March 16, 2017 | Author: Nicolás Penna | Category: N/A
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WALTER BURKERT
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DE HOMERO A LOS MAGOS ha tradición oriental en la cultura griega
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enerode2002 Da Omero aiMagi
Publicado por: EL
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ÍNDICE
i Rasgos orientalizantes en Homero 9
II
Cosmogonías griegas y orientales: temas comunes y elecciones en contraste 53
m E l orfismo redescubierto »5
IV
E l advenimiento de los Magos 123
Fuentes y Bibliografía 159
índice de nombres y de temas 167
.Cste libro tiene su origen en cuatro conferencias pro nunciadas en la Università degli Studi de Venecia en abril de 1996. He intentado conservar la articulación autònoma de cada conferencia y resistir a la tentación de añadir una mole de referencias a las controversias espe cializadas, enterrándolo todo bajo una bibliografía gi gantesca. He intentado presentar una introducción le gible, no un thesaurus.
Debo mi agradecimiento al Dipartimento di Scienze dell’Antichità e del Vicino Oriente de la Università de gli Studi de Venecia, a Lucio Milano y especialmente a Claudia Antonetti por su hospitalidad y por su iniciati va y perseverancia en la realización de esta publicación. Por la traducción de aquellas lecciones estoy reconoci do a Marco Dorati (1 y 11 lecciones) y a Roberta Sevieri (m y iv lecciones); asumo en cambio la responsabilidad de los errores.
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R A SG O S O R IE N T A L IZ A N T E S E N H O M E R O
h i tema «Homero y Oriente» no es nuevo. Por lo me nos desde los tiempos de Hugo Grotius, «Homero y el Antiguo Testamento» había constituido un asunto de in terés constante, también por causa de la secular contro versia en torno a la prioridad de los griegos o de los he breos, de Moisés o de Homero. Ya entonces se había notado que Isaías presenta un espléndido símil «homé rico» con el león (3 1, 4) y que Yahveh jura por el Cielo y la Tierra (Deuteronomio 4, 26), precisamente como Hera en Homero.' El paralelo entre el sacrificio de Ifigenia y el déla hija de Jefté (Jueces 1 1, 29-40) lo puso en evidencia incluso la ópera. Los historiadores también habían llamado la atención sobre fenicios y egipcios, que campan por sus respetos en la Odisea. La ruptura llegó a principios del siglo xix , con los inicios del historicismo.2 Las guerras napoleónicas ha bían provocado una oleada de nacionalismo en el seno del Romanticismo, especialmente en Alemania. Desde aquel momento, se dio por hecho que la cultura tenía que ser cultura nacional; Homero, definido como el «genio originario» ya por Wood en 17 69,3 se elevó al
' Cfr. Burkert, 19 9 1A . 2 Bernal, 19 8 7; Burkert, 19 9 1A y 1992. 5 R. Wood, An essay on the original genius and writings o f Homer, London 1769 .
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rango de genio originario de la cultura helénica. Justo entonces el descubrimiento de la familia de las lenguas indoeuropeas trazó la gran línea de separación respecto a los semitas, los hebreos del Antiguo Testamento.4 H o mero, considerado como el verdadero inicio de la cultu ra, se convirtió en el estandarte de una alianza germánico-griego-protestante— en línea con la orientación del Humanistisches Gymnasium. La consecuencia de todo ello fue que el progreso más importante en los estudios sobre la antigüedad ape nas se notó, ni en el ámbito de los estudios helénicos ni en el del Gymnasium\ el redescubrimiento del antiguo Oriente, con el desciframiento de los jeroglíficos y de la escritura cuneiforme, ha añadido cerca de dos mil años de historia documentada a nuestra memoria cultural. Paralelamente al descubrimiento de la literatura egipcia y cuneiforme avanzaron las grandes excavaciones ar queológicas en Egipto y en Irak (18 4 2 -18 5 5 ). En 1872 causaron sensación las nuevas informaciones respecto a una historia babilonia del diluvio—las tablillas X /X I del Gilgamesh— ; más o menos en el mismo periodo se tradujeron los textos egipcios relativos a la batalla de Qadesh, en el estilo de una verdadera aristeia homérica, hasta con carros de combate e intervención divina en el curso de la batalla,5 y además aquellos textos que se re montan, aproximadamente, a 120 0 a.C. sobre los «Pue blos del mar», que incluían a aqueos, dárdanos, filisteos y teucros.6 En 1884 se imprimió la edición del Gilga-
4 Cfr. L. Poliakov, L e mythe arien, Paris 1 9 7 1 . ’ Cfr. n. 40.
6A N E T , pp. 262-263.
mesh y se publicó la Catábasis de Ishtar. En 1 9 0 1 apare ció una edición alemana del Gilgamesh .1 Pero Gilgamesh hizo su aparición como Izdubar, y su amigo Enkidu como Eabani—véanse el Lexicón de Roscher y el ensayo de Usener sobre el «mito» del dilu vio—.8 Los expertos en escritura cuneiforme saben cómo algo así pudo ocurrir; para los clasicistas, que se encuentran en una posición marginal respecto al cunei forme, este error no podía inspirar una gran confianza. De hecho, el antiguo Oriente quedó como algo exótico casi hasta nuestros días. Consecuentemente, los estudios sobre «Homero y Oriente» quedaron como un campo de investigación marginal. William Ewart Gladstone (1809-1898), más conocido como primer ministro británico, llamó la aten ción sobre los textos egipcios referentes a los Pueblos del mar y sobre los descubrimientos en escritura cunei forme: fue el primero en comparar a Océano y Tetis de la litada con los Apsü y Tiamat del inicio del poema épi co babilónico de la creación—llamado Enüma elish por sus dos primeras palabras «Cuando arriba»— ,9pero los clasicistas expresaron su rechazo con indignación. A l gunos orientalistas sobrevaloraron de modo excesivo la importancia del Gilgamesh en la literatura mundial— Peter Jensen, Hugo Winckler, Adolf Jeremías— y esto tuvo un efecto contraproducente. Pocos leyeron el libro 7 Véase Burkert, 19 9 1A , pp. 15 8 s. 8 A. Jeremías, en RM L, vol. II, 18 9 0 -18 9 7, pp. 77 3-8 2 3; H. Usener, D ie Sintflutksagen, Bonn 1899, pp. 6 -13. ’ W. E. Gladstone, Homeric Synchronism, London 1876 . Véase también el apéndice a Landmarks o f Homeric Study, London 1890. Cfr. n. 47 y cap. II, n. 6 1.
de Cari Fríes (19 10 ), que interpretaba la Odisea como un drama ritual— el título, derivado del sumerio, signi ficaría «inicio del año», «nuevo año»— . Más sensatos fueron Hermann Wirth (192 1) y Arthur Ungnad. Pero sus libros no tuvieron ningún éxito; el libro de Ungnad no encontró siquiera editor y lo publicó a sus expensas en 19 2 3 .10 Sin embargo, no se debe olvidar que algunas obser vaciones notables sobre las relaciones entre Homero y Oriente provienen de estos estudios de principios de si glo, como por ejemplo la comparación entre el viaje de Gilgamesh en busca de Utnapishtim y algunos motivos de la Odisea, o la aparición del fantasma de Enkidu a Gilgamesh y el de la psyché de Patroclo que se presenta en un sueño a Aquiles (litada X X III, 54-107), un para lelo que incluso un escéptico como G. S. Kirk ha encon trado «casi irresistible»." Un nuevo impulso llegó con los descubrimientos lle vados a cabo en nuesto siglo: el hitita fue accesible gra cias a Friedrich Hrozny a partir de 1 9 1 5 , el ugarítico gracias a los semitistas a partir de 19 3 0 - 3 1 . ” Esto acer có notablemente el antiguo Oriente al Mediterráneo griego: el hitita, después de todo, es una lengua indoeu ropea. Y poco más tarde aparecieron los paralelos con Hesíodo: en 19 30 Walter Porzig escribió sobre Illuyankas y Tifón, y en 19 3 5 Forrer proporcionó las primeras C. Fries, Das Zagmukfest au f Scheria, 19 1 o; H. Wirth, Hotner und Babylon, 192 1; A. Ungnad, Gilgamesch Epos und Odyssee; véa se Burkert, 19 9 1A , pp. 16 2 -16 5 . " G . S. Kirk, Mylh, Berkeley 19 70 , p. 108. Cfr. Burkert, 19 9 3, p. 88 con n. j. ,J Cfr. Burkert, i9 9 iA , pp. 16 5 -16 6 .
informaciones a propósito de Kum arbi.'3 Entre los clasicistas, sin embargo, fue sólo Franz Dornseiff quien reaccionó ante esta ampliación del horizonte, asumien do él mismo un papel «marginal» en la filología clásica. «¿Cuándo se dejará de lado oficialmente la imagen del aislamiento provincial de los pueblos en torno a iooo650?», escribió en 19 3 5 .14 El cambio llegó después de 19 4 5, con la publicación de los textos hititas Dominio del cielo (1946) y XJllikummi—nombre de un monstruo mitológico— ( 19 5 2 ) .'5 Su afinidad con Hesíodo era innegable. Al mismo tiempo, en 19 52-53, se descifró la escritura Lineal B, los docu mentos griegos de Micenas, Pilos y Cnosos. Este hecho despertó un entusiasmo sin precedentes por la Edad del bronce, por ejemplo en T. B. L. Webster y D. L. Page; a Cyrus Gordon debemos el eslogan «koiné de la Edad del bronce».'6 En un segundo momento, con los estu dios de A. Heubeck y de otros estudiosos, la atención se focalizó nuevamente en las fases inmediatamente suce 13 W. Porzig, «Illuyankas und Typhon», en K A F I, 3, 19 3 0 , pp. 359-378; E. O. Forrer, «Eine Geschichte des Götterkönigtums aus dem Hatti-Reiche», en Mélanges Cumont, 19 36 , pp. 687-7 1 314 F. Dornseiff, Kleine Schriften, vol. I, Leipzig 19 5 2 , p. 30: «Wann wird die Vorstellung von der provinzialen Abgeschlossen heit der Völker um 1000-650 amtlich aufgegeben werden?» ’ ’ H. G . Gueterbock, Kumarbi. Mythen vom churritischen Kro nos, Zürich 19 46; H. Otten, Mythen vom Gotte Kumarbi. Neue Fragmente, Berlin 19 50 ; H. G . Gueterbock, The Song ofU llikum m i, New Haven 19 5 2 . 16 T. B. L. Webster, «Homer and Eastern poetry», en Minos 4, 1956, pp. 1 0 4 - 11 6 ; From Mycenae to Homer, London 19 5 8 ; D. L. Page, History and the Homeric ¡liad, Berkeley 1969; C. H. Gordon, «Homer and Bible», en HebrJJCA 26, 19 5 5 , pp. 43-10 8.
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sivas a la Edad del bronce.'7 En el tratamiento del II y el I milenio, la investigación se desarrolló siguiendo estas líneas y aún está lejos de haber concluido.'8
En lo que sigue, la literatura mesopotámica tendrá un papel relevante. Este recorrido, que parece llevarnos le jos de Grecia, requiere una justificación: en primer lu gar, la literatura cuneiforme representa el más extenso corpus en el ámbito de las literaturas del antiguo Orien te, mucho más rica que la hitita, por no hablar de la ugarítica; la literatura micénica es hasta ahora inexistente. La literatura cuneiforme es notable no sólo por su varie dad y complejidad, sino también por el elevado nivel cualitativo de algunas obras como Atrahasis, Gilgamesh y Enüma elish. Fue transmitida durante siglos, o incluso milenios, mediante la tradición de las escuelas de escri bas, las «casas de las tablillas». En segundo lugar, mesopotámicos— es decir asirios— y griegos estuvieron en contacto directo a partir de aproximadamente 800 a.C. Los griegos, en particular los eubeos, establecieron puestos comerciales en la Siria septentrional— el que conocemos mejor es Al Mina, junto a la desembocadura del río Orontes— a finales de siglo ix; esto ocurrió una vez que los conquistadores asirios habían llegado ya al Mediterráneo bajo el mando de Assurnasirpal.'9 En tor no a 738 a.C., un documento cuneiforme procedente de 17 Heubeck, 19 5 5 . 18 Burkert, 19 9 2, pp. 8 8 -12 7 ; Rollinger, 19 9 6 ; Morris, 1997; West, 19 9 7. 19 Burkert, 19 9 2, pp. 9-14.
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Siria menciona por primera vez las correrías de los jonios por las costas de Siria— el pueblo que viene de la «tierra Iaunaia »— ,20 Alrededor de este periodo, unos griegos— comerciantes, mercenarios o bandidos— to maron posesión de algunos espléndidos ejemplares de armaduras ecuestres que habían pertenecido a Hazael, rey de Damasco a fines del siglo ix. Las piezas fueron dedicadas por los griegos en el santuario de Apolo en Eretria y en el Heraion de Samos durante el siglo vm .21 Poco después de 700 a.C. hubo una batalla marítima en tre jonios y asirios en las inmediaciones de Tarso, en Cilicia.22 Chipre, habitada en parte por griegos desde la Edad del bronce, fue conquistada por los asirios en tor no a aquel periodo: el rey Esarhaddón dejó allí una este la en caracteres cuneiformes.23 Esto no significa negar la existencia de relaciones en la Edad del bronce; sin em bargo, las de época asiria están mucho mejor documen tadas y probablemente fueron también más intensas. La arqueología confirma contactos ininterrumpidos de los griegos con la Siria septentrional y Cilicia, con los «hititas tardíos», o mejor luvitas, arameos, fenicios, por lo menos a partir del siglo ix; la importancia de Egipto 10 H. W. Saggs, en Iraq 25, 19 6 3 , pp. 76-78; Burkert, 19 9 2, p. 12.
21 H. Kyrieleis, W. Röllig, «Ein altorientalischer Pferdesch muck aus dem Heraion von Samos», en MDAI(A) 10 3 , 1988, pp. 37-75; Burkert, 19 9 2, p. 16 yfig. 2. 22 A. Momigliano, «Su una battaglia tra Assiri e G reci», en Athenaeum 12 , 19 34 , pp. 4 12 - 4 16 = Quinto contributo alia storia degli studi classici e del mondo antico, Roma 19 74 , pp. 40 9 -4 13. 23 R. Borger, Die Inschriften Asarhaddons, Königs von Assyrien, Graz 1956.
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aumentó cierto tiempo después. Éste fue también el tiempo en que llegó a Grecia el producto de importa• ción oriental más importante: el alfabeto. Los testimo nios disponibles hasta hoy indican la primera mitad del siglo viii (800-750 a.C.) como época probable de su ad venimiento. En principio, la escritura cuneiforme ha bía sido superada hacía siglos por el sistema mucho más práctico de la escritura alfabética; sin embargo, en cuanto a posibilidades de supervivencia, las tablillas de arcilla superan en mucho a los rollos de pergamino o de papiro y a las tablillas de madera, es decir los mate riales empleados en la escritura alfabética: en estos so portes, desde el Éufrates hasta Anatolia y Palestina casi nada se ha conservado. Tanto más importante es el he cho de que el nombre de Gilgamesh aparezca aún en un libro en lengua aramea proveniente de Qumran:25 es probable que hayan existido reelaboraciones en lengua aramea de textos literarios cuneiformes. Pero, aparte de las tablillas cuneiformes, nada nos ha llegado. Queda un hiato que no puede colmarse totalmente.
En algunos aspectos, la épica griega es una floración to talmente autónoma. E l sistema formular que Milman Parry descubrió y del que explicó la función indispensa ble en el seno de la tradición oral, va ligado a la lengua
24 Burkert, 19 9 2, pp. 2 5 -3 3 ; R- Woodard, Greek W rilingfrom Knossos to Homer, Oxford 19 9 7 . La inscripción griega (?) más anti gua conocida hasta ahora proviene de Gabii: A. M. Bietti Sestieri, La necropoli laziale di Osleria d e ll’Ossa, Roma 19 9 2, pp. 209-2 12 . 25 Burkert, 19 9 2, pp. 32 s. y n. 32.
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griega. Desde este punto de vista, Homero se ha conver tido en un ejemplo clásico de tradición oral.26 La épica oriental, en cambio, por lo menos en Mesopotamia, se basa en una tradición consolidada de escritura y de es cuelas de escribas que abarca más de dos mil años. En el ámbito de esta tradición, las tablillas se copian y vuelven a copiar continuamente, y alguna vez incluso se tradu cen dentro del sistema cuneiforme. Deberíamos, pues, esperar principios estilísticos bastante diferentes en Oriente y en Occidente. Sin embargo, si uno está atento a considerar ambas vertientes, más bien queda sorpren dido por las semejanzas. Hagamos, pues, una breve re capitulación de estas semejanzas en el ámbito del estilo épico.27 Las más importantes fueron señaladas hace mu cho tiempo; ya Cecil Maurice Bowra, en su Heroic Poe- ' try (1952), se refiere ampliamente al Gilgamesh. En ambos casos, «épica» significa poesía narrativa que, en cuanto a la forma, emplea un verso largo que se repite indefinidamente sin división estrófica. En cuanto al contenido, el relato concierne a dioses y grandes hombres del pasado, que a menudo interaccionan entre ellos. Las principales características de estilo son los ' epítetos fijos, los versos formulares, la repetición de versos y las escenas típicas. Los epítetos se han visto siempre como una caracte rística peculiar del estilo homérico. «Zeus que congrega
16 The Making o f Homeric Verse. The Collected Papers o f Milrnan Parry, A. Parry (ed.), O xford 1 9 7 1 . Para los problemas homé ricos, véase Zweihundert Jahre Homer-Forschung, J. Latacz (ed.), Stuttgart 19 9 1 (Colloquium Rauricum 2). 17 Cfr. Burkert, 19 9 2, pp. 1 1 4 - 1 2 0 ; West, 19 9 7, pp. 164-275.
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las nubes», «Odiseo constante», «Odiseo rico en astu cias» nos son familiares. Pero también en la épica acadia y ugarítica los personajes principales tienen sus epítetos característicos.28 E l dios más importante, Enlil, aparece a menudo como «Enlil el héroe»; el héroe del diluvio es «Utnapishtim el lejano»; los malvados Siete de la epo peya de Erra son «los campeones sin par». Análogamen te, la épica ugarítica presenta fórmulas fijas como «la virgen Anat» o «Danel el Refaíta». Se acerca más aún al uso homérico calificar a un combatiente como «recono cible en la batalla». Resulta menos claro por qué la «Se ñora de los dioses» es «hábil en el grito», pero estaba poco claro ya para los mismos griegos por qué tanto Calipso como Circe eran «diosas terribles de palabra hu mana», 8eivf| 0eó(ió