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Kyrian Malone & Jamie Leigh
DETESTAME…TANTO COMO TE AMO
Edición traducida por Natalia Trujillo Rodríguez
~ Collection ST Éditions ~
Este libro es una ficción. Personaje y diálogos son producto de la imaginación de los autores. Toda semejanza con personas que hayan existido o existan es meramente fortuito. Copyright © 2013 por Kyrian Malone et Jamie Leigh
Todos los derechos están reservados. Toda reproducción, difusión o utilización parcial está estrictamente prohibida sin la debida autorización de sus autores y de ST Éditions. Toda la información en : http://steditions.com/
Prefacio Esta novela relata una historia entre mujeres y se dirige a un público adulto. Ciertas descripciones y diálogos son susceptibles de herir la sensibilidad de jóvenes lectores. Esta historia ha sido redactada en noviembre de 2013
Emma Nollan detestaba las bodas. La razón era sencilla, estaba probado que tres de cada cuatro matrimonios acababan en divorcio y las estadísticas no mienten nunca. No solo Emma Nollan se las apañaba siempre para no asistir a las bodas de sus amigos, sino que era evidente que ella nunca se casaría. Pero a su pesar, a pesar de sus profundas convicciones y de su rechazo total a esta tradición seguida por todas las culturas del mundo, Emma estaba precisamente de camino a una boda. Y no cualquier boda…la de su padre. Qué ironía, pensaba ella. El día que se avecinaba sería sin duda uno de los peores de su vida. Pero
con 28 años, ¿cómo podría decirle a su padre que se oponía a esa unión? No se lo perdonaría a ella misma…Sentada tras el volante de su escarabajo amarillo, Emma Nollan ni siquiera prestaba atención a los vehículos que la adelantaban por la autopista. Se preparaba mentalmente para conocer a la mujer que reemplazaría a su madre. Su padre nunca le había hablado de ella, ni si quiera las había presentado. Y por supuesto no le había pedido su bendición para pedirle su mano. Emma ya la detestaba… *** Emma cogió el primer enlace en dirección a Northfolk, pequeño pueblo de Maine a ciento cincuenta kilómetros de Boston. No había vuelto a poner los pies ahí desde la muerte de su madre cinco años antes. En ese pueblo, los malos recuerdos habían desplazado a los buenos, los de
su adolescencia, sus años de instituto. Después, se había marchado a cursar el MIT, estudios que había abandonado dos años más tarde. Regresar a Northfolk le traía emociones que Emma había querido olvidar, y ante sus ojos, el matrimonio de su padre equivalía a alta traición hacia su madre. Con su indicador de gasolina en lo más bajo, Emma ralentizó ante la primera estación de servicio con la que se cruzó y paró su coche delante de las bombas. Sus pensamientos no dejaban de atormentarla y la presión aumentaba sabiendo que vería a su padre en los próximos minutos y consecuentemente, a su futura madrastra si no encontraba un modo eficaz de evitar esa boda. Salió de su coche y cogió una manguera cuyo extremo metió en el depósito. El olor a gasolina y a motor se sentía más en esa temporada. Por supuesto, su padre había esperado al comienzo del verano. Apenas era mediodía y el sol estaba alto en el cielo, y las temperaturas
anunciaban un fuerte calor. Entonces, Emma vio un Mercedes pararse al lado de su coche y no pudo evitar que su mirada se detuviese en la mujer que de él bajó. Sobre la treintena, elegante, vestida con falda sastre y una blusa negra, sus zapatos de tacón resonaron sobre el cemento antes de que se girase hacia ella y de que se quitase sus gafas de sol y las pusiera en su cabeza. En los segundos en que la mirada de Emma se cruzó con la de esa mujer, olvidó el matrimonio de su padre. -¿Es usted quien se ocupa de llenar?preguntó la desconocida Emma tuvo que hacer una pausa y mirar detrás de ella para confirmar que esa mujer se dirigía a ella habiéndola tomado por una empleada de la gasolinera. Se ofendió. -¿Tengo pinta de trabajador de una gasolinera? La mujer levantó las cejas examinando la
vestimenta descuidada de la joven que consistía en unos vaqueros de talle bajo, un par de zapatillas de deporte y un top blanco. -Hubiera podido asegurarlo- respondió ella Le sonrió y pasó por delante de ella -Muy bonito su coche Emma la siguió con la mirada. ¿Estaba soñando o esa mujer altanera se estaba riendo de ella? Al notar cómo chorreaba la gasolina en su pie, Emma se dio cuenta de que no había estado prestando atención a lo que hacía. -¡Joder!- gruñó retrocediendo rápidamente Sacó la manguera, que devolvió a su sitio, y se miró los zapatos empapados de gasolina, un olor que odiaba particularmente y que no lograría hacer desaparecer tan pronto. -¡No fastidies!- rabió Porque Emma no había regresado a Northfolk con maletas de recambio y mucho
menos varios pares de zapatos. Con paso exasperado, marchó tras los de la desconocida y entró en la tienda y la vio dirigiéndose al trabajador… -Eh, ¡usted, Madame soy una pija! ¿Qué le pasa a mi coche? -¿Disculpe? -¡Sí, llega aquí dándoselas de no sé qué y se permite criticar mi coche cuando ni siquiera me conoce de nada! La mujer no abandonó su sonrisa mientras que el trabajador iba a llenar su Mercedes. Metió su cartera en su bolso de mano negro, de firma y miró a la joven desconocida que estaba delante de ella con los brazos cruzados y visiblemente de muy mal humor. Se pellizcó un momento los labios sin dejar de observarla atentamente. -En efecto, no la conozco, lo que es lamentable. No es de aquí, ¿verdad? Si me la hubiera cruzado en el pasado, esté segura de que
me acordaría Emma se desconcertó ante esas palabras. ¿Se lo estaba imaginando o esa mujer forrada estaba tirándole los tejos? Emma se recobró, no tenía tiempo para esas cosas. -¡Bien, evite juzgar a la gente por su coche o su apariencia! Se inclinó y se quitó los zapatos en medio de la tienda, delante de la desconocida. Esas zapatillas apestaban a gasolina y era impensable que las mantuviera en sus pies. Las dejó en el mostrador, se marchó hacia unas estanterías y dejó unos billetes cerca de la caja. La desconocida la había estado observando con cierto interés y una mirada curiosa. Finalmente ella se alejó hacia la puerta, pero fue interpelada. -¿Puedo saber al menos su nombre? Emma se detuvo un instante, miró a la desconocida y respondió -¡No!
Abandonó la tienda bajo la mirada divertida de su interlocutora. Se había retrasado mucho y ahora pensaba en el encuentro que tendría con su futura ex madrastra. *** Emma paró ante la gran mansión al sur del pueblo. A su padre no le faltaba el dinero, amigos, espacio y diversión, solo una mujer. Y por supuesto, ¡tenía que decidir volver a casarse! James Nollan era dueño de dos de las más grandes compañías de publicidad del país. Propietario de esas sociedades, había decidido dejar de lado un poco el trabajo para consagrase a su vida privada y a su hija con la que deseaba volver a reanudar los lazos. Pero después de tanto tiempo viajando, pasando algún fin de semana que otro en la casa o alguna Navidad, Emma se había acostumbrado a no verlo tan a menudo. Y desgraciadamente, no podía esquivar esta ridícula boda.
Cogió su bolsa del asiento de atrás y se dirigió hacia los escalones de la entrada. La puerta se abrió dejando ver a Linda, la empleada de la casa que su padre había contratado cuando su madre había caído enferma. -¡Emma! Mi pequeña- dijo ella, llena de alegría por volver a verla Se enlazó a ella y la estrechó calurosamente. Linda se había mostrado casi tan maternal como su madre, sobre todo después de su muerte. -Hola, Linda- respondió Emma recobrando la sonrisa Ella retrocedió y Linda no esperó un segundo para coger su bolso. -Déjame ayudarte- dijo antes de subir los escalones de la entrada - Entonces, ¿el trabajo? ¿Boston? ¿Cómo va tu vida? Debes tener muchas cosas que contarme… -La rutina- abrevió Emma, que no le gustaba hablar de ella - ¿Y aquí? ¿Cómo está
papá? Linda llegó a una gran habitación que podría compararse con un pequeño apartamento con todas las comodidades. Cuarto de baño privado, una pequeña cocina, nevera, sofá, home cinema. Emma pudo comprobar que su padre había hecho equipar su antigua habitación con lo mejor, aunque Emma nunca había sentido apego por las cosas materiales. Linda dejó su bolso sobre la cama doble y respondió -Tu padre está muy bien. Es muy feliz… Emma examinó a Linda que no se extendía con detalles. Hizo la pregunta que le quemaba la lengua -Y esa Lana…¿Qué piensas de ella? Linda se encogió de hombros, señal evidente de que no quería dar su opinión. -Soy yo, Emma. ¡Puedes decírmelo! -No estoy aquí para pensar nada sobre Madame Queen- dijo ella
-La detestas- resumió Emma -Eso es decir poco- confirmó Linda Este matrimonio era ridículo, confirmó Emma. La situación comenzaba bien. Si a Linda no le gustaba esta mujer, debía haber excelentes razones porque Linda no tenía un carácter tan gruñón y rebelde como el suyo. Abrió su bolso y preguntó otra vez. -Dime más…Papá me ha dicho que se conocen desde hace seis meses, que la conoció en un fin de semana de solteros en Nueva York… -Es más o menos así- confirmó Linda que la ayudaba a colocar su ropa- La semana que siguió a ese famoso fin de semana, la trajo a la casa… Emma desvió la mirada hacia Linda, la expresión menos relajada, más seria -¿Cómo que la trajo a la casa? -Pasó el fin de semana entero aquí, después el siguiente y el otro, hasta verla aparecer con sus maletas…
-Espera- la interrumpió Emma -¿Me estás intentando decir que ella está viviendo aquí? -Sí, y no está dispuesta a irse si su padre se casa con ella En ese momento, las dos escucharon tacones resonar en la planta baja y una voz llamar -¿Linda? ¿Linda? La susodicha miró a Emma -Su Majestad ha vuelto. Tengo que bajar… Emma frunció el ceño al ver a Linda dejar su habitación para responder a los gritos de esa mujer. La siguió, enfadada por la mala educación y sobre todo la falta de saber estar de esa desconocida en SU casa. Porque, aunque ella no hubiera regresado a Northfolk desde la muerte de su madre, esa casa seguía siendo la de su infancia, la de su padre. Bajó las escaleras a toda prisa, una mano sobre el pasamanos, pero se detuvo en seco en el penúltimo escalón al posar sus ojos sobre la desconocida con quien se cruzó en la gasolinera.
La sorpresa le cortó la respiración y su cólera no hizo sino acentuarse. -No puede ser, estoy soñando- comentó bajando finalmente los últimos escalones ¿Usted? ¿Es usted quien se va a casar con mi padre? Con los brazos llenos de paquetes, Lana Queen miró a la joven rubia que estaba lejos de haber olvidado desde su encuentro en la gasolinera. Si esta última estaba sorprendida, Lana Queen lo estaba de igual modo. Su sonrisa volvió a los labios, y dejó que Linda se ocupara de librarla de las compras. -Así que tú eres Emma- comprendió ella olvidando rápidamente el usted- Tu padre me ha hablado mucho de ti. No tardará en llegar. Ella miró a Linda -Comeremos en la terraza, cerca de la piscina, a mediodía. -Bien, señora Alcaldesa
Lana Queen miró entonces a su futura hijastra con un interés más pronunciado. -Espero que te unas a nosotros… Emma desvió la mirada hacia Linda que ya se alejaba y cruzó los brazos. No le gustaba esa mujer que no se inmutaba en dar órdenes a Linda como si fuera la dueña de la casa. La miró de la cabeza a los pies. Por supuesto, adivinaba lo que le había gustado a su padre de esta mujer, pero su carácter y su manera de ser eran completamente opuestos a lo que su madre era. -Que las cosas queden claras- respondió Emma- la boda aún no se ha celebrado y aún no he visto a mi padre para tener una seria conversación con él. Un breve silencio se impuso, pero Emma juzgo bien añadir -Y mi coche está muy bien. Lana la vio alejarse hacia la cocina y la siguió. La actitud vindicativa de la hija de su
futuro marido le gustaba. A Lana Queen siempre le habían gustado las personas de carácter. La vio abrir la nevera y sacar una cerveza. -¿Me está amenazando, Miss Nollan? ¿Piensas que tu padre anulará nuestra boda después de vuestra “sería conversación”? Vio la mirada acusadora de la rubia dirigirse a la suya y la provocó -Dime al menos cuáles serían tus argumentos para convencerle de que no se case conmigo -¿Acaso ha visto una foto de mi madre? Ante esa pregunta, Lana adquirió una expresión más seria, menos segura de ella misma. -Era muy guapa- concedió Emma suspiró en silencio constatando que su pregunta había sido un jarro de agua fría sobre esa mujer. Puso los ojos en blanco mientras abría la botella que tenía en la mano.
-No hablo de su físico, hablaba de lo que ella transmitía…Y usted, usted es… Su brazo se quedó en suspenso, en el vacío, dirigido hacia Lana. -No, no puede ser sino una broma- continuó ella sin retomar su primera réplica - ¿Se presenta aquí como si nada, como si fuera su casa? Lana había esperado el adjetivo que según Emma Nollan la definiría y las nuevas acusaciones de su futura hijastra no la sorprendían en absoluto. -No tengo por qué responder a esa pregunta, Miss Nollan Se sirvió una taza de café y añadió -Y fuera como fuera su madre, no estoy aquí para tomar su lugar. La puerta de la cocina batió y esta vez fue el padre de Emma quien entró en la estancia. -¡Cariño! ¡Estás aquí!
La abrazó tan calurosamente como Linda había hecho y dio un paso hacia atrás para mirarla, tomarse el tiempo para examinarla. Con sus manos aún en sus hombros, se alegraba de su llegada, de su regreso a la casa. -Estoy contento de que estés aquí, lo sabes Lanzó una mirada a su futura mujer, con la sonrisa en los labios y miró a Emma. -Ya veo que has conocido a Lana… Emma apretó los dientes ante ese último comentario que le erizaba la piel. Ella también estaba feliz de volver a ver a su padre, pero habría preferido encontrarlo en otras circunstancias. ¿Cómo decirle que estaba en total desacuerdo con eso cuando leía en sus ojos tanta felicidad? -Sí- dijo finalmente James se separó de su hija para acercarse a Lana y depositarle un tierno beso en su mejilla. Con su brazo alrededor de su talle, volvió a dirigir la mirada a su hija, que estaba ante ellos.
-Sé que es algo precipitado, pero no veía la razón de esperar más tiempo. Emma suspiró en silencio. Ver a su padre tan cerca de esa mujer le provocaba una sensación extraña, una mezcla incoherente y sin sentido. Su padre tenía sesenta años y esa mujer debía estar entre los treinta y dos y treinta y cinco…Tomó un sorbo de cerveza para refrescar su garganta, pero no, ese alcohol no era lo suficientemente fuerte para digerir la imagen que tenía ante sus ojos. Linda entró en la cocina y anunció -La mesa está preparada y la comida estará lista en algunos minutos -¡Bien!-dijo James, alegremente -Vamos a poder comer y recuperar el tiempo perdido. -Sí- confirmó Lana -Estoy segura de que Emma debe tener muchas cosas que contarte después de todos estos años lejos de Northfolk. ¿Hace cuánto que no os veíais? -Cinco años- recordó James mientras
conducía a su futura mujer a la terraza -¡Cinco largos años! Emma los siguió. Era muy consciente de ese pequeño juego de seducción por parte de Lana Queen que le dejaba a ella el papel de hija ingrata. Salieron y se sentaron alrededor de la mesa colocada cerca de la gran piscina en forma de riñón. Ver a esa mujer tan cerca de su padre le daba náuseas. -Entonces, cariño-volvió a hablar James Nollan, más serio -¿Cómo fue tu última misión? Emma se sentó a la mesa -Como de costumbre, papá, lo importante es que he logrado volver… Lana sabia por parte de James que su hija se había enrolado en el ejército, en la aviación de los Marines, después de sus estudios en el MIT. Una elección que podía explicar ese aire de “machona” que encontraba muy a su gusto. -¿Y cómo está Sam?- dijo James
Emma masculló y desvió su mirada hacia la cerveza. Por supuesto, su padre tenía que hacerle preguntas controvertidas sobre su vida privada a las que ella se negaba a contestar delante de su futura madrastra. Pero tenía que responder, aunque sin entrar en detalles. -Está bien- mintió -¿Quién es Sam?- preguntó rápido Lana, haciendo como si se interesara. -Samantha, la novia de Emma- dijo James. ¿No te he hablado de ella? Lana Queen alzó las cejas ante esta información que no debía sorprenderla. -No, en realidad no Así que Emma Nollan tenía una novia, pensaba Lana. Sonrió ante sus conclusiones, con su mirada insistente en la silueta de la que ella ya podía considerar como su hijastra. -¿Y por qué no ha venido?- preguntó ella mirando a Emma
Emma se esforzaba por mantenerse calmada y no dejar transparentar su irritación, por lo menos de momento. No podía arruinar el encuentro con su padre. -¡He preferido venir sola! Lana no era tonta. Emma mentía, estaba segura. La manera en que la rubia la había mirado cuando se conocieron no mentía. Lana Queen conocía ese tipo de mirada, que normalmente recibía por parte del sexo masculino. -Interesante- comentó Linda apareció y dejó sobre la mesa una cubitera que contenía una botella de vino rosado californiano que abrió antes de servir las copas. -Gracias, Linda- dijo James Lana cogió su copa y cruzó sus piernas, manteniendo una mirada intrigada sobre la hija de su futuro esposo. -Siempre me he preguntado- dijo dirigiendo su atención a Emma -¿No es difícil para una
mujer integrar el cuerpo de Marines? -No cuando se pasan las pruebas- replicó Emma -¿Y cómo es pilotar un avión?- interrogó ella -Lo mismo que un coche, solo que en el aire James rio de buena gana ante esa respuesta cargada de humildad. -No seas tan modesta, cariño- dijo él –Has tenido valor al enrolarte en el ejército para defender tu país. ¡Estoy orgulloso de ti! -Gracias, papá- respondió ella Linda volvió otra vez, esta vez trayendo un plato del que levantó la tapa de plata. Emma se inclinó y comentó -Tiene buena pinta, Linda…¿Qué es? -Raya a la mantequilla negra y arroz aromatizado con almendras y limón, plato preparado por la Señora Alcaldesa
Emma frunció el ceño. No se hubiera esperado que Madame “soy una pija”, como la llamaría a partir de ahora, se tomara la molestia de cocinar, por no decir, correr el riesgo de romperse una uña. Cruzó su mirada insolente mientras Linda servía los platos. -Lana adora cocinar- explicó James -Se ocupa de todas las comidas desde que se ha mudado. ¡Cuida mi salud y mi colesterol! Para cuidar mejor de su cartera, pensó espontáneamente Emma mordiéndose la lengua. Su padre era un hombre rico, ¿por qué otra razón que no fuera la codicia una mujer tan bella como Lana Queen aceptaría casarse con un hombre que le doblaba la edad? Emma se estaba irritando. Hambrienta después de dos horas de embotellamiento sin haber desayunado, no tuvo otra opción que probar ese plato cuyos aromasdebía admitirlo-le abrían el apetito. Los sabores en su paladar confirmaron que ese plato era delicioso, lo que se abstendría de decir al pensar en ese
estúpido matrimonio. Tenía las horas contadas para hablar con su padre y si Lana Queen se las arreglaba para estar pegada a su padre hasta el día siguiente, no tendría ocasión de conversar con él. Así que tenía que probar suerte desde ya. -Papá, sé que hemos hablado por teléfono, pero ¿no crees que todo va un poco rápido? -Nada es demasiado rápido a mi edadrespondió James saboreando el plato de su futura mujer. Emma veía a Lana con los codos en la mesa, las manos juntas ante ella, su mentón apoyado encima sonriéndole con ese aire provocador. Sabía lo que esa mirada significaba. Que ya llegaba demasiado tarde. Que todo estaba perdido. Emma la detestaba, pero ella no se daría por vencida tan fácilmente. -¡No eres tan viejo!- dijo ella -¡No es como si tuvieras ochenta tacos y estuvieras invalido! -Quiero a Lana- dijo James -Y fuiste tú
quien me dijiste que disfrutara de cada momento, que hiciera lo que tuviera ganas de hacer cuando tuviera ganas de hacerlo… Emma se maldecía por haberle dado semejantes consejos a su padre. -¡Sí, pero eso no quiere decir que te cases con la primera que aparece! James se tensó ante esas palabras que no se había esperado y que hizo que se sintiera mal por su compañera. La miró con expresión desolada y se dirigió a su hija. -¡Cariño! Lana no es la primera que aparece, hace seis meses que nos conocemos. -¡Seis meses, papá!- repitió ella -¿Eso no te asombra? ¿Qué dirías si yo me apareciera por la casa presentándote a un tipo al que solo conozco de hace seis meses y te digo que me voy a casar con él? -No tiene nada que ver- se defendió James -¡Claro que sí!- replicó Emma
Lana se mantenía callada, observaba las reacciones de la hija de su futuro esposo, que adoptaba un comportamiento posesivo y celoso de niña mimada. Intervino, la espalda recta, las manos cruzadas ante ella y la mirada sincera sobre Emma. -Admito que puedas rechazar esta boda, Miss Nollan. Pero me pareces lo suficientemente inteligente para comprender que tu padre tiene el derecho de rehacer su vida. No es que tú vivas aquí y te ocupes de él…al contrario que yo. Emma estaba conteniendo su rabia. Lana Queen tenía la desfachatez de atacarla mencionando su ausencia para hacerla sentir culpable y que admitiera que no tenía ni voz ni voto en el asunto. Pero no se quedaría ahí la cuestión. Apretó los dientes, y su mirada azul desafiando la de Lana. No debía venirse abajo, y aceptar el rol de malvada que la Señora Alcaldesa quería endosarle ante los ojos de su padre. Forzó una sonrisa y replicó secamente
-Es verdad…Pero, ¿quién sabe? Podría volver a vivir en Northfolk James Nollan frunció el ceño ante esa respuesta por parte de su hija que nunca se hubiera esperado. -¿Hablas en serio, Emma?- preguntó él -¿Te planteas regresar? -Hace cinco años que me fui, papárespondió Emma. -Necesitaba poner distancia, y es lo que hice. ¡Nunca dije que no volvería! Emma miró a Lana - Y me viene bien, hay una base a treinta kilómetros de aquí Esas amenazas, según Lana Queen, no eran tan impresionantes como la oscura mirada que Emma Nollan le había dirigido en ese segundo. Las pequeñas puyas o desafíos que le lanzaba la encantadora hija de su futuro esposo no la asustaban, al contrario…Sonrió -Bien, si te planteas regresar a Nothfolk
después de la boda, podremos conocernos mejor -La cuestión- precisó Emma- es que no he dicho que piense marcharme Ella miró a su padre. -Y si me quedo, ¿por qué no retrasar un poco la boda? No es que hayas invitado a todo el pueblo, te conozco papá, nunca te han gustado las grandes fiestas James se quedó pensando, consciente de que su hija llevaba mal la precipitada organización de esa boda. Se acordaba de su reacción el mes pasado cuando le había dado la noticia por teléfono. También sabía que la diferencia de edad entre Lana y él la inquietaba. Así que miró a su futura mujer. -Querida, ¿qué piensas tú? ¿Podríamos retrasar la fecha? Lana no desviaba la mirada de Emma. La joven Nollan era muy convincente y no le faltaban recursos, pensaba ella.
-Podemos, sí, no me molesta en absolutorespondió contra todo pronóstico Se limpió los labios y se levantó -Voy a avisar al catering y al Padre Warren. Os dejo un momento. Se alejó después de haberle lanzado una sonrisa cargada de desafío a Emma, que ciertamente no se había esperado que Lana Queen aceptara ese retraso de último minuto. James llamó la atención de su hija y con voz más baja -Sé que no la aprecias mucho- dijo él -En un primer momento, Lana parece un poco fría, pero aprenderás a conocerla. Tiene un gran corazón, es muy inteligente, cultivada y cocina maravillosamente bien. Claro está, su padre no haría referencia a su cuerpo de diosa, a su profundo escote, a sus piernas estilizadas y sexys, o a su boca carnosa o su estilo provocador, pensaba Emma. Como lesbiana asumida, Emma sabía reconocer los
encantos de una mujer, ya fuera tan detestable y odiosa. -¿A qué se dedicaba antes?- preguntó ella interesada -¿Antes de estar contigo? -Es viuda- dijo James -Su marido murió de un cáncer el verano pasado. -¿El verano pasado?- repitió Emma, a la que le faltó poco para ahogarse -Sé lo que estás pensando- dijo James inocentemente -pero, sentimos un flechazo Emma se contuvo de reír por respeto a su padre al que imaginaba bajo el agarre de esta Viuda Negra. Aquello de lo que se estaba enterando le revolvía el estómago. ¿Cómo su padre podía caer una trampa tan mezquina? Él que siempre había sido tan “consciente” de todo, Lana Queen le había hecho perder la cabeza. En ese momento vio a la susodicha regresar, elegante sobre sus tacones. Ella se volvió a sentar y le sonrió con un pequeño gesto vengativo.
-¡Ya está Miss Nollan! He aplazado la ceremonia Ella miró a James -El Padre Warren me ha pedido que le llamemos lo más rápido para fijar fecha. No hay que tardar, porque sabes que en este período del año Las temperaturas aumentan mucho. -Lo llamaré- respondió James Lana dirigió su mirada hacia la hija de su pareja. -Miss Nollan…¿Qué dice de unirse a mí en la sobremesa al borde de la piscina? -Tengo cosas que hacer- rechazó Emma sin pensarlo mucho Pero Lana Queen insistió -Nada te impedirá que las hagas al final del día o mañana Emma se cruzó con la mirada de su padre que deseaba de verdad que se llevasen bien. Ella
suspiró en silencio, irritada por sus obligaciones inútiles. ¡Ojala esa mujer no se hubiera cruzado en el camino de su padre! -Ok- cedió -Pero encuentro terriblemente aburrido estar al borde de una piscina sin hacer nada Lana no disimuló su alegre sonrisa y se levantó -No es nada estar al borde de la piscina en mi compañía, Miss Nollan . Vuelvo en un momento, voy a cambiarme. Ella se alejó y su padre mostró una sonrisa entusiasta. -Me uniría gustoso a vosotras, pero tengo que llamar al Padre Warren y preparar nuestro viaje de novios. Emma continuó comiendo el plato preparado por Lana. Su padre tenía razón, era una excelente cocinera…Además de ser codiciosa y arrogante.
-¿Entonces?- preguntó su padre -¿Me voy a enterar de lo que ha pasado con Sam? ¿O es secreto de Estado? Ya que Lana no estaba presente, podía ahora hablar con su padre. Y en efecto, tenían muchas cosas que decirse. -Tenía una cita importante en nueva york -Ya que hemos atrasado la boda, ¿quizás, finalmente, podría venir? Emma no podía culpar a su padre a causa de ese ridículo matrimonio. Se daba cuenta de sus numerosos esfuerzos para acercarse a ella después de estos últimos años. Además aceptaba su gusto por las mujeres e incluso invitaba a su novia a la boda. James Nollan tenía buen corazón, aunque fuera despiadado en los negocios. Se disponía a responder cuando su mirada fue captada por Lana Queen que se acercaba desde el comedor. En su expresión se dejó ver toda su sorpresa y sus ojos curiosos y amateurs se detuvieron en su cuerpo.
Cubierta con un bañador de dos piezas, Lana tenía un cuerpo de muerte, sus curvas generosas donde había que tenerlas. Con las mejillas encendidas, Emma desvió la mirada, en un instante de repentina lucidez. -Menos mal que esta piscina es privadadijo James, con una mirada luminosa sobre Lana No me gustarían mucho las miradas de otros hombres sobre ti… Emma vio a Lana inclinarse sobre su padre para darle un beso en la comisura de los labios y por supuesto, su mirada errante se perdió en la profundidad de su evidente escote. ¿Habría olvidado Lana su breve conversación sobre su atracción hacia las mujeres? ¿Por qué su padre había elegido una conquista tan seductora? Emma evidentemente no se sentiría tan atraída por una mujer de cincuenta años. Lana la miró -¿Miss Nollan? ¿Un café al borde de la
piscina? James se levantó -Os dejo entre mujeres, señoritas. Vendré a veros dentro de un momento Emma necesitaba un baño frío antes que un café. Lana era perversa…Esa mujer era el mal encarnado porque un ángel no podría poseer tantos encantos, transpirar tanta sensualidad… Con ese minúsculo atuendo, su cuerpo gritaba a todos los pretendientes que la atacaran sobre el terreno. Esa mujer representaba al diablo y Emma tenía que desconfiar de ella. Optó por otro sorbo de cerveza antes de responder -Gracias por el café, pero voy a seguir con la cerveza Lana siguió a su futuro marido con los ojos y después los posó en su hija. Evidentemente, no se iba a comportar de igual manera si su querido padre se ausentaba. Rodeó la mesa y se sentó frente a ella cruzando las piernas.
-Desde el momento en que te vi en la gasolinera, sabía que volvería a verte, Miss Nollan Los ojos de Emma remontaron de los muslos de Lana a sus ojos. Sacudió la cabeza, su mente estaba llena de pensamientos contradictorios. En ese momento se acordó de su primer encuentro en la gasolinera y del comportamiento provocador de Lana. -¿Me lo estoy imaginando o está tirándome los tejos? Lana no pudo evitar echarse a reír ante esa pregunta que tenía el mérito de ser directa. Apreciaba ese lado franco y arrogante de la hija de James. -¿Es lo que te gustaría? ¿Que te tirara los tejos, para ir a contarle a tu padre que soy de esas mujeres fáciles en la que nunca podrá confiar? Lana cogió su copa de vino rosado que llevó a sus labios sin desviar la mirada de los ojos azules y acusadores de Emma
-Puedes decírselo, no te creerá Emma movió la cabeza, exasperada por el comportamiento de esa mujer. No solo se divertía coqueteando con ella, sino que la amenazaba y se creía más inteligente. Bebió otro sorbo de cerveza y mantuvo la botella en las manos, mirándola antes de comenzar a despegar la etiqueta con los dedos. -La boda ha sido aplazada…Esto no formaba parte de sus planes -Me gusta vivir peligrosamente, Miss Nollan- respondió Lana Emma alzó su mirada hacia ella y preguntó -Como su ex, imagino…el pobre Lana no se sintió desconcertada por esa respuesta que implicaba a su ex. Se terminó la copa de vino, que dejó sobre la mesa mientras Linda llevaba la bandeja con el café cerca de la tumbona en la que a Lana le gustaba echarse cuando hacía buen tiempo.
-Que su alma esté en paz- respondió ella Emma ahora veía el lado insensible y sin escrúpulo de la que se casaría con su padre en algunos días o semanas. Esa constatación confirmaba sus primeras suposiciones. -Gracias, Linda- dijo ella en lugar de Lana. Emma posó sus ojos sobre la futura mujer de su padre, echada en la tumbona. Y estos aprovecharon para perderse a lo largo de ese cuerpo tendido. ¿Qué estaba haciendo? Se preguntó Emma. ¡Detestaba a esa mujer! ¿Cómo podía tener fantasías con ella y detestarla al mismo tiempo? Emma estaba perdiendo la razón. Pero las manos de Lana untadas de crema solar se deslizaban maravillosamente bien por su piel. Seguían la curva de sus muslos, después sus caderas, recorrían su firme vientre y atravesaban sus senos. Cuando la mirada de Emma se cruzó con la de Lana, la desvió, cogida in fragranti . Irritada, se levantó y ayudó a Linda a quitar la mesa. Las tareas cotidianas tendrían ocupada su
mente en otra cosa que no fuera comerse con los ojos a su futura madrastra. Cuando volvió a la piscina, Lana no se había movido. Ella dio unos pasos hacia el borde y se cruzó de brazos. -¿Todos sus días son así? ¿Echada relajándose en una tumbona u ocupada en cazar a otro tipo rico? Con los brazos apoyadas en los reposabrazos, y una de sus piernas doblada, Lana esbozó una ligera sonrisa. La simple presencia de la hija de James la alegraba a pesar de sus incesantes acusaciones. La joven rubia tenía el mérito de distraerla. -No hay que abarcar todo a la vez, Miss Nollan -Entonces, ¿está esperando que mi padre la palme para correr hacia otro, es eso? Lana hizo una corta pausa. La hija de James tenía realmente una opinión nefasta de su persona. Se colocó las gafas de sol en su cabeza morena, y
la miró, los ojos apenas entreabiertos a causa de los rayos de sol. -Te guste o no, aprecio a James y tenemos muchas cosas en común Emma hizo una mueca ante ese comentario, incrédula -Venga, déjese de tonterías…Usted no lo ama, estoy segura. Todo lo que quiere son los ceros a la derecha de su cuenta bancaria. ¿Cómo Lana no podía sonreír ante tanta seguridad y palabras tan vengativas? -Admitámoslo- respondió ella… -¿Piensas hacerle la guerra a todas las mujeres con las que tu padre quisiera casarse? Porque si no soy yo, otra vendrá… Quizás, pensó Emma. Pero esa otra no sería seguramente como Lana Queen y tendría más edad, más compatible con su padre y sobre todo no tan altanera y confiada como lo era esta mujer. -¿Todas las mujeres?- repitió ella -En cinco
años, solo ha estado usted. ¡Tenía que dar con una mujer de apenas treinta tacos y con una actitud de zorra! Yo no hago la guerra, solo prevengo, es todo. Lana se incorporó, sus largas piernas colocadas, una a casa lado de la tumbona. Cogió su taza, y su mirada irremediablemente captada por la joven rubia. -Le confieso que el papel de zorra me queda de maravilla. Pero no me gustan las amenazas, Miss Nollan Bebió un poco de café y volvió a hablar -¿Qué es lo que te molesta más? ¿Que me acueste con tu padre o que tengas ganas de acostarte conmigo? Ante esas preguntas, Emma apretó los dientes y en su mirada dejó transparentar tanta cólera como sorpresa. Lo peor es que seguramente Lana había leído sus pensamientos. Ahora Emma se sentía como un libro abierto y no soportaba esa
idea. -Además de zorra, ¡está loca! -¿De verdad?- la desafió ella Se volvió a echar cómodamente y sonrió con rictus alegre. -Ya lo veremos… Ya eso era el colmo, pensó Emma. Tensa hasta el extremo por el comportamiento insolente y arrogante de Lana, ella prefirió alejarse para no darle la vuelta a la tumbona y aplastar su cabeza contra las baldosas del borde de la piscina. Se dirigió a su habitación y cerró la puerta de un golpe. ¡Comenzaba bien su regreso a Northfolk! Pasó sus manos por sus cabellos para calmarse. Recorrió su habitación con la mirada, espaciosa y confortable, su padre no había escatimado en medios al amueblarla. Abrió las ventanas que daban a un balcón con vistas al parque y se apoyó en la barandilla. Lana acababa de entrar en su vida y ya no es que no le gustara, sino que la
detestaba. ¿Quién se creía que era para afirmar tal absurdo? Acostarse con ella significaría rebajarse a su nivel, traicionar a su padre y todos los valores que le había inculcado. ¿Por qué Diablos James se había encaprichado de esa mujer sin escrúpulos? Su móvil, que estaba en su bolsillo, sonó, y lo cogió. -¿Sí? #Hola Emma, soy Ruby, ¿te molesto? Se asombró al escuchar la voz de una amiga a la que no había visto en años. Ruby había sido una de sus compañeras de clase en el instituto y debía haberse enterado de la boda y de su regreso al pueblo. -Hola, Ruby…Hace un siglo. ¿Cómo estás? #Bien. Tu padre me dijo que volvías para la boda y me dio tu número, espero que no te importe que se lo haya pedido Emma sonrió, divertida ante las excusas inútiles de Ruby. Se acordaba de ella y de su gusto
por las faldas muy cortas o los vestidos más ajustados de lo normal. -No, está bien. ¿Entonces? ¿Qué hay de nuevo después de todo este tiempo? #Precisamente te llamaba para invitarte a tomar una cerveza esta tarde en “Mike” con algunos amigos…Será la ocasión para que vuelvas a ver a algunos de tus antiguos compañeros Emma frunció el ceño, sorprendida. Ese bar “Mike”, ¿todavía existía después de todos esos años? Pocas cosas cambiaban en un pequeño pueblo como Northfolk, pero la invitación de Ruby era de apreciar. -Sí, ¿por qué no? ¿A qué hora? #Sobre las ocho y media, nueve -Estará bien, iré #Ok, entonces hasta esta tarde, Emma -Hasta esta tarde
Emma colgó y su humor mejoró con respecto a antes de la llamada. Al menos Ruby le había cambiado las ideas y la había arrancado de sus desagradables reflexiones sobre la mujer que había en la casa. Se dio la vuelta hacia la habitación y se dejó caer en la cama. Colocó los brazos bajo la cabeza y se dejó acunar por el silencio del sitio. Habían pasado cinco años desde la última vez que había cruzado el umbral de esa casa y muchas cosas habían tenido lugar. Quizás lograra olvidar los penosos recuerdos y solo guardar agradables imágenes del pasado. *** Al caer la tarde, Emma había llegado a ese famoso bar del centro. Northfolk, sin duda, había crecido en esos últimos años. Se habían multiplicado las tiendas a lo largo de la avenida principal y el pueblo parecía incluso más poblado. La gente paseaba tranquilamente, algunos grupos de jóvenes charlaban alrededor de una mesa en una terraza de un café. Emma había aparcado su
coche delante del bar que, en cambio, no se había movido de ahí, y aún colgaba su neón rojo como una llamada para los que deseaban divertirse. Allí encontró a algunos de sus antiguos conocidos. Algunos habían ganado peso, otros se habían casado, pero ninguno había abandonado Northfolk y seguían manteniendo el contacto entre ellos. Y tampoco la habían olvidado y Emma no se pudo quejar de la acogida tan calurosa que le reservaron. Estaba, en primer lugar, Jefferson, un muchacho reservado que había sabido encontrar su lugar dentro del grupo, después Adam, el “rockero”, que se había cortado sus largos cabellos morenos para darse un aire a un adolescente gótico. Después estaban Joshua y Gin, la pareja que no se había separado desde el último año de instituto. Y, finalmente, Ruby que en realidad no había cambiado, aún vestía con mini falda y sus tops muy ajustados que llamaban la atención de todos los solteros de los alrededores. Cada uno había envejecido a su manera. Y
sí, la mayoría de sus conocidos eran chicos, pero así había sido su corto paso por el instituto de Nothfolk, rodeada del sexo masculino. Siempre se había entendido mejor con ellos que con las chicas envueltas siempre en charlas aburridas y con intereses completamente opuestos a los suyos Durante la noche había estado observando ese pequeño universo. Josh y Gin siempre juntos, el uno perdido en el otro, con mirada amorosa y cómplice. Jefferson había ganado en seguridad y con un poco de alcohol en la sangre lograba abordar a algunas muchachas. Adam arrastraba a los otros a disfrutar del momento como a menudo lo hacía en el pasado y no precisamente por buenas cosas…Pero todos, seguramente, guardaban secretos poco recomendables, errores de juventud que todos cometemos. Ruby, con sonrisa embaucadora, atraía las miradas masculinas y no se privaba de responder a algunos avances aquí y allí. Por supuesto, las preguntas sobre la boda de su padre habían sido evitadas y
Emma había preferido eludirlas para no tener que hablar de la futura mujer. Pero lo que le sorprendió fueron las opiniones positivas que sus antiguos amigos le confiaron sobre Lana. ¿Realmente habían hablado ellos con esa mujer? Se había preguntado ella. Al ser alcaldesa, tenía que mostrar un rostro amable y simpático antes que su pose altanera y su sonrisa depredadora. Sentada en la mesa, en medio de los otros, ante el pequeño escenario de karaoke, Emma se terminó su vaso de whisky y Adam dejó otro delante de ella. -Toma, es mi ronda -Es la cuarta ronda que me sirves- remarcó ella…_¿Quieres emborracharme o qué? Adam rio y se sentó cerca de ella antes de apoyar los codos en la mesa, una cerveza en la mano. -Quiero hacerte hablar- respondió él ¿Dónde está tu novia?
Se llevó la botella a la boca ante la mirada perpleja de Emma y se explicó -¿Qué? Tu padre dijo que habías conocido a alguien y todo el mundo sabe que hace tiempo que cambiaste de bando. Así que, ¿dónde está ella? A Emma no le gustaba hablar de su vida privada. Cierto, su gusto por las mujeres hace tiempo que dejó de ser un secreto, pero no estaba obligada a entrar en detalles. -No está aquí- respondió ella antes de tragar un sorbo de whisky -Como puedes ver… -¿Sabes qué? No eres divertida, todos te hemos contado más o menos nuestras vidas y tú no nos has dicho nada. Se dice que estás en los Marines y que pilotas aviones de caza. ¿Es verdad? Emma se echó a reír al constatar la rapidez con la que los rumores circulaban en un pueblo pequeño. Aun estando a centenares de kilómetros de Northfolk, la gente conseguía enterarse de
detalles de su vida. -Es verdad- admitió ella -pero no puedo contarte nada, sino, te tendría que matar… Miró a Adam con expresión seria y lo vio vacilar ante sus últimas palabras. Acabó por echarse a reír, divertida y burlona, y golpeó su hombro con su puño -¡Estaba bromeando! ¡Te tendrías que haber visto la cara! Pero Adam se quedó inquieto -Espera, ¿bromeas sobre tu trabajo en los Marines o sobre que tendrías que matarme? -No te voy a matar, aunque sí es verdad que estoy en los Marines Adam movió la cabeza con la sonrisa en los labios. Pero su naturaleza curiosa lo empujó a continuar con el interrogatorio. -¿Entonces? ¿Has conocido a la Señora Alcaldesa? ¿Qué piensas de ella?
La expresión de Emma se oscureció un poco ante esa pregunta sobre Lana. Dudó, porque no quería pronunciarse en presencia de todo el mundo. La menor palabra podría ser repetida y transformada antes de recorrer todo el pueblo y llegar a oídos de su padre. -No lo sé, no la conozco…La encuentro un poco joven para mi padre. -Ya, eso seguro. Tiene treinta y tres y él sesenta, es una diferencia considerable. Pero tu padre parece contento…aparentemente al contario que tú. Así que Lana tenía treinta tres años, pensó Emma, con la mirada posada en su vaso. Sus rasgos altaneros y autoritarios en efecto revelaban una cierta experiencia de la vida, y su cuerpo visiblemente no había sufrido los estragos del envejecimiento…¿Por qué pensaba en el cuerpo de Lana? Mejor sería contestar al último comentario de Adam en vez de perderse en cosas inútiles.
-Solo estoy sorprendida, es todo…No me esperaba… ¡Ver a una mujer tan seductora y sin embargo tan zorra! -esto- dijo finalmente -En todo caso, tu padre hace bien en casarse- continuó Adam --Al menos has vuelto a vernos. *** El fin de la velada fue más duro de lo que Emma habría sospechado. Adam había pagado más rondas de lo previsto y las copas de whisky habían desfilado bajo sus ojos. Al salir del coche de Jefferson, donde también se encontraba Adam, ella se dio la vuelta hacia ellos y cerró la puerta. Adam abrió la ventanilla y preguntó -¿Crees que serás capaz de encontrar el
camino? Emma levantó la mano en señal de seguridad y respondió -No os preocupéis, chicos…Me las apaño Se dio la vuelta y caminó, con alguna dificultad, hacia los escalones de la entrada. Volvió a posar sus ojos sobre ellos aún en el coche y volvió a decir -Estoy bien, os digo. No corro el riesgo de que me rapten ante la puerta de la casa de mi padre. Ella los escuchó reír antes de que Jefferson dijera -Te llamamos mañana. Hasta mañana, Em’ Emma hizo un signo con la mano a modo de saludo y volvió a concentrarse en los escalones de la entrada. El coche se alejó y ella trepó el primero, después el segundo. Abrió suavemente la puerta para evitar hacer ruido. Eran más de las dos de la mañana y su padre estaría durmiendo con
esa dichosa mujer, pensó ella. Y es más, en su rostro se transparentaba todo el desagrado de sus reflexiones. -¡Jodida tía buena!- murmuró para sí misma Al menos, había logrado atrasar la boda unos días y podría charlar con su padre en cuanto estuviera solo. Solo hacía falta que Lana se le despegara un poco. Se apoyó en la pared de la entrada y se quitó primero una bota, después la otra. Sus gestos, no tan coordinados y torpes por efecto del alcohol consumido, exigían más esfuerzos, pero logró su objetivo. Estando en calcetines, no temía despertar a nadie. Entrecerró los ojos, se tomó el tiempo de acostumbrarlos a la oscuridad y encontró las escaleras. Cinco años lejos de esa casa y podría perfectamente haber olvidado la disposición de las habitaciones. Pero no tenía ganas de subir a su habitación y, normalmente, después de haber bebido tanto, siempre se iba a refugiar a la cocina para un pequeño picoteo. Su estómago encharcado en
alcohol necesitaba algo sólido antes de irse a dormir. Su cerebro estaría menos afectado al día siguiente. Dio algunos pasos a lo largo del pasillo, rodeó la mesa camilla en la que se encontraba un jarrón con hermosas flores decorativas y palpó la pared hasta meter la mano a través de la puerta batiente de la cocina. Solo tuvo que empujarla para entrar y dio otros tanteos para encontrar el interruptor. Sus ojos se fruncieron rápidamente ante la claridad repentina de la estancia, pero ella se acercó sin tardanza hacia el objeto de su deseo primario. Con el frigorífico abierto ante ella, recorrió los estantes buscando algo rico ya preparado y encontró un plato de pollo asado acompañado de patatas asadas. Su estómago hizo ruido, señal evidente de su pleno acuerdo con su juiciosa elección. Cogió el plato y retrocedió. Pero cuando cerró la puerta del frigorífico, se dio de cara con ella. Su Majestad se encontraba allí, en la cocina, a las dos de la mañana. Ella echó la cara hacia atrás, con una expresión poco convencida y
preguntó -¿Qué hace aquí? ¿Ha visto la hora? Abrió uno de los cajones de la cocina, después otro de debajo y otro de al lado hasta encontrar finalmente los cubiertos. Cogió un tenedor y un cuchillo cerró el cajón con la ayuda de su cadera. -No es una hora para pasearse- añadió ella, sin hacer caso ella misma a sus propias palabras Lana Queen había escuchado el coche de los amigos de la rubia pararse y después partir. Confirmó el estado algo ebrio de la hija de su futuro marido y su tono siempre agresivo no la sorprendió. Al contrario, mantuvo su sonrisa y se ajustó su bata de satén antes de sacar un cazo que llenó de agua. -Sufro de insomnio, Miss Nollan. No te quejes tanto, también estoy en mi casa. Felizmente su cerebro funcionaba lento a causa del alcohol, pensó Emma. Pero las palabras
de Lana no dejaron de irritarla. Dejó su plato en la encimera y apoyó los codos en ella, con el tenedor colgando de sus dedos. -Aún no- dijo antes de clavar un trozo de pollo. La mirada de Emma se posó sobre la Dueña del lugar y aprovechó que ella estaba de espaldas para deslizar su mirada por la curva de sus riñones, después de sus caderas y vislumbrar apenas el perfil de sus nalgas a través del tejido de satén. ¿Llevaría al menos algo debajo? El alcohol la empujaba a perder la razón, pensó Emma que sacudió la cabeza, exasperada por sus propios pensamientos. ¿Qué le pasaba? ¿Estaría tan obsesionada como para fantasear con la futura mujer de su padre? Bajó la mirada hacia su plato, mucho menos atrayente, cierto, pero más seguro. -El insomnio es señal de mala conscienciadijo antes de llevarse otro pedazo a su boca. Por el rabillo del ojo vio a Lana girarse
hacia ella y mirarla, entonces elevó la mirada, el tenedor aún en sus labios. Lana dejó una taza con un sobrito de infusión en ella sobre la mesa y sacó un taburete que estaba cerca de Emma. Mientras esperaba a que el agua hirviese, cogió una manzana del frutero y un cuchillo para pelar la fruta. -Te gustaría, ¿no es verdad? ¿Saber que tengo mala consciencia y conocer ciertas cosas sobre mí que te permitirían obligar a tu padre a anular la boda? Se daba cuenta de la expresión enfurruñada de Emma y no perdió su sonrisa, al contrario. -Lo encuentro maravilloso, ¿sabes? En doce horas me he convertido en la futura madrastra que hay que eliminar. Nunca me habían detestado en tan poco tiempo, tengo que admitirlo Cuanto más Lana hablaba, más Emma le daba vueltas a la cabeza. Masticaba el pollo con lentitud, disfrutando del sabor en su paladar en
lugar del regusto del whisky. El perfume de Lana le llegaba a la nariz. Incluso a las dos de la mañana pasadas, olía tan bien. -Eso es porque tengo un don…Siento si alguien es bueno o no… La mirada de Lana Queen se hizo más maliciosa ante esas palabras. -Estás sacando conclusiones precipitadas en este caso, muchacha Emma, perpleja, no levantó sino una ceja y desvió la mirada hacia su interlocutora un poco más segura de ella. -¿Muchacha? Tengo veintiocho años, no doce y evite hablarme como una madre lo haría con una hija Lana se levantó para coger el cazo con el agua hirviendo. Emma se exaltaba ante cualquier cosa y al menos la distraía a esa hora tardía. Volvió junto a la taza y echó el agua humeante para hacer la infusión de manzanilla. Se volvió a
sentar y respondió. -Juzgas a la gente un poco rápido, Miss Nollan. Quizás tengas veintiocho años, pero actúas y piensas como una niña mimada. Emma se enderezó con una evidente expresión de desagrado. Cogió su plato a medio acabar y lo volvió a meter en el frigorífico con algunos pasos vacilantes. -En la gasolinera, usted me tomó por un empleado… Cerró la nevera y añadió -¡Si eso no es juzgar demasiado rápido! Lana no pudo sino reír ante aquel recuerdo divertido -En efecto…Tu apariencia machona me indujo a error. Estás lejos de dar la imagen de niñita de papá que ha crecido en una habitación llena de muñecas, ¿no es verdad? Emma pasó por la espalda de Lana y se
tomó el tiempo de dejar vagabundear sus ojos sobre ella. Con el alcohol, las ideas se hacían más livianas, las reflexiones no se veían constreñidas con tantas reglas…Hurgó en el otro frigorífico, más pequeño y de cristal en el que Linda almacenaba sus postres. ¡Qué agradable era volver a casa de vez en cuando, dejando de lado el hecho de tener que convivir con Lana! -¿Cuánto le debo por ese estupendo análisis, doctora? Tomó el plato en el que reposaba un trozo de tarta de queso y cerró la puerta del frigorífico con su pie antes de volver a sentarse al lado de Lana. -Mi lado masculino nunca ha molestado a nadie… Acompañó su comentario con una mirada cargada de orgullo frente a los comentarios descorteses de aquella mujer. Con el tenedor en la mano, la señaló de arriba abajo y volvió a decir
-Pero usted, al contrario, la veo muy bien como niñita de papá, siempre bien vestida con bonitos trajes y bonitas muñecas…Sembrado el caos en la zona de juegos tirándoles de las coletas a las pobres desgraciadas que le hiciesen sombra… Porque, como se ha dicho más arriba, Emma no apreciaba mucho la compañía de las chicas a no ser que fueran sus novias…La amistad valía más ser vivida con los chicos que, en la mayoría de los casos, evitaban las charlas inútiles o los problemas tontos. Lana no podía sentirse sino divertida ante las reacciones espontaneas y las acusaciones de Emma, que desprendía efluvios de alcohol que podía percibir. Después de haberse bebido la infusión, se levantó, colocó la taza en el lavavajillas y pasó por detrás de la joven antes de posar sus manos en sus hombros y de inclinarse en su oído. «Feliz de que mi cocina te guste tanto…
Cuidado no te caigas al subir las escaleras, son muy resbaladizas Después de estas últimas palabras, se alejó y dejó la cocina ante la mirada de Emma que mantenía en su cabeza lo último que le había dicho. ¿Estaba soñando o la había amenazado con las escaleras? ¿Cómo podía sentir tanto desprecio hacia esa mujer y saber que sus ojos se perdían por su silueta escondida bajo su salto de cama? Dios mío, Lana la volvería loca. Soltó su tenedor en el plato, asqueada. Le había quitado el apetito que, normalmente, era mucho después de una noche regada de alcohol. Volvió a colocar el dulce en el frigorífico establecido para ello y con paso aún vacilante, llego a las famosas escaleras. -¡Jodida tía buena!- gruñó por lo bajo.
***
Lana apreciaba particularmente los almuerzos en la terraza. Cerca de la piscina hacía suficiente fresco para no sofocarse y el jardín comenzaba a florecer. Había preparado platos sencillos, de temporada y bajo en calorías. De entrante, tomates con mozzarella y albahaca, carpaccio de buey al parmesano y pimiento verde como plato principal. James, a su lado, leía tranquilamente su periódico, mientras que Lana disfrutaba del sol, con sus gafas Dior sobre la nariz. No se movió cuando vio a Emma llegar a la mesa, vestida con un pantalón de lino y un top. Lana adivinaba, sin ninguna duda, que la hija de su futuro esposo acababa de despertarse, victima segura de una dolorosa jaqueca. -Emma- dijo ella -¿Te sirvo un poco de vino? Emma lanzó una mirada acusadora a Lana que, ya desde temprano, la provocaba delante de su padre. Ya que por su encuentro nocturno en la
cocina, Lana sabía perfectamente de sus abusos de la noche pasada. -Hola papá- dijo ella sin responderle a Lana. Descendió sus gafas de sol de su cabeza a sus ojos y se sentó a la mesa. Su padre la había estado observando y por la pinta, adivinó su noche movidita… -Hola, cariño. Por lo que veo has tenido una buena noche… -Sí, no estuvo mal Linda se acercó a Emma y le sirvió una taza de café sonriéndole, siempre tan amable. -¿Quieres que te traiga buñuelos?- le preguntó ella, conociendo sus gustos cuando se despertaba de esa manera Emma agradecía a Linda ese lado maternal y cuidadoso. Cuando su madre cayó enferma, ella había cogido la costumbre de consentirla, consolarla y mimarla. Continuaba haciéndolo a pesar de los años pasados.
-No, así está bien, Linda, te lo agradezcorespondió ella -el café bastará Emma bebió algunos sorbos mientras sentía la mirada de Lana sobre ella echándole en cara todavía su faceta de “niña mimada” Solo pensarlo ya la irritaba. No tuvo tiempo de preguntarle a su padre cómo estaba cuando este tomó la palabra mientras doblaba el periódico -Tengo un favor que pedirte- comenzó él A través de sus gafas de sol, ella lo miró esperando la continuación que no tardó -Me gustaría que acompañaras a Lana a Wyoming Pero Emma frunció el ceño sin esperarse ese anuncio inverosímil. -¿Wyoming? ¿Qué? ¿Por qué? -Estoy buscando un terreno para construir una segunda casa en las montañas, y hay uno allí entre Riverton y Jackson a la orilla de Yellowstone
-¿Y por qué no puedes ir tú?- replicó Emma -Porque tengo una importante reunión con uno de mis consejos de administración en Chicago y debo estar presente para conocer las decisiones que se van a tomar -Vete después de la reunión- argumentó Emma, reacia ante la idea de encontrarse sola con Lana durante días James se quedó mirándola un instante, con el vaso de vino entre los dedos -Emma, por favor Cuando su padre la miraba tan insistentemente, Emma sabía que le era prácticamente imposible negarse. Tendrían que llamarla de urgencia para una misión secreta e incluso así… -Y podrás pasar un poco más de tiempo con Lana- añadió él No era el mejor argumento que su padre podría esgrimir para empujarla a aceptar. Resopló
y bebió un poco de café con la esperanza de calmar el latido incesante en su sien. -Ok…-cedió - ¿Cuándo tenemos que salir? -Esta tarde a las cinco Casi se atragantó y retuvo el sorbo en su boca para no dejarlo caer. Secó sus labios y objetó de nuevo -¿Esta tarde? No, pero espera… Miró su reloj y continuó -¡Quedan unas horas apenas! -Sé que te cojo de sopetón, mi amor- dijo James - pero nunca has necesitado horas para prepararte… Emma frunció el ceño ante esa descripción que su padre hacía de ella. Y por supuesto, Lana no había dicho ni una palabra, así que ella ya había sido informada de ese pequeño paseo a las montañas. Y en efecto, Lana enarbolaba una pequeña sonrisa natural mientras que no había
dejado de mirar a Emma por debajo de sus gafas de sol. Terminó por levantarse y subirlas a su cabeza. -Voy a acabar de hacer mi maleta Dejó un beso en la frente de James y se alejó sin una palabra más. Era capaz de adivinar la cólera de Emma ante la petición de su padre, se lo había leído en su mirada acusadora. Pero Lana no estaba en absoluto irritada o inquieta. Ella haría lo que tenía que hacer, a favor o contra de la voluntad de Miss Nollan.
*** Cuatro horas más tarde, Emma seguía a Madame y su gran maleta por el asfalto del aeropuerto de Northfolk donde las esperaba el jet privado alquilado y puesto a la disposición de su padre para el vuelo Northfolk-Jackson. Con sus
gafas de sol a media nariz, ella observaba su contoneo femenino a cada uno de sus pasos. Pero, ¿por qué le daba por espiar a su futura madrastra tan detestable? Al pie de las escaleras, uno de los auxiliares de vuelo ayudó a Madame a subir su enorme maleta que colocó en uno de los compartimentos. Lana había hecho la maleta como para al menos tres semanas a juzgar por el tamaño de su equipaje. Cuando ella llegó a la altura del auxiliar de vuelo y del equipaje, otro se ofreció a ayudarla. Pero Emma echó un ojo a su bolso, que mantenía en su hombro, y respondió -No hay necesidad, voy a saber llevarlo, creo -Bien, señora Efectivamente, Emma se estaba reencontrando con su vida anterior donde los sirvientes de su padre la llamaban señora. Ella no tenía nada de una señora al contrario que su Majestad, ya en el avión.
Lana se había sentado cerca de la ventanilla, su bolso de mano Gucci sobre el asiento de al lado. Vio a Emma sentarse al lado de la cabina, pero frente a ella y sonrió por eso. La hija de James estaba llena de paradojas, la huía como la peste, pero- Lana la veía hacerlo- no dejaba de observarla en cuanto estaban en la misma habitación o a algunos metros la una de la otra, como en ese aparato. Felizmente, Lana no se paraba a pensar en lo que la tripulación de abordo pudiera pensar al constatar la distancia evidente entre ella y su futura hijastra. Estaba claro para todos que no se llevaban bien, pero Lana veía más allá de las apariencias. Algunas miradas no engañaban, no más que los rencores de Emma que estaban fundados en su apariencia y en la diferencia de edad con James. Después de unos minutos, el avión cerró las puertas, y con todos instalados, los motores del jet comenzaron a funcionar y el aparato avanzó hasta la pista de despegue. Lana no estaba muy cómoda
en esos aparatos mucho más sensibles que los aviones comerciales, que transportaban a la gente a centenares. Abrochó su cinturón, poco tranquila, su mirada fija en el exterior hasta que el piloto metió gas para levantar el avión, que se despegó del suelo. Sin darse cuenta, Lana se había aferrado a los reposabrazos e intentaba ahora relajarse. En cuanto el aparto se hubo estabilizado, uno de los auxiliares se acercó. -¿Desea beber algo, Señora? Lana lo necesitaría si pensaba en los nervios que tendría en el momento del aterrizaje. -Tráigame vino- pidió -Bien, señora Él se alejó y Lana se acordó de la presencia, un poco más lejos, de su bella hijastra, que desvió automáticamente la mirada cuando la suya la cruzó. Una ligera sonrisa volvió a sus labios ante esa confirmación. La presencia de Emma, al menos, tenía el mérito de relajarla, tranquilizarla
y, por esa razón, James le había dicho que su hija adorada la acompañaría en este viaje. Más allá, y por el rabillo del ojo, Emma vio a Lana coger su bolso, ponerlo en sus muslos y sacar su neceser de maquillaje. Ella sacudió la cabeza, exasperada. ¿La Señora temía que el despegue hubiera borrado su rojo de labios ultra brillante? Con la punta de su índice y ante su pequeño espejo de mano, Lana retocó su color en las comisuras de los labios y después lo cerró. Una vez más, se cruzó con la mirada acusadora de Emma que se dio la vuelta. Metió todo en su bolso, se levantó y se acercó a la mesa de su hijastra. Se sentó sin pedir su permiso y preguntó, curiosa. -¿Ya has pilotado este tipo de aparatos? Emma mantuvo una expresión seria. ¿Por qué Diablos esta mujer venía a verla? ¿Para provocarla aún más? Por supuesto, sabía que ella
se había dado cuenta de sus miradas furtivas y se había cruzado varias veces con la mirada de Lana. -Sí- respondió ella -¿Por qué? ¿Le interesan tanto los aviones? Lana, sobre todo, se preguntaba por qué encontraba completamente encantador el tono sarcástico y acusador de Emma. No podía borrar su ligera sonrisa divertida ante su comportamiento. -Todo el mundo siente fascinación por los aviones…A mí me dan miedo- confesó Miró a través de la ventanilla de la izquierda y preguntó -¿Qué pasaría si un motor fallase o si los dos se parasen…? Emma no dejaba de mirarla y se preguntaba si realmente Lana se interesaba por los aviones o si estaba recurriendo a un truco para manipularla a su voluntad. Sin embargo, mirándola bien, constató que la pregunta iba en serio, atisbó un
flagrante miedo disimulado. Ella lanzó una mirada por la ventanilla y respondió -Pasaríamos a modo planeo… Rompió una hoja de su libreta, que estaba en la mesa frente a ella, y la plegó rápidamente para hacer un avión. -El piloto debería servirse de los vientos para dirigirse y alcanzar un lugar bastante despejado para un aterrizaje de emergencia Lana entornó los ojos ante esa explicación “caritativa” y mantuvo su ligera sonrisa. Emma se dignaba a molestarse para contestar a sus inquietudes a pesar de su expresión gruñona. Ella preguntó otra vez. -¿Tú ya lo has hecho? Emma frunció el ceño ante esa nueva pregunta y entornó los ojos mientras alisaba un ala de su avión de papel. -¿De verdad le interesa lo que yo hago o es solo por pasar el tiempo?
Lana dudó en su respuesta, porque muchas le venían a la cabeza. Miró por la ventanilla a través de la cual la masa nebulosa bajo el aparato daba la sensación de una inmensa extensión de nieve bajo el cielo de un azul luminoso y cegador. -Yo le pedí a tu padre que me acompañarasdijo finalmente Miró de nuevo a Emma mientras que el auxiliar traía el vino y una soda para la rubia. -Creí que este pequeño viaje entre chicas nos acercaría. La expresión de Emma cambió y dejó ver tanto confusión como incredulidad. -¿Nos acercaría?- repitió ella, dubitativa ¿Por qué? ¿Cree que tenemos tanto en común para pasarnos los próximos días confiándonos cosas? -Oh, no, por supuesto que no tenemos nada en común- dijo Lana Comenzó a reír ante las comparaciones y más seria, volvió a decir
-Pero intento hacer lo más conveniente para nosotras, para James, y si este pequeño juego de acusaciones y reproches es a veces divertido, que lo admito, es mejor que encontremos un terreno de entendimiento, aunque sea pequeño, para que tu estancia y también mi matrimonio transcurra lo mejor posible. Emma apretó los dientes ante esa evocación de la boda entre Lana y James. Con su mirada posada en ella, la observó por un instante. Toda segura en su postura de Gran Dama, Lana mostraba una expresión arrogante e imperturbable como si todo se le debiera y cada uno de sus argumentos valiera más que todas las objeciones del mundo. Puso los codos en la mesa para acercarse a Lana y respondió -Vuestra boda es una mentira…Sé que mi padre no está mal conservado para su edad y que tiene buen carácter, pero me cuesta comprender cómo una mujer como usted ha podido enamorarse de él hasta el punto de querer
casarse….Al menos, por supuesto, que se case con su cuenta bancaria y sus activos Lana no podía dejar de sonreír. Emma estaba furiosa, protectora y adorable. -¿Una mujer como yo, Miss Nollan?- repitió ella - No alcanzo a comprender lo que le molesta tanto… Una vez más, Lana la obligaba a explicarse y Emma se estaba irritando. ¿Por qué Diablos tenía que justificarse siempre? En su interior, bien profundo, conocía la respuesta a su rechazo de imaginarse a su padre con Lana. -Habría que estar ciega para no ver lo que puede molestar- replicó ella- Su edad, su aspecto, su forma de mirar a mi padre, no lo sé, no voy a hacerle una lista… Suspiró y echó un ojo a través de la ventanilla mientras que pensaba en otro ejemplo completamente perturbador -En lo que podría hacer en la cama con él…
Porque cuando uno quiere casarse, en teoría, también debe consumar. Lana se mordió la comisura del labio. Emma abordaba e l picante tema que le disgustaba tanto. -Es verdad que, pasada una edad, los hombres ya no son tan competentes sexualmente. Dicho eso, entre tu padre y yo no solo se trata de sexo, y con respecto a satisfacerme, no creo que sea necesario que te haga un dibujo de las cosas que tengo a mi disposición cuando me siento sola. Emma hizo una mueca ante esa breve explicación y volvió a fijar su mirada en la ventanilla. Por supuesto, había comprendido las insinuaciones de Lana y su cerebro rápidamente la había imaginado sola en una postura completamente idónea para los placeres solitarios…Dios, esta mujer se presentaba mucho más diabólica de lo que habría sospechado. Y ahora, ¡esa escena ya no quería marcharse de su mente!
-No es necesario que me dé detalles… No, ya se encargaría ella de los detalles. Viajar con Lana le sentaría fatal. Ahora Emma debía poner todas sus energías en borrar las imágenes de su cabeza y erradicarlas definitivamente. Lana no disimulaba en ningún momento su sonrisa de satisfacción. Su pequeña explicación había tenido el efecto previsto sobre la rubia que sin duda estaba más cerca de su edad que James. Solo se llevaban cinco años, mientras que con su padre eran más de veinte. Volvió a preguntar otra cosa que le interesaba. -Por cierto, con relación a la boda, ¿tendré el honor de conocer a tu novia? ¿Cómo se llamaba? Samantha, ¿no? Emma frunció el ceño antes ese cambio de tema hecho por Lana. ¿A qué venía mencionar a su novia después de la conversación sobre sexo? ¿Qué podía interesarle a Lana?
-¿Y qué le haría a mi novia? ¿Va a juzgarla como hizo conmigo? ¿Decirle que ha elegido mal y que la compadece por estar conmigo? Lana frunció el ceño y contestó de forma natural -No, solo me pregunto cuál es tu tipo de mujer Pregunta muy extraña proveniente de una mujer que supuestamente se va a casar con su padre, pensó Emma. La observó de nuevo con expresión inquisitiva y curiosa -¿Es su primera vez?- preguntó ella entonces -¿Conoce a una lesbiana y quiere saber de qué va eso? Emma era perspicaz, pensaba Lana -Culpable- confesó ella -He conocido, por supuesto, pero eres la primera a la que encuentro muy guapa. Emma mantuvo sus ojos llenos de duda sobre ella. ¿A qué estaba jugando Lana? ¿Se le
estaba insinuando una vez más o su cerebro lleno de ideas fuera de lugar se divertía haciéndole ver cosas que no existían? Se acordaba de la réplica de Lana al tema de su deseo de acostarse con ella. ¿Le leía la mente? En todo caso, esa mujer era diabólica y cuánto más hablaba con ella, más lo confirmaba. Posó su mirada sobre su avión de papel y lo cogió por el fuselaje. -¿Sabe que le ocurrió a los soldados que quisieron hacerme la pelota? Alzó los ojos hacia Lana y respondió a su propia pregunta -Terminaron lavando las letrinas de los hombres con un cepillo de dientes… Lana frunció el ceño antes esas amenazas, destinadas una vez más a impresionarla. -¿Crees quizás que necesito tu permiso para casarme con James? Emma lanzó su avión que planeó solo algunos segundos antes de posarse un poco más
lejos. -Oh, no, no me hago ilusiones…A mi padre le gustan las mujeres hermosas y usted es una bella mujer, así que aunque le diga todo lo que quiero decirle, no me escuchará. Pero no estoy obligada a considerarla como su mujer…En realidad no estoy obligada a considerarla a secas, punto. Lana recobró su sonrisa, prefiriendo solo quedarse con el cumplido de Emma. Cogió su copa de vino tinto y bebió unos sorbos, su mirada oscura posada sobre sus rasgos aún serios y acusadores. -Me gustas mucho, Emma…Tenemos más cosas en común de las que tú piensas -No lo creo, no- respondió sin dudar Emma Lana no respondió a ese nuevo ataque, poco le importaba el rechazo de su futura hijastra, sus constataciones eran evidentes y ella no se aventuraría a una demostración cualquiera que no
sería sino perder el tiempo. El auxiliar se acercó. -Por favor, ¿querrían abrocharse los cinturones? Pronto aterrizaremos en el aeropuerto de Jackson Emma obedeció, así como también lo hacía Lana, mientras soltaba. -¡Ya era hora! Porque ya ansiaba tomar el aire y refrescarse después de haber pasado tanto tiempo hablando con Lana. Esas historias de placer solitario la habían calentado mucho a su pesar y tenía que encontrar el modo de deshacerse de esas malditas sensaciones. El jet aterrizó en una de las pistas del pequeño aeropuerto de Jackson y la tripulación las acompañó hasta el exterior donde las esperaba un 4x4 negro alquilado por su padre. -Yo conduzco- anunció Emma sin tardanza De esa manera, podría marchar a su ritmo y tomar el camino que quisiera. Abrió el maletero,
dejó su bolso y dejó que el auxiliar cargara la maleta de Madame. Lana se sentó en la parte de delante del vehículo. Felizmente, había todo el confort necesario, pues James le había enseñado el mapa de la zona y para llegar al pueblo donde se encontraba el terreno serían necesarias varias horas de coche. Cuando Emma se sentó a su lado, comentó -Espero que no lleguemos tarde para firmar el contrato de venta. -Creía que solo íbamos a echar un vistodijo Emma arrancando Lana sonrió -Es verdad, pero a mí me gusta ese terreno y la región Emma puso los ojos en blanco y suspiró ante las exigencias de Lana. -Oh, entonces, si a Madame le gusta el terreno y la región, Madame debe firmar y papá
debe extender el cheque. Lana se irritó y miró a Emma -Para tu conocimiento, Miss-creo-saberlotodo, ¡tengo más dinero de lo que tú puedas creer! Emma le dedicó una mirada curiosa ante ese comentario. No se sorprendió mucho teniendo en cuenta la ropa y los accesorios de lujo que Madame llevaba… -¿Desplumó a otro marido antes que a mi padre? Lana soltó una sonora carcajada mientras apoyaba los codos en el borde de la ventanilla y desviaba su mirada hacia la carretera que Emma acababa de coger. -Si tú supieras… Esa vez, Emma se tensó -No, no lo sé, pero me gustaría saber de una vez por qué va a casarse con mi padre. Y, ahora mismo está sola conmigo, así que le aconsejo que
me explique Lana se pellizco los labios y observó el perfil de su “tierna” futura hijastra. -Y si no, ¿qué? ¿Vas a parar al borde de esta carretera y hacerme un montón de cosas malas? La mirada de Emma se agrandó ante esa pregunta traída sin ninguna colación. Una vez más, Lana la provocaba y sobre todo, creaba más jodidas imágenes en su cabeza. Pero, ¿por quién se tomaba? -No, pero usted está enferma, ¿ya se lo han dicho? Lana rodó los ojos y ajustó su falda en sus muslos antes de cruzar las piernas. Dichosamente, el vehículo era bastante espacioso para ponerse cómoda. -Yo bromeo y tú me diviertes -Y usted tiene aún algo que explicarme…
Lana no dejaba de sonreír. ¿Pensaba realmente Emma que le daría así porque sí los detalles de la adquisición de sus “riquezas”? -Hay otra cosa que me gusta de ti, Emma… Tu tenacidad. Debes haberlo heredado de tu padre. Le llevó meses convencerme de que me casara con él Ante esa confesión, Emma entornó los ojos, intrigada. Su padre había insistido en casarse con Lana…¿Cómo se las había apañado esta para volverlo tan dócil? -¿Y qué la hizo aceptar después de esos meses? Lana vaciló un momento y se inclinó sobre los botones del radiador para ajustar un poco la calefacción. Las temperaturas aún estaban bajas en esa época en el estado de Wyoming. Aún quedaba nieve al borde de la carretera, a pesar de los rayos del sol. -Eso, desgraciadamente, no te concierne
-Claro, debía sospecharlo- soltó Emma, descontenta Esta le daba vueltas en la cabeza a ese viaje con Lana. Además, encontrarse a solas en ese coche le permitía respirar sus perfumes carísimos y femeninos. Los olores, a veces, creaban fenómenos extraños y provocaban emociones según lo que evocaran. ¿Por qué esta mujer desprovista de escrúpulos y de sensibilidad la hacía sentir deseos e ideas en total contradicción con lo que pensaba sobre ella? Echó un vistazo al mapa de carretera. Hacía apenas media hora que habían emprendido el camino y ya se aburría, con ganas de acabar ya y llegar a ese maldito terreno. Esta vez, echó un vistazo al reloj que señalaba que ya era media tarde pasada y decidió desviarse por una carretera comarcal. -¿Qué haces?- le preguntó Lana -¿Por qué cambias de itinerario? -Para hacerle cosas malas en mitad del bosque- se mofó Emma
Por supuesto Lana supo que la provocaba y preguntó -Hablo en serio, no es la ruta indicada por el GPS Pero Emma no seguía el GPS y tenía sentido de la orientación. ¡Después de varias miles de horas de vuelo, sabía leer un mapa de carretera! -Si seguimos su ruta, no llegaremos a tiempo a la cita y no podrá firmar su contrato de venta- respondió ella, molesta -Lo que hago es por usted, así que debería estar contenta Lana cruzó los brazos poco convencida. Esa carretera era estrecha, con un mal mantenimiento y el 4x4 estaba sufriendo las perturbaciones de un asfalto plagado de socavones. -¡Lo sabré cuando lleguemos, si llegamos! Emma prefirió no responder al jodido mal carácter de Lana. Porque además de ser arrogante y orgullosa, Madame se volvía exigente. ¿Cómo no haberlo adivinado? A una mujer como Lana no
debían gustarle los paseos por el bosque subida en sus caros tacones. Emma sonrió finalmente porque esa vez, ella se encontraba en su terreno y se daba cuenta de la mueca enfurruñada de Lana. Le lanzó algunas miradas llenas de interés. El repentino silencio le hizo bien. Su mirada deslizante y desobediente se paseaba a menudo por los muslos de Lana y se detenía en su pequeña blusa ceñida por un chaleco que comprimía su torso. Emma se contuvo, porque no quería tener un accidente, aparte de encontrarse sola en un coche con Miss Mundo. ¿Por qué su padre tenía que haber encontrado una mujer como Lana? Seguramente era la pregunta que más se repetía en su cabeza. Pero después de algunos minutos en silencio, Emma encendió la radio y buscó una emisora a su gusto. Si las conversaciones se iban a seguir sucediendo con tanto ardor todo el viaje, debía encontrar una distracción diferente a las que su cerebro le sugería. Después de pasar por algunas emisoras, encontró la que emitía rock, el
viejo y buen rock americano por el que sentía una particular afección. Para su gran sorpresa, Lana no hizo ningún comentario mal intencionado, y por el rabillo del ojo, vio que su mano golpeaba su muslo al ritmo de la música que sonaba. Emma puso una expresión derrotada. No se había esperado eso por parte de Miss Mundo. Lana no tenía pinta de una fan de Metallica…Una vez más, Emma se encontraba desorientada y muda. Lana miraba a través de la ventana y bajó sus gafas hacia sus ojos cuando el sol le dio de frente. Esa carretera estaba completamente aislada y a excepción de árboles, pinares y otros arbustos típicos de un paisaje de montaña, no veía ni un alma. Después de largos minutos de camino, la música cesó de repente y ella frunció el ceño mirando a Emma, que miraba a su vez las luces en el salpicadero, también apagadas. -¿Qué ocurre?- preguntó ella -¿Por qué te paras? -No me he parado- se defendió Emma
El motor y la electricidad se habían apagado de repente y el coche terminó por detenerse después de haber avanzado en silencio algunos metros. -¡Mierda! ¿Y ahora qué pasa?- dijo Emma Abrió la puerta y ordenó a Lana -No se mueva Lana la vio salir, cerrar violentamente la puerta y abrir el capó del 4x4. Con el ceño fruncido, intrigada, se quedó sentada un momento. De todas maneras, ¿qué otra cosa podía hacer? Se miró sus uñas, después bajó el parasol para mirarse y se repeinó un poco. Pero después de algunos minutos escuchando a Emma murmurando algunos tacos, decidió finalmente salir para coger aire y estirar las piernas. Alzada sobre sus altos tacones, tuvo que tener cuidado para no hundirse en la tierra y la hierba, ya que el lado del pasajero había quedado hacia el borde de la carretera. Avanzó hacia Emma, frente a ese
gran motor y comentó -¿Me estás haciendo el truco de la avería, Miss Nollan? Pero Emma no tenía ganas de bromear ante esa avería venida de no sabía dónde. Además, el sol se estaba poniendo y el sitio en el que se encontraban estaba aislado. Todo eso Emma lo sabía porque había leído el mapa. -Ojalá fuera eso- respondió caminando hacia la parte de atrás del 4x4 Abrió el maletero, rebuscó en su bolsa y sacó una linterna. Volvió a cerrar el maletero y se dirigió otra vez a la parte de delante, pero se paró en seco al ver solo las nalgas de Lana que estaba inclinada dentro del coche. Se sintió de repente insegura y cogida de improviso. ¿Por qué Diablos su cerebro se preocupaba más del capó de Lana que del capó del coche? Apartó rápidamente sus pensamientos fuera de lugar y se colocó en la parte de delante del 4x4. Encendió su linterna para
echar una ojeada al motor y a los líquidos hidráulicos mientras que Lana se ponía a su lado. -No hace falta que te ensucies las manos, voy a llamar a la grúa -Siento romper tu burbuja, pero me asombraría que encontraras cobertura por aquírespondió Emma inclinada sobre el motor. -Estamos en el siglo XXI, por supuesto que habrá cobertura Tecleó con su teléfono en manos libres, pero un bip resonó indicando que, efectivamente, ninguna antena estaba recibiendo su señal. -¡Esto es una broma!- gruñó Lana Emma prefirió no responder, ni siquiera intentó tranquilizar a su Majestad que, lo presentía, la cogería seguramente con ella en los próximos minutos. Aún inclinada sobre el motor, Emma se concentró en esa extraña avería. Los niveles de los líquidos habían sido revisados, las correas parecían en buen estado y nada, a primera
vista, explicaba tal avería. Finalmente se quitó su chaqueta para evitar manchársela de aceite, y se encontró en top. Hundió su mano en un hueco entre dos bloques y se inclinó más para intentar comprobar si había algún escape. Durante ese tiempo, Lana intentaba desesperadamente hacer la llamada. Daba pasos hacia atrás, hacia delante, iba más lejos en la carretera, con el teléfono en alto tecleando una y otra vez el número del servicio de urgencia. Acabó por volver al lado del 4x4 y su mirada se detuvo instantáneamente en los músculos sobresalientes de Emma, inclinada sobre el capó. La joven rubia tenía, efectivamente, maneras y aspecto masculinos innatos, sobre todo al verla en pleno intento de reparación de ese motor, a pesar de las frías temperaturas del exterior. Se detuvo a su lado y la observó de arriba abajo. -¿No deberíamos intentar enviar luces de emergencia o…no sé, buscar una cabina de teléfono?
Emma se echó a reír nerviosamente ante sus propuestas. Lana no tenía ni idea del lugar en el que se encontraban. -No- dijo ella simplemente, concentrada Pero después de la inspección, refunfuñó mientras se incorporaba. -¡Maldito trasto! Con el mío, ¡estás cosas no pasan! ¡Aquí todo es eléctrico! ¡Me haría falta material o un ordenador con el sistema del motor integrado! Cogió su chaqueta, se la puso y volvió al maletero mientras seguía protestando -¡Tenía que pasarme a mí! ¡Puta mierda! Lana la acusó -¡Te dije que no cogieras este camino! Emma marcó una pausa y movió la cabeza hacia atrás en un signo evidente de exasperación. -Me lo tenía que haber esperado… Posó su mirada sobre Lana y se defendió
-¿Acaso cree que he buscado intencionadamente encontrarme en medio de ninguna parte con usted? -¡Tú querías coger ese maldito atajo!replicó Lana -Así que no estaríamos aquí si me hubieses escuchado! Irritada por la arrogancia de Lana y sus incesantes quejas, cogió un suéter de su bolsa, se quitó la chaqueta, se puso la prenda más cálida y volvió a ponerse la chaqueta. Con un gesto brusco, cerró el maletero y se alejó por la carretera en sentido contrario. Lana abrió los ojos de par en par al verla alejarse. -¿Emma? Pero, ¿a dónde vas? -¡A buscar ayuda!- respondió Emma sin darse la vuelta -Pero… Lana, asombrada, la siguió calzada en sus tacones -¡Pero no puedes dejarme aquí totalmente
sola! -Quédese en el coche, no le pasará nadagritó Emma, desde más lejos. A su pesar, y queriendo alcanzar a la rubia, uno de los tacones de Lana patinó sobre una piedra y su tobillo se torció haciendo un crujido que la hizo caer al suelo y provocándole un gemido de dolor. Ante ese sonido proveniente de la voz de Lana, Emma se detuvo, completamente irritada. Se dio la vuelta y la vio en el suelo. -¡Mierda!- gruñó -¡Qué mula es! Volvió sobre sus pasos, incapaz de dejarla así. Aunque su relación no había comenzado bien, Emma no era tan insensible hasta el punto de abandonar a Lana herida, en el suelo. Una vez a su altura, la ayudo a sentarse. -¿Qué se ha hecho?- le preguntó -Mi tobillo- hizo una mueca Lana, con la mano tendida hacia su pie derecho.
Emma suspiró en silencio. Con toda evidencia, Lana había tropezado y se había torcido el tobillo. Acercó su mano, pero escuchó a Lana -¡No! ¡No lo toques! -Calma- dijo Emma en tono más sereno Solo quiero mirar… Puso una mano sobre su muslo, y la otra la acercó a su pie descalzándola antes de cerrar sus dedos alrededor del tobillo. Lentamente lo movió hacia arriba y después hacia abajo. -Dígame cuándo siente más dolor… Pero Lana dio un salto por el dolor causado ante el movimiento impuesto por su futura hijastra. -¡Para!- le gritó Emma no podía creerlo. Además de encontrarse en esa situación, Lana acababa de herirse. Soltó su tobillo y se quedó un momento pensando. Se incorporó y pasó un brazo por su espalda.
-Se ha torcido el tobillo… Lana dejó que Emma la ayudara a levantarse y comprendió la gravedad de la situación cuando intentó apoyar su pie y sintió un dolor agudo en su tobillo. -Todo esto es tu culpa- se quejó bajo el dolor -¡Mira dónde estoy, perdida en el bosque cuando la noche está casi al caer!. ¡Estoy segura de que además hay osos! Emma debía mantener la calma a pesar de las acusaciones en cadena lanzadas por Lana. Así que la ayudó a caminar hasta el coche para colocarla en el asiento. -Si dejara de refunfuñar, podría quizás pensar en una solución… Porque no podía ir en busca de ayuda dejando a Lana en ese estado, incapaz de desenvolverse sola en medio de bosque. Se pasó una mano por el pelo y se fue al maletero a buscar su bolsa. La puso en el asiento trasero y la abrió
para buscar un cuchillo, ya que como Marine se había acostumbrado a prever cualquier eventualidad, sobre todo cuando marchaba a una región extensa y aislada como algunos parajes de Wyoming. Caminó hacia la linde del bosque y le gritó a Lana -¡No se mueva! ¡Ya vuelvo! Se alejó un poco entre los árboles y alumbró el suelo con su linterna, todo bajo la mirada insegura de Lana. Por supuesto, culpaba a su hijastra por haber cogido ese atajo, sin el cual su tobillo no se habría torcido; sin el cual, estaría en esos momentos firmando su contrato de compra y sin el cual, habría pasado la noche en un confortable hotel, cenando y degustando un buen vino. Después de unos minutos, vio a Emma volver, con varias ramas en sus manos. -No creo que sea el momento para hacer una
hoguera, Miss Nollan Emma apretó los dientes para contener una respuesta ante esa enésima acusación. Prefería más bien quedarse callada antes que alimentar incesantes disputas. Buscó en su bolsa y sacó tres pares de calcetines. Volvió hacia donde estaba Lana y se sentó en la parte baja de la puerta, lo suficientemente elevada para poder estar a la altura de su pie. -No se mueva o se hará daño… Tomó su tobillo con delicadeza y primero le puso un calcetín. Por el momento, Lana tendría que conformarse con un apaño hasta encontrar ayuda. Cogió el esparadrapo que había encontrado en el botiquín del coche y rodeó su tobillo con él para mantener a cada lado los palos de madera. Cortó el adhesivo con los dientes, después volvió a comenzar con la operación en la parte baja del pie para reforzar el amarre. Cubrió su obra con otros dos calcetines para evitar que el frío entrara en el pie y lo entumeciera.
-Bueno…Esto valdrá hasta que encontremos ayuda Lana se había quedado mirando a la rubia, que a pesar de sus disputas, estaba cuidando de ella. -¿Y cómo piensas encontrar ayuda sin teléfono o luces de emergencia? ¿Quién sabe cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que un coche piense en coger ese atajo que no lo debe ser ante el estado en que se encuentra? No hay un alma a kilómetros. ¡Es decir, que estamos perdidas! Emma suspiró, exasperada por las quejas interminables de Su Majestad. Volvió a meter sus cosas en la bolsa y tomó el mapa para echarle un rápido vistazo. No lo admitiría nunca, pero Lana tenía razón. No podían quedarse ahí en medio del bosque, debían buscar un refugio al menos para pasar la noche. -Y si continua refunfuñando, la dejo aquí en
compañía de los osos. ¡Aunque incluso ellos podrían hartarse de escucharla! Metió el mapa en la bolsa y escribió algunas palabras en un papel que colocó por dentro del parabrisas, bien a la vista. -Hay una cabaña de caza a veinte minutos de aquí… Lana abrió desmesuradamente los ojos -¿Veinte minutos?- repitió ella -¡No podré caminar tanto tiempo con los tacones y un tobillo menos, Miss Nollan! Emma ya se esperaba ese rechazo. Su majestad la Reina no tenía nada de senderista, aún menos de aventurera encima de sus tacones de precio exorbitado. Irritada, le quitó el tacón que aún tenía en el otro pie y buscó otra vez en su bolsa sacando una par de zapatillas de deporte. -Debemos llevar, más o menos, el mismo número y con esto no se torcerá el otro tobillo Lana sabía que no tenía elección, aunque
ese calzado no pegaba son su ropa. Se resignó a ponérselas, consciente de que no podrían pasar la noche ahí esperando la llegada de un coche. -Espero que haya un teléfono en su cabaña -¿Si no qué?- la miró Emma, incrédula -¿Va a darme una patada? Emma, burlona, se alejó hacia el maletero y lo abrió para rebuscar en la maleta de Madame. Elevó las cejas, impresionada por la cantidad de cosas, de ropa y de accesorios inútiles que contenía la maleta. Rebuscó un poco y tomó lo estrictamente necesario: cosas de aseo. La cerró y metió las cosas en su bolsa que colocó sobre sus hombros. -Vámonos- ordenó Se acercó a ella, deslizó un brazo por su espalda y la ayudó a bajar del vehículo. Ese corto paseo por el bosque no sería en absoluto tranquilo y equivaldría, sin lugar a dudas, a una de esas marchas que Emma hacía en los Marines. Con
Lana a su lado, debería blindarse. Más mal que bien, Lana avanzó por la carretera pavimentada, sembrada de baches y gravilla. Reconoció la paciencia de su futura hijastra con ella, pero nunca lo admitiría. En pocos minutos se haría de noche cerrada. Lana no estaba menos tranquila. Ruidos extraños resonaban desde los árboles y arbustos. Gritos de pájaros, de rapaces y de otros animales la inquietaban. Terminaron por tomar otra pequeña carretera más aislada-si eso era posible-que aquella donde se había quedado estacionado el 4x4. La carretera no era tal, sino un sencillo camino de tierra estrecho o lo suficientemente ancho para dejar pasar un vehículo. Solo con ver la vegetación desbordante iluminada por la linterna de Emma, Lana pensó que ningún vehículo habría debido pasar por ahí en meses, incluso en años. Lana se temía lo peor y su miedo, por una vez, la dejó muda. Para el gran placer de Emma, que
permanecía concentrada en el camino. Porque ella tenía que prestar atención a Lana que cojeaba, a la que tenía que ayudar a caminar. Por supuesto, no le deseaba daño alguno, ni que se hiriera aún más. Pero si se quedaba callada, facilitaba la prueba y le evitaba tener que responderle con más sarcasmos. Pero el silenció también tenía sus contrapartidas…Sus pensamientos se dirigían a paso rápido hacia su futura madrastra, su perfume embriagador, sus pies que pudo observar a su gusto. ¡Diablos! Sus perversas fantasías volvían e invadían su mente. Lana era diabólica porque, incluso callada, herida, incluso en un estado de debilidad, lograba confundirla. Después de unos veinte minutos de marcha, divisaron esa famosa cabaña con pinta de pequeño chale aislado. Alrededor de ellas, la ululación de las lechuzas se mezclaba con los gritos de las águilas en el cielo, con el crujido de las hojas. Cuando pisaron el primer escalón de la cabaña, este crujió bajo sus pies. Nadie había pisado esas planchas desde
hacía tiempo, pensó Emma. Con un brazo alrededor de la espalda de Lana para mantenerla en pie, giró el pomo con la mano libre y empujó la puerta. Un violento olor a cerrado y a polvo les golpeó en las narices. -¡Señor!- acusó rápidamente Lana -¡Este lugar es una verdadera pesadilla! La linterna iluminó brevemente la estancia, que consistía en un sofá, apoyado de cualquier manera en la pared de madera. Una chimenea se erigía enfrente, única fuente de calor para los ocupantes. Algunos troncos estaban alineados a un lado y una cabeza de ciervo disecada hizo nacer una mueca en los rasgos de Madame. -¿Cómo puede alguien vivir en un lugar tan sórdido? -No es una casa, sino un refugio para cazadores- preciso Emma, irritada. El silencio no había durado más de algunos minutos y, por supuesto, Lana tenía que emitir sus
comentarios. Emma recorrió el sitio con la mirada y encontró la mini cocina cerca de la entrada. Los armarios, con las puertas destrozadas, escondían latas de conserva de judías rojas, y platos ya preparados. De esa manera, los cazadores de la región podían hacer un alto entre dos jornadas de caza. Del techo colgaba una solitaria bombilla. Emma bajó el interruptor, lo volvió a subir, pero la electricidad había sido cortada. -Ya vuelvo- dijo antes de dejar la cabaña. Salió, dio la vuelta al pequeño inmueble y encontró la caja eléctrica. La abrió, lanzo una mirada e intentó remendar algunos cables, pero como se podía ver, habían sido roídos por la humedad. Un profundo suspiro se le escapó, dándose cuenta de que además se quedarían en la oscuridad. Cuando regresó a la cabaña, Lana sostenía ante ella un mechero encendido. -¿Qué hace con eso?- la interrogó, perpleja -¡Me dejas sola en la oscuridad! Intento
encontrar velas Emma movió la cabeza ante esa nueva acusación y no dijo nada. Se acercó al fuego, echó tres troncos y se apresuró a coger viejos periódicos apiñados en una vieja mesa. Arrugó algunas hojas que colocó después entre los trozos de madera y tendió el brazo hacia Lana -¿Podría prestarme su super mechero? Lana terminó de encender la vela que había encontrado y se acercó a Emma, cojeando, para darle el objeto. -James mandará a alguien a por nosotras cuando vea que no contesto al teléfono. Es una cuestión de horas que nos encuentren Emma sabía que, de un momento a otro, alguien encontraría al menos su coche y el papel que había dejado…Prendió fuego a los papeles bajo los troncos y esperó pacientemente a que este se extendiera. -Sí, pero mientras tanto, podría sentarse y
descansar… Lana estaba fuera de sí, pero enfadarse no arreglaría nada, lo sabía. Con su vela en la mano, se acercó al único sofá, lleno de polvo, e intentó con la mano, limpiarlo para no ensuciar su ropa. -Creo que voy a esperar de pie Emma se incorporó. Ahora, el fuego crepitaba y tamizaba el lugar. En una hora o dos, el calor habrá invadido la cabaña y esperaba que Lana se hubiera calmado. -¿Con su tobillo torcido?- le preguntó a modo de respuesta -Siéntese y deje de comportarse como una Reina… Lana no apreciaba que le dieran órdenes, pero una vez más, Emma tenía razón y su tobillo le dolía al apoyarlo. Así que se sentó mientras veía cómo Emma sacaba un cazo y lo ponía en la cocinilla. La sola idea de comer el contenido de la lata que estaba en la plancha que hacía las veces de encimera le asqueó.
-No harás que me trague eso Emma llevó la lata abierta a su nariz y la olisqueó un poco para asegurarse de que no olía mal. Las conservas duraban mucho tiempo y mantenían la comida en buen estado en un sitio como ese. -Solo hay esto y no hemos comido nada desde el mediodía…Pero si no le molesta dormir con la barriga vacía, usted misma…» Vació el contenido de la lata en el cazo y lo dejó calentarse a fuego suave. Lanzó una ojeada hacia Lana, que se había resignado a sentarse en el viejo sofá. Una sonrisa estiró sus labios pensando que había llevado a su Majestad a una cabaña de cazadores…Lana, la que no vivía sino para el lujo y el confort, pasaría su noche en un refugio aislado en pleno bosque de Wyoming. Emma rebuscó en los otros muebles por curiosidad y su sonrisa se alargó al encontrar una botella de Whisky. La cogió y miró la etiqueta. Esa cabaña de cazadores encerraba, finalmente,
algunos tesoros bajo el polvo y la suciedad. La abrió y bebió un trago para confirmar la calidad de ese alcohol. Se acercó al sofá donde se encontraba Lana y le tendió la botella. -¿Quiere calentarse? Lana vaciló, pero a expensas de pasar horas ahí, sería mejor beber algo para olvidar ese momento de su vida. Cogió la botella y primero olisqueó el líquido antes de limpiar la boquilla con la ayuda de un pequeño pañuelo. -¡Hey, no tengo la sarna!- dijo enfadada Emma -Quizás tú no, pero Dios sabe cuántos hombres han puesto sus labios encima antes que tú Una vez más, Lana mostraba sus maneras de Reina con todo lo que eso implicaba. Ella rio, bromista y recuperó la botella. -Sí…Viejos cazadores, bigotudos y gordos, que se bañan una vez a la semana en el rio…y
cuando lo piensan -¿Ves cómo acabamos por entendernos?respondió Lana. Esta se levantó y cogió una sábana que, milagrosamente, no parecía tan llena de polvo como el resto de la estancia. La desplegó delante del fuego de la chimenea y se sentó para calentarse más y quitarse las zapatillas de Emma, que definidamente no pegaban con ella. -¿Qué hora es?- preguntó de repente Miró a Emma -La ayuda ya no debería tardar Emma bebió otro trago. Si quería resistir a esa larga noche con Lana, le era mejor tragar un poco de alcohol. Se levantó y se dirigió a la cocinilla donde el cazo se calentaba. Las judías con tomate ya olían y expelían un buen olor a comida. -Las nueve y diez- respondió, -pero, si fuera usted, yo no esperaría ayuda hasta mañana por la
mañana Encontró una cuchara de madera que limpió bajo el grifo del agua y cogió el cazo y el cubierto antes de sentarse al lado de Lana, sobre la sábana, delante del fuego. Cierto, ese plato no tenía nada que ver con los que Linda le cocinaba, pero bastaba para llenarle el estómago hasta mañana. Lana le cogió la botella de las manos. El alcohol tenía el mérito de calentarla, aunque, aun bebiendo de la botella, mantenía sus maneras de mujer de mundo. -¿Quién lo hubiera creído?- retomó Lana Tú y yo, perdidas en medio del bosque, en este cuchitril. Si había que improvisar una cita contigo, hubiera preferido un chalé Emma se había llevado a la boca una cucharada de judías directamente del cazo. Entrecerró los ojos ante el último comentario de Lana, intrigada y perpleja… -No es una cita- le recordó Emma -Es un
maldito viaje que no sirve para nada y que usted exigió simplemente para ir a firmar esos malditos documentos Lana dejó la botella de whisky sobre la mesa baja, detrás de ella, y recogió sus piernas bajo sus nalgas, tomando cuidado de no doblar el tobillo aún algo dolorido. Lanzó una ojeada a la cacerola que sostenía Emma ante ella, y se le quitaron las ganas de cenar esa noche. Su mirada ascendió hacia el perfil de su futura hijastra. Sus rasgos y su mirada azul, insolente, reflejaban las llamas de la hoguera que tenían delante. -Lo que encuentro más divertido de todo esto, Miss Nollan, es que no te acuerdes de mí. Sé que los años pasan y nuestra memoria a veces nos juega malas pasadas, pero yo no he olvidado a la pequeña rubita que corría a levantarme las faldas cuando tenías ocho años y yo trece. Hace ya veinte años, ¡qué rápido pasa el tiempo!» Emma frunció el ceño desviando los ojos hacia Lana a la que se quedó mirando con
insistencia. ¿De qué estaba hablando? Su expresión inquisitiva y perpleja reflejaba sus pensamientos, sus intentos de recordar el pasado. ¿A quién le había ella levantado las faldas? Rebuscando, segundo tras segundo, algunas imágenes del lejano pasado le llegaron. Desvió los ojos al vacío mientras se hundía en esos momentos de juventud en los que su familia aún estaba completa. Su expresión se hizo entonces más insegura. -¿Lanie? Posó su mirada incrédula y dubitativa sobre Lana y repitió. -Entonces, usted es… La miró, cada vez más insegura, y la observó ahora con más minuciosidad. -¡Oh, mierda… Dejó su cacerola cerca de ella, cada vez más perturbada y añadió, aun perdida en sus recuerdos. -¿Y mi padre lo sabe?
Lana inspiró ligeramente. Por supuesto que James lo sabía, había estado presente después de la muerte de su propio padre, Peter Queen. James había sido una especie de padre de sustitución y Lana comprendía la turbación de Emma ante lo que podría considerar como una relación “incestuosa” -Esa no es la cuestión- prefirió responder Solo quería recordarte que nos conocíamos y por piedad, déjame de decirme “usted”, es molesto Pero Emma mantenía una expresión que dejaba ver toda su inseguridad mientras observaba a Lana a su lado. Esta se disponía a casarse con su padre y una ola de recuerdos afluía ahora a su mente agravando la realidad de la situación. -¡Vas a convertirte en mi madrasta! Lana lo sabía muy bien y cuando miraba a Emma Nollan, esa idea la incomodaba tanto como a ella, aunque en algún momento se lo confesaría.
Pero ese matrimonio era necesario, obligatorio, una solución, estudiada por James y por ella por razones que no podía explicarle a Emma en ese instante. -No te acoso, no pienso meterme en tu vida privada o en lo que sea. Es más, te dije que estaría feliz de conocer a tu novia Emma mantenía su ceño fruncido, su mirada puesta en Lana. ¿Estaba de broma? Ahora se acordaba perfectamente de aquellas visitas de la familia Queen a su casa y las incalculables veces en que ella volvió tarumba a Lana. Ella y sus amigas se encerraban a veces en una habitación de la casa y Emma trepaba por la pared exterior para espiarlas por la ventana…No pudo evitar una sonrisa y desvió la mirada para intentar disimularla. Esa situación era más que risible. Lana solo tenía cinco años más que ella y se iba a casar con su padre. Si su madre lo supiera…¡Si el padre de Lana lo supiera! ¡Y madre de dios, este nuevo descubrimiento acentuaba su perturbación y
no la ayudaría a deshacerse de esa atracción! Apoyó su espalda en la mesa y reflexionó -Tu padre se revolvería en su tumba si supiese que te vas a casar con su mejor amigo… -Mi padre siempre quiso lo mejor para míreplicó Lana -¡Pero eso solo es una forma de hablar!replicó Emma -¡Cuando los padres dicen ese tipo de cosas, no implica que te cases con sus mejores amigos tan viejos con ellos! Es como si yo le pidiera a Linda que se casara conmigo y dijera que mi padre está feliz por mí porque, al menos, sabría que no me faltaría de nada con Linda» Lana suspiró suavemente. Por supuesto, Emma tenía razón, pero argumentar no serviría de nada y la rubia encontraría excelentes razones para contra argumentar. Mientras estaba perdida en sus pensamientos, en sus analogías, Emma añadió. -¿No te perturba?le preguntó, arrodillándose delante de Lana -¿No te perturba
saber que cuando éramos pequeñas, nosotras… jugábamos a los médicos y ahora te casas con mi padre? Lana frunció el ceño y rectificó -Simplemente me diste un beso, Miss Nollan, de ahí a decir que jugábamos a los… médicos» Emma hizo una mueca ante ese recuerdo humillante -¡No te hablaba de ese maldito beso! ¡Sabes de lo que te hablo! Quiero decir…¡no era mi padre quien te levantaba las faldas! Lana suspiró de exasperación. Emma realmente intentaba mantener esa conversación que ella prefería acortar -Fue hace veinte años. Las cosas han cambiado, pasase lo que pasase cuando éramos niñas, ya fue hace mucho tiempo Emma se volvió a sentar, la espalda contra la mesa. Cogió la botella y se echó algunos tragos.
Esa noche, el whisky sería su único amigo. ¿Por qué su padre se tenía que casar con Lana Queen? Se acordaba de su pasado con esa niña…Lana con seguridad había sido su primer amor. Es más, era por esa razón que había borrado ese pasaje de su infancia. Ahora, se acordaba de todo, de demasiadas cosas. En su cabeza de niña, Lana había encarnado la mujer perfecta y se acordaba de muchas de las fantasías ridículas que había alimentado sobre ella. Y cuanto más atravesaban su mente, más ganas tenía de beber. ¿Hasta qué punto podía sentirse humillada al saber que Lana se casaría con su padre? ¿A quién más le pasaban estas cosas en el planeta? Tenía que pasarle a ella, que su amor de infancia eligiese volver a su vida en forma de su madrasta. ¿Qué había hecho ella, Dios, para merecer tal castigo? Ahora estaba celosa de su propio padre y se moría de vergüenza por ello… Lana la volvería loca cada vez más y más, como si ya no tuviera suficiente. Bebió un poco más de whisky. Esa noche, no conciliaría el
sueño al lado de Lana Queen. Esta la conocía mejor de lo que en un principio hubiera creído…Y había estado jugando con ella. -Has debido reírte bastante, ¿no?- dijo Lana frunció el ceño ante esa pregunta que sonaba como otro reproche. Su mirada clavada en el perfil de Emma. -¿Reírme de qué?- preguntó Emma desvió su mirada hacia ella. -Me conocías, te acordabas de ese pasado en común. Cuando me viste llegar, lo sabías, sabías quién era yo…Tus artimañas queriendo aprender a conocerme, fueron gilipolleces Lana se enfadó -¡Han pasado veinte años Emma! Ya no eres la pequeña de ocho años que yo conocí y yo también he cambiado. Estuve en un internado, después en el instituto, en la facultad y tú, tú también has hecho tu vida por tu lado
Emma volvió a desviar su mirada hacia la botella que tenía en la mano. Como podía verse, ella era la única que le daba tanta importancia a esa infancia. Por supuesto, ¿por qué Lana se tendría que haber detenido en esos años pasados? Ellas eran muy diferentes y Emma lo sabía. No dijo nada más, porque no había nada más que decir y no quería continuar poniéndose en ridículo. Después de todo, Lana tenía razón. Eso debía quedar en el pasado. Lana la observó mientras se hacía otra vez el silencio. Solo algunos crujidos de la madera bajo las llamas de la chimenea resonaban a veces. Ella no se había esperado semejante giro en su conversación ni los rasgos tan preocupados de Emma. Se inclinó un poco y deslizó su mano sobre la botella de whisky para arrancarla de sus manos y ponerla sobre la mesa. Emma alzó su mirada acusadora hacia la suya, pero sin embargo ninguna palabra fue pronunciada. Lana se la sostuvo, sinceramente apenada al constatar ese
rencor en las pupilas azules de Emma. Lana sabía que no había sido particularmente agradable desde su llegada a Northfolk, pero había reaccionado en proporción a los ataques de la rubia. Con su mirada aún en la suya, tomó consciencia de su proximidad, de la evidente tensión que reinaba en ese instante, más que en otros. Ya no había, sin duda, lugar para las acusaciones o intentos de alegato. Lana lo sentía, Lana sabía por qué esa tensión reinaba irremediablemente entre Emma y ella. Vio su rostro acercarse al suyo, sintió su aliento algo alcoholizado y dulce acariciar su piel. Lana también lo necesitaba, ella también quería besarla y cuando sus rostros no estuvieron sino a unos centímetros, sus labios se encontraron en un beso que, en un principio, pareció febril, frágil, antes de que Lana sintiera la mano de Emma rodear su mejilla para hacer el contacto más preciso, más intenso. Emma sintió todo su cuerpo estremecerse, calentarse en un solo segundo. Sobre los labios de
Lana, la niña de ocho años había desaparecido. Ya no era la niña que rondaba alrededor de la bella morena de faldas cortas. Efectivamente, el tiempo había pasado, pero la reacción de su corazón no cambiaría. El perfume de Lana la embriagaba, le daba vueltas la cabeza y ella olvidaba todo lo demás…Ahí, solas las dos, nadie vendría con sermones de moral, a recordarles las razones de su movido encuentro. Su mano se deslizó por los cuidados cabellos morenos mientras que saboreaba ese beso con delectación. Lana respondía a él sin vacilación, sin condiciones y esa reciprocidad no hacía sino confirmar el deseo que ella también sentía. Porque con 28 años, las intenciones ya no eran las mismas, las caricias ya no eran tan castas y el deseo quemaba la carne hasta consumirse por entero. Desabrochó la chaqueta de Lana y la hizo deslizar por sus hombros. El fuego las calentaba tanto como ese beso lánguido y Lana se dejaba deshojar sin la menor resistencia. Con gestos lentos, marcados
por una extraña prudencia, mezclada con incertidumbre, las prendas cayeron una a una, cada asalto entrecortado por besos. Lana no podía luchar contra su deseo, no lo quería. Era consciente de su atracción por Emma, desde siempre había conocido la suya sin pensar que un día se encontrarían. Quizás, por una noche, podían olvidar la boda, su infancia, sus peleas y disputas… *** Los rayos del sol penetraron débilmente en la cabaña a través de las maderas. La suciedad y el polvo acumulados sobre las ventanas les impedían el camino hacia el interior. Pero el calor penetraba y reemplazaba al del fuego en el que apenas quedaban brasas incandescentes. Sus cuerpos entrelazados sobre el tapete, medio cubiertos por la tela, daban testimonio de una noche de abrazos, caricias bastante eróticas y evidente placer. Emma fue la primera en salir de
su sueño y abrir los ojos. Rápidamente, las horas precedentes le vinieron a la memoria y sintió un brazo apoyado en su vientre. Lentamente, desvió la mirada hacia el otro lado y dejó de respirar al confirmar sus primeras dudas. Lana y ella habían acabado haciendo el amor en esa cabaña y Emma no sabía qué pensar, ni cómo actuar. ¡Es evidente que nunca habrían debido dejarse llevar! ¡Lana se casaría con su padre en pocos días! Ante esa idea, su malestar resurgió tan fuerte como sus malsanas reflexiones. ¡Lana se casaría con su padre! Se llevó una mano a la frente, se tomó el tiempo de pensar calmadamente, de frenar el caudal de sus atormentados pensamientos. ¡Si esa noche hubiera pasado en otras circunstancias! Pero nada podría ser como ella querría, por supuesto…Porque nada respetaría sus anhelos y tuvo que sucumbir a los irresistibles encantos de Madame… Al notar a Emma moverse un poco, Lana abrió los ojos a su vez. Sus pensamientos eran, de lejos, menos confusos y atormentados que los de
su amante. Tomaba conciencia de la noche anterior, de sus abrazos compartidos, de ese acercamiento que ni siquiera hubiera sospechado veinticuatro horas antes. Totalmente desnuda bajo el fino cobertor que las tapaba, Lana se estremeció cuando su oscura mirada trazó los rasgos de Emma acostada a su lado. Su mano abandonó su vientre donde aparentemente la había dejado, manteniéndola enlazada buena parte de la noche, y la llevó a su rostro que hizo girar hacia el suyo para mantener contacto visual. La mirada de Emma mostraba preocupación y Lana divisó en ella un atisbo de arrepentimiento. «Me ha gustado…» dijo ella deprisa «No me arrepiento» Pero esas palabras no tranquilizaban a Emma. ¿Y después? Era la cuestión que persistía en su cabeza, que la atormentaba y que hacía difícil ese despertar. ¿Debería tomárselo así? ¿Debería resignarse a mantener en su recuerdo un buen momento de sexo, una simple noche de
placer entre adulas de mutuo acuerdo? ¿De todas maneras qué se esperaba ella? Hoy, esa mañana, todo volvería a ser como la víspera. Lana se casaría con su padre y ella volvería a su vida… ¿Era mejor así? Quizás, pero en su interior, algo le gritaba lo contrario. Y no se sentía plenamente satisfecha, no era una decisión tomada calmadamente…No se trataba de una elección, sino de una obligación. Ni siquiera lograba responder a eso. Y saber que Lana estaba desnuda, pegada a ella, después de haber descubierto todo su cuerpo durante toda la noche volvía las cosas aún más difíciles. Pero el ruido de un motor de coche se escuchó de fondo y ella se incorporó. «Alguien viene…» Le acercó la ropa a Lana rebuscando en el amasijo que había en el suelo y también cogió la suya. Se puso su ropa interior velozmente y se levantó para hacer lo mismo con sus vaqueros y su camiseta. Recogió sus chapas militares en las que
estaban grabados su nombre, su número, su grado militar y su distintivo. «Quizás han visto la nota que dejé detrás del parabrisas del coche…» Paradójicamente, Lana habría preferido que ese coche no llegara tan rápido, no después de esa noche, no cuando se había despertado al lado de Emma. Vio que la puerta se abría y escuchó «¿Es usted Emma Nollan?» «Sí, soy yo» respondió ella Un adjunto del Sheriff del condado se acercó a ella y se quitó el sombrero antes de tenderle la mano para saludarla. «Vi su coche y su nota sobre el salpicadero…Ha hecho bien en refugiarse aquí, no es muy prudente acampar en el bosque por estos lugares…Con los osos, hay que mantenerse desconfiados» El adjunto posó sus ojos sobre la joven mujer del interior.
«¿Es usted la que está herida? He avisado al hospital, voy a llevarla…» Lana había tenido tiempo de colocarse su vestido, más mal que bien, a causa de su tobillo al que había forzado un poco durante la noche. «Gracias» respondió ella Emma se acercó a Lana. Con ese despertar turbador a su lado, no se le había ocurrido ayudarla y no se había acordado de su tobillo herido. Pasó un brazo por su espalda para sostenerla durante el camino y tuvo que ignorar su aroma. «La grúa ha recogido su coche y lo ha llevado al pueblo…» Emma ayudó a Lana a colocarse en la parte delantera del vehículo. «Gracias, señor» respondió ella educadamente. ***
Después de un largo día de hospital y de traslados, y de un entablillado en el tobillo de Lana, esta y Emma volvieron a Northfolk, siendo acogidas por James, al que Emma había avisado y resumido sus peripecias. Lana se había dado cuenta de la distancia que Emma había puesto después de esa noche. Ya no había miradas persistentes, provocadoras acusaciones, ni avivadas chispas cuando ella le dirigía la palabra. Esa noche lo había cambiado todo, tanto para una como para la otra, Lana lo sabía, lo sentía en cada segundo junto a Emma, la cual no esperó a dejarla sola con su padre en cuanto hubieron entrado en la casa. «Es un fastidio» dijo James, ayudándola a sentarse en el sofá «¿Cuánto tiempo tienes que tener el tobillo en reposo?» «Han dicho que diez días» respondió Lana «Lo que nos va a obligar a retrasar otra vez la boda» apuntó James
Lana desvió la mirada y suspiró dulcemente lanzando una ojeada a las escaleras por las que Emma había desaparecido hacía unos minutos. «No es un gran problema» comentó ella «Lo importante es que tendrá lugar» «Voy a pedirle a Linda que te prepare una infusión» *** En su habitación, Emma se había sentado en la cama y miraba la ventana que daba a la terraza sin realmente ver nada. Su mente no pensaba sino en esa noche pasada con Lana y en lo que había hecho con ella. Su cuerpo entero mantenía su aroma, la marca de sus caricias, la excitación provocada por sus gemidos. Sacudió la cabeza con la esperanza de borrar esos malditos recuerdos. ¿Cómo iba a soportar esos próximos días, esos próximos años si ella se casaba con su padre? ¿Qué había hecho? Vacilaba entre la culpabilidad, los remordimientos y la cólera. Se
culpaba de haber olvidado hasta ese punto la realidad de las cosas en esa cabaña. ¿Qué había pensado? ¿Que todo volvería como antes y esa noche sería fácilmente relegada? Sin embargo, no tenía elección…¿Cómo explicarle a su padre que tenía que anular su matrimonio porque su futura mujer ocupaba ahora su corazón…? No, ella debía recobrar el dominio de sí misma, hacer gala por una vez de madurez. Se levantó y deshizo su bolso, del que sacó algunas prendas. Se quitó las que llevaba puestas, sucias por esa noche en la cabaña, por sus horas de exceso irresponsable… Su teléfono sonó y descolgó mientras seguía colocando algunas cosas. #Hola, Emma, soy Ruby. ¿Te molesto? Emma esbozó una ligera sonrisa ante la voz siempre jovial de Ruby. «No, en absoluto, ¿qué ocurre?» #Oh, nada…Quería saber si te apetecería otra salida con todos
Emma lo pensó un momento. Quizás volver a ver a sus amigos de antes, pensar en otra cosa que no fuera Lana la ayudaría a olvidar esa noche con ella, a pasar a otra cosa. «Sí, ¿por qué no?» respondió ella «¿En el mismo bar?» #Sí, sobre ocho y media, nueve… «Ok, entonces hasta esta tarde, Ruby» #Hasta luego, Emma Colgó e intentó focalizarse exclusivamente en la noche que se avecinaba. Cuando hubo colocado sus cosas, empujo el bolso bajo la cama, y escuchó que su teléfono sonaba de nuevo. Lo tomó y descolgó «¿Sí?» #Hola, cariño La llamada de su novia llegaba en un mal momento, pensó Emma, que se tomó una corta pausa para poner en orden sus pensamientos.
#Tengo una buena noticia, podré librarme este fin de semana para ir a verte. ¿Cómo estás? Emma cerró los ojos un momento y retuvo un “mierda” espontaneo antes de que traspasara sus labios. «Bien, estoy bien, pero…El matrimonio se ha aplazado» #Oh…¿Eres la causante de eso? Emma suspiró en silencio y acalló un gruñido molesto ante esa pregunta. ¿Por qué Sam se la hacía? Por supuesto, ella conocía la tensión que había con su padre, su descontento cuando se había enterado del repentino matrimonio de James. «No…Es él el que ha decidido, yo solo dije que lo encontraba algo precipitado» #Eres de lo que no hay, ¿lo sabes? La voz de su novia había sonado tan reprobadora como sonriente. Pero Emma no tenía la cabeza para bromas, sobre todo después de esa
noche y el anuncio de la llegada de Sam. «Así que, si realmente no puedes venir, sabes que no te perderás nada» #No, está bien, tengo ganas de ir de todas maneras y eso me permitirá conocer finalmente a tu papá Emma suspiró ante la insistencia de Sam. Si ella ponía excusas a su llegada, su novia ciertamente haría preguntas. Una vez más, no tenía elección. «Ok…¿Cuándo llegas?» #Mañana por la mañana, sobre mediodía, cogeré un taxi, no te preocupes Emma no podía dejarla llegar en taxi. Ella no era así. «No, iré a buscarte, no me importa» #Muy bien…Estoy ansiosa por verte, te echo de menos. Ya hace tres semanas Porque no se habían visto desde hacía tres
semanas. Entre el trabajo de Sam, que exigía algunos viajes entre Boston y Nueva York, y el suyo que la retenía en la base, a veces estaban alejadas, la una de la otra, durante periodos largos de tiempo. «Ya…Es verdad. Entonces nos vemos mañana» #Hasta mañana, bebé. Si quieres, llámame en este tiempo…Si te sientes sola Emma sonrió ligeramente ante esa propuesta generosa y respondió «Ok…Hasta mañana…» Acabó por colgar, turbada y desestabilizada por la noche precedente y la llegada repentina de Sam. Escuchó que tocaban y abrió antes de ver a Linda sonriéndole «La cena se servirá en diez minutos. La señora Queen me ha pedido que venga a buscarte»
Emma suspiró en silencio, tensa. Esa cena no anunciaba nada bueno y ya se sentía nerviosa ante la idea de encontrarse en la misma mesa con su padre y con Lana. «Ya voy» le dijo a Linda Linda la miró un momento y dejó la habitación para volver a la planta baja. Sospechaba que ese corto viaje en compañía de Lana no había transcurrido como Emma lo habría deseado. *** En la planta baja, Lana se había empeñado en preparar la comida a pesar de su tobillo entablillado. Por supuesto, Linda la había ayudado en la preparación, para limitar sus desplazamientos en la gran cocina, después ella había puesto la mesa en el comedor donde James estaba sentado, saboreando su bourbon. Ella se le
unió viendo a Emma llegar también. No pudo evitar que su mirada se detuviera más en detalle en su camiseta blanca ajustada y sus vaqueros raídos en las rodillas. Ella se sentó, dejando que Linda cogiera sus muletas y sirviera la comida, que consistía en asado de ternera al ajo confitado acompañado de judías verdes frescas. «El padre Warren ha confirmado que puede aplazar la boda a finales de la semana que viene» dijo James Pero Lana se fijaba aún en los rasgos serios de Emma tanto como en su esquiva mirada. Esta se había sentado a la mesa y ponía toda su energía en borrar esa turbación creada por su noche pasada con Lana. Mirarla equivaldría a revivir sus repetidos abrazos, el placer experimentado al acariciarla, al descubrirla lentamente. Y esas imágenes no podían estar en su cabeza mientras estuviera sentada frente a su padre. Lana no decía nada, aunque James continuaba hablando como si todo fuera
absolutamente normal, explicando su día en el pueblo, su reunión con el consejo de administración, sus planes para la semana… Quizás era preferible que James no se diera cuenta de nada, porque Lana ya no lograba adoptar la actitud que había mostrado antes de la llegada de Emma. Todos sus pensamientos volvían a esa noche, a ese momento compartido con su futura hijastra, sus caricias, sus tiernos besos. Sus repetidos embates no se explicaban por un impulso irreflexivo o una necesidad primitiva que dos personas podían sentir en una particular situación. Habían sido demasiado sensuales, demasiado pasionales, marcados a la vez por languidez y paciencia en los gestos para que Lana lo pudiera achacar a un incontrolable deseo cualquiera. No, ella había amado ese momento y había deseado a Emma desde mucho antes de que se encontraran encerradas en esa ruinosa cabaña de la que guardaría un imperecedero recuerdo. El teléfono sonó y Linda respondió antes de
acercarse a James «Señor Nollan, su abogado al teléfono. Dice que es importante» James puso una expresión de entendimiento y miró a su hija y a su futura esposa. «Señoritas, debo dejarlas un momento» Se levantó sonriendo y se alejó «Pásemela a mi despacho, Linda» «Bien, señor» Sola con Emma, Lana se atrevió a posar sus ojos en ella, constatando su molesto silencio. «Lo siento» dijo ella «Lamento que te sientas como debes sentirte, pero también lo siento porque no me arrepiento de lo que ha pasado y si ocurriera otra vez…» «No» la interrumpió Emma, con los ojos en su plato «Si nos ponemos a hablar de lo que ha pasado, estaría obligada a pedirte que anules tu
matrimonio con mi padre…» Elevó los ojos y la miró por primera vez desde su llegada a la mesa. «Y él hará preguntas y yo no sabría qué responderle. Así que, vamos a intentar…dejar esa noche y todo lo que ha pasado en esa maldita cabaña perdida en Wyoming, ¿ok?» Lana no apreciaba el tono que empleaba Emma. Bebió un sorbo de vino y respondió «¡No puedes pedirme eso! ¡No me pidas que pretenda que nada ha pasado, no me hagas creer tampoco que fue un accidente, no después de todas esas veces!» Emma soltó un profundo suspiro ante la insistencia y las acusaciones de Lana. «¿Y qué quieres que hagamos?» le contestó ella «¿Qué quieres que te diga? Vas a casarte con mi padre, te recuerdo. ¡E imagino que no tienes la intención de anular el matrimonio! Así que, ¿qué sacó manteniendo en la cabeza esa maldita noche
contigo?» Lana desvió la mirada. Ella detestaba sentirse así, atrapada. Atrapada por sus obligaciones, sus compromisos y ahora por esas malditas emociones. Pero después de todo, lo que había pasado era absolutamente su culpa. Ella había dejado a Emma desvestirla, tomar posesión de su cuerpo, besarla, hacerla gozar…Lana solo debía culparse a sí misma, porque Emma tenía razón, ni se le pasaba por la cabeza anular el matrimonio. «No lo sé» dijo ella asaltada por sus incesantes pensamientos. Emma apretó los dientes ante esa respuesta tan confusa como lo eran sus pensamientos. Tenía razón en todo. Lana se negaba a anular su matrimonio con su padre y en cierto sentido, ¿sería quizás mejor así? Su padre le habría hecho preguntas y seguramente se quedaría con el corazón destrozado. Ahora llegaba la culpabilidad para Emma que no había hecho sino responder a
sus deseos, a sus fantasías, a su amor de juventud. «Eso es lo que pensaba» dijo ella, amarga «Así que dejemos de hablar de ello» Lana la vio dejar la mesa sin una palabra más, sin una mirada. Sintió deseos de llamarla, de detenerla, de pedirle que volviera, pero, ¿para qué? *** Las horas pasaron y Lana no concilió el sueño. Había bajado a la cocina después de que James se hubiera ido a acostar. Con su mirada fija en la ventana espiaba el regreso de Emma, que había salido. Pero eran las dos de la mañana y la rubia no había regresado. Fue cuando subió a la planta de arriba y entró en el baño que oyó algunos ruidos provenientes de la planta baja. Cojeando, salió del baño y se sujetó en el pasamos de las escaleras mientras veía a Emma subir.
Emma tuvo dificultades para subir los escalones uno a uno y evitar hacer ruido. Al llegar a lo alto, alzó la mirada y se detuvo al posarla en Lana. Esta no estaba cubierta sino por un maldito camisón de satén que disimulaba su pecho de generosas formas y sus redondas nalgas. ¡Maldición! Lana jugaba con sus nervios y con todo el alcohol que circulaba por sus venas, Emma era incapaz de autoimponerse reglas firmes y precisas. Solo el acalorado deseo se hacía sentir. Unos locos deseos de lanzarse sobre ella y hacerle el amor, redescubrir su cuerpo sin barrera alguna. Bajó los ojos, desamparada y se sujetó al pasamanos para subir los últimos escalones. «Mierda, Lana…» dijo en voz baja «Vas a volverme loca…» El whisky bebido en gran cantidad soltaba su lengua, habitualmente sujeta en su boca, y esas palabras acababan de calentar el cuerpo de Lana. Ella la vio darse la vuelta, caminar hacia su habitación y cerrar la puerta. Había voces en su
cabeza que le decían que no esperase para ir con ella, después otra voz le imploraba que fuera razonable. Ella avanzó, sin embargo, hacia la puerta y la empujó sin llamar antes de entrar en la habitación de Emma. Esta estaba sentada en la cama e intentaba quitarse sus botas con gestos pocos seguros. Lana cerró tras ella y se acercó, agachándose y ayudándola a deshacer las ligas. Su mirada subió hasta los ojos acusadores de Emma. «Sé lo que vas a decirme, pero no logro dormir…» Ahora Emma se derrumbaba bajo el peso de su deseo. Era intenso, potente e incontrolable. El alcohol borraba todas las reservas, las más mínimas barreras mentales y morales. Había bebido mucho esa noche con Adam, Ruby y los otros que no habían dejado de ofrecerle copas. ¿Por qué había bebido tanto? Ahora se encontraba implorando al Señor de allí arriba que la tumbara literalmente para mantener sus manos lejos de Lana.
«Si supieras lo que tengo en mente…» respondió ella. Emitió un profundo suspiro, exasperada por sus propias reacciones. Era como una espectadora exterior de sí misma, manipulada enteramente por el whisky. Se quitó su camiseta con gestos lentos y torpes. El calor era sofocante. «Deberías… prestar atención a mis manos» añadió ella «Si no, creo que mañana, el malestar será enoooorme» Lana colocaba sus mechones negros hacia atrás, intentando ella también mantener sus manos alejadas de su futura hijastra. Se enderezó, su mirada era incapaz de desviarse del torso de Emma medio desnudo. Lana no podía callar las emociones que crecían en ella ni ignorar la maravillosa atracción que sentía por Emma. Froto sus palmas sudadas en la tela de su camisón, mientras que Emma se izaba hacia arriba en su cama. Ella rodeó el colchón y tuvo el atrevimiento de acostarse a su lado antes de pasar su brazo por
su cintura. Hubiera querido confesarle su deseo de anularlo todo, pero las cosas no eran tan sencillas. «Hubiera querido que las cosas fueran diferentes» susurró en voz baja Pero sentir a Lana pegada a ella y respirar su embriagador perfume atizaba los deseos de Emma que se debatía entre el agotamiento debido al alcohol y la excitación desatada. La mano de Lana apoyada en su pecho, directamente sobre su piel, la quemaba y provocaba dulces y embaucadores estremecimientos. En un gesto reflejo, enlazó un brazo al de ella para mantenerla pegada. Si su cerebro no funcionaba sino a la mitad, su cuerpo actuaba y obedecía a sus deseos. «Sí» resopló Emma, presa de un repentino agotamiento. Acostada así, al lado de Lana, su fatiga ganaba terreno al deseo, que sin embargo era devorador. Pero su postura confortable, con el cuerpo de Lana, a penas cubierto, pegado al suyo,
era propicia para el adormecimiento y el whisky tomó cuenta de sus últimas fuerzas. ¿Sería quizás mejor que Emma sucumbiera a su sueño? Al menos, nada pasaría y sus manos permanecerían tan castas como sus labios. Lana la vio quedarse dormida, pero se sintió tranquila por su gesto posesivo antes de cerrar los ojos. Se incorporó un poco y tapó sus cuerpos con la manta sin pensar en ningún momento en abandonar la cama. Poco le importaba estar aprovechándose del estado alcoholizado de Emma si eso la ayudaba a calmar sus angustias durante unas horas. Además esta vez no hacían nada malo. Lana llevó entonces el brazo de Emma a su lugar, alrededor de su cintura y se pegó a ella disfrutando del dulce calor de su cuerpo. El sol se alzaría en algunas horas y James pensaría que ella habría salido a una de sus numerosas citas prenupciales antes de él mismo atender las suyas. Pero cuando los rayos del sol se filtraron en la habitación de Emma, esta sintió todo su calor
antes de percibir un fuerte dolor de cabeza. Primero gruñó algo incomprensible, pero se quedó bloqueada cuando quiso mover su brazo. Abrió los ojos con dificultad y los giró hacia un lado. Su sorpresa fue total cuando vio a Lana acostada junto a ella en camisón. ¡Mierda! No se acordaba de su regreso a la casa. ¿Qué había hecho? Su corazón se embaló, su respiración se aceleró y se incorporó antes de poner una dubitativa mano sobre el hombro de Lana. «Lana» dijo con voz pastosa Porque hacer el amor con Lana una segunda vez bajo el techo de su padre y sin guardar el menor recuerdo era una idea inconcebible y terrible. «Hey…Lana» repitió Pero se dio cuenta de que sus pantalones cubrían aún sus caderas y sus piernas, bien cerrados en su cintura. Así que, si esa prenda no había sido quitada de su cuerpo, ¿significaría que
quizás no ha pasado nada? Pero, ¿por qué Lana dormía a su lado? Insistió en despertarla, aunque sin asustarla demasiado. «Lana…Debes despertarte…» La susodicha volvía, poco a poco, en sí a pesar de su fatiga evidente. Por supuesto, ella se acordaba de haberse quedado dormida al lado de Emma esa noche y su mirada se posó en ella rápidamente. «Miss Nollan…¿Qué hora es?» Y en ese momento en que miró su reloj, Emma se acordó de la llegada de su novia. Su cara de volvió blanca de un segundo al otro. Eran las diez y media, y debía estar en el aeropuerto a las doce. Pero sobre todo, Lana aún estaba en su cama. «Diez y media» respondió saliendo de la cama Se quitó finalmente sus vaqueros, ya que no pensaba quedarse con ellos puestos y los tiró antes
de correr hacia su armario. «Pero tú tienes que ir a ver a mi padre…» «Tu padre tenía una reunión esta mañana… Seguramente salió de casa a las ocho» respondió Lana que se sentaba en el borde de la cama y verificaba su tobillo. Emma no sabía cómo darle la noticia a Lana. Sam no tardaría en aterrizar y ella tenía que ducharse y cambiarse antes de salir. Pero sobre todo, Lana tenía que dejar la habitación. Se giró hacia ella, con la ropa limpia en las manos e intentó «Tengo que irme…» Lana se levantó, apoyándose en su pie izquierdo, que no era el que estaba entablillado. «Me gustaría que habláramos, sé que tu noche tuvo que ser larga, pero desearía hablar sobre lo que pasa, sobre lo que siento por ti» Emma frunció el ceño al escuchar ese tipo de cosas de la boca de Lana. ¿Era una broma
pesada? Ahora se encontraba más confusa que nunca, pero la prioridad en ese momento seguía siendo la misma. «Escucha Lana…no es el momento…Y tú vas a casarte con mi padre, no creo que haya nada más que añadir» Sin una palabra más, se encerró en el cuarto de baño y se precipitó a la ducha. Cogida de sorpresa y con las cosas dichas, Lana no tuvo otra opción que dejar la habitación y volver a la suya. Emma no podría huirla definitivamente y oponerse a mantener una conversación, sobre todo si la rubia se instalaba realmente en la zona, como había dicho durante la primera comida en “familia” *** Emma no tenía tiempo de hablar por la simple y única razón de que Samantha no dejaba de hacerlo, hilando palabra tras palabras como un
molinete. «Entonces yo le he dicho que podría llevarse un chasco, ese contrato yo lo llevaba preparando desde hacía seis meses y no iba a dejar que se llevara a mi cliente. ¿Sabes lo que me respondió?» «No» dijo Emma media ausente «Que si no la dejaba firmar, ya no seríamos amigas. ¡De todas maneras firmé!» continuó Sam «No me gusta cuando me chantajea así. No es mi culpa si Leighton eligió trabajar en la discoteca que le hace la competencia a la de mi padre» Samantha hizo una corta pausa y volvió a hablar comenzando otro tema. «Por cierto, ¿has visto mi nuevo bolso y mis nuevos zapatos? Los compré ayer en la séptima. Aproveché las rebajas, los he conseguido a mitad de precio. Además te he encontrado unos bonitos vaqueros, están en la maleta» Y Emma se preguntaba por qué razón se sentía ella atraída por esta clase de mujeres. El
problema era que más hablaba Sam, más pensaba Emma en Lana y su maldito cerebro se divertía comparándolas. Emma barrió esos pensamientos de su cabeza, borró el menor recuerdo de Lana y lo más mínimo que pudiera hacerla pensar en ella…Con una mano sobre el volante, se tensaba ante la cercanía de la casa de su padre. Ni James ni Lana estaban al corriente de la llegada de Sam. Emma no dudaba de que su padre se iba a alegrar de conocer por fin a su novia, pero Lana…Nada más que de pensarlo, Emma se ponía nerviosa. ¿Por qué? Después de todo, ella no se había buscado lo que había pasado. Además ella no era la que se iba a casar con su padre en pocos días. Lanzó una mirada a las fotos que Sam hacía desfilar en su IPhone y que había sacado en Nueva York. Porque en ese lapsus de tiempo, Sam había cambiado de tema, y le estaba contando su corto viaje de negocios y todas esas excitantes novedades que su promoción le había ofertado. Tres semanas sin verse habían sido un largo
periodo. En cierto sentido, Emma estaba contenta de volver a ver a su novia. «¿Cuándo vas a cambiar de coche?» Emma puso los ojos en blanco ante la recurrente pregunta. «Voy a cambiarlo…» «Siempre me dices lo mismo» contestó Sam «y siempre debo subir a este pequeño coche que ni siquiera es cómodo. Voy a acabar por comprarte uno, lo sabes» «No lo harás» dijo Emma «porque sabes que me molestaré si lo haces» Samantha sonrió y apoyó su mano en su muslo para entablar un poco de contacto. «Sí, pero he encontrado un buen argumento en este tiempo. En un coche más grande podríamos hacer el amor de forma más cómoda» Emma esbozó una ligera sonrisa y le lanzó una ojeada. Sam no era pudorosa ni reservada. Y
cuando el deseo tomaba cuenta de ella, el lugar entonces no importaba mucho. Sintió uno estremecimiento ante la mano un poco larga de Sam. ¿Por qué diablos ese cuerpo reaccionaba tan rápido? La engañaba, traicionaba sus razonamientos hasta hacerla sentir cosas intensas, también con Lana. Acabó por detenerse delante de la mansión y la tensión aumentó considerablemente. «Ya hemos llegado» anunció Sam salió del coche y posó sus ojos maravillados sobre la inmensa casa. «Vaya…no me has mentido…Es super grande» Volvió a colocarse sus gafas de sol sobre la nariz, mientras que Emma descargaba el equipaje. Samantha vio entonces a una mujer aproximarse, morena, cabello mediano, vestida con un traje gris, elegante, pero su expresión seria no le dio buena espina.
«Usted debe ser Samantha» dijo Lana La susodicha esbozó una ligera sonrisa y subió sus gafas hacia su cabeza. «Sí, y usted debe ser la novia» dijo Sam «Encantada de conocerla» En un vistazo, Lana había comprendido lo que Emma había podido encontrar en esa chica de pinta neoyorquina sobre sus altos tacones de alta costura y su bolso de precio desorbitado. Le faltaba poco para estar anoréxica, talla de modelo, más alta que ella por supuesto y una sonrisa de princesa, demasiado amable para el carácter duro de Emma. Ella miró a esta última. «El almuerzo será servido fuera en media hora» Después se dio la vuelta y caminó hacia la casa haciendo resonar sus tacones, dejando a Samantha fría ante ese encuentro. Volvió junto a Emma y la ayudó con la maleta de ruedas. «No es muy amable tu madrastra»
Emma había visto muy bien la mirada glacial y la acogida poco calurosa que Lana le había dedicado a Sam. Cerró el maletero y respondió. «Déjalo» Se colocó el bolso de su novia en el hombro, después cogió la otra maleta y se dirigió hacia la entrada. A penas cruzada la puerta, esta vez fueron recibidas por la sonrisa alegre de James que se acercó sin demora. «Bienvenida a casa de los Nollan» anunció él mirando a Sam «Al fin, la conozco» Samantha recuperó la sonrisa ante la acogida más alegre del padre de Emma. Le estrechó la mano con educación, un poco impresionada. «Buenos días, señor Nollan, estoy contenta de conocerlo» «Llámeme James» rectificó el padre de Emma.
Él la liberó de su maleta y añadió «Deme su equipaje, la ayudaré» Linda se acercó a su vez y saludó a la recién llegada antes de hacerle un guiño cómplice a Emma. Por primera vez, conocían a su novia y podían ponerle cara al nombre «Sam» La ayudaron a llevar el equipaje a la habitación de Emma y James dijo «Os esperamos fuera para comer» Salió de la habitación en compañía de Linda, dejando a solas a las dos mujeres. «Tu padre es más simpático que tu futura madrastra…» Dejó su bolso sobre el escritorio de la espaciosa habitación y sacó algunas cosas de aseo. «A ella no le debe gustar la competencia» Rápidamente Emma frunció el ceño ante ese comentario y miró a su novia, insegura. «¿Qué competencia?»
«Bueno, ¿ya sabes?...Dos mujeres que acostumbran a vestirse de boutique. Porque aunque tiene un carácter de mierda, tu futura madrastra tiene clase, eso se ve. Así que, debe temer que yo le haga sombra bajo su techo» Emma se sintió, súbitamente, como si le quitaran un peso de los hombros al escuchar esa explicación. Pero Sam no se había equivocado al hablar de competencia…Y su culpabilidad permanecía mientras lanzaba rápidas ojeadas a su cama. *** Lana estaba desconcertada. No se esperaba ese encuentro ni la llegada de la novia de Emma que, sin embargo, había sido inminente. Rabiaba interiormente por haberse olvidado de ese detalle, ella que además había animado a Emma para que la invitara. Resultado, ¿cómo haría ahora para ver
a Emma a solas? ¡No podría! Lana sabía lo que era esa viva emoción que la consumía. Celos… Estaba celosa de esa chica más joven, más hermosa, más sonriente, más amable. De pie, en la gran cocina de la mansión, descargaba su ira sobre su salsa vinagreta que llevaba batiendo desde hacía varios minutos. «¿Señora?» dijo Linda Lana salió de sus pensamientos y miró a la gobernanta. «¿Qué?» «Creo que su salsa ya está lista. Debería ir a sentarse, yo me ocupo del resto» Lana intentó recomponerse. ¡Incluso Linda se daba cuenta de que ella no estaba en su estado habitual! Dejó la cocina y salió a la terraza donde la mesa ya estaba puesta, el vino abierto. Se sirvió y se sentó mientras que James estaba más lejos, al borde de la piscina, hablando por teléfono. Ante la sola idea de compartir esa comida con Emma y su
novia, Lana se preguntaba cuánto tiempo, hasta la boda, aguantaría sin perder los nervios. *** Dada la situación y la tensión permanente entre Lana y ella, Emma había decidido alejarse un poco de la casa con Samantha. De esa manera, ellas habían pasado los días siguientes paseando, visitando el pequeño pueblo de Norhfolk, recorriendo sus alrededores y los pintorescos paisajes de la región. Por supuesto, Emma no dejaba de pensar en su noche vivida con Lana, en su separación que nunca debió haber ocurrido. Samantha y ella recobraron el tiempo perdido en esas tres semanas y la acogida fría a Sam por parte de Lana ya había sido olvidada. Durante esos días, Emma no logró deshacerse de su culpabilidad, de sus emociones contradictorias hacia Lana. La boda se acercaba y aún no
comprendía las razones que empujaban a Lana a casarse con su padre. Se acordaba de las palabras dichas al día siguiente de su noche apasionada, de esa conversación que ella había querido tener sobre sus sentimientos. La amargura la consumía pensando en ella, porque nada tenía sentido en esa historia, sobre todo la atracción de Lana hacia ella. *** En la iglesia, todo el mundo había venido a asistir a esa boda entre James Nollan y Lana Queen. Por supuesto, algunos habían notado la flagrante diferencia de edad, pero los tiempos habían cambiado y las costumbres también. James no era el primero en encontrar el amor al lado de una joven llena de vitalidad, y de una belleza innegable. Y todos los invitados se habían preparado para la ceremonia. Las mujeres se
habían puesto sus vestidos más bellos, y la mayoría de ellas ataviadas con sombreros, ya que el sol dominaba en el cielo. Emma se había puesto su uniforme de gala. Pero la más bella de todas, la más destacada fue, por supuesto, la novia en su magnífico vestido de seda blanco, bordado y con perlas de diamantes. Y cuando el sacerdote interpeló a la asistencia pronunciando: «Si alguien de los presentes puede dar una razón válida para oponerse a que estas dos personas se unan bajo los lazos sagrados del matrimonio, que hable ahora o calle para siempre» Un pesado silencio cayó sobre la asistencia. Las personas presentes se dirigían algunas miradas. Sentada en primera fila, en el lugar de la familia cercana, Emma estrechó los dientes y acabó por levantarse. «¡Yo!» A su lado, Samantha la observó con mirada
espantada y la cogió del brazo. «¡Emma!» dijo en voz baja «No hagas eso…» Todas las miradas se habían enfocado en la hija de James Nollan y un gran «oh» de sorpresa se había elevado en un mismo y único respiro. En ese momento, todo el mundo esperaba con impaciencia lo que vendría porque, nunca nadie, como norma general, se atrevía a manifestarse cuando el sacerdote hacía esa acostumbrada y ritual pregunta. James soltó la mano de Lana «Perdóname un momento» dijo mientras caminaba hacia su hija. La cogió suavemente por la muñeca y la llevó hacia una puerta que daba a la sacristía. Se encerraron allí y James depositó sus ojos en su hija. La sorpresa no lo había conmocionado porque él conocía a Emma y su carácter bastante sincero.
«Debes dejar que nos casemos, Emma» «¿Por qué? ¿Crees de verdad que Lana es la mujer de tu vida? ¡Mierda, papá!» Emma no podía aceptar ese matrimonio, esa unión que supuestamente debería durar toda la vida entre Lana y su padre. Por supuesto que pensaba en ella misma y en sus sentimientos, en ella y en su noche con Lana. «Ella y yo tenemos un acuerdo, ya lo teníamos antes de que su padre muriera…» Emma frunció el ceño, desorientada. ¿De qué hablaba su padre? «Es una larga historia, cariño, pero Lana ha aceptado casarse para ayudarme a salvar la Rising Company» La Rising Company era una de las grandes sociedades de su padre. Él la había creado desde abajo con el padre de Lana, Peter Queen. Pero ella no comprendía la relación entre ese matrimonio y la sociedad. Su padre se lo explicó:
«Su hermanastro, Doug, el director general, posee en 35% de las acciones, al igual que Lana después de la muerte de su padre. Yo solo tengo el 30, y Doug quiere vender la sociedad después de haberla disuelto, lo que yo no estoy dispuesto a aceptar. Así que, Lana ha consentido en casarse conmigo para que podamos unir nuestras partes y yo pueda tomar la dirección de la compañía. Podría darte más detalles, pero no tengo tiempo…» Emma se encontraba completamente confusa y desconcertada con esa historia de acciones, partes y empresa. «Pero…Te acuestas con ella» No sabía decir si se trataba de una pregunta o de una afirmación, pero su padre respondió rápidamente «¡Por Dios, no! Dormimos en habitaciones separadas desde que se mudó a casa. ¡Podría ser mi hija!»
Él deslizó una mano por su espalda y retomó «Ven, la ceremonia debe tener lugar…Te lo explicaré todo más tarde si tienes otras preguntas» Emma se dejó llevar por su padre hacia la sala, aún bajo la conmoción causada por toda esa información que había recibido en pocos minutos. Volvió a su asiento, James a su sitio y el sacerdote continuó. Lana aún se preguntaba cómo lograba mantenerse firme ante la asistencia. En un primer momento, la intervención de Emma había hecho que entrara en pánico, antes de que James se la llevase con él. Después vinieron esos minutos interminables de espera donde todas las miradas estaban puestas en ella. Porque para la credibilidad de ese matrimonio, James había tenido que hacer las cosas a lo grande para jugar a la contra de su hermanastro, Doug, con cuya mirada se había cruzado al comienzo de la ceremonia. Con James delante ella, no había
podido evitar mirar por el rabillo del ojo a Emma, sentada en primera fila. Aún se preguntaba gracias a qué milagro había conseguido mantener el secreto. Quizás la ausencia de su hijastra durante los días precedentes la había ayudado a concentrarse en la última voluntad de su padre. A partir de ahora, pronto todo se arreglaría, porque a este matrimonio le sucederían arreglos financieros muy particulares de los que solo James conocía su complejidad. «Sí, quiero» respondió ella al sacerdote. James puso el anillo en su dedo. Gracias a Dios, Lana no era realmente creyente, porque ese matrimonio arreglado en esa iglesia y frente al sacerdote solo vale los millones de dólares que su hermanastro Doug anhelaba desde la muerte de su padre el año anterior. Ella prefería pensar que ese momento era más un homenaje a la memoria de Peter Queen, a su trabajo, a su devoción por su madre y por ella y a su honestidad. Esa unión era una elegante manipulación para proteger a los
Nollan y a ella misma de la avidez sin escrúpulo de Doug. «Yo os declaro unidos por los lazos del matrimonio» Y de la Risig Company, pensó Lana que intentó sonreír cuando James la besó en la mejilla. Porque Lana nunca lo había considerado otra cosa que como su segundo padre después de la muerte de este. James había estado presente, tanto en el entierro como en todo lo demás, y ella sabía muy bien que James aún la consideraba como una segunda hija ante la ausencia permanente de Emma debido a su trabajo en los Marines. Con su mano apretando el brazo de James, dirigió una última mirada hacia Emma antes de dejarse llevar por el pasillo, entre los bancos donde se encontraban los invitados. En el primero, Samantha los siguió con la mirada aplaudiendo como todo el mundo y miró a Emma, pudiendo finalmente hablarle:
«Te creía capaz de todo, pero no de interferir en la boda de tu padre. ¿Qué te ha hecho esa mujer para que la odies tanto?» Emma evitaría responder la verdad para no herir a Samantha. Pero ella permanecía conmocionada por las verdaderas razones que obligaban a su padre a casarse con Lana, o a la inversa. Samantha ajustó su cuello y la miró un momento. «¡Mi padre es demasiado viejo para casarse con ella y tú estabas de acuerdo conmigo el otro día cuando hablamos de ello!» «Sí» respondió Sam poniendo sus manos en su pecho «Pero de ahí a levantarme cuando el cura pregunta si hay alguien que se oponga al matrimonio, hay una gran diferencia…» Emma no dijo nada, prefiriendo no argumentar, ya que también sabía lo que ella sentía sobre esa unión. Sam deslizó su mano bajo su brazo y la siguió al exterior de la iglesia. Todo
el mundo se había aglutinado en la plaza, esperando al vehículo que los llevaría al gran restaurante cerca del lago donde tendría lugar el banquete y la celebración acostumbrada. Ella se colocó su gorra suspirando en silencio. ¿Qué pensar ahora de ese matrimonio? ¿De ese arreglo insospechado preparado por su padre para evitar la venta de esa sociedad? Ellas subieron al coche de Emma en el que el equipaje de Samantha había sido apilado en la parte de atrás. Su novia debía volver a Nueva York después de esos días pasados con ella. Solo había obtenido unas pequeñas vacaciones para esa boda, pero como había sido atrasada, ahora no podía quedarse a la celebración completa. Samantha partiría para el aeropuerto después de la comida. Quizás era mejor así, pensaba Emma. Tendría menos problemas con los que lidiar de una sola vez, menos pensamientos sobre Lana, esa boda y su novia, a la que había engañado descaradamente, a los que hacer frente.
*** El restaurante y la gran terraza habían sido decorados para la ocasión y nada había sido dejado al azar. Para ser un matrimonio de conveniencia, su padre no fingió nada y había pensado en todo. Los bufets de aperitivos habían sido distribuidos y los camareros se encargaban de servir a todo el mundo. Dos barras exteriores llamaban a los aficionados al alcohol y a los sedientos. Como el sol calentaba el ambiente, algunas chaquetas ya habían abandonado las espaldas de algunos invitados. Después cada uno había tomado asiento alrededor de las mesas siguiendo las indicaciones de las pequeñas tarjetas en las que se leían sus nombres. Por supuesto, Emma y Samantha se encontraban con los recién casados, así como Linda y su marido, fieles amigos de la familia desde hacía más de una década. El champán corría abundantemente, así como otras bebidas alcohólicas, pero Emma
prefería de lejos el whisky, más fuerte y más práctico para aguantar esa celebración sin demasiada tensión. Porque, aunque ese matrimonio era una mentira, no lo era que Lana llevaba la alianza en su dedo, símbolo irrefutable de la unión con su padre. La orquesta comenzó a tocar y la pareja de casados fue la primera en ocupar la pista para abrir el baile. Después otras los siguieron y Samantha había tirado de Emma para que le concediera también un baile. Pero James tuvo una muy mala idea y propuso un cambio de parejas. Así que, Emma se tensó más cuando Lana estuvo entre sus brazos. Su corazón se aceleró como había hecho la otra noche y como lo hacía a menudo cuando se encontraba sola con ella. Con sus brazos alrededor del cuello de Emma, Lana había sido cogida de improviso por James. Hacía más de una semana que ella y Emma no se habían dirigido casi la palabra. Con su mirada en la de su pareja de baile, ella intentó
«Estás muy elegante…» Y no pudo evitar añadir «Pero en realidad no pegáis bien juntas, tú y tu novia» Emma esbozó una ligera sonrisa nerviosa ante ese comentario. Estaba intentando dejar sus manos quietas, frenar sus deseos de recorrer el cuerpo de la recién casada. Lana estaba más irresistible que nunca en su vestido blanco. «¿Acaso piensas que tú pegas con mi padre?» Lana desvió la mirada un instante y se cruzó con la de su medio hermano, un poco más lejos, y cuya expresión seria dejaba ver claramente su enfado. Prefirió volver a posarla sobre Emma y respondió «Me acomodo» Emma había lanzado una mirada en dirección a ese hombre que vigilaba a Lana y las miraba fijamente con una expresión de desprecio.
«Lo sé todo» anunció ella a Lana «Sé por qué te has casado con él, esa historia de partes…» Lana hizo una pausa, el tiempo para comprender bien las palabras de su compañera. «¿Lo sabes?» repitió ella «Sí, él me lo explicó después de que quise interrumpir la ceremonia» explicó Emma «Quizás no haya comprendido todo, pero me dijo que esta boda reuniría tus acciones y las suyas para que él pueda tomar las riendas de la sociedad» Lana sintió un profundo alivio apoderarse de ella ante esas palabras. James, que al principio se había negado a que Emma estuviera al corriente, finalmente le había dicho la verdad a su hija. «Hubiera querido decírtelo» retomó Lana «Pero no podía…Los papales serán firmados próximamente y James quería mantener las razones de nuestro matrimonio en el más profundo de los secretos»
Emma lanzó otra mirada al hombre más alejado que no apartaba la vista de ellas. «Comprendo» dijo, medio pensativa «¿Quién es aquel tipo?» Lana giró la cabeza y se cruzó de nuevo con la insistente y vengativa mirada de su hermanastro. No le había dirigido la palabra desde principios de la ceremonia a la que otros miembros de la familia, cercanos o lejanos, habían sido también invitados. Ella se apartó: «Ahora vuelvo…» Emma siguió a Lana con los ojos, sorprendida al verla alejarse tan rápido, tan precipitadamente. De repente un viento frío había soplado sobre ella. Porque en presencia de Lana, su cuerpo tenía tendencia a calentarse. Pero vio al mismo hombre arrastrar a Lana detrás de una puerta y no pudo evitar seguirlos. Al llegar a la puerta, medio abierta, escucho la voz de Lana
«¡Suéltame, Doug!» Emma frunció el ceño y se permitió entrar en la habitación que no era otra cosa sino una pequeña estancia sin ocupar. Cuando vio al tipo abatir su mano sobre la mejilla de Lana, su sangre se revolvió «¡Hey!» gritó Sin pensarlo un segundo más, se precipitó sobre él. Su puño se estrelló violentamente contra el rostro de ese energúmeno que, por el impacto, chocó contra dos mesas, puestas una sobre la otra. Quiso levantarse para defenderse, pero Emma lo cogió por el cuello y lo estrelló contra la pared. «¿Tú quién eres?» preguntó ella sin miramientos Doug había sido cogido de sorpresa por la fuerza de esa mujer en uniforme de Marine. Pero no contaba con dejarse amilanar. «Soy de la familia de la esposa y si no me suelta enseguida, llamo a seguridad»
«Soy yo la seguridad aquí» se enfadó Emma ante ese tipo arrogante «¡Emma!» James acababa de entrar en la sala y corrió deprisa hacia su hija que mantenía al hermanastro de Lana contra la pared. Logró alejarla de él y desvió su mirada hacia Doug. «Le voy a pedir que se vaya» pidió él, más calmado y frio «Ya no es bienvenido en esta boda» Con la mejilla roja, Lana se había quedado estática al ver a Emma entrar y precipitarse sobre su hermanastro. Doug se alejó, pero apunto su dedo hacia Lana «Ya nos veremos en otro momento…¡No os dejaré que me quitéis lo que es mío por derecho!» Salió de la estancia y James se acercó a Lana. «¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo?»
«Tendría que haberle puesto más somníferos en el whisky el día que deje la casa para mudarme contigo» Emma los observaba a los dos, aún bajo la impresión de esa escena entre este tipo y Lana. «Ok, ¿me podríais explicar?» James desvió su mirada hacia su hija que exigía una explicación. Él comprendía su reacción, tanto como que no se había sorprendido al saber que había defendido a Lana. «Ese hombre es el hermanastro de Lana, Doug, del que te hablé antes en la iglesia. Es él quien quiere vender la Company para amasar dinero» Samantha entró en ese mismo instante, no haciendo sino acentuar la irritación profunda de Lana «Hey, ¿todo bien bebé?» Emma lanzó una mirada a su novia que llegaba en mal momento.
«Sí…» respondió «todo bien…Deberías volver a sala, ya voy» Samantha frunció el ceño al constatar la pequeña reunión familiar. «Ok» respondió insegura «Entonces os dejo» Con los brazos cruzados, la mirada más dura, Lana la vio marcharse, furiosa, no por culpa de su hermanastro, sino por el recuerdo de que esa chica rondaba incansablemente alrededor de Emma. Miró a esta y se calmó un poco «Desde la muerte de nuestro padre, Doug solo tiene una idea: obligarme a vender la empresa, pero yo me he negado, por lo que comenzó a amenazarme. Así que James me acogió en vuestra casa» Emma se tomó una corta pausa. Aunque comprendía las razones de ese matrimonio, no podía evitar irritarse. «¿Así que no habéis encontrado nada mejor
sino casaros?» soltó ella Puso sus manos en sus caderas, exasperada y James respondió «Me puse en contacto con nuestros mejores abogados para arreglar el problema, cariño. Peter no había previsto que su hijo forzaría a Lana a vender su parte. El medio más rápido que encontramos para evitar entrar en juicios que habrían durado años era casarnos. Sé que todo esto te parece extraño y te aseguro que yo estaba también desorientado. Pero mañana firmaremos el contrato de no separación de bienes y tendré la mayoría y la voz principal en el Consejo de administración. Así podremos forzar a Doug a vendernos su parte y protegeré tu herencia y la de Lana. La última voluntad que se me otorgó fue la de cuidar de su pequeña» «Tengo 33 años, James» le recordó Lana «Y yo 60» le recordó James con una sonrisa, «para mí, eres una pequeña muchacha»
Emma esbozó una sonrisa nerviosa ante la insistencia de su padre, que bromeaba con Lana. Pero el problema no estaba solucionado, aunque saber que ese matrimonio era de conveniencia la tranquilizaba, pero su noche con Lana seguía existiendo. «Ok» dijo ella, sin saber qué otra cosa decir «Entonces, todo solucionado, tú mantendrás la Company, aunque por mí, no había necesidad de proteger mi herencia casándote con ella» «Por supuesto que sí había necesidad» respondió James «Si en algún momento te dan ganas de tener hijos que a su vez tendrán hijos, mi papel de padre es asegurarme de que a mis descendientes no les falte de nada» «¿Hijos?» repitió ella, dubitativa «Estoy con una mujer, papá y no voy a cambiar de opinión y sacrificarme yo también para mantener la herencia» Lana intervino
«¡Bueno yo sí cuento con tenerlos y esa herencia es importante!» Emma frunció el ceño y se tensó rápidamente «¿Acaso también está previsto que tengáis niños?» Lana se tensó «¡No digas tonterías! ¡Cuando todo esté arreglado, nos divorciaremos!» Esa respuesta no hizo sino irritar a Emma más. «¡Puedes hacer lo que quieras con quien quieras para tener niños! ¡No quiero saberlo!» James sonrió al verlas discutir «Si hubiera sabido que os ibais a llevar tan bien, os hubiera casado a las dos, el resultado hubiera sido el mismo» Las mejillas de Lana enrojecieron ante ese comentario.
«¡Tu hija me detesta James!» Pero el comentario de su padre la había desestabilizado por completo. Emma se había quedado sin nada que decir, cogida de sorpresa. ¿Debía seguir culpándose de su noche con Lana si ese matrimonio no era realmente tal? «¿Por qué dices eso, papá? ¿Estás loco?» James recorrió la estancia con la mirada y encontró un pequeño bar al que se dirigió para servirse una copa. «Oh, quizás no sea tan joven, pero no es a un viejo diablo como yo a quien se la vais a pegar. He visto cómo os miráis. Me recordaba a tu madre y a mí, cariño» Esta vez, Emma se encontró muy incómoda delante de Lana. ¿Su padre se había vuelto loco? ¿Qué sabía él? ¿Por qué decía esas cosas? Pero él continuó a pesar de su expresión desamparada. «Al comienzo, tu madre me acusaba de cualquier cosa y yo la detestaba porque cada vez
que nos cruzábamos, siempre se las ingeniaba para hacerme un comentario mal intencionado» Incómoda, Lana intervino «No he sido tan mal intencionada con Emma. ¡Fue ella la que se comportó de una forma odiosa cuando nos encontramos!» James sonrió ante la tentativa de defensa por parte de Lana que no negaba una posible relación con su hija. Lanzó una mirada sobre esta, a la que veía tan turbada que había perdido su réplica. «Oh, ¿sabes Lana? Tu madre era igual con Peter, y creo que es por eso que mi mujer y ella se entendían tan bien. Debían tramar juntas nuevos ataques contra nosotros porque Peter tardó tanto como yo en pedirle matrimonio» «¡Stop!» intervino esta vez Emma cuya presión ya era demasiado fuerte «Vamos a dejar los viajes al pasado y las comparaciones, porque…¡porque nada es igual y Lana no tiene
nada que ver con mamá o con su madre, o con quién sea!» James bebió algunos buches de whisky y dejó su copa. «Eres tan testaruda como lo era ella» dijo él «Ahora, os dejo, mi fiesta de matrimonio me espera y pretendo disfrutar de ella antes de divorciarme» Se rio solo y se dirigió hasta la salida para dejar la estancia y a las dos jóvenes solas. Sabía que ellas necesitaban hablar, reencontrarse… Pero Emma permanecía muda, bajo el shock de las palabras de su padre, que casi la había lanzado a los brazos de Lana. «¿Y tú?» lanzó ella llamándola la atención de la otra «¿No dices nada? ¿No te importa nada de lo que ha dicho?» Lana también se había quedado sin voz y acusó «¿Qué querías que dijera? ¡Es tu padre, te
recuerdo!» «¡Con quien te acabas de casar! Al menos podrías haber fingido que…¡nada!» «Te recuerdo que nunca ha pasado nada entre él y yo…¡Lo único que he hecho en esa casa es cocinar!» Emma mantenía una expresión gruñona y descontenta. Lana seguía sin querer comprender. Y esta no la ayudaba llevando su vestido de novia. Ella solo tenía un deseo: quitárselo para deslizar sus labios por todo su cuerpo. Cogió la botella que su padre había sacado y bebió un buche a morro. «Mi padre se ha vuelto loco…o casi» Lana intentó calmarse un poco ya que Emma finalmente dejaba de acusarla. Se sentó en el único sofá de la estancia. «Sí, y te puedes figurar, Miss Nollan, que no era así cómo veía mi primer matrimonio» «No tenías que casarte»
«¡Lo he hecho por nuestro bienestar!» se defendió Lana Emma se giró hacia ella, pero su espada de ceremonia chocó contra la barra. Con gestos bruscos y enredándose un poco, se desabrochó el cinturón, se lo quitó y lo apoyó sobre el mostrador. «Entonces, debería agradecértelo, supongo» replicó «¡Absolutamente!» replicó Lana con una expresión de convencimiento y seguridad total. Emma rabió más. Bebió otro buche de whisky rumiando. «Y sobre todo no me agradezcas haberte defendido del otro loco» Lana le dirigió una mirada de acusación, después la desvió dejando ver su mejilla hinchada a causa de la humillante bofetada de su hermanastro. «Gracias»
Emma se quedó observándola un momento y lo aprovechó para contemplarla en su hermoso vestido de novia. Se acercó lentamente y se dejó caer en el sofá al lado de ella, con la botella calada entre sus muslos. «De nada, fue un placer» Lana la había seguido con la mirada, al menos por el rabillo del ojo. Y preguntó lo que lleva tiempo pensando. «¿Cuándo se va tu novia?» Con todo eso, Emma se había olvidado de Sam. Apenas estaba sorprendida, porque no era la primera vez que sus pensamientos la excluían. «Pronto, al acabar la comida» Bebió otro poco del alcohol, seguramente para ayudarse a asimilar la rocambolesca situación en la que se encontraba. «Y voy a dejarla» confesó al final Lana se pellizcó los labios para disimular su
ligera sonrisa de satisfacción. Acabó por mirar hacia Emma, a su lado, mientras un silencio familiar cayó en la estancia. Emma miró la botella que aún mantenía entre sus muslos. El silencio la ayudaba a reflexionar y aplacaba un poco la tensión sentida en esos últimos días. Quizás el anuncio de ese matrimonio de conveniencia la había aliviado. «¿Sabes?...Creo que desde que he llegado y te he vuelto a ver, me he vuelto alcohólica…» Lana no pudo evitar echarse a reír ante ese anuncio tan solemne. Estiró el brazo para quitarle la botella de las manos y la miró «Puedo remediarlo si quieres» De nuevo venía ese calor, pensó Emma. Esta sentía la mirada de Lana posada en ella y solo esa idea despertaba un deseo jamás apagado. Solamente guardado en su interior a la espera de una nueva ocasión. Giró la cabeza hacia su lado y fijó sus ojos sobre el hermoso rostro de la mujer
de un carácter del demonio. «¿Vas a emborracharme con palabras?» También era eso lo que Lana encontraba atractivo de Emma. Su humor corrosivo, sus pequeñas acusaciones a pesar de la brillante mirada que en ese momento constataba. Se giró un poco más hacia ella, sus ojos deslizándose por el uniforme de oficial de Emma, midiendo su postura un poco hombruna. «Más bien voy a obligarte a besarme» Emma escuchó cómo su corazón golpeaba violentamente en su pecho respondiendo a ese repentino encargo. Evidentemente, su cuerpo estaba de acuerdo y aprobaba completamente la petición de Madame. Entrecerró los ojos y fingió dudar. «Malvada» comentó Pero al segundo siguiente, sus labios se unieron a los suyos en un beso, en un principio tierno, después más profundo. Finalmente, le
estaba robando el sitio a su padre y besaba a la esposa. Disfrutaba de su hermoso vestido blanco con su provocativo escote, en tanto que su mano subía lentamente por su muslo. Lana prolongó ese contacto, disfrutando del sabor reencontrado de los labios de Emma. ¿Qué era mejor que el hecho de que su padre hubiera levantado el velo de la verdadera historia detrás de la boda? Un matrimonio sin el cual Emma nunca habría vuelto a Northfolk y sin el cual ella no la habría vuelto a ver… Fin
Este libro es una traducción de una novela redactada en francés et auto publicada en la página STEDITIONS.COM Como todas las obras auto publicadas, no es perfecta y pedimos disculpas por ello de antemano. Si se encuentra con algún error, estaríamos muy agradecidos si nos lo hiciera saber poniéndose en contacto con
[email protected] Gracias igualmente por dejarnos un rápido comentario para conocer su opinión, su interés, a fin de tenerlo en cuenta en futuras traducciones de otras novelas o relatos entre mujeres. Hasta pronto. Kyrian et Jamie.