Dialogo Entre Masones Mayo 2017
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Dialogo Entre Masones A r t í c u l o s Masónicos Seleccionados Año 4 - N° 41
Mayo 2017
Herbert Oré Belsuzarri Mario López Rico Vicente Alcoseri Julio Villarreal III
- El viaje iniciático hacia la luz interior………………..1 - La herencia rosa cruz en la francmasonería………3 - Orgulloso de ser masón versus ser un masón digno……………………………………………………………….18 - Mujer: del paleolítico al siglo XXI…………………….22 - Mujer y masonería (El especial)……………………..38 La mujer en la baja edad media………………………..40 Mujeres místicas en la edad media……………………..56 ¿Brujas?.................................................................66 -Difamación y defensa de la mujer en la edad media – Pasajes obligatorios……………………………………….76 Las beguinas – Mujeres libres en un mundo de hombres………………………………………………………….99 Tejedoras, costureras, bordadoras…………………….110 Las mujeres y la Revolución Francesa………………..124 El Hon. Elizabeth St. Leger “La Señora Masón”…..129 Mujer y masonería………………………………………….140 La revista agradece la difusión de los artículos publicados, mencionando la fuente y la autoría.
Valle de Lima Mayo 2017
EL VIAJE INICIATICO HACIA LA LUZ INTERIOR Vicente Alcoseri
Marino de Armas Benítez, 33º S:.G:.I:.G:. / H:.R:.A:.K:.T:.P:. En los últimos años oímos el lema Orgullo de ser Masón, dedicándose tiempo y esfuerzos para que los masones reconozcan públicamente su condición. Bajo el velo a decir de algunos:…que la masonería esté presente en la sociedad... y afirman estar creando condiciones sociales profanas, para quienes manifiesten tal condición se sientan a gusto…que no sea una vergüenza, que no sea un lastre, que sea un motivo de orgullo decir soy masón… Son mis intenciones analizar esas afirmaciones y aportar algunas de las enseñanzas de la antigua francmasonería, olvidadas para algunos e ignoradas para otros al considerarlas arcaicas. Diciendo inicialmente: • El hecho de pensar:…cuando los masones reconozcan públicamente su condición, la masonería estará más presente en la sociedad…, roza lo inadmisible pues constituye un intento de condicionar la libertad de opinión y expresión de cada masón. Si agregamos que el ser humano tiene la potestad de obrar según considere y elija; queda demostrado que también constituye un intento de cortar el libre albedrio de los masones. Todo viaje espiritual, toda búsqueda llega tarde o temprano a la otra oriEsa necesidad del reconocimiento de otros, es poco lla, ese lugar desconocido, pero siempre ideado. Haysaludable, que ponermuestra atención, una clara inseguridad personal y expresa que busca en el exterior lo mucha atención, a nuestra intuición superior. Tarde o temprano contemque no tuvo nunca en su interior. La francmasonería como institución plareis la Luz al final del túnel. Si quieres conocer de antemano lo que te es perfecta, perosumergirte el hecho dedentro ser masón asegura que así seasestarás una buena espera, deberás de tino ahora; seguro prepapersona. He conocido a muchos profanos, con tantas virtudes como un rado. Tanto y seas capaz de sumergirte dentro de ti, tanto así merecerás francmasón antiguo. llegar más arriba. Pero ¿Cómo sumergirse? ¿Hacia dónde ir? ¿Quién te ayudará? ¿Existe un método? Es sabido acerca de la Gran Obra entre •los masones Considerar que puntos un masón siente del vergüenza le es idea lastreclara el hecho, que los cruciales asunto.oUna es inde ser miembro de la francmasonería por ello no reconoce“No públicadispensable al comienzo de la tarea, yyes que simplemente Nos Comente su condición. inaceptable, pues de así los únicos y verdadenocemos”. De nada Es sirve lanzarse antes de ser comprender de qué trata el ros responsables son: primero quienesarespondieron por él como asunto. Un acercamiento a sí mismo, ese gran desconocido quepadrisomos nos pues no le explicaron adecuadamente el paso que daría y la verdad para nosotros mismos. Sabernos, contactarnos, y esto no es fácil. Pero el
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obstáculo más grande, es el trabajo pernicioso de la mente no educada, y consiste en persuadirnos de que este acercamiento no se dé efectivamente, de que el análisis superficial sobre nosotros sea suficiente, de que sabernos a medias basta, de que el trabajo del masón no debe ser más que una interpretación de una mente deformada por el mundo académico y científico profano. La mente deformada por las religiones profanas, es siempre esquinante para el encuentro con lo Interno, simplemente porque las Instituciones Religiosas temen que el hombre y la mujer se den cuenta que todo está dentro de sí mismos, y ya no dependan ya de las Religiones Falsas y Dogmáticas. Así el cerebro humano, siempre limitado, incluso si se complace con las luces falsas de la ciencia humana, jamás ese cerebro podrá ayudar al hombre y la mujer a salir en la búsqueda de sí mismos. Embriagado el Ser Humano por los razonamientos sociopolíticos, abrumado con motivos articulados en un orden incorrecto, nunca podrá alcanzarse a sí mismo en toda su Totalidad. Sólo a través del Yo Real, ese Ser Superior que se agita poderosamente muy dentro de Nosotros, ese que nos llama, se desplaza hacia lo Superior, y que vive sin nunca morir. Hay que alcanzar la otra zona, esa zona interna, a las que el psicoanálisis no puede penetrar y ni siquiera delimitar, esa zona que aunque muramos, esa Gran Luz Interior perdura, esa Zona Luz Violeta donde se refugia el verdadero misterio. La comprensión, humana se detiene a cierto nivel. Por debajo, o por encima, o alrededor hay que vislumbrar ese Yo Superior, tan luminoso, que los reflectores poco luminosos de la inteligencia profana no la pueden encontrar; se ciegan ante tanta Luminosidad. Pues la Vida Real, la vida completa yace ahí, que sólo se llega a explorarse a través de la Acción, a través del Hacer. Los buenos masones lo saben: después de unos años de vida masónica se llega finalmente el momento en que hay que lanzarse hacia dentro de sí mismos, cual mariposas enamoradas de la llama luminosa, seguros del no regreso, ahí nos aniquilaremos en Dios “El Gran Arquitecto del Universo” nos fundiremos en Él. El conocimiento masónico final y verdadero, se obtiene a ese precio. Es darnos cuenta al final que siempre fuimos. Él, nos deja así en una especie de éxtasis y frenesí espiritual indescriptible. El método es simplemente dejarte llevar por la Divinidad Interior, Ella misma te ayudará, todo consiste en ir hacia Ella.
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LA HERENCIA ROSA CRUZ EN LA FRANCMASONERIA Orlando Galindo 3
1.- ¿Una Reforma dentro de la Reforma? Una fuerte corriente de influencia en la francmasonería y tal vez la más importante –pues la atraviesa como un rayo luminoso en casi todos sus ritos- es la proveniente de la Hermandad de la Rosa Cruz, cuya irrupción pública se remonta a la Alemania de principios del siglo XVII. Tal ha sido la influencia de los rosacruces en la francmasonería que, justo es decirlo, no existe rito masónico que no haya incluido en el centro mismo de su doctrina a la herencia rosacruz. Pero nuestro propósito va más allá de señalar al factor rosacruz dentro del vasto campo del ocultismo moderno, sino enmarcarlo –como propone Frances Yates- como puente entre el Renacimiento y la revolución científica, pues la aurora rosacruz ha de reivindicarse, tarde o temprano- como la bisagra, el eje de transición entre el mundo mágico de los grandes filósofos renacentistas y el nacimiento incipiente de la investigación científica tal como se concibe en la actualidad. Los rosacruces irrumpieron en Europa en pleno siglo XVII, en una época signada por transformaciones profundas, en momentos en que la cristiandad se resquebrajaba en pedazos y Roma perdía el control sobre los vastos territorios septentrionales ganados por los reformistas protestantes. El cisma había separado a Europa, dividiendo el norte del sur. Su comienzo se fija en 1,517, un siglo antes de la irrupción de los rosacruces, cuando Martín Lutero, teólogo alemán nacido en 1,483, proclama sus famosas 95 propuestas, anunciando la Reforma, en un panfleto clavado en la puerta de la iglesia de Wittemberg. Lutero estaba escandalizado por las costumbres imperantes en Roma, ciudad en la que había estado en 1,510. Retomaba, esta vez con mayor virulencia –y un clima político más favorable- las ideas de Jean Hus, el díscolo rector de la Universidad de Praga que, a principios del siglo XV, denunciara los abusos de la jerarquía romana, los crímenes de simonía y la venta de Indulgencias por parte del clero. Pese al apoyo del Emperador, Hus había tenido que comparecer ante el Concilio de Constanza, que lo declaró hereje y lo condenó a la hoguera.
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Pero la situación política había cambiado. A diferencia de Hus, Lutero obtuvo, rápidamente, el apoyo de los príncipes alemanes que veían en esta Reforma llevada contra Roma, un medio para poner límites a la influencia de los Habsburgo, la dinastía católica que reinaba sobre el Imperio Austro-Hungaro, heredero del Sacro Imperio de Carlomagno. A Lutero –afirma Yves-Fred Boisset- no le gustaban los herejes, sin embargo, fue bajo su protección que surgió en Alemania, al principio del siglo XVII -propagándose principalmente en Inglaterra y Holanda- la clandestinidad, de ciertas corrientes de las que el rosacrucianismo constituiría el punto culminante y la síntesis.[1] Es por ello que el movimiento rosacruz no puede concebirse sin la influencia humanística del Renacimiento, sin la tragedia espiritual de la Reforma y sin el anhelo de un conjunto de almas nobles que creían en la posibilidad de unificar nuevamente a la raíz espiritual de Europa. Sin embargo, mientras la Reforma protestante es religiosa y política, la Reforma Rosacruz es filosófica, teosófica y mística. Fue como un nuevo amanecer capaz de evocar a todos los grandes magos del Renacimiento, resucitándolos en el corazón de un portentoso secreto. Nadie, jamás, vio el rostro de los primeros rosacruces, pero fueron ellos quienes reunieron a los espectros de Cornelio Agrippa, Marcillo Ficino, Pico Della Mirándola, Dante y muchos otros nombres del denominado Quatrochento, elevándolos a la categoría de arcontes de la sociedad secreta más romántica de nuestra historia: La Hermandad de la Rosacruz. A ellos debemos la fusión de tres corrientes que marcaron un hito en la historia del pensamiento: El Hermetismo, la Alquimia y la Cábala, de allí su influencia posterior en todas las órdenes iniciáticas que surcaron el firmamento europeo en los siglos posteriores, pero muy especialmente en la francmasonería. La influencia ejercida por estas corrientes sobre el pensamiento de intelectuales y científicos, dio su impronta a la era de las Utopías, como la que describe Francis Bacon en La Nueva Atlántida, que inspiraría los sueños de la nación americana. Bacon es considerado una de los Grandes Maestres de la Orden Rosacruz.
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2.- Sociedades Secretas y Revolución Científica Filósofos y científicos, astrónomos y alquimistas, líderes religiosos de la Reforma, aristócratas y monarcas se interesaron en la hermandad y buscaron afanosamente ingresar en ella, o se inquietaron ante un orden desconocido detrás del cual intuían un poder por encima del poder. Cabe preguntarse: ¿Cuál fue ese rol político? ¿Qué razones permiten afirmar que la Hermandad de la Rosa Cruz actuó en el preciso momento en que la Reforma intentaba arrebatarle el control del Sacro Imperio a la potencia habsbúrguica de la Casa de Austria? Existen razones de peso y un nutrido archivo documental que permiten afirmar que la Hermandad Rosa Cruz no sólo fue una corriente de pensamiento o una Reforma paralela sustentada en la búsqueda de nuevos horizontes científicos y de fuerte contenido místico. Su expansión en Alemania bajo el control del movimiento luterano y su fuerte posición en contra de Roma y el papado ubican la acción de los rosacruces del siglo XVII en un escenario político tan fascinante como su aspecto esotérico. ¿Existió en verdad una Hermandad Rosa Cruz organizada? ¿O se trató del esfuerzo individual de un conjunto de hombres geniales que habían alcanzado un grado de sabiduría que excedía la media de su tiempo? A diferencia de sus herederos modernos, los rosacruces del siglo XVII parecen haber carecido de organización; sin embargo una serie de indicios contradice esta teoría y afirma que no sólo estaban unidos por lazos fraternales sino que conformaban un verdadero Colegio, tal como lo anuncian los manifiestos. Yendo aún más lejos, sorprende el hecho de que numerosos investigadores afirmen que la Hermandad, como tal, ya existía en el siglo XV y que se mantuvo oculta hasta llegado el momento de actuar a principios del siglo XVII. Sea cual fuera el grado de organización, la imagen que ha perdurado respecto del rosacruz de la época de los manifiestos, es la de un sabio citadino, solitario, dedicado a la ciencia, tal como se la entendía en aquel momento –recordemos que en el siglo XVII la palabra química era sólo
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un sinónimo de alquimia- inmerso en experimentos en torno a las fuerzas elementales de la naturaleza, la transmutación de los metales y la búsqueda de la Piedra Filosofal. Si hubiese que definir un término que simplificara el sentido de su trabajo, diría que el rosacruz de aquella época primigenia es el prototipo del hombre que realiza la Gran Obra y que ese es su principal secreto. Pero esta afirmación se torna relativa, o al menos parcial, cuando vemos en la lista de los primeros rosacruces a hombres políticos, inmersos en intrigas palaciegas, estrategias militares y utopías diversas. Sabemos que individuos de indudable peso público como Francis Bacon, Robert Fludd y hasta el propio Isaac Newton tuvieron su papel en esta historia y que su protagonismo, lejos de constituir una leyenda, se encuentra ampliamente documentado por los cronistas de la época. 3.- El Colegio Invisible y Los Primeros Manifiestos. La Llama de la Fraternidad y otros libros misteriosos Si repasamos los nombres que son identificados como los precursores del rosacrucianismo nos encontramos con Paracelso (1493-1541), Jacob Boheme (1575-1624), Baruj Spinoza (1632-¿?), Juan Amneos Commenius (1592- ¿), Giordano Bruno (1548-1600) Robert Fludd (1574-1637), John Dee (1527-1608) etc. Sus trabajos marcan la época de una profunda transformación del conocimiento. Entre los más renombrados rosacruces aparecen las figuras de Isaac Newton, de Francis Bacon y de Elías Ashmole, que no sólo influirán notablemente en el rumbo de la ciencia moderna sino que inspirarán, como el caso de Bacon y su Nueva Atlántida la utopía de una República perfecta que se verá plasmada en el sueño de los Padres Fundadores de los Estados Unidos de América. Comprenderá el lector porqué razón, el factor rosacruz, resulta ampliamente expuesto en El Símbolo Perdido. Todo esto nos permite afirmar que los rosacruces del siglo XVII –sin abandonar su devoción por los grandes exponentes del pensamiento má-
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gico renacentista- traccionan, impulsan y conducen a la sociedad hacia un futuro que ellos mismos están creando a través de la ciencia experimental y la política. Vale la pena detenerse en este concepto: Al generar un nuevo método de acceso al conocimiento y al inspirar un nuevo modelo de organización política, estos hombres, mezcla de místicos y científicos, crean, literalmente, el futuro. Remarcamos esta afirmación porque no debe pasar desapercibida al lector. En El otro Imperio Cristiano[2], hemos hablado extensamente de los manifiestos rosacruces. En el año 1,614 Alemania se vio sacudidas por la publicación de un libro. En la ciudad de Cassel, editada por Wessel, vio la luz la primera edición de la Fama Fraternitatis (La llama de la Fraternidad) y con ella irrumpió en el mundo un nuevo mito: La Hermandad de la Rosa Cruz. Esta nueva cofradía, supuestamente integrada por adeptos capaces de curar, de dominar a las fuerzas de la naturaleza y de poseer los antiguos secretos de las escuelas de Oriente, se presentaba ante el mundo luego de haber permanecido en secreto durante siglos. El manifiesto sugería que había llegado la hora de que la hermandad se diera a conocer e hiciese público su objetivo. Europa, sacudida por las guerras de religión y fascinada por el redescubrimiento de las antiguas filosofías, la recibió con expectativa y no poca ingenuidad. La primera parte del manifiesto está dedicada a un análisis de la situación del mundo y al planteo de una reforma general en el orden religioso, político y social. Se sostiene que las iglesias ya no son el marco excluyente de la salvación sino que ésta es consecuencia del esfuerzo individual, de la purificación del corazón y de un impulso de naturaleza mística. Establece puntos de encuentro entre la antigua tradición judía, ...la que heredó Adán después de la caída y que practicaron Moisés y Salomón... y las doctrinas esotéricas del mundo clásico: ...Lo que establecieron Platón, Aristóteles o Pitágoras; lo que confirmaron Henoch, Abraham, Moisés y Salomón; allí donde la Biblia coincide con el Libro de las Maravillas... Los rosacruces ofrecían al mundo moderno un reservorio único de la Sabiduría Antigua… Luego trata acerca de la organización de la Fraternidad y describe la historia de su fundador, quien es presentado en un principio sólo con las iniciales C. R.
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La leyenda pretende que este misterioso personaje nació en 1,378 en Alemania. Su familia era de origen noble pero muy pobre, por cuanto a la edad de cuatro años fue entregado a una abadía en la que recibió una buena educación y aprendió las lenguas antiguas. A los dieciséis años partió a Palestina, acompañado de una suerte de tutor, pero éste muere en Chipre, momento en que Christian Rosenkreutz –tal el nombre de nuestro peregrino- decide continuar su viaje en soledad. Enfermo, llega a Arabia, en donde recibe un conocimiento arcaico de sabios árabes. Estos hombres, que aparentemente lo estaban esperando, le comunican los secretos de la naturaleza y de las ciencias y le permitieron traducir al latín el misterioso libro M. Luego emprende un viaje por el golfo arábigo y recala en Egipto; recorre el mediterráneo hasta llegar a la ciudad de Fez, en Marruecos, donde ciertos “habitantes elementales” le encomiendan la misión de transmitir la sabiduría recibida durante su largo viaje y fundar una sociedad secreta. Pasa a España y luego se retira del mundo durante cinco años. Finalmente, se hace de tres fieles discípulos de los que sólo sabemos sus iniciales Estos le juran fidelidad y redactan una serie de conocimientos según el dictado de su maestro. Un año después de aparecida la Fama Fraternitatis, fue publicada una segunda obra llamada Confessio. Apareció simultáneamente en Cassel y Frankfort. A poco de comenzar el texto, el autor asume la defensa de la hermandad y lanza un ataque frontal contra la Iglesia Católica y el Papa. Reivindica el cumplimiento de lo establecido en la Fama Fraternitatis como medio de salvación. Anuncia la aparición de nuevas estrellas en las constelaciones de Orión y el Cisne, signos vigorosos de acontecimientos nuevos e importantes... y describe la existencia de una escritura secreta de carácter extraordinario pero incomparable con la lengua de nuestro primer padre Adán, ni tampoco con la de Henoch, ya que todas ellas están sepultadas bajo la confusión babilónica... Se introducen aquí dos elementos que serán asimilados rápidamente por la tradición iniciática occidental: la existencia de un conocimiento antediluviano vinculado a Henoch y la misteriosa existencia de una palabra
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perdida. Ambos temas, de trascendental importancia en todas las sociedades esotéricas modernas. El tercero y último de los manifiestos rosacruces alemanes, Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz apareció en Estrasburgo en 1,616 y es de naturaleza diferente a la de los dos anteriores. Describe un episodio sucedido en la vida del personaje cuando ya era un anciano. A lo largo de siete jornadas es sometido a una serie de duras pruebas, tanto de naturaleza física como espiritual, que sirven de marco para desplegar un complejo sistema de símbolos vinculados a la alquimia. Sobre el autor de estos tres documentos se han suscitado toda clase de conjeturas; sin embargo la más firme parece ser la que los atribuye al alquimista y filósofo alemán Valentín Andreae, líder de la ortodoxia luterana, nacido en la ciudad de Harremberg en 1,586 y muerto en 1,654. Su padre era un pastor luterano y su tío Jacob un célebre teólogo a quien se llegó a llamar el segundo Lutero. El clima anticatólico de los documentos en cuestión se explica, en parte, por esta filiación. De su vida se sabe que estudió en Tubingia y que fue uno de los más sabios hombres de su tiempo, adquiriendo un profundo conocimiento de las ciencias y de las lenguas clásicas. Su apego al estudio era tal que, en más de una ocasión, su salud corrió serio peligro a causa del esfuerzo que realizaba. Viajó por gran parte de Europa y tomó contacto con muchas de las sociedades secretas que por entonces florecían en las grandes ciudades. Él mismo llegó a sugerir que era el autor de tales documentos, sin embargo, lamentablemente, muchos creyeron a pies juntilla la historia de Christian Rosenkreutz y entonces, lo que había sido imaginado como una alegoría, se convirtió en un torrente de órdenes y fraternidades rosacruces cuya saga no termina aún a cuatro siglos de su aparición. Francis Yates va más lejos y afirma que Valentin Andreae hizo grandes esfuerzos para dejar bien sentado que Cristian Rosenkreutz y su fraternidad eran ficticios. Pero como ya hemos dicho, nada más efectivo que la negativa de un secreto para que éste se vea reafirmado de inmediato.[3]
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4.- Los Rosacruces en Inglaterra En Inglaterra la aparición de los tres manifiestos rosacruces produjo un gran revuelo a causa del clima que se vivía como consecuencia de las guerras que libraban católicos y protestantes. En medio de la polémica, Fludd salió en defensa de la fraternidad y, de paso, solicitó ser admitido en ella. Si a John Dee se le atribuye haber introducido la cábala cristiana en Inglaterra, fue sin dudas Fludd el hombre que contribuyó a expandir las doctrinas rosacruces. Ambas escuelas (cábala y rosacrucianismo) se complementarían en Inglaterra y, juntas, producirían profundas influencias en la francmasonería y otras órdenes creadas con posterioridad. Afirma Francis Yates que la filosofía de la cábala cristiana es sumamente afín a la filosofía rosacruz, tal como la formulan los manifiestos rosacruces y Robert Fludd. Para Yates, es posible comprender mejor el fenómeno rosacruz si se lo relaciona con la cábala cristiana introducida en Inglaterra en tiempos de Isabel I.[4] En 1,617, Robert Fludd publicó en Inglaterra un tratado en el que defendía la seriedad de la sociedad de los rosacruces y muchos creen que fue él quien introdujo las ideas rosacruces en la francmasonería inglesa.[5] Se cree que Fludd tuvo un vínculo estrecho con Iñigo Jones –Gran Maestre de los masones de Londres- y que participó del círculo más íntimo de la dinastía Estuardo en sus comienzos. Desde allí impulsó el rosacrucianismo francmasónico cuya expresión más cabal sería recogida por la tradición escocesa estuardista y daría nacimiento al grado de Caballero Rosacruz. De lo expuesto hasta aquí resalta que, desde la aparición de la Fama Fraternitatis hasta la pegatina de carteles de París, tiempo en el que transcurrieron apenas ocho años, los autores de estos manifiestos provocaron la agitación de los círculos intelectuales de Europa. 5.- La Represión y el Silencio antes de la Tormenta Rosacruz
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Los primeros manifiestos rosacruces continuaron imprimiéndose frenéticamente hasta fines de la segunda década. Fue entonces cuando, bruscamente, se dejó de producir literatura rosacruz, que fue suprimida como consecuencia del derrocamiento del Elector Palatino de Bohemia y de la conquista de este reino y del Palatinado por parte de los ejércitos católicos. Luego de la tragedia de Praga, la situación política y el peso restaurado de la Iglesia Católica llevaron a los rosacruces a un prudente silencio. Pero no tardarían en abrir un nuevo frente. En agosto de 1,623, la ciudad de París amaneció empapelada con un manifiesto que provenía, supuestamente, del corazón de la Hermandad de la Rosa Cruz. Se desató la tormenta. La proclama causó inquietud en la población, inquietud que pronto se convertiría en pánico cuando algunas publicaciones no dudaron en relacionar a los rosacruces con la hechicería, la nigromancia y los pactos con el demonio. El temor surgió en el momento menos esperado, cuando el reino comenzaba a pacificarse a consecuencia de la brutal represión católica. Yates menciona entre las causas del pánico a una obra anónima, editada inmediatamente con el impactante título de Horribles pactos hechos por el Diablo con los Invisibles. En ella se exponía otra versión de los famosos anuncios y se afirmaba que el Colegio Invisible estaba constituido por treinta y seis sabios, distribuidos en el mundo en grupos de seis. Afirmaba que habían celebrado una asamblea en Lyon –en vísperas del Gran Shabat- en la que habían decidido enviar a seis de ellos a París. Para espanto del público, el líbelo rebelaba que en plena asamblea se había presentado el Príncipe de las Tinieblas, en persona, ofreciéndoles todo tipo de poderes a cambio de que abjurasen de la fe cristiana. Afirma Yates que la edición de este libro tuvo por objeto convertir a los rosacruces en infames hechiceros, sembrando el terror entre los parisinos y provocando la persecución.[6] Un segundo manifiesto aparecería poco después en la ciudad. El clero, inquieto, se encontraba incapaz de dar con los autores. Tanto la jerarquía
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de la Iglesia Católica como del Estado estaban al tanto de la cuestión rosacruz en Alemania. Sin embargo, la metodología empleada en Francia –los carteles en las calles- había resultado mucho más audaz que la circulación restringida de los manuscritos. De este modo se había provocado la inquietud pública que fue definida como un huracán de rumores por el cronista Gabriel Nandé. Los testimonios de Nandé y del jesuita Francoise Garasse, constituyen documentos importantísimos para comprender lo que ocurría en torno a la irrupción del Colegio Invisible, pues ambos publicaron obras sobre el tema, testimoniaron la situación y contribuyeron a formar opinión sobre la misteriosa hermandad. A esta altura del relato, el lector entenderá que los rosacruces han sido algo más que un hecho curiosos de la historia. Respecto de los carteles, Yves-Fred Boisset[7] y Francis Yates[8] coinciden en que la primera reacción de la Iglesia fue atribuirlo a una farsa estudiantil, mientras que las autoridades civiles pensaban en una provocación de los jesuitas. A causa de esta confusión, fueron a buscar al joven erudito Gabriel Nandé, historiador y bibliógrafo que llegaría a ser bibliotecario del cardenal Richelieu y de Mazarin. Inmediatamente confirmó que venía estudiando a la misteriosa sociedad alemana de la Rosa Cruz. Publicó inmediatamente un libro titulado Instrucciones a Francia sobre la verdad de los hermanos de la Rosa Cruz, en el que denunciaba que los carteles tenían como objetivo la desestabilización del reino, que habiéndose propagado recientemente en Alemania, la hermandad llegaba ahora a Francia y que la nómina de los autores que reunían sus enseñanzas incluía a Fludd, Dee, Trithemius, Giorgi, de la Candele, Postus de Tirad, Bruno, Llul, Parcelso etc. Es el increíble relato de Nandé el que corrobora el impulso vital de los rosacruces y de su influencia. Nandé expone la enorme influencia que han tenido la Fama y la Confessio y demuestra conocer algunas de las obras del médico y alquimista Michael Maier (1568-1622). Según Nandé la Fama había causado gran impresión en Francia, despertando esperanzas de que estuviese a punto de ocurrir un nuevo avance de la ciencia. Habla del descubrimiento de
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Nuevos Mundos, de la invención del cañón, de la brújula, del reloj y de los cambios que hubo en la religión, en la medicina y en la astrología. Los rosacruces –tal como los ve Nandé- traen una nueva Edad de conocimientos. Habla de Ticho Brae, de Galileo y sus nuevos anteojos (el telescopio) y de la inminente instauración o renovación de las ciencias que prometen las Escrituras. Esto último –coincidimos con Yates- se acerca mucho a los ideales de Francis Bacon y su Nueva Atlántida. Muchas de estas tradiciones quedaron incorporadas en los rituales de la francmasonería. 6.- Los rosacruces y su influencia en la francmasonería En trabajos anteriores nos hemos referido extensamente a la influenciarosacruz en el mundo masónico. Citaremos aquí los aspectos esenciales. La primera referencia indirecta de la relación entre rosacruces y masones aparece en un poema editado en Edimburgo en 1638, que en una de sus estrofas dice: Porque somos hermanos de la Rosa Cruz Tenemos la palabra del masón y una segunda vista, Podemos predecir correctamente las cosas que vendrán... Aunque confuso, el texto parece referirse a los poderes mágicos de los rosacruces, entre los que aparece la palabra del masón. Ya hemos visto que en la masonería primitiva se menciona la pérdida del idioma original, circunstancia que aparece reiteradamente en el simbolismo masónico moderno y que se encuentra también en la cábala hebrea. Pero es en el grado 18° del Rito Escocés Antiguo y Aceptado en donde esta cuestión aparece con más claridad. En la apertura de los trabajos, los vigilantes anuncian a los caballeros: Venimos a buscar la palabra perdida y con vuestra ayuda esperamos encontrarla... Gran parte de la ceremonia de ascenso a este grado gira en torno de esa búsqueda y su punto culminante es su hallazgo. Los trabajos
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se cierran a la hora en que ...la palabra sagrada fue hallada, cuando la piedra cúbica se transformó en rosa mística... También en el Rito de Kilwinning –uno de los más antiguos- aparece la piedra cúbica sobre la que se coloca una rosa marchita. De igual modo que en el rito anterior, los caballeros lamentan la destrucción del Templo y marchan a un lugar desolado y oscuro en busca de la palabra perdida. Un antiguo ritual de 1887 dice que cuando la palabra perdida ha sido encontrada...el hombre recobra los derechos de su antiguo origen y la naturaleza se yergue...[9] Es posible que esta tradición ya estuviese presente en la masonería inglesa a la llegada de los manifiestos rosacruces y que las tradiciones referentes a la pérdida de la palabra sagrada fueran introducidas con anterioridad por los cabalistas cristianos, de modo que las primeras sociedades rosacruces creadas en Inglaterra encontraron la “palabra del masón” en coincidencia con su propia tradición. El primer documento impreso que prueba el vínculo entre masones y rosacruces es un opúsculo masónico del año 1,676 que dice: ...Se avisa que la Asociación Moderna del Listón Verde, junto con la Antigua Hermandad de la Rosa Cruz, de los Adeptos Herméticos y de los Masones Aceptados, tienen la intención de cenar todos juntos el próximo 31 de noviembre...[10] Treinta años antes, un hombre estrechamente vinculado al movimiento rosacruz, Elías Ashmole (1,617-1,692) era iniciado en la región del Lancashire: El propio Ashmole describe en su diario personal que fue admitido a una logia masónica en Warrington el 16 de octubre de 1,646, en el que agrega una lista de personas iniciadas en la misma época. Este testimonio es de enorme valor por cuanto es considerado el más antiguo documento privado que describe las circunstancias de la iniciación de un individuo en la francmasonería. Y no se trata de cualquier individuo. Ashmole fue un anticuario que coleccionó antiguos manuscritos y dedicó su vida al estudio de la cábala, la alquimia y la astrología. Fue uno
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de los 114 miembros fundadores de la Real Sociedad y en su colección de documentos puede hallarse una traducción al inglés –hecha de su puño y letra- de los tres manifiestos rosacruces alemanes. No sólo eso: Ashmole guardó una copia de una carta dirigida a los muy iluminados Hermanos de la Rosa Cruz solicitando ser admitido en la sociedad. Yates cree que esta carta fue un “acto privado” una suerte de plegaria que en realidad no estaba dirigida a nadie en particular [11] Otros creen, por el contrario, que Ashmole formó parte del nutrido grupo de rosacruces que integraron la Real Sociedad entre los que también se encontraba Isaac Newton y Jean Theophile Désaguliers, cuyo papel en la fundación de la Gran Logia de Londres en 1,717 lo ha convertido en uno de los padres de la masonería moderna. Este conjunto de tradiciones, que hemos tratado de describir de manera ordenada, convergen finalmente en la leyendas masónicas. Podría decirse que toda la doctrina masónica está contenida en las leyendas que dan vida a cada grado y que estas son trasmitidas en el seno de las logias y los capítulos, en la Casa del Templo; en el templo que ha tomado como modelo al más famoso de nuestra tradición: El Templo de Jerusalén.
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ORGULLOSO DE SER MASON VERSUS SER UN MASON DIGNO Marino de Armas Benítez, 33º S:.G:.I:.G:. / H:.R:.A:.K:.T:.P:. En los últimos años oímos el lema Orgullo de ser Masón, dedicándose tiempo y esfuerzos para que los masones reconozcan públicamente su condición. Bajo el velo a decir de algunos:…que la masonería esté presente en la sociedad... y afirman estar creando condiciones sociales profanas, para quienes manifiesten tal condición se sientan a gusto…que no sea una vergüenza, que no sea un lastre, que sea un motivo de orgullo decir soy masón… Son mis intenciones analizar esas afirmaciones y aportar algunas de las enseñanzas de la antigua francmasonería, olvidadas para algunos e ignoradas para otros al considerarlas arcaicas. Diciendo inicialmente: • El hecho de pensar:…cuando los masones reconozcan públicamente su condición, la masonería estará más presente en la sociedad…, roza lo inadmisible pues constituye un intento de condicionar la libertad de opinión y expresión de cada masón. Si agre-
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gamos que el ser humano tiene la potestad de obrar según considere y elija; queda demostrado que también constituye un intento de cortar el libre albedrio de los masones. Esa necesidad del reconocimiento de otros, es poco saludable, muestra una clara inseguridad personal y expresa que busca en el exterior lo que no tuvo nunca en su interior. La francmasonería como institución es perfecta, pero el hecho de ser masón no asegura que seas una buena persona. He conocido a muchos profanos, con tantas virtudes como un francmasón antiguo. • Considerar que un masón siente vergüenza o le es lastre el hecho, de ser miembro de la francmasonería y por ello no reconoce públicamente su condición. Es inaceptable, pues de ser así los únicos y verdaderos responsables son: primero quienes respondieron por él como padrinos pues no le explicaron adecuadamente el paso que daría y la verdad de que encontraría en nuestra orden; segundo la Logia que lejos de inculcar los valores morales de nuestra orden, provocaron con sus actos la desilusión y el desamor llevándole a retirarse. Invitándoles a meditar sobre lo que decimos, pues estamos:…tirando piedras contra nuestro propio tejado, que suele ser de cristal… Las cualidades pueden ser de dos tipos innatas o adquiridas con el paso del tiempo, por ello un masón tiene que tener muy claro que entre orgullo y dignidad existe una gran diferencia; evitando confundir estar orgullo de ser masones con ser un masón digno. El orgullo requiere de la aprobación de los demás para así ganar grandeza; sin embargo la dignidad nunca busca la aprobación social sino la personal, dejando a un lado la vanidad y la soberbia. El orgullo nos lleva a un exceso de estimación propia, pues se considera superior a otras personas por el simple hecho de ser masones. Cuando estamos a igual altura, solo que buscamos respuestas a preguntas que en el mundo profano no encontraríamos. Ese orgullo tan proclamado con lemas, fanfarria, proclamándose digno de un elevado mérito y empleando diversos medios para forzar que la sociedad se lo reconozca. Demuestra
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egoísmo, arrogancia, vanidad, presunción y soberbia; señalando que su piedra todavía esta bruta y seguramente sería incapaz de pedir perdón por falta de proyección al pretender que hermanos discretos quienes solo buscan su crecimiento interior promulguen su condición masónica, hecho que podría acarearles dificultades pues aun viviendo en democracia algunos pequeños grupos de personas permiten pero no toleran a los libres pensadores. Por ello debemos ser masones dignos, no proclamarnos orgullosos de ser masones. Todo ser humano por el simple hecho de serlo tiene un valor inherente y se llama dignidad; no se trata de una cualidad otorgada por otra persona, nacemos con ella pues somos seres humanos. Masónicamente hablando cuando un profano (ser humano) decide dar el paso de la iniciación; lo hace porque comprende que la francmasonería es la institución orgánica de la moralidad, y en su seno se trasmiten valores morales de generación en generación. Por ello cuando nacemos como masón, adquirimos un valor inherente ser un masón digno; y solo sus acciones ante la vida, la sociedad, su familia, etc. serían los que reducirían ese valor surgido en su corazón al ser iniciado en nuestra augusta institución. Todo miembro de la francmasonería, es un digno merecedor del respeto y consideración de la sociedad en la cual vive. Otra cosa bien diferente es considerar que la sociedad actual, no sabe valorarlo. Si fuera cierto, que la sociedad española actual no reconoce la dignidad y valía de la francmasonería ¿Cómo es posible, que seamos una asociación legalmente constituida y reconocida por el Estado Español? ¿Cómo es posible, que la Universidad Nacional de Educación a Distancia en España oferte las siguientes titulaciones: Master en Historia de la Masonería en España y Especialista Universitario en historia de las órdenes, corporaciones, academias y sociedades filantrópicas y fraternales? Conclusión: Posiblemente el trasfondo y objetivo marcado por algunos tenga terceras
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intenciones, pues en este aspecto la respuesta es clara y contundente, primero la sociedad en su mayoría y estado español reconocen la honorabilidad e historia de la francmasonería y sus miembros; segundo el decreto Ley 52/2007 reconoce el derecho a la reparación moral y a la recuperación la memoria personal y familiar, de los masones víctimas del franquismo: Artículo 2-1:…Se reconoce y declara el carácter radicalmente injusto de todas las condenas, sanciones y cualesquiera formas de violencia personal producidas por razones políticas, ideológicas durante la Guerra Civil, así como las sufridas por las mismas causas durante la Dictadura… Artículo 2-2:…Las razones a que se refiere el apartado anterior incluyen la pertenencia, colaboración o relación con partidos políticos, sindicatos, minorías étnicas, sociedades secretas y logias masónicas… Seguramente todos habrán oído hablar alguna vez del Efecto Mariposa (ese pequeño cambio, que puede generar en consecuencia un cambio enorme). Para ningún francmasón es indiferente la frase…Ordo Ab Chao...; tampoco el comprender que del caos surge el orden y en el orden puede existir forma alguna del caos. El llamado Efecto Mariposa, es un concepto que viene a demostrar la interrelación de causa-efecto que se da en todos los eventos de la vida. Desde fechas anteriores a 2016 se hablaba del Orgullo de ser Masones; en 2,017 de Honorabilidad de la Masonería, invitándose al Sr. Carles Puigdemont Casamajó presidente de la Generalitat. ¿En el futuro que será? ¿Qué buscan en realidad?
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MUJER: DEL PALEOL
Herbert Oré B
LITICO AL SIGLO XXI
Belsuzarri 33°
Durante las últimas glaciaciones, en los últimos compases del Paleolítico comenzaron a tallarse unas pequeñas, pero llamativas esculturas femeninas, asociadas con el culto a antiguas divinidades que hoy conocemos como Venus prehistóricas.
Son figuras de mujeres, generalmente, desnudas y regordetas, con los atributos sexuales pronunciados (pechos y abdomen prominentes), que podrían haber sido talladas por las propias mujeres, en la visión que ellas mismas tuvieron de su embarazo.
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La Venus de Lausel y la Venus de Willendorf, son las más conocidas de todas las representaciones de estas diosas primitivas relacionadas con el culto a la fertilidad. Algunos expertos las interpretan como modelos de belleza paleolítica o bien de estatus social, al estar rollizas, es decir, bien alimentadas. Otros, en cambio las consideran divinidades de la fecundidad, representantes de la Madre Tierra. Su pequeño tamaño y fácil manejo no hace descartar que podría tratarse de simples amuletos. La mayoría son de bulto redondo realizadas en marfil, hueso o material lítico, cuya característica, es la exageración de los rasgos sexuales. Se las bautizó como Venus, calificándolas de esculturas eróticas por sus marcadas formas femeninas. Después, esa idea fue abandonada siendo sustituida por otra teoría más oportuna; la Venus simbolizaba la fuerza de la naturaleza y el poder de la fertilidad. La ciencia todavía no tiene clara la importancia de estas figuras para aquellas comunidades del Paleolítico Superior. Pero queda claro en cambio, que se trató de la plasmación de una idea generalizada por todo el continente europeo, ya que su presencia se reparte por una gran zona geográfica desde el Midi francés hasta Siberia. ¿Divinidad o, belleza?, ¿obesidad o embarazo?, ¿éxito, protección, seguridad, fertilidad? Cual pudo ser su verdadero significado… Una incógnita abierta más, entre tantos otros enigmas del Paleolítico. Hacia los albores del Neolítico y en Europa hace unos 40,000 años, se produjeron unos cambios gigantescos, de tipo biológico y cultural. El hombre moderno, comenzaba a relevar al Neandertal, y surgió una nueva tecnología para elaborar herramientas, que inauguró el Paleolítico Superior. Todo ello en un clima hostil, frío, con muchas oscilaciones, donde la fertilidad era un elemento fundamental para la supervivencia de la nueva especie humana, a la que nosotros pertenecemos. Las mujeres en su función de ser madres, tenían la gran misión de per-
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petuar la vida en un mundo durísimo para ellas y sus clanes. De manera que, podemos imaginar en estas “Venus prehistóricas”, a unas verdaderas diosas de la procreación representadas en pequeñas estatuillas, con unas enfatizadas proporciones de sus genitales y órganos sexuales, propias del estado de gestación; senos, vientre, nalgas y caderas abultadas de sobremanera, mientras que otros rasgos como el rostro, apenas se muestran esbozados.
La Venus de Willendorf es reconocida desde su descubrimiento hace un siglo, como modelo de la belleza paleolítica. Se trata de una conocida estatuilla de piedra caliza de apenas 11 cm de alto por 5 de ancho, que ha planteado numerosos enigmas a todo aquel que haya profundizado en su estudio. Tiene más de 25,000 años de existencia y cuando fue encontrada a orillas del Danubio levantó todo tipo de conjeturas debido a sus marcados atributos sexuales, que los expertos no tardaron en relacionar con el concepto de fertilidad. Tallada en piedra caliza, con un exceso de grasa corporal en su parte superior, está representada con un gran desarrollo mamario y un vientre
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prominente interpretados como una situación típica de embarazo. Hoy es parte de la exposición más destacado del Museo de Historia Natural de Viena.
Venus de Brassempouy o Dama de Brassempouy es un fragmento de estatuilla femenina de marfil. Se data en el Paleolítico Superior y es una de las más antiguas representaciones detalladas del rostro humano. La Venus de Brassempouy se puede visitar en el conocido museo de Saint-Germain en Laye (París), pero, como el marfil está en tan mal estado y es muy sensible a los cambios de temperatura y humedad, no forma parte de la exposición permanente, sino que sólo se expone con motivo de ciertas exposiciones temporales. La Dama de Brassempouy es una diminuta escultura tallada sobre marfil de mamut, de 3,65 centímetros de altura, 2,2 de ancho y 1,9 de grosor.
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Es la cabeza de una mujer representada de forma más esquemática que realista, de rostro triangular, con la nariz y las cejas bien perfiladas, pero sin boca ni ojos. Está tocada por lo que algunos piensan que es un peinado muy elaborado y otros creen que es algún tipo de gorro o capucha. El debate sobre este punto sigue abierto. Quizá solo se trata de la melena reproducida de una forma muy estilizada. Su antigüedad ha sido estimada entre 26,000 y 24,000 años, pertenece por tanto a la fase del Paleolítico Superior conocida como gravetiense. Aunque es única, esta figurita no es un objeto aislado. Forma parte de un conjunto de pequeñas esculturas encontrado a finales del siglo XIX en la Grotte du Pape (Cueva del Papa), una cavidad de las varias que forman el yacimiento de Brassempouy, a 2 kilómetros de la localidad que le da nombre, en el sur de las Landas (Francia). “El arte portátil (mueble) de la Era Glaciar incluye miles de grabados y esculturas de pequeños objetos en piedra, hueso, asta y marfil”, explican Colin Renfrew y Paul G. Bahn en su ya clásico manual ‘Arqueología: teorías, métodos y práctica’ (editado por Akal). “La gran mayoría de las figuras identificables son de animales, pero, tal vez, las piezas más famosas sean las llamadas figurillas de ‘venus’, como la Venus en roca caliza de Willendorf, Austria. El frecuente énfasis en los pechos y nalgas de las figurillas posiblemente señale una relación de las mismas con la fecundidad”. Cuando se llevaron a cabo las primeras excavaciones en Brassempouy estas estatuillas eran todavía una rareza novedosa. De hecho, cuando Piette llegó al lugar solo tenía conocimiento de la existencia de una, la llamada Venus impúdica, encontrada por el marqués de Vibraye en Laugerie-Basse (Dordoña), en 1,864. Había alguna otra representación femenina, como la Femme au renne, grabada sobre un asta, encontrada en el mismo yacimiento, y estaban las estatuillas de Grimaldi, que permanecían inéditas por motivos comerciales y de las que Piette todavía no tenía conocimiento. ¿DIOSAS O AMULETOS? Esta y otras figuras paleolíticas, como la Venus de Grimaldi, de Kostienki, de Laussel, o de Lespugue, entre otras, son objetos conectados con el
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estilo de vida y las creencias de aquellas primitivas comunidades humanas. Es destacable su pequeño tamaño. Se trata de figurillas entre los 3 y los 22 cm, fáciles de manipular, concebidas para caber en la palma de una mano. Es por ello que también se piensa que pudieron ser empleadas como colgantes o amuletos para protegerse de la enfermedad y atraer la salud, la fertilidad y la abundancia, o bien que formaron parte de sus rituales cotidianos. SIMBOLOS SEXUALES -
LA VULVA
Desde la aparición del hombre de neandertal, la representación de los órganos reproductivos de la mujer ha sido una constante que tuvo su continuidad en el mundo antiguo.
A diferencia del falo masculino, escasamente representado en tiempos prehistóricos, la vulva femenina fue el símbolo artístico más recurrido interpretado como la representación física de la necesidad vital de perpetuación de la especie humana, cuando estas zonas púbicas de las Venus se representaban mediante una incisión triangular. Pero las Venus como en general el arte prehistórico fueron evolucionando hacia la esquema-
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tización, así que la forma de representar la vulva también varió, perdiendo aquella primitiva tendencia al naturalismo. Sin embargo, este énfasis en representar los genitales femeninos durará hasta la aparición de las primeras manifestaciones artísticas griegas, influyendo en su génesis y posterior desarrollo. -
LOS PECHOS
En este culto a la fertilidad también fueron predominantes los senos femeninos prominentes como símbolo de reproducción y continuidad de la especie. Aunque atípicas, también se han encontrado esculturas femeninas con más de dos mamas, peculiaridad que se da también en elementos pertenecientes a otras culturas y épocas. DIFRENTES TEORIAS Pese a estas interpretaciones, la ciencia todavía no tiene tan clara la importancia de estas Venus para aquellas la culturas del Paleolítico superior y toma distancia, más bien, de las frecuentes interpretaciones que las muestran como símbolos eróticos, de fertilidad o simplemente como diosas. Otros científicos, sin embargo tienen muchas reticencias en identificarlas, precisamente, como manifestaciones divinas de la Madre Tierra. Según plantean, resulta casi imposible encontrar pruebas de que se tratara divinidades representantes de la naturaleza en la cultura europea del Paleolítico Superior. Si bien “la identificación irónica” de estas figuras con “ideales de belleza prehistóricos” satisfizo algunos conceptos en la época en que se descubrió, sin embargo este concepto primigenio es rechazado en la actualidad, ya que los estudios actuales no consiguen ver en estas figuras, con características más bien obesas, la imagen clásica de la belleza. Entre las muchas teorías acerca del significado de todo este tipo de iconografía paleolítica, una parte importante de los investigadores coincide
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en que los rasgos de las venus se relacionan con la capacidad de regeneración de la vida de las mujeres. El énfasis en los órganos reproductores de la anatomía femenina es resultado de la visión que la propia mujer embarazada tenía sobre sí misma, de la autoconciencia de su estado y de los cambios sufridos en su anatomía. De ser así se puede deducir, que habrían sido las propias mujeres las que moldearon estas estatuillas. Debido al pequeño tamaño y fácil manejo y transporte de estas estatuillas es muy probable que fueran empleadas como amuletos e incluso podrían haber sido utilizadas por las propias mujeres en rituales mágicos de fertilidad. Hay algunas teorías que apuntan a que, incluso, fueron insertadas en la vagina durante estos ritos, mientras que los hombres estaban ocupados en las actividades de la caza, en un paisaje frío de estepa donde deambulaban el mamut, el rinoceronte lanudo, el caballo silvestre, el reno, el capricornio, el zorro o el lobo. LAS DIOSAS MADRE Una diosa madre es una diosa de la fertilidad. En algunas culturas es representada como la Madre Tierra, siendo la generosa personificación de la Tierra. No todas las diosas pueden considerarse manifestaciones de la diosa madre. Mitología sumeria y mesopotámia. Tiamat en la mitología sumeria, Ishtar en la mitología sumeria-acadia-babilonia, Ninsuna en la caldea, Asera en Canaán, Astarte en Siria y Afrodita en Grecia. Mitología india En el Rig veda la diosa Adit, en la Purana alude a Durga, Maya y Párvati.
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Tiamat
Mitología griega. En el Egeo, Anatolia y Oriente Próximo se veneraba a Cibeles, en Roma será la Magna Mater. Las diosas olímpicas de Grecia clásica son Hera y Demeter. La diosa minoica era Pornia Theron (Artemisa). Mitología romana. Venus fue la Diosa Madre. Mitología celta. La diosa Anann a veces conocida como Dana o Danu. Mitología nórdica.
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Nerthus que posiblemente persistirá en el culto a Freyia. Mitología vasca. La diosa Mari y también Amalur que en lengua vasca literal es “madre Tierra”. Mitología maya. Coatlicue y Chimalma. Mitología inca. Para los incas fue Pachamama, deidad presente en Bolivia, Ecuador, Argentina, Chile y Colombia. En la religión cristiana. El culto a la diosa madre en el cristianismo dio origen al culto a María y advocaciones a las Vírgenes negras. Según el Concilio Vaticano II el culto de hiperdulía (veneración dedicada a la Virgen María, debe ser más intensa que la veneración dedicada a cualquier otro santo católico), no se debe identificar con el culto de latría (que es la adoración exclusiva a Dios). Así en América el culto a María que trajo España se sincretizo en la Virgen de Guadalupe en México, en la Virgen de la Candelaria en Bolivia y la Meseta del Collao, La Virgen Cocharcas en el Centro del Perú. LA MADRE TIERRA EN EL SIGLO XXI. La Madre Tierra y su equivalencia como Diosa madre es un tema que aparece en muchas mitologias. La Madre Tierra es la personificación de la Tierra, generalmente además descrita en varias culturas como una diosa fértil, que representa a la tierra fértil; siendo también descrita en algunas culturas como la madre de otras deidades, en la que se las ve como patronas de la maternidad. Generalmente se creía esto porque la tierra era vista como madre de toda la vida que crecía en ella.
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Virgen de Guadalupe.
Sin embargo, el concepto de Madre Tierra últimamente trascendió la mitología. Las Naciones Unidas, a través de la Resolución 63/278 de la Asamblea General, reconoce la Madre Tierra como “una expresión común utilizada para referirse al planeta Tierra en diversos países y regiones, lo que demuestra la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos”, y a su vez establece el 22 de abril como el Día Internacional de la Madre Tierra. En el Imperio inca más conocido como el Tahuantinsuyo, el día de la
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Pachamama o Pachamama Raymi (Fiesta de la Madre Tierra) se celebra el 1 de Agosto de cada año en nuestra actualidad. Esta celebración es para agradecerle a la Madre Tierra por habernos nutrido, acogido, protegido y brindado todo lo que nuestro ser necesita para vivir durante todo el año transcurrido. El primer día del mes de Agosto, día central de la celebración, el hombre no trabaja la tierra, más bien la deja descansar de su magnífico trabajo y le realiza ofrendas, ritual conocido como “Pago a la tierra”.
Pago a la Pachamama
Los alimentos que se le ofrenda deben estar cocidos, ya que son una muestra de lo que el ser humano realiza con los productos que nos brinda. También, se le ofrendan, hojas de coca, chicha de jora, semillas huayruros (semillas místicas de la selva), entre otros. Los alimentos que se le ofrendan a la Pachamama, Madre Tierra, no son arbitrarios sino que son los mejores que el ser humano tienen en ese mo-
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mento y que consideran indispensables para alimentar a su familia durante el año venidero. Mientras mejor sea la calidad y variedad de la comida es mejor. Una vez que se realiza la ofrenda, se la tapa con tierra y algunos le prenden cigarrillos de tabaco para hacerla fumar. Esta tradición, integra el aspecto masculino de la naturaleza como son los Apus (montañas sagradas) y el aspecto femenino, La Pachamama (La madre tierra). El evento, es un reflejo de la relación de reciprocidad que el hombre andino mantiene con la naturaleza y el mundo espiritual. Las culturas andinas, consideran que esta relación reciproca del dar y recibir es lo que mantiene en armonía y unión a la naturaleza y a los hombres.
El pago a la Pachamama es una costumbre muy antigua; desde la antigüedad, el ser humano acostumbra a agasajar a la madre tierra en forma de agradecimiento por su fertilidad. La civilización pre inca lo hacía y se fue transmitiendo de generación en generación. En cada lugar donde se realiza el pago a la tierra, hay un encargado, se lo llama “altomisayoq” y se lo elige por sus poderes sobrenaturales en el mundo espiritual. Esta persona es la responsable de realizar la ofrenda (el llamado despacho) e invitar a los presentes a que realicen sus oraciones y pedidos destinados no solo a beneficio personal sino también al de los seres que lo rodean, como así también por aspectos que considere importantes a nivel planetario.
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En esta fecha se realizan los siguientes festivales: “Pachamamaraymi” (distrito de Ccatca, y en todo el Cusco), el “Wataqallariy” (distrito de Maras) y el Kinturaymi (distrito de Oropesa, poblado de Huasao). En todas las culturas del mundo la Madre Tierra o Diosa Madre ha sido objeto de la más alta veneración y como figura cercana de ella todas la especies vivas hembras que incluye naturalmente a la mujer, que es la que traía al mundo a los hombres. Por esta razón durante un periodo de la historia, los hombres fueron gobernados por un sistema matriarcal, cuando los calendarios que medían el tiempo se hacían en periodos lunares, y las diosas mujeres dominaban el panteón divino. Pronto ello cambio y los dioses se impusieron en todas las mitologías con un avatar también universal el Sol, dando origen a la elaboran de los calendarios solares que son utilizados hasta nuestra actualidad. A partir de ello las diosas y la mujer cumplirán papeles secundarios en sus correspondientes sociedades. En algunos casos cuando surgen las grandes religiones, la mujer es objeto de todo tipo de marginaciones, entre ellas de la economía familiar que lo hizo dependiente del hombre. Así en el siglo XVIII, cuando en 1,723 se publican las Constituciones de Anderson los llamados “masones modernos”, le quitan la posibilidad de continuar en la masonería, ya que por entonces la mujer no era libre y para ser masón se requería ser “libre”, cosa que no ocurría desde tiempos pretéritos, donde la mujer al igual que los hombres participaban en la construcción de todo tipo de infraestructuras, tal como lo demuestran diversos escritos y evidencias físicas desde la lejana Sumeria hasta nuestra actualidad. ¿No puede ser masón, solo porque es mujer? Cada quién tiene su propia respuesta. En mi caso considero que nada impide a las mujeres para ser masón.
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MUJER Y M
EL ESP
MASONERIA
PECIAL
LA MUJER EN LA BAJA EDAD
Desde el siglo XII aumenta el número de escritos femeninos, el número de personas ricas que participan en la vida intelectual y espiritual, y el de mujeres que son dueñas, transmisoras de herencias, lectoras, mecenas, oyentes, tutoras, viudas, de un espectro social más amplio que anteriormente que se limaban a princesas o santas.
D MEDIA
Siguen sometidas a la hegemonía masculina, no solo en el terreno cultural, sino en todos los ámbitos sociales. Los testimonios sobre sus experiencias cotidianas tienen que seguir interpretándose a la luz de las idealizaciones y desprecios masculinos, su comportamiento sigue sujeto a las normas y controles sociales, pero es cierto que se beneficiaron de las posibilidades de una mayor movilidad social y de los cambios culturales y religiosos aunque en este campo fueron frágiles y vulnerables, fuesen místicas o brujas. La evolución del derecho en la BEM, sin entrar en detalles según su estamento, abre ciertas tendencias. El derecho medieval pese a su inclinación por la enumeración de derechos comunes o probados en la práctica cotidiana y las reglas que de este se derivan, tienen un carácter más prescriptivo que descriptivo, por ello expresan más un ideal, el deseo de los legisladores, que la realidad. Y respecto a ellas decir que no participan en la redacción de los códigos legales. La situación legal es desventajosa para ellas, no tienen derecho a la autodeterminación, pero en ese marco pudieron escapar o alterarlo. La situación legal de la mujer en BEM venía de una serie de normas independientes, derechos especiales y privilegios. El origen regional y social era clave y en algunas, por ejemplo las judías, también su adscripción étnica y religiosa: las de las ciudades estaban sujetas a los derechos municipales codificados en los XII y XIII, excepto las religiosas por el derecho canónico. Las campesinas de Europa central dependían de los derechos gentilicios como el código de los sajones de 1260 o el espejo de los suabos en el sur. En las regiones mediterráneas el derecho romano, pero en el norte de Francia eran prescriptivas las “coûtumes”, los derechos consuetudinarios codi-
ficados. Debido a la movilidad los derechos se mezclaron y solaparon dando pie a situaciones confusas como en Francia que solo terminó con la Revolución de 1789-95 parcialmente de acuerdo con los principios de libertad e igualdad. Las mujeres estaban sujetas a estos sistemas, pero en casi todos los códigos legales existían normas específicas concernientes al sexo femenino, por lo general normas que restringen sus derechos dentro o fuera de la familia. La expresión legal más llamativa de inferioridad de las mujeres fue la institución de la tutoría ejercida por el sexo masculino sobre ellas y presente en casi todos los sistemas legales, supone la merma de su capacidad legal. Los derechos gentilicios excluían a la mujer de todos los asuntos públicos. No podían acudir solas a un juicio sino dejarse representar por un hombre, su mentor, si eran solteras el padre y si casadas el marido, si fallecían estos el varón más próximo de la familia paterna. Y además de hacerse cargo de la representación judicial tenían disposición y disfrute de su patrimonio, de castigarla o matarla, decidir el matrimonio o venderlas. Esa tutoría basada en el sexo determinó un acceso limitado de la mujer a los cargos públicos, como señora feudal o reina, pese a que las hubo, así como una capacidad comercial limitada que empezó a desaparecer a fines de la Edad Media en Europa central y occidental. Aquí las solteras recibieron derechos, los textos legales del siglo XIII conceden a solteras y viudas mayor libertad de decisión y actuación comercial respecto a las de derecho gentilicio. En derecho privado podían disponer de sus bienes y representar a sus hijos menores. Las casadas siguen sujetas al patronazgo marital a excepción de las que se dedicaban al comercio. A medida que la familia estricta adquiere papel predominante hacia fines E Media el estado civil de las mujeres, su relación con marido, ganó importancia en posición social y ámbito de actuación. Aunque en E Media nunca se puede desligar a los individuos de la familia amplia, incluso en la ciudad, gana terreno la nuclear y en ella la relación con el marido. En la BEM una de las manifestaciones más claras de la crisis fue la drástica reducción de la población, casi en un tercio, disminuyendo la fuerza de trabajo y la relación entre feudales y contribuyentes, época de revueltas campesinas y urbanas, y también de ruptura de la situación
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marital, habrá más mujeres no casadas y aumenta la edad de matrimonio. Las ciudades tienen atracción especial para las mujeres solas, por la calidad de mercados de trabajo o lugar de retiro para viudas, centros de comercio e industria, y centros proclives a novedades religiosas-sociales. Su posición en la familia. La edad y el matrimonio no solo responden a la dinámica de los procesos económicos y demográficos, por ejemplo al hecho de que desde el siglo XIV cada vez más asalariados estuviesen en condiciones de formar familia, sino a ciertas estrategias familiares de concertación de alianzas en cada clase, quedando reflejados los valores religiosos y mentales -y sus modificaciones- . El empeño de la iglesia de ejercer influencia sobre el matrimonio y la moral, produjo una aceptación cada vez mayor de una relación monogámica indisoluble fundada en Dios y basada en representaciones y valores teológico-eclesiásticos. A partir del siglo XIII es lícito hablar de modelo matrimonial cristiano, un matrimonio de por vida basado en el consenso de ambos. Este modelo no solo desplaza la relación del vasallo respecto al señor, el matrimonio consensual subraya su capacidad frente a la tutoría feudal, sino que influyó en las relaciones entre sexos y generaciones. Para ellos un único matrimonio suponía la limitación del número de hijos legítimos, de herederos legítimos, y produjo una provocación y la disolución de la estructura jerárquica imperante. Antes respondían a conciertos entre grupos familiares. La libre voluntad y capacidad de decisión en el ámbito matrimonial tenía, pese a todo, pocas posibilidades de imponerse en una sociedad autoritaria y centrada en la familia. La importancia dada al matrimonio como medio de adquirir y mantener estructuras de poder y bienes impedía a los jóvenes influir en sus planes de boda trazados por los mayores en las clases altas. Pese a la doctrina de la iglesia del consenso entre cónyuges, los padres, amigos y parientes, se ocupan del futuro de hijas, sobrinas y nietas, y los chicos tampoco participan mucho más en los herederos. Solo las clases bajas urbanas o rurales tienen más libertad y resistencia frente a la tutoría paterna. Por tanto la libertad de elección del cónyuge no es un parámetro para medir el nivel de opresión y limitación femenina, sino un rasgo propio de la organización familiar en las capas altas, limitador para
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ambos sexos. La opresión de la mujer por medio de la concertación de matrimonios reside más bien en la reducción de su existencia a la vida al lado de un hombre para atender sus intereses y necesidades, en el control de la sexualidad y del cuerpo femenino y en la deformación psíquica de la esposa a la que considera una extraña. Las mujeres trataron de influir en esta decisión, sea solicitando la anulación posterior eclesiástica, refugiándose tras los muros del convento y el voto de castidad. La costumbre de patrilocalidad que fue la norma de la nobleza y patriciado urbano, garantizaba a los jóvenes adultos varones ya prometidos un entorno psicosocial conocido; a ellas no, concertado el matrimonio, la novia, una niña 12-15, iba a residir con la familia paterna, a proteger la prenda de los intereses en un convento, o a la corte. Es posible que no fuera duro porque las madres consideraban que la forma de vida más ventajosa para su hija era el matrimonio y se debían ocupar de que se casasen. Así se legitimaba la costumbre de los matrimonios infantiles entre las clases altas y se reducían las posibilidades de imposición de su criterio. Si alcanzaba la mayoría de edad antes podían intervenir en la concertación del matrimonio, elegir entre varios como las viudas. Las jóvenes que deseaban escapar de la imposición tenían que huir como Clara de Asís y su hermana Agnes, fundadora del convento, refugiándose con san Francisco y orden, sin escapar de la paliza de los varones de la familia. Los conflictos provocados por matrimonios no admitidos tuvieron que dirimirse apelando a los tribunales (no olvidemos que hasta Trento los celebrados sin consentimiento paterno se consideraban nulos y en Francia hasta la revolución), los que se casan sin consentimiento podían ser desheredados, aunque estos casos se refieren a jóvenes varones, prueba de que les afectaba negativamente también. Pero demuestra que las mujeres debían someterse a principios legales diferentes y que sus acciones se medían por un rasero distinto. Solo parecen tomar decisiones si son bodas por rapto, aunque esto se entiende como decisión masculina. Forzar, obligar, violentar la voluntad de la hija era lo normal. Una vez casadas su vida era la siguiente. La doctrina del matrimonio defendida por la Iglesia no logró imponerse al reparto de poder sancionado por la sociedad. Esta decía que como la Iglesia estaba sujeta a Cristo
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las mujeres a sus maridos en todo (Efesios, 5.31). Para la Iglesia un buen matrimonio era tal cuando en esa sociedad hombre-mujer aquel gobernaba y la mujer obedecía. Los esposos se destacaban por hacer uso de la violencia y ejercer un control mezquino sobre las prácticas religiosas de la mujer y su forma de vida. Algunos la repudiaban por rechazo o esterilidad. Si las vemos a través de las actas del tribunal de oficio de París del siglo XIV y XV, en una instancia legal episcopal que se ocupaba st de asuntos de familia, la mayor parte de los litigios se referían al uso de la violencia en el matrimonio, indicio de que en los círculos no nobiliarios reinaba el convencimiento de que los esposos podían hacer uso de un derecho ilimitado que les permitía educar y domesticar a las esposas. El hecho de que estos casos fueran denunciados ante un tribunal por las propias esposas o sus familiares en el siglo XIII, en ocasiones junto a la solicitud de separación o anulación, resulta sorprendente y prueba que las esposas no admitían voluntariamente el yugo del matrimonio como preconizaban teólogos y moralistas. Por otro lado, el hecho de que muchas casadas fueran llevadas a juicio por insultar y maltratar a sus maridos refuerza la idea de que las discrepancias matrimoniales podían deberse a veces al egoísmo de las esposas que trataban de imponer su criterio haciendo uso de la violencia. Pero esto no era usual, y los tribunales de oficio les recordaban que debían obediencia al marido algo que no solían respetar. La realidad es que la posición de dominación del hombre en versión de la Iglesia y los laicos, representa solo una imagen ideal producida por la sociedad masculina. Pero esa ideología reprimía la vida cotidiana femenina y la endurecía hasta el punto de explicar asesinatos. Se castiga duramente a las que quisieron deshacerse del esposo con prácticas hechiceriles, veneno, o armas veladas, pero seguramente su vida le resultaba insostenible y no podían escapar a ese yugo. Por tanto, los maridos eran la primera instancia de control social de las mujeres aunque no la única. Los decretos canónicos que convierten al esposo en su mentor, subrayan su responsabilidad y los métodos que podía adoptar el señor para dominarla. Y se expresa en el derecho de castigo aprobado por las autoridades eclesiásticas y laicas así como el privilegio de romper el matrimonio sin consecuencias.
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Mientras la norma castigaba a las adúlteras, ellos no sufrían castigos si se relacionan con criadas, o iban a casas de mujeres, burdeles en todas las ciudades desde fines del siglo XIV, que servían para canalizar las necesidades sexuales de aprendices y artesanos solteros, excluyendo sacerdotes y judíos. Si iban los casados tenían que pagar una pequeña multa. Aunque el matrimonio era de acuerdo con la doctrina de la Iglesia el único lugar donde podía practicarse la sexualidad de forma legítima, la ética permitía al marido una libertad mayor. El fin del matrimonio era la procreación de herederos legítimos y por ello el cuerpo femenino debía ser controlado. Los deberes conyugales recaían sobre la esposa y uno de los rasgos de las casadas o casaderas era no tener control sobre su cuerpo y st en la nobleza donde se prestaba especial atención a la descendencia femenina y a su virtud. La mayoría de hijas de nobles y patricios a fines E Media pasaban los últimos años antes de la boda en un convento, las viudas casaderas vigiladas por la familia y si trataba de escapar a la norma era un escándalo. Las de estratos más modestos disfrutaban de un control menor, pero la línea que separaba su deseo sexual y la prostitución era muy fina. En algunos tribunales episcopales normandos se llegó a acusar a algunas esposas de lascivia extraconyugal por haber practicado la prostitución con connivencia de sus maridos. Solo los eclesiásticos más severos consideraban otras relaciones prematrimoniales entre jóvenes campesinos como extramatrimoniales. Sin embargo los jóvenes se consideraban prometidos y sus contactos como preparación al matrimonio. Las formas de amor libre tuvieron que ceder a fines de la Edad Media por la moral burguesa, st por las mujeres siempre expuestas al embarazo extramatrimonial y, por ello, no deseado. En el siglo XVI se condenaba a las madres adúlteras o solteras a pena de muerte por ahogamiento. Pero a fines del medievo muchas mostraban especial interés por clérigos y sacerdotes, que se ganan su confianza a través de la confesión, y a veces estas les correspondían a pesar del control a que estaban expuestas, pese a que a veces se condenan a muerte -no a los maridos- por lo que las normas se aplican a ellas. En el caso de las nobles, o de las clases superiores su vida venía determinada por su posición y su poder económico. Un control casi ilimitado por los bienes muebles, dinero, joyas, objetos valor, vestidos de la dote y
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ajuar, objetos de la casa o los producidos en ella, el control de la despensa digamos y cierta capacidad para comerciar. Algunas administraban sus patrimonios aunque en ocasiones se apoyaran en albaceas profesionales. Ahora bien, en cuanto a la intimidad conyugal deja mucho que desear su vida pues consistía en el uso común del dormitorio y ni siquiera de forma habitual. A veces viven separados durante años si era la voluntad del señor, y en pocas ocasiones los acompañan las mujeres a la corte o a las campañas. En general, la vida de casados por muerte de uno u otro no dura más de 10 ó 15 años de ahí que se justifique la consideración como unión temporal. El amor se considera resultado de la vida en común más que como fundamento del matrimonio. Y esos principios tenían validez para los de la burguesía urbana. Estos resultaban menos represivos que los nobles, la edad era más alta y aumentó a fines Edad Media, parece que disfrutan de más derechos legales y económicos que la noble, pero el mismo sometimiento al esposo. Pueden disponer de ingresos de la casa, controlan la economía doméstica, criados y riqueza de la familia. Mientras en la nobleza gana terreno la costumbre de la doble economía, casas o dependencias y despensas separadas, en las ciudades era común orientada a los intereses familiares gastándose cada maravedí con cuidado. En este sentido la presencia del esposo era más notable, a excepción de los padres comerciantes que debían viajar a menudo, pero solo los maridos las controlaban y no como a las nobles que lo hacían la familia, parientes, damas, criados. Además la importancia económica de estas mujeres en el campo o el taller urbano era mayor debido a su participación en el negocio familiar. Esto era fundamental en el taller de los maestros artesanos pues la mayoría trabajaba sin oficiales de modo que ellas y los hijos formaban parte de la unidad de producción, o de la venta. Por tanto se encargan de la casa, de los vestidos y alimentos, de otros trabajos como hilar y tejer para subsistir, preparación de alimentos o cerveza. Maternidad: pese a que era un factor importante de la vida femenina y la posición en la sociedad de la mujer, su profesión sería criar y educar hijos, a todo esto se le daba poca importancia, simplemente porque era un estado natural de la mujer e incluso la sociedad noble mundana creía que la mujer había sido creada exclusivamente por Dios para ese
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menester. En consecuencia en las genealogías que proliferan desde el XII aparecen las que se han dedicado a la maternidad, un buen matrimonio incluía muchos hijos, una buena esposa lo era si tenía hijos, pese a que los canonistas insistían en considerar el matrimonio no consumado o sin descendencia como bendecido por Dios. De la existencia de hijos dependía la herencia, los bienes familiares, y la relación de fuerzas en el ámbito político y la estabilidad de los grupos de poder. La ausencia de un heredero al trono era siempre causa de disputas, conflictos externos e internos, carestías y sufrimiento. Las mujeres estériles se remediaban, las buenas, con rezos, peregrinaciones, ofrendas, pero por métodos mágicos no sancionados por la Iglesia. Suponen que algunas se reunían en fuentes para presentar ofrendas al hada que habitaba en las mismas, como se hacía en Borgoña aún en el siglo XVIII. O tocaban piedras erectas, símbolo fálico y de esperanza, como en el sur de Francia. Baños con hierbas, curas o tintes. No hemos de suponer que una gran prole era una carga, para los trabajos menores tenían criados, amas. En las familias artesanas y campesinas, criadas y parientes, hermanos mayores, colaboran en la vigilancia y cuidado, las madres amamantan, lavan, etc., también simultaneando con las otras labores, con lo que los accidentes se multiplicaban. Desde los cuatro años se les obliga a trabajar en la casa o jardín, lo que es el ámbito de la mujer. Para las mujeres medievales los hijos servían para aliviarles trabajos y asegurarles la vejez, como inversión útil para ese momento. En cualquier caso, la unió afectiva parece mayor entre las clases bajas quizás por cercanía física. Pero no todas querían tener hijos, las hagiografías de los 3 últimos siglos de la Edad Media muestran un carácter anti maternal. La mística y visionaria Ángela da Foligno (1,309) agradece en sus escritos a Dios haberse llevado a su madre, esposo e hijos, puesto que así podrá dedicarse enteramente a servirle. La visionaria Umiltá (1,310) antes de ingresar en el convento fue madre y esposa, dejó a la familia sin remordimiento ni dolor para entregarse a esa vida. Y son más. Cuando no es por esa razón entraríamos en la parte de la contracepción, caso de las prostitutas, o relaciones extramatrimoniales. En los textos de los confesores y teólogos se habla de ello y los métodos, drogas abortivas, tinturas, esterilizantes, y mágicas (amuletos) dejarían mucho que desear. Se daba también el abandono
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y el infanticidio siempre relacionado con mujeres, y desde el siglo XV aumentan las penas y juicios (demostrarlo porque parecían accidentes) El abandono era último recurso de los pobres. En este sentido, los bastardos de los nobles se consideran que contribuyen a la riqueza de una estirpe, los de ellas se penaba con la muerte a la mujer si se demostraba porque era difícil si estaba casada. El trabajo femenino era múltiple como vemos, pero más pesado en las campesinas y peor remunerado que en las de las ciudades con menores ofertas además. Aunque era trabajo estacional, intensificación del cultivo del grano, vitícola, aumento sector lácteo en regiones, huerto, segar, casa, leche, queso, fruta, bayas, paños de lino y jabón. En la ciudad podían practicar el comercio menor vendiendo productos elaborados o importados, es el caso de las chamarileras, recatonas, o vendedoras acogidas en corporación, participan en cargamentos de lejos incluso invirtiendo en commendas. Se tenían que encargar de las ventas mientras el marido viajaba. Pero siempre el trabajo estaba ligado al ámbito doméstico para que pudiesen compaginar sus deberes familiares con el trabajo productivo. Otro campo era la docencia, como profesoras y tutoras había en el XIII unas 21 mujeres en París, gran ciudad comercial. Desde el XIV las escuelas eran mixtas pero a mediados siglo se ordenó la separación por sexos. Si eran contratadas por el municipio recibían un sueldo fijo en efectivo y especie, vivienda y alimentos. Las maestras independientes contaban con menores ingresos o no regulares que debían abonar alumnos y alumnas. En el campo de la medicina algunas también aparecen, aunque es masculino desde curadores, cirujanos. Una excepción fue en 1321 la aprobación de la cirujana Francesca esposa de Mateo Romano por el duque Carlos de Calabria. En la facultad de medicina de París, sin embargo no se permite y se acusó en 1322 a Jacqueline Felicie de Alemania de 30 años de practicar la medicina de forma ilegal por no poseer título universitario. Y se prohíbe a Johanna Belota judía y a Margarete von Ypern su oficio de cicatriceras. Donde la presión académica era menor las mujeres médicos sí tenían clientela. En 1394 en Fráncfort la hija de un médico fallecido trabajaba, y en el siglo XV tenían 16 mujeres médicos gran parte judías especializadas en enfermedades de los ojos.
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Curanderas, bañistas, asistentes, es elevado, sin títulos. Al final se prohíbe. Pero un campo continúa, el de la ayuda al parto. La moral tradicional prohíbe a hombres explorar a mujeres, los estudios de ellos eran teóricos. Parteras, matronas, madres de dolores, comadronas, realizaban un gran trabajo práctico. En muchas ciudades recibían salarios municipales por las atenciones. En el campo de los gremios, de la artesanía, las cosas van por el mismo camino. Conocían el oficio por vivir en el taller, pero admitir mujeres en los gremios era difícil. Pese a todo algunos vestidos y productos de lujo tenían oficiales, aprendizas y maestras artesanas: fabricaban paño cañamazo, lana, empleadas por sastres, peleteros, bordadores de oro y seda, y estos últimos llegaron a formar gremios exclusivamente femeninos en Colonia o París. En Bolonia el gremio de peleteros concede los mismos derechos a hombres y mujeres en 1226 y casi todos alemanes. Otro sector femenino la industria de víveres, tahonas (de pan, pasteles, tortas, pastas,) carnicerías, pescaderías, almazaras, viveros y fábricas cerveza. Y ejercían profesiones típicamente masculinas en el sector de la metalurgia y construcción. Pero ciertos indicios permiten apuntar que parece que eran casos de esposas y parientes femeninas de los agremiados, y que ellas no participan activamente como maestras artesanas siempre. Pero al tiempo que se desarrollaban los gremios se cerraban puertas a las mujeres, a medida que avanza el siglo XVI menos frecuente es su participación en estas actividades, y finalmente les estaba prohibido. Su desplazamiento fuera de la vida laboral parece que determinó más su domestificación y la de su trabajo en los siglos XIX y XX. A medida que avanzan mercados, las medidas represoras de los gremios son mayores, incluso prohíben nuevas técnicas de producción, y más el trabajo femenino. En todos los oficios se redujo su número. Estas limitaciones, lentas pero continuas, sitúan a mujeres solas en actividades marginales. Para los clérigos las pobres tienen propensión a la promiscuidad, y en realidad era una terrible realidad social. La prostitución de XIV y XV estaba ya regulada por los concejos, principales beneficiarios de la actividad del encargado del burdel urbano que arrendaba la renta de la mancebía al ayuntamiento. Además aquí estaban protegidas
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frente a la violencia de los clientes, a veces se llaman conventos y estaban dirigidos por una abadesa. En realidad, la mujer sola en la Edad Media queda sin posición social en un mundo de hombres, y a ello se reduce su vida y la limitación de su actividad. Con la muerte del marido se perdía al dueño y señor, y al protector. Pero con toda probabilidad eran las mujeres artesanas las que mayor interés mostraban en casarse por la amenaza a la posición económica y el miedo a la pobreza por la influencia de los gremios. EDUCACION. M. Borrero. La Educación de las mujeres. Y de la acción social y educadora de la Iglesia en España: Edades Antigua, Media y Moderna, Biblioteca Autores. Cristianos, Madrid, 1995, 445-460. Su exposición de principio de base es la siguiente, no la de que las fuentes y el mundo son típicamente masculinos y no se puede estudiar desde otro ángulo: La edad Media es un mundo con unas características mentales e ideológicas que dibujan un tipo de sociedad donde cada individuo, cada grupo, tiene su papel, por lo que su vida se desarrolla de acuerdo con el mismo. Pese a las críticas que se le puedan hacer a ese mundo, que no es labor del historiador, los hombres medievales aplican al modelo un pragmatismo férreo. Así, en el ámbito de la educación se ve que solo acceden a ella aquellos individuos, hombres o mujeres, que la necesitan para el desarrollo de su papel en la sociedad, de su misión que le es propia. A través de este prisma la situación es diferente. Hay que saber qué es educación: educar, en sentido amplio, es preparar a un individuo para el desempeño de unas funciones en el ámbito social en el que se inserta. No se trata exclusivamente de darle unas informaciones de tipo literario, histórico o científico, ni de propiciar el desarrollo de su mente desde un punto de vista meramente intelectual. Educar, es como bien expresan los términos empleados en Edad Media, criar, adoctrinar. Se trata, pues, de una preparación amplia, pero no específicamente profunda en todos los campos, una preparación que adecua a cada persona en concreto para la misión que le espera en la vida. Si algo es característico de esta visión de la educación es su pragmatismo. De nuevo aparece este concepto tan fundamental en los ámbitos de la vida medieval.
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Si aplicamos esta visión a las mujeres estos dos elementos condicionantes pueden sufrir, desde punto de vista diacrónico o sincrónico, transformaciones. En términos generales, en lo relativo al proyecto de futuro, se acepta que son dos las posibilidades de una mujer casarse o ingresar en un convento. Cada propuesta necesita de una preparación específica. Además, de lo anterior se desprende un programa educativo aplicado a la mujer, primero habrá que conocer el objetivo a alcanzar, el ideal femenino al que se pretende ajustar a la niña o doncella. Toda la educación para la mujer girará en torno a dos objetivos: prepararla para que se ajuste a un tipo de mujer que depende de la posición social de la familia y del destino que a su vida se ha dispuesto, y en el terreno práctico proporcionarle exclusivamente aquellas informaciones y prácticas que tengan aplicación concreta para la función social asignada evitando cualquier materia educativa que no se ajuste a esa función o ideal concreto. ¿Cómo se puso en práctica el ideal educativo? Tiene que ver la crianza, el adoctrinamiento, la educación, con dos ambientes diferentes, el familiar y el extra familiar, Para la mujer el primero será más importante sino exclusivo, no se descarta sin embargo la inserción de la niña o doncella en un círculo educativo exterior para determinados sectores sociales y específicas funciones. De los primeros años se sabe poco, depende del grupo las diferencias son enormes. Los niños son separados antes de la madre para comenzar su función. Las niñas quedan con nodrizas, ayas o preceptoras, pero en ambiente femenino y un marco familiar. Aprenderá los valores e ideales femeninos, a ser devota, honesta y virtuosa, buena madre y esposa, y nada mejor que la suya para enseñarla. El párroco puede incidir dependiendo del nivel económico y social, pero poco más. Un escaso número de mujeres alcanzará otra educación. Educación intelectual: Para analizarla es necesario separar las destinadas a la vida religiosa o al matrimonio. De las primeras, las vidas de santas mujeres a imitar, el canto, pt debían saber leer y escribir y nociones de canto. Tras la invasión musulmana, los cenobios femeninos se mantuvieron pero disminuyó su nivel cultural, solo Códice de Leodegunda copiado por esta monja por lo que las escuelas de los monasterios no debieron desaparecer. Pero con las reformas de Cluny y Císter, disminuye
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la actividad docente en ellos y ninguno de estos movimientos reformistas relanzó el aspecto intelectual de los monasterios, la intelectualidad pasa al ámbito urbano, a las Universidades. El carácter docente de los monasterios femeninos se sustituye por el de centros de acogida de mujeres de alto status, asilo para excedentes femeninos de la sociedad., y de labor social como siempre pero ahora en mayor grado. En el periodo final de la Edad Media, cuando las nuevas órdenes aparezcan en el mundo urbano, el monacato femenino paralelo no podrá seguir los ideales de sus homónimos masculinos. Estos se habían lanzado al mundo con el objetivo de predicar y defender la fe, que les llevó a desarrollar sus capacidades intelectuales, pero esos objetivos no son propios de una religiosa, por lo que franciscanas y dominicas no van a ser preparadas en grandes Estudios no van a asistir a las Universidades. Su labor se restringe al mundo cerrado y local, aunque se eduque a las monjas en su seno. Las mujeres que fueron destinadas a la vida religiosa tuvieron educación intelectual, pero en diferente grado según épocas, aunque mantienen su labor docente hasta la aparición de escuelas públicas elementales en algunas ciudades como centros de formación femenina extra familiar sobrepasando así la de la vida religiosa. La preparación para el matrimonio empieza de niñas, en el marco familiar, y como las mujeres no conformaron un grupo social definido cada estrato tendrá un modelo de esposa y madre. Todavía en la Alta Edad Media podría considerarse una cierta educación femenina, pero el declive se produce pronto. El acceso a la cultura intelectual de los laicos a través de escuelas palatinas, episcopales o señoriales, propició la aparición de un grupo de técnicos para la gestión y administración de las casas reales y señoriales, lo que dio lugar al alejamiento de las mujeres de esas actividades. Se va consolidando también la visión de la mujer cristiana en el seno de la familia, su papel se restringe, se acentúan los llamados valores femeninos, limitados a aquello que el hombre no puede desarrollar, la maternidad. Todo contribuye a que la mujer quede fuera de los círculos cultos e intelectuales y se descuide su educación. Habrá que esperar a la aparición de un nuevo tipo de ideal femenino
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en el siglo XII para que las destinadas al matrimonio, solo determinadas mujeres, vuelvan a tener reconocido cierto acceso a la vida intelectual. Nos referimos al ideal cortés, a la dama que brilla en sociedad, que domina la Corte. Se ha afirmado que se trata de representar con ella una estética, un tipo de mujer en el que domine la belleza entendida en su aspecto físico e intelectual. Al irse perfeccionando ese ideal, la dama se va dibujando como mujer culta, bien preparada culturalmente, capaz de conversar, narrar, escribir. Pero es la visión de una mujer noble, fundamentalmente literaria, aunque pudo tener reflejos en la sociedad menos brillantes que en la ficción. Pese a todo desde el siglo XIII la realidad es otra, los tratados didácticos afirman que la lectura es innecesaria para las mujeres, y la escritura nociva. Los auténticos valores femeninos se vuelven a situar en la virtud, la obediencia, la honradez, la castidad. La mujer noble es aquella que cuida ante todo su alma, como refleja Le Miroir de l’Alme, dedicado a Blanca de Castilla. En ese contexto la educación de la noble se entiende como una preparación de fuerte carácter religioso que recibirá en el seno familiar de su madre y preceptores privados o algún convento femenino. La lectura piadosa sería la única incluida. En el siglo XV se llega a nueva situación que afecta a nobles y burguesas e incluso estratos bajos. En el polo opuesto las campesinas, sin elemento intelectual, labores útiles: hilar, tejer, coser y cocinar. En el urbano son más complejas las características de la educación, por valores diferentes y distintos ámbitos mentales y económicos. Aunque se proyecte hacia el matrimonio, su papel es distinto. El cambio se da en este ámbito, siempre parte del cuidado de la casa, pero el hogar burgués es el centro de los negocios familiares para los que es necesario un mínimo de cultura, leer, escribir y contar. Muy pronto la cultura y el dinero son motores de ascenso social. Las mujeres participan en ese fenómeno de ampliación de la cultura intelectual, en calidad de administradora y educadora de hijos destinados a los negocios, de apoyo al marido. Por encima de los cambios sigue estando la mujer devota, honrada y virtuosa, y que su preparación estará fuera del circuito intelectual de los hombres y se teñirá de valores religiosos también, pero en centros específicos fuera del familiar. Por eso aparecen escuelas públicas femeninas en París a fines del siglo XIV, para mujeres de la baja burguesía y mundo
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artesanal que no podían costear preceptores privados. Estas escuelas urbanas podríamos considerarlas laicas, en manos de mujeres no religiosas, casadas preferiblemente, aunque muy raras. Lo normal es que las desarrollasen, en España se ve, mujeres devotas, beguinas y beatas que transmiten además elementos religiosos y normas de conducta. Por otro lado, al final de la etapa hubo un factor decisivo, la labor de mecenazgo cultural de Isabel la Católica. En su corte se ponen en práctica las ideas humanísticas, y a imitación se difunde la cultura en las mujeres. Pero la propia reina, divide la escuela de su corte entre sexos, aplicando la cultura a las princesas con un plan de estudios que contiene hilar, coser, bordar, letras y música. El tema de la pedagogía diferencial femenina es abordado por Luis Vives en La Educación de la mujer cristiana, puede parecer poco avanzado, pero dio un programa de estudios para la mujer. Su teoría es aplicable a cualquier grupo social, mantiene como El Llibre de les dones de Eiximenis del XIV y la labor de Isabel, la posición de la mujer en la vida, matrimonio o religión. La novedad, única, radica en su idea de preparación intelectual es necesaria en cualquiera de las opciones de la vida, y en cualquier estatus. Por ejemplo dice que aprenderá la muchacha juntamente letras, hilar y labrar, muy útiles en la conservación de la hacienda y honestidad que debe ser el principal cuidado de las mujeres, ya que al hombre le toca ganar y a la mujer guardar. Algo que contrasta con lo que decía el franciscano Lamprecht de Ratisbona que sorprendido a fines del XIII “hoy en día incluso las mujeres opinan en materia de teología y algunas saben más de cuestiones religiosas que los hombres más doctos”, y explicaba el fenómeno diciendo que “pues cuando la mujer trata de llevar una vida agradable a los ojos de Dios, su dulce corazón y su fuerza de voluntad, menor a causa de sus escasas dotes intelectuales, le hacen comprender la sabiduría divina con mayor facilidad de lo que cualquier hombre, por naturaleza más duro, podría esperar, puesto que no está preparado para ello”. Esa explicación es para la religiosidad, no para la intelectualidad de los sexos, pero sirve de comparación, y por supuesto que las místicas no eran menos dotadas que ellos intelectualmente. TOMADO DE: http://www2.ulpgc.es/hege/almacen/download/16/16613/mujerbaj.htm
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MUJERES MISTICAS EN LA EDAD MEDIA Julia Emperador
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La Edad Media conoció el florecimiento de grandes figuras místicas femeninas en Occidente. Hildegarda de Bingen encabezó el gran resplandor místico del siglo XIII, en que mujeres como Santa Clara de Asís, Mechtilde de Magdeburgo, Hadewijch de Amberes, Margarita Porète y Santa Catalina de Siena escribieron acerca de su experiencia de Dios en lenguas vulgares en unas obras que denotan su gran cultura y que constituyen el mejor testimonio de la espiritualidad femenina de la época. LA BAJA EDAD MEDIA La Baja Edad Media es el tiempo de Eloísa y Abelardo, de Leonor de Aquitania y de su hija María de Champaña; de las “cortes de amor”; el tiempo de los “lenguajes secretos”, los personajes legendarios y las aventuras prodigiosas; es el tiempo de la leyenda del Grial, de los “fieles de amor” y el “reino de la Dama”, de símbolos alquímicos y numéricos, y de trovadores, que entretejen un mundo nuevo y crean espacios literarios. Es también el tiempo de mujeres que escriben y hablan acerca de lo que les sucede en un espacio invisible: el de su experiencia interior. La mujer perteneciente a las órdenes religiosas, a la nobleza y la alta burguesía, ocupó un papel destacado en la religión, como el poder de importantes abadesas, en la con política con numerosas reinas como Leonor de Aquitania (1122-1204), paradigma de mujer con relevancia política y extraordinaria cultura, protectora de trovadores y que durante casi medio siglo hizo y deshizo en la política europea. La pérdida de derechos civiles por parte de la mujer no sucede durante la Edad Media en buena parte marcada por el derecho germánico, sino por la progresiva introducción del derecho romano, que negaba dichos derechos a mujeres y niños. El misticismo está generalmente relacionado con la santidad. En el Cristianismo se describen manifestaciones físicas sobrenaturales
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denominadas milagros, como los estigmas y fenómenos parapsicológicos. Mística también designa “el conjunto de las obras literarias escritas sobre este tipo de experiencias espirituales, en cualquiera de las religiones”.
Hildegarda de Bingen
Hildegarda de Bingen nació el 16 de septiembre de 1098-1179 en Bermersheim vor der Höhe, conocida también como la Sibila del Rin o Profetisa teutónica. Su vida transcurre en un siglo de ebullición intelectual, religiosa y política. Fue una de las mujeres más extraordinarias de la Edad Media. Gebeno De Eberbach en 1220 recopiló sus escritos proféticos, Speculum futurorum temporum, del que se conservan más de cien manuscritos, que dan idea de su extraordinaria difusión. Poetisa y música que nos ha dejado 78 cantos de alabanza. Visionaria, teóloga, abadesa y médica y a ella le debemos un repertorio sorprendente de las virtudes curativas de la naturaleza.
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Confiada a los ocho años al monasterio benedictino de Disibodenberg, se convierte en su abadesa a los treinta años. Es llamada por el papa Urbano II para que pueda exponer sus visiones ante el Concilio. Es autorizada a exponer su doctrina, y empieza para Hildegarda una intensa etapa de vida pública, y de numerosa correspondencia a través de la cual da sus consejos a obispos y reyes. Su vida es, una mezcla de vida activa y de vida contemplativa. Hildegarda monja, vive en el monasterio, pero tiene presentes y conoce perfectamente los problema políticos de su tiempo. Interviene incluso para intentar poner fin al cisma creado por Federico I al nombrar, por su cuenta, a cuatro papas. El Papa le pide que predique, y ella sale, habla, y predica. Además tiene fama de hacer milagros y curaciones y acuden a ella enfermos de todas partes. Las visiones místicas de Hildegarda se parecen a las de los profetas del Antiguo Testamento. Interpretaba las Sagradas Escrituras a la luz de Dios, aplicándolas a las distintas circunstancias de la vida y son ricas en contenidos teológicos. Hace referencia a los principales acontecimientos de la historia de la salvación, y usa un lenguaje principalmente poético y simbólico. En ninguna de sus obras o escritos, Hildegarda se atribuye a sí misma ningún mérito, se define como “pobre criatura falta de fuerzas”. Todo lo que sabe y hace, es obra de Dios. Las visiones, las revelaciones, las curaciones que realizó, fueron sobrenaturales: “todas las cosas que escribí desde el principio de mis visiones, o que vine aprendiendo sucesivamente, las he visto con los ojos interiores del espíritu y las he escuchado con los oídos interiores, mientras, absorta en los misterios celestes, velaba con la mente y con el cuerpo. No he expuesto nada aprendido con el sentido humano, sino sólo lo que he percibido en los secretos celestes“. (Prólogo del Liber Divinorum Operum) Sus principales obras son un tríptico compuesto por “el Sci vias” o “Conoce las vías” (del Señor), “el Liber vitae meritorum” o “Libro de vida de los méritos” y el último “el Liber divinorum operum” o “Libro de las
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obras divinas”. Otra de sus obras es la Lingua Ignota (1150?) formada por unas 1000 palabras y un alfabeto de veintitrés letras (Litterae Ignotae), de las que solo hay información fragmentaria. Murió el 17 de septiembre de 1179 y fue sepultada en la iglesia de su convento de Rupertsberg, del que fue Abadesa hasta su muerte. Sus reliquias permanecieron allí hasta que el convento fue destruido por los suecos en 1632. Actualmente sus restos se encuentran en la iglesia parroquial de Eibingen. Su biógrafo, Theorich de Echternach, narra así su muerte: «Sobre la habitación en la que entregó su alma a Dios en el primer crepúsculo de la noche del domingo, aparecieron en el cielo dos arcos brillantísimos y de diversos colores que se ensancharon por un gran camino extendiéndose por la tierra en cuatro partes … En el vértice allí donde los arcos se cruzaban surgió una clara luz en forma de círculo lunar que se ensanchó tanto que pareció apartar las tinieblas de la noche de la habitación … Debe creerse que Dios, con este signo mostraba con cuanta claridad había iluminado a su amada en los cielos» El pensamiento de Hildegarda responde, ocho siglos más tarde, a preocupaciones muy actuales: salud psíquica, física, espiritual, ecología. El 7 de Octubre de 2012 el Papa Benedicto XVI le proclamó oficialmente “Doctora de la Iglesia”. Santa Clara de Asis nació el 16-7-1194 en la ciudad italiana de Asis. Fue discípula de san Francisco y fundó la Orden de Damas Pobres de San Damián, llamadas Clarisas, rama femenina de la Orden franciscana. Gobernó con fidelidad exquisita al espíritu franciscano hasta su muerte. La pobreza era la pieza angular de su vocación. Dejó escrito “Cuatro cartas a Inés de Praga” en las que usa un “estilo alto” elegante y un lenguaje florido y elaborado a la manera de la época, según las leyes de la retórica. “Carta a Ermentrudis”, “La Regla” y por
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último el “Testamento” en un estilo mucho más sencillo y modesto con un lenguaje menos retórico.
Santa Clara de Asis.
Murió en San Damián, a las afueras de Asís, el 11 de Agosto de 1253. Fue canonizada solo dos años después por Alejandro IV. “Vete en paz ya que has seguido el buen camino; vete confiada, ya que tu Creador te ha santificado, custodiado incesantemente y amado con la ternura de una madre con su hijo”. “Oh Dios, bendito seas por haberme creado”. Estas fueron las últimas palabras de una gran mística llena de alegría y de amor a Dios y a los hombres. Matilde de Magdeburgo tuvo una sólida educación en la diócesis de Magdegurgo. De niña fue “saludada” por el Espíritu Santo. Hacia la edad de 23 años abandonó su familia para exiliarse como beguina en Magdeburgo. Su vida esta rodeada de cierto misterio Guardó silencio sobre sus experiencias místicas excepcionales. Su confe-
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sor fue el dominico Enrique de Salle, quien la motivó a redactar “La luz rutilante de la Deidad”. Mujer apasionada e inquieta. La espiritualidad de la mística no deja de evocar a Dante y al milenarismo, frecuente en la Edad Media.
Matilde de Magdeburgo
En sus escritos denuncia con virulencia los defectos del clero, del Imperio y de la orden dominicana. En el ocaso de su vida se retira al convento cisterciense de Helfta. Dejó escrito este verso: “Debo, lejos de todas las cosas, darme a Dios, Que es mi padre por naturaleza, Mi hermano por la humanidad, Mi prometido por el amor” (La luz rutilante de la Deidad) Margarita Porete. En el recorrido por las mujeres místicas no se puede obviar a Margarita Porète condenada por hereje a la hoguera en junio de
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1,310, por una comisión de teólogos. También su obra “El espejo de las almas simples y aniquiladas” escrito en francés antiguo, picardo, fue denunciado y el obispo de Cambrai ordena su quema pública. Se tradujo al latín y otras lenguas y tuvo una amplia difusión. El lenguaje, y el formato alegórico de un diálogo entre personajes como el Amor, la Virtud y el Alma, reflejan una familiaridad con el estilo de amor cortés popular en la época, y da testimonio del alto nivel de educación y sofisticación de la Mística.
Margarita Porete
Aunque la mayor parte del libro parece seguir un argumento racional y erudito defiende que el alma debe dejarlo todo, incluso la razón. El “alma aniquilada” es aquella que lo ha abandonado todo excepto a Dios. Una de las características esenciales del libro es su finalidad eminentemente práctica: Marguerite pretende enseñar doctrinas para conseguir la “simplificación”, por ejemplo a través de imágenes. “Él es en plenitud: De Él recibo plenitud” (El espejo de las almas Simples y aniquiladas)
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Hadewijch de Amberes poeta y mística fue una de las primeras escritoras que escribió en la lengua vulgar de su región, neerlandés medio. A su muerte cayó en el olvido y fue en el siglo XIX descubierta de nuevo esta gran contemplativa. Mujer de gran cultura alimentada en particular de San Agustín, san Bernardo y Guillermo de Saint-Thierry, redacta visiones, poemas y cartas donde expone su tema predilecto: el amor. Se conservan cuatro manuscritos entre visiones, cartas y poemas: “Dios, amor y amante”. “El lenguaje del deseo”. En sus poemas, más de 60, ensalza el Amor místico de Dios. Personifica el Amor en una persona y lo incorpora al lenguaje trovadoresco y caballeresco de su época. En versos largos y cortos, plasma la intensidad y emoción del Amor que siente por Dios. De las 31 cartas que se conservan, unas son tratados de vida espiritual y otras son misivas dirigidas a otras mujeres sobre las que podría haber ejercido cierta autoridad. Santa Catalina de Siena predicadora y mística, muestra muy pronto facultades místicas. A los 17 años ingresa en la Orden tercera dominicana. Sus iniciativas políticas fueron numerosas. Su espiritualidad se expresa esencialmente en “el Dialogo”. Estuvo fuertemente marcada por santo Tomás de Aquino, toma de la espiritualidad dominicana la devoción mariana y fue influenciada por san Francisco en el cuidado a los abandonados. Fue enterrada en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma; su cráneo fue llevado a la iglesia de Santo Domingo de Siena y un pie se encuentra en Venecia. En 1970 el papa Pablo VI le otorgó el titulo de Doctora de la Iglesia. La vida y el pensamiento de estas mujeres nos transmiten su profundo y
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hermoso mensaje que impregno su vida y persiste en su obra atravesando el tiempo hasta nuestros días. Estoy en mi despacho, “El rincón de las Musas” leyendo un último verso “del lenguaje del deseo”, una rosa solitaria sube hasta la ventana. A través de los cristales veo perfiladas las cumbres nevadas en el horizonte.
Santa Catalina de Siena
Toda el agua que saca el deseo la bebe el amor, y no se sacia. Amor exige al amor más de lo que la inteligencia entiende.” La noche se acaba, las luces eléctricas bailan en el alba como velas en el mar. Tomado de: http://www.andalan.es/?p=7376
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¿BRUJAS? Muchas de estas mujeres, tildadas también en sentido despectivo como hechiceras o magas, fueron en realidad sabias conocedoras de los secretos escondidos en la naturaleza y de las leyes universales que los rigen. Se nutrieron y recibieron los saberes populares y ancestrales de su cultura contribuyendo a mantener viva la transmisión de la Cosmogonía, pues conocían las analogías que religan los planos del universo, desde los telúricos a los más elevados del empíreo.
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Sabían de las propiedades de las plantas, de los minerales y de los animales y de su sutil consonancia con los ciclos que describen los astros y las estrellas, y también de otras correspondencias con esferas invisibles del cosmos. Practicaron la ciencia hermética de la Alquimia con la que elaboraban fármacos, ungüentos, pomadas, filtros y elixires. Fueron sanadoras, curanderas, comadronas, mujeres medicina o "chamanas", que es como se las denomina en otras culturas y pueblos en los que todavía hoy en día se valora su función sagrada.
Hechiceras romanas
Sus conocimientos no se aplicaban exclusivamente a fines concretos, sino que su acción era sobre todo mágica y teúrgica, en el sentido que los ritos secretos en los que participaban, las invocaciones a las entidades
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ctónicas e intermediarias presididas por el Demonio -en especial durante la celebración del Sabath o Aquelarre-, o la confección de amuletos, talismanes y pantáculos con letras, símbolos numéricos, astrológicos, alquímicos, etc., eran actividades rituales de un alto poder transmutador con las que se vivificaban las energías que conforman y recorren el Universo, sumándose así a la labor de regenerarlo. En Europa se las encuentra en todo tiempo y lugar, empezando por las míticas Circe, Medea y Pasífae, con cuyos poderes mágicos ayudarán a diversos héroes en sus hazañas arquetípicas, siempre relacionadas con la búsqueda de la Identidad y la Inmortalidad, aunque también los engañan y entretienen o hasta los desvían de la senda, apareciendo entonces como el símbolo de los obstáculos y pruebas que debe vencer aquel que emprende una vía de realización espiritual.
Ulises y Circe
Y adaptándose a la geografía y los ciclos de la vida, las brujas o hechiceras no han dejado de habitar en miles de aldeas de toda Europa, alcanzando un gran protagonismo durante la Edad Media y el Renacimiento, momento a partir del cual se inicia una encarnizada persecución que llevará
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a la hoguera a millares de estas mujeres temidas y admiradas, y en todo caso muy incomprendidas por un mundo cada vez más desacralizado y hostil hacia formas no oficiales de encarnación de la Sabiduría. La hechicera no es mala ni buena según la juzga la moral, sino que se mantiene ajena a todo sistema encasillador que pretenda aprisionar el Conocimiento del Cosmos en estrechos límites racionales o dogmáticos. Ella se ha entregado sin reservas a encarnar en su existencia los misterios paradójicos que cada ser porta en su interior, y que pasan por vivir la muerte en vida y renacer de las cenizas, sometiéndose a un orden cósmico convulso que armoniza los opuestos con el soporte de los símbolos sagrados que aprende de sus antecesoras y que descifra en el Libro de la Vida que se abre en su corazón. Tiene conocimientos de botánica, zoología, mineralogía, farmacopea; estudia la ciencia de los ritmos de la naturaleza, observa el cielo y las revoluciones de los astros, cuyas energías atrae con el poder del lenguaje, emitiendo sortilegios y palabras de poder con las que sana, hechiza o maldice, pero por encima de todo las emplea como vehículos de identificación con las fuerzas o energías que ellas mismas nombran. Asiste a los enfermos de cuerpo y alma, atiende a las parturientas, participa en el amortajamiento de los muertos. Se mueve siempre en el fino hilo entre la vida y la muerte, los venenos y los remedios, la enfermedad y la curación. La bruja vuela muy alto. Venciendo el miedo y la pequeñez, la pereza y la comodidad, busca y promueve las rupturas de nivel que la adentran en estados de la conciencia extraordinarios, no aptos para mentes cobardes, pacatas o recatadas. No la atraen los falsos brillos de las apariencias, sino que con furor y a veces violencia penetra los misterios de la Naturaleza y sus leyes inmutables, siempre atizada por el fuego o la pasión de Eros o Amor. Bebe elixires espirituosos y otros altamente venenosos, se unta con sustancias enteógenas que borran los pesados contornos de su cuerpo y de su psiqué individual, y viaja por espacios internos de la conciencia más reales, universales, compartidos por todos aquellos que participan de este viaje arquetípico. Y nunca es una burda ignorante. Una larga cadena de transmisoras la
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han precedido, hembras que han experimentado en y con el alma del ser humano y del mundo, vinculando lo que repta con lo que vuela, los númenes de la tierra con los del cielo, las potencias del inframundo con las energías del empíreo. Investiga sin cesar en el interior de la cabaña, a la lumbre de la débil luz del fuego o del candil, en la fronda del bosque, a la vera de la fuente, descifrando las señales que le hablan de las realidades de un "más allá" que está dentro de su ser, para lo cual se somete con perseverancia a una constante purga y purificación. Vive entre el orden y el desorden, el equilibrio y el desequilibrio, la violencia y la armonía presente tanto en sí misma como en todo lo que la rodea. Es el sujeto y el objeto de sus experimentos; ella es el caldero donde cuece toda la obra, disolviendo y coagulando la sustancia del pensamiento, que ora adopta tintes horrorosos y ora apacibles, tal cual la trama del universo, tejida de luces y sombras, de opuestos que nunca dejan de conjugarse.
Vuelo de brujas pintado por Goya
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Ser desprendido, no se queda nada para sí; no la mueve salvar su pellejo humano que sabe sometido a la ley de la caducidad, sino que su interés se orienta en respirar y ser una con el latido del universo; busca conocer y transitar por los indefinidos espacios invisibles, liberándose de las cadenas de la moral, del dogma, de la razón, de los egos y las miles de posesiones mentales insignificantes. Su labor, empero, es sumamente peligrosa, de alto riesgo, no sólo por el acecho de los que temen o rechazan su libertad y por ello la persiguen y hasta aniquilan, sino porque decidir jugar el juego de la existencia es tarea repleta de obstáculos, trampas, luchas de todo tipo y a distintos niveles que se deben lidiar con grandes dosis de valentía, inteligencia y estrategia, y sobre todo Fe y Amor. Pero ella camina por el estrecho sendero que bordea el abismo, ritmándose a la danza de las fuerzas cósmicas e invocando a todas las potencias, siguiendo sin descanso el empinado ascenso que la hará salir de la rueda de la vida, para lo cual es indispensable que dramatice día tras día los misterios de la Vida y de la Muerte. El rito nuclear en el que participa es el Sabath, tan incomprendido como mal interpretado. Palabra de origen hebreo que significa "cesar", "guardar reposo", "descansar" y "sábado" alude al rito teúrgico en el que las concelebrantes vivifican la auténtica liberación o jubileo, la salida de la rueda de la vida y de la muerte y la experiencia de lo no limitado por nada. La bruja acude a la cita, en un lugar secreto del bosque, donde se reúne con sus acólitas para olvidarse de su condición meramente humana y entregarse a las sagradas cópulas con las energías ctónicas, imagen invertida de las celestes, muriendo entonces a su condición temporal y emprendiendo un viaje por planos de la conciencia libres del espacio, del tiempo, de la forma o el color. La noche central de sus actividades mágicas es la del solsticio de verano, la más corta del año, momento en el que el sol llega a su plenitud en la carrera anual y detiene su ascenso, abriéndose en el calendario una puerta invisible, la llamada Puerta de los Hombres. Las brujas la franquean, y congregadas por la entidad supranatural simbolizada por el macho cabrío, análogo al Baphomet de los Templarios, al Baco romano o al Dioniso griego, ritualizan su unión orgiástica con todas las potencias
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del Cosmos, renovándolo. El aquelarre medioeval es el heredero de las Bacanales romanas o de las fiestas Dionisíacas griegas, un acto teúrgico y de regeneración, donde lo sexual trasciende toda literalidad, y en todo caso es siempre un vehículo con muchos nivels de lectura y realización; fundamentalmente un rito que hace consciente la permanente necesidad de conjugar las dos corrientes polarizadas a través de las cuales el Cosmos genera todo lo que puede ser generado, además de ser el soporte de realización de las nupcias internas que reintegran la Manifestación Universal a su Principio, o lo que es lo mismo, la reminiscencia de un estado primigenio no dual, que la catarsis del aquelarre contribuye a hacer real, vivo, siempre presente.
Bruja en su propio Athanor
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La madre Tierra se abre a las influencias celestes que descienden al centro de la matriz receptiva, fecundándola y dejándola preñada de las indefinidas criaturas, seres y posibilidades de la manifestación. A través del poste ritual, a veces invisible, otros bien explícito, se dramatiza esa penetración, así como la orientación vertical y axial en la que debe ubicarse todo participante en el aquelarre dispuesto a retornar a su origen increado, el estado de unidad que no se halla en otro lugar físico o materializado, sino que es interno, invisible, un nivel de la conciencia, el más alto, previo al abismamiento en el Infinito ilimitado que es en realidad la auténtica Liberación. Tras el aquelarre, la bruja retorna a sus quehaceres cotidianos, siempre vividos como un rito, ahora solitario, oculto a las miradas de los profanos. Su existencia es bien extraordinaria, no porque se perciban señales exteriores, conductas o signos que la hagan excepcional, sino porque vive totalmente inserta en la magia de un mundo sagrado, significativo, revelador del Misterio que se hace presente a través de cada uno de sus poros. Su propia condición femenina, tan afín a los ciclos de la naturaleza, hace de la bruja un ser muy receptivo y presto a reconocer, transitar e identificarse con todas las regiones del alma, o sea del mundo intermediario, el cual religa el cuerpo con el espíritu, ambito en el que se realiza toda la labor de Conocimiento. En realidad ella es una lectora del alma del mundo; alma que es la que mantiene vivo el complejo equilibrio cósmico, y sumándose conscientemente a su juego, la bruja deviene también la mano sabia que escribe en el Libro de la Vida. Pero, ¿con qué herramientas trabaja? Pues con la sustancia del Pensamiento que se va iluminando y revelando en su conciencia a través de los símbolos, intermediarios hoy indispensables para las labores mágicas y teúrgicas, verdaderamente operativos y transmutadores si se penetran y uno se identifica con las energías que vehiculan. Los símbolos, compañeros del camino de Conocimiento, los que han quedado depositados como preciosos regalos en todas las tradiciones: los números y las figuras geométricas, los alfabetos y los libros sagrados, los símbolos astrológicos y alquímicos, los pantáculos y los mandalas. Los hay visuales o sonoros, como el mito y la música, e incluso gestuales, tal los mudras y las
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coreografías que reproducen la armonia y la danza de las esferas.
Aquelarre.
En todo caso, hay que distinguir entre brujas y brujas; aquéllas que se cuelgan la etiqueta y no son más que simples charlatanas y embaucado-
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ras que buscan pequeños o grandes poderes psíquicos para manipular a los que caen en sus redes, cuando no cosas peores, de esas otras anónimas mujeres que se entregan a labores teúrgicas, a ritos cosmogónicos, a secretas invocaciones que mantienen el pulso vital del Cosmos. Y que repiten desde el centro del cubo cósmico donde habitan: Somos viento Y luz Y la sustancia del pensamiento Viento y luz y la sustancia del pensamiento Somos número y armonía Somos la idea Y el símbolo que la refleja Viento y luz Viento, luz y la armonía de la idea El número y el símbolo que lo expresa Viento Y luz Y voz Secreto Libre, la idea. Y el símbolo que la expresa (Fragmento final de Noche de Brujas, de Federico González)
Amuleto con simbolos geometricos y palabras
http://la-caracola.es/biografias.html#tejedoras
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DIFAMACION Y DEFENSA DE L PASAJES OBL
Muchas de estas mujeres, tildadas también en sentido despectivo como Pedro Carlos Lo hechiceras o magas, fueron en realidad sabias conocedoras de los secrede Fede tos escondidos en la naturaleza y de las leyes Universidad universales que los rigen. Se nutrieron y recibieron los saberes populares y ancestrales de su cultura contribuyendo a mantener viva la transmisión de la Cosmogonía, pues conocían las analogías que religan los planos del universo, desde los telúricos a los más elevados del empíreo. Hechiceras romanas Sabían de las propiedades de las plantas, de los minerales y de los animales y de su sutil consonancia con los ciclos que describen los astros y las estrellas, y también de otras correspondencias con esferas invisibles del cosmos. Practicaron la ciencia hermética de la Alquimia con la que elaboraban fármacos, ungüentos, pomadas, filtros y elixires. Fueron sanadoras, curanderas, comadronas, mujeres medicina o “chamanas”, que es como se las denomina en otras culturas y pueblos en los que todavía hoy en día se valora su función sagrada. Brujas con el caldero bajo influjos celestes Sus conocimientos no se aplicaban exclusivamente a fines concretos, sino que su acción era sobre todo mágica y teúrgica, en el sentido que los ritos secretos en los que participaban, las invocaciones a las entidades ctónicas e intermediarias presididas por el Demonio -en especial durante la celebración del Sabath o Aquelarre-, o la confección de amuletos, talismanes y pantáculos con letras, símbolos numéricos, astrológicos, alquímicos, etc., eran actividades rituales de un alto poder transmutador con las que se vivificaban las energías que conforman y recorren el Universo, sumándose así a la labor de regenerarlo.
LA MUJER EN LA EDAD MEDIA Resumen: Este estudio considera algunos destacados autores y textos LIGATORIOS
ouzada Fonseca
eral de Goias Brasil
antifeministas del siglo XII hasta comienzos del XV, analizando la imagen que ellos brindan acerca de la mujer medieval. De tal manera, son estudiadas las principales manifestaciones de esa corriente antifeminista, desde sus raíces clásicas y en la literatura patrística hasta las adaptaciones vernáculas de la tardía Edad Media. Finalmente, se ofrece una visión analítica y crítica de algunos aspectos de la misoginia de ese período, como así también de la incipiente defensa de la mujer emprendida por cierta literatura de la época. Sommaire: Cette étude tient compte d’un certain nombre d’auteurs et de textes antiféministes particulièrement intéressants compris entre le XIIe siècle et le début du XVe à partir de l’analyse de l’image de la femme qu’ils nous offrent. On étudie ainsi les principales manifestations du courant antiféministe depuis ses racines classiques et patristiques jusqu’aux adaptations vernaculaires du Moyen Âge tardif. On offre, enfin, une visión analytique et critique de certains aspects de la mysoginie de cette période, ainsi que les tous premiers aspects de la défense de la femme entreprise par un certain côté de la littérature de l’époque.
Summary: The present article analyzes the work of certain anti-feminist authors who composed pictures of medieval women during the period between the twelfth and fifteenth centuries. The main roots of this anti feminism can be traced in the classical world and in patristic literature, to finally reach its late medieval vernacular adaptation. The author of the article finally analyzes and criticizes certain characteristics of the period’s prevailing misogyny, as well as the first manifestations in defense of women which appear in literature towards the end of the period. Sin la intención de reproducir aquí una letanía sobre todo lo negativo que se ha dicho sobre la mujer en el período medieval, el presente estudio comienza con los infelices y ultrajantes pronunciamientos antifeministas escritos en ese período, sea por personas involucradas con la práctica de la vida religiosa, sea por otros, autores de escritos del género secular. Y ese inicio se propone por una razón obvia: en todo el período medieval, que presenta características patriarcales, se puede apreciar la presencia de una mayor cantidad de textos de naturaleza misógina que de textos favorables y defensores de la mujer. A pesar del riesgo de la generalización, se puede considerar que uno de los pensamientos omnipresentes en ese antifeminismo medieval fue exactamente aquél que encontró cierto deleite en caracterizar a la mujer como un animal (bestia), siendo aquí digna de recuerdo la figura de la serpiente o de otra criatura tanto o más venenosa. Además de esa característica estratégicamente naturalizadora, la tradición de ese antifeminismo recurría preferentemente a otras, que eran mencionadas según un inventario fabuloso de las más negativas y perversas características femeninas. Normalmente retratada como celosa de sus rivales y excesivamente locuaz (virulentis sermonibus), además la mujer era criticada por ser una compulsiva y egoísta derrochadora, frívola, disimulada e incapaz en relación al conocimiento y entendimiento de las cosas superiores. De la inmensa cantidad de textos misóginos medievales, es consenso, más o menos general, entre los estudiosos del tema, que los escritos de Teofrasto (c. 372-288), de san Jerónimo (c. 342-420) y de Walter Map (c. 1,140-1,209) constituyen referencia clásica. El antimatrimonial e in-
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fluyente, pero desconocido, Liber de nuptiis, de Teofrasto fue, con invocada autoridad, citado y apropiado por san Jerónimo en su Adversus Jovinianum (c. 393). En ese libro, el santo convincentemente disuade a los verdaderos cristianos del casamiento1. La obra de san Jerónimo motivó grandes obras pro-celibato como, por ejemplo, la Theologia Christiana (c. 1,124) de Abelardo (1,079-1,142) y el Policraticus (c. 1,159), de John de Salisbury (c. 1,115-1,176). Walter Map no se quedará atrás, en esa lista misógina, con su no menos virulenta y antimatrimonial, The Letter of Valerius to Ruffinus, against Marriage (c. 1,180)2. Finalmente, no de menos importancia, se encuentra el más triste de los libros de sabiduría de la Biblia medieval, el Eclesiastico3. Para ese trío, como para tantas otras obras misóginas de este tipo, la vida doméstica de casado era una verdadera desgracia, mientras que el celibato era considerado como una condición de excelencias morales, intelectuales y espirituales. Todo ello, de forma política, servía para eternizar el monopolio masculino de la cultura literaria, relacionándolo con el estado civil ideal tanto para los hombres como para las mujeres piadosas y devotas de la vida cristiana. Sin embargo, al tener en cuenta seriamente textos antifeministas como esos y otros del pasado, se podría inicialmente reflexionar acerca de la posibilidad de que hayan surgido de una tradición. Y, si esa fuese la situación, inquirir sobre cuáles de ellos serían los fundadores, escritos obligatorios. A pesar de ser muy vasto el asunto, aun así, cuando se investigan las raíces de ese antifeminismo medieval, un original pasaje obligatorio se remonta a la antigua ley judía y al crepúsculo de la cultura griega. En este caso, se sabe cuánto Hesíodo (c. 750 a.C.) maldecía la plaga del mal, introducida en el mundo a través de la mujer4. Ovidio (43 a.C.-18 d.C.) -cuyos antecesores misóginos fueron temporariamente perdidos de vista en el período medieval- constituye un nombre obligatorio en la larga lista de antiguas y tradicionales sátiras contra la mujer. Otra importante dirección de ese precedente antifeminismo tradicional, difundido y reelaborado para atender la ideología político-religiosa de la Edad Media, son los antiguos estudios de fisiología y de etimología. Aris-
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tóteles (384-322 a.C.), en De generatione animalium5 y Galeno (131201), en De usu partium (finales del siglo II)6, subestimaron el cuerpo femenino como deformado e impuro, ante la perfección del cuerpo masculino, con su eficaces propiedades generativas e intelectivas7. Por una especie de habilidoso cortocircuito, las condenas de la naturaleza y de la fisiología femeninas correspondieron a pronunciamientos misóginos surgidos a partir de un criterio lingüístico, siendo aquí ejemplo impar la influyente enciclopedia Etymologiae, de san Isidoro de Sevilla (c. 570-636), donde se trata el origen de las palabras relacionadas a la naturaleza y a la fisiología sexual de la mujer. Todavía en esa obra se comenta el poder destructivo, maléfico y monstruoso del menstruo8. En ese aspecto particular, el santo no solamente seguía lo que decía Plinio sobre el asunto en Naturalis Historia (siglo I) sino también iniciaba una sólida tradición de nombres que trataron acerca de los daños provocados por la sangre menstrual, alcanzando a ser, aun, tema tratado en el conocido libro De miseria conditionis humane, del papa Inocencio III (1,198-1,216)9. De acuerdo con la idea de la impureza de la menstruación, las voces del canon religioso de la Edad Media consideraban que la relación sexual con una mujer en ese estado implicaba un riesgo para el hombre, pues podría enfermarse e incluso contraer lepra10. En el terreno de la fisiología de raíces aristotélicas, consideraciones vistas como científicas acerca del cuerpo y de las funciones femeninas trataban la menstruación como una incapacidad de la mujer que impedía su evolución hacia la forma más completa del desarrollo humano, es decir, el hombre. Varias son las voces de la misoginia medieval que tratan sobre la naturaleza destructiva y corruptible de la sangre menstrual. Sin embargo, la de san Isidoro de Sevilla sobre el asunto es una expresión definitiva al respecto. Dice el santo que “del contacto con esta sangre menstrual, las frutas dejan de germinar, el mosto queda agrio, las plantas mueren, los árboles pierden sus frutos, el metal se corroe con la oxidación y los objetos de bronce se ennegrecen. Cualquier perro que la consume contrae rabia. El betún, que resiste tanto al metal cuanto al agua, se disuelve espontáneamente cuando se contamina con esa sangre”11. No sólo las impurezas
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que la mujer expelía eran motivo para la paura ginecofóbica del hombre. El sexo femenino en general y su inexorable poder de seducción ejercido sobre los hombres eran considerados no sólo biológicamente adversos sino también de infalible capacidad de destrucción. A pesar de las interdicciones impuestas por la doctrina religiosa en la investigación de la anatomía y fisiología humanas en la Edad Media, la autoridad de ciertos pensamientos científicos acuñados en la Antigüedad fue convenientemente acatada. Uno de ellos se refería a la excelencia del semen masculino, explicada por el mayor calor naturalmente presente en el cuerpo del hombre. Con el redescubrimiento de los escritos de Aristóteles, ese y otros postulados acerca de la generación tuvieron impacto a partir del siglo XII. El filósofo griego había reducido el papel de la mujer, en la generación, al de materia prima, a la espera de la acción formadora o activa del semen del hombre. De origen aristotélico es la idea discriminatoria de la pasividad de la mujer en la procreación puesto que, considerada como un “macho deformado”, ella contribuía apenas como semilla inactiva. La considerable autoridad de Aristóteles fue ciertamente responsable por la perduración medieval de la reducción de la mujer a la materia, mientras el hombre, en la ecuación alma-materia, proveía el alma, que se encontraba en estado superior sólo en el sexo masculino. Por esa y otras razones, el fisiologismo de Aristóteles y de Galeno acerca de la excelencia del macho sobre la precariedad y los defectos de la hembra fue frecuentemente glosado durante el período medieval como, por ejemplo, en el tratado ginecológico, popularmente conocido en el siglo XII, De secretis mulierum, espuriamente atribuido a Alberto Magno12. Ya que el semen fue considerado como una especie de residuo de sangre altamente depurado, se supuso, en la opinión transmitida por esos pensadores de la Antigüedad, que la frecuente actividad sexual literalmente drenaría la vitalidad de la sangre del hombre, causándole deficiencias13. La metáfora máxima, nunca antes acuñada para caracterizar el sentido simbólico destructor del cuerpo femenino, fue, sin duda, la del aprovechamiento del antiguo miedo de la vagina dentata para significar el por-
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tón del Infierno del imaginario religioso medieval: “La cristiandad medieval hizo de la vagina una metáfora del portón del infierno y revivió la antigua imagen inductora de miedo de la vagina dentata (vagina dentada) que podía arrancar el pene del hombre”14. Por lo que se sabe, ninguna mujer antes de Christine de Pisan (1,365-c. 1,430), trató textualmente de señalar el absurdo de muchos pensamientos negativos de la naturaleza femenina. En Le Livre de la Cité des Dames (1,405-?)15, como en otros escritos suyos, es realmente admirable su sabiduría y su ingenio retórico por desarmar muchos elementos claves de ese discurso antifeminista. Notable, por ejemplo, es la sagaz argumentación a favor del ennoblecimiento del origen genésico de la mujer, que la autora construyó a partir del conocido “topos de la costilla de Adán”16, motivo muy glosado en varios textos medievales en defensa de la mujer como, por ejemplo, en el mandamiento VI, capítulo 4, del anónimo Dives and Pauper (1,405-1,410)17. Toda esa discriminación acerca de la naturaleza y de la fisiología femenina comportaba -en el antifeminismo de la Edad Media- una relación tendenciosa entre lo teológico y lo ginecológico18. San Agustín (354-430), uno de los pilares de la cristiandad, sólo en apariencia no discriminó el lamentable estado corpóreo de la mujer, al seguir la enseñanza de Galateus 3:26-28 acerca de la equivalencia teológica de los dos sexos. Aun así -y no concordando, en De Trinitate, con la reducción de la mujer a lo corporal-, la consideraba perturbadora de la serenidad y de la espiritualidad de la mente masculina y señalaba la instigadora predisposición femenina respecto de las demandas materiales y sensoriales19. San Ambrosio (c. 339-397), en De Paradiso (c. 375), propuso una interesante alegoría de la caída de Adán y Eva, en la cual la mujer representaba los sentidos del cuerpo y el hombre, la mente. Completaba el santo su pensamiento diciendo que los placeres agitaban los sentidos, los cuales, a su vez, afectaban la mente20. Los primeros Padres de la Iglesia siempre se mostraron preocupados por la cuestión de la proximidad y de la compañía femenina. Reflexionando
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sobre las consideraciones de san Pablo acerca de la perturbación que el casamiento y la familia podrían representar no sólo para la consolidación institucional del cristianismo sino también la excelencia mental y espiritual del hombre, consideraban problemática dicha compañía. Sobre este tema opinó san Jerónimo. Fundamentado en Mateo 19:12, en su Adversus Jovinianum señaló la felicidad que representaba, en lugar de servir a una esposa, servir a Dios, haciéndose eunuco para el reino del Cielo21. Esa distracción matrimonial y familiar podía ser evitada a través del celibato. No obstante, en la práctica, el obstáculo mayor era la reducción de la mujer a un irrefrenable arsenal de vicios y a su lasciva invitación al hombre para pecar, dañando su alma22. Por el sólo hecho de meramente existir o cultivar su apariencia o semblante, se impuso la metáfora de la mujer como una mortífera espada desenvainada y un peligroso pozo destapado23. Esa terrible imagen misógina puede ser atribuida, entre otras fuentes, en Tertuliano (c. 160-c. 225), en su De cultu feminarum (siglo I o II)24 y en el The Ancrene Riwle25, un tratado anónimo del siglo XIII o anterior a esa fecha. Asociado a los temas metafóricos de la mujer imaginada como pozo o espada desenvainada, recurrentes en la literatura medieval, se encontraba el asunto de la mirada impura y embustera femenina, frecuentemente glosado por los Padres de la Iglesia como, por ejemplo, las advertencias de san Juan Crisóstomo (c. 347-407)26. Tales pronunciamientos e imágenes terminaban por caracterizar a la mujer como un recurso desdichado, una perpetua fuente de desavenencias y discordias. Todo eso puede ser apreciado en el Adversus Jovinianum, de san Jerónimo, fiel heredero de las ideas de Ovidio, en Amores27y de Juvenal (principio del siglo II), en la Sátira VI28. La visión de esa embustera disposición de la mujer, no raras veces considerada promovida por el diablo, reforzó la idea del monopolio del hombre en la predicación y en la práctica de actividades religiosas sagradas. En ese sentido, rarísimas fueron las excepciones que aparecieron a favor de la emancipación religiosa de la mujer29, tal como lo que proponían los valdenses (siglo XII) y los lolardos (1,380-90)30.
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Uno de los principales defectos de la mujer asociaba a su natural predisposición para la incontinencia -verificada en todos los sentidos- con su compulsiva, copiosa y excitante habladuría, tal como la de la esposa en The Wife of Bath (c. 1390-95), de Geoffrey Chaucer (c. 1,343-1,400)31. Tal vez uno de las más intrigantes paradojas, en boga en el siglo XII, haya sido exactamente ésa: una ascética obsesión en condenar a las mujeres que querían mirar y ser miradas, negando acerbamente su mera realidad, favorecida por la práctica de una adoración cortés de su imagen32, nunca totalmente exenta de subyacentes ambivalencias de erotismo33. Es de pensar aquí si ese miedo del poder de erotización y de la prodigalidad sexual de la mujer no comportaba para el hombre una aprensión o complejo de inferioridad, que él podría superar gracias a la actitud de circunscribir a las mujeres al nivel de las más indecentes y libidinosas criaturas. Ideas de ese tipo -y de que la lujuria del amor afeminaba a los hombresaparecieron con increíble insistencia en el pensamiento medieval como, por ejemplo, en san Isidoro de Sevilla, en sus Etymologiae34, Jehan Le Fèvre (siglos XIV-XV), en sus Les Lamentations de Matheolus (c. 1,37172)35, Andreas Capellanus (siglos XII-XIII), en su De amore (c. 1,185)36 y John Gower (1,325?-1,408), en su Confessio amantis (1,386-90)37. La situación de reducir a la mujer a la libido la presentaba, entre otras cosas, como carente de inteligencia y de razón desarrolladas; sólo era capaz de pequeños consejos y tomas de decisión inmediatas. Sin tener en cuenta que las mujeres eran verdaderamente capaces, los narradores medievales se sorprendían por el hecho de que muchas heroínas de los fabliaux sobrepasaran a sus torpes maridos con pruebas de notable previsión38. Tales aspectos fueron retomados, en defensa de la mujer, en la discusión que sobre ellos hizo Christine de Pisan en su Le Livre de la Cité des Dames39. En el inicio de este estudio, fueron mencionadas algunas obras antifeministas siempre recordadas, de manera inmediata, cuando se discute la misoginia medieval. No obstante, se puede considerar que la tradición literaria era, en ese terreno, muy compleja, basada en aquello que hoy
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se puede denominar precedente o, en una terminología teórica, hipotexto. Entre los Padres de la Iglesia de los seis primeros siglos después de Cristo, precedente era un extenso conjunto de citaciones bíblicas, discretamente reforzadas por fragmentos provenientes de la literatura romana. Entre los escritores de textos antifeministas del siglo XI en adelante, precedente aludió a la primera ola de textos feministas como, por ejemplo, el Adversus Jovinianum, de san Jerónimo, que fue retomado en el siglo XII, The Letter of Valerius to Ruffinus, against Marriage, de Walter Map y el De amore, de Andreas Capellanus. Además de esas fuentes, sucintamente mencionadas, precedente significó, entre los escritos antifeministas a partir de aquella fecha, un número relativamente pequeño de lúgubres consideraciones sobre las mujeres, provenientes de los libros bíblicos Proverbios, Eclesiastés y Eclesiasticus -hoy considerado apócrifo-, la segunda de las narrativas gemelas de la Creación tratada en el Génesis, juntamente con el relato de la caída y de la punición de Eva, ciertas historias de celebrados héroes bíblicos que habían caído en el pecado del sexo, las epístolas de san Pablo, máximas o aforismos de Ovidio, Juvenal, Virgilio y otros, tales como Valerius Maximus -quien fue un notable compilador de una colección de anécdotas, del primer siglo después de Cristo- y afirmaciones extraídas, a través de los años, de escritos de los Padres de la Iglesia. Ese corpus antifeminista se caracterizó, de manera bastante compacta, por una obcecada recurrencia homogénea a sus ejemplos, tornando esa tradición en una intrincada red de relaciones muy estrechas entre los textos, de curiosas entre-lecturas. De manera no casual, las citas eran descontextualizadas. Así ocurría frecuentemente con aquellos párrafos extraídos del libro de los Proverbios, cuando una referencia condenatoria a una mujer, considerada mala o rara, era seleccionada sin tener en cuenta que un pasaje inmediato podía realizar un elogio de una buena mujer40. Sin embargo, mucho más desconcertante que esa simple descontextualizaciónfue la manipulación de una cita integral, a fin de extrapolar o anular su sentido respecto del contexto original, resultando en una postura condenatoria de la mujer. Es el caso de la parcialidad que se observa en
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la condenación de Betsabé, puesto que en la Biblia no se entiende si ella había tenido el propósito de seducir al rey David para cometer con él el pecado del adulterio. Pretextos antifeministas como ése constituyeron un atributo verdaderamente mal intencionado de muchos comentadores misóginos. Estaban tan arraigados en la práctica que, todavía en 1,983, Conroy desconfiaba de la integridad moral de Betsabé41. Por lo que se puede observar, la misoginia medieval da la impresión de haberse constituido como un verdadero depósito de textos misceláneos, donde proverbios antifeministas e imprecaciones bíblicas contra las mujeres se mezclaban con otros de igual tenor, yendo y viniendo en la búsqueda de fuentes, dando la impresión de repetir las mismas fórmulas y convenciones, las mismas voces resonantes e incansables de lugares comunes42. Además de las condenas anteriormente señaladas, se imputaba a las mujeres -como una especie de defecto primario-, el compulsivo vicio de gruñir constantemente, asociado a una incontinencia verbal abusiva y licenciosa43, propia de una lengua burlesca44. El énfasis en esa clase de incontinencia femenina, referida a su incapacidad de mantener la discreción y de alejarse de la presunción, además de las indicaciones bíblicas, remonta a san Juan Crisóstomo que, en su Homilía IX, acerca de la carta de san Pablo a Timoteo, culpó a Eva por arruinar todo, en el minuto en que ella abrió la boca en el Paraíso45. A pesar de haber en esos textos antifeministas una recurrencia consistente a ciertas imágenes y motivos, eso no parece constituir un sistema, con principios y patrones que estructuren su expresión. No obstante ese hecho, algunas características que dan cohesión a esa postura antifeminista pueden ser señaladas. La primera de ellas es el hecho de que los tratados misóginos, como por ejemplo Les Lamentations de Matheolus, de Le Fèvre, han sido estructurados de forma extremadamente libre, con tiradas e invectivas, cuya yuxtaposición parecía realmente desafiar cualquier sentido de orden lógico46. La segunda es la presencia de una relativa escasez de modelos recibidos de la tradición antifeminista literaria, teniendo el autor que basarse, muchas veces, en modelos de otros géneros
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de la escritura medieval. A pesar de esa falta de estructuración, algunos modelos tradicionales de escritura fueron tomados por el antifeminismo medieval. El más común de ellos fue el catálogo de ejemplos ilustrativos de mujeres notables por su lascivia, frecuentemente encabezados por Parsífae. Ese modelo, que todo indica derivado de Ovidio, incluía también la forma de panegírico, en que las buenas y virtuosas mujeres bíblicas servían como contraste, de efecto retórico negativo, para denigrar a las malas. En este caso, la heroína del Libro de Judit conducía un desfile de mujeres notables, sin embargo renombradas por las cualidades varoniles ya exigidas por san Pablo. Walter Map, en su The Letter of Valerius to Ruffinus, against Marriage, fue uno de los grandes divulgadores de ese tipo de catálogo, consiguiendo, con él, atraer una enorme cantidad de comentarios académicos, con propuestas educacionales. Otro modelo derivaba de Juvenal, de su conocida Sátira VI que, desaconsejando el casamiento, catalogaba a ciertas mujeres romanas, satirizadas por su impropiedad para el matrimonio. Otro modelo -tal vez el más influyente debido no solamente a su concisión sino también a su aureola de autoridad clásica- fue el supuesto libelo de Teofrasto acerca de la discusión sobre el casamiento. Incorporado al Adversus Jovinianum, de san Jerónimo, ofrecía sagaces comentarios misóginos, como aquél que trataba acerca de la imposibilidad de asegurarse la fidelidad de la mujer ya que, si fuera bonita, atraería un enjambre de amantes y, se fuese fea, iría a la búsqueda de ellos. El Adversus Jovininanum constituyó, para la época, una especie de pequeña estocada, principalmente acerca de las desventajas del casamiento. No obstante, no proveyó ninguna fórmula general pero sí una secuencia de fórmulas individuales. De éstas, las más apreciadas versaban sobre los modos de hablar de las esposas y en la equiparación de todas para probar que, ricas o pobres, bonitas o feas, siempre significaban problemas. Finalmente, otro modelo consistía en el recurso expresivo de pretensiones
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en primera persona, utilizado por el lenguaje femenino. El propio monólogo de The Wife of Bath, de Geoffrey Chaucer, atestiguaba el enorme potencial que podía encontrarse en ese modo de reclamación en primera persona, del cual una pequeña muestra ya podía verse en el ensayo de Teofrasto y en Juvenal. Ese modelo podría, también, ser identificado en partes de La Veuve (siglo XIII), de Gautier Le Leu (1,210-?) 47, en Les Lamentations de Matheolus, de Le Fèvre y en Il Corbaccio (c. 1,355), de Giovanni Boccaccio (1,313-1,375)48. La selección de referencias hechas en este estudio sobre la misoginia en Edad Media es, en la realidad, sólo incipiente. En la lista de autores y textos presentados, se podría incluir también nombres como Hildebert de Tours, Hugues de Fouilloy, Pierre de Bois y muchos otros. También en ella podrían ser incluidas comedias medievales, numerosos poemas cortos -como, por ejemplo, los seleccionados por Fiero49- y producciones en diferentes lenguas vernáculas como, por ejemplo, las de Juan Ruiz, Cecco d’Ascoli y Deschamps. En verdad, según observó Christine de Pisan, en Le Livre de la Cité des Dames, existió una verdadera corriente de ese tipo de escritos, que evidencian que la cultura literaria medieval fue unívoca en su denuncia de la femineidad50. La práctica del discurso antifeminista medieval, muchas veces representada por la simple costumbre o el gusto por la denuncia misma, lleva a suponer que la intelligentsia del período consideró las fórmulas retóricas de la misoginia como un juego o una arena apropiada para mostrar sus dotes literarias. John de Salisbury, comentando sobre el gusto de los escritores, de cualquier época, de hablar contra la frivolidad del sexo, llegó al punto de considerar que la misoginia tal vez no pasase de invención. Pero concluyó que las mujeres se infatuaban fácilmente y nutrían el odio sin medida51. Tal vez ningún escritor se haya acercado tanto a la conclusión de que la misoginia medieval era una especie de deporte como Jehan Le Fèvre que -declarando haber llevado sus argumentos acerca de la mujer a su conclusión lógica- aun así no consiguió liberarse de lugares comunes y otros similares, acuñados por una larga tradición, para representar su figura52.
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Lo que puede conllevar a la consideración de que las actitudes misóginas de muchos textos medievales podrían tratarse simplemente de un juego es el ejemplo del propio Le Fèvre que, probando que podía jugar de los dos lados, describió las acusaciones antifeministas de Les Lamentations de Matheolus y luego, después de escribirlas, las refutó, una por una, en su Le Livre de Leesce. Antes que él, Marbod de Rennes (c. 1,035-1,123), había ejemplificado esa dualidad en De meretrice y en De matrona que, constituyendo respectivamente los capítulos III y IV del Liber decem capitulorum, emparejaban ataque y defensa de la mujer. Fuese o no un juego o un deporte, la verdad es que la mujer era siempre el objeto de un jugador que controlaba permanentemente la situación. El hecho de que la misoginia, tal como era practicada en la Edad Media, podía ser un juego como ejercicio de habilidades retóricas, presenta el riesgo de subestimar y desvalorizar la cuestión. Aun sin poder negar que existió, en el tratamiento de la misoginia medieval, un elemento de pasión por el debate per se, también existió mucha provocación tendenciosa y política en dicho debate, como para que él pueda ser considerado sólo como algo no serio y deportivo. En ese caso, basta recordar que, como saldo de ese debate antifeminista, resultó, entre otras cosas, la incriminación de la responsabilidad femenina en la caída y en el pecado original y, a partir de allí, la constante exclusión de la mujer del servicio y de la vida pública. En la mejor y más inocente de las hipótesis, la misoginia, tal cual se manifestaba en la Edad Media, puede ser considerada como un simple ejercicio de habilidades dialécticas y retóricas, no condenable por su inconsecuencia, frivolidad e inocuidad. Si ese es el caso, entonces qué decir sobre la indignación de varios escritores medievales acerca de esa práctica discriminatoria que degradaba la realidad femenina. Hubo, no cabe duda, pendiente de esa literatura antifeminista medieval, una contraparte suya que, a pesar de recelosa, constituye una especie de respuesta en favor de la mujer. Esa clase de literatura medieval pro-mujer estuvo representada por textos de los más variados géneros. Merecen ser destacados los siguientes, en sus ediciones originales o en traducción:
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The Thrush and the Nightingale (finales del siglo XII), de autoría anónima53, el De matrona, el Liber decem capitulorum, de Marbod de Rennes54, la Carta 6, De auctoritate vel dignitate ordinis sanctimonialium, de Abelardo55, el Liber consolationis et consilii (1,246), de Albertano de Brescia (c. 1,193-?)56, la respuesta, de autoría anónima, el Li Bestiaire d’Amor (c. 1,250), de Richard de Fournival (1,201-?)57, The Southern Passión, texto anónimo, fechado antes de 1,29058, la Confessio amantis, de John Gower59, el Tratado en refutación de Walter Brut, posiblemente de autoría de John Necton y William Colville y el Registrum, del obispo Trefnant (ambos, el Tratado y el Registrum, se referían al juzgamiento (1,391) de Walter Brut, que defendía el derecho de que las mujeres enseñaren y predicasen en público, así como de que ejercieren ciertas funciones religiosas consideradas sagradas y privativas de los hombres)60, el Dives and Pauper, de autoría anónima61, el Merelaus imperator, contenido en la Gesta romanorum (inicio del siglo XIV), de autoría anónima62 y, finalmente, L’Epistre au Dieu d’Amore (1,399)63, la Querelle de la Rose (c. 1,400-c. 1,403)64 y Le Livre de la Cité des Dames (1,405)65, de Christine de Pisan. Habiendo mencionado aquí que muchos antifeministas medievales defendieron lo que atacaron, se debe preguntar lo que existía, antes del siglo XII, en términos de literatura pro-mujer. En la época de los Padres de la Iglesia, varias clases de panegíricos femeninos, de autoría masculina, ya eran conocidos. Tales panegíricos se relacionaban con tres modelos de perfección, incentivados como pasibles de ser alcanzados por las mujeres, a saber, la fidelidad de la vida de esposa, la viudez casta y la virginidad. Esta última era considerada -en los catálogos de heroínas del Viejo Testamento, comentados por san Jerónimo y san Ambrosio- como la virtud de más alta admiración. Los principales modelos para el elogio de la virginidad femenina podían ser encontrados en las Vitae de las santas mártires de la Iglesia que, a ejemplo de la pionera santa Catalina de Alejandría, martirizada en 307, defendían con decencia y fortaleza su castidad, transcendiendo su sexo66. Era natural que, en relación a la virginidad, la Virgen María era el modelo fundamental, derrotando a los adversarios antifeministas con la simple
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mención de su nombre, como ocurre, por ejemplo, en The Thrush and the Nightingale. Sin embargo, hay una ironía respecto de la Virgen María por parte de los antifeministas medievales. Porque, a pesar de su nacimiento haberla hecho única en su género, la constituyeron en modelo supremo de las simples vírgenes mortales, si la exigencia de la moralización iba más allá de los ejemplos que Sara, Rebeca, Ester, Judit, Ana, Noemí y muchas otras podían dar. Esto ocurría porque, las características de María, en una especie de efecto colateral, servían para subrayar las faltas de las mujeres normales, en tanto la Virgen quedaba redimida completamente de esas faltas. Es impresionante la descripción, de sublime beatitud y santidad, de la Virgen María hecha por san Ambrosio en su tratado sobre las vírgenes; descripción ésta que con seguridad servía para humillar y ubicar en posición inferior a cualquier mujer de la época, hija de simples mortales en el muestrario de las falencias e imperfecciones de la vida destruida por el pecado. Sin embargo, san Ambrosio había escrito que la Virgen María era intocable por la culpa, de palabra sobria, sin envidia de sus compañeras. Tampoco había nada de tendencioso en sus expresiones, nada extraño en sus actos, no había en ella movimiento frívolo, ni paso indeciso, ni su voz era petulante67. Dado el contexto misógino en que tales consideraciones fueron escritas, puede parecer que san Ambrosio, a través de la descripción de la Virgen, estuviese contribuyendo en apuntar las faltas que el lector implícitamente registraba, una por una, como prevalecientes en el sexo femenino. En la mejor de las hipótesis, al mirar de nuevo la imagen de las vírgenes que ofrece san Ambrosio, se podría considerar que él había caído en la trampa de intentar defender a la mujer por medio de una mera negación de los motivos de su acusación. Reflejos de ese tipo, acerca del sexo femenino, centrados en la visión del hombre, no eran infrecuentes en la Edad Media. Para la visión androcéntrica, esa cuestión de la virginidad y del celibato de la mujer devota y espiritualizada constituía, naturalmente, una solución para la tranquilidad mental y espiritual del hombre.
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Poco o casi nada se sabe de la cuestión desde el punto de vista de las mujeres que, muchas veces, preferían mantenerse vírgenes para no sufrir los abusos, las amarguras y los dolores del casamiento. De cualquier manera, vírgenes o casadas, las mujeres eran siempre accesorias a las disposiciones de los hombres, víctimas de sus comentarios detractores y discriminatorios. Muchas veces, el propio elogio que se hacía de ellas constituía el fundamento de una visión opuesta, preocupada en conceptualizarlas más por su naturaleza68. Aun en las pocas ocasiones de defensa de la mujer medieval, parece que hubo un gusto en repetir los dogmas antifeministas para recordar preocupaciones que pertenecían a las instituciones establecidas sobre los valores culturales tradicionales. En última instancia, ese procedimiento consistía en justificar la figura femenina dentro de los parámetros de aceptabilidad tradicionalmente fijados por la cultura masculina. Un ejemplo claro de esa situación fueron las discusiones generadas alrededor del ya mencionado “topos de la costilla de Adán”. No obstante esa verdadera cantilena detractora, defensores de la mujer, considerando la posición bíblica acerca del segundo lugar dado a Eva en la Creación, elaboraron toda una irónica retórica acerca de la superioridad del hueso de la costilla de Adán, del cual Eva fue formada, en relación al polvo de la tierra que, inicialmente, sirvió para que Dios crease el primer hombre. Así, Eva quedaría colocada en paridad respecto de Adán y, como resultado de eso, las mujeres deberían estar con sus compañeros lado a lado y no servirlos colocadas a sus pies. Incluso, de manera más práctica, los defensores de la mujer utilizaban los mismos ideales de superioridad discriminatoria, elaborados por los hombres, para responsabilizarlos de muchos de sus actos y comportamientos. Por ejemplo, si los machos eran más activos y las hembras más pasivas, tales defensores, en respuesta al antifeminismo, entendían que los hombres eran más culpables en sus asuntos sexuales que las mujeres. Con esto se ironizaba, de forma aparentemente inocente, lo que santo Tomás de Aquino (1,225-74) -siguiendo las huellas tradicionales sobre el asunto- expuso en la Summa Theologica(1,266-1,272), al argumentar que, si
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la mujer era como un macho manqué (deformado), ella no debía haber, originalmente, creado nada defectuoso o malo69. De allí, se justificaba su posición en segundo lugar con relación al hombre. El examen de la responsabilidad de la culpa -originalmente impuesto a la mujer, debido a su fragilidad moral en el Paraíso- se volvió, en realidad, un elemento conductor en los textos medievales tardíos, permitiendo interesantes evaluaciones de testimonios claves tales como Betsabé y la propia Eva. Muchos de esos debates antifeministas sobre el asunto y sobre materias que se relacionan a él, directa o indirectamente, evidentemente acontecieron dentro de límites de supuestos y pronunciamientos hechos por hombres. Una de esos engañosos supuestos, cínicamente irónico, fue el relativo a la natural fragilidad de la mujer que, intrigantemente, era antes rechazado que aceptado. La estrategia en este caso era incentivar la fortaleza femenina, que sería bien aceptada al satisfacer las expectativas del hombre en relación al comportamiento de la mujer. Así, no es de admirarse que Marbod de Rennes, cuyo criterio era nítidamente androcéntrico, se haya referido a las contribuciones de las mujeres para con la sociedad, por las cuales ellas debían ser exaltadas. Sin embargo, fue a partir de esos ultrajantes presupuestos y pronunciamientos antifeministas medievales -forzando barreras vigorosamente establecidas desde larga data- que empezó a promoverse una relación contraria. En el inicio más promisorio de esa reacción, proponiendo socavar las bases antifeministas, la figura de Christine de Pisan se presentó como un mensajero que, más allá de la polémica y del debate, se mostraba reivindicador del derecho al reconocimiento y a la justicia de la mujer. Christine habría de ser conocida principalmente por su fresco y vigoroso poder de ofensiva, no sólo por su posición particular contra la anulación y la depreciación del intelecto femenino sino también por su lucha contra la validez del tradicional saber autoritario acerca de la realidad, control y dominio de su sexo, esto es, de su ser-mujer.
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NOTAS 1 P. DELHAYE, “Le Dossier anti-matrimonial de l’Adversus Jovinianun et son influence sur quelques écrits latins du XIIe siècle”, Medieval Studies, 13 (1951), 65-86; [ Links ] Charles B. SCHMITT, “Theophrastus in the Middle Ages”, Viator, 2 (1971), 259-263. [ Links ] 2 Walter MAP, “The Letter of Valerius to Ruffinus, against Marriage”, en IBID., De Nugis Curialium, Courtiers’ Trifles (ed. de M.R. James, C.N.L. Brooke y R.A.B. Mynors), Oxford, Clarendon Press, 1983, pp. 287-313. [ Links ] 3 Richard de BURY, Philobiblon (ed. Michael MacLagan y E.C. Thomas), Oxford, Blackwell, 1960, pp. 42-44; [ Links ] R.A. PRATT, “Jankyn’s Book of Wikked Wyves: Medieval Antimatrimonial Propaganda in the Universities”, Annuele Medievale, 3 (1962), 5-27. [ Links ] 4 Sir Prudence ALLEN, RSM, The Concept of Woman: The Aristotelian Revolution 750 BC-AD 1250, Montreal, Eden Press, 1985, pp. 14-15. [ Links ] 5 ARISTÓTELES, Generation of Animals (ed. de A.L. Peck), Londres y Cambridge (Mass.), Heinemann-Harvard University Press, 1963,726b, 727a, 727b, 729a, 737a, 738b, 775a, pp. 91-93, 97, 101-103, 109, 173175, 185, 459-461. [ Links ] 6 GALENO, Galen: On the Usefulness of the Parts of the Body (ed. Margaret Tallmadge May), Nueva York, Cornell University Press, 1968, ii, pp. 630-632. [ Links ] 7 A. ROUSSELLE, Porneia: On Desire and the Body in Antiquity, Oxford, Blackwell, 1988, pp. 12-20; [ Links ] D. JACQUART y C. THOMASSET, Sexuality and Medicine in the Middle Ages, Cambridge, Polity Press, 1988, pp. 55-56. [ Links ] 8 ISIDORO de SEVILLA, Isidori Hispalensis Episcopi: Etymologiarum sive Originum libri xx, 2 vols. (ed.W.M. Lindsay), Oxford, Clarendon Press, 1962, XI, ii, pp. 17-19,23-24; XI, i, pp. 140-141 [ Links ] 9 INOCENCIO III, Papa, Lotario dei Segni, De miseria conditionis humana (ed.R.E. Lewis), Athens (Ga.), University of Georgia Press, 1978, I, 4, pp. 100-101. [ Links ] 10 JACQUART y THOMASSET, op. cit., p. 186. 11 ISIDORO de SEVILLA, op. cit., XI, i, p. 140 (la traducción me per-
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tenece). 12 Helen LEMAY, “Some Thirteenth- and Fourteenth-Century Lectures on Female Sexuality”, International Journal of Women’s Studies, 1 (1978), 391-400. [ Links ] 13 ARISTÓTELES, op. cit., 725b, 726b, pp. 89-90; ROUSELLE, op. cit., pp. 12-20; JACQUART y THOMASSET, op. cit., pp. 55-56. 14 Barbara G. WALKER, The Woman’s Dictionary of Symbols and Sacred Objects, San Francisco, Harper & Row, 1988, p. 328. [ Links ] 15 CHRISTINE de PISAN, The Book of the City of Ladies (ed. de Earl Jeffrey Richards), Nueva York, Persea Books, 1982, I. 9.2, pp. 23-24. [ Links ] 16 D.L. D’AVRAY y M. TAUSCHE, “Marriage Sermons in ad status Collections of the Central Middle Ages”, Archives d’histoire doctrinale et littéraire du moyen âge, 47 (1980), 71-119. [ Links ] 17 Dives and Pauper (ed. Priscilla Barnun), Oxford y Londres, Oxford University Press, 1980, i.p. 2, pp. 66-72. [ Links ] 18 Howard R. BLOCH, “Medieval Misogyny”, Representations, 20 (1987), 1-24. [ Links ] 19 K. BORRESEN, Subordination and Equivalence: The Nature and Role of Women in Augustine and Thomas Aquinas, Washington, Catholic University Press of America, 1981, pp. 25-30. [ Links ] 20 AMBROSIO, Hexameron, Paradise, and Cain and Abel (ed. de J.J. Savage), Nueva York, Fathers of the Church, Inc., 1961, XV, p. 351. [ Links ] 21 JERÓNIMO, “Against Jovinian”, en IBID., The Principal Works of St Jerome (ed. de W.R. Fremantle), Oxford y Nueva York, James Parker & Co. and Christian Literature Co., 1893,2nd. ser., vi, I, 12, pp. 346-348. [ Links ] 22 G.R. OWST, Literature and Pulpit in Medieval England, Cambridge, Cambridge University Press, 1933, p. 395. [ Links ] 23 D’AVRAY y TAUSCHE, op. cit., p. 102. 24 TERTULIANO, “The Apparel of Woman” (De cultu feminarum) (ed. de E. Quantin), en Tertullian: Disciplinary, Moral and Ascetical Works, Nueva York, FOC, 1959, xl, II, 2. [ Links ] 25 The Ancrene Riwle (ed. de M.B. Salu), Londres, Burns & Oats, 1955, t. II, pp. 23-25. [ Links ]
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LAS BEGUINAS MUJERES LIBRES EN UN MUNDO DE HOMBRES
“El movimiento de las beguinas es uno de los movimientos más interesantes y más curiosos que se han dado en la historia de la espiritualidad occidental. Las beguinas eran, generalmente, mujeres de la clase alta, o de clase media alta. En un momento en que se empieza a derrumbar el sistema tan estructurado de la iglesia y del mundo feudal aparece el deseo de una cierta libertad interior, libertad de conciencia, que cada persona se exprese por sí misma.” “Las beguinas quisieron ser espirituales pero no religiosas, quisieron vivir entre mujeres pero no ser monjas ni canonesas, quisieron rezar y trabajar pero no en un monasterio, quisieron ser fieles a sí mismas pero sin votos, quisieron ser cristianas pero ni en la Iglesia constituida ni, tampoco, en la herejía”. (Maria Milagros Rivera) CONTEXTO: LA BAJA EDAD MEDIA Los siglos XIII y XIV dieron importantes mujeres místicas a la historia, en paralelo al peso que la mujer iba cobrando en la sociedad y en la comunidad cristiana.
LAS BEGUINAS: MUJERES LIBRES EN UN MUNDO DE HOMBRES 100
En la baja Edad Media, cuando decimos que las mujeres estaban ganando peso, nos referimos a las mujeres pertenecientes a las órdenes religiosas, a la nobleza y la alta burguesía.
Fueron años de importantes abadesas, numerosas reinas y mujeres relevantes en el ambito cultural como Leonor de Aquitania (1122-1204), mujer extraordinariamente culta, protectora de trovadores, que durante casi medio siglo hizo y deshizo en la política europea.
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La pérdida de derechos civiles por parte de la mujer no es consecuencia de la Edad Media, en buena parte marcada por el derecho germánico, sino por la progresiva introducción del derecho romano – que negaba la categoría de personas a mujeres y niños – y por el papel que el triunfo de la sociedad burguesa asigna a la mujer.
Algunas de aquellas místicas alcanzaron el reconocimiento público al ser consideradas oficialmente santas. Pero, sobre todo, decidieron contar y escribir su experiencia y hacerlo en lengua vernácula, no en latín. Hildegarda de Bingen (1098-1179) Antes, ya en el s. XII, nos encontramos con una mujer excepcional : Hildegarda de Bingen (1098-1179). Era una mujer poderosa, de gran carácter, que entiende a sus monjas igual que sus monjas la entienden a ella. Empieza a destacar inmediatamente
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como guía espiritual. Tiene un espíritu fino, delicado y es capaz de percibir los estados por los que iban pasando sus monjas y las personas que acuden a ella en busca de consejo.
La vida de Hildegarda es una mezcla de vida activa y de vida contemplativa. Hildegarda, monja, vive en el monasterio, pero tiene presentes y
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conoce perfectamente los problemas políticos de su tiempo. Hildegarda fue visionaria, música -compuso admirables obras, basadas en lo oído durante sus visiones- , médico, teóloga, pero, sobretodo, fue una mujer del amor. Hildegarda vivió el amor profundo y eso es lo que le hacía tener ese poder en todas las demás ciencias y en todos los demás conocimientos. Las beguinas Los siglos XIII y XIV fueron siglos de grandes convulsiones en el seno de la Iglesia romana. Papas y reyes se enfrentan en una larga lucha de poder.
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Frente a una iglesia oficial decadente se alzan numerosos movimientos que anhelan un regreso a la pobreza y sencillez evangélica, entre ellos las órdenes mendicantes como los franciscanos. También hubo numerosos grupos cuyo exceso de radicalismo los coloca al margen de lo aceptable, como el controvertido y perseguido movimiento cátaro. En este contexto surgió un grupo de mujeres que alcanzaron los más altos niveles de la experiencia mística. Además, comenzaron a divulgar su “ciencia” en obras que se convirtieron en referentes de la literatura general y espiritual en sus respectivas lenguas. Fueron visionarias en dejar de lado el latín y escribir en sus lenguas vernáculas. No se rebelaron pero parece que encontraron la forma de hacerse hueco. No se casaron, pero tampoco hacían votos de castidad. Jamás estuvieron subordinadas a los hombres, ni como esposos ni como guías espirituales. Vivieron de sus rentas, si las tenían, y de su trabajo en la industria, la artesanía textil, la enfermería, el copiado de manuscritos, la enseñanza de las niñas y la asistencia a personas moribundas entre otras tareas. Estas mujeres se caracterizan por una sólida formación cultural y teológica, unida a una experiencia mística personal profunda, con frecuencia, con experiencias visionarias Una vida de radical austeridad y libertad de espíritu. Epoca de las novelas de amor y caballería Son gente culta que ha leído las novelas de caballería y del amor cortés que entonces circulaban por Europa. Intentan explicar su mística en el mismo lenguaje: la Dama Amor o dama pobreza son el amor que ha de lograr el místico. Después, la dama es Dios mismo que atrae y gratifica con su presencia y a cuyo amor y unión definitivos se aspira. Sus escritos son, en el fondo, novelas de Amor.
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La iglesia no las veía con buena cara, no las podía controlar. “No había regla alguna definida de vida; no reivindicaban la autoridad de ningún santo fundador; no buscaban autorización alguna de la Santa Sede; no tenían organización ni constitución; no prometían beneficio alguno y no buscaban patronos; sus votos eran una declaración de intenciones, no un compromiso irreversible con una disciplina impuesta por la autoridad; y sus miembros podían proseguir con su trabajo normal en el mundo.» Se reunían para la oración y para el estudio y, poco a poco, dándose cuenta de las necesidades de entonces, las beguinas empiezan a realizar algún servicio externo: cuidaban de los enfermos, cuidaban de las parroquias mal atendidas, pobres y miserables, cuidaban al párroco, limpiaban la casa, cuidaban de los ornamentos litúrgicos, pero siempre ocultas, en lo escondido. Las beguinas resultaron ser una fuerza espiritual profunda.
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“El mero hecho de la existencia de las beguinas significaba para los eclesiásticos una clara denuncia de su postura: si ellos eran ricos, las beguinas eran pobres; si la iglesia hacía hincapié en el poder, las beguinas hacían hincapié en la espiritualidad; si el alto clero fomentaba la vida de lujo, la vida del poder, la vida del dominio, las beguinas destacaban por su la austeridad y por la profundidad de la vida interior; si la iglesia oficial hablaba de ortodoxia las beguina hablaban de experiencia. Sobre todo, una cosa llamaba la atención: vivían lo que pensaban. Había una coherencia perfecta entre su vida y lo que decían. Esa vida y esa coherencia interna las hacía muy fuertes, muy poderosas.” A finales del siglo XIII llegaron a ser más de doscientas mil beguinas. Hubo algunos que las atacaron, pero hubo otros que se dieron cuenta de la importancia que tenía este movimiento en la iglesia. Algunos clérigos, como el cardenal de Vitry, las defiende: «Su nombre debe ser conservado y su voz transmitida. Mujeres audaces y bienaventuradas que nos recuerdan por qué y para qué hemos nacido».
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Las beguinas cumplieron una misión importante: formar, educar, cultivar. Muchas de ellas volvían al mundo, sus votos eran temporales, vivían una temporada y salían; otras entraban cuando eran mayores y al revés. Desde Flandes, en el norte de Francia y en Alemania, este movimiento se extendió por toda Europa. Aunque su presencia fue especialmente importante en Centroeuropa, hay noticia de beguinas en Cataluña y en el reino de Castilla.
La Iglesia oficial pronto empezó a mirar con desconfianza a estas mujeres, porque eran libres, porque ponían en evidencia la miseria moral y espiritual del mundo clerical y, de forma muy especial, porque expresaban sus experiencias místicas y su doctrina en lengua vulgar y podían ser entendidas por todo el mundo. Empezaron a ser perseguidas, a algunas no les quedó más remedio que ingresar en monasterios convencionales, otras tuvieron que diseminarse, alguna se encontró con la hoguera de la Inquisición.
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El movimiento continuó durante siglos en Centroeuropa, pero con mucha más prudencia. Su actitud y su experiencia, sin embargo, han llegado hasta nosotros y hoy parecen recobrar un nuevo atractivo, tanto por su doctrina basada en una mística experiencial como por su forma de vida absolutamente moderna en un mundo que ama la libertad y huye de los encorsetamientos institucionales. “Las beguinas hablan de una mística de fruición y de una fruición de la esencia. Fruir significa disfrutar, gozar plenamente de una cosa, y gozar plenamente de la unión significa dos cosas: que Eso que busco, el objeto amado, ha estado desde siempre allí esperándome, y significa también que ese yo que creo que soy ha de morir, para dar origen a ese yo que en el fondo verdaderamente soy, aunque todavía no lo perciba con claridad o incluso a veces lo ignore”. Fuentes: Las mujeres en el misticismo cristiano (III) de María Toscano y Germán Ancochea y La diferencia sexual en la historia, de María-Milagros Rivera Garretas
TOMADO DE: https://eukleria.wordpress.com/mujeres-en/la-historia-del-cristianismo/las-beguinas/
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TEJEDORAS, COSTUR
RERAS, BORDADORAS
Tejedoras medievales Son millones y millones las mujeres de la tierra que han hilado, tejido, cosido y bordado para sí mismas y los suyos, para emperadores, reyes y señores, ejércitos y sacerdotes; para vestir templos, palacios, castillos, conventos y cabañas. Anónimas hembras que han tejido ropas y ajuares siguiendo unos patrones universales. Se tiene constancia de esta dedicación femenina en todas las culturas y civilizaciones de las que hay rastro, ya sea por el legado mitológico e iconográfico o por las propias herramientas, instrumentos y producciones que se han conservado, desde el antiguo Egipto, pasando por la cultura íbera, griega, romana, pero también es así en Asia, África y América. Es más, en algunos países de Latinoamérica y de Oriente, este oficio sigue totalmente vivo y activo.
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Desde la Edad Media se sabe de la ocupación de miles de mujeres en este arte o artesanía, tanto en el campo como en los burgos emergentes, laborando desde sus casas o bien en las que servían como criadas, y también en los talleres del oficio.
“Hubo sectores de la producción artesanal que, por lo menos en parte, permanecieron en el ámbito femenino durante toda la Edad Media: el textil. Naturalmente, las modalidades y, por cierto, el lugar donde este trabajo se desarrollaba, eran variables según las épocas y las categorías sociales. Gracias a los textos conocemos bien el gineceo de la Alta Edad Media, donde las mujeres trabajaban bajo la dirección de la esposa del amo: allí se hila, se teje, se preparan las fibras. La arqueología ha sacado a la luz, para la misma época, talleres aldeanos de tejido, simples cabañas, distintas de la casa, donde se instalaba el telar vertical. Cuando la producción de paños se concentra en las ciudades y se difunde el telar horizontal, parece que el tejido de la lana escapa a las mujeres y que éstas se reservan no las tareas más ingratas, como la exudación o el teñido, sino las más fáciles: selección, cardado, hilado, devanado, tramado. En
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Italia, donde el trabajo de la seda adquirió una importancia considerable a partir del siglo XII, y, sobre todo, del XIII, el cultivo de gusanos de seda, la preparación de los capullos, el devanado y la torcedura de la seda se confían a jovencitas y a mujeres. Los trabajos se realizan fuera del hogar, en talleres pertenecientes a un empresario.
Aun cuando muchas veces el producto acabado se destinaba al mercado, el apresto y el hilado de las fibras vegetales adquirieron una gran difusión y, lo mismo que el hilado de la lana, se realizaba casi siempre en el marco doméstico. Las múltiples informaciones en torno a este tema se superponen: los hallazgos arqueológicos más recientes son las torteras de terracota, pero los suelos húmedos entregan abundantes husos y ruecas. A veces, estos objetos sin gran valor figuran también en los inventarios de mobiliario; pero más a menudo las fibras, en diversas etapas de elaboración, confirman las incontables representaciones de mujeres hilando: en sus casas o mientras inspeccionan sus ovejas, y esto en todas las clases sociales, como lo prueban las miniaturas, y también el inventario de uno de los castillos del duque de Borgoña, en el que figura la rueca de la duquesa, objeto de arte sin duda más simbólico que utilitario. La
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iconografía presenta muchísimos ejemplos de ruecas decoradas, clavadas sobre pedestales, pero es seguro que con mayor frecuencia se trataría de un objeto muy simple, una barra a la que se fijaba la lana peinada y que la campesina solía llevar enganchado en su cinturón. El torno, menos fácil de transportar que la rueca y el huso, sólo aparece tardíamente, primero en la ciudad y destinado al hilado de la lana.” (Françoise Piponnier, “El universo de la mujer: espacio y objetos” en Historia de las mujeres. 2 La Edad Media, Ed. Taurus, Madrid, 1992, pág. 418-419)
Como ya se ha dicho, muchas de ellas trabajaban en gremios, con todos los derechos y deberes que ello implicaba, y eran tanto solteras, como casadas o viudas. Claudia Optiz en el capítulo “Vida cotidiana de las mujeres en la Baja Edad Media (1250-1500)” en Historia de las mujeres. 2 La Edad Media (Ed. Taurus, Madrid, 1992, pág. 386) explica: “La gran mayoría de las mujeres que ejercían algún tipo de actividad laboral en las ciudades se ocupaban en talleres artesanales, si bien en puestos de mayor o menor importancia y con un rendimiento muy variable.
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No se trataba tan solo de ‘familiares que prestaban ayuda’ en un negocio particular, sino también de personas independientes o dependientes con un puesto en el gremio o un taller no afiliado al mismo.
Los artesanos encargados de la confección de vestidos y productos de lujo solían constituirse en gremios que admitían a mujeres en calidad de aprendices, oficiales o maestras artesanas. Esto ocurría sobre todo en los talleres que fabricaban paño de cañamazo o lana, pero también las empleaban los sastres, los peleteros y bordadores de oro y seda -estos últimos solían ser talleres dirigidos por mujeres que en ocasiones llegaron a fundar gremios exclusivamente femeninos, como los de París y Colonia.” Y prosigue la investigación: “En muchos otros gremios se les permitía convertirse en maestras artesanas independientes, tanto si eran solteras como casadas, hijas o viudas de maestros, pero para ello debían someterse a un aprendizaje que duraba varios años. Como miembros del gremio contaban con los mismos derechos y estaban sujetas al mismo control y a los mismos derechos y obligaciones tributarias que los hombres de la comunidad -como el ser-
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vicio militar y servicio de vigilancia, que las maestras artesanas debían encomendar a uno de sus oficiales, o sustituir por el pago de cierta suma de dinero-. Aunque el número de maestras artesanas empleadas en ciertos talleres -sobre todo los dedicados a la manufacturación de textiles, y, dentro de éstos, los de oro y seda, es decir, los ‘talleres de lujo’- era considerable, la mayor parte de las mujeres ocupaban puestos de menor categoría, como, por ejemplo, los de oficiala o jornalera. También había un gran número de criadas que, además de trabajar en una casa, ayudaban en el taller o bien se empleaban directamente como artesanas.” (Claudia Optiz, Op. cit., pág. 388)
Sin duda todas estas investigaciones arrojan luz sobre aquellas dedicaciones de las mujeres, pero se quedan cortas a la hora de considerar su alcance y sentido más profundo. El punto de vista historicista y repleto de prejuicios del investigador occidental moderno ignora o niega cualquier interpretación que no sea la utilitaria, la económica y la relacionada con
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el tema del poder y el dominio social, pero lo cierto es que en toda cultura que no haya cortado los vínculos con lo sagrado, tal el caso de Occidente hasta finales de la Edad Media, las ocupaciones y oficios de los hombres y mujeres tenían sobre todo un carácter simbólico y ritual. En el libro Mujeres Herméticas. Voces de la Sabiduría en Occidente se apunta esta otra lectura, y se investigan las distintas vías que han tenido las hembras a lo largo del tiempo para acceder al Conocimiento: “Sabido es que toda la antigüedad reconoce en el oficio y en su práctica (obtención de la materia prima, herramientas, proceso de transmutación de la materia, aplicación de conocimientos cosmológicos para la confección de la obra de arte, etc.) un carácter totalmente simbólico y ritual, y por ello ciertas organizaciones iniciáticas lo tomaron como soporte para la transmisión de la influencia espiritual y la ulterior realización interior de sus adeptos...” (Mireia Valls, Mujeres Herméticas. Voces de la Sabiduría en Occidente. mtm-editores, Barcelona, 2007, pág. 244-245)
El arte de tejer, coser y bordar tenía este carácter iniciático, o sea que con su soporte se abría la puerta del Conocimiento, de la realidad del Ser Uni-
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versal, y por tanto permitía la realización espiritual de aquellas mujeres que lo practicaban, al igual que sucedía con otros oficios, tal el de constructor y demás labores vinculadas (carpintería, orfebrería, metalurgia, arte del vidrio, etc.), aunque por diversas cuestiones que siempre están en consonancia con los signos de los tiempos, no han llegado hasta nuestras manos los rituales ni la forma en que se revestía la iniciación en esos talleres femeninos, cosa que sí ha sucedido con otras vías iniciáticas, como es el caso de la Masonería y el Compañerazgo, las únicas organizaciones iniciáticas que quedan vivas en el Occidente moderno y que se abren tanto a varones como a hembras que aspiran conocer su auténtica identidad y quieren emprender un camino que los libere de todas las ataduras.
La tejedora repite un gesto arquetípico. Primero concibe la idea de la obra e inmediatamente la diseña en y con el pensamiento siguiendo leyes universales: la polarización y el despliegue a que da lugar a través del ternario, el cuaternario y así hasta el denario, todo ello teniendo en cuenta la ley de la analogía que actúa por inversión y simetría, etc. Luego pasa de la potencia al acto. Aplicando la geometría, o sea, la medida y la proporción, da forma a las ideas o conceptos y traza los bocetos sobre tela,
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cuero, papiro, etc. Y llega la hora de la ejecución: se procura la materia prima sometida previamente a diversos procesos de transmutación, pues tanto la seda, como el lino, el algodón o la lana siguen una manufacturación desde su origen animal o vegetal hasta la obtención del hilo. Con los hilos se confeccionarán tapices, o diversas clases de tejidos sobre los cuales posteriormente se bordará. Pero ya sea con la lanzadera o la aguja el proceso que se repite es análogo y tiene sobre todo una connotación cosmogónica.
La urdimbre del telar, o la tela ya confeccionada, se corresponden con lo que sería una superficie receptiva, pasiva o femenina, dispuesta a ser penetrada verticalmente por la lanzadera o la aguja, símbolos viriles que hacen pasar el hilo de arriba a abajo haciendo emerger formas, figuras, colores, o sea, alumbrando una nueva realidad, una obra que al ser contemplada despierta la intelección de lo que expresa en quien la contempla, y actúa como un libro revelador de los misterios del Ser, del Cosmos, del Organismo vivo cuya aprehensión es una escala hacia la realidad liberadora de la Metafísica.
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Y así se produce le identidad entre el sujeto que actúa y conoce (la tejedora o bordadora), el objeto de conocimiento (el tapiz o el bordado) y el conocimiento mismo. La obra producida y su “creador” conforman una unidad. A modo de ejemplo, fijémonos como en este tapiz se sintetiza una cosmogonía viva, una sabiduría perenne que cobró vida en el alma de los que lo elaboraron e igualmente en la de aquéllos que lo han contemplado y pueden seguir haciéndolo: todo se articula en torno a un centro inmutable, la estrella Polar, rodeada de algunas de las constelaciones visibles desde el hemisferio norte, incluidas las zodiacales. Los tres círculos que envuelven el punto inmóvil del universo se refieren, de dentro hacia fuera, al círculo polar Ártico, al trópico de Capricornio, y el más exterior es el plano de la eclíptica. A la izquierda un ángel le da a la manivela que genera el movimiento del Cosmos, y otro acompaña la rotación con sus manos, mientras todo el orbe es sostenido por Atlas. El Principio, de donde todo surge y a donde todo retorna tras cumplir su ciclo, contempla la obra que lo revela, siendo a la vez inmanente y trascendente a su manifestación. En la parte derecha del tapiz, la Filosofía, sentada en el trono, está flanqueada arriba por la Astronomía, y a sus pies por la Geometría y la Aritmética. Dos sabios de la antigüedad, Hiparco y Virgilio, aparecen como los representantes de la transmisión de la Sabiduría. La leyenda de arriba dice: “Gracias a la Filosofía y la Sabiduría Hiparco conoció la naturaleza de los fenómenos celestes que Virgilio escribió; y gracias a las matemáticas, mucha gente hoy posee este conocimiento.”
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Este conocimiento se encarna en el alma de aquel ser humano (en este caso la tejedora) que lo recibe, lo penetra y lo experimenta, no como una teoría dual, sino naciendo en su interior la verdadera concepción de quién es en realidad. Concibe así que de naturaleza matemática es la estructura interna del cosmos, del alma humana y de todo tapiz o bordado; una concatenación proporcionada y armónica de mundos o planos, seres y entidades visibles e invisibles que se trenzan -cual las serpientes del caduceo de Hermes-, conformando el tapiz pluridimensional del Cosmos sexuado emanado de un punto, de un Principio, de un Origen que es simultáneamente el Destino de toda su manifestación. Pero hacia finales del medioevo la visión profana y desacralizada avanza y se impone por doquier. Se olvida el sentido de todas estas labores de conocimiento. Viene la mecanización y la mujer deja de contar con este soporte ritual que durante siglos, y milenios, la ha acompañado en su vida cotidiana como una forma viva y operativa para conocer las entretelas del universo y del ser humano, para conectar y encarnar el hilo de la tradición animada por el hálito o Espíritu universal. Aunque por fortuna, esto no ha sido así en todas las culturas de la tierra; al menos este proceso de precipitación en el olvido no ha seguido el mismo ritmo en todos los puntos del planeta, mas actualmente está casi generalizado. Sin embargo, en Guatemala y en otros pueblos andinos, en el Tíbet o en la India, siguen vivas las labores de tejeduría, y las mujeres se las transmiten de madres a hijas, iluminando unas telas de gran belleza, colorido, con formas geométricas, florales o animales, pequeños mandalas o síntesis del universo, no sólo por su expresión formal sino por la propia práctica ritual y arquetípica implícita en los gestos que realizan las tejedoras al trabajarlos. Tomado de: http://la-caracola.es/biografias.html#tejedoras
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LAS MUJERES Y LA REVOLUCION podemos subir a las tribunas públicas? FRANCESA O
Gines Marin
Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?
Olympe de Gouges
1.- ¿Qué papel desempeñaron las mujeres en las jornadas revolucionarias francesas? La mujer participó activamente en la Revolución Francesa: ocupó un lugar importante en las revueltas y en los motines populares. Acaso su intervención más destacada sea en la Marcha sobre Versalles (5-6 de octubre de 1789), cuando las mujeres parisinas reclamaron derechos e igualdad para los estratos más bajos de la sociedad francesa del Antiguo Régimen. El papel de las mujeres en la Revolución fue crucial y demos-
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tró el valor de la mujer como ciudadana y su igualdad frente a los varones en el ámbito político. 2.- ¿Qué eran los clubes femeninos? ¿Cuándo fueron prohibidos y por qué? Los clubes patrióticos de mujeres eran clubes femeninos revolucionarios utilizados por las mujeres para reunirse, intercambiar opiniones e información, debatir sobre cuestiones políticas, leer los periódicos y las noticias del día, etc…
Clarie Lacombe
Entre los clubes más dinámicos de la época se pueden citar al “Club de las Republicanas Revolucionarias”, el “Club de las Amazonas Naciona-
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les”, el “Club de las Damas de la Fraternidad”, el “Club de las Amigas de la Ley”, la “Sociedad Patriótica de la Decencia y de las Amigas de la Verdad”, y la “Sociedad de las Amigas de la Consolación”. Las actividades radicales de clubes femeninos e individualidades femeninas llegaron a suscitar un movimiento de rechazo por parte de la Convención, que decretó la clausura de esa clase de clubes, porque su crispada agitación estaba acarreando muy funestas consecuencias para la joven república, e incluso prohibió el acceso de mujeres como espectadores de las sesiones parlamentarias. La prohibición de los clubes femeninos (de 30 de octubre de 1793) fue desafiada con una manifestación de mujeres tocadas con gorro rojo (el gorro frigio que simbolizaba la Revolución) ante el Conseil général de la Commune (17 de noviembre). 3.- ¿Mejoró la situación de la mujer respecto al hombre en la Revolución Francesa? ¿Consiguieron una plena igualdad en todos los ámbitos? ¿Por qué? ¿Existe esa plena igualdad hoy en día? ¿Por qué?
Charlotte Corday
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Aunque el feminismo ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad, es en el contexto revolucionario e ilustrado del Siglo XVIII cuando se desarrolla una teoría crítica capaz de cuestionar el discurso dominante sobre la condición femenina. Una teoría que reúne a las mujeres en torno a un movimiento en el que canalizan sus reivindicaciones de forma organizada y activa. Por primera vez, las mujeres se manifiestan colectivamente en el espacio público para exponer sus ideas. En 1789, en plena revolución Francesa se redacta la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por parte de la Asamblea Constituyente francesa, prefacio de la Constitución de 1791. Por lo general, en los libros de historia se olvida que la “Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano” consistía en leyes exclusivamente para los hombres (es decir, no se tomaba la palabra “hombre” como un sustituto de la palabra “ser humano”). Por ello, Olympe de Gouges escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana entrando las mujeres, por lo menos a través de un documento no oficial, a la historia de los derechos humanos.
Olympe de Gouges
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En este documento, Olympe reclama para las mujeres la igualdad que defiende la Revolución Francesa, y denuncia la manera en que ésta, después de aprovecharse de su participación en eventos como la toma de la Bastilla, busca devolver a las mujeres a sus roles domésticos y a los espacios privados, olvidándose de incluirlas en el proyecto igualitario por el que han luchado. Concreta su idea de igualdad en el concepto de participación ciudadana: tanto hombres como mujeres pueden y deben participar en la construcción de la ley. Además, considera la democracia como el medio adecuado para lograr la igualdad de oportunidades en el acceso de las mujeres a los espacios de poder público. Reivindica el derecho al voto y el reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales, legitimando el derecho de las mujeres a acceder a la educación y a la propiedad libre de la tutela jurídica del varón. Marca un momento de gran importancia en la historia de las mujeres, ya que fue la primera vez que una mujer reclama derechos de igualdad con los hombres. Presentada a la Asamblea Nacional Francesa para ser refrendada, no logró el menor impacto. Las revolucionarias francesas protestaron enviando cartas a la Asamblea, que también fueron ignoradas. En la actualidad, los derechos y deberes son los mismos para todos los seres humanos, sean del sexo que sean, por lo que legalmente se ha conseguido una igualdad entre hombres y mujeres.
Tomado de: https://ginesmarinsociales.wordpress.com/2015/10/17/las-mujeres-y-la-revolucion-francesa/
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EL HON. ELIZABETH ST. LEGER “LA SEÑORA MASÓN”. El Hon. La señora Elizabeth Aldworth, de soltera St. Leger, “La Señora Freemason” [1], era la hija de Arthur, 1er Vizconde Doneraile, él mismo un masón. La causa de su pertenencia a la Orden es bien conocido, pero bien vale la pena relatar en su totalidad, ya que no sólo muestra el pedigrí masónico de Arthur St. Leger, tercera Vizconde Doneraile (7º de agosto de 1,718 - agosto de 1,750), Gran Maestro en 1,740, pero probablemente lo más importante, desde una perspectiva de la historia masónica, que la masonería se practicaba en Irlanda muchos años antes de la primera reunión grabada de la Gran Logia en 1,725. En o alrededor del año 1,710 a 1,712, una Logia fue detenido en Doneraile Corte, el hogar de la familia de St. Leger - donde lal joven señorita St. Leger, ya sea por accidente o diseño, fue testigo en un apartamento contiguo, una parte de las misteriosas ceremonias que tienen lugar. La joven alarmada, hace un intento de escapar, sin embargo su presencia se notó por el Tyler, y los hermanos fueron advertidos de la presencia de un intruso.
Doneraile Corte, Condado de Cork
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Plano de planta reproducida por Bro. Conder.
El siguiente relato, derivado de una memoria de su vida, publicado en Cork en 1,811, describe el desarrollo dramático que siguió… “Parte de la pared que divide la habitación Lodge desde la biblioteca estaba siendo retirado para el propósito de hacer un arco y por lo tanto la conexión de las dos habitaciones, algunos de los ladrillos en la pared divisoria se había eliminado y sólo débilmente sustituido. Mientras que las alteraciones estaban en progreso, el vizconde Doneraile y otros se reunieron en la sala a efectos de conferir grados masónicos. Esta tarde, la señorita St. Leger había estado leyendo en la ventana de la biblioteca y, a la luz de la tarde de invierno habiendo fallado, se durmió. El sonido de voces en la habitación contigua le devolvió a la conciencia, y de su posición detrás de los ladrillos sin apretar colocados de la pared divisoria, fácilmente se dio cuenta de que algo raro estaba teniendo lugar en la habitación de al lado. La luz brilla a través de los espacios sin cubrir en la pared temporal atrajo su atención y, movido por una curiosidad no natural. La señorita St. Leger parece haber eliminado uno o más de los ladrillos sueltos, y por lo tanto se habilitó fácilmente a mirar los procedi-
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mientos de la Logia. Desde hace algún tiempo su interés en lo que estaba ocurriendo era suficientemente potente para mantener su hechizo de ruedas; la tranquilidad de su mente se mantuvo en reposo durante un período considerable y no fue hasta que se dio cuenta de la solemnidad de las responsabilidades asumidas por el candidato que comprendía las terribles consecuencias de su acción. El deseo de ocultar su secreto, haciendo buena su retiro tomó plena posesión de sus pensamientos, ya que debe ser totalmente entendido que a pesar de que era perfectamente consciente de que la cabaña de su padre se llevó a cabo en la casa, no tenía idea de entrar en la biblioteca que en esa noche una reunión iba a realizarse en la habitación contigua. Sus únicos medios de salida era a través de la habitación Logia y así pueden entender lo que debe haber sido el sentimiento de la joven cuando se dio cuenta de que la única forma de escapar era a través de la misma sala donde se estaba dando la parte final del segundo grado. Estar en el otro extremo de la sala de la puerta, ella tenía una resolución suficiente para tratar a escapar de esa manera. Con paso ligero y temblando, y el aliento casi suspendida, se deslizó a lo largo, sin ser vista por la casa de campo, le puso la mano en el mango y, abriendo suavemente la puerta, antes de ella estaba el mayordomo de su padre, el sombrío y fiel Tyler, con la espada desenvainada en su mano, que guarda la entrada. Su chillido alarmado a la casa de campo y los hermanos, después de haber llevado a la joven de nuevo en la biblioteca, supo lo que había ocurrido. Dejándola a cargo de algunos de los miembros, que regresó a la casa de campo y discutido lo que por supuesto, dadas las circunstancias, tenían mejor seguir. La discusión se lleva a cabo durante un tiempo considerable, después de lo cual regresaron, y después de conocer la señorita St. Leger con las grandes responsabilidades que había tomado sobre sí misma sin darse cuenta, señaló que sólo un curso estaba abierto a ellos. El culpable justo, con un alto sentido del honor, a la vez dado su consentimiento para pasar a través de los ceremoniales impresionantes que ya tenía, en parte, fue testigo”. La casa de campo de la noche fue presidida por su padre, Señor Done-
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raile, y su hermano (el 3er vizconde, padre del cuarto vizconde, Gran Maestro) estaba presente. Se dice que el Sr. Richard Aldworth, con quien se casó posteriormente, fue también estuvieron presentes. Después de haber sido iniciada la joven alcanzó gran eminencia en el Arte, y fue una figura muy conocida en masónico ceremonias y procesiones en ocasiones públicas. [2]
Joya usada por Elizabeth St. Leger
La inscripción en la parte trasera de la Joya.
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El Hon. La señora Aldworth murió en 1773, a los 80 años, y fue enterrado en la bóveda Davies en la antigua catedral de San Finnbarr, Cork. Una tableta mural a su memoria se colocó en la iglesia parroquial de Doneraile. Los restos de la Hon. La señora Aldworth, parece que se han visto en años posteriores por el Dr. Richard Caulfield, poco antes de la construcción de la actual catedral de San Finbarre. Escribiendo sobre el tema, dice, (el cuerpo del venerable señora estaba encerrado en una cáscara de plomo y en un maravilloso estado de conservación.) “Ella estaba vestida con un vestido de seda oscura, zapatos de raso blanco, medias de un color similar. Su persona era bien parecido; la cara de un color oscuro o ceniza. Sus características bastante perfecta y tranquila llevaba guantes de seda largos, que se extendían por encima de las pulseras bordadas …que llevaba un tocado blanco, con una ronda volante el cuello, los pliegues de que ni siquiera se revolvió “. la losa de piedra que cubría la bóveda, habiéndose convertido en indescifrable por edad, se trasladó cuando la actual catedral fue construida, y finalmente colocado en el piso de la pequeña cámara situada en la gran torre. La placa anterior fue erigida en la catedral nueva de San Finbarre por los masones de Cork. [3]
Placa colocada en la catedral nueva de San Finbarre por los masones de Cork.
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Ha habido un considerable interés en el Hon. Elizabeth St. Leger por los estudiosos masónicos en los últimos años. En un principio se sugirió por los historiadores masónicos anteriores de que su iniciación tuvo lugar mucho más tarde que la fecha ahora aceptada de 1710-1712. Dos estudiosos masónicos conocidos, Bro. Edward Conder, un miembro de Quatuor Coronados Lodge N ° 2076 y el Hno. WJ Chetwode Crawley han demostrado en dos artículos, ambos publicados en el Volumen VIII (1895) de Ars Quatuor Coronatorum, que “La Señora Freemason” se inició en el arte de la mucho más temprano de lo que se había aceptado en ese momento.
El dibujo de la Joya se reproduce a partir de este folleto. Como se puede ver el folleto es estadounidense, publicada el 3 de noviembre, 1860, y es una reimpresión del original publicado en Cork en 1811. Esto demuestra el interés en todo el mundo con respecto a “la Dama masón”. Usted notará que las fechas establecidas en el recuento de Iniciación señorita St. Leger son los previamente aceptadas antes de la investigación de Bro. Conder y Bro. Crawley
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Su retrato muestra el uso de la joya masónica distintiva de un artesano temprano, el colgante llano desde el hombro izquierdo.
Como verán en Bro. El artículo de Conder que la parte que falta de su investigación fue la fecha del matrimonio de Elizabeth St. Leger a Richard Aldworth - esta pieza faltante del “rompecabezas” era importante porque se aceptó que se inició en la nave antes de su matrimonio. Fue a través de los buenos oficios de Bro. Crawley, el reconocido historiador masónico irlandés y también miembro de Quatuor Coronados Lodge N ° 2076, de que el certificado de matrimonio de fecha 1,713 se encuentra. Los Papeles por el Hno. Edward Conder y Bro. WJ Chetwode Crawley se puede acceder a través de los enlaces Followimg - Bro. Edward Conder ~ “El Hon. Señorita St. Leger y la masonería” y Bro. WJ Chetwode Crawley ~ “Notas sobre la masonería irlandesa [No. I] Nota suplementaria sobre la Señora Freemason”
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.Certificado de matrimonio 17 de abril 1,713
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Delantal masónico de Elizabeth St. Leger, presentado a la Gran Logia Provincial de Munster en el siglo XX por el Coronel RW Aldworth, su descendiente.
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NOTAS: [1]. La pintura original arriba y delantal de “La Señora Freemason” están en exhibición en el Salón Masónico, Tuckey Street, Cork. [2]. La señora Richard Aldworth aparece como el segundo abonado a 1,744 “grave y una investigación imparcial” de D’Fifield de Assigny, después de que el Gran Maestro. [3]. Las fechas en la placa están equivocados, ya que se ha establecido que la fecha exacta de nacimiento era 1693 y la fecha de la muerte fue en 1,783. Por otra parte el Lodge en Doneraile Casa no habría sido conocido como Lodge N ° 44 como una orden era no se publicó a los Hermanos de Doneraile hasta que cualquiera de diciembre de 1,735 o abril de 1,736 (no se tiene constancia de la publicación de esta orden en el registro de la Gran Logia, pero probablemente, ya sea emitido en diciembre de 1,735 o 1,736 de abril). El original Lodge N ° 44, probablemente podría ser considerado como un “tiempo inmemorial” Logia. El registro de la Gran Logia muestra Orden Nº 44 en Doneraile en 1,791, algo que ni Bro. Conder o Bro. Crawley estaban al tanto de la hora de componer sus papeles. La memoria 1,811 antes mencionada asignará también aparece Señor Doneraile como Venerable Maestro y Arundel Hill como Vigilante de los Hermanos que, probablemente, se constituye como rústico 44 (Transacciones vide de Logia de Investigación, 1,927. p. 199) (en 1885, a la muerte Canon de Arundel Hill - un descendiente directo de Br Arundel Hill, que estaba presente cuando Elizabeth St. Leger se hizo masón en Doneraile Court -.. su viuda dio a Lodge N ° 555 una imagen de la Honorable Sra Aldworth, la Dama masón, el cual fue colgado en su sala de presentar como un monumento a su marido, su capellán tarde). Tomado de: http://www.irishmasonichistory.com/elizabeth-aldworth-st-leger-the-lady-freemason.html
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MUJER Y MASONERÍA Ernesto Rafael Márquez Marín INTRODUCCION las mujeres tuvieron el acceso al sufragio, a competir en el mercado laboral, a recibir e impartir enseñanza superior, a la propiedad, a la política... están prácticamente equiparadas... pero siguen existiendo aún algunos dominios privados en los que la mujer no puede entrar en igualdad de condiciones que el varón. Evidentemente no me voy a referir a aquellas actividades privadas que se auto definen como masculinas porque tienen la libertad y el derecho de constituirse con esa determinación, igual que podrían hacerlo las mujeres. Me quiero referir, más bien, a aquellas instituciones que tienen un rol social importante y por ello intervienen más o menos directamente en la construcción del mundo en que vivimos. Pienso que la mujer tiene el derecho a estar presente en toda actividad que participa en esta construcción, no solo por ser usuaria y destinataria igualmente de la misma, sino también porque el ejercicio de esa actividad proporciona un enriquecimiento y una experiencia que difícilmente pueden adquirirse de otro modo.
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Ejemplos de estas instituciones a las que me refiero son aquellas organizaciones cuyas formas y estructuras están fuertemente regidas por una tradición, como pueden ser algunas iglesias y algunas sociedades iniciáticas. Pero el caso concreto del que puedo dar testimonio es el de la francmasonería. La masonería es una sociedad iniciática basada eminentemente en la tradición, sus símbolos, su lenguaje, sus ritos y sus métodos, sus principios y sus fines están recogidos en una tradición que se respeta puntualmente. En estas sociedades parece que el elemento tradicional es un freno a la evolución, que cierra el paso a la mujer. No obstante, un análisis más profundo de este concepto puede revelar que el conflicto entre tradición y cambio, se debe más bien a la interpretación que se hace de la tradición, más que al concepto en sí mismo. en efecto, tradición, si nos atenemos a las definiciones clásicas, no es otra cosa que la transmisión, generalmente oral, de generación en generación, de hechos históricos, doctrinas, leyes, obras literarias, costumbres, etc., que un pueblo o colectivo determinado realiza de lo más representativo y particular de su sistema de conocimientos y creencias. Poco sería lo que tendría que transmitir si los sucesivos enriquecimientos a lo largo de su historia no hubieran ido abultando y matizando ese «corpus» ¡cultura¡ que es la tradición. Así, la incorporación de nuevas soluciones a nuevos problemas, es la forma en que nuestro pasado resuelve nuestro futuro. O sea, el respeto de nuestra historia, por una parte, y la añadidura de los nuevos contenidos, por otra, son los dos elementos constituyentes de toda tradición. Ahora bien, es igualmente importante saber interpretar la tradición para que ésta no sea una letra muerta sin ninguna utilidad. Lo que quizás nos haga perder un poco la perspectiva de los cambios que van conformando la tradición, es la tremenda lentitud con que se gestan y se incorporan al sistema. Esta prudencia no es gratuita, de ella depende la supervivencia de la institución, por eso el proceso de incorporación de lo nuevo debe cumplir ciertos requisitos. Primero debe verificar que la innovación sea beneficiosa para el grupo o la institución. Segundo, es necesario depurar la expresión del elemento que se introduce. Y, por último, hay que esperar... hay que esperar que el tiempo verifique la utilidad, la
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posibilidad y la necesidad del cambio. Vemos pues, que la tradición no está reñida con el cambio, siempre que se entienda éste como el producto dialéctico entre el grupo o institución en cuestión y su entorno. Sin embargo, para una actitud «tradicionalista», la tradición es una especie de lealtad hacia un pasado único, hacia un acontecimiento revelador y definitivo del que el tiempo no hace sino alejarnos. Este tradicionalismo, vuelve la mirada hacia el pasado, donde brilla en todo su esplendor la tradición revelada. Para él, todo cambio implica la corrupción del contenido original, por lo que se opone sistemáticamente al mismo. No es suficiente, pues, para el tradicionalista, defender la incorruptibilidad de los elementos esenciales que determinan, en su raíz, al grupo. Es vital, además, impedir cualquier modificación. Esta forma de tradicionalismo sí puede constituir un elemento de inmovilismo institucional. También en la masonería vamos a encontrar estas dos tendencias a la hora de interpretar la tradición y, por ello, veremos una masonería tradicionalista y otra masonería que, derivando de la primera, se convierte en «liberal», después propicia la masonería femenina y más tarde la masonería mixta. Aunque los ritos, símbolos, usos y costumbres son exactamente los mismos en una masonería tradicionalista que en una liberal, el elemento diferenciador más importante es el de la aceptación de la mujer en sus templos. No podemos negar que la masonería es una vía iniciática creada por el hombre y que por lo tanto reconoceremos en ella determinados caracteres realizados desde su impronta, pero estos no constituyen en absoluto los elementos esenciales del método masónico y por lo tanto son susceptibles de acomodación a las nuevas situaciones que plantea la presencia de la mujer en los talleres. Si el objetivo final del trabajo iniciático consiste en un viaje que emprendemos desde nuestro yo hacia nuestro ser, en busca de nuestra autenticidad, de nuestra piedra cúbica, esto sólo lo podemos
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conseguir, y un estudio atinado del método lo demuestra, si somos capaces primero de descubrir y luego superar todos, y digo bien todos, los apriorismos sobre los que asienta nuestro yo. Si el masculinismo o el feminismo es un último velo que encubre nuestro ser de ser humano, también deberá ofrecer el método iniciático unos elementos de trabajo que nos permitan tomar conciencia de este encubrimiento. Ahora que la mujer ha sido descubierta, se ha evidenciado, por contraste, el masculinismo y se ha hecho inaplazable restituir la unidad en los templos masónicos con la presencia de todas las partes que constituyen el microcosmos. Una de las revoluciones de nuestra sociedad en el siglo pasado ha sido, sin duda, el logro social de la equiparidad de derechos y deberes del hombre y de la mujer, derechos que a ella se le limitaron durante mucho tiempo. No se puede, sin embargo, cantar victoria por completo, pues aún en muchos lugares del mundo se somete a la mujer a la más bárbara de las discriminaciones. Hasta fines del siglo XIX, si nos acotamos sólo al estudio moderno de la masonería, el acceso al conocimiento y rituales masónicos le estaba prohibido por completo a la mujer, limitándolas a un trabajo de colaboración en las obras sociales que realizaban las logias y los hermanos. A partir de las primeras constituciones masónicas, el año 1,723, se estableció que la mujer no podía participar en los trabajos logiales y esta costumbre se ha trasmitido invariablemente en algunas logias de raigambre inglesa hasta nuestros días. Muchas pueden haber sido las razones, en esa época en que en general la mujer era rechazada en todas las actividades económicas, productivas y sociales y no se le permitía el acceso a la educación o la participación en los debates cotidianos. No obstante, la situación ha variado considerablemente y en esta época no podemos argumentar, sino llevados por una oscura ignorancia, ni siquiera una razón para justificar la exclusión de la mujer en las diferentes actividades sociales y particularmente en la masonería. La mujer durante siglos ha luchado por su emancipación y la conquista de sus derechos, y hay que reconocer que, día tras día, va imponiéndose en todos los ámbitos. Es natural que la masonería, por sus principios
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y sus rituales, le haya interesado. En 1,717 fue creada la gran logia de Inglaterra, y el pastor Anderson les rehusó a las mujeres el derecho a la iniciación por esta razón: que era necesario ser libre y de buenas costumbres; en efecto, en esa época las mujeres vivían bajo la tutela masculina y no se las consideraba libres. Si acudimos a los orígenes de la masonería moderna, y nos situamos en su momento histórico, la sociedad europea de los siglos xiv y xv, vemos que, salvo excepciones, la mujer tenía un papel secundario en la sociedad, la familia, la iglesia y el estado. Por lo tanto, no es de extrañar que en los documentos antiguos, los “old charges” de las hermandades de canteros y talladores de piedra, la mujer estuviera excluida de la logia, lugar donde se discutían las cosas del oficio. A pesar de todo esto, también es cierto que no en todas partes y de la misma manera se materializó esta exclusión. Hay constancia de las mujeres que participaron y compartieron la dureza del trabajo de las canterías, normalmente viudas o hijas de canteros. En el s. XVII, en el periodo final de la masonería operativa se desarrolla la masonería especulativa, y se introduce el componente iniciático de influencia hermética y alquímica. Los primeros documentos constitutivos de esta masonería especulativa establecen que para ser masón, es preciso ser “hombre libre y de buenas costumbres”. (Constituciones de Anderson 1,723). Aparte de la consideración de ser hombre o mujer, se establece así que el candidato debe ser “libre” en cuanto que debe tener ingresos que le den una independencia económica. En términos sociales, para la mujer esta independencia económica no llega hasta su incorporación masiva al mundo laboral, a mediados de este siglo XX. Sin embargo, las mujeres pronto se sintieron atraídas por la masonería. En Francia, ya en tiempos de Luis XIV y Moliere, las mujeres cultas se reunían en sus salones para debatir, solas o con hombres, los temas intelectuales de su tiempo. A comienzos del XVIII, cuando los albores de la masonería especulativa reunían a los hermanos en las logias, ni roma, ni las mujeres pudieron soportar la idea de estos hombres hablando a puerta cerrada. Por lo que respecta a roma, decidió excomulgarles. Las mujeres,
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en cambio, ejercieron la presión suficiente para que naciera la masonería de adopción, la masonería mixta y la masonería femenina. Sin embargo, -como ya se comentó en párrafos anteriores- es obvio que describir la historia secular de la orden, es describir a una época en la que la mujer quedaba explícitamente excluida, lo que dio paso en la actualidad a dos tipos de masonería. Una que ha superado esa exclusión, y la tradicional, todavía no adaptada a la evolución natural de la sociedad y a lo que es más grave: la consideración de la mujer como una persona humana, libre y con igualdad de derechos, incluido la pertenencia a la masonería. Acertadamente, se puede decir que no será difícil aceptar que el principal descubrimiento de los últimos tiempos, el que más ha impactado a la sociedad occidental y el que más está transformando los usos y costumbres, es, sin duda alguna, el descubrimiento de la mujer como persona libre y de igualdad de derecho con respecto al hombre. UN POCO DE HISTORIA A principios del siglo XVIII se establecieron en Francia varias sociedades secretas que trataron de imitar a la masonería en su forma exterior, caracteres y ritos diferenciándose de ésta en la admisión de las mujeres. Entre dichas sociedades podemos citar la de Cagliostro la Masonería Egipcíaca, que aún sigue funcionando hoy día. Las primeras noticias que se tienen sobre la entrada de las mujeres a las logias es en 1,744, cuando el gran oriente de Francia creó un nuevo rito, llamado de adopción o “Masonería de Damas”, trabajaban bajo la tutela y supervisión de los hermanos varones y al cual sometió a su jurisdicción, estableció reglas y leyes para su gobierno; prescribió que sólo los maestros francmasones pudiesen concurrir a sus reuniones; que cada logia de adopción estuviese a cargo y bajo la sanción y garantía de una logia masónica regularmente constituida y que el venerable maestro de esta última, o los vigilantes a falta de él, fuese el oficial encargado de presidirla, acompañado de la “Maestra Presidenta” de la logia de adopción.
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Esta masonería de adopción consta de cuatro grados: 1º aprendiza, 2º compañera, 3º maestra, 4º maestra perfecta. Está basada en la “virtud” y se ha juzgado conveniente cimentarla, no sólo sobre los principios que inspiran amor al bien y horror al vicio, sino también sobre la práctica de las buenas costumbres. Sus rituales están llenos de textos bíblicos que no deben tomarse al pie de la letra; la interpretación simbólica de esos textos y alegorías constituye la instrucción masónica de la mujer en los distintos grados del rito de adopción. Conforme a estas reglas se establecieron a partir de 1,775, varias logias de adopción. La más famosa fue la Candeur, en la que se admitió a burguesas como la señora Helvetius, mujer cultísima y con un espíritu muy abierto, y a miembros de la aristocracia, como la princesa de Lamballe, la duquesa de Chartres cuyo marido, el futuro Philippe Egalité, era Gran Maestre de la Orden, y además a un gran número de damas de la corte. La duquesa de borbón, prima del rey y madre del duque de Enghien, fue la gran maestra de la francmasonería de adopción. En 1,778, Voltaire le envía versos a la gloria del templo. Con la revolución desaparecen las logias de adopción y sus miembros fueron esparcidos por la emigración, el encarcelamiento o la acción política. Bajo el primer imperio renacen las logias de adopción, siendo la emperatriz Josefina, Gran Maestra, durante un corto tiempo. Poco a poco, durante el siglo xix las logias de adopción irán desapareciendo o subsistirán en un estado vegetativo, con un desarrollo muy lento, y siempre tuvo menos miembros que la masonería masculina, pero a finales del XIX llegó a tener unas 150 logias. El 14 de enero de 1,882, la logia los Libre Pensadores del Pecq (localidad próxima a París), decidió iniciar a una mujer; María Deraisme, periodista y gran feminista. La emoción que provocó el acto de insubordinación de la logia del Pecq fue enorme. Se entabló una viva polémica y cuatro meses después de este acontecimiento, la logia del Pecq tuvo que aban-
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donar la obra emprendida. Superando su decepción, María Deraisme decidió entonces crear una nueva obediencia, y el 4 de abril de 1,893 nació el “Derecho Humano”, obediencia mixta, bajo la dirección del doctor Georges Martin. Hoy día, el derecho humano, con el título de “Derecho Humano Mixto e Internacional”, posee logias en todos los continentes. La masonería de adopción o de “Damas”, se halla presente en muchos países europeos o del continente americano. Todas las logias trabajan según los rituales franceses del siglo XVIII. Curiosamente, los primeros datos que se pueden encontrar en los archivos españoles, son de 1,885 aproximadamente, es decir, que aparecen o renacen las logias de adopción en España en un momento en el que en Francia, la masonería de adopción había casi desaparecido. Hay que considerar que en los años 1,874-80, existe en España un resurgimiento de la masonería, debido a la influencia de la primera república española. La mujer española solicitará su ingreso en la masonería y empezarán a florecer logias de adopción. Entre las logias de adopción del gran oriente español, se pueden citar las Hijas de la Regeneración de Cádiz, las Hijas de los Pobres de Madrid, las Hijas de la Unión nº 5 de Valencia. El anuario de 1,894 a 1,895 del gran oriente español, consta de siete logias de adopción. También por esos años, podemos ver en los cuadros de logia masculinos, es decir, en las listas de los miembros de una logia, como por ejemplo en los Hijos de Riego de Madrid, o Nueva Cádiz, nombres de mujeres. Lo que nos permite comprobar que, a pesar de la Constitución de Anderson, se iniciaban a mujeres en el rito masculino (quizás para crear logias de adopción), y que éstas, asistían regularmente a los trabajos de la logia masculina, como se puede leer en los libros de actas. Todas esas logias pertenecían al gran oriente español. A fines del siglo XIX, también se tiene noticias de que en algunas logias del rito escocés antiguo y aceptado trabajaban también mujeres (según lo asentado en sus libros de actas). En Francia como ya se dijo, la mujer empieza a participar con los mismos derechos y obligaciones que el hombre en la logia del derecho humano
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(“Le Droit Humain”). Los cuerpos directivos de las obediencias masónicas de Portugal, Argentina, Cuba, Brasil y otros países establecieron logias del rito de adopción a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En cuanto a las logias italianas, éstas abrieron sus puertas a las mujeres en 1,819. LA MASONERÍA FEMENINA EN EL SIGLO XX En tanto maría Deraisme luchaba por una masonería mixta, en la cual hombres y mujeres podían trabajar juntos, los masones de la gran logia de Francia, a pesar de la constitución de Anderson, deciden crear de nuevo logias de adopción. Estas no se parecen en nada a las de los siglos XVIII y XIX. Las logias masculinas podían, después de haber pedido la debida autorización al consejo federal de la gran logia de Francia, fundar una logia de adopción. Esta logia llevaba el nombre de la logia masculina de la que había surgido. Además, los trabajos en la logia femenina eran idénticos a los de las logias masculinas. La gran maestra de la logia, es decir, la presidenta, dirigía las tenidas y establecía libremente el orden del día. Se admitían en las reuniones a los masones de todas las obediencias reconocidas por la gran logia de Francia, siempre que fueran maestros francmasones. No había más que tres grados: 1º aprendiza, 2º compañera, 3º maestra. A pesar de este nuevo éxito, el ritual femenino seguía siendo diferente al de los hombres. El 29 de mayo de 1,901, el libre examen, de la Gran Logia de Francia, crea la primera logia de adopción en Francia. El 8 de julio de 1,936, se constituye el congreso anual de las logias de adopción bajo la presidencia del Gran Maestro de la Gran Logia de Francia, y se crea una gran secretaria. A finales de 1,936, se designó una Presidenta para dirigir las tenidas colectivas. Se puede considerar esta secretaría como el embrión del futuro Consejo Federal. De esta forma siguieron trabajando las logias de adopción hasta 1,940. Durante el período de la
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segunda guerra mundial, las masonas fueron perseguidas y deportadas. En el convento de 1,945, los masones de la gran logia de Francia les permitieron a las masonas crear una obediencia femenina independiente. El 21 de octubre de 1,945, la unión masónica femenina de Francia celebró su primera asamblea general, y en 1,952, tomó el nombre de Gran Logia Femenina de Francia, adoptando en 1,959 los rituales y los signos del Rito Escocés Antiguo y aceptado que utilizaban los hombres. La Gran Logia Femenina posee un Consejo Federal y un Supremo Consejo. Se compone de unas ochenta logias en Francia, tres en Suiza y tres en Bélgica, con más de tres mil miembros. Si hemos creído conveniente dar estos antecedentes históricos de la masonería femenina francesa, es que ella fue en el siglo XVIII y luego en el siglo XX, la primera en luchar con tenacidad por su independencia y por su evolución espiritual y moral. En España durante la dictadura de primo de Rivera, desaparecieron todas las logias de adopción y durante la segunda república empezaron a establecerse de nuevo en Barcelona y en Madrid, pero no les dio tiempo a extenderse por toda España. Después de 1,980, además de la obediencia derecho humano mixto e internacional, existen varias logias únicamente femeninas: una logia independiente Isis Sabiduría en Barcelona, y en espera que puedan constituirse en obediencia española independiente, la gran logia femenina de Francia, ha creado dos logias, una en Barcelona y otra en Madrid. El Gran Oriente Español posee algunas logias de adopción. En 1,891 se instala en Nuevo Laredo Tamaulipas una logia femenina llamada “Josefa c. de Cantón”, perfectamente reconocida por la masonería del rito escocés antiguo y aceptado, incluso por logias de Texas. En 1,898, se forman en el norte de México, cuatro (4) logias integradas por mujeres. En 1,935 algunos hermanos de la logia “Reforma 33” nº 5, inician en la masonería escocesa un grupo de mujeres progresistas, medicas algunas de ellas, formando la logia “Alma Mexicana” nº 9. En
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1,945 pasan a formar parte del Rito Nacional Mexicano y años después se constituyen en Gran Logia Femenina. En 1,965 se establecen como gran logia independiente practicando el rito escocés antiguo y aceptado con el nombre de Gran Logia Unida Femenina “Alma Mexicana”, el que conserva aún. Esta Gran Logia está conformada por más de 30 logias femeninas, dos (2) de las cuales están en el extranjero. Otras grandes logias que funcionan en México son: la Gran Logia “Teoyocihuatl”, Gran Logia “Alma de Anahuac”, Gran Logia “Mujeres Insurgentes”, Gran Logia Femenina de Michoacán, Gran Logia Femenina de Veracruz, Gran Logia Femenina de San Luís Potosí. En la actualidad existen en el mundo varias obediencias estrictamente femeninas independientes, de rito escocés antiguo y aceptado en 24 naciones: Francia, Inglaterra, Bélgica, Suiza, España, Luxemburgo, Canadá, Isla Mauricio, Guadalupe, Martinica, Togo, Costa Marfil, Gabón, Venezuela, Brasil, México, Italia, Portugal, Chile, Estados Unidos, Alemania, Hungría, Rumania y Turquía, con logias en otros 6: Puerto Rico, Polonia, Rusia, la República Checa, Perú y Bolivia. Ninguna de ellas de adopción, y faltan datos de otros lugares. Para un total de 30 países con masonería femenina practicando el rito escocés antiguo y aceptado de idéntica manera como lo hacen las grandes logias masculinas y mixtas que lo han adoptado para sus liturgias. En Inglaterra se encuentra la gran logia femenina más grande del mundo con más de 15,000 miembros con el nombre de “Order of Women Freemasons”. En la república de Chile, está la Gran Logia Femenina de Chile. Sus orígenes se remontan al 11 de enero de 1,970 con la fundación de la primera logia femenina “Araucaria” nº 3 que junto con otras tres (3) logias masculinas que constituían la Gran Logia Metropolitana, pertenecían al Benemérito Rito Nacional Mexicano. Desaparece la Gran Logia Metropolitana de Chile, pero las mujeres continúan trabajando y en 1,971 la logia “Araucaria” se convierte en la nº 1 y así fundan otras logias como la logia “Acacia” nº 2 en 1,983, y la logia del valle de Rancagua que sería la nº 3.
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En los demás países, las organizaciones son logias de adopción, mixtas o para masónicas, como en EE.UU., las hijas del Nilo, o las hijas del Arco Iris. PERSPECTIVAS grande ha sido la lucha de la mujer por conquistar espacios que le habían sido vedados durante muchas centurias por justificaciones artificiosas que nada tenían que ver con supuestas incapacidades y limitaciones; sino con una lucha por el poder, basada en la violencia física, ideológica y psicológica. Hoy la mujer en casi todo el mundo ha ido recuperando derechos que le habían sido arrebatados. En Venezuela, así como en otras naciones, nuestra carta magna establece la igualdad jurídica de mujeres y hombres y eso se traduce en un sinnúmero de oportunidades para educarse y recibir capacitación para acceder a los más variados puestos de trabajo, obteniendo así independencia económica, para tener voz y voto en los foros nacionales e internacionales, donde se presentan y discuten asuntos de importancia para la economía, el bienestar social, la paz, etc., para alcanzar posiciones políticas que conllevan tomas de decisiones, etc. Se ha conquistado en otras palabras, el espacio exterior; pero hay un espacio más importante que hay que conquistar, porque de eso depende nuestra excelencia humana: el espacio interior, el que abarca los aspectos sentimentales o afectivos, morales y espirituales y ese es el más difícil de conquistar, tanto para hombres como para mujeres, porque vivimos inmersos en una cultura utilitaria, consumista, competitiva, enajenante y de rampante corrupción. Sin embargo, no todo son sombras, porque hoy la masonería cuenta con un lugar para las mujeres que quieran trascender sus ancestrales limitaciones a través de sus enseñanzas, aunque esto no sea bien visto por algunas personas, hermanos y parcelas que viven anclado en el pasado o sugestionados por normas y limites realizados en un pasado que no es el presente, ni es el nuestro. ¿POR QUÉ UNA MASONERÍA FEMENINA? Durante siglos la mujer no fue libre; vivía bajo la tutela de su padre o de su marido; era normal que al liberarse de dicha tutela, haya pensado en li-
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berarse completamente. También, excluida de todos los movimientos de pensamiento, se comprende que en nuestra época en que reivindica con empeño el derecho a tener plena actividad recabe además la posibilidad de progresar espiritual y moralmente. Una de las objeciones que hacen los masones partidarios de la aplicación estricta de la Constitución de Anderson, es que la francmasonería procede de una profesión de hombres. A lo que replican las masonas, que hoy día las mujeres ejercen las profesiones de arquitecto, ingeniero, médico, abogado, etc... Y que sus actividades no se centran sólo en los quehaceres del hogar y en la procreación. Según la gran logia femenina de Francia, la finalidad de una logia estrictamente femenina, no consiste en aislar a las mujeres. No hay que olvidar que la mujer ha vivido en un mundo elaborado por y para el hombre. Para poder estudiar todos los problemas y llegar hasta lo más profundo de sí misma, sólo puede trabajarse entre mujeres, ya que lo que se necesita es repensar los problemas desde el ángulo específico femenino. Así pues, las mujeres trabajan solas, para reunirse después con los hombres, abordando los problemas comunes en un plano de absoluta igualdad. Estos pueden asistir a las reuniones de las logias de la gran logia femenina de Francia, como visitadores. En cuanto a las masonas del derecho humano, consideran que la presencia de hombres que exponen sus pareceres, y la presencia de mujeres que después de escuchar, opinan a su vez, permite que la mujer progrese más rápidamente. la otra diferencia, entre la obediencia femenina y la obediencia mixta, consiste en que la obediencia y los trabajos de aquélla, están dirigidos sólo por mujeres, mientras que en ésta última, hombres y mujeres se reparten los puestos; y de ahí que en la práctica puedan plantearse algunos problemas no difíciles de superar. En realidad, sea cual fuere la obediencia, al trabajar por su propio perfeccionamiento, en el ambiente particular de su logia, las masonas están persuadidas de que por la educación que pueden dar a sus hijos, por su comportamiento, la humanidad podrá progresar y conocer merced a la
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tolerancia: la libertad, la paz y la justicia. EL DEBATE Cuando el tema de la mujer en masonería sale a colación, se pone en marcha un debate (a menudo apasionado) entre dos tendencias existentes dentro de nuestra fraternidad. Sinceramente, nunca pude comprender del todo la oposición de una de ellas puesto que, a estas alturas y a los inicios del siglo xxi, resulta un tanto anacrónico seguir debatiendo este asunto con los mismos argumentos de antaño. El inmovilismo argumental de algunos hh:., es lo que más me preocupa. No quiero poner en duda la intención de algunos de los argumentos esgrimidos para rechazar la iniciación de la mujer pero, a pesar de ello, como deseo ser coherente con los principios que siempre, según mi buen saber y entender, he defendido, deseo insistir en que el “problema” (si en realidad lo es), se debata a la luz y conocimientos de nuestro tiempo. Para hacerlo con la necesaria templanza y objetividad, debería tenerse en cuenta nuestro actual entorno social abandonando obsoletas concepciones. Debemos enfrentarnos a esta nueva situación de la justa emancipación plena de la mujer en todos los ámbitos, con coherencia y veracidad. Coherencia con los postulados que propugnamos como masones para todo el género humano. Veracidad para con nosotros mismos, a la hora de preguntarnos la razón o razones de nuestra oposición: ¿es ésta puramente visceral, o realmente producto de un proceso objetivo de reflexión? Bien a mi pesar, tengo que asumir que este debate aún seguirá por algún tiempo. Los cambios, incluso en organizaciones con principios democráticos innatos, siempre resultan lentos y difíciles... Con todos los argumentos a mi alcance, además de una pizca de pasión
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de hijo, padre y compañero, me veo en la obligación moral de continuar en el intento. He de apelar también al corazón (algo más de sensibilidad no nos vendría nada mal) para intentar convencer a muchos de mis qq.•. hh.•. de lo obsoleto de sus posturas al respecto. Muchos de ellos, como únicos argumentos, se apoyan unas veces en la “tradición”, otras en las constituciones de 1,723, y algunos van mucho más allá recurriendo a teorías antropológicas de nula base científica y de fascistas reminiscencias. Todos estos esfuerzos (dignos, a mi entender, de mejor causa) están encaminados a impedir que más del 50% de la humanidad beba en las mismas fuentes del conocimiento que nosotros, varones “libres” y nacidos de mujer. El derecho, que algunos dicen les asiste, para rechazar la iniciación e integración de la mujer en masonería, debe ser forzosamente el punto de partida para mis argumentos para defender lo contrario. Constituciones de Anderson (1,723) Estas constituciones, salidas de la imprenta de William Hunter, Londres, en el año masónico de 5,723 (1,723 e.•.v.•.), son como diría un castizo: “la madre del cordero”. En su extensa sección primera se dedican a desgranar la cronología “masónica”, desde el año i (4,000 a. C.) hasta el año de 1,723 d. C., según la redacción que de la misma hizo el pastor protestante Anderson. Es en su sección segunda (obligaciones de un francmasón), apartado iii, está el origen de lo que aún hoy sigue sembrando la polémica: “los candidatos admitidos como miembros de la logia, deben ser buenos y leales, nacidos libres, de edad madura y discreta, no esclavos, ni mujeres, no inmorales o escandalosos sino de excelente reputación”. Las personas con taras físicas, en los tiempos en que se redactan las constituciones, no podían ser miembros de la masonería. Esta limitación, muy pronto fue ignorada, afortunadamente. Mientras, la que hoy nos ocupa,
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sigue vigente, en algunas obediencias de talante “regular”, lamentablemente. Llegados aquí, hemos de recordar que la inclusión de las mujeres de los gremios de constructores (viudas e hijas de masones), se había llevado a cabo en tiempos avanzados de la masonería operativa, bastante antes de redactarse las constituciones. Hasta entonces, había existido presencia femenina en los gremios, según consta en escritos medievales que se refieren a la construcción de grandes templos (Estrasburgo o Magdeburgo), en Europa. Por otro lado, y antes de pasar a otro tipo de argumentaciones, he de confesar muy sinceramente que no logro comprender la oposición frontal de algunos hh:. al ingreso de la mujer en nuestra a:. o:. o, lo que aún me sorprende más, la defensa “numantina” de la exclusividad de nuestros talleres para el sector masculino. Dejando a un lado la incomprensible “fidelidad” de algunos a la literalidad del citado párrafo de las constituciones de 1,723, creo que pocos de los que no admiten la integración de la mujer en masonería se han parado a pensar en el hecho simple pero rotundo: lo “dogmático” que resulta apelar a las constituciones, solamente cuando nos conviene y muy especialmente en este caso concreto de la mujer. Resulta, por lo menos para muchos de nosotros, incomprensible que una fraternidad que ha tenido a gala luchar contra todo tipo de “dogmas”, termine por “crear” y “mantener” uno, para justificar la no participación de la mujer. Este “dogma” está fundamentado en un párrafo de un documento escrito en 1,723, producto de la mentalidad de aquellos años y elaborado por hombres de iglesia (no olvidemos la calidad de pastores protestantes de Anderson y Désaguliers), puritanos y con un concepto sobre la inteligencia y aptitudes de la mujer de su época totalmente diferente al nuestro. Deberíamos tener muy claro, a estas alturas, que Anderson excluye a las mujeres, no por una cuestión iniciática o relacionada con la tradición;
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sino por un hecho histórico constatable en aquella época: las mujeres vivían y morían bajo la tutela masculina y a casi nadie se le ocurría considerarlas libres ¿cómo podían tomarlas en cuenta? curiosamente, y en el artículo XXXIX (último de ellos) de los reglamentos generales, recopilados por George Payne (segundo Gran Maestre de la Logia de Londres) en el año 1,720 (tres años antes de las Constituciones de Anderson), se dice: “cada sesión anual de la gran logia, tiene poder inherente y autoridad para hacer nuevas reglamentaciones o alterarlas, para el beneficio real de esta antigua fraternidad...” ¿Se refiere solamente a los reglamentos o, por el contrario, la filosofía de apertura futura a la “modificación o alteración”, en caso necesario y con la aprobación de los miembros de la gran logia, podría entenderse extrapolable a las propias constituciones? nada en ellas nos dice que sean “intocables” o “inmutables” en el tiempo. El “dogmatismo” al respecto, aparece mucho más tarde para preservar, mucho me temo, la pretendida “única” y hegemónica autoridad masónica de nuestros hh.•. de la Gran Logia Unida de Inglaterra. En el último artículo de los reglamentos (el XXXIX), se parece dejar una puerta abierta para futuras modificaciones, alteraciones o adaptaciones de las líneas maestras de actuación (lo cual sería lógico e inteligente). Hoy, a pesar de las dificultades de orden práctico para la aplicación del pleno derecho de la mujer a acceder a los mismos puestos laborales que el hombre, a nadie en su sano juicio se le ocurriría decir en voz alta (por lo menos en nuestro entorno occidental), que las mujeres no son libres. Luego, si lo son, admitámoslo con todas las consecuencias, también en masonería. Hora va siendo de que, sin argumentaciones que ya no tienen más valor que el de la anécdota, digamos lo que pensamos con valentía. Es curioso reseñar –como ya se expresó en la sección un poco de historia del presente trabajo-, solamente como anécdota histórica, que allá por el siglo XVIII, aparecen en Francia varias sociedades secretas que tratan de imitar a la masonería en su forma externa, caracteres y ritos.
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Se diferencian, entre otras cosas, de la masonería, por la admisión de las mujeres. Entre estas pseudo - masonerías podemos encontrar –como ya se dijo- la fundada por Cagliostro (aún hoy sigue funcionando en varios países). Volviendo a las Constituciones de Anderson, sinceramente pienso que deberían ser leídas e interpretadas teniendo en cuenta su contexto histórico. La interpretación y aplicación práctica de las mismas (incluido el párrafo discriminatorio para la mujer), en nuestros días, tiene que pasar forzosamente por su adaptación, con la necesaria valentía, a la realidad social de nuestro tiempo. El aferrarse, aún hoy, a la prohibición de la pertenencia a la masonería de la mujer en aquella época, es poner la zancadilla al progreso que, por otra parte, como masones, propugnamos siempre para “toda” la humanidad. Seguir insistiendo sobre la “vigencia” de semejante párrafo de las constituciones, en pleno siglo XXI, es (a mi juicio) como querer perpetuar la constitución fundadora de un país, sin enmiendas o reformas para adaptarlas a los entornos actuales o pretender que nuestras mujeres, muchas de ellas profesionales, no ejerzan lo aprendido en un empleo honorable. Sinceramente, tengo la impresión de que algunos sectores de la masonería, han quedado anquilosados por su empecinamiento en mantener un cierto “poder” masculino que, quieran o no, está perdiendo fuerza, afortunadamente. Para poder comprender mejor la postura discriminatoria de los “fundadores” de la masonería especulativa, deberemos hacer un pequeño ejercicio de “bilocación” a aquellos tiempos, en los que la inmensa mayoría de las mujeres eran analfabetas, amén de “esclavas”, por la legalidad vigente y la voluntad de sus maridos. Más adelante, allá por el año 1,774, cincuenta y un años después de promulgadas las Constituciones de Anderson, en Francia muchos de los que habían defendido a capa y espada la no integración de la mujer, creen llegado el momento de una adaptación a los tiempos.
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Ante el despertar de una sensibilidad social diferente, surgida de las ideas revolucionarias, optan (claro ejemplo de que todo puede y debe adaptarse a cada época y las constituciones también) por fundar la “Masonería de Adopción”. Con la creación de esta masonería, se puede canalizar la entrada en ella de muchas mujeres, si bien por la puerta de atrás, que empiezan a demostrar la suficiente inquietud social e intelectual y se interesan por la afiliación a nuestra orden. Las razones fundamentales de este interés femenino por nuestra orden, está en los postulados masónicos de: libertad, igualdad y fraternidad, en los que ven el camino de futuro para sus aspiraciones de emancipación ¿Qué razones de fondo existieron para este importante cambio en la mentalidad de los miembros del Gr.•. Or.•. de Francia? Para mejor poder comprender este cambio de postura (sin duda radical para su tiempo) de la masonería francesa, deberemos situarnos en el contexto histórico de la Francia de Luis XV (1,715-1,774). Francia está volcada y comprometida de lleno en la ayuda económica y militar a los independentistas de lo que, pasado algún tiempo, serían los EE.UU. de américa del norte. Esta postura comprometida, tiene mucho que ver con la vieja enemistad entre los dos vecinos del canal de la mancha. A ambas orillas, además de las diferencias ideológicas, están surgiendo otras generadas por dos conceptos distintos de entender la masonería y que permanecen vigentes hasta nuestros días. El éxito de los patriotas americanos en la consecución práctica de sus ideales de independencia, despierta en la sociedad francesa (por un fenómeno de “empatía”) las ideas liberales que serán el caldo de cultivo de un próximo y radical cambio, no solamente en Francia, sino en toda Europa. En realidad, mientras los patriotas americanos declaraban su independencia de Inglaterra (año 1,783), en el otro lado del atlántico norte se estaba fraguando la Revolución Francesa y, con ella, el derrocamiento (sangriento en muchos de los casos) de las estructuras feudales y clericales aún vigentes en gran parte de Europa.
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Un francmasón, George Washington, es elegido primer presidente de los EE.UU. de américa. En el año 1,789, bajo el reinado de Luis XVI, el pueblo de París toma la Bastilla y comienza una nueva era para Europa occidental. A partir de este momento, nada será igual en el mundo. En este ambiente, en el que la mujer marcha al frente de los pelotones que atacan la bastilla y donde el nuevo himno nacional (la Marsellesa) tiene nombre femenino... ¿cómo no iba a cambiar la masonería francesa sus concepciones andersonianas, respecto al derecho de la mujer a ser libre? ¿Qué “tradición” estaban siguiendo nuestros hh.•. franceses? ¿No estaban acaso respondiendo, empujados por la realidad social y bajo el peso de la razón, a las exigencias del momento y dejando a un lado obsoletas concepciones? Eso sí, como muestra de la debilidad de sus convicciones liberales recién estrenadas, las mujeres estarán aún “bajo” la tutela de los masones varones y sometidas a la presidencia en logia de un v.•. m.•. Pero, aun así, ¿no se había producido ya un salto cualitativo extraordinario y revolucionario en la masonería? Han transcurrido ya muchos años desde la creación de la masonería de adopción y a pesar de las múltiples “revoluciones” (y no me refiero exclusivamente a las sangrientas, sino también a las de tipo cultural) que se han sucedido durante estos prodigiosos años, muchos de nuestros hh.•. parecen sufrir un importante “daltonismo” social. Una buena parte de ellos parecen ignorar los cambios operados en su entorno, y tampoco reconocen las señales de cambio que por doquier se pueden observar. Siguen aferrados a unas ideas que no se sostienen y a una “tradición” interesada y lejos de todo ideario realmente masónico. Pretenden seguir ignorando que la mujer, a pesar de alguna corriente de opinión aún existente que parece lamentar su emancipación, es libre (en realidad lo fue siempre a pesar de nosotros ignorarlo). Masones han sido los que colaboraron activamente en la redacción de los derechos humanos; masones han sido los que han creado movimientos de solidaridad internacional pero, a pesar de todos estos hitos importantes
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en la reciente historia de la humanidad y de la masonería moderna, muy pocos masones ilustres se han comprometido en la causa pendiente de la emancipación total de la mujer, de manera individual. ¿Será por temor a una pérdida de protagonismo en las estructuras de “poder” hechas por y para varones? DIVERSIDAD DE PENSAMIENTO Y ACTUACIÓN Si realmente el argumento de algunos está basado en las supuestas carencias de las mujeres para ser iniciadas, hay datos estadísticos recientes (reportaje sobre la masonería inglesa del Sunday Times, agosto 99) que parecen poner en tela de juicio sus argumentos. Durante las dos últimas décadas, en las logias de la Gran Logia Unida de Inglaterra, la cifra de los masones varones ha descendido en el impactante número de ¡¡ 60,000 !! En los últimos diez años, en extraña contraposición al anterior fenómeno, la cifra de mujeres masones en el reino unido, cuna del conservadurismo masónico, es de 14,000 o más. Según los portavoces de las obediencias femeninas implantadas en aquel país, hay muchos miles más de postulantes esperando ser aceptadas. Se trata de obediencias no ligadas, naturalmente, a la Gran Logia Unida de Inglaterra. ¿Cómo reaccionará la masonería inglesa conservadora ante este hecho innegable? ¿Serán capaces de seguir ignorando la realidad? posiblemente como reaccionaron los franceses, durante los tiempos de la revolución, al comprobar que la mujer tomaba las riendas de su destino. Naturalmente, hoy la mujer ya no se conforma con la “tutela” del varón y exige la igualdad que le corresponde por derecho, también en las logias. Las logias de “dopción”, en nuestros días, serian una pobre aportación a
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la realización de la trilogía masónica: libertad, igualdad y fraternidad y, por supuesto, un insulto aún mayor a la capacidad de la mujer para tomar sus propias decisiones, incluso en el terreno de lo iniciático. En Francia, la obediencia conservadora más numerosa y que hasta hoy rechazaba de pleno la iniciación de mujeres, está debatiendo desde hace algún tiempo este “espinoso” tema al nivel nacional. Algo se está moviendo y no dudo que muy pronto podremos ver los resultados. La mujer, qq.•. hh.•. no piensa de manera diferente al varón. Si deseamos reflejar toda la verdad tendríamos que decir que, además de interesarse por los mismos problemas La mujer, hasta hoy, debe luchar mucho más que nosotros por cada centímetro de libertad y justicia que le va arrancando a la sociedad. No solo tiene que demostrar lo que vale, sino que se le exige mucho más que al varón para poder alcanzar las mismas metas. Seguir explicando las cualidades o defectos de la mujer, seria seguir el juego a los que la discriminan. La mujer, y esta es la realidad constatable en el día a día, tiene virtudes y defectos como el hombre. Las diferencias, si existen, se deben a una cuestión cultural y no a estructuras cerebrales diferenciadas. ¿No será que nuestra “igualdad” como sucede en la física con los polos del mismo signo, se repele? Quizá esta “igualdad”, reconocida tardíamente por nosotros, sea una de las razones de la lucha que algunos sectores de la sociedad (no solamente masones) pretenden prolongar en el tiempo. Si es igual, pensarán algunos, tendremos que compartir nuestro “poder” o protagonismo con ellas. No existen argumentos realmente racionales para rechazar a la mujer en masonería. Así lo han visto muchos masones y obediencias que hoy las admiten en su seno con fraternal igualdad. El problema se perpetua por la oposición de unos pocos que, vuelvo a repetir, eligieron el “dogma” y no la evolución acorde con los tiempos.
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Hoy en día la mujer está presente en todos los trabajos y los realiza en general tan bien o mejor que los hombres con sus diferencias físicas lógicas. No existe pues ninguna razón para negarle los enormes beneficios de su ingreso y progreso en masonería. Otro gran argumento proviene de los Landmarks y en concreto el llamado Landmark nº 18 de Albert Mackey, quien afirma que “deben ser hombres no mutilados y de edad madura” (¿60 años?). Las mujeres y esclavos (¿gente de color?) nacidos en cautiverio están descalificados para la iniciación”. ¿Por qué inventó Mackey esto sobre las mujeres? Desde entonces los Land Marks originales (la famosa tradición) e inmutables han sufrido distintas modificaciones, pero la más fuerte es la del 4 de septiembre de 1,929 en que la Gran Logia Unida de Inglaterra, incluyo por su cuenta, la obligatoriedad de la creencia en la inmortalidad del alma..... (Fuerte dilema para muchos masones librepensadores y de lo que se habla poco en las logias auto llamadas regulares) ¿Por qué será? con la gente de color se ha empezado a arreglar el tema ya que la Gran Logia Unida de Inglaterra ha reconocido muy recientemente a las logias Prince Hall de USA (más de medio millón de hh.•., que se formaron hace más de 150 años por negros. Con los lisiados y minusválidos se conocen hermanos que fueron iniciados en talleres regulares, en silla de ruedas, otro cojo y algún otro manco, se han dado casos también de que han pasado a esta condición, después de iniciados, es decir que también de hecho se ha transgredido este Landmark. Hasta están comenzando a parecer recientemente en Inglaterra y Holanda, logias exclusivas con homosexuales. Sin embargo, en algunos países, con las mujeres no ha habido este “mirar hacia otro lado” a pesar de que se puede entender que la palabra hombre, se puede referir de una forma genérica al género humano y por tanto dar cabida a las mujeres en algunas obediencias. ¿Por qué de ese trato desigual? ¿De qué se tiene miedo?
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Qué argumentos racionales se pueden ofrecer por parte de un recién iniciado a su esposa que le pregunta ¿porque ella no puede entrar en la obediencia de su marido? ¿Seguro que entendemos el significado de llamarnos hijos de la viuda? TRADICIÓN Como ya se dijo anteriormente, si por “tradición” quiere entenderse la no existencia de mujeres en los antiguos gremios de constructores, estamos errando. Las hubo. Existen referencias escritas sobre mujeres (viudas o hijas de masones operativos) que trabajaron en la construcción de algunas catedrales del medioevo. Si como tradición queremos tomar la que se remonta a los misterios de Egipto, Grecia, Cultura Celta, Roma, etc., mal hemos escogido nuestros argumentos. Digo mal, puesto que incluso los que se oponen a la iniciación de las mujeres en la masonería, tendrán que reconocer la importancia, en el terreno de lo trascendente y “sagrado”, que las mujeres tuvieron en las citadas culturas. La sociedad de entonces si las consideraba “iniciables”. En el santuario de Menfis había doncellas iniciadas en los más importantes secretos de los misterios y tomaban parte en todas las ceremonias sagradas. Los misterios de Ceres, estaban dirigidos por sacerdotisas (iniciadas por supuesto) que, además, transmitían a los sabios de aquellos tiempos instrucciones con las que ellos formaban después a sus discípulos. Las sacerdotisas, pitonisas, oráculos, etc., de aquellas culturas “estaban” en contacto “directo” con la divinidad. Ellas, eran el vehículo entre los
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dioses y los hombres ¿alguien duda de la importancia de su misión y del reconocimiento y respeto social de que gozaban? Los celtas, guerreros temidos por su ferocidad en el combate, otorgaban a la mujer la misma posibilidad que al hombre para alcanzar el grado iniciático de druida, después de un largo periodo de aprendizaje. Ellos, fueron los precursores del actual derecho de familia germánico y sajón, en los que la mujer (no los hijos como sucede en nuestro derecho romano) hereda a su marido con todas las prerrogativas y derechos. Si deseamos referirnos a la “tradición” masónica, desde 1,723, ya hemos comprobado como el Gr. Or.•. de Francia, y después de un intenso debate, optó por dar a la mujer la posibilidad de la masonería de adopción en 1,774. Desconozco los argumentos esgrimidos en ese debate para poner en marcha una masonería de adopción, que atacaba frontalmente lo plasmado en las constituciones. Haciendo un poco de ciencia-ficción, me atrevería a pensar que fueron del mismo tipo de los aquí esgrimidos: “la mujer ha alcanzado su mayoría de edad”. El paso, aun siendo corto para nuestra mentalidad del siglo xxi, fue enorme para aquella época. Estamos ante uno de los momentos históricos más importantes para el futuro de la humanidad. Está germinando una revolución que trastocará el orden social hasta entonces establecido. A partir de la revolución francesa, nada será igual en una Europa dominada, hasta entonces, por tiranos déspotas y clérigos con un inmenso poder terrenal. Nuestros hh.•. Franceses, quizá un poco asustado ante la innovación que la masonería de adopción representaba, fueron lo suficientemente adelantados de su tiempo al ver la necesidad de abandonar “dogmas basados en la fidelidad a ultranza de la letra”. Fue el primero y tímido pasó para avanzar en el camino de la igualdad
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que, más tarde, sería una de las bases de nuestra trilogía masónica por excelencia: libertad, igualdad, fraternidad. Diversidad en modos de pensar y actuar. Cuando algunos hh.•. se dedican a sentar cátedra con argumentos que consideran acertados para justificar la no aceptación de la mujer en masonería, basándose en ciertas “diferencias”, tenemos que sonreír y en especial la mujer. Es evidente que la mujer es diferente ¡faltaría más! pero lo son en lo morfológico, que no es en lo intelectual. A estas alturas, demostrada ya con creces la capacidad intelectual de la mujer en todos los ámbitos de la cultura y del trabajo, seria de muy mal gusto (además de patético) seguir argumentando diferencias “cerebrales”, hemisferios con diferentes habilidades a los nuestros, etc. Como miembro del género humano, la mujer ha pasado por diversas etapas evolutivas (en cuanto a lo intelectual), no siempre idénticas a las del hombre. Esto es demostrable y evidente. La discriminación de la mujer respecto al acceso a la enseñanza, siquiera elemental, dejó de ser una realidad no hace tanto tiempo. Su derecho al sufragio universal, fue conseguido gracias a muchas batallas, algunas incluso sangrientas, para poder arrancárselo al legislador varón. Su acceso a los distintos puestos de trabajo, a cualquier carrera o a la milicia, si así lo desea, son logros de finales de este siglo. El acceso masivo de la mujer (en nuestro mundo occidental) al mundo de la cultura, no es tan antiguo. Podemos retroceder un siglo como máximo. ¿Cómo podemos pretender que las mujeres estuvieran preparadas en ramas del saber humano a las que nunca tuvieron acceso? ¿Qué canales tenían a su alcance para demostrar de lo que eran capaces en otros terrenos distintos a las tareas del hogar?
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No se trata aquí de un problema de hemisferios cerebrales dotados para distintas habilidades que los nuestros, sino la imposibilidad real de adquirir conocimientos y habilidades, distintos a los que tenían que ver con las labores de la casa o, en la sociedad rural, con las del campo. Es necesario hacer hincapié en un detalle (muy importante) a favor de la mujer: ella, además de su capacidad demostrable y demostrada para cualquier tarea intelectual o laboral, tiene una dotación específica para llevar a cabo la mayor y más importante iniciación en la vida de un ser humano: la maternidad. El simple hecho de “poder ser” o ser madre, hace que la mujer posea, además de su innegable capacidad de lógica y raciocinio, una especial carga de sensibilidad y ternura que, por desgracia, nosotros nunca podremos tener. Esta capacidad, la convierte en apta no solo para ser “iniciable”, sino para comprender y vivir lo “trascendente” desde puntos de vista mucho más amplios y elevados que nosotros. Pretender que la mujer tiene una “psique” distinta o que su capacidad de comprender y “vivir” lo trascendente, el simbolismo o cualquier otra manifestación semejante es inferior a la del varón, seria introducirnos en teorías elaboradas por algunos para menoscabar la realidad y siempre en provecho del macho dominante. De una vez por todas, el artificial antagonismo generado por prejuicios sin fundamento lógico, tiene que dejar paso a la razón y a los hechos constatables. Tenemos, en una palabra, que ser valientes. El varón, con mayor acceso a la cultura y participación directa en el poder decisorio de los estados, fue formándose en multitud de disciplinas vetadas a la mujer. Son muchos miles de años en una situación de “segundona” que, como era de esperar, no podía mantenerse eternamente. Como únicos detentadores del poder, nos cuesta mucho compartirlo y, ésta, realmente, quizá sea la única razón por la que seguimos ofreciendo una resistencia numantina al avance hacia la total igualdad de nuestra compañera. De hecho, dicen algunos, todas las aportaciones al pensamiento y a la
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ciencia, desde la antigüedad conocida, fueron hechas por varones ¿acaso ello demuestra que la mujer no era apta para ello? desde luego que no. lo único que demuestra, qq.•. hh.•. es la nula participación de la mujer en el mundo de la cultura. Las únicas habilidades que podía desarrollar eran las relacionadas con el hogar. Todo ello no por incapacidad, sino por “imperativo” de la legalidad vigente (pensada y promulgada por el varón). Cuando el lado femenino de la humanidad comienza a hacerse notar en las ciencias y las artes, es precisamente a partir del siglo xviii (independencia de américa, revolución francesa, ilustración). a partir de ese momento histórico desencadenante del pensamiento liberal, es cuando nombres femeninos comienzan a aparecer en ámbitos hasta entonces vedados. Irrumpen con fuerza y, a regañadientes, y muchos varones tienen que reconocer su valía. Respecto a otras opiniones sobre “diferentes” maneras de pensar o “actuar” de las mujeres, realmente se está entrando en un terreno que nada tiene que ver con la cuestión: “iniciable”, no “iniciable”. ¿No será que deseamos llevar el problema a un terreno que solamente tiene relación con la eterna lucha por seguir ostentando, el varón, el poder “absoluto” en la sociedad? ¿No estaremos discriminando a la mujer por su pensamiento “diferente” en algunos ámbitos de la vida que a ella más le atañen y que hasta ahora han sido coto cerrado de varones? la educación de los hijos, la denuncia de la estupidez de las guerras, el derecho a estar presentes (en igualdad de condiciones) en todos los ámbitos de la sociedad donde se decida su futuro y el de sus hijos... De desear mantener una actitud coherente con esa tradición a la que algunos apelan, deberíamos reclamar bastantes “anulaciones” o “reformas” llevadas a cabo por supremos consejos, grandes logias, etc. Sin embargo, muchas de estas “innovaciones”, son incluso bien aceptadas por los más conservadores, como acordes con los tiempos y la natural evolución de la sociedad. ¡ curiosa dualidad de pensamiento !
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Si como masones aceptamos y suscribimos los derechos humanos y nuestra propia constitución, en donde se consagra la igualdad de todos los seres humanos, sin discriminación de ningún tipo, estamos practicando una doble moral, no acorde con las líneas maestras de nuestra fraternidad masónica. Enlazando un poco con el inicio, antes de nada tendríamos que aclarar a cuál de las tradiciones nos referimos. ¿Estamos hablando de la procedente de las fuentes más antiguas o de la que se inicia en un tiempo más cercano a nosotros (1,723) ¿estamos hablando de la tradición primordial, de la que salieron las múltiples ramas de un árbol que ha dado diversos frutos hasta nuestros días? Si nos referimos a la primera, todo lo que sabemos de las culturas en que bebemos muchos de nuestros conocimientos actuales, nos da pie para pensar que el papel de la mujer (o de algunas mujeres privilegiadas, quizá), no siempre fue el de sumisión al varón. En algunas de estas culturas fueron consideradas y respetadas, como “mater” y como poseedoras de capacidades “trascendentes” especiales. Si por tradición entendemos la que parte de una fecha más cercana (1,723), hora es, casi 300 años después, de que la razón triunfe sobre el fundamentalismo de algunos. Es conveniente insistir, aun siendo repetitivos, que la mujer del año 1,723 no era “libre” y por lo tanto, ni siquiera podía ser considerada la posibilidad de su iniciación, a la hora de redactar las constituciones. Aquí, llegados a este punto, es obligante no solamente a apelar a la razón, sino también al corazón. ¿Es posible conjugar nuestras continuas apelaciones, como masones, a la libertad, igualdad y fraternidad del género humano y, al mismo tiempo ignorar a la mitad del mismo? ¿Realmente y en conciencia se puede hablar de coherencia?
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¿Es posible conjugar un lenguaje de solidaridad, justicia e igualdad para todos y, al mismo tiempo, aducir “razones” que no lo son para cerrar las puertas de nuestras logias a las que son nuestras madres, compañeras e hijas? Sinceramente, si queremos permanecer anquilosados en tradiciones que impiden el desarrollo integral del género humano, meta que la francmasonería persigue desde siempre, personalmente no puedo apuntarme a estas corrientes, ni por coherencia masónica estar de acuerdo con ellas. Como masón que cree firmemente en la necesidad de luchar por la eliminación de prejuicios atávicos que impiden el avance de la justicia, para todos y en todos los ámbitos, no puedo admitir la “inmovilidad” de nuestra fraternidad (o parte importante de ella) en el tema de la mujer. Lo único que nos exige la “nueva” situación, qq.•. hh.•. es ser naturales y ver a las mujeres como debemos verlas: como seres humanos iguales, sin complejos ni prejuicios previos. lo demás, vendrá por añadidura. Conclusiones No todas las asignaturas pendientes son acreedoras de los hombres. una vez las puertas de estos colegios iniciáticos abiertas para todos, debe también la mujer dar un paso adelante en esta tarea antropogénica de conquistar su ser original lo que requiere superar los mitos subrepticiamente infiltrados en todas las culturas pero que hay que desenmascarar, precisamente con y desde la disciplina iniciática. A través de la unión de los complementarios es como se llega a la síntesis del orden universal, siendo que de esta unión surge la vida en todos sus órdenes de realidad. La masonería es una vía iniciática que mantiene vivos sus ritos y su código simbólico. Por ende, a la mujer le corresponde hoy en día incorporarse al camino del conocimiento, sin que los símbolos masónicos que se refieren al oficio de la construcción, suponga una condicionante a su realización, sino un modo nuevo de adaptación a la realidad de los tiempos. Indiscutiblemente la mujer siempre ha estado preparada para cualquier tarea que se proponga y por eso la masonería le
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muestra el camino que la llevará hacia la regeneración de su individualidad y a la conquista de la universalidad del ser. Fue necesaria la concurrencia de hombres y mujeres visionarios y abiertos y la participación activa de varias mujeres, que tomaron la bandera de lucha y la antorcha de luz que les entregara la primera iniciada, para que esta semilla arrojada en el surco se multiplicara y las logias femeninas y mixtas se expandieran por todos aquellos países en que hombres y mujeres comprendieron que el desarrollo humano sería imposible sin el concurso de ambos sexos, en que cada uno es el complemento y no la supremacía del otro. Las grandes logias, debe alinearse a la tendencia en que se encuentran gran parte de los masones latinoamericanos y europeos, partidarios de una masonería adogmática, que represente y encarne las fuerzas dinámicas frente a las tendencias estáticas que sostienen que la masonería es un culto fundado en bases religiosas y cuyos dubitables principios originales –– los landmarks –– son inmutables hasta el fin del mundo, en consecuencia, no se pueden introducir modificaciones en los principios y fundamentos de la masonería original sin cesar de ser masonería. Esto en contra del principio progresista de nuestra orden. Se debe tomar en consideración que los landmark fueron empleados desde tiempos muy antiguos por los masones operativos ingleses para referirse a las prácticas, costumbres, leyes, y usos de la masonería y que la migración de masonería operativa a masonería especulativa ha transformado muchas de esas costumbres, leyes y usos, así como se ha transformado la humanidad. Igualmente se debe considerar que no solo existen las Constituciones de Anderson y los Landmarks de Mackey, también existen los Landmarks de Mac Bride, que solo son doce; los de Pound que son ocho; los de Pike que son tres; los de Lecerff que son veinticuatro; los 54 de Grant de Louisville; los 24 de Lawrence; 27 son los que se desprenden de lo actuado y aceptado en la asamblea general de francmasones llevada a cabo en parís en el año 1,523 y ocho son los que conserva la gran logia unida
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de Inglaterra. Algunos de los linderos antes mencionados son comunes, otros son bastante diferentes y en algunos casos se encuentran en total contradicción. Determinar: ¿cuáles son entonces los verdaderos linderos? ¿Cuál es la forma de establecer esto? ¿Cuáles son los patrones de referencia que debemos emplear para identificar los genuinos linderos? son interrogantes que debemos darle respuesta. Seguramente no lo serán solamente los 25 linderos de Mackey, ni las constituciones de Anderson Pareciera que la existencia de tantos y diferentes linderos obedeciera a intereses sectoriales, políticos y religiosos que existieron en nuestro pasado, respondiendo principalmente a propósitos de ejercer con exclusividad el gobierno de la orden e introducir una orientación definida, contraria a los principios de universalidad y progresividad que nos han caracterizado. Resulta por demás importante determinar cuáles de estos linderos son auténticos y en consecuencia imprescindibles para la conservación de la naturaleza y vigencia de la fraternidad y en función de la clase de masonería que queremos para el futuro. Mantener que la mujer, los cojos, los lisiados, y los mutilados deben permanecer apartados de la masonería o de cualquier otra institución por motivos históricos, es vivir de una manera virtual, anclado en un pasado que no es el nuestro, pues sólo somos responsables del aquí y el ahora. Las únicas condiciones para pertenecer a la francmasonería son ser libres y de buenas costumbres. Entiendo que a mediados del siglo xviii era muy difícil para los antes nombrados cumplir la primera, y con tareas operativas, no solo por incapacidad intrínseca, sino por imposición “histórica” y social. Con referencia a la situación de la mujer, hoy en día la situación ha cambiado, por lo menos en algunos países, donde el acceso de la mujer a la educación, incluida la universitaria y el acceso al mundo del trabajo, ha dado a muchas mujeres aquella libertad personal de la que antes no disfrutaban.
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Impedir que la mujer, así como los impedidos físicamente (pero no intelectualmente) al acceso a cualquier institución por razón de sexo o situación física, es colocar automáticamente a dicha institución al margen de la legalidad. Dado a que ellos son derechos que quedan recogidos en los principios universales de los derechos humanos, de los cuales la mayoría de las legislaciones de países la han adoptados, entre ellos Venezuela. Creemos pues, que es cuestión de tiempo y madurez aceptar al ser humano que busca mejorar como persona y también mejorar la sociedad dentro de la francmasonería, sin importar sexo, raza, nacionalidad, edad, ni nada que separe. Lo demás es sencillamente discriminación. Se debe considerar que los derechos de la mujer constituyen parte esencial de los derechos humanos. A estas alturas del desarrollo de la humanidad, cualquier intento por defender prácticas discriminatorias hacia la mujer sólo pueden basarse en la posibilidad de negarle a ella su condición de ser humano. La lucha por los derechos humanos ha sido una lucha masónica, ya que fue inspirada en los principios de la orden y realizada por hh.•. La masonería es la institución para la reflexión y la acción en torno al desarrollo de la humanidad. Si la mujer es parte de ella, tiene también el derecho de asumir ese desafío junto a nosotros, los varones, aquellos que injustamente la hemos excluido por tanto tiempo. Recordemos qq.•. hh.•. que no podemos detener la evolución misma, atándola a los límites infranqueables de un pasado muerto. La naturaleza no es estacionaria. “las instituciones envejecen mientras la humanidad rejuvenece sin cesar; los métodos pueden gastarse, las exigencias de los tiempos y del espíritu modificarse, las doctrinas corromperse, solo el “fin” permanece eternamente idéntico a sí mismo porque nosotros estamos “en el valle” y él está “en la cima”. Inspirado en María Deraismes, primera mujer iniciada en masonería en la era moderna (año1,882 e:.v:.) que él, se preocupa por otras parcelas de la vida que le atañen más directamente, en su calidad de madre y esposa.
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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Gran Logia Simbolica Española, la mujer en la gran logia simbólica española. Ascensión Tejerina, Serenísima Gran Maestra adjunta de la Gran Logia Simbólica Española, conferencia sobre la mujer y masonería, dictada en la Asociación de Zaragoza, 3 de mayo de 2,005. Milly Fritz reyes, mujer y masonería. Iván Herrera Michel, Historia de la Masonería. Diciembre de 2,004 Fernando j. m. Domínguez, francmasonería femenina, 26 de septiembre de 1,999. Tomado de: http://masoneriafemenil.bligoo.com.mx/content/view/1054427/Mujer-y-Masoneria-Articulo.html#.WOA0Cvk1-M8
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