Daniel Pereyra, Memorias de Un Militante Internacionalista (OCRed)

March 21, 2017 | Author: jgtury | Category: N/A
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MEMORIAS DE UN MILITANTE INTERNACIONALISTA Daniel Pereyra

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Ciudad Autónoma de Buenos Aires : RyR, 2014. 390 p. ; 17x12 cm. ISBN 978-987-1421-82-4 1. Autobiografía. C D D 920

©CEICS-Ediciones ryr, 2014, Buenos Aires, Argentina Queda hecho el depósito que marca la ley 11723 Printed in Argentina- Impreso en Argentina Primera edición: Ediciones ryr, Buenos Aires, septiembre 2014 Responsable editorial: Viviana Rodríguez Cybulski Diseño de tapa: Sebastián Cominiello Diseño de interior: Agustina Desalvo www. razo nyrevoluc ion.org. ar ed itorial@razonyTevolucion. org.ar

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A los desaparecidos. A los que luchan contra la explotación y la opresión, en cualquier parte del mundo. A los que luchan por rescatar la Memoria Histórica y por el recuerdo de los caídos, y a los compañeros de la asociación La Comuna., que reclaman en Argentina la justicia para las víctimas de la represión franquista.

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“ [La] militancia revolucionaria [...] se funda en el compromiso de toda la personalidad del militante, que así consagra por entero su vida, su concepción del mundo, a la obra integral de edificación de la nueva sociedad y a su vez manifiesta, por lo tanto, un nuevo modo de ser hombre y de entrar en contacto con los demás hombres. [...] Nace de aquí una concepción particular de la disciplina, la que ya no es dic­ tada sólo por las exigencias de la eficacia, sino que es en sí misma un acto de libertad: no un sacrificio, no la limitación de una persona que existe con independencia del propio compromiso revolucionario, sino un acto que constituye la libertad de una persona, la que sólo en este compromiso real encuentra el camino para expresarse, para dar una perspectiva total a la propia acción, para huir de la desesperación de la impotencia, del disgusto del aislamiento.” Magri, Lucio: Problemas de la teoría marxista delpartido revolucionario, Anagrama, Barcelona, 1975, pp. 85-86 La historia dominante en una época es la historia que impone la clase dominante. Es por ello que ni en las vidrieras de las librerías ni en prestos de diario se encuentran habitualmente libros sobre la historia de la clase obrera, sus grandes gestas, sus organizacio­ nes, sus dirigentes. Los trabajadores son, cuanto mucho, el telón de 9

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fondo sobre el que actúan protagonistas que Íes son completamente ajenos, ivlás invisible aun se vueive ia presencia de la izquierda re­ volucionaria, que retoma las banderas del proletariado, impulsa su lucha y busca ponci cu marcha ei motor de ia historia, para cons­ truir una sociedad verdaderamente humana. Esta operación no es ingenua ni resultado de la casualidad, bus­ ca deliberadamente cortar el hilo que une a las anteriores genera­ ciones de luchadores con los actuales. Sin referentes ni experiencias, teniendo que enfrentar una y otra vez ios mismos problemas, los revolucionarios de hoy deben volver a construirlo todo de nuevo. Por este motivo una de las tareas fundamentales consiste en preser­ var ese conocimiento acumulado y difundirlo, para que todos los compañeros podamos aprender de las lecciones de ayer. Por ello mismo, acercamos al lector las memorias de Daniel “Che” Pereyra, un militante que, parafraseando a Lucio Magri, consagró por ente­ ro su vida a la lucha por una nueva sociedad. Partero del trotskismo en la Argentina, miembro de organismos intemacionalistas del proletariado, luchó codo a codo con Hugo Blanco en Perú y formó parte de los grandes combates de masas en los años ’70 en nuestro país. En esa etapa fue protagonista de una profunda disputa que atravesó a todas las organizaciones revo­ lucionarias (y también reformistas): el debate en torno a la estrate­ gia revolucionaria en la Argentina. Pereyra formó parte del sector mayoritario de la vanguardia que, influenciado por las experiencias triunfantes de China, Cuba y Vietnam, apostó a la construcción de poderosos frentes militares, aún sin renegar de la necesidad de desarrollo del partido. Ni la derrota ni el exilio lograron quebrar su voluntad y hoy, con el mismo temple de ayer, nos acerca sus me­ morias en las que recorre toda su vida, sin escatimar en balances y autocríticas, y acercándonos incluso sus sensaciones y sentimientos más personales, que nos recuerdan que un combatiente no es sino una persona con una profunda sensibilidad.

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Un constructor del trotskismo No nos proponemos hacer aquí un recorrido exhaustivo por la vida de Daniel Pereyra, el lector encontrará en las páginas de este

libro un apasionante relato, debidamente detallado, de toda su tra­ yectoria militante. Sin embargo, es necesario hacer algunas referen­ cias generales para calibrar quién es el compañero que reflexiona y cuál ha sido su intervención en la lucha de clases en Latinoamérica. El devenir de su vida nos muestra su tenacidad, y la del trotskismo en general, en lo que considera la principal tarea política: la cons­ trucción del partido. Nacido el 16 de octubre de 1927, en el seno de una familia obrera (su padre estuvo desocupado desde la crisis de 1929 y su madre trabajaba de lavandera en casas particulares), desde su ju­ ventud tuvo que valerse por sí mismo. Habiendo quedado huér­ fano a los 17 años, abandonó la escuela y comenzó a desempe­ ñarse como aprendiz en una imprenta del barrio de Villa Crespo, donde vivía. Esta incorporación prematura al trabajo coincidió con el inicio de su miiitancia política. Pereyra entró en contacto con Nahuel Moreno, un joven militante que había sido expulsado de la Liga Obrera Socialista (LOS), uno de los primeros agrupamientos trotskistas del país. Así comenzó su formación, mediante las lectu­ ras de los clásicos del marxismo, de los primeros escritos de la IV Internacional y de los debates que Moreno entablaba con los trots­ kistas argentinos más importantes de la época, entre ellos, Mateo Fossa y Héctor Raurich. Su miiitancia se inició así en el marco de una tradición teórico política en la que se mantendrá buena parte de su vida. Esta experiencia se encuentra desarrollada en el capítulo I de estas Memorias. En ese entonces el trotskismo transitaba su etapa de gestación, siendo su principal actividad la discusión teórica-programática en tertulias, como la famosa “Peña de Raurich” en el CaféTortoni. En ese contexto, Moreno junto a Pereyra y un puñado de militantes

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fundaron el Grupo Obrero Marxista (GOM), en 1943. En efecto, con aquella organización el trotskismo vernáculo logró dar su pri­ mer salto: Moreno y sus camaradas comenzaron a desarrollar una inserción dentro del movimiento obrero. Es quizás este el principal acierto de lo que luego se conocerá como morenismo, iniciar el acer­ camiento orgánico a la clase obrera. Este acercamiento fue, sin embargo, de carácter incipiente. Valga como ejemplo el relato de Pereyra en donde cuenta las difi­ cultades y la obra de ingeniería que debió llevar adelante el partido para lograr imprimir una serie de volantes con un pequeño mimeógrafo manual. Esta tarea, que consumió prácticamente todas las fuerzas de la joven organización, culminó en una volanteada en puerta del frigorífico Anglo-Ciabasa, donde los trabajadores im­ pulsaban una huelga en enero de 1945- Aunque pequeño, el paso significaba el comienzo hacia una estrategia de construcción del partido. A la postre, el G O M profundizó esa línea que, en el caso de Pereyra lo llevó a trabajar en Siam Di Telia, logrando conver­ tirse en delegado de la sección prensas y balancines. Esa línea se mantuvo a lo largo de todas las transformaciones del partido, que fue modificando su denominación: Partido Obrero Revolucionario (POR) en 1948, la breve experiencia dentro del Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN) en 1954, luego Socialismo Revolucionario Trotskista (SRT) en 1955 y Política Obrera (PO) en 1958. A p'esar de que, entre todos esos cambios de siglas se impulsó el desarrollo de corrientes sindicales, siendo sus principales núcleos en los ’50 las listas verdes en textiles y metalúrgicos, el agrupamiento de Moreno no lograba ofrecerse como alternativa política para la clase obrera frente a la emergencia del peronismo. No sólo porque su inserción fabril fuera deficitaria cuantitativamente, sino porque adolecía de un problema más profundo: un déficit en el desarrollo de la tarea intelectual del partido. En efecto, el more­ nismo se caracterizó por su incapacidad para erigirse en dirección

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política independiente de la clase obrera, puesto que su forma de concebir la construcción partidaria suponía que la tarea fundamen­ tal era identificar a la vanguardia de la clase (aquella que lidera la disputa en el nivel económico reivindicativo) y “acompañar” su lucha, plegándose a cada una de sus iniciativas (ya sea una huelga, tomas, formas de lucha armada, etc.) Se trata de un seguidismo que se traduce en una claudicación en la tarea de dirección política.1'El ejemplo más transparente en este sentido fue la política de entrismo en el peronismo. Cuando se fundó PO, el partido se colocó “bajo la disciplina del general Perón” . Esa leyenda grabada en su periódico cristalizaba una táctica que reflejaba el déficit del que hablamos: la imposibilidad de desplegar la tarea intelectual del partido dispu­ tando la conciencia de la clase obrera, en pos de favorecer el acer­ camiento a la clase aceptando su conciencia espontánea. Pereyra en su balance lo señala con claridad: el partido creció notablemente en materia sindical, pero a costa de negarse a ejercer el rol de dirección política de la clase, lo que habría sembrado la confusión en sus propias filas. Eso podría explicar por qué importantes dirigentes de PO, como el mismo Pereyra, terminaron defendiendo estrategias opuestas a las que históricamente desarrolló el partido de Moreno.

Fusiles y masas: el problema de la estrategia revoluciona' ría en la Argentina A comienzos de la década del ’70 la Argentina vivió un auge de masas. El Cordobazo, en mayo de 1969, marcó el inicio de un proceso revolucionario en nuestro país, signado por una crisis de conciencia de la clase obrera. Fracciones minoritarias comenzaban a romper con el peronismo y girar hacia posiciones revolucionarias. ’El problema del seguidismo aparece en la discusión que sostiene Lenin contra las posiciones del periódico Rabócbei Dielo. Véase el capítulo II de Lenín, Vladimir: ¿Qué Hacer?\ ediciones varias.

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Sobre ese terreno fértil crecieron importantes organizaciones polí­ ticas que disputaban su dirección. Se configuró de ese modo una fuerza social revolucionaria con cierta potencialidad para conver­ tirse en Partido del Caos y disputar el poder del Estado. A la luz de los acontecimientos posteriores, resulta claro que tal potencialidad no se puso en acto. En efecto, esta fuerza social portó una debilidad subjetiva que se expresó en dos problemas que la atravesaron: en lo programático, por la claudicación de importantes organizaciones ante el reformismo, y en lo estratégico, la adopción de una estrate­ gia que poco tenía que ver con la realidad argentina, el desarrollo de la guerrilla (tanto en su variante rural como urbana). Pereyra fue parte de ese conjunto de fuerzas que optaron por una estrategia que marcaba la necesidad inmediata de comenzar a desarrollar las tareas militares. Primero en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) siguiendo la ruptura de Santucho y, lue­ go, tras una nueva ruptura, en el Grupo Obrero Revolucionario (GOR). Sin embargo, sus inclinaciones hacia esa estrategia habían comenzado una década atrás, cuando formaba parte de PO. Su trayectoria biográfica en los ’60 y ’70, contenida en los capítulos II y IV, pone en evidencia que la adopción de la lucha armada no fue reflejo directo de la experiencia cubana, sino el resultado de un arduo proceso de discusión, en el que se enfrentaron posiciones y se produjeron rupturas en importantes organizaciones. ‘ L a experiencia peruan a Hacia los años ’60 Perú, en particular la región cuzqueña, atra­ vesaba un marcado proceso de agitación social en el agro: se suce­ dían las huelgas y avanzaba la sindicalización en el campo, lo que derivaba en un acelerado proceso de toma de tierras. Uno de sus más reconocidos dirigentes era Hugo Blanco, quien militaba en el Partido Obrero Revolucionario (POR) de ese país, partido her­ manado con el de Moreno en Argentina y ambos nucleados en el

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Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO). —

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militantes (Pereyra, Eduardo Creus y José Martorell) y un apor­ te económico. El objetivo era fortalecer al partido y avanzar en la constitución de un Frente Unico Revolucionario. La polémica se desató cuando, ante la asfixia presupuestaria del partido peruano, el equipo de Pereyra, ya instalado en aquel país, inició acciones de expropiación. El 15 de diciembre de 1961 la brigada Túpac Amaru asaltó la Agencia del Banco Popular de Magdalena, Lima. La acción culmi­ nó con éxito, pero dada una falla en la inteligencia previa, sólo se recuperaron 105 mil soles, una suma que no resolvía el problema económico. De modo que se proyectó una nueva expropiación, efectuada cuatro meses después. El 12 de abril de 1962 Pereyra y sus compañeros asaltaron el Banco de Crédito de Miraflores, obte­ niendo la suma de 100 mil dólares. Un problema al momento del escape obligó a un cambio en la retirada, dada la pronta persecu­ ción policial. Pese a que el equipo logró idear un plan alternativo sobre la marcha, al momento de entrar al Cuzco fueron detectados y, luego de una corta resistencia a tiros, detenidos. Moreno acusó al equipo de Pereyra de impulsar una “desviación putchista” y “foquista”, con motivo de estas acciones de expropia­ ción que tendrían como objetivo conseguir financiamiento para impulsar un supuesto asalto al cuartel Gamarra del Cuzco, emu­ lando al Moneada. En una carta que le envió a Pereyra dejó sentada su posición: “Han elaborado a esos efectos una teoría: la de que la acción militar, armada, crea todo: el partido, los cuadros, los diri­ gentes, la revolución en sí. Craso error. Todo eso lo crea la acción

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de masas”.2 Es por esto que calificó la experiencia de Perú como “putchista” y “aventurera”, por haberse alejado de la voluntad de las masas, e identificó como tarea principal “mandar agitadores, pro­ pagandistas y organizadores a los sindicatos campesinos, para que desarrollen nuestras consignas, nuestro partido y el Frente Unico Revolucionario barriendo toda influencia oportunista.”3 Del mis­ mo modo, no descartaba el desarrollo de acciones militares, siem­ pre y cuando estuvieran respaldadas por las masas y fueran desarro­ lladas bajo la forma de milicias, no bajo el armamento del partido. La crítica de Moreno es parcialmente falsa. No es cierto que Pereyra haya abandonado el trabajo de masas. Durante su militancia en Perú el equipo había logrado regularizar las reuniones del Buró Político del PO R y la publicación de su periódico, for­ taleció la estructura celular del partido y puso en pie el FIR.4 Esta labor incluso fue reconocida por la dirección de PO.5 No obstante esto, y más allá de los supuestos planes para el asalto al cuartel, 2Carta de Moreno a Pereyra, citada en: Grenat, Stella: “‘La revolución lati­ noamericana: ¿el giro foquista del morenísimo?”, en Razón y Revolución, n° 10, primavera de 2002, reedición electrónica. 3Carta de Moreno a Pereyra, 5 de enero de 1962, citado en González, Ernesto: E l trotskismo obrero e intemacionalista en la Argentina, tomo 3, volumen 1, p. 239. 4Frente de Izquierda Revolucionaria conformado en diciembre de 1961 por el POR, militantes del Partido Comunista de Perú (PCP), el PCLeninista e independientes. 5“ EI acontecimiento más importante de toda esta etapa es el desarrollo del POR peruano bajo la orientación del compañero [Pereyra] que viajó en la oportunidad señalada. El POR se organiza, periodiza sus publicaciones, se acostumbra a cotizar, organiza células y direcciones, y se liga a toda la nueva vanguardia revolucionaria ampliando notablemente su influencia en la política peruana. Paralelamente crece enormemente la influencia del partido entre el campesinado.” (.Palabra Obrera: “Proyecto de informe de actividades latinoamericano”, enero de 1963, p. 2 citado en: González, E.: El trotskismo... > op. cit., p. 225.

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lo cierto es que Pereyra y sus compañeros desarrollaron acciones armadas con fines de expropiación. En su defensa, alegaron que fue la única vía de salida ante el ahogo de las finanzas del partido, que necesitaría el dinero para fortalecer las milicias campesinas que sostenían la toma de tierras. Sea esto real o no, el desarrollo de una estrategia, y las tácticas que de ella se desprenden, no puede estar atado a la situación financiera del partido. Si las fuerzas del partido no alcanzaban para desarrollar las tareas que imponía una estrate­ gia insurreccional, difícilmente estas se solucionarían apostando al desarrollo de un frente militar, aunque más no sea acotado a las acciones de recuperación. Los hechos demostraron esta realidad: la caída del equipo, producto de las dificultades del repliegue luego del asalto al Banco de Miraflores, liquidó buena parte del trabajo político que habían realizado. El POR entró en crisis y el SLATO terminó por disolverse a causa de las discusiones que generó la caída. Sin embargo, la mirada no debe circunscribirse al propio Pereyra. La desviación en Perú no fue un rayo en cielo sereno: entre marzo y junio de 1962 PO mismo tuvo una “desviación putchista” o “militarista” (como la calificó Moreno luego), señalando que la Argentina presentaba “posibilidades inmediatas de iniciar la lucha armada” .6 Tiempo después, uno de sus más importantes dirigen­ tes, Angel “Vasco” Bengoechea, rompería para formar las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN), luego de realizar un viaje de entrenamiento a Cuba, que la organización había tolerado. Resulta entonces claro que se trataba de un déficit mayor que arras- ’ traba el propio partido. Aún queda pendiente un análisis científico de la trayectoria del morenismo, que aporte elementos para clarificar estos problemas. Sin embargo, puede pensarse como uno de los elementos explica­ tivos la propia estrategia seguidista que llevaba a la adopción de 6Palabra Obrera: “La situación nacional después de las elecciones del 18 de marzo”, citado en González, E., El trotskismo, op. Cit., p. 273.

diversas tácticas, no en función de las características estructurales de cada país, sino del accionar concreto de ias masas en un de­ terminado momento. Los vaivenes tácticos, que en algunos casos lian j>idu ini-cipiciaclus cuino una ausencia de estrategia/ pueden ayudar a entender la confusión en las propias filas del partido. La siguiente cita ilustra con claridad el modo en que Moreno razonaba la estrategia: “el partido sólo podemos construirlo si utilizamos en cada momento tácticas diferentes y adecuadas, que cambian tanto como cambia la lucha de clases. Si hay elecciones, podemos ser electoralistas. Pero si no las hay, no debemos serlo. Si hay campesinos dispuestos a luchar en forma armada contra los terratenientes, debemos ser guerrilleros rurales. Pero si no lo hay, no debemos serlo.”8 No es osado suponer entonces que, en ocasiones, se cayera en la confusión de asumir como estrategia lo que en ese momento se reconocía como táctica. Discusión y ruptura en A rgentina La experiencia en Perú le valió a Pereyra casi cinco años de cár­ cel en aquel país. Durante ese tiempo, en particular a partir del año 1964, PO comenzó a desarrollar un proceso de discusión con el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), lidera­ do por los hermanos Santucho (Mario Roberto, Francisco José y Asdrubal), que tenía cierto trabajo político en el norte del país (Tucumán, Santiago del Estero y Salta). En mayo de 1965 ambas organizaciones confluyeron en una nuevo nucleamiento: el Partido 7Coggiola, O.: Historia del trotskismo en Argentina y América Latina, Ediciones ryr, 2006, pp. 198-205. 8Moreno, Nahuel: Un documento escandaloso, Antídoto, Buenos Aires, 1989, p. 129.

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Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Sin embargo, la unidad había sido forjada bajo bases frágiles. En agosto de 1967 cuando Pereyra retornó a la Argentina, fue recibido en el aeropuerto por Moreno y Mario Santucho. Cada uno de ellos expresaba una ten­ dencia dentro del PRT que en poco tiempo haría eclosión. La ruptura se produjo en enero de 1968, cuando se llevaban adelante las reuniones de la Comisión Precongreso para el IV Congreso del partido. Sin embargo, desde 1967 ya se hacían visibles dos tendencias: la morenista y la santuchista, que a la postre deri­ varían en la formación del PRT-La Verdad y PRT-E1 Combatiente, respectivamente. El grupo de Santucho, reconociendo como un acierto la estrategia “castrista-guevarista”, sostenía la necesidad de que el partido desarrollara tareas de propaganda y agitación política sobre la clase obrera y que, en paralelo, preparara y diera inicio a la lucha armada "en la perspectiva de crear un ejército en el campo y de impulsar la guerrilla urbana, tanto en apoyo a la guerrilla rural, como acompañando las luchas de masas” .9 El PRT-EC sostenía que la estrategia del morenismo era espontaneísta, dado que no tendría una estrategia de poder, lo que, en la línea del partido de Santucho, significaba plantear en el corto plazo el problema militar.10 En el marco de este debate, Pereyra, confirmando su línea de intervención en Perú, acompañó la fracción de Santucho, llegando a ser miembro del Comité Central y del Comité Ejecutivo del par­ tido. Sin embargo, al poco tiempo de andar se manifestaron ciertas 9PRT-EC: E l único camino hasta, el poder obrero y el socialismo, 1968, p. 42. 10La famosa discusión Moreno-Santucho no ha tenido un estudio siste­ mático. Recientemente un nuevo trabajo, debidamente documentado, demuestra que el eje explícito de la discusión fue el problema de la estrate­ gia revolucionaria en la Argentina (Mangíantini, Martín: El trotskismo y el debate en torno a la lucha armada. Moreno, Santucho y la ruptura del PRT\ El Topo Blindado, Buenos Aires, 2014). Sin embargo, queda aún por exa­ minar si detrás de ello se escondían divergencias programáticas.

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tensiones dentro deí PRT-EC, que derivarían en nuevas rupturas. La discusión se disparó cuando en octubre de 1969 Santucho pre­ sentó un plan de tareas militares para realizar entre marzo y abril de 1970. Este pian, contemplaba la realización de varias acciones en un corto plazo, anunciando de ese modo el lanzamiento de la lucha armada por el PRT, tanto en el plano urbano como rural. A esto se sumó en noviembre del mismo año el llamado “desastre de Tucumán”, que implicó la caída de un militante, la detención de otros siete y un contacto, además de pérdida de armas y el allana­ miento de varias casas. Se delinearon a partir de la discusión, tres tendencias: Proletaria, Comunista y Leninista.11 La primera, más crítica de la construcción militar y defensora de la necesidad de impulsar las tareas de inserción sindical, abandonó rápidamente la organización. No así la tendencia Comunista que, encabezada por el propio Pereyra junto a Alejandro Dabat, Eduardo Urretavizcaya y Helios Prieto, propició la discusión y buscó cambiar el rumbo del partido, enfrentándose a la tendencia Leninista liderada por Santucho, Domingo Mena y Luis Pujáis. Las posiciones de la tendencia de Pereyra se vieron cristalizadas en el Proyecto de resolución del C. C. de autocrítica y convocatoria al V Congreso. En concreto, lo que señala dicho documento es que el partido habría incurrido en una “desviación foquista” que se expre­ saría en un déficit político a la hora de lograr inserción y orientar con consignas a las masas movilizadas, y el abandono de la lucha teórica para enfrentar las tendencias reformistas. En el plano mili­ tar, se habrían desarrollado planes ambiciosos y no subordinados estrictamente a la dirección política del partido (se creó una co­ mandancia unipersonal en manos de Santucho), a la par que se subestimaría la lucha del proletariado en el ámbito urbano donde no se garantizó la actividad militar independiente. Por último, a nBajo esas denominaciones aparecen en el V Congreso del PRT, ya domi­ nado por el santuchismo.

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nivel partidario se constataría la ausencia de discusión política in­ terna y el desarrollo de rasgos burocráticos. Todo ello surgiría como producto de una sobreestimación de las propias fuerzas y cierta tendencia voluntarista, que se identificaría con el foquismo, en la medida que supondría que los combatientes pueden construir la fuerza militar ellos mismos y no en un proceso de contacto y concientización de las masas. Este documento finalmente no fue tenido en cuenta por el par­ tido, toda vez que en el Comité Central no alcanzó la mayoría de votos para ser tratado. Así las cosas, el grupo de Pereyra no llegó a participar del V Congreso, quedando por fuera de la organización. Las diferencias se volvieron completamente insalvables cuando ese congreso lanzó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que, para Pereyra, significaba una apuesta que no iba acorde a la marcha de la lucha de clases.12 Tras un breve período de dispersión, varios ex-militantes del PRT-EC constituyeron el GOR, entre fines de 1970 y comien­ zos de 1971. Consecuentes con la crítica que habían realizado a la tendencia santuchista, abocaron sus esfuerzos a la construcción de frentes de masas (la Agrupación Universitaria Socialista y la Corriente Clasista -CoCla-) y la edición de publicaciones {Lucha de clases, Combate Socialista, Combate Socialista Internacional¡). A la par que defendió la necesidad de construcción del partido, el G O R no renegó del desarrollo de acciones armadas, considerando que estas debían ser realizadas bajo el criterio de “autodefensa de masas” y para “garantizar la actividad independiente de la vanguardia”.13 Esto significaba utilizar la lucha armada para “garantizar la activi­ dad de los revolucionarios en el seno de las masas y fundamental­ 12Entrevista a Daniel Pereyra en Cortina Orero, Eudald: Grupo Obrero Revolucionario, El Topo Blindado, Buenos Aires, 2011, p. 24. !3Primer Congreso del GOR: “El Partido y las tareas de los revoluciona­ rios”, marzo de 1976, pp. 33-35, mencionado en: Cortina Orero, Grupo, op. cit., p. 28.

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mente desarrollar la autodefensa del movimiento de masas para que esté en mejores condiciones trente a la represión para luchar por sus consignas.” 14 Mas allá de que imciaimente se planteara como problema la au­ todefensa ante la represión, un problema real que debieron enfren­ tar todos los agrupamientos de la etapa, lo cierto es que el G O R se terminó subordinando a la práctica militar tal y como la venían desarrollando el resto de las organizaciones político militares de la etapa. En efecto, llevó adelante acciones de pertrechamiento, re­ cuperación financiera y de propaganda armada (tomas de fábricas para lanzar consignas, colocación de cajas volanteadoras, secuestros de personajes repudiados por la clase obrera).15 En lo sustantivo el G O R no se alejó de la estrategia delineada por el PRT-EC. Uno y otro consideraron fundamental la construc­ ción de un partido revolucionario para lo cual destinaron esfuerzos al desarrollo de frentes de masas y lograron cierto grado de inser­ ción en la clase obrera.16 Con él dieron batalla contra el peronis­ mo, una de las experiencias reformistas más eficaces en el mundo y profundamente enraizada en el proletariado argentino. En parale­ lo, sostuvieron la necesidad de desarrollar tareas militares. El PRT de Santucho construyó desde ese momento su Ejército, mientras l4GOR: “Profundizar, coordinar y extender las luchas contra la explotación capitalista”, en Cortina Orero, Grupo, op. cit., p. 25. 15Valga como ejemplo las acciones realizadas con FAL América en Armas: el secuestro del jefe del Servicio de Psiquiatría del Penal de Villa Devoto Hugo D ’aquila que supervisaba las torturas de los presos, o también el se­ cuestro del médico Daniel Lafont del frigorífico Tres Cruces que se negaba a dar permisos por enfermedad al personal, (Cortina Orero, Grupo, op. cir., pp. 34-40). l6Ambos agrupamientos tuvieron una presencia destacada en las Coordinadoras Interfabriles que actuaron en las jornadas de junio y julio de 1975. Véase: Lóbbe, Héctor: La guerrilla fabril, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2009.

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que el GOR, si bien caracterizaba que aún no era el momento de enfrentar a las tuerzas represivas del Estado, sostenía que la lucha armada debía encararse para garantizar el desarrollo de tareas de agitación y propaganda. No puede decirse que uno y otro hayan caído en una “desvia­ ción militarista” ni una “deriva militarista” (como le achaca Pereyra al PRT-ERP). Lo que es real es que nuestro país no presentaba, ni presenta hoy, características favorables al desarrollo de formaciones guerrilleras urbanas o rurales. No existe una base campesina ni con­ diciones geográficas, y, fundamentalmente, el Estado, en manos de una burguesía consolidada, controla el conjunto del territorio na­ cional. De modo que, la construcción de un frente militar obturó la tarea principal de la etapa: la conquista de la hegemonía del partido en el interior de la clase obrera. Tarea que suponía dar una fuerte batalla contra el reformismo e impulsar la tendencia insurreccional que se desarrollaba en el seno de las masas. Anticipándose al mo­ mento político-militar de la lucha de clases, las organizaciones que desplegaron la lucha armada terminaron complotando contra su propio desarrollo. Las memorias de Pereyra sobre su intervención en los años ’70, nos alertan sobre este problema.

Un manual de miiitancia La vida de Pereyra es un ejemplo para todos los que luchamos por transformar el mundo. Desde sus primeros años en el trots­ kismo no escatimó ni esfuerzos, ni tiempo, ni sacrificio a la militancia. Cuando comenzó su actividad con Moreno y el partido encaró la tarea de insertarse en la clase obrera, asumió esa directiva y comenzó un itinerario de mudanzas, siempre con su esposa y'su pequeño hijo. Seguramente desde lo personal no era la opción más recomendable y esa disposición le debe haber generado más de un dolor de cabeza. Pero era consciente de su decisión: construir el partido. En Perú no sólo tuvo que soportar la lejanía de su familia,

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sino también cinco años de prisión. El relato de esa experiencia es estremeccdor: torturas, simulacros de fusilamiento, incomunica­ ción, condiciones higiénicas infrahumanas, falta de alimentación, robos y violaciones entre los reclusos. Primo Levi dijo alguna vez que el que lo pierde todo, se pierde a sí mismo. No es el caso de Pereyra, que mantuvo intacta su con­ vicción e incluso en ese contexto de descomposición carcelaria, no dejó de organizar a sus compañeros y luchar por mantenerse ente­ ro. En su retorno a. la Axgentina demostró que tampoco lo animaba ninguna inclinación burocrática: considerando que era necesario otra estrategia, no dudó en romper con sus compañeros, con quie­ nes había combatido codo a codo por más de 20 años. La profunda derrota de los YO, no lo quebró moralmente. En 1978 el destino de su exilio obligado fue España, una expe­ riencia que relata en el capítulo V. Tuvo que recomenzar su vida. Conseguir vivienda y trabajo, realizar largas gestiones para garan­ tizar documentación. Y, sobre todo, reanudar la actividad política, una tarea que consideró urgente. Combinó la lucha en organismos de Derechos Humanos contra la dictadura militar argentina con su miiitancia orgánica en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), luego continuó con otras experiencias militantes con Espacio Alternativo dentro de Izquierda Unida, y finalmente en Izquierda Anticapitalista. En ese exilio, del que ya no volvería, la pluma se convirtió en su principal arma. Colaboró en diferentes medios de prensa europea y medios sindicales con artículos de análisis de la realidad latinoamericana (entre ellos, E l Mundo, Cinco días, Resumen Latinoamericano), escribió varios libros sobre la problemá­ tica de la lucha armada (D el Moneada a Chiapas y Revolucionario sin fronteras: el Che y la lucha por el socialismo), el proceso insu­ rreccional de 2001 en nuestro país (Argentina rebelde, crónicas y enseñanzas de la revuelta social), la privatización de los ejércitos en las guerras del imperialismo norteamericano (Mercenarios, guerreros del imperio) y el caso Pinochet (El caso Pinochet y la impunidad

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en América Latina, en coautoría con Roberto Montoya). Con su pluma enfrentó a Julio Godio y su llamado a la reconciliación de la izquierda con las Fuerzas Armadas, y a Mario Vargas Llosa y sus “equívocos” respecto a la lucha armada en Perú. Todo ello mien­ tras libraba duras batallas personales: la lucha contra el cáncer, las lesiones vertebrales y, finalmente, la imposibilidad de movilizar­ se. Cicatrices de años de explotación y militancia. Mención aparte merece Juanita, su compañera, quien se mantuvo inconmovible a su lado por más de 60 años. Buena parte del mérito de la lucha le corresponde también a ella. En el capítulo VI Pereyra comparte sus reflexiones políticas, donde manifiesta ciertas diferencias con la tradición política en la que militó toda su vida (la crítica al “sectarismo” de la izquierda, la preocupación por “nuevas contradicciones del capitalismo”, la defensa de una organización en la que “manden las bases”, la nece­ sidad de “frentes anticapitalistas”). Incluso ha hecho suyos algunos elementos de las conclusiones políticas de fundidos y desertores (los señalamientos de Mattini contra el PRT-ERP a propósito de Monte Chingolo, los balances autonomistas de Tarcus y Zamora sobre el Movimiento al Socialismo -MAS-). Podríamos discutir muchas de estas posiciones, pero eso excedería los objetivos de este prólogo. Dejamos en manos del lector, que sabrá hacer un buen balance de las enseñanzas de toda una vida de militancia. Vale des­ tacar de todos modos, que a Daniel no lo anima ninguna voluntad de liquidación de la izquierda. No reniega ni del enfrentamiento de clase, ni de la construcción partidaria, ni de la necesidad de una internacional revolucionaria. Intenta dejar un legado. Toda su experiencia, sus balances y sus reflexiones, se condensan en estas páginas, lo que constituye, en suma, un auténtico manual de lucha que recoge la voz de un militante de los imprescindibles.

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P ara seguir.,. Del mismo autor de este libro, no puede perderse su “manual” sobre las organizaciones político-militares de Latinoamérica: Pereyra, Daniel: Del Moneada a Chiapas. Historia de la lucha armada en América Latina, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2011. Para una reconstrucción general del trotskismo en Argentina, puede leer: Coggiola, Osvaldo: Historia del trotskismo en Argentina y América Latina, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2006. González, Ernesto (coord.): E l trotskismo obrero e intemaciona­ lista en la Argentina, Antídoto, Buenos Aires, 2006, tomos I, II y

III. La discusión Moreno-Santucho no ha tenido más que análisis colaterales y parciales, fundamentalmente en estudios que se cen­ tran en los orígenes del PRT-ERP. La única excepción es: Mangiantini, Martín: E l trotskismo y el debate en torno a la lucha armada. Moreno, Santucho y la ruptura del PRT\ El Topo Blindado, Buenos Aires, 2014. Una crítica desde el trotskismo al guevarismo, temporalmente cercana al debate: Lora, Guillermo: Revolución y foquismo. Balance de la discu­ sión sobre la desviación 1' 1'TC’ [...] Moreno ssr.tía que ia Revolución Cubana lo ponía en el rincón de los ‘comemierda, como llamaba el Che a los revolucionarios de palabra. Lo cual era cier­ to. Y sintió esto como un castigo de la historia y pretendió remediarlo transformándose en un abanderado del castrismo A una pregunta del entrevistador sobre porqué Moreno rompió con el Vasco Bengoechea, respondía así Lagar: “Uno de los crímenes de Moreno fue haber echado a correr la fábula de la ruptura con el Vasco y lo hizo por un motivo legal, para 'preservar al partido’. El vendió esta idea de que había roto con el Vasco, pero estaba de acuerdo con la iniciativa guerrillera. Hay una doble carta jugada [...] el Vasco me mostró un acta firmada por los dos en la cual hacían un acuerdo de que tenía luz verde para desarrollar su experiencia gue­ rrillera dentro del marco y la estrategia del Partido [...] ¡Ponía huevos en todos lados! Pero poco después, en 1964, el Vasco muere en una explosión en ese departamento [la base de su grupo en la calle Posadas 1168 de Buenos Aires] y Moreno se desvincula del frustrado proyecto militar. A partir de allí Moreno desató una persecución furibunda en mi contra y de mi compañera porque éramos testigos vivos del acuerdo y él no reparaba en nada en aras de sus intereses. Moreno hizo unas cuantas canalladas y yo y muchos otros compañeros fuimos objetivo de algunas. El afirmaba que yo era un tipo del siglo XIX porque no entendía sus geniales maniobras ‘tácticas’.”5 Las persecuciones de Moreno, las maniobras tácticas que de­ nunciaba Lagar, eran continuidad de los ataques al supuesto

^“Horado Lagar, las historias perdidas”, entrevista de Ezequiel Álvarez, en La M aza, N ° 34, Buenos Aires, junio 2012.

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“putchismo” que se aplicaba en Perú. Maniobras inaceptables para quien se presentaba como un dirigente revolucionario. También en Perú se desvinculó del proyecto militar, como lo hizo en Argentina. Toda su política sobre la lucha armada solo sirvió para confundir a los compañeros, en una danza macabra que sería ridicula si no hubiera habido tanto sacrificio y tantos muertos de por medio. El Vasco pagó con la vida su consecuencia con sus posiciones políti­ cas y solo puede ser recordado como un militante revolucionario, como un hermano en la lucha. Su proyecto se inscribía en los planes del Che Guevara que con centro en Bolivia, se extendían al norte argentino y al sur perua­ no, donde el movimiento campesino se desarrollaba con ímpetu. El Che contaba en Bolivia con el prometido apoyo del Partido Comunista, posteriormente negado por su secretario general, Monje, y con eí grupo que entró a Perú por la frontera bolivia­ na de Puerto Maldonado, dirigido por Javier Heraud que caería al poco de penetrar en territorio peruano. Contaba también con el apoyo que le podía proporcionar en Perú el ELN de Héctor Béjar y eí M IR dirigido por Luis De la Puente y Guillermo Lobatón, que ya habían comenzado a operar en el sur y centro peruano en 1965. Entre sus planes, el Che contaba también con el apoyo en Argentina, del grupo dirigido por Jorge Masetti, quien había caído en la norteña región de Salta, además del grupo del Vasco y otros compañeros que iban a participar del movimiento de conjunto.

Combatir en Perú, el Valle de la Convención En 1961, una delegación del POR peruano nos visitó y man­ tuvimos una importante reunión que permitió conocer a fondo la situación en su país y el trabajo que desarrollaban. Con un gran mapa del Perú sobre la mesa de mi casa en Buenos Aires, celebra­ mos una reunión entre varios miembros de nuestro Buró Político y parte de la dirección del POR, centrándonos en lo que sucedía en

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aquel momento en el Valle de la Convención, en el departamento de Cusco. Este valle era el teatro de importantes luchas campesinas por la tierra. Nunca habíamos sentido hablar hasta ese momento de la lucha en aquel valle, donde nuestro compañero Hugo Blanco era un destacado dirigente. El Valle de la Convención y su adyacente Valle de Lares, es una extensa zona de la Provincia de Cusco (parte del departamento del mismo nombre), donde miles de campesinos sedientos de tierra habían emigrado procedentes de amplias zonas de la sierra. Allí se habían encontrado con brutales gamonales (terratenientes) que los explotaban en el cultivo de café, té y otros productos tropica­ les, con el apoyo activo del aparato judicial y policial. Según nos informaron entonces los compañeros peruanos, allí tenía lugar una importante lucha campesina, organizada por sindicatos como el de Chaupimayo, población donde Hugo Blanco estaba asentado. El ambiente allí existente era de gran combatividad. A medida que crecía la organización campesina se desarrollaban huelgas que impedían a los gamonales continuar beneficiándose con la salva­ je explotación del campesinado. Según nuestros compañeros en la zona, ia situación se tornaba cada vez más explosiva, ya que la explotación patronal se incrementaba en proporción a la creciente combatividad de las masas. Las manifestaciones de violencia iban creciendo día a día. Como consecuencia de todo esto, los compañeros del POR peruano nos demandaban una ayuda inmediata, consistente en el envío de militantes, apoyo militar y financiero, para poder reforzar el movimiento campesino, la organización partidaria y las luchas que se estaban desarrollando, como la creación de nuevos sindica­ tos, las ocupaciones de tierras y el aumento de la autodefensa. Ya estaban surgiendo movimientos en otros pueblos fuera del Valle de la Convención, en distintas localidades de Cusco e incluso en algunos departamentos vecinos, como Puno, Apurimac, Ayacucho, Junín y otros.

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El debate en esta reunión conjunta de las direcciones de Palabra Obrera y ei POR peruano duro muy poco. Ei entusiasmo de ver cómo una pequeña organización hermana podía dirigir un pode­ roso movimiento campesino, unido a ia situación crítica de ia bur­ guesía peruana y a la incidencia que preveíamos tendría la lucha armada en el curso de los acontecimientos, nos decidió a acceder de inmediato al reclamo de los camaradas peruanos. En todo momento quedó claro que la dirección de los aconte­ cimientos quedaría en manos del Buró Político del POR peruano, al cual yo me integraría una vez estuviera residiendo en Perú. Del equipo militar inicial de cinco compañeros que habíamos formado en Palabra Obrera, se seleccionaron entonces tres, Creus, Martorell y yo, para partir hacia Perú lo más rápidamente posible. El plan era que yo viajara primero y que luego lo hicieran los otros dos. Entre tanto, los demás miembros del equipo, bajo la responsabilidad de Angel Bengochea, El Vasco, seguirían con las tareas asignadas en Argentina, fundamentalmente destinadas a ob­ tener fondos para sufragar los gastos de la organización. No hubo ninguna duda por parte de los que habíamos sido designados para marchar al país hermano. Por el contrario, lo con­ siderábamos una misión de solidaridad internacional clarísima y nos sentíamos muy honrados por la designación, aunque éramos conscientes de que eso nos alejaría por un tiempo indefinido de nuestras familias, nuestros hijos y compañeros de lucha y que los riesgos eran altos. Estaba claro cuál era nuestra misión: ayudar al POR y por su­ puesto, a la movilización campesina del Cusco, todo en el curso de unas luchas de características revolucionarias, pero sobre las cuales conocíamos muy poco. Recuerdo que Moreno, al despedirme me dijo: “Gallego, audacia, audacia y más audacia”. Esas palabras me quedaron marcadas, y las recordé muchas veces en los años siguien­ tes, influido además por los informes peruanos y por lo resuelto por nuestra dirección argentina, como se verá mas adelante.

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Llegué a Lima a fines de septiembre de 1961 y de inmediato me reuní con ía dirección del POR. La situación era. la siguícme: El número de militantes era bastante reducido, el grueso organiza« « - 1 t Y • t i 1 1 1 • do QCl partido cstaoa en L im a , a o n u c c sia u a ^ c iiL a a u tam u icn ci Buró. El otro núcleo importante estaba en Cusco, donde se centra­ ba ía influencia en eí campesinado y sus luchas, con Hugo Blanco al frente, volcado totalmente al trabajo campesino, que le insumía todas sus energías. La mayoría de los desplazamientos por la sierra se efectuaban a pie, ante la carencia de medios de transporte propios y la escasez de medios públicos. El tercer lugar de concentración de militantes estaba en Arequipa. La influencia y el número de contactos con que contaba eran importantes, muy superiores a la fuerza organizada. También existía un cierto número de activistas sindicales, así como antiguos dirigentes políticos. Una de las figuras de relieve nacional era Félix Zevallos (El Mocho, tenía cortado un dedo), que se había destacado en muchas luchas políticas y sindicales del pasado, además de haber pasado por múltiples prisiones. Las reuniones del Buró no tenían gran continuidad, las finanzas eran escuálidas y el periódico aparecía muy irregularmente. Otro tanto ocurría con las reuniones de la militancia de base del par­ tido, apenas organizada. El eje de los debates era la situación en el Cusco, con informes esporádicos de Hugo Blanco y demandas apremiantes de ayuda, ante ía situación explosiva que se vivía en el movimiento campesino. El Buró Político del POR resolvió en aquel momento, por una parte, poner en marcha un equipo militar capaz de resolver los problemas económicos de la organización. Por otro lado, deci­ dió avanzar en la capacitación militar de las bases en zonas como Cusco; fortalecer también la estructura organizativa del POR en todo el país; así como regularizar la salida del periódico; avan­ zar en la estructuración de un frente de izquierdas con las demás '

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organizaciones revolucionarias (a ia izquierda del PC); garantizar el funcionamiento regular del Buró Político y el Comité Central, entre otras medidas urgentes. Un cúmulo de tareas inmensas para un pequeño equipo de militantes, dispersos en un país de grandes dimensiones. Las comunicaciones desde la costa con las zonas de sierra y selva eran muy precarias. No obstante, estas resoluciones fueron recibidas con gran entusiasmo y decisión por el conjunto del Partido y puestas en marcha rápidamente.

Primera expropiación bancaria El equipo militar puesto en marcha de inmediato, preparó y realizó una expropiación bancaria, exitosa militarmente, aunque de escasos resultados económicos, actuando bajo eí nombre de Brigada Túpac Amaru, para desligar de cualquier responsabilidad de la acción al POR. El Ejército suministró la siguiente información oficial sobre aquella operación: “El 15 de diciembre de 1961, respondiendo a un plan preconcebido, asaltan la Agencia del Banco Popular de Magdalena (barrio de Lima) llevándose 105.000 Soles, cantidad que no satisfizo sus expectativas”.6 El equipo que actuó en aquella ocasión estaba constituido por seis militantes, la mayoría de los cuales sin experiencia operativa y con muy escaso armamento. No obstante, la acción fue exitosa, retirándose el grupo sin dificultades. Pero existió un fallo de infor­ mación, el referente a la cantidad de dinero existente en el banco. La cantidad obtenida de ninguna forma permitía desarrollar los planes organizativos trazados. Esta falla debe atribuirse a la rapidez con que se planeó y ejecutó la operación, debido a la premura de contar con medios para enfrentar las tareas que requerían la con­ vulsa situación política y especialmente la lucha que se libraba en el 6Las guerrillas en el Perú y su represión, Ministerio de Guerra, Lima, 1966.

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campo. Las informaciones no fueron suficientemente contrastadas como era preceptivo. Los únicos miembros del equipo militar que contábamos con alguna experiencia operativa no éramos peruanos. En el balance que se hizo de esta operación, se reconoció por un lado el éxito del equipo en su primer accionar, pero al mismo tiempo se constató que dada la cuantía de lo expropiado no se podía resolver todavía la apremiante situación económica existente. Por lo tanto, se entendía que habría que encarar nuevas acciones para obtener los fondos necesarios, a menos que llegaran los recursos prometidos por eí partido argentino.

Mi detención, expulsión y retorno clandestino Un nuevo obstáculo se vino a sumar a la difícil situación que enfrentábamos: yo fui arrestado y deportado, sin que conociéramos las causas concretas, aunque la existencia de fuertes movilizaciones urbanas nos hacían sospechar que las fuerzas de seguridad habían detectado la sospechosa presencia de extranjeros. Tras permanecer detenido durante dos días en los calabozos de la PIP (Policía de Investigaciones del Perú) me encontraba de regreso en Argentina. Una vez allí, en la primera reunión que mantuve con el Buró Político de nuestro partido, se decidió que prepara de inmediato mi regreso a Perú para seguir con ios planes previstos. Para evitar ser detectado, se previo que hiciera mi entrada clandestina desde ' Bolivia. Para ello debía esperar un contacto en La Paz. Pasadas las fiestas de fin de año, muy ruidosas y con mucha gente en la calle bailando y cantando, y después de esperar cerca de 20 días, pude establecer finalmente mi contacto. La persona con la que me vi era Hernán Boggio, un simpatizante limeño, ingeniero de profesión, con múltiples contactos y antigua militancia en el APRA.

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Con él como guía crucé la frontera en dirección a la localidad de juiiaca, ya en territorio peruano. Íbamos a bordo de un jeep e intentábamos aparentar que éramos dos profesionales, aunque todo era muy arriesgado, ya que yo no poseía documentación de ninguna clase. No obstante, el paso se realizó sin ninguna dificultad y así pu­ dimos pronto tomar rumbo hacia a Arequipa, a 300 kilómetros, atravesando la puna, a 3.800 metros de altitud, lugar desértico si los hay, con bajísimas temperaturas. Recuerdo que al costado de la carretera de tierra corrían unos hilillos de agua provenientes del deshielo de las cumbres cercanas. Había una exigua vegetación, algo así como liqúenes esteparios, que apenas sobrevivían en aque­ lla desolada travesía. A lo largo de esos 300 kilómetros no existía ningún tipo de población, ni siquiera un caserío: solo había una suerte de parada para los viajeros llamada, cómo no, “El Solitario”. Era en realidad una precaria construcción donde los escasos automovilistas que cir­ culaban por allí podían aprovisionarse de gasolina, almacenada en grandes bidones desde los que se traspasaba ei combustible al depó­ sito del vehículo, ya que no existían surtidores. También se podía tomar café o algún trago más fuerte en aquel lugar, aconsejable por el frío reinante. Días después regresaba nuevamente a Lima para retomar mis actividades suspendidas merced a la labor de la PIP, cuya “profesionalidad” había conocido por primera, pero no última vez, según se verá más adelante.

Actividades en Lima y Cusco Desde mi expulsión de Perú la situación había mejorado, por suerte. Todos los planes que el POR había diseñado mientras yo es­ taba allí habían sido puestos en marcha. £1 Buró Político funcionaba por fin regularmente; el FIR (Frente de Izquierda Revolucionario)

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se había constituido y marchaba bien; el periódico partidario salía sin Qcmoias y iu6 upu¿ cic ucoviuiiuvjuduo.j.i nor­ malidad. Como Moreno afirmó poco más adelante, el trabajo de i cu i 11 p¿i lívj.¿í iw Idem.

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que deseaban congraciarse con nosotros, por si la causa guerrillera triunfara. El operativo de Jauja se producía en medio de una fuerte mo­ vilización campesina, como refleja el mismo informe del Ejército: “El actual gobierno, al hacerse cargo de sus funciones el 28 de julio de 1963, se encontró frente a las maniobras comunistas destinadas a entorpecer su labor. Las primeras manifestaciones fueron las invasiones' de haciendas [...] principalmente en el centro y sur del país [...] el 29 de julio, en plenas Fiestas Patrias, la Hacienda Chinchausiri de Junín fue invadida en la madrugada por 3.000 comuneros de San Pedro de Cajas. Esta fue la iniciación de las invasiones. Luego siguieron Aígolán, Coyllor Grande, Coyllor Chico, Huari Pampa, etc. En Pasco, Junín, Cusco y Puno se realizaron decenas de ocupaciones de tierras, y conti­ nuaron extendiéndose a Huancavelica, Huanuco, Lima e incluso Piura y Lambayeque”.16 El interesado informe de los militares no puede por menos que reconocer la creciente extensión del movimiento campesino, lle­ gando incluso al norte del norte, como fue el caso de los departa­ mentos de Piura y Lambayeque. Lo atribuían, claro, a los “comunistas” , negando la real exten­ sión de masas del movimiento campesino, de sus pueblos y comu­ nidades. Igualmente intentaban negar el rol de vanguardia jugado por los campesinos de Cusco, con sus ocupaciones iniciadas en el Valle de la Convención en 1960. Una Junta Militar presidida por el general Ricardo Pérez Godoy, derrocó en julio de 1962 al gobierno de Manuel Prado. Este gobierno “entendió que el campesinado no cesaría su continuo avance y ante la reforma agraria que se extendía en la zona, emitió su propia Ley ,r’Idem.

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de Reforma Agraria, solo para La Convención y Lares, naturalmente ¡reservando ted ac r

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de emitida la ley pasó a dormir el sueño de los justos y no se aplicó en crenprsl u[ 1’, rnprn el ram inecio a rio no esraba disnuesto a esDerar, decretó o «. x la huelga general mientras esperaba la aplicación de esa Ley [...] Por su parte la corriente legalista [de la Federación Campesina de Cusco, los miembros del Partido Comunista] veía como un peligro las moviliza­ ciones y peor la resistencia armada. En ese contexto deben entenderse los acontecimientos.”17 Hugo Blanco, desde la zona de Chaupimayo continuó con su labor de organización y sindicalización. El informe militar le atri­ buía a él y un grupo de compañeros del sindicato de Chaupimayo el ataque al puesto de la Guardia Civil de Pucyura, caserío cercano, el 14 de noviembre de 1962, ocupado en esos momentos por dos guardias, uno de los cuales, Hernán Briceño, resultó muerto en el enfrentamiento y el guardia Arellano herido. Hugo relató de forma muy distinta los mismos hechos en el libro citado. Dijo que se pre­ sentó con un grupo de campesinos mandatados por una asamblea, ante el puesto de la Guardia Civil de Pucyura, intentando pasar hacia la casa de un hacendado a pedirle cuentas por un intento de agresión a un campesino. Ante la negativa policial hubo una discusión con el encargado del puesto, que éste intentó zanjar es­ grimiendo su arma, lo que Hugo respondió disparando, causando la muerte del guardia. “El campesinado comprendía que éramos su brazo armado, nos prote­ gía, alimentaba, guiaba y proveía de lo que necesitábamos [...] Les ex­ plicamos que estábamos en guerra a muerte con los hacendados y que no era incorrecto, pero que quien mandaba ahí no éramos nosotros por estar armados, sino ellos por ser su territorio, que nosotros solamente constituíamos el brazo armado del campesinado, no éramos sus jefes ;7Blanco, op. cir.

131 sino sus subordinados. Cumplimos su encargo y además informamos ~J l'i ‘ "

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Capítulo IV

Retorno a Argentina, 1967/1978

Este periodo vivido en Argentina, desde mi regreso de Perú en agosto de 1967 hasta mi exilio en España en agosto de 1978, fueron 11 años de intensas luchas sociales y políticas y de dos dictaduras. En esos años tuvo lugar el Cordobazo (1969), el surgimiento de la C G T de los Argentinos y la reducción relativa del poder de la buro­ cracia sindical. Además, enfrentamos una represión continuada de las Fuerzas Armadas y de las AAA (Triple A, Alianza Anticomunista Argentina), a excepción solamente del corto periodo abierto con las elecciones del 11 de marzo de 1973. Su siniestro broche de oro fue el golpe militar genocida de 1976, que dirigido por el General Videla, el Almirante Massera y el Brigadier Agosti, se caracterizó por los campos de reclusión clan­ destinos, la desaparición de 30.000 personas, la generalización de la tortura y la represión intensiva del movimiento obrero y popular. Esa era la Argentina a la que llegaba después de varios años preso en Perú. Las puertas de El Sexto, en el centro de Lima, donde estaba ubicado el penal en que me encontraba, se abrieron para mí a me­ diados de julio de 1967. Luego de cinco años y medio de cárcel cumplidos entre los penales de El Frontón y Eí Sexto, el impacto 199

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de la salida a ía calie fue grande: andar entre ía gente, el tráfico, ei ruido infernal de Lima, todo eran novedades. Estaba en libertad, sí, no estaba en la cárcel, pero mis movi­ mientos estaban restringidos por una escolta permanente de agen­ tes de la PIP (Policía de Investigaciones de Perú), lo que me im­ pedía tomar contacto con mis camaradas del FIR. Me esperaba mi abogado Alfredo Batillana, que había estado a mi lado todos esos difíciles años y que me acompañaría hasta que abandonara territorio peruano. Conocer a Batillana fue una de las recompensas de mi odisea peruana: un hombre íntegro, valiente, de cuya amistad de varias décadas me siento honrado, amistad que ambos hemos cultivado a pesar de ía distancia. Un digno abogado de presos políticos, como demostró en nuestro caso y en la defensa de Hugo Blanco ante tribunales militares. La sensación de la ansiada libertad estaba unida a la incertidumbre de cómo sería mi llegada a Argentina, ya que el Poder Ejecutivo peruano había ordenado mi expulsión. Por ese entonces gobernaba mi país el General Onganía, cabeza visible del golpe militar de 1966 al gobierno civil de Arturo Illia, de ía Unión Cívica Radical del Pueblo. Desde el aeropuerto de Lima, vía Santiago de Chile y tras so­ brevolar la Cordillera de los Andes, por fin aterrizamos en el ae­ ropuerto Ezeiza de Buenos Aires a finales de agosto de 1967. Yo carecía de pasaporte, solo un papel policial que autorizaba mi salida de Perú. En Ezeiza me llevé una doble sorpresa: por un lado no hubo ningún inconveniente por parte de las autoridades argentinas. Y por otra parte, luego de pasar la zona de recepción, me encontré con tres grupos de personas que me esperaban: mi familia, mi com­ pañera, Juanita y su padre Víctor; la representación oficial de la di­ rección partidaria, con Rita, la compañera de Moreno a la cabeza; y

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por último otro grupo partidario, con Horacio Lagar y, un todavía desconocido para mi entonces, Roberto Santucho. Cada uno de los tres grupos tenía un vehículo en el que me invitaban a trasladarme a la capital. Luego de recibir los saludos de rigor y agradecer los ofrecimientos, opté por montarme en el coche con Juanita y Víctor, rumbo a su casa, y no sin antes recibir sendas citas para los días siguientes con los dos grupos partidarios. Así se escenificó la latente crisis existente en la organización, que en días posteriores tomaría forma concreta. El reencuentro familiar en el piso del porteño barrio de Constitución fue muy emotivo. Ante todo con mi hijo y Juanita, a los que hacía meses que no veía y que me habían visitado en El Sexto varias veces. Carlitos, que ya tenía casi 12 años, cursaba los estudios secundarios en el Colegio Industrial Otto Krause, un ins­ tituto público renombrado en su categoría. Era ya un adolescente, serio, reservado, muy cariñoso conmigo, el padre ausente, pocas veces visto en varios años. En cuanto a Juanita, su constante atención, su ayuda en todo momento, sus visitas cada vez que podía, fueron sin duda el mayor apoyo que tuve en esos largos años de cautiverio. Mientras me enteraba de dónde íbamos a vivir, en esos encuen­ tros rápidamente me informaron de la situación partidaria. Entre PO y el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano Popular) se había producido un acercamiento: el FRIP era la organización lideradá por Roberto Santucho, Robi, centrada en las provincias norte­ ñas de Tucumán y Santiago del Estero y fundada en 1959. Tras varias reuniones y meses de trabajo en común en el norte, en julio de 1964 se firmó un acuerdo de frente único tendiente a la fusión entre ambas organizaciones, Palabra Obrera y el FRIP, para lograr formar eí Partido Único de la Revolución Argentina y se comenzó a funcionar como partido unificado en enero de 1965En mayo de ese año se realizó el congreso de unificación dando nacimiento al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores).

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En mayo de 1966 se realizó el Segundo Congreso del PRT, cu

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fue arrestado y hecho preso después de una serie de expropiaciones. Una vez liberado, volvió a la Argentina en 1967, en el momento de la ruptura entre Moreno y Santucho. Él era entonces parte de ios vie­ jos trotskistas (muy jóvenes en realidad) que se habían quedado en el PRT-El Combatiente. Su inalterable alegría, su gentileza, su humor, su elegancia caballeresca, han contribuido no poco a ganar nuestro apoyo a la orientación de la lucha armada. A medida que las inten­ ciones estratégicas de Santucho se concretaron más, surgieron nuevas divergencias. Ya no se trataba simplemente de una propuesta de prin­ cipio abstracta a favor de la lucha armada, sino que estaba concebida como la línea divisoria absoluta entre revolucionarios y reformistas, y como la conclusión lógica del mandato testamentario del Che —‘El deber de todo revolucionario es hacer la revolución—, sino de traducir esta generalidad en estrategia concreta. El esquema desarrollado por Santucho, como una innegable continuación de esas ideas, se inspiraba en las teorías vietnamitas de la guerra popular prolongada, más que en el foquismo guevarista. La creación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el proyecto de territorios liberados (en la región rebelde de Tucumán), los ataques a cuarteles en pleno Buenos Aires para pro­ curarse armamento pesado, se inscribían en esta perspectiva. Porteño hasta la punta de sus zapatos, Pereyra era muy rata de ciudad y muy poco de campo. Poco convencido de esos planes maravillosos él deci­ dió crear el GOR con algunos camaradas. Las ambiciones del grupo eran muy modestas. Sus dirigentes no soñaban con lanzarse al asalto del Palacio de Invierno. Ellos se contentaban con mantener humilde­ mente su espacio en un combate en el cual no eran más que una pe­ queña pieza. El GOR limitaba su actividad a una propaganda armada: protección de las intervenciones en la puerta de las empresas, expropia­ ciones con vistas a asegurar las bases económicas y logísticas del grupo (la vida clandestina cuesta cara), etcétera. El secuestro del psiquiatra

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jefe del módulo de alca seguridad en la cárcel de Villa Devoto fue una de sus grandes acciones armadas. ‘El tratamiento psiquiátrico de presos políticos se parecía en efecto a la tortura blanca. Una vez grabada, ia confesión del psiquiatra fue pu­ blicada bajo la forma de un pequeño libro de gran repercusión. Poco después el verdugo de almas fue soltado indemne, como para enviar una patada en ei culo a las autoridades carcelarias. El trío dirigente del GOR tenía su cuartel general en una falsa tienda de juguetes. Detrás de una vitrina opaca de grasa, un tren eléctrico asmático y polvorien­ to daba vueltas interminablemente. El negocio no era más que una (frágil) cobertura. Allí casi no se encontraban caballos de madera, osos de peluche o conejos tocando el tambor. En el subsuelo, un taller de metalurgia artesanal estaba dotado de las herramientas necesarias para transformar armas corrientes en armas automáticas munidas de silenciador. Los camaradas vivían frugalmente. A la hora de la comida, Daniel (Pereyra) o Néstor salían a buscar una pizza y una botella de vino chileno en honor del camarada francés. Nosotros compartíamos las aceitunas y las anchoas de la amistad. Esos fueron los momentos más cálidos de mi expedición argentina. Unos meses más tarde, Néstor, un hombrecito de mirada miope y poeta pleno de sensibilidad, se col­ gó en su celda. Daniel volvió una vez más a escapar de la dictadura. Vive hoy en día en Madrid, donde ha publicado un libro sobre la lucha armada en América Latina. Tiene buen pie, buen ojo y buena moral. Siempre tan dinámico y animado, ha atravesado los desagradables años del posfranquismo sin rendirse, atento al menor rebrote de esperanza, fiel a sus compromisos, a sus compañeros y a sus muertos. ¡Hasta siempre, Che Pereyra!*’

Nuestras publicaciones El G O R editó como su órgano de prensa mensual Lucha de Clases, que tras el Congreso de marzo de 1976, el mismo mes que el golpe militar, pasó a denominarse Combate Socialista (el número 1 apareció en abril de 1976), complementado por Combate Socialista

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Internacional Estas dos publicaciones estaban ilustradas por dibu­ jos y caricaturas, obra de nuestro compañero Roberto Ramírez, Tito, Viejo. En un documento del 1 de noviembre de 1975, bajo el go­ bierno de Isabel Perón y en pleno accionar de la criminal Triple A, estructura parapolicial del gobierno que ya había asesinado a centenares de militantes de la causa popular, el G O R decía: “Asumimos e impulsamos la lucha armada para defender la organi­ zación y contribuir a la defensa y el desarrollo de las luchas obreras y populares. No se trata de suplantar la acción de las masas ni de ejercer ningún tipo de paternalismo. No se trata, con el actual grado de de­ sarrollo de la lucha de clases, de hostigar a un enemigo infinitamente más poderoso, ni de aniquilar sus unidades. Se trata de garantizar la actividad de los revolucionarios en el seno de las masas y fundamen­ talmente desarrollar la autodefensa del movimiento de masas para que esté en mejores condiciones frente a la represión para luchar por sus consignas”.

Caída de los nuestros Para ser una pequeña organización, el G O R pagó un alto precio por su accionar revolucionario, aunque logró resistir varios años. El primero de nuestros camaradas caídos fue Rafael Lasala, Falé, Néstor. Fue

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del G O R Luis Barassi, José, y yo, en lo que Fue un prólogo político de la unificación. La LCR había sufrido un duro golpe represivo con la muerte de seis militantes el año anterior. En 1975, el 12 de mayo, la caí­ da de una parte considerable de su dirección (entre otros Paulo Paranagua, Flavio Koutzii, Neneca y otros compañeros) así como varios cuadros medios, y la muerte de los militantes Edy y Ramón, precipitó las cosas. Entonces entraron al GO R la mayoría de los militantes de la LC R que seguían libres. A consecuencia de este ingreso se reforzaron los efectivos de nuestra organización, entre otros sectores, con un contingente de militantes de la zona de La Plata. Entre ellos estaba Tito, que era miembro de su dirección y que se incorporó a nuestro Buró Político. También se integró Coco, miembro de su CC, así como varios integrantes de la dirección del frente estudiantil de la LCR. Con la realización del Primer Congreso del G O R en marzo de 1976, ya integrados los compañeros provenientes de la LCR, el principal problema político que existía desde hacía tiempo, la in­ corporación plena del G O R a la IV Internacional, quedó zanjado. Ese año se decidió tomar contacto formal con la IV Internacional, tarea que1me fue encomendada. Así fue que viajé a Europa, tenien­ do también como objetivo impulsar la campaña por los compañe­ ros presos-desaparecidos. En esa ocasión visité a Ernest Mande! en su casa de Bruselas, así como a compañeros franceses en París.

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El golpe militar, el Primer Congreso del GOR y

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turística de Mar del Plata, formalizándose así finalmente la can an­ siada unidad del G O R y la LCR. Pese a la caída de compañeros de LCR y de la LC producidas poco antes, estábamos ante un hecho muy importante, pues habíamos logrado la unidad política sobre las cuestiones nacionales e internacionales. A la salida del congreso, en la ruta a Buenos Aires, nos en­ contramos con la cruda realidad de la represión militar, había un control del Ejército en la carretera, pero afortunadamente salimos indemnes. Luego comprobaríamos que el congreso no había pre­ visto la brutal represión que se desató poco después. Correspondió al nuevo Comité Central posicionarse. Varios meses después alerta­ ba que “el movimiento obrero está frenado por ía acción represiva, la más violenta que haya soportado desde hace décadas y por la recesión económica con su secuela de desocupación”. Llamábamos a la “organización de Comités de Resistencia para iniciar la reorganización del movimiento obrero” y proponíamos una organización clandestina, “en cada fábrica u oficina, pero que deben tender a la coordinación con otros lugares de trabajo”. En ese período señalamos la diferencia con la dictadura anterior del general Onganía que tenía por objeto frenar al movimiento obrero en ascenso con un aparato represivo de carácter preventivo, frente a la de 1976 en que, decíamos, “la represión está dirigida al aniquilamiento de la vanguardia y al aplastamiento de todo intento de lucha del movimiento obrero”. En el primer aniversario del golpe de Estado realizamos diversas acciones de propaganda armada. Después de adoptar las medidas de seguridad acordes con la nueva situación del país, reanudamos la actividad. Algunos ejemplos del tipo de accionar que llevába­ mos a cabo entonces son los siguientes. Eí 18 de marzo de 1977

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interceptamos un ómnibus de la empresa Mercedes Benz (donde teníamos un trabajo sindical y político, colaborando con la reor­ ganización del Cuerpo de Delegados) de transporte de personal, repartiendo propaganda, y ios días 22 y 23 de ese mes colocamos cajas volanteadoras en las estaciones de Morón y Ramos Mejía del ferrocarril Sarmiento, y repartimos volantes en mano a ios traba­ jadores de FIAT en la estación Villa Bosch del ferrocarril Urquiza. También en esas fechas se realizó un operativo en la Estación Munro del ferrocarril Bel grano, interrumpiendo el servicio con ca­ jas volanteadoras, barricadas, y el accionar de unos 20 militantes. Un mes después, el 29 de abril y conmemorando el Io de Mayo, se realizó una importante volanteada en la zona bancaria, desde un edificio céntrico de Buenos Aires. También por aquella época se preparó la intercepción de la televisión para poder transmitir un mensaje de nuestra organización. Un núcleo de militantes altamen­ te especializados se ocupó de fabricar un equipo electrónico capaz de realizar la tarea. Para ello se hicieron varias expropiaciones para conseguir el material necesario, y se realizaron prácticas con un equipo móvil desplazándose por zonas de Buenos Aires. Cuando se tuvo la seguridad de la eficacia del mismo, se comenzaron a realizar emisiones de proclamas del GOR. Lamentablemente esto coincidió con los golpes represivos sufridos en junio de 1978, que afectaron esta tarea que tenía un desarrollo prometedor. También incidió sobre esos planes la implicación de numerosos militantes en el operativo financiero que se estaba preparando. Pero ya a'partir de 1977 se habían comenzado a evidenciar internamente los efectos del golpe, tanto por los impactos de la represión como por las dife­ rencias políticas no resueltas en el primer congreso. En un intento de superar la situación, el C C convocó al Segundo Congreso del GOR, fijando como inicio del período precongreso el Io de septiembre de ese año. Pero el congreso no llegó a realizarse por el peso de la represión, que entre otras cosas llevó al desánimo a un grupo de compañeros, obligando a sucesivas reestructuraciones.

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Surgieron entonces tres tendencias (A, B y C) en torno a los temas centrales: el grado de derrota sufrido por eí accionar represivo, la ‘ política sindicalista” adoptada con la Corriente Clasista, y la acti­ vidad militar dei GOR. La tendencia A, sector minoritario que abandonó la organiza­ ción en noviembre de 1977, adoptó una posición de enfrentamien­ to con la dirección, acusándola de llevar la organización al milita­ rismo y criticando a su vez la línea “sindicalista” que se mantenía en la Corriente Clasista. La tendencia C, que representaba a la mayoría de la dirección, hacía un balance autocrítico del G O R hasta esa fecha. Pensaba que se había subordinado el trabajo político al militar, lo que quedaba demostrado en la política de alianzas, con un carácter utilitario, debido a la debilidad operativa de la organización, pero sin acuer­ dos políticos fuertes. También valoraban negativamente la expe­ riencia de la Corriente Clasista, al centrar la actividad militante en la captación de compañeros para esta estructura, pero no para el propio GOR. L a T C estaba dirigida por Luis Antonio Barassi, José, desaparecido poco después, el 21 de diciembre de 1977- Se trataba de uno de los dirigentes más importantes del GOR, miembro del Buró Político y su desaparición influyó poderosamente en el ánimo de la miiitancia. La Tendencia B consideraba que no era el supuesto “militaris­ mo” la causa del escaso crecimiento de la organización, sino ía falta de una política concreta'para el movimiento obrero y estudiantil, y sí reivindicaba el trabajo en la Corriente Clasista. El fracaso de esta lo atribuía a los efectos de la represión militar. Yo era uno de sus dirigentes. La caída de José junto con Gerardo Luis Alvarez, ambos des­ aparecidos, contribuyó notablemente a agudizar ia debilidad del G O R que ya se había manifestado con la retirada de ía Tendencia A, sumado a los efectos de la represión sobre el ERP, Montoneros y OCPO y sobre el movimiento popular. La sensación general era de

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tierra arrasada y no podía menos que repercutir sobre el ánimo de ¡a m i litan ría í ac inf^n-mo^iorics que trascendían ccbrc le. cantidad de muertos y desaparecidos y la de organizaciones destruidas, el retroceso general riel m o v í m i r n r n n h ^ m v estudiantil, contribuían a la sensación general de derrota. En algunas ocasiones nos llegaron ofrecimientos de compañeros de otras organizaciones, golpeados por la represión, para que nos hiciéramos cargo de parte de su ar­ mamento y otros materiales, lo que da una imagen de la magnitud de los golpes sufridos por las organizaciones revolucionarias. Diferida de momento la realización del Segundo Congreso, la marcha del G O R se centró en mantener la estructura de la orga­ nización, su trabajo político y los frentes de masas, y en reforzar las medidas de seguridad. En tal sentido se procuró fortalecer sus débiles finanzas, preparando posibles operaciones de tipo econó­ mico. Un acuerdo con Orientación Socialista, luego denominada FO C (Fuerza Obrera Comunista) permitió realizar un operativo de guante blanco consistente en la utilización de giros bancarios, sustraídos al Banco de la Nación Argentina, fruto de una labor de inteligencia de la FOC. Esta acción implicó la participación de numerosos militantes de ambas organizaciones durante varios días, el uso de documentación falsa y de casas operativas, y dio como resultado la recuperación de unos 250 millones de pesos. Esta suma facilitó la salida al exterior de militantes en precaria situación de seguridad, y mantener un funcionamiento reducido en el interior del país. En plena marcha la preparación de esta ope­ ración, fue detenido Roberto Ramírez, el Viejo Guillermo, miembro del BP, el 27 de junio de 1978, en el curso de un encuentro de varios grupos. Siendo conocedor de la operación en marcha, se de­ cidió continuar con la misma, al no verificarse actitudes policiales que indicaran un peligro para la acción proyectada. Junto con Tito cayeron miembros de LEARM de Córdoba, pe­ queño grupo con el que ya habían tenido una estrecha relación los compañeros provenientes de la Fracción Roja, y al cual estábamos

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vinculados con posibilidad incluso de llegar a una unificación. II-,---I - ---- J ------- - —:--------------

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Olimpo y la ESMA. En aquel testimonio se relataba ampliamente las múltiples torturas sufridas, así como el régimen interior de los campos, y el proceso de quiebra de algunos prisioneros secuestra­ dos. Tito pagó con su enfermedad terminal las consecuencias por los malos tratos sufridos a manos de los militares. Poco antes de la operación del Banco de la Nación antes men­ cionada, la casa de los padres de Juanita fue ocupada por el Ejército durante dos días, preparando una emboscada para capturarnos a nosotros dos. Mi suegro, Víctor, sufrió malos tratos de parte de los militares, pese a su precario estado de salud. En un momento en que Juanita llamó por teléfono a la vivienda de sus padres, atendió Víctor y pese a las amenazas de los militares que lo apuntaban, logró decirle que no fuera por allí, lo que le costó nuevas agresiones. La organización decidió que debíamos salir del país, nuestra situación era insostenible y hacíamos peligrar la vida de otros compañeros. Así fue que en agosto de ese año, 1978, salimos finalmente del país rumbo a España, seguidos poco después por otros compañe­ ros. Las diferencias internas se reprodujeron lamentablemente en España, siendo imposible mantener allí una vida partidaria e inclu­ so de relaciones personales entre los que habíamos militado juntos. En febrero de 1979 el miembro de la dirección que quedaba en Argentina, Daniel, viajó al exterior a tomar contacto con los que habíamos salido del país anteriormente y poder decidir co­ lectivamente cómo continuar la actividad de la organización. Pero pocos meses después de volver a la Argentina de ese viaje, Daniel fue capturado por las fuerzas represivas y desapareció al igual que otros varios compañeros. Con ese nuevo golpe, la estructura del G O R quedó prácticamente desmantelada. Tanto Daniel como va­ rios de los compañeros que cayeron con él fueron liberados dos

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años después. Para mediados de 1979, ei G O R cesó su existencia organizada.

Algunas valoraciones sobre la actividad del PRT-ERP después de las elecciones de marzo de 1973 Hemos visto hasta aquí mi visión sobre el origen del PRT y el ERP y las distintas escisiones que tuvo esta organización desde su Vo Congreso, en 1970, hasta 1973. Queremos reflejar aquí tam­ bién nuestra apreciación sobre la evolución que experimentó esa organización desde sus últimos fraccionamientos hasta su desapa­ rición, en 1979. Como decíamos antes, el triunfo peronista en las elecciones de 1973 convocadas por la dictadura del general Lanusse, abrió una etapa de vida democrática en el país, con la retirada de las fuerzas armadas del gobierno y el retorno formal de las instituciones de la democracia. En ese periodo se generó una ola de apoyo popular entusiasta al nuevo gobierno surgido de las urnas, presidido por Héctor Cámpora -en representación de Perón—y el surgimiento de organizaciones populares diversas, formadas desde la base (sindica­ les, vecinales, feministas, etcétera). En esas condiciones políticas, a nuestros ojos era impensable continuar con un accionar armado, y de esa misma forma lo vieron la gran mayoría de las organizaciones revolucionarias. La principal excepción fue la del PRT-ERP, que decidió no ata­ car al gobierno, pero sí a las Fuerzas Armadas, en una actitud que pocos comprendieron. Era imposible disociar las Fuerzas Armadas del gobierno, al cual apoyaban, al menos en un plano formal. Ya en febrero d e '1973, poco antes de las elecciones, habían realiza­ do el ataque a un cuartel, el Batallón 141 de Comunicaciones del Ejército, en la provincia de Córdoba, obteniendo importante armamento. Después de las elecciones asaltaron los cuarteles del Regimiento 10 de Caballería Blindada. Esto fue el 19 de enero de

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1974 en Azul, provincia de Buenos Aires, sin conseguir su objetivo de recuperar gran cantidad de armamento semipesado, sufriendo varias bajas en sus propias filas. En esa misma línea asaltaron el Comando de Sanidad del Ejército, en la Capital Federal, el 6 de septiembre de 1973, pero también falló. Los militares respondieron con artillería y 13 de los guerrilleros atacantes fueron capturados. También realizaron otras acciones, como el intento de copamiento del Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada, en la norteña provincia de Catamarca, donde participaron unos 70 gue­ rrilleros. Igualmente en esa ocasión fueron detectados por fuerzas policiales cuando se aproximaban a la zona, dando lugar a un duro enfrentamiento. Como resultado de este choque cayeron varios combatientes y el resto se replegó sin poder conseguir su objetivo. Por esa misma fecha se produjo el ataque a la Fábrica Militar de Villa María, en ía provincia de Córdoba, logrando en esa ocasión llevarse abundante material militar. Los fracasos en los ataques al Comando de Sanidad en Capital Federal y del Regimiento 17 de Infantería de Catamarca fueron duros golpes sufridos por el ERP, en los cuales perdieron la vida numerosos combatientes y cuadros militares capacitados, y en los cuales hubo también varias detenciones. El accionar militar del ERP era intensísimo. A pesar de que se vivía en el país un período democrático —con todas sus limitaciones pero formalmente democrático al fin—, con una gran batalla en el campo popular para ensanchar las libertades democráticas y por la recuperación del terreno perdido durante los siete años de dictadu­ ra, el ERP intensificaba cada vez más su accionar militar, relegando a un segundo plano lá actividad política, sindical, barrial, estudian­ til. Sus combatientes detenidos volvían a poblar las cárceles que se habían vaciado el 25 de Mayo de 1973 tras la amnistía decretada por el efímero gobierno de Héctor Cámpora.

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El operativo de Monte Chingolo y la caída de Santucho A pesar de los duros golpes recibidos, el PRT-ERP no replanteó ni un ápice su estrategia, insistía en ella A! contrario, planificó un operativo aún más ambicioso, en el que habrían de participar cientos de militantes, entre combatientes y grupos de apoyo. Corría el año 1975. El gobierno cada vez más autoritario de Isabelita Martínez de Perón —que había sucedido en el poder a Perón una vez muerto este- iba involucrando cada vez más a las Fuerzas Armadas en la represión contra la guerrilla. La Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), estructura parapolicial dirigida por su gobierno, cometía asesinatos diarios contra militantes y activistas sociales de todo tipo, y Montoneros y muchos grupos habían reto­ mado sus acciones armadas. La violencia política lo inundaba todo. Todos los días se pro­ ducían muertes. Fue en aquel momento, en diciembre de 1975, cuando varías unidades del ERP lanzan su asalto al Batallón de Arsenales 601 Domingo Viejobueno del Ejército, ubicado en la localidad de Monte Chingolo, en el sur del Gran Buenos Aires, El objetivo era, como en los ataques anteriores, recuperar una gran cantidad de armamento, para poder equipar varias columnas guerrilleras. Se trataba de la mayor operación intentada por la gue­ rrilla argentina y fue también, la más dolorosa derrota militar y política del PRT-ERP. De alguna manera fue el epílogo de la acción guerrillera, con la victoria del Ejército y'prólogo al inminente golpe de estado de marzo de 1976. En esta operación participaron 60 combatientes en el grupo de choque y otros 200 en acciones periféricas de corte de puentes y carreteras, postas sanitarias, encargados de transportar el material recuperado y otras actividades conexas. A esto se sumaban otras acciones menores de apoyo en las que se implicó a militantes y sim­ patizantes del PRT. Significó una movilización de prácticamente todos los frentes del PRT y el ERP de ía región, reforzados incluso

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con militantes de otras zonas. Hay que volver dos meses atrás para VV- l

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En septiembre de 1975, la organización recibió un aviso de Montoneros: "en i?. Regí nn al Can iral del ERP actuaba un infiltrado de los servicios de inteligencia, apodado 'el Oso’ [...]”2i “Algunos militantes desconfiaban abiertamente del Oso Ranier. Nélida Augier, de la contrainteligencia guerrillera, reconoce que el Oso ha­ bía sido señalado como sospechoso mucho tiempo antes [...] Eso nos había costado un escándalo con el responsable de logística del Estado Mayor del ERP en Capital.”22 El Oso, durante 15 meses de actividad como infiltrado, entregó a más de 50 militantes, además de contribuir a la emboscada de Monte Chxngolo. Era chofer del jefe de Logística del ERP y co­ nocía muchas casas de seguridad. Había sido nombrado “sargento armero” por su habilidad para resolver problemas técnicos, pese a no ser militante del PRT y eludir participar en acciones armadas. Pese a estos graves antecedentes, la dirección decidió seguir ade­ lante con la arriesgada operación. La razón de esta falla estaba en el convencimiento del partido de que sus medidas de seguridad eran infranqueables, en la apreciación también de que la defensa del cuartel era débil, y sobre todo, en la necesidad de que la operación culminara victoriosamente. Mattini, quien fuera dirigente del PRT, comenta que: “ [...] quienes debían garantizar la contención de las fuerzas represivas que vendrían probablemente del lado de La Plata o Buenos Aires, dis­ ponían de poca capacidad de fuego y sobre todo escaso armamento. La contención se basaría fundamentalmente en obstáculos en el tránsito y hostigamientos y tratar de confundir a las unidades del ejército. El 21Plis-Scerenberg, Gustavo: Monte Chingolo^ Booket, Buenos Aires, 2006. 22Idem.

260 plan en sí mismo, como se ve, basado en la audacia, reflejaba al mis­ mo tiempo en la dirección del PRT-ERP un franco aventurerismo por la pérdida del control político general. Fue objetivamente una acción desesperada.”23

El lapidario juicio de Mattini, que compartimos, se puede com­ plementar así en el plano táctico operativo, sin olvidar que en su totalidad el plan adolecía de aventurerismo, y que, independiente­ mente de su oportunidad política, era prácticamente imposible que el resultado práctico fuera exitoso, por distintas razones: 1—Por sus dimensiones, la acción conducía inevitablemente a un choque con las fuerzas del Ejército, y por tanto la derrota y las pérdidas, de mayores o menores consecuencias, era prácticamente segura. 2—El factor sorpresa había desaparecido. A sabiendas de que había un infiltrado en un lugar clave de la organización, la ope­ ración tendría que haber sido suspendida. Prevaleció sin embar­ go la omnipotencia, la creencia de que a pesar de todo, el coraje de los combatientes supliría la defensa que de seguro preparaba el Ejército. 3— Fruto del intenso trabajo del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), varias casas del ERP en la zona habían sido pre­ viamente allanadas y fue detenido un grupo de militantes, entre ellos Juan Elíseo Ledesma, comandante Pedro, responsable de la operación Monte Chingolo y uno- de los principales jefes militares del ERP Fue brutalmente torturado en los cuarteles de Campo de Mayo y según testimonio de sobrevivientes, no consiguieron hacerlo hablar, hasta que murió. Esta detención de un hombre que conocía los detalles del operativo, era otra de las señales evidentes de peligro que tendrían que haber hecho replantearse la acción.

23Mattini, Luis: Hombres y mujeres del PRT-ERP, Contrapunto, Buenos Aires, 1990.

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Sin embargo pese a las alarmas señaladas el mando militar y el BP dieron luz verde a la operación. Comenta Mattini que: “Por una elemental regía de seguridad Santucho y el BP deberían haber levantado la acción planeada y el no haberío hecho no tiene la mas mínima justificación. Solo se explica entendiendo que a esta altura es­ taban perdiendo totalmente la conciencia y la iniciativa y entraban en ia desesperación”.24 4—Aunque la acción inicial hubiera triunfado y se hubiera to­ mado el cuartel, la retirada de los combatientes y dei voluminoso material que se esperaba obtener, hubiera costado graves pérdidas, por el cerco estratégico y táctico militar y policial que se desenca­ denaría de inmediato. 5—El plan constaba de varias partes: a) Irrupción en el cuartel por la entrada principal por medio de un camión pesado que debía derribar la puerta. El cálculo hecho se demostró erróneo. El impacto del camión no logró derribar más que parcialmente la puerta. b) La fuerza atacante fundamental constaba de decenas de com­ batientes, pero al fallar los cálculos de que la puerta fuera derribada inmediatamente, dificultó su entrada, dando tiempo a que desde dentro, se disparara contra ellos desde varios ángulos. Varios com­ batientes cayeron así en los primeros minutos de la operación. . c) EÍ resto del contingente estaba dividido en pequeños gru­ pos que debúm cumplir distintos objetivos, pero sin comunicación entre sí. Esta desconexión incluso con el mando táctico por fallas en las comunicaciones, impidió el reagrupamiento de los distintos grupos cuando se intensificó el enfrentamiento, por lo que cada uno de ellos debió combatir independientemente de los demás. No había planes alternativos para cada grupo ante posibles tropiezos.

24Idem.

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d) Fue evidente también el exitismo con el que fue planificada esta onerarión Mr» PYt'rríQ un plsn de retirc.dc. c.nce even­ tuales contratiempos. Se confiaba ciegamente en que la operación sería totalmente exitosa ✓vnue los rienros de militantes involucrados i en ella podrían replegarse sin ningún problema. 6— El operativo exterior del ERP basado en dificultar el acceso al cuartel de refuerzos militares desde Capital Federal y La Plata, si bien ocasionó inicialmente problemas a las fuerzas represoras, no logró impedir su llegada. Esa parte de la compleja operación estaba basada en pequeñas unidades, incapaces de resistir un combate de cierta importancia. Su armamento era débil para soportar un en­ frentamiento y la duración que se había previsto para el mismo era muy limitada. La guarnición estaba evidentemente alertada del ataque. La for­ ma en como actuó eí Ejército dio prueba de ello. La policía avisó al Primer Cuerpo de Ejército del montaje de barricadas y del avance de vehículos hacia el cuartel. Al entrar los vehículos del ERP en eí cuartel, con el grupo de choque en un camión Mercedes Benz, el jefe del batallón, coronel Eduardo Abad, que estaba ubicado en la torre del tanque de agua, comenzó a disparar sobre el mismo, inmovilizándolo. Eso provocó que los guerrilleros tuvieran que entrar al cuartel como grupo de infantería, ya relativamente dispersos. Estaban tam­ bién montados otros puntos de defensa dentro del cuartel que dis­ pararon contra los 10 vehículos atacantes. A partir de ese momento se generalizó el combate entre los distintos comandos guerrilleros y las tropas del Ejército preparadas para la defensa. Pese a éxitos parciales de los atacantes, estos fueron repelidos y finalmente se dio la orden de retirada. Como testimonió un guerrillero, “era evidente que nos estaban esperando”. Mattini informa que

263 “el comando táctico de Urteaga [mando directo de la operación] per­ dió contacto corz mayor p'arrp rlp Isc nnirlarif»?; v la o rd e n d r rerirada no fue recibida por estas, por lo que ía misma se produjo a destiempo y en desorden, aunque combatiendo. [...] En reunión de BP la re­ construcción de los hechos fue muy difícil [...] Más allá de ía aventura en sí, la suma de detalles que llegaban al organismo, las críticas de quienes habían participado [todavía sin tener en cuenta ía gran críti­ ca política] por yerros importantes en la coordinación, planificación y control, revelaban que la operación estaba pésimamente preparada, con un estilo casi tan burdo y negligente como el tan criticado de los años 1971/72” .25

Según Plis-Sterenberg el ERP sufrió 53 muertos identificados, 23 de los cuales fueron asesinados en el lugar. Además hubo 9 muertos no identificados. Entre 20 y 25 combatientes resultaron heridos y fueron evacuados por las postas sanitarias del ERP o se retiraron por sus propios medios. La represión policial posterior en los barrios cercanos al Batallón arrojó cerca de 200 detenidos, que fueron interrogados y torturados. El Ejército informó de la muerte de 7 miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad y que resultaron heridos 17 militares y otros 17 de fuerzas policiales. Un informe del General Díaz Bessone precisaba: “En el asalto al cuartel el ERP tuvo 58 muertos en total [...] Los subversivos habían cortado los accesos al Batallón 601 en múltiples operaciones, entre ellas el incendio de colectivos que habían atravesado en las calles”. Entre esas operaciones fueron cortados ios accesos de unos nueve puentes sobre ei Riachuelo, que unen la Capital Federal con la Provincia de Buenos Aires, con la intención de impedir la llegada de refuerzos a la zona. En realidad la principal fuerza actuante del Ejército fue la propia guarnición del Batallón, con apoyo de fuerzas policiales y fracciones militares

2:,Idem.

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menores que lograron aproximarse al cuartel, así como helicópteros del Ejército. Luego de este durísimo golpe, el PRT-ERP inició un repliegue, una suerte de “retorno a las masas”. Ya se había replegado lo que subsistía de la unidad guerrillera rural Compañía de Monte, en la provincia de Tucumán, se habían reducido las acciones en todo el país y se habían suprimido las operaciones de envergadura. La dirección decidió asimismo poner a resguardo a Robi Santucho y planificó su viaje a Cuba. Pero esta decisión no pudo cumplirse. Poco antes el Ejército atacó el departamento donde vivía Robi y su compañera, en la Avenida Panamericana y General Paz. En el asalto y el enfrenta­ miento que se produjo cayó muerto Santucho y otro de los diri­ gentes históricos, Benito Urteaga. También murió el capitán del Ejército Leonetti. En cuanto a Liliana Delfino, Domingo Menna y Liliana Lanzilloto, presentes en aquel momento en el departamen­ to asaltado, integran la larga lista de detenidos desaparecidos.

Una cierta autocrítica del PRT-ERP A partir de entonces Mattini asumió el mando del PRT y el ERP, al ser el único miembro del BP sobreviviente. Se convocó al Comité Ejecutivo en Rosario, donde se constató que “la miiitancia no se había amilanado, pero se oyeron fuertes críticas a la dirección sobre los métodos d’e seguridad que practicaba, ya que no habían podido garantizar su propia supervivencia”.26 “D os días después de la reunión la represión cae sobre la casa y sorprende a la mayor par­ te de la dirección de Rosario, que mueren en un intenso combate” . Mattini reflexiona que:

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los presentes cuando, en medio de un alegato contra el FMI y el capital especulativo, acusó al capital español y en concreto al BBVA y a Repsol, de esquilmar la economía argentina”. En enero de 2002 realizamos una charla de Espacio Alternativo en Valencia, denunciando ía situación en Argentina y las repercu­ siones de las luchas de finales de 2001. A fines de ese mes conti­ nuamos con la labor de denuncia de los hechos de Argentina en la Facultad de Arquitectura de Sevilla. Se historiaron los antecedentes del “corralito”, el descrédito de las autoridades y los políticos, la novedosa presencia de los piqueteros y las asambleas barriales (mé­ todos de lucha incorporados a la resistencia a la represión), la caída del gobierno De la Rúa y de varios sucesores en pocos días. En fe­ brero ia denuncia se planteó en IU Hortaleza, con una charla deba­ te, “El pueblo en el corralito neoliberal”, en la misma línea de actos y manifestaciones anteriores. El 15 del mismo mes participamos en la Asamblea de IU de Puerto de la Torre en Málaga, y el 18 de abril realizamos un acto en el Hika Ateneo de Bilbao, denunciando nuevamente los sucesos del corralito argentino. El 18 de febrero en el Centro Cultural Palomeras, de Madrid, al cumplirse un año de la rebelión popular argentina, recordamos los hechos. También denunciamos la guerra que se preparaba contra Irak. El 10 de marzo de 2003 en el Centro Cultural Conde Duque, Madrid, presentamos mi libro Argentina Rebelde, crónicas y ense­ ñanzas de la revuelta social, relativo a los hechos del corralito. Me acompañaron en la mesa Miguel Romero, coordinador de Viento Sur, Manuel Monereo de la presidencia federal de IU y Enrique Borcel, presidente de la Casa Argentina de Madrid. El 24 de ese mes presentamos el libro en Barcelona, en la sala Pati Limona. Otras presentaciones se efectuaron 31 de mayo de 2003 en la Feria del Libro, Madrid, Caseta de E l Mundo y los días 9 y 10 de junio en el Hika Ateneo de Vitoria y Bilbao, debatiéndose sobre la situación

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de los nuevos movimientos sociales y la división de la izquierda argentina. “Por primera vez en muchos años ios protagonistas principales de la escena política argentina no fueron los políticos corruptos ni los buró­ cratas sindicales ni los militares genocidas, sino los hombres y mujeres de todas las edades que espontáneamente se lanzaron a la calle a decir: ¡Basta! La noche del 19 de diciembre miles de cacerolas atronaron la noche porteña y durante la madrugada y todo el día 20, decenas de miles de argentinos y argentinas llenaron las calles de Buenos Aires en una verdadera rebelión, popularmente llamada Argentinazo. Y resistie­ ron valientemente la represión que se cobró mas de 30 muertos”. Esa caracterización de rebelión se oponía a la que mas circulaba por los círculos de la izquierda, revolución, fruto más de impresio­ nes que de un análisis profundo, que luego la realidad demostró que no era correcta. Ni por sus objetivos, ni por su escasa perdura­ bilidad, merecía el nombre de revolución> lo que no implicaba res­ tarle nada de su valor como lucha masiva del pueblo en defensa de sus derechos. E1 16 de mayo de ese año participé en un curso sobre historia argentina, que llegaba hasta el fin del gobierno Duhalde y las elecciones de 2003, en la Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias de la Información. En abril de 2004, ía revista E l Viejo Topo publicó la entrevista que me hizo su director Miguel Riera, titulada “Flujos y reflujos en Argentina”, centrada en el libro que acababa de publicar, Argentina rebelde. En la entrevista señala­ ba que el período de importantes luchas populares había entrado en un fuerte retroceso, manteniéndose las causas que motivaron las luchas. Y la necesidad de la unión de los esfuerzos de las izquierdas para superar la dispersión que soportaba la clase obrera.

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Otros sucesos significativos en América Latina y el libro sobre el caso Pinochet Un conflicto que sacudió Latinoamérica en esos años, alcan­ zando repercusión mundial, fue la retención del dictador chileno Augusto Pinochet en Londres, auténtico símbolo de la represión. En España, debido a la participación del juez Garzón, la moviliza­ ción fue enorme, incluyendo numerosos actos públicos en los que participamos. El eco periodístico nos tocó de cerca; eí 2 de agosto de 2000 fui entrevistado por el periodista José Manuel Martín Medem en TV E Internacional, poniendo de relieve el deterioro de ía figura del dictador, tras 503 días de retención en Londres, y que la lucha contra la impunidad era un fenómeno mundial. En septiembre de 2000 la revista ONG N ° 20, publicó una entrevista que me realizó el periodista y compañero Pepe Mejía, titulada “Los crímenes con­ tra los pueblos no han sido pagados”, centrada en la lucha contra la impunidad en América Latina. Pinochet, gracias a la justicia britá­ nica logró recuperar su libertad de acción y volvió a Chile, donde se tenía que enfrentar a los tribunales que le dieron la libertad. La entrevista en TV E se enmarcó en la situación de movilizaciones: denunciamos que la impunidad no era exclusiva del conti­ nente, sino que abarcaba países europeos y africanos, como la anti­ gua Yugoslavia, Ruanda y otros. Exigimos la persecución policial y judicial de los responsables de esos crímenes en Chile, Argentina, Uruguay, Guatemala y otros países latinoamericanos. Ese año, conjuntamente con Roberto Montoya, publicamos el libro El caso Pinochet y la impunidad en América Latina, en Argentina. En él nos referimos a diversos casos de impunidad, particularmente de América Latina y la terrible proliferación de siniestros dictadores como Videla, Pinochet, Ríos Montt, Stroessner, Batista, Trujillo y sus seguidores militares y civiles. Señalamos el caso de la Operación Cóndor desarrollada en Latinoamérica, la práctica perversa de la

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desaparición de personas, la complicidad con el pinochetismo de distintos países occidentales. Ei libro fue presentado en la Feria dei Libro de La Habana de ese año, en la que estuve presente.

Homenaje al Che Guevara Desde su asesinato se sucedieron muchos actos en memoria del Che Guevara con la participación de luchadores antiimperialistas de América Latina y otras regiones. Espacio Alternativo me encargó la redacción de un libro en memoria del Che para sus Cuadernos de Crítica & Alternativa^ destinados a ser empleado en formación y de­ bate. Con ese motivo realicé el Cuaderno Revolucionario sin fronte­ ras: E l Chey la lucha por el socialismo que fue editado en 2007 y ago­ tado rápidamente. En febrero de ese año participé en las Tertulias de la Asamblea Social de Rivas (Madrid) sobre Movimientos Sociales en América Latina, donde también intervino Iván Forero, defensor de Derechos Humanos en Colombia. Hablé sobre la situación en distintos países del continente, so­ bre los avances y retrocesos de sus procesos de lucha. Luego pre­ senté mi libro destacando el carácter de revolucionario integral del Che, y su crítica política y económica a la dirección burocrática de la URSS. Sobre el tema de este libro participé también en las Jornadas Confederales del Espacio Revolucionario Andaluz en Granada, en marzo de 2007, junto con el marxista francés Daniel Bensaíd, de NPA (Nuevo Partido Anticapitalista, Francia), Miguel Romero (editor de Viento Sur) y un compañero de Spartakos (sec­ ción griega de la IV Internacional). Dentro de esas acciones por el Che se inscriben actos y publica­ ciones de las que citaremos unas pocas de las últimas décadas. Los periódicos La Voz de Lugo y El Progreso del 8 de octubre de 1997 dieron cuenta de una conferencia que pronuncié auspiciada por Espacio Alternativo. En noviembre de ese año publiqué una nota en la revista del Área Paz y Solidaridad de IU. El 13 de diciembre

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de 2002 realizamos en Valencia un acto en un nuevo aniversario del i ^-ii i / r . ■ i ' - asoiuduu vviic, j^uiiieiiuu cspcciai ciua.sii> en su iegaao político El 31 de mayo de 2003 presentamos en la Facultad de Geografía e . .. r • i i ■/ r t ■- __ : _ J ~ r ' _____ J ~ -1 n / r, i Aiotviio. vj-v v^mipdiucuw 11iLc1 .iia.Liuiíai uc jovenes revolucionarios, que se realizaría en Barbaste, Francia, en julio de ese año, remarcando nuestras señas de identidad intemacionalistas. Allí hablé recordando el 40° aniversario del asesinato. El 23 de junio participé en un acto de Espacio Alternativo en la Asociación Haydee Santamaría de Leganés, Madrid, con similar temática. También estuve invitado en la Semana Negra de novela policíaca de Gijón, donde participé de ios coloquios “Guerrilla an­ tifranquista y literatura”, y “Guerrilla latinoamericana y literatura”. Intervinieron los escritores Alejandro M. Gallo y Raúl Argemí, y un antiguo miembro de la guerrilla antifranquista de León. El 2 de octubre di una charla en las fiestas de IU de Las Rozas, Comunidad de Madrid, con motivo de dicho aniversario. El 6 de noviembre de 2007 se realizó en Barcelona un acto organizado por Revolta Global con el mismo motivo, con gran afluencia de público. En él hablé en nombre de Espacio Alternativo, junto a Esther Vivas de Revolta Global y Michel Lówy de la LCR francesa (antiguo diri­ gente de la IV Internacional). El 8 de mayo de 2008 participé en un acto en la Asamblea de IU en Puerto de la Torre, Málaga, sobre el tema “El Che vive, la lucha sigue” . También publiqué un artículo en Viento Sur titulado “El Che y el guevarismo en América Latina”. En él destacaba sü contribución a la denuncia de la política reformista en el continente, así como la aplicación de la lucha armada a los movimientos populares. Eí 8 de octubre de ese año realizamos un acto en IU-Hortaleza con idénti­ co motivo analizando el ascenso de masas en el continente, inclu­ yendo los gobiernos progresistas, como el de Lugo en Paraguay, y coordiné el Plural de Viento Sur dedicado a esos sucesos. 1

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Los militares argentinos y sus alianzas internacionales: un nuevo libro En la revista Mientras Tanto N ° 90, de la primavera de 2004, apareció un artículo mío titulado “Argentina: Militares torturado­ res” . En él denunciaba el roí torturador de las Fuerzas Armadas y la cooperación brindada por los ejércitos de Estados Unidos y Francia para la formación de los oficiales en ía materia. Esa es la orientación ideológica y militar de las Fuerzas Armadas argentinas y latinoame­ ricanas y su cooperación con los grandes ejércitos extranjeros para orientar las tareas represivas y las militares, incluyendo ía tortura. En eí periódico Diagonal del 12 de mayo de 2005 publiqué un artí­ culo titulado “El negocio de los ejércitos privados” referente ai tema de los mercenarios, con un listado de grandes empresas contratistas dei sector. Este artículo fue reproducido en el digital Cubadebate. Las guerras de Afganistán e Irak pusieron en evidencia que el Imperio había decidido utilizar una vieja práctica rejuvenecida: ios mercenarios. Desde finales de la Segunda Guerra Mundial en América Latina y África se había empleado ese recurso con el fin de eludir responsabilidades propias, y también para ahorrar recur­ sos. De esa forma se evitaba ei envío de tropas norteamericanas o británicas al exterior, y el retorno a los países de origen en sa­ cos de plástico de los cadáveres, que daban una pésima imagen de esas guerras. Y así se sumaba al esfuerzo bélico a militares merce­ narios de diversos orígenes. Esta nueva realidad de ios modernos mercenarios me impulsó a escribir sobre el tema, dando origen a un nuevo libro: Mercenarios, guerreros del Imperio, que publiqué en 2007 en la Editorial El Viejo Topo. Lo presenté en la Librería Traficantes de Sueños de Madrid junto al coronel (r) Luis Otero, antiguo miembro de la UM D (Unión de Militares Democráticos de la última época del franquismo) y con mi amigo y compañero Roberto Montoya.

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El libro ahonda en las características de las guerras coloniales e imperialistas de nuestros tiempos y el roí en las mismas de los mercenarios modernos. Ese fenómeno se repitió en otros teatros bélicos, como en Libia, donde Gadafi intentó resistir apoyándose en mercenarios de origen africano y de otras procedencias, incluso tuaregs. Mostré cómo se los utiliza cada vez más en apoyo a las fuerzas armadas regulares, especialmente para operaciones de alto riesgo, a fin de limitar las bajas de soldados regulares. El empleo actual de mercenarios, que se incrementó enormemente a partir de las guerras iniciadas tras el 11S, forma parte de la ola privatizadora neoliberal cada vez más generalizada.5 Con esta obra participé del Premio Libertador a l Pensamiento Crítico de 2007, que concede el Ministerio dei Poder Popular para la Cultura de Venezuela, que me otorgó una Mención honorífica como finalista. Estaba invitado a asistir en Caracas a la entrega de los premios, pero mi precaria salud me lo impidió, por lo cual pedí ai amigo Manolo Garí que acudiera en mi nombre. Otra presentación se efectuó el 28 de marzo de 2008 auspiciada por la Asociación Cultural Cauce del Nalón, en Asturias. Otra fue organizada por el Club El Faro de Vigo, con una amplia difusión y nutrida concurrencia. En mayo de ese año parti­ cipé junto con David Arrabalí, Javier Campos y Adolfo Graneros, compañeros de IU, en otra presentación en ia Facultad de Filosofía de Málaga. En algunas ocasiones en este período participé en algunas ac­ tividades en Hortaleza o en otras zonas, contando con la ayuda de compañeros del distrito para los desplazamientos. Así el 27 de abril de 2013 intervine como ponente en la “Jornada Republicana” organizada por el Ateneo de Hortaleza, jun­ to a ios escritores Isaac Rosa y Marta Sanz, con la asistencia de más 5Pereyra, Daniel: Mercenarios, guerreros del Imperio, El Viejo Topo,

Barcelona, 2007.

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ríe 100 personas. Me referí a los antecedentes de la proclamación de la Segunda República del 14 de abril de 1931, de la Revolución de Asturias de 1934 y del posterior golpe de estado de 1936, prole­ gómeno de la Guerra Civil. Además, el 19 de mayo presenté unas “Jornadas de Debate sobre Frente Amplio”, a las que se invitó a participar a activistas de movimientos sociales del distrito. El ob­ jetivo de las Jornadas era ante todo lograr un mejor conocimiento mutuo, ver las posibilidades de un accionar conjunto, así como de un programa común ante la problemática actual. Esta iniciativa está en marcha, en coincidencia con otras simila­ res a nivel estatal. Entre ellas se mencionaron las Jornadas convoca­ das por la revista Viento Sur en Madrid, a las que asistieron las CUP (Comités de Unidad Popular) de Cataluña, ANOVA (Alternativa Galega de Esquerda) de Galicia, SO R TU (nacer, surgir o crear en euskera) de Euskadi, En Red de Madrid, y sectores de IU de Valencia y Madrid. Igualmente se mencionó el Proces Constituent de Cataluña. A finales de agosto de 2013 asistimos con Juanita a una sesión de la IV Universidad de Verano de Izquierda Anticapitalista, re­ alizada en La Granja, Segovia. Con la presencia de unos 600 compañeros, se efectuaron foros y talleres sobre múltiples temas de especial interés para la izquierda anticapitalista, con la partici­ pación de personas de diversas organizaciones. Para nosotros, fue de máximo interés el reencuentro con compañeros de lucha a los que no veíamos'desde hacía mucho tiempo, con los cuales estrecha­ mos antiguos vínculos políticos y de amistad.

Capítulo VI

Reflexiones políticas: la difícil construcción de organizaciones revolucionarias

Las experiencias que están reflejadas en los capítulos iniciales de estas Memorias, que tratan de los hechos protagonizados en Argentina, Perú y el Estado Español, serán consideradas en este capítulo VI en relación con los problemas de la construcción de la organización revolucionaria. Los intentos de otros autores de aportar sus vivencias, hasta el momento no han conseguido llevarnos a conclusiones decisivas para el éxito de la compleja tarea emprendida. Intento, en estas breves reflexiones, hacer mi aportación a la polémica. Esta problemática es sumamente complicada y lo demuestra el hecho que en más de un siglo de esfuerzos solo excepcionalmente ha sido posible construir organizaciones revolucionarias anticapitalistas capaces de alcanzar el poder y avanzar en sus objetivos fi­ nales de lucha contra el sistema que hoy denominamos capitalista neoliberal. Pero esos casos singulares de éxito en la creación de organiza­ ciones revolucionarias que libraron combates decisivos victoriosos contra el enemigo explotador, como el Partido Bolchevique en la Unión Soviética en los primeros años del siglo XX, todavía tuvie­ ron que enfrentar enormes peligros que los llevarían finalmente al fracaso. En esd caso la burocratización del Estado obrero y de sus

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aliados a n i v e l iarcriiacicnd, condujeron a la nnsrre a la desapari­ ción de la URSS y a su transformación en un país integrado complciam entc en la órbita capitalista, as? romo años después hicieron China y Vietnam. No bastó en esos casos con la creación de un partido anticapita­ lista en un país, ya que este fue enfrentado por una alianza mundial del imperialismo. Esto ocurrió en el caso de la Revolución Rusa, de las distintas revoluciones surgidas en las décadas posteriores, e incluso en el cerco asfixiante a que fue sometida la Revolución Sandinista en Nicaragua, que la condujo a su desaparición, a dife­ rencia de Cuba que logra resistir hasta hoy día. Lo mismo puede decirse de la política de acoso y represión de que fueron objeto muchos movimientos revolucionarios, que carentes de un apoyo internacional poderoso sucumbieron ante el ataque coordinado del capital a nivel mundial.

Necesidad de una internacional revolucionaria de masas En suma, se demostró la ausencia de una fuerte alianza in­ ternacional de los trabajadores y el pueblo capaz de desarrollar la solidaridad con todas las luchas de los explotados y oprimidos, solidaridad como la que se concretó con los pueblos vietnamita, nicaragüense y el cubano, en situaciones puntuales. Lo que hoy se necesita es una organización poderosa, con un pro'grama a nivel internacional, capaz de responder a cada' ataque imperialista contra los pueblos y de hacerle retroceder con la fuerza coaligada de los explotados y oprimidos del mundo entero. Sería preciso continuar con la tradición iniciada con la Primera Internacional por Marx y Engels en 1864 bajo la consigna: Proletarios de todos los países, unios!”, seguida por Engels con la Segunda Internacional, continuada por 1a Tercera Internacional en los tiempos de Lenin y Trotsky, y por este con la Cuarta Internacional desde 1938, combatida a sangre y fuego por el

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por el imperialismo, aún mayores que las desarrolladas en apoyo de Victnam, Nicaragua y Cuba. Se requiere una organización de clase, liberada de las cadenas socialdemócratas y estalinistas, ajena a las ataduras burocráticas.

Rol de la socialdemocracia y el estalinismo A lo largo del siglo X X y comienzos del siglo XXI han existido en todo el mundo numerosas organizaciones de izquierda y fuer­ zas nacionalistas que protagonizaron importantes movimientos de lucha. Sin embargo, en su mayoría, no pasaron de planteos demo­ cráticos reformistas. Las organizaciones anticapitalistas, por el contrario, han tenido escaso desarrollo y en general han pecado de sectarismo, aislándose de las masas que aspiraban a dirigir, cayendo en planteos propagan­ dísticos abstractos, o en propuestas que no pasaron del reformismo. Entre esas organizaciones merecen una especial mención los partidos socialistas, que ya en los albores del siglo X X adoptaron a menudo posiciones reformistas, contrarias a toda salida revolucio­ naria, acorde con la política de los partidos de la II Internacional en Europa. Es de reconocer, sin embargo, que sí tuvieron un rol impor­ tante en la creación de los primeros sindicatos de los trabajadores. En la misma época loá anarquistas participaban en la creación de un movimiento sindical clasista y combativo en varios países latinoamericanos (Argentina, Uruguay, Chile y otros) pero sus pro­ pias características, contrarias a la organización política e incluso favorables al mantenimiento de sindicatos de oficio, de rechazo a las organizaciones por gremio, los llevó al cabo de varias décadas a la decadencia y desaparición. Desde el fin de la Primera Guerra Mundial, muchos de los par­ tidos socialistas se dividieron a causa del impacto provocado por

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la triunfante Revolución Rusa. Mientras surgían partidos comu­ nistas y ganaban cada vez más protagonismo en la lucha de los trabajadores, buena parte de los partidos socialistas persistían en su política reformista. Los PC se agruparon en la III Internacional tras la Revolución Rusa de octubre de 1917, y pese a la línea revo­ lucionaria inicial que los inspiraba, por su extrema debilidad en la mayoría de los países, no consiguieron influir decisivamente en el ascenso revolucionario de la posguerra. El flagelo de la guerra civil impulsada por la burguesía mundial debilitó en extremo a la URSS, que a duras penas logró mantener el sistema socialista por varias décadas, con un deterioro cada vez más acusado. El retroceso de las masas, sumado posteriormente a la de­ riva burocrática de la URSS, fue arrastrando a todo el movimiento comunista internacional, con la pérdida de independencia de cada PC y a la asunción de políticas tendientes a la unidad con secto­ res burgueses caracterizados, por ellos mismos, como progresistas, como fue el caso de Chiang Kai Shek en China. Ei impulso de esas posiciones por parte del régimen burocrático soviético debilitó la línea revolucionaria en América Latina y otros continentes, provocando alianzas con sectores burgueses que a su vez dificultaron la colaboración entre revolucionarios y la consoli­ dación de una organización revolucionaria internacional.

Los problemas políticos El análisis que hizo eí revolucionario Héctor Béjar sobre Perú, que citamos anteriormente, así como los que realizó la IV Internacional, pueden servir de base para entender algunas de las carencias fundamentales que en este sentido padecieron los revolu­ cionarios en muchos países. Las fallas esenciales habría que buscarlas en los problemas polí­ ticos que subyacían en casi todos ellos, como la supervaloración de los sectores nacionalistas burgueses por parte de grupos populistas.

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Por citar algunos casos: Montoneros y otras organizaciones ensal­ zando el supuesto roí revolucionario del peronismo en Argentina; la nefasta alianza con Chiang Kai Shek en China que ya mencio­ namos; el papel sectario del estalinismo que señala Béjar, destacán­ dose el conflicto China-URSS a nivel mundial; la falta de apoyo prometido por el PC boliviano a la guerrilla del Che; ios rasgos sectarios de la mayoría de las organizaciones; las desviaciones mili­ taristas cometidas en numerosos casos o la escasa implantación en los sectores de masas existentes. El ya largo siglo de luchas sociales y políticas experimentadas en América Latina, no condujo más que a triunfos parciales, aborta­ dos fundamentalmente por la acción del imperialismo y sus aliados locales. En líneas generales, el ascenso de las masas fue capitalizado por movimientos nacionalistas y populistas, que lo condujeron fi­ nalmente a la derrota. El fracaso de la mayoría de los movimientos revolucionarios producidos en el siglo X X en América Latina (con excepción de la Revolución Cubana en 1959 y la nicaragüense en 1979) dio actua­ lidad al debate de la necesidad del partido revolucionario, y el estu­ dio de las desviaciones o debilidades reveladas por las experiencias producidas. Es importante tratar de analizarlas, buscando las causas de las derrotas sufridas, que golpearon duramente a militantes y organizaciones que lucharon por una sociedad más justa. En Europa y otros continentes el peso de los partidos comunis­ tas, socialistas y nacionalistas, llevó a las derrotas de las moviliza­ ciones que se produjeron después de las grandes guerras mundiales. La disolución de ía URSS fue el punto más alto de esas derrotas causadas por el estalinismo. Así surgió el reformismo practicado por la mayoría de los par­ tidos socialistas y comunistas, que optaron por la coexistencia pa­ cífica con el capitalismo, siendo una de las causas principales de ía derrota de las luchas revolucionarias. Otro freno fundamental a la batalla anticapitalista en América Latina hay que buscarlo en el

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nacional populismo, cuya bandera antiimperialista, de liberación nacional, no ha traspasado en ningún caso ia estructura capii-alisia, la propiedad privada, el libre mercado. Ejemplos de ello han sido y son el peronismo argentino, o ei aprismo peruano. Desde estas dos organizaciones surgieron fracciones que prac­ ticaron la lucha armada, como la organización Montoneros, que unía a su ideología populista una práctica interna jerarquizada y burocrática. Esta organización reivindicaba el socialismo pero mez­ clado con planteamientos patrióticos, la defensa de la propiedad privada y la alianza con sectores de la burguesía nacional. Un cami­ no similar recorrió el aprismo peruano, que partiendo de un anti­ imperialismo combativo, arribó a la conciliación de clases con los sectores burgueses más rancios del país. Por su parte, los PC asumieron el estalinismo de la URSS, que abandonaría ya en 1944 la lucha contra el capitalismo, tras disolver la III Internacional y entrar en una deriva reformista. La caracte­ rística básica de esa corriente fue la adhesión a la burocracia del Kremlin, responsable de la descomposición de la URSS y su di­ solución en 1991. Posteriormente a ese derrumbe, buena parte de los PC continuaron aún con una práctica política y organizativa burocrática. Procedente del mismo tronco ideológico, nacería en China el maoísmo, causa y efecto de la división del Movimiento Comunista Internacional entre China y la URSS. Aunque con idéntica raíz bu­ rocrática, durante años sus grupos en distintos países denunciaron la política de coexistencia pacífica soviética y asumieron posiciones en parte revolucionarias, posteriormente abandonadas. En líneas generales, ía influencia de los estados soviético, chino y vietnamita, fue determinante en la deriva pro capitalista actual que adoptaron sus respectivos partidos comunistas. Frente a estas deformaciones de los procesos revolucionarios, el accionar de par­ tidos y movimientos anticapitalistas no ha logrado superarlos con éxito; el sectarismo existente y su inicial debilidad no han permitido

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Necesidad del partido ajeno a los modelos Me ha sido de gran utilidad el libro de Miguel Moro Romero1 que trata sobre la construcción del partido, donde dice: “Convencido por dura experiencia de la esterilidad de los ‘modelos de partido’, me parecía especialmente interesante conocer políticas muy distintas y tratar de aprender de todas. “Los ejes fueron los que me parecen centrales para la política revolucio­ naria hoy, es decir: las experiencias de unidad a la izquierda de la llama­ da 'socialdemocracia; las relaciones entre los espacios social y político; la relación con las instituciones políticas y particularmente las políticas electorales; cómo contribuir a la transición entre las luchas actuales y las que lleguen a proponerse derrocar al capitalismo; la comunica­ ción; la democracia en los movimientos sociales, en la organización partidaria y en las relaciones entre ambas [...] Creo que el resultado terminó siendo en general interesante en todos los puntos menos en uno como me temía, la política de comunicación de las organizaciones revolucionarias [...]” También a mi me parecen estériles los “modelos de partido” que como otros clichés se tomaron del pasado y aplicaron a nues­ tras realidades sin mayor análisis, amparándolos en el prestigio del autor o la relevancia del acontecimiento. Esto no quiere decir que Gomero, Miguel: Conversaciones con la izquierda anticapitalista europea, Editorial Viento Sur, Madrid, 2012 (con entrevistas a Olivier Besancenot —NPA, Francia—, Ulla Jelpke —Die Linke, Alemania—y Francisco Lou^a -Bloco de Esquerda, Portugal—).

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debemos ignorar las lecciones de otros tiempos, sino que por el contrario hay que tomarlas críticamente, preguntándonos siempre en que medida aquellas lecciones son aplicables a la realidad pre­ sente. Esto nos ha ocurrido con la lectura del ¿Qué hacer? de Lenin y otros textos, citados muchas veces sin mayor reflexión, sin consi­ derar que para un marxista los análisis deben ser siempre concretos y aplicados a realidades concretas. Resultan muy importantes los ejes citados por Romero y ios tendré en cuenta buscando similitu­ des y contradicciones que sean útiles para nuestro análisis. Otras cuestiones importantes a tener en cuenta son: -La participación de organizaciones revolucionarias en gobier­ nos de hegemonía reformista, como ocurrió en Brasil con compa­ ñeros de nuestra corriente. —La dificultad para aplicar conceptos del Programa de Transición de la IV Internacional a las realidades nacionales cayen­ do en un “internacionalismo abstracto”, sin lograr trasladarlos a las mayorías sociales. —Los problemas para combinar radicalidad y políticas unitarias, sin caer en tendencias derechistas o izquierdistas en la aplicación del Frente Único. —La subestimación por muchas corrientes trotskistas de las “nuevas” contradicciones del capitalismo, por una visión muy obrerista. -L a costumbre arraigada de convertir diferencias tácticas en es­ tratégicas y las tendencias en fracciones permanentes. Por mi parte echo en falta otros ejes que tienen que ver con el teatro de mis mayores experiencias: la cuestión de la estrategia de poder, tan debatida en el IXo Congreso de la IV Internacional y otros posteriores; la vía revolucionaria para la toma del poder, entre insurrección o lucha armada guerrillera y el uso de la violencia; el rol del campesinado y la lucha por la tierra (una cuestión de escasa o ninguna importancia actualmente en Europa, no así en

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otros continentes) distinto al de! proletariado; las características del p a r t i d o/organización revolucionaria y el papel que debe jugar este, el rol de los movimientos sociales en la lucha revolucionaria. Creo que estas carencias están determinadas por una diferencia de época y de realidad política y social. Generalmente las distintas opciones de vías de lucha se resolvieron sobre la marcha y más aun, se combinaron, como ocurrió en América Latina entre lucha gue­ rrillera urbana o rural y sobre el empleo de la violencia, en Cuba entre eí uso del sabotaje al cultivo de la caña de azúcar y huelga general obrera, entre otros muchos factores. Allí finalmente todos los caminos fueron utilizados en una combinación muy creativa que arrojaron un resultado victorioso.

Sistemas de organización: “que mande la base” Sobre la cuestión del partido, me resulta muy importante tam­ bién la reflexión de Olivier Besancenot, recogida en el libro de Romero: “Hay que inventar un sistema de organización en el que mande la base, aun reconociendo que eso pueda plantear problemas, como están vi­ viendo en el NPA. En realidad, es una reflexión de alcance estratégico: cuando una revolución popular ha triunfado, ¿qué haces para que se mantenga la fuerza que viene de abajo, que sea eso lo que determine el proceso político, evitando los riesgos de substitución? Es un gran desafío.” También es un desafío estratégico cuando la revolución aun no ha triunfado: ¿qué sistema de organización precisamos antes de la toma del poder? ¿Cómo mantenemos la fuerza que viene de aba­ jo, de la base, impidiendo la influencia nefasta de la burocracia partidaria?

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lo largo de este trabajo diferentes situaciones de crisis en movi­ mientos revolucionarios, sobre las que es conveniente reflexionar. Comenzando por las deformaciones burocráticas que llevaron al derrumbe de los “Estados socialistas” gobernados por el estalinis­ mo. Pero no solo: el peso de los aparatos burocráticos en partidos y organizaciones de masas está en la raíz de muchas desviaciones que condujeron a la traición de los objetivos de las luchas obreras y populares. El sistema de organización fundamental debe residir en la vi­ gencia absoluta de la democracia interna, en la renovación de los cargos, en el control permanente de los dirigentes por la base. En que medida este pueda ser el problema del NPA es algo que se nos escapa, pero es algo que debe garantizarse a toda costa. Por su parte Romero menciona una serie de factores a tener en cuenta: las relaciones entre organizaciones políticas y sociales, la democracia en el seno de los movimientos sociales, las políticas electorales, en fin, un complejo conjunto de factores que se deben tener en cuenta a la hora de impedir las deformaciones del funcio­ namiento de las organizaciones revolucionarias. En principio, es fundamental la cuestión del programa revolucionario y anticapita­ lista; no menos importante es el sistema de organización que pre­ serve los derechos democráticos de las bases y su participación en la vida de la organización a los que hace referencia Besancenot; deben establecerse relaciones respetuosas con los movimientos sociales, erradicando todo intento de cooptación burocrática de los mismos, como base fundamental para la relación de la organización política y las masas estructuradas en los movimientos sociales. El crecimiento del partido no puede lograrse ignorando los derechos de estos, sino por el contrario debe avanzar a través de

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una relación democrática y respetuosa, con una interacción política se logre en base a un trabajo paciente y solidario. Criterio similar /-}

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con otras organizaciones con las que se llegue a establecer pactos políticos.

Unificación de revolucionarios: cuestiones políticas y organizativas La existencia de distintas organizaciones revolucionarias que operan simultáneamente, con idénticos objetivos estratégicos e in­ cluso con similitudes programáticas, fue considerada en muchas ocasiones como un obstáculo para el triunfo final, por la competen­ cia que se establecía con otras organizaciones revolucionarias. Por ello se intentaron en muchas ocasiones unificaciones pensando en multiplicar las fuerzas. Ahora bien, generalmente esos esfuerzos no dieron resultados positivos, debido a la falta de una metodología correcta para unir las fuerzas dispersas. En las distintas ocasiones que se intentó crear nuevas organiza­ ciones revolucionarias, o crecer en base a unificaciones, se centra­ ron los esfuerzos en lograr acuerdos programáticos; acuerdos estra­ tégicos (estrategia guerrillera hacia la toma del poder); o acuerdos Los problemas organizativos fueron soslayados,’ considerados secundarios. No obstante, estos problemas están en la raíz de la debilidad y ruptura de muchas organizaciones que parecían ofrecer un futuro alentador. La falta de democracia interna, el peso de las burocracias, el sectarismo interno y externo hacia las diferencias, la actitud hacia las tendencias o fracciones, pesaron de forma decisiva sobre la construcción de las organizaciones, derivando en muchos casos hacia la ruptura de las mismas.

Así se plantearon y consiguieron diversas alianzas a nivel na­ cional que en algunos casos culminaron con la formación de par* tidos unificados. Un ejemplo de ello fue el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua que logró derrotar a la dictadura somocista, o el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en Eí Salvador. En estos dos casos se unificaron varios grupos, que llevaban años combatiendo por separado a las dictaduras de sus países. No obstante esas unificaciones no fueron suficientes para con­ seguir ía unidad política y militar que garantizase la consolidación y crecimiento del conjunto y ia victoria definitiva sobre el enemi­ go capitalista. En los dos casos fue decisiva la presencia militar de Estados Unidos para inclinar el fiel de la balanza a favor de la oli­ garquía local y el imperialismo. Evitando en el caso salvadoreño la caída del régimen y obligando a una salida de paz negociada, y en el caso nicaragüense, asfixiando al gobierno revolucionario con la guerra de la contra e inventando a base de talonario una coalición electoral que con la promesa de paz y prosperidad, terminó triun­ fando en las urnas. Igualmente ocurrió en diversos países, donde las divisiones exis­ tentes ignoraron la fuerza del imperialismo, agravando la debilidad de las organizaciones revolucionarias. En algunos casos se llegó a unificaciones totales o parciales, conjuntamente con los procesos de paz, que no concluyeron con un avance del curso revoluciona­ rio, por la propia debilidad de dichas organizaciones. Son escasas las reflexiones que se han hecho al respecto, tendientes a analizar y explicar esos desencuentros. El ejemplo citado de la unificación de LCR y M C en el Estado Español, que fracasó a poco de producirse, acabó en ruptura y prác­ tica disolución de ambas organizaciones, casi desde el comienzo de las actividades conjuntas. En esta ocasión el fracaso debe atribuirse a las profundas diferencias de métodos de organización, reflejadas en el M C por su carácter sectario y la falta de democracia interna.

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Unidad programática, frente único, rupturas, sectarismo Diversos métodos para construir partidos revolucionarios se practicaron en distintos países y épocas, partiendo generalmente de grupos pequeños, con propuestas programáticas poco elaboradas. Uno de los errores mas comunes ha sido, ante la multiplicación de organizaciones existentes, el intento de crecer únicamente a partir de las fuerzas propias de cada organización, ignorando la existencia de otras fuerzas revolucionarias, lo que invalida toda tentativa de unidad de acción o frente único. Esta táctica llevó en la mayoría de los casos a reforzar el sectarismo, negando todo valor a otras orga­ nizaciones, fortaleciendo la búsqueda de diferencias aparentemente insalvables. En el terreno de las organizaciones de masas, el sectarismo con­ dujo muchas veces a crear múltiples organizaciones. Fueran sindi­ catos u otro tipo de movimientos sociales, cada organización tendió a tener su propio sello, rechazando las posibilidades unitarias. Las calificaciones de “traidores”, de “agentes del enemigo”, han sido frecuentes en la historia de la izquierda del siglo XX, y en particular desde la aparición de las burocracias en las organizaciones sindica­ les y políticas. El estalinismo ha sido campeón en la utilización de tales prácticas, incluso borrando la imagen de Trotsky en escenas históricas de la Revolución Rusa, como por obra del Photoshop. La violencia, las calumnias y la represión interna en el seno del movi­ miento obrero se extendieron por todo el mUndo envileciendo sus prácticas y debilitando su accionar. Una parte no desdeñable de esas costumbres es la habitual ausencia de democracia interna en sindicatos, partidos y otras organizaciones populares, que impide tan a menudo la libre elaboración de las ideas y la creación colectiva de programas. Las discrepancias llevadas a terrenos personales, con las consiguientes acusaciones y ataques, contribuyen a enconar las luchas y muchas veces, al uso de violencia fratricida.

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Esa violencia se evidenció trágicamente en los asesinatos co­ metidos D O r el estalinismo en l a IJR S .S v/ nrrn s xm. is e s .' m m n pn' W "^ w procesos de Moscú donde se liquidó a buena parte de la vieja guar­ dia bolchevique. Entre tantos otros al rumano Cristian R a k o v s lr^ miembro del C C del PC soviético, integrante de la Oposición de Izquierda, muerto en 1941 en prisión. La mayor represión fue la practicada en la Unión Soviética, donde en el campo de concentra­ ción de Vorkuta en Siberia, la Oposición de Izquierda organizó una huelga de 132 días desde octubre de 1936 hasta marzo de 1937, reclamando una jornada de trabajo de 8 horas diarias, supresión de las raciones alimentarias según rendimiento del trabajo, separación de los presos políticos y los comunes, y la auto organización de los reclusos (parece mentira, pero son consignas democráticas básicas); allí murieron miles de presos. En la URSS en vísperas de la Segunda Guerra Mundial se liqui­ dó a centenares de oficiales del Ejército Rojo, incluyendo a presti­ giosos generales. En Europa se asesinó a militantes, como Andreu Nin en España, León Sedov (hijo de Trotsky) y otros en Francia; en China y Vietnam se ejecutó a centenares de militantes trotskistas; y se culminó con el asesinato de Trotsky en México en 1940, Una parte más amplia, aunque no tan cruenta, de esas prácticas fue la expulsión de disidentes y de minorías y la ausencia total de demo­ cracia interna en organizaciones populares y partidos. Esta política insensata, sectaria y divisionista, además de asesi­ na, contribuyó al debilitamiento del movimiento revolucionario, en especial en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, en paralelo al ataque llevado a cabo por el nazismo y formaciones nacionalis­ tas burguesas contra la vanguardia obrera y popular en numerosos países. El rol contrarrevolucionario del estalinismo y la socialdemocracia marchó en paralelo con las fuerzas de choque burguesas para aniquilar o debilitar a las vanguardias revolucionarias. La división existente en el movimiento obrero, la ausencia de unidad en la

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lucha, la falta de análisis colectivo de los combates del pasado, la 1 * r / carencia gc proj)u.c¿¡L
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