Deane, P. - La Primera Revolución Industrial
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Phyllis Deane LA
PRIM ERA REVOLUCION INDUSTRIAL
P livllis D ean o. lecturcr de eco n o m ía en la U n iv e r sid a d d e C a m b rid g e y fellow en el N evvnham C o lle g e . ha p u b lic a d o va r io s tr a b a jo s so b r e p ro b lem a s r e la c io n a d o s c o n la é p o c a d e la R e v o lu c ió n In d u s tria l, te m a al (pie s e ha c o n s a g r a d o e n t e r a m e n te . l i a r e c o p ila d o , c o n la c o la b o r a c ió n d el p r o fe so r V lilc h e ll. el Abstrae! of British llistorical Slatistics, ob ra im p r e s c in d ib le para lo s e s tu d io s d e la é p o c a d e la s g r a n d e s tr a n s fo r m a c io n e s e c o n ó m ic a s.
La profesora Phyllis Deanc nos ofrece, en la presente obra, un completo análisis del desarrollo de la economía británica durante el periodo 1750-1850. en el mo mento de la primera revolución indus trial y del comienzo efectivo del moder no desarrollo económico. La autora no se ha limitado, como ocurre en las Insto rias clásicas de la revolución industrial británica, a describir el proceso del pro greso tecnológico o los cambios socio económicos, sino que analiza también, entre otros, los cambios que motivaron el d e s p e g u e de la industria británica en la segunda mitad del siglo XVIII y el papel jugado en su desarrollo por los diferentes estamentos sociales y los dis tintos organismos y entidades (gobierno, bancos, etc.). En definitiva, un análisis nuevo, completo y «comprensible» del terna, que tiene presentes los progresos recientes de la historia económica.
Phyllis Deane LA PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Traducción de J. Solé-Tura
ediciones península ®
La ed ició n o rigin al in glesa fue p u b licad a por C am b rid ge U n iversity P ress, d e L o n d res, co n el títu lo The First Industrial Revolution. © C am b rid ge U n i versity P ress, 1965.
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del «copy right», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluyendo la reprografla y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públi cos, asi como la exportación e importación de esos ejemplares para su distribución en venta fuera del ámbito de la Comunidad Económica Europea. Cubierta de Jordi F om as. Primera edición: febrero de 1968. Octava edición: abril de 1991. © de esta edición: Edicions 62 s|a ., Provenga 278, 08008-Barcelona. Impreso en H urope s / a ., Recared 2, 08005-Barcelona. D epósito legal: B. 1 0 .4 2 0 - 1991. ISBN: 84-297-0605-4.
Prefacio
tíltimamente, los economistas y los políticos han expe rimentado un interés cada vez mayor por los problemas del desarrollo económico y, particularmente, por el de descu brir el camino que permitirá a los países pobres alcanzar los elevados niveles de vida de que gozan las sociedades in dustriales. Esta urgente problemática ha impelido también a los historiadores a analizar sus materiales de un modo nue vo, a aplicar los conceptos forjados por los teóricos del desa rrollo económico y a buscar las razones profundas en los casos —relativamente reducidos— de industrialización con seguida. Este libro, que tiene su origen en una serie de confe rencias dadas a los estudiantes del curso Tripos de econo mía, en Cambridge, es un producto del citado interés por las cuestiones del desarrollo económico. Constituye un estu dio del desarrollo de la economía durante el período 17501850, en el momento de la primera revolución industrial y del comienzo efectivo del moderno desarrollo económico. El hecho de que la ruptura crucial se produjese espontánea mente, sin las ventajas de la planificación o de la previsión, parece darle una relevancia especial para los países que en cuentran dificultades para empezar o mantener un proceso de industrialización. Es un intento de aplicar los conceptos y las técnicas de la economía del desarrollo a un sector vital de la trayectoria histórica. No se trata de una investigación original. Mejor dicho, lo es sólo parcialmente, pues he incluido los resultados de una encuesta sobre el desarrollo eco'nómico británico que el doctor W. A. Colé y yo misma llevamos a cabo, hace algunos años, en el Departamento de Economía Aplicada. El libro se basa esencialmente en las obras de numerosos historia dores de la economía y de la sociedad que han observado el pasado con lentes desarrollistas; se basa también en las his torias clásicas de la revolución industrial. De hecho, he re currido tanto a estos trabajos que mi libro es poco más que 5
una síntesis de sus ideas e investigaciones. La deuda que tengo con ellos no se refleja suficientemente en las nume rosas citas directas y en las referencias a pie de página. Hay, sin embargo, cuatro personas a las que quiero expre sar mi profunda gratitud. El profesor Simón Kuznets, el pri mero que suscitó mi interés por el análisis histórico del de sarrollo económico; el profesor T. S. Ashton, cuya visión de este periodo de la historia británica ha influido en un grado extraordinario en mis propias ideas; el profesor David Joslin, que leyó y comentó una primera redacción del libro y miss Edith Whetham, que me aclaró algunas cuestiones de la historia de la agricultura. Ni que decir tiene que ninguno de ellos es responsable de los errores de hecho, de interpre tación o de análisis que yo haya podido cometer. P. M. D. Cambridge, junio 1965
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I. El punto de partida
Hoy es casi un axioma de la teoría del desarrollo eco nómico afirmar que el camino de la opulencia pasa por una revolución industrial. Un proceso continuo —algunos dirían «autosostenido»— de desarrollo económico, que permita a cada generación confiar (aparte de las guerras y las catás trofes naturales) en la posibilidad de gozar de niveles de pro ducción y de consumo superiores a los precedentes, un proceso continuo de este tipo sólo es posible para las naciones que se lanzan por el camino de la industrialización. La enor me disparidad entre los niveles de vida de los habitantes del siglo xx y los niveles de vida de los actuales países sub desarrollados o atrasados se debe esencialmente a que los primeros se han industrializado y los segundos no. Esto no quiere decir que exista un proceso o un aconte cimiento llamado revolución industrial que adopte la misma forma en todos los países en que ocurre. Sí quiere decir, en cambio, que existen transformaciones determinadas e identificables en los métodos y en las características de la or ganización económica que, tomadas conjuntamente, constitu yen un proceso del tipo que designaremos con el nombre de revolución industrial. Entre dichos cambios —relaciona dos entre sí— cabe incluir los siguientes: 1) aplicación am plia y sistemática de la ciencia moderna y del conocimien to empírico al proceso de producción para el mercado; 2) especialización de la actividad económica en la producción para los mercados nacionales e internacionales más que para el uso familiar o local; 3) movimiento de la población de las comunidades rurales hacia las urbanas; 4) ampliación y des personalización de una unidad típica de producción: pasa a fundarse más en la empresa privada o pública y menos en la íamilia o la tribu; 5) movimiento de la mano de obra de las actividades relacionadas con la producción de bienes prima rios a la producción de bienes manufacturados y servicios; 6) uso intensivo y extensivo de los recursos de capital como substitutivo y complemento del esfuerzo humano, y 7) apari 7
ción de nuevas clases sociales y profesionales determinadas por la propiedad de (o por la relación con) medios de pro ducción que no sean la tierra, es decir, el capital. Si estos cambios, relacionados entre sí, se producen con juntamente y alcanzan un grado suficiente, constituyen una revolución industrial. Siempre se han asociado con un incre mento de la población y con un aumento del volumen anual de bienes y servicios producidos. La primera revolución industrial se produjo en Gran Bre taña y tuvo una característica particularmente interesante: surgió espontáneamente, sin la ayuda del Gobierno (ayuda que ha constituido, por el contrario, la característica de la mayoría de las revoluciones industriales triunfantes). La fe cha exacta de su aparición está todavía en discusión. El pri mer historiador de la economía que analizó la experiencia bri tánica de la industrialización en función de este concepto de revolución específica fue Amold Toynbee, quien pronunció una serie de conferencias sobre el tema en la Universidad de Oxford en 1880.* Señaló en el año 1760 como punto de par tida y durante medio siglo su enfoque del problema se con sideró indiscutible, hasta que el profesor Nef, historiador norteamericano, puso en duda la significación del límite his tórico que implicaba. Insistió en la continuidad esencial de la historia y situó los comienzos de la gran industria y del cambio tecnológico en el siglo xvi y principios del xvn. Se gún Nef: «La aparición del industrialismo en Gran Bretaña se puede considerar como un largo proceso iniciado a media dos del siglo xvi y culminado victoriosamente con el estable cimiento del estado industrial a finales del siglo xix, más que como un fenómeno manifestado súbitamente a finales del siglo xviii y comienzos del xix.» 2 Diversos historiadores de la economía, que han empezado a explorar y a utilizar masivamente los datos estadísticos so bre el ritmo del desarrollo económico, han propuesto recien temente nuevas interpretaciones. Las mejores series estadís ticas, las más completas, las que abarcan todo el siglo xviii son las del comercio con ultramar; por ello la interpretación estadística de la revolución industrial se ha visto muy con dicionada por los movimientos del comercio exterior. En 1920, Paul Mantoux señaló ya que las curvas de las impor taciones y exportaciones y del tonelaje entrado y salido en los puertos británicos «suben casi verticalmente hacia el fi 8
nal» del siglo xvm, es decir, inmediatamente después de la baja provocada por la guerra norteamericana.3 El profesor Ashton ha desarrollado este tema: «Después de 1782, en todas las series estadísticas de que se dispone sobre la producción industrial se observa una fuerte elevación. Más de la mitad del aumento de los embar ques de carbón y de mineral de cobre, más de las tres cuar tas partes del aumento de la producción de paños finos, las cuatro quintas partes de la producción de estampados y las nueve décimas partes de la exportación de tejidos de algodón se concentraron en los últimos dieciocho años del siglo.»4 El profesor Hoffman, el economista alemán que recogió un índice de la producción industrial de Gran Bretaña, llegó a la conclusión de que «el año 1780 es la fecha aproximada en que el porcentaje anual de crecimiento industrial fue, por primera vez, superior a dos, nivel que conservó durante un siglo».9 Se tiende pues a fijar la fecha de la primera revolución industrial en 1780, cuando las estadísticas del comercio in ternacional británico indican un importante movimiento de alza. Aplicando este esquema, el profesor W. Rostow ha su gerido un límite histórico más preciso todavía y ha desarro llado la teoría de que el período 1783-1802 fue la gran línea divisoria en la vida de las sociedades modernas». Es el pe ríodo que él define como «despegue hacia el desarrollo sos tenido» de la economía británica, el intervalo en que las fuer zas de la modernización irrumpieron de modo decisivo y pu sieron en marcha un proceso automático e irreversible de desarrollo económico.6 Tenemos, pues, en un extremo el profesor Nef, que sitúa el comienzo de la revolución industrial a mediados del si glo xvi, con las nuevas industrias capitalistas del período isabelino; en el otro extremo tenemos la dramática compre sión por parte del profesor Rostow, de la transformación esencial en un par de décadas, a finales del siglo xvm. El de bate continúa. Pero las diferencias entre sus protagonistas son, fundamentalmente, de acento más que de sustancia. Na die niega que en él período iniciado a mediados del siglo xvm ocurrieron cambios importantes y de profundas consecuen cias en el ritmo característico de la vida económica de Gran 9
Bretaña. Nadie niega tampoco que estos cambios constitu yeron una transformación que era, en cierto sentido, el pro totipo de la transición de las formas preindustriales a las formas industriales de organización económica que constitu yen en todas partes una condición necesaria para el moder no desarrollo económico. Los que, como Nef, quieren poner de relieve la continuidad profunda de la historia, fijarán los orígenes del proceso de industrialización en siglos anterio res. Los que, como Rostow, prefieren centrar la atención en las discontinuidades más importantes de la historia insisti rán en el carácter revolucionario de los cambios ocurridos en períodos relativamente breves y buscarán líneas divisorias cruciales, giros irreversibles en las series estadísticas. Son diferencias de método en el análisis y en la interpretación his tóricos, más que disputas sobre lo que ocurrió efectivamen te en la historia. Para comprender el proceso del cambio económico deben tenerse en cuenta ambos enfoques y reco nocer las discontinuidades importantes en el «manto incon sútil» de la historia. Si partimos de mediados del siglo xvtii, partiremos de la Gran Bretaña preindustrial, aunque es evidente que el pro ceso de industrialización ya había comenzado. En el siglo siguiente se produjo una revolución en la vida social y eco nómica de Gran Bretaña que transformó la apariencia físi ca del país y estableció un modo de vida y de trabajo total mente distinto para la mayoría de sus habitantes. Esta pri mera revolución industrial tiene un interés especial no sólo para los historiadores sino también para los estudiosos del desarrollo económico moderno. Representa el comienzo es pontáneo del proceso creador de las sociedades opulentas de hoy, un camino para escapar a la miseria, es decir, lo que están intentando descubrir por sí mismos, desesperadamen te, las dos terceras partes, poco más o menos, de los habi tantes del mundo actual, los pueblos de los países subdesa rrollados. ¿Qué tipo de economía era, pues, la economía preindus trial de Inglaterra a mediados del siglo xvm? ¿Hasta qué punto se parecía a la de los actuales países preindustriales de Asia, África y Sudamérica? ¿Podemos establecer con cer teza las características que la distinguían de su propia for ma desarollada o de los países industrializados de mediados del siglo xix? Una lista de las características de las econo 10
mías preindustriales del siglo xx contendría las siguientes: miseria extrema, lentitud del ritmo de desarrollo económico, fuerza de trabajo no especializada, disparidades regionales, es decir, grandes diferencias en los niveles de vida o de de sarrollo económico entre una región y otra. ¿Hasta qué pun to existían estas características —miseria, estancamiento, de pendencia de la agricultura, falta de especialización y de in tegración regional— en la Inglaterra del siglo xvm? 1.
La pobreza
En primer lugar, ¿cuál era el grado de pobreza del pue blo inglés en el siglo xvm? Una manera de medir la pobreza a escala nacional con siste en recurrir a los datos de la renta nacional. La renta nacional de un país representa la suma total de bienes y ser vicios comprados o producidos por sus habitantes durante un año. Puesto que la renta de una comunidad depende del va lor de lo que produce y su poder de compra depende de su renta, tenemos, en realidad, tres maneras de calcular la ren ta nacional: 1) sumando las rentas de todos los habitantes; 2) valorando los bienes y servicios producidos por éstos; 3) sumando sus gastos. En principio, después de los ajustes ne cesarios para eliminar el doble cálculo (es decir, contan do sólo una vez los bienes incorporados en la producción de otros bienes dentro del mismo año), estas tres maneras de calcular la renta nacional deben dar el mismo resultado, el cual constituye una medida adecuada del valor total de la actividad económica de una nación. Si dividimos la renta nacional calculada de este modo por la cifra de la pobla ción, obtendremos un promedio que se puede considerar como un índice del nivel general de productividad o de vida. Todo cálculo de esta índole que se base en las estadís ticas del siglo xvm será, naturalmente, aproximado. Pero si confiamos en los cálculos de la renta nacional realizados por reputados observadores que vivían en los períodos que nos interesan, obtendremos algunos puntos de referencia que pue den indicar los órdenes de magnitud implicados. Una de las primeras estimaciones de la renta nacional de Inglaterra y el País de Gales es la de Gregory King a finales del siglo xvn, compilada para ilustrar la solidez de la economía en la épo11
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