Desoille Robert, Exploración de la afectividad subconsciente

February 2, 2017 | Author: miguelltrigo | Category: N/A
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ROBERT DESOILLE __________________

EXPLORACIÓN DE LA AFECTIVIDAD SUBCONSCIENTE POR EL

MÉTODO DEL SUEÑO DESPIERTO Sublimación y adquisiciones psicológicas ___ Prefacio de Charles Baudouin __

Serie ROBERT DESOILLE TRADUCIDO Libros gratuitos digitales Colección TRAS LA SENDA DEL AUTOR TRADUCCIONES OLVIDADAS EDICIONES TORRE DE LOS PERDIGONES - SU EMINENCIA SEVILLA 2011

-EDICIÓN NO COMERCIAL-

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Título original: Exploration de l’affectivité subconsciente par la Méthode du rêve éveillé Sublimation et acquisitions psychologiques ___ J. L. L. D’ARTREY 17, Rue de la Rochefoucauld – Paris – IX __ 1938 ___

Copyright by R. Desoille, 1938 ___ Traducido por: Miguel Álvarez T. Serie ROBERT DESOILLE TRADUCIDO Libros gratuitos digitales

Colección TRAS LA SENDA DEL AUTOR TRADUCCIONES OLVIDADAS EDICIONES Torre de los Perdigones - Su Eminencia SEVILLA 2011 -EDICIÓN NO COMERCIAL___

Miro como siempre; sin interés de guelte. Alborozado traigo la vasija que he llenado de los manantiales de Desoille; rezume y rebosa esplendentes actitudes, impensables alturas, deslumbrantes paisajes. Triunfado en trasvasarla a nuestro cauce, gozoso os la ofrezco para que os deleitéis con su mensaje.

-No es necesaria más rúbrica; insertada está en el verso.-

Traducción sin ningún interés de índole económico; en pasos a incorporarla a los comunes bienes culturales del idioma hispánico. Sevilla, 19 de abril de 2011 _____

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Dedico este libro a mi mujer, Lucie Desoille-Bigeard, en testimonio de profundo afecto y agradecimiento por su activa colaboración en mis investigaciones y en la redacción de esta obra.

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[PÁGINA EN BLANCO]

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ANEXO Nota del que traduce: Esta traducción consta de doble paginación, la propia a pie de página (184 páginas\folio) y la intercalada en el texto, entre paréntesis y en negrita (289 págs.), que indica estrictamente donde comienza cada página del libro original en francés correspondiente a la 1ª edición francesa editada en París en el año 1938. Se facilita de esta manera la posible labor de contrastación. El índice, al final del libro, tiene en cuenta ambas numeraciones. La obra la he intentado traducir lo más literalmente posible y tratando de respetar su ritmo expositivo mientras no dificulte el entendimiento de su contenido. Considero que es versión suficientemente fidedigna. Al final del libro indico, en un apéndice, donde están situadas las particulares experiencias que se describen en él, así como de los Autores y otros mencionados. En las notas entre corchetes, [ ], introduzco términos que en el texto original se dan por sobrentendidos y también introduzco anotaciones que considero necesarias en cuanto a la propia traducción. Brevísimo apunte en cuanto a los orígenes de esta traducción. Ahondar en la sensación de ingravidez, como la experimentada en sueños o en parecidas situaciones que he vivido, ha sido el motivo principal que me ha llevado a conocer la obra de este original psicoterapeuta; no me ha defraudado, al contrario, me ha abierto insospechadas puertas. Lo que me sorprende es que su Obra no esté traducida al habla hispana. Deben de haberse reunido circunstancias adversas, históricas o de cualquier otra índole para tan lamentable olvido. Lo único traducido es su obra póstuma, dos libros, El caso María Clotilde, y Lecciones sobre ensueño dirigido en psicoterapia. Estos dos escritos son muy buenos para un acercamiento a su método y a la personalidad de este investigador. Después de haberlos leído, mi tendencia a desfacer entuertos me ha hecho localizar aquellos no traducidos. He sugerido la publicación a varias editoriales pero ha sido un fallido intento. Así que debatiéndome entre el afán de colmar mi necesidad de leerlos y también el de rebelarme ante esta laguna cultural he decidido, apoyándome en que también tengo un carácter cuidadoso y perseverante, asumir la labor de traer a nuestro común idioma lo publicado por este originalísimo y atípico investigador. Necesito indicar, ya que a mí me ha conmovido grandemente, que toda la actividad investigadora desarrollada por R. Desoille la hizo desde la gratuidad; él no cobraba a sus pacientes ni a los terapeutas que llegaban para aprender su técnica; su profesión de ingeniero industrial era la fuente de sus ingresos; aunque se ve claramente que su verdadera pasión estaba en la investigación psicológica y terapéutica. El que aquí presento es el primero de los cinco libros que publicó. Desde un punto de Sevilla, en torno a la ingravidez, hacia toda la comunidad de habla hispánica. _________ 5

(Página 9) PREFACIO Cuando, hace algunos años, tuve conocimiento por intermedio del Sr. Pierre Bovet, de las experiencias del Sr. Robert Desoille, inmediatamente mi interés fue despertado, tanto como para incitarme a publicar la relación de dichas experiencias en varios números consecutivos de la revista Action et Pensée (1931). Desde ese primer contacto, había percibido que él tenía aquí, en nuestro común campo de exploración, un itinerario original y digno de atención. Esa primera impresión desde entonces ha tenido tiempo de confirmarse. Por otra parte el Sr. Desoille ya no está solo en practicar su método; muy cerca de nosotros, un médico del Instituto de Psicagogia, el doctor Guillerey de en Nyon, allí ha experimentado y sacado valiosas indicaciones para su práctica. En el presente el Sr. Desoille ha desarrollado lo suficientemente sus investigaciones como para conferirla en obra de conjunto; es con gusto que respondo a su deseo de verme presentarla ésta al público. El autor de este libro no es un profesional. Esta condición podría ser desfavorable en un hombre que careciera de prudencia y que no tuviera, por otra parte, una formación científica. No es el caso para el Sr. Desoille, quien tiene una aguda conciencia -quizá hasta en exceso- de las lagunas de su formación especial y que cuidadosamente se ha esforzado por colmarlas. Actualmente puede estar tranquilo: su bagaje bien merece -e incluso más- al de un buen número de estos profesionales, para quienes los diplomas demasiado a menudo no son más que una dispensa a instruirse. ¡Cuántos ilustres profesores y reputados médicos abordan aún estos ámbitos con una suficiencia que no tiene igual más que su ignorancia! Ellos (P. 10) lo resuelven todo, desde lo alto de sus grados, y desde sus parcialidades zanjan siempre desde un único lado. Cuando un francotirador del saber [(en cuanto a ir por libre)] tiene tan perfectamente evitado como nuestro autor el escollo de la ingenuidad y la presunción, lo que hubiera podido ser para él una inferioridad se le convierte en una indiscutible ventaja. Primero su camino está, más que el de otros, despejado de prejuicios. Pero sobre todo, el hecho de que esté orientado hacia estas investigaciones sin aquí estar llevado por obligaciones profesionales, ni por el interés material, es una prueba de este otro interés todo espontáneo, que es el más seguro garante de una vocación y que, ésta, es más rara de lo que se esperaría entre los de la profesión. A lo largo de toda la relación de estas experiencias y de la exposición de este método, tenemos la excitante y a la vez relajante sensación, y que mucho reconforta, de estar en presencia de un auténtico investigador, de un hombre que interroga a la realidad con una entera honestidad, una paciencia sin falta, por último con una perfecta modestia. Sobre todo esta modestia me agrada y alcanza. Se manifiesta en la manera respetuosa en que el Sr. Desoille aborda los hechos, en la prudencia con la cual toma cuidado en decir a cada paso: , también en la actitud respetuosa, y -mejor que eso- cortés, respecto a las teorías 6

y prácticas ajenas en las cuales no se pierde nunca. Este respeto hacia el trabajo de los demás, esta tolerancia de la mejor ley, este esfuerzo para comprender antes que criticar, son quizá lo que más falta hoy, singularmente en el ámbito que nos ocupa. Ante toda investigación original, no solamente se encuentra a pedantes negadores para excomulgar en nombre de algún dogma académico, sino que además los mismos investigadores, los autores de los trabajos por otra parte más estimables, nos dan demasiado a menudo el espectáculo entristecedor de una lucha de capillas, de una precipitada instauración de nuevas ortodoxias más intolerantes que las antiguas, mientras que la pasión personal les gana bien rápido sobre la preocupación por la verdad y perjudica más que todo a su progreso. ¡Cuántas (P. 11) investigaciones, en este ámbito, más aún que por la incomprensión de sus adversarios, han sido desacreditadas por el sectarismo y la falta de consideración de algunos de sus partidarios! ¿No es por fin el momento adecuado para más objetividad y serenidad? Y éste sería al mismo tiempo un golpe de enderezamiento o rectificación de lo que las opiniones primitivas sobre el inconsciente (o subconsciente) tuvieron de parcial, de parcial y de rudimentario. Las primeras tentativas que, a finales del siglo pasado y principio de éste, nos orientaron en estas regiones, las de Myers, William James, Théodore Flournoy, nos tienen bien dada la opinión de un subconsciente pleno de promesas, y que éste se extendía también por las zonas superiores del espíritu. Pero esto no era aún más que promesas. El psicoanálisis, que luego cogió su rápido vuelo, armado con la técnica que convenía para la exploración exacta e intrépida de los fenómenos psíquicos exteriores a la consciencia, fue el primero. Pero, procedente de la clínica, el psicoanálisis primero fue exclusivamente para tratar las enfermedades y sólo paso a paso es como remontó de lo patológico a lo normal, por cierto llevando sobre sí la inevitable deformación profesional que le era impuesta por sus orígenes. El psicoanálisis no abordó los fenómenos normales y superiores más que de sesgo, y con dificultad; se habría dicho, a veces, que no los consideraba más que a regañadientes y prefería, en resumidas cuentas, mirarlos como variedades de lo patológico. Francamente se puede decir que la unión no está aún operada entre los planos prometedores y un poco vagos de los primeros exploradores y los desarrollos pacientes, pero limitados, del equipo psicoanalítico. Como anteriormente deplorábamos esto no se realizará por otra parte más que al precio del abandono de las parcialidades. Es permitido estimar que el tiempo está cerca de esta unión tan deseable, hay algunos signos. No quiero por testimonio más que algunos recientes libros, que vienen a encontrarse sobre mi mesa, y bajo la impresión de los cuales no puedo no sentirme escribiendo esto. El primero, es el pequeño, pero sustancial trabajo de C. G. Jung, Traumsymbole des Indivi(P. 12) duations prozesses (Rhein Verlag, Zurich, 1936) y luego dos notables tesis, una de París, la de Roland Dalbiez, con La Méthode psychanalytique et la doctrine freudienne (Desclée de Brouwer, Paris, 1936), la otra de Ginebra, la de Albert Béguin, con Le Rêve chez les Romantiques allemands (Cahiers du sud, Marseille, 1937). El carácter, el propósito, el alcance de estas distintas obras, son muy diferentes. En tanto como signos convergentes, no son más que indicativos. El libro de Jung marca la continuación natural de una labor que se prosigue desde hace años, y que, avalada por toda una experiencia clínica, aborda cada vez más resueltamente los fenómenos espirituales al flexibilizar su método 7

tanto como a su significado le sea preciso. El libro de Dalbiez reemprende, ya con una envergadura como jamás lo ha hecho, el programa que hace poco trazaba yo mismo en mis Etudes de Psychanalyse: hacer el puente entre lo patológico y lo normal, entre los datos psicoanalíticos y una psicología más clásica y más filosófica; por su bello rigor intelectual, esta obra límpida y profunda es bien propia para disipar muchas prevenciones y sanear la atmósfera. En cuanto a Albert Béguin, éste no es un psicólogo; es un historiador de la literatura; pero, bien informado de la psicología moderna, se vuelve hacia los filósofos y los poetas del romanticismo alemán, y nos sorprende descubriendo en ellos a perspicaces precursores que tienen más que un interés histórico, ya que los problemas que ellos se plantean son los que nosotros debatimos. Y sus vistas, aunque incompletas por la ignorancia de algunos hechos, podrían, sobre otros puntos, corregir y ampliar las investigaciones de los modernos. De todas partes, aparecen buenas perspectivas. Ahora bien, al lado de las obras anteriores, es de necesidad hacer un lugar para la del Sr. Robert Desoille. A su vez, él no se parece a ninguno de ellos. Pero siguiendo en su propio camino, por su parte contribuye a la misma labor. Las aplicaciones del método que propone también llevan hacia la psicoterapia, hacia la educación, hacia la prudente investigación de los denominados fenómenos metafísicos y hacia la psicología de los místicos. Ninguno de estos ámbitos aparece aquí limitado por los otros. Y es que a la humil(P. 13) dad, como hemos dicho, ante los hechos, el Sr. Desoille adjunta un sentimiento de las proporciones, que lo obliga a reservar su sitio legítimo a cada cosa. Este sentimiento podría ser definido como un cuidado natural de elaboración y de arte: El Arte, semejante al constructor de un exacto edificio Quien rinde a cada parte una misma justicia, Da medida a los tramos y a las bóvedas su lugar Y hace florecer la rosa a la gloria de Dios. Pero también todo podría ser definido, precisamente, como un sentido de justicia. Y esto verifica una vez más que ciertas cualidades estéticas y morales no son en absoluto despreciables en la prosecución de lo verdadero.

Charles Baudouin.

Septiembre 1937.

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(P. 14) [Página en blanco]

(P. 15) INTRODUCCIÓN

En este trabajo, nos hemos tropezado con la imposibilidad de definir a un estado de conciencia; si el lector perdía de vista esta imposibilidad, estaría tentado de llevar prematuramente sobre nuestra exposición un sucinto criterio. Se puede precisar cómo se manifiesta un estado de conciencia, o aquello que lo provoca; no se puede alcanzar por ensamblajes de palabras la actitud interna de la conciencia, por ejemplo la de un hombre alegre, en tal y tal momento. Y no obstante la palabra alegría evoca una idea muy precisa [del contenido emocional]. En determinados casos, la dificultad es del mismo orden que la que se encuentra cuando se intenta explicar a un ciego de nacimiento lo que es la sensación del color. Se le puede explicar el mecanismo de la radiación electromagnética, o el mecanismo de un estado de conciencia, pero no se le puede dar a un interlocutor que no los tiene experimentados el conocimiento de esta sensación o de este estado. Así pues hemos renunciado a definir los estados de conciencia cuando ellos no formen parte de la común experiencia; para tener una idea, no hay más que un medio: la experiencia; es necesario vivir los estados de conciencia. [Es por eso que en este trabajo] hemos intentado realizar esta experiencia que es larga y difícil. Así hemos reunido ciertos materiales que nos han permitido edificar una técnica, gracias a la cual nuevas vías parecen abrirse a la investigación psicológica. Es esta técnica la que presentamos aquí. Primero referiremos en el capítulo I, sin comentarios y tal como ellas han tenido lugar, nuestras primeras experiencias. En el capítulo II, haremos el examen crítico de los procedimientos utilizados en la aplicación de esta técnica. El capí(P. 16) tulo III será la exposición general de los resultados obtenidos mientras que dedicaremos el capítulo IV al detallado examen de la aplicación de este método a la psicoterapia y a la conducta de la vida. Finalmente, en el último capítulo, trataremos de ciertos aspectos de la personalidad humana mostrando que si son todavía considerados como excepcionales, con este método, es posible provocar en muy gran número de sujetos las condiciones en las cuales aparecen.

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(P. 17) CAPÍTULO PRIMERO

>. Dante. (El Purgatorio, canto XVII). ___

LA EXPERIENCIA 1º ORIGEN DE NUESTRAS BÚSQUEDAS La elaboración de la técnica que presentamos tiene por punto de partida un recuerdo de la infancia. A la edad de siete años nos fue dado asistir en una feria a una sesión de hipnotismo que afectó vivamente nuestra imaginación. Lectura de pensamiento, la puesta en catalepsia del sujeto, brazo atravesado por un alfiler de sombrero sin que una gota de sangre corriera. Este espectáculo -hay que reconocerlo que poco hace para un niño- nos interesó, sin embargo, mucho más que una sesión de circo. El deseo de hacer semejantes experiencias se instaló en nosotros (*), y dadas la edad de doce años, nos fue ofrecida una ocasión de satisfacerla. Nos había sido dicho que bastaba con encontrar un buen sujeto después pensar con una voluntad muy fuerte en la orden que se deseaba transmitirle mentalmente para que todo ello fuera ejecutado. Pasábamos las vacaciones en compañía de una pequeña niña de una decena de años que decidimos utilizarla ____ (*) [Peculiarmente, aquí el autor únicamente se está refiriendo a él mismo. El libro, excepto en dos menciones a su mujer (en la dedicatoria y en la p. 171\104) y alguna que otra palabra suelta, está totalmente redactado en ; el motivo podría estar en que, de esta manera estaría insertando en la obra toda la viva participación de su esposa, como bien lo expresa en el párrafo dedicatorio (leer también el comentario a: Desoille-bigeard en el apéndice final). Indico, a título de completar esta observación, que la siguiente obra (Le rêve éveillé en psychothérapie) publicada en el año 1945, después de ella haber fallecido, la redacta totalmente en primera persona. -Nota del que traduce.-].

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(P. 18) como sujeto de la prueba, no obstante sin informarla. La confianza absoluta que teníamos en el resultado debía ser una de las causas del éxito. Además, una intuición, debido al puro azar, nos hizo tomar la actitud mental conveniente, condición indispensable para aquel logro. Una de estas experiencias fue totalmente destacable. Después de la comida del mediodía, nos encontrábamos reunidos en el salón. Uno de nuestros tíos mostraba un álbum de fotos a nuestra pequeña amiga. Tuvimos el deseo de hacerla subir al primer piso de la casa para que allí cogiera, del armario con espejo de nuestro dormitorio, uno de los tres sombreros que ahí se encontraban. Instintivamente, fijamos nuestra atención sucesivamente sobre cada una de las acciones necesarias para la ejecución de nuestra orden mental representándolas con imágenes visuales e imaginándolos, en cierto modo, todos los impulsos musculares correspondientes. Nuestra concentración mental duró alrededor de cinco minutos. Al cabo de este tiempo, nos sentimos agotado por este esfuerzo psíquico y, como continuaba nuestra joven amiga interesada por el álbum que le mostraba nuestro tío, creímos haber fracasado en nuestra tentativa de transmisión de pensamiento. Al cabo de algunos momentos, nuestro tío cerró el álbum. Nuestra joven amiga, la cual se había mantenido de pie al lado de él, giró sobre ella misma como alguien que busca lo que tiene que hacer después, súbitamente, se dirigió con paso resuelto hacia la puerta, salió del salón, subió la escalera, se dirigió toda recta hacia nuestra habitación (oíamos sus pasos por la casa) y, muy rápida, volvió a bajar trayendo de los tres sombreros el que deseábamos. Esta niña, que es ahora madre de familia, jamás ha sabido que nos había servido de sujeto de experiencia. Es necesario añadir que, si ella era de un natural encantador, no tenía la costumbre de darnos semejante servicio y que éste conserva un carácter totalmente insólito. Claude Bernard escribe (1): . Es una certeza interior, en efecto, la que nos condujo en la experiencia anterior: Certeza irracional del niño guiada simplemente por su intuición. Es sólo a la edad de veinticuatro años cuando nos vino a la mente la idea de una búsqueda metódica. Nuestra formación científica y técnica no nos había dejado dedicar apenas tiempo libre para el estudio de la psicología, pero ella debía guiarnos en la elaboración de una hipótesis que, abandonada más tarde, fue sin embargo el origen de las búsquedas sistemáticas que tenemos emprendidas. Reteniendo como un hecho incontestable el fenómeno de transmisión de pensamiento, estimábamos que debía ser comparado a un gasto de energía y ser estudiado por métodos análogos a los que se emplea en el estudio de los fenómenos de inducción en física. La guerra vino y es sólo en 1923 cuando reemprendimos esta idea, tras una conversación de las más curiosas. 2º PRIMERAS EXPERIENCIAS En el transcurso de un fiesta, una joven mujer nos dio información de una experiencia, tipo de sueño despierto, cuya descripción recordaba singularmente las fabulaciones 11

descritas por Flournoy en su famoso estudio: confiesa nuestro amigo... Le recordamos que el cálculo del precio se ha hecho inconscientemente con esa rapidez y esa seguridad que son a veces, como se sabe, lo propio de las asociaciones subconscientes (1). Nuestro amigo conviene que esto era exacto; es con su asentimiento que publicamos esta anécdota. En este ejemplo, el excitante es la contrariedad recientemente experimentada, inmediatamente rechazada y devenida a inconsciente. La oposición consciente del sujeto a la teoría de Freud va a ser el factor de contraste que aislará el objeto inconsciente a la atención; ella le hará escoger un número para refutar, con un ejemplo, la tesis propuesta. La idea general de número circunscribe inmediatamente el campo de exploración del sujeto; su atención, estando orientada, lo obliga a elegir, entre todos los números posibles, precisamente el que tiene una relación con su estado afectivo (y que está en armonía con éste); la formación de la imagen resultante, el número 23, responde bien al proceso que hemos descrito del sentimiento rechazado y revela su naturaleza. Veremos a continuación, otros ejemplos, que precisarán y justificarán las reglas enunciadas al principio de este capítulo, pero debemos decir en seguida, que esta noción de es de toda primera importancia para el análisis psicológico. He aquí un segundo ejemplo que hace percibir la manera de ____ (1) Ver sobre este tema el muy interesante estudio publicado por el doctor Osty. Revue Métapsychique, Nº 6 Novembre-Décembre, 1927.

(P. 49) hacer surgir una imagen de contraste y la manera de emplear la sugerencia en nuestro método. A. L..., joven mujer asténica, tiene una representación de lugar muy iluminado y con beneficiosa sensación de descanso de ánimo: no tiene otra imagen más que la de una luz 28

suave de un blanco dorado. Deseamos que realice la autosugerencia, pero su estado afectivo nos parece vago, poco intenso, insuficientemente vinculado a su representación visual. Deseamos complementar esta imagen demasiado pobre y al mismo tiempo orientar su atención sobre ella misma. Le proponemos imaginar un jarrón. Este jarrón se le presenta como memoria de un ánfora que acaba de divisar, con su aspecto terroso, en completa oposición con el aspecto inmaterial del lugar que ella tiene imaginado. La mayoría de las veces tal evocación, en ese momento de la sesión, traería bruscamente al sujeto al estado de consciencia normal. Este no es el caso, y podemos sugerirle este jarrón para que esté en armonía con el resto de la imagen. Ella ve inmediatamente un muy bello jarrón de cristal en el sitio del primero. Interrogada sobre la significación de este jarrón, la joven mujer nos dice : Al mismo tiempo toma conciencia del hecho de que puede efectivamente sentirse realizada puesto que se encuentra, desde hace un momento en un estado muy apacible. Le proponemos darse la orden de recordar inmediatamente, en pensamiento, el jarrón de cristal cada vez que una idea deprimente se presente. Esta autosugerencia se ha mostrado eficaz; sin embargo esta sesión no era más que la segunda. El lector quizá pensará que basta orientar la atención de un sujeto para que, todo naturalmente, descubra lo que él se propone buscar. En realidad, la experiencia implica dos operaciones distintas; pero ellas están a menudo tan inextricablemente unidas que es difícil separarlas para el análisis del proceso psicológico. (P. 50) La orientación de la atención es una cosa y las condiciones que permiten esta orientación son otra, bien distinta de la primera, en cuanto a la naturaleza de los hechos psicológicos. En los ejemplos anteriores, estas condiciones son : la iluminancia necesaria para distinguir una barra de hierro incandescente entre otros objetos ; la idea de número que permite a una contrariedad rechazada surgir de nuevo ; la idea de si misma, simbolizada por un jarrón vacío , para hacer cesar el sentimiento de falta de plenitud que padece la sujeto. La técnica del aislamiento del objeto propuesta a la atención, que llamaremos técnica del , aparece como una de las llaves del análisis psicológico. Es gracia al empleo, por cierto empírico, de esta técnica que el psicoanálisis ha hecho sus principales descubrimientos. Pero es también porque no han meditado suficientemente la importancia del contraste psicológico ni sabido concretar su mecanismo por lo que los psicoanalistas tienen limitado el campo de sus investigaciones no modificando la orientación de la atención del sujeto sobre éste mismo. Pidiéndole a un sujeto rememorarse un sueño, colocándolo previamente en un estado próximo al del sueño despierto, el psicoanalista orienta a la vez su atención y limita el campo de su observación, por el entorno mismo del sueño, que es aquí el factor de contraste, o de aislamiento. En otros términos, si se nos permite tomar esta expresión del lenguaje de la mecánica, el psicoanalista reduce los grados de libertad de la atención. Las asociaciones de ideas, que no son más que un inventario de cosas sobre las cuales puede fijarse la atención, no pueden ya hacer aparecer más que las que están en armonía con las imágenes del sueño en cuestión. Éste expresa, la mayoría de las veces, la satisfacción de un deseo instintivo rechazado -haberlo demostrado es el gran mérito del psicoanálisis- y el 29

instinto correspondiente está entre los objetos inventariados; debe pues necesariamente aparecer en el transcurso de esta búsqueda. (P. 51) Si hemos tomado del psicoanálisis el primer ejemplo dado más arriba, es con el propósito de resaltar lo que tiene de inestimable valor su técnica, pero también, extraído de los hechos, mostrar la insuficiencia de la teoría. Cuando no se trata más que de psicoterapia, debemos reconocer que el psicoanálisis alcanza al menos uno de los síntomas del mal. Cuando se trata de extraer de los hechos una teoría psicológica, el psicoanálisis, de su propia confesión, queda incompleto. Reduciendo el campo de sus investigaciones al sueño, el psicoanálisis no tiene estudiado del psiquismo del hombre más que la zona donde se establece normalmente el contacto entre los impulsos instintivos del subconsciente y la conciencia. Para ampliar el campo de estas búsquedas, justamente es necesario esforzarse por alcanzar la zona psíquica donde estos contactos no se establecen ya con un automatismo tan riguroso; este es precisamente el objetivo de nuestro estudio. De todas maneras hay que reconocer que la afectividad instintiva interviene en muy gran número de nuestros comportamientos, lo que se comprende, ya que nuestros instintos juegan un papel de preservación en el individuo por lo que debe ejercerse sin interrupción en el estado normal. Pero rechazamos admitir que la afectividad instintiva esté sola al intervenir en nuestra actividad psíquica, no haciendo en esto más que seguir a Freud que expresamente él mismo lo dice, cuando añade que el es en parte inconsciente; pero él no estudia directamente a este superyó inconsciente. Nuestro método permite esta exploración directa que es de las más fecundas. Nos alineamos así del lado de los psicólogos que han admitido la existencia de algo de la psique que no esté únicamente coloreada por el instinto. Lo llamaremos con Freud, o con otro muy distinto nombre como o . Diremos cuáles son las experiencias -que todo psicólogo podrá repetir- que nos obligan a adherirnos a esta hipótesis. Para desligar la atención del sujeto de la zona instintiva, distintamente sobre lo que el psicoanálisis mantiene, el único medio que (P. 52) empleamos es la sugerencia de la ascensión, como ya lo hemos dicho. 2º EL ANÁLISIS DEL SUEÑO El procedimiento, como en el psicoanálisis, será el de las libres asociaciones de ideas. No obstante, los materiales del sueño despierto no son ya los del sueño ordinario y las dificultades no serán las mismas. Debemos preguntarnos, antes de proseguir, si, realmente, los materiales del sueño despierto difieren de los del sueño ordinario. ¿No estaremos engañados por una simple apariencia: por la novedad de un simbolismo detrás del cual aún se escondería una afectividad de la misma naturaleza que la que se manifiesta en el sueño ordinario? Hemos dado a entender, en efecto, que la sugerencia de la ascensión hacía aparecer los sentimientos más elevados del sujeto: todo un ámbito de latentes pensamientos que no ocupan el campo de la conciencia en el estado de vigilia o durante el sueño. ¿Si esto es así, como se hace que el sujeto los exprese, todavía, habiendo recurso al medio arcaico del símbolo, como en el sueño ordinario? Cuando es cuestión del simbolismo de las imágenes, es necesario precisar el sentido atribuido a esta expresión. En su exposición del Psicoanálisis, Roland Dalbiez (1) hace una 30

crítica del empleo, por Freud, de la palabra símbolo ; muestra que en realidad la imagen onírica no es un símbolo en el sentido habitual de esta palabra y propone los términos de efecto-signo y de expresión psíquica para designar las imágenes del sueño reveladoras del contenido psíquico latente. No podemos reproducir aquí la discusión de este autor; nos bastará decir que ella se apoya en la observación de que no hay , mientras que las hay siempre entre la imagen del sueño y el contenido afectivo latente que le ha dado nacimiento. ____ (1) La Méthode Psychanalytique et la Doctrine Freudienne. Desclée de Brouwer et Cie, Paris, 1936, Volume II, p. 161 y sigs.

(P. 53) Roland Dalbiez recuerda, además, que el recurso a la imagen onírica como medio de expresión psíquica no se produce más que después de la , voluntario (caso del psicoanálisis o de nuestro método del sueño despierto o involuntario (caso del sueño). En el caso de nuestro método, la inhibición voluntaria del psiquismo superior es más o menos completa. Esta es la razón por la que estimamos que las imágenes del sujeto están en función del grado de inhibición realizado y que ellas deben ser consideradas unas veces como efectos-signos y otras como a verdaderos símbolos. Propiamente dicho, el recurso al simbolismo es el hecho de un trabajo puramente intuitivo del pensamiento, correspondiente a una actividad total o parcial del psiquismo superior, es decir, de la facultad de examen reflexivo. Una imagen no puede ser un símbolo más que en la medida en que la elección la hacemos conscientemente. El efecto-signo corresponde a una inhibición total del psiquismo superior; el modo de expresión psíquica particular del sueño implica una verdadera regresión -en el sentido que Freud da a esta palabra-, un retorno a los medios arcaicos de representaciones propias al psiquismo inferior liberado del control de la conciencia. Es en estos medios arcaicos de expresiones donde lo rechazado toma sus disfraces o enmascaramientos para expresarse a pesar de la censura y, en este caso, la imagen onírica es siempre el signo revelador de un estado afectivo del que es el efecto. Continuaremos, en consecuencia en esta obra, por emplear la palabra símbolo conservándole la significación amplia que le da Freud y no retomaremos esto más que cuando lo consideraremos necesario sobre las modalidades de la expresión psíquica para distinguir los casos donde hay verdaderamente regresión y estos en el que el sujeto hace un uso más o menos consciente del verdadero símbolo a falta de medios más precisos para expresar su intuición. El sueño, se sabe, favorece el retorno a los medios arcaicos, pero, además, la censura del yo, manteniendo (P. 54) los rechazos, obliga al deseo, condenado por la conciencia moral, a realizarse en una alucinación bajo una forma disfrazada, es decir simbólica. Si encontramos el símbolo en el sueño despierto, ¿no es en razón de una censura que mantiene el rechazo de las tendencias desaprobadas por el yo? En realidad, es bastante así; es cierto que el sueño despierto está, en las primeras sesiones, muy cercano al sueño ordinario y que allí encontramos los mismos elementos afectivos. Pero, más tarde, el sujeto se libera de la zona del sueño ordinario y, sin embargo, la expresión simbólica sigue siendo la norma en las sesiones siguientes. Esto no es más que al final de una práctica de varios años, cuando la imagen afectiva aparece sin el concurso o la 31

ayuda del símbolo visual. La explicación debe ser buscada, nos parece, en el estudio del promedio del comportamiento moral de los hombres. El hombre se defiende contra todo exceso, ya se trate de lo que le parece ser un exceso de virtud, o un exceso de su egoísmo instintivo. El ejercicio de una virtud aparece primero como el sacrificio de las tendencias, juzgadas legítimas, antes que ser apreciada como la satisfacción de las tendencias más generosas. El hombre se resiste al sacrificio. Se resiste pues inconscientemente a sus tendencias más generosas y se puede atribuir esta resistencia a una especie de rechazo. En este caso, es el instinto, con el asentimiento del , el que establece su censura contra lo que se le puede llamar nuestro apetito de ideal latente, contra las tendencias del . Las dificultades y el resultado del análisis son pues diferentes cuando se pasa del sueño ordinario a un sueño despierto provocado por la sugerencia de la ascensión. Las resistencias, reveladoras de los rechazos, serán en el segundo caso más fácilmente vencidas y será más fácil descubrir la tendencia buscada. El psicoanálisis resuelve los complejos, la emoción, mientras que nosotros realizaremos una haciendo vivir a nuestros sujetos sentimientos nuevos. La idea de sacrificio de las tendencias -consideradas como legítimas(P. 55) será sustituida por la visión de la satisfacción de las tendencias más nobles, poniendo en movimiento otra concepción de la felicidad. Por eso este método es, ante todo, un método de sublimación. El psicoanálisis hace revivir el pasado; nosotros anticipamos, por el contrario, con el futuro, como lo explicaremos en el capítulo IV. Cuando se reemplaza la sugerencia de la ascensión por la del descenso, las diferencias entre el sueño ordinario y el sueño despierto son también tan acusadas o intensas como en el caso precedente. Las contrasugerencias de protección empleadas en este caso son, en el fondo, unas imágenes de impunidad, de pureza conservada; ellas permiten al sujeto un trabajo de elaboración completo de la imagen representativa del estado afectivo estudiado sin que este estado afectivo -que sería, para él, infinitamente penoso- sea experimentado. Esto es lo que explica que estas imágenes parezcan absolutamente ajenas al sujeto que permanece por ello inconscientemente bajo el efecto de la previa sugerencia de impunidad. Según los conceptos de Freud, podríamos decir que la censura es completa, lo que evita la aparición de la angustia, o mejor aún que la contrasugerencia nos permite, al mismo tiempo, dar toda libertad al sí mismo de satisfacer sus impulsos, incluso los más monstruosos, dando al superyó una igual satisfacción por la certeza de que el yo no está en nada implicado en este drama. Llegamos así a rozar o tocar esta que Freud denomina el y que declara inaccesible al estudio directo por el análisis. La eficacia de estas contrasugerencias de protección, sea cual sea la teoría psicológica a la cual se adhiera, muestra cuanto de valioso puede ser el empleo de una representación simbólica, del que el sentido exacto incluso no es conocido enteramente por el sujeto. Estos hechos revelan también que la imagen puede ser tratada, bajo ciertas condiciones, como una entidad psicológica independiente, como ya lo había mostrado Pierre Janet; nosotros mismos daremos un ejemplo en el capítulo IV. (P. 56) En fin, conviene hacer notar que este procedimiento, que es un reforzamiento de la 32

censura, puede, como tal, ser muy peligroso, ya que puede mantener inconscientes las tendencias que el sujeto siempre tiene interés de saberlas, sentirlas como suyas; conviene pues de no emplearlo más que con una extrema prudencia. En el transcurso de esta obra, daremos poco lugar al análisis. La principal razón es que no tenemos nada nuevo que aportar a los procedimientos del análisis. Además el objetivo que perseguimos es la revelación al sujeto de posibilidades que él ignora. Sin embargo, admitimos que la imagen tiene siempre por causa un estado afectivo y que, por consiguiente, si este estado afectivo varía, la imagen, que lo representa, debe variar también; lo recíproco es verdadero, la experiencia lo demuestra. Así pues, si se puede hacer variar la imagen en un sentido conveniente, los estados afectivos correspondientes variarán en un sentido del que se puede prever. Resulta que el análisis, aunque es siempre útil, no es indispensable para alcanzar el objetivo que perseguimos. Nuestros recursos únicamente los tendremos aquí para liberar al sujeto de los conflictos afectivos que vayan a suponer un obstáculo para su ejercitación normal. Los ejemplos que más adelante se muestran precisarán la conducta que se debe tener en cada caso particular. El análisis muestra que en el sueño despierto, como en el sueño ordinario, la imagen es, casi siempre, un símbolo. La cualidad de ésta retendrá primero nuestra atención; distinguiremos en seguida dos categorías bien distintas de imágenes: 1º Las imágenes que representan una escena pareciéndose a las de la vida real, análoga a la que podría ser reproducida tal cual por un cinematógrafo, incluido aquí el carácter de verosimilitud o incoherencia que ella comporte. Estas imágenes son unas construcciones de lo que podríamos ver en la realidad; 2º las imágenes que presentan un carácter irreal, que se clasificarán en imágenes y . Las primeras son las imágenes de pesadilla que se le origina a un sujeto sugiriéndole la idea de descender; las segundas tienen por el con(P. 57) trario, un carácter sublime y ellas son provocadas sugiriéndole a un sujeto la idea de subir. Estas imágenes están asociadas a unos estados de conciencia bien determinados: las imágenes de la realidad, a unos estados de conciencia normales; las imágenes bajas, a estados mórbidos o simplemente desagradables; las imágenes altas, a un estado correspondiente a las aspiraciones más elevadas del individuo. La experiencia demuestra que cuanto más se hace descender a un sujeto, más pavor se experimenta; la visión podría incluso determinar un terror que, frecuentemente repetido, sería susceptible, sin duda, de provocar desórdenes mentales. Además no se debe sugerir esta idea de más que después de haber tomado las precauciones indicadas al final del capítulo primero. Inversamente, la sugerencia de una ascensión revela imágenes que el sujeto no habría jamás creído poder construir; ellas están acompañadas, en general, de un estado de euforia, y la sugerencia por parte del experimentador, insistimos mucho al respecto, no interviene de otra manera, en su formación, más que como un revelador haciendo aparecer una imagen que pertenece al sujeto y sólo a él. No habría que creer, como algunas personas no habiendo hecho ellas mismas la experiencia, que basta sugerir verbalmente a un sujeto una imagen paradisíaca para que la tenga. Varias veces hemos intentado la experiencia sin poder triunfar; no se puede esto conseguir más que al cabo de una cierta ejercitación del sujeto con el método del sueño 33

despierto y llevándolo progresivamente en el estado de conciencia debido; alcanzado este estado, ve formarse por sí misma la imagen, sin que se tenga ahí que sugerirla. Estos estados de euforia, a los cuales llega así el sujeto, presentarían por otra parte un peligro real si se los provocaba irreflexivamente. Pidiendo al sujeto una sublimación demasiado rápida de sus imágenes, el experimentador arriesgaría, en efecto, verlo perder contacto, en cierto modo, con las contingencias de la vida práctica, lo que va exactamente en contra del objetivo perseguido. Es suficiente, para evitar este escollo, confiar en el instinto del sujeto y de no insistir jamás si se le (P. 58) nota que la experiencia propuesta le repugna lo más mínimo. Insistiremos más adelante en esta precaución de la que nos hemos hecho una norma. La experiencia saca a la luz un primer hecho: -una representación puede estar caracterizada no solamente por su tema, sino también por la cualidad de la imagen (1). El tema de la representación puede variar al infinito; la cualidad de la imagen, por el contrario, parece no poder variar más que entre los límites que dependen del estado de conciencia originado. Este hecho permite pues una tosca clasificación de los estados de conciencia, según la cualidad de las imágenes, independientemente de su tema. Hay, en efecto, necesariamente armonía entre el estado de conciencia y la cualidad de las representaciones, sean éstas visuales u otras. Aún precisaremos en un punto: -Freud ha mostrado la importancia primordial que hay que atribuir al simbolismo, en tanto como ley de representación de la conciencia, y como medio de revelar la naturaleza humana. La simbolización es la ley psicológica fundamental que vincula la imagen con el estado afectivo. Este descubrimiento de Freud ha sido discutido y él mismo, no más que sus discípulos, no tiene aportada una didáctica demostración de esta verdad. Sólo, a nuestro conocimiento, Dalbiez ha mostrado claramente los equivalentes lógicos de las representaciones oníricas (2) y nos ha dado una justificación racional del psicoanálisis. Una de las tareas del psicólogo será pues llegar a la interpretación del símbolo. Recordaremos aquí que Freud insiste sobre la dificultad de esta interpretación y afirma que ella no puede ser dada más que cuando se conoce todos los elementos que han concurrido en la formación de la imagen simbólica. Él precisa que, sólo, el sujeto ____ (1) Para la definición de lo que entendemos por , ver el comentario que acompaña a las ilustraciones de este libro, página 107 [\65]. ____ (2) Roland Dalbiez : La Méthode Psychanalytique et la Doctrine Freudienne. Desclée de Brouwer et Cie, Paris, 1936.

(P. 59) puede ser llevado a conocer todos estos elementos, los que son normalmente conscientes y los que, primero inconscientes, deben devenir a conscientes. Un estado afectivo, que concurre en la elaboración de un símbolo, no es simple más que en el origen; luego evoluciona, se complica y su acción está lejos de ser fácil de determinar. Tiene así, entre todas las significaciones posibles de un símbolo, un sentido actual, que sólo debe ser retenido en el instante considerado y que sólo el sujeto puede descubrir. Para precisar lo que entendemos por sentido actual utilizaremos el ejemplo de la serpiente que puede representar la idea de falo, o ser simplemente el símbolo de la Sabiduría, como 34

en algunas figuras utilizadas para emblema de escuelas filosóficas. Citaremos una experiencia que ilustra perfectamente lo que puede haber de exagerado al interpretar una imagen según un . Uno de nuestros sujetos tiene su atención fijada sobre una muy hermosa rosa. Le pedimos analizar los sentimientos que evoca para él esta flor. El sujeto responde que ella es el símbolo de la caridad; se le ruega que precise, comenta entonces que la rosa tiene unas espinas de las que el aspecto le parece desagradable. El sujeto es una mujer; ¿vamos a identificar la espina a una representación fálica? La interpretación no sería en absoluto correcta. Preguntada, la sujeto nos da, por el contrario, las explicaciones siguientes: . La espina , evoca la idea de sangre que corre, de sacrificio; así pues encontramos mucho del simbolismo freudiano, (P. 60) pero sublimado. Estamos convencidos que, en otros casos, la espina, la descarga eléctrica, etc. pueden tener una significación sexual; pero, aquí en el presente caso ese no es el sentido actual, ese no es el que tiene una importancia inmediata para la sujeto. Es posible que haya un sentido subyacente, pero, si éste debía tener una importancia, veríamos la tendencia que lo revela manifestarse de otra manera y con mucha más fuerza; regresaremos con todo detalle sobre este punto en el transcurso de esta obra. Como lo muestra este ejemplo, el experimentador deberá cuidadosamente guardarse de interpretar él mismo la imagen simbólica ante el sujeto. Por el contrario, lo ayudará a interpretar sus propias imágenes, por asociaciones de ideas, como se debe hacerlo en psicoanálisis. 3º LOS EFECTOS PSICOFISIOLÓGICOS Las expresiones tales como , , , etc. reaparecen constantemente en las obras que tratan de psicología. Nosotros mismos hemos empleado las expresiones , , . Sin embargo hay que reconocer que estas expresiones no tienen ningún sentido preciso en el estado actual de nuestros conocimientos. Ellas implican sin embargo una verdad, en principio, que es necesario explicitar; este vocabulario está en efecto tomado de la mecánica que es una ciencia precisa y establece una analogía entre los fenómenos psicológicos y los fenómenos que estudia la mecánica. ¿Se debe limitarse, dicho vocabulario, a una simple analogía, que no sería más que una comodidad de lenguaje, o se debe, por el contrario, tomar posición y adherirse a una precisa hipótesis, se debiera no dar a éste más que el carácter de una simple hipótesis de trabajo? Nos parece que la psicología debe ser considerada como una rama particular de la biología. Si queremos pues que las expresiones, de las que hemos denunciado la imprecisión, tomen un sentido, si queremos conservar una concepción energética de los fenómenos 35

(P. 61) psicológicos, es necesario al menos buscar las concomitancias entre éstos y los fenómenos fisiológicos que, ellos, bien destacan como un gasto de energía particular que es posible de evidenciar, incluso de medir. La psicología no saldrá de la fase literaria, donde ella está todavía, para convertirse en ciencia, más que con esta condición. Con este pensamiento es con el que hemos hecho algunas experiencias de las cuales el resultado ha venido a justificar las precauciones tomadas empíricamente por el teniente coronel Caslant para traer a sus sujetos al estado normal. a) Modificación de las alucinaciones debidas a la ingesta de peyotl (peyote). En 1927 y 1928 hemos hecho una serie de experiencias sobre los efectos psicológicos de la intoxicación debida a los alcaloides de una planta mejicana conocida bajo los nombres de y (*). Se conocen los cinco alcaloides (**) de esta planta de los que el primero, la mezcalina, provoca alucinaciones visuales totalmente curiosas. En el transcurso de la primera de estas experiencias, descritas en otra parte (1), la segunda hecha sobre nosotros mismos después de la ingesta de 1 gramo de (*), hemos intentado, sin resultado concluyente, modificar las alucinaciones del peyote trabajando como sujeto según nuestro método. En cambio, durante el sueño que ha seguido, hemos observado que las representaciones visuales de nuestros sueños conservaban su carácter habitual mientras que al despertar teníamos aún fotofobia [(molestia, rechazo a la luz)] y, que volviendo a cerrar los ojos, las imágenes características del peyote reaparecían; nos hemos vuelto a dormir una hora y el mismo fenómeno se ha reproducido. Mientras se duerme, las imágenes del sueño no son pues nada modificadas por el peyote, aun cuando este producto provoque todavía las alucinaciones características si se pasa al estado de vigilia. Esto nos animó a intentar de nuevo modificar las alucinaciones del peyote, en el estado de vigilia, sobre dos sujetos ____ (*) [Ignoro la equivalencia al español de este término médico o técnico, es por ello que permanece tal cual se presenta en el original francés. -N. del que t.-]. ____ (**) [En la enciclopedia Encarta 2008, en el artículo: Peyote, explica, entre otras cosas, que… contiene nueve alcaloides... Por lo visto se han descubierto en esta planta más alcaloides en el transcurso de estos años. -N. del que t.-]. ____ (1) Revue Métapsychique, année 1928, nº 1, p. 37.

(P. 62) ejercitados en nuestro método. Estimando que el fracaso, en nuestro caso, era debido a una intoxicación demasiado fuerte, hemos hecho la experiencia con un primer sujeto que no había tomado más que 0,25 gramos de panpeyotl y con un segundo sujeto que había absorbido una dosis de 0,50 gramo de esta preparación. La experiencia triunfó plenamente con el uno y el otro. Ella fue especialmente interesante con el segundo cuyas alucinaciones eran mucho más nítidas y duraron varias horas. Pudimos hacer a uno y otro sujeto cuyas representaciones visuales fueron exactamente las mismas que de costumbre; pero, en cuanto la sesión fue interrumpida, las alucinaciones del peyote reaparecieron en condiciones idénticas a las que teníamos observadas en nosotros mismos, en el momento del despertar. Es pues posible, cuando la intoxicación no es demasiado fuerte, controlar completamente los efectos psicológicos. Nos parece que esta observación es muy importante, ya que ella evidencia el hecho de que el trabajo mental de un sujeto modifica algo a su régimen psicofisiológico y esta observación justifica la noción misma de tal régimen. Aún se observa, en el transcurso de las sesiones, un cierto número de hechos de los cuales el estudio sistemático debe presentar un interés. Es así que el ritmo respiratorio, el ritmo 36

cardíaco, varían según el estado de conciencia del sujeto. Hemos notado igualmente una bajada de la temperatura rectal, que se explica fácilmente por el estado de descanso en que se mantiene al sujeto, pero que debe también ser asociada a la disminución del metabolismo respiratorio. El ritmo respiratorio puede ser ralentizado hasta tres respiraciones al minuto e incluso menos. Veremos más adelante que intentando, en el estado normal, ralentizar voluntariamente nuestra respiración, hemos aumentado nuestro metabolismo; mientras que en los estados de conciencia por los cuales la respiración desciende, por sí misma, a un ritmo también lento, el metabolismo es disminuido. Así pues esta bajada del ritmo respiratorio no tiene siempre el mismo significado; el ritmo natural, si la (P. 63) voluntad no interviene para modificarlo, parece no obstante poder ser utilizado como término de comparación pero no tendrá su significación completa más que en función del metabolismo respiratorio. b) Medida del gasto en el organismo. Por una parte Atwater y Benedict y, Charles Richet por otra, han sido los primeros, creemos nosotros, en comparar el gasto del organismo en distintos estados de conciencia. Los primeros buscaban una correlación entre el gasto de energía calorífico y el trabajo mental. Charles Richet ponía a sus sujetos en estado de hipnosis y les sugería un completo descanso. No fue posible evidenciar un gasto de energía imputable al trabajo mental. Charles Richet, por el contrario, encuentra una disminución notable del metabolismo respiratorio en sus sujetos en estado de hipnosis. Hemos retomado estas experiencias con el Sr. Maurice Delaville (1). A condición de tomar ciertas precauciones, durante la medida y en el escrutinio del resultado por el cálculo, estas experiencias dan unas indicaciones interesantes. La primera condición es operar de tal manera que el sujeto pueda ser considerado como comparable con él mismo. Para eso basta con tener en cuenta el hecho siguiente: si se le mide el metabolismo respiratorio a un mismo sujeto dos veces seguidas con un cuarto de hora de intervalo, el resultado de la segunda medida es en general superior al de la primera, en un 5% como mucho. Así pues si la primera medida debe caracterizar al estado normal y si la segunda acusa una disminución apreciable, estaremos seguros que esta disminución es real y que ella tiene, como consecuencia, un significado. Hemos operado con un sujeto en ayunas, a partir de su despertar, rogándole moverse lo menos posible y de no hablar. La ____ (1) Ver su análisis completo en Action et Pensée, nº 7 y 8, 1931.

(P. 64) primera medida así hecha daba 62,44 calorías como gasto total por hora, valor normal para la talla del sujeto. La segunda medida fue hecha diez minutos después de la primera y mientras el sujeto, muy ejercitado, se ponía solo en estado de descanso profundo. Esta medida nos ha dado 52,60 calorías por hora, es decir una disminución del 15,7 %. Si se tiene en cuenta el aumento que debería acusar normalmente la segunda medida, la diferencia entre el estado normal de vigilia y el estado de descanso profundo en vigilia, 37

puede ser evaluada entre el 15 y el 20 %. Se sabe que para el sueño profundo la disminución está en un promedio del 12% solamente. El ritmo de la respiración bajó en unas proporciones considerables en el transcurso de esta experiencia y está permitido pensar que esta ralentización debe bastar para explicar la disminución del metabolismo. No es así; hemos hecho medir nuestro gasto de energía durante un ejercicio de ralentización voluntaria de la respiración que, en el transcurso de la medida, hemos llegado a mantener el ritmo de 2,5 inspiraciones por minuto, lo que es muy lento. Hemos constatado: 1º que el metabolismo ha aumentado un 30%; 2º que este ejercicio corresponde simplemente a una utilización más completa del oxígeno de la atmósfera. Se trata pues de una gimnasia respiratoria que acelera los intercambios en lugar de disminuirlos. ¿Cuales conclusiones se pueden intentar sacar de estos resultados? Nos parece que hay una que se impone, y es que en el estado de vigilia, el sujeto puede colocarse voluntariamente en un estado de descanso tal, que el ahorro de energía es superior al que realizaría en el sueño. La experiencia, que nosotros mismos tenemos muchas veces hecha, demuestra que, con un ejercicio puramente mental, se puede descansar muy profundamente sin dormirse; un ejercicio, de este tipo, prolongado diez minutos o un (P. 65) cuarto de hora, permite hacer desaparecer en gran parte la sensación de cansancio debida, por ejemplo, a una salida nocturna. Esto nos enseña que se puede y se debe aprender a descansar. El reposo no depende solamente de un descanso muscular sino también de una relajación psíquica que es necesario saber realizar. También podemos intentar interpretar el resultado negativo de las experiencias de Atwater y de Benedict: el hecho de que el gasto del organismo parece permanecer igual, tanto se dedique el sujeto a un trabajo mental o se abstenga. Es natural de objetar que, al medir el metabolismo respiratorio, escapen a la observación otros metabolismos que estén probablemente vinculados al trabajo mental. Se puede decir también, esta interpretación no excluye a la otra, que la expresión trabajo mental no tiene un sentido preciso. Es necesario preguntarse, en efecto, si hay una gran diferencia en el trabajo de la imaginación cuando un sujeto pasa del estado de atención pasiva (del sueño despierto por ejemplo) al estado de atención activa (caso, por ejemplo, de un problema a resolver). Si esta diferencia no es de orden energético, ella debe escapar a nuestras medidas. En cambio, para colocarse en estado de descanso profundo, nuestros sujetos tienen que esforzarse en no tener ya ninguna representación y naturalmente evitaremos toda excitación sensorial. Su estado mental es, tanto como sea posible, el que refleja la vulgar expresión de estar con . ¿Es bueno, aconsejable este descanso de la imaginación que es medido en el transcurso de nuestra experiencia? Nos parece que la explicación más admisible para recomendarlo está en que es difícil que un modo de representación cualquiera, verbal o visual en particular, no esté asociado más o menos a imágenes motrices. Estas imágenes motrices son verdaderos esbozos de movimiento que, sin ser visibles, implican, sin embargo, ligeras contracciones musculares 38

de las cuales el sujeto no tiene conciencia, pero que corresponden a un verdadero gasto de energía. Este gasto de energía sería medido por la diferencia entre el valor del metabolismo en el estado que consideramos como de descanso y el valor de este mismo metabo(P. 66) lismo en, lo que hemos llamado, el descanso profundo. La diferencia de un 15 a un 20% mostraría que estas inconscientes contracciones musculares son bastantes considerables; se comprende por consiguiente que esta relajación sea adecuada ya que, si este gasto de más no ofrece inconvenientes para un sujeto normal, rico en energía, éste es un derroche dañino para el deprimido en que, tal vez, dicha inconsciente actividad es aún mayor que en el individuo normal. Añadimos que los resultados que anunciamos aquí, han sido encontrados después por el doctor Goldenberg, que sugiere igualmente la inacción física y mental a sus sujetos en el estado de vigilia. Aquí se detiene nuestra experiencia en un ámbito que las circunstancias no nos han permitido explorar más allá. Nuestras constataciones son suficientes, creemos, de justificar las prácticas recomendadas para traer un sujeto, al final de la sesión, a su estado normal. Estas imágenes de , que han podido parecer, con justa razón, fantasiosas, no son más que un accesorio cuyo empleo no es más asombroso que el que tiene un extensor, el cual se hace estirar para recuperar una cierta flexibilidad muscular. Ellas (las imágenes de retorno) ayudan al sujeto a encontrar su régimen psicofisiológico habitual hasta que haya cogido la práctica de hacerlo intuitivamente sin representaciones visuales. 4º CONDUCTA METÓDICA DE LA EXPERIENCIA a) Resumen. El examen crítico que precede muestra que, al margen de los efectos de la sugerencia de la ascensión, los mecanismos del sueño dirigido en el estado de vigilia (*) son los de la psicología del sueño ordinario. Los procedimientos empíricos presentados en el capítulo I constituyen pues un método válido para la investigación de la afectividad subconsciente. Estos procedimientos tienden a reducir al mínimo la intensidad de todas las excitaciones, externas e internas, susceptibles de dar las componentes en la imagen ____ (*) [Aquí R. Desoille roza la definición con la que años después terminaría denominando a su método: Rêve éveillé dirigé: Sueño despierto dirigido. -N. del que t.-].

(P. 67) del sueño y de llegar a enmascarar así, por sus efectos, la componente que se quiere aislar y que, sólo, es representativa del fenómeno que se quiere estudiar. En resumen, este método consiste: 1º en colocar al sujeto en un estado de indiferencia con el mundo exterior, análogo al del sueño, pero que se distingue por el mantenimiento de su plena conciencia; 2º en emplear la sugerencia para estimular la actividad de la imaginación al mismo tiempo que la orienta. La sugerencia principal debe seguir siendo la de una imagen motriz: sea de ascensión o de descenso, la sugerencia secundaria, reducida al mínimo posible, permite aislar de todas las representaciones afectivas latentes, la que interesa al experimentador 39

sobre el momento mismo; esta es la provocación del contraste; 3º en observar la ley de armonía que preside a la formación de las imágenes, para encontrar, gracias a este contraste, el componente afectivo, que se quiere estudiar, sin arriesgar a enmascararlo por la componente ajena al sujeto que es la sugerencia; 4º en analizar las imágenes, simbólicas o no, por el procedimiento de las asociaciones de ideas como se hace en el psicoanálisis; 5º en hacer regresar al sujeto a su estado normal por transiciones lentas para tener en cuenta los efectos psicofisiológicos que hemos indicado. La tabla de la página 68 [\41] precisará con más detalle el modo de empleo de este método. Los efectos de la sugerencia de la ascensión, siendo todos difícilmente explicables, han sido verificados por varios psicólogos, entre ellos Charles Baudouin, profesor de la Universidad de Ginebra, sobre una cantidad bastante considerable de sujetos, para que no subsista ninguna duda sobre su realidad. Son estos efectos, descubiertos por el teniente coronel Caslant, los que constituyen una verdadera novedad. Ha sido dicho del psicoanálisis que éste no se enseña con la misma gran claridad que lo hace las técnicas médicas; más aún que [El texto continúa en la p. 69\42. -N. del que t.-].

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(P. 69) este método, el psicoanálisis, es un arte. El manejo del contraste y la observación de la ley de armonía de Bergson, son muy delicados. La menor torpeza falsea el resultado de la experiencia y, para salir bien ésta, es necesario una iniciación personal o, al menos, un previo psicoanálisis y tener una larga práctica en manejar a sujetos. No se puede, en efecto, respetar la ley de formación de las imágenes y su simbolismo, más que al hacer suyas en lo más profundo de sí mismo, las imágenes del sujeto; es de necesidad pues conocerlas por una experiencia tan próxima como sea posible a la suya. Un torpe empleo de la sugerencia con vistas, por ejemplo, a establecer un contraste, provoca un brusco retorno del sujeto al ciclo de sus pensamientos o de sus sentimientos habituales. Este retorno se acompaña a menudo de la imagen de una y, en este caso, el experimentador es advertido de su error. Pero esta caída puede no ser sentida por el sujeto y el estado de conciencia a donde se le cree haberlo llevado no puede ser estudiado. Así pues es en el conocimiento intuitivo del estado en el que se encuentra el sujeto, en el manejo del efecto del contraste en función de su estado, donde reside toda la dificultad de empleo de este método. Ulteriormente daremos algunos ejemplos. Es necesario, además, un conocimiento profundo del simbolismo y de la manera de hacer analizar por el sujeto la clara significación del símbolo. Esto no puede adquirirse más que por una experiencia personal. La exposición de las aplicaciones de este método aún precisará el modo de empleo; pero antes de pasar al estudio de estas aplicaciones, daremos algunos ejemplos de sesiones que mostrarán al lector la manera de como los principios, anteriormente expuestos y analizados, tienen que ser aplicados. b) Ejemplos de sueños despiertos provocados por estos procedimientos. Para ilustrar lo dicho, damos a continuación la relación de dos sesiones de inicio de las prácticas, de una (P. 70) tercera habiendo tenido lugar al cabo de algunos meses de ejercitación y de una cuarta presentando en el empleo del método unas particulares dificultades. Estos ejemplos no son dados más que para mostrar sin ningún problema el mecanismo del método; la interpretación completa de los resultados obtenidos no podrá ser dada más que en los capítulos siguientes. Primer ejemplo El sujeto S... es un hombre que ha pasado de la cuarentena, casado, padre de dos niños, ejerciendo la profesión de chofer. El cree ser ateo, pero en realidad, sus creencias son netamente espiritistas. Es un hombre de enorme buena voluntad, pero débil. S... nos lo ha enviado un amigo con la esperanza de que podremos ayudarle a poner un poco de orden en el fárrago de ideas sacadas en función de sus lecturas. S... pasivo por naturaleza, mantiene muy bien las imágenes; es un sujeto fácil de conducir. Después de haberlo ayudado a ponerse en estado de distensión, le proponemos la imagen de un tranquilo paisaje; él allí descansa, después pasea algunos momentos. Le invitamos a buscar una cadena montañosa y a subir a la cumbre más alta. Allí, le proponemos elevarse aún más alto, ayudándole a fijar su atención en la idea de la ascensión por imágenes de escalas, de escaleras, etc. Llega así a la representación visual de un paisaje bastante luminoso que domina desde la cumbre de una colina. Se siente tranquilo y satisfecho. 42

Le proponemos completar esta imagen por un haz de luz que cae verticalmente sobre él, esto lo hace fácilmente. Nuestra intención es pedirle que se deje por esta luz para ayudarle a formar imágenes más luminosas; pero en ese momento, una íntima preocupación se le presenta y el sujeto nos anuncia: ... (Sic) (*). ¿? Le preguntamos. Sin responder, el sujeto añade: (sic) (*). Le repetimos nuestra pregunta y la respuesta es la ____ (*) [R. Desoille indica que son palabras textuales. Las que aquí se muestran son una traducción de ellas ya que están expresadas en francés. -N. del que t.-].

(P. 71) siguiente: No conociendo bien aún a nuestro sujeto, nos limitamos a decirle que en efecto éstas son unas tendencias que sería mejor dominarlas; la sesión habiendo ya revelado un punto muy importante del carácter y de los hábitos del sujeto, la restablecemos rápidamente al estado normal y provocamos a continuación sus confidencias. S... resulta ser, por temperamento, más que por convicción razonada, revolucionario y bebedor. Le preguntamos si quiere desembarazarse de este hábito de beber; S... nos dice desearlo vivamente; que no está llevado por sus camaradas, que él se deja llevar por la bebida. En las sesiones siguientes, lo ayudaremos a formar imágenes de autosugerencia que lo han alejado de las tabernas durante varias semanas, según su misma mujer, pero que no lo tienen curado. Damos este ejemplo para mostrar como un trastorno de conciencia se revela espontáneamente en el transcurso de la sesión por una imagen simbólica, el corazón negro, que el sujeto interpreta inmediatamente de sí mismo. Segundo ejemplo Este caso es muy diferente del anterior: se trata de una sesión consecutiva a una quincena de otras, datando ya de un año las primeras. No obstante, la escogemos como ejemplo de una sesión de principio de ejercitación, ya que los progresos de la sujeto fueron tan lentos, que el resultado alcanzado es comparable al que se obtendría en una segunda o tercera sesión con un sujeto medio. R... ha sobrepasado la cuarentena; ella pertenece a la burguesía y es medianamente culta; durante más de un año ha sido psicoanalizada por una doctora y parece haber tomado conciencia del origen de la mayoría de los trastornos de carácter de los cuales ella padece. A pesar de eso, sigue siendo poco activa y muy mal adaptada a las necesidades de la vida social. Antes de la experiencia, largamente nos habla de los rencores que guarda hacia su padre, los cuales la conducen a (P. 72) ensombrecer su infancia. Estos recuerdos, como se va a ver, nos harán orientar la sesión. Proponemos, como imagen de partida, un paisaje de nieve silencioso y tranquilo. Esperábamos un paisaje soleado; el que se presenta es un paisaje nocturno, caracterizando el estado de depresión de la sujeto; sin embargo, conservamos esta imagen de partida (1). Como representación soporte elegimos para la ascensión la imagen de un rayo luminoso, a lo largo del cual R... se desliza hacia lo alto. Llega así ella misma en una atmósfera luminosa ante unos personajes sentados; el que está en el centro representa a Dios... 43

Notamos enseguida que R... sabe perfectamente que toda esta escena no es más que el producto de su imaginación; conserva íntegramente su escepticismo ya que no es creyente (2). Ella expresa el deseo de ver disolverse la indiferencia de la que padece frente al prójimo por una forma que es la de la plegaria. R... se ve accesible a devenir a fuertes, importantes sensaciones, pero ninguna de estas sensaciones es vivida. Rogamos a R... formar la siguiente imagen: un hombre se encuentra ante una enorme roca que debe desplazar. Está acompañado de un niño; en su esfuerzo por mover la roca, empuja al niño por descuido. Formada esta imagen, rogamos a R... contemplarla algunos segundos y le preguntamos si el niño puede estar resentido con el hombre por así empujarlo. Estima que no; le hacemos entonces notar que su padre, como ser humano, tenía que luchar, consciente o no, contra sus defectos de carácter, como todos tenemos que hacerlo; en esa lucha, si ha llegado a herirla, sin duda él no es completamente responsable; no es seguro que se pueda acusarlo de maldad. R... acepta esta proposición y la de considerar a su padre, en el futuro, con el mismo ánimo con el que ella considera ____ (1) Se asociará este género de imagen a la composición , del que damos la reproducción. [Situado en el original y aquí, fuera de texto, entre la p. 106 y 107\64. -N. del que t.-]. ____ (2) Un sujeto perfectamente equilibrado, de alta cultura científica y de convicciones materialistas nos ha dado imágenes muy próximas a éstas. Estas imágenes son muy frecuentes.

(P. 73) actualmente al hombre de la roca; comprende que debe compadecerse de un sufrimiento del que ella nunca había pensado. Esta sugerencia no provoca aún la reacción que buscamos: no hay aquí un verdadero sentimiento, realmente experimentado. La sesión se prosigue por una nueva ascensión en un rayo de luz. Proponemos la idea de agua (imagen escogida en función de la idea de frescor, de aplacamiento). R... ve . Esta representación se asocia a la idea . Una ligera relajación es obtenida. Esta sesión es de las más triviales pero es característica de lo que se le obtiene a un sujeto cuando no está en buena salud física y de ánimo. No éramos informados sobre las tendencias profundas de la sujeto a la que no conseguimos conmover y hemos sido obligado a emplear frecuentemente la sugerencia para suplir la insensibilidad de la sujeto. Una sesión como ésta no tendría ningún interés práctico si no debía ser continuada por otras mejores. En realidad, desde que R... ha comenzado su práctica, hemos podido constatar en ella un gran esfuerzo que, en parte, lo ha podido hacer gracias al estímulo que encuentra en sus sesiones. Según su entorno, hay un progreso real, una mejora del carácter, una mayor aptitud para la acción, y podemos afirmar que estos progresos han sido duraderos. Tercer ejemplo La relación detallada que sigue es la de una sesión de la que se puede considerar como típica; este informe ha sido establecido por la sujeto, mujer cultivada, artista, mayor de 48 años. B. M... ha comenzado con nosotros su ejercitación con otro de nuestros temas (4 a 5 sesiones) y la relación que sigue es la de la quinta sesión. B. M... no presenta (P. 74) incómodas disposiciones neuróticas; no pertenece a ninguna confesión religiosa. 44

Después de los algunos minutos de necesario reposo para obtener una suficiente relajación, proponemos a B. M... imaginar flores; ella tiene las imágenes siguientes: . Le preguntamos si se trata de una simple reminiscencia [(rememoración)] de la Naturaleza, o si esta imagen conlleva un simbolismo. La sujeto continúa: . Aquí, habríamos podido comenzar por conseguir de nuestra sujeto un análisis detallado de estos símbolos como se hace en el psicoanálisis; pero como nuestro objetivo no es hacer revivir a la sujeto su pasado instintivo y sentimental sino, por el contrario, de anticipar sobre su futuro para prepararla, hemos procedido a la inversa del psicoanálisis -el procedimiento psicoanalítico correspondiente es más bien un - y de la imagen que la sujeto describe, hemos provocado una tal y como sigue: . Hay que evitar, en los comienzos dejar en el sujeto esta sensación de ausencia total de representaciones visuales; es sólo después de una larga práctica cuando podrá sacar algo útil de tales sensaciones; ulteriormente ellas dejarán, en efecto, un profundo sentimiento de serenidad y son muy preciadas por eso. La sesión continúa de la siguiente manera: . Esta orientación de la sujeto tiene por objetivo la de llevarla a la autocrítica, o a la autosugerencia, que será lo más inmediatamente útil puesto que la habrá provocado ella misma, espontáneamente. La respuesta es la siguiente: . Habiendo así liberado un intenso dinamismo afectivo, aconsejamos a B. M... mantenerlo 45

en acción lo más posible. Después, sabiendo por sus confidencias, que ciertas desavenencias con su entorno le han sido muy penosas y que aún pueden (P. 76) perturbarla, le aconsejamos evocar, en la imagen presente, a las personas de las que tiene que quejarse: . Sintiendo que en ese momento el dinamismo de la imagen comienza a agotarse, pedimos a la sujeto buscar otro símbolo; he aquí lo que se presenta: . Anotamos que si la espada debe sugerir la idea de una tendencia erótica subyacente, no hay que atribuir una significación fálica a esta imagen más que secundariamente. El análisis nos conduciría a ver en esta espada la expresión de una reivindicación personal que no es de ninguna manera rechazada por la sujeto ya que el desarrollo normal de las sesiones anteriores nos lo garantiza. Esta imagen es una condensación de la idea de (P. 77) falo y de la idea de justicia, por oposición a la idea de injusticia de la que la sujeto sufre en razón de su celibato involuntario. Sólo, la idea de justicia es retenida y sobre ella es con la que dejamos hacerse el trabajo de sublimación puesto que, en este particular caso, no debemos temer cualquier conflicto. La significación actual de este símbolo debe ser encontrada en la lección de la imagen anterior en donde no hay ya ni ofensor ni ofendido: la ofendida tiene culpas y el sentimiento profundo de la justicia la pone en igualdad de condiciones con el ofensor; sólo debe subsistir, el sentido de la armonía universal. Hay que hacer notar que el dinamismo de estas imágenes se conserva en la vida corriente y que la sujeto se sirve de él, como de un potente medio, para practicar una autosugerencia, totalmente consciente, que le permite rechazar todo lo que tendería a deprimirla. Siguiendo una feliz expresión de Pierre Janet: ha aprendido a movilizar las energías profundas de su psiquismo superior para mantenerse en un estado de equilibrio altamente deseable. El objetivo de las prácticas está alcanzado; la sujeto ha sustituido la imagen de los acontecimientos, que su instinto le había proporcionado, por una imagen conforme a la Sabiduría y que llega esto a convertirse en una directriz en su vida. 46

Añadimos que esta sesión es ya antigua y que hemos podido constatar que esta sujeto, como muchos otros, ha conservado desde entonces todo el beneficio que asegura haber encontrado en este trabajo sobre sí misma. Cuarto ejemplo Hemos dicho que la aplicación de este método es un arte, nos es pues muy difícil dar cuenta aquí de todas las variedades de aplicación de los principios generales que hemos enunciado. No obstante, otro ejemplo permitirá al lector mejor comprender hasta qué punto es necesaria una larga práctica de este método para saber adaptar todos los de los principios enunciados al particular caso de un sujeto o, simplemente, al particular caso de una sesión con el mismo sujeto. (P. 78) X... es una joven estudiante de 18 años, con buena salud, cuyo padre ha trabajado con nosotros. Ella desea conocerse mejor para adquirir un mayor control de sí misma. La concentración de la atención y el estado pasivo han sido obtenidos fácilmente en algunas de las sesiones anteriores; las imágenes eran simples y se formaban lentamente. La sesión que aquí referimos es la sexta. Pedimos a X... que escoja ella misma la imagen de partida y que intente mantener ella sola la idea de la ascensión rogándole no obstante describirnos sus representaciones. X... nos dice experimentar simplemente un . La imagen visual nos parece muy pobre, por no decir completamente inexistente; sugerimos a X... una representación visual más precisa: ella se imagina un camino ascendente en una hermosa luz blanca dorada. X... llega así a la cumbre de una montaña emergiendo por encima de un espacio azul profundo. Le proponemos que siga por los rayos verticales de luz que caen sobre este paisaje. Interrogada sobre las sensaciones que experimenta, X... nos habla de una sensación de plenitud y de la . Le pedimos que especifique esta última impresión y X... nos explica que esta sensación, se corresponde con la capacidad, que ella se reconoce, de ser simpática. Es, dice ella, una búsqueda de activa comunión. Los sentimientos expresados pueden no ser más que una lección aprendida; en todo caso, no creemos que hayan sido experimentados, en el mismo momento, muy profundamente. Se puede también interpretarlos como un apetito de cariño y de afecto, normal en una joven de esta edad, pero en donde el altruismo verdadero tiene aún poco lugar. La luz en la que X... se ve rodeada le parece a la vez . Ella se esfuerza . Los sentimientos expresados y las representaciones visuales, tal como venimos de describirlas, serían perfectamente concordantes, al menos en apariencia, si se tratase de una sesión (P. 79) después de un año de prácticas. No obstante falta; no es tanto por el análisis de las imágenes visuales, sorprendente para una sesión tan cercana del comienzo, como por la pobreza de las imágenes afectivas lo que hace retener nuestra atención. Cuando preguntamos a X..., ella responde con frases sobrias y justas, es verdad, pero lo hace después de un tiempo de reflexión muy apreciable. La respuesta no es espontánea, X... busca lo que ella debe responder. El estado pasivo no está alcanzado; algo viene a falsear la sesión; es necesario descubrirlo. Varias hipótesis se presentan a nuestra mente y vamos a tratar de verificarlas. Para eso, 47

primero a la sujeto proponiéndole la imagen de una plataforma luminosa sobre la cual ella descansará mientras que la interrogamos. Teniendo en cuenta el medio en el cual ella vive y de las conversaciones que ha podido oír sobre la ilusión de las representaciones visuales, le preguntamos si tiene alguna prevención inconsciente que le impida el libre juego de su imaginación; tras reconocer que la imagen visual no tiene valor en sí y de que podrá más tarde prescindir de ella, le explicamos que la propia imagen es, un medio de trabajo para ella y un control para nosotros, absolutamente indispensable. X... nos dice que no experimenta prevención pero nos confirma que está impotente, en ese momento, para formar representaciones visuales. Enfocamos entonces la hipótesis de que esta joven estudiante atraviesa una excesiva debido a un intenso trabajo intelectual durante el periodo de exámenes. Al principio de la sesión hemos buscado limitar el empleo de la heterosugerencia al mínimo posible para que las representaciones surgiesen con el máximo de espontaneidad. Cambiamos de táctica y decidimos intentar, ante todo, producir una más completa relajación psíquica ya que está imperfectamente conseguida. A este efecto, rogamos a X... imaginarse que marcha toda recta hacia adelante buscando una imagen. Ella todavía no nada. Le pedimos que (P. 80) nos diga lo que tiene bajo los pies. nos dice. La forzamos así a fijar su atención sobre unas representaciones en las que el interés estaba de manera insuficiente con la intención de distraerla de una restricción interior inconsciente pero no obstante muy absorbente. X... nos precisa todavía que . Interrogada sobre sus sentimientos los define como . Completamos este primer resultado pidiendo a nuestra sujeto imaginar un estanque. X... nos lo describe circular, aproximadamente de 3 metros de diámetro con un brocal; contiene agua pero de un . Aquí, volvemos a hacer una experiencia, hecha muchas veces, con un resultado siempre idéntico. Rogamos a X... recoger agua en su mano y le preguntamos sobre el aspecto de esta agua. nos dice la sujeto. La impresión de frescor unida a esta imagen visual es muy agradable. Atraemos toda la atención del lector especialmente sobre el resultado de esta experiencia; hace percibir cómo algunos detalles de las representaciones de los sujetos permiten reconocer en qué estados de conciencia ellos se encuentran; estos detalles son susceptibles de ser toscamente o mal clasificados y, al mismo tiempo que ellos, también los estados de consciencia que les están vinculados. De paso indicamos que, a pesar de su estado de excesiva tensión espiritual, la sujeto a cambiado de estado de conciencia en el transcurso de la primera parte de la sesión, antes de que cambiemos la orientación. En la imagen insólita del está la prueba. Aseguramos la relajación psíquica con las siguientes proposiciones: . Luego, le rogamos a X... contornear el estanque y pasearse . Este jardín es inmediatamente imaginado: . Preguntada sobre su estado afectivo, X... toma conciencia de la relajación psíquica obtenida precisando . X... llega a un llano en medio del cual se encuentra un gran árbol aislado. Comenta . Sin duda convendría aquí proceder, como en el psicoanálisis, por asociaciones de ideas, a estudiar el simbolismo profundo de este árbol. Sin embargo, preferimos, ese día, proseguir por la vía que habíamos iniciado, la de la sugerencia sedativa, reservando para una ulterior sesión las investigaciones psicoanalíticas que por cierto reconocemos necesarias. Rogamos pues a X... imaginar a un ser humano, sin decirle no obstante que éste será, de alguna manera, representativo de ella misma. X... tiene inmediatamente la sensación , sin embargo no siente temor. Debemos pensar que esta sensación está ligada oscuramente al simbolismo del árbol, entonces, sin buscar el verificar si es así y, a pesar de la calma de la sujeto, tomamos algunas precauciones rogando a X... imaginar una pared de cristal que la separa de . Le pedimos elevarse paralelamente a esta pared de cristal y de imaginar a un ser . Ella se representa a un ángel . Anotamos aquí que, en la iconografía religiosa, los personajes místicos descendentes del Cielo para aportar la paz y la consolación, y de la que la figura está plena de compasión y dulzura, están siempre representados en una posición normal; por el contrario los ángeles advertidores, los que suenan la trompeta para recordar alguna orden divina, o los ángeles destructores, cuyo semblante es severo o al menos imperioso, descienden del Cielo la mayoría de las veces cabeza abajo. (P. 82) Aunque sólo sea por la expresión de burla, siendo ésta sospechosa, le rogamos a X... ahuyentar a este personaje. Aunque no practicando ninguna religión X... es cristiana, por lo que le sugerimos, para espantarlo, hacer una señal de la cruz sobre esta figura que desaparece inmediatamente. Por tercera vez, le pedimos a X... imaginar a un ser humano . Éste se presenta alto, en actitud hierática, su mirada fijada sobre la de X... Es . Explicamos a X... que debe comportarse como en un sueño; le rogamos que interrogue a este ser como si él tuviera una existencia fuera de su imaginación y la invitamos a solicitar un símbolo. Como respuesta, el personaje presenta su mano en la cual se eleva una llama. La sensación que experimenta la sujeto ante este espectáculo es la de una . Esta llama es interpretada como un símbolo de caridad. Hacemos notar que reencontramos aquí la preocupación dominante del comienzo de la sesión, pero bajo una forma simbólica, así pues más espontánea, menos aprendida. La palabra caridad está empleada, pero es probable que la palabra amor traduciría mejor el verdadero apetito de X...; no obstante, sólo tenemos que tener en cuenta, por el momento, la intención consciente de la sujeto. Rogamos a X... que piense en las circunstancias de la vida cotidiana donde ella reconoce fallar de comprensión y de afecto. La sujeto nos dice recordar esas circunstancias, entonces 49

le pedimos que se de la orden de evocar esta imagen, en el momento oportuno, para así mejor lograr disminuir estas tendencias personales que su razón condena y también para consentir más fácilmente en los sacrificios que ella reconoce necesarios. Después de algunos momentos de contemplación de este estado espiritual la hacemos regresar a su estado normal. A continuación le explicamos lo que a pasado; especialmente atraemos su (P. 83) atención sobre el peligro que hay en una tensión mental demasiado grande, que una salud medianamente robusta no permitiría soportar esta tensión durante mucho tiempo sin inconvenientes; le aconsejamos reservar algunos minutos, varias veces al día, para realizar una representación visual de un paisaje tranquilo, para así llegar a una distensión psíquica indispensable en el cuidado de sus fuerzas y para la conservación de un buen equilibrio. Lo más dificultoso, en la conducción de esta sesión, era identificar desde el principio que el trabajo de la sujeto no era completamente normal. No podíamos ser advertidos más que por la comparación del estado en que se encontraba la sujeto con análogos estados de conciencia, estados que no se pueden distinguir los unos de los otros nada más que por una larga práctica de esta disciplina o, aún mejor, viviéndolos uno mismo a través de una ejercitación personal; no dejaríamos de insistir sobre la necesidad de esta preparación. Una vez reconocido el carácter anormal del trabajo de la sujeto, había que buscar la causa; en análogos casos varias hipótesis pueden ser pensadas: doctrina a priori del sujeto que tiene una falsa concepción de los medios a emplear para alcanzar el objetivo que se propone, conflicto de tendencias, tensión espiritual demasiado fuerte como en el caso presente, o, por el contrario, estado de depresión. Una vez reconocida la causa del parcial fracaso, para esquivarla, podemos elegir entre varios medios. Únicamente, el conocimiento del sujeto es lo que permite hacer la más conveniente elección. Así pues es necesario informarse sobre las circunstancias particulares de su vida, tanto como se pueda, antes y después de las sesiones. En el caso de X..., los rechazos, si los tiene, no son profundos, la excesiva tensión mental es por el contrario importante en ella, y es en vistas a una acción sedativa lo que nos ha parecido más conveniente para orientar la sesión. c) Casos particulares. Es necesario ahora indicar otras anomalías que el experimentador puede encontrar en la práctica. Algunas personas pretenden (afirman), no soñar nunca. Lo (P. 84) mismo, algunos sujetos tienen muchas dificultades para formarse una representación visual del objeto de cuya idea se le ha sugerido. O bien las representaciones son fragmentarias, fugitivas, difíciles de mantener, o ellas no se forman en absoluto. El método descrito parece inaplicable. En ciertos sujetos, la dificultad está en la poca intensidad de sus representaciones visuales; más ellos buscarán el precisar los contornos de los objetos que deseen representarse y aquí menos lo conseguirán. Es suficiente hacerles comprender que la imagen es un sustrato sin valor propio y que basta con el pensar en la idea propuesta; se calmarán y, en general, el juego de la imaginación se hará más libre, las representaciones visuales se intensificarán y serán menos sueltas. En otros, la concentración de la atención es tal que dificulta la representación: el sujeto 50

espera una imagen que no se forma. Un procedimiento, que permite la mayoría de las veces remediar este inconveniente, consiste en hacer trabajar al sujeto sentado y no acostado, los ojos abiertos, y pedirle describir un bosque, una colina, el borde de un río, que él conozca y que le guste. Cuando esté bien relajado en su propio relato, se le ruega cerrar los ojos y continuar; luego la sesión es proseguida tal y como anteriormente se tiene dicho. En algunos casos, el puede ser provocado por representaciones verbales en lugar de las habituales representaciones visuales. Bastan unos instantes para que el sujeto venga, de sí mismo, a la representación visual. Nos ha sucedido, en un caso especialmente difícil, que para obtener de un sujeto el libre juego de las representaciones visuales hemos tenido que hacerle oír el sonido que emite un jarrón de cristal rozado muy ligeramente con el dedo, siguiendo un procedimiento que indicaremos para el estudio de las representaciones auditivas. Estas dificultades del comienzo son muy raras y ellas no se presentan apenas más que en la primera sesión. Examinemos ahora lo que se produce cuando, en lugar de sugerir al sujeto la idea de subir, el experimentador le (P. 85) propone la de descender. Conducida así la experiencia presenta un interés puramente especulativo para el psicólogo, pero puede tener su utilidad en psicoterapia, como ulteriormente lo veremos. Cuando el sujeto , sus representaciones pasan de las escenas de la vida normal a las de pesadilla, para desembocar a espectáculos de escenas . Si la experiencia fuera hecha sin tomar precauciones, podría ésta presentar un grave peligro provocando violentos choques emotivos; por eso dicha experiencia no será jamás intentada con principiantes; un año de práctica es necesario de promedio para evitar todo peligro. Éste podrá ser invitado a , sólo después de haber llevado a un sujeto a unos estados de serenidad bastante profundos y también haberle dado un hábito suficiente de las asociaciones necesarias para interpretar su propio simbolismo. La manera de proceder es la siguiente: después de haber provocado en él un estado de relajación tan agradable como sea posible, acompañado de la representación de lugares muy luminosos, el sujeto será rogado de hacer las contrasugerencias previas de las que resulten en cuestión. Estas contrasugerencias consisten en simbolizar, por una representación visual, la idea de protección; el sujeto imagina que se reviste de una armadura de la que el aspecto debe estar en armonía con la imagen que tiene de ese momento mismo, por ejemplo, recubrirse con una armadura de cristal. Habrá que insistir sobre el significado y el valor de esta imagen, después dejarle descender por sí mismo; se detendrá, no obstante, inmediatamente si manifiesta la menor repugnancia. Antes de traer al sujeto a su estado normal, será necesario pedirle , invitándolo a representarse un paisaje tranquilo; luego le rogaremos evocar sus imágenes del inicio de la experiencia, hasta que vuelva a venir a un estado de serenidad completo durante algunos momentos; a continuación el retorno al estado normal, solamente, será resuelto por los medios indicados anteriormente. (P. 86) d) Representaciones distintas de la representación visual. Igual que dirigimos el sueño despierto con representaciones visuales, igual podemos orientarlo con el sonido, la representación verbal, o las representaciones táctiles y olfativas. Convendrá, en estas búsquedas, actuar siempre con una extrema prudencia. Si se ha 51

modificado el estado de conciencia del sujeto por la vía de las representaciones visuales, se habrá vuelto, en la mayoría de los casos, bastante indiferente a los ruidos, llegando al punto, incluso, de ser inconsciente a ellos si la concentración de su atención es suficiente. Pero si, en el transcurso de la sesión, el experimentador ruega al sujeto de estar atento al ruido, él se volverá al instante extremadamente sensible a las excitaciones sonoras. Es pues necesario, si se provoca una tal excitación, sólo producir sonidos de una muy débil amplitud. Además, parece indispensable, en los comienzos, evitar todo ruido desprovisto de calidad musical, es decir todo sonido aún teniendo numerosos armónicos algunos son discordantes, son estos los que hay que evitar. Será escogido preferentemente pues un sonido poco timbrado, como el de una flauta, o mejor aún, el de una copa de cristal ligeramente rozada con el dedo. Un sujeto, en semejante estado de conciencia tiene imágenes sublimadas acompañadas de un sentimiento de seguridad, ya no percibe solamente el sonido (la sensación normal); su percepción se complica con una propia y muy rica representación auditiva. Le parece que una nota musical estaba asfixiada, contenida en cuanto que producida, genera una verdadera sinfonía que parece repetirse en el espacio hasta el infinito. Es por ello que aquí nos sea permitido hacer una digresión. Vivekananda, el amigo hindú de William James, escribe en su tratado , que la caída de un alfiler sobre el entarimado produce sobre el que se encuentra en determinados estados de consciencia, el efecto del trueno. Algunos autores han considerado tener que inferir que tales estados de consciencia son infinitamente peligrosos. Hay que comprender bien que el efecto del trueno del que se trata, no es más que una simple representación, (P. 87) como el ruido del trueno que se podría oír en sueños y, tan desagradable como tenga que ser esta sensación, ella es de una índole distinta a la de la conmoción fisiológica que se produciría si un trueno realmente estallaba. Después de algunos intentos, durante los cuales habremos llevado al sujeto a escuchar en sí mismo, será posible interpretarle algunas notas de una melodía muy simple. Naturalmente habrá que escoger esta melodía de modo que su cualidad musical vaya en armonía con el estado afectivo del sujeto. Si éste vive unos estados de conciencia correspondientes a sensaciones de serenidad, de afecto, de amor al prójimo, sería desastroso interpretarle música mediocre. El paso por alguna melodía de Bach, de César Franck o de otro músico verdaderamente religioso reforzará, por el contrario, la concentración del sujeto y abrirán a su contemplación unos insospechados horizontes. Una progresiva ejercitación permitirá hacer aparecer las representaciones verbales, en general muy raras en la mayoría de los sujetos sanos. A menudo hemos constatado representaciones olfativas, pero jamás las hemos provocado. Siempre hemos evitado las excitaciones táctiles, pero es posible que sea interesante tener este recurso si se toman minuciosas precauciones. Quizás llegaríamos así a reproducir a voluntad, sobre cualquier sujeto, los fenómenos tan curiosos de dermografía. El estudio de estas manifestaciones cutáneas podría ponernos en el camino de algunos procesos psicofisiológicos de los que el conocimiento permitiría la curación de afecciones orgánicas por simple sugerencia, como es posible, al parecer, para hacer desaparecer las verrugas. Habría toda una serie de investigaciones a emprender por la vía que aquí indicamos, investigaciones que no hemos hecho más que esbozar en relación al sonido y que los orientales parecen haberlas llevado muy lejos. 52

__________ (P. 88) [Página en blanco] (P. 89) CAPÍTULO III

SIMBOLISMO, INVENCIÓN, MEMORIA 1º CARÁCTER UNIVERSAL DEL SIMBOLISMO REVELADO POR ESTE MÉTODO La personalidad humana se le aparece a los psicólogos modernos como infinitamente más vasta, más rica de posibilidades a como ellos no parecían admitirlo en el pasado. Ella se presenta sin embargo en todos con una siempre idéntica estructura general, aun cuando sus variedades son innumerables. En razón de la naturaleza misma de los hechos que buscaban de evidenciar, los psicoanalistas han hecho llevar sus experiencias sobre una limitada zona de la afectividad como ya lo hemos comentado. Para explicar otras modalidades de los sentimientos, que ellos no podían ignorar, pero que no la han sometido al control de una adecuada experiencia directa para este estudio, han imaginado la teoría de la sublimación del instinto y sobre la cual tendremos que regresar en el capítulo IV. Esta teoría encuentra una justificación notable, entre otras, en el análisis de la producción artística. Pero el estudio directo de los procesos de la sublimación está muy limitado si se atiene a los procedimientos ordinarios del psicoanálisis. Este estudio directo es, por el contrario, el objeto mismo del método que aquí presentamos. Se puede, en efecto, encontrar, en el sueño despierto, todo el simbolismo de la literatura y de las artes plásticas y, detrás de este simbolismo, todos los matices de los sentimientos que éste refleja. (P. 90) Si examinamos las representaciones de nuestros sujetos teniendo en cuenta lo anteriormente expresado, constatamos que dichas representaciones son reveladoras de un contenido psíquico común a todos los hombres y cuando empleamos la expresión tenemos a la vista también los que son considerados por Roland Dalbiez como los símbolos propiamente dichos. Este simbolismo universal corresponde a lo que C. G. Jung llama , que él distingue del inconsciente personal. . Uno de los más notables, entre estos simbolismos, es la asociación de las imágenes visuales y afectivas vinculadas a la imagen motriz de la ascensión o del descenso. Esta asociación, que se encuentra en la Obra de Dante, es el eje mismo de nuestra técnica. Sobre este simbolismo primitivo, que tenemos estudiado, vendrán a sumarse todos los simbolismos que podremos someter a un directo estudio. He aquí un ejemplo de este simbolismo universal constatado en el transcurso de nuestras 53

experiencias. Tenemos ya dicho que en las escenas imaginadas por los sujetos muy frecuentemente conllevan personajes, al menos en los comienzos de las prácticas. Estos personajes primero son enteramente; luego, el rostro es a menudo confuso; en su lugar, el sujeto no más que un halo intenso de luz. Pero la sensación que es experimentada más o menos constantemente es la de la mirada de estos personajes. Esta mirada es uno de los elementos que contribuye sin duda alguna al sentimiento de presencia, cuando este último es manifestado. La mirada de las imágenes es uno de los detalles que conviene de estudiar con la mayor atención. A menudo conlleva una considerable carga afectiva ya que es representativa, creemos nosotros, de todo lo que ha podido contribuir a formar lo que Freud, ____ (1) L'inconscient dans la vie psychique normale et anormale, p.110. Payot, 1928. [La Editorial Losada tiene editada esta obra con el título: Lo inconsciente, en la sexta edición, año 1976, dicho párrafo se encuentra situado en la p. 83. -N. del que t.-].

(P. 91) en la exposición de sus concepciones teóricas, ha llamado el . Sería, si se prefiere, el símbolo universal de la conciencia moral o de su contrario. El lector sabe, en efecto, que la imaginación no puede expresar lo contrario de una idea más que por la misma imagen de esta idea: la idea de justicia y la idea de la injusticia padecida éstas podrán, por ejemplo, expresarse simbólicamente por la imagen de una misma espada. Así pues a la imagen de la mirada está asociada toda la carga afectiva del contenido del o de su contrario. Esto se debe evidentemente a nuestra costumbre de intentar discernir en sus miradas las disposiciones de nuestros interlocutores hacia nuestro lugar. No hay que confundir la sensación de la mirada con la imagen del ojo cuyo simbolismo puede ser enteramente diferente. El ojo puede ser el símbolo de la tendencia de vigilar o, por condensación, del objeto vigilado por él mismo; en este caso, se trata de una tendencia instintiva, inconsciente en general, y no del recuerdo afectivo siempre relacionado a una enseñanza moral, que la sensación de la mirada simboliza. Es por la mirada como nuestros parientes y nuestros educadores han intentado hacernos percibir su estímulo para hacernos actuar o para la reprobación de nuestras faltas: nuestra conciencia moral ha sido formada por la mirada de los que consideramos como nuestros jueces cualificados. Aún es la mirada la que nos ha prevenido de los peligros que podíamos correr debido a nuestros semejantes. Así pues el origen de este simbolismo fácilmente hace comprender su carácter universal y lo encontramos en toda la literatura y el arte religioso donde tan a menudo es hecha alusión a la . La Fábula Si tenemos conocimiento de los tesoros de arte y pensamiento que estamos habituados a considerar como patrimonio colectivo de la humanidad, la gran mayoría, nos sentimos bastante desprovistos de los materiales que los artistas han insertado en sus obras. Este sentimiento es no obstante, hasta un (P. 92) cierto punto, una ilusión; la verdad es que no sabemos tomar contacto, en nosotros mismos, de todas nuestras posibilidades psicológicas. Esta verdad no ha sido proclamada por los psicoanalistas más que en lo que concierne a algunas modalidades afectivas y todavía oímos al jefe de una reputada clínica, que él mismo se ha sometido al psicoanálisis durante largos meses antes de practicarlo, decirnos, después de haber servido de sujeto para 54

conocer nuestro método: . Encontramos una confirmación de lo anteriormente dicho en la fábula. Numerosas discusiones han tenido lugar sobre su origen y sobre la de los mitos religiosos y de los símbolos empleados por los artistas para representarlos. Dicha escuela ve con Cosquin en la universalidad del folclore, no el resultado de la unidad del espíritu humano, sino la difusión de los cuentos entre las razas, a partir de un mismo centro que quiere ser la cuna de las civilizaciones arias. Existe una tesis de Andrew Lang, una tesis de Saint-Yves, una tesis y sin duda hay otras más. Sean cual sean las verdades que ellas expresan, las de Bergson nos parece seguir una mejor vía cuando él asigna a la función fabuladora un papel de preservación del individuo y de la especie; se acerca así al punto de vista biológico que no se debería nunca descuidar. Ha sido aplicado al estudio del problema aquí expuesto un método que es el de la Historia o de las Lenguas, cuando la experiencia directa y la simple observación de los hechos corrientes deben ser suficientes para resolver la cuestión. Desde las primeras investigaciones que tenemos hechas con el método expuesto en los anteriores capítulos, nos ha llamado la atención constatar que la gran mayoría de las imágenes descritas por sujetos de los dos sexos, de edad, medio, cultura y temperamento muy diferentes, presentaban características generales que variaban poco de uno a otro sujeto para unos (P. 93) estados de conciencia que, en tanto como podamos captar semejante cosa, parecen ser los mismos. Sólo, los matices, variando hasta el infinito, son los que permiten clasificar a un sujeto y definir su carácter. Esta misma observación ha sido hecha por Jung para los sueños ordinarios. Nos ha sorprendido, en particular, por el carácter a menudo tan pintoresco de las imágenes y por la analogía que presentaban con las obras de pintores o de escritores simbolistas antiguos o modernos. De aquí a pensar que hay una analogía entre los estados de conciencia así provocados y aquellos en los cuales se han encontrado dichos artistas en cuestión -al menos en el momento de su - no hay más que un paso ; repetidas experiencias nos autorizan a franquearlo. Es así que en las representaciones del sujeto, la aparición de hadas, genios, gnomos, de seres aureolados de luz, de seres alados, etc. es extremadamente frecuente. Encontramos las formas simbólicas de los pintores de la Edad media; tal vez sea, pura cuestión de reminiscencia cuando se trata de símbolos que el interesado no puede tener vistos en su existencia, pero se hace enigmático cuando se trata de símbolos que le son sin duda desconocidos y que se encuentra muy raramente en pintura o en los cuentos. Aparece así todo el simbolismo de Dante y de los grandes místicos cristianos, aun cuando el sujeto no tenga leída la Divina Comedia o la descripción de las visiones de los santos. Si se descarta la sugerencia inconsciente, incluida la posibilidad de una lectura de pensamiento de la que hasta este punto aquí la frecuencia de la repetición parece poco probable, es necesario al menos admitir que en estas construcciones de la imaginación preside una ley general, un simbolismo universal, como los psicoanalistas lo han afirmado. La potencia creadora de la imaginación, en estos particulares estados de conciencia, al principio es causa de estupefacción para el sujeto ; las más bellas creaciones artísticas le 55

parecen como banales, sin que se pueda aquí invocar análoga ilusión a la de inteligencia superior provocada por los alcaloides ; la descripción hecha descarta toda duda respecto a eso; el sujeto se encuentra en el estado de espíritu del (P. 94) artista sincero, siempre descontento de su realización que le parece inferior a su concepción. He aquí un ejemplo; aquí veremos como las creencias del sujeto se expresan bajo una forma simbólica que recuerda a ciertas composiciones pictóricas o literarias: M... es un hombre de 35 años, de origen campesino, de cultura primaria. Conociéndolo apenas, le dejamos orientarse solo, limitándonos a plantear algunas pocas cuestiones que harán aparecer sus creencias. Al comienzo de la sesión, M... se ve conducido por un personaje curiosamente vestido con un hábito azul a la francesa; este le hace penetrar en una ciudad. El aspecto de los edificios es hostil, el cielo lívido. Nuestro hombre divisa un montón de escorias y sobre este montón, a un individuo dormido en un estado muy lastimoso; es, dice él, una víctima del representado por el montón de escorias. Adelantándose aún más, M... es incomodado por un ruido que califica de infernal: gritos, lamentaciones, etc. Llega cerca de una charca de agua fangosa rodeada de arbustos en el que los troncos y ramas son reptiles. Esta charca es el símbolo de la calumnia y las serpientes representan el mal cometido por los calumniadores. Unos seres, recordando de lejos a la forma humana, rodean al sujeto y a su guía. Zarposos, aullando, desgarradoramente, en un clamor horrible, estos desafortunados tienen todos una lengua . Encontramos al menos, en esta ficción, los elementos de la iconografía y de la literatura simbolista que ha servido, en ____ (1) Nos apresuramos a interrumpir esta escena, comenzando con un trabajo de sublimación, como es necesario de hacerlo cada vez que un sujeto presente espontáneamente semejante imagen. Es siempre de temer, en efecto, que similar visión, cuando ella es espontánea, sea el signo precursor de un trastorno mental. Sin embargo debemos señalar que podemos encontrar en todo el mundo este simbolismo infernal y que no hay mayor peligro de investigarlo, después de bastante largo tiempo de trabajo con la , si se le impone al sujeto las contrasugerencias necesarias para evitarle un choque emotivo. Si, como ejemplo, hemos escogido una escena infernal es porque las visiones superiores son difíciles, incluso imposibles de describir, ya que ellas no recuerdan nada de lo conocido.

(P. 95) todas las épocas, para ilustrar preceptos morales. El tema es trivial, sin duda, y no suficiente, tal cual, para acabar una obra de arte, pero aquí encontramos los primeros materiales de los cuales el artista puede sacar partido. En otros casos no hay propiamente dichas escenas, sino que el estado afectivo del sujeto está acompañado de imágenes fragmentarias que él describe con tales expresiones que recuerdan, salvando las distancias, a las de las de Rimbaud, por ejemplo, en . Es así como los sujetos nos hablan de luces ; inevitablemente se piensa en aquella frase de Bárbaro: . Si se le propone al sujeto un tema moral, lo ilustrará según la cualidad de la imagen que tendrá en el momento de la sugerencia; si escogemos convenientemente esta imagen inicial, el sujeto dará de este tema moral o una ilustración por imágenes simbólicas, recordando a los cuentos orientales o de hadas, o por el contrario realizará un comentario puramente 56

especulativo sin cambio de la imagen de partida. No podemos, aquí, más que indicar algunos de los casos que pueden observarse para mostrar simplemente cómo este método permite investigaciones en ámbitos de los más variados. La experiencia revela que las imágenes descritas, cuando dichas imágenes forman escenas, son siempre muy coherentes, si el sujeto es tranquilo y tiene buena salud: las escenas se desarrollan para llegar a un final lógico. La mayoría de estos sueños despiertos, expresando siempre los deseos o las creencias del sujeto, son la prueba de que los diferentes tipos de fábulas difundidas en todos los tiempos, en todos los países -ya sea como la expresión de un mundo mejor eternamente buscado por el hombre, o como una enseñanza moral llave de esta felicidad- no son más que la expresión de tendencias innatas, comunes a todas las razas, lo que explica su alcance educativo; encontramos necesariamente en nosotros el eco de lo que ellas expresan. La (P. 96) fábula es simple y llanamente la expresión misma de la naturaleza humana y, ésta, variando poco de una época a otra o de una raza a otra, la fábula nace, espontáneamente, por todas partes y en todo tiempo, según las mismas leyes de la expresión simbólica. Aquí, se impone una observación importante: Es preciso bien diferenciar entre la fabulación del folclore, que ilustra una cierta enseñanza moral o alguna verdad filosófica, y las representaciones visuales análogas a las de la lámina . Si estas últimas imágenes llevan al sujeto a expresar la misma enseñanza moral que la de la fábula, hay no obstante una diferencia profunda entre los dos estados de conciencia correspondientes. Encontramos las imágenes de la fábula en nuestros sujetos, desde las primeras sesiones. La expresión, en una forma simbólica, de las verdades morales más o menos comunes que aquí se encuentra, corresponde por su carácter arcaico a un verdadero retorno al estado prelógico, del que importa, naturalmente, hacerles salir lo más rápidamente posible. Además el precepto moral ilustrado por esta fabulación está entendido por el sujeto quien da él mismo la traducción de los símbolos; pero la sensación que puede tener es siempre débil y de las más comunes. Por el contrario, las imágenes como las de sólo se encuentran más tarde ; estas imágenes vienen acompañadas, como lo hemos dicho, si no cada vez, al menos muy a menudo, de un estado afectivo de rara cualidad, algunas veces incluso jamás vivido anteriormente. La enseñanza moral está extraída directamente en una forma discursiva, y no como antes que emergió del simbolismo de la imagen. De otra parte, cuando el sujeto consigue contactos suficientemente profundos con él mismo, sus imágenes son tan simplificadas que no puede ya traer cualquier simbolismo; toca al puro sentimiento, a la idea abstracta, y el estado de conciencia en el cual se encuentra no tiene ____ (1) Ver esta lámina en la p. 106 [\64]. [En el original que tengo, la lámina El Día (Le Jour) no está situada en ese sitio, se encuentra -fuera de texto- entre la p. 124 y la 125\76; entre la p. 106 y 107\64 se halla: El Crepúsculo. -N. del que t.-].

(P. 97) ya nada en común con el estado de los sueños ordinarios o de la fábula. C. G. Jung a dado el nombre de Inconsciente colectivo (1) a estas a las cuales pertenecen las imágenes de la fábula. Como acabamos de verlo, este Inconsciente colectivo contiene ellas mismas más o menos profundas; las más superficiales de estos son las que pertenecen a las imágenes de la fábula. 57

En cuanto a estas imágenes recordamos lo que aún dice C. G. Jung acerca de este tema: . (2) Con otros caracteres de novedad, la técnica que proponemos aporta la posibilidad de explorar directamente el Inconsciente colectivo y de hacer aparecer aquellas de sus manifestaciones que han seguido siendo hasta ahora las más ocultas. 2º LA INVENCIÓN En el origen de una obra -sea cual sea su naturaleza- hay un proceso que es siempre el mismo: primero una imagen más o menos concreta se presenta de repente a la mente y luego se hace un trabajo consciente, siempre lento, de puesta a punto, para someter esta imagen a las necesidades de la técnica, al precisar los contornos y hacer realizable el proyecto que ella representa. Esta imagen no surge en el campo de la conciencia totalmente al azar: ella depende de nuestros conocimientos y de una orientación general de nuestro espíritu. En cambio, el nacimiento sigue siendo bastante misterioso y éste puede sorprender en primer lugar al inventor. Éste mucho nos parece que llega como una respuesta a una llamada interior, llamada que se presenta como un problema que se le ha planteado ____ (1) Loc. cit., p. 111. [P. 84, Ed. Losada. -N.del que t.-]. ____ (2) Loc. cit., p. 112. [P. 84, Ed. Losada. -N. del que t.-].

(P. 98) -a veces desde hace ya mucho tiempo- pero no sabemos cómo los elementos de la solución se han ensamblado. Es este trabajo inconsciente el que se ha convenido en llamar . Ya se trate de una obra filosófica, científica o artística, el proceso de la invención nos parece ser siempre el mismo. Pero, si se puede afirmar que la obra valdrá lo que vale la inspiración, no habría que confundir la imagen, de la que la aparición, de ella, preside el nacimiento de una obra, con la idea completa que el inventor tiene de su obra cuando ésta está madura para ser realizada. Y es aquí que la experiencia, conducida según el método que hemos indicado, debe permitirnos estudiar lo que pasa a lo largo de la creación de cualquier obra. Recordemos previamente lo que Robert Mayer escribía a Griesinger, citado por C. G. Jung (1), de su descubrimiento del principio de la conservación de la energía , durante uno de sus viajes: . Y todavía C. G. Jung cita el juicio aportado por Helm sobre el descubrimiento de Robert Mayer: . Estas existen, al menos durante un cierto tiempo, en estado latente. Ellas surgen por unos estados de conciencia bien particulares que parecen muy cercanos de los que nuestro método permite estudiar directamente. Es así que el inventor trabaja sobre una imagen interior, exactamente como un pintor trabaja en presencia de un paisaje. Le es preciso primero hacer apelación al conocimiento que tiene de las técnicas necesarias para la realización de su invención o descubrimiento, y, conforme surjan las necesidades, tiene todavía que apelar a la inspiración para imaginar nuevas técnicas, si las que conoce son insuficientes. Así pues si la precisión de la imagen interior es necesaria a la invención, esta precisión está lejos de ser una suficiente condición. Si especialmente consideramos más el ámbito artístico, es por el hecho de que hayamos, en nosotros mismos, conscientemente o no, el equivalente de las imágenes generadoras de la obra de arte, esto nos está demostrado por nuestra sensibilidad con la obra misma. Si esto no fuera así, una obra de arte no encontraría en nosotros ningún eco; sólo tendría sentido para su autor. Son estas imágenes suscitadas en nosotros, las que permiten al artista comunicarnos su sentimiento; si lo puede lograr, es porque a un conjunto de comparables imágenes -en cuanto a su cualidad estética- le corresponden siempre unos mismos estados afectivos. (P. 100) Es bien necesario darse cuenta, en efecto, del mecanismo del recreo o encanto que experimenta el aficionado ante una obra de arte; este agrado procede del esfuerzo que hace el espectador o receptor para superponer a ésta una serie de imágenes interiores; mientras más perfecta sea la identificación de estas imágenes con la obra considerada, mejor . Este mecanismo estético es el de la alegría descrito por Pierre Janet (1). Se comprende por consiguiente que un aficionado del que las imágenes interiores son pobres, guste difícilmente una obra de arte; incluso estará totalmente insensible si no es capaz del esfuerzo necesario para llegar a superponer sus propias imágenes. Es esta superposición la que se califica de comprensión artística. Un habitual error, en algunos pintores, es dejar desbordar su imagen interior sobre la imagen objetiva, a tal punto que el espectador no puede ya reconocer el objeto, y, no obstante, exigir que este último aprecie su pintura. Cuando se trata de un retrato, por ejemplo, y que el sujeto es desconocido del espectador, éste puede efectivamente apreciar las calidades pictóricas del retrato ; pero si el espectador conoce al modelo, le es imposible 59

superponer este retrato a una de las miles de las imágenes de la cara de las que su recuerdo conserva ; la sensación desagradable que le produce la falta de parecido le impide apreciar las calidades de la pintura, que pueden ser reales por otra parte, y juzga a ésta de mala sin que el pintor tenga derecho de acusar, a su vez, al aficionado de no comprender nada de la pintura. Son un mínimo de coincidencia, entre la pintura por una parte y la imagen objetiva que se puede tener del sujeto por otra, las que nos parece que debe ser exigida al pintor, si éste no quiere causar, en primer lugar, una sensación desagradable. Esto será todavía más verdadero si la imagen interior del pintor tiene, por poco que sea, un carácter obsesivo o neurótico, como ocurre a menudo. El aficionado hasta tiene el sentimiento, siempre sin saber ____ (1) De l'Angoisse à l'Extase. Alcan, Paris, 1928.

(P. 101) remontar hasta al origen de la obsesión; resulta entonces que un malestar [(el del pintor)] es el que le impide gustar la obra. Por cierto que algunos pintores, como el retratista, hacen esta reserva, no permaneciendo ya dueño del todo de su búsqueda, consecuentemente, está fuera ya del dominio del arte puramente pictórico. Todo esto nos lleva a concluir en la existencia de una imagen latente, especie de prefiguración de la obra de arte, y se comprenderá, por consiguiente, que nuestro método permite estudiarla directa en un sujeto. Hemos hecho ver que el inventor está obligado, no sólo a recurrir a sus conocimientos técnicos, sino incluso hasta de inventar nuevos que reflejarán justamente su inspiración y nos permitirán incluso captar la cualidad personal. Esto aparece en la diferencia que observamos entre la interpretación de un mismo paisaje por un Corot y por un Cézanne. Lo mismo ocurre en todos los ámbitos: dos ingenieros, ante el mismo río, no construirán el mismo puente. ¿La posibilidad de inventar una técnica, en un dominio que no es el de nuestra actividad habitual, nos está ella denegada? Para concretar esta cuestión, preguntamos ¿si, al menos en algunos casos, un hombre que no tiene el temperamento de un pintor, puede, bajo determinadas condiciones, ver un paisaje y hacer en sí mismo la transposición pictórica para imaginar con precisión el cuadro que él haría si la habilidad manual no le faltase? Varias observaciones nos permiten responder de manera afirmativa. Recordaremos primero el caso del Sr. A. Lesage, descrito por el doctor Osty (1). ____ (1) Revue Métapsychique, nº 6, année 1927, y nº 1 y nº 2, année 1928 : .

(P. 102) Augustin Lesage, nacido el 9 de agosto de 1876, hijo de mineros de Pas-deCalais, deja la escuela a los catorce años para trabajar en la mina. En la escuela, no muestra ninguna disposición particular para el dibujo. Una sola vez en su vida, a los veinte años, durante su servicio militar en Lille, entra por ociosidad en un museo y ve la pintura; allí por cierto no pone -en ese momento- ningún interés. Es a los 35 años, en 1911, que en el fondo de la mina una le anuncia que será pintor un día; alucinación auditiva que más bien lo deja inquieto. El hecho repitiéndose, hace que tema volverse loco. Aproximadamente un año después, en el transcurso de una sesión de espiritismo que era la segunda a la cual asistía, escribe 60

automáticamente la misma predicción. Muy abochornado, termina por obedecer a estas conminaciones que le llegan -no tiene duda, ni incluso ahora- (*) del más allá; compra colores y pinceles y se pone a la obra. El doctor Osty publica dos documentos, uno del alcalde de Burbure certificando que Lesage siempre ha ejercido la profesión de minero del carbón y no ha frecuentado jamás la escuela de dibujo, el otro, del director de la Compañía Ferfay-Cauchy, certificando que Lesage ha estado empleado como minero desde el 23 de agosto 1890 al 14 de noviembre 1897, (servicio militar [y vuelve a incorporarse a la mina a partir]) del 27 de septiembre 1900 al 12 de julio 1913 y del 11 marzo1916 al 6 de julio de 1923. Lesage pinta primero, sobre papel, cuatro motivos decorativos, que muestran ya un sentido desarrollado del color; luego, al final de 1912, pinta una tela de 3 X 3 metros, de un valor decorativo incontestable. Es, desde los primeros intentos, un pintor decorador notable. Su obra, absolutamente original, no se emparenta con nada de lo conocido. Al parecer, pinta bajo el efecto de una inspiración espontánea, sin plan preestablecido del que él tenga conciencia. La inspiración e invención de su particular técnica están aparecidas al mismo tiempo; la indispensable habilidad manual ella misma se ha revelado sin práctica previa. Lesage de la noche a la mañana ha devenido a pintor tras un trabajo ____ (*) [Augustin Lesage falleció en el año 1954. -N. del que t.-].

(P. 103) interior, que interpreta incorrectamente, del que apenas tiene conciencia; esto no es aquí, en definitiva, más que un proceso de revelación de las imágenes interiores latentes de su subconsciente, revelación indispensable sin la cual no estaría de artista. Hemos visto la obra de Lesage, pero no hemos podido verlo en el trabajo. En cambio, hemos podido observar a uno de nuestros amigos, D..., pintor de talento, que ha elaborado con la pluma unos dibujos de gran belleza. Estos dibujos han sido hechos en un estado de relajación mental y de una muy curiosa manera. Nuestro amigo D..., que por desgracia quiere conservar el anonimato, trazaba algunos puntos y algunas líneas en un sitio cualquiera de una hoja de papel; luego, sin orden ninguno, pasaba a otra parte de la hoja sin ningún plan preconcebido, y, de repente, tomaba conciencia del tema de su dibujo que era acabado muy rápidamente. Estos dibujos, netamente simbólicos, muy originales en cuanto al tema y a la factura (composición), se emparentan de una manera evidente con las imágenes de pesadilla; los dibujos incluyen una especie de sátiro del vicio donde por cierto aparece la del artista; los personajes son unos seres degradados, de aspecto a menudo monstruoso, que recuerdan a ciertas visiones infernales. Y, no obstante, ninguna a priori consciente idea ha presidido a su realización. El caso de la Sra. de St-P... puede ser parecido al de los dos anteriores. La Sra. de St-P... jamás ha dibujado y siempre se había mostrado muy incapaz según su entorno. Alrededor de los 45 años, un día de 1934, súbitamente, mirando a su hijo, ella vio la figura de éste cubierta y encuadrada de triángulos luminosos; ella tuvo la curiosidad de fijar esta alucinación que, para su gran sorpresa, se objetivó sobre el papel, y no tuvo, en cierto modo, más que calcarla. Ella obtuvo así un dibujo que se componía de varios triángulos y una cabeza de hombre que por cierto no es parecida a la de su hijo. Desde entonces, la Sra. de St-P... no tiene más que coger una hoja de papel para ver objetivarse unas líneas luminosas que ella sigue muy ligeramente con la punta de un lápiz. La alucinación se objetiva por fragmentos, sin que la Sra. de St-P... sepa, al principio, lo que representará el conjunto. Puede abandonar un dibujo 61

(P. 104) inacabado y reanudarlo, al día siguiente, para completarlo, exactamente como si sólo se tratase, para ella, de realizar un calco. El resultado representa unas escenas alegóricas donde están mezclados con los objetos, animales y personajes naturales, animales o personajes fantásticos: ángeles alados, serpientes, dragones estilizados, figuras de Cristo y de Buda, etc. Estos dibujos son manifiestamente los de objetos, pinturas y alegorías ya vistos, pero representados con una disposición muy personal. La calidad de la composición es siempre notable, aunque el trazo sigue siendo a menudo torpe. Queda siempre la sensación de que es muy buen dibujo calcado. La inspiración es de una gran artista y la ejecución sigue siendo la de una principiante, de la que los progresos, en un año, aparecen no obstante como muy rápidos. La Sra. de St-P... tiene la sensación de trabajar en un estado absolutamente normal; ella permanece atenta de lo que sucede a su alrededor. Parece, sin embargo, que le sea necesaria la calma interior; durante un corto período de contrariedad doméstica, no le ha sido posible dibujar. Su producción es rápida; al parecer, mucho más rápida de lo que sería la producción de un hábil artista componiendo su tema con toda conciencia de lo que querría expresar. El don de la Sra. de St-P... recuerda, por su repentina aparición -sin ninguna formación técnica previa- el caso de Lesage. Pero, mientras que éste trabaja en estado de , ella no tiene la más mínima sensación de cambiar de estado de conciencia. Como la de nuestro amigo D..., la alucinación de la Sra. de St-P... se objetiva por fragmentos y no es más que al final de su trabajo cuando ella toma conciencia del significado de su dibujo. Ahora citaremos una observación que hemos hecho sobre nosotros mismos, en el transcurso de un estudio sobre los efectos psicofisiológicos del peyote (1). ____ (1) que el sujeto no puede franquear; por eso proponemos llamarlas imágenes de interrupción. He aquí un ejemplo: (P. 153) B. C... es un hombre joven de veinticinco años, gran psicasténico, que nos ha sido enviado por un amigo, de acuerdo con el médico de la familia, con la esperanza de que podremos aplicarle algún tipo de tratamiento para . Hemos aceptado hacer una prueba, después, habiendo adquirido la certeza de que no podríamos hacer nada con él, hemos intentado, sin éxito, convencer al enfermo de hacerse tratar en una clínica. En nuestro primer encuentro, hemos aplicado nuestro método a B. C... tal como lo hemos descrito en el capítulo II. Las primeras imágenes eran muy penosas: B. C... se reptando a lo largo de una escarpadura rocosa, bajo el aspecto de un hombre completamente agotado. Extendido sobre una plataforma que le habíamos sugerido como imagen de descanso, él se con la cabeza echada hacia atrás colgando en el vacío sin que fuera capaz de traerla a la posición horizontal para poder mirar por encima de él. Hemos intentado una segunda experiencia a lo largo de la cual las imágenes deformantes se han presentado de nuevo pero menos molestas que la primera vez. Hacia el final, B. C... tenía la representación de un foco de luz blanca intensa; esta imagen parecía dejarlo totalmente indiferente, le hemos rogado de entrar en esta luz. Casi inmediatamente B. C... nos ha dicho tener la sensación de estar en una ; quejándose primero de tener demasiado calor, después de asfixiarse literalmente. Sintiendo venir la angustia, inmediatamente hemos interrumpido la sesión y renunciado a llevar la experiencia más adelante. La incapacidad del sujeto de pasar más allá de estas imágenes, que hemos llamado por eso, imágenes de interrupción, es el signo cierto de un trastorno profundo necesitando 93

por ello de otro método psicoterápico distinto al nuestro, al menos para el principio del tratamiento. La aparición de las imágenes de interrupción es, creemos nosotros, una simple consecuencia de la condición de compatibilidad de las imágenes asociadas al simbolismo primitivo de la ascensión y del descenso. Es imposible que un sujeto normal experimente un profundo sentimiento de tristeza y que tenga, al mismo tiempo, una imagen (P. 154) visual análoga, por ejemplo, a la de El Día; hay incompatibilidad entre el sentimiento vivido de tristeza y la imagen afectiva asociada a la imagen visual de luz, son estas últimas las que forman parte del mismo simbolismo primitivo de la ascensión. En cambio, a un sujeto le es posible tener, momentáneamente, una imagen visual de luz independiente de toda imagen afectiva. Se comprende, por consiguiente, que un neurópata pueda tener una imagen de luz pero que le sea imposible de conservarla si se le quiere hacer que aparezcan sus imágenes afectivas, ya que están estas últimas esencialmente opuestas a la serenidad y a la alegría que son las que únicamente pueden estar asociadas de manera permanente a la imagen visual de luz. En fin, incluso con personas que habiendo trabajado nuestra técnica desde hace varios años, puede aún producirse un fenómeno muy parecido a éste que venimos de describir. Bruscamente, por una causa que todavía se nos escapa en parte, un sujeto puede experimentar algunas reticencias ante una imagen que parece, se mire por donde se mire, no ser más que una variante de las representaciones de sus sesiones anteriores. Si se hace caso omiso, si se va más allá, se puede desencadenar una pequeña crisis nerviosa con angustia; esto nos ha ocurrido, bien es verdad, una sola vez, a lo largo de catorce años de experiencias casi diarias. Estas imágenes no son ya imágenes de interrupción; pero el hecho de que ellas puedan formarse en cualquier periodo de la ejercitación impone al experimentador una vigilancia que no debe jamás relajarse y le fuerza ante toda nueva imagen asegurarse, antes de invitar al sujeto a analizar el contenido, que éste está perfectamente tranquilo. Si no es así, o bien hay que invitar al sujeto a formar unas imágenes de protección en armonía con sus representaciones del momento, o, si no se está seguro de mantener su calma, solicitarle más alto. Entre sesenta sujetos aproximadamente, dos solamente nos han dado la ocasión de observar este fenómeno. Uno y otro trabajaban con nosotros desde hace tres años. Hemos podido evitar (P. 155) el choque emotivo con el primero, pero fuimos sorprendidos por el segundo. He aquí la relación de estos incidentes: El primer sujeto había tenido, en el transcurso de una sesión anterior, la representación de una cruz luminosa ocupando todo el campo de la visión y dando la sensación de estar situada en un espacio luminoso, sin límites y de coloración muy blanca. Esta visión estaba acompañada de un sentimiento de orden, quietud y alegría. Esta sesión fue normal; pero, en la que siguió, el sujeto ve de nuevo esta cruz, sin embargo sin experimentar los sentimientos agradables de la sesión anterior. Casi inmediatamente la cruz se deformó, incurvándose los brazos para recordar el ala de un murciélago. Presintiendo que algo hay de anormal, le pedimos al sujeto que suba más alto, él lo hizo 94

no sin dificultades, y, además, experimentando una sensación poco agradable. Una vez calmado, el sujeto comenzó el análisis de lo que había pasado y nos dice que la cruz de la primera sesión, símbolo de la potencia de un orden espiritual armonioso, se había sustituido por esta cruz deformada, antítesis de la anterior, simbolizando para él el Mal; no contento de esta explicación que no nos permitía penetrar completamente en el significado real de este símbolo, decidimos volver de nuevo sobre este análisis en la sesión siguiente. A lo largo de ésta el sujeto llegó sin dificultad a un estado de calma profunda. Tomamos primero la precaución de protegerlo de los choques emotivos recordándole que las imágenes del momento de su ensueño no hacían más que traducir lo que él mismo era; además, le pedimos tener el sentimiento de que una presencia detrás de él lo mantiene, en el de su imagen del momento (este símbolo -habitual en el sujeto- no representaba para él más que una idea de fuerza espiritual). Por último, le rogamos que recordara lo que había pasado durante la sesión anterior. Inmediatamente se forma la representación de un sol deslumbrante, de aspecto espléndido pero dando la idea de una fuerza insinuante, incontenible y particularmente peligrosa; el (P. 156) sujeto, sin embargo, gracias a las imágenes de protección, mantuvo toda su calma. Tradujo sus sensaciones por la idea del Tentador; le preguntamos que cómo podía ser tentado si la voluntad en una vida armoniosa, se mire por donde se mire, así que virtuosa, estaban bien fijadas en él; respondió: . ¿Que pensar de tal experiencia? Hay un primer hecho cierto, es el terror, del que apenas podemos dar una idea en este anterior resumen, pero cuyo sentimiento emergía, a nuestro entender, del relato de esta escena, terror que el sujeto no hubiera faltado de experimentar y que hubiera podido tener consecuencias molestas si no teníamos tomadas las debidas precauciones para evitarlo. Lo que no comprendemos más que imperfectamente todavía es el significado completo de esta escena. ¿Con cuales terroríficas posibilidades latentes en él, el sujeto ha tomado contacto: locura del orgullo imitando la perfección? ¿Instinto de dominación capaz de todas las destrucciones? ¿Posibilidad de locura? ¿O más bien una simple reminiscencia de un terror infantil? No hemos podido hacernos otra opinión más que ésta: semejantes experiencias nos parecen peligrosas hasta tal punto que, si ellas tenían que ser hechas voluntariamente, ninguna curiosidad científica podría legitimarlas. Esta experiencia sin embargo parece haber sido útil al sujeto ya que ahí obtuvo un mayor conocimiento de él mismo y el sentimiento sobre todo de poder dominar sus temores. Añadimos que este sujeto ha continuado trabajando con nosotros, al parecer para su mayor bienestar, y sin ningún accidente. Nueve años han pasado desde entonces y nada deja suponer que deba producirse cualquier trastorno mental. Su entorno coincide en reconocerle una notable regularidad de carácter y unas cualidades de sentimientos que le garantizan una simpatía casi unánime y una verdadera reputación de sensatez. El segundo ejemplo es el siguiente: el sujeto tiene la representación de una viva luz con un personaje central (imagen análoga a la de El Día). Este personaje nos es descrito de tal manera que sentimos una ligera reticencia. (P. 157) En ese momento, un punto negro atrae la atención del sujeto que, antes de que hayamos podido intervenir, se pone a gemir y pierde todo contacto con nosotros, durante un minuto o dos, después de los cuales logramos hacerle abrir los ojos y calmarlo completamente. Este sujeto no ha conservado mal recuerdo de la sesión y todavía ahora continúa trabajando con nosotros. 95

Como en el primer caso, hemos buscado darnos cuenta de lo que había pasado. No queriendo repetir la experiencia hecha con el primero de estos sujetos, hemos conducido la sesión siguiente poniendo, previamente, a este segundo sujeto en un estado de calma profunda, luego pidiéndole evocar recuerdos de la infancia; hemos encontrado, así, la reminiscencia de un choque emotivo debido a escenas que se remontan a la época en la que el sujeto habitaba en las colonias. Desde negros, a extraños trajes, figuraban en estas escenas, permanecidas incomprensibles para el niño y que ellas le inspiraban al parecer un verdadero terror. Es inútil que nos extendamos sobre este punto ya que nos haría encontrar los hechos clásicos puesto a la luz por el psicoanálisis. Terminaremos diciendo que sobre más de mil experiencias, esta sesión es la única que habría podido finalizar mal. Así pues, si el empleo inconsiderado de nuestro método ofrece un peligro, sobre el cual no dejaríamos de insistir, éste dará, aplicado por un advertido psicólogo, permaneciendo siempre prudente, los resultados que se debe esperar sin que aquí haya que temer la más mínima dificultad. c) Las imágenes deformantes. En los sujetos con disposiciones enfermizas hay otro tipo de representación, son éstas las representaciones deformantes que no hay que confundir con las imágenes humorísticas, incluso caricaturescas, ni con las imágenes infernales del sujeto con buena salud, y ejercitado, que se le invita a . Las imágenes humorísticas pertenecen al arte, ellas son propiedad de la fantasía y divierten siempre al sujeto. (P. 158) Las imágenes infernales son la expresión de las más toscas de las tendencias instintivas que el sujeto normal encuentra en él mismo, tendencias, no solamente rechazadas, según un veto moral consciente o no, sino privadas, además, de todo dinamismo afectivo. Las imágenes deformantes son debidas, pensamos nosotros, a una incapacidad del sujeto a mantenerse en el estado afectivo correspondiente de una determinada de las representaciones del momento. Las tendencias rechazadas, que tienden siempre a salir a la luz, intervienen como un excitante con el cual las representaciones deben armonizarse. La primera imagen se deforma pues en consecuencia para dar una nueva que es al mismo tiempo simbólica de las tendencias desaprobadas (pero habituales) del instinto y también de las tendencias generosas. Ellas son un signo de astenia psíquica y de defecto de síntesis psicológica. Estas imágenes deformadas, al contrario de las imágenes de interrupción, no dejan ninguna duda al sujeto quien experimenta una sintomática inquietud. Sin embargo, la deformación de la imagen se anticipa lo suficientemente al sentimiento de angustia como para permitir al experimentador intervenir y evitar todo choque emotivo. Además el experimentador a menudo es advertido por característicos detalles que va a deformarse la imagen del sujeto. Es un punto negro en una imagen luminosa, o el movimiento de los brazos de la cruz que se curvan, como en las observaciones anteriormente descritas; o una figura más oscura: por ejemplo, un personaje vestido de negro u ocultando o enmascarando su cara, que aparece en un paisaje agradable, tendiendo él mismo a deformarse; o, en fin, un detalle dispar no concordándose con el resto de la imagen. Otro signo advertidor muy frecuente es la aparición, en la imagen, de una luminosidad: sol, faro, etc. que, con relación a las representaciones espaciales del sujeto, se presenta 96

bastante baja por el horizonte. Estas imágenes se emparentan con las imágenes de interrupción pero es diferente por las representaciones afectivas que les están vinculadas; ellas no provocan la angustia desde el principio sino simplemente un sentimiento desagradable debido a la defor(P. 159) mación de la imagen; la luz, primitivamente blanca, deviene a rojo oscuro, acompañada de representaciones de humo, de olores nauseabundos y ruidos discordantes. Es fácil evitar la deformación si se desvía la atención del sujeto de las luminarias que no están situadas, en relación a sus propias representaciones espaciales, por encima de él siguiendo la vertical; la sugerencia de debe siempre estar mantenida hacia esta última dirección. Para sujetos suficientemente cerca del equilibrio psíquico, el choque emotivo podrá siempre ser evitado (si se admite que pueda producirse, lo que no parece estar demostrado) por simples imágenes de protección o por la sugerencia de remolinear. Se proseguirá la sesión; cuando el sujeto esté en un estado de calma bastante profundo y estable, se podrá, a menudo, volver sobre los elementos deformantes de la imagen del principio y buscar la causa. O bien se aplazará este análisis para una sesión posterior. Con enfermos, las imágenes deformantes corren el riesgo de repetirse, se puede temer un choque emotivo y es necesario recurrir al psicoanálisis o a otra forma de psicoterapia. d) Las imágenes de denegación. En fin, aún hay una categoría de imágenes, que se encuentran en el transcurso de la ejercitación, y que no hay que confundir con las anteriores, en particular con las imágenes de interrupción. Estas últimas son la expresión de una impotencia total del sujeto de la que la razón profunda le permanece inconsciente y que está directamente relacionada con su estado mórbido. Las imágenes de denegación son todavía la expresión de una cierta impotencia, pero sin ningún carácter mórbido; la razón de esta impotencia es conocida por el sujeto: es una denegación a ejercer una elección, que iría en detrimento de antiguos hábitos, en favor de actitudes o conductas nuevas, denegación motivada por la consideración del esfuerzo que entrañaría la elección propuesta. Estas imágenes, frecuentes, son muy curiosas a estudiar ya que ellas nos dejan percibir en vivo el mecanismo por el cual la tiende a que retorne incluso inconsciente un determinado deseo (P. 160) y cómo este deseo, por su parte, tiende a manifestarse a pesar de la censura, realizándose bajo una forma simbólica. Antes de dar algunos ejemplos de estas imágenes, nos es necesario insistir sobre el hecho de que los sujetos, en el momento en el que ellas se presentan, tienen la firme voluntad de querer conocerse mejor, para llegar a vivir más en conformidad con su ideal. La imagen de denegación se presenta, en ese momento, precisamente como la expresión de un conflicto entre el y lo que queda de apego a antiguos hábitos, a cierta pereza, a determinadas formas de orgullo o vanidad, etc. Hay tendencia al rechazo y a la reaparición instantánea de la disposición rechazada, de tal modo que basta plantear una cuestión al sujeto para que la disposición afectiva, que está subyacente a la imagen de denegación tal como sensación de fastidio, lasitud, u otra, sea ya lo suficientemente clara como para que pueda llamar a la tendencia que viene a oponerse así a su voluntad de perfección. Este mecanismo que se capta en vivo Freud lo ha descrito bastante, pero los ejemplos que 97

vamos a dar muestran cuánto sería de incompleto si se limitara esta noción al único aspecto descrito por él en el estudio de los mecanismos inconscientes. Estas imágenes se presentan siempre bajo el aspecto de un vínculo, o de una barrera, pero en lugar de que haya reticencia o duda por parte del sujeto, como sucede ante las imágenes de interrupción, éste expresa netamente el deseo de desembarazarse de sus trabas o de franquear la barrera; y no deja presentir ningún penoso sentimiento, sino muy al contrario tiene la esperanza de una satisfacción. En las sesiones del principio, la imagen de denegación se presenta más bien bajo la forma de vínculos, expresa un apego a los hábitos o costumbres. En posteriores sesiones, la imagen de denegación se presenta por el contrario, más bien bajo el aspecto de un obstáculo. He aquí algunos ejemplos cogidos entre las imágenes que más frecuentemente se encuentran. En las sesiones del principio, el sujeto nos dirá en un momento dado: . Le preguntaremos por lo que le estorba, la respuesta será: . Le propondremos que él mismo se mire; se verá, en general, bajo un aspecto en armonía con la imagen del momento; estará vestido, por ejemplo, con una túnica blanca, los cabellos rubios (incluso si él es moreno), el aspecto más joven, y, bruscamente, un detalle lo golpeará: . Si se le pregunta por el significado de ese símbolo, responderá: , o también: , etc. Basta con preguntarle si desea superar esta dificultad para que este detalle dispar se borre y que la sugerencia de vuelva a ser eficaz. En lugar de zapatos, el sujeto podrá ver . Interrogado, confesará estar o que tiene un . A veces, estas ideas de rencor serán ellas mismas simbolizadas por alguna forma negra de ave o de animal que busca no dejar al sujeto . Aún entonces, basta que el sujeto afirme su voluntad de perfección y renuncia, de lo que su razón condena, para que pueda proseguir la sesión correctamente. Aquí es posible de ayudarle disociando (desagregando) la imagen si ésta retiene demasiado la atención del sujeto, y tiende a convertirse en una sugestión, como sucede a veces. No hay que confundir el detalle dispar de las imágenes de denegación con el detalle dispar anunciador de las imágenes deformantes. En el caso presente, el detalle dispar aparece en la representación que el sujeto tiene de él mismo o de lo que le afecta, mientras que en la imagen deformante ese detalle se encuentra en los objetos ajenos al sujeto. Las imágenes de denegación, al final de la preparación, cuando está suficientemente ejercitado, son totalmente otras; es por ejemplo . Si preguntamos al sujeto sobre sus sensaciones, responderá: ; si se le exige precisar, expresará la opinión en cuanto a que las nuevas adquisiciones espirituales no pueden ser hechas más que en función de una suficientemente asimilación (P. 162) completa de las adquisiciones anteriores, lo que está perfectamente conforme con la experiencia común. Las ulteriores sesiones le serán por cierto la ocasión de tomar conciencia de renovadas posibilidades que él ignoraba. Esto nos permite comprender por qué la ejercitación de un sujeto, que le interesa esto, 98

puede ser proseguida durante años. La facilidad con la cual el sujeto penetra en el significado del simbolismo de las imágenes de denegación muestra que la censura, aquí la del instintivo, que se ejerce todavía al principio, sin su conocimiento, tiende a desaparecer con el esfuerzo de la sublimación, lo que le permitirá posteriormente tomar más directamente y más fácilmente conciencia de él mismo. Por último, las imágenes de denegación, presentando sobre el momento el aspecto de obstáculos infranqueables, son un critérium o discernimiento de la evolución del sujeto; ellas marcan el límite de los progresos que el individuo puede alcanzar en el período considerado, y son una advertencia de que no hay que buscar acelerar su evolución. La existencia de las imágenes de denegación es un argumento en favor de la hipótesis de que rechazamos lo sublime (*). Ellas, según la concepción de Freud, son el signo de una resistencia del sujeto reveladora de rechazo. e) Las imágenes de soledad. Tendremos que hablar, al final de esta obra, de un tipo de imágenes que presentan un interés más teórico que práctico; son éstas las representaciones visuales asociadas a un sentimiento de soledad. Estas imágenes se presentan en todos nuestros sujetos normales, salvo muy raras excepciones, en todas las primeras sesiones de ejercitación. Son éstas, por ejemplo, paisajes de nieve o de hielo bañados por una apagada luz. Ninguna escena, ningún objeto hace que descanse el espíritu y la sensación que domina es la de una naturaleza triste. O aun más, es un ilimitado espacio, sin nada que retenga la atención. Aunque el sujeto no cometa ninguna falta no consigue construir imagen más alegre, se siente dominado por un ____ (*) [La expresión , según explica a lo largo de la obra, es sinónimo de que en principio . Ver p. 54\32, 160\97 y 271\168 y sig. N. del que t.-].

(P. 163) sentimiento de soledad y de incompletud que tiende a ponerlo triste. Cuando se estimara que la sesión ha durado bastante rato convendrá invitar al sujeto a sacar partido de esta experiencia, a pesar de su aparente fracaso. Estas sesiones son, en efecto, la expresión de una posibilidad de desaliento, cuando las circunstancias de la vida son tales que durante un tiempo más o menos corto nada retiene nuestro interés. Así pues, es necesario invitar al interesado a pensar en esta posibilidad para que aprenda a dominar sus veleidades de desaliento. Él debe llevar su atención, de una manera general, hacia lo que le reserva el futuro a un individuo animoso; en particular, le haremos comprender el interés de esta sesión para el futuro mismo de su ejercitación; le explicaremos que, si ella lo decepciona en este momento, es sin embargo una toma de conciencia de él mismo, como la que tiene ya experimentada a lo largo de otras sesiones, y, que respecto a eso, ésta tiene igualmente un carácter constructivo que debe explotar pacientemente sacando su partido de un fracaso momentáneo. En fin, está aún otras categorías de imágenes, que se dan solamente al principio del todo de su preparación, que retienen la atención de un sujeto normal, y de las cuales hay que distraerlo. Las unas se sitúan en la categoría de las representaciones del sueño que el psicoanálisis tiene justamente atribuidas a la actividad de la libido. Ellas son fácilmente reconocibles y deberán ser analizadas eventualmente. 99

Las otras imágenes son, por el contrario, difíciles de relacionar con una tendencia precisa. Si la atención se detiene sobre estas representaciones, y si se le intenta descubrir el sentido, ellas precipitan, por lo general, al sujeto a un estado de conciencia bastante vago o impreciso, pero siempre desagradable. Nos parecen ser simples reminiscencias de cuentos de la infancia habiéndole dejado el recuerdo de emociones confusas que implican temor, o una ligera ansiedad, como gustan a los niños a veces probar. No parece que haya aquí interés alguno para analizarlas. (P. 164) Estas serán, por ejemplo, unas macizas puertas, de aspecto sombrío, cerrando el camino que sigue el sujeto en la imaginación; ellas se abren en un muro de gran altura y está tentado de pasar por la puerta, nos apresuramos a decirle, que eso no es necesariamente una manifestación de su libido. Basta con pedir al sujeto de elevarse a lo largo del muro para que la sesión continúe normalmente. Si, por el contrario, le pedimos que abra esa puerta, verá más allá, por ejemplo, un cementerio; si allí lo hacemos penetrar, experimentará, según su impresionabilidad, un sentimiento de tristeza, o un cierto pavor, sin que estos sentimientos, sin embargo, evoquen un recuerdo preciso. A veces, la imagen se presenta bajo la forma de un túnel; según las sensaciones del sujeto, se le podrá pedir atravesarlo o al contrario, se le hará evitarlo. f) Diagnóstico y pronóstico. Nos queda por someter una idea al lector que reconocemos no estar aún en medida de defender: la de la eventual interpretación de las imágenes anormales, que aparecen desde las primeras sesiones, para establecer un diagnóstico, incluso un pronóstico. La que hemos llamado imagen de interrupción nos parece un signo cierto de disposición a la neurosis; estas imágenes no la hemos observado en los individuos que se ha convenido en llamar sujetos normales. En cambio, las imágenes deformantes son frecuentes así como las imágenes de denegación. Los detalles personales de las imágenes también deberían permitir, nos parece, completar las tentativas ya hechas en vistas a establecer una . Estos tres puntos de vistas son inseparables, pero semejante trabajo exigirá un considerable número de observaciones y un penoso análisis para extraer informaciones precisas. Parece que debe ser fecundo para el estudio de los diferentes tipos de carácter, así como para establecer diagnósticos y pronósticos, y nos parece que sería interesante emprender a sistematizarlo. Los médicos son ciertamente los (P. 165) mejor situados para hacerlo recogiendo toda la información posible sobre sus enfermos y comparando sus imágenes con los resultados de ciertos test, como el test de Rorschach, o test de las manchas de tinta, por no citar más que éste. 4º PSICOTERAPIA Abordando aquí este tema, no tenemos en absoluto la pretensión de aportar una nueva teoría. No creemos incluso poder decir, con toda la exactitud que querríamos sin embargo, cómo nuestro método puede ser empleado por el médico. Numerosas pruebas y precisos ajustes serán necesarios para adaptar este método a las necesidades del arte médico. Esta será la tarea de los médicos que quieran tomar nuestro trabajo en consideración. Estando bien comprendido esto, nos ha parecido útil sin embargo mostrar nuestras observaciones con la esperanza de hacer captar mejor el interés que este método puede 100

presentar y, también, para evitar ciertos errores de empleo al principio de investigaciones que tengan un carácter médico. Las observaciones que tenemos hechas hasta ahora nos parecen aplicables a la psicología patológica, ya se trate de una simple disposición neurótica o de trastornos graves. La cuestión que particularmente nos interesa es la de saber en qué medida el arte del psicólogo, ya sea médico él mismo o no, puede completar el arte médico. En seguida aparece que algunos trastornos psíquicos benignos podrán ser reducidos por los solos procedimientos psicológicos; tal será el caso de una simple depresión que su permanencia habría debido quedar momentánea y en la cual el enfermo está por decirlo así , lo que ocurre a menudo cuando, según la expresión de P. Janet, no tiene que está en el origen de esta depresión. Los trastornos mentales de origen orgánico serán incurables si el trastorno orgánico, él mismo, no puede ser corregido. Entre estos dos casos extremos, sería lógico de recurrir (P. 166) a la psicoterapia al mismo tiempo que a una terapia de los trastornos orgánicos de los cuales sufre el enfermo. No nos parece, en principio, que se pueda establecer la primacía de uno de los modos de acción sobre el otro. Nos parece indicado, en cambio, investigar en qué medida una excitación provocada por unos medios psicológicos puede ayudar al organismo a encontrar un funcionamiento normal. Parece, en efecto, que conozcamos mucho mejor las repercusiones de un trastorno físico sobre el estado psicológico de un enfermo que el proceso contrario. Por tomar un ejemplo concreto, las modificaciones del carácter debidas a desordenes endocrinos han sido descritas, pero, en cambio, conocemos mal las reacciones de la imaginación sobre el funcionamiento de las glándulas endocrinas. Sabemos sin embargo que esta acción no es nula; precisar este proceso y los medios psicológicos propios para realizarlo permitiría, seguramente, determinar los papeles respectivos a asignar a la psicoterapia, por una parte, y a la opoterapia (*), por la otra. En el caso de trastornos endocrinos, no habría de ser necesario, nos parece, limitarse a tratar a un enfermo sólo por la opoterapia y no someterlo a una psicoterapia si la necesidad de ella se hacía sentir más tarde. El ideal es, por el contrario, actuar al mismo tiempo, por la vía fisiológica y por la vía psicológica. Es evidente que la clave de una acción psicológica de este tipo es la autosugerencia consciente por parte del enfermo, autosugerencia dirigida por el psicólogo, de acuerdo con el médico, si éste no es al mismo tiempo el psicólogo. Si la psicoterapia goza de un favor tan escaso actualmente, si la psiquiatría ha buscado casi exclusivamente la curación por una acción directa sobre el organismo, está claro que los procedimientos psicológicos actualmente conocidos son de un empleo muy limitado y de una eficacia mediocre. Nos parece, a pesar de eso, que se está a la espera de un mucho mejor derecho. Habría que especificar aquí, a través de numerosas observaciones ____ (*) [Opoterapia: Procedimiento curativo por el empleo de órganos animales crudos, de sus extractos o de las hormonas aisladas de las glándulas endocrinas. -N.del que t.-.]

(P. 167) de enfermos, la manera de adaptar nuestro método al análisis y al trabajo de sublimación. Desgraciadamente no podemos responder a este deseo ya que, sujetos que se 101

puedan realmente considerar como a enfermos, sólo los hemos tenido excepcionalmente y nos hemos apresurados a enviarlos a médicos. Sin embargo nos es posible completar nuestra exposición considerando los diferentes medios que se emplean en el presente en psicoterapia con el fin de mejor mostrar cómo, en nuestra opinión, la aplicación de los medios que empleamos podrán permitir perfeccionarlos y hacerlos más eficaces. Podemos distinguir así: - la reeducación de la atención; - el descanso; - el aislamiento; - la sugerencia; - el análisis; - las adquisiciones psicológicas. Analizaremos estos modos de acción en este mostrado orden, lo que no quiere decir que deban ser empleados en ese orden; se podrá recurrir a menudo a la autosugerencia sin análisis, o antes de aquí proceder, y, a veces incluso, antes de haber logrado reeducar completamente la atención. Eso es cuestión de juicio para cada tipo de caso. No hablaremos, en lo que sigue, de las terapias que podrían ser empleadas conjuntamente con la psicoterapia; es el médico quien, llegado el caso, debe entenderse con el psicólogo. a) Reeducación de la atención. Ya hemos hablado detenidamente de los procedimientos que empleamos para enseñar a un sujeto normal a fijar su atención. Estos procedimientos serán válidos tal cual en determinados casos patológicos. Pero podrá hacerse en tanto como, en un enfermo, el juego de la imaginación sea tan desordenado que no se pueda verdaderamente ya esperar hacerle fijar una (P. 168) imagen; se encontraría así muy desprovisto para reeducar la atención. Dos procedimientos nos parecen encaminados a permitir esquivar esta dificultad: El primero ha sido extraído de los viejos métodos de prácticas hindúes (yoga) y ha sido muy bien descrito por Rudyard Kipling en Kim. Consiste en mostrar primero un objeto real, luego varios objetos al mismo tiempo, durante un minuto o dos, después se le pide al sujeto que haga una descripción minuciosa de lo que ha visto. Procedimientos análogos son empleados para otras funciones que la vista, para educar la atención que el sujeto debe llevar a sus sensaciones. Así es como María Montessori, inspirándose en los trabajos de Séguin e Itard, ha podido reeducar a niños retrasados. Estos métodos consisten en despertar la atención a través de una educación sensorial: sentido de la vista, del oído, del tacto, de la pesantez, etc. Anotamos que el médico suizo Vittoz está manifiestamente inspirado de estas prácticas hindúes. Por supuesto, estos ejercicios deben ser escogidos de tal manera que ellos no vengan a destruir unos automatismos normales que el sujeto a menudo ha podido tener una gran dificultad para establecerlos. Sería absurdo, por ejemplo, pedir a un conductor de automóvil llevar su atención consciente sobre los gestos que él hace conduciendo su coche. Así pues hay que dirigir la atención del sujeto sobre aquellas de sus sensaciones que, normalmente, tienen que ser y permanecer conscientes. Esto es lo que hacemos realizar a nuestros sujetos al final de la sesión, al principio de su ejercitación, para ayudarles a volver a su normal. Por otra parte no llegamos hasta las prácticas extremas del Yoga de los Hindúes, ya que estos últimos impulsan la experiencia hasta la búsqueda de sensaciones 102

que no son normalmente conscientes, lo que puede llevar a desafortunadas ilusiones, incluso a sugestiones peligrosas para el sujeto. El segundo procedimiento al que se puede recurrir para ejercitar al sujeto a fijar su atención sobre sus representaciones subjetivas, consiste simplemente en hacerle asistir a una (P. 169) sesión de práctica, según nuestro método, hecha con un sujeto normal. En la medida en que el enfermo es aún capaz de interesarse por un espectáculo ajeno a él mismo, éste seguirá la descripción que el sujeto sano hace de sus representaciones visuales y él mismo formará más fácilmente las imágenes que serán la réplicas de las del sujeto sano. Algunas sesiones le permitirán fijar su atención sobre sus propias imágenes sólo con el apoyo mental aportado por el psicólogo, en las condiciones que tenemos indicadas. Se evitará así, al mismo tiempo, otras dificultades como las que resultan de la deformación de las imágenes. Si se llega a reeducar la atención, el análisis y la sublimación de las imágenes no serán ya más que una cuestión de paciencia y se puede esperar conducir al sujeto hasta el punto en que será posible ayudarle eficazmente a corregir sus automatismos o para adquirir otros nuevos por una autosugerencia bien comprendida. De este modo, hemos obtenido resultados interesantes; he aquí un ejemplo: Uno de nuestros primeros sujetos era una señora que había frecuentado largo tiempo los medios espiritistas y de los magnetizadores. Ella tenía, afortunadamente, además de su curiosidad por todo lo que presenta un carácter maravilloso, un muy noble ideal y, por esta razón, aceptamos de buen grado hacer algunas experiencias con ella. Estas primeras sesiones han sido extremadamente penosas. Sus representaciones eran un desfile de imágenes relacionadas las unas con las otras por una fabulación realmente extraordinaria, de la cual era imposible de sustraerla. Desesperando de llegar a hacerla con normalidad, tuvimos la idea de hacerla asistir a algunas sesiones de otro sujeto pidiéndole simplemente seguir las imágenes de este último. Al cabo de tres o cuatro sesiones, pudimos prescindir del sujeto auxiliar, hacerla trabajar sola y llevarla a formar imágenes sublimadas en calma. Nos ha sido posible así, si no de hacerla renunciar completamente a su gusto por lo maravilloso, (P. 170) por lo menos de hacerle aportar al estudio cuestiones que participaban íntegramente de un escepticismo. Estas sesiones parecen igualmente haberle ayudado a soportar con serenidad unas adversidades bastante duras que habrían podido ser para ella, por lo menos, causa de una fastidiosa depresión. b) El descanso y el sueño. Muchos médicos prescriben, al principio de una cura, un periodo más o menos largo de descanso con o sin aislamiento. Estos medios deben, sin duda, permanecer el tiempo que sea necesario; pero tal vez no basta con decir a alguien . El enfermo podrá disminuir su actividad muscular sin gran dificultad sin duda, pero es probable que ni siquiera sospeche que deba descansar psíquicamente. Para revelarle esta necesidad serán necesarias unas explicaciones; aún es necesario hacer notar que no basta con querer descansar para conseguirlo, ya que no es suficiente querer dormir para hacerlo. Así pues nos parece útil, si pensamos en el número considerable de gente que no sabe descansar, de enseñar a un enfermo a hacerlo. Un método, como el que presentamos, 103

cuando sea aplicable, es particularmente eficaz para esto. Lo hemos mostrado refiriendo los efectos psicofisiológicos observados a lo largo de una sesión. El sueño es uno de los elementos esenciales del descanso y muy a menudo el enfermo no puede ya dormir. Pierre Janet hace observar en este tema que el acto de dormirse lleva un gasto de energía que el enfermo no puede ya hacer. Preferimos decir, después de las observaciones hechas sobre nosotros mismos y sobre otros, que el sueño sólo puede producirse si el sujeto puede tomar una determinada actitud y que es justamente esta actitud la que él no sabe ya tomar o que olvida de hacerlo. Pensamos que se puede proceder a una verdadera rehabilitación del sueño, si se inspiran de esta observación personal anotada en su momento y que reproducimos tal cual. (*). De análoga manera, a una muchacha, padeciendo de hipertiroidismo y sufriendo de insomnio, hemos logrado hacer pasar una excelente noche ayudándole a hacerse unas apropiadas representaciones visuales antes de dormirse. Solicitamos al lector remitirse a la sesión, realizada con X... que nos ha servido para ilustrar las dificultades de aplicación de este método, página 78; esta sesión puede servir de ejemplo de rehabilitación del sujeto al descanso. Pensamos que nuestro método ofrece un procedimiento general susceptible de ayudar mucho a determinados enfermos a recuperar el sueño. Por otra parte, no hay que creer que este sueño tenga algún carácter en común con el sueño hipnótico. c) Aislamiento. No siempre es necesario aislar a un enfermo en el sentido habitual de la palabra aislar. Pero deseamos llamar la atención sobre una determinada noción del aislamiento. Pierre Janet hace alusión a ella cuando trata de los (1). Nosotros mismos hemos visto a una joven mujer caer en síncope, durante una enfermedad, a continuación de una visita, aunque nada en su estado físico podía ____ (*) [Se ve aquí claramente que la esposa de R. Desoille es una persona experimentada en el método del sueño despierto ya que, como cualquier individuo experimentado en la técnica, puede fácilmente entrar en situación sin la relajación previa que el método requiere. -N. del que t.-]. ____ (1) Medications psychologiques, tomo II, p. 162.

(P. 172) explicar semejante desfallecimiento; la amiga, que había venido, la había agotado en menos de media hora. ¿Quién de nosotros, incluso con excelente salud, no ha sentido un cansancio excesivo en presencia de determinadas personas? 104

Si tememos un encuentro susceptible de fatigarnos así, podremos muy bien evitar este inconveniente. Nos bastará hacernos, antes del encuentro y en estado de relajación, las representaciones que describimos como ejemplo de autosugerencia. Estas representaciones son todas imágenes de protección; ellas son inhibidoras de las emociones (nerviosismo, cólera, etc.) con las que nos agotamos tratándolas de dominar y que son las verdaderas causas de la fatiga; ellas entrañan un gasto inútil de energía. Estas precauciones, nos parece, deben ser indicadas a los enfermos para ayudarles a hacer estas que el médico les aconseja cuando son ellas una de las condiciones de la curación. d) La sugerencia. No hemos de recordar que el empleo de la sugerencia, entendido en el sentido de propuesta hecha al sujeto para la elección de una actitud o de una conducta correcta en la vida, es una propuesta de la que él se ayuda luego, cuando la ha aceptado, para transformarla en autosugerencia. Jamás hemos empleado la sugestión (sugerencia) en el sentido médico de esta palabra, es decir, en el sentido de según la definición ofrecida por Pierre Janet (*). Nos parece sin embargo que el estado de atención pasiva en el cual se mantiene al sujeto, a lo largo de una sesión, puede ser utilizado para ensayar esta forma de sugerencia en determinados casos patológicos. La experiencia, únicamente, podrá fijarnos sobre lo que se puede esperar de este procedimiento cuyo empleo parece, a priori, tener que ser bastante limitado. En cambio, indicaremos que dos de nuestros sujetos, pareciendo bastantes sugestionables, no recordaban lo que pasaba durante sus sesiones. La orden de recordar ha ____ (*) [Esta es la razón por la que casi no utilizo en la traducción el término sugestión, tan utilizado en psicoanálisis, y sí la expresión sugerencia, ya que esta última acepción es más cercana a la de: propuesta; siendo ésta para el autor el motor principal de su método. En francés, la palabra: suggestion significa: sugestión y también sugerencia -N. del que t.-].

(P. 173) sido suficiente para corregirles de esta tendencia en pocas sesiones y hay aquí tal vez una indicación susceptible de presentar interés en el caso de ciertos enfermos. En general, nuestro método nos parece que debe ser sobre todo un medio de preparación del sujeto para practicar la autosugerencia. e) El análisis. Nuestro método -el lector ya lo habrá comprendido- no tiene carácter analítico, éste es esencialmente sintético. Lógicamente debe pues ser empleado después del psicoanálisis para acabar una cura. Sin embargo se plantea una cuestión a la que responderemos siguiendo la particularmente autorizada opinión de autores como Pierre Janet y guardándonos bien de dar, lo más mínimo, a nuestra respuesta un carácter absoluto. ¿Puede emplearse nuestro método cuando el análisis [psicoanalítico] parece que debe ser muy largo, o incluso fracasar? Las observaciones siguientes nos autorizan a pensar que, a veces, será adecuado así, y experiencias personales nos confirman esta esperanza. Pierre Janet escribe (1): . Los partidarios del psicoanálisis objetarán esta manera de ver o enfocar el tema, ya que para ellos importa conocer la razón por la cual esta , este ha tomado precisamente la forma observada, y que no se podrá realmente disociar (deshacer) la idea fija, para evitar los peligros del fallido rechazo, más que cuando se conozca esta razón. Pierre Janet ha respondido él mismo a estas objeciones; solamente añadiremos que si, en determinados casos, el psicoanálisis resulta ser un procedimiento demasiado largo y aleatorio y si, por otra parte, la experiencia demuestra que, en estos mismos casos, el procedimiento empleado por Pierre Janet da buenos resultados, estos son suficientes para justificar el método hasta el día en que se encuentre otro mejor. Con este mismo espíritu es con el que habíamos intentado la experiencia que a continuación explico y de la que el éxito viene en apoyo de las observaciones que venimos de hacer. Hacía dos años que C. R... trabajaba regularmente con nosotros cuando ella nos confesó padecer de una pesadilla que, desde hacía varios años, se le presentaba frecuentemente en las condiciones siguientes : su marido, con excesiva frecuencia, era obligado a levantarse muy temprano ; C. R... volvía a dormirse después de su salida, y, muy pronto, veía en sueños a una multitud de aves nocturnas precipitarse sobre ella, arañándola, mordiéndola e intentando asfixiarla ; ella se despertaba gritando, presa de una angustia muy desagradable. No hemos buscado la causa de este trastorno y, a título de experiencia, hemos, ese mismo día, conducido la sesión de la siguiente manera : después de haber llevado a C. R... a construir las imágenes sublimadas, correspondiente a su práctica del momento, la hemos hecho hacer las representaciones de protección ya descritas y la hemos invitado a para alcanzar la imagen de un paisaje natural; le hemos pedido que imagine la entrada de un sótano y le hemos (P. 175) ordenado que baje por la escalera. Prosiguiendo su , C. R... se ha representado espontáneamente el vuelo de los pájaros nocturnos de sus pesadillas (de paso remarcamos que esta imagen de aves nocturnas aparece constantemente en las representaciones que acompañan a la sugerencia de descenso; las volvemos a encontrar también en la lámina de ). Hemos pedido entonces a C. R... contemplar estos pájaros, fríamente, con el sentimiento de que sólo se trataba -después de todo- de una imagen no pudiendo por ello presentar ningún peligro y que bastaba, justamente por eso, mantener la calma para ahuyentarlos con facilidad así que la hemos comprometido a hacerlo inmediatamente. C. R... ha podido representarse muy fácilmente a estos pájaros huyendo, a continuación, le hemos rogado > antes de terminar esta sesión. 106

Estas simples representaciones han bastado para alejar definitivamente estas pesadillas; desde hace cinco años ya no son reproducidas. Sin embargo C. R... ha tenido de nuevo, a veces, a intervalos distantes otras pesadillas, pero en éstas los pájaros estaban ausentes, y ella ha podido siempre asignar estos malos sueños a un estado de salud momentáneamente deficiente, estado febril, etc. En suma las pesadillas no se presentaron ya excepto en las circunstancias en la que, todos, hemos tenido que padecer alguna a lo largo de nuestra existencia. ¿Qué significa nuestro éxito en este caso? Bien parece que todo haya pasado como que habíamos alcanzado la causa de la angustia al tratar la representación que la acompañaba como si fuera el propio mal. No pretendemos que sea así realmente, pero queremos simplemente indicar la posibilidad de aplicar una técnica a un cierto número de casos, probablemente muy reducidos, en sustitución del siempre largo análisis. Por otra parte, es aproximadamente cierto que estas pesadillas no tenían su origen en un verdadero fallido rechazo, sino más bien en un temor, primero consciente, que por autosugestión inconsciente, ha devenido en verdadera obsesión. Es a este , a este , sobre el que hemos llevado a la sujeto a reflexionar. Eso parece haber bastado para que el temor inconsciente (P. 176) a tener miedo, la sugestión o influencia de este temor, fuera destruido. Se puede pues esperar que en casos análogos, el procedimiento, con el que nos ha dado tan buen resultado, será aplicable de nuevo. Aún queda aquí un tipo de caso donde el análisis parece que puede ser evitado. El ejemplo que vamos a dar nos parece tanto más interesante en cuanto a que se trata de un trastorno donde el análisis parecería especialmente indicado. B. J... es una joven mujer que ha tenido hasta entonces muy buena salud; lleva una vida muy normal, compartida entre el trabajo y unas distracciones razonables; siempre ha sido muy alegre y ha soportado con mucho coraje las contrariedades padecidas. Sufre desde hace seis meses de una neuritis de la que un tratamiento con rayos X (*) no parece haberla curado y, nos dice su hermana, . Sabemos, además, que ella tiene al mismo tiempo una gran decepción sentimental. En semejante caso, tanto se haga desde el análisis ordinario o desde el psicoanálisis, parecería lógico buscar la . A petición de su hermana, proponemos a B. J... una sesión de trabajo que ella acepta. B. J... ya ha trabajado mucho con los métodos de concentración de la atención que son puramente empíricos, pero que, sin embargo, tienen un efecto sedativo indiscutible; así pues nos es fácil hacerla muy rápidamente. Una primera sesión de simple seguida de la contemplación de la imagen sin realizar análisis, la sujeto sabiendo lo que hace, parece ayudar a encontrar un poco de alegría. Al día siguiente recomenzamos y B. J... llega a formar una imagen de luz que contempla con una emoción tan intensa que su rostro se llena de lágrimas. La dejamos así llorar y contemplar su imagen sin decir nada, sin plantearle la menor cuestión. Una media hora después, B. J... había encontrado todo su entusiasmo y al cabo de algunas horas anunciaba a su entorno: ; al día siguiente, ella se declaraba completamente curada. Desde hace cinco años, no ha tenido recaída. ____ (*) [Mis conocimientos de medicina son prácticamente nulos pero intuyo que esta práctica médica, en el presente, está descartada. -N. del que t.-].

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(P. 177) ¿Qué ha pasado? Es probable que la neuritis esté curada por los rayos X, pero que, interviniendo la decepción sentimental, una depresión psíquica bastante grave ha sido la consecuencia y ha contribuido a la persistencia del dolor observado. El acontecimiento causa de esta decepción- ha sido mal ; hacía falta la . Esta se ha hecho, sin que hayamos tenido que dirigirla, por la sola contemplación de todos los recursos interiores a los cuales habíamos simplemente hecho apelación y por una auténtica que acompañaban a los llantos. Estando hecha esta , el dolor desaparece de ella misma. Seguramente, este caso es excepcional; ya que teníamos a una persona muy ejercitada y eso explica que haya sido suficiente dos sesiones para obtener un resultado que no habríamos podido alcanzar de otra manera más que por un adiestramiento previo ; después la sujeto estaba consciente de las causas de su trastorno emocional, y también de las de su pseudo-neuritis. Pero nos ha parecido interesante mostrar cómo, en ciertos casos, será posible obtener una asimilación de un acontecimiento mal aceptado, sin previo análisis o, al menos, reduciéndolo este análisis a la simple llamada a los recursos morales del individuo, no con discursos, sino por una contemplación interior. Sin embargo si antes de emprender con el sujeto un trabajo de síntesis se consideraba que debía de imponerse el psicoanálisis, podríamos aportar a los procedimientos habituales algunas modificaciones. En efecto, siempre nos ha parecido que hay una ventaja segura, cuando es posible, esperar a que las imágenes del sujeto estén ya suficientemente sublimadas antes de empezar un análisis profundo. Dicho de otra manera, primero es necesario colocar al sujeto en un estado de distensión y serenidad suficiente para que pueda sin demasiado disgusto aceptando verse tal como es. Será pues adecuado, en algunos casos, aplazar momentáneamente el análisis de un sueño o de una imagen construida en el (P. 178) transcurso de una sesión. Eso será más tarde, después de haber obtenido del sujeto una imagen suficientemente sublimada cuando, sin modificar su estado afectivo, le haremos evocar el sueño o la imagen dejada anteriormente de lado pidiéndole superponerla, o mejor de integrarla, en la imagen vinculada a su estado afectivo del momento; así el análisis podrá ser hecho con toda la calma necesaria. Sería un error el creer que pueda presentar un inconveniente, el hecho de dejar pasar una imagen sin analizarla inmediatamente; especialmente si esta imagen es representativa de un choque emotivo, ya que pudiendo jugar un papel en los trastornos psíquicos, ella tiende a reaparecer con variantes, ya en el transcurso de la misma sesión, o a lo largo de las sesiones siguientes; es pues fácil elegir el momento que parece el más favorable para proceder al análisis de su contenido emotivo. Con paciencia, se llevará al enfermo a una sinceridad mayor y el que se queja , constatará de sí mismo que es él . Es preferible tener que reconfortarlo, diciéndole que todos somos más o menos egoístas, que tener que hacerle decir que él es un egoísta. La sublimación de las imágenes se hace de ella misma cuando la atención del sujeto está suficientemente fijada como para que pueda mantener su deseo . Esta sublimación estará muy facilitada a partir del momento en que habremos podido comenzar un análisis bastante exhaustivo. 108

Que se alinee el análisis con la opinión de los psicoanalistas, para quienes la curación sólo puede ser obtenida después de haber encontrado el acontecimiento que está en el origen del traumatismo psíquico y vencido el rechazo de las tendencias instintivas al distanciarlas de su primitivo objeto, o que se considere este acontecimiento como simplemente como lo piensa Pierre Janet, el objetivo sigue siendo el mismo. Es necesario que el recuerdo de este acontecimiento se vuelva consciente y que el enfermo le atribuya su exacto valor, que él lo acepta. Este objetivo tiene que ser alcanzado cuando el sujeto ha opuesto a las imágenes representativas del choque emotivo las imágenes representativas del máximo (P. 179) de plenitud que puede alcanzar, gracias a eso le será posible asimilar completamente el acontecimiento relativo a las imágenes del conflicto y así disponer de todo su dinamismo psíquico para realizar estas imágenes de plenitud al organizar nuevos automatismos por una elección plenamente consciente y voluntaria. En la práctica del análisis, procederemos del siguiente modo: colocaremos al sujeto en el estado de relajación ya descrito; lo haremos suficientemente para que esté muy tranquilo. Cuando este estado esté alcanzado le pediremos dejar surgir espontáneamente sus recuerdos; o bien, en lugar de empezar, como en el psicoanálisis, del recuerdo de un sueño para provocar el recuerdo de los acontecimientos vividos, rogaremos al sujeto de evocarlos directamente pidiéndole retrotraerse a la edad de 20 años, después a la edad de 10 años, de 5 años, por ejemplo, hasta llegar a la edad en que guarda el primer recuerdo. En el estado cercano al del común soñar en donde se encuentra el sujeto, hay grandes posibilidades para que estos recuerdos, sucesivamente evocados, tengan vinculación entre ellos. Haremos completar estos espontáneos recuerdos solicitando al sujeto, cuando haya regresado al estado normal, la historia completa de su vida. Nos esforzaremos por encontrar en el relato una filiación de las actitudes afectivas vinculadas a los recuerdos evocados. Las reminiscencias, completamente borradas, de la primera infancia llegarán así a emerger en la conciencia ya que el sujeto estará en un estado pasivo cercano al del sueño ordinario. Estos recuerdos pueden ser claros o, por el contrario, presentar un cierto simbolismo necesitando una interpretación, como en el ejemplo siguiente. A. L..., en el transcurso de sesiones anteriores [p. 49\28], nos ha parecido tener tendencias al automenosprecio y decidimos buscar si hay algún acontecimiento que ha jugado un papel en el desarrollo de esta tendencia. La hacemos , después, le pedimos dejar surgir sus recuerdos de veinte años, de doce años, etc. A los siete años, ella se ve en la cocina, en casa de sus padres, haciendo sus deberes y escuchando las campanas de la iglesia. Interrogada sobre los recuerdos asociados a esta imagen, ella evoca un sentimiento de tristeza en el que parece estarse complacida. (P. 180) A la edad de cinco años, sus recuerdos guardan relación con escenas que no presentan ningún interés; le pedimos pasearse por la casa paterna; imagina todas las partes sucesivamente sin que podamos hacerle evocar espontáneamente el dormitorio de sus padres. Para vencer esta resistencia inconsciente le rogamos expresamente acordarse de esta habitación, surgen los siguientes recuerdos: . Le preguntamos cuál es la naturaleza de los sentimientos que esta escena ha despertado en ella: . Las circunstancias han alejado a A. L... de París y no hemos podido proseguir este trabajo de análisis lo bastante completamente como para dar una interpretación segura de esos recuerdos. Pensamos sin embargo que comparándolas con otras observaciones, habríamos llegado a una explicación muy cercana a ésta: A. L..., con el nacimiento de su hermano, se siente privada del afecto de su madre; tiene un cierto rencor que ella rechaza ya que es una pequeña persona razonable, muy piadosa y que sabe que este rencor es un mal sentimiento. Esto explica la denegación inconsciente a evocar el recuerdo de la habitación maternal. Sueña que se convierte en pequeñita, en un bebé, probablemente, de quien la madre debe ocuparse. Más adelante guarda una cierta tristeza; ella pronto estima que es su destino en la vida pasar después de los otros, que debe aceptarlo y sacrificarse. Toma la actitud de y prende en ella de tal manera el hábito, que llega a no poder actuar por sí misma y se vuelve realmente enferma. Cuando le decimos que la religión debe ense(P. 181) ñarnos a vivir alegres y activos, nos responde: . Más adelante veremos que sin haber podido profundizar el análisis en la medida en que lo deseábamos, sin embargo hemos conseguido obtener, muy rápido, buenos resultados con esta sujeto. e) Las adquisiciones psicológicas. Pierre Janet ha indicado, como susceptibles de provocar adquisiciones psicológicas, un conjunto de procedimientos que tienden a reponer en el enfermo el hábito de actuar. Lo que hemos dicho de la educación aún se aplica a los casos patológicos. Nos parece sin embargo útil precisar algunos puntos. Pierre Janet ha considerado tres fases distintas del acto reflexivo completo: -una fase de erección o activación de la tendencia que corresponde, según lo que nosotros mismos hemos dicho, a la toma de conciencia de una imagen interior latente; -una fase de deseo que corresponde al trabajo que hace el sujeto para la imagen anterior a fin de que ésta adquiera el dinamismo afectivo sin el cual la acción no puede ser activada; -una fase de esfuerzo en el transcurso de la cual esta particular forma de energía, que hemos atribuido a la voluntad, es puesta a la disposición del deseo que puede ser así satisfecho. El conjunto de estas tres fases se corresponde con y conduce al acto. El papel del médico es encontrar en cual de estas tres fases se detiene su enfermo y la de buscar los excitantes susceptibles de llevar a éste al acto completo. En efecto, a sido observado que los psicasténicos en período de depresión no pueden realizar un acto completo, pero que ellos están liberados de esta depresión en cuanto pueden llegar, por el cumplimiento de tal acto, a este sentimiento de plenitud sin el cual la vida les es insoportable; este acto que no se cumple, parece que fuera inmoral y condenado por ellos mismos. Es necesario para estos enfermos un excitante. (P. 182) Ahora bien el trabajo psicológico que hacemos realizar a nuestros sujetos ya 110

tiene, en conjunto, el carácter de un excitante. La novedad de este sueño despierto, que no es ya el acto del soñar mientras se duerme ni del hecho de estar despierto, está en que dicho sueño despierto ofrece una cierta atracción al sujeto porque es un esfuerzo real hacia un objetivo útil. La mayoría de entre ellos encuentran aquí un interés que no es solamente lo que aquí su razón reconoce; esperan un verdadero placer que por cierto no hay que confundir con el estado de serenidad o incluso de alegría, al que luego conseguimos llevarlos. El placer así esperado es un poco al análogo del placer que podemos prometernos de una escena de teatro y esto, independientemente de los sentimientos que esta escena despertará en nosotros y que, ellos, pueden ser muy tristes. Este solo aspecto de la sesión nos autoriza para asignarle un valor curativo. Pero probablemente se podrá adaptar este método y acentuar este carácter de excitante insistiendo por ejemplo sobre la sensación de relajación, de calma, a veces de una cierta alegría, obtenida al final de las sesiones, incluso desde las primeras de estas sesiones. En el solo hecho de alcanzar este estado hay un éxito, así pues un acto completo que se podrá muy útilmente aprovechar inmediatamente después de la sesión para ayudar al sujeto a escoger tales actos que, si los cumple, serán el verdadero factor curativo. Una observación que recogemos en Les Médications Psychologiques de Pierre Janet (1), dará más peso a nuestra manera de ver. Janet, después de haber recordado que las prácticas hipnóticas son inaplicables a los psicasténicos, señala sin embargo que y añade: . La imagen de una ascensión penosa, rocas abruptas a escalar, escaleras que parecen , por ejemplo, es un verdadero esfuerzo que se le pide al sujeto; si se puede obtener este esfuerzo, el sueño despierto pierde todo carácter de ensoñación; es, en el sentido psicológico, un verdadero acto, coronado de éxito, que como tal puede tener un efecto curativo. Además algunas sesiones mostrarán, mejor que un común interrogatorio, en qué fase de la activación se ha detenido el sujeto. La pobreza de las imágenes nos indicará que se hace mal la erección de una tendencia cualquiera; si al contrario ellas son nítidas, pero el sujeto no llega a experimentar algún sentimiento, si las contempla como imágenes que le serían ajenas, es que se ha detenido en la segunda fase de la activación y habrá que buscar de potenciar en él el deseo del que la imagen es la expresión. En fin, podrá que exista el deseo pero que la voluntad, como ya lo hemos dicho, sea demasiado débil; será necesario en este caso buscar el factor de inhibición, timidez natural, temor injustificado de las consecuencias del acto, etc. y reducir la inhibición. He aquí un ejemplo donde la imagen del acto es bastante rica pero dónde el deseo, del que la imagen es la expresión, permanece demasiado débil. A. L..., de la que ya hemos hablado [p. 49\28 y 179\109] al mostrar cómo los recuerdos espontáneos pueden aparecer en el transcurso de una sesión, es una joven mujer soltera que 111

ya no consigue tomar alguna iniciativa ni de hacer algo por sí misma: . Este estado dura desde hace varios años. Una reciente estancia en una clínica durante seis meses no aportó ninguna mejoría. Durante una sesión, la hemos hecho reemplazar un jarrón de barro (símbolo de auto desprecio) por un jarrón de cristal por lo que nos dice que debe ella misma llenarse de luz (símbolo del enriquecimiento de su personalidad). Este deseo no es muy potente puesto que, para que aparezca, se precisa que lo provoquemos; pero llega a un estado de calma suficiente (P. 184) para que podamos alentarla útilmente fijando su atención sobre el hecho de que habiendo podido, en el transcurso de una sesión, alcanzar un estado de plenitud, ella mantenga necesariamente la posibilidad de utilizarlo en otros momentos. Después de la sesión charlamos; es muy religiosa; es ella la que nos hace esta confidencia de: . Le afirmamos que una religión que no es antes que nada una expansión del individuo necesariamente es una religión mal comprendida; la ponemos en guardia contra sus escrúpulos y la comprometemos vivamente a concederse distracciones. Nos promete intentar ir al teatro pero no nos oculta que ella lo hará como si tomara un medicamento. Al cabo de algunas sesiones, no sólo había ido al teatro y nos reconocía sino que ella nos confiaba . Desde hace seis años, su familia nunca la había visto tan activa. En este ejemplo, primero hemos tenido que reforzar un deseo de plenitud que un hábito de mórbida renuncia lo había hecho desaparecer. Es solamente luego como la excitación ha podido ser encontrada, con el triunfo liberador, en unos actos muy simples. No hemos tenido que trabajar con la voluntad que se encuentra bien intacta en esta voluntad de renuncia mal comprendida. Las circunstancias, desgraciadamente, nos han impedido proseguir esta experiencia, así que ignoramos si esta mejoría se ha mantenido. Si se quiere emplear nuestro método como un , es necesario ser muy prudente y evitar cuidadosamente pedirle al enfermo lo que Pierre Janet llama . Este autor señala en efecto el peligro que contienen, para ciertos enfermos, unas emociones demasiado fuertes tales como un entusiasmo excesivo. Así pues, lo mejor es no intentar forzar jamás (P. 185) la ejercitación del sujeto; es necesario respetar su ritmo particular, aunque éste fuera muy lento. Algunos sujetos que se pueden considerar como normales alcanzan en una sesión un resultado que otros sólo lo obtienen en cinco sesiones. La diferencia entre normales y enfermos debe ser aún mayor dada la lentitud de la activación de la tendencia en ellos. Aún procediendo lentamente el sujeto no alcanzará cierto grado de tensión psicológica como, el que conseguirá, en el momento en que esté preparado por una suficiente asimilación de sus anteriores sesiones. Esta es una de las razones por las cuales es vano de multiplicar las sesiones. Pierre Janet escribe: (1). Nosotros tenemos hecha la misma 112

observación. Todo parece transcurrir como si, en el intervalo que separa las sesiones, un trabajo de asimilación se realizaba sin el cual la sesión siguiente de nada serviría. Un intervalo de ocho días nos parece ser el mínimo adecuado y parece -al menos con sujetos más o menos normales- que se pueda espaciar las sesiones a tres semanas sin retrasar nada. Respetando esta regla poco se arriesgará al fenómeno de hundimiento psíquico, que sigue, según Pierre Janet, al acto de tensión psicológica demasiado elevada y, teniendo todo esto en cuenta, por el contrario se verá esta tensión psicológica elevarse poco a poco ella misma. Al contrario, si se procedía demasiado rápidamente, se arriesgaría a provocar este hundimiento psíquico y también, incluso con sujetos normales, se podría constatar un ligero malestar de cabeza al final de la sesión, incluso a tener pesadillas en la noche siguiente. La sesión en lugar de ser dinamógena sería inhibidora. Es igualmente necesario vigilar el momento en que se debe interrumpir la sesión; el sujeto no tiene aún conciencia de su agotamiento aunque éste comience ya a manifestarse. El operador se apercibirá de este momento crítico por los siguientes síntomas: el sujeto tiende a romper su inmovilidad mantenida ____ (1) Op. cit. Tome III, p. 270.

(P. 186) sin dificultad hasta entonces: meneará un pie, una mano, o moverá la cabeza. La sesión debe entonces finalizar. En fin las imágenes son unas indicaciones tan extremadamente diferenciadas que ellas no permitirán que se pueda seguir y exactamente apreciar el efecto de los medios empleados más que en tanto como el psicólogo tendrá vivido, él mismo, estados análogos o, al menos, tendrá la noción por una preparación especial tal como una larga práctica en el análisis psicológico. Siempre hemos encontrado adecuado esforzarnos por vivir nosotros mismos la escena descrita por nuestros sujetos elaborando imágenes conformes a las suyas; es, nos parece, el mejor medio para comprenderlo bien. Si se admite, con Pierre Janet, que toda psicoterapia recurre necesariamente , como nosotros mismos nos hemos esforzados por mostrarlo, se comprenderá todo el partido que un médico puede extraer de nuestro método. Éste vale sobre todo, por su flexibilidad de empleo, como medio de y de reeducar al sujeto a la acción elevando progresivamente su potencial energético y ayudándolo a rehacer una síntesis de su personalidad. Esperamos que este conjunto de ideas, a pesar de su brevedad, anime a los médicos a estudiar este método, y les estaríamos agradecidos si consintiesen en comunicarnos los resultados que obtengan así como los comentarios que ellos puedan hacer.

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(P. 187) CAPÍTULO V

PARTICULARES ASPECTOS DE LA PERSONALIDAD HUMANA Una colaboración de varios años con nuestros sujetos nos ha hecho muchas veces entrever esta frontera, siempre delicada de delimitar, que separa la experiencia, ámbito de lo verificable, de lo que es el fin último de todas las investigaciones: el análisis de las causas relativas a los hechos de las que la experiencia permite constatar; es este el ámbito de la metafísica. Cuando el científico, partiendo de los datos de la experiencia, edifica una teoría nueva, ésta sobrepasa el terreno de la experiencia en lo que ella implica de las consecuencias que no son inmediatamente verificables. No se sigue, por eso, que esta teoría entre en el ámbito de la metafísica, pero ella toca aquí muy de cerca esta cuestión. La única frontera que tenemos derecho a establecer entre lo que es todavía del dominio científico y lo que deja de ser para pertenecer a la metafísica, es la distinción, en general bastante fácil de constituir, entre el carácter absoluto, o por el contrario relativo, de las relaciones que asignamos a ciertas categorías de hechos que nombramos los unos causas y los otros efectos. Una teoría metafísica, en el espíritu de su autor, no es revisable, o en este caso ella queda sin efecto; mientras que una teoría científica, lo confiesa incluso el científico, debe quedar provisional. Abordando el tema anunciado por el título de este capítulo, (P. 188) nos defendemos una vez más de hacer una incursión en el ámbito de la metafísica. Nos defendemos igualmente de proponer una teoría; las opiniones que nos han llevado hacerlas nuestras, sólo están expuestas aquí como hipótesis de trabajo destinada, no a revelar nuevos temas de estudio, sino a sugerir nuevas experiencias. Discutiremos primero la realidad de algunos fenómenos, como el de la lectura de pensamiento, y diremos luego lo que nuestra experiencia aporta de nuevo a la psicología de los místicos. 1º DE LA REALIDAD DE ALGUNOS FENÓMENOS DENOMINADOS SUPRANORMALES Si, al principio de nuestras búsquedas, el resultado de nuestras primeras experiencias nos ha obligado primero a llevar nuestra atención hacia los mecanismos de la afectividad subconsciente, los hechos observados nos han llevado rápidamente a preguntarnos si podía nuestro propio pensamiento, aunque no expresado, modificar las representaciones de nuestros sujetos; regresábamos así a nuestra preocupación inicial [p. 17\10 y sigs.]. De una manera general debemos plantearnos la siguiente cuestión: ¿Algunos fenómenos, como la lectura de pensamiento, existen ellos realmente, o bien cuando se pueda estar seguro de que aquí no ha habido fraudes- se trata simplemente de coincidencias debidas al azar? Grandes científicos han sostenido la realidad de este fenómeno y numerosos son los autores autorizados que, habiendo examinado la cuestión, la han resuelto por la negativa. Así que nos es permitido recordar la gran lección que nos ofrece el Pasado. La Historia de las Ciencias abunda en afirmaciones o en negaciones perentorias, enunciadas por científicos ilustres, que han sido invalidadas más tarde gracias al progreso de las ciencias. 114

El argumento de autoridad toma pues un valor muy (P. 189) relativo; esto nos permite, nos parece, plantear aquí, de nuevo, la cuestión de la realidad de este fenómeno. La negación de un hecho es una actitud muy delicada; para negar con toda sinceridad es de necesidad una certeza absoluta que todo ha sido hecho para permitir al fenómeno producirse. Tal certeza es bien difícil de adquirir. Por contra, debemos exigir de los que optan por la existencia de un fenómeno, que nos aporten la prueba irrefutable. Ha sido aportado al examen de la cuestión de la lectura de pensamiento una buena fe y un espíritu de método innegables. Pero ¿la técnica empleada era suficientemente rigurosa para que los supuestos fenómenos pudieran producirse? Toda la cuestión está en eso. Nuestras experiencias nos han llevado a plantearnos preguntas en cuanto a la realidad de estos fenómenos. Ante la repetición de estos fenómenos no podíamos esquivar su estudio. Esto respondía por otra parte a nuestro primer deseo. Hemos tenido que elegir unas directrices en la conducción de nuestro trabajo; ellas son las que propondremos aquí. Daremos a continuación los resultados de algunas experiencias. a) Transmisión de pensamiento. Las condiciones a cumplir para constatar el supuesto fenómeno de transmisión de pensamiento son a la vez aquellas en las cuales debe colocarse el que transmite y en las que debe encontrarse el que el pensamiento. Las condiciones en las cuales debe colocarse el que transmite son con mucho las más difíciles de satisfacer, y son éstas precisamente de las que la mayoría de los experimentadores parecen haber tomado menos preocupación. Será necesario, para repetir las experiencias de las cuales damos relación más adelante, dedicarse a un entrenamiento previo absolutamente indispensable. La transmisión de pensamiento no es el resultado de una voluntad que se tensa, sino de una representación interior del pensamiento, en forma de imagen visual (la mayoría de las veces) que debe estar muy bien formada y sobre la cual el que transmite debe (P. 190) concentrar su atención sin ninguna distracción, viviendo, si es posible, algún estado afectivo. La formación de una nítida imagen y la contemplación sostenida de esta imagen no son condiciones, como se podría creer, tan fácil de realizar y, sin embargo, ellas son indispensables. En cambio, el tiempo durante el cual debe estar mantenido este esfuerzo puede ser relativamente muy corto; algunos segundos pueden bastar. La experiencia muestra que es imposible prolongar estas experiencias durante mucho rato sin que haya interrupción. Se produce una fatiga en la persona que transmite, de la que por cierto no es consciente pero, que la vuelve incapaz de lograr la transmisión después de dos o tres pruebas. Es pues prudente no hacer a la vez más que una experiencia, con un único sujeto, y esperar el día siguiente para recomenzar. El estado en el cual debe colocarse la persona receptora es bastante fácil de realizar: basta que se ponga en estado de relajación muscular y psíquico tan completo como sea posible. Hay que recomendar al sujeto colocarse en estado de atención pasiva, no dejar a su atención fijarse en nada concreto, pero dejar venir una imagen, si se trata de una simple transmisión de pensamiento, o de dejar nacer sus impulsos musculares, si se trata de un movimiento a 115

ejecutar. Le será recomendada la indiferencia en el resultado de la experiencia. Sus impulsos, incluso los más débiles, deben ser obedecidos, sin examen reflexivo, inmediatamente de sentidos. Este estado de atención pasiva será todavía mejor alcanzado si el sujeto tiene largamente disciplinada su imaginación por el método descrito en el capítulo II. Las experiencias, de las cuales damos aquí los resultados, han sido hechas especialmente para demostrar: -1º la necesidad de un método experimental y de un entrenamiento previo; -2º la posibilidad de lograr la experiencia con cualquiera de los sujetos. Nos levantamos en efecto contra esta idea demasiado extendida, de que, únicamente, sujetos excepcionales permiten observar estos (P. 191) fenómenos. Hay ciertamente sujetos más o menos dotados, pero no los hay de don especial; todos poseemos la facultad de leer el pensamiento de los demás; basta despertar en nosotros esta facultad para constatarla con una más o menos mayor frecuencia. De tales experiencias hemos escogido aquellas a las que se pueda fácilmente aplicar el cálculo de probabilidades para la interpretación de los resultados obtenidos, para así poder responder a una cuestión que el lector ya se habrá planteado: ¿cuánto hay que hacer de experiencias para llegar a la certeza de que el azar no es la causa y de que la transmisión de pensamiento es un fenómeno real? He aquí, una de estas experiencias: Entre ocho cartas a jugar, hacer tomar a un sujeto, nombrada mentalmente, una de ellas. Comparamos los resultados de la experiencia hecha, sin preparación metódica, con los de la experiencia realizada por un operador ejercitado con sujetos igualmente ejercitados. 1º Experiencia hecha sin preparación metódica. Hemos rogado a unos amigos hacer esta experiencia después de haberles simplemente explicado las condiciones en las cuales había que operar. Las ocho cartas alineadas paralelamente las unas con las otras, en una sola línea, sobre el borde de una mesa, ante el sujeto a quien le era pedido escoger una con los ojos cerrados. El resultado obtenido está resumido en la tabla I (*). Sobre 34 pruebas, 4 solamente son favorables. La proporción 4/34 está muy cercana al de la probabilidad 1/8 que es la del azar. Podemos pues concluir con certeza que la elección correcta de la carta designada mentalmente en los 4 casos favorables es debido simplemente al azar. Indicaremos en seguida que en estas experiencias, en las cuales no estuvimos, dos errores de método han sido cometidos: a) El sujeto receptor (al que le tiene que llegar la elección que a hecho otro) no ha cerrado los ojos, lo que hace que en el momento de su elección, la imagen objetiva del objeto a recibir (una de las cartas sobre la mesa), ____ (*) [Situada en la p. 192\117. -N. del que t.-].

(P. 192) se añadía a la imagen motriz (la carta escogida por el que transmite) quizá recibida, enmascarando o destruyendo esta posible imagen transmitida. Las condiciones de orientación de la atención, sobre la sola imagen motriz interior, no estaban ya aseguradas; 116

b) la carta designada mentalmente por el que transmite era conocida por las personas presentes cuya actividad mental podía así la transmisión. [Continúa en la p. 193\117. -N. del que t.-].

(P. 193) 2º Experiencia con el que transmite y con sujeto receptor ambos ejercitados por nuestro método. Comparada estas experiencias de la tabla I, presentamos la tabla II que muestra los resultados obtenidos con diversos sujetos receptores y dos personas transmisoras. 117

Puede ser observado enseguida que el número de las pruebas favorables durante una misma experiencia varía entre 1 y 2; la proporción de los casos favorables varía pues entre 1/3 y 2/3 de las que el promedio está en 1/2. Es ésta última proporción la que encontramos para el conjunto de las pruebas; ella es, cuatro veces mayor que la proporción que resultaría del azar. [Continúa en la p. 194\118. -N. del que t.-].

(P. 194) Sin embargo este resultado no puede ser suficiente para convencer o influenciar sobre nuestra convicción. Sabemos, en efecto, que en un juego de azar como la ruleta, se produce series de casos favorables; es así como ha salido el color rojo 32 veces sin interrupción aunque la probabilidad sólo es de 1/2. ¿Debemos pues preguntarnos -antes de concluir- si las coincidencias favorables observadas, aunque la relación de su número al del conjunto de las pruebas sea de 8/15, no es de todos modos una anomalía que podamos todavía atribuir al azar? Y aquí, debemos responder a la cuestión planteada al principio, cuestión que interesa a las ciencias que recurran a la estadística, y en particular a la de la biología: ¿cuánto es necesario hacer de experiencias para tener una certeza? Un error habitual es creer que es necesario siempre hacer un número considerable de experiencias. El cálculo de probabilidades nos muestra, por el contrario, que éste no es siempre el caso. Podemos en efecto calcular, estando dada la probabilidad para que una sola prueba sea 118

favorable, la probabilidad para que repitiéndola esta prueba, encontremos un número dado de pruebas favorables. En el caso de las 8 cartas que son las que nos interesan, la probabilidad para que el azar haga escoger al sujeto la carta designada mentalmente es de 1/8. La probabilidad para que haya k de casos favorables, presentándose en cualquier orden, sobre n de pruebas, k/n siendo mayor que 1/8, es:

Llamando p la probabilidad 1/8 de escoger la carta válida en una prueba aislada y q la probabilidad inversa 7/8. El resultado de este cálculo para 3, 6,... 15 pruebas, está indicado en la columna 6 de la tabla II. Vemos que Pk decrece extremadamente deprisa; este hecho está aún mejor ilustrado por las curvas de la figura 1 (*) construida, ésta, al llevar las Pk a ordenadas y los números de pruebas a abscisas. La curva de trazo continuo corresponde a los resultados de la tabla II. La curva punteada es la que correspondería ____ (*) [Situada en la p. 195\120. -N. del que t.-].

(P. 195) a un número de casos favorables siempre igual a la mitad del número de pruebas. Si prolongamos la experiencia de la elección de las 8 cartas hasta hacer un número n de pruebas y que la proporción de los casos favorables permanezca igual a 1/2, para n = 50, [continúa después del gráfico]

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la probabilidad para que las coincidencias observadas sean debidas al azar se volvería tan débil que podríamos considerarla como prácticamente nula. Vemos en seguida que cada vez que entre dos tipos de experiencias que tengan el mismo significado, podremos elegir la que presente la probabilidad p más pequeña, limitaremos así el número de las experiencias a realizar y sólo dejaremos al azar una importancia prácticamente nula. (P. 196) No hemos llevado la experiencia más allá de15 pruebas; la probabilidad no es ya más que de 1/6637 y eso nos ha parecido suficientemente demostrativo para el lector. Debemos añadir, no obstante, que nuestra certeza personal descansa sobre un número considerable de experiencias hechas a lo largo de veinte años de observaciones. De otra parte aquí tenemos que exponer ante todo unas técnicas, a sugerir unas experiencias, y no a traer una convicción. Citaremos dos tipos de experiencias hechas, éstas aquí, con dos sujetos especialmente dotados. En el transcurso de la primera, proponemos al sujeto transmitirle la imagen de un objeto familiar, sin otra designación. El sujeto tiene rápidamente la imagen de una tijera; ésta 120

correspondía bien a la imagen transmitida; pero ella se había presentado a nosotros con una particularidad: la tijera estaba abierta. Pedimos al sujeto describirnos su imagen. Nos respondió que veía . La coincidencia es notable; sin embargo esta experiencia se presta mal a un cálculo de probabilidad. La otra experiencia, por el contrario, puede servir de tipo de prueba en donde el éxito es suficientemente poco probable para que en repitiéndolo una decena de veces solamente, se pueda llegar a una probabilidad tan escasa, que la idea de coincidencia fortuita pueda ser eliminada con una certeza del mismo orden que la que nos da una ley física bien verificada. Previnimos al sujeto que íbamos a transmitirle la imagen de una unidad monetaria. Esta imagen ella misma se presentó a nuestro pensamiento bajo el aspecto de un billete de diez francos de la que las cifras 10 eran blancas y la esquina superior derecha estaba doblada. El sujeto nos anunció al cabo de algunos instantes que se representaba un billete de diez francos. Le pedimos el color de las cifras. Él respondió correctamente que eran blancas (1); por último, le preguntamos si las esquinas ____ (1) Las cifras del billete de diez francos eran blancas por un lado y azules por el otro, lo que permitía distinguir, los dos lados del billete.

(P. 197) estaban intactas, y nos respondió que veía la esquina superior derecha (*) doblada. Tal éxito es excepcional y una experiencia como aquélla no debe ser repetida en el mismo día. Apliquemos el cálculo de probabilidades a este ejemplo: no tendremos en cuenta el hecho de que no hemos precisado si se trataba de moneda francesa o extranjera y admitiremos que estaba sobrentendido que no se trataba más que de moneda francesa. El número de las unidades monetarias en aquella época era: 2 monedas de 0,05 (níquel y bronce). 2 monedas de 0,10 (níquel y bronce). 2 monedas de 0,25 (perforada y no perforada). 1 moneda de 0,50 1 moneda de 1,00 1 moneda de 2,00 1 billete de 5,00 1 billete de 10,00 1 billete de 50,00 1 billete de 100,00 1 billete de 500,00 1 billete de 1000,00 es decir en total 15 unidades monetarias. La probabilidad para que el billete de 10 francos sea elegido por el sujeto es de 1/15. La probabilidad para que él se represente el lado del billete que nosotros mismos nos representamos, es de 1/2. La probabilidad para que la esquina superior izquierda [¡!! (**)] sea vista doblada, se deduce del recuento siguiente: 1 caso donde las 4 esquinas están intactas, 4 casos donde 1 de las esquinas está doblada, 6 casos donde 2 de las esquinas están dobladas, 4 casos donde 3 de las esquinas están dobladas, 121

1 caso donde las 4 esquinas están dobladas; en total 16 casos posibles ; la probabilidad es 1/16. La probabilidad total es pues: p = 1/15 X 1/2 X 1/16 = 1/480 ____ (*) [En francés la palabra droit significa derecha. -N. del que t.-]. ____ (**) [En francés la palabra gauche significa izquierda. Aquí al parecer al autor se le ha colado un gazapo, no parece que sea error de imprenta, ya que en la descripción del billete de 10 francos, en la página anterior y principio de ésta, habla de la esquina superior derecha. Este hecho es anecdótico puesto que es indiferente que esquina esté doblada del billete para calcular el número de probabilidad. -N. del que t.-].

(P. 198) lo que significa que sólo hay una posibilidad entre 480 para que la coincidencia de la imagen y de la imagen no sea debido al azar. Esta probabilidad es ya escasa. No hemos repetido esta experiencia ya que, para nosotros, ella se añade a muchas otras y no buscábamos una demostración. Pero si se buscaba ésta, se puede preguntar cuántas veces habría que repetirse la experiencia para establecerla. Para darnos cuenta, vamos a calcular la probabilidad para que en repitiendo diez veces esta experiencia tengamos seis u ocho pruebas totalmente favorables. La fórmula que debe aplicarse es la misma que en el ejemplo de la elección de una carta entre un grupo de ocho de ellas. Encontramos para seis pruebas favorables: Pk 1 = 1/ 58.729.000.000.000 y para ocho pruebas favorables: Pk 2 = 1/ 6.288.260.000.000.000.000 Podemos pues afirmar que: 1º Si en el escrutinio estadístico de las pruebas de lectura de pensamiento, llegamos a unas probabilidades tan escasas como Pk 2, estaríamos obligados a considerar semejante coincidencia como totalmente excepcional; el cuidado, la preocupación por la verdad científica nos obligaría a admitir provisionalmente la lectura de pensamiento como un hecho posible; 2º a condición de actuar tomando todas las precauciones debidas y eligiendo un tipo de prueba que conlleve una probabilidad p bastante escasa, nos bastará un número de experiencias relativamente muy pequeño para adquirir, no una certeza absoluta, sino una certeza tan alta como las que comportan la mayoría de las leyes de la física. En resumen, proponemos las conclusiones provisionales siguientes: 1º La transmisión de pensamiento no es un fenómeno debido (P. 199) al azar; este fenómeno muestra que hay una posibilidad de comunicación de cerebro a cerebro, por unas vías que no son las de los sentidos que conocemos; 2° El fenómeno no es el hecho de un don especial del que transmite o del que recibe; 3° Para constatarlo, es necesario colocarse en las condiciones que hemos definido. b) Lectura de pensamiento.

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Lo que diferencia para nosotros este fenómeno del anterior, es que la transmisión de pensamiento es un acto que necesita de la voluntad del que transmite, mientras que la lectura de pensamiento se hace a espaldas de éste cuyo pensamiento le es leído. Las únicas condiciones necesarias para constatar la lectura de pensamiento son: 1° que el sujeto sepa ponerse en el debido estado de atención pasiva para dejar llegar las imágenes reveladoras del pensamiento de otro; 2° que aquí haya una determinada afinidad entre las dos personas interesadas sin que se pueda bien definir esta afinidad; la simpatía mutua parece sin embargo ser una condición si no indispensable, al menos muy favorable. No nos extenderemos sobre el fenómeno de lectura de pensamiento. Ha sido bien estudiado por el doctor Osty (1). Bastará al lector remitirse a los trabajos de este autor. Sin embargo referiremos algunas de nuestras experiencias a título de ejemplos. He aquí el acta de una experiencia que tenemos hecha con la Sra. Buffetry, una de nuestras mejores sujetos profesionales, que habíamos invitado a ejercer sus facultades sobre el Sr. B..., asistente en el Instituto Pasteur, curioso de tener una prueba de la existencia del fenómeno de lectura de pensamiento. La Sra. Buffetry, a lo largo de esta experiencia, ha trabajado espontáneamente -como ella lo hace con su clientela- sin que hayamos intervenido. El lector comparará el resultado de este trabajo espon____ (1) Dr. Eugène Osty: Lucidité et Intuition. Alcan, Paris.

(P. 200) táneo, con los resultados obtenidos por un sujeto igualmente dotado pero ejerciendo su don en el transcurso de una sesión de ejercitación según el método descrito. Este acta ha sido redactado por el Sr. B... a partir de las notas tomadas por él mismo durante la sesión. Acta del 16 de Enero del año 1931 1ª Parte: Sobre mí: La Sra. B... me dice las siguientes cosas: -Usted, estando de viaje, ha tenido un luto que lo ha afectado profundamente. (Lo que sería exacto si se admite por = , y si el viaje representa simplemente una distancia en relación al lugar de la experiencia -bajo esta forma, y a causa de la necesaria interpretación- es entonces una afirmación bastante trivial). -Os interesáis por las investigaciones. (Vagamente había sido hecha alusión en la conversación que había precedido). -Hacéis investigaciones sobre las enfermedades, las enfermedades del intestino, y sobre un tipo de enfermedad provocando la paralización de ésta (vacunas de virus), y, aún, sobre una enfermedad provocando un ennegrecimiento de los miembros. (Este último síntoma está poco claro a mi mente, quizá cáncer experimental. Las tres cosas son exactas). Le veo trabajar en medio de sales (productos químicos), -en las pruebas que perseguís obtenéis un éxito pleno; -seréis llevado a disminuir las dosis que utilizaréis.- Haréis unas mezclas, dos productos, más los restos de un tercero. Estáis preocupado en este momento por la redacción de los resultados de vuestras pruebas (muy exacto); debe salir adelante un trabajo importante. -Habéis viajado bastante; este año, os veo atravesar el mar para ir a trabajar en un laboratorio. (En efecto desde hace algunos meses, he desarrollado el proyecto de un viaje al Instituto Pasteur de Argel). 123

(P. 201) -Varias personas, que habitan cerca de grandes extensiones de agua, que os quieren piensan en usted (exacto). 2ª Parte: Carta de uno de mis amigos, médico, interno en anatomía patológica en Lausanne, dejada en las manos de la Sra. Buffetry. -Un hombre... fuerte, más bien grande (pequeño, pero fornido). Muy bueno, trabajador. -Tendrá pronto una enfermedad en uno de sus miembros. -Él trabaja en el frio -no en localidades frías- sino a causa de su ocupación (departamento anatómico -la morgue-). 3ª Parte: Carta de una persona estando ella en casa de su hijo, que vive solo en Vendée. -Es un hombre. -No. -Una joven mujer; -tierna, seria, moralmente fuerte, que tiene tres hermanas, Marie, Marguerite y Jeanne. (Estos tres nombres son dichos muy deprisa, y son exactos; con el nombre siguiente son los únicos nombres, o nombres propios, pronunciados durante la velada). -También veo a . Conoce ella algún Bertrand (?) -Habéis tenido con ella un ligero altercado (?) -Ella gusta la velocidad (inexacto). -Ella habita en una casa tranquila, -con follajes (exacto). -Veo un perro (inexacto). -Unos niños, un aula de niños de los que ella se ocupa (exacto). -Ella circula en automóvil (exacto). -Su hijo ha estado alejado de ella, y lo ha encontrado últimamente lo que ha sido una enorme alegría (exacto). -Su hijo es muy inteligente, un poco niño. -Ella tiene también allí a una muchacha voluntariosa -con un peinado particular, descuidado (inexacto). El Sr. B... nos ha dicho al final de la sesión: . Ahora bien, entre las indicaciones que, cuando se dijo, eran inverificables, una después fue confirmada; es el anuncio relativo a los sinsabores que el Sr. B... tendría en cuanto a los resultados obtenidos al comienzo con el medicamento que estudiaba. Cuando ensaya este medicamento, un año más tarde, con seis marroquíes, ellos estuvieron muy gravemente enfermos y se pudo temer por sus vidas. Luego, disminuyendo considerablemente las dosis, por el contrario, obtuvo los resultados esperados que fueron excelentes. Así pues hubo premonición. Hemos podido observar, al igual que otros experimentadores, que la lectura de pensamiento no se hace, en general, sobre el pensamiento presente que tiene la mente de la persona sobre la que es hecha la experiencia. Estas lecturas son a menudo de recuerdos muy 124

antiguos que de esta manera son así recordados (1). Hemos observado, además, que los estados afectivos son mucho mejor percibidos que las ideas abstractas. Para finalizar, decimos que lo que distingue, aún, la lectura de pensamiento de la transmisión de pensamiento, es que, si la última es difícil de evidenciar, la primera es por el contrario extremadamente habitual. Ella es incluso hasta este punto común, que es una considerable causa de error en la interpretación de muchos de los hechos psicológicos, como lo veremos a propósito de la premonición. Y esto muestra la utilidad, para la psicología general, de introducir el estudio de estos fenómenos que ya no deben ser considerados como supranormales. He aquí un ejemplo personal que nos parece ofrecer un interés muy particular en lo que concierne al estudio de la memoria. ____ (1) Freud de hecho lo comenta en: Nouvelles conférences sur la Psychanalyse [(Nuevas conferencias sobre el Psicoanálisis)]; este autor atribuye al psicoanálisis el mérito de introducir la explicación de estos fenómenos en el entorno de la psicología del subconsciente, pareciendo ignorar que esta explicación ha sido dada desde hace mucho tiempo, independientemente de las búsquedas hechas por los psicoanalistas.

(P. 203) En su tiempo investigamos, el dispositivo que permite alimentar a un aparato de T.S.F. por corriente alterna (*). Nuestro dispositivo se constituía de dos aparatos distintos, uno de construcción simple según un esquema clásico, el otro, por el contrario, bastante complicado según un esquema personal. Habiendo terminado el montaje de este aparato, tuvimos la curiosidad, antes de ensayarlo, de preguntar a un sujeto cuál sería el resultado obtenido. Nos respondió que el resultado sería satisfactorio, pero que tendríamos que aportar una pequeña modificación al montaje. Esta respuesta nos pareció totalmente banal. Procedimos después a la prueba de los aparatos, el resultado fue negativo; buscamos la causa de este fracaso sin encontrar nada. Al cabo de veinticuatro horas, desesperando del resultado, tuvimos la idea de pedirle al sujeto de ir a ver los aparatos y le requerimos explicarnos dónde estaba el error. El sujeto consideró el aparato de T.S.F. que nosotros le mostrábamos y nos dice: ; para nuestro gran asombro, designó como defectuoso el aparato de alimentación y, en este último, a dos terminales diciéndonos: . Totalmente incrédulo, hemos constatado sin embargo, después de desmontar, que los bornes estaban invertidos y, después de la rectificación, el conjunto de los dos aparatos funcionaron correctamente. ¿Si no invocamos al azar, cómodo para dispensarnos de toda investigación, qué explicación lógica podemos encontrar a esto? El sujeto nos ha visto de lejos montar los aparatos, pero es totalmente ignorante de las teorías de la física y de los esquemas de aparatos eléctricos; él habría observado nuestro error, y es por lo que él inmediatamente habría atraído nuestra atención. La única explicación que nos parece lógica y que, en tanto como hipótesis de trabajo, nos parece muy seductora, parece ser ésta: hemos guardado la memoria subconsciente de una acción torpe de la que no hemos evidentemente tenido, o al menos no guardado, conciencia; pero esta acción, infaliblemente registrada, es recuperada por el sujeto quien ha hecho una lectura de pensamiento en nuestra memoria. Arriesgamos esta ____ (*) [Robert Desoille, como está indicado en el anexo del principio, era ingeniero industrial. -N. del que t.-].

(P. 204) explicación porque ella parece ser la única satisfactoria en muchos casos análogos citados por diversos autores. 125

Semejante hecho muestra también cuáles pueden ser las influencias ejercidas inconscientemente por el psicólogo, sobre las respuestas que obtiene de sus sujetos y cuánto sería de imprudente el aceptar estas respuestas como una justificación de una teoría de la que se busca verificarla experimentalmente. Las imágenes que informan al sujeto de lo pensado por otro pueden presentarse con los caracteres más inesperados; pueden ser visuales (simbólicas o no), auditivas, olfativas e incluso táctiles. He aquí dos ejemplos personales de lectura de pensamiento que evidencian dos modos de información muy diferentes: uno, por imágenes de un simbolismo arcaico, el otro, por el contrario, por imágenes perfectamente claras. Habíamos sido rogado de hacer una experiencia de lectura de pensamiento con una joven mujer. Después de un momento de recogimiento, la imagen de un dragón de oro, evolucionando lentamente sobre un fondo negro muy bello, se ha presentado. Un dragón es a menudo un símbolo fálico; en el caso presente, esta significación no guarda relación más que de muy lejos con nuestro pensamiento del que el proceso fue el siguiente: a) dragón = China. b) dragón = hostilidad y además, muy vago sentimiento de erotismo. c) China = asiático. d) China = hombre de sangre amarilla. Resultante = Hombre de sangre amarilla hostil. Finalmente, nos hemos dado como sigue la traducción de nuestra imagen: . La joven mujer respondió: (P. 205) . Sólo después de esta explicación hemos descrito nuestra imagen y el proceso de nuestro pensamiento. Por supuesto, no teníamos conocimiento, antes, de las relaciones de la joven con el asiático cuestionado. Observemos, además, que es raro encontrar en París a gente en relaciones con asiáticos, y especialmente en el medio social al cual esta joven pertenecía. El segundo ejemplo es el siguiente. Un día, al volver para almorzar se nos informó que la muchacha que estaba a nuestro servicio, había recibido, esa misma mañana, unas noticias alarmantes de una tía que manifestaba la intención de suicidarse. Comportaba este relato la descripción de ciertos detalles de los cuales el conocimiento de ellos juega un papel importante en el desarrollo del fenómeno que después hemos observado en nosotros mismos. Hemos sido informado 1° que esta tía vivía en Trélazé, cerca de Angers; 2° que era lavandera; 3° que ella lavaba en un lugar llamado el . Durante el almuerzo, hemos tenido una conversación sobre temas diversos. Después de la comida, estando hablando, hemos tenido bruscamente una serie de imágenes interiores (manteniendo totalmente los ojos abiertos y con una visión perfectamente clara de las cosas). Estas imágenes eran comparables a las que se evoca en una conversación normal y se yuxtaponían a las de la conversación del momento. Ellas se sucedieron en número de tres en el siguiente orden: 1ª representación visual de una mujer de unos sesenta de años cuya 126

apariencia correspondía a la condición social de la tía de nuestra sirvienta, en el marco mismo de nuestro propio apartamento; 2ª imagen de una gran charca circular rodeada de una cortina de árboles sobre el borde de la cual la mujer, ya vista, lavaba la ropa. Esta mujer daba un brinco y saltaba hacia el agua, no penetraba, rebotaba y volvía hacia atrás a su lugar primitivo y, esto, haciéndolo varias veces seguidas. Teníamos la sensación de que ella deseaba sui(P. 206) cidarse, pero que estaba impedida por el poderoso sentimiento de la vida que se le imponía al tomar en consideración el resurgimiento de la naturaleza (estábamos en mayo) y del buen tiempo; 3ª representación visual de esta misma mujer, en casa de ella, sentada ante el fogón del hogar lleno de cenizas frías. Esta imagen era completada por la noción de que la habitación estaba en el mismo nivel con la calle; que al entrar, la ventana se encontraba contra la puerta, a la derecha, el hogar en la pared de la derecha y una cama sobre el lado opuesto, a la izquierda. A esta imagen se añadía el sentimiento del final del otoño, con la sensación de una temperatura fresca haciendo pensar en la necesidad de hacer próximamente fuego. Muy intrigado por esta serie de representaciones que no tenían ninguna relación con la conversación que allí teníamos en ese momento, hemos llamado a la sirvienta; le hemos hecho la descripción del personaje que se había así impuesto a nuestra mente: estatura, corpulencia, forma de la cara, peinado, vestimenta. Nuestra doméstica, asombrada, nos dijo que esos detalles correspondían bien con la persona de su tía. Entonces nos hemos permitido hacerle una profecía anunciándole que su tía tenía un gusto muy vivo por la existencia, que no se suicidaría y que, además, la vería antes del final del otoño. La muchacha no creyó esta última parte de nuestra profecía, alegando -muy justamente- que ella no tendría la ocasión, de aquí a mucho tiempo, de ir a Anjou, ya que este viaje originaría un gasto que no deseaba hacer. Sin embargo, ha ocurrido esto, que nosotros no lo podíamos prever en su momento: una persona de nuestra familia, estando enferma una de sus criadas, tuvo necesidad de personal de sustitución, y siéndolo nuestra sirvienta en el mes de julio, fue convenido de que durante nuestras vacaciones del mes de septiembre, nuestra criada iría, por cuenta nuestra, a Anjou, con nuestra familia. Esto nos permitió ir a comprobar sobre el terreno las coincidencias que podía haber allí entre la realidad y las representaciones que habíamos tenido y que habíamos cuidadosamente anotado. El resultado es el siguiente: -Para la primera imagen, la coincidencia con la realidad era suficiente como para que nos haya sido posible de a la interesada entre todas las mujeres de la misma edad y condición social de su pueblo; -la representación del denominado lugar el probablemente ha sido falseada por este nombre; allí había cuatro árboles y no una cortina de árboles; otros detalles eran completamente falsos; -el alojamiento que había imaginado era rigurosamente conforme con la realidad; sólo las dimensiones eran un poco diferentes, pero la distribución del lugar era idéntica. Si intentamos estimar numéricamente estas coincidencias, diremos que, en cuanto a las ideas generales, ha habido coincidencia en la proporción del 100 % y, en cuanto a los detalles, solamente en la proporción del 50 %. Además, podríamos destacar que la tía de la joven que teníamos a nuestro servicio no se 127

ha suicidado y que su sobrina ha ido a verla en la época designada. Así pues ha habido premonición, pero no retendremos este ejemplo como un caso convincente. Lo que es más destacable, es que al contrario del primer ejemplo, no hay ningún simbolismo en esta lectura de pensamiento. c) Premonición. La premonición es la previsión de un acontecimiento futuro por otros medios que las deducciones lógicas que podemos sacar de los hechos presentes y pasados conocidos. Este fenómeno es raro; es difícil, por eso, hacer un estudio sistemático. No puede hacerse una opinión definitiva sobre su existencia real más que después de años de observación. Sin embargo, siempre será valioso de leer, para los que este estudio les interese, las obras de Charles Richet y las del doctor Osty que tenemos ya citadas. Si examinamos las condiciones en las cuales la premonición parece producirse, podemos afirmar que ellas están grandemente favorecidas por la educación de la atención. Nuestro método despierta la facultad de premonición, en un sujeto (P. 208) naturalmente dotado, sin que tengamos por objetivo buscar desarrollarla. Su aparición es una consecuencia. Añadiremos que nos parece preferible no intentar provocar demasiado el fenómeno interrogando a un sujeto sobre el futuro; es excepcional que una premonición verdadera esté constatada en estas condiciones, sin embargo esto puede ocurrir. Observamos, en efecto, que pretendiendo provocar la premonición sobre un acontecimiento dado, el sujeto, la mayoría de las veces, hará simplemente una lectura de pensamiento sobre nosotros, y éstas son nuestras ideas preconcebidas las que serán detectadas. En general, la premonición es un fenómeno del que es necesario respetar la espontaneidad; se produce cuando no es buscado. Hemos tenido un ejemplo en la experiencia hecha por la Sra. Buffetry sobre el Sr. B... A pesar de todas estas dificultades, ¿es posible de hacer un estudio sistemático de la premonición? Creemos poder responder de manera afirmativa; pero, antes de esbozar un método, nos es necesario atraer la atención del lector sobre unas experiencias notables hechas en Inglaterra por Dunne (1). Este autor, asombrado de ver algunos de sus sueños realizarse, quiso saber si sólo había allí simple coincidencia debida al azar; o si, en caso contrario, era un sujeto excepcional; y, en fin, cuál podía ser el significado profundo de tal hecho. Imaginó una serie de experiencias que él mismo hizo y que pidió a otros de repetirlas, en particular a estudiantes de Oxford. He aquí, en resumen, el método que él ha seguido: anotar mentalmente, en el instante preciso del despertar, el sueño o los sueños de los que se acuerda, con el fin de recordar en la medida de lo posible todos los detalles; después transcribir inmediatamente en un cuaderno la relación completa del sueño. Hacer eso todas las mañanas durante un cierto tiempo y cada noche retrotraerse a los sueños viejos, tenidos y escritos, de cuarenta y ocho horas antes. Se debe releer estas notas con una disposición de espíritu tal, que los acontecimientos que le han ocurrido durante las últimas cuarenta y ocho horas deben ser acercados o conexionados ____ (1) J. W. Dunne: An experiment with time. Faber and Faber Ltd, London, 24, Russel Square.

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(P. 209) a los sueños que les han precedidos, exactamente como si estos sueños habían sido hechos, por el contrario, después de los acontecimientos. En una palabra, referirse a las experiencias del vivir después del sueño, como referidas a experiencias ya vividas antes del acto de soñar y ver si estas vivencias pueden ser consideradas como causas o premoniciones de lo sucedido oníricamente. Esto para evitar dejarse influenciar por la idea de que el acontecimiento es posterior a lo soñado, lo que tendería a hacernos rechazar algunas experiencias que podrían ser consideradas como al sueño; es decir hay que tener en cuenta todos los acontecimientos sucedidos y ver si alguno puede ser considerado como origen del sueño. Dunne aporta en la conexión de sus sueños a los acontecimientos sucedidos, suficiente rigor como para que las relaciones que verdaderamente sean entre los sueños y los acontecimientos no puedan, éstas, ya encontrar la explicación de las coincidencias observadas. Este autor elimina así todos los sueños que no encuentran una clara relación con el recuerdo de los acontecimientos ocurridos o en la premonición de los acontecimientos futuros. Esta eliminación, por cierto severa, la repetimos nosotros, estando hecha, se constata que quedan tantos sueños conteniendo la premonición del futuro, como sueños conteniendo el recuerdo del pasado, y esto sobre varios sujetos que han tenido el coraje de perseguir y conseguir esta fastidiosa experiencia durante bastante tiempo. Dunne, ante esta constatación, se pregunta entonces en que se convierte la noción del tiempo. No lo seguiremos en la aplicación que hace de la noción del continuum a n dimensiones, para el análisis de los hechos. Si curiosa y atrayente es su teoría, esta extrapolación matemática no nos satisface. Pero retenemos el método experimental que ha empleado y que nos parece perfectamente correcto. Para que se comprenda bien la técnica propuesta por Dunne, en lugar de tomar unos ejemplos de este autor, describiremos unos sueños personales que son característicos del tipo de sueños que es necesario retener -o rechazar- para rehacer correctamente la experiencia. En el periodo que va del mes de abril al 30 de junio de 1914, hemos tenido tres sueños que los podemos relacionar con la guerra ya totalmente cercana. En el primero, asistíamos a una escena donde figuraban prisioneros franceses y unos soldados, que sabíamos que eran alemanes, vestidos con el famoso uniforme feldgrau (*) del que ignorábamos su existencia. No lo retendremos este sueño ____ (*) [Vocablo alemán insertado en el original, feldgrau significa: gris de campaña. -N. del que t.-].

(P. 210) ya que, aparte de este detalle de indumentaria, no hemos vivido nada de esta escena en la realidad. En el segundo, nos hemos visto de oficial de artillería en un bosque de robles despojados de sus hojas, retrocediendo, a pie, ante soldados alemanes. No retendremos tampoco este sueño ya que, si bien nos hemos encontrado en el bosque de Argonne en el momento del avance alemán sobre Vienne-le-Château, y obligado a pensar en un retroceso por la brecha ocasionada en el frente, no hemos sido personalmente perseguido a pie por la infantería enemiga. El tercer sueño, por el contrario, es característico del sueño que se debe retener; volvemos a presentarnos vestido con nuestro uniforme de subteniente (era un año después de nuestro licenciamiento del servicio militar), en el cuartel, en un almacén de indumentaria militar, en situación de escoger un par de guantes blancos. Este sueño nos ha parecido tanto más absurdo en cuanto a que ignorábamos que, después de nuestro servicio militar, los guantes de piel blancos habían 129

devenidos a reglamentarios para los suboficiales y formaban parte de los aprovisionamientos. Así que, durante la movilización, un suboficial vino a la oficina a preguntarnos si deseábamos unos guantes; le preguntamos, por si acaso, si había guantes de piel; nos respondió afirmativamente, sin especificar el color, y lo seguimos al almacén de vestimenta donde nos presentó unos guantes de piel blancos. Ante este color estuvimos primero decepcionado, después elegimos, a pesar de eso, un par de nuestra medida. Es entonces cuando todos los detalles del sueño regresaron a la memoria; sólo, el detalle de los guantes blancos correspondía con la realidad así como la idea general del almacén de suministro de ropa ya que el detalle de los lugares era diferente. He aquí también otro ejemplo de sueño de los que habría que retener aunque presenta más el carácter de un sueño telepático que de un sueño premonitorio. El 11 de marzo de 1915 hemos soñado que estábamos cerca de una joven mujer a quien teníamos un gran afecto. Esta joven mujer estaba en su casa en Sedan, en la cama, no pareciendo enferma, y sin embargo nos anunciaba que ella iba a morir. Lo que era sorprendente, en este sueño, es que sabíamos que la habitación donde transcurría esta escena estaba en el primer piso y que dos ofi(P. 211) ciales alemanes se alojaban en esta casa. Sin embargo, no conocíamos más que el segundo piso y no teníamos ninguna noticia de lo que ocurría en Sedan durante la guerra. Sólo después de la guerra es cuando hemos podido saber, por boca de la misma persona que había cuidado a nuestra amiga, que todos los detalles de nuestro sueño, tan cuidadosamente anotados tras el momento en que lo habíamos experimentado, resultaban ser rigurosamente exactos: muerte de la joven mujer el 14 de marzo de 1915, tres días después de nuestro sueño, colocación de la sala mortuoria en el primer piso, al mismo tiempo presencia de dos oficiales alemanes viviendo en la casa. Podemos ahora vislumbrar el camino a seguir para el estudio sistemático de la premonición. Ejercitaremos a través del sueño despierto a un número bastante considerable de sujetos; únicamente, un pequeño número de entre ellos estarán bien dotados para permitir una verificación rápida del fenómeno de premonición. Les pediremos que escriban cuidadosamente la relación de sus sueños y de las sensaciones recibidas estando ellos despiertos, aquellas, que les habrían afectado profundamente. Podremos así comprobar más tarde la coincidencia entre los acontecimientos y las relaciones escritas. El método de J.W. Dunne podrá luego ser aplicado sistemáticamente a los sueños, así como a las sensaciones experimentadas en vigilia. No aconsejamos buscar, planteándole cuestiones, provocarle la premonición desde el principio de las prácticas a ningún sujeto. Más adelante, será posible escoger experiencias tales que podamos aplicar el cálculo de probabilidades para la interpretación de los resultados. Este método sería el mejor en razón de su carácter objetivo. He aquí una experiencia que nos es personal y de la que informamos por su carácter bastante diferente a análogos hechos relatados por los autores que tratan de la premonición. Hace algunos años, uno de nuestros parientes afectado de una enfermedad incurable se hallaba próximo a fallecer. Los médicos (P. 212) lo habían desahuciado, pero sin poder dar algún probable pronóstico sobre la duración de su enfermedad. Una noche, al acostarnos, pensábamos en él compadeciendo al 130

enfermo y a su entorno, y deseoso de aportar a todos el máximo de consuelo espiritual. Nos hemos puesto entonces en estado de relajación profunda y hemos fijado nuestra atención sobre la idea de la aceptación de la muerte que deseábamos para el enfermo, y hemos formulado profundamente el deseo de ser informado, en sueño, del desenlace fatal de la enfermedad, de la última noche que precedería a la muerte de nuestro pariente. Quince días después, hemos tenido el siguiente sueño: llegábamos a la provincia a la residencia de nuestro pariente y queríamos entrar en una habitación donde estaba reunida toda la familia. Uno de los niños nos dice: , y comprendimos inmediatamente que debíamos ir a la habitación de su padre. Vimos a este último en su cama, inconsciente, y quedamos impresionados por el color (*) de su piel. Tuvimos entonces la sensación de que: . Este sentimiento, nos despertó; eran las cinco de la mañana. Tuvimos entonces la certeza de que este sueño era premonitorio y que, durante la jornada, seríamos llamados por telegrama. Esta certeza era tal que inmediatamente hemos preparado nuestra maleta y que, a pesar del deseo de salir, hemos permanecido en casa. El telegrama en efecto llegó. Tuvimos justo el tiempo de volver a ver a nuestro pariente y falleció por la noche antes de que nos fuera posible dormirnos de nuevo. Este sueño es bien premonitorio, ya que se realizó antes de que la familia tuviera conciencia de que el final estaba completamente próximo; así pues no hubo telepatía. Ofrece también este carácter tan particular de haber sido provocado por un deseo intenso algunos días antes y de haber sido sometido, este sueño, a una condición de tiempo que se cumplió, lo que es muy notable o excepcional. Por último, este sueño, es revelador de un hecho que ignorábamos completamente: el color particular de la piel, que nos impresionó cuando ayudamos al aseo del fallecido. ____ (*) [En el original dice: couleur (1). ¿Pero que valen estas representaciones; no son éstas todavía aquí más que unas imágenes puramente afectivas, y no intelectuales, ____ (1) Oeuvres de Saint Denys l'Aréopagite, par Mgr. Darboy. La Bonne Presse, Paris, 1887, p. 164.

(P. 256) de secretas tendencias que vienen a emerger en la conciencia? Ya que no sería 158

preciso creer, de acuerdo con James H. Leuba, que ahí en ese momento haya pérdida de conciencia. Nuestra experiencia personal nos permite confirmar lo que muchos psicólogos antes nos han afirmado, tal como William James, que concluye en la presencia latente en nosotros de formas de conciencia enteramente diferentes del tipo ordinario y de las cuales dice: . En lo que nos concierne, podemos afirmar que conservamos de nuestra experiencia personal un recuerdo muy preciso con el sentimiento de haber alcanzado el punto culminante de la meditación de la que somos capaz. En cuanto a este mismo estado de conciencia, la palabra intuición parece ser la más adecuada para definirlo. Pero, aquí, bastante se trata de entenderse sobre el sentido que hay que dar a la palabra intuición. Sin querer agotar el tema, recordaremos las definiciones admitidas. Henri Poincaré describe el mecanismo de la intuición como una comparación inconsciente de todas las combinaciones posibles, la única combinación presentándose a la conciencia respondiendo al problema planteado. James H. Leuba adopta la misma explicación mientras que el Padre Maréchal, con la mayoría de los teólogos, define a la intuición como la facultad de conocer sin intermediario. Para los psicólogos, la intuición no es más que un proceso de asociaciones inconscientes mientras que, para los teólogos, se trata de una verdadera facultad del espíritu al igual que la memoria o la facultad de comparación. No hemos encontrado en ninguna parte discusión completa de esta cuestión; los psicólogos se limitan a negar la existencia de una facultad que califican de misteriosa, mientras que los teólogos, sin negar el proceso de las asociaciones inconscientes, afirman la existencia de la intuición como facultad de conocer la realidad sin intermediario. Por el momento, evitaremos discutir esta cuestión tan importante y provisionalmente no veremos ____ (1) W. James, Varieties, p. 388.

(P. 257) en la intuición más que un proceso de asociaciones inconscientes de las que teólogos y psicólogos admiten la posibilidad. Reflexionando sobre ellos mismos, en la búsqueda de lo que Bergson llama para finalmente encontrar , nuestros sujetos siguen un proceso psicológico que es por lo menos el que describe H. Poincaré. ¿Pero eso es todo? ¿Verdaderamente la intuición no es más que este proceso de asociaciones inconscientes, no es ésta también, quizá excepcionalmente, esta facultad de conocer la realidad sin intermediario? Dos ejemplos nos permitirán, si no de responder válidamente de manera afirmativa a esta cuestión, al menos de justificar la necesidad de plantearla. Newton, estudiando el péndulo de torsión, corrige la ecuación del movimiento de éste con un término que él no justifica con alguna teoría pero que, doscientos años más tarde, será reconocido como expresando la ley de la viscosidad. ¿Se puede, en este caso, hablar todavía de asociaciones inconscientes? ¿No tiene más bien Newton el claro pero inexpresable del fenómeno de la viscosidad de los fluidos que no será comprendido más que mucho después de él? ¿No es esto aquí un ejemplo de la posibilidad de conocer directamente la naturaleza de la ralentización del movimiento del péndulo de torsión sin pasar por todas las experiencias intermedias que serían necesarias para justificar lógicamente la introducción del término correctivo que él emplea? En todo otro orden de ideas, hemos referido cómo bajo la influencia de la intoxicación 159

debida a la absorción del panpeyotl [p. 61\36 y 105\62], nuestra atención a la forma y al color de los objetos, percibidos sin embargo como de costumbre, se ha encontrado modificada de tal modo que hemos tenido una verdadera , de lo que los pintores llaman los , hasta el punto de que nos era posible imaginar el matiz exacto de los colores que habríamos empleado para producir tal o cual color del terreno, de los árboles o conjuntos de flores que mirábamos. No se trata aquí de una ilusión, como lo hemos dejado dicho; después de unos años, conservamos el recuerdo, tan preciso como el de un acto vivido, no solamente de los objetos (P. 258) realmente considerados, sino también de los colores que sin embargo no han sido escogidos más que en intención. Nos parece imposible poder imaginar cualquier proceso de asociación para explicar esta especie de interior, y la única explicación que nos satisface es que, durante una hora o dos, hemos vivido un estado psicológico, sin duda latente en nosotros, pero enteramente nuevo, y que corresponde a lo que se podría llamar el alma del pintor. Es aquí, sin dudarlo, una toma de conciencia directa de una disposición latente sin el intermedio normal de una larga enseñanza del dibujo y del arte de pintar. Estos dos ejemplos, pero sobre todo el último, justifican la concepción que tiene William James de formas de conciencias tales que . Ahora bien, el método que hemos descrito es un medio seguro para conocer algunas al menos de manera distinta a las que se obtienen por accidente puramente fortuito. Esta posibilidad permitirá pues al psicólogo, después de experiencia, sumarse a la opinión del Padre Maréchal cuando reprocha a H. Delacroix de no conceder (1). Por el contrario, haremos reservas cuando este autor escribe: . Si bien admitimos de buen grado que hay considerable diferencia de calidad entre las modestas experiencias de nuestros sujetos y las de un San Juan de la Cruz, no nos parece posible invocar en este último, o en otros místicos, un diferente proceso psicológico. Pero el propio Padre Maréchal nos indica el terreno sobre el cual teólogos y psicólogos pueden ____ (1) Etudes sur la psychologie des mystiques, p. 167.

(P. 259) encontrar un entendimiento al recordarnos que . Y finalmente, llegaríamos así a esta conclusión que este autor juzga cuando él mismo resume el estudio de E. Récejac: (1). Pero el Padre Maréchal nos previene sin embargo que (2). Dalbiez extrae del psicoanálisis que (3). Esta observación nos parece válida aún cuando se trate de la psicología particular de los místicos y sería, en nuestra opinión, un error identificar la acción divina a esta causalidad evocadora sin aportar una prueba decisiva. Aún alegando del hecho de que ciertos fenómenos como la lectura de pensamiento establecen que un agente exterior, ____ (*) [Locución latina insertada en el original. Significado aproximado: en la medida en que se está. -N. del que t.-]. ____ (**) [Locución latina insertada en el original. Significado aproximado: hasta donde puede medirse. -N. del que t.-]. ____ (1) Op. cit., p. 168. ____ (***) [Locución latina insertada en el original. Significado aproximado: en la medida en que se es. -N. del que t.-]. ____ (2) Op. cit., p. 176. ____ (3) Roland Dalbiez : La technique psychanalytique et la théorie freudienne.

(P. 260) de orden afectivo, puede venir a modificar profundamente nuestras representaciones y hacernos tomar conciencia de los sentimientos de una entidad espiritual humana otra que nosotros mismos, algunos estarán, probablemente, tentados de admitir que la tesis teológica del místico puede ser defendida sin abandonar el ámbito de la experiencia psicológica. Inferir de la posibilidad de un contacto espiritual humano a la de un contacto divino, en las mismas condiciones, no nos parece permitido. Sería necesario, al menos, para poder hacerlo, demostrar que la lectura de pensamiento se produce sin la intermediación, entre emisor y perceptor, de un agente físico cualquiera; ahora bien, hasta ahora, nada permite suministrar esta prueba. Además, se estaría llevado a asimilar la naturaleza de Dios a la naturaleza espiritual del hombre. Se arriesgaría así de recaer en el antropomorfismo y, en todo caso, se estaría forzado, una vez más, a salir del ámbito científico para penetrar en el de la metafísica. Deseamos que una experiencia psicológica más completa venga un día a ampliar el terreno de entendimiento que nos propone el Padre Maréchal. En cuanto a nosotros, por el momento, nos bastará concluir del examen anterior que el místico verdadero, en el transcurso de su éxtasis, conoce bien unos estados de consciencia excepcionales pero, que de ninguna manera, tenemos el derecho de considerarlos como mórbidos, sino todo lo contrario.

El sentimiento de presencia encuentra su contrapartida en el sentimiento torturador de la aridez. Pierre Janet asimila éste al estado de vacío tan característico como es el caso del capitán Z. D... (1). En tanto como nos es posible de juzgar a través de una simple descripción creemos haber vivido un estado semejante al de este sujeto que, según está descrito, fue muy completo. En el transcurso de una de nuestras primeras sesiones, hemos tenido una serie de representaciones en que una de las cuales estaba asociada a una

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____ (1) De l'angoisse à l'extase, tome II, p. 68.

(P. 261) sensación muy penosa: la de estar hundido en el fondo . La expresión parecerá, sin duda, rara, pero es la que nos ha venido a la mente, en el momento mismo, para caracterizar la sensación de negro opaco y sin límite de nuestras representaciones así como la ausencia de toda impresión capaz de retener nuestro interés. La sensación de no poder imaginar otra cosa, de no poder era muy desagradable. Por supuesto sabíamos, en todo momento, que nos bastaría abrir los ojos para hacer cesar esta sensación y en cualquiera de las circunstancias no había duda de que era una ilusión. Sin embargo nuestras sensaciones eran suficientemente vividas, como para que ellas tomaran el carácter de realidad; es lo que nos autoriza, nos parece, para hacer una comparación entre este estado y el estado de del capitán Z. D... Por otra parte, el estado torturador de la aridez, descrito por los hagiógrafos o los propios santos, jamás nos ha evocado con la lectura semejante sensación a la que creemos tener vivida. Por el contrario esas descripciones nos hacen pensar espontáneamente en las que tenemos descritas en el capítulo anterior [p. 162\99] y en las sensaciones que les están asociadas. Puede que aquí haya relaciones de similitud entre el estado torturador de la aridez, el estado de vacío del capitán Z. D..., o el estado de vacío que creemos tener vivido y el estado de soledad que conocen nuestros sujetos; en este caso, no habría aquí más que diferencias de grado entre estos diversos estados. Caracterizados sobre todo por el sentimiento de privación, de incompletud, ellos son un signo cierto de depresión, como en general lo quieren los psicólogos, o, al menos, es la representación de una posible depresión si sólo se trata de un recuerdo afectivo. Considerados aisladamente, serían entonces como la mayoría de nuestros sentimientos; el estado torturador de la aridez, si es tomado como un síntoma de desorden psíquico, no permite prejuzgar la gravedad de este trastorno. Es la influencia de este sentimiento sobre el comportamiento general del individuo el que sólo permite considerar la gravedad. Ahora bien, hemos mostrado que podemos (P. 262) ayudar a un sujeto a servirse de este sentimiento de soledad y de la decepción que lo acompaña para afirmar su confianza en su propio destino; ¿no es esto justamente lo que hace el místico, aun cuando no es cuestión de esta posibilidad cuándo se trata de un enfermo? Propondríamos pues clasificar aún en la psicología normal, el estado torturador de la aridez del verdadero místico, precisamente porque éste se utiliza como factor de sublimación; no hay aquí ni misterio, ni enfermedad, sino simplemente, nos parece, de seguro un poco más exagerado, uno de estos incidentes de la vida afectiva que todos más o menos conocemos. Este estado sería la expresión de un cierto desfallecimiento en la búsqueda, desfallecimiento que el místico estaría tentado de reprocharse como una falta de amor de Dios, pero que él traduce como una privación de amor de la que es víctima puesto que está convencido que él no puede experimentar este amor más que por la voluntad divina. Tenemos ahora que estudiar un último sentimiento que constantemente se encuentra en nuestros sujetos, como en los místicos, y del que la verdadera naturaleza puede ser dudosa: es la alegría. La alegría no es, en efecto, necesariamente un signo de buena salud psíquica; este sentimiento puede incluso, en algunos casos, ser un síntoma característico de 162

enfermedad como en la parálisis general. En otros casos, es un signo precursor de depresión bien conocido por los psiquiatras. Es pues con razón que los psicólogos hacen reservas sobre la alegría que experimenta el místico. Tenemos sin embargo un medio seguro para juzgar la cualidad de este sentimiento: es el examen de la causa que lo provoca. El enfermo es alegre exageradamente, y sin razón, luego vuelve a caer bien rápido en una de las fases dolorosas de su enfermedad. El hombre sano es alegre moderadamente por razones precisas, y su alegría dura tanto como estas razones subsisten. En el enfermo la alegría no es ; como mucho a este sentimiento lo acompaña una agitación sin valor. Pierre Janet nos recuerda que (1) y por esta razón, lo mismo en curación, ellos pueden ser peligrosos. Incluso en gentes, que no se puede considerar como a enfermos, pero del que el sentimiento religioso se resume en una necesidad de conducta y en una creencia muy poco reflexiva, se observa igualmente un sentimiento de alegría que es a menudo bastante sospechoso. Hemos observado en algunas agrupaciones religiosas individuos que, sin entregarse a ninguna práctica ascética y sin conocer de verdadero éxtasis, negarse sistemáticamente a ver las dificultades de la vida, incluso las más evidentes, bajo el pretexto de que es necesario vivir en la alegría; dicen. Es esta forma de falsa mística la que es bien conocida bajo el nombre de quietismo. Esta no es la actitud del hombre sano y enérgico que, por el contrario, mira de frente a las dificultades para darle solución y que, no temiéndolas, mantiene con serenidad su confianza en el futuro. La alegría del quietista no es más que una máscara que oculta el temor a vivir en la realidad, es uno de los numerosos aspectos del . Nada más que suceda un acontecimiento realmente penoso y toda esa alegría desaparece para hacer sitio a un estado de tristeza también poco proporcionado al acontecimiento como lo era la alegría. Debemos pues preguntarnos en primer lugar lo que puede hacer legítima la alegría que experimentan tanto nuestros sujetos como los místicos. Y para responder a esta cuestión es necesario analizar el propio mecanismo de la alegría. Pierre Janet nos la muestra como una consecuencia de la detención de la acción cuando ésta ha triunfado (2). La detención de la acción pone disponibles las fuerzas movilizadas en vistas a su cumplimiento, y el derroche o desbordamiento de estas fuerzas, devenidas sin ____ (1) De l'Angoisse à l'Extase, t. II, p. 390. ____ (2) Op. cit., t. II, chap. IV.

(P. 264) empleo, se traduce en una serie de actos sin objetivo, movimientos diversos, risa, etc. La alegría expresa el éxito de la victoria pero ésta puede ser ilusoria. Para que la victoria sea verdadera, es necesario que haya una resistencia real a vencer. Cuando se trata de nuestros sujetos vemos muy bien donde está la resistencia vencida: la concentración de la atención, los esfuerzos para mantenerla, sin distracción, sobre las representaciones de la ascensión, son unos esfuerzos reales; cuando el sujeto consigue la situación de parada y el estado de atención pasiva, hay un indiscutible éxito. Es pues muy comprensible que tome conciencia de este éxito que tiene un considerable valor 163

constructivo. ¿Pero cómo se manifestará esta alegría? En un sujeto normal, por una simple sonrisa, algunas respiraciones más profundas, y dos o tres frases para expresar sus sentimientos; aquí propiamente no habrá que hablar de derroche o desbordamiento de las fuerzas movilizadas en el transcurso del trabajo preparatorio. Pero a lo largo de ciertas sesiones, el sujeto se comportará muy diferentemente: el evidente derroche o desbordamiento aparece bajo la forma de una emoción muy fuerte que provoca un aflujo inesperado de abundantes lágrimas. La risa sólo la hemos observado a propósito de imágenes cómicas. Esta reacción inesperada de las lágrimas podría no ser considerada como muy sana. Sin embargo la observación de las consecuencias de semejante emoción muestra que puede tratarse por el contrario de una reacción muy saludable. Aquí, es necesario hacer comparación de las dos formas de derroche o desbordamiento que pueden acompañar a la alegría: la risa y las lágrimas. La risa es el derroche de una energía acumulada, a veces, sin que la resistencia al esfuerzo justifique esta acumulación como es el caso en las situaciones cómicas. Las lágrimas, al contrario, están provocadas cada vez que el resultado que esperábamos de nuestro esfuerzo sobrepasa nuestras esperanzas. Por ejemplo, esperamos un servicio de un amigo, pero el servicio que nos presta supera con mucho lo que esperábamos, estamos alegres y, al mismo tiempo, estamos . Cuando B. J..., [pág. 176\107] de la que hemos citado el caso como ejemplo (P. 265) de disolución o finalización del problema espiritual, llora, no es de tristeza, sino de alegría. Ella esperaba un confortamiento por el trabajo que le hemos hecho hacer, esperaba . En el transcurso de sus dos sesiones, y sobre todo en la última, encuentra en sí misma unas posibilidades de serenidad que sobrepasan lo que esperaba: todas las imágenes tristes pueden ser aniquiladas, basta con quererlo y eso parece fácil. Puede haber aquí transposición de un decepcionado afecto a un plano más generoso que lo transformará en apacible recuerdo. Todas estas acciones por fáciles que ellas sean, porque son simplemente imaginarias, serán empresas, tareas en el futuro; el éxito que tan claramente se le aparece, sobrepasa lo que estaba esperado y las lágrimas le brotan de alegría. Lo que hay de notable es que este éxito total, puramente imaginario, es alcanzado realmente más tarde y eso, sin duda, sucede por la misma razón como lo observa Pierre Janet (1). Seguramente, esta joven mujer ya tenía esta tendencia, pero la había perdido y es este triunfo imaginario, el que, gracias a la alegría experimentada de nuevo, la hace encontrarla. Si las alegrías de una Madeleine son consideradas, con justa razón, por los psiquiatras como un signo mórbido, es necesario resaltar que el propio sujeto, después de la curación, las valora mediocremente. Los místicos como San Juan de la Cruz, le hacen muy poco caso, cuando no expresamente las condenan; se puede pensar sin embargo que en ellos, como en el caso que acabamos de analizar, estas alegrías no están siempre desprovistas de un determinado carácter constructivo del que el vivo recuerdo, mantenido, conducirá finalmente al interesado a una acción real. d) Los actos. Ya se trate del falso místico, de nuestros sujetos, o del místico verdadero, los estados 164

místicos -desde el punto de vista ____ (1) Op. cit., t. II, p. 422.

(P. 266) estrictamente psicológico- no son, como lo hemos visto, más que unas fases del proceso de sublimación de las tendencias afectivas del individuo. No hablamos, por supuesto, de hacer caso de este tipo de falsa mística de la que los teólogos llaman la mística diabólica, o la que practican lo que los filósofos herméticos denominan la magia negra. En su caso, no puede ser cuestión de sublimación sino más bien de una desviación de la función imaginativa que tiene carácter patológico. Esta mística, de carácter diabólico, es una regresión del sentimiento religioso hacia formas totalmente primitivas como las de los pueblos salvajes. Si nuestro método permite de reencontrarlas en nuestros sujetos, ni que decir tiene que hemos evitado reforzar las tendencias que ellas revelan. Desde el falso místico, que se cree con una vocación religiosa y que no llega más que a un esbozo de sublimación, hasta el místico verdadero, del que el tipo más comprensible al psicólogo sería, en nuestra opinión, mucho más San Juan de la Cruz que Santa Teresa, veremos el proceso de sublimación detenerse en todos los niveles intermedios y tomar todos los aspectos imaginables. No podremos juzgar del nivel de sublimación más que examinando el comportamiento del individuo. En este examen, necesariamente habrá que comparar los sentimientos del nivel psicológico en que el individuo llega a mantenerse de promedio. Es así que veremos al falso místico no sobrepasar, la mayoría de las veces, lo que Pierre Janet llama el nivel de la creencia aseverativa. El tipo o modelo de este falso místico, esté enfermo o no, es la enferma Madeleine [p. 228\141-239\148-250\155-251\156-265\164]; puede alcanzar un determinado nivel de sublimación si consigue, por cierto, triunfar de su enfermedad, y, sus creencias, a pesar de su ingenuidad, incluso pueden ayudarle a no caer a un nivel aún más bajo como Pierre Janet lo hace saber. La interpretación de los sentimientos y del comportamiento de estos falsos místicos naturalmente toda nos será dada por (P. 267) el psicoanálisis ya que el instinto sexual, mal sublimado, juega, en ellos, el papel principal. En cuanto a nuestros sujetos, es de necesidad no olvidar nunca que la expresión de sus sentimientos no basta en absoluto para juzgar de la verdadera cualidad de éstos y en particular de su sinceridad. Sabemos cuánto de un acto, en el ensueño, acaece más fácil que en la realidad en razón de la ausencia de resistencia de las personas como de los objetos. Así pues, en definitiva, es por sus actos en la vida real como podremos juzgar verdaderamente del nivel de sublimación o del grado de evolución alcanzado por nuestros sujetos. Estas observaciones naturalmente son válidas también para el místico verdadero. James H. Leuba define la cuestión como sigue (1). Esas tendencias y aspiraciones primordiales, que están en el origen y que el sujeto busca de satisfacer, pueden ser bastantes diversas y la elección de la religión para campo de su actividad puede ser dictada por una disposición mórbida. Por eso no hay que sorprenderse que ésta, al principio, se manifieste e incluso esté exagerada por una ascesis mal comprendida o mal soportada. Si la voluntad triunfa en esta lucha, de las que los ecos llegan al profano por el relato de las visiones y de los periodos torturadores de la aridez del místico, éste, escapando defini____ (1) Psychologie du Mysticisme religieux, p. 275.

(P. 268) tivamente de los desórdenes mentales del falso místico, podrá alcanzar su objetivo que es la unión con Dios o la predominancia en él mismo de este sentimiento de caridad que es el único bien que codicia. El profano será advertido de esta victoria viendo de repente al santo salir de su retiro para consagrarse . El místico en esta lucha con él mismo, tiene alternativas de éxito y de derrotas; todos conocemos más o menos estas vicisitudes y Pierre Janet muy justamente escribe: . El místico verdadero sería para nosotros este . Si coincidimos con James H. Leuba en cuanto a la historia moral del místico, no podemos ya seguirlo cuando después de haberse preguntado , escribe: No obstante este autor hace una reserva y dice: parece que San Francisco de Asís, Catherine de Gênes, y aún otros hayan profundizado exhaustivamente el camino que lleva a la perfección cristiana, pero es justo añadir que en lo que les concierne, ellos y la mayoría de los místicos cristianos, los documentos de los que disponemos son demasiado incompletos para permitir un cerciorado juicio>> (2). ____ (1) De l'Angoisse à l'Extase, t. II, p. 597. ____ (2) Psychologie du Mysticisme religieux, p. 278.

(P. 269) El juicio es aún más categórico en cuanto a la razones que impulsaron a los místicos a abrazar la vida religiosa: >. James H. Leuba concluye en Santa Teresa diciendo (1). Nos parece que hay aquí, por lo menos, una cierta contradicción entre la certeza de tal juicio y el hecho de que el autor se queja de la insuficiencia de la informaciones psicológicas que tenemos sobre Santa Teresa y de la duda que se puede mantener en cuanto 166

a la sinceridad de sus escritos... no nos demoraremos en discutir la opinión de James H. Leuba ya que no podríamos, finalmente, oponerle más que nuestra propia opinión que estimamos tan carente de todo valor como la suya. Si hemos citado las conclusiones de este autor es para extraer de su obra este pensamiento que implícitamente ella contiene: toda la ascesis, que se impone el místico, finalmente no le sirve de nada. Debemos preguntarnos, regresando a la observación de nuestros sujetos, si su ejercitación modifica su comportamiento en la vida y, por analogía, podremos intentar alcanzar un juicio sobre los actos de los místicos. Ya hemos dado la relación, escrita por ella misma, de una de las primeras sesiones de B. M... [p. 73\44 y sigs. y 137\84] Recordamos al lector que esta sujeto había cambiado muy rápidamente de actitud, al menos en su medio familiar; un diagnóstico sobre su estado general había sido dado por un neurólogo que no hemos tenido la ocasión de encontrarnos. La propia sujeto habla de un estado neurasténico; no hemos podido observar, al principio de nuestras relaciones, más que ligeras disposiciones a la psicastenia marcadas por un excesivo gusto al aislamiento. Hemos colegido algunos trastornos del carácter que parecen no haber sido graves; trastornos debidos a circunstancias penosas, a ____ (1) Op. cit., p. 160.

(P. 270) decepciones mal superadas que han sumergido a la sujeto en un estado de permanente tristeza; este estado, si era prolongado durante mucho tiempo, habría sin embargo podido tener consecuencias graves. Seguimos a esta sujeto desde hace más de cinco años y hemos podido notar un paralelo progreso entre sus actos, la evolución de sus representaciones y la expresión de los sentimientos en el transcurso de nuestras sesiones. A título de ejemplo, damos a continuación la relación de dos de éstas separadas por tres años de intervalo con el resumen de las ocupaciones que tenía en cada época. Después de una difícil, B. M... se ve en una luz blanca; ella tiene una sensación nostálgica y el sentimiento ; . Le aconsejamos la paciencia, la aceptación de las dificultades de la existencia; ella toma la resolución de hacer un esfuerzo en este sentido y prosigue su ascensión. B. M... tiene la representación del signo astronómico de Neptuno que es, para ella, al mismo tiempo, una lira, . La lira emite una música a la dulzura de la cual la sujeto se abandona al mismo tiempo que la atmósfera de su alrededor le parece viviente y generadora de fuerzas para ella misma>>. La dejamos descansar en esta contemplación durante un rato. Después dos aparecen, cada uno de los cuales le cogen una mano; están sonrientes, alegres, activos. Uno de ellos desaparece, el otro le tiende un libro de oro sobre el cual varias líneas están escritas. Preguntamos a B. M... cuáles son las ideas que le sugiere este libro; responde: y el personaje que le muestra el libro pone un dedo sobre la boca. . Le aconsejamos hojear el libro por detrás. La escritura aparece negra, símbolo de los errores cometidos, y B. M... manifiesta un poco de ansiedad; ella no puede leer las líneas luminosas y nos dice: . El símbolo de la lira le

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____ (*) [Desoille indica que son palabras textuales. Las que aquí se muestran son una traducción puesto que ellas están expresadas en francés. -N. del que t.-].

(P. 271) vuelve de nuevo a la mente y anuncia: . Ella toma la resolución. La ansiedad desaparece completamente y B. M... se ve pasearse por unos acompañada de su guía; ella después prosigue aún su ascensión. Nueva parada y el ser blanco , pero ella no comprende. Insistimos para que este discurso sea comprensible. B. M... enuncia: . Insistimos para que esto sea interpretado claramente. B. M... nos dice: . Siguen una serie de imágenes: un rectángulo dividido en tres partes; en la primera se encuentra un círculo, en la segunda una estrella y en la tercera una media luna. El círculo da la sensación de infinito, la media luna representa los astros y la estrella la espiritualidad. Finalmente, la sujeto nos dice: . Por la espiritualidad encontrará la Paz, la paz con ella misma y con lo otros. El guía coge una rama de olivo y la coloca sobre la cabeza de B. M..., le da la estrella y una bola de oro que se vuelve luminosa. B. M... nos dice que tiene que encontrar un normal sosiego en la naturaleza así como una nueva noción de sí misma. Antes del final de esta sesión, le rogamos a la sujeto que nos explicara el sentimiento de ansiedad experimentado al principio: >. Le rogamos a B. M... sentir en (P. 272) sí misma la resonancia de la palabra alegría y terminamos este trabajo (1). Sin entrar en el detalle del análisis de esta sesión, anotamos las principales fases. La ascensión es difícil, marcada por varias (dificultad de concentrar la atención); ya esto es un signo de depresión que está manifestado por las primeras respuestas de la sujeto. En seguida aparece un primer símbolo que expresa su deseo: la lira, o en otro decir la armoniosa repartición de sus actividades que ella no llega a realizar; no obstante un cierto confortamiento se produce en esta ; en efecto, parece que en esos estados de conciencia la esté elevada poco a poco. Los dos representan el apoyo moral, la ayuda, la protección, incluso la dirección y lo afectos deseados por la sujeto. Notamos que ellos son justamente lo que la sujeto querría ser ; sólo uno de ellos permanece para desempeñar el papel de Mentor. Y primero un juicio sobre el pasado y para el futuro un estímulo por la exhibición del libro del destino, símbolo que encontramos en casi todos nuestros sujetos. La visión sobre el pasado trae la ansiedad con el latente recuerdo de los fracasos y de las consecutivas depresiones; pero inmediatamente viene, como contrapartida, el estímulo con el sentimiento, y no solamente de la comprensión intelectual, de la posibilidad . Hay que volver valerosamente a la acción, es . Después este símbolo él mismo desaparece: . Aquí, B. M... espera sentirse atraída por Dios>> (ciertamente no de un Dios personificado). Nueva ascensión y B. M... nos dice: . Nueva ascensión y B. M... prosigue: . B. M... muestra en ese momento una gran preocupación por mantenerse en una medida justa y a nuestra pregunta ella precisa: . Planteamos esta cuestión: > La respuesta es bastante poco ____ (*) [R. Desoille indica que son palabras textuales. Las que aquí se muestran son una traducción puesto que ellas están expresadas en francés. -N. del que t.-].

(P. 276) ortodoxa desde un punto de vista metafísico, pero prueba que, si conlleva una ilusión, ésta, al menos, no es grave: . Comparando con la sesión anteriormente descrita, observaremos que, si aún hay representación visual de luz, de ésta ha desaparecido todo simbolismo: la sujeto toma contacto con ella misma sin el intermediario de la imagen visual; se inicia un trabajo que tiende a armonizar todas las tendencias del individuo con aquellas que son sus aspiraciones más generosas. En fin, los sentimientos evolucionan y tienden a convertirse en ideas. Digamos en seguida que todo este discurso indudablemente es más un modelo de acción, que expresa un ideal, que otra cosa; pero vamos a ver que una parte es ya vivida realmente. Si analizamos la expresión misma de este ideal, bueno nos será reconocer que éste no parece en absoluto excepcional; estaría permitido incluso suponer que todo este discurso sólo es una lección aprendida y recitada oportunamente para la mayor satisfacción del que quiere perder su tiempo en escucharla. Es aquí donde hay que deplorar una vez (P. 277) más que el lenguaje sea tan impotente para expresar un sentimiento. Damos el mismo nombre a todas las variedades de un sentimiento sin que nada nos permita designar la importancia de éste, cuando es experimentado, en la jerarquía de los que les son análogos, exactamente como cuando designamos con la palabra cálculo a la simple operación aritmética como también a una operación de cálculo matricial. Esta laguna del lenguaje sólo podrá ser colmada el día en que será posible relacionar cada matiz de un mismo sentimiento a un nivel intelectual bien definido. Estamos pues limitados, una vez más, a juzgar la cualidad de los sentimientos, ya por la cualidad misma de las imágenes, o por los actos del sujeto. Ciertamente damos una importancia a la cualidad de la imagen, como burdo medio de clasificación de los estados de conciencia y, por consiguiente, de los sentimientos que ellos portan, por lo tanto se debería darles el mismo nombre; pero sólo los actos, nos darán la verdadera medida del ideal expresado. Ahora bien, constatamos que B. M... ha sabido evitar todos los errores del proselitismo, del iluminismo del que ella habría podido sufrir el contagio. Ahora que ella actúa, tiene una gran preocupación de mesura, tanto en sus juicios como en sus actos. Si hay en ella una es en el sentido de por lo que es necesario comprenderla. Nada hemos observado en ella que recordara al aborrecible personaje agitada, dominadora y engreída. B. M... entra en contacto alrededor de la gente con prudencia y delicadeza y les aporta una simpatía que se traduce en actos útiles de los cuales el más típico es el siguiente: habiendo conocido a una joven modista que, abandonada por su marido, gana muy penosamente su vida, le dedica una gran parte de su tiempo; le hace compañía trabajando con ella y así la ayuda desde un doble punto de vista, el espiritual y el material y sin este humillante gesto de la limosna 171

donde nos negamos a ver mucha generosidad. He aquí pues a una joven mujer rica que, en tres años, ha pasado de la ociosidad más completa y de un sombrío humor (P. 278) a una actividad sin agitación, a un humor que todo su entorno está de acuerdo de encontrar muy constante y agradable y que encuentra por fin la alegría de la que estaba privada hasta entonces a través de la entrega gratuita de ella misma. En un comienzo, le decía a una amiga que: . Ahora, a esta misma amiga que le propone pasear, ella le responde: . ¿Nos está permitido preguntar si una tal transformación hubiera sido posible sin alguna , que es como lo piensa Bergson que ocurre en el místico [p. 233\144], y, también, si se cree que este resultado hubiera podido ser obtenido a través de alguna demostración de orden puramente lógico? La experiencia que tenemos de nosotros mismos y de los otros nos obliga a responder negativamente. Por analogía, pensamos que los místicos verdaderos no serían llegados a imponerse a la admiración de las multitudes, si sus actos no habían sido dignos de esta admiración y lo mismo no creemos que ellos hayan podido llegar a la dedicación al prójimo, de las que los hagiógrafos nos dejan la relación, sin haber alguna transformación profunda de sus tendencias primitivas. Que esta transformación haya tenido lugar en parte gracia a la ascesis y a la contemplación, la experiencia hecha con nuestros sujetos nos obliga a admitirlo por analogía. Que el místico pueda ser engañado por ciertas apariencias importa poco en definitiva; ya que, o bien se deshace de toda ilusión para llegar a una concepción puramente metafísica, como en San Juan de la Cruz, y no hay ya ahí más que un episodio en la evolución de la creencia, o bien, por el contrario, mantiene algunas ilusiones pero éstas no quitan nada al valor social de sus actos. Algunos impugnarán, seguramente, el valor mismo de los actos del místico, como lo hace James H. Leuba. Pero realmente es desdeñar de una manera demasiado somera el testimonio (P. 279) de los contemporáneos del místico, incluso si, por conservar una legitima prudencia, se tiene en cuenta la ignorancia y la credulidad de éste. ¿Es necesario recordar que la Iglesia romana asocia a los actos del místico, cuando instruye su proceso de canonización, un valor preponderante sobre cualquier otra consideración? Si se quiere discutir del valor social de las fundaciones puramente religiosas debidas a diversos místicos, para no querer ver en ellas más que una manifestación de proselitismo y considerado éste, solamente, como una sublimación del instinto de combatividad, no es permitido dudar ya del valor social de la fundación de los hospicios, de la ayuda a los desafortunados o de los establecimientos escolares. Cuando el místico, después de haber triunfado de todos los obstáculos de la llega a apartarse del éxtasis para salir de su retiro y sacrificarse completamente en el servicio a sus semejantes, está permitido pensar que ha alcanzado su objetivo si sus contemporáneos han podido constatar su total dedicación; su reputación de santidad no está pues usurpada si se entiende por santidad una conducta de un excepcional valor social. 172

Si intentamos extraer una conclusión de las comparaciones anteriores seremos traídos a no ver en los fenómenos de los característicos éxtasis de la psicología de los místicos, verdaderos o falsos, más que una actividad inusual de una función normal: la función imaginativa. Las representaciones visuales del éxtasis no son, en sí mismas, síntomas mórbidos ya que ellas pueden encontrarse en todo individuo; además cuando la contemplación interior está dirigida correctamente, puede ser para el individuo un factor de progreso real. Pierre Janet ha mostrado que esta contemplación interior estaba siempre acompañada de una elevación de la tensión psicológica; de una parte, atribuye esta elevación de tensión a la economía realizada por la inmovilidad física y, por otra, a la disminución del juego del pensamiento. Parece, (P. 280) además, que, en los casos favorables, esta elevación de tensión adopta un carácter duradero; en lugar de marcar simplemente el máximo de amplitud de la oscilación de la fuerza psicológica, la tensión llega a crecer regularmente. Se constata, en efecto, en nuestros sujetos como en algunos místicos, una evolución de las representaciones, partiendo de la arcaica forma de expresión del símbolo, el sujeto llega a la expresión verbal; pasa del plano puramente sentimental al nivel de las ideas, de la alegría a la serenidad, de la tristeza a la paciencia. Es la prueba, si adoptamos las concepciones de Pierre Janet, de que la tensión psicológica se ha elevado. En cambio, debemos ver signos mórbidos en el hecho de que el éxtasis, en lugar de estar provocado voluntariamente y detenido al cabo de un tiempo limitado, esté, por el contrario, padecido, sufrido por el místico y eso en una duración a menudo considerable que van de varias horas a varios días. El estudio detallado de las representaciones visuales y de su evolución igualmente permitirá juzgar si es un factor de progreso la contemplación o, por el contrario, si el éxtasis es mórbido. En esta última alternativa, las representaciones mantienen una forma simbólica, en la cual ellas se detienen, es un signo de regresión a un nivel intelectual inferior. Pero bien hay que recordar que, en la contemplación voluntaria, el sujeto no puede llegar a la contemplación desprendido de todo simbolismo más que después de haber explorado en cierto modo la totalidad de su propia personalidad primitiva. Ocurre aquí un hecho análogo al que constatan los que se han hecho : determinadas formas de sueños o ensoñaciones, que les eran habituales, desaparecen. En resumen, nos parece que psicólogos y teólogos le han agregado, desde puntos de vistas por cierto radicalmente opuestos, una importancia demasiado grande al carácter inhabitual de algunas formas de la actividad de la función imaginativa. Los primeros, observando en unos enfermos aspectos inusitados de la representación visual han hecho de esto, equivocadamente, un síntoma mórbido; por el contrario, los segundos a menudo han querido ver en una manifestación natural un fe(P. 281) nómeno sobrenatural, como consecuencia de un error de interpretación bastante similar al de los ocultistas o de los espiritistas que toman la segunda personalidad de los médiums por una entidad ajena a ellos. Indudablemente, cuando la mística haya sido despojada de todo su misterio, más aparente que real, el auténtico pensamiento religioso, liberado en toda su pureza, adoptará su verdadero carácter ontológico y social y las religiones, no teniendo ya razones de oponerse las unas a las otras, reencontrarán el crédito que ellas han perdido. 173

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(P. 282) [Página en blanco] (P. 283) CONCLUSIÓN Nos hemos esforzado por mostrar en esta obra el interés que presenta el estudio del sueño despierto provocado y orientado por unos medios que nosotros no hemos descubierto, sino que hemos puesto a punto interpretando los resultados conformemente a los datos de la psicología moderna [(años después, como indico en la p. 66\39, es cuando lo denomina sueño despierto dirigido)]. Nuestras búsquedas ponen a la vista un hecho que habían ya entrevisto muchos psicólogos, y en particular William James, y que consiste en que es posible hacer vivir a la mayoría de las personas unos estados de conciencia que ellas no podrían conocerlos, durante toda su vida, más que a través de ciertas argucias o estratagemas. El estudio de estos estados de conciencia permite clasificar las representaciones debidas a la actividad subconsciente en tres categorías, correspondiendo, éstas, si se nos permite de expresarnos así, a tres zonas del subconsciente: -una primera zona a la cual corresponde el conjunto de los sueños o de las ensoñaciones que el individuo tiene normalmente durante su existencia, sueños de los cuales el psicoanálisis ha hecho el objeto de sus búsquedas. Esta zona es la de la afectividad instintiva bajo el aspecto parcialmente sublimado al cual son llevados la mayoría de los impulsos que representan a la especie humana y en el nivel en el cual el sujeto puede prácticamente mantenerse sin que le resulte de inconveniente para él desde el punto de vista social; -una zona, que podemos calificar de inferior, que permite de reencontrar en cada individuo las tendencias más primitivas de la especie humana. Ella revela, mediante ciertas precauciones, una afectividad completamente extinta o apagada en un sujeto normal que ya no reconoce más por suyos los impulsos que así se le pueden despertar. Estos estados de conciencia son revelados por las que construye la imaginación como consecuencia de la sugerencia de . (P. 284) La exploración de esta zona presentará sobre todo un interés al sociólogo y al psiquiatra para el estudio de las regresiones y del simbolismo en sus formas más arcaicas; -finalmente, una tercera zona, que podríamos llamar la zona de sublimación, revela las posibilidades de evolución del sujeto según una vía abierta por los individuos más avanzados de la especie. Ella ofrece todo un interés de primer orden para el psicoterapeuta y el especialista en psicagogia. En esta exposición, hemos evitado introducir, tanto como nos ha sido posible, no solamente hipótesis nuevas sino, incluso, adherirnos a una escuela más que a otra. Hemos adoptado los puntos de vistas que nos parecían los mejor establecidos, a veces por el psicoanálisis y otras veces por la concepción energética de psicólogos como Pierre Janet; en el mejor de los casos, nos hemos esforzado por interpretar los hechos tomando de cada uno lo que nos parecía completar la doctrina de los otros. La psicología, en efecto, no es todavía una ciencia bastante evolucionada como para que se pueda actualmente hacer elección de una doctrina con la exclusión de las otras. Por el contrario, en nuestra opinión, 174

es en el hecho de buscar una síntesis de estas diferentes doctrinas, que sobre algunos puntos aún se oponen, como la psicología progresará ya que ninguna de las doctrinas existentes no puede, por sí sola, dar cuenta de todos los hechos observados. Es así, por ejemplo, que el psicoanálisis nos explica muy bien de qué instinto deriva la algolagnia (sadomasoquismo), es una desviación del instinto de combatividad que él mismo deriva del instinto sexual como lo muestra Pierre Bovet (1). Pero lo que el psicoanálisis no nos explica, es porqué, teniendo en cuenta las circunstancias exteriores que pueden seguir siendo las mismas, las tendencias afectivas del instinto primitivo evolucionan de esa manera. Si, por el contrario, introduciendo un nuevo factor, el de la tensión psicológica, de la que tan importante noción ha sido introducida por Pierre Janet, completamos lo que nos revela el psicoanálisis, ____ (1) L'instinct combatif. Delachaux et Niestlé S. A., Neuchâtel, 1917.

(P. 285) comprenderemos mejor porqué tal individuo llega a un muy alto grado de sublimación mientras que tal otro -por cierto con todas iguales cosas- no consigue acabar ésta. Eso nos permite, además, dar un preciso lugar a la inteligencia, a la cual el psicoanálisis asigna un papel demasiado vago en el estudio de la evolución de la afectividad instintiva. La inteligencia estando expresada en a partir del instinto, y en función de la tensión psicológica, toma entonces un evidente lugar en el proceso de sublimación. Acercando los puntos de vistas de psicólogos como Pierre Janet y Freud asiremos mejor ciertos matices del fenómeno psicológico del que podremos precisar el proceso. Cuando Pierre Janet nos muestra la importancia considerable de la acción lograda, de la reacción de triunfo y el papel de regulación de la acción que tienen los sentimientos, ilumina muchos puntos que el psicoanálisis deja en la sombra limitándose a constatar uno hechos sin despejar o extraer unas leyes. En cambio, si Pierre Janet nos concreta el mecanismo de la acción, no nos dice siempre lo que la determina hacia una u otra mientras que el psicoanálisis indudablemente nos informa mejor respecto a eso. Y si llevamos nuestra atención hacia el proceso del enriquecimiento de las imágenes latentes, o, si se prefiere, del enriquecimiento de la memoria afectiva, que es el proceso mismo de la sublimación del instinto como creemos haberlo mostrado, comprenderemos cómo tal tendencia derivada de un determinado instinto sale a la luz de una específica manera y porqué las otras tendencias están inhibidas, todo esto en función de la historia afectiva del sujeto, de las circunstancias y finalmente de su potencial energético. William James ha mostrado el papel que juega el hábito en el mantenimiento y en la evolución del instinto; precisamente el interés que presenta la orientación correcta del sueño despierto es la de establecer hábitos nuevos, que es el más seguro medio para destruir los malos. La escena imaginaria es un acto más fácil de lograr que un acto en la vida corriente; es por incapacidad de triunfar en la realidad de las luchas sociales por lo que los débiles se refugian en el ensueño. Pero si la (P. 286) escena imaginaria es el preludio de un acto real, la tendencia que se satisface en esta escena se fortalecerá hasta el punto que, primero demasiado tímidamente manifestada en la práctica para provocar el éxito, ella se afirmará por fin gracias al hábito adquirido por esta argucia o estratagema. Así pues la educación de la función imaginativa es una verdadera organización de las 175

funciones de regulación que propiamente son los sentimientos. El método que hemos descrito permitirá estudiar todos estos procesos, especificar ciertas leyes psicológicas que todavía no han sido más que vislumbradas y extraer aplicaciones útiles. Sean cual sean los errores de interpretación que hemos podido cometer y tan imperfecto como pueda ser aún este método, conservamos la esperanza de que aportando, por una parte, una nueva técnica de exploración, y por otra, un procedimiento de sublimación, habremos contribuido al progreso de la psicología.

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Apéndice agregado por el que traduce

(1): Índice de experiencias recogidas en la obra He incorporado este apéndice porque con él se localiza más fácilmente las experiencias descritas que, independientemente de la función que realizan en la obra, aún estando muy compendiadas, por su grafismo pueden ser motivo de inspiración para cualquiera que se dedique a la creatividad, escritores, guionistas, pintores, ceramistas etc. Páginas: 18\10 – 20\12 y sigs. – 25\15 y sigs. – 28\16 – 43\25 – 47\27 y sigs. – 59\34 – 70\42 y sigs. – 94\56 y sig.- 102\60 y sigs. – 111\67 – 131\80 y sigs. – 136\83 y sigs. – 153\93 – 155\94 y sigs. – 159\97 y sigs. – 169\103 – 174\106 y sigs. – 179\109 y sig. – 183\111 – 191\116 y sigs. – 196\120 y sigs. – 200\123 y sigs. – 203\125 y sigs. – 209\129 y sigs. – 224\138 y sig. – 247\153 y sig. – 250\155 y sig. – 257\159 – 261\162 – 270\167 y sigs. ____

(P. 287) Mi particular experiencia A treinta páginas para finalizar la última revisión del texto, estando ya todo definitivamente estructurado, incluso la nota finalizadora del que traduce, ha surgido en mí la decisión de incorporar esta reciente vivencia por ser interesante, creo, para el posible lector. Han transcurrido unos nueve meses entre la anotación de la pág. 47\28 y esta experiencia. Ella, esta insospechada puerta, tiene su origen a partir de lo que describe R. Desoille en la p. 26\16 y Caslant en la 20\12; dice el autor: Y esto es lo que Caslant sugiere : . Yo, a medio camino entre una y otra sugerencia, me he encontrado aproximadamente en el centro de un rústico salón-vivienda, elaborado éste con troncos de árboles; al fondo, en la pared de la izquierda hay una ventana no muy grande en relación a la dimensión del lugar. La estructura del recinto es algo rectangular, casi cuadrada; es un íntimo-habitable refugio, se encuentra en penumbra, la luz que hay es la que llega de la no muy grande ventana; en la pared del fondo, en el centro, hay una buena chimenea, está apagada. Se respira densidad, fortaleza contra cualquier embate que pueda acontecer; incluso el fuego que viniera del exterior se quedaría cascarilleando los robustos troncos. Es ahí donde me pongo a metamorfosear preocupaciones por trapos que tirados en el terrizo pero compacto suelo los recojo y los introduzco en un saco, uno de ellos tal como lo metía en dicho saco, dentro se convertía en una serpiente. Me dije -hay que matarla-. Haciéndolo me sentía mal, me di cuenta que sólo habría que adormecerla, dejarla sin conocimiento. Entonces le di un golpe, por fuera del saco, y quedó todo en orden. Lo tiré hacia atrás, sin mirar hacia donde y se esfumó (*). La sensación de bienestar fue impactante, me acerqué a la ventana del fondo de la izquierda y sin darme cuenta me encontré flotando en el exterior, una expansión clara celeste me rodeaba por todas partes; ascendí pero mi seguro recinto flotando también muy de lejos casi sin verse me seguía; un imperceptible hilo o mágico cordón lo hacía estar en vinculación conmigo. Podía llegar en cualquier momento a él. A partir de aquí, cuando quiero flotar, más que volar, pongo mi atención sobre este hallazgo y al momento estoy inmerso en el espacio. Es como si el espacio, el éter incognitus, tuviera consistencia y uno nadase en él. (P.288) Esta experiencia me acompaña cotidianamente desde que ha surgido, obtengo una gran serenidad de ella. Pudiera ser mi gran acompañante. ¡Oh, Señor! Gracias Maese Desoille. (*) Cuando estoy dentro prácticamente sólo veo dos paredes, a mi espalda hay muy poca luz.

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(P.289) (2): Autores y otros nombrados.

Este índice facilita la localización de los autores y otros mencionados a lo largo de la obra.

A Abraham, Pierre – 118\71 Areopagita, Dionisio el (mirar también por Denys) – 97\58 177

Asis, San Francisco de – 230\143 – 268\166 Atwater, y Benedict – 63\37 – 65\38

B Bach – 87\52 Baudouin, Charles – Portada – 9\6 y sigs. – 67\40 Béguin, Albert – 12\7 Atwater, y Benedict – 63\37 – 65\38 Bergson, Henri – 42\24 – 69\42 – 92\55 – 122\73 – 217\135 – 232\144 y sig. – 242\150 – 257\159 – 278\172 Bernard, Claude - 18\11 y sig. Berthelot – 215\133 B. L... (¿Esposa de R. Desoille?) – 20\12 y sigs. – 25\15 – 37\22 – 136\83 y sig. – 247\154 B. M... (Mujer tratada por Desoille a lo largo de más de cinco años) – 73\44 y sigs. 137\84 – 269\167 y sigs. – 273\169 y sigs. – 277\171 Bourguignon, G. – 106\63 Bovet, Pierre – 9\6 – 127\78 – 284\175 Branly – 215\133 Bruhl, Lévy – 148\91 Buda – 104\62 Bureau – 106\63 -108\65 Bourguignon, G. y el Sr. Monnier – 106\63 C Caslant E. – 19\11 y sigs. – 25\15 – 61\36 – 67\40 – 287\176 Cazzamalli – 215\133 Cézanne – 101\60 Corot – 101\60 Cosquin – 92\55 Cristo, (Jesucristo) – 104\62 -131\81 – 230\143 y sig. – 251\156 – 274\170 (P.290) Crivelli, Padre – 231\143 Cruz, San Juan de la – 228\141 – 232\144 – 236\146 y sigs. – 244\151\152 – 258\160 – 265\164 y sig. – 278\172 D Dalbiez, Roland – 12\7 y sig. – 42\24 y sig. – 52\30 y sig. – 58\34 – 90\53 – 259\161 Dante – 17\10 – 23\14 – 38\22 – 90\53 – 93\55 Darboy, Mgr. (Monseñor) – 255\158 Da Vinci, Leonardo – 126\77 – 128\78 Delacroix, H. – 258\160 Delaville, Maurice – 63\37 Denys l'Aréopagite, Saint (mirar también por Areopagita). – 255\158 Desoille-Bigeard, Lucie (esposa del autor). Nombrada en la dedicatoria de la obra\3, y en la p. 171\104 y 193\118 (tabla 2). 178

Incluyo aquí unas preguntas, por estar ellas directamente relacionadas con la interesada, y unas suposiciones que como tales quedan pendientes de corroboración, éstas son las siguientes: ¿Será la susodicha , que el autor en la dedicatoria del libro le reconoce a ella, sinónimo del plural en que está redactado éste? ¿Será la B. L... de las págs. 20-23\12 y 37\22 Lucie Bigeard sin estar ella casada todavía? ¿Es la misma persona, puesto que el autor no lo dice, la B. L... de las págs. 25\15, 136\83 y sig., y 247\153 que la B. L... de las págs. 20-23\12 y 37\22? Curiosamente en la pág. 136\83 describe que B. L... ; ¿no será dicho trabajo literario, la redacción de la obra con su particular plural? Yo diría que sí, que ella ha podido ser la principal artífice en cuanto al plural en que está redactado el libro; si todo ello fuese así, sabríamos algo más en cuanto a la personalidad de la esposa del autor. Dunne, J. W. 208\127 y sigs. – 211\130 E Eustachi, obispo – 231\143 F Flournoy, Théodore – 11\7 -19\11 Franck Cesar – 87\52 Freud -36\21 – 42\24 – 46\26 y sigs. – 51\30 y sigs. – 55\32 – 58\34 – 90\54 – 113\68 y sig. – 116\69 y sig. – 121\72 – 125\77 – 127\78 – 142\87 – 160\97 – 162\99 – 202\125 – 236\146 – 285\175 G Gênes, Catherine de – 268\166 (P.291) Giuliani, Santa Véronique – 231\143 Goethe. - 150\92 Goldenberg – 66\39 Griesinger - 98\58 Guelfi, Padre – 231\143 Guillerey, Doctor – 9\6 – 151\92 Guyon, Sra. – 268\166 H Helm – 99\59 Henry, Charles – 39\23 I Séguin e Itard – 168\102 J James, William – 11\7 – 86\52 – 256\159 – 258\160 – 283\174 – 285\175 Janet, Pierre – 34\20 – 37\21 – 55\32 – 77\46 – 100\59 -111\67 – 113\68 y sigs. – 120\72 y sig. – 127\78 y sig. – 165\101 – 170\104 y sigs. – 178\109 – 181\110 y sig. – 184\112 y sigs. – 228\141 – 239\148 y sig. – 245\152 – 250\155 – 260\161 – 263\163 – 265\164 y sig. – 268\166 – 279\173 y sig. – 284\174 y sig. 179

Jesucristo, (mirar por, Cristo) Jolowicz, Ernest – 150\92 Juan, Apóstol - 238\148 Jung, C. G.- 11\7 y sig. – 90\53 – 93\55 – 97\57 y sigs. – 221\137 K Kahl, Olga – 231\143 Kant – 258\160 Kipling, Rudyard – 168\102 L Lang, Andrew – 92\55 Lesage, M. A. – 101\60 y sigs. – 105\62 Leuba, James-H. – 239\148 – 241\150 – 245\152 – 248\154 y sig. – 256\159 – 267\165 y sigs. – 278\172 Lévy, Léopold – 118\71

M (P.292) Mabille, H. – 231\143 Madeleine, (paciente tratada por P. Janet) – 228\141 – 239\148 – 250\155 y sig. – 265\164 y sig. Maréchal, Joseph, P. (Padre) – 249\155 – 252\157 y sigs. – 256\159 – 258\160 y sigs. Marguerite-Marie, Santa – 268\166 Mayer, Robert – 98\58 y sig. Bourguignon, G. y el Sr. Monnier – 106\63 Montessori, Maria -146\90 y sigs. – 168\102 Myers – 11\7 N Neumann, Thérèse – 228\141 Newton – 257\159 O Osty, doctor – 48\28 – 101\60 y sigs. – 199\123 – 207\128 P Pablo, San – 97\58 – 230\143 Pacho, Eulogio – 228\141 – 232\144 – 236\146 y sigs.- 244\151\152 Piéron, H. – 44\26 Poincaré, Henri – 256\159 y sig. R Récejac, E. – 259\160 Richet, Charles – 63\37 – 207\128 Rimbaud – 95\56 Rorschach – 165\100 180

Rouhier – 104\62 y sig. S Saint-Joseph, R. P. Grégoire de – 240\149 Saint-Yves – 92\55 Séguin e Itard – 168\102 T Teresa de Jesús, Santa – 237\147 y sigs. – 266\165 – 268\166 y sig. (P.293) V Vesme, C. de – 230\143 y sig. Vittoz – 168\102 Vivekananda – 86\52

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Nota finalizadora del que traduce: Habiendo llegado a la finalización de este empeño, en esta labor de extender el saber de este inusual investigador y de hacer que sea más conocido su nombre y su esfuerzo, sutilmente ha emergido en mí un soplo de conciencia que, a modo de minúsculo ratón asombrado, cuidadoso, deambula y corretea por todo este edificio que es la obra; es de aquí de donde emerge esta mínima estrofa -¿romántico-decimonónica?- que me reconforta y alegra: Y el que traduce, inmerso en esta finalidad, como ligerísima mota casi invisible pero concreta, flota, late, queda, aporta su baza al acervo cultural con su granito de arena.

Miguel Álvarez T.

Torre de los Perdigones-Su Eminencia

Sevilla, 19 de abril de 2011

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(P.294 [-en el original francés p. 287-]) ÍNDICE

[Consta de doble paginación; la numeración primera corresponde a la insertada en el texto; la segunda a la propia de la traducción situada a pie de página.

[Portada Dedicatoria del autor Anexo; nota del que traduce] Prefacio......................................................................................................................... 9 - 6 Introducción............................................................................................................... 15 - 9

CAPÍTULO I LA EXPERIENCIA 1º Origen de nuestras búsquedas.............................................................................. 17 - 10 2º Primeras experiencias............................................................................................ 19 - 11 3º Esquema de la técnica aplicada en estas experiencias........................................ 24 - 14 a) Los sujetos...................................................................................................... 25 - 15 b) La ejercitación................................................................................................ 25 - 15

CAPÍTULO II EXAMEN CRÍTICO DE LA EXPERIENCIA ANTERIOR 1º Orientación del sueño despierto…………………….......................................... 33 - 19 a) ¿Que entendemos por sugerencia? Papel de esta última en nuestras experiencias.......................................................................................... 33 - 19 b) Condiciones de compatibilidad entre las componentes del sueño.............. 42 - 24 c) Papel del contraste en la orientación de la atención.................................... 43 - 25 2º El análisis del sueño............................................................................................. 52 - 30 3º Los efectos psicofisiológicos................................................................................ 60 - 35 a) Modificación de las alucinaciones debidas a la ingesta de peyotl (peyote)…….……...…………………….………………61 - 36 b) Medida del gasto en el organismo................................................................ 63-- 37 182

(Pág. 295 [-en el original francés p. 288-]) ÍNDICE [(continuación)]

4º Conducta metódica de la experiencia.............................................................. 66 - 39 a) Resumen....................................................................................................... 66 - 39 b) Ejemplos de sueños despiertos provocados por estos procedimientos... 69 - 42 c) Casos particulares....................................................................................... 83 - 50 d) Representaciones distintas de la representación visual........................... 86 - 51

CAPÍTULO III SIMBOLÍSMO, INVENCIÓN, MEMORIA 1º Carácter universal del simbolismo revelado por este método........................ 89 - 53 La fábula........................................................................................................... 91 - 54 2º La invención........................................................................................................ 97 - 58 3º El despertar de la memoria............................................................................. 108 - 65

CAPÍTULO IV SUBLIMACIÓN Y ADQUISICIONES PSICOLÓGICAS 1º Los actos............................................................................................................. 113 - 68 a) Energía psíquica y tensión psicológica.............................................. 115 - 69 b) Papel de las imágenes latentes........................................................... 117 - 70 c) La sublimación de las imágenes......................................................... 123 - 74 2º Educación y psicagogia (pedagogía).............................................................. 130 - 80 a) Aplicación al caso del adulto.............................................................. 135 - 83 b) La utilización de este método sólo por el propio sujeto................... 143 - 88 c) Práctica de la autosugerencia............................................................. 144 - 88 d) Examen en el caso del niño................................................................. 146 - 89 3º Disposiciones patológicas reveladas por este método..................................... 148 - 90 a) Carácter regresivo de las imágenes del sueño despierto.................. 148 - 91 b) Las imágenes de interrupción............................................................ 152 - 93 c) Las imágenes deformantes.................................................................. 157 - 96

(P.296 [-en el original francés p. 289-]) ÍNDICE [(continuación)]

d) Las imágenes de denegación.............................................................. 159 -- 97 e) Las imágenes de soledad.................................................................... 162 -- 99 f) Diagnóstico y pronóstico.................................................................... 164 - 100 183

4º Psicoterapia.................................................................................................... 165 - 100 a) Reeducación de la atención................................................................ 167 - 102 b) El descanso y el sueño......................................................................... 170 - 103 c) Aislamiento.......................................................................................... 171 - 104 d) La sugerencia....................................................................................... 172 - 105 e) El análisis............................................................................................. 173 - 105 f) Las adquisiciones psicológicas............................................................ 181 - 110

CAPÍTULO V PARTICULARES ASPECTOS DE LA PERSONALIDAD HUMANA........................ 187 - 114 1º De la realidad de algunos fenómenos denominados supranormales…….... 188 - 114 a) Transmisión del pensamiento................................................................ 189 - 115 b) Lectura del pensamiento........................................................................ 199 - 122 c) Premonición............................................................................................. 207 - 128 d) Alucinaciones colectivas......................................................................... 213 - 131 e) Formación de la imagen informadora y papel del estado afectivo..... 214 - 132 f) Ejercitación (preparación) metódica de un sujeto…………………. 219 - 136 2º Psicología de los místicos.................................................................................. 227 - 140 a) Los estigmas............................................................................................ 230 - 142 b) Las visiones............................................................................................. 234 - 145 c) Los sentimientos..................................................................................... 245 - 152 d) Los actos.................................................................................................. 265 - 164 Conclusión............................................................................................................. 283 - 174 Apéndice agregado por el que traduce…………………………………………. 286 - 176 (1): Índice de experiencias recogidas en la obra………………………… 286 - 176 (2): Autores y otros nombrados………………………………………..… 289 - 177 Nota finalizadora……….……………………………………..…...…........ 293 - 181 Índice…………………………...…………………………………….……...……. 294 - 182

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