Despues de Nosotros

November 9, 2017 | Author: TODOESTARELACIONADO.WORDPRESS.COM | Category: Comet, Earth, Sun, Asteroid, Planets
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DESPUÉS DE NOSOTROS PJ RUIZ

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A la estrella que me guía. 3

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PRÓLOGO Entre todos los lectores potenciales de este libro, queremos destacar tres tipos: 1.- Aquellos que buscan una aproximación científica al misterio de las grandes extinciones y al de la aparición y adaptación de la vida (especialmente la humana) en este planeta, desde un punto de vista objetivo: bienvenidos. En la primera parte de esta obra encontraréis datos, estadísticas, simulaciones y teorías que serán explicadas tan rigurosa como críticamente. En la segunda, hallaréis una puerta abierta que requerirá un esfuerzo de imaginación, pero que permite mirar al horizonte desde una perspectiva singular y a la que, posiblemente, nunca os hayáis enfrentado. Si os parece interesante, nos alegraremos. Si por el contrario no estáis de acuerdo con lo que se propone, estupendo, pero preguntaos por qué. Solo así alguien podrá desvelar consensuadamente de una vez el enigma de nuestra aparición en el gran juego. 2.- Los que buscan el mismo objetivo pero acercándose más a aspectos para-científicos y que gustan de hacer volar la imaginación, aún a costa de transgredir las férreas normas con que están envueltas las disciplinas de la ciencia: bienvenidos. En la primera parte hallaréis datos reales que os ayudarán a establecer vuestras nuevas ideas de un modo sólido. En la segunda es probable que en la excitación de vuestro vuelo lleguéis aún más allá de donde nosotros nos hemos aventurado, pero no olvidéis mantener siempre un punto de vista documentado sobre una base sólida. Sed críticos. 3.- Los lectores casuales que no saben muy bien de qué va esto pero que están dispuestos a enterarse para formar opinión u olvidarlo: bienvenidos, y tened en cuenta que hay pocas preguntas más trascendentes que “quiénes somos” y “de dónde venimos”. Gracias a todos por invertir una parte de tiempo en estas letras reunidas. Lo que en esta obra pretendemos es dar un punto de vista que pueda explicar el desarrollo de la Tierra, de la vida en nuestro planeta y el del ser humano en particular. No nos ha sido fácil recapitular toda la información que vais a hacer vuestra, ni establecer una cronología moderna y actualizada que englobe, no solo lo que científicamente está reconocido y contrastado, sino también lo que la ciencia se niega en ocasiones a reconocer y contrastar. Podría parecer contradictorio unir en un mismo texto ciencia y para-ciencia, pero sin embargo, hemos hallado en este hecho herético un inusitado placer, dado que nos ha permitido tener un punto de vista amplio, donde la documentación y rigurosidad empírica se complementan con los legados más antiguos para despejar grandes dudas respecto a cuestiones para las que no va a ser posible hallar respuesta

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siguiendo los cauces habituales. Aunque parezca un contrasentido, estamos seguros de que nunca sabremos cómo ocurrieron los misteriosos primeros estadios de la vida si solo nos ceñimos a lo que se puede estudiar en un laboratorio. Para certificar nuestro pasado precisamos la misma capacidad de visión que tuvo Schlieman cuando apostó por la existencia de Troya, mientras el mundo académico se reía a pierna suelta de aquel loco que dilapidaba su fortuna en un lugar perdido de Turquía. Hoy día, ese enclave, que una vez controló el paso de los Dardanelos, es uno de los puntos donde, además de una ciudad hasta entonces considerada mítica, se desenterró algo que pesa como una losa sobre nuestra posibilidad de mirar al pasado con eficacia: el exceso de rigor y la extraña sensación de que no está permitido cambiar los postulados que ya están establecidos. Cualquier intento, cualquier demostración, teoría o escrito destinado a ello cae, inevitablemente, en el descrédito absoluto. Eso es un error de gran calibre que está provocando un continuo distanciamiento entre lo que se ve y lo que oficialmente se reconoce. Los últimos descubrimientos en multitud de campos comienzan a despejar un pasado singular, sinuoso, casi prohibido, donde la realidad se funde con el misticismo al que tan poco dado es el número. Los postulados institucionalizados y protegidos durante décadas están a punto de caer de manera tan estrepitosa como en su momento lo hizo el geocentrismo, despejando el campo para la llegada de ideas revolucionarias que, pese a los intentos de desacreditación continuos desde el ámbito conservador, explican con más solidez, lógica y efectividad que cualquiera de los dogmas cimentados lo que en verdad aquí ha pasado. Hace unos años, a cualquiera que se le hubiese sugerido la existencia de universos paralelos le hubiese sonado a cuentos de brujas. Sin embargo, hoy comienza todo a fundamentarse en la física cuántica, que implica estos espacios casi incomprensibles. No es para-ciencia: es, sencillamente, nueva ciencia, global y evolucionada, desarrollada por científicos jóvenes y pujantes, capaces de desprenderse del dogmatismo impuesto desde la vieja guardia en busca de lo que, aunque no está visible, se siente y nos envuelve. Una ciencia que se desarrolla con números y con ideas. ¿Qué pasaría si, de repente, el curso de nuestra historia reconocida no fuese más que la punta de un inmenso iceberg que se gestó en tiempos donde se supone que el homo sápiens aún no había iniciado su camino por la Tierra? ¿Es posible que la hasta ahora infranqueable barrera de los 7.000 años hacia el pasado, defendida a capa y espada como el límite tras el cual no había civilización, no sea más que una densa capa de humo que oculta un origen singularmente turbio? ¿Hay indicios reales de sociedades avanzadas más allá de ese momento? Responderemos a estas preguntas más adelante, pero para ello vamos a sentar las bases de un modo sólido y documentado, empezando por el principio fundamental de explicar, no solo cómo llegamos al estado actual, sino el modo en que surge nuestro planeta, la aparición de la vida, cómo evoluciona, sus cambios, y

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el terrible devenir de los acontecimientos catastróficos que modelaron lo que hoy llamamos Tierra, así como la poderosa maquinaria que conforma su esquema natural. Será un camino lleno de sorpresas. Para ello vamos a basarnos profundamente en la ciencia, contrastando los nuevos descubrimientos y enfocándolos hacia un marco global que permita poner ante nuestros ojos el flujo de las eras. También vamos a hacer, especialmente en el apartado dedicado a nuestra evolución como especie avanzada, una intensa y profunda lectura de textos antiquísimos que forman parte del legado del hombre desde los albores de su tiempo, fijando un estudio que nos permita establecer conclusiones razonadas e inesperadas sobre nosotros mismos. Sabemos que hay cosas que son demostrables, las cuales fundamentan el principio científico elemental. Se pueden llevar al laboratorio, diseccionar, aislar, tamizar, triturar... Sin embargo, hay otras que se pretenden indemostrables, por lo que se las aparta de la disciplina académica. Pero pese a todo existen, siendo ese hecho la demostración palpable de que hay algo que enturbia el frío método. Nos referimos a los misteriosos “objetos fuera de su tiempo”, que también analizaremos, a fin de determinar qué son exactamente y qué quieren decirnos. ¡Porque nadie puede negar que están ahí! Ni siquiera el rigor con que ha sido confeccionado el calendario de la historia se mantiene impasible ante estos pequeños cataclismos culturales, para los que la única explicación que se nos da resulta siempre excesivamente “gaseosa”. Nosotros vamos a afrontarlos como lo que son: testigos de algo que hay que discernir. Para ello hemos apartado convenientemente el polvo de la paja, dejándoles abierta la posibilidad de conocer hallazgos tan espectaculares como autentificados, y que llevan las cosas a un punto que para muchos supone un callejón sin salida, pero que a nosotros se nos antoja el comienzo de algo fantástico, algo que está tras una gruesa cortina que hay que descorrer. Decir que lo que no vemos no existe es una muestra de nuestra indiscutible pequeñez. Con ese razonamiento no sería entendible que cada vez se hagan mayores y más profundos descubrimientos en todos los campos, por lo que la formulación correcta debería ser que lo que no vemos, sin embargo, podría existir, y de ese modo no estaríamos totalmente fuera de juego cuando aparece lo que no encaja en el esquema establecido. Por desgracia, lo que tocamos de fondo en este libro entronca directísimamente con cuestiones de fe, tanto religiosas como científicas, y sabemos que, precisamente en ese terreno, es donde están los campos de batalla entre ciencia, razón, religión y lógica. Es esa gruesa cortina la que separa lo que está permitido y lo que no, lo que se puede descubrir, desvelar, estudiar, de lo que es tabú, de cosas de las que, según muchos, no se debería ni tan siquiera hablar. Lo único que decimos a ese sector inmovilista es que, puestos a polemizar, ¡seamos herejes, tanto científicos como religiosos! No en vano estamos en una época con un terrible gusto por vivir al límite.

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Se podría pensar que el resultado final carecerá de academicismo y validez, sin embargo pudiera ser que la propia academia, envuelta en el antropocentrismo más inconveniente, se hubiese visto inmersa en un periodo de crisis debido a las tensiones existentes entre lo que está establecido y lo que realmente se ve, y que en muchos casos amenaza seriamente con derribar buena parte de las bases sobre las que se sustentan algunas disciplinas. A mediados del siglo XIX se pensaba que los fósiles eran pruebas de fe enterradas por Dios para medir nuestra fidelidad, o que el recién inventado tren era un logro inútil, dado que no podría alcanzar nunca los 40 Km/h, ya que en sus vagones se produciría un vacío que mataría a los ocupantes. Lo curioso es que este hecho además fue demostrado científicamente. Son dos meros ejemplos que prueban que hemos de estar preparados para dar un repentino giro a las ideas. No hemos pretendido en ningún momento “alucinar”, fenómeno al que es dada la literatura pseudo-científica, ni consideramos como tal este libro. No obstante, sabemos que algunas de las teorías aquí expuestas serán controvertidas para algunos puntos de vista, y no nos importa. Lo único que pedimos es que esa controversia venga acompañada por argumentos y demostraciones si es posible, porque nosotros sí estamos dispuestos a cambiar de criterio si se nos convence de que estamos equivocados. En cualquier caso, si el resultado final de este libro es que alguien conozca y se forme una opinión sobre los temas trascendentes que en él se abordan, daremos por cumplido su objetivo. Vamos a dividir los contenidos en dos partes claramente diferenciadas: Un primer bloque en el que analizaremos con gran detalle las diferentes fases de desarrollo de la vida desde sus orígenes, haciendo especial hincapié en las consecuencias de los fenómenos de extinción detectados hasta la fecha y sus posibles causas. Un segundo bloque en el que analizaremos la aparición del ser humano en la Tierra atendiendo a criterios que nos alejarán mucho más allá de lo histórico y paleoantropológicamente establecido, teniendo en cuenta los últimos descubrimientos y pruebas. No podemos pasar por alto las implicaciones religiosas que ello conlleva, a pesar de que pueda suponer un gran muro para muchos de ustedes. Les sugerimos que descarguen sus mentes, lean, y saquen sus conclusiones, a la vez que aclaramos que siempre hemos intentado manifestar nuestras ideas con sumo respeto y sin ánimo alguno de ofender a nadie.

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INTRODUCCIÓN: Sabed que hace millones de años se produjo un acontecimiento extraordinario. Su acción dio lugar a la serie de sucesos más sensacionales que se han dado para el desarrollo de la vida en la Tierra, creando las bases sobre las que se asentaría la mayor explosión biológica de que tenemos constancia a lo largo de los tiempos. Muy poco sabemos de lo que había antes de ese momento, porque todo rastro ha quedado borrado, pero sí que es a partir de ese instante cuando el medio ambiente inicia su lenta transformación, hasta llegar al estado en que lo vivimos en la actualidad. Ese acontecimiento es la repentina aparición de la vida en los océanos, que hasta llegar a nuestros días con la forma y diversidad que bien conocemos, ha tenido que discurrir por un entramado de peligros que son poco conocidos, pero que nos conmueven y maravillan porque forman parte del pasado de todos. A veces, a medida que avanzamos en el conocimiento científico, vamos encontrando los restos dispersos de cataclismos con una magnitud que no podemos más que imaginar matemáticamente, pues sobrepasan en mucho la capacidad de entendimiento que nos ha sido dada. Estos vestigios espectaculares conforman el tejido geohistórico de un mundo, la Tierra, que ha sido capaz de arropar y dar cobijo a las especies cuando los momentos de caos eran notorios, prolongando largamente la vida hasta la actualidad pese a extensos periodos de oscuridad y frío. Sirviendo como ejemplo, hay constancia de una enorme sima marina que podrían ser los restos de un cráter de impacto en las actuales aguas del Índico, y que en su origen pudo llegar a tener más de 3.000 Km de diámetro, perfectamente visible en la imagen computerizada de la Tierra hecha por Michael Hanzenhofer para la E.S.A. a raíz de los datos obtenidos por los satélites E.R.S.-1 y 2 (fig.1). En esta imagen se puede observar el verdadero aspecto de nuestro planeta, mutilado en buena parte por debajo del ecuador, y nada parecido a la hermosa bola azul tachonada de nubes que tanto nos han enseñado. Este enorme agujero, que en la imagen aparece en azul al tratarse del punto de nivel más profundo del globo, solo pudo ser provocado por un cuerpo celeste de grandes proporciones, dada la importancia de los daños causados a la propia geometría de nuestro mundo, que como puede verse quedó totalmente deformado. Su efecto en el tiempo es aún mayor, ya que forzosamente marca una evidencia, junto a otros conocidos aniquiladores como el cráter Chicxulub, presunto asesino de los dinosaurios, de que en el remoto pasado los acontecimientos catastróficos han sido recurrentes y decisivos para todo proceso biológico que podamos imaginar, siendo capaces de poner casi a cero el reloj de la vida. Y sin embargo, pese a la energía liberada, algo pudo sobrevivir a su acción. Es así como nos damos cuenta de que cuando observamos la imagen estamos viendo

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el escenario de una sinfonía de devastación, que debió marcar el desarrollo de la diversidad tal como la conocemos. Aunque pudiera haber habido otros impactos anteriores, incluso mayores, todos habrían sido borrados de la faz de la Tierra por los caracteres erosivos del planeta, de modo tal que para descubrir el que mostramos en la imagen se ha tenido que recurrir a la cartografía por radar más eficaz que el hombre ha creado, capaz de sondear los fondos marinos y mostrarnos esta foto decisiva. ¿Por qué ha aparecido? Porque es el más reciente de todos los macroimpactos, ya que solo tiene la friolera de 250M de años. Importante es aclarar que cuando la miramos no estamos viendo un cráter, sino la inmensa depresión que provocó en la cuenca oceánica. Un foso de tamaño tan descomunal tuvo que perforar la corteza y liberar cantidades enormes de material fundido del manto, provocando una zona de desastre tan caótica que posiblemente nunca encontraremos rastro de algo parecido a anillos, megabrechas o cuarzo compactado, claros indicadores que aparecen en otros escenarios de colisión, dado que todo el grueso de la masa fue literalmente remodelado. A eso hemos de sumar la anteriormente mencionada erosión y los cambios tectónicos, que han contribuido a borrar las pistas del desastre, con lo cual lo que vemos es lo que hay. Esto no es poco, sino más bien muchísimo. Vamos a mostrar de manera clara la sucesión de hechos magníficos que han acompañado al desarrollo de la vida que conocemos, que culminan con momentos de gran apoteosis y acaban con extinciones tan súbitas y masivas como la muy conocida del cretácico-terciario, en la que perecieron todos los seres de más de 25 Kg de peso, entre los que estaban los dinosaurios. También vamos a descubrir extinciones insospechadas que se nos aproximan terriblemente en el tiempo, y que por causas singularmente extrañas han pasado desapercibidas a la ciencia. Para ello vamos a efectuar un estudio cronológico denso que nos llevará por los momentos y acontecimientos singulares que conformaron estos hechos, ateniéndonos a un método crítico y riguroso, en el que no vamos a perder de vista la frialdad del cálculo científico puro ni la visión deductiva necesaria para imaginar algo como lo que vamos a contar, por lo que llegaremos a conclusiones y propuestas que el empirismo tradicional en ocasiones no contempla, pero que mostraremos como el fruto de una lógica que debe presidir un proceso que no vamos a poder llevar posiblemente nunca al laboratorio. Cuando las pruebas han desaparecido no debemos tender a inventarlas, sino a deducirlas. De otro modo, ignorando la lógica deductiva por falta de hechos que corroboren lo que claramente estamos viendo, o forzando los razonamientos hasta derivar por un camino anómalo, lo que hacemos es obstaculizar y falsear el escasísimo legado que nos ha quedado de los tiempos remotos, y ese es un patrimonio humano de tan enorme trascendencia que no hay que impedir su enriquecimiento solo porque lo que encontramos en los estratos sedimentarios de todo el mundo no encaje con los postulados establecidos. Algo va mal cuando lo que ocultamos y eliminamos de las vías de investigación es más importante que lo que se

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reconoce. En lugar de eso, hemos de incorporarlo y cambiar de punto de vista hacia uno más avanzado y móvil, que explique mejor las cosas. Es curioso ver como la arqueología tradicional se estanca en la frontera de los 7.000 años, cuando surgen las primeras civilizaciones. A veces, llegan a puntos donde la respuesta es muy obvia para los enigmas que se plantean, pero cuesta tanto admitirla que se opta por envolverse la manta a la cabeza y arrojarse a defender teorías que empiezan a sonar cansinas y triviales. No es el modo en que podamos llegar a conocernos como raza. Prepárate, amigo lector, porque vas a viajar con tu mente sobre acontecimientos extraordinarios que hablan, ni más ni menos, que de nuestros orígenes.

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PRIMERA PARTE TIERRA Y VIDA

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CAPÍTULO I.

LOS INICIOS Y LA MECÁNICA DE IMPACTO. Todo tiene un principio, unas veces sencillo y otras no tanto. El de la Tierra está entre los muy difíciles, ya que desde antiguo se vio sometida a la violencia natural más extrema. Vamos a empezar nuestro recorrido en un mundo de características muy diferentes al que conocemos ahora, situado en una zona astronómicamente similar a la actual, pero con cambios sustanciales. En un primer momento estamos 4.600M de años por detrás del tiempo que nos toca vivir. Desde una posición perpendicular al plano de la eclíptica, la hipotética superficie sobre la que los planetas fueron formados y se trasladan, vemos el Sistema Solar interior, es decir, la zona donde se sitúan los actuales Mercurio, Venus, Tierra y Marte, pero algo no concuerda con la imagen actual. En el lugar que deberían ocupar esos 4 planetas hay muchos más, moviéndose en órbitas muy cercanas entre sí, hasta completar un número total de 21. Estos son los protoplanetas iniciales, a partir de los cuales, mediante inmensas colisiones, se van a ir remodelando los más grandes, aquellos que perdurarán en épocas venideras. Eiichiro Kokubo, de la Universidad de Tokio, ha calculado mediante superordenadores este número como el mínimo necesario para llegar al número final actual de 4, mediante el reparto de masas fruto de las colisiones entre ellos, sin embargo aclara que pudieron ser en un principio muchos más. Estos cuerpos debieron estar girando por un periodo de unos 10M de años hasta que sus órbitas comenzaron a volverse gravitacionalmente inestables, e iniciaron una serie de espectaculares encuentros en el vacío en los que la masa resultante era la suma de ambos oponentes, que se entregaban a una danza del fuego de la que no nos queda más constancia que los resultados. De este modo, y en base a lo apuntado, el profesor Kokubo ha llegado a la conclusión de que para consolidarse Mercurio hubieron de fusionarse 2 protoplanetas, para Venus 8, la Tierra se habría formado con 10, y el pequeño Marte sería uno de los protoplanetas originales que nunca llegó a colisionar, lo cual explica su tamaño anormalmente reducido. Esto le confiere además extraordinarias características para el desarrollo temprano de la vida, lo cual, como veremos, fue determinante para nosotros en lo que entonces era un futuro lejanísimo. De los cuatro planetas interiores, la Tierra es el mas grande y denso, y por tanto el más capacitado para retener una atmósfera abundante, capaz de alojar un rico ecosistema con océanos extensos y profundos, pero Venus no estaría muy a la zaga de no ser por sus condiciones climáticas excesivamente tórridas, fruto de un galopante efecto invernadero. Marte, actualmente desolado, estaba también situado en una zona de óptimo desarrollo para la vida.

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El astrónomo planetario Tom Van Flandern postula la existencia de una primera fase del sistema solar, justo después de los primeros procesos de fisión planetaria, dominada por la presencia de 12 planetas (fig.2). En esta propuesta Mercurio sería una luna de Venus. Después estaría nuestro planeta, aún sin la Luna, y justo más allá, en la actual órbita marciana, el planeta “K”, seguido muy de cerca por el planeta “V”, orbitado por Marte. Después estarían Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, este último orbitado por Plutón y Caronte. Las evidencias de dos cinturones de asteroides más allá de este gigante gaseoso permiten conjeturar la antigua presencia de “T” y “X”, y también hay indicios de haber existido “A” y “B”, otros dos gigantes de gas justo en el actual límite del sistema. Cuando estos cuerpos enormes dejaron de existir, la Tierra ya sufría encuentros cósmicos de todas las magnitudes. Pero ¿cómo es la mecánica de impacto que rige estos acontecimientos insólitos? La única constancia que tenemos de la violencia de un evento de este tipo contra nuestro planeta son las cicatrices que dejan, los asteroides y cometas, tanto a nivel físico como protohistórico. Tenemos en la superficie más de 170 cráteres, pero hay dos hechos que debemos tener en cuenta: primero que el carácter erosivo de nuestra biosfera se las apaña muy bien para borrarlos, y segundo que la mayoría, en buena lógica, o están bajo los océanos o son tan enormes que solo son visibles y localizables desde el espacio. Además, hemos de contar con el hecho de que impactos especialmente grandes actúan como borradores eficientes de todo lo anterior, debido a su vasto poder de remodelación. Baste saber el dato de que tendríamos que tener unas 25 veces más cráteres que la Luna, y de sobras conocemos el aspecto que presenta nuestro satélite. También tenemos que deducir de la cuenta el grueso de cuerpos de menos de 3 m que son desintegrados en su evento de entrada atmosférica. De las otras cicatrices, las protohistóricas, que dejaron huella en el orden natural, nos hablan los impresionantes cuadros de extinciones masivas que a lo largo de los tiempos se han producido, algunas de las cuales tienen, como veremos a lo largo de este libro, un claro origen meteórico. De todo el material precipitable desde el vacío contra nuestro planeta, los asteroides y los cometas son los más frecuentes y conocidos, presentando características muy diferentes, y son de los que nos vamos a ocupar a continuación. Sin embargo, hemos de tener en cuenta la posibilidad más rara en lo que a eventos de impacto se refiere, que es a su vez la más terrible: el encuentro entre planetas, como los que acontecieron en los lejanos tiempos del sistema solar.

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ASTEROIDES Aunque el descubrimiento de dos nuevos cinturones de escombros más allá de Neptuno y Plutón tiende a revolucionar la imagen que tenemos del Sistema Solar, la inmensa mayoría de los asteroides (Fig.3) que conocemos residen en el cinturón al que dan nombre, que rodea al Sol en una órbita que los sitúa entre Marte y Júpiter. Hay varias teorías sobre el origen de este anillo de rocas primitivas, pero la más extendida es que formaron parte de un planeta que estalló, aunque no hay que despreciar aquella que cuenta que realmente son restos que no llegaron a unirse para formarlo, con lo cual ya partimos de un principio bastante contrapuesto y que deja una amplia orquilla a la interpretación. El hallazgo del impresionante cinturón de Kuíper, situado en la zona mas allá de Neptuno y que engloba la órbita de Plutón, muestra también peculiaridades importantes. En primer lugar, los cuerpos que hasta la fecha se han detectado son inmensos, y en su conjunto superan el diámetro de 9.000 Km (nuestro planeta tiene 12.000) con solo 26 localizados. Presentan claros indicios de estar unidos orbitalmente en dos grupos que delatan orígenes distintos. En el primero están, entre otros, 1993SC, 1993SB, 1993RO y el mismo Plutón, con órbitas excéntricas y resonancia 3:2 con Neptuno. El segundo grupo, entre los cuales están 1992QB1 y 1993FW, gira más alejado y menos excéntrico. Van Flandern sostiene que los componentes de estos agrupamientos formaban parte de los planetas “T” y “X”, y que es muy probable que la densidad de rocas de pequeño tamaño presentes en la zona, indetectables desde le Tierra, sea elevada. De todos modos, y sea como sea, la consecuencia de algún tipo de anomalía planetaria fueron los cinturones de asteroides, y por ello vamos a centrarnos en estos considerados ladrillos del sistema solar. Los asteroides suelen ser muy densos, de composición férrica, por lo que su masa está en torno a 8 TM por metro cúbico. Los tamaños varían en gran proporción, yendo desde algunos metros hasta decenas de kilómetros, por lo que en ocasiones nos hallamos ante auténticas moles, capaces de desencadenar un desastre en cualquier momento caso de precipitarse contra nosotros, si bien tienen la ventaja de que son previsibles una vez establecida su órbita, ya que son poco erráticos, aunque la gravedad de los planetas y sus propias interacciones los hacen fluctuar en ocasiones. Lo que se deduce de esto es que su estudio y catalogación es una tarea primordial que atañe directamente a nuestra seguridad como civilización, motivo por el que se están invirtiendo grandes recursos en ello. Hay tres grandes grupos para clasificar estos cuerpos: A.- Los del tipo Amor que viajan en una órbita que no se cruza con la terrestre, con lo que no suponen un peligro inmediato. B.- Los del tipo Apolo, que sí cruzan la órbita de la Tierra, llegando a un afelio, o distancia máxima al Sol, mayor que la de ésta.

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C.- Los del tipo Atenea, que lo hacen llegando a un perihelio, o distancia mínima al Sol, menor que el nuestro. Los de tipo B y C son muy peligrosos y capaces de producir un encuentro de resultado incierto. No cabe duda de que han sometido a nuestro planeta a periodos de intensos bombardeos a lo largo de las eras y, lo que es peor, que lo seguirán haciendo. Sus velocidades de acercamiento cuando se nos precipitan están en torno a los 11 Km/seg, por lo que resulta fácil imaginar que la gravedad de los daños, en función del tamaño del cuerpo agresor, puede llegar a ser muy elevada, suficiente para desatar trastornos climáticos generalizados capaces de cambiar el equilibrio natural del planeta. Por tanto hay que prestar mucha atención a sus evoluciones. COMETAS Los cometas, cuya existencia como cuerpos sólidos fue establecida en 1577 por Tycho Brahe, proceden de una extraña zona deducida más allá de Plutón, conocida como nube de Oort, nombre debido a su descubridor, Jan Oort, que postuló su existencia en 1950 mediante la observación detenida de 19 cometas. Sería una inmensa zona esférica que se alejaría hasta los 3 años/luz, es decir, el límite de atracción solar, conservando sus cuerpos integrantes, restos de la formación del sistema, una temperatura media de -270ºC, o lo que es lo mismo, rozando el 0 absoluto. En este lugar, acorazados inmensos de roca y gases congelados se mueven en lejana comunión con la gravitación solar a la espera de iniciar sus rutas de acercamiento al corazón del sistema. Se podría decir de ellos que son cuerpos tan bellos como tenebrosos, debido al carácter furtivo con que se presentan, de un modo que los hace en la mayoría de los casos de todo punto impredecibles, por lo que el riesgo de colisión está constantemente presente pese a nuestro absoluto desconocimiento. Hay dos tipos de cometas que se clasifican atendiendo a sus periodos de acercamiento: los de largo recorrido y los de corto recorrido. Las rutas de penetración en el sistema de los cometas de largo recorrido no están sujetas a un patrón definido, y pueden llegar desde cualquier dirección, lo cual aumenta la complejidad de su localización temprana. Esto, según algunos investigadores, entra en conflicto con el modo en que se supone que se formó el Sistema Solar, ya que parecen estar al margen del plano de la eclíptica sobre el que los materiales se fueron consolidando. Es justamente lo contrario de lo que sucede con los de corto recorrido, que sí parecen sujetos a las normas elementales de traslación. Según Tom Van Flandern esto se debe a que los de largo recorrido son los restos de antiguos planetas que estallaron, enviando sus escombros radialmente hasta el límite del sistema, donde comenzaron su retorno una y otra vez.

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Las características propulsivas que presentan estos cuerpos helados, debidas a la potencia del flujo de gases que emiten cuando el Sol comienza a calentar y deshacer los componentes volátiles congelados en su interior, hacen que el cálculo de la trayectoria sea muy impreciso y sujeto a variaciones y errores que pueden llegar a ser críticos cuando se trata de predecir una colisión con cierta seguridad. La capacidad de generar luz, su detalle visual más llamativo, depende directamente de la reserva de estos materiales volátiles que almacenen en su núcleo, acumulando, según estimaciones no totalmente confirmadas, un término medio suficiente para unos 5.000 años de esplendor. En las proximidades del Sol se produce una sublimación de los elementos básicos, carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno, dando lugar a una densa nube que envuelve al núcleo, llamada cabellera, que desprende una cantidad considerable de luz, y posteriormente a la cola, formada por partículas desprendidas del núcleo y que siguen la dirección contraria al Sol. Los depósitos de volátiles en reserva pueden suponer combustible para muchas órbitas. Cuando estos se agotan, el cuerpo del cometa se transforma en un enorme cadáver poroso de color negro opaco, de apariencia similar a la de la piedra pómez, pero agujereada como un gruyere, densidad mínima y muy difícil de localizar en la negrura del espacio, por lo que el periodo de advertencia de una probable colisión dependería mucho del azar, tendiendo a ser mínimo. Sin ánimo de ser agoreros, hemos de decir que uno de estos cuerpos opacos podría aparecer en las cercanías de la Luna sin darnos ninguna advertencia previa, lo cual demuestra el grado de indefensión en que nos encontramos ante las amenazas del cosmos. Los gases desprendidos en la cola de los cometas, sumados a pequeños corpúsculos de material de desecho, dejan auténticas autopistas de sedimentos a lo largo del sistema solar, que son las que producen las lluvias de estrellas como las de las perseidas, que no son otra cosa que los restos dejados tras el paso en 1992 del cometa Swift Tuttle, o las lágrimas de San Lorenzo, visibles en determinados días del año, cuando nuestro planeta cruza orbitalmente su recorrido. Recientemente se ha constatado que en ocasiones los núcleos helados pueden tener sus propios satélites que los orbitan a corta distancia. Si la atracción gravitatoria resulta excesiva, el cuerpo orbitante acaba en la superficie del cometa, dejando un claro rastro del impacto a baja velocidad. El Hale Bopp (Fig.4) se ha revelado, para sorpresa general, como un gran núcleo de unos 70 Km que es rodeado repetidamente por al menos un satélite de 30 Km, lo cual es un hecho muy singular, pues demuestra que determinados cometas no son más que pequeños sistemas gravitacionales en miniatura. Una hipótesis desprendida de esto sostiene que en ocasiones el pretendido fraccionamiento de los cometas no es tal, sino la separación del cuerpo principal y sus satélites, al entrar en el área de actuación de un campo gravitacional desestabilizador mucho más intenso. Otra característica que los distingue en gran medida de los asteroides es su elevada velocidad de aproximación, por encima de los 50 Km por segundo, lo que hace que su colisión, a pesar de presentar muy baja densidad previa al impacto (el

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Halley no llega a 1/3 de la del agua), sea mucho más peligrosa que la de aquellos, liberando considerablemente más energía cinética y provocando crisis de alcance incierto, que pueden llegar a ser catastróficamente terroríficas. Estas moles bellas y salvajes, atraídas hacia el centro del sistema por el campo gravitatorio, aceleran en su evento de aproximación, desacelerando tras rodear al Sol, e iniciando su vuelta a la nube de Oort. La órbita terrestre, relativamente cercana al astro rey, se encuentra en un lugar donde la velocidad de estos cuerpos es extremadamente elevada, motivo por el cual sus velocidades de aproximación difieren tanto de las de los asteroides. Además, es en el lugar que ocupamos donde todos inician su maniobra de contorno al Sol, por lo cual la confluencia en algún momento está garantizada. Dicho de otro modo: tenemos muchas más posibilidades de recibir impactos de cometas que por ejemplo Saturno, dado que nuestra Tierra se mueve por una zona de convergencia crítica para sus trayectorias. Las rutas de estos enigmáticos visitantes son de tipo elíptico, parabólico o hiperbólico, presentando, debido a los peculiares aspectos propulsivos que hemos visto antes, unas características que hacen complejo su seguimiento. Baste como ejemplo citar que es extremadamente fácil perder a uno de estos cuerpos después del fenómeno de ocultación que se da al pasar tras el Sol, debido a que no conservan la linealidad previsible según las estimaciones previas, al contrario que sucede con los asteroides. En el caso de parábolas y sobre todo de hipérbolas, no estamos seguros, debido a su alta velocidad de escape, de que en el camino de retorno se reintegren a la nube de Oort o continúen su camino hacia otros soles, con lo que también queda la duda de si algunos de ellos provienen de nuestro sistema o de zonas alejadas de la galaxia. Lo más probable es que haya un pequeño porcentaje de estos cuerpos de hielo que viajen perdidos por el espacio interestelar hasta precipitarse contra algún sistema planetario o estrella, lo cual pudo ser determinante para la probable expansión de la vida, como veremos más adelante. También resulta preocupante el hecho, anteriormente mencionado, de que algunos cometas tiendan a fracturarse o separar sus diferentes cuerpos en las inmediaciones del astro rey o de los gigantes gaseosos del sistema debido a la tensión que les generan las corrientes de marea. En un principio podría pensarse que esto es bueno dado que se reduce el tamaño del coloso, pero no es así en absoluto. El resultado de este fraccionamiento es una lluvia de impactos, dispersos y terribles, que devastan zonas enormes. Esto ya se observó cuando el SL-9 se dividió en 21 trozos antes de precipitarse sobre Júpiter, en julio de 1994, y dio lugar a un tren cometario que barrió durante 6 días la superficie del más grande planeta de nuestro entorno, levantando llamaradas de 26.000 Km de altura, y abriendo cráteres, como el del fragmento G, de 8.000 Km de diámetro. Hasta ese día esto era impensable en la comunidad astronómica.

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IMPACTOS PLANETARIOS Es la variedad más rara y destructiva dentro de la mecánica de impacto. La potencia liberada en estos encuentros, si los vectores de aproximación están mínimamente centrados, supera con mucho las posibilidades de supervivencia de cualquier mecanismo interno de los planetas implicados, a los que, indefectiblemente, alteran en diferente grado, acabando muchas veces con el aniquilamiento de uno de ellos, que la mayor parte de las veces es integrado en la masa del otro. El resultado final es un nuevo mundo en estado de fundición, donde los metales pesados tienden a formar el núcleo y que tarda tiempos inmemoriales en enfriarse. Podríamos pensar que estos choques son cinematográficos y efectistas, pero esto no es así. En la realidad las cosas ocurren con enorme lentitud, y las esferas reaccionan de un modo que no se les atribuye, mucho más parecido al comportamiento de los líquidos de lo que imaginamos. Para empezar, y en base al efecto inducido por el límite de Roche, dos cuerpos planetarios que se acercaran en exceso acabarían necesariamente con la destrucción de, al menos, uno de ellos. Dado que todos los componentes orbitales del Sol fueron creados en condiciones similares, es fácil deducir que sus características de movimiento tendrían que ser parecidas. Todos en la misma dirección de traslación y de rotación, y con el mismo plano eclíptico. Por tanto, hallar anomalías en esta regla es un delator de momentos dramáticos en el pasado. En el sistema solar tenemos múltiples indicios claros de colisiones entre mundos, como son las secuelas que sufren Venus, Urano y la propia Tierra. ¿Qué pasa con Venus? Pues en principio es un planeta bastante similar al nuestro, al que se aproxima en densidad, tamaño, masa y gravedad. Ahí es nada. En cambio, sus condiciones vitales son terribles, con una atmósfera invernadero cargada de dióxido de carbono, que mantiene las temperaturas rozando los 500ºC. Su año dura 225 días, cada uno de los cuales es como 59 de los nuestros. ¿Y cuál es el factor donde notamos el efecto de un impacto planetario? Pues sencillamente en que su revolución, muy lenta, fue producida por una colisión que lo golpeó justo en el ecuador por su flanco diurno, es decir, el interior. Fruto de ello no solo cambió su velocidad de rotación, sino que comenzó a girar a la inversa, lo cual es una anomalía demasiado importante para no ser tenida en cuenta y asociada a un impacto superlativo. La prueba definitiva es que la atmósfera, hasta el día de hoy, sigue girando en la dirección original, dando la vuelta a la superficie sólida en 4 días, con lo cual se opone a la anómala rotación inducida en el planeta. Esto constituye un hecho muy extraño, espectacular y sorprendente, y nos muestra la increíble capacidad transformadora que puede llegar a tener un evento de este tipo. Muy posiblemente este cataclismo propició también que Mercurio, por aquellos tiempos en órbita de Venus, escapara e iniciara su excesivamente cercana traslación alrededor del Sol.

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En cuanto a Urano, es un gigante azul que presenta otras características. Tiene 51.000 Km de diámetro, por lo que, atendiendo a los poco más de 12.000 Km de nuestra Tierra, podemos decir que se trata de un auténtico gigante. Su gravedad es algo menor que la de la Tierra, tiene 4 veces menos densidad y una masa 15 veces mayor. Su día dura 10,75 de los nuestros, y su año como 84 años y 7 días terrestres. Es gaseoso, y está compuesto de hidrógeno masivo (que alcanza el punto metálico en el núcleo), helio, metano y amoníaco. Su particularidad reside en el inmenso desvío que presenta su eje, nada más y nada menos que de 98º sobre el plano de la eclíptica. Además, al igual que Venus, gira al revés, lo cual nos suena ineludiblemente a gran impacto. Este debió producirse por la parte interior de la órbita y muy por encima del ecuador. La masa del intruso debía ser enorme, no solo porque desplazó un planeta verdaderamente grande, sino porque lo arrastró por un periodo corto de tiempo. Ello se deduce de que si el contacto hubiese sido seco habría dado lugar a una precesión muy inestable, por lo que para causar un desplazamiento de eje hasta 98 grados exactos debió también actuar como estabilizante, y por tanto frenar la escora del gigante gaseoso. Esto solo pudo ocurrir si el intruso literalmente montó y cabalgó sobre Urano, para acabar transmitiéndole la inercia de giro inverso, justo antes de fusionarse. Aunque sea compleja, esa geometría de impacto concuerda con el efecto que observamos telescópicamente, tratándose de un encuentro extraordinario. Últimamente y gracias a los estudios de la astrónoma estadounidense Robin Canup, hemos tenido constancia de la posibilidad más que plausible de que Caronte, la gran Luna de Plutón, sea la consecuencia de la colisión de un planeta exterior contra este, el cual dio lugar a una remodelación de ambos y al atrapamiento orbital que hoy conocemos. Estos indicios claros en el pasado de nuestro sistema nos hablan de que los macro impactos se producen, desatando consecuencias catastróficas para los participantes. Su energía, capaz de alterar componentes vitales del movimiento de planetas de cualquier tamaño, los hace acreedores de alcanzar el máximo grado de colisión entre cuerpos celestes no estelares de los que tenemos constancia a nivel de nuestro sistema, por lo que han de ser tenidos muy en cuenta, aunque las posibilidades reales de que se produzca algo así en un sistema estelar maduro, como es el nuestro, son remotas. SECUENCIA DE UN IMPACTO Pasemos a analizar lo que ocurre cuando se produce uno de estos encuentros entre cuerpos celestes. Para ello vamos a tomar como modelo una colisión entre la Tierra y un asteroide similar al que se estrelló hace 65M de años en Chicxulub, península de Yucatán, y que dio lugar al fin de la era de los dinosaurios. Con objeto de no fijarnos en datos innecesarios, vamos a obviar los periodos de localización y advertencia, centrándonos exclusivamente en los

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fenómenos físicos provocados. Lo primero que se observa al llegar un cuerpo así a la Tierra es el evento de entrada atmosférica, que se produce cuando la masa principal del intruso choca con las altas capas. El resultado es una liberación de energía, en forma de luz blanca intensa, que se propaga por el entorno. El brillo supera en mucho a la intensidad del Sol, consiguiendo que el color de las cosas deje de ser perceptible. A partir de ahí el cuerpo inicia un descenso rapidísimo durante el cual abre un túnel ígneo, en el que se incendian el oxígeno y el nitrógeno atmosféricos, creando inmensas nubes de mortal ácido nítrico. La actividad intensa de rayos gamma, generados a muy gran altura como consecuencia del choque, genera un pulso electromagnético que se transmite en todas direcciones, provocando por inducción una corriente de muy alto voltaje sobre antenas, tuberías, vías férreas, etc., que da lugar a que los sistemas electrónicos de todo el mundo queden fuera de servicio al instante. Cualquiera que esté en contacto con estructuras que reciban esta descarga puede ser electrocutado. Además la capa de ozono es repentinamente evaporada, permitiendo la entrada indiscriminada de radiación ultravioleta, extraordinariamente nociva para la vida. Unos segundos más tarde el objeto en ruta de colisión alcanza la superficie de nuestro planeta, y la liberación de energía es directamente proporcional en progresión aritmética a su masa y la velocidad (E = 1/2MxV2). Los daños varían también dependiendo de si la zona cero se halla en el océano, al producirse fenómenos derivados de gran poder destructivo, como las poderosas y temidas tsunamis gigantes, capaces de alcanzar a su llegada a la costa un par de kilómetros de altura, y que viajan a la velocidad del sonido. Estas destructivas olas gigantes avanzan muy rápidas bajo la superficie del océano, pero a medida que se acercan a la plataforma continental su fricción con el fondo que se va elevando las hace perder velocidad. Sin embargo, todo el cuerpo del océano que viene detrás no decelera tan súbitamente, y su empuje produce un crecimiento desmesurado de la pared frontal, que se eleva como un muro imparable que penetra en tierra firme arrasándolo todo. Las sedimentaciones dejadas por estas colosales olas han dejado estratos en todo el mundo a lo largo de tiempos inmemoriales, evidenciando su carácter remodelador en el pasado. Justo antes de alcanzar la superficie, la compresión generada a la fina capa de gases existente entre el agresor y la Tierra puede superar los 6M de atmósferas, que ya comienzan a deformar todo lo situado dentro de una supuesta esfera de los acontecimientos de varios kilómetros de diámetro. Cuando una milmillonésima de segundo después toque el suelo, se producirá una liberación de energía exorbitante debida a la cinética generada al frenar en pocos segundos hasta cero un cuerpo que se desplaza a semejante velocidad contra otro que permanece estático. Al tocar la zona de impacto, el agresor genera una estructura ígnea semejante a una cúpula de fuego. Al expandirse, el aire circundante absorbe energía en forma de rayos X y la irradia transformada en una luz cegadora acompañada de un intensísimo calor, que hace subir la temperatura hasta el millón de grados, lo que lo hace capaz de iniciar fenómenos de combustión en las zonas de visión directa a

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grandes distancias, dependiendo de la curvatura de la desastre. Por encima de esta cúpula, una columna negra ácido nítrico, azufre y otros compuestos terribles se kilómetros, iniciando una expansión que puede llevarla planeta.

Tierra y el tamaño del de materiales eyectados, eleva hasta cientos de en semanas a cubrir el

La formación del cráter está sujeta a momentos y características bien definidas. En el primer instante, la penetración en profundidad y anchura es máxima, dando lugar a un gran pozo ardiente que fracciones de segundo después, atendiendo a características de elasticidad insospechadas en nuestra dura corteza terrestre, se contrae en gran medida con un curioso efecto de rebote. Este es un fenómeno singular, por el cual la litosfera amortigua una gran parte de la energía liberada, actuando de modo similar a como lo hace un muelle bajo la presión de nuestro dedo, contrayéndose para después recuperar parte de su apariencia. Fruto de este rebote es el gran domo central que se observa en los restos de estas colisiones, que se eleva muy por encima del nivel general del entorno. Si lo miramos desde un punto de vista más técnico, un impacto de alta velocidad causa en el momento de primer contacto una repentina compresión de los materiales del proyectil, así como de la superficie objetivo, generando una onda de choque que se propaga rápidamente a través de ambos. Mientras esta onda pasa, la termodinámica de los materiales cambia súbitamente en un proceso irreversible desde su estado inicial al colapsado, incrementando su grado de entropía con la consecuente liberación de energía en forma de calor. Este cambio termodinámico es rapidísimo. Cuando la onda de choque toca en tiempo similar a la superficie y a la parte trasera del proyectil, se refleja hacia atrás como una onda de rarefacción que baja la presión de los materiales previamente comprimidos, reduciendo de este modo su entropía. La velocidad de esta onda de rarefacción es mayor que la de la onda de choque, por lo que causa alteraciones en el entorno inmediato. Más allá, el objetivo recibe la velocidad de las partículas, las cuales excavan el cráter. El componente radial de la velocidad de los materiales es complementado por un componente tangencial que tiende a dirigir el flujo hacia la superficie, empujándolo contra ella y expulsándolo por los laterales, lo que provoca las eyecciones. La excavación solo es retardada por la fuerza cohesiva que el material tenga y por la resistencia de la gravedad, siendo esta última, en el caso de los grandes impactos, la más significativa. La profundización solo se detiene cuando la energía ya no es suficiente para elevar el material por encima de la fuerza de su propio peso. El paso final es el colapso del cráter, en el que la cavidad inestable formada acaba derrumbándose por acción gravitacional, dando lugar a la geometría característica de una zona de colisión. Para impactos con cuerpos menores de unos 4 Km, el cráter formado es de tipo simple, que consiste en el domo central producto del movimiento de retroelevación antes explicado, y un anillo exterior que se amplía en base a las dimensiones, masa y velocidad del cuerpo en colisión.

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Si el cuerpo es mayor, puede dar lugar además a la formación de dos o más anillos, y el cráter formado se denomina complejo. Si la temperatura es suficiente, estos anillos pueden ser generados por ondulaciones producto de la fundición y plena licuación de la corteza, que comienza a desplazarse en círculos desde el epicentro formando olas de piedra fundida del tamaño de montañas que se alejan en todas direcciones hasta volver a solidificarse poco después. El estudio mediante cálculos hidrocódicos (estudios efectuados en base a fluidos) ha permitido llevar a cabo investigaciones hasta hace poco imposibles, debido al carácter del fenómeno en sí. A través de estas sofisticadas computaciones se ha podido comprender de modo cercano lo que sucede en esos instantes terribles dentro de uno de los infernales puntos de caos que son, en definitiva, las cuencas de impacto. El gráfico adjunto muestra, en 5 instantáneas, diferentes fases dentro de la formación de un cráter, y ha sido confeccionado por Gareth Collins en el año 2002.

a)

En impactos con poca duración de la fuerza tensional, el colapso desploma íntegramente el cráter de transición. b) Acto seguido surge la elevación central en el fondo. c) Si la fuerza persiste, el domo central se eleva incluso por encima del nivel original de la superficie. d) Se produce el posterior colapso hacia el fondo. e) Y su apertura hacia los laterales.

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La proyección tridimensional siguiente del cráter australiano Gosses Bluff (Fig.5) es perfectamente significativa de lo anteriormente expuesto. Esta estructura de 22 Km de diámetro tiene una antigüedad estimada de 142,5M de años, con un margen de error de 0,8. Se distingue claramente la elevación central, muy erosionada, y el gran anillo que se extiende hasta el pie de las montañas, difícilmente visible también por la intensa actividad de los factores que lo han deteriorado. Aun así, se percibe perfectamente la grandiosidad del conjunto. Un modo práctico de observar y entender todo este fenómeno de la formación de un cráter consistiría en llenar un recipiente de agua y soltar sobre él una pequeña piedrecita, de no más de un centímetro. Veremos como en un primer momento, cuando la piedra entra en el agua, se crea un agujerito que casi sin darnos tiempo para nada se cierra, pero elevando una cantidad considerable de líquido sobre la vertical del punto de impacto. Ese es el efecto de rebote, y con él veremos desplazarse una serie de ondas circulares en todas direcciones, por lo que podemos observar lo que sucede a escala mucho mayor en la Tierra durante la colisión con sólidos verdaderamente grandes. Este comportamiento similar al de los líquidos hace que el estudio de la mecánica de fluidos se haya convertido en una parte importante del esquema científico para comprender lo que ocurre en el corazón de estos fenómenos. Por debajo de las estructuras o cráteres de impacto, simples o complejos, el manto granítico es resquebrajado por acción de la presión inicial recibida, que lo hunde profundamente en el segundo inicial hasta provocar su fractura. En ocasiones, estas marcas se han localizado hasta a 50 Km de profundidad, dato para el cual sobran los comentarios. En la superficie, el material está triturado, y en los lugares de sedimentación de sólidos eyectados, justo a partir de las zonas limítrofes del cráter, se forman las megabrechas. Son estratificaciones confusas, en las que se aprecia un caos sedimentario que no obedece a acción demorada en el tiempo, sino a fenómenos bruscos y repentinos, durante los cuales componentes de texturas, densidades, estados y edades diferentes acaban formando una gruesa capa que hasta hace años provocaba apreciaciones geológicas erróneas. El estudio de la presión ejercida también ha sido objeto de análisis por Collins, y de sus publicaciones volvemos a poner un gráfico detallado (Fig.6) que simula el encuentro entre un cuerpo de 10 Km de diámetro con la Tierra desde diferentes ángulos de ataque, constando a la derecha el valor del esquema de color en función del pico de presión ejercida. Durante el evento de impacto todo el intruso y una buena parte de la materia que falta finalmente en la estructura son volatilizados transformándose en calor, o eyectados a la atmósfera en forma de grandes rocas que bombardean zonas alejadas. También se forman miles de kilómetros cúbicos de pequeñas partículas micrométricas que viajan con las corrientes y oscurecen los cielos durante años, dando lugar a un enfriamiento global conocido como invierno nuclear.

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En las zonas periféricas y variando la intensidad en base a la energía liberada y la distancia se comienzan a producir fenómenos catastróficos por el orden que sigue: -

Combustión en cadena de toda la materia orgánica expuesta a la luz irradiada. En casos muy extremos se puede llegar a la fundición de metales. Los incendios se generalizan y unifican, desatando el fenómeno conocido como “tormenta de fuego”. En medio de estas reacciones en cadena el aire está muy recalentado y se mueve a gran velocidad, generando torbellinos ígneos que aspiran todo a su paso, y de los que es imposible escapar.

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Terremotos de magnitudes que pueden superar el máximo previsto por las escalas. Si esto es así nada permanece en su sitio, y las estructuras se colapsan.

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Lluvia de sedimentos que crean capas de hasta varios metros en pocos minutos.

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La rápida expansión de la bola de fuego genera una onda de choque como cualquier explosión, pero de una potencia muy superior, ya que puede aplastar o barrer edificios dañándolos muy seriamente o destruyéndolos por completo, dado que más que "empujar", por su duración, lo que hace es estrujar. Esta onda es una deformación en el aire que arrastra vientos a centenares de Km/h. La presión es enorme, viajando a casi la velocidad del sonido, derribando todo lo que queda en pie. La mayoría de los incendios son apagados a su paso.

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Si el impacto es oceánico, todo el cuerpo marino forma tsunamis gigantes que pueden llegar a viajar a dos veces la velocidad del sonido y alcanzar 2 Km de altura a su llegada a la costa, dando lugar a negros muros de agua que inundan los interiores hasta en miles de kilómetros.

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Confluencia en las antípodas de la zona cero de violentas cadenas de ondas sísmicas, que pueden desestabilizar la corteza y romperla, provocando salidas inmensas de magma.

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Eliminación súbita de la capa de ozono y llegada de la radiación ultravioleta a la superficie.

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Varios días después comienza una noche que puede durar hasta 5 años debido al material en suspensión. Según unas simulaciones hechas en ordenador, la luz que llegaría a la superficie terrestre mientras el Sol está en las doce horas sería la misma que en una noche sin Luna. Este fenómeno continuado da lugar a la detención inevitable de la fotosíntesis y por consiguiente al final de la cadena trófica.

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Descenso brutal de temperaturas a causa de la detención de la radiación térmica del Sol, que puede ser global.

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Lluvias ácidas debidas al ácido nítrico formado al reaccionar el nitrógeno y el oxígeno bajo estados de ignición.

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Envenenamiento del agua dulce en su origen debido a lo anterior y graves problemas de hidratación para la vida.

Visto lo anterior, querido lector, está bastante claro que las consecuencias a que puede dar lugar el encuentro de nuestro planeta con cuerpos de más de 10 Km de diámetro son de todo punto inasumibles por el ecosistema, y si el intruso supera los 20 Km, en el 95 por ciento de los casos la extinción en masa está garantizada. El 5 por ciento restante es un pequeño resquicio para la esperanza, basado en el hecho de que el ángulo de ataque y el vector de aproximación, si están muy descentrados, pueden dar lugar a una reducción de los daños, lo cual podría dar a los hipotéticos testigos una oportunidad de supervivencia a pesar del muy hostil ambiente. Recordemos ahora aquella frase lapidaria que decía “y los vivos envidiarán la suerte de los muertos” para tener una perspectiva más clara de la situación de un superviviente a fenómenos de exterminio de este calibre. En el caso extremo de que el cuerpo en ruta de colisión con la tierra sea un mastodonte de cientos de kilómetros de diámetro, como los que la golpearon en los inicios, se puede llegar a la esterilización global y a la evaporación de los océanos, hasta el punto de licuar la superficie bajo una nube ardiente de vapor de roca a 4.000ºC. Solo los microorganismos cuyo hábitat se encuentre a una profundidad de más de 3 Km tienen posibilidades de sobrevivir a algo así, con lo cual podemos llegar a la conclusión de que la vida es verdaderamente tenaz cuando se trata de perdurar a toda costa, tal como se ha constatado en los estudios al respecto desarrollados en grandes cuencas sedimentarias de sal, en las cuales se ha hallado vida activa en gotas de agua atrapadas en granos de cientos de millones de años de antigüedad. Otro fenómeno a tener en cuenta una vez sobrepasada la barrera de los 150 Km es el conocido como tsunami de la corteza (Fig.7). Este mecanismo de aniquilación final consiste en una ola radial de roca fundida que viaja a 7 veces la velocidad del sonido, expandiéndose y levantando la litosfera como una alfombra gigantesca que es enrollada y arrojada a cientos de kilómetros de altura en estado de fundición, formando un muro de magma que desintegra todo lo que encuentra a su paso. Por detrás va dejando al descubierto el manto, que sube hasta alcanzar el nivel del suelo formando una enorme caldera de magma. Posteriormente, mientras la tsunami se aleja miles de Km, una cúpula inmensa de vapor de roca se eleva sobre este infierno para después derrumbarse sobre sí misma, emitiendo una nube ardiente

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de piedra vaporizada que viaja a la velocidad del sonido en todas direcciones, sobrepasando los límites del cráter formado por la tsunami. El muro de fuego de 100 o mas kilómetros de altura acercándose mientras el calor se torna abrasador es algo que, aunque difícil de imaginar, ha ocupado repetidas veces los horizontes que hoy contemplamos, pero el hecho de que cuando se detenga marcando los límites del cráter una nube ardiente a 4.000º avance imparable tornándolo todo a un ambiente ígneo supera el nivel de esperanzas que podamos tener respecto a un simple mañana para un hipotético espectador. Se ha calculado que estas nubes han llegado a cubrir el planeta entero en 24 horas, y su duración ha podido llegar a ocupar un terrible año completo, en el cual evaporarían totalmente los océanos, fundido la mayoría de los metales y las rocas, y hasta la sal de los mares. Parece imposible que la vida haya podido salir adelante después de algo así. Resulta evidente que sobrevivir en los escenarios donde se dan las condiciones para la irradiación de estas destructivas olas de piedra fundida acompañadas de gases ardientes es imposible para cualquier organismo superior, pero sin duda alguna la vida bacteriana ha tenido que enfrentarse repetidas veces con ellas a lo largo de su historia natural. La bióloga Este Van Erden ha encontrado comunidades bacterianas complejas en minas de más de 4 Km de profundidad, que presentaban síntomas evidentes de haber dependido del oxígeno en tiempos remotos, no siendo así en la actualidad, por lo que hoy día son totalmente independientes del mundo exterior. El hecho de que en algún momento de su evolución se hayan visto obligadas a habitar las entrañas de la corteza es algo sorprendente, y que podría tener mucho que ver con la necesidad de aislarse de estos fenómenos de evaporación global. Actualmente, habida cuenta de donde han situado su hábitat, estos organismos sobrevivirían a impactos con cuerpos de hasta 1.000 Km de diámetro, por lo que el fin de la vida es algo verdaderamente difícil de imaginar incluso en condiciones muy extremas. Si la colisión es entre planetas, la velocidad del cruce es muy inferior dadas las similitudes orbitales entre los cuerpos de este tipo que han poblado el sistema. Distinto es si hablamos de un objeto procedente de regiones lejanas de la galaxia, en cuyo caso la especulación es tan variada como difícil, por lo que nos centraremos en lo más probable. El resultado de estos raros encuentros sería la suma de las masas de ambos contendientes, y en ocasiones la formación de nuevos protoplanetas estables en órbita o cinturones de escombros. Al igual que citábamos anteriormente, el vector de aproximación es aquí crítico para establecer el grado de fundición al que la Tierra se vería sometida, y al contrario de lo que podría pensarse hay casos en los que la

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continuidad de la vida también estaría garantizada a pesar del enorme nivel de destrucción que se registraría en toda la biosfera. Una vez que hemos centrado la mecánica de impacto desde los diferentes ángulos que hoy conocemos, dependientes de datos críticos como tamaño, velocidad y masa, disponemos de los conocimientos necesarios para entender buena parte de los acontecimientos que nos han acompañado como seres pertenecientes a un tronco original común, y que vamos a comenzar a observar con rigor crítico y con todo el detalle de que seamos capaces, a fin de llegar a conclusiones que puedan resultarnos válidas e independientes para responder a preguntas trascendentes.

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CAPÍTULO II.

LAS DOS HIPERGLACIACIONES Cuando el geomagnetista Joseph Kirschvink habló por vez primera de su hipótesis conocida posteriormente como bola de nieve, pocos daban crédito a lo que estaban oyendo. Establecía una arriesgada teoría según la cual la Tierra estuvo cubierta al menos en dos ocasiones por un manto de hielo de un kilómetro de grosor, y exponía, con todo lujo de detalles, una serie de pruebas que, hasta la fecha de hoy, son difícilmente rebatibles. Sus estudios en torno a la magnetita eran la base sobre la que fundamentó la explicación de un complejo y largo proceso, según el cual las temperaturas fluctuaron entre picos extremos por un periodo de tiempo muy considerable. Este mineral tiene una característica de vital importancia para la ciencia: cuando fluye con la lava desde las entrañas del planeta, su comportamiento molecular respecto al norte del campo magnético es errático. Sin embargo, cuando la piedra fundida se solidifica, lo señala directamente, dejando un registro claro de su situación real en el momento de producirse tal enfriamiento. Kirschvink tomó muestras de rocas magnéticas que habían estado sometidas a la acción de los glaciares en épocas pretéritas (Fig.8 y 9), y las llevó al laboratorio, donde con toda precisión logró identificar su origen y edad. Los datos no dejaban lugar a dudas: en determinados momentos de la protohistoria dos glaciaciones impresas en la piedra habían cubierto el ecuador, sometiendo al planeta a periodos de frío intenso y constante. Después de muchas pruebas alrededor de todo el mundo, llegó a la conclusión de que la primera de estas dos grandes edades de hielo se había producido hacía 2.200M de años, y la segunda en torno a una horquilla oscilante entre los 600 y los 800, aunque se comienza a hablar con insistencia de 600M de años. Estas aseveraciones hacían necesarias nuevas explicaciones en torno al flujo de la vida, que tuvo que verse seriamente amenazada por aquella situación, y sin embargo, por motivos que analizaremos, sobrevivió. ¿Qué mecánica asombrosa pudo hacer que un planeta grande como la Tierra llegase a ese estado de frío extremo por dos veces? Para empezar, hemos de saber cómo era nuestro mundo hace 3.000M de años, y lo primero es tener muy en cuenta que su atmósfera, según determinadas investigaciones, estaba masivamente compuesta por metano, un gas con una capacidad de efecto invernadero 20 veces superior a nuestro conocido dióxido de carbono. Este gas propició seguramente una atmósfera rojiza, debido al filtrado masivo que ejerce sobre la luz solar, y a la presencia de enormes capas de nubes vaporosas que oscurecían la superficie. Sin que tengamos una explicación clara, a pesar de lo mucho que se ha hablado al respecto desde los fundamentos creacionistas más radicales a la curiosa

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hipótesis científica de la sopa primitiva, lo cierto es que repentinamente en los océanos surge la vida bacteriana, y lo hace de un modo eficiente y brillante, fuertemente adaptada al entorno y capaz de alterarlo con un rumbo tan claro cuando miramos su futuro (nuestro pasado), que nos parece insólito. Lo que sí resulta evidente es que, salvo sorpresa, primero deberían haber surgido los aminoácidos, aunque no tenemos constancia real de ello. Estos son los elementos básicos para la construcción de proteínas, y las proteínas son los mecanismos que forman y operan las células de las que está compuesto todo sistema vivo en nuestro planeta. Se han propuesto dos mecanismos principales para la aparición de los aminoácidos repentinamente en los océanos primitivos. El primero tendría mucho que ver con las condiciones de caos que deberían presidir la atmósfera. Lo expuso Stanley Miller en 1953 en un experimento que se hizo muy famoso. En un recipiente hermético de cristal introdujo el equivalente a una atmósfera primitiva, basada en amoníaco, hidrógeno, vapor de agua y metano. En otro recipiente menor, comunicado con el de los gases a través de unos tubos, colocó agua libre de gérmenes, que al ser calentada se vaporizaba y ascendía hasta el recipiente atmosférico, bajando una vez enfriada. Después le administró una descarga continua de 60.000V durante una semana entera, y así reprodujo un posible ciclo atmosférico llamado “sopa primitiva”, que sería similar en principio, según sus defensores, al que se daba en la Tierra primigenia. Como resultado apareció un total de doce aminoácidos, con lo que para sorpresa de propios y extraños se habría extraído el principio de la vida desde la materia inerte, lo cual supone un logro sin precedentes en laboratorio. Imposible cuestionar la brillantez de este experimento, pero hasta el día de hoy (recuerden, 1953) no se ha conseguido avanzar un solo paso hacia la síntesis o creación de la vida más allá de esos aminoácidos primitivos. La otra posibilidad argumentada, y que cada vez adquiere mayor número de adeptos, es la llamada teoría de la panspermia, que fue elaborada por Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe en 1977, y supuso una aportación brillante a las diversas teorías sobre el inicio de la vida. Estos astrofísicos habían detectado firmas de aminoácidos, elemento básico de la cadena de ADN, en las nubes moleculares que se extienden en los inmensos campos vacíos existentes entre las estrellas, y de las cuales estas extraen la masa necesaria para su formación. Después de someter los datos a un riguroso estudio, llegaron a la conclusión de que estos aminoácidos esenciales bien podrían haber llegado a la Tierra inmersos en núcleos de cometas provenientes del espacio profundo, que habrían hecho la función de medio de transporte. Al caer en los mares primitivos, los cometas se habrían deshecho, y los aminoácidos iniciarían su actividad, provocando la aparición de la fauna bacteriana. Por tanto, la base bioquímica de la vida, a lo largo de las zonas del universo por donde este tipo de fenómeno se extendió, sería similar,

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originaria toda de un foco común, y posiblemente, por tanto, convergente en su fin último. Pero no acabaría ahí el viaje de estos componentes. Una vez iniciada la vida en un planeta, impactos posteriores pudieron lanzar al vacío a velocidad de escape fragmentos de roca cargados de bacterias perfectamente funcionales. Las consecuencias posibles de esto son evidentes si tenemos en cuenta algunos puntos. Se ha constatado que las bacterias denominadas “extremófilas” son capaces de sobrevivir en condiciones imposibles y recuperar la actividad tras mucho tiempo, lo cual es un hecho de vital importancia, pues estos trozos de roca cargados de vida en estado latente podrían caer en planetas lejanos que reuniesen condiciones idóneas, provocando así el inicio de un nuevo ciclo. Las bacterias transportadas, sometidas a un proceso de congelación al borde del cero absoluto durante posiblemente millones de años, se reactivarían al entrar en contacto con el medio necesario, dando lugar a un proceso de “siembra” cuyas objeciones pueden parecer muchas en principio, pero que a la larga, con todo el tiempo eterno a su favor, no son tantas, pues las probabilidades de que todos los acontecimientos relatados coincidan se magnifican de manera ostensible a medida que aumentamos nuestros conocimientos. La increíble capacidad de supervivencia de las bacterias pudo ser ampliamente demostrada cuando una cepa del tipo Streptococcus mitus, que fue llevado a la Luna por accidente en la nave Surveyor 3 en 1967, pudo ser revivido sin dificultad cuando llegaron de vuelta a la Tierra casi tres años después. También se han hallado varios tipos de estos minúsculos focos vitales en ambientes imposibles, como en las capas altas de la atmósfera (a más de 40 Km), en los fondos abisales, calderas volcánicas activas, aguas ácidas (Río Tinto, Huelva) o en los polos. El hallazgo del meteorito ALH84001 (Fig.10) en tierras antárticas se convirtió en los 90 en uno de los principales activos para los defensores de las tesis panspérmicas. En su interior se descubrieron lo que sin duda parecen estructuras fósiles de origen bacteriano. Su procedencia, Marte. Supuestamente habría llegado a la Tierra después de haber sido arrojado desde nuestro planeta vecino por un impacto meteórico, con lo que quedaba parcialmente demostrado que estos fenómenos de siembra espacial eran posibles, sin embargo la polémica en cuanto a todo lo relacionado con este pequeño trozo de roca llega hasta hoy, habiendo dos tendencias científicas muy contrapuestas, por lo que aún no hay consenso sobre su origen o composición. Más adelante y de un modo singularmente valiente, entre el tristemente habitual escepticismo inicial de la generalidad del mundo científico, Hoyle y Wickramasinghe llegaron a sugerir además que el fenómeno de la panspermia sería el factor desencadenante de determinados virus y enfermedades que han afectado a la vida a lo largo de las épocas, los cuales tienen poca explicación en lo que respecta a su origen hasta el presente, sentando un principio original de pansdemia que complementaba su idea inicial. De este modo, no solo la vida se expandiría a manera de siembra por el universo, sino también su antagónico, la mismísima muerte, en

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forma de microbios nocivos. Imaginen, para ilustrar esto, que un meteorito cae en África y eleva a velocidad de escape unas rocas con cepas de ébola en su interior. Al salir al espacio, el virus se congela a -270ºC, por lo que llega a su detención total metabólica. Teóricamente, tras un viaje de millones de años, podría caer en un mundo fértil, y reactivarse al calor de una estrella cercana, con lo que el proceso de contagio se habría producido fortuita y eficazmente. Es una idea espeluznante, sin duda, pero lógica y probable. No todo lo que viaja por el cosmos tiene que ser bello y amable. Muy al contrario, esa inmensidad oscura es un lugar terriblemente hostil y cuajado de peligros para la frágil vida carbónica. El argumento más favorable a la teoría de la panspermia, que cada vez gana más adeptos, es la acumulación de aminoácidos que presentan algunos meteoritos analizados, lo cual lleva a pensar que estas partículas primordiales verdaderamente se desarrollan en las densas nubes de materia interestelar a la par que las estrellas, aportando una explicación para la temprana aparición de la vida en nuestro planeta. El único y gran problema surge en el momento de la colisión en sí, en el que se podrían dar condiciones que provocaran la asepsia total del cuerpo intruso, matando al germen. Con objeto de explicar el mecanismo de supervivencia de los aminoácidos transportados a bordo de los cometas a una crisis de impacto, Benton Clark propuso en 1988 que si las rutas de entrada en la atmósfera son lo suficientemente largas debido a un bajo ángulo de ataque, algunos compuestos pueden sobrevivir, ya que parte del hielo del núcleo, conteniendo las partículas, se disolvería en forma de agua. Igualmente, trozos más pequeños fraccionados tendrían menor energía final, y por tanto menos posibilidades de volatilización. Lo mismo ocurre con los cometas de hasta 4 ó 5 m, que se desintegrarían en la atmósfera y podrían dar lugar a algunas pequeñas gotas de lluvia micronizada que escaparían a la deflagración. La vida se alojaría en ellas. Minik Rosing, un brillante biólogo danés, famoso por haber encontrado en Groenlandia la que se estima pueda ser la roca mas antigua conocida sobre la Tierra, en la cual hay ya trazas carbónicas correspondientes a los primeros microorganismos del planeta, estima que la aparición de los elementos esenciales para la vida pudo darse en torno a hace 4.300M de años, coincidiendo con los estadios de formación de los océanos. En el caso de que se pudiera llegar a demostrar tan extraordinaria hipótesis, la panspermia sería el único modo de que los aminoácidos esenciales hubiesen llegado tan rápida y eficientemente a poblar el planeta en una fase tan temprana, posiblemente traídos por los mismos cometas de hielo que llenaron las cuencas oceánicas. Verdaderamente estamos ante una propuesta hermosa, ya que si esto es así, la vida podría impregnar el Universo del mismo modo que la semilla repartida con nuestras manos permite el florecimiento del trigo. Los cometas actuarían como agentes de transporte a escala galáctica y mas allá, repartiendo los aminoácidos básicos por los mundos sin ningún tipo de preferencia.

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La vida sería un subproducto del cosmos, cuyo reparto dependería directamente del cálculo de probabilidades, desarrollándose o no de un modo u otro, en función de las características del planeta destino, y literalmente, aun en el peor de los casos, llenaría el Universo de una punta a otra. Como se puede ver, ese primer estadio, cómo no, constituye todo un misterio de difícil solución, pero lo cierto y verdadero es que el más antiguo organismo vivo del que tenemos constancia en la Tierra es, como no, una bacteria que apareció en los océanos y dejó unas marcas de carbono en la piedra descubierta en Groenlandia por Rosing, que datan de hace 3.800M de años (Fig.11). Estos microbios primitivos tenían la información genética inmersa en el citoplasma, pues aún no disponían de un núcleo especializado. Sin embargo, la presencia del ADN y el ARN constituye a nuestro entender un inicio ni más ni menos que brillante en exceso, y muy difícil de asimilar como consecuencia de unas fortuitas condiciones químicas y eléctricas, como se nos viene explicando una y otra vez mediante teorías que no acaban de convencer a nadie. Cuando miramos la complejidad de la cadena desoxirribonucleica nos asombramos de su perfección estructural. Constituye el material genético de los organismos, y en su codificación están impresas las instrucciones para replicar un ser vivo con las mismas características que el portador, célula a célula. Químicamente es el componente primario de los cromosomas, y el compuesto con el que se forman los genes. A primera vista, la estructura del ADN consiste en una pareja de largas cadenas de nucleótidos repartidas en una escalera doble helicoidal unida por medio de enlaces de hidrógeno, que serían los peldaños. Su diseño es tan preciso que estamos muy lejos de entender el mecanismo totalmente, pero a medida que avanzamos en su conocimiento hallamos mayor complejidad y precisión, lo cual aumenta el desconcierto sobre su origen. En lo que respecta a su potencialidad, tiene capacidad para contener toda la información necesaria sobre el portador, codificada en la secuencia de pares nucleótidos, capacidad para replicarse proporcionando la transmisión de datos necesarios a fin de dar lugar a una imagen del portador, y capacidad de mutar atendiendo a cambios evolutivos que obedecen a reglas que no sabemos dónde están escritas ni de qué modo aparecen, pero que están, aunque curiosamente cuando nos hablan de ellas nos explican que nadie las escribió, sino que se imprimieron por sí mismas en otro maravilloso acto de generación espontánea sin precedentes. No creemos en tanta casualidad milagrosa. El funcionamiento del sistema, a grandes rasgos, es el que sigue. La secuencia de disposición de los nucleótidos a lo largo de la cadena de ADN se transcribe en el gen al ARN, que actúa como mensajero, y esta secuencia se traduce a una proteína que el organismo puede sintetizar en determinado momento de su vida según las instrucciones marcadas. La relación entre la secuencia de nucleótidos y la de aminoácidos de la proteína la determina el código genético, que se utiliza

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durante el proceso de traducción o síntesis. De este modo es como hemos sido formados, en base al molde escrito en el código, todos los seres vivos que poblamos el planeta. La verdad es que el mecanismo, que hemos explicado sin detenernos ni la milésima parte de lo que su complejidad requiere, es exquisito. Sirva como ejemplo que las alrededor de treinta mil proteínas diferentes del cuerpo humano están hechas de solo veinte aminoácidos, y una molécula de ADN debe especificar la secuencia en que se unen todos y cada uno de ellos. Este trabajo, considerable y preciso, lo lleva a cabo solo un 3% del genoma, con lo que aún nos queda mucha información en el otro 97% restante, de la cual sabemos muy poco o nada. La respuesta final al enigma que esto supone ha sido llamarlo, quizás precipitadamente, “ADN basura”. Mucho se ha hablado de esta máquina asombrosa que es el código genético, pero poco se ha avanzado, y además siempre ha sido un punto de enfrentamiento entre diferentes tendencias humanas, pero la verdad es que no parece cercana una explicación válida que convenza a todos. De momento, después de múltiples avances y de haber invertido fortunas en el desarrollo de tecnologías que nos permitan conocer qué sucede en esas diminutas cadenas de información, lo más consistente que la ciencia ha expuesto sobre su origen se fundamenta en palabras como fortuna, aleatoriedad, casualidad… Nada que verdaderamente explique la naturaleza de su origen. Sin embargo, su esquema de funcionamiento es tan insólitamente elevado y eficaz que ninguna de esas palabras parecen hacer honor a lo que verdaderamente encierra, que no es otra cosa que un diseño maestro de enorme nivel. Lejos de suponer un principio básico y sencillo para la vida, la incorporación desde los primeros instantes del código supone una etapa difícil de explicar sin una inducción externa. Esa es la realidad, porque, en verdad, nos cuesta trabajo pensar en el cúmulo de casualidades que hacen falta para que de una jaula de tornillos surja un flamante motor V8 sin intervención de un mecánico eficaz. En aquel momento inicial en que la vida se instaló en la Tierra, las primeras portadoras básicas de ADN, las metanobacterias, eran ya, por tanto, todo lo contrario a un principio de absoluta sencillez, dado que, en base a las codificaciones, eran capaces de sintetizar sustancias de su entorno para producir metano, un gas crítico para la sucesión de acontecimientos que posteriormente iban a llevar a la aparición de una vida compleja. Esto es, como mínimo, misterioso, pero lo cierto es que las metanobacterias arrojaban metano desde el mar a una atmósfera compuesta en su mayor parte del mismo gas, con lo que las concentraciones hubieron de ser asombrosas con el paso del tiempo. Este elemento era autosuficiente, como aduce el meteorólogo Jim Kastings, para mantener la temperatura de la superficie por encima de los 0ºC, impidiendo que

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fuese suficientemente baja como para provocar eventos de congelación generalizados que hubiesen podido poner en jaque el mecanismo vital. Por tanto, había un estado de equilibrio, y todo hubiera seguido así de no ser por la aparición, hará unos 2.800M de años, de las cianobacterias, que iban a introducir cambios radicales en la dinámica atmosférica. Estas bacterias procarióticas gramnegativas, englobadas dentro de la subclase “archaea”, fueron las primeras capaces de efectuar la fotosíntesis, mediante la cual regulaban su consumo interno y liberaban el oxígeno que iba ocupando su lugar en la atmósfera por vez primera. Para hacer esto, las descendientes actuales de aquellas que colonizaron los mares usan un reductor (H2O) como fuente de electrones, tomando su hidrógeno, por lo que liberan el átomo de oxígeno. También son capaces de tomar nitrógeno de la atmósfera reduciéndolo a amonio, aprovechable en las cadenas tróficas de los océanos, por lo que se convierten en vitales para el ecosistema. Su milagrosa aparición, decisiva para la vida, también fue casual según la ciencia, carente de cualquier tipo de posible inducción. En las cianobacterias, el ADN aún está libre en el citoplasma al no haber un núcleo separado. Se dividen y multiplican por fisión binaria, careciendo de mitocondrias, nucleolo y retículo endoplasmático. Su tamaño es de una décima de milímetro, y pueden soportar condiciones extremas de acidez, salinidad o temperatura, lo cual las convierte en organismos muy resistentes y adaptables. Morfológicamente no se diferenciaban grandemente de las metanobacterias, pero la factoría química que albergaban en su interior iba a cambiar todo el medio hasta capacitarlo para albergar la vida basada en el carbono. Esto sin duda obedece a un avance enorme y extraño en la especialización celular, dado que por motivos desconocidos comenzaron a usar el Sol como activador para sus brillantes reacciones fotosintéticas en un planeta donde las densas nubes hacían que la radiación lumínica que llegaba a la superficie fuese mínima, reducida además en su espectro visible debido a la alta concentración de metano hasta únicamente el rojo. Sin embargo, a pesar de ello, usaron el sol como fuente de energía, en un acto de avance evolutivo más que cuestionable. Nosotros pensamos que esto no debió ser así. Se nos antoja sorprendente que un camino tan estrecho como el que el medio aportaba se conviertiese en la autopista definitiva que tomó la evolución, que además, demostradamente y contra todo pronóstico, triunfó. Sin embargo, nos resulta más lógico con ese entorno pensar en células que avanzasen en otras direcciones que no fuesen las fotosintéticas, simplemente porque uno de los principios evolutivos elementales nos hablan de que ante caminos diferentes la vida escoge el más simple, con lo cual nos siguen surgiendo dudas importantes sobre cómo aparecen estos mecanismos singulares.

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¿O es que la atmósfera no era tan roja y oscura como pensamos? Esto sería así si prescindimos del metano en un origen lejano, y nos ceñimos a la presencia de otros compuestos gaseosos como primarios. Quizás un modo de alterar esta química primordial sería anteponer la presencia de las cianobacterias a las metanobacterias, con lo que estas habrían estado vertiendo oxígeno a la atmósfera mucho antes de la aparición de aquellas. Lo único que hubiese evitado la congelación del planeta, en ausencia de metano, sería una gran actividad volcánica continuada, la presencia de enormes bancos de nubes y la afluencia de un elevado número de impactos celestes que expulsasen mucho dióxido de carbono y contrarrestaran la actividad enfriadora de las primeras tasas elevadas de oxígeno. Esta necesaria violencia desde el interior y el exterior de la Tierra se corresponde con los turbulentos periodos iniciales de estabilización a que el planeta se vio sometido tras consolidarse. Sabemos que hubo un intenso periodo de bombardeo cósmico hace 4.000M de años, y sus secuelas también se observan en otros planetas y satélites. La aparición de las metanobacterias, en este marco hipotético, se vuelve secundaria, pero químicamente eficiente y además evolutivamente razonable. Del mismo modo, si pensamos en una aparición relativamente próxima entre si, donde las cianobacterias suceden y conviven con las metanobacterias en un paisaje asolado por los volcanes y los impactos celestes, y damos a la producción metánica menor nivel del atribuido, también nos cuadra el resultado, con lo que no precisaríamos cambiar el orden establecido y seguiríamos obteniendo sumas coherentes y lógicas, que sí justifican la presencia de un mecanismo capaz de aprovechar la radiación solar que llegaba a través de la densa capa de nubes. De este modo podríamos explicar con mayor brillantez el desarrollo de la fotosíntesis, eficaz en un entorno nuboso, pero no en uno donde las nubes y los gases filtran la luz hasta el mínimo, convirtiéndola en poco lógica e ineficaz. Consecuentemente, damos por sentado que ambos organismos aparecieron en tiempos similares, aportando sus gases de desecho a una atmósfera con abundante Co2. Esto contradice a lo estipulado, pero es muchísimo más coherente con los resultados. Sin embargo, sigamos explicando el hilo de los acontecimientos tal como actualmente se admite, y veamos qué pasa. Transcurridos 1.600M de años desde la aparición de ambas bacterias, la actividad volcánica descendió ostensiblemente debido a un periodo de estabilización tectónica y a que el bombardeo meteórico se hizo menos intenso. Se había producido un descenso de cuerpos amenazantes masivos, destruidos a consecuencia de los encuentros con todos los planetas interiores. Las cianobacterias habían liberado gradualmente una cantidad importante de oxígeno que se puede cifrar en torno a un 20% del volumen atmosférico de la época, cantidad similar a la que manejamos hoy y que nos sirve de soporte vital. Las consecuencias de ello fueron cataclísmicas, y no se hicieron esperar. El dióxido de carbono se vio desbordado para contener el avance del oxígeno, el metano se inhibió y desapareció, y de repente, la temperatura comenzó un descenso brusco, bajando una media de 5º en el ecuador y hasta 25 en

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los polos, con lo que la glaciación parecía servida. Una densa capa de nieve comenzó a cubrir ambos casquetes, desbordándolos y llegando al paralelo 20 en unos 3M de años. Ese periodo de avance lento aceleró de repente, y en 50 años más los glaciares cubrieron la Tierra hasta el ecuador, tapando los océanos con un manto blanco de 1 Km de espesor. Su aspecto exterior por aquella época debió de ser el de una inmensa bola de nieve vagando por el espacio libre de nubes y de cualquier atisbo de actividad, y esto pudo durar decenas de millones de años. Evidentemente, la situación supuso un cambio de paradigma climático que afectó al desarrollo de la vida, que entonces estaba en una fase precaria y primitiva. La avanzada maquinaria fotosintética de las cianobacterias había alterado de manera dramática el equilibrio del ecosistema debido a su replicación y efectividad, provocando una situación donde su supervivencia no estaba en absoluto garantizada, y comenzaron a perecer bajo inmensas capas de hielo. Sin embargo, unas pocas que suponían un porcentaje mínimo consiguieron salvarse gracias a los focos termales dispersos por el manto blanco, originados por los volcanes que generaban excesivo calor para permitir la congelación en algunas pequeñas zonas de su entorno. En esos lugares aparecieron puntos calientes similares a géiseres, y allí consiguieron las colonias de bacterias sobrevivir, formando tapices que cubrieron de verde los fondos de estos estanques privilegiados que se convirtieron en verdaderas arcas de la vida. Este fenómeno de adaptación extrema lo vemos hoy en zonas gélidas del mundo, como en Islandia, donde se da con frecuencia demostrando la versatilidad de las bacterias cuando se trata de sobrevivir, campo en el que son verdaderas expertas. Esta época del hielo se mantuvo sin alteraciones durante un número indeterminado de millones de años, hasta que hizo de nuevo irrupción en escena la reactivada vorágine del interior de la Tierra, que liberó, mediante la aparición de enormes volcanes, gran cantidad de dióxido de carbono en un tiempo relativamente corto. Este gas invernadero fue lanzado a la atmósfera en proporciones que superan en 200 veces la concentración actual, y redujo de manera crítica la presencia de oxígeno desde el 20 al 1%. El efecto invernadero hizo subir la temperatura en poco tiempo, y un deshielo global liberó al planeta del abrazo helado. Tal desbordamiento en las cantidades de Co2 se ha supuesto debido en exclusiva a la afluencia de cantidades enormes de gases interiores, pero no podemos pasar por alto la caída de grandes cuerpos celestes, que aunque más distanciados en el tiempo en lo que a confluencia orbital se refiere, seguían siendo destructivos y determinantes, y esto creemos que no ha sido tenido en cuenta del modo adecuado. Analicémoslo. Una prueba de la aparición de estos fenómenos es la cicatriz del Vredefort, en Sudáfrica, cuyo cráter, producido por un cuerpo de unos 12 Km de diámetro hace unos 2.023M de años, mide más de 300 Km. Es uno de los escasísimos restos meteóricos que han llegado a nuestros días procedentes de aquella época, debido al

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carácter fuertemente erosivo del planeta que ha borrado la mayor parte de sus cicatrices, pero su presencia nos habla con claridad de un periodo donde estos eventos masivos debieron de resquebrajar la corteza con cierta regularidad, lo cual tuvo que ser necesario para elevar las tasas de dióxido de carbono hasta las cifras que se han expuesto. Los periodos de oscurecimiento o inviernos nucleares provocados por estas colisiones fueron suficientes para suponer cambios en las ya de por si duras condiciones de la época. Vredefort pudo provocar una noche de 3 a 5 años, que en su momento hizo descender las temperaturas de modo importante y supuso una alteración química en las aguas de todo el mundo, dado que el acopio de sustancias elevadas a la atmósfera dejó su huella en forma de lluvias ácidas y gases invernadero. Siguiendo con este camino, y en base a la gran cantidad de Co2 necesaria para iniciar una fase de calentamiento en un entorno de hielo, proponemos la posibilidad de un impacto mayor como causante de un mega cambio climático justo al final de la primera hiperglaciación, a la que condenó a su fin. No sabemos dónde está, ni siquiera si llegará a encontrarse su huella, o si se ha borrado, como sabemos que ha sucedido con la mayoría de los cráteres de la época, pero proponemos la necesidad de su presencia para sostener las razones que se aducen como causantes de un evento tan enorme como es la descongelación de todo un planeta a través de un incremento repentino de gas invernadero en un 200%. Esta cifra nos resulta absolutamente excesiva para haber sido producida solo por la acción volcánica. Actualmente tenemos contabilizados más de 170 cráteres de impacto, lo cual es un número aún muy pequeño teniendo en cuenta la cantidad global que podría haber, pero hemos de considerar factores muy importantes para analizar esto. En primer lugar, solo unos pocos países han iniciado estudios a fin de localizarlos, dado que el interés hacia ellos es muy reciente. Únicamente países aventajados en materia científica derivan fondos para este menester, lo cual hace que los avances en su localización y estudio sean pequeños aún, pese al gran desarrollo registrado en los últimos años. En segundo lugar, la mayoría de ellos solo son visibles desde el espacio, por lo que únicamente mediante estudios orbitales, caros y lentos, se van consiguiendo resultados. Esto es todo un hándicap, pues la investigación se encarece en exceso como para hacer estudios globales, por lo que la suerte sigue siendo un factor importante a la hora de localizar cuencas de impacto a través de largas tiradas de imágenes en todos los espectros. Uno de los métodos orbitales que están dando más resultados en este terreno es el del análisis magneto-gravitatorio del terreno. Se basa en localizar amplias zonas donde el campo magnético de la Tierra haya sido deformado. Esto se produce cuando el impacto mueve bruscamente los componentes geomagnéticos de la corteza, alterando su uniformidad. El resultado es una imagen que en ocasiones puede llegar a ser muy clara del cráter con todas sus características.

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El tercer factor que dificulta la localización de áreas de impacto sería la erosión antes mencionada, que no ha dejado rastro visible de muchos de ellos, y el cuarto, y quizás más importante, el hecho lógico de que la mayoría deben reposar en los fondos oceánicos, bien resguardados de nuestras posibilidades actuales de localización. Solo recientemente hemos sido capaces de sondear las profundidades mediante radar, por lo que es de esperar que próximamente vayan apareciendo puntos calientes por todo el globo. Visto lo anterior, hemos de tirar de estadística para poder hacer una proyección posible sobre las veces que nuestro planeta se ha visto agredido por cuerpos de tipo meteórico procedentes del espacio. En este sentido, los astrónomos estadounidenses Norman Sleep y Kevin Zahndle, después de elaborar un pormenorizado estudio al respecto, han llegado a la conclusión de que nuestra Tierra ha tenido que ser golpeada por una cifra que multiplica por 25 los impactos recibidos por la Luna, y eso, si miramos una cartografía de ésta, es un número muy grande. De la misma opinión es la astrónoma Robin Canup, autora de la que es sin duda la hipótesis más brillante sobre el origen de nuestro satélite. Para que nos hagamos una idea. Si suponemos que solo hemos hallado el 10% de los impactos habidos, la cifra final subiría hasta 1.600 probables eventos de colisión. Si eso lo multiplicamos por cuatro, a fin de tener en cuenta los que estadísticamente cayeron en los océanos, el dato sube hasta 6.400 posibles. De estos extraemos aproximadamente un 10%, que serán los que nos interesen dada su capacidad para ocasionar trastornos climáticos generalizados, y llegamos a una cifra estimativa de hasta 640 posibles días del juicio. Todo un infierno. Ese dato es aterrador si comenzamos a superponer sus marcas aleatoriamente a lo largo de la historia de la Tierra, concentrando la mayor cantidad en los tiempos iniciales, dado el elevado número de cuerpos sobrantes de los periodos de formación que circulaban aún por aquel entonces en torno a las órbitas de los planetas interiores. Esas inmensas montañas flotantes fueron precipitándose en número decreciente contra los planetas que sobrevivieron a las fases de consolidación, en base a la capacidad de atracción de sus campos gravitatorios, entre los cuales el nuestro era ya por entonces el mayor de todos los interiores. Eso lo convirtió, sin duda, en uno de los objetivos favoritos en el campo de tiro cósmico, por lo que no debe extrañarnos que el acopio final de colisiones supere con mucho a los de nuestros planetas vecinos, aunque aún no los hayamos encontrado. Dicho en apoyo de lo expuesto de un modo claro y radical: es una certeza matemática que hemos sido acribillados durante eones. Por tanto, establecer una hipótesis inspirada en posibles impactos de gran calibre no debe tomarse como algo arbitrario y poco fundamentado, sino todo lo contrario, dado que estos, sin duda de ningún tipo, existieron. Por tanto, lo que hay que averiguar es si fueron capaces de desatar acontecimientos suficientemente grandes y duraderos como para producir extinciones, cambios climáticos globales, o

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como aquí postulamos, nada más y nada menos que el final de una era de hiperglaciación. Para un no iniciado, hablar de impactos mayores al Vredefort puede suponer un hecho difícil de concebir, y no está por ello en mal uso de la razón, ya que este fue un acontecimiento de escala similar al de Chicxulub, al cual se atribuye el magnicidio de los dinosaurios hace 65M de años, aunque eso, como veremos más adelante, es susceptible de nuevas interpretaciones. Pensar en un evento mas grande puede resultar difícil de concebir, pero no tengan miedo de ello, porque sí que ha habido colisiones mucho mayores en el lejano pasado. En la época que nos ocupa, hace unos 2.200M de años, se suponen acabados los grandes impactos con cuerpos de mas de 500 Km de diámetro, capaces de retrotraer el reloj de la vida al punto inicial en solo 24 horas. Sleep y Zahndle nos dicen que al menos 5 grandes encuentros de este tipo se produjeron antes de la aparición de las cianobacterias, y en la actualidad estudian lo que podría ser el remanente de uno de ellos, localizado en una gran sima oceánica de más de 2.000 Km situada a la derecha de Japón. En la época que nos ocupa, al final del primer episodio de bola de nieve, este tipo de actividad masiva habría terminado hacía muchísimo tiempo. Sin embargo, ¿qué ocurriría si nuestro planeta, cubierto de hielo, hubiese tenido una cita demoledora con un cuerpo de unos 150 ó 200 Km? Pues en primer lugar, suponiendo una velocidad de 11 Km/seg, la que se atribuye a los cuerpos cercanos de órbita elíptica, los asteroides, una masa bastante neutral de unos 5.000 Kg por metro cúbico, y dependiendo del ángulo de choque, tendríamos como resultado una colisión que perforaría la corteza en el primer segundo hasta los 300 Km de profundidad, es decir, profundamente en el manto. Independientemente de que la zona cero estuviese en granito (continentes) o basalto (océanos), el fenómeno de tsunami de choque estaría garantizado, elevando una ola circular de roca fundida de decenas de kilómetros de altura que no se detendría hasta haber abierto un cráter complejo de unos 900 Km por el que el magma interno sería proyectado al exterior en cantidades que escapan a la comprensión. Masas incandescentes, vapor y dióxido de carbono serían liberadas en la atmósfera, produciendo un impacto calórico semejante al de miles de millones de veces la tristemente célebre bomba que alguien a quien la historia aún no ha condenado en su justa medida lanzó sobre Hiroshima. Esta ola de fuego recorrería el globo acompañada de ondas de choque, ondas expansivas y tsunamis de hielo desproporcionadas. En las antípodas, la confluencia de estas ondas, provenientes de todos los ángulos, debieron provocar erupciones gigantescas, y más calor y gases fueron

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expulsados a través del material fundido del manto, que de este modo aliviaba la presión. Una nube de vapor de roca, producto de la evaporación de la piedra sometida a 6.000ºC, la misma temperatura que reina en la superficie del Sol, se extiende horas después por la mitad de la atmósfera, cubriéndolo todo con temperaturas en torno a 4.000ºC que se van disipando durante semanas... No creemos necesario seguir con esta narración apocalíptica. Simplemente baste saber que la energía liberada sería suficiente para derretir íntegramente la totalidad de la capa de hielo, aportando cifras de dióxido de carbono a la atmósfera que son más asumibles por este método que por la explicada y poco argumentada erupción de volcanes, por muchos que estos fuesen. Arrojar a la atmósfera una cantidad de Co2 200 veces superior a la de hoy sin un motivo mayor que no demostrables súper penachos de magma (formaciones globulares de magma muy caliente que se originan en el núcleo terrestre y que ascienden hasta abrir la corteza), que supuestamente rompieron la corteza a través de volcanes, se nos antoja imposible y arbitrario sin un elemento que arroje gran presión. En definitiva, que para que se produzca un evento volcánico de la magnitud propuesta necesitamos un iniciador, dado el principio de acción-reacción, y eso es algo que ha sido olvidado repetidas veces. Nos parece que el escenario de colisión es la hipótesis que mejor se ajusta a lo que pasó, máxime cuando durante 1.600M de años el planeta había estado estabilizándose, cosa que queda patente a través del lento crecimiento del oxígeno. Este proceso permaneció inalterable y seguro, por lo que no cabe pensar en tan brusco giro de manera aleatoria. Volvemos a necesitar el detonante. Una gran colisión es, a todos los efectos, un iniciador de proporciones épicas, y en la época que estamos estudiando fue perfectamente posible y estadísticamente inapelable; por lo tanto, en base a su necesidad, lo proponemos para comprender lo que realmente sucedió, cosa que solo podemos deducir por las consecuencias, que es lo único que nos ha llegado. En explicación de la supervivencia de las especies a un trastorno así, hemos de decir que todas las bacterias que habitasen en los alrededores de géiseres localizados dentro de cualquier punto situado en un círculo de 10.000 Km alrededor de la zona cero serían abrasadas, pero no así las del resto de la Tierra, que irían sobreviviendo en razón proporcional a la distancia. Las grandes masas de hielo absorberían parte del impacto calórico antes de su fundición, con lo que el océano no llegaría a hervir, produciéndose un equilibrio en el que cianobacterias y metanobacterias podrían desenvolverse, en lo que a temperatura se refiere, sin dificultad, aunque mermadas las primeras en lo que respecta a capacidad fotosintética, dado el largo invierno nuclear de no menos de 5 años que les esperaba. La cifra de oxígeno después del deshielo debió quedarse en

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torno al 1%, muy menguada por la violenta crecida del dióxido de carbono y el dióxido de azufre. Con el cielo oscurecido, y por tanto privadas de luz, las cianobacterias debieron reducir aún más su tamaño, sufriendo una evolución rápida en busca de la economía de recursos, y muy pocas sobrevivieron. Pasado el periodo de oscuridad, un impulso inverso, motivado por el repentino superávit de energía causado por los rayos solares, las hizo crecer de nuevo, y los mecanismos que habían desarrollado y perfeccionado en el periodo oscuro, altamente eficientes, las hicieron acometer un segundo estadio evolutivo, dando lugar a una mayor capacidad de emisión de oxígeno. Joseph Kirschvink halló una prueba del ímpetu con que se emplearon las cianobacterias después del primer episodio de bola de nieve en la propia existencia de las minas de dióxido de manganeso de Sudáfrica, las mayores del mundo. Este compuesto se produjo cuando el manganeso que flotaba en el agua se mezcló súbitamente con oxígeno proveniente del fondo. Esto dio lugar a dióxido de manganeso, que no siendo un compuesto hidrosoluble, se precipitó rapidísimamente contra el fondo marino, acumulando una capa de 1 Km de espesor. Este hecho demuestra la fuerza repentina con que este oxígeno fue liberado desde el océano, y debió suceder algún tiempo después de que los rayos solares volviesen a penetrar en la atmósfera, tras la noche de 5 años. En un momento determinado, la producción fotosintética de las cianobacterias se hizo enorme, y provocaron la precipitación. Una vez que las negrísimas nubes se disiparon, el elevado efecto invernadero calentó rápidamente el ecosistema, y las temperaturas ambientales se situaron en torno a unos 50ºC de media, dando lugar a altas concentraciones de vapor de agua y a la aparición de mega huracanes, con una presión de 300 Hectopascales y vientos de 10.000 Km/h, inimaginables hoy día, donde los más violentos, como el famoso Katrina, mueven el aire a no más de 350, que ya es mucho para nosotros. En los ojos de estos colosos el mar se curvaba debido a la caída de presión, formando una cúpula insólita de 3 Km de altura, en torno a la cual giraban muros blancos de nubes que parecían llegar al cielo. Solo en Júpiter podemos hoy día ver sucesos similares, e imaginarlos aquí resulta terrorífico. Estas convulsiones ciclónicas agitaron los mares con violencia, provocando tempestades que dieron lugar a la subida de los abundantes nutrientes liberados por la acción volcánica, que acabaron alimentando a las menguadas cianobacterias, que no tardan en mejorar, replicándose y aportando oxígeno en escala ascendente. Es entonces cuando surge la célula eucariota, mucho mayor y más avanzada, provista ya de núcleo separado y con enormes posibilidades de desarrollo. Su aparición supone otro salto evolutivo sin explicación definitiva, pues en cierto modo, se pasa del orden bacteriano al celular avanzado que ha llegado hasta nuestros días en un salto de arquitectura morfológica equivalente al que hay entre una

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pequeña tienda de comestibles y una multinacional de gran nivel. Sin embargo, algunos científicos proponen que la abundancia de nutrientes y oxígeno en determinados momentos pudieron disparar esta evolución sorprendente, en la que, cómo no, la suerte tuvo mucho más que ver que la lógica. No obstante, el camino a la diversificación no iba a estar despejado. 1.600M de años más tarde se repite de nuevo el terrible periodo glaciar, en una repetición casi clónica del ciclo anterior. Indeterminados millones de años más adelante, a finales de este segundo y más corto episodio de bola de nieve, el equilibrio químico era más estable y la concentración de oxígeno se mantuvo debido a la muerte en masa de la mayor parte de las cianobacterias. Mientras tanto, retornaban los niveles de dióxido de carbono, liberado por los volcanes, hasta rebasar el punto crítico, lo que dio lugar al deshielo definitivo. Este fue menos violento en esta ocasión, y la relación Oxígeno-Co2 comenzó a estabilizarse, de modo que la fase de descompensación que había dado lugar a dos grandes hiperglaciaciones desapareció gradualmente, dando comienzo una nueva era en la historia de la Tierra, en la que la atmósfera, debidamente modelada, sería capaz de mantener formas de vida complejas sin someterlas a rigores tan extremos como los pasados. ¿Fortuna o ingeniería? Lo veremos. Un resumen cronológico de las interacciones químicas de la atmósfera, sus causantes y consecuencias, durante esos extraños periodos, quedaría como sigue: -

Nubes intensas + Co2 = calor controlado Nubes + Co2 + Metano + 20% Oxígeno = enfriamiento Primera hiperglaciación Gran impacto de los hielos = deshielo e invierno nuclear Nubes + Co2 + Metano + So2 + 1% oxígeno = calor elevado pero controlado Nubes + Co2 + Metano + 20% oxígeno = Enfriamiento Segunda hiperglaciación Co2 + Metano + 20% oxígeno = estabilización climática

Ahora, detengámonos un poco en las células eucariotas. Están dotadas de un citoesqueleto compuesto de microtúbulos y filamentos proteicos. Los órganos están compartimentados y separados, siendo el núcleo el más específico y novedoso, el lugar sacro-santo donde residen el ADN y ARN, ya muy apartados de la maquinaria de mantenimiento exterior. Seamos conscientes para analizar esto del simple hecho de que los organismos crecen y se desarrollan en función de la energía que son capaces de transformar en beneficio propio. Lo mismo sucede, como símil, en cualquier sociedad de hoy en un país desarrollado, donde la alimentación y la calidad de vida sea óptima, vemos como las tasas de crecimiento son mayores que en otros donde

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desgraciadamente no sucede lo mismo. Este mecanismo debió impulsar a las cianobacterias, como segundo estadio evolutivo, hacia células fotosintéticas más desarrolladas, que fueron decisivas para la constitución final de la atmósfera. Parece coherente en lo que respecta a estos pequeños cuerpos, pero no aporta la más mínima pista sobre el motivo por el cual surge un mecanismo celular tan diferente como el de la célula eucariota, con una complejidad interna tremendamente superior respecto a su antecesora conocida, con la que guardaba ya poca relación morfológica y funcional. Todo en ella es diferente y avanzado, casi un diseño de otro cuño. Es como si comparásemos una bicicleta con un poderoso coche deportivo. Efectivamente, se parecen en las ruedas, pero poco más. Además, a todos los efectos se trata de una evolución finalizada, dado que es el formato que ha llegado hasta nosotros, copando todos los órdenes, e inalterable al paso de los eones. Somos conglomerados organizados de células especializadas que no han cambiado jamás su estructura en todos estos miles de siglos, lo cual es en sí un indicador claro de que son la base de la que se nutre la vida orgánica. Solo las gruesas cadenas de información genética hacen que se acumulen de un modo u otro, diferenciando a las criaturas solo a partir de la especialización dada a los grupos celulares. Por tanto, se podría decir que el patrón definitivo sobre el que se asienta el diseño de las especies tiene una sorprendente y demostrada antigüedad, añadiendo a eso el hecho sorprendente de que ya apareció completamente terminado y perfeccionado. Incluso suponiendo la presencia de escalones intermedios no encontrados, seguimos teniendo ante nuestros ojos un salto espectacular. Y si tenemos en cuenta el hecho de que esos saltos evolutivos supuestos pudieron ser de perfeccionamiento estructural y funcional, no podemos pasar por alto el mayor de los misterios al respecto, que no es otro que la realidad dada de que por muchos escalones que hallásemos siempre tendríamos al final un paso único y enorme desde una bacteria simple y primitiva a una compleja, dotada de un núcleo que aísla la información genética. Es un punto de dificilísima explicación, a pesar del empeño mostrado por la comunidad científica, pero lo cierto es que ahí están los hechos y nadie se pone de acuerdo para hallar una respuesta coherente al enigma que suponen. Y aún no hemos hablado del colágeno. Visto todo lo anterior y resumiendo, veamos las fases que proponemos para el desarrollo de la vida en aquellos periodos glaciares: -Aparición y desarrollo de las cianobacterias fotosintéticas. Generan un 20% de oxígeno, rompen el punto de equilibrio con el dióxido de carbono y producen la primera hiperglaciación. Poco antes surgen las metanobacterias. -Exterminio intensivo y supervivencia de las bacterias en los géiseres durante la primera hiperglaciación.

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-Supervivencia por reducción y aumento de capacidad de autoabastecimiento tras el gran impacto de los hielos y la noche de 5 años. Reducción de la tasa de oxígeno hasta el 1%. Dióxido de carbono 200 veces superior a la tasa actual. Invierno nuclear. -Inicio de una escalada de temperaturas, frenada por las nuevas y poderosas cianobacterias, que restablecen el equilibrio antes de que el efecto invernadero sea efectivo. Salto hacia la célula eucariota. - Replicación de las nuevas cianobacterias y aumento rápido de la tasa de oxígeno hasta el 20% y más. Caída del dióxido de carbono justo antes de la segunda hiperglaciación. - Segundo periodo de hiperglaciación, fase de supervivencia, la tasa de oxígeno se estabiliza en el 20%, recuperación del dióxido de carbono por muerte masiva de las cianobacterias y aparición evolutiva del colágeno, que agrupando células eucariotas da pie a los organismos pluricelulares. Mediante estos cinco pasos, que se desarrollaron a lo largo de 3.200M de años, es como nosotros proponemos el desarrollo de la vida en aquellos lejanos momentos de trastornos climáticos enormes. El resultado final atmosférico fue un ambiente cálido, presidido por el equilibrio entre los gases de efecto invernadero y el oxígeno, que favoreció la aparición de organismos cada vez más complejos y diversos, basados en un sistema de selección natural y descendencias con modificación, gobernado por ADN, que finalmente se impuso. Para ello fue determinante el colágeno, auténtica alfombra donde las células se agrupan para formar comunidades afines. Su aparición dio lugar a interacciones entre estas, que formaron seres compuestos de multitud de ellas. La especialización celular prosiguió, y lo que en un principio fueron cuerpos unicelulares se fueron transformando en pequeños animales complejos, y más adelante en un arte de combinación que raya el milagro o la magia. Las razones por las que se alcanzaron estos diseños orgánicos no pueden ajustarse a factores tan inverosímiles como la suerte o simples mecanismos de prueba y error, tal como se nos propone por la vía de la evolución pura. Téngase en cuenta que ya podríamos contar por este camino con hasta tres puntos críticos con escasa explicación, y eso no resulta muy académico: El primero sería la aparición de la vida desde la nada, en forma de bacterias con ADN localizado en el citoplasma. El segundo la aparición de la magnífica célula eucariota con núcleo separado para el ADN, sin aparente evolución intermedia. Su perfección estructural es tan precisa que no ha sufrido evolución alguna hasta nuestros días, lo cual lleva a la sorprendente revelación de que todos los seres evolucionados estamos constituidos de células que no han cambiado. El

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único modo de garantizar la actualidad permanente del código es, sin duda, mantener inalterables sus materiales de construcción, y esto supone otra evidencia de planificación de gran nivel. Y el tercero la aparición insólita del colágeno, que posibilita el agrupamiento selectivo de células que desarrollan y se atienen a códigos complejos que faciliten su interacción dando lugar a organismos aún mayores. En nuestra opinión, como ya hemos expresado con anterioridad, estos tres pasos son muy difíciles de entender sin intervención de algún tipo. Es más, parece haber una lógica dirigida en el hecho de pensar que las cianobacterias pudieran ser liberadas para aportar oxígeno a la atmósfera, tras lo cual se da salida a la auténtica carrera de la vida con la introducción de la célula eucariota, que poco o nada tiene en común con su precursora, más orientada a la remodelación del medio que a la propagación de un árbol vital. ¿Qué sucedería si todo el mecanismo inicial evolutivo hubiese estado codificado y consecuentemente asegurado? Pues que todo el resto de los pasos evolutivos obedecerían a una programación genética, secuenciada de modo tal que permitiera y dirigiera el desarrollo desde las primeras formas unicelulares a las más complejas. Eso, querido lector, es la mas simple de las soluciones, y la que se nos antoja como la más próxima a lo que pudo ocurrir, pero choca abiertamente con los estrictos postulados científicos, dado que supone la presencia e intervención exterior, y eso, aunque pueda ser (como vemos) una realidad invisible pero palpable a través de los hechos, no puede ser admitido, dado que no es posible llevarlo al laboratorio para someterlo a estudio. Por tanto, y visto el peso de la evidencia, proponemos un estadio primigenio de creación y evolución programada, con dos fases diferenciadas claramente, como son la adaptación sistemática del medio ambiente mediante introducción de microorganismos que actuaron a través de un programa impreso en el ADN como catalizadores atmosféricos, y la posterior liberación del auténtico embrión inicial de la vida superior, con los códigos adecuados impresos en la información cromosómica a fin de garantizar un desarrollo evolutivo totalmente previsto, sin sorpresas. No les hablo ni más ni menos que de un fascinante proceso de bioingeniería dirigido a la terraformación del planeta y la posterior consolidación de formas tan diversificadas como fuese posible. Pero... ¿ha podido quedar alguna huella de este proceso? Para buscar la respuesta a esta pregunta, pensemos primero cómo se puede acometer una tarea semejante. Imaginemos que tenemos los conocimientos, los medios, y que tenemos un planeta entero a nuestra disposición. Si vamos a

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introducir elementos vivientes, por ejemplo bacterias, dotadas de un código programado, que actúen sobre y en él, tenemos varias formas de hacerlos autónomos, eficaces y predecibles. La primera pasa por programar todo el devenir de los acontecimientos evolutivos para un largo flujo de miles de millones de años a la búsqueda de un tipo determinado de vida (no necesariamente la humana), para lo cual introduciríamos en la cadena de ADN datos codificados donde figurarían todas las posibles rutas que quisiéramos que tomara la diversificación natural. La codificación estaría bien protegida y totalmente ininteligible para nosotros dentro del 90% de ADN que hoy consideramos basura. Es una tarea monstruosamente inmensa, y que nos obligaría a realizar constantes reajustes a lo largo del tiempo, dado que los cataclismos tendrían gran importancia en determinadas épocas, como demuestran las grandes extinciones habidas. Para desarrollar el experimento de la segunda manera propuesta sería mucho más conveniente usar un código pequeño, altamente replicante en su fase inicial unicelular, y muy evolutivo y diversificador tras pasar la barrera de las formas de vida multicelulares, ateniéndose a limitaciones intrínsecas insertadas en las cadenas. De este modo simplificamos y aseguramos un inicio correcto, aunque nos obligaría, según la necesidad final que tengamos, a un cierto intervencionismo. Ajustes determinados en diferentes momentos podrían ir guiando a nuestros especímenes hacia el fin perseguido, en un experimento tan largo y brillante como la vida que conocemos. La codificación original iría desapareciendo a medida que los cambios evolutivos van haciendo efecto, y la integridad del experimento respecto a sus posibles pistas de manipulación estaría asegurada, de modo que nuestras creaciones nunca podrían encontrar huellas de intervención, lo cual es extremadamente importante en base al principio de no inferencia, que nos obliga a ocultar todo rastro de nuestra presencia a fin de garantizar que los acontecimientos fluyan en completa y aparente libertad. De este modo, tras la aparición de la inteligencia, la sensación de autosuficiencia y control del ser que la consiguiera permanecería intacta y observable. Sin embargo, aunque no queden rastros del código introducido artificialmente, sí pueden quedar pistas interpretables. Como las bacterias, surgidas de la más absoluta nada en el momento más necesario. Como el maravilloso ADN, un prodigio no vuelto a superar en este planeta. Como la célula eucariota, que apareció sin salto intermedio con las bacterias justo cuando debía. Como el colágeno, cuyo desarrollo es tan tendenciosamente avanzado que sencillamente no está al alcance de un sistema basado en mecanismos de prueba y error. Necesariamente tuvo que ser introducido artificialmente en la programación. Una célula independiente y cerrada no tiene capacidad para diseñar un elemento tan externo, complejo, original y absolutamente genial por necesario que fuese. Su

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increíble aparición dio lugar nada menos que a los seres multicelulares, al ensamblaje entre células comunitarias. En definitiva, que las eucariotas fueron capaces de unirse y avanzar, mediante la creación de organismos complejos, gracias al desarrollo de este tejido biológico, sin el cual seguiríamos en la época de los organismos unicelulares. ¡Esto es un estadio de intervención muy evidente! Otra pista, insospechada y extremadamente lejana en el tiempo, que nos afecta y llega a nuestros días, es una poco conocida manipulación genética correctora realizada en el ser humano. Nuestros telómeros, que a través de una modificación que presenta claros síntomas de artificialidad en el ADN no nos permiten prolongar nuestras vidas más allá de los 120 años sea cual sea nuestro estado de salud, dan fe de ello. Es un limitación brutal añadida en algún momento del pasado, y sobre la cual no es posible más que especular, pero ahí está el resultado y nos afecta a todos. Solo es una pista, pero de qué calibre. Al final parece que sí, que alguien interviene en determinados momentos. Si observamos con atención quizás lo podamos coger algún día mientras actúa, y no contentarnos solo con observar las pistas que ha dejado enterradas entre las capas del tiempo. Pero eso lo veremos en capítulos posteriores con gran profundidad.

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CAPÍTULO III.

LAS GRANDES EXTINCIONES DEL ORDOVÍCICO-SILÚRICO Y DEL DEVÓNICO FINAL Tras la casi milagrosa aparición del colágeno, las células fueron capaces de agruparse para formar organismos complejos cada vez más evolucionados. La vida había llegado al momento en que la especialización celular iba a diversificar enormemente su presencia, atendiendo a criterios y formas que parecen más propios de mundos imaginarios, y que sin embargo poblaron nuestro planeta hace 550M de años, dando lugar a una inmensa explosión vital durante la época cámbrica. En aquel tiempo la vida era patrimonio exclusivo de los mares, y al final del periodo, todos los filos (categoría taxonómica máxima) del reino animal existían ya, exceptuando los vertebrados. Los animales característicos fueron los trilobites, unas formas primitivas de artrópodos, que alcanzaron aquí su máximo y comenzaron a extinguirse al final de la era paleozoica. También surgieron los primeros caracoles, así como los moluscos cefalópodos. Otros grupos animales representativos del cámbrico fueron los braquiópodos, briozoos y foraminíferos. En el reino vegetal las plantas predominantes eran las algas en los océanos y los líquenes en la tierra. Hace 510M de años aparecen los primeros vertebrados con forma de peces primitivos y los corales. Los animales más grandes fueron unos cefalópodos (moluscos) que tenían el caparazón de unos 3 m de largo. Este grupo de extraños seres primitivos se conocen en su conjunto como fauna de ediacara, merced a la zona montañosa australiana donde se encontraron los primeros ejemplares de sus fósiles. La evolución experimentó con formas y concepciones tan raras como el tendínum, que vivía semienterrado, o el yorgia, provisto de concha y un largo tentáculo que rebuscaba en el fondo marino. Mientras tanto, las cianobacterias continuaron su evolución imparable hacia las algas habiéndose establecido sólidamente en las aguas hasta los 180 m de profundidad. Pero es desde hace 450M de años cuando se inicia uno de los periodos más fascinantes de la historia de la vida, inmersa en un juego geológico de cambios graduales, en los que las catástrofes naturales no quisieron ausentarse del grueso telón de fondo aportado por la mano del tiempo.

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Después de haber asistido a asombrosos acontecimientos de glaciaciones globales que, lejos de detener el flujo evolutivo lo cambiaron y potenciaron, nos vamos a introducir en una misteriosa época en la que algunas criaturas adquirieron repentinamente características tan avanzadas que cuesta trabajo imaginar un motivo lógico para ello. Empecemos por el estado de los continentes. Hace 450M de años, tres masas terrestres cubiertas de fastuosos y auténticos desiertos, Laurantia, Báltica y Avalonia, rodeaban un océano de 2.000 por 5.000 Km, llamado Iapetus. Los corales, que habían aparecido 50M de años antes, lo poblaban holgadamente, proporcionando un hábitat agradable para los abundantes trilobites, gasterópodos, nautiloides, eurypterus y pterygotus, entre muchos otros seres. Las formas de vida animal predominantes en este periodo fueron varios tipos de peces, que abarcaban tiburones, dipnoos, peces acorazados y peces ganoideos (con escamas duras), de los cuales evolucionaron probablemente los ancestros de especies anfibias actuales, ya que algunos restos fósiles encontrados en Pensilvania y Groenlandia muestran que los primeros anfibios existieron a finales de este periodo. También había corales, estrellas de mar, esponjas y los consabidos trilobites. Notorio es destacar que el primer insecto conocido se ha encontrado en rocas de este periodo devónico. Mezclado discretamente entre las criaturas marinas, un pez pacífico de la familia de los ganoideos y de aspecto simple, sin aletas ni vejigas natatorias pero dotado de una cola que le aporta la escasa movilidad que posee, come alimentos del fondo coralino rico en nutrientes. Su nombre es Arandaspis, y mide unos 20 cm. Procede del desarrollo de los ediacara del periodo cámbrico y, debido a la odisea que la naturaleza le depara, va a ser el precursor de los primeros animales que conquistarán tierra firme. Pero aún falta mucho para eso. De momento, su vida discurre entre los colores de un mundo acuático que se extiende por debajo de una atmósfera con un 15% de oxígeno. Este elemento indispensable para nuestro tipo de vida se produjo íntegramente debido a las cianobacterias que comenzaron a actuar antes de la primera hiperglaciación, hace unos 2.350M de años, y mantienen el cielo devónico azul con el clima estable. Aunque habían logrado una tasa de oxígeno hacía 150M de años del 20%, su reducción de actividad contra todo pronóstico y el mantenimiento de la vulcanización habían propiciado una bajada de 5 puntos en este índice. Por otro lado el agua, salada un 40% respecto a la cantidad actual, era de gran pureza, y su temperatura rondaba los 15º. También estaba muy oxigenada, y era extraordinariamente cristalina para lo que conocemos, rica en nutrientes volcánicos y en pequeñas algas que conformaron el primitivo plancton. Del océano circundante, Panthalassa, hemos de suponer que tenía igual densidad de vida, aunque pocas pruebas nos ha dejado el registro fósil, si bien la gran virtud de Iapetus y su ecosistema estriba en la presencia de corales, que

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fomentaron la expansión de las especies. Por tanto, el océano exterior debía de ser el hogar de las criaturas más grandes y amenazadoras, sometidas a otros ritmos y cadenas alimentarias que solo podemos imaginar. No obstante, visto lo que nos ha llegado, podemos decir que fue una época de magníficos seres marinos, muchos de los cuales no han dejado rastro de su paso, bien sometidos a periodos de extinción, o simplemente porque se readaptaron para continuar con ciclos de vida de menor consumo y desgaste. Sus probables fósiles estarían en zonas tan profundas del lecho arcaico que es muy difícil pensar en hallarlos a corto plazo, aunque no es descartable hacerlo en un futuro. Pero en este mundo marino algo estaba a punto de suceder, y esta vez iba a ser un acto lento y gradual, casi cruel, pero de proporciones grandiosas. Los tres continentes situados en torno a Iapetus estaban rodeados por una inmensa falla tectónica de miles de kilómetros, que de repente comenzó a empujarlos unos contra otros, debido a un fenómeno de expansión. Iapetus fue decreciendo durante un periodo de 50M de años, y grandes zonas sumergidas eran elevadas sobre el nivel del mar. Los choques continentales se sucedieron, y la triple conjunción dio lugar a una zona de contacto que se plegó fuertemente, dando forma a la primera cordillera montañosa de que tenemos constancia, que dividía en dos partes desiguales a un nuevo gran continente, de nombre Pangea, rodeado por aguas donde los corales habían establecido sus dominios. Era la Cadena Caledoniana, de unos 7.000 Km de longitud y cimas por encima de los 8.000 m. Su aspecto debió de ser muy parecido a los actuales Himalayas, y, como estos, iban a ejercer un fuerte protagonismo en el clima adyacente. Las nubes concentradas en sus cimas, que actuaban como un muro que les impedía el paso, pronto cubrieron de espesa nieve el macizo, que se vio sometido a ciclos anuales de deshielo, con lo que aparecieron glaciares y torrentes que bajaban por las laderas, creando en su descenso caudalosos ríos que se abrieron paso hasta el mar por ambas vertientes, la más pequeña de las cuales era la que se extendía hacia el Este, siendo la del Oeste una inmensa región que pronto estuvo recorrida por varias corrientes, una de las cuales tuvo el tamaño del Amazonas. El coste de todo este proceso de reforma fue la primera gran extinción de la que tenemos constancia, conocida como la del ordovícico-silúrico. Su época álgida estuvo en torno a los 438M de años, y produjo la desaparición en un corto periodo de tiempo del 85% de los seres, entre ellos los braquiópodos y trilobites, que por aquel entonces solo habitaban los mares. No obstante, y habida cuenta de que no sabemos con cifras reales el número de especies que pululaban por los océanos profundos, esta estimación está sujeta a interpretaciones y controversias, aunque lo que sí queda claro es que la elevación de los fondos marinos en Iapetus provocó un verdadero desastre para la vida que lo habitaba, por lo que suponemos que la última fase de plegamiento tuvo que ser muy rápida, ya que los seres no tuvieron tiempo para desplazarse a aguas profundas.

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Este es el motivo por el que se encuentran en los estratos de esa época auténticas sábanas de fósiles, apilados en gruesas capas, que dan fe de una inmensa convulsión inesperada. El plegamiento que se había iniciado hacía 12 millones de años aceleró de modo drástico, sacando a la superficie miles de kilómetros cuadrados de fondo marino en poco tiempo. No sabemos cuánto tardó posteriormente en elevar las cordilleras de la Cadena Caledoniana, pero, como dijimos anteriormente, todo el proceso pudo durar en torno a 50M de años. Otra teoría muy aceptada es que esta extinción fue causada al inicio de una larga edad de hielo que afectó a la mayoría de las zonas costeras donde vivían gran parte de los organismos extintos. Dicen los defensores de esta hipótesis que se formaron enormes glaciares por un desplazamiento global hacia el Polo Norte, que hicieron bajar el nivel del mar en todo el mundo. Esto habría causado cambios profundos en las corrientes marinas que afectarían a la composición de los nutrientes y a la oxigenación de los mares. Las especies que sobrevivieron se adaptaron a las nuevas condiciones y repoblaron los nichos que dejaron las especies extintas. Una segunda extinción masiva habría ocurrido al final de esta edad de hielo, cuando el supercontinente se desplazó nuevamente hacia el sur, fundiendo los glaciares y causando nuevamente la subida del nivel del mar. Pero recientes descubrimientos están poniendo en tela de juicio los fundamentos reales de estos procesos de exterminio. Un grupo de científicos de la NASA y la Universidad de Kansas ha propuesto una espectacular teoría según la cual esta gran extinción habría sido producida por un torrente de rayos gamma generado por una explosión estelar masiva, que pudo estar a una distancia de hasta 2.000 años luz de nuestro planeta. Estos acontecimientos celestes, el fenómeno más luminoso que conocemos, se dan con frecuencia diaria en el espacio, y sus resultados son espectaculares. El fondo negro del cosmos se ilumina durante periodos que van desde 0,3 a varios segundos con una luz blanca que toca todo el firmamento, mostrando de este modo su increíble capacidad energética. Esta espectacularidad del fenómeno ha propiciado su estudio sistemático, dando como resultado de ello unas características que vamos a considerar. 1.- La energía liberada es equivalente al colapso total de una estrella de 1,3 veces la masa solar que quedase totalmente convertida de modo súbito en rayos gamma. Si este hecho ocurre 2.000 años luz hacia el centro de nuestra galaxia, el efecto que veríamos en nuestro cielo atendiendo al espectro de luz visible sería un punto tan brillante como dos soles. Por lo tanto estas explosiones energéticas que vemos a diario tienen que tener su origen en zonas muy alejadas del universo, aunque ello no es óbice para que en cualquier momento se pueda producir una en nuestro radio visual directo. Semejante concentración de energía, capaz de iluminar como un flash todo el universo, debe ser tenida en cuenta en base a sus desastrosas consecuencias para la vida cercana.

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2.- Los rayos gamma, los más poderosos y destructivos de los emitidos en el espacio, son expulsados en dos direcciones opuestas que parten desde el centro del evento, formando un corredor cónico de ángulo muy cerrado, por lo que en esas direcciones se produce una terrible concentración de energía. Estos chorros colosales (Fig.12) han sido observados en determinados fenómenos del espacio profundo, y viajan cubriendo fenomenales distancias mientras disminuye su concentración. En el momento de la deflagración, el emisor propulsa la materia a velocidades cercanas a la de la luz, formando un cúmulo de expansión lenta al inicio y uno rápido casi inmediatamente. Cuando estos se superponen por alcance en algún punto del cono, se genera una violenta convulsión interna debida a las ondas de presión, y se produce la emisión de rayos gamma, los cuales avanzan al frente de una fenomenal onda de choque a la velocidad de la luz. El aspecto para un receptor en línea de colisión sería el de un enorme anillo que forma un embudo tubular de materia tenuemente iluminada, al fondo del cual brilla intensamente un punto estelar intensísimo de luz muy blanca (Fig.13). 3.- Tras el episodio de emisión gamma, que en ocasiones puede tener varios picos bien definidos, un torrente de rayos x es proyectado durante días. 4.- Los mecanismos que actualmente parecen más probables de efectuar estas emisiones son las hipernovas, enormes explosiones de estrellas muy masivas que se colapsan, provocando la aparición de un agujero negro con un gran disco de acreción a su alrededor. Al girar a gran velocidad en torno al abismo oscuro se genera el torrente de materia anteriormente analizado. 5.-Otros fenómenos analizados y no descartados como posibles causantes de estos cañones de rayos gamma son posibles colisiones entre estrellas de neutrones, o entre una estrella de este tipo y un agujero negro. La mecánica que se genera, en ambos casos, es similar a la que se da en las hipernovas colapsadas. Basándose en estas premisas, y sin posibilidad, al menos de momento, de sostener sus tesis con pruebas sólidas, este grupo de científicos desarrolló un modelo atmosférico que permitiría saber el resultado de la llegada de uno de estos potentes chorros de rayos gamma a nuestra atmósfera, y los resultados fueron extraordinarios. Si el flujo cónico de una crisis estelar del tipo anteriormente enunciado nos enfocase durante 10 segundos (Fig.13), la capa de ozono se esfumaría completamente, tardando 5 años en recuperarse. Durante ese periodo, la radiación ultravioleta del Sol penetraría profundamente y dañaría o destruiría la vida en la superficie y las aguas no profundas, en las cuales acabaría con el plancton, principal elemento de la cadena alimenticia. Las estadísticas con que acompañaron a su teoría, basadas en cálculos fiables procesados a través de súper ordenadores, arrojan el dato de que al menos un evento de este tipo ha irradiado la Tierra durante el periodo de existencia de la vida, siendo de todo punto imaginable que la consecuencia final tuvo que ser un episodio

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de extinción que debió quedar marcado en los registros paleontológicos. Esta mortandad debió ser preferiblemente marina, dado que allí es donde pudo afectar más la radiación a las especies al acabar con el alimento principal. Después de analizar los datos sobre desaparición de especies, llegaron a la conclusión de que el periodo de extinción más acorde con el modelo propuesto es el que actualmente nos ocupa, el ordovícico-silúrico. Tengámoslo en cuenta, porque parece una hipótesis interesante, y goza de tantas pruebas a su favor como cualquiera que pueda ser expuesta hoy día. Lo verdaderamente cierto, independientemente del medio que la naturaleza escogiera para actuar, es que cerca de 100 familias biológicas se extinguieron, lo cual representaba el 85% de las especies. Los braquiópodos y los briozoos fueron los más afectados, junto con las familias de los trilobites, conodintes y graptolites. Si nos situamos en el horizonte de la época, vemos que tras este episodio de extinción nuevas especies han aparecido en los mares demostrando enorme ímpetu natural, y son absolutamente determinantes para el desarrollo de los acontecimientos. Entre los recién llegados están los agnatos, peces sin mandíbulas, con una boca fija, así como los ostracodermos, con piel tipo caparazón, y por tanto muy resistentes. De esta familia son el hemicyclaspis o el pteraspia. Otro grupo estaría compuesto por los acantoideos o peces espinosos, entre los que estaban los actinopterigios, dotados de aletas radiales. Pero la más brutal de todas las halladas es una especie que responde a un diseño tan avanzado que no va a tener rival en agilidad, voracidad y armamento: es la familia de los placodermos. Estas criaturas son sencillamente espectaculares, y lo que las hace merecedoras de este calificativo es su poderosa armadura exterior de placas óseas, que cubren toda la mitad superior de su cuerpo. Algunos miembros de la familia son el pterichthyodes, el dinichthys, el ramphodopsis o el gemuendina, pero el más impresionante de todos los placodermos es el temible dunkleosteus. Este animal fabuloso (Fig.14) mide 6 metros de longitud, presenta características hidrodinámicas avanzadas, enorme fuerza, completo sistema de aletas direccionales, y una armadura de hueso de 4 cm de grosor que se reparte en una serie de durísimas placas, entre las que destaca su mandíbula, de una sola pieza en ambas mitades, afiladas como cuchillas y sin más dientes que dos enormes colmillos superiores delanteros. Este sistema es capaz de generar una presión formidable, con una capacidad de mordedura que hoy no conocemos. La parte descubierta de su cuerpo, en cambio, es relativamente frágil, ya que su esqueleto axial no estaba prácticamente osificado, por lo que hay enormes diferencias anatómicas y funcionales entre sus dos extremos. Esto solo puede obedecer a que su extraordinaria rapidez entre los peces de la época no daba opción a sus rivales a ningún ataque que no fuese frontal.

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Baste como referencia la estimación de que si hoy existiera sería, sin ningún tipo de duda y por encima de cualquier especie que conozcamos, el dominador absoluto de los océanos, lo cual nos resulta verdaderamente increíble teniendo en cuenta la época remotísima en que esta especie existió. Es, en definitiva, un pez tan avanzado que más parece fruto de un elaborado diseño que de la casualidad o los caprichos evolutivos, y su aportación a la historia natural fue la terrible extinción de especies marinas a la que sin ninguna duda contribuyó. Bajo su poder, nada menos que el 82% de las especies perecieron, dando lugar a la gran extinción del devónico final, hace 367M de años. También desaparecieron muchos grupos de ammonites, braquiópodos, trilobites, corales tubulados, gasterópodos y estromatoporoideos. Esta criatura voraz no se detuvo hasta concluir su tarea, y entonces, tal como había llegado, desapareció, incapaz de someterse a una evolución a la que parece que todos los seres de la época tuvieron acceso menos ella. Su irrupción en la historia de la vida resulta, cuando menos, sorprendente. ¿Pero por qué? Lo que nos sorprende y no nos parece coherente es que si la adaptación y selección natural controlan los cambios que deben efectuar las especies para mejorar, ¿por qué fue liberada semejante criatura, avanzada e infinitamente superior a todos sus contemporáneos? Si pensamos que para extinguirlos, quizás estemos atribuyendo características excesivamente especiales a un sistema que se supone básicamente equilibrado, y que actúa lento pero inexorable en base a reglas muy claras y lógicas, basadas en métodos de prueba y error, según nos explican. Si esto es así, la naturaleza cometió en cuanto a desarrollo evolutivo uno de sus mayores errores, pues liberó a un ser que la hizo retroceder en gran medida, y eso tampoco resulta creíble, pues no tenemos constancia de otro hecho tan singular en la evolución conocida. Piénsenlo: un ser tan fuera de lugar que acabó con casi toda la fauna marina para terminar muriendo por inanición o canibalismo. Nos parece que tiene que haber algo más, máxime teniendo en cuenta que incluso hoy mismo esta criatura sería la que dominara los océanos. Observemos el sorprendente exoesqueleto defensivo de 4 cm de grosor que rodeaba su mitad superior. Debió suponer un coste excepcional de recursos bioenergéticos, y su justificación es difícil sin suponer la presencia de un enemigo temible. Tuvo que dificultar mucho su movilidad, a pesar de la fortaleza de su mecanismo impulsor, que contra todo pronóstico para un pez tan grande y desprovisto aún de las no aparecidas vejigas natatorias, le proporcionaba una gran velocidad, por lo que su consumo nutricional debió ser verdaderamente grande para compensar tanto gasto. De ahí su insólita y necesaria ferocidad. Por otro lado, esta armadura es durísima, capaz de resistir ataques muy poderosos, pero ¿de quién? A fuerza de ser lógicos, hemos de pensar que el dunkleosteus tuvo un enemigo natural que no ha sido encontrado, dado que esto es lo único que explicaría el desarrollo de un exoesqueleto defensivo de tanto calibre y una extinción tan repentina que no le dio tiempo ni tan siquiera a reconvertirse.

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También hemos de tener en cuenta posibles antecesores de especies actuales para encontrar enemigos capaces de hacer frente a un dunkleosteus. Uno sería el tiburón, que pertenece al grupo de los condrictios, o peces cartilaginosos. Dentro de este grupo se encuentran los elasmobranquios, donde hallamos a las diferentes especies. El cladoselache es el primer escualo del que tenemos restos fósiles, que remontan su origen a finales del devónico, hace unos 360M de años. Es, por tanto, contemporáneo de los placodermos, pero no nos parece suficiente rival para enfrentarse con garantías a un monstruo como el dunkleosteus... De los cefalópodos gigantescos no podemos asegurar absolutamente nada. Solo el hecho de que son muy grandes, como atestiguan las marcas que dejan actualmente en los cachalotes después de luchar en los fondos. Los calamares gigantes, entre los que encontramos al architeutis rex y al architeutis dux, se suponen animales asombrosos, de 15 a 20 m de longitud, capaces de propulsarse a gran velocidad mediante su sistema de chorros a presión de agua, similar a un motor de reacción, que les hace alcanzar los 40 Km hora, o lo que es lo mismo, 20 nudos. Pueden cambiar de color a voluntad, usar 10 tentáculos con ventosas dentadas, soltar enormes manchas de tinta y morder con un pico capaz de triturar un coche. Tienen dos branquias, y sexos separados, su constitución los hace muy robustos, y capaces de soportar las presiones enormes de los fondos oceánicos sin sufrir trastornos. Por lo demás, son muy agresivos, fuertes depredadores, llegan a practicar el canibalismo, y están dotados de un extraño grado de inteligencia. Por si fuera poco, su sistema sensorial es verdaderamente avanzado, capaz de orientarlo con precisión a la búsqueda de una posible presa. Los encuentros de architeutis con el hombre están escasamente documentados, y siempre han formado parte de la mitología marina, hasta que estas evidentes marcas de lucha fueron observadas en los cetáceos. Actualmente, equipos de todo el mundo, dotados con las últimas tecnologías, compiten por hacer las primeras filmaciones de estos seres esquivos y grandiosos, sondeando para ello la capa mas profunda de los océanos, y poca gente duda ya de su existencia, conocedores de que nos hallamos ante una de las criaturas más antiguas y evolucionadas que existen. Se han hallado más de 10.000 fósiles de moluscos antecesores de este asombroso animal, como los ammonites o los gasterópodos, situados en estratos del periodo cámbrico, hace unos 500M de años. Aunque su aspecto y dimensiones nada tienen que ver con los architeutis, dispusieron de 100M de años para abandonar las pesadas conchas y alcanzar un estado evolutivo capaz de mayor depredación, coincidiendo con la llegada de los grandes peces y la explosión de vida del devónico. Y como hemos dicho, su estado actual demuestra una gran historia evolutiva y, por tanto, mucha antigüedad. Podemos hallarnos ante un rival verdaderamente poderoso para los placodermos, que pudieron ser amenazados con su extraordinario pico, cosa que, con toda seguridad, hubiese forzado evolutivamente a estos a adoptar su armadura ósea. Pero dejando de lado la especulación poco demostrable, lo que sí queda muy claro es que este animal impresionante se resguardaba de un enemigo al que

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temió en sus primeras fases de desarrollo, y eso dio lugar a sus características singulares. Quién venció en aquella contienda épica no lo sabemos, pero es evidente que después de haber masacrado el ecosistema, en el que provocó cambios muy importantes, el dunkleosteus desapareció. Juzguen ustedes mismos. A consecuencia de esta extraña fase de súper depredación, habían sido diezmados, entre otros, los arandaspis, totalmente torpes e indefensos ante semejantes criaturas, lo cual provocó su evolución hacia una forma natatoria más eficiente, dotada de sistemas de impulsión y dirección eficaces. Es así como surge el eustedopterón, y en la lucha por la supervivencia iba a iniciar una acción sin precedentes. Este pez apacible, en su incansable y necesaria huida de especies como el dunkleosteus, se internó poco a poco en los grandes ríos de agua dulce de Pangea, a los que el terrible depredador no accedía, cambiando sus costumbres lentamente desde un hábitat salado a uno dulce. Pero esto no hubiese podido ser así si por estos cauces no circulara gran cantidad de nutrientes, que provenían de la presencia de los primeros bosques de que tenemos constancia, formados por una especie ancestral de conífera que hoy conocemos como arqueopterix, surgida hace 370M de años. Su tallo, por vez primera, era alto y leñoso, terminando en una copa amplia de grandes ramas verdes, a unos 6 m del suelo. Se agrupaban en las orillas de los ríos, formando zonas de densa arboleda, y sus raíces penetraban a una profundidad moderada. Eran de rama caduca, la cual formaba al desprenderse texturas que contribuyeron a fertilizar el suelo y aportar alimento a las fuertes corrientes acuáticas que bajaban de la Cadena Caledoniana. Se conserva un número considerable de plantas fosilizadas; se desarrollaron las plantas leñosas, y a finales del devónico lo hicieron otras tales como los helechos y helechos con semillas, equisetales (colas de caballo) y unos árboles escamosos relacionados con los actuales selagos. Aunque en la actualidad los equivalentes a estos grupos son plantas pequeñas en su mayoría, en el periodo devónico fueron árboles. Incluso han aparecido tocones petrificados (mineralizados) de grandes plantas del devónico que medían unos 60 cm de diámetro, con lo que podemos imaginar su altura. Mientras la vida vegetal se diversificaba, en las frías aguas de los ríos que bajaban de la Cadena Caledoniana, el eustedopterón halló, hace 365M de años, una zona de tranquilidad, lejos de los poderosos plaquidermos. Pero otros peligros lo obligaron a seguir evolucionando. El estudio de los grandes cauces tropicales nos muestra que las crecidas se alternan con los periodos anuales en los que los niveles de agua bajan en exceso. Esto provoca una baja oxigenación, con el consiguiente problema para las especies que quedan atrapadas. El eustedopterón se adaptó a esta situación desarrollando un sistema novedoso de respiración, que le permitía extraer aire de la atmósfera en esos periodos de estancamiento, dando lugar a la aparición de un primitivo sistema de pulmones, mediante el cual podía succionar directamente sacando la boca a la hasta entonces prohibida atmósfera exterior.

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Tras la desaparición traumática de los plaquidermos y del 82% de las especies, el eustedopterón toma dos caminos diferentes que lo dividen en especies separadas, dependiendo de su proximidad a la desembocadura de los ríos. Unos vuelven paulatinamente a mar abierto, reingresando en el agua salada, con lo que sus pulmones, innecesarios en ese hábitat, se van transformando en vejigas natatorias, lo cual hace su movimiento más ágil ante los pesados animales de la época. En cambio otros permanecieron en las zonas altas de los ríos, sometiéndose a un nuevo enemigo, que les iba a obligar a tomar un nuevo rumbo. El periodo carbonífero comenzó hace unos 362M de años. Durante la primera parte de este periodo había una gran variedad de equinodermos y foraminíferos en los mares, que incluso superaban a las formas animales que aparecieron en el devónico. Un grupo de tiburones, los cestraciontes, predominaron entre todos los grandes organismos marinos. Los animales terrestres más notables fueron los de un orden primitivo llamado Estegocéfalos, un tipo de lagartijas anfibias que provenían de los dipnoos. Diversas plantas terrestres comenzaron a diversificarse y a aumentar de tamaño, sobre todo en zonas pantanosas. Es en esta época cuando se precipitan contra la Tierra los astros que dieron lugar a la formación de los cráteres siguientes: Woodleigh, 364Ma, 40 Km, Australia Siljan, 361Ma, 52 Km, Suecia Piccaninny, 360Ma, 7 Km, Australia Charlevoix, 357Ma, 54 Km, Canadá En el mapa de la figura 15 se puede ver cómo estaban distribuidas las tierras principales hace 360M de años. Dos de los impactos reseñados, Siljan y Charlevoix, cayeron exactamente en ambas partes del continente, entonces dividido por la Cadena Caledoniana, que compone básicamente la actual Escandinavia. Eso debió desestabilizar notablemente el clima en el continente. El impacto de Woodleigh, en Australia, estaría situado mas al Sur, pero sus consecuencias también debieron hacerse notar con anterioridad. Estos tres eventos de colisión tienen capacidad suficiente para producir alteraciones sostenidas en el clima a nivel continental, y su intervalo de caída, de unos 7M de años, significó una época de bruscos cambios climáticos que sin duda alteraron los frágiles ecosistemas de aquel entonces, máxime teniendo en cuenta que el número total de impactos recibidos durante esa era lapso debió de estar en torno a los 40. El primer rastro que tenemos del inedia data de hace 360M de años. Se trata de un pez depredador de 5 m, que se mueve en los cauces de agua dulce, y que ha sido estudiado y documentado por Ted Daeschler, paleontólogo de la Universidad

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Nacional de Filadelfia. Efectuando una reconstrucción fósil detallada, el Dr. Daeschler nos presenta un pez de la familia de los dipneos, con una boca provista de enormes dientes puntiagudos de 8 cm, escamas muy gruesas y dotado de un sistema muy eficaz de natación. Una vez más, el eustedopterón tiene que huir, pues se encuentra en franca desventaja ante el recién llegado, posiblemente otra criatura que se internó en los ríos huyendo del acoso de las bestias marinas. El modo en que su evolución lo hizo dar un nuevo paso hacia la vida ha sido estudiado por Jennifer Clark, de la Universidad de Cambridge, que ha establecido similitudes incuestionables entre este animal y un extraño híbrido semianfibio que aparece hace 360M de años, coincidente con la llegada del inedia, llamado acantostega. Medía unos 15 cm, y había sustituido las cuatro aletas características del eustedopterón por patas que terminaban en unos sorprendentes 8 dedos. Según la Dra. Clark, mediante estas patas y su larga cola plana, que hacía las veces de timón y propulsor, el acantostega había adquirido la facultad de enredarse en los entramados de ramas que componían el fondo de los ríos devónicos, siendo capaz, hasta cierto grado, de manipularlas, con lo cual pudo sobrevivir a la presión ejercida por un gran depredador como el inedia, incapaz de extraer a sus víctimas de esa cobertura vegetal. Al mismo tiempo su sistema de pulmones siguió evolucionando, y poco a poco, presionado por el instinto de supervivencia, acabó internándose en las orillas, siendo capaz de permanecer allí cada vez más tiempo hasta que, finalmente, fue capaz de abandonar los ríos. Esto marca un hito evolutivo crítico, pues se acababa de iniciar la colonización de tierra firme. Las huellas más antiguas que tenemos de seres terrestres han aparecido en Isla Valencia. Es un total de 260 marcas, dejadas por un reptil de 1 m de longitud conocido como pedertes, y datan de hace unos 350M de años. Es la prueba de un hecho sin precedentes, a través del cual una criatura débil, huyendo del acoso de terribles depredadores, se sobrepone y adapta a una sucesión de entornos y ambientes hasta conseguir alejarse de ellos. Su capacidad evolutiva había quedado bien evaluada, y llegaba el momento de diversificarse en tierra firme. En la segunda parte del carbonífero surgieron los reptiles, que evolucionaron a partir de los primeros anfibios y que eran ya terrestres en su totalidad. Otros animales de este periodo fueron los arácnidos, las serpientes, los escorpiones, más de 800 especies de ranas y los insectos más grandes de que tenemos constancia (había una especie parecida a la actual libélula, con una envergadura de alas de 74 cm). Los vegetales mayores eran unos árboles escamosos, cuyos troncos medían más de 1,8 m en la base y tenían una muy considerable altura de 30 m. También había unas gimnospermas primitivas llamadas cordaites, que tenían tallos carnosos, estaban rodeadas por una cubierta leñosa y eran más delgadas

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y más altas aún que los anteriores. Aparece en este periodo una forma avanzada de gimnosperma, que consiste en una planta vascular con semillas, pero sin flores. Más tarde, en el periodo Pérmico, la vegetación estuvo constituida sobre todo por helechos y coníferas. Hace 290 millones de años comienza este nuevo periodo, y durante el mismo ocurrieron sucesos tan relevantes como la desaparición de gran parte de los organismos marinos y la rápida evolución y expansión de los reptiles, que en esta fase fueron de dos tipos: aquellos semejantes a los lagartos, completamente terrestres, y los semiacuáticos lentos. De entre todos, fueron un pequeño grupo, los Theriodontia, los que dieron lugar a los mamíferos, pero eso es otra historia.

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CAPÍTULO IV.

LA CONJURA DEL CRETÁCICO Cerremos los ojos e imaginemos que estamos en cualquier lugar de la costa este de Norteamérica, a la orilla de un lago apacible, hace 65 millones de años. Nos encontramos muy excitados porque, por primera vez en nuestra vida, y sin que haya constancia de que nadie lo haya hecho anteriormente, vamos a ver dinosaurios en acción. Esos magníficos seres que dominaron la Tierra durante 150 millones de años, pasando por una etapa de la historia de la vida singularmente salvaje y maravillosa, dominada por los más primitivos instintos. Hoy, en este día nuboso y oscuro, vamos a observarlos muy de cerca. Tenemos claro lo que vamos a ver. El frenesí intenso de la caza salvaje y la supervivencia, escenificado por criaturas de una ferocidad extrema, enfrentadas a rebaños de animales enormes, que ineludiblemente confluyen a las orillas de los ríos y lagos, como es el que estamos visitando. Ahí son acechados desde los bosques de coníferas, hasta que, de repente, el terror aparece en forma de garras temibles, y causa víctimas en el paraíso. Sin embargo, algo ocurre en este lugar que hemos escogido al azar. Las grandes manadas de herbívoros están en la orilla, sí, pero su comportamiento es extraño. No se mueven, ni parecen interesados en hacerlo, como si algo los estuviera distrayendo. Al principio pensamos que deben de estar sintiendo el olor sutil de algún carnívoro que se acerca, pero instintivamente nos percatamos de que no parece ser así. Entre los helechos, un par de tiranosaurios, criaturas que atacan al primer movimiento, están igualmente petrificados, casi extasiados, en una comunión insólita con los herbívoros. Nos acercamos hasta donde podemos y sentimos su respiración intensa, muy acelerada. No tardamos en darnos cuenta de que todos están nerviosos, tensos...como si presintieran que algo va a suceder, pero no imaginamos que mientras, a nuestras mentes vienen esas extrañas historias sobre presagios animales que siempre nos parecieron gratuitas. Inquietos, nos elevamos beneficiados por la inmunidad que nos proporciona nuestro viaje imaginario, y descubrimos asombrados que las grandes aves están bajando todas con prisa, en un ejercicio que parece rayar la coordinación, aunque sabemos que no es así. Es como si quisieran abandonar los cielos con prontitud, y

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comenzamos a sentirnos angustiados ante este pensamiento. Su envergadura de alas es tan grande que dibujan veloces sombras en el suelo y el agua mientras descienden, fundiéndose en una espiral que confluye en un punto. En nuestra confusión, decidimos buscar otro lugar donde los animales se muestren más activos, pero no lo hallamos. Después de viajar a la velocidad de la mente por una docena de ríos, lagos y orillas, nos detenemos ante una manada de diplodocus que también parecen estatuas. Solo algún parpadeo o gruñido los delata como seres vivos, y, cuando nos acercamos hasta una distancia que en cualquier otro momento hubiese sido peligrosa, descubrimos algo que nos sorprende y comienza a infundirnos auténtico terror. Todas las colosales criaturas que conforman el rebaño, desde la más enorme a las crías, sin excepción, están temblando. De repente uno de ellos estira su largo cuello hacia el cielo y emite un bramido gutural, que es acompañado momentos después por los demás miembros de la manada. Confundidos, escuchamos rugidos y sonidos de todo tipo que proceden de los bosques, en todas direcciones, y vemos como las aguas se agitan al paso de extrañas criaturas. “Ha llegado el momento. Inmediatamente, de lo que sea, ha llegado el momento”, pensamos. Entonces, sin advertencia previa, todo se ilumina con una luz blanca agresiva, como la de un enorme flash, sentimos un pequeño golpe de calor y una vibración en el aire. El relámpago ha sido tan intenso que, por un momento, las cosas han perdido su color. Los animales, de repente, inician una carrera alocada, sin sentido, a veces chocando entre ellos y cayendo en enormes montones que se agitan... pero nuestro instinto nos dice que ya no van a tener tiempo para levantarse. Un trueno de un nivel que no se puede describir nos estremece entumeciendo nuestros sentidos y provocándonos un dolor agudo en los oídos, pero dura poco, y el daño queda minimizado. Sin embargo, notamos una pérdida de sensibilidad, y no somos conscientes de que estamos sangrando. Aturdidos por la sorprendente descarga, miramos al punto de origen en el horizonte, mientras comenzamos a sentir una vibración desagradable que nos agita todo el cuerpo. Al principio pensamos que viene del suelo, pero no tardamos en darnos cuenta de que se transmite por el aire, que parece rielar, mientras un sordo y lúgubre silbido lo impregna. Su causante es un punto de luz que cae desde el cielo a gran distancia, en lo que parece una veloz carrera hacia el encuentro con el suelo.

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Segundos más tarde, muy pocos, un resplandor de luz blanca ciega el horizonte, disipando inmediatamente los bancos nubosos por encima, y comenzamos a sentir un enorme calor que irradia desde él, mientras inconscientemente nos postramos de rodillas, cubriéndonos la cara rodeados por todas las fantásticas criaturas que braman aterradas, sin distinción de tamaño o condición. Corremos peligro de que nos aplasten, pero aturdidos no somos conscientes de ello. No sabemos cuánto tiempo permanecemos así, pero nuestra ropa ha comenzado a arder a fuego lento, y nos duele intensamente el grado de las quemaduras que estamos recibiendo mientras nos las arrancamos, hasta que, de pronto, una sombra fresca nos consuela y el calor irradiado cesa. Impresionados hasta el agarrotamiento, nos damos cuenta de que todos los bosques a nuestro alrededor están en llamas. Con un atisbo de esperanza de que todo haya concluido miramos al horizonte, ahora presidido por una inmensa nube negra que se eleva en forma de hongo candente a gran velocidad, conformando un espectáculo hipnótico que jamás hubiésemos esperado. Notamos que una parte de su base permanece tapada por una línea oscura que crece y no sabemos identificar. Su altura evita que nos llegue el inmenso calor que se está generando en el foco de los acontecimientos, que sigue desprendiendo una luz que alumbra las cuatro esquinas del cielo. Aunque nos da consuelo, su aspecto es terrorífico, y no deja de crecer. Sea lo que sea lo que se acerca parece estar aún muy lejos, pero alertados inconscientemente, doloridos y quemados, vamos retrocediendo, hasta que en un momento de lucidez, caemos en la cuenta de lo que va a ocurrir e iniciamos una inútil carrera entre monstruos abrasados histéricos. Pequeñas partículas ardientes comienzan a llovernos con fuerza creciente desde el cielo, tiñendo de cenizas la superficie. Duelen como aguijonazos, y nos percatamos de que todo lo que acontece desde hace unos minutos es doloroso y desagradable. Nos queman, causando ulceraciones que se cauterizan en el instante, pero no nos importa, porque ahora lo importante es sobrevivir. Corremos con toda la fuerza que nuestras piernas nos permiten, esquivando a los animales que amenazan con arrollarnos a la búsqueda de un refugio donde guarecerse, pero todos se nos antojan lejanos. En el fondo, comenzamos a ser conscientes de que estamos a punto de morir. Entonces, sin aviso alguno y con extremada violencia que no nos da tiempo a sentir dolor, recibimos en todo el cuerpo un empujón infinito, y somos impulsados a la velocidad del sonido

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contra el grueso de los árboles que arden con fuerza, pero ya no sentimos nada porque estamos muertos. La aceleración G ha sido tan despiadadamente intensa que, antes de llegar a los árboles, ha hecho trizas nuestros órganos internos. La desconexión ha sido rápida y sorprendentemente indolora. Diez segundos más tarde, una pared de agua de dos kilómetros de altura pasa sobre los múltiples cadáveres apilados, reventados en muchos casos, y los remueve como una batidora, esparciéndolos a cientos de kilómetros. En un lugar lejano, sobre una llanura oscurecida por el cielo que empieza a ser negro, nuestro cuerpo cortado de huesos triturados es depositado junto a los restos de un centenar de especies distintas de pequeños dinosaurios y mamíferos arcaicos, mientras un frío intenso comienza a precipitarse sobre el planeta. Dentro de unos días llegará una noche que durará casi tres años, y que provocará la aparición de glaciares y la extinción de las plantas. En algún lugar, muy al interior de Canadá, una pequeña criatura se asoma curiosa a la boca de una cueva elevada sobre los acantilados, inconsciente de que en un abrir y cerrar de ojos todo el entorno que conocía se ha ido con el viento. Una era ha terminado.

Querido lector, esta historia en la que ni usted ni nosotros, afortunadamente, hemos estado presencialmente, ocurrió hace 65 millones de años, y los actores, eliminando nuestra imaginaria presencia, fueron las especies que ahora pueblan los nichos geológicos de la época, que se vieron sometidas a una terrible extinción. Su escenificación corresponde a cualquier lugar 500 Km al noreste de Chicxulub, península de Yucatán, y dio lugar en el transcurso de unos meses a un cambio brusco en el orden natural, motivado, en principio, por un impacto celeste que colisionó en esa zona y que provocó la desaparición en masa de los grandes dinosaurios, la especie más exitosa en cuanto a periodo de supervivencia que ha poblado la Tierra. Los incendios se extendieron por el planeta arrasando el ecosistema. Un invierno nuclear repentino enfrió durante 3 años la atmósfera, haciéndola pasar de 20ºC a -19ºC en cuestión de días, y su oscuridad favoreció la muerte de la mayor parte de la vegetación frondosa que había sobrevivido, por lo que los índices fotosintéticos bajaron en exceso y el dióxido de carbono creció hasta límites insoportables. Este elemento se encargó de calentar la biosfera una vez transcurrida la larga noche. Además de los grandes saurios, también se extinguieron todos los reptiles voladores (pterosaurios), y los marinos (cocodrilos marinos, masasaurios, ictiosaurios y plesiosaurios).

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El plancton quedó arrasado por la oscuridad continua, el calor, y la acidificación súbita, quitando el sustento principal a la cadena alimenticia de los océanos, lo cual llevó indefectiblemente a la desaparición de gran número de especies, entre las que estaban: Ammonites. Cefalópodos que tienen una concha externa enrollada, generalmente de simetría bilateral. Belemnites. Cefalópodos de 10 brazos con una concha interna calcárea que fosiliza. Corales. Individuos exclusivamente marinos, sus esqueletos de sostén son calizos y pueden llegar a formar enormes arrecifes o barreras de corales. Bivalvos. Moluscos de simetría bilateral que poseen una concha sólida de dos valvas. Foraminíferos. Protozoarios unicelulares, predominantemente marinos, de vida planctónica (flotan en el agua) o bentónica (se pegan al fondo marino). Coccolitos. Secreciones de algas calcáreas. Fitoplancton y zooplancton marino. En el reino vegetal, las angiospermas fueron las más afectadas, seguidas de coníferas, musgos y helechos, por este orden. Tras los incendios globales, las plantas mayores no fueron capaces de soportar la densa oscuridad. Aquellos seres gigantes que sobrevivieron a la magnitud del impacto, y que precisaban de gran aporte alimenticio vegetal, perecieron en los años sucesivos de frío e inanición. Posteriormente sucedió lo mismo con los grandes carnívoros, que perdieron su reserva de carne al desaparecer los herbívoros. Los únicos supervivientes al final del proceso fueron los seres más pequeños, a los que la naturaleza, en un alarde de ironía, había hecho débiles en un mundo dominado por criaturas enormes y poderosas, incapaces de guarecerse llegada esta inesperada situación en las oquedades, o de alimentarse de cantidades insignificantes de plantas y carne. Esto los salvó. El mundo natural juega fuerte y da pocas explicaciones de sus caprichos. Solo cuando las cosas ocurren vislumbramos la matemática inapelable que subyace tras cada evento trascendente, y somos capaces de hilar la pequeña parte de esa ecuación que entendemos solo en grado mínimo.

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La extinción cretácico-terciaria es la más conocida y documentada de todas, no solo por su relativa cercanía en la noche de los tiempos, sino por el inmenso auge que han tenido en nuestra sociedad los dinosaurios, que siempre han sido fuente de fantasía y encanto. Todos tenemos en mente películas y documentales que han contribuido a ello, en los cuales nos han mostrado partes peculiares de esa época, pero lo más relevante de esto es que quizás estos films no nos hayan enseñado más que una pequeña fracción de lo que aquello llegó a ser. Apartados los reptiles mamiferoides del primer puesto natural por una tragedia anterior, ocurrida hace 250M de años, los dinosaurios cogieron el testigo evolutivo y reinaron en la superficie durante épocas en las cuales el orden natural fue capaz de recuperar el esplendor y magnificencia que antaño había tenido, justo antes de verse sometido a la extinción pérmico-triásica que posteriormente analizaremos. Hace 80M de años, la temperatura se había estabilizado en 20ºC de media en todo el planeta, como muestran los fósiles de plantas tropicales. La gran cantidad de vapor presente en la atmósfera proporcionaba protección contra los temibles ultravioletas y permitía una situación de luz difusa, que minimizaba la noche, por lo que las condiciones de vida eran verdaderamente magníficas en un medio con una tasa de oxígeno que, fruto de estos fenómenos, subió desde el 10% a inicios del triásico al 20% a finales del cretácico. Esta elevación de nuestro gas principal se debió a la abundancia de vegetación subtropical (entre las que predominaban las cicadáceas, parecidas a palmeras pero de troncos gruesos) que solo se transformó lentamente hacia el bosque templado de coníferas en los últimos 10M de años del periodo por acción de cambios climáticos que analizaremos más adelante. Su acción fotosintética fue extraordinariamente activa, ya que la luz difusa permitía que durante la noche siguiesen recibiendo suficiente luz tenue. El paso evolutivo más importante en el reino vegetal durante el cretácico lo integra el desarrollo de las angiospermas (plantas con flor), cuyos fósiles aparecen en múltiples formaciones rocosas de la época. Se extienden las plantas caducifolias, entre las que se encuentran la higuera, el magnolio, el sasafrás y el chopo. Al final del periodo aparecen muchas de las especies modernas de árboles y arbustos, que representan más del 90% de las plantas conocidas de este periodo. Entre los fósiles del cretácico medio se encuentran restos de hayas, acebos, laureles, arces, robles, plátanos y nogales. Entre toda esta vegetación había ya insectos de los órdenes actuales que incluían polillas, moscas, escarabajos, saltamontes y termitas. En el mar, los crustáceos estaban representados por langostas y camarones, entre otros, con lo que la diversificación era patente. Sin embargo, hay indicios claros de que las especies mayores de la familia de los saurios habían comenzado su extinción 4M de años antes de la llegada del evento que iba a cambiar el paradigma establecido. Esta es una afirmación

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sorprendente basada en estudios de vanguardia, que demuestran que las poblaciones de belemnites e ictiosaurios habían desaparecido mucho antes de la gran extinción, y que las demás especies habían iniciado un largo periodo de decadencia, aunque las argumentaciones para determinar el motivo no han sido suficientemente explicadas. Nosotros tenemos datos que pueden cambiar esto. El final de la era llegó algún día que no se diferenciaba para nada de los anteriores, y sucedió sin motivo alguno, simplemente porque el azar puso en ruta de colisión con la Tierra una inmensa roca de 17 Km de diámetro, cuya presencia solo pudo ser descifrada por el impulso nunca suficientemente valorado de Luís y Walter Álvarez, que en 1982 establecieron los cálculos que demostraban cómo un cuerpo en ruta de colisión de ese calibre podía ocasionar estragos en un planeta habitado. Esta auténtica bomba para los sofismas paleontológicos se fraguó cuando en 1978 el joven Walter Álvarez, geólogo de nuevo cuño, comunicó a su padre Luís Álvarez, premio Nobel de física, que había encontrado en Gubbio, Italia, una extraña sedimentación negra incrustada en la roca (Fig.16) que le había llamado la atención. Resultó ser un metal pesado conocido como iridio, que se supone que solo se da en el corazón del planeta, y estaba situado justo en la frontera que separa los estratos del cretácico y el terciario, con una concentración de 10 a 100 veces mayor de la habitual. Esta rica capa, dispuesta en cinco sub-capas perfectamente definidas, está por todo el planeta, siendo sin embargo muy escasa la presencia de iridio en el resto de la corteza, lo cual implica un origen anómalo, que mereció ser estudiado. Dado que este elemento es un metal pesado que se supone concentrado en el núcleo terrestre, y que es muy frecuente en los asteroides y cometas, desde el primer momento los Álvarez tuvieron muy en cuenta el dato para establecer su origen. Antes de atribuir la causa del desastre a un impacto meteórico, descartaron la posibilidad de que esta hubiera sido en realidad la explosión de una estrella supernova cercana, fenómeno por el cual también se habría irradiado iridio sobre la Tierra. Sin embargo, la ausencia de Pu244, un isótopo pesado que se genera en abundancia durante las fases iniciales de una de estas deflagraciones, y que debería ser fácilmente detectable en los estratos afectados, descartaba de plano esa posibilidad. En 1980, después de efectuar los cálculos pertinentes, expusieron el resultado final de su investigación en un histórico artículo titulado “causas extraterrestres de la extinción cretácico-terciaria”, que estaba llamado a revolucionar nuestro modo de entender las catástrofes medioambientales. En él, con todo lujo de detalles, mostraban datos precisos sobre la probable existencia de un evento de colisión que debió producirse hace 65M de años, y que fue coincidente con el fin del reinado de los dinosaurios. El causante, según sus postulados, fue un cuerpo rocoso de 10 km de diámetro, densidad algo inferior a 3 Tm por metro cúbico, que impactó a 25 km/seg contra una superficie acuática de escasamente 100

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m de profundidad, siguiendo una ruta de descenso diagonal respecto al horizonte, con un ángulo de 45º. En cuanto a las características del cuerpo, llegaron a la conclusión de que se trataba de un asteroide de la clase Apolo y tipo condrítico. No obstante, el astrónomo Gil Shoemaker hizo el apunte de que los causantes de cráteres de más de 100 km de diámetro son, en una proporción de 5 a 1, cometas, por lo que al tratarse enormes masas de baja densidad y velocidad de impacto considerable hay que pensar en aumentos de tamaño para las cifras obtenidas en lo relativo al diámetro. Tras ser denostados y virtualmente masacrados por el mundo paleontológico durante años, que se hallaba sujeto a la firme convicción del trastorno climático generalizado provocado por la acción volcánica como detonante de esta extinción, los Álvarez fueron premiados por la justa providencia cuando en 1978 el geólogo petrolífero Glenn Penfield, efectuando sondeos para la compañía mexicana Pemex, halló fortuitamente en la península de Yucatán, a través de imágenes procesadas, anomalías magneto-gravitatorias de lo que parecían ser los restos de un enorme cráter enterrado bajo el océano (Fig.17), cuyo origen se remontaba exactamente a 65M de años en nuestro pasado, o lo que es lo mismo, justo en el blanco K-T (denominación usada para definir el estrato que separa el cretácico del terciario) propuesto por los Álvarez. A partir de ahí, el término “pistola humeante” fue utilizado para referirse al cráter como la prueba del arma que se había encargado del asesinato de los grandes saurios. Por vez primera había pruebas que vinculaban la extinción de la vida con grandes eventos cósmicos. Sin embargo, debido a cuestiones comerciales impuestas por la empresa para la que ejercía sus funciones, Penfield no pudo hacer público su hallazgo hasta 1981 en un congreso geológico, donde no levantó grandes expectativas, siendo tomado su descubrimiento casi como una curiosidad intrascendente, demostrando una enorme falta de visión. Por ello, en principio, este hallazgo sorprendentemente pasó desapercibido, y hasta años más tarde no se lo relacionó con la hipótesis de impacto propuesta, a la cual se ajustaba como un guante. Pruebas claras fueron apareciendo por todos lados desde ese momento, muy posiblemente porque ya sí se sabía lo que había que buscar. Así se hallaron granos y bolitas de cuarzo de 0,1 a 5 mm de diámetro, compactado al estar sometido en algún momento a tremenda presión, microtectitas alteradas y minerales estriados caóticamente, siempre en estratos del cretácico-terciario y en un radio de 2.500 Km desde la recién encontrada zona cero. Además, los sedimentos de iridio, repartidos contra todo pronóstico en 5 capas, se separan en el tiempo un máximo de 500.000 años según estimaciones conservadoras, pero con un mínimo que podría reducirse a días e incluso horas si se presupone una rápida estratificación, teoría que se va imponiendo, con lo que tendríamos una prueba más que concluyente para un escenario terrible de impacto múltiple que mas adelante tendremos muy en cuenta.

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El calor generado debió producir un pavoroso incendio a escala global de bosques y praderas. Esto ha podido ser demostrado en un informe presentado por geoquímicos de la Universidad de Chicago, que fue dado a conocer en 1985. En la capa limítrofe entre en Cretácico y el Terciario encontraron una cantidad sorprendentemente alta de hollín, correspondiéndose con un evento que incineró enormes cantidades de vegetación. Estos incendios debieron haber consumido gran parte del oxígeno atmosférico y transformarlo en monóxido de carbono, al tiempo que aportó nubes de humo y polvo que absorbieron mayor radiación solar. Junto con las lluvias ácidas a gran escala, estas tinieblas ayudaron a destruir la capa vegetal afectando también el fitoplancton marino que bajó los niveles de producción de oxígeno, destruyendo así gran parte de la cadena alimenticia en los océanos. Como se ve, el cúmulo de reacciones en cadena siempre acaba, invariablemente, en la extinción de grupos de especies. En el río Brazos, Texas, se han encontrado evidencias de enormes tsunamis que inundaron la zona en la época, depositando densas capas arenosas. En las zonas de Haití y Golfo de México, la franja del límite K-T es más ancha que los 2 ó 3 cm del resto del mundo, lo cual ha sido interpretado también como una consecuencia de repetidas tsunamis. Pero, a pesar de las abundantes pruebas de una extinción principal provocada por un cuerpo celeste, aún se dejaban oír los clamores de diversos grupos de científicos que cuestionaban la capacidad de un impacto para destruir un ecosistema completo, con lo que las tensiones se sucedieron, y las abundantes pruebas se fueron relegando en favor de la teoría volcánica, más en consonancia con lo defendido por los paleontólogos, más interesados en defender sus dogmas que en reconocer la verdad que se les mostraba, y que los obligaba a replantearse muy seriamente el pasado geológico de la Tierra. Y de pronto, como si viniera a completar un nuevo cuadro para la ciencia, en 1994 el cometa Shoemaker Levy-9 se estrella contra Júpiter, repartiendo por su superficie los 21 fragmentos en que se había despedazado un año antes por causa de las corrientes de marea del gigante gaseoso. Los trozos van cayendo por todo el planeta, dando lugar ante los ojos atónitos de los astrónomos a cráteres de hasta 8000 km de diámetro, y llamaradas de 26.000 km de altura, capaces de incinerar todo nuestro mundo dentro de ellas. Aquella visión destructiva sin precedentes impresionó tanto a los sectores más escépticos respecto al poder de los impactos, que rápidamente se inició un cambio de rumbo en los dogmas establecidos, llegándose a un principio de consenso que cada vez es más firme. El SL-9 contribuyó a abrir los ojos del mundo ante la amenaza del cielo. La mecánica de impacto, vistos los hechos, fue tenida inmediatamente en cuenta, y analizadas las pruebas y los resultados, hoy por hoy, son pocos los que se atreven a cuestionar lo que verdaderamente sucedió en Yucatán a finales del Cretácico.

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Sin embargo, y aun teniendo presente que los últimos recientes descubrimientos han localizado un cuarto anillo en torno al cráter a casi 400 Km de distancia, lo cual señala una fuerza destructiva descomunal, basándonos en la quíntuple estratificación de iridio de la franja K-T, parece cada vez mas fundamentada la teoría de que realmente pudo tratarse de un impacto múltiple, con lo cual el cuadro parece que comienza a tomar un color más oscuro aún de lo que se pensaba, máxime después de haber asistido como espectadores en primera fila a lo que había hecho sobre Júpiter uno de estos eventos de bombardeo continuo. Pero si esto es así, y esas cinco finas capas del raro metal pesado que nos ocupa corresponden a cinco eventos separados, deberíamos tener restos de impactos correspondientes a la época diseminados por el planeta. ¿Es esto posible? Efectivamente, un enorme cráter de 400 x 600 Km de diámetro, mayor por tanto que el de Chicxulub, parece encontrarse en el Mar de Arabia, próximo a Bombay, aunque aún está en fase de confirmación. El nombre con que se conoce esta anomalía es Shiva, y si la fecha de impacto se corresponde con la inicialmente atribuida de 65M de años, nos encontraremos ante la posibilidad de un impacto múltiple. Las extraordinarias dimensiones del cráter se deben a que el cometa que lo produjo penetró en la atmósfera con una trayectoria de ángulo bajo, lo cual generó un corredor de 600 Km de longitud y 400 de anchura en el suelo oceánico antes de desacelerar, quedando plasmada una singular forma de lágrima que solo la tenacidad de Sankar Chaterjee, un paleontólogo de la Universidad Tecnológica de Texas, ha sabido interpretar, pese a las reticencias de múltiples sectores. Shiva tiene anillos concéntricos aún distinguibles, un anillo exterior ya colapsado y una elevación central, subterránea actualmente, que tuvo en su origen mayor altura que el monte Everest. Esta prominencia se llama Bombay High en las cartas de navegación, y está irradiada de pseudotaquilita y un núcleo de granito que data de la era neoproterozoica, hace 940M de años, el cual fue elevado bruscamente mas de 5 Km por encima de la ubicación real de sus estratos, y que ahora nos aporta datos sobre la violencia de la colisión. Esto no es posible sin una sacudida extraordinaria de la corteza terrestre, muy por encima de las que producen terremotos o volcanes. Por si fuera poco, la zona entera carece casi íntegramente de litosfera, lo cual es explicable desde el punto de vista de que hubiese sido volatilizada bajo tremendas temperaturas. La meseta de Deccán (Fig.18), que ocupa gran parte del oeste de la India, formada por 500.000 Km2 de lava correspondiente a la época, aunque en aquellos tiempos tuvo el triple de tamaño, contiene multitud de sedimentos similares a los hallados en las megabrechas de impacto, además de gran cantidad de iridio. También se han encontrado restos de cuarzo compactado, níquel, Fullerenos tipo C60 y enormes depósitos de tsunamis. Asimismo hay grandes concentraciones de

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espirales de roca ígnea alcalina, rebosantes de iridio, dentro de la lava sólida, siendo este un delator claro de las cuencas de impacto. Para hacer las cosas aun más evidentes, la franja correspondiente a la estratificación del límite K-T es en esta zona de un metro de espesor, contrastando con los escasos centímetros de la mayoría del resto del mundo, y apostando claramente por un acontecimiento cercano de gran magnitud. Los estudios realizados en la sedimentación paleocena, las anomalías magnéticas de la formación submarina Carlsberg Ridge, el estudio de las reflexiones sísmicas, y la perforación efectuada en el núcleo del impacto, dan resultados que delatan el origen de la estructura. En el periodo correspondiente a la extinción K-T, India era una isla que estaba situada aproximadamente donde hoy está el punto caliente de Reunión, y continuaba su marcha a 8 cm/año hacia el noreste. Cuando recibió el impacto de Shiva, este fue tan intenso que deformó la litosfera en su zona oeste, dando lugar a una redistribución de las placas al noroeste del Índico. También se desplazó el Carlsberg Ridge, dando literalmente un inexplicable salto de más de 500 Km, que generó tensiones tectónicas entre las Seychelles e India, hasta provocar su separación. La fuerza inducida por el impacto oblicuo provocó un desplazamiento asimétrico, que finalmente aceleró la velocidad de fuga de la masa Hindú hasta los 18 cm/año, y ya no frenó hasta el choque con el Tíbet. Esta brusca aceleración es todo un misterio si no contamos con un agente como el propuesto. Y por si no fuera suficiente, investigadores de todo el mundo comienzan a hacerse eco de otros tres magnos impactos datados en la fecha que analizamos y que podrían tener relación con los de Chicxulub y Shiva, y que están localizados en Ucrania, el Mar del Norte y en la costa este de Norte América. El de Silver Pitt, en pleno Mar del Norte, unos 80 Km al este de Inglaterra, tiene 23 Km de diámetro, y está perfectamente fechado y autentificado ya. Igual sucede con el Boltysh, en Ucrania, de 24 Km. El tercer candidato que se está estudiando, con síntomas claros de éxito, es una impresionante formación enterrada en la costa de Maine, USA. Es el llamado cráter Small Point, aún en fase de estudio, aunque ya presenta anomalías magnetogravitatorias similares a las encontradas en las otras áreas de impacto. Su tamaño podría estar en torno a 250 Km, y, desde luego, se trataría de otra puerta abierta al abismo para las criaturas del cretácico final. No cabe duda de que el escenario de desastre múltiple propuesto comienza a tomar un rumbo de verosimilitud que nos aproximaría a una auténtica visión del infierno de Dante trasladado a la Tierra. Los restos de iridio dispuestos en 5 finas capas diferenciadas dentro de la franja estratigráfica correspondiente al límite

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cretácico-terciario, indican que esta es la opción más plausible, por lo que solo es cuestión de tiempo que todos los datos vayan confluyendo para poder determinar la secuencia final de los hechos acontecidos en aquellos terribles días. Lo que si comienza a vislumbrarse es una disposición geométrica en la situación de los impactos que nos habla claramente de una fragmentación múltiple, que fue separando los diversos trozos de modo que cayeron en muy poco periodo de tiempo y con poca distancia entre ellos. Los tres mayores se separarían horizontalmente, tomando la delantera, al girar por detrás del Sol, el que dio lugar al impacto Shiva, que alcanzó a la Tierra con un vector de dirección este-noreste, es decir, desde abajo y muy a la izquierda. Los dos centrales, Chicxulub y Small Point se abrieron ligeramente hacia arriba, y los dos más pequeños, Boltysh y Silver Pitt, cayeron en un ángulo mayor, separándose todos, de modo muy lento, del vector original. Con un escenario de cinco impactos (Fig.19), Shiva habría sido el primero en llegar, 4 ó 5 horas mas tarde los dos mas pequeños, Boltysh y Silver Pitt, y otras tres horas después los de Chicxulub y Maine, que acabaron dando la puntilla al auge natural en un solo y único día aciago, en lo que parece una auténtica conjura contra el orden establecido. Los impactos de Chicxulub y Small Point arrojaron poderosas ondas sísmicas que confluyeron en Deccán, lugar próximo a las antípodas de ambos, y situado a pocos cientos de kilómetros en aquellos momentos de la zona cero de Shiva, y por tanto muy fracturado ya por la presión inmensa de aquel. La suma de fuerzas no se hizo esperar y comenzaron a aflorar a la superficie millones de toneladas de lava, que formaron plataformas de varios kilómetros, similares en constitución a las que existen en Siberia, y que datan de la extinción pérmicotriásica. Por tanto, parece demostrada la relación existente entre estos fenómenos de súper vulcanización y los grandes encuentros cósmicos. Durante ese periodo de escasas 7 horas, multitud de impactos menores debieron irse produciendo por todo el globo, alimentando los devastadores incendios que se sucedían por los cuatro puntos cardinales. Un mal día, sin duda. Algunos restos de aquellos agresores más pequeños que han llegado hasta nuestros días serían el Eagle Butte, en Canadá, de 10 Km y Vista Alegre, en Brasil, de 9,5 Km, ambos caídos en una estrechísima franja temporal que los hace candidatos a haber formado parte del cuerpo masivo desgajado con el que estamos teorizando. De confirmarse la autenticidad, origen y datación de Small Point, el gran cuerpo original que se desmembró antes de precipitarse contra la Tierra pudo tener un tamaño de hasta 90 Km antes de romperse, lo que lo sitúa entre los capacitados para eliminar la vida completamente de nuestro planeta hasta el nivel bacteriano. Sin duda, el fraccionamiento de este inmenso asesino fue, si se produjo, uno de los

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momentos mas afortunados para la naturaleza en el planeta. No cabe duda de que de no haberse dado este fenómeno hoy no estaríamos aquí. LAGARTOS TERRIBLES Pero pese a ese golpe de fortuna, lo que sí está suficientemente claro es que lo que sucedió en esas horas vino a destruir una época de esplendor en la que la evolución había avanzado muchísimo en el desarrollo de formas de tamaño enorme. Sobre el motivo de este agigantamiento, evidenciado incluso en las plantas, no hay un claro consenso científico, y si no fuera porque las pruebas son notorias, se podría llegar a pensar que se trata de una fábula sin atisbo de realidad. Pero lo cierto es que todo era enorme en la época que discurre entre los 250M de años y los 65, y sin embargo, después del gran cataclismo del cretácico-terciario, no solo las especies más grandes desaparecieron, sino que incluso las plantas redujeron muy considerablemente su tamaño hasta llegar a la media actual. Veamos: una de las explicaciones para el desaforado crecimiento de las especies animales se basa en la alta eficiencia ventilatoria mostrada por su sistema de respiración, basado en la evolución de las vejigas natatorias hacia sacos aéreos, que dotaron a estos seres con capacidad de circulación permanente de aire que aportaba excelente oxigenación, aún en circunstancias difíciles, del mismo modo como acontece en las aves actuales cuando sobrevuelan para nuestro asombro cumbres de 6 ó 7.000 m. Esto elevaba la facilidad de asimilación de oxígeno que podía ser bombeado en sangre en la cantidad adecuada sin descanso, lo cual debió proporcionar un acopio de energía extra que, a la larga, y según determinado sector de la paleontología, pudo propiciar el crecimiento masivo de los cuerpos. Se evidencia que el oxígeno es un elemento que aporta gran energía. Sin duda un organismo de gran capacidad de asimilación, inmerso en un ambiente donde pueda extraer proporciones elevadas de este gas, puede hacer acopio de enorme capacidad vital, suficiente para impulsar desarrollos espectaculares en sus funciones, y en última instancia, en su tamaño corporal. Esto podría ser así, a pesar de que en la actualidad tenemos especies basadas en sistemas similares que no son nada grandes, y por el contrario especies, como el elefante, que son enormes sin necesidad de ese acopio extra de oxígeno. Lo que si se ve es que su efecto se hizo patente en todos los órdenes naturales, incluidas las plantas. Bueno, en todos excepto en los supervivientes de los reptiles mamiferoides, que habían menguado su tamaño misteriosamente a finales del pérmico, después de dominar prometedoramente durante 50 millones de años, en los cuales los futuros dinosaurios, entonces llamados diápsidos, eran pequeñas lagartijas asustadizas. De repente, algo ocurre y los papeles cambian: los grandes mamiferoides pierden talla hasta pasar a un discreto segundo plano, y dinosaurios y plantas inician su

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crecimiento desorbitado, llegando a una talla mucho mayor que la alcanzada por sus coetáneos. Aquí tenemos otra explicación basada en la capacidad de oxigenación, dado que los registros muestran una gran cantidad de bierterina sedimentada hace 250M de años, solo posible en situación de escasez de oxígeno, lo cual nos lleva a aseverar que en aquella época se produjo un enorme descenso de la concentración de este elemento que pudo causar no solo la reducción en tamaño, sino también la práctica extinción de los reptiles mamiferoides. Los diápsidos, más primitivos en su desarrollo, siguieron creciendo sin problemas, al tener un suministro ventilatorio excelente incluso en aquel ambiente difícil. Pero ¿por qué se redujo tanto y tan bruscamente la cantidad de oxígeno si el mundo natural de los mamiferoides, durante el carbonífero y el pérmico, rebosaba de él? Se ha constatado que llegó a copar nada menos que el 30% del volumen atmosférico, 10 puntos por encima de la tasa actual, bajando de manera drástica hace 250M de años a un 10% desolador, que debió provocar auténtico estrés y angustia en aquellos seres. Esta cantidad tan abundante se debía a un largo periodo de más de 100M de años de desarrollo de las plantas en un ambiente de luz difusa, que saturaron la atmósfera a través de su fotosíntesis continua, dando lugar a una riqueza ambiental que propició el ascenso de los reptiles con pulmones, como los mamiferoides, inmersos en un medio abundante en calidad y nutrientes. Sin embargo, para que se produzca este fenómeno singular y generalizado a todos los órdenes naturales a lo largo del triásico, hemos de encontrar más causas en el entorno global, como son una caída del campo gravitatorio, un aumento considerable de la presión atmosférica, y, por supuesto, un medioambiente idóneo que ya hemos analizado. La caída del campo gravitatorio es conjeturable, pero no parece la más plausible. Suponemos que el campo terrestre se genera desde el núcleo férrico del corazón del planeta, y que, aunque menguante en fracciones infinitesimales, no ha sufrido alteraciones duraderas en lo que respecta a su poder durante la época que nos ocupa, por lo que vamos a mirar en otras direcciones, a pesar de que sea un candidato verdaderamente atractivo y en ningún momento descartable. La presión sí que ha cambiado a lo largo de los tiempos, variando con respecto a la densidad. Indudablemente, con una atmósfera saturada de oxígeno y vapor de agua, hemos de suponer un mayor peso atmosférico que el actual, lo que es un factor a tener en cuenta. Además, algunos testigos fósiles de la época, como las grandes aves saurias, corroboran este punto, hablándonos de una superficie sometida al doble de presión. Este hecho, junto con la calidad ambiental, son de por sí suficientes para explicar la elevada talla de los seres de la época. Pero las condiciones del hábitat cambiaron. Justo en la fase final de cretácico, los lagartos terribles habían llegado a un tamaño verdaderamente enorme, con lo que se encontraron cada vez más desfasados y torpes, incapaces de

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mantenerse en un ambiente que se les iba haciendo cada vez más y más pesado debido a la lenta degradación detectada en el medio, propiciada por elementos destructores. En algún momento determinado la naturaleza llegó a una encrucijada, iniciando una vuelta atrás mediante la reducción que lentamente había comenzado a imponerse, pero esto es muy difícil en criaturas de tanta masa corporal como las especies más grandes, con lo cual se vieron abocadas a un largo y tedioso proceso de desaparición que, con toda seguridad, las habría llevado millones de años más tarde a su total extinción en ausencia del drama que las esperaba. Sin embargo, otras especies menos colosales como los celurosaurios o los deinonicosaurios de finales del cretácico, presentaban estructuras óseas extremadamente ágiles y cerebros tan grandes como los de los mamíferos más avanzados de la época, por lo que su continuidad evolutiva parecía asegurada, descartando la hipótesis de que los ágiles e inteligentes mamíferos desbancaron a los saurios por su inadaptable incompetencia, torpeza y estupidez, como de un modo irrespetuoso se aduce desde determinados sectores. No pasemos por alto, además, recientes descubrimientos efectuados en China, que respaldan una teoría que hasta ahora ha sido tenida por poco sólida. Tras haberse encontrado multitud de fósiles de especies avanzadas de la última época del cretácico, está comenzando a tomar cuerpo la certeza de que el camino que estaban siguiendo algunas evoluciones de estos extraordinarios animales era el de la especialización en el vuelo. Los huesos comenzaban a ser extremadamente ligeros, la mayor parte de las veces huecos, igual que ocurre con las aves actuales, lo cual disminuye enormemente la cantidad de energía necesaria para mantenerse en el aire. Esto se ha podido constatar incluso en especies determinadas de grandes carnívoros, como el afamado y feroz t-rex, que ha deparado últimamente la sorpresa de que, al menos en determinadas sub-especies, tuvo el cuerpo entero cubierto de finas y pequeñas plumas, lo que supone uno de los cambios de rumbo más sorprendentes y originales detectados en el mecanismo evolutivo hasta ahora. Aunque en los medios paleontológicos se piensa que posiblemente ello fuese debido a una necesidad apremiante de regulación térmica, la verdad es que la pregunta de si realmente estaban iniciando una larga transformación en aves queda en el aire de momento. Determinados estudios predictivos establecen que si estas enormes máquinas depredadoras hubieran evolucionado 10M de años más, posiblemente habrían perdido sus pequeñas extremidades anteriores, reduciendo ostensiblemente su tamaño y derivando la energía hacia el desarrollo de un par de alas que no les hubieran permitido despegar del suelo hasta después de haber perdido una cantidad notable de peso. Otras especies más pequeñas, como el deinonichus, estaban en aquellos momentos mucho más avanzadas en este proceso de transformación, como se ha podido constatar en los fósiles chinos. Por otro lado la dinámica de vuelo ya había llegado a su cenit, con lo cual la conquista del aire estaba asegurada. Las plumas también habían sido experimentadas con éxito en el archaeoptérix, entre otros

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pequeños dinosaurios voladores, por lo que no debe sorprendernos constatar que la naturaleza comenzaba a aplicarlas a sus adaptaciones con un más que claro objetivo. Pero las aves más espectaculares de la escena superan todas las expectativas que podamos imaginar en cuanto a grandiosidad y capacidad aerodinámica. Sus fósiles han sido encontrados en Texas, y han dado lugar a un gran volador que responde al nombre de quetzalcoatlus (Fig.20). Esta ave de la familia de los pterosaurios medía 12 m de envergadura, y es, hasta el momento, el animal volante más grande que ha existido. Pero lo que llama la atención sobre esta criatura asombrosa es una característica singular, que nos aporta datos muy interesantes. Comparando sus cualidades aerodinámicas con las de las aves actuales, e incluso con los más avanzados aviones de transporte, como el Jumbo, el resultado de sus capacidades de vuelo es sorprendentemente irregular. Al igual que ocurre con el pteranodón, otro inmenso depredador volante de su época, la posibilidad de elevarse en el aire de estos animales pasa necesariamente porque la densidad de los gases fuera mucho más elevada de lo que es hoy, y con ello volvemos a tener pistas claras de un escenario con una presión de al menos dos atmósferas, lo cual es muy importante para el desarrollo de una fauna de gran tamaño. Desde hace tiempo, determinado sector de la paleontología establece que las aves actuales no son más que la evolución final de muchos de aquellos reptiles voladores que eran los saurios, lo cual se evidencia en lo que hemos visto. Algunos de los más pequeños iniciaron la transformación desde animales terrestres a voladores en la época final de cretácico, lo cual es, como mínimo, mágico e inesperado, aunque quizás no tuvieron tiempo suficiente para conseguirlo. Volviendo a la discutida temporalización del evento de extinción, en 1987, Robert Sullivan detalló unos estudios según los cuales de las 16 familias conocidas de dinosaurios, 7 ya se habían extinguido durante los 10 últimos millones de años del cretácico, coincidiendo con un fenómeno de enfriamiento detectado a escala global que también afectó a las plantas. En los grupos que optaban a la supervivencia se hallaban las especies más avanzadas, justo en la diana del correcto camino hacia la vida a través de la adaptación, pero solo aquellas con un peso inferior a 25 Kg lo iban a conseguir. Hoy sabemos que hay un nuevo dato que añadir a esta serie de argumentaciones. La fase de pre-extinción se vio agravada por la concurrencia de nada menos que 8 impactos anteriores a los que posteriormente llegarían y que ya hemos analizado, los cuales aceleraron los cambios naturales y contribuyeron al enfriamiento masivo detectado por Sullivan. Esta es la raíz de la degradación en el medio que hizo de repente a los dinosaurios mayores pesados y torpes, debido sin duda a un deterioro en la concentración de oxígeno. Los restos de estas hecatombes están hoy día perfectamente localizados, y uno es el cráter Lappajärvi en Finlandia, de 23 Km y producido hace 73M de años. De la misma época son el de Manson, en Iowa, USA, con 36 Km y el Maple Creek en Canadá, con 6 Km. Más tarde, hace 70M de años se precipitó el astro que

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colisionó en Kara, Rusia, provocando un cráter de 65 Km, y en fechas similares el de Vargeao Dome, en Brasil, con 12 Km. Hace 68M de años se precipitaron lo bólidos que dieron lugar a la creación de los cráteres Tin Bider, en Argelia, de 6 Km, Ouarkziz, también en Argelia, de 3,5 Km, y Chuckcha, en Rusia, de 6 Km. Llamamos la atención sobre el hecho de que aparezcan en grupos perfectamente definidos, y nos preguntamos si no pudo tratarse, una vez más, de tres colisiones múltiples, sin que hasta el momento tengamos más pista para deducirlo que la edad coincidente de los cráteres hallados, aunque sabemos que eso no es suficiente. Al igual que lo ocurrido con los que se precipitaron a finales del periodo cretácico, hace falta una constatación, como la que en ese caso supuso la estratificación de diferentes capas de iridio en la estrecha franja K-T, pertenecientes a distintos eventos, separadas por lo que podría ser una sedimentación rápida producto de las eyecciones descomunales. Sea como fuere, lo cierto es que estas colisiones tienen capacidad suficiente por separado para desatar crisis climáticas continentales o hemiesferoidales, y en el caso del que se estrelló en Kara, incluso de provocar un grave problema global. La concurrencia de 8 eventos de este tipo en un periodo geológicamente corto de 5 millones de años encaja perfectamente con la posibilidad de que la fase de enfriamiento localizada algunos millones de años antes del límite K-T fuese apoyada, si no provocada, por bólidos que dieron lugar a cambios en la química atmosférica y marina mediante la expulsión de dióxido de carbono, dióxido de azufre y ácido nítrico. Estas alteraciones habrían afectado en primer lugar a las plantas, y posteriormente a los animales, comenzando por los de gran tamaño, con lo cual todo apunta a un problema que ya venía de muy lejos para explicar la desaparición de gran número de formas de vida, basado en alteraciones químicas inducidas por mecánicas de impacto que, en dos fases bien diferenciadas y en menos de 8M de años, terminaron con el ecosistema. En términos astronómicos, semejante concurrencia de cataclismos entra dentro de lo improbable. ¡Pero se produjeron!, por lo que cabría preguntarse por qué, aunque eso es algo que haremos después de haber adquirido una visión global del conjunto de las eras. Es evidente que todo propició la inesperada caída de la dinastía de los dinosaurios y complicó muchísimo la existencia a todos aquellos seres menores de 25 Kg que iban a sobrevivir al cataclismo. Por tanto, un nuevo cambio de paradigma se produjo a consecuencia de un terrible final de ciclo propiciado por una cadena de cometas devastadores que asolaron el planeta. Pero no era la primera vez que esto ocurría, ya que recientemente se ha descubierto otra prueba clara de un evento capaz de cambiar las leyes y órdenes naturales. La evidencia es una cicatriz en el actual océano Índico, antiguamente denominado mar de Paleo Tethys.

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Este enorme y profundo vestigio parece ser el remanente de un cráter de más de 3.000 Km de diámetro, producido por un evento de colisión que habría arrebatado al cuerpo terrestre una cantidad notable de materia, permaneciendo la deformación en la esfera terráquea a pesar de la sedimentación y erosión marina producidas durante millones de años. Esta sima profundísima se halla al Sur de la India, más de 5 Km bajo el mar, y no conserva restos de sus anillos debido a la fricción erosiva de 250M de años y al movimiento de subducción de las placas oceánicas. Por tanto, hablamos de una colisión enorme en épocas relativamente recientes, que tuvo que dejar secuelas de magnitud singular, y las fechas hablan de 250M de años, coincidiendo con la gran mortandad del permico-triásico, o lo que es lo mismo, la más grande extinción que la Tierra ha conocido. Tratemos de averiguar qué pasó en el mar Paleo Tethys.

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CAPÍTULO V.

EL APOCALIPSIS PÉRMICO Situémonos en cualquier lugar del planeta hace 250M de años, justo antes de que se produzca la precipitación de un cuerpo aniquilador venido de la negrura sideral. Aunque cientos de colisiones de este tipo ha habido en el remotísimo pasado, y la Tierra ya conoce sus efectos, el que está a punto de producirse tiene el componente siniestro de la inoportunidad, ya que está a punto de arrasar un ecosistema que durante 83M de años ha evolucionado hacia formas de vida verdaderamente eficaces y avanzadas, entre las cuales las plantas, inmersas en la era de los mamiferoides, han conseguido elevar la tasa de oxígeno atmosférico hasta unos magníficos treinta puntos sobre cien, lo cual constituye el mayor logro de que tenemos noticia en lo tocante a este aspecto en toda la larga historia del planeta. Por tanto, estamos en un momento natural de gran esplendor, que en el transcurso de menos de un día se va a ver reducido en su mayor parte a cenizas. El culpable es un cometa de unos 70 Km de diámetro, al que en honor al gran relato de Arthur C. Clarke “El puño de Dios” vamos a llamar Kali. Su densidad, al ser un cuerpo joven, es de 3.000Kg/m3, y su velocidad de aproximación está en torno a los 50 Km/seg. Mientras se acerca el instante crítico, podemos adelantar que el ángulo de impacto será de solo 20º, y que se producirá en un punto del actual océano Índico, a unos 2.000 Km al sureste de lo que hoy conocemos como India, zona en aquella época ocupada por tierra firme, a cuyo norte se hallaba el mar Paleo-Tethys, uno de cuyos restos es el actual Mediterráneo. Al sur de esta zona 0 estaba el mar de Tethys, y mas allá Australia, aún unida a la Antártida. Entre ellas permanecía atrapada la India. Al oeste veríamos África, al norte Siberia y al este parte de la actual China, dividida en dos grandes islas que comprendían China norte y sur, además de Indonesia. Al noroeste se extendían las futuras tierras europeas, entre las que distinguiríamos con claridad Escandinavia y Europa occidental. El impacto de Kali crea un primer cráter de transición y volatiliza la mayor parte de la litosfera, penetrando en el primer segundo 30 Km, mientras expulsa enormes cantidades de materia. Debido a la tremenda fuerza lateral ejercida, se produce un leve aumento de la velocidad de rotación planetaria, acortando la duración del día. Un hecho espeluznante, que delata la potencia de la destrucción, lo supone el hecho de hasta dónde fue empujada parte de la corteza terrestre. Enormes trozos de masa, que anteriormente estuvieron en la superficie, flotan hoy a casi 400 Km de

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profundidad por todo el globo. Esto supone una anomalía de gran calibre, pues la superficie implicada es de un tamaño descomunal, similar al de Australia y África. Solo una presión repentina y uniforme pudo hacer esto, despidiendo zonas muy sólidas a través del manto, hasta situarlas en su emplazamiento actual. Sabemos que nuestra corteza es inusualmente delgada, solo de un 1% del total, cuando debería llegar al 10%, igual que sucede en los otros planetas. Sin duda, y a tenor de los datos, toda esa corteza que falta fue sumergida tras un impacto tremendo, que no puede ser más que el que nos ocupa. Esto fue certificado por geofísicos del Caltech y la Universidad de Illinois tras analizar los ecos de las ondas de choque de grandes terremotos, que resultaron reflejadas en masas que aún conservan solidez y densidad propias de las zonas exteriores. Volviendo a la fecha de los acontecimientos, vemos que el cráter final desde el que emanó tanta potencia radial tiene 3.050 Km de diámetro, con una altura en su anillo exterior de 3 Km. Se ha formado en unos terribles 22 minutos, y dentro de sus límites contiene un golfo de roca fundida que enlaza directamente con el manto. Cuando se solidifique, una capa de lava formará el nuevo lecho marino, muy parecido a los famosos mares de la Luna. En su centro, un gran domo de granito se eleva hacia el cielo hasta una altura insólita, que dejaría muy por debajo a las cimas más altas del Himalaya. Nunca ha habido en la Tierra un accidente geográfico de tanta altura. Parte de la cadena montañosa que forma las paredes del cráter contiene a Turquía, Irán y la zona del actual Tíbet, que comenzarán su deriva continental rumbo al noreste, hasta las posiciones actuales, una vez desprendidos de las grandes masas de tierra que los unía a China (sur) e Indonesia. En algún punto al norte, donde el impacto ha hecho confluir las ondas de choque, la corteza y el moho, habitualmente rígidos, han sufrido una convulsión contra el magma del manto, al que mueven y aplastan violentamente, transmitiéndole gran energía, que acaba sobrecalentándolo. Hasta ahora sólida, la capa exterior del planeta cruje repentinamente y revienta, sometida a tensiones y temperaturas titánicas, y lo hace por la zona más frágil del momento, la macro erupción de Siberia, que en el instante de la colisión llevaba ya millones de años lanzando materia fundida y gases a la atmósfera, aunque con unas dimensiones que nada tienen que ver con las que Kali le provoca. Las emisiones de fluido ardiente fueron suficientes para formar una capa de 4 Km de espesor, con una superficie equivalente a 4 veces la de España. Las fallas por las que salió esta ingente cantidad de magma desde el manto están perfectamente definidas hoy día bajo miles de metros de lava sólida, y tienen 1.500 Km de largo por centenares de anchura, profundizando hasta 50 en la corteza. Junto con los gases generados por el impacto, la cifra de Co2 y So2 liberados fue de 40 trillones de TM, lo que, sumado a las densas nubes de ácido nítrico que se estaban formando en las alturas como consecuencia de la combustión

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masiva de oxígeno y nitrógeno, daba como resultado una atmósfera ponzoñosa e irrespirable, en la que las precipitaciones de lluvia ácida iban a ser frecuentes durante miles de años, envenenando literalmente las masas acuáticas. Las fallas tectónicas situadas al norte y noreste, limítrofes entre PaleoTethys y tierra firme, han sido bruscamente empujadas, con lo que se produce una aceleración repentina hacia el exterior de la deriva, cambiando parte de los vectores que hasta entonces se desarrollaban. Por este motivo percibimos un ligero cambio de tendencia en el rumbo de las masas continentales cuando vemos una imagen cinemática que refleje los cambios habidos en los últimos 350M de años. Aquí se fraguó esa anomalía. Dos cosas nos llaman la atención sobremanera en estas escenas. Primero la brusca aceleración que sufre la gran isla que contiene el actual norte de China, que alcanza su posición junto a Siberia a una velocidad no explicable sin la impulsión exterior que propició esta terrible colisión. Ello es perfectamente apreciable dado que las velocidades de deriva entre las masas emergidas son bastante similares en general a lo largo de los ciclos conocidos, salvo en este caso concreto y el segundo al que hemos hecho referencia y que no es otro que el de la India, ya explicado detalladamente en el capítulo relativo a la extinción K-T. Luego parece demostrado que los grandes impactos ejercen, además de su carácter fuertemente destructivo, un gran empuje vectorial cuando su energía cinética comienza a transformarse en otros tipos de fuerzas, cosa que ocurre exactamente en los segundos que tarda el cuerpo agresor en detenerse totalmente desde decenas de kilómetros por segundo hasta 0. La cantidad de energía transformada en fuerza proporciona un empuje que, o bien impulsa directamente a las masas flotantes de corteza, o de algún modo altera la dirección de las corrientes de convección que se suponen en el manto, y a las que se atribuye, en último extremo, la deriva continental. Por tanto, tenemos más pequeñas piezas que van encajando en el puzzle que nos mostrará la verdadera dimensión de los hechos subyacentes y hasta ahora ocultos tras los grandes impactos. En tierra firme las temperaturas son tan agresivas en 10.000 Km a la redonda que estallan incendios globales. Esto libera enormes cantidades de monóxido de carbono a una atmósfera donde el Co2 se ha disparado, así como las concentraciones de metano, dióxido de azufre, vapor de agua y sedimentación volátil. A estas alturas, el futuro de las especies comienza a ser muy incierto. En el mar, tsunamis inmensas de hasta 5 Km de altura barren todas las costas del Paleo/Tethys y el Tethys a dos veces la velocidad del sonido, llevando el cuerpo completo del mar interior cientos de kilómetros tierra adentro, por lo que el fondo marino permaneció visible durante horas. Esto apagó la mayoría de los

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incendios, no sin antes asesinar a millones de criaturas y especies de todos los órdenes. El retorno de estas cantidades extraordinarias de agua al océano provocó un erosionamiento acelerado del suelo, por lo que una enorme sedimentación fue cubriendo las zonas adyacentes a los continentes, depositando estratos que borrarán parte de las huellas de la catástrofe. Mas allá, el océano Panthalassa quedó en parte aislado de estas convulsiones titánicas debido a las características geográficas de la zona de impacto, en la que una barrera de formaciones sólidas rodeaba al conjunto, cortando así en parte la expansión natural de las tsunamis. Un cielo negro, incapaz de transparentar la luz, se extendía por el planeta, provocando un periodo de oscuridad que duró de 5 a 6 años, durante el cual se desarrolló un invierno crudo que hizo bajar las temperaturas de modo global muy por debajo de 0. Recientes cálculos sitúan esta cifra en torno a -19ºC. La muerte de las plantas supervivientes y organismos fotosintéticos se sucede en breve plazo, quedando los animales herbívoros expuestos además a la inanición, por lo que hubieron de adaptarse a otros tipos de recursos mínimos durante esa época, lo cual favoreció a las criaturas más pequeñas y a los carnívoros. Incluso en los mares, la afluencia de torrentes de ácidos provoca la muerte del plancton, y con ello una caída en barrena de las condiciones de vida que acaban inevitablemente en catástrofe. El testigo insólitamente alto de C12 detectado pone de manifiesto además que en esa época se disparó la tasa de metano, debido al calentamiento provocado por el dióxido de carbono tras el invierno nuclear, que acabó fundiendo el sensible hidrato de metánico de los fondos oceánicos, con lo que aumentó el efecto invernadero y las temperaturas se hicieron verdaderamente tórridas durante millones de años. Otra posibilidad implica un derretimiento total de millones de kilómetros cuadrados de hidrato de metano en la zona de Tethys a consecuencia del calentamiento directo del impacto, transmitido a través del lecho oceánico. De un modo u otro, o de ambos modos quizás, lo cierto es que este gas irrumpió en la atmósfera contribuyendo a su degradación. Como iba a suceder 185M de años más adelante durante la gran extinción del Cretácico-Terciario que acabó con los dinosaurios, los únicos supervivientes del reino animal iban a ser los seres más pequeños, entre los que discretamente estaban los cinodontes, pequeños lagartos de 50 cm que darían lugar, tras muchas vicisitudes, al gran árbol de los mamíferos, y los diápsidos, precursores de los inmediatamente poderosos dinosaurios. Toda forma de vida mayor que estos iba a perecer sin excepción.

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Para los supervivientes quedará un largo vagar por tierras vacías, calentadas por un Sol abrasador e inmisericorde, que irá evaporando lentamente toda concentración de agua dulce a su alcance, elevando vapor de agua a una atmósfera con un oxígeno pobre, equivalente a la concentración que hay actualmente en la cima del Everest. Sería muy difícil respirar. Este periodo durará tanto como tarden las plantas en volver a restaurar el equilibrio mediante la absorción del Co2, dentro de casi 80M de años. En muchos sentidos es el crimen perfecto. El asesino no solo se ha mostrado eficaz, ya que estadísticamente ha eliminado al 97% de la población objetivo, sino que ha sabido esconder las escasas pistas debajo de capas y capas de piedra, de tal modo que la confusión generada en el mundo científico ha sido tanta que hasta hace poco no hemos sido capaces de encontrar indicios de los hechos terribles que acontecieron en aquella noche pérmica. Ahora, gracias a los avances de lo que bien podríamos llamar paleontología forense, sabemos además que este asesino no trabajó solo. Después de haberse producido la masacre de Kali, llegaron varios cometas que acentuaron los daños, como el que produjo el recién descubierto cráter Bedout High, de 200 Km de diámetro, situado hoy frente a las costas del noroeste de Australia, y que está enterrado nada menos que a 3.500 m por debajo del suelo oceánico, lo cual nos da una idea de por dónde está nuestro cráter mayor después de permanecer 250M de años sometido a la violenta erosión marina y, sobre todo, a la fricción tectónica. Si miramos el mapa representativo (Fig.21) de la situación de las tierras hace 250M de años, vemos perfectamente el modo en que se dispone la caldera creada tras el impacto de Kali, justo por encima del enclave de Bedout High. Toda la porción circular que falta fue volatilizada, y a nuestro entender estuvo ocupada por tierra firme. Ateniéndonos a las posibilidades de deriva, presumimos que nuestra prueba principal esta enterrada a unos 5.000 m bajo el suelo oceánico en unas llanuras que aparecen perfectamente marcadas al Sur de la India. Allí la superficie de la Tierra se curva de modo insólito hacia adentro, y forma una depresión inmensa solo posible si la corteza ha sido sometida en algún momento a una fuerza que la deformó. Esto es visible en la siguiente imagen (Fig.22). En las tomas del E.R.S.-1 procesadas por Michael Anzenhofer, se aprecia cómo al desprenderse de las capas oceánicas y de la atmósfera, la zona del Índico aparece derrumbada, quedando claramente marcado un gran punto azul como la zona más profunda del planeta. Allí descansan los restos del cráter principal del permico, el producido por Kali, posiblemente en forma de restos de lava altamente contaminada con características de impacto. Sin embargo, visto que estamos en una zona tectónica con potente actividad subductiva, lo mas probable es que la inmensa mayoría del cráter, si no todo, haya sido literalmente tragada por la Tierra.

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Pero no. A pesar de los pesares, hay un indicio claro. Juzguen ustedes. ¿Ven la elevación que aparece en el centro del inmenso círculo que debió englobar al cráter? (Fig.23) Pues no sería otra cosa que el gran domo central, aún resistiendo al ímpetu del océano después de cientos de millones de años. A su alrededor, unas llanuras de miles de kilómetros delatan la ausencia total de relieves intra litosféricos, lo cual es extraordinariamente coherente con el mar de lava sólida que debería de extenderse más de 5.000 m por debajo de la superficie del fondo marino. Si sumamos la altura de la cúspide central, los 5.000 m bajo el fondo y la profundidad del cráter raíz, aún de un modo conservador… ¡Llegamos a la impresionante cifra de 12 Km de mole para esta elevación! Sin duda, este dato es de gran valor para establecer un criterio a seguir a la hora de interrogarnos sobre qué fuerza es necesaria para levantar semejante estructura en algunos minutos. Otros cráteres actuales de aquella época, e integrantes de la armada de destrucción pérmico-triásica que estudiamos, son: Kursk, 250Ma, 6 Km, Rusia Gow, 250Ma, 5 Km, Canadá Araguainha, 247Ma, 40 Km, Brasil Estimamos en base a nuestras proyecciones que el número total de impactos registrados estuvo en torno a 50 a lo largo de 3M de años, por lo que aún debe de quedar mucho por descubrir, aunque nos atrevemos a señalar tres candidatos verdaderamente serios. El primero es el Lorne Basin en Nueva Gales del Sur, de 35x30 Km, que está siendo estudiado en la actualidad. En estos momentos todo apunta a que se trata de un nuevo cráter coincidente con la extinción P-T. Los otros dos importantísimos cómplices son un dueto localizado por el físico planetario Mike Rampino, que yacen justamente en las antípodas de la macro erupción siberiana, lo cual es un indicio a tener en cuenta. Estas simas descansan en la meseta de las Falkland (o Malvinas), al pie de Tierra de Fuego, y tienen unos diámetros de 300 y 200 Km, con lo que poseen entidad suficiente como para ponerse a la par de Bedout High, si se confirman los datos, como esperamos. De momento los análisis gravimétricos parecen apuntar en la dirección correcta, con lo que habremos de permanecer atentos, sobre todo siendo conscientes de que pudiera tratarse de los detonantes de la macro erupción siberiana, para lo cual tuvieron que precipitarse quizás 3 ó 4M de años antes que el impacto principal. La secuencia lógica (Fig.24) indica que después se produjo el choque en el Índico, cayendo muy poco después Bedout High junto con los impactos de Kursk y Gow. 3M de años más tarde Araguainha cerraría el ciclo.

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Tras la serie de colisiones, la extinción alcanza la horripilante cifra del 96% de las especies en todos los órdenes, pereciendo el 90% de la fauna marina y el 80 de la terrestre, lo cual puso verdaderamente al límite los mecanismos de supervivencia de los escasos herederos de la tierra, que hubieron de vivir en condiciones inimaginables. La hipótesis de impacto ha sido ampliamente rebatida por paleontólogos y geólogos de todo el planeta, más proclives a culpar a la macro erupción siberiana del llamado crimen de los eones. No es de extrañar, pues sin duda se trató de un fenómeno con entidad suficiente para cambiar el clima, y muy apropiado en un marco de extinción que, según sus cálculos, pudo durar hasta 40M de años. Sin embargo, estudios de datación llevados a cabo con los últimos avances demuestran que todo el proceso pudo llevar realmente entre 8.000 y 100.000 años, cantidad que se corresponde con un suspiro cuando hablamos de algo tan descomunal como los tiempos geológicos. Incluso algunos especialistas que han estudiado los depósitos de peces y foraminíferos del periodo han conjeturado con la posibilidad de que todo sucediera en un único y fatal día, lo cual sitúa la datación de la catástrofe en un abanico insólitamente extremo de posibilidades. Por tanto, ateniéndonos a la lógica, hemos de dar por sentado que la duración de todo el evento de extinción fue muchísimo más corto de lo que hasta ahora se ha admitido, y un escenario de esa nimia duración no es entendible sin una catástrofe rápida de dimensión duradera, justamente como la que proporciona una colisión cósmica. Por tanto, además del hecho de tener ubicada la zona de impacto mediante imágenes por radar, tenemos el margen que permite a la vida ante una agresión mayor de las características que hemos descrito ampliamente, pero aún no son suficientes estos datos para asegurar que el culpable del crimen de los eones fue un cuerpo celeste en exclusiva. En los últimos años, tanto en China como en Australia, la Antártida, Japón o Hungría han sido hallados pruebas inequívocas de una colisión justo en el límite estratigráfico entre el pérmico y el triásico, allí donde las capas se vuelven rojizas a consecuencia de un calor abrasador. Estas evidencias, en forma de un nuevo compuesto que ha recibido el nombre de fullereno (Fig.25), son equivalentes en importancia al hallazgo de iridio en la franja cretácico-terciaria, que a la postre significó la evidencia para demostrar lo acontecido en Chicxulub. El fullereno hallado es una molécula de carbono que aparece bajo las formas C60, C76, C84 y otras. El C60 tiene una disposición estructural similar a un balón de fútbol, en el que se distinguen claramente las caras poligonales, cuyos vértices son los átomos de carbono. En su interior encierra tasas inusuales de Helio3, Argón36 o variantes igualmente irregulares de neón, isótopos que sin duda de ningún tipo proceden del ámbito estelar, donde son mucho más abundantes, y se forman bajo unas condiciones de calor y presión que solo se dan en determinadas estrellas.

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Por tanto, las concentraciones detectadas obedecen sin duda alguna a una importación desde el cosmos, dado por ejemplo que en la Tierra la mayoría de los átomos de helio se componen de dos protones y dos neutrones (helio4) y el fullereno de helio3 presenta un neutrón menos, delatando su formación estelar, bien documentada por los astrónomos. También se han hallado estas reveladoras moléculas en Chicxulub y en el cráter canadiense de Sudbury, de 1.680M de años de antigüedad, por lo que a todos los efectos cabe asociarlas con los impactos celestes, que harían las veces de agente de transporte con el que entrar en nuestro planeta, bien defendido por la atmósfera para partículas de ese tipo. La gran diferencia de estos otros hallazgos con los encontrados en el límite pérmico-triásico estriba en que en este último caso las moléculas se hallan presentes en regiones muchísimo más alejadas entre sí, lo cual demuestra la concurrencia de un evento de tamaño muy superior a aquellos, capaz de pulverizarlas sobre gran parte del planeta. Por último, decir que se han encontrado restos meteóricos físicos en la Antártida y China, y maskelinita en los testigos de profundidad abiertos en el cráter Bedout High, sustancia que se asemejan a roca cristalizada, solo producida mediante grandes presiones, correspondiéndose con los datos y época que tratamos, por lo cual es perfectamente defendible la teoría del impacto como explicación de las causas para la mayor extinción que la vida en la Tierra ha conocido, por mucho que determinado sector se muestre inmovilista cada vez que la hipótesis cósmica aparece en el camino de la evolución. Recapitulemos los hechos. Dos cometas se estrellan en la plataforma de las Falkland y provocan el inicio de la macro erupción siberiana. 3 ó 4M de años más tarde, un enorme cuerpo de 70 Km de diámetro se estrella en las tierras desaparecidas al Sur del mar Paleo-Tethys. Su primer efecto después de pasar la subsiguiente crisis apocalíptica de impacto es una ruptura de la corteza terrestre, que impulsa una fase intensa de deriva continental, liberando grandes cantidades de magma del interior de la Tierra, no solo por el cráter abierto, sino también por la erupción, que ya se producía con anterioridad en Siberia, a la que potencia en gran medida hasta convertirla en un infierno. A su alrededor se forma un cráter de 3.050 Km, cuyas paredes dan lugar al alzamiento del Tíbet, Turquía e Irán. Más allá todo es destrucción. Muy poco después, al menos cinco impactos más, entre ellos el de Bedout High, aumentan el nivel destructivo del evento. Las ondas de choque deforman la esfera terrestre, y la atmósfera se satura de vapores torrenciales, dióxido de azufre, metano y dióxido de carbono, que mantendrán un ambiente sobrecalentado durante un larguísimo periodo, pero no antes de que pase el invierno de 5 a 6 años provocado por la materia en suspensión. La tasa de oxígeno desciende súbitamente hasta el 10%, dando lugar a enormes problemas respiratorios para los reptiles mamiferoides, dotados con un

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sistema pulmonar similar al nuestro pero sin diafragma, lo que los impulsará evolutivamente a una carrera por la economía de recursos en los cuales reducirán su talla enormemente en poco tiempo. Los diápsidos, con una mas eficiente respiración a través de sacos aéreos, no solo no se verán alterados por este hecho sino que iniciarán una etapa de crecimiento desmesurado debido al aumento de la velocidad de rotación, y el de la presión atmosférica por los recién llegados gases. Lo mismo ocurrirá con las plantas. Cabe pensar que una vez superado el escenario de crisis los pequeños cinodontes, precursores de los mamíferos, pasaron por una era de millones de años de adaptación a un medio hostil en temperatura y oxigenación, donde los diápsidos estaban comenzando a crecer a una velocidad que los convertía en rivales cada vez más temibles, y a la postre, imposibles. Cuando la vegetación volvió a abundar, en torno a 80M de años después de la gran extinción, las especies generadas por evoluciones posteriores al cinodonte, que ya eran mamíferos completos y habían desarrollado el diafragma, que les permitió aumentar su capacidad respiratoria, debieron comenzar a elevar su talla también de forma considerable, aunque con gran retraso respecto a sus rivales saurios, por lo que no llegaron jamás a alcanzar a aquellos en tamaño. Debido a esto, nuestros antepasados tuvieron que permanecer aún en la sombra. Si no hubiera sucedido así y los mamíferos primitivos, como el eomaia descubierto en China, no hubiesen sido más que pequeños y lanudos seres similares a las musarañas tal como hasta ahora nos han dicho, entonces todo el razonamiento que hemos expuesto en torno al crecimiento insólito dado en la época sería erróneo. Sin embargo, este mismo año 2006 recientes descubrimientos han tenido que retrotraer la aparición de los mamíferos 100M de años más allá de las cifras que hasta hoy se barajaban, haciendo además inciso en el importante tamaño que al parecer alcanzaron, cosa que hasta el día de hoy no se les atribuía. Esta ultimísima noticia supone una piedra angular que demuestra la teoría expuesta, y que relega a las tan traídas y llevadas musarañas a un orden inferior dentro de una especie que se desarrollaba en la época, y que alcanzó más importancia de la que se le reconocía. El viejo dogma de que los dinosaurios tuvieron que desaparecer para que se desarrollaran los mamíferos ha pasado a la historia como tantos otros, por lo que establecemos que los primeros animales considerables, dotados de pulmones y respiración diafragmática, hollaban la Tierra hace unos 170M de años, y que convivieron hasta los 65M de años con los grandes saurios, tras lo cual iniciaron los primeros pasos para el dominio del ecosistema. Podemos decir que desde nuestro punto de vista exterior hemos asistido a una completa reforma de un cuerpo celeste, el nuestro, que a partir de estos momentos comienza a regirse por nuevas normas, determinantes e imperturbables, capaces de mover los hilos de la vida. Sin saberlo, e impulsados por este vuelo de la imaginación, hemos asistido nada menos que a un cambio de Paradigma, y el

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resultado que tenemos es un mundo nuevo dispuesto a ser dominado por especies cada vez más evolucionadas. Si el ángulo de aproximación de Kali hubiera sido un par de grados más centrado respecto al núcleo terrestre, esto no hubiese sido posible, y la extinción habría llegado a la fatídica cifra del 100%.

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CAPÍTULO VI. ENCUENTRO CERCANO Hace 36M de años se produce una desaparición de familias de especies que no está aún totalmente reconocida como extinción masiva, a pesar de que sus secuelas llegan directamente hasta nuestros días. Para algunos investigadores su existencia es concluyente, y su margen de acción engloba un número de pérdidas de familias solo comparable a las cifras dadas por la catástrofe de hace 250M de años. Por tanto, volvemos a encontrarnos con un nuevo foco de fricciones científicas en el difícil campo del flujo de la vida en el devenir de los tiempos. Si antes de acudir a los datos que estos investigadores nos aportan nos vamos al registro de impactos hallados en ese periodo, encontraremos los siguientes: Azuara, 36Ma, 40 Km, España Rubielos de la Cérida, 36Ma, 80x40 Km y un segundo de 8 Km, España Popigai, 36Ma, 100 Km,

Rusia

Mistantin Lake, 36Ma, 28 Km, Canadá Chesapeake Bay, 35Ma, 90 Km, Virginia, USA Flaxman, 35Ma, 10 Km, Australia Crawford, 35Ma, 8,5 Km, Australia Wanapitei, 37Ma, 7,5 Km, Canadá Con lo que tenemos una concentración de 8 hecatombes (Fig.26) en escasamente 2M de años, y una proyección total de 80 posibles atendiendo a datos estadísticos. Además, la dispersión geográfica y el tamaño de los cráteres hallados son suficientes para establecer que durante ese periodo tuvieron que producirse trastornos climáticos de gran importancia, sin duda suficientes como para desatar un evento de extinción. Esos trastornos están registrados detalladamente. Por tanto, una vez más hemos encontrado que las armas han dejado pruebas de que se han utilizado, y el calibre de la abundante munición no nos permite pensar

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que no haya habido víctimas en este nuevo escenario del crimen. Averigüemos los hechos. En el apartado geográfico, durante el periodo que media entre el armageddón cretácico-terciario y el oligoceno (paleoceno y eoceno), continúan alejándose los continentes formados en eras anteriores, y las colisiones tectónicas dan lugar a los plegamientos que conforman las grandes cadenas montañosas de nuestra época: los Andes, los Alpes, las Béticas, los Pirineos, el Himalaya, las Rocosas, y, en general, muchas de las otras cadenas montañosas de mayor envergadura. Todas ellas están dentro de la familia orogénica conocida como alpina. El hecho de que éstas sean las cimas más altas actualmente no es extraño ya que al ser las más recientes, aún no ha transcurrido tiempo suficiente como para que hayan sido erosionadas. Tengamos además en cuenta que cordilleras tan impresionantes como los Himalayas continúan su crecimiento, dado que la India sigue incrustándose 2,5 cm/año en el Tíbet. Por eso el relieve de las mucho más antiguas montañas hercínicas o caledonianas (Noruega) es más suave, redondeado y de menor altura, aunque en un pasado lejano no estuvieron en absoluto exentas de esplendor. Las condiciones atmosféricas tras el evento de exterminio de hace 65M de años pasaban por un calor elevado, alta concentración de dióxido de carbono, bajada del oxígeno al 12 ó 15%, y caída de la presión atmosférica hasta la mitad. La situación de luz difusa, mantenida durante eones a raíz de la gran concentración de vapor presente en la atmósfera, cesó bruscamente. Después de transcurrido un periodo de invierno nuclear producido por las nubes originadas durante el evento de extinción del periodo K-T, seguido de temperaturas extremas, el clima a grandes rasgos durante este periodo se fue haciendo más frío, dando lugar a la aparición de los glaciares permanentes en la Antártida. La línea costera estaba dominada por manglares densos y característicos, algunas de cuyas especies han llegado a nuestros días. Por detrás de ellos se extendían los bosques de palmas y helechos, heredados de finales del cretácico. Cuando se empiezan a establecer las zonas climáticas actuales, las plantas tropicales comienzan a ceder terreno ante el dominio de los árboles de hoja caduca, y aparece una mayor diversificación en el ámbito botánico. La flora se adaptaba a las nuevas reglas con lentitud y eficacia. Entre los supervivientes del reino animal a la gran extinción de hace 65M de años estaban los pequeños mamíferos, las aves saurias, dotadas de sacos aéreos, huesos ahuecados y con tamaño reducido que habían podido sobrevivir gracias a su baja necesidad de recursos, algunas especies marinas cuyo peso les permitió seguir adelante tras el brusco descenso de nutrientes, y plantas menores que habitaban en zonas umbrías u otras que habían dejado sus semillas en espera del retorno del Sol, herederas de aquellas enormes que se fueron durante la larga noche del invierno nuclear.

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En cuanto al nuevo marco vital que conformaba el recién estrenado paradigma, lo más sobresaliente sería la desaparición de la inercia hereditaria en lo tocante al desarrollo de organismos masivos. Esto se debe a la necesidad apremiante por parte del mecanismo evolutivo de desarrollar nuevas especies desde un escalón muy inferior y primitivo al anterior en fases reducidas de tiempo que permitieran el asalto al escalón principal de dominio de los ecosistemas. Con estas nuevas reglas la naturaleza comenzó a practicar aceleradamente, y los candidatos que constituían los mamíferos, por motivos sobre los que no podemos más que especular, se volvieron a ver relegados a un plano secundario, produciéndose un periodo poco conocido en la historia del desarrollo de la vida en el que grandes aves dominaron la Tierra, a pesar de que perdieron su capacidad de volar, posiblemente debido a la brusca bajada de la presión atmosférica como factor más determinante. En la mayoría de los continentes se han encontrado restos de estos extraños animales en torno a los estratos pertenecientes a la banda de hace 55M de años, entre los cuales vamos a destacar a los dos mas feroces de todos ellos, el phororhacus y el dyatrima (Fig.27). Este último era un ave emplumada de dos metros de altura y 200 Kg de peso que dominó en la zona asiática. Tenía largas patas parecidas a las del avestruz que le permitían correr a 40 Km/h, un sistema de alas no capacitadas para el vuelo debido a la constitución excesivamente robusta del animal, largo cuello, y cabeza desproporcionadamente grande en la que destacaba un pico enorme y muy musculado, capaz de infligir daños mortales a las especies que acosaba. El dyatrima dominó sus zonas de caza con eficacia debido a la indefensión de la mayoría de las otras especies, menores en tamaño y poco dotadas en velocidad y recursos defensivos, por lo que se convirtió en poco tiempo en el gran depredador de la época en muchas zonas del planeta, mientras los pequeños mamíferos que seguían desarrollándose en inferioridad manifiesta tomaban rutas alternativas que les permitieran alejarse de estas singulares criaturas. De aquella época se conocen siete grupos de mamíferos y todos parecen ser originarios del norte de Asia, desde donde emigraron a otras partes del mundo. Estos mamíferos primitivos tenían muchas características en común. Eran pequeños, cuadrúpedos, caminaban sobre la planta de los pies, con cinco dedos cada uno. Es probable que tuvieran una cabeza pequeña con un hocico estrecho y por tanto una cavidad craneal reducida. Los mamíferos predominantes del periodo fueron los miembros de tres grupos ya desaparecidos: Los creodontes, ancestros de los carnívoros modernos Los amblípodos, pequeños pero pesados Los condilartros, herbívoros de cuerpo ligero y pequeño cerebro

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De los grupos del paleoceno, sobreviven los marsupiales, los insectívoros, los primates y los roedores. El carpolestes, un antecesor de los primates, y por tanto del hombre, se desarrolló en comunión con los árboles, en los que se alojó huyendo de los grandes pájaros depredadores. Era un animal pequeño e indefenso, cuya única posibilidad de supervivencia pasaba por no bajar al suelo, y que dio lugar a una extensa familia, entre la cual nos encontramos. En otras zonas, alejados del dominio de las grandes aves por inconvenientes como la glaciación del estrecho de Béring, que separaba Asia de América, los primeros mamíferos de gran capacidad depredadora, los hienodontes, comenzaban a cazar en grupo, imponiéndose gracias a una asombrosa agilidad, cimentada en sus escasos 5 Kg de peso, y su avanzada coordinación para desplegar ataques en grupo. Solo los inconvenientes geográficos evitaron el temprano enfrentamiento de estas manadas hambrientas con los feroces y solitarios dyatrimas, pero esta situación no tardaría en cambiar de un modo definitivo para la expansión de los mamíferos. Frente a la costa de Groenlandia aparecieron en años pasados 800 agujeros en el suelo oceánico, similares a grandes pozos, que parecen penetrar hasta 5.000 m en la corteza terrestre. Estos agujeros no son más que inmensas chimeneas que dan fe de un hecho singular acontecido hace 55M de años, y que impulsó un nuevo cambio en el orden natural. Debido a un brusco calentamiento magmático, bolsas de hidróxido de metano fueron evaporadas cerca de la superficie terrestre, creando una enorme presión que horadó poco a poco las capas superiores, hasta llegar al fondo oceánico primero y posteriormente a la atmósfera, donde elevó columnas de gases con impresionante velocidad a través de chimeneas que dan fe de una inusual violencia. Dado que el metano se inflama al contacto con el oxígeno, surgieron inmensas llamaradas constantes de varios kilómetros de altura, que acabaron solo después de un tiempo considerable, en el cual, según los últimos estudios, provocaron un lento pero imparable calentamiento de la atmósfera. Este hecho dio lugar al fin de la época glaciar en Béring, con lo que los hienodontes se internaron en Asia e iniciaron su conquista, acabando poco a poco con los dyatrimas, mucho más lentos e indefensos ante los coordinados ataques en masa de los feroces y pequeños mamíferos. Poco a poco, ante su avance imparable, la extraña época de las grandes aves fue terminando, y en su lugar se inició el reinado de los mamíferos, que al fin habían conseguido subsistir a un abanico de circunstancias en el que los demás contendientes habían fracasado. Así, tras muchos vaivenes, había llegado nuestra oportunidad. Durante toda la era se produce la evolución de una especie tan característica como el caballo, cuyos antecesores no eran más que pequeños animales del tamaño de un perro mediano. Otros animales que surgen en sus variantes primitivas son los rinocerontes, camellos y roedores, conservando entre ellos también el distintivo hecho de ser de muy baja estatura. También los mastodontes, antepasados de los actuales elefantes, aparecen al final de esta era, y ya no eran tan pequeños. Las aves

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se desarrollan y finalmente dominan el medio aéreo, apareciendo las codornices, águilas, buitres y pelícanos, todas dotadas de los últimos avances que protagonizaron la fase final de desarrollo de sus antepasadas cretácicas. En el mar surgen los primeros mamíferos acuáticos, que anteceden a los cetáceos. Y es al final de esta época, hace 36M de años, cuando llega el momento álgido de la extinción que buscamos, correspondiéndose exactamente con los periodos de precipitación del gran número de cuerpos celestes visto con anterioridad. En los estratos correspondientes a la época se han encontrado varios niveles bien diferenciados de microtectitas, con lo cual hay una clara muestra de que la violencia afectó a la globalidad del planeta una vez más. Lo único que queda por determinar, ya que todas las piezas parecen encajar, es si la vorágine desatada pudo actuar de algún modo como mecanismo de inicio de una extinción. Como muestra de ello, en esta franja desaparecen la mayoría de los mamíferos arcaicos de las primeras épocas del cenozoico, ocupando su lugar representantes de un gran número de los que han llegado a la actualidad. Los creodontes se extinguen y surgen los primeros carnívoros modernos, parecidos a los gatos y los perros. También vivió un antropoide (semejante al ser humano) en el norte de América que desapareció al final de la época. Desaparecen también muchos grupos de reptiles y anfibios, que quedan reducidos a los actuales. Los foraminíferos, cocolitofóridos, radiolarios, ostrácodos y moluscos marinos sufren pérdidas enormes, así como los vertebrados oceánicos, cuya cifra de extinción llega al 60%. Una de las causas directas para ello sería que la temperatura del agua del fondo del mar descendió por debajo de los 3ºC, y como consecuencia del frío se produjeron altas condiciones de inhabitabilidad. En el reino vegetal también se produce un cambio desde los antiguos modelos a los que han llegado a nuestros días. La flora evoluciona drásticamente y da paso a las especies actuales. En los continentes, muchas zonas de bosque boreal se transforman en áreas de tundra, y más al sur, paisajes boscosos pasan a ser zonas esteparias. Los restos paleontológicos euroasiáticos también señalan grandes cambios en la fauna, con repentinas migraciones de animales y extinciones en masa. Por tanto sí que hubo un periodo de extinción con intercambio de especies, a todas luces no tan siniestramente llamativo como los anteriores, pero determinante y decisivo hasta el día de hoy. Sin embargo, el hecho paleontológicamente constatado es que el proceso completo se desarrolló en cuatro fases que se sucedieron durante 2 ó 3M de años, durante cada una de las cuales se extinguió el 15% de las especies, lo cual nos sitúa en disposición de señalar al escenario de impacto múltiple como candidato firme a haber desatado un cambio climático que trajo restricciones y nuevas reglas para la vida.

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Se ha demostrado un masivo enfriamiento atmosférico hace 33M de años, durante el cual la temperatura bajó hasta 30ºC de media, que es una cifra demasiado espectacular como para no tener en cuenta circunstancias y consecuencias excepcionales. Semejante cambio, a nuestro entender, obedece claramente a la cadena de impactos que habían asolado el planeta hacía no más de 3M de años, y nos hablan claramente de unas condiciones extremas en las que la vida hubo de seguir luchando por la supervivencia. Es en esa época cuando un declive en el tipo y número de los bosques se hace notorio, encajando perfectamente con el esquema propuesto, por lo que la escena está completa. Además, las separaciones y alejamientos tectónicos de Australia y Sudamérica con la recién helada Antártida provocó la afluencia de las corrientes gélidas del polo hacia los océanos interiores, lo cual agravó enormemente la situación térmica, que, inevitablemente, se desplomó. Este fenómeno de aislamiento definitivo del continente austral se produjo tras la apertura del estrecho de Drake, que lo separó de Sudamérica, y la del mar al sur de Tasmania, que lo separó de Australia, tras lo cual se formó la corriente fría circumpolar antártica que dura hasta hoy y que lo mantiene helado perpetuamente. Las precipitaciones subieron vertiginosamente después del cretácico, y justo al final del periodo eoceno se alcanzó el máximo índice pluviométrico registrado, que súbitamente baja y se prolonga durante todo el oligoceno y más allá, lo cual también nos habla de un repentino cambio desde un ambiente húmedo y caluroso a uno seco y a un periodo frío de gran intensidad. Esto constituye otro dato a tener en cuenta relativo a las consecuencias desatadas tras un evento de bombardeo cósmico. Con posterioridad, el desarrollo de los mamíferos durante el mioceno, que empezó hace 23 millones de años, estuvo relacionado de forma directa con un importante avance evolutivo en el reino vegetal, que no es otro que la aparición de las gramíneas. Estas plantas, ideales como forraje, contribuyeron al crecimiento y desarrollo de los animales herbívoros, como los caballos y los rinocerontes, que abundaron en el mioceno y continuaron su diversificación y evolución. El mamut (mastodonte) siguió evolucionando y se generalizó la presencia del Dryopithecus, un animal parecido al gorila, en Europa y Asia. Algunos carnívoros, como los gatos y una especie mezcla de perro y lobo, se extendieron por varias partes del mundo. También surgió el que quizás sea el mayor depredador de las épocas recientes, el tigre dientes de sable, que utilizaba sus enormes colmillos para desgarrar a sus presas, aunque fuesen de considerable tamaño, como los herbívoros. Por tanto, y después de pasar detenidamente por todo el ciclo de la vida desde que surgió en los mares hace casi 4.000M de años, podemos concluir diciendo que efectivamente ha habido múltiples extinciones en el devenir de la historia natural, y que cada una de ellas ha sido superada por la fuerza enorme de expansión que el fenómeno de la vida acarrea. Estamos situados en un momento del pasado en que la inminencia de la aparición de los más primitivos homínidos está servida.

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Como un conglomerado de piezas que van conformando un puzzle, el hombre está a la vuelta de la esquina, y su historia será la más singular de todas. Es por ello que le vamos a dedicar toda la segunda parte de este libro.

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CAPÍTULO VII.

EL NOMBRE ES LEGIÓN La recurrencia de los eventos de extinción se está convirtiendo en uno de los temas que más polémica y pasiones está levantando de un tiempo a esta parte en círculos científicos diversos. No en vano, su constatación implicaría que el tiempo de las especies que componen nuestro ecosistema estaría sujeto a una invisible y trágica cuenta atrás de la que pocos, a juzgar por el pasado tormentoso de la relación Tierra-vida, pueden escapar, y eso es motivo suficiente para que más de uno levante las antenas preocupado en busca de proféticos y apocalípticos días del juicio. Ciertamente es difícil establecer un criterio matemático para constatar algo tan trascendente y esquivo como lo que pretendemos, y ello se debe a varios motivos principales. El primero es la distancia tremenda que en el tiempo hemos de recorrer para hallar pistas que, en la mayoría de los casos, o están borradas o son insuficientes, no pasando generalmente de la categoría de indicios. En segundo lugar, si establecemos que hay un ciclo y que una extinción no es algo aleatorio, hemos de averiguar a qué obedece. El problema estriba en que para hacer esto debemos encontrar las fuentes allí donde aún no hemos llegado, dado que una repetición que se da cada x millones de años obedece a circunstancias orbitales inmensamente desproporcionadas en la zona espacial en que nos movemos, y para la medición e incluso constatación de las cuales aún no tenemos los medios oportunos. En 1977, Fisher y Arthur sugirieron que las extinciones biológicas masivas se producían periódicamente en un ciclo de 32M de años, basándose para ello en investigaciones hechas en torno a la desaparición constatada de especies marinas a lo largo de diversos momentos de la protohistoria. David Raup y John Sepkoski dieron en el 83 un nuevo impulso a la teoría mediante el análisis estadístico pormenorizado de un gran volumen de información al respecto obtenida de fuentes fiables. Observaron que en más de 560 familias de organismos marinos analizados, cada 26M de años durante los últimos 250M se produce una extinción sistemática de al menos un 2% del total de la época. Un análisis de los datos, efectuado por William Fox en 1987, apoyó las cifras dadas con matices, calculando que es estadísticamente más significativa y ajustada la relación entre las extinciones masivas y los períodos de 16M de años. Por tanto, llegó a un resultado que es exactamente la mitad de la cifra dada por Fisher y Arthur. Más tarde, basándose en el registro de impactos terrestres, Rampino y Stothers identificaron ciclos de colisión cada 31M de años con un margen de error de + 1, y encontraron en ello una relación clara con fenómenos de desaparición de especies, para lo cual consideraron como "extinción masiva" a todas aquellas

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identificadas que superasen el 10% de mortandad acumulada en cortos periodos de tiempo entre los especímenes activos. Por tanto, establecen que las circunstancias del azar están fuera del tablero de juego. Si el cataclismo de hace 65M de años fue producido por el impacto de varios grandes objetos extraterrestres, y si las extinciones masivas se producen de forma cíclica, entonces debe buscarse la causa de tales impactos múltiples simultáneos en eventos que puedan actuar como iniciadores para estas lluvias de fuego. Si la desaparición de los grandes saurios se vio inmersa en un periodo de 8M de años en los cuales se registraron nada menos que 16 impactos, dos de los cuales eran capaces por sí solos de desatar una extinción, las alarmas saltan con prontitud. La estadística de probabilidades se ve ampliamente superada por esta cifra tan inusualmente numerosa de encuentros, y todo parece indicar, al menos en esta ocasión, un claro ciclo de cataclismos cósmicos que pudieron obedecer a causas externas por definir. Si la duración de este fenómeno fue de 8M de años, si es mucho mayor aún por el hecho de implicar directamente a la época que vivimos, o si simplemente obedece a un factor de coincidencia debido al azar, es lo que vamos a intentar desvelar en los siguientes apartados. Alrededor del Sistema Solar existe un amplio campo de cometas que giran alrededor del Sol, integrado por un número que se estima en torno a un billón de estas montañas de hielo. Desde allí podrían desencadenarse lluvias cometarias masivas por la influencia de algún agente cósmico de acción cíclica que los impulsara a una carrera que los llevaría a visitar peligrosamente el interior del sistema, pasando con ello muy cerca de los planetas interiores. Sea como fuere, lo cierto es que a estas alturas todo lo que sabemos de esta extraña zona es por deducción científica, dado que no tenemos constataciones reales de lo que allí hay, pero se han planteado al respecto varias hipótesis, en torno a las cuales nos vamos a centrar: A) Trastornos producidos durante el cruce del plano galáctico: esta teoría establece que en su continuo movimiento alrededor del centro de nuestra galaxia, el Sol con todo su sistema oscila hacia uno y otro lado del plano galáctico, en un movimiento ondulante de componente vertical que describe en su integridad con una periodicidad de 67M de años, de manera que cruza el centro del plano, o lo que es lo mismo, sube y baja por el brazo de la galaxia, una vez cada 33 + 3M de años. Esto está constatado, y las extinciones, en este caso, podrían coincidir con el periodo de penetración en el brazo galáctico, dado que la densidad de materia en esa zona sería muy elevada debido a las altas concentraciones de escombros que orbitan fuera de los sistemas estelares, que podrían incluir hasta pequeños planetoides liberados.

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Rampino y Stothers calcularon que la densidad del plano galáctico estaría en torno a 103 partículas/cm3, contando con una extensión de 6 pársecs. La duración del cruce estaría en torno a medio millón de años, pero sus efectos serían más duraderos. El paso a través del plano podría inducir impactos de grandes meteoritos residentes en la zona o desestabilizar a los cometas de la nube de Oort a causa del trastorno orbital producido por el tirón gravitatorio ejercido desde el vector del núcleo, rebosante de estrellas. Fruto de ello, los cometas desviados adquirirían una órbita muy elíptica penetrando hacia el interior del Sistema Solar hasta cruzarlo totalmente o estrellarse contra uno de sus planetas. Lo que parece evidente es que si las concentraciones de materia que se suponen en la zona del plano galáctico son tan abundantes como se estiman, un acontecimiento tan puntual como sería el recorrido a través suyo no puede pasar desapercibido para nuestro grupo de planetas. Además, el periodo coincide perfectamente con las cifras expuestas por los partidarios de las hipótesis de extinción cíclica, máxime si tenemos en cuenta un margen de error razonable de + 3M de años debido a que este movimiento del sistema no es perfectamente estable a causa de las interacciones gravitacionales que lo perturban al producirse el cruce. Por tanto, nos hallamos ante una visión de conjunto que se muestra sólida. Varios expertos en la nube de Oort propusieron que los efectos acumulativos de la materia local en el plano perpendicular al disco galáctico, los llamados discos mareales, eran mucho más importantes que los efectos gravitacionales intermitentes creados al pasar estrellas cercanas o nubes gigantes de polvo y gas. En 1995, Matese y Whitman, de la Universidad Southwestern Louisiana, y sus colegas Valtonen, de Finlandia e Innanen, de Canadá intentaron cuantificar los efectos de los discos de marea. Sus modelos numéricos de la dinámica de la nube de Oort sugieren que al oscilar como el Sol a través del plano galáctico, los discos de marea modulan el flujo de cometas de la nube en un factor de 4 a 1, con el mayor efecto en el plano medio de la galaxia. Estos resultados dieron un nuevo impulso al propuesto mecanismo del período de 30 millones de años. Posteriormente, Matese y Whitman perfeccionaron sus estudios sobre las perturbaciones. Sus análisis de un grupo de órbitas cometarias indican que toda la galaxia juega un papel en estas. Según Matese, aunque los cometas sólo serían los responsables del 25% de los cráteres de impacto terrestres, son los que proporcionalmente producirían los mayores cráteres, de más de 100 km de diámetro, que a fin de cuentas son los que ocasionan las extinciones.

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Weissman, finalmente, calculó que en una situación de lluvia de cometas al interior del sistema, la Tierra recibiría un impacto mayor cada 100.000 años. B) Némesis, la "estrella de la muerte": según esta hipótesis, el Sistema Solar podría ser doble, y el Sol tendría una estrella compañera, aún no descubierta, que ha sido llamada Némesis por los desarrolladores de su teoría (Fig.29). Según esto, estaríamos inmersos en un sistema estelar binario, lo cual no solo no es nada raro en el Universo sino que cada vez parece ser más el modelo básico. La misteriosa compañera del Sol sería una estrella del tipo enana negra (de menos de un décimo de la masa solar y luminosidad muy baja), una estrella enana marrón, o un pequeño agujero negro producido al colapsar un cuerpo estelar después de alcanzar su radio de schwartzchild. Cualquiera de las tres argumentaciones en torno a su tipo y constitución explicaría la invisibilidad desde nuestra posición, tan aducida como inviable por los detractores de la teoría. Atendiendo a características físicas, hemos de explicar que en un sistema estelar doble las dos estrellas orbitan en torno a un centro de masa único, que está siempre más cerca de la estrella de mayor relevancia gravitacional. Las órbitas de ambas se cruzan, pero los astros no colisionan porque siempre están en zonas opuestas del invisible centro de masas en equilibrio. La órbita de Némesis se supone que la separaría entre 1 y 3 años luz del Sol, y eso es una distancia en términos astronómicos muy considerable. Tengamos en cuenta que Próxima Centauri, nuestra estrella más cercana hasta el día de hoy, está a solo 4,25 años luz. Némesis podría tener una órbita muy excéntrica, con su posición más lejana en relación al Sol cercana a la de la nube de Oort, o bien una órbita moderadamente excéntrica y cuyo paso por la mínima distancia al sol ocurriría a través de dicha nube. La periodicidad de su larga traslación causaría graves trastornos en la zona cometaria adyacente, produciendo el desequilibrio y lanzamiento de parte de estos gigantes helados hacia el corazón del sistema, y ocasionando la situación idónea para desatar una catástrofe. No obstante, nuevas y sorprendentes teorías se van sumando a esta búsqueda de la extraña y escurridiza hermana oscura del Sol. Para un grupo de investigadores, Némesis no estaría tan lejos como habitualmente se supone, aunque para explicar las lluvias de cometas hubiese que apuntar en otras direcciones. Habida cuenta de los trastornos de cálculo que presenta la relación de masas Tierra-Sol, el extraño punto alrededor del cual giramos realmente, situado casi 8M de Km más allá del astro rey, la presencia de la misteriosa luz zodiacal con características espectrales propias y que no parece emanar del Sol, la corona solar, con temperaturas del orden de un millón de grados, demasiado elevadas como para ser irradiadas desde la

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superficie, que está a tan solo 6.000ºC, y las relaciones de polaridad magnética entre los componentes del sistema, este grupo propone que Némesis sería una estrella de menor tamaño que el Sol pero muchísimo más brillante, situada en una órbita opuesta a la terrestre, por lo que nunca estaría en nuestro campo visual. Lo que puede sorprender, independientemente del resultado en sí, es el fundamento de esta hipótesis. ¿Problemas en la relación Tierra-Sol? Efectivamente. Para cerciorarnos de ello hemos de saber que la ley de gravitación universal, propuesta por Isaac Newton y refrendada por los postulados de Einstein, entre otros, es el principio fundamental que rige las relaciones entre los cuerpos en el vacío. Todos los mecanismos de atracción, velocidad, distancia, órbita, etc, están contemplados por esta ley fundamental, sin la cual no sería entendible ni siquiera la relación de la Tierra con su satélite. Si aplicamos los cálculos pertinentes al dúo TierraSol, tal como hizo Newton en su momento, vemos que el resultado es preciso en grado sumo. Sin embargo, cuando usamos los datos que tenemos, abundantes por supuesto, respecto a Sol y Tierra, nada encaja, y todo comienza a parecer erróneo y carente de sentido. La distancia entre los dos cuerpos, el periodo y la velocidad, arrojan resultados inesperados y destacadamente fallidos, ya que la observación visual directa nos da por otro camino los datos tal como realmente son, por lo que no hay lugar a dudas. Evidentemente hay un problema en alguna parte, y tras muchos estudios se puede asegurar que no es en la formulación de la teoría, que por otro lado parece ser válida para todos los demás planetas. Efectuados los cálculos necesarios, se llega a la conclusión de que para que la Tierra presente la relación actual con el Sol, este debería tener tres veces la masa que sabemos positivamente que posee, con lo cual aún estamos más lejos de la solución del enigma. ¡A no ser que haya un pequeño cuerpo girando en órbita opuesta a la terrestre y que aporte de manera invisible al astro rey la masa que le falta para validar las cifras! Si a la duda que nos genera lo expuesto le sumamos el problema de la composición de la luz del Sol que vemos, empezamos a ver demasiadas cosas extrañas. En primer lugar las lecturas espectrales que se toman de la corona solar difieren notablemente de aquellas procedentes del cuerpo, es decir, del interior del disco visible, delatando, aunque no parezca creíble, orígenes totalmente distintos. Cada luz tiene su propia firma, basada en los elementos que la producen. El hecho de que dos espectros lumínicos como el del disco solar y el de su corona difieran ostensiblemente significa solamente que tienen diferente origen. Nada más, y no hay que rasgarse las vestiduras, porque aunque esto no debería ser así, lo es. A ello hemos de sumar la temperatura enorme de esa corona, a veces en torno al millón de grados, que tampoco guarda relación alguna con la que hay en la superficie de la estrella, de solo unos 6.000.

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La explicación (Fig.29) pasa por el hecho de que un cuerpo estelar localizado perpetuamente en situación contrapuesta a la nuestra esté alimentando con ingentes y cercanas cantidades de radiación a todo el hemisferio que nos permanece oculto. Si esto fuese así, nosotros estaríamos constantemente expuestos a lo que sería la “cara fría” del Sol, en el que solo el anillo que forma la corona, es decir, la frontera entre los dos hemisferios, se mostraría a nuestros ojos, liberando un cúmulo energético terriblemente recalentado y violento, una fracción de la que presidiría el hemisferio oculto. Como se puede ver hay variantes para estudiar, pero lo cierto es que aún no hemos encontrado a la estrella furtiva, aunque comienza a haber indicios que habrá que seguir. C) El planeta "X" o décimo planeta: de acuerdo con esta idea, existiría un décimo planeta en el Sistema Solar, aún no descubierto, al que se ha llamado "planeta X", cuya masa tendría la quinta parte de la masa terrestre según algunos autores, o sería enorme según otros. Nos encontraríamos ante el llamado “planeta del cruce” de la insólitamente acertada literatura cosmogónica sumeria. La hipótesis fue argumentada científicamente por Robert Harrington y Tom Van Flandern en 1978, que dedujeron la presencia de un gran cuerpo más allá de Plutón que afectaría significativamente a las órbitas de los planetas exteriores, excesivamente erráticas y alteradas. Su presencia se debería a un fenómeno de captura solar sobre un cuerpo extraño que debió vagar por el espacio interestelar. La órbita en la que quedó atrapado le obligaría a efectuar un recorrido muy excéntrico, inclinado (unos 30º sobre la eclíptica), largo y retrógrado. En 1982 se produce el primer reconocimiento oficial por parte de la Nasa de la existencia de “algún tipo de misterioso objeto” más allá de los límites conocidos del sistema. El satélite de infrarrojos IRAS había descubierto la presencia en dirección a la constelación de Orión de un cuerpo sólido del tamaño de Júpiter, y que parecía girar en torno al Sol. Su órbita estaría tres veces más alejada que la de Plutón, y presentaría una desviación respecto al plano de la eclíptica de 30º, dándose el hecho significativo de que en su largo movimiento de traslación giraría en dirección contraria al resto de los planetas, lo que denotaría su procedencia extra-solar. Además su comportamiento sería constantemente cambiante por las influencias gravitacionales de los otros cuerpos planetarios, lo cual explicaría que intercepte a la nube de Oort en intervalos muy prolongados, provocando misteriosas crisis que terminarían con el bombardeo meteórico al interior del sistema.

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D) Némesis y Sol como sistema binario y dual: Esta propuesta de Andy Lloyd es una síntesis avanzada de las hipótesis B y C. Básicamente parte de la idea de que el Sistema Solar sería binario. De este modo, el Sol tendría una estrella hermana, posiblemente una enana marrón, con la que compartiría un equilibrio de órbita dual característico de estos conjuntos, como se puede ver en los gráficos de la figura 30, donde la cruz verde indica el centro sobre el cual girarían ambas estrellas, que tendrían movimientos uniformemente acelerados a medida que se acercan entre sí, y muy decelerados al alejarse. El punto y la órbita azul representan al Sol y sus posiciones, y el rojo a Némesis, con una órbita mucho más excéntrica que la solar. Conocemos los planetas, al menos en su mayoría, que giran alrededor del Sol, pero ¿qué sabemos de la versión de Némesis que nos muestra Lloyd? Pues que sería una estrella muy rara, de un tipo solo recientemente descubierto conocido como enana marrón. En principio tendría un diámetro similar al de Júpiter, de magnitud absoluta +14 y con una temperatura de superficie que no superaría los 1.700ºC. El hidrógeno en este tipo de estrellas ha terminado su combustión, y hay predominio de metales pesados, destacando el óxido de titanio, así como las concentraciones moleculares. Su aspecto exterior sería el de una inmensa bola que irradiaría una luz de un fuerte color rojo oscuro. Este dato unido al de su tamaño, muy pequeño para ser un cuerpo estelar, le otorga su característico nombre. Ni que decir tiene que algo de este tipo tendría muy difícil detección desde nuestra posición, ya que su emisión de radiaciones, que estaría concentrada en la banda de infrarrojos, sería mínima. Lloyd prosigue sus argumentaciones diciendo que en su órbita habría al menos 7 planetas que seguirían recorridos elípticos de igual sentido que las de los planetas solares, pero al menos uno de gran tamaño, la que en honor a la literatura sumeria llama Nibiru, lo haría con una inclinación respecto a la eclíptica de 17º, y su distancia a Némesis sería tanta que periódicamente entraría profundamente en el Sistema Solar hasta una zona que variaría en función del acercamiento entre el Sol y su binaria, dando lugar a problemas gravitacionales intensos. Este planeta presentaría el aspecto visual de un cometa enorme, según Lloyd, ya que su estrella madre no habría tenido fuerza para evaporar su abundante contenido de sustancias volátiles.as incursiones periódicas de un astro tan grande como Nibiru en nuestro Grandes desestabilizaciones sin duda, y las andanzas de un sistema estelar completo en las inmediaciones de la nube de Oort darían lugar a lluvias periódicas de cometas hacia el interior de nuestra zona solar. El ciclo de destrucciones estaría servido. Muchos paleontólogos han criticado estas hipótesis aduciendo, quizá de un modo excesivamente celoso, que tal periodicidad de las extinciones no existe, por lo que toda especulación al respecto carecería, según ellos, de sentido. Aducen que los

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cálculos efectuados parecen aplicarse solamente a los últimos 250 millones de años, lo cual desvirtuaría los datos. Nosotros vamos a demostrar que no en breve. Van Valen, uno de los líderes de este movimiento opositor, aduce que la supuesta periodicidad se esfuma si en lugar de considerarse porcentajes se consideran las probabilidades de extinción, basándose en las apariciones, desapariciones y duración de los grupos, con lo que las cifras comienzan a fluctuar de tal modo que estos supuestos fenómenos son irreconocibles (por este sistema lo serían aunque el hecho estuviera más que demostrado). Además, si se llegase a la conclusión de que las extinciones masivas son sucesos que ocurren cíclicamente de forma regular, no podrían desecharse causas terrestres para ello, como por ejemplo la hipótesis de Margalef, mucho más entendibles por los paleontólogos que los sucesos astronómicos, como de sobras se ha demostrado, aunque la razón acabe escapándoseles muchas veces en los últimos tiempos por el estrecho marco de la ventana. Ramón Margalef es un ecólogo que en 1993 estableció una curiosa teoría para explicar los acontecimientos de desaparición repentina de especies, teorizando que las extinciones masivas se desencadenan por procesos de origen endógeno, causadas por la propia evolución del planeta. En su planteamiento, la extinción sería provocada por cambios climáticos derivados del estancamiento y una repentina y duradera estratificación de las aguas continentales y parte de las oceánicas, que acumularían grandes reservas de Co2 en las capas profundas bajo presión hidrostática, produciendo lo que se conoce como un océano anóxico, es decir, con ausencia de oxígeno, aunque solo fuese a partir de un determinado nivel de profundidad. Diversas circunstancias, entre ellas el impacto de un asteroide, que sería en este caso un factor desencadenante, provocarían una súbita explosión química del océano, al mezclarse las capas anóxicas con las aguas oxigenadas, y un rápido efecto invernadero a nivel atmosférico de consecuencias catastróficas. La recurrencia sería debida a un extraño proceso autorregulador del planeta, con lo cual se atribuye a la Tierra y su ecosistema la “característica Gaia”, que implica algún tipo de código de control final natural que regularía el proceso. No sé a ustedes, pero a nosotros, con todo respeto y poniendo por delante la belleza intrínseca de la teoría, nos suena un poco más raro que algunas de las hipótesis anteriores, por mucho que no sean del agrado de los paleontólogos. Sin embargo, aunque la periodicidad de las extinciones no esté tan constatada ni disponga de tanto consenso, averigüemos si ocurre lo mismo con los encuentros celestes. Para ello, hemos confeccionado un cuadro donde contemplamos solo los impactos registrados que aparecen agrupados en periodos menores de 8M de años, o bien aquellos que surgen misteriosamente dualizados en determinado momento aislado.

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A la izquierda tenemos dos cuadros donde detallamos su correspondencia o cercanía, si la hay, con los periodos de extinción correspondientes a su época y la densidad de impactos por tiempo junto a los kilómetros globales de craterización producida entre todos. A la derecha, hemos establecido una proyección en la que partimos de la base de que las áreas de impacto conocidas se corresponden con un 10% del total real no encontrado o perdido (esto es una cifra muy conservadora) a fin de averiguar un cómputo imaginario que refleje de un modo estadísticamente más cercano a la realidad lo que realmente pasó. Una franja negra horizontal separa las diversas agrupaciones coincidentes temporalmente detectadas, dando el dato de la distancia en millones de años entre las fases álgidas de cada periodo de bombardeo cósmico. Los datos introducidos son los que en 2006 figuran en la base de datos de impactos terrestres, y se han omitido aquellos que no muestran concordancia temporal con ningún otro en un periodo de 8M de años, y se muestran a efectos de esta investigación, por tanto, absolutamente aislados. El resultado es el que mostramos en la figura 31: Por tanto, estamos plenamente de acuerdo con Rampino y Stothers en la existencia irrefutable de un periodo de 31M de años con un margen de error de + 1 en la precipitación de cuerpos celestes contra la Tierra. Los hallados son más que suficientes para poder determinar este dato con total seguridad, puesto que incluso los periodos en los cuales no hay pistas de encuentros engloban largas fases de tiempo perfectamente divisibles en todos los casos por 30 + 1, por lo que el factor suerte parece probabilísticamente descartado, máxime teniendo en cuenta que hemos partido para hacer el cálculo desde los 2.023M de años, cifra en que sabemos que se precipitó el colosal cuerpo que dejó la cicatriz de Vredefort, en Sudáfrica. Eso es tanto tiempo atrás que el panorama a analizar debería mostrar un caos de datos, pero sin embargo no sucede así, como hemos visto. Muy al contrario, se revelan una serie de agrupamientos que nada tienen que ver con la aleatoriedad. De este modo, queda demostrado que lo aducido por Van Valen respecto a que no hay una relación causa-efecto clara entre impactos y extinciones es una defensa sin fundamento de teorías arcaicas que no explican los hechos tal como ocurrieron. Las largas fases encontradas en las cuales no aparecen registros meteóricos no suponen su inexistencia, sino que: 1234-

Los cometas cayeron en zonas marinas profundas aún no exploradas. En zonas terrestres aún no revisadas geomagnéticamente. Fueron borrados por la erosión u otros cataclismos posteriores. Sencillamente no se produjeron encuentros al no ser alcanzado nuestro planeta.

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En total hemos hallado matemáticamente 88 periodos de bombardeo masivo, de los cuales tenemos constancia física de impactos correspondientes a 12 de ellos. La mayoría de los que aún permanecen perdidos se corresponden con los periodos más alejados en el tiempo, a partir de los 250M de años hacia el pasado remoto, o lo que es lo mismo, la fase anterior al encuentro con Kali, que produjo convulsiones de gran calado y borrado de multitud de rastros, aunque es previsible que en los próximos 20 años la lista suba de los 170 aproximadamente que conocemos actualmente hasta una cifra mucho mayor. Básicamente, los estadísticos 100.000 años/impacto de Weissman parecen claramente superados en la mayoría de las ocasiones, siendo más real la cifra de 2 a 4 por cada 100000. Esto es una cifra aterradora y más que suficiente para desatar convulsiones extraordinarias en la máquina natural. La considerable prolongación de alguno de los periodos de bombardeo, de hasta 8M de años en algunos casos, se corresponde con el tiempo que supuestamente tardaría el Sistema Solar en cruzar íntegramente la amplia franja de peligro que constituye el brazo de la Vía Láctea, durante el cual la precipitación de cuerpos sólidos hacia el interior del sistema sería constante, del mismo modo que si el causante fuese un planeta alejado o una pequeña enana marrón. Que nos viniera encima una parte de esa lluvia de fuego o no responde a otras premisas ligadas a la fortuna, aunque siempre, debido a nuestra situación, masa y gravitación, hemos sido unos candidatos aventajados. La zona que ocupamos en las cercanías del Sol nos coloca directa e inherentemente cerca del lugar donde los cuerpos agresores, cometas o rocas inmensas, giran tras el astro rey, lo cual conlleva un tremendo peligro. Hay dos modos en que nos podría impactar uno de estos cuerpos: antes de girar, y por tanto en plena fase de aceleración final y posiblemente incluso de modo frontal (con lo que la velocidad sería inmensa), o tras el giro, con lo que esta sería más reducida pero a costa de quedar expuestos a impactos múltiples debido al posible fraccionamiento por causa de las corrientes de marea inducidas por el Sol. Ambos fenómenos han debido producirse, y algunos de los últimos son plenamente identificables, como por ejemplo el tren cometario en que quedó convertido el cuerpo que dio lugar a la gran extinción de hace 65M de años. Sobre la importancia de los bombardeos nos hablan claramente las extinciones coincidentes, aunque visto el cuadro parece claro que sin duda, independientemente de haber producido la desaparición directa de especies o no, consiguen influir sobremanera en las circunstancias climáticas del momento, demasiado estrechamente relacionadas con la vida en la Tierra como para no afectarle. Eso se percibe claramente si vemos la fase intensa detectada hace 214M de años, justo 12M de años antes de la culminación de la extinción triásico-jurásica.

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Debido a la distancia o lapso temporal entre los eventos, y salvo errores de datación, parece evidente que las colisiones no fueron la causa directa de esta catástrofe, pero es fácil imaginar lo que 30 previsibles impactos pueden hacer con el clima terrestre durante 12M de años. También es curioso al respecto el hecho de que la fase de gran intensidad que se desató hace 360M de años, y que precipitó presumiblemente hasta 40 astros, vino a caer justo recién producida la gran extinción del devónico final, con lo que consiguió complicar aún más las cosas a la por aquel entonces más que atareada evolución, muy recientemente golpeada y llevada al extremo. En cuanto a las extinciones menores, también se observa coincidencia en varias de ellas, y de un modo tan certero que dejan poco margen a la duda. Definitivamente, sí que hay un ciclo, y es bien notorio.

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CAPÍTULO VIII.

EL PROBLEMA DE LAS DATACIONES ¿Y si de repente se diera la terrible circunstancia de que los medios de datación, en base a los cuales se han montado todas las cronologías, fuesen erróneos? ¿Quedaría algo en pie de cuanto se ha escrito respecto a las edades de la Tierra y sus habitantes? ¿En torno a qué giraría el cronómetro de las eras? Recientes y documentados estudios, efectuados por el ingeniero alemán Hans Joachim Zillmer, ponen en muy seria duda este pilar básico de la ciencia. Es un hecho poco conocido la inexactitud de las dataciones hechas con carbono 14, que solo pueden abarcar periodos de hasta 5.000 años con un margen de error del 5%. Cuando se sobrepasan los 20.000 años ese margen se dispara, por lo que hay que poner especial cuidado cuando hay que alcanzar esas fechas. Además, dadas sus características, solo es aplicable con materia orgánica. Además, este método tan extendido se asienta sobre la premisa de que los niveles de carbono atmosféricos se han mantenido estables a lo largo de las eras, lo cual, como hemos visto extensamente en múltiples momentos de la turbulenta protohistoria del mundo, es un error monumental. El motivo para esta aseveración categórica es que las grandes alteraciones eruptivas y meteóricas cambian rápidamente estos valores, y además prolongan su efecto contaminante durante millones de años. El C14 se genera en las altas capas de la atmósfera por la interacción de la radiación cósmica y los isótopos de nitrógeno. Las plantas absorben, mediante la fotosíntesis, el isótopo resultante, que pasa de este modo a la cadena trófica. Cuando mueren, comienza a semidesintegrarse a un ritmo matemáticamente conocido, por lo que el principio es muy válido si existe la necesaria uniformidad. Bastaría con averiguar la cantidad de C14 original acumulada y en qué fase de semidesintegración se halla para conocer con exactitud en qué momento dejó de vivir su portador. En otras palabras, una simple tabla y listo, pero desgraciadamente esto no es así de fácil. Si en el momento en que el portador absorbía los isótopos, la proporción de C14 de la atmósfera no era la que se atribuye como punto de partida, debido evidentemente a una presencia alterada de carbono, el problema es tan inevitable como indetectable, por lo que se produce el error en la datación. ¿Elementos que pudieron alterar en un pasado relativamente cercano este parámetro? Demasiados y muy recurrentes: grandes volcanes, impactos meteóricos y perturbaciones en la intensidad de la radiación cósmica por problemas con el campo magnético, entre otros de ámbito local o menor. Cabe preguntarse, por tanto: si sabemos positivamente que en los últimos 5.000 años ha habido volcanes inmensos, impactos de todo tipo y bombardeos de partículas por caídas del campo… ¿por qué sigue siendo el sistema más utilizado uno que se asienta sobre supuestos demostradamente inválidos? Pues porque permite fechar un pasado cercano con márgenes

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relativamente aceptables, lo cual es suficiente para establecer secuencias históricas. Más allá, es imposible autentificar sus resultados. Sin embargo, todo es susceptible de estar contaminado para resistirse a su análisis, incluso objetos cotidianos sobre los que no hay duda alguna respecto a su datación. Sirva como ejemplo que las mediciones de prueba hechas en plantas que están junto a autopistas dan tasas de error muy elevadas, debido al elevado contenido de carbono que han absorbido de los desechos de escape de los automóviles. Después de lo visto, resta poco más que decir. No obstante, y aunque este método de datación es el más extendido, son otros los que nos preocupan, dado que son los que se usan para determinar la edad de la materia inanimada o inerte, y los que podrían estar llevándonos a errores fundamentales en nuestro conocimiento de las cosas. Estos procedimientos se basan en la revisión de los periodos de semidesintegración del Uranio238, y parten de la más que dudosa base de que la intensidad de su radiación no ha variado en 4.500M de años. Una vez mas una presunción de uniformidad ¿Les suena? En base a esta aseveración errónea, también se presupone que los isótopos presentes en el pasado lejano son los mismos de la actualidad. Ambos supuestos resultan muy arriesgados como para incorporar estos métodos de datación de forma tan categórica a la ciencia, pero alguien tuvo prisa en determinado momento, y los que vinieron después carecieron de visión o de sentido común para corregir el error. La consecuencia es una datación geológica que podría caer por su peso en cualquier momento, destrozando y llevando a varias disciplinas científicas a una edad de piedra intelectual, y, como comprenderán, eso es algo que muchos se encargan de evitar, aún a costa de que pudiésemos estar inmersos en un mar de cifras y fechas disparatadas. El U238 es el producto fisible más abundante en la naturaleza, y su periodo de semidesintegración tan largo ha dejado huellas distintivas en las rocas graníticas de todo el mundo. Se desintegra en nueve elementos, el último de los cuales es el plomo, que se forma a los 4.500M de años, y que permanece ya por tiempo indefinido. Cada cambio libera radiación, ya que se reduce el número de neutrones del núcleo, y su energía deja un halo redondo visible marcado en el granito, el cual se mide en centímetros. Si cortamos una placa de la durísima roca por las cercanías del núcleo de uno de estos antiguos átomos de U238, observamos unas circunferencias concéntricas, como capas de cebolla, correspondientes a cada una de las semidesintegraciones habidas. Dado que conocemos los periodos temporales necesarios y las medidas de cada círculo, podemos calcular la edad de la roca a partir del momento en que se solidificó y atrapó al U238 padre. Otra vez más nos encontramos con un principio impecable, pero que precisa de una notable uniformidad. ¿El problema? Pues que todas esas capas concéntricas deberían partir de un elemento padre fundamental, que es el U238, y que debería quedar reflejado en el círculo más interior. Esto es así generalmente, pero hay veces que no, pese a que esto, por razones tristemente obvias, no se hace público.

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R.V. Gentry publicó unos estudios en 1992 en los que mostró como de vez en cuando aparece como elemento padre el polonio, y eso es muy anómalo. Para empezar, es un elemento de vida muy corta: el Po218 dura 3,10 minutos hasta convertirse en plomo, el Po214 solo 164 microsegundos y el Po210 138,4 días. Esto hace que sean imposibles de encontrar en la naturaleza en estado puro, permaneciendo ligados a los periodos de semidesintegración del U238. La ciencia sostiene que en principio parece razonable que esto sea así, porque si este elemento hubiese estado libre, hace mucho que habría desaparecido, siendo indetectable por nosotros. Por tanto, si encontramos granito con marcas radiactivas concéntricas que muestran como elemento padre al polonio, significa dos cosas: 1.- Que el polonio fue atrapado como elemento libre a pesar de su vida efímera, lo cual presupone una abundancia instantánea, mejor que una desproporcionada casualidad. 2.- Que el granito que lo contiene debió solidificarse en un periodo que va de 164 microsegundos a casi 140 días, dependiendo del tipo de isótopo resultante, no más tiempo. Estos hechos llevan a Zillmer a lanzar una tremenda hipótesis: ese atrapamiento casi instantáneo de multitud de semidesintegraciones del U238, normales y anómalas, parece obedecer en su conjunto a circunstancias rápidas, no a efectos demorados en el tiempo. No es posible que el mismo granito que aloja polonio padre tenga también trazas de uranio padre, porque la roca no pudo atrapar a la vez ambos elementos, a no ser que ambos coexistieran, y eso solo es posible de un modo atípico, por extraño que parezca. Este autor nos habla, ni más ni menos, que de una fisión nuclear natural en el pasado, que dio lugar a la fundición del granito y a series atómicas libres de corta duración, que fueron atrapadas durante el enfriamiento pétreo. El detonante de esto sería una gran afluencia de impactos demoledores que proporcionaron la temperatura necesaria para fundir la roca y sobrecalentar el uranio, y enormes olas que movieron literalmente los océanos, hasta crear unas condiciones de presión adecuadas. Ni más ni menos que un gigantesco reactor nuclear de proporciones planetarias inmerso en una reacción en cadena impresionante. ¿Reacciones nucleares espontáneas? ¿Parece excesivamente raro? No les culpo, pero vámonos a Oklo, Gabón. En 1972 se descubrió allí un sorprendente reactor nuclear natural que permanece en funcionamiento desde hace 2.800M de años. El resultado es plutonio fuertemente enriquecido, lo cual es imposible sin un intenso bombardeo de neutrones sobre el uranio, como en la actualidad ocurre en centrales nucleares especializadas mediante complejos sistemas. Para que la naturaleza iniciara semejante reacción en cadena de modo fortuito tuvo que contar con una considerable masa crítica, enorme temperatura y una presión equivalente a la que se desarrolla a 10 Km de profundidad en los océanos. Los científicos se remiten a circunstancias casuales para que este tipo de reacción se disparase, un

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capricho natural, pero sea como fuere, lo cierto es que Oklo está ahí, y que lleva enriqueciendo uranio casi tres mil millones de años. Solo un evento enorme pudo iniciarlo, uno capaz de alterar dramáticamente las condiciones medio-ambientales. Si nos atenemos a métodos de datación más tradicionales, la cosa no cambia mucho. El cálculo por estratificación está sujeto a errores sistemáticos importantes, ya que no se han tenido en cuenta sucesos catastróficos que implican la creación, alteración o destrucción de importantes capas geológicas. Para empezar tenemos el problema de la sedimentación, cuyas tasas están establecidas y se utilizan sin el menor rubor, a pesar de que muchas de las capas que se estiman formadas a lo largo de millones de años se constituyeron en minutos, debido al material arrojado desde los focos de impacto o transportado por enormes frentes de inundación. Esto es definitivo, y si fuese considerado de un modo prudente, podría restar varios cientos de millones de años en el acto a la cuenta de las épocas, ya que sabemos positivamente, como hemos visto con anterioridad, que se han producido momentos de bombardeo tan intensos que han debido dar lugar a muchos metros de estratos “instantáneos” en todo el mundo. La explosión del volcán Saint Helens en 1982 generó enormes capas sedimentarias compactadas en 5 años equivalentes a un registro mil-milenario, y pese a su agresividad no tuvo punto de comparación con lo que sucede cuando el cielo se desploma. Y a eso hemos de añadir la fuerte sedimentación provocada por las tsunamis, que añadieron aún más confusión en múltiples momentos del pasado. Estos agentes de transformación son tan violentos y masivos que con toda seguridad han modificado el registro estratigráfico en grado sumo, por lo cual la presunción de uniformidad es en este caso, sencillamente, una fantasía. La prueba de que la aceptación de los grandes eventos repentinos puede modificar totalmente el cronograma geológico queda perfectamente ilustrado con lo que ocurrió en Scatlands, una inhóspita zona 320 Km al este de Seattle. El escenario que observamos allí es una inmensidad llena de espectaculares cañones erosivos abruptos, piedras irregulares depositadas en medio de la nada y extrañas perforaciones en el suelo en las que cabe una casa. La explicación oficial sostuvo siempre que estos fenómenos se habían formado por la acción durante millones años de un pequeño río, el Columbia, que hoy día corre por él, hasta que un científico avezado lanzó lo que se consideró una loca teoría, que tras ser rechazada de plano en primera instancia por la comunidad científica, pasó a ser por su peso la explicación que actualmente se admite, y que parece la más adecuada. En el nuevo esquema se establecía que la destrucción de la presa glaciar Missoula, 400 Km más al este, dio lugar a una mega-inundación, con un frente de tsunami de 240 m de altura, tras el cual se movieron 2.000 Km3 de agua a grandes velocidades. El resultado fue Scatlands, que se formó en pocas horas contra todo pronóstico, dando lugar a su orografía descomunal. Las pruebas efectuadas en túneles de agua no dejan lugar a la duda, y ya son muchas las voces que encuentran un origen similar en formaciones emblemáticas, como el Bryce Canyon o el archiconocido Cañón del Colorado, que desde luego no parecen obras de los

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pequeños cauces que los recorren. En este último caso, determinados estudios geológicos demuestran la imposibilidad de entender su formación mediante los supuestos establecidos, lo cual lleva a una salida lógica, y es que su creación también se debió a hechos que lo definieron en muy pocas horas, posiblemente el agua desplazada por enormes y turbulentas tsunamis que lo recorrieron en sus caminos de ida y vuelta, y que se llevaron los materiales blandos con extraordinaria violencia y velocidad. Por tanto, si las dataciones radioactivas no son fiables en absoluto, y los estratos están alterados y deformados por acontecimientos repentinos de adición y resta de grandes cantidades de materiales sedimentarios, ¿qué nos queda que pueda darnos una medida fiable del tiempo que tiene nuestro mundo? Pues la verdad…nada. A pesar de que durante todo el relato de las eras geológicas hemos estado hablando con enorme alegría de cifras de miles de millones de años, todos esos números podrían verse reducidos de un modo tan brusco que resulta vertiginoso. La consecuencia directa es que nos resultaría mucho más fácil y familiar entender respecto al tiempo el enorme mecanismo vital que ha discurrido por este hermoso planeta. No resulta sencillo arrojar una cifra que nos aproxime a la realidad, pero si nos viéramos muy forzados a hacerlo nos basaríamos en los movimientos de la tectónica de placas, aunque asumiendo que los periodos que se les atribuyen tampoco han podido ser constantes. Si a pesar de ello asumimos el riesgo y lo hacemos así, la explosión cámbrica de la vida, que actualmente se reconoce como producida hace unos 550M de años, podría acercarse a nosotros por debajo de los 100M de años, y la extinción de los dinosaurios pasaría de los 65M de años a unos cercanísimos 7 u 8, explicándose así mucho mejor la aparición de fósiles casi al nivel del suelo, aunque la verdad es que estaríamos funcionando casi por pura intuición. No significa eso que todo el trabajo realizado por las ciencias esté mal, ya que las secuencias no se verían alteradas, pero sí las duraciones de sus periodos de existencia y su alejamiento en la línea del tiempo. Al final, la conclusión parece ser que realmente no podemos averiguar qué espacio temporal nos separa de los inicios de la vida, lo cual no debe ser un hándicap mayor. Lo más importante de todo esto es insistir en que la secuencia de los hechos es la misma y no varía, aunque lo haga su duración. Esto afecta de modo considerable al modo en que entendemos la velocidad evolutiva, y nos ayuda a comprender los mecanismos actuales detectados en determinadas especies de lo que se ha dado en llamar “fases aceleradas de evolución”, que en realidad se corresponden con lo que debería ser el ritmo normal del cambio. Por tanto, si calculamos arbitrariamente que nuestra biodiversidad actual ha podido tardar en desarrollarse, por ciclos naturales, unos 7M de años, la de los saurios unos 20, y las anteriores unos 35, podemos calcular que la aparición de la vida en la Tierra se pudo producir hace 62M de años, pero repetimos que eso lo único que ayuda es a comprender mejor las cosas, sencillamente para que no nos suenen tan terriblemente lejanas. Si nos atenemos, para poder arrojar una fecha que nos alumbre, a los afloramientos de magma a través de las grandes dorsales, nos encontramos con el

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mismo problema, pero aquí sí hay algo que es digno de mencionar y que puede constituir un indicio. El Océano Pacífico, que aloja los fragmentos más antiguos de corteza oceánica, está formado en su integridad por material que no sobrepasa los 200M de años, presentando además una gran regularidad en cuanto a profundidad. Esto contrasta con la edad atribuida al planeta. Indudablemente, algo ocurre. Sabemos, por otros caminos que parten de teoremas astrofísicos, que la Tierra tiene unos 5.000M de años, y que, al menos hasta hace 4.000M de años, fue bombardeada por cuerpos inmensos de más de 500 Km de diámetro. Sin embargo, la antigüedad de los mares es muy distinta. A partir de ahí el bombardeo no cesó, pero se vio reducido a cometas y asteroides de decenas de kilómetros. Esto no ha perdido vigencia hasta el día de hoy. Por otro lado, el campo magnético fluctúa cada 200.000 años, llegando a invertirse en un proceso que nos expone, durante al menos 2.000 años, a la radiación espacial. Y además los volcanes y fallas tectónicas no han dejado de ensuciar la atmósfera. Por tanto, cabe la especulación. Hemos visto como la datación académica se basa sobre supuestos que resultan erróneos. Si la ley de uniformidad de Lyel se cumpliera, aquella que dice que la Tierra no se ha visto sometida a cambios bruscos que pudiesen alterar un flujo normal de acontecimientos, sin duda las cifras dadas estarían muy próximas a la realidad. Como no se cumple, invariablemente tenemos que llegar a la conclusión de que todo el esquema temporal está falseado, por lo que hemos de buscar otros modos de medición que no se hayan visto envueltos en los grandes cataclismos que asolaron el pasado. De momento, esto supone todo un problema, aunque no se le presta demasiada atención. Quizás por no fastidiar… Nosotros, de momento, seguiremos usando las épocas y periodos establecidos, pero estén atentos por posibles cambios, porque hay una posibilidad, y no tan remota como pudiera parecer, de que todo lo que les hemos contado en cuanto a fechas hasta ahora tenga que ser revisado en un futuro muy cercano.

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CAPÍTULO IX.

ALGUNAS CONCLUSIONES Una vez que hemos pasado a través de buena parte de la historia de la vida en el planeta, atendiendo a las causas que motivaron sus mejores y peores momentos a lo largo del tiempo, procede establecer una serie de conclusiones generales que nos ayuden a situarnos de un modo fácil en el contexto global, justo antes de entrar a preguntarnos sobre nuestra “milagrosa” existencia: 1.- La aparición de la vida en la Tierra es un fenómeno no suficientemente explicado. El hecho en sí de que repentinamente surja algo tan extraordinariamente avanzado y sólido como el ADN es un suceso de muy difícil entendimiento en unos estadios tan primitivos de desarrollo. No solo es un elemento complejo, sino que apareció muy tempranamente. Si bien la repentina y pluralizada aparición de los aminoácidos en los océanos se puede explicar a través de la panspermia, el paso posterior desde moléculas elementales, enzimas, etc., hasta organismos vivos con citoplasma, ADN, ARN, y capaces de sintetizar alimentos en base a una codificación, resulta un escalón que se nos antoja insalvable. Y no es el único. El avance desde la metanobacteria hacia la célula procariota o cianobacteria, que “inventa” casualmente según la ciencia oficial la fotosíntesis, y que remodeló la atmósfera hasta convertirla en reductora, su posterior evolución hasta la célula eucariota, con núcleo separado donde alojar a los componentes nobles, y finalmente la creación “mágica” del colágeno, el cual posibilitó la unión coordinada de grupos de células especializadas para permitir el diseño de animales complejos, suponen un conjunto de pasos evolutivos separados que son, como mínimo, el mayor milagro natural del que tenemos noticias. No hay suficiente “casualidad” en nuestra mente para imaginar algo tan prodigioso sin un impulso “orientador”. Admitir tanta coincidencia supone revisar las teorías sobre el cálculo de probabilidades. A veces, cuando las pruebas fallan o no existen, hay que recurrir a la lógica, eliminar los miedos y recelos, y hacer aquello que, al parecer, nos distingue de los animales: pensar. A nuestro entender, y a riesgo de que parezca una conclusión excesivamente poco cimentada, cosa que intentaremos solventar en capítulos sucesivos, el único modo de que un cúmulo de avances tan determinantes pudiera ocurrir de una forma tan ordenada y eficaz es a través de algún tipo de intervención exterior, aunque no vamos a intentar siquiera imaginar aún la posible fuente de este extraordinario diseño que es el código genético, y que, según nos cuentan, obedece a la fortuna y al tiempo. Eso lo veremos después. Se nos viene a la cabeza aquel dicho de los cien mil monos y las obras completas de Shakespeare…pero la verdad es que nunca nos ha parecido creíble. 2.- El final de la primera hiper/glaciación solo pudo deberse a la colisión de un cuerpo celeste de 150 Km de diámetro, que calentó bruscamente la atmósfera,

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posibilitando un deshielo galopante. Si esto no es así, no es fácil imaginar cuántos volcanes tuvieron que rugir para provocar un deshielo planetario por calentamiento global. Además es más que probable la existencia en aquel tiempo de grandes colisiones y bombardeos. 3.- La extinción del ordovícico-silúrico, hace 440M de años, pudo haber sido producida por la repentina llegada a nuestro planeta de una onda frontal de rayos gamma, emitida por una hipernova situada a unos 2.000 años luz. La destrucción de la capa de ozono permitiría la llegada indiscriminada de radiación ultravioleta procedente del Sol a las zonas altas de los océanos, acabando con el plancton y, consecuentemente, con la mayoría de las especies por desequilibrio crítico en la cadena alimenticia. 4.- Cada 31 + 1M de años se produce una acumulación de impactos celestes en nuestro planeta. Ello solo pudo ser causado por un ciclo natural cósmico que tiene que ser forzosamente debido a: 1) una estrella hermana de nuestro Sol, Némesis, que aún no conocemos, y que en su órbita altera a multitud de cometas estacionados en la nube de Oort, que se lanzan hacia el centro del sistema provocando lluvias de fuego regulares, 2) un planeta exterior de gran tamaño que causaría similares perturbaciones, 3) el paso de nuestro sistema al completo por el ecuador de la galaxia, cuya densidad llevaría a la desestabilización de la nube, o 4) trastornos ocasionados por una estrella enana marrón, compañera del Sol, orbitada por un planeta de gran tamaño. Durante estos periodos recurrentes de bombardeo, de los que hemos localizado 88, la densidad de impactos en la Tierra es de 2 a 4 por cada 100.000 años, y solo tenemos constancia hasta el momento de unos 170 cráteres. Esto hace prever que vamos a encontrar muchísimas cicatrices en años venideros, lo cual deparará notables sorpresas respecto al pasado del planeta y a la dispersión de la vida. 5.- Al menos tres grandes extinciones han sido provocadas o impulsadas por estos intensos bombardeos celestes, y son: pérmico-triásico (P-T), hace 250M de años, cretácico-terciario (K-T), hace 65 y eoceno-oligoceno hace 36. También hay constancia de estos eventos terribles en varias extinciones menores, del mismo modo que parece haber una implicación directa en la extinción triásica-jurásica (T-J). Las mecánicas de exterminio son de dos tipos: por consecuencias inmediatas del impacto, en base a onda expansiva, huracanes, tsunamis, olas de fuego, etc, o por el cambio climático generado a largo plazo (en ocasiones, su verdadero efecto se hace sentir después de millones de años). Ambos modos de matar han dejado su huella bien marcada en diferentes registros y testigos que abarcan todos los campos de la ciencia. 6.- Un cometa de 70 Km de diámetro, Kali, se estrelló hace 250M de años en el mar Paleo Tethys, desatando la parte más dura de la extinción pérmico-triásica. Los restos de su caldera de 3.050 Km, están constituidos por una sima que actualmente yace en la cuenca del Índico central, al sur de la India, en la que aún

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sobresale un gran domo que resulta visible en cualquier carta marina. El impacto fue tan extraordinario que deformó gravemente la esfera terrestre, como se observa en determinadas fotos radar en las que se puede ver nuestro planeta sin océanos ni atmósfera, mucho más parecida a una patata a la que le falta o se le hundió buena parte del Índico. La existencia de una gigantesca capa interior de corteza, desplazada violentamente a 400 Km de profundidad, demuestra la presencia de un impacto demoledor que redujo el espesor de la litosfera en 9 décimas partes, lo cual es muy inusual en los planetas solares. 7.- Al menos dos grandes fenómenos volcánicos, las macro erupciones de Siberia y de Deccán, tienen relación directa con periodos de gran afluencia de impactos, por lo que es posible establecer una conexión entre las colisiones con objetos masivos y estos fenómenos de expulsión desmesurada de lava. También hay constancia de esta relación impacto-volcán en la superficie de nuestro vecino, Marte. Esta claro que las presiones interiores inducidas por las colisiones mayores tienen fuerza para desestabilizar el interior magmático de un planeta y provocar la expulsión de gigantescas coladas de lava. 8.- El sobredimensionamiento del orden natural a partir de los mamiferoides, especialmente en el periodo comprendido entre el inicio del triásico y finales del cretácico, se debió a una atmósfera hiperoxigenada con una presión de al menos el doble de la actual, que benefició a las especies dotadas de sacos aéreos y vejigas natatorias, y perjudicó a los mamíferos, provocando en ocasiones diferencias importantes. También pudo influir en ello una repentina caída del campo magnético y un descenso gravitacional no suficientemente explicable. 9.- Antes de su extinción, algunos de los saurios habían comenzado una fase de evolución acelerada hacia una reducción de tamaño y adaptación al vuelo. Fruto de ello son muchos de los pájaros y aves de hoy día, descendientes lejanos de los pequeños lagartos voladores que sobrevivieron a la crisis K-T. El evento de exterminio acabó con la reconversión de las especies mucho antes de que terminara. Los grandes depredadores estaban ya avanzando por ese camino cuando repentinamente desaparecieron. 10.- ¿Podemos asegurar que los estratos geológicos están bien datados? ¿Por qué no se han tenido en cuenta las fluctuaciones, que se sabe que han existido, de los elementos trazadores? Aquí no ha habido uniformidad, y por tanto los sistemas que se usan para establecer los orígenes de los elementos están cimentados sobre auténtica gelatina. Ahora que ya conocemos los orígenes del planeta que habitamos y la naturaleza que nos rodea, ha llegado el momento de que nos preguntemos quiénes somos y de dónde venimos, y les podemos augurar sorpresas importantes.

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SEGUNDA PARTE EL HOMBRE

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CAPÍTULO X.

LA TEORÍA DEL JARDINERO Imaginemos un terreno vacío y un jardinero muy ocupado. El suelo es visitado por el ayudante del jardinero, que siempre va por delante de este comprobando las calidades, removiendo la tierra y sembrando las semillas de temporada. Cuando termina, planta una estaca con una señal, para que cuando el jardinero pase sepa que el jardín ha sido sembrado. Después se va a buscar un nuevo terreno que sembrar, y así continuamente. El jardinero, que constantemente viaja comprobando el estado de sus múltiples jardines, tiene además que observar si las semillas sembradas por su asistente han caído en buena tierra, para lo cual pone mucho cuidado en encontrar todos los terrenos vacíos marcados con una estaca y la señal convenida. Es así como llega al que nos interesa. Como ha llovido y el Sol ha sido benigno, las plantas han comenzado a crecer, el suelo está húmedo y fértil, y el jardinero señala el día que ha de volver. Si no hubieran sobrevivido, invertiría su valioso tiempo en otro de los muchos jardines que controla y que si están floreciendo, y se olvidaría de este, como ha hecho muchas veces con anterioridad en terrenos que no han servido para dar fruto. Pasados los días previstos vuelve y comprueba el estado. Arranca las malas hierbas, hace que fluya el agua, y lleva a cabo una poda ligera a fin de estimular el crecimiento. Finalmente vierte un poco de abono, mira al cielo claro y se va. Por último, algún tiempo después pasa y mira detenidamente el terreno que ya se ha convertido en jardín. Riega, entresaca las plantas y fertiliza el suelo. Al fondo observa que ha surgido una flor, la primera en este lugar, y el jardinero sonríe satisfecho. Pronto llegará el momento definitivo y su obra habrá concluido. Pero… ¿cómo habría sido el jardín sin sus cuidados? Ahora, hagamos las siguientes sustituciones: Nuestro planeta por el jardín. El incierto objetivo final por las flores. Los cometas que crearon los océanos por el ayudante del jardinero. El código genético por las semillas. La biodiversidad por las plantas. El control y rectificación del programa original por regar, podar, despejar, abonar…

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¿Quién es el jardinero? Querido lector, después de haber recorrido juntos 3.800M de años de evolución, en los cuales hemos entrado profundamente en los momentos más críticos para el desarrollo de la vida en la Tierra, vamos a intentar hallar un sentido más allá del que vemos cuando los datos fríos pasan ante nuestros ojos. Lo que vamos a analizar a partir de ahora nada tiene que ver con creencias individuales o colectivas, con religiones, movimientos paracientíficos, iluminados ni demás pseudodoctrinas que, aunque respetables, no confieren ninguna luz, sino más bien lo contrario, al punto de vista frío y agnóstico que precisamos para no vernos influenciados por razonamientos y conclusiones que en ningún momento deseamos que parezcan alineadas con doctrinas o ideologías de cualquier tipo. Es por ello por lo que te vamos a pedir que dejes a un lado por unas páginas tus creencias y dogmas, y que limpies tu mente para que podamos llegar a un punto de acuerdo en un tema tan difícil como es intentar llegar al fondo de por qué estamos aquí. Para ello, empecemos por lo que debería ser el principio. ¿Qué es la vida? El diccionario dice que es el estado de actividad de los seres orgánicos. No está mal. También se podría definir de un modo más heterodoxo como una peculiar forma de la energía, que anima la materia, eliminando durante un periodo de vigencia variable su componente inerte. Durante milenios se ha filosofado ampliamente intentando dar respuesta a las singularidades de tan extraordinario fenómeno, pero la verdad es que, alejándonos de la vertiente más pensadora, no tenemos muy claro lo que es, y no nos referimos al sentido morfológico o físico, sino al más profundo de los cuestionamientos. Aunque demos por hecho que la vida es un influjo que cambia el estado de la materia de inerte a vital, la razón nos dice que lo que subyace es mucho más trascendente que lo que superficialmente vemos y sentimos, pero quizás estemos influenciados por el ego casi inherente a nuestra condición de humanos y realmente acabe siendo todo lo contrario, con lo que nos encontraríamos ante un efecto totalmente residual. No en vano el Universo está masivamente compuesto de masa inerte, lo cual se dispara si atendemos al peso de la misteriosa materia oscura, que ha relegado a la visible a un puesto secundario y de la que al día de hoy no sabemos nada, excepto que está ahí y que convierte al imperio de la luz del que formamos parte en

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una mera excepción. Es decir, absolutamente al contrario de como lo concebimos ahora. Si suponemos que la vida solo existe en nuestro planeta, como aún sostienen cómoda, despreocupada y absurdamente los más amplios sectores de la sociedad, entenderíamos que estamos ante un fenómeno extraño, un elemento que no alcanza la categoría suficiente como para tenerlo en cuenta en el marco global del Universo. Consecuentemente, estudiarla no tendría mayor trascendencia que la de desentrañar el orden correcto de la naturaleza local y entender cómo se pudo producir semejante rareza en un planeta que, por añadidura, tendría que ser único, una especie de zoo cósmico que no podría visitar nadie, porque nadie habría en la inmensa soledad a su alrededor, la cual habría sido levantada con paciencia y dimensión inimaginable solo para no ser habitada jamás. No parece verosímil, porque incluso la casualidad más dura es repetible ante tan vasto horizonte. Si, por el contrario, suponemos que la vida es un elemento generalizado en el cosmos, como cada vez más se va imponiendo ideológicamente pese a la vieja guardia y a que aún no tenemos constancia real de ello, entenderíamos que el fenómeno adquiere la etiqueta de muy importante, pues estaría entroncado en la esencia misma del Universo. Estudiarla tendría tanta trascendencia que, quizás a su través, podríamos llegar a averiguar una parte del mecanismo que rige las cosas a una escala superior a la que vemos o sentimos. Si la panspermia, que ya hemos analizado con anterioridad en el capítulo “las dos hiperglaciaciones”, es un fenómeno real, significaría que la creación de aminoácidos forma parte del sistema que rige en las nubes moleculares, tal vez un derivado de las fases de acumulación de las estrellas, tratándose posiblemente de un fenómeno secundario, un subproducto. Por tanto, su consecuencia final, la vida, también lo sería, y aunque se expandiera por el cosmos no tendría trascendencia alguna, entrando en oposición al razonamiento anterior. Sin embargo… ¿cómo no va a ser trascendente un factor capaz de generar culturas capaces de remodelar las estrellas, y con ello alterar la esencia misma del cosmos? POSIBLES LOGROS DE LAS SUPER-CIVILIZACIONES Nikolai Kardachev, astrofísico ruso de enorme prestigio, postuló a mediados del siglo pasado la existencia de tres grados bien diferenciados en cuanto a posibles niveles de civilización para las supuestas razas que pudiesen habitar el cosmos: Fase 1: Civilizaciones con nivel técnico “1”, semejante en principio al que poseemos en la actualidad, y que posteriormente Carl Sagan redujo a nivel 0,7.

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Fase 2: Civilizaciones capaces de controlar y dominar el potencial energético de una estrella del tamaño del Sol. Fase 3: Civilizaciones capaces de controlar y dominar todos los recursos de una Galaxia. Kardachev asegura que, teniendo como punto de partida nuestro actual estado tecnológico (el 0,7 atribuido por Sagan), podríamos tardar del orden de 10.000 años en pasar a la fase 2, y 1M de años en hacerlo a la fase 3, por lo que estamos en una época puramente teórica respecto a las posibilidades futuras. Sin embargo, ya han aparecido notables visionarios que nos han hablado sobre cómo serán esos momentos futuros de la civilización, y lo que nos dicen es tan espectacular, que merece la pena hablar de ello. Freeman Dyson, profesor en 1959 del departamento de estudios avanzados de la Universidad de Princeton, publicó un revolucionario artículo en la revista Science llamado “Búsqueda de características artificiales en la radiación infrarroja”, que con el paso de los años se ha convertido en una de las visiones profético-científicas más renombradas en el campo de la astronomía, y que, como verán, no tiene visos de pasar de moda. En una brillante disertación que influiría al mundo académico y a la mayoría de los escritores de ficción científica, Dyson llegó a la conclusión de que una civilización que avanzara tanto como para llegar al límite de sus posibilidades materiales acabaría inevitablemente remodelando el Universo próximo a su antojo. Para ella, el manejo de la materia y la energía habría alcanzado un grado elevadísimo de perfección, por lo que el asalto a nuevas formas de usar ambos elementos estaría totalmente a su alcance. El espíritu de expansión propio de la vida haría el resto. Calculó que una civilización de fase 2, capaz de apoderarse y remodelar sistemas estelares completos, iría dando saltos territorialmente expansivos cada 1.000 años, y acabaría controlando una galaxia como nuestra Vía Láctea en “solo” 10M de años, dejando tras de sí restos de su paso que serían detectables si supiésemos qué buscar. En este sentido, estableció que dado el uso que estos seres harían de la totalidad de las capacidades lumínicas de una estrella, el modo de hallar estos probables rastros sería buscando cuerpos masivos que solo emitiesen en la banda de infrarrojos, dado que esta radiación escaparía desde la pared externa de sus grandes construcciones. Como resultado, la suma anómala de grandes masas no visibles e intensas radiaciones de este tipo delatarían la presencia de actividad civilizada en fase 3. El científico ruso Yósiv Shklovsky hizo un inciso en este sentido al referirse a determinado grupo de estrellas gigantes rojas que producían una cantidad anómala de un raro metal llamado tecnecio. Este elemento no se encuentra en la naturaleza, ya que carece de isótopos estables. Solo se ha conseguido su producción

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en laboratorio, por lo cual cabe imaginarse que su existencia en estos astros podría implicar una manipulación de gran nivel destinada a la obtención de este elemento, solo al alcance de unos intereses bien dirigidos. En cooperación con el astrofísico estadounidense Carl Sagan, Shklovski elaboró una teoría impresionantemente ilustrativa sobre lo que una súper-civilización podría hacer con una estrella mayor que nuestro Sol. Imaginemos un cuerpo de 3 ó 4 masas solares, y repasemos los acontecimientos en tiempo real para ver lo que ocurre. Nuestra candidata, que es una estrella aún pacífica y regular, en su origen estuvo compuesta masivamente de hidrógeno, pero ha estado transformando este elemento, mediante una reacción de fusión, en helio durante miles de millones de años, liberando en el proceso todo el espectro de radiaciones que conocemos. El resultado de la conversión es una cantidad elevadísima de helio inerte en el núcleo que en determinado momento, sometido a terrible presión, se calienta hasta 110M ºC, iniciando una reacción termonuclear decisiva. En este momento, los átomos comienzan un proceso crítico de encendido, que se denomina chispa de helio, y comienzan a fusionarse de modo explosivo, formando nuevos átomos de oxígeno, neón y carbono. El inmenso calor se expande por todas las capas de la estrella, y esta se hincha alcanzando un espacio millones de veces mayor que el original. De este modo, nuestra estrella modelo acaba de convertirse en Nova, e ilumina una gran porción del espacio circundante. Transcurridos varios millones de años, la gravitación vuelve a tomar el control comenzando a comprimir la masa que aún está en reacción, y el oxígeno, el neón y el carbono, acumulados en un depósito de ceniza en el corazón estelar, inician una nueva fusión a casi 2.500M ºC con una presión insostenible, dando lugar a elementos pesados, como cobre, cinc, níquel, hierro, titanio, manganeso o cobalto, entre otros. En poco tiempo la situación se hace crítica, y el núcleo estalla con tanta fuerza que en pocos segundos todas las capas de la estrella se unifican y deshacen, liberando la energía de una sola vez. Los elementos pesados y los gases son arrojados al espacio en medio de una deflagración devastadora que lucirá 100M de veces más potente que el Sol durante algunas semanas, arrasando todo lo que encuentre a varios años luz de distancia. De este modo, nuestra estrella muere convertida en una hermosa y fugaz supernova. Si observamos detenidamente los hechos, vemos que hay dos factores que liberan estas crisis estelares: la presión y la temperatura. El astrónomo inglés Geoffrey Burbridge ha sugerido que en determinadas zonas del Universo, allí donde la cercanía de las estrellas sea excesiva, la explosión de uno de estos fenómenos puede iniciar una reacción en cadena entre estos astros, debido a la fuerte transmisión calorífica, que acabaría desestabilizando pársecs completos de espacio galáctico denso. Aunque aún no hemos asistido a fenómenos de este tipo tan masivo, sí que hemos hallado restos en forma de gigantescas nebulosas, auténticos cadáveres de galaxias enteras, con lo cual parece que la aseveración tiene atisbos de ser correcta.

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Una civilización de fase 3 sería capaz de detonar controladamente una estrella que hubiese terminado su paso por el estado de nova para recoger sus elementos pesados, con lo cual todo el proceso descrito podría ser inducido de forma artificial. Sagan y Shklovski sugieren como iniciador de este fenómeno un haz láser de 1 armstrong, es decir, la frecuencia de los rayos gamma. El diámetro de apertura del flujo sería de 9.m, y el haz, extraordinariamente concentrado, de tan solo una fracción de segundo de arco. La zona irradiada rondaría los 10 Km de diámetro, y recibiría 3.000M de ergios por segundo, lo cual calentaría y desestabilizaría la corteza, provocando una reacción termonuclear que liberaría al núcleo, produciéndose la detonación. Años después, pasadas las fases de intensas radiaciones, podrían ser recolectados los elementos pesados mediante sistemas magnéticos, acumulando ingentes cantidades de ellos para ser utilizados en proyectos de ingeniería sin precedentes. Dyson predijo que tomando como punto de partida el hecho básico de que todo cuerpo animado depende de la energía, y por añadidura toda civilización, el objetivo máximo para una raza avanzada sería en un momento determinado de su escalada tecnológica la consecución de enormes cantidades de ella para poder transformarla a su manera, para lo cual construirían enormes esferas alrededor de estrellas de un tipo determinado. El modo de conseguirlo sería desmantelando sistemas planetarios completos que girasen alrededor de esa estrella, y los metales resultantes de las explosiones de supernovas, aprovechando toda su materia. Mediante mecanismos de fusión sería posible convertir los elementos de los gigantes gaseosos en metales pesados para dar forma a una inmensa superficie esferoide, que con un espesor de un par de kilómetros en su delgada capa exterior reforzada por haces de C60, envolvería íntegramente a la estrella, la cual permanecería equidistante en su núcleo a una distancia similar a la que nos separa hoy día del Sol mediante el uso de un sistema externo de estabilización y corrección. En resumidas cuentas, estamos hablando de una gran bola hueca con un Sol luciendo en su centro. En la zona interior de corteza estaría situada otra gigantesca esfera, que iría anclada en enormes pilares regulares de 50 Km de altura, permitiendo la formación de múltiples capas atmosféricas. Esta segunda esfera estaría compuesta masivamente de cristal programable, capaz de filtrar las radiaciones nocivas y de cerrarse al paso de la luz obedeciendo a un ciclo natural, controlado por ordenadores. Sobre su estructura, una red de células solares estarían firmemente ancladas, siendo capaces de asimilar absolutamente toda la energía desprendida del astro, con lo que la generación sería inmensa, ya que nada se perdería en el espacio. Una parte se destinaría a mantener en funcionamiento los generadores de gravitones, colocados en el subsuelo y que se encargarían de aportar la necesaria gravedad.

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Enormes terrenos, beneficiados por un clima uniforme que incluiría lluvias naturales, luz cenital, y con una superficie calculada de 280.000 billones de Km2, o lo que es lo mismo, 552M de veces la superficie terrestre, proporcionarían condiciones ideales y producción de cultivos para albergar a 3 billones de habitantes, mientras en la superficie exterior, expuesta al vacío, se situarían las zonas más industriales y los puertos estelares. Otros autores posteriores a Dyson llegaron a postular mas adelante que una vez alcanzado el nivel mínimo de producción, debido al declive de la estrella central, la población sería evacuada y el astro sería detonado, convirtiéndolo en supernova y dando lugar a la creación de una nebulosa que posteriormente reciclarían para la construcción de otra esfera en otro lugar. Yendo aún más lejos, Dyson sostuvo que posiblemente una civilización de fase 3 no precise de grandes esferas para cultivar la energía de las estrellas. Lo más natural, llegados a ese nivel, sería ordenar geométricamente determinadas zonas estelares, que resultarían escasamente visibles porque toda su capacidad lumínica estaría “canalizada”. Allí las grandes luminarias del cielo, lejos de vagar erráticas, estarían perfectamente organizadas y alineadas, posiblemente ensambladas mediante algún vasto campo magnético, capaz de anular y sustituir a los inmensos poderes gravitatorios de las estrellas. De este modo tendrían reservas energéticas sin límite, y detonando supernovas harían acopio de metales. Fascinante. Sin duda, este autor influyó sobremanera al astrónomo Larry Niven, quien a través de una exitosa serie de novelas difundió la posibilidad de imaginar una estructura anular de características parecidas a las propuestas por Dyson. Mundo Anillo (Fig.32), su genial propuesta, tendría 940M de Km de perímetro y 1,6M de Km de ancho. Estaría construido perpendicularmente sobre el plano de la eclíptica de la estrella madre, a fin de eliminar en lo posible las contingencias derivadas de compartir la ruta con el resto de los cuerpos del sistema, y alojaría equidistantemente en su centro un sol similar al nuestro, y a la misma distancia que actualmente nos separa de él, 150M de Km. Esto garantizaría la correcta iluminación solar de toda la superficie. En la cara interior se alojaría la vida. Para hacerla confortable, en primer lugar se imprime un movimiento de rotación que genera gravedad similar a la terrestre, condición necesaria para un hábitat humano perdurable. Más adelante, Niven idea dos cadenas montañosas infranqueables, con picos de 1.600 Km de altura, y que se extenderían a lo largo de ambos laterales del anillo. Su función, impresionante: contener a la atmósfera e imposibilitar el tránsito animal y de recursos hacia los abismos laterales. Más cerca del Sol, aproximadamente en la órbita de Mercurio, otro anillo, llamado pantalla anular, comienza a girar, sobre el mismo plano, pero con características bien diferentes. Aunque su perímetro es menor, su anchura abarca toda la esfera solar desde cualquier punto de la zona exterior, y no es completamente

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sólido, sino que está compuesto por enormes rectángulos, unos opacos y otros de una superficie transparente que deja pasar la luz, pero capaz de absorber las radiaciones nocivas. Cuando esta rueda gira a determinada velocidad, los rectángulos opacos se alternan con los transparentes, regulando el flujo de luz y provocando periodos de día y noche en cualquier punto de la zona habitable, con la salvedad de que la luz, cuando llega, es perpetuamente cenital. Finalmente, en la zona exterior de ambos anillos se situarían los propulsores ramjet, ideados por Bussard, y que se servirían del viento solar para corregir desviaciones. Mundo Anillo sería de menores dimensiones que una esfera de Dyson, pero también menos costoso y de funcionamiento muchísimo más simple. Su superficie sería de “solo” 1600 billones de Km2, por tanto 2M de veces la superficie terrestre, y su capacidad de albergue para aproximadamente 1 billón de personas. Una construcción colosal. El cuadro siguiente aporta algunos datos que el autor da respecto a su creación. Una más, y volvemos con el prolífico Dyson. Otra visión futurista suya ha sido conocida como “el árbol”. Propone la manipulación a través de ingeniería genética de determinadas plantas para vivir en el interior del núcleo de grandes cometas de más de 10 Km de diámetro. Mediante perforaciones adecuadas se construirían zonas habitables, que se abastecerían de energía mediante la fusión de pequeñas cantidades de metales pesados. Los cultivos que alimentarían a la población partirían del árbol modificado, así como el oxígeno, convirtiendo de este modo un cuerpo poroso en un receptáculo eficaz y autosuficiente para albergar a varios miles de personas con un hábitat completo y capacidad de expansión. Hemos visto las posibilidades inmensas que tiene una sociedad de llegar a ese avanzado estado de desarrollo, y cómo puede llegar a cambiar todo lo que se mueve a su alrededor. Si esto es así, y culturas de este nivel se extienden por el Universo, quedaría demostrada la influencia que la vida ejerce sobre él, convirtiéndose en un fenómeno trascendente, originado ya sea de un modo dirigido o casual. Sería indiferente. Pero si un aminoácido de los que hay en las nubes moleculares fuese un elemento básico para el cosmos, y hubiese sido originado previamente a las estrellas, no formando parte de su desecho ¿en qué momento habría ocurrido y para qué? Para intentar averiguar esto hemos de retroceder al momento inicial, justo al instante en que el Universo está a punto de nacer.

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BIG-BANG Hace 15.000M de años todo lo que se mueve por el espacio estaba condensado en un único punto de materia, llamado singularidad, con densidad infinita y temperatura elevadísima. Aunque esto sea muy difícilmente imaginable, pensemos en una simple cabeza de alfiler que lo contiene todo, a cuyo alrededor se extiende la nada adimensional, en la que aún no existen fenómenos como el espacio, el tiempo o la energía, y que por tanto no está sujeta a principio físico conocido. En algún momento se produce un desequilibrio crítico y, después de derrumbarse sobre sí misma, la singularidad, incapaz de soportar tanta suma de energías, estalla, liberando una onda expansiva esférica de partículas y radiación puras sin precedentes. Es lo que conocemos como Big-Bang, y se produjo 10-43 seg antes de la formación del Universo. Es entonces cuando por vez primera aparecen el espacio y el tiempo, y se inicia la expansión que dura hasta nuestros días. Antes de llegar a los 10-34 seg la materia y la energía se unificaron. Las partículas pesadas portaban las 4 fuerzas fundamentales unidas aún (gravitación, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil), y la temperatura era de 1027 ºC. Sin posibilidad de contener tanta energía, continúa la expansión a velocidades que se van ampliando hasta ser superiores varias veces a la de la luz. A partir de ahí, el universo comienza a expandirse exponencialmente, y más energía es creada que va llenando el vacío. Esta será la fuente de la que se compondrá toda la materia que hoy conocemos. Al mismo tiempo se inicia una fase de transición, en la que las partículas pesadas se rompen, con lo que en primer lugar se separa e inicia la gravitación. Las otras tres fuerzas, nuclear fuerte, nuclear débil y electromagnética, aún no se distinguen por la elevada temperatura, pero comienzan a aparecer los quarks, que se agrupan en tripletes, dando lugar a neutrinos, fotones y positrones, además de a sus antipartículas. También surgen en esta fase los leptones, y empiezan a establecerse las relaciones entre materia y antimateria, siendo finalmente la primera la que predomina con una razón de 4 a 1. La densidad en este momento supera el Kg/cm3, estando la mayor parte de esta masa ocupada por la radiación. En una milésima de segundo el universo, partiendo desde una singularidad de tamaño atómico, dobla su volumen al menos cien veces, llegando a ocupar tan solo 1.035 m de espesor. Todo lo que hay en ese cúmulo es un plasma ionizado extremadamente caliente, donde la energía y la materia permanecen inseparables. A los 10-10 seg surge por primera vez la segunda fuerza fundamental, la electromagnética. Después el universo se enfría levemente, llegando a 1015 ºC. Solo un segundo después de la explosión, los antiquarks desaparecen, dejando paso libre solo a la materia positiva. Se produce un exceso de electrones que posteriormente serán recogidos como nubes orbitantes por los núcleos atómicos, ya a punto de formarse.

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Dos segundos más tarde la temperatura baja a 109 ºC, y se forman los primeros elementos, el hidrógeno y el helio, a los que siguen el litio y el deuterio. Ya liberadas y distinguibles, aparecen por fin la fuerza nuclear fuerte y la débil. 300.000 años más tarde, el universo baja su temperatura hasta 6.000º y se torna transparente por vez primera, tomando los átomos su apariencia actual. La luz viaja libremente, se inicia la diversificación de los elementos, y quedan marcados los primeros fósiles del espacio profundo, como la imagen captada por el telescopio KOBE en el 92 (Fig.33). 400M de años más tarde la temperatura baja a 18ºC, y da comienzo la formación de las primeras galaxias, y este es el momento exacto que estamos buscando. En algún punto de las nubes moleculares que dieron lugar a la acumulación que generó el primer cuerpo estelar podría estar ya flotando el más antiguo aminoácido esencial. Como hemos dicho con anterioridad, este compuesto podría tratarse de un subproducto o de un elemento trascendente. Razonémoslo. Si se trata de un subproducto tenemos que pensar que todo el flujo de la vida panspérmica, que se habría iniciado en aquellos remotos tiempos hace 14.600M de años, obedecería a una enorme y elaborada pirueta del destino. El impulso vital carecería no solo de importancia, sino también de sentido, y sería un elemento extinguible que no tendría por qué haberse producido. La lógica indica que el sistema ha sido efectivo demasiado tiempo como para ser intrascendente, por tanto, tiene que ser trascendente, o de lo contrario ya habría desaparecido. Si la primera fuente de vida pudo estar operativa en algún lugar hace 14.600M de años, hubieron de pasar casi 11.000M de años hasta que llegó a nuestro mundo, y eso habla de dos posibilidades: o una gran dureza y persistencia, instaurándose a pesar de las contrariedades (la vida sería un virus), o una poderosa capacidad de dispersión, apoyada por el sistema establecido (sería un objetivo). En cualquier caso, en todo ese tiempo es fácil predecir que no seamos el único mundo donde prosperó. En cambio, si se trata de un elemento trascendente para el desarrollo del Universo, el camino es muy distinto. Debería obedecer a un fin lógico y ordenado, común a nivel estelar y, desde luego, inapreciable desde nuestra actual posición, ya que seríamos como hormigas que usan el entorno, pero que no lo comprenden ni lo perciben en su integridad. En cierto modo la vida sería un elemento a repartir entre los astros que van apareciendo, y sus leyes habrían de estar coordinadas con las de aquellos receptáculos que le van a proporcionar el hábitat. Allí donde el medio lo permita, se desarrollará, y donde no desaparecerá, así de sencillo. Esto debería estar regulado por una serie de instrucciones, que habrían de aparecer en algún momento del desarrollo de los diferentes estilos posibles de organismos, dependiendo del medio objetivo. Ahí nos encontramos con el código genético, que tampoco pudo ser creado

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aleatoriamente tras el big-bang. Hacen falta otras implicaciones para entender esto que la simple mención de la palabra “suerte”. Luego, como esta parece ser la opción más probable, cabe preguntarse si del mismo modo hay una codificación que rige el destino del Universo, controlando su devenir. ¡Y vaya si la hay! Nada más y nada menos que las leyes universales, las máximas en torno a las que giran materia y energía. Nosotros conocemos una parte, y conforman el subgrupo de las leyes físicas, químicas, biológicas, etc, pero las más importantes aún están lejos de nuestras posibilidades. El UNIVERSO CUÁNTICO Las más profundas normas del Universo parecen descansar en la física cuántica, y su complejidad, que se ramifica a cada paso, nos habla de posibilidades que abarcan excesivamente lejos para nuestra visión, aún muy joven e inexperta. Mirando las cosas cuánticamente, el universo se desdobla cada vez que efectuamos una decisión, con lo cual el número de Universos probables es de 10n, pudiendo “n” tender a infinito. Esto es una aseveración asombrosa que tiene implicaciones difíciles de comprender y hasta de explicar. Además, permite establecer una hipótesis sobre el estado de las cosas antes del Big-Bang, e incluso enfoques distintos del mismo. Veamos algunas posibilidades. La teoría del pre-bang nos dice que el espacio anterior al estallido estaría dominado por materia eterna, pero con muy baja gravitación. De pronto, esta fuerza comienza a hacerse más fuerte, y la materia se va acumulando en puntos distribuidos por un espacio infinito, formando multitud de acumulaciones que poco a poco dan lugar a múltiples agujeros negros, lugares donde la atracción gravitacional es tan intensa que es capaz de curvar hasta la luz, tragándoselo todo lo demás de camino. Estos devoradores crecen a buen ritmo y acaban alcanzando el estado de singularidad, hasta que su densidad alcanza el límite impuesto por la teoría de las supercuerdas y estalla, provocando múltiples Big-Bang, y aquí está una de las grandes diferencias, pues el número de Universos creados sería igual que el de singularidades, es decir, infinito. Posteriormente interaccionarían entre sí, dando lugar a reagrupaciones de materia y nuevos estallidos. Por consiguiente, nuestro Universo, que se ha demostrado que no volverá al punto de origen pues continúa acelerando, acabará encontrándose con otros que aún no podemos vislumbrar, y su materia acabará repartida y comprimida en diversos y múltiples Big-Bang`s. Otra hipótesis sugiere un espacio basado en una banda que se pliega, parecida a una cinta continua que se dobla ante nosotros múltiples veces superponiéndose pero sin tocarse. Todos los componentes universales estarían en la superficie de esa banda, de tal modo que la luz de una estrella tendría que recorrer

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toda su superficie, tardando 15.000M de años en llegar de una punta a la otra, pero su gravitación, que podría interactuar en los diferentes niveles de pliegues separados solo unos milímetros, sería capaz de influir activamente en todos y cada uno de los puntos del cosmos. Una teoría más nos habla de un Universo ekpirótico, consistente en una lámina que flotaría a escasos milímetros de otras infinitas láminas que a su vez contendrían infinitos Universos. Estas estarían sujetas entre sí por sus características gravitacionales y electromagnéticas, pasando por momentos de atracción y repulsión, de modo que cuando dos láminas se rozan se produce una liberación de energía y reorganización de la materia, que sería el equivalente al Big-Bang. Esta teoría es la base de los Universos paralelos. Está claro que cualquiera de los supuestos es francamente espectacular, aunque también especulativo. Sin embargo, tengamos en cuenta que por raro que nos pueda parecer, la física cuántica, la súper-simetría y las supercuerdas explican mejor el funcionamiento del cosmos que la física tradicional, por lo que se van imponiendo poco a poco a medida que somos capaces de comprenderla. Los avances en los próximos años después de la creación de los nuevos colisionadores que desvelarán parte de los misterios de estas nuevas leyes, serán igualmente insospechados y no es descartable que finalmente encontremos algo parecido a la codificación general del Universo, del mismo modo que en el pasado localizamos el hasta entonces desconocido ADN. Pero no se impacienten. Pasará mucho tiempo antes. Luego, si por un lado tenemos la maquinaria cósmica, originada de un modo peculiar pero con resultados cuasi perfectos y gobernada por leyes inapelables, y por otro tenemos el fenómeno de la expansión de la vida universalmente, administrada por la aleatoriedad en el primer momento pero necesitada del influjo final de unos códigos que la rijan, comenzamos a tener verdadera visión de conjunto del número de jardines que pueden poblar este campo y del tipo de semilla que se está utilizando. Pero ¿dónde está y quién o qué es el jardinero? JARDINERÍA Y EVOLUCIÓN Sabemos que la vida surgió en la Tierra hace 3.800M de años. Hemos identificado de un modo lógico cómo llegaron los primeros aminoácidos a nuestros océanos, viajando a bordo de enormes cometas de hielo que hicieron la función transporte, pero hemos tropezado con el grave problema del inexplicable salto para su constitución en organismo. Sencillamente, no sabemos cómo una serie de aminoácidos simples pueden combinarse casualmente para formar algo tan intrincado como el ADN, conteniendo además un código genético pleno de sentido. Piénsenlo de este modo: que esto hubiese ocurrido casualmente sería algo así como volcar un camión de componentes microelectrónicos y esperar que en la cuneta, debido a la caída, se hubiese formado casualmente un súper-ordenador última

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generación. No. Está claro que hace falta manipulación para que algo así suceda, y además muy especializada, lo que ocurre es que en nuestro afán por mostrar una imagen de la naturaleza totalmente explicable y previsible, somos incapaces de aceptar aquello que nos suene extraño, por evidente que parezca. Además, pudiera ser que para llevar a cabo una intervención de este tipo fuese preciso estar muy por encima de sus niveles de implicación mostrados, del modo que ocurre cuando un pintor usa el lienzo para plasmar su obra, la cual contempla pero con la que no comparte más que lo emocional. El artista no se convierte en pintura ni vive en el lienzo, simplemente lo transforma y genera arte. De ese modo mantiene la perspectiva necesaria, y sus cuadros son cada vez más elaborados, según su criterio. Ahí hay creación, evolución y lógica. Por tanto el modo en que el código ha controlado la evolución está tan cerca del arte que para crearlo hubo necesariamente que contar con emociones y necesidades, lo cual lo convierte en un elemento artificial y dirigido. Nada de las tan aducidas casualidades o (y es insólito escuchar esto en bocas de científicos) “milagros”. Veamos en qué nos fundamentamos, aparte del fenómeno en sí, para hablar de una intervención cualificada. En los primeros estadios de la vida en nuestro planeta, sabemos que las condiciones de la atmósfera no eran ni remotamente adecuadas para la aparición de formas basadas en el oxígeno, pero de repente, y muy misteriosamente, surge una bacteria provista de ADN basado en aminoácidos, llegados desordenadamente desde el espacio, que predomina y comienza la conversión total y contra todo pronóstico de la biosfera ácida a un patrón reductor radicalmente opuesto. Cuando el momento es el oportuno, por supuesto no antes, una célula completa y evolucionada entra en escena sin un origen definido, y de nuevo sin saber cómo, acaba generando un producto de bioingeniería tan sofisticado como el colágeno. Esa es la explicación, muy simplificada, por supuesto, que nos dan diversos campos científicos. Sin embargo, la razón nos dice que en esos tres momentos es necesario algo más que suerte para hacer que esto haya salido adelante. Desde luego, resulta imposible saber dónde puede estar en estos momentos el jardinero, pero tenemos claro que desde los 3.800M de años hasta los 600 pasó de vez en cuando por nuestro jardín. ¿Hay evolución? Una de las preguntas que con más frecuencia se debería hacer un ser vivo es de dónde procede, pero con plenitud de miras. Sabemos de nuestros padres, abuelos, bisabuelos… y algunos afortunados son capaces de remontarse de 10 a 20 generaciones en el pasado, pero tarde o temprano llega un periodo a partir del cual solo hay oscuridad en el árbol. La memoria y los registros nos fallan, y ya comenzamos a perdernos. Lo mismo sucede en términos generales con la evolución humana. Sabemos, por un lado, que estamos, y por otro que la inmensa mayoría de animales que conocemos han evolucionado, dado que tenemos completos montones de líneas

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filogenéticas que denotan los parecidos y sucesiones entre las especies y sus ancestros, delatando árboles completos familiares. Resulta lógico pensar, por tanto, que si estamos en un sistema vital sometido a la evolución, nosotros también tenemos que haber evolucionado, e incluso que seguimos avanzando a un ritmo similar al de nuestros coetáneos. Pero realmente no es así. A veces aparecen elementos que pueden hacer que este postulado sencillo y correcto se tambalee hasta los cimientos, y es entonces cuando comenzamos a cuestionar el cuadro evolutivo que se ha desarrollado con gran esfuerzo por parte de muchas disciplinas científicas, las cuales se muestran, dicho sea de paso, excesivamente intransigentes ante los cambios sugeridos, y muchas veces, desgraciadamente, a costa de despreciar pruebas muy contundentes y que merecen, cuando menos, ser rebatidas de modo inteligente y con respeto. El mejor modo de demostrar las cosas no es el “no porque no”, desde luego. Sabemos que hay evolución, eso es notorio. Sin embargo, diferenciemos aquella que hace que un ser, a través de una adaptación o mejora, se adecue más específicamente a su entorno, de la otra, muchísimo más radical, que hace que ese mismo ser se convierta en otro con caracteres alejados. Se entiende que son dos mecanismos totalmente diferentes, uno es un automatismo adaptativo independizado (la evolución horizontal) y el otro una programación precisa y temporalizada, pero es en esta segunda modalidad, la evolución vertical, en la que vamos a centrarnos porque es, en realidad, el motor que origina la biodiversidad. Si no hubiese existido, todas las especies serían una sola, una enorme variedad de adaptaciones diferentes del mismo animal original, pero eso se ve claramente que no es así. El primer escollo que debe superar este fenómeno natural radica en la problemática que le representa a un organismo, o al menos debiera, el cambiar un porcentaje alto de sus funciones de manera efectiva y rápida, sin haber contado para ello con un patrón o prototipo intermedio que sirva como banco de análisis. Nos dicen los biólogos que la evolución se ha basado en un método constante de prueba y error, pero no vemos por ningún lado indicios de esas pruebas, ni se encuentran restos de los errores. Hay una ausencia total de especies intermedias, tanto en el registro fósil como en la diversidad actual, compuesta según las últimas estimaciones por unos 14M de especies. Ese resumen de las pruebas es sencillamente un libro que permanece en blanco, y lo que se deduce de ello es que las nuevas especies aparecen bruscamente, con celeridad. Por tanto, este cambio tendría que estar fundamentado en una mutación, y las mutaciones en la naturaleza ni son exitosas ni consiguen perdurar a través de la reproducción. Esto es un hecho constatado y muy documentado. Sin embargo, las hipótesis evolucionistas solucionan esta imposibilidad del salto evolutivo por mutación argumentando que a veces se puede producir un cambio cualitativo profundo fundamentado en un síndrome mutacional, pero siempre a modo de excepción. Es decir, que no puede ser, pero en ocasiones, si es necesario, es. Esta extraña norma no parece tener el rigor que se les presupone a sus defensores.

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Suponiendo que aceptáramos esta curiosa explicación, y que la barrera hubiese sido superada, el siguiente escollo para el presunto prototipo estaría en la reproducción, la cual no sería posible en principio, al no contar con una pareja igualmente evolucionada, con lo que el resultado, como ocurre en la generalidad de los casos, es la muerte de la especie creada o mutada. ¿O es que también va a ser posible la mutación por parejas, si con ello se mantienen los dogmas? El único modo coherente de protagonizar cambios evolutivos verticales es a través de un sistema, un control que regule de modo correcto el mecanismo de tránsito entre especies mediante la implantación programada a través del ADN de una instrucción genética precisa. A través de su cumplimiento, el animal pasaría de un estadio de desarrollo a otro absolutamente diferente sin causar trastornos en la cadena evolutiva y de un modo rápido, es decir, en una generación. O sea, tal como ocurre en la realidad. Esta instrucción crítica se activaría después de cumplir el individuo en su fluir una serie de premisas, o dicho de otro modo, después de que los logros evolutivos conseguidos hayan cumplimentado positivamente una especie de test cualitativo-adaptativo que se reinicie periódicamente, evaluando los éxitos morfo-fisiológicos de la criatura. Este cúmulo de instrucciones de desarrollo y de las premisas necesarias para su aplicación sería el código, y estaría implantado en todo ser viviente de este planeta. Se asegura de este modo que en zonas y momentos muy parecidos surja al menos un animal de cada sexo, lo cual garantiza la descendencia a través de la reproducción, momento a partir del cual se empiezan a cumplimentar un nuevo número de premisas, las cuales, una vez completadas en el futuro, desatarán un nuevo salto programado. Así de sencillo. El animal en su versión antigua seguiría en activo todo el tiempo que su adaptabilidad al ecosistema le permitiera, pero de no reunir todas las características requeridas, su evolución vertical ya habría acabado, siendo a efectos evolutivos una especie terminada, aunque no el objetivo final de la programación, que sigue adelante a través del nuevo individuo generado. La versión antigua, en la mayoría de los casos, acaba extinguiéndose, porque la más evolucionada, generalmente, le pisa y ocupa el terreno. Sin embargo, puede no ser así. Esto puede dar lugar a la curiosa paradoja de que la especie avanzada desaparezca y la antigua permanezca, lo cual sería una explicación para el enigma que suponen los fósiles vivientes, es decir, especies que no han evolucionado en millones de años. Sin embargo, la evolución horizontal, la que regula la adaptación mediante pequeños cambios, sí que seguiría su curso en las especies terminadas, basándose para ello en las máximas de adaptación y selección natural. El método de funcionamiento de este mecanismo supone una autonomía importante, no programada explícitamente, pero de seguro cimentada en un sistema extenso de variantes lógicas que respondan a múltiples estímulos muy definidos. Cuando una de estas señales llega, como es por ejemplo la necesidad de aumentar la

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capacidad natatoria de modo continuo porque un peligro amenaza fuera del agua a la especie, una de las respuestas previstas podría ser utilizar los componentes biológicos, morfológicos y funcionales del animal en cuestión para desarrollar membranas entre los dedos. Una vez iniciada la gestión, el mecanismo celular, a través de cambios en las líneas adecuadas del código, irá programando las modificaciones a efectuar en varias generaciones, fomentando la aparición de las membranas, el aumento de la habilidad natatoria y el alejamiento consiguiente de las orillas, donde acechaba el peligro. El salto horizontal se habría producido. En ocasiones, se puede dar el caso de que una especie se adapte de dos modos absolutamente diferentes a dos entornos también diferentes, con lo que ambas evoluciones podrán sobrevivir, por lo que aparecen inmediatamente variaciones del mismo animal. Aquella que en su camino cumpla con las premisas del test será la única que cambiará de tipo y se convertirá en otra especie totalmente distinta, independientemente del aspecto que presente en ese momento a nivel horizontal. Esto es muy notorio, a título de ejemplo, en los primates, donde tenemos muy diversas especies que han tenido evoluciones paralelas divergentes. Parece ser que de este modo tendríamos dos caminos separados claramente: el de los animales terminados, sin más interés para la naturaleza que sus funciones puntuales de regulación del ecosistema, y el de los animales de vanguardia ya desprendidos de sus ancestros, los cuales van a la cabeza evolutiva y, por tanto, mantienen activo el programa en su búsqueda incesante. Esto tiene el peligro de que si un acontecimiento fortuito acaba con la especie avanzada, la evolución termina antes de alcanzar la cumbre. Es por ello que el código programado actúa en base a alcanzar a toda costa la máxima diversidad posible, llenando de vida todos los ecosistemas, a fin de preservar las capacidades replicables y modeladoras sea cual sea el desastre que se cierna sobre el planeta. Manteniendo un número elevado de especies e individuos, únicamente una crisis de dimensiones cósmicas sería capaz de erradicar la vida, pues para ello habría de exterminar hasta el último microorganismo en el que resida la secuencia del código. Este boom biológico se ha constatado en la Tierra en multitud de ocasiones. Daba igual el porcentaje de especies desaparecidas o la dureza del medio. Cuando se ha producido una gran extinción, los huecos vacíos han sido rellenados con prontitud por nuevas especies que, aunque nada tenían que ver con las anteriores, sí que cumplían similares funciones. Si en un periodo desaparecían animales grandes, medianos y pequeños, en el posterior volvían a aparecer animales grandes, medianos y pequeños absolutamente distintos, con lo cual se restablecía el equilibrio y se aseguraba la continuidad del código. Sin duda, el planteamiento es brillante y muy eficaz. Por tanto, parece claro que la evolución busca un objetivo, y sus planos están marcados en el interior del ADN de cada especie, lo cual nos indica que no importa la forma final, el hábitat, el régimen alimenticio o las características, porque lo que se persigue está por encima de todo eso y, evidentemente, es perfectamente

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conseguible por todas y cada una de las variedades que componen el planeta si son capaces de completar todos los estadios evolutivos para los que han sido programados. Queda patente, por tanto, que lo que propugna este sistema es que realmente no importa el tipo de individuo si se consigue el fin propuesto, por lo que la morfología parece dotada de cierta aleatoriedad y libertad, motivo por el cual la evolución horizontal es tan rápida, libre y original. A través de ella el animal sigue siendo el mismo, pero según las necesidades puede llegar incluso a no parecerlo. Una de las características más impresionantes de este sistema de secuenciación programada de especies con capacidad de modificación es la facultad de autorregulación. Esto se ve resumido en el modo en que la naturaleza actúa cuando una especie desaparece, ya que automáticamente surge otra derivada del subecosistema inmediato que va a ocupar su sitio. La pregunta que surge es qué ocurre cuando la desaparición es masiva, pero la respuesta es muy clara. En cada sub-ecosistema se genera una interacción entre los diferentes componentes, que define un espacio vital. Este espacio se determina por las necesidades nutricionales relacionadas con el animal, que fluyen en dos sentidos: los que se nutren de él y aquellos de los que se nutre. Cuando el espacio queda libre, otra especie viene a sustituirlo, pero cuando es un grupo enorme de especies el que se pierde, el agujero que se genera en el espacio vital es inmenso, y el sistema evolutivo reacciona provocando un boom natural. Pero nunca debemos interpretar que para ejercer este control la evolución realice algún tipo de análisis. El único factor externo que la mueve es la presión natural, que actúa íntimamente en cada individuo, que a su vez actúa en cada subecosistema y que para finalizar actúa en el ecosistema. El resultado es un factor de presión global que dispara o recorta los procesos internos del programa en la biodiversidad, y ese es el modo en que automáticamente se recompone el número de especies. Visto todo lo anterior, un elemento llama la atención. ¿Es el programa original impreso hace 3.800M de años el que sigue su curso y de él hemos irradiado todos los seres del planeta, o ha sido modificado en ocasiones en base a reajustes? En principio, la solidez del código, puesta a prueba a través de periodos terribles de desaparición de especies, está demostrada. La vida se ha repuesto con enorme brillantez ante 5 episodios de extinción masiva, dos híper glaciaciones conocidas y montones de cataclismos menores que han destrozado los ecosistemas, por lo que la búsqueda del objetivo a través de la diversificación parece estar siendo exitosa hasta este momento. También queda patente el hecho de que todos y cada uno de los seres del planeta, vivos o extintos, hemos compartido lo más elemental de nosotros: el ADN. Las diferencias que nos separan entre las especies son mínimas en la doble hélice, lo

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cual indica claramente un antepasado común, y tuvo que ser una bacteria, posiblemente la “milagrosa” cianobacteria que oxigenó el entorno para que apareciera la biosfera apropiada.

EL OBJETIVO DE LA EVOLUCIÓN Si alguien se pregunta a estas alturas por la posibilidad de que el ser humano pueda ser la meta perseguida, hemos de decir que, al menos en base a sus características insólitas de total-predación, pensamos que no. Aunque lo que sí parece claro es que, al menos de momento, su evolución está detenida, quién sabe si completando premisas del test para acometer un nuevo ciclo de evolución, aunque hay circunstancias que ponen en tela de juicio esta duda, y las veremos en breve. En todo caso, su posibilidad de autodeterminación puede fácilmente actuar en su contra, con lo que no sabemos si se llegará a completar el posible periodo o si se extinguirá antes de dar el nuevo paso, asistiendo mientras tanto a cómo otros seres van ocupando su lugar. Pero con éxito o no, hay una cosa que diferencia al hombre del resto de las especies y que lo mantiene a la vanguardia del actual sistema que rige el mundo: la inteligencia. Este es sin duda el mayor logro evolutivo conocido en el planeta, pero: ¿somos poseedores exclusivos de semejante beneficio? ¿Cuánto falta para que aparezca en cualquier otra especie, cosa que debería ser esperable en base a los postulados que hemos expuesto? Estas preguntas son verdaderamente terribles. Si nos atenemos al dato de la capacidad craneal, algo importantísimo para alojar un cerebro de características análogas al nuestro, descubrimos que hay pocas especies que compitan con nosotros, y por tanto faltaría bastante tiempo para que nos surgiera una réplica natural, pero ¿es esta la premisa necesaria para la aparición de la inteligencia? ¿Sería posible la aparición de cerebros de menor tamaño y mayor rendimiento que el nuestro, con el consiguiente ahorro de espacio y consumo energético? Pues claro que sí, y es además muy lógico, pues un sistema experto con posibilidades de mejora siempre tenderá a lo más sencillo, y esto es, en este caso, a reducir la energía necesaria para las funciones cerebrales mediante una disminución precisa del tamaño de la maquinaria. El hallazgo de los restos del hombre de Flores, que se extinguió hace 10.000 años en Indonesia y que pudo mantener una sociedad, alcanzar el pensamiento profundo y hablar con solo 450 cc de capacidad craneal, supone un reto para la antropología. Teóricamente eso no sería posible, pero sin embargo, y afortunadamente pese a los esfuerzos en contra de algunos, ahí está. Nuestro cerebro tiene 1.300 cc de capacidad, es decir, el triple, y hasta ahora era una máxima establecida que ningún cerebro por debajo de ese valor podía albergar la tasa de neuronas necesarias para alojar inteligencia. ¡Sin duda, una deducción demasiado basada en el punto de vista del propio ombligo, pero que, como otras, ha sido un dogma hasta el final! Sinceramente, parece evidente que en ese aspecto el rendimiento del cerebro del hombre de Flores era muy superior, pero su hábitat, por

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motivos que actualmente se estudian, lo señaló para la extinción. Eso no desplaza el impresionante logro que supuso para la evolución, y lo que habría llegado a alcanzar de haber sobrevivido. Por tanto, si la capacidad craneal puede ser omitida como condicionante básico, ¿lo será la especie animal en sí? La respuesta es no. El objetivo final del código no es un tipo determinado de ser vivo, ya que a lo largo de los periodos ha cambiado sobre la marcha la concepción física, llenando los huecos dejados por las extinciones con especies que nada tenían que ver con las anteriores. Sin duda, esto demuestra que la profundidad programada en las variantes es enorme, con muchísimas posibilidades y caminos diferentes a los que recurrir, de forma que, cuando una línea se extingue, rápidamente aparece una alternativa que la sustituye cumpliendo la misma función y restaurando el equilibrio necesario, pero con morfología absolutamente diferente. Quizás su extraña biblioteca de formas de vida sea un gigantesco compendio de líneas completas evolutivas perfectamente definidas y efectivas en sus estadios finales para el fin propuesto; no lo sabemos, pero parece lo más probable. No solo estarían perfectamente marcados los patrones a seguir, sino su coordinación en el ecosistema, de forma que las interrelaciones entre las especies fuesen lógicas y complementarias. Así se evitan episodios anómalos de desequilibrio, que a fin de cuentas es uno de los tabúes del proceso evolutivo. Del mismo modo que cuando hablamos de psicología de masas la capacidad aislada de un solo individuo se diluye en el número, la aparición de seres especialmente depredadores y condicionadores también lo hace, atendiendo no solo al número de integrantes de su especie sino también a la ubicación, con lo cual una ruptura total del equilibrio natural es algo realmente difícil de conseguir. En ese aspecto somos una especie sin duda muy dotada, porque hemos conseguido violar y romper un buen número de normas naturales. Gracias a este mecanismo aparecen en todas las repoblaciones habidas a partir de la extinción pérmico-triásica animales que forman una larga cadena alimenticia, desde los más pequeños herbívoros a los grandes depredadores, desde el plancton a los peces o desde los pájaros a las rapaces carnívoras. Siempre, sin excepción, se han establecido criterios claramente diferenciadores entre especies hechas para alimentarse y otras que se alimentaban de ellas. Hubiese bastado una aberración en esta cadena para que se hubiese llegado a un fin natural por exceso de depredación, pero eso no ha ocurrido, y mientras tanto, a pesar del peso brutal de los cataclismos que han asolado nuestro planeta, la biodiversidad ha sido capaz de llegar con notable energía hasta el día de hoy. Parece por tanto que hemos de buscar el objetivo final de la evolución en otras direcciones, ya que no parece ser la inteligencia ni tampoco una especie concreta. Lo que se persigue con persistencia tiene trazas de ser más bien una capacidad definitiva, un hito diferenciador y elevado en algún modelo, una que establezca un auténtico salto mucho más allá de la evolución, la inteligencia o la perfección. De hecho, la aparición del pensamiento, fenómeno singularmente

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trascendente, del cual orgullosamente lanzamos a los cuatro vientos que nos pertenece en exclusiva, parece un fenómeno de gran importancia, pero al menos hasta ahora no ha contribuido en exceso a aumentar y potenciar las capacidades naturales, sino más bien todo lo contrario. A pesar de más de 7.000 años de sociedades variadas y duraderas que conozcamos, las certificadas por la historia, no hemos logrado que la razón las controle, por lo que se podría hablar de bisoñez o fracaso. Sin embargo, es la única arma que puede capacitar a la especie que la posea para dominar a las otras y avanzar peldaños en la cadena trófica, que al final es lo que verdaderamente marca el lugar que cada uno ocupa. ¿Alguien se ha preguntado alguna vez que ocurriría si de repente, por las circunstancias que cada uno escoja, apareciese una especie que nos desbancara de la noche a la mañana de ese peldaño mayor que ocupamos? ¿Si nos convirtiésemos en alimento o animal doméstico para alguien muy superior? ¿Qué haríamos? Sin duda, aunque parezca ciencia ficción, este asunto ha sido analizado por expertos muchas más veces de las que se conocen (interésense por el decisivo “informe Brookings”), pero sin duda alguna, el resultado sería el caos y la destrucción instantánea de la sociedad y los focos de poder. Nos desmembraríamos como colectivo en muy poco tiempo, ya que carecemos realmente de ese don que caracteriza a sociedades como las abejas o las hormigas, lo cual demuestra que nuestro sistema de interacción inteligente no solo es nefasto con el entorno, sino también con nuestros congéneres. Todas esas escenas que vemos en el cine de patriotismo o heroicidad colectiva son figuraciones que no tienen sentido en el caso que proponemos. En una situación de dominio, nuestra inteligencia no marcaría la pauta que nos permitiera salvarnos como colectivo, con lo que se iniciaría una regresión importante que, a la larga, nos llevaría a nuestro final. Pero, al menos que se sepa, esto no tiene visos de ocurrir a corto plazo. De hecho, si miramos desde un punto de vista desinteresado y crudo a nuestro pasado, parecemos mas un súper depredador que una especie puntera. Si esto es así, en algún momento la naturaleza nos eliminará. Eso, claro está, siempre que no nos encarguemos nosotros mismos de hacerlo, llevándonos de paso por delante buena parte del sistema biológico actual, como parece ser que estamos haciendo, pese a que al escaso sector al que esos temas nos interesan, nos duela. La máquina avanza sin tregua, y no respeta la selva amazónica o la capa de ozono, mientras la globalidad social se contenta con escuchar lo que filtran los gobiernos y en seguir los esquemas establecidos para desviar nuestra atención, totalmente desinteresada en conocer que las consecuencias de nuestros actos a nivel de civilización están a punto de llegar al desencadenamiento de una larga y terrible sexta gran extinción. Esto es un hecho ya admitido científicamente, y está fundamentado en un cambio climático duradero, iniciado hace 15.000 años, y que en el futuro incluirá: una primera fase de calentamiento global con derretimiento de los casquetes polares, subidas del nivel del mar de 70 a 100 m a muy corto plazo, y posterior enfriamiento con bajadas de temperatura a nivel de glaciación que podría durar cientos o quizás miles de años.

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En esas condiciones, la tasa de extinción de animales terrestres estaría por encima del 90%, que sería un 70% en los mares por la desaparición del plancton. Unas cifras terribles, sin duda, y visto el estado al que hemos llevado el planeta y los medios que se ponen para evitarlas, imparablemente cercanas. Por tanto, si la inteligencia, al menos de momento, no responde a las expectativas previas del plan, ¿a qué se debe su aparición? Tendríamos dos respuestas a este enigma. La primera es que el programa aquí asuma unos riesgos necesarios. Posiblemente este estadio primitivo del intelecto que nos gobierna sea una fase primaria, inherentemente tendente a la autodestrucción, pero que haya que superar de modo global para pasar a un segundo momento en el que en verdad nos convirtiésemos en algo más que un simple organismo que, con la inconsciencia de un niño y la maldad de un dirigente, rompe los ecosistemas y somete duramente al mundo inmediato, aquel que está a su alcance. ¿Recuerdan las tres fases de Kardachev? Pues aquí estaríamos en el momento exacto de ingreso en fase 1. No antes, y esa frontera sería, inapelablemente, la que marcaría el verdadero comienzo de la explotación de nuestra característica principal. Durante esta fase, el ser dotado de inteligencia debería llegar a razonar de un modo coherente e integrado, pero el paso por ese periodo previo en el que actualmente estamos como especie sería un momento crítico en el que la continuidad de todo el proceso evolutivo, quizás por vez primera, no descansaría totalmente en el programa, sino también en la capacidad de decisión individualizada de los colectivos sociales creados a través de la interacción de las masas. Es bien sabido que la psicología colectiva es muy diferente de la individual, pero no nos engañemos. Las democracias no han conseguido tener en cuenta los deseos colectivos, sino aquellos tomados por un grupito de dirigentes que no representan al pueblo, en habitaciones bien custodiadas. Por tanto, y además eso se palpa, las decisiones que se toman respecto al verdadero y trascendente tema del equilibrio del sistema evolutivo son, beneficiando descaradamente a los sistemas comerciales, absolutamente nefastas, carentes de sentido y alejadas de la conciencia global, que debería ser el estandarte de los pueblos. La elección, en definitiva, sería nuestra como seres humanos, pero no como colectivo pensante, y las consecuencias del error llevarían a dar a la naturaleza un paso atrás enorme que, a pesar de todo, sería asumido de nuevo por el omnipresente código, encargándose de volver a situar variantes en los puestos vacantes e iniciar un nuevo intento. Nuestra desaparición tras una futura sexta extinción y la de todas aquellas especies que arrastremos con nosotros sería compensada con la aparición de nuevas formas de vida que ocuparían todos los estratos vacantes. De eso no hay duda, lo cual demuestra, en contra de nuestro orgullo, que somos absolutamente prescindibles.

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Por tanto, la inteligencia sería más que un bien instantáneo una barrera a franquear, basada en la autodeterminación del individuo en base a la conciencia adquirida de sí mismo. Superar ese estadio primitivo y peligroso debe despertar una nueva corriente de pensamiento mucho más eficaz y sólida, capaz de enfrentarse sin miedo o recelo a los interrogantes masivos que nos acomplejan actualmente, y fuerte para establecer metas globales comunes que nos puedan situar definitivamente en el Universo a través de una futura expansión. La aparición de una consciencia colectiva estaría a la vuelta de la esquina, y podría ser el paso siguiente que nos permitiera metas extraordinarias. Otra respuesta a la pregunta de por qué aparece la inteligencia nos lleva a la infección, la corrupción del código. Al virus. En algún momento del pasado, probablemente a causa de los múltiples colapsos eco-biológicos y de los cambios de rumbo impulsados a posteriori, una especie, el ser humano, habría llegado a conseguir los ítems necesarios para adquirir un cerebro capaz de albergar inteligencia, pero cuando esta apareció, por algún motivo, no lo hizo del modo que estaba previsto. El código se habría detenido en nosotros, incapaz de hacernos retroceder hasta un punto de reinicio, y estaríamos abocados a una desaparición no controlada, abandonados a nuestra suerte y suponiendo un riesgo potencial para las otras especies. Un especie de criatura de Frankenstein. Mientras tanto, en múltiples puntos del planeta, montones de cambios se seguirían produciendo en la biodiversidad, que seguiría saltando pasos evolutivos según lo previsto, pero la especie dominante del momento, descontrolada y sola, avanzaría inapelablemente hacia la destrucción de todas las demás. Lo más duro de estos razonamientos es que, en verdad, no sabemos cuál de las dos interpretaciones es la acertada, y que nuestras posibilidades pasan por una transformación social de una profundidad no conocida, de la cual no vemos de momento el menor indicio. Basta echar un vistazo a la prensa para ver lo sólidamente que está establecido el poder y cómo se jerarquiza, ahogándonos con un control cada vez más efectivo ejercido desde todos los medios. En ese campo, nuestras dos grandes diferencias con la edad media se resumen en los logros propiciados por el chip y la retórica. Solo eso en mil años… Visto el estado al que la inteligencia ha llevado las cosas, lo que parece claro otra vez es que lo perseguido está mas allá de ella. Montar todo este mecanismo impresionante que gira a nuestro alrededor para conseguir nada más que lo que somos supone un esfuerzo injustificable por la siempre organizada naturaleza, y por tanto el fin último, vista la persistencia en el camino marcado, pasa por superar esta oscuridad actual antes de que se convierta en un auténtico agujero negro biológico. Pero ¿por qué utilizamos el término persistencia junto al de inteligencia, si solo tenemos constancia real de que esta haya aparecido una vez?

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Querido lector, cuando nos propusimos hacer este libro tuvimos claro que nuestra actitud crítica no nos permitiría permanecer lejos de girar en torno a temas que suponen auténticos puntos calientes para la ciencia y la historia, testigos del pasado en los que abundan los vestigios de civilizaciones anteriores a la nuestra y que, desde el punto de vista del relato de la vida que ha sido montado, carecen injustamente de sitio porque incomodan a muchos. Ante estos hallazgos, los responsables de escribir ese relato que se nos enseñan desde la infancia miran hacia otro lado sin el menor rubor, robándonos descaradamente nuestra herencia cultural para servir a sus orgullos y egos bien engordados. La falsificación de la historia del hombre, y de buena parte de la natural, sigue siendo algo evidente para quien que guste mirar sin complejos, pero el peso de lo académicamente correcto es tan fuerte que cualquiera que se atreva a postular en contra acaba fulminado y ridiculizado por la mirada conservadora. Esta es una técnica muy usada para mantener a la sociedad en la ignorancia, y a fe que funciona. Hay una faceta dentro de este asunto sobre la que vamos a hacer un recorrido extenso. Es la constituida por aquellos conocimientos transmitidos secularmente que no tienen explicación dentro de las épocas en que aparecieron. También vamos a pasar sobre algunos de ellos, los más acreditados y menos explicables, incluso desde un punto de vista escéptico. LA MÁS ALTA TECNOLOGÍA EN LA ANTIGÜEDAD. Quien les escribe ha leído el Mahabharata (Fig.34) repetidas veces y bajo diferentes traducciones. Este libro sagrado hindú es un enorme texto en sánscrito que no es adaptado por primera vez a lenguas occidentales hasta que en 1785 lo hace J. Wilkins al inglés. Posteriormente, visto el interés, fue traducido al resto de los idiomas, y hoy día es posible hallarlo en casi cualquier lengua. El original se compone de 18 libros con unos cien mil versos, lo que equivale a unas 8 veces la ilíada y la odisea juntas, por lo que podemos decir que se trata verdaderamente de una obra colosal. Fue escrito por Vyasa, sobrenombre que significa “el compilador”, y que es, a su vez, uno de los personajes secundarios del relato. La primera edición se sitúa oficialmente en torno al 1500 a.J.C., aunque si nos atenemos a citas astronómicas clarísimas que hay a lo largo del texto, podría ser originario del 7016 a.J.C. Tratándose de un vasto volumen, que ha sido reducido hasta condensarse en uno o dos libros, es fácil imaginar que el punto de vista del traductor juega un papel preponderante en la orientación final de la obra, ya que, como es lógico, se tiende a eliminar lo que a cada cual le parece superfluo, adaptando lo demás de manera que no queden huecos en el global. Sin duda es un trabajo difícil, pero hemos de decir que el resultado, al menos en el caso de este

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fantástico texto, no puede ser más confuso y dispar, ya que cada versión difiere enormemente de la anterior, por lo que lo recomendable es hacerse con una copia completa en inglés, ya que esta aún no existe en castellano. Algunos estudiosos sostienen que se nos narran unos hechos de los que hay constancia histórica, o al menos eso se cree, aunque nosotros diferimos bastante de esta aseveración, para empezar porque las cronologías no coinciden, ya que admitiendo su más larga y lógica antigüedad, la epopeya fue escrita anteriormente a que estos ocurrieran. La trama se fundamenta en las discrepancias entre dos poderosas castas rivales, los Kurus y los Pandavas, ambas descendientes de la raza lunar, que se enfrentan por la posesión del reino de Hastinapura, librándose en última instancia y tras múltiples peripecias la gran batalla que tiene lugar en el mítico campo de Kuruksetra, muy visitado hoy día en la India. Importante es hacer notar el hecho de que en toda la literatura hindú se hace mención expresa de que la humanidad desciende de una misteriosa raza lunar, que habitó en aquel satélite, y tuvo su jerarquía perfectamente organizada hasta llegar a la Tierra. De los reyes de esta raza descienden dinastías completas de hombres y dioses, entre los cuales se hallaban los que aparecen en el relato. Los Pandavas, el primer grupo contendiente, estaban liderados por Yudhisthira, Bhima, Arjuna, Nakula y Shadeva, contando con los favores de Krishna, un poderoso semi-dios, encarnación de Vishnú en la Tierra. Al frente de los Kurus estaban Bhisma, Duryodhana, Dussassana, Vikarna y Radheya. Hasta ahí, todo bien. El conflicto comienza porque, arrastrado por su pasión por el juego de dados, Yudhisthira cae en una trampa y pierde con su gran rival, Duryodhana, todas sus posesiones, incluyendo a su familia, reino y a él mismo. Aprovechando el momento para deshacerse de todos los Pandavas a la vez, el castigo que se le impone como derrotado es el exilio durante trece años al bosque lejano de Dwaitavana junto con sus hermanos y su esposa, teniendo que evitar ser reconocidos bajo pena de tener que permanecer desterrados otros 13 años más. Durante este periodo, el odio de los Pandavas hacia los Kurus crece hasta el punto de dedicar buena parte del tiempo a los preparativos para una gran guerra de venganza, cuyo final solo podría ser la aniquilación de una de las familias. En el decimosegundo año de exilio comienzan a trabajar de incógnito para el rey Virata, que, sin saber quienes son, se muestra muy complacido con sus servicios. Al finalizar el año, y por tanto el castigo, se le dan a conocer, y este se ofrece a ayudarles en su venganza en pos de los derechos dinásticos perdidos por Yudhisthira.

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Krishna, encarnación terrenal del dios Vishnú, ve el futuro y conoce lo que va a ocurrir. Se encuentra entre dos frentes a los que por justicia, en su condición de ser divino, debe favorecer equitativamente. Para ello, ofrece a Duryodhana, líder Kuru, que elija entre su participación directa como aliado en combate o un gran ejército, y este opta por el ejército, con lo que Krishna se une a los Pandavas, convirtiéndose en el conductor del carro de Arjuna, su amigo predilecto, y con el que irá decantando el destino de la guerra. Nada puede detener tanto odio, y el conflicto se desata. Ambos ejércitos confluyen de común acuerdo en el campo sagrado de Kuruksetra, iniciándose una guerra de grandes proporciones, que dura en total 18 días. Las cifras dadas son espectaculares e inigualadas en cualquier otra contienda posterior: Ejército Kuru: 230.000 carros 230.000 elefantes 700.000 caballos 1.200.000 soldados a pie Total: 3.280.000 hombres Ejército Pandava 140.000 carros 140.000 elefantes 500.000 caballos 800.000 soldados a pie Total: 2.140.000 hombres Como se puede ver, las cifras marean, y si en verdad son una descripción fidedigna de los hechos, como se atribuye en la India al lugar literario que ocupa este tipo de texto, lo que se nos narra es el encuentro entre dos ejércitos que hubieran hecho palidecer de envidia a cualquier teórico actual en cuanto al número de integrantes. Pero la primera sorpresa es que ambos bandos, merced al carácter casi divino de algunos de sus héroes, disponían de extrañas armas llamadas “astras”, que eran de tipos y características diferentes, pero, básicamente, de destrucción masiva. La mayoría de los traductores concuerdan en que parecen ser misiles impulsados por fuerzas sobrenaturales, en los cuales penetraba el poder del dios al que se invocara. Esto parece una forma de decir que tenían funciones muy diferentes, en base al modelo utilizado, pero seguramente eran muy similares a los de hoy, es decir, de propulsión química. Un ejemplo literal que da poco lugar a interpretaciones:

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"Un único proyectil cargado con todo el poder del Universo... produjo una columna incandescente de humo y llamas tan brillante como 10.000 soles que se elevó en todo su esplendor... era un arma desconocida, un rayo de hierro, un gigantesco mensajero de muerte que redujo a cenizas a una ciudad entera. Los cadáveres estaban tan quemados que eran irreconocibles. Su pelo y uñas cayeron, la cerámica se rompía sin causa aparente y los pájaros se volvieron blancos. Tras unas pocas horas, toda la comida quedó infectada. Para escapar a este fuego, los soldados se arrojaron al río, lavando sus pertrechos y su ropa". Esta traducción exacta les habrá sorprendido, suponemos. Parece mentira que haya sido extraída de un texto de más de 2.500 años de antigüedad, pero así es. Lo que aquí se describe, y esto se lo digo a todos aquellos respetados escépticos que durante años han divagado con las explicaciones más absurdas, es una explosión nuclear como la copa de un pino. Ahí va otra perla: "...Venía a bordo de un vimaana (una nave aérea), y sació su ira enviando un sólo y único proyectil en contra de la ciudad. Una enorme columna de fuego, diez mil veces más luminosa que el sol, se levantó, y la ciudad quedó reducida a cenizas en el acto..." El fenómeno descrito de la columna de fuego que se eleva desde el foco de las grandes explosiones, como producto de la violenta ascensión de masas de aire incandescente, solo ha sido conocido desde los años cuarenta a raíz del descubrimiento de las armas nucleares, pero aquí se describe a la perfección, y ello solo puede deberse a una visión directa de los hechos por parte del primer transmisor oral de la obra. Veamos otra cita más: "El fuego de esa arma (usada por el héroe Rama) destruía las ciudades al producir una luz más brillante que cien mil soles. Alzábase entonces el viento, y el fuego de la terrible arma quemaba los elefantes, los soldados, los carros y los caballos, sin que se le pudiese ver, pues era invisible”. Una vez más una explosión nuclear sin ninguna duda. En un pasaje concreto, el dios Rama, interrogado respecto a los misterios de estas armas, hace este curiosísimo razonamiento del modo en que funcionan los astras divinos: “No pueden ser manejadas sino por 'tradición' esas armas que son lanzadas y retiradas por un secreto mágico. Al haber cumplido penitencias por el adelanto de la Ciencia Sagrada, durante más de mil años, los antiguos Sabios, Brahma y los demás, vieron por revelación esas armas y su gloria, frutos de sus austeridades.

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Krizazva transmitió el conocimiento secreto (upanishad) de la ciencia completa de los Mantras (fórmulas de una potencia misteriosa que sirven para el empleo de las armas divinas y para la suspensión instantánea de sus efectos) a Vizvámitra, quien me la transmitió." En el siguiente pasaje se ve como Rama usa todos los medios contra sus enemigos, esta vez un misterioso grupo de simios al que más adelante haremos referencia: “Cuando Rama se vio amenazado por un ejército de monos, puso una flecha mágica en funcionamiento. Al elevarse produjo un relámpago luminoso más ardiente que el calor de cien mil soles, convirtiéndolo todo en polvo. El pelo de los supervivientes se cayó, y sus uñas se derritieron”. Desgraciadamente están más que documentados científica y gráficamente estos efectos en los supervivientes de Hiroshima y Nagasaky que estaban cercanos a los epicentros mortales, con lo cual podemos explicarnos claramente lo que se esconde en el texto. Sin duda, el fundamento que rige el funcionamiento de semejantes armas es de tipo científico. Si comparamos algunos acontecimientos descritos en la epopeya hindú con otros que conocemos, estamos asistiendo a un evento de destrucción atómica. El hongo (que en otras ocasiones a lo largo del libro se describe como un paraguas de fuego que se abre), el carácter férrico del misil, del que se aportan medidas exactas en codos y pies y al que se denomina como “la vara de la muerte”, la destrucción calorífica alcanzada y los efectos posteriores producidos por la radiación… todo apunta, con claridad de concepto y literatura, a lo que es más que evidente. Aquí no cabe la socorrida “fantasía del hombre primitivo” ni similares. ¿O es que se puede citar algún precedente en la más que documentada historia desde la Edad Media hasta principios del siglo XX en que las masas humanas hayan fantaseado sobre temas tan avanzados aún no descubiertos? ¿Acaso hace 3.500 años, cuando según la historia reconocida todavía no se había desarrollado casi ninguno de los grandes descubrimientos humanos, los habitantes de las zonas en cuestión tuvieron capacidad para adelantarse 35 siglos a su época? No creemos en tanta videncia con semejante grado de acierto. La persona que describe lo que nos ha llegado en forma de texto a través del Mahabharata fue testigo ocular, o recogió los hechos de quien lo había sido, y nada más. Aportaremos pruebas bien documentadas. A lo largo de toda la obra, armas terribles son descritas con tanta pericia y lujo de detalles que, o bien recuerdan a las que poseemos en la actualidad, o nos hablan de otras que aún no hemos descubierto más que en nuestra imaginación. Demasiado para una civilización supuestamente recién salida de la edad oscura.

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Llegados a este punto, analicemos detenidamente algunos de los hechos que aparecen en los capítulos más increíbles del Mahabharata, y sigámonos sorprendiendo con sus contenidos: Bhisma Parva, capítulo 6. Se dice que Bhisma avanzaba como un cometa por el cielo con su cola de fuego. Esto coincide con el hecho de que las descripciones de la mayoría de los ataques de estos héroes corresponden a maniobras efectuadas desde el aire, por lo que los conceptos de “carros” que aparecen tan repetidas veces a lo largo del texto parecen hacer referencia a algún tipo de nave blindada y muy armada, capaz de actuar en tierra, mar y aire. Cito:

"Un carro aéreo, el 'Puschpaca', transporta a varias personas hacia la antigua capital de Ayodhyá. El cielo está sembrado de artefactos voladores consternantes, negros como las tinieblas, que dejan brotar claridades de reflejos amarillentos."

Las referencias a un tipo de nave aérea específica, llamada “vimaana”, capaz de arrojar la muerte desde el cielo, y de entablar enormes combates entre las nubes, son frecuentes en todo el libro. Vimaana quiere decir "carro celeste", y se les describe como artefactos voladores esféricos u ovoides, luminosos, ultra veloces, y de una maniobrabilidad increíble. Textualmente: "Las máquinas voladoras, Vimaanas, tenían la forma de una esfera y navegaban en los aires por efecto del mercurio, que suscitaba un gran viento propulsor. Unos hombres, albergados en los Vimaanas, podían así recorrer grandes distancias en un tiempo milagrosamente breve. Los Vimaanas eran conducidos a voluntad del piloto, volando de abajo arriba, de arriba abajo, hacia adelante o hacia atrás, según la disposición del motor y su inclinación." La explicación es tan nítida que parece actual. Incluso hay un apartado que se dedica a describir los componentes técnicos en profundidad que forman las 31 partes del arma, así como la forma de guiarlos, el combustible, el entrenamiento y alimentación de los pilotos, y en el que aparecen claramente reseñados conceptos como la televisión, el radar, la escucha a distancia, la invisibilidad al radar, etc, todo ello de un modo literal y cargado de detalles. Literalmente, se enumeran las siguientes características:

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"6....Un aparato, que se mueve por fuerza interior, como un ave, ya sea en la tierra, en el agua o en el aire, se llama Vimaana... 8....que se puede mover en el cielo, de lugar a lugar... 9....de país en país, de mundo en mundo... 10....es uno, llamado Vimaana por los sacerdotes de las ciencias... 11....el misterio de construir aparatos voladores... 12. ...que no se rompen, no pueden ser divididos ni cogidos por ningún fuego... 13. ...y no se pueden destruir... 14. ...el misterio de dejar silenciosos los aparatos voladores. 15. ...El misterio de hacer invisibles los aparatos voladores. 16. ...El misterio de poder oír los rumores y las conversaciones en aparatos voladores enemigos. 17. ...El misterio de materializar imágenes del interior de los aparatos voladores enemigos. 18. ...El misterio de determinar la dirección de vuelo de los aparatos voladores enemigos. 19. ...El misterio de dejar inconscientes a los seres de los aparatos voladores enemigos y de destruir los aparatos enemigos..." Creemos que la reseña es suficientemente explicativa, y que el escritor sabía perfectamente de qué estaba hablando. Posteriormente, en otra parte del mismo capítulo que nos ocupa, Arjuna usa un astra llamado “Aindra” y destruye una gran porción del ejército Kuru. Esta arma es usada repetidas veces a lo largo del texto, y siempre se manifiesta provocando una destrucción masiva desde el cielo en cuerpos completos de ejército.

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Bhisma Parva, capítulo 8. Dhryshtadyumna lanza un astra llamado “Pramohanastra”, mediante el cual parte del ejército Kuru pierde la conciencia o es aturdido por un tremendo estampido sónico, pero es contrarrestado por otro astra que revitaliza a los soldados. Bhisma Parva, capítulo 6. Alambusa usa un arma llamada “maya”, mediante la cual genera ilusiones ópticas en el enemigo, probablemente holográficas. En otras partes del texto esta arma produce una intensa oscuridad durante el día, solo contrarrestable con el astra llamada “Surya”, que provoca un gran fulgor en el cielo. Bhisma Parva, capítulo 12. Se revela la verdadera naturaleza del misterioso “arco” Gandiva, el arma principal en poder de Arjuna. “Era como un cometa escupiendo fuego y azufre. Sus flechas doradas lucían como un trueno”. Evidentemente se trataba de un arma que arrojaba proyectiles metálicos a gran velocidad, no sabemos si una especie de ametralladora o un lanza-misiles. Aparece por vez primera en el relato cuando el dios Agni, en agradecimiento por haberle ayudado a quemar el bosque Khandava, le hace entrega a Arjuna de un arma que nunca falla el tiro y lanza proyectiles sin cesar, dos cargadores inagotablemente llenos, una carroza luminosa con un escudo perecido a un mono (el misterioso dios Hanumán), y cuatro caballos blancos que corrían más que el pensamiento. Posteriormente se hace un curioso inciso refiriéndose a su poder destructor: “se parecía al impacto de los planetas Mercurio y Venus”. Hoy día sabemos que Mercurio giró en su origen alrededor de Venus, y que fue desplazado a una órbita individual tras un inmenso impacto que sufrió este, por lo que la frase resulta impresionante, dado el conocimiento que subyace bajo ella. Por otro lado, Arjuna usa en determinado momento del capítulo el astra “vayavyastra”, que provoca un gran tornado entre el ejército Kuru, pero es contrarrestado con el astra “saila”. Son muchas las veces que se usan armas que afectan fuertemente al clima, provocando destructivas alteraciones meteorológicas. Bhisma Parva, capítulo 15. Arjuna usa un artefacto, quizás una explosión, para abrir una perforación hasta el lecho acuático, extrayendo el líquido elemento, con el que consuela a Bhisma en su lecho de muerte. Esta máquina, descrita como una flecha, es la misma que más adelante hace surgir un lago completo con un solo impacto. Drona Parva, capítulo 4. Arjuna usa un astra llamado “Twashtarastra”, también llamado “dardo de la niebla”, que confunde al ejército Kuru, de tal modo que creen que todo el que está a su lado es un enemigo, por lo que se produce una carnicería entre ellos. Parece un arma basada en algún tipo gas rociado desde el aire mediante un misil con cabeza química. Después usa “vayavyastra” y un tornado arrastra montones de soldados dispersándolos.

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Drona Parva, capítulo 5. Arjuna usa el “Vajrastra” y una columna de rayos fulmina a parte del ejército Kuru. Una vez más una destrucción que llega desde arriba en forma de calor intenso y nubes muy negras. Drona Parva, capítulo 23. Arjuna usa un curioso astra en forma de disco llamado “pasupata” para matar a Jayadratha. Esta arma, que le entrega Sankara en los Himalayas, obedece a un código especial que controla el nivel de destrucción, que puede llegar a ser global, y que garantiza su retorno como un boomerang. Desde una gran distancia le corta la cabeza a Jayadratha, volviendo a su mano. Sea lo que sea está dirigido a distancia o programado, y no tiene ningún parecido con algo análogo en nuestra época. Drona Parva, capítulo 30. Drona usa un astra no definido y acaba con 20.000 soldados de una vez. Drona Parva, capítulo 34. Aswatthama, uno de los héroes Kurus, usa un astra llamado “Narayanastra”. En el campo de batalla se genera una luz inmensa y tórrida, acompañada de una onda expansiva que lo barre todo. Para salvarse, el ejército Pandava alejado del foco se tira al suelo y se desprende de todo lo metálico, refrescándose con abundante agua. Sin duda es una explosión nuclear, y el modo de resistirla tiene mucho que ver con lo expuesto. Karna Parva, capítulo 8. Se produce el esperado combate entre los dos héroes Arjuna y Radheya. En el fragor de la contienda se arrojan astras que tras viajar por el aire oscurecen el cielo con densas nubes, produciendo un frío intenso. Se usa el “bhargavastra”, que causa una gran destrucción, y los ejércitos sufren fuertes pérdidas debidas a proyectiles aéreos en gran número. Vean qué pasmosa descripción casi literal de un misil: "Una saeta fatal y mortífera medía en total tres cúbitos (1,37 metros) por cuatro (1,82 metros) dotada con la fuerza del poderoso rayo de Indra, era destructivo para todos los seres vivientes" Karna Parva, capítulo 9. Radheya usa el “nagastra”, que viaja por el cielo escupiendo fuego, en una descripción parecida, una vez más, a un misil. Arjuna se salva hábilmente hundiéndose en el barro, por lo que la deflagración le pasa por encima y no le alcanza. Más tarde, con la guerra casi perdida, Duryodhana se refugia en el fondo de un lago. Para ello su “carro” se convierte en una nave submarina. Cuando es retado por Bhima, surge en forma de un inmenso carro de combate, que solo se detiene cuando este le destruye las orugas, evitando su avance. Después de la guerra, capítulo 4. Aswatthama lanza un poderosísimo astra llamado “brahmasirshastra” contra Arjuna. El terror es general entre todos los supervivientes, porque coinciden en que si toca tierra y estalla acabará

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con mares, montañas y seres, por lo que se provoca su destrucción antes de que se precipite. Se dice que la lluvia se hubiese detenido 14 años en el planeta, anticipando las consecuencias de un invierno nuclear debido a un enorme cataclismo global. No hay forma de que los antiguos pudieran conocer algo así. El texto literal, impresionante, cuenta una visión de los efectos esperados de esta arma, que nunca llegó a su objetivo: "...El sol pareció temblar, y el universo se cubrió de calor. Las aguas hirvieron, los animales comenzaron a perecer y los guerreros hostiles cayeron derribados como briznas. Grandes proporciones de vegetación quedaron desiertos, y hasta el metal de las carrozas se fundió ante esta arma..." ¿Le queda a alguien duda, después de lo relacionado, de que nos encontramos ante un texto antiquísimo que relata con lujo de detalles una confrontación a gran escala entre dos potencias con armamento sofisticado? Si es así, no duden en hacerse con una copia del Mahabharata, que gustosamente le servirán en cualquier librería, y léanlo con detenimiento. Observarán, por ejemplo, que ninguna de estas fantásticas armas se engloban dentro de los apartados mágicos o espirituales. Lejos de ello, aparecen siempre dentro de un aura más bien técnica, haciendo inciso en su poder pero alejándolos del misticismo. Son instrumentos diseñados por dioses pero que están usando humanos gracias a su adiestramiento. Pero ¿no creerán que esto acaba aquí? Tenemos las pruebas. En 1992, en la zona de Rajhastán, 16 Km al oeste de la ciudad de Jodhpur, se detecta la presencia en un área de unos 8 Km2 de una densa capa de ceniza que contiene un índice de radiación tan intenso que se producen gran número de malformaciones en los nacimientos de los alrededores. Los campos están tan contaminados aún que resulta imposible cultivar alimentos, y el gobierno indio cerró hace años la zona para prevenir mayores secuelas. En las inmediaciones se han encontrado restos de una gran ciudad cuya edad estimada podría estar entre los 8.000 y los 12.000 años, y que tuvo capacidad para alojar nada menos que a medio millón de personas, cifra muy alejada de lo que se supone que eran los núcleos civilizados de la época. Este sorprendente número de habitantes se dobla cuando nos referimos a los que debieron vivir en Angkor Wat, Camboya, un complejo urbano tan enorme y desproporcionado que sobrecoge, en el que se ejerció una planificación urbanística que obligó a mover ingentes cantidades de tierra a fin de crear palacios, fosos y embalses.¿Quieren más? En el valle del Indo están los restos de Mohenjo Dharo y Harappa, otros dos conjuntos arquitectónicos de ese tiempo pretérito con características similares, añadiéndose además el hecho de que porciones enteras de las ciudades están fundidas bajo un calor extremo, incluyendo metales y rocas. Hay zonas en las que los ladrillos que se utilizaron para la edificación están unidos al fuego entre sí, formando grandes masas vitrificadas. Para que este fenómeno se produzca es necesaria una gran fuente de calor. Evidentemente la radioactividad presente delata el origen de este calor extremo.

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Arquitectónicamente, Mohenjo Dharo (Fig.35), construida en una pequeña isla del Indo, supone otro reto arqueológico. Sus casas eran de varias plantas, y tenían un eficacísimo sistema de suministro y desagüe. La distribución era espaciosa y con zonas verdes, todo edificado con ladrillos, y atendiendo, en general, a un modo de planificación mucho más moderno y eficaz que el que actualmente hay en las ciudades del siglo XX de los alrededores. La prueba final de un evento de destrucción nuclear en el pasado apareció cuando en 1960 se hallaron entre las ruinas esqueletos que presentaban un aspecto altamente anormal, ya que estaban muy calcinados, y mostraban signos inequívocos de haber estado sometidos a un rápido exterminio colectivo. Efectuados los análisis en Nueva Delhi, se llegó a la sorprendente conclusión de que habían sido sometidos hace 12.000 años a fuego radioactivo. En el estrato que ocupaban se encontraron restos de arena vitrificada, pertenecientes a las secuelas geológicas de una explosión atómica. La sorpresa final fue descubrir que bajo la ciudad visible hay evidencias de otros siete niveles anteriores, demostrando que fue destruida repetidas veces y vuelta a levantar. Cada una de esas etapas duró miles de años, con lo que no cabe hablar de un tiempo cercano para el emplazamiento originario, que se remontaría muchísimo más allá de esos 12.000 años atribuidos en principio. ¿De cuándo data esa destrucción? Hay una pista al respecto que es digna de tener en cuenta. Según los manuscritos lemúricos, durante una lejana guerra que sostuvieron el imperio Rama y la Atlántida, esta última sufrió una humillante derrota, pese a tener el ejército mayor y más equipado. Los atlantes habrían desembarcado con sus naves aéreas en las regiones del Indo, y desplegado una cantidad considerable de armamento ultra-tecnológico, dispuestos para iniciar un avance incontenible que les diera el poder sobre la zona. Pese a la aplastante superioridad de su enemigo, los Rama se negaron a entregar su reino, y sugirieron repetidas veces a los atlantes que se fuesen a fin de evitar males mayores. Estos montaron en cólera por no conseguir una rendición incondicional, y decidieron atacar, pero en el último momento fueron confundidos hasta el límite mediante determinado tipo de arma mental de sus oponentes, y tuvieron que retirarse con todo su ejército sin haber conseguido ni tan siquiera llegar a utilizarlo. Como consecuencia de ello y en venganza por la humillación a que habían sido sometidos, decidieron aniquilar las siete míticas ciudades Rishi, algunas de las cuales ya van saliendo a la luz, demostrando que sobre ellas cayó una lluvia de fuego, destrucción y muerte, y confirmando una vez más que casi todo lo que aparece en los antiguos textos y que ha sido tomado por leyendas pueriles tiene una base tan sólida como la roca. A nuestro entender, estos trascendentes hallazgos demuestran lo que ya se suponía desde hace tiempo, que en la zona de India se desarrolló un conflicto armado que acabó con un holocausto nuclear de grandes proporciones, en el que

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ciudades enteras fueron sometidas a la muerte y posteriormente abandonadas. Ante estos hallazgos, no hay mucho margen para la duda. Por otra parte, el nivel de conocimientos no se ceñía solo al puramente armamentístico. Si salimos del Mahabharata y nos internamos en otros textos básicos de la India, supuestamente arcaica, encontramos maravillas como las siguientes, que demuestran el elevadísimo nivel tecnológico del que disponían los herederos de la misteriosa raza lunar: Los Puranas: en este texto también se describe la mítica guerra entre la India y la Atlántida. Hay determinados capítulos en los que se hace referencia a que el Mahabharata realmente recoge el combate definitivo a muerte entre ambas potencias, la atlante y la de los arios hindúes. Incluso Herodoto, muchos siglos después, fue informado por los sacerdotes egipcios de que hace 12.000 años se produjo esta guerra terrible, que dio lugar no solo al fin de la Atlántida, sino a la inclinación del eje terrestre a consecuencia del armamento empleado. En otra parte del texto se detalla que son siete las veces hasta aquel momento que la humanidad ha tenido que reiniciarse desde la llegada de la raza lunar, debido a cataclismos asombrosos. Ramayana: Sita, esposa de Rama, es raptada por Ravana, señor de Lanka, actual Ceilán. Para ayudar a su amigo Rama a rescatarla, Hanumán, el dios mono, parte en busca de Sita, con tal fuerza que arrancó de cuajo los árboles de las montañas. Hanumán en pleno vuelo era "como una nube ascendente, cuajada de relámpagos, y brillante como un sol ante el crepúsculo. Al volar sobre las olas, producía los ruidos de una nube de tormenta"…"podría compararse con un meteoro que, desde las regiones superiores, se precipitara a través del espacio”. Jiotish: este texto se remonta a 5.000 años, y es un tratado sobre la gravitación en el sistema solar, el movimiento heliocéntrico de la Tierra, la vía láctea, la rotación y física terrestre, las energías, incluyendo la cinética…increíble. Yoga Vasishta: es un tratado sobre la teoría atómica, donde se encuentra detalladamente toda la composición del átomo y sus características. Tablas Varahamira: se remontan a 2.500 años, y en ellas se indica el tamaño real del átomo de hidrógeno. Vaisesika: muestra como los antiguos consiguieron medir el tiempo que tarda el electrón en girar alrededor del núcleo. Brihtan Sathaka: explica la división del tiempo horario seguido por los llamados pueblos antiguos, llegando a una unidad mínima espectacular que

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equivale a una tres mil/millonésima de segundo. El objeto de ello no podía ser otro que el control preciso del tiempo atómico, para lo cual debieron disponer de máquinas capaces de medir esa fracción imposible, lo que supone un logro de alcance. El motivo se escapa a nuestra física, que aún no ha llegado a necesitar ese grado de precisión tan elevado. Por tanto, parece muy claro que la más alta tecnología era aplicada sin ningún tipo de dudas, llegando incluso a la desintegración del átomo y a iniciar campañas de destrucción masiva de los oponentes, mostrando como tristemente nuestros instintos han sido siempre los mismos. Pero no solo en la India hay restos de estas confrontaciones con armas atómicas. En el valle de Éufrates, una expedición francesa encontró bajo diversos estratos uno tan significativo como inexplicable: una capa completa de materia orgánica reducida a cenizas junto con grandes cantidades de arena vitrificada. Sin duda, algo vivo había sido reducido a cenizas sobre esa arena. En Escocia está la fortaleza de Tap O´Noth, cerca de Rhynie, al noreste del país. Está completamente vitrificada y pulverizada. La energía que operó aquí en algún momento fue tal que no solo las rocas se fundieron, sino que chorrearon ladera abajo en estado fluido. En todo el país hay 60 enclaves más con estas características, y los lugares donde están situados están alejados de cualquier actividad volcánica o térmica capaz de generar grandes temperaturas. Algunos de ellos son Arka-Unskel, Dun Mac Snuichan, Loch Ailort o Rahoy, y presentan el controvertido dato de que, pese a haber sido fechados en su mayoría en el paleolítico (sin pruebas reales), presentan en ocasiones capacidad interna para albergar hasta 250.000 personas, cifra impensable en esa época. La amplitud de la zona, que comprende casi la generalidad de la actual Escocia, y la magnitud de los indicios, hacen pensar en una confrontación pretérita en la que se usaron armas capaces de generar un enorme calor. En el gran mar de arena, en Egipto, aparecen enormes cantidades de arena vitrificada a la que no se le ha dado explicación. A veces se han nombrado acontecimientos celestes, como caídas de meteoros, para argumentar diversas teorías, pero la verdad es que todas han fallado hasta el momento. En 1850, en el Death Valley, en Estados Unidos, fueron descubiertas las ruinas de una ciudad de dos kilómetros de longitud, en las cuales se distinguía aún la posición de los edificios y la distribución de las calles. En el centro había una enorme roca con los restos de una estructura en su parte superior. La vertiente sur de la roca y de la estructura estaban abrasadas y vitrificadas, demostrando haber recibido desde esa dirección un inmenso y demoledor impacto calórico que no ha tenido explicación natural posible. Toda la región entre los ríos Gila y San Juan, en Estados Unidos, está cubierta de restos de ciudades y grupos de viviendas. Las ruinas de ciudades arrasadas y vitrificadas en parte descansan en una zona, que está llena de piedras fundidas y

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cráteres sobre los que se generó suficiente calor como para licuar incluso los metales. Hay calzadas pavimentadas y edificios rotos con pavorosas marcas, indicio de haber sido sometidos a miles de grados de temperatura. Sin duda, esta zona también es el escenario de una terrible deflagración térmica de la que no hay registro histórico. La ciudad de Hattusas, un enclave hitita en Turquía central, está parcialmente vitrificada. En Borsippa, al sur de Hillah, hay un ziggurat que en su momento fue confundido con la torre de Babel. Estas ruinas están coronadas por una masa de ladrillos vitrificados y fundidos (Fig.36), que forman un amasijo de materiales licuados y conglomerados a enorme temperatura. Cambiando de zona geográfica, tampoco queremos pasar por alto importantes descubrimientos efectuados en China. En el desierto de Gobi permanecen las marcas circulares de arena cristalizada verdosa producida por las pruebas nucleares chinas durante la guerra fría. Lo sorprendente es que, a no demasiada distancia de estas, hay otras que no han sido creadas por lo chinos, y por consiguiente, por nadie más en nuestra era, y que la similitud entre ambas es total. El gobierno chino nunca supo a qué se debía semejante fenómeno hasta que inició su programa nuclear. Ahora ya no tienen ninguna duda de lo que allí pasó, y nosotros, atendiendo a la razón y la lógica, tampoco. LA ARQUITECTURA INEXPLICABLE DE BAALBECK.

Baalbeck, en el Líbano. Un reto para todo aquel que piense que puede demostrar como se movían las piedras de gran tamaño en la antigüedad.

Se ha hablado mucho, y con razón, de los problemas arquitectónicos derivados de la existencia en sí de algo tan insólitamente inquietante como las pirámides egipcias, especialmente el conjunto monumental de la meseta de Gizeh. Ríos de tinta de muchos colores han sido vertidos por todo tipo de investigadores, y

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nosotros no vamos a entrar a considerar aún este enigma, sobre el que sí disertaremos más adelante. En cambio sí que vamos a analizar algo que ha pasado casi desapercibido en una zona mucho más remota, y que encierra un misterio posiblemente aún más profundo que el que rodea a las fantásticas construcciones egipcias. Baalbeck (las terrazas de Baal) es un conjunto arquitectónico singular, presidido por unas excelentemente conservadas ruinas de templos romanos, entre las cuales hay algunos monumentales, nunca mejor dicho. Según el registro histórico, la más antigua constancia que se tiene del enclave es que era una floreciente ciudad fenicia, llamada la fortaleza de Zafón (la fortaleza norte y secreta) cuando los griegos la ocuparon en el 331 a.J.C., a la que re-nombraron como Heliópolis (ciudad del sol). En el año 16 fue ocupada por tropas del emperador Augusto, que estuvieron allí durante tres siglos, construyendo tres templos completos con sus patios en honor a Júpiter, Baco y Venus, para lo cual aprovecharon unas enormes y espectaculares terrazas de piedra que ya estaban allí mucho antes de que los fenicios llegaran. La Biblia, otro antiquísimo referente, designa al lugar como Beth Shemesh (la casa del dios sol) y los sumerios, los más cercanos a la fecha en que el conjunto estaba en su esplendor, lo llamaban simple y explícitamente “el lugar de aterrizaje”. Un nombre sorprendente, ¿verdad? Arquitectónicamente, llama la atención que los romanos vinieran a esta tierra lejanísima a edificar el mayor templo dedicado a Júpiter de todo el imperio, superando con mucho al de Roma. Esto representa una incongruencia importante, y solo puede obedecer a la tremenda importancia que se le daba a la posesión de este enclave perdido en los confines del imperio. ¿Por qué no hicieron algo similar en España, Inglaterra o Francia? Pues sencillamente porque no era su forma de proceder. Además, para colmo, en aquellos años el hecho de peregrinar a la zona se convirtió en algo que se estableció en la cultura popular como un hecho relevante de fe, acentuando su importancia y aumentando nuestras sospechas de que el lugar era tenido por auténticamente divino desde tiempos inmemoriales. Fenicios, griegos y romanos fueron conscientes de ello desde el principio, y se limitaron a darle a Baalbeck la importancia que merecía. Sabemos que la construcción de fondo, la que está debajo de todas las ruinas de los templos de las tres culturas, data de al menos 3.000 años a.J.C., si bien se sabe que en el 1.000 a.J.C. se construyó un altar central en honor al dios Baal. Sin embargo, estas citas están siendo fuertemente cuestionadas, y se comienza a hablar de una fecha de construcción en torno a 15.000 años. Nosotros sabemos que esto también se queda muy corto respecto a la realidad, pero no adelantemos acontecimientos. Qué es lo que hace a este conjunto de ruinas especialmente interesante como para que nos centremos en él con tanta profusión de datos? Pues, como casi siempre, las piedras. En uno de los laterales de la base hay un trío de megalitos que se conoce mundialmente como el “Trilithon” (Fig.37). Está formado por tres

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inmensos bloques de granito de dimensiones sorprendentes y proporciones perfectas, cada una de las cuales tiene… ¡130 m3 y pesa 1.100 Tm! Por si no fuera suficiente, están asentadas sobre hileras de bloques de 300 Tm cada uno. Sirva de ejemplo que la media de peso de las controvertidas piedras de las pirámides es de 2,5 Tm, y ya es sabido el problema arqueológico que supone defender su extracción, transporte, elevación y colocación, con los medios atribuidos a la época, así que imaginen estas auténticas montañas de granito. Por si no fuera suficiente, en la cantera de la cual se extraían los materiales, hay una gran piedra acabada que, aunque fue movida, no llegó a colocarse. Es sin duda la mayor piedra tallada del mundo, y se la conoce con el singular nombre de “la piedra de la mujer embarazada”. Tiene 21,5 m x 4,8 m x 4,2 m, estimándose su peso en nada menos que 3.000 Tm. Piensen solo en cómo se puede cortar, trasladar y sobre todo elevar algo así, y cuando les surjan las dudas, pregunten a algún ingeniero o arquitecto y observen su cara. No hará falta decir nada más. Lo que si queda claro ante los imponentes bloques de Baalbeck es que la tecnología que se utilizó para ejecutar los trabajos relacionados no tiene nada que ver con útiles de cobre, palos, poleas, sogas de cáñamo ni demás utensilios que tan alegre e irresponsablemente se nombran cada vez que se habla de la civilización que supuestamente levantó estos monumentos. El problema no estriba en qué tipo de tecnología tenían aquellos a los que se atribuye su construcción, sino en la antigüedad real del conjunto, que se escapa al encasillamiento histórico, y por consiguiente recibe una incorrecta ubicación temporal. La cadena de errores producida lleva a desvirtuar su origen real, y por tanto el curso de la historia, al igual que ocurre con las pirámides egipcias. Queridos lectores: ninguna grúa del mundo puede levantar y colocar bloques de 1.100 Tm. Así de sencillo. ¡Punto! Además, aunque fuésemos tan estupendos que realmente tuviésemos resuelto ese problema, aún nos quedarían otras preguntas igualmente duras que resolver, como ¿para qué construir una base tan sobrecogedora? o ¿cuándo se hizo?, aunque la mas crítica es ¿quién tuvo capacidad en la más lejana antigüedad reconocida para planificar y ejecutar unas obras de tan ingentes proporciones? Despejaremos estas dudas posteriormente. Lo que sí parece evidente es que cuando hablamos de evolución arquitectónica hay dos fases muy diferentes en la historia del hombre. La más cercana, compuesta por todo lo que nos han legado nuestras magníficas civilizaciones clásicas: romanos, griegos, bizantinos, etc, que se caracteriza por ser bella y entendible, intrínsecamente ágil y factible. Todo en esta época es explicable, los procedimientos son claros y no hay el menor interés en mover nada de proporciones excesivas, ni siquiera para manifestar grandeza o poder, cosa a la que fueron muy dados.

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La otra fase, curiosamente la más alejada en el tiempo, resulta desconcertante. En ella, el gusto por mover enormes bloques es patente, sus construcciones son ciclópeas y difícilmente entendibles. Además, la manipulación de las piedras es de exquisita perfección, nada acorde con las épocas que se les atribuyen a los enclaves. Esto se aprecia en Egipto (en los monumentos de la IV dinastía), en Baalbeck, Tiahuanaco o Sachsahuamán. Sin duda hay aquí una incoherencia importante, pues, en muchos casos, parece que nos encontremos ante una involución en capacidad arquitectónica tras este periodo. De repente, en algún momento del pasado, toda la técnica que nos había permitido efectuar esas proezas con la piedra desaparece y queda perdida, lo cual no es lógico. Es más fácil entender este fenómeno de la monumentología imposible desde el punto de vista de que, o bien no lo hicimos nosotros o lo hicieron hombres similares a nosotros, pero pertenecientes a civilizaciones antiguas mucho más avanzadas que no figuran en nuestros registros históricos. Más tarde responderemos a esas preguntas, basándonos en lo que nos ha sido transmitido por los pueblos antiguos, pero, alejándonos momentáneamente de Baalbeck, no queremos dejar de hacer referencia, aunque solo sea de modo muy abreviado, a otras evidencias incuestionables que nos hablan de una tecnología inmensa en poder de civilizaciones del pasado remoto. IMPOSIBLES 1. Los Dogón, una tribu de Malí que habita en la meseta de Bandiagara, 400 Km al sur de Tombuctú, es un pueblo que sigue construyendo sus casas con barro y paja. Sin embargo, en las cavernas que utilizan como referencia para sus cultos, permanecen dibujadas desde tiempos ancestrales las más sorprendentes referencias a una estrella importantísima para los pueblos antiguos, llamada sirio. Pero lo más impresionante es que también aparece información exacta respecto a la existencia, tamaño y órbitas de Sirio B y C, sus dos estrellas hermanas, y un sistema planetario aún no descubierto. El problema y la grandeza radica en que nada de esto ha sido visible desde la Tierra hasta la puesta en funcionamiento del telescopio Hubble, y que por tanto nuestra cultura no lo ha descubierto hasta hace muy poco. Lo que era tenido por un mito, se ha convertido de repente en un legado cultural que alguien hizo a los Dogón en tiempos ancestrales, pero ¿quién? Una vez más la realidad supera a la ficción. 2. Piri Reis fue un almirante turco anterior a Colón que copió en 1513 unos mapas, que a su vez habían sido copiados muchas veces por otros marinos. Lo interesante de estos es que figuran con perfección exquisita las costas americanas, Amazonas incluido, y la Antártida libre de hielo (que fue descubierta en 1818), con precisión similar a la que solo hoy hemos conseguido gracias a la cartografía por satélite. Solo una raza muy avanzada pudo realizar el original, teniendo además en

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cuenta que se utilizó una proyección azimutal, lo cual solo es posible si se conoce con exactitud la forma de la Tierra. 3. Cerca del lago Sevan, en Armenia, se han encontrado esqueletos de un pueblo llamado los Jurits, al parecer del año 2.000 a.J.C. En una de las calaveras, perteneciente a una mujer, se encontró un agujero de unos seis centímetros, consecuencia de una muy grave herida hecha en vida. Extraños y capacitados cirujanos habían insertado un pequeño tapón de hueso de animal y la mujer sobrevivió. Esto se sabe porque su propio hueso creció en parte alrededor del injerto, lo cual solo pudo deberse a un largo y exitoso periodo post-operatorio. Otra calavera jurit presentaba una herida más grande producida por un golpe, que al parecer astilló gravemente el hueso, provocando una peligrosa situación intra-craneal. Los sorprendentemente hábiles cirujanos cortaron una zona de la calavera alrededor de la herida para extraer las astillas del cerebro usando una tecnología de enorme precisión. Este paciente también sobrevivió. El profesor Andronik Jagharian, científico ruso que estudió las calaveras, comentó: “Considerando la precisión de los instrumentos que tenían que utilizar los médicos, se puede afirmar que técnicamente eran superiores a los cirujanos actuales”. También se encontraron inefables muestras de exitosa cirugía craneal y de tórax en unos esqueletos procedentes de Asia Central estudiados en la Universidad de Ashjabad. Había muestras evidentes de que un tratamiento quirúrgico se había realizado a corazón abierto, técnica que no hemos desarrollado hasta los años 70. No vamos a extendernos más. Simplemente hemos querido mostrar algunos ejemplos irrebatibles de gran tecnología antigua, breves pero fuertes pinceladas. Cada uno de los casos mostrados contradice abiertamente nuestra concepción histórica oficial, demostrando que hay una gran laguna que precisa de mayor humildad y objetividad para ser rebasada, y ver atisbos de la larga y verdadera protohistoria del hombre en el planeta. Cualquiera de esos hitos marcados permanecen olvidados por la ciencia oficial, ocultos por un halo de descrédito y secretismo que hace un profundo daño a la verdad. La sola constatación de la autenticidad de uno de ellos supondría la revisión absoluta de toda la escala humana, el abandono definitivo de los dogmas establecidos y la destrucción sistemática de la base que mantiene a muchas disciplinas. Aunque están a disposición de quien quiera estudiarlos, nos da en la nariz que, al menos de momento, nadie de los llamados “científicos serios” va a acercarse a menos de un par de kilómetros de donde se halle depositado cualquiera de estos testigos asombrosos, y además, en tanto que no cambien de actitud, mejor así, porque las explicaciones que dan provocan auténtico pasmo. Hay mucho miedo, así como un fundamentado temor al descrédito oficial, y eso es demasiado para la mayoría, a pesar de que interiormente, y sobre todo los que

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van llegando con renovada energía, ven que hay piezas enormes del puzzle que no solo no encajan, sino que ni siquiera se pueden sacar a la luz por la enorme oposición frontal que se produce. También hemos de ser conscientes de que no hay demanda de información sobre estos elementos por parte de la sociedad en general, y que resulta mucho más fácil seguir enseñando la historia de la vida y del hombre tal como otros la escribieron que iniciar ahora una profunda remodelación que abarcaría, sin duda, la globalidad del edificio del conocimiento: antropología, paleontología, geología, historia natural, historia humana, física… Sí, un caos sin duda… pero solo temporal, una revolución científica que ya ha sucedido otras veces (Galileo, Copérnico…). Lo que no podemos hacer es seguir fundamentándolo todo en supuestos falsos, porque tarde o temprano el edificio se nos derrumbará cogiéndonos desprevenidos. Pero parece ser que, condicionados para ignorar al sentido común, nos encaminamos ineludiblemente a ese desplome cultural. Las evidencias respecto a un pasado tecnológico importante anterior a la historia reconocida son abrumadoras. No solo en forma de literatura inexplicable, sino en forma de elementos físicos tangibles e irrebatibles, que se escapan, en ocasiones, a nuestro actual nivel de conocimientos. La lógica indica que ha habido una larga sucesión de periodos en los que nuestros antepasados han alcanzado cimas de civilización para después desplomarse por diversos motivos, entre los que no vamos a descartar para nada su propio carácter destructivo, como se desprende de los hallazgos efectuados en la India, íntimamente relacionados con lo descrito en libros como el Mahabharata o el Ramayana.

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CAPÍTULO XI.

HISTORIA VERDADERA ¿Por qué verdadera? Pues llana y sencillamente porque narra lo que nunca nos han contado a pesar de la abundancia de pruebas que la apoyan. Desarrollar una cronología “apócrifa” de la presencia humana en la Tierra no es una tarea fácil. El primer problema que nos encontramos para ello es la falta de información, ya que no hay registros “oficiales” más allá del límite de los 6 ó 7.000 años. Todo es “oficioso” y controvertido. El segundo es la historia que ha sido montada académicamente, en base a la cual las culturas más antiguas de nuestra civilización no se remontarían, bajo ningún concepto, más allá de ese límite. Sin embargo, tenemos a nuestro favor, como defensores de la existencia de un pasado no revelado, dos trascendentes fuerzas indicativas: el registro fósil-arqueológico y la literatura de alto nivel de las culturas y tradiciones protohistóricas. Ya hemos analizado parte de esos registros, y hemos descubierto con asombro como se nos ha estado “desorientando” repetidamente sobre la antigüedad y capacidad tecnológica del hombre, y a su vez hemos visto el profundo nivel de conocimientos que en determinado momento, más allá de los 12.000 años, algunas culturas llegaron a poseer. Esto es sistemáticamente ignorado por los círculos académicos de la vieja guardia, que han llegado en ocasiones incluso a la destrucción u ocultación de pruebas. El camino que siguen estos restos críticos y trascendentes, si pasan la criba que supone su hallazgo, es el de estancias escondidas en cualquier museo, lejos de la vista de los observadores curiosos. Afortunadamente, gracias a los últimos avances, la información corre tanto y tan rápido que los escándalos comienzan a ser incontenibles y llaman ya la atención del ciudadano medio. Por tanto, nuestra búsqueda de un objetivo para la aparición de la vida en la Tierra, y la humana que nos atañe, pasa necesariamente por hacer una profunda revisión de aquello que la historia oficial jamás nos contó, y que permanece encerrado bajo premisas por las que muchos sesudos investigadores los convierten en leyendas que no deben ser tomadas en cuenta. Eso a pesar de que mientras más avanzamos más las confirmamos y mayor es el grado de insólita verosimilitud que llegan a tener. Los textos antiguos, tremendamente cargados de simbología religiosa, pero precisamente por eso mismo ricos y muy seriamente documentados, son una fuente magnífica de información, siempre mirándolos desde un punto de vista exterior, ajenos a todo tipo de condicionante emotivo o episcopal. Hemos de desposeernos de todas las enseñanzas que nos han sido dadas para poder ver la verdad en estado puro que se esconde dentro de esas líneas milenarias, que conforman una auténtica crónica del hombre antediluviano. Quizás de ese modo podamos mirar hacia el pasado de un modo global, sin detalle, pero con suficiente contenido como para trazar esquemas que quizás, quién sabe, algún día sirvan para confirmar que la

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mayoría de los hechos que se nos relatan son crónicas fidedignas de un pasado trascendente y relativamente cercano. De siempre hemos sabido, y de ello hay constancia, que la historia la escriben los vencedores, y eso ha provocado un profundo desvío respecto a la veracidad, siendo ya de tal nivel que, a estas alturas, resulta inquietantemente difícil desentrañar con detalle el pasado. Buena parte de los registros han sido manipulados, se han perdido o no han sido interpretados del modo correcto, y no es necesario alejarse demasiado en el tiempo para ser conscientes de esto. Es un fenómeno que ocurre en nuestros días con demasiada frecuencia, permitiendo que todo lo que se escribe tenga una tendencia definida y, en apariencia, sólida, pero siempre mezquina y extremadamente favorable al fuerte o vencedor. Si no están de acuerdo con esto, interésense por todo lo relacionado con el desarrollo y construcción de las armas nucleares que se lanzaron en el 45 sobre Japón, y puede que descubran lo sorprendente que el desvío histórico puede llegar a ser mediante la orientación y el control de la información. Sí, mucho control y demasiadas mentiras… Nosotros no vamos a ser los primeros, afortunadamente, que intentemos hacer algo tan necesario para nuestro orgullo de raza supuestamente inteligente como es despejar el muro de oscuridad infranqueable que se extiende mas allá de esos 7.000 años. Muchos otros han investigado al respecto, y han llegado a las mismas conclusiones: la civilización humana tiene una antigüedad mayor que la atribuida. ¡Ojo! Para nosotros esto es una conclusión, no un punto de partida. Para abordar este reto, las fuentes consultadas por nuestra parte han sido, entre otras, las dos anteriormente reseñadas: el saber milenario, en forma de textos y tradiciones, y el escasísimo registro fósil o arqueológico. En ausencia de posibilidades empíricas, hemos de tirar de lo que tenemos, ya que negar sistemáticamente lo único que se nos transmite, o manipularlo, no supone más que un aumento en la oscuridad que envuelve a los albores de los tiempos. Seguir mirándonos el ombligo desde el altivo punto de vista de quienes se creen en verdad los seres más maravillosos de la creación no nos ayuda más que a aislarnos del universo que hay más allá de nuestra piel. Lo que vamos a transcribir a partir de aquí es una cuidadosa y documentada relación de los acontecimientos que engrosan algunos de los más antiguos textos del mundo, los cuales llegan a tener coincidencias tan importantes entre sí que es posible trazar un preciso esqueleto que los une, empresa que estamos dispuestos a acometer. Todos, desde la tradición tibetana a la andina, desde Sumeria a África, parecen tener un tronco común, un nexo que nos habla de un pasado borrado pero subyacente. Negar la existencia y trascendencia de los legados antiguos sin detenerse a estudiarlos más que desde el punto de vista espiritual es una falta de visión notoria, y lo que es más grave, conduce a una insufrible tergiversación de la realidad.

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Nosotros vamos a asumir las posibilidades de error que conlleva este tipo de investigación, pero conscientes de que, posiblemente, las cosas hayan discurrido de un modo más cercano a lo que vamos a relatar de lo que en principio se pueda esperar. Y desde luego, siempre vamos a acertar en negar que antes de los 7.000 años nuestra raza solo conocía las bondades de la piedra. Entremos en esta difícil materia. En primer lugar, hablemos de la aparición de la vida, y especialmente de la de nuestra especie. A ese respecto hemos encontrado, de manera sorprendente, dos núcleos completos de creación, con unas metas y objetivos bien diferenciados, así como las épocas en que actuaron. Estos núcleos son momentos en los cuales queda claramente reflejada la presencia de entidades diferentes, que inician colonizaciones avanzadas en la Tierra atendiendo a criterios, intereses y posibilidades divergentes. Además, hemos de sumar un tercer núcleo que es aún más extraño, pues indica actividades efectuadas por alguien que no tendría que haber estado. Vamos a analizarlos por el orden de cercanía a nuestra era. Pero ¿por qué aparecen, de repente, las palabras “intervención” o “creación”? ¿No estábamos de acuerdo en que el hombre era producto de la evolución? Pues se podría decir, en base a los últimos hallazgos, que un 99% de lo que nos compone es sin duda de origen evolutivo, estando ya bastante claro nuestro árbol genealógico, pero hay un 1% que encierra el mayor de los secretos, y que nos obliga a reconsiderar todas las teorías vertidas sobre nuestra existencia. En algún momento, hace 230.000 años, fuimos sometidos a una intervención que dio lugar a nuestra separación del árbol de los primates, y, desde luego, no fue una separación de carácter natural. Esto será ampliamente demostrado en adelante. NÚCLEO 1. EL ORIGEN DEL HOMBRE Aunque lo que vamos a contar es una deducción densa y quizás no suficientemente cimentada, hemos de tener en cuenta que nada que observemos por detrás de la barrera del límite de los 7.000 años presenta solidez como para elaborar la protohistoria que el movimiento académico ha tejido, en la que los enlaces deductivos son igualmente inconsistentes. Son demasiadas las veces en que el hallazgo de un diente ha servido par dar forma a un hábitat completo, cosa, como mínimo, pretenciosa, por ser suaves. Por tanto, los argumentos enlazados que vamos a presentar no tienen menor credibilidad que la idea, por citar un ejemplo, de que la raza humana no tiene más de 50.000 años, como erróneamente defiende la antropología sin grandes pruebas que lo confirmen (y que no hay en absoluto). Por tanto, el hecho de establecer un supuesto hipotético alternativo en el que tengan cabida todos los hechos naturales contrastados debe ser forzosamente enriquecedor, ya que aporta un punto de vista que podría ser interesante al dar un paso atrás y adquirir una perspectiva, cuando menos, diferente. Expresarnos sin

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prejuicios es el único modo de intentar una aproximación a lo que perfectamente, por raro que en principio nos parezca, pudo haber ocurrido en nuestro sistema hace eones. Tomen esta hipótesis como un relato corto, y les sorprenderá en grado sumo, sobre todo a medida que vayan “sintiendo” como encaja en el guante del tiempo. COLAPSO Las evidencias de la existencia de un extinto planeta en la zona actualmente ocupada por el cinturón de asteroides son cada vez más numerosas. El fenómeno ha sido estudiado tanto y tan profundamente que incluso, a pesar de la polémica que desata, se le ha dado un nombre al extinto cuerpo: V. Zavaritskii y Daly calcularon que V pudo ser un cuerpo de considerable masa, un diámetro en torno a 6.000 Km y núcleo de 2.000, siendo su corteza exterior de 45 Km de espesor. Era, por tanto, de un tamaño similar a la mitad del de la Tierra. Según estos autores, en uno de sus giros este cuerpo fue desmembrado al acercarse a un astro inmenso y sobrepasar el límite de Roche (punto crítico donde la tensión generada por el atractor basta para desestabilizar al más pequeño). Esto es motivado por la fuerza simultánea que la gravedad ejerce sobre todos los puntos del cuerpo que se aproxima, causando un fuerte “tirón descohesionador” y dando lugar a una deformación crítica que, en este caso, acabó con la liberación repentina del material interno, provocando su desmembramiento y posterior colocación orbital en forma de restos rocosos de todos los tamaños. Lo que quedó es el actual cinturón de asteroides, que engloba a una parte de los escombros que aquel evento dejó. La teoría de la explosión explicaría parte de los cráteres de impacto de Marte, el cual, según Tom Van Flandern, era en aquellos tiempos un satélite del extinto y misterioso planeta. Tras recibir miles de impactos, de los cuales tres, los que dieron lugar a los cráteres Hellas, de 1.600 por 2.000 Km, Isidis, de 1.000 y Argyre, de 630 Km, son auténticos colosos, el pequeño Marte, de solo 6.773 Km de diámetro, estuvo a punto de abrirse por su ecuador debido a la presión acumulada. Esto lo muestra claramente la cicatriz de 7 Km de profundidad que es el célebre Valles Marineris y la cadena volcánica con cumbres de más de 20 Km de altura que hay a su Oeste, en la región de Tharsis. Ambos fenómenos son una consecuencia directa de la presión antipodal ejercida cuando las ondas de choque, provenientes de la amplia y destructivamente pluralizada zona cero, confluyeron en un mismo punto. Inmediatamente después de la tragedia. Como prueba de ese extraordinario suceso, el eje marciano quedó finalmente inclinado hasta los actuales 24º, y el campo magnético cesó repentinamente casi por completo, seguramente al ser detenido el flujo de magma interno debido a la apertura de tremendas vías de escape para la lava y a los vectores de presión generados por los impactos. Este bombardeo cósmico solo pudo ocurrir de manera repentina. Debido al movimiento de rotación de este planeta, muy parecido al terrestre, y a la concentración masiva de los cráteres en uno solo de sus hemisferios, el opuesto a Valles Marineris y a la cadena volcánica Tharsis, parece evidente que Marte estaba próximo cuando el ocupante misterioso del cinturón de asteroides, el planeta al que

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circundaba, estalló. De ese modo, la cara que miraba al acontecimiento acabó pasada a fuego, hasta tal punto que cerca estuvo de fracturarlo por su ecuador. Las evidencias de que Marte fue en su día un satélite que se vio expuesto a la enorme deflagración de V son abrumadoras: 1. Presenta un gran desplazamiento del centro de gravedad respecto del centro de la esfera. Esto es lo normal en satélites expuestos a la atracción mareal de los cuerpos alrededor de los cuales orbitan, al producirse un lento y continuo corrimiento de la materia interior fundida debido a la gravitación recibida. 2. Es mucho más pequeño que cualquier otro planeta. En sí, es un planetésimo original que no se ha visto sometido a ningún proceso de choque planetario con fusión global, por lo que conserva el tamaño original de las primeras esferas que se formaron en el sistema. Algo así como un gran fósil de los periodos en que los cuerpos mayores se iban acumulando entre sí. 3. Su órbita es mucho mas elíptica que la de los otros planetas, indicio claro de haber sido iniciada después de un desplazamiento desde una órbita original, que en este caso era alrededor de V, hasta otra muy distinta alrededor del Sol, ya como planeta de pleno derecho. De haber sido en origen un cuerpo en órbita solar, como es ahora, y no un satélite, tendría una traslación mucho menos elíptica, similar a los demás. 4. La mayoría de su atmósfera se ha perdido. Esto es una clara consecuencia de un cataclismo masivo que arrojó los gases en abundancia al espacio. Actualmente es mínima y violenta. 5. Su rotación es más lenta que la de los planetas mayores, excepto en aquellos en los que la presencia de Lunas masivas contribuyen a su estabilidad, como es el caso de la Tierra. Esto nos dice que Marte, en el periodo en que era un satélite de V, ralentizó su giro de forma importante, factor en el que debieron ser determinantes las mareas de los océanos. 6. Una gran diferencia de elevación divide Marte en dos partes hemiesferoidales perfectamente equilibradas respecto a la geometría. En su frontera se puede trazar un círculo que separa dos hemisferios en los que se dan características contrapuestas en sedimentación, orogenia y altura media.

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Marte tal como es. Todos esos cañones, cráteres de impacto y volcanes… Sin duda aquí pasó algo muy grande.

Las zonas blancas muestran el hemisferio elevado del planeta. El círculo no es perfecto por la acción volcánica y la súpererosiva de las grandes olas. 6.1. El hemisferio norte tiene una capa sedimentaria incrustada en la corteza de 1 Km. El sur más de 20. Antes del evento masivo de destrucción ocupaban los laterales del planeta, y estaban cortados perpendicularmente por el ecuador original. Durante el evento, el eje se desplazó alrededor de 60º, por lo que los hemisferios, que entonces eran laterales, acabaron siendo “casi” norte y sur con una desviación respecto al ecuador actual de 30º. 6.2. La capa sedimentaria que engrosa la corteza del hemisferio sur decrece gradualmente hasta enlazar con el nivel norte de modo

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suave, delatando un origen basado en eyecciones rápidas, y no en lenta tectónica. 6.3. El hemisferio norte está casi libre de cráteres. El sur, saturado, y con algunos de ellos monumentales. Estos impactos principales, acompañados de miles de otros menores, aniquilaron el planeta. Además no tienen restos magnéticos, como correspondería si al solidificarse la lava el campo hubiese estado activo, en contra de lo que sucede con buena parte de la corteza, lo cual significa que, a consecuencia del cataclismo, el campo cesó de repente en brevísimo tiempo. Esta formación obedece a un fenómeno de súpererosión, debido a la enorme avalancha de agua (no agua fluyendo) que pasó sobre la zona al ser desplazada desde sus cuencas habituales. 6.4. Una extraordinaria inundación se extendió desde el hemisferio sur al norte, portando cantidades ingentes de agua a enormes velocidades. Estas causaron múltiples valles y cañones, rompiendo las orillas de sedimentación de la frontera del “casquete” que conforma el actual sur. Esa agua yacía en océanos situados en las proximidades de las cuencas de impacto, y fue desplazada instantáneamente con un gran carácter erosivo. La inmensa mayoría de formaciones extraordinarias que presiden la superficie actual del planeta se generaron en un solo día.

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Aquí el agua fluyó a gran velocidad con dirección al actual norte. Obsérvese la relación de tamaño. Solo la mecánica de impacto explica el movimiento de cuerpos enteros de océano, capaces de desarrollar tanta fricción en un área tan ancha como la que vemos.

Todos estos fenómenos obedecen a excavaciones acuáticas erosivas de enorme violencia. 6.5. Los valles erosivos, como Ares o Simud, creados por las masas de agua desplazadas, son perpendiculares al eje que separa ambos hemisferios, lo cual muestra la procedencia de las inundaciones y la dirección de los bruscos torrentes de agua. 6.6. El “achatamiento” de Marte no coincide con el que habría producido su movimiento actual a lo largo de los tiempos. En

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cambio coincide plenamente con la línea que delimita los dos hemisferios antiguos, siendo evidencia del desplazamiento del eje anteriormente reseñado, y de que antaño estuvo en otra situación.

6.7. Al sur-oeste del Monte Olimpo hay unos enormes bancos de material sedimentario que fueron barridos por el agua en dirección noroeste. El origen y violencia al que señalan sus zonas erosionadas es inapelable.

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6.8. Parte del agua se volatilizó junto con la mayoría de la atmósfera, pero un porcentaje elevado de ella permanece congelada bajo una capa polvorienta, que se extiende por casi todo el hemisferio norte con una altura constante. Se congeló rápidamente, al quedar el planeta desprovisto de una atmósfera reguladora y sometido a condiciones extremas de manera súbita.

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7. Los grandes volcanes de Tharsis y el Monte Olimpo (foto superior) están situados en las antípodas de los grandes impactos que se produjeron en el hemisferio opuesto. Las ondas sísmicas tardaron solo 24 minutos en llegar a esta zona. Mientras la superficie se hinchaba a lo largo de cientos de kilómetros como una gigantesca cúpula, Valles Marineris crujía ensanchándose. Justo antes de que los inmensos volcanes se abrieran y liberaran el magma interno, el océano desplazado desde las zonas de los impactos arrastraba a velocidades próximas a la del sonido todo cuanto hallaba a su paso. Cuando llegó al actual hemisferio norte, la atmósfera ya se había ido en medio de frentes huracanados de más de 1.500 Km/h, y la temperatura se hundió de súbito hasta límites bajísimos. Irónicamente, mientras medio planeta se consumía entre las llamas, el agua que se había depositado violentamente en la zona norte se congeló con rapidez y quedó cubierta por metros de sedimentos precipitados desde la zona del gran desastre. 8. La presencia masiva de Xenón129 sobre la superficie marciana es una evidencia enorme de un gran evento destructivo en las proximidades del astro. Este elemento es un producto de fisión que se genera en explosiones masivas, y se encuentra en una abundancia tan sorprendente que no cabe otra posibilidad que una enorme deflagración en las cercanías para su origen, por lo que es un elemento trazador de enorme importancia en este caso. Se depositó sobre Marte mientras caía una terrible lluvia de meteoritos, y su huella ha permanecido inalterable hasta hoy, demostrando que un gran cuerpo muy cercano sufrió un colapso extraordinario y precipitó parte de su masa contra el planeta rojo.

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9. Valles Marineris es una cicatriz impresionante que se formó 12 minutos después de la secuencia de impactos principales. Marte estuvo a punto de abrirse totalmente por allí. Solo la aparición de los grandes volcanes, que aliviaron la presión interna, evitó un desastre aún mayor, que pudo haber dado lugar a la desaparición total del planeta. Enormes masas de agua circularon repentinamente por sus cañones de 7 Km, aumentando lo abrupto de su relieve y encontrándose con material fundido procedente del manto. Este choque térmico tuvo que ser de unas proporciones grandiosas.

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Si este terrible conjunto de acontecimientos no hubiese ocurrido, probablemente este planeta que ejerce tanta fascinación en el ser humano sería hoy lo que cada vez está más claro que fue entonces: un vergel, un mundo dotado con una atmósfera oxigenada y con grandes océanos. Sin duda, debajo de capas kilométricas de sedimentos yacen restos que delatan la frondosidad de una naturaleza verde incipiente, que sin duda tuvo el privilegio de ser la primera evolución vital de nuestro sistema. ¿Por qué decimos esto? Pues porque muchísimo antes de que se iniciara la vida en la Tierra, Marte ya estaba plenamente desarrollado y con una biosfera óptima, un auténtico prototipo. Esto es así porque, en tanto que el resto de los planetas interiores, entre los cuales está el nuestro, recibió colisiones inmensas de formación hasta hace unos 4.000M de años, el pequeño Marte, un planetésimo original, gozó del beneficio que le aportó el no verse implicado en ningún evento de fusión a nivel planetario, por lo que desde su formación contó con 1.000M de años extra sobre sus compañeros de hoy para albergar aquellas extraordinarias condiciones de vida en época tan remota. Del mismo modo que estamos seguros de que la vida que conocemos hasta hoy se ha formado en la Tierra, hemos de tener muy claro que las posibilidades apuntan a que apareció primero en Marte, por lo que la gran pregunta debería tender a cuestionarse hasta dónde llegó realmente la evolución biológica en el pequeño vecino.

En esta hermosa imagen vemos Valles Marineris, en Marte, y la gran cordillera volcánica de Tharsis a su izquierda. Cicatrices de un día aterrador.

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Análisis de como las ondas de choque de los impactos Isidis y Hellas confluyeron en la región volcánica de Tharsis, provocando enormes erupciones.

Visto lo teorizado por Tom Van Flandern, la hipótesis del planeta que estalla parece coherente, y explica buena parte de los misterios del astro rojo. Es evidente que ello tuvo que tener repercusiones catastróficas en toda forma de vida que hubiese en la superficie, pero ¿como estalla un planeta? En el espacio las cosas no suceden como nos cuentan las películas. Todo es mucho más lento y lógico, y los cuerpos son masas lo suficientemente sólidas como para resistir grandes eventos destructivos sin desmembrarse. Sin embargo, la recurrencia de extraordinarias fuerzas gravitacionales sí que pueden dar lugar a una crisis, anulando en primer lugar el “pegamento” que mantiene unidas las esferas celestes, que no es otro que la gravedad, y actuando a la inversa una vez superado el límite de Roche. Si de repente, por algún motivo impensable, la gravedad terrestre cesara su actividad, nuestro planeta comenzaría a disgregarse muy lentamente, separando sus componentes en todas direcciones debido a la fuerza centrífuga de la rotación. Este terrible evento se produciría sin ningún tipo de violencia, pero imparablemente veríamos, caso de poder sobrevivir a la fuga de la atmósfera, como montañas enteras iniciaban el vuelo y se colocaban en órbita solar, dando lugar a un nuevo cinturón. Tal es la importancia de la gravedad. W.H. Ramsey determinó en 1950 que otra posibilidad de explosión a nivel planetario tendría que ver con los modos en que el núcleo del planeta se expande y contrae, en función de las alteraciones de temperatura que pueda llegar a sufrir. Según su teoría, los planetas se forman en frío y tienden a calentarse, con lo que se hincharían, o bien se forman en caliente y tienden a enfriarse, con lo que se

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encogerían. Esto provocaría que, en casos muy concretos, la diferencia repentina de tamaño del núcleo fuese suficiente para provocar la desestabilización, que inevitablemente llevaría a la explosión. Un segundo evento desestabilizador propuesto se basa en los mecanismos de fisión nuclear natural. Este fenómeno es equivalente al que actualmente se produce en Oklo, Gabón, y que ya analizamos en el capítulo “el problema de las dataciones”. Allí un reactor natural produce una reacción en cadena desde hace 2.800M de años, dando como resultado plutonio enriquecido. En esa época, la proporción de uranio235 presente en el uranio natural era cuatro veces mayor que la de hoy, por lo cual se produjo el inicio de la reacción en cadena al iniciarse un bombardeo sostenido de neutrones bajo condiciones de gran presión y con mucha agua. Si este fenómeno no se hubiese detenido y hubiese llegado a provocar una gran fisión a escala planetaria, el resultado hubiese sido la explosión nuclear natural del planeta. Este mecanismo inverosímil pero cierto (como demuestra el fenómeno de Oklo) es uno de los iniciadores propuestos como detonantes para las estrellas, y tiene capacidad y actualidad suficiente como para ser muy tenido en cuenta. También el argumento físico y químico apoya la teoría de una explosión planetaria cercana. Los asteroides condríticos, los más numerosos, muestran restos de haber sido parcialmente arrasados por una repentina exposición a un gran calor. Otros tipos han sido expuestos a un flujo pesado de neutrones, originado por una gran deflagración nuclear que los desmembró de algún cuerpo mayor al que pertenecían. Por tanto, se puede suponer sin margen de error aparente que la inmensa mayoría de los asteroides, junto con algunos cometas, se originaron durante episodios de grandes convulsiones en el sistema, producidos por la repentina explosión de cuerpos planetarios sólidos en su integridad. Y por si aún eso no fuese suficiente, se han hallado restos de cloruro sódico en un buen número de estas rocas espaciales, o lo que es lo mismo: sal de origen marino, procedente de la volatilización de antiguos océanos que no sabemos en qué planeta estuvieron. Este es un hallazgo de gran valor para establecer las posibilidades de vida que puede haber en el cosmos, ya que, al menos en nuestro orden basado en el carbono, el agua es el inicio de todo. Un planeta que la posea tiene elevadas posibilidades de albergar vida. Pero teniendo en cuenta que todo el material eyectado que hemos encontrado en los diversos cinturones parece insuficiente como para formar un planeta ¿dónde está toda la masa que falta? Consideremos el sorprendente hecho de que la explosión violenta de un cuerpo de tipo similar al nuestro arrojaría al espacio el 100% de su masa, de la cual el 99% quedaría inmediatamente vaporizada al estar extremadamente caliente y verse liberada de las grandes presiones que hay por debajo de los 40 Km de corteza. La violenta expansión llevaría a la volatilización y consecuente desaparición virtual, al ser toda la masa micronizada o convertida en gas. Por tanto, lo único que quedaría de un planeta como el nuestro sería un gran cúmulo rocoso correspondiente a sus últimos 40 Km de corteza, lo cual supone un 1% del total, o lo que es lo mismo, nada. A eso, además, tenemos que restarle los

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trozos que alcanzaran la velocidad de escape y se perdieran en el firmamento, los que inicien periodos cometarios de diversas duraciones, y los que impacten con otros cuerpos cercanos. Si esos restos parecen poco para la cantidad de materia que compone un planeta, imaginemos lo que queda tras la desaparición de un enorme astro gaseoso, carente de materia sólida real. Por tanto, en algún momento del pasado, Marte, que fue un planeta verde y lleno de vida, resultó arrasado por un cataclismo contra el que no hay defensa posible. Visto el esquema evolutivo que se ha desarrollado en la Tierra, previsiblemente con un retraso de 1.000M de años respecto al marciano, y las características que albergó el hoy muerto planeta rojo, hemos de pensar que las posibilidades de existencia de una raza evolucionada en la superficie de Marte antes de su destrucción son elevadísimas. Además, su mayor antigüedad hace previsible que la capacidad tecnológica de esta civilización pudiera ser más alta que la que ostentamos actualmente. Las pruebas de ello comienzan a ser notables, y vamos a observarlas detenidamente a continuación. Sería lógico pensar que tras la catástrofe, enormes sectores del supuesto tejido civilizado quedaron profundamente enterrados bajo kilómetros de sedimentos en el hemisferio sur, o de hielo cubierto de polvo en el norte, como hemos visto. Puede que la intensa erosión provocada por los vientos que azotan el planeta con asiduidad estén sacando a la luz indicios interpretables, y que habría que analizar con más empeño del que se muestra, al menos de cara al público. Pero ¿en qué consisten esos indicios?¿Tienen entidad suficiente como para afirmar lo que estamos aseverando? En este aspecto resulta destacable una imagen del subsuelo en la zona de Cydonia, en la que se distingue lo que sin duda son trazados geométricos que separan a construcciones cuadrangulares de volumen considerable, probablemente edificios, que reposan inmersos en hielo cubierto por una gruesa capa de polvo erosivo. La imagen es excelente, y la proporción, geometría, exactitud, volumetría y, en general, abundancia de ángulos de 90º en las tres dimensiones, seguidos de aristas perfectas de enorme longitud, delatan un origen artificial. Teniendo en cuenta el tamaño del conjunto, similar a una ciudad como Barcelona, estamos sin duda ante los restos enterrados de una urbe que pudo albergar a millones de habitantes.

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Esta imagen del subsuelo muestra lo que parecen ser inmensas estructuras geométricas yacentes bajo el hielo en zonas concretas del hemisferio norte marciano. La alineación, la configuración cuadrangular tridimensional, las aristas perfectas y la perspectiva del conjunto sitúan las cosas en un punto que deja poco lugar a las dudas. La superficie observada tiene cientos de kilómetros cuadrados. Otro fenómeno singular divide a los científicos en todo el mundo. Son los “túneles de cristal” de Marte, una singular red de formas tubulares, de material transparente reforzado por estructuras en intervalos regulares, que discurren por zonas profundas entrecruzándose y expandiéndose. Solo la erosión los ha dejado al descubierto, revelando algo que, por su tamaño y características, parece un sistema subterráneo de distribución o transporte. En una de las imágenes se aprecia lo que se asemeja a una esfera luminosa que discurre por el interior de uno de ellos. En algunas imágenes del subsuelo han aparecido sus rastros internándose en las ciudades enterradas bajo el hielo, justo como debería ser si son lo que parecen.

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Estos túneles tienen kilómetros de longitud, se entrecruzan, tienen estructuras de refuerzo, y se extienden a gran profundidad. Solo la erosión los ha sacado a la luz. Según nuestro modo de entender las cosas, podría tratarse de un sistema de transporte subterráneo, parecido a nuestro metro, o un entramado de enormes tuberías. También, aunque no haya sido dado a conocer a la opinión pública, está más que documentada la existencia de fósiles en la superficie de las rocas. Esto es notorio en las imágenes que mostramos a continuación:

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Esta imagen fue mostrada a un eminente paleontólogo sin decirle de dónde procedía. Desde su experto criterio, y a falta de un análisis in situ, no le cupo duda de que se observan tres formas fósiles claramente definidas: una central, que figura resaltada, y dos perfectamente esferoidales a su derecha.

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Tras someter a la piedra a un intenso e inexplicable pulido desapareció el fósil central, pero no solamente las esferas mostraron su forma perfecta sino que surgieron dos más que permanecían ocultas bajo el nivel visible. Las cuatro tienen similares dimensiones y ninguna explicación. También van surgiendo, justo por encima del nivel que ocuparon las aguas antes de congelarse definitivamente, restos de ruinas ciclópeas de geometría clarísima, enterradas bajo las dunas. Las fotos son tan precisas que se puede seguir el trazado de los gruesos y regulares muros bajo las capas de sedimentos, conformando lo que, indudablemente, son restos arquitectónicos de grandes edificios. Veamos una de las imágenes más espectaculares:

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Esta imagen es impresionante. Muestra unas ruinas geométricamente inapelables en medio de un desierto marciano. Se distingue el grosor de los muros, la distribución bajo la arena…

La siguiente instantánea muestra lo que muchos consideran restos fuertemente erosionados de pirámides, producto de los constantes vientos de más de 300 Km/h que recorren el planeta rojo constantemente. Nosotros no lo tenemos tan claro, pero lo que no cabe duda es que, caso de que no sea así, la actividad geológica en Marte sería muy diferente de la terrestre. Lo más significativo quizá sea que este conjunto está en uno de los extremos de una de las ciudades enterradas, y que hay túneles que unen ambos enclaves.

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Creemos firmemente que en base a las pruebas y datos recopilados, de los cuales solo hemos mostrado una pequeña secuencia, es posible establecer que la civilización marciana existió y poseía una muy elevada sociedad hasta hace unos 240.000 años, fecha probable para el cataclismo que asoló el planeta, y que los restos de sus construcciones están esparcidos, más o menos enterrados, por todo el astro. Pero ¿sobrevivió esa sofisticada cultura al evento que acabó con Marte? Creemos que sí. Poca gente es consciente de que si en estos momentos nuestra civilización se viese amenazada por un impacto cercano, un asteroide aniquilador, estaríamos totalmente indefensos. Por desgracia, hemos invertido tanto en desarrollar la capacidad destructiva de nuestras armas y abandonado tanto la necesidad de protección como especie en un universo hostil, que la actual capacidad de intervención de que disponemos es, sencillamente, insuficiente, y eso es algo que seguirá siendo así durante al menos 150 ó 200 años, como se deduce de múltiples estudios y proyecciones que se han hecho al respecto. Ni nuestras armas nucleares son suficientes para abordar a cuerpos espaciales del tamaño del Everest, ni nuestros sistemas de impulsión y dirección permiten un blanco con garantías, ni estamos capacitados para proporcionar al mundo el beneficio de una alerta temprana. De momento, hemos de mirar al cielo y esperar que no se nos desplome por una buena temporada, mientras nuestros dirigentes perfilan sus planes individuales de escape a refugios situados en órbita. Pero pasado ese tiempo sí que podríamos disponer de tecnología que nos permitiera desviar al intruso o destruirlo, y es probable que dentro de 300 años tengamos capacidad para mover grandes flujos migratorios a hábitats artificiales hasta haber pasado la crisis destructiva, asegurando la supervivencia de nuestra raza. Por tanto, cabe suponer que cuando la sociedad que habitaba Marte, mucho más avanzada respecto a nosotros que esos 300 años, se tuvo que enfrentar a un evento de exterminio ineludible, optaron por la mas evidente de las soluciones: evacuar a toda su cultura. ¿De qué disponemos para imaginar esto? Sabemos que Marte desarrolló todas las condiciones para la vida mucho antes que la Tierra. Sabemos que hace 240.000 años sufrió un cataclismo que destruyó su medio ambiente de un modo total y perdurable. Sabemos que hay restos enterrados que hablan de una civilización desaparecida de gran nivel. Por tanto, las posibilidades de que se iniciara esa evacuación organizada son muchas, y en aquella época el lugar más parecido a Marte de todo el Sistema Solar era nuestro planeta, donde aún nosotros no estábamos ni en camino de aparecer como especie. Demasiado tentador.

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Pero ese sería un vuelo con escalas. LA EVACUACIÓN En el supuesto que vamos a establecer, evidentemente recreado en lo referente a la migración planetaria en base a deducciones meramente argumentales, destinadas solo a establecer un nexo con momentos posteriores que sí están bien documentados, todo empieza en torno a una fecha cercana a hace 240.000 años. Un día que no difería demasiado de los anteriores, los científicos marcianos descubrieron la entrada en el sistema de un cuerpo que iba a provocar una convulsión gravitatoria en el planeta V, astro alrededor del cual giraba entonces su mundo, en un plazo que no creemos que superase unos pocos años. Los modelos matemáticos de la intrusión demostraron que X, que es como denominaremos al gigante, iba a ocasionar la total destrucción de V cuando este entrase en su límite de Roche debido al elevado poder gravitatorio, que generaría unas corrientes de marea que lo desmembrarían. Marte, girando hasta entonces alrededor de V, quedaría liberado en órbita solar, pero arrasado por las tensiones y posiblemente golpeado por trozos inmensos del planeta destruido, con unas consecuencias para el ecosistema que no daban lugar a la más mínima esperanza de supervivencia a nivel biológico. Con toda probabilidad, el pequeño planeta, entonces tan azul como el nuestro, iba a ser incinerado y su atmósfera se iba a escapar al espacio en gran medida, apoyado por una pérdida repentina del campo magnético debida al súbito frenazo causado al núcleo. Desolador. Estudiados los datos, los gobernantes de aquella sociedad avanzada optaron por la única vía de escape posible, la evacuación a nivel global, pero el problema, aparte de la urgencia, era que ningún otro planeta del sistema, incluido el nuestro, reunía condiciones suficientes para garantizar la supervivencia ante semejante acontecimiento cercano, con lo que todo se agravaba. Una destrucción planetaria provocaría un bombardeo meteórico intenso en los alrededores, por lo que optaron por la única solución que les quedaba: construir refugios profundos en cuerpos lejanos capaces de albergar a una parte de su avanzada pero desdichada civilización, aunque el problema era el tiempo. Entonces encontraron un lugar que, contra todo pronóstico, reunía las características adecuadas. Nuestra Luna. Los cálculos de trayectoria habían demostrado que este gran satélite de la Tierra estaría perfectamente oculto tras la masa terrestre durante la parte álgida de la crisis, por lo que tendría un escudo impenetrable que evitaría el impacto directo de restos de la colisión a gran velocidad, y este golpe de fortuna fue lo que hizo que aquella civilización pusiera su meta en colonizar con rapidez nuestro satélite.

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Los ingenieros idearon una estructura de subterráneos profundos y robustos, capaces de resistir pequeñas colisiones, utilizando procedimientos constructivos desconocidos para nosotros, e iniciaron la tarea sin perder tiempo, agotando para ello buena parte de los recursos y el tiempo disponibles. Todo lo que se movía en su planeta tenía un único fin en aquellos tiempos: salvar la civilización y la cultura. Por aquel entonces, nuestro satélite giraba en una órbita más cercana a nosotros que la de hoy, a unos 350.000 Km de la Tierra, y visualmente presentaba un aspecto ligeramente mayor de como la vemos en la actualidad. Los ingenieros, favorecidos por la escasa gravedad lunar, excavaron en primer lugar una base principal en la cara oculta, y varias menores en la visible, que harían las veces de observatorios y espaciopuertos para el descenso a nuestro cercano planeta, quedando las áreas principales bien aseguradas en las profundidades de la base maestra. Las excavaciones en el subsuelo abarataron muchísimo la necesidad de materiales, y poco a poco se fueron tejiendo en los enclaves densos entramados de reparto energético, comunicaciones, y soporte vital… Al mismo tiempo, en los cráteres de los polos, pozos profundos fueron perforados, de los que se extrajo el agua necesaria para la vida, de la cual se separaría el oxígeno. Más adelante, cantidades indeterminadas de agua oceánica terrestre serían importadas a las piscinas de tratamiento por naves de carga. Mientras tanto, en las zonas más profundas, donde se dispusieron las áreas de gobierno y las grandes galerías colectivas para la población, se fue creando oxígeno y dispersando generadores de gravedad que facilitaran la adaptación al entorno. Todo esto está muy bien como fantasía, pero ¿tenemos algún elemento que pruebe la existencia de alguno de esos complejos? Pues contra todo pronóstico así es. Se ha constatado la presencia real de enormes construcciones en las profundidades de la Luna, como se puede observar en fotos hechas mediante sondeo por radar y termográficas. En aquella superficie familiar ocurren todos los días cosas no explicadas. Actividad minera, presencia de ruinas, cúpulas temporales, luces y sombras que se mueven por entre los cráteres, indicios claros de algún tipo de industria… algo ocurre en su superficie en este mismo momento, y desde luego no somos los responsables. Todo ello deja claro que alguien está allí, y basta con mirar por un telescopio barato y ser pacientes para constatarlo. No vamos a enumerar aquí la gran cantidad de anomalías que suceden allá arriba, pero son montones los científicos que han documentado ampliamente este campo, por lo que les invitamos a informarse. La imagen que les mostramos, clasificada hasta hace poco, está hecha con radar subterráneo, y en ella se puede apreciar una magnífica estructura poligonal,

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familiar para cualquiera que haya visto el alzado de un edificio con múltiples estancias, insertada entre una zona montañosa que, “curiosamente”, fue visitada por los astronautas del Apolo XVII. La geometría que se muestra es nítida, las dependencias, pasillos, estancias… incluso algún tipo de depósitos circulares alineados. Es una imagen que deja poco lugar a la imaginación, y que muestra lo que no puede ser entendido más que como una gran instalación subterránea de aproximadamente 130 x 70 m.

Una imagen radar escalofriante de la superficie lunar. Se ve una estructura interna muy definida y geométrica.

Por tanto, tenemos pruebas de la existencia de estas bases, en la que los constructores, sin todavía haber acabado completamente las instalaciones y casi sin tiempo para testearlas, procedieron a salvar por un procedimiento radical al mayor número posible de seres vivos de todo tipo de su mundo, incluyendo animales crionizados y plantas. Así, en algún momento cercano a la crisis, múltiples naves partieron desde la superficie del planeta rojo para hacer un recorrido sin retorno hasta la Luna, en lo que sin duda fue un éxodo de proporciones épicas.

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La fracción escogida para la supervivencia llegó sin mayores contratiempos y ya se encontraba segura en los refugios cuando X se divisaba inmenso en el horizonte. El abandono a su suerte de miles de millones de habitantes en la superficie marciana tuvo que ser un sacrificio difícil de imaginar, pero necesario y aceptado de común acuerdo por todos los sectores de la sociedad, conscientes de que era el único modo de que su civilización perdurara más allá del fatídico último día. Así llego el momento en que X despedazó a V, y una lluvia de fuego se extendió por el sistema en forma de montañas enormes de piedra, que fueron machacando a la congregación de planetas en todas direcciones. Marte fue el más afectado, tal como se había previsto, y nadie escapó en su superficie al cataclismo, cuyas consecuencias hemos analizado con anterioridad. También nuestro planeta resultó alcanzado por miríadas de fragmentos de todos los tamaños, aunque sus cráteres aún no se han encontrado, posiblemente porque cayeron al mar. Un desastre que está marcado en el cielo por el cinturón de asteroides que se extiende entre Marte y Júpiter, formado por gran parte de los restos de V. Esto sucedió hace 240.000 años. Después de producirse la tragedia, la parte de la civilización marciana que había podido salvarse dentro de la Luna, un número elevado e indeterminado de seres entre los cuales estaban la flor y nata de sus pensadores y artesanos, sobrevivió en las magníficas construcciones subterráneas, en la que se iniciaron tareas de cultivo de víveres para alimentar al alto número de refugiados, mientras los científicos determinaban el modo de volver a repoblar la superficie de su machacado planeta. Por desgracia, Marte estaba irreconocible. Los mares se habían evaporado o congelado, el campo magnético cesó, y la atmósfera se había visto lanzada en gran medida al espacio, por lo que los índices de radiación que llegaban a la superficie eran intensos. Nada había quedado que delatara el paso de una civilización, enterrada en ocasiones bajo kilómetros de sedimentos, y en verdad parecía imposible que alguien pudiera volver a habitar aquella bola muerta, cuajada de puntos calientes por donde la lava fluía hacia el exterior. Vista la situación, miraron a la Tierra, cuya atmósfera no era totalmente compatible con su sistema respiratorio y que ya habían visitado repetidas veces. En medio de la necesidad más absoluta de buscar un hogar, apremiados por las circunstancias, dieron comienzo a un plan verdaderamente ambicioso.

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EL DESCENSO Dando prioridad al problema de la alimentación, los dirigentes tomaron la decisión de que una vez solventadas las necesidades inmediatas en la colonia, se pensaría en una obra de ingeniería a gran escala en nuestro planeta que resolviese definitivamente el estado de las cosas. Para ello debían establecer una cabeza de puente, una avanzadilla, desde donde actuar y ejercer el control de las operaciones. El objetivo que comenzaban a perfilar justificaba todo el empeño y el gasto de recursos que se iba a hacer, pues en ello iba la supervivencia de toda una raza que no estaba dispuesta a desaparecer sin intentarlo todo. Frecuentes expediciones de sondeo detectaron concentraciones altas de minerales en el subsuelo de África y China, entre ellos oro y uranio, necesarios para la empresa que estaban a punto de acometer, además de una tierra fértil que cultivar a la que se podría adaptar parte de las plantas que componían su régimen alimenticio en Marte. La flora era abundante y la fauna había reducido ya mucho su tamaño desde la época de los dinosaurios. Se determinó que las especies autóctonas no representarían ningún peligro en los estadios iniciales de colonización, y serían fácilmente controlables, por lo que no parecía haber ningún riesgo adicional que afrontar. Entonces es cuando, dirigidos por el mandato de Anu, el soberano que gobernaba en el momento, inician la explotación a gran escala de nuestro planeta, y con ello el primer paso para la re-ubicación definitiva de la colonia superviviente. Esto no responde a nuestra imaginación, sino que es un acontecimiento que está ampliamente detallado en la literatura sumeria, concretamente en el Enuma Elish, y en el Atra-Hasis asirio, uno de sus sorprendentes textos sagrados, y buena parte de los lugares y acontecimientos que se describen aparecen refrendados en tradiciones y religiones seculares. En estos relatos, los seres que bajaron desde las estrellas eran llamados los “Anunnaki”. Nosotros los conoceremos simplemente como “las entidades”, y fueron los mismos que en la literatura hindú aparecieron como “la raza lunar”, uno de cuyos líderes, curiosamente, también se llamaba Anu, y aquí no hubo influencia cultural religiosa conocida de ningún tipo que explique esta coincidencia. Todo este material ha sido amplia y profundamente documentado por el escritor Zecharia Sitchin, que ha conseguido que estos textos únicos sean rescatados del olvido, adquiriendo poco a poco la importancia que merecen como auténticas crónicas de antes del hombre. Buena parte del relato, en lo referente a la primera colonización, se lo debemos a sus estudios, fundamentados en un excelente conocimiento de las lenguas muertas y en el uso diáfano y valiente del sentido común. La historia de las entidades en la Tierra, esta vez sí, insistimos, ampliamente documentada, comienza hace 230.000 años, en pleno periodo pleistoceno, cuando se produce el aterrizaje con su primera avanzada. La llegada se relata como un amerizaje en el agua, en una amplia zona del actual golfo pérsico que

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entonces era pantanosa, localizada cerca de la desembocadura del Éufrates. Hoy sabemos que esto era verdaderamente así en la época que se relata, lo cual ya es de por sí sorprendente, pues los sumerios, según el canon oficial, solo conocieron la zona cuando ya era el desierto que es en la actualidad. Aquellos que bajaron aquel día conformaban una expedición de 50 integrantes al mando de Enki, un científico prestigioso, y se estableció justo al final de estos pantanos, creando la cabeza de puente en lo que posteriormente sería la ciudad de E-Ri-Du (“hogar en la distancia”). Al grupo de científicos e ingenieros le seguían muy de cerca robots que se encargaron de las primeras tareas de montaje y de la seguridad. Cuando se observa la zona elegida, que presenta un aspecto muy similar al de entonces, llama la atención que escogieran un punto tan desolado, lo cual indica que no querían tener ningún tipo de problemas, ya que el sitio era fácilmente defendible, con horizontes amplios y despejados. También cabe la posibilidad, más que probable, de que sus antiguos hábitats en Marte estuviesen localizados en zonas de similares características climáticas, lo cual implica que la ubicación probablemente fuese, como es normal, la más agradable para alguien que disponía de un planeta entero para establecerse. Sea como fuere, lo cierto es que desde E-RiDu hasta Egipto, las entidades llevaron a cabo un gran desarrollo de infraestructuras, muchas de las cuales descansan hoy bajo las arenas, pero que demuestran la vital trascendencia de la ocupación que estaban ejerciendo y el empeño que pusieron en llevar a cabo sus fines.

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Arriba: E-Ri-Du en el horizonte. Por estas llanuras se desplazaron nuestros creadores. Abajo: Impresionante sección de los 15 niveles del palacio principal de la ciudad, donde posiblemente habitaron Enki o Enlil hace 230.000 años. En base a los objetivos previstos, el grupo se divide en pos de dos áreas bien definidas; una, a cargo del comandante en jefe de la expedición, Enki, que se interna en las zonas auríferas de África con material pesado, y efectúa las primeras prospecciones para autentificar la calidad y cantidad de los yacimientos minerales, y la otra, dirigida por su hermano Enlil, un insigne botánico y naturalista, que se dirige a un lugar al noroeste de Mesopotamia, justo donde comienzan los dos grandes ríos que riegan las inmediaciones. Su objetivo era calibrar las posibilidades de readaptación genética de las especies comestibles marcianas, especialmente los cereales, muy importantes en su dieta alimenticia. Del desarrollo de su trabajo surgiría buena parte de nuestra actual agricultura. Pero si estos colonizadores eran tan poderosos ¿Por qué no ocuparon nuestro mundo, que entonces era verde y radiaba vida? Se responde a esto de un modo muy sencillo, y nos aporta una prueba de las características fisiológicas de estos seres. Aunque tenían gran similitud con nosotros, había determinados elementos que, por causas de adaptación, les resultaban nocivos en largos periodos de exposición, posiblemente uno de los componentes atmosféricos o un exceso/carencia de radiación solar, motivo por el cual sus estancias en nuestro planeta tenían que ser temporales y cuidadosas. Por tanto, tenían que pensar en crear o modificar un hábitat, pero antes de ello había que solucionar el problema de la alimentación y la extracción de recursos. Todos eran conscientes de que sería un proceso muy largo, pero el que no hubiera sitio a dónde ir ayudaba, sin duda, a mantener el rumbo con perseverancia inquebrantable.

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Era necesario extraer enormes cantidades de oro, mucho uranio para los reactores, metales pesados de todo tipo, alimentos abundantes y sostenidos, y, en el futuro, muchísima agua. Sin duda, los supervivientes de Marte llegaron a nuestro planeta para explotarlo eficaz y rápidamente, aunque se encontraron con el problema que hemos detectado de la adaptación desde el principio. Tardarían en darle solución definitivamente, pero no adelantemos acontecimientos. La existencia bajo las arenas de E-Ri-Du de un fastuoso palacio con ¡15 niveles! significa otro reto que la arqueología no se atreve a asumir. Afortunadamente para sus tesis, está lejos de salir a la luz, ya que los conflictos en la región no parecen tener fin. En aquella época, E-Ri-Du era el centro de mando en la superficie terrestre. Se construyó una gran central de comunicaciones en Dur-An-Ki (literalmente “lugar de enlace cielo-tierra”), ciudad que hoy conocemos como Nippur, en la que situaron los comunicadores de grandes distancias, que conectaban con una cadena de satélites situados en órbita y que les permitieron cubrir todo el globo en tiempo real, de un modo análogo a como hacemos hoy. Esto se corresponde con las prerrogativas que bien conoce cualquier ejército organizado, cuyo primer objetivo es asegurar la correcta comunicación entre todos sus componentes, sin la cual es imposible operar con eficacia, y es por tanto inapelablemente lógico. Pero el sistema no hubiera estado completo sin la construcción de al menos un punto para conectar físicamente Tierra y Luna. La necesidad de mover grandes naves de carga impedía basarse exclusivamente en sistemas antigravedad como medios de lanzamiento, más ágiles pero menos poderosos, por lo que sería necesario utilizar cohetes de combustible químico para ayudar al despegue. Esto requería de una infraestructura compleja, centralizada, donde efectuar los aterrizajes y posteriores preparativos para el ascenso, dotada de sistemas de guiado, mantenimiento, comunicaciones, refinado y almacenaje de combustible… Un gran complejo al que solo se puede dar el nombre de espacio-puerto, algo parecido a las instalaciones de la NASA en Florida o de Baikonur, en Rusia. Desde aquí, las naves cargadas partirían rumbo a una órbita donde su mercancía sería trasladada a grandes cruceros destinados a la Luna, donde la reducida gravedad ayudaría a mantener rutas de bajo consumo. Posteriormente, vacías o con escaso material, las lanzaderas reentrarían en la atmósfera terrestre y retornarían planeando al punto de partida, donde iniciarían el protocolo para un nuevo despegue. Se hicieron dos de estas instalaciones, aunque es probable la existencia de una tercera en la península arábica, que estarían separadas convenientemente, a fin de evitar el peligro de accidentes aéreos, nucleares, o de cualquier otro tipo relacionado con el vuelo. Los lugares elegidos fueron dos emplazamientos que se han tornado míticos y enigmáticos, y que actualmente se conocen como Baalbeck, en el Líbano, y el Monte Moriah, en la actual Jerusalén, Israel, en los cuales se comenzaron las inmensas obras sin perder tiempo. Ambos se convirtieron en lugares singulares en el futuro, nuestro presente, uno por lo inexplicable de su arquitectura

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(que también aparece reseñada en el subsuelo del Monte Moriah) y la otra porque aloja a la actual Explanada de las Mezquitas, punto clave en el esquema religioso mundial, en cuyo corazón aparece, imbuido en montañas de versos y metáfora, el remanente que estos lugares dejaron en las impactadas mentes de los coetáneos humanos que los conocieron o supieron de su existencia. Un detalle llama poderosísimamente la atención respecto al emplazamiento de Baalbeck, y es que justo a sus pies discurre el Valle del Gran Rift, una enorme falla que comienza en las montañas Taurus, en Asia Menor, aloja al río Jordán en todo su recorrido, el Mar de Galilea, el Mar Muerto, entra en el Golfo de Aqaba y termina en África. El asentamiento, por tanto, es de gran potencial sísmico en la actualidad, lo cual es una aberración para una estructura tan delicada, cosa que sin duda conocían los ingenieros del conjunto. Nosotros nunca haríamos algo tan extraordinario en un lugar tan inestable, y seguramente los magníficos ingenieros marcianos no cayeron tampoco en semejante error, de lo que se deduce que la existencia del Rift en esa zona es posterior a la construcción del recinto. Interesados por el tema vemos que, efectivamente, la datación para la expansión de esta falla nos lleva al 5.000 a.J.C., aunque se ha constatado que la aparición del fenómeno original, en la zona del Mar Muerto, se remonta a unos 25M de años. Con anterioridad a ese momento crítico, la profundidad y alcance de la rotura en la corteza no llegaba a tanta distancia, por lo que hablamos de un brusco crecimiento en ambas direcciones, cuya causa no está nada clara. Este fenómeno tuvo que marcar, forzosamente, el momento límite en que el espacio-puerto fue definitivamente abandonado debido al posible colapso estructural, pero sin duda, hasta ese instante, el lugar contaba con todas las garantías para llevar a cabo las funciones encomendadas, por lo que su perdurabilidad queda manifiesta. La planificación de las obras especificaba que se haría todo contando con los recursos que se pudieran extraer de la zona, evitando así el transporte y empleo del mayor número de metales posible, tan escasos después de la desaparición de las industrias en el planeta de origen. El elegido para el desarrollo del proyecto fue Viswakarma, el “arquitecto de los dioses”, del que se habla detalladamente en la literatura hindú, y que posteriormente realizó la planificación avanzada de ciudades enteras a orillas del Éufrates y el Tigris. Su pericia era inmensa, y gran parte de los refugios construidos en tiempo récord en la Luna podrían haber sido obra suya. Los planos originales detallaban la edificación en cada uno de los lugares elegidos de una gran plataforma de bloques de granito macizo de varios niveles de altura, hasta formar una inmensa base, que en el caso de Baalbeck, concebido como el más importante de los dos espacio-puertos, fue de 460.000 m2, y en el del monte Moriah de “solo” 140.000. Se emplearon importantes medios técnicos para cortar y transportar la roca, incluyendo mucha maquinaria pesada, que se usó para allanar los terrenos abruptos donde se colocarían las plataformas. Enormes grúas fueron situando las piedras en su lugar, una vez que habían sido acercadas desde las canteras por medios aéreos o

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sistemas antigravedad. La construcción resultante sería sobria, sin adornos, pero extraordinariamente precisa y sólida, dejando un sello distintivo que ha sobrevivido al tiempo, y es que si alguna vez el término “megalito” ha tenido sentido, está claro que fue en esta época. Otra “piedrecita” en la cantera. En una ocasión leí a alguien que argumentaba que para los constructores de Baalbeck llevar estas moles fue fácil porque solo estaban a 1.500 m de su emplazamiento y el terreno discurría en ligera pendiente descendente. Estamos poco convencidos de que el “ligero” peso de casi 1.500 Tm que puede tener este ladrillo se pudiese transportar en un patinete, que es lo que les falta por añadir a sus sorprendentes argumentos.

Se han encontrado en ambos emplazamientos bloques que superan las 1.000 Tm, lo cual supone una proeza de ingeniería de enorme nivel, y habla muy a las claras de la capacidad tecnológica que tuvieron estos constructores. En los primeros momentos incluso estuvieron experimentando con cortes aún más grandes, como la famosa “piedra de la mujer embarazada”, en Baalbeck, de más de 3.000 Tm. El modo en que está su inmensa mole incrustada en el suelo es una prueba fehaciente de que sobrevivió a un impacto desde cierta altura. Esto solo es explicable si en su transporte por el aire los vehículos de carga no pudieron mantener la estabilidad produciéndose posiblemente la rotura de un arnés, justamente el que abrazaba al coloso

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por la zona ahora enterrada, y dando lugar a su caída en ángulo desde unos 20 ó 30 m, enterrándose ese extremo profundamente sin que llegara a romperse. Desconocemos si se cortaron más megalitos de este tamaño, pero al menos este no se intentó levantar posteriormente. La necesidad de las súper-piedras, a pesar de los problemas inherentes a su peso, se debe a que el arquitecto fue muy explícito en que debía conseguirse una extrema compactación al término del complejo, capaz de resistir las temperaturas y tensiones generadas por el empuje de los motores cohete que desde las plataformas iban a partir. A mayor tamaño de los bloques, menor número, y por tanto mayor compactación, con lo cual siempre se trabajó al límite del tamaño y la lógica. Esas estructuras fueron diseñadas, sin duda, para resistir el paso de los milenios sin el menor problema. Para aumentar el efecto de solidez, las esquinas fueron ensambladas mediante bloques angulares de 90º perfectos, lo cual aumentó la efectividad en estos puntos críticos. Una vez cerrada en su perímetro, aquella barrera de piedra debía ser capaz de resistir empujes laterales superiores a todo lo imaginable, sin desfallecer ni desviarse un solo milímetro, a fin de preservar las delicadas instalaciones que debían repartirse por el exterior. En su conjunto, las terrazas que compusieron el suelo fueron dispuestas por niveles. Los dos inferiores incluían bloques de enorme tonelaje perfectamente unidos, los cuales conformaban la base principal, y sobre ellos, a conveniencia, se fueron situando muros y zonas pétreas con diversos fines, que no han llegado a nuestros días debido a los cambios que ejercieron fenicios, griegos, y sobre todo los romanos, que usaron muchos de los bloques para levantar los monumentos. Los muros de contención, que rodeaban el perímetro, tenían en determinados puntos las piedras más grandes que nos han llegado, entre ellas el famoso Trilithon, cuya presencia sobrecoge, y que no debió de ser el único ni el más grande, aunque todo rastro de ello se ha perdido. Aún podemos contemplar este grupo de piedras en Baalbeck, y tiene su homólogo visible en el Monte Moriah; allí, muy por debajo del nivel del suelo, está la profunda hilada maestra del muro occidental, compuesta por bloques de 14 m de largo y que pesan más de 600 Tm cada uno. Esta hazaña tecnológica está muy lejos de nuestra capacidad de hoy, y nos dice con precisión que sus creadores eran, con toda seguridad, los mismos que edificaron Baalbeck. El resultado final fueron dos conjuntos ciclópeos amurallados montados sobre amplísimas bases de granito, con tal precisión que eran virtualmente macizos. En algunas de las reforzadas esquinas fueron situadas las zonas de despegue. Allí los muros subían a mayor altura que en el resto del perímetro, sumándose posiblemente uno adicional que evitaría que el flujo de gases afectara al interior de las instalaciones. También hay indicios que apuntan a la posibilidad de que estas áreas concretas estuvieran en parte excavadas en el subsuelo, algo parecido a un silo de misiles de la actualidad, pero este hecho no ha podido ser confirmado aún. Contrariamente al parecer de algunos arqueólogos, que sostienen que Baalbeck

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nunca fue terminado, hemos de decir que no solo fue terminado, sino que funcionó durante un periodo larguísimo de tiempo, sobreviviendo incluso a catástrofes naturales de orden superlativo. El problema es que solo podemos imaginar cuál fue la disposición de las plataformas, pues aunque es evidente su utilización, no conocemos la distribución de sus funciones. El detalle más revelador está en que estas terrazas no eran edificios, que es lo que confunde a los estudiosos, sino extensas zonas abiertas de trabajo donde se ejercían tareas que precisaban de mucho espacio. ¿Han observado la frenética actividad que se desarrolla en cualquier aeropuerto para mantener en perfectas condiciones las aeronaves? Presumiblemente, en las grandes áreas despejadas, directamente sobre los bloques, se producía el aterrizaje de las naves de carga procedentes de la órbita, que podían venir con bienes de equipo o con viajeros. Este descenso se hacía en modo horizontal usando motores antigravedad, y el vehículo quedaba estacionado en uno de los laterales. Se procedía después a la carga de combustible químico para el despegue, y una vez que la nave estaba aprovisionada de minerales y víveres, las mismas enormes grúas que se habían utilizado para colocar los bloques la situaban en posición en las zonas especialmente reforzadas. Lo demás lo podemos imaginar porque lo hemos visto una y otra vez por televisión cuando nos muestran imágenes de la partida de algún cohete espacial desde una de las bases de cualquiera de las potencias espaciales. Pero: ¿hay algún otro indicio del objeto de estas instalaciones? EL EXTRAORDINARIO RELATO DE UN VIAJE ÚNICO En la “Epopeya de Gilgamesh”, un fascinante texto épico surgido en torno al 6000 a.J.C., el héroe, un híbrido dos tercios dios y un tercio hombre, y su amigo Enkidu, un diseño humano genéticamente potenciado, solicitado por Anu a Ninti, llegan a la “montaña de los cedros”, con objeto de arrebatarle al monstruo Huwawa, un autómata encargado de la defensa, algunos de esos magníficos árboles con los que confeccionar una nueva puerta para la ciudad en que gobernaba, Uruk, en la cual, contra todo pronóstico, hay constancia histórica de su reinado. Sin embargo, hay un grupo de investigadores, entre los que están R.A. Boulay y Robertino Solarion, que aducen que lo que en realidad pretendía Gilgamesh era construir un vehículo que le permitiera elevarse hasta el vacío y hallar la auténtica residencia de los dioses, donde buscar la prolongación de la vida. Basan su teoría en el hecho de que en el relato, al referirse al objetivo perseguido por el héroe, se usa repetidamente el término “shumu”, que significa carruaje, y es un vocablo parecido a “shem”, palabra utilizada para definir lo que pretendieron construir los instigadores de la torre de Babel para alcanzar a Dios, cuyo vehículo de desplazamiento era también llamado “kabod ha-shem” . Demasiadas y reveladoras coincidencias. A este respecto, hay una frase en el texto que apunta en esta dirección, mas que en la pretendida construcción de una simple puerta en una ciudad lejana a costa de unos riesgos excesivos. Dice Gilgamesh: “ingresaría en esa tierra e

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instalaría mi shumu; en los lugares donde se han instalado shumus, yo levantaría mi shumu”. Sin duda sugerente y muy revelador . La mención de los cedros es extraordinariamente significativa, pues solo en el entorno de Baalbeck crece con profusión este árbol. No hay mas en ningún otro lugar de oriente medio, con lo cual está claro que fue aquí donde se desarrollaron los hechos que se narran. Por otro lado es sintomático que al referirse al enclave el héroe lo haga con el más que sugerente nombre de “el lugar de aterrizaje”, como se puede constatar en las versiones líticas de la literatura sumeria. Concretamente, se lo conoce como “mashu”, palabra compuesta de dos partes: “ma”, que significa vehículo, barco o nave, y “shu”, que se aplica como el prefijo “lugar de”, es decir, literalmente, “lugar de la nave”, el lugar donde “Shamash (el dios encargado del tránsito espacial) viene y va”. También es notorio que se hable del lugar con otras variantes totalmente claras y definidas: “la tierra de las travesías”, “la tierra de la montaña de la travesía”, o “donde se levanta Shamash” En otro texto de la época, “Gilgamesh y la tierra de la vida”, que narra la misma historia con jugosas connotaciones, encontramos como el héroe y su compañero, únicos supervivientes de un naufragio en el Éufrates, se acercan a la morada y lugar de aterrizaje de los dioses a través del paso del Este, en las montañas del Líbano, lugar único de cruce aún hoy día hacia la zona cuando se viene desde el este. Damasco probablemente fue en su origen una de las ciudades levantadas para proteger estos enclaves, del mismo modo que en el norte se dispuso la ciudad de Cades, actualmente en ruinas pero cuya antigüedad es tal que incluso se han perdido las leyendas relativas a su nombre, que en lengua semita significa “ciudad sagrada”. El profeta bíblico Ezequiel también nos narra como el rey de Tiro se jacta diciendo “soy un dios, habito en la morada de Dios”, y como Yahvé transmite al profeta que le responda “habitabas en el Edén, en el jardín de Dios. El día en que fuiste creado te pusieron junto al querubín colocado en el monte santo de Dios, y andabas entre las piedras de fuego”. Tiro no estaba a mucha distancia de Baalbeck, y por aquel entonces era una isla. El texto nos habla de un rey que gobernó allí tras descender del monte sagrado, cayendo por sus actos en desgracia a los ojos de Yahvé, pero lo significativo es la mención expresa que se hace al querubín protector de la zona, posiblemente el Huwawa de los relatos sumerio y asirio, el mismo al que se enfrentaron Gilgamesh y Enkidu, y el término “piedras de fuego”, que parece definir a las naves que ascendían y aterrizaban en las terrazas de Baalbeck. Además, el nombre bíblico para este lugar es “Beth Shemesh”, que significa “morada de Shamash”, lo que traslada a este dios directamente desde los textos sumerios a los bíblicos, demostrando su importancia trascendente en el entramado divino. Gilgamesh nos aporta una larga serie de datos y descripciones que vamos a usar para intentar desvelar lo que verdaderamente se erguía tras los poderosos muros de piedra de este enigmático recinto, arrasado por Naram-Sin en el 2225 a.J.C., junto con todo el frondoso valle de la Bekaa. Posíblemente, el conjunto llevase abandonado entonces unos 3.000 años, justo desde la expansión de la falla que desestabilizó el subsuelo. Evidentemente la obra está escrita en tono alegórico, por

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lo que hemos de buscar no lo que se dice, sino lo que se pretendía transmitir desde el punto de vista de quien está observando algo que no puede entender, como es el caso del narrador de la obra. Veamos en primer lugar este pasaje, en el que el héroe y Enkidu, después de varias jornadas de marcha, por fin llegan al valle y observan los alrededores del espacio-puerto: “Inmóviles ante el lindero del bosque contemplaban la altura de los cedros y examinaban la linde. El deambular de Huwawa había dejado senderos muy rectos y caminos muy delimitados (calzadas, carreteras utilizadas para las actividades de la base) y a lo lejos se veía la montaña de los cedros, residencia de los dioses, santuario de la santa Irnini (no era una diosa, por eso se hace inciso en el título de “santa”; creemos que era la entidad que se encargaba del control y gobierno de la base, y sobre la que recaía la responsabilidad en su mantenimiento y seguridad). Delante de esta montaña, los cedros se mostraban en toda su frondosidad. El bosque estaba cubierto por un denso matorral. Un primer foso lo rodeaba de diez kilómetros de largo, y después otro de solo siete”. Del texto se desprenden cosas importantes respecto a las características que tenía el conjunto cuando fue visitado por los dos héroes. La instalación estaba rodeada por densos bosques y matorrales, custodiados por autómatas o mecanismos de defensa (“A”, en el mapa que hemos confeccionado y que sigue mas abajo). Grandes “senderos muy rectos y caminos muy delimitados” (I) eran visibles, sin duda calzadas de acceso dedicadas al transporte de materiales muy pesados hacia las zonas de despegue y control de las instalaciones. También hemos de tener en cuenta la llegada masiva (J), posiblemente mediante vehículos similares a camiones todo-terreno, de elementos de los que se extraía el combustible químico, necesario para el despegue de las naves. Es probable que buena parte del transporte de materiales se produjo por tráfico rodado, sobre todo en la zona de Mesopotamia. De la planta de la construcción, de la que desde la antigüedad nos han quedado reseñas, podemos intuir que los magníficos muros de contención, de los cuales pocos metros han llegado a nuestros días, estaban diseñados para proteger a los edificios que debieron estar situados en su perímetro. Dicho de otro modo, no era una muralla defensiva hacia el interior, sino hacia el exterior, por lo que cabe suponer que las actividades que se ejercían dentro de ella eran extremadamente peligrosas, como se corresponde con el manejo de sustancias volátiles y explosivas. Desde el perímetro, a resguardo de los torrentes de energía liberados en los despegues, debió de ejercerse el control de las actividades, y eso obligó a situar defensas eficaces en el bosque, a fin de preservar el aislamiento del lugar de cualquier intrusión exterior.

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Cuando dice Gilgamesh “un primer foso lo rodeaba de diez kilómetros, y después otro de solo siete”, nos aporta un detalle importantísimo del emplazamiento, algo sobre lo que los estudiosos siempre han mostrado confusión, y que desvela, a nuestro criterio, la existencia de instalaciones subterráneas. Lo que Gilgamesh y Enkidu utilizan para entrar, y a lo que hace referencia, es a dos largos pasadizos que les permiten acercarse con seguridad a los dominios de Huwawa, y sorprenderlo en una zona donde les resulta posible tenderle una emboscada con menor riesgo. Una vez destruido el terrible autómata, pieza clave del sistema de defensa, ambos hombres acaban con el resto de los emplazamientos amenazantes, provocando terribles destrozos que no agradaron a las entidades. La existencia de algo parecido a máquinas de ataque (los siete fulgores) (A) de las que dice el relato que el autómata solo controlaba una en el momento del enfrentamiento (posiblemente porque el dios Shamash, que les había concedido poder cortar los cedros, les había revelado cuándo estaría parte del sistema desconectado), es una evidencia de que los dos héroes habían utilizado los túneles para burlar la mortal defensa del perímetro, y revela, por tanto, la existencia de un complejo subterráneo. En base a todo lo relatado, y sobre el trazado de las murallas que dibujaron las expediciones en siglos anteriores a su destrucción, hemos confeccionado un esquema de cómo pudo ser el complejo de Baalbeck en la época en que Gilgamesh lo visitó. Para ello hemos resuelto, ateniéndonos a la lógica, pero con un margen de error, donde pudieron estar situadas las dependencias y de qué modo pudieron coordinarse las actividades del espacio-puerto, siendo la disposición de los muros, la orientación del conjunto, la ubicación de la cantera (K) y la crónica de Gilgamesh una magnífica fuente de datos, aunque posiblemente los razonamientos de los creadores tuvieran otros fundamentos que desconocemos. Baalbeck está situado en la ladera occidental de la cordillera del AntiLíbano, una zona espectacular desde la que se domina la “grieta de la Bekaa”, o lo que es lo mismo, el Valle del Rift que vimos con anterioridad, y que discurre de noroeste a sureste, muy por debajo del nivel del complejo. Desde algún punto en el Valle, Gilgamesh pudo observar la montaña, que presentaba un aspecto frondoso, cuajado de altos cedros y matorrales, y es desde ese lugar desde donde se aterroriza al ver la partida de una nave hacia el cielo.

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Hasta no hace mucho era imposible para nuestra cultura saber de qué estaba hablando Gilgamesh, pero cuando los cohetes de la serie Géminis comenzaron a surcar la atmósfera envueltos en llamas y dejando tras de sí enormes columnas de humo, todo pareció encajar. Por ello resulta que los avances científicos no hacen más que corroborar y abrirnos los ojos ante lo que está escrito desde muy antiguo. Tenemos inmortalizada su descripción, razonablemente detallada, de cómo era la experiencia para alguien que se acercara a lo que el llamaba acertadísimamente “la zona de aterrizaje” durante un despegue. Tengamos en cuenta que la persona que narra los hechos no sabe situar lo que está viendo, pero, a pesar de ello, la descripción resulta clara y elocuente:

“Los cielos tronaban, El suelo retumbaba, La tempestad dio paso a un silencio de muerte, Se alzaron las tinieblas, Se vio un relámpago, Estalló un incendio de brillantes llamas Y empezó a llover muerte. Luego, esta hoguera se vino abajo, Y quedó reducida a cenizas” Sin duda, la visión que se abría ante los ojos del héroe sumerio resultó espeluznante. Es la prueba de que el espaciopuerto estaba en marcha y se pudo establecer la ruta Luna-Tierra con periodicidad, pero lo más importante es que delata que la sustancia empleada para los despegues era de carácter químico, único modo conocido en que el despliegue de llamas acompaña a la ascensión. Esto es llamativo, pues no hay referencia alguna a que las naves en que las entidades se desplazaban por los aires habitualmente hicieran algún tipo de ruido o emitieran esas terribles llamas que tanto asustaron a alguien templado y acostumbrado como Gilgamesh a ver el deambular de las entidades por los cielos. Sin duda usaban un tipo de propulsión anti-gravitatoria, extremadamente silenciosa, como norma general, por lo que cabe explicarse la sorpresa del héroe ante el despliegue de potencia que estaba observando.

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Lo que deducimos de ello es que los pesados cargamentos que estuvieron arrojando al tránsito espacial hicieron necesario recurrir al empleo de un sistema híbrido, que permitiera una potente elevación a plena carga, y un descenso suave en vacío. Una implicación obvia es que tuvieron que tener instalaciones donde sintetizar grandes cantidades de combustible, seguramente en las instalaciones exteriores. Gilgamesh y Enkidu hacen referencia a un gran camino (J) que había sido abierto en la espesura, a fin de permitir el acceso a vehículos pesados, y a su alrededor, en múltiples direcciones alrededor del bosque, estrechos y rectos senderos (I) eran transitados por autómatas y patrullas de vigilancia. Su compañero, Enkidu, había deambulado en su juventud por los parajes, no sabemos por qué motivo, y gracias a ello conocía tanto las rutas de vigilancia como los puntos donde estaban situadas las defensas, y la entrada a los laberintos. “Que Enkidu camine delante de ti. El ya ha ido por ese camino. Ya conoce esa ruta. Conoce las entradas del bosque y todas las trampas de Huwawa”… Enkidu le dice a Gilgamesh: “Mírame: yo conozco la morada de Huwawa y también sus recorridos habituales”. Los sensores de la zona de influencia de Baalbeck registraban todo en una distancia de 600 Km, llegando casi hasta Nippur. Esto se corresponde con las características necesarias de un radar preparado para controlar el tránsito aéreo y espacial en un sector de enorme importancia. “En 600 Km a la redonda oye todos los sonidos del bosque ¿Quién podrá entonces penetrar en él hasta adentro?”. En ese gran círculo, numerosas patrullas aéreas mantenían despejada la región, a bordo de naves denominadas “anzu”, y que eran capaces de hacer devastadores ataques aire-tierra. “Estaba contemplando a anzu en el cielo, cuando se lanzó volando encima de nosotros como una nube. Era un espanto. Su aspecto era monstruoso, su boca era de fuego, su aliento la muerte”. Estas naves estuvieron observando todo el tiempo a los dos héroes, por lo que su llegada a Baalbeck no tuvo por qué ser una sorpresa. Si subiésemos por la ladera, en primer lugar, entre los cedros, encontraríamos los “siete fulgores” (A), unos dispositivos automatizados que se encargarían de la defensa del perímetro. Estaban montados en una base móvil, quizás un sistema magnético que les permitiría desplazarse a todo lo largo del círculo de alerta que rodeaba al conjunto. Su arma era un potente haz luminoso que

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irradiaba un calor terrible y mortal, y de ahí su nombre. Es, muy posiblemente, lo que se llamó posteriormente en la Biblia el “fuego de Yahvé”, y con el que fueron masacradas miles de personas durante el éxodo. Por los múltiples senderos y subterráneos (I) había patrullas de vigilancia, pero especialmente importante era la presencia de Huwawa, el robot encargado del control del sistema automatizado, y que se desplazaba desplegando sus sensores y convocando a los siete fulgores allí donde eran necesarios. En un pasaje de la epopeya, Enkidu dice a Gilgamesh: “Hasta que no haya acabado con ese hombre, si es que se trata de un hombre; hasta que no haya dado muerte a ese dios, si es que se trata de un dios, no encaminaré mis pasos hacia la ciudad… ¡Oh, señor!, tu no has visto esa cosa…tu no te has horrorizado como yo, que he visto a ese hombre. Sus dientes son como los dientes del dragón; su rostro como el rostro del león…” Pero el terrorífico Huwawa, capaz de atemorizar a hombres que no temían a la misma muerte, es sorprendido mediante un acceso subterráneo conocido por Enkidu, antes de que pueda conectar el entramado defensivo. Tras una lucha violenta, es destruido por Gilgamesh. En su momento de agonía, comenzó a hablar “a través de algo parecido a una boca”, alusión hecha posiblemente en clara referencia a un altavoz. Otro fragmento descriptivo: “Huwawa, su grito es el espanto, su boca es de fuego, su aliento es la muerte, su resplandor da miedo…no duerme jamás”. La descripción no es de un guerrero, como sería lo normal, y ello es notorio especialmente cuando dice que “no duerme jamás”. Ni tan siquiera se trata, deducimos, de un ser orgánico. Más adelante, Enkidu dice: “Si nos apoderamos de Huwawa, sus fulgores desaparecerán en la confusión del bosque, y su luz se extinguirá. ¡Apoderémonos primero de Huwawa! Luego nos ocuparemos de sus fulgores”. Sin duda es una clara referencia a un sistema automatizado y centralizado, como decíamos antes. Enkidu, conocedor de las peculiaridades del mismo, sabía que la clave no solo era acabar con Huwawa antes de que activara los siete fulgores, sino que había que atacarlo rápido y con toda la fuerza disponible. Una vez neutralizado, y desprovisto de su coordinador, el sistema caería, como de hecho ocurrió durante la incursión de los dos héroes sumerios. “Lo mataron. Al punto, densas tinieblas se abatieron sobre la montaña. ¡Si! Densas tinieblas se abatieron sobre la montaña”. Sin duda, al destruir al autómata provocaron algún tipo de cortocircuito, fuego o explosión, quizás incluso la caída del sistema defensivo en cadena, no

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sabemos, pero lo cierto es que esta alegoría es otra muestra clara de lo que se enfrentaba a los dos héroes. La relación causa-efecto es visible. Una vez que hubiésemos pasado el entramado de defensa, accederíamos a las instalaciones exteriores, situadas allí donde el muro de contención presenta una forma más irregular en su recorrido (B, C y D), justamente al otro lado de donde los constructores romanos edificaron sus monumentos. Es muy notorio como la forma falsamente cuadrangular del recinto amurallado se trunca en lo que debería ser la esquina noroeste. Esto solo es explicable por la necesidad de excluir conjuntos arquitectónicos exteriores, ya que la zona afectada es llana y regular, delatando por tanto la presencia de construcciones pretéritas. Allí, defendidos por Huwawa y los siete fulgores, y aislados del peligroso interior, estarían los edificios para las comunicaciones, el tránsito (B), control de la base (C), almacenamiento, alojamientos (D) y energía (E), todo intercomunicado sobre y por debajo del suelo. Desde aquí pasaríamos al interior, donde estarían las pistas de aterrizaje (G), tránsito (H) y dos áreas de despegue en las zonas más alejadas (F). Las dimensiones de esta plataforma de piedra, como ya sabemos, son escandalosas. 460.000 m2 de superficie, con un muro, el situado al este, de más de 700 m de longitud. El acabado de las esquinas sur y sureste (F), donde los muros formaban unos apéndices cuadrangulares, sugiere que fueron diseñados así para convertirse en los puntos más propicios para los lanzamientos, ya que solo allí rodearían por tres lados a la zona de mayor impacto calórico, conteniendo las deflagraciones producidas por la propulsión química. Además, teniendo en cuenta la pendiente del lugar, que fluye en dirección noreste, serían los dos enclaves más elevados respecto al resto del conjunto, y no nos cabe duda de que fueron los lugares donde estarían las piedras de mayor tamaño, posiblemente similares al enorme bloque que aún reposa en la cantera original. Todo este material fue despedazado y reciclado por los constructores posteriores. La presencia del Trilithon al oeste, justo donde el muro se quiebra y rompe el cuadrángulo, sugiere que se pretendió preservar al exterior de algún tipo de daño

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masivo. Ya que hemos colocado las zonas de lanzamiento (F) en el lugar arquitectónica y técnicamente más apropiado; dado que el extremo norte (M) sería el lugar por donde se accedería con los vehículos pesados, que necesitarían espacio para maniobrar; y dado que la lógica dice que los aterrizajes verticales debieron de producirse en la zona despejada mas inmediata a estas zonas de descarga (G), lo que debió instalarse en este lugar (L) no pudo ser más que el sistema de abastecimiento de combustible químico. Una vez en tierra (G), las naves eran descargadas, cargadas, reabastecidas y comprobadas (H), procediéndose a llevarlas a las zonas de despegue (F) mediante grúas de gran tonelaje, que precisarían del espacio libre que media entre el punto de aterrizaje y estos lugares. La distancia desde las esquinas de lanzamiento a las zonas donde se efectuaban las tareas habituales era de unos 300 m, que debió ser suficiente, según los cálculos de los ingenieros, para evitar el peligro en la zona de manipulación del combustible, debido a posibles problemas en el despegue. No obstante, es más que posible que hubiera contenciones de piedra que aislaran los puntos calientes de aquellos que por su contenido pudieran resultar críticos. En Biblos, una ciudad costera a escasos kilómetros de Baalbeck, se encontró una moneda fenicia que nos muestra de manera inequívoca la tarea para la cual fue diseñado el recinto pétreo, a escasa distancia hacia el este. Cuando los fenicios llegaron fueron los que encontraron el lugar tal como había sido abandonado por las entidades, y plasmaron con admiración y exactitud lo que habían hallado, así como su propia interpretación alegórica de lo que allí había pasado. No hay imaginación suficiente para que los fenicios dieran en el clavo de este modo espectacular si nos atenemos a la tan traída y llevada casualidad para explicar lo que vemos. La moneda rememora lo que el artista había sabido de muy viva voz respecto a la utilización que se hacía del inmenso lugar en el pasado, que para él, recordemos, era mucho más cercano temporalmente que para nosotros. Lo que tenemos que mirar en esta pequeña moneda es el recinto cuadrangular amurallado que se ve a la derecha (Baalbeck), en una de cuyas esquinas aparece un silo con las dos compuertas abiertas, de cuyo interior asoma una forma cónica, similar a un cohete dispuesto para el lanzamiento.

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A la izquierda tenemos otra moneda fenicia, de la misma época y lugar, claramente orientada también a la alabanza del lugar sagrado. De abajo hacia arriba vemos: una sólida base de piedra ensamblada (pequeños rectángulos) que se adentra profundamente en la roca (zonas laterales más confusas), dos torres de lanzamiento con sus instalaciones de mantenimiento que rodean a un cohete vertical de dos fases. Sobre este una estrella y la Luna, significando alegóricamente el destino del vuelo. Las instalaciones junto a las torres tienen una plataforma sobre la que descansan dos naves intra-atmosféricas, representadas con la forma de dos animales voladores. No sabemos qué es lo que hay dentro de las dos estancias laterales, parecido a árboles truncados, pero se asemejan a aislantes eléctricos similares a los representados en Déndera, Egipto. Se diga lo que se diga, esto es muy anómalo, incluso ateniéndonos a la casualidad para explicarlo. Los arqueólogos dicen que ambas monedas representan a la diosa Venus, pero la cercanía del espacio puerto de Baalbeck parece que influyó más a los fenicios que los prodigios de la diosa, y acabaron adorando al lugar, que ya entonces era mítico por su relación directa con los dioses. Más lejos, en la zona del Sinaí, apareció este otro dibujo lleno de referencias insólitas. En él se ve lo que parece ser un estilizado sistema de lanzamiento subterráneo similar al que pudo haber en Baalbeck, y muy próximo conceptualmente a lo expuesto en las monedas anteriores. Se distingue claramente el nivel del suelo, sobre el cual se muestran figuras humanas acompañadas de animales y abundante vegetación, demostrando que todo lo que se ve bajo ese nivel está profundamente enterrado. De forma clara surge la figura de un cohete por etapas que culmina con una cápsula aerodinámica cónica, que queda unida al mismo por una estructura central. A ambos lados del cohete, en el silo, hay un juego de cámaras de escape, diseñadas para alejar los gases candentes durante el lanzamiento, tal como se

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hace hoy, y más allá la roca sólida, representada con circulitos. Las similitudes con lo visto en las monedas de Biblos son grandes, con el añadido de que aquí se nos muestra además la estructura interior del silo de lanzamiento. Esto no puede ser casualidad ni ficción. También en Egipto han sido hallados lo que parecen ser enormes silos cuadrangulares excavados a gran profundidad, y su utilidad parece tan evidente que el hallazgo ha sido sutilmente pasado por alto. En el norte de Turquía, cerca del lago Van y del monte Ararat, se encontró una figura de barro que no deja tampoco lugar a dudas, sobre todo teniendo en cuenta que estamos en la zona de influencia del espacio-puerto de Baalbeck: Aquí se ve claramente un piloto con traje presurizado flexible, situado en posición de vuelo y al que, debido al deterioro, le falta la cabeza, aunque en el grabado inferior se ha completado usando una imagen de astronauta en posición ingrávida aparecida en unos bajorrelieves mayas en Sudamérica. Por delante, un morro cónico, en el centro el habitáculo de control, y por detrás las toberas de impulsión, justo como debería ser. Se mire como se mire, y se dibuje como se dibuje, aquí lo que hay es lo que se ve. El objeto es tan escabroso para los esquemas establecidos que los arqueólogos no han sabido clasificarlo, pero la lógica resulta aplastante en ocasiones, y cualquier comentario queda fuera de lugar. Para terminar de desconcertarles, les vamos a mostrar una de las pocas imágenes a tamaño real que hay de una diosa sumeria. Se trata de Inanna, diosa del vuelo y las corrientes de agua, que habitó en Mari, la décima capital del imperio, y lo hizo, ateniéndonos a los escritos, entre los hombres. Aquí aparece majestuosa, pero, si se fijan bien, verán que el traje que la envuelve tiene detalles increíbles:

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Para empezar, se trata de un mono acolchado de una pieza. Lo que parece un gorro o tocado se revela desde detrás como un casco con sistema rígido de auriculares, tras el cual hay una pequeña caja, sujeta con una cinta, y que reposa sobre gruesas almohadillas. Un umbilical recorre toda la parte posterior, y correas cruzadas aseguran el traje de modo firme. En otras representaciones pictóricas de esta entidad también aparece con el mismo traje y algo parecido a gafas de vuelo. En los textos sumerios era famosa por el gran placer que extraía del vuelo. Veamos otras cuatro representaciones de la misma entidad:

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En todas las representaciones de Inanna son notorios los aditamentos que van en la espalda: alas o extrañas y características prominencias, similares a antenas. Evidentemente, en base a las tradiciones, la religión, los recintos arqueológicos, las imágenes y hasta la numismática, estos dioses volaban a menudo. ¡Pero habitaban entre nosotros! Sin duda son un cúmulo de vestigios ancestrales que nos hablan muy a las claras de las actividades que se desarrollaban en la zona mesopotámica en fechas tempranas. Ahora que hemos repasado todo lo referente a los espacio-puertos, y analizado datos importantes respecto a su construcción, funcionamiento y detalles demostrativos, volvamos a la secuencia de los hechos. LA CUENTA ATRÁS HACIA EL HOMBRE En Ab-Zu (“tierra de las minas”), el grupo de entidades encargado de las excavaciones y minería, especialmente en complejos que aún hoy son visibles en la zona de Zimbabwe, al sudeste de África, comienza a encontrar serios problemas en su avance en la extracción de oro. Por los condicionantes de adaptación, que en esfuerzos de alto rendimiento eran notorios, los recién llegados no fueron capaces de extraer metales satisfactoriamente, por lo que acabó estallando un motín, y la extracción se paralizó. Analizados los resultados y proyectados los ponderables, las cifras son claras, y se concierta una reunión del más alto consejo, en presencia del soberano, Anu, a fin de dictaminar lo que se debe hacer, ya que la maquinaria pesada no parece compensar el varapalo, al encarecer sobremanera los costes que ya estaban en el límite. No había más recursos, y tenían que hacer algo. Rendirse significaba condenar a una raza entera a la lenta desaparición, por lo que no era admisible, y

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forzar a los colonos a trabajar en condiciones adversas solo traería consecuencias indeseadas. Tras exponer diversas soluciones, se llega a la conclusión de que, por mucho que se tarde y difícil que resulte, lo más fiable y barato sería crear algún tipo de mano de obra para el trabajo duro, un ser desprovisto de criterios, fuerte y servil, adaptado perfectamente a la atmósfera, y capaz de trabajar sin más necesidad que el sustento. Atendiendo a esta idea, se cita a Ninti (“la que da la vida”) que era la más brillante bióloga y genetista del momento, y se le da el encargo de crear a un ser específico con arreglo a los criterios estudiados, que se autoreprodujera y que fuera fácil y barato de mantener, así como de manejar. Literalmente se le dice: “¡Da la vida a una criatura, crea trabajadores! ¡Crea a un trabajador primitivo que sea capaz de soportar el yugo! ¡Que lleve él el yugo asignado por Enlil, que el trabajador lleve la carga de los dioses!” Enki puntualiza que es posible desarrollar esa tarea modificando genéticamente a un antropoide que habita en la superficie, y del que se podría extraer un buen resultado. Ninti acepta el trabajo y junto con el otro gran científico, Enki, que había participado en la primera avanzada a la Tierra, bajan y van dando forma a la idea de lo que acabaría siendo el hombre que somos hoy día, ya perfectamente acabado y diferente en detalles menores de todo el resto de los seres. Según las tradiciones de los quiché mayas, en Centroamérica, nuestros creadores dijeron: “Que aparezcan aquellos que nos alimentarán, los nobles hijos, los vasallos civilizados; que aparezca el hombre, la humanidad sobre la faz de la Tierra” Está claramente representado también el motivo que hizo nacer a nuestra especie, que no es otro que la esclavitud y dependencia para satisfacer las demandas de los creadores. En la Biblia se dice: “Díjose entonces Dios: hagamos (¡¡¡escrito así, en plural!!!) al hombre a nuestra imagen y semejanza”…”modeló Yahvé Dios al hombre de arcilla y le inspiró en el rostro aliento de vida”. También la tradición sumeria habla de la arcilla como base: “Mezcla un núcleo de arcilla del basamento de la Tierra justo por encima del Ab-Zu, y dale la forma de un núcleo. Yo te daré un buen

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Anunnaki, joven e inteligente, que llevará la arcilla hasta la condición adecuada” (Enki dice a Ninti)…”Después de que ella recitara su conjuro, (Ninti), ella puso su mano en la arcilla”. Para Enki y Ninti, el gran reto comienza en algún lugar del sur-este de África, dentro de una imponente construcción llamada Shi-Im-Ti (literalmente “casa donde se insufla el viento de la vida”), cumpliera las demandas de sus creadores. Atendiendo a una medida de seguridad adoptada por el consejo, el periodo de vida de la especie creada no debía superar los 120 años. Esto queda patente en la Biblia: “No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Ciento veinte años serán sus días”. De ese modo se evitarían posibles revueltas motivadas por el exceso de cansancio o la adquisición de experiencia. Su capacidad de procreación daría suficientes vástagos como para compensar esta merma, y siempre sería preferible un alto número de trabajadores de escaso intelecto y poco margen de actuación en solitario, gente esforzada que muriera con relativa rapidez, dejando sus años de mayor rendimiento al servicio de sus creadores, sin que casi tuviesen tiempo de plantearse el por qué de las cosas. Esta manipulación genética ha sido ya detectada en el ser humano. El agotamiento total de los telómeros, al límite de los 120 años, supone un enigma para la ciencia que solo es explicable desde el punto de vista de la artificialidad, pero recientes descubrimientos ponen las cosas aún mas en su sitio. Cuando no hace mucho se consiguió secuenciar el genoma humano, se llegó a unas conclusiones que sorprenden en gran medida. En primer lugar, de los 100.000 a 130.000 genes esperados, resultó que solo tenemos la reducida cifra de 30.000, poco más del doble que una mosca o un gusano, lo cual contrasta con nuestra aparente complejidad. De repente, y sin una explicación clara, aparecemos muy desplazados de la cumbre del árbol evolutivo en cuanto a profundidad de programación, pero no acaba ahí la cosa. Se pudo establecer, de manera concluyente, que todos los seres vivos del planeta provenimos de un tronco común que se diversificó, con lo cual quedó más que demostrada la existencia de la evolución, lo cual es un decisivo factor a tener en cuenta. Cada gen tiene su predecesor en las especies anteriores del árbol evolutivo, pudiéndose ver el camino que la naturaleza siguió para conformar cada nuevo paso adelante en la carrera por la vida. Sin embargo, el ser humano cuenta con 223 genes que no tienen predecesor, es decir, que no vienen de ninguna forma de vida anterior, no han sido heredados ni evolucionados, lo cual es una aberración que no tiene igual en ninguna otra especie, donde los “ladrillos de la vida” están perfectamente

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clasificados y documentados. La existencia de estos genes es inverosímil y, hasta donde sabemos, única. La explicación dada por los genetistas es que da la sorprendente sensación de que han sido introducidos en la cadena humana en algún momento reciente, con lo cual la artificialidad de una parte importantísima de nuestra estructura genética (la diferencia entre un hombre y un chimpancé es de menos del 1% de los genes, y 223 es menos del 1% de 30.000, con lo que se puede deducir que en ellos reside la diferencia que nos separa de esa especie, por ejemplo) demuestra que estamos apartados de la evolución planetaria y que en algún momento fuimos diseñados con gran precisión por alguien capaz de manipular el ADN a un nivel que desconocemos. Esto es una verdad de enorme peso, que, por motivos diversos, no ha sido notificada a la sociedad, que es en última instancia quien paga esos estudios y quien debería conocer sus resultados, pero al parecer siempre hay alguien que se convierte a sí mismo en el dudoso protector de un ser humano, al que se considera un simple generador de riqueza incapaz de comprender las cosas. Parece ser que los partidarios del “trabaja y calla” ganan siempre la partida cuando se trata de hablar con claridad de cual es nuestro lugar en el mundo. ¿Quizás una herencia anómala del comportamiento despectivo que sufrimos a manos de nuestros creadores? Lo que se demuestra con este hallazgo es, ni más ni menos, que en algún momento del pasado fuimos apartados del cauce normal de la evolución. El débil árbol genético que presentábamos fue reforzado mediante su cruce y resecuenciación con genes de una raza muy evolucionada, lo cual nos catapultó hasta un estado de especie absolutamente nueva, y esto, evidentemente, fue dirigido y realizado con total eficacia. La aparición de la inteligencia determinó un enorme salto cualitativo en el mundo que nos rodeaba, y posibilitó, no solo que trabajásemos para nuestros creadores con sentido y autodeterminación, sino que nos adelantásemos muchísimo al resto de los primates. Por ello somos la única especie que destruye sistemáticamente los ecosistemas, dado que, al no haber surgido de su seno mediante formas naturales, hemos anulado todos los mecanismos de inhibición que muestran el resto de los seres vivos, por lo cual lo que debería ser una integración plena en el medio se ha transformado en una posesión, una violación continua y desenfrenada de todos los límites naturales destinados a la preservación del planeta. Ese es el motivo subyacente que explica nuestro abandono y carencia de sentido común ante los daños que infligimos al medio. Nuestros antecesores, los homínidos de los cuales heredamos el 99% del código que nos identifica como sus sucesores, siguieron evolucionando hasta producir miles de años después los primeros atisbos de inteligencia “natural”, es decir, originada mediante pura evolución en nuestro planeta, y por tanto integrada y fiel a las normas del medio. El ejemplo más claro lo tenemos en el hombre de Flores y el Neandertal, que llegaron a crear pequeñas sociedades primitivas, mientras el homo sápiens, nuestra especie, artificialmente mucho más avanzada, se extendía por el mundo con el beneplácito de las entidades y su apoyo absoluto. Esto explica,

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además, que hayan sido encontrados restos de homo sápiens en multitud de lugares hasta ahora inexplicables, junto a los de otras especies evolutivamente más atrasadas, y con las que nunca debió coexistir de manera natural según los postulados establecidos. Esto es así porque, sencillamente y como ha quedado demostrado, coexistió con todas esas primitivas especies, fenómeno al que la paleontología no solo no ha sabido dar explicación, sino que se ha opuesto ofuscadamente mediante la sibilina solución de ocultar pruebas taxativas. El siguiente cuadro muestra la evolución, académicamente reconocida, del ser humano. Si bajamos el origen de nuestra especie hasta los 230.000 años, todos los hallazgos que se guardan como auténticos tabúes en cajas numeradas por museos de todo el mundo tendrían sentido y podrían ver la luz, pero claro, habría que aceptar que en algún momento nos separamos del árbol evolutivo.

Se aprecia que todas las líneas se van perdiendo, siendo sin embargo la nuestra la única que fue capaz de persistir. Los primitivos homínidos que siguieron el curso de la naturaleza no triunfaron y se extinguieron, tal como se ve claramente representado en el gráfico. Es muy probable que ese hubiese sido nuestro fin de no haberse producido la intervención exterior que modificó nuestro ADN, y, por consiguiente, toda nuestra capacidad para subsistir en el futuro. También sería interesante plantearse hasta qué punto la desaparición de todas las ramas evolutivas de los homínidos próximos al hombre fue natural o inducida, ya que resulta alarmantemente curioso que especies tan adaptables y en plena fase de perfeccionamiento desapareciesen de la noche a la mañana, justo cuando se produce la intervención crítica que nos generó. Sin duda, nuestros desarrolladores pusieron gran interés en que ocupásemos el puesto central del cuadro natural, y para ello no escatimaron en medios ni acciones, por lo que tenemos una idea de lo que realmente pudo ocurrir.

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A este respecto nos llaman la atención poderosamente las referencias a conflictos con extraños “ejércitos de monos” que se desarrollaron tanto en la India (de los que nos da cuenta el Ramayana), como en África, de los que nos hablan los sumerios, refiriéndose a sublevaciones en torno a las zonas mineras. Teniendo en cuenta que aquellos homínidos comenzaban a tener comportamientos sociales y territoriales: ¿pudieron obedecer esos conflictos a auténticas rebeliones de nuestros antepasados evolutivos, motivadas por la invasión de sus territorios, el sometimiento desmedido, o por cualquier otra causa de disgusto? ¿Pudo ser la respuesta, por parte de las entidades, el exterminio sistemático de toda la progenie en diferentes partes del mundo? Y lo que resulta más dramático: ¿pudimos intervenir nosotros como brazo ejecutor? No podremos saberlo de inmediato, pero desde luego explicaría muchos fenómenos que hasta ahora permanecen inconexos, como la súbita y violenta desaparición de gran número de neandertales en Europa y otras especies en África, sin que haya un indicio claro de quien o que son los responsables. Este asunto es especialmente inquietante, sobre todo tras el hallazgo de cráneos fechados en 40.000 años de antigüedad con agujeros de bala, autentificados por forenses que han descartado que semejantes alteraciones se deban a cualquier otro tipo de perforación. Tal es el caso del aparecido en Broken Hill, Zambia, que permanece en el Museo de Historia Natural de Londres. ¿La prueba de un exterminio? Sea como fuere, lo cierto es que alguien actuó para separarnos definitivamente del tronco común, convirtiéndonos en trabajadores receptivos y sufridos. Esos 223 genes que se han encontrado mediante poderosos ordenadores no son, ni mas ni menos, que los que fueron detalladamente secuenciados hace 230000 años por nuestros creadores, e introducidos en nuestra cadena de información para dar lugar a lo que fuimos a partir de entonces. Gracias a ellos, y al apoyo desde el verdadero poder, triunfamos donde nuestros “hermanos” fracasaron, y ahora, por los avances en alta tecnología, afloran a la superficie de los acontecimientos para delatar la verdadera procedencia de nuestra raza sin que medie duda al respecto. Pero ¿cómo se confeccionó semejante obra?. El método elegido por Enki y Ninti para el diseño del hombre fue simple, aunque al igual que ocurre con gran parte de la tecnología de las entidades, resulte aún inalcanzable para nosotros. En busca del máximo de seguridad, siguieron la pauta de utilizar el propio ADN de su raza como base, y en el se fueron haciendo las modificaciones oportunas. Para ello, Enki seleccionó a un joven, sano y fuerte, y de el extrajeron sangre, de la que posteriormente sintetizaron el gen marciano, y esperma con el que fecundar un óvulo. Para la extracción del óvulo se escogió la hembra de una especie de homínido primitivo, un simio erecto que ya estaba plenamente desarrollado, y que se movía en grupos por las selvas africanas. Enki dice literalmente: “La criatura cuyo nombre pronunciáis existe. Todo lo que tenéis que hacer es fijar sobre ella la imagen de los dioses”.

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La unión del esperma programado y el óvulo terrestre daría lugar a un varón híbrido, dotado de inteligencia, que recibiría el nombre de El-Adán, que significa “el terrestre”. En su ADN ya estaban, perfectamente funcionales, los 223 genes introducidos en el meticuloso proceso. Después crearían a la mujer partiendo desde el ADN del hombre prototipo recién formado, y ambos seres nacerían incubados en vientres marcianos, por lo que inevitablemente acabarían teniendo lazos muy comunes con los creadores, que se irían diluyendo a medida que la nueva raza se entremezclaba sexualmente. Las investigaciones avanzadísimas de estos dos grandes sabios los llevan a desarrollar finalmente, conforme a lo estudiado, un óvulo fecundado, un auténtico contenedor del diseño original del ser humano, que insertaron en una voluntaria marciana, de nombre Ninki (“dama de la tierra”), que al cabo de diez meses dio a luz al primer varón de los El-Adán mediante cesárea: un pequeño niño negro. Tras este acontecimiento importantísimo, se comienza a denominar a Ninti coloquialmente como Mummi, que a la larga se convirtió en el mundialmente extendido “mamá”, y que es una de las palabras que ha trascendido a todas las culturas sin que hasta ahora haya un motivo claro.

En este bajorrelieve se ven los primeros estadios de esclavitud humana. Tres tipos diferentes de seres mutados son controlados muy de cerca por hombres. El tercero está a los hombros del último hombre.

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Conforme a lo previsto, y una vez analizado lo conseguido con el resultado final, extraen de El-Adán la información genética y la modifican, dando lugar a un proceso similar al anterior, pero orientado al sexo opuesto, del cual surgió la primera E-Va. Tras haber fijado el método y hallado la fórmula magistral, Ninti y Enki crean en total siete parejas perfectas de El-Adán y E-Va, que rápidamente inician la procreación y el aprendizaje, convirtiéndose la tarea encomendada a los dos científicos en un éxito trascendente, que en todas las religiones se ve reflejado como el nacimiento del primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva. Mientras tanto, la zona de cultivo transgénico dirigida por Enki, una vasta región al norte de los ríos Tigris y Éufrates, denominada E-Din (¿no se parece este término a “edén”?), empieza a dar sus frutos. En aquella época unas enormes cataratas, actualmente secas, regaban la comarca, aportando el elemento hidráulico en abundancia, tan necesario para los frutos. Este accidente fluvial está perfectamente localizado en la actual zona de Ururtu, gracias a los trabajos de Sir William Willcocks. En sus proximidades se establecieron las antiguas ciudades de Hit y Anah. Es una gran extensión por la cual fluía la abundante agua que se precipitaba desde la catarata, formando cauces que en la actualidad están secos, pero a cuyas orillas en aquella época había gran cantidad de especies vegetales de todo tipo. Se sabe que fue una zona inusitadamente frondosa, poblada por jardines y bosques que dejaron amplios estratos, y en la que las canalizaciones de agua regaban con abundancia los cultivos. Del mismo modo que Enki y Ninti habían modificado a una especie primitiva para asegurarse mano de obra abundante, Enlil estaba manipulando la vegetación para lograr alimentos ricos en nutrientes. En zonas perfectamente controladas y vigiladas por robots (los querubines de los textos bíblicos), enormes campos experimentales llenaban los horizontes, dando lugar a las primeras cosechas de las entidades en la Tierra, entre las que destacaban especialmente el trigo y el maíz, que propiciaron muchísimo alimento fundamental a partir de entonces a mucha población de la Tierra y la Luna. Los expertos botánicos, que han dejado establecido que la agricultura comenzó con la domesticación de una variedad de trigo silvestre (el triticum dicoccum) como origen común de este rico grano y de la cebada, no pueden explicar cómo puede ser que los cereales mas antiguos encontrados en el yacimiento de Cueva de Shanidar fueran ya uniformes y estuvieran altamente especializados y refinados. Se necesitan miles de generaciones de selección genética a través de la naturaleza para conseguir siquiera un modesto grado de sofisticación. Sin embargo, el periodo, el tiempo, o el lugar en el cual pudo tener este grano un proceso tan gradual y prolongado no se encuentra por ninguna parte en la Tierra, lo cual supone una anomalía inexplicable. No existe respuesta para este milagro botánico-genético, a menos que hubiese una manipulación de gran nivel. En la escanda, una clase de trigo de grano duro, hay un misterio aún mayor si cabe, pues resulta ser el producto de una mezcla inusual de genes botánicamente

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selectos, y no del desarrollo evolutivo de una fuente genética ni de la mutación de una especie. Es, con toda seguridad, el resultado de la mezcla de genes de varias plantas, hecha con la sabiduría y experiencia de quién conocía muy bien su trabajo, el gran Enlil, creador del paraíso en la Tierra. Y, por otra parte, también resulta cuestionable la idea de que el hombre, en unos cuantos miles de años, pudiese transformar a los animales a través de la domesticación, sin más. La introducción de estos animales productivos, como la oveja, sería básica en las economías futuras, y sin embargo, como vemos, no está nada claro su origen. Las leyendas relativas a esas misteriosas zonas de experimentación agrícola y ganadera son las que mas tarde dieron pie al concepto de Edén, mítico lugar donde la naturaleza fue manipulada mientras el hombre se deleitaba con su belleza desconocida. En algún lugar de su interior debió haber granjas, laboratorios e invernaderos donde se desarrollaron los experimentos transgénicos. Aquí es donde surgió el mito del árbol prohibido o del conocimiento. Tras su nacimiento-creación, los primeros seres humanos estaban desorientados y se mostraban ineficaces, incapacitados para comprender lo mucho que ante sus ojos se producía. Con objeto de paliar esto, fueron sometidos a un proceso de aprendizaje que se inició en las bellas inmediaciones de E-Din, donde siete instructores, seleccionados y adiestrados personalmente por Enki, les mostraron conocimientos básicos referentes a la agricultura, alimentación, ganadería y construcción, entre otras cosas. Además de ello, se les inculcó un profundo sentimiento de obediencia, mostrándoles siempre cuán lejos estaban de sus creadores y los estrictos códigos que regirían sus vidas. El concepto de dios y fe había nacido, y sirvió para mantener a la especie trabajadora recién creada bajo un yugo bien fundamentado, basado en una ignorancia controlada y soberbiamente dirigida. Tras ser instruidos, la transmisión oral en la especie se encargaría de hacer que los futuros enclaves humanos compartieran miedo, conocimientos y objetivos. Cuando se consideraba que los trabajadores, que en aquellas primeras remesas llegaban en número creciente desde las cámaras de creación en África, eran aptos, se les destinaba a los campos de cultivo, situados ya en el exterior de E-Din (esto produjo un desasosiego en los primeros hombres, que a la larga dio lugar al mito de la expulsión del paraíso), donde cosecharon abundantes cereales e iniciaron las actividades ganaderas, o a las minas de Ab-Zu, que rápidamente, con la nueva mano de obra, adaptada y eficiente, comenzaron a producir contingentes considerables de oro y otros metales singulares, siempre a costa del sudor de los primeros hombres, auténticos esclavos de diseño de una raza necesitada de recursos para subsistir. El impulso tribal persistente en todas las culturas de ofrecer a los dioses alimento, y en ocasiones sacrificios humanos, viene de esta época en que nuestros

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antepasados veían cómo una enorme parte de las cosechas generadas en los ricos campos de cultivo eran embarcadas hacia los cielos. El recuerdo subyace y se manifiesta en modo de ofrenda ritual de lo que entonces era un tributo forzado, y tras ello se esconde el deseo de una inteligencia superior, desprovista de todo rasgo de la divinidad que se les ha atribuido, de sobrevivir a toda costa. Sin duda alguna, los dioses eran tan mortales como nosotros, aunque posiblemente beneficiados con un periodo vital mucho más largo, que le concedió el aire de eternidad. Así fueron las cosas mientras todo funcionaba. Cada vez había mayor número de ciudades esclavas, y los dioses se mostraban crueles y vengativos cuando el hombre no cumplía con sus cometidos, encargándose de fomentar un régimen de terror sobrehumano que elevó la exigencia a una categoría que no permitía ningún tipo de queja. Lo que había que hacer se hacía, sin más, y de ese modo todos en la zona podían vivir en paz. De lo contrario, eran fulminados y reemplazados, de lo cual se encargaban cuerpos especiales de seres especializados en el control de los humanos, los llamados “grigori” (los que vigilan), de los que hablaremos con posterioridad. Es entonces cuando Enki, en una de las decisiones más extrañas y fuera de lugar que esta raza concibió en aquella época, tomó la determinación de hacer algo sorprendente: dar el conocimiento avanzado al ser creado. Su idea fue escoger a determinados El-Adán (recordemos, esclavos sometidos y despreciados) para transmitirles conocimientos especiales, siendo así como se inicia la inesperada enseñanza puntual de las ciencias antiguas, que han llegado a nuestros días envueltas en el aura del misterio y que permanecen aún hoy en día bajo el disfraz de la curandería o el chamanismo. Ello se debe a que eran conocimientos que no fueron adquiridos por la experimentación, produciéndose una distorsión que los hizo parecer en ocasiones más emparentados con la magia que con la ciencia, lo cual provocó una falta de cimientos sólidos que les confirieran durabilidad. Esto hizo que se transformaran, a efectos de nuestros primitivos antepasados, desde la ciencia empírica a saberes rituales, de los que poco a poco se iban perdiendo los fundamentos, aunque la realidad indicaba que eran válidos y que funcionaban. Dos casos de estos primeros iniciados son citados en la literatura sumeria, y son los de unos hombres, manipulados genéticamente por Enki, llamados Adappa y Enmeduranki, a quienes les fue concedido “amplio entendimiento”, que abarcaba astronomía, medicina, arquitectura, anatomía, y así hasta 100 diferentes apartados de la ciencia y la tecnología. Estos primeros iluminados ocuparon el puesto importante y preferente de sacerdotes en los estratos sociales que se fueron creando, y contribuyeron a que el hombre saliera de la barbarie. De ese modo, un orden social necesario fue apareciendo en las ciudades, en las que comenzaron a aplicarse las primeras leyes y a celebrarse los ritos más antiguos de que tenemos constancia. Más tarde volveremos a este acontecimiento. A lo largo de esta época, los creadores experimentaron repetidamente con la ingeniería genética en las instalaciones africanas de Shi-Im-Ti, y liberaron

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criaturas en las cuales mezclaban seres humanos con otros animales, que son las que dieron lugar a historias sobre centauros, gorgonas y quimeras, entre otras. No obstante, la utilidad de estas creaciones era escasa, mera experimentación de laboratorio, por lo que no se llevó a cabo una gran producción. Fruto de sus estudios sin límites, Enki y Ninti diseñaron y controlaron una importante, útil y mítica raza de hombres enormes, los llamados “gigantes” en los relatos antiguos, que fueron enviados, por su constitución, a las zonas donde se requería un mayor uso de la fuerza física. Posteriormente estas criaturas, las que no fueron exterminadas al cumplir su cometido, no encontraron su lugar en la naturaleza, y fueron desapareciendo. Las especies más altas alcanzaron estaturas en torno a 21 m, y su aspecto debió ser terrible a los ojos del resto de la comunidad. El hallazgo en diversas zonas del mundo de huesos humanos de enorme tamaño corrobora este dato y aporta la prueba necesaria.

Pero el más impactante de los proyectos desarrollados por Enki y Ninti tras haber creado al ser humano fue el estudio intenso que hicieron en busca de modelos más perfeccionados del primitivo trabajador conseguido. Para ello simplemente modificaron el ADN de los El-Adán y las E-Vas, buscando preferentemente una mayor resistencia física y capacidad de trabajo, y pronto fueron consiguiendo resultados, pero era difícil distinguir a los humanos de segunda generación genética de los originales.

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La decisión que tomaron los dos científicos era tan sorprendente como lógica, y eliminaba la necesidad de introducir cambios de tipo más complejo en las secuencias de ADN: simplemente los dividieron por colores en base a un cambio de pigmentación en la piel, y así es como surgen las diferentes razas humanas, cada una con sus características peculiares. En poco tiempo estaban perfectamente separadas las razas negra (la original), blanca, roja y amarilla, y a cada una se le atribuyó una función preferente y una zona específica de desarrollo y actuación. A partir de ahora, sería fácil saber qué tipo de trabajador estaban moviendo cuando iniciaban un transporte a uno de los campos de trabajo. Los contingentes mayores de raza blanca fueron destinados a Mesopotamia y alrededores, la negra a África, la amarilla a los yacimientos recién descubiertos en China y Birmania, y la roja al continente americano, donde se crearon nuevos campos de cultivo y pequeñas infraestructuras. Uno de los hábitos más oscuros y escondidos de nuestra especie, que terminó apareciendo repetidas veces, sobre todo en las zonas donde el trabajo era más agotador y la alimentación escasa, fue el canibalismo. Esto produjo enfermedades peculiares, pero los dioses, que vieron en ello una forma barata de eliminar los cuerpos de aquellos que morían de agotamiento, no hicieron nada por impedirlo. Actualmente sabemos que nuestra raza proviene de un pasado caníbal, por lo que esto no debería sorprendernos en exceso, ya que es un comportamiento extremo que llevamos en nuestros genes, y que aparece en circunstancias críticas, como se ha visto trágicas y repetidas veces a lo largo de la historia. Aun se levantan en Zimbabwe las ruinas de enclaves que sirvieron para las extracciones mineras hace muchos más miles de años de los que se reconocen.

Imaginémonos, por un momento, transportados a aquella época y miremos con los ojos de uno de los primeros humanos sometidos. Allí todo era extraño…los dioses, que impartían el conocimiento, volaban sobre ellos controlándolos con sus

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majestuosos e inexplicables carros de fuego, que aumentaban su grandeza. La justicia divina era implacable. El trabajo continuo y muy duro, misteriosas enfermedades se cebaban en los que trabajaban las minas de metal luminoso (uranio radioactivo) y mercurio, y, en general, la presencia de la divinidad era tan abrumadora, cruel y opresiva que costaba zafarse del miedo, a pesar de que los creadores se mostraban abiertamente, mezclándose en las multitudes, y a veces incluso llegando al contacto carnal con los humanos sin ningún pudor o recato. Son varios los relatos en los que se habla de violaciones y cruces sexuales entre dioses y hombres, y eran muchos los híbridos que nacían con características especiales. En este apartado, las entidades no pusieron ningún tipo de traba a todo aquel de los suyos que deseara el apareamiento con un humano, y la posible descendencia siempre fue instalada en zonas altas de la sociedad. En un relato se habla de cómo Enlil fecunda a Meslamtaea, que se expresa así: “El semen de tu señor, el luminoso semen, está en mi seno; el semen de Sin, el nombre divino, está en mi seno” Más adelante, la aterrorizada Ninlil intenta defenderse de la violación de Enlil, pero no lo consigue: “Mi vagina es demasiado pequeña y no sabe del coito. Mis labios son demasiado pequeños y no saben besar” También en la Biblia hay una referencia clarísima a estas uniones entre dioses y hombres: “Cuando comenzaron a multiplicarse los hombres sobre la Tierra y tuvieron hijas, viendo los hijos de Dios ( ??? Este plural en la Biblia resulta desconcertante) que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre ellas por mujeres a las que quisieron” ¿No hace referencia este texto a la unión que veíamos con anterioridad (seguro que una de tantas) entre el hijo de Anu, Enlil, con la bella Ninlil o con Meslamtaea? Ambos escritos parecen apuntar a un mismo hecho, pero sin duda se trataba de un acto frecuente. En ocasiones se habla de hombres como Gilgamesh, que eran resultado de relaciones sexuales entre los creadores y las mujeres de los hombres, cosa perfectamente probable porque ambas especies compartían la mayor parte del ADN. Estos híbridos tenían características que los distinguían del resto de los humanos, y eran venerados entre sus congéneres, aunque no muy bien vistos entre los creadores. En el texto bíblico, esto queda reflejado también: “Cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos son los héroes famosos muy de antiguo”.

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Estos creadores que copularon con las hijas de los hombres son los grigori, de los que en el Libro de Enoc se dice que eran doscientos en total, y que estaban encargados de la vigilancia de los humanos. También aparece el revelador detalle en el Libro de Enoc de que los grigori, además de copular con las hembras humanas, “corrompieron” al hombre otorgándole conocimientos en el desarrollo y uso de armas que lo llevaron a un camino sin salida, aunque la verdadera causa de que fuesen repudiados del seno de los dioses pudo ser el hecho de que mostraron a la raza esclava a usar el oro y los metales preciosos. Leemos: “Y Asa’el enseñó a los hombres a fabricar espadas de hierro y corazas de cobre, y les mostró como se extrae y se trabaja el oro hasta dejarlo listo, y en lo que respecta a la plata a repujarla para brazaletes y otros adornos”. Destruyeron de golpe, por tanto, la máxima dada al ser humano de que “el oro es propiedad exclusiva de los dioses”. “Tu has visto lo que ha hecho Asa’el, cómo ha enseñado toda injusticia sobre la Tierra y revelado los secretos eternos que se cumplen en los cielos”. De ese modo, su labor de control de los intereses divinos en el planeta había recibido un daño del que no se repondría, y que trajeron consecuencias futuras que llevaron a la hecatombe de la antigua humanidad de un modo que veremos, y con unas consecuencias que llegan a nuestros días. De aquí surge el mito del ángel caído, custodio fallido del orden establecido, y de la manzana del árbol de la vida, que simboliza el conocimiento prohibido a los hombres, que nos fue ofertada por los grigori y asimilada por una raza esclava, lo cual originó una época de desmanes y tragedias que desagradó profundamente a las entidades. También en el apócrifo “Libro de los jubileos” se mencionan estos hechos, dando la connotación trascendente de que los grigori se unieron con las mujeres porque carecían de compañía femenina en la Tierra, lo cual propició su corrupción y el desvío del camino marcado. Sin duda, las tribulaciones sexuales les crearon lazos con el ser humano que estrecharon en exceso, lo que les llevó a la perdición. Llama la atención que el texto bíblico hable de “los hijos de Dios”, un claro plural que muestra como el texto del Génesis es una recreación de los originales mesopotámicos, en los que no existía el concepto de Dios único y con un único hijo. También nombra a unos héroes, fruto de las uniones entre los grigori y los hombres, que no se relacionan en ningún lugar del relato, y que, en principio, son personajes oscuros, sin un papel determinante, pero con importancia suficiente como para entrar a formar parte del guión principal, ya que en otros relatos son mencionados como los primeros reyes humanos, señores puestos en el poder por los propios dioses, aprovechando su condición semi-divina.

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En el Prisma de Weld, aparecido en Larsa en 1929, se relaciona detalladamente a estos reyes, la ubicación de sus ciudades reales y sus periodos de mandato. Sus nombres son: Kichunna, Emmengalanna, Dumuzi, Sibzianna, Emenduranna, Ubar-Tutu y Utnapischtim, último gobernante, y bajo cuyo mandato se produjo un acontecimiento que marcaría profundamente el devenir de las eras. Esas estirpes sanguíneas se fueron diluyendo a medida que las generaciones se multiplicaron, y la línea se perdió. Esto es muy notorio cuando se hace hincapié en el controvertido dato de la longevidad de los primitivos “patriarcas”, que podían vivir varios cientos de años, hecho que, una vez más, ha sido tomado por fábula irreal por todos aquellos incapaces de entender que no somos el centro de las cosas. Se nota claramente como esa duración se va reduciendo a medida que las generaciones avanzan, de lo cual hay excelentes registros, como se ve en el génesis o en la lista de reyes antiguos compilada por los sumerios, y demostrando cómo se iba produciendo la degradación celular al irse mezclando el componente “divino” y el humano a lo largo de muchas generaciones. Sin duda, aquellos hijos de dioses y hombres fueron seres que no estuvieron sujetos, en principio, a la limitación impuesta de los 120 años de vida conque toda nuestra especie fue programada. Ese extraño parámetro fue fortuitamente borrado de la secuencia genética al combinarse esperma marciano con óvulos humanos, y es el motivo de que se anulara la restricción de longevidad en los híbridos recién nacidos. Otro condicionante para la vida de los primeros hombres fue la presencia citada de gigantes, que ahora sabemos que fueron diseñados para trabajos especiales, y cuyos inexplicables huesos van apareciendo por todo el mundo, como dijimos antes. En la Biblia se dice: “Existían entonces los gigantes en la Tierra”…”Es una tierra que devora a sus habitantes, y todos cuantos de ella hemos visto son de gran talla. Hasta gigantes hemos visto allí, ante los cuales nos pareció a nosotros que éramos como langostas; así les parecíamos nosotros a ellos”…”Un hombre llamado Goliat, de Gat, que tenía de talla seis codos y un palmo”. Hay claras alusiones en este párrafo no solo a la presencia de hombres de gran talla (presumimos que los mismos dioses eran de estatura muy elevada), sino también al canibalismo de la época. En el Libro de Enoc hay un pasaje que denota un momento singular en el que se produce algún tipo de revuelta caníbal contra el ser humano: “Ellos devoraron todo el trabajo de los hombres hasta que estos ya no alcanzaron a alimentarlos mas. Entonces los gigantes se volvieron contra los hombres y empezaron a devorarlos, y empezaron a pecar contra los pájaros y contra las bestias y los peces y a devorar unos la carne de los otros y se bebieron la sangre. Entonces, la tierra acusó a los violentos por todo lo que se había hecho en ella”.

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Fue una era de criaturas singulares, sin duda, y algunas de ellas horribles (el sirrush, las quimeras, gorgonas, centauros, etc.) creadas por Enki y Ninti en su afán de investigación, que daban lugar a la aparición de historias que prevalecieron en forma de leyendas, y que posteriormente decorarían frisos y paredes con figuras que, a nuestros actuales ojos y entendimiento, no tienen lógica, pero que entonces eran muy reales y temidas, aunque pueda parecer absurdo. Esos seres de pesadilla eran liberados de forma despreocupada en las montañas o desiertos, y el miedo a su encuentro mantenía a los hombres en sus zonas geográficas, lejos de acercarse a lugares remotos donde pudieran ser víctimas de su voracidad. Hay citas claras en los textos que sugieren que estos seres míticos se agrupaban en ocasiones formando manadas bien nutridas, y que eran perseguidos en expediciones de caza por antiguos reyes sumerios y más tarde por los asirios, hasta que se produjo su total exterminio, pues nunca su número fue excesivo ni su multiplicación notable. También hay constancia de focos de uniones sexuales con animales y prácticas sodomitas, fomentadas por la profunda incultura y la confusión reinante. En general el ambiente era tan terrible que todas las aberraciones tuvieron lugar en la oprimida especie humana, y las uniones de hombres con otras criaturas se convirtieron en algo frecuente y, hasta cierto punto, normal. De ahí, tal vez, nuestra extraña alteración actualmente conocida como zoofilia, y que no tiene equivalente en todo el resto del reino animal, siendo otro detalle que marcadamente nos separa de aquellos seres que sí llegaron a la actualidad a través de una evolución absolutamente natural. Fueron elementos singularmente extraños para los antiguos humanos las ocasiones en que los dioses aparecieron custodiados por autómatas refulgentes, que no tenían cabida en las mentes de aquellos hombres. Dos ejemplos. En la hasta hace muy poco mítica y perdida ciudad de Mari, la anteriormente descrita Inanna, la diosa del vuelo, habitaba entre los humanos alojada en un palacio custodiado por seres que aquí se describen: “Los que la acompañaban, los que acompañaban a Inanna, eran seres que no conocían los alimentos ni el agua, que no tomaban ninguna comida preparada ni bebían agua” Cambiemos de escena. En la epopeya de Gilgamesh tenemos a Huwawa, encargado de la seguridad en Baalbeck, y al que ya analizamos con anterioridad: “Huwawa…no duerme jamás”. Las referencias hacia criaturas que no duermen nunca son frecuentes y reveladoras, pues la vida orgánica precisa de ese valioso tiempo de “recarga” para

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poder seguir con vida. Hasta la Grecia clásica se mantuvieron las leyendas sobre estas criaturas mecánicas. Las alusiones a los “equipos de vigilancia” apostados por los dioses son un claro ejemplo de ello. También tenemos al león de Nemea, bajado de la Luna y que no podía ser herido por armas convencionales. El dragón Landon, con un único ojo que nunca dormía, y que se defendía con fuertes ruidos y arrojando fuego. El dragón de Jasón y los argonautas tenía escamas de hierro, y en uno de sus trabajos, Hércules tuvo que enfrentarse a las aves del lago Estínfalo, que lanzaban sus plumas como si fuesen misiles, y a Cerbero, un perro de proporciones descomunales que guardaba las puertas del infierno. ¿Fueron todas estas criaturas extrañas en realidad máquinas diseñadas con el fin de preservar o custodiar determinados entornos? No lo sabemos, pero pudiera ser que sí, y el peso de los indicios es suficientemente elevado como para considerarlo seriamente. Todas estas historias fueron el remanente de lo que ya entonces era un pasado lejanísimo, pero que había llegado, con lógicas deformaciones, activamente hasta la época. Nada inventaron nuestros antiguos, aunque las descripciones, en la mayoría de los casos, se alejen de la realidad, lo cual no es óbice para que pensemos que verdaderamente alguien fue testigo en algún momento remoto de la existencia de seres de pesadilla. Es fácil imaginar qué estado de confusión y miedo propició semejante cúmulo de fenómenos en las débiles mentes de nuestros predecesores, incapaces de ver lo que realmente estaba ocurriendo. Sin embargo, en este ambiente enrarecido se fueron formando los primeros atisbos de civilización, aunque aún eran básicamente una suma de ciudades regentadas por cabecillas tribales, y que podían hacer poco por defender a su pueblo ante los abusos a los que en ocasiones eran sometidos por las entidades. Pero de pronto las extracciones se suspendieron. E-Din, con los cauces de agua modificados por la erosión, se secó. Los experimentos transgénicos habían completado todas sus fases, y las especies creadas estaban ya listas para ser sembradas en todo el planeta. Baalbeck y Monte Moriah dejaron de ser testigos del tránsito interplanetario, y, de la noche a la mañana, los dioses desmantelaron su equipo pesado y cambiaron radicalmente su actitud, dejando abandonado a un hombre diseñado para trabajar de sol a sol que necesitaba venerar su imagen y que lo ha hecho hasta el día de hoy a través de cientos de religiones y credos. ¿Qué ocurrió? ¿A qué se debió el repentino parón del plan desarrollado? Especulemos. No hay constancia de revueltas de ningún tipo que pudieran provocar la improbable huida de seres tan avanzados respecto a nosotros. En todos los aspectos los textos sumerios e hindúes son tan precisos que es impensable que algo así pasara desapercibido. Tampoco parece probable la propagación de algún tipo de virus en una raza que contaba con genetistas capaces de manipular el ADN con precisión. Por tanto, con semejantes recursos médicos, el contagio masivo no es una elección.

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El éxito de inserción de especies desarrollado en E-Din no tendría sentido si no se hubiera aplicado con posterioridad. Solo nos quedan dos alternativas: o perecieron o se fueron. Lo primero es difícil y especulativo. Pero lo segundo… sí, seguramente se fueron, pero ¿a qué lugar desde el que poder controlar al hombre y los cultivos? No sabemos nada a partir de aquí, pero, cuando menos, se puede establecer que hubo un cambio de estrategia. RECAPITULEMOS… Hagamos un primer resumen antes de proseguir: 1.- Nuestra especie, que actualmente engloba casi a 5.000M de individuos, fue diseñada genéticamente por aquellas entidades que explotaron recursos vitales en la Tierra tras haber sobrevivido a la destrucción de su planeta nativo, Marte. 2.- Somos una especie terminada, perteneciente a un diseño genético realizado con éxito en África hace 230.000 años, que nada tiene que ver con la naturaleza que nos rodea. Por eso todos los restos fósiles anómalos que encontramos, identificables como pertenecientes a nuestra especie, son de tipo homo-sápiens, similares al hombre moderno, y no muestran signos de evolución alguna. Dicho de otro modo: adiós al mono, aunque se halle en el origen del primer óvulo. 3.- La inteligencia, que forma parte del programa introducido en el ADN por los creadores originales de nuestra secuencia, solo ha aparecido en el planeta de manera independiente con dos intentos puntuales. Son el hombre de Cro-Magnón y el hombre de Flores, pero ninguno de ellos logró perpetuarse. Ambos han sido la culminación de los primeros intentos constatados efectuados en la superficie terrestre de lograr un cerebro pensante por parte del sistema evolutivo actual. 4.- Desde el momento en que quedamos en libertad, hemos estado integrados en el sistema ecológico que nos rodea. En ese tiempo hemos sufrido periodos variables de tecnología y civilización, y nos hemos transformado conforme a la adaptación natural, pero hemos perdido muchas referencias de nuestro pasado, y nos hemos contaminado fatalmente por el antropocentrismo, los dogmas y las religiones totalitarias. 5.- No somos el objetivo final, ni controlamos el programa que la rige. Ni siquiera sabemos cómo funciona ni a dónde se dirige.

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6.- Sin embargo, conservamos los restos de manipulación en nuestros telómeros que delatan una intervención a nivel genético realizada en algún momento de nuestro pasado, destinada a recortar las esperanzas de vida, lo cual es un indicio que demuestra lo que está detalladamente escrito. Igualmente, las muestras extraídas de ADN mitocondrial en miles de mujeres de todo el mundo y razas demuestran la existencia de una antepasada común que vivió hace no mas de 230.000 años. También la existencia de 223 genes anómalos en nuestra cadena apunta a la manipulación, puesto que es en ellos donde residen nuestras diferencias con los primates. 7.- Evolutivamente estamos aislados, y formamos parte de un enorme sistema natural que se desarrolla a nuestro alrededor sin contar con nosotros, pero al que influimos constantemente. Por tanto somos casi unos intrusos, aunque no conscientes de ello. 8.- El parentesco de nuestro ADN, pese a sus modificaciones, y el de la generalidad de las especies se debe a que ambos forman parte del programa original liberado en el sistema solar por fuentes que desconocemos, pero que van mas allá de la cultura marciana, cuya única ventaja real sobre nosotros son los más o menos 250.000 años de evolución que nos separa. 9.- Las frecuentes apariciones a lo largo de los tiempos de figuras míticas ancestrales, leyendas pan-temporales, rastros de recuerdos pertenecientes al inconsciente colectivo, conocimientos astronómicos insospechados y precisos, y animales fabulosos no interpretables, son restos no borrados de momentos reales pertenecientes a una época antigua que no podemos ubicar, en los cuales nuestros antepasados convivieron con las criaturas y los acontecimientos correspondientes a cada momento, sobreviviendo pese a todo. 10.- La aparición auténtica de la vida en nuestro sistema solar se produjo en Marte hace unos 5.000M de años, nada más acabar su acumulación planetaria. Allí se produjo la implantación del ADN por manos desconocidas, y la secuencia de los códigos, por motivos excepcionales, llegó poco más tarde a nuestro mundo por un método que debió ser similar al empleado en Marte: Implantación. 11.- La diversificación de las razas humanas es el producto de la experimentación genética marciana en busca de un trabajador más perfecto. Para separar las diferentes características, los creadores nos dividieron por colores, estableciéndose la diversificación de las razas. 12.- La necesidad inherente a nuestra especie de supeditarse a la voluntad de un ser supremo y creador deriva directamente de la terrible verdad. Hubo un creador, sí, pero que nos hizo para tener al esclavo perfecto del que extraer todo lo necesario para mantener un nivel de vida óptimo, para

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lo cual no escatimó recursos ni medios de coacción, que se han mostrado tan eficaces que aún hoy la necesidad de lo divino es un sentimiento profundísimo de casi todo ser humano. Algo parecido a un síndrome de Estocolmo a nivel global. 13.- Por tanto, y lo que parece más importante: hay que separar la creación del hombre de la del sistema biológico terrestre. Cada una obedece a un objetivo bien diferenciado y llevado a cabo por manos absolutamente diferentes: una dio lugar a la vida en el Sistema Solar, y la otra, que a su vez era producto de la anterior, nos creó como especie. No hay casualidad en ninguna de las dos, sino, muy al contrario, una dedicación de tiempo y recursos que demuestra lo amplio de los planes ejecutados. La naturaleza en sí, y nuestra propia presencia, demuestran el éxito de ambos objetivos a día de hoy. 14.- Nuestros creadores, los que nos diseñaron en la Tierra, nos transmitieron la mayor parte de su cultura y conocimientos. Aunque aparezcan ante nosotros como dioses, son seres vivos de carne y hueso, frágiles, despiadados, muy inteligentes y con enorme longevidad. La documentada recurrencia de periodos de civilización considerable, plasmada a lo largo de escritos ancestrales, tecnologías que han sobrevivido de modo fósil y evidencias culturales impresas en todos los pueblos antiguos de la Tierra, que parecen ser los únicos a los que no sorprende la realidad palpable de que no somos los primeros que hacemos algo en este planeta, sientan una base para defender lo expuesto. El súmum de esos relatos, evidencias y tradiciones engloba el rompecabezas en que se ha convertido nuestro deambular larguísimo en pos de la supervivencia, el cual permanece insinuado sutilmente, casi borrado. En este sentido merece la pena recordar cómo en las más impresionantes culturas perdidas documentadas que tenemos a nuestro alcance, la hindú y la sumeria antigua, se hace constante referencia a la raza lunar, que no es ni más ni menos que aquella de la que provenimos. Habiendo sentado detenidamente las bases de la hipótesis que sugerimos, vemos que ya tenemos identificado un comienzo para el programa en lo referente al ser humano. Pero también es evidente que tanto la raza marciana como la evolución terrestre tienen un origen común, obedeciendo a un diseño mucho mayor que dio lugar a dos líneas evolutivas tan parecidas que fue posible combinar semen y óvulos de criaturas de planetas distintos ¿cuál sería el fin de este código? ¿A dónde vamos?

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NÚCLEO 2. EL ORIGEN DE LA VIDA Hemos visto cómo claramente tenemos indicios que relacionan detalladamente el proceso y los motivos de la aparición del hombre moderno sobre el planeta. Ahora sabemos que fuimos diseñados por una raza que agonizaba, y que necesitaba abundante mano de obra para extraer minerales y generar alimentos, a fin de preservar los restos de su civilización, 250.000 años más avanzada que la nuestra. También sabemos que procedían de Marte, arrasado por un acontecimiento astronómico singular, y que la vida apareció en ese planeta 1.000M de años antes que en el nuestro. Pero ¿quién la sembró? ¿Quién esperó para repetir el proceso con posterioridad en la Tierra? ¿Recordáis al jardinero? Hacer premeditadamente lo que se ha hecho en este sistema, volviendo casi a los inicios varias veces, precisa de una gran necesidad de obtener resultados, a pesar de lo dilatado de la escala temporal. Si este factor se desestima, una vez liberado el proceso, el introductor del código se puede desentender durante periodos que engloban eones, ayudado por el impulso enorme que supone el instinto de creación. No obstante, eso no implica que no haya un control, y en ocasiones incluso un reajuste, pero también nos habla de la capacidad temporal de supervivencia de la raza que nos mira. Cuando se llega a semejante estado evolutivo, una especie se convierte en lo más parecido que podemos imaginar a un Dios. Quizá este fenómeno nos esté mostrando los indicios claros de la presencia de al menos una cultura tan avanzada que esté al margen de las cosas que a nosotros nos parecen importantes. Fíjense en lo que pudieron hacer las entidades en nuestro planeta, llegando a la creación del ser humano, con tan solo 250.000 años de ventaja sobre nosotros, e imaginen el poder que puede llegar a tener un pueblo que tenga su origen evolutivo en estrellas que surgieran en los primeros estadios de la creación de las galaxias, es decir, hace 13.000M de años. Esta hipotética especie nos llevaría casi todo ese enorme periodo evolutivo de ventaja, por lo que hablar de esferas de Dyson, anillos de Niven, manipulación de estrellas, y remodelación del Universo no puede ser en modo alguno descabellado. Una inteligencia tan vasta tiene necesariamente que estar en posesión de los principios que realmente mueven y animan al cosmos, al que sin duda, en gran medida, podrían haber llegado a controlar en su área de interés. Si esto les parece grandioso e inquietante, piensen que posiblemente no sea una única raza la que ha conseguido esto, con lo cual aún tenemos más factores a tener en cuenta. Por tanto, la introducción de los códigos en los mundos fertilizados por panspermia debe obedecer a un criterio que no podemos imaginar, aunque nos esforzaremos en ello, a pesar de que todo puede ser tan confuso como la niebla en la noche.

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Estimamos que psicológicamente solo alguien capaz de prolongar enormemente su capacidad de mantener el criterio de las cosas puede supervisar eventos de esta duración, ya que el objetivo tiende a diluirse y cambiar conforme las épocas avanzan. Evidentemente, esta deducción tiene el margen de error de nuestro pensamiento humano. Solo para quien desprecia totalmente la eternidad de las eras es factible el control de semejante enigma como es la evolución de la vida. Iniciar el código y seguirlo es inviable de otro modo, ya que la sucesión de acontecimientos propiciaría en una raza sujeta a nuestras limitaciones la aparición, tarde o temprano, del cansancio, y con él la pérdida del control sobre las variables. Una vez ocurrido esto, el futuro de la obra sería incierto. Por ello, la entidad que está detrás del programa auténtico, el que diversificó la vida en Marte, y más tarde en la Tierra, no tiene prisa, espera sin cansarse, atemporalmente e intentando no dejar rastros de su presencia, pero sin duda alguna está ahí. Sembró el planeta rojo, el más precoz dado que no ha tenido colisiones de formación, como demuestra el hecho de que aún hoy resulta ser un planetésimo original de aquellos 21 que conformaron el interior del sistema. Tras comprobar como el ambiente natural se había expandido hasta llegar evolutivamente a un ser avanzado que controlaba su mundo, aquel al que llamamos el jardinero se fue a la espera de que otros planetas terminaran sus fases de consolidación. Retornó muchos millones de años más tarde, y provocó la explosión cámbrica de la vida en la Tierra, nuestro particular big-bang biológico, la verdadera clave del misterio. Tras cerciorarse de que el germen estaba correctamente implantado volvió a las estrellas, quizás a sembrar otras zonas del cosmos con líneas genéticas parecidas a las de Marte y Tierra. Si esto es así, y en verdad está procediendo a una siembra, hemos de dar por sentado que la evolución de la vida tiene que acabar en algo que sea la cosecha, y cuando llegue ese algo, el jardinero vendrá a recoger los frutos. Esto puede ser maravilloso o inquietante, pero desde luego no debería dejarnos igual. A fuerza de fe, tendemos a pensar que una súper-raza como esta no puede estar dirigida por intenciones funestas para el hombre, pero a la hora de la verdad ¿qué sería el hombre al lado de una súper-raza? Posiblemente algo importante, pero quizás, solo tal vez, un subproducto más, carente de importancia. ¿O acaso nosotros nos fijamos en las criaturas microscópicas que destruimos incesantemente cuando recolectamos el trigo? Ya llegamos a la conclusión anteriormente de que el objetivo final, la cosecha, no parece ser una especie concreta, dada la diversificación impuesta por el código, ni la inteligencia, que más bien parece un escollo que salvar para llegar a un estado más consciente. Para seguir a la búsqueda del objetivo hemos de analizar el fundamento del código, orientados a encontrar alguna pista que nos ayude. Sobre su desarrollo original solo podemos especular. Notamos que el objetivo inicial sin duda fue desencadenar, mediante la implantación de una línea

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maestra de información genética, una evolución prevista y programada, que a modo de reacción en cadena, fomentase la riqueza biológica y la diversidad. Esta implantación se llevaría a cabo en planetas donde el bombardeo meteórico hubiese sembrado los aminoácidos esenciales, que actuarían de marcadores, de auténticos reclamos que convocarían la presencia de quien está capacitado para iniciar la segunda fase. Una vez allí, la entidad efectuaría la implantación de las primeras células, diseñadas para remodelar y regular el sistema pro-biótico. En el caso de la Tierra, estas células fueron las cianobacterias, que se encargaron de cambiar la atmósfera de ácida a reductora mediante la fotosíntesis. Solo cuando los estándares mínimos estuvieron establecidos, y la atmósfera y los océanos se cargaron de oxígeno, se sembró el código, liberando las primeras células eucariotas en los océanos. A partir de ahí, el reloj estaba en marcha. La vida en la Tierra había aparecido, y su consecuencia sería la misteriosa cosecha final. Pero ¿cómo se pudo diseñar el código? Para ello, y deduciéndolo de la diversidad que vemos, tuvo que hacerse una biblioteca genética general, un fabuloso compendio de los mapas y variaciones celulares, y establecer un criterio, una ley natural que controlaría el modo en que fluirían en el medio creado mientras se adaptaban. Fue sin duda el momento en que fueron diseñadas y escritas las reglas sobre las que se asienta la vida tal como la conocemos, y eso es un hito de trascendencia tan grande que no podemos medirla con palabras. Crear unas normas que fluyan en el Universo requiere de algo que ya presuponíamos en estas entidades: el conocimiento exacto de las cosas. ¿De cuáles? De todas. Con objeto de preservar la lógica entrópica del proceso, aquella que permitiría la irradiación de las familias, se determinó de modo preciso el momento correcto en que una especie sucedería a la otra, y el estado de perfección necesario para ello, así como su puesto y necesidad en el equilibrio del conjunto, de modo que su desaparición por inadaptación llevase directamente a su sustitución por otro tipo de características análogas que ocupara su segmento. El organismo extinto por falta de viabilidad quedaba así descartado en poco tiempo, y no volvía a reproducirse, motivo por el cual no es posible la marcha atrás en el programa. Toda la macro-secuencia resultante de este denso diseño de modelo natural, un prodigio de ingeniería genética solo al alcance de una civilización establecida ampliamente en la fase 3 de Kardachev, fue cuidadosamente introducida en una codificación oscura dentro de la cadena del ADN que conocemos, y ha llegado a nuestro mundo a través de la biodiversidad de dos planetas distintos, demostrándonos uno de los supuestos básicos, y es que la vida en ambos fue introducida de modo similar, lo cual implica a los mismos seres e intereses. El día que sepamos leer esos sectores oscuros donde se encuentra la biblioteca evolutiva, habremos encontrado algo parecido a la firma de nuestros padres, que, como no podría ser de otro modo, nos llegará en forma de una obra

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colosal que englobe profundamente a todos los campos de la ciencia, algo magistral y solo desarrollable mediante la utilización de los conocimientos adquiridos en los posiblemente miles de millones de años que nos separan en calidad intelectual. Presuponemos que la raza lunar fue capaz de descifrar parte de ese secreto, y fruto de ello es la intensa manipulación a que sometieron a montones de especies en este planeta, entre ellas la nuestra. Sin embargo, seguro que también ellos están lejísimos de ver el final del luminoso camino. Pero siendo el objetivo inicial del código la creación y desarrollo de la vida, tan enorme y vasto ¿cuál era el final? ¿Qué se buscaba con semejante obra? ¿Qué hizo que civilizaciones capaces de crear y desmantelar supernovas se entregaran a una tarea tan especial? Se suceden las ideas. Desde nuestro puesto de observadores privilegiados, observamos una naturaleza que tiende a un punto que cada vez la acerca más al infinito. El objetivo final del programa, el perseguido durante eones, no puede ser otro que superar la materia y hallar un estado evolutivo en comunión con el cosmos, y no pretendemos al decir esto que se nos confunda con autores que envuelven sus razonamientos dentro de una mística que entendemos que tiende a enturbiar las cosas, y que ha propiciado repetidas veces la aparición del antropocentrismo y de las religiones para explicar las cosas. Ese no es un camino válido para la razón. Si al ente creador no le interesan las formas, los nutrientes o los derivados, ¿qué persigue? Veámoslo desde este punto de vista. Es capaz de detonar supernovas para recolectar metales pesados y energía. De unir estrellas para crear campos de cultivo de todo tipo de radiaciones. De moverse por el cosmos sin limitaciones. De crear estructuras alrededor de los agujeros negros, y así indefinidamente. Por tanto, crear y cultivar la vida basada en el carbono… ¿para qué? No lo sabemos. Sin ánimo de resultar doctrinales se nos viene a la cabeza aquella frase bíblica que decía “los caminos del Señor son inescrutables”. Nosotros, en vista del enigma que supone esta disertación, abogamos por que el objetivo importante de momento, el inmediato de la vida iniciada en la Tierra, es superar el escollo que supone el peligroso momento en que nos encontramos, en el que, teniendo los medios para saltar hacia adelante, nos empeñamos en continuar un proceso de extinción que sabemos ya que se inició hace 15.000 años, y desde luego, por nuestra causa. Esto nos da el dudoso privilegio de ser la primera especie conocida que ha sido capaz de tomar un papel determinante en su propio fin. Superar este estado es lo que busca la evolución con insistencia, ya que el siguiente paso nos situará en un punto de mayor equilibrio con lo que nos rodea, y a buen seguro que el cambio de perspectiva nos impulsará con fuerza hacia la verdad. Sin embargo, tenemos motivos para creer que han sido muchas ya las veces que se ha dado el salto atrás llegado este momento, pues larga ha sido la trayectoria

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de la vida en el sistema. Sin duda los acontecimientos que se describen en libros como el Mahabharata narran fracasos a nivel humano, periodos relativamente cercanos de aniquilaciones a gran escala de civilizaciones completas, quizás mucho mas avanzadas que la nuestra. A eso, además, hemos de sumar las circunstancias naturales catastróficas, que han supuesto, y probablemente supondrán, momentos fortuitos terribles para la vida. Del mismo modo, también creemos que esto ocurrió muchas más veces a lo largo del cosmos, pero estamos seguros de que, al final, la naturaleza se abre paso y logra su fin, aunque eso es algo que tiene mucho más que ver con la fe que con la ciencia. Si nos atenemos a la posibilidad explicada y manifiesta de que seamos una especie acabada e implantada artificialmente, moviéndose en solitario por un gran escenario de creación efectuado por entes que se parecen a nuestro concepto de Dios, a los cuales, posiblemente, no conoceremos jamás, nos surge una pregunta… Dado que ahora sabemos quién nos creó para ser una raza esclava, y que hemos descubierto que también ese creador fue creado en algún momento por alguien o algo mucho mas antiguo y superior: ¿queda algún rastro del paso de aquel que conocemos como el jardinero, y que originó la explosión natural? ¿Algún indicio del paso del ente que conocemos como el jardinero? Vamos a buscar la respuesta a esta pregunta en tres sitios inesperados. En Sudáfrica se hallaron unas 200 esferas de metal incrustadas entre betas de pirofilita, en una mina cercana a Ottosdal, Transvaal. Son esferas perfectas de 1 a 6 cm (aunque también hay algunas elípticas) de una aleación de acero y níquel, algunas de ellas con estrías en su ecuador, en un número que varía de 1 a 3, y una marca circular en muchos casos por encima de él. Su manufactura, por tanto, es evidente, y la antigüedad salta hasta unos tremendos 2.800M de años, que es la edad en que se formó el mineral que las envolvía, una antiquísima roca de tipo metamórfico y origen volcánico. No hay lugar para el error. Se han encontrado dos tipos distintos, y ninguna se deja rayar por el acero. Unas son macizas y presentan inclusiones blancas, y las otras representan un paso adelante singular en el misterio, puesto que están huecas, siendo el espesor de la corteza exterior de 5 mm. Al abrirse aparece un compuesto esponjoso que se volatiliza al contacto con el aire, y que presenta trazas de carbono, delatando la presencia de un componente orgánico que sin duda estuvo confinado en su interior. Recientes estudios efectuados por científicos de la NASA han arrojado el sorprendente resultado de que la esfericidad en algunos casos es tan perfecta (alcanzando la milésima de pulgada) y el trazado de los surcos ecuatoriales tan preciso, que solo han podido ser construidas en laboratorios con gravedad cero y material muy avanzado. Ahí queda eso.

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De forma casual, además, se ha constatado que dan una vuelta completa de 360º cada 128 días, respondiendo a un ciclo que no ha podido ser identificado, motivo por el que tampoco podemos imaginar la fuerza que actúa en ello. También se hallaron otras muy parecidas en una mina de carbón en Most, República Checa, pero por algún motivo estas siempre apuntan al Norte y tienen mayores impurezas en el acero. No obstante parece un dato interesante, pues nos habla de algún tipo de posible difusión geográfica que posteriormente analizaremos.

Esto no lo hemos hecho nosotros, y su edad es de 2.800M de años.

Si nos atenemos a los criterios establecidos del desarrollo de la vida en la Tierra, la época en que aparecen estas misteriosas esferas coincide con uno de los momentos que hemos localizado en el albor de los tiempos en los cuales se produjo un milagro determinante y decisivo para la aparición de las especies: la súbita irrupción en escena de las cianobacterias y el inicio de la terraformación planetaria. Es decir: la primera fase de intervención exterior. Antes vimos que, por un motivo no determinado, en un lapso de tiempo considerable la atmósfera se tornó de ácida a reductora, todo ello fundamentado en la acción de estos microorganismos unicelulares, y eso posibilitó toda la vida posterior basada en el oxígeno. Creemos que no fue, ni más ni menos, que la puesta en funcionamiento de un magno plan que llega hasta hoy. Pues bien, en ese momento singular alguien creó las esferas, usando para ello procedimientos metalúrgicos actuales y encerrando en su interior alguna forma de vida que con el tiempo dejó sus restos al no poder salir al exterior, posiblemente al fallar el mecanismo previsto para su liberación.

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LUNA Hablemos ahora de la Luna. Pocos somos conscientes de su importancia para el desarrollo de la vida en este planeta, pero la verdad es que sin ella esta nada habría podido salir de los océanos y evolucionar. Esto es así porque la Tierra, de no estar nuestro satélite justo en el lugar que ocupa, sería una bola errática y descontrolada, sin estaciones ni ciclo diario, con temperaturas extremas y atmósfera muy violenta, por lo que los pulsos temporales necesarios, y las condiciones óptimas para la vida, simplemente no se habrían podido desarrollar. Por tanto, su importancia para nosotros es mucho mayor de lo que cabe imaginar, y tanto es así que su hipotética pérdida repentina se traduciría en una cadena de cataclismos que darían lugar al fin de nuestra civilización en poco tiempo y del sistema vital a largo plazo. Por tanto, queda clara la importancia trascendente de la hermosa esfera plateada que preside la noche, luminaria eterna que nos acompaña desde casi siempre. Además, la Luna es un satélite verdaderamente irregular en lo que respecta a su tamaño, dado que es inusualmente grande. De hecho, una de las teorías sobre su aparición, la del atrapamiento orbital, es descartable precisamente por este hecho. Es tan enorme que es imposible que hubiese sido adquirida por nuestro planeta al pasar errática cerca de este, por lo que se postularon otras dos teorías para su formación que tampoco tuvieron éxito. La primera es la de la fisión, que establece que debió separarse lentamente de la masa principal de nuestro planeta cuando este estaba fundido y giraba a gran velocidad. Si esto hubiese sido así, la Luna debería tener una constitución y estructura similar a la terrestre, pero sabemos que eso no ocurre, por lo que la idea carece de validez. La otra es la teoría de impacto, que establece que se formó a raíz de una colisión de un objeto de enormes proporciones con la Tierra, que arrojó parte de su masa al espacio, la cual dio lugar posteriormente, por acreción, al disco lunar. Sin embargo, la rotación de la Tierra no encaja con esta teoría, ya que debería ser mucho mayor en su velocidad a consecuencia de tan notable impacto, por lo que tampoco parece tener credibilidad. Tampoco los modelos informáticos postulados por notables investigadores, entre ellos la astrofísica Robin Canupp, pasan con éxito los interrogantes que genera esta espectacular teoría, por lo que poco a poco vamos asistiendo a cómo se va diluyendo entre las conjeturas descartables. Por tanto, la verdad es que, pese a que la vemos a diario, a que tenemos muestras de su superficie traídas por las misiones Apolo, al esfuerzo de nuestros científicos y ordenadores, no tenemos la mas remota idea de por que está la Luna ahí, cómo apareció ni por qué. Se estima su edad en 4.000M de años, aunque es una cifra que podría estirarse mas allá sin mucho problema. Esta ignorancia, que podría ser algo hasta cierto punto normal, dado que quizás aún nos falten datos para completar una teoría con sentido, se vuelve extremadamente misteriosa cuando aparecen una serie de factores que arrojan sombras aún mayores sobre el fenómeno. El primero es que su masa no es la que debiera, acorde con su gran tamaño (la Tierra es “solo”unas 3,5 veces mayor pero pesa 88 veces más, siendo la relación

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de masas extraordinariamente anómala). Ello se ha explicado por la posibilidad de que su núcleo, que debería contener grandes cantidades de hierro, sea de un diámetro mínimo, lo cual la aleja de paso como posible hija de nuestra esfera, de la que debería haber heredado uno de gran tamaño, pero la verdad es que, incluso así, pesa excesivamente poco. El segundo, que en lugar de tener un centro gravitatorio único irradiando desde el núcleo, como es lo normal, goza de varios focos de gravedad, muy superficiales y verdaderamente anómalos. Son los llamados “mascones” ( del término sajón “mass concentrations”, concentraciones de masa), que hacen que orbitarla sea algo bastante irregular para cualquier nave, cosa de la que dieron fe las misiones Apolo. Esto no es entendible en un cuerpo que, supuestamente, se ha formado en estado fundido, y en el que los metales pesados deberían haberse precipitado hacia su centro, proporcionando un tirón gravitatorio unificado. La única posibilidad para que algo así ocurra es que la formación de la Luna no haya pasado por una fundición, lo cual es poco probable según las teorías barajadas. Y el tercero y mas polémico, es que, en base a las mediciones tomadas por los equipos sísmicos situados en su superficie, a todos los efectos, la Luna suena como una campana y se comporta como un enorme cuerpo hueco, lo cual explicaría también, de paso, el fenómeno de su masa irregularmente reducida, y la ausencia de un centro gravitatorio único. Cuando un cuerpo colisiona contra ella, las ondas de muy baja frecuencia se mueven muy cerca de la superficie y no por el centro, que, a este efecto, no parece existir. El estado de vibración resonante se prolonga durante horas o días, de un modo inherente a los cuerpos huecos. Además, y por si fuera poco, contra todo pronóstico el temblor se produce de un modo preciso, no aleatorio, justo como si el grado de deformación estuviese meticulosamente programado para absorber la mayor parte de la energía cinética del choque en el instante de la colisión. Es, como en determinadas ocasiones han citado oficiosamente fuentes consultadas en la NASA, algo parecido a lo que ocurriría si nuestro satélite estuviese dotado de un sistema de amortiguación interno, dispuestos en círculo y perpendiculares a un eje. ¡Fascinante! La hipótesis de la Luna hueca está tomando carácter verosímil en los últimos tiempos por las pruebas expuestas, entre otras, y ya hay amplios sectores científicos dispuestos a admitirlo, aún con la cautela debida, ya que da respuesta clara a los enigmas que se plantean. Pero hay una reticencia de máxima importancia, un escollo que salvar, que hace difícil para la mayoría aceptar lo que las pruebas señalan: si la Luna, nuestra hermana en las alturas, inspiradora de muchos y locura de otros, resulta ser artificial, la existencia de un ser creador dotado de extraordinarias capacidades se torna imposible de encubrir, y estaríamos abocados a reconocer la presencia de alguien más ahí fuera, auto-relegándonos consecuentemente a una categoría inferior en el escalafón conocido de especies evolucionadas. ¡Demasiado hueso que roer para el antropocentrismo que nos caracteriza! Lo fácil resulta mas factible, menos enrevesado y pernicioso, y lo fácil

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pasa por omitir u obviar las pruebas e insistir en teorías descafeinadas que no se sostienen ni explican para nada por qué la Luna está donde está cada noche. Pero si es hueca, ¿obedece a una construcción completa, planeada desde cero, o es la consecuencia de un insólito “vaciado” masivo? Es difícil saber esto, pero en base a los datos obtenidos observamos singularidades que pueden orientarnos. Si se tratase de un cuerpo natural ahuecado mediante inmensas perforaciones, las cuales habrían dado lugar a cavidades que no podemos ni tan siquiera imaginar, su corteza exterior se comportaría de un modo quebradizo ante grandes impactos, del mismo modo que una cáscara de huevo se rompe con facilidad ante una agresión externa. Pero eso, como demuestran los cráteres superficiales, no ocurre. Al no tener una masa interior que ayudase a resistir la inmensa presión deberían abrirse inmensos agujeros que, al profundizar muchísimo en la corteza, incluso podrían dejar al descubierto su interior hueco. Es más, incluso se da el curioso fenómeno de que la penetración resulta mínima, pese a la ausencia de atmósfera protectora. Dicho de otro modo, ningún cráter lunar de los considerados gigantescos ha conseguido profundizar en la Luna del mismo modo que ha ocurrido en nuestro planeta. Por tanto, si se comporta como una esfera hueca, y sin embargo es capaz de resistir episodios de gran violencia con cierta holgura, cabe pensar que su construcción se efectuó desde cero de acuerdo con un inmenso plan. Presumimos que la capa exterior, de no mas de 30 Km de profundidad, se sustenta sobre un entramado amortiguador que absorbe y disipa la energía cinética con enorme eficacia. Esta capa, y quizás el propio mecanismo, está compuesta masivamente de titanio, metal extrañamente abundante en la superficie, posiblemente dispersado por las enormes deflagraciones habidas. No podemos ni debemos seguir negando lo innegable, porque las evidencias están ahí y cubren todos los campos. Y sobre los misteriosos mascones, ¿qué podemos decir? Pensamos que posiblemente permitan centrar el controvertido asunto de mejor modo que ninguna otra prueba. Sabemos que son acumulaciones insólitas de masa, que tienen un fuerte poder gravitacional, que coinciden geográficamente con los mares lunares, esas zonas oscurecidas características compuestas de lava fundida que no sabemos de donde procede, puesto que está demostrado que no lo hace desde el interior del astro. Por tanto, ¿de dónde viene? La respuesta está clara: si no viene del interior, viene del exterior, pero el problema es que el espacio no es el mejor medio natural para la piedra fundida, debido a su extremadamente baja temperatura. Por tanto, todo ese torrente de lava, por extraño que suene, ha tenido que ser puesto ahí artificialmente. Pero, ¿para qué? ¿No resulta factible pensar, por tanto, que toda esa piedra en fundición haya podido ser esparcida para reparar daños en la coraza lunar que ya no son visibles? ¿Pudiera ser que un gran proyecto de compactación de parte de la estructura, deteriorada por gigantescos cataclismos, hubiese incluido el fraguado de magma, del mismo modo como nosotros hoy día vertemos hormigón en los encofrados, restaurando así la solidez del conjunto? Lo que sugerimos es, ni más ni menos, una tarea de reforma y puesta a punto que debió

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efectuarse hace millones de años. Además, resulta fácil ver que la densidad de cráteres en estas zonas es muy inferior a la del resto del planeta, lo cual delata un origen muy posterior, mucho más cercano a nosotros, y lejos de los inicios, lo cual, de paso, descarta la formación de la lava como consecuencia de un nacimiento “en caliente”, que con toda probabilidad no existió.

Por tanto, tendríamos los siguientes ponderables a tener en cuenta: 1.- Es necesaria para la estabilización del planeta Tierra. Sin ella seríamos un cuerpo a la deriva, girando con el alocado movimiento de una peonza. La existencia de estaciones definidas y secuenciadas sería imposible. La consecuencia sería una variabilidad climática extrema, acompañada de acontecimientos naturales de una brusquedad que desconocemos. 2.- Permite la regularidad de los relojes biológicos, y por tanto propicia la vida. 3.- Su tamaño y ubicación son exactamente los que debería tener para esto. Ni más ni menos. Presenta un eje descomunal para un satélite natural, ya que es un cuarto del de la Tierra, y además su órbita es extremadamente circular, cuando lo natural es que fuese elíptica. Dicho de otro modo, orbitalmente se comporta mas parecida a uno de nuestros satélites de comunicaciones que a un planeta, lo cual, una vez más, apunta a un origen artificial.

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4.- Su nacimiento, datado en unos 4.000M de años, sospechosa y cercanamente anterior a la aparición de la vida en la Tierra (recordemos que las muestras mas antiguas, halladas por Rosing en Groenlandia, datan de hace 3.800M de años) y a la manufacturación de las esferas de Ottosdal, no es explicable en términos astrofísicos. Ninguna de las teorías propuestas resulta válida en el contexto anómalo de este satélite. 5.- Aunque contiene elementos propios de nuestro planeta, su constitución descarta la formación como hija de la Tierra. 6.- Su núcleo es débil o inexistente, cuando debiera ser claro y pesado. 7.- Sus inexplicablemente múltiples centros de gravedad, los mascones, son aleatorios, superficiales y dispersos, muy anómalos, y coincidentes con los mares lunares, inmensas superficies de lava fundida de las que se desconoce su origen. 8.- Su masa es muy inferior a la que debería ser en un astro de su considerable tamaño. 9.- A todos los efectos, suena y se comporta como una esfera hueca, persistiendo las vibraciones varias horas después de los acontecimientos de impacto, y transmitiendo el sonido por las áreas próximas a la corteza, y no por un centro que, a efectos sísmicos, no existe. 10.- No es redonda, y su curvatura es tan anómala que solo es explicable si el interior es hueco. Para ser así, la capa exterior, de unos 30 Km, tendría que estar compuesto en gran medida de un metal de gran dureza, y en este sentido se ha detectado una altísima concentración de titanio. 11.- Los cráteres de la superficie son anómalos, ya que pese al enorme tamaño que presentan en ocasiones, su penetración en la corteza es mínima. Hay cicatrices de 150 Km de diámetro que solo han profundizado 4, lo cual es una prueba de enorme calado sobre la planificada resistencia de la Luna. En condiciones normales, estos pozos deberían internarse docenas de kilómetros en el astro, sobre todo en ausencia de atmósfera y erosión. 12.- La densidad lunar es un 60 por ciento de la terrestre, lo cual es casi imposible, y delata un interior hueco. Algunos estudios de las capas superficiales sugieren que la Luna se formó al revés que el resto de los planetas, es decir, de fuera hacia dentro, lo cual solo se explica en términos de ingeniería, y no de naturaleza. Vistos estos 12 puntos, la única respuesta fiable al enigma que supone la presencia de la Luna es que su origen sea artificial, producto de un vasto plan de ingeniería destinado a dotar a nuestro planeta de un estabilizador perpetuo, un mecanismo que permitiera el florecimiento de la vida de un modo natural y longevo.

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Esta afirmación, que sin duda es espectacular, es en este momento de nuestras investigaciones y conjeturas la única que satisface todas las premisas acorde con lo que verdaderamente sabemos de ella. Ya vimos en el capítulo anterior como Dyson o Niven apostaban por la creación artificial de mundos completos, diseñados por avanzadísimas civilizaciones de fase 3, y aquí podríamos tener el ejemplo más cercano y documentado de ello. Un planetoide destinado a asegurar que la siembra hecha posteriormente por el jardinero se conviertiese en cosecha, en un mundo próspero y controlado, un auténtico invernadero donde incluso el agua, elemento esencial para la biodiversidad allí donde los haya, aparece en los tres estados, sólido, líquido y gaseoso, sin mayor problema. Visto así, resulta evidente que alguien se tomó muchísimo interés en preparar el camino a todo lo que hoy día vive en nuestro planeta. Sí, esto se complica, pero solo estamos en el principio de un largo razonamiento de final insospechado. Para continuar en la búsqueda de nuevos elementos que añadir, vamos a internarnos en el espacio cercano, viajando a un lugar donde vamos a encontrar otra extraña pista. JAPETO El 31 de diciembre de 2004, mientras buena parte del mundo celebraba el paso al siguiente año, la sonda espacial Cassini se preparaba para una de sus muchas citas cósmicas programadas. En esta ocasión le tocaba obtener datos de la séptima luna de Saturno, un pequeño cuerpo de 1500Km de diámetro, más o menos la mitad de nuestro satélite, que orbita sobre el magnífico gigante anillado en 79 días, y cuyo nombre es Japeto. Este pequeño esferoide ha llamado la atención repetidas veces por fenómenos singulares. Su descubridor, Jean Dominique Cassini, observó en 1671 un cuerpo de características singulares, que seguía una órbita regular durante 39 días y de repente desaparecía para volver 40 días más tarde por el lugar exacto que le correspondía. Tras constatar repetidas veces el fenómeno, llegó a la conclusión de que había localizado un satélite de Saturno de órbita sincrónica, como nuestra Luna, que tenía el inconveniente de tener una cara excesivamente oscura para reflejar la luz. Mucho más tarde, se pudieron constatar otras dos irregularidades a tener en cuenta. En primer lugar, su órbita era casi totalmente circular, cosa nada habitual, y la segunda que el plano sobre el que giraba estaba inclinado 15º respecto a la eclíptica de Saturno, siendo el único de sus 30 satélites que presentaba esta anomalía, lo cual solo se podía deber a que no se había originado del mismo modo que los demás. Al avanzar Japeto sobre la órbita presenta siempre su cara oscura al frente. La hipótesis de Cassini resultó correcta, y ese era el motivo de sus desapariciones

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temporales. Esto no es raro, pues sin ir más lejos nuestra Luna también tiene una rotación sincrónica, algo bastante común. Cuando la sonda que lleva su nombre comenzó a transmitir datos en la nochevieja de 2004, nadie esperaba lo que las posteriores investigaciones iban a ir revelando. 1.- Japeto no es esférico. Es el único de 33 satélites en torno a Saturno que no lo es, y esto lo sigue apartando del cuadro de planetoides originarios del gigante gaseoso. Lo sorprendente no es en sí este hecho, ya que podemos encontrar diversas anomalías entendibles respecto a alteraciones de la esfericidad en cuerpos celestes, sino que los análisis fotográficos demuestran que presenta una estructura poligonal, concretamente de icosahedro regular truncado, en la que aún se perciben aristas y vértices, cosa indudablemente exclusiva de este cada vez más singular cuerpo, y que denota una clara artificialidad. No tenemos constancia de nada igual en el Universo conocido. Por motivos astrofísicos bien sabidos, la forma final de los cuerpos compactados a partir de determinado diámetro es la esfera, más o menos regular, debido a la acción de la gravedad, por lo que no cabe una anomalía semejante. 2.- Presenta dos constituciones superficiales absolutamente diferentes. Una capa con gran albedo (capacidad de reflejar la luz) que es cruzada por un área elipsoide oscura de muy bajo albedo, con proporción 5 a 1, lo cual es mucho y explica los problemas de Cassini para mantenerlo enfocado en la lente de su telescopio. La zona oscura es mucho más baja en nivel geográfico que la blanca, denotando una erosión cósmica más pronunciada, posiblemente debida a que siempre avanza en el plano de vanguardia de la órbita, recibiendo la mayoría de los microimpactos. La suma de estos y de gran cantidad de colisiones más serias, habrían dado lugar a una corteza sedimentaria que envuelve lo que debería

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ser, presumiendo su artificialidad, una gran estructura icosahédrica principal.

3.- La elipse oscura está comprendida entre dos grandes cuencas de impacto de las mismas dimensiones que se sitúan en el ecuador del planeta. Las posibilidades de que esta geometría sea natural son escasas, aunque probables. 4.- Una gran e innatural muralla, compuesta de tres paredes paralelas de 18 Km de altura y 800 Km de longitud, divide la elipse oscura en dos mitades, cortando al planeta por su ecuador exacto. Aunque en la parte blanca no continúa, hay indicios de que se extiende por debajo del nivel visual dando la vuelta al planeta, al cual divide con precisión quirúgica. Sin duda se trata de una formación sin precedentes ni explicación natural posible, ya que su ubicación, simetría, paralelismo y regularidad no son entendibles de modo fortuito, por no hablar de la enormidad del conjunto en un astro tan pequeño. En la zona oscura, por efecto de la abrasión exterior, estamos mucho más cerca de la capa original del planeta, habiendo quedado prácticamente al descubierto la gran muralla en una planicie dominada por singulares y abundantes cráteres de 5 y 6 lados, correspondiéndose con el patrón producido al excavar directamente sobre la retícula poligonal exterior, muy sedimentada.

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5.- El fenómeno de los cráteres hexagonales solo es explicable si la corteza profunda está estructurada geométricamente mediante un sistema de celdas poligonales, por ejemplo con vistas a absorber parte de la energía cinética de las colisiones típicas de un astro sin atmósfera. Esto se corresponde con un diseño muy avanzado, destinado a amortiguar impactos catastróficos, aislando algo muy importante que debió existir en el interior del planeta. En la zona oscura, por encima del ecuador que representa la gran muralla, hay un cráter que preside el conjunto, aunque el mayor está a su derecha, y provocó cañones de 15 Km de altura. Curiosamente, aunque estos impactos fueron inmensos no dieron lugar a afluencia magmática desde el interior, como ocurre con los famosos mares lunares, que son remanentes oscurecidos de enormes cuencas de lava que fluyeron rellenando los cráteres abiertos. La única razón de que no hayan perforado profundamente se debe a que la estructura poligonal interna se mostró sólida al recibir los impactos, cosa para la que sin duda habría sido diseñada en una labor de ingeniería sin precedentes.

6.- Japeto es idéntico, conceptualmente, a algunas de las esferas de Ottosdal. Aunque esto puede ser coincidente, tengamos en cuenta que cuando estas bolitas estaban en la superficie terrestre, el extraño satélite de

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Saturno debió estar en su momento de mayor esplendor, y no podía haber, al igual que sucede hoy, muchas culturas capaces de hacer cosas así por nuestro sistema. Pensar en una relación es inevitable, aunque reconocemos que arriesgado, pero hay que tener en cuenta que en los dos elementos conectados por la propuesta hay notoria manipulación.

7.- La imagen radar de Japeto es confusa. La disposición estructural geométrica con ángulos precisos le confiere aún hoy un grado sorprendentemente bajo de reflexión de las ondas emitidas. Se ha localizado hierro en la zona oscura, que parece haber sido utilizado como una pintura que pudo cubrir todo el planeta. En su origen, este cuerpo pudo pasar totalmente desapercibido, respondiendo a circunstancias fortuitas o voluntarias. 8.- La gran zona oscura está singularmente marcada con abundancia de restos de materia orgánica. Como dijeron representantes de la NASA “una mezcla íntima de agua helada, carbono amorfo y un compuesto rico en nitrógeno”, justo lo que quedaría si un mundo con biosfera fuese incinerado por un cataclismo demoledor. 9.- La zona blanca está compuesta de un hielo muy inusual. Tiene también mucha materia orgánica, carbono, nitrógeno, hidrógeno y oxígeno, y la opinión más general es que podría tratarse de un tipo de crudo, parecido al petróleo, producto de la descomposición bacteriana. La verdad es que parece un sueño. Por un lado tenemos un planeta, el nuestro hace 4.000M de años, que precisa de una rectificación del entorno que permita la vida. Por otro tenemos unas esferas manufacturadas que ya estaban en la superficie en esa época y que contuvieron material orgánico actualmente inidentificable, algunas de las cuales presentan un aspecto similar a escala al más

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extraño cuerpo celeste que hemos visto. Tenemos la Luna, aparentemente hueca, pero con el peso necesario y situada en el lugar exacto para permitir el florecimiento de la vida. Y por otro tenemos ese cuerpo, Japeto, con indicios claros de artificialidad y de haber albergado algún tipo de sustancia basada en el carbono, con características indetectables por medio de radar, y estacionado en una alejada órbita, segura, cómoda e innatural, alrededor de Saturno. ¿Podría existir relación entre estos elementos? ¿Fue Japeto la plataforma de la que se sirvieron los entes para planificar el proceso de siembra de la Tierra? ¿Fue la Luna creada como el elemento estabilizador necesario para hacer de nuestro planeta un mundo gentil y regular? Creemos que sí, que Japeto pudo ser diseñado por una civilización avanzada que cultivó la vida, y fue usado como cabeza de puente, el laboratorio desde donde navegar a los fértiles mundos próximos en vías de desarrollo. Dos de esos mundos fueron Marte y la Tierra. En lo tocante a nuestro planeta, tras estabilizarlo con la creación de un gran cuerpo orbital como es la Luna, proceso que duró alrededor de 200M de años, modificaron su atmósfera utilizando millones de esferas contenedoras cargadas con cianobacterias, que fueron arrojadas sobre la superficie del globo terráqueo. Las que cayeron en el agua se abrieron y liberaron su carga, un diseño genético que ya incluía ADN con todas las instrucciones necesarias para el desarrollo organizado de la vida de acuerdo con un gran plan. Las que cayeron en tierra firme permanecieron inalterables hasta hoy, y ahora aparecen en estratos de la época en dos países tan diferentes y alejados como República Checa y Sudáfrica, ambos sobre las aguas en aquellos tiempos lejanos. Si esto hubiese sido así de sencillo en sus líneas generales, todas las especies que hemos habitado este mundo seríamos el resultado de un experimento creacionista de grandes dimensiones, pero que obedecería a necesidades tan extrañas que no imaginamos ahora, entre otras cosas porque el final se habría dilatado tremendamente en el tiempo y se nos escaparía. No, realmente creemos que una obra de tal dimensión como la que se sugiere tuvo que obedecer a un fin distinto. Nosotros vemos estas otras alternativas como posibles causas para desatar la transformación que sufrió la Tierra hace 2.800M. a) Experimentar con la vida en un gran medio a escala planetaria. b) Necesidad de terraformar un hábitat donde expandirse. c) Cumplimiento de premisas de gran calado, muy por encima de la capacidad de auto-decisión, pero que justifican la existencia y son inapelables. En el supuesto “a” hay ponderables que no indican esa dirección. Una raza capaz de iniciar esa enorme obra tiene que tener objetivos muy claros y alcanzables para justificar la magnitud de sus hechos, pues ella misma se habría visto sometida a una enorme evolución a lo largo de la cual el plan original iría quedándose obsoleto y desvirtuado por el tiempo, e implicaría un extraordinario desgaste. En ese punto nos habrían abandonado por falta de interés, aunque el código siguiese su camino, pero ¿hacia dónde? Lo más probable es que hubiesen detenido el experimento

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responsablemente, del mismo modo como hacen nuestros científicos hoy día al concluir los suyos. Aunque se pueden hacer matizaciones, lo descartamos de momento por improbable. El supuesto “b” implica que Japeto habría sido un hogar temporal, bien para una raza con un planeta solar en crisis, o bien para una exterior que lo usaría como puente hasta poder establecerse en planetas bien formados. No parece el caso, ni una raza de nuestro sistema podría haber tenido capacidad ni tiempo para desarrollar tecnología de fase 3. Parece que el supuesto “c” es el más favorable, y que el código original, que se implantó primero en Marte y después en la Tierra, fue un diseño que obedecía a principios fundamentales de propagación universal que desconocemos. Por tanto, la vida debe de abundar por el Universo, aunque si el jardinero es el creador que trae la semilla a los mundos que se activan mediante panspermia, nos surge un par de preguntas… ¿Quién diseñó el código que originó al jardinero? ¿Quién lo controla? NÚCLEO 3. ALGUIEN Hemos identificado, y damos por demostrada, la presencia de dos entidades diferentes que actúan en momentos tan críticos en la historia de la vida como su propia aparición en nuestro planeta y la del hombre como especie. Hay indicios arqueológicos, literarios, paleontológicos y genéticos que lo corroboran, y es la única manera de explicar lo que aquí verdaderamente sucedió. Pero hemos hallado un tercer nivel en estas intervenciones puntuales, y es el compuesto por indicios clarísimos de actividades pseudo-humanas a lo largo de las escalas geológicas imposibles, es decir, aquellas en que no está constatada la presencia de nuestro orden biológico, y además con mucho. Les vamos a proporcionar algunas claves breves en torno a hallazgos contrastados, de las que deberían informarse para ir extrayendo sus propias conclusiones, y que muestran un pasado imposible según los estándares reconocidos. Sean quienes sean que han dejado estas marcas o utensilios, hemos de tener claro que no fuimos nosotros. Empecemos con un objeto impresionante.

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Martillo de London, Texas, también conocido como martillo Kingoodie. Un tremendo dolor de cabeza para la paleontología. Sus características lo hacen absolutamente imposible de falsificar, ya que el mango de madera está fosilizado y cristalizado, y la piedra arenisca de 140 a 400M de años que lo envuelve está fundida con el metal de un modo que muestra que el martillo fue construido antes de que se formara la piedra. Además, los análisis espectroscópicos muestran que el acero de la cabeza tiene una pureza solo posible con la más alta tecnología, y que está construido con el doble de presión atmosférica que la actual y en ausencia de radiación ultravioleta, es decir, en un pasado remotísimo. Alguien construyó esta pieza y no fuimos nosotros.

Un trilobite en la puntera y otro en el tacón.

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Sobre el trilobite se observan las marcas de las cintas que sujetaban la suela.

Detalle del trilobite del talón. Sin comentarios.

La huella Meister, encontrada en 1968 en Antelope Springs, Utah, USA, estaba en el corazón de una roca que fue abierta para buscar fósiles. Lo que impresiona en ella son dos cosas: una que es el rastro dejado en barro por la suela izquierda de una sandalia, en la que se distinguen perfectamente las marcas dejadas por las cintas de sujeción y el peso del talón. La segunda que bajo la huella hay dos trilobites pisados, y estos se extinguieron hace 250M de años, es decir, durante la extinción pérmico-triásica, lo cual es un indicativo claro de la antigüedad del rastro. Tampoco hay falsificación posible porque los estratos en que se halló datan claramente de una franja entre los 430 y los 480M de años, y los análisis radiológicos no muestran signos de manipulación.

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En Axel Heiberg, en pleno ártico canadiense, se halló un dedo humano fósil (identificado como DM93-083) en un estrato de piedra caliza de 110M de años de antigüedad. Tras someterlo a rayos x se constató que perteneció a una mujer de un tamaño un 20% mayor de lo considerado normal actualmente. La uña está perfectamente conservada, pero lo que resulta más impactante es que el hueso está nítidamente definido. Los rayos x muestran que ocupa toda la longitud del dedo, que tras ser seccionado mostró claramente las partes anatómicas correspondientes, incluyendo la médula. La fosilización tuvo que ser muy rápida, dado que se han preservado las partes blandas y esto no es lo habitual. Evidentemente, tampoco es posible fosilizar dedos para producir falsificaciones.

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Un objeto ovoide peculiar descansa en los laboratorios de la Academia de Ciencias Rusa. Fue hallado en 1975, y pesa 600 gr. Tras datarse la capa sedimentaria que lo cubre se determinó una edad de 10M de años, pero lo mejor estaba por venir. Los análisis radiográficos mostraban una cavidad interior con forma de medio huevo y con densidad negativa. La única explicación es que el objeto sea un contenedor de antimateria, algo que no entra dentro de las posibilidades de nuestra tecnología. Evidentemente, queda descartada la perforación para estudiar el contenido del núcleo, pero los análisis efectuados en los mejores laboratorios especializados ucranianos no dejan lugar a dudas. De los miles de ooparts (objetos fuera de su tiempo) que actualmente se contabilizan, les hemos sintetizado cinco casos únicos, claros y sin apasionamiento de ningún tipo, entre otras cosas porque no lo necesitan, ya que no solo están verificados y autentificados por científicos valientes (no para-científicos, como algunos aducen) sino que además, por mucho que a algunos les pese, están ahí. Es imposible imaginar qué pies hollaron el suelo, quién blandía un martillo en una atmósfera diferente, o, lo que aún es más inquietante, quién utilizaba

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contenedores de antimateria hace 10M de años. Por motivos que ya hemos explicado, especialmente de tipo genético, tenemos la certeza de que el hombre moderno surgió hace no más de 250.000 años en un lugar de África, y que desde allí irradió sus culturas por diferentes direcciones, hasta llegar a lo que somos hoy. Por tanto, estamos descartados como causantes de estos fenómenos expuestos con anterioridad. Si también sabemos que no nos hemos repetido como especie, siendo la evolución de los homínidos, por contra, relativamente tardía, ¿qué criatura dejó estas piezas inexplicables? Sin duda, su presencia supone un reto, y nos obliga a pensar en un tercer estadio de intervención, aunque es imposible saber por parte de quién. La misma cultura marciana, nuestros creadores, no estaban aún en esa época sobre la superficie de su planeta, con lo que hemos de descartarlos. Y si hacemos eso con lo que sin duda era la especie con capacidad interplanetaria más antigua del Sistema Solar ¿qué nos queda? Por otro lado, la entidad creadora del ADN original no parece la más propensa a usar martillos o sandalias, eso, visto su potencial, está fuera de toda duda, así que hemos de mirar en una tercera y lógica dirección. La única explicación posible es que son muestras de colonizaciones planetarias del pasado remoto, efectuadas por otras razas extrasolares. Quizás, en sus viajes de sistema en sistema, hallaron nuestro mundo y establecieron colonias o expediciones de sondeo, nunca lo sabremos. Lo que sí parece claro es que estuvieron y que su presencia tuvo que ser notoria, ya que el material fósil encontrado ocupa largas parcelas de tiempo y está notablemente separado. No es raro que estas expediciones fuesen recurrentes e incluso efectuadas por varias civilizaciones diferentes, pues nuestro planeta ha sido, sin duda, un mundo muy atractivo desde hace más de 500M de años. Para acabar con este apartado, y mostrarles que es muy probable la tremenda posibilidad de que enormes labores de adaptación hayan sido efectuadas en nuestro planeta por trabajadores avanzados, les hablaremos de una piedra sobrecogedora. En la república ex-soviética de Bachkirie, al pie de los Urales, el físico y matemático Alexander Chuvyrov se encuentra desde 1999 frente a uno de los enigmas mas intrigantes de los que tenemos constancia. Se trata de una losa, conocida como la “piedra de Dashka”, de 148 cm de altura, 106 de anchura y 16 de grosor. La primera característica es que está formada por tres capas perfectamente definidas. Una primera de dolomita, con un espesor de 14 cm, la segunda de diópsido, con 18 mm, sobre la que se halla impresa, por medios desconocidos, una imagen tridimensional consistente en un mapa detallado de los Urales, recorrido por un intrincado sistema de irrigación de grandes proporciones. La tercera capa es de porcelana de calcio, de 2 mm, y protege a la interior del contacto con los agentes atmosféricos, a fin de preservar la imagen en el excelente estado que nos ha llegado. La fabricación, evidentemente artificial, se hizo con instrumental de precisión, en una escala de 1: 1.100 m. Un grupo de cartógrafos identificó sin ninguna duda los diversos cauces de los Urales, el monte y la falla de Ufa, y varios accidentes

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geográficos, llegando a la conclusión de que la reproducción había sido confeccionada mediante mediciones efectuadas por medios aéreos.

Siendo lo dicho verdaderamente impresionante, lo mas sorprendente viene ahora. En el mapa se distingue de modo nítido como desde los Urales se extiende por la región un sistema de canales de 500 m de anchura con múltiples ramificaciones, incluyendo 12 embalses de 500 m de ancho, 10 Km de largo y 3 Km de profundidad. Para la creación de semejante sistema, si llegó a existir, se ha calculado que debieron extraerse 1024 Km3 de tierra. No hay constancia de que semejante obra colosal se llevara a cabo, pero si tenemos el indicio sugerente de que el río Belaya es considerado por muchos desde hace tiempo como un cauce artificial, por lo que pudiera ser el remanente de aquel trazado hidráulico que no sabemos por quién fue diseñado ni para qué. Actualmente se están realizando sondeos y cartografías subterráneas a fin de averiguar si los cursos acuáticos presentes en la losa fueron realizados. El equipo que investiga la tremenda piedra de Dashka ha llegado a la conclusión de que el mapa fue trazado hace la friolera de 120M de años, basándose para ello en el estudio de la roca y en datos magnéticos que resultan muy fidedignos. Tuvo que formar parte de una losa mayor, de 340 cm x 340 cm, y se siguen buscando las piezas que faltan, pero lo que hay es ya de por si impresionante y arroja enormes interrogantes: ¿quién estaba interesado en hacer un trazado hidrológico tan

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inmenso? ¿Para qué? ¿Qué medios estaban a su disposición? ¿Llegó a ejecutarse el plan y a ponerse en funcionamiento? Aunque pueda parecer raro, solo podemos decirles que ahí están las pruebas, y que nosotros estamos abiertos a rectificar ante alguien que nos demuestre que todo se debe a un error, pero… DESPUÉS DE LOS CREADORES Cuando exponíamos con anterioridad la hipótesis respecto a los orígenes, llegábamos a la conclusión de que nuestros creadores directos, la raza evadida del fin de Marte, cesa todo indicio de actividad minera de modo súbito, pero ¿cuándo? Se han encontrado abundantes indicios de minas excavadas en el 35.000 a.J.C., 46.000 a.J.C. y 60.000 a.J.C. Por tanto hemos de tener claro que pudieron decretar el fin de las extracciones en algún momento en torno al 35.000 a.J.C. Vamos a adentrarnos en algunos indicios de civilización muy posterior a esa era, pero que nos revelan detalles sorprendentes.

Esta ciudad en Zimbabwe tiene características muy avanzadas. En su centro está esta estructura, cuyo fin se desconoce, y que recuerda vagamente a lo que aparece representado en las monedas de Biblos.

En Zimbabwe se hallan los restos de una ciudad trazada con una modernidad que resulta incomprensible. Los científicos, atendiendo a esto, han decidido atribuir su construcción al 200 a.J.C., pero ninguno de los pueblos de la zona ha sabido dar un solo detalle sobre quién la construyó o habitó, a pesar de que sus tradiciones son mucho más antiguas que esa fecha. Inquietante. En el centro de lo que parece una pequeña zona descubierta se eleva al cielo un misterioso cono de piedra apilada con maestría que no tiene explicación, pero que nos recuerda a lo que

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veíamos representado en las monedas de Biblos. Ahora, demos un salto hasta Sudamérica. Esta pericia al cortar y unir bloques de granito en Sachsahuamán (Perú) no tiene parangón en el presente. Además, los arqueólogos sostienen que semejantes prodigios fueron desarrollados por pueblos que ¡no conocían el hierro! Pero ¿han observado ustedes ese ángulo redondeado?

En Sachsahuamán el problema arquitectónico se acrecienta porque las piedras están construidas de manera falsamente irregular. El enlace es tan sólido, que no ha habido terremoto capaz de desestabilizarlas.

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Aquí todo está más cerca de los líquidos que de los sólidos. Las piedras se unen como si fueran mantequilla.

Sachsahuamán, un complejo megalítico que domina Cuzco, en Perú, supone un reto descomunal a lo que se nos enseña. Aquí la manipulación de la piedra llegó a su cenit más increíble, uniendo entre sí bloques de granito de todos los tamaños y formas con tal precisión que parecen pegados. Si alguna vez la arquitectura pudo alcanzar el calificativo de “líquida” fue en este enclave. Resulta

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desproporcionado pensar que los incas hicieron este brutal entramado defensivo de triple muralla en zig-zag contra enemigos que solo disponían de ondas, flechas y lanzas. Frente a las imponentes murallas se encuentra una singular zona pétrea, cuyas laderas parecen haber sido “peinadas” mientras la roca permanecía blanda. El resultado es una misteriosa rampa natural, cuyo proceso de formación no resulta explicable por medios tradicionales, pero que da la sensación de que, de algún modo, toneladas de roca hubiesen sido fundidas hasta tomar la atormentada forma que hoy distinguimos. Es justo como si frente a la ciclópea barrera s hubiese desatado una tormenta de fuego inimaginable que licuase la piedra. Pero si creen que ya no se les puede asombrar mas, pasemos a otro lugar aún más mítico. EL INCOMPRENSIBLE TIAHUANACO

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Las cuatro imágenes que se muestran sobre estas líneas dan fe de una técnica de corte de granito, diorita y andesita que no tiene explicación sin maquinaria avanzada. Todo obedecía a un plan arquitectónico que se desarrolló a la décima de milímetro. Las uniones entre las piedras fueron efectuadas con algún tipo de grapa metálica. El bloque de granito de la izquierda presenta un corte tan recto y preciso en todas sus proporciones que solo pudo hacerse con medios avanzados. A intervalos regulares, unos taladros de perfección similar son visibles. Solo las brocas y hojas de diamante, controladas por maquinaria eléctrica de altas revoluciones, pudo hacer esto, como han certificado especialistas actuales en manipulación y perforación. El mismo fenómeno aparece regularmente en los más grandes monumentos egipcios, a miles de kilómetros.

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En el altiplano boliviano está Tiahuanaco, otro de los centros de divergencia entre la ciencia y la lógica. Estas ruinas fueron descubiertas por el español Cieza de León en 1549, y cuando interrogó por ellas a incas y aimarás solo le respondieron cosas sorprendentes: que desconocían su edad o quién las habitó, y que fueron hechas por una raza de gigantes en una sola noche, para ser posteriormente destruidas por los rayos del sol. Su situación es muy anómala, pues está a casi 4.000 m de altitud, en una zona con muy poca densidad de oxígeno. Al este tiene una cadena montañosa de 5.000 m, y al oeste otra de 6.000, haciendo su situación extremadamente irregular e incómoda para la vida humana, pero lo más fascinante es que se ha hallado formando parte de su conjunto lo que parece ser un puerto de mar completamente definido.

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El recinto amurallado de Kalasasaya es la zona principal del complejo. A su lado están el templo del gran ídolo y el palacio de Putuni, entre otros, y dominando el conjunto los restos de lo que fue la pirámide de Akapana.

De lo que queda en pie, llama la atención el acabado impecable de las piezas y la perfección geométrica del trazado. Nada tiene desviaciones en este complejo, las líneas son rectas hasta el límite, los ángulos perfectos, y para conseguirlo trajeron los bloques desde unos sorprendentes 80 Km de distancia, cortando la piedra, de tres densidades distintas, con maestría, y todo ello, por supuesto, y conforme a los cánones establecidos por los arqueólogos, sin conocer la rueda ni el hierro. Todo en este enclave resulta enigmático y casi ajeno a nuestro mundo. En medio del aire enrarecido que flota por el altiplano se extienden restos que denotan aspectos insospechados en un complejo verdaderamente viejo. Dos estilos de manipulación de la piedra sobrecogen por su perfección: el primero, dedicado a milimetrar los muros que se han preservado en los entornos, dedicados, supuestamente, al culto. El segundo, que se aprecia sobre todo en el lugar derruido situado al suroeste, conocido como Puma-Punku, caracterizado por la extrema complejidad de sus formas y ángulos. Arthur Poznansky, ingeniero austriaco al mando de las primeras excavaciones, dejó constancia de que el imponente rompecabezas, construido con muros dobles y diez puertas de acceso, descansaba sobre una base escalonada de cuatro plataformas pétreas. En el centro del conjunto se abría un gran agujero geométrico, a manera de piscina, cuya finalidad nunca se ha llegado a comprender, pero que recientes estudios comienzan a catalogar como lugar donde se procesaron grandes cantidades de cobre y metales preciosos.

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Lejos de comprender su funcionalidad, ya que el conjunto aparece desplomado y casi “desordenado” (justo como habría quedado tras un expolio o destrucción aposta), observamos vaciados y taladros “imposibles”, conductos por los que discurría algo que no pudo ser agua, aristas tan perfectas que mas que esculpidas parecen hechas en un molde, copias en serie de piezas enormes, bloques de mas de 100 Tm esculpidos intrincadamente en todas sus caras. Un vasto número de piezas indudablemente diseñado para encajar en un puzzle que no podemos ni tan siquiera imaginar,

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pero que requería del empleo de un ensamblado de perfección inverosímil, excesivamente avanzado como para obedecer a fines “tradicionales”. Aquellos remotos constructores necesitaban que la estructura de Puma-Punku fuese perfecta en grado superlativo, destinada a alojar o recibir “algo” pesado, que precisaba de múltiples anclajes, conductos perforados y superficies extrañamente geométricas y enrevesadas. Todo fue “cosido” y asegurado con piezas de hierro, que cruzaban de una piedra a otra a modo de grapas (hierro que supuestamente, recordemos, desconocían). ¿Fue el Puma-Punku, tal vez, un lugar donde se fundieron metales para darles forma en moldes de granito, siendo el resultado piezas de precisión para fines insospechables?

Los científicos, obviando el curioso dato de que las antiquísimas tradiciones de la zona no guardan recuerdo histórico del lugar en sus tradiciones, en contra de lo que usualmente ocurre, le atribuyen una edad de 3.500 a 4.000 años, teniendo muy claro hasta unas supuestas etapas históricas, siempre en base a la constante manida de atribuir a los incas su edificación, pero la orientación hacia los solsticios que guarda su geometría, calculada al milímetro por un constructor mucho mas antiguo, habla de al menos 12.000 años de antigüedad, única época en que el Sol tocaba en su recorrido los puntos a los que señalan las piedras. Esa edad coincidiría con lo defendido por la precipitadamente denostada leyenda aimará. Actualmente, este recorrido solar está muy desviado, por lo que los arqueólogos, a fin de no dar su brazo a torcer, aseguran que el mismo pueblo que fue capaz de cortar y unir piedras multi-angulares de granito con infinita precisión, cometió un error importante de cálculo. ¡Vamos, que lo mejor que se les ocurre es que los constructores del gran Tiahuanaco eran unos chapuceros!

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Lo que sí se nota en el emplazamiento es la presencia de dos culturas muy diferentes, al igual que ocurre en otros enclaves que veremos con posterioridad. Una se hace notar en la abundancia de formas animales, en un sencillo y marcado uso de la estética, definitivamente inca, y la otra, la más antigua, la de los auténticos creadores de Tiahuanaco, en el esplendor de una arquitectura de medidas milimétricas, que desafía a la lógica actual. Son muchos, desgraciadamente, los que se esfuerzan por confundir y no mostrar las profundas diferencias entre los dos pueblos que allí manipularon la piedra, obviando la evidencia de que los incas, lo que hicieron en realidad, fue ocupar el lugar cuando ya llevaba milenios abandonado, y contaminando involuntariamente las pruebas tangibles. No hay constancia escrita ni leyendas sobre cual era el cometido de este extraño enclave, aunque parece demostrado que fue abandonado de manera repentina por motivos que se desconocen. Sin embargo, hay un elemento extraordinariamente anómalo y muy revelador que no es incluido en los estudios que se hacen al respecto. Es el de los mal llamados conductos de agua. Esta cultura tan precisa no fue capaz, siempre desde el punto de vista de los arqueólogos, de darse cuenta de que era preferible perforar las canalizaciones de agua en la piedra de los basamentos, por lo que hizo unos maravillosamente acabados semitubos ensamblables de granito, de sección semicircular, ¡que colocaron al revés! Evidentemente esto no es lógico, y lo que se deduce es que esos tubos fueron diseñados realmente bajo un concepto de movilidad, no para portar agua, como inocentemente se aduce, sino para tapar y aislar algo que discurría por su interior entre los edificios… ¿conducciones de energía? ¿de combustible o datos?... Solo pregunto.

Los conductos de agua que no lo son. Con esta disposición tenían mas un cometido aislante que de transporte de fluidos.

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Bromas e ironías aparte, lo cierto es que todo en esta pretérita ciudad andina nos suena similar en su esencia al complejo de lanzamiento de Baalbeck, solo que aquí, en lugar de amurallar un recinto para prevenir los peligros derivados de un despegue, se procedió a alejar la zona “peligrosa” de la habitada. Pensamos que la pirámide de Akapana debió hacer las funciones de plataforma de lanzamiento. Formada por siete terrazas superpuestas, con un perímetro de 800 m en la base y una altura de 18, llama la atención su cima, dispuesta como una plataforma lisa en la que hallamos una perforación en su centro con salida libre hacia uno de los extremos, precisamente del modo necesario para canalizar los tórridos gases de escape de una nave con combustible químico. Hacia el extremo contrario a esta canalización de escape se extendía un área despejada, suficiente para alojar una torre de lanzamiento, que se desplazaba hasta la posición de despegue mediante una rampa doble. Una vez en la zona superior, el vehículo a punto de despegar quedaría suspendido sobre el vacío, y se procedería al lanzamiento.

Si partimos de la base de que la pirámide de Akapana, por sus características y situación, pudo ser el punto de partida de las naves, podemos imaginar que en Puma-Punku, a una distancia razonable, se encontraban los sistemas de generación de energía, los probables depósitos de combustible, y las plantas de transformación de los metales. Por los conductos y orificios debió circular un entramado de cables de gran capacidad y quizás tubos de transmisión de líquidos, lo cual nos da pie a aseverar lo anterior. Las extrañas formas geométricas del presunto palacio, excesivamente perfectas para ser meramente caprichosas, pudieron obedecer a la función de ser puntos de anclaje para estructuras de contención que reposaron aisladas del suelo.

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Evidentemente, las especificaciones de estas eran de gran complejidad, lo cual hizo necesario un trabajo meticuloso de la piedra, que fue ensamblada formando un conjunto antisísmico. Lo que reposaba sobre estas plataformas, cortadas y acopladas como si fueran de mantequilla, fue indudablemente no solo enrevesado, sino de una importancia tecnológica suprema, muy alejada del culto religioso atribuido al conjunto. Por cierto: ¿han observado que cuando los arqueólogos albergan dudas sobre la función de un componente o lugar siempre le atribuyen motivos religiosos o mortuorios? Religión y muerte, la opción favorita para justificar enigmas desequilibrantes… Pero eso aquí no funciona. Y si a alguien le parece fuera de lugar que una raza súper desarrollada siguiese usando el granito en sus obras, que tenga muy en cuenta que posiblemente haya algo sobre la manipulación de esta roca que aún no hemos llegado a descubrir, algo que simplifique y dé sencillez a su uso masivo, siendo un magnífico elemento de construcción, mucho más poderoso que los que usamos en la “era moderna”. Numerosas leyendas hablan de la licuación de la piedra, e incluso en ocasiones han aparecido personas que han sido capaces de lograrla, pero que por uno u otro motivo, misteriosamente no han revelado su secreto. A este respecto, a nosotros nos parece, visto lo anterior, y ateniéndonos a la lógica, que la rampa anteriormente vista, situada en los alrededores de Sachsahuamán, pudo ser en principio una montaña granítica geológicamente normal, que, por algún procedimiento químico, se transformó al estado blando. De allí se extrajo el granito en modo maleable (arrastrando algún tipo de contenedor por la ladera que se iba llenando, y de ahí las marcas que dan forma al fenómeno), con el que se fraguaron las piedras en sus emplazamientos de las murallas. Por ello acuñamos la expresión “arquitectura líquida”, cuyo resultado son unas uniones tan perfectas e insospechadas que hoy, en el estado natural de la piedra, son irreproducibles. Esto es también observable en Tiahuanaco y Egipto, donde incluso se han hallado restos de cabello y uñas en el interior de los grandes bloques que forman la pirámide de Keops, lo cual es una prueba inequívoca, junto con su singularmente elevado contenido en agua, de que esos inmensos componentes pétreos fueron una vez una masa maleable. Si se analizara la humedad del interior de las piedras en Sachsahuamán y Tiahuanaco, sin duda darían el mismo resultado. Paciencia. También en Bolivia, cerca de Santa Cruz, yace otro complejo arquitectónico singular del que pocos se atreven a insinuar lo que verdaderamente se adivina bajo su imponente trazado. FORTALEZA DE SAMAIPATA Samaipata, al igual que ocurre con Tiahuanaco, sorprende en muchos sentidos. Entre las montañas del sureste boliviano se levanta la forma majestuoso de una piedra arenisca única con 12.000 m2 de superficie, que corona una montaña amable y de escasa altura donde hombres y dioses compartieron vivencias. El lugar fue ocupado y modificado por los incas justo antes de la conquista española, cuando

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ya había sido abandonado hacía milenios. La piedra, situada a 1.950 m sobre el nivel marino, tiene 250 x 60 m, está profusamente decorada con figuras animales, huecos y hornacinas, pero lo que sobrecoge está en su centro, y es por lo que la milenaria construcción fue reverenciada por los incas y convertida en lugar sagrado. Un pozo cuadrangular de unos 5 m de lado permanece excavado justo donde corona la cumbre, del mismo modo que hemos visto que sucede en la pirámide de Akapana, en Tiahuanaco. Hasta el, y desde la base, se dirigen dos canalizaciones profundas, de sección cuadrada, muy regulares, y que recuerdan a unos raíles. Los flanquean tres áreas de calzada que han sido horadadas con formas romboides que se entrecruzan, posiblemente como mecanismo de agarre para posibilitar la tracción o el empuje de algo que tuviese que subir por la inclinada rampa hasta alcanzar el misterioso pozo superior. Sin duda, y eso lo supieron los incas, que reverenciaron el lugar y no alteraron la misteriosa plataforma, en Samaipata nos encontramos ante los restos de un complejo de lanzamiento antediluviano.

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Visto el recorrido que acabamos de efectuar por esta parte de Sudamérica, llegamos a la conclusión de que: 1. Los antiguos creadores de los enclaves manejaron la piedra de un modo que sugiere que en algún momento de su proceso esta pudo estar licuada, y que era posteriormente fraguada para darle forma, que adquiría al solidificarse. De no ser así, la proeza arquitectónica es superlativa. 2. En Tiahuanaco y Samaipata se alzaron rampas de lanzamiento cuyo diseño obedecía a tecnología análoga, por lo que cabe pensar en constructores comunes. 3. No sabemos la finalidad de estos lanzamientos, pero cabe suponer que en Tiahuanaco se efectuaron labores de metalurgia y transformación del metal. Las reminiscencias con Baalbeck son notables. 4. La zona arrasada al fuego frente a las murallas de Sachsahuamán parece el resultado de un suceso de calor masivo extremadamente controlado. 5. Los incas tomaron estos enclaves largo tiempo después de que hubiesen sido abandonados por sus creadores

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EGIPTO ¡Y de Egipto qué vamos a hablar! La esfinge, a la que se le atribuyen unos 3.500 años, presenta muestras de erosión lluviosa que hablan de más de 10.000 años de antigüedad. Entre sus dos patas delanteras hay una enorme losa conmemorativa, donde se detalla sin lugar a dudas lo que parece ser una estructura inferior compartimentada, cosa que ha sido constatada mediante análisis del subsuelo, aunque el gobierno egipcio no ha concedido los permisos para las excavaciones pertinentes, quizás porque ya han sido hechas hace tiempo.

Arriba a la izquierda, la esfinge tal como es representada en el diagrama de la estela de Tutmosis, ante su pecho. Se ve que descansa sobre un edificio, pero los arqueólogos aducen que se trata del que tiene enfrente. Arriba a la derecha, extracto del anterior, donde se ven figuras dentro del edificio. Abajo, planos deducidos después de las últimas investigaciones del subsuelo.

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Además, es visible la enorme desproporción existente entre la cabeza y el resto del conjunto, que obedece a una talla posterior hasta darle el aspecto actual. O eso, o el arquitecto no tenía la menor idea de las proporciones. Evidentemente, esto no debió de ser así, y el busto original tuvo que ser el de un gran, y por supuesto, proporcionado león. De hecho, su nivel de erosión es visiblemente inferior al mostrado por el resto del cuerpo, mostrando una remodelación posterior evidente.

Por otro lado, tenemos el complejo de Keops, que se atribuye machaconamente a este faraón usurpador, lo cual supone una de las mayores estafas culturales de la historia, un auténtico atentado a nuestra herencia como seres humanos. Cualquiera que se preocupe de modo juicioso y documentado de estos edificios sabe que ni lo construyó Keops, ni en ningún momento fue una tumba, ni se edificó durante la IV dinastía, ni se hizo en solo 20 años, ni se tendieron rampas de arena compactada para elevar los imposibles bloques, ni se hicieron solo con leños, cobre y trabajadores, ni casi nada de nada de lo que se nos ha contado. El sarcófago hallado en la cámara del rey ya estaba vacío y sin tapa cuando la pirámide de Keops fue abierta oficialmente. Lo que contuvo en su interior, fuera lo que fuese, era uno de los motivos que dieron lugar a este monumento increíble. ¡Ah!, el sarcófago que ven es de diorita (granito rojo) y su pulimento, según los expertos consultados, tuvo que ser hecho con brocas de diamante a muy altas revoluciones.

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Aunque todo esto sea en sí un gigantesco enigma, nos estremecemos al imaginar qué pudo haber dentro del magnífico sarcófago de granito rojo (nunca fue una momia), elaborado con una técnica de corte y pulido que se nos escapa, cosa que también se puede decir del escaso resto de revestimiento calcáreo que hay en el exterior, cuyo pulimento, una vez efectuados los análisis pertinentes, superó en su origen, sin ningún tipo de dudas, al que actualmente tienen las lentes del telescopio espacial Hubble. ¡Impresionante! Por si esto fuera poco, las dimensiones interiores del sarcófago coinciden milimétricamente con las dadas en los textos sagrados al misterioso “arca de la alianza” que portaron los judíos durante el éxodo, justo como si hubiese sido un contenedor dedicado a protegerla del exterior. Volveremos más tarde a Egipto. Desgraciadamente, la historia oficial está montada de modo que todo lo que les hemos mostrado carece de sitio, y especialmente en lo tocante a lo situado más allá de los 7.000 años, que parece ser el último margen al que los académicos están dispuestos a acercarse. ¡Non plus ultra! ¿Cuando aparece el rastro de la primera alta civilización terrestre? Según la historia oficial, hacia el 5000 a.J.C. Según la no oficial, como mínimo en torno al 18000 a.J.C. ¡Parece encajar con la edad atribuida a las civilizaciones antediluvianas! En la literatura Hindú y en la tradición egipcia, reflejada en el cánon de Turín, la época atribuida al inicio de la civilización se sitúa en torno a los 36.000 años. Herodoto habló de 27.000 años, y Manetón de 28.000. Las tres cronologías nos apuntan claramente a un pasado en que los dioses que habían permanecido en la Tierra, sin duda alejados de los intereses que los trajeron, estuvieron mezclados entre los hombres, a los que súbitamente habían liberado de todo deber hacia ellos que no fuera la adoración y el mantenimiento de sus niveles y estatus. Sin embargo, salta a la vista lo que podríamos llamar un “apagón” histórico notable, el que va desde esos 5.000 años que podemos encontrar en cualquier libro de texto hasta los 35.000 reflejados en los legados citados, y mucho más hasta los 240.000 que llevamos como especie independiente sobre el planeta. Sin duda es tiempo más que suficiente para el desarrollo de civilizaciones con todas sus etapas de constitución, esplendor y ocaso. Las pruebas de que esto ocurrió son evidentes, pues ahí están los restos de las culturas hindú, sumeria y atlante, la última de las cuales es el embrión sobre el cual, posiblemente, se fundamentó la posterior civilización egipcia, único legado que ha llegado a nuestros días, así como los misteriosos enclaves de Sachsahuamán, Angkor Wat, Tiahuanaco o Pascua. En Angkor, Camboya, están los restos de la fastuosa cultura Khmer, que en el siglo XIII, cuando París apenas tenía 30.000 habitantes, llegó a reunir un millón de personas en una amplísima y organizada zona cívica, cuyos palacios y proporciones sobrecogen.

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Pero lo que llama la atención es que todo fue diseñado conforme a un plan de regadío y canalización de tamaño descomunal, cuyo centro eran tres inmensas piscinas artificiales, dos de las cuales tenían unas medidas de ¡8 x 2 Km!. La cantidad de tierra que hubo que mover para profundizar una media de 30 m, sin maquinaria pesada, supera a las posibilidades de la época, por lo que tenemos que suponer lo que parece evidente, y es que los arquitectos de Angkor eligieron el lugar precisamente porque esas fosas estaban ya allí, y posiblemente desde tiempos inmemoriales. De hecho, no aparece ninguna alusión en esta cultura a la creación de esas magnas obras, a pesar de que supondrían un motivo de gran orgullo para cualquier pueblo. Nos encontramos, evidentemente, ante otro caso de ocupación de enclaves ancestrales.

Nos acordamos en este momento de la piedra de Dashka y sus fastuosas representaciones de embalses y canales kilométricos, y nos preguntamos si es posible que exista una conexión entre los constructores de la alejada Bachkirie y los de Camboya, en una época remota en la que la proliferación de megalómanos sistemas de irrigación fuese algo factible y necesario. Seguiremos atentos a las pruebas, pero todo apunta a que realmente pudo ser así. Sin embargo, hay un nuevo punto de interés en el transcurso de las misteriosas eras ocultas: todas estas grandes civilizaciones llegan a su apogeo y sufren un colapso importante en algún momento más allá de la barrera de los 7.000 años. En el caso hindú, significó un paso atrás importantísimo, que se vio refrendado por algún tipo de conflicto de extrema crudeza que acabó con toda su cultura. La Atlántida, en cambio, desapareció de la faz de la Tierra, pero no sin antes haber establecido un lugar seguro donde alojar todo lo referente a su existencia, que fue el embrión del Egipto clásico, donde ya se habían establecido colonias importantes. No obstante, ese legado aún no ha aparecido o no se nos ha mostrado, aunque nos queda el insolente esplendor de sus grandes construcciones, imposibles para el posterior pueblo al que se atribuyen.

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Tanto en la tradición sumeria, como en la hindú o la egipcia, los dioses, que vivían entre los hombres, alojados en palacios en medio de las ciudades, se ponen a salvo, y el hombre queda diezmado gravemente. Esto es una constante perfectamente marcada en cada relato independiente. Si el devenir de los acontecimientos hubiese fluido de un modo normal, ese gran vacío detectado a partir de ese momento de crisis posiblemente no existiría, y hoy no estaríamos intentando reconstruir la protohistoria en base a textos antiguos, sino a través de relatos cronológicos bien documentados. Pero algo pasó, y casi todos los registros se perdieron. Es muy dada la ciencia actual a desacreditar este método de investigación, ya que considera que está fundamentado en mitos sin contenido real. No obstante, precisamente en los tiempos que corren, deberían comenzar a replantearse tan severas y drásticas acusaciones, pues en base a esos mitos se están obteniendo pruebas para desempolvar restos del pasado tan importantes como la ya constatada existencia de las guerreras amazonas (gracias a una férrea e inspirada Jeaninne Kimball), la existencia de Troya (gracias a un rico aficionado, loco y bohemio, llamado Schlieman), la de unas imposibles pirámides en Bosnia (gracias a otro aficionado llamado Semir Osmanagic), la de una Eva común a toda nuestra raza, la torre de Babel, o el hallazgo de varias anclas de piedra de 12.000 años en las inmediaciones del monte Ararat (gracias a un imparable Ron Wyat), que prueban la existencia de una antigua embarcación de gran calado que buscaba fondear en un lugar que hoy está a 2.500 m sobre el nivel del mar, pero la lista se amplía constantemente. Poco a poco los mitos se van convirtiendo en realidad, adquiriendo fechas, nombres, situaciones… hasta pasar la criba y convertirse en lo que muchas veces son: en historia. Pero son ya demasiadas las veces en que estos grandes avances no son efectuados gracias a las ciencias “oficiales”, muy reacias a mover los postulados establecidos, y que, en más de una ocasión proceden intentando desacreditar y tapar los hallazgos, quedando posteriormente en el mayor de los ridículos, cuando se evidencia que, por todo el mundo, grupos de investigadores despiertos y ansiosos de conocimiento, inmunes a la desacreditación y la amenaza, destapan el insospechado pasado sin el menor pudor. Con frecuencia, cuando se habla de los textos, leyendas o pinturas antiguas, se hace desde el punto de vista de quien considera que son puros ejercicios de imaginación, sin un contenido de fondo suficiente, aduciendo que no hay pruebas, y olvidando manifiestamente que las tienen ante sus ojos. Sería interesante darse cuenta por otro lado de que la mayoría de las veces, cuando aparecen las pruebas, lo que hacen es constatar lo que ya estaba transmitido, sin cambiar gran cosa lo establecido desde antiguo. Es importante reflejar aquí lo que era para el hombre primitivo escribir o pintar, y que no tiene nada que ver con lo que es hoy para nosotros. Para aquellos, cualquiera de los dos medios suponía una valiosísima forma de traspasar su saber, cultura, observaciones y, en general, cualquier acontecimiento relevante, a la posteridad. Esto en sí era suficiente como para hacer de estos medios algo muy respetado, por lo que no había sitio para la frivolidad, y mucho menos para la

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fantasía, a la que tanto se aduce para explicar lo imposible. Pensar así es apuntarse a la ignorancia, puesto que la ausencia de pruebas físicas no implica su inexistencia. Solo hay que buscar, y lo más importante, querer ver lo que se encuentra. Es curioso que los mismos que aducen que el eslabón perdido de nuestra cadena evolutiva, aunque no se ha encontrado, sin duda existe, digan que todo lo que los antiguos nos legaron de diversas formas culturales, y que no encaja en el esquema montado, son fantasías. ¡Y a eso llaman establecer un criterio! La inmensa mayoría de textos antiguos y pinturas reflejan la realidad vista y explicada del modo que nuestros antepasados entendían, casi siempre desprovista de artificios, y con la misma sinceridad que un niño. Para descubrir lo que se esconde tras esas muestras, solo hay que querer mirar. Pero es a partir de esa Edad Media cuando todo se llena de imágenes religiosas, demonios, criaturas mitológicas desvirtuadas y demás, siempre sirviendo al fin máximo de fomentar la incultura y obediencia desde el estamento del poder, establecido mediante las figuras políticas o religiosas. Querer mirar profundamente en todas esas reliquias del pasado significa encontrar una gran barrera que divide en dos la historia no reconocida del hombre. Y es precisamente sobre aquella barrera donde de pronto los dioses cambian su forma de actuar para con nosotros y nos vemos inmersos en un cataclismo sin precedentes. De ello hay una gran cantidad de relatos en todo el mundo, y de todo el cúmulo de mitos que creemos que no lo son, un fenómeno recurrente divide de modo notorio la historia que pretendemos descifrar. Se trata de una gran inundación global, que dejó impresa su raíz en tradiciones, religiones y culturas alrededor del mundo. ¿La fecha? Casi unánimemente el 10000 a.J.C. LA GRAN INUNDACIÓN Hay un documento egipcio antiguo singular que vamos a tener muy en cuenta. Se guarda en Turín y se trata de una lista de impuestos que tiene en su reverso algo que no tiene nada que ver con su cometido. Al parecer, el escriba que lo plasmó encontró una fuente de información que consideró de gran interés, y copió unos datos por detrás del papiro que tenía a mano, como si no quisiera que se perdiese lo que había hallado. El nombre que se le dio al documento, una vez descubierto, fue el de “Canon de Turín”, y en él han sido reflejados los nombres de los dioses que gobernaron el proto-Egipto durante 11.000 años, denominados los Shemsu-Hor, y posteriormente los que lo hicieron en los siguientes 25.000, terminando con Menes, el primer faraón de la primera dinastía. Esto es de mucho peso, y puede cambiar por si solo la historia escrita, pero claro, a pesar de estar autentificado arqueológicamente y de ocupar un puesto preferente en un museo, los entendidos lo consideran fantasía. Lo que ocurre es que no encaja en ninguna cronología, y asusta mucho. Estimamos que los dioses cuyos nombres aparecen en el canon, especialmente los datables en periodos más allá de los 12.000 años, fueron en

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realidad los gobernantes de la Atlántida, dado que en los jeroglíficos del templo de Déndera, ubicados en el techo de su sala hipóstila, aparecen relatos precisos de cómo se inició una gran emigración desde Atlantis hacia el Magreb, en la cual iba especialmente protegido el legado cultural, que sería guardado en el interior de las recién creadas pirámides, auténticas cámaras acorazadas del saber de un pueblo que luchaba contra su desaparición. Esta expedición estuvo comandada por Isis y Osiris, creadores del antiguo Egipto. El descubrimiento de este extraordinario legado se lo debemos a Albert Slosman, que en su obra “El gran cataclismo”, publicado en 1976, relató por vez primera la probable huída del perdido pueblo atlante hacia las tierras del Este, aportando pruebas veraces que siguen viéndose reforzadas a medida que los descubrimientos se suceden.

En este impresionante bajorrelieve de Déndera aparecen varios detalles increíbles, que nos proporcionan un cuadro claro de lo que sucedió algún día de hace 12.000 años. Veámoslo por partes, porque supone una crónica fiel de lo que aconteció:

El fragmento expuesto muestra el inicio del jeroglífico. El relato nos cuenta en principio que los sabios descubrieron que un cometa (3) se iba a estrellar en un tiempo determinado contra el mar, seguramente cerca de la isla principal de la Atlántida. Los cálculos demostraron que aquello produciría una crecida de las aguas (5) y el reino se vería destruido y sumergido. Se hicieron los preparativos para una gran emigración (13) usando las barcas sagradas (mandjit), y se pondría especial cuidado en preservar la cultura y el saber (11). La partida fue dirigida por la raza gobernante (6 y 7), a la cabeza de la cual estaban Isis y Osiris, que, herido de muerte, sería sucedido en las nuevas tierras por su hermano Tifón y posteriormente por su hijo Horus.

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Se transportaron animales (13), instrumentos especiales, para los que se usaron barcas exclusivas, lo cual muestra su importancia, (11) y alimentos. Llaman la atención los extraños seres dentro de círculos (8 y 9).

En el tercer fragmento, que narra el final, aparecen más seres en círculos (10), una inundación de proporciones cataclísmicas, dado el número de líneas quebradas que componen el curso acuático inferior( una línea = agua, dos líneas = aguas, tres líneas = crecida del Nilo, cuatro líneas = inundación, cinco líneas = catástrofe…en la imagen aparecen ¡ocho líneas!) (5) y dos serpientes entrelazadas dentro de una gran caja, similar a la cadena de ADN (12), simbolizando el conocimiento. Al final del camino hay una singular pareja alada (2) que espera la llegada de la expedición. Acababa de nacer un Egipto que desconocemos. Lo que hay claramente expresado en estos jeroglíficos es la crónica casi de primera mano de cómo el planeta se vio sacudido por un terrible impacto hace 12.000 años, y de como su caída en algún lugar del Atlántico dio lugar al hundimiento de la Atlántida y a una ola asesina que se extendió por el mundo. Probablemente la colisión fue múltiple, cosa que ya hemos visto reflejada en nuestro pasado repetidas veces, y eso provocó una convulsión de gran nivel. Lo analizaremos más tarde. Ibn Abd Hokm, un historiador árabe del siglo IX, nos ha legado un texto muy revelador, seguramente recogido de otros mucho más antiguos que no cita. El fragmento no tiene desperdicio:

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“La mayor parte de los cronistas coinciden en atribuir la construcción de las pirámides a Saurid Ibn Sahuk, rey de Egipto, que vivió tres siglos antes del diluvio. Sintiose impulsado a ello al ver en un sueño que la Tierra, con sus habitantes, se había trastornado, los hombres tumbados de bruces, las estrellas caían una sobre otra con horrible estruendo. En su turbación no dijo nada de ello a los suyos. Habiéndose despertado con gran miedo, reunió a los principales sacerdotes de las principales provincias de Egipto, ciento treinta en total, cuyo jefe era Aclimón. Cuando les expuso el asunto, midieron la altura de las estrellas, y haciendo su vaticinio, predijeron un diluvio. El rey preguntó: ¿alcanzará a nuestro país? Respondieron: sí, y lo destruirá. Pero como aún faltaba cierto número de años para que acaeciese, ordenó construir, entre tanto, pirámides con cámaras abovedadas”. Resulta incómodo darse cuenta del poco crédito que se les da a textos como el referido cuando no encajan en el marco que se quiere mantener a toda costa. Es evidente que aquí tenemos datos importantes: nombres, fechas, referencia a impactos múltiples, astronomía y arquitectura monumental, todo enlazado con una fluidez plena de lógica respecto a lo que pudo ocurrir. Pero, ¿qué hay de veras en que esos edificios inmensos, las pirámides, son anteriores al diluvio? Generalmente, se atribuye la construcción de la Gran Pirámide al faraón Keops, de la IV dinastía, lo cual descarta la suposición anterior. Esto se basa en un hecho sorprendente: en una de las bóvedas de descarga, inmediatamente por encima de la cámara del rey, aparece su firma en la forma típica de la época, un cartucho jeroglífico. Este pequeño trocito de roca grabada, entre millones de piedras sin la más mínima inscripción, ha sido suficiente para que una de las mayores maravillas arquitectónicas del mundo le sea atribuida con pelos y señales, montando alrededor de ella la explicación a todo un imperio. De ahí que se haya convertido en un auténtico dogma histórico-arqueológico, que es defendido a capa y espada, y a veces incluso con falta de ética, decoro y educación, por diversos miembros de la academia egipcia Y ello a pesar de que las circunstancias en que el cartucho fue descubierto por Howard Vyse son mas que sospechosas, como comienza a ser bien sabido. A nosotros, la ausencia de escritura en semejante logro nos parece, como mínimo, inquietante. Los monumentos egipcios cuya datación está clara y precisada, están llenos de jeroglíficos de sus orgullosos constructores, lo cual es muy normal. Nos parece que quien fuera que construyera la Gran Pirámide no quisiera dejar más constancia de su talento que un escondido y mal dibujado sellito, es algo sorprendente y absurdo, fuera de lugar en la cultura egipcia. Si algún faraón hizo esto, sus logros y hazañas estarían plasmados en cada sala con toda seguridad, mostrando detalladamente todo lo relacionado con el monumento. Por suerte, hay pruebas que aclaran de largo por qué, y que nos dicen lo que ya sabemos: que ningún faraón de la IV dinastía está detrás de estos edificios.

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La “estela de Inventario” es un documento egipcio ancestral, en el que aparece la Gran Pirámide con el nombre de “templo de Isis”. Por supuesto, demuestra que estaba ya construida en la época de Keops, y que era muy visitada por los gobernantes de la zona, que lo consideraban ya por entonces (sobre el 3000 a.J.C.) un monumento legado por “los antepasados”. Esto destruye cualquier intento de situar el complejo de Gizeh en la IV dinastía, y aporta explicación a muchos misterios de la civilización egipcia, el más importante de los cuales es el de la inexplicable involución tecnológica que sufrió, caso de haber llegado a construir, como se les atribuye, las pirámides. En base a este principio involutivo, después de los monumentos atribuidos a esta época, todo el saber que supuestamente había permitido desarrollar semejantes obras se diluyó con rapidez, y eso no es coherente, pero sí demostrable. No hay más que mirar cuán ridículas e imperfectas son todas las pirámides que se hacen a partir de ese momento, meras imitaciones de proporciones enanas respecto a los modelos de referencia, terminando con la instauración de la más que modesta mastaba como edificio final. La única explicación es la más lógica, y que además está escrita en los textos antiguos: que esos complejos ya existían y eran reverenciados desde muy antiguo. Sus constructores fueron los mismos que hicieron agujeros en las canteras de Assuán con taladros 60 veces más potentes que los actuales (medida aportada por especialistas actuales en manejo del granito), y los que cortaron la roca con sierras que lo hacían como si fuese cartón. No una entonces atrasada cultura de la edad de bronce. Esa no pudo acometer nada parecido a lo que aquí se trata. Además, hay otro detalle revelador, una gran diferencia entre las estructuras piramidales más importantes y el resto de los monumentos egipcios de todas las épocas que delata un origen absolutamente diferente: las primeras son edificios casi imposibles, majestuosos y colosales, un enigma en su construcción incluso para los ingenieros de la actualidad, mientras que los demás son explicables, previsibles y factibles. ¿Se han preguntado alguna vez por qué, ahora que se han reconstruido zonas enteras a lo largo del Nilo, nunca se ha intentado hacer lo propio con ninguna de las grandes pirámides, a pesar de que son los monumentos más importantes y visitados, con mucho, de Egipto? Seguro que ya tienen la respuesta. No se han reconstruido porque, aún hoy, carecemos de medios tecnológicos para ello. Pero si desproveemos a la cultura egipcia de sus monumentos de la IV dinastía, atribuyéndolos a constructores más capacitados, ¿qué nos queda? Pues imaginamos que la verdad y nada mas que la verdad: un pueblo que no tuvo grandes avances técnicos, matemáticos, astronómicos (todo ello evidenciado solo en estos monumentos y sus excepcionales medidas)… con una estratificación social hermética y atrasada, que no nos dejó una literatura abundante o de gran riqueza, que lo fundamentó todo en el culto al faraón y la muerte… que no llegó siquiera a descubrir la perspectiva, como se ve constantemente en los jeroglíficos… A pesar de que se ha tenido a Egipto como cuna de un gran saber, estuvieron constantemente bebiendo de las fuentes griegas, que a su vez bebieron del saber hermético antiguo que ellos atesoraban pero no entendían. No, sin los monumentos de la IV dinastía la

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gran cultura egipcia pierde todo el esplendor y buena parte de su encanto. Comprendemos que eso pueda afectar al orgullo de nación del Egipto actual, pero… ¡Insistimos! ¡Este pueblo no pudo ser el creador de monumentos que están fundamentados en la perfección matemática o astronómica! Por tanto, las pirámides ya existían cuando ellos las encontraron, y cuando intentaron construir réplicas fracasaron estrepitosamente (no hay mas que ver las tosquísimas construcciones menores que hay en Gizeh), llegando, tras estrellarse con la durísima realidad, al abandono de la idea. Vemos por tanto que, con respecto a lo que nos ocupa, no hubo involución tecnológica, ya que nunca llegaron a evolucionar de modo apreciable. Fin de la polémica. Citemos como piedra de toque que, de seguir las dataciones como están, significaría no solo que 20 años antes de la construcción de la pirámide de Snefru los egipcios no sabían construir estos monumentos, sino que 20 años después de la de Micerinos olvidaron totalmente los conocimientos adquiridos. Además, los egipcios de la IV dinastía desconocían, y esto ya se repite con demasiada frecuencia, la rueda, el hierro, la plomada, y la astronomía, siendo sus nociones científicas, como mucho, elementales, por tanto no pudieron ni tan siquiera soñar con la simple orientación del monumento, por nombrar una de las miles de referencias matemáticas, geométricas o astronómicas que fueron utilizadas para proporcionar la mole de piedra, y que podrán encontrar en múltiples escritos al respecto. En los medios y recursos empleados para la construcción, ni nos metemos, pero fíjense solo en este dato extremadamente revelador: la pirámide principal, Keops, está formada por 2.600.000 bloques de unos 2,5 Tm de media. Si como afirma Herodoto (lo cual se tiene por un dogma), fue construida en 20 años, en cada periodo anual se tuvieron que colocar 130.000 bloques, o lo que es lo mismo, 360 diarios. Si hacemos un calculo en base a 100.000 hombres, con un turno laboral doble de 12 horas, es decir, 50.000 constantes/24 horas al día/365 días al año, el resultado es que durante los 20 años atribuidos el arquitecto tuvo que organizar equipos capaces de seleccionar la piedra, cortarla, transportarla por agua y arena, izarla considerablemente, encajarla al milímetro, y sellarla con cemento rápido, todo ello sin conocer el hierro ni la rueda ¡empleando solo 2 minutos por bloque! ¿Demencial? Pues no se engañen; eso es lo que nos dicen los arqueólogos. Sin embargo, llama la atención que en este, como en tantos otros casos, no se haya llegado a dar carpetazo definitivo a la polémica por parte de los sectores más conservadores mediante lo que sería una prueba definitiva: un test in situ, con los medios atribuidos a la época, y desarrollado por ingenieros. Hablamos de la construcción de una estructura piramidal de medianas proporciones, quizás incluso de unas pocas hiladas. Pese a la tremenda crudeza que han mostrado en múltiples ocasiones contra todo aquel que dude de lo postulado, llegando incluso al ataque personal, no han sido capaces de mostrar al mundo lo equivocados que estamos todos los que discrepamos, despreciando lo que parece ser el arma más poderosa con

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que cuentan. ¿Y por qué, si la ira llega a cegarlos en ocasiones, no utilizan el medio más eficaz para ridiculizarnos? ¿Por una inusitada muestra de respeto? No. Es porque esa arma no existe. Saben que lo que defienden es absurdo e indemostrable, y por tanto la información que suministran es tendenciosa y falsa. No pueden acabar con las dudas y la bola cada vez se hace más y más grande. Si observamos el sentido matemático de la pirámide, hemos de partir de las medidas tomadas por el ingeniero inglés Taylor, posteriormente confirmadas por los arqueólogos Bevendelli, Piazzi, Smith, Moreaux y Noetling. Según estas, la base mide 232,666 m de lado, la superficie edificada es de 53.000 m2, siendo la altura de 149 m, acumulando un peso aproximado de 6 millones de toneladas métricas. Si trasladamos esas medidas a la cábala, y dividimos, por ejemplo, el lado por la mitad de la altura se obtiene la constante pi. Los meridianos y paralelos que determinan su posición en la Tierra son los de mayor longitud posible, dividiendo a nuestro planeta en cuatro partes exactas. Dividiendo la base de la pirámide por el número de días del año se obtiene 63,7 cm, una diezmillonésima parte de la mitad del diámetro terrestre, y volviéndola a dividir por 25 da 2,548 cm, o lo que es lo mismo, una pulgada. La altura multiplicada por un millón da la media de nuestra distancia al Sol. El peso de la Tierra es un múltiplo exacto del de la pirámide. Trazando un meridiano sobre ella, las tierras emergidas se dividen en dos partes iguales. Los juegos de sombras marcas los inicios de los equinoccios y los solsticios. La distancia desde ella al Polo Norte es idéntica a la que la separa del núcleo terrestre. Y mas, y mas, y mas… Pero si, como suponemos, alguien muy avanzado dejó este edificio ¿que significa la firma de Keops hallada en la Gran Pirámide? Pues sencillamente que usurpó su propiedad, y eso es muy notorio porque tras el exquisito y matemático trabajo del arquitecto original se observan una serie de remodelaciones toscas que, esta vez sí, son atribuibles a la manipulación inducida por el faraón que se quiso apoderar del edificio de los dioses. Herodoto recibió información precisa por parte de los escribas de cómo Keops fue odiado por su pueblo al haberse apropiado del sagrado templo de Isis, hasta el punto de que mucho después de su muerte se inició una campaña de borrado histórico que casi consiguió su objetivo. Todo lo relacionado con él o su reinado se eliminó a conciencia, hasta el punto de que lo único que nos queda de este faraón pretencioso es una pequeña estatuilla y su vergonzosa firma en la pirámide, pero, sospechosamente, eso es suficiente para que los arqueólogos hayan montado su teoría y la hayan teñido de dogma a defender: para estos señores, a pesar de todas las evidencias, y de las singularísimas medidas reflejadas, las grandes pirámides se hicieron durante la cuarta dinastía, sin rueda ni hierro, y albergaron los cuerpos momificados de los faraones. Pero la verdad apunta a que todas estas magníficas construcciones, Keops, Kefrén, Micerinos y las dos pirámides de Dashur, fueron construidas alrededor de 2.000 años antes del diluvio, remontándose por tanto su datación a más de 14.000 años, como certificó la comisión de energía atómica de Brasil al someter a estudios precisos diferentes rocas de la estructura. Esto sí que es una medida fiable, y

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contradice todo lo mantenido por estos grupos dominantes que miran hacia otro lado sin ningún atisbo de rubor. Sí. Alguien hizo estas obras de ingeniería imposible justo antes de producirse un hecho catastrófico que cambiaría la faz de la Tierra. Una prueba singular de la existencia de la gran pirámide durante el diluvio la aporta Manetón, que vivió en el siglo III a.J.C., siendo casi contemporáneo de Beroso, y que escribió tres volúmenes de historia egipcia de los que solo nos han llegado referencias aportadas por otros escritores, como Flavio Josefo, Julio Africano o Sincelo. Manetón afirma que en una zona elevada de este monumento, en pleno revestimiento calcáreo, aún podía verse en su época la gruesa línea sedimentaria que marcaba el lugar a donde habían llegado las aguas durante la enorme crecida. Otro detalle importantísimo que aporta este historiador, y que es refrendado por su colega árabe Abd Al Latif en el siglo XIII, es la misteriosa presencia en todo el revestimiento anaranjado de una extraña y hermosa escritura que no pudo ser descifrada. Esto es una anomalía notable, ya que por aquel entonces los egipcios dominaban todas las formas de texto de la época clásica, incluyendo, por supuesto, los estilos jeroglíficos de sus antecesores, a pesar de lo cual no supieron interpretarla. Esto solo pudo ser posible, por tanto, si su origen no era del área de influencia egipcia, por lo que podemos estar seguros de que algún tipo de conocimiento estaba impreso en la superficie de la Gran Pirámide, posiblemente relacionado con su auténtica autoría o cometido, pero por desgracia no ha llegado a nuestros días ningún resto para poder analizarlo, puesto que la inmensa mayoría de esos bloques de caliza fueron desmantelados para edificar palacios en El Cairo. En la colección privada del padre Crespi, profundo estudioso de los pueblos antiguos, hay una pieza dorada en la que puede verse representada en bajorrelieve una pirámide de tipo indudablemente egipcio, con los bloques y el revestimiento perfectamente definidos. La figura está coronada por un sol escoltado por nueve planetas, y flanqueada por gatos, serpientes y elefantes, entre los que se abre paso una planta parecida a un helecho. Pero lo que llama poderosamente la atención es que la pieza apareció en Sudamérica, lugar en el que las construcciones piramidales difirieron profundamente de las egipcias.

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Al pie de la enigmática figura aparece un texto que aún no ha podido ser traducido, y nos preguntamos si no será la copia que alguien hizo de aquel que un día figuró sobre la piedra caliza del exterior del gran monumento de Keops. La tradición asiria de Nínive, por otro lado, sitúa también su construcción en esa época en torno a 12.000 años, y habla de ellas como de ¡balizas para vuelos de altitud! Esto no es extraño si admitimos que hubiese alguien que las pudiese ver desde el aire, pues en sus orígenes tuvieron que ser algo maravilloso, un auténtico placer para la vista. El recubrimiento de caliza pulida a espejo estaba pintado en color naranja brillante, y sus reflejos tuvieron que verse desde enormes distancias, como se denota del expresivo apodo por el que eran conocidas en el mundo árabe: “las luces”. En torno a ellas quedó el germen de lo que sería el futuro Egipto, ya que, al descubrir la anomalía que iba a terminar con su civilización, los atlantes decidieron trasladar y preservar toda su cultura a esta zona alejada del país. Pero también en muchas otras partes del mundo hay tradiciones que hablan de cómo pequeños grupos humanos pudieron salvarse de la hecatombe que supuso el gran diluvio, por lo que nuestro Noé no fue el único. Al parecer hubo un interés manifiesto por diversas entidades de poner a salvo especímenes y tribus a lo largo de todo el planeta. En la isla de la reina Carlota, en Alaska, existe una ancestral tribu, los haidan. Esta cultura antiquísima ha transmitido oralmente el saber desde tiempos inmemoriales, y tiene un muy curioso relato de cómo su pueblo fue salvado de la muerte. Dicen: “En los días de la gran inundación, el hombre de la cabeza de acero era el caudillo de todos los hombres, y muy amado por el pájaro del trueno, el dios del trueno y todos sus dioses. Cuando esa gran inundación barrió la faz de la Tierra, los dioses temieron por la vida del hombre de la cabeza de acero, al que cambiaron milagrosamente en un salmón de cabeza de acero. Durante los días de la inundación, el transformado caudillo de los hombres vivió en las aguas del río Nimpkisk. Recogió los maderos para su vivienda, pero halló que tenía poca fuerza para construirla. Entonces, el pájaro del trueno apareció ante el hombre de la cabeza de acero con gran restallido y tronante fragor, y alzando su máscara de dios, reveló un rostro humano al hombre de la cabeza de acero. Soy tan humano como tú – dijo el ave – y te colocaré los maderos de tu vivienda. Y permaneceré aquí contigo para que instales tu tribu y seré tu protector para siempre. Seguidamente, con cuatro tronantes aleteos, el ave del trueno hizo aparecer a un grupo de guerreros que surgieron del retumbante ruido, completamente armados. Y ellos, con el hombre de la cabeza de acero, fueron el núcleo del cual se desarrolló el pueblo haidan”.

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Observen que el cronista presenta al héroe como “el hombre de la cabeza de acero”, no “el hombre de la máscara”, “del tocado”, “casco” o similares. De un modo u otro, gracias a su contacto con los dioses, que dominan el vuelo, sobrevive, usando curiosamente un medio submarino, llevando consigo a los haidan, a los cuales da un hogar y reubica. También los aborígenes australianos perpetúan el mito del diluvio: “Karan, jefe de la tribu, dio alas a Warck y a Weik cuando el agua invadió los brazos del mar, cuando el mar ascendió y recubrió el país entero, las colinas, los árboles…en una palabra, todo”. Hay que resaltar que los aborígenes son uno de esos pueblos verdaderamente antiguos, por lo que su depósito de conocimientos, condensado en vastas leyendas que hay que desentrañar e interpretar, es una fuente notable de saber antiguo. En este párrafo que hemos visto nos hablan también de seres que escapan por el aire, a los que se les conceden “alas” por parte de las divinidades. El Libro de Dzyan es uno de los textos más antiguos que se conocen, y sus originales permanecen ocultos en recónditos lugares del Himalaya. También recoge este suceso, pero de una forma más alarmante si cabe, ya que plasma el encuentro que tiene alguien conocido como “el Gran Rey del Rostro Deslumbrante” con sus hermanos en la Tierra, en espera de abandonar el planeta mientras aún está seco: “Entonces, durante una noche oscura, mientras el pueblo de la buena ley se hallaba ya a salvo del peligro de inundación, el gran rey reunió a sus vasallos, escondió su rostro deslumbrante y lloró. Cuando sonó la hora, los príncipes embarcaron en Vimaanas y siguieron a sus tribus a los países del este y del norte, a África y a Europa”. Los mismos vimaanas de las sagas hindúes, y una más que misteriosa emigración hacia África y Europa. ¿Quizás la atlante? ¿Eran los mandjit o barcas sagradas los vimaanas a que se alude?¿Se refiere el texto al enclave recientemente descubierto en Visoko, Bosnia, donde se han hallado 9 pirámides de grandes proporciones, fechadas en 12.000 años, cuando habla de una emigración hacia Europa? ¿Son estas magnas construcciones restos también del esfuerzo que hicieron los antiguos por preservar su cultura de un inmenso Apocalipsis? La pirámide de Vosocica, de 213 m de altura, está actualmente en fase de recuperación arqueológica, y supone todo un reto para los esquemas establecidos. Uno mas. Es aún pronto para decirlo, pero de confirmarse el hallazgo, estaríamos ante la evidencia de que hubo por aquel entonces un esfuerzo común en regiones diferentes del mundo destinado a sobrevivir al diluvio. Lo que se deriva de ello es que hubo conocimiento exacto del fenómeno muchos años antes de la tragedia, lo cual denota un gran conocimiento técnico..

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En la Epopeya de Gilgamesh, el relato correspondiente es espeluznante y muy claro, quizás el más documentado y revelador. En su búsqueda de la eternidad, el héroe conversa con Utnapischtim, un antiguo habitante de las llanuras mesopotámicas, al que le fue concedido salvarse del diluvio, consiguiendo por el favor de los dioses la vida eterna. Para ello, le conminan a construir un gran barco y a salvar a su familia y a todos los animales, en lo que sin duda fue el origen de la tradición de Noé que, muy posteriormente, quedó reflejada en el Génesis bíblico. La narración del fatídico último día que el superviviente transmite a Gilgamesh es impresionante: “Al despuntar el alba subía por el horizonte una negra nube en la cual tronaba Adad, precedido de Shullat y de Hanis, heraldos divinos que surcaban las colinas y el país. Jergal arrancó los puntales de las compuertas celestes y Ninurta se empleó en desbordar las presas de arriba, mientras los dioses infernales, blandiendo antorchas, incendiaban con su abrazo el país entero. Adad desplegó en el cielo su silencio de muerte, reduciendo a cenizas todo lo que había sido luminoso. Destrozaron la Tierra como un puchero. El primer día que sopló la tempestad, tan furiosamente sopló que el anatema pasó sobre los hombres como la guerra. Nadie veía ya a su compañero; las multitudes del cielo ya no eran discernibles en medio de tal tromba de agua. Los dioses estaban espantados a causa del diluvio. Dándose a la fuga, trepaban hasta lo más alto del cielo, donde, como perros, permanecían apelotonados y acurrucados en el suelo”...”Durante seis días y siete noches vendavales, lluvias, huracanes y diluvio estuvieron golpeando la Tierra. Al séptimo día, tempestad, diluvio y hecatombe cesaron tras haber distribuido sus golpes al azar. El mar se calmó y se tranquilizó, huracán y diluvio se interrumpieron. Miré alrededor: ¡reinaba el silencio! Todos los hombres habían sido transformados de nuevo en arcilla, y la llanura líquida parecía una terraza”. Aquí tenemos un relato de enorme claridad. Los cometas provocaron incendios gigantescos, seguidos de una gran oscuridad, en medio de la cual llegaron las olas y las lluvias torrenciales en un día de enorme destrucción. Hubo un momento en que todo era negrura, y los mismos seres creadores, que se refugiaron en la órbita, estaban aterrorizados ante la magnitud de lo que estaba aconteciendo. Los sumerios, pueblo al que pertenece la epopeya, no tuvieron la menor duda sobre la realidad histórica de la gran inundación, ya que en sus listas de reyes, clasificaban a los soberanos de Mesopotamia en anteriores y posteriores al Diluvio Universal, de lo que dio fe el propio Hamurabi. En sus crónicas aparece una y otra vez reflejado este dato: “Y entonces vino la gran inundación y después de ésta descendieron los reyes del cielo”.

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Las reminiscencias tibetanas también son específicas: “Cuando la estrella Baal cayó sobre el lugar en que hoy no existe más que el cielo y el mar, las siete ciudades con sus puertas de oro y sus templos transparentes se estremecieron y fueron sacudidas como hojas por la tempestad. Entonces se elevó de los palacios una cortina de fuego y humo”. En la Biblia, Dios, enfadado con los hombres, manda una lluvia destructora, de la que solo se salvan Noé y su familia, junto con gran número de especies. “Se rompieron todas las fuentes del abismo, se abrieron las cataratas del cielo, y estuvo lloviendo sobre la Tierra durante cuarenta días y cuarenta noches”. En Asiria también existe una leyenda sobre el diluvio, que se parece mucho a la babilónica, de la cual, como el relato bíblico, se nutrió sin duda alguna. El héroe Gilgamesh es sustituido aquí por Izdubar, su antepasado, Utnapischtim, por HasisAdra o Xisuthros. En contraposición a la Biblia, aquí la cólera de los dioses no tiene nada que ver con la destrucción de toda la humanidad, sino solamente con la de la ciudad de Schuruppak, a medio camino entre Babilonia y Bagdad, situada en la actual colina de Abu-Habba. En el Libro de los Muertos egipcio, Ra expresa como él y Atón decidieron enviar sobre la Tierra un gran diluvio que exterminase a toda especie viviente. Los indios Cheyenne hablan de terremotos, erupciones inmensas, a las que siguió una inundación en forma de olas que cubrieron la Tierra en ciclos repetidos. Después de eso se hizo la noche y sobrevino un frío intenso. En China, el Libro de los Signos nos remite a una inundación tan gigantesca que cubrió las montañas más altas. En el mismo país, las tradiciones del pueblo de los Jao-dze cuentan que en plena inundación las cordilleras parecían el mar. La descripción de tal catástrofe es también encontrada en el VisuddhiMagga, texto budista sobre los ciclos del mundo. “Cuando un ciclo del mundo es destruido por el viento se levanta al comienzo una gran nube destructora, aparece un fino polvo, luego un polvo grueso, luego arena fina, y luego arena gruesa. Luego ripio, piedras, hasta grandes rocas del tamaño de poderosos árboles. El viento pone el terreno al revés. Extensas áreas se quiebran y son lanzadas hacia arriba. Todas las mansiones de la Tierra son destruidas en grandes catástrofes cuando mundos se enfrentan con otros mundos”.

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Los esquimales también hablan de la inundación, que llegó en forma de agua que se depositó sobre las montañas, formando conos de hielo y glaciares. También los hinuit, de Alaska, tienen una leyenda relativa a un diluvio que se extendió por toda la Tierra. Los navajos dan cuenta de un negro muro de agua que ocupaba el horizonte y terminó en una gran inundación. En el mismo sentido se expresan los choctaw. Los luiseños y los dakotas tienen relatos en términos parecidos, y los chickasaws sostienen que el mundo fue destruido por el agua, pero que una familia con un ejemplar de cada especie animal se salvaron. Los chewong, en Malasia, también hablan del diluvio, y en Laos dan cuenta de un fin del mundo provocado por unos seres llamados thens, del que solo se salvaron tres hombres ilustres y sus mujeres a bordo de una embarcación. Los karins, en Birmania, también se pronuncian de forma parecida, y en Vietnam precisan que se salvaron dos hermanos, hombre y mujer, junto con una pareja de cada ser vivo. Según los griegos, otro pueblo de gran peso histórico, Zeus mandó un diluvio para acabar con la cuarta humanidad, debido a sus excesos. Nosotros estaríamos en la quinta. En la India es Manú quien se salva, avisado por Vishnú, que le envió un barco con instrucciones para que recogiera a todo ser viviente del reino animal que encontrara, así como las semillas de las plantas. Los celtas, al referirse al diluvio, hablan del Llyn-Llyn, término que se traduce como “mar de mares”, y que, una vez desbordado, ahogó a las naciones. Los aztecas dicen en el texto conocido como “Vaticano Latin Codex”: “La destrucción se produjo en forma de lluvias torrenciales e inundaciones. Las montañas desaparecieron y los hombres se transformaron en peces”. Los mayas, otro pueblo esplendoroso: “En el undécimo día, ahau katún, llegó la calamidad. Cayó una lluvia violentísima y ceniza del cielo. En una sola y gran oleada las aguas del mar cayeron sobre la tierra, y el cielo se precipitó. La tierra firme se hundió”. No se puede expresar mas nítidamente el concepto de lo que sucede cuando un astro se precipita, especialmente cuando aduce de modo claro a

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cenizas desde el cielo y a una tsunami (dice literalmente “una sola y gran oleada”). Es notable como la forma de percibir el acontecimiento y sus consecuencias varían solo en función de la situación geográfica, demostrando que todos hablan del mismo hecho. El Popol-Vuh, libro ancestral de este pueblo, narra: “Todo era ruina y destrucción, el mar se encaramaba a las alturas. Fue una gran inundación. Las gentes perecían ahogadas en un líquido viscoso que caía desde el cielo. La faz de la Tierra se puso oscura y la lluvia pegajosa perduraba por días y noches. Ardía una gran hoguera por encima de sus cabezas”. Los chibchas, de Colombia, también conservan el recuerdo de una inundación portentosa. En Ecuador serían dos hermanos los que se salvaron subiendo a una alta montaña, mientras que en Perú una llama avisó de la tragedia, sobreviniendo después la noche y las aguas desbordadas. También los araucanos y los yamaná tienen tradiciones sobre el diluvio. El Manuscrito Quiché perpetuó el misterioso cuadro de la población de Méjico pereciendo bajo la lluvia viscosa, probablemente producida por las abundantes cenizas al mezclarse con vapores y ácidos: “Descendió del cielo una lluvia bituminosa y de sustancia pegajosa. La tierra estaba oscura, y llovía día y noche. Los hombres corrían como enloquecidos en todas direcciones, trataban de trepar a los techos y las casas se desplomaban. Intentaban subir a los árboles, pero salían despedidos y caían lejos, y cuando trataron de escapar a las cavernas, estas se habían súbitamente cerrado”. Los pueblos nórdicos hablan de un mar que se elevaba hasta el cielo entre tormentas apoteósicas, en medio de un frío intenso, y de tres inviernos sin verano que vinieron a continuación, volviendo a mostrarnos un ambiente de invierno nuclear, algo característicamente posterior, como ya sabemos, a una crisis de impacto. Los pueblos vogules, en Siberia, recuerdan una tormenta de nieve descomunal, que sepultó el mundo hasta las cimas de las montañas. En el mismo sentido se expresan los indios chukchos, pueblo nómada del estrecho de Béring, y los indígenas ancestrales de Alaska y Tierra de Fuego. Y podríamos seguir relatando testimonios documentales hasta la saciedad. Todos estos relatos tienen en común el agua en proporciones descomunales, en estado líquido, helada o hirviente, la mayor parte de las veces en forma de grandes

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olas que se repetían cada cierto tiempo. Posteriormente llegaba el frío y una oscuridad sepulcral que envolvía los cuatro puntos cardinales. El último elemento en común es el más funesto para la raza humana, ya que todas las historias hablan, en esencia, del fin de la humanidad y de un nuevo comienzo. La verdad es que resulta un material de demasiado peso como para pensar en una fábula coincidente sin más, y en aras a los últimos descubrimientos y a las más que estudiadas mecánicas de impacto de los cuerpos celestes, estamos en la seguridad de que realmente hubo tal inundación, y de que marcó decisivamente el camino del hombre en el planeta, anulando el tránsito desde las grandes civilizaciones ante-diluvianas a la actual. Es significativo comprobar sobre cuántos países se encuentra extendido este episodio: en Asia existen 13 leyendas autónomas sobre el diluvio, en Europa 4, en África 5, en Australia y las islas de los Mares del Sur 9, en América un total de 37 (incluyendo la septentrional, central y meridional). Si a esto sumamos tradiciones y religiones, la cifra llega a casi 500 interpretaciones diferentes de lo que, sin duda alguna, tuvo que ser un acontecimiento real y devastador, capaz de alojarse en la raíz protohistórica de la mayoría de los pueblos. Cada una de estas interpretaciones están perfectamente adaptadas y presentan enormes coincidencias en la base principal: una inundación repentina que acabó con el mundo antiguo y de la que muy pocos se salvaron. Esa dispersión mundial constituye en sí misma una prueba irrefutable. Cuando, conforme a la corriente oficial, estos relatos eran considerados meros mitos (500 “meros mitos” por todo el mundo. ¡Que extraordinaria oda a la imaginación!), aparece de repente en las excavaciones efectuadas en la ciudad sumeria de Ur entre 1922 y 1929, dirigidas por el arqueólogo inglés Woolley, una capa de arcilla de 7,5 m de espesor que, con toda seguridad, sólo podía ser la consecuencia de una inundación de gran magnitud. Haciendo cálculos conservadores, llegaron a la conclusión de que para haberla depositado allí el agua tuvo que haber alcanzado ocho metros de altura durante un largo tiempo, por lo menos en este lugar. No obstante, esto cambia notablemente con recientes mediciones, que hablan más bien de enormes cantidades de agua arrastrando muchos sedimentos en poco tiempo. Esto significa que todo el territorio se encontró inundado en algún momento, desde los desiertos del Irak hasta la zona montañosa de Elaam, desde la antigua Babilonia hasta el Golfo Pérsico. Las masas de agua habrían inundado todos los pueblos y ciudades y solamente habrían respetadas las mas altas elevaciones del terreno. Aunque posteriormente a los hallazgos de Wooley se haya descubierto que lo que desenterró era, en realidad, el testigo de de numerosas inundaciones de carácter local, sin duda sentaron la base para que la curiosidad científica por algo hasta entonces tan descabellado como el diluvio universal se desatara repentinamente. Es notorio hacer mención de la gran cantidad de sedimentos marinos que se van encontrando en lugares anómalos en todo el planeta, y que parecen corresponder a una fecha en torno a 12.000 años. Estos estratos se identifican como los que debió dejar el frente de las enormes olas, una vez que llegaron a su límite final para iniciar

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el retroceso. Como testigo de ello está el cinturón de loess, una capa de limo negruzco que llega desde Francia a China, aportando una pista de hasta dónde se extendieron los océanos, al menos en su última instancia. También corroboran la hipótesis de una gran inundación los nunca suficientemente explicados hallazgos de fósiles marinos en las altas cumbres (incluyendo los Himalayas), y la existencia de los tétricos lugares conocidos como “fosas comunes”. En estas auténticas tumbas colectivas, restos de animales de todos los tipos y tamaños, provenientes de zonas muy alejadas, reposan con sus huesos triturados y mezclados, de un modo que no es posible explicarlo sin imaginar una terrible fuerza que los arrastrara y los introdujera en los resquicios entre las rocas. La trituración de los huesos muestra terrible violencia y presión, y el estudio detenido llega a la conclusión de que todos sufrieron una muerte traumática, común y repentina. En otros casos se nota como todas estas especies dispares se refugiaron en cuevas intentando huir del cataclismo, hasta que el agua los destruyó. Se han encontrado por todo el mundo, y nunca se ha dado una explicación mínimamente satisfactoria, porque todas señalaban en una dirección tabú para la ciencia. Tampoco se entiende de modo coherente el hecho de que haya aparecido un cuerpo entero de mamut congelado de un modo que solo puede obedecer a un proceso rapidísimo e innatural. Teóricamente, el animal estaría pastando sin más cuando de repente una tromba de nieve lo sepultó desde arriba, no dándole tiempo ni a masticar los alimentos ni a caer derrumbado. Se mantuvo erguido, pese a que sufrió una gran presión desde la vertical que le trituró varios de sus duros huesos, y en pocas horas se congeló tan profundamente que ha llegado a nuestros días en excelente estado. Los alimentos que estaba ingiriendo eran de clima templado, lo cual marca un evidente cambio climático en la zona hacia un ambiente gélido. También la existencia de numerosos yacimientos fósiles de animales en estratos sedimentarios donde no aparece una sola planta es muy llamativa, pues se produce lo que se llama un sistema biológico incompleto, cosa imposible sin la existencia de una convulsión que decantase y agrupase la materia arrastrada según su peso. Cuando las circunstancias son normales, junto a los restos de animales yacen muestras vegetales, que aportan datos sobre el clima, alimentación, temperaturas, hábitats, etc., por lo que su ausencia resulta incómoda y poco lógica. Este fenómeno ha sido documentado en la piedra arenisca de tipo cococcino, muy presente en el Gran Cañón, así como en la formación Morrison, al oeste de Estados Unidos. Ambas formaciones en sí son extraordinariamente irregulares, ya que ocupan grandes extensiones que no parecen haberse formado con la lentitud natural característica. La formación Morrison cubre casi un millón de kilómetros cuadrados, con un espesor de 100 m estables. Los bloques petrificados de Chinle cubren 800.000 Km2, y la formación Shinarump, al este de Estados Unidos, ocupa 250.000 Km2, con un espesor de 30 m. También en la India se han hallado depósitos sedimentarios de mas de ¡20 Km de profundidad!. A todo esto hemos de sumar el

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hecho refutado de que el 75% de los sedimentos continentales en todo el mundo son de origen innegablemente marino, lo cual no es explicable desde las posiciones tradicionales. Además, para evidenciar más lo que realmente ocurrió, estas capas sedimentarias no han sido en absoluto erosionadas, pese a que, según los esquemas tradicionales, tendrían que haber estado expuestas a los agentes externos durante millones de años, lo cual demuestra que se depositaron de modo súbito formando lechos enormes. Por tanto, estos sedimentos son, ni más ni menos, los restos de la inundación mas grande que el mundo ha conocido. En los testigos de hielo extraídos en la Antártida y en Groenlandia conserva un registro detallado de las temperaturas en los últimos miles de años. muy notable un gran descenso registrado en torno al 10000 a.J.C., que denota episodio que tiene más que ver con una situación de invierno nuclear, ampliamente descrita en otros capítulos, que con un lento proceso natural.

se Es un ya

El escenario de impacto toma cuerpo si además se tienen en cuenta las trazas existentes de una fina capa de sedimentos que se depositaron desde el cielo, correspondientes a las eyecciones desmedidas de las que estos acontecimientos destructivos vienen acompañados. El bosque petrificado de Wisconsin, en Estados Unidos, fue cubierto por enormes cantidades de agua hace 12.000 años, que lo sometieron a presiones que posteriormente dieron lugar a su petrificación, en combinación con los sedimentos y altísimas temperaturas. Esta es una prueba de peso para la que no hay explicación análoga. El final de la última glaciación, datado en torno a 12.000 años, también es, en parte, consecuencia directa de un gran acontecimiento que cambió la fisonomía marina y la distribución de las corrientes, permitiendo al Gulf Stream bañar las costas europeas. Esto solo es explicable mediante la existencia de enormes masas continentales que se hundieron en el mar. Pero sin duda, las pruebas más impresionantes para demostrar un escenario de cataclismo se encuentran en los Andes. Una fina capa regular de sedimentos marinos recorre esta cordillera durante más de 500 Km, aunque esto no tiene por qué ser noticia. El problema es su altitud, ya que está situada a 3.500 m sobre el actual nivel del mar, por lo que demuestran un enorme movimiento ascendente de, posiblemente, toda la zona oeste de Sudamérica. Las dataciones dan una fecha a esta

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capa de 12.000 años, y demuestran que en esa época hubo un acontecimiento en el centro del Atlántico de tal magnitud que hizo bascular al continente sobre su hipotético eje norte-sur, que estaría colgado sobre el manto fundido. Algo ejerció sobre la parte más oriental de la placa sudamericana semejante presión vertical que ésta pivotó como un balancín, dando lugar a una elevación dramática en el oeste a la vez que se producía un hundimiento en el este. Solo un tremendo impacto pudo ser el responsable de semejante vuelco. La convulsión generada, más las cantidades de agua desplazada, debieron dar lugar a montañas oceánicas en forma de descomunales tsunamis, que recorrieron el mundo en 24 horas, por lo que verdaderamente los frentes de océanos desbordados debieron ser muchos. Las ruinas de Tiahuanaco, en Bolivia, corroboran esta hipótesis, ya que no hay otra manera de explicar la existencia de un puerto marino… ¡a casi 4.000 m de altitud! Césare Emiliani, un brillante geólogo de la Universidad de Miami, llegó a la conclusión tras desarrollar extensos estudios de que la capa glaciar que cubría el norte de Estados Unidos se desplomó bruscamente hace 12.000 años, provocando por su propia cuenta un maremoto que debió llegar a todo el planeta. Sin duda, este solo fue el adelanto de una serie de enormes deshielos en un periodo corto, que dio lugar a una fase de crecidas singularmente dramáticas. Tras esto, y una vez asimiladas las aguas desheladas, el mar se estableció 90 m por encima de su límite anterior, por lo que no llegó a estar ya nunca más a su nivel inicial. En colaboración con la citada universidad, el Observatorio Lamont ha efectuado unos análisis de las estructuras y sedimentos marinos en torno a la dorsal Mesoatlántica, otro de los nombres con que se conoce la profunda grieta tectónica que recorre todo el centro del Atlántico, llegando a la conclusión de que allí el mar sufrió un intenso calentamiento hace 11.600 años. También se ha constatado la delgadez de la corteza en la zona del Atlántico central, que parece haber sido el punto de impacto de un inmenso cuerpo. Los datos, como vemos, son abrumadores, y parecen converger

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cada vez más para transformar en realidad lo que hasta ahora solo ha sido tenido en cuenta como una leyenda.

En la hermosa villa portuguesa de Carvoeiros tuvimos ocasión a finales del 2006 de hallar y documentar unas pruebas extraordinarias. Cubriendo los abruptos acantilados de la zona, donde el Atlántico ha estado golpeando sin cesar desde tiempos inmemoriales, yace una gruesa capa de restos orgánicos, consistentes en conchas de moluscos de todo tipo apelmazados de manera absolutamente anormal. La altura a la que descansa este estrato, a unos 40 m sobre el nivel marino, descarta de plano cualquier intento de explicar su presencia mediante el fragor de enormes tempestades. Justo bajo esa capa yace una fina franja rojiza, de apenas unos milímetros, que también surge justo por encima de la repentina y descolocada mortandad, extendiéndose a lo largo de muchos kilómetros, y que es bien visible sin necesidad de útiles sofisticados. Allí, la densidad del sedimento orgánico es tremenda, delatando un episodio de destrucción de gran magnitud, capaz de mover el cuerpo marino (este tipo de criaturas son de fondo costero) muy por encima de los acantilados, aportando alrededor de un metro de sedimento en muy poco tiempo. Curiosamente, las conchas no están fosilizadas, pero sí perfectamente integradas en la roca, delatando una antigüedad enorme, pero no en términos de millones de años, sino de miles, como correspondería al lapso temporal que acota nuestra investigación. ¿Restos del diluvio? Creemos que sí. Las inmensas olas debieron pasar sobre la calcinada capa rojiza, fundida ante temperaturas enormes, arrastrando todo hacia el interior de la península ibérica. Cuando se retiraron, depositaron enormes cantidades de criaturas

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muertas relativamente pesadas sobre lo que ya entonces eran acantilados, y por encima de ellos una nueva capa de tierra quemada, delatando una sucesión de impactos múltiples aterradores y muy próximos entre sí, tal como hemos venido defendiendo repetidamente. A este respecto también son muchos los restos de material ígneo con características similares a los que se encuentran en los alrededores de las calderas volcánicas. Hemos de tener en cuenta que esta zona se halla a unos 3.000 Km de una de las áreas principales de impacto de aquel acontecimiento aciago, la que se sitúa directamente sobre la actual dorsal atlántica, y que sepultó de golpe a la Atlántida, por lo que el advenimiento de grandes olas de fuego y la precipitación de material fundido tuvo que ser abundante previa y posteriormente a la llegada de las tsunamis. Esas piedras fueron enterradas en las capas de sedimentos que nos ocupan, y que hoy la erosión está sacando a la luz sin ningún pudor, mostrándonos a los ojos la magnitud de los acontecimientos que los formaron. También es notable la presencia de conglomerados caóticos, zonas solidificadas donde aparecen juntas pequeñas piedras de muy distinta constitución, que se mezclaron dentro de materia que después se unificó sólidamente, dando lugar a rocas muy anómalas, propias, una vez más, de los escenarios cercanos a grandes impactos cometarios. Por tanto, queda patente, teniendo en cuenta todo lo aportado, que una catástrofe de proporciones bíblicas (nunca mejor dicho) se desató hace unos 12.000 años por todo el globo terráqueo, de la que solo se salvaron escasas personas. Este es, sin duda, el punto de inflexión que marcó el curso de la historia, borrando de golpe buena parte del pasado, y llevándola a un punto de inicio incierto. La humanidad, casi exterminada y agotada, no se sobrepuso hasta miles de años después, lo cual explica el periodo de oscuridad detectado. Simplemente, casi no estábamos. Lo demás, ya lo sabemos. ETAPAS PROTOHISTÓRICAS Visto todo lo anterior, y atendiendo a criterios de secuencialidad entre culturas ancestrales, tenemos tres periodos protohistóricos claramente definidos:

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Periodo antediluviano, iniciado hace 230.000 años y que se subdivide en la etapa de esclavitud, que duró hasta hace 36.000 años, y la de convivencia entre dioses y hombres, que acaba hace 12.000 años. Periodo post-diluviano, iniciado tras la extinción provocada por el diluvio, que duró hasta hace 7.000 años. Periodo histórico, bien documentado, y que llega a nuestros días. De la etapa de esclavitud ya hemos hablado detenidamente, ateniéndonos al magnífico relato sumerio de la creación del hombre. Ese mismo relato es sintetizado con posterioridad, y de él surge parte del relato bíblico, especialmente en lo concerniente al Génesis, en el que se ve ya una degradación evidente de la información original. A través de ello hemos analizado cómo las entidades deciden construir un trabajador sumiso y fuerte, y como lo dividen por colores atendiendo a sus características físicas. También hemos explicado por qué surgen los gigantes y otras criaturas más experimentales, y especialmente el modo en que se producen las fusiones sexuales entre dioses y hombres, que dieron lugar a híbridos singulares que gobernaron las primeras ciudades. En plena fase de desarrollo, las entidades inician la civilización controlada de los núcleos humanos, hasta que, de repente, detienen todo el sistema industrial para el que el hombre había sido creado y se dedican simplemente a habitar entre los asustados habitantes de las ciudades, a los que proporcionan una cultura amplia mediante un sistema de sacerdotes, que se hacen depositarios de la sabiduría transmitida. Este es un momento singularmente importante, porque marca un cambio de tendencia que más tarde será explicado. Ese periodo de convivencia duró 24.000 años, y es aquí cuando poco a poco aparecen los extintos reinos que se reflejan en las tradiciones ancestrales, muy especialmente la Atlántida, que florece tremendamente junto con el imperio Ario de la India, los Rama. También hay indicios de una gran cultura que se asentó en el oeste de Gobi. Tanto avanzaron en todos los órdenes estas culturas (recordemos que bajo la supervisión directa de las entidades), que comenzaron a expandirse y a competir entre sí, lo cual dio lugar a guerras encarnizadas en las que se utilizó armamento atómico, como atestiguan diversos registros literarios y arqueológicos. Posiblemente, como ya vimos, en el Ramayana esté escondido el relato de la guerra que sostuvieron las siete ciudades Rishi del imperio Rama con la Atlántida, pero necesitaríamos de más datos para poder acreditarlo. Este maremágnum de guerras y destrucción desató confusión entre los creadores, que fueron conscientes de que habían puesto excesivo conocimiento y

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poder en manos de su ser creado, por lo que comenzaron a dudar de las decisiones tomadas. Sabían que de seguir así, tarde o temprano se produciría un holocausto nuclear de las mayores proporciones, que seguramente haría inhabitable el planeta durante milenios, cosa extraordinariamente peligrosa para ellos. En una conjura singular, las entidades toman una decisión práctica y carente de todo rastro de amor hacia su creación, e inician un plan asesino para acabar con el estado de las cosas. Evidentemente, sus intereses estaban demasiado comprometidos, y la urgencia de la solución final se palpa en el nerviosismo que se desprende de diversos textos: “Voy a exterminar al hombre que creé de sobre la faz de la Tierra; y con los hombres, a los ganados, reptiles, y hasta las aves del cielo, pues me pesa haberlos hecho”…“El fin de toda carne ha llegado a mi presencia, pues está llena la Tierra de violencia a causa de los hombres, y voy a exterminarlos de la Tierra” La Biblia. “La ciudad de Shurupak, situada al borde del Éufrates: vieja ciudad muy visitada por los dioses. Fue aquí donde planearon provocar el diluvio”…”Enlil, sin embargo, en cuanto llegó vio el barco y montó en cólera indignado contra los dioses. ¡Uno se ha salvado pese a que no tenía que haber ni un solo superviviente de la carnicería!”…”¿Cómo pudiste inmisericorde decretar el diluvio…” Epopeya de Gilgamesh. Todo indica que más que un crimen por acción lo pudo ser por omisión, ya que las secuencias transmitidas del día terrible encajan perfectamente con un impacto múltiple, uno al menos de cuyos focos estuvo en el Atlántico. Las entidades, perfectamente informadas de lo que iba a suceder, decidieron no hacer nada para salvar al hombre, al cual repudiaban ya de un modo firme pese a su importancia en la balanza de placer, y permitieron que se produjera un exterminio calculado, del que únicamente se salvaron unos pocos escogidos y algunos afortunados. Solo la civilización atlante fue consciente de lo que se avecinaba, y dispuso lo posible para evitar la desaparición de todo su mundo. Para ello crearon cámaras ocultas en el ya existente complejo de Gizeh, en las que confinaron todo su saber e historia en lugares que, o no han sido encontrados, o nos han sido ocultados vergonzosamente por las autoridades actuales. Entonces, se produjo el cataclismo. Un enorme cuerpo, posiblemente de unos 10 ó 12 Km de diámetro, se precipitó contra el Atlántico central. Aunque su tamaño descomunal, similar al de Chicxulub, tuvo que producir un inmenso cráter, la presencia de la dorsal atlántica debió borrarlo hace mucho, debido a su expansión continua y al sobrecalentamiento recibido. Tras el impacto, la inmensa franja de fuego que corre por todo el océano de norte a sur sin duda entró en erupción, y el fondo marino sobre el que se cimentaba la Atlántida, al oeste, se liberó y comenzó a hundirse a no menos de 30 cm por minuto.

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Sudamérica, montada también sobre la misma placa pero en el límite oeste, limitando con la de Nazca, cede y bascula, elevando a Tiahuanaco desde el nivel del mar hasta los 4.000 m que ocupa en la actualidad, y el continente de la Atlántida se hunde para siempre en algún lugar en torno a las Azores. Esto propició que la placa de Nazca comenzase a incrustarse bajo la sudamericana, lo cual ha seguido elevando los Andes desde entonces. La convulsión generada por el impacto, las explosiones eruptivas de la dorsal atlántica, la elevación del flanco oeste de Sudamérica y el desprendimiento de enormes masas de hielo glaciar y antártico, dieron lugar a una cadena de violentísimas olas que se abrieron paso repetidamente hacia tierra firme, precediendo a una larga noche y a una caída de temperaturas, acompañada por precipitaciones de muchísima agua, nieve en las zonas frías, y cenizas. Aunque el proceso alcanzó su cenit en 24 horas, sin duda sus ecos se prolongaron durante meses o años, ya que la caída secuencial de los muros de hielo pudo dar lugar a violentas crecidas durante mucho tiempo, que convulsionaron el mar y anegaron las tierras repetidas veces. Todo fue muy rápido e imparable, y las consecuencias desatadas por el impacto sobrepasaron con mucho sus posibilidades individuales. Fue como un castillo de naipes que se desmorona. Los mares ocuparon la tierra habitable de todo el planeta, entre el crepitar de grandes tormentas de fuego y huracanes poderosos. Las olas de varios kilómetros de altura pasaron por encima de las cordilleras, dejándolas cubiertas de restos marinos, y arrasando todo cuanto allí había antes de entonces. Solo los más grandes edificios de piedra pudieron resistir el ímpetu de semejantes acometidas, entre ellos las pirámides, Baalbeck, Monte Moriah, Sachsahuamán, Tiahuanaco… Toda la arquitectura monumental, confeccionada con grandes bloques magníficamente ensamblados. En el Gilgamesh se nos dice “Los Anunnaki se elevaron en el cielo con sus antorchas”, indicando que, justo antes del acontecimiento, los dioses buscaron refugio en el exterior del planeta. Tras producirse el cataclismo, al cual las entidades asistieron desde la órbita, aparecen los gérmenes del futuro Egipto, remanente calculado del imperio atlante, y los restos de la cultura Indú. Aunque la probable existencia del Noé bíblico, como otras tantas leyendas, va tomando visos de verosimilitud, tuvieron que existir más supervivientes de la hecatombe, posiblemente alertados por todo el planeta de la venida del anatema. Ron Wyat, uno de esos investigadores empeñados contra viento y marea en desvelar los misterios antiguos, hizo en 1990 un sensacional descubrimiento en Turquía, que hasta el momento no ha sido refrendado por los académicos, a pesar de que las pruebas son más que concluyentes y están bien a la vista.

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UN GRAN BARCO EN LAS ALTURAS En las inmediaciones de un pueblo conocido como “Aldea de los ocho”, junto al Ararat, se hallaron los restos petrificados de una embarcación depositada a 2.500 m sobre el nivel del mar hace 12.000 años, hecho, ya de por si, extremadamente anómalo, dado que no hay grandes superficies acuáticas en la zona que justifiquen su presencia. Está muy deteriorada por la erosión y los terremotos, a pesar de lo cual aún resulta discernible la estructura, hasta tal punto de que incluso se han obtenido imágenes subterráneas de las cubiertas con resultados positivos. También es notable el hallazgo de muchos remaches fosilizados en bronce. Wyat aduce al respecto que hay un pasaje en el Génesis que hace mención de un personaje misterioso llamado “Tubal Caín” que era el artífice de la obra de hierro, bronce y cobre, sin que en el relato se explique el motivo por el que se hace alusión expresa a este detalle, para arrojar la tesis de que fueron muchos los involucrados en la odisea del arca. Este personaje es homenajeado cuando, a modo posiblemente de reverencia, Jafet, uno de los hijos de Noé, pone de nombre Tubal a unos de sus hijos. ¿No resulta natural que reverenciemos a quien nos ha dado seguridad en días de muerte y dolor? En los relatos sumerios se hace mención de dos personajes enigmáticos, que podrían ser el mismo, de modo muy expreso: “Deducción hecha de los tres mil seiscientos que se usaron para calafatear, el navegante tomó por tanto seis mil doscientos en reserva”. ¿Para qué un navegante en una nave que fue diseñada solo para mantenerse a flote? ¿Que misterioso fin era el de este extraño personaje? ¿El de supervisar la construcción de la nave, o el de llevarla, pilotarla, hasta la primera cima que surgiría de las aguas, el monte Ararat? Esto implicaría capacidades náuticas hasta ahora no atribuidas al arca, y la existencia de un muy preciso plan de navegación. “Me introduje pues en el barco y obturé la escotilla. A quien la cerró, Puzur Amurru, un barquero, le regalé mi palacio con sus riquezas” Se ha tenido por un hecho singular que Utnapischtim se complaciese en regalar propiedades a quien muy en breve iba a ser engullido por las aguas, algo sin duda cruel y fuera de lugar. Sin embargo esto tiene una explicación si nos atenemos a la lógica, y somos conscientes de que lo que estaba haciendo en realidad era comprar los servicios del barquero para que le acompañase en la singladura, sobornándolo con tesoros y propiedades, a fin de que olvidase a los suyos a su suerte. Lo sorprendente de este párrafo es que, en la variante de las tablas aparecidas en Nínive, y que relatan el mismo fragmento, leemos: “Al maestro del barco, a Puzur Amurru, el navegante, confié la estructura junto con sus contenidos”.

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¿No resulta ahora mucho más evidente lo que decíamos con anterioridad? Parece que, a fin de cuentas, la embarcación precisaba de un navegante, un piloto que la controlara, y ello solo puede significar que, efectivamente, hubo un objetivo más allá de mantenerla a flote, cosa que nos ha sido ocultada a través de textos posteriores, cada vez más degradados. No es de extrañar que la figura del navegante haya desaparecido totalmente en el Génesis bíblico, vistas las dos versiones que hemos visto, y que ya, a pesar de su proximidad, comenzaban a camuflar al misterioso y trascendental personaje. ¡Y esa figura es crítica, pues demuestra la existencia de un plan de gran envergadura destinado a salvar a unos pocos escogidos de entre toda la multitud! Además, hemos de tener en cuenta que, junto con Utnapischtim (Noé) y su familia, se salvaron amigos, artesanos, animales, plantas, plata, oro y, por supuesto, una tripulación, comandada por el renombrado Puzur Amurru. Este hecho, que se desprende de los textos sumerios, también fue omitido en la versión bíblica, muy posterior en el tiempo y, como vemos, notablemente distorsionada en todo lo concerniente a los más antiguos tiempos, aunque se hace un curioso eco de los acontecimientos. También hemos de hacer hincapié en otro hecho asombroso, y que atañe directamente al propio diseño del barco. Las instrucciones dadas a Utnapischtim eran de construir un cubo perfecto de 60 metros de lado, dividido en siete pisos y en nueve compartimentos por piso. Da detalles inequívocos de su botadura tal como debió ser, indicando que se sumergió en sus dos terceras partes, justo como ocurriría con una embarcación de esas dimensiones y proporciones, una vez lastrada convenientemente en su fondo, aportando un excelente centro de gravedad. Y por si fuera poco, leemos: “Coloqué en el exterior un timón, y dispuse todo lo necesario”. ¿Alguien duda que esta nave estuviera hecha para ser insumergible y navegar, ateniéndose a un concepto de diseño que no pudo ser conocido, según la historia tradicional, hasta muchísimo después? Su diseño hubiese permitido mantener la vertical incluso ante la llegada de enormes tsunamis, que hábilmente son descritas en esta línea con una limpieza singular, hablándonos de algo rápido e inesperado, no de un aluvión de lluvias sostenidas: “Repentinamente todo cambió y las aguas cubrieron las montañas en forma de un frente de batalla que pasó sobre los hombres”. Y si el barco estaba hecho para navegar hacia algún lugar, ¿Cuál era la fuerza motriz que lo impulsaba? Seguramente este detalle era bien conocido en su tiempo, pero ya fue mutilado de las versiones que nos han llegado, siendo todo un misterio, aunque sin duda hubo algún medio de empuje, habida cuenta de que existió un navegante, un timón y una ruta que cubrir, pues es absurdo pensar que se detuvo en las inmediaciones de la mayor cima, la zona de Ararat, por pura casualidad.

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Pero nada de esto tendría importancia ni sería digno de estudio de no tener pruebas contundentes. Para confirmar los hechos narrados, y demostrando que la nave petrificada descubierta por Wyat alguna vez navegó sobre la zona que hoy está a semejante altitud, hay esparcidos por la hipotética ruta enormes anclas de piedra, usadas para fondear en la época antigua. Estas rocas permanecen con marcas de adoración hechas por los cruzados, que las conocían en su tiempo como las “anclas de Noé”. Según Wyat, fueron soltadas desde el arca cuando las aguas comenzaron a bajar, al modo común de las antiguas embarcaciones, sondeando con objeto de encontrar una zona donde fondear hasta la bajada definitiva de las aguas. Sin duda es un hallazgo fuera de sitio, porque ningún barco de grandes dimensiones pudo llegar a este lugar tan disparatadamente alto sobre el nivel marino. ¡Salvo el de Noé!

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Arriba: tres de las anclas de piedra halladas, y restos del arca con la sección de lo que se desprende tras realizar un análisis radar del subsuelo. Izquierda, uno de los remaches fosilizados. Abajo, trozo de madera fosilizada ensamblada por capas y línea sedimentada donde aparecen fosilizadas (en rojo) algunas vigas de la estructura.

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LA REPOBLACIÓN TRAS EL DILUVIO Es justamente hace 7.000 años, cuando se produce un fenómeno que trae de cabeza a los arqueólogos de todo el mundo: la repentina aparición de las civilizaciones. Algo tan aleatorio, disperso y raro que no se ha encontrado aún una respuesta unánime para ello, y que resulta esencial para comprendernos como seres sociales. El problema estriba en que sencillamente no se sabe el motivo por el que las culturas nómadas se volvieron sedentarias y formaron grupos humanos con un fin común, dotado, repentina y espontáneamente, de jerarquía y leyes. Nosotros tenemos una idea de por qué se produjo este hecho singular, y también a raíz de qué acontecimiento catastrófico se derivó el embrión de lo que somos hoy. Pero vayamos a este nuevo principio. Da la impresión de que, consternados por el nivel de destrucción que encontraron en la superficie cuando descendieron tras volver las aguas a los océanos, las entidades desarrollaron un intenso plan de ayuda y apoyo a la repoblación natural. Eso explicaría la gran rapidez con que el planeta reverdeció tras el cataclismo en lo referente a especies vegetales y animales, que hubieron de expandirse de nuevo y multiplicarse en pocos miles de años. Sin duda, hubo una re-implantación selectiva de la que no ha quedado constancia, pero basta con hacer números para darse cuenta de que la actual diversidad tuvo que ser apoyada en aquel tiempo de oscuridad para llegar a lo que es hoy. Si no es así, los cálculos fallan, y, por consiguiente, nuestro entorno actual es la prueba de que existió semejante intervención. Muy explícito y repetitivo es el Atra Hasis cuando se refiere a un suceso de extrema importancia que acontece tras la debacle. Es cuando dice: “Y después del diluvio, los reyes del cielo bajaron a la Tierra”. Nos parece una frase muy indicativa de la importancia que se le dio al asunto, y de cómo no solo se produce el retorno de las entidades al planeta que

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habían abandonado horas antes del desastre, sino que vienen acompañados del mismísimo Anu, el soberano absoluto, a la cabeza de un aturdido grupo de seres que, de repente, se veían privados de recursos y sirvientes. Después de miles de años ejerciendo un control total sobre las sociedades, a las que habían permitido toda clase de atrocidades siempre que beneficiaran a sus creadores, los seres que determinaron nuestra separación del árbol de los homínidos vieron como la naturaleza más brutal barría del planeta la mayoría de las especies, entre ellas al hombre. Un gran trabajo quedaba por delante para paliar los daños. Se creó una nueva base de operaciones en la ciudad sumeria de Kish, desde donde se coordinó todo el plan de repoblación. Lo más llamativo de todo es que, una vez que hemos visto con gran detalle a lo largo de la primera mitad de este libro los acontecimientos que se derivan de toda gran extinción, y los múltiples restos estratigráficos que deja, no se haya encontrado nada parecido a una eliminación masiva de especies correspondiente a este periodo de hace 12.000 años. En principio esto invalidaría la existencia de una inundación global con carácter aniquilador, y ello ha sido muy usado por los detractores de este episodio. Efectivamente, la lógica inapelable dice que debiera haber un ancho rastro de vacío biológico justo por encima de ese estrato, pero eso no ocurre. “Solo” hay capas enormes de barro (sedimentado por transporte y decantación de enormes cantidades de agua), cinturones inexplicables de loess (marcando el lugar alcanzado por las olas y sus residuos), huellas de tsunamis apoteósicas, osarios masivos en cuevas y gargantas (las fosas comunes), y gran cantidad de fósiles marinos en las cumbres (que solo de este modo pudieron estar alguna vez bajo el mar). Por tanto, parece que estemos ante una incongruencia manifiesta, dado que además de múltiples pistas geológicas, tenemos testigos de hielo antártico cargados de cenizas, eliminación de glaciares, cambios climáticos radicales bien documentados… datos todos que apuntan en una única dirección, y, sin embargo, el fenómeno más importante para determinar un holocausto global está ausente, ya que al parecer la vida prosiguió en todo el mundo. Esto, en base a nuestros conocimientos, resulta imposible tras el escenario que hemos descrito. Pero en efecto, tanto geológica como botánica o paleontológicamente no existe ese vació mas allá de aquel fatídico momento, al menos mensurable, y este es el motivo por el que no se ha planteado de manera concluyente la existencia de un holocausto global, a pesar de lo que sin duda señalan todas las demás pruebas. ¡Y sin embargo se produjo! Nada sobrevive a lo que hemos descrito salvo por circunstancias excepcionales, y dado que parece demostrada la existencia de un gran cataclismo que anegó la tierra hace 12.000 años, consecuentemente tuvo que haber un brusco exterminio, y seguramente de un nivel tan considerable como el que marcó la transición del pérmico al triásico, hace 250M de años. Pudiera ser que la aniquilación habida durante el diluvio llegase al 95 ó 97% de las especies terrestres, lo cual es una cifra exorbitante, y eso tuvo que quedar refrendado en algún sitio. Además si que sabemos que hubo una mortandad menor en los mares, que siempre

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ha sido atribuida a fenómenos de subida y bajada de nivel sobre los que nunca se han puesto de acuerdo los científicos. Evidentemente ahora deducimos que se produjo una subida del nivel costero, y muy grande. Las estimaciones están en torno a 250 m en pocos años, que después fueron bajando hasta unos 90 a medida que los polos volvían a cubrirse de hielo. Veamos esta comparativa, de la que se deduce la diferencia en el dibujo de las costas que debieron producirse tras el desastre: z z z z

VOLUMEN DE AGUA OCEÁNICA ANTES DEL DILUVIO: 1.846M DE Km3 VOLUMEN DE AGUA ACTUALMENTE: 2.036M DE Km3 SUPERFICIE DE LOS OCÉANOS ANTES DEL DILUVIO: 461M DE Km2 SUPERFICIE ACTUAL DE LOS OCÉANOS: 509M DE Km2

Por tanto, es evidente que el trastorno quedó perfectamente registrado en los mares, que no solo cambiaron su geografía, sino que sufrieron una sutil extinción. Solo hay una explicación válida, por arriesgada que parezca, para que hasta ahora esta masacre haya pasado desapercibida en tierra firme, y es que haya sido geológicamente borrada, lo cual se corresponde con las posibilidades y necesidades de las entidades. Un enorme y coordinado plan de repoblación debió llevarse a cabo por todo el planeta, sembrando literalmente lo que posteriormente serían los nuevos bosques, selvas, praderas… Del mismo modo, los escasísimos animales supervivientes en diversas zonas fueron reubicados junto con los que habían viajado en las arcas de supervivencia, cuya tradición globalizada demuestra que existieron. Sin duda, este esfuerzo fue colectivo, y apoyado por un número indeterminado de obreros que actuaron simultáneamente en miles de lugares diferentes. Pero, llegados a este punto, no podemos pasar por alto una pregunta crítica, la que ha sido utilizada repetidamente para negar las posibilidades de la existencia de un diluvio universal: ¿dónde están los restos de los árboles y animales extintos? Sin duda, es una magnífica cuestión, y de muy difícil respuesta hasta ahora. Hoy podemos asegurar que los restos de la naturaleza antediluviana, desaparecida en unas horas terribles, se halla no solo en las fosas comunes y en depósitos sedimentarios mal datados, sino también en una sorprendente forma residual, producto de las más altas presiones y temperaturas: el petróleo. Siempre se ha pensado que este combustible fósil es el producto del paso de millones de años, pero recientes estudios muestran que, al menos en un porcentaje importante de las reservas, esto no es así. Hoy se sabe que el 90% del crudo se formó repentinamente, ateniéndose a una secuencia de acontecimientos grandiosos que acabaron provocando una rápida transformación desde la materia orgánica al fósil líquido. Esto es aún mas notorio cuando vemos en un mapa que los mayores yacimientos se encuentran en las proximidades de las áreas de impacto más demoledoras. Sin duda, una parte de ese 90% del crudo, el de origen rápido, se generó hace 12.000 años,

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cuando miles de billones de toneladas de materia orgánica fueron sometidos a cambios imposibles. Todo empezó con el arrastre, por la acción de las olas, de enormes masas biológicas, que contenían los restos de animales y plantas arrancados a la superficie. Al sucederse las convulsiones, estas masas quedaron enterradas bajo montañas de lodo, formando gruesas capas de sustrato. A lo largo del proceso, fueron sometidas a condiciones de extrema presión y temperatura, y el resultado final fue el petróleo, que ocupó las bolsas dejadas tras la transformación de sólido a líquido. De este modo, la mayor parte de las huellas de la extinción, en lo que respecta a especies desaparecidas, fueron eliminadas justo de allí donde debieran estar: en tierra firme. El crudo quedó aislado en depósitos subterráneos, donde esperó pacientemente a ser extraído como una valiosa fuente de energía, y hasta hoy no hemos sido capaces de establecer un nexo entre su abundancia y el gran diluvio. Las tareas de repoblación continuaron, y tras desarrollarse la re-inserción de especies, el vacío de la superficie desapareció. Donde murieron leones aparecieron nuevos leones, donde cayeron abetos aparecieron nuevos abetos, y así sucesivamente. Todo lo que había sido aislado y preservado en las arcas fue reinsertado, unas veces en el mismo lugar que ocupó con anterioridad, la mayoría en sitios distintos. Por tanto, no podemos establecer una línea clara que permita ver un antes y un después, como sucede con las otras extinciones. Solo desaparecieron aquellas especies que, por sus características especiales, no pudieron ser salvadas, entre las cuales tenemos a los mamuts o los tigres dientes de sable, por poner algún ejemplo, que se extinguieron definitivamente sin que sepamos el motivo exacto por el que se permitió que esto ocurriera. Después de eso, las especies se multiplicaron con rapidez. Calculamos que la vida vegetal alcanzó un estado óptimo de crecimiento en 250 ó 300 años, y que los códigos impresos en el ADN provocaron un boom de la biodiversidad en menos de un milenio, tal como se supone que deben hacer tras una crisis de la vida. El código, a través de sus sensibles mecanismos de valoración de la presión ambiental y del equilibrio de los ecosistemas que ya analizamos con anterioridad, se hizo, de algún modo, consciente de que los huecos detectados debían ser ocupados cuanto antes, y generó las condiciones ideales para un estallido natural. Muchas veces la vida ha exhibido su poder de irradiación, y eso es porque la secuencia evolutiva se ha mostrado siempre sólida y eficaz, posiblemente debido a la perfección del programa, fruto quizás de la experimentación en un millón de mundos. En este escenario de re-implantación a nivel mundial, estructurado y masivo, el periodo de 600 ó 700 años permitiría la aparición de muchas generaciones de fauna y flora, por lo que en ningún modo debe parecer excesivamente corto. La ubicación geográfica de nuevas especies en determinados lugares, atendiendo al nuevo esquema meteorológico, explicaría por qué gran parte de los bosques y sus habitantes sufren un gran cambio de características en ese límite entre los 10.000 y 9.000 años a.J.C., permutando sus componentes, fisonomías y ubicaciones. Fue casi una reordenación de la naturaleza, una siembra que dio lugar a

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la gigantesca explosión de la vida que se expandió por toda la superficie con extraordinaria virulencia. El planeta entero tuvo que estar radiante hacia el 8500 a.J.C. En ese nuevo mundo post-diluviano, el ser humano fue introducido quirúrgicamente, llevándolo a poblar zonas hasta entonces inhabitadas, como las polares o desérticas, y todo fue controlado desde Kish y Baalbeck. Las antiguas urbes sumerias fueron reedificadas sobre sus enclaves antiguos, ahora bajo muchos metros de barro solidificado, posiblemente respetando una geometría sagrada secular, como sugiere en sus obras Zechariah Sitchin. No se dejó lugar sin repoblar, buscando las mayores posibilidades de desarrollo rápido. Al principio, fueron núcleos muy pequeños los que se iban formando, pero con el paso de las generaciones la densidad aumentó, y dio lugar a la aparición de tribus, pueblos, ciudades, y así sucesivamente, hasta que se pudo restablecer un número mínimo de habitantes en todo el planeta que asegurase nuestra supervivencia y el buen provecho de las entidades. Un trabajo muy concienzudo y bien dirigido, sin duda. Mediante la introducción de estimulantes afrodisíacos, y la ausencia de guerras territoriales, las tasas de natalidad fueron elevadas, cimentadas en una inquietante cultura del ocio, que precedía a nuevos periodos donde no habría tanta calma. Como muestra de esto, en Perú está Caral, un emplazamiento primitivo correspondiente a una de aquellas nuevas culturas iniciales, fechado en torno al 5.000 A.J.C., en el que se pudo constatar lo señalado. Contrariamente a lo defendido por los arqueólogos, que postulaban que el inicio de las civilizaciones se debió a la aparición de las guerras, esta ciudad se revela como un remanso de paz, carente de murallas o armas, y dotada ya de seis primitivas pirámides formando un cuadrángulo, en el centro del cual se extendía una gran plaza ajardinada con teatro, auditorio y centros ceremoniales. Pequeñas vasijas con drogas, a base de hoja de coca, y sustancias destinadas a la potenciación sexual, se han encontrado junto a flautas de huesos de cóndor y otros exóticos instrumentos musicales. Aquí, las entidades dieron a los hombres la premisa de multiplicarse con rapidez, mientras construían templos y cultivaban los campos, aunque su misteriosa alimentación se fundamentara en peces que estaban a 30 Km de distancia, lo cual demuestra un inicio temprano del comercio. Con el discurrir del tiempo, seis zonas en todo el mundo mostraron un mayor crecimiento en cuanto a grado de civilización, y fueron las que dejaron los embriones que posteriormente formarían grandes entramados sociales: China, India, Egipto, Mesopotamia, Sudamérica y Centroamérica. Para estos hombres, de nuevo inmersos en la barbarie tras milenios de esplendor (que solo los escasísimos supervivientes de la tragedia conocieron y divulgaron), el relato del diluvio y todo cuanto había antes de él eran algo muy cercano, que fue celosamente transmitido de padres a hijos, dando lugar al origen de los escasísimos registros que tenemos de los periodos antediluvianos. Al amparo de los poderosos dioses, a los cuales veían continuamente, sintieron tanto temor y reverencia, que la probable deformación histórica no se produjo, por lo que su transmisión, miles de años después, hasta las primeras tablas de barro o piedra, conservaron la esencia real de lo que

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verdaderamente había acontecido, a pesar del modo alegórico en el que, en la mayoría de los casos, los hechos fueron narrados. Por eso es tan importante mirar esos textos desde el punto de vista de quien tiene entre sus manos un legado histórico de enorme trascendencia. El Mahabharata, que analizamos en profundidad en el capítulo “teoría del jardinero”, debió ser gestado en algún momento en torno al 7016 a.J.C., o lo que es lo mismo, 3.000 años después del diluvio, tal como se deduce de determinadas referencias astronómicas que permiten deducir esta fecha tan precisa. Por tanto, parece evidente que los hechos que narra son muy anteriores a este, posiblemente de una fecha alrededor del 17000 a.J.C., con lo que apoya definitivamente la existencia de un gran imperio hindú, capacitado por enormes logros tecnológicos, en la antigüedad. Posiblemente, el mismo que sucumbió bajo la gran expansión atlante, de la que nos han llegado indicios claros. Alrededor del 6000 a.J.C. se inicia la transmisión de la Epopeya de Gilgamesh, que narra con posterioridad al diluvio las gestas del histórico héroe sumerio, que debieron producirse en torno al 7000 a.J.C., en medio de un mundo que se levantaba lentamente de entre los restos del diluvio. Tras detallarnos cómo era el espaciopuerto de Baalbeck, aún activo cuando el lo visitó, convierte la búsqueda de Utnapischtim (recordemos personaje superviviente al diluvio, de extraordinario parecido con Noé) en uno de los pilares en torno a los que se mueve la narración. Gilgamesh se convierte en esta parte del texto en recopilador de la más antigua y detallada historia del diluvio conocida, del cual aporta datos importantísimos y, a grosso modo, rigurosos, pues se corresponden con lo que hoy día sabemos respecto a la secuencia de acontecimientos que pudieron desarrollarse. La excepcional antigüedad del relato, a solo 3.000 años del evento, en los cuales la tradición en la zona de Mesopotamia había mantenido vivo el recuerdo, es un detalle a tener muy en consideración, así como el hecho de que el propio héroe fuese aún descendiente directo de un dios, lo cual indica que las entidades en este nuevo periodo seguían procreando con mujeres humanas, como hacían desde muy antiguo. En esos momentos, por tanto, había presencia de las entidades entre las multitudes, por lo que la ayuda seguramente se produjo de modo directo. No olvidemos que nos necesitaban, de lo cual fueron conscientes seguramente cuando comenzaron a perder calidad de vida tras la gran mortandad. Fuimos diseñados como sirvientes y tuvimos que seguir siéndolo tras ser casi exterminados. Sin embargo, todo se desarrolló bajo unas nuevas reglas. En la Biblia se produce una trascripción casi literal de las escenas del diluvio que cuenta la Epopeya, aunque mutilada en detalles que ya entonces comenzaban a ser lejanos, y envuelta en un aire muchísimo mas místico. En esa época nuevas ciudades habían sido ya levantadas en Mesopotamia, donde sus habitantes encontraron los restos de palacios y ziggurats de antiguas

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dinastías, que habían resistido al embate de las aguas para ser finalmente enterrados por el desierto. Sabemos que estos enclaves llegaron a albergar miles de personas, lo cual indica una exitosa expansión que debió producirse, de modo similar y sincrónico, en todo el planeta. En Sudamérica, los incas encuentran ya abandonadas las ciudades antediluvianas (Tiahuanaco, Sachsahuamán, Samaipata…) y comienzan a gestarse las leyendas, que aún desconciertan a muchos, respecto a sus antiguos habitantes. En diversos lugares, especialmente en el insólito complejo de Caral, en Perú, comienza una re-educación por parte de emisarios culturales, interesadísimos en que se comience sobre todo la agricultura extensiva, especialmente de cereales, y la ganadería. Dos de estos entes fueron los populares Quetzalcoatl, que enseñó en Centroamérica al pueblo maya, y Viracocha y Orejona, que hicieron lo propio con los aimarás y los incas, mucho más al sur. Un proceso similar se dio en casi todo el mundo de modo sincrónico, demostrando la existencia de un plan preciso. Es de este modo como, de repente, en todas las tradiciones aparecen seres que “vienen de las estrellas a mostrarnos el camino y transmitirnos sus conocimientos”. Hay un hecho revelador que resulta demasiado importante como para no ser tenido en cuenta. Los últimos estudios científicos han demostrado que es más que probable que las primeras zonas de cultivo puestas en producción tras el diluvio estuviesen situadas en dificultosas y poco productivas áreas de media montaña que rodean a los grandes llanos mesopotámicos. Casi todas las fáciles y accesibles zonas bajas, llanos o valles, fueron apartados de las tareas agrícolas en su inicio, y ello solo pudo deberse al hecho revelador de que estos terrenos estuviesen aún empantanados y fangosos. Los textos sumerios dicen de modo explícito que Enlil, después de la hecatombe, fue el primero en plantar cereales “en los terrenos de las colinas”, y que hizo posible estos cultivos “manteniendo a distancia las aguas de la inundación”, posiblemente creando sistemas de drenaje y presas. El nombre de estas tierras montañosas, al oriente de Sumer, era E-LAM (lugar donde germinó la vegetación), y Sumeria, en su traducción mas antigua, significa literalmente “tierra de los que vigilan”. Tras el esfuerzo inicial de Enlil, Ninazu y Ninmada, sus ayudantes, extendieron los cultivos a las llanuras, para que con el tiempo “Sumer, el país que no conocía el grano, conociese el grano”. Es en esta época cuando el semicírculo montañoso de Oriente Próximo se convirtió en una fuente constante de nuevos cereales, plantas, árboles, frutas, verduras y animales domesticados, hecho constatado y que no tiene explicación académica razonable. A raíz de los textos antiguos, sabemos que parte de esas semillas, las que no viajaron con Noé en su arca, permanecieron enterradas en cofres bien asegurados en el subsuelo de Baalbeck, en recintos especialmente acondicionados para resistir el embate de las olas sin deterioro. El acto de apertura de esos cofres se narra con

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grandilocuencia en los textos, pues su material suponía grandes avances en la genética, necesarios para la rápida dispersión de la agricultura eficaz. La brusca y coincidente difusión y expansión de la agricultura, la escritura, las matemáticas, la astronomía, los calendarios, la metalurgia y la alfarería por todo el mundo son una prueba más de que hubo un tronco común, un auténtico “árbol civilizador” que desplegó sus ramas a lo largo y ancho del planeta, sembrándolo con unas características comunes que no tienen explicación desde cualquier otro punto de vista. La generación espontánea de sociedades similares en muchos lugares del mundo supone algo que va más allá de la mera casualidad. A modo de ejemplo, observemos las extraordinarias similitudes entre los sistemas de calendarización, y pensemos en qué fase de conocimientos estaban estas civilizaciones cuando los adquirieron. La razón nos dice que no pudieron desarrollarlos de modo tan similar por muchas causas, entre ellas porque quizás no tuvieron tiempo ni medios para establecer los periodos: •

MAYAS. o o



EGIPCIOS. o o



DURACIÓN INICIAL DE SU AÑO SOLAR: 360,1245 DÍAS. LO DIVIDEN EN DIECIOCHO MESES DE 20 DÍAS. POR ALGÚN MOTIVO, Y A RAÍZ DE UN ACONTECIMIENTO NO DESCRITO, LE SUMAN 5 DÍAS, CONSIDERADOS NEFASTOS, AL TÉRMINO DEL ÚLTIMO CICLO MENSUAL, QUEDANDO EN 365,2420 DÍAS.

360 DÍAS, DIVIDIDOS EN 12 MESES CON TRES GRUPOS DE 10 DÍAS CADA UNO. LE SUMAN DE REPENTE 5 DÍAS.

SUMERIOS Y BABILONIOS. o

DIVIDÍAN EL AÑO EN TRES GRUPOS DE 120 DÍAS, SUMANDO EN TOTAL 360. AÑADEN 5 EN ALGÚN MOMENTO.

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ERA MODERNA. o

LO CIFRAMOS CON NUESTROS SISTEMAS EN 365,2422 DÍAS.

MÁS

MODERNOS

Es extraordinariamente revelador el hecho de que de repente se utilicen 5 días adicionales en todos los grandes calendarios antiguos, que además tienen unas horquillas de error sumamente despreciables. Esto solo puede ser debido a que, consecuentemente al cataclismo que provocó el diluvio, la traslación terrestre se ralentizó, alargándose el año. Esta coincidencia demuestra que hubo un modelo original anterior a este evento, que fue copiado o transmitido, y que precisó de cambios para adecuarlo al nuevo cómputo en los diferentes pueblos. Lo único que hicieron las nuevas culturas y civilizaciones fue adaptar los calendarios antiguos a la temporalización de las cosas del modo más fácil, es decir, añadiendo días al ciclo. No procedieron a desmontarlo para intentar un ensamblado que, posiblemente, habría sido larguísimo y problemático, puesto que en el fondo, al ser un conocimiento donado y no adquirido, nunca habían entendido cómo llegó a ser desarrollado. Este detalle, unido a la extraordinaria precisión y coincidencia de los resultados respecto a la duración del año, obtenidos en lugares tan dispares del mundo, son una prueba concluyente de que hubo un foco de conocimiento cercano a estos pueblos, que desapareció hace 12.000 años dejando rastros de su existencia, que fueron asimilados y transformados por los humanos recién llegados, y pertenecientes ya a una civilización posterior, la nuestra. Aunque la explicación oficial siempre se ha basado en los vastos conocimientos astronómicos que se les atribuyen a los mayas, egipcios o sumerios, para confeccionar estas obras de precisión, la verdad es que es mucho más lógico pensar que todos bebieron del mismo tronco común, y que buena parte de ese teórico saber no es más que un reflejo mínimo del que hubo con anterioridad. En todos estos pueblos, esos conocimientos eran sagrados y venerados, lo cual solo es explicable porque no habían sido adquiridos con la experimentación. De ese modo, era tal su importancia que solo podían tener carácter divino. Y efectivamente así era: uno de los hitos importantes que las entidades tuvieron que re-insertar fue mostrar la importancia de los ciclos en las cosechas, lo cual hubiese sido imposible sin el uso de la calendarización. Por tanto, llegamos al punto en el que de nuevo resulta evidente como todo obedeció a una intervención global de gran nivel, destinada, en este caso, a sacar cuanto antes al hombre de la barbarie, a fin de que comenzase a ser eficaz y, sobre todo, rentable. Por las cuatro esquinas del mundo van asentándose los nuevos estados. En Egipto, los pueblos primitivos hallan las pirámides y la esfinge, y comienzan a rendirles culto, mientras se inicia una civilización basada en la muerte. En la India las ciudades del valle del Indo son repobladas por culturas muy inferiores a las que

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confeccionaron los planos originales. Solo los relatos ancestrales recogen indicios de aquellos que las idearon y murieron entre sus ruinas. En Zimbabwe aparecen los restos de Gran Zimbabwe, capital en torno a la que se desarrollaron las actividades mineras pretéritas en la zona. Los nuevos asentamientos pierden toda referencia a su antigüedad o funciones, y el olvido se cierne pronto sobre el pasado. Mientras tanto, los dioses se aseguraron una gran zona franca, bien delimitada y defendida, y libre, por tanto, de la presencia de los hombres. Su nombre fue TIL-MUN, que significa literalmente ¡tierra de misiles! Su ubicación, presumiblemente, comprendía toda la zona de Baalbek, aunque otros autores la situan en algún lugar de la península del Sinaí. Toda la cordillera del Líbano y el Antilíbano fueron declaradas zonas prohibidas, y en ellas se aplicó la ley marcial. Es en estas tierras donde se desarrollaron muchos de los hechos narrados en la Epopeya de Gilgamesh. Pero la gran fase de re-educación llegó a su fin. Desgraciadamente, son muchos los textos que se han perdido y que narraban detalles tremendos de esa época oscura, y de los que solo nos han llegado fragmentos. En la Epopeya de Erra se describían, con lujo de detalles, los hechos relativos a un holocausto nuclear, propiciado por el fragor desenfrenado de algunos dioses enfrentados, dispuestos a aniquilarse entre sí. La Epopeya de Etana, donde se busca la inmortalidad, al igual que ocurre con el texto de Gilgamesh. La Epopeya de Anzu, en la que los dioses se enfrentan a una terrible nave aérea. El Libro de los secretos de Toth, escrito de puño y letra por el propio dios. Los Escritos referentes al tiempo, del sabio antediluviano Adappa. El Libro de Enki, de carácter autobiográfico, y dictado por el propio dios. El Libro de las guerras de Yahvé, donde se da buena cuenta de las campañas de destrucción masiva iniciadas por la deidad bíblica. También citaremos el Libro de Jasher, el Libro de las generaciones de Adán, o el Libro de Noé, escrito por el héroe del diluvio. Todos incunables de gran valor, perdidos en la noche de los tiempos. A medida que discurre el tiempo y van apareciendo otros antiquísimos textos (Libro de Dzyan, Popol Vuh, Atra-Hasis, Enuma Elish…) vamos viendo cómo los creadores desaparecen casi definitivamente de nuestra escena, dejándonos en plena soledad, y con una suma de leyes y conocimientos suficiente para seguir las pautas exigidas. Ese momento coordinado está también muy representado en todas las culturas anteriormente reseñadas, con la imagen de la divinidad que se aleja un día, por cielo o mar, prometiendo volver. Es un hito común que aparece en infinidad de tradiciones, y que hasta ahora ha carecido de sentido. De pronto, los dioses ya no viven en las antiquísimas ciudades sumerias ni en otros lugares conocidos, demostrando que la fase de repoblación y restablecimiento de la agricultura y la ganadería había concluido. Esto pudo ocurrir en torno al 5000 a.J.C., momento en que comienzan los registros históricos reconocidos. ¡Una maniobra maestra! Tras haber influenciado decisivamente a todos los pueblos, desaparecen justo antes de dejar constancia histórica, lo cual demuestra

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la gran capacidad organizativa que las entidades tuvieron para llevar a cabo los primeros estadios del nuevo plan. Sin embargo, su desaparición es aparente, solo un espejismo. La experiencia de incidir de modo directo en el hombre no había sido buena antes del diluvio. En el futuro inmediato se limitarían a vigilar de cerca, pero sin mostrarse ni intervenir más allá de la introducción en momentos precisos de determinadas normas sociales que les transmitirían el poder sobre los acontecimientos. Un plan, que bien pudo llamarse “Mesiánico”, estaba en marcha, pero hasta llegar al momento cumbre, intervenciones puntuales serían necesarias para establecer un rumbo. Mientras tanto, habían conseguido, mediante la repoblación natural dirigida y la re-educación, que siguiésemos alimentándolos y reverenciándolos bajo montones de nombres y religiones arcaicas diferentes a lo largo de todo el mundo. Veamos cómo. EL PLAN MESIÁNICO El camino escogido para la nueva forma de intervención desde la sombra implicaba la elección de diversos grupos humanos entre los existentes, en los cuales se implantarían los sentimientos y deberes necesarios hacia los dioses (obediencia ciega, sumisión, multiplicación, culto…nada de pensamiento avanzado esta vez), y a los que se conduciría poco a poco hacia una situación de poder entre el resto de los pueblos de la época y entorno geo-político, de modo que pudieran ser los que dominaran la esfera pública de un modo razonable. Esto haría que la influencia de su “credo” fuese máxima, sin necesidad de aparecer continuamente. Para desarrollar esta tarea, se instaurarían sistemas religiosos complejos, basados en líderes a los que seguir, entidades mesiánicas capaces de arrastrar con sus enseñanzas a grandes colectivos sociales. Esto, como vemos claramente hoy día, sin duda funcionó, y por ello el hombre, como el perro, son las dos únicas criaturas de la Tierra que tienen la necesidad perentoria de someterse a un ente superior. Esto, por doloroso y terrible que suene, es así. En el caso del perro se debe a que es un animal que ha sido virtualmente creado y cruzado por nosotros a lo largo de miles de años. En el caso nuestro, es evidente el motivo, y de ello deriva nuestra tendencia sumisa y religiosa. Ni siquiera el paso de 230.000 años ha conseguido zafarnos de esta cuerda que nos ata, coartando no solo nuestra libertad, sino la capacidad de avanzar en el conocimiento con absoluta independencia. ¿Cuantas veces asistimos a cómo los colectivos religiosos de cualquier confesión se resisten a la investigación con embriones o células madre? ¿Al aborto o la eutanasia? ¿Al uso de medidas de contracepción, pese a la propagación de enfermedades terribles? ¿A averiguar nuestros auténticos orígenes? ¿A los estudios genéticos? Estos movimientos siguen haciendo inconscientemente aquello para lo que fueron instaurados: reducir nuestra capacidad de progreso y mantenernos lejos de la realidad, que en ningún momento debemos ni tan siquiera imaginar, pues en ello va la seguridad de nuestros creadores. Eso, unido a la incapacidad manifiesta de los gobernantes para abordar los verdaderos problemas del mundo, comienza a ser el caldo de cultivo ideal para un

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futuro más que incierto. No sabemos si la esfera geopolítica está en el estado que las entidades querían, pero lo cierto es que todo comenzó del modo que ellos fijaron. Esta maniobra, después del proceso de “reactivación” de la especie humana, fue global, y llevada a cabo por diferentes y bien adiestrados “dioses”, que fueron esparciendo la semilla definitiva de la sumisión en las sociedades incipientes más apropiadas a los fines perseguidos. De ahí la súbita aparición de la base de la mayoría de las grandes religiones en una época concreta y bien determinada, obedeciendo una vez más a la existencia de un plan magníficamente coordinado y ejecutado. Volvemos a llamar la atención sobre este hecho singular, ya que tanta coincidencia tiene que deberse forzosamente a un movimiento bien orquestado, no solo a instintos y figuraciones de pueblos primitivos que de repente imaginan a un ser superior por capricho y en sincronía. Nosotros vamos a ceñirnos, para analizar e ilustrar esto, al blanco escogido en la zona mesopotámica, que ha resultado ser la que mayor influencia ha ejercido religiosamente en el resto del planeta, pero el “modus operandi” detectado en la globalidad de los pueblos es similar en líneas generales, salvando las peculiaridades propias de cada lugar o cultura. En algún momento, en cada punto socialmente importante del planeta, las entidades hubieron de optar por un colectivo al que “guiar” hacia el objetivo perseguido. En el caso de Oriente Medio se estimó, atendiendo a criterios psicológicos, que los más agradecidos por el empuje que se les iba a transmitir, y consecuentemente los más adecuados a una manipulación anímica, serían aquellos que estuviesen bajo una gran opresión, y no es otro que ese el motivo por el que se escoge al pueblo israelita, que ya entonces estaba esclavizado largamente por el egipcio. Sin embargo, la resistencia de estos duros hombres hacia la conversión y sumisión fue total, a pesar de los continuos “milagros” de que eran testigos casi a diario, quizá motivada por las dudas que les suscitaba el haber sido liberados de una opresión que conocían para caer en otra ante la que estaban muchísimo más indefensos. ¿Por qué se escogió un pueblo esclavo de entre todos los poderosos que pululaban por la zona? Pues porque intentar hacer esto con un pueblo exitoso, poseedor ya de una situación ventajosa en política, solo hubiese tenido consecuencias terribles en el futuro, ya que la psicología hubiese tenido una evolución muy desfavorable, absolutamente diferente y más hostil que la conseguida en un pueblo esclavo que de repente es liberado. Lo que las entidades querían era exactamente eso: hombres sumisos y sufridos, que no tuvieran problemas de sometimiento, a los que poder inculcar unos mandatos y leyes tendenciosos y revestidos del carácter de la divinidad. Pero lo cierto es que, pese a este factor, el proceso de re-educación con el que se procesó a los elegidos exigió de 40 años de exilio por el desierto, justo el tiempo suficiente para que una nueva generación, nacida en el llamado “temor de Dios”, sustituyese íntegramente a aquella de sus padres, reticente y problemática,

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que inició el éxodo. Sin duda, fue mas fácil controlar a todos los que habían nacido ya directamente bajo el yugo de “Yahvé” (la entidad encargada del control de las operaciones en este grupo humano), y que no conocían otra forma de vida, que a sus mas que confusos padres, supervivientes de momentos terribles que incluyeron auténticos asesinatos a sangre fría de familias enteras, como veremos. No es nuestra intención herir con estas palabras la sensibilidad de nadie, pero quede claro que cuanto vamos a analizar está escrito en el Antiguo Testamento, y, por tanto, a disposición de quien quiera investigarlo. No podemos ni queremos pasar por alto este importantísimo y controvertido asunto. A pesar de lo que pueda parecer, queremos dejar bien sentado nuestro respeto por todas las confesiones religiosas y por aquellos que las siguen, que no siempre entenderán lo que pretendemos del modo que lo explicamos. Si hoy día fuésemos testigos de las barbaries que según los textos bíblicos se cometieron por parte de Yahvé durante aquella etapa contra el pueblo al que él mismo había elegido, nos llevaríamos las manos a la cabeza, pero al estar escrito todo en forma de “palabras sagradas” el misticismo inducido por las religiones hace de ello algo divino, meras “demostraciones” del poder de un Dios terrorífico al que, además, hay que alabar, ensalzar, y lo que pocas veces se dice, alimentar. ¡Nos parece de locos! Dejemos de lado los dogmas que nos ciegan los ojos. La verdad es que el éxodo del pueblo israelita y todo lo que lo rodeó fué, en muchos momentos, una espantosa carnicería. Para lograr el fin previsto no se escatimaron esfuerzos por parte de los poderes en la sombra. Téngase en cuenta que para situar a Israel en un estatus dominante en la zona, los dioses desequilibraron a pueblos y naciones, en ocasiones exterminándolas sin posibilidad de defensa, y estableciendo unas reglas de guerra crueles e injustas. Nadie que se enfrentara al pueblo judío en aquella época podría salir victorioso, con murallas o sin ellas. De un modo u otro, la ira del dios protector se mostraría inmisericorde y destructiva. Hay determinados momentos en los textos bíblicos en los que Dios, en singular, se hace presente, adoptando diversas formas, pero siempre mostrando un interés manifiesto en influir a las personas elegidas en una dirección bien determinada. El hecho de que aparezca en singular no tiene una explicación clara, pues el término original utilizado es “Elohim”, que es taxativamente plural. Es decir, que cada vez que en la Biblia se dice “Dios”, se debería traducir como “los dioses”, y esto no se ha hecho. Solo con este detalle, el significado del texto cambia muchísimo y comienza, además, a verse de un modo claro la manipulación a que han sido sometidos los escritos por parte de sus “intérpretes”, siempre bien ocupados en transmitir una larga sucesión de intereses que solo han contribuido a la desfiguración total del mensaje original. El Dios bíblico era plural, y eso, en una religión de carácter monoteísta, resulta inadmisible, pero por fortuna la realidad es discernible e inapelable. Seguidamente, vamos a analizar algunos momentos de influencia extrema por parte de la entidad que se hizo llamar Yahvé, pertenecientes mayoritariamente al

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cuerpo más primitivo del Antiguo Testamento. Ello se debe a que las intervenciones directas se fueron eliminando a medida que el hombre avanzaba hacia el año 0 de nuestra era, fecha en que sucedieron cosas asombrosas en las que aún no vamos a entrar: “Ciertamente, está Yahvé en este lugar y yo no lo sabía. ¡Qué terrible es este lugar! No es sino la casa de Dios y la puerta de los cielos”. Acabamos de reseñar es la sorprendente reacción de Jacob tras la célebre visión de la rampa (nunca fue una escalera, como comúnmente se aduce) por la que subían y bajaban los ángeles hacia algún punto en las alturas que se ha entendido como el cielo. Junto a él estaba Yahvé, cuyas bendiciones no mitigaron el terror que el humano sintió. Esto es difícilmente explicable, ya que siempre se nos habla de que la presencia del supremo no puede provocar más que regocijo en alguien justo, y Jacob suponemos, a tenor de lo escrito, que lo era. Veamos ahora la reacción que tuvo Moisés en la famosa escena de la zarza ardiente. Yahvé le dice: “No te acerques. Quita las sandalias de tus pies, que el lugar en el que estás es tierra santa. Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. Moisés se cubrió el rostro, pues temía mirar a Dios” . Esta visión también muestra el miedo en el humano al que se le transmiten las instrucciones referentes al inicio del éxodo. El gesto instintivo del hombre no es otro que taparse la cara, en un signo claro de amedrentamiento. Está claro que la presencia de estas entidades inspiraba un profundo terror, y ello solo pudo ser debido a que se conocían sobradamente los actos que cometían en determinados momentos, y a que no eran en modo alguno benévolos y complacientes. Lejos de ello, los mandatos llegaban siempre de modo dictatorial inapelable. Además, téngase en cuenta que solo se nos narra una ínfima parte de lo que realmente sucedía en el entorno, y que, posiblemente, lo peor haya sido filtrado y eliminado de las crónicas. ¿Y de qué modo se presentaba Yahvé ante los ojos de los israelitas? Durante el éxodo, cuando los israelitas habían sido ya “liberados” de la esclavitud egipcia, este es el modo peculiar en que la entidad aparecía constantemente a la vista de todo el pueblo: “Iba Yahvé delante de ellos. De día en columna de nube, para guiarlos en su camino, y de noche, en columna de fuego para alumbrarlos y que pudiesen así marchar, tanto de día como de noche” . Del texto se desprende que la forma en que fue escoltado y resguardado el pueblo judío en su huida de Egipto fue bajo la protección de lo que pudo ser una inmensa nave cilíndrica, como las que se han visto repetidas veces sobre los cielos del planeta. A pesar de ello, sorprendentemente los ejércitos del faraón no ceden en

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su empeño, e intentan acabar con Moisés y los suyos, lo cual solo se puede deber a que la existencia de naves surcando los cielos era algo familiar para todos. De no ser así, ello hubiese sido un elemento de disuasión que hubiese evitado la célebre matanza del Mar Rojo, que realmente se produjo, como demostró Ron Wyat, en el paso de Aqaba, y que diezmó gravemente el nutrido y brillante ejército de Ramsés. Allí, por una sorprendente y única lengua de tierra que discurre a la escasa profundidad de 100 m, con una anchura de 900, y rodeada por fondos de 1.500, reposan miles de restos de carros y cuerpos de la época propuesta en el relato bíblico, como ha podido ser confirmado fehacientemente. Esta franja nunca ha estado en la superficie, como pudiera llegar a pensarse en algún momento. En el limo del fondo, un sendero, en el que las piedras han sido apartadas sorprendentemente a ambos lados por la mano del hombre, cruza los 12 Km que distan de una orilla a la otra. Supuestamente, esto fue hecho por el pueblo perseguido para el paso de sus vehículos, lo cual supone una evidencia que nos confirma uno de los más sorprendentes pasajes de la Biblia y que ha sido argumentado con montones de explicaciones que van desde lo descabellado a lo pueril, olvidando aquella máxima de Sir Arthur Conan Doyle, creador del entrañable Sherlock Holmes, que establecía que “cuando todo lo probable ha sido descartado, lo improbable, por extraño que parezca, es lo que ha sucedido”.

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Como suele pasar cuando se investigan los sucesos más singulares detallados en los antiguos textos, en ningún momento se ha partido de la base de que, posiblemente, la escena pudiera haberse desarrollado de modo muy próximo a como se describe en el Antiguo Testamento, lo cual demostraría el carácter histórico de los textos antiguos, pese a que no podamos entender en toda su inmensidad lo que allí ocurrió. Es preferible argumentar ideas que hieren el cerebro antes que sellar el tema con un humilde “no entiendo nada”. Para colmo, el enclave descubierto por Wyat también se ajusta como un guante a lo relatado y a las necesidades geográficas para que los elementos llegasen a coincidir, con una gran playa cercana, donde pudieran pernoctar los israelitas (visible en la foto satélite de arriba), un camino lleno de acantilados, por donde llegaron a lo que les pareció un callejón sin salida, y los restos de una gran fortaleza más al norte, desde donde se desató el ataque egipcio. No había manera lógica de que los fugitivos escogiesen este lugar de un modo aleatorio, de lo que deducimos que fueron hábilmente dirigidos hasta allí por Yahvé, con objeto de perpetrar uno de los mayores milagros de todos los tiempos. De un modo que no vamos a conjeturar, los 100 m de agua del extraño puente submarino permitieron el paso del pueblo israelita. Cuando el ejército egipcio llegó, se lanzó por el mismo camino abierto en el mar, pero este de repente se cerró, y todos perecieron ahogados. Lo único que queda por desvelar, que no es poco, es el modo en que las aguas del mar se abrieron tras aquel misterioso “viento” que sopló toda la noche. Lo demás está claro para quien se atreva a mirar lo que exponemos, de lo cual hay una muy abundante documentación.

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Como prueba, y erigiéndose en testigos mudos del acontecimiento, a ambos lados se yerguen sendos monolitos conmemorativos, que se suponen colocados por Salomón en memoria de lo que allí aconteció. Las palabras delatoras en ellos escritas, las cuales aún se distinguen con esfuerzo, son “Mizraim” (Egipto), “Salomón”, “Edom”, “muerte”, “faraón”, “Moisés”, y “Yahvé”. El motivo por el que esto no ha salido a la opinión pública como el excepcional hallazgo que es, solo puede deberse a la necesidad perentoria de mantener las cosas como están, sin que nada perturbe el orden de las cosas. Por suerte, hoy día la información fluye con extraordinaria facilidad, y nada es tan fácilmente silenciable como antaño.

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Sobrecogedora imagen de una nave gigantesca filmada sobre los cielos de Alemania en 1983. Toda posibilidad de trucaje ha sido descartada, por lo que su autentificación es absoluta. Los análisis efectuados en base a la descomposición de la luz revelan una estructura metálica cilíndrica, con un tamaño de casi ¡4 Km! Pese a ello, se mantenía en el aire con elegancia, a unos 20 Km, y volaba en un espectacular silencio. En un momento determinado aceleró bruscamente y se elevó a una velocidad impropia de su masa. Su apariencia es de una “columna” durante el día, y una “columna de luz” durante la noche, justo como la representación que se da al Yahvé que protegía a los israelitas durante el éxodo. Comprendemos a quien desesperadamente insista en que estas cosas son naves experimentales de las grandes potencias, pero… Muy posiblemente una inmensa nave, como la que mostramos sobre estas líneas, fue la responsable del “milagro”, que de seguro es una manifestación física de fuerzas que aún no somos capaces de controlar, como el magnetismo o la gravitación. Sin duda, ambos componentes forman parte de los sistemas de

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impulsión de estas maravillas volantes, a juzgar por el modo en que evolucionan y los efectos que en ocasiones se ha observado que transmiten a su alrededor. Esta presencia constante tuvo que surtir un efecto singular en la muchedumbre a la que protegía, que la describieron en los términos que familiarmente pudieron, pero no duden de que estaba ahí cada vez que algo acontecía. Más adelante, tras la llegada al mítico monte SINAB (cuya ubicación, pese a los lugares presumidamente así llamados que existen, es una incógnita), leemos que Yahvé exige a Moisés: “Tu marcarás al pueblo un límite en torno, diciendo: guardaos de subir vosotros a la montaña y de tocar el límite, porque quien tocare la montaña, morirá”. Está claro que la intención de la entidad es entablar un contacto singular. Prosigue:”Al tercer día, por la mañana, hubo truenos y relámpagos, y una densa nube sobre la montaña, y un muy fuerte sonido de trompetas, y el pueblo temblaba en el campamento. Todo el Sinaí humeaba, pues había descendido Yahvé en medio de fuego y subía el humo como el humo de un horno. Moisés hablaba y Yahvé le respondía mediante el trueno” . ¿Qué es ese misterioso sonido de trompetas, que se repite numerosas veces a lo largo de la Biblia cuando aparecen las naves divinas? ¿Quizás la resonancia de los grandes motores? ¿O algún tipo de vibración o efecto diseñado para causar terror o admiración? No lo sabemos, pero lo que sí se desprende del texto es una gran propensión al miedo, un elemento necesario si pretendemos imponer un grado de fidelización que perdure. No en vano es uno de los fundamentos sobre los que se debe asentar un régimen dictatorial, como bien supieron Mao, Franco o Hítler, entre otros muchos. Además, también sorprende el énfasis puesto en que nadie más se acerque a la zona donde se va a producir el encuentro. En otro pasaje, donde la entidad revela claramente su condición dictatorial, leemos: “No tendrás otro Dios que a mí. No te harás esculturas ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”…”Yo soy Yahvé, tu Dios, un Dios celoso que castiga en los hijos las iniquidades de los padres hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian”. Estos términos, empleados por alguien que es capaz de obrar prodigios inexplicables para el pueblo escogido, tuvo que hacer temblar las rodillas de más de uno. Aquí se deja muy clara la amenaza sin tapujos para todo aquel que se atreva a dudar de quien habla. No hay opción. Oponerse acarrea consecuencias que nadie desea, máxime cuando las terroríficas entidades hablan de hacer caer su venganza sobre hijos, nietos y biznietos. ¿Quién, por mucho que lo desee, puede alzar la voz ante algo así? Pues a pesar de todo, los duros israelitas lo hicieron, y la respuesta fue tan terrible como se prometía.

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Como dijimos, esparcidos por el relato bíblico hay frecuentes momentos en que aparecen indicios claros de gran crueldad hacia los hombres, la mayor parte de las veces contra los enemigos de Israel, a los que no se duda en masacrar de mil maneras, participando activa y decisivamente en los acontecimientos. Sin embargo, a veces esta crueldad divina se manifiesta también contra el pueblo elegido, al que sin que fuese consciente de ello, y sin que tuviese opción en ningún momento, le privaron de todos los derechos: “Aconteció que el pueblo se quejó y llegó a oídos de Yahvé, y al oírlo Yahvé ardió en ira y encendió contra ellos un fuego que abrasó una de las alas del campamento” . ¡Extraña forma de predicar! Prácticamente en todo el núcleo del Antiguo Testamento aparece esta sorprendente imagen de un Dios egoísta, interesado solo en hacer patente su poder y conseguir mediante la ignorancia aterrorizada del hombre su total sometimiento. Incluso en el trasfondo de los famosos Diez Mandamientos se ve un claro afán por introducir unas normas básicas de convivencia y adoración, pero nada referente a fomentar el conocimiento de las cosas ni a preguntarse por la verdad. Nada, cuando en la época antediluviana habían cimentado tanto este apartado que incluso provocaron enfrentamientos basados en la escalada de armamentos que debieron ser terribles, como demuestran los restos evidenciados de explosiones nucleares protohistóricas. De repente, sus mandatos son pueriles y simplistas, dedicados a fidelizarnos sin excitar nuestra curiosidad por averiguar el trasfondo de las cosas. Otro aspecto digno de tener en consideración es el culto exigido a la sangre, en forma de holocaustos animales. Yahvé establece en la Biblia unas reglas clarísimas al respecto, dejando muy patente su gusto por estas carnicerías rituales y su enigmática “fragancia suave”, expresión que nos pone los pelos de punta. Esta es

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una faceta inquietante que tiene escasa explicación, pues incluso se da a los israelitas instrucciones extraordinariamente precisas de cómo habrían de ser alimentadas las llamas cercanas al altar con la carne ofrendada, a fin de generar el olor perseguido, de lo cual se deduce que era un acto de extrema importancia. También es notable que lo primero que hace Noé tras descender del arca es ofrecer un sacrificio ritual, y en la tradición sumeria, Utnapischtim hace lo propio, generando una fragancia que acaba atrayendo a los dioses, que volaron extasiados a su alrededor. En Centroamérica y Sudamérica se llegó muchísimo más lejos. Prácticamente todos los escenarios postdiluvianos fueron bañados en sangre humana. Los rituales en los que se daba muerte a jóvenes guerreros o bellas vírgenes eran frecuentes, por supuesto consagrándolos a los dioses creadores y “civilizadores”. Del mismo modo, la matanza ritual de los enemigos ha quedado profundamente marcada en los bajorrelieves y pinturas de los templos, en los que se ven escenas de descuartizamiento que contrastan con el alto nivel técnico y cultural que se atribuye a estos pueblos y que nunca ha estado totalmente cimentado, salvo en aquellos conocimientos que les fueron revelados, y que ellos jamás obtuvieron por su propia investigación. Era tal el empeño por el culto sangriento que en el fragor de las frecuentes batallas se tenía cuidado con no matar al enemigo, sino tan solo herirlo para después inmolarlo en público. Indudablemente, la Biblia se muestra más recatada en estos aspectos, pero no deja de mostrar una predilección manifiesta por la sangre, si bien establece claramente que debe ser siempre de origen animal. También vemos cómo el concepto de fe, que tanto desinterés ha provocado entre los fieles de las diferentes religiones por el conocimiento de las cosas (para qué investigar, si la salvación del alma según las distintas iglesias pasa directamente sobre la obediencia, multiplicación, y respeto) aparece con brusquedad, y está en la base de la oscuridad a la que se nos abocó, en aras de mantener la propia seguridad de aquellos que decidieron gobernar en la sombra; mientras mayor ignorancia arrastrásemos, menores posibilidades de emancipación y adquisición de conocimientos, más sumisión e indefensión y mayor facilidad para orientar el futuro según les conviniese. Si el principio introducido de fe hubiera seguido funcionando, como se ha intentado a través de las estructuras eclesiásticas montadas alrededor del plan principal, en muchos aspectos estaríamos aún con 500 años de retraso respecto al presente, tal como vemos que sucede en determinados sistemas religiosos, donde el integrismo está haciendo estragos en la cultura, provocando una auténtica involución social de impredecibles consecuencias. Solo en el mundo occidental, donde la fe hace tiempo que entró en crisis, se han producido avances significativos en el conocimiento del Universo que nos rodea, y eso es exactamente lo que se pretendía evitar por parte de las entidades, quizás por el peligro que les supone que averigüemos cierto tipo de “verdades” que quizás estén a la vuelta de la esquina. Es curioso que poco o nada tiene que ver la imagen que se desprende del terrible Dios bíblico con la que de él se nos da posteriormente tras el mensaje de

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Jesús, y eso forzosamente tiene que significar cosas, aunque no vamos a entrar en este libro a analizarlas. Veamos otro caso de inusitada e inesperada violencia: “Los hijos de Arón, Nadab y Abiú, tomaron cada uno un incensario, y poniendo fuego en ellos y echando incienso, presentaron ante Yahvé un fuego extraño, cosa que no les había sido ordenada. Entonces salió de ante Yahvé un fuego que los abrasó, y murieron ante Yahvé” . Este hecho también es sorprendente, y no hay muestras en el resto del relato de arrepentimiento de ningún tipo ante lo que parece un error que costó la vida de dos muchachos. Es más, la actitud tomada por los presentes es de sumisión y de precaución, ¡a fin de que nadie vuelva a molestar al iracundo, asustado y contundente Yahvé! El comunicante se apresura a aclarar que lo que los jóvenes mostraron (recordemos, incienso) era un “fuego extraño” a los ojos de Yahvé, es decir, que de algún modo no fue reconocido y “asustó” a la entidad o activó algún tipo de sistema de defensa en torno al altar. También aclara para seguir justificando el asesinato que lo que había sucedido era algo no ordenado, es decir, espontáneo, seguramente una ofrenda en agradecimiento para la cual no fue seguido el protocolo estricto establecido, cosa que supuso un error que ambos jóvenes pagaron con sus vidas. Observemos ahora estos mandatos que se dan al pueblo de Israel durante el éxodo: “No dejarás con vida a la hechicera”… ¿Entendemos por hechicera que el texto se refiere, de manera indirecta, a quien investiga la esencia de las cosas? ¿A quien practica la ciencia, aún en su forma primitiva? ¿A quien podía cuestionar la divinidad de los dioses en base a los conocimientos adquiridos? ”El reo de bestialidad será muerto”…”El que ofrezca sacrificios a los dioses (fuera de Yahvé) será exterminado”…”No blasfemarás contra Dios ni maldecirás a los príncipes de tu pueblo”…”No diferirás la ofrenda de tu cosecha ni de tu vino nuevo; me darás al primogénito de tus hijos. Así harás con el primogénito de tus vacas y tus ovejas; quedará siete días con su madre, y al octavo me lo darás”… ¿A dónde era destinado el primogénito una vez entregado? ¿Cuál era el objeto de tan gran ofrenda? ¿Qué grado de control hay que tener sobre todo un pueblo para que accedan a algo semejante? ”No te acuerdes del nombre de dioses extraños, ni se oiga en tus labios”…”Llevarás a la casa de Yahvé, tu Dios, la primicia de los frutos de tu suelo”…”Acata al ángel que te mande y escucha su voz,

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no le resistas, porque no perdonará vuestras rebeliones y porque lleva mi nombre”. Todo en la línea de lo que ya hemos sintetizado: obediencia ciega, adoración y ofrendas alimenticias abundantes. En ningún momento del texto bíblico se habla de lo que sucedía con estos ofrecimientos que incluían carne, fruta, cereales y verduras, pero parece evidente que servían de alimento a las entidades que controlaban al pueblo, como sucedió en todas las demás religiones a lo largo y ancho del mundo. En otro expresivo pasaje, Yahvé decreta el castigo para un hombre que es sorprendido y delatado recogiendo leña en sábado, día en que había establecido el descanso obligatorio absoluto. Pleno de ira, dice: “¡Sin remisión, que muera ese hombre! ¡Que lo lapide el pueblo todo fuera del campamento!”. Lo cual es un castigo desproporcionado para alguien cuyo único pecado era buscar leña para calentarse o alimentarse. También se ve ya el ambiente de ruindad conseguido en aquellos que delatan a una persona por algo tan nimio, algo típico de los estados de opresión, donde el hombre actúa como un lobo para el hombre. Pero esto no era mal visto por los directores del plan, pues generaba desunión, cosa que favorecía ampliamente a sus intereses. Vamos a otra escena pavorosa de aniquilación. En un momento determinado surge una controversia con un hombre de la tribu de leví, llamado Coré, y sus doscientos cincuenta seguidores, que se quejan a Moisés y Aarón del trato de favor que a ambos les da Yahvé. La solución no da lugar a dudas: “La gloria de Yahvé se mostró a toda la asamblea: apartaos de esa turba, que voy a destruirla enseguida”…”Rompiose el suelo debajo de ellos, abriose su boca, y se los tragó a ellos, sus casas, y todos los partidarios de Coré con todo lo suyo”…”También los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso fueron abrasados por un fuego de Yahvé”. Más adelante, cuando el pueblo, indignado, se atreve a recriminar lo sucedido, ocurre lo siguiente: “Quitaos de en medio de esa turba, que voy luego a destruirla”…Moisés, conocedor ya del cariz que estaban tomando los acontecimientos, le dice a Aarón: “corre a esa muchedumbre y expíala, porque se ha encendido la ira de Yahvé, y ha comenzado ya la mortandad”…Aarón corre en un desesperado intento de evitar una nueva masacre, pero, desgraciadamente ya ”habían perecido en aquella mortandad catorce mil setecientos”.

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Múltiples episodios de prepotencia criminal se suceden a lo largo de todo el relato bíblico, siendo especialmente significativo el que da lugar a la destrucción de Sodoma y Gomorra. Aduciendo a su indeseado grado de depravación y vileza, Yahvé decide acabar con ambos enclaves en su integridad, incluyendo a todos sus habitantes, sin distinción alguna: “Hizo Yahvé llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de Yahvé desde el cielo. Destruyó estas ciudades y toda la hoya y cuantos hombres había en ella y hasta las plantas de la tierra”. Y todo porque tampoco gustaba el resultado de la nueva sociedad que se iba formando tras el cercano exterminio masivo que se había producido durante el diluvio, siendo bien conocidos los que dieron lugar a la destrucción de Sodoma y Gomorra. Aduciendo su detestable grado de depravación y vileza, Yahvé decide acabar con ambos enclaves en su integridad, incluyendo a todos sus habitantes, sin distinción alguna: “Hizo Yahvé llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de Yahvé desde el cielo. Destruyó estas ciudades y toda la hoya y cuantos hombres había en ella y hasta las plantas de la tierra”. Y todo porque no gustaba el resultado de las nuevas ciudades que se iban formando. Parece imposible que estos sean los mismos dioses que posteriormente difundieron sus mensajes en boca de profetas e iluminados, pero todo apunta en esa dirección. Esto obedeció, sin duda, a un plan trazado a largo plazo, que permitiría mantener intactos sus intereses el mayor tiempo posible. Vemos en estos pasajes extraídos de las Sagradas Escrituras cómo es sometida a fuego y sangre la voluntad de un pueblo. El trabajo de presión psicológica es concienzudo y eficaz, carente de cualquier tipo de aprecio por la vida humana, a la cual se “domestica”. Los elegidos para ser “orientados” son un pueblo esclavo, el judío, que ya sabe lo que es la opresión y la ira de un dueño poderoso, los egipcios, pese a lo cual oponen seria resistencia al ver el grado de crueldad con el que se extasiaba su nuevo y autoproclamado dios liberador. Bajo demostraciones de fuerza y habilidad, se les hace salir de Egipto, mostrándoles cómo los ejércitos del faraón son aniquilados con facilidad. A partir de ahí, comienza una re-educación, que se desarrolla a lo largo de la singladura de 40 años por el desierto, en los cuales Yahvé procede con justicia fiera y desmedida, siempre buscando sembrar el embrión de un pueblo que sea capaz de expandir un sistema de gobierno que le permitiera una situación preponderante en un futuro en el que volverían a surgir potencias poderosas. Un dato interesantísimo que no queremos pasar por alto sobre la identidad unificada de los seres, que ha sido interpretado de diferente modo según las zonas del mundo donde actuaran, nos lo aporta la genealogía de los dioses creadores. En la tradición Sumeria, el gobernante supremo es Anu, padre de Enki y Enlil. En la India,

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contra todo pronóstico, también aparece la figura de Anu, que aquí es el cuarto hijo de Yayati, un rey de la raza lunar, y sus descendientes son los Mlecchas. Esta coincidencia entre dos líneas jerárquicas bien documentadas supone mas bien una evidencia, y resulta reveladora, del mismo modo que lo es que las dos grandes religiones estén influenciadas por los mismos seres, que a la larga han conseguido su objetivo de controlar una porción grande de la humanidad, aunque quizás no del modo que quisieran, especialmente en lo que respecta a la actual cultura occidental. No queremos terminar este apartado sin mostrarles otro detalle revelador sobre la verdadera identidad de estos dioses. Todos hemos visto las representaciones de imágenes típicas de las diferentes religiones que inundan nuestros libros y altares, pero pocas veces habrán visto algo como lo que sigue. Es una imagen localizada por el investigador Zecharia Sitchin en las excavaciones de Dura, un enclave del 300 a.J.C., muy cercano a Mari, y que ha permanecido oculto bajo las arenas desérticas durante casi 2.000 años. En ella se ve una antiquísima representación del sacrificio de Abraham, y tiene detalles sorprendentes. Veámosla: Si se tiene cierto conocimiento elemental de las escrituras, no hace falta ser muy observador para darse cuenta de que abajo a la derecha está Abraham, dispuesto con su espada a sacrificar a su hijo, Isaac, que yace sobre un altar en el monte Moriah. Sin embargo algo sucede en esta escena. Es sabido que en el último momento un ángel del señor paró al determinado padre, relevándolo de tener que cumplir con tan dolorosa ofrenda. Eso se manifiesta claramente con la mano que aparece sobre Isaac, y que representa la intervención divina. Pero lo llamativo y tremendo de esta pintura es el modo en que aparece el ángel, justo por encima de la figura de Abraham, y que es una de las pocas imágenes cercanas a la realidad de lo que veían estos profetas cada vez que eran abordados por entidades celestiales. Digan lo que digan los que quieran decir algo, la figura divina, claramente representada por la existencia de la mano de Dios, está suspendida en el aire en el interior de un objeto volador de aspecto cónico, perfectamente plasmado, en el que un pórtico abierto permite ver a un misterioso ser, que está muy lejos del semblante comúnmente atribuido a los ángeles. Pocas interpretaciones caben, si bien, lo más notable es que la imagen está 2.000 años más cercana a los acontecimientos de lo que estamos hoy, con lo cual se nos antoja mucho más fiel. ¡Y lógica!

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Pero tenemos muchas imágenes de los dioses desde la más lejana prehistoria, y ninguna desmerece. Todo lo que van a ver fue pintado en cuevas de todo el mundo por hombres que, en principio, no tenían el menor conocimiento de trajes de cuerpo entero, escafandras, guantes, botas, sistemas de respiración, antenas o naves espaciales de tipo esférico. Se deduce de ello que no pudo existir una “contaminación” cultural que diese lugar a la tergiversación de escenas, acentuándose este hecho, además, por la sencilla razón de que hubo distancias insalvables entre los diferentes artistas cavernarios. No hemos reparado en indicarles de dónde provienen ni cuándo fueron hechos, porque verdaderamente creemos que ante lo que van a ver, esos datos sobran. Tengan solo en cuenta que son extremadamente antiguos:

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El llamado “hombre de Uzbekistán” apareció en el valle de Fergana, en Siberia. Arriba aparece en su concepción original, y abajo en una interpretación, hecha por Viatcheslaw Zaitsev, para la que sobran las palabras. Su antigüedad estimada es de 12.000 años, y lo que hay pocas veces está tan cercano a lo que se ve.

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¿Sorprendido? No tiene por qué estarlo si es consciente de que estas entidades visitan nuestro planeta desde mucho antes de que nosotros hubiésemos nacido como especie (¿recuerdan el martillo de London, la huella Meister o el contenedor de antimateria de Ucrania?). Todas y cada una de esas representaciones rupestres muestran detalles anómalos, antenas, cascos, estrellas, extrañas naves voladoras, alas, que apuntan en una dirección única. No sabemos si los seres plasmados son nuestros creadores u otros viajeros que visitaron este mundo, pero lo que sí está claro es que no somos nosotros y que prácticamente son dueños de grandes porciones del pasado. Además, todas las imágenes representadas tienen un importante detalle en común: fueron hechas por testigos que vieron algo tan impresionante que mereció ser plasmado de su propia mano en las cuevas. Uno de estos misteriosos seres, una de las razas mostradas, pudo ser la que nos hizo nacer como esclavos, la que nos aterrorizó, violó y explotó, la que dejó que nos ahogáramos entre las aguas desbordadas, y la que decidió influenciarnos mediante la creación de un duro sistema religioso. ¡Pero ya no nos acordamos porque las huellas se han diluido en exceso! Tracemos ahora una cronología de los acontecimientos que nos llevaron a nuestra actual posición en el planeta, con los datos que hemos extraído:

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240000 A.J.C. Colapso y deflagración de V, planeta hasta entonces situado en el actual cinturón de asteroides, y destrucción del hábitat en Marte, que giraba a su alrededor, por el bombardeo meteórico causado. Se efectúa una evacuación organizada de las entidades que habitaban Marte a instalaciones subterráneas construidas en la Luna, desde donde planifican el descenso a la Tierra para su colonización.

230000 A.J.C. Descenso a la Tierra de una avanzada de 50 entidades, en su mayoría científicos, con maquinaria robot. En el actual Irak, junto al Éufrates, fundan E-Ri-Du, primera ciudad sobre nuestro planeta. Se inicia la construcción de Baalbeck, Monte Moriah y otras instalaciones de infraestructura. El objetivo era iniciar un gran despliegue de extracción mineral y campos de cultivo, con suficiente apoyo logístico. Inicio del desarrollo de cultivos transgénicos en E-Din, una zona próxima al nacimiento de los ríos Tigris y Éufrates. Se efectúa la introducción en nuestro planeta de los cereales, y se da inicio a la minería en Ab-Zu, una zona en la actual Zimbabwe, extrayendo minerales pesados, entre ellos grandes cantidades de oro. Se procede a la creación de rutas de transporte que confluían en Baalbeck y Monte Moriah, donde eran embarcados en cohetes rumbo a la órbita. Allí enlazaban con naves con acceso a la Luna. Motín de colonos en Ab-Zu, motivado porque las entidades no pudieron desarrollar trabajos pesados en nuestra atmósfera. Vista la imposibilidad de utilizar maquinaria robot en masa, se toma la decisión de crear un “trabajador primitivo”, un sirviente capaz de desarrollar el trabajo pesado. Se diseña y realiza el trabajador primitivo en laboratorios situados en el sureste de África. Para ello, se introduce ADN modificado de las entidades en un óvulo de homínido, desarrollándose posteriormente en un vientre de entidad de género femenino. Se produce el nacimiento en 10 meses de El-Adán, un niño de raza negra, y se efectúa una modificación para generar a E-Va a partir de su ADN. Se lleva a cabo la clonación de 7 parejas humanas básicas a partir de la original, y se inicia la reproducción sexual. Como consecuencia de todo ello, se induce la interrupción por aceleración de nuestro proceso evolutivo, y se nos aparta del árbol, pese a situarnos en su cumbre.

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Se procede a la educación de los primeros trabajadores en E-Din, y posteriormente se da inicio al trabajo en los campos y se reanuda el de las minas, ya con mano de obra humana, lo cual supone el origen del mito de la expulsión del paraíso. Se lleva a cabo la introducción de la ganadería, y se crean los primeros asentamientos humanos. Se manipula el código genético para dar lugar a la creación y separación de las razas. Mientras tanto, se globalizan los cultivos y la minería, a fin de aumentar la producción. Se procede a la creación de una raza de gigantes de hasta 21 m de estatura para el trabajo en las minas. Una vez adiestrados, se encargaron de las faenas más atroces, y su presencia, hasta ahora tenida por un mito, dejó rastros comunes en todas las culturas del planeta. Hoy día ningún pueblo del mundo, por atrasado que esté, habla de gigantes, a pesar de que se explican estos pasajes muchas veces ateniéndose a la fantasía desbordada y la ignorancia. Aparición, a consecuencia de la experimentación desmedida con las modificaciones, de los mutantes inducidos genéticamente, lo cual supone el origen de seres mitológicos como el sirrush, la quimera, las gorgonas, los centauros, etc. Estas criaturas fueron perseguidas y masacradas hasta su total extinción. Nacen, fruto de uniones sexuales entre los grigori y las mujeres, los primeros híbridos, cuya peculiaridad mas notable es su alta longevidad, lo cual fue sin duda uno de los motivos que ayudaron a que fuesen convirtiéndose en personajes importantes en los colectivos humanos. Posiblemente esta sea la base para poder explicar la longevidad de los patriarcas antediluvianos y la presencia de los extraños “héroes antiguos”. Estos genes longevos se fueron diluyendo con el paso de las generaciones. La caída en desgracia de los grigori por mostrar enseñanzas prohibidas a los hombres da lugar al mito del ángel caído y de la manzana de Eva. Se inicia la introducción de los conocimientos avanzados en la raza humana, a través de los primeros “sacerdotes” y reyes, que fueron iniciados directamente por educadores que les versaron en los más diversos conocimientos científicos, convirtiéndolos en enseñanzas religiosas con el paso del tiempo, que degeneraron hasta los saberes druídicos, alquímicos y demás deformaciones de lo que en principio fue un conocimiento sólido.

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36000 A.J.C. Llega el fin de la época de esclavitud, posiblemente porque los índices de productividad son notables. Las entidades comienzan a vivir entre los hombres, ejerciendo un control directo de la sociedad, al amparo de gobernantes y sacerdotes.

30000 A.J.C. Se producen escisiones sociales que dan lugar a las primeras grandes civilizaciones humanas, una vez que el control de las entidades se redujo. Origen del imperio sumerio antediluviano, que se desarrolló en Mesopotamia, y donde siguieron habitando las entidades en persona. Esto confirió al lugar cierto carácter de invulnerabilidad que le sirvió para mantenerse al margen de las futuras guerras de exterminio que asolarían el globo. Origen del imperio Rama, que se desarrolló en la India y Pakistán, proveniente de los pueblos Nacales, llegados desde las zonas de cultivo y extracción mineral del sudeste asiático. Inicio de los mitos sobre las “tierras del este”, que dieron a su vez lugar al mito de Mu, Lemuria o Gondwana. Origen de la misteriosa civilización de Gobi, proveniente de los Nacales del sudeste asiático, que emigraron hacia el noroeste. Origen del imperio atlante, que se desarrolla en una gran isla, actualmente sumergida en el centro del Atlántico, colonizada en su origen como campos de cultivo.

20000 A.J.C. Llega el auge técnico y cultural de todos los imperios, inducido por los aportes de conocimientos de las entidades, las cuales participan directamente en la política a través de emisarios y consejeros. Se inician periodos de enormes tensiones políticas.

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17000 A.J.C. Se producen en la India las guerras Narradas en el Mahabharata entre Kurus y Pandavas, en las que se usó, posiblemente por primera vez en el planeta, armamento nuclear.

14000 A.J.C. Localización temporal de la probable guerra entre la Atlántida y el imperio Rama. Se produce el desembarco atlante en el valle del Indo, que los lleva a una derrota, por lo que inicia una humillante retirada. Como represalia desmedida, se decreta el exterminio nuclear radical del imperio Rama, y se produce la destrucción de Mohenjo Dharo y Harappa, entre otras ciudades ancestrales. Situación temporal de una posible guerra interna que dio lugar al uso de armas nucleares en Mesopotamia. Se produce una guerra entre la Atlántida y la civilización de Gobi, que da lugar al Exterminio nuclear de esta civilización.

12000 A.J.C. Se hace uso de armas nucleares en América, indicando una posible guerra interna en el imperio atlante. Se lleva a cabo la destrucción nuclear de los pueblos ancestrales que vivieron en la actual Escocia, posiblemente reductos de atlantes que se escindieron tras algún conflicto interno. Llega el fin de los enfrentamientos internos y se produce una expansión imperial atlante, dando lugar a un periodo de gran esplendor. Fruto de ello es la aparición de Egipto, en donde se lleva a cabo la creación de los monumentos atribuidos erróneamente a la IV dinastía. Fundación de Tiahuanaco y Sachsahuamán, ciudades creadas por el imperio atlante. Implantación de la cultura en los pueblos antediluvianos de América.

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10000 A.J.C. Época aproximada de un diluvio global por impacto celeste. Fin de la última glaciación. Hundimiento de la Atlántida. Fin de toda la era protohistórica. Extinción masiva de todos los órdenes naturales y cambios en la configuración geográfica mundial. 9999 A.J.C. Se inicia la expansión territorial de los supervivientes a la tragedia, inmersos en un mundo devastado y sin recursos, donde había perecido casi toda especie vegetal y cada animal. A todos los efectos, es un violento retorno a la edad de piedra.

9800 A.J.C. Las entidades, preocupadas por las implicaciones que para ellos iba a tener la catástrofe, vuelven a instalarse en la superficie, en Kish, e inician un plan de repoblación global, que incluyó todos los órdenes vitales, debido a las carencias que comenzaron a tener tras el diluvio. Fruto de sus trabajos, reinsertaron al hombre y las especies, y borraron, consecuentemente, todo resto paleontológico de la gran extinción registrada. Para ello desplegaron gran cantidad de medios y tecnología, cuyo resultado fue la recuperación en tiempo récord de la fauna y la flora mundial.

8000 A.J.C. Existencia detectada de los primeros núcleos civilizados tras el diluvio, que llegaron a tener ya miles de habitantes. Se produce en todo el mundo el contacto de los nuevos pueblos (aparecidos tras el diluvio) con los restos de ciudades y legados culturales de los antiguos pueblos (desaparecidos durante el diluvio). Ello ocasionó la aparición de las hasta ahora incomprensibles leyendas que rodean a ruinas físicas consideradas por los pueblos más antiguos de cada zona como restos de “ciudades más antiguas que el hombre”, historias que son comunes a los cinco continentes. Algunas de estas ciudades son Tiahuanaco, Sachsahuamán, Angkor Wat, Ponapei, Mohenjo Dharo o Gran Zimbabwe.

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Las entidades inician una sistemática y eficaz re-educación cultural en todo el mundo, destinada a restablecer los cultivos, la ganadería y las ofrendas en el menor tiempo posible. Este es el origen de las leyendas sobre Viracocha, Quetzalcoatl, Oannes, y tantos personajes misteriosos que, a lo largo de todo el mundo, surgen envueltos en la divinidad, y desaparecen tras cumplir su tarea civilizadora, prometiendo volver.

7000 A.J.C. Se escribe el Mahabharata, mostrando la existencia de nuevas comunidades humanas en el valle del Indo. Probable ubicación histórica de los hechos relatados en la Epopeya de Gilgamesh. En ellos se muestra que el espacio-puerto de Baalbeck aún seguía operativo en esta época, y que los dioses tenían una zona apartada a la que se accedía a través de un túnel de 120 Km.

6000 A.J.C. Probable inicio de plan Mesías, que implantó a nivel global un cúmulo de religiones con trasfondo común. Su aparición terminó secuestrando la libertad del hombre para decidir su destino, imponiendo un sistema jerárquico basado en la existencia de dioses todo-poderosos y crueles, a los que había que seguir sin preguntar y alabar mediante entregas de cosechas y rebaños. Alá, Yahvé, Manitú… son algunos de los cientos de nombres de las entidades que se encargaron de ejecutar el plan en las diferentes zonas del planeta. Sus enseñanzas, aunque intoxicadas por el paso de los años, son profundamente coincidentes, y han dado lugar a religiones bien diferenciadas y divergentes, pero profundamente unidas en los tres postulados básicos: obediencia ciega, adoración exclusiva de por vida, ignorancia por principio, y ofrenda de todo lo mejor que nuestro trabajo produzca. Se escribe la primera edición de la Epopeya de Gilgamesh.

5000 A.J.C. Inicio histórico oficial de las primeras civilizaciones. Según esta cronología mundialmente aceptada, nada de lo anteriormente relatado ocurrió.

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Vemos que es a partir del diluvio, una vez reconstruida la raza humana, en cientos de religiones de todo el mundo se habla de cómo los dioses prometen lo mejor al hombre, pero en base siempre a la total entrega por parte de este hacia su creador, convirtiéndose en un excelente método para desposeernos de todo atisbo de alienación, e intentando un ensamblamiento religioso que, pese a las apariencias, es común. Un hombre libre, según la experiencia obtenida por las entidades, es un peligro para el planeta, como ya habían presenciado muy de cerca, y por eso en el nuevo orden lo atan constantemente a través de los invisibles lazos que imponen las religiones. Evidentemente, les iba mucho en ello, pues se tomaron enormes molestias en inculcarnos el edificio de su culto. Todo dirigido a dos objetivos principales: obtener alimento continuo por un lado, y protegerse a si mismos de las consecuencias de nuestra evolución tecnológica por el otro, que podía acabar de modo definitivo con el planeta, que ya entonces habitaban más profundamente de lo que suponemos. Hasta ahora hemos visto cómo convivieron durante miles de años (incluso tras el diluvio) con los hombres, mientras el grueso de su población vivía en inmensas instalaciones subterráneas en la Luna, pero hay indicios claros de que en algún momento acometieron de modo casi incógnito en nuestro planeta una de las mayores obras de ingeniería que podamos imaginar, y que cambió el futuro de todas las razas implicadas. Cuando Tolkien imaginó en sus maravillosas obras literarias las inmensas galerías que los enanos habían construido bajo el Monte Moriah (¿les suena?) resultó tan misteriosamente profético… LOS TÚNELES Son globales las historias colectivizadas de grandes ciudades en el interior de la Tierra y de los túneles que las unirían, incluso por debajo de los océanos. Si estas leyendas parten de realidades ocultas, si estas obras fueron construidas por las entidades, y al menos en aquellas fechas estuvieron habitadas, esto explicaría la honda preocupación que sentían ante lo que una raza descontrolada podía hacer con el entorno exterior, que inevitablemente acabaría influyendo en el interior, sobre todo tras una posible guerra nuclear futura. Sería la raíz perfecta para la existencia del plan mesiánico. Tras haber estado al borde de la destrucción atómica colateral en el pasado, nuestros creadores no estaban dispuestos a que esto volviera a repetirse, por lo que actuaron en consecuencia elaborando el meticuloso entramado social que hemos visto, a fin de controlarnos mediante la religión y la fe. Vertebrar a las sociedades futuras con un sistema que estuviera por encima de las políticas y las individualidades era una bonita y elegante solución, y han intentado llevarla hasta las últimas consecuencias repetidas veces. Pensamos, y aportaremos datos, que gran parte de los trabajos a los que sometieron a los hombres durante la parte final del periodo de esclavitud, y muy

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especialmente a la raza modificada de gigantes, se desarrollaron en las profundidades de la corteza terrestre, no en las zonas mineras de Zimbabwe, ni en los yacimientos de uranio en Sudáfrica, como era de esperar. Una de las explicaciones para ello es que en algún momento debieron encontrar inmensas oquedades muy por debajo del suelo que pisamos, las cuales estimaron suficientes para albergar a toda su raza si se las equipaba y comunicaba debidamente con el exterior, en un principio, y entre ellas con posterioridad. Su aislamiento del aire que respiramos permitiría efectuar cualquier tipo de cambio atmosférico que hiciese posible vivir a su población sin necesidad de equipos adicionales, presurizando mediante compuertas herméticas o partes parcialmente inundadas todo el conjunto. El resultado final sería un entramado de módulos independientes alrededor de las “burbujas” medio-ambientales donde se ubicarían las ciudades. Es coherente pensar que si todos sus esfuerzos se hubiesen destinado únicamente a avanzada minería profunda, no habría lugar para mostrar el interés evidenciado, mediante el sutil proceso de intoxicación religiosa, en detener el avance humano. Les sería indiferente, pues en cualquier momento estarían a salvo fuera del planeta de las tribulaciones que tuviésemos en mente, tal como hicieron horas antes del diluvio. Pero tratándose de zonas habitables en las profundidades, donde alojar a millones de sus seres, la cosa cambia mucho, pues el aislamiento es relativo, debido sobre todo al discurrir de las aguas subterráneas. No podemos ni tan siquiera calcular cuánta mano de obra debieron usar en desarrollar semejante creación, si es que existe, pero a buen seguro que los esclavos se contaron por millones, a los que después se encargaron sin vacilaciones de eliminar, a fin de preservar el secreto sobre la localización de los puntos de acceso al complejo. Este proyecto, a pesar de todo el personal y material que se empleó, debió ocupar un periodo larguísimo para completarse, sin duda miles de años, por lo que, pese a los esfuerzos en contra, las fugas de información degeneraron en leyendas que llegaron muy alteradas y camufladas a nuestro tiempo. Vamos a leer citas textuales extraídas literalmente de las obras impresas de algunos científicos, estudiosos, pensadores o artistas que se han interesado por el tema, y que muestran como la preocupación por este asunto trasciende más allá de las fronteras y las especialidades:

Robert Ernest Dickhoff Budista norteamericano. "Cuando hablamos del mundo interior, hemos de visualizar una gran ciudad subterránea terminal que es una rama de una red de túneles subterráneos y suboceánicos... La mayor parte de estos antiguos túneles tienen cerrada ahora su entrada... Las pocas entradas que quedan abiertas en la superficie se encuentran en el Tíbet, Siberia,

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África, América del Norte y del Sur y en las islas remotas que fueron en un tiempo cimas montañosas de la Atlántida." "Los lamas tibetanos son de la opinión que en América viven en cuevas de gran dimensión los supervivientes de una catástrofe que asoló a la Atlántida, y que estas cavernas están conectadas por medio de túneles con las del continente de Asia. Creen también que estas cavernas están iluminadas por una luminiscencia verde que ayuda a la vida vegetal subterránea y prolonga la vida humana." "Nadie debe subestimar la importancia, el valor, la existencia de estos túneles, especialmente de los que siguen abiertos para la utilización de quienes conocen su paradero... Por ellos, los esquimales viajaron desde Asia a Alaska y Canadá. Afirmaron no haber utilizado el método superficial de inmigración tal como lo desearían los historiadores"

Louis Jacolliot Diplomático francés. "Este mundo desconocido, del que ningún poder humano, incluso el actual, puede forzar a revelarlo, se conoce como templo interior. Quienes habitan allí, poseen grandes poderes y tienen conocimiento de todos los asuntos del mundo. Pueden viajar de un lugar a otro por pasadizos que son tan antiguos como el reino mismo."

Nicholas Roerich Escritor y artista ruso nacido en san Petersburgo. "En los riscos que hay sobre Kurlyk surgen oscuras las entradas de las cuevas. Estas cuevas penetran grandes distancias: su profundidad no ha sido averiguada. Hay también pasadizos desde el Tíbet, a través de Kuen Lun, a través de Altyntag, a través de Tourfan; La realidad se ha convertido en un cuento de hadas." "No nos asombramos de encontrar en Mongolia muchos indicios de Shamballah, pues en estos países las facultades psíquicas están muy desarrolladas... En todos los libros sobre Shamballah, en todas las leyendas verbales, aunque hablan del mismo lugar, la localización se describe en un lenguaje en su mayor parte simbólico, casi indescifrable para el no iniciado."

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Dr. Raymond Bernard Biólogo norteamericano, investigador de las leyendas del mundo subterráneo. "En el mundo budista del Lejano Oriente, la creencia de un mundo subterráneo es universal y forma parte integral de la fe. Otra palabra sagrada entre los budistas es Shamballah, nombre de la capital del mundo subterráneo." "Se ha dicho que el interior de la Tierra lo recorre una red de túneles, que abundan especialmente en América del Sur, y que estos túneles conducen a ciudades subterráneas en las inmensas cavidades de la tierra. El más famoso de estos túneles es el "Camino de los incas", que según se dice se extiende por varios cientos de kilómetros hacia el sur de Lima, a Cuzco, a Tiahuanaco, dirigiéndose hacia el desierto de Atacama en Chile. Otro ramal se dirige a Brasil, donde está conectado por túneles a la costa. Ahí los túneles se sumergen en el fondo del océano en dirección a la perdida Atlántida."

Marco Pesmarec Geólogo. "Un viejo tibetano que conocí en Mongolia me comunicó: existe un mundo interior. Se extiende por todos los pasadizos subterráneos del mundo. He oído a un ilustrado Lama de China relatar que todas las cuevas subterráneas de América están habitadas por gente antigua que ha desaparecido bajo el suelo... Tú sabes que en los dos mayores océanos del Oriente y Occidente hubo antiguamente dos continentes. Desaparecieron bajo el agua, pero sus pueblos fueron al reino subterráneo. En las cuevas existe una luz peculiar que permite crecer a los vegetales y da larga vida sin enfermedad a la gente."

Eric Norman Escritor "Entre los hindúes hay una antigua leyenda que habla de una civilización de inmensa belleza que vive bajo Asia Central. Este mundo subterráneo está habitado por una raza de gente dorada que raramente se comunica con el mundo de la superficie. De vez en cuando viajan a nuestra tierra por medio de túneles que se extienden en muchas direcciones."

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"Los que creen en la teoría de la tierra hueca afirman que los incas llevaron a un gran número de su pueblo, y la mayor parte de sus tesoros, a un túnel gigantesco que conducía al interior de la tierra."

Harold Wilkins. Periodista especializado en las leyendas de América. "Los indios aztecas de Jalisco, México, afirman que antiguas ruinas del sector, fueron en otro tiempo el hogar de un pueblo que era civilizado y benevolente. La ciudad muerta está sobre una meseta, y desde ella, en determinadas horas del día, llega un sonido extraño y vibrante, como un tamborileo" "Hay una tradición del Oriente místico, derivada quizá de los atlantes que abandonaron su patria antes del momento del terrible cataclismo, según la cual, el templo catedral central de la antigua capital de la Atlántida, estaba cerrado por una bóveda en la que llameaba un magnífico Sol Central de Oro. Los últimos herederos de los restos de la civilización de la colonia imperial atlante de HyBrasil, en Sudamérica, los incas de Perú, tenían un sol glorioso del más puro oro que brillaba con verdadera refulgencia en las paredes del gran templo del Sol, en Cuzco. Allí fue donde, en 1530, las quillas de las carabelas y galeones de Don Francisco Pizarro tocaron las orillas de la costa peruana. Su brillo producía dolor en los ojos de quienes lo contemplaban... Pero cuando los conquistadores españoles pusieron sus manos sobre esta civilización antigua, el glorioso Sol de Oro desapareció... Su paradero hasta hoy es un misterio" "Los indios apaches de Norteamérica dicen que sus antepasados remotos procedían de una gran isla de fuego en el océano oriental, donde había un gran puerto con una entrada arquitectónica en que las naves tenían que ser guiadas por sus pilotos. Se levantó el dragón del fuego e hizo a sus antepasados huir de esa isla, que no puede ser otra que la vieja Atlántida de Platón. Finalmente, los apaches llegaron a las montañas de Tiahuanaco, donde se vieron obligados a buscar refugios en inmensos y antiguos túneles a través de los cuales erraron durante años llevando semillas y plantas de frutas."

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Francisco Antonio de Fuentes. Escritor español "La maravillosa estructura de túneles del pueblo de Puchuta, hechos con el más firme y sólido cemento, sigue recorriendo el interior de la tierra, por una distancia de nueve leguas (unos 50 Km) hasta el pueblo de Tecpan, en Guatemala. Es una prueba del poder de aquellos antiguos reyes y sus vasallos."

Carl Huni Naturalista norteamericano. "Se cree que los habitantes de las ciudades subterráneas derivan de los atlantes, quienes las construyeron originalmente, pero no se puede saber con certeza. El nombre de la cadena montañosa en donde están estas ciudades subterráneas es Roncador, al noroeste de Mato Grosso. Quien vaya a buscar estas cavernas se juega la vida... Cuando estaba en Brasil escuché hablar mucho de estas cavernas, pero desistí de investigar, mas porque oí que las entradas a los túneles se hallaban celosamente guardadas."

Eric Von Daniken Escritor. "Juan Moricz, mi guía por el sistema de túneles en Ecuador, asegura que las largas y estrechas galerías tienen paredes acristaladas y que las grandes habitaciones fueron hechas por voladuras. El cuidado técnico con que el sistema de túneles fue planificado queda demostrado por los pozos de ventilación, que se producen con intervalos regulares."

Harold Bayley Historiador y escritor inglés. "La existencia de caminos subterráneos no parece ser infrecuente en África, pues el capitán Grant, quien acompañó al capitán Speke cuando éste exploró el Nilo, nos habla de un túnel colosal excavado bajo el río Kaoma. Grant preguntó a su guía nativo si había visto algo semejante en otras zonas, y el guía contestó: 'Este país me

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recuerda lo que vi en el país de Tanganika... Las rocas parecían colocadas por medios artificiales y los techos eran tan elevados que si se montaba en camellos no se podía tocar la parte superior."

Peter Kolosimo Escritor. "Se dice que un explorador del Amazonas había entrado en un laberinto subterráneo iluminado como por un sol esmeralda." "Es extraño que este tipo de túneles se encuentren en casi todas las partes del mundo. Además de América del Sur, existen en California, Virginia, Hawai, pasando por Oceanía y Asia, así como en Suecia, Checoslovaquia, las Baleares y Malta. Un enorme túnel de 48 kilómetros, que ha sido explorado, enlaza España con Marruecos."

Como vemos, los relatos narrados y recopilados por estos investigadores coinciden en señalar una gigantesca red de túneles que se extiende por todo el planeta. Otros elementos a tomar en consideración son:

1.- Que las galerías subterráneas, en muchos casos, están iluminadas en un tono verdoso.

2.- Que las supuestas ciudades a donde se dirigen están habitadas.

3.- Que están conectadas entre sí, formando una red global.

Ferdinand Ossendowsky, un pensador polaco, extrajo unas tradiciones de boca del príncipe mongol Chultun Beyli, el cual le hablaba de la existencia de enormes albergues subterráneos, iluminados por una luz similar a la solar, en los cuales los descendientes de una mítica raza, antiguamente instalados en la superficie, conservaban un gran nivel técnico. Para alimentarse se servían de campos iluminados artificialmente de los cuales extraían todo tipo de alimentos. Para comunicarse entre los diferentes emplazamientos disponían de unos veloces vehículos que se movían por los túneles que hay en el subsuelo asiático.

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David Neel, una famosa exploradora del Tíbet, cuenta como en una de sus expediciones conoció a un lama que le reveló la existencia de un camino subterráneo que conducía a la morada de los dioses, que estaba situada en algún lugar bajo los desiertos y montañas de la provincia de Chinhai. En una ocasión le trajo como prueba una misteriosa flor azul que procedía de un entorno donde reinaban unas temperaturas de 40 grados bajo cero. Pese a ello, no se siguió investigando, aunque años después lo refirió en sus escritos. Cuando Pizarro conquistó Perú hace más de 5 siglos, en su desenfrenado afán por hacer acopio de oro que mandar al imperio español, supo que las mayores reservas estaban almacenadas dentro de un túnel que comunicaba las dos grandes capitales del imperio inca, Cuzco y Lima. Nunca fue hallado, pues su secreto se lo llevó a la tumba la mujer del denostado e injustamente humillado y masacrado rey Atahualpa, última receptora de la larga transmisión oral referente a la existencia de este lugar. La persistencia del mito de El Dorado, la mítica ciudad de oro, habla también de las reminiscencias de los enclaves luminosos que fueron repartidos por el interior de la Tierra. Actualmente, la recopilación de datos e indicios es tan notoria y abundante que incluso se han encontrado algunas de las entradas, profusamente taponadas con miles de toneladas de rocas. La inmensa red de galerías recorrería toda la zona del altiplano, lugares extraños en la selva amazónica, frontera de Bolivia, enlazarían con el imperio maya en México, y cruzando bajo el océano, llegarían a la isla de Pascua, en pleno Pacífico, donde también se han hallado las entradas correspondientes. Según la tradición peruana más antigua que se ha encontrado al respecto, estos pasadizos fueron obra, como no, de gigantes en un remotísimo pasado. Pero hay algo en las galerías de Pascua que resulta siniestro. A la vez que se ha constatado que penetran en el mar hasta que se hace imposible continuar por falta de oxígeno, en las cavernas adyacentes hay depósitos desproporcionados de huesos humanos, a los cuales no se les ha dado hasta el momento una explicación satisfactoria, pues no hay constancia de que la zona haya sido un lugar de enterramiento para los antiguos habitantes de la isla. ¿Son los restos de los esclavos que trabajaron sin descanso bajo el yugo de los dioses para construir esta parte de los túneles? De momento no lo sabremos, pero los habitantes de la isla rechazan haber enterrado en esas condiciones a sus antepasados. Además, los famosos mohais (las grandes estatuas de piedra con efigie humana estilizada) miran contra todo pronóstico hacia el interior de la isla, delatando que el motivo por el que fueron erigidos provenía de algo acontecido e inesperado dentro de sus limitados confines. Quizás realmente aún esperan a que alguien surja de los túneles. Por otra parte, estudios hechos con medios avanzados, establecen que la técnica de excavación y diseño empleada se asemeja a la existente en otras desembocaduras de los laberintos situadas en cuatro continentes alejados (América, Europa, África y Asia), así como determinadas figuras que han podido ser identificadas, y que guardan paralelismo con las de otros lugares demasiado remotos como para haber podido ejercer su influencia, ateniéndonos a las rutas establecidas

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en la antigüedad. Si Pascua está o estuvo comunicado a través de túneles suboceánicos con el resto del mundo, estas influencias culturales parecen totalmente explicables. También hay indicios y tradiciones de redes de túneles en las islas del Egeo, que según estas se comunicaban entre sí ya cuando la magnífica cultura griega llegaba a su cenit. De ahí parte, tal vez, la leyenda del laberinto del minotauro, que debió ramificarse desde algún punto bajo la isla de Creta no encontrado aún. No hay indicios de que se tratase del palacio de Cnossos, como sostienen muchos investigadores acostumbrados a buscar las explicaciones más enrevesadas para todo lo que esté envuelto en leyenda. Les aseguramos que los cretenses sabían distinguir muy bien entre un laberinto subterráneo y un fastuoso y enorme palacio, y nos atrevemos a conjeturar conque es cuestión de tiempo que esos laberintos sean finalmente encontrados e incorporados de pleno derecho a la historia “oficial”, algo parecido a lo ocurrido con la hasta hace poco “imposible” Troya de Homero. En las Baleares también hay tradiciones al respecto que dicen que las islas están intercomunicadas, y cuyo túnel hacia Ibiza continuaba posteriormente hasta Malta, donde volvía a ramificarse. En países tan dispares como Rusia, California, Hawai, o Suecia se citan leyendas ligadas a tradiciones antiquísimas. Incluso en España se alude desde tiempos inmemoriales a una red de galerías que conectaría bajo el estrecho con Marruecos (los 48 Km aducidos por Peter Kolosimo), y en casi la generalidad de casos, su existencia y construcción se atribuyen a gigantes de eras remotísimas, que desaparecieron rápidamente, una vez que hubieron concluido su trabajo. En la Epopeya de Gilgamesh, que tanto estamos analizando en diferentes momentos de este libro, el héroe se adentra en un túnel de 120 Km de longitud, custodiado por misteriosos hombres escorpión, al final del cual se encuentra una zona interior donde habitan seres divinos. El acceso estaba marcado por dos montañas gemelas, y desembocaba en un mar interior, tras el cual se extendían las zonas ocupadas por las entidades. En las leyendas caldeas se refieren a una raza que vivía más allá de los glaciares que se extendían por buena parte del hemisferio norte hace 12.000 años, a la cual se llegaba mediante un túnel que desembocaba en Mesopotamia, en algún punto junto al Éufrates. Cuando la última glaciación acabó, estos seres, sometidos a un diluvio, optaron por refugiarse en el interior de la Tierra, donde fundaron ciudades extraordinarias, siendo esto un indicio claramente delator de lo que realmente sucedió. Los celtas hacen referencia a la mítica muralla de Gog y Magog, realizada en tiempos del rey Escánder, y que aislaba en la región del Cáucaso, al norte de Turquía e Irán, y tras una cordillera inaccesible de nieves perpetuas, a una civilización avanzada que disponía de algo conocido como “la columna boreal”, que servía para unir el cielo y la Tierra. Parece otra clara reminiscencia de una cultura

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que habitó tras los muros de hielo anteriores al diluvio, y que tuvo algún medio físico para realizar el tránsito Tierra-exterior. Las crónicas referentes a la mítica Thule, tan buscada por los nazis, la sitúan en un entramado subterráneo al cual se accedería por enormes cuevas situadas en zonas estratégicas. Ya fueron muy buscadas por el régimen hitleriano, aunque los resultados están envueltos de misterio y leyenda. Las tradiciones sobre Shamballah y Shangri-Lah nos hablan de ciudades gobernadas por seres muy avanzados, depositarios del saber perdido, y que viven en valles inaccesibles del Tíbet. Hoy día sabemos que esto no es así, pues los satélites han escaneado profusamente cada centímetro de suelo visible, pero nos preguntamos si sería descabellado, en función de los aportado por otras historias paralelas, abogar por una ubicación subterránea, que habría generado las leyendas que llegan a nuestros días. Una evidencia de peso respecto a la construcción de enormes agujeros de gusano en el interior de la corteza es la aportada por el descubrimiento de un túnel de alrededor de ¡1700 Km! existente entre el lago Vatter, en Suecia, y el lago Constanza, en la frontera germano-suizo-austriaca. La veracidad de este hallazgo sobrecoge, y si miran el mapa, verán asombrados que la galería de conexión discurre bajo el Báltico, atraviesa toda Alemania de norte a sur, y desemboca en el gran lago entre los Alpes. Por circunstancias obvias, hemos de descartar a la naturaleza como promotora de semejante y descomunal logro, por lo que forzosamente hemos de acudir a los misteriosos arquitectos del mundo antiguo para justificar su existencia. A esto hemos de añadir que el Vatter es un lago cargado de leyendas, debido a las misteriosas detonaciones que en ocasiones se oyen bajo sus aguas, así como a pálidos reflejos que raras veces se dejan ver cerca de la superficie. La existencia de este túnel podría significar que algunas ciudades están insertadas en un medio acuático, o bien que diversas galerías se habrían inundado, accidental o artificialmente, dado que el taponamiento con agua es un buen sistema para aislar dos atmósferas de constitución diferente. Los mayas creían que los cenotes de Yucatán, hermosos fosos acuáticos que se internan en el manto calizo en medio de densas selvas, eran las entradas a un mundo interior. A sus pies practicaron rituales sangrientos como ofrenda, tirando después los cadáveres de los sacrificados al interior de los fosos. Se sabe que esos cenotes están recorridos por galerías de grandes dimensiones que no han podido ser estudiadas, dado el peligro que representan al estar inundadas. En el Popol Vuh, el poema de la creación maya, se habla de dos gemelos que entraron en el mundo interior a través de una montaña, que conectaba con un túnel escondido al final del cual hay un lago.

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En la selva ecuatorial brasileña hay madereros que dan fe de haber entrado en lo que llaman sugestivamente “bocas del metro del infierno”, que desembocaban en simas donde había restos de una antigua cultura. Al sur de Arequipa, en la región de Mollendo, en Ylo, se encuentra una extraña inscripción que según la leyenda encierra la clave para la entrada a un túnel que llevaría a donde reposa el tan buscado oro antiguo perdido. También en Perú se habla del tesoro de los tres picos, escondido en enormes cavernas y que pertenece directamente a los dioses. Esta trilogía inseparable, dioses, oro y túneles, resulta excesivamente frecuente en la mitología mundial. El cerro Uritorco es un pequeño montículo en Argentina que desde antiguo se supone habitado por seres peculiares. En ocasiones se oye y percibe el movimiento de pesadas puertas que se abren y se cierran, así como ruidos de engranajes, todo proveniente del subsuelo, y sin que se haya encontrado explicación alguna para ello. Podemos ver, después de lo relatado, que por todas las culturas, países o religiones, por donde quiera que miremos, nos encontramos con referencias a la misteriosa existencia de entornos subterráneos. Esto no tendría que ser así, pues el hombre, incluso en sus épocas más oscuras, no ha pasado de habitar en las zonas más exteriores de grutas y cavernas. No tenemos tradición ni necesidad, por consiguiente es fácil imaginar que tanta dispersión de un mismo evento no puede ser más que un indicio de que hay un trasfondo de verdad que hay que interpretar e investigar. Son pocas las veces que se ha conseguido entrar en alguna de estas cuevas singulares, pero el testimonio de los que lo han conseguido nunca ha dejado de arrojar sorpresas. Desde tramos iluminados con una extraña luz verdosa, hasta misteriosos rumores de maquinaria pesada acercándose, pero siempre ha persistido el misterio, y hasta el día de hoy nadie ha conseguido llegar al fondo de estos pasadizos que, según multitud de indicios, se llegan a internar bajo los mismísimos océanos. Teniendo en cuenta la longitud total presumible de los trazados que discurren por todo el planeta (algo imposible de calcular, pero que con toda seguridad arrojaría cifras elevadas), podemos asegurar que la cultura que la llevó a cabo contó con maquinaria muchísimo más avanzada que la que tenemos en la actualidad y, seguramente, abundantísima mano de obra. Basta fijarse en el trabajo, el coste y el tiempo que nos supone actualmente horadar túneles para el metro o lo que se tardó en efectuar el trazado bajo el Canal de la Mancha, para imaginar la maquinaria de perforación que hay que tener para realizar algo tan descomunal como lo que estas historias nos sugieren.

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Sin duda nos falta tecnología, aunque parece ser que podemos estar en el principio de unos avances que, por fin, nos abrirán la puerta a la exploración profunda del planeta, uno de los sueños más antiguos del hombre. Recientemente han surgido proyectos avanzados de tuneladoras, como el que vemos abajo, que usaría calor nuclear para fundir los sedimentos extraídos desde el frontal de la perforación, los cuales serían comprimidos en estado líquido y adheridos a las paredes tras la máquina, siendo el resultado un robusto, grande y perfecto túnel cilíndrico de paredes cristalizadas, tras el cual no quedarían sedimentos de perforación que evacuar. Lo curioso es que este fenómeno colateral de cristalización también ha sido reseñado, como vimos en los testimonios anteriores, por algunos de los que han visitado estos túneles, siendo por tanto un indicio que apunta a que la tecnología, una vez más, está a punto de corroborar la leyenda. Hasta hoy no sabíamos que este fuera el sistema para perforar sin límite, ni teníamos la más remota idea de lo que significaban esas paredes de cristal aducidas por algunos testigos, con lo cual el avance nos clarifica lo que vemos hasta la incredulidad. Este conocimiento de los medios de perforación empleados nos permitiría identificar los túneles que fueron hechos con máquinas, tremendamente perfectos y con aspecto de acabado al cemento o al cristal, y los efectuados con mano de obra esclava, mucho más toscos y, seguramente, pertenecientes a las primeras etapas de perforación, que bien pudieron comenzar hace más de 200.000 años.

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Por ello la pista apunta directamente a las entidades, la única civilización que ha estado 250.000 años por delante de nosotros en avances técnicos, algo suficiente y necesario para poder acometer trabajos de ese nivel. Podemos asegurar que nadie más, atendiendo al abanico de culturas que de un modo u otro han habitado esta Tierra, puede ser responsable de algo así. ¿El motivo? El ya reseñado de preservar su civilización en un lugar controlado y desde el que poder ejercer su dominio, de manera invisible a través de las religiones, sobre el mundo exterior. Aislados por la roca y el hielo, las entidades han estado viviendo alejadas de los aconteceres de nuestras civilizaciones pretéritas, a las que controlaban mediante emisarios que eran temidos y obedecidos. Mientras dirigían nuestras sociedades como un gran juego, el secreto sobre la ubicación de su verdadero asentamiento estuvo bien guardado, pero no pudieron evitar que se conocieran los accesos a su mundo, que sin duda fueron recorridos en ocasiones por aventureros que revelaron lo que nos ha llegado camuflado en forma de leyendas. También hemos de tener en cuenta un hecho inquietante que es silenciado por los mecanismos de nuestras sociedades, y que seguiría siendo un indicio de que las entidades se siguen sirviendo de cierto número de mano de obra aún en nuestros tiempos. Es bien conocido, aunque se mantenga en forma de leyenda urbana, que todos los días se producen desapariciones en el planeta sin explicación. ¡Muchísimas! El prototipo general es el de personas poco situadas y relacionadas, solitarias, de mediana edad, que de repente desaparecen sin causar alboroto, y de las cuales ya nunca se vuelve a saber. La policía en todo el mundo se encuentra con estos casos a diario, y según el país, la investigación se cierra de forma más o menos breve, dándolos por muertos o desaparecidos. Nada cambia en su entorno, y todo sigue funcionando porque son minuciosamente escogidos entre aquellos que pasan desapercibidos. Pero la verdad es que ellos ya no están, y en poco tiempo son olvidados totalmente. Las cifras hablan de miles de casos mensuales en todo el

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planeta, y esto solo en los países con capacidad para contabilizar este dato, por lo que seguramente el número dado es solo una fracción de la realidad. Decimos esto porque pensamos que 15 ó 20.000 personas al año no desaparecen porque se pierden al ir por el periódico. ¿Se podría estimar en ese el número necesario de humanos sacrificables para que los dioses puedan seguir manteniendo en funcionamiento su mundo? Si han desaparecido de la faz de la Tierra… ¿no es más lógico pensar que posiblemente se encuentren dentro de ella que haciendo autostop? Seguramente hay respuestas, pero nadie las busca. Si las entidades fueron las responsables de la creación del hombre. Si se dedicaron a influir y tomar parte en guerras de la protohistoria que acabaron en aniquilaciones de razas enteras; si por dejadez permitieron que llegásemos durante el diluvio a una crisis de casi-aniquilación; si determinaron y efectuaron la reactivación humana tras la catástrofe porque descubrieron lo necesarios que somos…; si cambiaron de política hacia nosotros y nos escribieron unas tablas de la ley; si nos proporcionaron a un “hijo de Dios” a fin de establecer una guía en la distancia…; si han mostrado constantemente un desprecio y una crueldad tan enorme con respecto a nosotros, su creación, entonces… ¿qué nos espera de ellos ahora que la fe que exigen está en crisis y los arsenales no dejan de crecer, aumentando consecuentemente el nivel de amenaza para el planeta entero?

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CAPÍTULO XII.

LOS EQUIPOS DE VIGILANCIA DE LOS DIOSES Que las entidades nos crearon para servirlas, visto todo lo anterior, es evidente. Que fueron protagonistas a lo largo de las fases más oscuras de nuestra proto-historia, también. Que vieron cómo llegábamos al límite de la extinción, y crearon nuevas reglas para controlarnos desde cierta distancia, por supuesto. Que tras llegar desde Marte y habitar en la Luna se internaron en el subsuelo, creando una inmensa red de túneles, parece evidente, pues son muchas las veces, como hemos visto, en que esto aparece referenciado en relatos apócrifos. Pero ¿qué han previsto para defenderse mientras están en el interior del planeta? ¿Han podido dejar algún sistema externo de control que les permita repeler agresiones de todo tipo? Evidentemente, alguien capaz de desarrollar el plan que analizamos no pudo pasar por alto este punto importantísimo. Recientes descubrimientos nos dicen que en diversas partes del mundo operan instalaciones que no pueden ser explicadas desde el punto de vista humano, y que son plenamente operativas. No sabemos quién las construyó ni a qué criterios obedecen, pero sabemos que funcionan con terrible poder. Nosotros hemos identificado una de ellas, y es la que vamos a analizar, aportando las pruebas suficientes como para que cada cual extraiga sus conclusiones. Para ello vamos a retrotraernos a un pasado relativamente cercano. En la magnífica mañana del 30 de junio de 1908, a las 7 horas 17 minutos (0h, 17m, 11seg GMC) ocurrió algo extraordinario en las inmediaciones del río Podkamennaya Tunguska, una remota zona de Siberia. La localización exacta del lugar es 60º55' N, 101º57' E, muy cerca del caudaloso río Yenisey y a unos 400 Km al noroeste del lago Baikal, el mayor del mundo. A esa hora, una explosión fenomenal, con más de 2.000 veces la potencia combinada de las dos bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaky, tuvo lugar a gran altura sobre un punto lleno de bosques y pantanos. Este evento, que no ha tenido igual en todo el siglo XX, causó una serie de anomalías características que se dejaron ver a grandes distancias, como: Una extraña incandescencia o fulgor en el cielo, que duró al menos diez días tras el suceso. -

Irradiación intensa de luz y calor en las inmediaciones.

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Disfunciones en los instrumentos meteorológicos.

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Temblores de tierra.

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Una onda de choque que dio dos veces la vuelta al mundo. Derribo concéntrico de árboles en una superficie de 2.000 Km2. Desequilibrio en la estructura mineral del suelo afectado.

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Trazas evidentes de radioactividad en los anillos de los árboles y los testigos de hielo antárticos. Crecimiento acelerado y anómalo de la vegetación. Enfriamiento global durante varios años. A partir de la primera expedición que se internó en la zona, a cargo del profesor soviético Leonid Kulik, en 1927, han sido centenares las misiones que han desarrollado estudios de lo sucedido aquel plácido día en la taiga siberiana. Sin embargo, un siglo después seguimos sin tener clara la secuencia de los hechos, aunque una revisión desarrollada por un joven y arriesgado científico, Valery Uvarov, miembro de la Academia de Ciencias de Moscú, en torno a todos los datos y declaraciones que obran en los archivos de la antigua URSS, está cerca de arrojar respuestas que requerirán múltiples explicaciones y que levantarán la polémica. En efecto, la cantidad de datos aportados por investigadores y científicos de todo el mundo pueden ahora, por vez primera, ser combinados para analizar el singular fenómeno que nos ocupa. Para ello se van a tener en cuenta, además, otros indicios, como las experiencias de más de 3.000 testigos directos, de las cuales vamos a recoger un extenso muestrario, el Olonkho, texto épico secular de los Yakuts, la reconstrucción pormenorizada de la cronología de los hechos y las consecuencias mensurables de las explosiones, así como otros acontecimientos similares documentados en otras épocas. Pero no sería posible avanzar sobre lo que otros han encontrado sin tener en cuenta algo asombroso, y que enlaza directamente con los creadores de los túneles. En una escabrosa y escondida zona conocida con el siniestro nombre de “Valle de la Muerte”, al noroeste de la extensa y tenebrosa zona siberiana de Yakutia, descansa desde tiempos inmemoriales lo que no se puede describir más que como una muy antigua instalación tecnológica de tipo defensivo. Y cuando decimos antigua queremos decir verdaderamente milenaria, lo cual es algo asombroso. Mediante cálculos efectuados con medios avanzados, que le permitieron determinar las trayectorias finales de los avistamientos que se produjeron en la zona, Uvarov llegó a la conclusión de que lo que ocurrió en 1908 en Tunguska fue un acontecimiento de intercepción de un cuerpo intruso de grandes proporciones, procedente del espacio exterior y con características de asteroide, por parte de un sistema defensivo terriblemente avanzado para nosotros, y cuya construcción, datación y propósito es todo un misterio. Sin duda, sus desarrolladores muestran un poder tecnológico que va mucho mas allá de lo que actualmente somos capaces de imaginar. A esto hemos de añadirle que los acontecimientos se desarrollan en una zona tan extensa, inhóspita e inaccesible que bien podría ser la más remota de la Tierra, con la única salvedad de los polos, claro está. Estratégicamente hablando, un punto excelente si la intención es colocar algo que no pueda ser detectado.

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Una leyenda bien preservada de las tribus tunguses, habitantes ancestrales de la zona, cuentan algo asombroso respecto al advenimiento de “algo” que marcó el curso de las eras: “En un pasado remoto, ocurrió que de repente todo se llenó con una impenetrable oscuridad, y un ensordecedor bramido se extendió en la extraña noche. Un viento como no se había visto antes se apoderó de todo, y la tierra temblaba ante el rumor de incesantes y titánicos truenos. Desde el centro de una nube negra surgían rayos que taladraban el cielo en todas direcciones. Cuando, finalmente, todo se calmó, un espectáculo insólito estaba ante los ojos de todo quien se atreviera a mirar: en medio de la tierra quemada, brillando al Sol, se elevaba una estructura tan elevada que era visible desde muchos días en la distancia, de la cual surgía un desagradable e incesante ruido que taladraba los tímpanos. En pocos días, todo el edificio comenzó a desaparecer gradualmente en el suelo, muy poco a poco, hasta que ya no fue visible. Cuando los más osados se acercaron, en el lugar que ocupó la enorme estructura se abría un humeante y pestilente agujero vertical, al que se le dio el nombre de la sima sonriente”. Esto quedó plasmado en los textos Olonkho, y la trascendencia es enorme para entender lo que ocurre en esa zona, pues hay evidencias de misteriosísimas estructuras metálicas que yacen semienterradas por el permafrost a lo largo de miles de kilómetros. La leyenda continúa diciendo que al fondo de la sima que el fenómeno abrió hay una ciudad con un sol tenue. En ocasiones, según el relato, se ven flotando sobre el agujero lo que los nativos llaman “ciudades flotantes”, que serían grandes “tapaderas” que cierran el conjunto por su parte superior, a modo de una gran escotilla. Los valientes a los que la curiosidad llevó a acercarse a la zona mientras estas cosas volaban no volvieron jamás. Pero ¿qué ocurrió en 1908 en la taiga siberiana? La cronología de lo sucedido en Tunguska debe empezar, forzosamente, por un fenómeno singular que se desarrolló meses antes de la hora 0, cuando, divulgando una premonición apocalíptica, los shamanes o brujos de las tribus comenzaron a disuadir a sus adeptos de la llegada de algo que en un futuro cercano, según sus visiones premonitorias, iba a acabar con el mundo. Misteriosamente, el eco de estas aseveraciones sorprendentes llegó de una punta a otra de la taiga en poco tiempo, provocando un singular y documentado éxodo masivo desde Podkamennaya Tunguska hacia Nizhniaya Tunguska y más lejos, en dirección al río Lena, al este de la anunciada zona 0. En un ritual sin precedentes, y que es un claro ejemplo de anticipación acertada a acontecimientos futuros, el gran Shamán de las tribus dijo ante sus adeptos en congregación: “Los progenitores advierten que tenemos que movernos de nuestros lugares tradicionales. Nadie permanecerá allí tras el mes de mayo y durante el mes de junio. Esto dicen los progenitores. La gente de arriba quiere visitar Dulia…y nadie debe presenciarlo”

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Sin duda, el empleo de la palabra “progenitor” es sumamente reveladora, pues establece la base de que alguien vela por el destino de quien habla, que en ningún momento se refiere a dioses. Además… ¿quiénes son la gente de arriba? ¿Qué es “Dulia”? Poco a poco iremos atisbando lo que hay tras estas enigmáticas frases, pero lo que de momento debemos tener claro es que de este modo singular, en un ambiente cargado de augurios terribles, se inicia el éxodo de miles de personas desde la taiga hacia lugares seguros. Pero algo ocurre que hace este fenómeno de cohesión tribal aún más extraño. Coincidiendo con esta súbita emigración desde los núcleos humanos, los animales salvajes comienzan a abandonar la zona en manadas, como si la advertencia hubiese tenido un carácter global y muy disuasorio. Los pájaros volaron largas distancias fuera de época, los cisnes se fueron de los lagos e incluso los peces nadaron de manera sorprendente hasta emplazamientos muy lejanos, posiblemente alertados por los cambios que de algún modo estaban comenzando a producirse en la zona. No sabemos cómo funciona este instinto que nosotros no parecemos poseer, pero está claro que condiciona a las especies hasta un límite insólito. Los últimos estudios sugieren que podría deberse a trastornos del campo magnético. De este modo, decenas de miles de kilómetros cuadrados de taiga quedaron desprovistos en tiempo récord de todo hálito de vida animal, lo cual no tiene precedente conocido. Las migraciones fueron tan tranquilas y relajadas que parecía que hubiesen sido largamente organizadas, pero no había plan conocido para ello. Simplemente, tenía que ser así, y todos los sensibilizados para la ocasión, hombres y animales, lo supieron a la vez. Solo escasas personas, que habían desatendido las predicciones de los shamanes, se negaron a dejar sus casas, así como un muy reducido y extraño número de renos, que pareció desatender misteriosamente la llamada de la naturaleza, quizá debido a trastornos de algún tipo. Sin duda, la enorme instalación subterránea que reposa en puntos indeterminados de Siberia tuvo mucho que ver en esto. Después de interrogar a cazadores de montaña muy conocedores de la peligrosa y espectacular zona, y de examinar detenidamente los textos del Olonkho, Valery Uvarov sostiene que el entramado parece estar disperso por zonas de la taiga muy alejadas entre sí, respondiendo a lo que podría ser entendido como un concepto estratégico que no sabemos a qué obedece, aunque sus resultados han sido más que evidentes en varias ocasiones. ¿Como funciona este mecanismo? Lo que se podría llamar “sistema de armamento”, según lo que se desprende de numerosos relatos de testigos presenciales, se basa en la generación de un campo de fuerza que se eleva y converge de forma concentrada en un único punto a gran altura mediante algún tipo de energía electromagnética, dando lugar a una brillante esfera de plasma que crece e irradia energía mientras la columna de fuego que la alimenta cambia desde los colores blanco azulado al rojo intenso.

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El tamaño de estas bolas de fuego es monstruoso, ya que según los testimonios llegan a medir hasta 60 m de diámetro. Esto está constatado por muchos de los testigos del acontecimiento de 1908, que hablan de grandes bolas de luz que ocuparon los cielos desde aquella mañana peculiar hasta el anochecer. Lo que resulta aún más llamativo es que estos cuerpos evolucionan en el aire con agilidad y rapidez, cambiando de dirección y llegando incluso a la detención total, cosa imposible sin algún tipo de control preciso, por lo que el sistema funciona en modo inteligente, sin duda de ningún tipo. Hay una gran y reveladora anomalía geofísica planetaria en las inmediaciones de esa extensa región, llamada sin demasiada imaginación “anomalía magnética del este de Siberia”. Se sabe que el epicentro del fenómeno está situado en algún lugar a 3 000 Km de profundidad, lo cual hace suponer que la instalación “succiona” la energía de esa parte del corazón terrestre, causando como efecto secundario tremendas fluctuaciones magnéticas. Esto significaría que esas columnas de fuego que alimentan bolas de plasma se nutren directamente de la energía que se crea en el interior de nuestro planeta, donde tienen sin duda una fuente inagotable de recursos. La gran emigración de la fauna, iniciada con dos meses de anterioridad al evento de Tunguska, indica que la instalación inició su actividad en ese tiempo, provocando alteraciones imperceptibles por nosotros pero sí por los animales, que fueron alertados e iniciaron su insólita marcha. Esto pudo ser la primera fase de lo que posteriormente fue una inmensa operación de intercepción de elevadísimo nivel técnico, que dio lugar al evento de 1908. Hoy día sabemos que cuando solo faltaban 10 días para el momento crítico, las misteriosas máquinas que habitan en el Valle de Muerte y otras zonas próximas iniciaron una fase de gran actividad. La lógica dice que pudo deberse a la puesta en funcionamiento de los mecanismos encargados de generar las inmensas cantidades de energía que serían necesarias para crear las esferas de plasma, lo cual dejó su firma en forma de anomalías atmosféricas relacionadas con el incremento de tensión en el campo electromagnético de una amplia zona. Estas aberraciones fueron percibidas en observatorios de toda Europa, con lo que se puede seguir haciendo el seguimiento del fenómeno magnético con pruebas fidedignas. Fue tan enorme la actividad de la instalación, que en esos días previos a la hora 0, el oeste de Siberia y muchos países de Europa del este vieron cómo la oscuridad nocturna era reemplazada por una luz fantasmal, blanquecina, parecida a ciertos fenómenos que se dan en altas latitudes (la llamada noche blanca). Sin duda el campo magnético estaba comenzando a ser alterado, permitiendo la entrada de radiaciones hasta las altas capas, que fueron las responsables del fenómeno. Especialmente durante el crepúsculo, nubes plateadas muy estrechas se estiraban a gran altitud en dirección esteoeste, como si estuviesen tensionadas entre dos polos invisibles. Al seguir acercándonos en el tiempo, vemos que un potente disturbio geomagnético fue registrado y documentado en la Universidad de Kiel, en Alemania, durante los tres días previos al evento, y finalizó en el preciso momento en que el objeto de Tunguska estalló sobre la meseta central siberiana. Los datos son irrebatibles y están

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perfectamente documentados. Esto demuestra que de algún modo hubo un periodo de intensa actividad energética previa en las inmediaciones de Tunguska, lo cual descarta en principio que lo acontecido se tratase de un fenómeno de impacto de los que podríamos llamar habituales. Finalmente, en la mañana del 30 de junio de 1908, el terrible intruso para el que la instalación había estado preparándose penetró en la atmósfera terrestre a una velocidad en torno a 11 Km/seg. Su trayectoria, después de constatarlo detenidamente con los abundantes relatos recogidos, era sureste-noroeste. Sin embargo, aquí se produce uno de los hechos más singulares, y que dio lugar a confusiones que duran ya casi un siglo. Los diferentes testimonios recogen con exactitud varias rutas de vuelo, lo cual no es propio de cuerpos inanimados como asteroide o meteorito, motivo principal por el que se llegó a proponer que lo que entró realmente en nuestra atmósfera era una nave espacial con graves problemas, y que acabó estallando (la hipótesis mantenida por Alexander Kazantzev). También surgió posteriormente, al constatarse que hubo más de un cuerpo sobre los cielos siberianos aquella mañana, la “teoría de la confrontación” que mantenía que lo que había penetrado hasta las capas internas de nuestra atmósfera eran dos naves enzarzadas en un combate espectacular. Imaginativo, sin duda, pero muy alejado de la realidad. Sin embargo, un hecho llama poderosamente la atención, y al parecer nadie ha querido detenerse en ello hasta ahora, ya que no encajaba en ninguna de las teorías propuestas: es el hecho singular de que todas las rutas marcadas confluían en un único punto: la taiga, justo sobre Podkamennaya Tunguska, es decir, la zona 0. Demasiada coincidencia para que se tratase de un solo cuerpo, y una evidencia de peso para deducir que no solo fueron varios los elementos que volaron aquella mañana sobre Siberia, sino que además parecía haber un plan coordinado a gran escala. Por muchas vueltas que se le de, esto es así, y no hay otra explicación posible. Veamos una cronología desde diversas zonas en torno a los lugares críticos. 38 minutos antes del evento, en el Valle de la muerte se inició la fase final del largo proceso defensivo coordinado desde la instalación: el ensamblado de las esferas de plasma. Esto se basa en el testimonio de testigos cuyo relato nunca se supo encasillar del modo correcto. En la mina Stepnovsky, situada cerca de la ciudad de Yuzhno-Yenisey, un terremoto breve se produce justo 30 minutos antes de la hora 0, 8 minutos después de comenzar la cuenta atrás. Algo se agitaba a gran profundidad, y fue percibido en diversas zonas muy alejadas entre sí. Sin duda una enorme maquinaria se estaba poniendo en marcha. Uno de los testigos, situado próximo a un pequeño lago, nos dejó uno de los relatos más sorprendentes de lo acaecido aquella mañana increíble, y que solamente ahora, al hacerse públicos los inmensos volúmenes de información recopilada, pueden tener interpretación. Mirando a la tranquila superficie del lago, observó cómo de repente

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el agua comenzó a temblar, y se inició “algo parecido a un terremoto”. Mientras un miedo aterrador, difícil de explicar, lo invade, un fenómeno aún más espectacular se produce ante sus ojos. El agua, con un rugido atronador, comienza a caer en una inmensa grieta que se forma en el fondo, y en pocos segundos toda la superficie inferior, antes subacuática, se muestra al cielo, mientras el testigo acierta a distinguir que los filos de la grieta formada presentan un aspecto artificial, como si ambas partes estuvieran dentadas para facilitar un seguro ensamblaje. Impulsado por un terror creciente, inicia una carrera frenética, ocultándose poco después tras unos arbustos alejados, desde los que vuelve a mirar en un impulso de curiosidad ante lo desconocido. Lo que ve lo deja sin aliento: desde el fondo de la grieta, una gran columna de luz se eleva a considerable altura, y en su cumbre una esfera permanece ingrávida y refulgente mientras un tremendo rumor profundo hace temblar el aire y el suelo. Entonces, el testigo percibe que sus ropas están siendo quemadas a fuego lento, y comienza a notar dolor en el rostro y las manos, por lo que se aleja histérico del lugar, salvando milagrosamente la vida pese a las múltiples quemaduras recibidas. Lo que no se sabía en aquella época de 1908 es que esos sucesos se corresponden con lo descrito en los antiquísimos textos Olonkho, que demuestran que este fenómeno no solo es misteriosamente típico en el lugar, sino que se repite con regularidad manifiesta. En ellos se habla de un lugar llamado Tong Duurai, en el cual el Ottoamokh (agujero en el suelo) hace desembocar sus corrientes mediante columnas de luz que surgen desde un agujero de increíble profundidad, conocido como “las simas sonrientes”. A partir de ahí se generan fieros torbellinos que vuelan por el cielo. Concretamente, la leyenda dice que una gruesa columna de fuego asciende desde un “agujero de hierro”, al final de la cual surge una enorme bola de fuego que inicia el vuelo acompañada de un séquito de torbellinos que pueden sembrar la destrucción en los alrededores “en compañía de un sonido parecido a cuatro palmas del trueno en sucesión se eleva a una gran altura y surca el cielo, dejando tras de sí una larga cola de fuego y humo. Entonces, una cadena de explosiones suena en la distancia”. ¿Es posible esto? ¿Hay más testigos que corroboren algo así? ¿Sucedieron estos inexplicables fenómenos en 1908 en Siberia? Veamos algunos relatos presenciales. Un observador cualificado del fenómeno estaba en una estación meteorológica en Kirensk, a 460 Km de la zona 0. Su relato de los hechos, acreditado y fiable por su condición de conocedor de los agentes atmosféricos, fue el que sigue: “A las 7,15 de la mañana, una columna incandescente apareció al noroeste. En su cresta tenía una esfera de unos 8 m de diámetro, aunque esto es difícil de precisar, y tenía en su conjunto forma de lanza. Cuando la columna desapareció, cinco breves y potentes bangs se oyeron, algo parecido a cañonazos que se sucedieran muy rápidos pero perfectamente diferenciados entre si. Entonces apareció una nube densa en el lugar. 15 minutos más tarde, el mismo tipo de bangs fueron oídos de nuevo. Lo mismo ocurrió otros 15 minutos después. El encargado del ferry, un hombre observador,

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contó 14 bangs en tres grupos. Su faena es en la orilla del río, y vio todo el fenómeno de principio a fin. Mucha gente vio la columna de fuego, pero los bangs fueron oídos por un número aún mayor”. Sin duda es un relato bien temperado y armado. A 600 Km de la zona 0, en la estación meteorológica del río kezhma, otro observador científico dejó escrita esta anotación: “A las 7 de la mañana, dos esferas ígneas de enorme tamaño aparecieron por el norte justo encima de enormes columnas de fuego; 4 minutos después, desaparecieron. Tras la desaparición, un ruido fuerte, similar al que produce el trueno, se hizo sentir. Esto terminó en 5 minutos. Tras ello, se oyeron sonidos de explosiones, como disparos con enormes cañones, que hicieron temblar las ventanas. Duraron dos minutos, y tras ellos se oyó un crack, como un disparo de rifle. Eso ocurrió pasados dos minutos, y a plena luz del día”. Un testigo, situado en el pueblo de Kezhma, junto al río Angara, también vio una de las misteriosas columnas de fuego, y dijo que el cuerpo esferoidal era de aspecto aparente relativamente mayor que el disco lunar, y que cruzó frente al Sol, que estaba en ese momento 27º por encima del horizonte. También hay constancia de una columna de fuego en los alrededores de Vitim, muy al sureste. Es de destacar que la formación de las esferas tuvo que ser sin duda el momento de mayor intensidad energética, como se deduce del hecho de que comenzaron a lanzar una extraordinaria luz blanca, parecida a la que se desprende de una soldadura eléctrica. Esta comparación aparece repetidas veces cuando se hace mención al evento. Era tanta la intensidad de la luz, que algunos observadores tuvieron la impresión de que todo se oscurecía a su alrededor, e incluso perdía su color. Justo cuando el proceso de concentración de energía acabó, tanto las columnas de fuego como las esferas se tornaron de un rojo incandescente, disminuyendo considerablemente el brillo. En Vanavara hubo testigos que vieron lo siguiente: “Al principio todo se bañó de una luz roja, y se dejó oír un trueno. Ese tono rojizo estaba muy lejos de Vanavara. Cuando el meteoro cayó, el tío Axenov salió para mirar, y dijo que todo sobre el lugar de la explosión se volvió negro, después rojo…y después llegó el trueno…” Otro testigo en el mismo lugar: “Temprano, muy temprano en la mañana…un poco más arriba que el sol se produjo un estampido terrible. Todo el cielo estaba rojo, y no solo el cielo; todo estaba teñido de ese color, el cielo y la tierra.

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Entonces se oyó un poderoso trueno. Fue como una enorme campana, como gente golpeando una pieza de hierro… Después se repitió media hora más tarde…” En ese mismo momento, otro avistamiento del meteoro se producía sobre el pueblo de Mironovo, situado en 58º 14' N, 109º 29' E, y de repente, por todas partes, aparecen las misteriosas esferas en vuelo. A 1.500 Km de la zona 0, en Alexandrovka (Altai sur), se observaron detalles vitales: “Era un día claro…de repente, una brillante esfera apareció en el cielo, que aumentó rápidamente de tamaño y brillo. Volaba hacia el noroeste. Tenía el tamaño de la Luna, y solo brillaba; no deslumbraba. Por ello era fácil mirar su vuelo, que era muy rápido. La esfera dejaba tras de sí un rastro de humo blanco mas ancho que ella. Al momento de aparecer la esfera, el pueblo entero fue alumbrado por una luz innatural que no irradiaba equilibradamente, sino de un modo parecido a fluctuaciones o relámpagos. No había ruidos ni nada que se le pareciese, pero aquella luz pulsante me inspiró bastante miedo y ansiedad”. Otro testigo dijo: “Cuando comenzó el ruido, una bola resplandeciente apareció en el aire. Su aspecto era redondo y tenía la mitad del tamaño de la Luna. El color era azulado. Volaba muy rápido en una dirección que iba desde Filimonovo hacia Irkutsk. Dejó un rastro de un azul pálido, que se extendió por todo el recorrido, desvaneciéndose gradualmente. Finalmente se perdió tras la montaña sin desintegrarse. Soy incapaz de decir la duración del fenómeno, pero fue muy corto. El cielo estaba muy claro”. Al mismo tiempo, el vuelo de lo que se definió entonces como “un cuerpo angelical” se observó al sur del territorio de Krasnoyarsk, a 960 Km de la zona 0, pero moviéndose en otra trayectoria radicalmente distinta. También sincronizado, otro objeto fue visto en la región de NizhneyeIlimskoye, a 418 Km de la zona 0. Un tercer cuerpo simultáneo a los dos anteriores voló sobre el pueblo de Preobrazhenka, en el bajo Tunguska. Se ha constatado que los tres objetos, muy separados entre ellos, iban sin embargo en una dirección única en la que iban a confluir: las áreas de deflagración de Shiskov y Kulik y el cráter Voronov. En Nizhne-Ilimsk se recogió la siguiente información: “A las 7.20 am, se oyó un enorme ruido mucho mayor que un trueno. Muchas casas temblaron desde los cimientos. Muchos

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habitantes de la ciudad dijeron que justo antes del estallido vieron algo parecido a un cilindro de fuego que volaba a mucha velocidad con dirección sur-noroeste. Inmediatamente después se produjo la explosión, y el lugar que ocupaba el cuerpo ardiente en la distancia fue inundado con una gran bola de fuego que se convirtió en humo”. En Kezhma: “Oí un sonido como el de cañones de artillería. Salí corriendo al patio, que se abre al suroeste y al oeste. Todavía se seguían oyendo los sonidos, y al suroeste, aproximadamente a la mitad de la altura entre el cenit y el horizonte, volaba una esfera roja. Los colores del arco iris se veían a sus lados y por detrás”. Da la impresión de que ya se estaban produciendo las intercepciones mientras esta esfera aún continuaba en vuelo. Veamos lo que vio alguien situado en el pueblo de Moga, en el Nizhniaya Tunguska, a 300 Km al este de la zona 0: “Recuerdo bien aquel día. Tenía 11 años. Me levanté temprano. La mañana era tranquila y luminosa, sin nubes. Nuestra casa estaba en el mismo sitio que ahora, en la cima de la colina. Me puse a trabajar con la tijera, y de pronto un extraño sonido pareció llegar desde todas direcciones. Me quedé petrificado mientras el estrépito iba en aumento. Sin embargo el cielo estaba claro y vacío…nada que se pudiera asociar con el estruendo, pero allí estaba. Era como una tormenta…y seguía creciendo, retumbando cada vez más fuerte. De repente, un segundo sol apareció en el cielo. El nuestro estaba a mi espalda, y este nuevo brillaba ante mis ojos, por lo que no tenía duda. No podía mirar: el resplandor era tan intenso que todo se volvió negro. Corrí a la casa, y ese nuevo sol brillaba a través de la ventana. La casa, como la mayoría de las casas del norte ruso, tenía sus ventanas orientadas al este y al sur. Una pequeña ventana miraba al noroeste, y el nuevo sol brillaba a través de ella, coloreando de rojo el muro blanco de la cocina. Ese brillo se movía de derecha a izquierda, hacia el este, y a la vez la luz de nuestro sol se colaba por las otras ventanas. Miré al sol que producía el fenómeno, y mis dientes castañeteaban de miedo. Nunca había visto nada parecido, y el rugido seguía en aumento, sin tregua. Mi abuelo estaba sentado y comenzó a cantar una oración. Me dijo: Stiopa, recemos. Reza todo lo que puedas…está ocurriendo…ha venido (el Shamán había estado avisando sobre el fin del mundo en los días previos), pero ¿que rezar? Yo solo quería correr a algún sitio, y no había sitio a donde ir… el ruido estaba por todas partes, y una bola de fuego venía

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hacia nosotros. Me tiré al suelo y comencé a arrastrarme por la cocina… ¡y entonces la esfera se paró!... la esfera de fuego que apareció en un cielo claro y despejado se había aproximado a la Tierra con un rugido creciente, su luz se había vuelto tan intensa que era imposible mirarla. En un momento determinado, el terrible rugido se volvió un bramido continuo y la esfera se detuvo totalmente en el cielo, del mismo modo que el sol se detiene sobre el horizonte antes del atardecer. No podría decir cuánto tiempo estuvo detenida, pero puedo asegurar que su inmovilidad resultaba tan impresionante que solo aumentaba la confusión en una mente humana anonadada. Aunque estaba aterrorizado, y no era capaz de asomarme a la ventana, la veía perfectamente desde el lugar en que estaba. Entonces, de repente, hubo un gran relámpago, y se fue en un instante. El sonido del trueno que se produjo fue tremendo, y todo en el suelo se sacudió. Yo estaba tirado en el suelo, y los cristales de la ventana cayeron a mi alrededor como si alguien los hubiera golpeado. De pronto pensé en mi abuelo, y me levanté de un salto, preocupado por su salud. Estaba asustado, y me gritaba: Stiopa, ¿que era eso? ¿Que era? Estaba blanco de miedo y sudaba intensamente… me di cuenta de que el suelo seguía temblando, aunque también lo hacían mis piernas. ¡Era espeluznante! Nunca he podido comprender a dónde se fue aquel sol. Había brillado solo un momento antes, y lo había hecho de un modo tan intenso que las sombras se habían esfumado totalmente, anulando todo aspecto familiar en el entorno. Todo, desde la hierba a los cedros, parecían diferentes bajo aquella luz aterradora. Los colores se desvanecieron, así como el habitual aspecto amable del mundo. Todo había dejado de existir durante esos instantes…” Este es un relato sobrecogedor, sin duda, y es el primero en el que se detalla claramente cómo el cuerpo se detiene totalmente antes de lanzarse a lo que debió ser su ruta final de intercepción. Esto es imposible sin la acción de un control preciso y dirigido, revelando lo que ya sabemos: la existencia de un plan. Al mismo tiempo, en Kirensk, una bola roja de fuego avanzaba hacia el noroeste, moviéndose horizontalmente y parándose repetidas veces, de un modo que parecía “un perro olfateando su presa”. Sobre los rápidos de Mursky, junto a la ciudad de Boguchany, hubo un relámpago de luz azulada, tras el cual una bola de fuego mucho más grande que el sol se lanzó desde el sur, dejando una ancha y brillante estela en el cielo. Como vemos, se pueden diferenciar perfectamente los relatos que hablan de la creación de las bolas de plasma y los que se refieren a su vuelo de búsqueda del

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objetivo. Finalmente, se produce la intercepción, que también ha quedado perfectamente plasmada en los relatos de la época: “En la villa de Nizhne-Kerelinskoye, a 215 Km al norte de Kirensk, los habitantes vieron al noroeste, muy alto sobre el horizonte, un cuerpo brillando con una luz blanco-azulada de tan excepcional fuerza que resultaba imposible mantener la vista en él. Se movió lentamente hacia abajo durante diez minutos. Al llegar casi a la altura del bosque, el brillante fenómeno pareció fundirse. Una nube inmensa de humo negro se formó en el lugar que había ocupado, y un sonido terrible y muy fuerte, que no era un trueno, se extendió por todos lados, como si un ejército hubiese disparado sus cañones. Todos los edificios se estremecieron, y al mismo tiempo rayos de fuego de formas erráticas comenzaron a emerger de la nube”. Como vemos, el fenómeno en este momento presenta peculiaridades importantes en cuanto a los efectos lumínicos y las consecuencias en el entorno. El momento final se vio en Vanavara como sigue: “De repente, hacia el norte, el cielo se desparramó y se volvió de fuego, a lo ancho y alto sobre los árboles del horizonte, y tiñendo toda esa parte. Sentí tanto calor que mi ropa parecía arder. Quería gritar y arrancármela, pero en ese momento el cielo se cerró de golpe y se oyó un tremendo estampido. Me tiré al suelo. Cuando el cielo se abrió, un viento caliente y desgarrador pasó sobre las casas, dejando marcas en el suelo y dañando los cultivos. Casi todos los cristales reventaron, y algunas rejas de hierro cayeron de sus marcos”. También en Semionov se sintió el calor, pero no hubo fenómeno luminoso. A 50 Km de la zona 0, la ropa se quemó como a fuego lento. A sesenta, nadie pudo mantenerse en pie. A seiscientos el relámpago cegó al mismo sol… es curioso cómo todos los hechos presentan pequeñas diferencias que hablan de un trastorno general del entorno, cuyas consecuencias fueron extraordinariamente diferentes según la zona en que se percibieran. Todos estos avistamientos están confirmados, y son cientos, en cada caso, las personas que dejaron sus testimonios al respecto. Está claro, por tanto, que no todos los cuerpos que volaron aquella mañana por la taiga fueron meteoritos, ya que, aunque las direcciones eran muy diferentes, y eso podría llegar a ocurrir, todas confluían milagrosamente en una zona muy pequeña. ¡Demostrando que se había desarrollado la inmensa persecución que presumíamos! Hoy sabemos que esferas de plasma, generadas desde una instalación que no hicimos nosotros, perseguían a una muy veloz presa, a la que esperaban pacientemente en el interior de la atmósfera hasta determinar con precisión una ruta de intercepción.

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En el mapa siguiente aparecen algunas de las rutas localizadas. La del intruso es la que pasa sobre Mironovo:

Lo que verdaderamente sucedió es mucho más impresionante que lo que hasta ahora se ha supuesto. Para empezar, el primer interceptor tomó contacto con el intruso a las 7.17 h, en un punto entre Vanavara y Kirensk, denominado Shiskov. Después de haberlo estado esperando, se lanzó en una ruta final desde el noroeste y de arriba abajo, que lo llevó a la colisión a una altitud de 10.000 m. Una parte del asteroide se desintegró, arrojando dos trozos menores que tocaron tierra, pero la otra siguió su curso, y sufrió un triple impacto a las 7.19 h sobre la zona de Kulik, la que siempre se ha tenido por la legítima zona de impacto. Esta explosión, a 120 Km de distancia de la anterior, causó una gran ola de calor, que incendió la vegetación en 25 Km a la redonda y liberó abundante radiación. Un trozo menor se desprendió y cayó, y otro, muy disminuido y ralentizado tras cuatro impactos, siguió su curso hasta que 120 Km más adelante, a las 7,24 h, fue abatido por otro interceptor sobre la zona de Voronov, dando lugar a un pequeño cráter. Este proceso explica por qué han sido encontrados diferentes epicentros, en base a los árboles, que cayeron en direcciones no relacionadas hasta ahora. Además, resulta más clarificador respecto al hecho de que los testigos oyeron una enorme detonación en primer lugar (la de Shiskov, que fue la que realmente frenó y fragmentó al intruso) seguida minutos más tarde de otra también grande (la destrucción del segundo cuerpo amenazante sobre la zona Kulik) junto a algo parecido a cañonazos (la

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intercepción del resto de los fragmentos y las caídas de los que llegaron a tierra). Por qué fueron oídos más cañonazos durante casi media hora se responde apelando a la fuerte carga eléctrica que recibió la atmósfera. Se estimó que esta produjo resplandores y truenos durante al menos 15 minutos después de cada colisión.

Parte de esto puede ser constatado con el testimonio de Yegor Ankudinov, habitante de Berezovo, en la región de Irkutsk, que estaba talando pinos con su padre y su tío: “Era un día precioso. Acabábamos de tomar el desayuno y comenzamos a talar para seguir con la construcción de la nueva casa. De repente sonó un gran estallido desde algún lugar cercano. El suelo comenzó a temblar, y las hojas se desprendieron de los árboles. Poco después, hubo un segundo estallido; igual, pero lejano, muy lejano, en algún sitio hacia el norte…” En una carta del 28 de julio, el jefe de correos de Nizhne-Llimsk dejó escrito: “Por el noroeste descendió una bola de fuego en dirección esteoeste, que al acercarse a tierra se convirtió en una estela de fuego y desapareció. Una nube apareció donde se había perdido el meteoro. Algunos minutos después, un fuerte sonido, parecido a muchos truenos, llegó por el aire, y lo siguieron ocho fuertes bangs, similares a cañonazos. El último fue especialmente fuerte, y se acompañó de una especie de silbido y un temblor de tierra.” El diario de Krasnoyarsk del 13 de julio recoge lo siguiente: “A las 7 de la mañana un ruido fue oído como si un fuerte viento se desatara. Inmediatamente después hubo un terrible bang, acompañado por un temblor de tierra que hizo moverse a los edificios como si hubiesen sido sacudidos con una enorme piedra. Después vino un segundo bang, igual de fuerte, y más tarde un tercero más débil. En el tiempo que duró el evento hubo un peculiar

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rugido que parecía venir del suelo, como si diez trenes se nos acercaran al unísono. Entonces, por 5 ó 6 minutos, sonó algo muy parecido a cañones de artillería: 50 ó 60 bangs muy cortos y a intervalos regulares que fueron perdiendo fuerza gradualmente. Un par de minutos antes de terminar este extraño ciclo, se volvieron a oír otros seis grandes cañonazos que hicieron temblar de nuevo el suelo”

El testimonio de los hermanos Chuchancha y Chekaren, de la tribu Shaniagir resulta espeluznante porque estaban en la orilla del río Avarkitty, cerca de uno de los epicentros. Supone un testimonio único de alguien que sobrevive a un hecho descomunal: “De repente sonó un fuerte trueno. Solo era el primero. El suelo comenzó más que a temblar a agitarse, como a saltar. Un viento fortísimo comenzó a silbar y arrancó nuestra tienda. Entonces vi una maravilla terrible: los árboles caían derribados a nuestro alrededor como tirados por una fuerza invisible, y todo comenzaba a arder. En un momento el aire se llenó de humo y nuestros ojos escocían…y hacía mucho calor, calor suficiente para matarnos.

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De pronto, sobre la colina que teníamos al frente, que había perdido todos sus árboles, apareció algo muy brillante…como si otro sol hubiese aparecido…nos hizo cerrar los ojos, e inmediatamente se oyó un terrible trueno…era el segundo. En un momento de lucidez recordé que era una bonita mañana solo unos momentos antes, sin nubes…nuestro sol brillaba con fuerza… ¡y sin embargo aquí estaba este segundo sol! Después de eso recuerdo que en algún sitio alejado se produjo un nuevo relámpago y otro trueno similar pero más debilitado. Era el tercero. Otro viento surgió entre las cenizas humeantes y nos arrastró junto a los troncos caídos. Veíamos cómo todo estaba arrasado, entonces, mi hermano me dijo que mirara en la dirección que señalaba con su dedo. Vi una luz brillante, que de repente estalló, produciendo un trueno mas pequeño que los anteriores, a pesar de que había sido más cercano. Después se oyeron otro, y otro y otro… cada vez más lejos…” El siguiente relato tampoco tiene desperdicio. Es de Iván Kurkagyr, un Tungús que sobrevivió de manera milagrosa al acontecimiento mientras toda su tribu perecía: “La mayoría de las tiendas estaban juntas, como era habitual. Por la mañana, se oyó un fuerte trueno. Era como el sonido de una tormenta increíble, y de pronto golpeó las tiendas y se las llevó, junto con la gente, por los aires. Todos se encontraron de repente inmersos en los pantanos, sin saber cómo habían podido llegar allí. Vieron cómo la tormenta se convertía en un terrible fuego, que se extendió con rapidez. Uno de los hombres, cuya tienda había quedado intacta en el campamento, recordó que todo su dinero estaba en una prenda bien guardada, por lo que, cruzando el río, se lanzó hacia la zona, sin reparar en el fuego. Mientras tanto, la gente se tiraba al río, y el fuego pasó sobre las aguas. A pesar de que estaban sumergidos, quemó sus cabezas, y todos murieron…” Veamos ahora un testimonio sorprendente, y que ha tenido en vela a muchos científicos para encontrar una explicación. Multitud de testigos narraron como misteriosamente el cielo sobre la zona de los acontecimientos pareció volverse nocturno, mostrando incluso las estrellas, a pesar de que eran conscientes de que era pleno día. A. S. Kosolapova dijo: “Yo tenía 19 años y estaba en la oficina de correos de Vanavara. Miraba al norte cuando de repente vi frente a mí el cielo abierto totalmente, con todas sus estrellas, y después una gran explosión. Nos asustamos y nos preguntamos por qué estaba el cielo abierto a plena luz del día. Entonces se cerró y comenzamos a oír golpes, como cañonazos…”

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Este fenómeno ha sido explicado como una distorsión en el espacio-tiempo, producida por el inmenso campo magnético que se generó en los alrededores de la zona donde se produjeron las intercepciones. Sin embargo, es difícil saber cómo pudo ocurrir algo así sin que afectara al planeta mismo aunque los relatos de multitud de testigos que observaron el fenómeno están ahí, y son coincidentes. Las investigaciones posteriores, hechas en la zona afectada directamente por las deflagraciones, llegaron a conclusiones extraordinarias respecto a las características del evento. Mientras más cerca estaban del epicentro Kulik, el más dañado, más árboles encontraban quemados por la onda lumínica, habiendo sitios que llegaban al 80%. Además había restos evidentes de radiación. Era notorio que el meteorito fue fraccionado en la zona Shiskov y destruido en la Kulik, pero un trozo que escapó dio lugar mucho más allá al cráter Voronov, de 200 m de anchura y 20 de profundidad.

Curiosamente, muchos testigos afirman que vieron esferas azuladas sobrevolando pausadamente las zonas de impacto hasta el atardecer de aquel 30 de junio, en lo que sin duda fue un escaneo posterior a los hechos, inducido por la instalación. Esto es un acontecimiento muy singular.

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Por tanto, el escenario se completa. No solo hubo un cuerpo meteórico, que viajó a gran velocidad sin alterar su trayectoria, sino que también hubo como mínimo 5 esferas azuladas pulsantes, que se paraban, maniobraban…y que buscaban al invasor para destruirlo, dejando un rastro, también azulado, que se desvanecía poco después. Tras ser lanzadas desde sus bases, las esferas se ubicaron en zonas estratégicas. En determinado momento, y esto es corroborado por muchos testigos, incluso se detienen totalmente. Sin duda es en ese lapso cuando efectúan los cálculos más precisos, ya que disponen de escasísimo margen para actuar, y no cabe el error (un asteroide tarda muy pocos segundos en cruzar desde las capas altas de la atmósfera hasta el suelo). Entonces, con un rugido atronador, se lanzan a por su presa a una velocidad casi imposible, desapareciendo del campo visual de los testigos instantáneamente. Solo unas extrañas explosiones consecutivas, en número de cuatro por esfera, se oyen en la distancia y todo acaba. La diversidad de los testimonios en el caso Tunguska es algo que siempre ha confundido terriblemente a los investigadores del fenómeno. Unos vieron una brillante columna de fuego bajando desde las esferas ígneas, hasta el punto de que llegó a parecer un brillante árbol coronado por una bola resplandeciente. Llegaron a verse varias de estas esferas desgarrando el cielo. Otros, en contra, insisten en que solo hubo un único fenómeno que se movió de modo espasmódico. Pero en lo que todos coinciden es en que el movimiento de la misteriosa bola de fuego cesó y que pareció flotar en el aire por un tiempo, mientras un rugido llenaba el ambiente. También coinciden en que entonces se

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produjo un estallido, y todo sucedió a enorme velocidad entre bramidos y temblores del suelo. En un pasaje del Olonkho se puede leer algo que hace pensar que en el pasado también se produjeron estos fenómenos: “Esparciendo una ventisca de piedra, haciendo al relámpago brillar, haciendo al cuádruple trueno estallar, junto a él, Niurgun Bootur vuela inquebrantable. A una distancia de tres días de viaje puedes ver el humo elevarse como si fuese una seta. La tierra alrededor se cubre con polvo y ceniza. La espiral de humo, densa y negra, llega al cielo, oscureciendo al sol”. Se desprende de la existencia de estos textos que el fenómeno es recurrente. En 1716 se fecha este sorprendente relato, de gran parecido con lo sucedido en Tunguska en 1908, que permanecía oculto en el archivo naval de la URSS: “Al noreste creció sobre el horizonte una nube muy densa, afilada en la punta y ancha en su base. Creció tan rápido que en menos de tres minutos alcanzó la mitad del cenit. Al mismo tiempo, por el noroeste, apareció un cometa muy brillante, que alcanzó los 12º sobre el horizonte. Entonces otra nube negra creció en el norte, que pareció acercarse lentamente a la otra nube. Entre esas dos nubes, en el noreste, una luz brillante se formó en la cumbre de una columna que no parecía cambiar de posición, mientras una nube que se había formado al oeste parecía ir al encuentro del cometa a tan gran velocidad que, al colisionar se produjo una enorme llamarada acompañada de más humo, mientras el resplandor se extendía de noreste a oeste. Este humo ascendió 20º en el horizonte mientras los rayos de fuego lo interseccionaban constantemente en todas direcciones, como si en su interior se estuviese librando una batalla entre inmensos ejércitos. El fenómeno continuó todo un cuarto de hora de la forma más deslumbrante, hasta que comenzó a oscurecerse poco a poco, finalizando con la aparición de multitud de brillantes dardos que alcanzaron 80º en el horizonte. A partir de ahí, todas las extrañas nubes que habían crecido desde el suelo se desvanecieron, y el cielo apareció claro y lleno de estrellas”. Como se puede ver, guarda gran semejanza el acontecimiento relatado con lo que hemos visto que sucedió en 1908. Hay que reseñar, profundizando históricamente, que las leyendas Yakut contienen abundantes referencias a explosiones, torbellinos de fuego y lanzamientos de esferas de luz vomitadas desde un orificio que expulsa fuego y humo, el cual se cierra ruidosamente con una gran puerta metálica, al fondo de la cual se extiende un magnífico complejo subterráneo que estaría habitado por un gigante llamado “El extranjero asesino que perforó la Tierra y se ocultó en las profundidades, destruyéndolo todo a su alrededor con un tornado feroz”. Los escasísimos habitantes de la zona que han visto alguna de las partes de la instalación que permanecen a

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descubierto están muy afectados por la radiación, y hablan de estructuras, inequívocamente metálicas, de difícil geometría. Veamos este asunto.

El Valle de la Muerte está, como vimos, al noroeste de Yakutia, en el valle del río Viliuy. Allí hay una zona casi inalcanzable que conserva las marcas de un tremendo cataclismo que tuvo lugar hace unos 600 años, y que derribó todo el bosque y esparció restos rocosos en cientos de kilómetros cuadrados. Distribuidas por esta área hay misteriosos objetos de metal semienterrados en el permafrost, cuya presencia solo es revelada por pequeñas zonas de abundante y anómala vegetación.

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Geográficamente, se trata de un lugar lleno de pantanos, que se alterna con una taiga casi imposible de cruzar, ocupando en total una superficie de 100.000 Km2. Los rumores sobre objetos y estructuras metálicas diseminadas por la zona están presentes en los pueblos siberianos desde siempre.

El interior de estas construcciones de metal rojizo, tal como fueron descritas. Abajo su tamaño original, en el que se ve que solo la parte superior era accesible ¿un refugio?

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En 1936, un comerciante que hacía la ruta entre Bodaibo y Annybar, muy al norte, en el mar de Laptev, penetró en una zona conocida tradicionalmente como Kheldyu (la casa de hierro). En un lugar inconcreto vio lo que parecía un arco rojizo que abría el paso a una empinada escalera de caracol. Al descender, encontró unas curiosas y pequeñas cámaras abovedadas de metal, en las cuales pasó la noche junto a sus compañeros, dándose cuenta de que, a pesar de la crudeza del clima siberiano, hacía un extraño calor dentro del recinto, casi parecido al que se percibe en un día plácido de verano. Lo que no sabía es que diversos cazadores que habían conocido el lugar y lo habían utilizado repetidas veces en el pasado habían fallecido al poco tiempo, extendiéndose la tradición entre los Yakuts de que el lugar era tan malo que ni las bestias se acercaban. Los integrantes de esta expedición comercial de 1936 enfermaron al poco tiempo, y algunos murieron.

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En 1938, a lo largo del río Olguidakh (lugar donde yace un caldero), una expedición geológica llegó a un sitio donde había semi-enterrada lo que parecía una semiesfera de un metal rojizo, muy suave, que presentaba un borde afilado extremadamente cortante. Las planchas que lo componían tendrían unos dos centímetros de grosor, y parecía que lo que sobresalía del suelo no era más de un quinto de su diámetro. Lo que fuese, estaba clavado casi verticalmente, y no presentaba ningún punto de acceso. ¿Una compuerta en desuso? En 1853, R. Maak, un explorador de la región escribió: “En Suntar, se me dijo que en la zona alta del río Viliuy hay una corriente, llamada Algy Timirbit (el gran caldero hundido), que desemboca en el Viliuy. Cerca de sus orillas, en el bosque, hay un enorme caldero de cobre. Se desconoce su tamaño, pues solo el anillo sobresale del suelo, pero muchos árboles crecen dentro de él”. En el mismo sentido se pronunciaba N.D. Arkhipov, un estudioso de los Yakuts: “Hay una antiquísima creencia que dice que en las zonas elevadas del Viliuy hay enterrados enormes calderos de bronce, llamados Olguis”. Mikhail Koretsky, un botánico de Vadivostok, escribió en 1996: “El Valle de la Muerte se extiende a lo largo de un río que desemboca en el Viliuy. El caso, es que hay una cadena de valles a lo largo de sus zonas pantanosas. Durante las tres veces que estuve allí tuve la oportunidad de ver siete de los misteriosos calderos citados por los Yakuts, y me dejaron perplejo por varios motivos. En primer lugar eran enormes, de unos 6 a 12 metros de diámetro. En segundo lugar no eran de cobre, como cuentan los relatos, sino de algún metal mucho más raro, que no se dejaba rayar ni marcar de modo alguno. A pesar de lo duro de las condiciones, no había signo alguno de oxidación, y, en general, parecía que toda la superficie hubiese sido esmerilada o pulida el día anterior. No vimos nada que se pareciera a una entrada que llevara a cámaras en el interior, pero sí que la vegetación alrededor era inusualmente distinta, con especies raras, opulentas, de grandes hojas. Incluso la hierba tenía tal tamaño que era casi el doble de una persona, lo cual es insólito. Pasamos la noche dentro de uno de los misteriosos círculos de metal, supuestamente la parte superior de la estructura enterrada, y todo fue normal, no sintiéndose nadie mal, a pesar de lo que relataban las leyendas.

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Hasta que tres meses más tarde, algunos miembros de la expedición perdieron todo el cabello. Personalmente, desde entonces tengo unas extrañas manchas en el lado izquierdo de mi cabeza. Pese a los esfuerzos realizados, no conseguí traerme ningún trozo de los misteriosos calderos, pero sí una piedra de aspecto inusual. Era una semiesfera perfecta, negra, de unos seis centímetros, y parecía muy pulida y suave. La encontré en la zona sobre uno de los calderos, y, años después, descubrí que cortaba el cristal con mayor facilidad que el diamante”. En 1933, un guía yakut dejó escrito: “Hacia 1923 descubrí varios calderos absolutamente esféricos que sobresalían del suelo. Parecían recién hechos. Unos años más tarde volví a verlos y aparecían rotos y erosionados. Además, se habían hundido considerablemente en el permafrost respecto a como los vi en principio”. A. Gutenev y Y. Mikhailovsky, dos investigadores residentes en Mirny, informan que en 1971 un viejo cazador de la tribu Evenk dijo que en el área comprendida entre los ríos Niugun Bootur (campeón radiante) y Atadarak (lugar del tridente), hay clavado en el suelo lo que solo puede ser descrito como un enorme tridente de metal, mientras que en la zona del río Kheliugur (gente de hierro) hay una cueva de hierro en la cual habitan seres negros muy delgados de un único ojo con ropas de metal. Se ofreció a guiar una expedición a la zona, pero no se le dio credibilidad, muriendo al poco tiempo. En tiempos de Stalin, una de las misteriosas calderas fue, al parecer, tapada durante la construcción de una presa en el Viliuy. Tras drenar una zona pantanosa, apareció un objeto convexo de metal sólido. Como los plazos acuciaban, las obras continuaron, y el caldero fue sepultado sin miramientos. Algunos ancianos dicen haber visitado un lugar llamado Tong Duurai, al pie de la corriente Ottoamokh (agujeros en el suelo), y que en la zona hay unas aberturas verticales de increíble profundidad llamadas las simas sonrientes. Dicen las leyendas que aquí habita un terrible gigante que cada 6 ó 7 siglos arrasa todo a su alrededor sirviéndose de horribles bolas de fuego que se alejan en la distancia hasta estallar. De la suma de relatos y testimonios, se deduce que hay al menos dos tipos de edificios en el Valle de la Muerte. Unos serían esos extraños habitáculos o casas metálicas, sin puertas ni ventanas, solo una espaciosa entrada en la parte más alta. Algunos se han hundido en el permafrost, quedando visible algo parecido a un arco rojizo en la superficie. El otro tipo serían las extrañas semiesferas que parecen ser compuertas de algo que se oculta debajo de ellas. Los Yakuts dicen que de estas compuertas ruidosas surge la columna de fuego que genera las bolas de plasma.

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En 1950, la URSS se fijó en la extraordinaria baja densidad de población de la zona, y la escogió para ensayar con armas nucleares, dando lugar a un episodio singular que solo en tiempos recientes ha trascendido. En una de las pruebas, en 1954, ocurrió algo insólito. Un artefacto nuclear de poco más de 10 Kt dio como resultado una explosión equivalente a 30 Mt, por lo que había visto multiplicado su efecto en 3.000 veces más de lo esperado. Las pruebas se suspendieron, y nunca se supo lo ocurrido, pero está claro que, o volaron algo en la superficie o el subsuelo cercano, o la bomba fue alimentada con algo que aumentó su capacidad destructiva. Hay un hecho singular que llama la atención. En general, los mitos de las tribus de la zona presentaban antiguamente estas estructuras como algo amable y cooperador, respetable, pero no temible. ¡Hasta que hace 600 años algo falló! Como en otras ocasiones, el suelo se abrió, la columna de fuego se formó, y la brillante bola ígnea apareció en su cresta, pero, lejos de elevarse por los cielos, estalló allí mismo con un estrépito descomunal, cogiendo por sorpresa a miles de confiados habitantes de la taiga. La tierra temblaba, y algunas fracturas en las montañas alcanzaron cien metros de profundidad entre horribles crujidos. Entonces, inmediatamente tras la explosión, un muro de fuego avanzó a gran velocidad, reduciéndolo todo a cenizas. Sobre el se elevaba un enorme disco giratorio, que permanecía suspendido en el aire justo sobre la sima sonriente. En un radio de más de 1.000 Km no quedó nada con vida, y el concepto de las tribus locales sobre las buenas intenciones de este enigma cambió radicalmente. Recientemente esto ha sido confirmado. Diversos estudios efectuados en la extensa zona ponen en evidencia el preocupante hecho de que a intervalos regulares de 600-700 años se produce una de estas destrucciones masivas en la zona del Valle de la Muerte, y no está muy claro el motivo. F. A. Fedoseyeva ha efectuado un estudio arqueológico bien documentado, del que se desprende que la habitabilidad continua de la zona se extendió desde el 4000 a.J.C. al 1000, momento en que se producen abandonos periódicos del lugar con los intervalos regulares vistos con anterioridad. La fecha exacta de explosión mas antigua registrada históricamente es septiembre de 1380. También los indicios de radioactividad son abundantes en la zona, en forma de anomalías fisiológicas, mutaciones en las especies, plantas extrañas, crecimiento desmesurado… Es importante tener en cuenta que todos los relatos que han leído fueron hechos por personas que no habían conocido nuestra época, con sus explosiones nucleares, misiles o aviones de intercepción. Eso hace que sus testimonios sean excepcionalmente valiosos, pues no están influenciados para nada por lo que actualmente conocemos. Sin duda, el fenómeno de Tunguska en 1908 fue espectacular, pero para nada único, por lo que también disponemos de puntos de vista de testigos que han visto fenómenos similares en nuestra época. Hay al menos dos casos documentados que son muy interesantes. El 26 de febrero de 1984 un cuerpo cruzó a una altura de 100 Km sobre las superficies heladas de Siberia. Los pasajeros de un autobús, en los alrededores de Mirny, vieron sorprendidos como muy lejos en dirección norte una delgada columna de fuego se

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elevaba hasta el cielo sufriendo varias transformaciones. Su color era rojo. Al mismo tiempo, unos pescadores en el río Chona observaron hacia el norte, en la zona del Valle de la Muerte, dos enormes esferas brillantes que se elevaban velozmente hasta desaparecer sobre las nubes, a través de las cuales se observaron resplandores durante algunos minutos. Finalmente, el bólido estalló a gran altura en el área del río Chulim, no produciendo daños ostensibles. Evidentemente fue cazado. Pero sin duda el episodio más cercano se produjo en 2002. Un satélite americano de defensa localizó un meteorito de considerable tamaño que caía hacia la zona de Bodaibo, con una inclinación de 32º. El hecho concluyó con una gran explosión a 30 Km de altura. Antes de eso se habían producido las mismas anomalías observadas en Tunguska; emigración de fauna, alteraciones geomagnéticas… Yevgeny Yarygin es un técnico en la central eléctrica de Muskovit, vio lo que sigue: “Un resplandor apareció tras la ventana. Entonces vi una semiesfera brillante que se elevaba tras las colinas del sureste, emitiendo una luz muy blanca, similar a la de una soldadura eléctrica. Mientras ascendía, vi que se apoyaba en una columna de luz, y todo comenzó a volverse entre rojo y marrón. Unos pequeños rayos surgían de la semiesfera ascendente, y la luz lo inundaba todo sin excepción. No pude ver que nada volase, porque el resplandor se hizo insoportable. Diez segundos después todo terminó. Entonces salí de las alambradas, y treinta segundos más tarde comenzó un trueno muy sostenido. Todo se movía, incluso mis rodillas. También había un sonido, como un bramido profundo, que venía desde la zona donde vi la columna de luz, pero el trueno venía del lado opuesto…” Más testigos: “Un fuerte viento y una luz increíble aparecieron en el cielo. Era blanca, con un matiz verdoso, y tan brillante que te hacía daño a los ojos, como ocurre con una soldadura. Justo entonces apareció una esfera brillante en vuelo en dirección a Maximikhi…” “Algún tipo de objeto volaba desde el suroeste al noreste, pero no podría decir si era una esfera o no. Tenía un reflejo turquesa a su alrededor, y quizás el tamaño del disco lunar, dejando tras de sí una estela rojiza como el color de una hoguera. Su ángulo aparente de caída era de 60º, y la velocidad muy elevada. Mientras pasó, pude acabar mi cigarrillo, y treinta segundos después llegó un trueno, como el de una explosión distante.” “La luz era muy fuerte, y duró varios segundos. Entonces todo se volvió de un color rosado, que comenzó a oscurecerse poco a poco

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hasta acabar en un rojo intenso…tuve la impresión…no sé…como si algo se estremeciera bajo el suelo. Después las ventanas saltaron hechas añicos…” En Kropotkin, a 140 Km del lugar donde se supone que el bólido fue desintegrado, un observador dijo: “Mi perro llevaba media hora frenético sin razón aparente. Entonces oímos un ruido extraño, como un “Hummm”. Dos o tres segundos más tarde hubo un gran relámpago. Al principio blanco, después azul, rojo y blanco otra vez. Tres minutos después hubo una inmensa explosión, y toda la vajilla cayó desde la mesa…” También hay enorme abundancia de relatos que vieron esferas en vuelo. Unos pescadores en el río Vitim: “De pronto todo brillaba, y de las nubes surgió un objeto. La luz que desprendía era excesivamente brillante, y producía daño en los ojos. Volaba muy bajo, y su tamaño era menor al de la Luna llena. Desprendía chispas, como rayos, y dejaba una larga estela. Durante el tiempo que duró su vuelo oímos un sonido parecido a un murmullo. Aunque no venía hacia nosotros, pasó cerca, más al sur. Pasó sobre el río y desapareció tras las montañas. Uno o dos minutos más tarde sonó en la distancia una especie de trueno que se repitió. No hubo onda expansiva ni temblor…” Valentina Leontyeva es guarda de seguridad en una instalación aurífera: “A las dos en punto una esfera en llamas cruzó el cielo. Una cola fulgurante se extendía tras ella. Al principio me pregunté si sería una estrella, pero era demasiado grande. Después de 10 segundos hubo una primera explosión, seguida de otra posterior. Mi puerta se abrió…” Dos cazadores que pasaban la noche en el río Vitim: “Cuando la luz apareció, era tan intensa que nos tiramos al suelo. Cuando cesó, oímos una explosión grande, y después dos más pequeñas…” Otro observador: “Hubo un relámpago que duró dos o tres segundos, y era tan intenso que dolían los ojos. Corrí fuera y todo estaba oscuro. Pocos segundos más tarde, desde la distancia, más allá de las montañas, vino un triple eco. Los muros de mi casa crujieron. El ruido vino de la dirección de Vitimsky. Eran tres explosiones…”

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En Vitimsky, Alexander Sergy, jefe de administración, escribió: “Todo el mundo pudo ver una esfera con una estela. Las dimensiones aparentes eran menores a las de la Luna. Hubo un ruido creciente, que subió en intensidad hasta hacerse terrorífico. Entonces, 15 ó 20 segundos más tarde, quizás 30, hubo un relámpago y una explosión muy poderosa. Pensamos que debía tratarse de un desastre enorme, a pesar de que estábamos acostumbrados a oír explosiones (es una zona minera). No hubo una onda expansiva, sino cinco o seis, que se transmitieron por aire y tierra…” Igual que ocurrió en Tunguska, durante días las esferas estuvieron barriendo la zona y la ruta de entrada del meteorito. Pero, ¿puede una esfera de plasma efectuar este tipo de maniobras? La verdad es que no. El plasma es un estado físico de la materia, más allá del sólido, líquido o gaseoso. Es una forma candente que alcanza temperaturas del orden de 100MºC, lo cual es algo asombroso, y que requiere gran energía para conseguirlo. El único modo de que estas esferas pudiesen tener algún medio de control pasa por que parte de su estructura sea definitivamente sólida, y que esté de algún modo aislada de la terrible temperatura que hay a su alrededor, capaz de fundirlo todo. En esta parte sólida estaría el mecanismo encargado de detectar al intruso y dirigir la esfera a su encuentro, como un tórrido proyectil. Esto explicaría sus colores cambiantes, pues seguramente el plasma estaría contenido mediante un campo magnético de gran intensidad, que generaría una amplia gama de colores cambiantes durante el trayecto. Esta fuerza sería capaz de utilizar la gravedad terrestre como medio de impulsión, por lo que las aceleraciones instantáneas observadas en algunos casos estarían basadas en fenómenos de repulsión muy controlados y direccionales. Sea como sea, lo cierto es que la tecnología que hay tras este sistema de intercepción es sencillamente fabulosa, muchísimo más avanzada de lo que alcanzaremos en el siglo XXI. Es por consiguiente una “sabiduría” solo al alcance de los dioses, y su presencia dice claramente que están aquí, que no se fueron, y que seguramente seguimos siendo para ellos una molestia, más aún cuando las tensiones mundiales son cada vez más peligrosas, con multitud de armas de destrucción masiva en manos de gobernantes y dictadores. La historia se repite constantemente, incluso la que no está escrita, y son ya multitud de veces, como atestigua Valery Uvarov, las que el sistema defensivo oculto bajo el suelo de Siberia se ha activado como consecuencia de cambios y alteraciones en la esfera política mundial, lo cual solo puede significar una cosa: nos comienzan a tomar como una amenaza real, y eso puede traer consecuencias más que inesperadas. El calendario maya, de 5125 años, establece un final crítico del ciclo actual para el año 2012, así como los hindúes. Los cristianos están cada vez más convencidos de que estamos cerca del Armageddón, y así hasta docenas de predicciones apocalípticas que sitúan unánimemente el final de nuestra civilización en los años venideros.

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¿Es posible que todas estas creencias estén fundamentadas en una realidad inconsciente, en un reflejo de una cuenta atrás que sabemos que tiene un final próximo? ¿Podría haber algún tipo de conexión de determinados individuos con el medio que les permitieran conocer de antemano semejantes catástrofes? ¿Pudo ser revelado parte del plan original a hombres que escribieron sus augurios con información de primerísima mano? ¿Robó alguien en tiempos pretéritos esa información a los confiados y prepotentes dioses? ¿Es solo una información tendenciosa, filtrada para conseguir un profundo temor reverencial? ¿O simplemente, pese al centenar de pruebas que hemos desarrollado, es una de las mayores alucinaciones colectivas de todos los tiempos? A este respecto, solo podemos decir que algo que resulta tan increíble, asusta. Si es todo una falsedad, si los textos antiguos mienten, si las pinturas arcaicas son fantasías de mentes alucinadas, si los genetistas mienten, si los análisis físicos, químicos y radioactivos mienten, si cualquiera puede manipular la piedra como hicieron los antepasados, si no existe ningún misterio en torno a Baalbeck, Tiahuanaco, la Gran Pirámide, E-Ri-Du, Marte o Japeto, si las esferas de Ottosdal son obra natural, si el martillo de London es una falsificación, si las huellas de explosiones nucleares antiguas no son más que fantasías, si el homo sápiens no tiene más de 50.000 años, si las leyendas coincidentes alrededor del planeta en torno a hechos extraordinariamente concretos son casualidades o intoxicaciones, si nunca han existido los túneles, si el diluvio es una ficción…Si todo eso es una falacia, quizás deberíamos ser valientes y atrevernos a abrir el contenedor esférico de antimateria de Ucrania, porque seguro que como aún no somos capaces de construir algo así, también sería falso. Desde luego habrá que revisar detenidamente lo estudiado al respecto, pues es una apuesta valiente que puede acarrear consecuencias. Les aseguro que más de uno ha rehusado tener el privilegio de demostrarnos cuán equivocados estamos. Lo cierto es que, a estas alturas, no sabemos las respuestas a las preguntas planteadas, pero posiblemente en averiguarlas nos vaya la vida. Hemos de ser conscientes de que las entidades se aseguraron para que nos llegaran mensajes claros sobre un final de los días que sería precedido de grandes señales. Eso está incrustado profundamente en las religiones, en forma de Armageddón, Juicio Final, Fin de los Días… Es su forma de decirnos “os estamos viendo” y “estaremos allí donde terminan los caminos”. Lo que no sabemos es si estas señales habrán comenzado ya, justo cuando volvemos a tener la triste capacidad de destruir el planeta y no se atisba el más mínimo interés en cambiar la situación.

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Hemos hallado un pasado insospechado, vivimos un presente que es consecuencia de una larga epopeya, y posiblemente estemos asistiendo al momento en que algo está a punto de ocurrir. Podemos estar seguros de que habrá un mañana, pero no de quién lo ocupará, porque, después de todo, quizás esté preparándose ya nuestro relevo como civilización, del mismo modo que se propició el ejecutado hace 12.000 años. ¿Lo sabremos pronto? Es difícil pronunciarse. Sin duda eso corresponderá conocerlo a aquellos que habiten la Tierra DESPUÉS DE NOSOTROS.

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CAPÍTULO 13.

CONCLUSIONES FINALES Finalmente, querido lector, vamos a elaborar un último cuadro de conclusiones que nos sirva como resumen de las argumentaciones generales expuestas en los capítulos anteriores. La lectura de esta obra le habrá llevado a volar sobre acontecimientos insólitos, que hemos pretendido documentar del mejor modo posible, con la esperanza de que una nueva luz se haya encendido en su interior que le permita ver más allá de lo que comúnmente permanece como dogma inviolable, y que, en la mayoría de las ocasiones, se derrumba por su propio peso como un castillo de naipes. No sabemos qué conclusiones habrá extraído de lo que hemos expuesto, y de las teorías que con el mayor detalle hemos intentado desgranar, pero sean cuales sean nos damos por satisfechos si, en algún momento, hemos conseguido que mire los acontecimientos relacionados con la historia de la vida en nuestro planeta con ojos diferentes y críticamente abiertos. No nos asusta que esa crítica se centre en las ideas que exponemos, pero, por favor, sopesen la importancia extrema de las numerosas pruebas que aportamos para entender la maquinaria terrestre como un acontecimiento previsto y orquestado. Pero antes de eso, hablemos de Dios y de la portentosa realidad que hemos hallado. No siempre se encuentra uno con la trascendencia mirándote fijamente por detrás de cada línea, pero les aseguramos que, cuando escribimos este texto que leen, sentimos exactamente eso. El desplome total del proyecto mesiánico, la retirada súbita de la máscara de quien en verdad se esconde tras tan enorme empresa, lleva necesariamente al ateísmo y la soledad. Una vez revelado el auténtico rostro de aquel a quien seguimos tributando a través de multitud de confesiones con nuestra bien incrustada fe, sentimos una tristeza inmensa, porque descubrimos de pronto el tamaño de la manipulación y el engaño al que hemos sido sometidos. Sin embargo, la presencia de una fuerza extraordinaria que cambió el sistema solar para abrir paso a la vida, que creó planetas, como Japeto o la Luna, que cambió el entorno en nuestro globo para favorecer la llegada de la naturaleza, nos llena de ilusión y esperanza, porque el jardinero, ese que vuelve cada miles de siglos, encierra en su impronta todo el perfume de la divinidad que el otro, el esclavista, el carcelero, nuestro auténtico, puntual y desconsiderado creador, ha perdido en el camino. La realidad es que nuestro Dios, al que idolatramos como divino y omnipotente, fue creado por el que es el auténtico padre de nuestro entorno, aquel que liberó todo el esplendor que vemos sin preocuparse por asegurar su adoración eterna, ni tan siquiera de dejarnos leyes, escritos o gestas, en una actitud de magnificencia que resulta brillante ante la obra creada. Solo nuestros avances han hecho posible vislumbrar la capacidad de su mano e intuir su presencia. Su firma, la que no se ve, es grandiosa, y está en el ADN de cada especie, implantada como una

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exquisita sucesión de códigos que son lo que realizaron, programadamente, el milagro de la vida. El Yahvé de los cristianos, Viracocha de los pueblos americanos, Oannes de los sumerios, etc…, el malvado e interesado, en definitiva, que promulgó leyes, exterminó ciudades y gobernó despóticamente, se sirvió del orden natural para crearnos de acuerdo con fines terrenales y nada elevados, adjudicándose la hazaña de subir a los cielos para mostrarnos una superioridad evidente, ese dios, no nos interesa, aunque nos duele. El segundo, en cambio, el espléndido arquitecto de los principios, el que creó y ordenó cuanto de vida hay en este planeta y que fue el padre de la gran raza marciana, ese dios si nos interesa. La raza marciana, aquella que un día llegó para apoderarse de los recursos terrestres del modo que fuera, programando nuestra aparición a partir del simio para ser su obediente esclavo, y condenándonos a vagar al margen de la evolución como una máquina descontrolada que destruye el portentoso logro que es el ecosistema terrestre, esa raza, tampoco nos interesa. Sabemos que habrá críticas a semejantes afirmaciones, porque tocamos la fibra religiosa, bien implantada, del ser humano, pero no podemos callar. Somos responsables de esparcir estas palabras en todas direcciones, porque, sencillamente, nos hemos topado con el verdadero rostro, el oculto, del ser que adoramos bajo cientos de creencias, y nos ha parecido irascible, malvado, oscuro y manipulador, lleno de un aluvión de defectos similares a los nuestros, posiblemente haciendo realidad que fuimos hechos a su imagen y semejanza. Un resumen de conclusiones podría abarcar los siguientes puntos: 1.- Los cambios geológicos en la Tierra han sido continuos y violentos. La uniformidad propuesta por Charles Lyel no ha existido jamás, y cada convulsión, grande o pequeña, ha afectado profundamente a todas las formas de vida existentes, mediante la transformación del medio ambiente. Por tanto, las técnicas de datación tienen enormes posibilidades de estar asentadas sobre principios erróneos, con lo cual el flujo temporal quedaría en entredicho. 2.- El fenómeno de la panspermia parece ser un mecanismo de transmisión universal de los aminoácidos contenidos en las nubes moleculares. Su llegada fortuita a determinados planetas produce la aparición de los más primitivos elementos para la vida, cuyo paso a la siguiente fase de desarrollo no es comprensible sin intervención exterior. En la Tierra, este fenómeno aconteció hace 3.800M de años en los mares. Las características del modo en que lo hizo apuntan clara y necesariamente a una intervención exterior en dos fases:

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- Un primer estadio de adaptación del planeta mediante cianobacterias, que no tienen origen explicable. El salto de los aminoácidos a este pequeño cuerpo vivo permanece sin explicación. - Tras la adaptación del planeta se procede a la expansión de la vida mediante células eucariotas con ADN complejo, evolucionadas sin origen explicable. Es lo que, sospechosamente, siempre ha sido llamado “el milagro de la vida” ante la imposibilidad de hallar una explicación académicamente correcta por una ciencia que no cree en los milagros, pero que no duda en sumergirse en contrasentidos y paradojas para justificar lo injustificable. Tres posibles indicios de la existencia de “alguien” en aquel pasado remotísimo que pudo “detonar” la evolución, tanto en Marte como en la Tierra, son las esferas de Ottosdal, nuestra Luna, y el extraño satélite de Saturno, muy posiblemente artificial, Japeto. 3.- La evolución de las especies es un evento programado inteligentemente, en base a variantes finitas de formas de vida. Esto implica un proceso de desarrollo de enormes proporciones por parte de la entidad que ideó los códigos, y denota un nivel técnico inconmensurable. La aparición de estas formas de vida es: Secuencial.- Hay una lógica en el modo en que las especies avanzan en sus capacidades adaptándose al entorno. Determinadas pautas en los códigos permiten el salto de una especie a otra al cumplir premisas previamente programadas, pero de un modo ordenado y dirigido claramente, de manera que no se producen evoluciones imposibles o fuera de lugar. Mientras tanto, cualquier cambio que se produzca es de tipo horizontal, es decir, no implica el cambio de especie. Coordinada.- Parece haber un equilibrio en el número y tipo de especies que pueblan una zona, basándose en la cadena trófica. La desaparición de un elemento implica la aparición de su sustituto. No hay huecos, y las repoblaciones suelen ser rápidas y extremadamente eficaces, posiblemente basadas en la relación de pesos globales entre predación y víctimas. Inducida.- Aunque pudiera parecerlo, no hay aleatoriedad en el mecanismo evolutivo. Para ello hemos de mirar desde un punto de vista global, y vemos que toda la maquinaria avanza en una dirección precisa. A pesar de haberse visto sometida a destrucciones arrolladoras, la evolución natural se ha sobrepuesto con evidente éxito, y el fin que persigue está mucho más lejos que lo que significa el logro de una especie o la consecución de la inteligencia, que parece ser un simple escalón hacia el objetivo final. 3.- Las extinciones han sido periódicas. Se repiten invariablemente cada 31 + 1M de años, obedeciendo a un ciclo propiciado por el entorno galáctico. Detrás de

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este mecanismo puede haber diversos fenómenos que lo expliquen, pero lo que resulta evidente es que existe y es inapelable. Aunque tenemos registradas 5 grandes extinciones, la realidad es que tenemos indicios de otras 83 de menor intensidad, pero siempre críticas y decisivas para el rumbo final de la maquinaria. El fragor de los impactos y las crisis medio-ambientales causadas parecen ser la causa de estos posos de exterminio, que en ocasiones dejan sus secuelas durante millones de años. 4.-El primer planeta que alojó vida en el Sistema Solar fue Marte. De ello hace 5.000M de años, y se preservó dada la situación privilegiada del pequeño astro. La Tierra, sometida a bombardeos terroríficos hasta hace 4.000M de años, solo alcanzó este logro hace 3.800M de años, después de que sobre ella se efectuaran gigantescas maniobras de estabilización (creación de una gran Luna) y adaptación química (conversión de la atmósfera), maravillas ambas claramente relacionadas con los intereses de una notable entidad creadora. 5.- Marte alojó una civilización avanzada hasta hace 240.000 años. Tras un cataclismo, los supervivientes de su raza se refugiaron en nuestra Luna, donde construyeron enormes refugios subterráneos, y desde allí ocuparon la Tierra mediante un plan perfectamente articulado y ejecutado que, posiblemente, llegue hasta nuestros días. 6.- La aparición del hombre obedece a la necesidad, por parte de las entidades ocupantes, de mano de obra servil y eficaz. Fuimos diseñados hace 230.000 años en algún lugar de África, cerca de la actual Zimbabwe, educados en Mesopotamia y ubicados por todo el mundo. La cronología de estos hechos ha sido extraída de los textos más antiguos de nuestra raza, y se corresponde con los últimos avances científicos, que demuestran cómo fuimos apartados bruscamente del árbol de los primates. Los textos e interpretaciones pictóricas de estos supuestos mitos, leyendas y relatos ancestrales, son cada vez menos fantasiosos a medida que profundizamos en el conocimiento de las cosas, aportándonos una sorprendentemente fidedigna recreación de cuanto aconteció en un pasado que ha sido borrado de nuestros registros. 7.- Al menos tres grandes imperios evolucionaron bajo el control directo de las entidades hasta hace 12.000 años: el Rama en la India, el atlante, y la misteriosa civilización de Gobi. Hubo periodos de devastadoras guerras con armamento nuclear y una de esas potencias, la Atlántida, dominó el mundo. En esta época, las entidades comenzaron la construcción de túneles y ciudades subterráneas. 8.- Hace 12.000 años se produjo una enorme inundación planetaria, plasmada en tradiciones de todo el planeta, y que ha llegado a nosotros como “el diluvio”, que fue provocado por una cadena de impactos cometarios, dando lugar al

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fin de la última glaciación y a una extinción de gran nivel. Las entidades abandonaron el planeta poco antes de producirse, para retornar nada más estabilizarse la atmósfera, asegurándose previamente de la supervivencia de la naturaleza a bordo de un número reducido de embarcaciones alrededor de las cuales se han generado leyendas y tradiciones a todo lo ancho del mundo, entre las cuales estaban los mandjit atlantes, con los que arribaron al Magreb, y el arca de Noé. 9.- Una repoblación planetaria fue ejecutada por las entidades de acuerdo con planes precisos, a fin de recuperar la naturaleza en tiempo récord y de expandir de nuevo a la muy disminuida y golpeada raza humana, sus sirvientes. Al mismo tiempo, se produjo la ocupación definitiva de los hábitats subterráneos, construidos durante miles de años, por parte de estos ancestrales dioses. 10.- Las deidades de todas las culturas y religiones del planeta tienen un tronco y época de acción común, en base a un programa de control emocional que se ejerció de manera común sobre el ser humano. De repente, y en total sincronía, aparecen, enseñan a las nuevas culturas post-diluvianas a cultivar, les dan leyes tendenciosas, calendarios, conocimientos astronómicos y matemáticos, se aseguran la adoración perpetua, y desaparecen prometiendo volver. 11.- Todas las religiones están encaminadas a mantenernos alejados de la realidad, y cumplen su función sin saber que han sido maravillosamente inducidas por entidades superiores que permanecen agazapadas tras un halo casi imperceptible. Esto es: - Que los que nos crearon para ser esclavos viven en enormes ciudades en el interior de la corteza del planeta. - Que nuestro papel es el de ser su sirviente avanzado, aquel que genere la riqueza y los alimentos sin producirles coste alguno. - Que no están dispuestos a que esto deje de ser así. 12.- Una enorme instalación defensiva permanece activa bajo una zona impenetrable de Siberia. Fue la responsable del memorable incidente de 1908 en Tunguska, y se activa cada vez con más frecuencia durante nuestras continuas crisis políticas mundiales. 13.- Hay indicios más que evidentes, en forma de restos manipulados de todo tipo y, en ocasiones, de alto nivel tecnológico, de que en un pasado muy anterior a nuestra aparición como especie el planeta fue hollado por seres que dejaron su impronta. Estas razas oscuras debieron aparecer bien con fines de estudio sistemático de nuestro mundo o para asentarse, aunque, al parecer, no consiguieron

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esto último de un modo perdurable. La autentificación de estos restos arqueológicos demostraría científicamente la existencia de civilizaciones avanzadas, dotadas para el tránsito espacial, hace muchos millones de años. 14.- …………. Añada aquí su propia conclusión. Muchas gracias por habernos dedicado una parte de su valioso tiempo.

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INDICE PRÓLOGO ………………………………………………………………….… 5 INTRODUCCIÓN ………………………………………………………….… 9 PRIMERA PARTE. TIERRA Y VIDA……………………………………… 13 CAPÍTULO I. LOS INICIOS Y LA MECÁNICA DE IMPACTO……………….

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ASTEROIDES……………………………………………….. 17 COMETAS ………………………………………………………………. 18 IMPACTOS PLANETARIOS …………………………………………… 21 SECUENCIA DE UN IMPACTO ………………………………………. 22 CAPÍTULO II. LAS DOS HIPERGLACIACIONES ……………………………….. 31 CAPÍTULO III. LAS GRANDES EXTINCIONES DEL ORDOVÍCICO-SILÚRICO Y DEL DEVÓNICO FINAL ………………………….. 51 CAPÍTULO IV. LA CONJURA DEL CRETÁCICO ……………………………….. 63 LAGARTOS TERRIBLES ……………………………………………….

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CAPÍTULO V. EL APOCALIPSIS PÉRMICO ………………………………………

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CAPÍTULO VI. ENCUENTRO CERCANO …………………………………………

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CAPÍTULO VII. EL NOMBRE ES LEGIÓN ……………………………………….. 99 CAPÍTULO VIII. EL PROBLEMA DE LAS DATACIONES …………………….

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CAPÍTULO IX. ALGUNAS CONCLUSIONES …………………………………..

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SEGUNDA PARTE. EL HOMBRE ……………………………………….. 121 CAPÍTULO X. LA TEORÍA DEL JARDINERO …………………..……………… 123 POSIBLES LOGROS DE LAS SUPER-CIVILIZACIONES …….……. 125 BIG-BANG ……………………………………………………………... 131 EL UNIVERSO CUÁNTICO …………………………...……………… 133 JARDINERÍA Y EVOLUCIÓN ……………………………………….. 134 EL OBJETIVO DE LA EVOLUCIÓN ………………………………… 140 LA MAS ALTA TECNOLOGÍA EN LA ANTIGÜEDAD ……………. 145 LA ARQUITECTURA INEXPLICABLE DE BAALBECK ………..… 158 IMPOSIBLES ……………………………………………………...…… 161 CAPÍTULO XI. HISTORIA VERDADERA ………………………………………. 165

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NÚCLEO 1. EL ORIGEN DEL HOMBRE ……………………………. 167 COLAPSO ……………………………………………………………… 168 LA EVACUACIÓN ……………………………………………………. 187 EL DESCENSO ………………………………………………………… 191 EL EXTRAORDINARIO RELATO DE UN VIAJE ÚNICO …………. 198 LA CUENTA ATRÁS HACIA EL HOMBRE ………………………… 210 RECAPITULEMOS…………………………………………………….. 227 NÚCLEO 2. EL ORIGEN DE LA VIDA ……………………………… 230 LUNA …………………………………………………………………… 236 JAPETO …………………………………………………………………. 241 NÚCLEO 3. ALGUIEN ………………………………………………… 247 DESPUÉS DE LOS CREADORES ……………………………………. 254 EL INCOMPRENSIBLE TIAHUANACO …………………………….. 257 FORTALEZA DE SAMAIPATA ……………………………………… 265 EGIPTO ………………………………………………………………… 268 LA GRAN INUNDACIÓN ……………………………………..……… 273 ETAPAS PROTOHISTÓRICAS ………………………………….…… 292 UN GRAN BARCO EN LAS ALTURAS ………………………..……. 296 LA REPOBLACIÓN TRAS EL DILUVIO ……………………….…… 300 EL PLAN MESIÁNICO …………………………………….………….. 310 CRONOLOGÍA ………………………………………………………… 331 LOS TÚNELES ………………………………………………………… 337 CAPÍTULO XII. LOS EQUIPOS DE VIGILANCIA DE LOS DIOSES ………….. 351 CAPÍTULO XIII. CONCLUSIONES FINALES …………………………………… 381

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