Dejours -Trabajo y Desgaste Mental

December 26, 2017 | Author: Fernando Techera | Category: Psyche (Psychology), Psychology & Cognitive Science, Psychoanalysis, Science, State (Polity)
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Christophe Dejours

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TR AB AJO Y D E SG A ST E M E N TAL Una contribución a la Psicopatología del T rabajo

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Editorial

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N.icifinal de Ti;cnolo,ií¡a. Trabajo y Empleo (I’ROXA'ITI-:-SBC\T) p!!:^i;r.í;n.i (¡c Inve.stl^ac.iones E con óm icas sobre Tecnología. Trabajo y Empleo (PlirrrE-CONICET) Crr.iru ele Esniíhos c Invc.stilaciones Laborales (CEIL-CONICE' C e::’.re (!r í^rchcrc lics el üocum cnU U ion su r l'Amérique LaliU' (CREDAL-CXRS) .'■■.n uli.iii !ic isu liliiiiia (le la L'ni\'crsciacl ele B uenos Aires

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TRABAJO Y DESGASTE MENTAL Una contribución a la Psicopatología del Trabajo

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Christophe Dejours C O L E C C IO N CIEN CIAS S O C IA L E S D E L T R A B A J O "';c-

r. ^. A u to re s va rio s, C ondicionesy m edio am biente de trabajo en la Ar^ g entina (3 to m o s). I. A spectos teóricos y m etodológicos (19 87 ). II. La situación en sectores e spe ciflco s(19 87 ). Ili. Nuevas dim ensiones de las C yM al (19 8 7 ). 2.'

J u lio C. N effa, Procesode trabajo, nuevas tecnologías inform atizadas y condiciones y m edio am biente de trabajo en la A rgentina (19 88 ).

3.

A u to re s varios, Tecnologíay trabajo, inform e final sobre el 11Sem inario M u ltid iscip lin a rio sobre C yM A T ( 1987).

4.

A la in W isner, Ergonom ía y condiciones de trabajo (19 87 ).

5.

J u lio C. rSeffa, ¿Qué son las cond icio ne s y m edio am biente de tra ­ bajo? Propuesta de una nueva perspectiva (19 88 ).

6.

R obert Boyer, La teoría de la regulación: un análisis c ritic o ( 1989)

7.

C hristop h e D ejours, T rabajo y desgaste m ental. Clna co ntribu ción a ia psicopatología del trabajo (19 9 0 ).

8.

J u lio C. N effa, El procesode trabajo y la econom ía de tiem po. C on tri­ bución al análisis critico de K. iHarx, F. W. T a ylo r y H. Ford (19 90 ).

9.

A u to re s varios, Efectos de las nuevas tecnologías inform atizadas sobre la salud de los trabajadores (1990)

10.

E sthe r D oris G iraudo, Grupo C yM A T, Ju lio C. N effa, C ondiciones y m edio am biente de trabajo (C yM A T ).

11.

R ob ert V illa te , El m étodo árbol de causas (19 90 ).

12.

F ra n co is S tan líie w icz, Las estrategias de las em presas frente a los Recursos Humanos. El p o st-ta ylo rism o (19 91 ).

TRABAJO Y DESGASTE MENTAL Una contribución a la Psicopatología del Trabajo

2 - edición

Program a N acional de T ecnologia, T rabajo y Em pleo (PRONATTE-SECYT) P rogram a de InvesLlgaciones E con óm ica s sobre Tecnología, T rabajo y Em pleo (PIETTE-CONICET) Centro de E stu d ios e InvesLigacione.s Laborales (CEIL-CONICE Centre de R ech erch es et D ocu m entation su r l'Am érique Latin (CREDAL-CNRS) F acultad de P sicologìa de la U niversdad de B u en os Aires

HVMANITAS

IN D IC E Traducción: Patricio y Gustavo Neffa Revisión Técnica: Julio César NefTa

P r e fa c io P rim e ra P arte: TRABAJO Y DESGASTE MENTAL

Corrección de estilo: Isabel Mac Donald I n t r o d u c c ió n Cuidado de la edición: Héctor Cordone El siglo XIX y la lucha por la supervivencia. De la Primera Guerra Mundial hasta 1968. Tercer período : después de 1968. La Psicopatología del Trabajo.

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C a p ítu lo I; LAS E S T U A T E G L I DEFENSIVAS

Los editores agradecen la cooperación del C.C.F.D., or­ ganización no gubernam ental francesa, por el valioso apoyo acordado para efectuar esta edición en castellano.

1. Las “ideologías defensivas” (El caso del subproletariado). 2. Los mecanismos de defensa individuales con­ tra la organización del trabajo: ejem plo del trabajo repetitivo.

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C a p ítu lo H: ¿CUAL SUFRIMIENTO?

55

1. Insatisfacción y “contenido significativo” de la tarea. 2. Insatisfacción y contenido ergonòmico del tra­ bajo. C a p ítu lo m : TRABAJO Y ANSIEDAD

ISBN 950-582-283-5 © CREDAL-HVMANITAS Carlos Calvo 644, Buenos Aires. Prohibida la reproducción total o parcial en cualquier forma. Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Impreso en Argentina.



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1. Los signos directos de ansiedad. 77 2. Loe signos indirectos de ansiedad: la ideología defensiva del oficio. 82 3. I ^ ansiedad en las tareas sometida a una ca­ dencia. 87 4. Ansiedad y relaciones de trabajo. 88 5. Las diferentes form as -de ansiedad. 92 C a p ítu lo IV; UN EJEMPLO EN CONTRAPOSI­ CION, LA AVIACION DE CAZA

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. C a p ítu lo-V i El^ SUFRIMIÉN'ÍO EXPLOTADO

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1. La explotación de la frustración. 2. La explotación de la ansiedad.

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C a p ítu lo V I: ORGANIZACION DEL TRABAJO Y ENFERMEDAD

143

1. La enfermedad mentaL 2. La enfermedad somática.

146 151

C o n c lu s io n e s

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S egu n da Parte; NUEVAS PERSPECTIVAS EN PSICOPATOLOGLV DEL TRABAJO

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C a p ít u lo V II: INTRODUCCION A LA PSICO­ PATOLOGIA DEL TRABAJO

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1. 2. 3. 4. 5.

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Qué es la Psicopatología del Trabajo. Los sistemas defensivos El placer en el trabajo. • La organización del trabajo. De la división sexual a la división internacio­ nal del trabajo.

B ibliografía C a p ítu lo v m : LA METODOLOGIA EN PSICOPATOLOGLA. DEL TRABAJO

181 181 183 185 186 187 190

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1. La investigación inicial o pre-encuesta. 2. La investigación propiamente dicha. 3. La demanda, el grupo homogéneo y el “colec­ tiv o ” . ; 4. El material de la investigación. 5. La observación clínica. 6. El método de la interpretación.

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7. Validación y refutación. 8. Metodología y teoría en Psicopatología del Tra­ bajo.

209

B ib l io g r a f í a

212

C a p ítu lo IX: REACCIONES PSICOPATOLOGICAS A LAS RUPTURAS INVOLUNTARIAS DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL

213

I n t r o d u c c ió n

213

I. Las categorías profesionales más elevadas de la jerarquía socio cultural. II. Reacciones psicopatológicas paradojales entre los trabajadores descalificados.

210

214 220

C o n c lu s io n e s

231

B ib l io g r a f í a

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C a p ítu lo X: CONTRIBUCION DE LA PSICOPA­ TOLOGIA DEL TRABAJO AL ESTUDIO DEL ALCOHOLISMO

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Introducción. 1. El alcohol en la construcción y las obras pú­ b licas. 2. Ideología defensiva del oficio y colectividad obrera. 3. Ideología defensiva del oficio y organización del trabajo. 4. Ideología defensiva del oficio y consumo de al­ cohol en las obras. 5. Las consecuencias fuera del trabajo de la ide­ ología defensiva dél oficio. 6. Consumo colectivo de alcohol y alcoholismo. 7. Ideología defensiva del oficio, alcoholismo y Bretaña

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El Area de Estudio e Investigación en Ciencias Sociales del Trabajo de la SECYT tiene una gran satisfacción al anunciar la edición de este libro del Dr. Christophe De^ jours." El mismo viene a colmar un vacío muy sentido en\ tre todos aquellos que nos ocupamos del p r o c e s o de traba! j o y de.las c o n d ic io n e s y m e d io a m b ie n te d e trabajoTD ' Est a publicación reúne dos conjuntos de trabajos: por / u n a parte la traducción íntegra de “Travail: Usure Mentale. Essai de Psycopathología du Travail” que apareció en París en 1980 (que constituye la Primera Parte) y, por otra parte, una serie de artículos sobre la misma problemática, pero que fueron redactados con posterioridad (la Segunda \ Parte).'Agradecem os al Dr. Dejours su confianza al dar­ nos la’ responsabilidad de publicar por primera vez estos trabajos en castellano. Nuestros colegas brasileños ya lo habían hecho en 1988. r Las dimensiones síquicas y mentales del trabajo huma­ no han sido durante mucho tiempo despreciadas, descono­ cidas, o al menos dejadas de lado por quienes desde la Eco­ nomía del Trabajo, la Sociología del Trabajo, la Medicina del Trabajo, la Psicología del Trabajo, el Derecho del Tra­ bajo y las Relaciones Profesionales, estudiaban el ttabajo humano o mejor aún al “hombre en situación de trabajo”. El resultado de este olvido ha sido un tremendo costo en tér­ minos humanos y económicos, que la crisis actual nos obliga a reveer._l! Para nosotros, “las condiciones y medio ambiente de

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trabajo (CYMAT) están constituidas por los factores sociotécnicos y organizacionales del proceso de producción im­ plantado en el establecimiento (más comúnmente llama­ dos condiciones de trabajo) y por los factores de riesgo del medio ambiente de trabajo (que incluye los riesgos físicos, químicos, biológicos, tecnológicos y de seguridad, así como los efectos sobre los trabajadores de las calamidades natu­ rales y los desequilibrios ecológicos). Ambos grupos de fac­ tores constituyen las exigencias, requerimientos y limita­ ciones del puesto de trabajo, cuya articulación sinèrgica o combinada da lugar a la carga global del trabajo prescripto, la cual es asumida, asignada o impuesta a cada trabaja­ dor provocando de manera inmediata o mediata, efectos di­ rectos o indirectos, positivos o negativos, sobre la vida y la salud física, psíquica y/o mental de los trabajadores. Di­ chos efectos están en función de la actividad o trabajo efec­ tivamente realizado, de las características personales, de las respectivas capacidades de adaptación y de resistencia de los trabajadores ante los dos grupos de factores antes mencionados”. Pero “dichos factores están determinados en última instancia por el proceso de trabajo vigente, el cual a su vez es el resultante de las relaciones sociales y de la inter-relación entre las variables que actúan a nivel del contexto socio-económico y las características propias de los establecimientos; es este proceso de trabajo el que ¿efine la naturaleza específica de la tarea a realizar por el colecti­ vo de trabajo y por cada uno de los que ocupan dichos pues­ tos” . El esfuerzo de investigación del Dr. Dejours se articula de manera directa y precisa con dicha definición que es nuestro punto de partida, por varias razones. En primer lugar, porque a él se deben los aportes más recientes y relevantes acerca de los efectos del proceso de trabajo sobre las dimensiones psíquicas y mentales del tra­ bajo. En este sentido su reflexión continúa el esfuerzo pio­ nero iniciado por nuestro colega el Prof. Alain Wisner, y otros ergónomos del Laboratoire d'Ergonómié ét N euro­ physiologie du Travail del CNAM, al poner de reheve la dimensión cognitiva del trabajo obrero, mal llamado tra­ bajo manual. En segundo lugar, puesto que su enfoque es seductor y pertinente, cuando trata de explicar gracias al

concepto de ideología defensiva del oficio las razones por las cuales los trabajadores “no se vuelven locos” a pesar de las malas condiciones y medio ambiente de trabajo. Ante la presencia de los riesgos, y para no abandonar el puesto de trabajo ante el miedo y la angustia generados por el peli­ gro, los trabajadores elaboran colectivamente sus propias reglas del oficio y hacen un tremendo esfuerzo de adapta­ ción y de resistencia para olvidarlos, que los convierte fi­ nalmente en los organizadores y los controladores del riesgo. En tercer lugar, su contribución pone de manifiesto la profunda unidad del ser humano, y de todos los trabaja­ dores, rechazando los'dualis"inos vulgares que separan el cuerpo humano por una parte y las dimensiones psíquicas y mentales por la otra, estableciendo la hipótesis de que hay una desvinculación entre ambos. Finalmente, al aceptar la distinción entre el trabajo proscripto (establecido por quienes conciben, organizan y programan la tarea de los demás) y el trabajo real (el que realmente ejecutan los tra­ bajadores) se toma en consideración el esfuerzo y el “des­ gaste mental” de quienes tienen que aportar su creativi­ dad, su motivación, su reponsabilidad e iniciativa, para que el trabajo encomendado se lleve finalmente a cabo. Cuando el trabajo se hace “a reglamento”, es decir según lo que se ha concebido y programado por la Dirección, los'ob­ jetivos de la producción y de la calidad no se pueden lograr, dando lugar incluso a sanciones para quienes toman al pie de la letra lo que se les ordena hacer. El trabajo del Dr. Dejours es tal vez el esfuerzo científico más importante realizado en las últimas déca­ das para poner de manifiesto algunas de las nefastas conseCTiencias de la división social y técnica del trabajo sobre la salud cuando aquélla se lleva hasta el extremo de lo que las personas pueden resistir. Para él, la organización científica del trabajo no tiene como consecuencia directa una enfermedad mental, pre­ cisamente porque los trabajadores y los miembros de la di­ rección de la em presa resisten individual y colectiva­ mente hasta donde se lo permiten sus fuerzas y capa­ cidades, construyendo su ideología defensiva contra el su­ frimiento. Pero cuando se agotan las capacidades de adap­ tación y de resistencia o se interrumpe de manera involun-

tana la actividad laboral (enfermedad, accidente de traba­ jo, desocupación, jubilación abrupta, etc.) el drama aparece con toda su fuerza. Pero también el trabajo puede dar lugar al placer, deri­ vado del deseo, y convertirse en uno de los elementos es­ tructurantes que permita conquistar el equilibrio psíquico y la salud mental. La noción psicoanalítica de sublimación permite al Dr. Dejours poner de manifiesto que la organi­ zación científica del trabajo no deja en la práctica ninguna apertura al trabajador “taylorizado” para canalizar las pulsiones parciales, obligándolo entonces a buscar eso fue­ ra del trabajo. Se abre así todo un nuevo campo para el análisis científico y se nos propone una nueva forma de ver la alienación: debido a la organización científica del tra­ bajo, es decir a la división entre concepción-programación y ejecución, ¡quiénes tienen sólo la responsabilidad de ejecutar las tareas estarían poseídos por las ideas de otros! Muchas son las conclusiones que los lectores podemos sacar de estos trabajos. Ellas estarán condicionadas por la libertad de espíritu y por el esfuerzo realizado para cuestionar el trabajo racio­ nalizado, que frecuentemente se nos presenta como si fuera “la única y mejor manera de realizar la actividad”. Por cuanto a nosotros se refiere, el Dr. Dejours nos ha estimulado a seguir profundizando por una parte la noción de proceso de trabajo (de donde deriva la organización y el contenido del mismo) y por otra parte una concepción glo­ bal e integrada de las condiciones y medio ambiente de tra­ bajo, donde se asigna un lugar importante a la carga psíquica y mental. ¡Vasta tarea se ofrece con mayor clari­ dad a quienes buscan nuevas formas de organizar la pro­ ducción, no sólo para humanizar el trabajo sino también para incrementar la productividad, mejorar la calidad, y reducir los costos de producción! Una vez más, a través del análisis del proceso de trabajo ' se articulan los niveles micro y macro económicos, y se descubren aspectos inéditos del trabajo humano ligados al proceso de acumulación del capital, es decir a las razones más profundas de la crisis. Confiamos en que esta publicación pueda ser intensa­ mente utilizada no sólo por los trabajadores y especialistas,

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sino también por los docentes, investigadores y alumnos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, que por intejTnedio de su Decana, Dra. Sara Slapak, cooperó activamente para que esta ediciónVtuviera lugar. Queremos también hacer púbhco nuestro agradecimiento al Servicio de Cooperación Científica y Técnica de la Em­ bajada de Francia en Argentina, sin cuya ayuda este libro no estaría al alcance de un número considerable de traba­ jadores. Dr. Julio César Neffa Investipdor del CNRS y del CONICET Secretario Ejecutivo del Area de Estudio e Investigación en Ciencias Sociales del Trabajo de la SECYT

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IN T R O D U C C IO N

No siempre es fácil hablar de salud. Evocar el sufri­ miento y la enfermedad es, en cambio, más fácil; todos lo hacen. Es como si, siguiendo el ejemplo de Dante, cada uno de nosotros tuviera en sí la experiencia necesaria para des­ cribir el Infierno y nunca el Paraíso. A pesar de todo lo que se ha podido decir y escribir sobre las desgracias, siempre queda algo por descubrir en este campo. Curiosa paradoja ésta que otorga irremediablemente una ventaja a la viven­ cias sobre la palabra. Tratándose del trabajo, podríamos estar satisfechos con las innumerables descripciones que se hicieron en el pasa­ do sobre las exigencias de la fábrica, del taller o de las ofi­ cinas. Sin embargo,/liablaremos como los demás de los tra­ bajos públicos, de las fábricas, de la cadena de montaje, de las industrias de proceso, de los telefonistas, etc., para, des­ cubrir ciertos sufrimientos, que hasta ahora no fueron teni­ dos en cuenta por los especialistas del “hombre en situación de trabajo”. Más precisamente nosotros intentaremos descubrjr aquello que, en el enfrentamiento del hombre con su tarea, pone en peligro su vida mental.':;^ Tema de los más arriesgados, a causa de las pasiones que desencadena por parte de los trabajádores así como de los dirigentes sindicales y especialistas; tema que suscita obligadamente la crítica social y pone de relieve la explo­ siva cuestión de las decisiones políticas. Sabemos que la Psicopatología del Trabajo, empleando , este término médico, ha quedado en el estado embrionario,

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algunos trabajos de importancia en los años !L 50 ■ . Cuando se conoce el desarrollo con que se benefi­ ciaron las ciencias humanas desde hace más de un siglo, uno se puede llevar algunas sorpresas sobre la lentitud dé la Psicopatología del Trabajo para conquistar sus títulos de nobleza. Varias explicaciones pueden darse en respuesta a este ■fenómeno. La primera consistiría en atribuirla a la in­ madurez de la psicología, de la psiquiatría y del psico­ análisis. Sin embargo nos damos cuenta del lugar privile­ giado que desde hace varios años ocupan estas disciplinas, tanto en la mente del público como en los medios masivos de comunicación, la literatura, el arte y la medicina. Más creible sería la interpretación que atribuiría el subdesarrollo de la Psicopatología del Trabajo al sobredesarrollo de las disciplinas tradicionales. No se puede ne­ gar que la posición de estrella ocupada por el psicoanálisis no se da al mismo tiempo sin ocultar lo que no se puede ar­ ticular con su teoría. El campo del psicoanálisis está cen­ trado sobre la vida relaciona! y más precisamente sobre las relaciones entre dos personas o, a lo sumo, tres. Por lo tan­ to, el psicoanálisis -es inapropiado para dar cuenta de las relaciones de trabajo en la medida en que están reguladas por reglas que no se dejan reducir al juego de las rela­ ciones llamadas “objetivables”. Claro está que el psicoanálisis de grupos y la psicosociología se oponen a dicha acepción. verlas más de cerca, estas disciplinas de reciente aparición no tienen otro objetivo que el de encontrar en la dinámica de los pequeños ^ u p os las características pues. ,tas en evidencia por el análisis dual. Ya sea que se trate de una situación o de otra, la psicosociología sólo busca poner en evidencia los puntos comunes a todos los grupos. En i ninguno de los casos su objetivo es desta'car lo que existe de exclusivo, o de irreductible, por ejemplo en el grupo de tra­ bajadores de una fábrica de automóviles con respecto a un grupo de veraneantes, o a un Consejo de Administración. Nosotros quisiéramos llamar la atención precisamente sobre la especificidad de la vivencia obrera y rio gQbre una experiencia aislada de una vivencia obrera que'sería como un denominador común a todas las .situácionesvde írabajo.

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Al-contrario, desearíamos mostrar experiencias diferen­ ciadas e irreductibles unas a otras, que mostrarían cada vez casos concretos, y “dramas” como diría Politzer®®. De una vez por todas dejaremos de lado las observa­ ciones cuantitativas, las estadísticas, las encuestas abier­ tas o cerradas, los patrones del comportamiento, ya sea que se trate de la economía de los gestos repetitivos, de los erro­ res del comportamiento productivo, o del aumento de las ' “performances”...; en otros términos, toda la psicología abstracta que deja deliberadamente de lado la vida mental en sí misma, la emoción, la angustia, el enojo, el sueño, las ilusiones, el amor, siendo todos ellos sentimientos ex­ perimentados que escapan a la observación llamada “obje­ tiva”. El punto de vista dinámico, lo vivido “hic et nunc ”, el “Dasein” para retomar a los autores existencialistas ale­ manes, tendrán la prioridad, aunque todavía sin poder es­ capar totalmente a la tentación metapsicológica. El campo potencial de la Psicopatología del Trabajo, está ocupjido, como dijimos anteriormente, por el psi­ coanálisis, la psicosociología y la psicología abstracta. In­ cluso si estas disciplinas no llegan a entender la unicidad del drama existencial vivido por los trabajadores, ellas proveen un esquema de referencias teóricas y conceptuales que' dificultan la elaboración de concepciones diferentes. Pero aquí no hay nada de excepcional y es, en cualquier caso, triunfando de antemano frente a tales situaciones q u e aparecen las nuevas disciplinas. De esta manera, el prolongado subdesarrollo de la Psi­ copatología del Trabajo se exphca según nuestro parecer, ante todo por fenómenos de orden histórico. Si la Psicopatología del Trabajo no ha sido lo suficiente­ mente estudiada, fue porque las condiciones del creci­ miento no estaban aún reunidas, contrariamente, según parece, a lo que podría permitir la situación sociopolítica actual. Por historia entenderemos no sólo la historia de los obreros,'sino también y sobre todo la historia del movi­ miento obrero y las relaciones de fuerza entre los trabaja­ dores, los patrones y el Estado. Este punto es de una importancia tal que, para explicar­ lo, no podemos evitar el tener que realizar una breve vuelta al pasado y .volver a dibujar “la historia de la salud de los

tra b a ja d ores”. La evolución de las condiciones de vida del jtrabajo, partiendo de la salud de los trabajadores, no puede disociarse del desarrollo de las luchas y de las rei- i; vindicaciones obreras en general. J i Es únicamente a través de una lectura especializada de la historia que reuniremos los elementos necesarios para la reconstrucción de la historia dol “fronte de la salud”. Este último sólo ha progresado gracias a la lucha perpe­ tua,'ya que el mejoramiento de la condiciones de salud ra­ ramente ha sido benévolamente ofrendo por los interlocu­ tores sociulos (salvo en algunos períodos en donde el inte­ rés económico se juntó momentáneamente con el de los tra­ bajadores; las guerras, durante las cuales medidas espe­ ciales fueron tomadas para protejer uria mano de obra que cobraba un mayor valor). “La historia de la salud de los trabajadores” aparece de esta manera como un sub-capítulo de la historia popular, pero que no retomaremos aquí. E l siglo,X IX y la lu ch a p o r la su p erv iv en cia / En lo que nos interesará aquí, este período del desarrollo ; del capitalismo industrial se caracteriza por el aumento de ' la producción, el éxodo rural y la concentración de la nue¡ va población .urbana. Aparecen condiciones de vida que h.an sido descriptas en encuestas tales como la de Parents du Chatelet Guépin'*^, PenoL , Benoiston de Chatcauneuf , Villermé^^ . Alguno.s elementos destacables pueden ser observados: la duración do la jornada laboral que alcanza las 12, 14 y hasta 16 horas; el empleo de íos niños en la producción ini dustrial a veces a partir de los 3 años, pero la mayoría de las veces a partir de los 7. Los salarios son muyjbajos y a menudo no alcanzan para ase¡^rar el 'consumo mínimo imprescindible. Los períodos do. desempleo ponen de inmediato en peligro la su­ pervivencia do la familia. La vivienda es frecuentemente reducida a un tugurio (11, pág. 43)., Falta de hipene, promiscuidad, agotamiento físico, ac-

.sub-alimentación potenciali:^an sus respectivos efectos y crean las condiciones de una fuerte morbilidad, grañ'^rñortalídad, y de una esperanza de vida' muy reducida^XTÉn esta época Villermé demuestra sin di­ ficultad que “el crecimiento de la mortalidad es inversa­ mente proporcional al de la vida fácil”. La gravedad de la situación se traduCe en la revisa­ ción médica para la conscripción: “En Amiens, hacia 1830, para encontrar 100 conscriptos aptos para el servicio mili­ tar, se necesitaban 153 jóvenes de clases altas y 383 de cla­ ses pobres” Llegamos a la conclusión de que, frente a.tal situación, no se trata j^araja..clase obrera del siglo XIX de hablar de “salud”. PrimeroJhay que asegurar la subsistencia y,sólo después ocuparse de la enfermedad. La lucha por la salud en ésta época se identifica con la lucha por la supervivencia: “Vivir, para el obrero, es no morir”^*^. En lo que se refiere a las condiciones de trabajo de la época, y sobre todo los accidentes, drámaticos por el número y por la gravedad que revestían, volveremos a citar los au­ tores de entonces. La intensidad de las exigencias del trabajo y de la vida amenazan a la mano de obra en sí misma que, al a" la v a r s e , acusa riesgos de sufrimiento específico descripto en la Hteratura de entonces bajo el nombre de MISERIA OBRERÁ. Vista como ima calamidad en el espíritu de los not­ ables, ella es comparable a una enfermedad contagiosa. El movimiento higienista es de alguna manera la respuesta ' social frente al peligro. Como se ha señalado anterior­ mente 29, la miseria asimilada a una enfermedad “permite introducir el lenguaje del aislamiento, de la erradicación, del désarraigamiento, del drenaje, etc., o sea de un cierto tipo de eficacia”. La higiene designa los medios a poner en práctica para preservar la salud de las clases altas y no la de la clase obrera. Los autores del primer número de la revista “Annales” la definen así: “La higiene pública, que es el arte de preservar la salud de los hombres en sociedad, re­ cibirá un gran desarrollo futuro y aportará numerosas aplicaciones al perfeccionam iento de nuestras institu-

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ciónes. Es ella quién observa las variaciones, las oposi­ ciones, las influencias de los climas, en definitiva, lo que ajmda a la salud pública. La higiene se ocupa de la calidad y de las propiedades de los comestibles y de las bebidas, del régimen alimenticio de los soldados y marineros. Hace sentir la necesidad de que se dicten leyes sanitarias. Se ex­ tiende a todo lo relativo a endemias, epidemias, hospitales, casas de alienados, cabarets, prisiones, inhumaciones, ce­ menterios, etc. Vemos, aunque sólo nos limitemos a esto, cuanto camino queda aún por recorrer en esta parte de la ciencia. Pero tiene delante suyo otro futuro en el orden mo­ ral. De la investigación de las costumbres, de las profe­ siones, de todos los matices de posiciones sociales, la hi­ giene deduce reflexiones y consejos que tienen aphcaciones sobre la fuerza y riqueza de los Estados. Gracias a su asociación con la filosofía y la legislación, puede ejer­ cer una gran influencia sobre la marcha del espíritu hu­ mano. Debe iluminar al moralista y contribuir a la noble tarea de disminuir el número de enfermedades sociales. Las faltas y los crímenes son enfermedades de las socie­ dades que es necesario curar o, al menos, disminuir. Fi­ nalmente, jamás los medios de curación serán más pode­ rosos que cuando obtengan su modo de acción de las revelaciones del hombre físico e intelectual, y la fisiología y la higiene prestarán su iluminación a la ciencia de la adm inistración”^3_ Este texto hace aparecer, además de las preocupaciones sobre la salud, objetivos referentes al restablecimiento en las aglomeraciones obreras, del orden moral, y del orden social. En efecto, la miseria, la promiscuidad y el hambre se asocian para crear condiciones favorables al desarrollo de la delincuencia, patoterismo, violencia y prostitución. El cuestionamiento de la religión y deda familia represen­ tan serias amenazas para el orden social, en una época en que los movimientos sociales y sindicales son aún limita­ dos. No hay que sorprenderse de que en esta sitliaciión se le haya asignado un papel importante a la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Su tarea consistirá :en “restoblecer en el campo de los hechos morales y políticos, la autoridad de la cienpia, del derecho y dé la fááóri” ^8,'

.-;JEn'el ,moinento en que lá burguesía^ piei^dé'su "credibili" ' " ^ d y su buena imagen como humanista a causa de su com' í*pSltamiento respecto de la clase obrera, se acude a especia­ listas y sabios, más respetables y neutros que los patrones. Sus funciones consistirán en estudiar la situación y pro­ poner posibles soluciones para restablecer el orden moral y, sobre todo, la autoridad de la familia, nexo necesario para la formación de obreros disciplinados. '■' Paralelam ente al “M ovimiento” de las Ciencias M o­ rales y Políticas aparece el movimiento de los “grandes alienistas” (Esquirol, Pínel, Orfila, etc.) suscitado por la 1 curiosidad hacia estos fenómenos insólitos por su amplitud í que son las “desviaciones” y los daños individuales al or'■ den social. ; Podemos distinguir, por consiguiente, tres corrientes: el movimiento higienista, el movimiento de las ciencias; mo­ rales y políticas y el movimiento de los grandes alienistas j donde los médicos ocupan una posición clave. El médico i hace su triunfal aparición en el arsenal del control sociaF, forjando una herramienta que está llamada a un gran des­ tino y que aparecerá luego bajo la máscara de TPIABAJO SO­ CIAL. ~E1 desarrollo de la higiene, los descubrimientos de Pasteur poco después y las investigaciones en psiquiatría cons­ tituyen el lado positivo de la actividad médica. Sobre élla se apoya la respuesta social a la explosión de la mise.ria obrera. Pero la medicalización del control social no bastaría, y de hecho es a los obreros mismos a quienes debe­ mos las principales mejoras materiales de lá condición obrera. Higienistas, moralistas y alienistas sólo pueden res­ ponder a las deáViaciones, mientras que otra forma de d.año al orden moral y social va tomando cuerpo en la soli­ A daridad obrera, en los movimientos de lucha y en el desan-ollo de una ideología obrera revolucionaria. A este segxindo peligro, se le dió una respuesta es­ pecífica: la represión estatal. V e n t e a la amplitud del movimiento de organización de la clase obrera, es necesa­ rio^ encontrar nuevas soluciones. Un nuevo movimiento, en el cual el Estado aparece como actor estratégico, se ave-

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ciña.: Los conflictos entre empleados y empleadores eran hastá entonces solucionados localmente. El patrón era li­ bre de elegir las soluciones que quería, y cuándo llamaba a la policía o al ejército para reprimir una huelga, el repre­ s e n tó te del Estado actuaba solamente en nombre de la vio­ lación a la propiedad privada. Pero el desarrollo del m ovi­ miento obrero conduce a huelgas más grandes en donde el Estado tiene una misión más importantes qué cumplir. El Estado está llamado a intervenir cada vez más fre­ cuentemente. Por otra parte la organización de los obreros otorga al movimiento de protesta una fuerza diferente que puede dejar en dificultad a la del empleador aislado. El Es-_ tado se convierte en el árbitro necesario.e^^^ t-' gv . reconstrucción, la reinserción de los inválidos en la pro­ ducción, generan las condiciones de ima transformación , en la relación Hombre Trabajo. Un espacio particular debe ser consagrado a la introducSiendo hoy en día un modelo de orga­ nización del trabajo que aún no terminó de ganar terreno, tsobre todo en el sector terciario, el taylorismo será objeto de .V particular acerca de sus consecuencias sobre la '' salud mental. Pero también hay que destacar las repercuíf. siones deUistemaJ^^^ sobre la sahid del cuerpo. Nueva tecnología de surnisióñ del cuerpo y de disciplinañzación, la organización científica del trabajo hace nacer tensiones psicológicas desconocidas hasta entonces, sobre todo de tiempo y de ritmo de trabajo. Los resultados exigidos son absolutamente nuevos y hacen aparecer al cuerpo como pnncipal punto de impacto de los daños del trabajo. El ago­ tamiento físico no afecta ya únicamente a los trabajadores I que hacen tareas pesadas, sino al conjunto de los obreros de la producción de masa. Separando radicalmente el trabajo intelectual y el trabajo manual, el sistema Taylor neutra­ liza la actividad mental de los obreros. Consecuentemente, no es el aparato psíquico el que aparece coitiq primera

víctima del sistema, sino más bien e l cuerpo/ dócil y ■y in W z s d o flib r a d o sin defensa a toá: impulsos de la organíüácián del trabajo, al ingeniero de métodos y a la direc­ ción jerárquica de quien da las órdenes. Cuerpo sin defensa, cuerpo explotado, cuerpo fragilizado al; quedar desposeído de su protector natural que es el aparato mental. Cuerpo entonces enfermo, o que peligra de estarlo. "" No es de extrañar que en estas condiciones aparezcan luchas enérgicas para promulgar leyes que reemplazarán la protección natural del “instinto de conservación , que será definitivamente relegado al rango de instrum ento

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in ú til. , t • A partir de la guerra van a ser superadas importantes etaipas, al mismo tiempo que se perfila una diversificación de las condiciones de trabajo y de salud. El movimiento obrero intenta obtener m ejoras en la relación saludtrabajo, y medidas de mejoramiento aplicables al conjunto de los trabajadores. Si a veces lo logra, esto provoca en mu­ chas ocasiones un aumento de las diferencias. A pesar del voto de leyes de carácter general, el movi­ miento obrero no es aún capaz de hacer co n tro la r su cum­ plimiento en todas partes. Es sobre todo allí donde es más fuerte, es decir donde los trabajadores son suficientemente numerosos {grandes empresas), donde el trabajo tiene un valor económico estratégico (sector de punta o centros vi­ tales de la economía nacional) que la evolución de la rela­ ción salud-trabajo es m ás,rápida. Por el contrario^, es en las empresas aisladas, en las regiones poco industnahzadas, cuando los trabajadores ocupados son escasos y poco sindicalizados, cuando la proporción de trabajadores ex'tranjeros es importante, que las condiciones de trabajo son incomparablemente peores que dentro de las grandes em7 presas, como por ejemplo la Renault en Francia, que se i convertirá progresivamente en la empresa piloto de las ' victorias obreras. , • i : En razón del desarrollo del movimiento obrero a nivel ' nacional y del papel del Estado como interlocutor privile­ giado se pueden establecer más fácilm ente que en el período precedente los lazos de causa a efecto entre tal lucha obrera y tal ley social, asociación no disociada por la iner­ cia del tiempo que pasa.

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del cuerpo enfermo, de la acrecentada m ortalidad de los obreros con respecto al resto de la población. Proposición exacta, por supuesto, que sería .eiróneó poner en duda; pero ella es demasiado limitada"’ Coirib sí los m e­ canismos invisibles de la explotación exigieran, para ser puestos en evidencia, una demostración de sus efectos visi­ bles sobre el cuerpo. Quizás hoy en día estemos autorizados a revisar este punto de vista según el cual la explotación to­ maría directamente al cuerpo como blanco. Y deberíamos dar vuelta la problemática insistiendo sobre \aa mediatizadones en juego en el ejercicio de las exigencias corporales. Todo ocurriría como si las malas condiciones del trabajo alcanzaban al cuerpo sólo después de haberlo sometido, do­ mesticado y formado a la imagen del caballo de tiro. Docil­ k-- I>/ idad que, como lo veremos más adelánte, depende de una estrategia que concierne en primer lugar a la mente, para borrar las resistencias que ella opone espontáneamente a / la explotación. De todas maneras, si el cuerpo aparece dur.ante este período de la historia como la primera víctima del trabajo industrial, queda por descubrir lo que le es específicamente perjudicial. La peligrosidad de las máquinas, los productos indus­ triales, los gases y los vapores, los polvos tóxicos, los parásitos, los virus y las bacterias son progresivamente de­ signados y estigmatizados como causa del sufrim iento -físico. De 1914 a 1968, es progresivamente el tema de las condiciones de trabajo el que ocupa un primer lugar dentro de las reivindicaciones obreras sobre el frente de la salud. La lucha por la supervivencia dejó el lugar a la lucha por la _saiud del cuerpo. — La consigna de la reducción de la jornada de trabajo Í-■ ''ii dejó lugar a la lucha por el mejoramiento de las condiciones .. I de trabajo , por la Seguridad, por la Higiene y para la Pre­ ;i-. vención de las enfermedades. ¡Mejoramiento de las condiciones de trabajo!” Esta es una consigna que maduró en 1968, revelación, denomina­ ción, y formulación tardía del tema que animó, sin embar­ go, durante cincuenta años, todas las luchas obreras en el frente de la salud. En esto no hay nada sorprendente, como lo muestran muchos otros hechos históricos que hacen ha-

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■blar de cosas cuando estas ya están su p ra d a s, mientras que ya se dibuja una nueva etai^-áRorlf de las lup ro te ccy ¿d e l^ .S í!lu á j^ '— '^’‘" '^ ís e r ia obrera, lucha por la supervivencia, reducción de la jom ada laboral, movimiento de las ciencias morales y políticas, movimiento higienista y movimiento alienista Imn dado lugar respectivamente al cuerpo enfermo, a la lu­ cha por la salud, a la mejora de las condiciones de trabajo y a la corriente contemporánea de la medicina del trabajo, "d e la fisiología del trabajo y de la ergonomía. Tercei" p e r ío d o : después de 1968 El desarrollo desigual de las fuerzas productivas, de las ciencias, de las técnicas, de las máquinas, del proceso de trabajo, de la organización y de las condiciones de trabajo han conducido a una situación demasiado heterogénea para que podamos hacer un análisis global de la relación salud-trabajo. En el seno mismo de este mosaico de fenómenos diver­ sificados, sólo podemos identificar una nueva materia, y tendencias que amplían la problemática tradicional de las cuestiones de salud, estamos refiriéndonos aquí a la salud mental. A pesar de la existencia de una literatura, para decir verdad algo restringida, en cuanto a la Psicopatología del Trabajo (Girardon, Amiel, Sivadon, Veil, Leroy:...) es me­ nester reconocer que el conflicto que opone el trabajo a la vida mental es un territorio casi desconocido. Es verdad que los especialistas del hombre en situación de trabajo se han dedicado en materia de psicología ante todo a definir métodos p'sicológicos de selección. Si bien son especialistas del hombre, su actividad que es por cierto real se despliega más allá de las cuestiones de salud mental. Del lado de los trabajadores, el discurso obrero no es más prolijo al respecto. Como fue denunciado de manera exageradamente estereotipada, el sufrimiento psíquico queda prácticamente al margen de todo análisis. Este si­ lencio atestigua la dificultad del movimiento obrero para llevar efectivamente la discusión a un terreno que reco­ noceremos, al igual que ellos, como particularmente com-

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piejo. Y, sin embargo, desde hace alj^ n os años se siente por todas partes una nueva fuerza: la lucha obrera sobre la salud_m entaL m ^tám _m A ^^ ción; sigue siendo balbuciente. Existen varias f^ o iie s que l^ L iìn m ifrsè ''refiera «i Tajrlpr. Pinmero en el campo económico.jdonde las huelgas, los paros de producción; iS T t r ^ ^ JOS á reglamento, el ocio, el ausentismo, el “turnover” el sa ^ ta je de la producción y la “alergia al trabajo” conducen a buscarle soluciones de recambio. Luego en el campo del .sppial .¿onde, esie^ si sterna organiza cianai y a^ío ^ a pruebas de su superioridad. Hoy estamos lejos de las afirmaciones de Taylor acerca de la ausencia de huelgas en las fábricas que adoptaron la O.C.T. (Organización Científica del Trabajo)^^. Sobre el terrenaidéológico, final­ mente, en donde el sistema Taylor es denunciado como deshumanizante y es acusado de todos los vicios, sobre todo por los obreros, pero también por una parte de los empresa­ rios. reestructuración de las tareas, como alternativa de la también amplias disputas sobre la finali­ dad dél trabajo, sobre la relación hombre-tarea, y pone el acento sobre la dimensión mental del trabajo ihdustrial. Hay que agregar desde las voces de trabajadores del sector terciario y de las nuevas industrias como las de procesos y la industria nuclear hasta las de los obreros de la cadena de montaje. Las tareas de oficina, reputadas como que no producen daños fi'sicos graves, son cada vez más numero­ sas a medida que aumenta proporcionalmente al desarro­ llo del sector terciario. La sensibilidad fi-ente a las cargas intelectuales y psicosensoriales del trabajo, preparan el terreno a las preocupaciones sobre la salud mental. Lo mis­ mo ocurre con los obreros que tienen una débil carga fi'sica como son los operadores de las industrias de procesos (pe­ troquímicas, nuclear, de cemento, etc.). El desan-ollo de estas industrias confi-onta los obreros a nuevas condi­ ciones de trabajo y les hace descubrir sufrimientos insospe­ chados, como lo mostraremos más adelante. La “crisis de la civilización”, de esta manera se deno­ mina a una sene de críticas de la sociedad, da testimonio de preocupaciones que aparecieron, con la “nueva ola” de

protestas agrandada en la desilusión de la post-guerra y ampliadas por cuestionamiento de lá “sociedad de consu- mo”. La pérdida de_confianza_en la s capacidades d e 'la so; . ciedad industriarpaTa apo'rfar k el desarrollo de un innegable cinismo al nivel de los órganos dingentes, ¿conducen a un cuestionamientx)_del modq.dejvida en su totalidad. La droga y las toxicomanías, temas privilegiados por quienes hablan de la “ crisis de la civilización” , atesti­ guan de una nueva búsqueda que se interesa ante todo én el 'placer de vivir y que afecta tanto a los hijos de la burguesía como a los de la clase obrera^^-^O . ■' j El surgimiento de la psiquiatría, el ejercicio masivo de ■ la prácticas psicoterapéuticas en las escuelas, en el mundo del trabajo, las prisiones, y en todas las instituciones, jue­ gan probablemente ú n papel importante en la formulación dé las dificultades existenciales percibidas hoy en día a es­ cala de masas. Utihzada con fuerza en los medios masivos de comunicación, el cine, la publicidad y el marketing, la psicología no perdona a nadie, ni siquiera a los trabaja­ dores. La “liberación de la palabra” : si el añ ol968 aparece como una fecha representativa en la historia de la relación sálud-trabajo, esto se debe en principio al desencadena­ miento verbal que se produjo en ocasión de los sucesos de mayo. La lucha contra la sociedad de consumo y contra la alienación, se encuentran en el centro del discurso de Máyó de 1968. Millares de afiches, es necesario recordar, expresaban ese tema sobre las paredes de la capital france­ sa. Simultáneamente, el trabajo ha sido reconocido incluso por los estudiantes como la causa principal de la ahenación . ^ 1 1 / I.^s huelgas salvajes de esta época confirman la elec­ ción de 1968 como punto de referencia histórica. Huelgas salvajes y huelgas de O.S. (Obreros Especiali­ zados) estallan espontáneamente, muchas veces al mar­ gen de las iniciativas sindicales. Ellas se encuentran en ruptura con la tradición reivindicativa, y marcan la-éclosión de los nuevos temas: “cambiar la vida", consigná pro­ fundamente original, y difícil de reducir, que sumergen al ■ ^ y al Estado en un verdadero desconcierto, al menos hasta la actual crisis económica que tiende a ate-nuar todas las reivindicaciones cualitativas.

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Mayo de 1968 es también el punto de referencia utilizado '

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f M conflictos sociales. Del informe patronal (C.N P.F.) de 1972 al informe Sudreau Mayo del 1968 constituye una referencia fundamental. Numerosas publicaciones confirman que esta fecha marca el reconoci­ miento por parte del empresariado de la necesidad de tomar “ o'itotivas ) ■*)

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La ansiedad es una dimensión de la vivencia de los tra­ bajadores que es prácticamente ignorada por todos los estu­ dios de Psicopatología del Trabajo. Hablaremos aquí de ansiedad y no de angustia. Es necesaria una precisión senuoTógicár Ta_ angiistiá resulta de un con flicto intrapsíquico, es decir una contradicción entre dos nociones inconciliables. Puede tratarse de una oposición entre dos impulsos, entre dos deseos, entre dos sistemas (inconciente y conciente, por ejemplo), o entre dos instancias (Yo y Superyo, por ejemplo). La investigación de la angustia sólo puede ser encarada por medio del psicoanálisis. La angus­ tia es una producción individual cuyas características sólo pueden ser dilucidadas por la permanente referencia a la historia individual, la estructura de la personalidad y el tipo de relación al objeto. Nuestro sujeto de estudio en este caso es la ansiedad, concepto que no es, propiamente ha­ blando, de naturaleza psicoanalítica. ^Responde a un aspee- \ to concreto de la realidad y exige sistemas defensivos es- \ pecífícos que han estado jsencislin£n,te_desconocidps h . nuestros^Síás. La Psicopatología del Trabajo está particu- » larmente bien ubicada para aislar este nuevo problema, en la medida en que constituye un enfoque específico de la re­ lación del hombre con la realidad. Intentaremos mostrar que la a.nsiedad está presente en todosTo¥lipos ffe ía féas

1profesionales, incluso en las tareas i:epetitiya_s y los e.m- _

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píeos de oficina^dóhde, sin embargo, eHa^ólo parece ocupar vin lugar modestó. I Ciertas profesiones se encuentran expuestas a peligros ¡que pueden afectar la integridad corporal. Es el caso, por ejemplo, de la construcción y de las obras públicas, de la pesca en alta mar, del trabajo en atmósfera comprimida, dé las industrias que elaboran productos tóxicos, etc. En todos los casos el riesgo es para el cuerpo físico. Puede tratarse de asfixia, fractura, quebradura, herida, m uerte violenta, .ahogo, accidente. La causa material del daño corporal puede ser el incendio, la explosión o el escape de gas tóxico, un accidente de descompresión, circunstancias atmosféri­ cas, anomalías en él funcionamiento de un instrumento o de una máquina. Varias características de estos riesgos pueden destacarse: el riesgo es exterior y en gran parte in­ herente al trabajo y por lo tanto independiente de la volun­ tad del trabajador. El riesgo, por otra parte, es muchás ve­ ces (pero no siempre) colectivo : en úna industria de proceso un escape de gas puede ocasionar la intoxicación o la muerte de varios obreros. Es lo que observamos a menudo en este tipo de accidentes. A veces, el riesgo es más perso­ nalizado. Es dando un paso en falso que el obrero cae de su andamio. Pero muchas veces, incluso en estos casos, el ac­ cidente que afecta a un obrero puede afectar a varios: un operador de grúas, por ejemplo, al recibir una descarga eléc­ trica, deja que caiga una carga sobre un grupo de obreros que trabajan al nivel del suelo. En el conjunto de las situa­ ciones de trabajo en donde varios obreros participan de la ’misma tarea, el riesgo es, por regla general, colectivo. Fi­ nalmente, si el riesgo es combatido con medidas y consig­ nas de seguridad, es casi siempre prevenido de manera in­ com pleta por lá'organización del trabajo ya sea por la limitación de las inversiones necesarias o porque el riesgo es mal conocido (o su apariencia): es el caso de las indus'trias dé proceso donde frecuentemente un accidente revela la existencia de un riesgo hásta entonces desconocido. Sólo son eficaces las medidas protectoras llamadas “protec, ciones; cplectivás” (por ejemplo las redes dé protección a lo largo de los andamios). Muchas veces sólo se proponen a los trabajadores medidas preventivas individuales: ellas

pueden tener un carácter material (dispositivos de protec­ ción) o un carácter psicológico (consignas de seguridad). A veces puede ser que el riesgo perdure, sin que ninguna pre- ' vención efectiva sea puesta a disposición de los obreros. ' ' ■^D e cualquier modo, lo que caracteriza ú'riesgo residual que no es totalmente borrado por la organización del traba­ jo, es que él debe ser asumido indivualmente. De esta opo­ sición entre la naturaleza colectiva y material del riesgo re­ sidual y la naturaleza individual y psicológica de la preven­ ción surge a cada instante del trabajo el problema de la anV siedad en el trabajo. ^ Al margen del riesgo real hay que mencionar el riesgo presumido', mal conocido en sus detalles, sólo se sospecha que ocurra. Este riesgo confirmado por accidentes cuyo carácter imprevisible es destacado por las investigaciones, es fuente de una ansiedad específica que está enteramente a cargo del trabajador. Contra la ansiedad, impresión lamentable que se debe asurnir, los obreros elaboran defensas particulares. Cuan­ do dichas defensas son muy eficaces, prácticamente no en­ contramos más rastros de la ansiedad en el discurso obre­ ro. Pero también para ponerla en evidencia, es necesario investigar sus signos indirectos que son precisamente es­ tos sistemas defensivos. 1. L os sig n o s d ire cto s de la a n sie d a d En-la industria química en donde el trabajo es organi­ zado según procesos, el trabajo con guardapolvo tiene la re­ putación de ser limpio. Sin embargo, al escuchar a los ope­ radores de las salas de control, notamos necesariamente la importancia de sus preocupaciones referentes a la salud física. Los obreros evocan las “enferm edades profesio­ nales” y las “afecciones de carácter profesional”. (Estas últimas, cuyo origen se encuentra efectivamente en el tra­ bajo, no están inscriptas en la lista oficial de las “enferme­ dades, profesionales”. La Seguridad Social toma a su cargo al obrero afectado por esa enfermedad, como sucede para toda afección médica que no tenga relación con el trabajo, en lugar de beneficiar del régimen de la “enfermedad pro­ fesional”, que da derecho a mayores reembolsos por con-

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cepto de atención médica y a las indemnizaciones even- .. , tuales por invalidez). Las lesiones causadas por eczemas en los dedos no son raras/m ientras las lesiones cáüsadas ' por rascarse con las uñas y las erupciones son frecuentes. Un taller es así llamado “taller de la galera” ya que los obreros que trabajan en él manipulean pentaclorofenol y casi todos sufren de ardores y erupciones. El cáncer de hígado causado por el cloruro de vinilo habría provocado la muerte de varios obreros. Los decesos por inhalación de fosógeno, los enfermos hospitalizados de urgencia (18 obre­ ros en una sola oportunidad en una de las fábricas estudiada?), malestares, infartos del miocardio; 4 obreros muertos en el taller donde se fabrican los desfoliantes, numerosas úlceras del duodeno éh 'la ’ empresa, infartos del miocardio entre los 30 y 40 años, importante disminución del prome­ dio de la esperanza de vida (esperanza promedio: 57 años), envejecimiento prematuro, trastorhos sexuales en el taller de bromuro de isopropileno, riesgos de complicación ante la m enor herida... Podemos citar, todavía, las condiciones de temperatura; frío o calor continuos; el ruido a 80-90 decibeles en ciertos talleres; los vapores y polvos: ocurre que en el tiempo que toma provocar una reacción, los vapores se acumulan en todo el taller, incluso en los puestos de control: “a veces arrancamos y ya tenemos hasta las caderas”. La desincrus­ tación es peligrosa: hay que entrar en la cuba o en el homo y desincrustar las paredes con un martillo. Las concentra­ ciones de vapores tóxicos pueden ser importantes. Mencio-, namos del mismo modo fracturas, quemaduras, cuerpos extraños en los ojos, etcétera. Los riesgos sobre el cuerpo fígico tienen todavía una gran importancia a pesar de que pn algunas fábricas las cuestiones relativas a la salud -física siguen siendo neta­ mente dominantes mientras que se esperaría encontrar principalmente quejas relativas a la salud mental. En cuanto a los daños físicos, hay que aproxi^^r^ riesgos de accidente, de explosión o de incendi#|un®iW«esta vez sus efectos se hacen sentir sobre todo a nivel de la vida mental. Salud física y condicioMS.de trabajó ; claramente iden­ tificadas por los obreros como fuente de peligro para el cuer-

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.,.pp;S9n;efeetiyamen y ante todp, las cppdiciones dé trabajo las qüe son acü'sadas: se trata eri’ efecto de los vapores, presiones, tempexatu^ gases tóxicos, ruido... En una p á - ' ;. JaBrä; dé las condiciones/ifsícas o químicas de trabajo. ■ 'í v ^ ^ öp ö sitö de esté discurso obrero sobre lá,'¿alud física, es común que se analice de cerca y más detenidamente lo que se expresa: hay condiciones de trabajo que son nocivas para el cuerpo. Pero incluso si esta realidad no puede ser •puesta en duda nos olvidamos en general de la palabra en sí misma desde el momento en que es pronunciada, y del tono con el cual se la pronuncia. Pero esta palabra es una palabra de ansiedad. A pesar de que muchas veces la rela­ ción cuerpo-condiciones de trabajo es estudiada correcta­ mente, nunca se mencionan las repercusiones de este peli­ gro real a nivel mental, ya que es una carga psíquica inherente al trabajo peligroso y que a pesar de todo entra en el balance de las exigencias. La ansiedad relativa al riesgo puede ser_notablemente agrandada por el desconoci-_ miento de los límites exactos de este riesgo o por ignoran­ cia respecto de los métodos de prevención eficaces^ Coefi­ ciente de multiplicación de la ansiedad, la ignorancia aumen~ta ta m ^ n el costo mental o psíquico del trabajó. Pero junto a esta ansiedad “de determinismo directo”, existen otros componentes de la ansiedad que vamos a estu­ diar. En el discurso obrero dentro de las industrias químicas, el problema principal, que es evocado espontáneamente, es la ansiedad, alrededor de la cual se estructura todo lo rela' tivb aTsüfidmiento mental de los trabajadores.-En la em­ presa, jtódo nos recuerda un posible accidenté ö incidente: __carteles en las paredes, señales luminosas, alarmas sono­ ras y visuales, presencia de .ca.sc,os, de máscaras, de guantes (al alcance de la mano sí, pero en la mayoría de los casos cubiertos despolvo), destinadas principalmente a . , estimular la atención (precisamente porque despiertan la „ .^J.®i®dad) antes que~ a córistituir ixna verdadera protección. El aspecto exterior de la fábrica en sí mismo no deja indi­ ferente a los obreros. ¡Imaginemos estas fábricas exten­ diéndose sobre varios kilómetros, escupiendo fuegos y va­ pores, en una noche cubierta por el ruido de las máquinas, iluminadas por las luces blanquecinas de fuegos que dan a

la silueta del edificio y a las chimeneas una forma inquie­ tante, sumergida en una atmósfera contaminada por olores , nauseabundos o sofocantes! i

Este riesgo es real, pero incuantifícable ¿Sobre qué base podemos afirmar que una determinada fábrica presenta m ayores riesgos que otra? ¿Sobre su número de heridos? Sin dudas, ello es insuficiente, puesto que un sólo accidente es susceptible de provocar el desorden en la jerarquía estadística. Poco importa esto, pues el ries­ go es real por todas partes. Cualquiera sea su amplitud, el riesgo engendra un estado de ansiedad casi permanente y todos los obreros hablan de sus consecuencias. “ A nsiedady “J ensión nerj¿ipsa'[_^

En el discurso de los obreros de la petroquímica, cuando se trata de la “tensión nerviosa”, de estar “como pilas eléc­ tricas” y de sentirse “al borde de la crisis nerviosa”, etc., se trata efectivamente de la ansiedad. Y no como podríamos creerlo, o como incitan a pensarlo los trabajos de ciertos es­ pecialistas® cuando hablan de los efectos de la “carga psicosensorial” que incluyen por ejemplo los esfuerzos de vigilancia, la tensión de concentración, de memorización, etc., incluso si esta carga existe realmente y si contribuye en parte al sufrimiento experimentado. En efecto, la ansie­ dad domina el discurso obrero:. Muv rgramante. los obreros dan cuen.ta,de este sufrimiento que sería la consecuencia „de una sobrecarga psicosensoriomotriz o de un saturamiento de trabajo; al contrario, con mayor frecuencia, y no es el aspecto menos paradojal de estas investigaciones, los obreros no dudan en precisar que en definitiva se encuentran poco ocupados p or sus tareas y bien lejos de la sobrecarga. Frecuentemente, se les deja tiempo para que discutan entre ellos, para organizar juegos, para jugar al scrable, etc., du­ rante el tiempo de trabajo y en el mismo tiempo: Sin embar­ go, incluso durante estas actividades donde la carga de tra­ bajo es débil (pero no nula, ya que continúan,sin esfuerzo Aíp,.. los Tuidús-insólitós'*de%ertas alar'se désembarazan_de : la. “jtensión nerviosa” :

“mientras estamos én la fábrica, incluso cuando no traba: jjLmos, nunca se'puede estar distendid^.’ “A n sied a d y

’‘representación” '

“Todos saben muy bien que trabajamos sobre un pol­ v o rín ” . . “La fábrica, es un volcán sobre cuyas laderas nos asen­ tamos sin saber en qué momento hará erupción”. “La fábrica es como una enorme bestia que haríamos marchar más o menos bien, sin saber lo que pasa en el in­ terior de su estómago, y que en cada instante puede vol­ verse furiosa y destruir todo el panal que se encuentra á su alrededor” . . Todas estas representaciones de la fábrica en el discur­ so obrero ponen en evidencia: — La dolorosa ignorancia en la que se encuentran los obreros con respecto a lo que se produce efecti­ vamente en las “reacciones químicas”. — El sentimiento agobiante de que la fábrica es sus­ ceptible de escapar en todo momento del control de los obreros. — La'convicción que la fábrica esconde en sí una violencia explosiva y mortal. Finalmente y sobre todo, demuéstra la extensión de la ansiedad qiie es la respuesta, a nivel psicológico a todo lo'que contiene el r^ íg o y no está_controlado por la prevención co, lectiva.^ . Otra prueba sobre la intensidad de esta ansiedad está dada porjos trastornos en el sueño y sobre todo por el uso de ...inedicamehtos psicotrópicos por casi todos los obreros de la fábnca: ansiolíticos durante el día, somníferos en i a noche, psicoestimulantes en la-mañana.

2. L o s s ig n o s in d ir e c to s de la a n sied a d : Ja id e o lo g ía d e fe n s iv a d e l o fic io

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A pesar de que existe en las industrias químicas una ideología defensiva específica, para ilustrar la ideología _ defensj^y^ contra la ansiedad nosotros..tomaremos el caso T e la .co n stru cció n . Én esta rama, los peligros tienen una realidad y una importancia que es inútil destacar y que se verifican por el gran número de accidentes invalidantes y mortales (la mitad de los accidentes mortales de trabajo ocurren en la construcción). Sin embargo, existe un fenómeno insólito conocido bajo el nombre de “resistencia de los obreros a las consignas de seguridad”. JTodo^^^á __como si los obreros de lá construcción fueran inconsciente^“' de los riesgos a los que se exponen, hasta como si sintieran en ello cierto placer. Es lo que hace afirmar a ciertos au­ tores que la “psicología de los obreros de la construcción” se caracterizaría por un gusto pronunciado por el peligro y el esfuerzo físico, por tipos de carácter en los que predomina el orgullo, la rivalidad, el valor asignado a los signos exte­ riores de la virilidad, la bravura, pero también la temeridad y hasta la inconciencia frente a la realidad, la ausen­ cia de disciplina, tendencia al individualismo, etc. Lo que es designado de este modo corresponde a una cierta reali­ dad. Las actitudes con respecto al riesgo de accidentes son bien conocidas. El rechazo de ciertas consignas de seguri­ dad también. Las respuestas arrogantes no son raras, in­ cluso en ciertos detalles. Los consejos sobre el acarreo de cargas pesadas (agacharse, tomar la carga en el suelo y le­ vantarse utilizando los cuádriceps que son los músculos más potentes del organismo, es mejor que flexionar el tron­ co y enderezarse accionando la musculatura dorsal que es más frágil, forzando los pequeñps huesos móviles que son las vértebras, ocasionando dolores de los riñones, dorsalgia, lumbalgia y ciáticas), suscitan muchas veces esta res­ puesta del obrero: “No soy una mujercita y no haré la tarea como ustedes me lo indican”. : Esta actitud de desprecio del riesgo no puede ser analiza­ da literalmente como ocurre a menudó.'^lj^^ igno­ rancia e inconciencia frente al riesgo sólo son una ostenta­ ción. No podem os admitir sin Vúéstióhkrnos que los

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pbreros de la construcción sean de algún'mòdo los más ig'horántes frente al riesgo que corren. Nuestras investigaciones dem ostraron en efecto que esfa,ostentaciÓh puede derrumbarse y dejar aparecer una ansiedad imprevista y dramática. Cuando el momento del desafío pasó, los obreros cuentaH 'ios accidentes de los cuales fueron testigos o víctimas. Hablan de sus amigos fallecidos o heridos en el trabajo. También evocan a las fa­ milias de los heridos. ¿E^l riesgo? Lo conocen más que cualquier otro y lo sienten a flor de pTel en su vida cotidia^ná. Cuando estallan las revelaciones, la tonalidad de la expresión y la emoción no pueden dejar dudas. X;fl viven-_ V eia de la ansiedad existe efectivamente, pero sólo aparece sobre la superficie en contadas ocasiones. Es que la ansie­ dad se encuentra contenida, tanto como se puede, por los sistemas defensivoSj„ Estos últimos son absolutamente ne­ cesarios. No hablaremos aquí de la buena fundamentación de un punto de vista finalista en materia de interpretación de Psicopatología del Trabajo. A pesar del riesgo de la ^ crítica, afirmamos que si la ansiedad no era neutralizada de ese modo, si podía surgir en cualquier momento durante el trabajo, entonces, los obreros no fiabrían podido continuar mucho tiempo más con sus tareas : La conciencia aguda, incluso sin un mejoramiento emocional anormal del riesgo de accidente, obligaría al obrero a tomar tantas precauciones individuales que se volvería ineficaz en el plano de la productividad. Para otros, la justa evaluación del riesgo impide completamente la realización de un trabajo en la construcción. Por otra parte, este caso no es raro y el miedo es una causa impor­ tante “de inadaptación profesional” en la construcción. Es­ te miedo no siempre carece de motivos. Pero sólo debe apa-\ recer invertido, incluso fuera del trabajo: es la larga lista de los síntomas medicalizados de la ansiedad que son los vértigo^^ las cefaleas, las impotencias funcionales diver, sas. que tanto'conocen Jos médicfis tratan y los médicos del trabajo^. . Las actitudes de negación y de desprecio hacia el peli­ gro son una simple inversión de la proposición relativa al riesgo. Esta estrategia no basta. Conjurar el riesgo exige sacrificios y testimonios más convincentes. Tal es así que

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los obreros a veces agregan al riesgo de trabajo los riesgos derivados de los grandes esfuerzos personales y de verda­ deros concursos de habilidad y valentía. En estas pruebas, compiten entre ellos, pero al hacerlo, todo ocurre como si fueran ellos los que crearan el riesgo en todos sus aspectos y no fuera el peligro lo que se abate sobre ellos independien­ temente de su voluntad. Crear la situación o agravarla, es ■ É en cierta medida ser dueño de ella. Esta estratagema posee h. un valor simbólico que contiene la iniciativa y el dominio de los trabajadores sobre el peligro y no lo contrario. El primer carácter de la fachada — la pseudo-inconciencia dél peligro— resulta en realidad del sistema defen­ sivo destinado a controlar la ansiedad. La segunda especifidad es su carácter colectivo. Este sistema defensivo es compartido por todas las profesiones de la constmcción. Para funcionar, este sistema tiene en efecto, la necesidad de encontrar confirmaciones. El único medio de asegurarja eficacia simbólica es la participación de todos en la estrategia defensiva. Nadie debe temer. Na,,dje debe dar a entender esto. Nadie debe quedar al margen \ dé éste código profesional.' Nadie debe negar la contribu­ \ ción individual al sistema defensivo. Nunca se debe ha­ blar de peligro, de riesgo, de accidente ni de miedo. Y estas consignas explícitas son respetadas. Los obreros río quieren que les hagamos acordar de aquello que tan costosamente buscan conjurar. Es una de las razones por las cuales las campañas de seguridad encuen­ tran tal resistencia entre los obreros. Saben muy bien que el cinto de seguridad no acabará con todos los accidentes. Obligarlos a que se lo coloquen, es ante todo recordarles que el peligro existe en la realidad, y al mismo tiempo tom a la tarea aún más difícil, ya que se la encuentra más cargada de ansiedad. También, el rechazo y las resistencias encontradas en la construcción no son el hecho de una supuesta inconciehcia o inmadurez, sino más bien de una conducta deliberada que apunta precisamente a soportar un riesgo que, por su importancia, no sería plenamente atenuado con medidas i.j irrisorias de seguridad. v. . Vemos ^que el sistema défensiyo requiere una gran cohe­ sión y úna solidez a pehgro de muerte. Es sin dudás por és“á SA

„razón que alcanza la dimensiÓii de una tradición de. oficio, y hasta de una verdadera “ideología defensiva” que es ca­ racterística de la profesión. Esta ideología necesita sacri­ ficios y mártires. Es cierto que .algunos accidentes son el resultado de estas conductas peligrosas y de estas competi­ ciones en cuanto al desafi'o lanzado al riesgo. Midamos lo que permiten estos sacrificios: “Si se mató, es porque él lo quería, es lo que buscaba. Exageró”. ,, Esto es qmzás verdad, pero sobre todo, ello pennite a otros pensar que basta con no querer accidentarse para no ser víctima, respuesta altamente capaz de calmar la. ansie­ dad. La ideología defensiva tiene además un valor funcio­ nal con respecto a la productividad. (Aqm se encuentra desim ado lo que podríamos llamar cómo la explotación de la áhsiedád. La explotación del sufrimiento rnental y de los mecanismos de defensa activados para luchar en su contra serán el objeto de un capítulo particular.) Aunque la ideo­ logía defensiva del oficio tiene un valor funcional para los obreros de la obra, posee también un valor con respecto a los obreros que no participan en el trabajo. En efecto, si un obrero no-alcanza a retomar la ideología defensiva de la construcción por su propia cuenta, si no llega por ese medio a dominar su aprehensión, deberá dejar el trabajo. El grupój armado de la ideología-defensa, elimina a aquél que no soporta el riesgo. De esta forma^el más frágil de ellos es motivo de burla de los de'más. Si no renuncia a su timorata posición con rtspecto al grupo, tarde o temprano será elimi­ nado. Si esto es lo que ocurre, el grupo no solamente operó una verdadera seíección que garantiza el valor operadonal de cada obrero que queda en la obra, pero, además, se defendió contra la ansiedad qúe viene a reactivar a nivel de los individuos y a nivel colectivo los propósitos y los cóinportainientos del “miedoso”. Está es la importancia de la ideología-defensa en la continuidad del trabajo. Se puede citar otro ejemplo que va en el mismo sentido. E s lo ^q^^ podríamos llamar “el bautism o” de los jóvéhés ótíréfós qúe llegan a la obra. No es raro, en efecto, que s'éán objeto de una verdadera prueba de ingreso: “se lo abuchea” durante las comidas y se pone en duda su virilidad, se exi­

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ge de él ciertas performances físicas, se lo observa... Se lo somete de hecho a la prueba de la ideología-defensa. Si sale * victorioso, se lo acepta en el grupo como uno más, al mismo tiempo que él retoma por su propia cuenta los elementos que constituyen la defensa colectiva. Si no soporta este clima, debe desistir, cosa que ocurre a veces. La ideología defensiva, es entonces funcional a nivel del grupo, de su cohesión, de su coraje, lo es también a nivel del trabajo; es la garantía de la productividad. Iluminada de esta manera, la aparente “inconciencia” de los obreros cambia de significado. Es el precio que deben pagar para superar la carga de ansiedad que supone el tra­ bajo. El rol del vino y del alcohol se articula con esta ideo­ logía. El vino, el “calvados”, es el trago de energía, no tan­ to físico como psicológico, que ayuda a afrontar las con­ diciones de trabajo. Antes de retomar el trabajo, un trago de vino tinto ayuda por su valor simbólico y por su actividad psicofarmacológica. El rol psicológico otorgado al vino se junta de mtmera no fortuita con la tradición y con los hábi­ tos de vida de los obreros. Ello está en armonía además con la sed engendrada por el esfuerzo físico. En numerosas profesiones encontramos también siste­ mas defensivos que son profundamente estructurados por la naturaleza del riesgo en cuestión. Si en ciertos casos es­ tos sistemas poseen analogías, en otros casos, son notoria­ mente diferentes y específicos de la profesión. Es así como ocurre en la industria química en donde la ideología de­ fensiva es radicalmente diferente a la de la construcción. Ultima característica de la ideología defensiva: para constituirla, es,necesaria la participación de un grupo obre­ ro, es decir no solamente una colectividad trabajando en un mismo lugar, sino un trabajo que exige una distribu­ ción de las tareas entre los miembros de un equipo. En el caso del trabajo dividido y repetitivo, donde las comunica­ ciones entre los obreros son escasas y donde la organiza­ ción del trabajo es muy rígida, hay poco lugar para la ela­ boración de las ideologías defensivas (ver, capítulo I). ■ -:vf 4f.!

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3. La ansiedad en las tareas som etidas a una ca d e n cia Los especialistas del hombre én situación de trabajo í- nunca mencionaron la ansiedad de los trabajadores de la cadena o de los trabajadores remunerados según el rendi, i miento. Sin embargo esa ansiedad se observa a través de todos los textos escritos por los obreros y en el discurso obre­ ro espontáneo con sólo prestar un poco de atención. ¿De dónde proviene tal ansiedad? Proviene en menor medida de las condiciones psicoquímicas del trabajo que de la performance exigida, es decir del ritmo, la cadencia y las cantidades a respetar. Esta ansiedad aparece como particularmente clara en los trabajadores que recién se incorporan a un nuevo puesto. Hay poca o ninguna formación para llevar a cabo tareas descalificadas. Por lo tanto ellas requieren siempre golpes de mano y una habilidad que es necesario conquistar^® Incluso cuando el secreto de los golpes de mano ha sido ad­ quirido, cuando cierta costumbre ha sido ganada al precio de esfuerzos y ansiedad con el tiempo y la experiencia, el resultado obtenido es siempre puesto en cuestión por el au­ mento de la cadencia que sobrevendrá un día u otro, o en razón de los cambios de puesto asignados sin consultar por parte de la administración para “ tapar los huecos” ajlí donde faltan obreros que tupieron que p ^ a r de trabajar. La ansiedad responde aguí al ritmo, a las cadencias, a la velocidad, y a través de ellos a los sueldos, a losnncentivos, a laLS,.primas. La situación de trabajo de los obreros remunérados por pie'zas es txítáli^ por él riesgo de no mantener la cadencia y tener que abandonar. "Ksta ansiedad, de la cual se habla muy poco, participa tanto como la carga física del trabajo en el agotamiento progresivo de los obreros y en su desgaste. A diferencia de lo que se puede observar en los oficios donde el trabajo se realiza en grupos, acá sólo hay modestas posibilidades para producir defemisás colectivas. Á 4uí lo esencial de la ansiedad debe ser asumidQ-individualmente.Xá"úñíca dé/ fensa colectiva que pudimos observár es la que llamamos' I “aceleración colectiya. en cadena”. Ya dirrios un ejemplo » más arriba. En L '£ í a 6/í,,R obert Linhart cuenta cómo un grupo de obreros logró organizarse y repartir las tareas de

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íal manera tal que uno de ellos, turnándose, pueda abandonar el trabajo durante algunos minutos. Práctica y concretamiente, abandonar el trabajo durante a la n o s , minutos ño ^s gran cosa en una jornada laboral de diez horas. Pero simbólicamente, el grupo de obì-èros venció al ritmo, a la ve­ locidad y al tiempo. Cuando uno de ellos se detiene y sale de la cadena, él,no es el único én gozar, todos los demás apro­ vechan. Todos participan en esta picardía simbólica de gran valor significativo, tanto con respecto a la victoria so­ bre la jerarquía como con respectó a la solidaridad que une a los obreros durante ese instante. Se comprende que en esas condiciones la ansiedad resultante de la lucha inin­ terrumpida contra los tiempos conduzca al obrero, cuando ya adquirió un cierto hábito y un rudimento de control de su puesto, a hacer un esfuerzo especial para no pèrder la venta­ ja con un cambio de puesto. ¡Es lo que ciertos psicólogos lla­ man la “resistencia al cambio”!^^, Al lado de la ansiedad de las cadencias, los obreros ha­ blan sin ocultamiento de los riesgos que para su cuerpo im­ plican las condiciones fi'sicas, químicas y biológicas de su trabajo. Los obreros saben que poseen un grado de morbili­ dad supérior al resto de la población y, sobre todo, que su es­ peranza de vida es diez o quince años inferior a la de los m aestros^, La impresión de ser comido por dentro, desgas­ tado, degradado, corroído, usado o intoxicado es sentida por la mayoría de los obreros. Los obreros de todas las indus­ trias expresan esta ansiedad patente bajo esa forma deta­ llada. Por ello es que podemos sorprendernos de que, en materia de Psicopatología del Trabajo, hayamos podido pa­ sar sin reparar al lado de esta ansiedad masiva. Justifica­ da por los hechos, esta ansiedad es parte integrante de la ' carga de trabajo.^La ansiedad lya sea. que .provenga de las —> cadencias o de los riesgos que emanan de las malas condi­ ciones de trabajo), roe la salud mental de los trabajadores, progresiva e inevitablemente, como el carbón que sofoca los pulmones del minero afectado por silicosi^ 4. “ A n s ie d a d y r e la c io n e s de tra b a jo ” ,

Por “relaciones de trabajo” nosotros entendemos todas . las^T^áciÓñeáJ-humanas creadas por la organización déT

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trabajo^. Las relaciones con la dirección, con la 'sü p erv i- ^ sión, con los otros trabajadores, s o n 'a vecés fastidiosas, !' hasta incluso insoportables. En el caso de las industrias en donde el trabajo está sometido a la cadencia, podemos decir que las relaciones.con la jerarquía son fuente,; de úna an­ siedad que se puede superponer con la que hem os hablado acerca del ritmo, de la productividad, de las cuotas, del rendim iento, de las primas y de las bonificaciones. Se puede superponer en la medida en que los supervisores y ■los capataces tienen como tarea específica mantener y ali­ mentar esta ansiedad con respecto al rendimiento. % ' Sje debe hacer una mención especial respecto a las^. tácticas í e ía dirección de la empresa. El encargado del % grupo y el capataz usan muchas veces bravuconadas y fa~ yorirismos para dividir a los obreros, de m anera que. además de la ansiedad relativa a la productividad se agregue la que resulta de lo que podemos comparár con el “sobrenombre” en el ejército. La desigualdad eií la divisióh del tmbajoj;^« es un arma temible de la cual seValen loSjéfés pára^ dar rienda suelta de su agresividad, hostili° costumbre presentar estas relaciones de trábajo en términos políticos y en términos de poder. La frustración, la revuelta y la agresividad en las reacciones no pueden en la mayoría de los casos encontrar una sali­ da.. Se conocen mal los efectos de la represión de esta agre­ sividad sobre el funcionamiento mental de los trabaja­ dores, apesar de que se pueda sospechar su importancia en lá relación salud-trabajo. La discrirninación que opera, la ser considerada cónio un epifenómeno, o como un problema accesorio. For­ ma parte integrante de las tácticas de mando, a pesar de que no sea explícitamente incluida en el rol de la jerar­ quía. La situación más ejemplar a este respecto es la del séctqtMrdaxicL.y- de. los empleados de oficinas. ‘^ En los servicios de contabilidad, en las grandéá^ádministraciOnes, los bancos, y los servicios, cuando el trabajo no es organizado según el sistema Taylor podemos obsérvaF"úna técnica específica de conducción. A quí ’ se particular las técnicas de discriminación. La àprèéiàción del jefe abarca los puntos que entran en el cálculo del salario, de la promoción, de los pedidos de tras-

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iado, de las licencias, de la distribución de las tareas, re­ traso autorizado o sancionado, etc. Las falsas esperanzas» i , particularmente.sobre, el, ascra son hábilmente alimentadasi Las principales víctimas de este, sistema de conduc­ ción son lais Q uieres. En ciertas administraciones, en or­ ganizaciones de servicio, los jefes recurren muchas veces a una convocatoria individual de los empleados. En la ofi­ cina del jefe las amenazas ceden el lugar a un cambio de actitud, a la benevolencia y al paternalismo. El problema del trabajo es eludido mientras el debate se desplaza hacia__ las cuestiones personales. La empleada es alentada para hablar de sus dificultades familiares y materiales. Algu­ nas confidencias arrancadas de esa manera, servirán lue- : go para la manipulación psicológica. No sólo las informa-__ ciones adquiridas de esta manera son luego utilizadas como medio de presión, sino que a veces se dan a conocer públicamente, activando o reactivando los conflictos y las rivalidades entre los empleados. De la misma forma, la dirección y los jefes de oficina buscan meticulosamente las causas de las faltas al trabajo, la naturaleza de los tratamientos seguidos, lo que les per­ mite servirse una vez más del secreto como palanca de manipulación psicológica: vergüenza y culpabilidad son ^suscitadas en cualquier ocasión Esta atmósfera tiene como__ efecto principal intoxicar las relaciones entre empleados y crear so^echa, rivalidad y perversidad entrelïnos y otros, r Así se encirentrá~^espIazado ercohfIicto~dFpDdteT."Dë“ con­ flictos en sentido vertical pasamos a contradicciones que juegan ahora a niyeLhorizontal. Este clima psicológico no > es excepcional, es más bien la regla en los empleos de oficina. Apenas surgen tales rivalidades, eí jefe poHrá partici­ par con el poder que le confiere su posición jerárquica. Po­ demos preguntamos por qué la manipulación psicológica toma tales dimensiones en los sectores terciarios. Los tiempos, los ritmos de trabajo son más difíciles de hacer respetar que en el caso de la cadena, donde todos los obreros se encuentran sometidos a la misma cadencia por la mis­ ma velocidad de la cadena. En el trabajo de oficina, la vi­ gilancia no puede ser ajustada por el metrónomo de la fábrica. Del mismo modo la permanencia del co,,ntrcl debe ser recordada por otros medios. Rivalidad y discrimina90

ción, aseguran a;los supervisores un jgran poder. ‘ ' El jefe también busca hacer háBlár á los enipleados so­ bre sus compañeros. Lo que no puede obtener directamente de la interesada, se lo arrebata a la ^colega, maHntencioA^^^ V,, modo se forma todo un sistema, de relaciones de sospecha y de espionaje. Esta trama es bastánte compacta y coherente como para tom ar difícil la escapatoi-ia o simple­ mente la no-participación en el sistema. Encarar en el tra­ bajo de oficina únicamente los dolores de posturas o la car­ ga psicosensorial es un grave error. A la falta de interés por el trabajo se agrega l.a_^siedad finto de las relaciones humanas profundamente parasitadas por la organización del trabajo. El ejemplo del sector terciario es particularmente propi­ cio para la introducción de un nuevo problema respecto a la relación vida mental-trabajo. Se trata, en efecto, de no lim­ itar la investigación a las relaciones individuales o colec­ tivas respecto de la organización del trabajo. De la organi­ zación del trabajo y de las restricciones que provoca al apa­ rato mental (insatisfacción y ansiedad), ¿no podemos bus­ car las repercusiones sobre las relaciones inter-individuales, es decir una modificación de las relaciones es­ pontáneas que podrían existir entre los empleados? En el caso del trabajo taylorizado, es el tejido relacional en sí mismo el qúe de alguna manera se.disolvió. En el caso de las profesiones expuestas a una fuerte carga de ansiedad como en la construcción, por ejemplo, pudimos dam os cuenta de los eTectos nocivos de la ideología defensiva del oficio. La contaminación de las relaciones afectivas en el sec­ tor terciario, su desestructuración en el trabajo en cadena (un ejemplo caricatural es ofrecido en ciertas fábricas de automotores de la región parisina en las que se constituye una cadena siguiendo la siguiente secuencia: un obrero árabe, y luego un yugoslavo, un francés, un turco, un español, un italiano, un portugués, etc., con el propósito de impedir toda comunicación durante el trabajo), son tam­ bién fuente de un sufrimiento suplementario. Frustración y ansiedad, deben ser vividos en el aislamiento y la sole­ dad afectiva, que tiene como efecto agravarlas aún más. '

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5. L as d iferen tes form a s de la a n sied a d

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Podem os rcagrupar esquem áticam ente; los diferentes componentes de la ansiedad en tres rubros: a) La ansiedad relativa a la degradación del funcionapsico-afectivo: En Base a lo dicToo^ elpárrafo anterior se pueden extraer dos tipos de ansiedad. LajgjTmgrjxj^ desestructuración de jas rfilíiciones psico-afectivas espontáneas con los compañeros de trabajoT'o' de su" iritoxicaciiíñ'pórTardiscnmm ación y la sospecha; o de la implicación fólrzada^eñlas relaciones de vióTeiicia y de agresividad con Tá''j‘érarquí^^^ La perturba­ ción de las inversiones afectivas provQcadas..por Ja qrgamzación del trabajo puede poner en peligro el equilibrio menUAl de los trabajadores. Generalmente son concientes de este riésgo. La necesidad de descargar la agresividad conduce a la contaminación de las relaciones fuera de la fábrica y en particular de las relaciones familiares. _Eer cnrrir a bebidas alcohólicas es a veces.una forma de atenuar la tensión interior. Finalmente, el consumo„iie_.psic'ólr0^pTc^s~^estinados^a la agresividiul y de la tensión, interior^.e5„una_úItima_solución. El segxmdó tipo de ansiedad se refiere a_la desorganización del iuncionamiento mental. Ya mencionamos en el capí­ tulo de la insiitisfacción en el trabajo, la¿j:eatrifidanes^aue tprminan en una autorepresión del propio funcionamiento y ftn ei estuerzó por 'ioani.teo¿f los comportamientos, condicionado^ De estos efectos;específicos de la organiza­ ción del trabíijo sobre la vida mental de los trabajadores, resulta una ansiedad específica compartida por gran parte de la clase obrera: sentimiento de esclerosis mental, de parálisis'dé^áTmáginación, dejajpüiésta en r^eposo d e ja inteligt'nciaj^en cierto modo dé despe7s¿ii¿Dza¿ióñ, b) La ansifdad relativa a la desrádación del organismo: La Sí'güñdiríorma de ansiedad r^eiuItaTdel riesgo que pesa sobra la salud física. Las malas condiciones de trabajo porieiTeir^ligr'.'' al. cuerpo de dos maneras: riesgo de accideñtí de carácter repefftiñó y ^ a y e d~e entrada^ ra s?^ «íi® sftfS c^ m uerte).'lnesgo’ de eriferrnedades

profesionales o de carácter profesional, aumento del índice d ? m orbilida^^cortam iento de lá esperanza de viJa^ en“ , ferm edad^^psicosom áticas”. Dijimos anteriormente que la s condiciones de trabajo impactaban sobre el cuerpo mientras que la organización del trabajo tiene como objeti. yo el aparato mental. Hay que agregar ahora que las ma­ las condiciones de trabajo no sólo son nocivas para el cuer­ po, sino también para el espíritu. La ansiedad resultante de '"Jas" amenazas contra la integridad del organismo es claramente de naturajeza mental. La^ ansiedad es el brote psíquico del riesgo que hace correr al cuerpo la nocividad de fas co'ndíconesdejrabajo. , "

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c) La ansiedad engendrada por^ la “disciplina del ham^ fcre”.‘TA pesar de un siifrimiento mental _del cual ya no podémos decir que se lo ignoraba, los trabajadores permane­ cen en sus puestos. Exponen su equilibrio y funciona­ miento mental a la amenaza que contiene el trabajo jg^ra hacer frente a una exigencia que es aún más imperiosa: sobrevivir. Ansiedad de la muerte. Ciertos autores llaman a ésta ansiedad como la “disciplina del hambre”^'^. Si se encuentra en parte ocultada en la clase obrera, esta ansie­ dad es sin embargo particularmente explícita en el subproletariado (vér capítulo I). Pero en todos los casos la dis­ ciplina del hambre no forma parte directamente de la rela­ ción hombre-organización del trabajo. Ella es más bien su condición. Antes de retomar el estudio de la insatisfacción y la an­ siedad para analizar sus efectos sobre la salud, nos deténdrémos en un caso particular de la relación hombretrabajo en la que se acumula una importantísima cantidad de molestias. 'Veremos que en lugar de suscitar una ansie­ dad proporcional, estas temibles condiciones de trabajo están en el origen de una excepcional adecuación hombretarea. Esté destino mental insólito del peligro resulta de re­ laciones complejas entre satisfacción y ansiedad. Había­ mos precisado que la distinción entre estos dos sectores de la carga psíquica era arbitraria y propuesta sólo por las'necesidades de hacer esta-presentación. El capítulo siguiente está destinado a mostrar que el análisis de los detalles- no debe adelantarse a la observación del conjunto.

Capítulo IV

UN E JE M P L O EN CO N TRAPO SICIO N : L A AVIACION D E C A ZA

P rese n ta ció n d e la situ ación

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Una base de aviación de caza se presenta como una in­ mensa colectividad que reúne miles de personas compro­ metidas en una tarea común, al igual que las obreras de una colmena, para que pueda realizarse la misión de los pilotos que son apenas unas decenas en total. Aparece en­ tonces una ruptura entre el personal navegante y el resto de la colectividad. Una ruptura que, de hecho, es activamente mantenida por los mismos pilotos. Podríamos dar a esta actitud psicológica varias explicaciones en la que tendría lugar una vez más la existencia de un sistema defensivo específico, “ideología del oficio”, destinada a evitar las discusiones inoportunas que podrían cuestionar su orgullo de “caballeros del cielo”. Esta ideología no es un efecto se­ cundario del trabajo sino que es, como es posible mostrarlo, una verdadera necesidad de mantener una moral de or­ gullo, de insolencia y de agresividad. Cada una de estas actitudes es, como lo veremos luego, indispensable para afrontar las condiciones de trabajo. A un piloto de caza no le gusta hablar de él a un extraño en términos personales, así como sobre las razones que lo llevaron a elegir ese empleo, ni incluso hablar de su traba96

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r;.v joJ Contrariamente a los pilotos de aviones de transporte, que son de más fácil contacto, se interesan en las cues­ tiones médicas y hablan, extensa y voluntariamente sobre u , la naturaleza de su trabajtf y las condiciones de trabajo, los pilotos dé caza tieneií una actitud verdaderamente dife­ rente. J ' Al parecer los pilotos de caza tienen una relación con su trabajo mucho más tensa que los pilotos de transporte; el equilibrio psicológico realizado individualmente y en gru­ po (en las escuádriHas) a propósito de las experiencias la­ borales apárece como mucho más costoso y exige, entonces, ser protegido de las miradas indiscretas y especialmente de toda conversación o diálogo que pueda poner en eviden­ cia las cuestiones de seguridad y de accidente. El grupo de los pilotos de caza vive al margen para pro­ teger su forma de funcionar, y tál vez sería "convenienté respetar este distanciamiento sin el cual una conversación fuera de lugar podría traducirse, sin mediatización, en in­ cidentes durante los vuelos siguientes. L as co n d ic io n e é de tra b a jo En un avión de caza se concentra una cantidad impor­ tante de tensiones relacionadas con el entorno. Imagine­ mos un piloto de caza en su cockpit; su situación no tiene nada de envidiable. El espacio de que dispone, reducido al mínimo, deja justo el lugar para sentarse incómodamente en un asiento metálico (en el cual la rigidez está justifica­ da por argumentos de seguridad con relación a la eyec­ ción). Apretado por las múltiples correas que le rodeán el cuerpo y muslos, apenas puede moverse; el casco está lo su­ ficientemente ajustado sobre su cabeza como para no des­ prenderse en caso de eyección; la nariz y la boca están cu­ biertas por una máscara que está conectada por medio de un tubo a las reservas de oxígeno del 'avión; en las manos, guantes y dobles guantes son indispensables para luchar contra el frío. El trabajo exige a veces desplegar una im ­ portante fuerza física (para poder accionar el mango que se vuelve inquietantemente rígido en ciertas posiciones del aparato). Las variacionés de temperatura pueden ser con­ siderables, así como los cambios de presión que a veces son

difíciles de soportar y que exponen al piloto a riesgos de aeroembolismo, de disbarismo, de hipoxia y hasta pérdidas de concicimiento.' Las aceleraciones hégativás b positivas pueden llegar a alcanzar 7 g, lo que ocasiona desórdenes en el sistema cardiovascular, la presión arterial, los liga­ mentos suspensores de las visceras, etc. El ruido es a veces' muy intenso (e incluso en ciertos aviones provoca sorderas profesionales: por ejemplo en la aeronaval). Las’ vibra­ ciones de baja frecuencia, así como las trepidaciones del aparato son muy penosas y el casco es inútil para protegerlo de los golpes contra el vidrio. Las condiciones de lum ino­ sidad varían con la meteorología, la hora del vuelo y, du­ rante im mismo vuelo, esto puede suceder en un instante en función de la altitud, mientras se alternan encandilamiento y oscuridad, con lo cual la lectura de los instru­ mentos de vuelo se vuelve particularm ente fastidiosa. Además, el ambiente químico puede estar contaminado por las inhalaciones de gases quemados, de vapores o de gases tóxicos. Concluiremos diciendo que también existen riesígos de explosión y de quemaduras. Sólo pueden apreciar con ju steza estas enormes ten­ siones aquellos que ya tuvieron su experiencia con los aviortes de caza. A pesar de los dolores en los oídos, los desórdenes neurovegetativos, las náuseas, los dolores abdomirìalès, las hipersialoreas, los sudores, las cefaleas, los problemas visuales (disminución del campo visual, velo ríegro, velo rojo, displopía), las dificultades respira­ torias durante las grandes aceleraciones, los cambios en la presión a rterial— a pesar de todas estas molestias—-, el pilotò debe conservar intacta toda su lucidez y sus facul­ tades psicosensoriales para poder vigilar los indicadores, las pantallas de radar, las señales luminosas de varios colores o alternativas, las señales de alarma, las informa­ ciones visuales y sonoras. El debe, por otra parte, vigilar el exterior y mantener conversaciones con sus compañeros, con el control aéreo terrestre y todo esto en dos lenguas (francés e inglés) según quién sea cada interlocutor. El funcionafniento hombre-máquina£x4?c la perfección: El menor desperfecto en este mecanismo sincronizado de fracción de segundo, significar la müéfító. Si el altímetro le da un dato incorrecto, si el hóri-

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zonte artificial se desvía lentamente, si aparece una pérdi­ da de aceite, si una rajadura hecha por el desgaste llega a romper una aleta del compresor, si el piloto sucumbe a un instante de distracción, si por una aceleración mal calcu­ lada el piloto descuida un segundo su atención, si duda so­ bre un procedimiento en caso de incidente, si él está pertur­ bado por una orden mal enunciada por el jefe de escuadrilla, si tan solo se encuentra un poco “tenso” por causa de un motivo familiar... Cualquiera de estos factores tomados individualmente puede precipitarlo a la muerte. De esta proximidad permanente con la muerte, de la pro­ hibición de tener desfallecimientos materiales, físicos o psíquicos, surge una ansiedad que solo tiene su equivalente en la dimensión fuera de lo común de los r ie s g o s que im ­ plica una misión aérea. Si agregamos a esta descripción el hecho de que ciertos instrumentos de navegación, de tiro o de pilotaje no siem­ pre son precisos, y sobre todo que sufren distintas desvia­ ciones según los aparatos, si sabemos que los accidentes graves no son excepcionales, podemos preguntam os ¿por qué existe todavía gente para afrontar tales condiciones de trabajo? Los argumentos de orden material tienen escaso peso si consideramos que un número importante de los pilotos de caza es reclutado de entre los suboficiales para los cuales el sueldo no supera, o solo es un poco mayor que el de tm em­ pleado de oficina. Es en otras instancias que tendremos que buscar las explicaciones.

Posición original de organización del trabajo

la

relación

salud-

A diferencia de lo que observamos en la producción in­ dustrial, o en la construcción, podemos cons'tatar que en la aviación de caza, pilotos y superiores generalmente se po­ nen de acuerdo para mejorar la relación salud-trabajo. Cada avión representa una verdadera fortuna y para ase­ gurar que vuelva a su base es necesario que los pilotos estén “en buena salud”. Además, un piloto ciíiesta caro, por su for­ mación (avión, Base-Escuela, cpmbustiblé destinado a la instrucción, etc.) de tal forma que su vida ^ es

.objeto de todas las atenciones. La operaciOnalidad de la ayiación de cáza d.epende de las perfpjm tóces dé los pilotos y de la buena adaptación hombre-máquina. És por ese mo­ tivo; que la orgíQííiación del trabajo se preocupa no sola­ mente del p rop eso tá n ico sino que se dedica de lleno,'por así decirlo, a favorecer el trabajo de los pilotos. En la organización del trabajo, podem os recoger tres ejél'^'íiriíicipales alrededor de los cuales se orientan los es­ fuerzos por el mejoramiento de las relaciones hombrem áquina.

Adaptación del trabajo al hombre. Las técnicas utilizadas para adaptar el trabajo al hom­ bre en el campo de la aeronaútica. son las que cuentan con el mayor número de realizaciones. Se lograron progresos considerables mucho antes de que se iniciara la campaña por el mejoramiento de las condiciones de trabajo en la insonorización, l¡a climatización, la presurización, los me­ dios de telecomunicaciones, la iluminación, la concepción del puesto de trabajo, la presentación racional de los ins­ trumentos, la automatización de los cálculos, la, duplica­ ción de los instmmentos como medida de seguridad, la di­ visión del trabajo entre los operadores, etc... que culmi­ naron en los aviones de transporte que conocemos hoy en día y que son “más seguros que los colectivos”. A d a p ta ció n d e l h o m b re al tra b a jo . Este segundo eje desempeña sin duda un papel prepon­ derante; se trata en efecto, del aprendizaje, de la formación y del entrenamiento de los pilotos de caza. Sería demasia­ do extenso en este momento mencionar el curriculum vitae de un piloto. Basta con saber que, reclutado entre los me­ jores elementos de la Escuela del Aire, recibe una forma­ ción de ingeniero y de técnico, es sometido a un entrena­ miento físico intenso, se beneficia cón un aprendizaje aéreo que, por sus condiciones, pone en cuestionamiento to­ dos los otros cursos teórico-prácticos que se dictan en las es­ cuelas y universidades (relación numérica entre profe­ sores y alum nos, m edios m ateriales puestos a su disposición, etc.).

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. Pero este entrenamiento y esta formación prosiguen y se prolongan durante toda su vida profesional. No se trata de dejar bajo ninguna circunstancia que el alumno pruebe o trate de enbontrar por sí solo los procedim iénüs á utilizar en¡caso de emergencia (contrariamente a lo que observa­ mos en la industria química por ejemplo (ver capítulo 5)V. Un aparato solamente es puesto en servicio una vez que fue sometido a una serie de pruebas convincentes y es entrega­ do a las fuerzas armadas con todos los procedimientos ne­ cesarios y todas las reglas de Utilización. Luego de cada accidente tiene lugar una investigación técnica de una calidad tan excepcional que haría palidecer a todos-los miembros de los comités de higiene y seguridad de Francia y Navarra. El menor detalle, lá menor sospe­ cha, tiene como consecuencia una nueva nòta de servicio, que se distribuye-en todas las Báses de Francia, tiene qúe. ser respetada dando la orden de proceder a una revisación sistemática de todos los aviones o de reemplazar determi­ nada pieza de todos los motores, etc. Todo error p negligen­ cia en el mantenimiento del material es sistemiáticamente sancionada. Notamos la gran diferencia que hay res­ pecto dé las lamentables discusiones acerca de las causas y responsabilidades de los accidentes en .la_ industria. Toda la actividad del piloto en la Base y en tierra está centrada en darle los medios, no solamente de limitar al máximo los riesgos o incertidumbres durante su misión, sino también en corregir las eventuales anomalías que podrían aparecer en vuelo: aprender a servirse de los ins­ trumentos así como de los nuevos artefactos ¿ verificar los procedimientos correspondientes a cada incidente, recitar y repetir las etapas sucesivas de cada procedimiento, prepa­ rar minuciosamente cada misión, tomar en cuenta los da­ tos metereológicos, entrenarse en el simulador, etc. No existe, según nuestro conocimiento,una situación de traba­ jo comparable en cualquier, otra rama de actividad donde se haya impulsado y mantenido con tanta asiduidad y vo­ luntarismo el nivel de formación de los operadores. Toda actividad en tierra, además de su valor técnico, real y concreto, juega un papel fundamental desde el punto de vista psíquico al ser\ñdo del equilibrio^^ ;-''ííó'-ídáÜ'1f é ‘1á'péi^^

La preparación técnica para llevar a cabo las misionés es también -Una preparación ásícóiÓ gicS 'al W ciáénté, a lo im ­ previsto, al accidente, a tMas e ^ s situaciones que proyec­ tan al piloto a la proximidad ae la muerte. Ella tiene un papel considerable eh la defensa que es puesta en práctica para luchar contra la ansiedad y el miedo. La s e le cció n de lo s p ilo to s La adaptación de la relación hombre-máquina y la bue­ na calidad de la relación salud-trabajo descansan tam ­ bién sobre la selección ya que solamente se reclutan súj'etos rigurosamente seleccionados, física y psicológicaníénte. Desde hace tiempo en la aviación de caza, no se registran accidentes causados por desórdenes psicológicos. Hay una buena selección médica que al ingresar, es perfectamente eficaz. En este caso la medicina del trabajo es de calidad. Es uno de los sectores donde los médicos del trabajo son de los más competentes. Pero incluso aquí, la vigiláncia médica, aunque no hace ninguná indulgencia frente a un resfrío (que podría provocar catástrofes por causa de las va­ riaciones de presión), procede sobre todo por eliminación. La prohibición, momentánea o incluso definitiva de volar, es decretada a partir del mismo momento en que aparece una pequeña anomalía física. Tal selección prosigue du­ rante toda su carrera. Adaptación real de las condiciones de trabajó al hombré, entrenamiento riguroso de los pilotos, selección “hasta el extremo”, llevan al perfeccionam iento de, la relación hom bre-m áquina. Sin embargo, la organización del trabajo en la aviación de caza está al servicio de la salud y dé la seguridad de este personal solamente por n&cesiá&á. Salad y seguridad están estrechamente relacionados con la operacionalidad, pero no son sinónimos. Efectivamente, existe un debate'^5 en térmi­ nos muy crudos acerca de este tema: ¿qué relación existe entre la seguridad y la operacionalidad?. Resulta evidente qué si ponemos la seguridad en el puesto de comando póde.^.mosgéfectivamente hacer disminuir (o incluso hacer idesapárecer) todos los accidentes. Es lo que ocurre, por ejem-

pio, en los transportes aéreos militares donde los acci­ dentes ya casi no existen . En cambio, en la aviación de' caza, persiste todavía un residuo cuyas causas ;ya no son materiales. Es lo que se llama “factor humano”. Sin em ­ bargo estos accidentes son “útiles” para mantener la agre­ sividad y el gusto por el riesgo por parte de los pilotos de caza. En cambio, en el caso de los vuelos de transporte se pone la seguridad en el primer plano de los valores morales e ideológicos: aplicar los procedimientos, no tomar nunca riesgos inútiles, no hacer ninguna hazaña, considerar al profesionalismo y a la seriedad como las mejores cuali­ dades... Las actitudes tontas, temerarias, aventureras, son proscriptas y sancionadas. El fin integra a los medios. En la aviación de caza, demasiada seguridad conduce a transformar la fuerza aérea en una gran escuela y no en un instrumento operacional. Todo está .centrado en la agre­ sividad, en el éxito a cualquier precio, el coraje, la acción, la proeza, el heroísmo, etc. El fin prevalece sobre los medios . Hacer un tonel de más o de menos, volar a una altitud in­ ferior a la indicada, utilizar la post-combustión, ser ri­ guroso sobre los incidentes, respetar Iqs procedimientos de tiro, todo esto no tiene importancia. Solo cuenta el resulta­ do. Hay que ser operacional , con el peligro de asumir ries­ gos en todo momento; o sea, en otras palabras, menospre­ ciar la seguridad. “Acá no somos conductores de micros”. Toda mejora en las performances del avión o de sus poten­ cialidades permite al piloto asumir todavía un número mayor de riesgos. Tenemos, entonces, una limitación de la seguridad a nivel de los hombres pero también a nivel de los aparatos. Sería sin duda más prudente construir aparatos bimotores, pero esto costaría más caro y hay que prever la pérdida de aviones en caso de guerra. Entonces los pilotos tienen que aprender a reencender su único motor en el caso de que este fallara en vuelo. Efectivamente, ellos lo sabep„hacer, ya que este incidente muy frecuente ocurre varias veces du­ rante la carrera del piloto de caza. Son también numerosos los que tuvieron que eyectarse luego de una niptura del compresor.

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En la aviación de caza, la primera característica de la ' , , relación entre el hombre y su trabajo y entre la ansiedad y ’ el riesgo, es su destino radicalmente diferente del que se puede observar, por ejemplo, en la construcción o en la peirofiuímica. A pesar del mantenimiento minuciosa de un íii#^ ;:i^ sid u al, organización del trabajo, jerarquía y pilo­ tos se ponen de acuerdo para mejorar la seguridad, lo que no es el caso en la industria. Por otra parte, la superioridad jerárquica brinda un esfuerzo considerable en la instruc­ ción para que los pilotos adquieran ún verdadero control sobre ese riesgo, el aprendizaje no es aquí una palabra en vano. Una vez más, la situación es bien diferente de lo que observamos en la industria. L a cu estión de la sa tisfa cció n en el tra b a jo A pesar de la adaptación del trabajo al hombre y de la adaptación del hombre al trabajo, los riesgos son aún im­ portantes, las condiciones de trabajo siguen siendo todavía de ujna rigurosidad excepcional; incidentes y accidentes no son excepcionales. El efecto que tiene la satisfacción en el trabajo permite absorber esta diferencia. La misma pro­ viene de distintos orígenes. La ideología de los cazadores: el piloto retoma, por su cuenta, los objetivos del ejército, de la aviación y de la caza. Los pilotos de caza piensan que forman una élite. Elite, primero, en el seno del ejército, yá que la fuerza aé­ rea es más respetada que la marina, y a su vez, la marina más que el ejército de tierra. En segundo lugar éhte dentro de la fuerza aérea ya que son los “caballeros del aire”. Es entre ellos que se recluta el Estado Mayor de la Fuerza Aé­ rea. Elite por fin, respecto de la nación y admirados por casi todo el mundo: héroes, ellos encarnan la síntesis del coraje individual y de la competencia técnica, ellos repre­ sentan el ideal del que todo lo puede que encontramos en to­ dos los niños y que a menudo permanece latente en muchos adultos. El elitismo es admitido, cultivado, y los pilotos de caza mantienen un desprecio hacia todo el resto de la hu­ manidad, miserablemente reducida a su condición de te­ rrestres. La admiración de la cual son objeto y el orgullo inigualado por otras profesiones están fundados precisa- -k

mente en la confrontación con ese peligro ejemplificado en el oficio. Admiración, orgullo, éxito y dominio de la anv gustia están ligados en una forma inseparable y se valorií zan unos a otros. ' j La motivación y el interés por el trabajo: efectivamente, la'tarea del piloto de caza es de una complejidad, inusual y necesita, cómo ya lo señalamos, una perfecta asociación de todas las cualidades intelectuales, psicológicas y físicas; Pocos-oficios réálizan tal unidad teórico-práctica y pocas situaciones reclaman tantas capacidades a uri solo sujeto y en forma simultánea. La valorización del cuerpo y de la mente debido á esta situación de trabajo es el reflejo de la síntesis trabajó intelectual-trabajo manUal. ; E l lu g a r e x c e p c io n a l que ó cü p a la m ó tiv á ció n En el oficio'dé piloto de caza, la motivación es objeto de lina atención ejemplar por parte de los superiores. — Primero a nivel de la selección, donde, entre los cri­ terios de elección de los candidatos se acuerda un interés muy particular á los juegos que fueron preferidos durante la niñez: .el gusto por el aeromodelismo, lectura de aventu­ ras, relatos de pilotos, gusto por la mecánica, experiencia en aeroclubes, etcétera. — Luego, durante toda su formación, los superiores otor­ gan una nota evaluando el deseo de volar, la búsqueda de misiones arriesgadas, la “agresividad” de los alumnos pi-' lotos, todo eso catalogado bajo la rúbrica “ dinamismo”. Duda, desaliento, decaimiento de la motivación son minu­ ciosamente observados, consignados y tomados en consi­ deración. — Finalmente, durante toda la vida del piloto de caza, le basta con no tener ganas de trabajar para que sea au­ tomáticamente dispensado de hacerlo. Por más que su de­ seo dure solo algunos días o semanas, en el momento en que ya no tenga más ganas de volar, su descalificación no se hará esperar. Esto es así porque en este empleo háy que estar motivádo a cada instante, porque en caso contrario el enfrentam iento con el peligro, podría terminar en una

La importancia dada en este trabajo a la motivaciór, modifica radicàliìiente los„datos relativos a la; Psicopatoí "logia del Trabájo con respecto a lo que observamos en la clase obrera. ; ' ' ‘ ' La diversidad del trabajo, la complejidad de la tarea, la calificación que es requerida, el perfeccionam iento per­ manente, la libre elección de la tarea, el lugar que ocupa la motivación, el ejercicio simultáneo de todas las potenciali­ dades físicas, psicosensoriales è intelectuales, colocan a la --. aviación de caza en una oposición punto por punto acerca de lo que describimos en la industria y particularmente en las tareas repetitivas. ' i .. Este ejemplo contrario nos. muestra que los dos sufri­ mientos principales qúe surgen de la relación ’hómbreorganización del trabajo, es decir, la ansiedad por una parte y la insatisfacción por otra, no ocupan una posición de igual nivel en la dinámica psicopatológica. La aviación de caza nos muestra que una ansiedad de considerable inten­ sidad puede perfectamente ser tolerada con la condición de que sea equilibrada por la acción del sistema motivaciónsáiisfdcción. En otras palabras, los efectos de la ansiedad ocasionados por la organización del trabajo están sujetos al rnultiplicador o al divisor que depende de la satisfacción en el trabajo. La estinictura m ental de los p ilo to s de ca za . Guando nos referim os a este ejemplo, es fácil darse cuenta de la: dificultad para diferenciar, en la insatisfac­ ción' én el trabajo, lo que releva del,contenido significativo y lo que correspónde al contenido ergonòmico del trabajo. Dáda lá diversidad de las exigencias; de la tarea, las múl­ tiples molestias y la cantidad de aptitudes y de cualidades psicomotrices y psicosensoriales que son requeridas, és ob­ vió que esté trabajo conviene solamente a un número limi­ tado de individuos. Dado lo que está en juego, tanto en su aspecto material como estratégico, es evidente que no se pueden imponer estas tareas a cualquier trabajador cómo 0cu:^é,en otras ramas de actividad. Habíamos dicho que la .ansiedad relativa al riesgo que supone la tarea puede,'de alguna forma, ser modulada por la relación con la satis­ facción. "S.’;;-:..

lintre los dos componentes de la satisfacción_en el trabar­ ían relación con el contenido ergonòmico" y él contenido i///i)nc«tivo) existe también una rela^Utrro que afronta cada día, es porque el pilp|Q. es guiado V r rtiipiraciones esencialmente orientadas hacia la supe'.jvóu’" ' mismo. El ideal del yo tiene tambíéivotro papel ^vv\ irt vida del piloto de caza: su pertenencia al grupo de pi^ ni escuadrón, a la escuadra- Preso de su narcisismo, '"dudablemente encontrar su doble en sus colegas, y ^^^nu>nte es capaz de identificar y brindar amor a los ob­

jetos que pueden ocupar un lugar muy preciado respecto de su ideal del yó.'De hecho, la horabséxúalidad'láitenté'es una de las características de los pilotos de caza. El deseo de re­ cibir una confirmación narcisista por parte de sus seme...jantes lleva al sujeto a exhibirse ante ellos.jEsté comportaevidente en los escuadrones, donde el exhibicio­ nismo no corresponde únicamente a las cualidades excep­ cionales, sino también al conjunto constituido por la perso­ na física y su vestimenta. Podemos ver el poder con que el ideal del yo se ejerce sobre los pilotos de caza de una mane­ ra tan demostrativa en otra situación: a menudo ellos están casados con mujeres hermosas, ricas en color, repre­ sentativas, y establecen con ellas relaciones donde deben dar prueba, ante las miradas de todos, de su virilidad y de su poder. Sin embargo las relaciones conyugales no afec­ tan jamás la inversión libidinal inicial, narcisista, implementada en el trabajo. Cuando se realiza una transfor­ mación más importante en la vida fam iliar, estalla un conflicto entre la vida profesional y el compromiso familial que a menudo culmina exp¿rimentando_angustias en el transcurso de una misión y paulatinamente con una re­ planteo de la actividad desarrollada en el lugar de traba­ jo . Otra característica es que la transgresión permanente que supone ese trabajo no acarrea ninguna culpabilidad. Por más que sea un combate aéreo o la muerte del adversa­ rio, en ningún momento notaremos rastros de remordi­ miento. La agresividad es muy valorizada, es úna exigen­ cia fundamental del oficio; ella choca con pocos obstáculos y en el caso contrario conduce inevitablemente a la inca­ pacidad psíquica del piloto para volar. Cuando esto último sucede, lo que predomina no es tanto el sentimiento de cul­ pabilidad como la pérdida de confianza en sí mismo, la desvalorización narcisista, mientras nace al mismo tiem­ po una sintomatología de carácter depresivo. Es por eso que la profesión de piloto de caza parece estar ligada a una fijación en un estado pregenital y pre-edípico del desarollo de la personalidad. Sin embargo, la profesión de piloto de caza exige poseer en forma simultánea una visión acertada de la realidad y sólidas bases en el campo del conocimiento y de la discipli­ m

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na científica y técnica. Hay que tener presente que todas estas disciplinas, son enseñadas en tierra en un marco muy jerarquizado y muy militarizado. A l ,,m de la ’ forijnación técnica, ,la form ación'm ilitar ocupa un lugar importante. Este punto es esencial: la formación en tierra, ■que es felativámente larga y repetitiva, prosigue,durante toda su carrera; está estrechamente ligada a la vida m ili­ tar; Esta observación nos hace pensar que la moderación necesaria de las aspiraciones del ideal del yo está asegura­ da por el apoyo exterior (el orden militar) que se expresa por medio de las necesidades de la realidad, de la disciplina y de lo prohibido, es decir el Superyo. Las características de los pilotos de caza pueden enton­ ces enunciarse así: falta de madurez, interrupción del desarollo mental a mitad camino entré la etapa-fálica y la etapa genital, hipèrtròfia del ideal del yo en detrimento del superyo, importancia del narcisismo \:on respecto a las re­ laciones objetivadas, una homosexualidad que es más con­ templativa, comparativa y exhibicionista que puesta en práctica. El conflicto más característico es el que opone el yo frente al ideal del yo, y la a n ^ stia que resulta de ello se sitúa en el espacio del narcisimo. Estas personálidades son las dél tipó'que fueron señaladas por Kohut^^. La angxistia fundamental del piloto de caza sería la de un ser limitado, de un ser comparable al común de los mortales, un ser ne­ cesariamente modesto, que tiene que reconocer la existen­ cia del otro y sus diferencias, un ser que es llevado a inver­ tir sus deseos en otro que no sea él mismo, que no se basta a sí mismo. En el piloto de caza, esta “angustia de los límites” se ubi­ ca en el centro de la vida mental, de sus elecciones, de su orientación, a tal punto que su vida profesional aparece como una respuesta . Afrontar la,adversidad, el peligro, de­ safiar las circunstancias y la naturaleza, proyectarse en Una situación de riesgo, no representa para la personalidad del piloto la misma performance que para un neurótico me­ dio. Es, por el contrario, una superación del conflicto nar­ cisista que opone el piloto a su propia imagen, algo así como im cable a tierra para su angustia fundamental. Cuando él desafía las fuerzas de la naturaleza, en realidad se está _, desa§.a^Oja sí rniSTOO, y es en ese énifrentamientof y ■sobre

miento, y sobre todo en el éxito, que llega a superar Su an­ gustia. És por eso que valoriza sobre todas lás cosas su con­ 0 ) dición de piloto solitario, en un avión monoplaza, situación 0 ) qüe a cualquier otra estructura de personalidad le pare­ cería como algo temible, insostenible y monstruoso. Obte­ 0] nemos entonces la siguiente conclusión, “la angustia de 0 los límites” no es reactivada solamente por el hecho de vo­ lar, sino que es ante todo la motivación misma del vuelo. 0 La vida profesional es una respuesta grandiosa a esta an0 ■gustia desmedida. Esta descripción del piloto de caza es menos caricatural de lo que podríamos creer. En efecto, las reiteradas inves­ tigaciones nos muestran que todos los pilotos de caza 'bperacipnales presentan características psicológicas réalmente estandariizadas. Toda variación respecto de ese modelo conduce irrem ediablem ente a una descalificación, a un traslado o a un accidente. Esto se entiende si tenemos en cuenta el hecho de que el menor desfallecimiento en la mo­ tivación, el entusiasmo o la agresividad, puede llegar a re­ plantear la calidad de la “performance”, lo que en esté caso significa un accidente. Estas Comprobaciones nos hacen plantear natural­ mente una pregunta: ¿cómo se llegan a seleccionar indivi­ duos que presentan simultáneamente aptitudes en cálidad y en cantidad excepcionales y a la vez un sistema de moti­ vación tan insólito? E l tem a de la s e le c c ió n m en ta l Dirigida al cuerpo físico y a las cualidades intelectua­ les én primer lugar, la selección es tan draconiana como el número de aviones, y por lo tanto, el númeí^ de pilotos re­ queridos es particularmente restringido. A pesar de que la selección fi'sica sea muy conocida, la selección psíquica no está instituida, a excepción de la ad­ ministración de algunas baterías de tests para los sub­ oficiales, pero generalmente es considerada como inexis­ tente, y de todas forma imposible. Esta selección existe'de hecho, pero responde a modalidades muy particulares;'Se realiza entre dos polos. En un extremo la población qüe se dice estar motivada, y por el otro las condiciones objetivas de trabajo.

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En el centro.de la motivación retenemolaél pl^ del poder absoluto y la formación agresiva, en otras palabras, la asociación combatividad-gusto por el riesgo. Estos dos caracteres son todavía bastante vastos como para abarcar una población de candidatos que es mucho más importante de la que quedará ál final del curso. En cierta medida, las condiciones de trabajo determinan el “grado” de agresivi­ dad necesaria y su forma. Si el avión es seguro y complejo, si la misión no presenta un gran peligro ( como es el caso de los aviones de transporte), la agresividad debe, ante todo, ser canaHzada en el placer del dominio técnico. Por lo contrario, si las condiciones de trabajo suponen un riesgo máximo y un enfrentamiento directo con el ene­ migo (avión de caza, misión de intercepción ), la agresivi­ dad necesaria debe ser particularmente potente y debe con­ servar su forma inicial en el desairollo' psicológico de la personalidad, es decir que debe preservar su objetivo de destrucción. Como ejemplo podemos comparar los pilotos de los Mirage III con los pilotos del Mirage IV (de bombardeo). En este último, las condiciones de trabajo son intermedias entre las del transporte y las de caza. Se trata de alcanzar el objetivo por una trayectoria simple, desplegando ante todo los esfuerzos técnicos (empleo de instrumentos sofisti­ cados, complejos sistemas electrónicos para escapar a la detección del radar), es decir que se sitúen más en el campo del control, que en el del coraje. El objetivo de la misión no es destruir, en un combate a duelo, un enemigo comparable a sí mismo en fuerza, sino que se trata de llegar al objetivo gracias a una buena navegación y de largar una bomba como se largaría un paquete. Entre los dos polos (de la motivación hasta las condi­ ciones objetivas del trabajo) la orientación del piloto no es un hecho casual. Ella se pone en práctica por el juego arti­ culado de: — La selección física, intelectual y técnica^ con sus dos aspectos cualitativo y cuantitativo. — La formación-progresión . — La adaptación. -^

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i En lo que se refiere a la selección física, ya dijimos que ella alcanzó un nivel excelente de eficacia gracias al progreso de los métodos de diagnóstico clínico, psicológico y biológico. Prácticamente ya no hay más errores^en la se­ lección. La “selección nerviosa”: señala de hecho las “per­ form ances” psico-sensoriom otrices. Para los sub-oficiales, se efectúa por intermedio de tests de nivel y de tests psicomotrices. Los oficiales que se forman en las grandes academias no están sometidos a tales tests. Al parecer, la misrna naturaleza de los estudios elim ina espontánea­ mente a los que no reúnen las aptitudes que son requeri­ das. La “selección intelectual” : se superpone con la selec­ ción nerviosa y los medios clásicos de tipo pedagógico en las Academias. El control de los conocimientos funciona por eliminación. Al término de esta selección, los “factores psicológicos” solamente han sido tomados en cuenta en la medida en que ellos se manifiesten por síntomas que afec­ tan las “perform ances” fi'sicas nerviosas p intelectuales. Por cierto, esta selección elimina los enfermos mentales graves, afectados por síndromes deficitarios y de grave inestabilidad emocional, pero es aún una selección rudi­ mentaria pues no ha permitido realizar la adecuación psi­ cológica de la población a las condiciones de trabajo. F o r m a c ió n -p r o g r e s ió n La formación en las Bases-Academias no depende ex­ clusivamente de elementos técnicos situados fuera de toda relación psico-afectiva. Formación y progresión aseguran también una selección propiamente psíquica. Esta se reali­ za por intermedio de la relación pro/esor-a/um no en un proceso de identificación. El profesor (que seguramente ya está adaptado a las con­ diciones de trabajo) concreta en su persona, sin ser siem­ pre conciente de ello, las cualidades psíquicas necesarias para los futuros pilotos. Si el alumno-piloto llega a identifi­ carse con el instructor piloto de caza, es porque él también posee lo esencial de las cualidades afectivas, agresivas y “motivadoras” de su profesor. El mecanismo de identifica­

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ción funciona en los dos sentidos; los más viejos a veces co-, mentan lo siguiente acerca de los jóvenes pilotos que alea­ ban de llegar: “este muchacho no tiene el perfil de cáza” y á menudo su veredicto es luego confirmado. Esta particular aptitud de los viejos para juzgar a los más jóvenes se debe a la necesidad de reconocerse en sus colegas por las vías ya mencionadas de su narcisismo y de su capacidad de identi­ ficación. Es durante la formación que se realiza la orien­ tación hacia las diferentes carreras en función de las ca­ racterísticas de la personalidad de cada piloto. A pesar de no ser objetiva, y de ser dependiente de los carácteres específicos del profesor o del instructor, esta orientación-selección, que actúa por medio de una relación de identificación y que no depende de los caracteres propios del maestro o profesor, no es sin embargo menos eficaz. Deducimos fácilmente de este análisis que la calidad de un instructor no depende exclusivamente de su valor pe­ dagógico, sino también de sn representatividad psicológica en relación con las cualidades psíquicas que son requeri­ das por el trabajo que está encargado de representar frente á sus alumnos. De esta forma, el elemento principal de la selección,psíquica de los pilotos de caza es, ante todo, la re­ lación instructor-alumno en la parte práctica de la forma­ ción aeronáutica. La adaptación Es la modalidad más sutil y psicológicamente más fina de la selección de los pilotos de caza. La adaptación es en cierta forma la adhesión del joven piloto no solamente a las condiciones de trabajo propiamente dichas, sino también a los valores morales y a la ideología de la escuadra, es decir a todo lo que anteriormente se definió como el sistema de­ fensivo elaborado colectivamente por ^l grupo de los pilotos ( que forman la escuadrilla, la escuadra). A ese nivel, las cualidades físicas, nerviosas, intelectuales y técnicas ya no están más en juego.Lo que cuenta ahora es precisamente la calidad de las relaciones con sus camaradas, la adhe­ sión a los valores ya existentes, y también la pmrticipación de manera colectiva en su elaboración y en su consolida-

Aunque la ‘"selección psíquica” es diferente de la triple selección física, nerviosa e intelectual (muchas veces, ca­ lificada de objetiva), aquella no se llevó a cabo sin coheren­ cia. Por lo contrario, es el resultado del juego oculto de las relaciones que acompañan la progresión del alumno desde las evaluaciones o test de ingreso hasta su calificación como piloto operacional. ' , En última instancia, el funcionamiento de la cadena selectiva está ante todo determinado por las condiciones de trabajo. Cuando en el futuro se modifiquen los Mirage III, el número de misiones y su contenido, y que cambie rápi­ damente su conducción, se m odificarán los criterios implícitos de la “adaptación”, cambiarán los instriictóres que provienen de las escuadras, cambiará la orientación hacia las distintas ramas de la aviación militar para un mismo alumno y, finalmente, los excluidos y los que fracásaron.en la progresión y en la adaptación ya no serán los mi s mo s. Las condiciones objetivas de trabajo determinan el ni­ vel y él contenido de la adaptación y por consiguiente in­ fluyen sobre toda la cadena que culmina en una serie de elecciones de la cualidades psíquicas que son necesarias para el piloto de caza afectado a un nuevo tipo de avión, de la naturaleza de las relaciones interpersonales del grupo, del nivel de angustia a tolerar y, finalmente, de la agre­ sividad indispensable. Dé todo ello se desprende, entonces, una selécción psíquica de los pilotos de caza, que a pesar de ser superflua es, sin embargo, de una extraordinaria eficacia. La buena calidad de la relación motivación-satisfacción y, particu­ larmente, el placer que proviene del contenido significktivo y simbólico del trabajo son absolutamente indispensa­ bles para m antener la máxima “perform ance” ergonò­ mica y también para atenuar la ansiedad. Para ser peiíecta, la adecuación hombre-trabajo necesita no solamente un contenido excepcionalmente interesante de la tareá, sino también úna selección rigurosa entre los postulantes para ese oficio. La adaptación excepcional del placer prove­ niente del trabajo a deseo, en el caso del piloto de ciaía, le perm ite afrontar diariamente las condiciones de trabajo que son particularmente nocivas y tolerar una ansiedad

que, a nuestro juicio, no se produce en ninguna otra situa­ ción de trabajo. La estructura mental muy particular de los pilotos de caza contiene tal vez un “grano de locura” que nó; es inútil para osar desafiar la muerte cada día. La pregunta que aún permanece sin contestar es si el cuerpo del piloto de caza al igual que su locura, no es racio­ nalmente explotada por los que lo dirigen y por la organi­ zación del trabajo. Antes de estudiar las consecuencias del sufrimiento asumido por los trabajadores, debemos desviam os un poco para analizar im punto crucial: la explotación del sufri­ miento y de los mecanismos de defensa destinados a conte, nerlo, mediante la organización del trabajo.

ÍEtííiJSi

Capítulo V

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E L SU FRIM IEN TO E X PLO TA D O

Aquí hemos llegado al capítulo más insólito, que des­ pués de haber suscitado nuestra propia incredulidad, des­ pertará sin dudas la misma inquietud y sospecha en eí lec­ tor. La actitud espontánea consiste en tomar al sufrimiento físico como punto de referencia. Toda enferm edad del cuerpo no puede ser más que nefasta para la productividad y la rentabilidad de la empresa. Pero ahora constatamos una vez más que el sufrimiento mental no se ubica en otros esquemas explicativos que no sean los forjados por él mis­ mo. Es una diferencia esencial que marcá la oposición en­ tre la medicina y el psicoanálisis. Ya hemos mencionado en capítulos precedentes algimos aspectos “funcionales” del sufrimiento para la productividad. En las tareas repeti­ tivas, los comportamientos condicionados no son única­ mente consecuencias de la organización del trabajo. Por otro lado, estructuran toda la vida fuera del trabajo contri­ buyendo de esa forma a someter a los obreros a la produc­ tividad. La traducción de la vida mental propia de los obre­ ros es útil para implementar un comportamiento condicio­ nado que sea favorable a la producción. El sufrimiento mental aparece en este marco como el intermediario ne­ cesario del sometimiento del cuerpo. Al estudiar la rama de la construcción, ya hemos señalado el valor funcional de la ideología defensiva del

oficiow respecto tanto de la continuidad del trabajó sometido . í'.. a un gran riesgo, como respecto a la selección del personal. 'ft. En la aviación de caza, es la explotación de una locura muy específica la que permite encontrar los hombres ca­ paces de lanzarse hacia un desafi'o mortal contra los ele­ mentos de la naturaleza. : Pero eso ño es todo y para ilustrar nuestro propósito hare­ mos referencia a dos ejemplos tomados de la industria. Con los telefonistas veremos cómo el sufrimiento que pro­ viene de la insatisfacción puede ser utilizado para aumen­ tar la productividad. La industria petroquímica será la oportunidad de m ostrar cómo la ansiedad puede ser un mecanismo fundamental de la organización del trabajo.

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1. La explotación de la frustración Presentam os a continuación algunas notas prove­ nientes de una investigación sobre las telefonistas (cuyo autor es Dominique Dessors, pero el trabajo no había sido publicado aún ). ,

— “El trabajo nos vuelve tontos” . — “A fuerza de permanecer sentadas, tenemos la cola chata, terminamos teniendo una cola tonta”. — “El trabajo es com pletam ente falso. Cuando hablás, es la empresa de telecomunicaciones la que habla. Cuándo salís del trabajo, hablás a la gente óon las frases dé la empresa de telecomuni­ ca cion es” . i — “Las frases que debemos decir es: ‘operadora 496, yo escucho’ ni siquiera podemos decir buen día”. — “¿Qué desea?” , no podemos decir, por ejemplo, “¿que quiere?”. " — “Luego hay que confrontar la información, es de­ cir que hay que reformularla en un lenguaje co­ dificado después de haberla filtrado”. — “Después hay que retener la información e irla a buscar en las microfichas. Este esfuerzo de m e­ moria no es fácil; sobre, todo al p rin c ip ió „¿ iu:^:nLuèèSr*débemos repetir'^a infórmáci^n |^ bajo la forma de una ‘pregunta’” .

— “Seguidamente hay que volcar la información bajo la forma ‘respuesta’ ”;M 'el lenguaje ¿(pifie do de la empresa de telecomunicaciones”. " ^ ' ■— “Finalmente, tenemos el derecho de dar una respuesa libremente elegida, sólo ante una fónnula de cortesía por parte del aÍx)nado”. - s — “No podemos colgar antes que el abonado, ya que éste lo debe hacer primero. Por lo tanto no tene­ mos ningún poder sobre el interlocutor”. — “No sabemos cuántos llamados vamos a tener. No existe ningún control sobre la cantidad de lla­ mados a procesar. Los llamados se repiten üho tras otro. Lo penoso son las informaciones mal enunciadas o que ya caducaron. Esto obliga a una búsqueda más prolongada. No debemos hacer más de tres fichas (es decir que está prohibido hacer más de tres búsquedas para encontrar la información que nos pidieron). Por más que sea cierto o no, tenemos que responder: ‘la informa­ ción no figura b^'o ese nombre’, para no decir qué la oficina de correos no la tiene. Luego hay que esperar que el abonado termine de protestar y que corte la comunicación”. “Durante la formación, el aprendizaje, nos enseñan a no ser muy ama­ bles, pues hay que desalentar a la gente para qüe no recurra a las inform aciones telefónicas” . “Las informaciones (ásí nos lo enseñan) existen porque la guía telefónica es incomprensible”.:

a) Control y jerarquía Podemos ser escuchados en cualquier momento y sin saberlo; Háy una supervisora por cada diez o quince per­ sonas. Ella dispone de lo siguiente: — medidores de cantidad de llamados (de 45 a 5() en general, 120 para las operadoras); — de cronómetros para el tiempo de cada llamada. -■ iSi íá ¿üpervisora está de mal humor, siempre hay'algo para reprochar: ya sea que el lenguaje empleado no es el



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correcto, es demasiado lento, o demasiado corto. Termina­ mos teniento tortícolis de tanto vigilar a la súpervisora”. Existe un verdadero pánico por la entrada en línea de la súpervisora, que nos califica y luego vuelca las evalua­ ciones en un fichero. Este fichero es indestructible. En un 90% de los casos, las operadoras son originarias de las pro­ vincias. Ellas encuentran aquí en París su primer empleo. Dado que es un trabajo con muy mala fama y detestado, to­ das ellas figuran en listas de espera para ser trasladadas al interior, donde el trabajo es más aliviado, donde reen­ cuentran sus ciudades de origen. Pero la posibilidad de ser trasladadas hacia las provincias depende de las califica­ cion es. En esta central, hay 400 operadoras, ysonlOOO los puestos en todo París. ; De noche hay hombres ya que las mujeres no tienen el derecho de trabajar. Por la noche, el personal está reducido de manera tal que se pueda mantener la misma cadencia que durante el día. A veces, uno es llevado a decir cosas estúpidas. Por ejemplo, un abonado nos pregunta un púmero del interior del país, y nosotros le preguntamos si tiene el número de su receptor. El abonado se pone nervioso y pos pregunta si nos estamos burlando de él. En efecto, la búsqueda puede estar dirigida hacia el código de la provincia o hacia el número del abonado dentro de la provincia. “Estos insultos y subidas de tono nos ponen bajo tensión. M uchas empleadas son antillanas, y tienen un acento francés de ultramar, de forma tal que a menuda reciben in­ sultos racistas. Con una sola respuesta desagradable ya nos arruinan todo el día”. “Estamos atados a nuestro puesto, por el casco, que está provisto de un hilo muy corto. Estamos atados, y si nos da­ mos vuelta, la corta extensión del cable nos detiene. Tene­ m os vina verdadera sensación de encadenamiento”. “Además, tenemos un solo parlante en el casco. Con la otra oreja escuchamos el ruido ambiental de la sala. Escu­ chamos a los otros colegas que hablan, y hay una interfe­ rencia con la voz del interlocutor, sobre todo si se trata de ■’¿'una m ujer”. ■ ..

“Solamente podemos colgar en el mornento en que no :h^y abonadpí^^^ la línéa.^ .^jfes hay que repe­ tir:;,“^ hay nadie en la línea, nadie?, corto’, es el único caso en el que podemos cortar. Pero como tenemos que rep e ji g é ^ tres veces, cuándo sabemos perfectamente^que no hay nadie del otro lado de la línea, eso nos idiotiza”.: “Cambiamos de puesto a cada interrupción, mañana o tarde. Pero antes de iniciar cada comunicación, hay que anunciar el número de puesto, para que en los reclamos, el abonado encuentre un culpable. Entonces, ahora ya sabe­ mos cómo proceder; cuando apenas se inicia la comunica­ ción, balbuceamos un número de puesto en forma incom­ prensible”. “A. la salida del trabajo, en el subte, las puertas au­ tomáticas se cierran después de emitir un sonido que se pa­ rece al de un teléfono. Entonces decimos sin p,ensar nues­ tro número de puesto”. “Cuando nos dicen buen día, respondemos ‘¿qué de­ sea?". “A veces en el trabajo sabemos una inform ación de mem oria, pero no confiam os en ella, no confiam os en nuestra propia memoria, y verificamos sistemáticamente. Luego pensamos en los números que sobre todo son evoca­ dos por cifras, por ejemplo, el bus 84. Nos acostumbramos también a un tipo de pronunciación más pausada. Nos re­ sulta mucho más fácil hablar así que hacerlo norm al­ mente. Nos entienden mejor. No hay que repetir. A la sali­ da del trabajo, o durante las pausas, seguimos hablando con esa voz gangosa, como en el sketch de Yves Montand (‘El telegrama’).” “Desde el punto de vista de las cadencias, podemos cons­ tatar que cuando estamos nerviosas, lo que más deseamos es que el abonado se vaya, que corte la comunicación, para así libramos de él. Es por esa causa que respondemos más rápido. Pero, apenas cuelga, enseguida le sigue otro llama­ do. Concluyendo, cuanto más nerviosas estamos, más rápido hablamos, y más llamados tenemos”. “Cuando salgo, cruzo la calle únicamente sobre los pa­ sajes peatonales, cosa que nunca hacía antes. Cuando bajo la. escalera, me tengo de la baranda. Tengo miedo de caerme y romperme la cara. Ya no me tengo confianza. El

•forma, la operadora tiene que reprimir sus propias inten­ ciones, sus propias iniciativas, su propio lériguaje, en otraa palabras su perso^oíídací . Hablar en el lenguaje de la em­ presa de telecomunicaciones es en todo momento prohibirse de ser uno mismo. No solamente está prohibido expresarse y transmitir, mediante la respuesta al interlocutor, el menor fragmento de sus deseos, de su buen humor, de su cansancio, dé su agresividad como respuesta al insulto, o de su placer en un intercambio donde se comunica simpatía, pero ni siquiera hay que escuchar lo que, en los propósitos del otro, lleva la huella del interlocutor. No hay que escuchar la forma dél discurso del otro. No hay que detenerse en los detalles de su expresión. No hay que escucharlo en los momentos en que duda. No hay que recibir su tono desagradable. De su dis­ curso, únicamente hay que extraer la información pedida. H ay qUe reem plazar su enunciado traduciéndolo, de­ purándolo, transformándolo, dándole la forma y el conte­ nido deseado por la empresa de telecomunicaciones. Esto llega al absurdo cuando se pronuncian estas palabras'dirigidás al silencio: “¿No hay nadie en la línea?, ¿nadié? yo corto”, , palabras que son repetidas tres veces. Es en los dos sentidos del intercambio que la forma y el contenido del trabajo prohiben la relación. Existe una con­ tradicción fundamental entre una herramienta destinada a la comunicación y la prohibición que se establece sobre toda relación psico-afectiva. " .

• fn loro m u y ch ato. T od o es gris . en torn o m e p a rece in coi ' term in a n p or a ba rcar to d a L a s re s tr ic cio n e s ü o t ^ u n a p a u sa ,' m ira m o s la v id a . P o r e je m p lo , q u e m ien tra s trab ajan u estro reloj tres vocoh m

tnos” . „ m á s largas o suplementarias, hace “Para tener pausas, m ^ -„goecto a la jerarquía. Hay falta toda una estraloipn e j e m p l o ‘¿La caja está cosas para preguntar, abierta? ” . b) Discusión . • o a ro ce n d e sta ca rse tres elem en tos D e é s ta en trev isli». ^ p r in c ip a le s : .-„ „ H d a d d e la s in fo r m a c io n e s te le -,

— Prim ero, la fó n ica s . -

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S e g u id o , la F in a lm e n te , y ra rq u ía , las ordtím a y

con ten ido del trabajo. re la cio n a d a s con la je org a n iza ción del trabajo,

- L a finalidad i c l»-- r„orr.acicnes por tó é /b .o . 7 • oor teléfon o e xisten p o rq u e la gu ía L a s in fo rm a cio n e s P j^^^^^p^ensible. E l ejem plo que te le fó n ica es , . l u i e n t e : el p lu ra l del n egocio “A u x p od em os b rin d a r es . i - ^ a lfab ético, de Fleurs” no e s t á t o m : u l o en c'je in fo rm a c ió n en la m a n e r a ta l q u e, P‘\'l' - c s i v a m e n t e las le tra s A .U .F . y no gu ía, h a y que b uscai «v en ton ces que p a sa r och o h oA .U .X .F N osotros ^ „3 , p ro lo n g a ció n de la ra s p o r d ía sien do • gu ía es a lgo espantoso.

— El tercer aspecto trata sobre la Jerarquía, la conduc­ ción, el control y la organización del trabajo. Estar permanentemente en situación de ser controlado es el eje de esta violencia del poder. No podemos imaginar un disciplinamiento más eficaz y más perfecto que el he­ cho de poder ser controlado en todo momento, sin ni siquie­ ra saber en qué momento se realiza el control. Es de algu­ na manera la fabricación artificial de iih autocontrol: Ya que temer ser vigilado, es al mismo tiempo vigilarse a sí mismo. El temor y la ansiedad son los medios por loá cuales sé logra hacer respetar la prescripción jerárquicáP En el primer plano, se destaca la ansiedad: actuar con-

C.>rm‘\ y contenido del trabajo son más o En nuestro caso, limitado, tan irrisomenos sinónimos, r'l informa rio y estereotipado lenguaje de la emNos dicen Q'ie h-VN ^ admitida ninguna des­ presa de telecomximv -u ^ de frases,^ni en p a r t -ííó n u M ffl^ fW t ie r t a

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forme a las órdenes, obedecer y protegerse de la ansiedad que engendra el riesgo dz ser descubierto cometkndo^rrores. Este ejemplo aporta una ilustración" soBfe üó hemos descripto: — con respecto al sufrimiento que resulta del contenido vacío del sentido de la tarea, — con respecto al trabajo repetitivo como prototipo de sistema disciplinario, — con respecto a los comportamientos condicionados. Resultado de un compromiso entre un “estar mejor” (con respecto al esfuerzo que necesita la autorepresión conciente) y un “estar menos bien” (con respecto a la vida psíquica espontánea), el condicionamiento constituye algo así como la sintomatología de la neuro­ sis in corp órea por la organización del trabajo.

La explotación del sufrimiento Pero el trabajo de las telefonistas nos brinda la oportunidad” dej^a^GiT^al^11ciM ieaíre Tᔓl-eiísíóa ner­ vosa* y la productividad., C uantojnásjierviosa esté la operadora, m á s j^ e s iv a se sentirá, y tanto más tendrá que intensificar.ía autorepresión. Las reíacciones a ^ e sivas son provocadas por el inter­ locutor, por la súpervisora, y por el contenido inapropiado, de la tarea. La frustración y las provocaciones van acumulando sus efectoFpara luego suscitar conjuntamente una agresividad en las relaciones. Es esa agresividad la que luego será explotada^BQr-la_organización del trabajo. SI no poder encontrar una salida directa, ¿cuál puede ser el destino de esta agresividad? Un análisis que no viene al caso detallar ahora, nos mostraría que la única salida consiste en volcar la agresividad contjra uno mismo'*°. La autoagresión puede tomar múltiples fbfinas. Pero el predominio de la organización del trabajo ^ene aquí un papel importante. Ante la necesidad de respetar la realidad (aálário y dis-

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ciplina del hambre), a la operadora le conviene invertir esta energía en beneficio de su adaptación a,la tarea. Mediante un proceso que transforma la agresividad en culpa­ bilidad (por medio de un vuelco contra sí mismo^^ se form á :^ > ’círculo cerrado en el cual la frustración alimenta el disciplinam iento-base del com portam iento condicionado qué fíie el tema tratado en el capítulo II). La operadora se vuelve creadora de su propio condicionamiento. Esa es la primera vía de salida que ofrece la agresivi­ dad emocional a la frustración. En el mismo puesto de trabajo, se puede establecer un circuito similar. Frente al abonado irrespetuoso, la reacción agresiva no tiene más posibilidades de exteriorizarse que con la supervisora, precisamente a causa de la supervisión. Prohibido responder en forma agresiva, prohibido cortar la comuni­ cación, prohibido hacer enojar al interlocutor haciéndolo esperar indefinidamente... la única solución autorizada consiste en reducir la duración de la comunicación, condu­ cir al abonado para que corte más rápido. De modo tal que la única solución, desde ya insuficiente, ä la agresividad, es trabajar más ràpido. Es este un hecho extraordinario que conduce a aumentar la productividad exasperando a las operadoras. Es por eso que la súpervisora no obtendrá un m ejor rendim iento obligándolas a que trabajen más rápido, sino que lo logra creando irritación y tensión ner­ viosa en los empleados. Por un lado, la angustia es la correa de transmisión de \& represión, por el otro, irritación y tensión nerviosa son los medios para arrancar un sobretrabajo. Concluimos entonces que, en este trabajo de ojpéradora. de i^ormaciori^s telefónica^ el sufrimiento psíq_uico, lejos de ser un epifenómeno, es el instrumento para obtener el tra­ bajo. ' , El trabajo no produce sufrimiento, es el sufrimiento el que produce tfS ajp. Para aumentar el trabajo basta con tirar del cordón del sufrimento psíquico (siempre y cuando se respeten los límites y la capacidad de cada uno, sin lo cual, uno se arriesga a descompensar uno u otro,, a través de una crisis de nervios, por ejemplo).

Más que una verdadera organización del trabajo, la vigiiancia de las operadoras aparece como una tecnologíadel poder mediatizada por el sufrimientOvpsíquicp. Esta ob­ servación ya fue hecha con anterioridad por Bégoin, pero no íncontraba su explicación en la teoría pavloviana. “¿n tre ellas algunas alcanzan rendimientos conside­ rables, no por un exceso de celo, sino porque el trabajo, como dicen ellas, las pone nerviosas, y cuanto más nerviosas están, más rápido trabajan”. Por regla general, son las “más nerviosas” en el sentido de que son las más irrita­ bles, las menos pacientes, etc., las que tienen mejores^rendimientos. Podemos afirmar sin exageración que el “ner­ viosismo” de las operadoras (uno de los elementos esen­ ciales en el cuadro de su neurosis) es una enfermedad ne­ cesaria en las actuales condiciones para el desenvolvi­ miento de sus tareas profesionales. EÍ sistema de evalua­ ción y la forma en que se hace el cálculo del rendimiento no hacen más que agravar este estado de las cosas (Bégoin, pag. 146). Un ejemplo extraordinario de la utilización de la neuro­ sis fue dado por el mismo Bégoin. Es tan ilustrativo que hacía.,obvio todo comentario: “Un médico del trabajo nos trajo una ilustración sorprendente (...). En una empresa se había seleccionado, para hacer un trabajo delicado que ne­ cesitaba una habilidad profesional superior, a una cierta cantidad de ‘las mejores dactilógrafas’ de la empresa. Ellas fueron colocadas en ese trabajo que era particular­ mente intensivo. Al cabo de poco tiempo, todas debieron re­ nunciar a su trabajo por causa de transtornos graves que fueron díagnosticados conio manifestaciones de hipertiroidismo, cosa que se percibió haciendo una historia clínica cuidadosa, dado que anteriormente ya presentaban algu­ nos síntomas. Se concluye, entonces que la selección profe­ sional con miras' a un trabajo difícil, había seleccionado al mismo tiempo mediante algo así como una coincidencia, los sujetos que presentaban un campo hipertiroidiano” (Pág.196). Podemos comparar la explotación del hipertiroidismo en los dactilógrafos con la locura narcisista entre los pilotos de caza. t. ;. Lo que es explotado por la organización del trabajo no es m fél süfriri^/itÓ'eriWmisn^ sin^o^máé bien de

defensa deplegadq8^ coMrA esi£M^J.mignto. En el caso de la operadoras telefónicas, el sufrimiento próviéhé^de la orga­ nización del trabajo “robotizante”, expulsando el propio de­ seo del .sujeto. La frustración y la agresividad que resul­ tan, así como la tensión y el nerviosism o son especí­ ficamente explotados para áumentar el ritmo de produc­ ción . 2. L a e x p lo ta ció n de la a n sied ad

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En las industrias químicas, la ignorancia reina-,sobre el proceso de producción y sus incidentes. La organización no puede brindar organigramas de las tareas a causa, de la naturaleza misma del trabajo que se estructura alrededor de los incidentes que hay que enfrentar. • La ignomncia de los obreros: en la mayoría de los; casos, 1^ 8 obreros ignoran^ el fiincionamiento exacto del^prpceso % íifi los -díferentes etc. Apenas po­ seen algunos conocimientos que son rastros de un aprendi­ zaje discontinuo: el nombre del producto de entrada y el de salida, él nombre de la instalación, su peso en toneladas, sua características generales, au fecha de instalación, al­ gunos datos cuantitativos referentes a su temperatura y presión límites, etc., tal como son proporcionados sobre los tableros de la sala de control. Pero no hay un conocimiento coherente, ni sobre el proceso de producción en sí mismo, ni sobre él fiincionam iento de las iristalaciones. No existe ninguna formación sobre ese tema destinada a los obreros. El sábér circula a nivel de los ingenieros, de las oficinas de estudio, de la sedé central en París, etcétera. Nó hay conocimiento continuo, pero sin embargo hay un conocimiento. En efecto, los obreros poseen conocimientos considerables sobfre la empresa. Ellos aprenden espontánéámente, a¡ la larga y por costumbre, una cierta cantidad de “ secretos de oficio” . El secreto de oficio, es la forma pragmática y operatoria del saber obrero. Es por eso q ü éla gerencia da algunas consignas: la temperatura de ciérto tanqüe no debe sobrépasar los 70° C, que la presión á un cierto nivel no supere las 25 atm., el flujo no tiene queídiammuir- aquí de una cierta cantidad de toneladas por hora: Pero estas consignas son muy insuficientes. Los obre-

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TOS aprenden poco a poco a intervenir sobre las etapas inter­ mediarias; para que la temperatura no sup^^e^ierto niv^, hay que mantener flujo de llegada que “bombee el calor”. Asimismo, tal nivel de ruido corresponde a un P.V.C. (clo­ ruro de polivinilo, producto que ingresa en la fabricación de ciertas materias plásticas) que fluye bien; este otro sig­ nifica que “hace burbujas”. Es a la larga que el obrero aso­ cia las observaciones hechas por los obreros con más exper­ iencia, sobre la calidad del producto recibido, con el ruido__ de la máquina. Este conocimiento no Se escribe, no se ofi­ cializa, circula entre los obreros cuando hay un “buen cli­ ma”. Su transmisión es exclusivamente oral. La to^lidad de los secré^s de ofició que son a c u m u la d o s y poseídos en forma colectiva por los obreros es lo que hace andar la, fábrica. . No nos equivoquemos, no se trata de detalles accesorios, lo esencial del saber está vehiculizado y utilizado de obrero en obrero, sin la intervención de la Dirección de la fábrica, inversamente a lo que sucedía con la O.C.T. Sin embargo, este saber pragmático es incompleto, y poco tranquilizante. Es replanteado cuando hay un cambio de puesto, cuando se instala un nuevo cracking por vapor, o nuevas calderas. Los “ secretos de oficio” “funcionan”, pero no representan ni un oficio con su saber productivo que se adquiere de una vez por todas en el caso de los artesanos, ni una verdadera formación, ni un medio para el completo dominio del instrumento de trabajo. El conjunto de los secretos de oficio permite que la fábrica funcione, pero el conjunto de las discontinuidades en este saber pragmático deja en suspenso un profundo misterio sobre la marcha de la producción. La pm eba es que se produjeron accidentes que no se habían previsto, que no se podían prever, y que aún no se explicaron y que co­ rren el riesgo de repetirse. Es cierto que hay averías ba­ nales, pero también hay incidentes extraños e imprevisi­ bles, accidentes siempre nuevos y a veces uniros La ignorancia de los altos dirigentes de empresas o ejecu­ tivos: los obreros saben que estos directores ignoran el fun­ cionamiento de la fábrica y de sus ihstalaeiQnes. Poseen un saber teórico y una formación en importantes universi-



„ •dades, pero llegan a la fábrica sin conocim ientos • prácticos. “Al principio, la dirección los rhahda a visitar las instalaciones, entonces nosotros los mandamos a visi■tar y^seguir caños que no conducen a ningún lugar. Esto a ,-veces se prolonga durante varios días”. Luego; alícabo de Váífios días de este pequeño juego, se dan cuenta de que no van a poder arreglarse solos. Cuando la dirección los au­ toriza a terminar con las visitas, entonces se refugian en las oficinas y no se los vuelve a ver nunca más”. En efecto, resulta que los cuadros o ejecutivos, por su parte, no saben hacer andar las instalaciones. El saber teó­ rico es insuficiente para esta práctica industrial insólita. El saber operatorio se reduce sólo a las consignas oficiales, pero son pobres con respecto a lo que representan en su con­ junto, los “secretos de oficio” de los obreros. Los cuadros o ejecutivos admiten implícitamente su ig­ norancia; “cuando el ingeniero da una orden, lo escucha­ mos muy respetuosamente y cuando se da vuelta, hacemos como mejor podem os”. “Esto es lo que llamamos im plí­ citamente, por ambos lados, las ‘órdenes interpretadas’”. Sobre sectores enteros reina la más profunda ignoran­ cia; “Cuando hay un nuevo accidente, se establece entonces una nueva consigna”. Los procedimientos oficiales avan­ zan así por partes. Muchas veces, la misma Dirección le pide a los obreros que establezcan ellos una nueva consig­ na. Una explosión se produjo cuando se introdujo el nuevo catalizador; “nadie la había previsto”. ? “Durante las huelgas, se discuten las posibles reducciohés de la producción' que no degradarían las instala­ ciones. Es durante esas discusiones que la Dirección se saca la venda de los ojos. Nos damos cuenta de que no sa­ ben hasta dónde podemos llegar. Es así que nosotros frena­ mos más de lo que ellos consideraban posible y no explotó. La otra vez, fue porque un viejo me dijo que eso le había ocurrido al disminuir hasta un 22% que hicieron precipitar la producción, de un solo golpe, a ese nivel”. “Otra vez nos dijeron que era peligroso parar ya que la puesta en marcha era explosiva. Eso lo sabían porque en Inglateira había explotado una fábrica y hübo 15 muertos. Pero nosotros la hicimos arrancar la primera vez y en esa oportunidad, ellos no sabían que existía un riesgo”.

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“Todo el mundo sabe que no sabemos”. Cuando ocurre un accidente que no fue previsto, muchas veces no es por falta de precaución, sino porque nadie tenía úna experiencia anteEsta ignorancia que abarca al funcionamiento de la empresa tiene un papel fundamental en la constitución del rie sg o y en la a n sied a d de lo s tra b a ja d ores.

Ignorancia, ansiedad y angustia La ansiedad crece con la ignorancia. Cuanto más igno­ rancia haya en la relación hombre/trabajo, tanto más an­ sioso estará el obrero. Los que son afectados con mayor duf reza son los recién lleg a d os,"Totalmente ffesprotegidos frente a vm'místeno y a un riesgo más denso. D eigu al for­ ma, íos obreros sufren de _una mayor a nsiedad_cuando. c a m b iä n U e ^ e s io lfe trabajo, j'a^que ^ún no conocen lo s , “secretos de oficio”. Ultimo hecho que en aparencia es una paradoja, pero que fue puesto de relieve por los obreros du­ rante las investigaciones; “la polivalencia agrava la ten­ sión nerviosa, y hay tipos que no aguantan cuando se vuel­ ven polivalentes". Efectivamente, ¡esta afirmación es una paradoja! Ya que podríamos imaginamos que el obrero transferido, con­ tando con un mayor número de secretos de oficio, podrá ac. ceder a un mejor dominio del medio de trabajo. Sin embar; go, se produce lo contrario. En el puesto donde él se ( encuentra, el obrero, incluso si sabe confusamente que na­ die sabe, se siente seguro gracias a la división del trabajo que reduce las responsabilidades y sus incógnitas. Cuando pasa a ser evaluado, él descubre que los otros puestos son como el suyo y que la incertidumbre del vecino es tan grande como la suya. Es verdad que él va a reunir un mayor número de “se­ cretos de oficio”, pero o su vez acumula zonas de ignorancia, de manera tal que está también confrontado a una exten­ sión del riesgo. Su ansiedad crece y frecuentemente asisti­ mos a una descompensación, que lo conduce a dejar de trabajar, al reposo forzado, y a un tratamiento médico “por la depresión”. ,, :;íí^í;:':Se^n?ílÓ§^^^ son numéf0sÓ^"ló&'’¿ómp0ñeros que

sufren de estas crisis nerviosas. ¿Qué forma toma esta des- m encontrar en la: séíniolo^'a de éntbrices el estigma del trabajo? Al parecer, a veces los obreros acusan, como responsables de estos episodios, pero no siempre, al trabajo. En efecto, muy a menudo tratan de esconder esta ansiedad de la cual tienen vergüenza o que tratan de apartar o cubrir, tanto frente a los ojos de otros mi como frente a los suyos. A pesar de que acusen al trabajo, mi nunca culpan al riesgo o a la ansiedad. La descompensa•' ción toma en la mayoría de las veces el aspecto de un .cua­ m~ dro mixto, asociando angustia, irritabilidad y depresión. Para el médico exterior a la empresa, nada de esto es muy %) específico. La cristalización de todos los conflictos fami­ %) liares, económicos, sociales, termina por dar al suceso un caracter más personal que específico del trabajo. Esto se explica si admitimos que a partir de cierto nivel mi la ansiedad y el temor se someten a una verdadera disolución m) en la angustia, es decir que, desbordadas, las defensas individuales dejan aparecer los'cónflictoslñtrapsrquicos inm< eyitablemente reactivados por la permanente situación de rie sgo. mi Ningún obrero, al igual que ninguna otra persona, está mi al ^abrigo de la explosión de la angustia. La separación que existe entre ansiedad y angustia es esquemática. En la práctica, la unión es precoz y, a menudo, no le basta al obre­ ro con salir de la fábrica para tranquilizarse y recobrar completamente la calma. Sobre todo si éstos períodos de recuperación somatopsicológicos. son interrumpidos por la ruptura de los ritmos de reposo (en el caso de trabajo en equipos). La mayoría de los obreros necesita remedios para dormir, per'o también para poder aguantar durante el tra­ bajo. Hipnóticos y anxiolíticos son utilizados “a mano an­ cha”. Cuando el obrero vuelve a su caSa, él se despierta du­ rante la noche, angustiado, ya que no recuerda si cerró bien una determinada válvula. ¿Existe el riesgo de enta­ llar? Sólo estará tranquilo a la mañana siguiente cuando vuelve a retomar su puesto. Poco a,poco la vida entera .del obrero es penetrada por la ansiedad generada por el trabáLa frontera entre la ansiedad y la angustia es tantóímás fácilmente superada, cuanto más grande sea esta ignóran-

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eia sobre el trabajo: en efecto, la ignorancia conciente sobre , el proceso de trabajo aumenta la ansiedad, pof^üé ella hace 3 ' ?■ cada vez más temible al riesgo. Pero, además, la ignoran­ cia facilita la emergencia de la angustia. Sabemos que la actividad profesional, el empleo, el saber productivo y el sa­ ber general representan uno de los mecanismos funda­ mentales de defensa en la economía psíquica. En tanto que forma de resolver -ciertos conflictos y de regular la vida psíquica y somática, el trab^o es para ciertos sujetos un medio privilegiado para equilibrarse. En la industria pe­ troquímica, por el contrario, el trabajo riesgoso, generador de ansiedad y destructor de ciertas defensas contra la an­ gustia, pone a dura prueba la vida psíqmca de los: obreros. Las defensas colectivas contra la ansiedad: “las conductas peligrosas". La actividad de los trabajadores de las industrias petro­ químicas está de vez en cuando inteniim pida por activi­ dades a veces insólitas: como ya lo señalamos, sabemos que el trabajo deja numerosos momentos de reposo como, por ejemplo, esos tiempos libres que son utilizados por los obreros para conversar, pero es también la ocasión de una actividad lúdica que abarca desde las barajas y el scrable hasta juegos peligrosos que ponen en peligro la vida de los obreros, pasando por competencias deportivas en el mismo lugar de trabajo. De esa forma, se desárrollan verdaderos juegos “olímpicos” en la fábrica, rallyes, carreras, parti­ dos de fútbol que duraui toda la noche, concursos, a veces peligrosos, que sé prolongan durante varios días. Asimis­ mo se realizan burlas y chistes que toman a veces una di­ mensión sorprendente. Prolongadas p. veces durante va­ rios días, o a veces semanas, las bromas constituyen ver­ daderos escenarios donde se inventan reglamentaciones absurdas de toda clase. Entre estos, los más frecuentes, son los juegos que se refieren a /a.sc¿rwrícíav;Cüándo el límite colectivo de tolerancia no ha sido’ al­ canzado, ocurre sin embargo que en forma aislada un

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.O b re ro no puede mantener las cadencias o conservar su equilibrio m entaljE n virtud de su carácter, la salida en este caso es individuai. Se le ofrecen dos soluciones. Irse dèi trabajó, cambiar..,de puestt», 0 eaitìbiartde empresa; sòh " todas opciones qtìe se inscriben en el “^ rn q v e r”, La segun­ •-> da opción está representada por el ausentismo. Incluso si él sabe que no está verdaderamente enfermo' el obrero agota­ do o al borde de la descompensación psiconeurótica no puede dejar la fábrica sin brindar explicaciones justifica­ das. En la fábrica,Tei sufrimento mental y el cansancio están prohibidos. Solamente la en fem eda d psíquica es aceptada como justificaciónjE s así que tendrá que brindar üfí“ cértificado médico; generalmente junto con una pres^cripción en la que figuran psicoestimulantes o antál^cos; ' la consulta médica termina disfrazando el sufrimiento s> mental: l63 el proceso de medicalización^?y pero que difiere notablemente del proceso de psiquiatrización^'*, en la medi­ da en que lo que es buscado no es solamente el desplaza­ miento del conflicto hombre-trabajo sobre un campo más neutral: la medicalización apunta, además, a la descalifica­ ción del sufrimiento en lo que él puede tener de mental.

1. La enfermedad mental m'

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Contrariamente a lo que podríamos imaginar, la explo­ tación del sufrimiento por la organización del trabajo no fábrica'enferm edades mentales espwíficas. Las psicosis de trabajo no existen, como tampoco las neurosis de trabajo. Inclüso los detractores más obstinados de la nosología psi­ quiátrica no pudieron dar una demostración fundamenta­ da de la existencia de una patología mental provocada por el trabajo. Solamente algimas interpretaciones simplistas •atribuyen a la sociedad la paternidad de todas las enferme­ dades mentales ¿Podemos sin embargo afirmar qiie la organización del trabajo no juega ningún papel en las enfermedades mentales? '. Las descoTOuensaciones paifióticas-’v'iieúi-óiic^ depenr den en última instancia de la estructura de las persoñali‘dades^^, fueron adquiridas muclio antes de'éritrár en~Ia producción. La aparición de una descompensación psico-

neurótica no deja de plantear unas preguntas que hoy en ^ía todavía no, han sido resueltasñiia e^tnictiJrá de la personálidad nosLiaédeindicar el aspecto que torna la descompiínsácito, así como su contenido. Pero esto no basta para e x p i a r erinom ento “elegido” por la descompensación. El estudio y la caracterización de las sitaacionea^reales que intervienen en las descompensaciones psicóticas, fueron objeto de ciertos trabajos^^. Incluso si la realidad en cues­ tión en las descompensaciones psicóticas y neuróticas no tiene poder patógeno alguno si no es por el contenido que ella vehiculiza, admitiremos por nuestra parte que la rea­ lidad, si no se manifiesta por hechos, puede tener un papel que favorezca la aparición de una descompensación aún cuando no se produzcan acontecim ientos. Tres com po­ nentes de la relación hom bre-organización del trabajo puedén ser tomados en cuenta: la fatiga que hace perder aF aparato” mentáTla^agilidad de sus mecanismos; el sistema frustración-agresividad reaccional que deja sin salida al-, guna a una parte importante de la energía pulsional; la or­ ganización del trabajo como correa de transmisión de una voluntad extranjera que se opone a las inversiones pulsionales y a las sublimaciones. El defecto crónico de obstacu­ lizar a la. vida mental alimentado por la organización del trabajo tiene probablemente un efecto favorecedor sobre las descompensaciones psiconeuróticas. La organización del trabajo inscribe tal vez sus efectos en las posibiM adés de poder curar una enfójmedád men­ tal más que en su delermiñTsmo. Ilustraremos nuestra pro­ posición mediante un caso clínico. Internado en un servicio espécial de u n hospital parisi­ no, un trabajador de 26 años fue hospitalizado ya que sufría de malestares que aparecían cada vez con mayor ft-ecuencia. Después de hacer una m inu ciosa investigación, clínica y paraclínica, no se pudo evidenciar ninguna afec­ ción somática. Una investigación psiquiátrica nos permi­ tió afirmar que se trataba de una descompensación de una neurosis histerofóbica después del nacimiento de su primer hijo. Este obrero, que se desempeñaba profesionalmente como albañil, no presentaba ninguna perturbación durante su trabajo. Habiéndose solucionado las cuestiones mate­ riales, una psicoterapia era el tratamiento que se le hubiera

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dado a cualquier paciente. Esta psicoterapia fue imposible y fue detenida por interferencias de orden profesional: como , trabajador de la construcción, él debía participar en la ideología defensiva del empleo que fue descripta en el capi­ tulo III. Desde su comienzo la técnica psicoterapèutica esta- . ba condenada al fracaso. El análisis de las defensas fóbicas implicaba, simultáneamente, un replanteo de un sistema defensivo necesario para poder proseguir con.su trabajo. (Por causa de una comunidad de estructuras entre defensa fòbica e ideología defensiva del oficio de la cons­ trucción). Por lo tanto, continuar con la psicoterapia pro­ ducía como primera consecuencia parar de trabajar. Esta situación era tanto más inaceptable cuanto que por falta de otras calificaciones, la c r i s i s económica impedía tener es­ peranza de una reconversión profesional. Este ejemplo nos muestra como hacerse cargo de ciertos enfermos entra en contradicción con la organización del trabajo. Recurrir a terapéuticos psicofarmacológicos, que en este caso serían de poca utilidad, estaba contraindicado a causa de lo^ efectos de estos medicamentos sobre la actua­ ción, efectos susceptibles desfavorecer los accidentes de tra­ bajo. Por sí solo, este ejemplo no es, sin lugar a dudas, una demostración. Sin embargo nos podemos preguntar si esta contradicción antagónica entre el trabajo psicoterapèutico y la organización del trabajo no está cuestionda por el esca­ so número de obreros que son beneficiados por este trata­ miento. En el momento en que numerosas psicoterapias y psicoanálisis son tomados a cargo por la Seg\iridad Social y rembolsados en un 100%, los argumentos de orden finan­ ciero ya no pueden ser mantenidos como la única explica­ ción capaz de mostram os la descriminación social aiite el tratamiento psicoterapèutico y psicoanalítico. La organiza­ ción del trabajo, particularmente en las tareas no calificadas, podría tener un papel en lo que hoy en día se denominan los casos iruinalizables Aunque en general la organización del trabajo no puede ¿ s e r considerada como una fuente de enfermedad mentál, -jy una entidad psicopatológica, sin embargo, podría enconí. trar allí una explicación original. Se trata áeljtsín-djome jS'¡M.sübjeti,vo^PQSt-trc^^ Estó'ísíndrornéiapáréceg^^ * niènte luego de la cicatrización ¿e una herida, là cònsoli148

dación de una fractura o la cura de una intoxicaciónvagudá. Se éaracteriza por lina gran variedad de perturbaciones /-funcionales", es decir sin sustrato orgánico, p por Ia"persistencia anormal de úfí'síntoma que apareció luego de un ^-p^dente. Es así que, una herida del cuero cabelludo ócásionada por la caída de una piédrá‘i luego de cicatrizarse y así curarse, continúa sin embargo durante meses, produ­ ciendo una picazón en la superficie del cráneo, cefáleas, impresiones raras en la cabeza, vértigos, etc... Las inves­ tigaciones clínicas y paraclínicas generalmente no llegan a ninguna conclusión. A menudo esos síntomas subjetivos impiden al paciente retomar su trabajo. Se establece, en­ tonces un diálogo de sordos entre el obrero, el médico y la Seguridad Social, que conduce a menudo al paciente a un (estado mixto compuesto de reivindicación y depresiónj' Puesto finalmente entre las manos de un psiquiatra,; allí tampoco el paciente se benefició de un tratamiento real­ mente eficaz. Ninguna explicación psicopatológica le fue propuesta a este síndrome^. A veces fue interpretado como la descom pensación hipocondríaca de una estructura neurótica subyacente y que ya existía antes del accidente. El papel del accidente está limitado, en esta concepción al de “factor reaccionar o de “elemento desencadenante”. ^La evolución del síndrome subjetivo post-traumático es de una cronicidad temible.'El estudio de numerosos casos clínicos nos permite m ostrar que el síndrome subjetivo postesencialmente a los obreros de la cons^ tníbciÓn y a los trabajadores que realizan tareas peligrosas. La referencia a la ideología defensiva por parte de los , pficiBs^JC la c o n s ta nos permite brindar una explicaNicopatológica : al parecer, todo ocxirre como si el ac­ cidente fuera, en cierta forma, la pm eba de la ineficacia de la ideología del oficio. Coraje, virilidad y.desafío al riesgo - habrían probado, por el accidente, su fragilidad e impoten­ cia en proteger al obrero. n:; ¿ £í)nyencido de la realidad del riesgo, excluido de la ^ideología de empleo, el trabajador accidentado debe ahoVÍ ^ U fx m t e r s e 'e n jo n n a , in al peligro^y a la a h s i'^ anteriormente (Capítulo ÍIÍ) que Ja cóh^ •' éxacta del riesgo que se con-ió durante el trabajo

- hace que sea^imposible prosegmFcoiTTrtaréá.'Eñ^ést® M :'

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condiciones, podemos entender por qué el obrero accidenta­ do se niega enérgicamente en volver al feabajo. Pero tal comportamiento es difícilmente asumido por el obrero que hasta ese momento, participó a la ideología defensiva del oñcio. Sería en cierta forma, reconocer su debilidad, su impotencia y bu ansiedad. Por otra parte, dijimos anterior­ mente que'^olamente el sufiimiento físico puede ser reco• nocido por la organización del trabajo, mientras que el su­ frimiento mental y en particular la ansiedad, no tienen derechq_de existir y ser nombradas efi el lugar de trabajoj Negarse a retomar el trabajo por la ansiedad equivaldría automáticamente a un despido sin indemnización, ni pen­ sión. Sojamente una enfermedad mental así caracterizada _ perm itm a obtener un estatus de invalidez, A pesar de ello, _esta ansiedad, lejos de ser inapropiada, en niri^n~CHST5 puede ser Considerada~como una enfermédad'íneñtal. L a " ” única salida es entonces una “medicación” (ver el párrafo precedente) de la ansiedad. XáL^^persistencia de cefaleas, ,^ vértigos, maTesíares visiiále's, desequilibrios sine materia están particularmente bien ubicados para servir de justi- \ ficativo al proceso de medicación. El síndrome subjetivo post-traumático aparece entonces como la sola entidad clínica que reconoce un origen estric­ tam ente lim itado a la organización del trabajo. Este síndrome es muy frecuente en la práctica y afecta anual­ mente a miles de trabajadores accidentados^^.’ Por regla general, después de algunos meses ó de algunos años de evolución, estos enfermos serán tratados por psiquiatrasj Ya sea perque la cronicidad de los malestares sine materia no justifica un tratamiento médico, o porque, poco a poco, se fue constituyendo una verdadera afección psiquiátrica en el círculo vicioso de las incomprensiones. La invalidez e las pensiones, tanto más modestas'cuanto más joven es el accidentado, solamente son acor^dadas en razón del estatuto reconocido de enfermo mental.'Así lo quiere la lógica de la organización del trabajqjque solamente autojñza a sacarle la máscara al fsufrimiento mental lií t|’nhinb"'d su evolu­ ción: la enfermedad mental caracterizada^ Dos argumen­ tos van en el mismo sentido de nuestra hip¿^tesis etiológica.

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La investigación psicospmática Los pacientes que padecen el síndrome subjetivo posttraumático nos muestran que podemos encontrar entre ello|;auna.;gran variedad de estructuras mentales y no una únícA estructura neuróticáToniiada con anterioridad! que ^es característica de este síndrome. Auhqííé los médicos y psiqüTálras tienen la costumbre de atribuir al síndrome subjetivo post-traumático una hipo­ tética estructura neurótica, debemos hacer resaltar que a diferencia de otros campos de la psicopatología de las neu­ rosis, este síndrome opone U n a resistencia excepcional al tratamiento psiquiátrico. En nuestro conocimiento, no fue hecha aún ninguna publicación mostrando un éxito psico­ terapèutico en esta patología. Solamente algunas reubica­ ciones profesionales, o el otorgamiento del status de invali­ dez pudieron, en algunos casos, borrar la sintomatología. La imposibilidad de analizar este síndrome resulta proba­ blemente de quersu determinismo es ante todo socioprofe_ sional y no psico-afectivq^L£u_aeníido,--au^gíLÍficado^^ no puedén ser descubiertos e fíla historia pasada del sujeto; por el contrario^residen ^h la naturaleza de las condiciones y de la organización dellrabaj®^, ■ 2. L a en ferm ed a d som á tica En el capítulo II presentamos la observación de " una desorganización psicosomàtica en un obrero diabético; En ese éntonces, habíamos insistido esencialmente; en los efectos posibles que resultaban de la inadecuación éntre la estructura de la personalidad y el contenido ergonòmico del trabajo.H[¡uando las defensas del carácter y del compor­ tamiento no~ntervieneri én el trabajo, el riesgo que se corre es una acumulación de energía pulsional que no encuen­ tra dónde descargarsejPara ser-más precisos hay que sa­ ber que puede ocurrir lo contrario: la exagerada interven­ ción de una defensa comportamental o de un sistema .defensivo cáracteriarén perjuicio de otros mecanismos de defensa que no intervinieron, puede conducir a una desorgáñizáción.-El efecto princijjal dé lá neutralización de las deferisSs'"d?l carácter y del comportamiento es la aparición

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:de una enfermedad somática. No haremos ahora ninguna demostración de estas afirmaciones que se fundamentáron en una teoría conocida bajo el nombre de Teoría de la Es­ cuela Psicosomàtica de Paris y " Hay un punto fundamental en esta teoría que debe Ser mencionádo para poder comprender los efectos de la orga­ nización dél trabajo sobré la economía psicosomàtica; -— las enfermedades somáticas aparecen_,sobre todo..e.n individuos que, presentan una-estructura mental caracteri-. zada por la pobreza o por la ineficacia de sus defensas mén-^ tales (falta de "vida onírica, falta de actividades fantasmáticas, ausencia de síntomas" psTconéufó^£icós, m alà'3ìlidad del funcionamiento mental: ineficacia funcional del subconciénte)'^®. Para caracterizar ese tipo, de estructura' m ental, se habla de neurosis del caráctér, neurosis del comportamiento®^, o de estructuración y de estado límite — las defensas no psiconeuróticas que son las defensas del carácTér y dél comportamiento son menos flenblés que las defensas mentales. De hecho, los sujetos que presentan este tipo de estructura son más frágiles ante los aconteci­ mientos de la realidad y las situaciones conflictivas que los sujetos que presentan Una estructura neurótica. — cuando las defensas del carácter o del comportamien­ to son desbordadas por la gravedad de los conflictos o por la realidad, estos sujetos no descompensan ni sobre un modq neurótico ni sobre un modo psicòtico. El transtorno en el que cae el enfejTnp rip se tradjice por síntomas mentales, sino _ por la aparición de una_ enfermedad somática. — inversamente, la mayoría ^ Jas, enfermedades . somáticas aparecen en sujétos que presentaban anterior­ mente una estmctura caracterial o comportamental. Esto es verdadero para todas las enfermedades sea cual fuera su ubicación y,su naturaleza • — pero'la somatización (proceso por el cual un conflicto que nó~pued¥~eñcbntrar una salida mental provoca desórdenes endocrino-metabólicos en el cuerpo, punto de partida de una enfermedad somática2|puedj^afectar a u n ¿ sujeto portador de una estructura neurótica o psicòtica au­ téntica. Esta situación es bastante rara en ese tipo de sujeto j (se demostró que; los neurótic^|;j|;lps psicòti^os'òponen una sÌTÌétìsténèia-Mcép^^ a la enfermedad somática y que ■

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inversam ente a lo que ocuíré en los sujetos portádofes de 0 erifermedadés somáticas graves, están rclativamenté pro­ 0 tegidos de las neurosis y de las psicosis — por lo tanto, ? esta situación puede observarse en sujetos con Uim estru^u0 ra Dsiconeuróticá cuando su funcionamiento mental está mo^ 0 meniáneamente anulado \ ,L a reféréñcía' a esta teoría nos permite comprender 0 cómo la organización del trabajo actúa sobre la economía § • psicosomàtica. Basta con subrayar querjá organización trabajo determina, por medio de la división del trabajo, e í, 0 cóñ"teñÍdo de la tarea;|no solamente el contenido significa­ tivo (tanto más reducido en cuanto que la división del tra­ é bajo está más marcada) sino también el /con ten ido er-,.^ 0 gonómico, es decir los gestos, la postura y los ambientes fi'Sicos y químicos, que afectan en cierta forma a toda 0 la economía del cuerpo en situación de trabajojAféctado a # una tarea, el trabajador trata espontáneamente dé acondi­ cionarla siguiendo un cierto orden, según una secuencia é de gestos y eligiendo instrumentos que realizan en cierta 0 forma una organización del trabajo de compromiso. La constitución de un modo operatorio espontáneo, merced a é modificaciones sucesivas, se perfecciona en función de i criterios que no fueron dejados de lado a propósito. La mis­ ma tarea efectuada por diferentes trabajadores no siernpre i es realizada según im solo y línico protocolo. Por lo contra­ rio, al observarla, podemos notar que diferentes modos opei ratorióS aparecen espontáneamente, que son fuertemente ^= i personalizados. 'La organización libre del trabajo nò" es ■ más qué un ordenamiento del modo operatorio que tiene en I cuenta las aptitudes individuales, las necesidades de la personalidad donde cada gesto se armoniza espontá­ neamente con las defensas del com portam iento y del carácter. La organizáción del tiempo separada en fases:'de trabajo y fases de reposo permite respetar las necesidádés de la economía psicosomàtica, proteger al cuerpo contra uña sobrecarga del comportamiento que podría ser nefasta, y ofrecer al sujetó salidas pulsionales durante su trá b á jo j De esta forma, la libré organización del trabajo se viíelbe f^^dámental del equilibrio psicosomàtico y de la c¿rsaiis/accidnjja la inversa del acondicionamiento deririodo operatorio que caracteriza al trabajo artesanal, la orgárii-

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^Mdón. (i‘>l rígida-.e impuesta que caracteriza a la gran ninyoría de las tareas industriales,, a p a le e primero como una traba al libre acomodo de la tarM^^La ofgánizacióñ" dol trabajo, fijada exteriormente por los directivos puede, on ciertos casos, ¿star en oposición con el compromi­ so operatorio favorable que espontáneamente hubiera puesto en practica el trabajador. La organización del trabajo puede, fntonces, poner a p rueba inmediatamente al equilibrio paii't>»omático.j¡ . CujiiiX« inífs rígida es una organización del trabajo, me­ nos porinitirá que se hagan acondicionamientos favora­ bles a 1» economía psicosomàtica individual. '-■'■^' f ^ L a (>r/íanización del trabajo, en la medida en que puede bloquear los esfuerzos del trabajador para poner en confor­ midad el modo operatorio con las necesidades de su estructu­ ra mentid, causa un debilitamiento somdíicoJEs probable que una parto no despreciable de la mortalii^drsomática obser­ vada en tro los trabajadores encuentre su origen en una or­ ganización del trabajo inadecuada. Las mismas observa­ ciones fl $ )ì • )J

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conjunto de situaciones propias de cada oficio y que, de aljguna manera, constituye su siritomatologid^l 5»C E1 s a rm ie n to del trabajador da lugar a una semiologia que tom à 'ei riòmbre de “ideologia defensiva del oficio” eri lasTndustrias químicas o en la construcción;, de “sindro­ me subjetivo de la fatiga nerviosa” o de “síndrome de contaminacique lo entendía Marx en los manuscritos de 1844, es decirJ a tole­ rancia graduada según los trabajadores de una orgapizáción del trábajó que 'va áT«nfréntarse con su salud, sus . , -,,deaep4 ;y necesidades. L a alienación también en elsen iido ósiaüiá trico ; de]..reemplazo de la voluntad propia del-Su; jeto por la del Objeto. Se^trata aqm' de una alienación Que pasa por las ideologías defensivas de forma tal que^eTífa^

bajador termina por confundir la exhortación organizadoi^ q u e tomó el lugar de su libre ar^trio, con sua propIó ??e seos. Desbordado p o r la voluntoi37còni«uda en la organiza- dòn del trabajo, él corre el riesgo de dirigir sus esfuerzos a ' tolerar este injerto no deseado en lugar de hacer triunfar sus propias emociones. Una vez que coinienza el circuito, , la fatiga asegura su perennidad, siendo como una especie de llave necesaria para cerrar las cadenas del círculo vi­ cioso. El cansancio, el agotamiento del. cuerpo (incluso fuera de las fuertes restricciones físicas ejercidas por las reglas de la economía psicosomàtica) son una p i e z a necesaria,., aunque insuficiente, de la alienación por la organización del trabajo. Observamos entonces que^a alienación es más fácil de obtener en obreros cansados, mucho más fácil al fin del año que al regreso de las vacaciones, y durante la semana más que alrededor del week-end,j alienación sería ta]_vez j a etapa necesaria y primera . a la^cüarñó'sT^rTm os cuando hablamos del sometimiento de los cuerpos.f_La organización del trabajo aparece allí - como el vehículo de la voluntad de otro, y es tan potente que” finalmente el trabajador está como habitado por el extraño. i Aunque el concepto de alienación no sea pertinente a nivel del análisis económico, esto no lleva a su invalida­ ción a nivel subjetivo y. vivencial.fXa alienación es una verdad clínica que, tratándose del trabajo, toma la forma de un conflicto donde eLdesep_del trabajador capituló ante V., la orden patronal^Si debe haber Jucha por nuevas reladones sociales, esta deberá pasar por un proceso de desalie­ nación. La alienación corre el riesgo de ser transpuesta tal cual, — como lo muestra la experiencia histórica— , por no haber sido el objeto de un trabajo específico. Nos podemos preguntar en qué medida la prioridad acordada al cambio de las relaciones de producción no corre el riesgo de pasar por encima de la alienación sin trastomarla.jNos podemos preguntar también si Pel desm antelamientp, de los .mecanismos de alienación no es la »coridición necesaria, aunque insuficiente, de un proyecto de transformación sociab¿Q u é sería ese proyecto si no dejara un lugar consecuente para esta discusión? ¿Cúal sería esa felicidad ala­ bada por la sociedad si no’ tiené como f u n d a me n t o

(fundamento y no objetivo) la liberación de la enfermedad mental? ¿Y en primer lugar la liberación de su ejercicio en el trabajo y en la actividad productiva? . .-' .s ;'. . Son preguntas qué tal vez fueron negadas por razones históricas. El proyecto revolucionario nació en una época donde la relación salud mental-trabajo era invisible, en atervciÓhía?;.Ík'prioridad que necesariaménte Babia que acordar al análisis de la explotación del cuerpo físico, ¿a positividad de la historia consiste tal vez en dejar aparecer, incluso en ausencia de un cambio social, nuevas cues­ tiones portadoras de una gran fecundidad en miras de un proyecto que no puede permanecer sin evolucionar. De otro orden es la desconfianza tradicional con respec­ to a cuestiones sobre la vida psíquica. El campo de los fenómenos psíquicos está ocupado desde-la misma época, por especialistas denunciados a raíz de una posición ambi­ gua en la evolución social. Es verdad que, desde el movi­ miento de los alienistas en el siglo XIX, seguido por la psi­ quiatría contemporánea, el psicoanálisis y la psicosociología anglosajona, los partidarios de la Organización del Trabajo actual tomaron cierta ventaja en ese terreno. ¿Perú los interrogantes sobre este tema no son indefectible­ mente sospechosos? . Siguiendo la línea de pensamiento de Andrés Theret961)i3^ admitir que el análisis de la explotación no ex­ cluye el análisis de la vivencia obrera nos lleva a consi­ derar a este último como un lugar privilegiado del drama donde se actualiza el conflicto entre el Trabajador y el Po­ der. Hemos repetido en varias oportunidades la función éñmascaradora de los sistemas defensivos contra el sufrimiento, y una particular modalidad de èxistehèia~3él..sa­ ber, por así decirlo, reducida al estado de secreto sellado en la vivencia. Secreto que tiene la particularidad de existir solamente en la vivencia colectiva . del trabajo, y de di­ solverse rápidamente en el momento en que uno se intere­ sa por la vivencia individual. Como toda vivencia, este se­ creto necesita, para poder ser visto de cerca, recurrir a la palabra o, como se dice h o v ial discurso obrero. Es por inedio de la palabra, y a través de los sistemas~detensivos que tenemos que leer el sufrimiento obre.rpjf' " Es decir que hay una necesidaáAsLÍiLterfij:síaGÍón , Se

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plantea aquí la cuestión de la matriz de interpretaciones. Tratándose de algo vivido colectivamente, el psicoanálisis no nos podría socorrer. Utilizamos un cuadro de interpreta­ ciones que es nada inenos que /a organización del trabajo en sí misma que queda aún por descifrar'a través de las vici­ situdes que sufre en su interiorización colectiva. Además, el pasaje de un contenido manifiesto a xm con­ tenido latente, deformado por las estrategias defensivas es­ pecíficas, es un método que no pertenece propiamente a la Psicopatología del Trabajo. La interpretación limitada al contenido y no a una transferencia coloca a la Psicopato­ logía del Trabajo en las antípodas de la psicósociología^ a la cual se opone pimto por punto. Cualquiera sea el régimen político previsto, en la medi­ da en que él pretenda enmendar los obstáculos socio­ económicos a la “felicidad”, deberá ser juzgado por su ca­ pacidad para tomar en cuenta la relación conflictual entre la organización del trabajo y el aparato mental. No sola­ mente para tomarlo en cuenta, sino también sobre los me­ dios que sé da para hacerlo evolucionar hacia un estado de m enor tensión.,Es por eso que, tal vez, estamos en condi­ ciones de detenemos sobre lo que obstaculiza, no ya a la fe­ licidad colectiva -—que es una noción sospechosa— , sino so­ bre lo que constituye iin obstáculo padecido colectivamente por cada grupo de trabajadores en cuanto a la incorporación a un trabajo más satisfactorio. En otros términos, tenemos que entender que las resistencias individuales al placer se refuerzan de resistencias colectivas, en el corazón de las cuales se encuentran precisamente las ideologías defensi_yas del oficio. ^ Es a partir d_e ,un doble, movimiento, de transformación de la_organización del trabajo por una parte y de disolución de los sistemas defensiyos por otra, que puede nacéFuna evolución de la relación salud mental-trabajo. “Se dice que la libertad no se da, se conquista”. Ocurre lo mismo con la organización del trabajo. Es probable que no exista una solución ideal y que aquí, al igu.al que en otras partes, sea más bien la posibilidad de evolución la portado­ ra dé esperanza. Dadoíel lugar consagrado al trabajo en la existencia, lo que está en cuestión es el tipo de hombres que fabrica la sociedad por medio de la organización del traba168

Sin embargo no se trata de crear hombres nuevos, sino más bien de encontrar soluciones que permitirían ponér un término a la desestructuración de un cierto número de ellos por causa dél trabajo.

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SEG U N D A P A R T E :

Nuevas perspectivas en psicopatología del trabajo

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1. ¿Q ue es la P s ic o p a t o lo g ía d e l T ra b a jo ? L a 'P sico p a to lo g ía del T rabajo estudia ]_a.. relación psíquica del trabajo-. En el comienzo dé~esté'^rocesó~3e~c?' nocimiento se encuentra el interés por conocer las conse­ cuencias, del trabajo sobre la saíud mental de los triabaiadores.,ya sea que estas consecuencias sean nefastas —en ese. caso el trabajo será entonces patógeno — o .que sean’ifavorablés ^—en ese casó el trabajo será estructurante — . Eií Psicopatología vuelve :á interrogar de manera dejd-dida, apóyándiose en l a coDj:.epción psicoanalítica del fun­ cionamiento psíquico, el impacto de la realidad exterior so­ bre el sujeto, y por lo tanto se aventura fuera del campo estrictamente limitado por un psicoanálisis que habitual­ mente sólo sé interesa por las fuentes endógenas del sufri-_ miento (estando estas últimas relacionadas con la historia’ precoz y la repetición inconciente de los conflictos resueltos de manera insuficiente, heredados de la infancia). ; Además del interés acordado a la salud mental de los trabajadores, la Psicopatología del Trabajo se pjeeLCupa.,por las_j:ondiciones para la transformación del trabajo. T " Debemos hacer resaltar tres puntos; — ^laslcj3n¿iciones de trabajo (estudiadas por la medi-

ciña del trabajo, la psicología industrial y la ergonomía) eat'SrT'és^ecíficamente relaciorii3as con los daños infligí-^ dos a la salud del cuerpo de los trabajadores,’ era necesario^ identifiTár T d^ qü er'eQ a situación de trabajo, ponía específTcámente en cuestión el funcionamiento psíquico. La Psicopatología del Trabajo asigna la función patógena ( o osti^Eürante d'er trabajo, según los casos), áTa organiza'a ? ción del trabajo, es decir la dm sión de ][as tareas por una parte, y por otra la"'dlvísí5ñ"d^ loFlioiñ& I es decir al dis­ positivo de control, He vigilancia, de jerarquía, de mando, de asignación de las responsabilidades, etc.). — La organización del trabajo a menudo es peligrosa para elTurícionamiento psíquico. Sin embargo, la gran mayoría de los trabajadores llega a conjurar la locura, o en térm inos más técnicos, la descom pensación psiquiátrica. Para designar este equilibrio (inestable), que no llega a ser enfermeSa^lnental, hablaremos de sufrimiento. De hecho, la Psicopatología del Trabajo se interesa sobre todo en la investigación del sufrimiento, más que en la búsqueda de enfermedades mentales específicas del traba­ jo, que son relativamente raras, si es que realmente exis­ ten, ya que tenemos buenos motivos para dudar de ello. a O El sufrimiento, estado de equilibrio inestable, implica entonces una conTrontación entre los, factores patógenos provenientes de la orgáñi’zación del trabajo y los procedi­ mientos defensivos elaborados por ^os mismos trabaja-, dores. Es así que la Psicopatología del Trabajo, se interesa : muy particularmente por el estudio de estas defensas que, a diferencia de las descompensaciones psiquiátricas, están marcadas por las obligaciones organizacionales contra las cuales fueron construidas. — Si el trabajo puede ser patógeno, también puede ser fuente de placer e incluso contribuir en forma original a la lucha para conquistar y defender la salud. El interrogante que ’se plantea entonces apunta a las características de las organizaciones del trabajo que da,n acceso al placer, a la salud mental y también a la salud'del cuerpo, por más que hagamos referencia a las concepciones psicosomáticas. Esta dimensión puesta en evidencia por la Psicopato­ logía del Trabajo hace posible un acercamiento al proble-.... ma de la transformación de la organización del trabajo.

2. L os sistem as d e fe n s iv o s Encontramos procedimientos defensivos específicos en función de cada tipo de organización del trabajo. Podemos^ de está forma, poner en evidencia las defensas que fueron ^ j) y> j) j)

todos los trabajadores no calificados, entre la cabeza y el cuerpo. En casos extremos (trabajo por piezas) esta ruptura debe sumarse a una “represión” (en el sentido psicoanalítico del término, que no es sinónimo de inhibición) de toda evasión mental, ya que esta última es irremediable­ mente acompañada por una disminución de la cadencia xin aumento de los errores y de los retoques, o de un gesto de­ safortunado que termina por ser sancionado con un acci­ dente de trabajo (es necesario precisar aquí que el funcio­ namiento mental no se refiere a un trabajo “intelectual” que está en oposición con el trabajo “manual”, sino al fun­ cionamiento del aparato psíquico). Esta lucha culmina en una especie de parálisis del fun­ cionamiento psíquico, muy molesto, que es efectivamente vivida y percibida por los trabajadores como una desper­ sonalización, una alienación y un empobrecimiento, cuan­ do no es una destrucción. Sin embargo, esta parálisis es difícil de obtener ; no es para nada espontánea y exige por parte del trabajador un gasto de energía considerable. De forma tal que aparece una etapa de preparación y de lucha contra sí mismo que precede a su obtención y que es todavía más dificultosa que la parálisis mental en sí misma. He­ mos mencionado en otra parte que la vida fuera del trabajo está atravesada por este imperativo y como él es poco a poco estructurada por el trabajador para contribuir a esta autorepresión y ayudarla a mantener el condicionamiento tan costosamente adquirido curante todo el día. 2) R e s p e c to dé la su b lim a ción

j> j> 3) J) y> j} 1) j) 3) D J> m 9)

Podemos entender, sin necesidad de hacer muy amplios desarrollos, que en un modo operatorio impuesto, rígida­ mente organizado, de donde práctiaamente son excluidas todas las posibilidades de acondicionamiento de la orga­ nización del trabajo, no puede haber espacio alguno para el juego :de la sublimación. Es decir Qüe> eniíaipr^^cjica, eí tra­ bajo no puede brindar ninguna aperíúrií-'a'tó parciales, por lo cual el trabajador tendrá, en el mejor de los casos, que buscar fuera de la situación de trabajo para encontrarles una .salida parsonalizad^. La materializa­ ción de las condiciones propicias a! ejercicio de las subii222

maciones fuera del trabajo, es algo dificultosa por las ra­ zones que fueron mencionadas en cuánto á la dependencia de la vida fuera del trabajo respecto del servicio del condi­ cionamiento productivo y de su mantenimiento, a las 'cuales cabe agregar un cansancio debido no: solamente a las condiciones de trabajo, sino también-^como veremos más adelante, a una economía psicosomáticá en situación delicada. Sin embargo, algunos obreros y empleados (sobre ■todo cuando todavía son jóvenes) logran así salvar una parte de su ser del laminador psíquico que es el sistema Taylor. Pero incluso en esos casos, las horas en las que el cuerpo queda desvinculado de su jefe natural, que es el fun­ cionamiento mental, participan de una situación anormal y costosa para la salud. 3) R e s p e c to d e la e co n o m ía p s ico s o m à tica Lo que ya fue, dicho bastaría para mostrar los esfuerzos que deben desplegar estos trabajadoi-es para salvar su equi­ librio psíquico y somático. La ruptura realizada por la O.C.T. entre el funcionamiento mental y el cuerpo, como ya dijimos, es peligrosa; sin embargo, atenúa la percep­ ción por parte del sujeto respecto de los riesgos que corre, acá y ahora, en este enfrentamiento trágico contra las con­ diciones y la organización del trabajo. El clivaje entre “sico” y “soma” y, en el caso límite, ia parálisis mental que deja al cuerpo sin defensas frente a lá^organización del trabajo, évoc& en forma impactanté lo que fue denomi­ nado con el nombre áedepresión esencial ^ porros psicosomatólogos: estado destructor, donde el cuerpo se encuentra desprovisto de sus apoyos mentales y es la presa seleccio­ nada por las enfermedades somáticas. La depresión esen­ cial se ubica, en efecto, como punto de partida de las “desor­ ganizaciones progresivas”^. Concluimos entonces que el trabajo taylorizado provoca en forma experimental estados similares a las depresiones esenciales con una íragilización del cuerpo como consecuencia. Cuando agregamos a ésto que a menudo se trata de trabajadores que se ven en­ frentados a las peores condiciones dé trabajo, entendere­ mos fácilmente su mayor morbilidad y su menor longevi­ dad en comparación con la población en general y por

supuesto, más claramente todavía en comparación con los ejecutivos y los profesionales liberales. 4) L a p a ra d o ja p s ic o p a to ló g ic a

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^ e n t e _ a jin a j0 ^eacia dfi-p£r_s^^^ deliria,_de..fobias o de hipocondria.,., donde,. .d-e.-tada§. fo r m a s ^ a jio encontra­ mos el problema del trabajo enunciado simplei^ente como ' J ta ^ en la palabra del tf abaj ador jm fe rm o .' Sol ame n te en­ contramos ^ .T up tuTH de aé13vicíi^^.en.JA~¿aaróAesis-}^ como hecho r e c ie n te ,y generalm éhte''se;]e

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5) A nálisis de la pa ra doja

Si todos estos elementos fueran considerados, podríamos observar rupturas de la actividad profesional, una verda­ dera lib era ció n . Primero una liberación del funcionámiento mental y luego un alivio. Podemos encontrar esta posibilidad en la realidad y ciertos testimonios tienen, al respecto, un valor ejem plarVEl obrero que resulta liberado fie exigencias organizacionáles cuando se encuentrá ^ desempleo parcial, experimenta en un cortó plaz¿. verdaderos reencuentros con su cuerpo y su vida mental. La explosión fafitasmática és vivida en una at­ mósfera eufórica. Pero no es raro, paradojalmente, que el despido o incluso la jubilación estén acompañados de una crisis psicopatológicaque es tan sorprendente que merece integrarse so­ bre su mecanismo.¿Cómo puede el efecto de la liberación ..... ........ Jnvertir de este modo sus efectos?. -podríam os invocar las consecuencias materiales y la amenaza concreta que resultan de la ruptura del trabajo. Sin embargo, este argumento a pesar de ser importante, es ' tal vez insuficiente; pierde su fuerza en el caso de que el despido no signifique inmediatamente el desastre (des­ pido poV causa de fuerza mayor O económica) o aún más cuando se trata de la jubilación. Además, se observa que cuando hay reacciones psicopatológicas a estas circunstan­ cias, el discurso de los trabajadores no se refiere directa­ mente al tema del salario;" Predomina una sensación de inutilidad, de absurdo, de falta de sentido, al rnenos antes de que encuadro de la depre'síóri sea francameiite superado ^ dirección de ]á_patalógía mental. Más allá Hp pgfr. ’ p ro d u c a -A in a -p a io Io ^ g ía -m e r tta H m ? ^ ^

sibiliná “ de factor reaccionar,^ en Ja,^1t|rm^ ^M^^'qüiátricá.'"....■ . •

Podemos dar al menos dos explicaciones que no son mu­ tuamente excluyentes de las reacciones psicopatológicas en lugar de la vivencia eufórica de la liberación. La primera de estas se refiere al funcionamiento psí­ quico en sí mismo, en cambio la segunda se refiere ,a las “ideologías defensivas del oficio”. El funcionamiento mental liberado: en la primera constelación psicopatológica, el trabajador liberado de su .. trabajo constata con asombro que no saHe qué hacer con esa _ Jibertád. La investigación c lí n i c a nos revela entonces que por falta dé una situación desprovista de las habituales exi­ gencias organizacionales, el funcionamiento mental que­ da paralizado o, al menos, queda “hipotónico”. El trabajador se encuéntra entonces frente á lo que teniía: no ser él ' misiríó, yá que perdió su personalidad en la batalla del tra­ bajo al mismo tiempo que sus gustos, su energía, su inicia­ tiva y sus deseos . Es una situación dramática donde el trabajador debe ahora afrontar, sin su actual coartada, el Juicio implacable de su ideal del Yo. Se abre entonces la brecha de una depre­ sión narcisista que desemboca a menudo en un proceso de " s^matización. Estos estados' C lín icam en te id e n tificá b le s plantean algühás cuestiones de orden psicoeconómico. , ¿El funcionamiento psíquico puede sobrevivir a lá re­ presión y volver a reaparecer “ad integrum ”? ¿Existe algún tiempo de represión más allá del cual algo fue des­ truido irremediablemente en el funcionamiento psíquico? ¿Existen condiciones particulares que provocan el desen­ cadenamiento de esta situación?. No teriemós ninguna respuesta concreta para dar a éstas tres preguntas. Solo podemos relacionar esto con la obser­ vación de que a los obreros y empleados descalificados, que están sometidos a tareas repetitivas, les cuesta soportar el cup.ieifep de las vacaciones y a veces pierden varios días ’^’ a'ñfe& ié de su tiempo libre. Tenemos lá impresión de que al confrontarse brutalmente con las rela-

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ciones afectivas, familiares y de amistad, pero sin poder usar un funcionamiento mental que está paralizado o retardado, estos sujetos están en cierta forma desarmados, desbordados e incluso traumatizados y buscan protegerse mediante el aislamiento y las reacciones de irritación y de rechazo, que su entorno no comprende. Acá se plantea entonces para el trabajo, y en forma un poco particular, la cuestión de La elasticidad del funciona­ miento psíquico. En otra constelación psicopatológica, j>odemos constatar que frente a la liberación de las exigencias de trabajo, el funcionamiento mental parece renacer de entre sus cenizas. Pero en lugar de aportar placer, el reencon­ trarse consigo mismo anuncia mas bien la angustia. La investigación clínica nos muestra entonces que el trabaja­ dor teme las consecuencias, que traerá a término este nuevo despliegue de sí mismo. Una vez que el obrero logra libe­ rarse de estas trabas mentales, cómo encontrará este la energía y el gusto por buscar un nuevo empleo, necesaria­ mente descalificado (visto la situación económica y la au­ sencia de formación técnico-profesional), es decir sinóni­ mo de un nuevo desgarramiento, dé una nueva sujeción, y de una nueva vida de sufrimiento. Así, la liberación inau­ gura un conflicto muy grave entre, por una parte, el deseo de dejarse llevar por la alegría de desear y de soñar, y por la otra la necesidad de reencontrar los esfuerzos orientados hacia la búsqueda del sufrimiento y de la despersonaliza­ ción . La liberación empuja al trabajad,or hacia un conflicto difícil de resolver donde se afrontan la “disciplina del hambre" y el deseo de ser él mismo. A veces ocurre que la situación psíquica sea todavía más temida en ese momento que antes, cuando no se planteaba la cuestión, mientras que el sujeto se agotaba en la parálisis mental y la alienación. Entendemos también que ciertos trabajadores presin-’ tiendo el peligro, incluso antes de dejar de trábájár (fúbiláción o despido), reaccionen por anticipado contra una liber­ tad mental que saben que es ficticia y.qúe con el tiempo llega a ser peligrosa. v 'í f . - ■' El carácter absurdo de tal situación es difícilmente sostenible,,¡de forma tal que es entre los más “razonables” de los trabajadores amenazados por el desempleo donde pode--

m os observar la mayor cantidad de reacciones psicopatológicas! Tal situación desborda también los recursos mentales de ciertos obreros que están por jubilarse, ya que temen que después de 30, 40 años o más de represión del funcionamiento psíquico, vuelva a iresurgir-|] inconciente y. sus consecuencias (que sabemos rio envejecfcn para nada) párá constatar que la vida pasó y sufrir de verrque sus cuer­ pos ya no tienen 20 años. Los reeencuentros'porren enton_ces el riesgo de ser demasiado brutales, la discrepancia y ” el'balance pueden llegar a ser demasiado penosos, y así en­ tendemos que ciertos sujetos eviten con todas sus fuerzas deslizarse fácilmente hacia la descompensación depresi­ va, psiconeurótica o psicosomàtica.

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Las ideologías defensivas del oficio Las ideologías defensivas del oficio® fueron descriptas cuando se éstudió los trabajadores de la construcción y de las industrias de proceso. Consisten en actitudes y compor­ tamientos paradojales que a menudo, son extraños y es­ pecíficos de cada oficio. Las mismas interesan a todo el co­ lectivo de trabajo implicado. Tienen como objetivo lanzar un desafío colectivo a los peligros y daños causados por el trabajo, gracias al c u a l , simbólicamente, la posición de los trabajadores se revierte: de víctimas pasivas del riesgo se vuelven simbólicamente activos organizadores., del peligro y de su control. Estos comportamientos van acompañados de un sistema de valores y de prohibiciones, cuya coheren­ cia y solidez son notables. De esté modo, las ideologías del oficio tienen una función defensiva respecto del miedo causado por el enfrentamiento entre el hombre y la nocivi­ dad de las exigencias del trabajó. Los obreros descalificados forjaron también una ideo­ logía defensiva del oficio que'llam am os ideología del su­ frimiento ^ o mejor dicho, ideología de. la resistencia. Con­ siste en un sistema colectivo mediante el Cual los obreros se , defienden colectivamente contra los efectos nocivos del trabajo repetitivo sobre su salud. Es una simple inversión qúe consiste en constatar el sufrimiento psíquico generado ...Sorbía O.C.T. y sus consecuencias psíquicas y físicas. El sufrimiento es en sí mismo denunciado, pero el hecho de

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aguantar, de quedarse en su puesto, de no enfermarse, de no terminar delinquiendo o mendigando, en dos palabras, de resistir , es elevado al estatuto de valor promovido por la colectividad obrera. Un valor que no sólo se sostiene sobre la materialidad de las cosas (obtener un salario, cubrir las necesidades fam iliales), sino tam bién sobre esperanzas compartidas por los trabajadores: este trabajo y esta produc­ ción tendrían un valor potencial: mejorar el consumo de los hijos y de la sociedad, desarrollar la economía nacio­ nal, e incluso de manera no excepcional, servir a una em­ presa ó a un patrón. El empresariado supo aprovechar en su debido tiempo esta última posibilidad en las empresas donde el paternalismo y el “espíritu de empresa” eran pro^ e ch osos. Cuando, como ocurre actualmente, es la empresa la qüe se presenta en quiebra, el desempleo es acompañado por un derrumbe de todo ese dispositivo, el cual por más frágil que fuera, tenía, sin embargo cierta eficacia, como nos lo indi­ can las reacciones psicopatológicas observadas. De pronto, todo el sistema de valores se derrumba. Este sufrimiento no les servirá a sus hijos, ni a la sociedad ya que la empresa está en quiebra. Ni siquiera sirve para en­ riquecer a un patrón, ya que él mismo debe renunciar a ello. Cuando desapareció la ilusión, xma parte del dispositivo de defensa contra el sufrimiento ya no es utilizable, y a partir de ese momento, cada obrero despedido debe arre­ glárselas por sí solo para suprimir la angustia y hacer fí'ente a la realidad. Algunos de ellos, que poseen toda la fuerza propia de su edad, se dañan tristemente. Tenemos que agregar a esto que la ideología defensiva duplica los valores relacionados çon el sufrimiento, con una cierta cantidad de prohibiciones tenaces que conducen a denunciar todas las formas de no-trabajo y de nosufrimiento, no-resistencia, las cuales se ven afectadas por s i^ o s de holgazanería, de pereza o de vicio. Se condenan así, en forma desordenada, las ausencias al trabajo, las li­ cencias por enfermedad, las invalideces... y el desempleo. En caso de despidos importantes en una;i:e;^ón,';los que conservaron su trabajo se repliégan alfedeclbr d¿ ía ideo­ logía del oficio y condenan más enérgicamente a la exclu­

sión a los desempleados que, á pesar de ellos, llevan consi­ go la amenaza que debe permanecer oculta El obrero deso­ cupado debe entonces hacen frente a lo absurdo de un siste­ ma defensivo que ya dio prueba de su ineficacia y, además, a la respuesta social muy dura que se vuelve contra él y explícita o implícitamente lo sentencia, por intermedio de la voz de sus propios camaradas, al anatema de la vergüenza. Ciertos trabajadores no sobreviven a esta conjugación de ataques que hacen eco a la depresión que se describió previamente. Descripta de esa forma, esta ideología defensiva de los trabajadores descalificados parece ser anticuada. Sin em­ bargo ella es todavía viviente, incluso si hoy en día se frac­ tura.y se resquebraja. En realidad, las primeros rajaduras del edificio ya se notaban antes de la crisis económica ac­ tual, y tenemos que preveer que los próximós efectos de es­ tos desperfectos modifiquen sensiblemente las observa­ ciones clínicas que estamos dando hoy.

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En esas circunstancias, ¿existen medidas curativas particulares o una prevención posible de los efectos de este sufrimiento causado por la organización de^ trabajo sobre la vida mental y el equilibrio somático? Al parecer, este asunto no incumbe a los médicos, a los psiquiatras ni al psicoanalista. Primero hay que estudiar la realidad, para poder convencerse de que, por más cari­ catural que sea la descripción de los traristornos psíquicos y somáticos ocasionados por la organización del. trabajo según el sistema Taylor, no se trata de una anécdota sino que es una realidad en la que están implicadas millones de personas durante toda o parte de su vida. No tiene nada de sorprendente el hecho de que sea necesario hacer distin­ ciones entre, por una parte, los oficios muy complejos de los profesionales situados en la cumbre de la jerarquía sociocultural y, por otra parte, las tareas no cálificadas.* Entre estas dos situaciones extremas de la relación hombre-trabajo, donde una le puede conceder a la actividad profesional un papel favorable a la salud, y donde la otra sólo puede ocasionar transtornos, hay que dejar un espacio a las situaciones más mezcladas, que permiten hacer cier­ tos acondicionamientos del modo operativo y de la organi­ zación del trabajo, a pesar de una serie de exigencias no despreciables. Tal vez sea necesario insistir sobre el hecho de que la tendencia global es la división progresivamente creciente de las tareas y del trabajo. La taylorización no deja de progresar, no sólo en el sentido horizontal ( hacia nuevos campos como los del terciario) sino también en sentido ver-

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tical, desapropiando poco a poco a los profesionales de su Huber productivo, y aspirando a los hombres hacia un próce-: B o d e uniformización por lo bajo. , Una acción preventiva en materia de la relación salud m ental-trabajo, consistiría en repensar la organización del trabajo. Incluso si los psiquiatras tienen un lugar de »(‘(rundo plano en este esfuerzo, tal vez ellos tienen un a dis­ creta contribución para proponer en este debate que se en­ cuentra abierto desde hace 10 a 15 años y que no parece que so pueda concluir.

B IB L IO G R A F IA

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Capítulo X

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CO N TRIBU CIO N DE LA P SIC O P A T O L O G IA DEL T R A B A JO AL ESTUDIO D EL ALCO H O LISM O

I n t r o d u c c ió n ¿La Psicopatología del trabajo se encuentra en condi­ ciones de brindar elementos para el análisis del alcoholis­ mo? ¿El estudio del conflicto específico que opone el funcio­ namiento psíquico del trabajador a la organización del trabajo, puede aportar un esclarecimiento particular sobre los comportamientos alcohólicos? A estos interrogantes, sólo podemos responder positiva­ mente a condición de admitir previamente ciertas reser­ vas. El alconolismo, en su totalidad, no puede ser explicado por el sufrimiento mental ocasionado por el trabajo. Si las tensiones psíquicas del tra.bajo influyen en el alcoholismo, esto sólo es posible aprovechando fallas que existían con anterioridad en el arsenal definitivo individual contra la angustia y el sufrimiento. Sin embargo, puede ocurrir que el consumo de alcohol sea de alguna manera promovido al status de defensa electiva, prácticamente indisociable de la profesión, contra sufrimientos que de otra manera son difíciles de combatir. Daremos un ejemplo acerca del tra­ bajo en la construcción. Trataremos de ver si la Psicopatología del Trabajo puede aportar elementos explicativos a la importancia del

a lcoh olism o en B retañ a en com paración con otras region es de F ra n cia .

1. El alcohol en la construcción y en laú obrai publicas L as in v e stig a cio n e s en m a teria de P s ico p a to lo g ía del T ra b a jo llev a d a s a cabo entre los tra b a ja d o re s de la co n s ­ trucción nos indican que a m enu do existen co m p o rta m ie n ­ tos in sólitos, a veces p eligrosos, p ra ctica d os por la m a yoría de los ob reros. Se trata a veces de com p eten cia s entre los obreros, otras veces de gestos o com portam ien tos p eligrosos c inú tilés, y tam bién de in com p ren sib les n ega tivas a re sp e ­ tar con sign a s de segu ridad, en una p alabra, de un conjunto de a ctitu d es y de com p orta m ien tos que m u ch as veces su ­ man riesgos su p lem en ta rios a los p e ligros ya im p ortan tes que existen en las obras. A socia d a s a estos com p ortam ien tos p e lig ro so s, se id e n ­ tifican fá cilm en te p osicion es p sico ló g ica s no m en os p a r ti­ cu la res: sobresa len v a lores rela cion a d o s con la v irilid a d , el coraje, la b ra vu ra y h asta el heroísm o. En este caso n un ca se observa m iedo ni angustia. Esta.s son p r e o c u p a cio n e s y p a la b ra s que se ex clu y e n lite r a l­ m ente del vocabu lario del obrero en las obras. C om p orta m ien tos p elig rosos, v a lo re s v iriles y p ro h ib i­ ción del m iedo, tres elem en tos que pueden agruparse en un todo coh eren te, en un verda d ero sistem a que volvem os a e n ­ co n tr a r con u n a e x tra o rd in a ria con sta n cia en las ob ra s, desde h ace ya decenios y probablem en te siglos, h asta llegar a co n s titu ir una v erd a d era “ ideología del o ficio ” . O b serv á n d olo m ás d eten id a m en te, p o d e m o s preg-antarnos si la p roh ib ición del m iedo, los co m p o rta m ie n to s p e li­ grosos y los va lores rela cion a d os con la virilid a d no tienen p recisa m en te la fu n ción de lu ch ar co n tra el m iedo. R e su l­ ta ,'e n efecto, que a la en orm idad de los riesgos liga d os al trab ajo en la con stru cción , resp on den un m iedo y u n a a n ­ sied ad no m en os releva n tes. Pero si la eva lu a ción correcta del riesgo p or parte de los obreros su scita una ansiedad ju s ­ tifica da , p arece que esa ansiedad es incom patible con el hed io de llevar a cábo^su'trabajo. BástásCOnM obras para darse cu enta, sin necesidad de enfatizar, de a g re g a r rom a n ticism o o s en tim en ta lism o m e lo d ra m á tico ,

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que puede verd a d era m en te e.xistir u n a a tm ósfera de luch a y de guerra con tra él peligro y los riesgos qúe p rovoca n las in tem p eries, la a n a rq u ía de la o rg a n iza ció n d el tra b a jo , etcétera. Es a b so lu ta m e n te n e ce sa rio d e s p le g a r un sistem a: de ocu lta m ien to y d efen sa con tra la p e rce p ció n co n cie n te de estos peligros. El m iedo debe d e sa p a re ce r por co m p le to , es la con d ición p ara co n tin u a r tr a b a ja n d o allí y re c ib ir el salario. D esde esta p ersp ectiva, los co m p o rta m ie n to s p e li­ grosos tienen un sentido. Su fun ción es la de rev ertir la situación de los trabaja­ dores con respecto al peligro: ¿es in c o n cie n te aqu el peón que se niega a coloca rse el cin tu ró n de segu rid a d , aquel a lb a ñ il que trab aja en equilibrio sobre el vacío, estos o b re ­ ros que rea lizan co m p e te n cia s m a rch a n d o sobre tira n tes estrech os? Las defen sas co le ctiv a s form a n de h ech o un con ju n to coherente de com p ortam ien tos, a ctitu d es, va lores, p ro h ib i­ ciones y de silen cios acerca de ciertos tem as, o por el c o n ­ trario, de a rrog a n cia s o e x h ib icio n e s, qu e p erm iten dism ii n u ir el riesgo. La apuesta es un m ed io jpara p ro v o ca r el apeligro, es en fren tarse a él d esde una posición elegid a , d e­ lib era da , acíÍL'a, q u e an u la sim b ó lica m e n te la situ a ció n in tolerab le que co n siste en esta r en u n a p osición p asiv a con resp ecto a un p eligro que no se d o m in a y que su rge cuando m enos se lo espera, con el riesgo final de salir h e ri­ do, estropeado o m uerto.

2. Ideologia defensiva deí oñ cio y colectividad obrera La_ fu n ción d e la id e o lo g ía d e fe n s iv a es e n to n ce s la _.°?JíJtácíbn dél m iedo. Para fu n cio n a r, este sistem a d e fe n ­ sivo debe ser sosten id o por el con ju n to de los obreros. D ebe ser infalible en la m edida de lo p osible. Y el colectivo o b re ­ ro se encarga de ello. T od os, sin e x ce p ció n , deben p a r tic i­ par. Es una con d ición del trabajo. El m ied o es exclu ido y los m iedosos tam bién . B asta con que un obrero afioje, para que sea in m ed ia ta m en te elim in ad o. . g ipg dem ás, deben p ro b a r p eriód ica m en te que son piárte activa del sistem a d efen siv o, p a rticip a n d o en los ju e g o s, ritos, co n cu rso s, trad icion es. E sta exigen cia puéde

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a p recia rse cla ra m en te en los recién llegados e incorpora­ dos a la obra. El a p ren d iz debe dar pruebas, demostrar que es “un hombre’ , aceptar el desafío. Sino, será progresiva­ mente marginado, ridiculizado, rechazado y finalmente

elim in ado. i iAsí procede el colectivo obrero, quién, sin saberlo, reali­ za una verdadera selección psicológica de los trabajadores aptos para soportar el .sufrimiento y la ansiedad inherentes a los oficios de la con.itrucción. , , v, Si este sistema ya no alcanza para proteger al obrero del miedo, este último so autoelimina, pero respetando la re­ gla; no es porque tieno miedo, es porque está enfermo, por­ que tiene enfermedude.s físicas. En todo caso, no es en su mente que todo eso ocurre: se queja entonces de dolores, vértigos, cefáleas, etc. Es decir de síntomas que paradlos demás no son sosp ech osos de tener un contenido de miedo. 3. Ideología defensiva del oficio y organización del trabajo

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Vemos que la ideología defensiva del oficio está dirigi­ da a ocultar el miedo que suscitan los pehgros y los riesgos del trabajo. Mientraií los riesgos perduren, los obreros se ven obligados a mantener la defensa colectiva Sm embar­ go, la inseguridad no es totalmente incontrolable. En ciertas obras m uy im p ortan tes, se ha logrado hacer desaparecer tánto los riesgos como los accidentes. La inseguridad so descubre poco a poco como una elec­ ción que es parte intoK^ante de la organización del trabajo. Organización anárquica, presión de los tiernpos y de los plazos, falta de f o r m a c i ó n de los obreros, cambio intempes­ tivo de puesto de trabajo, despidos rápidos y arbítranos sa­ crificio de las seguridades colectivas en pro de la rentabili­ dad y reemplazo por «eguridades^individuales menos co­ stosas pero menos eficaces y causa de sobrecarga de traba­ jo, etcétera. En otras palabras, la inseguridad p a r e ^ je r la regla en la construcción, y mientras ella p^rmar^e¿caiS inhe­ rente a la organ ización del trabajo, ella:suscitará el miedo y las ideologías defen.sivas profesionales con sus esfuerzos a veces paradojalés. persistenGia de la in se^ ridad arrastra la persistencia necesaria de la ideología defensi­

va del oficio, hasta el punto de contribuir a la creación d una verdadera tradición, cón todo lo que ésto im plica e cuanto a solidez, inercia y resistencia al tiempo y al can bio. , > 4. Ideología defensiva del oficio y consumo de alcohol en las obra El miedo responde al riesgo físico real que es su brot psíquico. Frente a este riesgo, los obreros elaboraron colee tivamente este sistema de defensa. ¿Podríamos sin embar go afirmar que el miedo es de ahora en más total y defini tivamente dominado y ocultado? Sería mucho decir. En e extenso arsenal defensivo, hasta ahora no hemos mencio nado el rol de la bebidas alcohólicas. El alcohol posee dis ' tintas virtudes: es energético, se encuentra diluido y conte nido en las bebidas, es decir que desaltera, pero finalmenti .■ y sobre todo, es anxiolítico y desinhibidor. Pareciera que Ir virtud psicofarmacológica del alcohol fuese en genera ‘ subestimada en el análisis del alcoholismo. En el caso dt la construcción, comprendemos fácilmente que el alcoho' sea particularmente apreciado por los trabajadores: calma la angustia. Sólo bastaría con esta afirmación para com prender la importancia que tiene. Pero actúa aquí me diante otros mecanismos que lo hacen difícil de rempla zar: también es desinhibidor, es decir que facilita la libe ración del habla, del contacto y de la acción. El alcohol fa­ cilita la continuación del trabajo, desinhibe las defensas individuales frente al trabajo peligroso. Brinda de alguna manera coráje para encarar la obra, las intemperies y los peligros. Pero desinhibe también los hombrea en las reía ciones colectivas. Se sabe que el alcohol facilita los contac­ tos, es euforizante y antidepresivo, contribuye por sobre to­ das las cosas a facilitar las relaciones de grupo. Este es un puiito fundamental ya que el alcohol tiene un papel no despreciable en la cohesión, mantenimiento y la reconstitución del colectivo, borrando los conflictos inter­ individuales, recreando una euforia secreta propicia para las relaciones superficiales y fáciles que son necesarias para la existencia del grupo. De este modo el alcohol se encuentra en un lugar total-

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mente privilegiado en la ideología defensiva del oficio, por su acción en favor del grupo. Hasta tal punto que muchas veces e l consumo de alcohol es íntegramente asumido en la ideología defensiva, se encuentra vinculado con los va­ lores viriles, y la abstención es facilmente condenada por el grupo obrero como una posición específicamente femeni­ na. Pero el alcohol posee aún una propiedad más que ningún otro producto puede discutirle, y que lo colocá por encima de todas las rivalidades. El alcohol anxiolítico, antidepresivo, excitante y desin­ hibidor es un poderoso medicamento. Un medicamento que no da su nombre, uñ medicamento que se esconde, un medicamento que guarda el secreto: y el secreto es el miedo. El solo hecho de ingerir un comprimido de valium o de anafranil alcanza para detectar el síntoma psíquico subyacente. El alcohol, por su parte, remite a lo querido y al com­ pañerismo; no revela a la luz del día lo que debe permane­ cer oculto, a saber, la angustia que tiene prohibido estacio­ narse en la obra. Es por esa causa que encuentra un lugar privilegiado donde está y de donde siempre será difícil de desplazar. 5. L as consecuencias fu era del tra b a jo de la ideología defensiva del oficio r

Pero la ideología defensiva del oficio es todavía más cruel. Al parecer debe estar protegida tahto en la obra como fuera del trabajo. El obrero de la construcción no debe tener miedo, aún fuera del trabajo. Debe luchar incluso cuando abandonó la obra. Toda su vida está atravesada, estructu­ rada por esta lucha contra el miedo. El miedo en la obra no siempre tiene como límites la ac­ tualidad. Persigue al trabajador hastü en su cama. Pero esta vez, se encuentra sólo para luchar y es precisamente ahí donde las dificultades específicas corren el riesgo de aparecer. Lo que funciona como sistema defensivo en la obra, gracias al colectivo de trabajo, no siempre es remplazable en la soledad del cuarto de la pensión o en la fa­ m ilia .

En otras palabras, si el trabajador no posee por su propia cuenta defensas rnentalizadas suficientes para asegurar la continuación de la ideología defensiva del oficio, elige el medio más simple que se encuentra a su disposición y respecto del cual conoce muy bien su eficacia: el alcohol. Del consumo de alcohol para fines estrictamente profesio­ nales, pasamos al alcoholismo. Algunos de ellos prefieran incluso escapar del “hogar” para encontrar en el café al grupo, a la colectividad de aquellos que, por diversas ra­ zones, tienen allí también una cita para luchar colectiva­ mente, una vez más, contra el sufrimiento. 6. C onsum o colectivo de alcohol y alcoholism o

Existe entonces un salto entre el consumo de alcohol exi­ gido por la ideología defensiva del oficio y el alcoholismo. Este salto es dado por los sujetos cuya estructura mental po­ see Ciertas particularidades que no desarrollaremos aquí pero que son bastánte conocidas. El alcoholismo es un comportam iento alimenticio, y no una defensa mental. Es un circuito corto y poco elaborado para luchar contra la angus­ tia. Es puesto en marcha entonces por aquellos que poseen un sistema defensivo mental mal organizado y que en psicopatología denominamos neurosis mal mentalizadas, neurosis de carácter y neurosis de comportamiento. El al­ coholismo es entonces propuesto de alguna manera anticipadcimente a estos sujetos, por la confrontación con la orga­ nización del trabajo y la participación en las ideologías defensivas de oficio. Suponiendo que la organización del trabajo controla ese riesgo hasta el punto de anularlo, es probable que las ideologías defensivas desaparecerán así como el consumo “normal” y banalizado de bebidas alcohó­ licas. Pero esto no hará desaparecer las fallas del compor­ tamiento mental que existen en ciertos sujetos que son can­ didatos al alcoholismo. ... Sin alcohol, estarán obligados a luchar de otra manera. ¿Cómo? No es fácil responder a esta pregunta. Clínica­ mente, conocemos otros métodos espontáneos de control de la angustia en sujetos mal estructurados. Sin alcohol, como fue durante la segunda guerra mundial, ¿desqué sujetos lograban luchar contra la angustia?

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