Dialogando con Dios Selección de oraciones de fuentes islámicas y gnósticos persas
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Dialogando con Dios. © Todos los derechos reservados. © De esta edición: Editorial Mandala C/ Tarragona, 23 28045 Madrid (España) Tel.: +34 914 678 528 Fax: +34 914 681 501 E-mail:
[email protected] www.mandalaediciones.com Primera edición: Marzo de 2012. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Maquetación: Torre, S. L. Imprime: ISBN: 978-84-8352-555-5 Depósito legal: M-14130-2012
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Índice
Traductores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Extractos de La Oración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Plegarias celestiales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Plegarias de los Santos Imames . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Plegarias de los gnósticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Traductores
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aleyas coránicas en el capítulo «Plegarias celestiales, Selección de aleyas coránicas», son de la traducción del Corán de Raúl González Bórnez, Miraguano Ediciones, Madrid, 2 006. Las traducciones del capítulo «Plegarias de los Santos Imames» son de María Isabel Amoretti, Muhammad Mu’allemi Zadeh y Néstor Daniel Pagano y aparecen en www.islamoriente.com, a excepción de la «Oración de Arafa del Imam Hussein» y «Súplica de los Agradecidos del Imam Sayyad», cuyo traductor es Alexandre Queraltó Bartrés. Las traducciones del capítulo «Plegarias de los gnósticos» son de Alexandre Queraltó Bartrés, a excepción de la «Plegaria de Sa’adí en La rosaleda», extractado de la La rosaleda, traducción de Joaquín R. Vargas, Ediciones el Cobre, Barcelona, 2 007. AS
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Una noche levantaremos las manos y diremos una oración para de alguna forma remediar el dolor de tu partida. HAFEZ DE SHIRAZ
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aquellos momentos que estás cansado de la rutina diaria, cuando la sensación de soledad y pena se ha adueñado de ti, en esos instantes que te sientes indefenso e impotente y anhelas un compañero que escuche tus palabras y le aporte un poco de calma a tu corazón y tu alma; incluso en esos momentos cuando crees que todo marcha bien y encuentras un poco de tiempo y ganas para leer, coge este pequeño libro y conversa sin ningún intermediario con Aquél que está más cerca de ti que tu propio ser. Él siempre te ve y nunca te ha olvidado, a veces te ha llamado aunque no hayas oido su voz. Te ama y te llama, y también a Él le gusta que Le invoques y Le busques, pues así dijo: «Invocadme para que pueda responderos». N
AMIR POURPEZESHK Consejero Cultural de Irán en Madrid
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Extractos de La Oración Dr. Alexis Carrel, célebre pensador y fisiólogo laureado con el Premio Nobel de Medicina de 1912
«A nosotros —hombres de occidente— la razón nos parece muy superior a la intuición; preferimos grandemente la inteligencia al sentimiento. La ciencia irradia, al paso que la religión se extingue. Seguimos a Descartes y abandonamos a Pascal». «De este modo procuramos, en primer lugar, cultivar nuestra inteligencia. En cuanto a las actividades no intelectuales del espíritu, tales como el sentido moral, el sentido de lo bello y, sobre todo, el sentido de lo sagrado, son despreciados en forma casi completa». «La atrofia de estas actividades fundamentales convierte al hombre moderno en un ser completamente ciego, y esa enfermedad no le permite ser un buen elemento constitutivo de la sociedad. Y a la mala calidad del individuo debemos atribuir el desmoronamiento de nuestra civilización». «De hecho, lo espiritual se hace tan necesario para el éxito de la vida como lo intelectual y lo material. Por tanto, es urgente hacer renacer en nosotros mismos aquellas actividades mentales que, más que la inteligencia, dan fuerza a nuestra personalidad. Y la más ignorada de entre ellas es el sentido de lo sagrado, el sentimiento religioso». «El sentido de lo sagrado se expresa, sobre todo, por la oración. La oración, como el sentido de lo sagrado, es, evidentemente, un fenómeno espiritual. Pero, encontrándose el mundo espiritual fuera del campo de nuestras técnicas, ¿cómo debemos, entretanto, adquirir un conocimiento positivo de la oración?» «Felizmente, el dominio de la Ciencia abarca la totalidad de lo que es observable y puede, por intermedio de la fisiología, extenderse hasta las manifestaciones de lo espiritual». 13
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«Así, es por la observación sistemática del hombre que reza, que nosotros podemos aprender en qué consiste el fenómeno de la oración, la técnica de su producción y sus efectos». «Definición de la oración: La oración parece ser, esencialmente, una tensión del espíritu hacia el “substractum” inmaterial del mundo. De una manera general consiste en una queja, un grito de angustia, un pedido de socorro, y a veces se convierte en una serena contemplación del Principio Inmanente y Trascendente de todas las cosas». «Podemos igualmente definirla como una elevación del alma hacia Dios o como un acto de amor y adoración para con Aquel a Quien se debe esta maravilla que se llama Vida». «De hecho, la oración representa el esfuerzo del hombre para comunicarse con un Ser invisible, Creador de todo lo que existe, Suprema Sabiduría, Fuerza y Belleza, Padre de todos y cada uno de nosotros». «Lejos de consistir en una simple recitación de fórmulas, la verdadera oración representa un estado místico en que la conciencia se absorbe en Dios». «Este estado no es de naturaleza intelectual, y por eso permanece inaccesible para los filósofos y los sabios; del mismo modo que el sentido de lo bello y del amor no exige ningún conocimiento libresco». «Las almas simples sienten a Dios tan naturalmente como sienten el calor del sol o el perfume de una flor; pero este Dios tan abordable para aquel que lo sabe amar, se oculta para el que no lo sabe comprender». «El pensamiento y la palabra se sienten impotentes para describirlo. Es por eso que la oración encuentra su más alta expresión en un arrobo de amor a través de la noche oscura de la inteligencia». «Cómo se debe orar: Aprendimos la técnica de la oración con los místicos cristianos». «Para alcanzar a Dios ya no hay necesidad de un ceremonial complejo, ni sacrificios sangrientos. La oración se hizo así fácil y su técnica simple». «Para orar basta solamente un esfuerzo para elevarnos hacia Dios; tal esfuerzo, sin embargo, debe ser afectivo y no intelectual. Sea corta o larga, sea vocal o apenas mental, la plegaria debe ser semejante a la conversación que un niño tiene con su padre». 14
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«Cada uno se presenta conforme es; en suma, se ora como se ama: con todo nuestro ser». «En cuanto a la forma de la oración, varía desde la corta elevación hacia Dios, hasta la contemplación; desde las simples palabras pronunciadas por la campesina ante la cruz en un encuentro de caminos, hasta la magnificencia de un canto gregoriano bajo las bóvedas de una catedral. La solemnidad, la grandeza y la belleza no son necesarias para la eficacia de la oración, y tampoco hay necesidad de ser elocuente para ser atendido». «Cuando se estima el valor de la oración por sus resultados, nuestras más humildes palabras de súplica y de alabanza son tan aceptables al Señor de todos los seres como las más bellas invocaciones». «Y también se ora por medio de la acción; ya San Luis Gonzaga decía que el cumplimiento del deber es equivalente a la plegaria. La mejor manera de comunicarse con Dios es, indiscutiblemente, cumplir íntegramente Su Voluntad. “Padre nuestro: venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu Voluntad así en la Tierra como en los Cielos...”. Y hacer la Voluntad de Dios consiste, evidentemente, en obedecer las Leyes de la Vida, tal como Ellas se encuentran grabadas en nuestros tejidos, en nuestra sangre y en nuestro espíritu». «Las oraciones, que se elevan como una pesada nube de la superficie de la Tierra, difieren tanto unas de otras como difieren las personalidades de aquellos que rezan. Pero consisten en variaciones sobre estos dos temas: la amargura y el amor. Es enteramente justo implorar auxilio a Dios para obtener aquello de que tenemos necesidad, mientras que sería absurdo pedir la realización de un capricho, o pedir aquello que debemos procurarnos con nuestro esfuerzo». «El pedido persistente e intenso es bien atendido. Un ciego, sentado a la orilla del camino lanzaba sus súplicas cada vez más fuertes, a pesar de las personas que lo querían hacer callar. “Tu fe te curó”, díjole Jesús que pasaba». «En su forma más elevada, la oración deja de ser una petición; el hombre declara, al Señor de todas las cosas, que le agradece Sus favores y que está dispuesto a realizar Su Voluntad, sea ella cual fuere. La plegaria se convierte, así, en contemplación». 15
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«Un viejo campesino estaba sentado solo en el último banco de una iglesia vacía. ¿Qué esperas?, preguntáronle. “Lo contemplo a Él” —respondió el hombre— y “Él me contempla a mí”». «El valor de una técnica se estima por sus resultados. Toda técnica de oración es buena cuando pone al hombre en contacto con Dios». «Dónde y cuándo se debe orar. Puede orarse en todas partes: en la calle, en un automóvil, en un vagón, en el escritorio, en la escuela, en la oficina. Pero se reza mejor en los campos, en las montañas, en los bosques, junto al mar o en la soledad del cuarto». «También están las oraciones litúrgicas que se hacen en la iglesia, pero, cualquiera que sea el lugar de la oración, Dios no habla al hombre si éste no se mantiene en estado de calma. La calma interior depende, al mismo tiempo, de nuestro estado orgánico y mental y del medio en que nos encontramos sumergidos; pero la paz del cuerpo y del espíritu es difícil de conseguir en medio de la confusión, el barullo y la dispersión de las ciudades modernas. Sólo haciéndose un hábito de orar, la oración actúa sobre el carácter; por lo tanto, es preciso orar frecuentemente. “Piensa en Dios más veces que las que respires”, decía Epícteto». «Es absurdo que oremos por la mañana y que en el resto del día nos comportemos como bárbaros. Pensamientos cortos o invocaciones mentales pueden mantener al hombre en presencia de Dios; entonces, toda nuestra manera de proceder será inspirada por la oración». «Así comprendida, la plegaria se convierte en una manera de vivir». «Efectos de la oración: Cuando ha sido hecha en condiciones convenientes, la oración es siempre seguida por un resultado, “Nunca hombre alguno oró sin aprender alguna cosa” escribió Ralph Waldo Emerson. Entretanto el rezar es considerado, por los hombres modernos, como un hábito caído en desuso, una superstición o un resto de barbarie. Por eso ignoramos casi completamente sus efectos». «¿Cuáles son, de hecho, las causas de esa ignorancia? En primer lugar, el poco uso de la oración. El sentido de lo sagrado está a punto de desaparecer entre los civilizados». «Además, la oración es muchas veces estéril, puesto que muchos de los que oran son egoístas, orgullosos, incapaces de fe y de amor. La respuesta a nuestros pedidos y a nuestro Amor es dada usualmente, en 16
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forma lenta, insensible e inaudible. Los observadores quedan a menudo desorientados por el hecho de que la respuesta está en muchos casos, lejos de ser aquella que se esperaba. Así, aquel que pide la cura de una enfermedad orgánica continúa enfermo, pero sufre una profunda e inexplicable transformación moral». «Efectos psico-fisiológicos: La oración actúa sobre el espíritu y sobre el cuerpo en una forma que parece depender de su calidad, de su intensidad y de su frecuencia. Es fácil conocer cuál es la frecuencia de la oración y, en una cierta medida, su intensidad; en cuanto a la calidad, se mantiene desconocida, pues no poseemos medios para medir la fe y la capacidad de amor de los demás. Cuando la oración es habitual y verdaderamente fervorosa, su influencia se hace más manifiesta y podemos compararla a la de una glándula de secreción interna, como, por ejemplo, la tiroides o la suprarrenal. Consiste en una especie de transformación mental y orgánica que se opera en una forma progresiva». «Diríase que en lo más profundo de la conciencia se enciende una llama. El hombre se ve tal cual es, pone en descubierto su egoísmo, su codicia, sus juicios equivocados y su orgullo. Y entonces se sujeta al cumplimiento del deber moral, procurando adquirir la humildad intelectual. Así se abre ante él el reino de la Gracia. Poco a poco va produciéndose en él un apaciguamiento interior, una armonía de actividades nerviosas y morales, una mayor resignación ante la pobreza, la calumnia y las penurias, y mayor capacidad para soportar, sin desfallecimiento, la pérdida de los suyos, el dolor, la enfermedad. y la “muerte”. Por tal motivo, el médico que ve rezar a su paciente debe regocijarse por eso, pues la calma proveniente de la oración es una poderosa ayuda para la terapéutica». «Sin embargo, no debemos considerar a la oración como semejante a la morfina, dado que la plegaria origina al mismo tiempo que la calma, una integración de las actividades mentales y una especie de floración de la personalidad. A veces produce aun el heroísmo y marca a sus fieles con un sello particular. La pureza de la mirada, la tranquilidad del porte, la alegría serena de la expresión, la virilidad de la conducta y, si fuera necesario, la sencilla aceptación de la “muerte” —del soldado o del mártir— traducen la presencia del tesoro que se oculta en lo íntimo de los órganos y del espíritu». 17
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«La oración, según parece, eleva a los hombres por encima de la estatura mental que les corresponde de acuerdo con su herencia y su educación. Este “contacto” con Dios los impregna de paz, y la paz irradia de ellos, y llevan la paz a todas partes adonde vayan». «Efectos curativos: Son los efectos curativos de la oración los que —en todos los tiempos— han despertado principalmente la atención de los hombres. Aún hoy, en los medios en que se reza es corriente oír hablar de las curas obtenidas gracias a súplicas dirigidas a Dios y a los santos, aunque, cuando se trata de dolencias susceptibles de curarse espontáneamente o con ayuda de medicamentos vulgares, es difícil saber cuál fue el verdadero agente de la cura. Solamente en los casos en que la terapéutica es inaplicable o en que la misma no produce efecto, los resultados de la oración pueden ser verificados en forma segura. La repartición médica de Lourdes ha prestado un gran servicio a la ciencia, demostrando la realidad de esas curas». «La oración tiene, a veces, un efecto que podríamos llamar explosivo. Hay enfermos que han sido curados casi instantáneamente de afecciones tales como lupus facial, cáncer, infecciones renales, tuberculosis pulmonar, tuberculosis ósea, tuberculosis peritoneal, etc. El fenómeno se produce casi siempre de la misma manera: un gran dolor y, enseguida, la percepción de estar curado. En algunos segundos o, cuando mucho, en algunas horas, los síntomas desaparecen y las lesiones orgánicas cicatrizan». «E1 “milagro” se caracteriza por una extraña aceleración de los procesos normales de cura, y tal aceleración nunca fue observada, hasta el presente, en el transcurso de experiencias hechas por cirujanos y fisiólogos. Para que estos fenómenos se produzcan no es necesario que el enfermo ore, pues en Lourdes han sido curadas criaturas que aún no hablaban y, también, personas incrédulas. Alguien, entretanto, oraba cerca de ellas. La oración hecha por otro es siempre más fecunda que la hecha por la propia persona interesada en recibir los beneficios. De la intensidad y calidad de la plegaria parece depender su efecto». «Tales son los resultados de la oración de que yo tengo conocimiento cierto. Lo que sabemos ya en forma segura es que la oración produce efectos palpables. Por muy extraño que esto pueda parecer, debemos considerar como real que quien pide recibe y que siempre se “abre la Puerta” a quien “golpea”». 18
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Plegarias celestiales Selección de aleyas coránicas
«En el nombre de Dios, el Clementísimo, el Misericordiosísimo. La alabanza es para Dios, Señor de los mundos, el Clementísimo con toda la Creación, el Misericordiosísimo con los creyentes Soberano del Día de la Recompensa. Solamente a Ti adoramos y solamente a Ti pedimos ayuda. Guíanos al camino recto el camino de aquellos a los que Tú has agraciado; no el de aquellos con los que Tú estás disgustado, ni el de los extraviados». AL-FATIHA 1
«¡Señor nuestro! ¡Otórganos una misericordia venida de Ti y facilítanos una guía en nuestro asunto!» La cueva 10. 19
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«¡Señor nuestro! ¡Completa nuestra luz y perdónanos! En verdad, Tú tienes poder sobre toda cosa.» La prohibición 8. «¡Señor nuestro! ¡No nos castigues por nuestros olvidos o errores! ¡Señor nuestro! ¡No nos impongas una carga como la que impusiste a quienes nos precedieron! ¡Señor nuestro! ¡No nos impongas una carga que no podamos soportar! ¡Discúlpanos y perdónanos y ten misericordia de nosotros!» La vaca 2 86 «¡Oh, Señor nuestro! ¡No has creado todo esto en vano! ¡Glorificado seas! ¡Líbranos del castigo del Fuego! ¡Señor nuestro! ¡A quien Tú [por sus actos] introduces en el Fuego, ciertamente, lo has humillado merecidamente! ¡Los opresores no tendrán quien les auxilie! ¡Señor nuestro! ¡En verdad, hemos escuchado a uno que convocaba a la fe!: “¡Creed en vuestro Señor!” y hemos creído». «¡Señor nuestro! ¡Perdona, pues, nuestros pecados y cubre nuestras malas acciones y, al morir, reúnenos con los buenos! ¡Señor nuestro! ¡Danos lo que nos has prometido por medio de Tus profetas! ¡Y no nos avergüences el Día del Levantamiento! ¡En verdad, Tú no incumples lo prometido!» «¡Señor nuestro! ¡A quien Tú [por sus actos] introduces en el Fuego, ciertamente, lo has humillado merecidamente! ¡Los opresores no tendrán quien les auxilie!» «¡Señor nuestro! ¡En verdad, hemos escuchado a uno que convocaba a la fe!: “¡Creed en vuestro Señor!” y hemos creído». «¡Señor nuestro! ¡Perdona, pues, nuestros pecados y cubre nuestras malas acciones y, al morir, reúnenos con los buenos!» «¡Señor nuestro! ¡Danos lo que nos has prometido por medio de Tus profetas! ¡Y no nos avergüences el Día del Levantamiento! ¡En verdad, Tú no incumples lo prometido!» La familia de ‘Imran 191-194 «¡Señor mío! Me refugio en Ti de pedirte algo sobre lo que no tengo conocimiento. Y si no me perdonas y tienes misericordia de mí seré de los perdedores». Hud 47 «¡Señor mío! ¡Hazme entrar con sinceridad y salir con sinceridad y otórgame un poder que me ayude!» El viaje nocturno 80 20
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«¡Señor mío! ¡Muéstrate a mí para que yo pueda verte!» Los lugares elevados 143 «¡Señor nuestro! Hemos oprimido a nuestra propia alma y si Tú no nos perdonas y tienes clemencia de nosotros, seremos sin duda de los perdedores». Los lugares elevados 2 3 «¡Dios nuestro, perdónanos los pecados y los excesos cometidos y consolida nuestros pasos y auxílianos ante la gente que no cree!» La familia de ‘Imran 147 «¡Señor nuestro! ¡Hemos creído, por tanto, perdona nuestros pecados y líbranos del castigo del Fuego!» La familia de ‘Imran 16 «¡Señor nuestro! ¡No nos castigues por nuestros olvidos o errores! ¡Señor nuestro! ¡No nos impongas una carga como la que impusiste a quienes nos precedieron! ¡Señor nuestro! ¡No nos impongas una carga que no podamos soportar! ¡Discúlpanos y perdónanos y ten misericordia de nosotros! Tú eres nuestro Protector, auxílianos pues ante el pueblo de los que ocultan la Verdad». La vaca 2 86 «¡Señor nuestro! ¡Hemos creído! Perdónanos pues y ten misericordia de nosotros ya que Tú eres el mejor de los misericordiosos». Los creyentes 109 «¡Señor nuestro! Tú todo lo abarcas con Tu misericordia y Tu conocimiento. Perdona, pues, a quienes se vuelven a Ti arrepentidos y a quienes siguen Tu senda y líbrales del castigo del Infierno». Perdonador 7 «¡Señor nuestro! ¡En Ti confiamos y a Ti nos volvemos contritos y hacia Ti es el regreso!» La examinada 4 «Dios es suficiente para mi. No hay más dios que Él. En Él confío y Él es el Señor del Trono inmenso.» El arrepentimiento 12 9 21
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«Alabado sea Dios que ha apartado de nosotros la congoja. En verdad, nuestro Señor es perdonador, agradecido. Él nos ha hecho lícita, por Su favor, la Morada Permanente en la que no sufriremos adversidad ni sufriremos fatiga.» Fatir 35 «¡Señor nuestro! Hazles entrar en los Jardines del Edén que les habías prometido a ellos y a quienes de sus padres, parejas y descendientes, fueran rectos. En verdad, Tú eres el Todopoderoso, el Sabio.» Perdonador 8 «¡Señor mío! ¡Perdona y ten misericordia! ¡Tú eres el mejor de los misericordiosos!» Los creyentes 118 «¡Señor mío! ¡Incrementa mi conocimiento!» Ta Ha 114 «¡Señor mío! Inspírame para que te agradezca las mercedes con las que me has agraciado y has agraciado a mis padres y pueda realizar buenos actos de los que Tú estés satisfecho y admíteme, por Tu misericordia, entre Tus siervos rectos.» Las hormigas 19 «¡Señor nuestro! ¡No desvíes nuestros corazones después de haberlos guiado y otórganos una misericordia procedente de Ti! Ciertamente Tú eres el Generoso». La familia de ‘Imran 8 «¡Señor nuestro! ¡Tú eres quien reunirá a la gente un día sobre el que no hay duda que ha de llegar! Dios no transgrede Su promesa». La familia de ‘Imran 9 «¡Oh Dios, Soberano de todo gobierno! Tú das el gobierno a quien quieres y se lo quitas a quien quieres y das poder a quien quieres y humillas a quien quieres. En Tu mano está todo bien. En verdad, Tú tienes poder sobre todas las cosas.» La familia de ‘Imran 2 6 «¡Señor nuestro! ¡Perdónanos a mi y a mis padres y a los creyentes el Día del Ajuste de Cuentas!» Abraham 41 «¡Señor nuestro! ¡Acepta mi súplica!» Abraham 40 22
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Plegarias de los Santos Imames Del Imam Ali Para los chiíes, Ali fue el primero de la línea del imamato y el legítimo sucesor del profeta Muhammad, además de ser todo un símbolo de la piedad y la justicia tanto a nivel institucional como humano.
Súplica de la Mañana En el Nombre de Dios, El Compasivo, El Misericordioso ¡Oh Dios mío! ¡Oh, Quien brindó el habla a la mañana en el lenguaje de su amanecer (metafóricamente, el Imam atribuye el habla a la mañana y lo considera la luz que dimana) y liberó los fragmentos de la noche oscura con las tinieblas de su inestabilidad, afirmó la estructura de las esferas celestes en la medida de su esplendor (con la máxima exactitud y firmeza) e irradió el brillo del sol a través de la luz de su resplandor! ¡Oh, el que indica su esencia, mediante su esencia misma (y Su existencia es prueba de Su existencia) y está exento de asemejarse a sus criaturas (por carecer Dios y estar exceptuado de toda condición y cualidad humana) y su Majestuosidad está exaltada más allá de armonizar con las propiedades de las mismas. ¡Oh, Quien está cercano a las nociones de los pensamientos, lejos de la observación de los ojos, y sabe lo que habrá de acontecer antes de que suceda! 23
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¡Oh, Quien me hace reposar en el lecho de Su seguridad y confianza!, me despertó (para aprovechar) las gracias y favores que me concedió, y apartó de mí los manotazos de los malvados con Su mano y Su autoridad, ¡Bendice, oh, mi Dios! a quien guió hacia Ti (el Profeta s.a.w.) en la noche más oscura (de la ignorancia y el desvío), el aferrado a Tus medios a través del cordel de la más larga nobleza, el de pura estirpe que se encuentra en la cima de los hombros más anchos, (haciendo referencia a la noble estirpe del Profeta s.a.w., que se apoya sobre los hombros de los seres más puros del mundo), el de firmes pasos en los resbaladeros de los antiguos tiempos (La Yahilía, época de la ignorancia.) y (asimismo bendice) a su familia, los buenos, los elegidos, los piadosos; y abre, oh, mi Dios!, para nosotros las puertas de la mañana con las llaves de la misericordia y la prosperidad. Invísteme, Dios mío, con los mejores ropajes de la buena guía y la corrección; y siembra, Dios mío, a través de Tu inmensidad, las fuentes de la humildad en el abrevadero de mi corazón. Y haz fluir, mi Dios, por Tu esplendidez y respeto, abundantes lágrimas por mis mejillas, y educa, ¡oh, mi Dios! mis ligerezas y torpezas mediante las riendas de la templanza y la moderación. ¡Mi Dios! si Tu misericordia no comenzara para mí con el ventajoso éxito, entonces, ¿quién podría elevarme hacia Ti en el camino evidente? Si Tu magnanimidad me entregara a las riendas de las ilusiones y falsos deseos, ¿quién anularía entonces mis deslices en los rescoldos de las pasiones? Si Tu auxilio me defraudara en la batalla que mi alma sostiene contra Satanás, entonces Tu desamparo me habrá remitido allí, donde sólo hay padecimiento y privaciones. Mi Dios, ¿acaso ves que yo haya acudido a Ti sino por mis esperanzas (en Ti)?, ¿o acaso me he adherido al extremo de Tu cordel (de Tus favores y Gracias), sino cuando mis pecados me alejaron de la morada de la unión (contigo)? Por lo tanto, que mal transporte de pasiones y caprichos ha montado mi alma. ¡Qué desdichada es por haber sido seducida por sus propias conjeturas y deseos! 24
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¡Que caiga en la destrucción por su audacia hacia su Señor y Protector! Mi Dios, he golpeado la puerta de Tu misericordia con la mano de mi esperanza, escapé hacia Ti buscando refugio de mis excesivas pasiones, y me he aferrado con los dedos del afecto a los extremos de Tu cordel. Por lo tanto, oh Dios, perdona las faltas y errores que he perpetrado, y líbrame del ataque de mi ignorancia puesto que Tú eres mi maestro, mi protector, mi apoyo y mi esperanza, y eres Tú la meta y el objetivo de mi búsqueda y mi deseo, para mi destino final y mi morada eterna. Mi Dios, ¿Cómo podrías expulsar al pobre mendigo que escapando de sus pecados busca refugio en Ti? ¿Cómo podrías desalentar a quien procurando una guía se dirige apresuradamente a Tus umbrales? ¿Cómo podrías rechazar a un sediento que llega a Tus fuentes a beber? ¡Jamás!, porque Tus fuentes (de generosidad) están llenas aún durante las más duras sequías. Tus portales permanecen abiertos a quien busca y pide el franqueo (a Tu morada), y Tú eres el objetivo del invocante y fin último de lo anhelado. Mi Dios, éstas son las riendas de mi alma, las he unido a los lazos de Tu voluntad, y éstas son mis pesadas faltas, las aparto mediante Tu perdón y misericordia, y éstas son mis pasiones mundanas que me han desviado, las he confiado a la explanada de Tu gentileza y benevolencia. Por lo tanto, ¡oh Dios! haz que mi mañana esta descienda sobre mí con la luz de la guía, con el bienestar en la religión y en la vida mundanal, y haz de mi noche un resguardo contra la artimaña de mis enemigos y protección contra las insolencias de las pasiones. Ciertamente que eres Poderoso para hacer lo que te place. Y brindas el reino a quién quieres y despojas del reino a quien quieres, exaltas a quién deseas y humillas a quién Te place. En Tus manos está el bien, ciertamente, eres Poderoso por sobre todas las cosas. Insertas la noche en el día, e insertas el día en la noche. Extraes lo vivo de lo muerto y extraes lo muerto de lo vivo. 25
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Agracias a quien quieres sin medida. No hay divinidad excepto Tú. ¡Glorificado seas! ¡Oh Dios nuestro!, y las alabanzas pertenecen a Ti. ¿Quién es aquel que, conociendo Tu poder, no te teme? ¿Quién es aquel que, conociéndote, no te reverencia? Has reunido con Tu poder lo que se encontraba en divisiones, e hiciste irrumpir la alborada con Tu gentileza, e iluminaste con Tu generosidad la oscuridad de la noche, y Has hecho fluir desde las piedras aguas y cataratas, dulces unas y saladas otras. Y Has enviado desde las nubes (condensadas) abundante agua. Y Has dispuesto el sol y la luna para Tus criaturas como lámparas luminosas sin experimentar en aquello que originaste algún esfuerzo ni cansancio. Por lo tanto, Oh Quien es Único por Su poder y Su permanencia. Quien domina y vence a sus siervos, con la muerte y el aniquilamiento.
Súplica de Komeil (selección) En el Nombre de Dios, El Compasivo, El Misericordioso ¡Oh, Dios! Yo Te ruego por Tu Misericordia, la cual abarca todas las cosas, y por Tu Fuerza, con la cual dominas todas las cosas y ante la cual se someten y se humillan todas las cosas, y por Tu Poder Absoluto por el cual prevaleces sobre todas las cosas, y por Tu Grandeza, la cual nadie puede resistir, y por Tu Omnipotencia, la cual llena todas las cosas, y por Tu Majestad que está por encima de todas las cosas, y por Tu presencia, la cual permanecerá después de la aniquilación de todas las cosas, y por Tus Nombres que llenan los cimientos de todas las cosas; y por Tu Conocimiento que penetra todas las cosas y al cual nada escapa, y por la Luz de tu presencia, la cual ilumina todas las cosas. ¡Oh, Dios! ¡Oh Santísimo! ¡Oh, Tú que existes desde antes que todo lo que existe! ¡Oh, Tú que seguirás existiendo cuando todo haya dejado de existir! 26
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¡Oh, Dios! Perdóname los pecados que anulan las virtudes. ¡Oh, Dios! Perdóname los pecados que atraen las adversidades. ¡Oh, Dios! Perdóname los pecados que cambian la prosperidad y la felicidad en aflicciones y sufrimientos. ¡Oh, Dios! Perdóname los pecados que impiden que la invocación suba hacia Ti. ¡Oh, Dios! Perdóname los pecados que cortan las esperanzas ¡Oh, Dios! Perdóname los pecados que atraen sobre uno las tribulaciones y la aflicción. ¡Oh, Dios! Perdóname todo pecado que ya haya cometido y todo error en que yo haya incurrido. ¡Oh, Dios! Verdaderamente yo busco acercarme a Ti por medio de la repetición de Tus Alabanzas, y busco en Ti intercesión a mi favor ante Ti, y te pido por Tu Generosidad que me acerques a Tu Proximidad, y que me proporciones gratitud hacia Ti, y que me inspires para invocarte. ¡Oh, Dios! Yo te pido rogándote sumisamente, humildemente, abatido e ínfimo, que me disculpes y te apiades de mí, y que me hagas estar conforme y satisfecho con la porción que para mí depares, y ser humilde en toda situación. ¡Oh, Dios! Y te ruego con la petición de aquél cuya indigencia y privaciones son extremas y que te ha expuesto con dificultad sus necesidades, yo anhelo por cuanto hay contigo se ha vuelto grande. ¡Dios! Tu Autoridad es tremenda, Tu Lugar es altísimo, Tu Voluntad es inescrutable, Tu Decreto es manifiesto, Tu Dominio es abrumador, Tu Mandato siempre es ejecutado y es imposible escapar de Tu Poder. ¡Dios! Fuera de Ti no hallo quién perdone mis pecados ni quién oculte mis acciones desagradables, quién transforme mis vicios en virtudes. No hay dios excepto Tú ¡Glorificado y Alabado seas! He sido injusto conmigo mismo, he sido audaz en mi ignorancia, y he abusado de Tu Favor hacia mí y de las muchas veces que te acordaste de mi anteriormente. ¡Oh, Dios! ¡Mi Protector! ¡Cuántas cosas desagradables mías has cubierto! ¡Y cuántas calamidades has abolido! ¡Cuántos tropiezos me has evitado! ¡Y cuántas cosas odiosas has repelido! Y cuantas bellas alabanzas, de las que yo no soy digno, has diseminado! 27
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¡Oh, Dios! Mi tribulación es tremenda, mi sufrimiento es excesivo, mis buenos actos son insuficientes, los grilletes de mis responsabilidades me han atado y pesan sobre mí, y mis ambiciones me han mantenido abajo impidiéndome alcanzar mi ganancia —e igualmente me ha atrapado este mundo con sus ilusiones, y mi propia alma con su deshonestidad y mi retraso me han engañado—. ¡Oh, mi Amo! Por lo tanto, te ruego por Tu Grandeza que no dejes que mis pecados y malas acciones impidan el acceso de mi invocación hacia Ti poniendo un velo entre ella y Tu Reino, y que no me humilles exponiendo las cosas ocultas que Tú conoces acerca de mi, así como mis secretos, y que no apresures el castigo que merezco por lo que he hecho en privado, mis malas acciones en secreto, mis omisiones, mi continua negligencia, mi ignorancia y mis múltiples pasiones y mi descuido. Y por Tu Poder te ruego, ¡Oh Dios! Sé compasivo conmigo en todas las situaciones y bien dispuesto hacia mí en todos los asuntos. ¡Mi Señor y mi Dios! ¿Hay alguien aparte de Ti a quien pueda pedir que retire de mí la aflicción y que cuide de mis asuntos? ¡Mi Señor y Protector! Tu decreto se hizo efectivo para que yo lo obedeciera pero yo seguí las malas intenciones de mi alma caprichosa y no estuve alerta contra las tentaciones que me tendió mi enemigo, así que él me engañó por medio de las pasiones de mi alma, y con mi desgracia el destino lo favoreció. Así que en Lo que fue hecho efectivo para que yo lo obedeciera en esa situación yo transgredí algunos de Tus estatutos, y desobedecí algunos de Tus mandamientos. Por lo tanto Tuyo es el argumento en contra mía en todo eso, y yo no tengo argumento alguno para protestar contra Tu decreto, ni en lo que Tu mandato y Tu prueba impusieron sobre mi. Ahora vuelvo hacia Ti, mi Dios, después de mi falta y mi inmoderación hacia mi mismo, presentando mi excusa, lleno de remordimiento, apesadumbrado, abatido, pidiendo disculpas, solicitando perdón, arrepentido, consciente, sumiso, admitiendo mis faltas. No hallo lugar para huir de lo que ha ocurrido debido a mí, ni ningún lugar de escape al que pueda volver en mis asuntos, que no sea Tu aceptación de mi excusa y el que me des cabida dentro del alcance de Tu Misericordia. 28
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¡Oh, Dios! Acepta mi excusa, ten piedad de la severidad de mi aflicción y libérame de la presión de mis grilletes puestos sobre mí por mis pecados. ¡Mi Señor! Ten misericordia de la debilidad de mi cuerpo, de la delicadeza de mi piel y la fragilidad de mis huesos. ¡Oh, Tú que diste inicio a mi creación y luego me diste fama y honor, y dispusiste mi crianza, y apresuraste ni bienestar y ni provisión! Continúa Tus favores hacia mí, por el inicio que me diste, como anteriormente lo hiciste. ¡Mi Dios, mi Amo y mi Señor! ¿Puedes verte castigándome con Tu Fuego después de que yo he declarado Tu Unicidad, después del conocimiento de Ti que mi corazón ha atesorado y el recordatorio de Tus Nombres que mi lengua ha mencionado constantemente y el amor a Ti al que mi alma siempre se ha apegado continuamente, después de la sinceridad de mi confesión y mi súplica, humilde ante Tu Señorío? ¡Lejos de Ti está tal cosa! Tú eres tan Generoso que no rechazarías a quien Tú has nutrido y mantenido, ni alejarías de Ti a quien Tú has acercado, ni arrojarías a quien Tú diste asilo, ni abandonarías a las tribulaciones a quien Tú has salvado y mostrado misericordia. Yo no puedo creer, mi Amo, mi Dios y mi Protector, que Tú darás poder al fuego del infierno para que queme las caras que humildemente se han postrado ante Tu Grandeza, ni las lenguas que sinceramente han declarado Tu Unicidad y te han dado gracias alabándote, ni que dejarás que el fuego consuma los corazones que han reconocido Tu Divinidad con convicción, ni las mentes que han ganado conocimiento acerca de Ti hasta volverse humildes y sumisas hacia Ti, ni los miembros corporales que se apresuraban hacia los lugares de adoración a Ti, obedientes y rogando Tu perdón sumisamente. ¡Tal cosa no puede esperarse de Ti! Tu Grandeza y Generosidad no me permitirán tener tal opinión, ¡Oh Generoso! ¡Mi Señor! Tú conoces mi debilidad para soportar aun las pequeñas aflicciones y calamidades de este mundo o sus consecuencias, y también conoces Las adversidades que caen sobre los hombres que habitan este mundo, aunque todas estas pruebas y aflicciones son temporales, de corta duración y transitorias. Por lo tanto, ¿cómo podría yo soportar las 29
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retribuciones y el castigo del Más Allá, que son enormes, y los intensos sufrimientos que ocurren allí? Pues en verdad es un sufrimiento cuyo período es largo, de duración perpetua, y que a quienes lo merecen no se les da tregua ni alivio, ya que ello ocurre como resultado de Tu Ira, Tu Venganza y Tu Enojo, y éstos no pueden ser soportados ni por los cielos ni la Tierra. ¡Mi Amo! ¿Cómo podría soportarlos yo, una criatura débil, insignificante, humilde, pobre y miserable? ¡Mi Dios! ¡Mi Señor! ¡Mi Amo! ¡Mi Protector! ¿De cuáles cosas debo quejarme ante Ti y por cuáles debo lamentarme y llorar? ¿Por el dolor y la severidad del castigo o por la prolongación de los sufrimientos y su duración? Porque, si Tú me sometes a las penalidades junto con Tus enemigos y me reúnes con aquéllos que merecen Tu castigo, y me separas de Tus amigos y santos, y de aquéllos que te aman, entonces, suponiendo, mi Dios, mi Amo, mi Protector y mi Señor, que yo fuese capaz de soportar Tu castigo, ¿cómo podría soportar la separación de Ti y Tu lejanía? Y suponiendo que yo fuese capaz de soportar el calor de Tu Fuego, ¿cómo podría resignarme a que me sea negada Tu Piedad y Clemencia? ¿Y cómo podría permanecer en el fuego mientras que tengo esperanza de Tu Perdón? Por lo tanto, por Tu Poder, mi Amo y mi Protector, juro sinceramente que si Tú me concedes que conserve la facultad del habla, yo me lamentaría hacia Ti desde en medio de los habitantes del fuego con el lamento del esperanzado, y gritarla hacia Ti con la voz de quien grita pidiendo ayuda, y lloraré ante Ti con el llanto del que está necesitado de Tu Socorro, y te llamaría diciendo: «¿Dónde estás, oh Amigo de los creyentes, oh Meta de los que tienen fe y esperanza, oh Ayuda de quienes buscan asistencia, oh Tú que eres querido a los corazones de los sinceros, y oh Dios de todos los habitantes de los mundos?». ¿Puedes verte —Gloria a Ti, mi Dios, y Alabado sea— escuchando la voz desde dentro del fuego de un siervo sometido a Ti, encarcelado allí debido a sus transgresiones, probando el sabor del castigo a su desobediencia y confinado dentro de sus niveles por causa de sus pecados y crímenes, y que se lamenta hacia Ti con el lamento de quien tiene esperanza en Tu Misericordia, te invoca en el lenguaje de aquéllos que declaran Tu Uni30
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cidad y que buscan Tu Gracia y Ayuda con la fe firme en Tu Autoridad y Señorío? ¡Mi Protector! ¿Cómo puede permanecer é1 en el castigo siendo que pone su confianza y esperanza en Tu previa Clemencia? O ¿cómo puede el Fuego causarle dolor siendo que él espera de Tu Bondad y Misericordia? ¿O cómo podrían quemarlo sus llamas siendo que Tú escuchas su voz y su petición? ¿O cómo podrían los rugidos del infierno atemorizar a aquél cuya debilidad Tú conoces? ¿O cómo podría él ser aventado de un lado a otro en los niveles del infierno siendo que Tú conoces su sinceridad? ¿Cómo podrían torturarlo los guardianes del Fuego mientras que él continúa invocándote diciendo «¡Oh Señor!»? ¿Cómo es posible que mientras que una persona tiene fe en que Tu Bondad y Misericordia lo librarán del Fuego Tú lo abandones allí? ¡Lejos está ello de Ti! Eso no es 1o que se espera de Ti ni lo que es bien sabido de Tu Generosidad, ni es similar a la Bondad y Clemencia que Tú has mostrado a quienes declaran Tu Unicidad. Por lo tanto yo declaro con certeza que si no fuera por lo que Tú has decretado en lo que se refiere al castigo para quienes te niegan, y lo que Tú has ordenado acerca de la morada eterna de aquéllos que obstinadamente se resisten, Tú habrías convertido al Fuego, todo él, en frescura y descanso, y nunca se habría vuelto un lugar de estancia ni de permanencia para nadie. Pero Tú —santificados sean Tus Nombres— has jurado que lo llenarás con los infieles, tanto hombres como espíritus, y que Tú pondrás allí por siempre a aquéllos que obstinadamente se resistían. Y Tú, majestuosa sea Tu Alabanza —dijiste en el principio por Tu Generosidad y Bondad como un favor: «¿Qué? ¿Acaso el que fue creyente es como el que fue infiel? ¡Ellos no son iguales!» ¡Mi Dios y Mi Amo! Por tanto te imploro por ese Poder que Tú posees, y por la decisión que Tú determinaste e impusiste, y por aquello con lo que Tú dominaste a aquéllos sobre quienes lo impusiste, que me perdones en esta noche y a esta hora toda ofensa que yo haya cometido, todo pecado que yo haya efectuado, toda cosa desagradable que yo haya ocultado, toda tontería que yo haya hecho – ya sea que yo lo haya ocultado o lo haya anunciado, ya sea que yo lo haya mantenido escondido o lo haya manifestado – y toda mala acción que Tú hayas ordenado que la 31
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registraran los Nobles Escribanos, aquéllos a quienes Tú asignaste para que observen lo que yo hago, y a quienes Tú pusiste, junto con los miembros de mi cuerpo, como testigos contra mí. Y «Tú eras El que observaba» desde atrás de ellos lo que yo hacía, y el Testigo de lo que está oculto para ellos, pero por Tu Misericordia Tú lo ocultaste y por Tu Generosidad Tú lo velaste. Y te ruego que me concedas una abundante porción de todo lo bueno que Tú envíes, de las virtudes que Tú confieras y de las bondades y favores que Tú dieres a conocer en todas partes, la provisión que Tú extiendas, el perdón que Tú des a los pecados o el veto de disculpa con que cubras los errores. ¡Mi Señor! ¡Mi Señor! ¡Mi Señor! ¡Mi Dios! ¡Mi Amo! ¡Mi Protector! ¡Dueño de mi libertad! ¡Oh Tú, en cuya Plano está mi destino! ¡Oh Tú que conoces mi aflicción y mi miseria! ¡Oh Tú, que estás enterado de mi pobreza e indigencia! ¡Mi Señor! ¡Mi Señor! ¡Mi Señor! Yo te imploro por Tu Verdad. Tu Santidad y por la Grandeza de Tus Nombres y Atributos, que hagas que mis horas de la noche y del día las ocupe en recordarte y las use para adorarte, y hagas que mis obras sean aceptables ante Ti para que mis acciones y oraciones puedan ser transformadas en un esfuerzo continuo y sostenido, y que mi vida tome la forma de una adoración constante y perpetua dedicada a Ti. ¡Mi Amo! ¡Oh Tú de Quien yo dependo! ¡Oh Tú ante Quien me lamento de mis situaciones! ¡Mi Señor! ; Mi Señor! ¡Mi Señor! Fortalece mis miembros corporales para servirte, y mantén mi fuerza y perseverancia, y concédeme que continuamente trate de conservar el temor que te tengo, y la continuidad en servirte y adorarte para que pueda moverme fácilmente hacia Ti en los campos de batalla de los primeros en rango, y apresurarme hacia Ti entre los prominentes, desear fervientemente Tu Proximidad entre los que les urge estar cerca de Ti, moverme cerca de Ti con la cercanía de los sinceros, temerte con el temor de los que tienen certeza y unirme a la congregación de los creyentes que están cerca de Ti. ¡Oh, Dios! A quien me desee el mal, ¡deséaselo Tú a él! Y a quien me engañe; ¡engá32
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ñalo! Y haz que yo sea uno de Tus siervos, el más excelente en dones concedidos por Ti, el más cercano a Ti de todos ellos, y el más predilecto de ellos en proximidad a Ti, ya que eso no puede ser obtenido más que por Tu Generosidad. Concédemelo abundantemente por Tu Grandeza, extiende Tu Favor hacia mí por Tu Esplendor, y protégeme con Tu Misericordia. Haz que mi lengua te recuerde sin cesar, y que mi corazón se llene con Tu Amor. Sé Benévolo conmigo respondiéndome favorablemente, anula mis deslices y pasa por alto mis faltas, ya que Tú ordenaste a Tus siervos el que te adorasen, les mandaste que te suplicasen y les aseguraste que obtendrían respuesta. Por tanto, ¡mi Señor!, hacia Ti he vuelto mi cara, y hacia Ti, ¡mi Señor!, he extendido mi mano. Así que, por Tu Poder, acepta mi oración, y haz que pueda alcanzar mi deseo. Si Tú lo quieres, no cortes mis esperanzas, y líbrame del mal de mis enemigos, ya sean éstos hombres o espíritus. ¡Oh Tú, que eres fácilmente complacido! Perdona al que sólo tiene su oración, ya que Tú haces lo que deseas. ¡Oh Tú, cuyo Nombre es un remedio, y cuya remembranza es una cura, y que la obediencia a Ti es riqueza! Ten misericordia de aquél cuyo único capital es la esperanza, y cuya arma son las lágrimas. ¡Oh Tú, que concedes bendiciones con amplitud! ¡Oh Tú, que alejas las calamidades! ¡Oh Luz de quienes están solos en las tinieblas! ¡Oh Tú, que todo lo sabes sin haber adquirido el conocimiento! Bendice a Muhammad y a los descendientes de Muhammad, y haz conmigo lo que se espera de Tu Bondad. Y que Dios bendiga a Su Mensajero y a los santos imames de entre sus descendientes y les dé paz en abundancia.
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Oración de Arafa del Imam Hussein Hijo del Imam Ali y de Fátima —hija del Profeta—, Hussein es el tercero de los imames, y si su padre es el símbolo de la justicia y la piedad, Hussein es reconocido entre los musulmanes en general como todo un santo y entre los chiíes en particular como el Señor de los Mártires, debido a que cayó mártir en Karbala en una batalla que es todo un hito en la historia del islam.
La alabanza y el agradecimiento a Dios es una recompensa Cuya flecha certera no la puede romper ningún escudo, ni hay nada que pueda impedir la dulzura y la bondad de Su guía, ni hay nadie entre Sus criaturas que se parezca a Sus creaciones. Mi ignorancia y desconociemento, mi rebelión e insolencia no Te impidieron que me guiaras en el camino recto hacia Ti ni que me hicieras triunfar en todo lo que es de Tu satisfacción. Por eso siempre que Te invoqué me respondiste. Siempre que Te solicité algo me lo concediste. Siempre que te obedecí me lo agradeciste y reconociste. Y cada vez que Te mostré mi agradecimiento aumentaste Tus bendiciones. ¿Y todo esto qué es, sino una muestra de tu infinita gracia, perfección y bondad interminables? ¿Yo cuál de tus bendiciones puedo enumerar o incluso recordar o rememorar? ¡Dios mío! Tus bondades ocultas y Tu amabilidad invisible son para mi preferibles a tus bendiciones aparentes. 34
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¡Dios mío! Hazme modesto ante mi mismo como si Te pudiera ver, como si pudiera sentir ante mi Tu querida presencia. ¡Dios mío! Hazme feliz con la piedad y el respeto hacia Ti y no me arrojes al valle de la desgracia y el infortunio en el barco de la desobediència y deseáme siempre el bien en lo que decretes. Y vierte sobre mi el poder de Tu bendición para que no desee atrasar lo que Tú has decretado que ocurra ni adelantar lo que Tú has retrasado. Aquello que Tú decretas, que mi corazón no desee posponerlo, y aquello que mantienes apartado que no me induzca a la queja y a la reclamación. ¡Mi Señor! Libérame de los miedos y temores de este mundo, y de las penas y tristezas del siguiente, y mantenme a salvo de aquellos que en la tierra provocan injusticia y opresión. ¡Dios mío! ¿Para qué me tienes destinado? ¿En dirección a quién me envías? ¿A los conocidos y amigos para que me hechicen y me den la espalda? ¿O a los extraños y extranjeros para que me muestren su ira y me abandonen? ¿O en dirección a los que me quieren débil y desean humillarme? ¿Debo extender mis manos hacia los otros cuando Tú eres mi Dios, mi Creador y mi Señor? ¡Oh proveedor y poder en las dificultades! ¡Oh compañero de mi soledad! ¡Oh Tú que respondes a mi pena y dolor! ¡Oh mi Benefactor! ¡Oh refugio firme ante los ataques del infortunio! ¡Oh amigo, oh resguardo, oh Auxiliador en mi aislamiento y soledad! ¡Oh mi única esperanza y refugio ante el asedio de la pena, el exilio y el cansancio! ¡Oh Aquél que has proveido todo lo que tengo por Tu generosidad infinita! Tú eres mi refugio. 35
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¡Tú eres mi cueva y abrigo 1! ¡Tú eres mi resguardo! Cuando todos los caminos y las creencias con su amplitud me hacen sentir impotente, y la tierra con toda su extensión me constriñe... Si no fuera por Tu misericordia sin duda ya estaría entre los muertos. Y si no fuera por Tu amor sin duda la muerte y la extinción serían mi porvenir. ¡Oh el Viviente! ¡Oh sentido de la existencia! En el momento que no existía ningún otro. Oh Aquél que a través de Su bondad y favores se me ha mostrado y yo a cambio me he presentado ante Él con mis males y transgresiones. Oh Aquél que en la enfermedad Le invoqué y me curó. En mi ignorancia Le llamé y me concedió el saber. En mi soledad Le llamé y me otorgó la compañía. En el exilio Le supliqué y me devolvió a mi tierra. En la pobreza le pedí y me otorgó riquezas. Yo soy aquél que cometió maldades, ... aquél que pecó. Soy aquél que se esforzó en la maldad. Soy aquél que se hundió en la ignorancia. Soy aquél que no cumplió. Soy aquél que hizo un pacto y lo rompió. Soy aquél que fue desleal. Y ahora he regresado. He vuelto con una carga llena de pecados y admisión de mis pecados. ¡Perdóname pues Señor! ¡Perdóname oh Aquél a quién los pecados de sus siervos no Le lastiman! ¡Oh Aquél que no necesita la obediencia de sus criaturas, Aquél que con Su asistencia, Su protección y Su misericordia impulsa a la gente a cumplir sus buenas obras! Se refiere a la cueva donde los Durmientes (la Gente de la Cueva) se refugiaron para protegerse de los idólatras que les perseguían. El acontecimiento se relata en la azora n.o 18 del Sagrado Corán, llamada Al-Kahf «la Cueva». Es la historia de los Siete de Éfeso en la historiografía cristiana. 1
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¡Oh Aquél a quién adoro! Ahora estoy ante Ti, me postro en Tu presencia ¡Mi Señor! Con las alas abiertas, las plumas rotas, miserable, deprimido y humillado. No tengo ninguna excusa que presentar, ni fuerzas para pedir ayuda, ni cuerda de la que aguantarme, ni prueba ni razón a las que recurrir. ¿Qué puedo hacer? Cuando cargo con este peso de maldad y pecado. ¿Negarlo? ¿Cómo y de qué manera se podría hacer?, ¿y qué ventaja tiene cuando todos mis miembros y órganos atestiguan lo qué he hecho? ¡Oh Dios mío! Te invoqué y me respondiste. Te solicité ayuda y me la concediste. Vine a Ti y me acogiste con misericordia. Me apoyé en Ti y me salvaste. Busqué refugio en ti y cumpliste. ¡Oh Dios mío! No me expulses del refugio de Tu misericordia. No me niegues la esperanza del umbral de Tu amor . No me prives de mis deseos y esperanzas. No me alejes de tu propia Puerta. ¡Oh Dios el Compasivo! Otórgame Tu sustento lícito. Y guarda mi cuerpo y religión. Mis temores y medios cámbialos por calma y Seguridad. Y líbrame del fuego del infierno. ¡Oh Dios mío! Si me concedes lo que Te he rogado, no importa estar privado de todo lo otro. Y si no me lo otorgas, todo lo otro que se me conceda no tiene valor. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios mío! Este soy yo, con mi bajeza y vileza. Y este eres Tú, con Tu grandeza y generosidad. Yo me merezco esto y Tú aquello. 37
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¿Cómo puedo hundirme en el abismo del desespero cuando Tú eres compasivo y eres tan cercano a mi? ¡Oh Dios mío! ¡Cuánta misericordia y compasión viertes en mí aun cuando estoy aquejado de enorme ignorancia! ¡Tú eres el que disculpa y perdona todos los malos actos que cometo, y todas las bajas acciones que he hecho! ¡Oh Dios mío! ¡Qué cercano estás a mi a pesar de la distancia que he puesto Contigo! ¡Tú que eres tan compasivo conmigo! ¡Oh Dios mío! ¿Tú en qué momento no estuviste para buscar una prueba de Tu existencia? ¿Cuándo Te ausentaste para que pidamos una muestra de Tu presencia? ¿Cuándo Te escondiste para que necesitemos una prueba de Tu apariencia? ¡Que se vuelva ciego el ojo que no vea que Tú lo conoces todo y ves todo! ¡Que se vuelva ciega la mirada que no vea que Tú todo lo observas! ¡Que se cierre la ventana que no se abre al sol de Tu presencia! ¡Que sea ruinoso el negocio de Tu siervo que no disfruta de una parte de Tu amor! ¡Oh Dios mío! Sálvame del dominio de la tentación y el deseo, y antes que la tierra se aposente sobre mi tumba líbrame de la duda y el politeismo 2 . ¡Oh Dios mío! ¿Cómo puedo perder la esperanza si Tú eres mi esperanza? ¿Cómo me sentiré débil y miserable cuando Tú eres mi refugio? ¡Oh aquél que con toda la perfección de Tu belleza y luminosidad Te has manifestado para que Tu grandeza nos cobije a todos nosotros! ¡Oh Señor! ¡Oh Señor! ¡Oh Señor!
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Se refiere a asociar a Dios otras personas.
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Súplicas del Sahifa al-Sayyadiya (Selección) Del Imam Sayyad Hijo del imam Hussein y cuarto de los imames, una de sus cualidades personales era su profunda piedad y religiosidad, con la que se ganó el sobrenombre de Sayyad (el que mucho se postra), ya que su nombre verdadero era Ali ibn Hussein. El Sahifa al-Sayyadiya, una recopilación de 75 de sus plegarias que fue preparada por su hermano y su hijo (el VI imam), es muy utilizada por los musulmanes chiíes en las noches del mes de ramadán.
Ruego del que hace acto de fe en Dios ¡Oh Dios! He cortado mi relación con otros y vinculándome Contigo. He sincerado mi corazón y me he dirigido completamente hacia Ti. Aparté mi rostro de quien está necesitado de Tu atención. Dejé de pedir a Quien no puede prescindir de Tu favor. Vi que el ruego de un necesitado a otro necesitado es una muestra de ignorancia y un desvío del intelecto. He visto a menudo ¡oh, Dios mío! Que la gente pide el poder y la gloria a otros en vez de a Ti y son humillados, desean la riqueza de otros en vez de la Tuya y son empobrecidos; intentan la elevación y terminan envilecidos. Por eso el hombre inteligente a cual su consideración le otorgó el éxito y su elección lo guió por el buen camino, perfecciona sus acciones al ver a estos. 39
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Entonces ¡oh, mi Protector! sin haber otro responsable, Tú eres el objeto de mi ruego, sin haber otro a quien pedirle, Tú eres responsable de mi necesidad, mi súplica sólo se dirige hacia Ti ante cualquier cosa, y no otro. Nadie se asocia Contigo en mi esperanza y nadie se une a Ti en mi ruego, mi invocación no coloca a nadie en la misma fila Contigo. ¡Oh, Dios mío! La unidad en esencia, atributos y obras, el poder intenso, persistente, eterno, la plenitud de fuerza y dominio, y la jerarquía elevada y altiva, son exclusivamente Tuyas. Todo aparte de Ti necesita que se apiaden de él para subsistir en sus vidas, y en sus asuntos son sometidos y coaccionados, siendo vencidos en sus esfuerzos, con estados y atributos cambiantes. Entonces Tú estás lejos de tener semejantes y rivales y eres demasiado grande como para ser comparado con semejantes e iguales. Entonces, ¡Glorificado seas Tú pues no hay divino sino Tú!
Súplica humillándose ante Dios, Todopoderoso y Majestuoso ¡Señor! Mis pecados me han hecho callar y han roto mis palabras. Por lo tanto, no tengo argumentos ni excusas para dar. De ahí que soy cautivo de mi desgracia, rehén de mis obras, reiterativo en cuanto a mis errores, perplejo de mi objetivo y desorientado del rumbo correcto. Me detengo a mí mismo en la situación de los humillados pecadores, en la posición de los desdichados que se rebelan en Tu contra con osadía, menospreciando Tu promesa sobre el Juicio Final y la cuenta de las acciones. ¡Glorificado seas Tú! ¡Con qué osadía me he atrevido a oponerme a Ti! ¡Con qué engaño puse en peligro mi propia alma! ¡Mi Protector!: Apiádate de mi caída de bruces y del tropiezo de mi pie cometiendo pecados, y perdóname con Tu benevolencia mi ignorancia y con Tu beneficencia mis maldades. Admito mis pecados y mis errores, y aquí están mis manos y mi cabeza, las cuales entrego sumisamente para que apliques la ley del Talión 40
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sobre mi alma por los pecados cometidos. ¡Oh, Dios mío! Apiádate de mi vejez, de la conclusión de mis días, del acercamiento de mi muerte, de mi debilidad, mi indigencia y de mi escasez de recursos.
Súplica de los Agradecidos del Imam Sayyad En el nombre de Dios el Clemente el Compasivo ¡Oh Señor!, Tu perdón inagotable me hizo olvidar mostrarte a Ti mi agradecimiento, y las bondades y beneficios que viertes sin cesar me hicieron incapaz de enumerar Tus elogios y alabanzas, así como las bondades que sin pausa de Ti provienen me disuadieron de repetir Tus alabanzas. Las bendiciones constantes que Tú otorgas me hicieron incapaz de propagar Tus bondades, y aquí donde estoy yo es donde se alza un ser que reconoce la abundanca de Tus bendiciones y su propia negligencia frente a ellas, que atestigua de su laxitud y que ha malgastado su vida, mientras que Tú, ¡Oh Señor!, eres el Generoso, el Benévolo, el Benefactor, el Magnánimo que nunca dejas caer en la desesperación a los que a Ti acuden ni expulsas del umbral de Tu refugio a los solicitantes y (permites) a los esperanzados que depositen a Tu puerta el fruto de sus anhelos. Los deseos de los que buscan Tu favor se reunen en el amplio espacio de Tu generosidad, así pues Señor, no conviertas nuestros deseos en desesperación y no nos vistas con las ropas del desespero y el corazón quebrado. ¡Oh Señor!, en comparación a Tus inmensas bendiciones, mi agradecimiento es insignificante, y al lado de Tu magnanimidad y generosidad mis elogios y alabanzas no son dignas de Ti. ¡Oh Señor!, Tus bendiciones me han adornado con las joyas brillantes de la fe, y Tus bondades refinadas han levantado sobre mi cabeza un pabellón de gloria, y has atado alrededor de mi cuello un collar con Tus favores que nunca se desata, y de él has colgado un collar inquebrantable. Tus numerosas bendiciones han hecho a mi lengua incapaz de enumerarlas, y Tu perdón inagotable ha restringido a mi sabiduría y entendimiento de comprenderlo, y menos descubrir su fin. Y de este modo como puedo 41
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mostrarte mi agradecimiento cuando necesito agradecerte este mismo agradecimiento, y cada vez que alce mi voz en alabanzas a Ti, necesito repetir en esa misma frase que la alabanza es solo a Ti. Oh Señor!, así como con Tu generosidad me has alimentado y con Tu protección me has criado, completa pues sobre nosotros Tus bendiciones, y aleja de nosotros las cosas desagradables y dañinas y otórganos las mejores y más sublimes recompensas de los dos mundos, tanto aquí como en la otra vida. La alabanza es para Ti, en prueba de Tu bondad y abundantes favores, una alabanza que Te satisfaga y atraiga a nosotros Tu benevolencia y Tu gran perdón, oh el Grande, el Magnánimo en la compasión, oh el Clemente entre los clementes.
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Plegarias de los gnósticos
Plegaria de Sa’adí en La rosaleda Sa’adí de Shiraz (siglo XIII) es uno de los autores clasicos de la literatura persa. Autor de muchas obras tanto en prosa como en verso, las dos obras que le han inmortalizado son el Bustán y el Golestán (La rosaleda), obras ambas que forman parte de la literatura universal. Aquí ofrecemos algunos extractos de la oración y las alabanzas que le dedica a Dios en el comienzo de La rosaleda.
En el nombre de Dios, el clemente, el misericordioso Alabado sea Dios, Su gloria y Su majestad, que si le obedecemos, a Él nos acercamos, y si Le mostramos gratitud vemos acrecentadas nuestras bendiciones. Cada inspiración prolonga la vida, cada espiración alegra el ánimo; así pues, en cada respiración hay dos bendiciones, y por cada una de ellas hay que mostrar gratitud. ¿La lengua y la mano serán suficientes para mostrarle la gratitud que Él merece?
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Es mejor, si uno transgrede, al Señor pida perdón. Que nadie comportarse puede según lo merece Dios. La lluvia de Su ilimitada gracia ha llegado a todas partes y el mantel de Su pródiga bendición se ha extendido por doquier. Él no rasga el velo del honor de sus siervos por un pecado grave ni corta el sustento por un error reprobable. Cada vez que un siervo pecador y descarriado levanta las manos al umbral de Dios en señal de arrepentimiento, el Altísimo y todo glorioso no le mira; si de nuevo Lo vuelve a llamar, de nuevo Él se muestra reticente, empero si Lo llama otra vez con imploraciones y súplicas, entonces Dios, alabado y ensalzado sea, ordenará: «¡Oh mis ángeles! He respondido a mi siervo pues él no tiene otro Dios sino yo, así pues le he perdonado». Contempla la gracia divina y Su clemencia que el siervo ha pecado y Él se avergüenza Los ermitaños de la Caaba de Su gloria confiesan la imperfección de sus devociones y dicen: «No Te hemos adorado como mereces que Te adoremos 3»; aquellos que describen el encanto de Su Beldad, ante la cual están absortos, dicen: «No Te hemos conocido como mereces que Te conozcamos 4». ¡Oh Tú, que superas imaginaciones, comparaciones, ideas y supersticiones! Y aquello que dicen y oímos en la lección. Se acabó la reunión, se acabó también la vida, y nos quedamos nosotros todavía en el principio de Tu descripción. 3 4
Hadiz (tradición oral del Profeta). Idem.
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Súplicas del maestro Bayazid Bastamí Bayazid Bastamí fue un sufí persa del Jorasán que vivió en el siglo IX y cuyas plegarias y sentencias conocemos por las hagiografias que se escribieron posteriormente a su muerte. Padre espiritual de Abul Hassan Jaraqaní, la idea que más prima en su ascetismo es la de renuncia al mundo y unión con Dios. La plegaria de a continuación fue narrada por Attar de Nishapur en el siglo XIII.
Aceptación de la penitencia ¡Oh Dios mío! No pongo a la venta la abstinencia y la austeridad de toda una vida, ni ofrezco las oraciones de cada noche, ni declaro los ayunos de toda mi vida, ni cuento todas las veces que he leido el Sagrado Corán por completo, ni declaro las horas, las súplicas o las veces que a Ti me he acercado. Tú sabes que no me recreo en recordar los actos de adoración que he hecho, y que lo que refiero con la lengua, no es por vanidad ni confianza, sino que declaro que por lo que he hecho, me avergüenzo, y que esta túnica que visto Tú me la has otorgado. Todo esto es nada, una imaginación que no existe. Soy un anciano de setenta años cuyo cabello ha encanecido en la infidelidad. Salgo del desierto y solamente grito «¡Dios, Dios!». Ahora aprendo a decir «Dios, Dios», apenas ahora ando por el mundo del Islam y cambio la lengua en el Testimonio constante (de la Unicidad de Dios). ¡Oh Dios mío! No hay un motivo para Tus actos y juicios, y Tu aceptación o rechazo no dependen de devoción, obediencia o rebelión. Todo lo que he hecho lo he hecho sin pensar. Tú de todo lo que de mi has visto, borra aquello que no es al gusto de Ti, y perdóname y borra el polvo de mi rebeldía, pues yo ya he borrado de mi mente el creer que te había obedecido lo suficiente.
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Digno de Servicio ¡Oh Dios mío! Cómo puede ser digno de servirte aquél que no es digno de ser uno de Tus servidores, y cómo puede tener esperanza en Tu clemencia aquél que no se avergüenza de que encuentre la salvación de Tus tormentos. ¡Oh Dios mío! A aquél que hoy en este mundo es más pecador y transgresor, y es más fiero en sus pecados, perdónale. ¡Oh Dios mío! Me recordaste, y yo no soy nadie, y si yo Te recuerdo, no hay nadie que lo haga como yo. Esta felicidad no me basta, hazme todavía más solo y abandonado (para que más Te llame). ¡Oh Dios!, mi esperanza en el arrepentimiento de los males es mayor que mi confianza en el arrepentimiento de las buenas acciones, pues yo me veo a mí mismo confiado en la devoción a la pureza. Y yo de qué manera me puedo someter a la pureza cuando soy conocido por los infortunios, pero yo me veo a mí mismo tan lleno de pecado que tengo confianza en Tu perdón. Y Tú cómo puedes no perdonar mis pecados, cuando Tú eres el más generoso, el más alabado. ¡Oh señor! Tú enviaste a Moisés y a Aarón a la presencia del faraón rebelde y les ordenaste que le hablaran claro y despacio. ¡Oh señor! Esta es Tu gracia con los que se creen dioses, Tu gracia cómo será con los que Te sirven desde el fondo de su alma. ¡Oh señor! Esta es Tu gracia y clemencia con aquél que exclama «yo soy vuestro Señor exaltado/supremo». Tu gracia y benevolencia con aquél que exclama «Alabado sea Dios», ¿quién sabe cómo será? La bendición del encuentro (de la visión) ¡Oh Dios mío! De entre todos los bienes y posesiones solo tengo una vieja alfombra. A pesar de todo, si alguien me la pide, aunque la necesito, no se la negaré. Tú tienes mil bendiciones, y no estás necesitado de nada. Entonces, ¿cómo puede ser que se les niegue la misericordia a aquellos que están tan necesitados (de ella)? ¡Oh Dios mío! Tú declaraste que: «quién me haga el bien, yo le devolveré algo mejor». Si no hay nada mejor que la fe que Tú nos has dado, ¿qué nos puedes dar que sea mejor que reunirnos contigo? 46
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¡Oh Dios mío! Así como Tú no eres como ninguna persona, Tus actos son como las acciones humanas. Cualquier persona que ame a otra persona, busca su bienestar. Tú cuando amas a alguien, le cubres de catástrofes y tormentos. ¡Oh Dios mío! Lo que me des de este mundo, concédeselo también a los infieles, y lo que del futuro me debas dar, dáselo también a los creyentes. Pues a mi me basta en este mundo con recordarte, y en el otro mundo con verte. ¡Oh Dios mío! De qué manera me abstendré de orar por culpa de los pecados cuando no veo que te abstengas de concederme Tus gracias por mis pecados. Aunque cometo pecados, Tú me concedes Tus favores, entonces yo, aunque peco, ¿cómo puedo dejar de orarte? ¡Oh Dios mío! Si yo no puedo dejar de pecar, Tú también puedes perdonar mis pecados. ¡Oh Dios mío! Cada pecado que surge de mi tiene dos rostros, un rostro que mira por Tu gracia y un rostro que mira a mi debilidad. Oh Señor, o bien perdona a ese rostro que mira a Tu gracia, o disculpa a ese rostro que mira a mi debilidad. ¡Oh Dios mío! Te temo por la maldad que de mi proviene, y en Ti deposito mis esperanzas por la gracia que Tú dispensas. Pues no me niegues la Gracia que dispensas por culpa de la maldad que yo cometo. ¡Oh Dios mío! Perdóname pues, ya que yo soy de los Tuyos. ¡Oh Dios mío! ¿cómo voy a temerte si Tú eres el Generoso?, ¿y cómo no voy a temerte si Tú eres el Glorioso? ¡Oh Dios mío! ¿cómo voy a invocarte si soy un siervo rebelde?, ¿y cómo no voy a invocarte si Tú eres un Dios Magnánimo? ¡Oh Dios mío! Te temo pues no soy más que un siervo, y en Ti pongo mi confianza y esperanza pues Tú eres Dios Todopoderoso. ¡Oh Dios mío! Tú deseas que Te quiera a pesar que no me necesitas. ¿Y cómo puedo yo desear que me quieras, con todo lo que yo Te necesito? ¡Oh Dios mío! Yo soy un extraño y Tu recuerdo es extranjero, así yo me he acostumbrado a mencionarte pues el extranjero siente apego por el extranjero. 47
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¡Oh Dios mío! El más dulce de los regalos en mi corazón es el que es de Ti, y la más agradable palabra que sale de mi lengua es Tu alabanza y el más precioso de mis instantes es aquél en que me una a Ti. ¡Oh Dios mío! Mis obras no son dignas del paraiso, y tampoco tengo fuerza para soportar el infierno, así que el resultado depende de Tu gracia. Mi beneficio ¡Oh Dios mío! Tú sabes que exhorté a la creación de palabra, y amonesté al alma de obra y disculpa oh Señor la traición de mi alma para con la amonestación de la creación. ¡Oh Dios mío! Yo transgredí con mis pecados y Tú con el paso de los años encaneciste mi cabello. ¡Oh Creador de fechorías y buenas acciones! Muestra Tu gracia y convierte nuestras fechorias en Tus bondades! ¡Oh Dios mío! Aquél que Te conoce con certeza, siempre Te anhela, a pesar que sabe que nunca Te va a encontrar. ¡Oh Dios mío!, en el Día de la Resurrección, se pronuncia Tu juicio para con los demás, más la relación que hay entre Tú y yo no se cerrará nunca. ¡Oh Dios mío! Cuando miro a mi alma esta me duele, y cuando observo a mi corazón este me duele. Cuando observo mis actos me duele el cuerpo y cuando pienso en el tiempo sufro por esta separación de Ti. ¡Oh Dios mío! Tus bendiciones son perecederas y mis bendiciones permanentes, yo soy Tus bendiciones y Tú eres las mías. ¡Oh Dios mío! Todo lo que me puedas decir yo lo digo a Tu creación, y todo lo que Tú me das yo lo entrego a Tu creación. ¡Oh Dios mío! En el Día del Juicio, los profetas se sientan sobre púlpitos de luz y Tu creación les observa, y Tus más allegados y próximos se sientan sobre un trono mientras Tu creación les observa. Yo me siento sobre Tu unicidad para que la creación me observe. ¡Oh Señor!, no me eleves a una condición donde pueda decir «Dios y la creación», o donde pueda decir «Tú y yo», tenme en una posición donde no interfiera y todo seas Tú. 48
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¡Oh Señor! Si hago sufrir a Tus criaturas, cuando me ven me dan la espalda y me abandonan, en cambio tanto que a Ti he molestado y siempre estás a mi lado. ¡Oh Señor!, todo lo que es de mi, a Ti lo he destinado, y todo lo que de Ti viene, para Ti lo he dedicado, para que así el egoismo desaparezca y todo seas Tú. ¡Oh Dios mío! Que mi alma se sacrifique por Ti cuando me recuerdes/menciones, y cuando mi corazón Te recuerde, que mi alma se sacrifique por este corazón. ¡Oh Dios mío! Cuando mi cuerpo está doliente Tú me concedes la curación, mas cuando sufro por esta separación de Ti ¿quién me puede curar? ¡Oh Dios mío! Tú me creaste, para Ti mismo me creaste, de mi madre para Ti vine al mundo, no me conviertas en presa de alguna de Tus criaturas. ¡Oh Dios mío! Algunos de Tus siervos aman ardientemente la oración y el ayuno, otros la peregrinación y el esfuerzo 5, y a otros les agrada el conocimiento y la prostración. A mi conviérteme en uno cuya vida, deseos y amor no sean sino Tú. ¡Oh Dios mío! ¿Hay alguien de entre Tus allegados que merezca pronunciar Tu nombre, para que me arranque los ojos y me eche a sus pies? ¿acaso existen en mi tiempo, para que les entregue mi alma, o llegarán después de mi? ¡Oh Señor! En este mundo hablaré de Ti todo lo que mi corazón desee, en el mañana haz Tú conmigo aquéllo que desees. ¡Oh Señor!, hay gentes que en el Día de la Resurrección se levantarán como mártires pues por Tu causa fueron asesinados. Yo me levantaré como mártir que por la espada de Tu anhelo pereció, pues tengo un dolor que existirá mientras exista mi Dios. Busqué el dolor y no lo hallé, busqué un remedio y no lo hallé, mas hallé la curación.
5 El autor usa la palabra jihad, que significa el esfuerzo en nombre de Dios, para extender e instaurar en la tierra la palabra de Dios.
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Súplicas del Sheij Abul Hassan Jaraqaní Sufí que vivió entre los siglos X y XI. Nacido en Jaraqán (Jorasán, Persia), es conocido por su insistencia en ayudar a los pobres y necesitados, fuesen de la religión que fuesen. En la entrada de su casa podía leerse el siguiente letrero en verso: «Todo el que venga hasta este lugar // sin preguntarle por su fe debéis darle pan // pues quien para Dios, el mundo merece // merece también el pan de Abul Hassan». Jaraqaní no escribió ninguna obra y todo lo que de él se sabe ha sido narrado en hagiografias posteriores.
Una noche después de cumplir con los ritos de la adoración a Dios y de recitar las alabanzas a Dios el Glorificado y Altísimo, el jeque Abul Hassan Jaraqaní pronunció una súplica a Dios: Oh Señor, el día después de la Resurrección, cuando se presente el Libro de los Actos 6, y se muestren los actos de cada uno, cuando me llegue el turno, ya sé qué respuesta justa debo dar. Entonces en ese momento oyó una voz que le llamaba diciendo: «Oh Abul Hassan, eso que quieres decir el Día de la Resurrección, dilo ahora». Y dijo: Oh Señor, ya que en el vientre de mi madre me creaste, me sumiste en las tinieblas de la incapacidad y cuando me creaste, me creaste con un vientre hambriento; y cuando fui creado, de hambre lloré. Cuando 6 Se refiere al Libro en el que unos ángeles apuntan los buenos y los malos actos que cada persona realiza y que se lee en la Resurrección.
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me dejaron en la cuna, creí que había llegado la alegría y la calma, entonces me ataron de pies y manos y me dejaron incapaz. Cuando llegué a la madurez y tuve el dominio del habla, me dije que a partir de hoy ya puedo estar tranquilo. Me entregaron al maestro y a golpes de fusta se vengaron de mi. Superé esta etapa, e hiciste que la pasión y el deseo se apoderaran de mí, hasta el punto que a causa de la agudeza del deseo no me dedicaba ni pensaba en ninguna otra cosa. Por miedo a cometer fornicación y por temor al tormento de la corrupción, tomé una esposa legal. Tú me concediste hijos, y en mi interior hiciste florecer la piedad y el afecto hacia ellos. Así mi vida se consumió en alimentarlos y vestirlos. Como esto también lo superé, me concediste la vejez y la debilidad, y los dolores del cuerpo. Cuando lo superé, me dije a mi mismo «cuando me alcance la muerte me llegará el reposo»; y me entregaste al Ángel de la Muerte para que se apoderara de mi alma con su espada inmisericorde y cien tormentos. Cuando esto también pasó, me pusieron en una tumba oscura, y en esa oscuridad e inmovilidad Tú mandaste a dos seres, Mukrim y Munkar 7 que me preguntaron: ¿quién es tu Dios y tu religión? Como a eso respondí, me sacaste de la tumba, y en ese momento que celebrabas Tu juicio, en el ardor de la Resurrección, en el lugar del lamento y el arrepentimiento, me entregaste un documento y me ordenaste diciendo «lee tu libro (de tus obras) 8». ¡Oh Dios mío!, mi libro es este que he declarado, todo esto que me impidió obedecerte, y por culpa de estas fatigas y sufrimientos no cumplí el servicio que a Ti te debía. ¡Oh Dios!, ¿quién puede impedirte mostrar misericordia y perdonar los pecados? Y se elevó una voz que clamaba: «Oh Abul Hassan, has sido perdonado». Mukrim y Munkar (o Munkar y Nakir) son dos ángeles encargados de atormentar en la tumba, hasta el Día del Juicio, a los que no responden correctamente a sus preguntas sobre religión. 8 El libro se refiere al Libro en el que se escriben los buenos actos y las malas acciones de cada persona, y por los que esta persona será cuestionada en el Día del Juicio. En función de sus acciones la persona será premiada o castigada. 7
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Abdullah Ansarí de Herat Abdullâh Ansarí fue un sufí persa que vivió en el siglo XI. Nacido en Herat, actualment en Afganistán, este autor es conocido en la literatura persa por sus libros religiosos de tendencia sufí y mística. La oración que aquí mostramos pertenece a su celebre obra Monayatname (Libro de las oraciones).
Oh Señor Tú eres aquél que está más allá de los límites de la imaginación, y a salvo de la percepción del intelecto, ni percibido con los ojos. Tú eres el que arrebata los corazones, el que alegra a los entristecidos. En el juicio inapelable, en esencia incontable y en cualidades incomparable. ¡Oh Dios mío, Tú eres compasivo en Tu gloria, glorificado en Tu perfección. Tú estás por encima de los límites del tiempo y del espacio. Ni hay nadie que se Te parezca ni se Te puede comparar a nadie, mas Tú estás presente en el alma pues el alma vive por aquello que Tú eres! ¡Mi Dios, Tú eres el Único el Incomparable, el Eterno el Poderoso, Aquél que lo ve todo y sobre todas las cosas es poderoso, Tú estás exento de defectos, libre de politeismo y asociación, eres la Fuente de toda cura, Confortador de los corazones, Soberano absoluto, el Todopoderoso coronado, a Ti pertenece el Reino divino! ¡Oh Dios mío, para nosotros con Tu nombre empieza cualquier acto, y Tu amor es el medio de nuestra existencia. Conocerte es nuestra seguridad y Tu cercanía nos es manifiesta! 52
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¡Oh mi Señor, refugio eres para los débiles, compañero de viaje para los caminantes, evidencia para los fieles. Dichoso es aquél a quién Tú acoges! ¡Oh Señor!, dame un corazón puro y un alma despierta, y concédeme el suspiro de la noche y el llanto del alba. En Tu camino déjame extasiado, y una vez me hayas extasiado libérame de mi mismo. ¡Oh mi Dios! La gente cree ver Tus señales pero Tú estás muy por encima de cualquier señal. Te creen lejano y Tú estás más cerca que la misma alma. Tú eres el que afirmaste «así soy», y así eres como Tú dijiste. Tú estás presente en el alma de los generosos, en los corazones de los que alaban a Dios. ¡Oh Dios mío! No hay alegría sin haberte conocido, ni vida sin encontrate. El que vive sin Ti, como un muerto es prisionero, y el que vive por Ti vive para siempre. ¡Oh Dios mío!, Tus favores no tienen fin ni Tu agradecimiento se puede expresar con el habla. Sin Ti ¡oh mi Señor! No puedo respirar ni puedo enumerar Tus bendiciones y favores. Si cada uno de mis cabellos se convierte en lengua, mil veces elevaré mi voz en agradecimiento a Ti. ¡Oh Señor!, soy doliente de ese mal del que Tú eres el remedio, con humildad admiro ese elogio que solamente Tú mereces. Sólo Tú sabes lo qué yo sé de Ti. Tú eres Aquél del que el profeta immaculado (Muhammad) dijo: yo no puedo contar Tus elogios, pues Tú eres el elogio que Tú eres. Mi Señor, Tuya es la belleza, el resto es fealdad. Los devotos son los destinados al paraiso. Si en el infierno podemos acercarnos a Ti, entonces lo prefiero a estar en el paraiso. Y si me destinan al paraiso sin Ti, el paraiso se me hace insoportable. ¡Oh mi Dios!, Te conocí y me aparté de las criaturas y en el mundo enloquecí. Estaba perdido y me encontré. ¡Oh Señor!, ya que sentiste el ardiente dolor de la separación, ¿por qué llenaste el infierno de fuego? ¡Oh Señor! Aquél que Te conoció, renunció a todo lo que no seas Tú. 53
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¿Aquél que Te ha conocido, para qué quiere el alma?, ¿para qué quiere hijos, esposa y familia? Al loco le haces partícipe de los dos mundos, ¿al que está loco de Ti qué le importan los dos mundos? ¡Oh Señor! De lo que Tú aniquilas no fluye olor a sangre, y de lo que por Ti arde no sale humo. ¿Por qué el que arde por Ti es feliz en su consumirse y el que por Ti se aniquila se alegra de su aniquilación? ¡Oh mi Dios!, concédeme un corazón en el que no anide el fuego de las pasiones, y dame un pecho libre de falsedad e hipocresia. ¡Oh mi Dios!, si alguna vez mentas a Tu siervo, hasta el trono llegará mi risa y felicidad. ¡Oh mi Dios!, aquél sobre el que has puesto la marca de Tu amor, has entregado la cosecha de su vida al viento del no-ser. ¡Oh mi Dios!, quién soy yo para desearte pues soy consciente de mi válua. Soy muy inferior de lo que creo, y con cada aliento que despido peor me hago. ¡Oh mi Dios!, la separación convierte la montaña en llanura, la llanura en un río caudaloso 9 , y este río caudaloso lo convierte en río de sangre. Ya ves, ¿con este corazón débil qué se puede hacer? ¡Mi Dios!, si estoy ebrio o loco, solo soy un morador de este mundo. Déjame conocerte que soy un extraño entre las criaturas. ¡Mi Dios!, tengo agua en la cabeza, en el corazón fuego, un aspecto glorioso y un interior lleno de deseo. Me aposento en un mar infinito. Por mi alma, es un dolor que no tiene remedio, mis ojos ven cosas que ninguna lengua puede describir. Sin pausa mi corazón respira por Tu satisfacción En el cuerpo mi alma respira para Ti. Si sobre la arena de mi tumba crece la hierba De cada hoja sale el olor de mi fidelidad a Ti
9 En la invocación el autor dice el río Oxus o Amudarya, que fluye por Asia Central.
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¡Oh mi Dios, si soy inexperto concédeme la experiencia, y si soy experto inflámame! ¡Oh Señor! No apagues esta luz brillante, ni quemes a este corazón ardiente, ni rasgues este velo tejido, ni alejes (de Ti) a este siervo instruido. ¡Oh Señor! De ese alimento que serviste para los escogidos, ¿dónde está la parte de este necesitado? Si lo vendes ya he dado su precio, y si lo das de balde ¿dónde está mi parte? Tú eres un tulipán rojo, una fina perla Yo soy un loco, Tú eres la Layla de Majnun 10 Tú tienes clientes y compradores solventes ¿cómo eres con los compradores sin recursos? Oh el Generoso, el Dadivoso, oh Juez que perdonas los errores, oh el Eterno, que está por encima de nuestra comprensión! Oh Único, que en esencia y características eres Incomparable. Oh el Poderoso, digno de la Divinidad, oh Creador que guías a los extraviados! Concede a nuestra alma de Tu pureza, y a nuestros corazones Tu amor y afecto, y a nuestros ojos concede Tu esplendor y brillo, y a nosostros concédenos Tus favores y gracias pues nada hay mejor que eso. Este siervo Tuyo como puede saber qué se debe buscar, pues Tú eres el Sabio. Aquello que Tú conoces otórganos. ¡Oh mi Señor!, Tú ordenaste que esos ojos que en este mundo observan a los poderosos y a los opulentos, también observen a los derviches y a los necesitados. ¡Oh mi Señor!, Tú eres generosidad y el más digno, pues en la otra vida con estos ojos con los que observas a los obedientes, también observas a los que desobedecen. ¡Oh mi Señor!, de balde todo lo creaste y de balde nos entregas el sustento. Así mismo perdónanos, pues Tú eres Dios y no un comerciante (que venda su mercancía). 10 Layla y Majnun fueron una famosa pareja de enamorados de la literatura árabe y persa medieval, y por ende de toda la literatura islámica siguiente. La palabra majnun significa en árabe loco, y el autor juega con este sentido de la palabra.
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Yo soy un siervo desobediente ¿dónde está Tu consentimiento? Mi corazón está a oscuras, ¿dónde están Tu luz y brillo? Si nos concedes el paraiso a cambio de obediencia, será como una venda, entonces ¿dónde quedan Tus favores y Tu generosidad? ¡Oh mi Señor!, da vida a aquello que Tú mataste, y aquello que Abdullah 11 mató haz que se lo lleve el agua. ¡Oh mi Señor! No digas qué hemos obtenido pues somos derviches, y no preguntes qué hemos hecho pues somos unos deshonrados. ¡Oh mi Señor! Temo por mi maldad, perdóname con Tu bondad. ¡Oh mi Señor!, si no observas a (Tu siervo) Abdullah, mírate a Ti mismo, y no manches mi reputación ante los enemigos ¡Oh mi Señor!, esta bandera que has alzado no la arríes, y si al final nos has de perdonar, no nos hagas al principio caer en la ignominia. ¡Oh mi Señor! Todos Te temen, y Abdullah se teme a si mismo, pues de Ti solo proviene bondad, y de Abdullah maldad. ¡Oh mi Señor! Si interrogas no tenemos argumentos, y si pesas no tenemos valor, y si quemas no tenemos aguante. ¡Oh mi Señor! Si me juzgas por mis culpas yo Te juzgo por Tu compasión, y Tu compasión es mucho mayor que mis errores. ¡Oh mi Señor! Tal vez no me he mostrado amistoso pero tampoco no he mostrado enemistad. Si persevero en pecar, también me afirmo en reconocer Tu Unicidad. ¡Oh mi Señor! Si el arrepentimiento es la inocencia, entonces ¿quién es un arrepentido? Y si es penitencia ¿quién es desobediente? ¡Oh mi Señor!, por delante (está) el peligro y por detrás no tengo salida; tengo las manos atadas, excepto en Ti no tengo refugio. ¡Oh mi Señor!, a veces cuando me observo a mi mismo me pregunto ¿quién es más miserable que yo?, a veces Te miro a Ti y me digo ¿quién es más grande que yo? ¡Oh mi Señor! Tú me has llamado ignorante, ¿del ignorante qué se espera sino el error? Me has llamado débil, ¿del débil qué proviene sinó la equivocación? 11 El nombre Abdullah se refiere al mismo autor de las súplicas, Khâja Abdullah Ansari de Herat.
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¡Oh mi Señor! Aunque no sea lo suficientemente obediente, no tengo a nadie más que a Ti, ¡oh Tú que con dificultad Te enfurias y fácilmente Te aplacas! ¡Oh mi Señor!, como el sauce tiemblo y me sacudo, no sea que al final no sea digno de salvarme. ¡Oh mi Señor!, no me preguntes qué he conseguido pues me deshonro a mi mismo, y no me preguntes qué he hecho pues me avergüenzo. ¡Oh mi Señor!, cuando Te miro, soy uno de entre los agraciados, Tu corona está sobre mi cabeza. Mas cuando me miro a mi mismo solo soy un ser mundano, solo hay tierra sobre mi cabeza. ¡Oh mi Señor!, soy como un huérfano de padre, sin cesar en el llanto, indefenso en manos de mis enemigos. Estoy cansado de mis pecados, me encierro en mi mismo. Soy el que destruye su vida y arruina sus días, ese soy yo. ¡Oh mi Señor!, busco refugio (en Ti) por pretensiones, y para ambas imploro Tu gracia: por creer que he conseguido algo por mi mismo, y por creer que sobre Ti tengo algún derecho. ¡Oh mi Señor!, si me concedes Tus favores, qué me importan la justicia e injusticia de los otros. Y si impartes justicia, la recompensa de los otros es (barata) como el viento. ¡Oh mi Señor!, nos mostramos desobedientes y pecadores en este mundo. Y Tu amigo Muhammad (sobre él la paz y las bendiciones) se entristecía, mientras que Tu enemigo el diablo se alegraba. ¡Oh mi Señor!, si al día siguiente de la Resurrección decretas el castigo, Tu amigo Muhammad (sobre él la paz y las bendiciones) se entristecerá, mientras que Tu enemigo el diablo se alegrará. ¡Oh Señor, no alegres dos veces a Tu enemigo, y no llenes doblemente de pesar el corazón de Tu amigo! ¡Oh Dios mío!, el cuerpo se paró, los pies se cansaron. Los compañeros se han ido yendo, y este pobre siervo cada vez se queda más atónito. ¡Oh mi Señor!, todos se exclaman por el «asombro», y yo con el «asombro» me alegro. Con un «aquí estoy señor, a Tu servicio» solucioné todas mis desilusiones, qué lástima esos días cuando no sabía cómo solicitar Tus favores. 57
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¡Oh mi Dios!, me sumergí en el fuego de la perplejidad como la mariposa se acerca a la llama. Ni el alma sufrió el dolor de los latidos, ni el corazón el dolor ardiente. ¡Oh mi Señor!, Tú lo ves (todo) y lo sabes (todo), y puedes concederlo (todo). ¡Oh mi Señor!, si estás presente ¿qué he de buscar?, si Tu eres testigo de todo ¿qué he de decir? ¡Oh mi Señor, cada día que pasa soy más humilde, y como más avanzo más hacia atrás me encuentro! ¡Oh mi Señor!, ayúdanos Tú pues los otros no saben, trátanos con cariño y misericordia ya que los otros no pueden. ¡Oh mi Señor!, cuando pude no sabía, y cuando sabía no pude. ¡Oh mi Señor!, estoy harto de esta obediencia que me lleva al orgullo y la autoadmiración, y soy siervo de esa rebeldía que me acerca a la disculpa. ¡Oh mi Señor!, concédeme el saber para no separarme del camino, concédeme clarividencia para no arrojarme al pozo. ¡Oh mi Señor!, aquél a quién concediste la inteligencia, ¿qué le negaste?, y aquél a quién no diste inteligencia ¿qué le diste? ¡Oh mi Dios!, si el mundo se consume la llama no se apagará, y si todo el mundo se hunde la copa del desafortunado no será lavada. ¡Oh mi Señor!, si en la oración hay una orden, ¿qué remedio hay para lo que ya ha escrito el cálamo? ¡Oh mi Señor, Abujahl 12 viene de la Ka’ba, y el profeta Ibrahim13 viene del templo de los ídolos! El asunto tiene un sentido, el resto es una excusa. ¡Oh mi Señor!, aquellos que Tú decretas van desapareciendo, como si se hubieran enemistado con Tus allegados. ¡Oh mi Señor!, esta oración se presenta con tozudez ante Tu puerta, pues sabes lo qué Tu siervo necesita. Por Tu mano cada hormiga tiene un secreto, por Tu deseo cada ardiente tiene su gloria. Abujahl era el apodo de ‘Amr ibn Hishãm, quien fue un famoso líder pagano de los Qurayshitas, conocido por su hostilidad y enemistad contra el profeta Muhammad y los primeros musulmanes de La Meca. 13 Ibrahim es el nombre islámico del profeta Abraham. 12
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Oh Creador majestuoso, no le niegues la esperanza a aquél que necesita Tu refugio. Oh el Generoso, el Dadivoso, oh Juez que perdonas los errores, oh el Eterno, que está por encima de nuestra comprensión! Oh Único, que en esencia y características eres Incomparable. Oh Creador que guías a los extraviados, oh el Poderoso, digno de la Divinidad! Concede a nuestra alma de Tu pureza, y a nuestros corazones Tu amor y afecto, y a nuestros ojos concede Tu esplendor y brillo, y concédenos lo que es mejor para nosotros y nuestras obras no las confies a grandes y pequeños. ¡Oh mi Señor!, Abdullah consumió su vida, pero no quiere excusas. ¡Oh mi Señor!, acepta nuestras disculpas y no seas severo con nuestras faltas (no critiques nuestras faltas). En el nombre del Dios cuyo nombre es sosiego para el alma, y cuyo mensaje es llave de victoria, y cuya salutación por la mañana es para los creyentes como el vino del amanecer, y cuya mención es bálsamo para el corazón herido, y cuyo sello es para los que viven en el infortunio como el Arca salvadora de Noé. ¡Oh generoso, sé valiente en este camino, y sé único en tu hombría y ten un corazón afligido. ¡Oh mi Señor!, me llamaste y me retrasé, me ordenaste y negligí. ¡Oh mi Señor!, he malgastado mi vida y he maltratado a mi cuerpo. ¡Oh mi Señor!, si el asunto se mide por las palabras soy una corona que brilla sobre todos los hombres, mas si se mide por los actos soy como un mosquito o una hormiga. ¡Oh mi Señor!, estoy hastiado de esta obediencia que me lleva al orgullo y la autoadmiración, y bendita sea esa rebeldía que me acerca a la disculpa. ¡Oh mi Señor!, si (me) destinas al suplicio eso es justo, mas no me mantengas alejado (de Ti). Si me mandas al infierno lo acepto, mas no me tengas lejos de Ti. El pecado es débil frente a Tu generosidad, pues Tu generosidad es vieja y este pecado es joven. ¡Oh mi Señor!, si quieres quemar a Tu siervo Abdullah, de otro infierno requiere su corrupción. Y si decides recompensarlo, su descanso necesita otro paraiso. 59
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¡Oh mi Señor!, si una vez pronuncias el nombre de Tu siervo, mi risa y alegría alcanzarán a Tu trono. ¡Oh mi Señor!, todos Te temen, mas Abdullah se teme a si mismo, pues de Ti solo el bién proviene y de Abdullah solo mal emana. ¡Oh mi Señor!, dijiste que eres generoso, y en esto reside toda la esperanza, pues cuando Tu generosidad se manifiesta el desespero es un gran pecado. ¡Oh mi Señor!, si no soy digno de recibir Tu confianza, entonces el día que me la entregaste ya sabías yo como era. ¡Oh señor!, como un sauce tiemblo y me sacudo por temor a no merecer nada. Temo y en Ti busco refugio por el conocimiento primigenio, la expresión sencilla y simple, la adoración como hábito, la sabiduría de la experiencia y la realidad relatada. ¡Oh mi Señor!, si no Te hablo, me encuentro abrumado por los pensamientos, mas cuando contigo hablo me siento liviano y tranquilo. ¡Oh mi Señor!, temo por todos mis males, ten piedad de mi con toda Tu bondad. ¡Oh mi Señor!, no arrojes el polvo de la vergüenza sobre nuestra cabeza, ni nos dejes caer en nuestras desgracias. Nos refugiamos en los reyes (del mundo) y Tú nos llamaste, teníamos miedo y Tú nos calmaste con la invocación «no desesperéis de la misericordia de Dios»14. ¡Oh mi Señor!, de vergüenza tenemos la cabeza cubierta de polvo, por nuestros pecados nos queda el rostro empalidecido. ¡Oh mi Señor!, si no nos hemos mostrado amigos, tampoco hemos insistido en la enemistad. Aunque sin cesar pecamos, reconocemos Tu unicidad. ¡Oh mi Señor!, tenemos la cabeza ebria de Ti, en nuestro corazón anida Tu secreto, y nuestra lengua implora Tu perdón. ¡Oh mi señor! Cuando hablamos lo hacemos para alabarte, y cuando buscamos lo que buscamos es Tu satisfacción. Parte de la aleya 53 de la azora Az-Zumar (Los Grupos), azora n.o 39 del sagrado Corán. La aleya completa dice: Di: «¡oh, siervos Míos que os habéis excedido con vosotros mismos! ¡No desesperéis de la misericordia de Dios! ¡En verdad, Dios perdona todos los pecados! En verdad, Él es el Perdonador, el Misericordiosísimo.» 14
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¡Oh mi señor! No destruyas nuestra creencia en Tu Unicidad, ni dejes que se seque el jardín de nuestra esperanza, ni nos avergüences por nuestros pecados. ¡Oh mi señor! Concédenos la piedad y el temor de Dios para no apegarnos a este mundo, y un alma para presentarnos a la otra vida. Concédenos la certeza para resistir al deseo y la pasión, y concédenos la satisfacción para no caer en la avaricia. ¡Oh mi señor! Concédenos conocimiento para no extraviarnos, y percepción para no hundirnos en el pozo. Cógenos de la mano pues no tenemos donde apoyarnos, acéptanos pues no tenemos donde refugiarnos (de Ti). ¡Oh mi señor! Perdónanos pues hemos obrado mal, ten piedad pues hemos sido injustos. ¡Oh mi señor! No digas lo que hemos hecho para que nos arrepintamos, ni preguntes lo qué hemos conseguido para que nos sintamos humillados. ¡Oh mi señor! Guianos para mantenernos firmes, muéstranos el castigo para que nos hartemos de este mundo. Vigílanos para que no vayamos errantes. ¡Oh mi señor! Enséñanos para que conozcamos los secretos de la religión, ilumínanos para que no andemos en la oscuridad, instrúyenos para qué cumplamos Tus leyes. Guianos para no caer en la depravación. Muéstrate misericordioso pues los otros no saben, Tú crea que los otros no son capaces. Líbranos a todos del egoismo, deja al orgulloso y al engreido en su soledad e insignificancia frente a Tu grandeza, protégenos a todos de las astucias del diablo y desvela los engaños del alma. ¡Oh mi señor! Ordenas que busque y me asustas para que huya. Me indicas que desee y me dices que me abstenga. ¡Oh mi señor! Había huido y me llamaste, tenía miedo y con Tu invocación me tranquilizaste. En un principio temía que con Tu castigo me atraparas, ahora temo que con Tus dones me seduzcas. ¡Oh mi Señor!, he malgastado mi vida y he maltratado a mi cuerpo. Dices que no obedecí, desesperé y no hallé el remedio. ¡Oh mi Dios!, Tú dispon que de estos débiles nada digno proviene. Tú abre nuestro camino pues estos débiles ningún asunto arreglan. 61
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¡Oh mi Señor!, guíanos en la rectitud pues estamos inquietos, reúnenos pues estamos dispersos. ¡Oh mi Señor!, tenemos un aspecto inquieto y agitado, y un interior dormido. El pecho tenemos ardiente y los ojos velados de agua. Una vez por el fuego del pecho ardemos, otra vez con el agua de los ojos nos ahogamos. ¡Oh mi Señor!, si no voy en el camino con los que de Ti están cerca, tampoco como el perro de la Gente de la Cueva 15 estoy a Tu puerta. La espera precisa de una fuerza que no tenemos, la paciencia pide una tranquilidad que nosotros no tenemos. ¡Oh mi Señor!, no apagues está luz brillante, ni quemes a este corazón ardiente, ni alejes (de Ti) a este siervo dócil.
15 Ver nota 1. En la historiografía islámica, un perro acompañaba a los Durmientes que se refugiaron en la cueva.
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