Desde Nuestros Mayores

March 28, 2018 | Author: Centro de Culturas Indígenas del Perú | Category: Peru, Snake, Lima, Languages
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Muestra de la narrativa oral andina recogida en la comunidad San Francisco de Pujas en Ayacucho, producto del Programa Ñ...

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Desde

Nuestros Mayores

Serie Willanakuy / 1 Ñawpa Willanakuy Desde Nuestros Mayores Narradores: Víctor Soto Chuchón Gregorio Gamboa Salcedo Marcelino Tenorio León Aurelina Najarro Quispe Victoria Ochoa de Rivera Marcelina Palomino Gutiérrez Inés Palomino Ochoa Teresa Jesusa Quispe Palomino Aurelia Rivera Gamboa ISBN: 978-9972-679-24-7 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº: 2008-00250 Editado por: CHIRAPAQ - Centro de Culturas Indígenas del Perú Horacio Urteaga 534, Oficina 203, Lima 11- Perú Telefax: (511) 4232757 E-mail: [email protected] Página Web: www.chirapaq.org.pe Responsable de edición: Tarcila Rivera Zea Registro oral: Edwin Cconislla Aramburu Transcripción del quechua, reelaboración argumental y traducción al español y glosario quechua: Leo Casas Ballón Lecturas y comentarios: Freddy Roncalla Corrección: Verónica Vargas Merino Mecanografiado de la traducción: Julia Silva Fotografía: Edwin Cconislla Aramburu Ilustraciones: Michael Rodríguez Tincopa Diseño y producción gráfica: SINCO Editores • [email protected] Esta publicación se realizó con el importante apoyo de la Cooperación Belga al Desarrollo

Contenido Presentación Introducción: Oralidad de Pujas, la veta de un tesoro 1 Alma que volvió al quinto día de su muerte 2 ¿Por qué la culebra se arrastra? 3 Dios protector del bosque 4 El que quería robarle sus dientes de oro a un japonés 5 Del condenado 6 El zapatero y sus burros 7 Almas que van a Cocharcas 8 Solo estaban sus huesos 9 Alma que arreglaba sus documentos 10 Mi mulita protectora 11 Mis andanzas en un juicio 12 Almas que lavan su hábito 13 Los Cabitos 14 Regreso de Huamanga 15 Pastores de carnaval 16 Almas en pena 17 Del gatito 18 Viajeros Los Narradores



Presentación “Los pueblos indígenas tienen derecho a revitalizar, utilizar, fomentar y transmitir a las generaciones futuras sus historias, idiomas, tradiciones orales, filosofías, sistemas de escritura y literaturas, y a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas y mantenerlos”. Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada en septiembre del 2007. Artículo 13.1.

“Ñawpa Willanakuy” es la realización de uno de los sueños de los fundadores de Chirapaq desde el año 86, tiempo en el que los quechuahablantes desplazados por la violencia en nuestras tierras, cuerpos, vida y familias empezamos a escuchar y tratar de comprender el significado de los “Derechos Humanos”. Cuando soñamos el centeller de las estrellas como la forma institucional de seguir trabajando y manteniendo nuestra cultura en su dimensión más amplia, guardamos la imagen de nuestros mayores, ancianas y ancianos así como de los/as niños/as, muchos/as de ellos/as totalmente monolingües, que salían de sus comunidades de origen cargando su historia, su dolor y sus nietos/as que quedaron huérfanos/as. Muchos fueron acogidos por familiares, otros se refugiaban en casas de paisanos, quienes les abrían sus puertas, sus corazones y su solidaridad, viviendo aún el concepto de la familia extensa, pues todos somos familia aunque no llevemos los mismos apellidos.



En esta nueva situación había desaparecido el fogón o tullpa que abrigaba las noches frías del comer juntos y hablar de los acontecimientos del día de la vida de los animalitos, o de los condenados. Ya no se hablaba de las fiestas, de las tradiciones paganas y religiosas, pues el trabajo, la necesidad de buscar recursos para la sobrevivencia, absorbía el tiempo, la alegría y la energía de nuestros mayores.

¿Sería posible crear espacios de transmisión cultural bajo estas circunstancias? ¿Las abuelas y ancianos se irían sin dejar el legado de su sabiduría a sus nietos/as y bisnietos? .. Yo me preguntaba; mi hijo va a crecer sin saber por qué la abuela jugaba con él llamándole “señor obispo”? Era lo único que sabía decir en castellano la abuela Serafina, quien en su estadía en Lima durante diez años aprendió solo a decir: “Señor gobierno”. Desde los años 90 creamos los talleres de afirmación cultural en Ayacucho, donde la profesora principal era la anciana monolingüe desplazada por la violencia, excelente tejedora, quien trasmitía sus conocimientos sobre el arte textil en quechua, ¡de quien recuperamos también nuestra forma de hablar, sentir y pensar! Con satisfacción y orgullo presentamos a los/as lectores/as una muestra de la narrativa oral andina recogida en la comunidad San Francisco de Pujas. Es resultado de un trabajo en minka. Edwin Cconislla, quien en su afán de construir un puente entre los/as mayores y los/as niños/as de los talleres de afirmación cultural para el taller de Narrativa Oral, pasó largas horas y noches tratando de grabar las ricas conversaciones, compartiendo la sagrada coquita y cigarrillos. Nuestro promotor cultural tenía como herramienta sólo su ánimo, el don del runasimi y la confianza que generó en ellos/as. A este esfuerzo sumamos a Leo Casas Ballón, experto, especialista, militante, activista e indio por opción y por adopción, quien ha transcrito, traducido y reconstruido las grabaciones, hoy convertidas en texto para el regocijo de niños/as y adultos/as.



El trabajo de Leo ha sido motivo de lecturas, comentarios y elogios de otro militante activista, poeta y escritor quechua, Fredy Roncalla quien, desde New York y a través del skype, ha contribuido muy emocionado a todo este esfuerzo, con la ilusión que compartimos todos/as de ver que se convierta en texto para la escuela, la educación intercultural y a contribuir a la difusión de la narrativa andina. 

Comunidad San Francisco de Pujas, región quechua a 2800 m.s.n.m , famosa por su chicha de jora preparada con diversos colores de maíz, pertenece a la ruta del “Qapaq Ñan”. Sus hijos/as están como la semilla dispersa: en Huamanga, Lima, Callao, Italia, España, Estados Unidos de Norteamérica, Chile, Argentina, Brasil y en la Amazonía Peruana.

Tenemos la ilusión de que la nueva generación de pujinos, quechuas-chankas, sean lectores/as y escribientes en la lengua que bebimos desde la primera leche y también en el castellano, para ser ciudadanos/as pleno de derechos, es decir los/as Runas! La versión quechua de la presentación e introducción simboliza metafóricamente la fortaleza y continuidad histórica de los hijos/as de Pujas, así como su gratitud y espíritu indesligable a la Madre Tierra. Desde estas líneas expresamos nuestro infinito respeto a nuestros mayores, hombres y mujeres que depositaron su confianza y abrieron sus corazones, sus alegrias, su memoria, su imaginación y también su nostalgia para que sus voces queden escritas y lleguen a una generación de quechuas y pujinos para quienes la dignidad, el amor, el respeto y el orgullo de nuestro ser sean el motor en la construcción de una sociedad justa y equitativa, que se quiere y se respeta en su rica diversidad.

Tarcila Rivera Zea CHIRAPAQ Centro de Culturas Indígenas del Perú





Oralidad de Puj as, la veta de un tesoro A modo de introducción

En 1905, Adolfo Vienrich publica el primer libro bilingüe de relatos y canciones quechuas con el título de “Tarmap Pachahuarainin-Nunashimi chihuanhuai/ Amanecer tarmeño-Azucenas quechuas”. Jorge Basadre, maestro e historiador, valoró la importancia de dicha obra con estas palabras: “Vienrich, en lugar de maldecir las tinieblas prefirió encender una luz (…) extrayendo del alma popular un tesoro escondido…y haciendo entrar en el banquete de los literatos profesionales y cultos a un convidado de piedra: el pueblo indígena”. Y agrega: “(…) nada se había publicado antes con mayor valía (…)”.



Vienrich, en el prólogo de su libro “Azucenas quechuas”, decía: “Causa profunda pena el desconocimiento y la ignorancia en que vivimos respecto de la literatura quechua, pues las pocas obras y fragmentos conservados no bastan para enseñarnos (…) la profunda filosofía de los indios (contenida) en sus cantos, cuentos, fábulas, tradiciones religiosas y otras elevadas composiciones intelectuales que nos pintan (…) la sabiduría y elevada moral de ese gran pueblo…y que por

primera vez ven la luz como una débil contribución que todos los verdaderos peruanos debemos a nuestros antepasados”. Vienrich se refiere también al quechua con estas palabras: “(…) la dulzura y concisión de esta gran lengua que describe la rapidez del vuelo de los pájaros, el canto de las aves, el murmullo del follaje, el fragor de una tormenta y hasta el rastro de la huella que deja en su tránsito el ser amado…esta lengua en cuyos harahuis sus poetas presentan a las rocas quebrantándose por la pena del hombre (…) y a la naturaleza entera conmoviéndose y solidarizándose con las quejas del hombre que sufre (…)” Años antes, en 1883, Manuel Gonzales Prada había dicho: “No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan las ciudades de la costa; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminados en los Andes”. José María Arguedas, en 1967 dijo que la literatura oral (cuentos, mitos, leyendas, fábulas, canciones, etc.), “(…) constituye el testimonio completo de una cultura…una forma de llegar al conocimiento más profundo de la naturaleza humana (…) Pero también es más vulnerable a los cambios y a la extinción que la música y la danza”. Y se lamentaba diciendo: “…no existe una recopilación sistemática de la literatura oral, hecha en quechua por personas especializadas y de fuentes directas (…)”.

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Arguedas, en un discurso memorable, explicó que su misión fue “(…) volcar en la corriente de la sabiduría y arte del Perú criollo el caudal del arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o ‘extraño’ e ‘impenetrable’, pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo oprimido por el desprecio social, la dominación política y la explotación económica en el propio suelo donde realizó hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo: se había convertido en una nación acorralada, aislada (…) y sobre la cual sólo los acorraladores hablaban, mirándola desde la distancia de su ignorancia y prejuicios, con repugnancia o curiosidad”. Todos conocemos aquella invocación breve pero rotunda de José Carlos Mariátegui: “¡Peruanicemos el Perú!”.

Manuel Baquerizo afirma: “Emplear y cultivar la lengua quechua es una de las formas más altas de contribuir a la liberación de la cultura andina; manejar el quechua en la literatura, así como en la praxis política, es un modo eficaz de afirmar nuestra identidad y reforzar nuestra autoestima, para contrarrestar la marginación y desprecio de nuestra lengua y de nuestra cultura”. Siguieron el camino abierto por Adolfo Vienrich en la recopilación, difusión, valoración y defensa de la literatura oral quechua y de la cultura andina en sus diferentes manifestaciones: José María Arguedas, Jorge Lira, Efraín Morote, Sergio Quijada, Jorge Basadre, Arturo Jiménez, Francisco Izquierdo, Manuel Robles Alarcón, Mons. José Dammert, Manuel Baquerizo, César Itier, Gerald Taylor, Edgardo Rivera Martínez y Nicolás Matayoshi, entre los más destacados. Chirapaq en el camino del Amauta y José María Arguedas Chirapaq, desde el comienzo de su actividad institucional, está claramente en este camino. Acogiendo la invocación del Amauta, sigue la huella clara de Arguedas en este trajinar por las comunidades indígenas de Ayacucho, para desentrañar la veta de su riqueza espiritual, ponerla al servicio de su propia dignificación y mejoramiento de su calidad de vida, contribuyendo así al desarrollo integral del Perú pluricultural, multilingüe, justo, equitativo, inclusivo y verdaderamente democrático.

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Parte de una milenaria tradición oral Todos sabemos que el Perú tiene una milenaria tradición oral, como consecuencia de que las culturas prehispánicas que se desarrollaron en nuestro territorio fueron básicamente ágrafas. Por esta razón, nuestros antepasados crearon y desarrollaron una eficaz pedagogía basada en el uso intensivo de cuentos, mitos, leyendas, canciones, fábulas, danzas, poesía, canto, rituales y dramatización para transmitir conocimientos, normas y valores de generación en generación. Esto explica el hecho de que, ahora mismo, el mundo rural de Ayacucho y mucho de lo urbano marginal es básicamente oral. En efecto, los fragmentos del discurso “mítico”, las historias de santos, los relatos “de ficción” o los que evocan hechos reales siguen la forma básica de la tradición oral.

Oralidad y coexistencia de dos o más cosmovisiones Después de quinientos años de invasión, conquista, imposición, convivencia, o lo que se quiera llamar, nadie puede afirmar que hay “una” cultura andina pura, incontaminada, autónoma, etc. En los relatos se nota que las creencias ancestrales coexisten, compiten o se entremezclan y articulan con creencias de origen occidental. De esta manera, siempre encontraremos coincidencias, adaptaciones e influencias mutuas entre los diversos pueblos y culturas a través de sus narraciones tradicionales. No se trata de escarbar, calcular ni sostener cuánto de la tradición prehispánica sobrevive pura. Luego de quinientos años de interacción intensa, es totalmente lógico que ambas expresiones hayan sido modificadas por la influencia mutua. Igualmente, es innegable que, como resultado de la tenaz y violenta persecución de nuestras manifestaciones culturales en la época de la llamada “extirpación de idolatrías” y por la imposición de los españoles, lo que mayormente queda en nuestros pueblos es una cosmovisión claramente derivada de la religión católica. De esta manera, aunque la gente no tenga conciencia clara de su origen propiamente indígena o español, las creencias están vivas y condicionan conductas actuales. En algunos casos será inevitable señalar contrastes, pero no se trata de contraponer la cultura andina a la cultura occidental, sino más bien de una mirada y una actitud intercultural, es decir de una convivencia igualitaria, respetuosa y de beneficio recíproco entre culturas distintas.

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Contexto del ámbito de esta recopilación La comunidad de Pujas tiene como marco de referencia un importante contexto geográfico, histórico, social, cultural y lingüístico. Ubicado en la vertiente del río Pampas, uno de los orígenes remotos del sistema fluvial amazónico que desemboca en el Océano Atlántico, Pujas está en el ámbito donde floreció la cultura Wari, a la que se debe el enriquecimiento y amplia difusión del idioma quechua. Fue parte de la Confederación

Chanka-Pokra-Wanka que se opuso a la expansión del Tawantinsuyu, venciendo al poderoso ejército inka en varias batallas y sitiando la ciudad del Cusco. Derrotado este gran movimiento, la ciudad Willka Waman (Halcón Sagrado), hoy Vilcashuamán, adquirió tal importancia que, en su época de esplendor, tuvo más habitantes que la gran capital imperial. Habiendo sido parte del movimiento de emancipación espiritual indígena llamado Taki Unquy originado en Huamanga, Vilcashuamán fue el centro de otro movimiento parecido treinta años después. Con toda seguridad, la gente de Pujas estuvo entre las huestes de Túpaq Amaru Segundo. Por su cercanía a Huamanga, importante centro del poder colonial, sin duda participó también en la decisiva Batalla de Ayacucho, más aun si tomamos en cuenta que fueron vecinos de Basilio Awki, de los legendarios Muruchuku y de María Parado de Bellido, cuyas luchas y heroísmo fueron el preludio de la derrota del ejército español. Igualmente, nadie puede dudar de que muchos hijos de Pujas fueron montoneros con “Tayta” Cáceres, sacando la cara por el Perú en Pucará, Marcavalle y Concepción, cuando las fuerzas armadas habían sido totalmente derrotadas (Grau y Bolognesi muertos), Lima y las principales ciudades saqueadas, violadas hasta las monjas de conventos, los políticos y ricos rendidos o colaborando sin ninguna vergüenza con el invasor chileno. Las tierras de Pujas y su gente fueron parte de los repartimientos y reducción de indios que después se convirtieron en haciendas. Pujas era una hacienda. La actual comunidad fue formada por los feudatarios de la hacienda que compraron con su plata las tierras de sus abuelos, con tal de librarse del abusivo gamonal, muchos años antes de la reforma agraria de Velasco.

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Durante la dictadura de Leguía, también fueron obligados por la “Ley Vial” a trabajar gratis en la construcción de la carretera Huamanga-Andahuaylas-Abancay-Cusco, con ramal en Tuqtu Qasa que llevaba a Cangallo, de cuyo tramo se sacaría más tarde el desvío hacia Vilcashuamán. En las décadas del 40 al 60 del siglo pasado formaron parte del Núcleo Escolar Campesino, cuyo centro base estaba en Vilcashuamán y que tenía el objetivo de ampliar la cobertura de la educación primaria, alfabetizar a los adultos, mejorar la alimentación, nutrición y la salud mediante huertos,

granjas, talleres, comedores y letrinas escolares, poniendo un énfasis especial en la castellanización compulsiva, la erradicación del quechua y de la cultura indígena. En la década del 60, fue también parte del programa de Acción Conjunta de ocho ministerios instalados en Pampa Cangallo, con el objetivo de tecnificar la agricultura, ganadería y la artesanía, ampliar la cobertura de salud, mejorar la alimentación y nutrición. La contrapartida de este programa fue el empeño del Estado expresamente orientado a la erradicación de creencias y prácticas tradicionales en la producción, alimentación, salud y la cosmovisión en general, por considerarlas supersticiones que constituían una barrera contra la modernización del campo. Con la reforma agraria de Velasco y su política corporativa en la producción, educación y cultura, se dio un vuelco a todo lo anterior y se fomentó el uso del quechua, la recuperación de la narrativa oral y todas las expresiones artísticas tradicionales, promoviendo concursos de cuento, poesía, canto, música y danzas autóctonas, cuyos mejores representantes llegaban hasta Lima, participando en un apoteósico final transmitido a todo el Perú por las cadenas de radio y televisión nacional y los grandes diarios, expropiados por el gobierno militar y entregados a las principales organizaciones sociales como el campesinado y el magisterio. Esta efervescencia nacionalista fue cambiada, minimizada y finalmente revertida por la contrarreforma militar encabezada por Morales Bermúdez. Belaunde, elegido por segunda vez, devolvió a sus antiguos propietarios los grandes medios de comunicación expropiados por Velasco. En mayo de 1980, día de las elecciones generales, Sendero Luminoso comienza su llamada lucha armada quemando las ánforas de votos en Chuschi, bastante cerca de Cangallo y Vilcashuamán. Esta guerra causó, entre otras, las grandes matanzas de Pomatambo, Umaro,Aqumarka y Kayara, localidades vecinas de Pujas.

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Impuesta la pacificación al precio de sesenta y nueve mil muertos y desaparecidos, tumbas clandestinas y miles de niños y niñas huérfanos, los nacimientos de nuevos niños son muy escasos, debido a la esterilización masiva y forzosa a la que fueron sometidas especialmente las mujeres por el gobierno de Fujimori.

Desestructuración comunal y desarraigo de la población indígena El despoblamiento rural debido a la pobreza y marginalidad socioeconómica que había comenzado en la década del 40 y que se acentuó en la década del 60 debido a sequías, heladas e incremento demográfico, alcanzó niveles de éxodo y casi de exterminio en las décadas del 80 y 90 por la guerra interna. Esta situación, sumada a la desestructuración comunal y desarraigo sociocultural promovido desde el Estado en sus intentos de modernización del campo a través de la ampliación de la cobertura educativa, la castellanización e incorporación del indígena a la economía nacional, terminó por romper casi por completo los canales de comunicación intergeneracional. Los ancianos, los “yuyaq” o depositarios de la memoria colectiva de nuestros antiguos ayllus, ya no tienen interlocutores y se rompe la cadena de transmisión cultural, pues los jóvenes están involucrados en uno u otro bando, mientras los adolescentes y niños han huido a las ciudades, dejando a los viejos sabios o “yachaq” languideciendo abandonados en pueblos fantasmales. El retorno de los desplazados luego de la pacificación trae a la comunidad niños desarraigados, sin lazos de afecto, de idioma ni de la tradición con los mayores. Los ancianos y ancianas, esos queridos depositarios de la memoria colectiva, estaban aparentemente “desentrenados” en el arte de transmitir los conocimientos y valores de su pueblo. Tras quince a veinte años arrinconados por el terror, sin los niños, adolescentes y jóvenes ávidos de los relatos alrededor del fogón, los ancianos parecían haber perdido no solo a sus hijos y nietos, sino la alegría, la chispa, la habilidad para tejer historias y, aparentemente... ¡también algo de la memoria!

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Herederos y víctimas del pasado, arquitectos de su destino El panorama descrito hace de Pujas una localidad con mucha historia. Sus hombres, mujeres y niños son herederos, protagonistas y víctimas de todos estos avatares. No es la primera vez que este pueblo sobrevive a los golpes, al olvido, la persecución feroz y a la misma muerte.

Como tantas otras veces a lo largo de su azarosa existencia, los hijos e hijas de Pujas vuelven a levantarse, a sacudirse el dolor, a desempolvar su esperanza, a enarbolar su dignidad, curar sus heridas aun sangrantes, sacar fuerzas, recuperar la mejor herencia de sus antepasados, idear formas de organización y trabajo, promover la participación equitativa y el liderazgo de la mujer, establecer alianzas con otros pueblos indígenas del Perú y del mundo, reclamar apoyo estatal y privado y comenzar de nuevo a construir el futuro de prosperidad con que soñaron sus antepasados y con el que ahora sueñan ellos y ellas para sus nietos. Relatos orales, parte de un proyecto integral Así como el cuerpo es el jardín donde florece el espíritu, la narrativa oral, la cultura tradicional y la interculturalidad son parte de una visión holística del desarrollo humano que promueve Chirapaq. Mejorar su agricultura, ganadería y artesanía, así como la alimentación, nutrición y salud; recuperar su música, danzas y canciones, organizar circuitos de turismo histórico, cultural, ecológico y místico; propiciar la mejor calidad de vida posible en lo material y espiritual; reconquistar la alegría, el optimismo y la dignidad. Todo esto y mucho más forma parte del proyecto de vida de los viejos y nuevos hijos de Pujas, y Chirapaq alienta ese sueño, suma esfuerzos y recursos, acompaña su caminar, facilita la discusión y enlaza contactos.

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Reelaboración de la oralidad, reconstrucción del saber ancestral En arqueología, la excavación de vestigios nos da como premio el hallazgo de restos arquitectónicos, fragmentos de cerámica, trozos de tejido, decoraciones descoloridas. El arqueólogo desempolva cimientos, reconstruye estructuras, proyecta líneas y traza perspectivas. Igualmente, une tiestos, recompone su forma, desempolva los colores originales. En los tejidos busca el material de factura, observa la trama, busca la técnica, el color, el motivo decorativo y

su función. Al final, nos devolverán el conjunto en su verdadera dimensión, estructura, colorido y admirable simbología. Es lo que hemos hecho en Chirapaq con los relatos mutilados. Siguiendo pistas, estudiando, comparando, tejiendo y destejiendo, hemos reconstruido los cuentos desde dentro. Producto de esta reelaboración minuciosa, comprometida, respetuosa, amorosa, de un trabajo de filigrana arqueológica, son los relatos que presentamos en esta primera antología. El viejo molle de Pujas vuelve a florecer y a dar frutos El molle es un árbol que fue venerado en las culturas Wari e Inka como símbolo de eternidad. En la costa y en la sierra, en lugares donde no crece ninguna otra planta, el follaje verde de este árbol es un milagro de vida a cuya sombra descansan los viajeros, se cobijan y anidan las aves. Cuando alguien le tira un hachazo, la herida es cubierta por unas lágrimas, de donde brotará una nueva plantita. Pueden tumbarlo, botar su tronco y hasta quemarlo. Pero, de sus profundas raíces surgirá una nueva planta, incluso rompiendo rocas. De las semillitas que comió el chiwaku nacerán también otras plantitas. Encima de Pujas, a la vista de todos, crece un viejo y solitario molle. Sus ramas parecen un estandarte que flamea al viento o brazos que le dicen adiós a los que se van o reciben a los que regresan después de larga ausencia. Es lo último que contemplan los ojos de quienes se alejan y lo primero que ven los que vuelven. Bajo la sombra de sus siempre verdes hojas descansaron, cantaron y bailaron los abuelos de los abuelos que trabajaban las chacras.

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La rica chicha fermentada con la mielcita que cubre sus frutos ha animado las fiestas y ha encendido de amor muchos corazones juveniles. Ninguna sequía terrible ha logrado marchitar sus siempre verdes hojas que nos curan de muchas enfermedades, ni ha mermado que produzca sus frutos rojos en miles de racimos.

Pujas y sus hijos son como ese molle, firmemente parados, resistiendo tempestades y sequías, sobreponiéndose al olvido y al abandono, a la pobreza y las injusticias, a las enfermedades y a la misma muerte. No solo mantienen en alto la esperanza como el eterno verdor de sus hojas, sino que dan frutos que les dan más energía y revitalizan sus sueños, y su ejemplo es visible desde lejos para otros pueblos. Este ramillete de narraciones es la muestra de un espíritu indomable y permanentemente creador. El menú del banquete, sus condimentos y sabores Alma que vuelve desde la ultratumba para animar a sus deudos y, de paso, ayuda a un pujino a resolver sus problemas y vencer dificultades. La maldición bíblica contra la serpiente se convierte en una epopeya de la unión y la solidaridad, pero también de la reconciliación y el perdón. Los duendes cuidan el bosque y los árboles para evitar su depredación. El zapatero que recibe productos en pago por su trabajo nos muestra un intercambio precapitalista. El breve relato acerca de unos viajeros nos recuerda las peripecias y peligros de la emigración andina hacia la selva y Lima, con excepción de un comerciante con suerte.

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Las almas de Puquio y Lucanas vuelven al seno de Pacha Mama por la boca del volcán Solimana; pero, las almas de Pujas, posiblemente más cristianizadas por la cercanía de Huamanga, entran al cielo por el santuario de la Virgen de Cocharcas en Apurímac. El demonio, convertido en bella muchacha, cautiva a un joven enamoradizo, devora su cuerpo y lleva su alma al infierno, mostrándonos el precio del amor disfrutado.

La mula, que es una acémila muy apreciada por su inteligencia, fuerza, seguridad y aguante para recorrer grandes distancias, también tiene poderes mágicos para librarnos de malos espíritus. Un viaje de arrieros a la opulenta capital regional es la excelente pintura de un grupo que, gracias a la capacidad de un líder, descubre sus virtudes y habilidades dispersas para vencer un peligro que amenazaba a todos. ¿Desde cuándo los frailes dominicos han logrado convencer a los mismísimos pujinos, hijos de San Francisco de Asís, para que laven su hábito si quieren entrar al cielo? Sabemos que el color marrón del hábito de nuestro Santo Patrón, teñido hirviendo las hojas del nogal con sal y limón… ¡nunca se blanqueará! Las leyes que llevan a los inocentes a los juzgados, así como las mañas de los abogados, escribanos y malos jueces para traficar con la justicia, no son ninguna novedad; lo que sí es novedad es que el pujino les saca la vuelta a los tres juntos. En Pujas nunca se ha conocido un japonés; pero está fresco el recuerdo de uno que hizo mucha plata habiendo entrado al gobierno con engaños. ¿Será que, como en el cuento, no lograremos que nos devuelva algo de lo robado ni después de muerto? El recuento palpitante de las tropelías de un grupo de malos soldados nos recuerda que algunos aprovecharon el terror para cometer abusos. El primer cuento de Arguedas era sobre el sufrimiento de los niños pastores de Qillqataypampa de Lucanas. Los niños pastores de Pujas nos cuentan un paréntesis de su pobreza y nos enseñan bellas canciones de los carnavales.

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Estos son, a grandes rasgos, los diferentes sabores del banquete cultural preparado por los ancianos y ancianas de Pujas con el relato de su azarosa historia. Estamos seguros de que las nuevas generaciones, alimentándose con este banquete, rescatarán muchos otros relatos del troje de sus viejos y tejerán muchos relatos nuevos al pie de ese molle inmortal, siempre verde como la esperanza.

Los pujinos nunca se van del todo Como los frutos del molle desparramados por el chiwaku y que, muy lejos del tronco que los amamantó dan vida a un nuevo árbol, los hijos de Pujas se han esparcido por otras ciudades del Perú e incluso por países lejanos. Hay una gran diferencia entre los indígenas andinos hijos de comunidades rurales y los “mistis” de ciudades intermedias cuando dejan su tierra. Los indígenas dejábamos nuestra patria chica ensartados con sogas por la “leva” para “servir a la patria” sin querer, o llevados a la cárcel provincial falsamente acusados de abigeato por algún misti ambicioso o vengativo. Claro que, cuando apretaba más la pobreza y la falta de oportunidades, también dejábamos nuestra comunidad, queriendo trabajar y estudiar para ser “alguien”. Pero nosotros, al salir, siempre nos despedíamos cantándole al ómnibus que nos llevaba a Lima o Ica esta canción en quechua: “…¿a dónde me llevas a pesar de que me estoy aferrando a los árboles y rocas del camino?”

Luego, esta promesa para consolar a nuestros afligidos padres: “Madre, no llores padre, no sufras pues mañana o pasado nomás estaré regresando”.

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Y, en la “fuga” cantábamos así: “Ichu tierno del abra por donde me ausento te encargo a mi amada madre

Cuando ella tenga sed derrama tu rocío en su boca y si te dice ‘tengo hambre’ que tus frutos caigan en su boca”.

En cambio el “misti” se va cantando así: “Ciertas malas voluntades hacen que yo me retire ¿A qué volvería recordando lo que he sufrido?”.

Llegando a la capital, los pujinos buscarán a los paisanos agrupados en la Asociación Hijos de San Francisco de Pujas residentes en Lima, para seguir unidos, cantar sus canciones, celebrar sus fiestas, reunir fondos para ayudar a su tierra querida. Los “mistis” de ciudades, en cambio, cuando llegan a Lima, se asocian al Club de Leones para juntarse con otros desarraigados, que solo se acordarán de su provincia o región cuando les pica la ambición política como negocio. El club departamental servirá también para “codearse” con otros señorones que se ufanarán de su abolengo español y maldecirán a Velasco porque “les quitó su hacienda para repartirla entre indios y cholos ignorantes que son la causa del atraso del Perú” como dicen ellos.

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Los pujinos que se encuentran en tierras lejanas y extrañas, con el tiempo aumentan más bien su amor por la santa tierra, se juntan entre paisanos, conversan sobre las necesidades del bendito suelo donde nacieron, realizan mil actividades para recaudar fondos, envían o llevan carpetas, estandarte, instrumentos musicales y libros para la escuela. Ellos tocaron todas las puertas para tener una carretera, una posta sanitaria y crear un colegio de secundaria para que los jóvenes y adolescentes que terminan primaria no tengan que ir hasta Vilcashuamán, a donde llegaban solo unos cuantos, marginando especialmente a las mujeres. Ahorita están ya plantando los postes para tener energía eléctrica, con lo que muchas cosas cambiarán para la educación, la comunicación, la artesanía y la vida familiar.

Los pujinos, pues, nunca se van del todo cuando se alejan de su comunidad. Siempre están buscando qué hacer por sus padres y hermanos que quedaron a la sombra de aquel molle añoso. Son como ese árbol que hunde profundamente sus raíces en la tierra, como si las ramas de ese viejo tronco se hubieran alargado no solo hasta Lima sino hasta los Estados Unidos y otros países. Sus pequeños frutos cubiertos de miel nutritiva y estimulante vuelven a Pujas en mil formas. Su primer gran fruto fue ser los primeros ayacuchanos en el exilio que se reunieron para celebrar juntos los carnavales con auténtico sabor pujino en Lima. Esa semillita del molle pujino ha fructificado en los clubes distritales y provinciales de paisanos que, a su vez, son los pilares de la Federación Departamental de Instituciones Provinciales de Ayacucho-FEDIPA que, desde hace muchos años, inunda las calles de Lima con el sonido carnavalero de tinyas, quenas, guitarras y voces de tres generaciones de hombres y mujeres que hacen vibrar a limeños y peruanos de todas partes, rumbo al gigantesco estadio de la Universidad de San Marcos, en una apoteosis cultural del Perú profundo que ahora es imitado –aunque no igualado todavía- por puneños, wankas, cajamarquinos, apurimeños, etc. Como en el poema de Arguedas a Túpaq Amaru: “(…)Huyendo de la miseria y de la muerte hemos bajado a pueblos ajenos, a las ciudades de los señores como las interminables filas de hormigas de la selva, cual aves despavoridas(…) Estamos en Lima. Aquí estás con nosotros y en nosotros. (…) Vamos a limpiar esta gigantesca ciudad de Lima con nuestras canciones antiguas y nuevas(…)”.

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La ortografía del quechua es la que corresponde a la variante dialectal AyacuchoChanka, cuyo Alfabeto Oficial de 1985 es utilizado y recomendado por la Dirección Nacional de Educación Intercultural, Bilingüe y Rural – DINEIBIR del Ministerio de Educación.

Algunos localismos de Pujas y Vilcashuamán han sido reemplazados por sus equivalentes regionales, en aras de su mayor comprensión y difusión en el ámbito de Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, parte de Arequipa e Ica. Para los préstamos que provienen del castellano hemos asumido parcialmente las recomendaciones del Primer Taller de Escritura Quechua y Aimara realizado en Lima en octubre de 1983. Acatarlas en todos sus extremos hubiera implicado deformar nombres y apellidos de algunos personajes, a tal punto de no reconocerlos. Por ejemplo: Acevedo por Asiwiru, Gamboa por Kampuwa, Daniel por Taniyil, Dios por Tiyus, Licenciado por lisinsiyaru, Francisco por Paransisku, Alfonso por Alpunsu, Gutiérrez por Kutiris, condenado por kuntinaru,etc. Todos los textos fueron contados por sus narradores originales en quechua. La traducción no equivale a una sustitución mecánica de textos quechuas por su equivalente en castellano, sino de acuerdo a la estructura interna del runap simin. El castellano guarda, sin embargo, la estructura sintáctica y la riqueza metafórica del quechua, así como la frescura del relato oral. Los signos de puntuación, de interrogación y auxiliares son iguales que en castellano. En lugar de hacer un glosario al final de los relatos, hemos preferido notas de pie de página con el significado de algunas palabras quechuas de uso integrado en los textos, así como de algunas palabras de uso cotidiano en el castellano andino rural que, sin embargo, comprobamos que son desconocidas para el lector urbano costeño.

23 Leo Casas Ballón

Bibliografía de la Introducción

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1.

Jorge Basadre, “Historia de la República del Perú (1822-1933)”. Lima. Empresa Editora El Comercio, 2005, Tomo 16, Página 238.

2.

Jorge Basadre: “Literatura Inca”, París, 1938.

3.

Adolfo Vienrich: “Tarmap pachahuarainin-Nunashimi chihuanhuai” (Amanecer Tarmeño, Azucenas Quechuas), edición bilingüe firmado con el seudónimo de Unos Parias, publicado por la Imprenta La Aurora de Tarma, 1905, con un extenso prólogo de 124 págs. firmado por el mismo Vienrich con el seudónimo de Cahuide.

4.

Manuel González Prada: “Discurso en el teatro Politeama” en “Pájinas libres”: Obras completas, tomo III, volumen 5, Prólogo y notas de Luis Alberto Sánchez, Lima, Ediciones COPÉ (Petro Perú), 1988.

5.

José Carlos Mariátegui: “Peruanicemos el Perú” fue el título de una sección del semanario “Mundial” que Mariátegui publicaba en la segunda mitad de 1920. La mayor parte del célebre libro “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana” fue publicado alli, apareciendo los capítulos más largos en series.

6.

José María Arguedas (Andahuaylas 1911-Lima 1969): “No soy un indio aculturado”, discurso al recibir el premio literario “Inca Garcilaso de la Vega” en Lima, octubre de 1968. Fue publicado luego en “Arguedas: Obras completas”, Lima, Edit.Horizonte, 1983, tomo V, págs. 13-14.

7.

Manuel Baquerizo Baldeón (Huancayo 1927-2002). Incansable animador cultural, fundó y dirigió revistas de excelente calidad y contenido como “Kamaq Maki” (Huancayo, Diciembre, 1971). Dedicado a la evocación de José María Arguedas, donde firma un artículo sosteniendo la necesidad de emplear y cultivar la lengua quechua en la literatura, la educación, la comunicación y la política.

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Alma que volvió al quinto día de su muerte Aurelia Rivera Gamboa*

(Esto me contó mi primo Daniel)

Él tenía que venir de Huamanga a Pujas. Como no tenía plata, se cargó a la espalda una arroba de coca que estaba como botada desde hacía tiempito ya. Después de largo caminar, se encontró con un río bien cargado que arrastraba un wayko. - ¿Cómo voy a pasar esto?, diciendo se sentó en una piedra, muy triste y preocupado. En eso llegó un hombre con pantalón blanco, quien saludó a Daniel:

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- ¿Cómo estás, hermano? ¿Pasaremos…? - No creo que podamos pasar. Yo ya estoy por regresarme, contestó Daniel. - No te preocupes. Vamos a cruzar nomás… - ¡Qué miedo! ¡Tanto lodo nos puede arrastrar…! * Aurelia Rivera Gamboa, 81 años, madre de cuatro hijos. 

WAYKO: Gran avalancha de lodo y piedras que baja por las quebradas andinas, costeñas o de ceja de selva, como consecuencia de lluvias torrenciales en las partes altas, que causan erosión de suelos o derrumbes. También se le denomina avenida.

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- ¡Vamos a pasar nomás! Yo te voy a cargar. Súbete a mi espalda y agárrate bien. Si tienes miedo, cierra los ojos -le dijo el forastero y se dio la vuelta. Así, cargado por ese señor, bien abrazado de su cuello, alzando los pies y con los ojos cerrados, Daniel cruzó la quebrada por donde bajaba el wayko. Una vez que ya estuvieron al otro lado, al bajar al suelo, Daniel abrió los ojos y se quedó admirado. ¡El hombre estaba con los zapatos secos y limpios, y en su pantalón blanco no había ni una gota de lodo…! Antes de que Daniel abra la boca para decir algo, el hombre de pantalón blanco le habló de esta manera: - ¿Dónde vas, hermano? - Necesito plata y por eso voy a mi pueblo Pujas, llevando coquita para vender… - ¡Qué bueno! Entonces nos acompañaremos. Yo voy a Aqomarka… - Vamos, pues -dijo Daniel y comenzaron a caminar. Después de caminar un buen rato, el forastero le dijo a Daniel: - Si me acompañas a mi pueblo, toda mi familia reunida en mi casa está necesitando coca. Ya no tendrás que estar andando de puerta en puerta para ofrecer tu negocito. - Entonces, vamos a tu casa -dijo Daniel.

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Caminaron largo rato en silencio, cada uno con sus pensamientos dando vueltas dentro de la cabeza. Recién cuando estuvieron en el abra desde donde se ve el pueblo, el hombre habló para decirle a Daniel lo siguiente: - Cuando estemos en mi casa, no me vas a hablar por ningún motivo. Aunque estemos frente a frente, tienes que aparentar que no me ves. No tienes que decirle a nadie que yo te he llevado. - Si es así, ¿cómo voy a vender mi coca?, dijo Daniel. - Los que están en mi casa necesitan coca - ¿Y cómo haré para irme?

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Alma que volvió al quinto día de su muerte

- A la media noche me voy a despedir de mi familia y amigos. Hasta esa hora, tú ya habrás terminado de vender tu coca. Entonces, así como hemos venido los dos, nos regresaremos juntos también. Llegaron al anochecer. En la casa donde entraron había mucha gente. Todos estaban de negro y tenían una gran tristeza en su rostro. En una mesa había ropa acomodada, como si fuera un difunto. Velas ardían en fila alrededor. Algunas mujeres lloraban acariciando esa ropa. Otras señoras rezaban. En una mesa grande, sobre una manta había muchos platos de rica comida, así como chicha, vino, pisco y ponches humeantes. Una mezcla de fragancias agradables llenaba el aire. El hombre de pantalón blanco abrazó en silencio a cada uno de los presentes. Después, levantó con ambas manos, uno por uno, los platos de comida, las tazas con ponche y las copas de vino, anisado y menta. Con los ojos cerrados y la cara llena de felicidad, olía un buen rato cada cosa. No comió ni tomó nada, pero se podía ver que había menos comida y menos bebida en los platos, tazas y vasos que había olido. Luego, su amigo se paseó por toda la casa, despacio, contemplando todo. Mientras tanto, la gente compraba coca. Algunos tomaban un puñado de hojas y se las ofrecían a los ancianos, con cariño y respeto. Ellos las recibían con las dos manos juntas, hacían un kintu con tres hojas lozanas, le daban un soplo de su aliento y, haciendo una cruz en el aire, brindaban esa ofrenda con mucha reverencia al espíritu de los cerros tutelares. 

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KINTU: Ramillete formado con tres hojas grandes y lozanas de coca. La persona de más edad y de mayor respeto en el grupo, levanta ceremoniosamente el ramillete, los dirige hacia los cerros tutelares pronunciando el nombre de cada uno, invocándoles protección, salud, alegría, abundancia, armonía y felicidad para los presentes y sus familiares. Para terminar la ceremonia le insufla su aliento al ramillete y lo entierra como ofrenda a la Pacha Mama (Madre Naturaleza), o reparte dichas hojas entre los presentes. También se le llama KINTU a las mazorcas de maíz seleccionadas para semilla y unidas por sus propias hojas o panka trenzadas. Igualmente se llama KINTU a la caña dulce entera, con todas sus hojas, usada en ceremonias.

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Después, esparciendo la coca sobre su poncho tendido, en respetuoso silencio preguntaba a esas hojas sagradas por toda su familia, por sus chacras, su ganadito, sus hijos ausentes, sus compadres, ahijados, autoridades comunales y por él mismo. Después de doblar su poncho para abrigar la coca, cada uno va chakchando hoja por hoja, endulzándola de rato en rato con la llipta o tokra. Así se acabó toda la coca que llevó Daniel. Ya era media noche. Entonces, el hombre de pantalón blanco se despidió de cada uno con un abrazo y salió de la casa. Nadie le atajó ni le dijo nada. Cuando su compañero comenzó a andar por el camino de regreso, Daniel se puso el poncho y lo siguió. Por buen rato y desde lejitos, los acompañó el dulce sonido del arpa y el violín, junto con las voces de hombres y mujeres. Con esas lindas canciones aliviaban su tristeza los que quedaban en aquella casa, los viajeros también. Con sus corazones bañados de paz, ambos hombres caminaron largo rato en silencio. Cuando llegaron nuevamente a la orilla del gran río cargado de lodo, su compañero le dijo a Daniel: - Súbete a mi espalda, cargando te voy a hacer pasar.

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CHAKCHAR: Acto de ensalivar las hojas de coca en la boca, sin masticarlas, para ir sacándoles el zumo y deglutirlo de a pocos, a fin de recuperar la fortaleza física y anímica. Esta es una forma castellanizada del verbo quechua en sus variantes dialectales WANKA (Junín, Huanuco, Pasco, Lima) y WAYLAS KONCHUKOS (Ancash, Huanuco y norte de Lima). En el quechua de Ayacucho – Chanka (Huancavelica, Ayacucho, Apurimac) y en Cusco - Collao (Arequipa, Cusco, Puno) es AKULLIY, incluso en aymara.



LLIPTA: Panecillo hecho de ceniza de plantas de quinua, qañiwa, maguey y otras; cuyo carbonato de calcio, mezclado con la hoja de coca y saliva, sirve para liberar su sustancia energizante. En otras zonas se llama TOQRA, por la planta de la que se la prepara. En Cajamarca se reemplaza la llipta o tuqra por cal.

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Mientras cruzaban el río, Daniel ya no cerró los ojos. Más bien miró y escuchó todo lo que pudo. De esta manera se dio cuenta que el hombre que lo cargaba caminaba sin chapalear el río de lodo ¡pasando por encimita nomás!, con la suavidad de la brisa mañanera… Cuando llegaron a la otra orilla, Daniel se fijó bien y vio que ese hombre tenía los pies secos y el pantalón blanco sin una salpicadura de barro. Tranquilo y con voz de amigo, ese señor le dijo a Daniel: - Ha sido bueno encontrarnos y caminar juntos. Gracias por endulzar con tu coca una reunión muy especial de mi familia. - Si no te encontraba, yo no hubiera podido pasar este río de lodo. También gracias a ti he vendido todita la coca que llevé -dijo Daniel. - Que te vaya muy bien, hermano. Nunca te olvidaré. - Tú también anda en paz… Con esas palabras, Daniel quiso despedirse de su amigo con un abrazo. Pero sus brazos no encontraron nada... ¡Aquel buen hombre de pantalón blanco que fue su compañero de viaje, era solamente una sombra…! Cuando lo miró alejarse, ¡se fue por encimita de las piedras y hierbas del camino, en silencio y tan suavemente como la brisa…!

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¡¡¡Es que, el paisano de Pujas había acompañado a un alma que regresó del mundo de los muertos para despedirse de su familia y amigos, reunidos en el quinto día de su muerte…!!!

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¿Por qué la culebra se arrastra? Víctor Soto Chuchón* Cuentan que, hace muchos años, el sapo y la culebra tuvieron un encontronazo por quitarse una cigarra para comérsela. Mientras ambos discutían, la cigarra escapó. El sapo dijo molesto: - Voy a comer esa cigarra, porque yo soy más ágil y tengo la lengua más larga que tú… La culebra contestó:

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- ¡JA-JA-JA! No me hagas reír ¿Cómo vas a ser más ágil que yo? ¡Tú no eres más que una fea piedra áspera con patas y ojos! Siguió la discusión. Cada cual trataba de sacar más argumentos para comerse a la cigarra. Como sucede siempre cuando se defiende un interés personal, ninguno entraba en razón. Y, como siempre pasa también, cuando entre dos ya no pueden seguir hablando, viene la pelea. En vez de razones, vienen los golpes. Lo último en que estuvieron de acuerdo fue en que, al final de la pelea, el ganador se lo comería al perdedor. Fueron a una pampa. Antes de la lucha, el sapo llamó a sus amigos, quienes rodearon de inmediato a la culebra, croando y a la vez gritando a una sola voz:

* Víctor Soto Chuchón, 61 años. Reside en el barrio de Paya Kallpachina (Tranca).

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- ¡¡Vamos a ganarle, vamos a ganarle!! - Si la culebra trata de pasar, la morderemos todos al mismo tiempo, gritaron muy fuerte. La culebra, confiada en su gran tamaño, en su fuerza, en su astucia y en su veneno, llena de soberbia les gritó a los sapos: - Pueden juntarse todos los sapos. Yo me los comeré uno tras otro. - ¡RUUUKKK-TAK-TAK-TAAAKK! Así gritaron todos los sapos al mismo tiempo. De todas partes venían saltando los sapos y seguían cantando cada vez más fuerte: - ¡RUK-TAK-TAK-TAAAK, RUK-TAK-TAAAK! Así resonaba el canto de los sapos unidos por montes, quebradas y pampas. Las rocas repetían de un cerro a otro: - ¡RUK-TAK-TAK-TAAAK, RUK-TAK-TAAAK! Desde los riachuelos y puquiales, desde las lagunas y ríos, de aquí y de allá, de arriba y abajo seguían llegando más y más sapos. Por los saltos que daban, parecía una lluvia de sapos. La pampa se fue llenando de sapos, que se iban poniendo uno tras otro: los más grandes adelante y los chicos atrás, formando un solo círculo.

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Al verse acorralada, la culebra se enroscó. Luego sacó la cabeza y se fue parando como un palo, preparándose para tragarse al primer sapo. Los sapos ya conocían las mañas de la culebra, y por eso ninguno de ellos le dio la espalda ni saltó, para que la culebra no lo agarre en el aire y se lo trague. Al contrario, se iban poniendo uno sobre otro, bien pegaditos, formando como una pared.

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¿Por qué la culebra se arrastra?

Luego, todos los sapos comenzaron a botar espuma por la boca, formando como un cerco delante de ellos. La culebra trataba de no chocar con el cerco de espuma que rodeaba a los sapos, porque sabe que le hace arder la piel y le produce llagas. Las culebras, cuando están en peligro, se enroscan y, al estirarse con fuerza, pueden saltar lejos dando vueltas en el aire. Esto sabían los sapos. Por eso formaron el cerco con su propio cuerpo. La culebra se paró como un palo, tratando de alcanzar al sapo que estaba encima de todos para tragárselo. Cuando pudo alcanzar lo más alto vio que, cada uno de los sapos que estaban encima, tenía un palo atravesado en su boca. Así, nunca la culebra iba a poder tragarse a ningún sapo. Como la culebra tenía que pararse sobre la mitad de su cuerpo enroscado en el suelo, un sapo comenzó a tragársela por la cola. Cuando la culebra bajó la cabeza y volteó para defenderse, otro sapo soltó el palo que tenía atravesado en su boca y, en un instante, ya tenía la cabeza de la culebra dentro de su boca y comenzó a tragársela.

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Cuando ya la culebra estaba ahogándose con su cabeza dentro de la boca del sapo, de su ano salieron muchas culebritas que comenzaron a dar vueltas dentro del cerco de espuma, tratando de saltar por encima para salvarse. Hubiera sido fácil que los sapos terminen de matar a la culebra madre y comerse una por una a todas las culebritas bebé.

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Pero, el sapo más grande, que era el jefe de todos los sapos, soltó la cabeza de la culebra y habló fuerte de esta manera: - Hermanos sapos: esta vez hemos ganado en la lucha a esta culebra… - ¡Hay que comerla! -dijo un sapo. - ¡Que mueran también sus hijos! - ¡Tengo hambre! -gritaron muchos sapos. - ¡Pobrecita, es madre como yo…! dijo una sapa vieja. El sapo jefe, luego de escuchar con paciencia todas las opiniones, habló con voz ronca, firme y clara: - Hermanos, la unión hace la fuerza. Ustedes me han salvado ahora, pero esta culebra y todos sus hijos ni siquiera van a alcanzar para que podamos comer todos, pues somos muchos. - Si no las comemos nosotros, ellas nos van a comer. Así ha sido siempre -dijo un sapo. - Pero debemos cambiar la historia. Mejor dejemos que se vayan, bajo la promesa de que, de ahora en adelante, sapos y culebras vamos a vivir en paz -dijo el sapo jefe. Luego de mucho hablar, por mayoría de votos los sapos le perdonaron la vida a la culebra y a sus hijitos, bajo el juramento de respetarse, de no pelear nunca más. Otra discusión fue para hacer legalizar el acta.

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- El Juez de Paz de Pujas es la autoridad competente, dijo el sapo jefe. - No. A él lo ha puesto el Subprefecto, porque es de su partido -dijo un sapo joven. - Hay que ir al Juez de la provincia -dijo otro sapo viejo. - Para eso hay que poner cuota, pagar abogado. ¡Ni hablar de eso! -dijo otro sapo joven. - Yo propongo como juez al compadre zorro -dijo la culebra.

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¿Por qué la culebra se arrastra?

- ¿A ese mañoso?, dijeron varios. - ¡Que sea el Tayta Pancho! -así habló una sapa vieja. Nadie estuvo en contra. Así se firmó el acta entre los sapos y las culebras. Nuestro Padre San Francisco le dijo a la culebra madre: - Tú y tus hijos andarán parados cuando se olviden de molestar a los sapos. Tayta Pancho sabe que las culebras siempre estarán queriendo comerse a los sapos. Por eso no permite que anden paradas como la gente.

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TAYTA PANCHO: Forma quechuizada con que los pobladores andinos se refieren con cariño a San Francisco de Asís, padre espiritual de los habitantes de la Comunidad de Pujas.

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Dios protector del bosque Aurelia Rivera Gamboa (Esto es lo que le pasó a uno de mis hijos, quien me lo contó de esta manera.)

Cuando yo era todavía un jovencito escolar, viajé a Rurun Marka. Cuando ya estaba de regreso, en plena subida apareció mi mamá, que me había traído un caballo. - Estarás cansado de tanto caminar. Mejor vete montado en el caballo, para que llegues tranquilo, me dijo mi mamá, con cariño. - No, mamá, no estoy cansado. Soy joven ¿no es cierto? ¿Cómo voy a ir yo sin llevar nada y todavía montado en el caballo? Mejor voy a aprovechar el caballo para llevar bastante leña buena, dije yo, haciéndome el hombrecito. - ¡Quédate con Dios, hijo mío!, diciendo me bendijo mi mamá. - Que te vaya lindo, mamá- diciendo me quedé yo. Le hice tomar bastante agua a mi caballo y lo amarré con buen forraje.

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Luego entré al bosque y comencé a hacer leña.

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Escogiendo la mejor leña de warango, yo estaba muy contento, silbando de alegría. En eso, de un momento a otro nomás el cielo se nubló y empezó a llover en pleno día y con sol fuerte. De entre las nubes salía una voz, como llamándome. No se de qué sitio me llamaba, pero la voz parecía venir casi de mi lado. No le entendí nada de lo que decía, solo parecía decir ¡CHAANCHARANNN! Era muy fuerte su llamada. Pensé que alguien estaba haciendo leña por ahí, entonces miré a todas partes sin ver nada, pero desde dentro del monte seguía viniendo una gran bulla. Cuando yo contesté fuerte diciendo: “!HAAAYYY HAAAAAYYY! Sólo recibí un gran silecnio como respuesta. Lugo de un rato, comenzó otra vez: - ¡CHANLÁAAAAAAN, CHANLÁAAAANNNN!, como si estuviera chocando una barreta grande con una piedra. Con mucho miedo me preguntaba a mí mismo, así solito: - ¡Madre mía! ¿Qué será eso? ¡Y no hay nadie por ningún lado! Muy asustado y mirando a todas partes, yo seguía haciendo leña. El ruido seguía sonando ¡CHANLÁAN, CHANLÁAAN! y yo tenía más miedo. Muerto de miedo y mirando atrás y adelante, arriba y abajo, me apuré para juntar leña. Haciendo rápido la carga, la puse sobre el caballo y comencé a caminar apurado hacia Pujas, a mi casa. En ese instante escuché que una voz muy fuerte me llamaba otra vez. Yo no entendía nada, pero sí estoy seguro de que me llamaba.

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¿Quién era que me llamaba? ¿Qué habrá querido decirme? -pensé 

WARANGO: Árbol leguminoso de zonas secas y semi-desérticas de los valles interandinos cálidos y de la costa, muy apreciado para leña por ser altamente combustible, calórico y sin humo. Tiene espinas grandes, fuertes y muy filudas. Pertenece a la familia del algarrobo de los desiertos de Lambayeque y Piura.

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Dios protector del bosque

Cuando llegué a mi casa, todo pálido y temblando de miedo, conté lo que me había pasado. Entonces los mayores, sin explicar nada, dijeron así nomás: - Seguramente era el espíritu del cerro que está cuidando los árboles de ese lugar, para que el bosque no desaparezca.

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El que quería robarle sus dientes de oro a un japonés Gregorio Gamboa Salcedo* En Lima había un japonés muy rico. Cuando murió, lo enterraron con sus dientes de oro, con anillos, pulsera y collar, todo de oro. Eso vio un ladrón que, esa misma noche regresó al panteón, rompió el nicho con un pico, sacó el cajón, lo puso en el suelo y, palanqueando con el pico, abrió la tapa del ataúd. Después buscó la mano del difunto, pero no encontró los anillos ni la pulsera. Luego rebuscó el pecho y el cuello del cadáver, pero no encontró tampoco el gran collar de oro que había visto a la hora del entierro. Entonces, sumamente molesto y con mucha dificultad, abrió la boca del difunto. No estaban los dientes de oro.

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* Gregorio Gamboa Salcedo, 78 años. Reside en el barrio de Paya Kallpachina (Tranca).

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- ¡Al diablo con este japonés ricachón que ahora se hace el pobrecito! Así, maldiciendo al muerto por no haber encontrado nada, volvió a clavar la tapa del ataúd. Quiso levantar el cajón para volver a ponerlo en su nicho, pero no pudo levantarlo, a pesar de sus grandes esfuerzos. Todo cansado ya, muy asustado y sudando frío, dijo: - ¡Qué me importa, carajo! ¡Que se quede pues aquí, botado! Diciendo eso quiso retirarse de allí, ¡Pero no pudo caminar! Cuando jaloneó con toda su fuerza y dio apenas un paso, el ataúd se movió ¡¡¡como queriendo caminar detrás del ladrón…!!! - ¡Madre mía! Seguro que el difunto se molestó mucho porque he querido robarle, por eso este japonés maldito está queriendo meterme a su sepultura. Diciendo eso el ladrón forcejeó mucho más, tratando de soltarse del ataúd que lo jalaba. Pero el cajón ni se movió. Cuando el ladrón jaloneó otra vez con más fuerza, el ataúd parecía que quería seguirle.

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- ¡Seguro que llegó el día de mi muerte! ¿Qué voy a hacer ahora? ¿A cuánta gente pobre habrá hecho llorar y sufrir este desgraciado para juntar tanto oro? Seguro que Dios lo ha expulsado del Cielo. Por eso estará queriendo llevarme para que me condene junto con él, arrastrándome de pueblo en pueblo, ¡sabe Dios hasta cuándo…! Estando en estos lamentos, el ladrón perdió el conocimiento.

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El que quería robarle sus dientes de oro a un japonés

Cuando el panteonero lo encontró al día siguiente, el ladrón estaba tirado en el suelo, frente a la sepultura abierta y junto al cajón del muerto. Tenía el cuerpo totalmente frío, había botado espuma por la boca, sus ojos estaban muy abiertos y su cara llena de espanto. Mirándolo bien, vio que una punta de la casaca del ladrón ¡¡estaba bien clavada debajo de la tapa del ataúd!! Por eso es que, cuando quiso volverlo a poner en el nicho, no pudo levantar por nada el cajón. Y, cuando jaloneó con toda su fuerza para escaparse de allí, el ataúd no lo soltaba y, al contrario, parecía que quería seguir al ladrón…

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Del condenado Gregorio Gamboa Salcedo Viajé a Huancasancos junto con mis tíos Filomeno Gamboa y Misael Gamboa. Regresando ya de Huancasancos, muy cansados de tanto caminar, nos quedamos a dormir en una capilla que había en el lugar denominado Millpo, a la altura de Pallqa Wayqu. Nos acostamos en el corredor, frente a la puerta cerrada. A eso de la media noche, se escuchó que una persona estaba tosiendo fuerte: ¡COFF-COOOFFF! dentro de la capilla, detrás de la puerta cerrada con candado. Luego de toser como agonizando hasta no poder más, comenzó a hacer un gran alboroto y a roncar muy fuerte: ¡JOORRR- JOOORRR!, diciendo.

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Entonces nosotros, muy asustados y temblando de miedo, con el cuerpo desvaneciendo, convencidos de que aquello era un condenado, salimos hacia atrás de la capilla y comenzamos a dar hondazos con excremento. Dicen que a los condenados les espanta la caca de gente, les da asco.

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Con nuestros disparos de hondazas con excremento, vino un gran remolino de viento y, con gran fuerza, chupó al condenado, levantándolo muy arriba. Así desapareció el condenado, gritando en forma aterradora: ¡¡¡AAAUUU, AAUUU!!! antes de que yo le pudiera ver su cara, reconocerlo. Por eso no he podido saber quién era. Aunque lancemos muchos hondazos hacia la quebrada, nunca podemos lograr que una pedrada le caiga al condenado. Solamente tirándole hondazos con excremento conseguiremos que venga un ventarrón en remolino, lo levante y se lo lleve. Así he visto yo mismo aquella vez. ¿Cómo aparecen los condenados? ¿De dónde vienen? ¿Quiénes son? Dicen que los condenados son cristianos como nosotros, que en vida se han portado mal con su esposa o esposo o también con otras personas. Por eso, al morir, Dios los expulsa del Cielo en cuerpo y alma. Dicen que por eso andan errantes, como arrastrando algo muy pesado, hasta que le sean perdonados sus graves pecados. Con ese nuestro triste peregrinar asustan a la gente, para que escarmienten y ya no cometan los mismos pecados graves. Nuestro sufrimiento le ablanda el corazón a Dios, para que nos perdone a algunos. Recién entonces podemos salvarnos y subir al Cielo.

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En cambio, otros seguiremos condenados a caminar sin descanso, sufriendo lo indecible hasta el Día del Juicio. Recién entonces se sabrá si somos perdonados y subiremos al Cielo, o seguiremos padeciendo eternamente, sin poder salvarnos nunca jamás.

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Del condenado

Para eso, Dios nos juntará a los vivos y a los muertos, para escoger según su voluntad a los que nos salvaremos y a los que nos condenaremos para siempre. Dicen que así habla lo que está escrito. ¿Será cierto o no? Yo no lo sé.

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El zapatero y sus burros Gregorio Gamboa Salcedo Cuando yo era todavía un niño pequeño, en mi casa vivía un zapatero de Cangallo llamado Andrés Peralta. Por coser y arreglar zapatos, la gente de las comunidades de las alturas, le habían pagado con toda clase de productos de la chacra. Para cargar el maíz, la papa, la oca, el olluco, las calabazas, don Andrés había conseguido siete burros fletados. Los burros, al venir con la carga pesada en pleno sol, estaban casi muertos de sed, porque no había agua en todo el camino. Subiendo la cuesta era peor, y los pobres burros casi no podían andar. Ya cerca de Pujas, en el lugar llamado Cansa Caballo, encontraron un pequeño puquial, donde los burros bebieron abundante agua. El señor Andrés, al ver que sus animales ya habían tomado suficiente agua, siguió su viaje.

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Al llegar a Pujas, don Andrés desató su carga frente a mi puerta y llevó a sus burros detrás de la casa. 

FLETAR: Alquilar un barco, avión, camión, mulas, burro, etc; a terceros para transportar personas o carga por una sola vez.

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Un momento después, cuando fue a verlos, los burros estaban tirados en el suelo, con la panza hinchada, retorciéndose con dolor de barriga. Un rato después, murieron todos los burros, con su paladar totalmente blanco, como si les hubieran hecho hervir en agua hasta sancocharlo. No hay remedio para eso. ¿Cómo habrá pagado don Andrés por esos siete burros, que eran fletados nomás? Eso no se sabe. Ahora ese puquio o manantial ya no existe. Solo después de una fuerte lluvia, sale bastante vapor de esa quebrada, y el aire trae un fuerte olor a azufre.

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Almas que van a Cocharcas Víctoria Ochoa de Rivera* Después de nuestra muerte, dicen que nuestra alma tiene que ir a la iglesia de Cocharcas. Dicen que allí está la puerta del Cielo. Entrando por esa puerta debemos dar cuenta a Dios de todos nuestros actos en esta vida, de lo bueno y de lo malo. Cada vez que íbamos por naranjas, en la silenciosa y desolada quebrada que está más abajo de Rurun Marka, nos encontrábamos con las almas de las personas que habían fallecido. Esas almas iban hacia Cocharcas, vestidas con la misma ropa con que se habían enterrado, agachaditas, sin mirar a nadie, delicadamente, cual si fueran viento suave.

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* Victoria Ochoa de Rivera, 64 años, viuda, madre de cuatro hijos. Reside en el barrio de Paqaypata

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Solo estaban sus huesos Víctoria Ochoa de Rivera Dicen que, a unos viajeros que iban hacia a Huancasancos, se les hizo tarde y decidieron pasar la noche en una casa abandonada y solitaria. En aquel tiempo no había fósforos. Por eso, queriendo encender fuego para alumbrarse, cocinar y calentarse, golpearon muchas veces una piedra blanca con un pedazo de herraje, cerca de la yema del maguey. Cuando ya fue imposible encender la candela, encomendaron al más joven de sus compañeros para que vaya a buscar un poco de brasa. Por eso se fue el joven, llevando un tiesto o tostadora de barro. Después de caminar largo rato, el joven comisionado llegó a una cabaña.

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- Señora, soy yo -diciendo llamó varias veces. Desde adentro, una agradable voz de mujer le contestó: 

MAGUEY: Tallo de la cabuya o agave americano que soporta la inflorescencia y que al secarse, se usa como larguero de techos de vivienda, también como clarín. Su yema se usaba para encender fuego con la chispa producida al golpear un pedazo de acero con piedra de cuarzo. También se usa para tallar esculturas.

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- Pasa nomás -diciendo. Cuando entró y observó con la luz del fogón, vió que la dueña era una hermosa y joven mujer. - Regálame un poco de tu candelita, por favor -dijo el joven. - Espera un ratito, te servirás un poquito de la comida que estoy cocinando -contestó la joven. En lo que iban comiendo, comenzaron a hablar interminablemente. Encantado con esa conversación, el joven ya se olvidó que había ido a buscar candela. Cuando llegó la noche y el muchacho quiso irse, la hermosa mujer lo invitó a quedarse, hablándole muy suavemente: - No te vayas todavía. Espera que salga la luna… El corazón del joven iba ardiendo con un gran amor que crecía más y más. El rostro de la muchacha también estaba cada vez más colorado y sus ojos brillaban como brasas encendidas. Los dos se acariciaron. Luego durmieron juntos. Amaneció. Como el joven que fue a buscar candela no apareció, sus compañeros de viaje pensaron que algo malo le había pasado y fueron a buscarlo.

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Llegaron a la cabaña. - Señora, soy yo –diciendo llamaron una y otra vez. Pero no salió nadie, ni tampoco respondió ninguna voz.

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Solo estaban sus huesos

Al entrar, ¡encontraron solo un montón de huesos de gente, que estaban tirados en el suelo…! Totalmente confundidos, solo atinaron a hacer una cruz con dos palos, la adornaron con flores silvestres y, rezando, la pusieron sobre la tumba donde enterraron aquellos huesos. Después siguieron su camino. Cuando llegaron a un pueblo y preguntaron a los ancianos, ellos respondieron: - Dicen que, a veces, el demonio se convierte en mujer para llevarnos a la perdición. Seguro que él hizo devorar el cuerpo del joven, para llevarse su alma al infierno.

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Alma que arreglaba sus documentos Teresa Jesusa Quispe Palomino* Una viuda, ya muy anciana, falleció y fue sepultada. Ese mismo día, casi a la media noche, el alma había regresado a su casa, haciendo mucho alboroto en la despensa ubicada en la parte alta. Había mucha gente durmiendo en la parte baja de la casa. Pero ellos no podían hablar ni rezar, de tanto miedo que tenían. Todos los familiares amanecieron juntos y amontonados. Recién entonces, dicho espíritu se fue de regreso al cementerio. Llegado el quinto día de su muerte, la viejita volvió a su casa por la noche y, con una piedra, rompió en pedazos la inmensa olla de barro en que estaban preparando la comida. Menos mal que el agua no estaba muy caliente, porque si no, todas las personas que estaban a su alrededor hubieran sufrido quemaduras. Los que vieron, dijeron que dicha piedra no era normal, sino muy rara.

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Después de que rompió la olla, los que estaban cocinando pusieron otra olla en el fogón de piedra. Cuando ya estaban comiendo, el fantasma volvió a tirar una piedra a la olla. * Teresa Jesusa Quispe Palomino, 80 años, madre de cuatro hijos. Reside en el barrio de Teneria.

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Después, subió a la despensa del altillo, donde otra vez hizo un gran alboroto durante toda la noche. Cuando cantó el gallo, se fue hacia el cementerio. Otro día, ya por la tarde, el anciano don Mateo, suegro de mi mamá, que había sido vecino de la difunta anciana, fue a buscar su vaca al bosque nublado de Atuqpa Wachanan. Una vez que encontró la vaca y estando ya de regreso, ni bien llegó a Salvirayuq Pampa, dicen que de un momento a otro apareció una vaca desconocida y se fue hacia arriba con una rapidez admirable. Asustado con eso, don Mateo regresó rápido a su casa. Cuando llegó a Mayu Pampa, dice que la difunta anciana, luego de subir a una planicie alta y visible, le había llamado a don Mateo: - Mateooo, por favor diles a mis hijas que todo lo que les ha dejado su mamá lo encontrarán en la marka10.

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Como don Mateo había regresado ya de noche, el encargo de la ancianita para sus hijas recién les dio al día siguiente. Ellas, buscando en el granero del altillo, encontraron el testamento y los documentos de las chacras, envueltos en un mantel. Luego de conversar entre ellas, las hijas de la ancianita viajaron al pueblo de Vilcashuamán y le contaron a su padrino todo lo que su madre había hecho desde el día de su muerte.

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MARKA: Despensa o granero habilitado en el altillo o especie de cielo raso hecho de quinua o carrizo sobre las vigas que sostienen el techo de dos aguas de las casas de paja o tejas.

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Alma que arreglaba sus documentos

Entonces, su padrino las llevó a la tumba donde la finada ancianita estaba enterrada y, haciéndolas arrodillar, le dio muchos azotes a cada una. Desde aquel día, la viejita ya no volvió a hacerles asustar.

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Mi mulita protectora Teresa Jesusa Quispe Palomino Vivíamos en una choza de pastores. Más arribita de nosotros vivía un vecino solo, también pastor. Cuando él tenía algún problema, siempre nos llamaba. Recuerdo que un día, ya pasado el medio día, cuando fuimos a su casa acudiendo a su llamado, estaba muy asustado y nos dijo: - Cuando salía del monte arreando mi ganado junto con mi perro, alguien o algo extraño me ha estado siguiendo. Por eso los he llamado. Entonces nosotros lo invitamos para que se venga a nuestra cabaña con sus ovejitas, con su perro y sus frazadas para dormir. Nuestra cabaña estaba lejitos de donde vivía nuestro vecino.

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Cuando ya era bien de noche, desde arriba de nuestra choza, vino un sonido horrible y aterrador, acompañado de un viento muy fuerte: - ¡¡¡QÁÁÁWWW, QÁÁÁWWW!!! Escuchando eso, nosotros dijimos a la vez:

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- ¡Madre mía! ¡Qué miedo! ¿Qué es eso? Muertos de miedo, todos juntos nos apretujamos en una sola cama. En nuestra cabaña vivía una viejita, ya muy anciana. A ella nos arrimamos todos. - ¡Hay que rezar! –diciendo comenzó ella y todos rezamos, temblando de terror:



Padre nuestro, que estás en los cielos santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…

Cuando nos callamos un poquito luego de rezar largo rato, uno de nosotros dijo: - ¡Seguro que va a venir y se va a meter aquí! Con eso, otra vez nos aplastó un gran pánico. Los perros estaban a nuestros pies, casi amontonados sobre nosotros. Cuando los empujábamos un poco, no se movían para nada y, al contrario, daban gruñidos amenazadores. Frente a la choza estaba amarrada nuestra mula, junto con su cría todavía muy tierna. Sus resoplidos vencían el gran ruido del ventarrón:

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- ¡¡¡QUURR , QÚÚUURRR , QÚÚÚUUURRRRR!!! Cuando las mulas dejaron de resoplar, ese pequeño silencio fue roto por estos gritos como grandes lamentos de dolor:

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Mi mulita protectora

- ¡¡¡AYYY, AYAYÁÁÁYYY, ÁÁÁAAAYYYYY!!! Esos alaridos eran traídos por el viento fuerte y rebotaban de un cerro a otro, como haciendo más grande el lamento. Por eso yo dije: - ¡Madre mía! ¡Aquí se acabará nuestra existencia! ¡Seguro que se va a meter aquí y nos va a devorar! Cuando estábamos así, una vez más vino este sonido aterrador: - ¡¡¡QÁWWWW, QÁÁÁWWW, QÁÁÁWWW!!! Después del tercer alarido, felizmente vino el silencio. Luego, ya tranquilos, nos quedamos profundamente dormidos hasta la salida del sol. Al levantarme, me fui corriendo a abrazar el cuello de mi mulita, darle un beso y poner un pedazo de chancaca en su boca, para agradecerle por habernos amparado del espanto en aquella noche de terror.

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Mis andanzas en un juicio Marcelino Tenorio León* Un ignorante como yo me hizo una gran calumnia, una acusación falsa. Por eso tuve que ir hasta Karwanka. En vista de que allí los testigos de mi acusador declararon en su contra, me llevó hasta Cangallo. Pero, allí también los testigos de mi contraparte no lo apoyaron y más bien declararon lo mismo que yo. Por eso entramos en juicio ya. En aquellos tiempos, había mucha gente metida en toda clase de juicios. Como no tenía experiencia en esos pleitos, yo andaba comentando a uno y otro sobre mi asunto. Después de escucharme, todos me contestaban así:

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- Con esito yo me estaría riendo, porque es una zoncera –diciendo. Luego, cuando me encontré con un litigante con mucha experiencia y sabiduría, me dijo debes hacer esto y aquello, así y asá. Y me dio estos consejos: * Marcelino Tenorio León, 84 años, esposo de Aurelina Najarro Quispe, padre de doce hijos. Reside en el barrio de Paya Kallpachina (Tranca).

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- No debes dejar pon ningún motivo que tu abogado ande solo. Debes caminar siempre a su lado, sin dejar de mirarlo en todo momento. De lo contrario, te va a engañar diciendo que va a orinar y, con ese pretexto, se va a ir donde el escribano para planear juntos todo en tu contra. Si en verdad tiene que hacer sus necesidades, tú debes seguirlo al baño. –Así me aconsejó. Poniendo en mi cabeza todas las enseñanzas de aquella persona, ya nunca dejé yo de cuidar a mi abogado. Cuando él salía, yo le seguía de lejitos nomás. Es en una esas que, reunidos mi abogado, el escribano y el doctor Alfonso, que era el abogado de mi contraparte, los tres hablaron así: - A este tonto no debemos dejarlo por ningún motivo, hasta sacarle toda la plata que podamos. Ahora debemos sacar una sentencia en su contra. En otra vez, ya haremos resolver a su favor. Así, este será como nuestro depósito de dinero. Escribieron un acta con todo lo que acordaron en esa conversación. Como yo había escuchado todo, entré rápido con el pretexto de despedirme. - Señor abogado, señor escribano, permiso –les dije. Mi abogado era el doctor Arturo, anciano ya, de Cangallo. Se puso nervioso, sin saber qué hacer ni qué decir.

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Luego de un momento de duda, yo decidí librarme de ese abogado ladrón y, sabiendo que no tenía ninguna visita, le dije esta mentira: - Doctor Arturo, dos visitantes, un hombre y una mujer, te están esperando en tu casa. Cuando yo le dije eso, él me contestó:

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Mis andanzas en un juicio

- Seguro que me están buscando para defenderlos en su juicio. Anda corriendo a mi casa y atájalos para que no vayan donde otro abogado. Yo voy ahorita, terminando nomás de hablar con el escribano. Yo salí a la calle y, solo para hacerle creer que de verdad estaba yendo, me hice el que caminaba rápido, mirando aquí y allá, como buscando a alguien. En eso nomás, mi abogado apareció atrás mío y me dijo: - ¿Dónde están mis visitantes? –me dijo, y yo le respondí: - Doctor, cuando yo regresé ya no estaban aquí. ¿A dónde pues se habrán ido? Cuando le dije eso, sin disimular su desconsuelo, me dijo: - ¡Anda y síguelos! Si no están en la calle o en la plaza, seguro que están gastando su plata en alguna tienda. Cuando los encuentres, tráelos aquí a los dos juntos, de todas maneras –dijo mi abogado. Entonces, para que no se dé cuenta de mi mentira, fingí buscarlos por todas partes. Después volví donde mi abogado y le dije: - Doctor, no les he encontrado a tus visitantes. Yo creo que ya se han regresado a su pueblo. Sin conformarse con haber perdido a esos nuevos clientes, me repitió una y otra vez:

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- Tú conoces a esos dos. Cuando los encuentres, no los sueltes por nada y tráemelos aquí como sea. Entonces yo, dentro de mí nomás, dije: - Sí, pues, abogado ladrón. Seré tu tonto para traerte otros tontos. Con ese pensamiento me vine a mi pueblo Pujas.

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Almas que lavan su hábito Víctoria Ochoa de Rivera Dicen que un alma, a orillas de un río, lavaba su hábito de color nogal con la finalidad de blanquearlo. Como no podía lograr su propósito, todas las tardes regresaba al río a lavar su hábito. La persona que contaba eso, al ver la penuria de esas almas, preguntaba a los sabios ancianos: - ¿Por qué las almas lavan su hábito? Y los ancianos y las ancianas le contestaron de esta manera: - Dios Padre no deja que esas almas entren al cielo, las expulsa, porque para entrar a la Gloria tienen que estar vestidos de blanco.

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Una vez que ya conocí este secreto, se lo he contado a toda la gente. Desde entonces, todos los difuntos ya se entierran con hábitos de bayeta blanca.

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Pero también, desde ese día, en mi cabeza da vueltas esta preocupación: - ¿Dios Padre también habrá botado del Cielo a nuestro Patrón San Francisco a causa de su hábito color marrón nogal? Después vienen también estas otras preguntas: - ¿Estará lavando todavía hasta ahora nuestro Padre San Francisco su hábito de color nogal? - ¿En la orilla de qué río lavará San Francisco su hábito color nogal? - Si San Francisco sigue lavando su hábito hasta ahora, ¿por qué nosotros no lo ayudamos como hijos? Los ancianos que antes respondieron mis preguntas ya han fallecido hace tiempo. Yo, que ahora ya soy anciana tambien, no sé de estas cosas. ¿A quién le preguntaría?

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Los Cabitos Aurelina Najarro Quispe* Hacía mucho rato que el sol se ocultó y llegó la noche. A esa hora, en Pujas ya estábamos durmiendo todos. Nos despertó la bulla fuerte de las campanas de la Capilla, sonando como para llamar a la misa en día de fiesta patronal. Nunca antes, a esa hora, nadie ha tocado así las campanas. Eso no se le ocurriría jamás a un muchacho travieso, ni a un borracho, ni a un loco. ¿Por qué? Porque la campana es la voz de Dios. Por eso suena solamente para juntar a la gente para la víspera o la misa de la fiesta de San Francisco, patrón de Pujas. Fuera de esa gran ocasión sagrada, la campana suena solamente para llamar a la comunidad para la asamblea y también para una faena comunal. Alguna vez, también suena para anunciar la muerte de algún paisano en el mismo Pujas o lejos de nuestro pueblo.

77 * Aurelina Najarro Quispe ,76 años, esposa de Marcelino Tenorio León, madre de doce hijos. Reside en el barrio de Paya Kallpachina (Tranca), en la comunidad de San Francisco de Pujas (provincia de Vilcashuamán, región Ayacucho).

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Para cada ocasión, las campanas tienen un toque propio que todos conocemos. Cualquiera no puede tocar las campanas, no solamente porque tiene que saber, sino porque tiene que ser una persona responsable, designada para eso por la comunidad en una asamblea. Nunca las campanas suenan a esta hora de la noche, porque no hay para qué. Para la asamblea o la faena comunal se llama en la madrugada. Para la víspera o la misa de Tayta Pancho, una hora antes. Para anunciar la muerte de alguien, por la mañana o por la tarde. Siempre se toca tres veces. Muy rara vez, cuando hay una desgracia como un incendio, un huayco, una inundación, se hace el repique como para llamar a faena o asamblea, más de tres veces, a la hora que sucede la desgracia. Este no era ninguno de esos toques conocidos. En verdad, era una bulla nomás, un alboroto que que no decía nada. Cuando recién estábamos hablando entre nosotros, preguntando quién tocaba así la campana, sin mensaje y sin respeto, golpearon fuerte la puerta, gritando: - ¡Todos a la plaza, rápido! ¡El que no va es terruco y será fusilado! Cuando salimos asustados, terminando de amarrarnos las polleras y los pantalones recién en la calle, vimos que eran soldados del cuartel de Huamanga, de esos que llaman “Los Cabitos”. Iban de casa en casa, gritando como condenados: - ¡Todos a la plaza, carajo! ¡Rápido!

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Yo no quería ir, pero cuando a mis dos hijos se los llevaron a la fuerza, yo les seguí. Estando en media calle me fijé bien, y me di cuenta que el soldado que nos arreaba ya no venía tras de nosotros. Entonces, bajito nomás le dije a mi esposo: - Vayan yendo ustedes, yo voy a regresar a la casa. Al soldado que estaba parado en la puerta de mi casa, le dije:

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Los Cabitos

- ¿Qué haces tú aquí? ¡Vamos, pues todos a la plaza! Y el soldado, muy enojado, sin contestarme a mí, le dijo al otro soldado que estaba por allí: - ¡A esta vieja llévala a patadas! ¡Si jode, sácale la mierda! Al escuchar eso, a mí me dio mucho miedo. - “De repente me puede pegar o matar disparándome con su arma”, diciendo me fui rápido. Cuando ya estuve junto a mi esposo e hijos en la plaza, allí no había ningún soldado. Cuando nos fijamos bien, vimos que el suegro de mi hijo mayor estaba tocando la campana. Él no era campanero. Seguro que los soldados lo obligaron porque es licenciado11 del ejército y Teniente Gobernador12. Así hemos estado todos los comuneros con su familia. Al frente estaban las autoridades de la comunidad, tan asustados como nosotros. - ¿Hasta qué hora vamos a esperar? Así pregunté yo, venciendo el miedo y rompiendo el silencio. - Hay que esperar nomás, ya vendrán, pues, dijo el Presidente de la Comunidad. 11

LICENCIADO: Ex-recluta de cuartel que ha cumplido el servicio militar que antes era obligatorio para los pobres de la ciudad y para los hijos de campesinos, quienes eran llevados a la fuerza mediante las llamadas “levas”. Luego de cumplir el periodo de dos años dejaban de pertenecer al llamado “servicio activo”, pasando a formar parte del “ejército de reserva”, pudiendo ser llamados a cuartel en caso de guerra. Mientras tanto, ejercían funciones de autoridad política como “teniente gobernador”.

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TENIENTE GOBERNADOR: autoridad que representa al Poder Ejecutivo en una comunidad o caserío que no es capital de distrito.

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Cuando dejó de sonar la campana, el silencio aumentó nuestro miedo. No sentíamos ni frío. Todos estábamos parados, sin hablar. Algunos ancianos y chicos se sentaban en el suelo vencidos por el cansancio y el sueño, pero el Vocal de Disciplina de la Comunidad, que también era licenciado del ejército, les obligaba a levantarse. A lo lejos, el silencio de la noche fue roto por el rebuzno de un burro. Entonces varios comuneros viejos dijeron “¡LAS DOCE!”. Y muchas señoras ancianas se atrevieron a hablar: - ¿Acaso vamos a amanecer aquí? - ¡Vámonos a nuestra casa! - ¡Vámonos ya! - ¡¡Vamos!! - ¡¡¡VAMOS!!! Dijimos todos a una voz, sin miedo, y nos fuimos. Ya no había ningún soldado en las calles. Los perros ladraban como para “espantar fantasmas”. Cuando llegamos a mi casa, todo estaba revuelto, cajas, atados y ropas viejas botadas en el suelo. Mirando bien, vimos que los soldados se habían llevado las sabanillas floreadas, dos frazadas nuevas de fábrica y una radiograbadora que mi hijo mayor me mandó de Lima. Igualmente, ya no había las chompas, buzos y zapatillas de mis hijos menores que están aquí. Abriendo la maleta de mi nuera, faltaba su mejor ropita. El terno nuevo de mi esposo ya no estaba colgadito en su forro de plástico. Habían buscado dinero y cosas de valor como locos, botando al suelo lo que no les interesaba.

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A nuestro vecino don René le dolía el corazón porque se habían llevado el poncho que le regaló su esposa cuando se comprometieron. Durante dos años, ella había ido juntando lana, lavando, escogiendo, escarmenando, tiñendo e hilando delgadito, para luego hacerlo tejer con el varón más experimentado. Con ese poncho había bailado con ella en los carnavales cuando eran todavía enamorados. Don René también sufría porque esos soldados se habían llevado su violín. Ese instrumento fue su fiel compañero de muchas serenatas. También era su herramienta de trabajo porque, junto con los maestros arpistas, iba a tocar a los matrimonios y fiestas no solo de Pujas,

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Los Cabitos

sino de los pueblos vecinos, regresando con su alforja llena de queso, charki13, panes, pasteles y otras cositas que le daban de cariño, así como algo de platita que le pagaban. ¿Qué sabían esos soldados de violín, de música y sentimientos? Mi hijo y don René, querían seguirlos para ver dónde iban y, de repente, para escuchar su nombre y saber quiénes eran. - Les pueden matar, más valen sus vidas, diciendo la mamá de René los atajó para que no vayan. Nosotros pasamos toda la noche lamentando nuestra desgracia, llorando sin descanso, insultando y maldiciendo a aquellas plagas vestidas de verde, como los loros que vienen a robar nuestra cosecha, como las langostas que hace muchos años arrasaron nuestras chacras y nos dejaron hambruna. - Los loros y las langostas son animalitos, que no saben lo que hacen. Los soldados sí son gente como nosotros, y miren lo que nos han hecho -dijo mi esposo. Eso me dolió mucho. Hasta ahora sigo confundida. Me acuerdo bien, porque fue a comienzos de octubre. Ese año, la fiesta principal de Pujas fue muy triste. Al Tayta Pancho le hemos aburrido con nuestro llanto y nuestras quejas.

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- ¡Tayta Pancho castigará a esos malvados! -dije yo. - No creo, porque esos no son cristianos, así contestó mi esposo. Y a todos nos aplastó un triste silencio que nunca se alivia. 13

CHARKI: Carne de res, ovino, cerdo, llama, etc; cortada en tiras delgadas, salada y seca que se puede guardar por mucho tiempo irla consumiendo de a pocos en guisos, sopas, asada, etc.

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Regreso de Huamanga Marcelina Palomino Gutiérrez* y Teresa Jesusa Quispe Palomino* Antes de que hubiera carretera, íbamos a Huamanga por camino de herradura. Alquilaban mulas para llevar sus productos y traer lo que compraban. El camino era peligroso por los asaltantes que atacaban en lugares solitarios para quitarles su carga, su plata, sus mulas y sus ponchos. Por eso se unían varios viajeros y formaban siquiera dos piaras14 de mulas a cargo de unos tres o cuatro arrieros por cada piara. Se hacían dos grandes viajes al año. Uno para Navidad, Año Nuevo y Carnavales y otro para la fiesta del Patrón San Francisco. De Pujas llevábamos a Huamanga maíz, trigo, papa, cueros de vaca, ganado en pie, etc. para vender y conseguir la plata para comprar todo lo necesario.

83 * Marcelina Palomino Gutiérrez, 80. Reside en la comunidad de San Francisco de Pujas. * Teresa Jesusa Quispe Palomino, 80 años, madre de cuatro hijos. 14

PIARA: En el Perú, Bolivia y Argentina, es una tropa de doce mulas de carga. El diccionario de la Real Academia de Lengua Española en cambio, dice solamente que es una manada de cerdos.

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De Huamanga traíamos coca, aguardiente de caña, chancaca, azúcar, velas, jabones, cola, cerveza, arroz, caramelos y, a veces, harina para hacer los panes y pasteles que se comían en las fiestas. También se traían telas para confeccionar ternos y vestidos. Y esto sucedió en uno de esos viajes grandes. Regresaban de Huamanga ocho personas entre propietarios de la carga, arrieros y dos jovenzuelos. Traían dos piaras de mulas de carga y dos caballos de silla, que hacían una tropa grande. Cada piara tenía de madrina una mula grande, fuerte e inteligente, que iba siempre delante de su tropa, De su cuello colgaban dos campanillas de bronce o esquilas15, hembra y macho, cuyo sonido se escuchaba de lejos y que las mulas seguían entre la neblina o en la oscuridad de la noche. El sol ya estaba por ocultarse. Decidieron avanzar hasta cerca del abra de Toqto y descansar en las grandes cuevas que había debajo del peñón Ankapa Wachanan (Donde anidan las águilas). Un rato después, nubes negras oscurecieron el cielo y comenzó a llover fuerte, con truenos y relámpagos. Cuando esto sucede en pampa abierta, las mulas se juntan, se paran, agachan la cabeza y pegan sus orejas. Los arrieros veteranos ya saben que no es por mañosas que las mulas no quieren caminar, sino para que no les caiga el rayo. Cuando volvió la calma ya era de noche, pero tenían que seguir caminando hacia la cueva donde debían pernoctar.

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ESQUILA: Llamada también cencerro, es una pequeña campana de bronce que, colgada en el cuello de la mula madrina, sirve para orientar a la piara , en caso de dispersión o extravío por tormentas u otras contingencias, sirve también a los arrieros para encontrar sus acémilas. También se las cuelga en los borregos padrillos de rebaños de oveja para encontrarlas dentro de la neblina. En Cuba, Ayacucho y Apurímac sirve como instrumento musical.

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Regreso de Huamanga

Por largo rato, solo se escuchaba el campaneo de las esquilas, el resoplido de las mulas, los agudos silbidos de los arrieros y, de rato en rato, el reventar de los warakazos16. En eso, a lo lejos, se oyeron unos sonidos que fueron como inundando y cubriendo por completo aquellos sonidos propios del arrieraje: - ¡¡¡AAAÁÁÁAAAAAAYYYYY!!!, ¡¡¡AAAÁÁÁAAAAAYYYYYY!!! No era el llamado de alguien en peligro pidiendo auxilio. Era, más bien, un gran lamento, una queja larga que parecía agrandarse y rebotar de un cerro a otro. Los caballos de silla se pusieron nerviosos. Las mulas se detuvieron, voltearon la cabeza y pararon sus largas orejas como antenas para buscar de dónde venían aquellas voces. Los señores se persignaron y los arrieros gritaron fuerte: - ¡¡¡MULAAA!!!, ¡¡¡MULAAAÁÁÁAAA!!! No sé si después habían caminado mucho o poco hasta que escucharon otra vez: - ¡¡¡AAAÁÁÁAAAAAAYYYYY!!!, ¡¡¡AAAÁÁÁAAAAAAAYYYYYYY!!! Era un alarido desgarrador, como de un sufrimiento indecible que rompía el silencio de la noche en la puna desolada, mucho más cerca que el anterior.

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WARAKA: Honda trenzada de cuero, hilo de lana o fibra de cabuya, que sirve para lanzar piedras como proyectiles a buena distancia, con mucha fuerza y precisión. Sirve también como zurriago cuando está hecha de cerda o de cabuya. La fibra de cabuya y la cerda de la punta suenan como un chasquido fuerte cuando los blanden en el aire. La Waraka sirve también de arma defensiva contra perros bravos o como arma ofensiva en luchas como el SIQULLU en los carnavales ayacuchanos y andahuaylinos, así como en la batalla ritual del CHIARAQI en Canas y Chumbivilcas de Cusco.

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- ¡¡¡MULÁÁÁAAA!!!, ¡¡¡MUUULÁÁÁAAAAAA!!! Se escucharon otra vez las voces de los arrieros, como queriendo tapar ese otro grito. Reventaron en el aire las puntas de los zurriagos. Todos silbaron más fuerte. Las esquilas sonaban más rapido. Las mulas y gente apuraron el paso, como empujados por una fuerza invisible. En eso, de repente nomás se escuchó: - ¡¡¡QAARR, QÁAARRR, QÁÁÁAAARRRRRR!!! Era una voz ronca y aterradora. No era voz de gente ni de animal conocido. ¡Y estaba muy cerca de ellos! Cuando los demás estaban todavía como congelados por el espanto, uno de los jovenzuelos gritó fuerte: - ¡Carajo, si quieres matarme, alcánzame! -diciendo. El padre del muchacho, muy asustado y mortificado, le regañó así: - ¿Para qué te haces el valiente? ¡Quiero verte la cara cuando nos alcance! Casi no había terminado de hablar el viejo arriero, cuando se escuchó: - ¡¡¡QAARR, QÁAARRR, QÁÁÁAAARRRRRR!!!

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Esta vez sonó casi en las orejas de los que iban detrás de la tropa de mulas. Los viajeros, muy asustados, gritaban, silbaban y hacían reventar zurriagazos en el aire para apurar el paso de las mulas. - ¡¡¡QAARR, QÁAARRR, QÁÁÁAAARRRRRR!!!

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Regreso de Huamanga

Aquellos gritos aterradores sonaban cada vez más fuerte y más cerca de ellos. Todos tenían miedo. Un pánico mortal hacía temblar y sudar frío a cada uno. Don Pablo, acostumbrado a luchar y vencer muchas dificultades, sintió que la muerte estaba cerca. Sufría pensando que su esposa se iba quedar sola con sus hijos pequeños, a quienes ya no los vería crecer, ir a la escuela, educarse y prepararse para vencer a la pobreza. Víctor, un joven que ya no era un niño pero que tampoco era todavía era un hombre adulto, se lamentaba de morir sin haber podido irse a Lima, trabajar y estudiar para volver algún día como maestro de la escuela de Pujas. Manuel, que desde pequeño tocaba la campana, ayudaba la misa en los días de fiesta, rezaba en latín alzando las manos juntas hacia el cielo: - Pater noster…ora pro nobis… Don Salvador, que tocaba arpa y violín y sabía canciones que hablaban lo que a todos les salía desde el fondo de alma, recordó esta canción:

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Ay, el viajar, el ausentarse ay, el morir y acabarse la ausencia y la muerte siempre nos acompañan.



Cuando yo me ausente cuando yo muera el violín que toco será mi cruz



Desde nuestros mayores



el arpa que hoy toco será mi ataúd el traguito que tomo será mi agua bendita y el el cigarro que fumo será mi incienso.

Don Julio, el jefe de los viajeros, el que tenía la experiencia de cien viajes, el que siempre estaba tranquilo, el que no hablaba mucho pero que, en el momento preciso, siempre tenía la solución para los problemas, habló fuerte y claro: - Juntemos a las mulas y pongámonos todos al centro de ellas. Unos se ataron a la cintura la jáquima de dos mulas. Otros buscaron piedras grandes o arbustos para amarrar a las mulas, formando con todas un círculo, poniéndose todos juntos en el centro. Don Julio sacó las esquilas grandes de la mula madrina. Los demás sacaron las esquilas de las otras mulas. Don Julio dijo: - ¡Hay que sacudir fuerte las esquilas! ¡Hagamos una gran bulla! - ¿Podemos reventar cohetones? Yo tengo una docena –dijo don Manuel. - ¡Perfecto!, reventemos cohetes, hagamos sonar las esquilas, gritemos todos muy fuerte, dijo don Julio.

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De inmediato, los cohetones atronaban y alumbraban la noche, los cencerros no dejaban de sonar y todos los hombres gritaban con toda su fuerza. Cuando se acabaron los cohetones, los cencerros y las voces se callaron, la luna llena surgió tras de los cerros y pintó de color naranja las nubes.

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Regreso de Huamanga

Todo era silencio más allá de las mulas que formaban un cerco alrededor de los hombres. Luego de que todos se miraron aliviados, como respondiendo a preguntas que nadie había pronunciado, don Julio dijo: - Dicen que los condenados le tienen miedo a las mulas. - El Patrón San Francisco nos ha salvado. Hay que darle gracias rezando -dijo Manuel. - Los cohetes y cencerros le habrán espantado –dijo don Pablo. - Los condenados no existen. Seguro que han sido asaltantes –dijo Víctor. - Sean condenados o asaltantes, nos hemos salvado por estar unidos, por ser una sola idea, un solo corazón, una sola fuerza y un solo grito –dijo don Julio. Todos se abrazaron en silencio, como para darse fuerza unos a otros. Don Salvador hizo una ofrenda a la tierra con su coca y Manuel rezó una oración. Sin que nadie les diga nada, cargaron los bultos sobre las mulas y se pusieron a caminar rumbo a Pujas, sin esperar que amanezca. La madre luna les alumbró el camino y guió sus pasos hasta Condor Qocha. Allí desataron sus cargas y amarraron las mulas en buen pastizal. Ni bien se echaron sobre las caronas tendidas y se taparon con sus ponchos, les venció el sueño.

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Cuando despertaron, el sol les abrigaba con su luz y calor de padre amoroso.

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Pastores de carnaval Marcelina Palomino Gutiérrez En mi pueblo de Pujas, cuando llegaban los Carnavales, hombres y mujeres se ponían sus mejores ropas, formaban grupos entre familiares, allegados y compadres, para andar cantando y bailando en comparsas. Para animarse había chicha de jora y cañazo de la selva. Y, para alimentarse, estaba el puchero con bastante carne, col de arbusto, papa y choclo, endulzado con un ají de rocoto molido bien picante para curar la borrachera. En Pujas no es como en otros pueblos, que los Carnavales son solamente para que gocen los jóvenes. Aquí nos juntamos en alegres comparsas, tanto viejos y viejas, hombres y mujeres adultos como también los jóvenes y niños. Si no salíamos, venían nuestros compadres y comadres y nos jalaban cantando así:

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DESPERDICIAR LA VIDA Estás sentado(a) todo el tiempo estás como un tonto(a) estás desperdiciando tu existencia.

Desde nuestros mayores

Mientras tanto, los niños y niñas pobres nos poníamos de acuerdo para ir a pastorear el ganado de nuestros vecinos pudientes17. Antes de salir al pastoreo, los dueños del ganado nos hacían entrar a su cocina y nos daban de comer hasta hartarnos. Luego nos preparaban un atadito con fiambre para comer al medio día. A veces nos ponían papa sancochada con queso salado y ahumado. Otro día era choclito hervido, con cecina asada a la brasa y chancadita. Otras veces nos repartían el rico pan “chapla” de Huamanga con quesito, o nos invitaban pan de Lima con caramelos o chancaca. También comíamos frutas de la selva como naranja, mango, plátano. Lo que nos daban para comer dependía de lo que los dueños tenían o también de lo que traían sus familiares y allegados que venían de otros sitios. Así probábamos algunas comidas a las que no estábamos acostumbrados. Nosotros ya conocíamos a las personas que nos trataban bien, que nos invitaban rica comida. A ellos los buscábamos primerito el próximo año para pastorear su ganado. También a los tacaños ya los teníamos marcados y, entre muchachos, nos pasábamos la voz para que nadie vaya otra vez a cuidar su ganado.

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No era por dinero que trabajábamos de pastores. Era solamente por su comida y por disfrutar su lechecita. ¿Cómo así? Pues, sin que sepa su dueño nomás, temprano separábamos de su madre a las crías. Al medio día, antes de que los becerros hagan mucha bulla reclamando mamar, ya ordeñábamos a las vacasmadres. ¡Esa lechecita ordeñada directamente a nuestra boca y mezclada con nuestra canchita de maíz tostado me es imposible olvidar hasta ahora…! 17

PUDIENTE: que tiene poder por ser rico, por poseer dinero, propiedades y bienes materiales (terreno, ganado, casas, etc.).

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Pastores de carnaval

Y, mientras tanto, ¿qué hacían los dueños de aquellas vacas? Ellos se paseaban cantando y bailando sin preocuparse de nada, comiendo, bebiendo y gozando. Algunos no volvían a su casa ni para descansar. En otras familias, solo regresaba la esposa para hacer dormir a sus animales y, temprano al día siguiente, preparar nuestro fiambre. ¿Y cómo festejaban los Carnavales en Pujas? El día domingo iban a Pampa Marka, el lunes a Wanka Pukyo. Los otros días iban a los demás pueblos cercanos. En esas pampas se reunía mucha gente. Unos hacían carrera de caballos, otros cantaban y bailaban, algunos se agarraban a hondazos o zurriagazos18. Regresando a Pujas, ya venían bailando con nuevas canciones. - Tía Marcela, ¿cómo eran esas canciones? - ¿Te gustaría escuchar? Otros jóvenes como tú, ya no quieren saber nada de nuestras costumbres antiguas - Lo que cantaban para invitar a salir a la qachwa19 estaba buenaza. A mí me gustaría aprender siquiera dos o tres cancioncitas. - Entonces, escucha:

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ZURRIAGO: látigo largo hecho de cuero trenzado o también de fibra de cabuya, que sirve para arrear ganado, sirviendo también como arma defensiva contra perros bravos en la cabañas o como arma ofensiva en las peleas rituales como el SIQULLU en los carnavales de Ayacucho y Andahuaylas (Apurímac), así como en el CHIARAQI de Canas y Chumbivilcas (Cusco), guerra virtual en el homenaje a Tupaq Amaru Segundo. ZURRIAGAZO: azotes dados con el zurriago.

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QACHWA: canto, música, danza de los carnavales, que se ejecuta en rondas de hombres y mujeres tomados de las manos.

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CALANDRIA DE DULCE CANTAR Calandria de dulce canto que vuelas en el bosque de alisos por favor, enséñame a mí también a cantar tan dulcemente como tú.

- ¡Qué linda canción! Cántame otrita más. - Luego de que las mujeres hayan cantado lo anterior, los hombres contestaban así:

YA NADA ES IGUAL SIN TI



Ya fui por el camino que juntos recorríamos también he cantado nuestras mismas canciones pero ya nada es igual sin ti y me duele el alma por caminar yo solito.

- ¡Excelente, tía! Hasta un corazón de piedra se ablandaría con eso. ¿Y no hay alguna canción para los hombres que maltratan a su mujer? - ¡Claro que sí! Hay canciones para todas las ocasiones. Escucha ésta:

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NO ESCARMIENTA



Le tira patadas y le da puñetazos pero ni así escarmienta y sigue pariendo sus hijos.

- ¡Qué buena canción! Esta le cae por igual al esposo pegalón como a la mujer que lo aguanta.

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Pastores de carnaval

- Así es. Como te dije, hay canciones para todo. Tú has escuchado apenas una pequeña muestra. - Tía Machi, yo quiero reunir a los demás jóvenes. ¿Vas a querer cantar para todos? - ¿Cómo no voy a querer? Estaré feliz de enseñarles todo lo que sé. - Gracias, tía, por todo lo que me has contado y por las lindas canciones que me has regalado. - Yo también me alegro por esta conversación. Así fue nuestra infancia en Pujas, con pequeñas alegrías y con excelentes canciones para todas las ocasiones.

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Almas en pena Inés Palomino Ochoa* Cuando yo era joven todavía, fui por el camino que va hacia Aysarca, buscando mi toro de seis años de edad. Como no lo encontré, le eché la culpa a los abigeos, porque eran las únicas personas que tenían la maña de robar. Cuando regresaba llorando por mi toro, me encontré con don Acevedo. Él, al verme con los ojos llorosos, me preguntó: - ¿Por qué estás llorando, tía? Después de que le conté, me preguntó: - Tía, ¿cómo era tu toro? - Era grandazo, cachudo, el pecho oscuro con manchas blancas, le dije.

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Don Acevedo, recordando un rato, me dijo: Tía, a ese tu toro lo he visto en Manka Paki ya, junto con los toros de don Gamboa. Cuando yo quise arrearlo hacia el río, de una cornada me * Inés Palomino Ochoa, 63 años. Reside en la comunidad de San Francisco de Pujas.

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botó sobre las espinas de warango. Por eso yo, de cólera, le he golpeado fuerte en la nariz con mi ojota. Así logré que se retire. Cuando yo ya sabía dónde estaba mi toro, hablamos así: - No creo que mi toro vaya hasta Manka Paki. Él está acostumbrado a comer por aquí nomás –dije yo. - Tía, mejor véndeme tu toro, antes de que le pase algo, me propuso. - Yo no estoy queriendo vender mi toro - le contesté. - Si es así, tía, págame un jornal y te lo traigo –dijo él. - ¿Cómo, pues, vas a cobrar un jornal entero por traer a un solo toro? Además, a mi toro solamente se le puede acercar una mujer, contigo no se va a dejar tocar –le dije yo. - Si no quieres que vaya yo, entonces tráelo tú misma y me lo vendes -dijo el porfiado Acevedo. - Ahorita mismo no puedo ir todavía. Si voy, iré otro día ya -diciendo me fui. Cuando llegué a Pujas, una paisana se me acercó y, con mucha pena, me contó: - Dice que a la ancianita doña Francisca la han encontrado muerta sobre su cama. Poco después, un familiar que regresó del velorio me dijo: - Esa viejita no tenía a nadie. Dicen que es posible que haya muerto hace dos días y que no se dieron cuenta de su muerte, ni Félix que cuida la Posta Médica, ni sus vecinos.

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Por ir de madrugada a buscar mi toro, no fui a velar la ropa de doña Francisca en su quinto día. Apenas amaneció, al no encontrar a una persona que me acompañe y me ayude a buscar mi toro, por miedo al alma de doña francisca, me fui junto con mi perro, siguiendo a doña Norma y su familia, que iban por el mismo camino por donde yo debía ir en busca de mi toro. Cuando llegamos al abra, doña Norma y su familia se fueron hacia Muyu Kuchu, dejándome sola. Por eso me fui hacia Luychupa Pukllanan. Por esa ruta pensaba llegar a Hatun Wayuna.

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Almas en pena

Cuando llegué a Luychupa Pukllanan, un hombre conocido de Parqu Kuchu estaba recogiendo cochinilla. Apenas me acerqué, me dijo: - Tía, mi coca se ha terminado. Por favor, dame un poco de tu coquita. Cuando le invité un puñado de coca, mirando las hojas en sus manos abiertas, me dijo: - Algo malo te espera, no vayas a buscar a tu toro. Pero yo, desconfiando, me dije: “Este hombre me ha dicho eso, después de haberlo llevado él mismo a mi toro por ahí”. Después le di otro puñado de coca. El hombre, luego de ver otra vez el mensaje de la coca en sus dos manos abiertas, me dijo: - Tía, regresa de acá nomás, tu toro va a aparecer solo, a su comedero va a volver.

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Pero yo, desconfiada, no le hice caso y me fui a buscar a mi toro. Cuando bajaba con mi perro al lugar llamado Pupayuq, me di cuenta de que, delante de las huellas de una persona alta, iban las huellas de un toro. Aunque con miedo y flojera, yo seguí esos pasos a lo largo de esa gran quebrada. Al llegar al río, al lugar conocido como Piña Pukyu, dije: “La vida ha querido que llegue hasta aquí, donde el agua se lo tragó al hijo de Chavelo, un muchacho de trece años. Si el río supiera hablar, le preguntaría por qué hizo desaparecer a ese muchacho”. Allí, en Piña Pukyu, en el pozo que está debajo del abismo, el agua está regresando desde muy lejos y de rato en rato, sonando fuerte:

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¡¡QULLCHÍN-QULLCHÍÍN!! Sus oleadas daban miedo y me hicieron recordar que allí había desaparecido el hijo menor de Chavelo. Por eso dije que, para pasar al frente hacia Asnu Rumi, era mejor ir por el otro peñasco. Agarrándome de las hierbas, piedras y árboles de pati20, junto con mi perro y con mucha dificultad, caminé buscando una puerta de salida. Pero, al llegar a la parte alta del peñasco, después de haber pensado que de ahí podía llegar a Putqanqa, me encontré con un inmenso abismo. Queriendo o no, tuve que bajar derecho hasta el fondo de la quebrada profunda. Al llegar a la desolada quebrada toda cubierta de carrizales, me acordé de mi tío Arcadio y dije: - Aquí, pues, habrá muerto mi tío, al caer desde lo alto, embestido por su propia vaca. Luego, pensando que quizás mi toro estaba amarrado por ahí, caminé tirando piedras por aquí y por allá. Sería como el medio día cuando, subiendo el peñasco por donde había bajado y al mirar bien hacia abajo… ¡¡¡vi que la finada doña Francisca estaba viniendo por lo más profundo de la quebrada!!! Doña Pancha tenía el cabello despeinado y llevaba puesto un mandil azul con una falda del mismo color. Iba totalmente agachada, sin levantar los ojos del suelo por donde caminaba sin zapatos. Después se fue hacia arriba, por los carrizales. Yo la estaba viendo desde la parte alta, apoyada en un árbol de pati. ¿Dónde estaría mi perro? No estaba detrás de mí. Por eso fui a buscarlo, por el mismo camino por donde había ido el fantasma. Cuando llegué al recodo, al no encontrar por donde salir de la quebrada, decidí volver con la misma. En eso sentí que algo salía desde el fondo de mi cuerpo, sonando fuerte, como diciendo ¡LLASAAAAPPP! Me pareció que mi propia ánima se hubiera liberado de mi cuerpo…

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PATI: Árbol que crece en zonas desérticas y escarpadas o laderas de mucha pendiente de los andes templados y cálidos de los valles interandinos.

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Almas en pena

Fue en ese momento cuando apareció mi perro y, luego de haberse acercado a mí, se fue abajo, hacia el río. Al rato, mi perro regresó como llorando ¡¡¡WAQAQ-WAAQQAAAQQQ!!! Después hizo ¡IP-IIPP-IIIPPP!, y luego se calló. Subiendo a una loma alta, desde donde se podía ver todo, grité fuerte: - ¡¡¡CHAVELOCHAAAA!!! ¿Qué cochinada es esta, carajo, mierda? ¿Qué ser maligno se está condenando en esta quebrada? ¿Qué mal hay aquí? Y tiré cuatro o cinco piedras a la quebrada por donde desapareció el fantasma. Caminando hacia arriba, tuve mareos y empecé a desbocar, a vomitar. Parecía como si estuviera entre sueños, no me daba cuenta ni cómo caminaba. Llegando al pie del pati, vomité hasta no poder más. En eso regresó mi perro, con el pelaje totalmente revuelto, ¡¡AAQQ-AAAQQQAAAQQQ!!, diciendo como si hubiera peleado con una tropa de demonios. No me escuchaba más que mi perro, pero igual hablé yo así:

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- ¡¡¡MAMAMALLAY MAMA!!!, ¡¡¡Madre mía!!! ¿Qué será, pues, este perro? ¿Sometido a qué estará? ¿Qué será ese maldito que le hizo callar a mi perrito cuando me estaba avisando algo? Fue entonces que me di cuenta que mi fiel compañero venía detrás de mí, siguiéndome un poco lejitos nomás.

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Cuando logré subir a Ronday Pata, parte alta de Achupayuq, saqué de mi atadito el fiambre que tenía y comí, tomé agua, le serví a mi perro, le eché agua en el hocico, pero no quiso comer ni beber. Luego, cuando llegué al río, había una persona de camisa blanca que estaba haciendo leña en una quebrada solitaria. No quise acercarme a él, por miedo a que sea un ser maligno y no un humano. Si hubiera sido un familiar o persona conocida, seguro que le hubiera contado mis penas. Pero no, era una persona rara. Estando parada un largo rato en el abra21, vi dos burros con sus respectivos aparejos. Me alegré pensando que tras ellos venia gente. Sintiéndome ya acompañada aunque sea a la distancia, hice la señal de la Cruz y exclamé fuerte: “¡JESÚS!, JESSÚÚÚSSS!!!...” Entonces sentí que mi alma me volvía al cuerpo y empecé a correr, ligera como el viento, llegando rápido a mi casa cuando las cigarras anunciaban el anochecer Después, al encontrarme con don Acevedo, muy enojada le dije: - ¡Tú eres el culpable de todas las penurias que he sufrido!

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ABRA: Abertura entre dos cerros de la cordillera andina, por donde pasan los caminos de un lado al otro, ahorrando tiempo y esfuerzo.

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Del gatito Inés Palomino Ochoa* - PREGUNTA (P): ¿A qué lugares va tu mamá? - RESPUESTA (R): Va a los peñascos. - P: ¿Y a qué va a los peñascos? - R: Va por tuna. - P: ¿Y dónde está esa tuna? - R: Se lo había comido el perro. - P: ¿Y dónde está el perro? - R: Se fue a cagar (defecar). - P: ¿Y dónde está esa caca? - R: El zorzal22 lo había dispersado. - P: ¿Y dónde está el zorzal? - R: Dice que se ha ido a comer tuna. - P: ¿Y dónde está la tuna que ha comido? - R: Dicen que al caer al suelo se ha podrido. - P: ¿Y dónde está ese zorzal? - R: Dicen que al caer murió tragando tierra. - P: ¿Y quién dice había llorado por ese zorzal? - R: Su hijo, dicen. - P: ¿Y por qué dicen que había llorado ese su hijo? - R: Porque su queja no había sido atendida por la justicia. - P: ¿Y quién dice era el que preguntaba? - R: El gato, dicen que preguntaba.

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Inés Palomino Ochoa, 63 años. Reside en la comunidad de San Francisco de Pujas.

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ZORZAL: Llamado también tordo andino, en realidad es la denominación en castellano del CHIWAKU, ave de tamaño mediano, de plumaje gris oscuro, de aspecto no muy llamativo pero de canto agradable que anuncia el tiempo de maduración de la tuna y de otras frutas comestibles.

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Viajeros Marcelina Palomino Gutiérrez Cuando yo era joven todavía, también ya había gente que salía de Pujas. No eran tantos como ahora, pero sí se iban ya. ¿A dónde iban los viajeros? Algunos iban a Huamanga, otros al valle del río Apurímac, y los demás se dirigían a Palpa y Lima. ¿A qué iban los que salían de su pueblo? Todos salían por conseguir algo de plata. La mayoría iba a buscar la vida como trabajador dependiente, y solo dos o tres llevando negocio. En Palpa había que trabajar deshierbando o regando naranjales. A los tres meses regresaban sufriendo con las terribles tembladeras del paludismo.

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En el valle del río Apurímac trabajaban recogiendo la hoja de coca o también cosechando los capullos maduros del café. De allí también algunos volvían con paludismo, otros con la palidez mortal de la anemia y los demás dando pena con su boca o nariz, comidos por la terrible enfermedad de la uta.

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Los que se iban a Lima trabajaban en lo que podían. De allá, solo algunos retornaban disfrazados de misti23 o con ridícula apariencia de señor, incluso haciéndose los que ya no entendían quechua. Los demás, enflaquecían hasta morir escupiendo sangre con la terrible enfermedad llamada tisis. Los viajeros que regresaban bien de salud y trayendo algo bueno eran solo dos o tres. Uno de esos viajeros exitosos fue mi esposo. Él viajó a Palpa, pero no como trabajador, sino con negocio. Al volver, trajo vacas lecheras con grandes tetas rajadas, torillos de raza grande, así como burros enormes de colores moteados de blanco y negro. En Pujas compraban rápido esos animales, para criarlos y mejorar la raza de su ganadito. Con ese dinero, nos hemos comprado tierras para ampliar nuestra chacra, aquí mismo. Así mejoró nuestra vida y nuestros hijos ya no sufrieron necesidades como los demás.

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MISTI: La sociedad andino-rural está dividida en tres capas: indio, cholo y misti. El misti es el blanco que tiene más sangre española y es el que domina en lo económico, social y político. Este misti, que racial y culturalmente sería el mestizo, se distingue del indio y del cholo por el vestido.

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Los (as) Narradores (as) Víctor Soto Chuchón, 61 años. Reside en el barrio de Paya Kallpachina (Tranca)

Victoria Ochoa de Rivera, 65 años, viuda, madre de cuatro hijos. Reside en el barrio de Paqaypata

Aurelina Najarro Quispe, 77 años, esposa de Marcelino Tenorio León. Madre de doce hijos. Reside en el barrio de Paya Kallpachina (Tranca)

Marcelino Tenorio León, 84 años, esposo de Aurelina Najarro Quispe, padre de doce hijos. Reside en el barrio de Paya Kallpachina (Tranca)

Teresa Jesusa Quispe Palomino, 80 años, Madre de cuatro hijos. Reside en el barrio de Teneria.

Marcelina Palomino Gutiérrez, 80 años. Reside en la comunidad de San Francisco de Pujas.

Aurelia Rivera Gamboa, 81 años, madre de cuatro hijos. Reside en el barrio de Paqaypata.

Gregorio Gamboa Salcedo, 78 años. Reside en el barrio de Paya Kallpachina (Tranca)

Inés Palomino Ochoa, 63 años. Reside en la comunidad de San Francisco de Pujas.

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