Dialogos Con Jesus en El Sagrario

March 12, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download Dialogos Con Jesus en El Sagrario...

Description

INTRODUCCION La Eucaristía, o sea, Jesús en persona hecho Pan, es el don más grande que el Señor nos hizo para permanecer siempre con nosotros. Y está en el Sagrario de todas las Iglesias, y también en tu Parroquia… Tal vez en este momento está solo…, nadie lo va a visitar, y Él espera con ansias tu visita, porque te ama. Quizás tú tienes algunos problemas graves que no sabes cómo solucionar; alguna gracia que pedirle; alguna pena que confiarle… ¡Él estaría tan contento que fueras a contárselo! Este librito quiere ayudarte a visitar con frecuencia a Jesús Eucaristía en el Sagrario, no importa que sean sólo unos minutos, pero sí, una visita de amor. Aviva tu fe. Acércate…, míralo a Él, en el sagrario y en el silencio podrás oír su voz. Él está esperándote. DIA LUNES Entro en la iglesia donde Jesús Hostia Sagrada (JHS) está presente. Me arrodillo ante Él haciendo un acto de adoración: “Alabado, adorado y amado, Seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” En el silencio, en el fondo de mi alma, oigo la voz de Jesús que me dice: «Hijo mío, no es preciso hablar sabiamente para agradarme; basta que me ames de corazón. Háblame, pues, sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como lo harías con tu madre o con tu hermano. ¿Necesitas pedirme un favor para alguien, una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que

hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho; no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse, en cierto modo, de sí mismos para atender a las necesidades ajenas. Háblame con sencillez, con llaneza, de los pobres que quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas devolver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Ten presente que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón. ¿Y sale de tu corazón el ruego que me dijeres por aquellos que tu corazón especialmente ama? Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades, y ven a leerla en mi presencia. Dime francamente si sientes soberbia, apego a la sensualidad, deseo de recibir regalos, o que eres, tal vez, egoísta, inconstante, negligente…, y pídeme luego que te ayude en los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para sacudir de ti tales miserias. No te avergüences criatura mía. ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos santos de primer orden que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad…, y poco a poco se vieron libres de ellos. Tampoco vaciles en pedirme bienes corporales: salud, inteligencia, éxito en tus trabajos, negocios o estudios. Deseo que me lo pidas porque todo eso puedo darte, y te lo daré en cuanto no se oponga, antes favorezca a tu santificación. ¡Yo quiero tu bien! ¿Qué necesitas hoy? ¿Qué puedo hacer por tu dicha? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte! ¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿Qué buscas? ¿Qué quieres que haga por tu hermano, por tu hermana, por tu amigo, por tu superior? ¿Qué desearías hacer por ellos?

Y por Mí, ¿no sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras hacer algún bien a tu prójimo, a tus amigos, a quienes amas mucho y que viven alejados de Mí? Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y Yo te diré las causas del fracaso. ¿No quisieras comprometerme más en tu favor? Hijo mío, soy Señor del Universo y puedo mover cielo y tierra por ti. ¿Sientes, acaso, tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alama desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimo tu amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas las heridas del tuyo. A mi lado acabaras por decirme que, a semejanza de Mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas y, en pago, recibirás mi consoladora bendición. ¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquella vaga melancolía, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi Providencia. Contigo estoy; aquí a tu lado me tienes. Todo lo veo, todo lo oigo, en ningún momento te desamparo. ¿Sientes alejamiento de parte de personas que antes te quisieron bien y ahora, inconstantes, se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas y Yo las volveré a tu lado si no han de ser obstáculo a tu santificación. ¿Y no tienes, tal vez, alguna alegría que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella como a un buen amigo? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho sonreír tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas; quizá has visto disipados negros recelos; quizá has recibido buenas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad o salido de algún

trance apurado. Obra mía es todo esto y Yo te lo he proporcionado; ¿Por qué no has de manifestarme por ellos tu gratitud y decirme sencillamente, como hijo a su padre: ¡Gracias, Padre mío gracias mi Buen Señor!? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada verse correspondido en amor. ¿Tampoco tienes alguna promesa que hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se los engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado, de privarte de aquel objeto que te daño, de no leer más aquel libro que exalto tu imaginación, de no tratar más a aquella persona que turbo la paz de tu alma, y más que nada estar firmemente decidido a reducir o eliminar ciertos programas de televisión? ¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquellas personas a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy con recelo? Todos tus buenos propósitos llenan de alegría y consuelo mi dulce corazón. Y ahora hijo mío, después de haber conversado gratamente conmigo, vuelve a tus ocupaciones habituales: a tu trabajo, a tu familia, a tus estudios…, pero no olvides estos minutos que hemos compartido aquí los dos, en la soledad del sagrario. Lleva en tu corazón mi silencio y mi amor. Lee y medita mi Santa Palabra. Actúa ante tus prójimos con modestia, respeto, humildad, bondad y caridad, especialmente con los más pobres. Ama a mi madre, que lo es también tuya, María Santísima. Y vuelve a visitarme otra vez mañana con un corazón más entregado a mi servicio. Aquí a mi lado, cerca de mi corazón, encontraras cada día nuevo Amor, nuevas bendiciones, nuevos consuelos y nuevas tareas. Aquí te espero. (Terminar con) Padre Nuestro…, Ave María…, Gloria…

“Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” (Mas la oración final de la página 39) DIA MARTES “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” “Te adoro en el Sacramento de tu amor. Te adoro en todos los Sagrarios del mundo. Te adoro, sobre todo, en donde estas más abandonado y eres más ofendido. Te ofrezco todos los actos de adoración que has recibido desde la institución de este Sacramento y recibirás hasta el fin de los siglos. Te ofrezco principalmente las adoraciones de tu Santa Madre, de San José y de las almas más enamoradas de la Eucaristía. Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo. Ángel de mi Guarda, ve y visita en mi nombre todos los Sagrarios del mundo. Di a Jesús muchas cosas que yo no sé decirle, y pídele su bendición para mí.” Acto de amor a Dios Santo Cura de Ars “Yo te amo, Dios mío y mi único deseo es amarte hasta el último momento de mi vida. Te amo, Dios infinitamente amable y prefiero morir amándote, a vivir un solo instante sin amarte. Te amo Señor y la gracia que te pido es la de amarte eternamente. Te amo, Dios mío, y deseo el cielo sólo para poder tener la felicidad de amarte con todas mis potencias.

Te amo, Dios mío, infinitamente bueno y temo el infierno, solo porque ahí no tendría jamás el dulce consuelo de amarte. Dios mío, si mis labios no pueden decirte a cada instante que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cuantas veces yo respire. Dios mío, dame la gracia de que sufra por tu amor y de amarte en mi sufrimiento. Te amo, mi Divino Salvador, porque Tú has sido crucificado por mí. Te amo Dios mío, porque me tienes crucificado para acercarme a ti. Amar a un hombre, Dios crucificado por nosotros, es amor de gratitud. Amar a un Dios que nos crucifica es amor generoso. Dios mío, concédeme que muera por tu amor y conociendo que te amo. A medida que me acerque a la muerte, dame la gracia de aumentar mi amor y de perfeccionarlo. Amén.” (Terminar con) Padre Nuestro…, Ave María…, Gloria… “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” (Mas la oración final de la página 39) DIA MIERCOLES “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” “¡Oh Jesús, te doy gracias por los beneficios que me has concedido! Yo no sabré nunca apreciarlos, sino en el cielo, y allí, te los agradeceré eternamente. Padre celestial, te los agradezco por tu santísimo hijo Jesús.

Espíritu Santo, que me inspiras estos sentimientos, a ti sea dado todo honor y toda gloria. Jesús mío, te doy gracias, sobre todo, por haberme redimido. Por haberme hecho cristiano, mediante el santo bautismo, cuyas promesas renuevo. Por habernos dado por madre a tu misma madre, tan tierna; y por haberme dado un gran amor hacia ella. Por haberme dado por protector a San José, tu padre adoptivo. Por haberme dado al ángel de mí guarda. Por habernos conservado hasta ahora la vida para hacer penitencia. Por tener estos deseos de amarte, de vivir y morir en tu gracia.” SUPLICA “Te ruego Jesús mío: Que no me dejes, porque me perderé. Que persevere siempre en tu amor. Qué estés siempre conmigo, sobre todo cuando esté en peligro de pecar y en la hora de mi muerte. Que jamás permitas que me aparte de ti. Que sepa padecer con resignación por ti. Que no preocupe sino de amarte. Que ame también a mi prójimo. Que ame mucho a los pecadores. Que ame mucho a los necesitados y a los enfermos. Te ruego, Jesús mío, que ampares: A tu santa iglesia. Al papa, tu vicario visible en la tierra. A los obispos y sacerdotes. A los religiosos y religiosas. A los que gobiernan en tu nombre. A nuestra querida nación. A mis amados familiares. Que premies a mis bienhechores. Que bendigas a los que ruegan por mí.

Que bendigas a los que me tratan con indiferencia o no me quieren. Que trabaje mucho por ti, hasta la muerte. Que me concedas una muerte santa. Que diga al morir: ¡Jesús y María, salven el alma mía! Que me lleves al cielo cuando muera. Amén.” (Terminar con) Padre Nuestro…, Ave María…, Gloria… “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” (Mas la oración final de la página 39) DIA JUEVES “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” VISITA MEDITADA “¡Corazón de mi Jesús sacramentado! Con mucha pena de ser como soy y con muchos deseos de ser como tú quieres que sea, vengo a tener contigo este ratito de conversación afectuosa, (aquí junto a ti, a los pies de tu sagrario, donde has querido quedarte por mí, para tu mayor gloria, honor de mi madre inmaculada y provecho de mi alma. Ángel de mi guarda, San José, enséñenme a escuchar y a hablar a Jesús.” Jesús: Un rato de conversación contigo ¿Quieres, amigo mío, que tengamos un rato de conversación aquí, ante el sagrario, de corazón a corazón? ¡Nos hace tanta falta este ratito! A ti para fortalecerte, orientarte y hacerte más bueno; a mí para endulzar mis horas de abandono,

para gozarme en hacerte bien y por medio de ti amar a tantos hijos míos que me preocupan en tu familia y entre tus amigos y enemigos; y a los dos para hablarnos íntimamente y consolarnos mutuamente. Tenemos que hablarnos los dos: ¡los dos solos! Háblame tú y yo seré todo oídos para escucharte. Y, cuando yo te hable, calla tú y has callar todo lo que haga ruido en tu corazón y ESCUCHAME. Así hemos de hablarnos aquí, en mi sagrario, no en otra parte. ¿Por qué vienen tan pocos a verme? ¿Por qué acuden tan pocas personas a mí, a mi sagrario? ¡Si supieran que un rato de estar junto a mí les daría torrentes de luz a su inteligencia, de calor a su corazón, de aliento a su alma, de suavidad y fruto a sus obras! “Si conocieras el don de dios”… Lee despacio y medita mi evangelio, penetra los misterios que contiene y descubrirás que yo vine a la tierra con el decidido y principal propósito de quedarme entre mis ovejas pues yo soy el buen pastor. Adivina ¿Cuál debería ser tu idea dominante, tu obsesión, sabiendo que mi ilusión desde toda la eternidad ha sido morar entre los hombres? “¡Donde está tu tesoro, allí está tu corazón!” ¿Has averiguado dónde tienes tu tesoro y por tanto tu corazón? ¿Te has observado y sorprendido a ti mismo para averiguar cuál es el objeto a que se dirigen tus afectos? Aún en esos momentos que estás conmigo, en esos ratos que me dedicas después de tu comunión, ¿Realmente estás conmigo, me hablas realmente a mí? Obsérvate y te darás cuenta fácilmente que otros y aún otras cosas han ocupado mi lugar, dentro de ti. ¡Duele, pero es cierto! Si mis ovejas, de corazón y de obra, supieran quién soy, no estaría tan olvidado, tan ignorado, tan inconscientemente amado, tan justamente preferido. “¡Si creyeras en mí!”

Si tuvieras fe firme en mi presencia en el sagrario, ¿Estarías vacilante en las congojas del desaliento y del pesimismo o ahogado entre las olas turbias de tentaciones y tibiezas? ¡Por supuesto que no! Si tuvieras fe, verías cuán acompañado te sentirías, cuán seguro andarías, qué claro verías y con qué facilidad vencerías todos los obstáculos que se te presentan. Habrías hallado la verdadera felicidad y veras como todas las cosas, aún las más amargas, se convertirían en bien para ti. “Y todo lo que pidieras al padre, en mi nombre, lo haré”. ¡Hijo mío! ¿Por qué dudas? ¿Te sientes indigno de obtener las gracias que necesitas? ¿Pides y no obtienes lo que pides? Es por que olvidas lo que es mi padre para mí, y lo que soy para mí padre: Él lo ha puesto todo en mis manos y lo ha sometido todo a mi juicio. Tú sabes quién soy yo para ti, lo que he hecho, dónde me he quedado para darte lo que tú necesitas. Dime… ¿Qué quieres? Recuerda mi promesa: “Lo que pidas al padre, en mi nombre, lo alcanzarás” (Juan 14,23-24). “Hágase tu voluntad” Antes de empezar tu oración, antes de manifestarme tus necesidades y deseos, empieza por expresar esas palabras que yo mismo puse en tus labios: “hágase tu voluntad”. Ahí está el secreto de todo: Sabiduría infinita, amor infinito, providencia de padre, poder sin límites, el cuál ninguna fuerza, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en los abismos, puede resistir. He ahí mis títulos para pedirte esa confianza y esa entrega absoluta. Confíame tus cosas, háblame de tus cosas, pero mantente unido a mí en un dialogo constante; así tu voluntad y tus deseos acabaran por confundirse con los míos y los míos acabaran por identificarse con los tuyos. En eso está cifrada tu santidad y el fin de tu existencia. “Tú haz lo tuyo, yo no dejare de hacer lo mío”

¿Quisieras hacer cosas grandes y no puedes? Es verdad, lo grande solamente lo hago yo. ¿Cosas chicas? Esas son las que te pido que tú hagas. ¡Siembra tu “granito de mostaza”!: Una gota de sudor por los que sufren, una ofrenda de amor a los necesitados, un sacrificio oculto por mí, un suspiro de amor a mí madre, un acto de apostolado, en fin. Siembra y espera, que los milagros vendrán. ¡La semilla pequeña pasara a ser árbol grande! “El triunfo por la cruz” Yo no he reinado en la tierra ni he enseñado a reinar más que así: sufriendo. Los egoísmos, la soberbia, la lujuria, la pereza, no tienen otro enemigo serio y de verdad que mi cruz redentora. ¿Por qué inconscientemente te dejas llevar del espíritu humano que rechaza la cruz, que la odia a muerte y te empeñas en trabajar sin cruz, en triunfar sin cruz? Y lo que es peor, en glorificarme a mí y santificarte a ti sin la cruz. ¡Ese no es mi camino! “¡Dios no muere!” ¿No me hice hombre para poder triunfar del mundo, de los enemigos, de la misma muerte? Y el triunfo fue completo. La muerte huyó despavorida ante el hecho de mi resurrección. La gloria es eterna, es la misma gloria de Dios. En tus horas de dolor, en tus angustias, en tus tentaciones, en tus caídas, en tu muerte, confía y espera; Omnipotente es Dios para convertir todo eso en gloria y triunfo eterno. El alma: “¡Señor Jesús, que te abatiste y humillaste tanto, hasta hacerte hombre como yo, derrama sobre mí tus gracias divinas desde ese trono de amor, para que yo me convierta en otro Cristo como tú!” (Terminar con) Padre Nuestro…, Ave María…, Gloria… “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.”

(Mas la oración final de la página 39) DIA VIERNES “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” ACTO DE CONSAGRACION AL SAGRADO CORAZON DE JESÚS “¡Oh, Corazón de Jesús! Quiero consagrarme a ti con todo el fervor de mi espíritu. Sobre la mesa del altar en que te inmolas por mi amor, deposito todo mi ser: - Mi cuerpo, que respetaré como templo en el que tú habitas; - Mi alma, que cultivaré como jardín en el que tú te recreas; - Mis sentidos, guardaré como puertas cerradas a la tentación; - Mis potencias, que abriré a las inspiraciones de tu gracia; - Mis pensamientos, que apartaré de las ilusiones del mundo; - Mis deseos, que pondré en la felicidad del paraíso; - Mis virtudes, florecerán a la sombra de tu protección; - Mis pasiones, que someteré al imperio de tus mandamientos; - El dolor de mis pecados, que detestaré mientras haya maldad en mi ser, y que lloraré sin cesar mientras haya lágrimas en mis ojos. Mi corazón quiere desde hoy ser para siempre todo tuyo, así como tú, ¡oh, corazón divino!, has querido ser siempre todo mío. Todo tuyo, tuyo siempre; no más culpas, ni más tibieza. Te serviré por los que te ofenden; pensaré en ti por los que te olvidan; te amaré por los que te odian; rogaré y me santificaré por los que te ofenden sin conocerte. Tú, que penetra los corazones y sabes la sinceridad de mis deseos, dame aquella gracia que hace al débil poderoso; concédeme el triunfo del valor en las batallas de la

tierra y cíñeme el olivo de la paz en las mansiones de la gloria. Amén. ACTO DE REPARACION Oh Jesús, hijo de Dios vivo, Salvador de los hombres, heme aquí a tus pies postrado para reparar todos los ultrajes que por mí, la más indigna de tus criaturas, has recibido en todos los miembros de tu Sagrado Cuerpo, y en especial en tu Santísimo y adorable rostro. Te adoro, semblante divino, magullado por los golpes y bofetadas, manchado por los salivazos y desfigurado por los malos tratos, con que te hicieron sufrir los verdugos. Te adoro, ojos santísimos, bañados en lágrimas derramadas por nuestra salvación. Te adoro, sagrados oídos, atormentados por una infinidad de blasfemias, de injurias y de burlas. Te adoro, sacratísima boca, llena de gracia y de ternura para con los pobres pecadores, y empapada en hiel y vinagre, por la monstruosa ingratitud de tu pueblo elegido. En reparación de tantas ignominias y ultrajes, te ofrezco los afectos más ardientes de corazón, uniendo mi reparación a la que continuamente te ofrecen las almas justas sobre la tierra. Amén. Oración a la Santísima Trinidad “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de las ofensas, sacrilegios, ultrajes, indiferencias, con que él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y del inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.” Amén (Terminar con)

Padre Nuestro…, Ave María…, Gloria… “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” (Mas la oración final de la página 39) DIA SABADO “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” TENGO SED DE TI “Mira que estoy a la puerta y llamo…” (Apocalipsis 3,20) Dice Jesús: Es verdad. Estoy de pie a la puerta de tu corazón, de día y de noche. Aún cuando no estás escuchando, aun cuando dudas que pudiera ser yo, allí estoy. Espero hasta la más pequeña señal de tu respuesta, hasta la más pequeña sugerencia de invitación que me permita entrar. Y quiero que sepas que siempre que me invitas, vengo; siempre, sin falla. Invisible y en silencio vengo, pero con un poder y un amor infinitos, trayendo los muchos dones de mi Espíritu. Vengo con mi misericordia, con mi deseo de perdonarte y de sanarte, y con un amor hacia ti que va más allá de tu comprensión; un amor en todo punto tan grande como el amor que he recibido de mi Padre (“Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a Mí…” Jn 15,9). Vengo deseando consolarte y darte fuerza, levantarte y vendar todas tus heridas. Te traigo mi luz, para disipar tu oscuridad y todas tus dudas. Vengo con mi poder, para poder llevarte a ti y todo lo que pasa sobre ti; con mi gracia, para tocar tu corazón y transformar tu vida; y con mi paz para tranquilizar tu alma.

Te conozco completamente; se todo acerca de ti. He contado hasta los cabellos de tu cabeza. No hay nada en tu vida que no tenga importancia para mí. Te he seguido a través de los años y siempre te he amado, hasta en tus extravíos. Conozco cada uno de tus problemas. Conozco tus necesidades y tus preocupaciones. Tampoco ignoro tus pecados. Pero te digo de nuevo que te amo, no por lo que tienes o por lo que has hecho; te amo por ti, por la belleza y dignidad que mi padre te dio al crearte a su propia imagen. Es una dignidad que muchas veces has olvidado; una belleza que has empañado por el pecado. Pero te amo como eres y he derramado mi sangre para rescatarte. Si solo me lo pides con fe, mi gracia obrará en todo lo que necesita ser cambiado en tu vida; y yo te daré la fuerza para librarte del pecado y de todo su poder destructor. Sé lo que hay en tu corazón, conozco tu soledad y todas tus heridas: los rencores, los juicios temerarios, las humillaciones. Yo lo sobrevellé por ti, para que pudieras participar en mi fuerza y en mi victoria. Conozco, sobre todo, tu necesidad de amor, cómo tienes sed de ser amado y estimado. Pero cuántas veces has tenido sed en vano, buscando ese amor con egoísmo, tratando de llenar el vacío dentro de ti con placeres pasajeros, con el vacío aún mayor del pecado. ¿Tienes sed de amor? “Venga a mí el que tiene sed…” (Jn 7,37).Yo te saciaré y serás colmado. ¿Tienes sed de ser amado? Te amo más de lo que te puedas imaginar, hasta el punto de morir en la cruz por ti. Tengo sed de ti. Sí, esa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir mi amor por ti: Tengo sed de ti. Tengo sed de amarte y de ser amado por ti, por lo tan precioso que eres para mí. Tengo sed de ti. Ven a mí, y yo llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una nueva creación y te daré la paz, aún en tus pruebas.

Tengo sed de ti. Nunca debes dudar de mi misericordia, de mi deseo de perdonar, de mi deseo de bendecirte y de vivir mi vida en ti… Tengo sed de ti. Si te sientes de poca importancia a los ojos del mundo, eso no importa nada. Para mí, no hay nadie más importante en todo el mundo que tú. Tengo sed de ti. Ábreme, ven a mí, ten sed de mí dame tu vida y yo te mostraré lo importante que tú eres para mi corazón. ¿No te das cuenta de que mi padre ya tiene un plan perfecto para transformar tu vida, empezando desde este momento? Ten confianza en mí. Pídeme cada mañana que entre en ti y que me encargue de tu vida y lo haré. Te prometo ante mi padre en el cielo que haré milagros en tu vida. ¿Por qué haría yo esto? Porque tengo sed de ti. Todo lo que te pido es que te confíes completamente a mí. Yo haré todo lo demás. Desde ahora ya veo el lugar que mi padre te ha preparado en mi reino. Acuérdate que eres peregrino en esta vida, viajando hacia tu casa. El pecado nunca te puede satisfacer, ni traerte la paz que buscas. Todo lo que has buscado fuera de mí solo te ha dejado más vacío, así es que no te apegues más a las cosas de este mundo. Sobre todo, no te alejes de mí cuando caigas. Ven a mí sin tardanza. Cuando me das tus pecados, me das la alegría de ser tu salvador. No hay nada que yo no pueda perdonar y sanar; así es que ven ahora y desahoga tu alma. No importa lo mucho que te hayas alejado, no importa cuántas veces me olvides, no importa cuántas cruces lleves en esta vida; hay algo que quiero que siempre recuerdes, una cosa que nunca cambiará: Tengo sed de ti, tal como eres. No necesitas cambiar para creer en mi amor, porque será tu fe en mi amor la que te cambiará. Tú te olvidas de mí. Y sin embargo yo te busco a cada momento del día, esperando a la puerta de tu corazón toco y toco. ¿Encuentras esto difícil de creer? Entonces mira la cruz, mira mi corazón que fue traspasado

por ti. ¿No has comprendido mi cruz? Entonces escucha otra vez las palabras que dije allí, porque te dicen claramente que sufrí todo esto por ti: “Tengo sed…” (Jn 19,28). Sí, tengo sed de ti. Como dice el salmo: “Esperé compasión inútilmente, esperé alguien que me consolara y no lo halle” (Salmo 69,21). Toda tu vida has estado buscando amor, sin embargo nunca he dejado de amarte y de buscar tu amor. Tú has buscado muchas otras cosas tratando de encontrar la felicidad; ¿Por qué no abrirme tu corazón, ahora mismo, más que lo que nunca has hecho antes? Siempre que me abras la puerta de tu corazón, siempre que te acerques lo suficiente, me oirás decir una y otra vez, no en meras palabras humanas, sino en espíritu: “No importa qué es lo que hayas hecho, te amo a ti mismo. Ven a mí con tu misericordia y tus pecados, con tus problemas y necesidades y con todo tu deseo de ser amado. Estoy a la puerta de tu corazón y toco… Ábreme, porque tengo sed de ti”. “Jesús es Dios, por lo tanto su amor, su sed, son infinitos. Él, el creador del universo, pidió el amor de sus criaturas. Tiene sed de nuestro amor… Estas palabras: “Tengo sed” ¿Tiene un eco en tu alma?” Madre Teresa de Calcuta (Terminar con) Padre Nuestro…, Ave María…, Gloria… “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” (Mas la oración final de la página 39)

CANTO AL SANTÍSIMO Loado sea en todo momento Jesús vivo en el altar Adorado y amado sea en el tiempo y la eternidad. Jesús quiere por un milagro día y noche permanecer En el pobre Tabernáculo Prisionero de su amor DIA DOMINGO “Alabado, adorado y amado, seas Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.” Jesús en persona te espera en la Santa Eucaristía. Es la más fuerte presencia de tu señor: Y hoy te dice: “¡Amate como eres! Conozco tu miseria, los combates y las tribulaciones de tu alma, la debilidad y las enfermedades de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados, tus fallas y, sin embargo, te digo: «Dame tu corazón, amate cómo eres…» Si esperas ser un ángel para abandonarte al amor, nunca me amaras. Aunque recaigas a menudo en esas faltas que tú quisieras no haber conocido jamás, aunque seas cobarde en la práctica de la virtud, no te permito que no me ames. Amate tal como eres. En cada instante y en cualquier situación en que te encuentres, en el fervor o en la aridez, en fidelidad o en la infidelidad, amate…, como eres… Quiero el amor de tu pobre corazón; si esperas ser perfecto, no me amaras nunca. ¿Acaso no podría yo hacer de cada granito de arena un serafín radiante de pureza, de nobleza y de amor? ¿No podría con un solo querer de mi voluntad, hacer surgir de la nada millares de

santos, mil veces más perfectos y más amantes que todos los que has creado? ¿No soy yo, el Todopoderoso?... ¿Y si yo quisiera dejar siempre en la nada a estos seres maravillosos y preferir tu pobre amor al de ellos? Hijito, déjame amarte, quiero tu corazón. Claro que te voy a educar, pero mientras tanto, te amo tal como eres, y deseo que tú hagas lo mismo; deseo ver que surja del fondo de tu miseria el amor. Amo en ti hasta tu propia debilidad. Amo el amor de los pobres; quiero que de la indigencia se eleve continuamente este grito: “Jesús, te amo”. Es el canto de tu corazón lo que me interesa. ¿Qué necesidad tengo de tu ciencia o de tus talentos? Una sola cosa me importa, verte trabajar con amor. No son tus virtudes que deseo, si te las diera, eres tan débil que alimentarían tu amor propio; no te preocupes de esto. Habría podido destinarte a grandes cosas; pero no, serás mi servidor inútil, te quitaré aún lo poco que tienes, pues te he creado para el amor. ¡Ama! Hoy estoy a la puerta de tu corazón como un mendigo, yo, el señor de los señores. Llamo y espero; apresúrate en abrirme, no te excuses con tu miseria. Tu indignancia, si la conocieras plenamente, morirías de dolor. Lo único que me puede herir el corazón seria ver que dudaras y que te faltara la confianza en mí. Quiero que pienses en mí en cada hora del día y de la noche, no quiero que hagas alguna acción, incluso la más insignificante, por un motivo que no sea el amor. Cundo te toque sufrir, te daré la fuerza; tú me diste tu amor, te daré que ames más de lo que tú has soñado. Te he dado a mi madre; haz pasar todo por su corazón tan puro. Pero recuerda: “Amate tal como eres”. No esperes ser un santo para entregarte al amor, de lo contrario tú no me amaras nunca.”

ORACIÓN FINAL “Jesús mío, dame tu bendición antes de retirarme. Y que el recuerdo de esta visita, que acabo de hacerte, persevere en mi memoria y me anime a amarte más y más. Haz que cuando vuelva a visitarte, vuelva más santo. Aquí te dejo mi corazón para que te adore constantemente y lo hagas más agradables a tus divinos ojos. Adiós, Jesús mío.” “Santísima virgen María, madre de Dios y madre mía, que por tu intercesión, he alcanzado la gracia de realizar esta adoración, concédeme que pueda repetirla, todos los días de mi vida” “San José, Patrono de la iglesia Universal, ruega por nosotros. Amen.”

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF