Deceiving The Corsair (Corsarios 4) - Ruby Dixon
February 22, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Capítulo 1 Sentorr —¿La gente… de verdad come esto? —Fran le dirige una mirada aterrada y asqueada a Kivian. —O sea… ¿Voluntariamente? —Cat se queda mirando a la jarra sobre la mesa del comedor. —¿Qué parece? —pregunta Iris, apretando la mano de Alyvos en la suya. Está sentada justo en frente de la jarra en cuestión, con una expresión curiosa. No puede ver el horror en los rostros de las otras dos humanas, ya que su visión de radar solo le permite ver formas oscuras y movimiento. Nuestro capitán, Kivian, se estremece de risa contenida. Tarekh parece estar a punto de estallar en carcajadas, y Alyvos solo acaricia el dorso de la mano de Iris, con la otra mano protectoramente sobre su hombro. El comedor del Idiota Enamorado está concurrido el día de hoy. Me apoyo en la puerta del corredor mientras observo a las hembras humanas sentadas alrededor de la mesa, Cat y Fran mirando el frasco detenidamente. Yo he visto cosas así antes. No es la primera vez que el Idiota lleva un cargamento de gusanos inukni a las Afueras y no será la última. Pero es la primera vez para las humanas a bordo. —Parecen gusanos de tierra con cabezas de escarabajo —dice Cat en un horrorizado susurro. —Pero tan grandes como una regla.
—El truco está en hacerlas caer por la garganta —explica Kivian, divertido. –La piel es muy suave. Si los muerdes accidentalmente, mueren en un estallido de fluidos y tienes que empezar otra vez. Cat ahoga una arcada. Tarekh se ríe. Yo solo pongo los ojos en blanco. Hace un tiempo, solíamos ser una nave pirata. Éramos cuatro machos y nos tomábamos nuestro trabajo en serio. Jamás nos quedamos mirando como tontos a un grupo de humanos solo para ver sus reacciones asqueadas a la comida de los habitantes de los asentamientos. Pero al parecer ahora el trabajo es solo la mitad de interesante para el resto de la tripulación. Cada vez que me quejo, Kivian me dice que están en un periodo de “luna de miel” y que pronto se asentarán de nuevo al trabajo, pero sigo esperando y eso no sucede. Y vaya que he esperado. Las humanas lo han cambiado todo, y no estoy seguro de que me guste. Me agradan las humanas, no digo que no. Es el cambio lo que no me gusta tanto. Pero jamás he sido fan de los cambios o las sorpresas o nada parecido. Me gusta el orden, lo esperado. —¿La gente se los come… completos? ¿Es por eso que están prohibidos? — pregunta Iris en voz baja. —¿Son tóxicos? —Son asquerosos —agrega Cat, mirándolos con ojos fascinados. Tiene la mejilla pegada a la mesa, ladeando la cabeza para tratar de entender la masa temblorosa en la jarra. —La gente se los come porque se están muriendo de hambre —digo amargamente, interviniendo por primera vez. –Algunas de las granjas de las Afueras pasan malos ratos, donde tienen que elegir entre vender sus productos o consumirlos. Están tan lejos que es demasiado costoso enviar un cargamento de comida para toda la familia. Por eso tragan gusanos inukni. Engaña al cuerpo, haciéndole creer que no necesita comida. Mientras más grande el gusano, más tiempo dura. Es más barato que enviar un cargamento de alimento, y es más fácil trabajar cuando no estás consciente de lo hambriento que estás. Todos voltean a verme. Fran parece triste, mientras que Cat se ve pensativa. Kivian me mira con entendimiento; hemos sido amigos por mucho tiempo, y sabe
que estoy íntimamente familiarizado con los métodos de las familias pobres de las Afueras para hacer durar sus raciones. —Son ilegales —dice finalmente Tarekh, el humor en su voz muriendo al girar la jarra para señalar las pinzas en las cabezas de los gusanos. —Porque son parásitos. Si no se dispone adecuadamente de ellos, pueden infectar al ganado, y lo último que quiere un granjero es un rebaño que no quiere comer. Además, cuando te lo quitas, tienes que tener o lasmás mandíbulas tus intestinos. Es fácil ganarte una infección así ycuidado, morir. Pasa veces de lastimaran las que debería. —Y no hay muchos doctores en las Afueras tampoco —agrego. –Pero la gente hace lo necesario para sobrevivir. —Entonces, ¿por qué hacemos esto? —pregunta Iris, sacudiendo la cabeza. —Porque es un trabajo, y nos pagan por ello —Kivian se encoge de hombros, jugueteando con un mechón del cabello oscuro de Fran. –No forzaremos a nadie a comerlas. Solo las hacemos disponibles a aquellos dispuestos a pagar. Como dijo Sentorr, a veces la opción ilegal es la única que tienes. La mayoría preferiría comerse un gusano que morir de hambre. —Yo estoy cincuenta/cincuenta al respecto —dice Cat, apartando la jarra de su vista con un estremecimiento. –Fue muy amable de su parte dejarnos una jarra a modo de agradecimiento. —Más bien ‘no, gracias’ —murmura Fran. Se levanta de su silla para acomodarse en el regazo de Kivian y él la rodea con sus brazos, apretándola contra sí. –Estoy lista para regresar al contrabando de armas, y jamás pensé que diría eso. Él solo le sonríe, su expresión llena de adoración y diversión a la vez. Tarekh agarra la jarra, mirándola pensativo. –No sé. Apuesto a que si las picas y las fríes en una sartén saben bien. —Eso es porque tú eres capaz de comer lo que sea —le dice Cat, arrugando la nariz. –Tu estómago es tan grande como esa bocota tuya. —No te quejaste de mi manera de comer anoche —dice él, y ella se le echa encima para taparle la boca mientras los demás se echan a reír. Alyvos; el siempre
listo a luchar, el peleón Alyvos, solo sacude la cabeza divertido y besa el dorso de la mano de Iris. Es muy triste que esto sea una tripulación pirata. Ahogo mi asco. No estoy molesto con ellos. No estoy molesto de que estén enamorados de sus mujeres. Es una mezcla de frustración por los cambios en la tripulación del Idiota, los malos recuerdos que me traen los gusanos inukni y quizás un poco de mi propia soledad. Soy malael compañía todas formas. Me aparto de la pared. –Me voy al puente. Tomaré turno de lade noche. Nadie dice nada. He tomado mucho el turno de la noche últimamente, desde que Iris llego a bordo y todos los demás estaban oficialmente emparejados. No me importa. De hecho lo prefiero, porque es silencioso y privado, y a veces quiero estar a solas. Bueno, sí, la mayoría de las veces quiero estar a solas. Me doy la vuelta y me marcho, dirigiéndome al puente. Últimamente es mi lugar favorito. Encuentro que me emociona la idea de estar sentado a solas en mi silla de navegador, escudriñando mapas y relajándome con las estrellas y un canal de comunicación abierta como compañía. No culpo a los demás por querer pasar el tiempo con sus esposas. De verdad no. Pero un tiempo atrás, la tripulación del Idiota era como un grupo de amigos, haciendo trabajos y ganando dinero, pasándola bien. Ahora son tres parejas y su quinta rueda. No les envidio su felicidad. El estar en el puente es la mía. La puerta se desliza, permitiéndome entrar. Las cosas están calmadas, las pantallas mostrando vistas alternas de mapas estelares con los cursos que he programado y espacio abierto alrededor de eso. El sistema principal indica los cambios de curso mínimos que tiene que hacer la nave, tomando en cuenta cada planeta, asteroide o ruta comercial que pasamos. Mi asiento en el timón está vacío, esperándome. Al acercarme, me siento en paz. No, más que eso, hay una ligera anticipación dentro de mí. Por fin solo.
—Sentorr —escucho a Iris llamarme en el pasillo. –Espera. Ahogo un gruñido de irritación, porque de todas las humanas, Iris es la que mejor me cae. Es dulce, atenta, y lo mejor de todo, la más callada de las tres. Y porque se trata de Iris, la espero, apretando automáticamente los controles que mantendrán la puerta abierta. Ella llega unos segundos después, su visor radar colocado sobre su cabeza y su bastón en una mano. Me ha dicho antes que le agrada su visor, pero que requiere mucha concentración y a veces prefiere quitárselo. Su bastón golpea ligeramente el marco de la puerta antes de entrar, y entonces ella voltea automáticamente hacia mi silla. Su pequeño rostro humano tiene una ancha y brillante cinta cubriéndole las cicatrices que quedaron donde deberían estar sus ojos. —¿Estás sentado? —Aún no —trato de no hablar con dureza. –Estaba a punto de ocupar mi estación. ¿Pasa algo? —No. Alyvos y yo estábamos por irnos a la cama —las mejillas se le sonrojan ligeramente y una sonrisa le curva los labios al apoyarse en la silla de Alyvos. –No te molestaré demasiado. Solo quería… hablar. ¿Está todo bien? Pareces preocupado esta noche. —¿Qué te hace pensar ello? —me llevo las manos a la espalda y me quedo quieto. Iris sonríe en mi dirección, poniéndose el bastón bajo el brazo. –Estabas callado. —Siempre estoy callado. —Era un silencio distinto al normal —ella ladea la cabeza. –Solo me preguntaba si algo te estaba molestando. —Estoy bien —no estoy seguro de que me entendería. No estoy seguro siquiera de entender lo que me pasa, solo que estoy impaciente de que se marche para quedarme a solas en el puente. –De verdad, no tienes que preocuparte por mí. —Conversaba con Aly y estábamos pensando tomarnos unas vacaciones cuando regresemos de la siguiente estación de reposta. Buscar algún planeta con una bonita playa y tomarnos unos días para relajarnos. ¿Te agradaría venir? Eres bienvenido. ¿Y hacerle de farol a dos en lugar de a seis? –Estoy bien, de veras.
—Me preocupa que necesites un descanso, Sentorr. Trabajas el doble que los demás —su sonrisa es gentil, incluso mientras acaricia la silla de Alyvos bajo sus manos como si extrañara la presencia de su marido. –Sé que crees que no lo notamos, pero si lo hacemos. Todos en la nave te queremos. Ella es realmente una buena humana. Alyvos es un macho con suerte. –Estoy bien, de verdad, Iris. Disfruto trabajar, en serio —miro de reojo mi panel de comunicación y veono el estaba brillo verde indica acabo de–Sé recibir mensaje de otra nave mientras y me que siento másque impaciente. que un cuesta creerlo, pero me siento feliz a solas en el puente. —Mmm —Iris claramente no me cree. Roza la silla una última vez con la yema de los dedos; cuatro dedos y un pulgar, lo que todavía me sorprende, antes de darle un golpecito. –Si necesitas hablar, sabes que puedes buscarme. No les diré nada a los demás. Vuelvo a mirar la lucecita verde y hago lo mejor que puedo para no contestarle mal a Iris. De verdad intenta ser comprensiva. –Te lo agradezco, de veras, pero te aseguro que estoy bien, a diferencia de Alyvos que debe estarse trepando por las paredes porque tienes mucho tiempo separada de él. Una brillante sonrisa le curva los labios. –Apenas me fui cinco minutos. —Precisamente. Iris se ríe, empuñando su bastón nuevamente. La punta roza el suelo. –Buen punto. Solo quería hablarte un momento, asegurarme que todo estaba bien —pero no marcha, sino que vacila en la puerta. –Si necesitas que alguien cubra el turno porse alguna razón. —Lo sé —la interrumpo. –Llamaré a la puerta de Alyvos y tú lo acompañarás durante el turno —vacilo, temiendo haber sonado demasiado brusco. –De verdad lo aprecio, Iris. Eres muy amable. Ella vuelve a sonreírme antes de marcharse. Yo espero pacientemente a que se marche, desapareciendo por el pasillo hacia los camarotes antes de golpear el botón para trancar la puerta del puente y volverme a mi estación, prácticamente sudando de anticipación. Introduzco la secuencia para recibir el mensaje con el corazón acelerado.
Es un mensaje de la Hermanita, un viejo carguero Clase IV, propiedad de una familia pirata. Es un mensaje abierto, enviado por un canal pirata que no se usa frecuentemente, por lo que es perfecto para comunicaciones privadas. ¿Te moriste? El mensaje no tiene destinatario oficial asignado, pero sé que es para mí. Reconozco el “tono”. ¿Te caíste en un agujero de gusano? ¿El sol más cercano voló en supernova? ¿Qué pasó? No puedoque evitar la sonrisa que curva mispor labios. De antes hecho, tan ampliamente me duelen las mejillas. Me rio lo bajo de sonrío enviar una respuesta. No estoy muerto. Celebrábamos una entrega exitosa. Me tomó un rato separarme de los demás.
Subo las piernas, apoyándolas en el panel principal mientras reviso mapas distraídamente, los chequeos del funcionamiento de la nave, y las noticias mientras espero la respuesta de la Hermanita. No tengo que esperar mucho. Kef, ya era hora. Creí que estaría sola toda la noche. Nope, respondo. Aquí estoy. ¿Preparada para el turno de la noche? Si. Mis hermanos están dormidos. La carga está asegurada. Vamos de camino a la estación más cercana a repostar y descansar un rato antes de volver a partir. Lo usual. ¿Tú? Acabamos de entregar un cargamento de gusanos a un mercader que los llevará a las Afueras. Gusanos, ¿eh? Sabroso. Espero que sean para la tierra y no para comer. Son para comer, respondo risueño. Busca lo que es un gusano inukni. Te esperaré.
Imagino su brillante piel azul y su luminosa sonrisa. ¿Tiene su cabello oscuro en una trenza o lo llevará suelto? Me imagino la apariencia de la navegadora de la Hermanita por milésima vez desde que iniciamos nuestras conversaciones nocturnas, porque estoy completamente embobado con ella. Se ganó mi corazón con el primer chiste sucio que me mandó por la radio.
Sé que se llama Zoey. Es un nombre mesakkah bastante raro, aunque me dice que es un viejo nombre familiar, lo cual no es tan raro. Sé que tiene tres hermanos mayores que sirvieron en la guerra del Planeta Madre y se les unió cuando decidieron empezar a hacer trabajos con la Hermanita. Sé que viajan por nuestras mismas rutas, y que prefieren, a diferencia del Idiota, escoltar personal (o sea fugitivos, rehenes o criminales) a llevar contrabando. Sé que le gustan las estrellas más que nada y que adora viajar. Sé que está sola, sin pareja y que solo comparte tiempo con sus hermanos, raramente abandonando la nave. Sé que tiene un sentido del humor afilado, y que sus ideas a veces me asustan. En pocas palabras, es perfecta para mí. Solo tengo que convencerla de que se mude de nave. No sé cómo voy a lograrlo, pero es mi meta. Zoey será mi hembra, así sea lo último que haga… pero de momento me contento con conversaciones coquetas por la radio. Caray, eso es asqueroso. ¿La gente de verdad hace eso? Si. Dijiste que habías crecido en un planeta granjero. ¿Te tocó alguna vez hacer eso? Una o dos veces, cuando fue un mal año.
Ella me envía algo incoherente que parece una especie de símbolo. No copié tu última transmisión. Le digo. Oh, lo siento. Eso es solo una carita triste. O algo así. Tiendo a usarla mucho con mis hermanos. Es algo que me quedó de… bueno, es solo un mal hábito. No es importante. Siento haberte confundido. No me confundiste, solo no entendí tu mensaje. Pero me he sentido así últimamente. Que risa, responde ella. ¿Son las hembras otra vez? Tu nave necesita una buena dosis de estrógeno. Será bueno para ti, Sentorr. Ella sabe de mis dificultades
para encajar con los roles cambiantes de la tripulación, y las encuentra graciosas. Me gusta hacerla reír, y como sé que no me juzga, no me importa que se burle un rato. Bueno, creo que una de ellas está preñada, admito, pensando en Fran y sus
extraños cambios de humor recientes… y su fijación con mezclar fideos salados y dulces en el comedor. Admito que es difícil de saber con las humanas. Hay una pausa, y la imagino revisando los seis o siete monitores de su estación; como la mía, buscando el mejor camino para mantener a la Hermanita a una distancia segura de otras naves, de fuerzas policiales y otras cosas que pueden atravesárseles en el camino. Quedo tan fascinado por la imagen mental que casi no veo la siguiente transmisión. ¿Humanas? Sorprendente, ¿verdad? No es algo que comparta normalmente, ya que son contrabando, pero sí. No hay una, sino tres humanas a bordo del Idiota. Siéntete mal por mí. Totalmente. Ew. Ustedes deben ser un imán de humanas o algo así.
Me rio solo. A veces creo que es así. Espero que no pienses mal de mí o de mi tripulación. Sé que los que habitan con humanos son… difíciles de comprender, pero de verdad son como nosotros, en su mayoría. Solo que se ven raras. Me extraña que me hayas ocultado algo así. Creí que éramos amigos, Sentorr. No es algo de lo que se pueda hablar despreocupadamente. Oye, voy saliendo de la estación Saan Takhi, ah, y por cierto, estamos infestados de humanas. Supongo que no, pero aun así. Wow, humanas. Me sorprende que no te hayas encontrado con algunas en tu línea de trabajo.
Siempre tenemos cuidado de no mencionar exactamente que hacemos porque, después de todo es un canal abierto. Eso pensarías, pero no. Mis hermanos tratan de protegerme en lo posible de ese tipo de cosas.
Por como los describe, sus hermanos son increíblemente sobreprotectores, como buenos hermanos mesakkah. Me gusta que lo sean. Me hace sentir mejor el
saber que estás a salvo con ellos. Vacilo antes de continuar, pero lo hago porque
deseo más que simple conversación esta noche. Quizás es por ver lo felices que están los otros con sus hembras, y quizás sea porque estoy solo. Quizás es porque la siento algo distante esta noche y no sé por qué. Quiero escuchar tu voz esta noche, Zoey. Su respuesta es casi instantánea. Igual yo. ¿Nos atrevemos? No puedo esperar más. Llamo a la Hermanita por un canal privado y codificado. Zoey está acostumbrada a esto; sabe exactamente como encripto el canal y responde enseguida. Lo hemos hecho muchas veces, pero cada vez siento la misma tensión y anticipación. –Hola otra vez —murmuro, ajustándome el auricular para no perderme ni un minuto de su voz. —¿Esperabas a alguien más? —hay una cierta picaría en su voz, y un ligerísimo acento. Habla mesakkah perfectamente, pero hay una cierta cadencia en sus palabras que no he podido identificar. Ella dice que creció en una pequeña ciudad insular y de ahí el acento, pero no es eso lo que escucho. Es familiar… y a la vez no. Sea lo que sea, agrega un toque fascinante a todo lo que dice. —No me interesa hablar con nadie más —admito. —¿Dónde andas? —Bordeando una ruta atestada en las afueras de Andor IV. Revisando mis mapas. Viendo como un cometa pasa increíblemente cerca de un carguero distraído, y disfrutando de una lluvia de meteoros en el sistema vecino que prácticamente me llama. ¿Tú? —Charlo por la radio con mi hembra favorita, ¿estás entregando carga? —han pasado días desde la última vez que hablé con ella y he extrañado el sonido de su voz. Es como si me sintiera completo ahora que la vuelvo a escuchar. Reconstruido. Lo que es estúpido, pero cierto. Pienso en Zoey todo el tiempo; mientras duermo, en la ducha, cuando estoy con los demás. Pienso en ella cuando veo a los otros compartir gestos cariñosos. Pienso en ella en la soledad del puente. Pienso en ella cuando me sirvo una ración de fideos, porque me pregunto cuáles son sus favoritos. Estoy obsesionado. No me importa. Si estar obsesionado con una hembra de voz seductora es un problema, entonces me alegra tenerlo.
—Nah, estamos terminando. Escoltamos a una amable y discreta pareja a un bonito y discreto planeta de su elección y ahora nos dirigimos discretamente a la estación más cercana para repostar —ella suspira. –Desafortunadamente la más cercana es la estación 3N y es una especie de pozo. Lo juro, apesta a carne barata cocida y sudor, ¿has estado allí? No puedo creerlo. Está tan cerca, y a la vez tan lejos. De todas las estaciones en Idiota para repostar, 3N estaba en esa lista. 3N las que estaba pensando en llevar es la jerga de navegador para TresalNébulas, una de las estaciones más grandes de este lado de la galaxia. También es una de las más atestadas de diferentes gentes de todos los tamaños y formas, y ella no se equivoca con respecto al olor. Iba a pasarla por alto… pero ¿ahora qué sé que va en esa dirección? Me inclino sobre mi monitor y cambio ligeramente nuestro curso. Gastaremos algo más de combustible, pero le diré a Kivian que lo pague de mi salario de ser necesario. –He estado en 3N muchas veces. ¿No han estado teniendo problemas con piratas últimamente? —Iris me estuvo contando sobre eso. Le gusta escuchar las transmisiones, esperando
conseguirnos información útil. —¿Piratas dices? —entona ella, con picardía. —Sip, piratas —ambos disfrutamos el chiste un rato, y entonces me armo de valor. —¿Qué dirías si te digo que también voy en curso a 3N? Acabamos de entregar nuestra carga y vamos en esa dirección. —Oh. ¿No está un poco lejos de donde vienen? Creí que iban a entregar provisiones a la tercera luna de Primus —puedo oír la confusión en su voz, y el ligero golpeteo sus manos en el teclado. Por alguna razón teclea con fuerza y rapidez. Es raro pero de adorable. No puedo engañar a otro navegador. Me divierte y avergüenza que haya podido averiguar mis intenciones tan rápidamente. –Gastaremos algo más de combustible, pero tenemos que ver a un contacto allí —cambio manualmente algunas directrices, ajustando el curso de la nave. La computadora es capaz de trazar un curso seguro por sí misma, pero me gusta tener algo que hacer. El silencio de Zoey me pone nervioso. Hemos estado hablando por radio por meses. Más que eso, quizás un año ya. Cada noche nos enviamos mensajes, y durante los últimos meses conversamos en
privado. Conversaciones íntimas. Creí que éramos cercanos, pero su silencio no es buena señal. Quizás sea tímida y espere que yo diga algo más. Ya saqué el tema, así que continúo. Consigo la ubicación de la Hermanita en mi mapa, ya que conozco su señal. –Parece que estarán allí mañana, si mis mapas son correctos. Nosotros llegaremos el día después —vacilo antes de continuar. —Quiero conocerte, Zoey. Quiero eso más que nada. Eres mi pareja destinada. Estoy cansado de desearte. Quiero tomarte en mis brazos. Ella suelta un ruidito suave. —También quiero conocerte, Sentorr. Suena dulce y sin aliento, y mi cuerpo se tensa de ansiedad. El escuchar su susurro ronco hace que se me estremezcan las bolas, y sé que me pongo duro. Me excita como nada en este universo de kef, y ni siquiera la he mirado a los ojos. Pero no lo necesito. Sé que es perfecta. Por lo cual sus próximas palabras se sienten como un golpe en la tripa. –Pero solo nos detendremos un momento. No pensamos quedarnos mucho. Hay otro pasajero que tenemos que llevar y nos está diciendo que pagará extra si nos apresuramos, así que como imaginarás mis hermanos están ansiosos de llevarlo — Zoey vacila. —Lo siento, ¿para la próxima? Gruño. —Quizás —pero tecleo las coordenadas de 3N de todas maneras, aunque siento ganas de tirar a patadas mi monitor. —No estés triste —me dice ella, en un tono ligero y travieso. —Tendré que ser extra amable contigo esta noche. Un gemido se me escapa de la garganta y miro de reojo la puerta del puente; aún trancada, antes de frotar el frente de mi pantalón. —Estás de humor esta noche, por lo que veo. —Dios, estoy “de humor” cada vez que hablamos. Me pongo así siempre que escucho tu voz —y ella deja escapar un pequeño y sexy gemido que me deja claro que se está tocando.
Es demasiado. El latido en mi pene se vuelve insoportable y me desabrocho el pantalón apresuradamente. —Déjame ver tu rostro esta noche —le pido. —Pasemos a videollamada, no está porquería de audio. —No puedo —susurra Zoey. —No me gusta mi rostro… soy demasiado fea. No quiero que me veas. Hemos tenido este intercambio una docena de veces. Ella se rehúsa a hacer una videollamada y me dice que es por su rostro. No me importa si tiene una nariz del tamaño de sus cuernos. Quiero ver su rostro. Sé que la encontraré hermosa. No detesto nada de ella, y el no poder verla es una tortura. —Zoey, sabes que no me importa. —A mí si —me dice, testarudamente. —Me matas el ánimo con este tema, Sentorr. Si quieres hablarme, tiene que ser así. Por favor. Hay una ligera nota de desesperación en su voz que me hace suspirar. No entiendo a quétambién. le teme;—Me es tanfrustras. osada por la radio, y por lo que me ha dicho, lo es con sus hermanos —Pero me amas —me dice ella, en un tono que es en igual parte broma y esperanza. Es gracioso. “Amar” es un término humano. A lo mejor lo escuchó en una de sus correrías. Sonrío, pensando lo bien que calza en nuestra situación. —Si, te amo. Tienes mi corazón. Eso lo sabes. —Bueno, si es así, ¿podemos no discutir? Preferiría que habláramos sucio. Podría… decirte donde tengo las manos ahora. —¿En tu coño? —murmuro por lo bajo, porque aunque estoy solo en el puente, necesito mantenerlo lo más privado posible. No quiero compartir a mi pareja con nadie. Zoey suelta un encantador suspiro. —Dios, suena tan sucio como lo dices. Me mojas. Acaricio mi erección. —Más te vale que te estés tocando —gruño. —Oh, lo hago, ¿tú te acaricias tu enorme y grueso pene? —su voz suena ronca y seductora. —Te imagino tocándolo, goteando leche.
Ahogo un gemido de sorpresa, porque no se equivoca. Estoy tan duro por ella que me duele, y mis latidos resuenan por mis venas, ansiando el clímax. –Lo hago. —Deberías imaginarme chupándotelo —me dice. —Lamiéndolo de arriba abajo como si jamás hubiese probado nada mejor. Como siempre, sus palabras me dejan impresionado… y excitado. —¿Plas-film? —murmuro roncamente. —Jamás. Me estremezco, casi acabando al momento. Zoey tiene una boca muy sucia. Sabe justo lo que tiene que decir para hacerme acabar rápido. —Tú… ¿pondrías tu boca directamente sobre mí? —Oh, te lamería todo —responde ella. —Me lo frotaría en la cara, hambrienta. Apuesto a que es tan grande que me costaría metérmelo todo en la boca. Se me escapa un quejido y estoy cerca del clímax. Ya estoy prácticamente listo, tenso, a punto de derramarme. —Quiero escucharte acabar primero, Zoey. Esas son las reglas. —Mmm —murmura ella, y entonces la escucho gemir ligeramente. Puedo escuchar ligeramente el sonido de ella acariciando su humedad, e imagino sus dedos rozando sus chorreantes labios inferiores. Es suficiente para enloquecer a un hombre de lujuria, pero logro controlarme, tocándome con suavidad mientras le susurro todas las porquerías que se me ocurren mientras se toca el coño, hasta que suelta un quejido bajo que me atraviesa el alma. Con un gruñido bajo, me froto hasta que acabo. Zoey suspira contenta. —Siempre me siento tan traviesa luego de que hacemos eso. —La próxima vez quiero hacerlo mirándote a la cara —le digo. –Hablo en serio cuando te digo que quiero conocerte. No me importa cómo te ves. Solo quiero tomarte de la mano y acariciarte el rostro. —Quizás estemos alguna vez en el mismo lugar a la vez —dice ella, pensativa. — En algún momento.
—Quizás —haré que pase más pronto que tarde. Mientras la conversación se torna ligera, sigo modificando el curso del Idiota. Si sigo haciendo cambios ligeros, puedo quitar minutos del tiempo estimado de llegada a 3N. Un minuto acá, diez allá. Si sigo haciendo eso durante las próximas dieciocho horas, deberíamos llegar mañana en la tarde. Con algo de suerte, la Hermanita seguirá en el muelle para entonces. Porque quiero reclamar a mi hembra. Estoy cansado de esperar por el quizás o por algún día.
Capítulo 2 Zoey Luego de que le cuelgo a Sentorr, es casi hora de que Adiron despierte para relevarme del turno de la noche. Me dará tiempo de tomar una siesta antes de descender sobre 3N y que mis hermanos vayan a buscar diversión. No he decidido si iré o no; he estado encerrada en la Hermanita por bastante tiempo, pero visitar las estaciones no es algo tan divertido. Cada mirada que me dirigen me pone nerviosa. Adiron puede divertirse donde sea, pero sé que Mathiras y Kaspar se preocupan al verme miserable y siempre se marchan temprano por mí. Lo que solo me hace más miserable, porque ellos merecen divertirse un rato tanto como el que más. Acaricio mi estación una última vez, imaginando el rostro de Sentorr antes de levantarme y correr al cuarto de baño. Necesito lavarme antes que Adiron despierte y huela la excitación en el aire. Aprendí de la manera difícil que sus narices son mucho más sensibles que la mía, y ¿ese incidente a mis catorce años cuando me vi forzada a explicar a mis tres hermanos mayores que me estaba masturbando? Es un momento que no quiero repetir. Así que me apresuro al lavabo y abro la llave de agua, entonces vacilo. Todavía pienso en el rostro de Sentorr. Su nave no tiene una marca de identificación, pero lo busqué en viejos archivos de prisión. El único holograma que tengo de él es viejo y en dos dimensiones, pero puedo verlo al cerrar los ojos (y puede que lo haya impreso y lo tenga guardado bajo mi almohada). Tiene enormes cuernos arqueados, un rostro demasiado serio, y los más impresionantes y carnosos labios que no deberían estar en ningún macho, pero de alguna forma se ven sensuales en él. Mi mano regresa a mi coño y empiezo a tocarme nuevamente. Dios, estoy mal. Me hago acabar rápidamente y meto las manos bajo el chorro de agua. Por primera vez, alzo el rostro para verme en el espejo.
¿Humanos? Sorprendente, ¿verdad? Siéntete mal por mí. Siéntete mal por mí. Esas cuatro palabras me queman la mente mientras miro mi
nariz humana, mis ojos humanos, y mi cabeza sin cuernos. Detesto mi cara. Detesto las pecas en mi nariz, el lacio cabello marrón, mi piel que no es realmente blanca, realmente rosa, realmente dorada, sino un tono extraño entre ellos. No tengo la preciosa piel azul mesakkah. No tengo los cuernos o la frente cubierta de una armadura tan fiera. Soy toda suave y debilucha, sin armadura en ningún lado y pechos que resaltan sin importar lo mucho que trate de disimularlas. Siéntete mal por mí.
Kef, no esperé que doliera tanto. Sé que la mayoría de los mesakkah no tienen buena opinión de los humanos. Estamos entre un juguete sexual tabú y un perro entrenado. En estos diez años, desde que fui secuestrada de mi cama por esclavistas, las únicas otras humanas que he visto han sido otras mujeres forzadas a la esclavitud, juguetes del mercado negro condenadas a tener una vida miserable bajo el dominio de un amo alienígena. Me toco la cara, preguntándome si soy bonita para otros humanos. Mis hermanos dicen que me veo bien; bueno, Adiron dice que soy tan fea que puedo pelar la pintura del casco de una nave, pero Adiron es un idiota. Me pregunto… si a Sentorr no le dieran asco los humanos, ¿me encontraría atractiva? ¿O soy demasiado rara para él? Los pocos mesakkah que han visto mi rostro verdadero (aparte de mis hermanos) me miran con lástima. Creo que si Sentorr me llegara a mirar con lástima o asco, me moriría. El corazón me duele al pensarlo. Sé que le molesta que no le deje ver mi rostro, pero… no puedo. Sé que nuestro coqueteo está prohibido, pero no puedo detenerme. Es lo único que tengo que es realmente mío y no quiero dejarlo. No puedo encontrarme con él, claro, pero puedo soñar con ello. Es lindo tener algo; o alguien, que esperar, alguien que me robe el aliento y me llene de felicidad solo con el sonido de su voz. Nuestro coqueteo nocturno empezó justo así; una manera tonta y divertida de matar tiempo. Pasaron meses antes de pasar de los
chistes a quejarnos sobre cierto vehículo policiaco aparcado cerca de los anillos de Cassa IV, esperando para agarrar naves desprevenidas. Era solo un amigo. Es solo recientemente que se tornó… problemático. Porque él quiere más. Y yo quiero más. Me lavo la cara, las manos y luego la entrepierna. No puede ser más. Simplemente no es posible. Siéntete mal por mí .
BANG BANG BANG.
—¿Te moriste allí adentro? —¡Vete a la kef! —le respondo a Adiron. —¿No puedo tener ni cinco minutos de privacidad en el baño? —Han sido más de cinco —responde mi hermano. —¿Qué kef te comiste? Gruño y termino de lavarme las manos, secándomelas y abriendo la puerta para encontrarme con la sonrisa tonta de Adiron. —Te odio. —No, Enana, me amas —él me rodea el cuello con uno de sus enormes brazos, frotando sus nudillos dolorosamente contra mi cuero cabelludo. –Me aaaaaamaaaaaas. —Teee ooooodiooooo —le gruño, retorciéndome fuera de su abrazo. —Eres un arrastrado. —Estás apestando el lavabo y necesito poder respirar mientras estoy en el puente —me dice él, yendo a echarse en mi estación, poniendo sus botas sobre mi consola como si fuera suya. Suelto un ruidito indignado y golpeo su enorme bota. —¡Anda a sentarte en tu estación! —No puedo —me dice, cruzándose de brazos y dirigiéndome una sonrisita que es todo colmillos. —Es un desastre, ¿quieres limpiarla por mí? Sé que solo busca hacerme enojar, pero siempre funciona, y aprieto las manos como si lo ahorcara. —¡Es tu desastre! ¡Límpialo tú!
—Nah —él baja los pies cuando se los vuelvo a golpear y gira en mi silla. — ¿Cambiaste el curso? Puedo sentir como se me colorean las mejillas. —¿Qué? No, ¿por qué haría eso? —Dímelo tú, Enana —aprieta unos cuantos botones. –Parece que cambiaste nuestra hora de llegada a 3N, ¿alguna razón por el retraso? —¿Hay un retraso? No me di cuenta —me cruzo de brazos, fingiendo ignorancia. —Puedes cambiarla. No me interesa cuando lleguemos allí. Él me mira con ojos entrecerrados antes de echarse su larga trenza por encima del hombro y comienza a recalcular nuestro curso. —¿Segura que estás bien? No es normal que planees un curso tan malo como este. Eso es cosa de Kaspar. Tamborileo los dedos contra mi brazo porque… no se equivoca. Kaspar es tan temerario como valiente, y es por eso que no está a cargo de la navegación ya. Es por eso que es mi lugar. Esperaba retrasar la llegada de la Hermanita por lo menos un par de horas… solo en caso de… Pero es tonto. Más que eso, YO SÉ que es tonto. Y aun así no puedo evitar preguntarme… me retuerzo, insegura. —Oye, Adiron, ¿puedo preguntarte algo? —No, no me comí esas tartas terrestres que tanto te gustan —masculla él por lo bajo mientras teclea en mi estación, cambiando el curso para hacerlo más eficiente. —Pop tarts —lo corrijo. Aunque no he estado en la Tierra desde que tenía diez años, extraño las golosinas de mi infancia. —Es como comerse un tubo de crio-preservador —me dice con una mueca. —Y tan saludable como uno. Le saco la lengua antes de preguntar. —¿Crees que soy bonita? ¿Para una humana? Él gira en mi silla, con una expresión de horror. —¿Acabas… acabas de preguntarme a mí, tu hermano, si te encuentro bonita? —se lleva la mano a la boca, actuando como si fuera a vomitar. —Creo que voy a perder mi desayuno. Le golpeo el hombro antes de marcharme dando pisotones. —Olvida que te pregunté.
—Vomitaré por todo el puente si me vuelves a preguntar algo así —me dice mientras me marcho. —¡Buenas noches! Me dirijo a mi camarote, frustrada, y golpeo mi almohada un par de veces, imaginando que es la cara tonta de Adiron. De todos mis hermanos, soy más cercana a él, pero también es la persona menos seria e irritante que he conocido. Debí preguntarle a Mathiras. Él por lo menos me habría dado una respuesta clara. Vuelvo a golpear mi almohada, pero estoy más frustrada con la situación que con Adiron. Amo a mis hermanos. De verdad los amo, con todo mi corazón. A pesar de que son un trío de piratas espaciales, son los mejores hombres que he conocido. Estoy eternamente agradecida de lo buenos que han sido conmigo. Cuando tenía diez años, fui secuestrada de mi cama en medio de la noche, y desperté en un carguero espacial oxidado, rodeada de mujeres. En ese entonces no sabía lo que Pero ahora sí, en ahora sé que negro. fui secuestrada ser una mascota; o un pasaba. juguete sexual, vendida el mercado La raza quepara me capturó, los szzt, trabajan con muchas otras razas para traerles esclavas. Para mi suerte, mis tres hermanos mesakkah pensaron que la nave sería un blanco fácil y se apoderaron de ella. Dejaron a las otras con el mercader más cercano, sacando una ganancia extra, pero ellos no estuvieron interesados en una cría de humano (o sea yo) por lo que mis hermanos se quedaron conmigo un tiempo más. Creo que pensaron que era linda, como un cachorro perdido. Luego de dejarme vagar libremente por la nave, recuerdo vagamente sentarme en la estación de navegación de Kaspar mientras él estaba de turno y distraído, y pensar que los mapas que se deslizaban sobre la pantalla y que mostraban un mar interminable de estrellas me recordaban a los videojuegos de casa. Comencé a apretar botones, tratando de “ganar” el nivel, y cuando no lo logré, comencé a maldecir en mesakkah. Sorprendí a los tres hermanos, quienes no habían notado que yo escuchaba todo lo que decían. Me lavaron la boca con jabón… y me dejaron quedarme. Con los años, nos hemos vuelto más cercanos que una familia de sangre. Adiron, Kaspar y Mathiras tienen familia en Planeta Madre. El nombre Va Sithai es uno antiguo y honorable. Pero ellos no van a casa con frecuencia, y tengo la impresión de
que sus padres no están muy contentos con ellos, por lo que prefieren permanecer en el espacio. Y yo sigo con ellos. Somos un gran equipo. Durante los últimos diez años, la Hermanita (en mi honor) ha sido mi hogar. Los tres hermanos me enseñaron a hablar mesakkah para que no tuviera que depender de un traductor, me enseñaron cosas que realmente necesito en el espacio y básicamente me han tratado como una igual aHermanita pesar de, trazar mi estatus Puedoycambiar filtro en elelmejor. motorPuedo de la cursoshumano. por la galaxia disparar cualquier una pistola como maldecir en trece lenguajes distintos, soy un as jugando a los Palillos y como más fideos que Adiron. Le quité el puesto de navegador a Kaspar, quién está más feliz encargándose de la seguridad de la nave y de las misiones en lugar de estar encerrado en el puente todo el tiempo. Aquí encajo. No importa que sea una chica o humana. Mis tres hermanos mayores siempre me han hecho sentir bienvenida. Como parte del equipo. Sé lo raro y especial que eso es, y estoy agradecida. Por eso jamás los abandonaré. Me aman y yo a ellos. Soy afortunada, realmente afortunada. Los humanos son considerados contrabando en cada esquina de la galaxia excepto en el sistema Sol, donde la humanidad vive felizmente ignorante de los montones de alienígenas que los detestan (o los prefieren como esclavos y nada más). Debo evitar la atención de cualquiera que me arrastre ante las autoridades, porque aquellos humanos confiscados por la ley desaparecen por completo. Por lo menos los otros solo quieren volverme un juguete sexual. Mis sobreprotectores hermanos están conscientes del problema que supone mi humanidad. Es por ello que insistieron tanto en enseñarme a hablar mesakkah, haciendo hincapié en mi pronunciación hasta que pude hablarlo con fluidez y casi sin acento. Mis hermanos no me dejan salir ni a las peores estaciones sin un disfraz. No importa que la ley no ronde por ahí; tampoco quieren que otro me robe. Cada vez que abandono la nave, tengo que estar acompañada por uno de ellos por protección y me armo hasta los dientes. Me pongo una larga y pesada túnica para ocultar mis pechos y falta de cola, zapatos de plataforma alta, y cuernos falsos. Mi rostro lo cubro con un holograma que funciona siempre y cuando no me toquen o se
acerquen demasiado. Pero el holograma me pone nerviosa, por lo que me quedo en la nave la mayoría de las veces. Pero… incluso con la compañía de mis hermanos, me siento sola. No debería importar lo callada que se siente la nave cuando tomo el turno de la noche, o cuando se marchan a divertirse un rato en una cantina con zorras espaciales. Trato de que no me importe el no tener amigas mujeres, o no haber besado nunca a nadie. Que lo más cercano alque romance que tendré esinformático mi estúpidade mano y un par de babosos videos pornográficos robé del escondrijo Adiron. Quizás sea por eso que la amistad de Sentorr es tan importante para mí. Cuando hablo con él, me siento como una mujer normal. Como si no fuera un fenómeno. Con él, soy sexy, osada y confiada. También soy osada con mis hermanos… pero es distinto. No puedo perder a Sentorr, o su amistad… y es por eso que jamás podemos conocernos.
***
Inhalo profundamente, parada junto a Mathiras para no tropezar con mis enormes plataformas. —Aaaah, ¿hueles eso? Reconocería esa buena peste a Tres Nébulas en cualquier parte. Mi hermano resopla y me pone una mano en el hombro. —Quédate cerca. Ponte la capucha. Pongo los ojos en blanco, porque hemos estado en cientos de estaciones y siempre es igual. Túnica puesta y cerrada hasta el cuello. Guantes sobre ambas manos. Nada de piel humana asomando. El holograma sobre mi rostro, y la capucha sujeta a mis cuernos para ocultar que son falsos. Ah, y cuando estamos en público respondo al nombre de Vanora. Es aparentemente el nombre de la hermana de ellos que se quedó en Planeta Madre, a la que nunca he conocido. Tiene tres hijos, un marido y detesta la piratería. Jamás estaría en una estación remota y sucia como 3N, repleta de oolis, szzts y mesakkahs.
Miro interesada a un trandariano (hombre lagarto) que pasa junto a nosotros con un revoloteo de su capa, seguido de un contingente armado de clones a’ani. —Alguien tiene asuntos importantes —murmuro, midiéndolo con mi vista de pirata. —Me gusta lo que veo —agrega Kaspar. —Demasiados a’ani —dice Mathiras secamente. —Si lleva una tropa así con él, de seguro tiene más. Y apenas mi hermano termina de decirlo, otro contingente de a’ani aparece tras el primero, sus pieles rojas brillando incluso bajo las luces mortecinas de la estación. —Kef, odio cuando Mathiras tiene razón —gruñe Adiron. —Vamos a nuestro muelle y encontrémonos con nuestros contactos —dice Mathiras, siempre directo a los negocios. —Esta no es precisamente mi estación preferida. —También tiene las putas más feas —agrega Adiron y Kaspar ahoga una risita. —Asco —intervengo. —Mantén la clase, Adi. —Te daré un coscorrón 1 —me suelta él, sacudiendo la cola. Lamento el día en que le enseñé esas costumbres humanas. Le saco la lengua mientras pasan los clones, sin prestarnos atención. —Dejen de pelear —dice Mathiras, sacando su tableta electrónica. Una nave cercana acaba de dejar bajar a sus pasajeros y el corredor de techo bajo está atestado de todo tipo de criaturas. Nos vemos obligados a apretarnos contra la pared para dejarlos pasar. Kaspar los mira interesado, pero Mathiras los ignora, tecleando en su tableta. —Ya que repostamos, preferiría terminar con nuestros negocios y marcharnos de una vez. —¿No vamos a la cantina? —pregunta Adiron, decepcionado. —No, no vamos —responde Mathiras.
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Nota: El original dice noogie, que no tiene traducción al español y se refiere a la acción de rodear el cuello con un brazo y frotar los nudillos en la cabeza.
—Pero dijiste que las putas eran feas de todas maneras —bromea Kaspar, con los ojos fijos en los clones que se alejan. Sin duda piensa en como vencerlos y quedarse con la gorda cartera de su orgulloso cliente. A Kaspar le gusta tener pocas probabilidades de éxito. Es tan tonto como Adiron, a su manera. —Pero lo feo también se folla —digo, gesticulando. —Solo la volteas y… —me callo al ver la mirada fulminante que me dirige Mathiras. —Solo intentaba ayudar — mascullo tímidamente. Adiron se ríe. —Compórtense —Mathiras regresa su atención a la tableta. —Haremos dos trabajos en un solo día si jugamos bien nuestras cartas. Dos entregas. Uno es un pasajero que nos espera en el muelle Veintisiete-B y el otro es un cargamento en el muelle Dos-Zeta. Supongo que podríamos separarnos para encargarnos de ambos. —Yo voy a por el pasajero —dice Kaspar. Claro. Le encanta la emoción del asunto, que lasimayoría deamenazados. nuestros pasajeros son del tipo nervioso que no duda en lanzaryagolpes se sienten —Yo voy con… un momento ¿los pasajeros están buenos? —pregunta Adiron y todos lo ignoramos. —Bien. Me llevo a Vanora ya que vino con nosotros —Mathiras no necesita decir más. Nunca me dejan ir a las misiones peligrosas, y ya que a veces hay que sacar a los pasajeros a la fuerza, no iré con Kaspar y Adiron. De todas maneras no puedo correr con estas plataformas de mierda, así que tiene sentido, pero me decepciona de todas maneras. Me cruzo de brazos. —Carga, maravilloso. ¿Qué clase de carga? —Un cargamento de armas de Clase II, creo. El Idiota no me envió detalles — empieza a caminar, guardándose la tableta en el bolsillo. —Vamos. Un estremecimiento frío me recorre, como agujas heladas clavándoseme en la piel. —El… ¿qué? —¿Qué es el qué? —Mathiras se voltea para mirarme con un gesto de preocupación.
—¿Estás sorda, tontita? —pregunta Adiron, intentando meter su dedo en una de mis muy humanas orejas bajo la capucha. Aparto su mano de un golpe. —La nave —logro espetarles. —¿Cómo se llama la nave de carga? —Es el Idiota… algo. No recuerdo. Otro grupo de corsarios, creo. Están pasando un cargamento. Al parecer no pueden completar el trabajo o algo así. Creo que voy a vomitar. Esto… es un problema. Mis hermanos no saben de mi coqueteo con Sentorr. Si se enteraran, perderían los estribos. Se preocuparían por mi seguridad, pensarían que se aprovecha de mí. Me prohibirían hablar con él y jamás volvería a tener un momento de privacidad en el puente. Jamás volvería a escuchar la voz de Sentorr. No estoy lista para renunciar a eso. Necesito hacer algo. No puedo encontrarme con él. No puedo dejar que mis hermanos se encuentren con él porque Sentorr seguro me mencionará. Tengo que mantener ambos mundos separados por un tiempo más. Por eso agarro el brazo de Mathiras. —No podemos. Si es el Idiota Enamorado, no nos podemos encontrar con ellos. Por favor. Mi hermano me mira con ojos entrecerrados. Guarda silencio por un largo momento, y me hace retorcerme de incomodidad. —¿Qué tiene de malo el Idiota? ¿Los hiciste enojar? —pregunta Adiron. Kaspar solo me mira extrañado. Todos me miran y sé que querrán respuestas. Respuestas sinceras. —Zo… Vanora —dice Mathiras, su tono lleno de advertencia. Sé que está frustrado, porque es normalmente él quien recuerda mi nombre falso. Esa equivocación es reveladora. —¿Qué hiciste? Hago una mueca, tratando de determinar que tanto confesar. Me lleno de ansiedad, rodeada de tanta gente. Noto un vistazo de brillante piel azul mesakkah en
la distancia y veo a un enorme y horrendo macho con una sonriente hembra humana llevando un collar y una correa al cuello. Kef. Eso no puede ser coincidencia. Sentorr dijo que sus compañeros de tripulación tienen todos esposas humanas, por lo que ese tiene que ser uno de ellos. —¿Y bien? —pregunta Mathiras. Aprieto mi mano enguantada y decido confesar. —Puede que esté coqueteando con su navegador. Kaspar suelta un gruñido adolorido. —¿Qué? —pregunto a la defensiva, dándole un golpecito en el hombro. —Son solo conversaciones nocturnas. Nada más. —Si eso fuera todo, no nos dirías que no quieres encontrarte con ellos — responde Kaspar, empujándome ligeramente. —¿Acaso sabe…? —¿Mi secreto? —completo la pregunta. —Si, que todavía mojas la cama —agrega Adiron, rodeándome el cuello con un brazo como si fuera a frotarme los nudillos en la cabeza, pero se detiene, como dándose cuenta de que no puede hacerlo en público. —Har de har —digo, dándole un codazo. —No, no sabe nada de mí. Solo que soy navegadora y que tengo tres hermanos mayores —enfatizo eso último, dejándoles saber que no soy lo suficientemente estúpida para revelar la verdad. —Pero tehermanos. conoce —continua Mathiras. Cuando unaUstedes mirada con nuestros —Bien. Llevaré a Vanora deasiento, regreso intercambia a la Hermanita. vayan a por nuestros pasajeros y nos largaremos. Les mandaré un mensaje a los del Idiota diciéndoles que se nos presentó un problema y que no tomaremos la carga. Unas lágrimas calientes y femeninas se me resbalan por las mejillas y resoplo aliviada. —Gracias, chicos. Lamento haberlo arruinado. —No arruinaste nada —dice Kaspar, siempre defendiéndome. —No es nada. Adiron me abraza y Mathiras me toca el hombro.
—Somos un equipo. Todos nosotros —dice Mathiras. –Si quieres evitar este trabajo, lo evitaremos. Es simple. Asiento, sintiéndome con suerte de tenerlos de hermanos. —No perdamos tiempo entonces —dice Mathiras, guardando su tableta en su cinturón. —Mientras más rápido nos larguemos, mejor. Y así, está decidido. No nos reuniremos con la tripulación del Idiota. No habrá bromas (por lo menos no aún) de como arruiné una misión antes de que iniciara. Nadie me molestará por mi coqueteo. Soy parte del equipo, y como dije que no, no se hará. El nudo miserable en mi estómago se relaja. Kaspar y Adiron se marchan, este último apretándome el hombro antes de trotar tras Kaspar. Me quedo sola con Mathiras. Él me mira largamente ante de señalar el camino de regreso. —¿Nos vamos? —Si —le respondo, quizás demasiado ansiosa. Volteo y lo tomo del brazo, como la señorita mesakkah que pretendo ser. Nos montamos en la pasarela automática y empezamos a recorrer uno de los muchos túneles claustrofóbicos de la estación, dejando los muelles de estribor; y al Idiota, atrás. Al deslizarnos, veo por el rabillo del ojo un vistazo de piel azul y cuernos en la pasarela opuesta y volteo automáticamente. Me quedo sin aliento al reconocer el rostro serio y los carnosos labios fruncidos. Es Sentorr, y es más hermoso de lo que imaginé. Hay algo de su presencia que es más ruda de lo que pensé, y más viril. Su cabello está más corto que en la foto, rapado al estilo militar, como si estuviera por alistarse en una misión militar. Y esos cuernos… Dios. Una chica podría fantasear con esos cuernos. Suspiro embelesada, volteando mientras él desaparece entre la multitud. No me nota, con su atención puesta en su tableta. Es hermoso… y no puede ser mío. Me sorprende lo mucho que me duele darme cuenta de ello.
***
Sentorr Espero junto a la compuerta de carga del Idiota, sentado sobre un cargamento de rifles plasma y miro la notificación en mi tableta. Cambio de planes. No tomaremos la carga. c arga. –H.
Eso es todo. Es el único mensaje que recibo. La Hermanita no vendrá. Zoey no vendrá. Estaban aquí en la estación y no llegué a tiempo. No sé si me siento asqueado o decepcionado. Zoey sabía que estaría aquí. Demonios, propuse entregar la carga para asegurarme de que su nave estuviera aquí al mismo tiempo que la mía. Cuando Mathiras Va Sithai aceptó la reunión, sentí una felicidad extrema, porque Zoey estaría en la estación. Sería inevitable conocernos. Ni siquiera me importa perder una caja de rifles costosos; mi parte en un asalto fallido de unos meses atrás, por la oportunidad de verla. Que su tripulación me cancelara a último minuto me dice una cosa y solo una: Zoey no quiere conocerme. Se asustó y echó para atrás, o nunca tuvo planes de verme. Miro desesperado a mí alrededor en el muelle de 3N. Quizás me equivoco. Quizás si espero unos minutos más una bonita hembra mesakkah de voz ronca aparecerá tras una nave y será ella. Que todo fue un malentendido y que jamás se marcharía sin saludarme primero. Que de verdad quiere algo más que un par de conversaciones sucias en nuestra relación. Pero nadie llega.
Parece que todo lo que siento por Zoey es solo mío. Si le importara un poco, estaría aquí. El darme cuenta de ello es como una puñalada en las tripas.
Capítulo 3 Zoey Espero casi un día completo antes de enviarle un mensaje a Sentorr. No es una buena señal que ni siquiera me haya mandado una nota. Normalmente mi archivo de comunicaciones privado está atestado de pequeñas notas de su parte durante el día, y siento su falta terriblemente. Me está evitando deliberadamente. Es culpa mía.algo Fueque unaocurra trastada el echarme atrás. El estar en la mucho misma estación no es todos los días.para Debió haber quemado combustible solo para llegar a Tres Nébulas al mismo tiempo que yo, y fui una imbécil al acobardarme. Me siento terrible, pero fue lo correcto. Sentorr no entendería que soy humana. Estaría asqueado. Se sentiría traicionado. Lo perdería de todas maneras. Por lo menos así su imagen mental de mí seguirá siendo agradable. En sus ojos, soy solo una hembra mesakkah que se hace la difícil, no una humana asquerosa. Siéntete mal por mí.
No quiero sentirme mal por él. Quiero que me ame, aunque no pueda tenerlo. Irritada, me froto los ojos antes de abrir un canal de radio en mi estación. Es tarde en la noche y estoy sola en el puente, como siempre. Mis hermanos, gracias a las estrellas, no me regañaron al regresar a la Hermanita. Quizás notaron que no me sentía bien y me dejaron en paz. Ya es suficientemente malo darme cuenta de que les costé dinero y los decepcioné. Sentorr no responde.
Molesta y frustrada, envío otro mensaje. Sé que está en el puente; Es como yo, prácticamente vive allí. Luego de cinco intentos sin responder, me rindo y cambio a una solicitud de audio; la versión interplanetaria de una llamada telefónica. Él contesta de inmediato. —¿Sentorr? —pregunto, aunque sé que es él. —¿Ahora si quieres hablar? —me pregunta amargamente. —Estoy ocupado, Zoey. —Tuvimos que marcharnos temprano —me excuso malamente. —Trabajo. Ya sabes cómo es. —Ya veo. —Por favor no te enfades conmigo —susurro en el auricular. —Necesito que seas mi amigo. Mi panel zumba. Es una petición de videollamada del Idiota. Kef. —Acepta —me espeta Sentorr. —Si quieres hablar conmigo, tiene que ser así. —No puedo —le digo, aterrada. Podría ponerme mi holograma, pero se ven extraños por videollamada. Se supone que son una distorsión visual y las cámaras no lo perciben bien. Él notará que hay algo raro de inmediato. —Sentorr, no puedo. Por favor. —¿Porque eres fea? —su tono se suaviza al instante. —Déjame decidir por mí mismo. Acepta la videollamada y hablemos cara a cara. No me importa cómo te veas. Jamás me ha importado. Le importaría si supiera que soy humana. Si fuéramos de la misma especie, no me consideraría asquerosa, casi un animal. —Yo… —quiero decirle que es lo que más quiero en el mundo, pero se me cierra la garganta. —No puedo. Sentorr suelta un ruidito frustrado. —Te amo, Zoey. No seas así. Muéstrame tu rostro. No me importa. —¿Amor? oír la esa palabra me de extraña. es una expresión mesakkah. –Es la primera vez que—el escucho palabra labios No azules.
—Es una expresión humana. —Supongo que no son tan malos después de todo —no puedo evitar hincar el puñal un poco más. —No, no lo son —él suena pensativo, no asqueado. Flaqueo. Debería mostrarle mi rostro. Terminar con esto de una vez. Mostrarle por qué no puedo ser la mujer con la que quiere estar. Terminaría las cosas entre nosotros, pero sería una bendición de cierta manera, ¿no? No estaría engañándolo más. Él sería libre de buscarse otra… pero no quiero que se busque otra. Aunque merece la verdad. Mi mano se acerca al botón de videollamada en mi panel de control. Una luz roja se enciende a un costado. Llamada de auxilio. En un asteroide. —Tengo que irme —le digo, tomando la salida de cobardes. —Estoy recibiendo una llamada de auxilio de un asteroide cercano. Te devolveré la llamada luego, ¿te parece? —Haz lo que tengas que hacer, Zoey —dice Sentorr abruptamente y cuelga. Miro mis terminales en shock, con hielo en mis venas. Eso fue muy abrupto. ¿Querrá decir que me abandona y a nuestra amistad por completo? Un segundo más tarde, mi archivo de mensajes personales pita y veo un mensaje nuevo. Lo leo, con la llamada de auxilio pitando en el fondo. Estaré aquí esperando. –S.
Un alivio cálido me embarga y sonrío, incluso mientras contesto la llamada de emergencia y alerto a mis durmientes hermanos.
***
Sentorr
Miro pensativamente a mis monitores. Hay mapas y registros de combustible en cada pantalla, pero no los veo. Estoy perdido en mis pensamientos, enfocado en una hembra al otro lado de la galaxia que contesta una llamada de auxilio al azar; probablemente para robar a quién sea que la haya enviado, pero no es capaz de aceptar mis videollamadas. Es extraño como Zoey puede ser tan osada en unas cosas y tan tímida y asustada en otras. Habla más claramente que cualquier hembra mesakkah que haya conocido. Es temeraria e incluso vulgar en nuestras conversaciones sucias, y la mitad de las veces ella las inicia, lo que me deja claro que lo quiere tanto como yo. Pero no es capaz de mostrarme su rostro. La puerta del puente timbra. —Iris en el puente —indica la computadora un segundo antes de que la humana entre con sus pisadas suaves. Lleva una de las túnicas de Alyvos echada los cinta hombros, enorme revoloteando sus delgadas piernas. No sobre lleva su sobrelalos ojos, prenda y las cicatrices en su contra rostro contrastan con su piel pálida. —No puedo dormir —me dice, dirigiéndose decididamente a la estación de Alyvos. —Pesadillas. —Es trabajo de Alyvos asegurarse que no las tengas —le digo distraídamente, volviéndome a mi monitor. —Pero puedes quedarte aquí y hacerme compañía si quieres. Ella se ríe, sentándose. —Él necesita dormir. Lo he mantenido despierto durante tres noches seguidas. Creí que sería mejor apiadarme de él y quedarme despierta hasta que me caiga del cansancio. ¿Qué hay de nuevo? —Nada —le digo, cruzándome de brazos. —Todo sereno. —Qué aburrido —dice Iris gentilmente. —¿Cómo te va? Parecías incómodo hoy. Volteo mi silla para mirarla. Tiene el mentón apoyado en una mano y la cabeza ladeada, como escuchando mi lenguaje corporal. —¿De veras? —Si. Te mueves con más fuerza de la necesaria. Estás rígido. Tenso.
Es gracioso que Iris sea la más perceptiva de la nave, siendo ciega. Nadie más se ha dado cuenta de que algo me pasa y, por primera vez, siento la necesidad de hablar sobre Zoey con alguien, porque me tiene loco. —Yo… conocí a alguien. —¡Lo sabía! —ella se endereza, sonriendo. —Le dije a Alyvos que había una razón por la que te quedabas acá en el puente todo el tiempo. Conversas con ella aquí, ¿no? ¿Es algo a larga distancia? ¿Larga distancia? Es un término inusual para describirlo, pero calza. —Supongo que podría decirse que sí. Está en otra nave de corsarios. —Ah. ¿Es por eso que nos apresuramos a llegar a 3N? Alyvos también se preguntaba por eso —su rostro brilla de curiosidad. —No diré nada si no quieres, pero me da curiosidad. Creí que tendría que ver con una mujer, por cómo te escondías acá. —No me escondo —digo, a la defensiva. No es que no me guste pasar tiempo con tripulación, solo valoro mi tranquilidad aquí.laMe gusta mi nave. No es solo por ella. más que los demás. —Me gusta estar —A mí también me gusta la nave —dice Iris. —Pero al parecer todos la encuentran algo estrecha últimamente. —Mmm —mantengo mi respuesta vaga porque no quiero lastimar sus sentimientos. La verdad es que cuando llegó Fran, no se sintió como tanto. Entonces vino Cat, y todo empezó a sentirse más estrecho. Pero Cat siempre andaba limpiando detrás de Tarekh, así que no resultó demasiado incómodo. Y entonces llegó Iris, y la nave llegó al tope. Siempre nos estamos tropezando el uno con el otro y es raro entrar en un lugar y que no haya alguien allí. El Idiota es una gran nave, pero no está hecha para una tripulación de siete. Es una de las razones por las que paso tanto tiempo en el puente; las noches aquí son silenciosas. Pero no quiero que Iris se sienta como una carga. Fran ignoraría un comentario así. Cat pelearía. Pero ¿Iris? Es tan dulce y sensible que se lo tomaría a pecho, además nos inspira ternura a todos. —Solo me toma algo de tiempo acostumbrarme —digo finalmente. Aunque no sea fan de tener a tantas humanas a bordo, tampoco quiero que se vayan. Iris es buena y hace feliz a mi amigo. Cat es divertida, y ama fieramente a Tarekh… y es locompañía, suficientemente pequeña para meterse en todos los recovecos del Idiota y limpiar los filtros. ¿Y Fran? Ella es prácticamente una
extensión de Kivian… incluso creo que ella tiene mejor cabeza para los negocios. Nuestro capitán se distrae demasiado con la ropa fina. No, aunque me he mostrado algo reticente a cada nueva adición a la tripulación, son mi familia. Sé lo que es estar solo, y cuando veo la felicidad de mis compañeros, no los culpo por querer tener a sus esposas consigo. Solo me hace desear más a Zoey. Zoey, quien ni siquiera es capaz de contestarme una videollamada. Iris se endereza. —Oh, ¿no los estoy interrumpiendo ahora, verdad? No lo pensé. Sacudo la cabeza como un idiota ante de recordar que ella no puede verme. — Está bien. Tuvo que marcharse. Hubo una llamada de auxilio. —Hay muchas de esas últimamente. Cuando vuelvan a hablar, dile que se aleje de los asteroides —ella se envuelve mejor en la túnica de Alyvos y se acomoda en la silla, agarrando su auricular. —Espera —le digo antes de que se lo ponga. —¿Qué dices de los asteroides? Ella ladea la cabeza, sus cicatrices una raya obscena contra su piel pálida. —¿No leíste el mensaje que mandé a los comunicadores de todos hace un par de días? Me avergüenza admitir que no he estado revisando mi archivo de mensajes privados últimamente. He estado tan enfocado en mi carrera a 3N y tan molesto por lo de Zoey que no he prestado atención a nada más. —¿Qué pasa con los asteroides? —Hay un grupo de piratas szzt cazando incautos allí. Envían llamadas de auxilio y bloquean las comunicaciones de las naves que responden para matarlos y robarles sus naves. Ha pasado dos veces esta última semana en estaciones cercanas. Está en las noticias de Guarda XIV. ¿Guarda XIV? Es una colonia en una luna acuática de este sistema… muy cercana a 3N. Un estremecimiento me baja por la espalda y sacudo la cola. ¿No dijo Zoey que iba a responder una llamada de auxilio de un asteroide cercano? Claro, son una nave corsaria también, así que deberían estar bien. Sin duda son capaces de repeler a cualquier idiota que intente robarlos.
Aun así. Gruño para hacerle saber a Iris que la escuché y me volteo a mis monitores. Han pasado minutos desde que hablé con Zoey. Si están respondiendo a una llamada de auxilio legítima, estará ocupada un rato. De todas maneras, le envío un mensaje rápido. Ten cuidado por ahí. Escuché que hay piratas mandando llamadas de auxilio falsas en este sistema. Cuídense las espaldas.
Miro mi monitor un rato, conteniendo el aliento. Un momento más tarde, me llega la respuesta que temo. SEÑAL BLOQUEADA, dice la pantalla. NO HAY CONEXIÓN CON NAVE RECEPTORA. Kef. Kef. Tecleo furiosamente, abriendo los mapas estelares. —Iris, despierta a los demás y diles que la Hermanita está en apuros. Vamos a regresar —rastreo la última ubicación de la Hermanita a través del mensaje de Zoey. Al ver que es Guarda XIV, siento que acabo de tragarme un trozo de hielo. —Buscaré a los demás —me dice Iris, dejándome solo en el puente.
Capítulo 4 Zoey —Estamos definitivamente con la kef hasta el cuello —dice Kaspar desde su escondite junto a mí, con la pistola en la mano y listo para disparar. No lo corrijo porque tiene razón. Estamos completamente jodidos en este momento. Sabía que la piratería era un negocio peligroso, por supuesto, pero jamás creí terminar mis días en un pedazo de asteroide olvidado por Dios a manos de unos szzts bastardos que quieren robarnos nuestra nave pirata. —Debí saber que era una trampa. Kef, es el truco más viejo del libro —le digo a mis hermanos. —No te culpes —dice Mathiras. Está a mi lado y constantemente trata de mantenerme tras él para cubrirme con su cuerpo de los disparos. Claro que no quiero que muera por mí, por lo que sigo escabulléndome bajo su brazo para retornar el fuego. —Todos pensamos que sería presa fácil. —Necesitamos una distracción —les digo. Estamos apresados tras una formación rocosa en la superficie del asteroide, y solo nuestras botas de gravedad nos mantienen anclados al suelo. Jadeo con tanta fuerza que mi casco se empaña. Mis hermanos están en completa calma, a diferencia de mí. Kaspar incluso parece estarse divirtiendo. Nos mira con una sonrisa salvaje. — Podríamos tratar de lanzarles a Adiron. Cuando se caigan por el peso de su cuerpo sobrealimentado, podemos tratar de regresar a la nave. A su lado, Adiron le da un empujón bien intencionado. —O solo esperamos aquí porque sabemos que tú te mueres por ir corriendo a molerlos a golpes —Kaspar le devuelve el empujón.
—No lanzaremos a nadie, ni nos abalanzaremos como idiotas sobre ellos —dice Mathiras con voz cansina. —Regresemos a la Hermanita y hagamos un plan allí. Zo, ¿cómo estás de oxígeno? Mierda, creo que oye mis jadeos aterrados. Bueno, eso y que los humanos respiran ligeramente más rápido que los mesakkah. Se me sigue olvidando. Reviso los filtros de mi respirador y los resultados me ponen algo ansiosa. —Tengo diez minutos, quizás más. —No es bueno —dice Mathiras, mirando el grupo de cajas regadas por la superficie. Esas fueron las cajas que hallamos, y pensando que la nave en peligro había botado parte de su carga, empezamos a llevarlas a la nave. Qué tontería. Los piratas szzt nos agarraron desprevenidos y casi nos vuelan la cabeza. Kaspar logró lanzar a algunos por los aires, y Adiron nos cubrió con sus disparos lo suficiente para escondernos en donde estamos ahora. Claro, quedamos a noventa metros de nuestra maldita nave y encima, atrapados por fuego enemigo. —Intenta enviar otro comando a distancia a la nave —me dice Mathiras. —A ver si podemos sacarla de debajo de ellos, por lo menos. Abro el sistema de control remoto de la nave en mi comunicador de muñeca, pero solo me pita furiosamente, como lo ha hecho desde que llegamos. —Siguen bloqueándonos. Mi hermano gruñe. —Pensaremos en algo. Un disparo noshacia zumba por un costado, haciendo el cuello, jalándolo abajo. — Agáchate, —Agáchate, hermano.que Adiron agarre a Kaspar por —¿Y si me les lanzo encima? —pregunta Kaspar, un brillo retador en su mirada. —¿Y si te vuelan tu estúpida cabeza de los hombros? —le respondo. —¿Qué hacemos entonces? —Te puedes quedar con mi oxígeno —me dice él con un guiño. —Voy a terminar volándote la cabeza yo misma —mascullo al sentir otro tiro rozando nuestro escondite. Kef, esto es una estupidez. —Nos mantendrán aquí hasta que se nos acabe el aire y entonces solo vendrán a llevarse nuestras cosas.
—¿Tienes una mejor idea? —me pregunta Adiron. —Eso quisiera. —Pensaremos en algo pronto —dice Mathiras, y Kaspar se muere por salir, pero por una vez espera a escuchar el plan. —Tenemos que —concuerdo. —Tenemos… Mi comunicador personal pita. Todos me miran. Yo vacilo, porque es algo tan raro en una situación de vida o muerte. Puede esperar, claro. Estamos bajo fuego, quedándonos sin aire y… Vuelve a pitar. —¿Vas a contestar? —pregunta Adiron. —¿No crees que estamos algo ocupados? —le siseo mientras nos vuelven a disparar, e instintivamente nos cubrimos. —Puede ser importante. También sobrevivir lo es, pero entonces mi comunicador vuelve a pitar. Lo miro, presionando a ver quién me escribe. Es Sentorr. Siento un profundo arrepentimiento al darme cuenta que no volveré a hablar con él, porque seguro no saldremos de aquí con vida. Nos cae otra pesada lluvia de fuego enemigo y las rocas a nuestro alrededor estallan con un golpeteo sordo. Nos agachamos, cubriendo nuestros cascos y siento un aguijonazo de dolor cerca de una de mis botas de gravedad. Al mirar, noto un afilado pedazo de roca protuberante cerca de mi tobillo. Entonces otro aguijonazo de dolor me sube por la pierna. Ahogo un gemido y alzo la mano para arrancarme la “estaca” de piedra de la pierna. —No la toques —me advierte Mathiras. —Romperás el sello de tu traje. Suelto un quejido, porque siento la sangre que comienza a inundar mi bota. — Creo que golpeo una vena. Una grande.
—Solo un poco más, Zo —dice Mathiras, e intercambia miradas con Kaspar, quien asiente. Oh, no. Conozco esa mirada. Es la de “tenemos solo una oportunidad para salvar el día” y conllevará mucho riesgo a mis hermanos. Antes de que pueda decirles que no se atrevan a iniciar su nuevo plan, mi comunicador pita nuevamente. —¿Responderás esa kef de una vez? —me espeta Mathiras. Respondo impaciente, bajo una nueva salva de tiros. La formación rocosa cruje a nuestro alrededor. No es bueno. —¿Zoey? —la voz de Sentorr resuena, pequeña, dentro de mi casco. —No es un buen momento —le ladro. Apenas se den cuenta de que mi comunicador personal percibe otras bandas radiales, las bloquearan. —Cúbranse —me grita él antes de colgar. ¿Qué…? Alzo la mirada a tiempo para ver como el vientre blanquecino de una nave se acercaba a nosotros, desplegando sus armas. Mathias suelta un juramento antes de abalanzarse sobre mí para cubrirme. Estallidos florecen a nuestro alrededor cuando la nave de Sentorr abre fuego contra nuestros enemigos. Trozos de roca flotan despedazados, y la baja gravedad del asteroide los hace rebotar contra nuestros delgados trajes. Entonces, silencio. No sé por cuanto tiempo me quedo mareada y paralizada, pero eventualmente logro quitarme el pesado brazo de Mathiras de encima. Él flota ligeramente y me doy cuenta de que una de sus botas de gravedad se desprendió. Kaspar lo agarra por el cinturón para evitar que gire. Yo intento levantarme, las piernas como en llamas por el peso de las botas. Me zumban los oídos y estoy medio sorda; no sé si me están llamando otra vez. En la superficie hay silencio. Miro a Kaspar, y sus labios se mueven dentro de su casco, pero no entiendo que dice. Me golpeo un lado del casco, pero solo oigo estática. Mierda, acabo de quedarme incomunicada. Señalo mi casco y hago un gesto indicando que no tengo señal y él asiente, señalándome algo en la distancia.
El Idiota aterrizó en un farallón cercano. Tres enormes mesakkah; juzgando por el compartimento para cuernos que tienen sus cascos, flotan fuera de la escotilla y aterrizan de pie al activar sus botas magnéticas. Saltan de roca a roca, avanzando de manera segura, y yo me pongo de pie, con un nudo en el estómago al caer en cuenta de qué está pasando. Nos están rescatando. Lo que es genial. Excepto que sigo siendo humana y ahora no hay manera de esconderlo. Trato de enderezarme por completo, pero el dolor en mis piernas; en especial una, empeora. Camino hacia adelante con un quejido mientras Kaspar; el temerario, se sale del escondite de un salto, pistola en mano. El aire está lleno de pedacitos de grava que golpetean a nuestro alrededor como una lluvia meteórica miniatura, y las aparto con la mano al cruzar tras otra formación rocosa. No sé si ya estamos seguros, pero al ver que Adiron sigue a nuestro hermano mayor me quedo más tranquila. Mathiras me toca el hombro y señala, diciéndome que es seguro avanzar. Voy tras él, mis pasos lentos. Me siento algo mareada, pero estoy segura que es porque mi cerebro se sacudió cuando Mathiras se me lanzó encima. Vuelvo a darle un golpecito a mi casco al notar que los del Idiota se nos acercan para encontrarse con nosotros. Trago saliva… y entonces mi traje empieza a pitar en alarma. Menos de un minuto de oxígeno. —¿Chicos? —digo, y entonces recuerdo que nadie puede escucharme hablar. Pero si escuchan la alarma de mi traje. En un segundo tengo seis pares de manos encima y me alzan para llevarme corriendo a la nave más cercana; el Idiota, para ponerme a salvo. Me fuerzo a respirar con lentitud para conservar el oxígeno mientras corremos por la superficie del asteroide a la seguridad de la nave. Los segundos se me antojan horas. Uno. Dos. Tres. Me doblo, apoyándome de Adiron mientras la escotilla se cierra tras nosotros y esperamos a que la presión se estabilice. Me duelen los pulmones, y siento que el aire en mi traje se hace más delgado, pero puede que sea solo mi imaginación abotargada.
—¡Apártense! ¡Apártense! —exclama una voz familiar, y entonces siento unas manos abriendo el sello de mi casco. Me lo quitan y entonces tomo agradecida una bocanada de aire puro mientras miro como Mathiras da un paso atrás y Sentorr lo empuja. Nos vemos por primera vez. Me le quedo mirando en silencio. Sentorr es mucho más atractivo de cerca que de lejos. Tiene una presencia que comanda respeto, su postura recta como si todavía se considerara un soldado a pesar de que no ha prestado servicio desde la guerra (o por lo menos eso me dijo). Es más alto de lo que recordaba, sus cuernos tan separados y alzados que parecen tocar las estrellas. Su rostro es delgado y austero, como el que recuerdo del holograma. Lo miro, mientras su perfecta y carnosa boca se aprieta en una línea severa al mirarme de arriba abajo. —¿Eres Zoey, cierto? —Sorpresa —logro aún sin El mi dolor de milastimado. pierna lastimada empeora, pero no es nadadecirle, comparado con aliento. el dolor de corazón Sentorr solo me mira. —Esto… explica mucho. Antes de que pueda hablar, Adiron me rodea el cuello con un brazo y frota los nudillos en mi cabeza. —Casi me cago encima, Zo. Creí que te morías —me estruja con tanta fuerza que casi no respiro y me siento como un niño. —¿Podrías soltarme? —le espeto, tratando de zafarme. Los demás se sacan sus cascos a nuestro alrededor, y miro los rostros de los otros mesakkah del Idiota antes de volver a mirar a Sentorr. Él sigue extrañamente callado, su expresión estoica. Adiron solo me aprieta más fuerte. —¿Ese es el que te gusta, Zoey? Creí que sería más guapo. Santo Dios, voy a morir. —¡Ándate a la kef, Adiron! —lo golpeo en el estómago y me alegro al escuchar el quejido que suelta. Logro zafarme de sus brazos y al trastabillar hacia adelante un aguijonazo de dolor me recorre la pierna. Unos brazos fuertes me atrapan antes de caer al suelo, y no me sorprende encontrarme entre los brazos de Sentorr al alzar la vista, o que sea tan hermoso que
me lastime el corazón. Pero por alguna razón está borroso. Entrecierro los ojos, tratando de enfocar sus atractivos rasgos. Él dice algo, pero mi cerebro se siente abotargado y no lo entiendo. Sacudo la cabeza. —Lo lamento —le digo. —Lo lamento tanto. Alguien grita; creo que es Kaspar, que hay sangre por todas partes. Sangre. ¿Alguien sangra? La pierna me late silenciosamente y al bajar la vista noto que estoy parada en un charco de mi propia sangre. La estaca rocosa se zafó al activarse la gravedad. Mierda, la que sangra soy yo. Sentorr dice otra cosa, pero mi cerebro no se enfoca. Todo se está oscureciendo, cuando me carga y me aprieta contra su pecho pienso que si muero ahora, puedo morir de felicidad. Estoy en sus brazos, después de todo.
Capítulo 5 Sentorr Miro a la pequeña humana echada en la enfermería del Idiota, abriendo y cerrando los puños mientras Tarekh hace el diagnóstico de Zoey. Parece increíble que haya hembras más pequeñas que Cat, pero a mí me parece increíblemente chiquita y demasiado frágil. Sus pálidas facciones son pequeñas, sus manitos delicadas y sus pechos extrañamente prominentes en su pequeño y frágil cuerpecito. Distraído, miro a Tarekh. —Deja de fulminarme con la mirada —me dice el enorme y horrendo bruto, sin alzar la vista de su tableta. —Va a vivir. Respiro, y me doy cuenta de que aguantaba la respiración. —Está lastimada. —Si, la metralla desgarro el traje en varios lugares. Rompió una de sus venas. Perdió algo de sangre, pero afortunadamente no tenemos que esperar que la máquina sintetice el tipo de sangre apropiada para ella. Cat es del mismo tipo. Eso explica por qué la pequeña esposa de Tarekh ha estado rondando. Ella pasó junto a los tres enormes hermanos de Zoey sin preocupaciones, como si el lugar le perteneciera, y nadie la detuvo. Hermanos, ¡ja! Conocía sus rostros mucho antes de ver el de ella. Mathiras, Adiron y Kaspar Va Sithai, de la familia Va Sithai en Planeta Madre. Los tres sirvieron en la guerra, y ahora los tres se deslizaron al lado incorrecto de la ley, como los otros muchos insatisfechos con los acuerdos de paz luego de sacrificar sangre, sudor y juventud a la terrible amante que es la guerra. Tienen una hermana, eso lo sabía, pero jamás me detuve a preguntarme si la hermana también era mesakkah.
Jamás creí que tendrían una humana a bordo, mucho menos encargada del puente. Mientras miro, Cat se sienta en una silla junto a la figura desmayada de Zoey. Extiende el brazo y Tarekh desliza una aguja en su codo, acariciándole la mejilla mientras coloca la otra en el brazo de Zoey para iniciar la transfusión. Hay unSé silencio Sussus hermanos del otro lado habitación, sin hablar. que sicompleto. volteo, veré miradasesperan acusadoras, como si de yo la tuviera algún problema con que sea humana. —Entonces… pareces molesto —dice Cat cuando todo queda en silencio. — ¿Quieres hablar al respecto? —¿Contigo? Tarekh me mira de reojo. —Cuidadito, amigo. Asiento, apretando la boca. —Eso fue… muy maleducado de mi parte. Solo me preocupo —me froto el rostro con la mano. –Vuelve a decirme que estará bien, Tarekh. —¿Por qué te importa? —pregunta uno de los hermanos y me vuelvo a mirarlo. Es el que la apretó como muñeca, alborotándole su fino cabello marrón, como haría cualquier hermano con una hermanita traviesa, el del rostro amplio y risueño. Adiron. No sonríe ahora. La expresión de su rostro es feroz. —Me importa porque la amo —le respondo secamente. —Es humana —comenta el más alto de los hermanos. Mathiras. —¿Y crees que me importa? —le espeto, volteando a ver el rostro de Zoey. Y al momento de decirlo, sé que es verdad. Claro que me impresionó ver que era humana. No era lo que esperaba. De hecho, cuando le quitaron el casco por primera vez tuve un momento de pánico en el que pensé que de alguna manera habíamos rescatado a la tripulación incorrecta y que mi Zoey seguía en peligro en algún lugar del cosmos. Me tomó un momento darme cuenta de que Zoey era la bonita humana frente a mí.
Claro, que ahora que me di cuenta, todo tiene sentido. Su autoexilio en la Hermanita, siempre quedándose atrás mientras sus hermanos salen. Su raro nombre. Su negativa a enviarme fotos o hacer una videollamada, aunque claramente estuviésemos atraídos el uno al otro. Creyó que la odiaría por ser humana. Creyó que me molestaría. Y si estoy molesto. Me molesta que no me haya dicho la verdad. Me molesta que esté tirada en la enfermería, recibiendo una transfusión de Cat. Me molesta que hayamos perdido tanto tiempo separados. Pero no me molesta que sea humana. No me importa. Podría ser szzt. Podría ser un krakenoide. Podría ser cualquier cosa y la amaría de todas maneras por ser Zoey, y siempre ha sido mía. —Dejen de gritar, idiotas —murmura Zoey, su voz ronca y pastosa de sueño. — ¿Podrían callarse? Sus hermanos corren a la cama. Yo igual, y llego primero, inclinándome sobre ella. Uno me da un codazo, pero lo ignoro. —¿Cómo te sientes? Ella se lame los labios y sacude la cabeza con los ojos cerrados, como para aclarársela. No me mira. –Estoy viva. Es suficiente —aparta la vista, fijándola en sus hermanos, como mirando a través de mí, y les sonríe. –Estoy bien. —No está bien —gruño. —¿Qué hacías allá? Zoey clava la vista en la manta, jugueteando con ella. –Respondía a un llamado de auxilio, por supuesto. Supongo que querrás que te dé las gracias… gracias. Su tono me sorprende, y también la falta de contacto visual. Es como si tratara de evitarme a pesar de que estoy a centímetros de ella. —¿Estás… molesta? ¿Zoey? ¿Por qué no me miras? —Porque no puedo —ella mira tercamente la manta. Adiron me empuja. –Deja a nuestra hermanita en paz. Si no quiere mirar tu fea cara, no tiene que hacerlo. —Adiron —dice Zoey, secamente. —No ayudas.
Me enderezo y fulmino a los tres hermanos con la mirada. —¿Nos pueden dar un minuto? Zoey y yo necesitamos hablar. Espero que protesten, o que Zoey diga algo cortante. Se hace silencio, y Zoey sigue jugueteando con la manta. Entonces asiente. —Está bien, chicos. —¿Segura? —Mathiras se cruza de brazos y me mira con sequedad. —Podemos regresar a nuestra nave cuando queramos y… —Estoy segura —lo interrumpe ella, tratando de sentarse en la cama. A un lado, Tarekh ajusta la posición de la cama con un botón para ayudarla, y entonces acaricia el cabello de su esposa antes de agarrar a uno de los hermanos y arrastrarlo tras él. Los otros dos me miran, molestos, pero los siguen a regañadientes. Está tranquilo y miro a la persona que queda, Cat. Ella me sonríe discretamente, alzando el brazo que sigue conectado a Zoey, la transfusión de sangre continúa. — Pretendan que no estoy aquí. Gruño, porque no la quiero aquí, pero Zoey necesita la sangre. Me volteo hacia mi humana, detestando lo pequeña y frágil que se ve en la cama. Miles de cosas me burbujean por dentro; frustración, ira, miedo, alegría… y más frustración. Pienso en sus hermanos, arrancándole el casco para que no se ahogara. Pienso en el miedo con el que viví mientras corríamos desesperadamente a su lado de la galaxia para interceptar a los piratas. Pienso en todas las veces que la imaginé muerta en las últimas horas y el estómago se me revuelve. Pienso en la manera en que su suave cabello se curva alrededor de su rostro, y en lo hermosa que es. ¿Cómo pudo creer que no la amaría? —Debiste decirme algo al respecto —le murmuro cuando logro hablar. —¿Sobre los piratas? —ella jala un poco más la manta. —De haber sabido, nos habríamos bajado mejor preparados. Su respuesta me divierte y exaspera a la vez. Habría ido de todas maneras, pero se habría preparado mejor. Típica temeraria Zoey. —No hablaba de los piratas. Hablaba de que eres humana, Zoey. Zoey alza la mirada, entrecerrando los ojos, su frente arrugándose de esa manera puramente humana. —¿Qué se supone que diga al respecto? ¿Lamento ser tan asquerosamente humana?
¿Asquerosa? Quedo anonadado. ¿De verdad cree que la encontraría repulsiva? Cuando baja la mirada nuevamente, clavando las uñas en la manta, caigo en cuenta de que es eso exactamente lo que piensa. —¿Por qué no me miras, Zoey? —Quizás no quiero ver el asco en tu rostro —dice ella, la mirada todavía baja. — Me dejaste bastante claro lo que crees de los humanos. Cat se aclara la garganta, tratando de disimular una sonrisa. Yo le gruño. —¿Qué te dije que te hizo creer que me darías asco, Zoey? —Vamos, ambos sabemos que no te gustan los humanos. Me dejaste claro que no entiendes a tus compañeros y sus relaciones con sus esposas —mira a Cat de soslayo. —Lo siento. —No hay problema. A nosotros también nos lo ha dejado claro —Cat no parece ofendida, solo divertida. —Deberías oírlo quejándose cuando uno de nosotros decide tener una velada romántica. —Nadie te pregunto, Cat —gruñi. —¿Ves? —ella ladea la cabeza, mirándome con superioridad. Zoey solo sacude la cabeza y se ve triste, tan triste que me parte el corazón. — Estás molesto. Sabía que lo estarías. Por eso guardé silencio tanto tiempo. Empieza a dolerme la cabeza. –Estoy molesto —logro decir. —Estoy molesto porque casi mueres. Estás aquí en la enfermería, sangrando. Me evitaste en la estación y ahora ni me miras. Detesto que hayas estado tan cerca de la muerte cuando no debiste haber estado aquí en primer lugar. Deberías estar en 3N, esperándome. Ella alza la vista, sorprendida. —¿Crees que hubiese podido ir a verte? ¿Viéndome como me veo? —¿Hermosa? —pregunto. Ahora Zoey es la confundida. —¿Q…qué? Le tomo la mano, evitando que siga tratando de agujerear la manta y me siento junto a ella. Le miro los nudillos. Tiene cuatro dedos (y un pulgar) mientras que yo
solo tres. Es pequeña y pálida, mientras que yo soy azul, y mi mano es casi dos veces más grande que la de ella. Le acaricio la piel con el pulgar. Es diferente, pero no desagradable. —Te dije que no me importaba como te vieras. Nada ha cambiado. Siento lo mismo por ti ahora que hace una semana, o un mes. Ella parpadea, mirándome, y sus ojos son enormes, verdes y luminosos, sus pestañas gruesas. Su labio inferior; rosa y grueso, tiembla ligeramente. —¿Y qué es lo que sientes por mí? —Tú sabes lo que siento. Ella aprieta la mandíbula en un adorable gesto de terquedad que me hace querer apretarla contra mi pecho. Me aprieta la mano. —Si, pero quiero oírlo. Miro a Cat de reojo, quien nos mira con sus enormes ojos brillando. Esto se regará por la nave en menos de una hora… y encuentro que no me importa. Que todo el universo se entere de lo que siento por Zoey. Le aprieto la mano, acariciándole los nudillos. —Te amo —le digo sencillamente. —Te lo diré a la manera humana, te amo, y te lo diré como lo diría cualquier otro macho mesakkah, tienes mi corazón. De cualquier manera, nada ha cambiado, y te quiero tanto como siempre te he querido. Su labio inferior tiembla, sus ojos brillando de emoción. —Debes saber que soy virgen —me suelta de pronto. —Súper virgen. La miro, sin procesar lo que dice. Me toma un minuto entenderlo, y me pregunto si será que cree que es otra cosa que sospecha que me molestará. —No me importa, porque a partir de ahora eres mía. —Ok, esto se torna incómodo —dice Cat, alzándose para apretar el botón de llamada sobre la cabeza de Zoey. —Voy a llamar a los demás antes de que ustedes empiecen a besuquearse delante de mí. A menos que sea la falta de sangre lo que le haga decir esas cosas. Yo simplemente le gruño a Cat. —Necesito escucharlo otra vez —dice Zoey, apretándome la mano. —Antes de que entren mis hermanos.
—Te amo —le digo, apretando mi boca contra su piel. He visto a los otros besar y acariciar a sus parejas sin plas-film de por medio, y en ese entonces lo creía vulgar. Ahora veo lo agradable del asunto. No quiero que haya nada entre la piel de Zoey y mis manos. —Eres mi pareja. Ella sonríe ampliamente, mostrando dientes cuadrados y blancos en lugar de colmillos mesakkah, y sigo pensando que es lo más hermoso del mundo. —¿De veras? —De veras —le respondo. Un segundo más tarde, sus tres hermanos entran de sopetón. —Muy bien, ya basta —dice Kaspar, mientras Adiron me alza en vilo para separarme de ella. Mathiras se sienta a su lado, su cuerpo tenso como para abalanzarse sobre cualquiera que quiera acercarse a ella, y de momento me complace ver lo sobreprotectores que son; y también me frustra. —Está bien, chicos —dice Zoey, esperando calmadamente mientras Tarekh verifica el progreso de la transfusión. —Te estaba tocando —gruñe Adiron. —No puede hacerlo hasta que le demos el visto bueno. Zoey hace un ruido de exasperación. —Ven aquí, Adi —cuando el gigante se inclina hacia ella, le da un golpecito en la frente. —Yo soy la que decide eso. —Eres nuestra hermana —dice Mathiras, atravesando el brazo para evitar que Adiron apriete a sutocar hermanita Me dirigeprimero. una mirada helada antes de decir. —Si quieres a Zoey, nuevamente. tendrás que cortejarla —De la manera humana —agrega Kaspar, fulminándome con la mirada. —¿Manera humana? —pregunto, sorprendido. —Si, como en esos videos terrestres que ella siempre está mirando. Zoey gime y se da una palmada en la frente. —Chicos, por amor a la kef. —No, Zoey que —dice Mathiras,Teinconmovible. —Eres humana. Si quiere estar contigo, él tiene enfrentarlo. cortejará al estilo humano. Es todo.
—No es difícil —dice Adiron, echando un vistazo astuto a Zoey. —Le gustan las cosas tontas. Nosotros lo sabemos, hemos vivido con ella por diez años. Ella le alza el dedo medio, un gesto que he visto a Fran hacerle a Kivian varias veces. Me toma mucha concentración no echarme a reír. Logro mantener la boca apretada en una firme línea y asentir solemnemente. —¿La dejarán permanecer a bordo del Idiota por ahora? Porque acaba de ocurrírseme que podrían llevársela de sopetón. Podrían regresar a bordo de la Hermanita y estaríamos en lados contrarios de la galaxia por meses. Se me hace un nudo en el pecho al pensarlo. No quiero perder de vista a Zoey otra vez. Me duele pensarlo. Los hermanos intercambian miradas. —Pensaremos en algo —dice Mathiras, y palmea cariñosamente el hombro de Zoey. —Descansa un rato aquí con el médico. —Pero quiero hablar con Sentorr. —No —dice Mathiras, y me veo flanqueado por sus otros dos hermanos. —Él viene con nosotros. —Oh, oh —dice Zoey por lo bajo, pero sonríe. Y yo no puedo evitar imitarla.
Capítulo 6 Sentorr Los tres hermanos mesakkah de Zoey me sacan a rastras de la enfermería y por el pasillo. No me importa. Sonrío para mí, pensando en mi hembra y como finalmente será mía. Pienso en su piel pálida y suave, y su cabello marrón, y… Adiron me echa un brazo alrededor de los hombros, casi ahogándome. El tipo es enorme, casi tanto como Tarekh, y bastante ágil con las manos. —Tenemos que hablar. —Déjalo, Adiron —dice Mathiras. Camina hacia la compuerta de acople del Idiota, y entonces vacila, cruzándose de brazos. —Nuestra hermanita está enamorada de ti —es una declaración, no una pregunta. Asiento. —Hemos hablado por meses. No sabía que era humana, pero no me importa. Mi corazón le pertenece. —Entonces, ¿si la dejamos unos días aquí, cuidarías de ella? —¿La dejaremos aquí? —Adiron mira ceñudo a Mathiras. —¿Qué kef? Kaspar le da un golpecito en la cabeza. —Piensa, enorme tonto. ¿Cómo le daremos caza a esos piratas con Zo lastimada? Así ella estará a salvo. Adiron lo mira malhumorado, frotándose la nuca. —Supongo que tienes razón. Mathiras me escudriña con atención. —Dile a Zoey que iremos a finalizar la entrega. No necesita saber que vamos tras la nave nodriza para acabar con los piratas. Asiento. —Porque querrá ir con ustedes —me estremezco al imaginármela lanzándose al peligro. —Tienen mi palabra.
—Zoey estará a salvo contigo —dice Mathiras. —Tus otras humanas parecen contentas. Es suficiente para mí, de momento. Estoy algo sorprendido. —¿Me la confías? —No, confiamos en Zoey su seguridad —dice Kaspar, y por un momento creo que me golpeará como a Adiron. —Es una chiquilla fiera e inteligente. Más de lo que creen los demás. Puede cuidarse, y si crees lo contrario, no la conoces lo suficiente. Adiron se ríe. —Y si la molestas, te arrancará las pelotas. —La quieren mucho —me impresiona la fe que tienen en su “hermanita” humana. —Es una mierdecilla, pero cuando empiezas a quererla, matarías por ella — Mathiras me dirige una media sonrisa. —Regresaremos en una semana. Espero que la dejes poner el ritmo a ella. ¿Acaso me da consejos de apareamiento? No sé qué decir. —Por supuesto — logro contestar secamente. —Y asegúrate que ese médico la cuide bien. Entrecierro los ojos. —Me insulta que creas que permitiré que se lastime más. —Ella es una humana en un mundo mesakkah —dice Mathiras, sin darle largas al asunto. —Yo lo sé, tú lo sabes, pero a Zoey se le olvida a veces. Quiere desesperadamente ser mesakkah. La tratamos como si lo fuera, pero en el fondo, no lo es. Es tan frágil como cualquier humana. Solo te digo que… tengas cuidado con ella. —O al regresar te arrancaremos la cabeza —agrega Adiron alegremente.
Zoey Estoy segura que el bastardo horrendo que dirige la enfermería me drogó sin que me diera cuenta durante la transfusión porque me duermo antes de que mis
hermanos y Sentorr regresen. Cuando despierto, horas después, las luces están tenues, en el modo “nocturno” de la nave y todo está en silencio. Alguien apartó uno de los paneles, dejando una ventana al espacio, y está todo en silencio, solo negrura y estrellas. Ningún asteroide. No veo a la Hermanita. Me enderezo abruptamente, la cabeza dándome vueltas. —¿Mathiras? — ¿Mathiras? ¿Adiron? ¿Kaspar? Una enorme figura emerge de las sombras del otro lado de la habitación y yo ahogo un suspiro. No es uno de mis hermanos, sino el hombre con el que he estado fantaseando desde que escuché su voz. —Sentorr. —Tus hermanos se marcharon —dice él, su sensual voz llena de autoridad. — Fueron a entregar a los pasajeros que llevaban. Te recuperarás aquí… conmigo. Aunque está rígido y derecho junto a mi cama, hay un brillo extraño en su mirada que me hace estremecer. Me mira… como Adiron mira a su plato preferido de fideos. La misma expresión que adopta Kaspar al enterarse que tenemos una oferta de trabajo peligrosa. Nadie me ha mirado así antes. Como si quisieran devorarme toda. Me kef encanta. Lucho contra las ganas de retorcerme en la cama, porque todavía estoy adolorida. La pierna me late todavía y estoy cansada; pero extrañamente alerta. — No puedo creer que me hayan dejado aquí —me sorprende. Es la primera vez en los diez años que tengo viviendo con ellos que me dejan sola. También estoy algo dolida. —No me necesitan. —Estoy seguro que sí. Pero no dejaré que te lleven mientras todavía estás lastimada. Yo puedo cuidarte aquí —él me mira severamente un momento y luego se sienta a mi lado nuevamente, tomándome de la mano. —Estás a salvo conmigo, Zoey. Nadie te hará daño. Asiento. Por un lado es aterrador porque es la primera vez que "vuelo del nido", como dice la gente de la Tierra. Todos los días de mi vida he tenido a uno de mis
hermanos junto a mí. Si Kaspar y Mathiras se van a una misión, me quedo con Adiron. Se turnaban para nunca dejarme sola. Pero ahora estoy a solas a bordo del Idiota junto al hombre de mis sueños. Me estremezco, y no sé si estoy emocionada o asustada. Él me acaricia los nudillos, mirando nuestros dedos entrelazados. Decido que el estremecimiento es de emoción. Sentorr está tan callado que decido decir algo. —Te vi, ¿sabes? En Tres Nébulas. Él me mira, la sorpresa clara en su austero rostro. —¿Cuándo? —Pasaste cerca a mí en la pasarela. Tenía un holograma cubriéndome el rostro —hago una mueca. —Siempre me hago pasar por Vanora Va Sithai cuando salimos para que nadie haga preguntas. Pero la mayoría de las veces me quedo en la nave. Es más sencillo.| —Los humanos no son ampliamente aceptados —concuerda él, todavía jugueteando con mis dedos de una manera que hace que se me endurezcan los pezones y que el pulso me lata en el vientre bajo. —Sé que los demás son especialmente sobreprotectores con sus esposas cuando salen a una estación. Las mujeres llevan collares para hacerse pasar por mascotas. —Oh, es astuto. Jamás pensé en eso. —Es humillante —dice Sentorr secamente. —Merecen algo mejor. —Si, bueno, hay un dicho en la Tierra “mierda en una mano, lo que mereces en otra, ve cual se llena más rápido” —bueno, no es exactamente así, pero el mensaje es bastante claro. Él se ríe, acariciando lentamente el nudillo de mi meñique. —Palabras más ciertas jamás han sido dichas. —Preferiría usar un collar al holograma —admito. —El holograma me pone nerviosa. Si falla, quedo expuesta. Con el collar simplemente soy invisible. —No quisiera que usaras un collar.
—Si, pero… ¿me tratarías como una esclava? ¿Me halarías del cabello y me forzarías a llamarte papi? —mi intención es coquetear, pero las palabras me salen temblorosas y débiles porque soy terrible coqueteando. Parte de mí se sorprende al escuchar lo que digo, y la otra se emociona al notar la osadía de mi actitud. Sentorr me escruta con la mirada. —Atesoraría cada centímetro de tu cuerpo. Esa declaración me roba el aliento. —Vaya, ¿hace calor aquí? Él me toca la frente de inmediato. —¿Tienes fiebre? —No, solo soy una tonta —admito, preguntándome si está bien agarrarlo por la camisa y apretarlo contra mí para dar mi primer beso. Me pregunto si será demasiado pronto. Porque quiero besarlo más que nada. —Entonces, ¿qué sigue… para nosotros? ¿A dónde va todo esto? Para mi sorpresa, él sonríe discretamente y yo le devuelvo la sonrisa, completamente enamorada. Creía que mis hermanos eran apuestos (incluso Adiron con su comportamiento idiota) pero Sentorr los supera a los tres con creces. Hay una severa nobleza en sus facciones que me hace querer desnudarlo y hacerle cosas traviesas para verlo romperse bajo mis atenciones. Él se aparta, cubriéndome mejor con la manta. —Hoy dormirás aquí en la enfermería y te mejorarás. Mañana empiezo a cortejarte. —¿Cortejarme? —pregunto, porque no estoy segura de haberlo escuchado bien. —Tus hermanos insisten. Si voy a reclamarte como mi esposa, quieren que te corteje como cortejan los humanos. Así que me marcharé cuando te duermas e iré a preguntarle a Fran, Cat e Iris como se cortejan los humanos. No sé si me emociona o me fastidia que mis hermanos le hayan dicho eso. Creo que quiero echármele encima. No sé en donde calce eso en lo del cortejo, pero sé que estoy impaciente. El cortejo puede ser divertido. —¿Me tomarás de la mano y me hablarás hasta que me duerma? —pregunto, acomodándome en las mantas. —Si así lo quieres. —Si quiero. No quiero que te marches —le digo en voz baja, guardándome el “nunca más” que se me queda en la garganta. Soy una persona intensa, y
probablemente debería darle un par de días para acostumbrarse a la idea. Él me conoce, pero no me conoce. Es mejor no asustarlo demasiado aún. Él me toca la mano y se sienta a mi lado. Estoy contenta con eso… de momento.
Capítulo 7 Zoey Cuando despierto, Sentorr no está en la enfermería. Supongo que no puede quedarse agarrándome la mano todo el tiempo, pero me entristece un poco. Bostezo y me froto la cara, y antes de que pueda levantarme, una de las humanas entra. Es pequeña, incluso para una humana, dudo que mida más de un metro cincuenta. Es la que me dio sangre, Cat. Por un momento me le quedo mirando porque es tan… raro ver a alguien con rasgos humanos caminando por ahí. He estado rodeada constantemente durante tanto tiempo, yy otra razassentir menos atractivas. La frente lisa de por Cat mesakkah y su falta de cola me sorprende me hace una extraña añoranza a la vez. —Hola —me saluda amigablemente. –Tarekh vendrá en un momento a revisarte. ¿Cómo te sientes? —Estoy bien —le digo, quitándome casualmente la manta de plas-film para mirarme la pierna. La herida debió ser grande, porque a pesar del tratamiento quirúrgico de la máquina de la nave todavía veo una marca rosada donde la carne se ha curado pero no completamente. —Es un placer conocerte por fin. Sentorr me ha contado mucho de la tripulación —claro, solo fue recientemente que me contó que la mitad son humanas, pero no menciono eso. Ella me echa una mirada elocuente mientras recoge algo que parece una media sucia del suelo. Mientras la miro, recorre la pequeña enfermería, arreglando aquí y allá, recogiendo ropa sucia, paquetes biodegradables de fideos y algo que parece un repuesto de la nave. —Vivimos con Sentorr. No tienes que disimular para agradarnos. Sabemos que puede ser un dolor de culo. —Dijo que Tarekh es un desastre y que siempre lo estás molestando por eso — admito con una sonrisa.
Cat se ríe. —Es una de las cosas más bonitas que me han dicho en la vida. Tarekh entra en la habitación y le dirige una mirada candente a su esposa que me hace sentir algo incómoda; y un poco celosa. Le acaricia la mejilla mientras ella recoge una camisa antes de dirigirse a la máquina que me monitorea. —Veamos cómo sigue nuestra paciente. bien —le digo, tratando de no parecer ansiosa. —¿Puedo ir al puente a ver a—Estoy Sentorr? —Él no irá a ninguna parte —dice Tarekh, apretando botones. —Necesito hacer un par de escaneos para asegurarme de que estés bien y entonces te dejaré ir. Cat te llevará a tu camarote. —¿Mi camarote? —parpadeo al escucharlo. Claro que tendré un camarote. No me van a poner a dormir en la zona de carga o algo así. Pero es raro… nunca creí estar a bordo del Idiota y no compartir camarote con Sentorr. Pero quizás él no quiera. Espera, ¿y si tuvo tiempo para pensar y cambió de opinión? ¿Y si lo que quería era una relación a distancia y ahora que ha tenido tiempo para ver mi rostro humano, tiene dudas? Me muerdo el labio mientras Tarekh termina. —El camarote es más bien un armario —admite Cat. —No tenemos mucho espacio a bordo. Pero desocupamos un armario y pusimos un camastro allí. Espero esté bien. Es hogareño, aunque pequeño. —Está bien. Sentorr mencionó algo al respecto —oh, vaya, ahora soy la tonta que menciona al tipo que le gusta todo el tiempo. Cuando Tarekh me sonríe, sé que tengo razón y me fuerzo a callarme. El enorme médico me quita los sensores del brazo. —Parece que estás bien, solo tómatelo con calma hoy y trata de no ponerle demasiado peso a tu pierna —se voltea para darle un beso discreto a Cat en la boca. —Es toda tuya, amor. Ella lo mira coqueta, y acaricia discretamente su cola de una manera que lo hace saltar cuando él voltea. Me siento bastante celosa al ver su relación boba y coqueta. —Vamos, Zoey. Te encontraré algo de ropa. Sobornamos a un costurero en Haal Ui para que hiciera algunos “disfraces” humanos y tenemos un guardarropa bastante surtido. Estoy segura que tenemos algo que te sirva.
¿Sobornar a un costurero? Astuto. Jamás se me habría ocurrido. Pero tampoco me he paseado nunca como humana, así que no importaba. —Gracias. Cat me guía por la nave, señalando las habitaciones, como si yo ya no supiera como está distribuida. Sentorr me contó que era un crucero privado Clase IV de Planeta Madre, y yo me bajé los esquemas, llenándolos cuidadosamente basada en nuestras conversaciones, como la fanática obsesiva que soy. Sé que Sentorr es el único que no comparte camarote de momento. Sé que Fran y Kivian comparten el camarote más amplio, ya que Kivian es el capitán. Alyvos e Iris ocupan el camarote frente al de Sentorr, que es el más pequeño. Él me ha dicho que no le importa tener el camarote más pequeño porque le recuerda a su tiempo en la milicia, donde compartía dormitorio con otros cuatro tipos en una habitación del tamaño de un armario mientras estaba de misión en una colonia. Ahora que estoy aquí, me pregunto si es por eso que quiere que tenga mi propio camarote… o si es porque necesita espacio para acostumbrarse a la idea de mí. La realidad deopinión compartir el mismo espacio lo cambia todo, eso lo sé. Solo espero que no cambie de respecto a mí. Cat me lleva por el pasillo y al final llegamos a una puerta con un rotulo en mesakkah escrito que dice “Almacenamiento”. Me dirige una pequeña mueca antes de abrir. Pero el interior me resulta encantadoramente bonito. Han colgado bonitos tapices en las paredes y bufandas de seda sintética sobre las cajas de almacenamiento. Como me prometieron, hay un pequeño catre en la esquina, pero está cubierto de almohadas y mantas de vivos colores. Iris está sentada en una esquina, con una brillante cinta púrpura sobre los ojos, y Fran, la esposa de Kivian, dobla algunas prendas dentro de una caja. Se voltean al sentir la puerta abrirse y el bonito rostro de Fran se ilumina con una sonrisa. —¡Bienvenida! Espero que te sientas mejor. Le sonrío. —Si, gracias —no puedo dejar de mirarlas. Cat es muy bonita, de una manera completamente picaresca, pero Fran es hermosa, con su largo cabello oscuro, ojos oscuros y su piel dorada que señala una etnia variada. Iris es más elegante que bonita, con su ondeado cabello oscuro y sonrisa amable. Son tan diferentes y tan humanas que se me hace un nudo en la garganta de solo verlas. Mis hermanos siempre me han protegido de las cuestiones de tráfico de
personas en el lado oscuro de la galaxia, por lo que ver tantos rostros humanos a mí alrededor me resulta demasiado. —Hola —logro saludar. Fran gesticula a su alrededor. —Sé que no es mucho, pero no somos una nave de pasajeros. —Es bonito. Gracias por hacerlo tan acogedor. Iris solo sonríe, volviendo el rostro hacia nosotros. —Sentorr nos pidió que nos aseguráramos que estuvieras cómoda. Como si te fuéramos a dejar dormir en el suelo. —Pensamos que, ya que estás aquí, deberíamos tener un día de chicas —dice Fran, alegremente, tomándome del brazo y guiándome al catre. —Dicen los rumores que Sentorr va a cortejarte como exigen tus hermanos, así que pensamos ayudarte con tu peinado, maquillaje y guardarropa. Me toco el cabello. Como mis hermanos eran los únicos que me veían, siempre lo he tenido recogido en una cola tras la nuca. Jamás he usado maquillaje, ya que tenía solo diez años cuando me raptaron. La idea de ponerme bonita para una cita es probablemente tonta, pero también me resulta atractiva. —Si no es molestia… —¿Molestia? Ay, niña, hemos estado esperando todo el día —Fran me sienta junto a Iris. —Vamos a dejarte irresistible. Iris me toca la mano al sentarme. —¿Puedo trenzarte el cabello? —Claro… —Yo me encargaré del maquillaje —dice Fran. —Cat, encárgate del vestuario. Será como uno de esos programas de cambio de estilo. ¿Ves alguno, Zoey? Con los transmisores adecuados, se pueden ver algunas transmisiones satelitales de la Tierra. Me encanta la nueva temporada de No te lo pongas. Guardo silencio, escuchando mientras parlotean alegremente a mí alrededor. Los expertos dedos de Iris me trenzan el cabello gentil y rápidamente, mientras Fran tarda más comparando colores con mi complexión que realmente poniéndomelos y Cat compara diferentes túnicas Es claro que actúan se conocen y que están cómodas con su lugar en mientras la nave. charla. Me alegra ver que comobien personas normales, y no como esclavas oprimidas, pero me siento un poco por fuera. Sé más
de sistemas de navegación y las mejores rutas para ahorrar combustibles que sobre sombra y colorete. —Oye, necesito aclarar algo —dice Cat, sacando una bonita y brillante túnica floreada. —¿Sabes, eh, sobre la anatomía mesakkah? —¿Hablas de la espuela? —cierro los ojos mientras Fran me aplica algo en los párpados. hepara vistoasustar a mis hermanos desnudos. Cuando era pequeña solía abrir la puerta del —Si, lavabo a Adiron todo el tiempo. —Una sorpresa menos para ti —dice Fran. —También debes saber que les gusta que les toquen la cola y que la parte de debajo de la espuela es muy sensible —comenta Cat. —Y no saben lo que es un clítoris porque las hembras mesakkah no lo tienen — dice Iris. —Así que si no te toca donde es, asegúrate de señalárselo. Esto se pone incómodo rápidamente. —¿De verdad creen que Sentorr querrá tener sexo conmigo? —Creo que si no lo hace, se ahogará con sus propias pelotas azules —dice Cat. —Vi cómo te miraba. —Cuéntenme más de él —digo, ansiosa, apretando la túnica contra mi pecho. — Lo conozco por nuestras conversaciones, pero ustedes pueden darme una perspectiva distinta. —¿Qué quieres saber? —pregunta Fran. Suspiro felizmente. —Todo.
***
Durante las siguientes dos horas, las chicas me llenan la cabeza con historias de Sentorr. Comparten cuentos de viajes a mundos peligrosos por razones de trabajo, peleas de cantina e incluso anécdotas de cuando Sentorr estaba en la milicia, antes
de dedicarse a la piratería junto a Kivian. Es claro que esta tripulación es como una familia; se pelean ocasionalmente, pero se apoyan. A Fran le preocupa que sea demasiado serio. Cat cree que trabaja demasiado. Iris piensa que está solo. Yo creo que todas tienen razón, y eso me hace querer agarrarlo y besarlo hasta que sonría. Quiero abrazarlo de noche y ahogarlo de amor. Quiero estar junto a él cuando se sienta solo y triste. Quiero comparar mapas estelares con él y discutir las maneras más rápidas de cruzar una nébula. Lo quiero todo. Cuando termina de trenzar mi cabello en una media corona, Iris me toca el hombro. Me cambio a la ropa que me tiende Cat y Fran termina mi maquillaje con un ligero toque de brocha. Entonces se marchan. Voy a reunirme con Sentorr en quince minutos en el comedor y todos nos darán privacidad para que tengamos nuestra “cita”. Creo que están más emocionados que yo. Luego de que se marchan, todo queda en silencio, y yo jugueteo nerviosamente con el dobladillo de mi túnica. Me siento… rara. No como yo misma. La túnica y pantalones son tan distintos a mis overoles de siempre. Normalmente me visto solo para cubrirme. Jamás he usado algo… bonito. Esto es muy femenino, con un brillo azul en la tela y unas mangas artísticamente cortadas. El patrón floral parece cambiar de color con cada paso que doy, y la tela fluye y se ajusta en varias partes, sobre todo sobre mis pechos. Me siento expuesta. De sopetón, me deslizo fuera de mi “camarote” al lavabo para mirarme al espejo. Soy… hermosa. Me toco el rostro, porque Fran logró hacerme pasar de humana sencilla a algo sorprendentemente bonito. Mis ojos se ven grandes y osados, mi boca rosada y carnosa, y mis mejillas y cejas parecen perfectamente definidas. No puedo dejar de mirar mis facciones, sorprendida y complacida. A Sentorr le gustará como me veo ahora.
Apenas lo pienso, me siento mal. De pronto no me gusta mi reflejo. La chica en el espejo es bonita y femenina, pero no es Zoey Va Sithai. No debería cambiar quién soy para impresionar a Sentorr. Tiene que gustarle quien soy por como soy, humanidad y todo. Con un suspiro, tomo una toalla del montón, le quito la cubierta sanitaria y empiezo a limpiarme la obra de Fran metódicamente. Cuando termino, me suelto la bonita trenza que me hizo Iris, sacudiendo mis mechones marrones y amarrándolos en una cola. No puedo hacer mucho respecto a la túnica, pero la recojo y amarro de tal forma que ya no fluye como antes, y entonces vuelvo a mirarme al espejo. Mi rostro simple me devuelve la mirada, mi cabello sencillo. Al recoger la túnica arruino el fluir natural de la tela y se parece más a uno de mis overoles. Si Sentorr no puede amar a esta chica, entonces no quiero que lo haga de todas maneras.
Capítulo 8 Sentorr Ajusto los puños de mis mangas una y otra vez mientras espero a que llegue Zoey. El comedor fue limpiado a fondo. Pusieron un trozo de tela blanca y limpia sobre la mesa principal, con dos sillas. Cat me dijo que necesitaba flores frescas para la mesa, pero son difíciles de conseguir, por lo que Fran me prestó una exótica planta vizhii que tiene en el camarote que comparte con Kivian. Dispuse dos puestos, con dos vasos de un delicado licor ooli y dos platos de fideos. Es perfecto. Jugueteo con los puños de mi mejor uniforme nuevamente. Es una de mis viejas chaquetas militares, algo pasada de moda, ya que dejé la milicia de Planeta Madre hace unos diez años, pero es lo más formal que tengo y Zoey merece el honor de una cita con alguien que se preocupa por su apariencia. Quiero pasearme nerviosamente pero no me atrevo, no sea que se presente y me encuentre hecho un manojo de nervios. Quiero impresionarla. No soy tan atractivo y sociable como Kivian, ni tan musculoso como Tarekh. No soy tan buen luchador como Alyvos, pero quiero que Zoey me mire con esos ojos brillantes y esperanzados con los que me miró en la enfermería. No puedo esperar para verla, y miro de reojo las bebidas burbujeantes en la mesa. Me sentaría bien una bebida fuerte, pero espero. Estará aquí pronto, por lo que me regaño a mí mismo por mi impaciencia. La puerta emite un pitido, y me enderezo rápidamente, estilo militar, con las manos tras la espalda mientras Zoey entra al comedor. Tiene una mirada incierta, pero me deja sin aliento. Lleva puesto un conjunto muy femenino que le he visto a una de las otras humanas, pero tiene sentido ya que su ropa está siendo reparada y lavada. Tiene el cabello para atrás y puedo ver claramente sus limpias y pálidas
mejillas, sus ojos verdes y su frente lisa y sin cuernos. Se queda muy quieta y me mira. —Hola. Señalo la mesa. —Bienvenida a nuestra cita humana, Zoey. Su boca se estremece, y me dirige una mirada divertida. —En la Tierra solo las llaman “citas”. —Claro —logro decir, tenso. Quiero decirle lo hermosa que es, y lo mucho que me está costando no alzar la mano para tocarla, pero esto es importante. Muevo su asiento por ella, como me dijo Fran que hiciera. Esto es parte de la ceremonia humana, me han dicho. Zoey juguetea con uno de los nudos en su túnica antes de sentarse. —Gracias. La acomodo antes de retirarme a mi lado de la mesa, sentándome justo frente a ella. Hay un silencio profundo en la habitación y se siente… poco natural. Zoey y yo siempre podido no entiendo por qué notontos, habla. Pienso enhemos un millón dehablar temascon quefacilidad, hablar y así losque descarto, considerándolos poco importantes… o inapropiados. Cuando la veo mirar la comida y bebida frente a ella, decido que es un tema seguro. —Cat se tomó todas las cervezas humanas a bordo, así que temo que solo nos queda licor ooli. Ella arruga la nariz. —No soy fan de la cerveza, ni del licor ooli. ¿Tienes algo de té de noche? El té de noche es una bebida mesakkah, la preferida de los machos que les toca trabajar largos turnos nocturnos. Tiene una dosis de receptores de adenosina suficientemente potente para tirar de bruces a un muchacho mesakkah, y me sorprende ligeramente; y me complace, que le guste una bebida tan simple. —Claro que si —me levanto, llevándome los vasos de licor y colocándolos en el mostrador antes de dirigirme al procesador para hacer dos tazas de té de noche. —¿Te agradan tus acomodaciones? —Están bien. —Podemos cambiar si quieres. Mereces algo mejor que un armario. —No quiero sacarte de tu cama, Sentorr. Está bien —ella se queda callada, y al voltearme, la encuentro mirándome pensativa.
—¿Qué pasa? —le pregunto. —Nada. Tomo las tazas de té y regreso a la mesa, y entonces ambos empezamos a comer. Me siento peor con cada bocado. ¿Dónde está nuestra conversación fácil? ¿Dónde está la Zoey bromista a la que he deseado por tanto tiempo? Siento como la cola se me sacude La deplanta los nervios. Remuevo mis fideos, de pronto sinque apetito, y miroloa mi acompañante. bloquea gran parte de su rostro, por lo me inclino más discretamente que puedo, notando un vistazo de sus rosados labios fruncidos alrededor de un fideo. El pene se me endurece al instante y aparto la mirada antes de perder el control. Kef, eso fue un error. ¿De verdad pensaba que no iba a sentirme atraído por ella solo por ser humana? No puedo dejar de pensar en la suavidad de sus labios y como se sentirían contra mi boca o… contra otras cosas. —Entonces. Alzo la mirada. Zoey revuelve sus fideos, con la mirada baja. —Esto es incómodo. Asiento lentamente. —Admito que soy mejor por la radio que en persona. Ella sonríe, alzando la mirada. —Igual yo. Creo que he estado sola con mis hermanos mucho tiempo. Sigo esperando que me hagas alguna maldad, como despeinarme mientras como porque Adiron siempre lo hace. —Kef, no lo haría. Es de mal gusto. —Ese es el punto —ella sacude ligeramente la cabeza. —Dice que es fácil porque no tengo cuernos —guarda silencio nuevamente, moviendo sus fideos con los palillos. —Lamento no tener cuernos. O cola. —La importancia de los cuernos está exagerada —me escucho decir. Sus mejillas se tornan de un lindo tono rosado al sonreír, y quedo fascinado. — Solo lo dices para hacerme sentir mejor.
—Es cierto —admito. —No creo que exista un canon real de importancia con respecto a los cuernos. Ahora ella se ríe, sacudiendo la cabeza. —¿Y las colas? —Las colas si son definitivamente importantes —bromeo. —Supongo que tendré que pasarlo por alto y no dejar que tu falta de cola me avasalle. Zoey parpadea, y entonces resopla, lanzándome un fideo. —Tú y tu cola se pueden ir a estar muy juntitos a la kef. Me río, devolviéndole su fideo. —Lo haría, pero de seguro querrías venir con nosotros. —Oh, claro que sí —ella se lleva el fideo que le lancé a la boca, meneando las cejas. —De seguro podré tomar notas para mi próxima conquista. —Bah, no habrá ninguna próxima conquista —no sé si coqueteamos o discutimos. Solo sé que es divertido y se siente más como Zoey que ese silencio incómodo. Ella sonríe, tomando un sorbo de su taza de té. —Subestimas mi vastos encantos humanos: ¿a cuantas conoces que sepan navegar una nave pirata, disparar una pistola láser, hablar y escribir en cuatro idiomas distintos y aguantar mierda mesakkah las veinticuatro horas del día, siete días a la semana? —Tres —respondo automáticamente y ella aúlla de la risa, dándole un golpe a la mesa. Yo me río también, complacido por su diversión. Me encanta hacerla reír, adoro el sonido despreocupado y ronco que hace, como si no le importara quién la oye. Zoey menea uno de sus dedos, sonriendo, y toma otro trago de té antes de mirarme especulativamente. —Hay algo que he querido preguntarte. Me tenso, estremeciéndome hasta la punta del pene. Estoy listo para confesarle exactamente como me siento. Como la deseo desnuda debajo de mí, explorando las diferencias de nuestros cuerpos por horas antes de reclamarla r eclamarla para mí. —Continúa. —¿Cómo llegaste a 3N tan rápido? ¿Quemaste todo tu combustible tratando de alcanzarme? Teníamos un buen día de ventaja.
Ah. Ahogo la decepción que siento. —No todo. Solo tres cuartos. Una de sus móviles cejas se alza, en un gesto que encuentro encantador. —Me estás jodiendo. ¿Cómo? —Elegí una ruta alterna —alzo mi taza con una media sonrisa. —¿Puedes adivinar cuál? Los ojos le brillan al escuchar mi reto, y se inclina hacia adelante.
Capítulo 9 Sentorr El hablar con alguien durante tantas horas jamás ha sido tan placentero. El hablar con Zoey por la radio era agradable, claro, pero en persona puedo ver como sus ojos se iluminan con entusiasmo. Puedo ver el brillo travieso en su mirar cuando me cuenta de la vez que escaparon de un carguero szzt de último modelo luego de robarse todo lo que no estaba clavado al suelo. Veo los gestos que hace al contarme cuando Adiron decidió contrabandear una docena de wallats de seis patas sin decirle a Mathiras. Veo la emoción en su rostro al hablar de sus rutas preferidas y las mejores maneras de ahorrar combustible y la manera en que se inclina sobre la mesa al discutir cambios recientes en los mapas estelares, sus pechos rozando el borde de la mesa. El hablar de la nave jamás ha sido tan sexy. Nuestro té se enfría y los fideos quedan sin comer mientras le cuento de mi tiempo en la milicia de Planeta Madre. Como terminé emplazado en un planeta remoto con un pequeño grupo de gente luego de dos años de servicio, encargado de llevar y traer provisiones entre las diferentes estaciones y la colonia principal en la luna adyacente. Fue donde aprendí a pilotar y me acostumbré a la soledad. También allí conocí a Kivian, quien llegó apenas dos meses antes de que nos retiraran por completo. Zoey me cuenta como la rescataron sus hermanos, y algunas de sus misiones más peligrosas, incluyendo una en la que tuvieron que sacar a un senador de un planeta asediado. Casi mueren durante esa misión, y el escucharla me hace admirar más la valentía de la tripulación de la Hermanita… y me hace querer golpear a sus hermanos por arriesgarla de esa manera. Ella eventualmente mira su taza vacía y me dirige una sonrisita tímida. —Espero que los demás no tengan mucha hambre. Estamos acaparando el comedor.
que los demás no tengan mucha hambre. Estamos acaparando el comedor.
Miro la hora. —Se supone que te muestre un video luego de cenar —admito. — Una película humana, como parte de la cita. —¿En tu camarote? —me pregunta ella, iluminándosele el rostro. —No, en la sala de entretenimiento. —Ah —ella se queda pensativa un momento antes de admitir. —Preferiría ver el puente. —¿De verdad? —yo también preferiría ir al puente, pero soportaré una tonta película humana romántica si eso le gusta. Estaré feliz de quedarme sentado a su lado para mirar su rostro. —¡Si! Quiero ver donde trabajas —Zoey se levanta de su silla, agarrándome de la mano y jalándome. —Vamos, dame el paseo. Me quedo embobado por la caricia de sus pequeños y ligeros dedos sobre mi piel. Mi cuerpo responde a ella y me obligo a pensar en cosas desagradables para controlarme. —¿Cómo está tu pierna? —Me duele, pero puedo caminar. Me hará bien —ella vuelve a jalarme de la mano. —No intentes escabullirte. Me río. —Ni lo pensaría. Dejamos el comedor, y me hago una nota mental de venir a recoger luego. En este momento no quiero abandonar la presencia de Zoey ni por un momento. Estoy atraído a ella como un planeta hacia su estrella, atrapado en la gravedad de su radiante luz. Ella camina junto a mí, contemplando la nave con interés, como poniéndole imagen a todo lo que le he contado. Estoy orgulloso de mi nave, a pesar de que es un modelo viejo y tendremos que cambiarla por un modelo nuevo pronto. Nos ha servido bien, por lo que espero que nos dure algo más. Al llegar al puente, a Zoey se le ilumina la mirada. La dejo ir a mi estación, contento solo de mirarla. El Idiota tiene un puente pequeño, comparado con la Hermanita, que aunque también tiene una tripulación de cuatro, cuenta con una zona pasajeros. Pero la Hermanita quema más combustible. Me gusta que el Idiotade pueda ser rápida y eficiente cuando lo necesitamos. La Hermanita es más bien pura fuerza bruta.
Zoey va derecho a mi silla, tocando el borde de está antes de sentarse, mirando mi panel de control con ojos brillantes. —Es exactamente como pensé que sería. —¿De verdad? —¿ha estado imaginándose el lugar donde paso la mayor parte de mi tiempo? Para ser sincero, yo también me la he estado imaginando en el puente, pero mis fantasías no siempre son del todo… inocentes. Varias noches la he imaginado sentada a horcajadas en mi regazo, o con el trasero apoyado en el panel de control mientras froto entre sus piernas. Claro, en varias de mis fantasías ella era mesakkah, pero ahora que he visto su rostro, no me resulta difícil reemplazar esa vieja imagen con la imagen real de mi Zoey. Con su suave cabello marrón, piel de durazno y delicado cuerpo humano. Me pongo duro de solo pensarlo, pero de todas maneras me endurezco apenas oigo su voz. Me acerco a mi estación, disimulando el bulto en mi entrepierna tras uno de los paneles. —¿Qué opinas? —Me encanta —dice ella en voz baja, la mirada perdida por una de las ventanas hacia el espacio. —Pero amo las naves y las estrellas. Me encanta lo abierto del espacio y el millón de oportunidades que ofrece para la libertad, si sabes aprovecharlas —me mira, sonriendo. —Creo que es algo que me quedó de cuando fui cautiva de niña, pero me encanta ser navegadora. Me encanta saber que puedo trazar una ruta y escapar cuando quiera. Que nadie me retiene, solo yo. Asiento, mirando por la ventana y tratando de ver lo que ella ve. —Yo veo deber. Responsabilidad por los que me importan. Mi manera de contribuir —la miro, sin poder evitar querer mirarla nuevamente. —Y demasiado espacio entre nosotros. Ella me mira, sin aliento. Sus labios quedan entreabiertos de la sorpresa. Me sorprende que le sorprenda. ¿Acaso no le he mostrado lo mucho que la deseo? ¿Qué la necesito? Claramente no le he mostrado lo suficiente. La tomo por la cintura de manera lenta y deliberada, mis ojos fijos en los de ella para que sepa exactamente lo que me propongo. Me mira con sus enormes ojos verdes, quedándose quieta. La aprieto contra mí, sus senos contra mi pecho y siento como su cuerpo se amolda al mío. Puedo ver la ansiedad en sus ojos. Me desea tanto como yo a ella.
Con mi otra mano en su nuca me inclino… y más… y más… hasta rozar con gentileza mi boca contra la suya. Las humanas son bajitas, pero no me importa. Finalmente estoy besando a mi Zoey. Mi boca sobre ella, violando cada ley sanitaria de Planeta Madre y todas sus colonias, y no me importa un comino. Sus labios son suaves y me sorprendo de cómo se sienten mientras la rodeo con mis brazos. Siento que he esperado toda una vida para tocarla. Y sé que no es suficiente. Un beso jamás será suficiente. Lo quiero todo. Zoey ahoga un ruidito de sorpresa contra mis labios y entonces me empuja hacia la silla de navegador, sentándoseme a horcajadas encima, como en todas las fantasías sucias que he tenido con ella. Es… inesperado. Pero se siente bien. Tan bien. Jadeo mientras se acomoda sobre mi regazo, sus muslos abiertos contra los míos, y me echa los brazos al cuello. Gruño, luchando por mantener el control del abrazo. Quiero mostrarle cuanto la necesito. Puede estar al mando otra noche, pero hoy es mía. Así que me apodero de su boca, tratando de recordar todo lo que las humanas a bordo del Idiota me han contado sobre besar, porque quiero complacer a mi Zoey. Recuerdo que usan lenguas, y recuerdo haberme sentido asqueado al pensarlo. No lo estoy ahora. Estoy ansioso y hambriento de ella. Recorro el borde de sus labios con mi lengua y la siento estremecerse contra mí, su pequeño cuerpo retorciéndose en mi regazo, y mi pene se endurece imposiblemente. Jamás he deseado tanto a alguien. Ahogo su pequeño sorpresa con mis labios y cuando vuelvo a acariciar los suyos con mi lengua,suspiro ella losde abre para mí. Y ahora soy yo quién suspira y se retuerce. Su lengua lisa se frota contra la mía rugosa, y el vaivén de nuestras lenguas me recuerda mucho al apareamiento. Mi pene se estremece, atrapado bajo la ropa, pero puede esperar mientras exploro la dulce calidez de su boca. No me di cuenta, hasta ahora, del porqué de la fascinación de los humanos con los besos. Me he vuelto adicto a su sabor, a la sensación de su cuerpo contra el mío, a los ruiditos que hace al frotarse contra mí. La aferro por las caderas mientras ella las empuja hacia adelante, contra mi férrea erección.
La he esperado por tanto tiempo. —Mi Zoey —murmuro entre besos, luchando para que mis caricias sean tiernas y no avasallantes. La deseo tanto que me es difícil no ser egoísta y tomar todo lo que ella tiene que ofrecer. —Oh vaya, Sentorr —suspira ella, jadeando ligeramente. Frota su nariz contra la mía, los ojos velados por el deseo. —Eres realmente bueno besando. ¿Has practicado? —Eres la primera a la que he besado —admito, aunque estoy secretamente complacido de que me encuentre satisfactorio. —Igual yo —admite ella. —Jamás he hecho algo así —sus manos se deslizan por el duro muro de mi pecho y se lame los labios, ligeramente hinchados por mis besos. —Eres… realmente grande —entonces baja la mano a mi entrepierna y me acaricia por encima de la ropa. Me tenso por completo, ahogando un gruñido necesitado y le pongo las manos en los hombros. —Espera —la deseo. La deseo más que nada en la vida. Pero sus palabras están haciendo que caiga en cuenta de algo. Conozco a Zoey. Me contó que ha estado diez años en su nave pirata. Ahora que sé que es humana, estoy empezando a entender ciertas cosas. —¿Cuántos años humanos tienes, Zoey? —Cumplo veintiuno en dos meses —me dice y se inclina a mordisquearme el labio inferior con sus dientecitos cuadrados. Casi pierdo el control, porque kef, eso se siente increíble. Parece tan ansiosa como yo, su delgado cuerpo haciéndome desearla apasionadamente. Pero debo ser inteligente. Debo ser cuidadoso. Sus hermanos me la confiaron, y lo más importante es que Zoey confía en mí. No traicionaré esa confianza. Tengo que ir lento y asegurarme que solo perciba mi hambre y no la intensa necesidad de poseerla por completo que siento ahora. —Un momento, Zoey —murmuro cuando ella se inclina a besarme nuevamente. –Quiero asegurarme que lo estés disfrutando. —¿Bromeas? —sus manos ansiosas acarician mis pectorales, rozando mis pezones. —Esto es lo más increíble y maravilloso que he sentido en mi vida. No es suficiente. ¿Tus pezones son así de duros siempre? Sé que los cuerpos de mis
hermanos son ligeramente distintos al mío, pero jamás les he tocado los pezones para enterarme. Quiero tocar los tuyos —me hala el cuello de la camisa. —Calma —le digo, agarrándole las manos antes de que pueda desabrochármela. —No tenemos que aparearnos aquí en el puente —aprieto mis labios contra su muñeca para que mis palabras no suenen tan bruscas. La sigo besando porque su delicada piel me incita a besarla. La lamo, sintiendo su calor contra mi lengua. Ella se estremece de deseo, mirando mis labios contra su piel. —Te deseo, Sentorr. ¿No lo entiendes? Te he deseado tanto tiempo. Estoy cansada de ser paciente. Finalmente estamos juntos. Quiero hacer todas las cosas sucias de las que hemos hablado —su mano regresa a mi entrepierna y me acaricia tan habilidosamente que se me cierra la garganta. —Déjame explorarte. Mi necesidad lucha contra mi sentido común. Quiero tocarla. Dioses, quiero arrancarle esa túnica floreada y enterrar mi pene en su coño hasta que chorree mi semilla y grite de placer. Incluso la imagen mental es tan deliciosa que casi me hace perder el control y me fuerza a cerrar los ojos. Pero entonces recuerdo a quién tengo en mis brazos. A mi Zoey, quien ha permanecido oculta bajo tantas máscaras durante diez años a causa de su humanidad. Es fresca, joven e inocente. No puedo abusar de eso. Vuelvo a besarla, ligera y juguetonamente. Cuando la escucho soltar un quejido, me aparto y le acaricio la mejilla. —Mi Zoey. Tenemos todo el tiempo del mundo para conocernos. Seamos pacientes por un par de días más. —No tengo mucha paciencia —me dice ella, haciendo un mohín que la hace ver tan linda que no puedo evitar tomarla en brazos y besarla otra vez. Al parecer yo tampoco tengo mucha paciencia.
Capítulo 1 Zoey Cuando Sentorr me envía de vuelta a mi camarote un rato después con un beso y la promesa de vernos en la mañana, me queda claro que mi hermoso y sensual papacito navegador mesakkah está siendo honorable y tratando de ir lento. A la kef con eso. Voy a tener que tomar esto en mis propias manos. Yazco en mi cama, con la mano en mi coño estremecido. ¿Masturbarme esta noche? No será suficiente. La masturbación es genial, no me malinterpreten. Pero lo de verdad está a unas puertas de distancia y quiero tocarlo; y que me toque, tanto que siento inflamados lugares que no sabía que podían inflamarse de pasión. Deslizo mis dedos por mi carne enardecida y me encuentro tan increíblemente húmeda y caliente que me sorprendo. Jamás he estado tan excitada de lo que estoy ahora por unos cuantos besos robados con Sentorr. Parte de mi adora que sea tan honorable. Parte de mi quiere presentarse en su puerta, desnuda, y obligarlo a lamerme. No creo que tenga que obligarlo… y creo que lamerá bastante. Y quiero hacerle lo mismo a él; usar mi boca en sus partes más íntimas hasta que acabe. Eso… eso es ir lento, ¿no? No habrá nada de penetración, así que supongo que es lento de cierta manera. Gimo, mi mano entre mis piernas mientras sopeso mis opciones. Podemos ir lento, claro. También podemos lentamente perder la cabeza honrando los deseos de mis hermanos de que tener un real yestoy sincero Excepto que mis hermanos no parecen entender finalmente aquícortejo. con Sentorr. ¿Cortejo? ¿Qué creen que hemos estado haciendo por radio todos estos meses? ¿Jugar a las preguntas? Por
favor. Ya hemos tenido un cortejo sumamente lento; y ahora lo tengo en vivo, más sexy y real que nunca. Quiero agarrarlo con ambas manos y lamerlo de pies a cabeza. Es muy dulce de parte de mis hermanos el pensar en mi bienestar, pero no saben lo tortuoso que ha sido estos últimos meses, el estar tan enamorada y deseosa de alguien a quien crees no poder tener. ¿Ahora qué sé que puedo tenerlo? No quiero esperar más. Me siento en la cama, determinada. No quiero estar sola esta noche. No estoy asustada, o nerviosa o tímida; estoy excitada y quiero que el hombre que amo me toque donde quiero. Me pongo de pie y tomo la túnica floreada. Los nudos se deshicieron y me la echo por encima de los hombros sin molestarme en amarrarla. Tomo mi pistola, porque estoy en una nave llena de extraños, aunque confíe en Sentorr y entonces abro la puerta, asomándome al pasillo. Está desierto. Bien. Salgo de puntillas de mi camarote y me dirijo al de Sentorr. El pasillo está en silencio, con solo el zumbido bajo de los filtros de dióxido de carbono para hacerme compañía. Llego a la puerta de Sentorr y vacilo. ¿Me enviará de vuelta a mi camarote? ¿Me protegerá como lo han hecho mis hermanos hasta ahora? Miro la pistola en mis manos y sonrío. No si estoy armada. Puede que ponerle una pistola en la cabeza a mi enamorado y demandar que me bese sea algo extremo, pero ¿qué pierdo con intentar? Solo se lastimaría mi ego de salir mal las cosas, supongo. Saco el cartucho de munición de la pistola y me lo guardo en el bolsillo, ya que no hay peligro. Entonces llamo a la puerta. Antes de que tenga tiempo de ponerme nerviosa, la puerta se abre. Sentorr aparece, sin camisa y su cabello normalmente peinado con perfección militar esta hecho un desastre despeinado entre sus cuernos. Parece sorprendido de verme, mirándome con ojos entrecerrados. —¿Zoey? ¿Qué sucede? Decido coger este momento por los cuernos. —Patrulla Vaginal. Él parpadea. —¿Qué?
Lo apunto. —Patrulla Vaginal —repito. —Recibimos rumores de una vagina insatisfecha y vinimos a investigar. El labio de Sentorr se estremece. —¿De verdad? —Ciertamente. Si es tan amable de apartarse de la puerta —sacudo la pistola, indicándole que se quite para dejarme pasar. Cuando vacila, aprieto el cañón de mi pistola hijo. contra su piel. —No me fuerces a tomar este asunto en mis propias manos, Quiero que me sonría, pero él solo se aparta con seriedad para dejarme entrar. Espero que no esté molesto conmigo o arrepentido de dejarme entrar para empujar las cosas adelante. Entro al camarote, y me toma por sorpresa lo espartano de la decoración. La cama está hecha, con unas cuantas arrugas que me dejan claro que estaba acostado sobre ella. Las paredes están vacías, solo una pequeña placa felicitándolo por su servicio militar sobre la mesa de noche. La puerta de su armario está cerrada, al igual que la del lavabo adyacente, y el camarote está reluciente, vacío y solitario. Me entristece y se me olvida mi juego. Hasta que él me agarra por las muñecas y me quita la pistola de la mano. —¿Qué diantres haces aquí tan tarde, Zoey? —no parece divertido por mis inventos. Me vuelvo a verlo, con las manos en jarra. —Quería verte. Quería besarte. Diablos, quería dormir a tu lado. ¿Es un crimen? —Deberías estar en tu habitación. —¿Para qué mis hermanos estén tranquilos sabiendo que bloquearon a su hermanita incluso sin estar en la misma nave? ¿Y qué hay de lo que yo quiero? —le hinco un dedo en el pecho. —Quizás quiero tocarte. Quizás quiero más que unos besos robados. Quizás he esperado demasiado para verte y no puedo quedarme del otro lado del pasillo, mirando al techo mientras… Las palabras se me quedan en la garganta cuando él lanza mi pistola vacía en la cama y me agarra el rostro con ambas manos para besarme. Sus labios tocan los míos antes de que me dé tiempo de pensar y el suelo parece moverse bajo mis pies. Me aferro a él, perdiéndome en la sensación de su cálida, húmeda y rugosa lengua. Él también lo ha estado esperando. Hay un hambre tan fiera en sus besos, en sus caricias, que me hacen enrollar los dedos de los pies.
—Zoey —me susurra entre besos, su aliento cálido y maravilloso en mi rostro. — Que quiera honrar la petición de tus hermanos no quiere decir que no te desee. —¿Y mis peticiones? —le respondo, mordisqueándole el labio inferior. Sus cuernos están fuera de mi alcance, pero vaya que deseo agarrarlos. —Quizás debería dejar que te juntaras más bien con Kaspar o Adiron. Él gruñe y vuelve a besarme, los besos tornándose más cálidos y fieros. Me pierdo en la sensación de sus labios explorando los míos, su lengua arrastrándose por los confines de mi boca, sus manos sobre mi cuerpo. Me acaricia las mejillas un momento antes de bajar hacia mi trasero, aferrando mis nalgas con fuerza. —Traté de ser honorable —me dice. —Pero a la kef con eso. Un estremecimiento emocionado me recorre al escuchar su tono. —No quiero honor. Quiero tocarte. Sentorr vuelve a apretarme las nalgas y entonces me alza en vilo. Automáticamente lo rodeo con mis piernas, aferrándome a él mientras devora mi boca nuevamente y el aliento se me hace un nudo en la garganta cuando su cola rodea mi tobillo para anclarme contra él. Sus labios se pegan incesantemente a los míos, dándome besos que me dejan distraída y sin aliento. Y tan buenos. Dios, besa tan bien. He soñado con cómo sería besar a Sentorr, pero jamás imaginé que me haría sentir tan… perdida y anclada a la vez. Como si lo único que evitara que diera vueltas como un planeta fuesen sus brazos. Su boca hambrienta sobre la mía me distrae, y no caigo en cuenta de que nos acercamos la camaSuelto hasta un quequejido siento de el colchón tras mi espalda y él separa apoya en sus codos para aalzarse. protesta, alzando los brazos agarrarlo porque no estoy lista para dejar de besarlo. Puede que jamás lo esté. Sentorr me mira, estudiando mi rostro. —Patrulla Vaginal, ¿eh? Me sonrojo, sintiéndome expuesta; y también algo tonta. —Era un chiste. —¿De veras? Porque detestaría que tu vagina estuviese insatisfecha estando yo tan cerca —él baja la cabeza, mordisqueándome gentilmente el mentón antes de frotar la boca contra mi cuello. Su cuerno me pasa cerca del rostro y lo acaricio con un suspiro. Está cubierto de metal, así que no puede sentirme, pero me gusta tocarlo. Quiero aprendérmelo con
las manos. —He deseado esto tanto tiempo —le admito.
—¿Aparearte? —pregunta él, delineando con la boca mi clavícula. —Tocarte —corrijo. —Realmente no pensé mucho en el apareamiento antes de conocerte. Entonces me hizo desear lo que no podía tener. Sentorr gruñe por lo bajo, apretando el rostro contra mi cuello. —¿Jamás te has tocado? —Todo el tiempo —admito. —Pero creía que eso era todo lo que tendría. Ahora se siente como… —me interrumpo porque no lo quiero decir en voz baja. Masturbarme no volverá a ser lo mismo, no después de besarlo. Tengo la sospecha de que jamás volverá a ser lo mismo. —¿Cómo? —Nada. Él alza la cabeza para mirarme. —No me hagas sacarte tus secretos. Ooooh. —¿Y qué harás al respecto? —Todo. Cualquier cosa —me acaricia ligeramente la clavícula, rozando la piel que acaba de besar. Luego va más abajo y caigo en cuenta de que mi túnica floral ahora apenas me tapa los pechos. Ahogo un suspiro, preguntándome si él se dio cuenta de lo mismo. —Satisfacer tu vagina. No quiero que la patrulla me lleve. Gimo, porque al escuchar esas palabras siento un latido entre mis piernas. Me doy cuenta que sigo rodeándole las caderas y le clavo los talones en las nalgas, tratando de arrastrarlo contra mí. Quiero sentir su pene contra mí. Pero Sentorr ignora mi presión y su cola suelta mi tobillo. Se alza, apartando la túnica floral para descubrir uno de mis pechos. Aguanto la respiración mientras él mira mi piel desnuda. Nadie me ha visto desnuda jamás, no desde que me crecieron los pechos y pasé de ser una chiquilla plana a una mujer de busto generoso. Sé que son más grandes de lo que deberían. Incluso las otras humanas de a bordo no parecen ser tan grandes en ese departamento y me pregunto si eso le dará asco. Las mujeres mesakkah son delgadas, elegantes y de músculos definidos, con pechos muy poco prominentes a menos amamantando permanenteme permanentemente nte que a unosestén trillizosamamantando. hambrientos. Yo parezco estar
Él continúa mirándome, sin decir nada y yo me muerdo el labio mientras trato de no moverme para que nada se sacuda. Los pezones se me endurecen a cada segundo. —Lo siento —digo finalmente. —Son grandes, lo sé. —Guarda silencio —me dice él. —¿Qué? Me mira y sé que está enfadado. —Ibas a disculparte por tu cuerpo. Deja de hablar si es eso lo único que tienes que decir. —Bueno, es que sé que no me parezco a una hembra mesakkah —comienzo, solo para callarme cuando él me fulmina con la mirada. —¿Crees que quiero a una hembra mesakkah? ¿Todavía? ¿Luego de todo lo que pasamos? —Sentorr sacude la cabeza. —Te quiero a ti. Quiero tu suave piel humana, tu cabello marrón, tus enormes pechos y tu pequeño cuerpo —acaricia mi pezón con un nudillo, y se pone más duro aún. —Te encuentro perfecta. Y me encantan tus enormes pechos. —Que bien —le respondo débilmente. —Porque no irán a ninguna parte. Él vuelve a mirarme elocuentemente. —Ya me callo. —Correcto. Ahora déjame apreciarte sin interrupción —él baja la cabeza, pero antes de tocar mi piel con sus labios, se detiene. —Considéralo patrullaje de pechos. ¿Eso… fue un chiste? Me sorprende y divierte tanto que quiero bromearle más, pero cuando sus labios se cierran alrededor de mi pezón todo pensamiento lógico abandona mi cerebro. Me quedo muy quieta, apretando la manta entre mis dedos mientras él me explora los pechos con la boca. Su boca, suave pero firme, se mueve sobre la curvatura redondeada de mis pechos, y por el valle que las divide antes de regresar al sensible pezón rosado. Cuando lo roza, me aferro a sus cuernos con un chillido. —¡Sentorr! —Hermosa —murmura él, frotando el rostro contra ellos antes de volverlos a tomar entre sus labios.
Me vuelvo un desastre gimoteador y derretido entre sus brazos mientras sigue volcando sus atenciones sobre mí. Estoy tan excitada que mis pezones se sienten como si estuvieran hechos de diamante, y el pulso me retumba entre las piernas. — Por favor —susurro, y no estoy enteramente segura de por qué suplico exactamente. Solo quiero más de esto… y de alguna manera no es suficiente. Cuando él alza la cabeza, mis caderas se sacuden involuntariamente y él vuelve a dar un último beso abierto y húmedo a un duro pico antes de dirigirse más abajo. —La patrulla de pechos encuentra todo en orden —dice él en voz baja, lamiendo mi ombligo. —Es momento de cumplir con los requerimientos de la Patrulla Vaginal. Es la cosa más extraña; y erótica, que he escuchado en mi vida. Sentorr está jugando mi pequeña broma sexual en esa manera rígida suya y me encanta. Me retuerzo ligeramente en la cama mientras él se desliza hacia abajo, mi túnica abierta ahora solo cubriendo mis brazos. Estoy completamente expuesta y no puedo evitar un aguijonazo de ansiedad al verlo bajar. ¿Acaso mi cuerpo calza con lo que él anticipó? Sé que los humanos tienen pelo entre las piernas y los mesakkah no. Aprendí de los videos porno humanos que es normal, pero aún recuerdo la impresión y vergüenza que sentí cuando me empezaron a crecer pelo en lugares raros y los pechos, entendiendo por fin que no era mesakkah realmente. Es difícil no recordarlo cuando él se echa una de mis piernas sobre sus hombros y mira larga y atentamente mi vagina. No puedo soportarlo. —Di algo. Él me dirige una mirada candente. —Mía —dice con voz ronca y coloca su boca sobre mí. Ahogo un grito, porque el tener su rostro entre mis piernas es sorprendente. Me quedo completamente quieta, dejándolo que me explore con largos y apretados lametones. Un gruñido ronco se le escapa, sorprendiéndome con lo necesitado que se escucha. —Estás tan mojada, Zoey. —¿De veras? —santo Dios, ¿quién es esa criaturilla sin aliento que le respondió? No suena como yo. Su voz es demasiado dulce y leve. —Me cubriste la cara con tu miel —me dice, y el solo escucharlo me hace temblar de ansiedad. Arqueo las caderas y me congelo, preguntándome si debería
hacerlo. Pero él solo suelta un ruidito placentero antes de regresar el rostro a mi entrepierna. Y, santo Dios, su lengua está en todas partes, lamiendo y acariciando. Puedo escuchar lo húmeda que estoy cada vez que oigo sus lametones y me resulta extrañamente obsceno y sensual a la vez. Me muerdo un nudillo para ahogar los ruiditos que se me escapan, porque me lame por todas partes y es demasiado pero no lo suficiente a la vez. Evita mi clítoris, y vagamente recuerdo que las hembras mesakkah no tienen uno, ya que sus coños son ultra-sensibles por dentro. Pero me parece una lástima interrumpirlo con direcciones cuando hace tan buen trabajo. Y vaya que es bueno. Adoro la sensación de sus labios y lengua sobre mí, su mejilla contra mi muslo. Solo que no lograré acabar con ello. Y esta será mi primera vez. Creo que eso es normal. Leí en alguna parte que no todos acaban la primera vez. Él le da un último lametón a mi vagina y separa mis labios inferiores con los dedos. —Ahora lo veo —murmura. Eso hace que me alce sobre los codos. —¿Ver qué? Sentorr me dirige una mirada ardiente y juro que me mojo más de solo tener sus ojos sobre mí. —Vi un video de apareamiento humano más temprano para saber cómo tocarte. —¿De verdad? —qué escandaloso. —Travieso. —Quería aprender cómo funciona tu cuerpo para darte placer —me dice y uno de sus gruesos dedos azules traza círculos alrededor de mi clítoris. —Y me alegra haberlo hecho, porque fue allí que me enteré de esto. Pero el del video tenía una perforación. Es más difícil de encontrar sin una argollita plateada. Me dejo caer sobre la cama con un grito ahogado. La ligera caricia me hizo sentir como si una corriente eléctrica me recorriera la espalda. Santo cielo, me he tocado el clítoris cientos de veces y jamás se ha sentido tan intenso como esa simple caricia. —Ah, parece que mi investigación ha dado fruto —murmura Sentorr en su sensual voz. —Encontré ese lugar que te hará perder el control, ¿verdad?
Arqueo la espalda, jadeante. Me encanta hablar sucio… pero también siento la irrefrenable necesidad de agarrarlo por los cuernos y forzarlo a lamerme hasta que acabe. —Sentorr —le suplico sin vergüenza alguna. —Necesito más. —¿Más caricias? —su dedo rodea mi clítoris nuevamente, casi haciéndome caer de la cama. Si mis caderas no estuviesen a milímetros de su cara, ya me habría caído. —¿O más de mi boca? —y entonces se inclina sobre mí, su aliento rozándome los muslos. —Si, por favor —logro contestar. Él se ríe, y el sonido es tan sexy que me hace estremecer por completo. —Mi hermosa Zoey —murmura. —Me tomaré mi tiempo. No quiero que la Patrulla Vaginal me ponga una citación. Estoy a punto de señalar que la Patrulla Vaginal es algo tonto que inventé y que no ponemos citaciones, pero entonces él frota el costado de mi clítoris con un dedo y quedo sin habla. Me aferro a sus cuernos mientras él me acaricia una y otra vez, aprendiéndose mi cuerpo y describiéndome todo con gran detalle. Cómo bailan sus dedos por mi carne enfebrecida, o como frota mi clítoris con la yema de los dedos. Cómo me meterá un dedo en el coño para abrirme y que me quepa su pene. Cómo lamerá cada uno de mis pliegues y beberá mi excitación. Me lo cuenta todo con lujo de detalles, de manera que cuando baja la cabeza y pone su boca en mi clítoris en lugar de solo sus dedos, estoy tan preparada que grito, el orgasmo explotando a través de mí con la fuerza de una supernova. Todos los músculos de mi cuerpo se tensan y estremecen, como acometidos por una ola. Se siente tan bien que sigo moviéndome al ritmo de la boca de Sentorr, solo para darme cuenta que él no me dejará descansar luego del orgasmo. Que seguirá estimulándome hasta volverme a hacer acabar. —Sentorr —digo con un grito ahogado, jalándole los cuernos. Necesito un respiro. —Todavía no —me gruñe él, con las manos aferradas a mis muslos, dándome largas lamidas con su lengua rugosa. —No he tenido suficiente de ti. Quiero pedirle que se detenga, que me deje descansar un minuto, pero él vuelve a chuparme y se me olvida por completo todo lo demás. Dios, cómo deseo esto y su boca. Aprieto los talones contra su espalda y me aferro a sus cuernos, apretándome
contra su boca mientras un segundo orgasmo empieza a estremecerme por dentro. Si el primero resultó rápido y duro, este es largo y tortuoso, tanto que me encuentro llorando de placer. Me dejo caer sobre la cama, mirando al techo, preguntándome jadeante si está girando girando o soy yo. La vagina me late y suspiro contenta cuando él me besa el muslo. Me siento… increíble. Tan bien. El vacío en mi interior no está completamente saciado, pero ha sido acallado por el placer que recorre mis venas. Le acaricio el cabello, estremeciéndome de risa mientras él me hace cosquillas con los labios por todos lados. —Eso fue increíble. —¿Te complací, entonces? —cuando asiento, él me mordisquea la cadera con sus colmillos. —Bien. Odiaría saber que la Patrulla Vaginal se marcha insatisfecha. Le acaricio la mejilla. —No eres muy bueno en esto de los juegos de “patrullas”, ¿verdad? Él se ríe, su aliento haciéndome cosquillas. —Soy mejor en otras cosas. Suspiro, porque tiene razón. —Eres un hombre de acción. Sentorr continúa besando mis muslos y vientre, como si le contentara estar allí todo el día. —Dime cuanto tiempo necesitas. —¿Para qué? —mi mente sobrecargada de placer no lo entiende. —Para volver a acabar —me responde con los ojos cargados de excitación. Caigo en cuenta de que me he vuelto una pila de felicidad derretida y que él no ha podido acabar. Y tampoco he podido explorarlo como él a mí. —Necesito un poco más de tiempo —admito, palmeando las mantas a mi lado. —¿Por qué no vienes aquí y me dejas tocarte un rato? Sentorr gruñe y aprieta el rostro contra mi muslo. —No creo que sea buena idea. —¿Por qué no? —Porque puede que sea demasiado. Incluso ahora te necesito tanto que… — aprieta los dientes y sacude la cabeza.
¿Qué está al borde? —Tenemos toda la noche —lo tiento, acariciando la manta seductoramente. —Y quiero memorizarme tu cuerpo. Si acabas en mis manos, que así sea. Yo acabo de correrme en toda tu cara, y no te importó. Sus dientes arañan mis muslos otra vez, haciéndome estremecer. —Puedes acabar en mi cara todas las veces que quieras y seguiré deseando más, Zoey. —Exacto. Así que ven y déjame acariciarte un rato —acaricio la manta con la yema de los dedos. —Es algo que he estado deseando un buen rato. Al ponerlo como si me estuviera haciendo un favor, parece que lo convenzo. A regañadientes, abandona su lugar entre mis muslos y se acomoda a mi lado, y entonces me toma en sus brazos, acurrucándome contra su pecho. Me sorprende lo devoto que es a mi placer, y eso me enamora un poco más. ¿Cómo corrí con tanta suerte? Aprieto una mano contra su pecho y siento su corazón acelerado. Está cubierto de armadura natural, como todos los mesakkah, la gruesa capa extrañamente sexy bajo mis dedos. Trazo una de las placas con mis dedos antes de llegar a un rígido pezón. Cuando Sentorr ahoga un grito y se queda muy quieto, me aparto de él, sentándome sobre mis rodillas de cara a él. —Échate para atrás para que pueda tocarte. Suspira, el deseo evidente en su mirada. —Si estás segura. —No me hagas llamar a la Patrulla del pene —bromeo, moviendo mi mano al borde de su pantalón. Es muy suave, como para dormir, y su pene estira la tela del frente. —Quiero tocarte y darte el mismo placer que me brindaste, ¿es algo malo? —No quiero que te sientas obligada por… Resoplo. —Luego de todas las conversaciones sucias que hemos tenido, ¿realmente crees que esto es obligación? —trazo con mis dedos la silueta de su pene bajo la tela, pues parece más grande de lo que imaginé. —Te toco porque lo he estado soñando desde hace tiempo. La mandíbula de Sentorr se tensa, como si estuviera luchando consigo mismo. Nuestras miradas se encuentran, y entonces él asiente y se echa para atrás hasta apoyarse contra la pared con las piernas extendidas. No es lo que tenía en mente,
pero cuando me acaricia el rostro entiendo que quiere verme mientras lo exploro.
Me gusta. Decido empezar con un beso porque me he hecho adicta a besarlo. Le acaricio la mejilla para guiar sus labios a los míos. Sabe caliente y a algo más, y me doy cuenta que pruebo mi propia excitación en sus labios. Gimo contra su boca, especialmente cuando me agarra por la nuca, apretándome contra él para explorar mi boca de tal manera que el malestar dentro de mí se hace más pronunciado. Mientras me besa, me acomodo a horcajadas sobre él, como en la silla del puente. Excepto que ahora estoy prácticamente desnuda, y al quitarme la túnica de los hombros quedo al descubierto, sentada sobre él con solo una sonrisa. Su pene se aprieta contra mi vagina y siento ansias de frotarme contra su ardiente longitud. Quiero eso más que nada pero vacilo. Él es mesakkah. Son fanáticos de la higiene. —Eh, deberíamos buscar algo de plas… —No —dice él, apretándome contra sí, hasta que mis pechos se aprietan contra su calor y su boca está en la mía nuevamente. Gimo contra su boca, echándole los brazos al cuello mientras él baja la mano para desabrocharse el pantalón. En un segundo se los quita, lanzándolos a un lado, y queda completamente desnudo debajo de mí. Las manos de Sentorr se deslizan a mis nalgas y me jala contra él, acomodándome sobre su pene. —Quiero sentirte por completo. Y entonces empuja las caderas hacia adelante. Ahogo otro gemido porque la dura extensión entre sus piernas se empuja por entre los pliegues de mi vagina, rozando mi extremadamente sensible clítoris. Caigo en cuenta queincreíblemente podríamos acabar así. Si él acaba, yo élnoy tardaré hacerlo. Yade estoy excitada estando sobre viendo lademasiado lujuria en en su mirada. Me encanta saber que le hago esto. Es el macho más sexy que he visto y el hecho de estar aquí así con él me hace sentir la chica más afortunada del universo. —Bésame —me pide Sentorr y quiero protestar que soy yo la que está al mando, que es mi turno de explorarlo, pero estoy fascinada por la expresión posesiva en su rostro y la sensación de su pene entre mis piernas. Y también quiero besarlo. Me inclino y su boca me reclama, su mano enredándose en mi cabello. La otra baja a mis nalgas, arrastrándome hacia adelante hasta que lo siento acomodar su erección de modo que se arrastre entre mis pliegues.
Ahogo un suspiro porque puedo sentirlo por completo.
Es imposiblemente enorme, y puedo sentir su espuela entre nosotros, pero estoy demasiado distraída para seguir con mi exploración. Me pierdo en sus besos, en la fricción de sus pezones al frotarse contra mis pechos. Él me arrastra contra él, y su erección se desliza entre mis piernas, la cabeza rozando mi clítoris, las rugosidades a sus costados haciéndome ver estrellas con los ojos cerrados. —No creo que esto haya sido una buena idea —le advierto temblorosa temblorosa.. —Es la mejor idea —me dice, mordisqueándome el labio inferior con sus sensuales colmillos. —¿Vas a acabar otra vez, verdad? —cuando asiento temblorosamente, suelta un siseo. —Adoro lo sensible que eres. Eres perfecta, Zoey. Mi perfecta y dulce compañera. Suelto un quejido cuando vuelve a besarme. Vuelve a rozarse entre la cuna de mis muslos, su erección volviéndome loca con cada toque. —No te reclamaré esta noche —me murmura entre besos. —¿No? —ahogo un grito cuando vuelve a empujarse contra mí. Oh, Dios, esos recrecimientos rugosos a los lados de su erección son tan injustos. —No. Esperaré a que te mudes conmigo, a que estemos propiamente casados — y vuelve a rozarse contra mí. Clavo mis uñas contra la armadura de sus hombros, casi sin prestar atención a lo que dice. Sus caderas y las caricias de su pene embadurnado de mi esencia son demasiado. Dice algo de mudarme con él. —Será difícil navegar la nave de mis hermanos si estoy aquí contigo —le digo, perdida en su vaivén. —Qué naveguen su propia nave —me dice, agarrando uno de mis pezones. — Eres mi pareja, Zoey. Pero… espera. —Espera, espera —suspiro, aún mareada de pasión, pero algo no parece estar bien. —¿Quieres que deje a mis hermanos? ¿Qué abandone mi puesto en la Hermanita? Sentorr vuelve a besarme, un beso que me hace encogerme de placer y que arranca una canción de mis músculos tensos. Entre besos, me dice. —Te amo, Zoey. Quiero que estés aquí conmigo. Te haré feliz.
Oh. ¿Pasar mis días con él en el puente y mis noches en su cama? El pensamiento crece placenteramente en mi pecho… y entonces se desinfla. —No puedo. —¿Cómo que no puedes? —los ojos de Sentorr, llenos de lujuria hace unos segundos, se entrecierran desconfiados. —Eres mi pareja y yo soy tuyo. Perteneces a mi lado. Yo… jamás pensé en nada más allá de mi próximo coqueteo con Sentorr. No creí conocerlo, así que quizás sea por eso que estoy tan sorprendida; y enferma, al caer en cuenta de lo que significa estar enamorada de él. Quiere que esté con él. Y yo quiero estar con él. Pero les debo mi vida a Mathiras, Kaspar y Adiron. Me acogieron, me cuidaron y criaron de la mejor manera que pueden hacerlo tres piratas mesakkah adultos a una chiquilla humana. Pudieron haberme vendido para sacar algo de dinero fácil, pero en lugar de ello me educaron, entrenándome para navegar su nave y me han protegido desde entonces. No puedo abandonarlos, sin importar lo mucho que quiera a Sentorr. —Puedes unirte a nosotros —le digo. —Podemos navegar juntos. Él sacude la cabeza, inclinándose para besarme nuevamente. —Me necesitan a bordo del Idiota. Los demás no están entrenados para navegar. No conocen la tarea tan bien como yo. Bueno, Kivian sí, pero creo que Fran está preñada. Necesitarán más tiempo juntos, no menos. No puedo marcharme. Me aparto antes de que sus labios me toquen. —Te necesitan aquí. Mis hermanos también me necesitan. —Yo te necesito —me dice Sentorr, tomando mi rostro entre sus manos. —Zoey, te amo. Pero para amarlo, tengo que renunciar a mi familia y a mi nave. Horrorizada, me aparto a toda prisa de él. —No puedo darte lo que quieres. Lo lamento —me deslizo fuera de su regazo, tomando mi túnica del suelo y dirigiéndome a toda velocidad a mi camarote. Es sorprendente que lo logre tan rápido, pero el pánico hace maravillas con respecto a la velocidad.
Cuando la puerta se cierra detrás de mí, me dejo caer en el suelo y me echo a llorar. Nunca pensé en qué significaría para mis hermanos que yo me enamorara. No puedo ser ingrata y dejarlos sin navegador. No puedo. Les debo mi vida. Les debo más de lo que nadie imagina, y siempre estaré en deuda con ellos. No puedo sacrificar la felicidad de tres hombres que han sido maravillosos conmigo solo porque le he entregado mi corazón a un antiguo soldado demasiado bien educado que me ama a pesar de que sea humana. Entierro la cara entre mis manos y sigo llorando.
Capítulo 11 Sentorr Zoey me evita toda la mañana. No está en el comedor cuando me dirijo a desayunar y cuando toco a la puerta de su camarote, no contesta. Eventualmente me voy al puente para perderme en mapas de navegación y en dirigir el curso del Idiota, pero incluso eso se siente distinto hoy. Ella es una parte tan grande de mi tiempo en el puente que siento que algo me falta. Me es imposible concentrarme, y el paso lento del tiempo me hace irritable. Le gruño a todos los que vienen a hablarme, y aunque se supone que es el turno de Alyvos de vigilar el puente, lo mando de vuelta a su camarote a pasar tiempo con Iris. Si no puedo hablar con Zoey, no quiero compañía. Quiero regodearme en mi mal humor. Así que reviso mis mapas, haciendo correcciones menores al curso para darme algo que hacer que no sea pensar en sus manos alrededor de mi pene, la humedad entre sus piernas y los ruiditos suspirantes que hace al acabar, el pesado bambolear de sus pechos, la expresión en su rostro al acabar. La manera en que se sintió. Su sabor. La quiero en mi vida. Quiero que todas mis noches sean como la anterior, con Zoey en mis brazos, su piel contra la mía. No la dejaré marchar, decido. Solo necesito formular un plan para mantenerla conmigo, de convencerla que la necesito más que sus hermanos. Estoy tan ocupado concentrándome en hacer y descartar distintos planes para Idiota que no la noto cuando entra hasta que se hacer que Zoey quede en detiene junto a miseestación. Meelvolteo, sorprendido y complacido de verla. —Zoey.
Mi pareja se lanza a mis brazos y me besa, tan impulsiva y dulce como siempre. Ahogo un gruñido, contestando al beso hambriento con uno propio. Nuestras bocas se funden en un gozoso momento y entonces ella se aparta, jadeante, descansando su frente lisa contra la mía rugosa. —He tomado una decisión —murmura. —¿Cuál? —trato de contener la emoción en mi voz. Ha caído en cuenta, supongo. Se dio cuenta que pertenecemos el uno al otro. Sus dedos se aferran al cuello de mi camisa, acercándome a ella. —Buscamos a alguien que se encargue del puente por un rato y nos vamos a tu camarote. Follamos como locos por los próximos días y pasamos la mayor parte del tiempo juntos hasta que regresen mis hermanos. Entonces, en unos meses, cuando ambos tengamos tiempo libre, nos volvemos a encontrar y repetimos —y entonces me sonríe. Me aparto, frunciendo el gesto. —¿Estarías dispuesta a pasar meses separados? —No lo haría de buen grado, pero es el mejor compromiso. —Eres mi pareja. Soy tuyo. No quiero un compromiso así —tomo su mano entre las mías. —Te quiero a mi lado. —Yo también quiero eso, Sentorr, pero no puedo abandonar a mis mis hermanos — sus ojos me suplican que la entienda. —Así que me abandonarás. —¡No! —Zoey —tomo su frágil y hermoso rostro en mi mano. —Te quiero. Te quiero todo el tiempo. Te amo. Me destruiría tenerte solo un rato y saber que estás en los confines del universo y que no te veré por meses. O años. Sabes tan bien como yo que nuestras naves tienen cursos opuestos la mayoría del tiempo. No puedo reclamarte como mía y luego verte marchar. Es algo que no puedo hacer. —Sentorr, por favor —sus ojos se llenan de lágrimas. —Toma lo que puedo darte. —Te quiero toda —le digo simplemente. —Si no puedo tenerlo, entonces
esperaré hasta poder.
***
Zoey Los siguientes tres días son los más largos de mi vida. Es obvio para todos en la nave que algo salió mal entre Sentorr y yo. Las citas divertidas que se supone que deberíamos tener son canceladas. Él pasa todo su tiempo en el puente, mirando sus monitores mientras la nave viaja por carriles automáticos. Claramente no presta atención, pero tampoco pasa tiempo conmigo. Dice que es mejor no encariñarnos demasiado. El problema es que ya me encariñé. Siento que el corazón se me parte todos los días. Lo veo en el puente, distante y triste, y quiero besarlo y tomarlo entre mis brazos. Pero él no me deja. Me mira, expectante, y cuando niego con la cabeza la luz en su mirada muere y se voltea nuevamente a sus monitores. Los otros están al tanto, eso creo, de que pasó algo entre nosotros. Fran, Cat e Iris hacen lo mejor que pueden para ser buenas anfitrionas, hablando sobre la Tierra y compartiendo sus golosinas de contrabando como si yo recordara algunas. Ha pasado tanto tiempo que mis gustos son más mesakkah que humanos… pero aprecio el esfuerzo. Incluso los hombres de la tripulación son amables, aunque Alyvos me mira ceñudo, a pesar de los regaños discretos de Iris. Es obvio que cree que juego con los sentimientos de Sentorr. Quizás lo hacía. Quizás aún lo hago. Lo que pasa es que nunca pensé más allá, en lo que pasaría si de verdad nos enamorábamos. Sé que podría ser feliz con él. Me gusta la tripulación del Idiota. Es imposible no quererlos; ni siquiera me molesta el gesto adusto de Alyvos, porque
solo defiende a su amigo Sentorr, y yo amo a Sentorr.
Pero mis hermanos me necesitan. Kaspar no vale como navegador y quemaría una fortuna en combustible, porque no piensa con cuidado sus rutas. Adiron simplemente no piensa. Mathiras piensa demasiado. Me necesitan para hacer un balance. Yo soy quien le dice a Kaspar que se calme. Es conmigo con quien Adiron bromea y a quien saca de quicio porque Mathiras lo mataría si llena de pegamento sus botas otra vez. Y es conmigo que Mathiras conversa de noche cuando la preocupación no lo deja dormir. Mis hermanos son tres extremos y necesitan una presencia moderadora en la nave. Alguien que sea bueno navegando y contando el dinero, que controle a Kaspar cuando le de uno de sus arranques temerarios. Que soporte de buen humor las bromas de Adiron, sus chistes malos y falta de ambición. Alguien que ayude a Mathiras a soportar el peso de manejar una tripulación pirata exitosa, porque sus otros dos hermanos son terriblemente irresponsables. Ellos me salvaron hace diez años. Yo los salvo todos los días. Pero… me necesitan de un modo distinto a Sentorr. Con respecto a la tripulación, él no me necesita. El Idiota tiene un navegador. Es un buen navegador, uno excelente de hecho. Pero yo pienso de manera distinta a él y sé que si nos juntamos, encontraríamos rutas alternas maravillosas y eficientes para evitar los atasques y las rutas vigiladas. Seríamos imparables. Pero él no me NECESITA. No así. Me necesita para que lo abrace de noche. Necesita mis besos. Está solo. Lo sé. Siempre ha sido unensolitario, desde que dejó a su familia atrás enquién Planeta Madre terminó apostado un planeta de mierda distante sin nadie con hablar. Estáy solo como yo, de la manera en que se está solo cuando se está rodeado de gente. Lo entiendo. Y me encanta tocarlo y besarlo. Pienso en pasar cada noche en sus brazos y quiero llorar de lo mucho que deseo eso. Pero la responsabilidad y la familia son primero. Tiene que ser así.
Al día siguiente me encuentro junto a la escotilla, mirando como el tubo de conexión de la Hermanita se extiende al Idiota. Los otros ya se despidieron y me desearon buen viaje, y ahora solo quedo yo y el silencioso Sentorr esperando a que la conexión se complete y yo pueda pasar a la otra nave. Me siento como muerta por dentro. ¿Todos los días que teníamos juntos? Desperdiciados. Los pudimos pasar en cama, amándonos y aprovechando cada instante de nuestra compañía. Pero en lugar de eso la pasamos miserables y solos. Él me desea desesperadamente, pero no me besará ni me hará el amor porque no le puedo dar un para siempre. Lo triste es que quiero dárselo, pero no puedo. Tengo una responsabilidad para con mis hermanos. Hay un siseo al acoplarse el tubo y una luz verde parpadea en la puerta. —Me toca —digo, manteniendo la voz animada y una sonrisa a pesar de que grito por dentro. Él me toma de la muñeca, y yo me volteo con ojos esperanzados. Di que vendrás conmigo, le ruego silenciosamente. Se tú quien abandone a su tripulación. —Quédate —me dice él, con la voz temblorosa. —Zoey, quédate conmigo. Que no termine así. —Podrías venir conmigo. Sentorr vacila antes de negar con la cabeza. —No hay nadie entrenado. No los dejaré sin navegador. —Entonces tenemos el mismo problema —le digo con voz ligera. —No puedes dejar a tu tripulación ni yo a la mía. —Te amo —me dice con fiereza, apretándome contra sí y dándome un beso hambriento, lleno de toda la ansiedad que nos destroza a ambos. —Quédate conmigo. No los elijas por encima de nosotros dos. Me estremezco, porque quiero gritarle que se equivoca… pero sé que no lo hace. —Lo siento —le digo antes de apartarme.
Él me deja ir, su rostro estoico. Toco el botón de apertura de la escotilla y entro en el túnel… y me volteo a mirarlo. Sentorr me mira, sin expresión en la mirada. El labio me tiembla y alzo una mano para despedirme. Mi hermoso hombre extiende su mano, pero no en despedida. Me la tiende, en una petición silenciosa de que la tome y me quede a su lado. Se siente como si todo en mi interior se quebrara. Me volteo y me dirijo a ciegas a la Hermanita. La escotilla se abre y Adiron me espera del otro lado. Me lanzo en sus brazos, sollozando mientras la escotilla se cierra detrás de mí. Estoy en casa. Sentorr se fue. Adiron me aprieta en sus enormes brazos y me acaricia el cabello. —Hola, Zo. Estará bien. De verdad —cuando solo puedo contestarle con un sollozo, me aprieta con más fuerza. —¿Quieres que vaya y le patee el culo? me echo a reírpodría entre lágrimas, segura deadoro que Sentorr, con Ysuentonces entrenamiento militar patear el porque culo deestoy Adiron… pero que se ofrezca voluntario de todas maneras. No hace que me duela menos, pero ayuda.
Capítulo 12 Sentorr Trato de no tamborilear los dedos impacientemente mientras la tripulación se reúne en el comedor. Kivian solicitó una reunión hoy y soy el primero en llegar; como de costumbre. Alyvos e Iris son los siguientes en llegar y se sientan del otro lado de la mesa, agarrados de las manos. Alyvos observa a su esposa con una alegría silenciosa tan intensa que no puedo mirarlo. Me recuerda lo que perdí. Cat y Tarekh llegan un minuto después de la hora oficial de encuentro, ella con los brazos alrededor del cuello de su esposo y montada sobre su espalda, susurrando en su oído y ambos viéndose como si acabaran de salir de la cama. Por la expresión satisfecha de Tarekh, supongo que así es. Y naturalmente Kivian llega tarde a la reunión que él mismo convocó. Típico de Kivian. Cruzo los brazos y me repantigo en la silla. Estoy inquieto e irritable. Normalmente estaría impaciente de regresar a mi puesto en el puente, pero últimamente no es lo mismo. No hay ningún mensaje coqueto de Zoey esperando respuesta, ni ninguna llamada. Le he enviado un solo mensaje desde su partida del Idiota hace una semana. Solo uno. Te estaré esperando.
Es todo. Más sería acosamiento. Ella sabe cómo me siento. Si cambia de opinión la recibiré con los brazos abiertos y felicidad en mi corazón. Pero eso no pasará. Pienso en cómo sería si abandonara el Idiota y me uniera a su tripulación, no por primera vez. Pero nadie aquí tiene el entrenamiento correcto. Quizás en un tiempo… pero por ahora, la responsabilidad de la navegación es enteramente mía.
—No puedo creer que Kivian no haya llegado —dice Tarekh, depositando gentilmente a Cat sobre una silla antes de sentarse en la suya. Su incorregible esposa abandona su asiento inmediatamente para sentarse en su regazo, echándole los brazos al cuello. —¿En serio? —la voz de Alyvos está cargada de sarcasmo. —Yo sí lo creo. —Estoy segura que llegará pronto —agrega Iris con una sonrisa. Una brillante cinta azul le cubre las cicatrices sobre los ojos hoy, a juego con su túnica. —Espero que la reunión no sea por nada malo. —Lo dudo —dice Alyvos, jugueteando con un mechón del cabello oscuro de su mujer. Guardo silencio, observándolos interactuar y luchando con los celos que se retuercen en mis tripas. Zoey debería estar aquí, en mi regazo, murmurándome cosas traviesas como hace Cat en el regazo de Tarekh. O a mi lado, inclinada hacia mí como Alyvos con su Iris. Puedo adivinar de qué se trata esta reunión. También puedo adivinar por qué Fran y Kivian tardan tanto. Las cosas cambian nuevamente a bordo del Idiota. Pero todo es lo mismo para mí. Sigo solo, y siento un agujero en el pecho porque mi pareja no está a mi lado. La puerta se abre y entra Kivian, con una túnica marrón simple sobre su pantalón oscuro, lo cual es muy extraño. Se ve algo despeinado, pero no tanto como Fran, cuya piel dorada está extrañamente pálida y tiene la frente cubierta de sudor. —¿Están bien, chicos? —les pregunta Cat. Kivian ayuda a Fran a sentarse a la cabecera de la mesa, guiándola con un brazo firme alrededor de la cintura. Ella lo mira agradecida cuando él va a buscarle un vaso de agua. —Kivian está bien —dice Fran luego de un momento, con voz cansada. Se frota la frente. —Ciertamente no lo estoy —responde Kivian. —No me gusta que estés así, amor. Solo dilo y secuestro a un médico. —¿Estás enferma? —pregunta Iris, volviéndose hacia Fran.
Tarekh sonríe, inclinándose para susurrar en el oído de Cat, quién queda boquiabierta. Yo sé exactamente qué le pasa. Después de todo, fui yo quién arregló la reunión con un vendedor ooli de sustancias fertilizantes. Al parecer funcionaron. —Estoy embarazada —dice Fran. —Son solo nauseas mañaneras. —¿Nauseas mañaneras? —Kivian está horrorizado. —No son mañaneras, amor. Son las tres de la tarde. Y vomitaste sobre mi túnica favorita, la cama, mis botas y el lavabo. Si son mañaneras deberían suceder solo en la mañana. Mi guardarropa no aguantará mucho más de esto —pero se inclina y aparta un mechón sudado de la frente de Fran. —¿Secuestramos a un doctor? Estoy dispuesto. Tarekh; nuestro médico, aclara su garganta. —Oh, vete a la kef —le gruñe Kivian. —Es diferente. —¿Porque se trata de tu esposa? —pregunta Tarekh, divertido. —Precisamente. Fran pone los ojos en blanco. —Vinimos a anunciarles esto, y a hablar de nuestras acomodaciones. Alyvos rodea la silla de Iris protectoramente con un brazo. —¿Y qué hay al respecto? —Para ponerlo simple, necesitamos más espacio —explica Kivian. —Esta nave nos ha servido bien por años, pero ya no somos una tripulación de cuatro. Como yo lo veo, podemos remodelar el Idiota y agregar más espacio… o podemos juntar nuestros fondos y comprar una nave nueva más grande. —¿Cómo le agregas espacio a una nave? —pregunta Fran. —No es fácil —responde Tarekh. —No me agrada eso. Destruye la integridad estructural de la nave. Además, el motor que tenemos es para una nave ligera. Tendríamos que agregar otro convertidor de materia oscura para arrastrar más masa y esos no son baratos.
Kivian me mira.
¿Sentorr?
Estoy a punto de espetarle que no me importa. Que no me interesa si manejamos un cubo de basura flotante o el Idiota, porque soy una concha vacía sin Zoey. Pero trato de aplicar la lógica, de pensar en lo mejor para la tripulación. —El Idiota es una nave vieja —admito. —Nos ha servido bien, pero hay modelos más nuevos y ligeros saliendo todos los años. Podríamos conseguir una nave nueva por una fracción de lo que nos costaría agregar espacio a esta. A Zoey le gustaría tener más espacio… si estuviera aquí. —¿Alyvos? —pregunta Kivian. —A mí me tiene sin cuidado —dice él, y vacila. —Pero… me gustaría que Iris tuviera más espacio. Quizás incluso para un bebé propio. Iris se sonroja, sonriéndole dulcemente. —Bien —Kivian se frota las manos. —Al parecer todos opinamos lo mismo. He estado hablando con mi hermano Jutari, y él conoce a alguien con un bombardero Clase II de Planeta Madre del que está dispuesto a desprenderse por el precio adecuado. Es por debajo de la mesa y todo, lo cual nos conviene. Tarekh hace un gesto extrañado. —Pero eso solo funcionaría si lo modificaron con un motor de patinaje, para lograr la velocidad que necesitamos. Kivian sonríe. —Me alegra que lo menciones…
Capítulo 13 Zoey Dos semanas después…
Algo me golpea el cabello mientras estoy en mi estación de navegación en la Hermanita. Hay mapas estelares abiertos en mis monitores, carriles de carga y posibles rutas retorciéndose aquí y allá que están siendo calculadas con los algoritmos para ver cuáles son las más eficientes en cuestión de combustible, velocidad y discreción. Debería estar prestando atención. En lugar de ello miro distraída a la colorida nébula distante, preguntándome dónde está Sentorr. Y si me extraña. Porque yo lo extraño. El cabello se me sacude otra vez, y al alzar la mano para apartarlo encuentro algo frío y baboso. Con un suspiro de horror, me quito un fideo azul del cabello. ¿Qué kef…? Detrás de mí, Adiron se ríe. Me volteo para lanzarle el fideo al otro lado del puente. —¡Eres un imbécil! Él esquiva el lanzamiento y toma otro de su tazón, llevándoselo a la boca sin utensilios. —¿Me harás pagar por eso? —su cola se sacude desafiante contra la pared. Lo fulmino con la mirada antes de volverme a mis monitores. —No. Déjame en paz.
Esta vez, Adiron suelta un suspiro apesadumbrado.
No eres divertida, Zoey.
—Lamento decepcionarte —le espeto. —Trataré de ser más entretenida —me quito otro fideo del hombro. —No tenía puta idea de que era parte del puesto. —No lo es. Solo me pregunto cuanto te tomará superar a ese macho. El solo pensar en Sentorr me hace querer llorar otra vez. —Hasta que deje de doler —mi propia voz me suena temblorosa. —¿Intentaste hablar con él? —niego con la cabeza y él continúa. —¿No crees que deberías? Apuesto a que también está miserable. Me volteo a mirar por encima del hombro a mi enorme y fortachón hermano. De los tres, soy más cercana a Adiron. Es un dolor de culo, pero tiene buen corazón, en el fondo. Muy en el fondo. —¿Me das consejos amorosos? ¿Acaso has conocido alguna mujer que no sea prostituta espacial en los últimos diez años? Él solo me sonríe. —Solo sé cómo se siente que te rompan el corazón. —Apuesto a que si —mascullo, regresando a mis cálculos. —Cada vez que te piden que pagues por la follada en lugar de aceptar tu gratitud. Su risotada hace eco en las paredes. —¿Sentorr sabe que eres así de fogosa? Le muestro el dedo medio, un gesto terrestre bastante apropiado para la situación. Él solo se vuelve a reír, y es claro que mi comportamiento espinoso le divierte. — Solo digo que te estás deprimiendo sola. Si quieres a ese macho, ve a por él. Lo verificamos y es aceptable, así que no tienes que preocuparte por eso. ¿Aceptable? Frunzo el ceño, tecleando con fuerza para repetir el último cálculo, solo por darme algo que hacer. —¿De qué hablas? —Mathiras hizo que su amigo de la compañía de crédito verificara su registro crediticio. Están al día, lo que es bueno. Te puede comprar una nave si quisieras. Kaspar verificó su identidad en tres bases de datos de seguridad y los últimos registros de él son de su época en la milicia. No hay órdenes de arresto, nada extraño en su pasado y no tiene esposa esperándole en Planeta Madre. Me volteo lentamente en mi silla, dirigiéndole a Adiron una mirada fulminante.
—No puedo creer que hicieran eso. ¿Lo investigaron?
Adiron resopla, dejando su tazón en la superficie plana más cercana. —No puedo creer que pensaras que te dejaríamos quedarte unos días con él sin averiguar esas cosas. —Soy una chica grande —protesto. —Lo eres, pero también eres nuestra hermanita y tenemos que cuidarte. Unas lágrimas calientes me emborronan la vista. Es maravilloso. Todos lo son… y ese es precisamente el problema. Son tan amorosos y maravillosos que no puedo dejarlos, aunque me sienta vacía de tanto extrañar a Sentorr. —Solo… dime que esto mejora. Que estaré mejor en el futuro. Que lo olvidaré en algún momento. Adiron se levanta. Se acerca a mí y me aprieta el hombro con una de sus manazas. —Eso no te lo puedo decir. No puedo decirte que las cosas mejoran porque una vez conocí una chica y creí que sería mi pareja. Resulta que era una mentirosa, una farsante, y que ya tenía esposo. Me hizo perder la fe en todas las mujeres entonces. Así que no, no puedo decirte que las cosas mejoran. Cuando amamos, amamos con todo, corazón, mente y cuerpo. ¿Pero sabes qué si te puedo decir? Me limpio los ojos, sorbiéndome. —¿Qué? —Tienes un fideo en la oreja —antes de que pueda preguntarle qué significa, empuja algo frío y baboso contra mí, ignorando mis chillidos de asco. No fue una conversación muy animada, pero por lo menos lo intenta.
Capítulo 14 Sentorr El corazón me da un vuelco al ver el llamado de la Hermanita. Es temprano por la tarde, lo que no es usual en Zoey, pero estoy solo en el puente de todas maneras. Era el turno de Kivian de relevarme, pero lo convencí de que se fuera a estar con Fran. No soy buena compañía de todas maneras, y me encuentro demasiado inquieto para dormir estos días. Así que trabajo, revisando y volviendo a revisar mapas y rutas que he calculado miles de veces esperando obtener información nueva. Encamino y desvío el curso del Idiota una docena de veces por hora. Y ahora, toda esa espera dio frutos. Por tres largas semanas he esperado que Zoey me contacte para decirme que cambió de opinión. Que no puede soportar estar lejos de mí tampoco. Respondo el llamado alegremente… solo para sentirme decepcionado al ver el rostro azul de Kaspar en mi pantalla. Él asiente al verme y le da un codazo a alguien fuera de cuadro. —Atendió. Vengan acá —con un toque, la pantalla se amplía y veo a los tres hermanos de Zoey. El miedo me atenaza la garganta. Pasó algo malo. —Zoey. ¿Qué le pasó? Díganme donde están e iré enseguida —no importa cuál sea la situación, o que estemos en curso al planeta recóndito donde está Jutari, el hermano de Kivian, para recoger nuestra nueva nave. Zoey me necesita. —Kef, cálmate —me dice Kaspar. —Solo necesitamos hablar contigo. —Te ves horrible —agrega Mathiras. —Horroroso —agrega Adiron. —Veo no es solo Zoey. Te extraña, estúpido bastardo. ¿Por qué la dejaste marchar si esque tu pareja?
Me froto la frente. —¿Zoey está bien?
—Si por “bien” quieres decir “llorosa, con el corazón roto y ensimismada”, pues sí, está bien —me gruñe Kaspar, cruzándose de brazos. —Casi no duerme y es como un fantasma. Todo porque las cosas no funcionaron contigo. Quiero saber exactamente que le dijiste. ¿Me culpan? En lugar de estar ofendido, me siento conmovido. Estos tres se preocupan realmente por su hermanita, de la mejor manera. Tiene suerte de tenerlos. —Creo que mis palabras exactas fueron “no te vayas” y “quédate”. Intercambian miradas. —Explícate —dice Mathiras. —Zoey es prácticamente toda perfección. Tiene mi corazón y se lo hice saber. Pero no estará conmigo porque siente que les debe la vida. Siente que no los puede abandonar. Que la necesitan como navegadora y hermana, y buscar su propia felicidad sería una traición. Mathiras hace un gesto extrañado. Kaspar se frota la barbilla y Adiron solo pone los ojos en blanco. —No es feliz —dice finalmente Mathiras. —Lo único que queremos para ella es que sea feliz. No tiene que ser con nosotros. La apoyaremos en cualquier decisión que tome. —Y Zoey cree que esa decisión tiene que ser estar con nosotros —Kaspar vuelve a frotarse la barbilla, pensativo. —Tenemos que dejarle claro que puede decidir a su antojo. Me aferro al borde de mi panel de control, tratando de contener mi ansiedad. Zoey. Haría lo que fuera por volverla a ver. —Díganme que tienen en mente.
Capítulo 15 Zoey Miro a la cansada mujer que me devuelve la mirada en el espejo, preguntándome cuanto tardaré en que no se me note el corazón roto en la mirada. Ha pasado un mes desde la última vez que vi a Sentorr. Un mes con un corazón roto latiéndome en el pecho. Un mes desde que decidí rendirme con respecto al amor. Un mes desde la última vez que escuché la sensual voz de Sentorr que me hace estremecer. Ha sido más difícil de lo que creía. Que tonta fui al asumir que al regresar a mi nave todo regresaría a la normalidad. Que regresaría a mi puesto y olvidaría todo nuestro coqueteo en persona. No puedo. No dejo de pensar en Sentorr y en sus besos. Sus manos acariciando mi rostro, su manera de caminar como si llevara una regla pegada a la espalda. Incluso eso me parece sexy. Y ahora que tuve una probada de lo que es ser amada no puedo regresar a lo que tenía antes. No puedo olvidarlo. No puedo olvidar como se sintió ser besada, acariciada y abrazada. No puedo olvidar como se sintió ser AMADA. Le di la espalda a eso y siento como si tuviera un agujero en el pecho y renqueara malherida a todas partes. Cuando cierro los ojos de noche, pienso en todo lo que pude decirle, en todas las maneras que pude haberlo tocado. Era mi única oportunidad para el amor. No deseo a ningún otro. Siento tanto arrepentimiento por haber decidido lo que decidí. Amo a mis hermanos, pero es un amor distinto al de Sentorr, y no es suficiente. Qué estúpida fui al pensar que lo sería.
Antes de conocerlo, solo quería coquetear. Esa dulzura que esperaba con ansias todas las noches. La compañía. El afecto. No tengo nada de eso ahora. Sentorr guarda silencio y no puedo contactarlo porque sé que si lo hago me pedirá que regrese junto a él. Lo deseo desesperadamente pero no puedo. Así que oculto mis sentimientos, esperando que desaparezcan con el tiempo, y sigo con mi vida. O lo intento. No duermo bien. Cada vez que me acuesto pienso en Sentorr. ¿Está tan triste como yo? ¿Tan miserable? ¿O ya me olvidó? ¿Encontró una bonita prostituta mesakkah en alguna estación para aliviarse? Lo dudo, pero a mi imaginación le gusta plantearse las peores situaciones. Debería desear que fuera feliz si no puedo estar con él, ¿verdad? Por lo menos en teoría, pero de solo imaginarlo con otra me hace querer arrancarles los ojos. Lo que me hace sentir peor. Me echo agua fría en el rostro antes de dirigirme una última mirada fulminante y salir de Necesito mi camarote. Me de amarro cabello ende una colita yotra bostezo desin camino al puente. otra taza té de el noche antes enfrentar velada Sentorr. Una taza de té de noche y muchos pañuelos. Claro, cuando llego al puente me olvido de mi té, porque hay un bombardero enorme en mi ventana de observación, y nos dirigimos directamente a él. Ahogo un grito, corriendo a mi estación, donde Kaspar toma una siesta, recostado en el tablero. —¿Qué demonios haces? Él alza la cabeza, parpadeando. —¿Tomo una siesta? —Estamos en curso de colisión con esa nave, idiota —le espeto, empujándolo de mi silla y revisando mis mapas. No estamos fuera de curso, así que esto fue planeado. Fulmino con la mirada a Kaspar por descuidado mientras redirecciono los quemadores y busco la información de la nave con la que estamos por chocar. Bombardero Clase II de Planeta Madre, propiedad privada, dice mi pantalla. El Jabberwock . Kaspar mira por encima de mi hombro. —¿Qué es un jabberwock? j abberwock? —Es una cosa humana —le suelto. —¿Tenías la intención de estamparnos contra ellos o solo eres así de descuidado?
Él se rasca la cabeza, con una sonrisita tonta. —¿…Si? Con un grito de enojo, me pongo el auricular y le envío una llamada al navegador de esa nave. —¡Mejor reza para que pueda arreglar esto! Incluso en el mejor de los casos, terminaremos arañando su casco. —Oh —dice, y me hace querer ahorcarlo. Idiota de kef. Es por esto que no puedo dejarlos. Es… El Jabberwock contesta contesta mi llamada. —Saludos, Hermanita —responde una suave voz conocida que hace que mis rodillas tiemblen. Si no estuviera sentada, estaría colapsando. Incluso ahora me siento extrañamente a punto de volverme un charco. —¿Sentorr? —susurro. —¿Qué…? Me volteo a mirar a Kaspar. Este tiene los brazos cruzados y sonríe. Mientras lo miro, pasa la mano por encima de mí y cancela mi cambio de curso de último minuto. —Prepárense para extender el conector. ¿El conector? Me quedo mirando idiotizada como el Jabberwock se acomoda suavemente junto a nuestra nave. —No… no entiendo —logro decir. —Necesitamos arreglar esto cara a cara, Zoey. Solicito permiso para abordar. —Concedido —respondo débilmente. —Te veo pronto —me dice Sentorr, desconectando la llamada. Giro en mi silla, dirigiendo una mirada acusatoria a Kaspar. —¿Qué está pasando, kef? —¿Qué no escuchaste? Reunión en la nave —dice él, silbando al marcharse. — Deberías apresurarte. El tubo estará conectado pronto. Logro soltar otro ruido ahogado antes de salir disparada de mi silla hacia mi camarote. Dios. Llevo un overol manchado. Huelo furtivamente una de mis axilas mientras busco algo limpio que ponerme. Kef. Kef. Kef. ¿Por qué no me lavé hoy el cabello? Lo toco y lo siento despeinado y sucio, por lo que corro al lavabo, abandonando todo pensamiento de cambiarme de ropa. Gimo desconcertada al ver
mi reflejo, porque estoy sumamente pálida, con ojeras y mi cabello es un desastre.
Y pensar que la Zoey de un mes atrás no quería usar maquillaje o arreglarse el cabello para complacer a un hombre. Esa Zoey era una mentirosa, obviamente. Me froto la cara, mojándome luego la punta de los dedos para peinarme un poco. No estoy nada sexy. Me veo como cualquier otro navegador cansado y sin bañar en una misión a los Confines… lo cual supongo que soy. Pero hoy es distinto. Mi hombre viene a verme otra vez. Tengo que estar tan terriblemente hermosa que lo haga estremecerse de pasión y tomarme entre sus brazos. Claro, probablemente Sentorr no es así, pienso secamente para mí. Es más del tipo que se te queda mirando con frialdad para luego reclamar un beso. Lo cual sigue siendo extremadamente caliente. Trato de peinarme nerviosamente otra vez. Una campanilla indica que la conexión está completa y me lanzo a la carrera a los pasillos serpenteantes de la Hermanita, hacia la escotilla. Me abro paso entre mis hermanos que esperan alineados en el pasillo estrecho justo cuando la escotilla se abre y entra Sentorr. Parece más alto de lo que recuerdo, hermoso y orgulloso, y solo logro emitir un ruido como de rana al verlo. En algún lugar detrás de mí, Adiron se ríe. No me importa. Está aquí. Mi Sentorr regresó. Me quedo frente a él mirándolo como una idiota arrobada, consumiendo hambrienta su presencia. Al dar un paso adelante, caigo en cuenta que él viene en la nave equivocada. Oh no. Oh no, quizás no sea algo bueno. —¿Qué le pasó al Idiota? —pregunto de golpe, de pronto aterrada. ¿Acaso mataron a su tripulación? ¿Los están cazando? — ¿Tenemos que esconderte? ¿O…? Unas manos firmes me sujetan el brazo y Sentorr sacude la cabeza. —Calma. Todos están bien. Nadie nos persigue —vacila. —Por lo menos no de este lado de la galaxia. —¿Dónde está tu nave? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo…?
—Déjalo hablar, Zo. Kef —Adiron me da un empujoncito. —Estás montando una escena. ¿De verdad? Parpadeo rápidamente, llena de emociones. —Lo siento. —En realidad no vine a hablar —dice Sentorr, mirándome. —Vine a hacer esto —su cola se enrosca alrededor de mi cintura y me aprieta contra él antes de que sus labios desciendan sobre los míos. Su beso me quema los labios, repleto de promesas y lujuria, y todas las cosas deliciosas que he estado ansiando este último mes, todas las cosas que pensé que no tendría. Ahogo un quejido contra sus labios, cerrando los puños alrededor de su camisa y por un momento no estoy segura de quién se aferra a quién, solo que estamos juntos y no lo quiero dejar ir otra vez. Adiron hace un ruido de arcadas tras nosotros. —¿Podrías mostrar un poco de respeto? —dice Kaspar. —Es el rostro de mi hermana el que succionas. Sentorr me da otro sensual lametón antes de soltarme. Sonríe al ver mi expresión embobada y me acaricia la mejilla. —Quiero que vengas conmigo al Jabberwock . O yo vendré contigo a la Hermanita. No importa como sea, quiero estar contigo. Me derrito contra él, hecha un verdadero charco de felicidad mientras le miro la boca. Todavía la tiene húmeda por el beso y quiero probarla otra vez. De hecho, casi no comprendo lo que dice, y al caer en cuenta ahogo una exclamación de sorpresa. —Espera… ¿ Jabberwock ? ¿Qué pasó con el Idiota? —Nos estábamos quedando sin espacio —me dice él, acariciándome el labio inferior con el pulgar, como si no pudiera dejar de tocarme. —Un conocido de Kivian vendía un bombardero por debajo de la mesa y decidimos comprárselo. Mathiras suelta un silbido. —Un bombardero. Rápido y peligroso; lo mejor de ambos mundos. Mi hermoso hombre sonríe. —Afortunadamente piloté uno por un tiempo mientras estaba de servicio, así que es como regresar a casa.
—Oh —suspiro. Siempre he deseado casi con lujuria pilotar un bombardero. Casi tanto como a Sentorr. Es tentador, pero mis hermanos no pueden quedarse sin navegador. —¿Tu tripulación consiguió otro navegador? —No exactamente —él sacude la cabeza. —Te elijo a ti. Ahogo un ruidito de protesta porque… bombardero. Y su tripulación es tan agradable. Me encantaría juntarme con gente así. Me sienta mal que los abandone, sobre todo porque la navegación es uno de los trabajos más importantes a bordo de una nave; algunos dirían que es el más vital. Mathiras se aclara la garganta. —Deberías ir con él, Zo. Lo miro, sorprendida. —¿De verdad? Él asiente. —Todos pensamos igual. Kaspar me guiña un ojo. Adiron sonríe. Caigo en cuenta de que me tendieron una trampa. Kaspar no se equivocó al trazar el curso. Arregló una reunión con Sentorr para transferirme. Me siento dolida. Me aparto de Sentorr para enfrentarlos. —¿Se deshacen de mí? —No —dice Mathiras. Me pone la mano al hombro. —Te amamos. Cuando decimos que eres nuestra hermanita, lo decimos de verdad. Kef, somos más cercanos a ti que a Vanora, nuestra hermana de sangre. Sonrío, pero los ojos se me llenan de lágrimas. Si eso es cierto, ¿por qué se deshacen de mí? —Pero necesitas ser feliz. Es claro que estás enamorada de este estirado — Mathiras señala a Sentorr con la cabeza. —Y a él lo necesitan en su nave. Tú lo necesitas, y es por eso que debes marchar. —Además, hay otras humanas a bordo —dice Kaspar. —Será bueno para ti pasar un rato con otras de tu especie. Pueden darte el apoyo que nosotros no. —Como trenzarte el cabello —Adiron arruga la boca en un mohín. —Y ayudarse las unas a las otras a vestirse.
—Kef, si se ayudan a vestirse, yo quiero mirar —masculla Kaspar.
Mathiras los fulmina a ambos con la mirada. No señalo que Kaspar está en lo correcto, y que ya me trenzaron el cabello en una ocasión. —Jamás elegiría a otros humanos por encima de ustedes, ¡eso lo saben! —Zoey —me dice Mathiras con gentileza, apretándome el hombro. —Que vayas con ellos no quiere decir que nos abandones. —¿De verdad? —susurro, sintiendo como el corazón se me rompe. Una mano roza la mía y Sentorr entrelaza nuestros dedos en silencio para demostrarme apoyo. —Eres nuestra hermana. Eso no cambiará, estés en esta nave o en otra. Si te vas con él, cubriremos la navegación hasta conseguir a alguien. Lo hemos hecho antes. Lo volveremos a hacer. —Quemarán demasiado combustible —les advierto. —Le mandaremos la cuenta a él —dice Adiron. —Está cargado de dinero. Sentorr resopla y me aprieta la mano. —Pero no los veré —susurro, mirando a Mathiras. Estoy dividida. Tan dividida. —Nos llamaremos diario —promete él. —Y puedes seguir mandándonos mapas y cursos hasta que consigamos alguien nuevo —agrega Kaspar. —Solo los mandarás de lejos. Adiron ha estado bastante callado (bueno, ser por Adiron), perouna entonces habla. —Y programaremos visitas. Sentorr acordópara traerte lo menos vez al mes. Será bueno conectarnos con otra tripulación. Intercambiaremos información y apoyo. —Un tiempo tranquilo será bueno para todos —agrega Sentorr en voz baja. — Especialmente ahora que Kivian y Fran esperan un bebé. Oh. Oh… me animan a marchar. Miro los rostros de mis hermanos y es claro que su preocupación más grande es mi felicidad. No importa nada más. Rompo en llanto y
me echo en los brazos de Mathiras.
Los amo, chicos.
—También te amamos, hermanita —me dice mi hermano mayor, apretándome con fuerza antes de soltarme para que pueda abrazar a Kaspar. Este me agarra y me alza del suelo en un abrazo de oso que me deja sin aliento, y al soltarme me encuentro en brazos de Adiron, quien me zarandea de buena manera. —No nos olvides —me dice. —Jamás —y vuelvo a estallar en llanto, porque voy a marcharme con Sentorr y a dejar a mis hermanos atrás. Estoy feliz y triste a la vez. —No tienes que irte —dice Sentorr, y Adiron me suelta lentamente. Me aparto de él para mirar a Sentorr. Mi hermoso, estoico y orgulloso Sentorr, con su porte de soldado y su boca firme que solo me sonríe a mí. No sonríe ahora. De hecho, parece adolorido. —Solo quiero que seas feliz, Zoey. Si te quieres quedar… Me arrojo en sus brazos y lo l o beso antes de que pueda decir nada. Quiero esto. Lo quiero a él.
Capítulo 16 Sentorr Horas más tarde, los motores del Jabberwock ronronean mientras nos deslizamos por el espacio, alejándonos de la Hermanita hacia nuestro próximo destino. Zoey está a mi lado, sus maletas al pie de la cama y su rostro escondido en mi hombro mientras solloza en mis brazos. —Jamás he estado lejos de ellos antes —me dice entre sollozos. —¿Y… y si queman todo su combustible y caen en quiebra? —Son piratas, Zoey. Corsarios. Son astutos. Si se quedan sin combustible, enviarán un llamado de auxilio y robarán al tonto que responda. Ella se sorbe mientras le acarició el cabello. —Lo mismo que nos hicieron esos imbéciles del asteroide. —Así mismo. —Necesitaré enviarle algunos mapas a Kaspar esta noche. Y probablemente enviarle un programa que me permita hacer correcciones del curso remotamente. Es un navegador de kef, aunque crea que no —frota su rostro húmedo contra mi uniforme, pero no me importa. Ya está mojado de lágrimas. —Tranquila —le digo. —Le avisaré a Alyvos e Iris que los relevaremos pronto. Ella se endereza, sonriendo temblorosa. —Lo siento. Me comporto como una chiquilla, lo sé. Parte de mí sabe que estarán bien. Que probablemente se fueron a la estación más cercana para que Adiron pudiera follarse unas cuantas prostitutas espaciales sin que su hermanita lo regañara, pero me preocupo. Le acaricio la espalda. Trato de no pensar en apareamiento, porque Zoey está
triste y vulnerable, pero me cuesta. Con ella apretada contra mí, sus pechos contra
mí pecho, las piernas sobre mis muslos. Me cuesta pensar en algo que no sea besarla y lamerla por todas partes. Pero no quiero forzar nada. He esperado tanto tiempo por ella, puedo esperar unos días más. —Claro que vas a preocuparte —le digo. —Los llamaremos constantemente, lo prometo. ¿Acaso crees que no harán lo mismo contigo? ¿Para asegurarse que te trato bien? Eso la hace sonreír. —Seguro plantaron cámaras en mis cosas para espiarnos. Le sonrío, pero hago una nota mental de revisar sus cosas, ya que, pues, SON piratas. —Y si en algún momento te sientes mal, te llevaré de regreso con ellos enseguida, sin chistar —me mataría, pero puedo soportar lo que sea, menos sus lágrimas. Esas me destrozan. Sus dedos rozan los amarres de mi camisa. —No. Soy feliz. Te extrañaba tanto que creí que moriría del dolor. Jamás dejé de desearte. Le rozo la mandíbula con los nudillos, acariciando su suave piel. —Siempre he sido tuyo. Te esperaba. Te seguiré esperando de ser necesario. Zoey sacude la cabeza. —¿Sabes que me puede hacer sentir mejor? —cuando nuestras miradas se encuentran, me dice. —Un buen orgasmo. Gruño. —Zoey, no hay prisa. —Bien. Eso quiere decir que puedo explorarte a mi antojo. No pude hacerlo la última tocarla?vez. ¿Es verdad que tu espuela es sensible por debajo? ¿Es dura? ¿Puedo Va a matarme. —¿Sentorr? No me quedan palabras, solo una necesidad imperiosa. Con una mano temblorosa me desamarro la camisa. Mi Zoey suelta un ruido de impaciencia y tira de mi ropa antes de que el sello automático pueda incluso terminar de abrir mi uniforme, desliza mano dentro y acaricia mi pecho. —No debí tocarte dice en voz baja su y suave al rozarme un pezón. —Porque no sabía denunca lo que—me me
perdía. Fue entonces que me di cuenta de lo insoportable de no tenerte.
—Ahora me tienes —le digo, apretándola contra mí. Sigue acurrucada a mi lado y aprieto los labios contra su frente sin cuernos. ¿Acaso pensaba que los humanos eran extraños con sus cabezas lisas y redondas? Me encanta como se apoya contra mí, sin el peligro de herirme con sus cuernos. Es perfecta; sensible pero fiera, delicada pero temeraria. No cambiaría nada respecto a ella. —Me alegra —me dice, apartando mi uniforme, y la ayudo a quitarme las mangas. Admira mis bíceps, apretando el duro músculo de uno antes de rozar las placas protectoras. Su rostro es intenso al tocarme, rozando mis hombros antes de dirigirse hacia mi pecho y bajando a mi ombligo. Entonces baja las manos a mi pantalón y una sonrisa traviesa le curva los labios al desamarrarlo. No puedo mirarla con esa expresión hambrienta. Si lo hago, acabaré dentro de mi pantalón y terminará la velada. Me quito las botas y alzo las caderas mientras ella hala mis pantalones hacia abajo, mientras trato de enfocarme en todo menos ella para poder contenerme. —Los eh, camarotes de esta nave son más grandes. —Enormes —ronronea ella en concordancia y siento como mi pene se estremece, como si hablara de el en lugar de la nave. —Tenemos espacio en el puente para seis estaciones en lugar de cuatro, y hay dos camarotes extra. Una sala de entretenimiento más grande. Un comedor más grande. Armas más grandes. —Oh, me gustan las armas grandes —dice Zoey, ilusionada y sus manos recorren mis muslos. Se arrodilla junto a la cama y sus pechos se aprietan contra mis piernas desnudas. Cierro los ojos, porque esta es la tortura más dulce. —Hay dos camarotes para invitados también. Espacio suficiente para que nos visiten tus hermanos. —Mmm. —También puedes tener tu propio camarote, si quieres —sé que las compañeras humanas de los demás miembros de la tripulación duermen junto a sus machos, pero no quiero empujar a Zoey a nada para lo que no esté preparada. Puedo esperar. —Quiero estar aquí contigo —me dice, y entonces su mano se cierra alrededor
de mi pene. —Eres enorme.
Gruño, olvidando todo lo que tiene que ver con bombarderos y camarotes. Nada importa sino Zoey y sus caricias. —¿Te gusta? —Dios, si —me acaricia con la yema de los dedos, recorriendo mi largura. —Mira estas protuberancias —la siento estremecerse, sus dedos rozándome con más fuerza. —No es nada humano. —¿Has visto penes humanos? —jadeo, tratando de mantener el control. —Vi algunos videos porno —admite. —Quería saber cómo era. No fueron… demasiado sexys, pero fue una buena lección de anatomía. Esto me gusta más — arrastra un dedo por mis testículos. —Eres más grande y bonito. Me rio casi sin aliento. —No sé si a muchos machos les guste que llamen bonitos a sus penes. —¡Pero lo es! —insiste ella con una risita, acariciándome. —Tienes una enorme cabeza —y traza los contornos de mi glande, enviando olas de lujuria por mis venas. –Y eres de un tono azul oscuro hermoso. Y tienes una vena aquí, entre los recrecimientos, carnosos y perfectos. Y eres enorme —Zoey me aprieta ligeramente, como probando mi grosor. —No estaba segura de que tamaño sería mejor, pero este me gusta. Y… tienes una espuela. Y la toca ligeramente. Aprieto los dientes. No sé cuál tortura es más placentera; sus palabras, sus caricias, o la fascinación de su rostro al explorarme. Mi espuela no es tan sensible como el resto de mi pene, así que cuando me dirige una mirada ansiosa luego de tocarlo, asiento. —Puedes tocar. Arruga el ceño. —Supongo que no es como un clítoris, que me hizo casi saltar de la cama cuando lo tocaste. Quiero decirle que mi pene es mucho más sensible, pero también quiero que haga lo que se le venga en gana. Si quiere acariciar mi espuela por horas, me quedaré quieto, dejándola que haga lo que quiera. Todas sus caricias se sienten bien. —Me gusta de todos modos. —Si, pero quiero que te vuelvas loco —dice Zoey con una sonrisita traviesa.
Acaricia mi espuela con el pulgar, acariciando la parte de abajo y ahogo un suspiro
porque allí… se sintió diferente. —Ahora vamos a algún lado —me dice. —Y voy a poner mi boca sobre ti. ¿Quieres que te ponga plas-film? ¿La protección higiénica? —Solo si quieres. Arruga la nariz, adorablemente. —¿Yo? No, tú eres de Planeta Madre. Allí todos son unos locos por la higiene y las enfermedades. Me río, aunque sale algo ronco porque todavía me acaricia y estoy a dos segundos de agarrarla por el cabello, apretarla contra el colchón y follármela hasta que grite. Sus caricias envían choques placenteros a todo mi cuerpo y el pene se me endurece cada vez más. Ya me gotea la cabeza y Zoey lo nota. Ahoga un suspiro y me mira. —Quiero probarte. No usaré plas-film. —Pruébame entonces —le digo, ahogando un gruñido. Le acaricio el cabello, aunque me toma toda mi fuerza de voluntad no agarrarla y penetrarle la boca en el más primitivo de los impulsos. Ella me mira, traviesa y entonces se inclina, lamiendo la humedad en mi glande. ¿El ver su lengua rosada rozándome así? ¿Su ligera caricia? Casi acabo de inmediato. Puedo sentir el sudor acumulándose en mi frente, y ella sonríe. —Me gusta. —¿De verdad? —las palabras casi no me salen de la garganta. —Mmmhmm —ella rodea mi pene con los dedos y vuelve a lamerme la cabeza. Me dejo caer en la cama, perdido. Siempre supe que Zoey era traviesa, pero esto va más allá demilomano que jamás he imaginado. Nada se yhahago sentido mejor nunca. Gruño suavemente, aferrando su suave cabellera lo mejor que puedo para no empujarla a mí. Dejo que me explore a su antojo, usando su boca como mejor le parece. Y lo hace, explorando cada recoveco con la punta de su lengua, haciendo soniditos placenteros mientras lo hace. Luego de lo que parece una eternidad, regresa a la punta de mi pene, lamiéndola antes de metérselo a la boca. Ahogo un suspiro, sintiendo la tensión en mis testículos y mi semilla subiendo a borbotones, lista para derramarse en su interior. Estoy tan cerca del abismo que la aparto de mí. —Zoey —jadeo. —Suficiente por ahora. Ella me mira, arrugando sus labios rosados y húmedos. —Pero no he terminado.
—Si me sigues tocando así, terminaré yo —le advierto y me enderezo. La tomo entre mis brazos y reclamo sus sensuales labios con los míos, devorándola con un beso tras otro. Zoey gime al mismo tiempo que yo, acomodándose a horcajadas sobre mí. Se siente maravilloso… pero debo asegurarme que esté húmeda y caliente para que no sienta dolor al penetrarla por primera vez. Sigo besándola mientras la empujo contra la cama y separo sus muslos. —Mi turno de tocarte. Sus ojos brillan de emoción mientras se desamarra el overol, ayudándome a desvestirla. No me tomo mi tiempo; le arranco las vestiduras apenas se aflojan lo suficiente, descubriendo su pálido cuerpo de curvas suaves. Ella ahoga un gemido, estremeciéndose, pero su excitación es palpable. —Sentorr —suspira, aferrándose a mis cuernos cuando pongo la boca sobre su coño desnudo. Le doy un lametón decidido a sus labios inferiores y ella se aferra con un gemido a mis cuernos mientras sus muslos se abren aún más, recibiéndome entre ellos. Está mojada, excitada por sus incursiones sobre mi cuerpo, pero quiero que chorree de lujuria. Uso mi lengua sobre ella, probando cada rincón antes de apartar el resto y enfocarme en el ramillete de nervios que los corona. Zoey ahoga un grito, arqueándose contra mi boca y frotándose como si estuviese ansiosa por más fricción. La sujeto con un brazo mientras la complazco con mis labios y lengua. Se retuerce contra mí, sus fluidos empapando mi boca con su sabor, pero es pequeña y humana, mientras que yo soy enorme y mesakkah. Tengo que asegurarme que soporte mi pene. Cuidadosamente la penetro con un dedo, continuando mis caricias orales a su clítoris, alternando entre lamer y chupar. Ella suelta ruiditos suplicantes mientras entro en su angosta abertura. Es pequeña, aunque caliente e increíblemente húmeda. La penetro con gentileza hasta asegurarme que puedo introducir un segundo dedo y la lleno como deseo hacerlo con mi pene. Sus caderas se arquean, y se aferra a mí balbuceando insensateces mientras la lamo a paso redoblado, usando mi lengua y dedos para complacerla. Entonces acaba con un quejido, cubriéndome la cara con una nueva ola de dulzura. de aprovechar cada segundo desolo su orgasmo yContinúo adorandopenetrándola, como se aferratratando a mí al estremecerse de placer. Es como si
confiara en mí para mantenerla anclada mientras su ser se hace pedazos, y me hincho de felicidad, aunque deseo con ansias mortales poseerla. El pene se me
estremece de placer mientras me retuerzo contra las mantas, dejándome llevar por su liberación. Ella suelta un sensual suspiro, estremeciéndose cada vez que mi lengua la toca. —Mmm, Sentorr, tu lengua. —¿Te gusta? —vuelvo a lamer su clítoris. Se le escapa un gemido. —Si. Aprieto mis labios contra su muslo antes de subir dejando un caminito de besos húmedos por su vientre. ¿Cómo pudieron los machos mesakkah pasar todas sus vidas sin poner sus bocas sobre sus parejas? Es impensable. No puedo imaginar pasar otro día sin lamer a mi Zoey. Quiero lamer cada rincón de su cuerpo; desde sus pies hasta la curva de su oído. ¿Pero justo ahora? Solo quiero enterrarme profundamente en ella. La beso mientras me acomodo sobre ella, enredando una de sus piernas alrededor de mi cintura y descansando mi pene en la cuna entre sus muslos. Ella gime contra mi boca, echándome los brazos al cuello y cerrando las piernas alrededor de mis caderas. Es tan hermosa, debajo de mí, y froto mi pene contra su humedad, mojándolo con sus fluidos. Cuando lo hago, ella ahoga un quejido, sus pechos estremeciéndose con mis movimientos y es tan hermosa y esto se siente tan bien que lo repito varias veces, acariciándole el coño con la longitud de mi pene, mojándolo en ella mientras miro sus pechos bamboleantes. Zoey me acaricia la mejilla. —¿Sabes — ¿Sabes que te amo, verdad? Gruño. —Lo sé. También tienes mi corazón —tomo su mano y la coloco justo sobre la placa que cubre mi corazón. Ella sonríe tímidamente. —¿Entonces no te molestarás si te digo que lo estás haciendo mal? ¿Mal? Me le quedo mirando. —El pene va adentro —me susurra diligentemente, asintiendo. —Vi varios videos al respecto.
Me echo a reír ruidosamente. ¿Ella cree… que no sé cómo aparearme? —Mi hermosa Zoey —murmuro, inclinándome sobre ella para besarla. —Eres de mucha ayuda. —No es que no me encante lo que haces —agrega con rapidez. —Pero te quiero adentro. Kef, yo también quiero eso. Mi humor se desvanece, reemplazado por la lujuria. La tomo de la mandíbula, obligándola a abrir la boca para lamerla, adorando como pasa de juguetona a necesitada en un momento. Gime mi nombre, y le mordisqueo el labio. —¿Quieres lo que puedo darte? Zoey se estremece. —Si. No me hagas rogar. —En otro momento —le digo. —Jugaremos luego, luego de que te haya poseído por completo —muevo una mano entre nosotros, acomodándome hasta que la punta de mi pene se aprieta contra su entrada. Ella gime, retorciéndose contra mí y yo empujo hacia adelante. De inmediato caigo en cuenta de lo estrecha que es, y me inclino a besarla con lametones sensuales para distraerla de la invasión de mi pene. Pero la sensación es exquisita, y deseo perderme en ella, aunque no puedo. Zoey no siente lo mismo. Su coño me rodea como un torniquete y me bebo sus pequeños gemidos de dolor. —No te lastimaré, amor. Relájate. Ella asiente confiada y aprieta un dedo contra mis labios. Lo mordisqueo y ella vuelve a estremecerse. —Dios, que sexy eres. —Mi corazón —le digo, y vuelvo a besarla. Lentamente su cuerpo me acepta, y voy penetrándola con movimientos cuidadosos. Parece una eternidad, y sudo de lo mucho que la necesito. Pero tengo que tener paciencia. Quiero que sea tan maravilloso para ella como para mí. Así que la beso una y otra vez, empujando lentamente. Eventualmente, la tensión abandona su cuerpo y responde con igual pasión a mis besos. Cuando me empujo contra ella, ahoga un gritito, y alza las caderas para apretarse a mí.
—Dime cómo te sientes —le digo, apartando un mechón sudado de su frente. — ¿Te duele?
—Se siente diferente a lo que creí —me admite. —Te sientes tan… profundo. No puedo describirlo —esconde su rostro en mi cuello. —¿Quieres que me detenga? —creo que moriré si me pide que me aparte, pero si me lo pide, lo haré. Deslizo una mano hacia su pecho, acariciando sus pezones. Su coño se cierra alrededor de mi pene y ella ahoga un suspiro. —No — susurra. —Se siente bien —Zoey roza mi espuela. —¿Sabes en donde me roza esto exactamente? —¿Tu clítoris? —pregunto. Ella gime y asiente. —Será… salvaje. —¿Quieres intentarlo ahora? —empujo lentamente para penetrarla por completo por primera vez. Mi impaciencia empieza a notarse. Debería esperar más, dejarla que lleve el ritmo, pero la necesito tanto que siento que me romperé si no me derramo en su interior pronto. Zoey cierra los ojos, siseando, pero cuando intento apartarme clava sus uñas en mis hombros. —No te apartes. Hazlo otra vez. Una risotada sorprendida se me escapa entre los labios. —El placer es mío —me echo ligeramente para atrás y la penetro por completo, como he soñado desde que la conocí. Ella suelta un grito ahogado, cerrando los ojos. —Oh, kef. No sé qué es mejor; la espuela o los recrecimientos. —¿Lo intentamos otra vez para que puedas comparar? —sin esperar una respuesta, me empujo con fuerza en su interior, flexionando las caderas. Mi cola se sacude contra las mantas y sus piernas se enredan con más fuerza alrededor de mí. La enrollo alrededor de su tobillo. —¿Mejor? Zoey solo gime, sus pezones duros frotándose contra mi pecho. Es tan hermosa. —Mi mujer —gruño por lo bajo. —Mi Zoey. —Dios —susurra y yo vuelvo a penetrarla profundamente. —Oh Dios mío.
—Aférrate a mí —la beso nuevamente, continuando con empujes largos y firmes, tratando de establecer un ritmo que nos complazca a ambos. Me es difícil, porque con cada empuje, ella se estremece y gime como si estuviera por acabar nuevamente. Hace que cada uno de mis músculos se tense, y siento como mi deseo está a punto de descontrolarse, haciendo que la penetre con más fuerza. Ella gime mi nombre, pero no puedo acabar aún. Debo esperar a que ella lo haga. Nada importa sino su placer. —Sen…torr —jadea ella entre el vaivén. —No puedo… no…. necesito… —suelta un ruidito frustrado. ¿Necesita qué? Acaricio sus pechos, y ella se arquea contra mí mientras la follo. Pero no es suficiente, y siento como se tensan mis testículos. No. Tengo que esperarla. Con un gruñido, bajo la mano hasta donde estamos unidos, donde mi espuela roza su carne sobrecalentada. Zoey suspira mi nombre, y, con una corazonada, aprieto su coño de modo que cuando mi espuela desciende nuevamente sobre ella se apuntala con firmeza contra su clítoris. Ella se rompe con un gemido y su coño se estremece, abriéndose y cerrándose a mí alrededor, una y otra vez, y mi propio clímax me estremece violentamente. Me derramo dentro de ella, reclamándola para mí de una vez por todas. Sigo penetrándola hasta derramar la última gota de mi esencia en su interior, y quedo sobre ella, jadeante. Ella suspira satisfecha, acariciándome los hombros. Yo la cubro de pequeños besos. Aunque estoy satisfecho, no la quiero soltar todavía. Me gusta demasiado estar sobre ella. Me gusta ver su rostro sonrojado, los mechones sudados de cabello, la manera en que sus pupilas se dilatan de placer. Zoey me acaricia la mandíbula, sonriendo. —Soy una idiota —me dice. Aprieto los labios contra la palma de su mano, sonriendo. —No era lo que esperaba escuchar luego de poseer a mi pareja. ¿Por qué eres una idiota, corazón?
Zoey sonríe. —Porque no me di cuenta de lo que me perdía cuando elegí quedarme con mis hermanos. Ahora quiero patearme a mí misma porque pudimos tener un mes extra de esto. ¿Agasajó alguna vez alguna hembra el ego de su macho? No puedo evitar sonreír. —Eres leal a tu familia. No hay nada malo con eso. Ella me echa los brazos al cuello y me aprieta contra sí, frotando el rostro contra mi cuello. —Gracias por comprender —inhala profundamente. —Incluso tu sudor huele bien. Estoy perdida. Una fiera alegría me late en el pecho, al ritmo de mi corazón. —Eres mía y yo tuyo. Nada más importa. —Si. —¿Algo que lamentes? —pregunto. —Ese mes perdido —vuelve a decir, y cuando me aparto para yacer junto a ella, suelta un ruidito de protesta. —¿Ya terminamos? —Bueno… no creo que me quieras aplastándote. —No me digas que quiero —me suelta, apretándome traviesamente la punta de la cola. Eso me hace estremecer hasta la punta del pene. Traviesa. —Pues bien, ¿qué quieres? —Quiero… —Zoey ladea la cabeza, acariciando mi pezón con la punta del dedo. —Ver dónde me sentaré. —¿Dónde te sentarás? —repito, todavía atontado. Sus pezones son unos montoncitos tentadores, peligrosamente peligrosamente cerca de mi rostro. —En el puente, tontito —vuelve a tocarme el pezón, haciéndole cosquillas y haciendo que mis testículos se tensen en respuesta. —Navegaré dos naves a partir de ahora, ¿sabes? Necesitaré un puesto central. Preferiblemente junto al tuyo. Me echo a reír, porque adoro su emoción. —¿Quieres ir ahora?
—Bueno —dice ella, pensativa por un momento. —Estamos en un bombardero. Pero puedes convencerme de permanecer en cama —los ojos le brillan entusiasmados. —¿De verdad? —Por supuesto. Acaricio su vientre con la palma de la mano. —¿Es esto un complot para que te vuelva a lamer el coño? Ahoga un suspiro, y los ojos se le oscurecen de lujuria. —Dios si, ¿está funcionando? —Ciertamente —le respondo con una sonrisa, inclinándome para besar su vientre. —Estoy… estamos todo sucios —admite ella con rubor en sus mejillas mientras me acaricia. —No por mucho —le digo, y me complace escuchar su gemido bajo. Mi hermosa, ansiosa y sucia esposa. Como la amo.
Epílogo Sentorr —¡Están aquí! —mi esposa salta alegremente de su asiento en el puente y corre a la dársena de la nave, donde ya extendimos la rampa. La sigo a unos pasos de distancia, sin correr, pero no dispuesto a dejar que Zoey pise sola ninguna parte de la estación Haal Ui. Llego justo a tiempo para ver como Zoey se echa en los brazos de Mathiras, quien la hace girar de contento. Apenas la suelta, Adiron la carga, y sé que Kaspar espera pacientemente su turno. Pensarías que no se han visto en un año. Han pasado más bien dos semanas. Pero no me importa, porque cuando Zoey termina con su ronda de abrazos se lanza hacia mí, tomándome del brazo con una amplia sonrisa. —Ven a decir hola. —Si Adiron me intenta cargar, lo golpearé —les advierto seriamente, recordando la última vez que nos vimos. —Aprecio el sentimiento, pero no, gracias. Adiron sonríe travieso. —¿Has cuidado de nuestra hermanita? —pregunta Kaspar. Zoey suspira pesadamente. —Santo Dios, sí. Me hace acabar por lo menos dos veces antes de acabar él. ¿Satisfechos? Me froto el rostro, recordándome que ella fue criada por tres piratas malhablados, así que es normal que diga ese tipo de cosas. No hace que la quiera menos, por supuesto, y cuando suelto un ligero gruñido, me guiña un ojo y me da un roce sutil en la cola que me dice que me lo compensará más tarde.
—¿Tienen carga para nosotros? —pregunta Mathiras, subiendo la rampa del Jabberwock . —¿O es solo una reunión familiar?
—Ambos —dice Zoey. Me palmea el trasero antes de tomar a Kaspar del brazo para guiarlos adentro. —Cenaremos primero, claro; tomaremos sopa de pollo con fideos. Bueno, sopa de equivalente de pollo con equivalente de fideos, pero a Fran le salió mucho mejor esta vez. Adiron me mira, aterrado, y yo solo me encojo de hombros. Hemos tenido que soportar varias cenas donde las hembras preparan “equivalentes” de platos humanos y… no son muy agradables al paladar mesakkah. Pero lo soportamos porque a Zoey la hace feliz compartir esto con las otras humanas. No es fanática de la comida, pero le gusta probar de todos modos. —¿Y la carga? —pregunta Kaspar a su hermana, y yo me quedo atrás, bien lejos de Adiron. —No adivinarías nunca —dice Zoey, mirándome traviesa. Le devuelvo la sonrisa a mi hermosa esposa. Me agradan estas visitas a su familia. Últimamente hemos estado coordinando nuestras paradas de reposta con la Hermanita para que Zoey pueda ver a sus hermanos y cenar juntos. Siempre la deja con una brillante sonrisa, así que por ello toleraré las burlas de Adiron. Que ella lo haya tolerado por tantos años es increíble, porque yo quiero romperle la cara la mitad del tiempo. Pero sospecho que ese es el efecto que tiene Adiron sobre la mayoría de las personas. —Espero que no sea otro cargamento de esos horribles gusanos —dice Kaspar. Zoey se echa a reír. Mathiras gruñe, desencantado. —¿Más gusanos inukni? —Más —concuerdo. —La demanda está en alza en los Confines. Al parecer los cargamentos de comestibles son pocos y los precios son asesinos —lo odio. Zoey sabe que lo odio; es una de las razones por la que le pasamos el cargamento a sus hermanos en lugar de llevarlo nosotros mismos. Sabe que no puedo soportar los rostros hambrientos y esperanzados de los granjeros al vernos llegar, pensando que somos un cargamento de comida, pero solo llevamos esos horribles gusanos.
Me recuerda demasiado a mi infancia.
—Casi suena como si alguien debiera secuestrar un par de cargamentos de comida y soltarlos en donde más se necesitan —dice Kaspar casualmente. Los ojos de Zoey se iluminan. —Si tan solo conociéramos a una tripulación pirata… o dos —me mira esperanzada. ¿Una oportunidad para trabajar con sus hermanos y llevar comida a gente necesitada? El Jabberwock tiene algo de tiempo hasta nuestra próxima entrega ilegal. —Suena como una excelente idea. Lo único mejor que la exclamación de alegría de mi esposa es el sonoro beso que me planta. Todavía no lo hemos discutido con Kivian y los demás, pero seguro estarán de acuerdo. Saben que haría lo que fuera por Zoey. Por mi hembra, cruzaría la galaxia.
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