Demostremos Gratitud Por Lo Que Cristo Ha Hecho Por Nosotros
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DEMOSTREMOS GRATITUD POR LO QUE CRISTO HA HECHO POR NOSOTROS El diccionario de la Real Academia Española define conmemoración como “memoria o recuerdo que se hace de una persona o cosa, especialmente si se celebra con un acto o ceremonia”. En muchos lugares se erigen monumentos o se designan días concretos para guardar el recuerdo de personas o acontecimientos importantes. Nosotros sin duda recordamos la muerte de algún ser querido que nos ayudó o sacrificó su tiempo, sus energías o incluso sus metas a favor nuestro mientras estuvo con vida. ¿Cómo se siente usted al recordar a dicha persona? Sin lugar a dudas, le guardamos una gran admiración y quisiéramos pagarle de la mejor manera posible. Imagine lo siguiente entonces: usted va cruzando por la calle tranquilamente mientras de pronto un carro empieza a acelerar y está a punto de atropellarlo. Pensamos inmediatamente que es nuestro último momento, cuando por la parte de atrás alguien nos empuja y nos salva de ser atropellado. Sin embargo, la persona que lo empuja es al que atropellan. ¿Cómo se sentiría usted? ¿Se levantaría, se limpiaría y se iría del lugar así sin más? O ¿agradecería esa acción asistiendo al funeral, dar palabras de pésame a sus familiares y aprovechar su vida de una mejor manera? Sin dudarlo, haríamos lo último que mencionamos. Ahora bien, la persona del ejemplo pudo ayudar a otra persona a salvarse de una tragedia muy grande aunque eso le costó su propia vida, sin embargo hay una persona que ha sacrificado su vida por ayudar a toda la humanidad a salvarse de una gran tragedia, considerado como el hombre más grande de toda la historia. Y de la persona que estamos hablando, es del Hijo de Jehová, Jesucristo. Por eso hemos venido a demostrar que agradecemos profundamente una extraordinaria muestra de amor. Este mismo día, hace unos dos mil años, Jesucristo entregó su vida para rescatarnos de la maldición del pecado y la muerte. Incluso vea que es el propio de mandato de Jesús quien ordenó a sus discípulos a que conmemoraran esta demostración de amor con una ceremonia sencilla, la cual tiene lugar una vez al año, y que hoy es ese día, los invito a que abran sus la biblia en LUCAS 22:19 Y 20 y leamos el mandato de Jesús. Obedeciendo el mandamiento de Jesús, millones de personas nos reunimos hoy en 236 países y territorios para celebrar la Cena del Señor. Para eso nos juntamos en Salones del Reino, Salones de Asambleas, en viviendas privadas, en locales alquilados e incluso en prisiones y campos al aire libre. Y para llevar a cabo esto y poder asistir se requiere mucho esfuerzo y amor. Por ejemplo en países donde nuestra obra no tiene el reconocimiento legal, muchas personas agradecidas arriesgan su propia libertad a fin de obedecer la orden de Jesús. Y sin lugar a dudas muchos de los que están aquí presentes, han hecho grandes esfuerzos para apoyar este arreglo, esta reunión desde su organización, limpieza, acondicionamiento del lugar y su propia asistencia. Muchos tuvieron que pedir permiso en sus trabajos o incluso faltaron, algunos tienen alguna enfermedad que nos les permite como quisieran estar, algunos están pasando por problemas familiares, algún estrés o por algún problema económico. De verdad que son dignos de encomios queridos asistentes (hermanos, familiares, amigos y
conocidos) por su demostración de amor al estar presentes y recordar el sacrificio de Jesucristo del hijo de Jehová. El año pasado, los siervos de Jehová hicieron grandes esfuerzos por invitar a la mayor cantidad de personas a través de la predicación de casa en casa, por teléfono o por correo, y nos sentimos muy contento por las 19, 862, 783 personas que asistieron a esta reunión tan especial, la Cena del Señor. Esta noche de igual manera estamos contentos por todos los que están aquí presentes y por los que se están reuniendo, estamos contentos de que año tras año más personas demuestra gratitud por lo que cristo ha hecho por nosotros. Y precisamente vamos a contestar ahora brevemente las siguientes preguntas: 1. 2. 3. 4.
¿Por qué necesitamos los seres humanos que se nos rescate de la maldición del pecado y la muerte? ¿Quiénes se benefician del sacrificio de Jesús? ¿Quiénes comen del pan y beben del vino? y A parte de asistir a esta reunión ¿Qué más debemos hacer para demostrar que agradecemos lo que Jesús hizo por nosotros?
Pues bien, ¿por qué necesitábamos que se nos liberara? El primer hombre, Adán, tuvo la oportunidad de vivir para siempre, pero solo disfrutaría de vida eterna si obedecía Jehová Dios. ¿Qué sucedió en el principio, en el jardín de Eden? Jehová le dio cierta instrucción a Adán, de no comer de aquel árbol que había establecido del conocimiento de lo bueno y lo malo, por qué en el día que comiera de él, “positivamente moriría”. Pero ¿Qué pasó? Adán comió de ese fruto, desobedeció a Jehová y con eso perdió la oportunidad de vivir eternamente. Y no solamente él,
sino también más tarde, cuando nacieron sus hijos, heredaron de su padre Adán la misma
sentencia de muerte como lo leemos en la carta a los Romanos 5:12……….. Así como un molde nuevo para hacer pan, antes de estrenarlo, se cae al suelo y se deforma, del mismo modo, cuando Adán y Eva desobedecieron a Jehová quedaron “deformados” por el pecado, y puesto que pecaron antes de tener hijos, todos sus descendientes nacieron con la misma imperfección y heredaron el pecado y como dice Romanos 6:23 “el salario que el pecado es muerte”, todos hemos sido sentenciado a ello. Lo interesante es esto entonces: para Adán y Eva ya no existía ninguna esperanza, pues ellos habían desobedecido a Jehová Dios por voluntad propia. Entonces, ¿qué sucedería con sus descendientes, entre ellos nosotros, que amaran la justicia? ¿Podríamos ser rescatados algún día de la terrible situación que hemos heredado? Claro que sí.
Solamente que para ello, algo tendría que suceder, tendría que haber un rescate. Jehová dispuso ese valioso rescate, pues con ello, cubre el costo para recuperarnos y nos vuelve a dar la oportunidad entonces de demostrar fe en ese rescate y entonces obtener vida eterna. Pero ¿por qué Jesús fue el que tuvo que morir? Recordemos que lo que se perdió fue una vida humana perfecta, la de Adán. Por eso, para recuperarla no bastaba con ofrecer la vida de ningún ser humano imperfecto. Se necesitaba un rescate que tuviera un valor equivalente a lo que se había perdido. Así lo señalaba el principio de justicia perfecta que se expone en la Palabra de Dios. De acuerdo con ese principio, había que entregar “alma [...] por alma” (Deuteronomio 19:21). Por lo tanto,
¿qué o quién podría cubrir o pagar el valor del alma, o vida, humana perfecta que Adán perdió? El “rescate correspondiente” que se necesitaba era otra vida humana perfecta. Y ¿Cómo es posible que un solo hombre fuera el rescate de muchos, sí, de millones de seres humanos? Pues bien, ¿cómo llegaron todos ellos a ser pecadores? Recordemos que Adán pecó y de este modo perdió una posesión muy valiosa: la vida humana perfecta, una posesión que ya no pudo pasar a sus descendientes. Lo único que pudo transmitirles fue el pecado y la muerte. Jesús, a quien la Biblia llama “el último Adán”, tenía una vida humana perfecta y nunca pecó (1 Corintios 15:45). En cierto modo, Jesús tomó el lugar de Adán y por tanto el de nosotros para salvarnos, y no es que hubiera hecho nada malo,, pero pues Adán llevó a sus descendientes por el camino que lleva a la destrucción y Jesús por el contrario, obedeció a la perfección a su Padre y sacrificó, o entregó, su vida perfecta. De esa forma, los invito a leer Romanos 5:19………Así pagó el precio necesario para cubrir o liberarnos del pecado de Adán y de la condena a muerte. Jesús nos dio una esperanza a todos. Nos conmueve por lo tanto saber que Jesús estuvo dispuesto a ocupar nuestro lugar, como la persona del ejemplo que en su gran amor nos empuja para salvarnos de una terrible tragedia, y estuvo dispuesto a sufrir y a morir por nosotros para que pudiéramos obtener vida eterna. Pero ahora bien, ¿Dónde sería esa vida? ¿en el cielo o en la tierra? ¿Quiénes se benefician del sacrificio de Jesús? Pues bien la biblia señala que los seres humanos fieles pueden tener dos esperanzas diferentes. Por un lado se encuentra un número limitado de personas fieles que tendrán la oportunidad de tener vida eterna en el cielo, y por el otro lado se encuentra la gran mayoría de personas fieles que vivirán para siempre en la tierra, millones y millones de personas, cuando ésta sea convertida en un paraíso, tal como quería Jehová que fuera cuando hizo a los primeros seres humanos, Adán y Eva. Cada uno de nosotros puede decidir si formará parte de la familia de siervos de Jehová, o si no le vamos a servir. Lo que no podemos decidir es dónde le serviremos, si en el cielo o en la tierra. Es Jehová quien decide dónde es el mejor lugar para que cada uno de nosotros le sirva. Poco más de 2,000 años Jehová ha estado seleccionando a un grupo determinado de personas para que reinen con Cristo en el cielo. ¿Quiere saber cuántos son los que tendrán la oportunidad de vivir en el cielo? Encontramos la respuesta en el libro de Revelación 14:1……… Son 144,000 personas que reinarán con Cristo en el cielo, en sentido simbólico, tienen el nombre de Jesús escrito en sus frentes y llevan con “honra el nombre de su Padre” Jehová. Estos cristianos fieles son los que comen del pan y beben del vino pues es el espíritu de Dios que les da la plena seguridad de que tienen la esperanza de vivir en el cielo. Ahora ¿Qué hay del resto de las personas? La inmensa mayoría, que no forman parte de los 144,000, no esperamos vivir en el cielo. Más bien nos emociona la expectativa de recibir todas las bendiciones que Jehová nos tiene preparado en una Tierra convertida en un paraíso: por ejemplo:
Los niños seguramente tienen muchas ganar de ver cuando se haga realidad la profecía de Isaias 11:6- 9 que los invito a leer……. (hacer un comentario o resaltar alguna frase) Los enfermos anhelan que se cumplan las palabras de Isaias 35:5,6 que los invito a leer……. (hacer un comentario o resaltar alguna frase) Los padres de familia están deseando que llegue el día en que se realice la promesa de Isaias 65: 21 – 23 que los invito a leer… Razones para creer ¿Cree usted que se cumplirán estas promesas bíblicas? Muchos no creen en ellas. Pero a continuación enumeramos cuatro razones por las que podemos creer lo que la Biblia dice: 1) Jehová ya ha intervenido antes en los asuntos humanos para limpiar la Tierra. Un buen ejemplo de esto es el Diluvio de Noé (2 Pedro 3:5-7). 2) La Palabra de Dios predijo con absoluta exactitud la situación actual del mundo. 3) Las cosas no “continúan exactamente como desde el principio de la creación”. La prueba está en la degradación sin precedentes que se observa en la sociedad y la moralidad, así como en el medio ambiente. 4) Las “buenas nuevas del reino” se están predicando por todo el planeta, lo cual confirma que pronto “vendrá el fin” (Mateo 24:14). En efecto, cuando Jesús vivió en la Tierra, curó enfermos e incluso resucitó enfermos. Y el está deseoso de corregir todos los daños que ocasionó el pecado de Adán a sus descendientes. En efecto, se acercan tiempos mejores. Pronto, muy pronto, la Tierra se convertirá en un paraíso. ¿Nos imaginamos en el nuevo mundo? ¿Estará ahí usted allí? Jehová desea y quiere que cada uno de nosotros estemos allí. ¿Quiénes deben comer del pan y beber del vino? Todos los cristianos, sea que tengan la esperanza de vivir en el cielo o en la Tierra, se benefician del sacrificio de Jesús. Sin embargo, los que esperan vivir en la tierra no comen del pan ni beben del vino. ¿Por qué razón? ¿Por qué no? Bueno, por qué recordemos que Jesús instituyó la conmemoración de su muerte con aquellos con quienes hizo un pacto para su Reino Celestial, cuyo número se limita solo a los 144,000. Así es que esta noche deben comer del pan y beber del vino únicamente las pocas personas que quedan del grupo que reinará con Cristo en el cielo. Por eso, ahora hnos, ¿Hasta cuándo celebraremos la cena del Señor? Veamos que nos dice la biblia al respecto en 1 Corintios 11:26…… Cuando Jesús venga y se lleve a los últimos 144,000 a su morada celestial, en ese momento nosotros dejaremos de celebrar la conmemoración de la muerte de Cristo, pues ya no habrá nadie que participe en comer del pan y beber del vino, nosotros no comemos del pan ni bebemos del vino.
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