológica); es decir, repoblar tal y como la naturaleza lo hace pero, claro está, acelerando notablemente el proceso. El libro es interesante, ameno e incluso muy divertido; sus páginas rebosan de naturaleza, de ilusión, de amor a una hermosa y sacrificada tarea... Una bella lección de altruismo. Es un diario que todos deberíamos leer.

Diario de un plantabosques (Una desbordada ilusión derramada por las umbrías)

Diario de un plantabosques (Una desbordada ilusión derramada por las umbrías)

TOMO I José Luis Deltell Usallán

ILUSTRACIONES, PORTADA Y CONTRAPORTADA: José Luis Deltell Usallán

2015

Edita

[email protected]

diario de un plantabosques I_Maquetación 1 17/07/14 11:40 Página 6

OBRA REGISTRADA en Registro Territorial de la Propiedad Intelectual de la Comunidad de Madrid (España) El autor, titular de la propiedad intelectual de esta obra y sus derechos derivados, autoriza la reproducción y/o difusión, libres y gratuitas, de este libro digital en su formato original PDF, siempre citando su origen, y por medios exclusivamente digitales, nunca gráficos o impresos, sin consentir la menor alteración de su forma y contenido, ni su explotación lucrativa por terceros.

Edita: ARENISCAS ROJAS

Maquetación: Enrique Esteban Digitalización: FJ Barbadillo

Año 2015

diario de un plantabosques I_Maquetación 1 17/07/14 11:40 Página 7

Plantar un árbol es hermoso; verle crecer, una gran satisfacción… observar, muchos años después, a una avecilla hacer su nido en él, ciertamente conmovedor. Entonces… ¿cómo sería ver crecer a todo un bosque que plantaste con tus propias manos? Wung Chin Yu Pensador chino

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PRESENTACIÓN El libro que tienes en las manos, amigo lector, es un libro distinto, diferente, porque no es un diario a la vieja usanza en el que se enumeran unos hechos o unas vivencias acaecidas en unas determinadas fechas; no, no es eso, es mucho más: es un libro científico, literario y poético. Es científico porque es un estudio experimental, desarrollado durante casi 15 años a base de tenacidad, de pruebas, recogida de datos, cartografía de hayas a nivel de grupos e individuos, experiencias, observaciones y conclusiones...llevadas a cabo todas ellas según el modelo y principios de la sucesión ecológica (los procesos de regeneración natural), es decir, tal y como suceden en el orden de la naturaleza, imitándola, pues, para que los resultados estén en armonía con ella y sean parte de ella. Pretende, por tanto y con toda humildad, enseñar a repoblar correctamente las especies arbóreas autóctonas de estos valles del Macizo de Ayllón, de forma ecológica y sin ningún impacto ambiental; tal y como la naturaleza lo hubiera hecho sola. Plantar así significa acelerar este proceso natural y esa es su ventaja. Es literario porque, en su mayor parte, está escrito a modo de novela, con unos personajes propios que aparecen o nos acompañan por toda la narración, dialogando y aportando sus comentarios e ideas; es decir, se trata de un diario novelado. Y es poético, porque este diario está lleno, rebosa poesía y no me refiero solamente a los muchos poemas que aparecen insertados entre sus páginas... Poesía que dimana de la naturaleza: los latidos del bosque, las caricias del viento, la música del silencio, la hermosa compañía de la soledad o la sorprendente bondad altruista del ser humano...que el autor capta admirablemente. Para llevar a cabo los hechos que relata este diario, es evidente que se han necesitado de muchas dosis de tenacidad y constancia, de esfuerzo, de determinación frente a la adversidad y la dureza de la montaña, de sufrimientos y mil peripecias vividas allí, en las repoblaciones, en medio de estos montes apartados...pero sobre todo se ha necesitado de amor, de mucho amor a la naturaleza y a lo que hacían: su altruista y bella labor repobladora, intentando dejar un bosque, devolver el bosque que aquellas laderas tuvieron y que, fundamentalmente, el hombre le arrebató. Este diario es la historia de los hechos de estos esforzados plantabosques que, a fuerza de amor, derramaron su desbordada ilusión sobre unas umbrías. Wung Chin Yu

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PRÓLOGO Hace ya muchos años que llevo saliendo al campo asiduamente, en realidad toda mi vida he estado más o menos vinculado a él, pero me refiero, especialmente, a estos últimos 30 años; y lo hago porque me gusta, porque lo necesito, amo la naturaleza, pues en ella me siento realmente bien, muy bien... lejos del horrible ajetreo diario de las ciudades, del estrés y del ruido cada vez más espantoso que las envuelve, sobre todo de ese castigo constante del oído y de los nervios que son los bocinas de los coches y autobuses. En cambio, en el campo, encuentro todo lo contrario: tranquilidad... en forma de sosiego, naturalidad, pureza. Y en lugar de ruido percibes su música: la melodía de las avecillas, que cantan entonando, alegres, sus más bellos trinos y reclamos; la voz de los árboles, a los que la brisa también hace cantar acariciando sus frondas con sus vaporosos céfiros; los rumores del bosque, que nos traen a los oídos voces, secretos, misterios desde sus más recónditos rincones; los murmullos del arroyo, que parece hablarnos dulce y suavemente cuando caminas cerca de él o descansas plácidamente a su orilla... y también, ¿cómo no?, la maravillosa música del silencio que se deja sentir especialmente en las soledades: los vastos espacios abiertos, las cavernas o las altas cumbres de las cordilleras, allí donde el silencio fundó su trono... He recorrido montañas, praderas, mesetas, estepas, dehesas, bosques, costas, acantilados, playas... y en todos esos lugares he disfrutado de todos los encantos que la naturaleza me brindaba: la belleza de sus paisajes, la alegría, cada primavera, al ver brotar nuevamente las flores y al ver llegar, otra vez, a las golondrinas y otras multitudes de aves; gozando del atardecer desde algún suave cerro observando el ocaso del sol y contemplando las magníficas luminosidades que éste obsequia a las nubes o el admirable cielo estrellado en la calma de una agradable noche de verano; qué decir de la coloración increíble de los bosques caducifolios cuando, cada otoño, se encienden con sus mejores galas para despedirse amorosamente de nosotros o cómo no recordar el ambiente, frío y callado, cuando paseas por un bosque dormido, hundiendo las botas en una inmaculada nieve que antes nadie pisó, allá en los largos meses del invierno... Sí, he experimentado todas estas vivencias y, sin embargo, pese a mi constante admiración al ver tanta belleza y vivir tanta emoción, también era consciente, igualmente, del deterioro natural, cada vez mayor, de nuestro entorno

y de la naturaleza toda. Es entonces, al salir al campo y ver el tapiz vegetal de muchas regiones, tan castigado, tan pobre, ¡tan deforestado!, cuando sientes una amarga sensación de decepción, de tristeza y quisieras hacer algo más por él que sólo lamentarte. Por otra parte, también observas las repoblaciones forestales que, desde la Administración, se han venido realizando en muchos lugares, generalmente en serranías de comarcas más bien despobladas y, en este punto, al verlas, también sientes una amarga sensación de decepción y tristeza pero sobre todo de indignación... Porque no se puede hacer peor ni con tanto agravio a la naturaleza. Empleo de especies inadecuadas, de maquinaria pesada con técnicas de gran impacto ambiental: grandes erosiones, aterrazado de terrenos, alineamiento de los nuevos arbolados y eliminación sistemática de la flora autóctona, que conlleva la de la fauna y la modificación del paisaje, produciendo masas vegetales artificiales y sin ningún valor ecológico. Es lo que se ha dado en llamar monocultivos forestales. Y te duele más cuando reflexionas y ves que la Administración, con medios suficientes y personal en teoría cualificado para hacer bien las cosas,... ha hecho eso. Un desastre. Por eso cuando en los montes, allá por otoño, veía tantas bellotas en el suelo caídas bajo las encinas, los quejigos, los melojos... que se iban a malograr o a ser consumidas por los animales -que también, no lo olvidemos, es parte de su función-, me llegaban irremediablemente buenas sensaciones e impulsos de pasar a la acción con ellas... – ¿Y por qué no? -me decía mirándolas y sonriendo al ver en mi imaginación a todo un bosque en potencia... que sólo necesita de un empujoncito en forma de constancia, azada y mucha ilusión. – ¡Ánimo! -me decía-, cuando amas la naturaleza tienes que hacer por ella algo más que sólo admirarla: ¡tienes que defenderla, ayudarla, cuidarla! Dejar un nuevo bosque a nuestros descendientes y, en definitiva, una naturaleza mejor que la que nosotros hemos recibido, aparte de generoso, es una filosofía y un modo de proceder que todos debiéramos practicar y los gobiernos inculcar de palabra y de obra. Y esto incluso a sabiendas de que no veremos el bosque que estamos plantando -ya me conformaría con ver los árboles crecer hasta 2, 3, 4 metros de altura ya hechos y consolidados y fuera del peligro de ser devorados o ramoneados por los herbívoros-.

Además, esto deberíamos hacerlo de un modo altruista, de una forma noble. Creo que todos tendríamos que hacer algo en la vida, ¡lo que sea!, altruistamente. Es bonito hacer algo por alguien o por algo de una forma desprendida, en la que sólo nos guíe el amor. Posiblemente ahí radique la clave: en hacer las cosas con amor y libremente y no por un sueldo, de manera indiferente o de mala gana como posiblemente se hicieron esas repoblaciones de la Administración a las que antes aludí. Cuando no se ama lo que haces y no tienes ilusión en ello, difícilmente pueden salir bien las cosas; en la vida hacen falta grandes dosis de ilusión, de amor y... de creer en lo que se hace. Por eso me he decidido a plantar bosques, o un bosque o unos árboles, porque amo los árboles, el bosque, los bosques; porque me siento muy bien haciéndolo -soy feliz haciéndolo- y percibo, al mismo tiempo, una gran complacencia viendo cómo crecen, sí -lo reconozco-, me siento como un padre viendo crecer a sus hijos sanos y fuertes en la ladera de un monte y eso da una gran satisfacción... Ésta, pues, que os presento, es la historia de mis experiencias plantando árboles para el futuro, pretendiendo, en mi ánimo, dejar un bosque creciendo, en marcha... Éstas son las memorias de un plantabosques, mi diario.

El autor

UNA INTRODUCCIÓN QUE DEBE SER LEÍDA Este diario que tienes en las manos, amigo lector, comprende los hechos y actividades que, de forma altruista y con el ánimo de ayudar a la naturaleza y de restaurar la vegetación autóctona, por otra parte tan castigada y desamparada, me llevaron a emprender una tarea en favor de algunos de estos tapices vegetales tan desfavorecidos. Aunque es indudable que emprendí esta andadura repobladora bastante antes, pues ya tuve inquietudes y hechos encaminados en este sentido, he decidido, sin embargo, comenzar el diario de mi actividad repobladora en otoño de 1990, pues se remontan hasta aquellos días los datos y apuntes más antiguos de que tengo constancia escrita de las mismas; por tanto, hasta el día de hoy, 23 de Junio de 2005, en que me siento a recopilarlos, incluyen casi quince años de trabajo repoblador. El diario, aunque bastante completo, no es, sin embargo, exhaustivo, pues faltan jornadas que, desgraciadamente, no quedaron reflejadas en mi cuaderno de campo a lo largo de estos quince años. Quince años de viajes, de salidas a los montes, de observación, estudio y recogida de datos, de recolección de semillas, de formación de semilleros y viveros, de azadas, de grandes caminatas, de pasar frío, calor y hasta calamidades en medio de grandes soledades; de plantar semillas, arbolitos y árboles en lugares bien apartados, de regarles de manera harto trabajosa e incómoda, y realizar su posterior seguimiento por parajes generalmente empinados, escabrosos y no siempre de fácil acceso... etc, etc, etc. ¿Y todo esto por qué? No lo sé... sólo sé que me gusta lo que hago, que me siento bien haciéndolo. Supongo que cada uno escribe con sus hechos su propia historia y yo me encuentro bien escribiendo esta historia, desempeñando este papel. ¿Es esta la buena obra, mi buena obra, que hago por los demás, por la naturaleza...? No lo sé, tal vez; sólo puedo decir que me encuentro bien haciéndolo porque amo la naturaleza. ¿No os lo imagináis?... dejar para las generaciones venideras ¡un bosque joven y vigoroso! creciendo sano en las laderas de los montes que antes estaban desprovistas de arbolado, su genuino arbolado... Desde el principio en que me lo planteé, lo estimé como el trabajo altruista ideal para mí, en el que todo su ejercicio y desarrollo al aire libre me agradaba,

así como todo lo que conlleva (estudio, protección de la naturaleza y convivencia con ella) por tanto me volqué en esta encantadora actividad con grandes dosis de ilusión y de entrega; me involucré en ella convencido de querer hacerlo. Naturalmente, todos los trabajos los desarrollaba -y los desarrollo- en mi tiempo libre (fines de semana, días libres, puentes...) aunque, bien es verdad, que todos los días pensaba en ello. La labor, a día de hoy, por supuesto, no está terminada y prosigue su actividad... ¿hasta cuándo? Quién lo sabe. La actividad me gusta y mientras Dios me dé fuerzas y salud... Bueno... ¿y qué más puedo contaros en esta breve introducción? En este punto, ciertamente, sólo me resta deciros que he experimentado momentos de gran felicidad; sobre todo, al ver nacer los arbolitos en el vivero, de sus propias semillas; o al ir al monte a verlos, después de plantarlos en él, a su suerte, y encontrarlos vivos, sanos, llenos de verdes y lustrosas hojas... Estos son recuerdos inolvidables de un bosque que ahora está ahí, creciendo, y al que siempre, una y otra vez, tengo ganas de volver a ver, de acariciar sus hojas, de hablar a sus árboles y de sentarme un rato a su lado mientras les contemplo con cariño... José Luis Deltell

SUMARIO Capítulos y hechos más destacados

I.

Prolegómenos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

II.

Una ilusión en marcha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

III.

No se deben plantar directamente los hayucos en el monte . . . . . . 59

IV.

Nuevamente rebrota la ilusión y renovados bríos repobladores vuelven a impulsar mis pasos a las soledades del Macizo de Ayllón... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69

V.

Nuevas técnicas: botella de riego árabe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

VI.

Plantación de hayas de gran tamaño: otra forma de llevar nuestra ilusión a los montes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

VII. Primer gran descubrimiento:debajo de los brezos no se congela el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131 VIII. Empezamos a plantar las hayitas debajo de los brezos . . . . . . . . . 145 IX. Comienzan a plantarse cientos de hayas de 1 savia . . . . . . . . . . . . 151 X.

Nace el Grupo del Haya de ARBA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161

XI. Informes 1º y 2º sobre el estado actual del haya y la recuperación de esta especie en el Macizo de Ayllón . . . . . . . . . . 163

XII.

Construcción y elaboración de un semillero forestal. Así obtuvimos nuestras hayas y robles para las repoblaciones . . . . 191

XIII.

Principal fauna observable en el Macizo de Ayllón . . . . . . . . . . 199

XIV.

Documentos denuncia: Política forestal, urbanizaciones, pistas de montaña, vehículos 4x4 y motos. Dibujos protesta . . . . . . . . 203

XV.

Colaboraciones del Grupo del Haya (ARBA) . . . . . . . . . . . . . . 219

XVI.

Formación de un semillero de abedul . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

XVII Testimonios recogidos a Rodolfo Serrano . . . . . . . . . . . . . . . . . 229 XVIII. Charlas: "El estado actual del haya y la recuperación de esta especie en el Macizo de Ayllón. Nuestras experiencias repobladoras." En las sedes de COMADEN, ARBA Y GREENPEACE . . . . . . . . . . 245 XIX. Conclusiones generales a las que el Grupo del Haya ha llegado para las repoblaciones con hayas en el Macizo de Ayllón durante el año 1995. Las series del ciclo de la sucesión ecológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247 XX.

Hoy hay más hayas que hace 20 años. Esta especie va a más y no a menos en el Macizo de Ayllón . . . . . . . . . . . . . . . . . 259

XXI.

Fases de desarrollo de un hayuco germinado . . . . . . . . . . . . . . . 265

XXII. A modo de recapitulación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 269 XXIII. ¡Hallazgo!: Descubrimiento y constatación de las pruebas naturales que hacía tiempo buscábamos: Las hayas, inicialmente, crecen favorecidas bajo la sombra, abrigo y protección de los brezos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271

DIARIO

I. Prolegómenos

Diario de un plantabosques

Tomo I

I PROLEGÓMENOS 23/Sept/90: Estuve en el monte de El Pardo de Madrid para recoger bellotas de alcornoque (Quercus suber) de unos ejemplares grandes y aislados, entrando en el monte según se viene desde Fuencarral. Cogí bastantes bellotas. Los árboles mostraban su tronco rojizo oscuro, pues les habían arrancado su corteza para apoderarse del corcho. Cuando les veo así, descortezados, siento pena por ellos inevitablemente... Dicen que no les pasa nada, que lo soportan bien, y que es una operación que repiten cada 7, 8 ó 9 años, pero estoy seguro de que, si el árbol pudiera hablar, diría que no se lo hicieran más... La "boina" o caperuza de las bellotas de alcornoque es muy característica con unas pilosidades y rizaduras de las que carecen las de encina, por ejemplo. Después fui a buscar bellotas de encina, a otro lugar no lejano de los alcornoques y que conozco bien; también junté un buen montón de ellas. Las tomaba del suelo, puesto que las que ya se han desprendido del árbol, lo han hecho por encontrarse maduras. Las metí en un saquito de cáñamo que llevo para estas ocasiones, ya que así pueden transpirar perfectamente, e igualmente procedí con otro, para las bellotas de alcornoque. El día fue soleado con temperatura agradable. Vi dos abubillas (Upupa epops), carbonero común (Parus major), petirrojo (Erithacus rubecula), varias urracas (Pica pica) y oí el canto inconfundible de los estorninos y el melodioso y aflautado del mirlo. 30/Sept/90: Fui en bus a recoger nueces a la zona del valle del Tajuña. Esta es una gran extensión de cereales y olivares en la vega con buenos ejemplares de nogal (Juglans regia) dispersados, y a ellos acudí. Por lo general, ya presentaban algunas nueces en el suelo pero, aún, muchas más en el árbol. Así que fui recogiendo unas cuantas de las que se hallaban caídas, algunas todavía envueltas en su caperuza verde, otras desprendiéndose de ella, ya negruzca y descompuesta. Pasé allí el día, que fue agradable, y presentaba blancas y "algodonosas" nubes de cúmulos con las que imaginaba curiosos parecidos jugando con sus cambiantes formas. Cogí unas pocas uvas que me sirvieron de postre y que espero su dueño me sabrá perdonar, así como dos panochas de maíz que llevé conmigo a casa. Vi una maravillosa mariposa Vanessa atalanta que, no por ser común, deja de ser preciosa y encantadora. Estuvo revoloteando largo rato cerca de mí, 26

Tomo I

Capítulo I

posándose frecuentemente en el suelo con sus alas extendidas para captar el sol, fui feliz contemplándola. Vi algunas cogujadas (Galerida cristata) y pude contemplar el paso de una bandada de coloridos jilgueros (Carduelis carduelis) entre los maizales y picoteando entre los cardos. 4/Oct/90: Pasé la mañana en el Aula Huerto de San Fermín. Este es un taller, algo destartalado, que hay en este barrio de Madrid en la zona sur de la ciudad y cerca del río Manzanares. Con esta Aula Huerto pretende el Ayuntamiento, especialmente, acoger y ayudar a la juventud, y tenerla ocupada en actividades provechosas. Hay taller de carpintería, electricidad, una pequeña biblioteca, una sala de lectura y de reuniones, algunas instalaciones deportivas, jardines y... un pequeño huerto. En éste conocí casualmente a un joven -Mario- que trabajaba en él. Me dijo que le gustaba ocuparse del huerto y que cultivaba plantas y cuidaba el jardín. Yo le comenté sobre la posibilidad de formar un vivero de árboles autóctonos para después repoblar con ellos y a él le pareció muy bien. Por tanto así lo hicimos. Nos encargamos de preparar el lugar, no muy grande pero suficiente, removimos la tierra y fuimos plantando en ella todas las semillas que fuimos recogiendo. Dividimos el terreno en bancales con un pasillo en medio y a cada uno le asignamos la especie concreta a plantar en él. Además pusimos un letrero en cada bancal con el nombre común y científico de la especie que contenía. Los letreros los hicimos en el taller de carpintería y quedaron muy vistosos. Octubre/Noviembre 90: Durante estos dos meses fui bastantes veces al Aula Huerto de San Fermín. Allí hice semilleros, planté semillas en los correspondientes bancales, hicimos los letreros, aprendí acerca de la huerta con Mario, paseaba por el jardín y por las tristemente sucias orillas del Manzanares. Vi muchas aves, incluso gaviotas (gaviota reidora) que se remontaban por el río y se adaptaban a comer de los basureros. El Aula Huerto en general estaba bien y en teoría debería cumplir su cometido lúdico, educativo, social y de entretenimiento para la juventud, aunque también venían personas adultas a los talleres y a pasear por los jardines, pero en la práctica, desgraciadamente, también había mucha droga, robos -desaparecían muchos libros de la biblioteca-, ensuciaban estúpidamente los locales con frecuentes actos de gambe27

Diario de un plantabosques

Tomo I

rrismo y de deterioro y estropicio de los mismos... El barrio de San Fermín se encuentra a las afueras de Madrid, al sur como os dije, y creo que en el Aula Huerto, por las tardes, también había un aula para ayudar y tratar de rehabilitar a personas adictas a las drogas... En fin, yo iba por allí y me centraba en lo mío: las semillas, los árboles, el vivero, el jardín, la huerta, el vuelo de las mariposas, el canto de las aves... y también, ojeaba algunos libros de la biblioteca de los que, cada vez, quedaban menos... 12/Oct/90: Fui al hayedo de Montejo solo y en autobús, pues ahora no tengo coche; y... hay una buena caminata desde la localidad de Montejo de la Sierra hasta el hayedo que la recorrí completa a pie. Allí, ya en el bosque, conocí a David, Rubén y Eva que se encontraban paseando por él y tomaban datos en sus cuadernos de campo de todo lo que veían; comí con ellos y pasamos el día juntos. Fui a coger hayucos para plantarlos en el semillero de hayas del huerto de San Fermín, sin embargo, todos los que encontré se hallaban huecos... Se ve que aquel año era de hayucos vanos. Ya sabéis que las hayas son "veceras" y sólo cada varios años (2-3) dan buenas cosechas de semillas. El hayedo estaba precioso con su atrayente colorido otoñal aunque, seguramente, aún lo estaría más dentro de unos días. Vimos y oímos muchas avecillas: Carboneros, herrerillos, trepadores, mosquiteros, picapinos... Ciertamente es maravilloso pasear por un hayedo, escuchar su silencio, sus murmullos, su música; si además lo haces en otoño, su atractivo se multiplica y pareces encontrarte encantado preso del hechizo de su belleza... Ellos, ¡qué suerte!, se quedaron a acampar, yo tuve que volver a Madrid, así que nos despedimos. Sin embargo, la buena suerte se vino conmigo, pues al poco de caminar de regreso por la carretera paré un coche y su amable conductor me llevó hasta Madrid. Noviembre 90: He pasado bastantes mañanas y días enteros en el Aula Huerto "La Semilla" de San Fermín, preparando bancales de tierra, parcelándolos, haciendo los letreros que íbamos a poner en ellos, etc. A lo largo de este mes hemos plantado en el Huerto de San Fermín entre Mario y yo las siguientes especies arbóreas: Roble común (Quercus robur), roble albar (Q. petraea), encina (Q. ilex ballota), alcornoque (Q. suber), haya (Fagus sylvatica var. purpurea), castaño 28

Tomo I

Capítulo I

(Castanea sativa), nogal (Juglans regia), castaño de Indias (Aesculus hippocastanum), almez (Celtis australis), avellano (Corylus avellana), ginkgo (Ginkgo biloba) y arce sicómoro (Acer pseudoplatanus). También he plantado Oxalis articulata, y faltan aún algunas especies de pinos. Se plantaron muchas bellotas, castañas, hayucos, nueces, piñones, avellanas, sámaras, etc. ¡Ahora a esperar a que crezcan! 12/Feb/91: Fui a pasar el día a la Casa de Campo. Primero estuve en la zona de los viveros municipales para ver a mis dos queridos robles carbayos de la esquina del parque. Estaban bien, robustos y durmiendo su sueño invernal, esperando a la dulce primavera que les despertará. Después, pasadas las pistas de tenis municipales, me interné entre sus encinares. ¡Cuántas encinas!... y algunas de ellas tienen un porte magnífico; muchas, además, son centenarias y da gusto contemplarlas con su copa tan compacta y sanas, sin apenas ramas secas... – ¡Qué suerte! -pensé-, tener un parque en Madrid como la Casa de Campo, tan cerca, tan extenso y con tantas encinas y fresnos tan hermosos... Debería venir más a menudo a disfrutar de este bosque, algo adehesado, pero todavía bien conservado. Vi urracas, un pito real, carboneros, una curruca cabecinegra y tres conejos. 14/Mar/91: Me fui hasta El Pardo en el bus Llorente para pasear por el río y ver el bosque de galería. Vi patos, ánades reales macho y hembra que echaron a volar en cuanto se percataron de mi presencia. La primavera parece que empieza a anunciarse con sus primeras flores, vi jaramagos y algunas pequeñas y encantadoras verónicas. Los fresnos y sauces, así como los chopos, siguen dormidos, también los espinos, rosales silvestres, majuelos y zarzas, aunque todos ellos van engrosando las yemas. El día fue soleado y tranquilo y las nubes, altocúmulos principalmente, amenizaban el cielo con sus cambiantes decorados. 24/Abr/91: Estuve nuevamente en mi querido "bosque" de plátanos y robles de la Casa de Campo. El suelo, su pradera, estaba muy verde y mis dos robles amigos, muy hermosos y ya llenos de hojas de un nuevo y alegre tono verde 29

Diario de un plantabosques

Tomo I

claro, muchas de ellas aún no habían alcanzado su tamaño adulto por lo que seguían creciendo. Distinguí la liliácea matacandil (Ornithogallum umbellatum), y en los muros crecían ya floridas muchas Cymbalaria muralis, además de varias especies de crasuláceas como las siemprevivas. Entre los céspedes había: fumarias, verónicas, Hieracium sp., margaritas (Bellis perenne), diente de león (Taraxacum oficinalis), geraniáceas sp., malvas reales y varias crucíferas. Estaba el campo muy florido y andaba con precaución para evitar pisar a tan hermosas y coloreadas señoritas... Además, mirando al cielo, pude comprobar, feliz, que ya habían llegado los vencejos, aviones comunes y golondrinas. Pasé un día muy agradable paseando y observando los obsequios con que, cada año, nos regala la primavera... Finalmente vi mirlos y grupos de estorninos encaramados a las altas ramas de los plátanos de paseo, emitiendo sus agradables y melodiosos cantos al caer la tarde. Meses de Mayo y Junio del 91: Voy mucho al Parque de Atenas, Cuesta de la Vega, Jardines de las Vistillas, Casa de Campo y al parque que está detrás de la Iglesia de San Francisco el Grande: el Parque de la Cornisa. 13/May/91: Estuve en el Aula Huerto de San Fermín. ¡Ya han crecido muchos arbolitos de las semillas que plantamos!. Efectivamente, recorriendo los bancales, pude observar que unos estaban más poblados y adelantados que otros; por ejemplo, el bancal de roble común presentaba muy buen aspecto con más de treinta arbolitos creciendo... los más altos y desarrollados alcanzaban hasta casi quince centímetros, pero otros, sólo la mitad y algunos ahora empezaban a brotar. Las hojas más recientes y tiernas son de color rojizo y al desarrollarse se tornan de un color verde claro; la verdad es que el roble común crece muy bien y no suelen fallar sus bellotas como ya había comprobado anteriormente otros años... ¡por algo es el rey del bosque! También había varios nogalitos en su parcelita creciendo alegres y tiernos; ¡castaños! cinco, seis, siete... ¡Cómo me gustan los castaños!; y aquí, en este otro bancal, castaños de Indias... Las castañas recogidas en El Retiro nos han servido. Por aquí también crecen unas cuantas encinitas, ¡qué pequeñas están! 30

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Y por aquí hay tres... ¡4 alcornoques!, son muy parecidos a las encinas. Veamos, roble albar, nada, no ha crecido nada, ni hayas tampoco hay ninguna... Los hayucos de las hayas purpúreas del Parque de la Fuente del Berro ¿no habrán germinado? Bueno, vamos a darles tiempo... Tampoco hay nada en el bancal del almez ni en el de pino piñonero, ni en el de avellano... Aquí sí, hay pinitos de Pinus sylvestris, sus plantitas ahora, cuando son tan pequeñas, no parecen pinos. Tampoco hay nada en la parcela del ginkgo, ni en la de los arces sicómoros. Pasé el día observando los arbolitos crecidos con gran felicidad, después regué todos los bancales y arranqué las malas hierbas pues había muchísimas creciendo por todo el vivero y los bancales. 20/May/91: Fui al Aula Huerto San Fermín. Vi a Mario regando los arbolitos y me enseñó los primeros pinos piñoneros que habían nacido y una pareja de arces sicómoros. También habían nacido más arbolitos en las parcelas que ya tenían árboles y estos nuevos parecían pimpollitos tiernos entre sus hermanos más adelantados. Pasé allí toda la mañana, y luego bajé hasta las orillas del río Manzanares a dar un paseo, ¡todo estaba verde y florido!: amapolas, vicias o arvejas, jaramagos, malvas, fumarias, cardos marianos, dientes de león y, por otra parte, cantidad de aviones comunes sobrevolaban el río, también vi algunas gaviotas y... un chochín, que se desplazaba a saltitos escondido entre unas zarzas. 11/Jun/91: Estuve en el Aula Huerto de San Fermín, al igual que todos estos días pasados, viendo los arbolitos, regándolos, limpiando sus parcelas de plantas invasoras que crecen continuamente; sin embargo, hoy, me he encontrado la sala de reuniones y el taller de carpintería del Aula en un lamentable estado. Desgraciadamente, también acuden al Aula Huerto gamberros, drogadictos y gente así y ayer noche, por lo que se ve, tuvieron una "fiestecita"... Estaba todo el suelo sucio de líquidos, cervezas, vasos de plástico, las sillas estaban tiradas por el suelo y también habían hecho pintadas en las paredes, además habían roto los cristales de las ventanas; también estuvieron en la biblioteca y no precisamente para leer... y además de ver libros rotos y páginas sueltas dispersas por el piso, creo que también faltaban varios ejemplares... Desde luego, algo de esto me esperaba pues otras veces vi gente por el 31

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Aula que "no me gustaba" y ya me imaginaba y me temía que algún día podían pasar cosas así... De repente me dije: ¡los arbolitos! y salí corriendo al vivero... Afortunadamente "la fiesta" no transcurrió por las zonas verdes y todo estaba en orden, allí no había pasado nada, como tampoco en el huerto que cuida habitualmente Mario. Sin embargo, aquel día me fui bastante preocupado por la suerte que podría correr el vivero, sobre todo después de meditar lo que allí había ocurrido. 14/Jun/91: Fui nuevamente al vivero, vi a Mario y comenté con él los hechos vandálicos del último día. Me dijo que habían sido los "drogatas" que acuden por la noche y que él también estaba harto de que se produjeran actos así... pero que es difícil evitarlo porque, aunque se cierre la puerta, se cuelan por la ventana... Vimos los arbolitos y parece que no van a crecer las hayas purpúreas ni los robles petraea ni los ginkgos. Hasta ahora no ha germinado ningún almez, ni tampoco hay nada en la parcela de los avellanos... ¡Menos mal que el campo está lleno de flores!, de amapolas y jaramagos que parecen abrazarse, ¡eh, también hay dispersas entre ellas preciosas centaureas! y grupos de vicias, margaritas, malvas y verónicas, de fumarias y dientes de león, de correhuelas, de rojos murajes, geranios de San Roberto y encantadores cardos de flores de un malva intenso. Sobre todas ellas, de flor en flor, zumbaban los insectos y las mariposas formando una agradable estampa primaveral. 4/Jul/91: Llegó el verano. Y con él los fuertes calores y los cielos siempre azules de Madrid. Estuve en el Aula Huerto, terminamos todos los letreros de las distintas especies de árboles plantados, también atendí el huerto; regué los arbolitos y comprobé que, definitivamente, no crecieron hayas purpúreas, robles petraea, ginkgos, ni avellanos, pero creció un almez... En definitiva crecían, y muy bien, los robles comunes, los castaños y castaños de Indias, los nogales, también las encinas y alcornoques aunque algunos de estos últimos presentan hojas con indicios de sequedad(¿?). También crecen, despacio, los Pinus sylvestris y hay algunos pinos piñoneros y arces sicómoros y un almez. 32

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Estuve paseando por los jardines y por el río y en sus proximidades pude observar los lentos desplazamientos de un sapo común (Bufo bufo). Mes de Julio 91: En general, este mes he paseado bastante por mis parques favoritos y también por la Casa de Campo buscando sus sombras y sus flores. Es frecuente en ella ver conejos, sobre todo si te sientas un rato bajo una encina y permaneces en silencio. Entonces es fácil verles correr. Agosto 91: Llegaron mis vacaciones, y con gran expectación y deseos de correr aventuras, me marché solo a Oviedo en el tren y allí alquilé un coche... Recorrí bosques, montañas, brañas, aldeas, acantilados, playas recónditas y escondidas. Dormí allí donde me caía la noche, sirviéndome perfectamente: la rusticidad de solitarios pajares, la hospitalidad de los oscuros y viejos hórreos, la copa de algún frondoso roble o el hermoso cielo estrellado de una noche serena cuando miman tu sueño los plácidos cantos de los grillos, el ululante grito de los cárabos o el acogedor murmullo de un arroyo que te brinda su conversación y compañía. Añoranzas... Quién estuviera en Asturias y pasear el viejo Oviedo, yo que ahora no puedo ni ver tus bosques y tus rías. Cuando alarguen la luz sus días me internaré en el hayedo, allí donde tan prendado quedo y beberé de tus aguas frías. Cuántos días de osada aventura, rodeados de extrema belleza y encanto que me relaja y cura;

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a los montes subiremos con destreza, y del mar admiremos su bravura... despiertos, soñaremos con certeza. Pasé días y experiencias inolvidables y anoté muchos lugares y direcciones de personas entrañables a las que volví a visitar otros años. 5/Sept/91: Fui a ver el vivero al Aula de San Fermín. ¡Qué gran decepción! Aquello era una ruina... Todos los árboles estaban prácticamente secos, con evidentes síntomas de abandono, las parcelas estaban invadidas de malas hierbas, tanto, que casi no se veía a los arbolitos. Habían desaparecido muchos letreros de las parcelas así como las cuerdas que delimitaban los distintos bancales. Tampoco pude ver a Mario... Vi con amargura el fracaso y la muerte de muchos de los árboles y la ruina de muchos más; cuando comprendí que aquello estaba perdido y que allí no podía seguir más; aquel Aula no era el mejor lugar para instalar un vivero, las plantas corrían muchos peligros, y el vandalismo que, desgraciadamente, sacudía a aquel lugar era evidente. Así que me fui y no volví más por allí. 26/Sept/91: Este día ocurrió algo muy importante para mí: compré un coche, mi Volkswagen Polo blanco que, como parecía una furgonetita y sus letras de matrícula eran MP, la llamé Mari Pili... Eso significaba que iban a cambiar mis hábitos de vida, otra vez volvería a salir al campo asiduamente... ¡como antes! La Sierra, la Sierra Pobre, el hayedo de Montejo, y tantos, tantos lugares que visitar... Nuevamente un horizonte esperanzador se abría delante de mí. Y llegó el otoño... Octubre 91: Debo explicar en este punto que la llamada Sierra Pobre, es decir, el territorio localizado al norte de la provincia de Madrid y que linda con Segovia al N y con Guadalajara al E, adentrándose por ésta en la Sierra de Ayllón; es un territorio montañoso, áspero, muy deshabitado de poblaciones y personas y que encierra, precisamente por esta causa, y también, evidentemente, por su propia naturaleza, lugares de gran valor ecológico, 34

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geológico, botánico y paisajístico. Altas montañas, inhóspitos roquedos, caudalosos ríos, bosques encantadores, fauna, soledad, silencio, pureza... son para mí un reclamo suficientemente atractivo y sugerente; reclamo que, como si se tratara de un gran y mágico imán, no deja de atraerme hacia él una y otra vez. Y así fue. Esta Sierra Pobre-Macizo de Ayllón, que ya conocía sobradamente desde años atrás, se convirtió, de nuevo, en un territorio prioritario y objetivo principal de mis salidas al campo, de mis encuentros con la amada naturaleza. 2/Oct/91: El miércoles 2 de Octubre fui a COMADEN -Coordinadora Madrileña de Defensa de la Naturaleza- como solía, en aquel entonces estaba en la c/Colón, 1er piso. Y aquel día, entre la mesa de hojas informativas de grupos ecologistas, de campañas de defensa de la naturaleza, de actividades, etc., encontré un panfleto informativo y alargado de color marrón que decía: "ASÓCIATE CON LOS ÁRBOLES" ARBA (Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono). Lo leí con gran interés y al terminar me dije: – ¡Si esto es lo mío, es lo que yo andaba buscando! Pronto me puse en contacto con ellos y me hice socio al día siguiente. Días después fui a conocer las instalaciones y el vivero de ARBA que se encontraba, igual que hoy, en el Albergue Juvenil Richard Shirmann de la Casa de Campo. Allí vi la carpa de plástico del invernadero y muchas especies de arbolitos que crecían en envases de tetra-brik de leche -una buena forma de reutilizarlos-. Sin embargo observé un gran desorden y revoltijo, pues los diferentes tipos de arbolitos estaban todos agrupados y revueltos sin parcelaciones ni cartel indicador alguno de las correspondientes especies a que pertenecían, lo cual me sorprendió, pues esperaba más orden en ¡toda una organización legal ecologista y naturalista como era ARBA! y, cuánto más, después de haber formado un vivero, fallido sí, pero tan coqueto y ordenado como el que hicimos Mario y yo en el Aula Huerto de San Fermín. Así que decidí darles la sorpresa y, una semana después, solo, dividí con barritas de hierro, que pinté de blanco, y cordón, las distintas parcelas que asigné a cada especie y puse en cada una de ellas el cartel con su nombre común y científico; luego las llené con los respectivos tetrabriks, por último, todo parcelado 35

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y ordenado, y con los pasillos para caminar entre las parcelas, puse un gran cartel blanco con el logotipo de ARBA pintado en negro y me fui. Creo que los compañeros se llevaron una agradable sorpresa cuando lo vieron. Y se preguntaban quién lo habría hecho... Esa fue mi primera aportación a ARBA. 12/Oct/91: Fui al hayedo de Montejo y me introduje en él por la parte de arriba. Ya sé que lo que hice está ahora prohibido, pero conseguir los pases es difícil y el recorrido que se hace con el público es corto e insuficiente; te acompaña un guía que te dice cuatro vulgaridades que yo ya sé de sobra, no te dejan salirte del sendero y tienes que ir en compañía de niños muchas veces escandalosos y correteadores y señores y señoras que, generalmente, preguntan tonterías o hacen comentarios frívolos y baladís porque en realidad les da igual visitar el hayedo o el parque de su barrio o una sala de bingo...: – ¡Ah, ¿y estas son las hayas?!, ¿y qué tienen de especial?, son árboles como otros cualquiera..., para ver árboles también los hay en El Retiro... ¡Pues vaya barro que hay aquí!; cuidado, niños, no os manchéis de barro... ¡uy, y encima va a llover!... Yo necesitaba más, necesitaba ir solo e internarme en sus espesuras, oler el aroma del bosque, pisar su hojarasca, percibir sus sensaciones, sus murmullos, dejarme abrazar por sus ramas, ver a sus criaturas, oír a las avecillas cantar... Y allí, solo, en medio del bosque, rodeado de sus frondas yo me sentía como transportado, encantado, embelesado... porque estaba enamorado del bosque. Estas sensaciones maravillosas las he experimentado muchas veces al caminar en silencio, admirado por el bosque, en lugares selváticos y solitarios, poblados por viejos árboles centenarios cubierta su corteza de verdes musgos y colgando líquenes de sus ramas, lugares generalmente húmedos, donde la umbría, el frescor, la alta condensación del aire y la pureza de su atmósfera, hacen posible la formación de tenues y vaporosas nieblas que parecen jugar al escondite con los venerables y vetustos robles, o con las altas, esbeltas hayas, reinas del bosque...

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II. Una ilusión en marcha

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II. UNA ILUSIÓN EN MARCHA 19/Oct/91: Fui al hayedo de Montejo de la Sierra, y me introduje en él por la parte de arriba. El bosque estaba precioso encontrándose tal vez en el momento álgido de su belleza. El hayedo-robledal de Montejo se hallaba "encantado" por la llegada del otoño y la explosiva profusión de sus colores de gala: ocres, rojizos, amarillos, anaranjados con que la naturaleza viste a estos bosques caducifolios en la fiesta de despedida que cada año nos regala... ¡Era admirable, inolvidable! Caminaba por el bosque, maravillado y embelesado ante tal sinfonía cromática vegetal, cuando llegué frente a un haya magnífica y centenaria de gran porte; quedé clavado, inmóvil. Su aspecto era arrebatador y su belleza cromática deslumbrante, tanto que, una vez observada y admirada, casi no podías apartar la mirada de ella. Me encaminé bajo su copa y no sé si palpándola, tocándola o tal vez acariciándola creo que hablé con ella, después mirando abajo, a su espeso manto de hojarasca, me di cuenta de que había hayucos... ¡muchos hayucos!, de forma que, inclinándome hacia ellos, extendí mi mano y cogí uno y, observándolo, comprendí, sentí un gran deseo de extender las semillas de este maravilloso árbol que tal espectáculo de color y belleza proporcionaba... Sí, algo dentro de mí ordenaba encaminar mis pasos a sembrar hayucos; a plantar un haya, dos hayas, muchas hayas, ¡un bosque de hayas!... y comencé a recoger sus semillas sin parar, pues había muchísimos hayucos entre la hojarasca. Me cayó la noche en la faena. Después dormí allí mismo, junto al bosque, arropado por el ulular de los cárabos.

Al llegar el otoño Al llegar el otoño se repite cada año, lo mismo hoy como antaño, un rito de gran belleza: El haya se viste de reina. Se recrea, se engalana, nos seduce la mirada...

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Capítulo II

¿Quién no vibra al contemplar sus copas ocres y rojas, antes de caer las hojas? Te preguntarás: ¿Es esto real? Te parecerá soñar. El haya (Fagus sylvatica) es un árbol de la familia de las Fagáceas de gran porte, que puede alcanzar hasta los 30 ó más metros de altura, de corteza lisa y gris, yemas delgadas y alargadas y frutos trígonos (hayucos) encerrados en una cúpula espinosa, y que tiende a formar bosques puros, esto es, monoespecíficos u ocupados solo por esta especie arbórea (hayedos); aunque también es frecuente que compartan estos bosques otras especies como acompañantes: robles, acebos, tejos, serbales, cerezos, etc. El haya es una especie genuinamente europea, parece que tiene su origen en centroeuropa y desde allí se ha extendido por el norte hasta el sur de Escandinavia y sur de Gran Bretaña; por el este se refugia en los Balcanes, norte de Grecia, llanuras de Polonia y sur de Rusia, y por el sur ocupa la Península Itálica, las islas de Córcega y Sicilia y penetra en la Península Ibérica por los Pirineos extendiéndose, por un lado, hacia el este hasta Gerona y, por el otro, por toda la Cordillera Cantábrica hacia el oeste, y llega a entrar tímidamente en Galicia donde apenas avanza. Y descendiendo por el centro de la península hacia el sur por la Cordillera Ibérica, Sierra de la Demanda, Cameros, Urbión y Moncayo hasta alcanzar el Sistema Central en su sector más oriental (Macizo de Ayllón: Tejera Negra, puerto de La Quesera y Montejo de la Sierra). También se expansiona hacia el este hasta alcanzar los puertos de Beceite entre Teruel y Tarragona. Asimismo, se piensa que el haya debió de extenderse probablemente por la Cordillera Central hacia el oeste llegando hasta Gredos y Salamanca (Sierra de Peña de Francia), pero seguramente la acción antrópica en estos últimos siglos ha acabado con estas manifestaciones del Sistema Central. 24/Oct/91: Volví a ir al hayedo de Montejo. Quería coger muchos más hayucos, pues se me había metido en la cabeza plantar un gran bosque de hayas... aunque aún no sabía dónde. Volví por tanto bajo la copa de mi haya favorita y seguí recogiendo hayucos, así como de otras próximas que también presen39

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taban gran porte. Ese año 91 venía cargado de semillas y había que aprovechar la ocasión, ya que sabido es que las hayas son "veceras" y sólo dan buena carga de semillas cada varios años. Pasé el resto del día en el bosque recogiendo hayucos aquí y allá rodeado de su magnífica frondosidad otoñal; me sentía privilegiado al estar allí, solo, en medio de aquel paraje extraordinario, radiante de belleza, casi mágico...; aunque no estaba solo, me acompañaban las hayas, los robles, los acebos, los cerezos silvestres, los majuelos y muchas avecillas entre las que pude distinguir a un trepador azul que, inquieto, ascendía escudriñador por la corteza de un enorme y vetusto melojo; también vi mirlos, arrendajos, carboneros, pinzones, mosquiteros, papamoscas cerrojillo... y un solitario petirrojo que, valiente y confiado, parecía querer acercarse a mí... Después fui a dormir a mi sitio junto al bosque y, mirando las estrellas, me dormí..., ¡¿cómo no?!, acompañado por los dispersos cantos de algún que otro cárabo. 2/Nov/91: Volví a ir al hayedo para recoger hayucos. El bosque ya había perdido buena parte de sus galas otoñales y solamente algunos melojos todavía presentaban un encendido manto dorado; aun así, el bosque siempre es bello. Las hayas ya parecían dormir su sueño invernal, despojadas de sus hojas y mostrando, ahora claramente, sus grises y lisos troncos que, como columnas de un templo erigido a la naturaleza, apuntaban al cielo desde la prolongación de sus esbeltas ramas. Allí, solo, una vez más, me encontraba rebuscando hayucos entre la hojarasca. Pero aquel día fui sorprendido. Efectivamente, un monitor del hayedo ascendía por un sendero con un grupo de visitantes; sabía que el monitor me había visto y por unos instantes dudé qué hacer, finalmente decidí continuar allí con mi labor como si tal cosa... El monitor se acercó a mí pausadamente y me dijo: – Buenas tardes, ¿qué está usted haciendo por aquí? Entonces, con aplomo y sin ninguna prisa, levanté la cabeza, dirigí mi mirada hacia él y le contesté: – ¡Ah, hola!, ¿qué tal? ¿Es usted guía del hayedo? – Sí -me contestó-, ¿pero qué está haciendo? -insistió. 40

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– Una buena obra -le contesté-. Pretendemos plantar un bosque, un bosque de hayas, por eso estoy recogiendo semillas. Pertenezco a ARBA, la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono, que trabaja de forma altruista y voluntaria a favor de la recuperación de los bosques, ¿sabe? – ¡Ah, sí, ya os conozco! – Y aquí tengo mi carnet de la asociación... Y mientras hurgaba en mis bolsillos me dijo: – No, no hace falta que me lo enseñes, vale, vale..., pero la próxima vez que vengas pásate por recepción y nos lo dices. – Así lo hice -le contesté-, pero llegué temprano y no vi a nadie... – Vale, vale..., tengo que seguir con mi grupo de visitantes... ¡Hale, hasta luego! Y se fue. Después allí seguía, otra vez solo, mientras meditaba: – "Es lo mejor, para otra vez que me ocurra o que alguien te sorprenda hay que decir siempre la verdad...; ya lo ves..., para qué mentir o salir huyendo... Además, ¡qué narices!, no estoy haciendo nada malo... Todo lo contrario, es una buena obra ¡que algún día será reconocida! y muchos se alegrarán de ver un bosque donde antes no lo había..." Y sonreía satisfecho, recreándome en mis buenas intenciones cuando caí en que: – "Bueno, dije una mentirijilla cuando le contesté que pasé por recepción..., pero si tengo que perder el tiempo en decir quién eres, en declarar lo que haces, pedir permisos... se me puede pasar el día en explicaciones e igual, incluso, se ponen bordes y me ponen mil inconvenientes... Nada, nada, cuanto más anónimo pase mejor." Después, pareciéndome que ya había recogido muchos hayucos, y empezando la tarde a oscurecer, decidí abandonar el hayedo y, tras disfrutar de las últimas luces del día, del aire limpio y de aquel silencio relajador y cautivador, me fui a dormir allí cerca. 3/Nov/91: Al día siguiente de mi última incursión en el hayedo, y mientras paseaba feliz por él, deseaba saber con impaciencia de cuántos hayucos disponía. Así que marché a Madrid. Ya en casa, saqué de la nevera las semillas recolectadas los dos primeros días y las junté con las traídas hoy. Las volqué todas juntas en la mesa y... 41

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¡Vaya montón! ¡Sí que había cogido semillas, ya lo creo! Y viendo tantos hayucos, me pregunté: Y ahora cómo los cuento, ¿de uno en uno? Cuando, de repente, se me encendió la bombilla en el "coco": ya está, con un vaso. Lleno un vaso de hayucos hasta arriba, lo raseo bien y los cuento. Sabiendo cuántos hayucos llenan un vaso, solo tengo que ir llenando vasos y a multiplicar..., ¡bien sencillo! A este vaso o aparato para contar hayucos lo llamé hayucómetro, y conté 5.426 hayucos, después los metí todos en la nevera en una malla de plástico, pues así se conservan muy bien. 16/Nov/91: Fui al Macizo de Ayllón y decidí hacer una incursión por un valle alto, enigmático, cerrado en V y que siempre me atrajo por su soledad y agreste belleza: El valle del Berbellido. Pasé todo el día reconociéndolo, caminando por sus inclinadas laderas, comí y descansé en medio de un gran silencio sólo alterado por el lejano murmullo del río del mismo nombre, los cantos de las avecillas o los también lejanos "ladridos" de un corzo que allá, escondido entre el melojar o los espesos brezales, debía encontrarse. También tuve ocasión de ver sobrevolar con su imponente majestad y dominio en el arte del planeo (o vuelo con el mínimo gasto de energía) a unos pocos buitres leonados. Ya atardeciendo saboreaba la maravillosa quietud de aquel valle que parecía dormido, distante y olvidado de todos... – "¡Qué bien -pensé-, así me gusta encontrarme en la naturaleza, tranquilo, solitario, sin que nadie me perturbe ni me moleste!" Y mientras regresaba, con una buena caminata, al coche, iba pensando que este valle reunía unas magníficas cualidades para desarrollar en él una buena labor de repoblación. – "Sí -pensaba-, aquí, en toda esta ladera de solana desarbolada, entre estas retamas, podía empezar a repoblar, ¿por qué no?" Y, mirándola, ya me imaginaba el bosque que allí comenzaba a crecer... al tiempo que recreaba mi mirada por todo el valle. Y así, esperanzado, y con una gran ilusión por comenzar mi trabajo repoblador, me fui de aquel tan recóndito y apartado valle. Había encontrado el lugar adecuado, y ardía 42

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Capítulo II

en deseos de comenzar mi labor de plantabosques... ¡La repoblación iba a comenzar! 24/Nov/91: Me hice con una buena cantidad de castañas, gordas y suculentas... – Démelas bien hermosas ¡que son para plantar!... -le dije al frutero. – Éstas lo son, fíjese qué tamaño tienen -contestó el frutero. – ¿Y de dónde vienen? -le pregunté. – De Ávila -me contestó. Siempre me gustaron los castaños. Es un árbol que puede formar espesos bosques, alcanzar enorme tamaño y edades muy longevas, es árbol a la vez sobrio y hermoso, de bella coloración otoñal que produce sombra abundante, sabrosas y alimenticias castañas, muy buena y resistente madera -para el que la usa, yo por supuesto prefiero verlos vivos e imponentes medrando felices en los montes- y que, además, si se corta vuelve a brotar de su tocón con renovado vigor y fortaleza... Vamos: que es un gran árbol este Castanea sativa, ¡ya lo veis! Después pensé: "Pero introducirlo en aquel apartado valle del Macizo de Ayllón, donde no he visto castaños..." "Bueno, al fin y al cabo -me decía- las castañas vienen de los montes de Ávila, que es otro sector del Sistema Central, así que estamos en la misma cordillera, con similares rocas de composición silícea y climas frescos y fríos... ¡hum!, creo que no es tan grave introducirlos, ¡podrán vivir! Además los castaños ¡siempre son castaños!, árboles nobles, majestuosos, que magnifican, que engrandecen, revalorizan y honran los lugares allí donde crecen... Nada, nada, a plantarlas." Me dirigí al valle del Berbellido, con mi bolsa de castañas y una estaca que recogí del suelo allí próxima... – "¡Hum!, vaya estaca que hay aquí..., la llevaré conmigo, nunca se sabe..." Luego me encaminé a la solana de retamas que reservé para el "futuro bosque de castaños" y con mi martillo de geólogo en la mano comencé a cavar agujeros por aquí y por allá y a plantar en ellos las castañas, bien tumbaditas y tapadas con tres dedos de tierra. Después de 2 horas de trabajo había plantado 100 castañas dispersas por una extensión de terreno como de dos hectá43

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reas. Me sentía feliz y satisfecho... ¡No estaba mal para empezar! Después me puse a comer cerca del río y bebí de sus frescas y limpias aguas disfrutando de la soledad y belleza de aquel paraje. Aunque, aquel día, no me encontré del todo solo pues, mientras me hallaba plantando martillo en mano, advertí, sí, me di cuenta, de que alguien observaba mis movimientos: era un pastor de ovejas que estaba allí con su rebaño, lejos, pero en el valle, y desde la lejanía pude ver que se había percatado de mi solitaria presencia y que me miraba de vez en cuando ¡con sus prismáticos!, pues yo también le vi a él con los míos... Algún tiempo después supe que ese pastor era Marcelino, de Peñalba de la Sierra, y hoy nos conocemos de sobra y es amigo mío. Pero, seguramente, aquel 24 de Noviembre debió de llamarle la atención mi solitaria presencia allí, en el valle, y no menos mi extraña y misteriosa actividad. 1/Dic/91: Nuevamente me dirigí al valle del Berbellido, cerca de las retamas de la solana donde estuve el primer día, pero esta vez subí más río arriba. Estuve paseando por su magnífico bosque de melojos y bajo ellos busqué gruesas y brillantes bellotas. Recorrí una buena extensión sobre su mullida hojarasca alfombrada que daba gusto hollar; oía los mirlos que, al percatarse de mi presencia, gritaban sus alarmas informando al resto del bosque; el aire era limpio; el ambiente, fresco y silencioso; el paisaje, magnífico y yo, rodeado de tanto parabién, me sentía feliz. Iba atento, buscando bellotas y recogiéndolas en mi bolsa. Cuando conté 100 hermosas bellotas, salí del bosque y, río abajo, donde los melojos terminaron, comencé a plantarlas con el martillo, como siempre dispersas, aquí y allá, en "desordenado orden", dando rienda suelta a mi aversión por los antinaturales y artificiosos alineamientos o hileras de árboles a los que tanto recurren algunos jardineros y la Administración en sus nefastas repoblaciones forestales... ¿Es que cuesta tanto imitar a la sabia naturaleza?... ¡Los bosques naturales no crecen en hileras de árboles!, ¿a que no? Cuando terminé el trabajo, cómo no, satisfecho, pinté en mi mapa la zona donde planté las bellotas, aproximadamente otras dos hectáreas, y apunté los datos en el cuaderno de campo de las repoblaciones, que empecé a tal efecto, anotando el lugar, la fecha y la plantación de 100 bellotas de Q. pyrenaica, y, 44

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tras pasar el resto del día entre la soledad del lugar, los cantos de algunas avecillas, las caricias de la brisa y los murmullos del arroyo, me fui feliz a casa. 6/Dic/91: Volví a mi valle. Al mismo lugar que la vez anterior y continué plantando, más valle abajo, otras 100 bellotas de roble melojo. Mi idea era expansionar el bosque de melojo que se hallaba, magnífico, más río arriba y que, seguramente, también se extendía sobre la parte de ladera que estaba repoblando, pero... el hombre con sus talas, incendios, pastoreos, etc., había hecho desaparecer. Este día me llamó la atención la gran cantidad de buitres que vi sobrevolar cerca de mí y a baja altura, incluso pude ver que descendían y se posaban en el suelo... Llevado de mi curiosidad quise acercarme a ver los buitres más de cerca, avancé despacio, sigiloso y, cuando estaba prudente y suficientemente cerca, me detuve; desde allí, con los prismáticos, pude descubrir la causa: había una vaca grisácea clara, muerta junto al río, y alrededor de ella se congregaban unos 15 buitres y había otros tantos sobrevolando bajo. Era tal el silencio del lugar que cualquier sonido se oía claramente y, mientras todo lo miraba atento con los prismáticos, un buitre planeaba espectacular por encima de mi cabeza como a 10 ó 12 mts. de altura y pude percibir con gran nitidez el sonido limpio de su vuelo cortando el aire con sus alas, lo recuerdo perfectamente, fue algo inolvidable. Estaba contentísimo viendo aquella escena y tantos buitres leonados tan cerca, pues, mirándoles con los prismáticos, parecía que estaban a mi lado y podía observarles con todo detalle, veía la expresión de sus ojos, expectantes ante el festín que tenían delante, su gran pico, su penacho de blancas plumas, su enorme tamaño, ¡y tantos!... Pasé allí, quieto, un buen rato recreándome en aquel inesperado espectáculo natural, hasta que el frío y la hora ya avanzada aconsejaron que me fuera retirando ya que el sol iba cayendo con celeridad. Mientras me iba, fui ascendiendo altura hasta llegar al estrecho sendero; una vez en él, descansé brevemente. Desde allí seguía contemplando, abajo, las evoluciones de los buitres, e irremediablemente relajaba mi mirada en toda la extensión del cerrado valle, que a mis ojos se ofrecía... – "¡Qué hermoso valle!" -pensaba, admirado ante su quietud encantadora, su agreste roquedo y la altitud considerable de las montañas que culminaban 45

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ambas vertientes..., después caí en el marcado contraste de luz que acusaban ambas laderas: la que tenía enfrente de mí que miraba al E ya llevaba toda la tarde ocupada por la sombra, mientras que en la que yo me situaba y que mira al O aún estaba iluminada por el sol excepto abajo, junto al río, donde ya comenzaba a escalar la sombra, y me dije sorprendido: – Vaya ladera de umbría que tengo enfrente de mí y ¡sin árboles!, pues sólo crecen herbáceas y arbustos: retamas, zarzales y sobre todo brezos de Erica arborea y E. australis... Y de repente se me encendió la bombilla: – ¡Los hayucos que tengo! Esta umbría de montaña es un lugar ideal para plantar el hayedo... ¡y vaya extensión de ladera que alcanza, pero si esto es enorme!..., hay muchísimo sitio para que se extienda el hayedo... ¡sí! Y tantas veces como miraba la ladera, ya me imaginaba ver crecer el hayedo, un joven y vigoroso bosque de hayas que, con denodado brío, se apresuraba a medrar y extenderse lleno de vida y verdor... Sí, ¡qué feliz!, qué feliz me encontraba en esos momentos observando aquella ladera y soñando despierto en ella tanto proyecto repoblador... Con mis ojos llenos, repletos de ilusión, ya estaba viendo crecer: ¡el hayedo del Berbellido!... El valle del Berbellido, como después se verá en los Informes 1º y 2º sobre el estado actual del haya en el Macizo de Ayllón, es un estrecho y abrupto valle situado en el mismo corazón del Macizo de Ayllón que, dada su proximidad al alto valle del Jarama (el del hayedo de Montejo), así como por sus similares características de altitud, litología, orientación y exposición al sol en marcadas umbría y solana, de microclima cerrado de acentuada humedad ambiental, así como por criterios de vegetación potencial o por los cortejos florísticos acompañantes hallados en él, da pie todo ello a pensar que este valle estuvo, casi con toda seguridad, ocupado por hayedos o, al menos, por bosquetes o grupos de hayas en un tiempo no muy lejano. También apoyan esta tesis los criterios toponímicos, pues poco tiempo después supimos que el lugar es conocido por los viejos lugareños de Bocígano y Peñalba como: "El Aedo"... ¡No puede ser más claro su parecido con "El Hayedo"!, que el habla antigua del vulgo antes denominaba "Aedo". Además, en comarcas montañosas 46

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Capítulo II

de Burgos, Álava y La Rioja, también se denomina "Aedos" a estos lugares de umbría ocupados por hayedos. 12/Dic/91: Fui al valle del Berbellido acompañado de mi bolsita de hayucos y, como atraído por mi gran deseo de comenzar a repoblar con ellos, muy pronto llegué al lugar de solana donde planté las castañas. Tenía que llegar a la umbría, justamente enfrente de donde ahora me situaba, así que descendí hasta el río y no tuve más remedio que cruzarlo. Fue imposible encontrar un paso entre piedras para intentar vadearlo en seco de forma que, al resultar infructuosos todos mis intentos, no tuve más remedio que quitarme las botas, remangarme los pantalones y cruzarlo a pie por un vado. El agua estaba muy fría y al llegar a la otra orilla, unos 5 metros, casi no sentía los pies y había que frotarlos para reanimarlos. Una vez superado el río, estando en la umbría, y recuperados ya los pies, tomé la bolsa de hayucos, de aquellos que cogí en Noviembre del hayedo de Montejo, y, martillo de geólogo en mano, comencé a subir ladera arriba. Cuando me pareció que ya había ganado suficiente altura, me di la vuelta para ver el paisaje; vi enfrente de mí la solana de retamas donde días atrás planté las castañas, abajo corría el Berbellido frío y caudaloso y, a derecha e izquierda y arriba de mí, tenía tanta ladera abrupta e inclinada como para hartarme de plantar. Ésta, como ya dije, se hallaba cubierta solamente por vegetación herbácea y arbustos de pequeño tamaño a base de brezos de Erica arborea principalmente, completaban los arbustos algunas retamas, Adenocarpus sp., zarzales, espineras de majuelos, etc. Seleccioné 100 hayucos y empleé la siguiente hora en plantarlos. Cuando terminé, como vi que aún tenía tiempo y los hayucos se plantan bien y rápidamente, decidí plantar otros 100. Éstos los planté a continuación de los anteriores caminando por la ladera río arriba. Y a la vez ganando altura. Y ya sabéis cómo: aquí y allá, dispersos, evitando alineaciones y cavando un poquito, lo suficiente como para dejar el hayuco tumbado, sobre la tierra removida y finalmente tapado por 2 dedos de tierra y escondido y disimulado con hojarasca y otros restos vegetales. Plantados los últimos 100 hayucos, me pareció que para aquel día ya era bastante, así que me senté a descansar y mientras comía y me recreaba en el paisaje, me sentía feliz y satisfecho: 47

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– "Bien, ya tenemos 200 hayucos plantados en esta umbría, ¿crecerán 200 hayas de ellos? Bueno, ya sabes que siempre hay bajas -me contesté-, pero a buen seguro que crecerán bastantes. Lo importante es que la semilla ya está puesta, ahora a esperar que germinen." La tierra estaba húmeda, y era fina, oscura y esponjosa, incluso olía muy bien, tenía todo el aspecto de ser bastante fértil. "¡Tierra de brezo! la venden en los viveros -me dije-; además -razoné-: si como me imagino este valle debió de estar antaño cubierto de espesos bosques de robles y hayas aunque ahora éstos no se encontraran dejarían, sin embargo, durante siglos, sus capas de hojas todos los otoños, que se irían acumulando en el suelo y transformándose poco a poco en humus hasta quedar definitivamente integrado constituyendo la capa edáfica de este valle." – "Sí, creo que este valle tiene muy buena tierra" -reflexionaba feliz mientras oía los cantos de notas ascendentes de algunas totovías y el incesante y grato rumor del río que, desde abajo y limpio, muy limpio, se esforzaba en regalarme los oídos con su música. Y mirándole le dije: – "Sí, ya voy, ahora tendré que cruzarte otra vez". Poco después me fui de allí. Aquel día tuvieron su origen las repoblaciones de hayas, y todo lo que vino después... ¡Planta un haya! ¡Planta un haya, para que mañana haya! Pero es mejor en montañas y zonas frías, plantar miles en las umbrías. Pasa de ciudad y movida... y ¡Pon un bosque en tu vida! 19/Dic/91: Acudí nuevamente al valle del Berbellido. El día era frío y cubierto, pero intuía que acabaría abriendo y saliendo el sol, como así fue. Me dirigí a la umbría con el ánimo resuelto de seguir la repoblación y, tres horas 48

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Capítulo II

más tarde, finalicé mi trabajo: Había 200 nuevos hayucos plantados un poco más río arriba de donde lo dejé el día anterior. – "Me gusta esta actividad -meditaba en silencio, satisfecho- ¡plantar árboles, intentar que crezca un bosque!...; hace que me sienta bien. Además, qué labor tan entrañable, sana y al aire libre..., creo que es un ejercicio saludable. Incluso el agua del río hoy no me ha parecido tan fría como el día anterior. Si todos hiciéramos lo mismo, sería maravilloso...: ¡crecerían bosques por todas partes!" Otra vez estaba en la ladera de solana el rebaño de ovejas pero por más que miraba no veía al pastor... – "Las habrá dejado al cuidado de sus perros" -deduje-, a los que sí oía de vez en cuando ladrar en la lejanía. Aquel día pasé el resto de la jornada caminando por el valle, río arriba, y explorando todos sus rincones. Vi bastantes grupos de abedules junto a la orilla y también subiendo ladera arriba, en la umbría, siempre junto a los arroyuelos y lugares más húmedos. También existe una repoblación de pino, afortunadamente no muy grande y tampoco aprecié aterrazamiento. "¡Menos mal!, ¡claro, con tanta inclinación no pudieron meter las máquinas!"... -me dije. Asimismo aprecié parajes muy rocosos donde afloraban grandes rocas de esquistos micáceos y cuarcitas. Había muestras muy interesantes de esquistos micáceos con estaurolitas unos y con granates otros, algunas de las primeras se presentaban cristalizadas con la típica macla de la cruz de San Andrés, lo cual me alegró mucho el verlas; así como cuarcitas con micropliegues evidentes. También vi algunos filones y pequeños diques de cuarzo, pero en ellos no vi ningún buen ejemplar cristalizado... Y eso que los busqué, os lo aseguro. Esta zona, además, para mí, tiene el aliciente añadido de ser interesante desde el punto de vista geológico, sobre todo si te gustan las rocas metamórficas... ¡qué feliz me sentía! A las rocas del camino Recorriendo los montes y las sierras en las rocas quise fijar mi atención, 49

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siempre tan olvidadas, ignoradas... mas, cuando os miré, sentí gran impresión ¡sois dignas de admiración!: foliadas pizarras, brillantes esquistos micáceos, ¡ah, altivas cresterías de dura cuarcita!... Cuando camine las asperezas del Berbellido, ¡oh, hermosas!, allí tenemos nuestra cita. 10/Feb/92: Fui nuevamente al valle del Berbellido. Y ya tenía ganas de ir, pues pasó algún tiempo sin que pudiera volver. Aún quedaban restos de nieve de las últimas nevadas caídas, pero se podía caminar bien, sin problemas. Me encaminé derecho a la "umbría de las hayas" y pude saludar por la senda a unas pocas vacas que allí cerca se hallaban pastando. También vi la silueta de un ratonero común, que describía lentamente en su planear círculos en el cielo. Comencé a descender hacia el río y... ¡a cruzarlo! Bajaba muy crecido, con gran ímpetu, y el agua estaba muy fría pero, raudo, alcancé la otra orilla... ¡Ay, qué fría, qué fría!... Enseguida me puse a trabajar, sin pausa pero sin prisa, y al cabo de unas tres horas planté otros 200 hayucos; finalizado el trabajo, todavía me quedó tiempo para comer tranquilo (aunque a la sombra, mientras miraba con cierta envidia sana la otra ladera aún bien soleada; y es que estando quieto se dejaba sentir cierto frío). Pronto me fui buscando el sol de la ladera de enfrente, nuevamente crucé el río..., ¡ay, qué fría!, y rápidamente me puse al calor del reconfortante sol como si fuera un lagarto. Después, despacio, fui ascendiendo ladera arriba hasta alcanzar la senda y por ésta, tras despedirme de mi querida zona de repoblación, me di mi buena caminata por el resto del valle hasta llegar al coche. El día fue frío, pero no llovió y pude disfrutar algo del sol... ¿Entonces, qué más quiero? 1/Mar/92: Fui nuevamente al valle del Berbellido..., ¿otra vez? ¡Y las que me quedan por ir! En efecto, ya me conozco perfectamente el valle... bueno, la parte en la que me muevo, pues aún no he culminado todo el valle hasta arriba, que termina en el circo y cara sur del pico del Lobo, la mayor altitud del Macizo de 50

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Capítulo II

Ayllón con 2.273 mts. El día era soleado, pero con viento. Me encaminé a la umbría, mi zona de trabajo, y ya no os cuento cómo crucé el río..., ¡ay, qué fría estaba!, y, empuñando mi fiel martillo, me puse a plantar hayucos, aquí, allá, siempre río arriba, valle arriba. Avanzada la mañana, terminé mi labor: planté otros 200 hayucos. Se siente una gran satisfacción cuando plantas las semillas, sobre todo si estás pensando en el bosque que esperas ver crecer... Así que imaginaba ver toda esa ladera de umbría cubierta de jóvenes y vigorosas hayas, ya con más de metro y medio de altura, y enfrente de ellas, en la solana, otros tantos bosquetes de robles melojos, de castaños..., ¿os imagináis?, así me sentía yo de feliz.

Hojas otoñales en el Macizo de Ayllón

15/Mar/92: Una vez más salí solo, aunque acompañado de mis hayucos, al valle del Berbellido. En mi caminar por la ladera solanera del cerrado valle, y en la curva topográfica por la que descendía un pequeño arroyuelo, vi posada en lo alto de un desnudo melojo a una coloreada tarabilla común que cantaba, alegre, su melodía. Me causó tal alegría encontrarla allí que no podía apartar mi mirada de ella y allí estuve, encantado, mirando a la avecilla, hasta que finalmente echó a volar y se fue. Nunca me había topado con una tarabilla en este valle y creo que las últimas que vi fue en Asturias, cerca de los acantilados marinos, posadas en las estacas de las vallas que delimitan los prados; por eso allí las suelen llamar familiarmente: "cagaestaques". 51

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Tomo I

Fue todo un placer encontrarla; y seguí mi camino. Al cabo de un rato ya tenía ante mí la umbría de repoblación, mi cita con el futuro bosque de hayas... Descendí, crucé el río por el vado habitual..., ¡huy, qué fría!, y ya estaba en ella. Pronto me organicé, caminé valle arriba y llegué al lugar donde debía proseguir mi trabajo; martillo de geólogo en mano, me puse a plantar. Como tres horas después de esforzado y, a la vez, amoroso trabajo, había enterrado dispersos aquí y allá otros 200 hayucos. Me sentía cansado, pero satisfecho; con hambre, pero ilusionado, y sediento, pero muy feliz. La sed enseguida la sacié en una acequia de agua fría y cristalina que no muy lejos de mí se encontraba; del hambre, también pronto me ocupé y de paso descargué buena parte del peso de mi mochila y, en cuanto al cansancio, me tumbé un buen rato, después de comer, sobre la verde hierba que, abundante y entre los brezos, coloreaba el cerrado valle. – "¡Ya estamos!, ¡la sombra me quita el sol!" Efectivamente, rauda, una vez más, la sombra descendía por el valle sumiendo entre frías penumbras la empinada ladera. 52

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Capítulo II

– "Bueno ya es hora de que me vaya en busca del sol." Y tras el breve pero reconfortante descanso, me puse en marcha descendiendo por entre los brezos hasta alcanzar mi cita con el río: el vado; y tras refrescarme los pies, alcancé la orilla, el sol, un poco de sosiego y... una nueva cuesta que subir. Esta la culminé tranquilo, suavemente, sin prisas, relajando mi mirada entre las soledades del valle, llenando mis pulmones de aire limpio, y colmando mi alma de pureza, de serenidad, de paz, como solamente puede encontrarse en tales lugares hermosos y apartados. Ya atardecía, así que decidí volver a bajar a Peñalba para dormir allí. Esta vez sí vi a algunos de sus habitantes y, tras saludarles amablemente y hablando con ellos, me dijeron que, mejor que en el coche, podía dormir en el Ayuntamiento. Éste no era sino una casa de dos plantas en la plaza, que se empleaba de almacén de sacos de pienso, y de alguna muy ocasional junta de sus escasos vecinos. Así lo hice y, tras pasear bajo la noche por los alrededores del pueblo, me metí en el Ayuntamiento, subí al piso de arriba, de tablas de madera, y en la habitación que me pareció más limpia -y no estaban sucias- me instalé: extendí un plástico, hinché la colchoneta, puse sobre ella el confortable saco y me tumbé cómodo y relajado esperando al sueño que, entre tanto magnífico silencio, no tardó en llegar, pero... de madrugada, me desperté alarmado: oí pasos abajo y después percibí que subían por la escalera, creo que más de uno... – ¡Ay, Dios mío!, ¿quiénes serán?, y está completamente oscuro... ¡y yo sin lentillas! -(pues la tenue luz pública que entraba por la ventana desapareció; se apagan a partir de las 2 de la mañana) Oí pasos, ahora más evidentes, sobre el piso de tablas de madera...- ¡que no entren en esta habitación, que no entren!, pero afortunadamente nadie entró en la habitación donde yo me encontraba; por último desaparecieron las pisadas y volvió a reinar el silencio el resto de la noche que, como podéis imaginar, no volví a pegar ojo. Y así terminó esta extraña y oscura aventura de los pasos en el Ayuntamiento peñalbés... Al día siguiente comenté con los vecinos los pasos que oí en la noche y quiénes podían haber sido..., pero ellos me dijeron que ¿quién iba a ser a esas horas? y que si no lo había soñado. Risas..., bulla..., guasa...

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22/Mar/92: Nuevamente salí a plantar a mi abrupto y apartado valle. Esta vez, cerca del hayedo de Montejo, me topé con un chico que andaba por allí dibujando y, como me llamó la atención, me detuve para hablar con él. Me explicó que era naturalista y que le interesaban mucho las aves. Me enseñó su cuaderno de campo, que estaba muy bellamente ilustrado con dibujos de gran calidad. Yo le expliqué mi cometido repoblador y, muy interesado, se vino conmigo. Llegamos al Berbellido y sobre la marcha me explicaba casi todo acerca de las aves que nos salían al paso; yo por mi parte le comenté acerca de mis experiencias desarrolladas en estas sierras y en este valle. Llegamos a la zona de repoblación, plantamos 200 hayucos entre los dos y pasamos el resto de la tarde juntos. Al atardecer, concluida toda nuestra actividad, nos separamos, pues él tenía que volver a Madrid y, como en ese momento pasaba un coche en sentido a Montejo, paró y él se fue con ellos. De aquel joven de quien no recuerdo su nombre, o tal vez no lo dijo, nunca más volví a saber y solamente me quedan en la memoria las andanzas de aquel día y... que dibujaba muy bien... Ya otra vez solo, decidí bajar nuevamente a Peñalba para pernoctar. Cuando llegué a la plaza estaban allí algunos "peñalberos" bajo el nogal. Como ya me conocían del último día y sabían que venía de plantar hayucos, me preguntaron si también me quedaría esta noche a dormir en la aldea, y les dije que sí. Insistieron en si dormiría en el Ayuntamiento como la vez pasada y les dije que sí... o tal vez en el coche... Entonces un peculiar abuelo que allí se encontraba, y que se llamaba Rodolfo, bajito, con jersey verde oscuro de cuello alto y cremallera, bastón en la mano y boina sobre sus blancos cabellos dijo: – Bueno, si quieres puedes dormir en nuestra casa, que estarás mejor que en el coche o en el Ayuntamiento y así tampoco tendrás miedo... – No -respondí sonriendo-, si no tengo miedo de dormir en el Ayuntamiento... – Ya, ya -sonrieron todos y creo recordar que eran, además de Rodolfo, Jesús, Marcelino y Cirilo. Y así fue como dormí por primera vez en casa de Rodolfo y de sus hijos Luis e Isaías, a quienes poco después conocí; los cuales siempre me regalaron, 54

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Capítulo II

generosos, su hospitalidad, humildad y amistad hasta el día de hoy, y a quienes cuento entre mis mejores amigos. 12/Abr/92: Fuimos una 25 personas de ARBA y COMADEN (Coordinadora Madrileña de Defensa de la Naturaleza, ya extinguida y absorbida por Ecologistas en Acción) a plantar hayucos al valle del Berbellido. Entre ellos se encontraban, también, mis amigos Fernando Ávila y Javier Barbadillo, así como Rafael Moro, un ingeniero de Montes del Ministerio de Agricultura y que había escrito una Guía de los árboles de España. Fuimos por Bocígano, valle adelante, para no tener que cruzar el río. Plantamos entre todos unos 4500 hayucos, todos los que me quedaban, y el día transcurrió, como suele ocurrir en estos casos de "muchedumbres", en un tono de festividad. Previamente a la plantación, y sobre el terreno, expliqué a todos las características de este proyecto de repoblación: porqué en este valle y porqué con hayas, el origen de los hayucos y, asimismo, el tiempo que ya llevaba plantando más o menos en solitario. La verdad es que a mí nunca me ha gustado ir al campo en multitud (todo lo que sea más de 4 ó 5 personas) porque entiendo que así se rompe la intimidad y armonía con la naturaleza (siempre hay ruido, voces, risas o humo de tabaco), y al campo hay que ir en silencio, bien despierto, siempre con ánimo observador y captador de impresiones, de imágenes, de sonidos y procurando no alterar nada ni molestar a nadie allí por donde pasemos. Pero esta excursión salió así pues había compañeros de ARBA que querían conocer las repoblaciones del valle del Berbellido seguramente al oír el entusiasmo de mis explicaciones, e igualmente ocurrió con la gente de COMADEN, mis amigos y todos los que allí se juntaron. Por último, avanzada la tarde, la gente empezó a despedirse y a marcharse mientras que mis amigos y yo aún permanecíamos en aquellas apartadas umbrías. El valle retomaba su pulso: la tranquilidad y el sosiego volvían a imperar, las aves otra vez cantaban... A la totovía Parda, humilde totovía, avecilla sencilla, modesta, 55

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que habitas la escasa floresta ¿nadie te cantó todavía? Eres compañía de mi soledad, en apartados oteros y descampados austeros, donde, al repoblar, hallo la felicidad. Allí, ante los azules montes que diviso en lontananza, tu voz a mis oídos alcanza... ¡Oh, permanece, el vuelo no remontes!, te ruego, alada criatura, y háblame con tu melodía que me colma de alegría; pues mi alma tu amistad procura. Allí, en medio de la soledad que estos valles inunda, donde tanto el sosiego abunda, tu canción mece la serenidad. 19/Abr/92: Fuimos Julio y yo a Peñalba de la Sierra. Julio era un chico que conocí a la puerta de una iglesia evangélica y que, sin saber aún cómo, se embarcó conmigo en un viaje repoblador hacia las ásperas umbrías. Salimos con 20 plantones de haya de una savia, casi recién brotadas, de las que sembré en tetrabrik en el vivero de ARBA en el Albergue de la Casa de Campo. Las hayitas, tan pequeñitas y ya con sus hojitas verdes, estaban preciosas. Las plantamos, dispersas, en el bosque de la Dehesa de Peñalba y en uno de sus arroyos, bien a la sombra y cerca del agua. Vino con nosotros Isaías, de Peñalba, quien se entregó con entusiasmo a la repoblación, buscando los lugares adecuados, escondidos y húmedos y cavando hoyos con la azada. No así Julio quien, perezoso y desinteresado, apenas movió un dedo y se tumbaba tranquilamente a la sombra mientras nosotros trabajábamos sin 56

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Capítulo II

descanso plantando las hayitas. Había llegado la primavera, las aves cantaban alegres sin cesar y el monte nos regalaba la mirada obsequiándonos a cada paso con vistosas primaveras (Primula veris), menudas violetas (Viola sp.), elegantes jacintos (Hyacintoides hispanicus), encantadoras trinitarias (Hepatica nobilis) con sus corolas coloreadas de un vivo azul, aspérulas (Galiun odoratum) y humildes y graciosos narcisitos (Narcissus bulbocodium) que a veces se les hallaba muy abundantes por las húmedas praderas expuestas al sol. Dormimos en Peñalba en casa de Isaías y por la noche, a la lumbre de la chimenea, hubo tiempo para "arreglar el país y el gobierno" entre alegres conversaciones y agudas observaciones salpicadas con las graciosas y oportunas coplas de Rodolfo. Pues debéis saber, queridos lectores, que Luis e Isaías son grandes conversadores, especialmente Luis, culto y leído y muy versado en temas de política e historia de España. Isaías, que, con especial habilidad, se encarga de "sacar punta" a todos los temas de actualidad. Y Rodolfo..., ¡ay Rodolfo!, qué abuelo tan singular y entrañable, de todo se ríe y canta coplas que vienen muy a cuento con lo que se departa; le gusta hablar de sus tiempos mozos, de sus viajes trashumantes a pie con las ovejas a Extremadura, de sus amoríos y del hambre y las necesidades pasadas... Pero ¡que no se hable de la pasada Guerra Civil!, de la que fue sufrido y esforzado combatiente republicano, o de los insufribles políticos de turno porque, entonces, monta en cólera y se enciende como un volcán... ¡Ay, ay, ay!... 26/Abr/92: Salimos Julio y yo de nuevo; esta vez al valle del Berbellido. Llevábamos simbólicamente solo 2 plantones de hayita, pues pesan los tetrabriks y la marcha era larga como para llevar más. Además el objetivo de aquel día era recorrer la zona de plantación y ver si comenzaban a germinar y crecer los hayucos plantados durante el invierno. Durante el recorrido por las intrincadas sendas y campo a través, Julio, urbanita él y poco dado a las caminatas y a los montes, no hacía más que quejarse: – Pero por dónde me llevas, tío,... si por aquí no van ni las cabras... ¿Y cuánto falta para llegar?..., ¿y todo el camino es así? Y ¡qué decir cuando hubo que cruzar el río!... Podéis imaginaros el trago 57

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que supuso para él... quien, una vez cruzado, se tumbó a la bartola, pasando olímpicamente de buscar hayitas entre todos los hayucos por allí sembrados. Naturalmente, no volvió a llamarme, ni yo volví a saber más de él. ¿Qué tendrá el trabajar, y más altruistamente, que cuando hay que dar el callo la gente se escaquea, se va, desaparece...? Y en cuanto a la búsqueda de plántulas de haya, el día resultó aciago y adverso, pues no encontré ni una sola. – "Bueno -pensé-, este valle es muy frío y es posible que vaya todo retrasado, habrá que esperar más..." Por fortuna, sí se dejaban encontrar, ¡y de qué manera!, las flores silvestres, sobre todo las violetas y las preciosas y azules Hepatica nobilis con sus hojas trilobuladas tan características, ¡ellas fueron mi mayor alegría aquel día! y, al menos, ya sé que no es mucho, también planté 2 hayitas.

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III. No se deben plantar directamente los hayucos en el monte

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III. NO SE DEBEN PLANTAR DIRECTAMENTE LOS HAYUCOS EN EL MONTE Mayo/92: Fui al valle del Berbellido solo, con el objetivo de buscar plántulas de hayas en la zona de repoblación. Dediqué varias horas a la búsqueda y recorrí dos o tres veces toda aquella extensión de terreno inclinado de umbría -de varias hectáreas de extensión, aunque no sabría decir cuántas-; miraba atentamente, buscaba con ilusión deseando encontrar en cada rincón la grácil y delicada silueta de una hayita con 4 ó 5 hojitas tiernas coloreadas de un alegre verde y diciéndome: ¡Hola, aquí estoy!, o su primera fase: la sugerente "mariposa" con sus dos cotiledones al aire, pero no encontraba nada, absolutamente nada, ninguna... sólo veía brezos de mediano tamaño y en flor, eso sí, por lo que se podían distinguir bien las dos especies arbustivas: de Erica arborea con sus ramilletes de flores blancas y E. australis sub. aragoniensis con sus ramilletes de flores moraditas o lilas, también me alegraban la vista las abundantes matitas de Arenaria montana que estaban preciosas llenas de flores blancas y, mientras tanto, meditaba: – "¿Por qué no han brotado las hayas? Ya estamos en Mayo... ¿planté mal los hayucos?, ¡claro, seguro que plantaron mal los hayucos el día que vino tanta gente a plantar! Y ese día se plantaron la mayor parte de los hayucos que recogí... Pero no..., ¿por qué iban a plantar mal los hayucos?..., es muy sencillo; además, les dije cómo hacerlo y, por otra parte, eran gente de ARBA y COMADEN que ya han plantado arbolitos, semillas y bellotas muchas otras veces... No, no puede ser esa la causa. ¿Estaban las semillas en mal estado?, no creo, los hayucos no estaban huecos ni vanos y a todos los presionaba al recogerlos y estaban bien duros, algunos incluso me los comí, y estaban buenos y maduros... ¿Se habrán estropeado al conservarlos algún tiempo en la nevera?; tampoco lo creo, siempre he leído que es un buen sistema para conservarlos algunos meses durante el invierno. ¿Entonces por qué no brotan?" Y en aquel momento me recorrió un escalofrío por la espalda: – "¿Se habrán comido los hayucos los ratones, jabalíes, corzos, etc., que son tan ávidos en encontrarlos? 60

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Capítulo III

Pero ¿todos?, ¡más de 5000 hayucos!, además tampoco he encontrado cáscaras rotas, mordisqueadas o huecas de ningún hayuco. ¿Qué ha pasado con mis hayucos, por qué no brotan?" Y sin resolver aquel interrogante, pasé el resto del día buscando plántulas de hayita sin encontrar nada... Me sentía triste, desolado y ni siquiera la contemplación del cerrado valle, florido y lleno de aromas, ni su soledad, ni su quietud maravillosas, me podían consolar del fracaso de tanto trabajo ni de tanta, tanta ilusión depositada en él... Finalmente me fui a Peñalba y en casa de Isaías conversamos sobre los hayucos del Berbellido y qué les podía haber pasado, y allí nos encontrábamos reunidos Rodolfo, Isaías y yo alrededor de la reconfortante chimenea, aunque ahora sin necesidad de encender fuego... ya no hacía frío. Últimos de Mayo 92: Otra vez me dirigí, y solo, al valle del Berbellido. Tenía que insistir en la búsqueda de plántulas de haya. Aunque remota, aún tenía la esperanza de que todavía podían brotar; al fin y al cabo, aunque tarde, estábamos a últimos de Mayo y las condiciones frías del valle del Berbellido, efectivamente podían retrasar la germinación de los hayucos. El valle estaba muy florido, las aves cantaban unas, revoloteaban otras, los melojos ya habían florecido -son los últimos árboles de la zona en abrir sus hojas a la primavera- tal vez, listos ellos, conocen bien las peligrosas y traidoras heladas tardías de Abril-Mayo que tanto les pueden perjudicar. La vida y efusión de la primavera había llegado y era evidente y palpable en todas sus manifestaciones... excepto en mis anheladas y deseadas hayitas que no aparecían por ninguna parte. Buscaba y buscaba, recorría, subía, bajaba... pero no encontraba ni una sola. Cansado de mi decepción, miré a la solana, enfrente de mí, y recordé que también planté bellotas de melojo y castañas; así que, sin dudarlo un instante, crucé el río y me dirigí en su búsqueda. Mas, una hora después, también aquí, comenzó a apoderarse de mí la desesperanza, pues no hallé ni un solo castañito y recordaba perfectamente el lugar por donde planté las castañas... – "¡Nada, ni un arbolito!,... ¡¿pero qué pasa aquí?!... ¡y planté 100 castañas!..." De la misma manera ocurrió después de ir más río arriba, al lugar de los melojos... 61

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Buscaba y buscaba melojitos, chiquitos, con hojitas muy vellosas e incluso con hojas todavía rojizas y rosadas, pero todo resultaba en balde... – "Pero si fue aquí, estoy completamente seguro, mira aquellas piedras que me servían de referencia y aquella pareja solitaria de melojos grandes. Sí, es aquí... y no veo ni un solo melojo nacido... ¿por qué, por qué?... Tantos viajes y tanta ilusión vertida ¿para nada?" Podéis imaginaros, lectores, cómo me sentía aquel día... Era la viva imagen del fracaso, de la frustración y de la impotencia y... no quise seguir buscando más. Pasé el resto del día meditando a la orilla del río Berbellido viendo desfilar ante mí sus limpias y siempre frías aguas, y preguntando a todas las plantas que alrededor de mí se encontraban: – ¿Cómo lo habéis hecho?, ¿cómo lo habéis logrado? ¿Cómo habéis conseguido crecer aquí?, ¿cómo, cómo? ¡Decídmelo, decídmelo! Junio 92: Me dirigí a Peñalba de la Sierra. Era un día radiante de luz, de primavera ya bien adentrada, madura, incluso en los fríos territorios del Macizo de Ayllón. El calor ya se dejaba sentir y todos los vegetales se habían dado cuenta: las herbáceas se sucedían con profusión dibujando los paisajes de verdor y de atrayente colorido; las flores, las encantadoras y humildes flores silvestres, sonreían gozosas al sol, y tenían motivos para hacerlo: vivían sus días felices. También los arbustos: campos enteros de moradas lavandas alternaban y competían en belleza con las floridas retamas amarillas de los cambrones y otros Adenocarpus; también entre los herbazales sobresalían, altos, los albos Asphodelos, igualmente continuaban su bella floración los brezos blancos de Erica arborea, y los rosados de Erica australis. Los árboles ya estaban todos brotados, verdes, luciendo un renovado aspecto maravilloso, rotundo, incluidos los robles melojos, siempre los últimos de la zona en abrir y desarrollar sus frondas y de los que solamente los más rezagados aún presentaban parte de sus yemas cerradas, aunque muy abultadas. Ya habían llegado las golondrinas -casi tres meses antes-, que sobrevolaban raudas los prados y las abiertas campiñas; entre el melojar, los pinzones, carboneros, petirrojos y currucas llenaban su fondo de amena música, a los que se unían, esporádicamente, los cantos del mirlo, del arrendajo o del lejano cuco, también me llegaba la insinuante voz de una oropéndola encaramada 62

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Capítulo III

en los altos álamos negros. Llegué a la plaza del pueblo y vi un grupo de vencejos y algunos aviones comunes que volaban veloces sobre el nogal y la torre de la iglesia. – ¡Hombre, José Luis, ya estás por aquí! -me saludó Marcelino. – Sí, ya llegué -le contesté-. ¿Qué tal estás?, ¿todo bien? – Sí, hombre, por aquí estamos sin novedad. – ¡Hombre, Piñones! -me gritó Jesús cuando me vio. – ¡Que no son piñones, son hayucos lo que planto! -le contesté. Poco después se acercó Luis: – ¿Qué?, ¿qué tal las plantaciones? – Mal -le contesté-, no veo brotar nada en el Berbellido. – ¿Nada?, pues ya estamos en Junio. – Sí, eso es lo malo, que, si todavía no han brotado, me temo lo peor. – Bueno, vamos a ver,... ¿has visto mis hayas? – No, ¿qué hayas? – Las traje del puerto de La Quesera... Me enseñó dos hayas magníficas de 1 metro de alto cada una, fuertes y vigorosas. Una la plantó a la entrada del pueblo y otra como un km. carretera arriba junto a un regato. Las cogió arrancándolas a tirón en el mes de Febrero y protegió la del pueblo contra las vacas y otros animales con una empalizada triangular "made in Luis". La del regato está muy bien protegida entre unas zarzas. – Así ya tenemos hayas en el pueblo -me dijo. Entonces, reflexionando, comprendí que plantándolas grandes todo iría mejor... – ¡Eso es! -me dije-, ¡hay que plantar hayas grandes! También subí a ver las hayas que planté con Isaías en la Dehesa de Peñalba y junto al arroyo, y vi con gran satisfacción que todas estaban muy bien, llenas de hojitas verdes... – Bueno -sonreía-, no todo son malas noticias, estas hayitas están bien... Y me acordé de aquel dicho: "Donde Dios cierra una puerta, abre una ventana." Aquel día pensé mucho todas estas cosas y fui sacando conclusiones: – "Parece que hay que plantar en el monte solamente planta crecida, pequeñas y grandes, y utilizar los hayucos y bellotas solamente para obtener plantitas en el semillero." 63

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Y cuanto más lo pensaba, más me convencía... – "No obstante, iré otra vez a buscar plantitas al Berbellido, por si acaso..." 4ª semana/Junio 92: Fui nuevamente al Berbellido a buscar, casi a la desesperada, plantitas de haya, de roble melojo y de castaño a sus respectivas zonas de repoblación. Sabía que, si no las encontraba, ya era casi imposible que brotaran más tarde y, por tanto, podía dar por fracasada toda la campaña de repoblación con semillas que había llevado a cabo durante el invierno. Me entregué a la búsqueda con ahínco, con renovadas ilusiones, pensando que, al menos, algunas sí tenía que encontrar... – "¡No pueden haber fracasado todas las semillas! -me decía-, ¡eran más de 5000 hayucos!, ¡y las bellotas y las castañas!..." Pasé toda la mañana buscando, mirando aquí y allá en todos los lugares que me resultaban familiares, ¡y es que pasé muchas horas en ellos!, pero todo era inútil; es como si hubieran desaparecido de allí sin dejar rastro, ¡ni una plántula de haya! Y tampoco corrieron mejor suerte las castañas ni las bellotas de roble melojo, cuando pasé a la ladera de solana. No vi nada, ni un solo arbolito. ¿¡Cómo es posible!?, ¿qué ha podido ocurrir para obtener tan enorme fracaso de una, también, tan enorme ilusión repobladora? Posiblemente nunca lo sabré; aunque sí sé que, si las semillas están bien, deben germinar y crecer y estoy seguro de que los hayucos, bellotas y castañas que llevé a plantar estaban sanas y hermosas..., ¿entonces? Tal vez se pudrieron en la tierra por exceso de humedad o tal vez se deshidrataron por falta de agua -creo que este no es el caso-, tal vez murieron congeladas las semillas en las fuertes heladas invernales frecuentes en esa sierra, o peor aún con las heladas tardías de primavera, que también llegan; o tal vez fueron devoradas por multitud de depredadores (ratones, conejos, jabalíes, corzos, etc.) que , además, son extraordinariamente hábiles para encontrarlas y han estado varios meses expuestas e indefensas a sus dientes... En fin, sea como fuere, ha ocurrido y las plantas no han brotado pues, si hubieran brotado y posteriormente se hubieran malogrado, posiblemente hubiera encontrado las plántulas secas o algún resto de ellas y no ha sido así. Y pensando todas estas cosas, me fui de aquel cerrado y apartado valle, triste, vencido, fracasado; pero no del todo derrotado, pues esto no había 64

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Capítulo III

hecho más que empezar y ya estaba pensando en la siguiente campaña de repoblación y en los cambios, en los necesarios cambios que tenía que introducir. Esta 1ª fase de repoblaciones había fracasado. Primera enseñanza: No se deben plantar directamente los hayucos en el monte (y, por extensión, todas las semillas de las Fagáceas: hayucos, bellotas y castañas). Llevar, pues, las semillas al semillero para obtener arbolitos y, después, llevar sólo éstos al monte: grandes y pequeños. Julio 92: Entre tanto, la vida seguía su cauce. Iba bastante por ARBA, por el Albergue y su vivero, donde había conocido a muchas personas, también entusiastas y dispuestas a repoblar: conocí por entonces principalmente a Rafa, un licenciado en Derecho y opositor permanente en busca de alguna plaza en los organismos públicos, y a Paco Cerro, un estudiante de Ciencias Ambientales concienciado con las repoblaciones forestales y con ideas innovadoras, como ya se verá; y, por otra parte, a Manolo Barahona,con quien hablé por teléfono, fundador del grupo ecologista AZA y jardinero y viverista en su pueblo, Riaza. Al llegar el verano comprendí que las hayitas que todavía teníamos en el vivero de ARBA, en la Casa de Campo, sufrían mucho de calor y desecación y eso que estaban a la sombra bajo una encina y se las regaba; por tanto, llegué a la conclusión de que había que trasladarlas de allí a un sitio más apto para ellas. Así que, hablando con Manolo de Riaza, decidimos llevarlas a su vivero, donde él, entre otros muchos árboles y arbustos, también tenía hayas. De manera que las llevaríamos a Riaza para que se aclimataran mejor gracias al frío de montaña de aquella comarca y a los veranos más frescos de la sierra, ya que de allí proceden las semillas y allí se llevarán a cabo las repoblaciones. Había comenzado una nueva etapa de ilusión, aprendizaje y colaboración, y ante mis ojos otra vez se abrían alegres y nuevas perspectivas: la vieja idea de repoblar bosques y más concretamente hayedos en el Macizo de Ayllón, devolviéndole su antigua cubierta vegetal, sus genuinos bosques autóctonos que ahora faltaban en muchas de sus serranas y abruptas laderas de umbría, comenzaba, nuevamente, a tomar cuerpo en mi alma y a percibir en mis sentidos; nuevas y renovadas ilusiones se agolpaban en mi corazón... 65

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Verano 92: Llegó el verano y con él las vacaciones. Fiel a mi costumbre y natural inclinación me decanté, una vez más, por Asturias. Pasé casi un mes de permanente aventura teniendo por compañera, siempre, a la naturaleza: espesos bosques, altas montañas, bucólicos paisajes, altos, impresionantes acantilados marinos, recónditas y solitarias playas, pequeñas aldeas, profundas hoces excavadas en la roca y siempre la soledad, el silencio, tantas veces la luz gris de la niebla y, perenne, su calmado verdor que te envuelve, que te embelesa de encanto. Amenas conversaciones con ancianos a la puerta de sus casas, gatos acurrucados junto al pegoyo de los hórreos, gallinas que pasean solitarias por la "gran vía" de su aldea; la musicalidad del manso orbayo sobre las hojas de las pumaradas y el plácido descanso de la noche, hoy bajo la tenue luz de la luna, mañana en un mullido pajar, pasado en un vetusto hórreo, otros días junto al imponente mar, sobre la roca del acantilado o sobre la arena de la playa o tal vez a la orilla de cualquier musical arroyo; mañana ¿dónde me tocará? ¡Tantas noches! en medio del frondoso bosque, o en las altas y solitarias brañas donde susurran a tu oído los cantos de grillos y sapos parteros, te acompaña el ulular del lejano cárabo y te despiertan lejanas músicas, amenas, plácidas sonoridades: las esquilas y cencerros del ganado... ¡Oh, noches, viajes, tantos lugares de Asturias!... ¿cómo os podré olvidar? A los puertos de Agüeria Onduladas praderías, verdor de la alta montaña, elevadas, rocosas cumbres te guardan, densas nieblas te recorren cubriendo de incierta blancura tu callada soledad. ¡Quién pudiera ver la débil luz de tus atardeceres; y bajo la oscura noche a sus estrellas brillar!... 66

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Capítulo III

aquí, entre la quietud de tus rumores, quisiera yo descansar. Amanece. El sol, con sus caricias, despierta las dormidas flores, los acebos vuelven a relucir; lejanos cencerros animan el valle, tus verdes, onduladas praderías, al día se aprestan a recibir.

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IV. Nuevamente rebrota la ilusión y renovados bríos repobladores vuelven a impulsar mis pasos a las soledades del Macizo de Ayllón...

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Capítulo IV

IV. NUEVAMENTE REBROTA LA ILUSIÓN Y RENOVADOS BRÍOS REPOBLADORES VUELVEN A IMPULSAR MIS PASOS A LAS SOLEDADES DEL MACIZO DE AYLLÓN... Septiembre 92: Después de las felices y maravillosas vacaciones vividas en Asturias, regresé a Madrid lleno de energía, de nueva energía que deseaba canalizar en muchas y buenas obras... Atrás quedó el fracaso de las plantaciones directas con semillas -hayucos, bellotas, castañas- en el valle del Berbellido, ¿y qué?, ¿acaso no iba a repoblar más por esos fracasos?... Sabía que había que cambiar, tenía que cambiar la técnica, plantar de otra manera: Era evidente: llegué a la conclusión de no plantar más las semillas directamente en el monte, sino llevarlas al vivero, obtener en él los arbolitos y llevar éstos, ya crecidos, a plantar al monte. ¡¡Este era el necesario cambio!! También resultaría conveniente tratar de encontrar a otros entusiastas repobladores para no ir yo solo al monte, como antes, sino acompañado, y así compartir tanto las penas como las alegrías; además, la dureza de la montaña de Ayllón, y especialmente en invierno, así lo aconsejaba: ir solo podría incluso resultar peligroso sin la ayuda de otra u otras personas... Así que, nuevamente lleno de ilusión, a tope diría yo, con mis deseos repobladores intactos y la mirada clavada en esos ásperos y cerrados valles del Macizo de Ayllón, a los que ya llevaba creo que un poco dentro de mí, salí de casa. Me dirigí un miércoles por la tarde, como era habitual en mí por aquellos años, a la reunión de ARBA en el Albergue Juvenil de la Casa de Campo y, mientras caminaba bajo las encinas, fresnos y pinos de este gran parque madrileño, creo que con la mirada perdida, me imaginaba aquellas solitarias laderas de umbría y veía en ellas a unos esforzados plantabosques y unas nuevas y jóvenes hayas que, ahora sí, crecían sanas y vigorosas poblando de verdor, de esperanza, estos valles, estas umbrías ya tan queridas por mí. La ilusión había renacido y, otra vez, estaba deseando ponerse manos a la obra; mis pasos y mi corazón ya se encaminaban a las soledades del Macizo de Ayllón...

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V. Nuevas técnicas: botella de riego árabe

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V. NUEVAS TÉCNICAS: BOTELLA DE RIEGO ÁRABE Septiembre 92: Estuve en ARBA, en el Albergue de la Casa de Campo, donde conocí a Paco Cerro, una persona singular, peculiar... y allí éste me habló de un interesante sistema de riego para árboles que minimiza el consumo y aprovecha al máximo el agua empleada. Se trata de un arcaico sistema que empleaban los árabes y que consiste en introducir una botella (antes serían vasijas o cántaros de barro) agujereada en su base y colocada junto a las raíces del árbol, la botella se entierra junto al árbol y sólo se deja al descubierto el extremo superior que se cierra con un tapón. Al regar, se echa agua por la botella, y el líquido elemento llega directamente a las raíces por los agujeros de la base de la botella; de esta forma, el agua es toda para el árbol, para sus raíces, sin competencia de otras plantas, y al cerrar el tapón no se evapora a la atmósfera absolutamente nada. Ésta es su gran ventaja. Y así soluciona el gran problema de los regadíos convencionales: la evaporación del agua que se emplea en regar. Éste era el viejo sistema de regadío árabe. La verdad es que me pareció bastante interesante, práctico e ingenioso, ¡tanto! que pensamos ponerlo en práctica en las próximas repoblaciones para árboles grandes. Por lo demás, en ARBA como siempre: vivero, saludos, reunión de los miércoles, proyectos de repoblación y alguna cara nueva que conocer... 9/Oct/92: Solicitamos Paco Cerro y yo en nombre de ARBA un permiso para entrar en el hayedo de Montejo y poder recoger semillas y plantitas a fin de iniciar una plantación y posterior seguimiento (las plantitas se referían a entresacar algunas pocas hayas allí donde se concentraban y apretujaban casi a cientos generalmente formando corros de arbolitos alrededor de hayas centenarias y que, al estar tan apretadas y próximas, no tenían ningún futuro en el 72

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bosque -¡habíamos llegado a contar grupos o corros de más de 100-150 arbolitos en poco más de 16 !-). La solicitud iba dirigida a la Agencia de Medio Ambiente, Servicio de Espacio Natural y a la atención de Federico Zamora. Pero desgraciadamente (¿?) no nos respondieron. ¡Vale!, ¿y qué creéis, que por culpa de la Administración y su torpe burocracia, o he de decir "burrocracia", no íbamos a llevar adelante nuestros planes?, ¡ni hablar! Sabíamos que lo que hacíamos era bueno, a favor de la naturaleza y por amor a ésta, y cuando alguien pretende hacer algo así y de forma desinteresada y voluntaria... hay que dejarle actuar. ¿No creéis?, yo creo que sí. Octubre 92: Fui a Riaza a ver a Manolo Barahona y su vivero, de quien tenía buenas referencias y al que quería conocer personalmente. Y después subí al hayedo de La Pedrosa en La Quesera. El otoño temprano es una época vital para todo amante de la naturaleza, en ella se celebra la fiesta del bosque, esto es, la de su flamante despedida, que es una innegable prueba más de amor hacia los demás seres vivos, entre los que también estamos los humanos, pues a todos nos regala frutos con que alimentarnos, hojarasca con la que enriquecer el suelo y mágica belleza, belleza excepcional que nos embelesa el ánimo y nos enaltece el espíritu de tal forma que de allí nunca nos quisiéramos ir... y, el bosque, lo celebra por todo lo alto. ¡Qué pena, que éstos, sus días esplendorosos, sean tan efímeros! Así que llegué a la serrana Riaza, estuve con Manolo que me enseñó, contento y con satisfacción, el vivero donde trabajaba. Tenía buena cantidad de arbolitos y arbustos bien ordenados en parterres y creciendo apilados en tiestos. Allí vi encinas, quejigos, robles comunes, robles melojos, castaños, hayas, abedules, fresnos, de hoja pequeña y de hoja ancha, nogales, serbales, pinos piñoneros y silvestres, además de otros muchos árboles -frutales y de ornamento-, así como una buena cantidad de arbustos de jardinería y otras plantas y flores de jardín. ¡Todo un buen vivero! También me enseñó los semilleros y los amplios invernaderos donde otras plantas más delicadas y jóvenes tenían su protección y acomodo... Asimismo había varios gatos: unos pululando por todo el vivero, otros acurrucados sobre los sacos de abono y de sustrato y, cuando Manolo les veía así, desocupados, les increpaba amistosamente, de broma, persiguiéndoles y haciéndoles correr: 73

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– ¡¡Ay, como no cacéis ratones, os voy a cazar yo a vosotros!!... Je, je, je. Los ratones -me decía-, como no los controles, te comen todas las semillas, las bellotas, los hayucos... Pasé el resto de la mañana con él, comimos juntos y, a la tarde, estaba deseoso de subir a La Quesera. Manolo no podía, tenía que hacer, así que, como imantado por su poder de atracción, subí al hayedo de La Pedrosa. Comenzó a llover y no poco, pero era igual; yo subía, el cielo estaba bien cerrado y no llevaba camino de abrirse. ¡Qué coloridos se vislumbraban!: abajo, el encendido manto de oro de los melojos; arriba, amarillas y ocrerojizas las hayas; rojos vivos y rosados algunos cerezos silvestres salpicados entre ellas; aún más arriba, el tono ocre-malváceo de las hayas más altas denotaba sus yemas, pues ya habían perdido buena parte de sus hojas, su foliada vestidura. Un arrendajo cruzó la carretera, veloz, a guarecerse de la lluvia; pese a ello, pude ver bien sus elegantes plumitas azules de las alas. Estuve un buen rato en el coche aguardando que cesara de llover mientras oía en el techo el estruendo del agua que caía a cántaros. Pasada más de una hora, y puesto que no paraba de llover, por fin me aventuré y, cubierto con mi chubasquero, me dirigí hacia un grupo de hayas que allí mismo se encontraban para protegerme bajo sus rojizas copas. Inmediatamente me puse a revisar entre la mojada hojarasca y pronto advertí que había hayucos ¡y maduros, bien duritos! Sentí tal alegría al verlos que olvidé que estaba lloviendo y comencé a recogerlos con gran euforia, y había... ¡ya lo creo! Una hora después, allí me encontraba, calado, recogiendo hayucos, pero feliz. Aunque por lo general deambulaba bajo las copas de las hayas, éstas, completamente empapadas, dejaban caer tanta agua como las nubes del cielo; ¡pero era igual!, yo estaba contento viendo aumentar sin cesar la cantidad de pardos y gorditos hayucos en mi bolsa. – Je, je, je. ¡Cuántos hay, cuántos hay!... Finalmente, comenzando a oscurecer y más mojado que un pez, lo dejé y, entre cortinas de agua que no dejaban de jarrear, bajé a Riaza donde, con gran amabilidad por parte de los padres de Manolo, me quedé en su casa a dormir. Al día siguiente cesó la lluvia y, aunque los cielos seguían grises y nubosos, parecía, sin embargo, la atmósfera más calmada así que, sin dudarlo, me 74

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dirigí arriba otra vez, a la Quesera, para continuar recogiendo hayucos. Allí pasé el día hasta las primeras horas de la tarde en que comenzó otra vez a llover, así que lo dejé definitivamente. Me despedí con gran cariño de las hayas y, tras agradecerles el buen número de hijitos que me concedían y luego de asegurarles, muy de veras, que haría buen uso de ellos, marché de allí no sin mirar y admirar, una vez más, el conjunto del bosque, aquel magnífico paraje de montaña que, tan bellamente coloreado y recorrido por las nieblas que le acariciaban y la lluvia que le daba brillo y le llenaba del rumor de su música, no hacía sino proclamar las excelencias cromáticas de una estación: el otoño, que tantas nostalgias y recuerdos suele traernos. Por último, dejé los hayucos en el vivero de Manolo para ir preparando el semillero. Noviembre 92: Fui solo al hayedo de Montejo con la intención de buscar hayucos para los semilleros de la nueva campaña. La semana pasada encontré bastantes en el hayedo de La Pedrosa de La Quesera; sería bueno encontrar también aquí, a fin de que la procedencia genética de las semillas sea lo más variada posible, de diversos valles de este Macizo de Ayllón. Esta vez, en lugar de entrar por la parte de arriba del hayedo, lo hice por la parte baja, junto al río, al final del bosque; allí, entre un grupo de hermosas hayas centenarias que se encuentran enfrente de unas rocas que gozan de una amplia y bella panorámica, lugar que yo denomino "el mirador". Efectivamente, descalzo y remangado muy por encima de las rodillas, dada la crecida del río Jarama, crucé sus frías y limpias aguas1; una vez en la orilla del hayedo comencé la búsqueda. Tras un buen rato, observando con atención el suelo y palpando entre la hojarasca, no pude encontrar ni un hayuco, sí vi caperuzas y hayucos vanos, pero ninguno válido, maduro. Me fui de allí en busca del "haya madre", otro soberbio y espectacular ejemplar centenario; es, sin duda, uno de los mejores árboles del hayedo, si no el mejor; al que, curiosamente, dan escolta algunos abedules junto al río. Tras buscar con ahínco y con atención bajo su enorme copa, tampoco fui capaz de encontrar ni uno solo y eso que anhelaba poder recoger semillas hijas de tan excepcional árbol, pero cuando no hay, no hay -ya se sabe que 1. Cruda y espartana técnica de cruzar las gélidas aguas de los ríos de montaña, a la que ya parecen estar abocados mis pobres y sufridos pies. 75

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las cosechas de hayucos de las hayas son veceras, dando solamente buenas cantidades de semillas cada varios años-. – "Bueno -me dije-, en la zona baja, junto al río no hay; vamos a ver monte arriba..." Comencé la ascensión por un terreno muy cuesto de pendiente, despacio, en silencio y con gran atención, disfrutando de las hayas, de sus magníficas galas otoñales, del paisaje increíble del bosque en su conjunto, de su suelo acolchado de hojarasca y de ese olor a aire limpio y húmedo tan característico de estas caducifolias espesuras. No podía evitar comparar este hayedo -mixto con robles petraea y pyrenaica- con el de La Pedrosa de La Quesera, un hayedo puro. El de Montejo es mucho más maduro, con un buen número de ejemplares de varios siglos de edad, de gran porte y altitud. Mientras que el de La Pedrosa es notoriamente más joven y no contiene ejemplares centenarios ni de gran porte, posiblemente debido a que fue talado y ha vuelto a brotar con gran pujanza; también éste sufre condiciones climáticas más extremas y duras debido a su mayor altitud topográfica y estar expuesto y orientado a la acción directa de los fríos y heladas del Norte. El de Montejo, en cambio, está más encajado y abrigado, expuesto mirando al Este y, sobre todo y por increíble que parezca, ¡menos mal!, se ha librado del hacha devastadora, pues los demás montes colindantes al hayedo se encuentran desolados, controlados por la ganadería o repoblados de pino silvestre en hileras y terrazas. Mientras pensaba todas estas cosas, me detenía con frecuencia a observar los líquenes y musgos de sus cortezas, a ver alguna ave rapaz con los prismáticos o a disfrutar de la serenidad de este privilegiado lugar solamente "alterado" por el canto de alguna avecilla solitaria, el murmullo constante y relajador del río, abajo a mis pies, o las caricias de la brisa que, de cuando en cuando, paseaba mis mejillas. Seguí ascendiendo, a la vez que me detenía bajo las hayas buscando entre la hojarasca las, para mí, tan preciadas semillas... Todo era en balde. Atravesé una senda que cruzaba el bosque y seguí monte arriba. Vi otras dos hayas impresionantes por su aspecto y tamaño y, admirado y casi sin poder quitar mi mirada de ellas, seguí adelante. Al poco rato me quedé clavado, impresionado ante lo que se presentaba a mis ojos: Vi una amplia explanada inclinada y llena de hojarasca de la que se elevaban imponentes 5 ó 6 ejemplares enormes 76

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y majestuosos de haya que presentaban tal belleza en su conjunto como antes nunca hubiera visto nada igual. En efecto, aquel lugar me parecía único, casi mágico, irrepetible... A pesar de ser sólo 5 ó 6 ejemplares, como digo, no se veía el cielo, sin embargo, pues las copas, espesas y rojizas, se hallaban abrazadas unas a otras. Creo que, hasta entonces, no había visto un lugar como ése en un hayedo -y ya había estado en bastantes bosques-. Impresionado como estaba, embelesado y transportado por su encanto, fui a ver, despacio, cada uno de los árboles que componían aquel maravilloso cuadro; les miraba cautivado como quien está viendo a un ser irreal y fantástico, pero estaban ahí delante de mí... les tocaba, les sonreía, creo que les hablé; luego me senté en el centro de aquella explanada única y allí estuve en silencio por un buen espacio de tiempo sin atreverme a perturbar aquel lugar, aquella calma, aquel clima para mí mágico. Miraba el suelo de hojarasca, los grises troncos que se elevaban al cielo abriéndose en ramas imponentes como de enormes candelabros y la tupida y atrayente cúpula de fronda ocre-rojiza que, como un templo natural, cubría mi cabeza sin verse apenas resquicios de cielo. Era maravilloso. Por último me levanté y, al dirigirme un poco más arriba por ver hasta donde llegaba semejante lugar,... ¡oh, no! Todo mi estado de mágica fascinación se desplomó. Aquel lugar, aquel templo de la naturaleza, se hallaba profanado, mancillado, por una canalización artificial de agua que atravesaba el bosque de parte a parte: un conducto de ladrillo y cemento con algunas compuertas oxidadas de metal por las que discurría el agua prisionera, carente de libertad... Aquello hirió mi sensibilidad y me amargó el resto de la tarde, sacándome de aquel estado de dulce encantamiento a la triste realidad de la civilización... ¡Maldecía aquella conducción de agua!, no por ser una gris conducción de agua, sino por pasar por aquel lugar irrepetible y por no dejar discurrir, en semejante paraje, al líquido elemento en libertad. En fin, se acabó la tarde y, además del disgusto final de la conducción de agua, tampoco logré encontrar hayucos aquel día, pero sí que encontré, a pesar de todo, un lugar de ensueño... Ya oscureciendo el día me dirigí a Peñalba y, comentando a Isaías el asunto de la conducción de agua del hayedo, me dijo que posiblemente era una canalización de abastecimiento a la localidad de Montejo. 77

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15 días después. 21-22/Nov/92: Fui nuevamente al hayedo de Montejo, en esta ocasión me acompañó José Luis Lampreave, un joven que había conocido la semana anterior en ARBA que acababa de terminar Medicina y estaba haciendo unos cursos de especialización, pero lo que me impactó de él fueron sus conocimientos sobre las mariposas, de las que me dijo ser un gran aficionado. Llegamos al hayedo y nos internamos en él por la parte de arriba, había gran silencio y, sobre todo,... nieve. Había nevado un poco por la noche, unos 3 cms., pero era suficiente para contemplarlo todo blanco, además el día se presentaba espléndido, con sol y sin viento, aunque algo frío; me encantaba contemplar las ramas cubiertas ligeramente de nieve... Le enseñé un par de robles magníficos que yo ya conocía: uno, un roble melojo -que tengo por el mejor que he visto en mi vida- y otro, no lejos de éste, un roble albar (petraea) no menos imponente. Cuando los vio José Luis, también se impresionó y es que no es para menos. El hayedo de Montejo no es muy grande en extensión, aunque estando dentro de él no lo percibes y no parece tan pequeño, pues hay bosque bastante para andar; pero, eso sí, tiene una calidad de árboles extraordinaria: árboles centenarios de gran porte ¡¿quién sabe los años que tendrán?! Hayas, robles melojos y robles albares verdaderamente magníficos, de esos que te paras, impresionado, cuando topas con ellos. También fuimos, ¡lo deseaba tanto!, al lugar maravilloso que descubrí hace 15 días, el de la conducción de agua, y también le encantó, ¿cómo no? Salimos del hayedo y, comiendo, me comentó riendo que su tía Chus era la actriz, tan conocida por tantos papeles secundarios, generalmente cómicos, en el cine español. Sacó de nuevo el tema de las mariposas y me habló con preocupación de los coleccionistas de mariposas, porque iban a poner en peligro a muchas especies por el comercio abusivo de que eran objeto, aunque él, riendo, confesó que también era coleccionista desde hacía muchos años, pero que por principios no incluía en su colección especies en peligro de extinción. Fuimos a Peñalba y conoció a sus habitantes. Tenía una grata conversación y se mostraba vivamente interesado por la naturaleza; sin embargo, cosas de la vida, no volví a saber más de él.

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Comentarios e impresiones de mi diario (sacados de mi cuaderno de campo) Otoño 92: Voy mucho a la Sierra de Ayllón, me encuentro identificado con su belleza natural y su soledad... sus montañas, sus rocas metamórficas, bosques, el murmullo de sus arroyos, el sosiego que se respira en todos sus rincones... Amo su silencio ¡aunque ahora canta un pito real! Me encanta internarme en el hayedo de Montejo y pasear por él (ya sé que me meto sin permiso, ¡dichosa burocracia!, pero qué le voy a hacer... aunque tuviera permiso no podría ir a las partes de él que tanto me gustan. Las primeras veces que fui incluso acampábamos cuando todavía no tenía ningún tipo de protección, años (78-79) sobre todo por la parte baja; hay ejemplares enormes de haya y robles (pyrenaica) también hay Quercus petraea. Asimismo he visto acebos, serbales de cazadores, mostajos y cerezos silvestres. Hay un lugar del bosque que me gusta especialmente: es un grupo de hayas muy grandes y dispersas -arriba, en la parte alta-Me entusiasma ir allí y, en silencio, escuchar el sonido del bosque (es el famoso lugar de la conducción de agua...) He oído "ladrar" al corzo y se ven huellas y hozadas de jabalí. He visto helechos culantrillos y Blechnum spicant en los sitios más húmedos. Espero que pueda ver algún día un pito negro, todavía no le he visto nunca. De todas formas tendrá que ser en los bosques cantábricos; aquí, en el Sistema Central, parece que ya desapareció. He conocido en Peñalba de la Sierra a sus 5 habitantes, todos son pastores y ganaderos y duermo en casa de Rodolfo e Isaías. Todos son muy buena gente. – Vi en Peñalba un alcaudón común. – Muchos buitres leonados -había una vaca muerta-. – He oído al cárabo por las noches. – Y por el día al pito real así como a multitud de pajarillos -páridos, mosquiteros, petirrojos, pinzones...– Y tuve ocasión de ver a las mariposas: Erebia de montaña (Herebia sp.), Inachys io, Vanessa cardui y Vanessa 79

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atalanta, Iphiclides podalirios, Nymphalis antiopa, Anthocaris cardamines, Aglais urticae, Argynnis paphia, Gonepteryx rhamni, Colias crocea y muchas más... así como algunas pequeñas mariposas azules "licénidos" en los barrizales de los arroyos. Caminando por la Sierra de Ayllón he descubierto muchos rincones de gran belleza y con abundante, todavía, representación de flora y fauna autóctona. Me gustan mucho los robledales, los hayedos, los abedulares,... los castaños, las encinas. Hay un valle cerrado y húmedo (curso alto del río Berbellido) suficientemente alto, frío y creo que húmedo como para albergar hayas: Me gustaría plantarlas... Es posible que, aunque ahora no, antaño hubiera allí hayas. Los lugareños de Bocígano -como he sabido- llaman a la ladera umbría de ese valle : "EL AEDO", creo que el topónimo es bastante significativo (aedo = hayedo). ¡Plantaré hayas!, ¡restituiremos las hayas a su paisaje!, ¡devolveremos su vegetación autóctona al Macizo de Ayllón! para deleite de los amantes de la naturaleza de las generaciones futuras... si el Señor lo permite.

31/Dic/92-1/Ene/93: Marché a despedir el año a los melojares de Riaza, allí paseé en silencio entre ellos, ya dormidos, hollando su tupida capa de hojarasca ocre, verdadera esponja del suelo. El cielo era gris plomizo, la atmósfera estaba en calma y la mañana transcurría fría, aunque no tanto que no pudiera disfrutar del encanto del bosque callado. Me despedí de aquel paraje solitario -sólo en apariencia- y al poco rato me adentré en Riaza, crucé su amplia y verde explanada, vi su alto frontón y me introduje en la calle de Las Damas; pregunté por Manolo y me dijeron que estaba en el vivero. Allí le vi. – ¡Hombre, José Luis! -me dijo. – ¿Qué tal?, ¿cómo te va? Hablamos de manera distendida un rato y después me enseñó el semillero que había formado con los hayucos que le di del puerto de La Quesera. – ¿Ves? -me decía-, y les he tapado con esta capa de hojarasca de hayedo 80

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para ayudarles a pasar el invierno... – ¿Y no estarían mejor ahí dentro? -le dije señalándole el gran invernadero de plástico. – Si les metemos ahí -dijo-, hará bastante calor para ellos y posiblemente germinen antes de tiempo, incluso en invierno, y eso no les conviene, ellos deben estar como obra la naturaleza: a la intemperie y escondidos entre la hojarasca. El frío no les viene mal; no obstante, están protegidos de las heladas entre la arena y bajo la cubierta de hojas secas. – Tienes razón, parece lo mejor -le dije-. ¡Eso es, imitar lo que la naturaleza hace! – Yo ya lo he hecho así otros inviernos y he obtenido muy buenos resultados en los semilleros -concluyó Manolo. Y yo quedé contento y gratamente convencido. – ¡Pues hay muchos hayucos en este semillero..., cogiste muchos, eh! – Sí -le contesté-, había bastantes bajo las copas de tres hayas... ¡pero qué manera de caer agua. Llegué calado! – Sí, ya me lo dijo mi madre, je, je. ¡Quita, gato!; ¡ay, como no caces ratones... te voy a cazar yo a ti! je, je... Comimos, pasamos la tarde en el vivero y le cogí un par de hayas de tres años, hermosas, de grandes yemas, para plantarlas en el monte... – ¿Cuántas son?, ¿dos?; bueno anda, llévatelas... Y despidiéndonos y deseándonos un feliz año nuevo, marché de allí. Iba feliz como un niño con las dos flamantes hayas en el coche. Subí hacia el puerto de La Quesera. – "¡Qué bien, no hay nadie por la carretera!" -pensaba. Miraba arriba al bosque, ya apagado de sus deslumbrantes colores con que nos había obsequiado no hace todavía mucho... Todos: los robles, las hayas, los serbales, los cerezos, los majuelos, dormían el frío sueño del invierno. Después, paseando por el hayedo, miraba las hayas y, pensando estas cosas, quería pasar junto a ellas lo más sigiloso posible, sin hacer ruido para no despertarlas ni perturbar su descanso. En silencio, al acercarme al grupo de hayas de las que recogí los hayucos, les deseé felices sueños, las miré con dulzura, observando su sueño desnudo, callado...

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Canción de invierno Cuando llega el frío invierno y los copos de nieve caen, gozosos y sonriendo, ellos, pintando el bosque de blanco, trocan su aspecto que, si no es cálido, sí tierno. Entonces, no despiertes a los árboles... vela sus sueños en la helada quietud, pasa en silencio, déjales dormir, que, como crecías y soñabas en tu juventud, ahora es tiempo de meditar, de sentir y, de los recuerdos, vivir... Llegará la dulce primavera y ella les despertará... Hasta entonces, cuando la luna brille, y bajo su luz, vela sus sueños en la helada quietud. Ya arriba en el puerto, me detuve unos instantes para contemplar todo el valle: el bosque dormido a mis pies; Riaza, aún más abajo, agrupada en torno a su plaza monumental; al fondo, muy desnudas de arbolado, las llanuras de Castilla que se perdían en lontananza entre las grises brumas de aquel cielo invernal. Proseguí mi camino y cambió el decorado, ahora venía la cara mala: un paisaje artificial y desgarrador; artificial porque se ha impuesto irracionalmente, porque sí, sin atender a criterios ecológicos, una vegetación extraña a la que allí vegetaba -y vegeta- de forma natural este valle; desgarrador porque estremece el ánimo de cualquier persona medianamente sensible observar unas laderas brutalmente aterrazadas por las que ya no se puede caminar (pues los replanos o terrazas sucesivas están separadas por saltos verticales de 2-3 metros de altura...) y ver en ellas, cual si de un sembrado se tratara, ristras, hileras interminables y bien derechas de pinitos que más bien parecen un des82

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file prepotente de árboles invasores que no un proyecto de verdadero bosque. Pasé de largo y no quise ni mirar, ¿para qué ponerme otra vez de mal genio y maldecir a las sucesivas administraciones responsables de tal barbarie? Ya había visto muchas veces y "mal andado", con grave riesgo de mi integridad física, los desgraciados valles del Veguillas y del Jaramilla, antaño maravillosos valles de montaña, hogar de robledales, de hayedos, de abedules, de serbales, de acebos, de cerezos silvestres...; pero hoy... ¿qué han hecho de estos valles? Más de una lágrima me ha corrido por la mejilla al contemplar la sinrazón y barbarie cometidas con estos altos lugares. Lamentación por los altos valles... ¡Oh cielos!, cuánta desolación, mi alma queda conmovida, horror, sobresalto, ira... me causa vuestra contemplación. ¡Quién os hubiera conocido libres, vírgenes, naturales! sin destrucción ni señales, ¿por qué así os han herido? Ayer fuisteis valles de montaña, de bosque, brezo y roquedo, lugares de altos pastos cual braña donde cautivado quedo; allí crecían serbales, arándanos y piornales, abedules, robles, hayas... pero ahora... mejor no vayas. Pues llegó la Administración y con ella vuestra desventura, 83

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pues fingiendo una repoblación hicieron la gran locura. ¡Oh, progreso de la nación, élite de la cultura!, ingenieros de la destrucción... ¿Así el bien de los montes se procura? ¡Oh, Veguillas y Jaramilla!, ¿por qué tan mal os han querido, destrozado y perseguido con semejante pesadilla? Anochecía rápidamente, también bajaban con brusquedad las temperaturas y, tras recorrer unos 12 kms. de pista mala, a tramos casi imposible, y siempre rodeado de pinos, pinos y más pinos de artificial y antiecológica repoblación, por fin salí a una carretera no mucho mejor que la pista por la que venía, y por ella, ya anochecido, descendí a Peñalba. – ¡Hombre, José Luis! -me dijo Isaías-, ¿has venido hoy también por aquí? – Sí, a despedir el año y recibir el nuevo -le contesté-, ¿qué tal por aquí? – Pues ya lo ves -contestó desde su sillón una voz por mí conocida, de anciano que, tocado de su boina, estaba sentado junto al fuego-, aquí siempre estamos igual, sin novedad. – ¡Hace frío afuera, ¿eh?! -me comentaba un sonriente Luis al que estrechaba la mano. – Sí -le contesté-, baja rápido la temperatura, cuando salí de Riaza ya estaba fría la tarde, ¡pero ahora hace un "virujis"...! – ¡Ah, has venido por la pista! -dijo Isaías. – Sí -le contesté. – Ahora estamos a un grado bajo cero -añadió Luis- y son las siete y media... Ya verás a las cinco de la madrugada... – Ven, arrímate al fuego, je, je, je, que vendrás helado -me invitó, sonriente como siempre, Rodolfo. Y allí, como de costumbre, todos alrededor de la lumbre -ardía un grueso tronco de melojo sobre unas encendidas brasas-, comenzábamos una agrada84

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ble tertulia en la que, ¡cómo no!, estábamos arreglando el gobierno y buena parte de los problemas del mundo... Yo solía sacar los temas de conversación, a los que Isaías sacaba punta, mordaz y agudo; Luis, elocuente como siempre, leído y en posesión de una gran memoria, nos regalaba su generalmente autorizada y ponderada opinión, y Rodolfo, gracioso como pocos, y también a veces irascible, sobre todo como tocaran su vena proletaria, de la guerra o de la política, solía poner el toque de humor, la risa fácil a la que, en general, solía acompañar de oportunas e ingeniosas coplas que recitaba de memoria y que, seguramente, le transportaban a su mocedad acarreándole agradables recuerdos... Así, entre conversaciones y risas, avanzaba la noche y, pronto sin que nos diéramos cuenta, pasaron las doce de la noche... – ¡Si ya son las doce y veinte! -dijo sorprendido Isaías-, ¡cómo pasa el tiempo! – Bueno, pues ya estamos en 1993 -añadió consecuente Luis con su habitual ponderación-, ¡a ver qué acontecimientos nos depara el nuevo año y qué sorpresas nos trae!... – ¡Pues nada, je, je, je! -contestó Rodolfo riendo-, que ya lo sabes que a los pobres nunca nos trae nada, je, je, je. – A lo mejor el año se presenta con una novia para Isaías debajo del brazo -sugerí yo entre bromas. – No, aquí no quieren las mozas cortejar -contestó Isaías-, que en cuanto ven las vacas y la vida dura y esclava de la montaña, salen a escape de aquí... Y sentenció Rodolfo, recitando una de sus coplas: De qué le sirve al pobre tener la novia bonita, si luego viene el rico y se la quita...

Je, je, je.

9 y10 enero 93: Fuimos Rafa de Derecho y yo a Peñalba. Tengo que explicar que a este Rafa le nombro "de Derecho" porque no sé su apellido y, si lo supe, no me acuerdo. Le conocí, como a tantos otros, en ARBA, acababa de licenciarse en Derecho y estaba enfrascado en la preparación de unas oposiciones, también como tantos otros. Era un individuo des85

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pistado y tímido, callado, enigmático, con cara de no haber roto un plato en su vida y que, cuando hablaba, siempre lo hacía pausadamente y entonces, según el caso, solía pronunciar sentencias más o menos acertadas o bien explotaba a reír. En el campo era característico su aspecto: siempre tocado con un sombrero "bob" de sufrida lona gris y cinta de tela al cuello para que no se lo llevara el aire; solía decir por ello "soy de la guerrilla filipina, je, je". Asimismo era buen caminante, dado a la aventura y... un gran comedor de cacahuetes, una de sus debilidades. Estuvimos en Peñalba, fuimos a la Dehesa y, tras recorrer buena parte de ella, por fin plantamos 10 hayas pequeñas de una savia que trajimos del vivero de ARBA. Trabajaba bien, esforzándose en elegir un buen sitio para ellas y procurando en todo momento sus mejores cuidados a las plantitas. – ¿Es este buen sitio? -me preguntaba. – Sí, ahí junto a esos brezos estará bien -le contesté. Observaba atentamente cómo lo hacía yo y luego lo hacía él, preguntando cualquier duda que se le planteara: – ¿Y eso de hacer la cama? -preguntaba Rafa. – ¡Ah, lo de remover la tierra! -le contesté- Sí, se cava el fondo del hoyo sin sacar la tierra para que ésta esté blanda y así las raíces de las plantas penetren con más facilidad en ella. – Claro, claro, es verdad... Observaba cómo lo hacías y por un momento me ha venido a la memoria la escena de la fallida búsqueda del tesoro en la isla de "Rackham el Rojo"... – ¿De "Rackham el Rojo"?..., ¿del libro de Tintín? – ¡Sí!, ¿lo conoces? -dijo Rafa abriendo los ojos. – ¡Claro!, yo leía mucho los libros de Tintín... A ti también te gustan, ¿eh? – Me encantan... -repuso Rafa-, los leo y releo recreándome en sus dibujos,... son una de mis debilidades. – ¡Y otra de tus debilidades son los cacahuetes!... – Sí, ja, ja, ja, es verdad -contestó mientras no paraba de engullirlos. – ¿A que no sabes -le dije- cómo se llama el niño nativo que guía a Tintín al Templo del Sol? – ¡Zorrino! -me contestó raudo y a su vez me preguntó-: ¿y a que no recuerdas el nombre del malvado contramaestre del barco en "El cangrejo de 86

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las pinzas de oro"? – Allan -le contesté. – Sí, ja, ja, ja. Muy bien. Después, acabadas de plantar las hayas, y regadas, paseamos por otros rincones del bosque de la Dehesa que, aunque dormido y sin hojas, no por ello tenía menor encanto, y Rafa tampoco era insensible a su serena belleza. Ciertamente era muy agradable caminar, observar, descansar en medio del bosque, disfrutando en todo momento de su callada quietud, del silencio de su música y de la frescura de sus brisas que, tal vez queriendo susurrarnos algún velado secreto al oído, no cesaban de recorrernos suavemente las mejillas... Por último descendimos a Peñalba, donde conoció a algunos de los vecinos con los que topamos y, tras pasar la noche en buena compañía en casa de Isaías, Luis y el bueno de Rodolfo, quien, junto al fuego, tuvo ocasión de contarnos algunas anécdotas de sus viajes de trashumancia con las ovejas a Extremadura, concluimos aquella jornada durmiendo en el silencio de su helada noche de invierno. 23-24/Enero/93: Fuimos al valle del Berbellido Juan Benito y yo. Juan Benito fue también un entusiasta repoblador, si bien algo inconstante, procedente de la mina de jóvenes valores que proporciona ARBA. Efectivamente, le conocí en el Albergue de la Casa de Campo y, tras hablar con él, se mostró muy interesado en cooperar y poner su grano de arena en la repoblación de hayas en Ayllón. – Estuve este verano en Irati -me decía- y vine impresionado de la belleza de los bosques de hayas... – Ya verás cuando plantemos nosotros nuestros bosques en Ayllón y les veamos crecer..., será toda una satisfacción -le contesté. – ¡Sí, sí, ya lo creo, estoy deseando empezar!... -exclamaba Juan Benito. Cogimos solo cuatro hayitas en su tetrabrik, porque había que cargar con ellas toda la caminata del Berbellido. Juan también tenía coche: un peculiar Citroën 2 Caballos, o no... creo que era un "Dyane" de color naranja llamativo e inconfundible, su "cacharrete" como él decía. Pero en esta ocasión, y dado que sólo íbamos él y yo, fuimos con el mío. 87

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Anduvimos las asperezas del Berbellido y, tras larga caminata, llegamos a la zona de repoblación. – ¿Y hay que cruzar el río? -decía algo dubitativo. – Sí, descalzo -le contesté-, no hay más remedio, el río baja crecido y es lo suficientemente ancho como para no poderlo saltar; pero no te preocupes, yo ya lo he cruzado muchas veces; eso sí, está el agua muy fría,... pero dicen que un baño breve de agua fría estimula la circulación... – Sí, je, je -contestó Juan-. Je, je. Bueno, vamos allá. Al poco rato: – ¡Huy, qué fría estaba, si casi no siento los pies!... – Ya te lo dije -le contesté-. Bueno, ya estamos en la umbría. – ¡Qué áspero y cerrado es este valle, me gusta! -exclamaba admirado Juan Benito mirando a su alrededor, además el valle estaba realzado con la albura de su resplandeciente nieve en todas las zonas altas y cimeras. Después nos pusimos manos a la obra y enseguida plantamos las cuatro hayas. ¡Claro, solo eran cuatro!... Él estaba muy contento por haber plantado sus dos primeras hayas con sus propias manos. – Ya había plantado otras veces encinas y bellotas de encina y de roble con ARBA, pero nunca había plantado hayas -decía Benito todo satisfecho. – Pues ¿ves toda esa ladera? -le contesté señalándola con el dedo- se plantaron allí más de 5000 hayucos... – ¡5000 hayucos! -contestó sorprendido y admirado. – Pero -proseguí- constituyó un rotundo fracaso y aún no sé exactamente a qué fue debido... y, en consecuencia, ahora creo que se deben plantar las hayas ya crecidas -plántulas-, como acabamos de hacer, y llevar las semillas al vivero, para obtener allí los arbolitos... – ¡Qué interesante, qué interesante! -decía Juan-, y todas estas experiencias habría que darlas a conocer, aportar todos estos datos y sus seguimientos, las conclusiones, y publicarlo en el boletín de ARBA... – Sí -le contesté-, tengo previsto hacerlo más adelante cuando tenga más datos y aporte conclusiones más válidas... – ¡Sí, sí, qué interesante, qué interesante! -decía lleno de júbilo-, pues yo también me quiero involucrar en esta magnífica labor y... bla, bla, bla. Después, avanzada la tarde y mientras descendía la temperatura a plomo, abandonamos el valle del Berbellido, que ahora tenía 4 nuevos moradores: 4 88

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jóvenes y sanas hayas dispuestas a crecer... Y nosotros, con esa ilusión y puesta nuestra esperanza en verlas medrar y vegetar felices, marchamos contentos de allí. – Ahora a la base -le dije-: a Peñalba de la Sierra, aquí en el valle contiguo. – ¡Qué bien lo tienes montado, je, je, je! -exclamó Juan Benito. – Son muy buena gente -le contesté- y me dan una gran cobertura aquí en la zona, y también ayudan a plantar hayas... ¡y se han hecho socios de ARBA! – ¿¡Sí!? Qué bien, qué bien, ¡qué bárbaro! -exclamaba Juan Benito con cierta euforia. Ya en Peñalba: – ¡Hombre, un nuevo socio! -dijo Isaías al ver a Juan Benito. – Sí, he venido por aquí y me gusta mucho esta comarca -contestó. – Te gustan las montañas, ¿eh?, pero esto es muy frío -añadió Isaías-, hay veces que estamos aquí incomunicados por la nieve días y días... – ¿Y no vienen a limpiar la carretera? -preguntó sorprendido Juan. Entonces salía una voz del fondo de un sillón, junto a la chimenea: – ¿Quién va a venir aquí a limpiar?, je, je, je, ¡si de los pobres no se acuerda nadie!, je, je, je, ya lo veis cómo estamos... – ¡Hombre, Rodolfo! - exclamé-, no sabía que estabas ahí, como desde aquí detrás no se te ve... Ahí estaba el hombre más anciano de Peñalba bajo su boina, calentito al fuego, esperando conversación; pues, acostumbrado a su larga soledad de la semana, agradecía y gustaba de nuestra compañía, para disfrutar un poco de charla, de plática, que, por otra parte, a él tanto agradaba, de por sí alegre, dicharachero y dado a contar historias y cantar coplas... – Así que venís del Berbellido -dijo Isaías. – Sí, hoy hemos plantado 4 hayas pequeñas que hemos traído de Madrid -les expliqué-, y hemos tenido que cruzar el río... – ¡Uf, y estaba el agua helada! -añadió Juan Benito. – Claro, ahí por donde vais, el Aedo se llama, no hay puente, había uno más abajo que está casi acabado... -apuntó Isaías. – ¿Has oído, Juan?, a la zona donde hemos plantado las hayas, aquí la llaman "el Aedo",... ¿te das cuenta del topónimo?: "Aedo" es un hayedo... ¡Allí hubo hayas!, por eso es ahí donde hay que repoblarlas. – ¡Claro, claro, está clarísimo!, ¡qué interesante!, ¡tenemos que aportar 89

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todos estos datos en un informe! -decía Juan, jubiloso... – Hay otro puente más abajo -aclaraba Rodolfo-. En las Tenadas y las Eras del Bustar... ¡Ay!, je, je, je, cuántas veces lo tengo yo cruzado a escape cuando bajaba de Bocígano de cortejar y los mozos me querían tirar al pilón, je, je, je. Entonces, risueño, nos recitó: Si de Bocígano, a sus mujeres quieres ver, ensalzar y cortejar, en el agua del pilón te vieres que sus mozos no te van a dejar. Je, je, je. Y así, entre risas e historias, siendo testigos las encendidas brasas de la chimenea, todos, vencidos por el sueño, nos fuimos a dormir. 6-7/Feb/93: Fuimos a Riaza Juan Benito y yo, para ver el vivero de Manolo. – Ya estamos en la castellana, en la segoviana Riaza, ¿te gusta? -le pregunté. – Creo que estuve aquí alguna vez, pero hace ya tiempo; sí, es un pueblo precioso -contestó Juan Benito. – Pues vamos directamente al vivero, que seguramente ya estará allí Manolo -añadí. Instantes después: – Sí, allí está... ¡Manolo! – ¡Hombre, José Luis!, ¿estás por aquí? – ¡Hola!, ¿qué tal estás? Mira, este es Juan Benito, un entusiasta repoblador -le dije. – ¿Qué tal?, ¡vaya vivero tenéis aquí! -dijo Juan. – Hay plantas, ¿eh? -le contestó Manolo y añadió-: Mirad, he hecho unos semilleros de abedul, de endrinos, de majuelos y de manzanos silvestres, ¡a ver si me crecen! – ¡Qué interesante, qué interesante! -exclamaba Juan. – Y el semillero de hayas sin novedad, ¿no? -le pregunté. – Conforme le dejamos -contestó Manolo-, vamos a verle. ¡Quita, gato, ay como te coja!, je, je. 90

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– Mira, aquí está -le dije a Juan mostrándoselo. – ¡Vaya cajón, vaya semillero! -contestó, agradablemente sorprendido, Juan-, ¿y están aquí los hayucos tapados bajo la hojarasca? – Exacto -le contesté-, igual que en el bosque, como si estuvieran en él. – ¿Y esta malla por encima de la hojarasca qué función tiene? -preguntó Juan. – Por un lado impide que el aire se lleve las hojas y, por otro, evita que entren los ratones y se den un festín de hayucos -le contestó Manolo. – Y aquí en la sierra -añadí yo- estarán y crecerán más adaptadas a su ambiente natural, más alto y frío, que en Madrid, en la Casa de Campo, donde los teníamos antes... – ¡Es verdad! -exclamó Juan- ¡Qué interesante, qué interesante!, de todo esto hay que... Y, anticipándome a su habitual comentario, sentencié: – Sí, ya lo sé, tengo previsto hacer un informe en el boletín de ARBA. – ¡Exacto, exacto!, eso es, je, je -concluyó Juan Benito. Vimos el vivero detenidamente, paseamos por Riaza, subimos a Riofrío y después al hayedo de La Pedrosa y en él: – ¿Ves estas hayas? -le dije-, de ellas proceden nuestros hayucos, los que ahora duermen en el vivero. – ¡Son magníficas y qué grandes!, ¡qué gran porte tienen! – Seguramente son hayas centenarias, desde luego deben de tener cerca de 100 años -le dije-; y también hay que tener en cuenta al coger las semillas que éstas procedan de árboles grandes, sanos y vigorosos como éstos, ¿no crees? – ¡Claro, claro, para que transmitan las mejores cualidades a sus descendientes!... – Si pudieran hablar estas hayas, la de cosas que podrían contarnos -le comenté-, y cuántos animales habrán visto pasar bajo su copa... corzos, ciervos, jabalíes, lobos e incluso osos... Hace 100 ó 200 años seguramente habría todavía osos por estas montañas. Finalmente, al caer la tarde, bajamos de nuevo a Riaza y, tras hablar con Manolo, le dijimos que pasaríamos la noche en el vivero, bajo la gran carpa del invernadero, y que allí con las colchonetas y los sacos de dormir estaríamos como dos reyes. Como así fue. Y no estuvimos solos: los gatos de vez 91

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en cuando pasaban por allí, curiosos, a vernos; otras veces jugaban, echaban carreras o daban saltos por el exterior. 13-14/Feb/93: Fuimos Mar y yo hacia Peñalba. Mª Mar era una amiga de Paco Cerro, estudiante de C. Químicas, que fue con éste un miércoles a ARBA. Allí tuve ocasión de verlos y, hablando con ellos, salió el tema de las repoblaciones; les dije que ese fin de semana iría a Peñalba a plantar algunas hayas. Ella preguntó si podía ir también a plantar y yo le dije que por qué no. Les invité a venir a ambos, pero Paco no podía ir aquel fin de semana, así que ella fue conmigo a Peñalba... Por el camino todo fue bien. Llegamos a Peñalba y el frío era más que notorio, tanto, que pronto comprendí que no podríamos ir a plantar, como así fue. Así las cosas, no podíamos hacer otra que calentarnos al fuego y Rodolfo bien que lo agradeció: acostumbrado a estar solo, siempre gustaba de las visitas y la conversación y, cuánto más, si la compañía que recibía era femenina ya que en la aldea no había mujeres -creo que ya lo dije: solo hay 5 varones- y, además, ya me iba percatando de lo mucho que le atraían aquellas, especialmente si eran jovencitas... – Arrímate, arrímate al fuego, Mari Mar -decía sonriente-, no vayas a coger frío, je, je, je. Aquel día pude ver a un feliz Rodolfo que desplegaba a las cuatro paredes de la habitación su animada conversación y sus frecuentes sonrisas... – ¿Y a ti, mujer -decía contento-, también te gusta venir a plantar arbolitos? – Sí, es muy bonito -contestaba-, y también este lugar rodeado de montañas... – ¡Ay, bonito este lugar!, je, je, je, si estamos apartados de todo... y cuántas veces hemos estado incomunicados y sin carretera, ni teléfono ni nada, je, je, je; aquí, ya lo ves, vivimos con el ganado por estas sierras y no tenemos lujos ninguno,... y eso los que pueden valerse, porque yo ya ves cómo estoy... je, je. – ¡Pero si usted está muy bien, señor Rodolfo! -le decía Mari Mar. – ¡Huy, yo bien...!, je, je, que tengo que estar aquí todo el día delante de la chimenea... y eso cuando no me acometen los dolores a los brazos y a las piernas, ay, ay, ay, que me tienen consumidito los reúmas, ay, ay, ay... 92

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– ¡Ay, pobre abuelo! -exclamó Mar, apiadada de las tristes quejas de Rodolfo... – ¡Con lo que era yo de joven! -exclamó Rodolfo- que andaba y subía y bajaba por estos montes con el ganado abrigado con una manta... y todavía tenía tiempo y ganas de marchar y cortejar a las mozas por las aldeas. ¡Ay, je, je!, qué tiempos aquellos, je, je, je. – ¡Vaya, qué abuelo más pillín! este Rodolfo... -exclamaba Mar. – ¡Ay, si yo te contara mis andanzas!, je, je -replicaba Rodolfo, sonriente... Escucha, escucha con qué coplas regalaba yo a las zagalas en aquellos días felices... Y ayudándose de sus brazos y entonando la voz con notable gracejo y donaire, recitó de esta manera: Muchacha, asómate a la ventana y mírame con la luz de tu candil, que yo te canto y sonrío con mucha gana como el sol a las flores en Abril...

je, je, je

– ¡Pero, Rodolfo, qué cantares se sabe! -reía, gratamente sorprendida, Mar-, ¡si es usted todo un trovador! Y así, en grata y divertida conversación, transcurría la velada. Cuando entró Isaías frotándose las manos: – ¡Vaya frío que hace, si no caen unos copos esta noche...! A la mañana siguiente amanecía Peñalba pintada de blanco por los helados pinceles del invierno, si bien, afortunadamente para nosotros, sólo era una débil capa de nieve de 2-3 cms. Cuando Mari Mar vio el blanco e inmaculado obsequio del cielo ante sus ojos, en lugar de alegrarse, se puso nerviosa: – ¡Ha nevado!,... pues yo tengo que ir mañana a clase, no puedo perderme las clases de la Facultad. – ¡No, esto es poca nieve! -decía Isaías- y, con el sol que hace, ahora se quita... Fuimos preparando la marcha... – ¿¡Ya te vas, Mari Mar!? -decía cariacontecido Rodolfo, que veía marcharse su agradable compañía. 93

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– Tenemos que irnos, Rodolfo, no sea que no podamos salir... – Sí, mujer -le contestó-, cómo no vais a poder salir, y si no os quedáis aquí más días hasta que pase la nieve, je, je, je, que aquí no estorbas, je, je, je. – ¡Huy no, Rodolfo, que mañana tengo que ir a clase! -aseguró con firmeza. – Bueno, mujer, pues si te tienes que ir, dame un beso... Y, poniéndose de pie torpemente, el anciano Rodolfo, siempre cubierto bajo su boina, abrazaba y besaba, todo a una, a la joven Mar al tiempo que le decía: "Y ya sabes dónde estamos, je, je, no dejes de venir a vernos, je, je" mientras le daba otro par de besos... – ¡Hale, padre, déjela ya!, que la muchacha tiene que marchar -decía socarronamente Isaías... – Hay que despedir con cariño a las mujeres -explicaba jocoso y sonriente Rodolfo- que, si no, no vuelven más por aquí, ¿no lo sabes?, je, je, je. Así que nos despedimos, nos fuimos, pero el día se nubló... y, ascendiendo el puerto de Cabida,... ¡ay, Jose, qué sorpresa! La carretera estaba cubierta de nieve, blanda, por la que se podía transitar despacio, con precaución; a pesar de ello, el coche patinó levemente en un par de ocasiones por lo que Mar comenzó a gritar, sí, a gritar, ante mi sorpresa: – ¡Que me bajo, que me bajo, que me quiero bajar! – ¡Pero qué dices! -le contesté. Y pensé que estaba de broma. Mas, mirándola, comprendí que lo decía en serio, muy en serio, y estaba muy nerviosa. – ¡Que me bajo, que me bajo! -insistía, a la vez que abrió la puerta, con el coche en marcha... – ¿Pero qué haces?... ¡Cierra la puerta!... ¿Es que quieres que tengamos un accidente? Y cerró la puerta, temblorosa. – Pero si no pasa nada -traté de tranquilizarla- y además, caso de que no podamos salir, siempre podemos volver a Peñalba... – ¡No, no, eso sí que no, no puedo perder mis clases en la Facultad! – "¡Qué pesadita la niña con sus clases!" -pensé yo. Mientras, seguíamos ascendiendo lentamente en medio de un intrigante y nervioso silencio. Ya estábamos cerca de culminar el puerto, pero en esos últimos 50-60 94

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mts. había hielo en la calzada, las ruedas del coche derrapaban, resbalaban, y no conseguían avanzar, todo era inútil... Bajé del coche y, observando lo que ocurría, le dije que la carretera estaba helada, pero ella, necia, muy nerviosa, insistía que no se podía perder las clases de la Facultad; entonces, ya harto de oírla, le dije: – ¡Mira, no me vuelvas a repetir lo de tus clases en la Facultad!; ¡si no podemos salir, habrá que volver a Peñalba y punto! Cuando no se puede, no se puede. Me quedé observando el espesor del hielo de la calzada y vi que no era mucho, entonces cogí uno de mis martillos de geólogo y comencé a golpearlo, vi que se partía fácilmente. "Bueno -pensé-, quitando el hielo y haciendo unas roderas por donde pasen las ruedas, creo que podremos salir". Se lo dije, pero no se inmutó. Afuera hacía mucho frío y se te quedaban las manos heladas; yo seguía golpeando el hielo y limpiando haciendo los caminitos por donde pasaran las ruedas... – Mira -le dije-, ahí tienes otro martillo, así iremos más deprisa: tú haces una rodera y yo la otra, yo te ayudaré... ¡Nada, que si quieres arroz, Catalina! La que antes se quería bajar del coche, ahora no había quien la moviera de él. ¡Claro, se está mejor calentita dentro, que ahí fuera congelado! Así que allí permaneció, inmóvil, observando sin decir nada mi gélida y penosa ascensión al puerto, martillo en mano, abriendo los dos carriles a las ruedas. Por fin llegué a lo alto y, para mi satisfacción, la cara sur del mismo, la de solana, aparecía prácticamente despejada de nieve. – "Bueno, creo que lo hemos conseguido -pensé-. ¡Vamos allá!" Volví al coche, arranqué, y, despacio y atento, coronamos el puerto de Cabida. Ya desde allí proseguimos el viaje sin novedad. Y, naturalmente, Mari Mar no volvió a venir más. Se esfumó. 20-21/Feb/93: Fuimos al valle del Berbellido: Rafa de Derecho, Juan Benito, Rafael Buyalanca y yo, ¡4 nada menos! El valle del Berbellido me llamaba. Una vez más sus amplias y cerradas laderas, ahora desposeídas en gran parte de árboles, reclamaban mi atención... En esta ocasión también se aventuraron conmigo Rafa de Derecho quien, bajo su sombrero "bob", tal vez quisiera rememorar alguna de las hazañas de su admirado Tintín; Juan Benito, siempre 95

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tan diligente y esforzado; y Rafael Buyalanca, otro Rafa, amigo de Juan Benito, que también quería conocer, sobre el terreno, el hermoso y sacrificado oficio de plantabosques... Partimos con las últimas hayas que quedaban en el vivero de ARBA - 38; de las cuales, dejamos 26 en Peñalba a la espera de poderlas plantar, y marchamos con 12 -. Y, tras llegar a nuestro valle y cargar con ellas una buena marcha hasta la umbría de repoblación, y después -no lo olvidemos- de cruzar descalzos sus frías aguas: – ¡Uf, no siento los pies! – ¡Ah!, está helada, ¡helada! ¡Ah!... – ¡Qué fría...!, seguro que Tintín hubiera dado tres saltos de piedra en piedra: Hop, hop, hop, y ya está, ja, ja. – Yo, como ya me lo sé, y hoy, además, parece que va a llover, me he traído estas botas altas de goma para cruzar el río... Por fin estábamos en el "aedo", la umbría a repoblar. Plantamos las 12 hayas con amor, bien dispersas; recogimos los envases de tetrabrik para no dejar ni ensuciar allí nada y, después de todo, el día aguantó sin llover. Comimos con grato placer y apetito mientras iluminaba el sol, y tiritando y con prisa cuando aquél se ocultó. El ambiente era frío, y más aún si estabas quieto... Rafa de Derecho comía cacahuetes con gran avidez para calmar el hambre y el frío, ¡tan sólo un macaco, y bien acostumbrado, podría pelarlos y engullirlos más aprisa que él! Tampoco eran mancos moviendo el bigote Juan y Buyalanca, que en el caso de éste era literal (eso de mover el bigote), y en cuanto a mí, también daba buena cuenta de la tortilla de patatas que llevaba en mi clásica fiambrera redonda de metal. El tiempo transcurría y, tras descansar brevemente suplicando al sol que se dejara ver siquiera unos pocos minutos, tuvimos por último que regresar. Pero al cruzar de nuevo el río ¡Ay!... – Es mejor no pensarlo -les dije-, hay que hacerlo y pronto, el sol ya ha caído y la luz se irá con rapidez... No hay más remedio. Pero, viendo sus caras de terror por el agua helada que tenían que cruzar nuevamente sus pies, me apiadé de ellos y, tras tener una idea, les dije: – Mirad, se me ha ocurrido lo siguiente: primero cruzo yo con las botas y, cuando esté en la otra orilla, os las paso y cruzáis vosotros con ellas. Mejor así, ¿no? -pude ver en todos ellos una callada sonrisa de satisfacción, y así fue. 96

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Capítulo V

Primero crucé yo, me quité las botas y se las pasé al siguiente, que iba a ser Buyalanca... – Atento, Rafa, ¿estás listo?, allí va una... -y la cogió; mas al tirarle la otra... le rebotó en la mano y vino a caer al río, éste llevaba tal caudal y fuerza que la bota desapareció rápidamente de nuestra vista; todos intentamos seguirla con la mirada río abajo, pero fue inútil, dada la fuerza del agua y la espuma de su superficie... Parecía increíble, pero la bota había desaparecido. Allí íbamos todos, río abajo, intentando encontrarla hasta que, desgraciadamente, nos fuimos convenciendo de que se había perdido. Las caras de todos eran un poema, pero más aún la de Buyalanca, que se sentía culpable, y no digamos la mía que ahora me encontraba descalzo en medio del monte ¡y faltaba todo el camino de regreso!... Intenté remediarlo improvisando un zapato, atándome al pie una tapa de plástico, pero no funcionaba; luego intenté andar llevando sólo un calcetín gordo, y tampoco me encontraba andando así; por último, decidí ir descalzo andando con cuidado y mirando bien dónde pisaba... y así fue como me las arreglé: un pie con la bota y el otro descalzo... ¡y no fue tan malo!, a todo se acostumbra uno... ¿No andan muchos indígenas descalzos por la selva?, ¿por qué, pues, no iba yo a salir adelante también? -me decía una y otra vez a mí mismo. Finalmente, andados los más de 4 kms de marcha por el monte, llegamos al coche; todos estábamos contentos por el final feliz y yo también porque, aunque tenía una bota menos, también tenía ahora una experiencia más y salí airoso de ella. Y así terminó esta tan descalzada aventura. Por eso, desde entonces, fue común por la comarca el siguiente dicho: "Por el monte camina sin una bota... ¡y verás que no se nota!" – ¿No recuerdas -me dijo entonces Rafa de Derecho- la gran caminata que tuvieron que dar por el desierto el capitán Haddock y Tintín en "El cangrejo de las pinzas de oro"?, y no estoy seguro si también iban descalzos... Curiosamente, varios meses después -como ya se verá-, apareció la bota en el río, bastante más aguas abajo. La encontraron allí por casualidad Jesús e Isaías que, como estaban al corriente de esta historia, supieron que era la mía. Y la metieron en lo alto de una estaca de una valla junto al río. Algún tiempo después, fui yo allí y la recuperé. Aunque reconocible, estaba completamente desgastada por el agua y el sol; sin embargo, me la llevé 97

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de recuerdo y creo que está todavía por ahí, en el sótano de Isaías. 6-7/Marzo/93: Fui a Peñalba con mi hijo Juan de 5 años. Juan es mi hijo y quise llevarle al campo conmigo para irle inculcando personalmente los valores de amor y respeto por la naturaleza y a sentirse a gusto y feliz en ella, conociéndola. Aunque no cumplirá los 6 años hasta Julio, es un niño alto y fuerte que aparenta ser mayor de lo que es. Al principio se comporta tímido y callado, pero pasadas las 2 primeras horas se revoluciona y arma mucho jaleo,... normal; también le gusta mucho jugar con cualquier cosa que tenga o que vea, improvisando juegos. Nos detuvimos en un paraje verde y agradable surcado por un arroyito. Allí se puso a correr y saltar por todas partes, luego le di su bolsa de juguetes y comenzó a jugar alegre con ellos, al tiempo que, junto al arroyo, empezaba a construir un fuerte con las ramitas y palitos que encontraba ¡y no le quedó mal!, tenía indios y vaqueros y también canoas en las que bajaban los indios por el arroyito, él lo pasaba muy bien jugando y yo más aún viéndole feliz. Por cierto, sobrevoló el arroyo una mariposa Vanessa atalanta que se posaba por allí una y otra vez, y se la enseñaba a Juan; le decía que las mariposas, como las flores y todo lo que veíamos, estaban ahí para que disfrutáramos de su presencia viéndoles y, por tanto, no haciéndoles nunca daño... y él lo comprendía, disfrutando del colorido y movilidad de la mariposa. También le mostraba las diversas flores (margaritas Bellis, verónicas, violetas, algún narciso...) que ya comenzaban a anunciar la primavera, así como los cantos de algunas aves. Atardecía y comenzamos a recoger. También le enseñé que, cuando nos vamos del campo, hay que dejarle limpio, recogiendo todo, de forma que no se notase que hemos estado allí. Por el camino me preguntaba que cuándo iría delante conmigo en el coche... – Cuando seas más mayor -le contestaba-, ahora no te dejan los guardias. – ¿A que ahora has metido la tercera velocidad? -me preguntó. – ¡Sí!, ¿cómo lo sabes? -le pregunté, sorprendido de su observación. – Porque lo he visto otras veces -respondió sonriendo- y la tercera es como un cuatro al revés. – ¡Es verdad! -le contesté- ¿Tú también tendrás un coche y conducirás? – Sí, pero cuando sea mayor -entonces, tras hacer una pausa, preguntó-: 98

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Capítulo V

¿Me falta mucho para ser mayor? – Un poco todavía -le contesté-; cuando seas casi tan alto como yo, entonces ya serás mayor. Llegamos a Peñalba y vio a Jesús e Isaías. Pronto Jesús comenzó a jugar y bromear con él, al poco rato corría Juan detrás de él en animada carrera y alborozo. También vio a los gatos. Luego, ya de noche, conoció a Rodolfo, junto a la chimenea, y allí estuvo sin apartarse de ella contemplando el fuego... – ¿Así que te llamas Juan? -le preguntó Rodolfo-, ¿y tienes cinco años?; pues qué mayor estás, me parece que vas a ser buen mozo. – Sí, soy el más alto de mi clase, en el cole -contestó- ¿Para qué es esto? -le preguntó seguidamente Juan señalando el fuelle de la chimenea. – ¿Eso?, es para soplarle al fuego..., le soplas y le enciendes. – ¡A ver, a ver! -insistía Juan, que quería verle funcionar. – ¡Quieres verle soplar, ¿eh?!... je, je, je; pues mira, es así, ¿ves?, se le sopla y el fuego se enciende y crece tanto como tú, je, je, je; mira, te voy a cantar una copla: Sopla al débil fuego, sopla la roja brasa, dame calorcito ¡te ruego! y caliéntame la casa. Je, je, je, ¿te gusta? Finalmente, cansado Juan, se iba durmiendo; así que le acosté. Nosotros seguimos conversando hasta más tarde, pero, al ir feneciendo el fuego y acrecentando el cansancio y el sueño, nos retiramos a descansar entre los silencios de la noche, el pálido reflejo de la luna o el grito, ocasional y lejano, de algún solitario cárabo. Y escuchando el sonido de su canto, de su grito triste, lastimero,... me vino a la memoria un olvidado cuento que recoge la triste, desconsolada canción de un enamorado cárabo... Último canto de un enamorado cárabo a su luna amada Aquí bajo el cielo estrellado yace, acabado,... aquél que tanto te amó. ¡Oh, mi luna amada! 99

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¿por qué esto se le hace a quien su último aliento derramó por alcanzar tu boca deseada? Aquí sobre el roble yace aquél que, a la noche gritando, proclamó: ¡Tú eres mi vida anhelada! Y murió. 1 Al día siguiente llegó a Peñalba un coche naranja: era el viejo Dyane de Juan Benito que, junto a Paco Cerro, vinieron a la capital del Cañamar, tal y como me dijeron en Madrid. Pronto tomó confianza mi hijo con ellos, que corría de un lado a otro persiguiéndoles, que cogía del pelo a Benito o revolvía los papeles de Cerro como si se tratara de un "Trasgu" revoltoso. Fuimos a pasear al bosque de la Dehesa, donde comimos, y allí, al pie de un venerable y anciano roble, todos buscábamos a un grillo pertinaz que, pese a estar allí, nunca acabábamos de ver. Por fin el osado grillo estalló en gran carcajada: era Paco Cerro, maestro consumado en la imitación de su canto. Después, aprovechando una tregua de mi hijo y establecida una bonancible calma, Paco Cerro nos enseñó un vetusto libro y algunos apuntes sobre los viejos sistemas de regadío árabe: vasijas perforadas que, enterradas en el suelo, proveían el agua necesaria a las plantas sin merma por evaporación a la atmósfera. Así se empleaba en algunos huertos y jardines de Al-Andalus o de la culta y refinada Córdoba de los Califatos. Giré el cuello para enseñárselo a Benito, pero estaba revolcado por la hierba luchando con mi hijo encima, en un sonoro combate de cosquillas y carcajadas... Juanito había decidido poner fin a la breve y bonancible calma. Por fin, cuando Benito pudo verlo, terminada su desaforada batalla, exclamó: – ¡Qué interesante, qué interesante, creo que deberíamos ponerlo también nosotros en práctica! y después hacer un seguimiento y publi... Agg... malandrín... Era mi hijo que, cogiéndole por el cuello, le tumbó de espaldas contra la hierba y así, dominado, se echó sobre él y, riendo escandaloso, comenzó a tirarle del pelo y... 1. Del cuento Rumores del bosque, también del autor. 100

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Capítulo V

13-14/Marzo/93: Fuimos Begoña, Juan Benito y yo al Berbellido. Begoña era una socia de ARBA que también se apuntó a las aventuras de repoblación en el Macizo de Ayllón; así que, junto al bueno de Juan Benito y yo, salimos rumbo a Peñalba, para plantar 6 hayas que cogimos de las que nos quedaban, en envases de tetrabrik, en la capital del Cañamar. Llevamos en aquel viaje bastantes botellas de plástico (de 2 litros) ya agujereadas en su base y las dejamos en Peñalba con vistas a las futuras repoblaciones de árboles grandes. Ya en Peñalba nos dedicamos a caminar por los alrededores; aunque no demasiado, dada la desmedida tendencia de Begoña a tumbarse al sol... – Iros si queréis... que yo me quedo aquí al sol... ¡Ay qué bien se está!... Ya por la noche hubo la habitual y cálida tertulia al fuego para satisfacción de Rodolfo que, otra vez contento con la compañía femenina, se sentía alegre sentado en su sillón; allí estábamos Juan Benito, discreto a veces, hablador otras; Begoña, desenvuelta e intentando ejercer de ama de casa, y yo, proponiendo temas de conversación unas veces, otras "paseando por las nubes" de Peñalba o pensando qué haríamos mañana. También estaba allí Jesús, siempre mordaz, pero a veces callado... tanto que se había quedado dormido. Asimismo se encontraba Luis, siempre elocuente, tan informado y leído como ponderado, explicándonos las raíces de los problemas del País Vasco, o la crisis de los Balcanes o el problema checheno... Más tarde llegó Isaías proveniente de la oficina, esto es, de la cuadra, de atender a las vacas, incorporándose a la tertulia y aportando su chispa, su gracejo o sus dardos al imperialismo opresor... A la mañana siguiente salimos con las seis hayas -dos para cada unohacia el Berbellido. El camino fue lento y con frecuentes descansos, pues las caminatas por el monte parecían no estar diseñadas para Begoña, que continuamente se quejaba. Llegamos al lugar, ¡por fin!, y ella allí se tumbó plácidamente al sol mientras nosotros, tras cruzar las frías aguas del río, plantábamos todas las hayas en la ladera de umbría. Y no recuerdo más de aquel día. Sí sé, en cambio, que aquel verano Begoña alquiló una casa en Peñalba (¡!) y anduvo por allí...

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VI. Plantación de hayas de gran tamaño: otra forma de llevar nuestra ilusión a los montes

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VI. PLANTACIÓN DE HAYAS DE GRAN TAMAÑO: OTRA FORMA DE LLEVAR NUESTRA ILUSIÓN A LOS MONTES 27-28/Marzo/93: Fueron dos jornadas importantes. Fuimos Rafa Buyalanca, Bob y yo. Y digo que fueron importantes porque significaron cambios de trascendencia respecto a las anteriores formas de repoblación. Pero vayamos por partes, en primer lugar debo presentar a un nuevo colaborador: Bob. Ese no era su nombre, pero le llamaban así; cuando le pregunté que por qué Bob, me dijo que como llevaba el pelo ensortijado y abultado comenzaron a llamarle Bob Dylan y de ahí se quedó en Bob; era una persona callada y enigmática, con barba espesa; él solía decir, rascándosela, que la barba era como su prolongación y que, por tanto, no se imaginaba sin ella. También era curioso a la hora de dormir en el campo, rechazaba meterse en la tienda de campaña, incluso en invierno, y dormía al exterior, en su saco, sobre un gran plástico en el que echaba la esterilla y se arropaba envuelto con la otra parte de ese plástico, con lo cual quedaba impermeabilizado y, si llovía, no se mojaba... (Tengo que decir que yo empleé una vez esta técnica para dormir -la del gran plástico envolvente- y me calé...; claro que tuve mala suerte, fue un verano en Asturias, durmiendo sobre un acantilado en la costa, cerca de Tapia, y aquella noche descargó una grandísima tormenta -de las que no se olvidany, cuando llueve así, no hay plástico que valga. Además, recuerdo que fui un osado, pues la tormenta no me cogió de sorpresa sino que, bien al contrario, la vi venir, muy oscura y con importante aparato eléctrico y, aun así, como si fuera un esforzado Don Quijote, le quise hacer frente y probar así, de paso, la eficacia de la técnica del "plástico envolvente". El resultado, como ya indiqué, también fue "a lo Don Quijote", pues salí de la osada aventura y enfrentamiento contra los elementos bien corrido, apaleado y molido en forma de grandísima mojadura...) Bob también solía llevar velas de cera para encenderlas por la noche y era muy entendido en electrónica, creo que trabajaba en esta especialidad. Ese fin de semana había un objetivo: entresacar hayas allí donde sobraban y darles una oportunidad llevándolas al Berbellido y plantándolas con la botella árabe. Casi nada. 104

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Capítulo VI

Fuimos el sábado por la tarde al hayedo de Montejo y yo conocía varios de esos rodales donde crecían muchas hayas pequeñas sobreagrupadas, con un claro exceso de ellas por . Generalmente crecían formando corros en torno a algún ejemplar centenario. Así que llegamos y rápidamente nos pusimos a la tarea: Seleccionábamos aquellas hayas, como de 1,5 mts. de altura agrupadas a otras más altas y gruesas que eran las que dejábamos para que éstas pudieran vegetar mejor ya sin tanta competencia; las arrancábamos cavando a su alrededor y tirando fuerte de ellas hasta sacarlas de la tierra con el mayor cuerpo posible de sus raíces. Metiéndolas rápidamente en sacos oscuros húmedos para preservar las raíces de la luz y la desecación. Los tres nos entregamos a la labor con celeridad y ahínco: – ¿Esas valen, José Luis? – Sí, y así dejamos ésta, ésa y aquélla más a gusto, sin competencia, que son más grandes. – ¡Hala! -decía Bob- todas las que hay aquí tan juntas... – ¿Lo veis? -les decía-, si es mejor entresacar unas cuantas, así las que quedan tienen mayor espacio vital y las que nos llevamos, que aquí no tienen ningún futuro, les damos una oportunidad cierta de sobrevivir en otro valle cercano de semejantes características de humedad, temperatura, umbría... ¡si es mejor, caramba! – Fíjate aquí... ¿cuántas habrá?, 70, 80... 100 hayas ¡en un espacio de... unos 16 ! – ¡Es verdad, están demasiado juntas, así no pueden crecer!... En algo más de una hora entresacamos entre los tres 32 hayas de más de 1.5 mts. que llevábamos sobre nosotros repartidas en tres sacos oscuros junto con las azadas. Mientras nos íbamos, ya anocheciendo, y a toda prisa, todavía tuvimos tiempo de admirar el bosque, muchos ejemplares de roble y de haya, el ambiente maravilloso de aire fresco, limpio y húmedo que se percibía al caminar, el rumor lejano del río Jarama, los primeros cantos de un lejano cárabo... De allí marchamos a Peñalba con la arborícola carga en el techo del coche convenientemente asegurada. Ya en Peñalba... – ¡Hombre, ya estáis aquí! -decía Jesús- ¡Y esta cuadrilla es nueva! 105

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– No, yo ya estuve aquí -contestó Rafa. – Pero este de las barbas sí es nuevo… -dijo Jesús refiriéndose a Bob. – Sí, yo sí -contestó-. Es el primer día que vengo. – ¿Y qué es eso que lleváis ahí arriba? – Hayas -le contesté-. Vamos a plantarlas mañana. – Éstas sí que son grandes,... ¿vais a llevarlas al Berbellido? – Sí -le contesté. Poco después... – ¡Hombre, ya habéis llegado!, je, je, je -decía un contento Rodolfo-, arrimaros, arrimaros al fuego, que hace frío, je, je,... ¡pero hoy sois más! – Hoy venimos tres, Rodolfo -le contesté-. Ya ve ¡que a la gente le gusta plantar árboles! – ¡Huy, que a la gente le gusta plantar árboles! je, je, je, cuando estábamos plantando los pinos en aquella ladera del Rabisquillo, allí para junto a Cabida, acabábamos baldados todas las noches de cavar... ¡y luego venía el capataz a revisar el trabajo!, y como estuviera mal, tenías que cavar otra vez... Ay, ay, ay, después, en alpargatas, bajábamos a escape al pueblo para dormir y al día siguiente otra vez allí con la azada y el pico a las siete de la mañana... Así que, ya ves, je, je, je, si tengo yo plantado. – Pues sí que trabajaron, sí... -le decía Rafa. – Y vosotros ¿qué vais a plantar?, ¿hayitas? -preguntó. – No, mañana "hayones" -le contesté. – ¿"Hayones"? je, je, je ¿Cómo que "hayones"?, ¿pues no las traéis pequeñitas en esos envases de leche?... – No -le dije sonriendo-, hoy son "hayones" de monte de casi dos metros... ¿No se acuerda usted de los que plantó su hijo Luis a la entrada del pueblo y más arriba, qué grandes eran también y qué bien han agarrado?, pues ello me dio pie e idea para plantarlas así, grandes también; además, crecerán más deprisa y las veremos antes altas y hermosas. – Sí, Luis plantó una ahí arriba a la entrada del pueblo -contestó Rodolfo. – ¿Lo ve? -le dije-, pues nosotros vamos a plantar mañana unas cuantas... – Y con la botella árabe -añadió jocoso Rafa. – ¡Huy, con la botella árabe!, je, je, je -se extrañó gracioso Rodolfo-, ¿y eso qué es? – Pues una técnica -le contestó el propio Buyalanca- para regar las hayas 106

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que plantemos y puedan sobrevivir mejor los primeros meses tras su trasplante... Y bla, bla, bla... Después llegaron Luis e Isaías, prolongándose la tertulia nocturna hasta que, por fin, conforme nos iba venciendo el sueño, todos nos retiramos a dormir. A la mañana siguiente, pronto, partimos para el Berbellido. Allí estábamos los tres en marcha cargados con tres sacos de árboles a cuestas, las azadas, los bidones de riego y dos bolsas llenas de envases agujereados de botellas de plástico de dos litros... además de 1 tejo y 1 acebo. Caminamos, sudamos, descendimos, cruzamos el río, ¡Huy, qué agua tan fría!, y ya estábamos en nuestra umbría. Pronto nos organizamos, hicimos un campamento, repartimos los árboles y, tras comentar sobre el terreno las últimas consignas y consejos, ¡nos pusimos a trabajar! Allí, en el impresionante silencio del valle, sólo "alterado" por el permanente y agradable rumor del río, se oían los golpeteos, alejados y dispersos, de las azadas; de vez en cuando, la voz de alguno con un comentario que hacer o algún chiste con que divertirnos. La mañana transcurría sin darnos cuenta y daba paso a la tarde que, poco a poco, veía cómo se iban plantando las hayas en el valle con sus correspondientes "botellas árabes": 10, 15, 20... ¡vamos, chicos, ánimo, ya faltan menos!... Mientras, el valle, quizá agradecido a nuestros altruistas esfuerzos y sudores, nos premiaba regalándonos de vez en cuando con el frescor de ligeros céfiros de brisa que acariciaban nuestras frentes y nos susurraban al oído; también nos regalaba la mirada con ramilletes de coloridas y preciosas florecillas silvestres: aquí moradas violetas, allá azules trinitarias, más allá encendidos y amarillos ranúnculos, botones de oro, ¡hierbas centella!, o nos deleitaba el oído con alguna sonora melodía de un mirlo, de un petirrojo o de alguna lejana totovía... Sí, estoy seguro de que el valle agradecía nuestro esforzado y a la vez amoroso trabajo... ¡Con qué mimo se plantaban, con qué gozo contemplábamos las hayas que allí hermanábamos con la tierra, con la roca, con las hierbas y arbustos del lugar!... El valle estaba feliz y daba la bienvenida a estos árboles, a estas hayas pioneras que intentarán armar otra vez en esta umbría ladera el deseado bosque, el verdor y el frescor que antaño tuvo el AEDO..., el hogar de tantos animales que en él encontrarán su cobijo y su morada... 107

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– ¡Oh excelso, boscoso, deseado hayedo!, ¿cuándo te veremos aquí medrar en esta áspera umbría?, ¡crezcan estos, tus nuevos árboles, sanos y prestos y llenen de alegría tu extensa, tu abrupta ladera para mí tan querida!... ¡Pon un bosque en tu vida! Recupera de Ayllón su paisaje, pero no con huertas de pino pues aquí no había sino haya y roble en el boscaje. Ven, coge tu azada, disponte, y con nosotros vente al monte... y planta hayas para el futuro, que mañana, otros lo agradecerán... ¡Seguro! Avanzada la tarde, todavía tuve tiempo de plantar un acebo y un tejo que, en sendos tetrabriks, trajimos de Madrid del vivero de ARBA. Por fin terminamos y, tras comer y descansar con brevedad, aún tuvimos que regar todos los árboles plantados y, con un par de bidones, fuimos echando el agua por las bocas de las "botellas árabes", cerrando inmediatamente sus tapones, quedando así sus raíces bien empapadas. Estábamos cansados, pero el esfuerzo había merecido la pena: ¡el bosque estaba en marcha! Finalmente, nos fuimos por donde habíamos venido,... mirando de vez en cuando a nuestra umbría y al fruto de nuestro trabajo, esos árboles que, sin embargo, desde la ladera de enfrente, casi no se veían. Pero allí están. 8-11/Abril/93: Estuvimos cuatro días en el valle del Canalejas (Bocígano) Bob y yo. Así fue. Deseosos de naturaleza, silencio y tranquilidad, fuimos al corazón de esta apartada serranía y acampamos cuatro días en este boscoso valle bajo un grupo de hermosos abedules (Betula celtiberica), casi tan blancos como la nieve, que se encontraban como formando un islote en medio del cerrado bosque de robles melojos (Quercus pyrenaica) y allí fijamos nuestro domicilio aquellos días encantadores. Nos hizo sol, viento, lluvia y hasta nieve; o sea, de todo. Llegamos y montamos la tienda de campaña; si bien Bob, como solía, dormiría fuera cobijado por su plástico envolvente. Nos ins108

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talamos y pronto tuvimos nuestra primera visita pues, no lejos de donde nos encontrábamos, pudimos ver un corzo (Capreolus capreolus) merodeando, del que también pudimos oír sus "ladridos" por la noche. Al día siguiente, tras despertar (y no hay nada más agradable que despertarte por la luz del sol que, lenta y suavemente, va calentando el habitáculo de la tienda; oyendo, a la vez, el cántico de los pinzones, carboneros, petirrojos, mirlos... saludando la mañana; y, por fin, te incorporas, abres la cremallera de la puerta y miras al exterior... Te acaricia el aire fresco y ves que estás ahí, en la naturaleza; aquí están los árboles, arriba sus ramas, enfrente el conjunto del bosque, las montañas, el aire limpio... ¡es... es maravilloso!... Ves que no hay coches, ni contaminación, ni ruido, ni prisas y te parece que estás soñando... No hay nada como levantarte y ver que estás ahí, en medio de tu amada naturaleza, rodeado por sus amorosos brazos...) Tras despertar, pues, vi a unos cuantos pasos de distancia el habitáculo de dormir de Bob: su plástico envolvente. Me acerqué sigiloso y le hallé dormitando aún. No se le veía nada, envuelto completamente en su denso saco y forrado bajo su plástico. No tardó mucho en despertar y, mientras yo disfrutaba de la mañana, oí que se levantaba... – Buenos días -me dijo-, ¿has oído esta noche al corzo ladrar? – Sí, le oí, no debía de estar lejos -le contesté-. ¿Has dormido bien? – Hacía tiempo que no dormía tan bien. – Yo también. No hay nada como dormir en el campo. Nos preparamos, desayunamos bajo los abedules placenteramente al calor del sol y, poco después, decidimos, ¡nada menos!, salir de marcha al pico del Lobo (2.273 mts.), la cima más alta del Macizo de Ayllón. La marcha nos llevaría todo el día, así que preparamos las mochilas con todo lo necesario y abandonamos la tienda de campaña, introduciendo todo lo que no nos hacía falta dentro de ella y cerrando la cremallera. Allí quedó el campamento, solo, hasta nuestra vuelta. Iniciamos nuestro recorrido monte arriba siguiendo la senda hasta el collado del Agua Fría y desde allí seguimos por la cuerda arriba dejando el alto valle del Berbellido a nuestra derecha. La ruta era simple: siempre monte arriba. Bajo nuestras botas: rocas metamórficas (pizarras, cuarcitas, esquistos), canchales, líquenes, brezos, brecinas, gayubas, retamas, adenocarpus, piornales...; bajo nuestros sombreros: se ofrecía a nuestros escrutadores ojos un paisaje maravilloso lleno de luz que, 109

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aunque se fue nublando, nos permitió contemplar amplias y abiertas vistas: profundos valles de grandes pendientes acantiladas, espesos bosques aún dormidos los habitaban, poderosos roquedos se levantaban a derecha e izquierda intentando escalar las vaporosas nubes que allí no lejos se encontraban; el aire limpio, el viento, en calma buena parte del trayecto, comenzaba arriba a soplar; alguna corneja, algún acentor solitario saludaban nuestra ascensión, también algunas encantadoras violetas y gualdas gageas nos regalaban con su colorido y, presidiendo todo, reinaba una completa, una excelsa soledad... Entonces me detuve unos instantes y, recreándome entre tantas y tantas maravillas que me rodeaban y hallándose mi alma radiante de felicidad, pensaba: "Sin duda, entre estas cumbres y apartadas montañas extendió el silencio su reino..." A las altas cumbres de las montañas Solas, altas, cumbres de las montañas, de paisajes alpinos, de roquedos, a vosotras subo muy de mañana por angostos, pedregosos senderos. Paso a paso asciendo. A colmarse de quietud mi alma aspira, allí, entre vientos que silban, susurran... donde el aire más puro se respira y las flores silvestres me saludan. ¡Ya llego, lo estoy viendo! ¡Oh, afiladas crestas, profundo valle! hogar de cambiantes, de espesas nieblas, en este, tu sosiego, el mundo calle; no se perturben las dormidas sierras. ¡Vibra mi sentimiento! ¡Cómo se abrazan a las blancas nieves tantas rocas grises, de claro tono! mientras, la brisa acaricia mis sienes... Aquí tienes, ¡oh, silencio!, tu trono. Se desbordó mi pasión. 110

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Tras más de tres horas de marcha, en las inmediaciones del pico, en las amplias y atrayentes praderas alpinas, vimos multitud de Narcissus bulbocodium con sus trompetitas amarillas, descansamos unos minutos en tan agradables y floridas praderas contemplando todo el valle a nuestros pies... Ya, más arriba de la pradera, en el dominio del roquedo, todavía persistían los blancos neveros que, llamativos y dispersos, nos hablaban del esplendor que allí había alcanzado la nieve en lo más crudo del invierno... Las rocas que abundaban y afloraban eran esquistos micáceos con estaurolita, andalucita, granates y turmalinas, rocas todas ellas típicas metamórficas de gradiente medio del metamorfismo regional. No pude resistir la tentación de recoger algunas atrayentes muestras de mano que hoy... se encuentran en las vitrinas de mi colección de rocas, minerales y fósiles... Finalmente, el último esfuerzo y llegamos al pico del Lobo. Nos recibió un fuerte viento en la cumbre que hacía desagradable nuestra estancia en él, no obstante intentamos buscar algunas rocas tras las que descansar y cobijarnos de los ímpetus enfurecidos de Eolo. Como casi siempre, tuvimos que ver algo que desagradaba nuestro mirar: las desafortunadas construcciones que había en la cima, unas antenas y una edificación abandonada, al parecer: una cafetería (¡¿?!) No estuvimos mucho tiempo en la cima, en parte obligados por el fuerte viento, y, lentamente, iniciamos el descenso para protegernos de él. Otra vez recorrimos las relajantes praderas alpinas, comimos y dijimos adiós a los menudos Narcissus... creo que me despedí con un beso a alguno. Descendimos cuerda abajo recreándonos con todo lo que la agreste naturaleza nos regalaba, que era mucho... Yo, hinchada mi alma por tanta belleza, no cesaba de dar gracias a Dios por tanta merced recibida. De regreso pasamos por las faldas del Cerrón (2.199 mts) e íbamos llegando al collado del Agua Fría pero también iba rápidamente oscureciendo el día, tanto, que pronto cayeron las tinieblas de la noche, de una noche tan oscura como las tripas de una ballena, aunque yo no me haya visto nunca en semejante trance. No había luna y todo estaba negro. Descendíamos con cuidado, por intuición, caminando ya por el valle del Canalejas tratando de hallar referencias que nos ayudaran a guiarnos y era difícil ¡porque apenas se veía!... Reconozco que estaba empezando a ponerme nervioso pues, junto con la oscuridad, también habían bajado bruscamente las temperaturas y hacía frío, ¡ya lo creo!, ¡cómo me acordaba de la tienda de campaña!, ¡quién pudiera 111

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estar ahora dentro de ella, abrigado y calentito!... Seguíamos caminando con los ojos bien abiertos, aunque no por eso veíamos más; el trayecto era lento, penoso y con mucho frío. De repente, angustiados ambos, y cuando más oscuras se estaban poniendo las cosas -y nunca mejor empleado el término-, Bob cayó en la cuenta de que tal vez debía llevar en la mochila alguna de las velas con las que frecuentemente suele salir al campo... Se puso a buscarlas con verdadera ansia; casi tiritando de frío ambos y, tras unos instantes de angustiosa incertidumbre, por fin, sonriendo bajo su espesa barba, encontró una: – ¿No te lo dije?, ya me parecía que debía de llevar alguna. Rápidamente la encendió y, aunque su luz era escasa, a nosotros nos pareció que se había hecho la luz del día porque, aunque poco, algo veíamos. Ahora pudimos orientarnos mejor y, no tardando mucho, caminábamos en la senda correcta... – ¡Allí!, ¡allí están los abedules! -le dije. – ¡Es verdad, vamos rápido a ellos! -contestó esperanzado. Cuando llegamos, vimos que no eran esos los que buscábamos..., pero sabíamos que estábamos cerca. Seguimos caminando, seguimos caminando y... ¡ahora sí topamos con los nuestros!... Y debajo de ellos allí estaba nuestra tienda, tan solita como la habíamos dejado. Rápidamente abrí su cremallera y nos metimos corriendo en ella, ¡qué diferencia de temperatura! Ahora sí, contentos y alborozados, nos frotábamos las manos..., atrás quedaba el susto... Recuperamos fuerzas, nos calentamos, reímos y... las velas de Bob nos habían librado de una buena... Y así terminó esta "tan oscura aventura", consolados por la claridad de las blancas cortezas de los abedules del campamento. Llegada la hora de dormir, le dije que no fuera osado y, al menos hoy, durmiera dentro de la tienda,... pero todo fue inútil; convencido como estaba, dijo que no, que él dormía fuera con su plástico, su esterilla y su saco... y no hubo más que hablar. A la mañana siguiente amaneció un bello día radiante de luz... y de nieve. En efecto, aquella noche nevó, aunque poco, dos o tres centímetros nada más, pero fue suficiente para que el paisaje estuviese deslumbrantemente blanco. Aquel día disfrutamos de la nieve mientras duró, si bien fue más bien efímera su existencia, pues el sol primaveral con sus benignas caricias se encar112

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gaba de borrarla transformando el paisaje del bosque y las praderías en un renovado y pujante verdor. Caminamos por todo el valle, descubriendo cada uno de sus recovecos y hermosos rincones, como el mirador: un afloramiento rocoso, próximo al campamento, al que llamé así porque desde él se ofrecía una amplia panorámica del bosque y la montaña; y desde el que podíamos distinguir, abajo, otro notable grupo de abedules... Por último subimos nuevamente al collado del Agua Fría para disfrutar de sus vistas, de su quietud y silencio, y de un maravilloso atardecer... Ya comenzando a anochecer, bajamos con prontitud al campamento... Pues ya tuvimos bastante con el susto de la oscura noche anterior. Este día vimos las primeras primaveras (Primula veris), también verónicas y Hepatica nobilis, violetas, helechos (Blechnum spicant) y dientes de león. También pudimos observar con nitidez, escalando por un roble, a un trepador azul (Sitta europaea) y recrearnos con el azul de su bello plumaje. Asimismo oímos el canto de muchísimas avecillas. La noche fue fría, pero acogedora, de esas que gusta mirar al cielo oscuro y ver que, pese a su inmensidad, no estás solo porque sus innumerables y blancas estrellas de trémula luz parecen hablarte y enviarte señales con cada uno de sus destellos allá desde su casi infinita lejanía. Mucho más cerca, el duende solitario de la noche, el cárabo, también parecía querer dialogar con las estrellas o quizá solamente con las oscuras sombras, enviando de vez en cuando a la noche su rítmica y lastimosa voz. Amaneció el último día de nuestra acampada en el bosque, también de despejada y luminosa luz, invitándote a levantarte y sonreír a la mañana. Pronto estuvimos en pie y nos dispusimos a recorrer el bosque por otras sendas; bajamos hasta el arroyo Canalejas, vimos sus claras aguas, observamos sobre ellas a las libélulas y saludamos a unos caballos que no lejos se encontraban y se acercaron mansos hasta nuestro encuentro. Eran yeguas con sus crías que, amables, se dejaron acariciar. Avanzada la mañana y con gran pesar por nuestra parte, recogimos el campamento, ese sencillo pero cálido habitáculo que había sido nuestro hogar allí en medio del bosque de robles y bajo aquel grupito de abedules... Cuatro días viviendo en la naturaleza y conviviendo con ella ¡Gracias, amiga mía!, qué bien lo paso contigo, también Bob fue feliz. Y, finalmente, nos fuimos.

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1-2/Mayo/93: Viaje a la Buitrera y Tejera Negra. Fue un viaje entrañable con mi viejo y buen amigo Javier Barbadillo. Después de tantos años sin ir juntos al campo, como en los viejos tiempos, por fin, otra vez, pudimos salir juntos; lástima que no pudo venir Fernando Ávila, a quien echamos de menos. Salimos a Riaza y de allí subimos a La Quesera, para desde su puerto comenzar la caminata cargados con sendos mochilones. Debajo de nosotros dejamos el hayedo de La Pedrosa o de La Quesera cuyas yemas ya comenzaban a dar síntomas de querer despertar del largo letargo invernal, incluso las hayas ubicadas en zonas más inferiores y abrigadas ya habían comenzado a mostrar el tierno verdor de sus hojitas recién brotadas a la dulce primavera. Caminando la cuerda, atrás dejamos los altos del hayedo de La Pedrosa, el collado de Las Lagunas, el Parrejón, el collado Cervunal, el Cervunalillo, La Buitrera (2.038 mts).... hasta contemplar a nuestros pies el valle del Lillas. Éste, pese a ser un valle alto de montaña, es, sin embargo, más abierto que otros del macizo, es decir, no presenta tan acusado el característico perfil en V. Su solana, más despejada que la umbría, está poblada de robles melojos y amplias extensiones de retamas, y la umbría se halla ocupada por el hayedo más extenso de la comarca que, junto con los bosques y bosquetes del contiguo valle de la Hoz o de las Zarzas, constituyen el Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra. Ya a la tarde, caminamos por aquellos altos alrededores admirando las montañas (por cierto, me quedé contemplando la morfología, el relieve de La Buitrera y es sorprendente el parecido que tiene esta montaña con la parte derecha de los Siete Picos del Guadarrama, tal y como se ve desde Cercedilla, o al menos a mí me lo parece, y eso pese a estar constituidas por rocas de diferente naturaleza: metamórficas La Buitrera y graníticas los Siete Picos), deteniéndonos ante sus imponentes roquedos metamórficos, los bellos líquenes que a la vez tapizan y adornan las rocas, las espontáneas y menudas flores silvestres de montaña que, a cada paso, hermosas, nos decían sin levantar la voz: "Eh, estamos aquí" y nosotros, presurosos y deseosos de complacerlas, nos acercábamos a ellas hasta casi poderles susurrar a los pétalos,... manifestándoles nuestra más rendida admiración.

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A las flores silvestres Gráciles y espontáneas, humildes, mas de color generosas, sois el espejo del sol y del cielo e increíblemente hermosas. Sois de aspecto una sonrisa que, como grato presente, de la tierra brotáis. Sois como las niñas queridas que, al sol contemplador, tanto agradáis. Sois como dulces besos que, de vosotras prendado, al caminante sensible dais. Sois de la primavera su anuncio, su primicia, y del estío, largo y caluroso, ¡una verdadera delicia! Sois el perfume, el aroma del alma de la tierra, que por vosotras escapa, asoma... ¡Ah, encantadoras flores, humildes y espontáneas! De los insectos, vuestros amantes, sois su festín; vosotras sois mi jardín.

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También vimos algunos buitres leonados que sobrevolaban, altos, bajo el cielo azul. Pero al caer la tarde, nosotros, que habíamos disfrutado toda la jornada de los placeres que la montaña nos ofrecía, siempre en completa soledad, descubrimos con desagrado que ya no estábamos solos... – Mira allí -le dije-, ¡hay una tienda de campaña! – ¡Vaya! -contestó Javier- ¿Cuándo la habrán puesto?, antes no había nadie allí... Nos sentamos y al poco rato vimos a gente que merodeaba por allí, eran dos personas: uno alto y rubio y otro con barba... – Pero, ¿a ver? -dije yo-, si me parece que es... Y cogiendo los prismáticos miré y... – ¡Pero si es Bob! -exclamé. – ¿Le conoces? -preguntó Javier. – ¡Claro!, es uno de los compañeros de fatigas que últimamente viene a plantar hayas con nosotros! ¡Qué casualidad!... Nos acercamos allí e instantes después... – ¡Anda, José Luis! -exclamó sorprendido Bob-, ¿qué haces por aquí? – Estamos acampados allí, ¿ves? -le contesté señalando a nuestra tienda, hemos llegado esta tarde... – ¡Fíjate! y nosotros que nos preguntábamos de quién sería aquella tienda de campaña -comentaba Bob entre risas... – ¡Pues igual que nosotros cuando vimos la vuestra!, que pensamos: ¡Vaya, ya nos han privado de la soledad y tranquilidad unos domingueros!, je, je, je. Nos presentamos, nos conocimos y estuvimos juntos los cuatro el resto de la tarde-noche... El amigo de Bob, alto y rubio, era Pablo Yord, una persona que, después, también vendría por ARBA de vez en cuando e incluso vino a repoblar con nosotros algunas veces; se trataba de una persona despistada y olvidadiza y con una forma de ser muy peculiar... – ¿Y vienes mucho por estas montañas? -le pregunté a Pablo. – No, no mucho -contestó-, es que ésta no es mi zona... Yo ando más por Gredos. Avanzaba la noche y decidimos ir a dormir. – ¿Y tú, Bob, dormirás en la tienda? -le pregunté. – Ya sabes que no -contestó riendo-, yo vivaqueo fuera con mi plástico envolvente. 116

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Todos reímos y Javier, extrañado al oírlo, le preguntó acerca de su "plástico envolvente"...; una vez enterado, le dijo: – Pues que tengas muy felices y envueltos sueños. Todos reímos. A la mañana siguiente, que amaneció soleada y en calma, yo marché a recoger agua al arroyuelo y, ya cerca de él, resbalé con una placa de hielo que no vi y caí sobre mi brazo derecho haciéndome daño en el codo. Esa dolencia, que en principio no me molestaba mucho -sólo al llevar algo de peso en ese brazo-, después resultó ser epicondilitis, esto es, el "codo de tenista". Tiempo después pensaba: "Tantos años jugando al tenis y nunca tuve esta lesión y mira dónde he venido a cogerla: aquí en la alta montaña..." Bajamos los cuatro al valle del Lillas, internándonos en el hayedo, que aún estaba dormido aunque con síntomas evidentes de querer muy pronto despertar; efectivamente, las yemas de sus ramas se presentaban ya muy abultadas. Y descendiendo, nos topamos con un gran y magnífico tejo que allí solitario entre las hayas se encontraba. Su hallazgo, inesperado, así como su imponente porte, produjo nuestra grata admiración. Pasamos algún rato en torno a él y después proseguimos nuestro recorrido por el bosque hasta descender, abajo, a las amplias campas verdes junto al río Lillas. Paseamos, descansamos, reímos -y es que es difícil no reír estando Javier Barbadillo, son característicos sus bromas y chistes improvisados sobre la marcha-, recuperamos fuerzas y nos despedimos del hayedo subiendo otra vez el bosque hasta el campamento; y de allí, otra vez mochilones a la espalda, de vuelta por toda la cuerda hasta La Quesera desde donde los cuatro nos fuimos ¿a dónde?... a la capital del ruido, del humo y del estrés de este reino. ¿Sabéis ya cuál es? 15-16/Mayo/93: Fuimos Juan Benito y yo a Peñalba de la Sierra y al valle del Berbellido. Por el camino vimos la única sabina (Juniperus thurifera) de la zona y que se encuentra muy cerca de la carretera, junto a una curva, iniciada la ascensión al puerto de Cabida y con Colmenar de la Sierra a lo lejos, de fondo, bajo la cumbre del San Cristóbal. Anteriormente habíamos visto una ardilla, también cerca de la carretera, subiendo a un roble,... ¡qué suerte!, y paramos el coche para observarla: 117

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– ¡Mira, una ardilla!, ¿la ves trepando por el árbol?, allí, allí... – ¡Ah, sí!, sí, sí... ¡pero qué interesante! -contestó con satisfacción-, ¡cuántas cosas y criaturas se pueden ver en el campo! Ya en Peñalba fuimos a ver el bosque de la Dehesa que estaba precioso luciendo su tierna primavera. Caminamos contentos entre robles y roblones de gran porte y, ascendiendo, llegamos hasta su oscura acebeda con sus hayas y álamos temblones... ¡Qué hermoso rincón!, recóndito, escondido, silencioso... ¡y que no te esperas que esté ahí!... Siempre que llego a él siento la misma admiración que sentí la primera vez que lo vi y experimento una profunda satisfacción por estar allí. – ¿Te gusta este lugar, Juan? – Ya lo creo -contestó-, ¡qué espeso y umbrío es este sitio del bosque! – Fíjate si lo será -le dije- que Luis, el hijo de Rodolfo, a veces viene hasta aquí en los calurosos y sofocantes días de verano a tumbarse a la sombra y me contó que, al cabo de un rato tumbado, casi sentía frío y tenía que buscar el sol. Estuvimos algún tiempo gozando de las excelencias de aquel lugar, que eran muchas, y después fuimos a buscar nuestras hayitas que, no lejos, por allí dispersas y también junto al arroyo, habíamos plantado meses atrás. Éstas ya habían abierto las yemas y se encontraban, la mayoría de las que vimos, con hojitas tiernas de un verde claro y vivo. – Mira qué bien están, ya han brotado las hojitas -le dije señalando una de las plantitas. – Sí, es verdad -contestó contento-, ¡y allí hay otra! – Y allí, y allá más abajo creo que había otra... – ¿Y éstas cuándo las plantasteis? -preguntó. – Éstas son del invierno del año pasado. Anduvimos por allí buscando más hayitas y observando su crecimiento y sus hojas. Finalmente regresamos a Peñalba. Al día siguiente fuimos al valle del Berbellido, también con intención de ver las hayas allí plantadas. El recorrido fue un paseo agradable amenizado por la luz primaveral de la jornada, el canto de las totovías o el encuentro frecuente con las menudas florecillas que alegraban nuestro caminar. Al cabo de casi dos horas estábamos allí, en la umbría. Pronto descubrimos algunas hayitas, sobre todo aque118

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llas que teníamos más localizadas, y vimos con complacencia que se encontraban bien y ya tenían brotadas sus hojitas. Después fuimos a ver las grandes, las que plantamos con la "botella árabe" e, igualmente, presentaban buen aspecto: algunas ya con hojitas, otras a punto de abrir... Decidimos regarlas un poco con el recipiente que llevábamos y, cogiendo el agua del río, bajábamos y subíamos a ellas cargados con el agua ladera arriba... Era trabajoso, pero ¡qué satisfacción sentíamos regándolas por medio de sus botellas! – ¡Desde luego, qué sistema de riego tan interesante! -exclamaba Juan Benito-, nunca lo había visto... – ¡Y eficaz! -añadí-, espero que sirva para sacarlas adelante hasta que arraiguen bien y se consoliden. – Sí, claro que sí, y después haciendo el seguimiento, tenemos que hacer un informe sobre las repoblaciones, explicando esta técnica empleada y bla, bla, bla... – ¡Claro, claro!... -le contesté casi entre risas, ¿a que no sabéis por qué? Escuchamos hermosas melodías a los petirrojos, a los mirlos y creo, por primera vez esta primavera, a las currucas capirotadas; también se oían desde el robledal, que no se encontraba lejos, los insistentes cantos de los carboneros, herrerillos y pinzones y vimos algunas que otras golondrinas sobrevolar cerca de nosotros, elegantes y ligeras... Grupos de preciosas primaveras (Primula veris) y las blancas flores de las pequeñas aleluyas (Oxalis acetosella) eran bastante frecuentes; asimismo pudimos encontrar algunos atrayentes y malvas jacintos silvestres (Hyacinthoides hispanicus) o morados y solitarios nazarenos (Muscari sp.)... ¡La primavera había llegado al valle! Por último, y ya de vuelta en el coche, todavía pudimos ver dos zorros (Vulpes vulpes), ¡qué suerte!; primero uno y luego otro, tal vez eran una pareja; los vimos cruzando la carretera cerca de la ya nombrada sabina.

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Mayo 93. En el valle alto del Berbellido se percibe humedad en el ambiente, especialmente en su ladera de sombra o de umbría y cuando se quita el sol refresca, bajando muy rápido la temperatura, entonces aparece el frío, sobre todo si estás parado..., ¡cuántas veces nos ha tocado comer casi tiritando en este cerrado valle! y con prisa, pues la luz se nos iba y todavía quedaba el camino de vuelta... Los abedules que se quemaron están volviendo a brotar con varas o vástagos otra vez desde el suelo, de sus raíces, pero no de sus troncos y ramas que, esos sí, están muertos. También he encontrado en la umbría de este valle un acebo, y tenía buen porte; seguramente habrá más, pero aún no los he encontrado, y están creciendo bastantes serbales de cazadores (Sorbus aucuparia). Las trinitarias (Hepatica nobilis) ya han pasado su apogeo, pues ya estamos en mayo, y están algo mustias. He visto por primera vez el calderón (Trollius europaeus), una planta herbácea, alta, de flores redondas o, mejor, esféricas amarillas y que se hallaba junto al río. Parece ser que éstas dos últimas especies citadas son comunes dentro del cortejo florístico de los hayedos, según he sabido; lo cual puede considerarse como una prueba más de que el "AEDO" fue antaño un hayedo. A partir del mes de Mayo y sobre todo en Junio nuestro valle se llena de la floración de Arenaria montana, esta planta de la familia de los claveles (Cariofiláceas), es muy fácil de distinguir con sus características matitas de flores blancas de 5 pétalos. Crecen tanto en la solana como en la umbría, aunque diría que abundan más en esta última. He visto la tarabilla común (Saxicola torquata) en el valle y en la parte superior del mismo, que es más abierto y despejado de arbolado y donde también se dejan oír, frecuentes, los cantos de la totovía (Lullula arborea) También he distinguido otra plantita, una nueva especie, se trata de otra Cariofilácea de flores blancas con los pétalos dobles: la Stellaria holostea que es relativamente frecuente en Mayo-Junio, esta planta la he visto en el valle, pero en la ladera de solana. 120

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Estuve con Isaías viendo las hayitas que plantamos en la Dehesa el año pasado, la mayoría han agarrado y presentan su porte lleno de hojitas (8 ó 9 por planta, hay que tener en cuenta que sólo tienen 2 años o savias y apenas miden 20 cms.). En estos días de Mayo he visto pito real, con su característico "culito amarillo", arrendajo, que es frecuente, trepador azul, precioso pajarillo desparasitador de las cortezas de los árboles, rabilargo, para mí el más vistoso de los córvidos, además de pinzón común, herrerillo y herrerillo capuchino (éste entre los pinos), carbonero común, petirrojo, lavandera blanca y lavandera cascadeña, abejaruco, alcaudón común, papamoscas gris, etc.

12-13/Junio/93: Fuimos a regar al Berbellido las hayas grandes. Llegaban los meses de calor y las plantas necesitan agua, así que nos dispusimos a regar las hayas grandes que habíamos trasplantado. En aquella ocasión fuimos Bob, Pablo, Rafa de Derecho y yo; llevamos con nosotros unos recipientes grandes de plástico como de 15 ó 20 litros con intención de dejarlos allí escondidos permanentemente en un campamento entre los brezos. Y así fue. Todos provistos de un recipiente, cogíamos agua del río y subíamos ladera arriba con ella hasta nuestras hayas, abríamos el tapón de la botella enterrada junto al árbol y echábamos litros a discreción... La botella, agujereada en su base, se encargaba de mojar bien la tierra en la que se encontraban las raíces del árbol, pero todo ocurre bajo tierra con lo cual no se evapora nada a la atmósfera. Y esta es la ventaja de este sistema de regado. Subíamos, regábamos y bajábamos otra vez a por más agua y así toda la mañana y parte de la tarde, hasta dejar a todas bien regadas y saciadas de agua. El trabajo era cansado, esforzado, y sudábamos bajo el calor del sol... – No es precisamente agradable venir a regar al Berbellido -me decía, sonriente y bien sudado, Pablo que, encima, era la primera vez que venía a contribuir a las tareas repobladoras... Pero al final todos nos sentíamos contentos, satisfechos por el trabajo realizado. Cuando terminamos, hubo quien se dio un chapuzón en el río, descansamos y, tras dejar ocultos los bidones en un lugar concreto, marchamos de allí pensando en el relajador descanso que tendríamos acampados bajo la estre121

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llada noche en el "collaíllo", un lugar agradable y tranquilo, tapizado de verde hierba, que goza de una amplia y hermosa panorámica entre los valles del Berbellido al Oeste y del Cañamar al Este. Y tras disfrutar del apartado lugar, del aire fresco y de la magnífica quietud de aquélla, la oscura dama, que peina sus cabellos de azabache a la luz de la luna y las estrellas, el sueño se apoderó de nosotros. 3-4/Julio/93: Fuimos a regar las hayas del Berbellido. En esta ocasión el equipo estuvo formado por Rafa Buyalanca, Juan Benito y yo; como salimos tarde, fuimos directamente a Peñalba para pasar allí la noche, cenamos compartiendo techo y diálogos con Rodolfo e Isaías y, arreglando el gobierno como de costumbre, salieron temas tales como la ganadería de la zona, las hayas de nuestras repoblaciones, los aterrazamientos y las plantaciones de pinos que se llevaron a cabo en Peñalba y en otros valles de la comarca, o las batallas que libró Rodolfo como soldado de la Guerra Civil y, contándolas, como vimos que se exaltaba por momentos, con profusión de aspavientos y visibles acaloramientos en los que su boina sobresalía de su sillón al querer repetidamente levantarse, tratábamos todos de calmarle... – Cálmese, Rodolfo, cálmese -le decíamos todos-, que eso ya pasó... – ¿¡Cómo voy a calmarme!? -decía en voz alta enfadado-, si cada vez que lo recuerdo... ¡Esos moros cabrones de África nos atacaban por la noche a traición!, aprovechando que dormíamos, y nos disparaban desde los árboles con grandes voces y alaridos... ¡que parecían los demonios!... Pero, ¡ay!, cuando hacíamos fuego de ametralladora, entonces esos moros salían huyendo a escape que perdían el culo en la carrera... je, je, je. Después, ya calmados los ánimos y antes de acostarnos, salimos un rato a dar un paseo por la aldea y sus alrededores que, entre el gran silencio reinante y bajo la tenue luz de las estrellas, resultó muy relajador; además la temperatura fresca pero agradable también invitaba a ello. Finalmente, haciéndose tarde y con el lejano rumor del Cañamar al fondo, nos fuimos a dormir. El día siguiente amaneció muy luminoso, radiante, tanto, que nos empujaba a salir a él; y nosotros marchamos al Berbellido. Al llegar: – Hoy no creo que se nos hubiera perdido la bota en el río -dijo Buyalanca sonriendo-, ¡eh, José Luis!... El río baja mucho más calmado. 122

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– No, hoy no -le contesté también sonriendo-, ¡son cosas que pasan! Después fuimos al campamento-escondrijo de los bidones de riego... – Y... ¡aquí están! -les dije contento-, ¡hale, vamos a sacarlos! – Je, je, esto funciona -reía feliz Juan Benito- y puesto que ya sé que se esconden aquí puedo venir algún día a regar este verano, si vosotros no podéis, con mi “cacharrete”, mi tartana naranja, je, je. Estuvimos regando las hayas y casi pude oír cómo éstas agradecían el fluido y transparente elemento que, al mojar sus raíces, calmaban su sed, tomaban renovadas fuerzas y sus nuevas y tiernas hojas parecían sonreírme, especialmente cuando los suaves céfiros de la brisa las acariciaban con ternura. Terminamos de regar y Buyalanca quiso darse un bañito en las frías aguas del Berbellido que, en el caluroso mes de Julio, ya no lo eran tanto. Juan Benito, servicial, quiso guardar él los bidones y también, en parte, para aprenderse bien el lugar por si volvía nuevamente en el estío. Y todos, tras descansar y comer junto a la orilla del río, en compañía de los brezos, espinos y sauces, nos despedimos de allí río abajo. No pudimos oírlas, pero yo sé que, mientras nos íbamos, las hayas, viendo tristes nuestra marcha, también nos dijeron adiós. 17-18/Julio/93: Fuimos nuevamente al Berbellido a regar las hayas. Salimos Bob, Juan Rodríguez y yo. Juan Rodríguez, o J.R. como también le denominaré, es otro joven entusiasta repoblador que conocí, como a casi todos, en la cantera de ARBA. Llegamos hasta el alto de Cabida, disfrutamos del paisaje y, después, nos introdujimos por la pista hasta el "collaíllo". Caminamos por el valle, esta vez por abajo, junto al río, y por fin llegamos a nuestra zona de repoblación. El río Berbellido ya no llevaba tanto caudal de agua como estaba acostumbrado a verle, así que le cruzamos con facilidad saltando por algunas piedras; tampoco bajaba el agua tan fría, incluso su frescor resultaba agradable dado el calor generoso del mes de Julio. El campamento de los bidones de riego estaba escondido entre los brezos tal y como lo dejamos... Está claro que este valle no es nada concurrido, no pasa prácticamente nadie por él y menos fuera de sus sendas: la de arriba, por donde va la zanja del agua, y la de abajo, bordeando el río. Cogimos tres bidones y comenzamos a regar las hayas las cuales se presentaban francamente bien, tenían buen aspecto y parecía que estaban agarrando. 123

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Bob regaba como era habitual en él, en silencio y solitario, siendo inconfundible por su indumentaria oscura y su barba. J.R. solía pegarse más a mí, preguntando con frecuencia acerca de las hayas, las repoblaciones, o todo cuanto pudiera resultar interesante, mostrando un visible interés por lo que hacía. Su característico y habitual chandal azul oscuro con hombreras de color amarillo y azul con el cuello rojo, acabaría siendo una de las prendas de identidad de este grupo de repobladores en Ayllón, tanto como mi también habitual e inseparable mono azul o la mochila de lona de colores de camuflaje pardoverdosos. Regamos las hayas grandes y todas las pequeñas que vimos, a las que resulta más difícil hacer el seguimiento pues, además de ser pequeñas y estar ocultas, se añade el que no te acuerdas de dónde has plantado todas y mucho menos las que han plantado los demás. No obstante, las que encontrábamos estaban bien. Terminamos y fuimos a Peñalba, los montes se presentaban amarillos por el bello colorido de floración de las retamas, especialmente de los cambrones (Adenocarpus hispanicus), y éstas competían en vistosidad con las grandes manchas de color malva de la explosión florística de los cantuesos (Lavandula stoechas sp. pedunculata) que, en verdad, se mostraban espectaculares; también lucían llamativas junto a las rocas algunas dedaleras (Digitalis purpurea) que, de vez en cuando, adornaban nuestra caminata. Bajamos con el coche a Peñalba y vimos a Jesús y Cirilo. – ¡Otra vez estáis por aquí! -dijo Cirilo sonriente. – Sí, venimos del Berbellido de regar las hayas -le contesté. – ¡Este compañero que viene hoy es nuevo! -decía sonriente Jesús señalando a J.R.-; el de la barba no, ¡ése ya ha venido más veces! – Sí -contestó J.R.-, hoy es la primera vez que vengo... Me gusta mucho la zona, los valles, las montañas... – ¿Te gusta esto? -le contestó Cirilo riendo-, si esto es muy frío y muy solitario... hay mucha roca y mucha montaña... – Pues eso, eso es lo que nos gusta -intervine yo. Entonces comentó Jesús: – Pues vimos hace unos días en el río, en el Aedo, más abajo de donde andáis con las hayas, una bota verde alta de goma. ¡A ver si va a ser la tuya!, 124

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como nos contaste que perdiste una hace ya tiempo... – ¡Justo, la mía! -exclamé yo- ¿Y dónde la visteis? – La encontró Isaías en el agua, a la orilla del río entre las piedras y la cogió, pero estaba muy gastada por el agua y el sol; y la pusimos de sombrero de una estaca de la valla que hay junto al río, en su orilla derecha... – Pues sí que pienso ir a verla -le contesté-, tengo curiosidad de ver cómo quedó... ¡Mi bota! -exclamé. – Pues si pasas, allí la verás, que allí está -afirmó Jesús. Luego expliqué a Juan y a Bob el desgraciado accidente de la bota, aunque Bob ya estaba enterado de aquel asunto. Ya de noche, Juan conoció a Rodolfo, a Isaías... – Así que otro compañero nuevo traes hoy, ¿eh? -reía Rodolfo. – Sí, y dice que le gustan mucho estos montes -contesté yo mientras J.R. sonreía. – ¡Ay!, que le gusta mucho esto, je, je, je -reía Rodolfo- ¡Si este pueblo no lo quiere nadie! -levantó la voz-, je, je, je, ya ves los que quedamos en él, cinco personas... Hablamos, reímos y cenamos y luego, como hacía buena noche, dormimos en un verde y apetecible prado, bajo las estrellas, al pie de unos frondosos melojos, a las afueras de Peñalba... Plácidas noches de Peñalba, traed el descanso a mis ojos... ¡que estos tus vetustos melojos velen mis sueños hasta el alba! Agosto 93: Llegaron las vacaciones, mis vacaciones, y decir vacaciones es decir Asturias. Este verano compartí mi periplo-aventura los primeros quince días con Rafa de Derecho y la segunda quincena con un amigo de Pablo Yord: Rafa el policía, pues era policía. Montes, bosques, costas, imponentes acantilados, playas tranquilas y solitarias, pequeñas aldeas, nieblas y constante verdor se sucedían en mi viaje. A destacar: Bosque de Muniellos, Lagos de Somiedo, Hayedo de Río Fabar, Bosque de Redes, Bosque de Peloño, Cordal de Ponga, Cabo Vidio, Playas de Frexulfe, Fabal, Maxota, Puertos de Ventana, Pajares, Tarna, Las Ubiñas, 125

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El Meicín, Haya de Eiros, Roble de Valentín, concejos de Tineo, Salas, Pravia, Cudillero, Valdés y sus increíbles acantilados... Saltaban las olas del mar, abajo, en el oscuro acantilado; volaba, grácil, la gaviota, arriba, sobre un cielo iluminado...; y yo, al borde mismo del cantil, sobre las viejas rocas sentado, de las aguas, su azul inmensidad, admiraba absorto y callado... Igualmente recorrimos, vivimos y convivimos largas horas en el bosque, en medio de extensos y magníficos hayedos, admirando sus vistas y rincones durante el día y durmiendo bajo sus copas de noche... Y por la mañana, descansados tras levantarnos, nos aseábamos en las limpias y cristalinas aguas de sus arroyos. ¡Ah, Asturias, salvaje y natural Asturias!, qué gratos recuerdos, imborrables, conservo de mis periplos por esa tierra que tanto quiero...

16-17/Oct/93: Fuimos a ver hayas grandes para entresacar. Aquel día salimos Rafa de Derecho, Bob, Juan R. y yo. Era grande nuestro deseo de salir al campo, al bosque, para ir planificando nuestras próximas repoblaciones; además, la época otoñal nos atraía como un imán, el bosque ya lucía sus mejores galas y su atrayente coloración era un irresistible reclamo para nosotros. Nos había gustado el sistema de repoblación y riego con la botella árabe; asimismo, el hecho de trabajar con hayas de gran tamaño era más estimulante; ¡casi nada!, plantar árboles que ya tienen cerca de dos metros, que se ven, y que por tanto se les encuentra fácilmente cuando toca el tiempo de ir a regarles... Estuvimos viendo lugares concretos del hayedo de La Pedrosa, en el puerto de La Quesera y en el hayedo de Montejo y, tras ambas visitas, creo que quedaron elegidos los parajes más adecuados para una entresaca favorable 126

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para esos lugares y para nosotros, puesto que las llevaríamos de allí a otros valles igualmente ideales para ellas. – ¡Qué lugar más maravilloso, da gusto caminar por aquí! -exclamaba admirado J.R. que, con los ojos bien abiertos, no se perdía detalle. – Pues yo creo que en este bosque -decía Rafa, refiriéndose al hayedo de Montejo, con voz pausada y siempre tocado con su sombrero- hay árboles más grandes incluso que los que hemos visto este verano en los bosques de Asturias... – Es que este bosque -le contesté yo- no será muy grande de extensión; pero, en cuanto a calidad y tamaño de árboles, es una verdadera joya... – ¡Hala!, qué cantidad de arbolitos hay aquí apiñados, ¡qué aglomeración! -exclamó admirado Rafa. – Es increíble -decía Bob rascándose la barba, mientras les observaba¿Cómo podrán crecer tan hacinados? – Bueno,... pues... creo que ya tenemos un sitio para entresacar, ¿no os parece? -les indiqué. – Y es fácil de acordarse -añadió J.R.-. Aquí está esta haya enorme, allí esos dos robles y ahí, a la vera del camino, este pequeño majuelo... – Es verdad -le contesté-, pero mirad: ¿os habéis fijado allí, en aquel rincón?, ¡qué profusión de colorido!, parece que el bosque se hubiera encendido para ofrecernos toda su belleza... Y así era. El bosque caducifolio, cada año, antes de despedirse y retirarse a descansar entre sus helados sueños de invierno, regala a todos aquellos que con gran sensibilidad se lo agradecen, sus mejores galas, sus mejores momentos... Querido bosque,... ¡qué buen amigo eres! 6-7/Nov/93: Fuimos a entresacar hayas para posteriormente plantarlas en el valle del Berbellido. Salimos aquel sábado Rafa de Derecho, Bob, J.R. y yo. Nos dirigimos directamente al hayedo de Montejo, al lugar concreto que seleccionamos el día anterior y, azadas en mano, con presteza, todos nos entregamos a la tarea. Trabajamos en silencio, con rapidez, entresacando aquí y allá las más adecuadas: hayas de algo más de metro y medio allí donde más juntas y concentradas estaban, respetando a las más fuertes y grandes que dejábamos allí, 127

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liberándolas de la competencia de las pequeñas (éstas de aproximadamente metro y medio) que eran las que nos llevábamos. Al cabo de algo más de una hora, ya teníamos sacados 24 ejemplares, todos con buena parte de sus raíces; paramos la operación y, distribuyéndolas en cuatro grupos, envolvimos sus raíces en trapos oscuros humedecidos para protegerlas mejor y, ya cayendo la noche, abandonamos el lugar cada uno con su fardo de árboles al hombro. Casi hora y media después, y de noche, llegamos a Peñalba. Dejamos las hayas en la baca del coche, donde vinieron, y, en compañía de la hospitalidad de la familia Serrano -esto es, Rodolfo y sus hijos-, pasamos la noche y aún tuvimos tiempo para dar un paseo nocturno bajo la quietud de las estrellas, entre el lejano canto de los cárabos y la cercana musicalidad de los grillos. A la mañana siguiente se unieron a nosotros Teresa y Juan Benito que vinieron en el Citröen naranja de éste. Así, todos juntos, marchamos con los árboles al Berbellido. Teresa era otra chica de ARBA, también muy motivada en las tareas de repoblar, y que no dudó en venir con nosotros a echarnos una mano. Andamos por el valle, río arriba, y, tras la caminata de rigor y una vez cruzado el río, llegamos a nuestra querida y tan "sudada" umbría de repoblación. ¡Cuánta ilusión teníamos todos!, estábamos deseosos de empezar la faena, de poner nuestro granito de arena, en este caso los arbolitos necesarios origen del futuro y deseado bosque que tanto anhelábamos: ¡el nuevo hayedo del valle del Berbellido! Todos nos pusimos manos a la obra, distribuyéndonos y repartiendo las hayas: elegimos los lugares aquí y allá, ladera arriba, cavábamos los hoyos, introducíamos las hayas y junto a sus raíces, también enterrada, la botella árabe, que no era tal sino una botella de plástico agujereada en su base, posiblemente de Coca-Cola o similar... Y así transcurría la mañana y la tarde, dispersos todos por el valle, trabajando, oyéndose los golpes de las azadas que iban a hermanar las hayas a la tierra, aquí, en su nuevo hogar. Al mismo tiempo que se plantaban, nos encargábamos de regarlas abundantemente por medio de sus botellas; así que bajábamos y subíamos del río, repetidamente, cargados con los bidones de riego (que ya teníamos allí permanentes escondidos entre unos altos brezos). 128

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Capítulo VI

Avanzada la tarde y cansados, pero contentos, terminamos la repoblación. Tuvimos algún tiempo para descansar -no mucho- siempre acuciados por la hora y la cada vez menor duración de luz de los días, ya acercándose el invierno. El día fue húmedo y nuboso y, mientras regresábamos a los coches caminando por la intrincada senda, no podíamos evitar el mirar una y otra vez a nuestras espaldas, al alto y cerrado valle que se hallaba recorrido por rotas y sugerentes nieblas que, a media ladera o entre sus cimas, flotaban silenciosas y enigmáticas con gran belleza y parsimonia... ¡Oh, qué bello espectáculo de despedida nos deparaba el valle!, quizá fue su forma de agradecernos, así, con tal regalo a nuestros ojos, las hayas y el esfuerzo desinteresado que nosotros habíamos hecho por él.

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VII. Primer gran descubrimiento:debajo de los brezos no se congela el suelo

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VII. PRIMER GRAN DESCUBRIMIENTO: DEBAJO DE LOS BREZOS NO SE CONGELA EL SUELO 20-21/Nov/93: Fuimos nuevamente a plantar hayas grandes al Berbellido. En esta ocasión salimos de Madrid Bob, Pablo, Patricia, Juan R. y yo, y repetimos la misma operación que la vez anterior. Fuimos a otro lugar del hayedo de Montejo donde también se encontraban, abundantes y apretadas, multitud de jóvenes hayas. Entresacamos otras 24 -como el último día- y, ya de noche, marchamos con ellas al hombro hasta el coche; caminando en medio del bosque y de un frío intenso que cada vez se metía más entre los huesos. En esta ocasión vino como novedad Patricia, que era una amiga de Pablo y que, también como otras, no volvió más a la tarea. – ¡Qué frío hace, la virgen! -exclamaba quejoso y molesto Pablo-, casi no siento las manos... -quien a su vez preguntó a Patricia si tenía frío: – No, no; bueno, sí, un poco... -contestó Patricia castañeteándole los dientes, quien en realidad también caminaba helada. El frío era intenso. Yo solía ir el primero guiándoles por la senda y con mi grupo de hayas al hombro, detrás me seguía J.R., a continuación Pablo, Patricia, y cerraba la fila Bob, callado como casi siempre y protegido bajo su cerrada barba y su gorro de lana. Por fin llegamos al coche, colocamos las hayas en la baca y todos sentimos alivio al introducirnos dentro. La noche se presentaba oscura y despejada, poblada por multitud de estrellas, síntoma y preludio de la gran helada nocturna que se avecinaba... Y llegando al puerto de Cabida, vimos que la carretera brillaba... ¡Eran infinidad de cristalitos de hielo! que a la luz de los faros refulgían. Ya los había visto otras veces, pero diría que en esta ocasión eran más grandes y abundantes, razón por la que extremé la precaución al volante en la conducción hasta Peñalba; y es que el Macizo de Ayllón, de gran belleza agreste, indómita y salvaje en muchos de sus parajes, es al mismo tiempo un lugar rudo, frío, de dura crudeza climatológica. Ya en Peñalba... – ¡Acercaos, acercaos al fuego, que la noche está fría! -invitaba, amable como siempre, Luis. – ¿Una muchacha traéis hoy? -exclamaba Rodolfo sorprendido y al 132

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Capítulo VII

mismo tiempo contento de verla- Je, je, acércate, acércate al fuego, no te vayas a constipar... ¿Y cómo te llamas? – Patricia -contestó a la vez escueta y tímida. – Pues ya ves -le decía Rodolfo-, aquí siempre estamos solos y arrimados al fuego, que las noches ya son cada vez más largas y frías... ¡bueno, ya lo verás tú misma!... ¿qué le vamos a hacer?... je, je. – Sí, hoy hace mucho frío -contestaba ella. – Bueno, pues ¡hale!, arrímate bien al fuego, je, je. Entre tanto la noche transcurría... Cenamos, llegó Isaías de la "oficina" helado, con el frío de la noche reflejado en su expresión. – ¡Hombre, qué de personal tenemos hoy aquí! -exclamó sonriente al vernos. – ¿Qué tal, Isaías? -le saludé-, sí, parece que a la gente le gusta esto de plantar árboles y van tomando conciencia y se solidarizan con la naturaleza repoblando sus montes... -y decía esto mirando sonriente a los demás compañeros plantabosques. – Sí, sí... -asintió Isaías con cara de circunstancias-, bueno, voy a ver si me caliento un poco que ¡cómo está la noche! -y decía esto mientras se restregaba las manos para entrar en calor. – ¡Ay, repoblando los montes! -exclamó entonces Rodolfo desde su sillón-, je, je, je, ¡qué canallas!, que nos engañaron los del ICONA pagándonos una miseria por los terrenos... – Pues no diga eso, Rodolfo, que usted también los vendió -le apostilló Luis, su hijo, tirándole de la lengua mientras nos guiñaba un ojo con sonrisa pícara y burlona. – ¡Claro, qué querías que hiciéramos, cojones! -contestó Rodolfo enfadado- si nos amedrentaban y nos amenazaban si no les vendíamos los montes... ¡Y yo fui el último en vender los míos, que bien sabe Dios que yo no quería!... ¡Ay, canallas!, pero venían amenazándonos con mil embustes y artimañas... Que siempre pasa igual y quieren quitarnos todo a los pobres... ¡Ay, cabrones! – Bueno, bueno, hale, tranquilícese, Rodolfo -le dije-, que aquello ya pasó... – Además nos han perjudicado con el aterrazamiento y los pinos -dijo 133

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Luis-, que desde entonces se nota en los veranos más la seca y casi no baja agua por el Cañamar y el Jaramilla porque se retiene el agua en las terrazas, creo yo... – ¡Pues claro! -corroboró Isaías-, hay más seca y los pastos agostan antes porque no llega el agua hasta ellos y a veces en el pueblo escasea el agua, ¡no vayas a creer!, y cuántas veces nos las deseamos para regar las huertas desde la traída del pueblo... – ¡Pues claro que sí, cojones! -insistía Rodolfo todavía encendido-, ¿¡cómo no nos van a perjudicar si siempre perjudican a los pobres!?... ¡Ay, cabrones! ¡Tenían que venir otra vez los comunistas y acabar con todos estos ladrones y...! – ¡Huy, Rodolfo, cómo está usted hoy de enfadado! -reía jocoso Luis, su hijo, que le seguía la broma. Entre tanto, poco a poco, las cosas se fueron calmando y las aguas, junto al "foro de oradores" de la rústica chimenea, iban volviendo a su cauce... Entonces, mirando entre los libros y papeles de la estantería del rincón, hallé el termómetro y dije: – ¡Hombre, vamos a ver qué temperatura tenemos en el exterior!... Y, cogiéndolo J.R., bajó él afuera, mientras desde arriba le grité: – ¡Ponlo bien apartado, que esté debajo del cielo! – Esta noche -dijo entonces Luis con autoridad- seguro que estamos varios, bastantes grados bajo cero,... ya lo veréis,... es una noche muy fría. Pasados veinte minutos, bajamos J.R. y yo a ver qué marcaba el termómetro. Subimos rápidamente, dado el frío que hacía, y... – ¿Sabéis qué temperatura marca el termómetro? -les dije- ¡Diez grados bajo cero! – ¡Hala!, ¿sí? ¡No me digas! -dijeron. – A mí no me extraña, ya os lo dije -comentó Luis conocedor de la situación- y seguramente bajará más, a las cinco de la mañana es posible que alcancemos los 13 ó 14 bajo cero... sí, sí... aquí tenemos soportadas temperaturas muy bajas... Esto es muy frío y muy duro -sentenció escueto. Poco más charlamos ya y, todos más o menos presos del sueño, nos fuimos a dormir lo más abrigados que pudimos. A la mañana siguiente, el cielo amaneció gris, cubierto, al parecer, de una 134

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espesa niebla; pronto recogimos nuestros bártulos y nos pusimos en marcha. El día también se presentaba frío, continuación de la gélida noche; aunque, al amparo de nuestro caminar y constante ejercicio, la temperatura no parecía tan baja. Y llegamos al río,... había que cruzar sus aguas, nos quitamos las botas y calcetines, nos remangamos los pantalones tanto como pudimos, casi hasta la cintura, ¡y a cruzar! – ¡Ufff!... ¡La virgen, qué fría está!,... el agua te corta la respiración... ¡Ahhh! -¿sabéis quién está en el río? Claro, es Pablo. Oyendo al pobre Pablo, todos sentimos el pánico en nuestras carnes... Seguidamente cruzamos el río y Patricia llevaba los ojos desorbitados y su semblante dibujaba una expresión de terror aunque refrenado, en un sepulcral silencio, mientras lo cruzó. Por fin nos hallábamos todos en la umbría, y no tuvimos más remedio que ponernos a bailar unos instantes dando saltitos para que los pies y las piernas recuperaran su movilidad y su temperatura... Terminada la improvisada danza bajo la música que el gélido frío nos impuso, nos pusimos a trabajar. Nos organizamos, repartimos las hayas y comenzamos la labor, mas cuál fue mi enorme sorpresa cuando, al comenzar a cavar en la tierra y dar mi primer golpe de azada, aquélla se había transformado en una durísima roca contra la que nada podía mi hortícola herramienta. ¡¡CLONC, CLONC, CLONC!!... Efectivamente, así sonaban los golpes dados en la tantas otras veces blanda y mullida tierra... El suelo estaba completamente congelado en su superficie hasta casi 12 cms. y ahora se mostraba como la roca más dura del mundo contra la que nada podíamos hacer... ¡¡CLONC, CLONC, CLONC!! y ¡¡CLONC, CLONC, CLONC!!... Todo era inútil, hoy no podríamos repoblar. Cerca de mí se hallaba J.R. tan asombrado e impotente como yo; más allá pude ver a Bob riendo mientras tiraba al aire una y otra vez su azada rota al impactar con el suelo helado. Y un poco más apartados, Pablo y Patricia también de jolgorio, reían las bromas de Bob. Pablo también había partido el palo de su azada. Había hecho mucho frío y el suelo del áspero y duro valle lo acusó. Yo, por mi parte, intenté cavar en otros lugares, pero todos ellos resultaban infructuosos, el terreno estaba duro como una roca; mas, por casualidad, o tal vez por curiosidad, después de intentarlo sin éxito en muchos lugares, se me ocurrió explorar debajo de los altos arbustos de brezo que por allí había y, 135

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ante mi sorpresa, allí sí estaba el terreno blando, allí se podía cavar... – ¡Eh, eh -les grité-, debajo de los brezos el suelo no está congelado!, ¿por qué no lo comprobáis por allí? Y lo comprobamos: Debajo de los brezos el suelo no se congelaba... Pasamos allí el resto del día y semienterramos, provisionalmente, las hayas que trajimos en un barrizal que había cerca del río hasta nueva ocasión más favorable. Después subimos hasta el collado del Agua fría desde donde admiramos el paisaje. Al final se nos hizo tarde y comenzó a anochecer de forma que, de noche, sin luz, tuvimos que regresar hasta el coche, lo cual constituyó otra nueva e inesperada "tragedia" que, una vez más, se reflejó en el rostro de la pobre Patricia que, al llevarla Pablo por insospechados "atajos" de barro, agua, zarzas y constantes tropiezos nocturnos, la vimos llegar con la cara desencajada por las adversidades de la marcha. Aquel día, aún sin saberlo, habíamos descubierto una de las claves en las que se basarían en el futuro nuestras repoblaciones: repoblar debajo de los arbustos, especialmente de los brezos, como ya se verá. El 21 Nov. 93, pues, fue el día del descubrimiento: Estando el suelo completamente helado, se pueden plantar hayas debajo de los brezos, porque debajo de ellos está el suelo sin helar. 4-5/Dic/93: Fuimos Rafa de Derecho, Bob y yo a plantar las hayas que quedaron pendientes el último día. El tiempo, pese a estar ya metidos en Diciembre, fue más benigno que en nuestra última y gélida incursión al áspero y montañoso macizo... – ¿Así que os hizo mucho frío el último día? -preguntó Rafa. – Figúrate, ¡no pudimos plantarlas al estar el suelo helado! -le contestó Bob. – ¿Y qué se siente al cavar y ver que el suelo está hecho una piedra? -otra vez preguntó Rafa. – Una gran impotencia -le contesté-. Además perdimos la jornada de trabajo después de ir hasta allí. – Y se rompieron dos azadas en el intento de cavar -añadió Bob. – Claro que, también -proseguí yo-, vivimos una experiencia nueva, al tiempo que disfrutamos de las vistas desde el collado del Agua fría y descubrimos que, bajo los brezos, el suelo está protegido y no se congela y es un 136

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dato que puede ser interesante para nosotros... Llegamos al río y, mientras cruzábamos sus gélidas aguas, Rafa comentó riendo: – Este frío trance me recuerda, salvando las distancias, al momento en que Tintín y sus compañeros tienen que cruzar la cascada del Templo del Sol ayudándose de una cuerda... – Sí, pero aquí, encima, no tenemos cuerda -le contesté- y tenemos que cruzarlo sólo con nuestro equilibrio y el agua, seguramente, también está más fría que en aquellas latitudes tropicales... Rafa reía sonoramente escuchando mis argumentos bajo su característico sombrero bob de tela, mientras que el otro Bob, el de carne y hueso, le decía: – ¡Hale cruza, que te toca!, ya verás qué caricias te hace el agua... – ¡Ahh! mis pies ¡Ahh!... Poco después... Allí estaban nuestras hayas metidas en el barro tal y como las dejamos. – ¡Desde luego, este lugar es solitario! -exclamó Bob- Por aquí no pasa nadie, jamás se ve a nadie. – Sí, es verdad, por eso me gusta tanto este valle... -le contesté. – Es ideal para buscar la soledad y meditar... -concluyó Rafa. Después de unas tres horas de ejercicio, de idas y venidas a por agua al río para regar y de algunos descansos relajadores contemplando la quietud de su paisaje, terminamos de plantar y regar todas las hayas. ¡Por fin llegaba lo más apetecible!: comer y descansar junto al río disfrutando de esa satisfacción que te inunda al ver la labor bien hecha y terminada; además, el tiempo era débilmente soleado y agradable invitándote a tumbar sobre la hierba. Ahora había otras 24 grandes hayas plantadas en el valle ¡y con la botella árabe! que, sin duda, contribuiría a facilitar su existencia... Ciertamente me encontraba satisfecho y feliz en aquellos momentos y también Rafa y Bob, pues sabían que estábamos poniendo los cimientos de un nuevo bosque en aquel silencioso y recóndito lugar. Allí, entre la quietud del valle, las caricias de su brisa, limpia y fresca, y los cantos de algunas aves empeñadas en regalarnos los oídos con su música, pasamos una tarde agradable mientras contemplábamos con satisfacción todas las hayas que, como si fueran nuestros hijos, ahora sí se podían ver, estaban ahí... 137

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Sin embargo, años después, comprobamos con tristeza en nuestros seguimientos en el valle del Berbellido que se había producido un gran número de bajas entre estas hayas grandes -pese a que hoy día quedan de ellas algunas supervivientes..., aunque pocas-. ¿Por qué?, ¿cuál es la causa de tantas marras? La causa fue que estas hayas grandes de casi dos metros de altura se plantaron sin protección arbustiva que les prodigara la necesaria sombra y cobijo... Desgraciadamente, no lo sabíamos entonces. En aquellos días de 1993 aún no plantábamos las hayas debajo de los brezos o muy escondidas entre ellos.

Otoño 93. Observaciones de mi diario de campo. Se hicieron varias incursiones al hayedo de Montejo; es de destacar que este bosque se encuentra en su apogeo de belleza otoñal rojiza hacia el 24 de Octubre. Este año parece que hay pocos hayucos. También se han hecho algunos viajes a Riaza, para ver a nuestro amigo Manolo, con él hemos subido al puerto de La Quesera y otro día nos llevó al bosquete de hayas, tejos y fresnos (Fraxinus excelsior) de Becerril de la Sierra (Segovia) -este Fraxinus excelsior es una especie de fresno inusual en estas latitudes del centro de la península y sí más propia de la cornisa cantábrica-. Este día fuimos Bob, Manolo, J.R., mi hijo Juanito y yo. Hay buenas hayas centenarias, aunque poco altas por crecer dispersas y en una zona elevada, y muchos individuos jóvenes creciendo agrupados entre ellas, por lo que el bosquete se va extendiendo. Los fresnos también son gruesos y están dispersos con sus inconfundibles yemas negras; no son muy numerosos, pero seguramente pasarán de veinte ejemplares. Y los tejos se encuentran ocupando la parte más alta del monte, pero sin llegar a su cuerda, son de tamaño mediano-grande y gozan de buena salud, con un porte sano y bastante lustroso, que destacan desde lejos por su color verde oscuro. Hay un buen grupo de ellos, tanto que, siendo optimista, podría hablarse más bien de una tejeda que de un grupo de individuos. Ya desde lo alto de la cuerda, tras subir por agrestes canchales, puede admirarse una hermosa vista del valle del Lillas con todo su hayedo en 138

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la ladera de umbría (el hayedo de Tejera Negra) y en su solana puede verse al maltrecho bosque de melojos que intenta recuperarse y abrirse paso entre la nefasta repoblación: las hileras de pinos en odiosas terrazas. Entre el alto perfil de la sierra destaca el asomo del pico del Lobo (el más alto del Macizo de Ayllón con 2.273 mts.) justo por la concavidad de un collado y que se reconoce bien por las desafortunadas antenas que actualmente presenta en su cumbre. En la cuerda afloran, como en el resto del monte, rocas paleozoicas, metamórficas, a base de pizarras, esquistos y cuarcitas características, y muchas están tapizadas de un vivo color amarillo azufre debido a la presencia del liquen Rizhocarpon geograficum. En lo que se refiere a la repoblación -restitución- de hayas en el curso alto del Berbellido, hay que decir: – En 1992 se plantaron sobre todo, directamente en su umbría, más de 5000 hayucos y fue un fracaso que todavía no sé a qué fue debido, tal vez a la falta de riegos, a que se helaron durante el invierno, al exceso de calor de aquella primavera-verano, depredación de las semillas por los animales, pudrición por exceso de agua... u otras causas que desconozco, no lo sé... – En 1993 se plantaron, además de hayas pequeñas de 1-2 savias, 32 hayas de casi 2 mts. y 1 acebo y 1 tejo en una primera tanda. – En otras tandas posteriores, otras 48 hayas de casi 2 mts. – Y para la primavera del 94 está previsto plantar más de 100 plantitas de 1 año.

8/Dic/93: Estuvimos J.R. y yo en el Cardoso admirando sus atrayentes vistas y las rústicas casas y calles del pueblo. Marchamos por el bosque de melojos arriba, y descubrimos "la laguna", un lugar hermoso, tranquilo y relajador. También vimos cerca de ella un pequeño manantial. Posteriormente ascendimos al Santuy (cumbre de 1.980 mts.) desde donde se divisa una gran panorámica. A última hora fuimos al hayedo de Montejo y vimos el "haya madre". Ya, casi de noche, regresamos al coche, bien cansados, pero con las retinas cargadas de naturaleza, ¡ah, cómo te amo! 139

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19/Dic/93: Estuvimos J.R. y yo en el abedular de Somosierra. Magnífico bosque de abedules (Betula alba celtiberica), acebos (Ilex aquifolium) y robles (Q. petraea y pyrenaica) como especies principales, también observamos frecuentes avellanos (Corylus avellana). Creo que este abedular pronto estará protegido como el hayedo de Montejo, porque es una verdadera joyita natural, de extensión, posiblemente, algo menor que el famoso hayedo de Madrid. Anduvimos por él en completa soledad, pues no vimos absolutamente a nadie, unas tres horas, y estábamos encantados de la belleza de todos sus rincones; además, la tenue niebla que se paseaba por algunos de sus rincones realzaba, aún más, su mágica emotividad y misterio. Tan sólo molesta dentro de este frondoso paraje (y no es culpa suya, ¡pobre!), el ruido, que, aunque lejano, se percibe de la carretera general. Nos gustó mucho el lugar, en especial unas altas peñas en las que estuvimos descansando y desde las que se apreciaba una vista preciosa del bosque y de su entorno. A este observatorio desde las peñas le denominamos "el balcón". Ciertamente, nos agradó mucho este abedular, habrá que venir a verlo en primavera y otoño. Geológicamente hablando, es de destacar en este paraje la presencia de gneises metamórficos con bandeados muy marcados de mica biotita (oscura); también observé ortosas (feldespatos potásicos) en forma de fenocristales (cristales grandes) englobados por la foliación de las biotitas (disposición conocida como de "Ollo de sapo") El día anterior, sábado 18, dormí en Valdemanco, pueblo del padre de Juan Rodríguez enclavado en un espectacular roquedo granítico típico, lleno de berrocales, piedras caballeras y característicos paisajes de "bolos" pétreos. Vimos 7-8 buitres leonados sobrevolando y hubo bastantes bancos de niebla a lo largo del día. Juan encontró entre las rocas un ejemplar de cuarzo lechoso bien cristalizado... ¡qué suerte! Finalmente fuimos a una finca rústica de su padre, algo retirada del pueblo, y plantamos en ella un roble melojo,... ¡ojalá crezca sano y fuerte! 1-2/Ene/94: Estuvimos J.R. y yo en Peñalba. Subimos al bosque de la Dehesa paseando entre su quietud, llegamos a la oscura acebeda, un lugar muy querido por mí. Observamos sus acebos, algunos de ellos mostraban, abundantes, sus rojos frutos -despensa invernal de muchos habitantes de esta espesura-, y 140

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vimos las hayas que dormían su sueño invernal, como también los álamos temblones (Populus tremula); disfrutamos de la belleza y soledad de aquel apartado rincón del bosque. Después descendimos hasta la cascada del Cañamar; atrás van quedando los melojos y empiezan a dominar las encinas en el paisaje, que se torna más áspero y rocoso. Aflora un potente banco de cuarcitas que, dada su dureza -erosión diferencial-, causa resaltes en el relieve y originan la cascada, al tener que saltar dicho resalte el arroyo Cañamar, abismándose por su precipicio más de 12 mts. El paisaje es espectacular y el sonido de las aguas causa estruendo al observador muy próximo, que se siente como un minúsculo punto en medio de un alto roquedo y un cerrado encinar. Proseguimos el camino hasta el lugar conocido como el "Pozón de Juntas" que es una ancha poza del río Jaramilla donde se juntan las aguas del Cañamar y Jaramilla. El trayecto hasta este Pozón es uno de los lugares más agrestes que he visto en mi vida: Confluyen los ásperos valles de estos dos ríos en un paraje abrupto coronado por altos montes de roquedos cuarcíticos, muchos de ellos tapizados de líquenes amarillos de Rizhocarpon, y todo ello poblado de un espesísimo encinar achaparrado con algunos enclaves de melojo... Cuando caminas dentro de él parece que lo haces por una espesa selva, muchas de cuyas ramas están tapizadas de llamativos líquenes colgantes (Usnea sp. y otros). Tupidos, cerrados encinares, cascada del Cañamar, tus aguas, tras el salto, a las del Jaramilla van a dar; allí en el Pozón de Juntas, rodeado de rocas y espesuras, las aguas se unen... se van a amar.

Abandonamos aquella inhóspita y maravillosa selva, donde reinan el agua, la roca y la espesura, y volvimos a Peñalba. Allí recibimos una sorpresa, había venido a vernos sola, en su coche, Gloria Galeano, otra compañera de ARBA que quería conocer nuestras activida141

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des repobladoras en Ayllón. Pasamos un buen rato en el pueblo con ella y después subimos camino de la peña del Águila para estrenar aquella noche las tiendas de campaña. Nos quedamos en una vaguada agradable de abundante pradería y melojar; y allí nos dispusimos a montarlas. Primero una y luego la otra a bastante distancia de la primera, hecho éste que llamó la atención de Gloria, por lo que preguntó a Juan si él y yo estábamos enfadados... Juan se rió mucho y le explicó que a mí me gustaba el silencio y que, para evitar el ruido de posibles ronquidos a horas intempestivas de la noche, lo mejor era distanciar un buen trecho las tiendas. Ella también rió mucho al oír la respuesta de Juan y poco después, cuando yo llegué a la primera tienda, donde estaban ellos, reímos los tres aún con más gana. Gloria Galeano tuvo que irse y la despedimos desde el pueblo; después, ya de noche, subimos a dormir a nuestro flamante y "dispersado" campamento. Dormimos como reyes, sin novedad y en completo silencio, pasando ambas tiendas el visto bueno de su estreno, pues ninguno pasamos frío (en aquellas serranías y en pleno mes de Enero) y recibimos con gran placer la llegada de los primeros rayos del sol que inundaban la tienda... Sentir el calor de aquél y el abrir la cremallera de la puerta viendo el paisaje y sintiéndote en él, libre, entre aquel aire fresco y puro, son dos de los mejores momentos de la acampada; sin olvidar cuando, en la noche, te metes en el saco sintiéndote calentito, o cuando escuchas cantar a los cárabos fuera, no lejos de ti, o, previamente a meterte en la tienda, cuando contemplas entre sombras todo a tu alrededor y te sientes integrado en el lugar, bajo las estrellas... Es muy agradable acampar y, quien no lo ha hecho, bueno... él se lo pierde. Acampar en medio del monte es como dormir abrazado a tu amada: la naturaleza. Recogimos el campamento y, tras dejar el lugar como si allí no hubiéramos estado -pues así tiene que ser y no de otra manera; además, qué poco cuesta,- marchamos. Aquella mañana fuimos a ver los cañones del río Jaramilla, cerca de Corralejo. Son bastante espectaculares, con gran desnivel vertical, y todo el paraje se muestra muy agreste y accidentado. En ellos pasamos algunas horas antes de partir, finalmente, hacia Colmenar de la Sierra. En esta localidad de amplios, abiertos y limpios paisajes descendimos 142

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hasta el meandro encajado del río Jarama a los pies del monte San Cristóbal, entre grandes roquedos de pizarras y capas de cuarcita. Fuimos descendiendo río abajo por intrincados y difíciles senderos hasta encontrar un puente o, mejor, una barra de hierro que cruzaba el río como a 3 mts. de altura sobre él... Le cruzamos, no sin temores y haciendo algún equilibrio, hasta la otra orilla donde observamos sus salvajes y escondidos parajes. Había encinas espectaculares, vetustas, que crecían recias brotadas de en medio de la roca. Eran ejemplares dignos de admiración con unos portes centenarios, de ramas retorcidas y aspecto magnífico.

A unas arcanas encinas Vetustas, venerables encinas, que a mis admirados ojos impactáis, y a mi rendida alma enamoráis; en este abrupto, apartado, reino de quietud, donde la transparente belleza y la salvaje naturaleza, atraídas, se abrazan en un agreste beso montaraz... hoy, aquí, os he conocido. Hoy, ya siempre, mi corazón os ama. ¡Oh, vetustas, venerables encinas, imponentes, vivos testimonios de estas escondidas asperezas!... que cantáis calladas, aquí, tanta recóndita hermosura.

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Sed guardadoras de esta apartada soledad, ¡abrupto e increíble reino de quietud! Allí nos cayó la tarde y, comenzando a anochecer, regresamos, ¡qué remedio!, a la capital del “otro” reino.

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VIII. Empezamos a plantar las hayitas debajo de los brezos

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VIII. EMPEZAMOS A PLANTAR LAS HAYITAS DEBAJO DE LOS BREZOS 15-16/Ene/94: Fuimos J.R. y yo a Peñalba de la Sierra. El día fue frío, pero luminoso, y nos dedicamos a plantar las 20 últimas hayas que nos quedaban en los envases de tetrabrik. Las plantamos dispersas por la Dehesa de Peñalba, junto al arroyo y bajo los brezos; pues, después del tan importante hallazgo de que no se congela el suelo bajo los arbustos, decidimos plantarlas así, a fin de que estuvieran más protegidas de las fuertes heladas -de las tardías especialmente- que se registran en estas sierras, y a la vez escondidas de los depredadores -ramoneadores herbívoros- y de las insolaciones del calor estival, al procurarles sombra permanente. Por todas estas razones, comenzamos a plantar nuestros pequeños arbolitos bajo los brezos, en su interior. Aquel día subió también con nosotros hasta la Dehesa Isaías, quien presentaba un vivo interés porque plantáramos hayas; siempre lo vio con buenos ojos y siempre nos favoreció en esta labor, ayudándonos él mismo, dejándonos su huerto para plantar en él, o meter nuestros envases de tetrabrik, o realizar los nuevos semilleros... Nos dejó su casa, se hizo socio de ARBA... en fin, qué más puedo decir... Sí, puedo decir, sin lugar a equivocarme, que, sin el apoyo de Isaías y su familia, no hubiéramos podido llevar a cabo nuestra labor repobladora en el Macizo de Ayllón como se está viendo hasta ahora y como se seguirá viendo en los años sucesivos... ¡Gracias, muchas gracias, familia Serrano!; pues, donde quiera que se lea esta historia, este ilusionante esfuerzo repoblador, siempre irá de la mano de la familia Serrano de Peñalba de la Sierra que, de manera tan entrañable como sencilla y desprendida, lo sostuvo y lo hizo posible. ¡Gracias, muchas gracias por vuestra amistad...! Plantamos pues, entre los tres, 20 hayas de 1 savia en el bosque de la Dehesa... – Toma, Isaías -le dije-, mira ésta qué bonita es y qué yemas tan grandes tiene. – Sí -contestó-, tráemela que la voy a plantar aquí a la vera del arroyo para que siempre encuentre humedad... – Ya tengo cavado otro agujero -gritó desde más arriba J.R.-, creo que está bien escondido bajo estos brezos... 146

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Capítulo VIII

Y subiendo donde él se hallaba, saqué otra plantita con todo su cepellón del tetrabrik y la plantó Juan con gran ilusión, la apretó bien contra la tierra del fondo, ya removida, echó más a los bordes y, compactándolo todo, por último, la rodeó de un alcorque que rellenó después de hojarasca... – Ya está -dijo J.R. satisfecho-, otra más. Terminadas todas de plantar y de regar regresamos a Peñalba y allí, en la plaza, se hallaba Rodolfo en sonrientes pláticas con Jesús y Cirilo. Jesús, al vernos regresar, dijo un poco socarrón como acostumbra: – ¡Qué, ya habéis plantado más hayas!,... a ver si se las van a comer las vacas cuando las vean tan tiernecitas... je, je, je. – ¡Hombre, no nos fastidies, Jesús! -le contestó, también sonriente, J.R., que nuestro trabajo sirva para algo bueno... – ¡Pues eso! -insistió Jesús-, para alimento de las vacas, je, je. – No, hombre -entró Cirilo, comedido y consolador, en la conversación, las vacas y las ovejas ya hacen por pacer la hierba que les gusta más y en teniendo bastante della no quieren más otra cosa; no, qué va, no se las comen, que tienen pación bastante; no temáis, que éste está de broma. – Además -intervine yo-, ahora se lo hemos puesto más difícil porque las plantamos debajo de los brezos para que estén más protegidas... – ¡¿Debajo de los uzes?! -rió Rodolfo al oírlo- ¡Huy!, a ver si luego no van a ser bastante a salir arriba de él, je, je. – No -le contesté-, que la naturaleza es muy sabia y sabrán buscar el camino arriba, ellas buscan la luz y la encontrarán arriba, incluso creo que les estimule a crecer más deprisa para encontrarla... – Sí, sí, tú fíate -añadía jocoso Jesús-, que allí bajo los brezos, con tanta oscuridad, igual echan en falta algo de sol y se enferman a escape... En esta conversación pasábamos el tiempo en la plaza cuando apareció Luis, el hermano de Isaías, con su habitual mono kaki de soldado... – ¿¡Qué pasa, Luis!? -le saludé-, ¿andamos de tarea? – Voy al huerto -contestó-, a ver si me da tiempo a injertar un par de manzanos que tengo allí y que tienen buena necesidad... – ¡Tú siempre con tus injertos! -le dije sonriente-, ¡cómo te gusta injertar los frutales! – ¡Claro! -contestó él-, beneficia mucho a los árboles y luego dan mejor fruta,... ¿no te gustan las manzanas jugosas y dulces? Pues esto pasa lo mismo 147

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que con las personas, a los árboles también hay que quererles y cuidarles, para que te den más y mejor, ¿no lo sabes? -decía Luis sonriente y como siempre erudito y elocuente. – Pues entonces, si es por cariño, nuestras hayas también crecerán fuertes y sanas -le dije-, porque las queremos mucho, hablamos con ellas y nos da una gran alegría el verlas crecer lustrosas, ¡hasta las besamos y todo cuando las plantamos! Todos reían satisfechos oyendo mis explicaciones y entonces añadió Rodolfo jocoso: – ¡Huy, madre!, que besáis a las hayas... ¡eso nunca lo oí!, je, je, je, ¡se besa a las mujeres y a las novias para tenerlas contentas y gozosas, je, je, je! Oye, oye el cantar de la copla -y poniéndose serio, comenzó a recitar así, acompañándose de las manos-: Cuando subo a la majada no me olvido la bota ni los quesos y cuando bajo, obsequio a mi casada florecillas y muchos besos.

Je, je, je.

Reía feliz Rodolfo y todos cuantos le oímos y es que, para cantar coplas y contar viejas historias, no hay otro como Rodolfo. Finalmente, terminóse la plática marchando cada uno a sus quehaceres. Luis a su huerto, Jesús a las vacas, Cirilo a la cocina, Rodolfo con sus bastones se dirigió, despacio, a sentarse junto a la chimenea de su casa, y J.R. y yo al coche, a subir el puerto antes que caiga la noche, no sea que encontremos hielo... ¡Hasta luego, gentes y rincones de Peñalba! 29-30/Ene/94: Fuimos J.R. y yo a El Cardoso de la Sierra. Así fue: Salimos de Madrid del vivero de ARBA cargados con una gran caja que contenía 20 roblecitos melojos que crecían en envases de tetrabrik. Los compañeros de ARBA nos dijeron que las bellotas procedían del norte de Madrid (de la zona de Somosierra) y que por eso los plantáramos nosotros que nos movíamos más o menos por allí. Llegamos al Cardoso de la Sierra y decidimos plantarlos entre los claros del bosque de melojos de esta localidad, según se sube hacia la "laguna" que descubrimos no hace mucho y que tanto nos gustó. La tarea fue cansada y sudada, pues subir hasta aquellos lugares cargados 148

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Capítulo VIII

con dicha caja nos costó lo nuestro, asiéndola cada uno de un extremo y transportándola entre los dos a cortos trechos; así, penosamente, caminando durante dos minutos y descansando uno, fuimos ascendiendo hasta alcanzar nuestro lugar elegido. Llegamos a la "laguna", descansamos junto a su orilla disfrutando de la belleza y soledad del lugar y, después, un poco más arriba, en una zona empinada, desprovista de arbolado, comenzamos nuestra repoblación. Azada en mano y uno a uno, nos repartimos la tarea plantándolos a la vera y cuidado de los arbustos para que les prestaran su sombra y protección. Los robles melojos (Quercus pyrenaica) no son árboles tan exigentes de sombra como las hayas, pues, de hecho, también crecen en las solanas de estos montes, ni requieren tanta humedad como aquéllas; pero cuando se trata de arbolitos pequeños, como los que traíamos, entendíamos que no les venía mal esta sombra y, sobre todo, se hallaban más escondidos y protegidos de los herbívoros ramoneadores. Después de algo más de dos horas terminamos la repoblación; cansados, pero satisfechos: 20 nuevos roblecitos tenía aquel lugar; 20 nuevas vidas vegetales comenzaban allí su nueva andadura que, ¡ojalá!, llegasen a buen término creciendo sanos y vigorosos. ¡Ah, inocentes, pequeños melojos!, jóvenes roblecitos, tiernos, aquí os hermanamos a los de vuestra especie; ved y aprended con vuestros ojos de los mayores y vivid muchos inviernos, que el bien os guarde y el futuro aprecie.

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IX. Comienzan a plantarse cientos de hayas de 1 savia

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IX. COMIENZAN A PLANTARSE CIENTOS DE HAYAS DE 1 SAVIA 12-13/Feb/94:Fuimos al vivero de Riaza J.R. y yo a sacar hayitas para llevarlas al monte. Llegamos al vivero por la mañana y buscamos a nuestro amigo Manolo, que estaba allí. – ¡Hombre, los plantabosques! -dijo Manolo al vernos-, ¿qué os trae hoy por aquí? – Vamos a ver si sacamos hoy un buen puñado de hayitas para llevarlas a plantar. – Pues tenéis el cajón lleno de ellas -contestó-; sí, conviene ir sacando porque hay muchísimas... ¡Quita, gato!... ¡Ay si te cojo!, je, je, je, ¡que no cazáis un ratón!... ¡Este Manolo! Siempre increpa y asusta a los gatos... será para hacerles más fieros y que cacen más ratones... La verdad es que les quiere mucho y se preocupa de ellos. Vimos el cajón-semillero que, efectivamente, estaba lleno de hayitas... – ¡Parecen todo un bosque dormido en miniatura! -dijo gozoso J.R. al verlas- ¡Cuántas hay! – Aquí hay todo un proyecto de bosque -le contesté no menos gozoso-, ¿te imaginas que cuando las plantemos, todas agarren? ¡El bosque ya está en marcha! -añadí. – ¡Pues manos a la obra! -dijo impaciente J.R., restregándose las suyas. Y nos dispusimos a entresacar hayitas con cuidado. – Mira -le dije-, he traído guantes de goma, ¿si quieres para ti...? – No, no, a mí me gusta trabajar sin guantes, me gusta sentir la tierra fresca en las manos -contestó sonriente. Una hora después teníamos apartadas y envueltas en pedazos de tela negra mojada 110 hayas pequeñas de 1 savia, sanas y con grandes yemas cerradas. – ¡110! -le dije-, yo creo que ya son bastantes. El próximo día, si vemos que podemos con más, sacaremos más. – Sí, yo creo que está bien -contestó-, vamos a ver qué tal nos manejamos con éstas y así llevamos una referencia. Estuvimos algún rato más en Riaza, nos despedimos de Manolo y salimos con nuestro cargamento de arbolitos para el puerto de La Quesera. Arriba dis152

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frutamos tanto de la cara norte de la sierra (de los melojares y del hayedo de La Pedrosa) como sufrimos y padecimos de indignación e impotencia en la cara sur de la sierra al ver las atrocidades: brutales aterrazamientos e hileras de pinitos (en el alto Jaramilla y Veguillas). Era un paisaje siniestro, desgarrador de almas sensibles... que ya conocíamos sobradamente, de manera que, comentándolo como siempre con pesar, huimos de allí y seguimos nuestro camino en busca de la pista que nos llevaría a Peñalba. Ya en la pista, ¡cada vez está peor!, con más socavones, baches y barro..., tuve que conducir con mucha lentitud y cuidado..., pero una vez más llegamos a la pequeña y perdida aldea. Allí, como ya es habitual, pasamos la noche en compañía de Luis, Isaías y Rodolfo. Ristras de salchichas, chorizos y jamones colgaban en esta ocasión de las vigas de madera cerca del fuego; dando un aspecto aún más rústico y auténtico... ¡y un olor apetitoso! No faltó conversación junto a la chimenea, ni risas, ni historias y coplas de Rodolfo, ni la erudición de Luis explicando la actualidad político-social, ni la habitual ironía de Isaías contra el gobierno y los gobernantes... ¡y tantos otros tunantes! Al final todos nos quedábamos dormidos junto al calor de las encendidas brasas y el oloroso tufillo de los embutidos colgantes. Así que nos fuimos a dormir. ¡Felices sueños, descansados y relajantes! A la mañana siguiente nos levantamos de nuestros sacos con renovadas ganas y deseos de repoblar, y unas horas después llegamos a nuestra zona de trabajo, allá en el valle del Berbellido. Comenzamos a plantar con tesón y siempre impulsados por la ilusión de formar allí un hayedo. Casi tres horas después terminamos nuestra labor, cansados y satisfechos: 110 nuevas hayitas habían llegado al valle con una misión: crecer, medrar y formar un nuevo bosque, ¡ánimo y adelante! 27/Feb/94: Salimos en esta ocasión Pablo Llord, Juan Rodríguez y yo y nuevamente repetimos la operación: marchamos a Riaza, dormimos en Peñalba y plantamos en nuestra empinada y querida ladera del Berbellido... Esta vez se plantaron nada menos que 218 hayitas entre los tres. ¡Creo que ya está bien...! ¡Gloria, loor y laureles para estos esforzados plantabosques! que desafían al esfuerzo, al cansancio y a las inclemencias del tiempo; que partieron de 153

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día y regresaron de noche, que cruzaron descalzos y remangados hasta las ingles las frías aguas del río, y otra vez al regresar..., que casi no tuvieron tiempo para comer, ni menos aún para descansar, que pasaron el día ocultos entre los brezos, arañándose las manos y la ropa con las zarzas y espinos y que sudaron tanto que la sed, a veces acuciante, les apremiaba a descender hasta las frías aguas del Berbellido; y al final, al caer el sol, aparece otro nuevo y grande inconveniente: el frío que, raudo, sin tregua, a plomo, desciende; y hay que marcharse y regresar rápido hasta el coche por más de 4 Kms de estrecha e intrincada senda, muchas veces perdida entre la maleza, ¡perdón!: entre las zarzas, brezos, espinos y retamares... y además frecuentemente embarrada y con charcos que no ves porque la caminata de regreso se suele realizar ya bastante oscurecido y a toda velocidad... Pero es igual, todas estas trabas y esfuerzos son ampliamente recompensadas: se habían plantado 218 nuevas hayitas..., ¡eso es lo verdaderamente importante para nosotros! Oda a los plantabosques Como esforzados caballeros andantes, sufridos, valerosos y del monte vigilantes, caminantes, defensores y en su bien perseverantes que, por él, generosos, todo dais radiantes de ilusión, por retornarle sus florestas dominantes, antaño hogar de verdes espesuras reinantes. ¡Oh, nobles, esforzados plantabosques!, relevantes, que de la hermosa naturaleza sois amantes.

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Capítulo IX

13/Mar/94: Seguimos plantando hayas, hayas pequeñas de una savia. ¡Cómo produce el vivero de Riaza!, en aquella jornada sacamos 120 y las llevamos a un valle nuevo, también apto para plantarlas, tanto que también tiene árboles centenarios de esta especie: El valle del Ermito. Efectivamente, este valle recorrido por el arroyo del mismo nombre que vierte sus aguas al Jarama a la altura del hayedo de Montejo, es un valle también muy cerrado en V, con laderas muy marcadas en umbría y solana. El valle del Ermito, poblado de melojos, presenta asimismo una buena cantidad de ejemplares centenarios de haya, y no solo en sus umbrías, puesto que crecen bastantes de ellas en la ladera de solana. En esta ocasión fuimos a repoblar J.R. y yo, y entre los dos nos repartimos las 120 hayitas; el trabajo fue grande, como siempre, pero también lo es nuestro ánimo repoblador, que esperamos deje la huella de nuestro esfuerzo en otro nuevo valle: el Ermito, del Macizo de Ayllón. Este valle presentaba igualmente unas condiciones muy buenas para iniciar su repoblación, pues un lugar concreto que elegimos del mismo ofrecía una gran extensión de brezos y retamas, pero sobre todo brezos de buen tamaño bajo los cuales plantamos las hayitas. Otro valle, el del Ermito, se suma a los del Berbellido y del Cañamar... ¡Las hayas volverán a crecer en el Macizo de Ayllón! ¡Oh, valles del Berbellido, del Ermito, del Cañamar! que os encontráis yermos, tristes, en buena parte despoblados, ausentes de frondas, de arbolados... sí, volveréis a reír y cantar pues, creciendo vuestros bosques, ¡oh espesos, alegres robledos, umbrías de incipientes hayedos!..., todos os querrán ver y admirar. ¡Oh, valles del Berbellido, del Ermito, del Cañamar! otra vez os van a amar. 155

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Las hayas están en su apogeo de belleza otoñal rojiza hacia el 24 de octubre. Descubrimiento: El día 21 de Noviembre del 93, estando el suelo completamente helado, comprobamos que se pueden plantar las hayas en los brezos, debajo de ellos, pues debajo de los brezos está el suelo sin helar. 27/Mar/94: La euforia repobladora de hayas está en su apogeo, y el vivero de Riaza no cesa de dar y proveernos de arbolitos. En esta ocasión salieron del vivero 350 hayitas, de una savia, a raíz desnuda y se destinaron a una repoblación que hicimos en equipo con el grupo AZA (Manolo y sus chicos de Riaza). El lugar elegido fue la ladera este, ladera abajo del collado de Las Lagunas, allá en las cercanías del puerto de Quesera (Segovia-Guadalajara). La jornada transcurrió con buen ánimo y contento por parte de todos los participantes, que se entregaron con grandes dosis de ilusión a la tarea; al final se consiguió plantar todas las hayitas, que no eran pocas; eso sí, después de que yo les explicara que era preciso plantarlas a la sombra de los brezos, si queríamos tener éxito en la empresa y que las hayitas prosperasen. No fue preciso insistir mucho en este aspecto, pues todos comprendieron rápidamente las ventajas y excelencias que les proporcionarían las sombras de los brezos a las hayitas. Terminada la repoblación regresamos a Riaza, al vivero, y allí J.R. y yo nos despedimos de Manolo y de sus compañeros. Sin embargo, es preciso decir aquí que, en las repoblaciones con hayas de 1 savia, también se produjeron bajas al comprobar los seguimientos en los años sucesivos. ¿Por qué?, supongo que por ser demasiado pequeñas y tiernas. Hay que tener en cuenta que la naturaleza es muy dura y se plantaron a su suerte, allí solas en el monte, expuestas a todos los peligros; es verdad que se plantaron bajo los brezos para su mayor protección, pero lo cierto es que, al cabo de varios años de seguimiento, no aparecen en el gran número que se plantaron. Y yo lo achaco a ser demasiado pequeñas y tiernas porque, en cambio, las que plantamos de 3 años y más, ésas sí agarraron y están ahí creciendo. Por tanto, debemos concluir diciendo que hay que plantar hayas ya creciditas, de 3, 4, 5 ó incluso más años o savias y, por supuesto, escondidas bajo y entre los brezos. 156

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Capítulo IX

15-16-17/Abr/94: Salimos Juan R. y yo el viernes por la tarde a Riaza y, en el vivero con Manolo, no pudimos resistir la tentación de llevarnos unas cuantas hayas vigorosas y ya bien crecidas (en total 6 de 3 años). Así fue, se las compramos; claro está, a un precio ventajoso, y marchamos todo contentos con ellas para plantarlas en el monte... – ¡Casi nada! -pensábamos tan dichosos-, vamos a plantar hayas de 3 años tan grandes y hermosas... Da gusto contemplarlas... ¡Éstas sí que las vamos a ver crecer rápidas y lustrosas!, las plantaremos en un lugar favorable y fácil de reconocer para hacer su seguimiento. ¡Serán nuestros buques insignia, nuestras hayas referencia!... Así fue. Se plantaron 4 en el Berbellido y 2 en el Ermito. El día 16, sábado, marchamos al Berbellido con nuestras 4 flamantes hayas. Allí, en nuestra zona de repoblación, nos esmeramos mucho en encontrarles un sitio principal, seguro y fácil de recordar por nuestra parte a fin de observarlas en el futuro y hacer su seguimiento. ¡Qué labor tan agradable para nosotros!, acostumbrados como estábamos a trabajar allí en las peores condiciones y a destajo, ¡sin parar!; y en cambio hoy: sólo teníamos que plantar 4 hayas ¡y tan hermosas y principales! Fue un verdadero placer y realmente nos recreábamos plantándolas con gran amor. Nos sobró todo el tiempo del mundo, razón por la que, ¡por fin!, un día pudimos disfrutar de la soledad y agreste belleza del paraje, además de dedicarnos a buscar muchas de las hayitas allí plantadas que, felizmente, se encontraban sin novedad, conforme las dejamos, y tal vez deseando abrir sus yemas con la ya cercana primavera para obsequiarla con las primicias de sus tiernas y verdes hojitas. El día 17, domingo, salimos para el valle del Ermito con las dos hayas restantes, deseosos también, como el día anterior, de regalárselas ahora a este valle. Estábamos impacientes por llegar al Ermito y allí, de hermanarlas, a la vez, a sus quebradas y fértiles tierras que, formadas de un suave, mullido y esponjoso mantillo de humus y de tierra de brezo, daba gusto de remover entre nuestras manos y aun de olerla..., y es que, realmente, resultaba tan agradable su fresco y suave tacto para las manos como su oscuro color para la vista, que no recordaba sino al de las mejores tierras de huerto que habíamos visto. 157

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Al caminar frente al hayedo de Montejo cargados con nuestras hayas en brazos, creo que nos detuvimos para mostrarles a nuestras pequeñas tan famoso bosque y así, de alguna manera, hacerles ver que no estarían solas, pues iban a vivir muy cerca de tan hermosa frondosidad, y a la vez para animarlas a crecer tanto y tan bien como el tan celebrado y conocido hayedo. Llegamos, elegimos los lugares para ellas con tanta selección y cuidado como el día anterior en el Berbellido, y por último las plantamos. Realmente nos encontrábamos contentos, alegres, con nuestra doble plantación: sólo eran dos hayas, pero eran nuestras hayas insignias del valle del Ermito y nos sentíamos muy felices por habérselas regalado al valle. 30/Abr-1/May/94: Se plantaron otros 9 plantones de haya de 3 años. Tan encantados quedamos Juan R. y yo de las 6 hayas grandes que plantamos el último día, que nuevamente partimos para Riaza... – ¡Hombre, otra vez por aquí! -exclamó sonriente Manolo al vernos. Instantes después: – ¿¡Que queréis llevaros más hayas de 3 años!? – Es que son ya tan grandes que da gusto plantarlas -le contesté. – Y con estas sí que se ve el fruto del trabajo..., son tan grandes que se ven ahí..., se ven, ¡qué maravilla! -añadió J.R. – Pero... ¿qué queréis, arruinarme? – ¡Hombre!, ¡hombre!..., ¡con todas las que tienes! -le contesté-, además algo te pagaremos por ellas... y... piensa en el altruismo, en el desinteresado amor hacia la pobre y castigada naturaleza... – Y ya te cogeremos muchos hayucos con que recompensarte con creces por estas pocas que nos llevamos -sugirió J.R.-; en realidad, lo que hacemos llevando estas hayas más crecidas es acelerar el proceso de repoblación... – Exacto, exacto -añadí yo. – ¿Y cuántas queréis llevaros? -preguntó. – Unas pocas -contesté. – Unas cuantas -respondió sonriente J.R. – Bueno, vamos..., ¡quita gato!..., ¡ay si te cojo!... Instantes después: – Y esta también..., mira qué tallo tan gordo y qué buenas yemas tiene. – ¡Hala!, y esta otra qué alta es... 158

Tomo I

Capítulo IX

Finalmente: – Mira, nos llevamos todas estas -le dije. – ¡¿Tantas?! -contestó Manolo con los ojos como platos. – Sólo son nueve -intervino J.R. – Y mil "pelas", toma, para los gastos -le dije. – Anda, anda, quita, quita, qué me vas a dar nada -contestó Manolo, rechazando el verde billete a la vez que, cerrando los ojos, me decía que no agitando su mano de lado a lado... – ¡Manolo!, qué generoso, qué desprendido eres... El Macizo de Ayllón te lo agradecerá imperecederamente -le dije-, ¡el bosque te sonreirá!... – ¡Pero devolvedme los tiestos!, que esos sí que me hacen falta... – Sí, claro, el próximo día te los traeremos -contestó J.R. Poco después estábamos en marcha camino de Peñalba, ¡contentos y gozosos con tan preciada mercancía a bordo!... Sí, sí que lo estábamos. Ya en Peñalba: – ¿¡Que habéis traído más hayas!? -decía sonriente Rodolfo-, ¿y dónde las vais a plantar? – En la Dehesa -le contesté- y una abajo, junto a la cascada del Cañamar, para que siempre tenga bien de humedad. – ¡Huy, junto a la cascada!, je, je, je, a ver si le va a salir el agua por las orejas, je, je, je. Al día siguiente nos acompañó Isaías a plantarlas y, azada al hombro, salimos camino de la Dehesa con las "fagáceas" amigas. Las plantamos dispersas entre los brezos y bajo ellos y también, arriba, en lo alto de La Dehesa, bajo unos brezos cerca del reguero de una fuente. Después Isaías tuvo que marchar a sus quehaceres, y nosotros bajamos hasta la cascada del Cañamar y en un lugar húmedo y seguro, suficientemente apartado de la cascada, plantamos la que quedaba. – Esta no creo que nunca sufra de sed, ni de falta de humedad... -dije. – Ni tampoco el fuego creo que pueda llegar nunca aquí -añadió J.R. Después, tras contemplarla, ambos sonrientes, nos despedimos de ella, de la cascada y del magnífico paraje, tan áspero y salvaje como espectacular. Y terminada la labor, marchamos a Madrid. Qué remedio... pero ¡qué satisfechos! 159

X. Nace el Grupo del Haya de ARBA

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Capítulo X

X. NACE EL GRUPO DEL HAYA DE ARBA

¡Planta un haya! ¡Planta un haya, para que mañana haya! Pero es mejor en montañas y zonas frías, plantar miles en las umbrías. Pasa de ciudad y movida... y ¡Pon un bosque en tu vida! Recupera de Ayllón su paisaje, pero no con huertas de pino pues aquí no había sino haya y roble en el boscaje. Ven, coge tu azada, disponte, y con nosotros vente al monte... y planta hayas para el futuro, que, mañana, otros lo agradecerán... ¡Seguro! Este fue, creo, mi primer poema... Ya sé que no es bueno y que, por carecer, carece incluso de poesía..., pero fue seguramente mi primer poema. Escrito con un gran sentimiento hacia la actividad repobladora que llevábamos a cabo y que en aquellos días de 1994 comenzaba a tomar fuerza entre nosotros; fue como un símbolo, como una bandera del surgiente y emprendedor: Grupo del Haya de ARBA.

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XI. Informes 1º y 2º sobre el estado actual del haya y la recuperación de esta especie en el Macizo de Ayllón

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XI. INFORMES 1º Y 2º SOBRE EL ESTADO ACTUAL DEL HAYA Y LA RECUPERACIÓN DE ESTA ESPECIE EN EL MACIZO DE AYLLÓN 1er Informe: Informe sobre el estado actual del haya, y la recuperación de esta especie en el Macizo de Ayllón Introducción El Macizo de Ayllón es un conjunto montañoso, situado entre las provincias de Madrid, Guadalajara y Segovia, ocupando el tramo más oriental de la Cordillera Central; está constituido fundamentalmente por rocas metamórficas donde cuarcitas, pizarras y esquistos micáceos se reparten la orografía dándole un relieve de peculiares crestas. Desde el punto de vista botánico llama la atención la presencia de hayas (Fagus sylvatica) en este lugar, y parece ser, efectivamente, que muchos siglos atrás, estas sierras estaban ocupadas por esta especie, sobre todo en las laderas orientadas al norte y al este es decir en las umbrías, compartiendo el resto de sus montes, sus parientes: roble melojo (Quercus pyrenaica) y la encina (Quercus ilex rotundifolia) ésta más al sur y en las solanas; completaban el panorama formaciones diversas de roble albar (Quercus petraea), abedul (Betula alba), acebo (Ilex aquifolium) y tejo (Taxus baccata) entre otras varias especies acompañantes. De esa gran selva de vegetación que hubo allí instalada, hoy día se nos muestra desmontada, y puede decirse que la especie que ocupa más extensión es el roble melojo. Refiriéndonos ya a las hayas, quizá la especie más emblemática de estas sierras, aparece formando pequeños bosques que aunque hoy están desconectados entre sí, se encuentran en franca pujanza, llenos de individuos jóvenes todos ellos; dato este que pone por lo menos en duda el tradicional carácter de vegetación relicta que generalmente se ha dado a estos hayedos. Distribución actual del haya Si miramos el mapa adjunto, podemos observar tres grandes núcleos: Montejo en Madrid, Tejera Negra en Guadalajara y La Quesera o La Pedrosa 164

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Capítulo XI

“Distribución del haya y zonas donde debe recuperarse” 165

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en Segovia. Después, hay además, bosquetes, grupos e individuos dispersos que se localizan preferentemente en laderas umbrías y barrancos junto a los arroyos, aprovechando al máximo la humedad y la poca insolación. Entre estos tres núcleos llama la atención la aparente desconexión entre el hayedo de Montejo, situado más al sur, y las masas próximas entre sí de La Quesera y Tejera Negra, más al norte. Vamos a ver ahora qué encontramos entre estas dos grandes unidades. Veamos: Desde el hayedo de Montejo hasta los hayedos de Quesera y Tejera Negra, situados más al norte, se encuentra buena parte del sector sur de este Macizo de Ayllón, que es bastante accidentado, siendo afectado dicho sector por una red hidrográfica que recorre estas montañas, con una dirección aproximada NW-SE y cursos fluviales bastante paralelos entre sí. Esta red hidrográfica está constituida fundamentalmente por arroyos de curso constante todo el año, que discurren bastante encajados por valles jóvenes en V, poco evolucionados, y por tanto, con una distribución de luz muy acusada en umbrías y solanas en las laderas de estos valles. Así, vemos que, a la cuenca del Jarama a su paso por el hayedo de Montejo, le sigue la del Ermito, prácticamente paralela; después sigue la cuenca del arroyo Canalejas, la del Berbellido, la del Cañamar, la del Veguillas, todas ellas muy paralelas entre sí, prácticamente con la misma orientación, y por último la del Jaramilla, antes de entroncar ya con los hayedos del norte. Hemos podido observar que existen individuos aislados de haya en la ladera de umbría del Jarama, aguas arriba del hayedo, igualmente en la del arroyo Ermito, hasta la fecha aún no hemos visto ninguna en la del Berbellido, pero falta por buscar entre la masa -monocultivo de pino que implantó allí el Icona hace más de 20 años por si encontráramos allí algún tocón...-. Igualmente ocurre en el Cañamar, donde se llevaron a cabo brutales aterrazamientos y posterior plantación del monocultivo de pino correspondiente. Existe un grupo de ejemplares muy bueno en la zona denominada La Dehesa en Peñalba, además de las hayas del arroyo de la acebeda que discurre allí en la zona de La Dehesa. Del mismo modo, en la ladera del Veguillas hay bastantes individuos, sobre todo hacia la cabecera, y también las hay -o mejor, las hubo- en el Jaramilla, donde pueden verse aún los troncos calcinados de más de una docena de hayas centenarias, que se quemaron en el incendio que hubo hace 5 años. 166

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Capítulo XI

Todas las hayas citadas en estos valles aparecen siempre en las laderas de umbría, excepto las de La Dehesa que, sin embargo, tienen un microclima local húmedo debido a la existencia de una frondosa acebeda. Plantaciones En la mayoría de estos arroyos, y en las laderas umbrías de sus valles, hemos podido encontrar flora testimonial propia de bosques de hayas -al menos de estas latitudes-, flora que suele acompañar como cortejo florístico a estos bosques; así, hemos visto en unas o en otras laderas especies como Hepatica nobilis, Galium odoratum, Trollius europaeus, Galium rotundifolium, Epilobium montanum, Paris quadrifolia o helechos como Blechnum spicant, además de otras como Oxalis acetosella, o Aconitum napellus entre otras, que creemos que pueden servir como prueba o indicio de los bosques o bosquetes que antaño hubieron de existir allí. También hay criterios toponímicos, como la ladera de umbría del Berbellido río arriba, que es conocida como: "El Aedo", obsérvese su semejanza con "El Hayedo", dato este más que significativo, pero que después, además, hemos sabido que es uso común entre los lugareños de estas sierras llamar "aedos" a todas las zonas de umbría; lo cual apoya aún más esta tesis, sirviendo como prueba toponímica pues, sabido es, que en este Macizo los hayedos se asientan en zonas de umbría. Igualmente han aparecido algunas maderas de haya en casas en ruinas de pueblos como Peñalba o la Hiruelilla; éste último, hoy día, solo es un montón de escombros con algunas paredes en pie. Por último, también contamos con los testimonios recogidos a las personas más mayores de estas aldeas, los cuales nos comentaban cómo sus abuelos les contaban a ellos, cuando subían al monte a cortar madera con caballerías a los entonces hayedos de los altos del Cañamar, del Veguillas o de la cabecera del Jaramilla... hoy literalmente destrozados todos ellos, brutalmente aterrazados y convertidos en huertas de pinos ¡que además no crecen! Pero que están ahí como símbolo de la barbarie ecológica del poder, ciego a todo lo que no produzca beneficio económico rápido e insensible a la belleza natural y contrario a la conservación de nuestros genuinos bosques autóctonos. A la vista de lo expuesto, hemos creído necesario repoblar con hayas en todas las laderas de umbría de los arroyos citados, a fin de recuperar y restituir 167

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a las mismas su paisaje natural originario. Los arroyos son: Jarama, curso alto por encima del hayedo, Ermito, Berbellido, en la zona del "Aedo", Cañamar y Dehesa y arroyo de la acebeda de Peñalba, Veguillas, en el curso en alto, y Jaramilla, en el curso alto. También era un sitio idóneo la umbría alta del arroyo Canalejas, pero ésta se encuentra literalmente invadida de pinos, por lo que se ha desechado. Hasta ahora se ha hecho lo siguiente: Se ha trabajado en la umbría del curso alto del Berbellido -el aedo- y en la Dehesa y arroyo de la acebeda de Peñalba: - 1992 Se plantaron más de 5.000 hayucos en el "aedo" del Berbellido durante el invierno y primavera. El día 12 de Abril fuimos personas de ARBA ayudados por gente de COMADEN, también participó Rafael Moro -el autor de la Guía de los Árboles de España- quien en todo momento nos apoyó personalmente en el proyecto de repoblar con hayas en el Macizo de Ayllón. Desgraciadamente estas plantaciones fracasaron debido posiblemente a la falta de cobertura arbustiva -sombra-, que aún estaba muy poco crecida, la gran sequía que hubo aquella primavera-verano, depredación de las semillas, heladas invernales y tardías de primavera u otras causas que desconozco. Lo cual nos llevó a la conclusión de no plantar más las semillas directamente en el campo, sino llevarlas al vivero y llevar solamente planta crecida al monte. También se plantaron 20 brinzales pequeños de haya en la Dehesa de Peñalba y en el arroyo, las cuales están bien. - 1993 Se plantaron 32 plantones de haya de más de 1 m. de altura, 1 acebo y 1 tejo en el "aedo" del Berbellido, sin protección arbustiva y con botella de riego árabe –para evitar que el agua de los riegos se evapore–. En noviembre se plantaron 48 plantones de haya de más de 1 m. de altura todo ello en el "aedo" del Berbellido, también sin protección arbustiva y con la botella de riego árabe. También se plantaron 10 hayas pequeñas en la Dehesa de Peñalba.

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- 1994 A partir de este año se planta con protección arbustiva: debajo de los brezos Se plantaron 20 hayas pequeñas en la Dehesa de Peñalba. Se plantaron 20 robles Q. pirenaica en la zona del Cardoso de la Sierra. Se plantaron 110 hayas de una sabia a raíz desnuda el 13 de febrero, en el “aedo” del Berbellido. El 6 de Marzo se plantaron 218 hayas de una savia a raíz desnuda en el "aedo" del Berbellido. El 13 de Marzo se plantaron 120 hayas de una savia a raíz desnuda en la umbría del arroyo Ermito. El 20 de Marzo se plantaron 350 hayas de 1 savia a raíz desnuda en la ladera abajo del collado de Las Lagunas, entre Quesera y Tejera Negra. Se plantaron 6 plantones de 3 años: 4 en el Berbellido y 2 en el Ermito. Se plantaron 8 plantones de 3 años en la Dehesa de Peñalba. Se plantó 1 plantón de 3 años en el arroyo Cañamar. De todo lo cual se desprende que: Hasta la fecha de redacción de este informe -Septiembre del 94- se llevan plantados el siguiente nº de árboles en el Macizo de Ayllón: – Hayas . . . . . . . . . . . 833 árboles – Roble melojo . . . . . . 20 " – Tejo . . . . . . . . . . . . . . . 1 " – Acebo . . . . . . . . . . . . 1 " Todos los árboles han sido plantados con azada y a la manera tradicional, haciendo un pequeño alcorque alrededor del árbol, que una vez regado se rellena de helechos para evitar la evaporación del agua. Los árboles (hayas y robles) se han plantado completamente escondidos a la sombra de los brezos, debajo de ellos, para protegerles del sol estival, factor este absolutamente fundamental, ya que, de no protegerles del sol, morirían irremisiblemente, como hemos podido comprobar; hay que tener en cuenta que estamos hablando de plantitas de 1 savia, que aún son delicadas y poco resistentes al sol. Los plantones de más de 7 años ya se muestran resistentes al sol, al tenue sol, de las laderas expuestas a umbría. El tejo y el acebo, de más de 3 años 169

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cada uno, se plantaron también protegidos entre los brezos para mantenerles escondidos de posibles depredadores. Plantar los arbolitos bajo los arbustos, en este caso brezo, no solamente les protege del sol, creando un microclima sombrío que ayuda a evitar que se evapore la humedad y mantiene las plantas más frescas, si no que también les protege de heladas invernales y heladas tardías, y también les protege de la depredación y ramoneo de los herbívoros; vemos, pues, todas las ventajas que aporta plantar los arbolitos bajo los arbustos cara a su supervivencia, que, no olvidemos, quedaron en el monte a su suerte… También es de destacar haber puesto en práctica –y con gran éxito- el plantar a raíz desnuda, ya que todo se facilita (menos esfuerzo, menos peso que cargar cuando se va al monte y mucho mayor rendimiento en el nº de árboles plantados), además enraízan perfectamente sin ningún problema. Por último, agradecer a Manuel Barahona, del grupo AZA de Riaza, su eficaz colaboración de todo tipo -viverista profesional-, con quien trabajamos estrechamente en todo lo relacionado con las repoblaciones en el Macizo de Ayllón; y con quien tuvimos el gusto de repoblar, junto con el grupo AZA, la gran plantación de 350 hayas del 20 Marzo 94. Seguimiento Después de dichas plantaciones, se ha ido a verlas y regarlas -sólo los plantones que son detectables dado su tamaño-; las pequeñas de 1 savia es más difícil seguirles la pista, dado el gran número que ya hay plantadas, lo escondidísimas que están bajo los brezos por causa del sol y también por causa de los depredadores: corzos, jabalíes, ratones y las vacas, que, aunque pocas veces, también pasan por allí. Sin embargo, siempre que vamos, logramos encontrar unas 40 ó 50 perfectamente sanas y nunca encontramos ninguna seca, lo que permite albergar la esperanza de que todas estén vivas o al menos la enorme mayoría. También se las protege con tutores, si a alguna le hace falta, se les da cobertura de helechos, se observa el estado de yemas y hojas y se habla con los pastores de las zonas para evitar, en lo posible, que el ganado de cabras vaya por allí. Hemos ido no menos de 20 veces por año.

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Proyectos inmediatos y próximos Entre los proyectos inmediatos y puesto que ya está muy próximo el otoño, la época de la recolección, tenemos como objetivos fundamentales la recogida de semillas para la obtención de los futuros árboles. Especies a recoger y cantidades mínimas: – Haya (Fagus sylvatica) 10.000 hayucos como mínimo. – Roble (Quercus pyrenaica) 4.000 bellotas como mínimo. – Abedul (Betula alba) 3.000 semillas aladas como mínimo. Recogiendo ese número de semillas mínimo, pretendemos obtener un nº suficiente de arbolitos con los que llevar a cabo nuestras repoblaciones. Como proyectos próximos, para este otoño-invierno tenemos previsto plantar plantones de abedul, como asimismo de roble. Para este invierno disponemos de muy pocas plantas de haya. Igualmente, pretendemos contactar con nuevos y entusiastas colaboradores y plantadores de árboles. Dificultades Los principales obstáculos con que nos encontramos son: - Falta de una infraestructura sólida de medios, pues todo es escaso (menos la ilusión y tenacidad), hacen falta más personas, árboles, medios; además, es escaso el tiempo de trabajo, generalmente los fines de semana, puentes, etc. - Ganado, especialmente el vacuno, que campea suelto y puede comerse o morder las plantitas pequeñas, particularmente en primavera, por lo que hay que esconderlas muy bien. - Burocrático-Administrativos: Permisos para plantar, conseguir plantas o pases a los hayedos. - Posibles incendios, posibles sequías..., éstas últimas muy marcadas estos 3 últimos veranos. - Terreno idóneo para plantar hayas, umbrías, etc., "arrebatado" por los monocultivos de pinos del Icona.

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Conclusión Creemos que en el Macizo de Ayllón en general y en los sitios concretos de umbría donde vamos a repoblar, no hay casi hayas hoy día, porque el hombre a lo largo de los últimos siglos ha deforestado estas zonas (ganadería, prados, laboreo, madera para las casas, leña, carboneo, etc.) y podemos dar gracias a Dios de que aún quede algo para nuestro deleite. Baste como ejemplo el hayedo de Tejera Negra, que se encuentra en franca pujanza, pese a haber sido aniquilado repetidas veces a lo largo de su historia, y ha vuelto a brotar con renovado vigor. Este Macizo de Ayllón fue una comarca esencialmente ganadera y han hecho falta muchos pastos y se ha quemado y talado mucho, pero no se ha plantado nada ecológicamente adecuado; para colmo de males, lo único que se ha plantado es lo que nunca debiera haberse hecho: los monocultivos de pinos con previo aterrazamiento, que han supuesto un grave destrozo y erosión de las laderas, un enorme impacto ambiental y una invasión a gran escala de pino silvestre, en un ecosistema (dominado por hayas y robles) que no le pertenecía de modo natural. Por tanto, ante este estado de cosas, creemos necesaria la recuperación del paisaje natural del Macizo de Ayllón, restituyendo las hayas que le arrebataron a su paisaje, y contribuyendo a ello en la medida de nuestras posibilidades. Sí, plantemos hayas para que vuelva a ser especie emblemática en este Macizo, y dejemos así, un legado para las generaciones futuras que, al igual que nosotros hoy, sepan amarlas, estudiarlas y protegerlas. Grupo del Haya ARBA Comentario: He observado un importante cambio en las formaciones habituales de plantabosques, es decir, de las personas que salíamos a repoblar entre el curso de los años 93 y 94. El año 93 se caracterizó por la presencia más habitual de mis colaboradores Bob, Rafa Buyalanca, Rafa de Derecho y Juan Benito, entre otros más esporádicos. El año 94, en cambio, se caracterizó por la desaparición de Bob, Rafa Buyalanca y Juan Benito, que ya no volvieron más, y la 172

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irrupción como colaborador con gran fuerza y continuidad de Juan Rodríguez (J.R.), al que meses después se agregaron los colegas Juanjo y Ana. Haciendo un símil con las Eras geológicas de la Tierra, puede decirse que del año 93 al 94 se produjo el paso de una Era a otra, en el transcurso de esta historia de "los tiempos de repoblación" que narra este plantabosques en su diario. Efectivamente, la conclusión de una Era geológica suele conllevar aparejado la extinción de muchos grupos de vida característicos; en mi símil, al concluir el año 93 se "extinguieron" las "especies": Bob, Rafa Buyalanca y Juan Benito. Y al empezar el año 94, una nueva "especie" irrumpe con gran fuerza: J.R., que pasará a ocupar por sí mismo los nichos ecológicos de las otras tres especies extinguidas. Además, el año 94 conocerá igualmente la aparición en el marco repoblador de nuevas especies que le caracterizarán: Juanjo y Ana. Por tanto, son colaboradores-fósiles guía característicos de la Era repobladora 93: Bob, Buyalanca y Juan Benito. La Era repobladora 94 comienza con la muy notoria aparición del colaborador J.R. al que se unirán en el curso de los tiempos repobladores del 94 los también notables colaboradores Juanjo y Ana Murcia. Acabó la Era repobladora del 93... ¡Viva la Era repobladora del 94!

Hechos y conclusiones: Hasta Septiembre 94, hemos plantado en el Macizo de Ayllón los siguientes plantones: – Hayas: 833 árboles. – Roble melojo: 20 árboles. – Tejo: 1 árbol. – Acebo: 1 árbol. Conclusiones sacadas hasta ahora (Septiembre 94): – Llevar las semillas al vivero y sacar después, solamente, planta cre173

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cida al monte (árboles y arbolitos). No plantar semillas en el monte. – Repoblar con plantas sacadas a raíz desnuda, plantándolas a últimos de otoño e invierno. – Plantar siempre debajo de los brezos, a su sombra y protección. – Plantar a la manera tradicional: con azada, alcorque y rellenarlo, posteriormente de regado, con helechos u otros restos vegetales para evitar la evaporación. – Obtener los arbolitos de nuestros semilleros, hechos estos últimos como se verá más adelante.

Vacaciones Abril 94: Nos escapamos J.R. y yo a Asturias y llevamos con nosotros 500 bellotas (Q. robur) del vivero de ARBA ya germinadas con raíz de 4 cms., y las plantamos en "el Valle de las Nieblas", como yo denominaba a un apartado y húmedo valle de las brañas de Busmarzo, Concejo de Valdés/Luarca (Asturias). Aprovechamos bien los días y le enseñé a J.R. algunos de mis lugares favoritos de la costa y también del interior... pero los días pasaron volando. Vacaciones Agosto 94: De nuevo volvimos a Asturias J.R. y yo, en esta ocasión llevamos 4 robles (plantones) de Quercus robur del vivero de ARBA y también volvimos a plantarlos en "el Valle de las Nieblas" (Busmarzo), bajo cielos casi permanentemente grises. Sin embargo, al buscar los roblecitos que se supone brotarían de las bellotas, ya con raíz, que plantamos en primavera,... ¡no vimos ni uno! (quizá algunos brotaron, pero no los hallamos) Y sí, en cambio, encontramos varias cáscaras de bellota huecas y con agujeros característicos de perforación... ¡los ratones!, fueron los "mures", que olfatearon las bellotas y se las comieron; ¿todas?, eran 500... Después nos consolamos admirando las muchas maravillas del verde país de las nieblas... ¡Qué gran periplo, cuántos paisajes, cuánta naturaleza vimos!... ¡Ay cómo me gustas, Asturias de mis amores!... cuánto me acuerdo de ti.

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A la Foz Grande Lugar excelso y recóndito hay, donde la caliza y las hayas se funden y se abrazan, en un profundo sueño del que no desean despertar... Donde las frías aguas, que cantarinas y claras transcurren, de allí nunca quisieran marchar... Donde mis exploradores ojos, que una vez a ti la mirada dirigieron, absortos, otros lugares más relevantes no pudieron encontrar... Así se explica, increíble foz hermosa, que los rayos del sol que desde lo alto te contemplan, y la etérea niebla que te oculta callada, por ti, rendidos de amores, contiendan y no puedan olvidarte una vez hallada.

Primavera 94: Participamos activamente en la defensa del alto valle del Jaramilla (Macizo de Ayllón) contra la brutal agresión ecológica (nuevos aterrazados y pretensión de aniquilamiento con ellos de un incipiente bosque de robles melojos para después pretender transformar, otra vez, todo el valle en un monocultivo maderero de pinos en hileras) que llevaba a cabo nuevamente la Delegación de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha. Al final, gracias al empeño y tenacidad de grupos ecologistas como COMADEN, ARBA y GREENPEACE que se implicaron en ello y mucha presión de concienciación y denuncia de los medios de comunicación, se logró detener felizmente tal agresión... ¡toma!... ¡Gol! Defensa de la Naturaleza .......... 1 Ceguera y brutalidad del poder .... 0 175

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Primavera 94: Hablamos J.R. y yo, por mediación de Isaías, con el presidente del Consorcio de Peñalba de la Sierra: Bernabé y con otros miembros, para evitar que se aterrazara y posteriormente se repoblara con pinos en los territorios altos que se quemaron el año pasado en el valle del Cañamar, que pertenecen al término de Peñalba. Nosotros le propusimos que lo demorasen un poco para ver si se regeneraba de forma natural a partir de sus raíces como, efectivamente, así lo esperábamos -es lo que suele ocurrir en estos casos-. El alto valle del Cañamar tiene una vegetación autóctona y potencial de roble melojo al que acompañaba vegetación arbustiva de brezos, enebros (Juniperus comunis ssp. nana) y retamas. (El roble melojo tiene la gran ventaja de rebrotar bien de sus raíces después de un incendio). E incluso nos ofrecimos voluntaria y gratuitamente a repoblarlo nosotros con plantones de roble melojo en el caso de que no rebrotaran y en aquellas zonas en las que hubiera claros de vegetación, además de hacer un seguimiento y cuidado de la zona. Aún recuerdo la cara de sorpresa y admiración de Bernabé cuando oyó que nosotros lo repoblaríamos de forma altruista y cuando le hablamos de la gran cantidad de roblecitos -miles- de los que pronto dispondríamos en nuestro vivero... (Pues ya teníamos previsto construirlo en breve). No podía entender que hubiera gente que se dedicara a repoblar los montes de manera desinteresada y gratuita, porque sí, sólo por amor al monte y la naturaleza. Pero existe, hay gente así: los plantabosques. De manera que Bernabé y el Consorcio se quedaron contentos y agradecidos de nuestro ofrecimiento y nosotros más aún, porque íbamos a hacer lo que nos gustaba: repoblar y controlar la recuperación natural del roble melojo en aquella zona del alto Cañamar. Características físicas y naturales del valle del Berbellido Estas características se refieren a la zona concreta denominada "el Aedo", es decir, nuestra zona de repoblación de hayas. -La zona está enclavada en la ladera derecha -esto es, según el avance del río- del curso alto de montaña del río Berbellido. 176

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-Altitud entre los 1350 y 1700 mts sobre el nivel del mar. -Orientación solar: Umbría. -Roca madre: rocas metamórficas -esquistos y esquistos micáceos con granates, estaurolitas y andalucitas, y bancos de cuarcitas que dan lugar a importantes resaltes-. También son observables algunos diques y filones de cuarzo que las atraviesan. -Suelo: suelos ricos y pardo-oscuros, ácidos, esponjosos y suaves, de aproximadamente 30 cm o más de espesor. Procedencia: De los aportes del antiguo bosque caducifolio desmontado y brezal. -Vegetación actual: brezales (Erica arborea y E. australis ssp. aragonensis), también retamares de Citissus y Adenocarpus principalmente. Presencia esporádica de individuos y grupos de abedules (Betula celtiberica) en el curso del río y en zonas húmedas, arroyitos, etc; también individuos de serbales, acebos, sauces, enebros, espinos albares. -Otras características: Paisaje áspero de fuertes pendientes, con un peculiar valle en V de curso alto de un río de montaña con sus dos laderas muy marcadas en cuanto a la incidencia de los rayos del sol: la derecha (siempre según el avance del agua del río) de umbría, y la izquierda de solana. -Topónimo local del lugar: "El Aedo". Obsérvese la semejanza con "El Hayedo"; así le denominaron diversos vecinos a quienes preguntamos de la localidad de Bocígano, la más próxima al lugar, también así nos lo confirmaron en Peñalba de la Sierra, segunda localidad más próxima. Igualmente, como he sabido, se denominan Aedos y Haedos a otros lugares similares, montaraces y umbríos, ocupados por hayedos en las provincias de Burgos, Álava, Logroño o Rioja, etc. Nosotros siempre hemos creído en la pasada existencia en la zona de un hayedo o masa de hayas o grupos de hayas mixto con robledal, aunque ahora no se presenten. Confirma nuestra creencia el hecho de encontrar en el lugar diversas plantas herbáceas frecuentes en el cortejo florístico de los bosques de hayas, como Galium odoratum, Oxalis acetosella, Hepatica nobilis, Galium rotundifolium o helechos como Blechnum spicant. También confirma esta creencia la similar orientación, altitud, ecología, proximidad y aspecto de otros valles del Macizo que sí contienen hayas: el del Jarama, Ermito, Cañamar, Jaramilla, Veguillas, Zarzas, Lillas, etc., 177

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y encontrarse este valle, el Berbellido, prácticamente en medio de todos estos valles nombrados. -Peligros posibles a los que se enfrentan nuestras repoblaciones: Los principales son: -La Consejería de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, siempre con el temor constante de sus aterrazados y posterior "sembrado" de pinos en hileras. -Ramoneo del ganado y de animales salvajes como corzos, conejos, ratones, jabalíes... -Peligros de incendios, casi siempre provocados, muchas veces por pastores, para intentar abrir pastos entre los brezales. -Sequías estivales prolongadas. -Fuertes heladas, sobre todo las tardías de Abril y Mayo que tanto daño hacen.

Calendario florístico en el valle del Berbellido Enero: sin floración Febrero: Azafrán serrano (Crocus carpetanus), Narcissus pseudonarcissus Marzo: Primaveras (Primula veris), violetas (Viola sp.) Narcissus bulbocodium, N. pallidulus, primeras geraniáceas, Blechnum spicant (helecho), Hepatica nobilis, celidonia menor (Ranunculus ficaria) Abril: Primaveras (Primula veris), violetas (Viola sp), jacintos (Hyacintoides hispanicus), Hepatica nobilis, Galium odoratum, N. bulbocodium, fresa (Fragaria vesca) Mayo: Hyacintoides hispanicus, Erica arborea, saxifraga blanca (Saxifraga granulata), E. australis ssp. aragonensis, botón de oro (Ranunculus sp.), Arenaria montana, Galium rotundifolium, cantuesos (Lavandula stoechas), Oxalis acetosella, nomeolvides (Myosotis sylvatica) Junio: Veronica sp., cantuesos (Lavandula stoechas), Trollius europaeus,

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Asphodelus albus, Arenaria montana, aguileña (Aquilegia vulgaris), Oxalis acetosella, primeras retamas (Adenocarpus y Citissus) Myosotis sylvatica, Saxifraga granulata, Fragaria vesca Julio: Retamas (Adenocarpus, Citissus), Stellaria holostea, Digitalis purpurea, cuajaleches (Galium verum), milenrama (Achillea millefolium), hierba de San Juan (Hypericum perforatum), Senecio jacobea, acónito (Aconitum napellus), helecho común (Pteridium aquilinum), tomillo serpol (Thymus pulegioides) Agosto: Linaria triornithofora, Digitalis purpurea, Senecio jacobea, helecho común (Pteridium aquilinum), Geranium robertianum Septiembre: brecina (Calluna vulgaris), quitameriendas (Merendera montana) Octubre: Calluna vulgaris (tardías) Noviembre: sin floración Diciembre: sin floración

26/Ago/94: Volviendo, ya solo, de mis vacaciones en Asturias, a la salida del Principado por el puerto de Ventana, hallé junto a una pista una gran cantidad de arbolitos en tiestos, agrupados en una pequeña parcelita. Me detuve atraído por el hallazgo y pude ver que los más eran plantas de haya, y otras, de abedul... – ¿Qué es esto? -me pregunté. Observé que muchos de ellos tenían mal aspecto como si estuvieran secándose, lo comprobé al instante y llegué a la conclusión de que llevaban tiempo sin que nadie los regara. Por fortuna, había una fuente cerca así que cogiendo mi bidón de agua me pasé la siguiente hora regando los tiestos abundantemente... – "Seguramente -pensaba- iban a plantarlas por las inmediaciones del puerto, que hay hayas y abedules, y después algo ocurrió por lo que todavía no las plantaron y casi las pierden..." Después, allí sentado junto a ellas, mientras las examinaba con atención: – "Yo diría que tienen más de tres años y hay algunas que todavía tienen muy buen aspecto..." Ciertamente la situación era muy tentadora para mí: Tantas hayas de más de tres años, quizá cuatro, allí, aparentemente abandonadas, y yo aquí con el coche vacío... 179

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– "Pero, Jose -me decía-, no puedes plantarlas en Ayllón, introducirías hayas con otro fenotipo, seguramente son de origen cantábrico..." Pero al mirarlas y verlas, sobre todo a algunas, ¡tan verdes y hermosas!, ¡y tan grandes!: – "Yo creo que son aún mayores que las últimas grandes de tres años que sacamos del vivero de Riaza... Además, qué narices: ¡son hayas, Fagus sylvatica!... ¡Y vuelvo con el coche vacío! ¡Es una oportunidad única!... y aquí están abandonadas, que igual llegarán a secarse, si no se hacen pronto cargo de ellas..." Total, ¡una, dos y tres!: Decidí llevarme todas las que pudiera, de forma que conseguí cargar en el coche hasta 17 tiestos, las mejores: ¡17 hermosas hayas de más de 1/2 metro de altura! Iba el coche lleno: atrás, en los asientos traseros, delante a mi derecha... ¡lleno de hayas! ¡Qué contento estaba con este inesperado regalo que me daba mi querida Asturias de despedida!... ¡¡Ahora, volando, a atravesar la meseta rumbo a Peñalba!! Sí... ¡qué contento me fui!... Llegué a Peñalba y allí estaba J.R. pasando el fin de semana, ¡qué gran sorpresa se llevó al verme llegar tan bien acompañado! Le expliqué lo sucedido, el hallazgo de ellas y mi decisión de traerlas hasta aquí. A él también le pareció bien: – Estaban olvidadas comenzando a secarse y seguramente morirían... Has salvado a éstas... ¡Y son hayas! Fagus sylvatica... Si son de procedencia cantábrica, sólo son unas pocas en comparación con todas las que tenemos aquí de origen ayllonés... ¡Un poco de savia fresca del norte no les vendrá mal! Además, si nos ponemos así, estas de Ayllón, en su día, también llegaron hasta aquí procedentes del norte, por sus cauces naturales de expansión... Y no hubo más que hablar, asunto zanjado, los dos estábamos de acuerdo en plantarlas: Son hayas, Fagus sylvatica. – ¿Y cuántas vienen? -preguntó J.R. – Diecisiete. Todas las que pude traer. – Vaya aspecto que tienen, ¡y qué grandes!, por lo menos deben de tener cuatro años. Son aún mayores que las grandes que nos dio Manolo en Riaza. 180

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– Eso mismo pensé yo. Éstas eran las mejores. Había algunas más afectadas de sequedad. Regué todas en abundancia, pues había una fuente allí cerca... El día 27 plantamos las dos primeras. Relajadamente, dando un paseo, fuimos al Valle del Berbellido y allí las hermanamos a la tierra bajo sendos brezos. Estábamos muy contentos de verlas allí, tan grandes y llenas de hojas..., sí, muy contentos. También vimos muchas de nuestras hayitas, pequeñas, llenas de hojitas verdes... Y al día siguiente llevamos otras dos al valle del Ermito, también relajadamente y dando un paseo... ¡que todavía estábamos de vacaciones!..., ya vendrán los días de campaña de repoblación. Y una vez plantadas a la sombra de los queridos brezos, tuvimos tiempo de encontrar muchas hayitas allí plantadas que, al igual que las del Berbellido, gozaban de buena salud. Descansamos, nos tumbamos a la sombra disfrutando del paisaje y los cantos de las aves y en aquel lugar y de esta forma terminamos nuestras vacaciones; pues hubo que regresar a Madrid. Y poco a poco fue llegando el otoño... El otoño, esa estación de transición, fin de los abrasadores calores del estío y principio de húmedos y melancólicos vientos, precursor de callados y cortantes fríos en las oscuras noches estrelladas. El otoño llegaba y con él el colorido encendido de los árboles, la explosión cromática de los bosques... También, con el otoño, llegaba otro nuevo colaborador, otro nuevo y entusiasta plantabosques: Juan José Antón, Juanjo. Naturalmente, procedía, como todos, de la "cantera" de ARBA, allí le conocí; tampoco hubo que insistir mucho en que nos acompañara, pues en cuanto conoció de la existencia y actividades repobladoras con hayas, en el Macizo de Ayllón, enseguida quiso involucrarse. Y no nos iba a faltar trabajo, como muy pronto se verá. Aquí debería ir el 2º Informe del Grupo del Haya (ARBA), pero este informe es, en realidad, el mismo informe que el 1º más el poema "¡Planta un haya!" que se insertó al final del mismo. Nos lo pidió ARBA para presentarlo, junto con otros trabajos, al concurso J.B. Así pues, como es prácticamente el mismo que el 1º que ya hemos expuesto en la página 164 , no lo vamos a reproducir aquí. 181

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29-30/Oct/94: Salimos al hayedo de Montejo J.R., Juanjo, mi hijo Juan y yo. Efectivamente era otoño y queríamos ver el bosque en su apogeo de belleza y colorido y no sólo verlo, también pisarlo, olerlo, tocarlo, caminar por él embelesados, admirados, transportados por su magia... y también buscar, buscar si había hayucos, si este año tocaba cosecha vecera tras los últimos años baldíos de ella. Nos dirigimos a un lugar favorito para nosotros a observar el paisaje otoñal del hayedo: al mirador. Éste es una magnífica atalaya natural que, instalada sobre unas agrestes rocas metamórficas, domina desde ellas buena parte del hayedo, su sector más septentrional. – ¡Qué vista! -dijo, todo embelesado, J.R.-, parece una postal. – Sí, desde aquí se contempla la belleza del bosque otoñal en todo su esplendor... -dije yo. – Sí, se ve, se ve -corroboró, pleno de admiración, Juanjo. Después, tras contemplar y paladear su magnífica belleza, sus encendidas galas festivas, grato y postrero obsequio del bosque que así se despide de todos sus rendidos admiradores, decidimos internarnos en él. Cruzamos el río, paseamos entre sus altos y gruesos troncos bajo sus doradas copas, ocres aquéllas, rojizas esas otras... Abajo, a nuestros pies, la alfombrada hojarasca y, medio ocultos entre ella, alguien gritó: – ¡Hayucos!, ¡aquí hay hayucos! Rápidamente fuimos a verlos: Sí, eran hayucos, gruesos, duros y maduros... – ¡Y aquí hay más! -dijo Juanjo. – ¡Y aquí, y aquí! -confirmamos todos. Había muchos, muchos hayucos, parece que, por fin, este año sí tocaba recolección de ellos. Enseguida todos nos aprestamos a recogerlos... Había tantos que rápidamente se iban llenando las bolsas. Buscábamos y recogíamos semillas sin parar bajo la copa de un árbol, luego a otro y a otro... Dos horas después, entre todos habíamos recogido un gran número de hayucos. Mi hijo Juan resultó ser un gran recolector de hayucos y su bolsa no era menor que la que habíamos recogido los demás. Luego, ya cansado de recoger tantos, marchó sigiloso tras J.R. y, cogiéndole a éste por el cuello comenzaron a luchar y hacerse cosquillas, mientras ambos rodaban sobre la hojarasca entre 182

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las voces de ambos y las risas, las carcajadas de Juanito... – ¡Schssss!, silencio -yo les decía-, estamos en el hayedo de Montejo y podemos molestar, o alguien nos puede oír... De todas formas comprendí que el repentino "ataque" de Juanito a J.R. marcaba el inicio de sus ganas de jugar y el fin de la recolección de hayucos por ese día. Así que, poco después, marchamos de allí y salimos para Peñalba. Ya había oscurecido en la capital del Cañamar cuando llegamos a la plaza y, en ese momento, pasaba por allí Jesús que vino a saludarnos: – ¿¡Anda, y este largo!? -dijo Jesús al ver a Juanjo y seguidamente añadió:- Este trabajador que traéis hoy es nuevo... – Sí, es la primera vez que vengo por aquí y espero que no sea la última -contestó Juanjo. – Bueno, bueno, que así sea -le dijo Jesús-, que aquí el personal que viene con José Luis es muy cambiante y algunos marchan a escape... Será que les explota mucho y les paga poco. Je, je, je. Entonces dijo Juanito: – Hoy hemos cogido muchos hayucos. – ¿¡Ah, sí!? -contestó Jesús- A ver, enséñamelos que te los voy a quitar todos, je, je. Y Juanito empezó a darle golpes con el puño, jugando... por lo que Jesús comenzó a correr: – ¿A que no me coges, a que no me coges?, je, je. Y Juanito le perseguía corriendo y riendo detrás de él. Pasadas las risas y correrías por la plaza, bajamos a ver a Rodolfo. Éste allí se encontraba, como siempre, arrimado al calor de la chimenea y tocado con su boina. – ¡Hola, ya estamos aquí! -saludó Juanito al entrar. – ¡Anda!, ¿ya estáis aquí? -le contestó Rodolfo- Hola, Juanito, ¿hoy te ha traído tu padre? – Sí -contestó. – Y este mozo tan alto es nuevo, je, je. Que antes por aquí no le vi. – Sí -contestó Juanjo-, vamos a ver si repoblamos por aquí... – ¡Huy, repoblar!... -contestó Rodolfo-, ¡repoblar de personal el pueblo! eso es lo que hacía falta, que mira cómo estamos de solos, je, je. Claro que ¿¡quién va a venir a esta aldea tan apartada y fría!?, ¡si esto no lo quiere 183

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nadie!, je, je, je. Entonces dijo Juanito: – Hoy hemos cogido muchos hayucos. – ¿Ah, sí?, ¿y te los vas a comer?, je, je. Las bellotas de encina están muy buenas, je, je. – No, Rodolfo, son para plantar -le contestó. – ¿Y dónde los has cogido? -le preguntó. – En el bosque. Y yo añadí: – Sí, hemos ido al hayedo de Montejo, y parece que este año hay muchos. En esto apareció Luis que salía de la cocina y dijo: – ¡Hola a todos!, ¿qué tal? Así que este año hay hayucos. – Sí, Luis, este año parece que toca -le contestó J.R. Luis, al ver a Juanjo, le dijo: – Tú eres nuevo hoy en la cuadrilla. – Sí -le contestó Juanjo-, he venido por primera vez y me gustan mucho estas sierras... – Sí, esta comarca es muy bonita para venir a verla -le contestó Luis-, pero muy dura para vivir en ella de continuo. Esto es muy frío y apartado y muchas veces en invierno estamos incomunicados por la nieve y el hielo... Entonces se hizo una pausa y, cambiando de tema, dijo: – Hale, padre, acérquese a la mesa que ya tiene la cena. – ¡Ay, mi sopita! -contestó Rodolfo-, voy, voy... ¿Y vosotros habéis cenado ya? – No, ahora -le contesté. – ¿Tienes hambre, Juanito? -le preguntó Rodolfo. – Sí -contestó. – Pues, hale, arrimaros a la mesa. Y sacando nuestras provisiones, cenamos todos allí la mar de bien. Después, sentados todos alrededor del fuego de la chimenea, comenzaron las interesantes pláticas peñalbesas... Juanito estaba contento viendo el fuego; pero, conforme avanzaba la noche, le fue entrando el sueño, así que le acosté. Llegó Isaías, nos saludamos y conoció a Juanjo, el nuevo "trabajador del bosque"... que con tanta ilusión comenzó su andadura en el Grupo del Haya. Hablamos del gobierno y de la actualidad nacional e internacional, de la ecología 184

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y de los quehaceres cotidianos hasta que, rendidos, nos fue venciendo el sueño al agradable calorcito de la chimenea. Los mullidos y calientes sacos de dormir nos esperaban. Afuera reinaba la calma de una noche fresca, oscura y estrellada... Peñalba dormía. 5-6/Nov/94: Estábamos de suerte, y la "cantera" de ARBA no cesaba de producir personal, nuevos y entusiastas plantabosques; y así, de esta forma, vino a unirse a nosotros Ana Murcia, otra nueva colaboradora, tan simpática como despistada... Salimos aquel fin de semana J.R., Juanjo, Ana y yo, rumbo nuevamente al hayedo de Montejo a seguir recolectando hayucos. Las hayas, ya lo sabéis, sólo dan buenas cantidades de semillas cada varios años. Este año lo era, según habíamos visto, así que teníamos que recoger un buen número de hayucos, muchos, suficientes para tener así cubiertos los años que no den semilla. Esta vez nos dirigimos monte arriba en dicho hayedo y ya por la ladera, recogimos bastantes hayucos, pero yo quería ver cómo estaban las magníficas hayas de la parte alta del bosque, aquel lugar para mí tan encantador, tan majestuoso... (Aquél que, más arriba, tiene la famosa conducción de agua...) Una vez más lo encontré inenarrable, maravilloso, y además, al hallarse acentuado por su otoñal vestuario de gala, parecía más mágico si cabe. Tanto mis compañeros como yo estábamos mudos, absortos, ante su contemplación... Y es que no es para menos: es uno de los lugares "mágicos", uno de los parajes de bosque más maravillosos que jamás he conocido. También allí encontramos hayucos; si bien, donde más cantidad de ellos había era en otras dos hayas centenarias que había más abajo, cerca de una senda. Aquí casi se recogían a paladas..., ¡qué cantidad de hayucos, duros, brillantes, hermosos! Sí, este año había hayucos. Finalmente J.R. sugirió que también bajásemos al "haya madre" a recoger hayucos. Y allí bajamos junto al río. ¡Magnífica haya, espectacular, de gran porte y de no menos atractivo color otoñal! Juanjo se encargó de fotografiarla inmortalizando así su excelsa belleza. Y todos nosotros nos encargamos de recoger también buena parte de sus descendientes. En total recogimos muchos, muchos hayucos, más aún que el primer día, 185

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y muy contentos con nuestro valioso cargamento, marchamos para Peñalba. Allí... – ¡Hoy traéis compañera nueva! je, je, je -decía Rodolfo gratamente complacido- Ven, ven aquí que te dé un beso, mujer... je, je, je. ¿Y cómo te llamas? – Ana -contestó sonriente. – ¿Y te gusta plantar? -le preguntó el abuelo. – Sí -sonreía-, todos tenemos que poner nuestro granito de arena. – Pues éstos ya llevan aquí unos años plantando y quieren poner un vivero en el pueblo... ¡y qué sé yo!... je, je, je. Bueno, mujer, lo que hace falta es que te encuentres aquí y Dios te dé salud... que fijate cómo estoy yo, ay, ay, ay... – ¡Pero si está usted hecho un chaval! -exclamó risueña Ana. – ¡Ay un chaval! je, je, je ¡Ay qué malito estoy! Ay, ay,... Entonces Rodolfo, acompañándose de sus manos, comenzó a recitar así: La flor se marchita, y la vida se va a acabar, pero de comer, reír y cantar nunca la gana se quita.

Je, je, je...

– ¡Huy! -dijo, gratamente sorprendida, Ana-, pero qué abuelo tan coplero y gracioso tenemos aquí... En esto entró Luis en la casa subiendo una carga de leña y, tras saludarnos, dijo: – ¡Vamos a animar un poco el fuego, que está refrescando la noche!... Y luego, mirándonos con una pícara sonrisa, socarronamente, añadió: – Después habrá tiempo para hablar del gobierno, del problema vasco, del imperialismo yanqui o del preocupante horizonte que se vislumbra con el radicalismo islámico... 12-13/Nov/94: Fuimos J.R., Juanito y yo a recoger hayucos al puerto de La Quesera, allí nos reunimos con Mario y Concha, de Valdesotos, que también vinieron a ayudarnos. – ¡Hola, ¿qué tal?! -dijeron Concha y Mario al vernos. – Pues ya veis -les contesté-, en plena campaña de otoño recogiendo se186

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millas, especialmente hayucos. – ¿Y este año hay muchos? -preguntó Mario. – En el hayedo de Montejo, sí -le contesté-. Vamos a ver aquí, en La Quesera, para tener semillas de varias procedencias. Pronto nos percatamos de que también había... Y no pocos, pues vimos muchas ramas cargadas de hayucos. Ante lo cual, Mario sacó de su mochila una loneta que comenzó a desplegar en el suelo bajo la copa de una de las hayas llenas de hayucos... – ¡Vaya! -dijo J.R.-, esto es como la recogida de las olivas... – ¡Claro! -contestó Concha-, ahora se varean las ramas con cuidado y a recoger la cosecha... – ¡Qué díver! -exclamó Juanito, todo contento al ver el invento, nuevo para él. Entonces Mario comenzó a varear con cuidado, y una lluvia de hayucos comenzó a caer sobre la loneta. – ¡Hala, cómo caen! -exclamaba Juanito con gran contento. Sí, cientos y cientos de hayucos se acumulaban sobre la loneta; luego, cuando terminaron de caer, levantamos los extremos de la loneta a fin de que todos los hayucos se concentraran en el centro, de donde los cogíamos a puñados, llenando con ellos nuestras bolsas. Todos estábamos felices con la recolección, pero más si cabe Juanito, que disfrutaba enormemente y reía mucho mientras los recogía. Repetimos la operación con varios árboles más en distintos lugares y J.R. en uno de ellos, en vez de varear, agitaba las ramas con energía, ante el gran jolgorio de Juanito que reía muy animado viendo cómo J.R., a lo "Hulk", sacudía las ramas con viveza... – Ja, ja, ja -reía Juanito-, pareces un "bruto mecánico", ja, ja, ja... Mientras recogíamos los hayucos, algunos curiosos se nos acercaban a preguntarnos: – ¿¡Qué cogéis, qué cogéis!?..., ¿esto se come? -preguntaban ignorantes. – No -les contestaba Concha-, recogemos semillas de haya, -hayucospara sembrarlas y obtener de ellas arbolitos y llevarlos después, cuando sean grandecitos, a repoblar algunos montes cercanos de manera altruista, por amor a la naturaleza... – ¿Así que son hayucos y de ellos crecen las hayas?..., no sabíamos -dijo uno. 187

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– ¡Ah, qué interesante! -contestó otro-, ¡qué interesante!..., ¡qué labor tan bonita hacéis!..., ¡todos debiéramos hacer lo mismo y concienciarnos más con la naturaleza, sí... – Entonces, ¿queréis ayudarnos? -les preguntó Concha. – ¡Ay!, no, no... no podemos -le contestó uno de ellos-, hoy precisamente tenemos mucha prisa porque hemos quedado con unos amigos y... no, no, no podemos..., pero hacéis una labor muy bonita... Y se fueron. Se acercaron varios curiosos más a interesarse por nuestra actividad..., pero con todos ocurría de la misma manera que con los anteriores: a todos les parecía una labor muy bonita recoger hayucos y plantar hayas altruistamente, pero... nadie podía ayudarnos, todos tenían mucha prisa, todos tenían que ir a alguna parte. A la hora de echar una mano, nadie se quería comprometer. Juanito ya se reía al ver que nadie nos quería ayudar, ni tampoco venir después a plantar hayas con nosotros y me decía: – Papá, papá, a estos que vienen, ja, ja, ja, a estos que vienen a mirar, pregúntales también, pregúntales, ja, ja, ja. – Hola, ¿qué estáis cogiendo?, ¿esto se come?, ¿esto se come? – No, son semillas de haya que recogemos para hacer un semillero y obtener arbolitos. Después les plantaremos en el monte para intentar transformarle en un bosque, en un hayedo, que tanta falta hacen... – ¡Ah!, pues qué interesante... ¡qué labor tan interesante hacéis! -contestó el curioso y luego añadió-: ¿Y os pagan por hacerlo? – No, somos de una O.N.G., ARBA, que trabaja altruistamente a favor de la naturaleza, de sus bosques... – ¡Ah, pues qué interesante, qué interesante labor hacéis!... – Pues si quieres puedes ayudar y venir a plantar y... – No, no, no puedo -contestó el curioso-. Me tengo que ir, tal vez otro día..., adiós. Y se fue entre las carcajadas de Juanito, que decía: – ¡Otro más, todos dicen lo mismo, es que todos dicen lo mismo!, ja, ja, ja. – Ya lo ves, Juanito -le explicó Concha, que tomó una actitud seria:- Así es la gente, sobre todo las personas mayores, a todo dicen que sí, pero a la hora de la verdad nunca quieren comprometerse a hacer buenas obras y menos 188

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sin que les paguen por ello. La gente no es altruista, sino interesada, muy interesada y egoísta. Nosotros -prosiguió Concha-, bien lo sabes, Juanito, porque estuviste allí con nosotros en nuestra Escuela de Naturaleza, tratamos de inculcar a los niños el amor a la naturaleza y eso implica favorecerla, ayudarla y protegerla en todo momento por el bien de ella que es el de todos nosotros. Hubo, incluso, algunos curiosos que nos pidieron el nº de teléfono para llamarnos y ayudarnos a plantar hayas en el monte; pero, de todos ellos, ni siquiera uno llamó. Ya lo veis, es así. Sin embargo el día nos salió redondo a nosotros, pues recogimos una gran cantidad de hayucos que, unida a la también gran cantidad recogida en Montejo, nos iba a dar un enorme número de semillas con las que poder trabajar nosotros y poder darle un gran montón a Manolo, de Riaza, como en su día nos comprometimos. Y así fue. Finalmente nos despedimos de Mario y Concha; ellos se marcharon a su retiro-Escuela de Valdesotos y nosotros a nuestra querida aldea de Peñalba donde nos aguardaba la lumbre y la acogedora conversación y compañía de los peñalbeses...

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XII. Construcción y elaboración de un semillero forestal. Así obtuvimos nuestras hayas y robles para las repoblaciones

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XII. CONSTRUCCIÓN Y ELABORACIÓN DE UN SEMILLERO FORESTAL. ASÍ OBTUVIMOS NUESTRAS HAYAS Y ROBLES PARA LAS REPOBLACIONES 26-27/Nov/94: Salimos para Riaza J.R., Juanjo, Ana y yo con mucha tarea e ilusión por delante: teníamos que trabajar con todos los hayucos recogidos pero, previamente, en los alrededores de esta población segoviana, nos detuvimos para buscar y recoger bellotas de roble melojo; y también encontramos en abundancia, así que pronto llenamos 1/2 saco de bellotas gordas y hermosas ya maduras, recogidas del suelo, que después añadimos a las muchas que también tenía recogidas Manolo en su vivero. Ya en éste nos dedicamos a seleccionar los hayucos y contarlos, ingrata labor ésta si no contáramos con el hayucómetro o vaso para contar hayucos (se llena un vaso perfectamente rasado hasta el borde y se cuentan los hayucos que han entrado en él; después, ya sólo hay que contar el número de vasos y multiplicarlos por el número de hayucos que entraron en él. Eso es todo, así de fácil y así de práctico. De idéntica manera se procede con el bellotímetro o jarro para contar bellotas) Pues bien, una vez realizadas las mediciones y cálculos y redondeando los resultados, comprobamos, y las matemáticas no fallan, que disponíamos de la friolera de: - hayucos contados con el hayucómetro . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30.700 - bellotas (Q. pyrenaica) contadas con el bellotímetro . . . . . . . . 4.200 Después, Maese Manolo-viverista nos mostró sus semilleros de encinas, quejigos, robles, hayas y castaños así como de otros árboles de bosque, de jardín y frutales y... no cabía la menor duda, nos hallábamos ante todo un viverista profesional. Mas, cuando vio la enorme cantidad de hayucos y bellotas recolectadas, exclamó: – ¡¿Pero qué es esto?, cuántos habéis cogido!, ¡vaya cantidad! – Ya te dijimos -añadió J.R.- que te recompensaríamos con muchos hayucos por las hayas crecidas de tres años que nos diste para repoblar..., ¿recuerdas? – Sí, pero ¿no os habéis pasado?..., también hay que dejar algunos para 192

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los animalitos... – ¡Seguro que no!, todavía quedan muchos más en el bosque -contesté-, la naturaleza gusta de proveer en abundancia..., de todas formas, más vale que nos sobre que no que nos falte; además, muchos no germinarán, otros se estropearán y otros muchos, tal vez, se los comerán los ratones en el vivero... – ¡Ah, no, eso sí que no! -saltó Manolo-; no, si hacéis los semilleros como yo os diga... – ¿Y cuál es la fórmula?, ¿cuál, cuál, cuál es la fórmula magistral? -inquirió sonriente y con los ojos saltones, expectantes, J.R. – Mucho, mucho queréis saber vosotros..., bandidos... -le respondió Manolo- Está bien, sacad papel y lápiz y apuntad, paso a paso, cómo se elabora un semillero forestal o, lo que es lo mismo, el origen, el nacimiento de un nuevo bosque... – ¡Eso!, ¡eso! -contestamos todos impacientes. Entonces Maese Manolo, adoptando un aire intelectual y pleno de sabiduría, como si fuera un druida de larga barba blanca salido del bosque, comenzó a explicarnos de esta manera:

Construcción y elaboración de un Semillero Forestal Para la elaboración de este tipo de semilleros con gran cantidad de simiente, como el caso que nos ocupa, lo mejor es adoptar el cajón de formato 5x1 mts que consigue grandes prestaciones de utilidad, rendimiento y comodidad en su manejo... – ¡Eso, eso, eso es lo que queremos! -manifestamos todos. Y prosiguió Maese Manolo: 1) Para lo cual utilizaremos tablas de madera de pino de 2,5 mts de largo x 30 cm de ancho y 2 cms de espesor, se unen o ensamblan por la mitad con un madero pequeño clavado a ambas tablas y se engarzan todas las tablas formando el cajón. 2) Se pone malla de metal galvanizado de 1 de agujero de luz, e incluso si es más pequeño mejor, en la base del semillero para que quede sellado por debajo y proteja de los depredadores ávidos de nuestras semillas. 3) Se echa una ligera capa de piedrecitas y grava, lo justo para cubrir la malla. 193

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4) Se echa una ligera capa de arena silícea muy fina encima de las piedrecitas y de la grava. 5) Ambas capas, la de piedrecitas con grava y la de arena, constituyen el drenaje del semillero. 6) Se llena el cajón hasta la mitad aproximadamente de tierra de huerta y mantillo oscuro muy rico en nutrientes (tierra muy oscura en mezcla). 7) Se rellena el resto del cajón hasta los últimos 3 cms con sustrato de turba (por ejemplo: PINDSTRUP sustrato nº3) preparado que viene en sacos de 40 Kgs y se esparce abundante por todo el cajón, rompiendo los terrones que estén apelmazados para, después, dejar todo el sustrato preparado: suave y peinado.

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8) Se colocan los hayucos tan juntos como la ocasión lo requiera (cuando germinen y crezcan, ya en primavera, se podrán trasplantar a tiestos, parterres, huertos, etc.), se pueden disponer en hileras o a mogollón, según la cantidad. 9) Se entierran o tapan los hayucos con una capa de 1 cm. del mismo sustrato y se echa después, por encima, un poco de arena silícea. 10) Se recubre todo el semillero con hojarasca de hayas procedente del bosque, a fin de que se sientan como en casa, abrigadas y protegidas. 11) Se cierra el semillero con otra malla metálica igual a la de la base, para dejarlo sellado, protegido de los roedores y del viento... Y ya está. Ahora sólo resta desearles felices sueños invernales, que la dulce primavera les despertará.

Todos quedamos gratamente sorprendidos y admirados al oír la "fórmula mágica" de Manolo de la cual, apuntándola, tomamos buena cuenta de ella. Poco después, despidiéndonos de nuestro sabio viverista de Riaza, salimos para Peñalba, si bien no fuimos por el puerto de La Quesera y la pista ya que ésta se encuentra en muy mal estado y regresamos nuevamente por el puerto de Somosierra. Ya en la aldea: – ¡Hola, Rodolfo!, ¿cómo está usted? – ¡Anda, pero si eres Ana...! ¿Ya habéis venido por aquí? – Sí, acabamos de llegar. – Pues ven, ven, acércate que te dé un beso y arrímate a la lumbre, je, je... Y vosotros también, claro, je, je. – ¡Padre, no la dé tantos besos a la muchacha, que la va a desgastar! decía, jocoso y burlón, Isaías que venía por el pasillo...- ¿¡Qué tal, tropa!?, ¿cómo va la repoblación? – Bien -contestó J.R.-, pero ahora toca preparar un semillero, que ya sabemos cómo hacerlo. – ¿Un semillero vais a preparar? -preguntaba Rodolfo-, nosotros preparamos semilleros de lechugas y repollos... ¿Es que vais a poner una huerta? – No, vamos a sembrar hayitas y roblecitos-contestó Ana. – ¿¡Ah, pero también os los vais a comer pequeñitos!?, je, je, je. 195

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– ¡No sea bromista, Rodolfo!, je, je -le contestó Ana-, que son para llevarlos a plantar al monte. – Ya me lo imaginaba, mujer, no creas -le contestó bromeando Rodolfo, que nunca oí que se comieran, je, je. En esto entró Jesús que venía de la calle: – ¡Vaya fría que está la noche!... ¡Hala, qué de personal hay aquí!... ¡Hola, José Luis y compañía! – ¿Qué tal, Jesús? -le contesté. – ¡Hoy también ha venido el largo! – Hola, Jesús -le contestó Juanjo. – ¡Y una señorita nueva! – No, yo no soy nueva -le contestó Ana sonriendo-, que ya vine el otro día. – ¡Ah, como no te había visto por aquí...!, es que en esta empresa de José Luis los trabajadores que vienen duran poco y muchos no vuelven más, je, je. – ¡Que les explota mucho va a ser! -le contestó riendo J.R. – Sí, eso creo yo, que "Piñones" les explota mucho y les paga poco -añadió el jocoso Jesús, "el pillo del pelo blanco"... – ¡Que no son piñones sino hayucos lo que sembramos! -le dije a Jesús también riendo. – ¡Ay qué "Piñones"!, je, je -insistió Jesús. – ¡Bueno, hale, sentaros y arrimaros a la lumbre! -dijo Rodolfo- que está la noche fría. Entonces dijo Ana: – ¡Ay, tenía que hacer una llamada a mi casa!, ¿puedo llamar desde este teléfono? – ¡Ay, mujer!, si está estropeado el teléfono -le contestó Isaías-, lleva ya dos meses averiado y lo tenemos avisado, pero aquí no viene nadie, ¿tú te crees? – Pero ¿cómo puede ser eso? -preguntó Ana sorprendida de tanta tardanza. – Pues ya lo ves, hija -le contestó Rodolfo-, porque aquí nos tienen abandonados a los pobres y no nos hacen caso..., ¡cabrones!, que un día va a pasar algo y no tenemos a quién llamar... – Bueno, yo tengo en mi casa teléfono -indicó Jesús. – Pero ese es tuyo, particular, en cambio este que tenemos aquí -explicó 196

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enojado Rodolfo levantando la voz- es el teléfono público del pueblo, el que tenemos aquí todos para llamar, y no se puede tener a un pueblo incomunicado tanto tiempo, ¡cojones! – Bueno, Rodolfo, no se enfade -le dijo su hijo Isaías-, que le va a dar la tos y va a ser peor. – ¡Qué cojones! -insistía Rodolfo muy enfadado-, ¿es que no tengo razón?, lo que ocurre es que siempre pasa lo mismo y a los pobres nunca nos hacen caso... ¡Tenía que venir aquí Fidel Castro y...! – Bueno, hale, Rodolfo, cálmese -trató de tranquilizarle Ana-, que tiene usted toda la razón del mundo y ya verá como pronto vienen a arreglarlo. – ¡Lo que pasa que como estamos aquí tan apartados, en el fin del mundo -insistía Rodolfo-, no quieren venir a arreglarlo estos tunantes y...! En esto hacía su aparición Luis que venía, como solía, con una carga de leña para la chimenea: – ¡Hola, buenas noches a todos! -decía con su habitual amabilidad-, ¿ya estáis por aquí? Ya veis, no queda más remedio que alimentar la chimenea, porque está el tiempo frío y consume roble, consume..., ya es la segunda carga que subo hoy..., pero vamos a alimentarla para calentarnos bien. Entonces le dije: – Ha traído Juanjo un libro y un mapa muy interesantes de esta zona y como a ti te gusta tanto la información de una buena cartografía..., sí, creo que trae bastante detalle. – Sí, pues dejarlo ahí en la mesa para echarle luego un vistazo detenidamente. El mapa -preguntó Luis- ¿es del Instituto Geográfico y Catastral o del Servicio Geográfico del Ejército? – Me parece -le contestó Juanjo- que es del Ejército, no me acuerdo bien... – A ver..., sí, es del Ejército -confirmó Luis al verlo. Y ojeándolo, dijo:Sí, sí trae información; mira, viene el "collaíllo" y la Acebosa y el arroyo del Rabisquillo, y por aquí, mira, trae el Bustar, sí, sí, y por aquí detrás de la Peña del Águila trae las ruinas de La Hiruelilla, en la vertiente derecha del valle del Jaramilla, y... – Se ve, se ve que conoces bien la zona -le dijo entonces Juanjo. – ¡Claro, ¿cómo no lo voy a conocer, si andando estos montes me salieron los dientes...?, claro! Poco después, Jesús ya se había dormido sentado junto al fuego, Isaías 197

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iba también en camino dando cabezadas sobre el sofá, sentado con los brazos cruzados y la cabeza caída..., y Luis, Juanjo, J.R. y yo dialogábamos en la mesa acerca del mapa sobre tantos y tantos lugares que le preguntábamos y que Luis nos iba explicando con gran gusto y detenimiento porque ¡cómo lo conoce todo!... Y mientras, a Rodolfo ya se le había pasado el enfado y conversaba amenamente con Ana... – ¡Pero, Rodolfo, qué pillín era usted en sus años mozos!... – Sí, je, je, qué íbamos a hacer, mujer, en aquellos tiempos... je, je, je. Y marchábamos de ronda por estos pueblos los domingos a cortejar a las mozas..., pero tenías que tener cuidado... que si te sorprendían los mozos, te echaban al pilón, je, je, je, y había que salir huyendo a escape... ¡Ay, madre, qué mojaduras llevaban algunos!, je, je, je...

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XIII. Principal fauna observable en el Macizo de Ayllón

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XIII. PRINCIPAL FAUNA OBSERVABLE EN EL MACIZO DE AYLLÓN Principal fauna observable en los rincones más apartados del Macizo de Ayllón (Entre mamíferos y aves) - Jabalí (Sus scrofa). Muy frecuente. Le hemos visto varias veces en valle del Berbellido, valle del Cañamar y valle del Ermito, así como sus "camas", ocultas bajo los arbustos, y sus abundantes y destructoras "hozaduras" que levantan los prados buscando tubérculos, raíces,... - Corzo (Capreolus capreolus). Frecuente. Visto en valle del Berbellido, proximidades de El Cardoso, Peñalba de la Sierra. Algunos árboles presentan la corteza arañada, característica de restregarse la cornamenta en ellos. Resulta frecuente escuchar sus "ladridos". - Tejón (Meles meles). No muy frecuente. Vi uno desde el coche andando pausadamente por la carretera, de noche, en las proximidades de Colmenar de la Sierra, y otro en El Cardoso, próximo al río Jarama. - Zorro (Vulpes vulpes). Muy abundante. Observado bastantes veces cruzando la carretera camino de Peñalba. En una ocasión le vimos en plena carrera persiguiendo a una liebre cerca del alto de Cabida. - Conejo (Oryctolagus cuniculus). Frecuente, aunque no tanto como pudiera parecer. Le hemos visto escasas veces, generalmente en la carretera desde el coche. - Liebre (Lepus capensis). Frecuente, posiblemente en esta zona más abundante que el conejo. La hemos visto varias veces desde el coche y una vez perseguida por un zorro (ver más arriba). Frecuenta más los encinares como el conejo. Colmenar de la Sierra, Corralejo, Prádena del Rincón, Ganduyas, etc. - Ardilla común (Sciurus vulgaris). Frecuente. La hemos visto bastantes veces trepando a los árboles (robles melojos y pinos de repoblación), también cruzando la carretera; presentan un pelaje de marrón oscuro a grisáceo, según la época del año. - Nutria común (Lutra lutra). Existe y está citada en la comarca, donde vive próxima a los arroyos. Sin embargo, no he tenido la suerte de ver ninguna. - Ratón de campo (Apodemus sylvaticus). Muy abundantes, en los campos se ven sus agujeros, sus guaridas, y en las cuadras y pajares siempre están 200

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presentes donde se oye, en el silencio de la noche, su característico y acelerado caminar. Hemos tenido que proteger los semilleros con ratoneras y hemos observado las típicas bellotas comidas por estos roedores dejando las cáscaras perforadas o huecas. Igualmente hemos tenido constancia de ginetas, garduñas, erizos, topos, musarañas, murciélagos, etc. Nunca he visto ni nos hemos topado con lobos (Canis lupus), gato montés (Felis sylvestris), ciervo (Cervus elaphus), gamo (Dama dama)..., aunque esto no quiere decir que no pueda haberlos en la comarca. - Buitre leonado (Gyps fulvus), muy frecuente. Es habitual verle sobrevolar, en grupos, planeando a media o gran altura. Les vi en dos ocasiones en un festín con un gran número de ellos devorando los restos de una vaca. Me di cuenta porque había muchos y sobrevolando muy bajo (valle del Berbellido y proximidades de Peñalba). También he distinguido buitre negro (Aegypius monachus) y alimoches (Neophron percnopterus). - Águila real (Aquila chrysaetos). Escasa, no sé cuántas parejas habitarán la comarca, pero sí hemos visto su vuelo majestuoso a gran altura. - Cárabo (Strix aluco). Frecuente. Es nuestro amigo de la noche. ¡Cuántas veces tenemos oídos sus cantos, su inconfundible ulular doble! Me encanta escucharle y me acompaña en mis noches hasta que me quedo dormido. - Arrendajo (Garrulus glandarius). Muy frecuente. Habita el bosque, los robledales, el hayedo. Le hemos visto muchas veces por el monte, también desde el coche cruzando la carretera volando de un árbol a otro. Más de una vez hemos encontrado sus hermosas plumas azulitas de las alas. - Rabilargo (Cyanopica cyanus). Menos frecuente. También les hemos visto sobrevolar entre los árboles, pero gustan más de los espacios abiertos adehesados de las encinas. Encinares entre Ganduyas y Prádena del Rincón, Colmenar de la Sierra, etc. También son frecuentes otros córvidos: Cornejas (Corvus corone), grajas (Corvus frugilegus), cuervos (Corvus corax) o la abundantísima urraca (Pica pica). - Lechuza común (Tito alba). Algunas veces hemos escuchado sus "gritos silbantes" nocturnos, tan característicos, que recuerdan, como su cara, a un fantasma blanco de la noche. Por supuesto son muy frecuentes los aflautados y melodiosos cantos del 201

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mirlo (Turdus merula), tan abundante. Así como del ruiseñor (Luscinia megarhynchos) y la oropéndola (Oriolus oriolus); aquél llena de melodía y poesía las primaveras de los sotos y zarzales de día y de noche... ¡Ay las noches del ruiseñor!, dichoso aquél que puede escucharle cantar en las vigilias de la noche... Y la oropéndola, hermosa ave amarilla como un limón y de alas oscuras, que deja oír su canto desde los más altos chopos y alamedas. También se dejan sentir las "carcajadas" del pito real (Picus viridis), el plácido y acompañante canto del cuco (Cuculus canorus), los tamborileos en la madera de los árboles del pico picapinos (Dendrocopus major) o las chispeantes y alegres voces de los multicolores abejarucos (Merops apiaster). Y por lo que respecta a mis amigos los pajarillos, los paseriformes, habitan en el Macizo todas las especies ibéricas presentes en los montes, mesetas, bosques y montañas, faltando solamente las más septentrionales, de vocación más eurosiberiana y atlántica: He disfrutado mucho observando las acrobacias de los páridos: mitos (Aegithalos caudatus), carbonero común y garrapinos (Parus major y Parus ater), herrerillos (Parus caeruleus); escuchando las apagadas vocecitas de los mosquiteros (Phylloscopus sp. ), el alegre y dulce canto de la curruca capirotada (Sylvia atricapilla); los cortitos vuelos entre las zarzas del chochín (Troglodytes troglodytes) siempre con su colita erguida; de la valiente presencia del llamativo petirrojo (Erithacus rubecula), generalmente acercándose a nosotros más que ningún otro; de la sonora melodía en las ramas de los melojos del pinzón vulgar (Fringilla coelebs); de la elegante presencia, casi siempre silenciosa, de la tarabilla común (Saxicola torquata); del lugareño habitante de las rocas y cantiles, el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros), también de los roqueros rojos (Monticola saxatilis) o los aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris); de los elegantes y veloces vuelos de los aerodinámicos vencejos (Apus apus), aviones comunes (Delichon urbica) y golondrinas (Hirundo rustica); o de la compañía que me hacen las totovías (Lullula arborea) en los montes más abiertos y apartados... Y así podríamos seguir nombrando a tantos y tantos otros que, cada vez que les veíamos u oíamos, era un motivo de alegría para nosotros por dejarnos disfrutar de su presencia, de su contemplación o de sus melodías... ¡Ah, pequeñas, atrayentes, queridas y emplumadas criaturitas!

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XIV. Documentos denuncia: Política forestal, urbanizaciones, pistas de montaña, vehículos 4x4 y motos. Dibujos protesta

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XIV. DOCUMENTOS DENUNCIA: POLÍTICA FORESTAL, URBANIZACIONES, PISTAS DE MONTAÑA, VEHÍCULOS 4X4 Y MOTOS. DIBUJOS PROTESTA Otras actividades realizadas en Junio de 1994 Se preparó en este año 94 una cinta-cassette informativa sobre el tema: – ¿A DÓNDE VAMOS CON LA POLÍTICA FORESTAL ACTUAL? A continuación se relata una historia "ficticia", donde una reportera entrevista a un pastor de un pueblo y a un ingeniero forestal de la Administración, intentando aquélla determinar qué hace la Admón. en lo que se refiere a las repoblaciones forestales, y en qué medida afectan estas repoblaciones a los ecosistemas y a las personas que viven en ellos. Los nombres de las personas y de los pueblos que aparecen en esta historia "ficticia" han sido inventados y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. -------------------------------------------Reportera (R).- ¡Hola! Nos encontramos en un paraje montañoso, en las inmediaciones del pueblo de Robledal de la Sierra, y hemos venido hasta aquí para ver de cerca, sobre el terreno, cómo realiza la Administración las repoblaciones forestales. Porque vamos a ver: ¿Existe realmente concienciación de repoblar el mucho terreno deforestado? Y si se va a repoblar: ¿Cómo se va a hacer? ¿Con qué objetivos se repuebla? ¿Qué árboles se van a emplear? ¿Qué criterios se van a seguir? ¿Qué se hace a este respecto? ¡¡Vamos a verlo!! R.- Hoy contamos entre nosotros con la presencia de 2 personas interesadas y que viven de cerca estos temas: por un lado tenemos con nosotros a Pedro Bellota, vecino de Robledal de la Sierra y de ocupación pastor de ovejas. 204

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Pastor (P).- ¡Hola! R.- Y por otro, a don Valentín Mete Pinos, ingeniero jefe, responsable de muchas repoblaciones forestales en este Macizo montañoso del cual es nativo Pedro Bellota aquí presente. Ingeniero (I).- ¿¡Qué pasa, hombre!, cómo están ustedes? R.- Bien, vamos a conocer los puntos de vista de ambos, y empezamos por Pedro. P.- Mi pueblo, según me contaba mi padre, era un lugar muy bonito y natural, rodeado de montañas con muchos bosques de robles, había bastantes animales y flores de todas clases, se oía cantar a los pajarillos por el día y a los búhos por la noche; el arroyo bajaba abundante y limpio, los peces, truchas, jugueteaban con la corriente de agua, y los abedules, alisos y sauces le acompañaban en las orillas... pero ahora... ahora mi pueblo... I.- ¡Ahora tiene una gran riqueza maderera!, ¡figúrate, es el nuevo Pinar de la Sierra! Hemos plantado pinos, pinos y más pinos. ¡Vaya riqueza maderera! P.- Sí, pero al plantar esos pinos aquí se ha alterado gravemente el paisaje y equilibrio en estas montañas, y a mí me gustaban más mis robles, que en primavera, verano y otoño cambiaban de color sus hojas, y además... con esas horribles rayas paralelas en las montañas que las descarnan... I.- ¿Qué rayas?, ¡ah, las terrazas!, ¡eso es técnica, técnica forestal!, gracias a ellas podemos contabilizar mejor lo que plantamos y cubicar mejor la madera que obtendremos; además, gracias al aterrazamiento, evitamos la erosión de las laderas. P.- ¡Ah, no, eso no!, cuando las enormes máquinas arrasan con la pala todo el suelo y toda la vegetación: brezos, jaras, robles jóvenes..., la tierra queda desprotegida y desnuda, y los arroyos bajan turbios de fangos y el suelo fértil se lo lleva el viento y la lluvia... Además, unos ecólogos que venían por aquí me comentaron que el aterrazamiento de los montes es una práctica brutal de altos efectos erosivos, que conlleva la pérdida del suelo y que casi siempre tiene efectos irreparables en los frágiles ecosistemas de montaña. ¡Y no digamos el horrible aspecto que presentan los montes aterrazados... qué impacto ambiental tan negativo! ¡Si las monta205

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ñas parecen huertas! Mire, yo creo que decir que se aterraza para evitar la erosión es una teoría falsa y atroz para la naturaleza, tan absurda como decir, por ejemplo, que quemamos los montes para evitar que haya incendios o que... cazamos muchos búhos reales para evitar que se extingan... I.- ¡Bah!, ¿qué habrás oído tú?, tonterías, tonterías. Nosotros somos ingenieros y sabemos mucho; además, no sé de qué se quejan tanto los naturalistas y ecologistas esos, siempre están diciendo que no hay árboles en este país; pues mira, para que lo sepas: en las últimas décadas hemos plantado millones y millones de árboles... P.- Sí... de pinos y eucaliptos... I.- ¿Y qué?, pero son árboles, ¿no?, entonces qué más dará, ¿es que no son de color verde?, ¿es que no dan madera? ¡Ah!, vaya pinares que hemos plantado. ¡Esto va a ser un nuevo Pinar de la Sierra! P.- Mire, yo he oído decir, y a mí también me parece lógico, que para intentar formar un nuevo bosque el criterio fundamental que se ha de seguir es el de la restauración del paisaje originario, y para ello, las especies que se han de utilizar han de ser las especies nativas o autóctonas de cada lugar, es decir, donde hubo un bosque de encinas habrá que repoblar con encinas, donde hubo un bosque de pinos de tal especie habrá que repoblar con pinos de esa especie y donde hubo un bosque de robles de tal especie habrá que repoblar con robles de esa especie, ya que son las especies que de una forma natural han crecido siempre allí y, por tanto, están mejor adaptadas a las condiciones medioambientales... I.- ¡Bah!, qué bobada. Mira, Pedro, hay que vivir los tiempos que corren y hoy en día no se repuebla con intención de regenerar bosques semejantes a los que ya hemos talado, ¿para qué?, simplemente se plantan árboles. ¿Y con qué criterios?.. con el de la mayor rentabilidad económica en el plazo más corto posible, ¡y ya está! Plantamos pinos y eucaliptos porque crecen más deprisa, y así se hacen maderables antes, con lo cual podemos cortarlos y venderlos antes..., ¿comprendes? P.- ¡Qué barbaridad!, pero esas masas de pinos y eucaliptos que plantan ustedes ¡en realidad son huertas de árboles!, dispuestos en hileras igual que las lechugas de los huertos, para luego cortarlos y vender... ¡Entonces no digan que plantan bosques para el futuro, sino huertas de pinos y eu206

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caliptos para comerciar con su madera! Así que, cuando ustedes dicen que van a repoblar, digan también cómo, con qué técnica y con qué especies van a repoblar?; porque eso nunca lo dicen..., sólo dicen que se van a plantar tantos miles o millones de árboles... ¿Y esas cantidades astronómicas que gastan en las repoblaciones?... ¡¡¡De qué!!! Con lo sencillo que sería utilizar plantones de árboles autóctonos, obtenidos de bellotas en viveros locales y sencillos, y una azada, cavando e introduciendo el plantón; y no como ustedes lo hacen, que utilizan maquinaria pesada bastante cara, y lo único que conlleva es la destrucción de todo por donde pasa. Ustedes no aman la naturaleza y los seres que viven en ella, sólo la explotan irracionalmente... I.- ¡¿Irracionalmente?! ¡Oye, que hemos estudiado, que somos ingenieros! A ti lo que te pasa es que odias los pinos. P.- Eso no es cierto. A mí me gustan los bosques autóctonos de pinos, donde quiera que estén, lo que no me gusta es que se repueble siempre con pinos porque sí, que se repueble con pinos en ecosistemas que de forma natural no le corresponden al pino, eso que quede claro. Ya apenas hay animales en mi pueblo, ni se oye cantar a los pajarillos, ni crecen florecillas en primavera, el arroyo no lleva agua... Ustedes acabaron con la vegetación autóctona de estas sierras, y con ello, también con su fauna. Por eso ahora no hay nada en los enormes monocultivos que ustedes implantaron..., sólo hay pinos apiñados..., hileras de pinos. I.- ¡¿Y te parece poco?!; cuantos más pinos, mejor. Más riqueza. ¿Qué importan las florecillas silvestres, los pajarillos o las nutrias, o los zorros o los corzos; ¡bah!, ¡alimañas!, ¡que además se pueden comer nuestros pinos! P.- Menos mal que por lo menos algo sí hicieron bien: las campañas de protección de las aves insectívoras; hicieron ustedes muchos folletos y pósters para protegerlas e incluso pusieron muchas casitas de madera colgando de los pinos. I.- ¡Ah, los pajaritos!... ¡no, qué va!, a nosotros los pajaritos en sí nos importan un bledo; sólo les protegíamos porque colaboraban, nos ayudaban comiéndose las orugas de la procesionaria, y nada más; si no, ¿de qué vamos a gastar dinero en la campaña de protección de aves insectívoras, 207

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y en hacerles casitas colgantes, ¡pues sí...! ¡A nosotros nada más nos interesa la madera...! P.- ¡Qué triste! Cuando ustedes ven un árbol, no ven un ser vivo, sólo ven de madera; y cuando ven un bosque, no ven la vida, el equilibrio y belleza del bosque, sólo ven el dinero que ganarán cuando lo talen. I.- Nosotros somos los técnicos, los responsables, y por tanto tenemos que velar por los intereses del país, por su economía..., y plantando tantos pinos, estamos generando mucha riqueza. P.- Sí, pero, plantando esas masas de pinos, están ustedes invadiendo un ecosistema que de forma natural ocupaba el roble en esta comarca montañosa y, por tanto, están alterando gravemente el equilibrio y la interdependencia entre tantas especies animales y vegetales que convivían en el bosque de robles; y ante este brutal cambio introducido, posiblemente muchas especies morirán o desaparecerán... y la vida aquí ya no volverá a ser como antes; ya no volveremos a ver muchas florecillas, ni pajarillos, ni aves rapaces, ni otras faunas que antes había... I.- ¡Bueno!, ¿y para qué quieres tantas flores y matojos y bichos y alimañas, con lo perjudiciales que son...? Mejor así, que se vayan.. ¡Tú piensa en la cantidad de árboles que van a crecer a corto plazo y la madera que van a producir...!, ¡eso es lo importante! Mira: hay que producir madera y pasta de papel: en Alemania, en Francia, en la Comunidad Europea, necesitan papel, y hemos de plantar también eucaliptos, todos los que podamos, para producir nosotros el papel que ellos necesitan, ¿comprendes? Por cierto, creo que se va a llenar de eucaliptos la cornisa cantábrica. P.- ¡¿Qué me dice?!, ¿y qué va a pasar con los castaños, robles y hayas del norte?, ¿y sus verdes praderas y sus pajarillos, su fauna, ¡todo!? I.- No sé, supongo que morirán o se irán a otra parte. P.- ¡¿Pero no se dan cuenta de que van a acabar con todo?! Además, estos cultivos intensivos de árboles monoespecíficos traen como consecuencia lógica e inevitable el desarrollo de plagas en los mismos... I.- Ya lo sabemos, está previsto; pero tampoco es problema, ya que tenemos insecticidas, plaguicidas... y va el avión, fumiga desde el aire y acaba con todo lo que se mueva... ja, ja, ja. P.- Usted lo ha dicho: ¡acaban con todo!, no va a quedar nada... ¿Es que 208

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no tienen conciencia...? Reportera.- Por cierto, ¿qué hacen aquellas personas trabajando allí, en aquellas terrazas? I.- ¡Ah, el capataz y la cuadrilla de DRAGSA! Están desbrozando el monte, quitando los hierbajos y los matojos..., compiten demasiado con nuestros plantones de pinos, y las retamas y brezos llegarían a ahogarlos, por eso los eliminamos... ¡Incluso acabarían rebrotando otra vez los robles! P.- Entonces, si cree usted que los robles volverían a ocupar su antiguo lugar, ¿para qué plantar pinos, que además necesitan eliminar todo el resto de plantas que compiten con ellos? Y si teme que los robles compitan con los pinos, es porque sabe que acabarán ahogándolos, ya que, al ser de aquí, están mucho mejor adaptados a este lugar que los pinos, ¿o no? I.- Sí, pero los robles tardan mucho en crecer y eso no es rentable. P.- ¡¿Cómo que no son rentables?! Los robles producen una madera de extraordinaria calidad, mucho mejor que la de pino que plantan ustedes. ¡Eso creo que está claro!, y siempre se puede explotar la madera del bosque de roble de una manera racional y sostenible, guardando un equilibrio entre lo que se corta y lo que se reproduce; con lo cual, la gente no tendría que emigrar de los pueblos y cuidaría sus montes porque les son rentables... y así no habría incendios. Además, de los bosques de roble se extrae una miel oscura riquísima, de gran pureza y muy apreciada; los bosques de robles producen suelos muy ricos en materia orgánica y nutrientes, preservan el terreno de la erosión, pues en todos los bosques de caducifolios la erosión es nula, dados los continuos aportes de hojarasca cada otoño... Es, por tanto, el roble un gran restaurador y conservador del suelo. Además, sobrevive a los incendios y a las talas madereras, pues vuelve a brotar con renovado vigor por sí solo. Su corteza es rica en taninos para curtir, las agallas de sus hojas se emplean para hacer tintes, la leña de roble es inmejorable y de gran poder calorífico, y sus bellotas son consumidas por el ganado en montanera siendo una fuente de proteínas, así como su ramoneo, que constituye igualmente un buen alimento para el ganado... ¿¡Pero qué más quieren!? ¡...Y dicen que no es rentable! I.- Sí, sí, ya..., pero es que nosotros sólo plantamos pinos en hileras y... 209

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P.- ¡Pero, hombre!, ¿no ve que si plantaran las especies autóctonas de cada lugar, o dejáramos regenerarse la vegetación por sí misma como ocurre aquí, que vuelven a rebrotar los robles, acabaríamos teniendo bosques con los años. Auténticos bosques, con matorral, con hierbas en los claros, con pájaros y pequeños mamíferos, ¡hasta con mariposas! I.- Sí, pero nosotros no queremos bosques. Sólo queremos madera, es decir, árboles que crezcan rápido, y que nos proporcionen beneficios pronto. P.- ¡Pero, por favor, ¿es que ustedes no se dan cuenta?!..., ¿qué va a pasar con nuestros bosques, nuestras plantas y animales? ¿qué vamos a dejar a nuestros hijos y a nuestros nietos? ¿Qué vamos a dejar a las generaciones futuras? I.- Ya te lo dije antes: pinos, eucaliptos, mucha madera... ¡Eso es lo importante! Reportera.- Bien, pues parece que han quedado claros y contrastados los dos puntos de vista: Repoblar con criterios ecológicos, esto es, con las especies autóctonas de cada lugar, como sugiere Pedro Bellota. O repoblar con criterios económicos, es decir, con especies no autóctonas y exóticas, como hacen Valentín Mete Pinos y la Administración. ¿Y TÚ, CÓMO PREFIERES? Grupo del Haya (ARBA)

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Las urbanizaciones en el campo Hombre.- ¡Urbanita! ¿Por qué vas a conformarte solamente con extenderte en las grandes urbes? ¡Urbaniza también el campo! Ven a Urbanización El Encinar... y ¡disfruta del mogollón urbano! (tos) ejem... digo... de la naturaleza. ¡Urbanización El Encinar! parcelas, chalets, adosados, amplios aparcamientos, club social, centros comerciales, discotecas, salas de fiesta, restaurantes, parrillas con hornos de leña, piscinas, instalaciones deportivas y... ¡campo de golf! Amplias facilidades, ¡no pierda su oportunidad! Todo completamente asfaltado, pavimentado, alcantarillado, iluminación con farolas cada 5 mts., calles señalizadas con semáforos y con dirección única... ¡Siéntase como en la ciudad... en el corazón de la sierra! Ven, ven tú también a Urbanización El Encinar y... ¡Vive plenamente la naturaleza! Mujer.- Bueno, ahora ya en serio, evidentemente la construcción de urbanizaciones en el campo tiene efectos muy malos para la naturaleza; primero, porque un terreno que potencialmente podía ser libre y para todos, a partir del momento en que se convierte en urbanización, pasa a ser privado. Ahora hay vallas y cercas donde antes no las había, privando a muchos -y no sólo a las personas- de andar por ese lugar, al cual ya sólo podrán acceder los nuevos propietarios. Hombre.- Sin embargo, lo peor de todo es que cambian un lugar natural, o por lo menos rural y campestre, en algo que ya no lo es. Efectivamente, al transformar un terreno en una urbanización, hay que construir mucho, y tanto como se construya se está destruyendo el ecosistema natural. Cantidad de especies vegetales y animales que antes vivían allí, morirán sin remedio y otras se verán obligadas a huir. Incluso rocas o parajes de interés geológico podrán desaparecer amenazados por la voraz especulación sin escrúpulos de algunos. Plantas silvestres, insectos como las mariposas, arbustos, árboles, incluso

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bosques, aves y mamíferos... es decir, todo, se verá afectado, y ya no volverá a ser como antes. Mujer.- Muchos morirán (líquenes, plantas silvestres, insectos, anfibios), otros tendrán que marcharse (aves, mariposas, mamíferos) y otros verán reducido su número considerablemente (arbustos y árboles). Hombre.- Además, con la urbanización vendrá la gente, y con la gente llegará inevitablemente a ese lugar: tráfico rodado, la contaminación, el ruido, las basuras y desechos de todo tipo, los riesgos de incendio en las zonas próximas... Y se edificará, y surgirán construcciones estrafalarias de todo tipo: chalets para el consumo que no respetarán las construcciones tradicionales ni la arquitectura rural y popular de la comarca. Igualmente, se llenará la urbanización de especies arbóreas y arbustivas de lo más variopintas y exóticas, que en nada ayudan al ecosistema natural; pues sabido es el tradicional rechazo que generalmente se tiene por nuestros arbustos y árboles autóctonos, los cuales se talan sin contemplaciones dentro de las urbanizaciones, y son sustituidos por otros más en consonancia "con las modas y caprichos urbanícolas". Mujer.- Por último, hará falta, a corto y medio plazo, dotar a la urbanización de infraestructuras de todo tipo: accesos, carreteras, posible embalse para agua, energía, ocio... etc., así como tendidos eléctricos. Hombre.- Con las carreteras se acentuará la presión urbana en esa comarca, aumentará todo tipo de suciedad, riesgos y peligros, así como los atropellos de muchos insectos, aves y animales de todas clases; además, se producirá una creciente contaminación del medio, tanto de gases, como de ruidos. Mujer.- Con los embalses, se inundarán amplios valles, con lo que toda la vida de los mismos perecerá bajo las aguas, posiblemente también ahogará pequeñas y rústicas aldeas... todo. Posteriormente las orillas del embalse se llenarán de basuras, cristales, latas, coches, y tiendas de campaña por todos los sitios, mientras que en la superficie del agua, en sus orillas, flotan los aceites de las cremas bronceadoras. Igualmente, el bosque galería de los arroyos afectados aguas abajo del embalse verá mermada y dañada su fauna y flora, además de sus árboles, dado el escaso y a veces nulo curso de agua -caudal ecológico- que, a partir de la construcción de dicho embalse, llevarán estos arroyos. 212

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Hombre.- Y con los tendidos eléctricos se estropearán los paisajes con su impacto ambiental, además de causar muchas muertes entre las aves rapaces, especialmente en la población del águila imperial, ya seriamente amenazada. Mujer.- En fin, hemos visto que las urbanizaciones en el campo alteran gravemente el ecosistema natural y, como ya se ha dicho, ese lugar sobre el que asientan no volverá a ser como antes, será mucho peor; la naturaleza se resentirá considerablemente. ¿Es eso lo que queremos?

PISTAS FORESTALES, VEHÍCULOS 4x4 Y MOTOS TODO TERRENO. Mujer.- Nos encontramos en un maravilloso paraje de montaña... todo es grato a nuestro alrededor: el magnífico robledal que se ofrece a nuestra vista, paisaje encantador, con marcadas y elevadas cimas y crestas que apuntan al cielo. La atmósfera limpia y los sonidos de la naturaleza todo lo llenan y el ambiente evoca todo el sosiego del mundo. Pero ahora han abierto una pista de montaña.Vamos a ver qué acontece a un amante de la naturaleza que acompañado por su joven hijo, van de excursión, recorriendo dicha pista de montaña, que antes sólo era una senda. Niño.- ¡Qué camino tan bonito!, ¡qué paisaje! Padre.- Te gusta, ¿eh?. Pero cada vez sube más gente por aquí, y cuando viene mucha gente ¡siempre pasa igual!, ¡¿no te digo?!, mira otro papel en el suelo, y allí dos latas de sardinas... Anda, cógelas y las metemos en nuestra bolsa. Antes, este sendero de montaña estaba limpio, el silencio era casi absoluto, y apenas te encontrabas con nadie... Pero desde que lo han transformado en esta pista, sube mucha gente, y eso lleva consigo: ¡la mucha basura que dejan y el mucho ruido que hacen! Niño.- ¡Mira, un paquete de cigarrillos tirado en el camino! Padre.- ¡Qué asco, no se conforman con contaminar el aire!, ¡también tienen que ensuciar el suelo! También lo recogeremos en nuestra bolsa. Mira, ¿ves aquel risco?, antes había allí un nido de ratonero común, pero desde 213

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que abrieron esta pista, el nido está vacío. Niño.- ¡Claro, con el ruido de los coches y las motos, se asustan y se tienen que ir! Padre.- Sí, así es, estas rapaces necesitan mucha tranquilidad, por eso nosotros vamos por el monte en silencio, sin hacer ruido; al abrir pistas de montaña, se perturba a muchas especies y empieza su retroceso, ya que tienen que irse a otros sitios, y no siempre son fáciles de encontrar; y así se les va echando de sus dominios. Niño.- ¡Jo, una lata de Coca-cola tirada! y allí otra... y aquí otras dos más de cerveza... Padre.- Ya ves qué gente viene por aquí. Niño.- ¡Si llevaran una bolsa como nosotros, no tirarían las cosas al suelo! Padre.- Bueno, también las recogeremos en nuestra bolsa. Niño.- ¡Mira, allí han hecho un fuego, hay un redondel de piedras con palos quemados...! Padre.- Tampoco debieran hacer fuego, cualquier día pueden originar un incendio. Ya ves que nosotros nunca hacemos fuego. Niño.- Mira, una colilla aquí tirada, ¡jolín con los cigarros! Padre.- Eso sí que es peligroso, ahora está apagada pero ¿te imaginas lo que puede ocurrir si la tiran desde un coche en marcha por la ventanilla un día caluroso de verano? Niño.- ¡Claro, se quemará todo! Padre.- Mira: Abrir pistas o carreteras de montaña es lo peor que pueden hacer por las montañas y su entorno natural, porque subirán coches todoterreno 4x4, tan de moda ahora desgraciadamente, a lugares donde antes sólo se podía subir andando por estrechas sendas... y ahora podrá subir todo el mundo y, entre éstos, también los indeseables, que ensucian todo allí adonde van; muchos llevan aparatos de radio y los ponen a todo volumen, y otros hablan a gritos molestando a las aves, a todos los animales ¡y a los naturalistas y amantes de la naturaleza! Estas pistas debieran tener cerrado el paso a estos vehículos todoterreno, y estar permitido solamente el uso de vehículos por ella a los agentes forestales, que cuidan estos parajes, y a los pastores, que siempre subieron a estos altos valles desde tiempo inmemorial, pero a nadie más, por el bien del monte y de todos. Todos los demás debemos subir a pie. 214

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Si lo hiciéramos así, hijo, ya verías como estaría la pista y todos estos parajes limpios y silenciosos porque, has de saber que los que suben a estos bellos lugares a pie, generalmente son limpios y educados con las personas y con el medio ambiente, al cual respetan y protegen. Niño.- Claro, claro que sí. Y las motos también molestan, ¡que hacen mucho ruido! Padre.- ¡Y no digamos las motos todoterreno! que erosionan y desgarran todo el suelo por donde pasan, machacando todo con las ruedas, contaminando el aire con los gases y el ambiente con el ruido horroroso que hacen sus máquinas, que se oyen desde muy lejos. Por eso decimos: ¡Fuera motos y vehículos 4x4! ¡Y si realmente queréis venir a la montaña, coged las botas y las mochilas y caminad en silencio como hacemos los demás, admirando y respetando la naturaleza y los seres que viven en ella! Grupo del Haya (ARBA)

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Dibujos Protesta:

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XV. Colaboraciones del Grupo del Haya (ARBA)

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XV. COLABORACIONES DEL GRUPO DEL HAYA (ARBA) Este año de 1994 el Grupo del Haya ha contactado, conocido o colaborado entre otros con: – Mario Rodríguez (Responsable de política forestal en España de GREENPEACE), con ocasión de la defensa del alto Jaramilla, principalmente, y con la pista abierta en el término de La Hiruela; asimismo está al corriente de nuestras repoblaciones en el Macizo de Ayllón. – Mario Álvarez Keller y Concha Sanz Hipólito (Grupo de Raíz y Escuela de Naturaleza La Mata. Valdesotos) con ocasión de su informe del Macizo de Ayllón aparecido en la revista Quercus. Han recogido hayucos con nosotros y hemos ido a Valdesotos; también colaboraron con nosotros en la defensa del alto Jaramilla. – Carlos Ibero (Fondo para el Patrimonio). Le conocí a través del número monográfico dedicado a las mariposas editado por ADENA, y estuvimos en contacto con motivo de la grabación de la cinta de cassette ecológica y de política forestal. – Javier Pérez (COMADEN). Ya le conocía, pero hemos colaborado a partir de la defensa del alto valle del Jaramilla con la cartografía de la propuesta alternativa del mapa botánico (elaborado por Juan Rodríguez y por mí). Estuvimos presentes en la reunión general de Arbolada (COMADEN) en el Albergue de Mangirón (Madrid). – Manuel Barahona (Manolo), cabeza visible del grupo ecologista AZA de Riaza, que colabora con nosotros desde su vivero y experiencia viverista. También hemos repoblado con él y el grupo AZA en las inmediaciones del puerto de La Quesera. – Grupo GECA (Grupo Ecologista Cangués Azor) de Cangas del Narcea (Asturias). En este año del 94 realicé gestiones con este grupo ecologista para enviar 800 plantones en tetrabrik de roble (Quercus robur). Vino un camión al vivero de ARBA a recogerlos y, tras cargarlos en él con gran entusiasmo, viajaron hasta la Escuela-Taller de Pola de Allande, la localidad asturiana. Juan (J.R.) y yo fuimos ese verano a verlos y ya están plantados en Pola de Allande, en un monte a la salida del pueblo subiendo al puerto del Palo. Igualmente envié en una caja 14 kgs. de bellotas (Q. robur) por correo al GECA (Cangas del Narcea) por Octubre del 94, y las vimos plantadas en su vivero aquel verano ya convertidas en arbolitos. 220

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24-25/Dic/94: Fui solo a Riaza. Allí estuve con Manolo disfrutando del campo y su vivero y tomando nota de sus conocimientos. Finalmente, a la tarde, llevé de Riaza a Peñalba las maderas, bellotas de melojo, y sacos de sustrato vegetal para formar el nuevo semillero en el huerto de Peñalba; que sería el primer vivero de Peñalba, luego haríamos el segundo, más grande y protegido de alambrada. Aquella noche fue muy fría y medimos en el exterior -11ºC a las 23h y a las 7h del día siguiente midió Isaías -13ºC. Mucho frío, pues. Fue una noche que invitaba a calentarse al fuego de la chimenea. Peñalba apareció aquella mañana del 25 de Diciembre sumida en medio de una fría y blanca capa de escarcha. Haya plantada en la era de Peñalba. La plantó Luis Serrano. Se sacó del hayedo de La Pedrosa en Diciembre de 1990, entonces tenía 70 cms. de altura, con un aspecto esbelto y ramificado; la sacó a tirón. Una vez plantada, la protegió con una empalizada de maderas. En cuatro años ha crecido casi dos metros. Todo es similar para el otro haya que plantó también Luis cerca de la carretera a la vera de un regato de agua a la altura de la señal de tráfico, un poco más arriba de Peñalba. Conclusión: La altura de crecimiento de los árboles (en este caso hayas) es relativa. Siempre se dice que las hayas son árboles de crecimiento lento, pero ésta ha crecido 2 mts. en 4 años y eso que el primer año desde su trasplante no creció, pues tuvo que rehacer y consolidar sus raíces. Un haya con buena tierra, suficiente agua, situada en umbría y sin peligro de ganado debe de crecer más deprisa de lo que "tradicionalmente" se piensa; sobre todo por parte de la Administración que, por lo común, las desecha y desestima en sus planes de repoblación de los territorios legítimos de aquellas, sustituyéndolas por pinos. Y lo mismo ocurre con las encinas, alcornoques, quejigos, robles, castaños, etc. que tachan, también, de árboles de crecimiento lento, y sus áreas potenciales y genuinas de distribución son desplazadas y sustituidas inexorablemente por los inevitables pinos, da igual de qué especie, de los que tengan más a mano... 221

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31/Dic/94-1/Ene/95: Estuvimos J.R. y yo en el hayedo de Montejo, pudimos disfrutar del bosque y realizar alguna que otra actividad. Tras salir de noche del hayedo de Montejo, solos y bajo las estrellas, fuimos a Peñalba de la Sierra. Aquí pasamos el año viejo con la familia Serrano: Rodolfo, Luis e Isaías (ya mi tercera vez consecutiva) y el día 1 de Enero montamos el semillero de robles (Q. Pyrenaica) y hayas, es decir, de bellotas y hayucos. Lo hicimos igual que en Riaza. Durante el proceso de montaje y semillación nos cayó una pequeña granizada y hubo que terminarlo apresuradamente. Espero que no haya afectado al semillero. Plantamos, según los datos fiables del hayucómetro y del bellotímetro: 3.000 bellotas y 2.000 hayucos, en números redondos. 8/Ene/95: Fuimos a Riaza: José Ángel, Ana y yo. José Ángel fue otro "plantabosques" muy interesante y peculiar que también conocí en ARBA, aunque no es miembro de esta asociación ni tiene muy buena opinión de ella... Llevamos a Manolo un saco de bellotas de encina que nos dieron en Peñalba. – ¡Ojalá se haga de este saco de bellotas un buen uso, se obtenga de él un gran número de encinas y se repueble sensatamente con ellas algún monte...! porque de verdad: ¡es que da pena salir al campo y ver cómo está todo echado a perder, todo arruinado...! -decía amargamente José Ángel. – Sí, seguro que Manolo hará buen uso de estas bellotas de encina -le contesté-, es un buen viverista y está muy concienciado con la repoblación autóctona. ¡Pertenece al grupo AZA de Riaza! – ¡Ah! ¿es del grupo AZA? -contestó, ya más tranquilo, José Ángel- He oído hablar de ellos y, sí, parece que se mueven. Pero es que cuando sales al campo -prosiguió José Ángel- y ves todas las barrabasadas que le hacen: incendio por aquí, tala de árboles por allá, una urbanización en este encinar, allá otras encinas que se están quedando secas; una repoblación "made in Administración" en aquel monte... Es que, es que..., no lo puedo evitar, me deprimo mucho... Por eso ahora voy menos al campo... No me queda más que ir al huerto..., allí sí que revivo, allí soy feliz, saqué unos pimientos bárbaros... y las cebollas y las patatas... Ahora que... me lo curro bien, pero es un trabajo gratificante. 222

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– Y allí en el huerto -le pregunté- ¿siempre estás solo, no? – Sí, siempre... -contestó-, ¿para qué quiero que venga la gente?, si toda la gente que conozco es vana, estúpida, totalmente superficial, sin criterios e incapaz de llevar una conversación medianamente seria..., no, prefiero estar solo. Entonces Ana intervino y le dijo: – José Ángel, desde que te conozco, me parece que todavía no te he visto sonreír nunca... ¿Alguna vez sonríes? – ¿Para qué? -contestó aún más serio José Ángel- Cada vez encuentro menos motivos para sonreír. – ¡Ahora sí que me has matado! -echó a reír sonoramente Ana, que seguidamente añadió-: ¡Ay, cómo está el patio! Y con esta "animada" conversación llegamos a Riaza. Nos dirigimos al vivero y, como no estaba Manolo, nos pusimos a trabajar directamente. Abrimos el semillero de las bellotas y nos dispusimos a protegerlo echando más hojas de roble por encima, pues tenía muy pocas, incluso mantenía partes sin ellas. – Así, con una buena capa de hojarasca -decía José Ángel-, estarán más protegidas las bellotas y sobrevivirán mejor al invierno... Seguro que aquí habrá noches a muchos grados bajo cero. Y lo mismo tendríamos que hacer con los hayucos, ¿tenéis hojas de haya? – Aquí no -le contesté-, pero allí arriba está el hayedo de La Pedrosa. – ¿Y tienen que ser hojas de haya? -preguntó Ana- ¿No se pueden tapar los hayucos con hojas de roble? Mira todas las que tenemos aquí... – Sí, también -contestó José Ángel-, pero es mejor imitar en todo a la naturaleza; y en un bosque de hayas, los hayucos están protegidos en invierno bajo la hojarasca de las hayas y seguro que tendrá sus propias ventajas; además, así los hayucos se sentirán como en su propio bosque... ¡Siempre hay que imitar a la naturaleza! -concluyó. – Eso mismo pienso yo -aseveré-. Hale, vamos a subir al puerto de La Quesera... ¡Coged unos sacos vacíos de esos que hay allí! Subimos hacia el puerto, pero no pudimos llegar hasta La Pedrosa debido a la nieve que había en la carretera, había en lo alto mucha nieve y la carretera estaba cortada al tráfico. Así que continuamos a pie hasta toparnos con las primeras hayas de la curva. Allí llenamos tres sacos de hojarasca de haya. 223

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También cogimos semillas de abedul del viejo y sano árbol que hay más arriba. El paisaje se mostraba precioso a nuestros ojos con el blanco manto de nieve que cubría el bosque; las hayas también estaban en parte cubiertas de nieve, especialmente sus ramas; el cielo estaba nuboso y la temperatura era fría aunque, dado nuestro entusiasmo, casi no la sentíamos pese a que nos hundíamos casi dos cuartas en la nieve. Lo pasamos muy bien. Seguidamente fuimos a La Pinilla a ver a Manolo, pues, como supimos, se ganaba unas pesetas trabajando también en el almacén de esquí. Por último regresamos al vivero a echar la hojarasca sobre los semilleros de hayucos.

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XVI. Formación de un semillero de abedul

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XVI. FORMACIÓN DE UN SEMILLERO DE ABEDUL Coger un recipiente pequeño y agujerearlo para que drene; llenarlo de sustrato de turba y añadir un poco de arena de sílice y mojarlo. Echar por encima, esparcidas, las pequeñas semillas aladas y apenas cubrirlas de sustrato. Brotarán en Abril-Mayo; cuando broten las plantitas y tengan 8-10 cms de altura, repicarlas al semillero grande definitivo o a un tiesto o a tierra (huerta). Trasplantar con 2-3 años al monte. Pero, si es con más de 4 años, sin duda agarrarán mejor y sobrevivirán más fácilmente. Crecen muy rápidos en buena tierra y con abundante humedad en orillas de arroyos de montaña, umbrías frescas, zonas encharcadas, húmedas, etc. Colonizan muy bien estas zonas de montaña tras un incendio u otro desastre que afecte su cubierta vegetal arbórea. 15/Ene/95: Fuimos a recoger semillas de abedul Juanito, Ana Murcia y yo. Cogimos semillas de los abedules del río Berbellido que hay junto a la carretera. El día era frío, pero soleado, de esos que, haciendo un poco de ejercicio, se está bien al aire libre. Juanito tuvo ocasión de jugar con el agua y después todos pudimos ver los "renacuajos" que circulaban bajo la capa de hielo sobre las rocas junto a la carretera. En realidad, los "renacuajos" no son sino gotas de agua o más bien agua que baja a pequeños trompicones bajo el hielo y que, al desplazarse irregularmente, con tonos oscuros y formas redondeadas como del tamaño de una moneda de un euro, parecen renacuajos. La verdad es que es curioso de ver y disfrutamos un rato viéndoles descender. Este fenómeno ya lo hemos visto muchos años, pues estas rocas junto a la carretera, en un rincón umbrío que casi no entra el sol, que tenemos bien localizadas, se cubren de hielo todos los inviernos. A continuación nos dirigimos a otro abedul de buen porte que se encuentra en el puente sobre el Berbellido, antes de llegar a la localidad de Bocígano. Este hermoso y blanco árbol nos ofrecía con generosidad sus diminutas semillas, pues desde el puente quedaban fácilmente al alcance de nuestra mano sus ramas cargadas de numerosos cilindritos o amentos repletos de sus 226

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Capítulo XVI

chiquitinas semillas aladas. Enseguida llenamos una bolsa con sus semillas, pero tenía tantas aún, que Juanito se entretenía arrancando sus amentos y dispersando las semillitas en el río, cuya superficie pronto se llenó de un ejército de ellas que avanzaban incontenibles aguas abajo... – ¡Papá, papá -decía Juan todo contento viendo tantas semillas en el agua, así plantaremos muchos abedules en las orillas del río!, el río las lleva y ellas se van quedando en las orillas... – Claro, hijo, claro -le contesté-, el río las dispersará aguas abajo y muchas de ellas, si tienen suerte, podrán quedarse y germinar en sus orillas, sí. Y Ana, que sonreía en silencio oyendo nuestra conversación, también se puso a echar semillas al agua. Todos mirábamos al río, a las semillas y cómo éstas se alejaban más y más hasta perderse de nuestra vista. A unas semillas de abedul Diminutas, aladas semillas que tantas sobre el río vais y, alegres, ¡diría que jugáis!, llenad del río sus orillas con la vida que portáis. Crecéis raudas, como ramillas, pronto en albura os trocáis; allí, entre la soledad que amáis... A vosotras irán las avecillas y felices cantarán sus vocecillas porque, ya árboles, allí estáis. Por la tarde tuvimos tiempo de pasear y admirar el magnífico valle del Canalejas o Bustar. Este es un valle de montaña no tan cerrado como el Berbellido o el Ermito, rodeado y culminado por importantes cumbres que ahora se presentaban blancas a nuestros ojos. El bosque de melojar, que cubre buena 227

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parte del mismo, ahora, como es natural, se encuentra sin hojas, dormido, no siendo por ello menos bello; pues, para mí, contrariamente a lo que muchos opinan, tengo en gran estima y agrado el aspecto invernal de los bosques caducifolios y marcescentes: sin hojas, sin actividad aparente y en gran calma; mereciéndome un gran respeto recorrerles, lo cual hago guardando un profundo silencio "para no perturbar su descanso"... Tan solo oíamos el sordo rumor del arroyo Canalejas que bajaba crecido y los plácidos silbidos del viento que, de vez en cuando, parecía querer acariciar nuestras coloradas y frías orejas... Bueno, y alguna que otra voz y risotada de mi hijo en medio de sus improvisados juegos.

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XVII. Testimonios recogidos a Rodolfo Serrano

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XVII. TESTIMONIOS RECOGIDOS A RODOLFO SERRANO 21-22/Ene/95: Salimos Juanjo, Ana Murcia, Mª José y yo. Mª José era una chica que conocimos supongo que en ARBA, aunque no lo recuerdo bien, y que vino muy poco con nosotros, no sé si este día y alguno más. Y eso fue todo. Estuvimos el sábado por la tarde en el hayedo de Montejo aprovechando la hora avanzada de la tarde y que ya se habían marchado los guardas. Juanjo estrenó un carrete de fotos en diapositivas y no le faltaron paisajes ni motivos a donde disparar. El hayedo estaba hermoso, las hayas y los robles melojos dormían plácidos arrullados por el grato rumor del Jarama, y el intenso frío reinante, natural adormecedor del bosque, arropaba sus verdes sueños. ¡Ya lo creo que hacía frío aquel día!, los primeros 200 metros del camino de entrada al bosque estaban encharcados y congelados y teníamos que andar con cuidado para no resbalar. Recuerdo que Mª José, muy friolera y algo delicada, no vino y se quedó en el coche. Estuvimos como una hora paseando por el bosque aprovechando las últimas luces del día hasta que el intenso frío, sumado a la oscuridad ya notable, terminó por echarnos de aquel tan deseable lugar, aunque tan gélido ese día. ¡Ah, cómo apretaban la marcha, ligeros, nuestros pies!, de regreso, en busca del reconfortante y blanco cochecito que aguardaba afuera solitario, en la noche; con la pobre Mª José esperándonos..., bueno, estaría de conversación con la simpática Mari Pili... Después fuimos a nuestro "cuartel general" en Peñalba donde ansiábamos calentarnos al fuego y gozar de la simpática y chistosa compañía de Rodolfo, la siempre interesante conversación de Luis o los golpes de ingenio y chispa de Isaías. – ¡Hombre, ya estáis aquí!, je, je -dijo un complacido Rodolfo al vernos llegar. – Sí, ya hemos llegado -le contesté. – ¡Y qué bien acompañados venís hoy... con dos muchachas y todo!, je, je, je. – A mí ya me conoce, Rodolfo -le respondió Ana. – Pero a ti, morenita, me parece que no te he visto nunca -decía Rodolfo refiriéndose a Mª José. 230

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Capítulo XVII

– No, sólo vine otro día pero no estuvimos en Peñalba. – Bueno, pues que vengas muchas más, que estamos muy necesitados de mujeres en el pueblo..., ya lo ves que no hay ninguna... je, je, je. Este pueblo es muy apartado y muy frío... – ¡Huy, sí! -dijo Mª José-, vaya frío que hace... – Pues hale, hale, arrimaros al fuego que hay buena lumbre. Y ya todos instalados y reconfortados alrededor del fuego, dialogábamos distendidos y calentitos sobre temas concernientes a Peñalba, los montes o la vida de los peñalbeses en estas montañas; temas de los que tanto le gusta hablar a Rodolfo que no cesaba de contarnos historias y anécdotas que le venían a la memoria... Entonces le dije a Rodolfo: – Y cuando usted era buen mozo ¿recuerda si había hayas por aquí?, ¿más hayas de las que ahora conocemos? – ¡Huy, que si había!, ya lo creo que había... TESTIMONIOS RECOGIDOS A RODOLFO SERRANO, PASTOR Y VECINO MÁS MAYOR DE PEÑALBA DE LA SIERRA, PARA QUE ASÍ CONSTEN. 21 ENERO 95 Escribe, escribe, que te voy a decir todos los sitios donde yo conocí hayas cuando era niño y mozo y andando de pastor con las cabras y ovejas... En la solana del Rocín, que, aunque era solana, había hayas... Las espineras del Rocín (umbría) había muchas hayas. Los Sapillos, cerca del Rocín, había sobre todo robles y también hayas. La Hoyuela había hayas en la umbría y muchos robles en la solana. Las Acebillas tenían hayas y es una umbría. "Aedo mayor" es una umbría y había muchos robles y hayas. – Se da cuenta, Rodolfo -le interrumpí-, ha dicho "Aedo", dése cuenta del topónimo cómo se parece a "hayedo"... Si los topónimos nunca fallan, los nombres se ponen por algo... Y prosiguió Rodolfo con su exposición, que, por cierto, qué gran memoria conserva. Fuente el herrero es otra umbría que tenía hayas y robles. 231

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Todos estos lugares -explicó-: La Hoyuela, Las Acebillas, Aedo mayor y Fuente el herrero son valles pequeños y altos cuyos arroyos van al río de Las Veguillas. El Verdugal tenía robles en la solana y hayas en la umbría, y en El Combo había muchas hayas. Aedo de La Muña es una umbría que tuvo hayas muy grandes y muchos robles, cerca de La Quesera. Bueno, y La Quesera, ya lo conoces, siempre estuvo así con muchas hayas... – Sí -le contesté-. Ahí está el famoso hayedo de La Pedrosa, que llega hasta arriba, hasta el puerto. En "Aedo rengao" también tenía hayas, sí, ya lo creo. Otro valle: Las Caseruelas, a 200 mts del puerto de La Quesera, tenía también muchas hayas. En Berezoso o Brezoso, hubo hayas y muchos robles... – ¡Pero si esto estaba lleno de bosques de robles y de hayas!... -le interrumpí levantando la voz y los brazos al techo- entonces... ¿qué pasó con todos esos lugares? – ¡Huy!, je, je, je, verás, verás -reía jocoso Rodolfo-, ¡y había más!, ya lo creo... La Lobilla (umbría) también tenía robles y muchas hayas. El valle del Berezoso termina en "El pie" (una roca con forma de pie...) y la Lobilla, que es muy alto y frío, ahora está lleno de brezos y piornos. En la umbría alta del valle del Jaramilla, había robles y hayas muy grandes... – Ya, ya los conozco, Rodolfo -le dije-, los pude ver, aunque quemados... Vimos casi diez hayas de grandes troncos y cuatro o cinco robles también muy grandes calcinados por el incendio que hubo en el Jaramilla hace unos cinco años. Debajo de las hayas aún pudimos distinguir, Rodolfo, las cúpulas o caperuzas que contienen a los hayucos..., ¡qué pena! ¿Y en el alto valle del Cañamar hubo también hayas, Rodolfo? – Mi padre me contó que en el alto valle había muchas hayas en la zona que ahora está de pinos, donde se quemó el año pasado, junto a la Dehesa. Todo esto decía y confirmaba Rodolfo (de 85 años) -a día de hoy, año 2004, ya suma 94- que dice: 232

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– Todo esto que te he contado es verdad, que lo conozco y lo he conocido, como si fuera hoy mismo... ...Y los pastores cuando eran jóvenes, como yo también, je, je, je, grabábamos los nuestros nombres en la corteza de las hayas y los de nuestros amores, sí... je, je, je, sí... "Y si aquí estuviésedes, señor, algún día veríades resonar estas sierras y estos valles con los lamentos de los desengañados que la siguen. No está muy lejos de aquí un sitio donde hay casi dos docenas de altas hayas, y no hay ninguna que en su lisa corteza no tenga grabado y escrito el nombre de Marcela..." M. Cervantes, "Don Quijote de la Mancha", I Parte, Capítulo XII. "En la roza del Verdugal, la hay que mirar desde legua, porque vive don Benito 2 o 3 días sin pan, y al que pesca le degüella." Copla o cantar que me dijo, riéndose, Rodolfo. Don Benito fue un vecino de Peñalba, de cuando Rodolfo era un niño, y debía de tener una hija pastora que llevaba el ganado a pastar a la roza del Verdugal... ¡Ah, las historias pastoriles!... También me contó Rodolfo que ellos mismos (los pastores) -Rodolfo también- que todos quemaban los montes para que pasaran las ovejas, para hacer pastos, porque en aquellos días ellos no se fijaban en los robles ni en las hayas, sino que tenían que abrir montes y hacer pastos para las ovejas porque había mucha necesidad... Llegó a haber -dice Rodolfo- entre ovejas y cabras 16.000 cabezas en Peñalba, Cabida, Corralejo, Bocígano... y vacas unas 80, para su uso y para arar la tierra. En aquellos tiempos, siglo XIX y principio del XX, el padre de Rodolfo (Romualdo) iba de trashumancia a Extremadura. Y el propio Rodolfo también fue durante 14 o 15 años hasta Extremadura, allí conoció a una novia, Rosario (?), pero al estallar la guerra del 36 tuvo que incorporarse a filas en el bando republicano y vivir la dureza y tragedia del conflicto ¡y nada menos que en 233

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una unidad de choque, de vanguardia! con una ametralladora de campaña. Al acabar la contienda vino lo peor, pues estuvo preso en las cárceles del bando vencedor, y nos cuenta con tristeza que todavía allí recibía cartas de su novia extremeña. – Luego -dijo-, años después de acabar la guerra, la gente mayor de estos pueblos se fue muriendo y muchos emigraron a Madrid y a otros lugares y esto se fue despoblando y, claro, los pastos se fueron abandonando, porque cada vez había menos ganado, así que todos los pastos altos se fueron llenando de berezos (brezos) y piornos y así estuvieron llenos de brezales cerrados muchos años hasta que vino ICONA y empezó a plantar pinos en muchas de estas umbrías y brezales... Y lo demás ya lo conoces tú, de sobra, que andas por aquí. – Pero dígame, Rodolfo -le pregunté con vivo interés-, ¿cuando usted era niño, había pinos por aquí? – Je, je, je -y dice moviendo la cabeza:- No, je, je, je, no... Hijo, por estas sierras no había más que robles y hayas y abedules y rabiacanes (serbales) y acebos y cerezos y árboles así... No, por aquí no había pinos..., luego ya los metió ICONA. Solamente conocí pinos por la parte de Cantalojas y Galve, pero por aquí no. Je, je, je... como no sea el que tenemos en el alto de la Dehesa... – Sí -le dije-, ese árbol ya le conocemos, que nos lo enseñó Isaías. Y también hay otro pino aislado en medio del hayedo de Montejo... Dios sabe cómo habrán llegado hasta allí dos pinos (Pinus sylvestris) -ya centenarios- en medio de todo el Macizo... Quizá -añadí- alguno lo plantó alguien y el otro vino en forma de piñón transportado por algún arrendajo... Quizás, Rodolfo, quizás. Y esta fue la conversación, junto al fuego de la chimenea, ¡cómo no! Al día siguiente, y después de bajar al vivero para que Mª José lo conociera y luego de recoger unos plantones de haya, volvimos al hayedo de Montejo, pero sólo para verle desde el camino de la ladera de enfrente, la de Guadalajara, y continuar senda arriba hasta desviarnos a la derecha por el valle del Ermito y en él, en nuestro lugar habitual, plantar 4 hayas de 3 años. Juanjo dejó constancia con su cámara y sus diapositivas del hermanamiento de estas nuevas hayas a la oscura y fértil tierra de este valle. Todos estábamos 234

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felices al plantarlas y verlas allí, entre los brezos, en el monte que iba a ser su nueva casa. ¡Buena suerte!, ojala medréis sanas, altas y vigorosas y seáis parte del nuevo bosque que allí deseamos ver crecer... "No hay labor más enriquecedora y gozosa como la del que planta árboles y los ve crecer y estirarse hacia el cielo." "La magia de los árboles", Ignacio Abella 29/Ene/95: Salimos Juanito, Ana Murcia y yo. Llovía y fuimos a Valdesotos a ver a Mario y Concha y estuvimos con ellos por la mañana en su Escuela de Naturaleza La Mata. Nos la enseñaron con detalle y vimos todas sus dependencias. Juanito la conocía bien, pues estuvo el año pasado en uno de sus cursillos. Tras comer y despedirnos de ellos, nos fuimos de allí. Por el camino nos detuvimos a ver los grandes ejemplares de quejigos, encinas y enebros que a uno y otro lado de la carretera acompañaban e integraban su paisaje, a veces áspero, a veces alomado, otras bien arbolado... y, desde luego, siempre bello. También nos recreamos en las atrayentes y rojas "chimeneas de las hadas", muy espectaculares, que se encuentran cerca del cruce de la carretera de Valdepeñas de la Sierra a Torrelaguna... y que son otras cárcavas aparte de las que ya conozco en la zona... Escultural obra maestra esculpida por los hábiles dedos de la erosión que empuña el cincel y martillo de las aguas de escorrentía. Por último pasamos el resto de la tarde en la cueva del Reguerillo, en el piso superior, el más vistoso, por el que circula agua y aún quedan algunas formaciones estalactíticas interesantes y atrayentes -otras se las han llevado vandálica y desgraciadamente. Nos adentramos en sus oscuras entrañas con un grupo de espeleólogos expertos y bien pertrechados de luz de carburo y linternas que nos encontramos a la entrada. Juanito disfrutó mucho yendo en vanguardia de la comitiva y me sorprendió gratamente su agilidad y destreza "cavernícolas". Sí, se movió con gran soltura. 4-5/Feb/95: Salimos Juanjo, Ana Murcia y yo. Juanjo seguía deseoso de hacer 235

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diapositivas y continuó gustoso entregado a la tarea. Paramos en El Cardoso de la Sierra y, paseando, descendimos ladera abajo cruzando prados, fincas y siguiendo caminos hasta llegar al Jarama. A mitad de nuestro paseo, inesperadamente, dimos con un haya centenaria y solitaria que nos llamó mucho la atención, no ya por su más que notable tamaño y buen aspecto, sino, y sobre todo, por hallarse en solana, en la ladera izquierda de este cerrado y angosto valle del Jarama. La ladera de enfrente, la de umbría, está actualmente ocupada por completo por pinos de repoblación de una edad estimada de unos 40 años. – ¿Y este haya? -preguntó admirado Juanjo. – Y además está en la ladera de solana... y no hay otras, parece que está aquí solitaria -añadí yo. – Qué bonita y sana parece -comentaba alegre Ana, mirándola de arriba a abajo. Estuvimos un buen rato examinando la zona y tratando de descubrir otras hayas, pero no había más, sólo la que vimos: un ejemplar único, centenario y de buen porte... ¡y medrando en la solana! Concluimos pensando que, sin duda, debió de haber más y especialmente en la ladera de umbría aunque, ya se sabe..., sólo ésta, por alguna extraña razón, había conseguido salvarse y sobrevivir a los excesos arboricidas de nuestros queridos congéneres. Marchamos a Peñalba. Y ¡sorpresa!: traje el proyector e invitamos a nuestros amigos serranos -y nunca mejor dicho, pues se apellidan Serrano- a una nutrida proyección de diapositivas; la blanca pared de la habitación nos sirvió estupendamente de improvisada pantalla... – ¡Ese es el valle del Bustar! -exclamó sonriente Rodolfo-, que le tengo bien "caminao"..., ya lo creo, je, je, je. – Sí, en las proximidades de Bocígano -añadí yo. – También llamado el Canalejas -explicó Luis. – Y esta otra parece la falda del Santuy -apuntó oportuno Isaías. – Sí, hicimos la foto desde los alrededores de El Cardoso -explicó Juanjo. Así, de esta forma, gustosos y distendidos, tras pasar muchas diapositivas, terminamos la sesión ya bien entrada la noche; y llamando el sueño con insistencia a nuestros ya cansados ojos... marchamos a dormir. Al día siguiente nos dirigimos al valle del Berbellido donde plantamos 3 236

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hayas de 3 años y ¡suma y sigue! Hasta ahora, al 5/2/95, van plantadas 852 hayas. También vimos dónde plantaríamos estaquillas de abedul. Finalmente, contentos y cumplida nuestra tarea, ya comenzando a caer la tarde, iniciamos la caminata de regreso al coche. A un plantabosques Camina presto y satisfecho ¡oh alma generosa y desprendida, que la ladera llenas de vida!... pues el trabajo de hoy ya está hecho. Brille noble siempre tu pecho y el esfuerzo de tu brazo pida, para el bosque, amor y buena acogida; así crecerá sano, no maltrecho.

¡ATENCIÓN! Los semilleros de hayucos hay que cubrirlos con una capa de hojarasca de hayedo de 3-4 cm y nada más. Si se echa más cantidad de hojas, debido al calor que producen, se puede precipitar la germinación antes de tiempo, lo cual sería peligroso por el riesgo de las heladas tardías de Abril que pueden echar a perder las plantitas recién germinadas. IMPORTANTE: Cubrirlo, por tanto, sólo lo justo: 3-4 cms. 12/Feb/95: Fuimos a Riaza, al vivero: Juanito, Juanjo, Ana y yo para quitar el exceso de hojarasca que echamos al semillero hace mes y medio por temor a las heladas. "El hayuco aguanta bien las heladas y no le perjudican; es más, necesitan frío durante el invierno." (Manolo Barahona) – Sí, hacerme caso -decía Manolo-, no hay porqué echar tanta hojarasca, con que los cubráis un poquito vale... ¡Ay gato, si te cojo..., como vaya a ti! 237

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– ¿Se dejan coger los gatos? -le preguntó Juanito. – Inténtalo a ver si puedes -le contestó. Instantes después... – ¡Huy!, casi le he cogido... No, éste se va y aquél también..., pero este otro, ¡éste sí viene, el blanco y negro es más cariñoso!... Así que quitamos buena parte de la hojarasca a los semilleros de hayucos. Luego nos dio tiempo a pasear por Riaza. Llovió bastante. Finalmente cogimos del vivero 32 abedules de 1 savia y 2 hayas de 2 savias para llevarlos a plantar al monte. Hasta ahora van plantadas en los semilleros de Riaza y Peñalba las siguientes cantidades de semillas (Todas procedentes del Macizo de Ayllón): – 32.700 hayucos (Montejo y puerto de Quesera) contados con el hayucómetro. – 5.000 bellotas (Q. pyrenaica) (Cabida y Peñalba) contadas con el bellotímetro. – ± 15.000 semillas aladas de abedul (Zona baja de La Quesera y del río Berbellido) Invierno 1995

18-19/Feb/95: Ese día salimos Ana Murcia y yo. Paramos en los prados de El Cardoso y vimos los ejemplares de melojo que conocemos que, como es natural, ya no tenían bellotas. Partimos hacia Peñalba y por el camino, ya oscurecido, cerca del alto de Cabida, vimos un ratón y después un cárabo que nos salió a la luz de los faros del coche. Dejamos en el vivero los 31 plantones de abedul y 1 haya de Riaza pues, por el camino, plantamos un abedul y un haya. Al día siguiente salimos andando, de excursión, a los escarpados resaltes y crestas de cuarcita del río Veguillas. El tiempo nos sonreía pues hizo un buen día de sol. Estuvimos viendo de cerca los nidos de procesionaria del pino (Taumetopea pytiocampa) en los valles del Veguillas y Jaramilla. Ya en lo alto de los resaltes tuvimos una grata sorpresa: vimos una buena cantidad de Narcissus pseudonarcissus que ya estaban florecidos ¡a mediados de fe238

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brero!, eran muy hermosos e intensamente amarillos, tanto y tantos, que llamaban la atención, nos detuvimos un buen rato contemplándolos. También vimos varios aviones roqueros (Hirundo rupestris) sobrevolando, veloces, los cantiles de cuarcita. Y por último hallamos excrementos de mamífero en una guarida en lo alto de estas crestas de cuarcita, ¿de quién serían?. Después descendimos despacio, con cuidado, entre estas capas, al fondo del valle, hasta el río Veguillas. Y... al cruzar el río, hubo problemas: El río bajaba bastante crecido y con fuerza y Ana se llevó un buen susto, pues se la llevaba la corriente...; afortunadamente sólo fueron unos segundos pues, de la mano, pude sacarla del agua a tiempo. Sin embargo perdimos mucho tiempo buscando otro punto por donde vadear el río, hecho que por fin logramos, pero, para entonces, ya casi se nos había echado la noche encima... y era bastante oscura, de esas de luna nueva que casi no se ve, y por otra parte el frío iba en aumento... Así que hubo una larga y penosa caminata nocturna de regreso a Peñalba: a tramos por la carretera y por la pista, y a tramos monte a través hasta llegar al bosque de la Dehesa de Peñalba, desde aquí, ¡menos mal!, ya sólo había que descender por él a la aldea, nuestra querida aldea. Debimos de llegar sobre las 10 de la noche y explicamos lo sucedido a nuestros preocupados amigos serranos; también llamamos a Madrid a nuestras casas y, por último, ya todos tranquilos, pasamos la noche en Peñalba. Nos fuimos el lunes a las 7 de la mañana. Así terminó la aventura de nuestra excursión al río Veguillas... aderezada de sustos y remojones serranos. La verdad es que peligro, lo que se dice peligro, no hubo, porque en el río, pese a su fuerte crecida, se hacía pie como hasta la cintura o poco más; y el paraje, pese a ser invierno y muy montaraz y apartado, yo lo conocía sobradamente; fue sólo, sin más, que nos cayó allí la noche -una noche oscura-... antes de lo que hubiésemos querido. Sin embargo, para Ana, que se llevó un buen susto y acabó muy cansada, puede que aquel día no fuera uno de los más gratos que conserve en su memoria. Lo siento. Andar por el campo, por el monte, a veces trae estos contratiempos. Prudencia, pues, y aprendamos la lección. Si las aguas bajan bravas y crecidas, toma buenas precauciones 239

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no sea lleguen los remojones, los sustos y después socorro pidas. 24-25-26/Feb/95: Estuvieron repartidos de la siguiente manera, como a continuación se verá: - 24) Fueron Ana y Juan Rodríguez en el coche de ella (un Ford Fiesta); para luego, caminando, subir al valle del Ermito para conocerle hasta el final de la pista. Vieron más de 40 hayas grandes, muchas de ellas centenarias, y también muchas hayas jóvenes que crecían cerca y alrededor de las citadas hayas; más cuanto más arriba del valle. Encontraron hayas incluso en la solana. Finalmente fueron a dormir a Peñalba. Fue muy importante el hecho de localizar tantas, pues indica, bien a las claras, que allí debió de haber muchas más, incluso un bosque; haberlas hallado en la solana, habla del gran número de ejemplares que debieron de existir para que también se ubicaran incluso en la ladera más expuesta al sol; y la constatación del gran número de ejemplares jóvenes vegetando cerca de las grandes indica que estas hayas se regeneran bien en este sector del Sistema Central, se expansionan y esta especie va a más, y no a menos, contrariamente a lo que se piensa. Otra cosa bien distinta es el factor antrópico: es decir, la acción humana sobre esta especie, aquí, desde los últimos 3 siglos a esta parte. A todos nosotros nos colmó de felicidad haber encontrado en este valle tantas hayas y además multiplicándose tan bien. Sí, fue una gran noticia que nos animaba en gran manera a seguir con nuestro proyecto repoblador o de recuperación de las hayas en estos sus valles del Macizo de Ayllón. - 25) Fueron Ana y Juan al valle del Canalejas. – ¡Eh, chica, que te pasas! -le decía Juan sonriente a Ana-, que por ahí nos vamos a Montejo... – ¡Ah, es por aquí!, ja, ja, ja -contestaba Ana jocosa, al tiempo que sonaba un estrepitoso frenazo-, dímelo con tiempo, que yo no sé por dónde voy, ja, ja, ja. Ya caminando, se encontraron por la senda del Bustar o Canalejas con Manolo, el joven pastor de cabras de Bocígano. Debéis saber, queridos lectores, que este Manolo es de Madrid aunque con raíces familiares en este pueblo y, ni corto ni perezoso, abandonó, harto, la gran urbe, y se vino al pueblo 240

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a ejercer de cabrero y lleva ya varios años. También tengo entendido, por buenas fuentes de información, que hace algún tiempo puso un anuncio en la prensa solicitando joven compañera para convivir con él en la aldea y en el oficio y... creo que le contestaron. En cuanto a nuestros Juan y Ana, ese día hicieron marcha y parece que casi subieron hasta el Santuy, uno de los montes más altos de la zona. Después regresaron a Peñalba y aún tuvieron tiempo de bajar a la cascada del Cañamar y al "Pozón de Juntas". Seguro que aquella noche cogieron la cama con gusto y durmieron bien, bien cansados... - 26) Salimos desde Madrid Juanito, Natalie y yo y fuimos hasta Montejo de la Sierra donde habíamos quedado con Juan y Ana. Natalie era una chica francesa pelirroja que, por medio de ARBA, oyó hablar de nuestras actividades repobladoras y quiso venir con nosotros aquel día. Esa jornada 26 transcurrió fría, incluso nevó algo en la zona, por lo que no pudimos hacer nada; de manera que decidimos ir a Horcajo a ver a Carlos Ibero, un naturalista de ADENA al que queríamos conocer personalmente a raíz de un artículo muy interesante que publicó sobre las mariposas de la Península Ibérica. Pero desgraciadamente no estaba ese día allí. Así es que nos fuimos más al sur huyendo de la nieve y de la mayor altitud. Comimos en el alcornocal-quejigar-encinar de Torrelaguna. Recuerdo que allí el tiempo fue algo más apacible y, por momentos, lució el sol con timidez. Durante la conversación que mantuvimos durante la comida, allí, plácidamente, entre los romeros, tomillares y lentiscos, creo que le dimos la impresión a Natalie de que éramos algo o bastante pesimistas respecto al estado general de la ecología y el medio ambiente a nivel regional y planetario. Ella, por el contrario, sostenía que no había motivos para ser tan alarmistas y que todo iba más o menos bien -¿sería alguna diputada de algún partido político?- y que el mundo era muy grande para contaminarle todo. Ya veis, diferentes puntos de vista sobre el tema. Después, terminada la sobremesa bajo los nublados cielos del término municipal de Torrelaguna, bajamos a ver las cárcavas y "chimeneas de las hadas" de la zona del embalse del Pontón de la Oliva y luego volvimos otra vez, y para regocijo de Juanito, a la cueva del Reguerillo (la parte alta y húmeda, la de las estalactitas, ¡vamos, la bonita!). Finalmente, ya avanzada la 241

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tarde, regresamos, ¡qué remedio!, a Madrid; y no volvimos a ver más a Natalie, ni a saber más de ella ni de su bonita melena pelirroja... quizá se fue a Francia. CONCLUSIONES Lo más importante de la salida de este fin de semana fue el hallazgo y constatación por parte de Ana y Juan Rodríguez de la existencia de más de 40 hayas grandes y muchas más jóvenes en el valle del Ermito, de las cuales, además, varias estaban en la ladera de solana. El hecho de la presencia de hayas jóvenes como de 10-15 y más años, junto con hayas grandes, indica que estas hayas tienen capacidad reproductora y que, al menos en ese valle, van a más, porque hoy hay más hayas que hace 15-20 años. Por tanto, deduzco que las hayas del valle del Ermito no tienen carácter relicto como, tal vez de forma alegre y a la ligera, se las suele calificar y también, por extensión, a las de todo el Macizo de Ayllón; pues en muchos de sus valles y laderas hoy hay más hayas jóvenes que hace 15-20 años, de ahí que me reafirme en que estas hayas van a más y no a menos. Y me refiero, claro está, a las nacidas de forma natural, pues nuestras plantaciones comenzaron hace 4 años. 4-5/Mar/95: Intentamos grabar la "famosa" cinta de denuncia ecológica en Valdemanco, en casa de Juan Rodríguez, pero lo hemos tenido que aplazar dada la escasa calidad técnica de la grabadora. Nos habíamos reunido para la ocasión: Juan Rodríguez, Ana Murcia, Juanjo, y yo, por parte del Grupo del Haya, y Henar e Isabel, de ARBA, y Fernando Ávila y otros de COMADEN. ¡Qué contrariedad! En fin... Después fuimos a dormir a Peñalba ya sólo nosotros, los del Grupo del Haya, en nuestra feliz armonía y tranquilidad. Y allí conversamos alegres con nuestros amigos peñalbeses esas apetecidas horas de charla y relax junto al plácido hogar de la chimenea... ¡Cuán deseadas pláticas, risas y buena compañía! junto a las danzarinas y chispeantes llamas y ese agradable aroma a leña de roble quemada... Sí, qué buenos recuerdos conservo de nuestras noches en Peñalba arrimados al fuego de la ennegrecida y serrana chimenea...

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Capítulo XVII

Peñalba de la Sierra

Si, rodeada de montañas, casi perdida, ves una pequeña aldea del arcano valle emergida... hay un descanso, un alto en el camino. Si, con sencillez, recibes su hospitalidad, un techo para cobijar de quienes te ofrecen su amistad... hay buena gente, buena compañía. Si las noches son largas y frías, y la conversación caliente, de animados razonamientos y sabidurías... hay fuego en el hogar. Si de recuperar los valles tienes ilusión, de llenar los montes de vida, plantando hayas y robles con profusión... hay un vivero que espera. Si oyes un chiste, una copla, o un cantar que te hace reír o pensar mientras el fuelle al fuego sopla... hay un anciano singular. Si hacemos un alto en el camino junto a buena compañía, si hay fuego en el hogar y un vivero que espera más un anciano singular... Entonces... ningún enigma se encierra: Estamos en Peñalba de la Sierra.

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Finalmente, y antes de dormir, salimos a dar un breve paseo para disfrutar del silencio, de la deseada quietud de aquel momento y del magnífico espectáculo del refulgir de las estrellas en la enorme y despejada bóveda celeste de aquella noche oscura. Al día siguiente, domingo, el tiempo cambió y llovió todo el día así que, en lugar de al valle del Berbellido, fuimos a Riaza para poner una malla sombreadora sobre los semilleros a 1 metro de altura. Y no porque el sol molestase, el motivo era que ya han germinado algunos hayucos ¡en marzo! y existía peligro de que se malograran con alguna helada tardía por haber brotado demasiado pronto. Las causas de esta prematura germinación -sólo han brotado algunos, no el grueso de ellos- es posible que hayan sido: – Hubo recientemente 8-10 días de elevado calor primaveral diurno impropios de la normal temperatura que debe hacer en esa época del año. – Exceso de hojarasca que pusimos en los semilleros para protegerles del frío.

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XVIII. Charlas: "El estado actual del haya y la recuperación de esta especie en el Macizo de Ayllón. Nuestras experiencias repobladoras." En las sedes de COMADEN, ARBA Y GREENPEACE

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XVIII CHARLAS: "EL ESTADO ACTUAL DEL HAYA Y LA RECUPERACIÓN DE ESTA ESPECIE EN EL MACIZO DE AYLLÓN. NUESTRAS EXPERIENCIAS REPOBLADORAS." EN LAS SEDES DE COMADEN, ARBA Y GREENPEACE

CHARLAS ESTADO ACTUAL DEL HAYA EN EL MACIZO DE AYLLÓN El jueves 9 de Febrero (19 horas) de 1995 en el local de COMADEN (Coordinadora Madrileña de Defensa de la Naturaleza) di una charla sobre el estado de las hayas en el Macizo de Ayllón y las experiencias que, para la recuperación de esta especie, estamos llevando a cabo en él. La exposición me resultó muy gratificante, pues el local estaba casi lleno -unas 40 personas, entre las que también se encontraban Carlos Ibero, Javier Pérez, Javier Barbadillo, Fernando Ávila, Javier Grijalbo, etc.- y pude observar que seguían la charla con bastante atención y me hicieron muchas preguntas sobre el tema; además, les mostramos croquis y mapas de distribución de las hayas y de las repoblaciones, así como gran número de diapositivas. Creo que les gustó y se interesaron mucho por las repoblaciones, rogándonos que les tuviésemos informados de las mismas y de nuestras conclusiones. Aquel día tuvo mucho éxito el Grupo del Haya (estuvimos todos: Juan Rodríguez, Ana, Juanjo y yo; bueno, faltaba uno: Juanito), razón por la que más adelante se repitieron las charlas, como ya se verá.

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XIX. Conclusiones generales a las que el Grupo del Haya ha llegado para las repoblaciones con hayas en el Macizo de Ayllón durante el año 1995. Las series del ciclo de la sucesión ecológica

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XIX. CONCLUSIONES GENERALES A LAS QUE EL GRUPO DEL HAYA HA LLEGADO PARA LAS REPOBLACIONES CON HAYAS EN EL MACIZO DE AYLLÓN DURANTE EL AÑO 1995 LAS SERIES DEL CICLO DE LA SUCESIÓN ECOLÓGICA

Marzo 1995 Macizo de Ayllón/ Grupo del Haya (ARBA) Conclusiones Generales a las que hemos llegado para las REPOBLACIONES CON HAYAS en el Macizo de Ayllón durante el año 1995 Las series del ciclo de la sucesión ecológica Unas de las conclusiones más importantes a las que hemos llegado después de cuatro años de repoblaciones, experimentando muchas veces y fracasando más, son las siguientes: 1) No se pueden plantar hayas -y en general creo que ninguna de nuestras frondosas autóctonas caducifolias- si no está el terreno preparado para ello. 2) Entendemos que el terreno (después de la crisis que haya sufrido) está preparado para ello cuando, al cabo de 5-10 años -según-, ha conseguido regenerar y reconstruir el suelo con nutrientes fundamentales y ha sido capaz de hacer brotar el estrato muscinal (hongos, líquenes, musgos), además de otros vegetales autóctonos del lugar al nivel o estrato de vegetales herbáceos y, sobre todo, al nivel o estrato de vegetales arbustivos. 3) Solamente cuando se haya alcanzado un nivel aceptable, en densidad y altura, de vegetales arbustivos -estrato arbustivo- (jaras, brecinas, brezos, retamas, etc.) estaremos en condiciones de ir pensando que ya se pueden empezar a introducir los árboles autóctonos del lugar -pero no antes-. (Tal vez las encinas sean una excepción -si bien no es una frondosa caducifolia- y permitan ir directamente a la fase climácica con ellas sin fase arbustiva previa, pero nosotros también las hemos plantado con éxito protegidas a la sombra de jaras, retamas, espartos, etc., e igualmente hemos procedido así con coscojas y alcornoques. 248

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Capítulo XIX

Por tanto debemos concluir diciendo que las encinas también requieren sombra cuando son brinzales). 4) Se entiende por árbol autóctono del lugar a la especie o especies arbóreas que había o que hay en ese lugar de forma natural, sin intervención humana, formando bosques, bosquetes, grupos o individuos dispersos y del que siempre quedan restos, individuos, indicios, cortejos florísticos e incluso topónimos, siempre tan útiles, que hablan de su pasada existencia en ese lugar. 5) Los arbolitos autóctonos que empleemos en la repoblación -preferiblemente menores de 5 años, para su mejor arraigo- se deben plantar protegidos al abrigo y sombra que les presta el estrato arbustivo, así están guarecidos del sol estival, de las heladas y de los vientos y escondidos de posibles depredadores herbívoros que pueden ramonear sus hojas; además, así, los arbolitos se beneficiarán del enriquecimiento del suelo que, durante años, han ido formando los aportes orgánicos y de nutrientes de los hongos, líquenes y los vegetales herbáceos y arbustivos en ese lugar. 6) Para robles y sobre todo hayas, los arbolitos deben plantarse no sólo entre los arbustos, sino debajo de los arbustos, que serán brezos (Erica arborea y Erica australis), para aprovechar los arbolitos al máximo la sombra densa que proyectan estas ericáceas. Criterio éste fundamental para la supervivencia de las hayas durante los 6-8 primeros años de su vida en el Macizo de Ayllón; recordemos que en este Macizo tienen que soportar, a su suerte, 3-4 meses estivales de predominante sequedad. Las hayas, además, se plantarán siempre en las laderas de los valles y lugares en exposición de umbría. 7) Creemos, aunque todavía estamos experimentándolo, que con este sistema de protección y sombreado -tan sencillo como práctico y autóctono y que imita al modelo y proceso de regeneración natural y sucesión ecológica-, más el régimen de precipitaciones lluviosas habitual del clima de este Macizo de Ayllón, es suficiente para el buen desarrollo y crecimiento de las hayas en esta comarca montañosa y, por tanto, para la recuperación de esta especie. 8) Cuando las hayas después de 8-10-12 años, según, hayan conseguido alcanzar y sobrepasar la altura del brezo que le ha protegido y escondido, y ya aparezcan visibles, se encontrarán suficientemente fuertes y arraiga249

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das, así como aclimatadas, para seguir creciendo y desarrollándose, ya con independencia del brezo que le protegió en sus primeros años. 9) Creemos que, en general, es un grave error (que se traducirá en un tremendo fracaso) pretender recuperar terrenos baldíos y deforestados con las frondosas autóctonas de ese lugar, si antes no se han dado los pasos previos necesarios, esto es, el hecho natural conocido como: Series del ciclo de la sucesión ecológica. En este caso partiendo de un terreno baldío : Terreno baldío → colonización de líquenes, hongos → colonización de 1as herbáceas → más herbáceas → primeros arbustos → más arbustos. Solamente estará el terreno preparado para introducir los arbolitos autóctonos del lugar, si ya está aceptablemente desarrollado el nivel del estrato de vegetación arbustiva. ¡Seamos pacientes!, demos tiempo al terreno y a que el lugar se vaya recuperando. Las prisas nunca son buenas consejeras. No queramos empezar la casa por el tejado... primero hay que poner los cimientos, y luego levantar los muros. En este caso, nuestros cimientos son la recuperación del suelo con los nutrientes que aportarán los hongos, líquenes, herbáceas y arbustivas; y los muros son la protección de cobertura de las arbustivas; a partir de ahí, ya se puede poner el tejado: los arbolitos autóctonos del lugar. 10) Si el orden de deforestación de un bosque y su destrucción sucesiva es generalmente: Bosque → Arbustos de sustitución → Herbáceas de sustitución → → Degradación total (Erosión). De la misma forma, el orden lógico natural de recuperación de ese terreno debe ser: Degradación total (Erosión) → Hongos, líquenes, herbáceas tapizantes → Herbáceas → Arbustos → → Arbustos con árboles aislados → más árboles → Bosque. Es decir, se recupera de menos materia a más materia o biomasa, pero de manera gradual; la naturaleza tiende a llenarlo todo hasta alcanzar un equilibrio (fase climácica), que generalmente se corresponde con los bosques maduros (y esto en las zonas del planeta donde el clima, latitud, etc. permiten a la vegetación el desarrollo de los bosques). 250

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(En realidad, esta idea es muy antigua, pues ya Aristóteles en la Antigua Grecia comprobó que la naturaleza tendía, gradualmente, a llenar el espacio de vegetación hasta ocuparlo todo). Pero nunca: Degradación total (Erosión) → Árboles (Bosque) Que es lo que, desgraciadamente, han hecho muchas veces las Administraciones en sus "repoblaciones" de monocultivos, que no bosques, de pinos y eucaliptos con destrucción (erosión) previa del suelo por los aterrazamientos, etc. de los bulldozers... ¡Eso no! Entendemos que el proceso de restauración de la cubierta vegetal debe ir paso a paso conforme al proceso de regeneración natural -la sucesión ecológica-; así que: paciencia y tenacidad. ¡Ánimo!

Algunas observaciones meteorológicas, creo que válidas, en general, para la Península Ibérica: Buen tiempo es aquel tiempo que debe hacer en su tiempo..., ¡pero si llueve, mejor! La lluvia es el fenómeno meteorológico más fundamental y necesario para la vida en la Tierra; además, es hermosa. Las observaciones son estas: – Si el viento viene del Norte, aire frío es, procedencia polar o siberiana: viene frío y nieve. 252

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– Si el viento viene del Oeste, aire húmedo es, viene del Atlántico (situaciones ciclónicas o borrascas, bajas presiones): vienen frentes lluviosos, lluvias. – Si el viento viene del Sur, aire cálido y seco es, viene del norte de África: viene turbón y calor sofocante, a veces lluvias tormentosas y pueden depositarse con ellas polvo de arcillas rojizas en el suelo procedentes del desierto. – Si el viento viene del Este, generalmente no suele afectar al conjunto de la península sino que tiene carácter local, brisas y vientos mediterráneos, en regiones costeras mediterráneas. – Si hay calma de vientos: Es debida a situaciones anticiclónicas, altas presiones, generalmente se trata del anticiclón de las Azores fuertemente instalado, que, hasta que se debilite, impide la entrada de frentes desviándolos de la península.

En este caso: - En Invierno: Sol tibio o nieblas con ambiente frío y heladas nocturnas. - En Primavera: Sol agradable o variable y noches frescas con posibles y últimas heladas nocturnas generalmente en Abril. - En Verano: Sol, calor o fuerte calor y noches calurosas. (En mesetas elevadas y montañas, noches frescas) - En Otoño: Sol ya suave y noches frescas. Por último, también se producen tormentas estivales debido principalmente al exceso de insolación (calor) y a la orografía (zonas montañosas principalmente), por evaporación y ascenso vertical de grandes masas de humedad y su consiguiente condensación y precipitación. 253

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Geología y rocas del Macizo de Ayllón

El Macizo de Ayllón ocupa el sector más oriental de la Cordillera Central o Sistema Central español. Podemos considerar que abarca desde el puerto de Somosierra -su extremo más occidental- hasta la zona del pueblo de Galve de Sorbe -en su límite más oriental-. Por el norte tiene su borde en el contacto con la meseta castellana y por el sur, en una imaginaria línea que fuera desde Buitrago de Lozoya hasta Beleña de Sorbe aproximadamente. Es, pues, una comarca accidentada y montañosa. Geológicamente, se trata de un zócalo antiguo situado al E de la falla de Berzosa, formado por materiales metamórficos de edad paleozoica fundamentalmente, con unos pequeños afloramientos mesozoicos (principalmente cretácicos) en los bordes de este territorio y que descansan discordantes sobre el zócalo antiguo paleozoico. Todas las rocas metamórficas, algunas quizá precámbricas y la gran mayoría paleozoicas (Ordovícico y Silúrico), se encuentran fuertemente plegadas como corresponde, en general, a este tipo de rocas presentando foliaciones, esquistosidades y estructuras en Kin-band en algunos esquistos y pizarras. El grado de metamorfismo afectado parece de grado bajo, alcanzando en algunas áreas el grado medio, como denota la presencia frecuente de minerales como granates (almandino), andalucitas, distenas o cianitas, y estaurolitas; además de cuarzo y feldespatos son igualmente las micas (biotitas, moscovitas y cloritas) bastante frecuentes, sobre todo la moscovita o mica blanca (filosilicato de potasio). 254

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Capítulo XIX

El conjunto metamórfico se generó durante la orogenia Hercínica a finales de la Era Paleozoica y a partir de materiales posiblemente sedimentarios del Ordovícico-Silúrico que, afectados por las nuevas condiciones de presión y temperatura, perdieron todas las texturas y estructuras sedimentarias para transformarse en las correspondientes rocas metamórficas. A medida que avanza un proceso metamórfico, algunos minerales se vuelven inestables y desaparecen, siendo sustituidos por otros minerales que ahora son estables en las nuevas condiciones de presión y temperatura. Así, las areniscas ricas en cuarzo pasaron a ser cuarcitas, las arcillas se convirtieron en filitas y pizarras, los esquistos como el micasquisto (el más corriente) procede del metamorfismo de areniscas, pizarras y arcillas; también encontramos micacitas, rocas muy ricas en micas, etc. Durante la transgresión marina mesozoica, el mar avanzó inundando parte de este zócalo y depositando, sobre él, los escasos sedimentos del Triásico-Jurásico y sobre todo del Cretácico que, como queda dicho, se disponen discordantes, a veces mostrando una clara discordancia angular en los bordes del Macizo. Con posterioridad, la orogenia Alpina, durante la Era Cenozoica, sobre todo en el Terciario Superior, trastocó, falló y movilizó, posiblemente en grandes bloques, a través de grandes fallas en estructura de Horst o pilar tectónico al Macizo, hasta alcanzar el rejuvenecimiento de la cordillera y el relieve parecido al que actualmente presenta, mientras se modifica lentamente por los agentes externos (modelados glaciar, periglaciar, fluvial y de gelifracción del hielo -que genera frecuentes canchales o gleras-, entre otros). Los materiales más antiguos serán Precámbricos, seguramente, y corresponden, unos, al sector más noroccidental del Macizo (Zona de Somosierra principalmente) y, otros, a la parte inferior de las secuencias preordovícicas. Dichos materiales están formados por rocas metamórficas, con predominio del tipo del gneis glandular con cuarzo y grandes fenocristales de feldespato potásico envueltos por foliaciones oscuras de biotita (filosilicatos ferromagnesianos), es lo que se ha dado en llamar formación en "ollo de sapo". 255

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Por encima de ellos, en el tiempo y en nuestra columna estratigráfica, se situarían discordantes los materiales de edad paleozoica: OrdovícicoSilúrico que forman la parte más abundante y característica del Macizo y los que le dan más entidad geológica. Está representado por pizarras oscuras y pardas-grises, cuarcitas, que generalmente ocupan los resaltes más acusados dada su dureza, esquistos y esquistos micáceos (estos últimos muy frecuentes) y las micacitas (rocas muy características y brillantes muy atractivas). Hay, naturalmente, toda una amplia gama de transición entre estas rocas. Respecto a los materiales mesozoicos, más bien escasos, se presentan discordantes sobre las antiguas rocas paleozoicas, ocupando las bandas NE y SE del Macizo. Hay pequeñas bandas de rocas de edad triásica, algunas basales que incluyen las tan características areniscas rojizas (Buntsandstein) en el sector más nororiental, más al norte de Galve de Sorbe; también afloran algunas margas y calizas jurásicas, en general muy escasas y de poca entidad; y paquetes de calizas y dolomías cretácicas (Turonense-Senonense), sobre todo en la zona de Tamajón, que se presentan karstificadas en parte (existe una pequeña "ciudad encantada" con cuevas y puentes naturales junto a la carretera). Hay algo de Terciario, Oligoceno, y también Mioceno Superior en Puebla de Vallés y la Mierla, presentándose en forma de vistosas arcillas rojovioláceas, fácilmente erosionables, que forman profundos barrancos acarcavados. También existen otras pequeñas manchas de Mioceno arenoso que se confunden a veces con el Cuaternario que, por último, rellena los sedimentos y terrazas fluviales más recientes.

12/Mar/95: Estuvimos en Peñalba: Juanito, Juan Rodríguez, Ana Murcia, Juanjo y yo. Además, Javier Grijalbo, su mujer Virginia y sus niños. Fuimos a poner la malla sombreadora en los semilleros de hayucos y bellotas al igual que hiciéramos en Riaza por temor a que empezaran a brotar algunos arbolitos prematuros y venga la temida helada tardía. Terminada la instalación de la malla, y al no haber otra tarea que apremiara, fuimos todos de excursión a la cascada del Cañamar, y por la senda, camino abajo, hasta el Jaramilla y el "Pozón de Juntas". 256

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Capítulo XIX

Una vez más, todos nos admiramos ante la presencia cerrada y salvaje del magnífico encinar de este paraje abrupto y sobrecogedor como pocos... Pudimos observar humildes y diminutas gageas amarillas, hermosas violetas sp. y Narcissus pseudonarcissus y pudimos oír y ver multitud de avecillas que Javier Grijalbo nos enseñaba; entre otras: Escribano montesino, lavandera blanca, carbonero común, petirrojo, pito real, etc. También pudimos ver las mariposas limonera (Gonepterix rhamni) y ortiguera (Aglais urticae). Así como el musgo estrellado (Bartramia pomiformis) y 2 especies de líquenes, allí muy abundantes en las rocas, a las que tiñen de amarillo: el Rizocarpon geograficum y otro parecido pero de color amarillo aún más intenso y azufrado. – ¡Hala, es verdad! -exclamó Juanito-, esa montaña parece que está pintada de amarillo. – ¡Sí, qué bonita está! -añadió Amanda, la hija de Javier Grijalbo, feliz y risueña... – ¡Mirad, mirad qué piedras más guays he encontrado! -decía sofocado Óscar, el hermano de Amanda, que venía corriendo desde el río... – Sí, qué planas y fininas son -le contestó su hermana-, ¿dónde las has encontrado? – Allí -les señaló-, cerca del río..., si queréis podemos jugar a construir casitas con ellas. – Sí, sí, vamos -contestó impaciente Amanda. – Y también podemos tirarlas al río para hacerlas saltar -sugirió Juanito. Minutos después, allí estaban construyendo casitas "troglodíticas" en la orilla y también, de vez en cuando, lanzando con gran habilidad las piedras más finas al río, sobre el que saltaban una y otra vez... Al volver, también vimos el Narcissus pallidulus con los característicos pétalos hacia atrás. Todos lo pasamos muy bien contemplando tantas bellezas que a nuestros ojos y sentidos continuamente se ofrecían; además, el tiempo acompañó con un sol tibio agradable y el viento en calma. Javier Grijalbo quedó impresionado de la belleza salvaje de tan arcano paisaje.

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Parece que en lo sucesivo tendremos que preparar los semilleros de la siguiente manera: 1º) Semillero de interior: En local cerrado o cobertizo abrigado e iluminado con ventanas o uralitas transparentes en el tejado. Se pondrán los semilleros en módulos o cajas de 1 m. x 80 cms. y apilados en batería. Y aquí germinarán las semillas y se obtendrán las plantitas. Así se consigue aislar las plantitas del exterior, preservándolas de las heladas tardías y, por tanto, asegurando las plantas que esperamos obtener sin correr riesgos innecesarios de bajas por las indeseables heladas tardías que, además, casi todos los años atacan después de llegar la aparente primavera. 2º) Semillero de exterior: A últimos de Mayo o primeros de Junio, cuando ya nos hemos asegurado de que han terminado las heladas, ¡ay, Abril, que mes más loco y traidor es!, se sacan las plantitas obtenidas al exterior (semillero de exterior) Entonces sacamos los módulos, fácilmente transportables por sus asas, al semillero exterior. Éste estará situado en un rellano y bajo sombra de árboles (chopos, robles, etc.) en Peñalba; a ser posible cerca del río para que disfruten de una mejor humedad ambiental y tengamos agua fácilmente disponible para riegos con regadera. Será pequeño, de unos 12 , y cerrado con malla de tela metálica; además, si lo creemos oportuno, podemos techarlo el 1er año con malla sombreadora y ahí permanecerán las plantas 1, 2, 3 años, según, endureciéndose y creciendo hasta que vayan al monte. Así se preservará a las plantitas del sol estival, sin correr riesgos. Lugar ideal de ambos semilleros: Peñalba de la Sierra.

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XX. Hoy hay más hayas que hace 20 años. Esta especie va a más y no a menos en el Macizo de Ayllón

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XX. HOY HAY MÁS HAYAS QUE HACE 20 AÑOS. ESTA ESPECIE VA A MÁS Y NO A MENOS EN EL MACIZO DE AYLLÓN 18-19-20/Mar/95: Fuimos al Macizo de Ayllón: Juan Rodríguez, Ana Murcia, Juanjo, Pedro y yo. Pedro era un amigo de J.R., callado y formal, que se apuntó algunas veces más a las repoblaciones. Estuvimos el sábado observando el valle del Ermito hasta el final de la pista. Y... constatación de que hay muchas hayas jóvenes -en umbría y solana- (como ya nos informaran Juan Rodríguez y Ana Murcia). Han brotado a partir de hayas centenarias existentes, de la dispersión de sus hayucos, suponemos que han crecido las plantitas protegidas al amparo de la sombra de los brezos bajo los cuales han medrado. Sin embargo, todas estas jóvenes hayas que vemos han sobrepasado la altura de aquéllos y ya crecen independientes de ellos. Por eso, nosotros buscábamos sin cesar hayitas pequeñas que crecieran bajo los brezos, pero no encontrábamos ninguna... y, claro, se nos planteó la duda: ¿serían los brezos más jóvenes que las hayas y, por tanto, las hayas no habían crecido bajo ellos, protegidas por ellos? No lo creíamos, porque los brezos eran altos y gruesos y parecían viejos..., pero no encontrábamos hayitas debajo de ellos... Todas estas hayas jóvenes se encuentran junto a la pista, ¡en la ladera de solana!, y se observa que crecen dispersas entre medias de los brezos, pero sin ver ninguna debajo de ellos. Seguimos buscando, pero ya se iba haciendo tarde y desistimos por aquel día de la búsqueda. Por otra parte, en esta ladera de solana han cometido atropellos ecológicos. -¿El Ayuntamiento de El Cardoso, la Junta de Castilla-La Mancha?- consistente en desbrozar a matarrasa toda la cubierta arbustiva de brezos, retamas, etc.; con lo cual se habrán aniquilado todos los arbolitos autóctonos que estaban creciendo bajo su protección, se imposibilita que en el futuro inmediato lo hagan otros y se perjudica gravemente a los poquísimos que han dejado, pues ahora están expuestos directamente al sol sin la protección de la necesaria sombra que antes les proporcionaban los arbustos... y puede ser que, incluso, se lleguen a secar por exceso de insolación, que será por desgracia lo más probable. ¡Lamentable!

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Capítulo XX

IMPORTANTE De todas formas ha sido muy interesante haber comprobado que -a pesar de las acciones humanas- hoy hay más hayas en el valle del Ermito (muchas más) que hace 17 años, cuando se dijo que había una veintena de hayas dispersas junto al arroyo del Ermito, y se hablaba del carácter relicto y casi final de esta especie en el Sistema Central. Referencias a: - Ecología de los hayedos meridionales ibéricos: El Macizo de Ayllón. H. Sainz/J. Hernández (1978). Ministerio de Agricultura. - Guía Botánica del Sistema Central Español. M. Luceño/P. Vargas (1991). Ed. Pirámide. Nosotros, al contrario que ellos, creemos que el haya se está expansionando en el Macizo de Ayllón y esto se comprueba con sólo ver que en todos los hayedos, bosquetes y grupos de hayas en Ayllón, hay muchísimas hayas jóvenes; y más en número que hace 20 años; por lo tanto, obviamente, esta especie va a más y no a menos en el Macizo de Ayllón. Y el principal enemigo y peligro de ellas, por encima de todos los demás (sequías, ganado, heladas tardías, exceso de insolación, etc), sigue siendo: El hombre. También vimos en este recorrido por el alto valle del Ermito acebos, tejos y, por supuesto, el continuo y espeso bosque de robles (Q. pyrenaica) con muchos ejemplares muy notables por su tamaño y aspecto. Igualmente nos cautivó un haya centenaria, solitaria -y en solana-, y muy especial en cuanto a su aspecto: pues presentaba una apariencia como de vetusto roble carbayo, con ramas muy retorcidas y angulosas con frecuentes y tortuosos quiebros..., era realmente preciosa y se conservaba en perfecto estado con grandes y alargadas yemas rebosantes de salud. Cruzaban a nuestro paso frecuentes mariposas: limoneras y auroras, y acompañaban nuestro paseo los cantos del pinzón vulgar. Finalmente dormimos en Peñalba, que es sinónimo de descanso, de reconfortante fuego junto al hogar de la chimenea, de risas y graciosas coplas e historias de Rodolfo y, siempre, de una buena y hospitalaria compañía donde

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no han de faltar las charlas, los debates, los comentarios a las noticias de actualidad... y, a veces, también, antes de dormir, relajantes paseos nocturnos bajo las infinitas estrellas... Sí, qué silencio, ¡qué descanso! El domingo 19 nos adentramos en la garganta del río Jarama para que conocieran, aguas abajo del meandro de Colmenar de la Sierra, un lugar de abrupta verticalidad y salvaje belleza que a Juan Rodríguez y a mí, cuando lo descubrimos, nos cautivó de manera especial. El agua, la roca y las apretadas encinas todo lo llenaban, y la soledad que envolvía a aquel paraje lo hacía aún más deseable en todos y cada uno de sus rincones. Constituía un magnífico paisaje provocado por el resalte de una banda de rocas de cuarcita atravesadas y tajadas por el río, adornado por el incesante revoloteo de los aviones roqueros. Enclave de gran belleza natural, agreste y solitaria, con la presencia de un soberbio encinar poblando la rocosa y áspera montaña, del que sobresalía un grupo de robustas encinas de varios siglos: de fornidas raíces, gruesos troncos y retorcidas ramas que, como si se tratara de vetustos y venerables ancianos de albas y crecidísimas barbas, con un cayado en la mano y en actitud contemplativa de gran quietud, parecían custodiar aquel escondido lugar, aquel reino de agreste belleza e imperturbable silencio realmente sobrecogedor... A mis amigos les encantó como a mí. Desde luego, no pudimos marcharnos de allí sin admirar, una vez más, aquellas panorámicas, aquellos rincones; sin llenar de mágicas sensaciones las retinas de nuestros ojos, sin captar los continuos gratos mensajes y rumores que el monte nos enviaba, ni sin sentarnos al pie de uno de esos "venerables ancianos" percibiendo la quietud que transmitían sus pequeñas hojas al ser mecidas por las caricias de la brisa... Por último, y tras despedirnos de aquellas vetustas y admirables encinas, marchamos de allí. Sin embargo, mientras caminábamos, una y otra vez girábamos la cabeza para volverlas a ver... Pretendimos subir a la cima del monte San Cristóbal por un gris y empinado canchal, y lo intentamos, pero no pudimos culminarlo dado lo avanzado de la tarde, y decidimos regresar a Peñalba. El lunes 20 fuimos al valle del Berbellido nosotros más Mario A. Keller, 262

Tomo I

Capítulo XX

Concha Sanz e Isaías Serrano. Plantamos 31 abedules de 1 año y 5 hayas (3 de 3 años y 2 de 2). Después, terminada la repoblación, fuimos a pasear al robledal próximo, río Berbellido abajo, internándonos en él. Los melojos aún dormían plácidos su sueño invernal, pero a sus pies, entre la espesa y parda hojarasca, ya habían despertado, alegres y coloridas, las amarillas primaveras (Primula veris) y narcisos (Narcissus pseudonarcissus, N. bulbocodium, N. pallidulus); azules y moradas Hepatica nobilis y grupos de violetas que nos daban su bienvenida aquí y allá; fuimos asimismo a ver a nuestro amigo "Blanquito", un albo y magnífico abedul que crece ramificado desde el suelo, con varios brazos blancos como la nieve erguidos buscando el cielo... Las mariposas anunciaban la incipiente primavera: Inachis io, Aglais urticae, Vanessa atalanta y Nymphalis antiope revoloteaban en nuestras proximidades mostrándonos los envidiables colores y diseños de sus escamadas alas, y arriba, en las ramas de los melojos, cantaban mosquiteros, carboneros, herrerillos, pinzones, mirlos, palomas zuritas... o gritaba el arrendajo; y mucho más arriba, majestuosos, planeaba bajo el cielo azul un pequeño grupo de buitres leonados que hizo trabajar a nuestros prismáticos y gozar a nuestras almas con su contemplación. Hayas plantadas hasta la fecha: 857 20/3/95 El día 20 de marzo también quitamos la malla de metal protectora (contra roedores y para que el viento no se lleve la hojarasca superior) del semillero de Peñalba, pues ya estaban creciendo algunas plantitas de haya. Ahora ya no tienen ningún obstáculo en su libre crecimiento hacia la luz del cielo.

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XXI. Fases de desarrollo de un hayuco germinado

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XXI. FASES DE DESARROLLO DE UN HAYUCO GERMINADO Fases de desarrollo de un hayuco germinado hasta el crecimiento de la plantita y la formación de las 2 primeras hojas verdaderas: • 1er día, brota de la tierra el tallito, que se presenta inclinado. • 2º día, sale al exterior el hayuco (desarrollo epigeo) y sigue inclinado, es posible que se vaya desprendiendo la cubierta. • 3er día, está a punto de desprenderse la cubierta del hayuco, a media tarde se desprendió y se va enderezando la plantita. • 4º, se va descomprimiendo la semilla (futuros cotiledones). • 5º, empiezan a extenderse un poquito los cotiledones, que aún están blancos (pues todavía no ha actuado la fotosíntesis). • 6º, siguen extendiéndose los cotiledones y empiezan a verdear. • 7º, siguen extendiéndose los cotiledones, también ha crecido un poco el tallo. Está más verde. • 8º, están muy extendidos los cotiledones y verdes. • 9º, están terminando de extenderse los cotiledones, que semejan a las alas de una verde y pequeña mariposa. • 10º, puede decirse que ya están extendidos los cotiledones, nuestra "mariposa" ya está terminada. • 11º, están perfectamente extendidos los cotiledones y se ha erguido el tallito que dará lugar a las futuras hojas. • 12º, igual prácticamente que el día 11. • 13º, va creciendo el tallito de las hojas verdaderas, por encima de los cotiledones. • 14º, igual, pero algo más alto el tallito. • 15º, parece que empieza a engordarse el extremo del tallito que formará las primeras hojitas. • 16º, las hojitas son una realidad, ya se distinguen, son muy pequeñitas y empiezan a extenderse. • 17º, las hojitas, que son dos y opuestas, empiezan a crecer y se van desarrollando, también crece más el tallito. • 18, las hojas, las dos primeras y verdaderas hojas, ya están desarrolladas, posiblemente ensancharán aún más. 266

Tomo I

Capítulo XXI

En total han transcurrido 18 días desde que brotó el tallito con el hayuco hasta el desarrollo de las dos primeras hojas. Tuvo lugar la observación de esta experiencia del 6 al 23 de marzo del 95 en el taller de techo de cristal de Casa El Valenciano, Ribera de Curtidores, 16, Madrid. La plantita de haya está en perfecto estado de salud y mide ± 18 cms de altura por encima de la tierra del tiesto. 26/Mar/95: Fuimos en dos coches: Juan R., Juanjo, Rafa (Derecho), Juanito, Yolanda (Greenpeace) y yo. Estuvimos en Riaza. Fuimos para quitar las mallas metálicas protectoras de los semilleros de hayas y también pusimos una malla sombreadora lateral por el lado del Este. Vimos con ilusión que están brotando muchos hayucos que se encuentran ahora en la fase de despliegue de cotiledones. Regamos los 2 viveros con manguera de salida de agua muy pulverizada; al poco tiempo, llegaba Manolo: – ¡Qué, ya llega, ya llega la primavera! -decía Manolo sonriente-, ¿habéis visto cómo asoman los primeros hayucos? – ¡Hola, Manolo! -le contesté-, sí, es maravilloso verles brotar, pero... perdona, creo que no conoces a Yolanda, trabaja en Greenpeace. Y, tras presentarles, prosiguió la conversación: – Cuidado con el agua, ¡eh! -sugirió Manolo-, no las vayáis a encharcar... – No, qué va, sólo lo suficiente para mojarlas por encima y que tengan humedad -contestó J.R. sonriente. Mientras tanto, Juanito andaba persiguiendo a los gatos tratando de coger alguno... ¡tal vez al más cariñoso! – ¡Huy!, casi le cogí... Ven, ven, toma, no te voy a hacer nada, ven... – No te molestes, Juanito -le gritó Manolo desde lejos-, estos gatos son muy ariscos y no se dejan coger. ¡Ay, gatos, como vaya a vosotros..., que no cazáis un ratón!... Después, avanzada la mañana, fuimos a comer y sestear a un apacible robledal de llanura a la salida de Riaza y al que nos llevó Manolo. Allí, cómodamente sentados unos y tumbados otros, comimos tranquilos, solazados entre las amplias campas de hierba y a la vera de vetustos y fornidos robles... 267

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Entre tanto, Juanito "luchaba" en desaforada batalla, rodando por el suelo con Juan Rodríguez en medio de sonoras carcajadas y gritos; más calmado, Rafa observaba los revolcones de los contendientes mientras, en silencio, devoraba con gran rapidez una bolsa de cacahuetes; asimismo, Yolanda nos comentaba algunas experiencias y movidas de Greenpeace en las que ella había participado y nos contaba que más de una vez había temido por su integridad física. Atentos a sus palabras estábamos Juanjo, Manolo y yo. Finalmente nos dijo que nuestro trabajo repoblador le parecía muy bonito e interesante y que lo había pasado muy bien con nosotros. Ante lo cual la animamos a que viniese más a menudo con nosotros, pero... – Si no tengo tiempo, de verdad, estoy muy ocupada..., ¡qué más quisiera yo!; hoy he podido venir porque tenía libre el día y..., pero os animo a que sigáis repoblando tan bien como lo hacéis y ¡con tanta ilusión!...; sin duda tendréis éxito. Tras disfrutar de una amena tarde, marchamos de allí y, después de despedirnos de Manolo, abandonamos el término de Riaza siguiendo un coche al otro para dirigirnos al abedular de Somosierra. Caminábamos entre los blancos abedules que todavía -como es naturalno tenían brotadas sus hojas, así como tampoco los robles (Q. petraea y Q. pyrenaica) ni los avellanos silvestres; sí, en cambio, presentaban verdes y relucientes sus hojas los acebos que aportaban así el color y la gracia de su inconfundible presencia. Vimos tres especies de narciso (Pseudonarcissus, bulbocodium y rupestris), asimismo numerosas Hepatica nobilis, violetas y primaveras (P. veris). Escuchamos los cantos de las aves habituales, pero vimos muy pocas mariposas: sólo una limonera. En cuanto al roquedo, se presentaban, abundantes y característicos, los gneises glandulares de grandes fenocristales de feldespato (también llamados "ollo u ojo de sapo"), como ya apunté anteriormente al hablar de la geología del Macizo de Ayllón; así es, allí afloran estas rocas metamórficas tan singulares y vistosas. Creo que Juanjo cogió una buena muestra para su colección. Todo el día disfrutamos de "buen tiempo", muy soleado e incluso ya picaba el sol..., lo cual es malo, pues ¡estamos a 26 de Marzo! y... Buen tiempo es aquel tiempo que debe hacer en su tiempo...

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XXII. A modo de recapitulación

Tomo I

Capítulo XXII

XXII. A MODO DE RECAPITULACIÓN A MODO DE RECAPITULACIÓN Para tener éxito en cualquier actividad hace falta: – Creer en lo que se está haciendo. – Tenacidad. – Aprender de los errores para no volver a cometerlos. Para plantar árboles la fórmula no es diferente, y para poner un bosque en nuestra vida sólo hay que esperar pacientemente a que el terreno se vaya preparando, adecuando, y llegue el momento oportuno en que ya podamos empezar a plantar los árboles autóctonos del lugar. Por tanto, si el terreno ya ha pasado por las fases de: - Reconstrucción de la fase muscinal del suelo con aportes de nutrientes al mismo por hongos, líquenes y musgos. - Reconstrucción de la fase herbácea que proporcionará aún más nutrientes y algo de sombra y retención de humedad. - Reconstrucción de la fase arbustiva que añadirá aún más nutrientes, retendrá el suelo y proporcionará más sombra, más retención de humedad y cobijo contra heladas en invierno, calores en verano y escondite contra depredadores herbívoros (ramoneo)... ¡AHORA!, ahora es el momento, ya podemos plantar los árboles autóctonos del lugar, protegidos bajo el estrato arbustivo. Arbolitos de 2, 3, 4 ó más savias; cuantos más años tengan, mejor, irán más fuertes y crecidos. Recordad que dejaremos allí a los arbolitos a su suerte, sin ninguna ayuda ya por nuestra parte (ya no iremos a regarlos ni a ponerles sombra en verano ni tutores para que crezcan derechos, ni están protegidos de los animales con ninguna valla metálica, etc), y sobrevivir así es duro. Por tanto, a partir de la fase arbustiva -y no antes- es cuando hay que repoblar con los árboles autóctonos del lugar. Repoblar así, es repoblar como lo haría la propia naturaleza en el transcurso del tiempo; pues así sucede en el ciclo de la sucesión ecológica en los ecosistemas.

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XXIII. ¡Hallazgo!: Descubrimiento y constatación de las pruebas naturales que hacía tiempo buscábamos: Las hayas, inicialmente, crecen favorecidas bajo la sombra, abrigo y protección de los brezos

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XXIII. ¡HALLAZGO!: DESCUBRIMIENTO Y CONSTATACIÓN DE LAS PRUEBAS NATURALES QUE HACÍA TIEMPO BUSCÁBAMOS: LAS HAYAS, INICIALMENTE, CRECEN FAVORECIDAS BAJO LA SOMBRA, ABRIGO Y PROTECCIÓN DE LOS BREZOS 1-2/Abr/95: El sábado día 1 fuimos Ana Murcia, J.R., Juanjo y yo otra vez al alto valle del Ermito con la misión de intentar encontrar hayitas pequeñas bajo los brezos, a fin de comprobar, de constatar, que las hayas crecen favorecidas de forma natural bajo el abrigo y sombra de los brezos. En nuestra última incursión por este valle descubrimos hayas jóvenes sobresaliendo ya por encima de los brezos, pero nos surgió la duda de si estas hayas ya estaban allí antes que los brezos; aunque, desde luego, sospechábamos, muy fundadamente, que estos brezos -muy altos y grandes- eran más viejos que las hayas; y que éstas, a partir de los hayucos, se desarrollan y crecen protegidas -del sol fundamentalmente- bajo los brezos hasta que, después de unos diez años, más o menos, según, sobresalen por encima de ellos. Ese era el objetivo que teníamos que observar, comprobar y constatar aquel día. Y EFECTIVAMENTE, ENCONTRAMOS LAS PRUEBAS QUE BUSCÁBAMOS. En el alto valle del Ermito, más valle arriba que el último día, y en la ladera de solana -lo cual es aún más difícil y meritorio para la planta- hemos encontrado varias hayitas pequeñas de tamaños comprendidos entre 30 cm y 90 cm por debajo de brezos de Erica arborea de más de metro y medio de altura. Las hayitas se encontraban en perfecto estado, sanas, con buen aspecto de yemas y buen color de tallo, verdoso y fresco. El hallazgo de estas hayitas es muy importante para nosotros, porque significan que nuestro sistema de plantación de hayas, aquí, en el Macizo de Ayllón, es correcto. Hay que plantar bajo los brezos. La observación de hoy, es decir, de cómo ocurre en la naturaleza, nos da la razón: las hayas sobreviven mejor si han crecido los 10 primeros años de su vida -los más difíciles y decisivos- bajo los brezos, protegidos por éstos. Hoy, 1 de Abril, tenemos que estar contentos, hemos descubierto y constatado las pruebas naturales que confirman y sostienen que nuestro sistema 272

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Capítulo XXIII

de plantar hayas es el correcto y más adecuado para intentar implantar un bosque de hayas donde, tiempo atrás, lo hubo, aunque hoy ese terreno esté ocupado por brezos de Erica arborea o de otros arbustos que, por otra parte, es la etapa de regresión o sustitución natural del bosque caducifolio húmedo. La secuencia completa de regresión o sustitución natural en el ciclo de la sucesión ecológica, sería: Bosque → Brezal → Herbazal → Erosión (Hayedo) (E .arborea) (Cantuesos/otras) (Cárcavas) De la misma forma, la regeneración natural en el ciclo de la sucesión ecológica debiera ser: Erosión → fase muscinal → fase herbácea → fase arbustiva → → aparecen primeros árboles entre arbustos → más árboles entre arbustos → bosque en equilibrio desarrollándose → → bosque final estable y maduro (Climácico).

El grupo del haya sale a plantar, ilusión no le ha de faltar...

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El domingo 2 de Abril amanecimos en Peñalba, tras pasar la noche, plácidamente, en esta localidad de la ayllonense sierra en compañía de la serrana familia Serrano, tan singular y genuina de estas apartadas serranías. Y tras tantas "serranas" coincidencias, atrás quedaron las pláticas a la luz de la lumbre y el reconfortante sueño en nuestros sacos sobre las mullidas camas de colchones de lana; ahora, la luz del sol que se colaba alegre por la ventana iluminaba las blancas paredes desnudas de la habitación llenando de pureza la estancia e invitándonos, a su vez, a levantarnos y salir afuera a disfrutar de ella. Era una mañana limpia, muy azul y serena, de esas que da gusto contemplar. Pronto bajamos al vivero y vimos con gran satisfacción que estaban creciendo muchas hayitas en el semillero, que se hallaba protegido con la malla sombreadora. Las regamos ligeramente con regadera. Después, dado el buen día de luz que hacía, hicimos marcha y excursión a la peña del Águila, desde donde gozamos de una gran panorámica, y de allí bajamos a La Hiruelilla la Vieja, es decir, a lo que queda de ella, sus ruinas, unas cuantas paredes de piedra aún levantadas, viejas vigas de roble, algunas colocadas sobre los muros, otras caídas en el suelo y algunos objetos y utensilios diversos, oxidados, extendidos por el suelo o en el interior de las paredes, húmedas y bien pobladas de vegetación, que hablaban de su ya largo abandono... Aldea que debió vivir una dura y precaria existencia. Cuando ves una aldea abandonada, o sus ruinas, y paseas por ella en medio de ese silencio sobrecogedor, de esa calma obligada, se te encoge un poco el ánimo, se siente pena, tristeza y un gran respeto... hacia esas personas que vivieron allí. Después tratas de imaginarte cómo transcurría su vida en esos días de esplendor de la aldea; y miras a sus rincones, a todo lo que queda en pie, a su entorno, a sus arboledas próximas, a su paisaje, tratando de encontrar las respuestas... Desde unas altas peñas a las ruinas de La Hiruelilla, del viento oyendo el silbido frío y las nubes pasar, 274

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Capítulo XXIII

cual mensajeros, me susurran acerca de tu vida, ¡oh aldea!, callada, vacía... Las hiedras del olvido tus muros al escalar, ¡oh, ruina!, antaño hogar de aquel tiempo vivido..., proclamaron de sus piedras su triste sino, su pesar. La Hiruelilla encontró su decadencia con la entrada del siglo XX, cayendo en un declive que resultó ya imparable, irremediable. Sus últimos moradores marcharon hace más de sesenta años, bajando a Peñalba, y quedando así la aldea definitivamente abandonada. Nuestra querida familia Serrano también tuvo antecesores de esta aldea. Recorrimos todas las ruinas y sus alrededores, encontramos el manantial, o "maniantal" como dicen por aquí, que nos había indicado Isaías, y le limpiamos de hojarasca y algas; poco después, emergidas nuevas aguas puras y transparentes, saciamos nuestra sed en ellas. Vimos un trepador azul escalando la corteza de un roble, también observamos herrerillos practicando arriesgadas acrobacias entre las ramas más altas y finas de otros fornidos y vetustos robles; oímos los inconfundibles "martilleos" de un pico picapinos y las sonoras "carcajadas" del pito real al que, algún día, espero preguntarle qué le hace tanta gracia... Por el camino sorprendimos a un precioso lagarto ocelado que debía de estar plácidamente tumbado al sol hasta que, sin querer, perturbamos su descanso y huyó asustado a esconderse con rapidez. También oímos el canto, machacón, de un pinzón vulgar, y el no menos bello y conocido del carbonero común. Además, tuvimos tiempo, durante el camino de regreso, de plantar 100 bellotas de melojo (Q. pyrenaica) en la ladera de La Hiruelilla hacia el paso al valle de Peñalba o del Cañamar, ocultas a la sombra de brezos y brecinas.

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VACACIONES PRIMAVERA 1995 Las pasé enteramente en el Macizo de Ayllón. 12/Abril/95: Fuimos a Riaza Rafa (de Derecho) y yo. Y no pudieron empezar mejor las vacaciones: Nos dirigimos al vivero y vimos con gran satisfacción que las hayitas están muy bien, han brotado hasta ahora varios miles de ellas y empiezan a brotar los robles. Cuando ves el enorme cajón del semillero de hayas y contemplas ese ejército de verdes y tiernas plantitas que rebosan salud... y piensas que todas ellas están ahí fruto de nuestro esfuerzo, de nuestra tenacidad, de nuestra ilusión..., entonces te inunda una gran satisfacción. Después, mirándolas, imaginas el gran bosque que puede surgir de ellas, ¡sí, son muchas!; son muchas, ya lo creo, y mientras... te conformas con acercarte a las plantitas y, acariciándolas con la mirada, sueñas con el bosque en miniatura que semejan todas ellas...,incluso imagino que ya estoy paseando bajo sus altas y verdes copas. Bueno, por ilusión e imaginación que no quede. Pasamos el día en el vivero, paseando por Riaza, sus calles, su plaza, de sobrios y peculiares soportales castellanos; y descansamos en el robledal que ya conocía, cerca de la población. Regresamos al vivero para pasar en él la noche y, en su plena y oscura quietud, dormidos..., nos despertó el canto espléndido, maravilloso, del trovador de la noche: el ruiseñor (Luscinia megarhynchos) En las vigilias de la noche descansaba cuando irrumpió entre mis sueños, cual torrente de mágica entereza, un recital de música, de belleza... Era la voz, la poesía del ruiseñor, que, como solista y tenor, cantaba... ¿quién sabe si a las estrellas, al candor de la luna o la paz de las soledades aquellas? 276

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Capítulo XXIII

Pronto desperté, me incorporé, quise escuchar aquella melodía de aquel músico, trovador de la noche, que con sus notas llenas de poesía cantaba con generoso derroche... ¡Qué belleza, qué primor, cuánto encanto hay en su voz! Escucharle era un honor... Tanto, que despierto creí soñar. Sí, me maravillaba el ruiseñor. 13/Abril/95: Nos dirigimos a Peñalba por el Puerto de Quesera y la pista de montaña, esa pista que cada vez está peor... Por fin llegamos a nuestra querida aldea. En ella quedamos con Ana Murcia y Juan R., que no tardarían en llegar. Efectivamente, en un lugar de la carretera no lejos de allí: – ¡Eh, chica, que te pasas!..., ¿es que quieres ir a Bocígano? ...Se oye un estrepitoso frenazo... – ¡Huy!, ji, ji, ji, sí, es verdad, ji, ji, ji, avísame con tiempo que, si no, me paso... ji, ji, ji. Al poco tiempo llegaron a Peñalba. También aquí se encuentran bien las hayas del semillero y están empezando a crecer los robles y abedules. Todos estábamos muy contentos... ¡por fin íbamos a disponer de un gran número de plantas para repoblar! Aquel día nos fuimos de excursión por la pista forestal de Colmenar de la Sierra hasta el pico San Cristóbal, aquel al que, ascendiendo por sus rudos canchales, no pudimos llegar el último día que lo intentamos por falta de luz. Desde él disfrutamos de una gran panorámica, y pudimos divisar la aldea de Matallana, así como vistas de casi todo Ayllón, de casi todos sus rincones hasta las crestas del valle del Jaramilla, y de las cumbres más altas del Macizo: Lobo, Buitrera, Ocejón...

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14/Abril: Hicimos la excursión: puerto de La Quesera-valle del Lillas (Pto. Quesera, Collado de las Lagunas, Parrejón, Collado Cervunal, Cervunalillo, La Buitrera, valle del Lillas) Es una marcha, que ya he hecho más veces, de amplias vistas de montaña, caminando por la cuerda o divisoria de aguas y divisándose por su cara norte sus hayedos (La Pedrosa), así como extensos melojares, y al fondo Riaza, Riofrío y las llanuras de Castilla hasta sus confines; y por su cara sur, vertiginosos y espectaculares cortados en una interminable sucesión de valles y montañas abruptas, ásperas, solitarias, un inmenso espacio vacío... donde fundó su reino el silencio. Observamos durante el recorrido, abajo en los valles, bosquetes de hayas que estaban empezando a brotar con su hermoso y delicado verdor. Hicimos una incursión y comprobación de que el valle siguiente al Lillas es el de la Hoz, así: Lillas - Hoz - Jaramilla. Vimos dos plantas silvestres que nos llamaron la atención: una perteneciente a la familia Violáceas de color azul-amoratado seguramente un diminuto pensamiento Viola sp. que formaba matas de flores pequeñas, y la otra perteneciente a la familia Compuestas, una hermosa margarita(Leucanthemopsis pallida) de colores amarillo y naranja. Ambas preciosas, rupestres, encantadoras, que parecían decirnos "¡eh, que estamos aquí!..." Pero cómo irnos sin saludarlas, sonreírlas, admirarlas... Queridas florecillas silvestres Gráciles y espontáneas, humildes, mas de color generosas, sois el espejo del sol y del cielo e increíblemente hermosas. Sois de aspecto una sonrisa que, como grato presente, de la tierra brotáis. Sois como dulces besos 278

Tomo I

Capítulo XXIII

que, de vosotras prendado, al caminante sensible dais. ¡Ah, encantadoras flores, humildes y espontáneas! De los insectos, vuestros amantes, sois su festín; vosotras sois mi jardín. Finalmente, ya de noche, regresamos a Peñalba por la pista de tierra. 15/Abril: Internada por el valle del Berbellido. Se fueron Rafa y Ana; así que marchamos solos Juan y yo a nuestro querido valle del Berbellido, pero valle arriba, hasta el final, por donde nunca antes habíamos ido. Comenzamos el recorrido por nuestra zona habitual, atrás dejamos el robledal, nuestra zona de repoblación, y pronto llegamos al abedular en formación más arriba de nuestras hayas y que, desde el río, asciende por buena parte de la ladera derecha del mismo. Comimos bajo un sol muy agradable -tal vez demasiado para ser 15 de Abril- en la confluencia de los dos ríos: Berbellido y un afluente por la derecha bajo el gran "Abedul-roble" (así le llamamos: un gran abedul con formas y ramas retorcidas como si se tratara de un viejo roble) situado encima de las dos "piscinas naturales"; sí..., un lugar maravilloso y solitario donde se hermanan el agua, la roca, los brezos y los abedules; donde el agua, plácida, te susurra; donde el viento, suave, te habla; y, finalmente, donde las avecillas, dulces y alegres, te cantan. No, he de rectificar, no es un lugar solitario, sino muy comunicativo, poblado por "gente" encantadora. Arriba caminaba el Berbellido, las sendas de su soledad, empero, acompañado me sentía que, en silencio, me ofrecían su amistad los abedules y brezos junto a las aguas bravías. 279

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Tomo I

Tras descansar y escuchar las voces de nuestros encantadores "naturales amigos", seguimos nuestra ruta, senda arriba, ya apenas sin arbolado debido a la altitud, un paisaje dominado por brezales, piornales y retamares, alternando con praderas subalpinas, ya cada vez más frecuentes. Un poco más de marcha río arriba y entre amplias praderías y roquedos rodeados de montañas llegamos, ¡por fin!, al circo, o así me lo pareció a mí: un incipiente circo glaciar alpino rodeado en parte por grandes paredes de roca vertical. Un paraje realmente hermoso y tranquilo, donde me senté a admirar y disfrutar del lugar. Juan, incansable, quiso todavía subir al pico del Lobo, ya cercano, que estaba justo encima de nosotros (la cumbre más alta del Macizo, 2.273 mts.). Yo ya subí a él con Bob, y como me gustó mucho aquel lugar: el circo, me quedé por allí a esperarle, inspeccionando aquellos parajes y rincones. Finalmente, y dada la tardanza de J.R. en bajar, regresamos, ¡como siempre!, a toda velocidad, pues comenzaba a hacerse tarde y no queríamos que nos sorprendiera la noche en tan apartado y agreste lugar... Sin embargo, llegamos avanzada la noche, bien molidos y arañados, a Peñalba; concluyendo, de esta manera, la osada aventura a las alturas lobeznas... que, aunque no nos salió el lobo, bien que nos arañó... 16/Abril: Peñalba de la Sierra. Amanecimos en casa de Isaías, sin prisas, pues el sol ya hacía tiempo que iluminaba y calentaba la mañana; y nosotros, ya descansados de la muy cansada jornada anterior, desayunábamos tranquilos sobre la hierba a la luz del nuevo día, pensando a qué lo dedicaríamos. Primero dimos de comer a los gatos peñalbeses, siempre tan hambrientos como ariscos; después revisamos los semilleros de hayas, robles y abedules que se encontraban perfectamente, llenos de verdes y tiernas plantitas, brotando día a día muchas más en sus respectivas cajoneras. Más tarde dimos un paseo a la cascada del Cañamar y bajamos a su base, allí donde se abisman sus aguas, entre el fuerte estruendo de las mismas y las inevitables mojaduras, eso sí, leves y espolvoreadas, que constantemente lanzaba el ímpetu de la corriente acuosa. Queríamos ver cómo se encontraba aquella hermosa haya de 3 años que plantamos junto a la cascada el 1/Mayo/94. Y hubo decepción... El arbolito se encuentra peor que cuando lo plantamos: está viva pero comida en el tallo y yemas de arriba; tiene, sin embargo, más yemas y buen color. 280

Tomo I

Capítulo XXIII

– Y yo que creía que aquí estaba asegurada -comenté triste-, este sitio que es casi inaccesible para los animales, ¿quién iba a venir aquí con este estruendo y mojaduras?..., ¡un lugar tan quebrado y rocoso! – Pues ya ves... -contestó J.R., también decepcionado y dolido-, bueno, por lo menos está viva -añadió. – Eso sí -le contesté-, pero ya lleva la tara de la yema principal comida... ¿Y quién habrá sido? – Desde luego una vaca, imposible, aquí no pueden llegar... -aseguró J.R. – ¿Habrá sido un jabalí, o un corzo, o qué? Vete a saber... Y nos fuimos de allí tristes y mojaditos -bueno, ligeramente-. Regresamos a Peñalba, allí nos despedimos de Isaías, Luis, Rodolfo y resto de peñalbeses. Comimos en un bello paraje de encinas en las inmediaciones del embalse de Puentes Viejas y ¡hallazgo!: Encontramos y recogimos unos soberbios ejemplares de rocas pegmatitas con grandes cristales de moscovita. Juan Rodríguez se ejercitó feliz y sonriente con la maza partiendo rocas..., ¡le van estos trabajos a lo Hulk!... ¡Ah! y también nos acordamos de Juanjo, buen coleccionista de minerales, para quien también recogimos. Y se acabó el viaje; ¡oh, no!, otra vez a Madrid...

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Fotografías

Tomo I

José Luis Deltell

El Haya, hojas, semilla, plántula y árbol

Esquema

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Diario de un plantabosques

Tomo I

Hayedo de Montejo, un rincón en otoño

Haya, hojas y cúpulas (frutos) en verano

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Tomo I

José Luis Deltell

En el Hayedo de Montejo, un día otoñal

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Diario de un plantabosques

Tomo I

Semillas de melojo: bellotas y hoja característica. 1995

Semillas de abedul

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Tomo I

José Luis Deltell

Valle del Berbellido con arco iris

Abedular de Somosierra/últimos de abril. 1994

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Diario de un plantabosques

Esquistosidades y resaltes metamórficos. M. Ayllón

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Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Contraste: Monocultivo pinos - bosque natural. Entrada Hayedo de Montejo, Otoño. 1995

Valle del Berbellido “el aedo” zona de repoblación de hayas. 1994 invierno

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Diario de un plantabosques

Ruinas de La Hiruelilla la Vieja, Valle del Jaramilla. 1995

Mi coche “Mari Pili” que tantas veces me llevó al campo, a la ilusión.....

292

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Roble (Quercus petraea) cobijando a un solitario soñador incomprendido... Parte alta del H. de Montejo. Primavera 1995

293

Diario de un plantabosques

Tomo I

Valle de Berbellido en invierno

Valle de Berbellido: solana/umbría

294

Tomo I

José Luis Deltell

Valle del Berbellido. Diciembre 1994

Valle del Berbellido solana/umbría con el río al fondo. Febrero 1994

295

Diario de un plantabosques

Valle del Berbedillo, solana/umbría. Febrero 95

296

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Montes de Peñalba de la Sierra y la aldea. Marzo 2003

Valle del Berbellido, zona de repoblación de las hayas

297

Diario de un plantabosques

Crestas rocosas de pizarra, frecuentes en el M. de Ayllón. Cerca alto de Cabida

Valle del Berbellido parte del “aedo” al fondo y a la izquierda

298

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Río Berbellido, zona a cruzar a pie

299

Diario de un plantabosques

Tomo I

Galium odoratum, planta del cortejo florístico de los hayedos

Valle del Berbellido en el mes de mayo

300

Tomo I

José Luis Deltell

Haya plantada y protegida por Luis a la entrada de Peñalba. Febrero 1995

Hayedo de Montejo otoñal desde el mirador con el Jarama al fondo

301

Diario de un plantabosques

Tomo I

José Luis y Juanito

302

Tomo I

José Luis Deltell

Hayedo del Puerto de la Quesera en otoño

“¿Y dónde vives? En el bosque..., ven te lo mostraré” (cuento Nomeolvides del bosque, del mismo autor)

303

Diario de un plantabosques

Tomo I

Peñalba de la Sierra

En Peñalba con Rodolfo

304

Tomo I

José Luis Deltell

José Luis y Juanito

305

Diario de un plantabosques

Valle del Berbellido... cuando te vi supe que eras mi valle para repoblar

Bocígano. V. del Berbellido desde “El Collaíllo”. Mayo 1996

306

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Rodolfo enfadado. En la chimenea de los Serrano

En el alto valle del Jarama. Un roblón Quercus petraea. Marzo 1994

307

Diario de un plantabosques

Tomo I

Dehesa de Peñalba con Paco Cerro 1993

308

Tomo I

José Luis Deltell

Hayedo de Montejo, parte alta del bosque

Haya plantada. Valle del Berbellido. Febrero 1995

309

Diario de un plantabosques

Hayedo de Montejo de la Sierra cerca de “El Mirador”

Becerril de la Sierra (Segovia), 1993. Juanito y papá

310

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Hayas y semillero. Peñalba 1995

311

Diario de un plantabosques

Becerril de la Sierra (Segovia). Hayas rodeadas de jóvenes brinzales

Pozón de Juntas. Peñalba de la Sierra “Pensando junto a las aguas”

312

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Selva de encinas. Camino del Pozón de Juntas. Peñalba de la Sierra

Plaza y fuente. Peñalba de la Sierra

313

Diario de un plantabosques

Tomo I

Bosque de la Dehesa de Peñalba. Invierno 1999

314

Tomo I

José Luis Deltell

Ramoneo de una encina y “altura antivaca”

Luis, Rodolfo, Isaías, J.L. y J.R., al pie de la chimenea... Noches de Peñalba. 1994

315

Diario de un plantabosques

Tomo I

Plantación de 218 hayas en el Berbellido. Pablo, J.L. y J.R., que hizo la foto. 27 de febrero 1994

Hayedo Pto. Quesera. Pablo, Juanito, J.L, M.ª José y J.R. que hizo la foto. Marzo 1994

316

Tomo I

José Luis Deltell

Plantando hayas, V. del Ermito. 1995

317

Diario de un plantabosques

Plantación de 4 hayas de 3 años. Berbellido. 16 abril 1994 con J.R.

Valle del Ermito. Umbría repoblación hayas. Invierno 1995

318

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Valle del Ermito. Obsérvese la niebla arriba. Enero 1995

¡Refuerzos!... un nuevo repoblador y entusiasta naturalista se incorpora al grupo del Haya: Juanjo

319

Diario de un plantabosques

320

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Elaboración del semillero de hayas de Riaza. Diciembre 1994

Semillero de hayas. Cubriéndolo de hojarasca. Riaza diciembre 1994

321

Diario de un plantabosques

Tomo I

Semillero de hayucos Riaza. Invierno 1995

Haya plantada bajo brezos. Berbellido. Invierno 1995

322

Tomo I

José Luis Deltell

Cascada del Cañamar. Peñalba de la Sierra

323

Diario de un plantabosques

Tomo I

Plantando hayas Berbellido. Diciembre 1994

Elaboración del semillero. Peñalba. 31 diciembre 1994

324

Tomo I

José Luis Deltell

Elaboración del semillero. Peñalba. 1 enero 1995

Elaboración del semillero. Peñalba. 1 enero 1995

325

Diario de un plantabosques

Tomo I

Un naturalista enamorado del bosque

326

Tomo I

José Luis Deltell

Valle del Canalejas (Bocígano)

En Peñalba y sus noches.... con Ana y M.ª José

327

Diario de un plantabosques

Tomo I

En Peñalba, recopilando datos de Rodolfo. 1995

Plantando haya. V. del Ermito. 1995

328

Tomo I

José Luis Deltell

Roble melojo cerca de la carretera a Cabida. 1996

329

Diario de un plantabosques

Tomo I

Plantando hayas. V. del Ermito. 1995

Valle del Canalejas en primavera

330

Tomo I

José Luis Deltell

Juanjo plantando hayas en el Berbellido. 1995

Plantando hayas bajo los brezos: El plantador lleva un mono azul.

331

Diario de un plantabosques

Cortejando con la encina... Ladera de S. Cristóbal. Colmenar de la Sierra

332

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Semilleros de Riaza y malla sombreadora. Abril 1995

Formación de cuarcita y un admirador de su grandeza, V. Veguillas

333

Diario de un plantabosques

Tomo I

Pruebas naturales: Hayas que crecieron bajo los brezos. V. Ermito

Entrada al pueblo

334

Tomo I

José Luis Deltell

El haya madre... Señora del bosque

335

Diario de un plantabosques

Tomo I

Roble melojo en Cabida junto a la carretera 1995

Haya. Valle del Ermito. 1995

336

Tomo I

José Luis Deltell

Grupo del Haya más Concha y Mario/Bustar 1995

Grupo del Haya con "Blanquito" en robledal de V. Berbellido. 1995

337

Diario de un plantabosques

Tomo I

Meditando junto al haya madre

338

Tomo I

José Luis Deltell

Montando la malla de sombreado en Riaza. Abril 1995

Hayas comenzando a brotar- Riaza-. Últimos de abril 1995

339

Diario de un plantabosques

Pruebas naturales: Hayitas creciendo bajo los brezos, Becerril (Segovia)

Hayitas brotando en el semillero de Peñalba. 1995

340

Tomo I

Tomo I

José Luis Deltell

Roble (Quercus petraea). Hayedo Montejo. Parte alta del bosque. 1994

341

Diario de un plantabosques

Tomo I

Hayas que crecieron protegidas bajo los brezos, Becerril de la Sierra. Año 2000

Peñalba bajo la nieve. Invierno 1995

342

Tomo I

José Luis Deltell

Semillero de Peñalba. Invierno 1995

¡Ya han brotado las hayas! Vivero de Peñalba

343

Diario de un plantabosques

Roble melojo. Hayedo de Montejo (arriba) 1994

344

Tomo I

FIN DEL TOMO I

Diario de un plantabosques (Una desbordada ilusión derramada por las umbrías)

TOMO II José Luis Deltell Usallán

ILUSTRACIONES, PORTADA Y CONTRAPORTADA: José Luis Deltell Usallán

2015

Edita

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OBRA REGISTRADA en Registro Territorial de la Propiedad Intelectual de la Comunidad de Madrid (España) El autor, titular de la propiedad intelectual de esta obra y sus derechos derivados, autoriza la reproducción y/o difusión, libres y gratuitas, de este libro digital en su formato original PDF, siempre citando su origen, y por medios exclusivamente digitales, nunca gráficos o impresos, sin consentir la menor alteración de su forma y contenido, ni su explotación lucrativa por terceros.

Edita: ARENISCAS ROJAS Maquetación: Enrique Esteban Digitalización: FJ Barbadillo

Año 2015

SUMARIO Capítulos y hechos más destacados XXIV.

Otro hallazgo: El relato de El hombre que plantaba árboles, de Jean Giono . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . 361

XXV.

Conclusiones y planificación de la siguiente campaña (95-96) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . 387

XXVI.

III Encuentros sobre propagación de especies autóctonas y restauración del paisaje. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 411

XXVII.

Texto de la ponencia: "Restauración del paisaje con hayas en el Macizo de Ayllón. Experiencias, observaciones y conclusiones". Las series del ciclo de la sucesión ecológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . 415

XXVIII. El gran naturalista y comunicador Carlos de Prada nos entrega el Laurel o premio del programa: "Esto es vida", de la COPE, como reconocimiento a nuestra labor e iniciativa en pro de la recuperación de los hayedos del Macizo de Ayllón . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . 447 XXIX.

Agresiones al medio ambiente por parte de la Administración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . 471

XXX.

Constatación de la presencia de roble común (Quercus robur) en el Macizo de Ayllón . . . . . . . . . . .. . . . . 477

XXXI.

Fui educador-monitor del curso: Impacto ambiental de las actividades de ocio y tiempo libre en la naturaleza. Organizado por la Comunidad de Madrid . . . . . . . . . . . . . …………..... . 485

XXXII.

Manifiesto en favor de la recuperación de los bosques . .. . . . 491

XXXIII. La temporada de repoblación 96/97 se caracteriza por la plantación de Quercus pyrenaica a "bellotas". . . . . . . . 505 XXXIV. Fui educador en un curso para agentes forestales de la Comunidad Autónoma de Madrid con la disertación: "Repoblaciones no agresivas con el Medio" . . . . . . . . . . . . . 509 XXXV.

Participé en nombre de ARBA en la mesa redonda organizada por la Universidad Autónoma de Madrid en el debate: Situación forestal de la Comunidad Autónoma de Madrid . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 531

XXXVI. Fui entrevistado en Radio Nacional de España en el programa "Contigo en la distancia" sobre el tema: Los bosques en España, política forestal, etc. . . . . . . . . . . . . 537 XXXVII. Fui monitor en la Escuela de Naturaleza "La Mata" en Valdesotos (Guadalajara) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 541 XXXVIII. Algunas observaciones referentes a los seguimientos de nuestras repoblaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 551 XXXIX. Presentación de mi libro: "Cuentos de un naturalista” (Las utopías de un soñador incomprendido), I Parte . . . . . . . 555 XL.

Publicación del artículo del Grupo del Haya (ARBA) "¿Cómo debemos plantar las frondosas? Debajo de los arbustos" en la revista Quercus, nº 149. Julio 1998 . . . . . . . . 559

XLI.

Nueva conclusión para plantar hayas: llevar al monte solamente hayas ya fuertes (de 7-8 años o aun mayores), de más de 1 m. de altura. Así sobrevivirán mejor . . . . . . . . . 577

XLII.

Participé con dos colaboraciones en el Canal Campero de TV Vía Digital invitado por Carlos de Prada. Sobre el tema: Las hayas del Macizo de Ayllón . . . .. . . . . . . 583

XLIII.

La campaña 98/99 se caracterizó por la adversidad: mucha nieve, poca actividad, poco personal . . . . . . . .. . . . . . 599

XLIV.

Intervención en la Cadena SER: Hablamos sobre los bosques, situación en España y política forestal . . . . .. . . . . . 601

XLV.

Fui monitor en el curso de ARBA: "Factores determinantes del tapiz vegetal ibérico: la geología, los suelos, el agua y la climatología." . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . 607

XLVI.

Nuevas conclusiones para las plantaciones de hayas y últimas actividades (Otoño 2001-Marzo 2005) . . . . .. . . . . . . 613

XLVII.

Colaboración para la TV de la COPE (Popular TV) con Carlos de Prada sobre el Macizo de Ayllón, sus hayedos y las repoblaciones del Grupo del Haya (ARBA) en estos valles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 633

XLVIII. Informe del Grupo del Haya (ARBA) Resumen y conclusiones generales de las experiencias repobladoras de casi 15 años (1990-2005) . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . 641 XLIX.

Final del diario de este plantabosques. Las demostraciones . . .. . 649

L.

A modo de epílogo (breve entrevista al autor) . . . . . . . . ... . . . 655

DIARIO

XXIV. Otro hallazgo: El relato de El hombre que plantaba árboles, de Jean Giono

Diario de un plantabosques

Tomo II

XXIV. OTRO HALLAZGO: EL RELATO DE “EL HOMBRE QUE PLANTABA ÁRBOLES”, DE JEAN GIONO Por estas fechas (abril 95) se produjo algo muy bonito para nosotros, fue un hallazgo, y fue así: Hace tiempo que había oído hablar de una narración: "El hombre que plantaba árboles"... El título, como es natural, me atraía mucho, pero no sabía de qué iba. Y un buen día, en Madrid, en una tienda de la calle San Isidro Labrador, la vi, la encontré en forma de cassette, la tuve en mis manos y, sin oírla,... la compré. Llegué a casa y, con gran impaciencia y curiosidad, me preparé, me tumbé cómodamente y me dispuse a escucharla expectante. ¡Qué narración tan preciosa!, directa, tierna y contada por una voz femenina tan dulce, la de Lara López, que parecía ideal, especialmente escogida para contarnos esta hermosa historia del buen Elzéard Bouffier. La verdad es que la oí con gran atención y la narración me llegó al alma; me gustó muchísimo e hizo que me emocionara varias veces; de manera especial cuando comentaba aquello de que, además de las plantaciones de las bellotas de roble, estaba estudiando la reproducción de las hayas y tenía un vivero de plantones nacidos de hayucos junto a su casa... y también tenía en mente plantar abedules en los valles donde había una cierta humedad, en las orillas de los arroyos, etc. En aquel punto se me formó un nudo en la garganta y se me saltaron las lágrimas... porque, de alguna manera, yo también me veía reflejado en el relato de la historia de este plantador de bosques. Y... ¡qué semejanza en cuanto a los árboles que plantaba!: hayas, robles y abedules, ¡igual que nosotros, el modesto Grupo del Haya de ARBA! ¡Qué gratísima sorpresa me llevé al oír la cinta!..., ¡si casi parecía nuestra historia, calcada!... No sé cuántas veces la oí. Inmediatamente me puse a hacer copias de ella y llamé a Juan Rodríguez, quedé con él y, sin decirle nada acerca de la historia que contenía la cinta, le dije que la escuchara nada más. A las pocas horas me llamó J.R. eufórico, muy impresionado y todo contento, por la cinta que había escuchado... "No sé ya cuántas veces la he oído... -me dijo-, una y otra vez", y que no se cansaba de seguir escuchándola...., 362

Tomo II

Capítulo XXIV

¡que le encantaba! Y lo mismo pasó con Juanjo y Ana; a todos les encantó, incluso a mi hijo Juan, que además tarareaba su música al oírla con gran atención, pues siempre la poníamos en el coche cuando íbamos a Peñalba. Sí, fue un gran hallazgo haber encontrado este relato de "El hombre que plantaba árboles" de Jean Giono. A todos nos motivó mucho y fue, por mucho tiempo, como nuestra bandera, con la que nos sentíamos tan identificados en nuestras andanzas repobladoras por el Macizo de Ayllón... ¡No sé cuántas veces la pusimos en el coche!, acompañándonos su relato en nuestros viajes... Acabamos aprendiéndola de memoria. 17-23/Abr/95: Llegó esta semana -desdichada para nosotros- y con ella la temible ola de frío tardío de todos los años. Efectivamente, después de más de un mes de sequía y calor, anómalos y prematuros, propios del mes de Junio, atacó a traición esta ola de frío con nieves y heladas durante casi siete días. Las pobres plantas -todas, los árboles del campo y de los montes y también las plantas de nuestros viveros-, confiadas en que ya el invierno había pasado, fueron sorprendidas, pillando a todas, incluidos también los árboles, con las yemas y hojitas recién abiertas -cuando son más tiernas y sin defensas- y ha habido gran desastre en hojitas, yemas y brotes, pues se han helado y presentan el color y aspecto negro y sombrío de la muerte. La nieve es muy buena y bonita, pero desde Diciembre a Marzo (otra vez: Buen tiempo es aquel tiempo que debe hacer en su tiempo...) La nieve caída durante y después de Abril es nefasta y destructora para las plantas y, por extensión, para toda la naturaleza, o por lo menos en nuestras latitudes. Por lo que respecta a nuestros semilleros, ocurrió lo siguiente: – En Peñalba: Llamé dos veces por teléfono y hablé con Isaías: la 1ª vez me dijo que hacía mucho frío y estaban cayendo copos de nieve, que estaba preocupado. La 2ª vez que llamé me dijo que había tapado la cara del semillero que da al norte con sacos de papel y además había puesto dos mantas en la estructura del techo del semillero y que lo dejará así hasta que pase el temporal. (Muy bien, Isaías, has cumplido; posiblemente se salvarán y no se helarán) 363

Diario de un plantabosques

Tomo II

– En Riaza (la mayor cantidad de hayucos plantados): Se cayó al suelo la malla sombreadora por el peso de la nieve. No se tapó el lateral que da al norte, con lo que entró nieve en parte del semillero; consecuencia: Se han helado muchas hayitas donde ha entrado la nieve, en cambio las hayitas donde no ha entrado la nieve están bien. – ¡Ay, Manolo!, ¿dónde estabas? ¿Cómo no has hecho nada?... Tuvimos que ir Juan R. y yo expresamente desde Madrid a Riaza a hacer lo que no has sido capaz de hacer tú, que estás allí mismo todos los días... ¡Mal, lamentable!... ¡Pero, hombre, Manolo...! Ya, aunque tarde, tapamos los semilleros con plásticos, quitamos la nieve y cerramos los laterales para que no entrara más, finalmente levantamos el techo con buena pendiente a dos aguas para que deslizara la nieve al suelo... y eso fue lo que pudimos hacer. Como enseñanza a sacar: – Ver si las hayitas son capaces de rehacer y rebrotar nuevas hojitas a partir de los cotiledones que, éstos sí, están verdes y sanos. Y esto pronto lo vamos a saber. – No trabajar más en Riaza. Además, esta localidad nos queda más lejos y apartada de nuestras zonas de repoblación y en Peñalba tenemos todo más cerca. – Trabajar en Peñalba con módulos de 1 mtro x 80 cms y con semilleros de interior y exterior. Puente 29 Abril-2 Mayo 95: Sábado 29 abril Salimos al Macizo de Ayllón Juanjo y yo. Emprendimos marcha por el valle del Ermito hacia el lugar donde descubrimos las pruebas naturales de las hayitas creciendo bajo los brezos... Hicimos una fotografía a una hayita pequeña (50 cm de altura) creciendo completamente sana bajo los brezos prueba natural de que crecen y sobreviven debajo de ellos-. (Además -y nunca mejor dicho- el dosel de los brezos la protegió de la pasada helada tardía de la semana anterior) Tapamos con ramas secas -lo mejor que pudimos-, para que tuvieran sombra, dos hayas de aproximadamente 1 m de altura en la zona donde hicieron 364

Tomo II

Capítulo XXIV

un desbroce brutal a matarrasa (y que vimos hace poco tiempo). Ya veremos si son capaces de sobrevivir cuando lleguen los prolongados calores estivales y la fuerte insolación. No se puede privar a las hayas, en los primeros años de su existencia, de la protección arbustiva bajo la cual se cobijan; no, al menos en estas latitudes del centro de la Península Ibérica. Después, ya de regreso, vimos que se puede repoblar con hayas en este valle, un poco más abajo de la zona donde ya lo estamos haciendo, en una ladera de umbría poblada de densos y altos brezos, y tomamos nota del lugar. Vimos mariposas: Erebia de montaña, una Nymphalis antiope y un Papilio macaon. ¡Qué bonitas son! Por último fuimos al hayedo de Montejo y paseamos bajo sus imponentes árboles que, erguidos, esbeltos, aún dormitan el sueño invernal aunque ya presentan sus yemas muy engrosadas y pronto, sin duda, brotarán llenando la primavera de verdor. Frescor, humedad, quietud, silencio... y música, la del rumor del Jarama que, descendiendo por el fondo del valle, parece saludar al bosque a la vez que acaricia sus orillas. Allí nos cayó la noche, mudando el azul del cielo en una apacible y estrellada oscuridad a la que los cárabos, con sus lejanos y aislados gritos, contribuían con sus notas de misterio a pintar el sombrío paisaje del bosque. Finalmente abandonamos el hayedo y marchamos a pasar la noche a Peñalba, nuestra pequeña y querida Peñalba, donde el fuego del hogar, la agradable compañía de unos amigos y la sana y enriquecedora plática nos aguardaban... Domingo 30 abril

Amaneció una radiante mañana de luz, dimos de comer a los gatos y comprobamos que los semilleros de hayas y abedules están bien, llenos de verdes plantitas, pero las bellotas de roble melojo parece que germinan muy pocas, habrá que esperar más. Seguidamente hicimos marcha por el valle del Berbellido hasta el circo y el pico del Lobo, ¡casi nada! Hace poco la hice con Juan Rodríguez, y Juanjo, que no pudo ir aquel día, estaba deseoso de conocer aquellos altos y silenciosos lugares. Así que nos pusimos en camino. 365

Diario de un plantabosques

Tomo II

Es una marcha preciosa, pero dura. Por el camino plantamos en el lugar húmedo previsto las diminutas semillas de abedul que nos sobraron del semillero. Es de destacar la belleza del abedular, que presentaba una incipiente y tierna floración verdeando sus hojitas recién brotadas. En todo aquel entorno reinaba una gran quietud y soledad, lo cual realzaba todavía más la contemplación de ese paraje agreste y recóndito. Seguimos valle arriba admirando sus cerradas laderas, sus roquedos metamórficos de esquistos, de brillantes micacitas, de duras y cortantes cuarcitas, y su atmósfera fresca y tan limpia. Tras una larga, áspera y escarpada caminata, llegamos al circo, donde reinaba un gran silencio y la verticalidad de sus altas y rocosas paredes llenaban de magnificencia aquel lugar, templo de la naturaleza. Todo el paraje se presentaba cubierto de abundantes neveros añadiendo blancura a la paz de su pedregosas praderas. Disfrutábamos mucho de aquel lugar. Por último, decidimos ascender al pico del Lobo, sobre todo Juanjo que nunca había estado en él. Pero esta vez había mucha nieve, más cuanto más subíamos, haciéndose bastante penosa la marcha, hundiéndonos hasta la rodilla y más, cada vez más... Yo me quedé un poco antes de la cumbre y decidí no subir más, me quité las botas empapadas de agua y contemplé el blanco paisaje de la montaña; la nieve, donde yo estaba cómodamente sentado, alcanzaba más de un metro de espesor... Juanjo hizo un esfuerzo más y subió hasta la cumbre y allí, es de suponer, disfrutaría de su hazaña y de las vistas ¡que sus buenos sudores le costarían! Pronto regresó e iniciamos de inmediato la caminata de vuelta a Peñalba para que no nos cayera la noche. Por el camino vimos un roquero solitario (Monticola solitarius) con su sorprendente y atractivo color azul cobalto que tanto nos atrajo hasta que por fin echó a volar; también vimos algunos acebos con sus inconfundibles hojas brillantes y pinchudas, abrigados en el fondo de los valles cerca del rumor del arroyo. Esta vez llegamos bien a la aldea, ¡menos mal!, ya anocheciendo.

366

Tomo II

Capítulo XXIV

Por tus espesos melojares, prendado, tantas veces me interné; a la soledad de tus alturas, atraído, tantas veces ascendí; en tus recónditos rincones, encantado, tantas veces yo soñé... Así siente el alma mía a los montes, los bosques, la tierra que, de amor, suspira cada día por llegar a Peñalba de la Sierra. Lunes 1 de Mayo Después de regar otra vez las hayas y abedules del semillero, fuimos a Riaza. Aquí, en la villa segoviana, tuvimos gran decepción y tristeza: todas las hayas del semillero que estaban afectadas, están heladas, negras. Me temo lo peor. Veremos a ver qué queda de todo esto, pero una cosa está clara: no volveremos a trabajar en Riaza, sino en Peñalba y con semilleros de interior y después de exterior. Posteriormente marchamos a Becerril de la Sierra de Segovia, a ver las hayas, tejos y fresnos de hoja ancha (Fraxinus excelsior). Fue muy gratificante para nosotros comprobar que hay muchísimas hayas jóvenes (varios cientos de ellas) de aproximadamente 1 metro de altura (unas más y otras menos) creciendo dispersas o en grupos entre los brezos y que proceden todas ellas de una veintena, o más, de hayas centenarias... ¡Daba gusto verlas, tantas y tan sanas!... Los tejos igualmente vegetan sanos aunque, afectados del lado norte por los vientos fríos, presentan algunas ramas secas por ese lado. También los fresnos, de buen tamaño y planta, mostraban un aspecto lustroso y sus negras yemas, ya muy engrosadas, parecían querer abrir y estallar de verdores anunciando la primavera. Después subimos hasta la cuerda para ver el valle del Lillas y admirar su magnífico hayedo en la cara de umbría. Desde la atalaya en que nos encon367

Diario de un plantabosques

Tomo II

trábamos, llena de piedras tapizadas de amarillos líquenes de Rhizocarpon geographicum, todas a cual más hermosas1, disfrutábamos de un paisaje realmente arrebatador, asomando el pico del Lobo (2.273 mts.) justo por el único collado existente. Al caer la tarde iniciamos el descenso y, próximo a anochecer, montamos la tienda de campaña en la pradera al pie de la montaña, donde dormimos. Martes 2 de Mayo Abandonamos el término de Becerril de la Sierra e hicimos un recorrido por el "otro" Macizo de Ayllón: los sectores nororiental y oriental. Geológicamente, sus terrenos no son paleozoicos como en las zonas donde nos movemos habitualmente, sino mesozoicos y cenozoicos; sus rocas no son metamórficas, sino sedimentarias: areniscas, calizas, margas, arcillas, y también tienen menor altitud topográfica. Desaparecen las hayas, robles y abedules y aparecen las encinas, sabinas y enebros, y las tierras cambian sus colores a pardas y rojizas, los que le confieren las margas y arcillas sedimentarias con contenidos ferruginosos. Recorrimos su paisaje y nos detuvimos en algunos pueblos como Madriguera, de una cuidada arquitectura popular rojiza (tono que le conceden los cantos de conglomerados, arenas y limos todos ellos rojizos que allí se extienden y que han empleado para la construcción del pueblo). Estos materiales tienen una edad Mioceno Medio-Superior (AstaracienseVallesiense) y se depositaron aquí transportados por abanicos aluviales procedentes del Paleozoico de la Sierra de Ayllón (su área madre). Santibáñez de Ayllón, con una gran discordancia angular Silúrico-Mioceno, y Grado del Pico, con su basculado monte calcáreo del Cretácico Superior denominado Pico del Grado (gracioso juego de palabras el de la población y su monte), al que ascendimos y, buscando, vimos pocos fósiles (fragmentos de equinodermos y diversos bivalvos) y sí, en cambio, arriba, en el techo calizo (Senonense), unas bellísimas plantas de pequeñas florecillas embudadas azul intenso de la familia borragináceas (Lithodora fruticosum).

1. Véase cuento: "Piedramarilla" también del autor. 368

Tomo II

Capítulo XXIV

Azul es el color del cielo de una delicada mañana de Abril, cuando de la primavera paseo su verde suelo y encuentro esas flores ¡ay! de corolas añil... Al bajar, en la base de la montaña, vimos unas tenadas o casas para el ganado con ovejas y un cachorrito blanco de mastín que no paraba de jugar con nosotros y al que llamamos Mendozita por parecerse a Mendoza, uno de los perros ovejeros de Marcelino de Peñalba. También, curiosamente, vimos una excursión de geología -como pudimos oír- con los alumnos recién bajados del autocar, allí cercano, rodeando a su profesor que les explicaba a grandes rasgos las características morfológicas y litológicas del paisaje.

Por la edad de los alumnos, muy jóvenes, seguramente se trataba de una excursión de Ciencias Naturales de algún Instituto. 15-16/Mayo/95: Fuimos Fernando, un chico nuevo, callado y abúlico de ARBA, que no vino más, y yo a preparar la excursión de geología de COMADEN del día 21, desde Uceda hasta el Berrueco. Comimos ante la panorámica del embalse del Atazar, la clásica, por encima de su muro de contención. Después fuimos a Peñalba a dormir con tiendas de campaña. El día 16 lo pasamos en Peñalba. Respecto al vivero: los semilleros de hayas están muy bien, en los de robles crecen muy pocas plantas y en los de abedules había dos bandejas afectadas por unos hongos y las limpié; del resto 369

Diario de un plantabosques

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de ellas, he dejado dos en el cobertizo cubierto, una la he sacado al huerto de Isaías y otra la llevé a Madrid para controlarle los hongos. "Plantar hayas, robles y abedules es tan necesario y honroso, como mirar al cielo hermoso, recreándonos en sus blancas nubes y los sinfines azules."

EXCURSIONES COMADEN (Coordinadora Madrileña de Defensa de la Naturaleza) RECORRIDO GEOLÓGICO POR LA CAMARCA DE PATONES Fecha: Domingo 21 de Mayo Educador: José Luis Deltell. Efectivamente, aquel día nos dimos cita unas veinte personas e hicimos el ya clásico recorrido: Uceda, Patones, El Atazar, El Berrueco. Conglomerados, arenas, arcillas, calizas, pizarras, micacitas y granitos. Paleozoico, Mesozoico, Cenozoico. Terrazas fluviales, discordancias, buzamientos, direcciones, cárcavas, cuevas, berrocales... El 21 de Mayo fue protagonista la Geología.

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Capítulo XXIV

ARBA NOS VAMOS DE EXCURSIÓN Los próximos 20 de Mayo, 10 y 25 de Junio realizaremos sendas excursiones botánicas para aprender un poquito más sobre las plantas. La primera de las excursiones será a los Montes de Toledo, concretamente a Hontanar, donde podremos contemplar un retazo de bosque mediterráneo y, de paso, echarle una ojeadita a la repoblación que allí venimos realizando todos los años. En la segunda iremos a Hoyocasero, Ávila, donde existe la única masa natural de pino albar de todo Gredos. La tercera excursión va a ser el complemento de una charla que sobre las hayas y el trabajo que vienen realizando en el Macizo de Ayllón con ellas, nos va a exponer José Luis Deltell. La charla será el día 21 de Junio a las 20.30 h., en el Albergue, y la excursión, el día 25 de Junio al valle del Ermito. Para estas salidas pondremos autobuses, uno por excursión, así que ya sabéis; reservad vuestras plazas, que los últimos se quedan en tierra. PRECIO AUTOBÚS: 1.500 pts. SALIDA: METRO LAGO. 8.30 HORAS

Finalmente sólo pude dar la charla en el Albergue, pero no se pudo realizar la excursión al valle del Ermito por problemas de fechas y se quedó en que se aplazaría.

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4/Jun/95: Fue un buen día. Fuimos: Juanjo, Javier Grijalbo y familia (Virginia, Óscar y Amanda), Javier Barbadillo, Pilar Bedoyas, Isabel y Enrique, Juanito y yo. Fuimos a Riaza a ver el semillero y ¡sorpresa favorable! casi todas las hayitas que había han sobrevivido porque han vuelto a generar hojas verdaderas a partir de los cotiledones. Así que hay siete u ocho mil hayitas aproximadamente. También han brotado muchos robles melojos. Llevé del vivero 3 hayas de dos años para la excursión del valle del Ermito con ARBA. Cogí de las orejas al bueno de Manolo por su descuido con la pasada helada tardía..., pero al final, como en las películas clásicas, todo ha acabado bien: las hayitas se han recuperado y tendremos muchos arbolitos para repoblar. Después subimos al puerto de La Quesera y, tras admirar su espléndida primavera, descendimos a la otra vertiente, hacia la cabecera del valle del Veguillas e hicimos fotografías de las hayas grandes que sobreviven y las muchas pequeñas que en torno a ellas, y entre los brezos, están creciendo; lo cual nos llenó a todos de alegría. Luego fuimos al otro valle: al Jaramilla, también en su tramo más alto, para enseñarles las hayas centenarias que había y que se quemaron y... ¡sorpresa!, ¡están rebrotando, creciendo brotes tiernos con hojas verdes, en la base de los pies quemados! Y, como las verdes hojitas crecidas en los viejos tocones, también crecía en mí una nueva ilusión: la de ver revivir estas viejas hayas que, como el ave Fénix, renacían de sus cenizas, en este caso de sus troncos quemados. ¡Ojalá crezcan con vigor los renuevos y reverdezcan pasadas épocas de esplendor...! y con vosotras, ¡oh, grises, esbeltas y maltratadas hayas!, vuelva a sonreír el alto valle del Jaramilla. Comimos en la confluencia de los ríos Veguillas y Jaramilla, en su coqueta y atrayente pradera bien regada y acariciada ya solo por el Jaramilla, mientras los niños correteaban y jugaban y nosotros disfrutábamos del sol y reíamos porque, estando allí Javier Barbadillo, es difícil no disfrutar de su conversación ni reír complacidos sus gracias y jocosas improvisaciones. Por la tarde fuimos a Peñalba por la pista... ¡despacito y buena letra!, que hay que ver qué tramos más malos tiene de baches y de barro... Les enseñamos el semillero, el vivero de hayas, robles y abedules, que se encontraba muy bien: lleno de tiernas plantitas, tan verdes y tan nuevas, que 372

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daba gusto contemplarlas. – ¿Y éste es el vivero? -preguntó bromista Barbadillo-, si parece el huerto de lechuguitas de mi tía del pueblo..., ¡podemos prepararnos una ensalada de hayitas tiernas! Mientras, no lejos de allí, los niños correteaban persiguiendo a los gatos... – ¡Vais listos si pretendéis cogerlos!... Estos gatos son muy ariscos -les decía Jesús, el peñalbés, con su pelo blanco y casi tan revoltoso como los niños con quienes pretendía jugar. Finalmente, tras despedirnos de todos nuestros ilustres amigos peñalbeses, así como de Peñalba y sus montañosas y albas peñas y parajes, marchamos de allí; ¿adónde?, a celebrar nuestra reunión y grata excursión de aquel día, plantando una encina y un alcornoque en el alcornocal-encinar-quejigar de Torrelaguna (cerca de la casa fantasma, en la depresión..., ¡qué miedo!) 10-11/Jun/95: Salimos José Ángel y yo. Primero vimos su vivero y huerto en casa de su amigo de El Goloso, junto a la Universidad Autónoma. – ¡Uff, no veas! -decía, todo contento y satisfecho, José Ángel-, aquí disfruto como un enano, me vengo aquí yo solo y se me pasan las horas volando... Aquí planto lechugas, puerros, cebollas, mis tomates... ¡Fíjate esas matas de garbanzos cómo crecen...!, ¡uff, no veas!, cómo me lo paso yo aquí... Y mira, en ese bancal tengo encinas, y allí quejigos y esos otros son alcornoques que los planté de bellotas que cogí en El Pardo... – ¡Ah, sí! -le dije-, yo conozco esos alcornoques porque también cogí bellotas de ellos hace algunos años. Pero él seguía hablando, mostrándome eufórico sus arbolitos: – Y mira aquellos cerezos silvestres, son de La Hiruela, y esos son maellos de Segovia y... – ¿Y tu amigo, no viene por aquí? -le pregunté. – ¡Nahh!, poco, casi siempre estoy aquí solo y no veas cómo disfruto... con el huerto, la tierra, los árboles..., además ¡les abono con palomina!, que me dijo un agricultor que es lo mejor que hay para los árboles, ¡y ya lo creo! – Ya veo, ya... Después salimos para Peñalba. Le enseñé yo ahora nuestro vivero, que está muy bien, especialmente las hayas, que van más adelantadas. Los abedules van lentos, pero creo que es normal los primeros meses, ¡tienen tan pe373

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queñitas las semillas!, y están brotando más robles melojos de los que esperábamos (los melojos, ¡ya se sabe!, son "más perezosos", no despiertan a la primavera hasta bien entrado Mayo y sus bellotas, igualmente, germinan entre Mayo y Junio... Aunque, bien mirado, son listos, pues esta tardanza en brotar le evita a esta especie las terribles heladas tardías). Entonces, de manera sorpresiva y fría, como es él, sacó de su bolsa unos coquetos letreros de madera, rústicos, muy bien hechos, con los nombres de las especies arbóreas con que trabajamos en el vivero: roble melojo, haya, abedul, roble albar... – ¿Y estos letreros? -le dije. – Los hice en Madrid -contestó, parco en palabras- con unas maderas que tenía por casa. – ¡Pero si están fenomenal! -le respondí. – Regular, no me han quedado muy bien. – ¡Vaya que no! – Toma, y este otro con vuestro nombre: Grupo del Haya (ARBA) – Gracias, muchas gracias, José Ángel -le contesté-. ¡Vaya sorpresa que me has dado! Vamos a ponerlos ahora mismo en el vivero. Y sin hablar mucho más, porque José Ángel habla poco, los colocamos en sus respectivas cajoneras, y el del Grupo del Haya, encima de la puerta de entrada al vivero. Y, desde entonces, el vivero de Peñalba está muy bien señalizado con sus nombres, merced a estos atrayentes y rústicos letreros de madera..., gracias, José Ángel. A continuación marchamos a comprobar cómo están las hayas del valle del Berbellido que plantamos tiempo atrás. Todas las que pudimos encontrar están muy bien: llenas de hojitas verdes y plantadas a la sombra de los brezos, ¡como debe ser, para que éstos las protejan! (Si bien, encontramos muy pocas, teniendo en cuenta la gran cantidad que plantamos... La mayoría de las que encontramos son las que plantamos de 2-3 savias, pues de las pequeñitas de 1 savia apenas se dejan ver... Respecto a las grandes -de casi 2 m- hay como una docena que parece que han agarrado, el resto no se ven y unas pocas las hemos encontrado secas... ¡Ay si éstas las hubiéramos plantado bajo los brezos! y ocultas entre ellos..., ahora estaríamos hablando de otra cosa; pero entonces, en 1993, aún no lo sabíamos...) 374

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Capítulo XXIV

Pasamos la noche en Peñalba con Rodolfo e Isaías; no hizo falta encender el fuego, pues las noches ya no son frías, pero sí hubo conversación y alguna que otra copla e historias por parte de Rodolfo, que siempre son de agradecer, y ¿a quién no le gusta reír? – Tú ríes poco, ¿no, muchacho? -le preguntó el bueno de Rodolfo a José Ángel al verle tan pesimista y serio durante la velada. – Y tan poco, para lo que hay que ver... Prefiero disfrutar viendo las plantas o viendo crecer los árboles, ¡eso sí que me gusta!... -contestó José Ángel. Al día siguiente fuimos al valle del Ermito y, al ver las hayas viejas, descubrimos nuevas pruebas naturales de hayas jóvenes creciendo y ya surgiendo de los brezos que las protegían (arriba en el tercer desbroce junto a un haya y un abedul. Hay que volver para fotografiarlas). Y volvimos... En cambio, este año están muy atrasadas y estropeadas las hayas viejas centenarias del Ermito y del hayedo de Montejo, por culpa de la dichosa helada tardía pasada..., ¡cuánto mal hizo!, y encima: ¡hoy me han picado cinco abejas!, lo que nunca me había ocurrido. – Eso no es nada -me dijo en aquel momento, todo serio, José Ángel-, a mí una vez en La Alcarria me picaron 16, y eso que salí corriendo tan pronto como vi que se espantaban por mi presencia. Pero un agricultor que estaba por allí y al que consulté me dijo que me pusiera un poco de barro en las picaduras, lo hice enseguida y quedé nuevo, como si no me hubieran picado. No hay nada como la sabiduría popular, las gentes del campo son las que más saben, incluso más que los médicos muchas veces... Finalmente plantamos, ya de regreso, siete quejigos y un alcornoque que habíamos traído de su vivero en el alcornocal-quejigar-encinar de Torrelaguna. No está mal, también fue un día muy completito. La verdad es que los picotazos han debido de ser leves porque no tengo nada hinchado ni en la cara ni en el cuello. Por último llegamos a Madrid y, al despedirme de José Ángel, le pregunté si también podría venir el próximo día a Peñalba, pero me contestó que había quedado con un agricultor segoviano que le iba a enseñar acerca de unos cultivos y a recoger una talega de palomina y, tras dar media vuelta, dijo "hasta luego" y se fue sin mediar más palabras.

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18/Jun/95: Fuimos Andrés Revilla de ARBA y yo a la zona del arroyo del Aguilón, entre el puerto de la Morcuera y el monasterio del Paular y Rascafría. Andrés me pidió que le acompañara a reconocer el paraje y le comentara un poco la geología donde crecían unos pequeños y raros cerezos silvestres cerezo de Santa Lucía (Prunus mahaleb)-, al parecer únicos en aquel sector de la sierra. Esta es una zona geológica complicada, con predominio de rocas metamórficas profundas (dominio catazonal): Gneises del tipo "ollo de sapo" (glándulas de feldespatos rodeados de bandeados de biotitas con cuarzo); pero también, rocas ígneas plutónicas del tipo de sienitas, con muy poco cuarzo y color rosado; éstas, sin embargo, conservaban, a modo de enclaves, restos de foliaciones micáceas metamórficas (¿migmatitas?). También observamos una posible falla y, además, atravesada por diques de cuarzo; de éstos vimos, desprendidos, fragmentos de albos cuarzos grandes y rodados, así como en los canchales. Complicada, complicada geología... Mientras, encontramos varios de aquellos cerezos de Santa Lucía a los que Andrés fotografió profusamente; como curiosidad, observamos que contenían muérdago pendiente de sus ramas. Vimos también en la zona: serbal de cazadores, fresnos (Fraxinus angustifolia), arraclán (Frangula alnus), espino albar, etc. El paisaje era pétreo, muy rocoso, y bastante espectacular, con profundos acantilados y una vistosa cascada. Allí, como era natural, vimos: avión roquero -frecuentes, sobrevolando los cantiles-, colirrojo tizón y, además, un roquero solitario macho (Monticola solitarius) azul intenso, muy bonito, especie que, curiosamente y pese a ser raro de ver, le observamos recientemente bajando del pico del Lobo; disfrutamos también del majestuoso planear de los buitres leonados y del ratonero común. También oímos los cantos frecuentes de curruca capirotada, zorzal charlo, pinzón vulgar y petirrojo. Mariposas vistas: Iphiclides podalirius (varias), Aglais urticae, Aporia crataegui, Vanessa cardui, Melanargia russiae(?) y varios licénidos. Por último, de entre las muchísimas plantas herbáceas que nos topamos, destacar: cantuesos, Silene vulgaris, Dianthus deltoides, Myosotis sp. , Viola sp., Saxifraga sp., Arenaria montana, Digitalis thapsi y purpurea, Linaria elegans, Jasione sp., Sedum sp. y Armeria sp. Y así, con tanta "sp" (o sin sapiencia), nos fuimos de allí a la otra "sp": la querida... (superpoblación)... ¡Qué remedio! 376

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Capítulo XXIV

25/Jun/95: Fuimos Juanito y yo al embalse de Riosequillo en Pinilla de Buitrago. Como es natural, pasamos por las localidades de Buitrago, Villavieja de Lozoya, San Mamés y Pinilla de Buitrago. Era un día luminoso, despejado, y el calor se dejaba sentir, siendo una de esas jornadas en las que buscas las sombras de los árboles, que allí eran melojos, fresnos y encinas. Estuvimos en la orilla, lejos de la gente -pues a este embalse acude mucha gente donde gustan apiñarse, cocinar comidas y ensuciar el entorno de todo tipo de desechos-, pero nosotros estábamos, como digo, muy alejados de ellos, tanto, que ni los oíamos; además, una pequeña elevación poblada de fresnos y encinas nos evitaba verlos. Allí, en sus orillas, jugamos y nos bañamos. El agua estaba razonablemente limpia, pues, metidos en ella hasta la cintura, se veían nítidamente nuestros pies; además, el suelo era muy arenoso, procedente de la desmenuzación de las rocas metamórficas de gneis que allí mismo afloraban, todo lo cual hacía agradable andar descalzo sobre la arena..., casi parecía una playa, si no fuera por las olas que, aunque las había, eran, sin embargo, de muy pequeña magnitud, pero con la imaginación podías engrandecerlas un poco hasta el tamaño deseado... un poco más, un poco más, ¡ya!, así me gustan. El agua, aunque "fresquita", resultaba agradable, sobre todo por el gran calor que hacía cuando te exponías al sol de plano y es que: Lorenzo, ¡cuidado que aprietas aquí por estos meses! Sí, me metí en el agua -que mi trabajo me costó-, pero cuando lo hice, Juanito ya se había metido y nadado cuatro o cinco veces... ¡Cómo le gusta el agua y con qué facilidad se mete en ella! – ¿Y nadaste?... Calla, calla, que ahora viene lo mejor: Habíamos traído también un barco para jugar con él en el agua, el barco pirata de "Playmobil", y le echábamos al agua desde un pequeño promontorio que se internaba aguas adentro y desde allí la ligera brisa se encargaba de empujarle, lentamente, soplando sobre sus velas hacia la playa, donde le esperábamos. El recorrido era como de cuarenta metros o más y tardaba en realizarlo casi diez minutos. El juego nos gustó mucho a los dos, especialmente a Juanito, y ambos disfrutábamos en gran manera viendo surcar al osado navío las azules aguas del abierto y enorme océano, tanto, que le echábamos al agua una y otra vez para que repitiera su recorrido, y así hasta cuatro 377

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veces; cruzaba "la mar" balanceándose entre sus olitas y viendo cómo las aguas emitían brillantes destellos al ser acariciadas por los rayos del sol. Pero Juanito, al ir a echarlo una quinta vez desde el promontorio, quiso el viento, ¡siempre tan juguetón!, cambiar de dirección... Y... no, esta vez, al poco de iniciar su recorrido, vimos que el navío giraba y no se dirigía a la playa como estaba previsto, sino que, doblando el promontorio como si de un inquietante y tenebroso cabo se tratara, se internaba peligrosamente mar adentro, más y más... Juanito comenzó a alarmarse y a temer por su flamante barco y yo, su padre, también, que no sabía cómo iba a acabar esta peligrosa aventura "marina". Mientras tanto, el barco se alejaba y se alejaba, ya estaría a más de cincuenta metros de nuestro promontorio, y nosotros en él le mirábamos con angustia... Entonces me di cuenta de que Juanito, en silencio, estaba casi a punto de llorar pensando que nunca recuperaría su barco, con el que tanto jugaba en casa... y sufrí viéndole a él sufrir. Así que la idea, que ya me iba rondando desde hace un rato la cabeza, decidí llevarla a la práctica y, armándome de valor, comencé a despojarme de la ropa: – Toma, Juan -le dije-, guárdame el reloj que enseguida vuelvo. Voy a por él -y vi cómo sus ojos brillaron dibujándose en ellos una alegría, una esperanza en su expresión infantil... Y solo (bueno, con mi bañador) me enfrenté al peligro. Era una nueva experiencia, una nueva aventura... ¡Ay, ay, ay con las aventuras! Me metí en el agua con decisión y comencé a nadar hacia el pobre barco, que se balanceaba incierto, seguramente "tan asustado" como mi hijo. "¡Vamos Jose, tú puedes, tú puedes! -me decía a mí mismo para animarme entre brazada y brazada-, de algo te ha de valer saber nadar y haber nadado tantos años... ¡Vamos, vamos, tú puedes!" Ya veía el barco más cerca, y también a mi hijo que no quitaba sus ojos, abiertos como platos, de mí -supongo que admirado del "valor de su padre" y, al mismo tiempo, temeroso por mí y por su barco- y vi y también oí cómo me daba ánimos: – ¡Vamos, vamos, papá!... 378

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Brazada a brazada me acercaba a él al tiempo que me preguntaba: "¿Cuánto cubrirá aquí?" "Es mejor que no pienses en eso -me contesté- y mira en cambio qué cerca está ya... ¡Vamos, un poco más y lo tienes!" Plaf, plaf, plaf, nadaba en el agua y... ¡llegué! ¡Ya lo tengo!, ¡es mío!... También vi cómo Juanito aplaudía y saltaba de alegría. Me tranquilicé, descansé un poco flotando en el agua con los brazos extendidos... y comencé el regreso despacio, pero tenazmente, poco a poco. – "¡Vamos, vamos!, ya falta menos, otro descansito, y un último esfuerzo". Plaf, plaf, plaf, y... – ¡Ya, ya!, ¡ya estoy aquí, hijo! Salí del agua, saqué el barco de ella y se lo entregué a Juan, todo contento él, ¡sí, qué contento estaba!, y él me entregó un beso, un sentido beso de felicidad. Y así, de esta forma tan satisfactoria, acabó esta tan peligrosa aventura nunca vista ni oída en medio de las aguas de "la mar océana". Aún disfrutamos un par de horas de la belleza del lugar, de su soledad y silencio, y del sosegado transcurrir de la tarde y de la naturaleza toda; y yo, además, de mi hijo, jugando con él y viéndole jugar con todo lo que encontraba por allí..., lo pasamos muy bien. Además, Juan sabe distinguir y reconocer: encinas, robles, fresnos y enebros; también gordolobos, achicorias, amapolas y clavelitos; petirrojos, carboneros, gorriones, vencejos (o "morriones" y "lentejos", como él los llama), arrendajos, cuervos, urracas, etc., ¡y también sus cantos! 1-2/Jul/95: Salimos el sábado Juan R., Montse (la segoviana), otra chica de la "cantera" de ARBA, y yo. Estuvimos en los montes de El Cardoso. Hubo baño en la "laguna", ese magnífico lugar en medio del robledal, y cerca de sus orillas observamos un manantial que nos llamó la atención, pues manaba agua muy fresca y cristalina, como pudimos comprobar, pero no nos llamó menos la atención la presencia de un buen número de plantitas de nomeolvides (Myosotis sylvatica) que crecían abundantes en torno al manantial y escoltando sus aguas. Nos detuvimos a ver las azules florecillas mirándolas con atención, admirándonos tanto la belleza de su celeste colorido como la humildad de su pequeño porte, 379

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de forma que, durante un buen espacio de tiempo, nos cautivaron estas hermosísimas y a la vez tan sencillas florecillas silvestres. A los nomeolvides Pequeño nomeolvides, a Aquel que te dio el color debes tu merecido honor, ¡destacas allí donde vives! Adorno de manantiales, de bosque y herbazales, como trocitos de cielo crecidos en húmedos prados, ¡a todos tienes prendados! ¿Cómo podrá olvidarte el que te hallare en el campo? Querrá sonreírte, besarte, amarte... ¡admirarte tanto! Hermosa, azul y silvestre, delicada florecilla... ¡Cuánto me alegra el verte! Después fuimos a ver los roblecitos que plantamos J.R y yo el día 29-30 de Enero del 94 y están bien, ¡viven! Posteriormente, a la vuelta, encontramos algunas turmalinas, no muy buenas, pero turmalinas al fin y al cabo. Son renombradas y famosas las turmalinas de El Cardoso (Guadalajara). Finalmente fuimos a Peñalba y, antes de que cayese la noche, bajamos al vivero, allí vimos los semilleros de abedules que crecen lentamente, como es normal, y el vivero de hayas y robles que le gustó especialmente a Montse, dada la espectacularidad, salud y verdor de tantas plantitas como hay..., sí, están muy bien y rebosan salud. El domingo fuimos al valle del Ermito y se unieron a nosotros: Elena, 380

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una joven con mucha inquietud por repoblar y proteger la naturaleza, que conocimos en ARBA, ¡cómo no!, su padre y su perra Gos D'atura catalá: Diva. Hicimos el recorrido habitual por el valle hasta llegar al lugar de repoblación. Había cantidad de flores llamando a la puerta del calendario floral de Junio-Julio: Jasione montana, clavel del pastor, cantuesos, Lotus sp., otra vez aquí vimos más nomeolvides en un lugar encharcado cerca del arroyo, sedun amarillo (Sedum acre) en flor, serpol, ese tomillo tan bonito y oloroso, macucas, una umbelífera frecuente, diversas plantas de la familia compuestas: Hieracium sp., Leucantemun, manzanillas, milenramas y los primeros Senecio jacobea, etc. Además vimos Digitalis purpurea, multitud de gordolobos (Verbascum pulverulentum), Silenes, Dianthus sp., centaura mayor (Centaurea scabiosa), hierba de San Juan (Hypericum perforatum) y muchas más flores. Entre las mariposas reconocimos: Una Parnasius apollo que sobrevolaba solitaria y majestuosa, Pontia duplicidae, ortigueras, Inachis io, Brintesia circe, Erebia de montaña y un grupo de pequeños y azules licénidos, posiblemente Icaros sp., que revoloteaban y se posaban en el barro. Los machos son los especímenes azules, las hembras son de un color pardo claro. Por supuesto, oímos cantar multitud de avecillas y pudimos ver nítidamente en una rama de melojo un espectacular y colorido herrerillo común, siempre tan inquietos y acrobáticos; también a un alcaudón común. Sobre nosotros sobrevolaron, altos, dueños de las alturas, tres buitres leonados que, sin apenas aletear, describían círculos hasta que finalmente desaparecieron. También pudimos contemplar un conejo que cruzó corriendo la pista por delante de nosotros y al que la perra Diva intentó perseguir, mas sus dueños se lo impidieron, y un topo, aunque sin vida y que no tardaría en ser la merienda de algún oportuno comensal. Además pudimos ver un zorro durante unos segundos hasta que rápidamente se ocultó entre los altos brezos y, por último, un corzo, al que oímos correr por la ladera que estaba enfrente de la nuestra y pudimos contemplar su ágil carrera hasta desaparecer. La verdad es que vimos a bastantes "amigos" pobladores de estos intrincados y solitarios parajes. Plantamos 4 hayas de 3 años en la zona habitual, con todo su cepellón, escondidas bajo los brezos, bien escogidos los lugares y bajo la supervisión de J.R. y mía, pues los demás acompañantes eran nuevos en estas lides y no es lo mismo 381

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plantar un árbol que vamos a controlar, que plantarlo y dejarlo a su suerte, y más un haya en estas latitudes... Plantados los árboles ante la gran satisfacción de todos, proseguimos nuestra excursión hasta el alto valle, concretamente hasta un lugar -en el tercer desbroce- que conocemos por la proximidad entre un haya y un abedul. Hicimos más fotos de pruebas naturales de hayas creciendo bajo el cobijo y protección de los brezos (4 fotografías) y otra más de haya pequeña (como de 3 savias) sin protección de brezos (en el 1er desbroce de arbustos, al final -referencia: piedra de cuarzo blanco en el camino-), para ver si aguanta la sequía estival sin el brezo protector. Aunque también el ganado puede comérsela o ramonear..., lo veremos en Octubre, que todo hay que experimentarlo. Elena, ¡qué suerte!, encontró un buen cuarzo, ¡todo un cristal de roca!..., su padre, satisfecho, decía que era la suerte de los principiantes. Yo nunca, desde luego, vi uno tan grandecito y tan bien cristalizado y conservado como ése por estos lugares; sí había visto otros, pero muy inferiores. Al regresar, comprobamos que las hayas del hayedo de Montejo, enfrente de nosotros, continuaban con no muy buen aspecto después de la horrible helada tardía que sufrieron, lo cual nos dejó un poco preocupados... Confiemos en que, poco a poco, se vayan recuperando.

Incluidas las 4 hayas de 3 años que hoy se han plantado en el valle del Ermito, hasta fecha de hoy: 2/VII/95 llevamos plantadas 861 hayas en el Macizo de Ayllón.

CHARLA EN GREENPEACE C/Rodríguez San Pedro, 58. 28015 MADRID

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Efectivamente, el jueves 6 de Julio del 95, a las 8 de la tarde, di una vez más la charla: "Estado actual del haya en el Macizo de Ayllón, experiencias y conclusiones sobre su recuperación." Asistieron Mario Rodríguez por parte de Greenpeace, así como Alicia Aguilar, Antonio del grupo Grefa, Miguel Ángel Rodríguez y su novia, unos amigos, así como otras personas que allí se dieron cita, y Juan R., Juanjo y yo por parte del Grupo del Haya, en total hubo cerca de 20 personas. Algo más de 2 horas de explicaciones, exposición de mapas, proyección de diapositivas y al final turno de preguntas. Yo lo pasé muy bien. Dijeron los asistentes que les gustó y que fue muy interesante...; con lo cual, Juan Rodríguez, Juanjo y yo nos sentimos muy halagados.

22-23/Jul/95: Fuimos a nuestras montañas de Ayllón Juan Rodríguez y yo. El sábado por la tarde fuimos a bañarnos a "nuestro lugar" de El Cardoso, así que ya podéis imaginaros el calor que hacía. Una vez refrescados, descansados y ya caída la tarde, nos fuimos a Peñalba. Allí, tal y como recomendó Isaías, quitó la malla sombreadora, pues insistía en que no deben estar tan a la sombra las plantitas de roble y haya del vivero. Al fin y al cabo, hay buen dosel de sol-sombra en el huerto con el manzano, el nogal y las judías altas entutoradas... – Es necesario, es necesario -insistía Isaías- que también les dé el sol a los robles y hayas pequeñitas...; ya sé que a ti no te gusta, José Luis, pero hazme caso, en la huerta a todas las plantas les da el sol desde pequeñas y mira cómo se desarrollan... – Sí ya lo sé, Isaías -le contesté-. Y todavía a los melojos que les dé un poco de sol directamente pase, pero las hayas son plantas de umbría y mucho más cuando son pequeñas, pues son muy delicadas y sensibles a la exposición directa de "Lorenzo" en pleno verano... Siempre he leído de las hayas que sus plántulas requieren sombra. Ya sé que las plantas de huerta requieren sol, pero esto son hayas y... 383

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– ¡Que no, hombre! -porfiaba Isaías-, que todas las plantas requieren del sol para desarrollarse, es lo natural, para eso está el sol ahí arriba... – Ja, ja, ja -reía J.R. escuchando las porfías de ambos-, bueno, mira, hacemos una cosa, si vemos que amarillean y pierden vitalidad, ponemos rápidamente la malla sombreadora. Yo, riendo también, le dije a Isaías: – Mira, tú imita siempre a la naturaleza: los hayedos buscan, por lo menos aquí en Ayllón y en España, la sombra: las laderas de umbría, las exposiciones Norte y Este; en sus bosques hay mucha sombra, frescor y humedad; los hayucos, como las bellotas de los robles, caen a plomo bajo las copas de las hayas en otoño y, en primavera, ya con sus copas llenas de hojas, germinan y crecen las plantas y en ese ambiente umbrío se desarrollan... ¿Ves como crecen a la sombra? La imitación de la naturaleza me da la razón -le dije riendo. – Bueno, pues vamos a hacer la prueba como dice Juan -concluyó Isaíasy, si vemos que no progresan, les ponemos la malla. – Vale, como queráis -les contesté-, al fin y al cabo ya tiene algo de sombra el huerto; lo que no pueden estar es al sol de plano todas las horas del día... Así concluyó la feliz porfía.2 Finalmente, ya caía la noche y, tras cenar tranquilos entre las sombras de los prados de Peñalba y la compañía de altos y recios melojos, dormimos acampados bajo las estrellas. A la noche Alta bóveda estrellada que acompañas mi soledad aplaca mi alma callada rendida a tu inmensidad.

2. Sin embargo, y a la vista de la realidad de que las hayas amarilleaban ante la crudeza del bueno de Lorenzo, ¡que cómo aprieta en verano!, hubo que protegerlas con la malla sombreadora y, en lo sucesivo, siempre quedaron cubiertas durante la época estival.

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Capítulo XXIV

¡Ah, serena noche estrellada! vela mis pensamientos, que tu vigilia calmada evoca... ¡tantos sentimientos! Recuerdos, susurros, rumores... envuelven, ésta, tu quietud; ojalá mis versos mejores ensalcen, ¡oh noche!, tu virtud. Amaneció el domingo, la luz inundó las tiendas de campaña, las avecillas, en multitud, cantando saludaban a la mañana y rumores de cencerros, hermanados con la música tenue del Cañamar, voces todas del áspero valle, nos despertaron, invitándonos a disfrutar de la nueva jornada bañada por los rayos del sol. Tras levantar el campamento y desayunar plácidamente allí al pie de los melojos, nos ocupamos del vivero y, después de comprobar que todo estaba bien, regamos todos los semilleros, dejándolos bien mojados, seguramente ya no volveríamos a Peñalba hasta Septiembre -después del verano-. Pero los buenos de Isaías y Luis ya les atenderán un poquito. Nos despedimos de los queridos peñalbeses serranos y de Peñalba y marchamos de allí, ¿a dónde?, a darnos otro baño en nuestro lugar favorito de El Cardoso, ¡tanto calor hacía y tan bien se estaba allí!... Después fuimos al hayedo de Montejo. Éste seguía afectado, con muchas hojas secas y muy castigado, por la fuerte helada del 20 de Abril, y posiblemente algún árbol morirá. No sabía que una helada tardía podía incluso matar a un árbol fuerte, hecho y derecho... El aspecto era triste, casi todos los árboles estaban afectados por ella, veremos cómo responden. ¡Ah!, ha desaparecido la casita-refugio de la parte alta del hayedo. Ya no está. Mejor así, sólo servía para albergar a un grupo de indeseables y drogadictos que iban algunos fines de semana a "colocarse", colándose en el hayedo.

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XXV. Conclusiones y planificación de la siguiente campaña (95-96)

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XXV. CONCLUSIONES Y PLANIFICACIÓN DE LA SIGUIENTE CAMPAÑA (95-96) 1ª) Trabajar con módulos de 1mx80cms (serán más pequeñas: las CANASTAS DE PLÁSTICO que usan en las fruterías). 2ª) Semilleros de interior hasta 1ª semana de Junio. 3ª) Semilleros de exterior desde 1ª semana de Junio. 4ª) En el semillero de exterior habrá malla sombreadora. 5ª) Trabajaremos en exterior en el huerto de Isaías y, si es posible, también en el prado contiguo (para ampliar producción). 6ª) Se regarán con manguera comprada al efecto y dotada de cabeza de salida de agua de ducha fina. 7ª) Trabajaremos con haya, roble melojo y abedul, como especies principales. Y con unos pocos serbales de cazador, roble albar (Q. petraea), acebo, cerezo silvestre, tejo, etc, para introducir biodiversidad. 8ª) El semillero de interior estará donde nos dejen: cobertizo de Isaías, de Cirilo, de Jesús, etc. 9ª) En Septiembre ir preparando CANASTAS DE PLÁSTICO y hablar con Isaías si aumentamos semillero de exterior en el prado contiguo y, si es así, ir cerrándolo con tela metálica anti-vacas. 10ª) En otoño: Recolección de semillas.

- DESCANSO AGOSTO. VACACIONES Y VIAJE A ASTURIAS, que es tanto como decir naturaleza total y aventura... Siempre verdes son tus prados, tantas veces gris tu cielo; de húmedas nieblas, de aromas de hierbas y flores, vistes tu suelo. Y frente a ti, anchuroso, el mar... ¡ese, que ver tanto anhelo!

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Capítulo XXV

... ... ... ... ... Saltaban las olas del mar, abajo, en el oscuro acantilado; volaba, grácil, la gaviota, arriba, sobre un cielo iluminado...; y yo, al borde mismo del cantil, sobre las viejas rocas sentado, de las aguas, su azul inmensidad, admiraba absorto y callado... En el bosque Tupida frondosidad y frescura, cuya espesura el cielo me impide ver. Multitud de grises troncos que, cual columnas de un templo natural y callado, se erigen buscando la luz de las alturas. Alfombrada hojarasca es tu suelo, de anémonas y scillas adornada, admiraros ya complace mi alma; pero una sonrisa... ¡qué no haría por veros sonreír! Silencio deleitoso, plácidos murmullos, dulces voces de la floresta, dispersos rumores que llegan... ¿No oyes? Es la música del bosque. 30/Sept-1/Oct/95: ¡Empezó la nueva campaña 95-96! Se ha comenzado a construir el nuevo vivero de exterior en Peñalba. Nos hacía mucha falta, porque el del huerto ya se nos había quedado pequeño. 389

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Fuimos Paz, J.R. y yo. Paz fue la novedad, vino por medio de su hermana Alicia, de ARBA, y, oyendo hablar de nuestra actividad repobladora, quiso contribuir a ella. Llevamos los 8 postes, malla y cables galvanizados. Pasamos noche en Peñalba, alrededor de la lumbre, que ya empezaba a refrescar, y acompañados de Rodolfo, Luis e Isaías transcurrió la velada entre conversaciones, bromas y risas, pues ya se sabe que estando Rodolfo transcurren las noches amenas, aportando su gracejo tan personal a las pláticas. El domingo comenzamos la construcción: Medición y allanamiento del terreno, de 5x3 mts., y se han colocado los 8 postes con hormigón y cemento. Después, por la tarde, dimos un paseo al "Pozón de Juntas" donde pudimos admirar, una vez más, el frondoso bosque de encinas concentrado en tan rocoso y recóndito paraje sólo visitado por las aguas del Jaramilla, del Cañamar y los sugerentes céfiros del viento que, en armonía con el impresionante silencio reinante en el lugar, así conviven desde tiempo inmemorial. Y ¿qué decir, aguas arriba del Cañamar, de su briosa cascada obligada a saltar el fuerte resalte de unas intrincadas capas de cuarcita, duras y desafiantes? Allí siempre se detienen los pies, se aviva el ánimo, se regala a los sentidos y se relaja el alma. 11-12/Oct/95: Fuimos Juanjo y yo. Llevamos las bellotas de roble melojo que teníamos en el garaje y 6 canastas (las futuras cajas de semilleros). Cogimos hojas de tonos otoñales de cerezo, de álamo temblón, álamo negro, serbal de cazadores, roble melojo y otras para hacer composiciones de cuadros didácticos y decorativos con ellas. También hicimos fotos muy interesantes para acompañar a la ponencia3 de roblecitos creciendo entre los arbustos de brezos, brecinas y jaras, así como otras para explicar la degradación de la fase bosque, en las series de sucesiones ecológicas. Seguidamente nos internamos en el hayedo de Montejo atraídos por el bello reclamo de su encedida coloración otoñal... y dimos un buen paseo bajo sus frondas. 3. Ponencia: Restauración del paisaje con hayas en el Macizo de Ayllón. Experiencias, observaciones y conclusiones, con la que muy pronto participaríamos en los III ENCUENTROS SOBRE PROPAGACIÓN DE ESPECIES AUTÓCTONAS Y RESTAURACIÓN DEL PAISAJE.

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Capítulo XXV

Cerca del hayedo de Montejo recogimos unos 10 Kg de bellotas de melojo de muy buena presencia y tamaño. Y con tan buena mercancía que echamos al saco, marchamos con ella al vivero, a Peñalba, donde esperemos se transformen en arbolitos con los que trocar en bosques los montes ahora despoblados... El Grupo del Haya sale a plantar, ilusión no le ha de faltar...

14-15/Oct/95: Fuimos J.R., Paz y yo. El sábado cogimos muchas bellotas de roble melojo en la zona próxima al hayedo de Montejo. Como estábamos muy cerca de tan distinguido y famoso lugar, y además era sábado y época otoñal, había gente y, al vernos recoger bellotas tan afanadamente, algunos nos preguntaban: – ¿Qué hacéis, qué recogéis? – Recogemos bellotas. – ¿Es que se comen?, ¿tienen algún valor?... – Las recogemos para sembrarlas en un vivero y obtener roblecitos con los que luego repoblar los montes. – ¡Ah!, qué interesante, qué interesante... – Pues, si quieres, puedes ayudarnos a recoger, o después venir al monte a repoblar con los arbolitos... Y, una vez más, al invitarles a participar con nosotros en tan "qué interesante, qué interesante" altruista, ecológica y conservacionista labor, siempre, indefectiblemente, oíamos las mismas respuestas, las mismas excusas: – ¡Oh, pues... es que ahora no tengo tiempo!... 391

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– Ya, pues... es que... hemos quedado y tenemos que irnos, ¿sabes? – Bueno... sí, tal vez algún día... – Pues... no podemos ahora, pero... ¡que plantéis muchos arbolitos! Y otras respuestas semejantes... Nadie puede. Siempre dicen que es una labor muy interesante, que todos deberían hacer algo parecido ¡pero!... nadie quiere hacer nada o qué pocos. Me acordaba también de mi hijo Juanito, cómo se habría reído hoy si hubiera estado aquí escuchando esas mismas respuestas y excusas de siempre... que ya se las sabe de memoria. Vimos el hayedo (ya otoñal) desde la panorámica que ofrece la pista que lleva al valle del Ermito. Comimos en "nuestro mirador" admirando el paisaje espléndido que desde allí ofrece el bosque... Al llegar el otoño se repite cada año, lo mismo hoy como antaño, un rito de gran belleza: El haya se viste de reina. Se recrea, se engalana, nos seduce la mirada... ¿Quién no vibra al contemplar sus copas ocres y rojas, antes de caer las hojas? Te preguntarás: ¿Es esto real? Te parecerá soñar. Finalmente, ¡cómo no!, nos internamos en el bosque, paseamos en silencio por él, vimos el haya madre y otros parajes no menos admirables a los que solemos acudir y... nos ocurrió más o menos como dice el poema. Pero, ya despiertos, también vimos que no había hayucos. En fin, a ver si encontramos en otro sitio. Ya anochecido, fuimos a Peñalba. 392

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– ¿Y a ti, Mari Paz, también te gusta subir al monte? -preguntó Rodolfo, boina en la cabeza, sentado en su sillón frente al fuego. – ¡Claro, Rodolfo! -contestó-, ahora venimos de él y estaba precioso... ¡tan otoñal! – Pues a la mayoría de las mujeres que yo he conocido -añadía Rodolfono les gustaba subir porque decían que se llenaban de polvo o de barro, y que había muchos "artos" y zarzas que las mordían como lobas, je, je, je, y que se cansaban de tanta caminata... y eso cuando no llovía y tenían que bajar a escape, je, je, je,... ¡No, qué va!, todas decían lo mismo: que estaban mejor en casa. – Claro, ji, ji, ji -reía Paz-, porque nos gusta ir cuando hace buen tiempo, ji, ji, ji. – Pues a éstos, -decía Rodolfo- a Luis (a mí solía llamarme Luis en vez de José Luis) y a Juan y al otro largo que también viene con ellos... – ¡Juanjo! -le indicó J.R. – Sí, ése, je, je, je -prosiguió Rodolfo-, éstos vienen en todas épocas, con tiempo seco o mojado, con frío o calor, sí... – ¡O nevando! -añadí-, que también hemos venido amenazando nevar el cielo e incluso, más de una vez, hemos amanecido en Peñalba con el suelo blanco... Y ¡ay, las subidas al alto de Cabida!, la guerra que nos ha dado... – ¡Y cavar en la nieve para plantar hayas en el valle del Berbellido! -añadió J.R. – Y el día que fuimos a plantar, también al Berbellido -les recordé-, y estaba el suelo congelado, ¡duro como una roca!, ¡clon, clon, clon!, sonaba el suelo al darle con la azada... – Ji, ji, ji -reía gustosa Paz al oír la conversación...-, esos días espero no venir yo, ji, ji, ji. – Estas montañas son muy frías -concluía Rodolfo-. Aquí la vida es dura y se pasan muchas calamidades... ¡Ay, si yo os contara!, ¡ay, ay, ay!... – ¡Claro!, si el campo es muy duro... -salía una voz desde la cocina, era Luis- Hay mucha gente que piensa que la vida en el campo es bucólica y maravillosa y ¡de eso nada! Es lo más duro que hay y muchas veces ingrato, cuando vienen mal dadas y se te mueren los animales o te viene un pedrisco y te arruina el huerto... – ¡Y menos mal si no te viene una hambruna! -añadió Rodolfo levantando 393

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los bracitos al aire-, que yo casi no he padecido de hambres, si no fuera cuando estuve en la cárcel, ¡ay, cabrones!, pero mi padre, en paz descanse, cuánto me tenía contado de inviernos que venían "reviraos" y pasando necesidades porque no había, y no tenían los pobres qué comer... – Sí, porque hoy se vive mejor -explicaba Luis- y tenemos carretera, ¡ya veis qué carretera!, llena de baches..., y agua y luz en las casas y ¡hasta teléfono!... que buena parte del año no funciona... pero bueno, eso es aparte... – ¡Ay canallas -dijo entonces Rodolfo-, que a los pobres siempre nos tienen abandonados!, ay, ay, ay, canallas... – Pero, hasta hace muy poco -prosiguió Luis-, aquí estábamos perdidos y olvidados de todo el mundo, y se vivía y se comía de lo que cada uno tenía... y producía... y había que ir a pie a Riaza, y al Cardoso y ¡hasta Buitrago!... Sí, sí, no vayáis a creer..., que aquí la vida ha sido muy dura... ¿Por qué creéis que toda la gente emigraba de los pueblos a las grandes ciudades? Sí, sí..., pensadlo... -y haciendo un inciso, prosiguió: – Hale, padre, acérquese a la mesa a cenar que ya le he calentado la sopa y las tajadas... – Ya voy, ya voy, ¡ay, ay! -decía Rodolfo, mientras se incorporaba del sillón ayudado de sus bastones...- ¿Vosotros no cenáis? – Sí, ahora, Rodolfo -le contestó Paz-, ji, ji, ji, ahora. Y así, por estos cauces, transcurría hoy la conversación junto a la chimenea. Después proseguía más, incorporándose a la misma Isaías, tras atender el ganado..., que siempre llega el pobre "heladito" y cansado y se queda dormido en el sillón junto a la lumbre... ¡Noches de Peñalba junto al fuego! Si las noches son largas y frías, y la conversación caliente, de animados razonamientos y sabidurías... hay fuego en el hogar. Si oyes un chiste, una copla, o un cantar que te hace reír o pensar mientras el fuelle al fuego sopla... hay un anciano singular. 394

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El domingo montamos la malla metálica del vivero y ya está terminado (a falta del techo: "las vigas" o barras, cables y malla sombreadora -ésta para el verano-). Después, una vez finalizada la tarea, y tras despedirnos de los peñalbeses, fuimos al puerto de La Quesera, por la pista... ¡vaya pistita! ¡desde luego tengo más valor que "el Guerra"! No había hayucos en el bosque de La Pedrosa. Aunque, eso sí, el bosque estaba precioso de aspecto, de colorido radiante y atrayente... Finalmente regresamos a Madrid, ¡qué remedio!, por la carretera de Majaelrayo, Campillo de Ranas, Tamajón, etc. Por donde nos cayó la noche. 21-22/Oct/95: Fuimos Juan Rodríguez, Juanjo, Juanito y yo hacia los alrededores del hayedo de Montejo para seguir recogiendo bellotas de roble melojo... – ¡Ayyy, ja, ja, ja! -gritaba y reía Juanito al mismo tiempo, mientras se agarraba al cuello de J.R. allí, dentro, en el asiento trasero del coche. – ¡Ay, bandido! -levantaba ahora J.R. la voz-, no vale tirar del pelo... Ay... – ¡Vaya, vaya! -exclamaba entre sonrisas Juanjo-, parece que va el gallinero alborotado... – ¡Oye, Juanito, ya basta, eh!, ¡por favor! -le reprendí por enésima vez-, te he dicho muchas veces que en el coche hay que ir sentadito y portarse bien..., ¿no ves que me vas dando patadas en el asiento?... ¡Y tengo que conducir, caramba! Poco tiempo después, por fin llegamos a las inmediaciones del hayedo de Montejo y, al comenzar a coger bellotas, le dije a Juanito: – Ya verás, hijo, ya lo sabes, prepárate a reír que pronto vendrán los mirones a preguntar que qué hacemos y, cuando se lo digamos y les invitemos a ayudarnos... – ¡Ya lo sé, papá, ya lo sé, ja, ja, ja! Efectivamente, no tardó en aparecer el primer curioso-mirón atraído por nuestra silenciosa y afanosa actividad. – ¡Hola!, he visto que recogéis "cosas" y he venido a preguntaros qué... Juanito, al oírle, empezó a dibujar una más que gran sonrisa en su cara, al tiempo que se le inflaban sus colorados mofletes. – Recogemos bellotas para llevarlas al semillero, y obtener de ellas arbo395

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litos con los que luego repoblar los montes -le contestó Juanjo, adoptando un tono serio y explicativo. – ¡Ah, ya, qué interesante!, pero os pagan por hacer esto, ¿no? – ¡No, qué va! -respondió J.R.-, esto lo hacemos altruistamente en nuestro tiempo libre... – ¿¡Ah, sí!? -respondió sorprendido el curioso-mirón. – Si quieres, puedes ayudarnos -le invitó Juanito sonriente. – No, no puedo, ya tengo que irme..., ¡pero hacéis una labor muy interesante! y... Y cuando se fue, Juanito estalló en una sonora risotada... – ¿Lo ves, hijo?, ya te lo dije. – Que ya lo sabía, papá -contestó-, ¿no te acuerdas de que ya lo vi otras veces en que recogíamos hayucos? Habían madurado mucho y caído al suelo las bellotas desde la semana pasada, y podían verse cantidad de ellas, sanas, hermosas y gordas... Entonces dije: – ¡A ver quién coge la bellota más gorda!, hacemos un concurso y elegimos a ¡la bellota campeona! – ¡Vale! -exclamó Juanito-, y luego le damos un premio al que gane. Todos nos afanábamos en recoger bellotas en nuestras bolsas que, posteriormente, se volcaban en un saco traspirable de rafia. – ¡Hala, vaya bellota gorda que he encontrado! -exclamó Juanjo sonriente y mostrándola en su mano. – ¡Pues mira que yo!, tengo aquí tres bien gordas... y seguro que ésta va a ser la campeona -le contestó Juanito, visiblemente contento y concentrado en la recolección y búsqueda "bellotil". Pasado un rato... – Bien -les dije-. Atención, vamos a proceder a la elección de la "Bellota Campeona", que cada concursante presente a sus candidatas... Todos presentamos a nuestras gorditas favoritas, lustrosas, hermosas, duras y ya bien pardas y, tras fuerte competencia e igualdad entre las distintas candidatas, finalmente y con una gran risotada, Juanito se sacó del bolsillo otra bellota, aparte de las que primero había mostrado, realmente grande, más que todas las demás y que, ante nuestra admiración y sorpresa, evidente y unánimemente, ganó el premio. 396

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Ya podéis imaginaros lo feliz y satisfecho que se sentía Juanito con su bellotón premiado. – Y ¿cuál va a ser mi premio? -preguntó. Todos nos quedamos en silencio y... le contesté: – Tu bellota campeona la plantaremos aparte y sola, teniéndola controlada, y cuando el arbolito nazca, será tu roblecito que tú le plantarás personalmente y nos acordaremos dónde para visitarle con frecuencia y regarle y protegerle y así ver cómo crece..., ¿te gusta? ¡PLANTA UN ROBLE! HARÁS UNA OBRA NOBLE – Sí -contestó Juanito-, pero... – ¡Toma! -le contesté-, golosón... Y sacando la tableta de chocolate, le partí un buen pedazo que rápidamente devoró satisfecho entre risotadas y bromas. Y así terminó nuestra particular "fiesta de la bellota". Finalmente, recogimos y llevamos el saco al coche. Luego paseamos por la pista que lleva al Ermito frente al hayedo de Montejo disfrutando de su magnífico otoño, engalanado el bosque con sus mejores atuendos y colores rojos, ocres y dorados y aún verdes. ¡Daba gusto contemplarlo!, y nos deteníamos frecuentemente para admirar su bella estampa. Estamos en el otoño... Mas, en los montes, el bosque frondoso, de su próximo letargo sabedor una vez más, esforzado y generoso, se dispone a regalarnos su aspecto arrebatador... ¡Así me gusta el otoño!... ¡Oh, explosión de vistosos coloridos! vivís momentos estelares: profusión de rojos, ocres y amarillos... ¡Cómo lucen las hayas, los álamos, los robles y serbales! 397

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que, por agradarnos tan solamente, nos dan lo mejor de sí mismos... Árboles, bosques... ¡Qué buena gente! Llegamos a Peñalba y descargamos el saco y 7 canastas más (ya hay 16) y regamos el cajón-semillero de robles y hayas. Y, ¡sorpresa!, hemos hecho una primera tirada de camisetas del Grupo del Haya -ARBA-. Son blancas con el motivo en negro: Un haya que nos dibujó Javier Grijalbo, con un corzo bajo su copa, y el nombre del grupo y los demás textos en rojo. 28-29/Oct/95: Fuimos Juan R., Juanjo, José Ángel y yo. Esta vez cogimos bellotas de roble en la zona de El Cardoso, a nuestras anchas y en total tranquilidad lejos de curiosos-mirones. Estuvimos sólo una hora, pues el tiempo apremiaba y partimos para Riaza, vía Montejo de la Sierra, Horcajo y Pto. de Somosierra. Ya en Riaza, y tras estar con Manolo, echamos 2 sacos de mantillo en el coche y seguimos camino hacia el Pto. de Quesera, al hayedo de La Pedrosa. El melojar, abajo, y el hayedo, arriba, se mostraban preciosos, encendidos con sus mejores coloraciones otoñales. Sin embargo, y éste es el pero, no vimos ni un solo hayuco y estuvimos buscando el resto de la tarde, pero todo fue infructuoso, NADA. No vimos ni un hayuco. Decepcionados, bajamos a Peñalba, ya de noche, por la cara sur del Pto. de Quesera a buscar la pista que nos llevaría a nuestra pequeña y recóndita aldea. Allí descargamos los 2 sacos, el saco de bellotas y 8 canastas (ya hay 24). Después, al confortable calor del hogar, junto al fuego: – ¡Pues nada, que no encontramos este año hayucos! -le comentaba a Rodolfo... – ¿No encontráis hayucos? -contestó Rodolfo- ¡Vaya!..., pero si tenéis muchas hayas en el vivero, que bajé a verlas al huerto. – Ya, pero ésas son para plantarlas este invierno; una vez que las plantemos, ya no nos quedarán para el año que viene. – Bueno, nos quedan también las de Riaza -apuntó Juan R. – Espérate a ver cómo evolucionan aquéllas -le contesté-, sufrieron mucho con la helada tardía y seguramente habrá muchas bajas. – No, a lo mejor no -señaló un optimista Juanjo-, volvieron a rebrotar sus hojitas. 398

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– Sí, pero no... ¡qué va!, ésas que se helaron ya no valen para nada -apuntó un pesimista José Ángel-, han quedado muy debilitadas y, con el esfuerzo de echar nuevas hojitas, ya no tendrán fuerza, ni defensas y seguramente irán a menos y sucumbirán... Me lo dijo una vez un agricultor de Segovia que, si las plántulas de garbanzos se hielan..., ¡bah!, ya no valen para nada y hay que desecharlas... – Bueno, pero éstas son plántulas de haya, son árboles, y seguramente serán más resistentes -apuntó el optimista Juanjo. – No, ¡qué va!, no lo creas, las heladas son muy malas y dañan a todas las plantas... ¡No, qué va!... -sentenció José Ángel. – ¡A ver!, a ver qué pasa, ¡ya veremos! -concluí- Pero, en cualquier caso, nos hacen falta suministros, ¡continuos suministros!, para que la cadena no se pare, sería triste no poder plantar hayas el año que viene, o el siguiente, por no haber conseguido éste los hayucos... – ¡Ay, suministros!, je, je, je -reía jocoso Rodolfo al oírlo-, suministros... Nosotros sí que teníamos necesidad de suministros cuando estábamos en el frente... Escucha, escucha, je, je, je, que te voy a contar una historia que nos ocurrió estando en el frente de Teruel y... – ¡Buenoo! -exclamó Juan R.-, la batallita de Rodolfo... Tras escuchar atentamente los relatos de Rodolfo, y ya también en presencia de Luis e Isaías, les comentamos que al día siguiente iríamos hasta Tejera Negra a intentar encontrar hayucos. – Claro, si no hay otro remedio... -expuso Isaías. – ¿Habéis mirado aquí en las hayas de la Dehesa? -propuso sonriente Luis, su hermano. – Nunca hemos visto hayucos en esas hayas -repuso Juan R. – Pues algunas son bien grandes..., ¡alguna vez tendrán que dar hayucos, digo yo!... -sostenía Luis. – Pues mira -le dije-, cuando tengas tiempo, acércate a la Dehesa y buscas a ver si hay algo, ¿vale?, y nosotros iremos mañana hasta Tejera Negra... – Bueno, bueno, como queráis, hale, sí, me iré a dar un paseo hasta allí aceptó el buen Luis. A la mañana siguiente: Salimos para Tejera Negra vía Corralejo-Roblelacasa-Campillo de RanasMajaelrayo-Cantalojas. Pero no hubo necesidad de llegar a esta última loca399

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lidad y, un poco antes, nos desviamos a la izquierda, a la vera del río Lillas para encaminarnos al famoso hayedo ya parque natural. Caminamos por él, gozamos de su frondosidad, disfrutamos de su frescura y quedamos una vez más admirados, ¿qué digo admirados?, embelesados, arrebatados ante la espectacular belleza otoñal del hayedo, pero... no vimos hayucos, buscábamos, caminábamos aquí y allá, bajo este árbol, bajo aquél, pero todo era inútil, no encontrábamos hayucos. – ¡Nada!, ¡que si quieres arroz, Catalina!, no hay ni un hayuco... -exclamaba un contrariado y serio José Ángel... Finalmente, ya cansados y decepcionados, nos fuimos de aquel lugar que, aunque maravilloso, nos negaba sin embargo aquello que habíamos venido a buscar: unos pocos de sus hijos, de sus semillas anheladas con las que poder repoblar algunos de los montes, ahora más desfavorecidos, de este Macizo de Ayllón. Marchábamos ya en el coche y admirábamos su paisaje: ¡cuántos melojos!, ¡qué colorido!... Melojares de Ayllón, robles de estas sierras, presentes en valles y asperezas; velludos, vetustos, recios... ¡Oh grandeza! Tal es vuestra belleza. Melojares de Ayllón, robles de estas sierras, veros, recrearnos en la soledad de tus tierras... Y sentarnos cada otoño admirando cual tesoro, tu nuevo manto de oro... Melojares, asperezas, agrestes soledades, 400

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el agua, el aire, la nieve, ¡tantas purezas! ¡Ah, queridas sierras de Ayllón! – ¿¡Qué le vamos a hacer!? -decía Juanjo, resignado-, hemos estado en los tres hayedos: Montejo, Quesera y Tejera Negra, y no hemos encontrado hayucos; bueno, ¿qué se le va a hacer?, tenemos hayas y muchas bellotas de roble melojo, y... abedules; tenemos bastante para trabajar, creo yo... – Sí -contestamos todos-, la verdad es que sí.

Se abre una nueva perspectiva, muy interesante, para experimentar en nuestras repoblaciones: aplicar la técnica de micorrizado. Estamos en ello. El micorrizado con hongos (mico= hongo; riza= raíz) es una asociación simbiótica entre el hongo y la raíz de una planta verde, en la cual hongo y raíz se benefician mutuamente intercambiando sustancias nutritivas a nivel del subsuelo; ya que el hongo aporta compuestos nitrogenados a la raíz y ésta, hidratos de carbono al hongo. El micorrizado con hongos en las raíces de los árboles sirve para obtener mayor vigor, mayor crecimiento y mayor supervivencia de éstos al poder servirse sus raíces de los nutrientes que les proveen las redes de suministro de los hongos. Existen muchas técnicas y algunas muy sofisticadas; sin embargo, hay una muy sencilla y eficaz: Basta con coger setas del lugar o valle donde se va a repoblar. Las hayas, todos los Quercus y abedules suelen funcionar bien en parajes montañosos del Sistema Central con hongos como Amanita muscaria -la seta de los enanitos-, Boletus edulis o la mayoría de especies del género Russula. Entonces troceamos los hongos, pocos, 3 ó 4 son suficientes, y los disgregamos con una batidora en un recipiente con agua destilada, así las esporas y micelios del hongo pasan al agua; la papilla resultante la diluimos con más agua destilada y se echa espolvoreada sobre toda la planta y, muy especialmente, en las raíces. O bien, introducimos en la papilla las raíces de los arbolitos que vamos a plantar, para que queden bien impregnadas por las esporas y micelios del hongo, y ya está. Ya se pueden llevar al monte a plantar. 401

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La papilla, si fuera preciso conservarla, podemos guardarla en la nevera a una temperatura entre 2 y 4 grados C para que se conserve durante varios meses. Así, por ejemplo, si cogemos los hongos en Octubre, como es normal, podemos hacerlos papilla y conservarlos hasta el invierno (3 meses). Así pues, lo más recomendable es: si plantamos las hayas a raíz desnuda (en invierno), impregnar la planta, y sobre todo las raíces, en invierno con la papilla que hicimos en Octubre. Eso es todo.

4-5/Nov/95: Fuimos Juan R., Juanjo, Juanito y yo. Llevamos otras 6 canastas. Estuvimos semillando, metiendo una gran cantidad de bellotas de roble melojo en las canastas. El sábado observamos que las bellotas empezaban a desarrollar raíces al conservarse húmedas en los sacos, por tanto nos apresuramos a plantarlas: Pusimos primero la malla tupida oscura en el suelo del vivero, para evitar que crezcan las hierbas en él, y después ¡manos a la obra! 1º) Preparamos el drenaje de piedrecitas en el fondo de las canastas; 2º) las llenamos de tierra negra de huerta y estercolada; 3º) rellenamos la parte superficial con una capa de 2 cms de mantillo; 4º) colocamos las bellotas bien juntas y tumbadas, 5º) cubrimos las bellotas con una ligera capa de mantillo, como de 1 cm. ¡Y así en: 30 cajas! 30 x 250 bellotas = 7.500 bellotas plantadas. A este respecto tengo que decir que, cuando se hace un trabajo aunque sea largo, laborioso y cansado, si gusta lo que se está haciendo y pones en él toda tu ilusión porque crees en lo que estás haciendo..., entonces el trabajo no es tan duro ni resulta tan cansado; cierras los ojos e imaginas todas las bellotas que estás plantando convertidas en un gran melojar gracias al esfuerzo de tus manos, al tesón y tenacidad de nuestro corazón y a la gran ilusión que te brota del alma por llevar a cabo esta, para nosotros, tan grata labor de repoblación... Sí, el trabajo lo desarrollábamos con apetencia, con agrado, sintiendo una gran satisfacción, sabedores de que estábamos entregados a una buena causa. – ¡Jo, más bellotas, ya estoy harto de colocar bellotas en las cajas! Era Juanito, mi hijo, que, al fin y al cabo, es un niño de 8 años. 402

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– ¡No, no, Juanito! ¡Ayy, mis pelos! ¡Ayyy! -gritaba Juan R. – ¡Ja, ja, ja! -reía Juanito, tirando de ellos y prácticamente tumbado sobre sus espaldas- Ja, ja, ja, ¿no quieres luchar, cobarde?, ja, ja, ja. – ¡Toma tú ahora!, ¡toma!, que donde las dan las toman... -respondió Juan R. pasando al contraataque y luchando revolcándose por el suelo en un apretado revoltijo. – ¡Ah!, cosquillas, no, ja, ja, ja, cosquillas no ¡Ah!, ja, ja, ja -vociferaba Juanito, mientras algunos gatos se acercaban curiosos hasta el vivero, atraídos por el reclamo de las voces y risas de ambos contendientes y pensando, tal vez, que a mar revuelta ganancia de pescadores, y quizás les cayese algún manjar que llevarse a la boca, entre sus largos y felinos bigotes. 11-12/Nov/95: Fuimos Juan R. y yo solamente. Por el camino hablamos del vivero, de los cajones de semillado y de cuántos más nos harían falta, de las bellotas recogidas, de las semillas de abedul y de los hayucos... no hallados en los hayedos. – Es una pena que no hayamos encontrado hayucos este año -le comenté. – Ya -contestó Juan R.-, pero hemos estado en todos los hayedos de Ayllón y este año no hemos encontra... ¡oye, no hemos estado en todos!... No hemos ido al hayedo del valle de las Zarzas. – ¡Es verdad!, ¿te acuerdas que estuvimos una vez en él? – ¡Claro! y había un lugar que tenía bastantes hayas centenarias. – Sí, que estaban en una zona muy rocosa, razón por la que se salvaron al no poder aterrazar aquel tramo..., ¡salvajes! – Sí, sí, además hicimos fotos de aquel hayedo. – Es verdad. Y... ¿en qué estás pensando? – ¿Vamos? -fue su respuesta. – Sí, vamos. Puede ser nuestra última oportunidad. Al día siguiente nos dirigimos al valle del río de las Zarzas. Hubo que andar una buena caminata, valle arriba, hasta llegar al lugar donde una vez ya estuvimos. Por fin avistamos las grandes hayas, ya desnudas, grises y durmientes, en aquel lugar elevado y rocoso. Llegamos y, ya bajo sus copas, comenzamos a buscar con avidez removiendo la abundante capa de hojarasca que contenía gran cantidad de caperuzas vacías y... de hayucos; sí, eran hayucos sanos y bien duros de un hermoso 403

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color pardo oscuro, que se conservaban gruesos y húmedos protegidos bajo la alfombra de ocre hojarasca. Y podéis imaginaros la alegría que en aquellos momentos inundaba nuestros corazones: La tenacidad había dado sus frutos, en este caso hayucos... y no pocos. Pasamos el resto de la jornada recogiendo hayucos bajo las vetustas hayas en aquel lugar hermoso, fresco y solitario. Finalmente, cansados pero contentos, concluimos allí nuestra actividad, despidiéndonos, muy agradecidos, de aquellas magníficas, recónditas y apartadas hayas. Caminábamos valle abajo, con los pies ligeros y satisfechos; no era para menos: llevábamos con nosotros un buen bolsón de hayucos. 18-19/Nov/95: Fuimos Juan R., Juanito, Teresa y yo. Teresa es una chica que vino con nosotros procedente de ARBA, interesada en conocer nuestra labor y repoblaciones. Estuvimos cogiendo semillas de abedul procedentes de árboles de la orilla del río Berbellido en distintos puntos de éste. Y hubo tiempo para pasear por el valle del Canalejas o Bustar. Finalmente llegamos a nuestra querida Peñalba. Planta un abedul ¡verás el cielo más azul! Al día siguiente trabajamos toda la jornada en el vivero. Se semillaron 6.455 hayucos seleccionados y contados con la aproximación que permite el "hayucómetro". Un vaso = 275 hayucos 23 vasos x 275 = 6.325 6.325 + 130 = 6.455 Total = 6.455 Se plantaron en 22,5 cajas, pues una caja está compartida con bellotas de roble melojo. Hasta el momento hay 52 cajas plantadas: 29 cajas de roble melojo 22 cajas de haya 1 caja compartida de melojo y haya. 404

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El vivero parece que ha "nacido pequeño", pues ya está casi todo lleno. El paisaje otoñal va dando paso al paisaje de invierno; las hojas de los robledales ya no se muestran doradas, sino que se han tornado en ocres y mustias, y los hayedos ya quedaron desnudos, desposeídos de su vestimenta de gala, dispuestos para dormir su sueño invernal; pronto llegará la nieve que, con su blanco manto, les arropará. Te desprendiste, ¡oh bosque!, de tus ropas y me permites contemplar, abstraído, los grises cielos invernales; también la estrellada y serena noche helada... Ahora, otra vez descansas, aguardas dormido, mientras la blanca nieve, como un mullido manto, cubre y vela tus sueños. Llovió el sábado y el domingo. Hay mucha humedad. ¡Ah! y llevamos un frasco de líquido de micorrizar (papilla) de Boletus edulis. (Ver atrás micorrizado) 25-26/Nov/95: Fuimos Paz, Juan R. y yo. Estuvimos en el semillero-vivero de José Ángel en El Goloso. Allí nos dio cajas y unos arbolitos que tenía (encinas, manzanos silvestres y cerezos silvestres). Fuimos después a Peñalba. Por el camino nos nevó en el alto de Cabida, aunque poco. Al día siguiente aparecieron nevadas las montañas más altas: Pico del Águila, Ocejón, Rocín, así como todos los lugares altos, aunque no fue tanta la nieve como para darnos problemas al salir por la carretera. También pasamos el día en el vivero. Allí preparamos 9 semilleros de abedul y también se echaron más semillas en las cajas de abedul del año pasado, así como en el semillero grande de Peñalba. 405

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Juan terminó su carrete de fotos, sonriente ante los albos paisajes invernales que le rodeaban. Pero no todo eran alegrías, pues acabábamos de percatarnos de un nuevo problema: Han entrado los ratones en el vivero; vimos que faltaban algunas bellotas de roble, así como otras en el suelo mordisqueadas... Por tanto, tendremos que cerrar individualmente cada caja con malla protectora. ¡Trabajo de chinos!, pero tendremos que armarnos de paciencia y hacerlo. 2-3/Dic/95: Fuimos Paz, Juanito, Juan R. y yo. Hicimos una incursión al "bajo Berbellido" por una senda cerca de la carretera bajando hasta el río, que discurría impetuoso y abundante en su líquido elemento. Por el camino nos encontrábamos con abedules ya sin hojas, así como cantidad de melojos, sauces y espineras, brezos y frecuentes musgos de una especie que semejaba a una verde multitud de estrellitas (¿Bartramia pomiformis?); asimismo la corteza de los árboles presentaba líquenes variados, entre los que destacaba por su tamaño y atrayente apariencia la Lobaria pulmonaria que se situaba preferentemente en la base de los melojos. – ¡Hala, mira este liquen! -decía Juanito, pues ya habíamos visto y comentado más líquenes por el camino-, ¡qué grande es y qué forma tiene! – Parecen las vísceras de los pulmones tal y como se ven en las casquerías -apreciaba riendo Juan R. – Sí, ji, ji, ji -reía Paz, siempre tan predispuesta a la risa. Claro está, estaban describiendo al liquen Lobaria pulmonaria. Caminamos valle abajo un buen trecho, hasta que nos detuvimos junto al río sobre unas rocas. Allí descansábamos plácidos junto al rumor del agua. Las rocas eran de dura y grisácea cuarcita, pero también podían observarse, abundantes, cantos y piedras de blanco cuarzo procedentes de un dique que, no lejos, ladera arriba, se encontraba. Finalmente, satisfechos y relajados por la tranquilidad de aquel solitario paraje, regresamos, camino arriba, hacia el coche -Mari Pili- que, "seguramente con algo de frío, aburrida y algo molesta por nuestra tardanza", nos aguardaba junto a la carretera. Ya montados en ella, nos llevó de memoria y derechita a Peñalba de la Sierra. El domingo nos ocupó todo el día la "operación ratón", tapando todas y cada una de las cajas con una malla plástica y fuerte de color verde, con un agujero de luz pequeño, suficiente para impedir el paso a los grisáceos roe406

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dores, y cerrándolas con gruesa cinta selladora. Antes de cerrarlas con la malla, les echamos también una ligera capa de hojarasca de roble y de haya para protegerlas un poco de los rigores del invierno. En total, 52 cajas, ¡todas! El pobre Juan R. acabó bien cansado, pues él se encargaba de cerrarlas mientras nosotros medíamos y recortábamos los pedazos de malla. Casi, al final, cogimos al ratón (ojalá sólo sea uno), pero se nos escapó, dada su rapidez, entre las risotadas de Juanito que veía los saltos increíbles que daba el ratón entre las cajas y las raudas carreras por el suelo buscando escondrijos. Terminada la faena y colocadas todas las cajas, se pusieron 6 cepos dobles de guillotina con queso (¡Ay, qué mal suena esto, que los ratones también son criaturas de Dios!...) Asimismo se estimuló y llamó a los gatos peñalbeses, dándoles de comer en el vivero, para que merodeen la zona y alrededores del mismo. Hay que proteger las semillas. AFORISMOS - Planta cerca de casa una encina, será tu mejor vecina. - Planta de joven un tejo, y te hará compañía cuando seas viejo. - Planta un nogal, llevarás nueces al morral. - Planta un pino, sólo en la zona de donde vino. - ¡NO... más pinos en Ayllón!... 4 ¡Esto ya es una invasión! - Repoblar correctamente, es usar las especies de cada lugar solamente. Y plantadas... ¡con azada, naturalmente!

4. Se refiere a las continuas y nefastas repoblaciones con aterrazamientos e hileras de miles y miles de pinos llevadas a cabo en estas serranías por la Administración que, con enorme erosión y gran impacto ambiental, así como un desprecio absoluto por la naturaleza, destruyen y desplazan a la vegetación autóctona que, en este caso, no son pinos precisamente. 407

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- Repoblar correctamente, es usar las especies de cada lugar solamente. Y plantadas... ¡con azada, naturalmente!

9-10/Dic/95: Fuimos Paz, Juanjo, Juan R. y yo. Llevamos el material para ampliar el vivero. Lo agrandamos al doble: Limpiamos las zarzas, se allanó el terreno para que no estuviera en pendiente y se pusieron 4 postes con hormigón... La semana siguiente esperamos terminarlo. – ¡Uf, qué cansada estoy! -exclamaba Paz. – Pues no hemos hecho más que empezar -le contestó Juan R. – Bueno, bueno, sí que hemos hecho -le repliqué. – Ya, pero todavía falta poner toda la malla alrededor de los postes del vivero... – ¡Mira, mira!, ¡un ratón! -exclamó repentinamente Juanjo-, allí, mira cómo corre, se ha metido debajo de esa caja. – ¡Joroba!, ¡ya estamos con los ratones! -respondí pesaroso. – ¡Gatos, gatos!, ¡vamos, a por ellos! -exclamaba Juan Rodríguez llamando a los gatos al vivero, que no se encontraban lejos... – ¡Hay que darles de comer aquí!, en el vivero -dije yo-, para que vengan y estén por aquí... – Sí, sí, hay que ponerles aquí la comida a los gatos -confirmó Juanjo- y, estando aquí, a ver si olfatean al ratón... Así, entre trabajos y sudores, risas e inquietudes ratoniles, transcurrió la tarde. Al día siguiente cayó el ratón en una de las ratoneras (caza-ratones). Parece que funcionan, esperemos que ya no vengan más. Los gatos ya frecuentan la zona del vivero, tal y como pretendíamos, ayer hubo varias veces 8-9 gatos que rápidamente vienen cuando se les llama y de ellos 2 ó 3 vienen con mucha frecuencia. Cuando se les llama, hay que darles de comer y así vienen rápidamente y luego ya se quedan por allí, merodeando los alrededores del vivero... Posiblemente empecemos las repoblaciones dentro de 2 semanas, cuando terminemos la ampliación del vivero. ¡A ver! 408

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16-17/Dic/95: Fuimos Juan R., Juanjo, Juanito y yo. Fue un día frío, con algo de nieve y peligro de hielo en la carretera; sin embargo y, con precaución, llegamos felizmente a Peñalba. Nos pusimos a la obra en la mañana del domingo y, tras arduo trabajo, quedó terminado e instalado todo el vivero: pusimos una malla negra en el suelo, se cerró todo el perímetro del vivero con malla metálica galvanizada y se procedió a colocar y repartir todas las cajas por los 2 departamentos (uno más sombrío para las hayas y otro más soleado para los robles), disponiéndolas sobre raíles de madera para dejarlas levantadas, evitando así que las raíces de los arbolitos puedan enraizar en el suelo. ¡Mucho trabajo! y lo peor son las prisas, ¡siempre las prisas!, trabajando a destajo, sin respiro, de sol a sol, a veces sin comer y otras, las más, comiendo a toda velocidad, y, encima, ese día tuvimos que marcharnos de Peñalba precipitadamente, porque a las 18 horas es de noche y empezaba a helar, habiendo, por tanto, riesgo de hielo en la carretera... ¡Ay, el alto de Cabida, cuánta guerra nos da! Sí, nos fastidian estas prisas y este tener que trabajar a destajo sin respiro. Lo que tiene que hacer uno, lo que hacemos por amor al arte, por plantar estos arbolitos en los montes... ¡Cada vez que lo pienso...! Así, en esto, empleamos nuestro tiempo libre, en esta labor altruista a favor de la naturaleza. Todo sea por recuperar el paisaje, por devolver a estas sierras su vegetación autóctona, que ahora le falta... ¿Alguien, alguna vez, agradecerá tanto esfuerzo desinteresado? Pero no pensemos eso, sino en los arbolitos que van a crecer, en el bosque que se va a formar... ¡eso es lo importante! ¡Oh, nobles, esforzados plantabosques!, relevantes, que, como esforzados caballeros andantes, de la hermosa naturaleza sois amantes.

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XXVI. III Encuentros sobre propagación de especies autóctonas y restauración del paisaje

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XXVI. III ENCUENTROS SOBRE PROPAGACIÓN DE ESPECIES AUTÓCTONAS Y RESTAURACIÓN DEL PAISAJE.

Participamos con la ponencia: "Restauración del paisaje con hayas en el Macizo de Ayllón. Experiencias, observaciones y conclusiones" 6-10 Diciembre 1995 Llegaron los III Encuentros sobre propagación de especies autóctonas y restauración del paisaje. Organizadas por ARBA y COMADEN y con la colaboración del AMA (Agencia de Medio Ambiente), FIDA (Fundación para la Investigación y Desarrollo Agrario) y Fac. de Ciencias Biológicas de la Univ. Compl. de Madrid, donde se celebraron. Nosotros, el Grupo del Haya de ARBA, también participamos en estos encuentros con una ponencia: "Restauración del paisaje con hayas en el Macizo de Ayllón. Experiencias, observaciones y conclusiones" 412

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Capítulo XXVI

Y a mí me cupo la satisfacción de defenderla en nombre de nuestro grupo de plantabosques. Tuvo lugar la exposición de la misma el día 6 de Diciembre a las 18.30 h. de la tarde, en un aula de dicha Facultad de Ciencias Biológicas. Para mí resultó agradable, interesante; y como ya tenía alguna experiencia de hablar en público, principalmente por mis años de profesor en la Universidad Complutense, la tarea no resultó tan difícil; antes al contrario, me resultó gratificante, incluso lo pasé bien... y me consta que el respetable también, pues, ya metido en faena, los asistentes sonrieron y rieron en bastantes fases de mi intervención, y es que me propuse ser claro, accesible; pero, sobre todo, gracioso; sí, eso es: comunicador y gracioso, divertido; porque no quería que mi intervención fuera gris y aburrida, como otras que precedieron a la mía, en las que se limitaban a dar datos y más datos de una forma monótona y con una voz apagada que casi dormía a los oyentes... Yo quería que la gente lo pasara bien escuchándome y yo con ellos y, de paso, contarles nuestras andanzas y conclusiones. Al terminar, tras cerca de una hora de charla y explicaciones acompañadas de diapositivas, el público asistente me premió con una calurosa ovación que agradecí y hubo turno de preguntas por parte de algunos asistentes a las que respondí; e, incluso, hubo también ocasión para la polémica, pues había una joven que se sintió molesta cuando critiqué con dureza y ejemplos las habituales políticas de repoblación que lleva a cabo la Administración. La joven, que era, ¡claro!, ingeniera de montes y se llamaba, como luego supe, Susana Domínguez Lerena, estalló, al parecer muy ofendida en el fondo de su alma, cuando yo vapuleaba sin contemplaciones: técnicas tan nefastas en las repoblaciones como los aterrazamientos de laderas, los acaballonamientos con desfonde o el uso sistemático y abusivo de especies alóctonas en los lugares de repoblación: los inevitables pinos y eucaliptos ¡siempre plantados en hileras! y el empleo terrorífico de maquinaria pesada..., esos bulldozers descarnadores del terreno, incompatibles por completo con el bienestar y el amor a la naturaleza. Sí, tuvimos algunas "simpáticas e inevitables agarradas" la ingeniera y yo, en las que también el público se involucró, gritó y opinó sonoramente... Ya digo, todo fue muy participativo y creo que mi intervención gustó y no pasó desapercibida, ¡desde luego, calentó el ambiente! 413

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Algún tiempo después, recibí en ARBA una carta de Susana, la ingeniera, para quedar un día y hablar tranquilamente, y no "¡a voces!" como lo hicimos el día de la ponencia..., ¡cosas de la vida! Sin embargo, por unas causas o por otras, no pudo ser y nunca tuvimos ese encuentro. Sí que me hubiera gustado. Además, tengo entendido que Susana es muy amable y simpática, así como gran amante de la naturaleza... En fin. Y así terminó la exposición de nuestras experiencias en el Macizo de Ayllón. Todas las ponencias, finalmente, fueron recogidas y publicadas en el libro que se editó al efecto de los III Encuentros por ARBA y COMADEN.

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XXVII. Texto de la ponencia: "Restauración del paisaje con hayas en el Macizo de Ayllón. Experiencias, observaciones y conclusiones". Las series del ciclo de la sucesión ecológica

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XXVII. TEXTO DE LA PONENCIA: "RESTAURACIÓN DEL PAISAJE CON HAYAS EN EL MACIZO DE AYLLÓN. EXPERIENCIAS, OBSERVACIONES Y CONCLUSIONES". LAS SERIES DEL CICLO DE LA SUCESIÓN ECOLÓGICA

I.- INTRODUCCIÓN Conocida es la importancia de estos hayedos por su peculiar ubicación en el centro de la Península, lejos de latitudes más favorables y con una continentalidad climática dura. Sin embargo, ahí están las hayas y los hayedos, viven y se reproducen... El Macizo de Ayllón, por su altitud, exposición a los vientos húmedos y sus valles cerrados con marcadas umbrías, hacen posible la existencia de estos bellos bosques, que nosotros hoy debemos proteger y recuperar, allí donde más los han castigado. II.- RAZONES QUE NOS HAN IMPULSADO A RECUPERAR EL PAISAJE CON HAYAS Muchas son las razones que nos han animado a repoblar con hayas en diversos sectores del Macizo de Ayllón, aunque en definitiva pueden resumirse en una: Devolver a sus laderas y montes las hayas que, de una manera u otra, le arrebataron, a fin de recuperar su paisaje natural originario, y tratando de dejar, así, un legado -en forma de bosque- a las generaciones futuras. Con esta idea fundamental, se puso en marcha un proyecto iniciado en 1.991, aunque muchos años antes ya eran frecuentes nuestros recorridos y observaciones por este Macizo. Igualmente existen -para quienes quieran ampliar conocimientos sobre el tema- dos informes elaborados por este Grupo del Haya, ARBA. Aparecidos, el 1º en el Boletín de ARBA nº 21-22, Abril 94; y el 2º presentado por ARBA, junto con otros trabajos y actividades, al concurso JB en Septiembre 94.

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"Distribución del haya y zonas donde debe recuperarse"

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III.- CARACTERÍSTICAS GEOLÓGICAS Y MORFOLÓGICAS DEL MACIZO, Y SU INCIDENCIA EN LA POBLACIÓN DE HAYAS Este macizo montañoso está constituido fundamental y mayoritariamente por rocas metamórficas: pizarras, cuarcitas, esquistos y esquistos micáceos, entre otras, que confieren al Macizo un marcado carácter silíceo, si bien esta condición no es excesivamente importante respecto de las hayas, pues sabido es que las hayas vegetan y crecen bien sobre cualquier tipo de sustrato. Mucha mayor importancia reviste, sin embargo, su quebrada y accidentada morfología, especialmente su vertiente sur, surcada por una red hidrográfica que circula por valles cerrados jóvenes en “V”, poco evolucionados y, por tanto, con una distribución de luz muy acusada en umbrías y solanas, y una orientación aproximada NW-SE. Esta relación: Factor umbría/retención de humedad, será decisiva en la ubicación-conservación de estos hayedos, que, salvo pocas excepciones, se dispondrán en las umbrías.

IV.- DISTRIBUCIÓN ACTUAL DEL HAYA EN EL MACIZO (VER MAPA) Y CÓMO ESTABA ESTA ESPECIE HACE 20 AÑOS Ver en el mapa adjunto la distribución del haya en el Macizo a nivel de bosques, bosquetes, grupos e individuos. Comprobar la aparente desconexión entre el Hayedo de Montejo, situado más al sur, con las masas de hayas situadas más al norte: El núcleo del Puerto de Quesera y Tejera Negra; así mismo observar y localizar los demás bosquetes y grupos dispersos hoy en la zona, igualmente hay individuos aislados. Hemos comprobado la existencia y proliferación de hayas jóvenes muy abundantes, en todos los hayedos, bosquetes y grupos, creciendo con pujanza y vigor; incluso hemos visto hayas jóvenes que estimamos menores de 15 años creciendo solitarias, especialmente junto a los arroyos. De todo esto se desprende que hoy hay bastantes más hayas que hace 20 años (Esta observación viene de tomar como referencia los datos del magnífico trabajo sobre este tema: Ecología de los hayedos meridionales ibéricos. 418

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El Macizo de Ayllón. De Hernández & Sainz. Ministerio de Agricultura. Madrid. 1.978), y que, en consecuencia, esta especie va a más y no a menos en este Macizo. Dato este que debe poner al menos en duda el tradicional carácter de relicto que generalmente se da a estos hayedos. V.- INDICIOS Y CRITERIOS SEGUIDOS PARA ESTABLECER DÓNDE HUBO HAYAS, Y PROCEDER ASÍ A SU RECUPERACIÓN En principio, potencialmente, todas las umbrías de los valles del Macizo de Ayllón situadas por encima de 1.300 mts. y hasta los 1.700 mts., son zonas probables o posibles de poseer o de haber poseído hayas, bien predominando o bien mezcladas con robles melojos u otras especies. Desde luego, encontrar hayas viejas aisladas es un indicio claro, y más que probable, de la pasada existencia de bosques o bosquetes en ese lugar. Las cuales se nos muestran como restos, retazos, testigos mudos de un pasado más esplendoroso de la especie en aquel valle. Si bien, nosotros hemos seguido, además, unos indicios y criterios orientadores que pueden dividirse en: * Flora testimonial propia de bosques de hayas o cortejos florísticos; efectivamente, en todos los lugares elegidos para repoblar, hemos encontrado no menos de 6-7 especies características de plantas acompañantes del cortejo de estos bosques. (Véanse informes anteriormente mencionados de este Grupo del Haya, ARBA) * Criterios toponímicos: "Aedos", como llaman por aquí las gentes del lugar a las zonas de montaña de umbría. Obsérvese el parecido entre "Aedo" y "Hayedo", así como la coincidencia ecoambiental de que los hayedos siempre se instalan en umbrías, al menos en estas sierras. * Hallazgo y existencia de maderas de haya en casas y ruinas de aldeas de estos parajes. * Testimonios directos recogidos a las personas mayores del lugar. A la vista de todos estos criterios, hemos señalado como "Zonas de dominio del haya", y por tanto a recuperar con esta especie, a las siguientes: Umbrías del valle del Ermito (que además cuenta con viejas hayas dispersas), umbría de "El aedo" del valle del Berbellido, ladera abajo del collado de las Lagunas (que también cuenta con hayas hacia su base), umbría alta del valle 419

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del Cañamar y, en menor grado, la Dehesa y arroyo de la acebeda de Peñalba (que también cuenta con hayas de buen porte); son igualmente válidas, con vistas al futuro, a varios años vista, las umbrías altas de los valles Veguillas y Jaramilla, especialmente este último. VI.- EXPERIENCIAS – . 1.991 .Se experimentó en el valle del Berbellido. Se plantaron en Diciembre 100 bellotas de roble (Quercus pyrenaica) recogidas de lugares próximos, en la solana inmediatamente antes del bosque de esta misma especie río arriba. También en Diciembre, se plantaron 100 hayucos procedentes del hayedo de Montejo, y recogidos un mes antes, se plantaron en la umbría, justo enfrente de donde plantamos las bellotas. * Observaciones: Plantamos las bellotas de roble en la solana, en una zona degradada y ocupada por brezos, retamas, cantuesos y tomillos. En los meses sucesivos de primavera pasamos varias veces por el lugar, pero no vimos rastro de roblecitos en los sitios concretos donde recordábamos haber plantado bellotas. Igualmente ocurrió con los hayucos que plantamos en la umbría justo enfrente de donde plantamos las bellotas, al otro lado del río; no vimos ninguna hayita en todos los sitios en donde las buscamos por haber plantado allí hayucos. Éstos se plantaron en una zona ocupada por brezos de Erica arborea dispersos y de pequeño tamaño, menores de 60 cms. * Conclusiones: Pensamos que las causas del fracaso pudieron ser múltiples: Tal vez el mal estado de las semillas (aunque no lo creo), la depredación de las semillas por los animales (causa más probable), puede que brotaran algunas y se secaran posteriormente por falta de riegos, aquel año ya fue seco... En fin, sea como fuere, no le dimos mucha importancia y pensamos en la campaña siguiente. – . 1.992 .Esta vez decidimos conservar los hayucos hasta la primavera para evitar los riesgos de posibles heladas y de depredadores durante el invierno, así que 420

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se conservaron los hayucos recogidos del hayedo de Montejo en una malla plástica para que transpiraran perfectamente y se conservaran 4 meses (Nov, Dic, Ene, Feb) en la nevera. Merece destacarse que, a últimos de Febrero, unos pocos hayucos ya habían germinado, presentando una raíz de 1 cm. Plantaciones: 1 Marzo: 200 hayucos en la umbría del "Aedo" del Berbellido. 15 Marzo: 200 hayucos en la umbría del "Aedo" del Berbellido. 22 Marzo: 300 hayucos en la umbría del "Aedo" del Berbellido. Se plantaron en distintos sectores de este "Aedo" entre brezos de poca altura, haciendo un agujerito pequeño, suficiente para enterrar un hayuco y taparle con apenas 1 cm. de tierra. 12 Abril: Se hizo una gran plantación de hayucos (4.500) en diversos sectores de la umbría del "Aedo" del Berbellido; fuimos unas 20 personas de ARBA y COMADEN, y también vino Rafael Moro (autor de la Guía de árboles de España de editorial Omega) quien en todo momento apoyó la iniciativa de repoblar con hayas en diversas umbrías del Macizo de Ayllón. 19 Abril: Se plantaron 20 plantones pequeños de 1 y 2 savias con todo su cepellón, sacados de envases de tetrabrik, en la Dehesa de Peñalba y el arroyo de la acebeda. * Observaciones: Todos los hayucos se plantaron entre los brezos, que eran de poca altura, generalmente de unos 40 cms., y se plantaron de forma dispersa, aquí y allá, a azada. Los resultados de las plantaciones experimentadas en el año 1.992 fueron malos, pues solamente agarraron y arraigaron las plantitas de haya que se plantaron con su cepellón, sacadas de los tetrabriks, y de éstas, hubo algunas bajas, suponemos que por el ganado o algún otro depredador, pues unas pocas desaparecieron sin dejar rastro. Todas las plantaciones hechas directamente con hayucos fracasaron, pues al ir posteriormente a verlas en los sucesivos viajes a la zona, para hacer el seguimiento correspondiente, el resultado de la búsqueda fue absolutamente desalentador: No encontramos plantitas de haya por ningún sitio. El fracaso lo atribuimos entonces posiblemente a la gran sequía que hubo aquella primavera-verano, al escaso control de seguimiento dada la extensión y cantidad 421

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del "macroproyecto de las hayucadas"... Sin embargo, hasta el año 94 no dimos con la causa verdadera de estos fracasos, como ya se verá. * Conclusiones: La conclusión más importante sacada el año 92 fue: No plantar más las semillas directamente en el campo, sino llevarlas al vivero para obtener allí las plantitas y llevar solamente planta crecida al monte con su cepellón. – . 1.993 .Este año, aparte de obtener las plantitas de haya en el vivero, decidimos experimentar con plantones de más 1 m. de altura a fin de ir más de prisa, tratar de asegurarlas observando mejor su seguimiento y ubicación (pues se ven y se encuentran mejor, incluso desde lejos) y tratando de que pronto se hicieran altas, por encima de 2 mts. y por tanto, lejos ya del alcance del ganado, lo que llamábamos "Altura crítica de supervivencia" o, entre nosotros, "Altura anti-vaca"; es decir, que las yemas terminales del haya estuvieran ya fuera del alcance de las fauces de bóvidos u otros herbívoros. Se trabajó con plantones de diversa procedencia, siempre del Macizo de Ayllón; entresacando algunas allí donde estaban superconcentradas y cerquísimas unas de otras y, por tanto, con escaso futuro (del orden de más de 50 ejemplares en apenas 16 m2) y favoreciendo así a las que dejábamos, que eran las más grandes y fuertes -al tener ahora menos competencia- y dando una posibilidad de sobrevivir a las que entresacábamos, pues las íbamos a llevar a un sitio favorable para ellas y sin competencia; es decir, una entresaca, con dispersión para favorecer la especie. Plantaciones: Febrero: Se plantaron 32 plantones de haya en la umbría del Berbellido, a raíz desnuda, pero con algo de su tierra original. Noviembre: Se plantaron 48 plantones de haya en otro sector de la umbría del Berbellido, también a raíz desnuda pero con algo de tierra. También se plantaron 10 hayitas de 1 savia con su cepellón, en la Dehesa de Peñalba. Todos los plantones altos se plantaron con vistas a un futuro y peculiar sistema de riego: Riego por botella agujereada en su base y enterrada junto a las raíces, y que sólo sobresale de la tierra el tapón, que permanece cerrado y escondido. Regando desde el tapón, el agua sale por los agujeros de la base de la botella y va a parar directamente a las raíces, con lo cual se pretende 422

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aprovechar la humedad al máximo por la planta, evitando su evaporación a la atmósfera. Al parecer, este sistema de regado está basado en un viejo recurso árabe que nos propuso nuestro entusiasta y querido colaborador Paco Cerro de ARBA. * Observaciones: Estas experiencias fueron positivas para todos los árboles plantones mayores de 1 metro, pues las yemas abrieron y desarrollaron hojitas, si bien más pequeñas de lo que cabía esperar para el tamaño normal que alcanzan en esta especie. Aguantaron bien hasta Julio, comenzando a secarse los bordes de las hojas durante Agosto, y hacia Septiembre ya tenían nuevas yemas, si bien algo pequeñas. Las regamos tanto como pudimos, entre 6-7 veces (cada semana o cada 15 días), en el período estival; en general, fueron a menos y su aspecto era débil, aunque todas vivían. También observamos este año que bajo los brezos el suelo no se congelaba en los duros meses de invierno (Enero-Febrero). Dato este que sería muy importante para nosotros en lo sucesivo, como ya se verá a partir del año 94. * Conclusiones: La conclusión sacada el año 93 con los plantones de más 1 metro regados con "la botella árabe" fue esperanzadora para nosotros, pues pensamos que si este primer año habían sobrevivido -aunque no con todo su vigor- a pesar de que el primer año, o del trasplante, es el más difícil, y el que más le cuesta agarrar, porque tiene que reconstruir y arraigar su sistema de raíces y adaptarse a su nuevo entorno y ambiente donde ha de vivir; pensamos, pues, que en sucesivos años irían paulatinamente a más estas hayas, cada vez más arraigadas y fuertes. Y con esa esperanza, pensábamos que estábamos en el camino correcto. Sin embargo, al año siguiente comprobaríamos, desgraciadamente, que, contrario a lo que pensábamos, las hayas iban a menos, y buena parte de ellas se han secado, y las que sobreviven están muy débiles y con un futuro más que incierto. Esto fue debido posiblemente al exceso de insolación (pese a estar en umbría) y a la falta de agua, sombra y humedad ambiental suficiente. Si bien este sistema no se debe descartar del todo, siempre que se trasplanten las hayas con algo menos de 1 metro de altura, se recorten un poco las raíces y las ramas bajas y... se planten de acuerdo con la técnica que descubrimos y experimentamos al año siguiente -94- o de "los éxitos", como ahora se verá. 423

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– . 1.994 .Efectivamente, comprobado el mal estado de las hayas grandes que aún sobreviven, y el gran número de bajas que ha habido, nos llevó nuevamente a cambiar. Y entonces hicimos así: Enero: Se plantaron 20 hayas pequeñas (1 savia) con su cepellón en la Dehesa de Peñalba. Febrero: Se plantaron 20 robles melojos en una zona del Cardoso de la Sierra. También pequeños, de 1 savia, con su cepellón. A partir de este momento decidimos plantar las hayas pequeñas de 1 savia a raíz desnuda, apoyados en que todos los caducifolios sin savia pueden plantarse a raíz desnuda y más aún si son de 1-2 savias. Y además estas hayas se plantarán justo debajo de los brezos. Haciéndolo así todo se facilita: Menos esfuerzo, menos volumen, menos peso transportado (¿para qué transportar tierra a la zona de plantación?); y, en cambio, mucho mayor rendimiento en el nº de árboles plantados/día. Efectivamente: 6 Marzo: Se plantaron 218 hayas (1 savia a raíz desnuda) en el Berbellido. 13 Marzo: Se plantaron 120 hayas (1 savia a raíz desnuda) en el valle del Ermito. 20 Marzo: Se plantaron 350 hayas (1 savia a raíz desnuda) ladera abajo del Collado de las Lagunas. Además se plantaron 23 plantones de hayas de 3 años, y 50 cms. de altura, éstos sí con todo su cepellón, en diversos lugares: Ermito, Berbellido, Dehesa de Peñalba y valle del Cañamar; las cuales se encuentran todas perfectamente. Innovaciones introducidas.1) Plantar las hayas a raíz desnuda (1-2 savias). 2) Plantar las hayas debajo de los brezos, completamente escondidas y a su sombra. 3) Abandono de plantar plantones de más de 1 metro de altos. 4) Abandono, en general, de plantar con cepellón de tetrabrik, salvo que sean hayas lo bastante grandes que así lo aconsejen. * Observaciones: Las plantitas de 1-2 savias plantadas a raíz desnuda, debajo de los brezos y muy escondidas debajo de ellos, agarran perfectamente sin que apenas haya bajas por esta causa -y plantadas correctamente, claro está- y sobreviven la 424

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estación estival sin que las hayamos regado nunca, que por cierto, ha vuelto a ser por tercer año consecutivo muy seco (dato este preocupante). Vimos nuestras hayitas en Septiembre completamente verdes y sanas, protegidas a la sombra de los brezos que, bajo ellos, les confieren un "minimicroclima" umbrío y de frescor y de humedad ambiental suficiente para poder vegetar en los primeros años de su vida. Efectivamente, todas las plantitas que vimos, que fueron muchas, tenían ya las yemas formadas y se encontraban en buen estado con su color verde intenso con brillo. En cambio, las pocas hayas de 1-2 savias que no se plantaron bajo los brezos adrede, para experimentar, y por tanto sin protección de sombra, estaban todas muertas, completamente secas, y eso que se encontraban solamente a 1-2 metros de las que han sobrevivido -¡pero éstas estaban debajo de los brezos!-. Luego se demuestra que plantarlas debajo de los brezos es absolutamente fundamental, si se pretende plantar hayas en número suficiente como para intentar recuperar un paisaje, llevándolo a una situación final que "se parezca a un hayedo", y esto dejándolas a su suerte desde que se plantaron -sin regarlas- ¡y además pretendiendo tener éxito en el intento! * Conclusiones: Este año 94 hemos sacado conclusiones muy importantes: 1) Hay que plantar las hayas pequeñas (1-2 savias) a raíz desnuda, ya que enraízan perfectamente, y así el esfuerzo se simplifica y aumenta muchísimo el rendimiento nº de hayas plantadas/día. 2) Hay que plantar las hayas siempre debajo de los brezos, para que éstos las protejan con su sombra, factor este vital para la supervivencia de las hayas en su 1ª fase (primeros diez años de su vida aproximadamente). 3) Si se plantan sin protección de sombra, estas hayas de 1-2 savias, morirán irremisiblemente en el verano, como hemos podido comprobar. 4) En los 2-3 primeros años de la vida de un haya en el monte a su suerte, es casi más importante el factor sombra que el factor agua, aunque lógicamente el óptimo sería sombra y agua abundantes; pero estamos hablando de hayas del Macizo de Ayllón, no de la Cordillera Cantábrica, y aquí en Ayllón tienen que soportar casi 4 meses de sequía o semi-sequía estival..., así como 2-3 meses de fuertes heladas en lo más crudo del invierno, que puede ser demasiado para estas hayitas de tan tierna edad; pero el plantarlas bajo los bre425

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zos resuelve ambos problemas: el de la sombra y el de las heladas y, además, trae otra ventaja no menos importante las mantiene bien escondidas de los herbívoros depredadores. Así pues, todo son ventajas. * Resumen: Este año 94 creemos haber encontrado la pauta correcta a seguir para plantar hayas, y que debe ser: Plantarlas en las umbrías, plantitas de 1-2 años a raíz desnuda, bajo los brezos, cuanto más altos y frondosos mejor, y bien escondidas de posibles depredadores. – . 1.995 .Este año 95 hemos tenido escaso trabajo repoblador, pues teníamos muy pocos arbolitos procedentes de la campaña anterior, en la que apenas encontramos hayucos (las hayas son veceras). Por eso, nuestro trabajo consistió fundamentalmente en obtener nuevas plantitas a partir de la formación de semilleros, que se hicieron éstos siguiendo nuevas técnicas que asegurasen mejor su germinación y desarrollo, así como su ubicación en bancales, para su posterior trasplante directo a raíz desnuda. (Ya hemos desechado completamente el trabajar con tetrabriks o tiestos). Como primera medida, decidimos trabajar con los nuevos semilleros allí, en el mismo Macizo de Ayllón, por razones de cercanía, adaptación y ambientación de las plantitas al clima y altura de la zona (casi 1.300 mts. en Peñalba y 1.200 en Riaza), en lugar del habitual vivero de ARBA de la Casa de Campo, excesivamente caluroso en verano y con poca altitud sobre el nivel del mar. Montamos, pues, 2 semilleros, uno en Riaza y otro en Peñalba. Preparamos los semilleros siguiendo la enseñanza y experiencia de Manolo Barahona, viverista profesional de Riaza, con experiencia en semilleros de hayas, miembro del grupo AZA, y con quien ya habíamos cooperado en anteriores repoblaciones y experiencias en Ayllón. Se prepararon los semilleros en grandes cajones de 5 m. x 1 m. x 0,30 que, una vez cerrados por abajo con malla metálica de 1 de luz para impedir el paso subterráneo de depredadores, se llenaban superponiendo capas sucesivas de cantos finos para drenaje, arena de sílice, tierra rica de huerta, sustrato de turba enriquecido, y ya sobre esta capa de sustrato, se extienden las semillas (hayucos) bien juntas; después se tapaban con una ligerísima capa de sustrato de apenas 1 cm. mezclada con arena de sílice, y todo ello recu426

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bierto por una estrecha capa de hojarasca de hayedo; por último, todo quedaba sellado con la misma malla metálica que pusimos en la base, para evitar los roedores y el viento. Los semilleros se prepararon a últimos de Noviembre y no se abrirán hasta Abril. Paralelamente a las hayas, este año 95 hemos empezado también a experimentar con semilleros de robles y abedules, con que llevar a cabo futuras repoblaciones con estas especies, también en Ayllón. Entre Otoño 94 y Enero 95 se han recogido y semillado las siguientes especies y cantidades, recogidas de lustrosos y escogidos pies, todos ellos del Macizo de Ayllón, y con la ayuda de algunos colaboradores, como Gloria Galeano, Mario A. Keller, Concha Sanz o nuestros entrañables amigos Isaías, Jesús y Cirilo, de Peñalba, que nos echaron una mano. En total se recogieron y seleccionaron: – 32.700 hayucos, contados con el "hayucómetro" o vaso para contar hayucos. – 5.000 bellotas de roble melojo, contadas con el "bellotímetro" o jarro para contar bellotas. – 15.000 semillas aladas de abedul; éstas sí, estimadas a groso modo. Semillas todas ellas con las que esperamos obtener suficientes arbolitos y mucho trabajo repoblador para las siguientes campañas. Hasta ahora, Mayo de 1.995, llevamos plantadas 857 hayas, ¡pero no hemos hecho más que empezar y experimentar!; a partir de ahora y a raíz desnuda, ¡plantaremos muchísimas más!, ¡y también robles y abedules! Este año 95 sólo se han plantado: 12 hayas de 4 años, 31 abedules de 1 año y 100 bellotas de roble melojo; experimentando con ellas a la sombra de brezos y brecinas. ¡No teníamos más trabajo! Hemos recogido y constatado diversas observaciones naturales sobre la germinación, ubicación y supervivencia de las hayas, que nos ha llevado a obtener, creemos, importantes conclusiones generales sobre cómo debemos plantar las hayas aquí en Ayllón, que (como ya se dijo) ocupa una zona baja de latitud para esta especie y un rigor climático continental. Efectivamente, en Abril de 1.995, en una de nuestras incursiones por el valle del Ermito, dimos con el descubrimiento y constatación de las pruebas naturales que buscábamos, y que confirman que las hayas crecen y sobreviven bajo los brezos, al observar cómo diversos ejemplares de hayas de 2,5 metros 427

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de altura sobresalían de en medio de los brezos de 2 metros, que las habían cobijado hasta entonces; y a su vez, en otra incursión, también vimos otras hayas pequeñas, de unos 50 cms., escondidas y medrando bajo brezos de casi dos metros de altura. Este descubrimiento natural es muy importante. Y viene a confirmar que nuestra última técnica de plantación de hayas -empleada desde el 94- es la correcta; y se ajusta al esquema de supervivencia y crecimiento natural de esta especie, sobre todo aquí en Ayllón. Igualmente vamos descubriendo nuevos ejemplares de haya -árboles adultos- que vamos contabilizando en nuestro inventario de bosques, bosquetes, grupos e individuos de hayas del Macizo de Ayllón, así como reflejándolas y localizándolas en el mapa. VII.- FORMA DE REPOBLAR Todos los arbolitos y plantones han sido plantados con azada, de forma anárquica, aquí y allá (y evitando, por tanto, alineaciones) y a la manera tradicional: haciendo un pequeño alcorque alrededor del árbol que, una vez regado, se rellena de helechos para retener mejor la humedad y evitar la evaporación del agua; y, desde el año 94, se plantan las hayas estrictamente escondidas y protegidas bajo la sombra de los brezos de Erica arborea -pues es el arbusto de la zona que proyecta sombra más densa- y escogiendo con preferencia los más altos y espesos, a fin de protegerlas del sol estival y también de las fuertes heladas -que es otro factor a tener en cuenta-, así como también de los depredadores, pues, cuando vayan a sobresalir por encima de los brezos altos (2 mts. o más), ya se encontrarán las yemas terminales fuera del alcance de las fauces de vacas y corzos, habiendo alcanzado ya, por tanto, la altura suficiente o "altura crítica de supervivencia" (que también llamábamos "anti-vaca"). Como ya queda dicho, es absolutamente fundamental este factor sombra aquí y principalmente en los primeros años de su vida, a su suerte. Hay que tener en cuenta que son plantitas de 1-2 savias que aún son delicadas y poco resistentes al sol; así permanecerán las hayas hasta que sobrepasen la altura del brezo y, a partir de entonces, ya suficientemente fuertes y arraigadas, crecerán independientes de ellos. 428

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(En las zonas donde potencialmente pueden desarrollarse bosques en los que predominen los árboles de gran porte, según la ley de sucesión ecológica: la etapa arbustiva, o dominada por formaciones arbustivas, acaba siempre siendo desplazada por los árboles, que constituirán la fase climácica del bosque estable). VIII.- SEGUIMIENTOS GENERALES EFECTUADOS EN LAS REPOBLACIONES Después de dichas plantaciones, se ha ido a verlas, regarlas (sólo los plantones altos que son detectables dado su tamaño), pues a las pequeñas de una savia es más difícil seguirlas la pista, dado el gran número que ya hay plantadas y lo escondidísimas que están bajo los brezos; sin embargo, siempre que vamos, logramos encontrar 40 ó 50 perfectamente sanas y nunca encontramos ninguna seca, lo que permite albergar la esperanza de que todas las demás estén vivas, o al menos la enorme mayoría. También se las protege con tutores, si a alguna le haca falta; o, si vemos alguna poco escondida, la ocultamos más; o a otras les cubrimos su alcorque con helechos, si lo precisan. Observamos el estado de hojas y yemas, y lo que han podido crecer... y hablamos con los pastores de la zona -que ya nos conocen sobradamente- para evitar en lo posible que el ganado de cabras vaya por allí y, efectivamente, nos respetan la zona de repoblación. Hemos ido por todas las zonas no menos de 20 veces por año. De todas formas, no hay que olvidar que este sistema de plantación bajo los brezos está basado en el proceso de ocurrencia y supervivencia natural de las hayas aquí en este Macizo y que, por tanto, está concebido para que, una vez plantadas, queden a su suerte y sean capaces de sobrevivir y crecer por sí mismas, sin necesidad de más cuidados, ni atenciones extras por nuestra parte... Sin embargo, ¿a quién no le gustaría el ir a verlas, observar cómo crecen y soñar con el nuevo bosque que se está formando? IX.- PROYECTOS INMEDIATOS Y PRÓXIMOS Teniendo en cuenta que este informe se redacta en el mes de Mayo 95 y que ya han terminado las plantaciones de este año, nuestro mayor interés se 429

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centra ahora en asegurar y obtener el máximo número posible de plantitas que tenemos en los semilleros, para así tener arbolitos suficientes para el año que viene, cuidando por tanto de riegos, sombreados o riesgos de heladas tardías, etc. Igualmente siempre estamos abiertos a la captación de nuevos y tenaces entusiastas colaboradores. Ya son un hecho y están en marcha los grandes semilleros no sólo de hayas, sino también de robles y abedules, y los arbolitos crecen... Como proyecto de futuro tenemos ya en mente la formación de nuevos semilleros que, en lo sucesivo, serán de interior y exterior a fin de asegurar y reducir al máximo los riesgos de heladas tardías, tan dañinas, gracias a la utilización de módulos o cajoneras transportables. X.- ACTIVIDADES PARALELAS – Este año 95 hemos empezado a dar charlas de divulgación y concienciación sobre la necesidad de proteger y repoblar con hayas en el Macizo de Ayllón. – Control y defensa de este Macizo; como consecuencia de lo mucho que vamos a él, forzosamente te enteras de lo que ocurre allí y, así, tuvimos ocasión de participar activamente, en la oposición contra la Administración en sus pretensiones, ya enfermizas, de nuevos aterrazamientos y posterior plantación de pinos, a costa de arrasar también los rebrotes de roble melojo que crecen por todas partes. Esto ocurrió en el valle del Jaramilla. Proyecto que se consiguió detener. O el destrozo al abrir la pista de la Hiruela, proyecto que también se ha detenido. – Igualmente hemos contactado con personas y grupos de carácter ecologista y conservacionista, que se mueven fundamentalmente, al igual que nosotros, en el Macizo de Ayllón (Grupos AZA de Riaza y De Raíz de Valdesotos). XI.- DIFICULTADES CON LAS QUE NOS ENCONTRAMOS Los principales problemas con que nos encontramos son: – Sequía pertinaz estos 3 últimos años, e igual parece el año en curso. – Ganado, especialmente el vacuno que campea suelto y puede comerse o morder las plantitas, en particular en primavera, por lo que hay que escon430

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derlas muy bien; también otros animales: corzos, jabalíes, conejos, etc. – Medios más bien precarios, pues hacen falta más personas "responsables"; tiempo de trabajo escaso, que generalmente sólo son los fines de semana. – Riesgos de incendios como el habido este verano en el alto Cañamar; o de la Administración, de que le dé por presentarse con sus máquinas y se ponga a aterrazar algún valle, como ocurrió en el alto Jaramilla, o a desbrozar algún monte, como han hecho este año en el Ermito. Igualmente pensamos que, aunque se habla mucho del carácter relicto de los hayedos del Macizo de Ayllón, por la regresión del clima en general hacia una adversidad y aridez climática, acrecentada además por una posición de latitud baja (algo más de 41 grados latitud Norte) de lo que sería el óptimo para esta especie... con todo, sin embargo, pensamos que todos estos datos son muy relativos, y que no deben servir para llevarnos a engaño, o para camuflar o desviar la verdadera causa de la regresión de estos bosques. Porque existe un hecho evidente e incuestionable: Hoy hay más hayas que hace 20 años; hay muchos individuos jóvenes creciendo... luego la especie va a más y no a menos, contrariamente a lo que muchos piensan. No, no nos engañemos, la verdadera causa de "la regresión", si es que puede llamarse así, no es otra que el hombre y la fuerte presión que ha ejercido sobre estos hayedos (incendios, talas, ganadería…) y que sigue ejerciendo en la actualidad (incendios directa o indirectamente provocados por el hombre, la Administración con sus aterrazamientos y desbroces, empeñada en sustituir los bosques de la zona por "granjas de árboles" -pinos-, y abriendo continuas pistas por parajes antes cerrados y casi inaccesibles y que hoy están al alcance de motos todo terreno y vehículos 4x4 conducidos casi siempre por gente despreocupada e irresponsable de la Gran Urbe...) XII.- CONCLUSIONES GENERALES REFERENTES A LA REPOBLACIÓN CON HAYAS, QUE CREEMOS VÁLIDAS PARA EL MACIZO DE AYLLÓN. LAS SERIES DEL CICLO DE LA SUCESIÓN ECOLÓGICA Después de 4 años de experiencias, fracasos, toma de datos y observaciones, y sostenidos por una tenacidad en el empeño, creemos haber llegado 431

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a unas conclusiones o principios que resumimos aquí: * No se pueden plantar hayas -y posiblemente ninguna frondosa caducifolia-, a su suerte, en este Macizo de clima continental, si no está el terreno preparado para ello. * Entendemos que el terreno está preparado para ello (y partiendo del caso de un terreno muy degradado), si ha conseguido enriquecer el suelo con nutrientes fundamentales y han aparecido hongos, líquenes, etc. * Si a su vez ha conseguido reconstruir la fase herbácea, que proporcionará aún más nutrientes y algo de sombra y retención de humedad. * Si además ha conseguido reconstruir la fase arbustiva, que añadirá aún más nutrientes y retendrá el suelo y proporcionará más sombra, más retención de humedad y cobijo contra heladas en invierno, calores en verano y escondite contra depredadores herbívoros y ramoneantes... * Solamente cuando se haya alcanzado un nivel aceptable en densidad y altura de la fase o estrato arbustivo -jaras, brecinas, brezos, retamas, otros-, en nuestro caso fundamentalmente brezos, estaremos en condiciones de ir pensando que ya podemos empezar a introducir los árboles autóctonos del lugar, protegidos entre/bajo el estrato arbustivo -pero no antes-. * Se entiende por árbol autóctono del lugar a la especie o especies arbóreas que había o hay en ese lugar de forma natural, sin intervención directa del hombre, formando bosques, bosquetes, grupos o individuos dispersos, y de la que siempre quedan restos, individuos, indicios, topónimos o cortejos florísticos que hablan de su pasada existencia o de su existencia en ese lugar. * Los árboles autóctonos -preferiblemente de menos de 5 años, para su mejor arraigo-, se deben plantar protegidos y al abrigo y sombra de los arbustos, que les preservarán del sol (ayudándoles a retener la humedad ambiental) y del frío (heladas); y les mantendrán escondidos de posibles depredadores que podrían ramonearles; además, los arbolitos se beneficiarán del enriquecimiento del suelo que durante años antes han ido formando los aportes orgánicos y de nutrientes de los líquenes, hierbas y arbustos. * Para robles y sobre todo hayas, los arbolitos deben plantarse no sólo entre los arbustos, sino debajo de los arbustos, que serán brezos (Erica arborea y E. australis); así, se beneficiarán los arbolitos al máximo de la sombra densa que proyectan los brezos. Criterio este que estimamos fundamental para la supervivencia -a su suerte- de las hayas durante los 10 primeros años de su vida aquí, en el Macizo de Ayllón. 432

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Recordemos que este Macizo tiene que soportar 3-4 meses estivales de predominante sequedad. * Creemos, aunque aún estamos experimentándolo -pero las pruebas naturales así lo evidenciaron-, que con este sistema de sombreado y protección, más el régimen de precipitaciones lluviosas de este Macizo, debe ser suficiente para el buen desarrollo y crecimiento de las hayas en este Macizo y, por tanto, para la recuperación de esta especie. * Cuando las hayas después de 8-10 años, según, hayan conseguido sobrepasar la altura del brezo que las ha protegido y escondido, y ya aparezcan visibles por encima de él, se encontrarán suficientemente fuertes, arraigadas y aclimatadas para seguir creciendo y desarrollándose, ya con independencia del brezo que la protegió en sus primeros años. * Creemos que, en general, es un error pretender recuperar terrenos deforestados, baldíos y degradados, con los árboles autóctonos del lugar, si antes no se han dado los pasos previos necesarios, esto es, el hecho natural conocido como: series del ciclo de la sucesión ecológica. Efectivamente, si las etapas o series sucesivas de degradación suelen ser: Bosque → Brezal → Herbazal → Erosión (Hayedo) (E. arborea) (Cantueso/otras) (Cárcavas) Del mismo modo, las etapas o series sucesivas de regeneración natural deberán ser: Erosión → Herbazal → Brezal → Brezal+ (Cantueso/otras) (E. arborea)

árboles → Más árboles→ (hayas)

→ Bosque formándose → hayedo incipiente → Bosque estable en equilibrio (hayas, otros árboles del cortejo) (hayedo climácico) Éstas, creemos, son las series de degradación y regeneración en la sucesión ecológica de los hayedos en el Macizo de Ayllón.

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Pero nunca: Degradación total → Árboles (erosión) (bosque) …Porque seguramente se secarán en el verano. Por eso muchas veces, a la hora de repoblar, sería necesario acudir primeramente a herbáceas y arbustos autóctonos del lugar para ir preparando el terreno a los árboles autóctonos que vendrán después. En general, los árboles deben plantarse después de que haya suficientes arbustos, eso es lo que entendemos y lo que hemos visto (pruebas naturales del Ermito). Los lugares donde estamos repoblando con hayas son zonas de extensos brezales y, sabido es, que el brezal de Erica arborea representa la etapa de sustitución natural del bosque caducifolio húmedo. Estos criterios posiblemente también sean válidos para otras especies de árboles caducifolios autóctonos, especialmente si se encuentran en zonas regidas por el duro clima continental del interior de la Península. XIII.- CONCLUSIONES REFERENTES A LAS HAYAS DEL MACIZO DE AYLLÓN Creemos que en el Macizo de Ayllón en general y en los sitios concretos de umbría donde vamos a repoblar, no hay casi hayas hoy día porque el hombre, a lo largo de los últimos siglos, ha deforestado estas zonas (ganadería, prados, laboreo, maderas para las casas, leña, carboneo, venta de madera, fábrica de sillas de Riofrío de Riaza,...) y podemos dar gracias a Dios que aún quede algo para nuestro deleite. Baste como ejemplo el hayedo de Tejera Negra, que se encuentra en franca pujanza, pese a haber sido aniquilado repetidas veces a lo largo de su historia, y ha vuelto a brotar con renovado vigor. Este Macizo de Ayllón fue una zona esencialmente ganadera y han hecho falta muchos pastos y se ha quemado y talado mucho para hacerlos, pero no se ha plantado nada autóctono; para colmo de males, lo único que se ha plantado es lo que nunca debiera haberse hecho: las huertas de pino con previo aterrazamiento, que han supuesto una invasión a gran escala de pino silvestre (entre otros pinos y también cipreses), en un ecosistema (dominado por hayas y robles) que no le pertenecía de forma natural y con la consiguiente destrucción de dicho ecosistema. 434

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Por tanto, ante este estado de cosas, creemos necesaria la recuperación del paisaje natural del Macizo de Ayllón, restituyendo las hayas que le arrebataron, y contribuyendo a ello en la medida de nuestras posibilidades. Sí, plantemos hayas, para que vuelva a ser especie emblemática en este Macizo, y dejemos así un legado para las generaciones futuras que, al igual que nosotros hoy, sepan amarlas, estudiarlas y protegerlas. XIV.- PUNTO Y APARTE Igualmente queremos dejar constancia de nuestra queja referente a las repoblaciones con pinos llevadas a cabo en este Macizo, pues es tal su cantidad, que hoy resulta imposible hablar de la vegetación de Ayllón sin nombrar las enormes masas de pinos introducidas. Vaya por delante que: 1) No entendemos cómo pueden repoblarse zonas de gran belleza natural y montañosa si no es con las especies autóctonas del lugar y, además, plantadas con gran respeto al medio natural y rural, sin maquinaria y sin ningún impacto ambiental negativo (terrazas, subsolados, plantaciones en hileras, etc.). 2) Entendemos que también hacen falta especies de crecimiento rápido para atender a las necesidades y demanda de la economía industrial, pero sitios adecuados para ellas deben de existir, que no el destrozar una zona de montaña de gran belleza y con recursos naturales explotables racionalmente y con respeto al entorno, y con especies vegetales y animales a proteger, como es el Macizo de Ayllón. 3) No tenemos nada contra los pinos, ¡faltaría más!, sino contra el mal uso que hace de ellos la Administración. Por eso decimos: Entendemos que es absurdo pretender plantar primero pinos (como nos cuentan los ingenieros con los que hemos hablado) para preparar, según dicen, el terreno y dar sombra después a las frondosas que "dicen" plantarán después, ya que, así, se altera el proceso natural/evolutivo de fases sucesivas hacia el bosque (que hemos comentado anteriormente y, además, como se sabe, la sucesión ecológica es uno de los fundamentos sobre los que se asienta la Ecología). Igualmente decimos que los bosques son por definición autóctonos, pues los cultivos de masas forestales, que planta la Administración, de ningún 435

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modo pueden considerarse como bosques, siendo como son alóctonos, artificiales, sin estratos vegetales, sin flora, sin fauna y sin nada... excepto futura madera; llamémoslos como lo que realmente son: huertas de árboles, granjas de árboles para su explotación. Además, llegado el momento de talar los pinos por haber cumplido ya su misión "nodriza" con respecto a las frondosas, su apeo y desalojo se haría con evidente peligro para las frondosas que están creciendo debajo, siendo éstas aplastadas, tronchadas, etc. durante dichas faenas. No, esto es rechazable. Las frondosas deben surgir después de los arbustos y entre los arbustos, ¿de dónde ha salido "eso de los pinos"? Y las hayas de nuestro caso concreto deben brotar de debajo de los brezos, como demuestran las pruebas naturales observadas que es así. Y no de una "supuesta preparación del terreno por los pinos" para dejar después paso a las frondosas, hecho este que nunca se hará -digámoslo claro, sino que, en realidad, es un pretexto con claros fines madereros. Estas plantaciones de pinos representan: Un impacto ambiental negativo tremendo en toda la comarca de Ayllón y, donde además se ha aterrazado, el daño es casi irreversible y sin remedio (véase, por ejemplo, los altos de los valles del Veguillas y Jaramilla), que afectará muy negativamente a toda la interdependencia flora-fauna de un ecosistema tan dañado por esta causa, y con la inevitable extinción aquí de muchas especies. Acarrearán inevitablemente fuertes plagas de procesionaria que, al tratarlas, como es habitual por la Administración, con plaguicidas, redundará aún más negativamente en la flora y fauna. También se perderá el paisaje y la personalidad de esta región, sus topónimos... y no sabemos cuántas cosas más. Lo sentimos, pero esta es la realidad y también teníamos que decirlo. Grupo del Haya ARBA

CAMPAÑA REPOBLACIÓN 96 30-31/Dic/95-1/Ene/96: Fuimos Juan R., Paz y yo a Peñalba a dar los últimos toques al vivero, pero...al llegar a él nos encontramos con una desagradable sorpresa, algo que nos llenó de tristeza, que nos apenó a todos en gran 436

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manera: habían sido capturados y muertos en los cepos dos avecillas: un petirrojo y un carbonero común. Teníamos que proteger las semillas, esto es, nuestros futuros arbolitos de los depredadores y, desgraciadamente, como merodeaban, tuvimos que poner cepos contra los ratones -que también son seres de Dios-; yo preferiría no tener que matarles, pero había que proteger las bellotas y los hayucos... Pero cuando vimos allí a las dos avecillas abatidas, sin vida, capturadas por los cepos... yo lo pasé muy mal, casi me dieron ganas de llorar y me sentí responsable de sus muertes... Todos lo sentimos mucho, pero la vida seguía y también nosotros tuvimos que seguir adelante con nuestras tareas: se terminó todo el vivero, faltaba cerrar algunas cajas y colocarlas en el segundo compartimento; todas quedaron cerradas y muy protegidas contra los ratones, además se colocaron 10 cepos que, esta vez, se pusieron con el sistema "cacerola", un viejo y casero procedimiento contra los roedores que nos aconsejó muy especialmente Luis Serrano, para evitar así que caigan pajarillos en este tipo de cepos... ¡Luis, Luis, siempre tan sabio!, ¡cuánta experiencia rural atesora!, ¡tanta experiencia vivida en Peñalba!, ¡cuántos años de agudas observaciones en la ruda y a la vez hermosa naturaleza! Después fuimos a Riaza, en medio de la lluvia, que cayó abundante; y ya en la localidad segoviana, sacamos 90 hayas a raíz desnuda que se plantarían al día siguiente en el valle del Berbellido. Los ríos bajaban semidesbordados; ahora hay mucha agua. Pudimos comprobar las distancias kilométricas que separan Peñalba de Riaza por carretera para elegir así el camino que fuera más corto -evitando la pista habitualmente tan intransitable-, y resultó ser así: Desde Peñalba a Riaza por Corralejo = 62 Kms. Desde Peñalba a Riaza por Horcajuelo = 69 Kms. Es decir, que no hay mucha diferencia; casi, casi lo mismo. Para evitar cruzar el río Berbellido -ahora tan crecido- tuvimos que ir a nuestro lugar de repoblación a través del valle del Canalejas de Bocígano y por el collado del Agua Fría arriba, que nosotros llamábamos de las hayas, pasamos a nuestro valle. Vimos los abedules del bosque. El lugar estaba muy húmedo y adornado por unas nieblas rotas preciosas, delicadas y suspendidas en el valle, que me recordaban a las tan admiradas y 437

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frecuentes de Asturias; se diría que era el valle ideal y el tiempo atmosférico adecuado y óptimo para plantar unas hayas. Y así fue: medio lloviendo y muy nublado logramos plantar las 90 Fagus sylvatica que traíamos. ¡Suerte, arbolitos!, mirad qué valle en umbría tan hermoso éste en el que vais a vegetar: abrupto, húmedo, solitario, silencioso... ¡os quejaréis!... antaño hogar de vuestros antepasados, de vuestra especie... ¡a él volvéis! Finalmente, casi anocheciendo, ¡como siempre!, regresamos al coche satisfechos y cansados de la repoblación, pero también tristes cada vez que recordábamos el desgraciado suceso de los pajarillos del vivero. Elegía a dos avecillas Ha caído un petirrojo, ha caído un carbonero, ¡aves que tanto quiero! En los cepos atrapadas... Por culpa de los ratones que hurgan nuestros cajones. ¡Ay qué malo es el hambre! que empuja a toda clase de suerte: expolios, saqueos, la muerte... ¡Han entrado los ratones! las semillas defendamos, con cepos, aunque no queramos pero... ha caído un petirrojo, ha caído un carbonero, ¡justo lo que no quiero! Lo siento, lo siento tanto... ¡Cuánto pesar y llanto!

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Capítulo XXVII

13-14/Ene/96: Fuimos Juanjo, Paz y yo. Salimos para Riaza y sacamos 90 hayas del vivero; de allí fuimos a Peñalba por el puerto de Quesera, Majaelrayo, Roblelacasa y Corralejo hasta llegar a nuestra aldea. Había nieve, y no poca, en el puerto de La Quesera, pero afortunadamente estaba limpia la carretera... ¡Qué hermosa es la nieve, cómo alegra y ensalza los paisajes!... Lástima que casi siempre me toca verla fuera de mi ambiente habitual, de viaje, y en estas circunstancias, además de bella, puede resultar peligrosa. Ya en Peñalba vimos que habían caído tres ratones en las trampas (en casi 15 días), las cajas aparentemente están bien, pues no se observan rastros de ratones ni está la hojarasca removida. Terminamos de plantar 4 semilleros de abedules y ya está todo. El domingo, ¡por fin!, pusimos otra vez en el vivero los letreros de madera: Haya, Roble y Abedul, así como el de Grupo del Haya (ARBA) que nos obsequió José Ángel y que él mismo hizo; pero que, con tanto trajín y movimiento de cajas, hubo que quitarles. Ahora casi parece un vivero serio. Sigrid, la rubia, "bella y sensual" gata que trajimos a Peñalba, ya se encuentra más adaptada al lugar y a los demás gatos. No pudimos ver a Rodolfo que está en Madrid reponiéndose de un resfriado en casa de Luis. El domingo plantamos las 90 hayas (30 por cabeza es un buen número) en el valle del Ermito. Vimos bastantes de las que plantamos en otros años y están bien, con sus yemas formadas, aunque no han crecido apenas. Hubo cacería de jabalí e incluso oímos varios disparos, aunque lejanos; afortunadamente, creo yo, el color azul de nuestros monos de trabajo permite distinguirnos desde lejos. El río iba crecido, aunque menos que el último día; el paisaje del valle estaba realmente precioso: las montañas nevadas y el bosque de melojos que teníamos enfrente, con su aspecto invernal desnudo y con su cobertura de yemas pardo-violáceas que le dan ese hermoso encanto... 20-21/Ene/96: Fuimos Juanjo, Juanito y yo. El sábado salimos para Riaza para sacar hayas del vivero a raíz desnuda; marchamos después rumbo a Peñalba por el puerto de La Quesera; pero antes de la mitad de la subida al puerto, tuvimos que volvernos, pues había nieve y 439

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hielo. Por tanto, fuimos a Peñalba por Somosierra. Pero... ¡fue el fin de semana de la nieve! El domingo amaneció con una gran nevada de 20 cms en Peñalba y de casi medio metro en el puerto de Cabida. Como es natural, no pudimos hacer nada salvo dejar las hayas -60- en nuestro vivero para plantarlas en otra ocasión. Cayó un ratón en las ratoneras. La nieve marcó toda la jornada, todo estaba blanco y Juanito disfrutó mucho de ella tirando bolas de nieve a diestro y siniestro y a todos, pero pronto encontró un hábil rival en el "pillo de pelo blanco", Jesús, que, tras su picarona sonrisa y las habituales bromas de juguetón niño mayor, apareció saliendo de un rincón entre los árboles y pronto entabló un blanco combate con Juanito entre risas, aéreas bolas y nieve, mucha nieve. Mientras, apartándome un poco, contemplaba el valle, los montes, los dormidos árboles y la blancura de la nieve que todo lo cubría; y cómo ésta realzaba los paisajes purificándoles de candor, de inocencia... A la nieve Alba, hermosísima nieve, grácil, frío beso que a la tierra regalas, cuán silenciosa desciendes en las largas, dormidas noches heladas. De inmaculada blancura pintas con delicadeza, los campos, los montes... ¡cubres de pureza! Nieve hermosa que, con sus rayos, cuando el sol te ilumina, más resplandece tu candor, ese que, libre, por el valle camina; y cuando te observo en la apartada soledad, en medio de tu callada presencia, ¡denotas tanta inocencia! Nieve que sonríes ingenua al pie de los dormidos árboles, 440

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Capítulo XXVII

y velas la memoria de los fallecidos tendida sobre sus fríos mármoles... ¡Ah, si tu voz pudiera oír! hablarías palabras sinceras, blancas y frías... pero llenas de ternura, de veras, ¡oh nieve candorosa y pura! Ya por la tarde, tras disfrutar del albo paisaje y de las excelencias de un día tan singular, nos pusimos a pensar en el regreso a Madrid. Tardamos cinco horas (desde las 15 a las 20 horas) en poder salir del puerto de Cabida, nosotros y cuatro coches más, también atrapados por la nieve; y que sólo fue posible gracias al generoso esfuerzo de Isaías con la máquina-pala y el Land-Rover y la colaboración de Jesús, "el pillo de pelo blanco". Pues... así dispuso Dios esta jornada. Quiero destacar en estas páginas la gran calidad humana, el buen corazón y la capacidad de ayudar a los demás tanto de Isaías como de Jesús que, en todo momento, se volcaron con nosotros para ayudarnos. ¡Bravo por ellos! 27-28/Ene/96: No salimos por el temporal de lluvia y nieve. 4/Feb/96: Siguió el mal tiempo, seguía habiendo nieve y el día se presentaba incierto. Salimos Paz, Juanito y yo. Había mucha nieve en el puerto de Cabida (hicimos un muñeco de nieve de casi un metro de alto con su nariz de palo, ojos y boca, su sombrero y bufanda, y allí se quedó). Juanito disfrutó mucho haciendo el muñeco. Peñalba estaba despejada de nieve y la jornada transcurrió tenuemente soleada, aunque fría. Cayó un ratón en las ratoneras y, aparentemente, están bien todas las cajas, pues no se observa que estén las hojas removidas. Trajimos con nosotros 20 manzanos silvestres del vivero de ARBA de la Casa de Campo y dimos a Isaías para que plantara por allí y el resto los plantamos nosotros por distintos parajes de Cabida y El Cardoso. Ese fin de semana pudimos contemplar paisajes invernales de gran belleza. 10-11/Feb/96: Fuimos Juanjo, Paz y yo a Riaza y sacamos 75 hayas de 1 savia a raíz desnuda. El domingo se unieron José Ángel y "otro Juan", amigo de José Ángel. 441

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En Peñalba, el vivero está bien y no vimos indicios de ratones; había menos nieve que la semana anterior y el tiempo fue frío y soleado alternando con nubes. Aquí unimos las hayas que habíamos traído -75- con las que habíamos dejado el día de la nieve -60-. El domingo fuimos a repoblar hayas al valle del Ermito y lo hicimos más cerca que otras veces: a partir del puente sobre el Ermito, a lo largo de su ladera umbría (río arriba), bajo todos los brezos que se nos aparecían... – ¡Ay!, cómo pinchan estas malditas zarzas -dijo, molesta, Paz-, ¡llevo las piernas bien arañadas! y los pantalones hechos harapos... – ¡Pobrecitas zarzas! -le contesté. – Sí, encima búrlate... ¡Ay, las arrancaba todas! – ¡Las pobres tienen que defender su espacio y su integridad! -le repliqué mitad de broma, mitad de abogado de las vilipendiadas plantas... Has de saber que la zarza (Rubus fruticosus), que crece en bosques, matorrales, prados, linderos y toda clase de terrenos yermos y abandonados, posee, sin embargo, excelentes virtudes, a saber: Es conocida desde antiguo su utilidad para combatir resfriados preparando una infusión con sus hojas. Sus frutos -las conocidas moras o zarzamoras- se recogen a finales del verano, de sabor muy agradable, son ricas en vitamina C y se cuentan entre las frutas silvestres más apreciadas, con las que se preparan excelentes mermeladas... Y añadió José Ángel: – Y el zumo de zarzamora no es sólo refrescante y sabroso, sino que además sirve para combatir la ronquera... ¡Jo, menudos batidos me he preparado con ellas! – Bueno, bueno, vale, je, je, je -repuso Paz-, me habéis convencido: ¡qué buenas son las zarzas, que ni te muerden ni arañan!, je, je, je. Pronto nos dimos a la tarea repobladora, azada en mano y llenos de ganas e ilusión. Allí, entre los brezos, el silencio del lugar y el plácido murmullo, suave canción, del arroyo Ermito que, con su discurrir, obsequiaba a nuestros oídos, terminamos la tarea. En total, plantamos entre todos (5 personas) 135 hayas. El paisaje sigue estando precioso, en todo el apogeo de su belleza invernal, realzado por la ingenua e inmaculada nieve.

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Capítulo XXVII

17-18/Feb/96: Fuimos Juanjo, Paz, Juanito y yo a Riaza y sacamos hayitas para repoblar. Estuvimos viendo la posibilidad de plantar robles melojos en la zona de jarales de estepa (Cistus laurifolius), muy altas y apretadas, ladera abajo de Cabida. Isaías hablará, a este respecto, con gente de Cabida y nos dirá si será posible o no, ya que por allí pastorean con rebaños de cabras los vecinos de esa aldea. Por la noche heló (2 grados bajo cero). El domingo, sin embargo, fue un día muy bueno de sol. Fuimos a plantar hayas (en total 115) otra vez al valle del Ermito, río arriba del puente, en ambas orillas, pues los brezos son muy altos y espesos, aunque la mayor parte se plantaron en la ladera de umbría. Se dio bien la jornada. Por lo demás, el vivero está bien, no se ven huellas de ratones: las cajas parecen intactas, no está la hojarasca removida aunque, eso sí, cayeron dos ratones en las trampas. Han empezado a brotar los primeros abedules de los semilleros nuevos, son plantitas muy pequeñitas, tiernas y delicadas. Sigrid, la gata, ya está muy adaptada a la ruda vida montaraz y a sus felinos compañeros de Peñalba. 24-25/Feb/96: Fuimos solamente (por distintas adversidades y contrariedades) Juan R. y yo, ¡sólo dos personas! Primero fuimos a Riaza a sacar hayas del vivero. Nos llevamos una gran cantidad para tener para varios fines de semana. Hay mucha nieve en las montañas, más que nunca en estos años. Por fin llegamos a Peñalba, fue una noche muy fría de cielo raso y estrellado (8 grados bajo cero marcó el termómetro). Esta semana no cayó ningún ratón, ¡mejor así para todos! El domingo fuimos a plantar hayas al Ermito, en total 87. Están arreglando la carretera de El Cardoso con "lapos", ¡perdón!, quise decir con pequeños parches de asfalto, como ya han hecho otras veces, y que luego no duran nada, estando la carretera llena de baches, hecha un patatar... Descubrimos con amargura en el valle del Ermito que se cortan los brezales a matarrasa cada varios años, pues observamos brezos muy pequeños que estaban brotando de nuevo en la zona de solana. Hay que tenerlo en cuenta para no plantar en esta ladera, a pesar de que en ella hay brezos altísimos... Y, por ello, pudiera ser que tuviéramos tentaciones de ir allí a plantar.

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2-3/Mar/96: Fuimos Juanjo, Juan Rodríguez, Juanito y yo. El domingo se unió a nosotros Mario Álvarez Keller. El sábado fuimos camino de Peñalba, el paisaje sigue muy invernal. En Peñalba hacía frío y esa noche medimos en el termómetro exterior 4 grados bajo cero y... ya podéis imaginaros cómo apetecía la conversación, siempre tan animada, con Luis, Rodolfo e Isaías en torno al calor de la chimenea ¡Cuánto tengo mirada esa chimenea, esas danzarinas llamas, esas encendidas brasas! Desde luego, esas horas de conversación nocturna con nuestros amigos en torno a ese agradable fuego forman parte de mis mejores recuerdos de Peñalba de la Sierra. Si las noches son largas y frías, y la conversación caliente, de animados razonamientos y sabidurías... hay fuego en el hogar. Si oyes un chiste, una copla, o un cantar que te hace reír o pensar mientras el fuelle al fuego sopla... hay un anciano singular. Si hacemos un alto en el camino junto a buena compañía, si hay fuego en el hogar y un vivero que espera más un anciano singular... Entonces... ningún enigma se encierra: Estamos en Peñalba de la Sierra.

El vivero estaba muy bien y no ha caído ningún ratón. Todo yace latente, dormido, esperando la llegada de la primavera. El domingo sacamos las hayas correspondientes para ir a repoblar otra vez al valle del Ermito (este año hemos decidido repoblar casi todas las hayas 444

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en el valle del Ermito, esperando así, mientras, que los brezos del valle del Berbellido crezcan más, pues hubo un incendio en él hace 6 años). También esperamos repoblar con hayas en el valle del Cañamar, además de los robles melojos que irán parte al valle del Jaramilla, a la altura de la Hiruelilla la vieja, y el resto en las inmediaciones del puerto de La Hiruela. En total ese domingo repoblamos con 140 hayas.

ECOLOGÍA Libro recomendado: Autor: Carlos de Prada Título: TIERRA QUEMADA Políticos y empresarios contra la naturaleza: El negocio verde. Sobre la "corrupción ecológica". El periodismo de investigación llega a la ecología con este interesante y polémico libro de Carlos de Prada, colaborador habitual de medios de comunicación como la COPE o Diario 16. El autor denuncia las oscuras relaciones entre el poder político y los empresarios en las actuaciones que afectan al medio ambiente. "Tierra quemada" Carlos de Prada Ed. Temas de Hoy

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XXVIII. El gran naturalista y comunicador Carlos de Prada nos entrega el Laurel o premio del programa: "Esto es vida", de la COPE, como reconocimiento a nuestra labor e iniciativa en pro de la recuperación de los hayedos del Macizo de Ayllón

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XXVIII. EL GRAN NATURALISTA Y COMUNICADOR CARLOS DE PRADA NOS ENTREGA EL LAUREL O PREMIO DEL PROGRAMA: "ESTO ES VIDA", DE LA COPE, COMO RECONOCIMIENTO A NUESTRA LABOR E INICIATIVA EN PRO DE LA RECUPERACIÓN DE LOS HAYEDOS DEL MACIZO DE AYLLÓN 9-10/Mar/96: Fuimos Juan R., Juanjo y yo. Primeramente nos dirigimos a Riaza y sacamos todas las hayas que quedaban en el semillero. Tan solo queda ya la tierra y las maderas, que se las cedemos a Manolo. De allí marchamos a Peñalba y llegamos, como de costumbre, casi anocheciendo. Pudimos bajar con las últimas luces del crepúsculo al vivero y comprobar su buen estado. No ha habido ratones o, por lo menos, no ha caído ninguno en las trampas defensivas... ¿Será que ya no vienen o que son tan sagaces que han aprendido a eludirlas con astucia?, ¿serán, por ventura, "ratones colorados", esos que son tan listos como refiere el dicho popular? Parece que Sigrid está en celo... pues tiene locos a todos los gatos del barrio. ¡Claro, rubia, tan felina y con esos ojazos verde mar! El domingo salimos a repoblar al valle del Ermito y allí se nos unieron Mario Álvarez Keller y Concha Sanz Hipólito, por un lado, y José Ángel y su amigo Juan, por otro. Esta vez se plantaron entre todos: 305 hayas. ¡Así da gusto!, eso es lo que hace falta: que venga más gente entusiasta a repoblar. El tiempo fue bueno o por lo menos acompañó. Obsequiamos a Mario y Concha con una planta de Budleia davidii o "planta de las mariposas" y una guía de mariposas para que los alumnos de su Escuela de Naturaleza disfruten y se recreen observando a estos hermosos y coloreados lepidópteros. Fue agradable escuchar, mientras plantábamos las hayas, los primeros cantos primaverales de las aves... y es que ya se vislumbra cercana la primavera, ¡pronto se colmarán de alegres, de llamativas flores las laderas! Ásperas, montañosas, desiertas serranías, hogar de la soledad... ¡de ti, gustan mis días...! 448

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Yo quisiera, de árboles, tus laderas verdecer: robles, hayas, serbales... ¡Ay, si lo pudiera ver! Y... ahora viene la sorpresa del día: Juanjo, discreto, reservado y paciente como pocos, supo callar hasta el domingo tarde, ya en el coche, de regreso a Madrid, su perlita, su sorpresa, la buena noticia que tanto nos iba a agradar y reconfortar: Siempre traía cintas para oír en el coche de programas de naturaleza y medio ambiente que grababa de la radio, nos gustaba especialmente el de Carlos de Prada "Esto es vida" de la COPE. En él, aparte de hablar de la actualidad del medio ambiente o de sus valientes investigaciones contra los "depredadores" de la naturaleza ibérica o del extranjero, esos personajes o empresas nefastas por sus actividades contrarias a la sonrisa del planeta, también incluía una sección en la cual otorgaba unos "cardos borriqueros" simbólicos, acompañados de unos graciosos rebuznos, con los que castigaba a los responsables de las malas gestiones medioambientales y, en cambio, distinguía con un laurel, también simbólico, a modo de premio, a aquellas personas o entidades que, por su actividad encomiable o digna de admiración y/o imitación, eran dignas de tal galardón. ¡Ay, Juanjo, zorro! Pues bien, esta fue la sorpresa que Juanjo nos tenía reservada: Sacó su cinta habitual y dijo: – Tomad, poned esta cinta que he grabado. Era el programa de Carlos de Prada. Repartió los correspondientes cardos borriqueros a los inevitables irresponsables e impresentables personajes o empresas de nefasta acción medioambiental y, al llegar el turno de la concesión del laurel semanal, Carlos de Prada dijo así: "... Y esta semana el laurel ha correspondido a una iniciativa muy bonita que es la del Grupo del Haya, que forma parte de la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA), que intenta recuperar los hayedos del Macizo de Ayllón en contra de la Administración que lo que quiere es sembrar todavía más pinos en esa zona. Es un laurel que les damos, como digo, muy merecidamente para que no 449

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desfallezcan en la reconquista de ese perdido bosque de los orígenes de Iberia tan bello como son los hayedos que existieron en esa zona y que en parte todavía se conservan. Quedan coronados con el laurel." Y en ese momento sonó la música, la música con que el programa hace entrega del laurel, de la gloria, del reconocimiento a un trabajo bien hecho... ¡Oh, aquel momento fue irrepetible, verdaderamente emocionante!, pues nos pilló tan de sorpresa a Juan R. y a mí que nos quedamos mudos, sin habla. Parecíamos dos niños completamente felices y halagados que no dábamos crédito a lo que acabábamos de escuchar... ¡Carlos de Prada nos había concedido el laurel a nosotros!... Mientras tanto, Juanjo, en el asiento de atrás, sonreía también feliz y satisfecho, sabedor de que su paciente y bien guardada sorpresa durante todo el fin de semana, había cumplido su cometido: Había logrado emocionarnos y llegarnos al alma... Nuestra tenaz labor se veía recompensada, reconocida a través de un medio de comunicación. Todos nos sentimos muy bien, yo me sentí muy bien. Además, todos valoramos mucho esta distinción, sobre todo por venir y ser concedida, nada menos, que por Carlos de Prada, a quien tanto reconocíamos su trayectoria en pro de la naturaleza y a quien tanto admirábamos su valor denunciando públicamente con nombres y apellidos a tantos y tantos impresentables sus delitos ecológicos... ¡Gracias, Carlos de Prada, por tu reconocimiento! ¡Gracias, Juanjo, por tu sorpresa! 16-17/Mar/96: Fuimos Juanjo, Paz, Juanito y yo. El sábado, camino de Peñalba, y después de comer, escuchamos la cinta con el premio del laurel otorgado por Carlos de Prada y concedido al Grupo del Haya (ARBA). Todos nos sentimos halagados y satisfechos con tal distinción y también Juanito quien, como todos nosotros, se llevó una gran sorpresa y alegría. A Juanito, además, le gustaba este programa y se reía mucho escuchándole, especialmente cuando se hacía entrega de los "cardos borriqueros", entonces explotaba en sonoras risotadas. – ¡Hala!, ¡Carlos de Prada nos ha dado el premio a nosotros! -exclamaba Juanito con la boca abierta y los ojos saltones de satisfacción por la sorpresa. 450

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– Ves, Juan -le contesté-, cómo el trabajo tenaz y bien hecho siempre acaba dando buenos resultados... – Sí, sí -afirmaba el niño. – Y cuando el trabajo que se hace gusta y se hace con amor, también, je, je, je -añadía Paz riéndose. – Ese, ese es también nuestro caso -puntualizó Juanjo. – Vocación, tenacidad, amor... en eso radica el éxito de nuestro trabajo resumí. Después leímos el cuento titulado "La máquina" -mi primer cuento-, que gustó al personal y a Juanito especialmente, pues se rió mucho oyéndole. ¡Ah! y vimos una casa incendiándose en Montejo de la Sierra, en su casco urbano, junto a la fuente y la carretera que, afortunadamente, se consiguió sofocar a tiempo. Ya en Peñalba vimos que había caído un ratón en el vivero... ¡otro!, pobres... Poco después, ya oscurecido: – ¡Hola, Rodolfo! – ¡Anda, ya estáis aquí!; hale, pasar, pasar, ya os echaba de menos... – Bueno -le contesté-, ya sabe, Rodolfo, que siempre apuramos la tarde y la luz al máximo haciendo cosas o yendo a ver lugares... – Bueno, hale, arrimaros a la lumbre, que ya está fría la noche. Y mientras nos sentábamos en torno al fuego, dijo Juanito todo contento: – ¿Sabes, Rodolfo, que nos han dado un premio? – ¿¡Que os han dado un premio!?, je, je, je, ¿y quién os lo ha dado? – Carlos de Prada -contestó Juanito. Entonces salió Luis de la cocina: – ¿Que os han dado un premio he oído? – Sí, sí -contestó Juanjo. – ¿Entonces, cómo ha sido eso? -preguntó Luis con curiosidad. – Pues Carlos de Prada -contestó Juanito todo contento- tiene un programa en la radio... y... entonces, al que no protege la naturaleza, le entrega un cardo borriquero... – ¡Huy, un cardo borriquero!, je, je, je -rió jocoso Rodolfo al oírlo-. ¡Eso lo comen los burros!, je, je, je. – Y a muchos empresarios -apostilló Juanjo, asimismo riendo- también 451

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habría que dárselos a comer por todas las barrabasadas que hacen... Y prosiguió Juanito: – Pero a los que sí protegen la naturaleza y hacen cosas buenas como... plantar arbolitos... pues les da el premio. ¡Y nos lo ha dado a nosotros! – ¡Anda! -dijo Luis-, así que os ha dado el premio a vosotros. – ¿Y qué premio es? -preguntó Rodolfo. – Pues... un laurel, me parece -contestó Juanito. – ¡Huy!, ¡¿un laurel?!, je, je, je -contestó riendo Rodolfo-, ¿y eso para qué vale?, je, je, je, un laurel... Bueno... vale para guisar, eso sí, je, je, je. – Es un premio simbólico -intervino Paz- que valora una iniciativa altruista, bien hecha, a favor de la recuperación de los hayedos, aquí, en las sierras de Ayllón. – ¡Anda, mira qué detalle! -contestó Luis-, que ya están reconociendo vuestro trabajo repoblador... ¡¿y lo han anunciado por la radio?! – Sí -contestó Juanjo-, en la COPE, porque Carlos de Prada trabaja en esta cadena. – Y este Carlos de Prada... me parece que no le conozco -comentó Luis, ¿quién es? – Pues, en mi opinión -le contesté-, es el mejor periodista defensor de la naturaleza que hay en España y el más valiente, que no duda en denunciar todos los atentados ecológicos que se producen y acusa públicamente, dando nombres y apellidos... y que ama a la naturaleza profundamente... Sí, para mí es el mejor. – Yo creía que os habían dado unas pesetas -añadió Rodolfo-, como decíais que os habían dado un premio... pues yo creía que... – Pues este premio -le contesté- a nosotros nos ha hecho más ilusión y nos ha dado más alegría que un dinero que nos hubiesen dado..., créame. Es un reconocimiento que, a mí por lo menos, me hace sentirme muy bien. Y lo mismo dijeron Juanjo, Paz y Juanito. – ¿Y cómo ha sabido de vuestra actividad aquí en el Macizo de Ayllón? preguntó Luis-, ¿es que os conocía?..., ¿o cómo se ha enterado? – Bueno -contestó Juanjo-, hace algún tiempo le llevé a la COPE un informe de la actividad repobladora del Grupo del Haya y... Y por estos cauces transcurrió la conversación aquella noche; después, a 452

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Capítulo XXVIII

cenar y a calentarse al fuego, conversando y riendo... hasta que el sueño llamó a las puertas de nuestros ojos. El domingo fuimos otra vez al valle del Ermito y en la puerta de entrada al Hayedo de Montejo se nos unieron José Ángel y Juan. Esta vez plantamos ¡217 hayas! Había nieve en nuestra ladera, la de umbría, a trechos, pues nevó el lunes y el martes; pero eso no fue obstáculo para plantarlas; al contrario, poníamos montones de nieve en los alcorques de las hayas plantadas, ¡así tendrían más agua! Oímos a la totovía y también los cantos alegres de un carbonero común por el camino. Siguen predominando los Crocus montana en el campo y vimos las primeras violetas -Viola odorata-, que nos llenaron de contento, deteniéndonos a contemplarlas y admirar su rústica y silvestre belleza primaveral. 23-24/Mar/96: Fuimos Juan R., Juanjo y yo. Tarde del sábado agradable y soleada de relax. Se leyeron poemas y cuentos míos, concretamente: "El corzo Curioso" y "Lorena, la castañera". Llegamos a Peñalba con calma, en la apacibilidad del anochecer, después de ver los jarales de Cabida, por si plantáramos en ellos los robles melojos, aunque hay peligro de que por allí anden las cabras, según nos dijo Isaías, que lo consultó en Cabida.

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En el programa: "Esto es vida", de la COPE, al: Grupo del Haya de A.R.B.A. En reconocimiento a la labor de restauración del paisaje con hayas en el Macizo de Ayllón, que lleva realizando este Grupo, así como animándolos para que sigan realizándolo en el futuro. MUCHAS GRACIAS, Carlos de Prada Noche en Peñalba, como es habitual. Vimos el vivero y todo estaba en calma y sin sorpresas. Aquella noche pudimos contemplar el paso del cometa Hyakutake con su llamativa cola..., que estuvo anunciado los días previos en los medios de comunicación. La noche era oscura y estrellada, así que pudimos verlo bien, y la experiencia fue muy emocionante e inolvidable. El domingo fuimos a repoblar otra vez al valle del Ermito. Esta vez se plantaron 140 hayas en la zona alta de la umbría. Ya se ven más mariposas: limoneras, Nymphalis antiopa, ortiguera e Inachis io; entre los cantos más frecuentes de aves que oímos, destacan los de carbonero, petirrojo, totovía y pito real. 454

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Capítulo XXVIII

30-31/Mar/96: Fuimos Juanito, Juan R., Isabel y yo. Isabel fue una chica de ARBA que quería conocer nuestras actividades repobladoras y se apuntó aquel fin de semana. Hubo sol-nubes y lluvia intermitente el sábado noche y el domingo. Como casi siempre, llegamos anocheciendo a Peñalba -con el fin de ver o hacer muchas cosas por la tarde-. No había ningún ratón en las trampas. Y, ¡sorpresa!, vimos unos pocos hayucos que empezaban ya a germinar, apareciendo sus característicos cotiledones (mariposa). Ya de noche, subimos las escaleras de la, tan grata para nosotros, casa de los Serrano y... – ¡Hola, Rodolfo!, ¿qué tal estamos? -saludó Juan R. al entrar. – ¡Hombre, ya estáis aquí!... -contestó arrimado a la chimenea-¡Hola, Juanito y Luis y Juan!... ¿Y esa muchacha que traéis...? ¡Esta es nueva, que no la he visto antes por aquí! – ¡Hola, señor Rodolfo! -saludó Isabel. – Así que te han traído por aquí -comentaba Rodolfo-, bueno, mujer, no te preocupes, que estos son muy formales, no vayas a creer... je, je, je. ¿Y cómo te llamas? – Isabel -contestó. En esto entraban Luis e Isaías: – ¡Hombre, cuadrilla, ya estáis por aquí! -saludó Isaías-, ¡y hay personal nuevo! – Aquí estamos -les contesté-. Mirad, hoy ha venido Isabel con nosotros... – ¡Hola!, ¿qué tal? -la saludó Luis-, así que te has animado a venir por estas sierras... – Sí -contestó Isabel-, quería conocer estos lugares y estas plantaciones... – Pues estos ya llevan viniendo por aquí bastante tiempo, ¡quieren llenar todas estas sierras de hayas! -exclamó Isaías sonriendo. – ¡Y de robles y abedules! -añadió Juanito. – ¡Mira Juanito cómo controla ya!, ¡qué tío! -contestó Isaías riendo. – ¡Hale, sentaros, arrimaros al fuego, que tendrá la muchacha frío!- propuso amable Rodolfo. Enseguida subió Luis una carga de leña y colocó unos maderos sobre las brasas... – Hay que alimentar la chimenea -le explicaba Luis a Isabel-, que aquí 455

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las noches son muy frías y eso que ya estamos a últimos de marzo. – ¿Ponemos el termómetro fuera? -preguntó Juanito. – Sí, ahora lo bajamos -le contesté. – Aquí tenemos medido algunas noches más de 11 grados bajo cero -le comentó Juan R. riendo. – ¡No me digas! -le contestó Isabel. – Esto es muy frío y muy duro -le explicó Luis-. Aquí hemos estado incomunicados por la nieve y el hielo muchas veces... – Y aquí aguantando así un día y otro con la carretera cerrada..., ¡ya ves! -añadió Isaías. – ¡Coño -replicó Rodolfo-, porque aquí nos tienen olvidados de la mano de Dios! No, de los políticos, que estos políticos son unos... – Calle, no se enfade Rodolfo -le dijo Luis-, que le va a subir la tensión. En esto dije: – Mira, aquí está el termómetro, vamos a bajarlo al exterior. – Yo, yo -se apresuró Juanito-, déjamelo a mí. – Hale, vamos, Juanito -le dijo Juan R.-, vamos juntos a ponerlo. – ¿Y cuántas personas viven en este pueblo? -preguntó Isabel. – Cinco somos -le contestó Rodolfo-, ¿qué te parece? – ¿¡Cinco personas solamente!? -se extrañó Isabel. – A veces seis, cuando pasa temporadas Cirilo en el pueblo -añadió Luis. – ¡Pero quién va a querer vivir aquí! -le contestó Rodolfo-, si esto no lo quiere nadie..., je, je, je. – ¿Y cuántas mujeres hay? -volvió a preguntar. – Tú -le contestó Isaías riendo. – ¡Ay, no me digas...!, ¡qué pueblo!, pero ¿cómo puede ser? – En cuanto ven esta vida, mujer -le explicó Rodolfo-, tan dura y tan fría, ¡todas salen a escape! ¡Ay, je, je, je, ya no sé cuánto tiempo hace que se fue la última!, je, je, je. Bueno, no creas, en verano se abren algunas casas y algunos vienen de vacaciones algunas semanas... y en las fiestas sí viene gente, mujer, pero luego, el resto del año, aquí estamos solos, meses y meses, ay, ay, ay... – Pues sí, ya lo ves, este pueblo se queda vacío, como también muchos otros en estos sitios de montaña tan apartados -le explicaba Isaías-, nadie quiere vivir en estas condiciones ni tener ganado y atenderle; ya lo ves, la 456

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Capítulo XXVIII

gente prefiere marchar a la capital y ya son muchos los que salieron a escape de toda esta comarca y... En esto salió Luis de la cocina: – Hale, padre, que ya tiene la cena preparada..., siéntese en la mesa. – ¿Me has puesto la sopa caliente? – Sí, padre, y una tortilla y tajadas..., ¿vosotros habéis cenado ya?, ¿queréis que os ponga un plato de sopa caliente por delante...? Seguro que Juanito sí que quiere. – Bueno, sí..., gracias, Luis -le contesté. – Pues ¡hale!, arrimaros a la mesa que esto ya está... Noches, noches de Peñalba

Noches, noches de Peñalba, estrelladas y tan frías, mas de reuniones calurosas... ¡qué recuerdos de esos días! Noches, noches de Peñalba, apartado refugio en las serranías, grata reunión de pláticas, de coplas y simpatías... Noches, noches de Peñalba, cuántas de vosotras hice mías, junto a las llamas de la lumbre, soñando el renacer de tus umbrías. El domingo fuimos otra vez al valle del Ermito a llevar más hayas, en total se plantaron esta vez 123. El río Ermito sigue bajando muy crecido y fue algo complicado cruzarlo -descalzos y casi hasta la cintura-, aún recuerdo la cara desencajada por el miedo y el frío que llevaba Isabel al atravesarlo. Juanito, en cambio, lo cruzó en medio de risotadas y bien seco, montado a caballo a mi espalda..., ¡caray, cómo pesa ya!... 457

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El sábado vimos más de 10 buitres leonados y alguno era muy oscuro, ¿buitre negro? Volaban muy bajos, en la zona donde solemos comer nosotros: en la vaguada cerca del cruce de la carretera al hayedo de Montejo con la del puerto de La Hiruela. Sin duda había algún cadáver allí. Seguimos viendo Narcissus bulbocodium, Viola sp., Crocus montana, Hepatica nobilis, celidonia menor, anémona de bosque (Anemona nemorosa). También vimos hierba centella (Caltha palustris), con sus hermosas flores amarillas, cerca del arroyo. Y entre los cantos de las aves: petirrojo, mirlo, carbonero común y garrapinos, arrendajo. Asimismo observamos un agateador común trepando por un roble, y un ratonero común y un milano negro planeando con majestad arriba en las alturas. Sin embargo, y a pesar de haber visto tantas aves y plantas, Isabel no volvió más. Vacaciones 4-7 de Abril: Fuimos Juanjo, Paz y yo a Peñalba de la Sierra. Después, también se incorporó José Ángel. Hubo tiempo para todo: para descansar y trabajar, y no perder así las buenas costumbres. En definitiva, el jueves por la tarde se plantaron 43 hayas en el valle del Rabisquillo y cañada del Rabisquillo (Peñalba de la Sierra). El viernes estuvimos en el valle del Berbellido y se plantaron 76 hayas (se está cerrando mucho de brezos y retamas la zona habitual de plantación). El sábado fuimos a la vaguada del pico del Águila (Peñalba de la Sierra) a plantar robles melojos con un sistema nuevo consistente en sacar las plantitas del semillero con un poco de tierra adherida a sus raíces y envueltas éstas en papel para que no se desprenda más tierra, y llevarlas a plantar así para ver cómo funciona. Sistema éste que denominamos "a croqueta envolvente"; pues, cuando se sacan de la tierra, parecen croquetas. El roble melojo no se puede sacar del semillero a raíz desnuda, como hacemos con las hayas, porque es una especie marcescente y, haciéndolo así, seguramente moriría. Llevarlas en tiestos pequeños hasta los lugares de repoblación no nos resulta práctico -pesan y ocupan mucho espacio-, por eso experimentamos sacando las plantitas con muy poca tierra -la más próxima a sus raíces-, pero parece una operación muy delicada y peligrosa para la vida del arbolito. No obstante, de esta forma se plantaron 13 robles, cuando empezó a llover 458

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y tuvimos que dejarlo y salir "a escape" hacia el pueblo. Llovió el resto del día. Caía sobre la pequeña aldea una buena manta de agua, así que, asomado a una ventana, me dediqué por un buen espacio de tiempo a observar la lluvia, a escuchar su sonido, a oler su húmedo y característico aroma... Llovía... El cielo era gris, la tarde callada, ni los pájaros, mudos, me acompañaban; solo las nieblas, tenues, silenciosas, ante mí, pausadas, discurrían... Mas, entre tanto mutismo, ¡al fin!, oía un rumor... sí, era grato, suave, ¡hasta melodioso!... era música. Luego lo comprendí, todos callaban: oían a la lluvia cantar. El domingo se plantaron 9 robles melojos siguiendo el mismo sistema, el de la "croqueta envolvente" -con el fin de que no pesen tanto-, en "CAPI LADRÓN", cerca de una roca donde pone esa inscripción, arriba del puente de La Hiruela, allí donde se hermanan las aguas del Jarama y del Berbellido. ¿Quién sería ese tal CAPI o qué hizo para que le catalogaran con esa segunda palabra? La verdad es que nunca lo indagamos. El lugar donde los plantamos es fácilmente accesible y localizado para hacer el seguimiento: muy próximo a un conocido y querido roble, un melojo monumental, allí presente, que llama la atención. 459

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Luego fuimos al encinar-alcornocal-quejigar situado más arriba de Torrelaguna donde disfrutamos de una tarde soleada y de una atmósfera limpia, todavía húmeda; con un grato olor a tierra mojada y aromas de romero, cantueso y tomillo. Murieron, ¿por qué?, el alcornoque y la encina que plantamos meses atrás con todo su cepellón bajo las jaras. La verdad es que no lo entiendo, existen allí mismo encinas naturales, pequeñas, creciendo debajo de las jaras, ¿por qué las nuestras no habrán conseguido vivir, no habrán conseguido arraigar? Allí estaban, donde las dejamos, pero secas. Se me olvidaba comentar que están germinando muchísimas hayas de nuestro vivero. Pronto habrá que empezar a trasladar las cajas- semillero de exterior- al pajar de la ventana de Isaías, para evitar las posibles heladas tardías de Abril y Mayo. Los montes de caliza de Torrelaguna estaban muy floridos: con aulagas, euforbias, silenes, tomillos, fumarias, diversas labiadas y preciosas y azules matas de Lithospermum fruticosum. En Ayllón vimos, en el valle del Berbellido, Narcissus pseudonarcissus, N. palidulus y N. bulbocodium, Primula veris, Hepatica nobilis, Ranunculus ficaria y diversas Violas sp. En Peñalba vimos y oímos infinidad de pajarillos: petirrojos, carboneros, herrerillos, pinzón vulgar, pito real, mito, agateador común, lavandera blanca, tarabilla común, mirlo, grajas, cornejas, golondrina, avión común y vencejos; y escuchamos cantos de cuco, martilleos de pico picapinos y cantos nocturnos de cárabo. Y entre las mariposas: limonera (Gonepteryx rahmni), ortiguera (Aglais urticae), pavo real (Inachis io), aurora (Anthocaris cardamine) y Nymphalis antiopa, y grupos de pequeñas mariposas azules en las zonas húmedas (como el licénido ícaro) y más que ahora no recuerdo... Ya hemos terminado de plantar todas las hayas de 1 savia de esta campaña 96, en total se han plantado 1.561 hayas en distintos valles, pero sobre todo en el valle del Ermito. Ahora faltan los robles. Los abedules deberán crecer más y hacerse más fuertes, así que permanecerán en el vivero por lo menos tres años más. Y terminaremos esta campaña con las 4 hayas grandes que nos quedan y unos cuantos serbales de cazadores y manzanos silvestres. 460

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Yo quisiera, de árboles, tus laderas verdecer robles, hayas, serbales... ¡Ay, si lo pudiera ver! 14/Abr/96: Fuimos Juanjo, Juanito y yo. Estuvimos en Peñalba. El vivero está en plena ebullición de vida: brotan muchas hayas y los robles melojos pronto lo harán, seguramente para primeros de mayo. Empezamos a abrir cajas de hayas -más de 20- y de ellas llevamos 11, las más pobladas de plantitas, al cobertizo mejor iluminado y ventilado de Isaías (el de la ventana, para protegerlas en Abril y Mayo de las temidas heladas tardías; en Junio se volverán a sacar al exterior). Después regamos todo con la regadera de finos hilos de agua. Hizo buen día de sol, así como toda la semana del 8 al 14 en Peñalba; estaban todos los árboles con las yemas bastante abultadas, y para la próxima semana todo brotará, si Dios quiere; por tanto, la primavera ha avanzado mucho en estas Sierras de Ayllón y nosotros podremos disfrutar de ella. 20-21/Abr/96: Fuimos Juan R., Juanjo y yo. El sábado hicimos una pequeña marcha desde el puerto de Cabida por la cuerda a la derecha hasta un lugar alto, rocoso y apartado, tranquilo y solitario como pocos, en el que pudimos admirar su paisaje agreste y escarpado, así como deleitarnos de su magnífico silencio sólo interrumpido por los silbidos del viento o el canto esporádico de alguna ave... A nuestros pies se encontraba el recóndito y apretado encinar del encajado valle del Jaramilla, del cual también ascendía, suave, lejano, su sugerente rumor. El paraje, montaraz, nos resultó insultantemente salvaje, bello y relajador. Nos encantó a los tres. Yo, desde entonces, he denominado aquel lugar: El risco de las soledades. Por último, extasiados de tanta belleza y bien relajadas nuestras almas, descendimos tranquilos y satisfechos a Peñalba. El domingo lo dedicamos a despejar de hojas las cajas de hayas y trasladarlas al "cobertizo de la ventana" de Isaías y allí depositamos 28 cajas, las más pobladas de plantitas, y otras 4 al cobertizo de Cirilo, el buen Cirilo, que también nos ayuda en buena medida. Dejamos también 4 cajas de hayas, las más atrasadas, fuera, a la intemperie, para ver cómo evolucionan esta semana. 461

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Con las cajas de robles todavía no hemos hecho nada, pues siguen sin brotar. ¡Ay, qué dormilones son!, aunque, bien mirado, diría que son más listos y apuran al máximo su tiempo de germinación que, a buen seguro, les habrá evitado muchas heladas tardías, siempre tan nefastas y traidoras. Los abedules van mejor y a su aire: han crecido algo, pero siguen siendo muy pequeñines. Acordaos de que sus semillas sólo son algo mayores que la cabeza de un alfiler... Ahora me viene a la memoria el relato de El hombre que plantaba árboles... Hayas, robles, abedules..., pero si este vivero nuestro ¡parece el vivero del buen Elzéard Bouffier! La primavera ha llegado y todo está ya floreciendo o a punto de abrir. Las laderas arboladas de algunos montes se van pintando de un suave y tierno tono verde claro que anuncia un nuevo despertar a la vida... También ocurre otro tanto en la gatita Sigrid, que ya tiene una patente barriguita. 27-28/Abr/96: Fuimos Juanjo, Juanito y yo. El sábado llegamos a Peñalba y vimos el vivero y las hayas trasladadas a los cobertizos de Isaías y Cirilo. El domingo se nos unió Juan R., al que recogimos en el hayedo de Montejo y fuimos todos, junto con Isaías, a ver "qué está haciendo" la Administración en el monte "Barranco de las Huelgas" del término de La Hiruela (Madrid, aunque limítrofe con Guadalajara). Vimos que están trabajando 3 máquinas en las terrazas ya hechas, una para quitar la madera aprovechable y juntarla en montones y otras dos triturando los árboles quemados para despejar las terrazas; por lo que se ve, están preparando el terreno (las terrazas que ya había) para volverlas a repoblar presumiblemente otra vez con pinos... pues ¿con qué si no?, ¿con qué repuebla siempre la Administración? Ya están avisados de estos movimientos Mario Rodríguez (Greenpeace) y Javier Pérez (Comadén) y nosotros hicimos bastantes fotografías sobre el terreno de todo lo observado y de las máquinas. Después, y tras despedirnos de Isaías, que volvió a su aldea, nos fuimos, pues comenzó a llover y marchamos a zonas más cálidas: al bosque mediterráneo de encinas, quejigos y alcornoques de Torrelaguna. En él dimos un buen paseo y observamos diversas especies de herbáceas y arbustos como romeros, lentiscos, cantuesos, ruscos, etc. Pudimos admirar la floración espectacular de los tomillos..., ¡qué agradable aroma! 462

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3-5/May/96: Fuimos Juan R. y yo. Vimos los semilleros de Peñalba que están todos bien y ¡ya están brotando los robles!, con sus pequeñas hojitas, muy velludas y rosadas al principio, algunas incluso coloradas... Juan R. disfrutaba mucho contemplándolos, ¡sabido es su gusto y preferencia por los melojos!, cómo no iba a ser así ¡si es casi, casi Pedro Bellota!, aquel personaje de mi cuento intitulado: La máquina. El sábado estuvimos en el valle del Berbellido y plantamos un haya de 4 años y 2 serbales de cazadores. Buscando, vimos muchas hayas agarradas y en buen estado, de todos los tamaños: pequeñas, medianas y unas 8 mayores de 2 metros, de las que plantamos en la campaña del año 93 con la famosa botella árabe de regado, que parece que por fin van a agarrar, pues están verdes y llenas de yemas grandes. El domingo fuimos a observar y recorrer parte de los valles Veguillas y Jaramilla. Hay muchos abedules brotando en este último, así como los brezales que se van extendiendo y desarrollando por sus laderas. Todo crece. Ya lo dijo Aristóteles: A la naturaleza no le gusta sentirse vacía y siempre tiende a llenarse. Vimos un lagarto ocelado, violetas, arándanos y gayubas. Volvimos a Madrid por Majaelrayo, Campillo de Ranas, Tamajón, etc. 14-15/May/96: Fuimos Juanjo y yo a Peñalba. Quitamos las mallas de seguridad a las cajas-semillero de los robles melojos, que están brotando masivamente. Llevamos y plantamos una Budleia davidii junto al vivero, eso quiere decir que veremos muchas mariposas haciéndole compañía, al que llenarán de color y revoloteos. Abonamos las plantas de más de 2 años con estiércol de vaca, seco y esparcido, y regamos todos los semilleros de hayas. Después, cumplidas las tareas encomendadas a estos días, nos fuimos de marcha al robledal de la Dehesa y al pico del Águila. En aquél vimos los magníficos roblones, así como las hayas, acebos y álamos temblones; por cierto, se ha caído uno de estos últimos, bastante grande. Desde el pico del Águila disfrutamos de sus espléndidas vistas a los abruptos valles del Jaramilla y del Cañamar, de sus escarpados riscos de cuarcita llenos de amarillos líquenes de Rhizocarpum geographicum y de las caricias y murmullos del viento que, delicado y fresco, no cesaba de susurrarnos al oído palabras de dulzura. 463

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Del pico del Águila descendía; al bosque de la Dehesa mis pasos encaminé y, penetrando en su espesura, absorto, su verde fronda observé... De que también yo era observado, bien pronto me percaté, sí, de los robles; sus gruesos, vetustos troncos, me miraban ¡y me hablaban!, mas ¿qué decían? La tarde entera allí permanecí junto a un viejo y tortuoso melojo; y, al caer de la luz y oscurecer, bajo las estrellas de la noche regresé. En la quietud de mis sueños, después, al bosque así representé: la sosegada calma... era su clima; el silencio, su música; la ruda naturaleza, su alma; y la gratitud, a mi presencia amiga..., su voz. ¡Entonces lo recordé...! Eso me decían. 25-26/May/96: Estuvimos Juanito, Merce y Rosa (2 chicas de ARBA) y Juanjo y yo. Se trabajó en el vivero de exterior: distribuyendo los robles y abedules en el sector de solana y las hayas en el de umbría; colocando además, sobre ambos sectores, una malla sombreadora a 2,20 mts de altura. Todas las cajas de plantas se alzaron para evitar que se enraizaran en el suelo, de forma que se calzaron sobre listones-raíles de madera. Afortunadamente nos ayudaron del pueblo Marcelo, Jesús, Cirilo e Isaías, así como la mujer de Paco (Paco es otro peñalbés, aunque sólo está en la aldea en vacaciones), pues ese día 464

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hubo gran movimiento de cajas sacándolas desde los viveros de interior a los de exterior... – ¡Uff!, ¿y en el Grupo del Haya siempre trabajáis así? -preguntó, colorada y resoplando, con los mofletes hinchados, Merce. – ¡No, qué va! -le contestó Juanjo, también sudando y secándose la frente, lo que pasa es que hoy ya había que sacar las plantitas al exterior porque ya hace calor y... – De todas formas, tenéis mucha planta, ¿no? -preguntó Rosa. – Este año sí -le contesté-. Ya sabes que no todos los otoños hay buena cantidad de semillas; las hayas son muy veceras y sólo dan buenas cantidades de hayucos cada varios años, y con las bellotas pasa otro tanto, aunque no tan acusado como con los hayucos... – ¿Y las semillitas de abedul? -preguntó Juanito. – Los abedules, hijo, hasta donde sé, suelen ser más constantes y dan sus ramilletes de semillas -amentos- de una forma más uniforme casi todos los años. – Seguramente será por ser un árbol colonizador -añadió Juanjo- y tener más necesidad de procurarse aportes constantes de semilla para expandirse por el viento. Es su mecanismo de supervivencia. – Sí, será, será por eso seguramente -concluí. – ¡Hoy nos pagaréis más jornal que otras veces, ¿no?! Claro, era Jesús, hablando a voces, con sus habituales bromas. También Marcelo, jocoso, proseguía en la línea de Jesús: – Oye, José Luis, tenéis que traer al pueblo más personal, ¡que no dais abasto! y tenéis que echar mano de nosotros... y luego decís que no tenéis dinero para pagarnos a nosotros... ¡A ver qué va a ser esto! Entre tanto, Cirilo, bajo su boina, tan callado y tímido como siempre, sonreía en silencio al oír los comentarios bromistas de Jesús y Marcelo. – Bueno, ¡hale!, pues luego bajáis al bar y nos invitáis a unas cervezas... Era, claro, la mujer de Paco que, mirando por sus intereses -ella lleva el bar de Peñalba-, tenía que proponerlo... Así, tras ardua jornada de trabajo, terminamos, ¡por fin!, la labor. Ya estaban todas las cajas fuera; cada especie en su recinto y todo el vivero lleno de plantitas, a tope, que rebosaban de verdor, vida y alegría, ¡daba gusto contemplarlo! Hicimos varias fotos del vivero porque la verdad es que era digno 465

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de verse. – ¡Madre mía, si todas estas plantas salen adelante y se llevan al monte, vais a repoblar un verdadero bosque! -dijo, alegre y admirada de ver tanta planta, Merce. – ¡A ver! -le contesté-; desde luego, por ilusión no va a quedar. – ¡Y ya hemos plantado muchas más, no creas que estas son las primeras que vamos a plantar!... -apuntó, todo contento y orgulloso, Juanito. – ¿Te gusta plantar hayas, Juanito? -le preguntó Rosa, sonriente. – Sí, las planto con mi padre -le contestó- y las metemos muy escondidas debajo de los brezos... Aquel día sentí gran satisfacción escuchando aquellas palabras de mi hijo, lo confieso. Poco después se hallaba Juanito correteando y jugando con Jesús (el pillo de pelo blanco) en medio de grandes risotadas y bromas entre ambos. – ¡A que te cojo!, ¡ah!, ja, ja, ja. – ¡A que no me coges!... – ¡Toma!, ¡ah!, ja, ja, ja. 8-9/Jun/96: Fuimos Juan R., Paz y yo. Como había poco trabajo que hacer, caminamos hasta el valle del Ermito, admirando por el camino el hayedo de Montejo; después nos dedicamos a buscar hayas de las plantadas por nosotros para ver cómo se encontraban. Como es natural, sólo vimos una pequeña parte de todas las que hay plantadas, pues es imposible acordarse de tantas y del lugar exacto donde se encuentran todas y cada una de ellas bajo los brezos; pero, de las que localizamos, que fueron muchas, todas se hallaban bien y con sus hojitas verdes y hermosas. Tenemos todavía 3 cajas con hayas en el pajar de Cirilo para tratarlas con un preparado anti babosas y limacos, pues se están comiendo las hojas. Llevamos una nueva y larga manguera para facilitar el regado y la estrenamos ese fin de semana. Ahora resulta más fácil bajar el agua desde la fuente al vivero, así que les dimos un fresco y copioso regado. – ¡¿Juan, todavía no llega el agua?! -le pregunté. – No, no -contestó-, aún no ha llegado. – Espera, espera, que ya va, es que tenía un nudo la manguera -le aclaré. 466

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– Por aquí ya va el agua, se la oye, ji, ji, ji -aclaró Paz. – ¡Sí, ya está aquí, ya sale! Fsschhhsss... es el sonido del agua que ya regala sus líquidos cristales a las plantitas. Una hora después dejamos todo el vivero bien regado, percibiéndose en todo él una gran sensación de frescor y humedad. En otro orden de cosas, en Madrid, la semana anterior y también ésta, hemos tenido mucho trabajo preparando el texto del "Manifiesto en favor de la Recuperación de los Bosques" (ARBA/GREENPEACE). Así fue, a lo largo del mes de Junio tuvimos bastante trabajo preparando el texto de este Manifiesto. Nos reuníamos en los locales de GREENPEACE, en Madrid, con Mario Rodríguez (responsable de política forestal en España de esta organización), elaborando y dando forma al texto de un Manifiesto, muy conveniente y que tanto necesita este país, para que, por fin, las repoblaciones forestales se hagan de otra manera: más ecológica, con las especies autóctonas de cada lugar y sin impactos ambientales. En eso estamos. 15-16/Jun/96: Fuimos Juanito y yo solamente. El sábado por la tarde estuvimos en la laguna de El Cardoso donde nos dimos un buen baño. – ¡Juan, sal ya, que llevas mucho tiempo en el agua!... – Espera, espera... Cinco minutos después: – ¡Venga, Juan, sal ya, que llevas mucho tiempo en el agua!... – Espera, espera... – ¡No, majo!, sal ya, que te vas a enfriar. – ¡Es que está el agua tan fresquita!... Chop, chop, chop... Después, tras comer plácidamente a la sombra de los robles, observando el bello paisaje, me acerqué al manantial y la corte de nomeolvides que escoltaba sus aguas, una zona encharcada que yo ya conocía. ¡Qué preciosa comunidad de nomeolvides!... Cuando vi las azules florecillas, me llené de alegría y contemplándolas feliz, llamé a mi hijo, que estaba jugando: – ¡Juan, Juan, ven, mira, mira qué flores más bonitas! Vino corriendo hacia donde yo estaba y dijo: 467

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– ¡A ver, a ver! – Míralas, ¿te gustan? – ¡Hala!, ¡sí!, qué bonitas son, y cuántas hay... y qué azulitas... – Son preciosas, ¿verdad? Entonces saqué de mi mochila la libreta negra (mi cuaderno de campo habitual) y, buscando la página donde escribí un poema a estas bellas flores, le dije a Juan: – Mira, les he escrito esto, unos versos, a ver si te gusta: A los nomeolvides Pequeño nomeolvides, a Aquel que te dio el color, debes tu merecido honor ¡destacas allí donde vives!, etc. Luego, tras admirarlas y gozar de su presencia detenidamente, finalmente marchamos para Peñalba. Allí estuvimos jugando junto al vivero, después nos pusimos a regarle hasta que cayó la noche... – Déjame, déjame la manguera -decía Juan sonriente-, que quiero regar. – Bueno, pero reparte bien el agua por todas partes, no las encharques. ¡Cómo les gusta el agua a los chicos!: bañarse, nadar, regar, jugar con ella... Por la noche dormimos en tienda de campaña, en el lugar habitual de Peñalba, bajo los robles. El domingo temprano eché en las cajas de hayas un preparado contra limacos, babosas y caracoles, pues se están comiendo las hojas de las hayas. Después se fumigaron las hojas de las plantitas con otro preparado. Se hizo lo mismo con las 3 cajas de hayas que estaban en el pajar de Cirilo. Ya está todo en el vivero y, a todo, se le regó abundantemente. A la 11 de la mañana nos fuimos con rumbo a la "playa" del embalse de Pinilla de Buitrago, después de pasar y regar por el camino, los roblecitos que plantamos en "CAPI", cercanos al roblón: – Déjame, déjame que los encuentre -decía Juanito. 468

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Y los regó él. Ya en el embalse estuvimos toda la tarde bañándonos y descansando plácidamente. ¡Chop, chop, chop, chop!... – Ja, ja, ja,... – ¡Salte ya del agua, Juan! – Luego, luego, ja, ja, ja.

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XXIX. Agresiones al medio ambiente por parte de la Administración

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XXIX. AGRESIONES AL MEDIO AMBIENTE POR PARTE DE LA ADMINISTRACIÓN 23/Jun/96: Fuimos Juanjo, su madre Rosa, Paz y yo. Llegamos a Peñalba y de allí salimos hacia Tejera Negra en el Land Rover de Isaías, con él y con Cirilo, para ver qué están haciendo las máquinas en el Parque Natural. Bien, vimos todo: Hay 2 máquinas de Dragsa -un D-6 H y un D-7 H (la máquina más grande que he visto hasta ahora), ¡vaya monstruo terrorífico!, y con una pala de 4,5 mts de larga. ¿Dónde están? Las máquinas están "trabajando" en la cuenca alta, ladera de solana, del alto valle de la Hoz o de las Zarzas, es decir, en pleno Parque Natural Hayedo de Tejera Negra. ¿Qué están haciendo? Están "limpiando al estilo Dragsa" los pinos quemados en esa ladera y volviendo a allanar las terrazas donde se encuentran estos esqueletos siniestros de los pinos quemados. Hasta ahora han removido por lo menos unas 25 Has. y entendemos, por lo que hemos visto, que faltan otras tantas, además de pistas para llegar hasta ellas. Conclusiones: Una vez más, se está llevando a cabo una labor destructiva y nefasta para la naturaleza porque: 1º) Se han abierto unas pistas tremendas con una enorme erosión del medio y un gravísimo impacto ambiental en el Parque Natural. 2º) El uso y trabajo de semejante maquinaria pesada es absolutamente dañino y perjudicial para la naturaleza e incompatible con ella. ¡Cuánto más para un Parque Natural! 3º) Hemos visto y comprobado una enorme erosión del suelo y destrucción de la estructura del mismo (suelos pardos de montaña, ricos en humus y materia orgánica); se ha desarraigado, destruido y aniquilado la vegetación autóctona, que estaba creciendo en dicha ladera y que estaba formada por roble melojo, abedul, serbal de cazadores, brezo blanco, brezo rosado, retama, piorno, así como multitud de especies herbáceas y flores silvestres rupícolas y de montaña, entre las que destacan Violas sp., Leucanthemum pallida y es472

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pecies de la familia crasuláceas. Dicha vegetación aniquilada era autóctona del Parque Natural y se encontraba en un estado de regeneración natural manifiesta; incipiente o avanzada, según los casos. 4º) Tal desastre origina pérdida de biodiversidad y huida de la fauna (vertebrados e invertebrados) de dicho hábitat. 5º) Hemos visto enormes cantidades de troncos de los pinos quemados arrastrados entre ingentes cantidades de tierras procedentes de la destrucción y erosión del suelo de dicha ladera por las máquinas. Se han abierto pistas de más de 5 metros de ancho y excavadas entre 1/2 y 1 metro de profundidad. En resumen: Destrucción y erosión de la ladera, así como del entorno, destrucción de la flora silvestre autóctona, pérdida de biodiversidad y eliminación de la fauna, vertebrados e invertebrados. Y ¿para qué todo este descarnado de tierras? Todo indica que estos "trabajos" Made in Dragsa constituyen la fase previa, o de "preparación" del terreno, para la 2ª fase que vendrá después y que, con toda seguridad, será la repoblación de dicha ladera. Y ¿cómo?, ¿con qué?, no es difícil suponerlo. Ya se vislumbran más pinos y más hileras en el Parque Natural Hayedo de Tejera Negra... Y yo me preguntó: ¿Así, plantando más pinos -de esta forma tan nefasta- en el hayedo es como se pretende proteger este hayedo, Parque Natural? ¿No es absurdo, no es esto demencial: plantar pinos en hileras en un hayedo protegido? ¿En manos de quién estamos? Después, tristes y desencantados por toda la destrucción que habíamos visto así como por los irracionales planteamientos de la Administración, volvimos a Peñalba. 29-30/Jun/96: Salimos Juanjo, Juan R., Pedro y yo. Estuvimos en la laguna de El Cardoso y ya se sabe: ¡chop, chop, chop, chop!... Y estuvimos viendo y admirando, una vez más, la comunidad de nomeolvides que ya conocíamos y que crecía en la zona húmeda junto al manantial. Posteriormente fuimos a Peñalba, donde estuvimos regando y pulverizando con insecticida el vivero. El domingo fuimos con Isaías y Cirilo a ver otra nueva agresión al Macizo de Ayllón; en este caso situada en la cuerda alta entre Riofrío de Riaza y la Pinilla. 473

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La agresión consiste en un "trabajito" con rejones y movimiento de tierras haciendo surcos de 50 cms de profundidad. Hemos apreciado: erosión e impacto ambiental en una extensa superficie. ¿Para qué se hace esto? Para posible repoblación en hileras (pues ya están hechos los surcos) con especies inadecuadas en el dominio supramontano del piornal. Digo especies inadecuadas porque meterán pinos, ¿qué si no?, en el dominio supramontano -donde ya no crecen árboles por la elevada altitud-. Se informará a Greenpeace. Aquel día convivimos gratamente con Isaías y Cirilo. 7/Jul/96: Salimos Juan R. y yo y quedamos con Mario Rodríguez (Greenpeace) y su novia Marisa. Llovió bastante, el tiempo fue desapacible y nos impidió caminar por el monte, no pudiendo subir por el valle del Ermito como hubiera sido nuestro deseo. Fuimos a Peñalba y, obviamente, no hubo que regar; por fortuna escampó (ya se sabe que, siempre que llovió, escampó) y pudimos salir un rato al robledal de la Dehesa. Ya en él: – ¡Te gustará este robledal, ¿eh, José Luis?! -preguntaba sonriente Mario. – ¿Has visto qué joyita tenemos aquí? -le contesté no menos sonriente. – ¡Es precioso!, ¡qué frondosidad!... -corroboraba Marisa, mientras miraba aquí y allá saboreando todos sus verdes y sugerentes rincones. – ¡Os gusta, ¿eh?! -añadió sonriente y satisfecho, a la vez que jocoso, Juan R.-, pero no vayáis difundiéndolo por ahí... que el desconocimiento de su existencia es su mejor salvaguardia... En estos tiempos de tanta especulación es mejor no dar a conocer determinados lugares, ¿no os parece? – ¿Qué me vas a decir, Juan? -le contestó Mario-, que siempre estamos luchando contra los abusos, la especulación, la sinrazón y todo tipo de atentados y de atrocidades a la naturaleza... Además, nada está nunca suficientemente protegido, pues las áreas que ya gozan de alguna figura de protección: Parques Nacionales, Naturales, Reservas de la Biosfera, etc., ahora, como consecuencia de su merecida fama, tienen un nuevo problema: el de la masificación de visitantes que, en algunos casos, ya llega a ser realmente preocupante y amenazador para dichos lugares que se suponen protegidos... ¡Así que ya veis! 474

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Capítulo XXIX

– ¿Lo ves?, ¡¿qué te decía yo?! -apostillaba Juan R.- El desconocimiento de estos santuarios de la naturaleza es su mejor protección; como los des a conocer, se va corriendo la voz y acaban masificándose y degradándose de forma que, lo que era un lugar solitario, recóndito y maravilloso, acaba profanado, convertido en un concurrido, ruidoso y pisoteado basurero. ¡Si es que el hombre es una plaga! – Ya lo veis -concluí-, es la historia de la humanidad que, allí adonde llega, todo lo altera, lo degrada, lo transforma en otra cosa y, en definitiva, destruye la naturaleza. Siempre ha sido así. Y si un lugar es especialmente hermoso, caerá y será víctima, precisamente, de su belleza. – Sí, por desgracia, es verdad... -aseveraba Marisa, a la vez que, con la cabeza, acompañaba su respuesta con movimientos afirmativos. Por último, abandonamos, y no sin muestras de admiración, el bosque de la Dehesa. Y esa fue toda nuestra andadura aquel día. Poco después, nuevamente comenzó a llover y, tras despedirnos entre la persistente lluvia, nos marchamos de la entrañable aldea.

Otra vez llegó el verano y con él las deseadas, las anheladas vacaciones: Y una vez más me encaminé a la brumosa, montañosa y, para mí, tan querida Asturias. Un mes de recorrido, de aventuras, por sus valles, montañas, bosques, aldeas y brañas; por sus costas, solitarias playas y acantilados; ¡oh, qué lugares por mí tan amados! Encontrando conversación con los aldeanos más ancianos a la puerta de sus casas, con los vetustos árboles del bosque, con las sonoras olas del mar al borde del acantilado, con las altas estrellas en la quietud de la noche o con la grácil y misteriosa niebla, esa solitaria dama de las alturas, que en los altos puertos tantas veces me acompañó. Como siempre, el mes se me pasó volando. Ya os lo podéis imaginar.

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Tomo II

En un bosque astur Verdor, frescor, caminar... descansar bajo tus frondas; tú nos preservas de los rigores del estío. Agradecido, observo, medito en la quietud de tus rincones, ¡recóndito bosque umbrío!

En un acantilado Observo y, del mar, su brisa me saluda; también, de su agitado rumor, su eterna canción a mis oídos acude que, ola a ola, sus versos me declara.

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XXX. Constatación de la presencia de roble común (Quercus robur) en el Macizo de Ayllón

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Tomo II

XXX. CONSTATACIÓN DE LA PRESENCIA DE ROBLE COMÚN (QUERCUS ROBUR) EN EL MACIZO DE AYLLÓN 28-29/Sept/96: Salimos Juan R., Gloria, Montse, Raquel y yo. Iniciamos con esta salida la vuelta a nuestras actividades repobladoras después del verano. En esta ocasión, Juan R. y yo fuimos muy bien acompañados por tres chicas procedentes de ARBA que querían conocer de cerca nuestras actividades. Primeramente nos dirigimos al hayedo del puerto de La Quesera para ver si había hayucos, pero no vimos nada, parece que este año no toca cosecha; sin embargo, eso sí, disfrutamos de las excelencias del paisaje que se divisan desde este puerto: el hayedo de La Pedrosa pujante de hayas, con sus canchales cuarcíticos; el melojar, justo debajo de él, denso, apretado; la pequeña población de Riofrío de Riaza y Riaza, capital de la comarca, ambas a nuestros pies, y al fondo la llanura, la meseta castellana casi infinita perdiéndose en lontananza y confundiéndose con el cielo tantas veces azul. Tras caminar hayedo arriba, culminamos con la divisoria norte-sur y, siguiendo esta última por la carretera, nos dirigimos por las cabeceras de los valles Veguillas y Jaramilla para ver los impactos ambientales de las repoblaciones de pinitos en hileras que parecían a manera de un enorme ejército, soldaditos verdes en filas, en interminables filas aterrazadas, que acuchillan la ladera en replanos artificiales... (alta cabecera del Veguillas). Y los tremendos destrozos del alto valle del Jaramilla, brutalmente aterrazado, quemado y nuevamente aterrazado y descarnado. Ciertamente, éste es un paraje desolador, tétrico, fiel ejemplo del mucho daño que el hombre puede infligir a la naturaleza cuando se guía por criterios salvajes, antiecológicos, y por un desprecio y desamor totales hacia ella y su paisaje; y para ello contando, además, con un terrible y monstruoso aliado: la maquinaria pesada, los bulldozer, auténticos brazos ejecutores de estos destrozos, de esta locura que hiere y ultraja a la naturaleza... – ¡Pues a mí no me parece tan mal este paisaje! -dijo una sorprendente Gloria. – ¡Pero!... pero qué dices, ¿cómo puedes decir eso?, ¿es que este paisaje que estamos viendo te agrada? -le recriminó, sorprendida, Montse al oír su comentario. – ¡Que no!, que a mí no me parece mal -insistió Gloria-, se trata de repo478

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Capítulo XXX

blar los montes y eso es lo que se pretende..., ¿acaso no están ahora repobladas las montañas? – Ya, pero... ¡es que llamar a eso repoblar! -intervino Juan. – Y dale -le rebatió Gloria-. Estos valles antes no tenían arbolado, ahora sí; estas montañas antes estaban vacías, ahora rebosan verdor que produce oxígeno a la atmósfera y respecto a esas alineaciones de árboles que decís que no os gustan... ¡eso es simplemente consecuencia de los tiempos que vivimos!, ¡del progreso!, ahora se trabaja con maquinaria porque rinden más, abaratan los costes y uniformizan su trabajo... Con el tiempo, ya no se notarán esas hileras. – Mira -le contesté-: en primer lugar, estos valles antes sí tenían arbolado, pues estaban creciendo de forma natural robles, acebos, serbales, etc., a los que despreciaron y los aniquilaron volviendo a pasar las máquinas sobre las terrazas... En segundo lugar, si tú crees que vale cualquier arbolado en cualquier lugar, esa opinión es antinatural, porque la naturaleza no es así, sino que en cada lugar crecen exclusivamente las especies de ese lugar y no otras. – ¡Las especies autóctonas! -exclamó Raquel. – Eso es, exacto -le contesté. Y proseguí:- Plantar especies inadecuadas y de forma tan masiva solo puede traer como consecuencia plagas, como las de la procesionaria, el desplazamiento de allí de muchas especies animales que no podrán adaptarse al nuevo hábitat tan pobre y extraño para ellas con lo que se producirá gran pérdida de biodiversidad; y, finalmente, se habrá transformado ese lugar: ya nunca será un bosque, sino un cultivo forestal. – Una huerta de pinos -sentenció Juan R. – ¡Que no, hombre, que no hay que ser tan radical! -porfiaba Gloria que bla, bla, bla, y bla, bla, bla. Al final, como suele ocurrir en estos y tantos otros casos, nadie consiguió convencer a la otra parte y cada uno siguió pensando lo mismo; pero en la parte de Gloria sólo estaba ella. Poco tiempo después, supimos que Gloria, estudiante de Ciencias Químicas, era hermana de un ingeniero de montes. ¡Ahora se entiende!, de ahí esa afinidad de pensamiento, esa coincidencia con las ideas y técnicas de repoblación que vienen empleando estos ingenieros desde las últimas décadas... Ahora lo comprendemos. Y ella no nos lo quiso decir. De todas formas, no volvió nunca más con nosotros. 479

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Después, a la vuelta, pudimos constatar, y esto creo que es importante, la presencia y confirmación de dos ejemplares adultos, no muy grandes sin embargo, de roble común (Quercus robur) en La Pedrosa del puerto de La Quesera. Los ejemplares, que tenían las hojas claramente lampiñas, tenían aurículas manifiestas en la base de las hojas y las bellotas pendían de pedúnculos de casi 4 cms. Dato muy importante la existencia de Quercus robur en el Macizo de Ayllón. Son los únicos ejemplares que, hasta la fecha, conocemos de esta especie en esta montañosa comarca. El domingo estuvimos en Peñalba, vimos a los peñalbeses y no fue poco el contento de Rodolfo al vernos acompañados de tanta jovencita. – Hombre, je, je, je, ¡cuántas mujeres os acompañan hoy!, sí, sí, je, je, je. Venid, venid aquí que os conozca... Aquí es muy de agradecer la compañía porque estamos muy apartados y solitarios..., ya veis qué lugar, ¡sólo quedamos cinco!, je, je, je. ¿Y qué, os gustan estas sierras? Este Luis viene mucho por aquí, a las hayas, a ver si también venís vosotras, je, je, je. – ¡Qué gracioso y simpático es usted, abuelo! -le dijo Montse. – ¡Ay, mujer, si yo os hubiera conocido más joven...! -le contestó Rodolfo-, ahora ya me ves, aquí estoy sentadito viendo cómo se pasa el tiempo y la vida en un santiamén... ¡Ay, ay, ay!, ¡qué malito estoy! – ¡Bueno, bueno, Rodolfo!, ¿ya empieza usted a quejarse?... -le increpó socarronamente Luis, su hijo. – ¡Claro que me quejo! -le contestó enfadado Rodolfo- ¡Qué sabrás tú de mis dolores y mis penas, ya veréis, ya, cuando vayáis para arriba y alcancéis mi edad, ya veréis, ya! – ¡Pero si está usted hecho un chaval, Rodolfo! -intervino Montse-, yo le veo muy, pero que muy bien. – ¡Huy, bien!, je, je, je -le contestó Rodolfo-, bien... ¡si yo estuviera bien, te llevaría ahora al huerto conmigo y...! – ¡Pero, Rodolfo, ¿qué está usted diciendo?! -le increpó, riendo, nuevamente Luis, su hijo. – ... Y -prosiguió Rodolfo- allí te ofrecería unas manzanas y te cantaría unas coplas debajo del nogal... Así, así, escucha. Y sentado en su sillón frente a la chimenea y acompañándose de sus bracitos, se puso a recitar así: 480

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Capítulo XXX

Del manzano, rojas manzanas, y del nogal, bajo su espesura, ¡oh mujer!, me ofreces la sonrisa de tu hermosura. O esta, escucha esta otra... Verás, je, je, je: Pastora, zagala mía, cortejar quisiera tu querer, por estos riscos y majadas... ¡Ay, si yo lo pudiera ver! – ¡Pero Rodolfo, si es usted un poeta, todo un trovador de los montes! exclamó Raquel, gratamente sorprendida al escuchar y ver las buenas artes de Rodolfo. – Y no creas, que sé más coplas, muchas más, je, je, je -concluyó satisfecho Rodolfo. Nos despedimos, vimos que el vivero estaba bien y por la tarde fuimos al quejigar-encinar-alcornocal de Torrelaguna. También nos metimos antes en el robledal (Quercus pyrenaica) de La Hiruela. ¡No estuvo mal el día! 5-6/Oct/96: Estuvimos Juanjo y yo en Peñalba. Ya hemos guardado la manguera de regar, creemos que ya no hará falta. Después recogimos bellotas de roble (melojos) de Peñalba; unas pocas, pues la mayoría aún están verdes. Luego fuimos a hacer fotos de arbolitos: cerezos, majuelos, serbales y robles melojos creciendo entre arbustos y gracias a los arbustos (brezos, brecinas, jaras y retamas). Ejemplos todos muy interesantes como pruebas naturales de árboles autóctonos creciendo bajo los arbustos y gracias a ellos (que les confieren protección del fuerte sol, heladas y depredadores). Las fotos fueron hechas por los alrededores de La Hiruela. Por último, dimos un paseo por el robledal de La Hiruela: es un bosque magnífico de melojar (tal vez fue antaño una dehesa, hoy cerrada con indivi481

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duos más jóvenes) y lleno de brinzales de roble por todos sitios y abundante brezal arbustivo (Erica arborea). Tenía colocadas bastantes casitas anidadoras para aves insectívoras, pero tontamente colgadas: muchas de ellas, de los árboles del borde del camino, a la vista de todo el mundo y a escasa altura del suelo -casi las alcanzaba con la mano-. Las aves no son tan tontas, no creo que ahí aniden nunca. Por lo demás, el bosque es denso y extenso, se sentía la atmósfera limpia y fresca, por lo que daba gusto caminar por él. Nos internamos por su espesura y estuvimos disfrutando de él, de su silencio y de su soledad, hasta el anochecer y así terminamos aquella jornada. Muy buen bosque. 19-20/Oct/96: Fuimos Montse, Juan R., Juanito y yo. Estuvimos cogiendo bellotas de roble en la zona habitual próxima al hayedo de Montejo, junto a la carretera. Juanito, como siempre, se afanaba en buscar las bellotas más grandes y hermosotas, las guardaba aparte en su bolsillo y luego, todo sonriente y con los mofletes coloradetes, preguntaba a ver quién había encontrado las más gordas, sabedor de que las suyas se llevarían el premio. Como así fue. Después paseamos viendo el hayedo desde la pista forestal, que presentaba un encendido y atrayente color otoñal. Vimos el haya madre tan espectacular, tan sugerente como siempre ¡cuánto más, en estos, sus días de fascinante belleza! Al llegar el otoño se repite cada año, lo mismo hoy como antaño, un rito de gran belleza: el haya se viste de reina. Se recrea, se engalana, nos seduce la mirada... ¿Quién no vibra al contemplar sus copas ocres y rojas, antes de caer las hojas? Te preguntarás: ¿Es esto real? Te parecerá soñar. 482

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Capítulo XXX

En Peñalba plantamos en tetrabrik unas cuantas bellotas de Quercus robur que traje de Madrid, de un ejemplar magnífico de los jardines del Campo del Moro, y algunas nueces de nogal. ¡Ah!, también vimos algunas hayitas en el valle del Ermito, junto al puente, de las que plantamos en nuestras incursiones repobladoras, y están muy bien. También presentaban ya el color otoñal. 26-27/Oct/96: El sábado estuvimos cogiendo bellotas de roble melojo. Salimos bastantes en dos coches: Montse, Juan R., Juan Fran (un chico de ARBA) y yo, y en el otro: Cristina, Teresa y Ángela. Ya sabéis... ¡todas de ARBA!. Además quedamos también en El Cardoso con el buen Jacobo, su mujer y su hijo Rodrigo. Primero fuimos a recoger bellotas de roble (Quercus petraea) de las inmediaciones del puerto de Somosierra. Luego, ya camino de Peñalba, descubrimos un gran roble productor de bellotas gordas y en cantidad de Quercus pyrenaica que está en la curva del km 2 antes de llegar a El Cardoso, bajando unos 200 mts. El domingo, en Peñalba, plantamos una caja-semillero aparte, con las bellotas que habíamos recogido de Quercus petraea. Después seguimos recogiendo más bellotas de melojo por los robledales de Peñalba. Vimos e hicimos fotos de encinas pequeñitas creciendo bajo las jaras protectoras en las laderas altas del valle de Cabida, junto a la valla de piedra que siempre pongo de ejemplo de dónde sí hay que plantar ya los árboles y dónde todavía no. Finalmente, ¡cómo no!, fuimos a ver el hayedo de Montejo que permanecía envuelto en su fascinante belleza otoñal, tocado por la mágica varita de las hadas.

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XXXI. Fui educador-monitor del curso: Impacto ambiental de las actividades de ocio y tiempo libre en la naturaleza. Organizado por la Comunidad de Madrid

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XXXI FUI EDUCADOR-MONITOR DEL CURSO: IMPACTO AMBIENTAL DE LAS ACTIVIDADES DE OCIO Y TIEMPO LIBRE EN LA NATURALEZA. ORGANIZADO POR LA COMUNIDAD DE MADRID 2-3/Nov/96: Fuimos Juanito, Montse, Juan R. y yo. El domingo se unió Juanjo. Volvimos a coger muchas bellotas de roble de El Cardoso (aquel del km 2 y otros 3 más que hay junto a él). Al atardecer fuimos a Peñalba. Allí nos encontramos a un Rodolfo gracioso y hablador que tenía ganas de recitar coplas y adivinanzas, así que saqué papel y lápiz y me dispuse a anotarlas. Entre risas y bromas, nos dijo muchas; éstas fueron algunas de las que recogí: ADIVINANZAS POPULARES - Blanco fue mi nacimiento. Verde fue mi niñez. Rojo mi vivir. Y negra me estoy volviendo ahora que me voy a morir. (La mora) - Larga, larga como una soga, y muerde, muerde como una loba. (La zarza) - Blanca como la nieve, negra como la pez, habla y no tiene boca y anda y no tiene pies. (La carta) - Va al campo y no come, va al río y no bebe, con dar voces se mantiene y es tan grato que entretiene. (El cencerro) - 2 miravalles, 486

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Capítulo XXXI

2 miracielos, 4 danzantes y un barreredo. (La vaca) El domingo cogimos más bellotas, y por la tarde recogimos bellotas de roble (Quercus petraea) en La Hiruela de unos ejemplares que existen alrededor de esta localidad. Después fuimos a internarnos al robledal de La Hiruela. Este fin de semana estuvimos en el valle del Cañamar viendo la reciente agresión al monte ahora con rejones (nueva modalidad destructora hecha con maquinaria y que se realiza previamente a la repoblación: consiste en abrir surcos grandes y profundos con gran destrozo y movimiento de tierras para luego plantar en ellos los consabidos pinos). Hicimos fotos y estuvimos por allí evaluando los daños y el alcance del impacto que, os podéis imaginar, era bastante grande; sería aclaratorio ver una imagen de este lugar antes y otra después de haber pasado estos rejones... ¡¡ya veríais!! A la vuelta condujo el coche Juan Rodríguez, y lo hizo muy bien. ¡Mari Pili es tan dócil y obediente!...

Curso de Educación Ambiental Organizado por ARBA y la Escuela de Animación y Educación Juvenil de la Comunidad de Madrid. Otoño 1996 Duración del curso: 120 horas Albergue Juvenil Richard Schirmann. Día 10 de Octubre. Horario 18-21 horas Sesión: "Impacto ambiental de las actividades de ocio y tiempo libre en la naturaleza". Educador: José Luis Deltell

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XXXII. Manifiesto en favor de la recuperación de los bosques

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XXXII. MANIFIESTO EN FAVOR DE LA RECUPERACIÓN DE LOS BOSQUES A este respecto, me parece interesante introducir en estas páginas el resumen de las colaboraciones entre Greenpeace y el Grupo del Haya (ARBA), que aparecieron publicadas en el Boletín Informativo nº 27 (Noviembre 1996) de ARBA mediante un comunicado de Mario Rodríguez, entonces responsable de la Campaña de Bosques de Greenpeace, y que dice así: El trabajo conjunto realizado por el Grupo del Haya (ARBA) y Greenpeace en defensa de los bosques autóctonos Hace ya más de dos años que el Grupo del Haya (ARBA) y Greenpeace vienen colaborando en la defensa de los bosques autóctonos de la Sierra de Ayllón y otras zonas boscosas ubicadas en Madrid, Guadalajara y Segovia. Juntos paralizamos los brutales aterrazamientos que se estaban realizando por la empresa TRAGSA, a instancias de la Junta de Castilla-La Mancha para plantar pino silvestre en el Valle del Alto Jaramilla (Guadalajara), en una zona potencial de roble melojo y haya con claras evidencias de este hecho, avaladas por la existencia de manchas y pies dispersos de estas especies en la zona. Sin duda, los técnicos de la Junta de Castilla-La Mancha habían olvidado que una repoblación similar había sido arrasada por el fuego dos años antes. La misma situación se volvió a repetir este año en el Parque Natural del hayedo de Tejera Negra, concretamente en la cabecera del Valle de la Hoz, en una zona afectada por el mismo incendio que había asolado el Valle del Jaramilla. Cuando nos enteramos de ello, iniciamos las gestiones para la paralización de este desastre ambiental. Este hecho fue confirmado, días después de nuestras denuncias, por el Director General de Medio Ambiente Natural que recibió una propuesta alternativa de restauración de la zona con especies adecuadas y técnicas de bajo impacto ambiental, elaborada por Greenpeace. Se denunciaron los trabajos de subsolado con maquinaria pesada en la cuerda de Riofrío de Riaza-La Pinilla (Segovia) y paralizamos la construcción 490

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Capítulo XXXII

de una pista forestal en La Hiruela (Madrid). También estuvimos controlando las labores de retirada de madera quemada en el valle de las Huelgas, término municipal de Prádena del Rincón (Madrid) con el fin de que su impacto ambiental fuera mínimo. Finalmente hemos colaborado estrechamente en la redacción del "Manifiesto en favor de la Recuperación de los Bosques", aunque todo el trabajo de organización ha salido adelante gracias al excelente trabajo del Grupo del Haya (ARBA). En fin, no quisiera terminar sin expresar mi satisfacción por el trabajo que hemos realizado conjuntamente y que espero se mantenga en el futuro. Mario Rodríguez Campaña de Bosques Greenpeace

Informe de la comisión de contacto con grupos Debido al "Manifiesto en favor de la recuperación de los bosques", ARBA junto con Greenpeace nos hemos puesto en contacto durante estos últimos tres meses con la mayoría de los grupos ecologistas y asociaciones naturalistas de España, para comunicarles la existencia de este Manifiesto y proponerles su adhesión al mismo, como así ha sido, ya que, de forma unánime y generalizada, todos lo han apoyado y firmado. Asimismo seguimos recogiendo firmas de apoyo y adhesión a este Manifiesto por parte de catedráticos y personalidades científicas de las universidades españolas, intelectuales y periodistas e informadores ambientales de este país. José Luis Deltell Coordinador del Manifiesto Igualmente ARBA, a través del Grupo del Haya, se ha puesto en contacto con una agrupación de vecinos jubilados de Amurrio (Álava) que, por iniciativa 491

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propia, se han decidido a repoblar por su cuenta con hayas, con una técnica peculiar e ingeniosa en un sector de Sierra Salvada en Álava. El Grupo del Haya fue a visitarles hasta Amurrio, para conocerles personalmente, así como su labor repobladora, más de cerca. Es de destacar el gran mérito de estas personas y la lección de altruismo, generosidad y entrega de estos señores que, pese a estar jubilados, dicen que no han dejado de trabajar, simplemente han cambiado de ocupación. Nosotros creemos que son un modelo a seguir, ¡bravo por ellos! José Luis Deltell Comisión de Contacto con grupos (ARBA)

El porqué de un Manifiesto en favor de la recuperación de los bosques Durante los meses de Junio, Julio y Septiembre, y a iniciativa de ARBA, hemos trabajado estrechamente con Mario Rodríguez (Greenpeace) para elaborar un Manifiesto que creemos muy necesario si realmente queremos avanzar en la recuperación de los bosques. Todos (Administración, políticos, ingenieros...) dicen que hay que plantar muchos árboles en este país, que hay que frenar la erosión, que hay que potenciar el tapiz vegetal de la península y cosas así; pero, después, una y otra vez, la triste realidad es invariablemente siempre la misma: aterrazado de los montes y monocultivos de pinos y eucaliptos, produciendo un enorme impacto ambiental, pérdida de biodiversidad y de suelo, perjudicando muy seriamente a la totalidad de los ecosistemas donde se "repuebla" con estas huertas de madera, ya que desplazan a todas las especies tanto vegetales como animales que allí había. Para la Administración y sus ingenieros, esto es repoblar y no parecen estar por la labor de cambiar. Pero, para los que pensamos que esto no es repoblar, hemos de decir ¡basta! porque creemos que así están acabando con el entorno natural, perjudican nuestro presente y arruinan el futuro de las generaciones venideras. 492

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Por eso, hemos sacado a la luz este Manifiesto y parece que no vamos muy descaminados con él, a tenor del enorme apoyo que está recibiendo: todo el movimiento naturalista y ecologista del país sin excepción, personalidades como Catedráticos de Universidad del área de las Ciencias de la Naturaleza (Facultades de Biología, Geología, Geografía...), investigadores científicos, ecólogos, naturalistas, periodistas y divulgadores de la naturaleza, escritores... y un larguísimo etc. ya se han adherido a este Manifiesto. Todas estas muestras de solidaridad, no hacen sino reafirmarnos aún más si cabe en la necesidad de hacer público este Manifiesto en los distintos medios de comunicación, así como enviárselo a la actual Ministra de Medio Ambiente, para hacerle llegar nuestra opinión. Ahora que este Ministerio, según parece, va a intensificar las repoblaciones forestales en el país, esperamos que este Manifiesto sea tenido en cuenta y sirva para algo más que para ser oído solamente. Al menos eso quiero pensar. José Luis Deltell Coordinador del Manifiesto

El Manifiesto, por fin, fue presentado el 6 de Noviembre de 1996 en el Real Jardín Botánico de Madrid, y, ante los muchos medios de comunicación que allí se habían dado cita para recoger la información del evento, yo tuve el honor de leerlo públicamente desde mi condición de Coordinador del Manifiesto. Recuerdo que la Sala estaba llena, abarrotada de público y de periodistas que acudieron al acto. La mesa que lo presidía era muy larga y a mí me colocaron en el centro de la misma (¡que yo no quería!) frente a todos los micrófonos y grabadoras de muchos medios de comunicación (RNE, SER, COPE, El Mundo, ABC, EL País, etc.); en ese momento me encontraba algo nervioso, a pesar de que vinieron conmigo Juan Rodríguez y Juanjo e incluso Isaías, Cirilo y Jesús, de Peñalba, que aquel día pudieron desplazarse a Madrid. A mi derecha en la mesa estaba sentado Ricardo Aguilar, de Greenpeace, y a mi izquierda, Joaquín Araujo; también presidían la mesa Emilio Blanco, de ARBA, Carlos de Prada, de la COPE, y otras personalidades del Jardín 493

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Botánico, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, y también estaba Borja Cardelús, el que fuera Secretario de Estado del Ministerio de Medio Ambiente... ¡casi nada! Comenzó el acto Joaquín Araujo, agradeciendo la presencia de todas las personas y medios de comunicación que se habían dado cita en esta presentación; seguidamente, habló de la urgente necesidad de repoblar la cubierta vegetal española y, además, de hacerlo correctamente, respetando siempre la vegetación autóctona y cuidando los impactos ambientales del paisaje para, seguidamente, elogiar el texto del Manifiesto, y el esfuerzo de todos los que lo habían hecho posible como, asimismo, agradeciendo el apoyo unánime a este Manifiesto de todo el movimiento ecologista español sin excepción y de tantas y tantas personalidades tanto científicas de las universidades como de todos los estamentos del país... Y por último, cedió la palabra al Coordinador del Manifiesto, esto es, a mí, que, después de unas breves palabras de introducción y agradecimiento, pasé a leer, con voz lo más clara y entonada que pude, el texto íntegro del Manifiesto. Una vez leído, la sala se llenó de aplausos, posteriormente se levantó la mesa, comenzaron los saludos, estrechamiento de manos, los abrazos y felicitaciones, los corrillos de comentarios y sonrisas y, por último, todos felices, abandonamos la sala. Creo que fue, más o menos, así.

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Posteriormente, y como colofón a este Manifiesto, ARBA organizó con todos los grupos ecologistas que apoyaron y firmaron este Manifiesto, el "Día de los Bosques Autóctonos", que se celebró el día 23 de Noviembre del mismo año, y como se verá a continuación:

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XXXIII. LA TEMPORADA DE REPOBLACIÓN 96/97 SE CARACTERIZA POR LA PLANTACIÓN DE QUERCUS PYRENAICA A "BELLOTAS" Aquella campaña nos volcamos con nuestros amigo los robles melojos 9-10/Nov/96: Fuimos Juanjo, Juan R., Juanito y yo. Primero estuvimos en el abedular de Somosierra recogiendo semillas de abedul. También aproveché la ocasión para recoger unas pocas hojas de roble petraea, arraclán, abedul, cerezo silvestre y acebo para hacer con ellas algunos cuadros de decoración didácticos. Ya en Peñalba quitamos y guardamos la malla de sombreo del vivero, pues ya sobra de cara al invierno, que no tardará en llegar. El domingo preparamos siete semilleros de abedul y se han llevado al pajar de Cirilo; después fuimos a ver los dichosos destrozos del valle del Cañamar. Observamos que la máquina sigue ahí... – ¿Quiéres que la inutilicemos, papá -dijo un entusiasta y ocurrente Juanito-, para que no siga destrozando la montaña? – ¿Qué te crees -le contesté-, que esto es como el cuento de "La máquina"5? – ¡Claro! -contestó contundente Juanito- ¡Y ésta también es de color amarillo! – ¡Vaya, vaya, con Juanito! -exclamó Juanjo sonriente-, ¡qué ganas tiene de pasar a la acción! – ¡Está hecho todo un ecoterrorista!... -concluyó Juan R. Mientras, Juanito reía sonora y picaronamente escuchando los comentarios que había merecido su osada propuesta. La máquina, tal y como pudimos observar, había seguido adelante con su destructora labor de los rejones. Abandonó la ladera de umbría y se ha pasado a la de solana. Estuvimos en La Hiruela, y Juan R. aprovechó para comprar miel; después, y tras pasear por sus estrechas y empinadas cuestas, nos dedicamos de lleno a repoblar con bellotas de Quercus pyrenaica en las faldas del puerto de La Hiruela, vertiente de Montejo. 5. Referencia a mi cuento: La máquina. Cuentos de un naturalista. También del autor. 506

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Capítulo XXXIII

Estimamos en 500 bellotas las plantadas aquel día. Se enterraron y camuflaron protegidas y escondidas bajo los brezos, brecinas y retamas.

PLAN DE REPOBLACIONES 96/97 - Hayas. Se plantarán a raíz desnuda en el valle del Berbellido y en el puerto de Cabida, ladera abajo de umbría hacia Peñalba. - Robles melojos. Se plantarán a bellota -bellotada- en el puerto de La Hiruela: vertiente de Montejo y vertiente de La Hiruela; y en La Hiruelilla la vieja (valle del Jaramilla). - Abedules, serbales de cazadores y manzanos silvestres. De estas especies plantaremos muy pocos. Lugares por decidir. - Encina, quejigo. También pocos. En los alrededores del bosque mediterráneo de Torrelaguna. ¡Hale!... ¡Ya tenemos tarea!

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XXXIV. Fui educador en un curso para agentes forestales de la Comunidad Autónoma de Madrid con la disertación: "Repoblaciones no agresivas con el Medio"

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XXXIV. FUI EDUCADOR EN UN CURSO PARA AGENTES FORESTALES DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE MADRID CON LA DISERTACIÓN: "REPOBLACIONES NO AGRESIVAS CON EL MEDIO" ARBA CURSO DE PRODUCCIÓN DE PLANTAS PARA RECUPERACIÓN DE ECOSISTEMAS. DIRIGIDO A AGENTES FORESTALES DE LA COMUNIDAD DE MADRID. PROGRAMA: 28 Octubre: Ecosistemas de Madrid (Emilio Blanco). 29 Octubre: Propagación, generalidades y práctica. Semillas y estaquillas (Andrés Revilla). 30 Octubre: Un vivero con pocos medios (Arturo San Juan). Y Repoblaciones no agresivas con el Medio (José Luis Deltell). 31 Octubre: Micorrización (Fernando Vasco). 4 Noviembre: Restauración del paisaje (Miguel Ángel Soto y BARBOL)

16-17/Nov/96: Fuimos Juan R., Montse y yo. Seguimos repoblando con bellotas de roble melojo (en total 300) en las faldas del puerto de La Hiruela-ladera de Montejo. Después, al anochecer, nos sorprendió el temporal de nieve, por lo que salimos a escape a resguardarnos a Peñalba. Y nevando llegamos hasta el puerto de Cabida, pero en este alto era tanta la nieve que decidimos no bajar a Peñalba pensando que el domingo luego no podríamos subir. Por tanto, marchamos a dormir a la casa de los padres de Juan, a Valdemanco. Por la noche hubo fuertes vientos y frío. El domingo estuvimos viendo nuevos destrozos... ¡qué remedio, parece que es lo que toca en estos tiempos!, en esta ocasión fuimos al quejigar que atraviesa la carretera desde Cervera de Buitrago a Robledillo de la Jara, por la ampliación de aquélla, una ampliación innecesaria, pues no lo justifica el escaso tráfico que circula por ella. 510

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Capítulo XXXIV

Pero se trata de una ayuda recibida de los Fondos Europeos Comunitarios y, ya se sabe, aunque no haga falta ensanchar la carretera ¡tanto como la han ensanchado!, pues hay que gastar-malgastar el dinero; y lo han pagado, ¡como siempre!, cientos de árboles, muchos de ellos magníficos quejigos centenarios, que ahora yacen talados, sin vida, al borde de "tan magna" carretera todavía en obras... De verdad, cada vez comparto menos los pensamientos y actos de muchos de mis congéneres... ¡Y...! Bueno... Para consolarnos, decidimos ir a plantar después unas cuantas decenas de bellotas de encina en los alrededores de "la casa de los vampiros" del bosque mediterráneo de Torrelaguna. FRASES "La Tierra tiene recursos para satisfacer las necesidades de todos los hombres, pero no la ambición de todos los hombres." (Gandhi) "Aunque supiera que el mundo se fuera a acabar mañana, todavía hoy plantaría un árbol." (Martin Luther King) "Un bosque es una sociedad de árboles y no un ejército de pinos en hileras." (Luis Ceballos, ingeniero de montes) "Los parques naturales son manchas de limpieza en un territorio sucio." (Ramón Font, biólogo) "El hecho de que existan espacios naturales protegidos ¿es un fracaso para la humanidad?..." (Anónimo) ¿No son la prueba del fracaso de la humanidad en su largo acontecer? "El hombre no se adapta a la naturaleza, sino que la transforma en otra cosa diferente... diferente y peor." (J. L. Deltell)

23 de Noviembre de 1996: -Día de los bosques autóctonosFuimos Juan R., Pedro, Juanito, Daniel, Gloria Galeano y yo en dos coches. Se plantaron 1.400 bellotas de Quercus pyrenaica, escondidas y disimuladas, protegidas bajo los brezos de Erica arborea y E. australis y retamas de Cytisus scoparius. También se dispersaron semillas de abedul (Betula alba) en zonas húmedas aclaradas y en las orillas de los arroyos. Se plantaron todas estas semillas (las bellotas y las semillas aladas) sobre unas 12 Has. de terreno, aproximadamente, en las inmediaciones del puerto 511

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de La Hiruela (Madrid) en la ladera de Montejo. Es decir, donde siempre. Juanito iba conmigo, él llevaba la bolsa con las bellotas y yo iba cavando los agujeros bajo los arbustos con el martillo de geólogo... Y después la disimulaba allanando la tierra y echando por encima restos vegetales (hojarasca, palitos, etc.) para que no se note que están ahí. Juanito, que lo observaba atentamente, me preguntó: – ¿Tú crees, papá, que se comerán los animales las bellotas que plantamos? – No lo sé, espero que no, hijo. Los jabalíes y los conejos tienen mucho para comer y, además, para eso plantamos tantas y tan escondidas, ¿no crees? ¡Ya verás como muchas sobrevivirán y crecerán!... – ¿Sólo se las comen los jabalíes y los conejos? – No, habrá más comensales: los corzos, las liebres, los topos, los ratones, los tejones... – ¡Hala, tantos! Entonces las bellotas lo tienen difícil si las encuentran... – ¡Claro, pero por eso estamos plantando tantas!, a algunas las encontrarán ¡pero a todas...! – ¡Ay, esta tan gorda la quiero plantar yo!, déjame el martillo, déjame el martillo... – Toma, hijo. Ten cuidado. – Toc, toc, toc, toc... Fue muy gratificante dedicar ese día a repoblar con tantas bellotas y tantos ¡6 personas! para los que generalmente vamos... aunque para nosotros, los habituales del Grupo del Haya, ésta es una labor normal, que hacemos con gusto cualquier día, y no solamente el Día de los bosques autóctonos. Yo quisiera, de árboles, tus laderas verdecer: robles, hayas, serbales... ¡Ay, si lo pudiera ver! Yo quisiera, de bosques, tus laderas contemplar y en lo alto de sus copas, alegres, oír a las aves cantar... 512

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Capítulo XXXIV

Entonces: ¡Ay, cómo os iban a amar! 30/Nov-1/Dic/96: Fuimos Juan R., Pedro, Montse, José Ángel y yo. Sí, el coche lleno. Una vez más nos dirigimos a la ladera de Montejo del puerto de La Hiruela. El sábado plantamos bellotas de melojo y el domingo también, en total 1.500 bellotas de Quercus pyrenaica. Preparamos también otra cajasemillero de bellotas de Quercus petraea en el vivero de Peñalba; las cuales recogimos el sábado de las inmediaciones del puerto de Somosierra. – ¡Vaya bellotas buenas de roble albar! -dijo exultante de satisfacción José Ángel, contemplando varias en su mano- Voy a llevarme unas cuantas al huerto para plantarlas allí y ver cómo crecen. – Claro, claro -le contestó Juan R.-, llévate las que quieras, un día tengo ganas de ir a tu huerto a ver todo lo que tienes allí. – ¡Puf!, el huerto me da la vida, chico,... si no fuera por el huerto, no sé qué sería de mí en Madrid; he plantado bellotas de encina, de quejigo y de alcornoque, tengo fresnos, olmos, manzanos maellos, perales y un cerezo silvestre; los frutales tienen ya más de un metro de altura y el cerezo lo planté hace tres años y ha crecido bastante. También tengo un Quercus robur que planté hace siete u ocho años y este año ha pegado un estirón increíble... ¡Claro que le aboné con palomina que un agricultor de Segovia me dijo que, sin abusar, es lo mejor que hay para abonar los huertos y los árboles... y no veas cómo lo agradece! Chico, verles crecer es maravilloso -añadió. – ¿Y, además de los frutales, no plantas en el huerto cosas de comer? preguntó Montse. – ¡Claro! -le contestó-, patatas, tomates, lechugas, acelgas, nabos, cebollas, zanahorias... y recojo peras, manzanas,... no, yo no gasto en frutería, ¡qué va! – ¡Pues qué bien te lo montas en tu huerto! -le contestó Montse. – ¿Y todo te lo plantas tú o hay otra persona que te ayude? -le preguntó Juan R. – Sí, hay otro chico, que es de él el huerto, pero va muy poco por allí. Sí, yo planto todo. 513

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– ¡Vamos, que el huerto es tu felicidad y tu evasión del mundanal ruido! -exclamé yo. – Sí, allí entre las plantas paso muchas horas -explicó José Ángel-, y yo, en su día, me tengo que ir a vivir al campo... en Madrid no puedo, no puedo estar. Por estos y otros cauces transcurrió aquel día la conversación, mientras formábamos todos, en buena armonía, el semillero de robles albares (Quercus petraea). 14-15/Dic/96: Fuimos Juanjo, Montse y yo. El sábado estuvimos plantando bellotas de Quercus pyrenaica en las inmediaciones del puerto de La Hiruela, en la ladera de Montejo, donde nos oscureció. Así que nos encaminamos a pasar la noche a Peñalba, como de costumbre. – ¡Hola, Rodolfo! -le dije. – ¿Ya estáis aquí?, je, je, je -contestó el abuelete-, ya estaba pendiente de que llegaseis, ¡como hoy es sábado! Hoy habéis tardado más. – Es que hay que apurar la luz, como ahora anochece tan pronto... -le explicó Juanjo. – ¿Y hoy por dónde habéis estado? – Por la zona del puerto de La Hiruela -le contesté. – ¿Habéis pasado por los altos de La Hiruela? – Sí, y hemos estado plantando bellotas -le contestó Montse. – ¿Habéis estado allí plantando bellotas?, je, je, je, por ahí tengo yo pasado unas cuantas veces con las ovejas. Sí, je, je, je. – ¿Cuando marchaba usted de trashumancia? -le pregunté. – ¡Claro! – ¿Y a pie? -preguntó Juanjo. – ¡A ver!, qué remedio, y de alpargatas... – ¿Y duraba mucho el viaje? -le pregunté. – Varias semanas, depende, andando siempre por las cañadas hasta Extremadura. – ¿Y para dormir? -le preguntó Montse. – Pues nada: donde caía la noche, se hacía el campamento, se arrejuntaba el ganado y se dormía acurrucado en medio de las ovejas, envuelto en la manta bajo las estrellas. 514

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Capítulo XXXIV

– ¿Así de simple? -dijo sorprendida Montse. – ¡Anda, ¿qué te crees, guapa?!, si llevábamos poco más que lo puesto y el zurrón con un poco de comida y vino y algún dinero, aunque de esto poco, je, je, je. Reía el bueno de Rodolfo, mientras recordaba feliz sus andanzas pastoriles. – ¡Hale, Rodolfo! -le decía Luis, su hijo, desde la cocina-, si quiere ya puede usted acercarse a la mesa, que ya tengo la cena preparada. ¿Le caliento también la sopa? – Sí, y le echas también unos mendrugos de pan. Así transcurría la noche, fría en el exterior, pero cálida, como siempre, en casa de los Serrano, sentados todos alrededor de la acogedora y luminosa lumbre. El resto de la noche, Rodolfo nos contó más datos y anécdotas de sus incursiones hacia las dehesas extremeñas; mientras, atentamente, yo iba anotando todo en mi cuaderno de campo. De forma que prosiguió así: – Veréis, veréis, je, je, je, al pasar por el cordel, que es la vía pecuaria a su paso por Malagón (Ciudad Real), íbamos reunidos en tropel muchos pastores con nuestros ganados y al pasar por allí, solían quitarnos con lazo alguna oveja o cabra y como todos los años, je, je, je, ¡ay, madre!, nos lo hacían, nos pusimos alerta, así que los ganaderos vimos las trampas y los lazos y, entonces, una oveja se quedó en la trampa y vino el ladrón de Malagón que al verla exclamó: – "¡Oh, necesidad infame!, a cuántos buenos obligas... Tú, oveja lanuda y gorda, no volverás más a Soria. ¡Es la vida, que gira como una noria!" Entonces salió el pastor, escondido entre las jaras con una escopeta, que estaba esperándole, y le contestó: – "¡Y tú, pícaro ladrón, no volverás más a Malagón!" Y prosiguió Rodolfo: – Je, je, je. Mas el pastor, viendo la necesidad del buen ladrón, le perdonó la vida, pero se llevó su oveja con él al rebaño. Sí, eran años de mucha necesidad y en muchos pueblos se pasaba hambre. Finalmente, todos los allí reunidos en tan entrañable y calurosa plática nocturna, a saber: Rodolfo, Luis, Isaías -éste ya hacía rato que daba buenas cabezadas, dormido sentado en el sofa-, Juanjo, Montse y yo, nos retiramos a dormir. 515

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A la mañana siguiente bajamos al vivero y comprobamos con gran extrañeza que había desaparecido una caja plantada con bellotas de melojo. Preguntamos a Luis, a Isaías, a Cirilo, a Jesús, pero nadie sabía nada. Qué cosa más rara. En fin. Si alguien, al menos, las ha empleado para plantarlas, allí donde se deba y corresponda, vale..., pero las cosas entiendo que hay que decirlas, o pedir permiso, creo yo... Por esta causa, Jesús, "el pillo del pelo blanco", nos dejó dos cerrojos, ¡y bastante buenos!, que tenía, y los pusimos cerrando las alambreras de los viveros. Y allí están hasta el día de hoy. Plantamos también, en envases, todas las "bellotas campeonas" -¡qué pena que no estaba mi hijo Juan, seguro que también le hubiera gustado colaborar!-, cada una en uno, para que crezcan bien fuertes, sin competencia con otras. Después abandonamos Peñalba y nos fuimos a plantar más bellotas de melojo al puerto de La Hiruela, pero esta vez a la vertiente de La Hiruela, pero antes plantamos 3 hayas con su cepellón en la zona habitual subiendo al puerto de Cabida en la vertiente del valle Cañamar; así como 7 bellotas de encina, que nos dio Cirilo, en ese lugar de monte bajo de encinas y jarales, cerca de la tapia de la foto famosa de la zona de prados y la zona de jaras, próxima al puerto de Cabida. En total plantamos ese fin de semana 700 bellotas de Quercus pyrenaica. 28-29/Dic/96: Fuimos Juanjo, Montse y yo. Seguimos plantando bellotas de roble melojo en las inmediaciones del puerto de La Hiruela, en la cara que mira a Montejo. -Plantar y plantar bellotas-. En Peñalba, por la noche, el termómetro ambiental alcanzó 5 grados bajo cero; y el domingo por la tarde, mientras plantábamos -plantar y plantar bellotas y más bellotas-, nevó algo, afortunadamente para nosotros ya estábamos terminando. En total se plantaron ese fin de semana 650 bellotas. Y nos fuimos. Si de recuperar los valles tienes ilusión, de llenar los montes de vida plantando hayas y robles con profusión 516

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Capítulo XXXIV

desde el Berbellido al puerto de Cabida o del Ermito a las laderas del Cerrón..., despierta una pasión que yacía dormida y... planta, planta, ¡oh qué satisfacción! 11-12/Ene/97: Solamente fuimos Montse, Juanito y yo. El día fue frío y gris. Había nieve en las zonas altas del puerto de Cabida, pero pudimos llegar a Peñalba. El domingo pudimos plantar 250 bellotas de roble melojo en el puerto de La Hiruela, aunque más abajo que otras veces, del lado de Montejo de la Sierra. ¡Plantar y plantar bellotas! Fuimos a Lozoyuela a ver la pretendida repoblación de pinos, ¡otra vez pinos! (8.000 unidades), que pretende llevar a cabo el alcalde, pese a la negativa de los vecinos del pueblo que quieren que la repoblación sea con los árboles autóctonos del lugar (roble melojo, encina, enebro, fresno, majuelo, endrino...) y plantados de manera ecológica, sin impactos ambientales... Sin embargo, ya se han hecho los surcos en el terreno a base de maquinaria pesada con destrozos por todos sitios: encinas, fresnos y enebros jóvenes arrancados; brezales, jarales, retamares removidos o destrozados, y grandes movimientos de tierras, rocas y suelos... todo maltrecho, ¡siempre pasa igual! ¿A esta locura se le llama repoblar? Otra vez lo mismo... ¡Oh montes!..., ¿qué os han hecho? ¡Oh cielos!, cuánta desolación, mi alma queda conmovida, horror, sobresalto, ira... me causa vuestra contemplación. ¡Quién os hubiera conocido libres, vírgenes, naturales! sin destrucción ni señales, ¿por qué así os han herido?...

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... Pues llegó la Administración y con ella vuestra desventura pues fingiendo una repoblación hicieron la gran locura; ¡oh, progreso de la nación, élite de la cultura! ingenieros de la destrucción... ¿Así el bien de los montes se procura? – Papá, papá -decía indignado Juanito-, ¿sabes lo que haría yo ahora? Si estuviera aquí la máquina que ha hecho esto, me subiría a la cabina con un martillo y la destrozaba toda a martillazos hasta que nada funcionara de ella y después los pinitos los arrancaría de las hileras uno a uno y... – ¡Muy bien, Juanito -expresó Montse, también rebelde-, hay que pasar a la acción frente a las injusticias! – ¡No, no! -les dije- Sé cómo os sentís los dos. Yo también estoy indignado y molesto con lo que veo, ¿qué creéis?, pero no se puede tomar la justicia por nuestra mano. Considerad: la máquina sólo hace lo que le ordena su conductor; y el conductor hace lo que le ordena su superior... y los pinitos no tienen la culpa del mal uso que los alcaldes y las administraciones del poder hacen de ellos, plantándoles indiscriminadamente y sin criterios ecológicos en todas partes... – ¡Pues, entonces -proseguía todavía muy indignado Juanito-, iría al conductor de la máquina y al alcalde y les daría dos puñetazos y...! – Ja, ja, ja -reía Montse los llanos y directos razonamientos de Juanito. – Bueno -les dije-, andad, vámonos, aquí nada podemos hacer... el mundo está lleno de penas. 25-26/Ene/97: Fuimos solamente Montse y yo. Plantamos 100 bellotas en el puerto de La Hiruela, cara de Montejo. Después fuimos a Peñalba. – ¿Pero hoy solamente venís vosotros? -preguntó Isaías al vernos-, ¿dónde habéis dejado al resto de la cuadrilla? – Ya ves -le contesté-, nadie más ha podido venir hoy que nosotros... 518

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Capítulo XXXIV

– ¡Huy, qué mal va esta empresa!... cuando los operarios empiezan a faltar y no acuden al puesto de trabajo, pronto echa el cierre... -bromeaba Isaías. – Pues hoy ya hemos plantado 100 bellotas -explicó Montse. – ¿Y dónde las habéis plantado? -preguntó Rodolfo desde su sillón pegado al fuego. – Allí, donde siempre, por el puerto de La Hiruela -respondió Montse. – ¿Otra vez allí? -prosiguió Rodolfo. – Sí, este año -le contesté- estamos plantando casi todas las bellotas de roble allí; en aquella zona hay mucho terreno de matorral y mucho monte que plantar... ¡Ay si creciera un robledal!... Después, tras cenar, todos, reunidos alrededor del fuego, estuvimos de animada conversación arreglando el mundo, y tampoco faltaron los gracejos y alguna copla de Rodolfo o la habitual elocuencia de Luis hablando de temas históricos del último siglo de España, ¡qué memoria!, enriquece sus comentarios, siempre tan acertados, con fechas, datos, nombres de gobernantes, militares, etc, etc. Finalmente, Isaías hacía rato que daba sus habituales cabezadas en el sillón, quedándose cada vez más dormido, señal que, también a nosotros, nos sirvió para irnos a dormir. El domingo vinieron con nosotros Cirilo y Jesús y fuimos todos a plantar al valle del Jaramilla -tramo medio-, cerca de las ruinas de La Hiruelilla la Vieja. Al final pudimos plantar 700 bellotas de roble melojo bajo los brezos y brecinas, pues es una zona muy densa y bien poblada de estos arbustos de Ericáceas. Por allí mismo ya están creciendo entre los brezos algunos robles melojos de todas las edades, y por encima de La Hiruelilla domina ya un buen monte de robles. Más abajo, hacia el río, también se extienden encinas, aunque la mayoría de porte pequeño, de las que por aquí llaman carrascas. Y así se nos pasó el día y el fin de semana. Plantando y plantando bellotas. 1-2/Feb/97: Fuimos otra vez Montse y yo solamente. A este paso va a tener razón Isaías de que esta "empresa" flaquea. Plantamos 200 bellotas el sábado por la tarde en el puerto de La Hiruela, cara de Montejo. Por la noche en Peñalba tocó como tema de conversación: la Guerra Civil española. Rodolfo nos contaba sus andanzas en las filas de la República. El pobre estaba, como 519

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ya nos contó otras veces, nada menos que en las unidades de vanguardia de choque con una ametralladora grande, de apoyo en tierra, de esas que la sirven dos soldados, y se pone el cañón incandescente de tantos cientos de balas por minuto que disparan. Nos contó lo mal que lo pasó en Teruel, en la famosa batalla que allí se libró; como asimismo del frío y de todo tipo de calamidades, tragedias y crueldades que la guerra conlleva. Tuvo varias heridas de guerra, una en la cara, cerca del ojo. Hablando, a veces Rodolfo levantaba la voz y fruncía el ceño, enfadado, bien porque contaba anécdotas con indignación, o bien porque Isaías unas veces, o Luis otras, le tiraban de la lengua y le hacían enrabietar. Finalmente, ya calmado, Rodolfo y todos nosotros nos fuimos a dormir, mientras la ahumada chimenea apuraba sus últimas e incandescentes brasas antes de apagarse definitivamente durante las largas horas de la noche. El domingo marchamos por la mañana de Peñalba y plantamos 400 bellotas de roble melojo en el puerto de La Hiruela, pero esta vez en la cara de La Hiruela. ¡Plantar y plantar bellotas! También plantamos 7 bellotas de encina en la zona de Cabida, bajo las jaras. Por último, cansados pero satisfechos del trabajo realizado, regresamos a la gran urbe. 8-9/Feb/97: Fuimos Montse, Juan R., Juanito y yo. Juanito llevó juguetes y ajedrez. Plantamos 300 bellotas el sábado y 600 el domingo en las inmediaciones de La Hiruelilla la Vieja. En total 900 bellotas, 900 proyectos, 900 nuevas esperanzas de Quercus pyrenaica deseando crecer sanos y vigorosos en las umbrías del tramo medio del valle del Jaramilla. ¿Y qué hicisteis este fin de semana?, ¡plantar y plantar bellotas! Después Juanito y yo nos apartamos hasta un promontorio rocoso próximo a la cumbre del pico del Águila, y desde él observábamos el agreste y amplio paisaje que aquel solitario lugar nos regalaba. – ¡Qué pequeño se ve Peñalba allí abajo! -me dijo. – ¡Ya lo ves! -le contesté-, y eso que no estamos tan lejos. – ¿A qué altura estaremos ahora? -preguntó. – Pues... no lo sé, pero... a unos 1600 mts, poco más o menos. – No me gusta subir a las montañas -dijo serio y repentinamente. – ¿Por qué? 520

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– Porque te cansas... Reí al oír su respuesta. Seguidamente añadió: – Pero luego me gusta mirar desde lo alto el paisaje mientras descansas... – ¡Amigo! -exclamé-, eso te enseñará que el que algo quiere, algo le cuesta, y que para conseguir algo que merezca la pena hay que trabajar y esforzarse por ello..., ¿no es verdad? – Sí... – ¡Mira el sol! -le dije-, ya se está poniendo. ¿Te gustan la luz y los colores que ahora nos muestra medio oculto entre las nubes? – Sí. ¿Eso se llama puesta de sol? – Sí, así es. – Yo creía que la puesta era lo contrario, cuando amanece por las mañanas; y que por eso se ponía en el cielo después de la oscuridad de la noche. – Es curioso -le contesté-, igual me pasaba a mí de pequeño. Yo también creía que ponerse el sol era eso, ponerse y no quitarse del firmamento. Pues no, cuando se pone es que se quita, que se va: el atardecer, y después, poco a poco, llega el anochecer. Y eso me recuerda que ya tenemos que regresar para que no nos caiga la noche... Mira, allí están Montse y Juan que nos hacen señas... Hale, vamos. La noche del sábado estuvimos a 7 grados bajo cero. El domingo disfrutamos de un sol tibio y agradable de invierno hasta que finalmente tuvimos que marcharnos. El sol se oculta, la luz se va, iluminando las nubes de encendidas fantasías, de colores indecibles. También nuestros pasos se van; atrás dejan el silencio, nuestro callado esfuerzo, hermanado a tus altas sierras, 521

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soledades agrestes tan deseadas... ¡Encendidos, sigan nuestros ánimos!... ¡Indecibles, los bosques que mañana crecerán! 15-16/Feb/97: Fuimos Juanjo, Juan R., Paz, Luisa y yo. Se plantaron el sábado bellotas de Quercus pyrenaica en el puerto de La Hiruela, ladera de Montejo, y el domingo vinieron también Mario y Concha a Peñalba. Fuimos todos a plantar a La Hiruelilla (valle del Jaramilla) y llevamos con nosotros un saco de bellotas de roble melojo. En total se plantaron 1.300, ¡no está nada mal!, en todo el fin de semana. ¡Plantar y plantar bellotas! Con tanta ilusión derramada... ¿no veremos al bosque resurgir? Me temo que si sigue así el tiempo, va a llegar una primavera anticipada -lo digo porque luego llegan las heladas tardías-. Ya cantan los carboneros y los pinzones, y hemos visto brotadas las primeras violetas, Narcissus bulbocodium y algunos Crocus montana. Sin embargo, las noches siguen frías, ésta pasada se midieron 5 grados bajo cero a las 0.30 h. de la madrugada y a las 8.30 de la mañana del domingo también, a la sombra. Luisa parece simpática y dispuesta, pero no sabemos si volverá. 22-23/Feb/97: Fuimos Montse, Juan R., Juanito y yo. El domingo plantamos 3 hayas de 3 años, que teníamos en tiestos, en la zona de la cañada subiendo al puerto de Cabida (Peñalba). Después fuimos al puerto de La Hiruela, cara de La Hiruela, y plantamos 350 bellotas de roble melojo. ¡Plantar y plantar!... ¡Oh, cuánta ilusión!..., una desbordada ilusión derramada por las umbrías. Juanito tuvo ocasión de "pelearse" una vez más con Juan R., rodando ambos por el suelo, resonando en el valle por igual las voces y risotadas de los dos contendientes. Después, ya manos a la obra... 522

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– Papá, ¿tú crees que crecerán todas las bellotas que estamos plantando? – ¿¡Otra vez!? Esto ya me lo preguntaste el otro día... – Ya, pero muchas veces lo pienso... – Hijo, quiero pensar que sí. – ¿Y si se las comen los ratones o el jabalí?, por aquí hay muchos... ¡Jo!, ¡yo no quiero trabajar tanto, para que luego se las coman los animales! – Esperemos que no las encuentren, ¿no te parece que debe de ser difícil?, fíjate qué escondidas y separadas las plantamos unas de otras y, además, las disimulamos con hojarasca y palitos... De todas formas, bajas siempre tiene que haber, pero por eso plantamos tantas, para que muchas o algunas puedan sobrevivir. – ¡Hala, Juan R.-dijo el niño mirando-, qué lejos ha subido!, y allí está Montse... – ¿Nos quedan muchas bellotas todavía, Juan? – No, unas pocas -contestó-, ya pronto terminamos... ¡Jo!, ¡tengo ganas de merendar! – Enseguida, enseguida vamos. Y merendamos, hijo. 1-2/Mar/97: Fuimos Montse, Paz y yo. Plantamos 120 bellotas de Quercus pyrenaica en el puerto de La Hiruela, cara de La Hiruela. Y el domingo cesamos la actividad, pues fuimos a ver tirarse del puente de Lozoya a Juan R. y Pedro. ¡No, no se querían suicidar!, sólo querían experimentar cómo se cae por el aire haciendo "puenting". El puente es bastante alto, por él pasa la vía del tren y vaya que se tiraron, amarrados por las piernas y ¡hale!, de cabeza al vacío, como si se tiraran a la piscina, pero era un salto de más de veinticinco metros. Y al final quedaron colgados como a 1 ó 2 mts del suelo, balanceándose cabeza abajo. Ambos dijeron que fue muy excitante, ¡qué manera de subir la adrenalina!..., y que era una sensación que querían experimentar. Bien, pues experimentado quedó. Fue el fin de semana del "puenting". Después fuimos al puerto de Canencia y vimos muchos abedules, pero diseminados, dispersos entre el pinar; no vimos, sin embargo, el abedular que nos dijeron y que quisimos encontrar... ¿Existe? Pero nos detuvimos ante un abedul solitario.

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A un abedul solitario Caminando el alto valle en busca de su soledad, admirado, contemplaba... ¡Cuánta, cuánta serenidad! Mas ascendiendo, pronto vi de un árbol su silueta, esbelta, sola, callada... al valle hermanada, sujeta. Llegué. Al árbol saludé, sus hojas miraba feliz; salud todo él rebosaba... desde su copa a la raíz. Y admirando su blanca corteza, reluciente, como la luna en la noche oscura, le pregunté sonriente: ¿Eres hijo del invierno, que te viste de su blanca nieve cual albo regalo paterno? ¿Eres amigo de las flores, que junto a ti crecen para que más alegre mores? ¿Dialogas con el apacible arroyo que, manso, tus pies refresca y te brinda su amistad y apoyo? Luego, 524

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sonriéndole, y tras abrazarle... de allí marchaba. Mas, entonces, acariciándole la brisa, propició del árbol su murmullo; era su voz dulce, concisa... El abedul me contestaba. 8-9/Mar/97: Fuimos Juan R., Montse, Juanito y yo. El sábado estuvimos descansando y "tomando el sol" cerca de Montejo y jugando con Juanito, construimos un fuerte hincando palitos de plantas leñosas en el suelo, junto a un arroyito, y quedó muy bien; mientras por el arroyito bajaban canoas con indios que un poco más arriba echaba Juanito al agua... Juanito era muy feliz jugando y todos nos divertimos mucho en aquel lugar. Después subimos a un monte y vimos los extensos robledales que hay junto a la carretera, camino de La Puebla de la Sierra. Por la noche en Peñalba... – ¡Es que es indignante -decía alterada y subida de tono Montse-, están asesinando a los pobres indígenas de Chiapas y nadie hace nada por evitarlo! – Ya ves... -contestaba cariacontecido Isaías. – Antes -continuaba Montse- el ejército represor mexicano se encargaba de hacerlo, a la vez que luchaba contra la guerrilla del subcomandante Marcos... – Sí, el EZLN (el Ejército Zapatista de Liberación Nacional) -puntualizó Luis- que el 1 de Enero de 1994 sorprendió a los mexicanos y a la propia comunidad internacional con el famoso levantamiento... – Sí, pero es que ahora -retomaba otra vez Montse la palabra, no menos indignada- hay milicias de caciques locales y esbirros corruptos de lo que queda del PRI que están masacrando a la población indígena para tratar de impedir la negociación entre el Gobierno y la guerrilla zapatista... ¡De verdad, es que es indignante, indignante!... – Ya ves... -contestó Isaías-, siempre lo mismo, los pobres y desgraciados pagan el pato. 525

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– Es que es muy complejo -explicaba Luis con su habitual erudición-, un acuerdo entre los Zapatistas y el Gobierno implicaría una probable reforma de la Constitución Mexicana para reconocer algún tipo de autonomía a los indígenas de Chiapas y es dudoso que el presidente tenga la fuerza suficiente para mover esa montaña... Así transcurría la nocturna conversación junto al fuego, cuando una voz desde la otra habitación, gritaba claramente molesta: – ¡Pero cuándo os calláis de tanta conversación!, ¿es que no os vais a ir nunca a dormir? -era Rodolfo, que enfadado por el bullicio y acaloramiento de la conversación, no le dejaban dormir. Así que, avisados como estábamos por el abuelo, al poco, todos nos retiramos a descansar. El domingo estuvimos plantando 500 bellotas de Quercus pyrenaica y 2 manzanos silvestres (maellos) grandes, de tiesto, cerca del puente (zona del puerto de La Hiruela, ladera de Montejo, ya muy abajo). Y, otra vez, ¡cuántas bellotas volvimos a plantar!... Luego fuimos a dar a Javier García, guarda forestal de la zona, un saco de bellotas -de roble melojo, las últimas que nos van quedando-, aproximadamente unas 500 para formar su vivero. Javier García, que es socio de ARBA aunque ya casi no va por el Albergue desde que es guarda forestal, toca muy bien la gaita, la flauta de madera y la de metal. ¡Vaya concierto que nos dio! allí, en su casa de Berzosa de Lozoya. 22-23/Mar/97: Fuimos Juan R., Juanjo, Paz, Juanito, Montse, Rosa y yo en dos coches. Rosa creo recordar que era una amiga de Montse. Plantamos 300 bellotas de roble melojo (las últimas que nos quedaban) en el puerto de La Hiruela, ladera de Montejo. Casi sentí un poco de nostalgia al acabarse las bellotas... ¡después de haberlas plantado durante todo el invierno! A este respecto tengo que decir, a la luz de los resultados, años después de hacer los seguimientos en este lugar y apenas encontrar roblecitos en todos aquellos lugares que recordábamos haber plantado las bellotas en invierno, que: Las bellotas plantadas en el monte, a su suerte, no suelen funcionar si previamente no se las trata con repelentes suficientemente fuertes como para 526

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ahuyentar a sus muchos depredadores durante todo un invierno... -como después indicaremos y aconsejaremos-. Sí, buscamos roblecitos en todos aquellos lugares -no demasiados- en los que recordábamos con seguridad haber plantado las bellotas y no encontramos ni uno... No obstante, se plantaron en aquella campaña miles de bellotas... ¿¡Todas murieron!?, no lo creo. No puede ser. Y ya se sabe que hay que plantar muchas para que crezcan unas pocas. Por otra parte, también me viene a la memoria el 1er gran fracaso que tuve plantando los hayucos, bellotas y castañas en la 1ª campaña en el valle del Berbellido, ¿os acordáis? Por eso, pese a que algunos roblecitos hayan podido nacer y crecer, no parece aconsejable, insisto una vez más, plantar bellotas, castañas, ni hayucos a su suerte, en el monte. De todas formas había que plantar todas aquellas bellotas de Quercus pyrenaica en aquella campaña, pues ya vimos que esta especie marcescente impide ser plantada a raíz desnuda, y tampoco podíamos llevarles -ya roblecitos- en tiestos al monte; ni tampoco parecía seguro el experimento de la "croqueta envolvente". Así que, armados de tanta ilusión y constancia como teníamos, tuvimos que plantarlas a bellota y, siendo optimistas, ya sabemos cómo es la naturaleza: Hay que plantar muchas para que crezcan unas pocas. Aquella campaña 96/97 esa fue nuestra principal ocupación: Repoblar las umbrías en la zona de La Hiruelilla la Vieja y, sobre todo, las amplias laderas a ambos lados del puerto de La Hiruela. Ojalá nuestro esfuerzo generoso se vea premiado con el resurgir del nuevo bosque de melojos que tanto anhelamos... ¿Volverán a sonreír sus laderas? Un oportuno trovador que descendía del puerto, conocedor de las repoblaciones, y rebosante de optimismo, contestó así a la pregunta, con estos versos: Las laderas ya sonríen y las avecillas, dichosas, vuelven a cantar revoloteando gustosas 527

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¡tanta verde floresta de jóvenes savias jugosas!... ¡Oh! roblecitos, melojitos, qué placer, ¡cómo crecéis! Bienvenidos, a casa otra vez volvéis. El domingo vinieron hasta Peñalba Jacobo de ARBA, Charo su mujer y Rodrigo su hijo y se plantaron 7 serbales de cazadores y 5 manzanos silvestres en la zona del bosque de la Dehesa; además, Cirilo e Isaías se quedaron con otros dos manzanos para plantarlos por los alrededores de Peñalba. En el vivero echamos una muy fina capa de mantillo en los cajones-semillero de abedul, dejando a las semillas ligeramente enterradas, ¡a ver si conseguimos que germinen! Y a la vuelta, plantamos una encina y un quejigo en la zona alta al norte de Torrelaguna. Vimos bastantes mariposas, entre otras: Nymphalis antiope, Inachis io, Antocaris cardamines, Aglais urticae y limoneras (Gonepteryx rhamni). Vimos y oímos a las aves habituales y, entre las plantas, Narcissus palidulus, Primula veris, Viola sp., Bellis perennis y muchas más. Ya están brotando también las primeras hayitas en el vivero. 6/Abr/97: Fuimos a Peñalba Juanjo, Juanito y yo. Nuestra misión: regar el vivero a causa de la prolongada sequía, ¡caramba!, no llueve desde primeros de Enero. Después acabamos poniendo la malla sombreadora dado lo fuerte que ya aprieta el sol. Nos ayudaron Cirilo y Jesús. – ¡Ay!, ja, ja, ja, ¡no me hagas cosquillas! Era Juanito, riendo y gritando todo a un tiempo. – Pero si yo no te hago nada, Juanito -respondía un jocoso Jesús, que no paraba de hacerle cosquillas. Después comenzaron a correr uno detrás del otro, entre bromas y risas... – ¡Toma, toma! – ¡Ah, ja, ja, ja! – ¿A que no me coges? -le decía el pillo del pelo blanco. – ¡A que sí, ja, ja, ja, no te escapes...! 528

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Capítulo XXXIV

Parece que estamos en pleno mes de Mayo: empiezan a brotar los cantuesos, las Arenaria montana, y las matas de Asphodelus albus están ya muy crecidas; los cantos de las aves inundan de melodías el cerrado y abrupto valle, y, arriba, el sol sobre un cielo azul, despejado, se deja sentir en demasía, pues hace calor; ¡sobre todo teniendo en cuenta que estamos a 6 de Abril! Están brotando casi todas las plantitas del vivero, y la verdad es que da gusto contemplarlas... ¡parece todo un bosquecito en miniatura! 12-13/Abr/97: Fuimos Juanjo, Juan R., Paz y yo. Fuimos a Riaza y estuvimos en el antiguo vivero donde anteriormente trabajábamos; ahora ya no está Manolo, pues se ha independizado y trabaja por su cuenta; sí vimos a Juan, el dueño, y a Rafa, el joven ecuatoriano, que yo creo que fue el primer ecuatoriano que vi en España, mucho antes de que llegara la "marea de Guayaquil" y medio Ecuador con ella... Compramos varias hayas de 3 años, grandes y vigorosas, así como un abedul, todos ellos de semillas forestales de la zona, y dos Budleias davidii o arbusto de las mariposas. Después salimos con ellos hacia el puerto de La Quesera. Hicimos fotos de roblecitos y encinas creciendo sanos bajo las jaras (Cistus laurifolius) y de hayas creciendo bajo los brezos (Erica arborea preferentemente y Erica australis ssp. aragonensis) subiendo al puerto de La Quesera. – ¡Si es que está clarísimo! -decía Juan R. contento y eufórico-, las fagáceas en sus primeros años de vida necesitan protección de sombra... – Desde luego -le contesté-. Por lo menos en estos climas continentales mediterráneos del interior peninsular; en el norte de España, con tantos días nublados, de lluvias y nieblas, es posible que no necesiten tanto la sombra de los arbustos... – Pero tampoco les viene mal -añadió Juanjo-, porque se ve que así, escondidas, pueden protegerse mejor de los herbívoros ramoneadores o de alguna helada tardía... – Ahí dentro están en su casita, bajo el dosel de hojas, ji, ji, ji -sentenció, en medio de sus habituales risitas, Paz, como solía. – Tenemos ya una buena colección de fotografías -dije- de ejemplos de arbolitos creciendo bajo la protección de los arbustos... ¿has hecho ya esta foto, Juanjo? 529

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– Sí, sí -contestó-. Y se ve que están bien, realmente bien, debajo de ellos, ¡fíjate qué color tan verde intenso, qué aspecto tan sano y lozano! – Nada, nada -sonreía satisfecho Juan R.-, estos ejemplos reales que nos presenta la naturaleza son las pruebas naturales de que el sistema que seguimos de repoblación con especies autóctonas es el correcto, sí, sí... – Pues, hale, a patentarlo corriendo, ji, ji, ji -reía nuevamente Paz. Después descendimos a Majaelrayo y de ahí a Roblelacasa, Corralejo... Nos detuvimos, al pasar, en el impresionante desfiladero del Jarama, próximo a su unión con el Jaramilla, cerca ya de Matallana. Grandes desniveles de altitud en un terreno fuertemente tajado, paisaje muy agreste formado por paleozoicas cuarcitas y pizarras, y poblado de encinas chaparras fuertemente agarradas a la roca, casi colgadas, desafiando la gravedad y la verticalidad de las abruptas pendientes... Luego, irrumpieron brillantes esquistos, cortantes cuarcitas, grises pizarras que astillas de madera semejaban... ... Y un hondo tajo al que la encina amarra ¡generosa y bizarra! Allí estuvimos admirados, extasiados, contemplando, callados, el magnífico panorama que frente a nosotros se mostraba. Desde abajo subía el tenue rumor del río; delante, la impresionante mole rocosa y, envolviéndolo todo, ese relajador y deseado silencio que sólo en estos lugares se encuentra y que crea un clima arrebatador, casi mágico... Todos retuvimos aquel lugar en nuestras retinas y aquellos momentos, inolvidables, en la memoria. Finalmente proseguimos viaje a Peñalba. El domingo plantamos el abedul en el huerto junto al vivero y volvimos, otra vez, a ver el desfiladero del Jarama, ¿¡será posible!? Tanto nos gustó. Por último fuimos a Berzosa de Lozoya a llevar un helecho que nos pidió Javier, el guarda forestal-gaitero. Pero no estaba. ¡Lástima!, las notas de la gaita hubieran llenado de música la atmósfera de la sierra y de regocijo nuestros corazones. Toca, toca muy bien. 530

XXXV. Participé en nombre de ARBA en la mesa redonda organizada por la Universidad Autónoma de Madrid en el debate: Situación forestal de la Comunidad Autónoma de Madrid

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XXXV. PARTICIPÉ EN NOMBRE DE ARBA EN LA MESA REDONDA ORGANIZADA POR LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID EN EL DEBATE: SITUACIÓN FORESTAL DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

El martes 15 de Abril fui en representación de ARBA a la Mesa Redonda que organizan los estudiantes de Ciencias Ambientales de Biológicas de la Universidad Autónoma de Madrid, en torno al tema: Situación forestal de la Comunidad Autónoma de Madrid. Asistieron Juan del Álamo, Luis Gil y Fernando Prieto, como representantes de la Administración y de la Empresa Privada; Y Mario Rodríguez (Greenpeace), Luis Molina (Adena), Javier Pérez (Comadén), Carlos de Prada (COPE) y yo (ARBA). En mi opinión, dicha reunión fue todo un auténtico diálogo de besugos, pues la Administración no se apea del burro de la "sinrazón", no quieren bosques sino cultivos forestales de crecimiento rápido, es decir, más de lo mismo: pino y terraza, hileras... Y nosotros reivindicamos la recuperación de los ecosistemas: es decir, las especies autóctonas de cada lugar, sin maquinaria ni impacto ambiental. Total, no hay entendimiento. ¿Qué entendimiento puede haber entre dos partes tan contrarias, tan enfrentadas? Ese fue el resumen. 19-20/Abr/97: ¡Por fin llueve abundantemente en toda España! A la lluvia ¡Ah, lluvia, refrescante lluvia!, cuán añorada nos resultas cuando a nuestros ojos te ocultas y dejas la tierra seca, rubia... Parece que las plantas gritan y suplican tu humedad, mientras todos al cielo miran... 532

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de nosotros, ¿no tendrás piedad? Antes, cuando más llovías y de tus aguas nos regalabas, las flores reían, ¿no las oías? y a nosotros, todos, de vida nos rodeabas. ¡Ah, lluvia, refrescante lluvia!, no nos niegues la bondad de tu frescor, y, del suelo por ti regado, déjanos captar su limpieza, su color; y... ¡que de su olor a mojado, quede siempre yo halagado! ¡Cómo me agradan los grises días, las cambiantes nieblas y su tenue luz! y, al llover, oír sus rumores y melodías que, resbalando por las hojas, me llenan de quietud. ¡Ah, lluvias, lluvias deseadas!, para que las flores sigan riendo y, de vida, estén nuestras almas rodeadas, a vosotras digo: ¿no seguiréis lloviendo? Fuimos Juanito, Montse, Juan R. y yo. Estuvimos en la Puebla de la Sierra. Un pueblo que nos llamó la atención por su agreste paisaje rocoso, sobre todo en sus alrededores, por esa salvaje profusión de rocas cuarcíticas que rodean su paisaje... – ¡Hala, cómo llueve! -decía Juanito mirando la lluvia descender generosa desde los oscuros cúmulo-nimbos que cubrían todo el valle. Tuvimos que correr a refugiarnos rápido en el coche, mientras la manta de agua caía con estrépito... ¡Qué manera de sonar en el techo del vehículo! La oportuna y blanca Mari Pili nos libró de una buena mojadura... Después, avanzada la tarde, fuimos a Peñalba bajo la lluvia, pues no cesó 533

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de llover en todo el día y buena parte de la noche. Ya en casa de los Serrano, comenzó la tertulia junto al fuego: – ¿No habéis oído -decía Isaías- lo que dicen los americanos?: que van a seguir contaminando igual o más, pese a que ellos son los que más contaminan del mundo... y que no están dispuestos a bajar su alto nivel de vida, pese a sus altas emisiones de gases... ¡Huy, huy, huy, qué elementos! – ¡Ya! -contestó Juan R.- y, mientras tanto, la atmósfera del planeta se va calentando como consecuencia de las altas emisiones de ... – ¡Pero a ellos les da igual! -irrumpió ácida Montse-, a ellos qué les importa que haya países muy pobres en el mundo... mira cómo viven en Guatemala o los indígenas en el estado de Chiapas, y en tantos y tantos países envueltos en miseria y la pobreza; sin embargo, los americanos nadan en la riqueza y en el derroche consumista... ¡Es que no lo puedo sufrir!... ¡que haya tanta injusticia y tanta desigualdad! – ¡Claro! -dijo Luis con voz calmada y pausada-, los Estados Unidos de Norteamérica gozan de una economía floreciente, saneada, se ven dominadores del mundo, han alcanzado un elevado nivel de vida y de bienestar social, sobre todo los blancos, y no quieren renunciar a él... – ¡Sí!, pero -continuaba Montse, alterada- todas las familias pudientes de Estados Unidos tienen varios coches, todos los electrodomésticos necesarios e innecesarios, y unos niveles de gasto y de derroche intolerables; insisto, comparándolo con la desigualdad social, con la pobreza de otros países del Tercer Mundo. – Y a eso hay que añadir -retomó la palabra Luis- lo que contaminan las centrales térmicas para producir tanta electricidad para mantener tanto electrodoméstico o las enormes fábricas de todo tipo, especialmente de armamento, ¡que ésa es otra!, fijaos el dinero, ¡las fortunas que mueve el negocio del armamento! – ¡El negocio de la guerra! -exclamé yo-, ¿cómo van a cesar las guerras en el mundo, si es preciso vender, al que sea, las enormes cantidades de armas que se fabrican?... – Si es que es increíble! -exclamó Montse-, los países ricos promueven guerras bajo cuerda para que sus fábricas vendan y se enriquezcan a costa de los conflictos bélicos... mientras los pueblos pobres sufren. 534

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Capítulo XXXV

– ¡Ya ves! -exclamó Isaías-, así es el mundo... – ¡Ay!, je, je, je -intervino entonces Rodolfo, riendo, desde su sillón-, nosotros llevábamos ametralladoras y mucho armamento ruso, sí, sí... – Y los nacionales mucho armamento alemán -añadió Luis-, y los aviones, la Legión Cóndor, eran también alemanes, los que os machacaban con sus bombas, Rodolfo... – ¡A nosotros no nos machacaban! -exclamó Rodolfo enfadado-, que teníamos mucha cobertura antiaérea y los derribábamos como a moscas... bueno, al final ya sí, porque estábamos deshechitos y casi desarmados... Y bla, bla, bla... Así transcurría la noche en animada cuando no encendida plática, mientras afuera, en el exterior, llovía, y no llevaba visos de parar. La noche era oscura y, cuando nos asomábamos a la ventana, era grato percibir su frescor y oír, entre sus tinieblas, el rumor de la lluvia que saciaba con sus humedades a la resecada tierra. El domingo pudimos poner la malla sombreadora que faltaba en el vivero, en el sector de "los robles". Sigrid, la gata, está embarazada, ya muy gordita, seguramente pronto tendrá gatitos. Estuvimos un rato en casa de Cirilo, al fuego en su coqueta y a la vez rústica chimenea. Luego salimos para la Puebla; otra vez comimos en la "laguna" de Prádena del Rincón, y tuvimos ocasión de ver unas Peonias en flor. Paseamos por la Puebla de la Sierra y, a la salida de esta localidad, nos detuvimos de nuevo a ver el paisaje rocoso espectacular de pliegues de cuarcita en anticlinales y sinclinales. Es realmente una zona agreste que llama la atención, sobre todo para ojos amantes y escudriñadores de la naturaleza. También vimos y estuvimos en unas tenadas de ganado, allí en la zona. Después de observar todo lo que aquel lugar impresionante nos regalaba a la vista, salimos satisfechos para Robledillo de la Jara. Y aquí, en este pueblo, conforme a su topónimo, vimos los robles: melojos y quejigos, y también las jaras: estepas (Cistus laurifolius) e incluso, otra vez, pudimos observar roblecitos creciendo bajo la tutela y protección de las jaras, lo cual nos alegró mucho y vino a reafirmar, una vez más, nuestras técnicas de repoblación, a la vez tan sencillas y lógicas, que imitan los dictados de la naturaleza. Efectivamente, en Robledillo de la Jara pudimos confirmar, otra vez, que los robles crecen inicialmente bajo la ayuda y protección de las jaras. Y J.R. dijo: Ahora hasta el topónimo nos da la razón: Robledillo de la 535

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Jara; es decir, el robledillo ha salido de la jara. – ¡Es verdad! -exclamó riendo Juanito-, qué listo eres... Y todos reímos su ocurrencia. Entonces yo añadí: Nunca un topónimo habrá sido más cierto que éste... Nos fuimos, por todo ello, muy contentos; además, hemos oído ya, entre los verdores de los sotos, los cantos de los primeros ruiseñores... ¿qué más podemos pedir? La voz del ruiseñor ...Mas no tuvo tardanza mi anhelo pues quiso mi ventura, pronto, cual rayo, que andando por un soto frondoso en los días y noches de mayo oyera su canto grato, melodioso. Desde entonces voy a los sotos y riberas, a las arboledas o al fondo de alguna hoz, a esperarle todas las primaveras, donde me enamora su voz.

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XXXVI. Fui entrevistado en Radio Nacional de España en el programa "Contigo en la distancia" sobre el tema: Los bosques en España, política forestal, etc.

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XXXVI Fui entrevistado en Radio Nacional de España en el programa "Contigo en la distancia" sobre el tema: Los bosques en España, política forestal, etc. 9 de Julio del 97: Hablé en Radio Nacional en el programa "Contigo en la distancia" de Tina Barriuso. Fui en nombre de ARBA para dar a conocer la identidad y las actividades de esta asociación que, sin ánimo de lucro, trabaja a favor de la naturaleza. El diálogo fue amable y distendido conversando sobre los bosques, los bosques en España, la política forestal, las "cosas" que ocurren con esta política, y todo eso... Pasé un rato agradable y como experiencia fue interesante. Recuerdo como "simpática" anécdota que, en un momento dado en el que se oían ciertas músicas de fondo mezcladas con sonidos y rumores del campo y de los bosques, dijo Tina: – Ahora oímos la voz de una vaca en un prado... Era, sin embargo, el profundo berrido de un macho de ciervo durante la berrea otoñal. Es de destacar igualmente que por estas fechas del mes de Julio apareció el Boletín informativo de ARBA con un nuevo formato: el nº 1 de Julio de 1997, en el cual los miembros del Grupo del Haya incluíamos, entre otros escritos y denuncias, dos artículos muy interesantes, a saber: – Estudio sobre los brezos (descripción de especies, los brezales, usos medicinales y etnobotánicos, los jardines de brezo y los brezos y la repoblación) que se trabajó muy concienzudamente nuestro colega Juanjo y que resultó muy interesante; y el otro trabajo fue: – INSISTIMOS: Debajo de los arbustos En este artículo explicábamos nuestro trabajo repoblador en el Macizo de Ayllón basado en las etapas sucesivas de regeneración natural del ciclo de la sucesión ecológica. Y cómo a partir de la fase arbustiva (los brezales) introducíamos los árboles (hayas y robles, principalmente) bajo su tutela y protección arbustiva. En este trabajo comentábamos que plantábamos las hayas y robles tal y 538

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como la naturaleza lo hubiera hecho sola y que nosotros sólo estábamos acelerando el proceso. Dábamos también ejemplos de crecimiento de hayas, robles, encinas, quejigos, etc. bajo distintos arbustos y localizaciones donde lo habíamos visto. Asimismo, informábamos con un trabajo recopilador de la coincidencia con otros autores (ingenieros, investigadores, etc.) en sus estudios y experiencias que venían, en definitiva, a decir lo mismo que nosotros: que los arbustos son decisivos para el éxito y supervivencia de las especies arbóreas de frondosas, a su suerte, en los primeros años de su vida. Por último, concluíamos el trabajo enumerando las ventajas que supone plantar brinzales de frondosas bajo los arbustos del lugar, así como plantar las semillas de frondosas protegidas con un eficaz repelente antidepredador, micorrizadas y plantadas bajo los arbustos. Este interesante artículo: INSISTIMOS: Debajo de los arbustos, no lo reproducimos aquí porque fue el que, ligeramente modificado y ampliado, enviamos a la revista QUERCUS para su publicación con el título o nombre de: ¿Cómo debemos plantar las frondosas? Debajo de los arbustos. Este último trabajo sí que reproduciremos aquí, ÍNTEGRO, en el libro, en el capítulo XL. (El artículo, finalmente, apareció publicado en la revista QUERCUS, nº 149, en Julio de 1998; si bien, por razones de espacio, salió bastante reducido).

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XXXVII. Fui monitor en la Escuela de Naturaleza "La Mata" en Valdesotos (Guadalajara)

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XXXVII. FUI MONITOR EN LA ESCUELA DE NATURALEZA "LA MATA" EN VALDESOTOS (GUADALAJARA) Poco después participé como monitor-instructor en los cursillos de verano que organiza la Escuela de Naturaleza "La Mata" de Mario A. Keller y Concha Sanz Hipólito en Valdesotos. Allí pasé buena parte del mes de Julio. Fue una experiencia interesante, nunca había sido monitor de un curso de estas características con niños y me gusta enseñar, educar y divulgar los valores, ¡tantos!, de la naturaleza; pero... hay que tener mucha paciencia con los jóvenes y, sobre todo, con los niños, pues hay veces que, literalmente, te vuelven loco...6 Y de allí me marché para Asturias. ¡A descansar! y a disfrutar de unas creo que merecidas vacaciones. Azul... es el color del mar las tardes de nordeste viento, cuya inmensidad me parece amar cuando en el acantilado su brisa siento. Azul... es el color de las lithodoras, verónicas, acianos, gencianas... las flores más encantadoras que nos regalan campos y montañas...

Al bosque Ante mí imponente se mostraba, pleno de verdor y de espesura, de magia, que mi atención procura, aquel lugar al que tanto amaba.

6. Véase mi cuento: Escuela de naturaleza. Cuentos de un naturalista. 542

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Quise penetrar en sus entrañas, internarme, allí, bajo sus frondas, percibir sensaciones... ¡tan hondas! y voces, ya sentidas, ya extrañas... cuando, en medio de su frondosidad, admirado, al bosque contemplaba; y, encantado, absorto... ¡él me guiaba!... -¿Es esto fantasía o realidad?me inquiría por él transportado, mientras gruesos troncos me miraban y las aves en alto oteaban cómo discurría embelesado... Más tarde, y turbado, desperté. Y, alegre, con la niebla jugaba; curioso, con las aves hablaba,... por todos sus rincones caminé. Al salir, mi última mirada di, quise llevarlo todo en la mente y, abrazando un roble tiernamente, con amor, del bosque me despedí.

CAMPAÑA DE REPOBLACIONES 97/98 29-30/Nov/97: Sólo fuimos Montse y yo. Tuvimos que ir al valle del Ermito, porque había caza en el valle del Berbellido y, cuando hay caza, los cazadores toman posesión de un determinado valle por las buenas... y hay que tener mucho cuidado porque te pueden tomar por una pieza y, una vez que disparan sus escopetas, los cartuchos no entienden de si eres un jabalí o una persona. – ¡Qué asco de cazadores! -exclamaba Montse muy irascible-, ¡¿es que 543

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se creen que el valle es suyo?!..., ellos vienen aquí a hacer su actividad escopetera y nosotros, en cambio, no podemos realizar la nuestra pacíficamente... Desde luego es que es indignante, esto parece el franquismo... ¡hale, ordeno y mando!, ¡hoy aquí caza! y si alguien viene a este mismo lugar, que se vaya, que aquí mandamos los cazadores... ¡Desde luego, qué asco! – ¡Y tendremos suerte si no nos pegan un tiro! -le contesté-, mira que estos escopeteros primero disparan y luego preguntan. Mira, por allí se oye ladrar a las jaurías de perros..., y menos mal que tú llevas el anorak rojo y yo el mono azul y supongo que por estos colores nos distinguirán bien y no nos tomarán por dos jabalíes... – Sólo faltaba eso ¡que encima nos dispararan! -agregó con acidez. – Será mejor que nos vayamos de aquí cuanto antes -concluí. Así que nos fuimos al valle del Ermito y plantamos 20 hayas de 3 savias (era el primer día, y no hay que abusar, además ya eran grandecitas) que habíamos sacado el día anterior del primer vivero de Peñalba. El tiempo fue malo, lluvioso y desapacible, e hizo mucho viento... ¡Hay que ver lo que tenemos que pasar y sufrir los plantabosques para llevar a cabo nuestra repobladora tarea! Pero lo haces con gusto... ¡a mal tiempo, buena cara! Vimos aparecer el arco iris varias veces ocupando todo el valle mientras oías al viento silbar y las nubes, veloces, atravesaban el cielo; era hermoso contemplar el arco, ver encenderse sus colores que, como un puente multicolor, cruzaba desde la ladera de umbría a la de solana, y aún más allá... Sí, fue hermoso contemplarle; además, parecía que nos acompañaba queriendo así premiarnos con su presencia y, de alguna manera, parecía dar su visto bueno a nuestra labor. Ha llovido mucho en Octubre y Noviembre. 13-14/Dic/97: Fuimos Montse, Manuel y yo. Manuel es un entusiasta naturalista autodidacta que conocí -creo que en ARBA, aunque no lo recuerdo bien- y que se apuntó a nuestras repoblaciones; con él en el grupo todos nos hemos beneficiado mucho dados sus grandes conocimientos sobre la naturaleza y, en especial, en la identificación de aves, rastros de animales y todo tipo de plantas. Además es persona muy comprometida y concienciada en salvaguardar nuestra amada y maltratada naturaleza. 544

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Capítulo XXXVII

El sábado, como va siendo costumbre cada vez que viene un nuevo componente al grupo repoblador, nos internamos en la zona alta del hayedo de Montejo e hicimos el recorrido habitual. La verdad es que yo nunca me canso de ir a semejante lugar y admirar todos sus rincones y todas esas sensaciones maravillosas que se producen dentro de un bosque como aquél. Me pregunto si esta costumbre tiene por fin motivar aún más a los nuevos aspirantes a plantabosques... Es posible; de todas formas, nos gusta tanto atravesar el hayedo que, siempre que podemos, nos internamos en él. Allí, en su interior, rodeados de esas magníficas frondas y permanentemente acompañados de su soledad habitada, de su aroma limpio y fresco y de tanto encanto natural, más que caminar, pareces ir transportado, embelesado; admirando cada árbol, cada roca, cada musgo..., mientras no cesan de acariciarte los céfiros de la brisa, o de susurrarte al oído, suave y lejana, la canción del arroyo, del Jarama transparente y cantarín. Dormimos en Peñalba en medio de una noche oscura, estrellada y fría, aunque no nos faltó el calor ni la compañía ni los diálogos también calientes junto a la chimenea de Rodolfo, Luis e Isaías... y es que las buenas costumbres, como los buenos amigos, no hay que perderlas. Posteriormente quise salir un rato a tomar el aire y contemplar las estrellas y, mientras paseaba bajo las oscuras sombras... En la soledad de la noche Cuando tu oscuridad mis pasos buscan, y en tu elevada inmensidad mi mirada pierdo, entonces pregunto a las estrellas: ¿por qué la vida discurre, por qué todo en ella se acaba? Pues todo cuanto en la vida ocurre, lo que concluyó,... una vez comenzaba;

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la respuesta de la noche aguardaba, mas a mí sólo llegaban andanzas, recuerdos, lágrimas... pensamientos que del olvido sacaba. Después, a la noche requerí: ¡Permíteme tu voz oír, háblame, acompáñame en esta tu soledad! Pero sólo el silencio contestaba. Mas, cuando triste y solo regresaba, la canción de las brisas escuché... También un búho lejano saludó. ¡Sí, ya la noche me hablaba! El domingo, aún temprano, estuvimos en casa de Jesús y de Cirilo. Seguidamente salimos a plantar 70 hayas ya grandecitas, de 3 savias, a raíz semidesnuda (envueltas en papel con algo de su propia tierra) del vivero 1º de Peñalba, el del huerto, a la zona alta del valle del Berbellido -ya sin caza... ¡Menos mal!-. Fuimos por el valle del Bustar o Canalejas de Bocígano al collado de las hayas (que es como nosotros llamamos al collado del Picaño, que creo que es así como se llama realmente), y de allí bajamos, ya en el valle del Berbellido, hasta casi media ladera, la de umbría, donde plantamos las hayas dispersadas bajo los brezos. Terminada la labor y tras disfrutar del paisaje abrupto, cerrado en V y muy montañoso, del silencio y del buen tiempo que gozamos, subimos otra vez al collado y de ahí retornamos pasando por el paraje de acampada de los abedules (¡aquella histórica y temeraria marcha nocturna con Bob! regresando ambos del pico del Lobo y buscando la tienda de campaña entre las más espesas tinieblas, encuentro que sólo fue posible gracias a una vela que, casualmente, aquél llevaba, en la noche más gélida y oscura que recuerdan mis ya largos días de aventuras y caminatas por los montes). Y asimismo pasando por "el balcón", aquellas afiladas y salientes peñas desde las cuales se divisa tan bella panorámica del bosque de melojos, inclu546

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yendo un rodal de abedules blancos como la nieve. Finalmente regresamos hasta el principio del valle del Bustar, donde nos aguardaba Mari Pili (el coche). Aquel día lució un agradable sol de invierno que invitaba a caminar y disfrutar de aquel entorno boscoso. Oímos "ladridos" de corzo y vimos buitres leonados y también un buitre negro para mayor satisfacción de Manuel que, sin embargo, aquel día sudó mucho el pobre. 26-27/Dic/97: Fuimos Juanjo, Manuel, América y yo. Tuvimos que salir el viernes para que pudiera venir Juanjo con nosotros; América es una chica que también nos acompañó, amiga de Manuel, aunque no tuvo mucha continuidad, la recuerdo muy callada y reservada, pero también muy trabajadora. Primero tuvimos que ir a Riaza, al vivero, a por otra haya, pues "robaron" la que llevamos al arboretum de ARBA, en el Albergue Juvenil. Cogimos, sin embargo, dos buenos ejemplares y una de ellas la plantamos en la zona de la cañada, próxima al puerto de Cabida bajando a Peñalba, donde medra sana y hermosa hasta el día de hoy. – ¿Se puede?, ¡ya estamos aquí! -saludé al entrar en casa de Rodolfo. – ¡Hombre!, ¿ya habéis llegado? -contestó contento Rodolfo desde su sillón. – ¿¡Qué pasa, Rodolfo!?, ¿cómo está usted? -le preguntó Juanjo. – Pues ya ves -le contestó-, aquí junto a la chimenea, para variar... je, je, je. ¡Mujer!, ¿y tú quién eres?, tú eres nueva por aquí... – Sí, es la primera vez que vengo -contestó, tímida, América. – Ven, ven que te dé un beso, je, je, je, ¡muá!, ¡muá!, je, je, je. – ¡Padre, que usted ya es muy mayor, deje tranquilas a las muchachas...! -decía, jocoso, Luis desde la cocina. – ¿Y qué, te gusta esto? -le preguntó el besucón abuelo. – Sí -contestó, escueta. – Ya han venido muchas muchachas por aquí con José Luis, no creas... añadió Rodolfo-, pero luego muchas no vuelven más..., será que las da mala vida... ¡o que las deja por ahí por los montes!, je, je, je. – Sí, eso va a ser, Rodolfo -le contesté, también sonriente, siguiendo su broma. Poco después, allí estábamos todos sentados alrededor del fuego en agra547

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dable plática. Y en la conversación, hablando de los jabalíes, salió el tema de la caza y Luis, tan entendido en armamento y balística, se explayó a gusto... – ... Sí -decía-, con un fusil de esas características y visor o mira telescópica puedes alcanzar al animal desde 300 metros, ¡ya lo creo! Me acuerdo yo en una ocasión que íbamos al jabalí por las veredas del Jaramilla y nos salió uno, pero... espera, verás... -y marchó corriendo. Y al poco, salió de su habitación, todo sonriente, con un fusil, un gran fusil, al parecer de gran precisión y alcance. – ¡Esto es una maravilla! -decía todo complacido, satisfecho. – ¿Qué rifle es éste? -le preguntó Juanjo. – Éste, es un Magnum, un Magnum calibre 300..., ¡es un arma semiautomática!, con éste puedes acertar a una vaca, y derribarla, que estuviera en aquella ladera de enfrente. – ¡No me digas! -exclamó Juanjo. – ¿Tan lejos? -le pregunté, sorprendido por el alcance. – ¿Este rifle?, ¡y más lejos!, con esto puedes derribar a un elefante. Y veréis cómo suena, ¡qué estrépito!, ¡qué estruendo! – ¿Suena mucho? -preguntó Juanjo. – Mañana, mañana por la mañana haré un disparo al aire y ya veréis..., je, je, je, los del pueblo se van a quedar patidifusos, je, je, je. Todo lo explicaba Luis con gran entusiasmo y lujo de detalles, se ve que le gusta el tema de las armas, el armamento..., y proseguía: – Esta es un arma extraordinaria y de gran precisión. – ¿Y este rifle qué es, norteamericano? -le pregunté-, he visto en algunas películas de Clint Eastwood que nombran rifles Magnum. – No, los Magnum son belgas; espera, verás, aquí lo dice: "Fábrica Nacional de Bélgica", y mira está hecho en Lieja, ves, y es un arma semiautomática. – ¿Y hace mucho que lo tienes?- le preguntó Juanjo. – Bueno, hará dos o tres años -contestó Luis-, tenía ese capricho para cazar algún jabalí y en fin... y antes tuve otros rifles, no creas... – Se ve, se ve que te gusta el tema de las armas, del armamento... -sonreía Juanjo escuchándole. Y proseguía Luis: – En la mili, en las clases de balística, cuando hacíamos las pruebas de 548

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Capítulo XXXVII

tiro con el C.E.T.M.E., con el fusil de asalto, teníamos que alcanzar el objetivo situado a... y bla, bla, bla. – ¿Y qué significa C.E.T.M.E.? -le pregunté. – ¿El C.E.T.M.E.?, el C.E.T.M.E. es el fusil de asalto y me parece recordar que es... sí, sí, Centro de Estudios Técnicos Militares Especialistas, sí, eso es. – ¡Ah!, me sonaba el nombre de C.E.T.M.E., pero no sabía de dónde venía ese nombre, como yo no hice la mili... -le expliqué con una sonrisa. Y prosiguió Luis, explayándose a gusto: – Y, en cambio, para hacer las guardias, utilizábamos un mosquetón MAUSER español del calibre 7,92 y... etc., etc. Y tras las lecciones de fusilería y balística que nos explicaba tan entusiasta profesor, nos fuimos a la cama abatidos, no por un disparo, sino por el cansancio y el sueño. El sábado por la mañana... ¡¡PUM!!... – ¡Qué estallido!, ¡qué bárbaro!, y el eco de la detonación recorre todo el valle... -proclamamos todos llenos de sorpresa. – ¿¡Habéis visto!?, ¿¡habéis oído!?, je, je, je, voy a esconder el fusil para que no sepan que he sido yo..., je, je, je, ¡qué susto les he dado!... Poco después hicimos los preparativos para partir hacia el Berbellido. Fuimos nuevamente por el Bustar o Canalejas hasta el collado y bajamos al valle. Plantamos 66 hayas. No pude bajar hasta el río para ver cómo estaban las de otros años, por falta de tiempo, ¡como siempre! A las seis y media de la tarde ya casi es de noche. El día fue frío y amenazaba nevar, y tuvimos que salir como tantas veces, y como suele decirse, ¡a escape! 31/Dic/97-1/Ene/98: Fuimos Montse, Paz, Juan R. y yo. – ¡Bueno! -les dije, camino de Peñalba- Otro año que se acaba y otro que viene a nosotros... ¡Que lo veamos y que sigamos plantando! – Sí -intervino Paz-, que eso querrá decir que las cosas nos van bien... ji, ji, ji. – Y que sigas montando a caballo -intervino Juan R. – Sí, eso también, claro, ji, ji, ji, sí, ji, ji, ji. – ¿Y tú, Juan, qué le pides al nuevo año? -le preguntó Montse. – ¿Yo?, tener buena salud y seguir aprendiendo y leyendo..., pero leyendo libros de aprendizaje: manuales, manuales; nada de poesías y literaturas, ¡no!, 549

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libros de aprendizaje, libros prácticos, ¡prácticos!, ¡eso es!, ja, ja, ja. – ¡Tampoco es eso! -le contestó Montse. – ¿Y tú, Montse? -le preguntó Paz-, ¿qué le pides al nuevo año? – Que haya más justicia social, que los países pobres, los del tercer mundo, saquen la cabeza de la opresión de los tiranos y de los corruptos, y que al imperialismo yanqui le den... – No, no lo digas, Montse -le cortó oportuna Paz-, ji, ji, ji, que te entendemos, ji, ji, ji. En Peñalba celebramos la llegada del nuevo año entre la alegría de todos: Rodolfo, Luis, Isaías y todos nosotros. "Clink, clink, clink, clink"..., chocaron los vasos de todos y brindamos por la llegada de 1998. El día 1 vino también Javier Mas, que vive en Santiago de Compostela y es físico. Contactó con nosotros por medio de ARBA, pues se dirigió a esta asociación interesado en repoblar con hayas, y ARBA le remitió a nosotros. Le dimos 20 hayas de 2 años en tiestos, para repoblar en una finca cerca de Santiago, y vino con nosotros a repoblar al valle del Berbellido (nuevamente volvimos a ir por el valle del Bustar). Se plantaron 106 hayas. Había algo de nieve, pues nevó por la noche, en la cual medimos 5 grados bajo cero. El día 1 hizo frío y sol a ratos; vimos un corzo, varios buitres y un par de ratones que cruzaban la carretera cuando nos fuimos. Refranero: "Por los Santos, la nieve en los altos; por san Andrés, la nieve en los pies"

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XXXVIII. Algunas observaciones referentes a los seguimientos de nuestras repoblaciones

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XXXVIII. ALGUNAS OBSERVACIONES REFERENTES A LOS SEGUIMIENTOS DE NUESTRAS REPOBLACIONES 10-11/Ene/98: Fuimos Juanjo, Montse, Paz y yo; y el domingo se incorporó en Bocígano Juan Manuel Cuevas, el oportuno y desprendido encargado de la maquetación de mi primer libro de cuentos. Nos dirigimos al valle del Berbellido, a su ladera de umbría, para seguir derramando por ella nuestra desbordada ilusión...; este sector del valle, donde plantamos habitualmente, se va cerrando y se va haciendo cada vez más denso e impenetrable, pues los brezos han crecido bastante en estos últimos años, con lo que cada vez se anda peor y cuesta más desplazarse de un lugar a otro. En total plantamos 90 hayas. Pudimos ver 10 hayas grandes de las que introdujimos en este valle hace ya varios años con la famosa "botella de riego árabe"; aquellas hayas miden ahora entre 2 y 3 metros de altura y parece que se encuentran en buen estado, por su aspecto y por las gruesas yemas que presentan. También encontramos otras, que debemos intentar tener localizadas para sucesivos seguimientos, y que trajimos del primer vivero de Riaza, me refiero a las que plantamos más grandes con todo su cepellón, y han crecido fuertes y vigorosas alcanzando ya casi el metro de longitud y presentando un tallo grueso y ramas con muchas yemas gruesas y sanas. Pero las pequeñas, las plantadas con 1-2 savias, diría que van a menos, pues se ven pocos ejemplares -¡con la enorme cantidad que hemos introducido!- y muchas de ellas tienen las yemas muy pequeñas, cuando no raquíticas. Creo que es mejor traerlas cuanto más grandes mejor, pues a los hechos me remito: las hayas plantadas con buen tamaño, y bajo los arbustos, prosperan vigorosas; pero a las hayas de 1-2 savias les cuesta mucho crecer y van a menos (hojas pequeñas, yemas pequeñas) y sospecho que se han producido muchas bajas. Una hayita tan joven, a su suerte, ante la menor adversidad, no puede superarla y fracasa. Me estoy imaginando una hayita, con sus hojitas, tan verde ella, debe de ser un excelente bocado, una golosina, para cualquier herbívoro -conejos, corzos, liebres, e incluso jabalíes, además de todos los herbívoros domésticos tan abundantes en estas sierras: vacas, ovejas, cabras- y una vez ramoneada y sin yema apical no consigue rehacerse, se debilita paulatinamente y muere. 552

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Capítulo XXXVIII

En cambio, una haya de 6-7-8 años y con un tallo del grosor de un dedo de nuestras manos, es ya un ejemplar mucho más resistente, que crece más rápido y que puede rehacerse y superar las adversidades. En conclusión, creo que por este camino debemos encauzar nuestra actividad repobladora y, desde luego, eso sí, siempre plantadas escondidas y protegidas bajo los brezos como ya hemos podido comprobar que funciona y que así hemos visto ocurre de modo natural en estas latitudes y parajes (valle del Ermito, puerto de La Quesera, Becerril de la Sierra...). Entretanto, camino del Berbellido, andando por sus apartadas sendas: – ¡Estoy indignadísima! -decía una voz femenina colérica y ácida-, ¡cómo maltratan, cuando no masacran! a las comunidades indígenas... En Chiapas han cometido verdaderas matanzas y en Guatemala hay tanta pobreza y se pasa tanta hambre en las aldeas... ¡y qué poca ayuda reciben!... En cambio en las sociedades ricas, como en Estados Unidos, todo es derroche y se nada en la opulencia, ¡hala!, como ellos viven bien, no les importa ni miran la pobreza de sus vecinos del sur; nada más les importa su bienestar... ¡ajj!, qué asco de imperialismo yanqui. Naturalmente, era Montse y sus monólogos. El río Berbellido ahora bajaba dentro de sus cauces, pero observamos huellas en sus orillas de haber bajado muy crecido en fechas recientes -estaban las hierbas muy tumbadas, aplastadas-. Al volver se nos hizo de noche, y el tramo final a Bocígano fue un poco penoso. ¡Cuántas calamidades hemos pasado en estas apartadas soledades! Efectivamente, el día fue frío y débilmente soleado y, al caer la noche, la temperatura bajó, como es habitual, ¡a plomo! lo que, unido a la alta humedad del lugar, hizo que el frío se metiera en los huesos, y esto sumado a la oscuridad, las zarzas, los charcos y barrizales del suelo que no se veían, y lo quebrado del terreno, puso a prueba nuestro aguante y capacidad de sufrimiento en la dureza de la montaña de este mes de Enero. Sin embargo... ¡ah!, es hermoso plantar y más aún verlo crecer, pasar el día en el monte, en la montaña y sus asperezas, sentir la naturaleza salvaje rodeándote, ver a sus criaturas -casi siempre nos encontramos con algunos de sus peludos o plumosos miembros- que te llena de emoción; caminar entre el bosque húmedo y silencioso, respirar sus finos, sus frescos aromas y lle553

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narte las retinas de las bellezas naturales que, a cada paso, te ofrecen estos apartados valles... es algo que, al menos a mí, me colma de felicidad. Amo la naturaleza y lo que hago. Por tus espesos melojares, prendado, tantas veces me interné; a la soledad de tus alturas, atraído, tantas veces ascendí; en tus recónditos rincones, encantado, tantas veces yo soñé... Así siente el alma mía a los montes, los bosques, la tierra que, de amor, suspira cada día por llegar a Peñalba de la Sierra. ¡Ah, agreste, querida Peñalba!... ¿Cómo podré yo olvidar tanta experiencia y aventura, tanta ilusión y proyecto, que en mi recuerdo perdura?

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XXXIX. Presentación de mi libro: "Cuentos de un naturalista” (Las utopías de un soñador incomprendido) I Parte

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XXXIX PRESENTACIÓN DE MI LIBRO: "CUENTOS DE UN NATURALISTA (LAS UTOPÍAS DE UN SOÑADOR INCOMPRENDIDO)", I PARTE

Miércoles 11 de Febrero de 1998: Se ha presentado en ARBA mi libro: Cuentos de un naturalista (las utopías de un soñador incomprendido) Se llevó a cabo en el local del Albergue, en la Casa de Campo, a las nueve de la noche. Estuvieron presentes: Javier Grijalbo, Ana Contreras, Paz Aguilar, Montse, Juan R., Juanjo, Manuel, Juan Manuel Cuevas, Fernando Ávila y Mari Carmen, Javier Barbadillo, los padres de Ana Contreras, Carmen (la especialista en plantas silvestres, hoy tan feliz en la castellana y almenada Urueña) y toda la gente habitual de ARBA. Juan M. Cuevas trajo dos espectaculares murales de 2 mts. de largo con el título y motivos de los cuentos. Hubo unas breves y sentidas palabras mías presentando la obra y agradeciendo a todos los que me habían ayudado a sacarla adelante... Hubo risas, bromas, refrigerios, etc., y firmé muchas dedicatorias. Grijalbo me regaló una agenda ilustrada por él y Barbadillo un número de la revista Quercus, el 144, en el que aparece su habitual sección: Observatorio de la naturaleza. Todo fue muy grato y emocionante para mí. Era mi primer libro, y se había hecho realidad; lo tenía en mis manos, pero… ¿gustarán a la gente?

12/Febr/98 (jueves): Fuimos Juanjo y yo. Hubo niebla durante todo el viaje, pero al llegar a Gandullas, aquélla abrió y dio paso a un sol radiante el resto del día. Nos dedicamos a plantar las últimas 14 hayas del viejo semillero del huerto de Peñalba. Fuimos a plantarlas cerca, a la zona habitual del valle del Cañamar, en las proximidades del puerto de Cabida. Dimos de comer a los gatos, ¡pobres, cómo lo agradecen! Hemos empezado a traer también pienso para ellos; ese día contamos hasta 24 hambrientos felinos. 556

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Capítulo XXXIX

El resto de la jornada la dedicamos a disfrutar de tan abruptos y apartados parajes... reinaba el silencio y la calma en todos ellos, lo cual es un placer, un sedante para nuestros sentidos, ¡cuánto más un jueves! sin los tediosos y ruidosos domingueros urbanitas. Sí, es un placer salir al campo entre semana.

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XL. Publicación del artículo del Grupo del Haya (ARBA):"¿Cómo debemos plantar las frondosas? Debajo de los arbustos" en la revista Quercus, nº 149. Julio 1998

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XL. PUBLICACIÓN DEL ARTÍCULO DEL GRUPO DEL HAYA (ARBA): "¿CÓMO DEBEMOS PLANTAR LAS FRONDOSAS? DEBAJO DE LOS ARBUSTOS" EN LA REVISTA QUERCUS, Nº 149. JULIO 1998 Efectivamente, en el mes de Julio ¡por fin salió a la luz! la esperada publicación de nuestro trabajo en la revista Quercus, en su nº 149, con el título: ¿Cómo debemos plantar las frondosas? Debajo de los arbustos. El artículo lo habíamos entregado en la redacción de la revista hacía más de un año y, por fin, lo publicaron; si bien, por razones de espacio, apareció bastante reducido, simplificado y esquematizado con respecto al trabajo original que les entregamos. Aunque, eso sí, las ideas claves del mismo aparecían muy bien expuestas y de una forma muy clara. Incluyeron en el trabajo dos fotografías originales nuestras -un haya y un roble jóvenes creciendo de forma natural bajo los arbustos- y una tercera del archivo fotográfico de la revista -castañas en su erizo como ejemplo de semillas pesadas y que, por tanto, germinarán a la sombra del árbol progenitor. Me parece que nos lo recogió personalmente Rafael Serra que dijo, cuando lo vio, que le parecía muy interesante. A continuación reproducimos el trabajo original que presentamos a la revista Quercus: ¿CÓMO DEBEMOS PLANTAR LAS FRONDOSAS? DEBAJO DE LOS ARBUSTOS Nuestras formaciones de matorral, hoy en día en notable expansión, deben jugar un papel decisivo en cualquier proyecto de repoblación. Por tanto, consideramos que es fundamental tenerlas en cuenta a la hora de recuperar nuestros bosques autóctonos de frondosas. Texto y fotos: J.L. Deltell, J.J. Antón, J. Rodríguez, P. Aguilar, M. García y J. Deltell

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Abstract/Resumen Este artículo pretende enseñar a plantar las especies arbóreas nobles de frondosas imitando el proceso natural: la sucesión ecológica. De esta forma evitaremos al repoblar todo tipo de impacto ambiental en nuestros campos y montes; se trata simplemente de recuperar los bosques que hubo en cada lugar, llevando sus especies arbóreas autóctonas (semillas o, mejor, brinzales) y plantándolas a azada, escondidas y protegidas debajo de los arbustos, que ya se encuentran allí crecidos, y sin ninguna intervención humana posterior, dejándolas a su suerte. En realidad, nosotros sólo aceleramos el proceso natural, al llevar directamente los árboles a la zona poblada de arbustos. El artículo consta de : – Nuestras propias experiencias y conclusiones. – La constatación de estos hechos, mediante el hallazgo de pruebas naturales que así lo confirman. – Las experiencias y opiniones de otros autores que también confirman esta realidad. Curiosamente, la sucesión ecológica se estudia ¡hasta en los libros de texto de Enseñanza Media!..., pero, desgraciadamente, apenas, o nunca, se ha repoblado en este país siguiendo estos criterios. *************** Con ocasión de los III Encuentros sobre Propagación de Especies Autóctonas y Restauración del Paisaje, celebrados en diciembre del 95, presentamos la ponencia: "Restauración del Paisaje con Hayas en el Macizo de Ayllón: experiencias, observaciones y conclusiones". En ella explicábamos nuestro trabajo repoblador realizado durante cinco años, que se basa en las etapas sucesivas de regeneración natural del ciclo de la sucesión ecológica, expuesto en nuestra ponencia:

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-EROSIÓN (Terreno muy degradado). -HERBAZAL (Cantuesos, etc.). -BREZAL (Erica arborea). -BREZAL +

ÁRBOLES (Hayas, etc.).

-MÁS ÁRBOLES (Hayas y otros árboles del cortejo). -BOSQUE FORMÁNDOSE (Hayedo incipiente): -BOSQUE ESTABLE EN EQUILIBRIO (Hayedo climácico). En nuestras repoblaciones con hayas (Fagus sylvatica) partíamos de la fase "brezal" y después de numerosas observaciones y experimentaciones, asegurábamos lo siguiente: Los brinzales de 1-2 savias, a raíz desnuda, deben plantarse bajo los brezos, para su mayor protección. Posteriormente, descubrimos y constatamos las pruebas naturales que buscábamos y que confirmaban que las hayas (brinzales e individuos jóvenes) crecían y medraban favorablemente bajo los brezos en los primeros años de su vida, hasta que, pasados algunos años, sobresalían por encima de ellos, viviendo ya independientemente. Pruebas que constatamos en valle del Ermito, Puerto de la Quesera y Becerril de la Sierra (Segovia). A lo largo de casi tres años, hemos estado observando estas pruebas en distintos lugares del Macizo e, imitando la regeneración natural, hemos conseguido resultados muy satisfactorios en nuestras plantaciones de hayas, las cuales han sobrevivido y crecido sin riegos ni otros elementos artificiales (mallas de sombreo, protectores plásticos, cercados, etc.). Todas las repoblaciones se realizan con azada, imitando el proceso natural al evitar el alineamiento de los brinzales, que se plantan aquí y allá bajo los arbustos. Creemos que estos criterios pueden ser también válidos, en general, para el resto de frondosas nobles, principalmente las englobadas dentro de la familia Fagaceae (Géneros: Fagus, Quercus y Castanea). Por ello, estamos tra562

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bajando y experimentando con Quercus pyrenaica, sembrando bellotas bajo brezos, brecinas y jaras estepa (Cistus laurifolius). Además, en distintos puntos del Macizo de Ayllón y de la mitad norte de la provincia de Madrid, hemos observado el crecimiento natural de robles melojos, quejigos y encinas protegidos a la sombra de arbustos. No hay que olvidar que el arbusto protege al árbol durante sus primeros años de vida no solamente de la fuerte insolación estival, sino también de las heladas invernales, de las heladas tardías de primavera (tan dañinas) y de la predación y ramoneo de los herbívoros en todo tiempo. Muchos ejemplos de regeneración natural de roble melojo hemos encontrado en los términos de Cabida, Bocígano, Peñalba, La Hiruela, El Cardoso, etc. En todos los casos los robles tenían la protección de arbustos como el brezo, brecina, jara estepa y retamas (G. Cytisus y Adenocarpus). Señalar la protección por jaras estepas (Cistus laurifolius) en Berzosa de Lozoya y en Robledillo de la Jara (el curioso topónimo de este último pueblo no puede ser más significativo). Encontramos también ejemplares de encina (Quercus ilex ballota) en el término de Peñalba bajo brezos, jaras estepas y pringosa (C. ladanifer). En Colmenar de la Sierra, bajo C. ladanifer. En el término de Cabida, bajo jaras (C. laurifolius y C. ladanifer). En los términos de El Berrueco y Torrelaguna, bajo jarales estepas. Igualmente, hemos visto quejigos (Quercus faginea) creciendo bajo jarales en el triángulo formado por los términos de Torrelaguna, El Berrueco y La Cabrera, así como en La Berzosa y en Robledillo de la Jara. Por todo ello, sospechamos seriamente que el proceso de germinación y medra resulta muy favorecido por la protección arbustiva y que puede hacerse extensivo al resto de las fagáceas. Asimismo sabemos de bastantes ejemplares de cerezo silvestre, serbal de cazadores y majuelo creciendo bajo un tupido brezal (Erica arborea) en el término de La Hiruela (Madrid).

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Por último, señalar que también hemos experimentado en la zona de yesos de Titulcia, al sur de Madrid, con plantones de encina y de coscoja de una savia, introducidos en el interior de matas de esparto (Stipa tenacissima), único arbusto de importancia en la zona. Se plantaron en invierno y un año después se han hallado la gran mayoría vivas y sanas (sin haberlas regado nunca). Los seguimientos y observaciones, hasta el momento, son bastante prometedores para esta árida comarca. A continuación, vamos a ver experiencias y opiniones de otros autores, respecto a la importancia de los arbustos en la regeneración natural de las frondosas y su utilización para repoblar: * Sergio Solano Rodríguez et Al. Explican el concepto de sucesión ecológica en la colección "Aulas de naturaleza"(1), y lo definen como: el fenómeno de sustitución de comunidades biológicas pioneras a través del tiempo, hasta llegar a comunidades maduras estables. Este fenómeno tiene gran importancia si se quiere comprender el funcionamiento de los ecosistemas. Y exponen el siguiente ejemplo: "Un prado situado en un claro de un hayedo se considera una comunidad inmadura, ya que con el paso del tiempo no permanece como tal: los matorrales invaden el espacio abierto y a su sombra, jóvenes hayas encuentran las condiciones de sombra y humedad idóneas para su crecimiento; más adelante, estos árboles jóvenes sobrepasarán a los matorrales, los cuales no podrán sobrevivir en la situación de penumbra que provoca el denso follaje de las hayas adultas." Y concluyen diciendo: "Un prado que se abandona, durante el primer año la única diferencia patente es que la hierba alcanza mayor altura; sin embargo, con el paso del tiempo, unas especies desaparecen, otras se hacen dominantes y especies nuevas se incorporan. En definitiva, el porte de la vegetación va aumentando, 564

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comienzan a aparecer matorrales que van ocupando cada vez más superficie. Algunos arbustos y arbolillos de pequeño porte pueden instalarse entre los matorrales; finalmente, árboles de mayor tamaño (especies clímax) pueden desarrollarse bajo el dosel arbustivo y la zona empieza lentamente a tomar aspecto de bosque." Sergio Solano Rodríguez et Al. "La Montaña Asturiana", 1991 Los ingenieros de montes J.A. Arranz y M. Allué, en un trabajo sobre las hayas en el Macizo de Ayllón (2), coinciden con nuestras afirmaciones, pues hablan de: "Existencia de hayas dispersas en brezal o en robledal abierto con matorral de ericáceas." "Uno de los aspectos más llamativos es la pujanza de su regeneración, sobre todo en los bordes superiores y laterales de las masas existentes en la actualidad..." "El regenerado abunda, sobre todo en los brezales que rodean los ejemplares aislados o a los hayedos. La regeneración que actualmente destaca sobre los brezales, parece iniciarse con una etapa en la que tras la germinación y primera supervivencia, los brinzales se desarrollan lentamente bajo el dosel de los brezos. Ignoramos la duración media de este período y la tasa de supervivencia de los pies germinales en el brezal, aspectos que serían del máximo interés estudiar. Las jóvenes hayas acaban sobrepasando en altura al matorral, que termina por desaparecer bajo su sombra, tanto más temprano cuanto mayor sea la densidad de la regeneración en un punto dado." Como puede verse, coincide casi literalmente con las observaciones y conclusiones expuestas en nuestra ponencia. Prosiguen estos autores diciendo: "Predominan las hayas jóvenes procedentes de regeneración por semilla, 565

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que empiezan a destacar sobre el brezal, agrupadas en golpes o pequeños grupos diseminados por toda la ladera." J.A. Arranz y M. Allué Ecología, nº 7, ICONA, 1993 Otro artículo muy interesante publicado en la revista Vida Silvestre del ICONA (3) se refiere a la repoblación con otras fagáceas, en este caso alcornoques, encinas y quejigos, y del que nos quedamos con las siguientes informaciones: "Los arbustos cercanos a las plantitas no deben ser extirpados durante los primeros años, porque colaboran a protegerlas contra el mordisqueo de los animales y frente a vientos, insolaciones, calores o fríos excesivos. Por eso, existía la costumbre tradicional de efectuar las siembras justamente debajo de las matas y arbustos de la zona a repoblar." A. San Miguel Ayanz Revista Vida Silvestre, nº49 ICONA Este artículo fue merecedor del III Premio Félix Rodríguez de la Fuente para jóvenes investigadores del año 1983. E incluso podemos sacar enseñanzas de los cuentos, ¿quién dice que de los cuentos no se aprende? Tengo en mis manos el cuento titulado "El árbol en la espesura", que comienza así: "Varios robles corpulentos dejaron caer a su pie bellotas gruesas y pesadas, y este hecho daba a entender que los futuros arbolitos necesitarían, durante algunos años la sombra paternal, para no ser agostados por los rayos del sol." Después también enseña diciendo: "Transcurridos pocos años y cuando ya fueron suficientemente fuertes para recibir directamente los rayos del sol..." 566

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Y por último, también explica: "Luego, de todos los árboles hermanos no quedó más que uno, que gozaba los mayores placeres viéndose rodeado de numerosa descendencia, a la que protegía contra el calor, el frío y el granizo." De estas tres citas del cuento se desprende: 1º) que todas las especies de la familia Fagaceae dan pesadas semillas (bellotas, hayucos, castañas) precisamente para que caigan a plomo bajo los árboles padres y éstos les protejan dándoles protección contra el intenso sol estival, las heladas o el granizo. Justo al contrario de las especies heliófilas y colonizadoras que son muy ligeras y aladas para "volar" lejos del árbol padre. 2º) Que si queremos repoblar con frondosas de la F. Fagaceae en zonas carentes de árboles (pues sería absurdo repoblar dentro de un bosque) debemos primero procurarles sombra para los primeros años de su vida. 3º) Y... ¿cuál es la sombra natural que ya tenemos ahí preparada para recibir a los arbolitos de frondosas sin añadir nada (alóctono ni artificial) y ajustándose a los principios de la sucesión ecológica? Respuesta: el arbusto. Terreno degradado → Herbáceas → Arbustos → Arbustos + 1os árboles → → Bosque incipiente → Bosque maduro (climácico) El cuento "El árbol en la espesura" (4) pertenece a la colección de cuentos "DOCE ÁRBOLES" escritos en 1914 por el insigne ingeniero de montes D. Ricardo Codorniú y Stárico (1846-1923), el entrañable "viejo forestal", como él mismo se denominaba. En un artículo publicado en la revista Quercus (5) se menciona el fracaso de la política forestal de aterrazamientos, el poco crecimiento de los pinos y la escasa recuperación de las laderas que, en cambio, ha sufrido fuertes procesos erosivos (que a la vista están). Ante esta situación, no queda más remedio que defender el matorral y el bosque mediterráneo, abogando 567

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por la singularidad y la importante biodiversidad asociada a los matorrales semiáridos mediterráneos, como única garantía para la posible restauración del bosque mediterráneo semiárido. Los autores de ese artículo son: Javier Chaparro, biólogo del Departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia, y Miguel Ángel Esteve, profesor titular de Ecología del Departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia. En otro testimonio (6) que pertenece a un manual de selvicultura se afirma: "Las plantitas jóvenes de haya son muy sensibles a la helada, al calor y aún a la luz, por lo que es necesario se críen en espesura hasta los 8 ó 10 años." "En general, pueden hacerse las siembras en terrenos desnudos, sobre todo tratándose de los pinos españoles, pero en climas extremos o bien con especies más delicadas (frondosas) conviene alguna protección a las plantitas jóvenes, dejando en el terreno las matas y arbustos que hubiera espontáneamente en él; cuando el terreno carece de esta vegetación espontánea y se cree indispensable dar alguna protección contra las heladas y la acción solar a las plantitas en sus primeros años, pueden mezclarse las semillas de la especie forestal con otras de gramíneas al hacer la siembra; la esparceta y la aulaga son también plantas adecuadas para dar protección al repoblado." José Lillo Sanz "Elementos de selvicultura", 1928 También en el libro "La Magia de los Árboles" de Ignacio Abella (7), en referencia a la encina y los encinares se afirma:

"Estos arbustos preparan con su sombra y abrigo las condiciones para el nacimiento y desarrollo de las nuevas plántulas de encina. Si las condi568

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ciones del suelo no han degenerado excesivamente al cabo de medio siglo, las encinas empiezan a recuperarse visiblemente; medio siglo más tarde, puede verse ya un encinar magnífico." Más recientemente (8) y en referencia al II inventario forestal, Juan Ruiz de la Torre, catedrático de Botánica de la E.T.S. de ingenieros de montes, manifiesta que: "Los terrenos abandonados por la agricultura han sido colonizados por matorrales, las especies arbóreas han colonizado las áreas de matorral y las especies arbóreas han ido creciendo y densificándose." Para finalizar, incluimos el testimonio del ingeniero de montes D. Luis Ceballos (9), autor del plan nacional de repoblación de 1939: "Pude observar que entre los matorrales subseriales de degradación del encinar, lentiscos, madroños y coscojas, aparecían algunas tiernas plantitas de Q. ilex, procedentes de bellotas germinadas recientemente, es decir, que al amparo del matorral, el suelo se conserva apto para la regeneración del encinar. Si pudiera suprimirse toda acción perturbadora, la evolución natural de un monte de este tipo nos conduciría, en plan progresivo, a la reconstrucción del bosque de Quercus en los actuales dominios del matorral denso, y, simultáneamente, a la expansión del lentisco y la coscoja por los lugares que hoy ocupan las labiadas y cistáceas..." "Pero lo probable es que continúen las cortas, rozas y fuegos, que persiguen pequeños beneficios inmediatos, sin reparar en la magnitud de los perjuicios a que, como resultado final, pueden conducirnos... sólo nos queda la fase de matorral pinchudo (aulagas) y tomillar, para que los antiguos encinares queden de lleno incorporados a la seudoestepa. Grandes extensiones de los actuales despoblados han llegado al triste paisaje actual siguiendo este proceso." "Si el matorral de alta montaña fue expulsado, su instalación siempre supondrá cierta garantía para la conservación del suelo y una esperanza de la reconquista por el árbol, pues el perfecto amarre de estas matas, con sistema radical muy desarrollado y lo extendido de sus rastreros tallos, contribuyen mucho a fijar las tierras, al propio tiempo que brindan un ligero cobijo a las 569

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plantitas, entre la intrincada red de su ramaje denso..." "En general, éstos (los matorrales) son, como habéis visto, las ruinas o vestigios del bosque; sobre ellos han de fundarse los cimientos del nuevo edificio arbóreo que España ansía tener y se apresta a reconstruir." Luis Ceballos Los matorrales españoles y su significación No deseamos extendernos más, pese a que disponemos de más trabajos que avalan esta realidad como el de D. Primitivo Artigas y Teixidor (ingeniero de montes, 1890), de Jesús Garzón o del mismo Borja Cardelús, además de un interesante artículo publicado en Quercus (noviembre/94) sobre "Técnicas de cultivo para reforestar con encinas.", que también apoyan el "factor sombra". Creemos que son suficientes y significativos los que ya hemos citado. En nuestra opinión, plantar brinzales de frondosas bajo los arbustos supone: * Dar sombra a los brinzales permanentemente (que entendemos fundamental). * Dar protección y permanecer ocultos de los depredadores y ramoneadores, que también es fundamental. * Dar protección de las heladas, especialmente de las tardías en primavera, que también es muy importante. * Proporcionar un microclima (mayor resistencia a la falta de lluvia). * No utilizar recursos artificiales (cercados, protectores, mallas, etc.) preservando, por tanto, el monte de plásticos y residuos no deseables. * Escasa inversión económica (plantando así, los gastos son mínimos). * Imitar el ciclo natural de sucesión ecológica; eliminando, por tanto, cualquier tipo de impacto ambiental. *Beneficiar al árbol de los nutrientes que previamente aportaron al suelo las herbáceas y arbustos. Por tanto, ante tan gran número de evidencias, pruebas y artículos, que adjunto hemos presentado con este escrito, ¿por qué no aprendemos de e imitamos a la naturaleza? Repoblemos las frondosas de forma ecológica, natural y sin impacto ambiental. 570

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¿CÓMO HACERLO? Repoblando con nuestras especies de frondosas (de cada lugar) y plantándolas debajo de los arbustos de la zona a repoblar. Así de simple. Y si no, tendremos que esperar a que crezcan esos arbustos o bien plantarlos nosotros para después, cuando éstos estén crecidos, introducir los arbolitos de frondosas. Para finalizar, si plantáramos las semillas directamente (hayucos, bellotas, castañas) con un eficaz repelente de siete meses (noviembre-mayo), que realmente las protegiera de los depredadores, estando micorrizadas y siendo plantadas debajo de los arbustos, creemos sería la repoblación ideal de los árboles de frondosas. Este artículo aunque parezca novedoso, en realidad no lo es, pues ya hemos visto cómo coinciden con nosotros los testimonios expuestos, algunos, incluso, se remontan a principios del siglo XX. En realidad, nosotros no hacemos nada que no ocurra siempre en el proceso natural, simplemente lo aceleramos llevando directamente las semillas o los plantones al lugar que ecológicamente les correspondía: una vez instalados los arbustos. Por otra parte, la sucesión ecológica se explica hasta en los libros de texto de Enseñanza Media, pero, por desgracia, nunca se ha repoblado teniendo en cuenta esta realidad ecológica y sí en cambio, se han empleado otras técnicas contrarias a la regeneración natural e incluso altamente destructoras del ecosistema, como la utilización de maquinaria pesada, alineamientos y otros impactos ambientales. Además, creemos, que si con el plan de reforestación de tierras agrarias, se están plantando frondosas sin tener en cuenta la sombra y protección de los arbustos, probablemente se obtendrán resultados poco alentadores, ya que no se pueden plantar este tipo de árboles con las mismas técnicas que se emplean por ejemplo, con los pinos. Para finalizar queremos señalar la necesidad de tener paciencia, si queremos dejar a nuestros descendientes auténticos BOSQUES, porque todo 571

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es cuestión de tiempo. Y como se ha visto la propia naturaleza se encargará de evolucionar hacia el bosque. Pero es preciso que el hombre comprenda el papel esencial que desempeñan nuestras formaciones de arbustos y matorral y no interrumpa este proceso evolutivo: la sucesión ecológica. Autores: José Luis Deltell, Juan José Antón, Juan Rodriguez, Paz Aguilar, Montserrat Garcia y Juan Deltell son repobladores y forman el Grupo del Haya de ARBA (Asociación para la recuperación del bosque autóctono). Agradecimientos: A todos los compañeros de ARBA que de una manera u otra han hecho posible este artículo. Dirección de contacto: [email protected] Bibliografía: (1)Sergio Solano Rodríguez et Al – (1991) – “La Montaña Asturiana”- Aulas de Naturaleza nº 1 – Principado de Asturias – Consejeria de Educación, Cultura, deportes y Juventud- Asturias (2)Arranz J.A., Allué M. – (1993) – “Enumeración, descripción y cartografía de los enclaves de Fagus sylvatica L. en la vertiente segoviana del macizo de Ayllón.” – Ecologia nº 7 – ICONA – Madrid. pp. 149 -177 (3)San Miguel Ayanz A. – (1984) – “Repoblaciones con alcornoques, encinas y quejigos en la España semiárida.” – “Vida Silvestre”, nº 49 – ICONA – Madrid. (4)Codorniu y Stárico.- (1914) – “Doce Árboles” – Editados en 1995 por ARBA (Asociación para la recuperación del bosque autóctono) – Madrid. (5)Chaparro J., Esteve M.A. – (1996) – “Criterios para restaurar la vegetación en ambientes mediterráneos semiáridos” – Quercus nº 121 – Madrid

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(6)Lillo Sanz J. – (1928) – “Elementos de Silvicultura” – Madrid. (7)Abella I. – (1996) – “La magia de los Árboles” – Ed. Integral – Barcelona (8)Ruiz De la Torre, J. – Revista Natura nº 170 – Mayo 1997 – Madrid. (9)Ceballos L. – (1945) – “Los matorrales españoles y su significación” - Madrid

11/Oct/98: Fuimos a Peñalba Manuel y yo. Estuvimos en el puerto de Cabida y en el bosque de la Dehesa. Vimos el vivero y llegamos a la conclusión, evidente por otra parte, de que no se pueden mantener tan juntas, tan apretadas, las hayas en los cajones del semillero; pues teníamos que haberlas repicado o trasplantado a tiestos individuales. Al estar tan apiñadas, están enclenques y muchas, muy finas y raquíticas, en cambio donde hay pocas o están más separadas, crecen mucho más vigorosas. Al instante pensé: ¡Dios mío, entonces los seres humanos que ahora vivimos tan apiñados y hacinados en las macrociudades de la "civilización del bienestar" de finales del siglo XX y principios del XXI... ¿también crecemos enclenques y raquíticos? Es una broma, evidentemente. ¿O no? Pero ahora, razonando fríamente y con sensatez, a la luz clara de las limpias conciencias, de los pechos nobles y generosos y de las mentes desprendidas y sinceras, creo que la gente -muchas, muchas personas- crecen, en estas ciudades, enclenques y raquíticas de espíritu, negadas o ciegas a los nobles ideales, incapaces de hacer nada por nadie o por algo, como una causa altruista, de justos, de bellos y sanos fines. Creo que este materialista y consumista sistema social y casi mundial que nos impulsa, y especialmente en estos tiempos que corren, esto es lo que produce: gente sin nobles ideales, carente de impulsos altruistas y que idolatra al dios dinero y a sus siervos: el despilfarro, la satisfacción del placer inmediato y el culto al físico... Una sociedad que no busca ni ve más allá de la inmediata satisfacción de la vanidad, una 573

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sociedad hueca, vacía... Una sociedad corrupta y enferma que necesita y se alimenta de estas almas enclenques y raquíticas que produce el actual sistema imperante. 24-25/Oct/98: Fuimos a Peñalba Juanjo y yo. Primero estuvimos en Riaza en el vivero de nuestros amigos Juan y Rafa el ecuatoriano; una vez allí, no pudimos resistir la tentación y compramos 4 hayas magníficas de cuatro savias por el mero deseo de salvarlas de ser convertidas en bonsáis -tal y como nos dijeron-, y en cambio ser llevadas a plantar al monte umbrío, que es su natural condición y donde deben vivir y medrar estos hermosos árboles caducifolios. Compramos su libertad, dándoles así la oportunidad de vivir su arbórea existencia -libres de toda humana manipulación y atadura- en un montañoso, húmedo y umbrío valle del Macizo de Ayllón. Proseguimos el viaje por el puerto de La Quesera, cuyo hayedo de La Pedrosa se hallaba fascinante, encantador, en su apogeo de belleza y colorido otoñal. Naturalmente, paramos a sentarnos y disfrutar de la panorámica; después, incluso, nos internamos un rato por el bosque para paladearlo y sentirlo más intensamente. Captábamos todos sus matices cromáticos, sus frescos aromas, el suave tacto, mullido y crujiente, de su ocre hojarasca al caminar, los rumores que, diversos y constantes, llegaban hasta nuestros deleitados oídos, las infinitas sensaciones, tan espontáneas y tan gratas, de las que no cesaban de hacer acopio nuestras almas... ¡Ah, el bosque!..., gracias por estar ahí, y por concedernos tanto y tanta felicidad. Proseguimos nuestro recorrido: valle del Jaramilla, Majaelrayo, Corralejo... Paramos para ver los abedules que plantamos cerca del puente sobre el río Jaramilla y se encontraban perfectamente, habían crecido... Eso también nos colmó de alegría. Llevábamos con nosotros un gran cargamento de tetrabriks para trasplantar a ellos las hayas de las cajoneras del vivero. Aún nos dio tiempo para dar un paseo y recorrer el bosque de la Dehesa que, aunque aún no se encontraba en su máxima belleza otoñal, sí comenzaba ésta a manifestarse en las doradas copas de sus magníficos y vetustos robles que, radiantes y engalanados, se mostraban, sé yo que felices, en su fiesta de despedida. 574

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Capítulo XL

Por la noche en Peñalba tuvimos ocasión de sentarnos una vez más con el buen Rodolfo, que tanto agradece la compañía por pasar habitualmente tantas horas entre la soledad... – ¡A ver!, ¡a ver si acertáis este otro acertijo! -decía un risueño y animado RodolfoCapilla sobre capilla y la capilla no es de paño por muy pícaro que seas no has de acertar en un año. Je, je, je. – Pues no caigo -contestaba Juanjo. – Ni yo tampoco -le dije-, ¿qué será? – Je, je, je, pues qué ha de ser sino la cebolla, je, je, je. A ver, a ver este otro: ¿En qué se parece un bocadillo a un poste de la luz? Je, je, je ¡En que los dos sostienen al hambre! -uno al hambre y el otro al alambre... ¿No os dais cuenta? , je, je, je. – ¡Vaya un Rodolfo! -exclamó Luis, riéndose, desde la cocina (siempre le toca a él cocinar...) -, ¡hay que ver las coplas y acertijos que sabe este hombre! – Yo me sabía muchos, no creas –contestó Rodolfo-, pero ahora se me van olvidando con los años... ¿Y éste no le sabéis? Entre dos peñas feroces, sale un hombre dando voces, le oirás pero no le verás.

Je, je, je.

– Me parece que ese sí le sabemos -le contesté sonriendo. – ¡Claro, el pedo!, ¡qué va a ser!, je, je, je. – ¡Pero qué gorrino es este Rodolfo! -exclamó Luis- Hale, acérquese a la mesa y venga a cenar que ya está la tortilla con las tajadas preparada y calentita... A la mañana siguiente recogimos nueces bajo los nogales y partimos seguidamente camino del puerto de Cabida para hacer realidad la concesión de la libertad a las 4 afortunadas hayas de Riaza. Allí, libres y creemos que felices, las plantamos bajo espesos y protectores brezos, donde medrarán y podremos controlar su entusiasta desarrollo en medio de tan umbría serranía... ¡Que todo os vaya bien!, ¡adiós, jóvenes hayas! 575

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¡Adiós, jóvenes hayas! Adiós, jóvenes, esbeltas hayas... aquí os dejamos en libertad en este monte que fue hogar, antaño, de vuestra estirpe boscosa. Gozad del silencio y la soledad y medrad entre la umbría y la humedad, pues ya sois libres, libres... sonreíd, pues rescatamos vuestra libertad. Ya no seréis esclavas en una parcela, entristecidas entre el ladrillo de una urbanización opresora; ni nadie en cruel bonsái os trocará... Porque nacisteis libres como el viento para poblar las altas umbrías, para llenar estos valles de verdor y convivir con el corzo, el águila, la niebla. Adiós, jóvenes, esbeltas hayas... sonreíd y medrad, ¡medrad!, convertid en hayedo estas umbrías, recuperad el solar de vuestros padres… ¡estas tierras altas y frías! Atrás quedaron las felices hayas y nosotros proseguimos viaje hacia el hayedo de Montejo, ¡vaya fin de semana de bosques! Vimos tan famoso hayedo recorriendo la pista que le deja enfrente, desde el otro lado del Jarama, el de Guadalajara. Maravilloso, pese a que aún le faltan unos días para alcanzar su apogeo de belleza otoñal.

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XLI. Nueva conclusión para plantar hayas: llevar al monte solamente hayas ya fuertes (de 7-8 años o aun mayores), de más de 1 m. de altura. Así sobrevivirán mejor

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XLI. NUEVA CONCLUSIÓN PARA PLANTAR HAYAS: LLEVAR AL MONTE SOLAMENTE HAYAS YA FUERTES (DE 7-8 AÑOS O AUN MAYORES), DE MÁS DE 1 M. DE ALTURA. ASÍ SOBREVIVIRÁN MEJOR El 25 de Octubre de 1998, llegamos a una nueva conclusión: Una vez repicadas las plántulas de las cajoneras-semillero, las hayas deben crecer y desarrollarse en los envases individuales o directamente en el huerto; sólo llevar al monte hayas ya fuertes, de 8 ó más años, gruesas y crecidas. Así sobrevivirán mejor. Finalmente recogimos muchas hojas de árboles y arbustos caducifolios con coloración otoñal para realizar cuadros murales didácticos y artesanales con ellas. 14-15/Nov/98: En esta ocasión salimos Manuel y yo. El sábado vimos el hayedo de Montejo, desde el camino-pista de Guadalajara. Las hayas del mismo ya estaban desnudas de hojas, los robles, en cambio, se presentaban bastante dorados. Comimos en el "mirador", como no podía ser de otra forma. Cuando comes en semejantes lugares admirando los paisajes que tienes delante de ti, la comida parece que sabe mejor, o por lo menos eso me pasa a mí. No sé si ya lo he contado, me parece que no, pero, si es así, no me importa repetirlo una vez más: Prefiero antes, mil veces, comer en el campo disfrutando de un hermoso paisaje natural, aunque sea un simple pedazo de queso y un mendrugo de pan, que en la ciudad el mejor menú en un restaurante de cinco tenedores... ¡No me gustan los restaurantes!, todo me molesta en ellos: el ruido, el ajetreo de la gente entrando y saliendo, el humo del tabaco, los niños gritando y corriendo, la habitual tardanza en servir los platos, las miradas de la gente que parece que te observan y te espían desde sus mesas, el apiñamiento de éstas, por lo general tan cerca unas de otras invadiendo tu espacio vital, a veces con codazos o empujones incluidos, el estruendo infernal de toda la gente hablando, el ruido estridente de los cubiertos que parece que se te mete en el cerebro, y no digamos el pago de "la dolorosa", generalmente asaz elevada... En cambio, en la soledad del campo, tumbado, disfrutando del sol o de578

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Capítulo XLI

bajo de una encina, descalzo, relajado por su sosiego, admirado ante su belleza y percibiendo sus fragancias, sus rumores, su música, el paso de las aves y sus cantos, los juegos maravillosos de las nubes... De verdad, no hay color. Después fuimos al robledal de La Hiruela donde, rodeados de una magnífica y lobulada frondosidad, nos cayó la noche. Fuimos a Peñalba y llevamos un saco de pienso de 20 Kg para los gatos, ¡pobres, siempre están tan hambrientos...! El domingo quitamos la malla sombreadora del vivero y empezamos a trasplantar hayas de las cajas-semillero a los tetrabriks individuales para que crezcan y ensanchen ya sin los problemas de competencia y hacinamiento que presentaban en ellas. En total trasplantamos tres cajas: unas 150 hayas. El bosque de la Dehesa estaba radiante de belleza otoñal (¡tan tarde: 15 de Noviembre!). Vimos un jabalí corriendo por el bosque, que salió huyendo a escape al percibir nuestra presencia. Y en las proximidades del vivero, un pico picapinos, herrerillos, carboneros, trepadores azules, mirlos, petirrojos, arrendajos y un pinzón común. También sobrevolaron varios buitres leonados y un ratonero común. Manuel, entre hayita y hayita, no cesaba de oír y observar a las aves, de las que me ofrecía, espontáneos y gustosos, sus sabios conocimientos. Sabe mucho de aves y plantas silvestres. "La contemplación de la naturaleza en la soledad enaltece el alma, acercándola a su Creador." Anónimo. "Los que frecuentan los montes fortalecen su espíritu y ennoblecen sus sentimientos." H. y M. del Campo "La majestuosa belleza de los montes es suficiente para justificar su existencia y propagación." Pérez Argemí "Quien plantó un árbol no ha vivido inútilmente." Dante "Cuando veas alguna avecilla, quítate el sombrero y di: ¡Suerte!..." Lutero 579

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31/Dic/98: Es de destacar que el último día del año fuimos Manuel, Juan Rodríguez y yo a pasar el año viejo a Peñalba. Por la tarde estuvimos en el hayedo de Montejo disfrutando de sus bellezas y soledades; después empezó a nevar...; sin embargo, decidimos ir a Peñalba. Salimos del hayedo bajo una más que discreta lluvia de copos de nieve; eso sí, el espectáculo era atrayente, sugerente: el lugar, la soledad, la nieve, la luz débil cayendo la noche... A pesar de todo, y del posible riesgo que podía implicar la carretera, decidimos ir a Peñalba. Empezamos el viaje atentos y con precaución, arreciaba la nieve, pronto todo se pintó de blanco, de un blanco inmaculado que sólo las huellas de nuestro coche profanaban en la completa soledad de la carretera, dada la hora y el día que era; pero seguimos adelante... La nieve se iba acumulando más y más y finalmente comprendimos, mal que nos pesara, que no podríamos llegar y dimos la vuelta cerca del cruce de Corralejo, un poco más arriba del desvío a la localidad de Cabida, al darnos cuenta de que no podríamos superar el alto de Cabida. Así que iniciamos la retirada, no sin padecer percances ni penalidades, pues, aunque blanda, ya era mucha la nieve que encontrábamos en la carretera y en el paisaje: el coche, la pobre Mari Pili, salió patinando como una bailarina 3 veces de la carretera, y hubo que empujarle para reintroducirle a la calzada. Yo ya iba más que preocupado por el fin que pudiera tener esta nueva y tan blanca osada aventura... Ante tal situación, recuerdo la congoja y el pesimismo que invadía a Manuel al tener que empujar todos el coche bajo la intensa nevada que no cesaba de caer: "¿Para qué?... -decía-, no lo vamos a conseguir"; y esto ocurría entre las risas de Juan R.: "...¡Que sí, hombre, tú empuja y verás!" Así, a trancas y barrancas, circulando sin cadenas, muy despacio y con gran precaución entre la oscuridad de la noche iluminada por la blancura de la nieve y ante una copiosa nevada que no cesaba de pintar un paisaje absolutamente blanco, llegamos, no sin muchos problemas, a la carretera de Burgos, pasado el pueblo de Gandullas. Y aun por la carretera de Burgos, la A I entre Buitrago y La Cabrera, hubo problemas y varios patinazos y accidentes de coches a causa de la copiosa nevada. Al final hubo un pequeño golpe en La Cabrera, sin importancia, debido a 580

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Capítulo XLI

un patinazo, que no pude impedir, de Mari Pili -¡cómo gritaba asustada, impotente, la pobre!-. (Había unos coches aparcados y yo, despacio, vi que me dirigía hacia ellos sin poderlo evitar, pues el coche, mi Mari Pili, iba patinando y no obedecía a mis intentos desesperados de desvío ni de frenada y, de manera inexorable, veía cómo me acercaba hacia ellos... Finalmente, ¡clonc!, choqué levemente contra uno de ellos. Le abollé un poquito, aunque lo suficiente para que el dueño del mismo, que lo vio, me reclamara hacer un parte o un volante por los daños y desperfectos causados contra mi compañía de seguros). Y así terminó esta invernal y blanca aventura. Juan Rodríguez se fue desde allí a Valdemanco, andando, pues aunque insistí en acercarle, dijo, sonriente él, que quería darse un paseo sobre la mullida nieve -6 Kms- y, protegido tal solo de un paraguas, nos despedimos cálidamente en la frialdad de la noche y se marchó. Y a Manuel le acerqué a Parla y yo, finalmente, me fui a Madrid.

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XLII. Participé con dos colaboraciones en el Canal Campero de TV Vía Digital invitado por Carlos de Prada. Sobre el tema: Las hayas del Macizo de Ayllón

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XLII. PARTICIPÉ CON DOS COLABORACIONES EN EL CANAL CAMPERO DE TV VÍA DIGITAL INVITADO POR CARLOS DE PRADA. SOBRE EL TEMA: LAS HAYAS DEL MACIZO DE AYLLÓN

Me llamaron para hacer dos colaboraciones en Canal Campero de TV Vía Digital. Ambas se realizaron en Enero de 1999. – La primera de ellas fue un reportaje que Carlos de Prada nos hizo mediante este Canal sobre nuestra actividad repobladora con hayas en el Macizo de Ayllón. Se desplazaron hasta Peñalba donde filmaron nuestro vivero del Grupo del Haya, los trabajos de repoblación que llevamos a cabo y las hayas centenarias de la Dehesa de Peñalba. Se emitió en TV en primavera. – La segunda intervención fue una entrevista que me hicieron en los estudios de Canal Campero, c/Conde de Vilches, nº18, en el mes de Enero y que se emitió en la primera semana de Febrero. El tema de la entrevista, que duró 20 minutos, versó sobre las hayas y robles de España y la actividad repobladora con estas especies del Grupo del Haya de ARBA. 30-31/Ene/99: Fuimos Fran, Manuel, Paulina y yo. Paulina era una amiga mía que se animó a venir a la montaña. Fran era la otra novedad del viaje: es un chico serio y muy respetuoso, amigo de Manuel. Estuvimos en el valle Canalejas de Bocígano donde pudimos apreciar, una vez más, la belleza salvaje de este frondoso y montañoso paraje. Después pudimos bajar a admirar la escondida espectacularidad de la cascada del Cañamar y las cerradas asperezas del encinar del "Pozón de Juntas", también de Peñalba. Todos éstos son lugares, como ya sabéis, de gran pureza natural, asiento de gran belleza, soledad y silencio, muy queridos por mí. Siempre que pude, intenté llevar a las personas nuevas, que venían con nosotros por primera vez, a lugares de este tipo: limpios y salvajes, donde la naturaleza impera en todo su esplendor. Es una forma de manifestarles mi contento y de agasajarles dándoles mi bienvenida, pretendiendo, además, impresionarles gratamente ante la contemplación de las encantos de la amada 584

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naturaleza, a fin de que, agradados, vuelvan más veces con nosotros. Es un viejo "truco" al que he recurrido, aunque la verdad es que sólo han vuelto habitualmente con nosotros unos pocos, los que ya conocéis; y por otra parte, a mí es al primero al que le gusta ir una y otra vez a sitios así. Hizo bastante frío y por la noche en Peñalba el termómetro bajó hasta 8 grados bajo cero, lo cual nos empujaba a sentarnos todos alrededor del fuego y allí, bien cerquita de él y calentitos, el buen Rodolfo, tan contento y sonriente él, sentado en su sillón con su jersey azul marino de cremallera y tocado con su inseparable boina, comenzó a reír: "Je, je, je..." mientras me decía: – ¿No quieres escribir hoy, como otras veces haces, unas coplas y acertijos que ahora me vienen al magín? Entonces Fran dijo: – ¿Al qué? – Sí, hombre, a la cabeza, je, je, je..., que ahora me vienen a la memoria, hombre... ¡Escribe, escribe! -me dijo-, je, je, je, verás, verás, je, je, je. Y comenzó a recitar de esta manera: Todos quieren altos cargos, todos quieren mandar, la ciencia y el modo es de comer sin trabajar.

Je, je, je.

-Pues esa es una gran verdad -exclamó Fran riendo, y le preguntó:- ¿Y sabe usted más coplas, Rodolfo? – ¿Que si sabe? -le contesté yo-... Ya verás, ya verás. – Escucha, escucha y verás, je, je, je. ¡A ver si sabéis esta otra! -y comenzó a recitar, acompañándose de sus brazos, de esta manera-: ¿De qué le sirve al pobre tener la novia bonita, si luego viene el rico y se la quita? ¿A que ésta no la conocíais? 585

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-A mí sí que me suena -le contesté yo-, me parece que ésta ya la tengo apuntada; sí, es muy graciosa. – Bueno, bueno -contestó Rodolfo-, je, je, je. Pues entonces, a ver si conocéis esta otra -y comenzó a recitar medio riéndose y moviendo sus brazos: ¿Qué falta me hace a mí perro para estar seguro en mi casa, si en cuanto que viene alguno la mujer es la que ladra?

Je, je, je.

Apenas había acabado de recitarla Rodolfo, cuando Paulina explotó a reír. – ¿Qué, te ha gustado, muchacha? – Sí- contestó Paulina-, ¿y cómo sabe usted tantas coplas? – ¡Rodolfo sabe muchas! -intervine yo-, y más que nos va a contar hoy. Entonces, Rodolfo, quedándose pensativo, encontró otra copla en su magín, y dijo: – ¡A ver, a ver esta otra! -y tras reírse, después comenzó a decir-: Las mujeres son las malas, ellas mismas nos lo dicen, que los pobrecitos hombres somos unos infelices. Fran comenzó a reír y luego dijo: – Pues no, ésta tampoco la había oído nunca -y pasó a preguntarle:- ¿y estos dichos y coplas son de su invención o los recogió usted por la comarca? – ¡Y qué sé yo! -contestó Rodolfo-, ya no me acuerdo, hace ya tantos años; la mayoría los oía por ahí, je, je, je, y algunos los inventaba yo algún día, de todo habrá, je, je, je. A continuación, recitó otra copla "subidita"... – ¿Os ha gustado?, je, je, je. Pero ésta no puedo ponerla aquí..., lo siento. Y siguiendo en este hilo atrevido, Rodolfo dijo a continuación: 586

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Capítulo XLII

A las mujeres quererlas, ofrecerlas y no darlas dormir y "... ... ..." y luego, después, dejarlas.

Je, je, je.

-¡Huy, pero Rodolfo, ¿qué nos dice usted?! -dije yo riendo. – Eso es muy fuerte, Rodolfo -le dijo, también riendo, Fran. – Je, je, je, ¡y más coplas que me sé!... Estas las cantábamos de mozos en las fiestas de los pueblos, je, je, je. ¡Ay, qué tiempos aquellos! – Ahora me acuerdo yo -le dije- que una vez cortejando usted hace muchos años en Bocígano tuvo que salir a escape del pueblo porque los mozos querían cogerle y echarle al pilón... – Sí, je, je, je, es verdad, je, je, je, tuve que salir por piernas monte abajo, que, si no, hubiera acabado con mis huesos en el agua... Eran cosas de los pueblos y de los mozos de entonces, cuando en estos pueblos había vida; hoy ya ves cómo están todos, vacíos, y no quedamos más que viejos... ¡Qué le vamos a hacer! Entonces Paulina le preguntó: – Pero también nos dijo que sabía acertijos. – Sí, también sé muchos, verás, verás; sí... a ver si sabéis éste: Entre dos paredes blancas hay una flor amarilla que se puede presentar delante del rey de Sevilla. ¿Qué es? -preguntó Rodolfo riendo. Todos quedamos pensativos intentando adivinarlo, cuando intervino Manuel: – Me parece que es el huevo. – Sí, es el huevo -le contestó Rodolfo-, ¿cómo lo has sabido? – Una vez me parece que lo oí en Parla, no sé en dónde; sí, lo conocía. Luego prosiguió Rodolfo: 587

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-¿Qué cosa es la misa?

, je, je, je.

-¡Pero, Rodolfo, por favor, qué cosas dice usted a estos chicos! -le recriminó riéndose Isaías, su hijo, que acababa de entrar por la puerta con cara de frío. Y luego nos saludó a todos y especialmente a los nuevos Paulina y Fran. Éste tampoco puedo reproducirlo..., lo siento. – ¿Y este otro?: Capilla sobre capilla, y la capilla no es de paño, por muy pícaro que seas no has de acertar en un año. -Pues no, no sabemos qué es -dijeron todos. Y dijo Rodolfo riendo: – Pues qué va a ser sino la cebolla, je, je, je. – ¡Otro, otro!, je, je, je -exclamó Rodolfo-, a ver éste: Lana sube, lana baja, ¿qué es? Sí, Rodolfo, éste sí le sabemos -y a coro contestamos:- ¡la navaja! Entonces, Manuel le preguntó: – ¿Y a que no sabe usted éste, Rodolfo?: Hilo es, hilo es y no lo aciertas en un mes. -Pues no, no, ése no le conozco -contestó. Y como nadie lo acertaba, dijo Manuel: – ¡Pues, el hilo! -sonrió Manuel. Aún propuso Rodolfo otro acertijo:

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Capítulo XLII

Por este caminito va caminando un animalito. ¿Qué animalito es?

Je, je, je

Y Fran, anticipándose a todos, dijo: – La vaca. – Bien, muy bien -contestó Rodolfo. Bueno... y por esta noche ya vale; y calentitos y con gesto risueño, nos fuimos todos a buscar el sueño, a dormir. El domingo estaba el suelo congelado y no pudimos trabajar en el vivero, sólo pudimos trasplantar a duras penas unas pocas hayas, así que lo dejamos y nos fuimos a recorrer otro lugar no menos hermoso que los del sábado: el bosque de la Dehesa, que yacía dormido... y caminamos por medio de él, despacio, admirándole en silencio para no despertarle. Este año llevamos todo muy atrasado, el mal tiempo, el hielo y la nieve impiden nuestra actividad. Vimos líquenes habituales como Xanthoria parietina en los álamos junto al río y Rhizocarpum geograficum en las rocas de cuarcita, Usnea sp. colgando de las ramas de las encinas achaparradas, Lobaria pulmonaria en la base de los troncos de robles centenarios; Cladonia sp., las bellas "trompetitas" que adornan sobre los musgos; Parmelia y Peltijeras canina, revistiendo de vida las rocas del camino, etc. Y oímos o avistamos a muchas aves y avecillas que Manuel nos iba descubriendo y acercando con su aguda vista, su penetrante oído y sus vastos conocimientos: ratonero común, buitres leonados, pinzones vulgares, trepadores azules y agateadores, multitud de páridos, colirrojo tizón, pico picapinos, mosquitero común, escribanos montesino y cerillo, zorzal común, petirrojo, curruca capirotada, lavandera cascadeña, los inevitables mirlos, etc. Manuel disfrutaba viendo y mostrándonos tantos pajarillos, siempre con sus prismáticos en la mano y su alegría desbordada cada vez que veía uno nuevo, con la que nos contagiaba a todos; sí, ir con Manuel al campo es como llevar una agradable y parlante (¡claro, es de Parla!) guía de naturaleza a tu lado... ¡Sabe tanto!, ¡la ama tanto! Fue un fin de semana admirable, hermoso, la compañía muy grata, el tiempo débilmente soleado y frío, la noche oscura y estrellada, y las caminatas 589

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por el monte, como siempre, encantadoras, sugerentes, cautivadoras... ¿qué más se puede pedir? ¡Ah, agreste, querida Peñalba!... ¿Cómo podré yo olvidar tanta experiencia y aventura, tanta ilusión y proyecto, que en mi recuerdo perdura? 13-14/Feb/99: Fuimos Manuel, Meri o América, Paulina y yo. El tiempo fue muy frío, tanto, que tuvimos que ir a comer a casa de Isaías a Peñalba... ¡ya es raro que estando yo en el campo a plena luz del día, tenga que renunciar a él y refugiarme en el interior de una casa!, pero aquel día no se podía estar en el exterior sin quedarte helado, cuánto más sentado quieto para comer. ¡Metimos 4 cajas de semilleros de haya y 4 sacos de tierra, adentro, para que se descongelaran! y así intentar trabajar con ellas al día siguiente... Por la noche el termómetro ambiental llegó a 10 grados bajo cero y ¡tertulia al fuego de la chimenea! El domingo trasplantamos (repicamos) hayas de las cajas de semilleros que metimos adentro el día anterior a tetrabriks individuales: sólo caja y media (unos 200 envases, lo cual da idea de lo apretadas que están las hayitas en las cajas-semillero). Hizo débil sol y frío. El sábado, se me olvidaba, vimos un tejón al anochecer en los alrededores de Peñalba; vimos bandadas de estorninos, un piquituerto entre los pinos de repoblación, una pareja de petirrojos y muchas huellas en la nieve, de zorro y otros animales que nos enseñaba Manuel con su habitual alegría. Contemplamos muchos carámbanos de hielo que colgaban de los tejados y de los bordes de algunas rocas. El domingo, a la vuelta, hubo "problemillas" para culminar el puerto de Cabida por causa de la nieve-hielo en los últimos 100 mts. ¡Cuidado que nos ha dado problemas este puerto!, pero esta zona y en particular este puerto, dada su altitud, son especialmente duros en lo más crudo del invierno. Este año va muy atrasada la campaña de invierno de trasplante de hayas. El invierno está siendo severo meteorológicamente hablando y hay mucho 590

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exceso de planta (hayas y robles melojos), razón por la que estamos desbordados de trabajo. Frío y nieve. Es la tónica de Enero y Febrero. Ha llegado el invierno... Ha llegado el invierno, los fríos y la soledad van cubriendo la inmensidad y con él, su rito eterno de quietud y serenidad... El silencio inunda el valle, pleno de paz ¡él se halle!; ¿se ha detenido la edad? Nuestros amigos(*) duermen bajo el sueño helado... De aquel, el viejo tejado, penden finos carámbanos y el cielo raso, estrellado, va enfriando nuestras manos... ¡Nuestros cuerpos se estremecen! Allá, alta, la luna alumbra unas montañas nevadas, entre su débil penumbra, sus siluetas heladas. Mientras, el gélido viento olvidando sus pesares, tal vez sufriendo o riendo, nos empuja a los hogares.

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Allí, en torno al fuego... junto a las brasas sentados, nos vienen a la memoria recuerdos casi olvidados de alguna lejana historia, añoranzas, ilusiones... Afuera, nuestros amigos duermen bajo el sueño helado. La mañana es blanca y fría y el tenue sol te consuela; el gorrión se alimenta y pía, come, come, salta y vuela... ¡Qué cortos son los días! La noche llegó de nuevo y otra vez la lumbre aguarda... Noches negras y estrelladas de fríos y soledades; las musas están calladas, velan las oscuridades. Nuestros amigos duermen bajo el sueño helado... Esperan la primavera que, susurrando a su vera, ella les despertará. (*) los árboles 20-21/Feb/99: Fuimos Manuel, América, Paulina y yo. Estuvimos en Peñalba y la noche del sábado, como siempre, al calor del fuego. Rodolfo, como asimismo otras muchas veces ha hecho, nos cantó al592

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gunas coplas, pues se encontraba contento y animado; de ellas tomé nota de las siguientes. Como es habitual en él, las cantaba entre risas y ayudándose de sus bracitos para hacer más énfasis. Y decían así: Yo te quise con delirio y en ti mi dicha cifraba, y tú en cambio me dejabas por el maldito dinero. Pero por fin tu rostro bello del todo se marchitó, el dinero se acabó, y te he visto abandonada... y ahora me vienes a llorar para que te recoja yo. Real como la vida misma... Ahora un acertijo: Larga y estrecha la quieren las mozas y después de metida quedan gustosas... ¿qué es? (la media, las medias) – ¿Y tú de qué te ríes, qué creías que era, malpensado? Y nos recitó más, varias más, pero, lo siento, ésas no se pueden poner aquí... Por lo demás, pudimos ver arrendajos, petirrojos, herrerillos, carbonero común, carbonero garrapinos, agateador común, etc. Entre los líquenes volvimos a ver las especies más representativas que recientemente ya enumeramos. También oímos los "ladridos" nocturnos de un corzo. Vimos un par de buitres leonados sobrevolando altos el cielo, describiendo sus característicos círculos; también varios ratoneros comunes, uno de ellos muy cerca, posado 593

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en un roble que, al percatarse de nuestra presencia cercana, echó a volar; y la luna estaba en fase de cuarto creciente. El domingo marchamos con una caja del semillero de robles melojos (150 arbolillos) y fuimos a poner la placa de homenaje al malogrado árbol centenario (Quercus pyrenaica) del término de El Cardoso (Guadalajara) y próximo a la unión de los ríos Jarama y Berbellido, ladera arriba de éste último, y situado junto a la carretera (allí donde el famoso "CAPI LADRÓN"). Este árbol, con toda seguridad varias veces centenario, era un melojo imponente que, aunque hueco por un rayo, aún mostraba una copa espectacular: frondosa y llena de vida. Yo le conocía desde hace muchos años y siempre me admiraba verle una vez más, bajo su copa comimos en varias ocasiones, también nos tumbamos bajo su sombra y siempre que pasábamos por allí nos deteníamos para admirarle, y así muchos, muchos años. Le tenía en gran estima y cariño y también, ¡cómo no!, cogimos en algunos otoños sus preciadas bellotas a sus pies, que, después, hechas roblecitos, plantamos en sus inmediaciones, cerca de él, para que sus hijuelos pudieran ver a su fornido padre y quizá, con el tiempo, parecerse a él. Por eso, a la vuelta de un verano, en Septiembre de 1998, al pasar nuevamente por allí y no ver desde lejos su impresionante copa, destacando sobre los demás árboles, me llenó de sorpresa, de incertidumbre, de temor por su integridad... Cuando me acerqué y descubrí que ya sólo quedaba de él su tocón, su enorme tocón, confieso que lloré y después me llené de indignación... Habíamos quedado a las 11 horas en la plaza de La Hiruela con los siguientes compañeros: El grupo de defensa de la naturaleza Meregil de Bustarviejo, Juanjo, Juan R. y Lina, así como Pedro Cáceres del diario El Mundo que sacó la información en el periódico, y Miguel Ángel de ARBA. Con más retraso del deseado, pues algunos llegaron tarde a La Hiruela (¡Ay, la puntualidad española!), se puso la placa en el lugar destinado: una gran roca vertical de esquistos junto a los restos del árbol (el enorme tocón aserrado en su base) que está al lado de la carretera, desde la cual se ve perfectamente dicha placa. Ésta era de metal dorado y medía 24x18 cms. El texto de la placa decía:

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AL VIEJO ROBLE ABATIDO Aquí se alzaba imponente aquel centenario roble, que desde oriente a poniente mostraba su copa noble. Caído, fuiste abatido por la sierra despiadada que, al cumplir su cometido, vio tu vida terminada. ¿Es que nunca vendrá el amor hacia el árbol y su vida? Acabemos con el horror: la cultura arboricida. ARBA Noviembre 1998 Nos hicimos fotos junto a la placa y asimismo de ella. Y allí se quedó... (Mas qué poco duró, pues fue muy pronto sustraída). Después y para conmemorar al venerable roble abatido y para perpetuar su especie -como no podía ser de otra manera-, fuimos todos a plantar los 150 roblecitos (Quercus pyrenaica) que llevábamos para la presente ocasión. Los roblecitos, de 2 savias, se plantaron muy cerca, en las inmediaciones del puerto de La Hiruela (ladera de Montejo), por el procedimiento de "a croqueta envolvente"; es decir, van las raíces con su tierra envueltas en papel. Pues esta especie, como ya hemos explicado en otro lugar, creemos que no se debe plantar a raíz desnuda como, por ejemplo, hacemos con las hayas. Después, terminada la repoblación, comimos-merendamos, todo a una, en una soleada pradera y luego, tras despedirnos, nos fuimos cada uno por su lado. Aunque paramos un ratito para tomar un café en Buitrago, sentados a una mesa al aire libre con Miguel Ángel de ARBA y Pedro Cáceres de El Mundo. 595

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6-7/Mar/99: Fuimos a Peñalba Juanjo, Paulina, Manuel y yo; y, una vez más, no pudimos llegar a nuestra aldea, pues la nieve del puerto de Cabida nos lo impidió. Vimos Peñalba desde lo alto del puerto, así que decidimos llegar hasta ella dando un blanco y mullido paseo. Abajo, en la aldea, no había nevado. Vimos a Isaías y a Jesús bien abrigados y, tras charlar con ellos y viendo que no podríamos hacer nada por causa del frío, decidimos irnos. Regresamos al puerto y desde allí, ya con coche, marchamos hacia los altos riscos del Jarama y Jaramilla, desde la carretera de Corralejo a Roblelacasa. Pudimos comprobar cómo crecen los abedules que plantamos cerca del puente sobre el Jaramilla. Luego seguimos camino hacia el sabinar y las calizas kársticas de Tamajón, donde nos anocheció contemplando sus naturales grupos escultóricos: el puente, las columnas, las cuevas, los altos paredones, las mesas... y de allí regresamos a Madrid, ¡eh, alto, alto, no corráis tanto!, que queda lo mejor: pero antes, durante un buen rato, escuchamos el silencio maravilloso de aquellas soledades. Bueno, ahora ya podemos ir al caos ruidoso y estrepitoso de la gran población..., ¡qué locura! Por último, apuntar que la placa "AL VIEJO ROBLE ABATIDO" ha sido ya robada. Siempre supuse que la robarían..., pero no tan pronto. Sabía que encargar hacer esa placa era una auténtica inversión a fondo perdido. Posiblemente la arrancó de la roca y la sustrajo el mismo sujeto que cortó el árbol... Sin comentarios, ¿para qué? La noticia de la colocación de la placa conmemorativa apareció en el diario El Mundo, de fecha 23 de Febrero del 99.

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Ni roble ni placa Aquí se taló un roble centenario, aquél que más alegría me daba... además, de aquel árbol legendario, se hurtó la placa que le recordaba. Adiós al roble, adiós a la placa... pero de ningún modo a mi recuerdo, que, ante tu tocón, mi alma no se aplaca, y si, por la inscripción llevada, "muerdo" de indignación y a mi sentir ataca, ¡cuánto más por el amigo que pierdo! tú, ¡oh roble!... que mi nostalgia destaca. Aquí se taló un roble centenario y, aunque la placa fue después hurtada pretendiendo tu olvido el adversario, tu memoria será siempre recordada.

A este respecto, tengo que decir sólo dos palabras: Al poco de aparecer en el diario El Mundo el asunto de la placa y de la tala del roble centenario, llegó un E-mail a ARBA firmado por Andrés Bermejo García exponiendo las quejas de los agentes forestales de la Junta de Castilla-La Mancha y sintiéndose ofendidos o molestos por no haberles consultado para saber lo que había pasado realmente con el árbol abatido... Su versión era que un viento o un vendaval recio lo partió por completo a aproximadamente dos metros del suelo y entonces ellos, los forestales, habían autorizado cortar la madera del mismo. Bien, suponiendo que eso fuera así, tengo que decir: 1) No es verdad, como decís, que la noticia se publicara en Marzo en el diario El Mundo, porque se publicó en ese diario el día 23 de Febrero (1999). 2) ¿Por qué apear a tan singular árbol, centenario y emblemático, a ras del suelo?, ¿no merecía este árbol monumental haberse dejado con su tronco en pie por donde el viento recio o vendaval le desgarró? 597

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3) ¿Qué pasó con la placa, que nunca más apareció?, ¿no podíais haberla devuelto a ARBA? 4) ¿También fue un viento recio o vendaval el que apeó, poco tiempo después, varias ramas enormes, "con la sierra de sus céfiros", a otros dos roblones centenarios situados cerca, unos pocos kms. más arriba, también junto a la carretera, y próximos al cruce con la carretera que lleva al pueblo de Corralejo? Mira, Andrés, no queremos polémicas. Lo único cierto es que el árbol ya no existe. Si hemos ofendido a alguien con la colocación de la placa, pedimos perdón, porque nada más lejos de nuestro ánimo que ofender o molestar a nadie... Pero, lo siento, ni mis compañeros repobladores ni yo, nos creímos nunca esa versión del vendaval... 19-20/Mar/99: Fuimos a Peñalba Juanjo, Paulina, Manuel y yo. ¡A Mari Pili le dio un shock nervioso y no se podía mover!... Vaya susto que nos dio. El coche se quedó sin batería y hubo que cargarla con las pinzas y el coche de mi padre conectados. Ya recuperada y con el alta médica, primero recogimos muchos tetrabriks del vivero de ARBA y partimos finalmente a Peñalba. Hemos estado prácticamente todo el fin de semana repicando, esto es, trasplantando hayas de los semilleros a los tetrabriks, en total unas 350 plantas. Buen tiempo, primaveral, pero las noches siguen siendo frescas. Mucho trabajo. Tuvimos tiempo de plantar 12 abedules -todos los que teníamos- en el arroyo Cañamar, en Peñalba. Javier, el guarda forestal-gaitero, se llevará 3 cajas de hayas para su vivero, tal y como nos pidió. Manuel se recreaba observando y escuchando a las aves, de las que tuvimos ocasión de gozar viendo a las más habituales del lugar. También vimos un zorro muerto y 2 jabalíes corriendo por la carretera. Por último, ya de regreso, dejamos un haya, un acebo y un abedul en la casa de unos conocidos de El Berrueco, para plantarlos en su jardín.

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XLIII. La campaña 98/99 se caracterizó por la adversidad: mucha nieve, poca actividad, poco personal

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XLIII. LA CAMPAÑA 98/99 SE CARACTERIZÓ POR LA ADVERSIDAD: MUCHA NIEVE, POCA ACTIVIDAD, POCO PERSONAL

La campaña 98-99 se ha caracterizado, en general, por la adversidad (mucha nieve y, por tanto, no se pudo ir habitualmente o no se pudo trabajar). También por el exceso de planta en el vivero, que no podemos atender ni sacar al monte por falta de tiempo y personal. Fuimos pocas veces y pocas personas.

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XLIV. Intervención en la Cadena SER: Hablamos sobre los bosques, situación en España y política forestal

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XLIV INTERVENCIÓN EN LA CADENA SER: HABLAMOS SOBRE LOS BOSQUES, SITUACIÓN EN ESPAÑA Y POLÍTICA FORESTAL OTOÑO 99 Fuimos en nombre de ARBA José Luis, el tesorero, y yo para hablar en la Cadena SER, calle Gran Vía, nº32, sobre los bosques, situación en España y política forestal, etc. No recuerdo la fecha en que se emitió en antena. Hablamos durante más de media hora y salió bastante bien. 3/Dic/99: Salieron del vivero del Grupo del Haya (ARBA) de Peñalba, 27 cajas de plantones (24 de roble melojo y 3 de haya) a Palancares (Guadalajara). Las llevó Isaías con el camión, a fin de repoblar en esa localidad con ellas y, de paso, intentar condonar la deuda que pesa sobre la asociación de vecinos de Palancares. La fecha de la repoblación está por decidir. Se hizo cargo de las plantas Rafita, que tantas repoblaciones y movidas de índole ecológica, contra la barbarie (en forma de maquinaria, pino y terraza) y la sinrazón del ICONA, ha organizado en esa localidad, su pueblo. Palancares (Guadalajara) 5-6/Feb/2000: Ese día salimos Paulina y yo, y estuvimos en el bosque... bosques de Canalejas, Bustar, collado del Agua Fría de Bocígano y en el bosque de la Dehesa de Peñalba. Y todo fue maravilloso... Melojares de Ayllón, robles de estas sierras, presentes en valles y asperezas; velludos, vetustos, recios... ¡oh grandeza! Tal es vuestra belleza... Este año hemos decidido no plantar en el monte, sino esperar a que los arbolitos crezcan en el vivero y se hagan más grandes porque así, creemos, serán más fuertes y sobrevivirán mejor. 602

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...admirado, al bosque contemplaba; por todos sus rincones caminé. Al salir, mi última mirada di, quise llevarlo todo en la mente y, abrazando un roble tiernamente, con amor, del bosque me despedí. 11/Febr/2000: Fui solo a Peñalba a llevar material para el vivero, todo lo que había en el garaje, en el Bazar (Ribera de Curtidores, nº14), puesto que desde el día 9 de Febrero ya no estaremos más en él -se vendió-. En Peñalba y sus alrededores había una soledad admirable, paseé por el monte cruzando el arroyo del Rabisquillo y, caminando sendero adelante e internándome monte arriba, sentí esas sensaciones maravillosas que tanto calan en mí: oía y percibía el latir de la naturaleza, sus sonidos, voces y rumores; sus aromas a campo y a aire limpio, puro..., sentía su frescor y la presencia de los robles en torno a mí, a los cuales amaba, y eso hacía que me encontrase como alguien que está rodeado de amigos, por eso, aunque estuviese solo, no me sentía solo; me senté a su vera, en medio de ellos y miraba el paisaje que se presentaba delante de mí, a las aves rapaces que desde las alturas sobrevolaban el valle con gran majestad y a los pajarillos -petirrojos y chochines- que deambulaban cerca de mí entre las zarzas y brezos. Observaba las vacas que pastaban calmosas, lejos, enfrente de mí; veía los robles y encinas que poblaban el valle y los riscos de duras, grisáceas cuarcitas, que coronaban los montes; las nubes, cambiantes, que dibujaban blancas siluetas sobre el cielo azul y que yo, iluso, trataba de adivinar sus misterios, sus trazos, su significado... Y, abajo, pequeñita y tranquila, se hallaba Peñalba, como dormida... ¡No, no quieras nunca despertar, que así te quiero yo recordar! Por tus espesos melojares, prendado, tantas veces me interné; a la soledad de tus alturas, atraído, tantas veces ascendí; en tus recónditos rincones, 603

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encantado, tantas veces yo soñé... Así siente el alma mía a los montes, los bosques, la tierra que, de amor, suspira cada día por llegar a Peñalba de la Sierra. 19/Febr/2000: Íbamos Juanjo, Manuel, Paulina y yo. Un día, visitando el pueblo de Cabida, nos salió al paso un hombre sonriente que cuidaba ovejas y cabras. Se nos acercó, nos preguntó, le contestamos, le preguntamos, nos contestó... Y venga a hablar y a hablar... Y ¡qué manera de ensartar mentiras!; eso sí, tan sonriente él. Finalmente, hartos de que tanto nos preguntara, y algunas veces con retorcimiento, y cansados de oír tanto bulo y mentira, nos alejamos de allí. Al marchar le miré por última vez y pude ver que nos decía adiós con su fácil y desprendida sonrisa... ¡Jolín, qué embustero!... Después supimos que era un tal Lucio. Las mentiras de Cabida Si mentiras quieres oír a Cabida has de bajar que viene Lucio con su sonreír y dice que es Pedro de Colmenar... Y con más embustes te ha de freír a tu inocente preguntar porque de ti se pretende reír este pobre chivato de atar. 18-19/Mar/2000: Fuimos al "otro Ayllón", al noreste de la zona. Salimos Paulina, Juanjo y yo. Llegamos a Riaza y de allí nos dirigimos a Martín Muñoz de Ayllón. Nos llevamos una decepción, pues no encontramos por ningún lado los supuestos bosques de melojar que esperábamos hallar en aquellos alrededores y que yo había leído en un libro. Dimos una vuelta por el pueblo; de allí partimos para Villacorta y Madriguera, curiosa esta última localidad de roja arquitectura -construida con cantos y arcillas rojizas 604

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del lugar -, que tiene el aspecto de un pueblo colorado, que ya por eso llama la atención. Estos materiales, como he sabido, están formados por cantos de origen metamórfico arrastrados aquí desde la cercana sierra -su área madre- por paleocorrientes de sistemas de abanicos aluviales. Los cantos de conglomerados no muy rodados presentan matriz rojiza. Igualmente las arenas presentan tonos rojizos y las lutitas y limos presentan un característico color rojo intenso... de ahí el color del pueblo, construido con estos materiales. Su edad es Mioceno Medio-Superior. Astaraciense-Vallesiense. Desgraciadamente, ya han descubierto esta población los tentáculos del turismo urbanita, que están restaurando las casas no con desprecio a la arquitectura popular, ¡menos mal!, pero sí están llenando la localidad de descerebrados y ruidosos mozuelos motoristas todoterreno, coches lujosos, impropios de este lugar y comarca, e ¡incluso vimos a unos señores mayores jugando al golf en un prado!... Después de ver esto y cómo mancillaban la soledad y rusticidad del lugar, indignados, quisimos huir rápidamente de allí y salimos para Santibáñez de Ayllón. Antes de llegar, comimos plácidamente en un otero con un bosquete de encinas centenarias y, concretamente, bajo una de ellas, espectacular por su buen tamaño y porte. Después llegamos a Santibáñez, paseamos por sus breves calles -Era falsa la historia del libro de Ayllón que trajo Juanjo-, hablamos con varios lugareños y por último nos dirigimos a ver la magnífica, la tan renombrada discordancia angular Silúrico-Mioceno; tras verla de cerca, andar sobre ella, examinarla y admirarla..., por último, la fotografiamos. Luego seguimos hacia Grado del Pico, vimos el pueblo y, a la vuelta, subimos al monte de Pico del Grado. En esta ocasión apenas encontramos fósiles (Cretácico sup.) en sus estratos calizos y margoso-calizos; pero sí hallamos a un pastor y le preguntamos acerca de los fósiles y contestó lo que ya viene siendo habitual en estos casos: – No, ya se ven pocos por aquí, están muy "buscaos". – Pero usted sí encuentra algunos, ¿no? – Yo los que encuentro se los llevo al amo. Y poco más pudimos hablar con él que, rápido, siguió su camino... Sin embargo, ¡sorpresa!, sí que encontramos unos minerales de hierro: piritas limonitizadas y macladas en cubos de color pardo, algunas muy bonitas 605

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y que conservo en casa. Y, contentos con nuestra preciada pedrería -Juanjo también tuvo ocasión de enriquecer sus vitrinas-, nos fuimos a Becerril para dormir en sus alrededores, al pie mismo de la cordillera, de su montaña. Era un paraje tranquilo, distante del pueblo y despejado de vegetación, una campa, amplia y verde, en la que ya había acampado más veces. Pusimos las tiendas de campaña, cenamos acompañados de una hermosa luna llena de la que luego disfrutamos en nuestro sosegado paseo nocturno y después... a dormir. Amaneció un día claro y soleado, dejamos que se secaran las tiendas de la humedad-rocío y subimos montaña arriba a ver ese enclave arbolado tan interesante: las hayas centenarias rodeadas de multitud de ejemplares jóvenes creciendo pujantes; tejos y robles, fresnos (Fraxinus excelsior) y mostajos (Sorbus aria). Disfrutamos viendo estos breves bosquetes de árboles vetustos y, tras fotografiar algunos de ellos, proseguimos con nuestra ascensión hasta la cuerda. Allí nos esperaba el valle del Lillas con su vegetal y frondosa joya: el hayedo de Tejera Negra, en su cara umbría, y los melojares, en la solana, eso sí en plena lucha con los pinares de repoblación implantados en brutales aterrazamientos... Descansamos admirando las panorámicas espectaculares que ofrecen semejantes altos lugares. Pudimos observar los majestuosos planeos de un águila real y de varios buitres leonados. Igualmente, vimos el pico del Lobo que destaca inconfundible y característico con sus torres, asomando por un collado... Hacia las cuatro de la tarde descendimos al campamento: las tiendas de campaña y el coche que, desde lo alto, se podían observar como unos pequeños puntos blancos. Sí, allí vimos a Mari Pili solazándose, tumbada cómodamente sobre la hierba..., esperándonos. Y, pasadas las seis de la tarde, nos fuimos, ¿adónde?, a la, para mí, cada vez más desamada, ruidosa, peligrosa y estresante ciudad... ¡como siempre!... ¿Hasta cuándo?, ¿cuándo me iré de ella?

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XLV. Fui monitor en el curso de ARBA: "Factores determinantes del tapiz vegetal ibérico: la geología, los suelos, el agua y la climatología."

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XLV. FUI MONITOR EN EL CURSO DE ARBA: "FACTORES DETERMINANTES DEL TAPIZ VEGETAL IBÉRICO: LA GEOLOGÍA, LOS SUELOS, EL AGUA Y LA CLIMATOLOGÍA." Impartí el apartado de Geología - ARBA organizó un curso sobre: "Factores determinantes del tapiz vegetal ibérico: La geología, los suelos, el agua y la climatología." Se celebró en el Albergue Juvenil Richard Schirmann Casa de Campo, s/n Claro... yo di la parte de geología. Fechas 21-25 de Junio de 2000. Excursión el 27 de Junio.

Ahora se produce un salto de información de ¡un año! nada menos, hasta el 17/Mar/2001. Ciertamente, a partir de estas fechas, meses y años, decae mucho la actividad del Grupo del Haya. 17/Mar/01: ¡Por fin!, vino una representación de ARBA a Peñalba a ver el vivero y nuestras actividades repobladoras. Vinieron, creo, que seis turismos en total... ¡es bastante! Vieron el vivero y nuestras repoblaciones próximas al puerto de Cabida -del descenso del puerto a Peñalba-, les indicamos también, desde la carretera, la zona de repoblación del valle del Berbellido. Comimos cerca del pueblo de Cabida y, ya por la tarde, vimos el encuentro de los ríos Jarama y Berbellido en el puente, que iban muy cargados por las últimas lluvias. Plantamos 4 acebos que trajo Francisco Felipe de ARBA-Tres Cantos y 1/2 docena de nuestras hayas más grandes en las proximidades del puerto de Cabida, valle del Cañamar. Hizo buen día de sol y fuerte viento. Nosotros, el día anterior, preparamos (limpiamos y ordenamos) algo el vivero para "el acontecimiento" -todo él está muy húmedo-, e intentamos plantar en él -en tierra directamente- las hayas que teníamos en las cajas, pero está el terreno bastante encharcado o muy húmedo; es mejor esperar a que esté algo más seco. 608

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Capítulo XLV

Es preciso recordar que el año pasado salieron del vivero prácticamente todas nuestras existencias de roble melojo. Las llevamos a Palancares -27 cajas llenas: 24 de melojo, además de 3 de haya- para que tuvieran suficientes arbolitos para la repoblación que se quiere hacer allí. Las dejamos en un huerto donde Rafa tenía más melojos, encinas y algunos castaños. 9-15/Abr/01: Vacaciones de primavera. Estuve en Asturias. Villar de Cienfuegos. Llevé en aquella ocasión 30 hayas de 2 savias, algunas ya muy creciditas, del vivero de ARBA de la Casa de Campo, de procedencia cantábrica, de los alrededores de Picos de Europa, según me dijeron. Las plantamos en el borde de un hayedo, en el monte, en el término de Villar. Me ayudaron amablemente Luis Prieto y Rubén, su hijo. Villar de Cienfuegos Pequeña, olvidada aldea, de cuestas calles apenas transitadas, de cuando en cuando un vecino, unas gallinas, un gato, unas vacas... que andan, siguen su camino. -¿Ya comiste? -pregunta una morena. -No, voy "pa la Caiperal" -otro contesta. -Tendrás que "dir"..., "otra manera"... -¡A terminar! "Pa luegu" ir a la fiesta. De noche: si es invierno, a la lumbre a "calecer"; si es verano, mirar las estrellas quisiera hasta el amanecer... en la serena Cordedera, con sus cantos, las coruxas te parecerán mecer.

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Pequeña, olvidada aldea, de cuestas calles, ¡cuántos días, como dormida, bajo la niebla yaces!... 19-20/Abr/01: Estuvimos en el vivero de Peñalba Juanjo, Manuel y yo. Plantamos en tierra -en el vivero- las hayas para que crezcan y se desarrollen mejor, sacando, por fin, a los brinzales de las cajas-semillero y de los tetrabriks y se plantaron en el departamento primero (el más umbrío). Primero cavamos toda la tierra y agregamos unas 15 carretillas de tierra oscura y 3 de "cucho", con lo cual quedó el suelo bastante preparado y enriquecido. Después nos empleamos en plantar las hayas... Quedó prácticamente llena de plantas toda la parcela, todo el departamento de hayas. Después pusimos la malla sombreadora, pues amenazaba el tiempo con helada tardía... y más vale prevenir. Por último regamos todo el vivero. Tuvimos bastante trabajo. Nos fuimos ya anochecido. 1ª semana de Mayo de 2001:

El Grupo del Haya (ARBA) ha cedido desinteresadamente 8 cajas de hayas -las más grandes que teníamos- y 2 de roble Quercus petraea a ADENA/WWF -viveros EL ENCÍN- para la repoblación que organizan José Antonio en el alto valle del Jaramilla y Luis Molina Terrén en las inmediaciones de Cantalojas. En un futuro próximo iremos con ellos a ver dichas repoblaciones para conocer el lugar exacto de las mismas, así como el estado en que se encuentran para realizar su seguimiento. Últimamente el Grupo del Haya (ARBA) se ha visto desbordado de árboles -hayas sobre todo- y, dado que no hemos podido ir más a menudo a Peñalba, se nos ha amontonado el trabajo; y el exceso de existencias ha aconsejado la cesión desinteresada de parte de nuestros arbolitos a otras asociaciones ecologistas que, como nosotros, trabajan sin ánimo de lucro empeñados en la repoblación forestal -bien hecha, con las especies autóctonas de cada lugar y sin impacto ambiental- de nuestros campos y montes. 5-6/Jun/01: Fuimos a Peñalba Juanjo y yo para ver cómo se encontraba el 610

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Capítulo XLV

vivero y las hayas que plantamos en tierra el 19-20 de Abril pasado. En general estaban bien y el suelo del vivero se encontraba algo húmedo, con color oscuro. A pesar de ello, regamos todo el vivero abundantemente. Ya es sabido que se mantiene bien la humedad en nuestro vivero gracias a la malla sombreadora y al hecho de encontrarse algo hundido respecto al terreno circundante y bien rodeado de zarzas, un nogal grande y un melojo que le procuran bastante sombra. El día 5 estuvimos, por la tarde, en el bosque de la Dehesa de Peñalba... Por tus espesos melojares, prendado, tantas veces me interné y, silencioso, de semejantes lugares, su caricia, su recuerdo me llevé.

El día 6 fuimos, ¡por fin!, al valle del Berbellido a buscar hayas, nuestras hayas, plantadas a lo largo de tantos años. El valle, en nuestro lugar de plantación, se encontraba tremendamente cerrado de brezos muy altos y retamas, por lo que se andaba muy mal. Por algunas partes era casi imposible y angustioso nuestro desplazamiento y bastante penoso, arañándonos de artos, zarzas y quedándonos atascados entre los brezos muy altos, más que nosotros... Sin embargo, un poco más arriba, hallamos 14 hayas muy grandes, de 34 mts. de altura, y prácticamente ya aseguradas, de las que se plantaron bastante crecidas procedentes de Montejo y por el sistema de botella árabe en el año 1993; estimamos que deben sobrevivir alrededor de 20 hayas de las plantadas en esa campaña del 93. También encontramos otras 12 hayas como de metro y medio, gruesas y fuertes, bien arraigadas que deben ser ejemplares que agarraron de aquellas hayas que plantamos de 3 años y que llevábamos en tiestos procedentes del vivero de Riaza. Y no me extraña, porque aquellas hayas ya se plantaron grandecitas, pues medían como medio metro y su tallo ya era grueso y se plantaron bastantes en varias tandas de 2-3-4 ó más ejemplares cada vez. Y también de estas grandecitas (3-4 savias) plantamos muchas en el valle del Ermito. Sin embargo, ¡sólo vimos 1 de las pequeñas!, mediría actualmente unos 611

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30 cms y su estado era más bien malo, muy pobre, hojas pequeñas y pálidas y, al ir a menos, seguramente acabará muriendo. Es posible, sin embargo, que vivan más hayas pequeñas en la zona -y que no hemos visto-, pero dado el grandísimo número de ellas que se plantaron en todos estos años, y el hecho de haber hallado sólo una en más de 2 horas de búsqueda -si bien, están los brezos muy altos- hace prever o sospechar el enorme fracaso que ha supuesto plantar hayitas de 1 ó 2 savias a su suerte y a raíz desnuda. Está claro, hay que plantarlas grandes, de 7-8 savias o más.

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XLVI. Nuevas conclusiones para las plantaciones de hayas y últimas actividades (Otoño 2001Marzo 2005)

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XLVI. NUEVAS CONCLUSIONES PARA LAS PLANTACIONES DE HAYAS Y ÚLTIMAS ACTIVIDADES (OTOÑO 2001-MARZO 2005)

NUEVAS CONCLUSIONES – Plantar hayitas bajo los brezos y entre ellos, bajo su sombra, de 1, 2 e incluso 3 savias ha supuesto un rotundo fracaso, dado el elevadísimo número de bajas, estimado en más del 90% y esto siendo generosos. – Sin embargo, nos reafirmamos, una vez más, en que sí, hay que plantarlas bajo los brezos, a su sombra, pero muchísimo mayores, preferiblemente de unos 10 años y metro y medio de altura o más. – Si las hayas de la campaña del 93 -en total 80 hayas grandes, de más de 1,5 metros de altura- se hubieran plantado bajo los brezos y entre ellos, a su sombra, el éxito habría sido mucho mayor, posiblemente superior al 90%..., pero en aquel año aún no habíamos descubierto la benignidad de plantarlas bajo la sombra arbustiva y se hizo, en cambio, en medio del terreno abierto y despejado, sin ninguna protección de sombra -aunque, eso sí, expuestas en ladera de umbría- y sólo se regaron esa campaña y la siguiente -por el sistema árabe de la botella enterrada agujereada en su base-, razón por la que, sin sombra y escasamente regadas, se fueron secando en su mayoría y sólo han conseguido, duramente, sobrevivir unas 15. ENSEÑANZA: HAY QUE PLANTARLAS MUY CRECIDAS, DE UNOS 10 AÑOS, DE MÁS DE 1,5 METROS DE ALTAS, BAJO LOS BREZOS O EN MEDIO DE ELLOS, Y SI LAS PLANTAMOS MICORRIZANDO SUS RAÍCES MUCHO MEJOR. 6/Jun/01: Por último, recorrimos el hayedo de Montejo, para nuestro deleite, en completa soledad, y es que no hay nada como salir al campo entre semana, un martes, un miércoles... y disfrutar de la naturaleza, en soledad y silencio, lejos del mundanal ruido. Previamente observamos las hayitas que, junto al hayedo de Montejo, han plantado los forestales bajo los pinos dentro del cercado de tela metálica que 614

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han instalado junto a la antigua cerca de piedra, a la entrada de tan famoso y renombrado lugar. En general, se encuentran bien bajo la sombra que le procuran los pinos -con suficiente luz y suficiente sombra-; seguramente, además, las deben de regar en verano. Están atendidas, cercadas de tela metálica, con sombra y regadas..., ¡así cualquiera! Su tamaño oscila entre 15-20 cms las más pequeñas y 80-90 cms las más altas, y la mayoría unos 50 cms de media. Destacar que, aquel día por la mañana, vimos en el valle del Berbellido, en el bosque de melojos de la orilla izquierda según desciende el agua, un jabalí hembra muy grande con cuatro jabatos ¡durante casi 5 minutos! y a sólo unos 30 metros de distancia. La situación nos fue favorable, pues el viento nos venía de cara, y, como los observábamos con prismáticos, casi parecía que estaban a nuestro lado... Los jabatos eran de color avellana y rayados y la madre, oscura y muy grande. Finalmente, acabó por detectarnos con su olfato -levantaba una y otra vez la cabeza al aire- y, a continuación, echó a correr con brusquedad en el sentido contrario al que nos encontrábamos y los 4 jabatos detrás de ella. También vimos varios buitres leonados sobrevolando el cielo. El monte presentaba las retamas (Adenocarpus y Citissus) en flor: un intenso color amarillo anaranjado aquéllas y amarillas éstas últimas; asimismo las lavandas (Lavandula stoechas ssp. pedunculata) estaban en flor, en su apogeo primaveral, ocupando campos enteros enormes cantidades de ellas que los pintaban de su característico color morado-púrpura... ¡preciosos! Asimismo destacaban por su belleza y colorido: azuladas aguileñas (Aquilegia vulgaris), altos y albos Asphodelus, albas matitas de Arenaria montana, atrayentes Digitalis purpurea... que contribuían a alegrarnos el corazón -y además son un excelente tónico cardiaco- haciéndonos muy grato el recorrido. ¿Y qué decir de la música que nos prodigaban las avecillas, regalándonos con sus frecuentes y melodiosos cantos?... Daba pena irse de allí. 25/Jun-4/Jul/01: Estuve en Villar de Cienfuegos 9 días, donde descansé y disfruté de la soledad y el sosiego de la montaña, respiré el aire puro de los 615

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bosques y fui feliz admirando el colorido de las flores y escuchando el cántico de las aves que no parecían sino saludar agradecidas cada mañana a los dorados rayos del sol; y, al caer la tarde, otra vez cantaban encaramadas a las altas ramas de los árboles, quién sabe si para regalarnos un recital de su bella voz o para despedir, felices, el día, antes de retirarse a descansar entre las serenas sombras de la noche... Tuve tiempo de plantar, con la ayuda de Luis Prieto, 30 hayas y un tejo por los alrededores de esta pequeña localidad asturiana. Estas hayas las llevé de Madrid del vivero de ARBA y procedían de hayucos de Picos de Europa, igual que las que se plantaron en la 1ª tanda (otras 30 hayas llevadas en Abril y también plantadas en el monte, en el término de Villar de Cienfuegos -ver atrás el diario, días 9-15 de Abril 2001-) La mayoría de las plantadas en la 1ª tanda, tras encontrarlas y reconocerlas, se encontraban en buen estado; y es que no es lo mismo plantar hayas de 2 savias, a su suerte, en el Macizo de Ayllón, que en la Cordillera Cantábrica (vertiente asturiana): Aquí, buena parte de los problemas de Ayllón, se simplifican: hay mucha más sombra, más lluvia, más humedad ambiental, no hay sequías, ni el sol aprieta tanto... Es completamente diferente. Poco después volví a Villar de Cienfuegos a pasar allí el verano... Noches del Conforcos En el valle del Conforcos a la niebla fuimos a esperar y todos quedamos absortos cuando, arriba, apareció la que nos hizo admirar. ... Y entre la oscuridad se oían los grillos cantar. Sentados en la Cordedera aguardábamos ver la luna. -¡Allí, allí aparece su luz primera! mayor emoción ¿habrá alguna? ... Y entre la oscuridad se oían las coruxas cantar. 616

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Tumbados, al frescor del anochecer, veíamos las estrellas brillar que, en su aparente mecer, llegar a ellas creíamos soñar. ... Y del regueiro subía su murmullo que, ameno, no paraba de cantar. ¡Ah! música del valle, silencio, quietud... ¡descanso del alma, y admiración desde nuestra juventud! llevadnos, presto, a los reinos de la calma, a las noches del Conforcos; donde, a la vez, el alma se relaja y cura, y queda prendada de tu hermosura. Noches del Conforcos, en Villar de Cienfuegos

Últimas actividades. Otoño 2001-Marzo 2005 Otoño 2001: Ha decaído mucho la actividad del Grupo del Haya; si bien es verdad que no tenemos plantas que llevar al monte, ya que creemos que es mejor dejar que crezcan las que tenemos en el vivero durante varios años hasta que se hagan suficientemente grandes y fuertes. De esta forma, fuimos a quitar la malla sombreadora al vivero de Peñalba en el mes de Noviembre Juanjo, Manuel y yo. Estuvimos en el bosque de la Dehesa paseando por todas sus bellezas y rincones. – ¡Qué maravilla de bosque! -exclamé-, yo no sé ya las veces que he venido a internarme en él... y, en su interior, rodeado de tantos vetustos y venerables robles, sigo sintiendo, cada vez, la misma emoción que me prendó, que me fascinó desde el primer día. – Es que está muy bien este bosque -respondió Manuel. – Y eso que tampoco es tan grande -añadió Juanjo. – Es verdad -le respondí-. Y sin embargo, estando dentro de él, no se percibe su tamaño y, en cambio, parece enorme o, en cualquier caso, suficiente. 617

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Es una joyita vegetal. – Y más ahora que empieza a adquirir los tonos otoñales -añadió Manuel. – Aunque va atrasado, ¡ya es Noviembre!, y todavía le falta algún tiempo hasta adquirir su mágico encendido de gala otoñal -recalqué. – Sí, se ve que todavía le falta bastante colorido -confirmó Juanjo. Y seguimos nuestro paseo por el bosque. – ¡Mira, mira, allí! -exclamó con júbilo Manuel, señalando una rama-, se ha posado un zorzal común; no, no, es charlo, que es más grande y más grisáceo..., ¿le veis? – Sí, sí -respondió Juanjo con instantánea emoción. – ¿Dónde, dónde?, no le veo -preguntaba insistente yo que buscaba y buscaba. – Sí, detrás de aquellas ramas finas y delante de esa gorda, allí está, ¿no le ves? -me situaba Juanjo. – ¡Ah!, sí, sí, ya le veo... Todos le contemplábamos gozando de su presencia, hasta que finalmente se fue. Continuamos nuestro paseo observando más roblones y las hayas y los acebos y los álamos temblones, y más aves aquí y allá. – ¡Ahora se las ve y se las oye cantar más! -exclamé-, es la hora, es el atardecer... – Sí -contestó Manuel-, las aves utilizan preferentemente sus cantos matutinos y vespertinos para marcar sus territorios; por eso ahora, al atardecer, se las oye tanto. – Sí, se ve, se ve -añadió Juanjo- que ahora cantan más... – Querrás decir que se las oye más -le dije bromeando. – Sí, se oye, se oye..., je, je, je. Finalmente regresamos a la aldea mientras caía oscura la noche y la temperatura. No estaban Rodolfo ni Luis y eché de menos su conversación nocturna junto al fuego, si bien no faltaron los diálogos ni las risas con Isaías. Hacía ya frío por la noche y no hace falta decir cómo se mostraba de apetecible el encendido fuego de la chimenea. Al día siguiente partimos con destino al hayedo de Montejo. Éste mostraba más adelantado su majestuoso vestido otoñal que el bosque de la Dehesa, aunque todavía le faltaba más color. Pasamos al hayedo. Vimos a nuestra 618

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amiga el haya madre, ascendimos monte arriba y disfrutamos, ¡como siempre!, de semejante paraje natural... Maravilloso. Como alguien, a quien en estos momentos echaba en falta entre nosotros, suele decir en tales momentos y lugares: "Cuando me encuentro dentro de un gran bosque, contemplándolo, no puedo decir nada; me quedo sin palabras." 31/Dic/01-1/Ene/02 : Fuimos a pasar el ya clásico fin de año al hayedo de Montejo Juanjo, Juan Rodríguez (J.R.) y yo. Paseamos por su interior aprovechando la soledad y la ausencia de guardas y de gente en ese día tan señalado, a la caída de la tarde... El bosque se hallaba sumido en un relajante silencio y envuelto en un ambiente frío y húmedo que nos es muy familiar; sólo se oía el rumor distante del Jarama y el murmullo de las ráfagas de viento que, a intervalos, soplaba acariciando el ramaje de la dormida floresta. Una vez más, ¡tantas ya!, paseábamos por este bosque, tan conocido y entrañable para nosotros..., nuestro bosque; en el que tanto habíamos disfrutado, admirado, soñado... Casi, casi, conocemos de él cada sendero, cada rincón, cada paraje, cada árbol; conocemos sus aromas, sus sonidos, su voz, su latir... y él también nos conoce a nosotros, debe de conocernos. Nuestras pisadas, nuestras voces, nuestros comentarios sobre él cargados de admiración, de respeto, de amor..., nuestras acciones siempre encaminadas a favorecerle. Sí, estoy seguro de que este bosque también nos conoce a nosotros, y debe de saber de nuestra labor repobladora que, en definitiva, no pretende sino hermanar las ahora desprovistas laderas próximas a él con miembros de su misma familia, con arbolitos -hayas, robles, abedules, serbales, acebos...- que desde tiempo ha faltaban, pero que ya van volviendo y creciendo felices; esa es nuestra misión, nuestro altruista trabajo y nuestra ilusión: Devolver nuevamente su perdido bosque a estos valles y sierras, a este abrupto, apartado y maravilloso Macizo de Ayllón. Yo quisiera, de árboles, tus laderas verdecer: robles, hayas, serbales... ¡Ay, si lo pudiera ver! Yo quisiera, ¡oh ilusión!, 619

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a tantos ver crecer; trabajo, tesón, amor... ¿Por qué no va a poder ser? ... ... ... ... ... Admirados de nuestro recorrido y ya la noche caída y estrellada, abandonamos los tres, como tres duendes, el bosque, casi nuestra casa, y nos dirigimos a otro lugar no menos grato para nosotros y también casi nuestra casa: Peñalba de la Sierra. Desgraciadamente, tampoco en esta ocasión estaban ni Luis ni Rodolfo y les echamos en falta. Pasar las noches en Peñalba junto al fuego de la chimenea y no poder contar con la compañía y conversación de Rodolfo, siempre tan peculiar y gracioso, y la de Luis, con quien solemos "arreglar el mundo" pasando revista a la actualidad nacional e internacional, siempre enriquecida con sus eruditos y acertados comentarios y puntos de vista,... es perder una buena parte de los alicientes que brinda tan entrañable tertulia junto al calor y resplandor de las llamas y las brasas. No obstante, nos reunimos, además de con Isaías, con el buen Cirilo, tan humilde él, que pasó un buen rato con nosotros en noche tan señalada y nos acompañó con su grata presencia y su boina. Nos dieron más de las dos y finalmente el sueño se apoderó de nosotros. A dormir. A destacar que en este viaje ¡por fin vino otra vez Juan Rodríguez con nosotros! Nos enseñó su casa alquilada de Valdemanco en la que vive tan contento. Allí le dejamos y después nos volvimos Juanjo y yo a Madrid. Juanjo estaba preocupado porque empezaba el 2 de Enero a trabajar -el primer día con los Euros-, ¡adiós a las pesetas! 15-16/Abr/02: Fuimos Juanjo y yo. Primero llevé dos robles carbayos que tenía en Cercedilla en el jardín, en sendos tetrabriks. Y los plantamos en la Casa de Campo, cerca de la orilla del arroyo Meaques, en las proximidades del vivero de ARBA. Y cogimos de éste dos castaños y un tejo que llevamos a plantar a Peñalba. Estuvimos el lunes paseando por Colmenar de la Sierra que ha crecido, 620

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creo, demasiado; construyendo y restaurando casas como segunda vivienda por gente principalmente de Madrid. Eso sí, en su mayoría, de aspecto aceptable en general, de piedra vista y madera, respetando la arquitectura popular de la zona. Bajamos al agreste y encajado meandro y en el camino tuvimos tiempo de admirar el pico San Cristóbal, con su pliegue anticlinal de cuarcitas grises ordovícicas, el monte de carrascas encinas, sus prados deliciosamente verdes que amenizaban aún más los cantos de los pinzones, mirlos y carboneros; diversas primaveras (Primula veris), violetas, jacintos, las primeras arenarias y grupos de coloreadas verónicas, dientes de león y geranios (principalmente Geranium robertianum) sonreían nuestro caminar... – Ya está la primavera encima, Juanjo. – Sí, se ve, se ve, no hay más que mirar los prados tan floridos. – Y mira allá las golondrinas cómo recorren los campos con sus vuelos a baja altura... – Es una alegría contemplarlas -comentó feliz- y oír a las aves cantar en estos lugares tan solitarios. – Sí, es que no hay nada como salir al campo entre semana, ¡sin gente, sin barullos!, ¡viva la soledad y el sosiego! Vinieron con nosotros dos perritos cachorros del pueblo acompañando nuestro recorrido; después, despidiéndonos de ellos y de Colmenar, marchamos de allí. En Peñalba vimos a Isaías, Luis, Jesús, Cirilo y Marcelo -no estaba Rodolfo, que se quedó en Madrid reponiéndose en casa de su hija-. Plantamos el tejo en la zona de repoblación de las hayas a la bajada del puerto de Cabida; y los castaños, en los alrededores del pueblo, en los lugares que nos indicó Luis, quien les protegerá adecuadamente y regará en verano. ¡Y sabidas son las defensas de árboles que prepara Luis contra el ganado a base de triángulos de 3 gruesos postes verticales y estacas horizontales! También bajamos Juanjo y yo al Cañamar a regar el abedul que trasplantó Luis del huerto, con más de 80 litros a base de calderos y calderos que sacábamos del río..., quedó bien encharcadito. Hubo entierro en el pueblo: Basilio; era el propietario del gran castaño de Peñalba. Aunque alguna vez le vimos, casi no venía por el pueblo, salvo los veranos. 621

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Insisto, como era lunes y martes, había una gran y relajante soledad; no sólo en Peñalba, sino en toda la montañosa comarca. El tiempo fue bastante agradable con sol y nubes y... por la noche, claro está, arreglamos el gobierno junto al fuego. 19-20/Jun/02: Fuimos a Peñalba Juanjo y yo. Llovió y hubo tormentas. Pusimos la malla sombreadora y limpiamos de hierbas el vivero. Las hayas del puerto de Cabida comienzan a asomar por encima de los brezos, ¡por fin!... "Por fin, después de diez o doce años desde que fue plantada, llegó el día en que Florindo-Florinda pudo sobresalir del brezo que le protegió durante su infancia y pudo mirar alrededor suyo... ¡todo! ¡Cuánta belleza vio! Le encantaba, le maravillaba el lugar donde se encontraba..." del cuento Florindo-Florinda, la historia de un haya (también del autor) Cogimos algunas plantas silvestres para llevarlas al jardín de Villar de Cienfuegos (Santolina sp., Tymus mastichina -mejorana silvestre-, Lavandula stoechas ssp. pedunculata -cantueso-) y las dejamos en Cercedilla a la espera de trasladarlas allí. Rodolfo estaba enfadado aquella noche pero, no obstante, se habló junto a la chimenea de los temas habituales de conversación peñalberos. 23-24/Oct/02: Fuimos Juanjo, Manuel y yo. Quitamos la malla sombreadora y limpiamos de malas hierbas el vivero. Por la mañana hicimos fotos para, luego, hacer yo con ellas unas ilustraciones. Están aclarando todos los pinares de repoblación de los valles de Peñalba y alrededores, entresacando mucha madera (los troncos, sin embargo, son bastante finos y no sobrepasan los 20-25 cms de diámetro), pero lo hacen con maquinaria semipesada y erosionan mucho el monte; ahora sí entra luz y calor entre los pinos, con lo cual es posible que se estimule el crecimiento de los melojos y rebroten de raíz y de su posible letargo provocado por la gran 622

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oscuridad ambiental que allí había todos estos años atrás. Dicen que es una entresaca de casi el 50%; nosotros, de todas formas, para animar el resurgir del melojar, plantamos aquel día más de 150 bellotas de roble melojo entre los pinos. Vimos el sugerente otoño de los robles y hayas del hayedo de Montejo y fuimos a la Dehesa de Peñalba que estaba igualmente preciosa, atrayente, otoñal. Nos llovió en la Dehesa y nos refugiamos bajo las densas copas de los árboles de su acebeda... Tuvimos suerte y el chubasco no fue excesivamente copioso por lo que, afortunadamente para nosotros, no se cumplió el refrán que dice: Si te cubres bajo las hojas, dos veces te mojas. Y sí, en cambio, tuvimos oportunidad de escuchar la música, el canto de la lluvia que, con candor, acariciaba con su frescor las encendidas florestas otoñales. ¡Cómo me agradan los grises días, las cambiantes nieblas y su tenue luz! Y, al llover, oír sus rumores y melodías que, resbalando por las hojas, me llenan de quietud. ¡Ah, lluvias, lluvias deseadas!, llegad, venid con prontitud. Estuvimos buscando y recogiendo nueces bajo los nogales de los alrededores del pueblo y Luis e Isaías nos dieron manzanas para llevar. Rodolfo ya tiene 93 años y, como estaba contento, me recitó algunas coplas y refranes, que anoté: Por los Santos, la nieve en los altos, por San Andrés, la nieve en los pies. La primavera, que cante o que llore, no viene nunca sin flores, 623

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ni el verano sin calores, ni el otoño sin nueces ni racimos, ni el invierno sin nieves y fríos. La novedad es flor de un día; hoy ya no luce lo que ayer lucía. Y la belleza es como la uva, que se seca y se hace pasa... ¡ay, qué pronto se pasa! Nunca te fíes de la fortuna, que es mudable como la luna. Y otra: A la fuente voy por agua, a la bodega por vino, y a la tienda, ¡ay si pudiera!, sólo por estar contigo. Al día siguiente vimos una ardilla subiendo por un melojo cerca del arroyo Cañamar. También vimos un conejo cruzar la carretera cerca del puerto de Cabida; varios buitres, un agateador común, varios carboneros comunes y un pito real, oímos los golpeteos del pico picapinos y los cantos de otras muchas avecillas. Había hayucos - no muchos- en el hayedo de Montejo (bajo las grandes hayas enfrente del mirador), se los quedó Juanjo para plantar en su casa 6-7 hayucos. Y vimos también, ¡cómo no!, al "haya madre", espléndida y majestuosa como siempre. 19-20/Nov/02: Fuimos Juanjo y yo al valle del Ermito con la intención de encontrar y ver cuántas hayas sobreviven de las plantadas en nuestras campañas. Llovió mucho y tuvimos que dejarlo cuando solamente habíamos encontrado 5 ejemplares bajo los brezos, que estaban bastante bien y medían más de 1/2 metro. Pero está claro que tiene que haber muchas más, aun con624

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tando con la gran cantidad de marras o bajas de las hayitas plantadas con 1 y 2 savias. Eso sí, nos encontramos con la desagradable sorpresa de que han hecho un destrozo: una zanja brutal junto al río, sin que sepamos para qué sirve, pues acaba sin sentido a un lado y a otro de repente... y mide más de 40 mts de longitud por 3 de anchura. Como llovía tanto nos fuimos a Peñalba y allí pasamos la noche. Al día siguiente amaneció radiante de sol y decidimos disfrutar de su claridad y de sus plácidas caricias que nos invitaban a salir al exterior, así que marchamos. Subimos al alto de Cabida y desde allí nos fuimos de caminata al Risco de las soledades para ver y saludar a nuestra querida Piedramarilla y a su "escudero"... Piedramarilla es una piedra plana de pizarra metamórfica llena de líquenes de Rhizocarpon geograficum, de ahí su color amarillo azufrado, y que me inspiró para escribir el cuento "Piedramarilla". Respecto a su "escudero", es otra piedra igual a Piedramarilla, pero más pequeñita y modesta, que también recogimos. Ambas las llevamos de los altos -de la cuerdadel valle del Lillas y, al ver que se morían en la ciudad, las devolvimos enseguida a su medio natural -similar-, donde ahora se encuentran y sanaron, hasta que las llevemos, otra vez, a donde estaban: en los altos del valle del Lillas. Allí se encontraban, donde las dejé, vistosas y plenas de salud, bajo la grieta vertical y la oquedad, entre otras piedras amarillas de líquenes. Las hallamos perfectamente e integradas en el vigoroso roquedo. Disfrutamos de las agrestes y escarpadas vistas, de la soledad y el silencio, cualidades todas ellas tan deseables, tan admirables, tan necesarias y queridas por nosotros que... ¡tuvimos un verdadero festín para nuestros sentidos y nuestras almas!, difícil de expresar con palabras. Todos los altos amanecieron nevados, pues aquella noche de lluvia lo fue de nieve por encima de los 1800 mts. Nos costó abandonar semejantes lugares, prendados de ellos como estábamos, extasiados, arrobados de tantos encantos naturales; mas, finalmente, cargadas nuestras retinas, satisfechos nuestros sentidos y colmadas nuestras almas de felicidad, marchamos lentamente de allí... Y no a un lugar menos bello: Al bosque de La Hiruela. Comimos y recuperamos fuerzas en el mirador del "anfiteatro" de piedra y luego paseamos por el bosque: la casa de nuestros amigos robles melojos. El lugar se encontraba atrayente, mostrando los últimos tonos amarillos del otoño; el ambiente, 625

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fresco y húmedo, saturado de tantos agradables aromas; el suelo, crujiente al hundir nuestras pisadas en la alfombrada y "quercuídea" hojarasca, y nuestro recorrido se veía acompañado del canto de las aves aquí, del rumor de las hojas allá y de la lejana música del arroyo que, delicada como un plácido murmullo, relajaba nuestro caminar. Cogimos la ruta de la "senda estrecha" –pues anchos son los caminos que llevan a la perdición…- hasta el arroyo, lugar en el que ya estuvimos en otra ocasión con Manuel. Después, ya anocheciendo, regresamos a Madrid. ¡Qué remedio!... 7-8/May/03: Fuimos Juanjo y yo a Peñalba. Al pasar por la localidad de Montejo de la Sierra vimos que han "quitado" o eliminado 2 de las hayas que habían plantado en el jardincito, arriba de la plaza de la fuente. Ya eran grandes, tendrían más de 5 mts de altura. ¿Por qué? Estuvimos en el alto de Cabida y, desde allí, otra vez, hicimos el ya clásico recorrido hacia el Risco de las soledades, donde encontramos perfectamente a nuestra piedra "Piedramarilla" así como a su fiel "escudero" junto a ella. Disfrutamos tanto de las amplias vistas de montaña, como del magnífico silencio y soledad de tan apartado paraje... ¡Ah, cómo quiero a estos lugares! Y, desde aquellas alturas, ante mí, agreste y audaz, observaba las espesuras de aquel valle montaraz. ¡Qué soledades aquellas!... Desgraciadamente, también pudimos observar que las máquinas están estropeando el entorno al entresacar pinos (o, mejor, pinitos) en toda la zona: destrozos edáficos, roderas y barrizales, erosión en las laderas, impactos ambientales... Ese día estrené mi flamante cámara de fotos CANON y disparé todo mi primer carrete por aquellos parajes tan familiares y queridos para mí. Pero una desgracia empañó nuestra alegría al llegar a Peñalba: nos co626

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Capítulo XLVI

municaron la muerte de Sigrid, la gata cariñosa. Apareció muerta en el pajar de arriba de Isaías, al verla éste y contarnos Luis, su hermano, que llevaba algún tiempo enferma y no comía... Murió algún día del mes de Enero. Adiós, Sigrid, gata cariñosa. Blanco y rubio eran tus colores, verdes tus ojos, como los fulgores al sol de una ola de mar briosa, y tu carácter... dulce y cariñoso, como tierna tu mirada de hermosa felina enamorada; ¡cómo gustabas del saludo fogoso! Ahora Peñalba queda más vacía y aún los gatos, tristes, te añoran buscándote en la noche y en el día... algunos, vagando en las sombras, lloran; y los pajarillos, por ti, entonan su elegía a tus andanzas que estos rincones moran. Y yo, a una gata amiga pierdo ya sólo me queda, grato, tu recuerdo. Al día siguiente, una vez más, bajamos a la cascada del Cañamar y al "Pozón de Juntas", allí, donde se juntan el Cañamar y el Jaramilla, fundiendo sus bravías y espumadas aguas. ¿Cuántas veces hemos bajado ya? Y, sin embargo, otra vez queremos volver a él... Éste es un paraje de una arrebatadora y salvaje belleza, abrupto como pocos, rocoso y cerrado de una vertical y espesa vegetación de encinas. Cuando estás allí, parece que el tiempo se ha detenido y yace dormido desde muchos siglos atrás; tal es la espectacularidad que sugiere su selvática espesura, hermanada al soberbio roquedo cuarcítico y pizarroso en que se enmarca todo el conjunto. En Peñalba, poca labor hicimos en el vivero, como no fuera constatar que 627

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todo, vivero y plantas, se encuentra bien. Finalmente, satisfechos de nuestras andanzas montaraces y de nuevo cargadas nuestras retinas de salvaje naturaleza, regresamos a su antítesis: Madrid, la capital del Reino y de la locura de la aglomeración... 28-29/Mar/03: Fuimos Juan Rodríguez y yo a Peñalba. Cogimos 3 hayas para plantar en el valle del Ermito. Pero primero y antes de salir para aquel valle, pusimos junto con Luis Serrano, 3 ramas gruesas de melojo dispuestas verticalmente a modo de protector, alrededor del tronco del haya que está a la entrada del pueblo. Las colocamos para resguardar al joven árbol -que ya mide más de 5 mts- del roce y cornamenta de las vacas, que dice Luis que pueden ir a rascarse a ella. Nos despedimos de Luis, Isaías y Rodolfo, así como de Jesús y Cirilo que también estaban por allí y partimos al valle del Ermito. En la carretera, cerca del hayedo de Montejo, nos unimos a Mario Álvarez Keller y Pepe, un cámara, para grabar un vídeo de un reportaje sobre el Macizo de Ayllón y con nosotros, en concreto, sobre la restauración de su paisaje con hayas en los valles donde anteriormente las hubo. El reportaje incluía aspectos botánicos de este valle, la labor que hemos venido realizando en él y, finalmente, la plantación de las 3 hayas, explicando cómo lo hacemos y porqué se plantan así. Estuvimos buscando más hayas de las plantadas por nosotros en la zona, y descubrimos 2, una de ellas medía ya más de metro y medio y se encontraba junto al río. Nos hizo buen tiempo. Por último grabaron al "haya madre" de Montejo. Nos despedimos de Mario y Pepe, esperando ver pronto dicho reportaje. 29-30/May/03: Fuimos Juanjo y yo a Peñalba. Vimos las hayas plantadas en la ladera del puerto de Cabida (Cañamar); de las grandes, dos de ellas ya han salido sobradamente por encima de los brezos y miden como dos metros y medio; las demás, aunque más pequeñas, miden más de un metro, también están bien: verdes y lustrosas. En el vivero de Peñalba limpiamos las malas hierbas, pusimos la malla sombreadora y regamos abundantemente. Las hayas del vivero se encuentran muy bien, la mayoría robustas y sanas, bastantes de ellas ya casi alcanzan el metro de altura y un par de ellas lo superan. 628

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Capítulo XLVI

Como hace buen tiempo y la noche invita a su frescor, al paseo nocturno y a contemplar las estrellas, dormimos en las tiendas de campaña sobre unos mullidos prados verdes cerca de la casa de Isaías, oyendo en las vigilias de la noche a los melodiosos ruiseñores. El viernes vimos la iglesia del pueblo, que nunca antes la habíamos visto por dentro, Cirilo, como tiene la llave, nos la mostró; subimos a la torre y tocamos la campana. El abedul que trasplantamos de la huerta, junto al vivero, a la orilla del Cañamar -aunque metro y medio por encima del nivel del arroyo-, parece que por fin agarra, pues ya mide cerca de 3 mts y le vimos muy recuperado y mejorado después de la crisis de su trasplante. Y nos fuimos. Llegamos a Madrid, esa simpática aldeína, por la tarde el viernes a las 16.30 en caravana... ¡¡un viernes a las cuatro y treinta de la tarde a Madrid en caravana!!

FRASES – El 25% del suelo del planeta está afectado por la desertización y su avance parece imparable... (Greenpeace) – Dios y su gloria se manifiestan y se palpan, mejor que en ningún otro lugar, contemplando la naturaleza. (San Juan de la Cruz)

– Un naturalista es una persona que ama, conoce, estudia y protege la naturaleza; y un ecologista es un naturalista cabreado que pasa a la acción para defender el medio ambiente... o eso es lo que me pasó a mí. (José Luis Deltell) – Por delante de la civilización estaban los bosques y detrás de ella vienen los desiertos... Entonces ¿a dónde nos lleva la civilización? (Anónimo)

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– Cuando penetro en un bosque maduro tengo la sensación de entrar en un venerable templo de la naturaleza; todo cuanto percibo me llega a lo más profundo del alma, llenándome de admiración, gozo y respeto. (José Luis Deltell) – Cuando me hallo dentro de un gran bosque, contemplándolo, no puedo expresar nada; me quedo sin palabras. (Anónimo) – Los árboles, parras y viñas deben ser bien guardados. Por lo que los que los cortan o destruyen, facen maldad conocida. (Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla Las Siete Partidas) – Maltratada sin treguas, quemada periódicamente, rozada o mutilada brutalmente, la encina (Quercus ilex ballota), especie noble, de temperamento robusto y sobrio, renace sin cesar cada primavera con un vigor sorprendente. Es, sin lugar a dudas, el árbol más representativo de la Península Ibérica; la especie forestal ibérica por definición. (Carlos Ibero) – En contacto con la naturaleza el hombre alcanza su plenitud. Conservemos los bosques para gozo y disfrute de la humanidad. (Francisco de Diego Calonge) – La humanidad ya no es una especie, es una plaga destructora de su propio planeta. Qué pena. (Desconocido) – Cuando un hombre planta árboles bajo los que sabe muy bien que nunca se sentará, ha empezado a descubrir el significado de la vida. (Elton Trueblood) – ... el más hermoso adorno de la creación: el árbol. Éste ejerce sobre nuestro ánimo una influencia poderosa: la existencia que se desenvuelve entre una rica vegetación, es mucho más alegre y 630

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Capítulo XLVI

risueña que la que se desliza en un país sin arbolado. (Aurelio de Llano. El libro de Caravia) – Lugar sagrado es un bosque./ ¡Ay de quien no lo venera!/ /¡Bendita de Dios la mano/ que las montañas repuebla! (Ricardo Codorníu y Stárico) – Repoblar correctamente es emplear las especies de cada lugar, solamente, y plantadas con azada, naturalmente. (José Luis Deltell)

– La naturaleza posee un alma grande: a pesar de todo lo que le hacemos, cada primavera se empeña en regalarnos nuevas flores. (William Lockwood)

13-14/May/04 (Jueves y viernes): Fuimos Juanjo y yo ¡un año después! Las cosas han cambiado. Ya no todos podemos venir como antes y ahora no tenemos árboles para plantar porque ya sólo queremos llevarlos al monte muy grandes, así que fuimos para limpiar el vivero de malas hierbas y poner la malla sombreadora, y esa era la tarea de ese viaje. Estuvimos en el Risco de las soledades, en las proximidades del puerto de Cabida, como ya viene siendo habitual últimamente, y allí, entre el profundo silencio, dejamos que el viento nos hablara... Y hablaba, hablaba para el que quisiera entenderlo. Y no solamente hablaba, también nos acariciaba y jugaba con nuestros cabellos despeinándolos caprichosamente; estoy seguro de que se encontraba complacido de que estuviésemos allí, en silencio, guardando el máximo respeto y admirando todo aquello que se presentaba a nuestros ojos y que captaban nuestros sentidos y satisfacía enormemente a nuestra alma, deseosa de tanta pureza y ansiosa por echar a volar... Por sentirse tan libre en un espacio tan abierto, agreste, salvaje. Sí, el viento nos hablaba, murmurándonos al oído mil notas puras que sonaban como la mejor música escrita para el mejor auditorio: éste en el que estábamos. Y no sólo el viento, también nos llegaba el murmullo del arroyo, 631

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abajo, a nuestros pies, y el de los escribanos, acentores y vencejos que mezclaban sus voces con el viento, hermanándose en la inmensidad de tan abruptos valles. Nos fuimos. También estuvimos en otro lugar igualmente querido y deseado por nosotros: el bosque de la Dehesa. Caminamos bajo las frondas de los robles que lucían las galas de la primavera recién estrenada; algunos, los más tardíos, todavía estaban brotando sus tiernas y velludas hojas. Comimos camino de Corralejo, rodeados de tranquilidad. Éste es mi mejor restaurante: el campo libre, abierto hasta donde alcanza el horizonte. Como ya he comentado más de una vez, os aseguro que prefiero comer un mendrugo de pan y un pedazo de tortilla aquí (en cualquier lugar campestre tranquilo y solitario), plácidamente recostado admirando el paisaje, que el mejor menú en un restaurante de cinco tenedores. A la vuelta paramos un rato en Valdemanco para ver a Juan Rodríguez y a Lina.

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XLVII. Colaboración para la TV de la COPE (Popular TV) con Carlos de Prada sobre el Macizo de Ayllón, sus hayedos y las repoblaciones del Grupo del Haya (ARBA) en estos valles

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XLVII. COLABORACIÓN PARA LA TV DE LA COPE (POPULAR TV) CON CARLOS DE PRADA SOBRE EL MACIZO DE AYLLÓN, SUS HAYEDOS Y LAS REPOBLACIONES DEL GRUPO DEL HAYA (ARBA) EN ESTOS VALLES 5 de Octubre de 2004: Fuimos Manuel y yo. Carlos de Prada quedó con nosotros en Peñalba para hacer un reportaje para la TV acerca del Macizo de Ayllón y de los hayedos que encierra, así como de las repoblaciones que viene realizando el Grupo del Haya en estos valles. Carlos entrevistó a Rodolfo, que se encontraba en el balcón de su casa y parece que ambos se entendieron bien; Carlos preguntaba y Rodolfo contestaba con su habitual gracejo. Después nos entrevistó a Manuel y a mí, en el vivero del Grupo del Haya y en el monte, viendo un ejemplo de nuestras repoblaciones sobre el terreno. Lo emitió la TV de COPE (Popular TV) días después y Manuel lo pudo grabar. 15-16/Mar/05: Fuimos Juanjo, Juan R. y yo a Peñalba. Queríamos plantar algunas hayas grandes -pocas, 2 ó 3- del vivero, pero al final desistimos del empeño, pues posiblemente ya era algo tarde para trasplantarlas al monte, lo haremos el próximo invierno. Entre tanto, cayó la noche y llegó la hora de recogerse que, aunque ya iba esbozándose la tierna primavera, el frío nocturno, una vez más, nos recordó que estábamos en Peñalba y que aquí las temperaturas bajan con celeridad cuando el oscuro manto celeste se tumba, se acuesta sobre sus montañas... Así que subimos las escaleras y entramos en casa de Isaías. Allí, junto a la chimenea acogedora y caliente, estaban Luis y Rodolfo, su padre. Éste se encontraba dormitando al grato calor de las brasas. – Hola, Luis, ya estamos de vuelta -le dijo Juan R. – ¡Qué!, ¿qué tal habéis encontrado el vivero? -nos preguntó, pues ya nos habíamos visto antes y sabía que veníamos de él. – Están ya muy altas las hayas -le contesté-, es que ya deben de rondar los 7-8 años. – ¿Así serían de altas las hayas que plantaste tú en Peñalba? -le preguntó Juanjo. – ¿Cuál, la que está a la entrada del pueblo y las otras? 634

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Capítulo XLVII

– Sí, ésas... – Sí, sí serían como éstas del vivero -le contestó. – ¡Y fíjate qué bien han agarrado y lo que han crecido! -añadí yo- La de la entrada del pueblo está ya altísima y hecha y derecha... – Sí, sí, ya lo creo -contestó Luis-. Ésa, además, tiene muy buena tierra y bastante abono y en verano la regué mucho y... En esto, despertó Rodolfo que, al vernos, dijo: – ¡Hombre, si habéis venido hoy por aquí!... – Sí, Rodolfo -contestó Juanjo-, para no perder las buenas costumbres... – Sí, je, je -contestó Rodolfo-, pero ahora venís muy poco, antes veníais más de seguido: en invierno y en todas las épocas del año, con bueno y con mal tiempo, ¿es que ya no vais a las hayas? – Sí, Rodolfo, ahora veníamos del vivero de verlas ¡y hay que ver lo que han crecido! -le dije. – Sí, dice Isaías que han medrado mucho en el vivero -apuntó Rodolfo... Claro, ¡si ya no las plantáis en el monte!. Y tras una pausa, prosiguió: – No, ya no venís de seguido como antes, no... Y antes también traíais muchachas con vosotros, que muchas ya no volvían más, je, je, je – ¡Anda, Rodolfo! ¡De las cosas que se acuerda!... -exclamó Luis, riéndose. – Eso es porque les dabais mala vida -añadió, jocoso, Rodolfo- y se marchaban a escape y ya no regresaban más por aquí... je, je, je. – Sí, eso es, Rodolfo -le contestó Juan R. riendo, de broma-, que el monte es muy duro, y cavar los hoyos y cruzar el río y las caminatas haciéndose de noche y con prisa... Qué va, qué va... – ¡Ay, las que hemos pasado en estos montes! -añadí yo. – Sí, muchas peripecias y mojaduras... y arañazos y sudores... -concluyó Juanjo. Mucho reía Rodolfo oyendo nuestras calamidades y desventuras en estos apartados lugares... – Sí... pero habéis plantado muchas hayas -apuntó Luis. – Sí, eso es lo importante, que ahí están creciendo -le contesté. En esto, entró Isaías, bien de noche y frotándose las manos -como solíaque dijo, sonriéndonos a todos: 635

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– ¡Chicos, está fresca la noche!, ¡apetece la chimenea!... (sin que fuera necesario saludarnos, pues ya nos habíamos visto por la tarde). – ¿Habéis encontrado todo en orden? – Sí -contestamos-, todo está bien. Las hayas se encuentran perfectamente... ¡y lo que han crecido...! – ¿Y mañana qué rumbo lleváis? -preguntó Isaías. – Queríamos ir al Berbellido a plantar unas cuantas hayas -contestó Juan R.-, pero lo haremos mejor este invierno, porque ya parece un poco tarde, ¡ya casi estamos en primavera! – ¡No, hombre!, esas dejarlas ya ahí, que son muy grandes -sugirió Isaías. – ¡No, qué va!, que son las mejores para plantar -le contesté yo-. Al ser ya tan grandes y fuertes, son las que mejor agarran ahí, entre los altos brezos... Éstas están prácticamente aseguradas... – Así las plantó Luis aquí en Peñalba, bien grandes y hermosas -apuntó, oportuno, Juanjo. – Sí, sí, a tirón -corroboró Luis-, las saqué de La Quesera y mira cómo han medrado... Claro, que todas están protegidas adecuadamente y tienen agua..., claro, claro, ¿¡qué más quieren!? – Ahí, en el vivero, hay muchas, Isaías, y muy apretadas -le dije yo-, ¿cómo vamos a dejarlas ahí? – Si quieres, eso sí -sugirió sonriendo Juan R.-, podemos dejar una, bien hermosa, ahí en el vivero, como recuerdo de su estancia ahí, en donde nacieron, en los semilleros... – Bueno, bueno, como queráis -razonó Isaías-, yo como las veía ya tan grandes, pensaba: a ver si las vais a matar al sacarlas... – No, no, se sacan bien -aportó Luis- y, aunque se rompan un poco las raíces, no importa, porque las vuelven a rehacer... – ¡Ay madre, las hayas! -intervino, entonces, Rodolfo, riendo-, ¡cuánto han dado qué hablar en esta casa!, je, je, je, ¡qué afición las tomasteis y tan de seguido!, je, je, je, ¡Cuántas veces desfilasteis por aquí!...*

* Mientras escribo estas páginas, he de anunciaros, ¡oh lectores!, que el buen Rodolfo, en Septiembre de 2009, ha cumplido ya 100 años... 636

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– Sí, Rodolfo, sí... -le contesté-, fue una desbordada ilusión que derramábamos por estas umbrías... Poco más hablamos y, ya cansados y vencidos por el sueño, marchamos todos a dormir. Al día siguiente: como ayer queríamos llevar algunas hayas al valle del Berbellido, fuimos hasta allí, aunque sin ellas. Y lo hicimos por el valle del Bustar o Canalejas admirando sus masas de robles melojos y los blancos bosquetes de abedules, hasta culminar el que creíamos collado del Agua Fría (que en realidad se llama collado del Picaño)... Por el camino iba recordando, una y otra vez, las palabras de Rodolfo que me hicieron pensar, meditar: – "Ya no venís de seguido como antes... ¿Es que ya no vais a las hayas?" Y, al comentárselo a Juan R. y a Juanjo, dijeron: – Ya, ya lo sé -decía Juan R.-, pero es así, la vida es así; la vida son ciclos que empiezan y acaban... Ahora también hay que hacer otras cosas y éstas van cambiando... Es la vida. Y yo, además, ya tengo todos los fines de semana ocupados con los cursos y... – Claro, claro -apuntaba Juanjo-, los años van pasando y aparecen nuevas expectativas... Nosotros, básicamente, ya hemos cumplido nuestra misión y nuestra tarea repobladora... Ahora deben seguir otros... Y lo más importante: en todos estos años de trabajo y esfuerzo, hemos dado las pautas a seguir, hemos enseñado cómo hay que plantar las hayas, aquí, en el Macizo de Ayllón. – Sí, eso es -intervino otra vez Juan R.-, hemos comprobado y constatado que las hayas deben plantarse protegidas bajo los arbustos, como sucede en la naturaleza, y, al mismo tiempo, cuanto más grandes, altas y fuertes las llevemos al monte, y las plantemos protegidas bajo los arbustos y entre ellos, tanto más seguras y con éxito crecerán a su suerte... Esa ha sido -aseveró Juan R.- nuestra aportación y nuestra enseñanza... ¡Que eso no viene en los manuales! – Sí, que nuestro trabajo y esfuerzo nos ha costado -concluyó Juanjo. Yo les escuchaba y asentía con la cabeza y en silencio a sus pareceres, sus consideraciones tan llenos de razón y de verdad... – Sí, José Luis -decía Juan R.-, no le des más vueltas a las palabras de Rodolfo, que es la vida, la vida misma que sigue su camino... 637

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Y ya no hablamos más sobre el tema. Pero las palabras del buen Rodolfo habían conseguido tocar mi sentimiento, mi nostalgia... y aquel día todo en mí fueron recuerdos, recuerdos de tantos años de ilusión y de esfuerzo repoblador. Ya en el collado del Agua Fría –collado del Picaño- nos quedamos contemplando las admirables vistas del valle del Berbellido, abrupto y montañoso, hasta divisar sus más altos montes. El lugar aún presentaba abundantes y blancos neveros, restos de las últimas nevadas caídas en Febrero y Marzo. Así que pisamos bastante nieve aquel día. A nuestros pies descendía rápido y sonoro el río Berbellido entre vigorosos roquedos, brezales y abedules, al tiempo que ascendía hasta nosotros el recuerdo de tantas jornadas de plantación, de tantos esfuerzos e ilusiones vertidos en este valle...; y a mí, no lo pude evitar, me saltó alguna lágrima. Abajo, digo, quedó nuestro esfuerzo y también las hayas que, en la umbría de buena parte de este valle, sobreviven y crecen. Finalmente, y satisfechos de la marcha y de las vistas, regresamos a Valdemanco y después a Madrid. Quedando muy en firme para plantar las hayas del vivero en el valle del Berbellido este invierno, e intentaremos que venga, a ver si pueden, más gente: Manuel, José Ángel, Pedro, mi hijo Juan, etc.

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Noches, noches de Peñalba Noches, noches de Peñalba, estrelladas y tan frías, mas de reuniones calurosas... ¡Qué recuerdos de esos días! Noches, noches de Peñalba, apartado refugio en las serranías, grata reunión de pláticas, de coplas y simpatías... Noches, noches de Peñalba, cuántas de vosotras hice mías junto a las llamas de la lumbre soñando el renacer de tus umbrías.

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Última hora: Rodolfo, el buen Rodolfo, Rodolfo Serrano, falleció el 31 de diciembre de 2011, en Madrid a los 102 años de edad. Casualmente, J.R. estaba en Peñalba de la Sierra, cuando llamaron por teléfono para dar la noticia del óbito.

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XLVIII. Informe del Grupo del Haya (ARBA) Resumen y conclusiones generales de las experiencias repobladoras de casi 15 años (1990-2005)

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XLVIII. INFORME DEL GRUPO DEL HAYA (ARBA) RESUMEN Y CONCLUSIONES GENERALES DE LAS EXPERIENCIAS REPOBLADORAS DE CASI 15 AÑOS (1990-2005) Este Grupo del Haya ha llevado a cabo experiencias repobladoras en el Macizo de Ayllón (Segovia-Guadalajara) con varias de sus especies arbóreas autóctonas y emblemáticas, que pasamos a describir someramente. Todas las repoblaciones se han llevado a cabo en condiciones duras de supervivencia, en pleno monte áspero y montaraz, sin protección de vallados en las zonas de plantación, ni ayudas de riegos estivales, es decir, a su suerte. Seguramente, con esos dos auxilios tan importantes, los resultados hubieran sido otros, pero nosotros queríamos repoblar en varios valles del Macizo -que lo requerían- con las especies autóctonas del lugar, sin ningún impacto ambiental e imitando a la naturaleza tanto como pudiéramos, pues entendíamos que ése debía ser el camino: imitar a la naturaleza. Es decir: repoblar tal y como la naturaleza lo hubiera hecho por sí misma. Nosotros sólo acelerábamos el proceso... Así pues, hemos repoblado siguiendo su modelo; esto es, imitando el proceso de regeneración natural: las series o fases de la sucesión ecológica. Y, casi siempre, sin ningún tipo de ayuda posterior por nuestra parte, a no ser los seguimientos periódicos. – Haya (Fagus sylvatica) Hemos trabajado con semillas recogidas de los hayedos de Montejo de la Sierra (Madrid), de La Pedrosa, en el puerto de La Quesera (Segovia) y Tejera Negra (Guadalajara). Se ha plantado principalmente en las umbrías de los valles del Berbellido, Ermito, Jaramilla, Cañamar y ladera Este del collado de Las Lagunas (próximo al puerto de La Quesera). Los resultados han sido muy dispares a lo largo de esos años. Las enseñanzas principales y conclusiones son: El haya, en estas latitudes de clima continental y escasas lluvias estivales, debe plantarse en zonas de montaña, en exposición umbría, a raíz desnuda, trasplantadas bastante crecidas (mayor de ocho savias) presentando un tallo considerable, de 1,5 a 2 cms. de diámetro y altura superior al metro y medio de longitud, y con buen estado de desarrollo de porte y yemas. 642

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Capítulo XLVIII

Es absolutamente necesario plantarlas a la sombra y protección de los arbustos y matorrales del lugar (brezales, retamares,...), debajo de ellos o en medio de ellos, para mantener así más fresco su espacio vital más inmediato y no resecarse en demasía durante los calurosos veranos, así como para protegerse de las tan peligrosas heladas tardías o para esconderse del ramoneo de posibles depredadores. Asimismo, es una gran ayuda plantarlas micorrizadas. Desaconsejamos plantar hayucos directamente en el monte, o brinzales de sólo una a tres savias a raíz desnuda, y menos aún sin protección arbustiva, pues no tendrían apenas ninguna posibilidad de sobrevivir. – Roble albar (Quercus petraea) Hemos recogido sus bellotas del hayedo de Montejo y del puerto de Somosierra. Hemos trabajado con él de manera análoga al haya, a raíz desnuda, trasplantado o con cepellón, y con ejemplares mayores de cuatro savias, plantándolo oculto entre los brezos del lugar en valles altos de umbría, compartiendo hábitat con el haya, pero en cantidades siempre reducidas, pretendiendo así darle un carácter de árbol que acompaña a las masas de haya. Debe plantarse ya crecido, como el haya (mayor de 8 savias), en las mismas condiciones y lugares que el haya y micorrizado. – Roble melojo (Quercus pyrenaica) Hemos trabajado con bellotas procedentes de pies sanos y de lustroso porte de los abundantes robledales de la comarca. Lo hemos plantado a bellota y brinzales, en los valles de La Hiruela, Montejo de la Sierra, Berbellido, Ermito, Jaramilla, Cañamar, etc., en umbrías y solanas, aunque preferentemente en umbrías. Los resultados han sido más bien malos, tanto a bellota como con brinzal. En el caso de las bellotas, posiblemente, por depredación, por no germinación o por germinación y posterior helada o sequía. En el caso de los brinzales, por su pequeño tamaño (1-2 savias), debieron de ser ramoneados, o víctimas de las heladas o sequías estivales. Esta especie no puede plantarse a raíz desnuda, pues su condición biológica marcescente no responde a la de una especie caducifolia pura como, 643

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por ejemplo, el haya o el roble albar, por lo que había que plantarlas con todo su cepellón (mucho peso), impidiendo, por ello, transportar mucha cantidad al monte. También se experimentó intentando plantarles "a croqueta envolvente", es decir, sacando los arbolitos de 1-2 savias del semillero con mucho cuidado y alguna cantidad de tierra junto a sus raíces y envolviéndoles seguidamente en papel para que no perdieran esa poca tierra hasta su plantación, que se hacía a continuación, ese mismo día. Pero este proceso era muy delicado y tampoco tuvo éxito tras ver los seguimientos posteriores. El roble melojo, aunque no necesita tanta sombra como el haya en sus primeros estadios, también debe plantarse bajo la sombra y protección de los arbustos y matorrales del lugar (brezales, retamares, jarales, etc.) que le cobijen de los rigores del sol, heladas tardías y ramoneos del ganado y animales salvajes. Ante todo lo expuesto, creemos que esta especie debe plantarse en el monte a bellota, pero bañadas un día entero antes de la plantación en una solución repelente, que previamente fue hervida con adelfa (Nerium oleander), ajo u otras pócimas. Las bellotas, así bañadas y bien repelentes a los depredadores, deberán plantarse en exposición solana o umbría (ésta preferiblemente) y también bajo protección arbustiva por las razones anteriormente expuestas. También deben ir las bellotas micorrizadas. Llevar brinzales en envases (tiestos o tetrabriks) presenta, además de ser aún pequeños, el problema añadido del mal desarrollo de la raíz, enrollada y prieta dentro del envase, por lo que desaconsejamos este sistema por la tara futura que puede presentar para el arbolito esta malformación inicial. Sí se pueden llevar, no obstante, los brinzales en recipientes tipo alveolo forestal (recipientes donde en otoño se plantaron las semillas; en este caso, bellotas), que van abiertos por abajo para evitar que la raíz principal se desarrolle en exceso. En este caso, también se debe micorrizar el cepellón. Inconveniente: la planta va al monte un poco pequeña todavía.

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– Abedul (Betula sp. de la zona) Esta especie colonizadora de diminutas semillas aladas para desplazarse lejos, amante de la luz y de los terrenos húmedos si no encharcados es, sin embargo, también, una especie delicada en los primeros estadios de su desarrollo. La hemos plantado dispersando directamente sus semillas en terrenos adecuados (húmedos, encharcados y en las orillas de los arroyos); también llevando sus brinzales de 3 savias o más, a raíz desnuda, a estos mismos lugares. Los resultados también han sido dispares, aunque buenos para ejemplares más crecidos plantados en los arroyos Jaramilla, Cañamar y Berbellido. Sin embargo, hemos plantado los abedules en bastante menor cantidad que hayas o melojos, por ejemplo. Para esta especie proponemos, al igual que para las hayas, plantarla a raíz desnuda, trasplantada, muy crecida (de seis ó siete savias), habiendo ya alcanzado el arbolito para entonces un buen porte que supere con creces el metro y medio de altura. Eligiendo lugares favorables para él (los anteriormente expuestos) y plantado a ser posible rodeado de arbustos para ser protegido de los herbívoros ramoneadores, pero no debajo de ellos, pues esta especie necesita mucha luz. Igualmente, debemos llevar las plantas de abedul a su lugar de repoblación con sus raíces bien micorrizadas. Los abedules crecen rápido y en un par de años más, si tienen suerte, su yema apical o terminal ya habrá superado una altura inalcanzable para los herbívoros que gustan de sus hojas. Hemos plantado igualmente, y en pequeña cuantía, otras especies acompañantes, o del cortejo florístico, de hayedos y robledales: cerezos silvestres (Prunus avium), acebos (Ilex aquifolium), serbales de cazadores (Sorbus aucuparia), manzanos silvestres (Malus sylvestris), tejos (Taxus baccata),... Todas estas especies, excepto el acebo y el tejo, deben plantarse a raíz desnuda, preferiblemente trasplantadas y cuanto más grandes mejor (mayores de seis savias). Se plantarán, como siempre, escondidos entre los arbustos del lugar (brezos, retamas, jaras, etc.), por las razones anteriormente expuestas, pero no debajo de ellos, necesitan luz. El acebo y el tejo siempre los hemos plantado en brinzales (en tetrabrik u otros envases), en plantas siempre amablemente cedidas por el vivero de ARBA. Plantados escondidos entre los arbustos, pero sin ocultarlos de la luz, 645

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en laderas de umbría. El tejo lo plantábamos aún más a la sombra que el acebo, muy pegado a los arbustos. Todas estas especies deben micorrizarse igualmente. Los seguimientos que hemos hecho de los pinchudos Ilex, hasta el momento han dado buen resultado y medran satisfactoriamente. Y lo mismo podemos decir de los escasos tejos que plantamos; si bien, crecen despacio. Por último, también hemos plantado encinas (Quercus ilex ballota) y unos pocos alcornoques (Quercus suber); estos últimos, en las inmediaciones del bosque mixto de encinas, quejigos y alcornoques de Torrelaguna camino a El Berrueco. Tanto encinas como alcornoques deben plantarse a bellota: tratadas con solución repelente. Los brinzales no se deben llevar en envases de tiesto o tetrabrik por las razones antes expuestas del enrollamiento de las raíces en el interior del envase. Pero sí se pueden llevar los brinzales en alveolos forestales; en este caso, micorrizaremos el cepellón. Las encinas que plantamos -pocas- provenientes de envases de tetrabrik se secaron, como comprobamos con tristeza al realizar su seguimiento. Fueron plantadas en jarales, debajo de ellos, para que les protegieran del sol, las heladas y los herbívoros; jarales poblados de encinas centenarias dispersas. Y las frecuentes "bellotadas" fracasaron en gran número. Las causas del fracaso de las "bellotadas" hay que atribuirlas seguramente a la depredación y tal vez a las heladas tardías o a las fuertes insolaciones y escasas lluvias. Pese a que algunos repobladores con los que he hablado opinan que las encinas requieren mucho sol y hay que plantarlas muy expuestas a éste, nosotros pensamos que, como toda quercínea, necesita sombra en sus primeros estadios (no olvidemos que las bellotas caen a plomo bajo sus árboles progenitores); esto, entendemos que, como semilla relativamente pesada, es porque necesitan la sombra del árbol padre. Todas las repoblaciones que he visto con encinas, sin protección de sombra, están muertas al año de su repoblación, o muy secas y descoloridas a punto de morir -ver el gran fracaso de ellas en la Casa de Campo de Madrid plantadas por los viveros municipales-, y en otros muchos lugares -como las inmediaciones de El Molar, Torrelaguna, Venturada, junto a la carretera de Burgos- plantadas directamente al sol y rodeadas de un protector de plástico azul contra los depredadores que, en la mayoría, lo único que hay es el pro646

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tector vacío o con la encina completamente seca o a punto de fenecer... y el plástico azul ahí queda como basura de difícil degradación... La encina, como todas las quercíneas, necesita algo o bastante sombra en sus primeros años de existencia hasta que alcance una cierta altura (casi un metro) y esté bastante endurecida. A partir de ahí ya sí necesita el sol y lo soporta sin problemas. Eso es lo que pensamos de nuestras muchas observaciones de esta especie. Tanto la encina como el alcornoque, el quejigo o la coscoja deben llevarse a plantar en alveolo forestal micorrizado o bien plantarse a bellota directamente; pero, en este caso -como con el roble melojo-, después de haber estado el día anterior a su plantación sumergidas y bien impregnadas en la solución repelente de adelfa, ruda o ajo para espantar a sus depredadores y, después, también micorrizadas... y plantadas ocultas bajo las matas o arbustos del lugar de la repoblación, protegidas del sol, las heladas o los herbívoros. Y ya crecerán y alcanzarán altura, entonces ya fuertes, endurecidas, soportarán bien el sol y las heladas, que es su natural condición de árbol sobrio y duro de las mesetas ibéricas. Por último debo insistir en la micorrización (Micorriza: asociación simbiótica entre la raíz de una planta verde y un hongo. Mico= hongo, y riza= raíz. Del mismo modo, "hongo", para entendernos, es el individuo completo y "seta" equivale al fruto del hongo "lo que nos comemos". Comparativamente: "hongo" sería el manzano y "seta", la manzana), como decíamos, existe la micorrización de las raíces de los arbolitos que vamos a plantar con una papilla o líquido micorrizador, que contiene las esporas de los hongos o setas recogidas del mismo lugar que nuestros hayucos, bellotas, etc.; y también con setas obtenidas en el lugar o valle donde se van a plantar los arbolitos. El micorrizado siempre va a beneficiar a cualquier árbol. ¿Por qué? Porque ayudará a las plantas, en este caso árboles, a sobrevivir y medrar mejor ya que captarán sus raíces los nutrientes que le aportará la compleja red del micelio (talo, aparato vegetativo de los hongos) extendida por el suelo, el valle... Nosotros, desgraciadamente, nunca llegamos a experimentar el micorrizado en nuestras repoblaciones, a pesar de haberlo tenido en cuenta los últimos años, y, es seguro, les hubiera venido muy bien. 647

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Para finalizar, si plantáramos las semillas directamente (hayucos, bellotas, etc.) con un eficaz repelente de 7 meses (Noviembre-Mayo), que realmente las protegiera de los depredadores, estando micorrizadas con las setas del lugar a repoblar y siendo plantadas debajo de los arbustos, creemos que sería la repoblación ideal de los árboles de frondosas. Aunque tienen el inconveniente de que así va la planta muy pequeña al monte…, y las plantas muy pequeñas en el monte tienen muchos peligros. Aún así por su comodidad y el rendimiento en la plantación, más el micorrizado y el sombreado de los arbustos, creo que merece la pena intentarse. ¿Se experimentará alguna vez? Deberíamos intentarlo, no es tan difícil. ¡Ánimo! SIEMPRE QUEDA ALGO NUEVO POR REALIZAR...

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XLIX. Final del diario de este plantabosques. Las demostraciones

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XLIX FINAL DEL DIARIO DE ESTE PLANTABOSQUES. LAS DEMOSTRACIONES Y bien, aquí termina el relato, el diario de este plantabosques, que no esta labor, pues esto sigue... Labor que, con la ayuda, con la colaboración de otros abnegados y sufridos plantabosques, entre todos, hemos intentado devolver a estos valles del Macizo de Ayllón su peculiar, su genuina vegetación arbórea autóctona, hoy, desgraciadamente, en buena parte perdida. Espero que nuestro trabajo haya servido para algo... Hoy existen nuevamente hayas -y no pocas- en valles donde hace muchos años que desaparecieron. También hay más robles melojos en algunos valles donde antes eran escasos, si bien es cierto que esta especie está suficiente e incluso abundantemente representada en este Macizo; y también hay más abedules, robles albares, acebos, tejos, serbales de cazadores, manzanos silvestres, cerezos silvestres, encinas... aunque estas especies se han plantado en mucha menor cantidad que las hayas y melojos que, junto a los abedules, fueron las especies emblemáticas de nuestras repoblaciones. Hemos demostrado, fundamentalmente, que se pueden plantar hayas, a su suerte y con éxito, si se plantan como ya hemos indicado, en estas latitudes del centro de la Península Ibérica montañosa y de clima continental, lejos del clima y latitudes ideales para esta especie atlántico-centroeuropea que gozan, por ejemplo, la Cordillera Cantábrica o los Pirineos. Hemos demostrado que se puede plantar esta especie sin hacer grandes costes ni desembolsos como algunos tal vez pretenden, más bien diría que son mínimos e incluso testimoniales. Decir igualmente que no es preciso "preparar el terreno" ni eliminar otros árboles ni arbustos ni plantas herbáceas, aduciendo que pueden competir con las hayas, ni destrozar el suelo de los montes con maquinarias pesadas y semipesadas, acabando también con los paisajes naturales; porque nuestra técnica de repoblación, lejos de realizar todo lo enumerado, necesita de la sombra y protección de esos árboles, arbustos y matorrales autóctonos que sin duda ayudarán a sobrevivir a las nuevas hayas llegadas con nuestras repoblaciones. 650

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Capítulo XLIX

Y es que nuestro sistema de plantación imita el proceso de regeneración natural -la sucesión ecológica- que se da en estos ecosistemas de montaña y en estas latitudes de clima continental del Macizo de Ayllón. Nosotros, repoblando así, lo único que hemos hecho ha sido acelerar este proceso natural. Hemos demostrado también que no es preciso, como se viene diciendo, plantar primero pinos en los montes para después, a su sombra, introducir las especies caducifolias, más delicadas. Porque la sombra y protección que la naturaleza ofrece a las especies arbóreas caducifolias para que puedan desarrollarse y medrar en un ecosistema donde ahora no existen, la proporciona precisamente el arbusto y matorral -que, además, ya está ahí y, por tanto, no hay que plantarlo- como nos explica la ley de evolución y sucesión ecológicas de los ecosistemas que, partiendo de cero o de estadios primarios, siempre van de menor a mayor grado de biomasa hasta alcanzar el bosque climácico estable o la formación clímax que corresponda a cada ecosistema. Pues sería absurdo "plantar un bosque" de pinos para después eliminarlo en beneficio del bosque de hayas; además el apeo, entresaca y desalojo del pinar o de los pinos eliminados no se haría sin dañar e incluso aplastar a las jóvenes hayas. Hemos demostrado que para plantar árboles y, por extensión, bosques, auténticos bosques autóctonos, no monocultivos madereros, en realidad sólo hacen falta ganas de querer hacerlo, tenacidad y una buena dosis de ilusión y, las más de las veces, ni siquiera eso, pues la naturaleza se encarga de hacerlo sola, siempre que haya en el lugar árboles padres que aporten las semillas, o que crezcan nuevamente de sus tocones o de sus raíces. De ahí que muchas veces, después de un incendio forestal, no haya que repoblar a continuación, sino, simplemente, esperar que la naturaleza restañe sus heridas que frecuentemente lo hace con inusitada rapidez-. Si no se dan esas condiciones, entonces habrá que ayudar a la naturaleza y repoblar ecológicamente, esto es, con las especies autóctonas del lugar, incluyendo, si fuera preciso, plantar sus herbáceas y arbustos autóctonos, y potenciarlos hasta que después puedan llegar los árboles.

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Y esta realidad, plantar hayas y otras especies de árboles autóctonos del Macizo de Ayllón, la hemos llevado a cabo a base de grandes dosis de ilusión y tenacidad, pues apenas hace falta nada más... como no sea dedicarle tiempo... (Los gastos económicos han sido mínimos o insignificantes, no más de lo que se pueda dedicar al ocio austero un fin de semana.) Y, por último, como el movimiento se demuestra andando, hemos demostrado, lo volvemos a decir, lo afirmamos, que las hayas se pueden plantar a su suerte, sólo resguardadas por la sombra y protección de los arbustos del lugar en este Macizo, y ahí están para el que las quiera ver. También se demuestra que no son relícticas, como se dice, porque hoy hay más que hace 25 años, muchas más; por lo tanto, van a más y no a menos, no hay más que ir a verlas y no me refiero a las plantadas por nosotros, no, sino a las que medran en los rodales naturales, y en los bosques, rodeando los jóvenes ejemplares a las hayas centenarias. Y en la ampliación lateral de los bosques de Tejera Negra (valle del Lillas y de las Zarzas), La Quesera o Pedrosa, Becerril de la Sierra (Segovia) e incluso en Montejo de la Sierra, donde hemos visto algunos ejemplares creciendo fuera de la valla de piedra... E insisto, ahí están, para el que las quiera ver. Nada nos gustaría más que cundiera el ejemplo y que, en esta vocación nuestra, como en cualquier otra altruista labor de carácter humanitario, o en pro de la tan castigada y desamada naturaleza, surgieran nuevas generaciones de plantabosques, de entusiastas plantabosques, que contribuyeran con su granito de arena o, mejor, con sus semillas y verdes plantas, a restaurar los paisajes, ese tapiz vegetal tan necesitado y que, a la vez, tanto necesitamos.   

 

No quisiera terminar esta narración sin añadir que, a este humilde plantabosques que esto escribe, así como a todos los colaboradores, los plantabosques que, conmigo, se embarcaron en esta apasionante aventura de intentar devolver el bosque perdido, el bosque que tuvieron algunos de estos apartados valles del Macizo de Ayllón…, a todos, digo, nos hubiera gustado, 652

Tomo II

Capítulo XLIX

y mucho, ver crecer el bosque que estuvimos plantando durante tantos años, sí, verle crecer… un gran bosque, ya en marcha, con muchos, muchos árboles y de muchas, muchas hectáreas. ¡Todo un hayedo en marcha! ¡Todo un melojar en marcha!, ¡y una gran cantidad de abedules en sus arroyos y en las zonas más húmedas!... Y ya lo creo que lo intentamos. En todos estos años se plantaron literalmente miles de hayucos, miles de bellotas y miles de semillas de abedul…, cientos, cientos y más cientos de hayas de distintas edades y tamaños, así como otros árboles acompañantes de su cortejo, en menor número, que ocuparon muchas, muchas héctareas… Todo ello en unos pocos valles de este Macizo. Si todo lo que plantamos con nuestras azadas hubiera prendido y medrado, ahora estaríamos viendo ese bosque, esos bosques crecer. Por ganas y por ilusión no quedó y por esfuerzo y amor a la naturaleza tampoco. ¡Qué pena que cuando empezamos a plantar allá por el año 1991 no supiéramos lo que sabemos ahora en el año 2005 e incluso varios años antes!... El resultado hubiera sido muy otro. Con todo, han crecido y crecen muchos árboles: en los valles del Berbellido, del Ermito, del Cañamar, en las laderas del puerto de la Hiruela, y en la ladera este abajo del collado de las Lagunas… Y, concretamente, en los tres primeros valles nombrados sí que va a haber bosquetes de hayas, que ya están ahí creciendo. Así que, si no hemos conseguido hacer crecer bosques, sí que hemos conseguido bosquetes. Pero lo que sí que hemos logrado es aprender a plantarlos: correcta y ecológicamente; lo que nosotros no sabíamos cuando comenzamos y, por eso, fracasábamos sucesivamente. Y no lo sabíamos porque eso no se enseña en los manuales de repoblación: como plantar, a su suerte, las especies arbó653

Diario de un plantabosques

Tomo II

reas autóctonas del Macizo de Ayllón y tener éxito en el intento… Pero a fuerza de tenacidad, ilusión renovada y observación, mucha obervación de la naturaleza, aprendimos. Ahora sabemos. Y esa, creo, ha sido nuestra principal aportación: enseñar a plantar, a su suerte, las hayas y demás frondosas autóctonas del Macizo de Ayllón… Ahora mi deseo es que vengan otros, otra nueva generación de entusiastas plantabosques que, también como nosostros, llenos de tenacidad, ilusión y sobre todo amor, amor a lo que hacen, completen lo que nosotros sólo comenzamos… para que estos bosquetes que ya están creciendo concluyan en extensos bosques, los que antaño tuvo este Macizo de Ayllón. Así pues, ya sabéis cómo hay que hacerlo. ¡Ánimo, mucho ánimo, futuros plantabosques! J.L.D. FIN

Por cierto, ¿cómo se llama la aldea donde teníais el vivero y desde la que salíais a repoblar? No sé si la has nombrado alguna vez en el relato. Me pregunta jocoso al final Wung Chin Yu.

L. A modo de epílogo (breve entrevista al autor)

Diario de un plantabosques

Tomo II

L. A MODO DE EPÍLOGO (BREVE ENTREVISTA AL AUTOR) – Entrevistador: Hemos querido realizar una entrevista a José Luis Deltell, autor de este diario, para conocer, más de cerca, algunos detalles referentes a esta interesante narración. Y nada mejor para ello que desplazarnos hasta sus dominios, aquí, en el Macizo de Ayllón, el escenario de los hechos. Hemos llegado a Peñalba de la Sierra, la pequeña aldea enclavada en el corazón de estas serranías y punto de partida de tantas y tantas repoblaciones. Ahora nos encontramos en el vivero del Grupo del Haya (ARBA), al lado de unas hermosas, atrayentes y verdes hayas; tan protagonistas, por otra parte, de esta aventura, de esta desbordada ilusión que es su diario..., José Luis... ¿Tan importantes son las hayas para usted, José Luis? – Autor: Las hayas son unos árboles preciosos, esbeltos, que pueden llegar a alcanzar portes majestuosos y, cuando se encuentran formando bosques, éstos alcanzan una belleza especial, única, casi mágica. Bueno... ¿quién no ha paseado por un hayedo en otoño?, ¿o bajo la frescura de sus sombras en verano?, sus primaveras son tiernas, llenas de suaves coloridos y matices, y los inviernos evocan quietud y pureza, especialmente si la nieve les cubre bajo su blanco manto... Sí, las hayas, los hayedos son bosques que te encandilan, que te enamoran..., yo les quiero mucho (sonrisas). Pero te aseguro que todos los bosques son igualmente maravillosos, encantadores... – Entrevistador: Sí, ya lo vemos, sabemos sobradamente cómo le gustan todos los bosques... Pero las hayas son árboles muy especiales para usted. ¿Por eso, porque le llegan tan profundamente, es por lo que se ha dedicado a plantarlas tantos años..., usted y sus compañeros? – Autor: No exactamente. Yo ya venía mucho al Macizo de Ayllón. Son estas montañas y valles los que me atraían: sus agrestes paisajes, su áspera naturaleza, su soledad... Cuando me internaba en algunos de sus valles y los hallaba tan desolados y faltos de árboles... Eso, eso es lo que me animó a repoblarlos y siempre lo hubiera hecho con sus especies autóctonas de ese lugar, ¡las que fueran!... Si esas laderas tuvieran una vegetación autóctona o potencial de encinas, enebros o sabinas, pongo por caso, con esas especies hubiera repoblado; pero en los valles y umbrías en las que nos movíamos, olía a hayas... (sonrisas) Olía a hayas, a robles melojos y albares, a abedules y ser656

Tomo II

Capítulo L

bales... Éstos eran sus árboles, sus bosques potenciales... por eso nos volcamos con estas especies... Ya lo sabe: Repoblar correctamente: es usar las especies de cada lugar solamente. – Entrevistador: ¡Y plantadas con azada, naturalmente! – Autor: ¡Muy bien!, veo que te lo sabes (sonrisas), que te has leído el diario y sus máximas... – Entrevistador: ¡Claro, ¿cómo no?! (sonrisas). Su diario se lee muy bien y es muy ameno. – Autor: ¡Gracias, gracias, muchas gracias! Eso intenté, que se leyera bien y fuera lo más divertido posible. – Entrevistador: En algunos momentos, resulta ¡incluso cómico!, confieso que me he reído muchas veces. – Autor: ¡Sí, ¿eh?!... Es un diario real como la vida misma, con momentos alegres y tristes o con momentos de gran felicidad o de indignación y también, ¡claro!, se producen situaciones cómicas... Se manifiestan todos los estados de ánimo... – Entrevistador: José Luis, ya sabemos que ha escrito cuentos, relatos, poesía, ¿pero había escrito alguna vez un diario? – Autor: Había escrito memorias de viajes, notas y observaciones recogidas de la visita de pueblos, de aldeas, de sus paisajes..., algunos breves diarios y apuntes en mis cuadernos de campo, pero un diario como éste, tan exhaustivo y prolongado en el tiempo, no, nunca... – Entrevistador: Debe de ser complicado, le habrá costado mucho trabajo, ¿no? – Autor: Más que complicado, es laborioso; hay que tener mucha constancia, acostumbrarse a ser metódico anotando cada día los datos más importantes, las personas que fueron o los hechos más relevantes que acontecieron en cada jornada. Es un ejercicio de continuidad, de constancia, como le dije... ¡Claro!, después esos datos hay que refundirlos, darles cuerpo y, en definitiva,... escribir el diario. – Entrevistador: ¿Y por qué lo escribió? – Autor: Son cosas que salen de uno, algo que dentro de ti te empuja a hacerlo, ya que, evidentemente, nadie me obligó. 657

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Tomo II

Yo viví muy intensamente estas repoblaciones y creo que también todos los que venían asiduamente conmigo. Éramos conscientes de que estábamos haciendo algo a la vez interesante y hermoso, también nos dimos cuenta de que habíamos descubierto cosas importantes en lo concerniente a la repoblación con especies autóctonas e, igualmente, habíamos llegado a conclusiones muy válidas que nos impulsaban a darlas a conocer... No olvide que presentamos una ponencia sobre nuestras experiencias repobladoras y, asimismo, aparecieron publicadas en la revista Quercus. Por todo esto, y por más cosas, lo escribí. – Entrevistador: Llama la atención la gran cantidad de personas que fueron a repoblar con usted y que luego no volvieron más... (risas)... ¿Tanto las maltrataba, que no volvían más? – Autor: (Risas) Yo creo que no maltratábamos a nadie. Al contrario, les insuflábamos ánimos para que vinieran más veces..., pero luego no volvían. Piense que fueron muchos años de repoblaciones -casi 15-, por tanto, es lógico que, en tantos años, vinieran muchas personas diferentes. Por otra parte, ésta era una labor altruista, en la que todo era voluntario y a nadie se le obligaba a nada y mucho menos a que volvieran, si no querían. Es verdad que nuestra labor, a veces, resultaba dura por las condiciones adversas: la montaña, sobre todo en invierno; las largas caminatas por valles muy agrestes; los esfuerzos repobladores con la azada, siempre con prisa porque en invierno a las seis de la tarde es de noche; los intensos fríos, ¡cuántas veces estuvimos a bajo cero!; los calores; los sudores; las nevadas, las lluvias y las mojaduras, y los constantes arañazos de las zarzas en los senderos... Supongo que todo esto influiría en que la gente no volviera más. Yo le puedo asegurar que todos los que fuimos habitualmente, que fuimos pocos, lo hacíamos con gusto, con alegría, con ilusión... – Entrevistador: ¡Y por último, José Luis!, dígame... ¿quién es ese Wung Chin Yu que aparece en el diario? – Autor: ¡Ah, Wung! (sonrisas)... Conocí a un señor chino, una persona única, entrañable..., ya era mayor él. Pronto estrechamos una sólida amistad; le hablé de mis inquietudes repobladoras, de mi amor al bosque, y él me obsequiaba con su sabiduría... Wung era un hombre profundo, observador, y muy sensible...; aunque él no se llamaba así... – Entrevistador: ¿Ese no era su nombre? 658

Tomo II

Capítulo L

– Autor: No. Wung Chin Yu es un nombre ficticio; siempre me rogó que lo mantuviera en el anonimato. – Entrevistador: Pero él le escribió la presentación de su diario... – Autor: Sí, bueno, verá..., un día me pidió leer el libro, cuando aún estaba en preparación; yo le dejé una copia del borrador. Algún tiempo después me dijo que le gustaba y que también se había reído mucho con él... Entonces me insinuó que le faltaba una "presentación" y, llevándose la mano al bolsillo, sacó un folio doblado y dijo: "Algo así...". Eran unos esquemas y notas abreviadas. Las leí y me agradaron. Le animé a que escribiera él la presentación pero, terco como él solo, se negó y resultaron inútiles todas mis insistencias, de manera que, contando con su permiso, lo desarrollé y escribí yo -que era lo que él quería-, si bien, claro está, ajustándome fielmente al contenido de sus notas y esquemas y, naturalmente, lo firmó Wung Chin Yu. Esa es la historia de la presentación. – Entrevistador: ¡Qué hombre tan especial este enigmático chino!, ¿no? – Autor: Sí, lo era. A mí me dejó huella; tan sabio, tan paciente y venerable... – Entrevistador: ¿Lo era? – Autor: Hace tres años tuvo que marchar a China, para mí supuso un duro golpe su ida; nos despedimos emotivamente y se fue. No lo vi más. Hace un año me llegó una carta de sus familiares en la que, desgraciadamente, me anunciaron su muerte. Y ellos -sin conocerme- me escribieron tal y como mi buen amigo les dejó indicado que hicieran. Así acabó mi relación con este hombre tan entrañable... y con él acabó también Wung Chin Yu. ¡Cuánto les voy a echar de menos a los dos!... Y de esta manera, todo explicado, concluyó la entrevista.

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Tomo II

Todo trabajo constante y bien hecho tiene éxito; cuánto más un bosque que, además, se plantó con grandes dosis de ilusión y de amor...

Wung Chin Yu -pensador chino-

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Fotografías

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José Luis Deltell

Hayedo de la Pedrosa. Puerto de la Quesera. Invierno 1994

Hayitas brotando en el semillero de Riaza. Abril 1995

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Hayitas brotadas en el semillero de Peñalba

Peñalba de la Sierra. Febrero 1995

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Tomo II

José Luis Deltell

Vívero. Grupo del Haya. Peñalba. 1996

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Tejera Negra, Valle del Lillas. Hayedo

Vivero del Grupo del Haya/Melojos/Peñalba. 1996

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Tomo II

José Luis Deltell

Plantando hayas y escondiéndolas del sol, heladas y depredadores

Viveros de Peñalba. Obras de construcción

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Diario de un plantabosques

Hayas. Vivero. Grupo del Haya. Peñalba. 1996

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Cascada del Cañamar. Peñalba de la Sierra

Haya madre. Hayedo de Montejo. 1997

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Hayedo Puerto de la Quesera. Otoño 1995

Peñalba de la Sierra

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Tomo II

José Luis Deltell

El plantabosques José Ángel

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Diario de un plantabosques

Tejera Negra. Valle del Lillas. Solana/Umbría. Otoño 1995

Preparando los semilleros. Peñalba. 1996 Octubre/Juanito

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Preparando los semilleros. Peñalba. Octubre 1996

Preparando los semilleros de abedul. Pajar de Cirilo. Peñalba. Otoño 1995

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Diario de un plantabosques

Invierno... Hayedo de la Pedrosa nevado - Puerto de la Quesera

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Vivero ampliado con la zona de umbría -al fondo- Peñalba. Invierno 1995

Valle del Berbellido desde el collado del agua fría. 2005

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Haya de 1 savia, plantada en V. del Ermito. Enero 1995

Valle del Berbellido. Invierno 1996

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Tomo II

José Luis Deltell

Arroyo Berbellido en invierno 2001

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Diario de un plantabosques

Señalando sitio (bajo los brezos) ya adecuado para plantar las hayas V. del Ermito. 1996

Valle del Ermito. Lugar de las repoblaciones- umbría, bajo los arbustosEnero 1995

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Zona de Cabida. Regeneración natural, robles que han crecido bajo las jaras y brezos. Zona ya apta para plantar los robles

Plantando un haya. Valle del Ermito/campaña 1995

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Diario de un plantabosques

Haya plantada por nosotros bajo los brezos. 1995

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

“Reunión de ponentes del primer congreso internacional de estudiosos del haya” Valle del Berbellido entre el Bustar de Bocígano. 1995

Vivero de Peñalba. Colocación de la malla sombreadora. Junio 1996

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Vivero del Grupo del Haya. Peñalba de la Sierra. Junio 1996

Vivero Grupo Haya. Peñalba. Mayo-Junio 1996

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Tomo II

José Luis Deltell

Haya creciendo bajo los brezos - Nuestra-

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Vivero Grupo del Haya. Peñalba 1996. Obsérvese a Pedro, J.L., Marcelino y Juanjo. Fotógrafo J.R.

Vivero Grupo del Haya en Peñalba. 1996

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Tomo II

José Luis Deltell

J.R. observa los destrozos previos a la "repoblaciones" en el término de Riaza. Noviembre 1996

Bosque de la Dehesa. Peñalba 2003

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Diario de un plantabosques

Haya creciendo entre los brezos. Alto Ermito. Pruebas naturales

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Una formación del Grupo del Haya de 1996- con nuestras camisetas-. En la pista frente al hayedo de Montejo

Valle del Jaramilla: Aterrazamientos y destrozos 1994

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Cerezos que han crecido bajo la protección del brezal. La Hiruela 1996

Robles melojos creciendo bajo la protección de diversos arbustos - brezos, jaras, cantuesosCabida 1996

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Tomo II

José Luis Deltell

Incursión al hayedo de Montejo

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Cogiendo semillas de abedul. Grupo del Haya, Mario y Concha. Puente hacia Bocígano. Otoño 1996

A la izquierda de la valla ya se puede repoblar con los arboles autóctonos, a la derecha todavía no. Término de Cabida. 1998

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Tomo II

José Luis Deltell

Anotando historias y coplas de Rodolfo. Peñalba 1995

Bosque de la Hiruela- El RoblónOtoño 1996

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Diario de un plantabosques

Abedules en el valle del Canalejas y un curioso observador admirando su blancura

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Bosque de La Hiruela - Con el Roblón Otoño 1996

La máquina que destroza. Valle del Cañamar. Peñalba. Noviembre 1996

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Destrozos de Tragsa (La Administración). Valle del Cañamar. Peñalba. Noviembre 1996

En Peñalba con Cirilo. Enero 1995

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Tomo II

José Luis Deltell

A Juanjo no le gusta lo que ve. Trabajos de la Administración para “repoblar”. Termino de Riaza. Noviembre 1996

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Valle del Berbellido desde el Collado del agua fría. 16 marzo 2005

J.R. y Pedro. dos buenos plantabosques... Hacia 2003

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Tomo II

José Luis Deltell

Recopilando datos. Peñalba de la Sierra. Enero 1995

Grupo del Haya. Plantando hayas V. Berbellido. Febrero 1995

697

Diario de un plantabosques

Regeneración de árboles caducifolios a partir de brezales que les han cobijado. La Hiruela

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

¡Ahí hay que plantar! Grupo del Haya. La Hiruela. 1996

Majuelo creciendo bajo los brezos según nos enseña Juanito. La Hiruela

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Juanjo, Peñalba y nieve. Marzo 2003

Roble creciendo bajo jarales. Término de Cabida. 1996

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Tomo II

José Luis Deltell

Seguimiento: Encontrada haya plantado por nosotros. V. del Berbellido. Invierno 1999

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Manuel. Bosque de la Dehesa. Peñalba. 5 Octubre 2004

Bosque de la Dehesa. Peñalba. Octubre 2002

702

Tomo II

José Luis Deltell

Vivero Peñalba de la Sierra. Manuel y J.L. Noviembre 1998

Bosque de la Dehesa. Manuel y las aves... Octubre 2004

703

Diario de un plantabosques

Tomo II

Abedules. Valle del Canalejas. Bocígano. Invierno 2001

704

Tomo II

José Luis Deltell

Peñalba. Hayas en el vivero de 7-8 años. Verano 2005

Recopilando datos a Rodolfo. Peñalba. Enero 1995

705

Diario de un plantabosques

Tomo II

Desolación... Roblón, su tocón... El Cardoso-La Hiruela

Peñalba de la Sierra desde el otro lado del Rabisquillo. Invierno 11 febrero 2000

706

Tomo II

José Luis Deltell

Hayedo de Montejo. 31 diciembre 1998

707

Diario de un plantabosques

Tomo II

Valle del Berbellido avanzada la primavera. 1994

Hayedo de Montejo. Otoño 2002

708

Tomo II

José Luis Deltell

Encina sobresaliendo por encima de las jaras. Al fondo el San Cristóbal. Otoño 1996

J.L. Peñalba y nieve. Marzo 2003

709

Diario de un plantabosques

Juanjo junto a una amiga: El haya madre... Noviembre 2001

710

Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Juanjo meditando en el Pozón de Juntas. Peñalba 2003

Vivero. Peñalba. Junio 2005

711

Diario de un plantabosques

Tomo II

Bosque de la Dehesa. Peñalba de la Sierra Otoño 2001

Zona de acampada y primeros pasos matutinos al despertar... Peñalba de la Sierra 1999

712

Tomo II

José Luis Deltell

Con Manuel en el hayedo de Montejo. Otoño 2002

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Valle del Berbellido "El Circo". 1995

Quejigos, alcornoques y encinas. Zona Torrelaguna-El Berrueco. Primavera 1998

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Tomo II

José Luis Deltell

Roble melojo (Q. Pyrenaica). Campillo de Ranas. Al fondo el Ocejón

"El abedul-roble", un viejo abedul de ramas retorcidas 1994. Alto Berbellido

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Diario de un plantabosques

Haya plantada y protegida por Luis/ Peñalba. Mayo 2003

716

Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Alto Berbellido, camino hacia el Pico del Lobo. Abedules. 1994

"El día de la placa". 21 Febrero 1999

717

Diario de un plantabosques

Haya plantada por nosotros y ya asoma por encima de los brezos. Bajada del Puerto de Cabida (Peñalba). Mayo 2003

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

¡Ya sobresalen las hayas! Hayas plantadas. Puerto Cabida /Peñalba Junio 2002

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Diario de un plantabosques

Tomo II

Hayedo de la Hoz o Zarzas, integrado en Tejera Negra con el más extenso y conocido del Lillas. 1994

Laguna. El Cardoso de la Sierra

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Tomo II

José Luis Deltell

Sosiego, belleza, felicidad. Hayedo Montejo. Otoño noviembre 2001

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Diario de un plantabosques

Haya plantada por Luis a la entrada de Peñalba. Ya ha crecido más de 5 metros. Mayo 2003

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Tomo II

Tomo II

José Luis Deltell

Encinar y melojar regenerándose gracias a la cobertura arbustiva y la sensible disminución de la ganadería. Zona de Cabida/2001

3 amigos en el Collado del agua fría. 16 Marzo 2005

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SE PUBLICÓ DIGITALMENTE ESTE LIBRO EN ENERO DE 2015

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