Daniel Albarrán, Ministerios Extraordinarios

January 4, 2018 | Author: Daniel Albarran | Category: Eucharist, Catholic Church, Mass (Liturgy), Christ (Title), Pope
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OFICIOS, FUNCIONES Y MINISTERIOS EXTRAORDINARIOS (Teología, liturgia, Derecho Canónico y otros elementos fundamentales para los Ministerios Extraordinarios y otras funciones y oficios de los laicos)

(Edición corregida y aumentada)

Daniel Albarrán

Título Original:

Ministerios Extraordinarios Oficios, funciones y Ministerios Extraordinarios. (Edición corregida y aumentada) Autor: Daniel Albarrán. Editor: D.A. ISBN 980-332-135-8 Depósito legal lf 081-2000-2000-937 Diseño de Portada: Daniel Albarrán Foto de los Ministros Extraordinarios en la celebración de un Vía crucis (Cuaresma, 2008) e-mail: [email protected] www.daniel.trimilenio.net

Presentación

La formación de los laicos es una constante en los documentos postconciliares. La Iglesia ha asumido esta tarea con gran empeño y dedicación, dándole el justo puesto en su tarea de santificar el mundo en donde les toca ser sarmientos y dar frutos. Siempre en comunión con la jerarquía para poder lograr así ser auténtico sacramento. En la unidad radica, precisamente, su sacramentalidad. Obedeciendo esa constante se quiere dar todas las herramientas para una formación integral de los laicos. Es ese el aporte de este libro que con alegría y entusiasmo quiero presentar. Seguro estoy de que es más que un aporte. Podríamos considerarlo como un compendio, casi completo, y, sobre todo, actualizado de todo el pensamiento de la Iglesia en su doctrina teológica y disciplinaria. Será el texto oficial de la Diócesis de Barcelona para los Ministerios Extraordinarios y para los oficios y funciones de los laicos. Reciban este libro con gran entusiasmo y como un trabajo de mucha utilidad. Estamos ciertos de que el Espíritu Santo nos conduce bajo las directrices de la Iglesia de Cristo que quiere promover y reconocer a cada cual los carismas que el Señor se ha dignado dar a su pueblo. Me uno a los sacerdotes de toda la extensa geografía del Estado Anzoátegui en su afán de integrar a los laicos en su trabajo pastoral. Los invito a hacer unánime ese deseo de todos en la necesidad de Dios y de su palabra, al que tienen derecho

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desde el mismo bautismo. Que el Señor, que es la fuente, el alfa y omega, de toda actividad de la Iglesia nos disponga a todos con el corazón abierto a los signos de los tiempos para “que todo tienda a Cristo como a su fin y origen”. Y no halla otra meta que el trabajo de la expansión de su reino. Y no otra satisfacción que la del deber cumplido para poder repetir en nuestra conciencia sacerdotal las mismas palabras del Apóstol: “he hecho lo que tenía que hacer”, y que no es otra cosa que llevar a Cristo a los hombres y los hombres a Cristo en nuestro paso como sus heraldos y mensajeros. Todo ello para gloria de su nombre y alabanza al Padre en el Espíritu. Que la Virgen, la primera evangelizada y la primera evangelizadora, bajo la advocación de la Virgen del Valle, Patrona del Oriente venezolano, y bajo su protección en la advocación de la Candelaria, Patrona de la Diócesis de Barcelona, nos conceda la alegría del trabajo en comunión, con la Iglesia, para la Iglesia y en la Iglesia. Dios nos bendiga a todos. Mons. Dr. César Ramón Ortega Herrera Obispo de Barcelona – Venezuela

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PRIMERA PARTE: - EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA - LA TRADICIÓN EN LA IGLESIA

RECOMENDACIÓN INICIAL:

Pretendemos con este material hacer una presentación general de todos los elementos necesarios doctrinales para la escuela de Ministerios Extraordinarios. Resumimos, como material de estudio, todo lo que es necesario para la formación de los futuros "encomendados" por parte de la Diócesis de Barcelona en las diferentes tareas que más adelante serán distribuidas por la autoridad competente. El primer tema es el Magisterio de la Iglesia. Es, precisamente, este el punto de partida, para entender todo el "envío" que se hará a los laicos comprometidos con Dios y con la Iglesia. Hacemos una observación muy importante: La guía de estudio que presentamos es muy importante; pero, la guía sola, sin la asistencia a las clases no se comprende en su totalidad. Es decir, guía y clase son complementarias. Porque las clases harán totalmente comprensible el contenido de la guía de estudio. EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA EL MAGISTERIO EN LA IGLESIA La manera que en la utilización corriente del término magisterio está reservada al maestro de escuela o enseñante y viene a ser usado siempre para indicar el papel y la autoridad del que enseña. En la Edad Media, respecto a la Iglesia, se tenía dos tipos de "cátedras" o de autoridades en la enseñanza: la del Obispo en su catedral y la del profesor en la Universidad. Al paso de los años el término magisterio ha ido adquiriendo una aplicación netamente eclesiástica y hoy está utilizada casi exclusivamente al oficio de enseñar de los obispos, aunque no se niega que también los teólogos desempeñan el papel de

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enseñar. Pero el término se ha ido aplicando con más propiedad al rol de los obispos, mejor aún, del episcopado en conjunto, quienes tienen la autoridad de enseñar oficialmente, y los poderes de docencia. En los documentos del Concilio Vaticano II el término el magisterio está referido al oficio del enseñar. Así en la Lumen Gentium N. 18 b, se dice: Este Santo Concilio, siguiendo las huellas del Vaticano I, enseña y declara con él que Jesucristo, eterno Pastor, edificó la santa Iglesia enviando a sus apóstoles como Él mismo había sido enviado por el Padre... Esta doctrina de la institución, perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro primado del Romano Pontífice y de su magisterio infalible, el Santo concilio lo propone nuevamente como objeto firme de fe a todos los fieles y, prosiguiendo dentro de la misma línea, se propone, ante la faz de todos, profesar y declarar la doctrina acerca de los obispos, sucesores de los apóstoles, los cuales, junto con el sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Cabeza visible de la Iglesia, rigen la casa del Dios vivo. A.) Características del Magisterio de los obispos: En el número 25, de la Lumen Gentium se describe el magisterio del Romano Pontífice de "magisterio auténtico" y se describe a los obispos como “doctores auténticos”, es decir , “revestidos de la autoridad de Cristo”; dice el documento: Entre los oficios principales de los obispos se destaca la predicación del Evangelio. Porque son los obispos los pregoneros de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los maestros auténticos, es decir, herederos de la autoridad de Cristo, que predican al 8

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pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de creerse y ha de aplicarse a la vida, la ilustran con la luz del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación las cosas nuevas y las cosas viejas (cf. Mt. 13, 52), la hacen fructificar y con vigilancia apartan de la grey los errores que la amenazan (cf. 2 Tim, 4, 14). Los obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte, tienen obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión del espíritu al parecer de su obispo en materias de fe y de costumbres cuando él las expone en nombre de Cristo... La Dei Verbum, en el número 10, acentúa también que el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios está confiado sólo al magisterio vivo de la Iglesia. En cuanto a la autoridad dada a los apóstoles lo dice el mismo Concilio en los números y textos ya dados anteriormente y en la Lumen Gentium, N. 21: Estos pastores, elegidos para apacentar la grey del Señor, son los ministros de Cristo y los dispensadores de los misterios de Dios (cf. 1 Cor. 4, 1) y a ellos está encomendado el testimonio del Evangelio de la gracia de Dios (cf. Rom. 15, 16; Act. 20, 24) y la administración del Espíritu y de la justicia en gloria (cf. 2 Cor. 3, 89). Para realizar estos oficios tan altos, fueron los apóstoles enriquecidos por Cristo con la efusión especial del Espíritu Santo (cf. Act. 1, 8; 2, 4; Jn 20, 22-23), y ellos, a su vez, por la imposición de las manos transmitieron a sus colaboradores el don del Espíritu (cf. 1 Tim. 4, 14; 2 Tim. 1, 67), que ha llegado hasta nosotros en la consagración episcopal. 9

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El mismo Concilio habla en ese sentido de que los obispos son "jueces de la fe". La Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Sagrado Magisterio de la Iglesia son los tres elementos esenciales para comprender la palabra de Dios, ya que la palabra depósito sugiere el hecho que la autorevelación de Dios a la humanidad es definitiva en el evento Cristo y que esta palabra de Dios definitiva es un tesoro confiado a la Iglesia, el cual no estará posteriormente aumentado. B.) Naturaleza del Magisterio: La misión del Magisterio es la de afirmar, coherentemente con la naturaleza escatológica propia del evento Jesucristo, el carácter definitivo de la Alianza instaurada de Dios por medio de Cristo con su pueblo. El significado del Magisterio y su valor son comprensibles solo en relación a la verdad cristiana y a la predicación de la palabra verdadera. La misión del magisterio emerge directamente de la economía de la fe misma, en cuanto el Magisterio es, en su servicio a la palabra de Dios, una institución querida positivamente de Cristo como elemento constitutivo de la Iglesia. El Magisterio está dotado en particular del carisma de la infalibilidad en cuanto concierne a materias de fe y de costumbres. C.) El magisterio es infalible: La infalibilidad del magisterio se ejercita en particular cuando los obispos, en unión con el jefe visible, mediante un acto colegial, como en el caso de los concilios ecuménicos, proclaman una doctrina, o cuando el Pontífice romano, ejercitan10

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do su misión de Pastor y Doctor supremo de todos los cristianos, proclama una doctrina ex cathedra. El deber de custodiar santamente y de exponer fielmente el depósito de la divina Revelación implica, por su naturaleza, que el Magisterio pueda proponer "en modo definitivo" enunciados que, también si no están contenidos en las verdades de fe, están a ellas todavía íntimamente unidos. Así, que, el carácter definitivo de tales afirmaciones deriva, en última instancia, de la Revelación misma. Lo que concierne a la moral puede ser objeto de magisterio auténtico, porque el Evangelio, que es palabra de vida, inspira y dirige todo el ámbito del actuar humano. La competencia del Magisterio se extiende también a lo que respecta la ley natural. Es doctrina de fe que las normas morales naturales pueden ser infaliblemente enseñadas del Magisterio. Las decisiones magisteriales en materia de disciplina, también si no son garantías del carisma de la infalibilidad, no están desprovista de la asistencia del Espíritu Santo, y requieren la adhesión de los fieles. D.) Sujeto del Magisterio: El Pontífice romano cumple su misión universal con la ayuda de los organismos de la Curia Romana y en particular de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en lo que respecta la doctrina sobre fe y sobre moral. Los documentos de esta Congregación, aprobados expresamente del Papa, participan del Magisterio ordinario del sucesor de Pedro. Los obispos unidos al Romano Pontífice, como igualmente las Conferencias Episcopales. Se habla al respecto de una "communio Ecclesiarum", principio de colegialidad, como se señala en la Redemptor hominis, en la que las dos realidades, la del primado del papado y el episcopado, no son dos realidades 11

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antagónicas, ni mucho menos una mera confederación de Iglesias locales, sino de una comunión orgánica totalmente presente y operante en cada una de las Iglesias. Unión que es propiamente sacramental y al mismo tiempo con una estructura socio-jurídica. E.) Unidad de la fe, en la iglesia, según el derecho canónico 49)# 1) En virtud de su oficio, el Sumo Pontífice goza de infalibilidad en el magisterio cuando, como supremo Pastor y Doctor de todos los fieles, a quien compete confirmar a sus hermanos en la fe, proclama mediante un acto definitivo la doctrina que debe sostenerse en materia de fe o de costumbres. # 2) También tiene infalibilidad en el magisterio el Colegio Episcopal cuando los Obispos reunidos en Concilio Ecuménico ejercen tal magisterio y, como doctores y jueces de la fe y de las costumbres, declaran para toda la Iglesia la doctrina sobre la fe o sobre las costumbres que ha de sostenerse definitivamente; o bien cuando, dispersos por el mundo, conservando el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, enseñando de modo auténtico junto con el mismo Romano Pontífice las materias de fe y de costumbres, concuerdan en que una determinada sentencia ha de sostenerse como definitiva. # 3) Ninguna doctrina se considera como definida infaliblemente, si no consta así de modo manifiesto. 750) Con fe divina y católica se debe creer todo aquello que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que, al mismo tiempo, es propuesto como divinamente 12

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revelado, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal; lo cual, a saber, se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualesquiera doctrinas contrarias. LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA QUÉ ES LA TRADICIÓN: Uno de los diccionarios del cristianismo dice que es: Transmisión de una generación a otra ya sea de un conocimiento, o unas prácticas, o bien de ambas cosas a la vez; al mismo tiempo objeto de esta transmisión. En sentido activo (en gr. paradosis), acción por la cual la Iglesia transmite la palabra de Dios "como de mano en mano" (concilio de Trento, Denz. 1501); en sentido pasivo (en gr. paratheke), lo que se transmite, el depósito de la fe. El concepto de tradición es correlativo al de Iglesia. La mediación de la revelación por parte de la Iglesia corresponde de este modo al fenómeno de la tradición en su significado más amplio posible. Para el Concilio Vaticano II no es, en primer lugar, la tradición verbal (en contraposición a la palabra escrita), sino la tradición real y viva que acontece en y por medio de la comunidad creyente (DV 8). De este modo, el concilio ha reafirmado lo que, desde hace tiempo, se ha llamado el principio formal del catolicismo con relación a la revelación: "... la Iglesia no es la misma revelación ni la fuente de ésta, sino la 'norma' y el lugar competente de su legítima exposición y auténtica interpretación. El 'principio formal del catolicismo' no es, por 13

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tanto, la Escritura, sino la Iglesia viva, apostólica, que transmite la tradición, en la que la Escritura halla su puesto". Para comprender la Tradición, es necesario acudir a la Dei Verbum. Así, la revelación divina, realiza su destino universal en el espacio y en el tiempo a través de la tradición viva que está actuando en el seno de la comunidad creyente (DV, 7). En ese proceso de transmisión de la revelación está implicado todo el pueblo de Dios a través de la multiplicidad de sus dones, funciones y expresiones. No es necesario, por consiguiente, separar comunidad y magisterio. Si bien toda la comunidad viva es portadora de la tradición, al magisterio, no obstante, después de haber escuchado la palabra divina (DV, 1), incumbe la responsabilidad especial de asegurar la autenticidad de la tradición (DV, 8; 10). Tradición y Escritura, sin perder su valor propio, forman un todo inseparable. La Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios encomendado a la Iglesia (DV, 9). A.) Tradiciones apostólicas: El Catecismo de la Iglesia Católica, citando la Dei Verbum, número 7, dice que la transmisión del Evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras: Oralmente y por escrito. Oralmente: los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó; por escrito: los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo.

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B.) Tradiciones eclesiásticas: Con el nombre de "tradiciones eclesiásticas" se designan numerosas tradiciones de origen eclesiástico que se han constituido en el curso de la vida histórica de la Iglesia (instituciones, ritos, prácticas disciplinares, etc.). Tal vez estas tradiciones eclesiásticas son la forma histórica en la que se ha encarnado una realidad de origen apostólico. Otras veces, por el contrario, son de origen puramente eclesiástico. En el Catecismo de la Iglesia Católica se refiere a estas tradiciones como "tradiciones" teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Pero son distintas de la Tradición apostólica. Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora. Así se señala en el Catecismo Católico, siendo fiel a la Dei Verbum, número 8. C.) QUIÉNES SON LOS PADRES DE LA IGLESIA Son Padres de la Iglesia los escritores de la antigüedad que, en unidad de fe y de sociedad, fueron maestros acreditados. Las características que el magisterio eclesiástico requiere para aplicar a una persona el título de Padre de la Iglesia son las siguientes: 1) Doctrina ortodoxa; 2) Santidad de vida, en el sentido del cristianismo primitivo; 3) Reconocimiento por parte de la Iglesia, que no ha de ser necesariamente explícito, sino que puede expresarse por medios de citas, etc. 4) Haber vivido en el tiempo de los "Padres", es decir, en la época que en Occidente termina con la muerte de Isidoro de Sevilla y en Oriente con la de San Juan Damasceno, o sea, poco más o menos con el siglo VIII. Los Padres, llamados apostólicos son: Clemente Romano, Ignacio, Policarpo, el autor de II Clemente, Barnaba y Ermas.; y 15

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los apologistas griegos son: Arístide, Justino, Taziano, Teófilo. Estos dos grupos no tuvieron una actividad literaria propiamente.

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SEGUNDA PARTE: LA LITURGIA DE LA IGLESIA

LA LITURGIA DE LA IGLESIA

1) SENTIDO TEOLÓGICO DE LA LITURGIA DE LA IGLESIA: A.) El Espíritu Santo y la era de la Iglesia: La Encíclica "Dominum et vivificantem", fiel al Magisterio de la Iglesia, señala, que, consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra (cf. Jn 17, 4) fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés, a fin de santificar indefinidamente a la Iglesia y para que de este modo los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo y sean un mismo Espíritu (cf. Ef 2, 18). De este modo se habla del nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés. La era de la Iglesia empezó con la "venida" del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en el Cenáculo de Jerusalén, junto con María, la Madre del Señor. Y esta era de la Iglesia, perdura a través de los siglos y las generaciones. B.) La Iglesia, luz del mundo: El Concilio Vaticano II, en el documento Ad gentes, número 1, dice que la Iglesia, enviada de Dios a las gentes para ser "sacramento universal de salvación", la Iglesia, por las exigencias más profundas de su catolicidad y obedeciendo la orden de su fundador, se esfuerza en anunciar el evangelio a todos los hombres. De hecho los apóstoles, sobre los cuales la Iglesia fue fundada, siguiendo el ejemplo de Cristo, "predicaron la palabra de la verdad y generaron las iglesias". Es por tanto tarea de sus sucesores dar continuidad a esta obra, para que "la palabra de Dios corra y sea glorificada" (2 Tess. 3, 1) y el reino

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de Dios sea comunicado y establecido sobre toda la tierra. Por otra parte, en el presente orden de cosas del que nace una nueva condición de la humanidad, la Iglesia sal de la tierra y luz del mundo es llamada en manera más urgente a salvar y a renovar toda criatura, para que todas las cosas sean recapituladas en Cristo y los hombres constituyan en Él una sola familia y un solo pueblo de Dios. C.) La Eucaristía, centro de la vida de la Iglesia. La aplicación primitiva del término ekklesia para designar, tanto a la iglesia, como a la asamblea litúrgica, pronto se asoció y atrajo hacia sí el término "eucaristía", al ser considerada ésta como el verdadero centro tanto de la Iglesia, como de la asamblea cultual. Así, será sobre todo "la asamblea eucarística" la que se considera como verdadera manifestación o epifanía de la Iglesia. La Iglesia se reconoce a sí misma reconociendo al Señor, y reconoce al Señor reconociéndose a sí misma. Dice la Sacrosanctum Concilium, en el número 7: Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió : "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt. 18,20). 19

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Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por Él tributa culto al Padre Eterno. Con razón, entonces, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia. D.) La Eucaristía, naturaleza de la Iglesia Ahora bien, la asamblea eucarística, no sólo es la manifestación espacio-temporal privilegiada de la Iglesia; sino la "Epifanía de la naturaleza íntima y de la estructura de la Iglesia", de algún modo "sacramento de la Iglesia". Dice el número 2 de la Sacrosanctum Concilium, que: La liturgia de hecho, mediante la cual, sobre todo, en el divino sacrificio de la Eucaristía, " se actúa la obra de nuestra redención", contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los otros el misterio de Cristo y la genuina naturaleza de la verdadera iglesia, que tiene la característica de ser al mismo tiempo humana y divina, visible pero dotada de realidad invisible; ardiente en la acción y dedicada a la contemplación, presente en el mundo y todavía peregrina; todo esto de modo que cuanto en ella es humano esté ordenado y subordinado a lo divino, el visible a lo invisible; la acción a la contemplación; la realidad presente a la 20

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ciudad futura, hacia la que estamos encaminados. De tal modo la liturgia, mientras cada día edifica a los que están en la iglesia en templo santo en el Señor, en habitación de Dios en el espíritu, hasta llegar a la medida de la plenitud de Cristo; en el mismo tiempo en modo admirable robustece sus fuerzas, para predicar a Cristo; y así a quienes están fuera muestra la iglesia como signo levantado sobre los pueblos, bajo el cual los dispersos hijos de Dios se congreguen en unidad, hasta se haga un solo rebaño y un solo pastor. E.) La Iglesia, sujeto y objeto de acción eucarística.: La celebración eucarística, es también un acto de la asamblea celebrante y de la Iglesia universal. En este sentido la Iglesia entera "es sujeto de la acción litúrgica" ya que la Iglesia se halla representada de modo especial por la asamblea eucarística. Así se reconoce en el Misal de Pablo VI, cuando se dice: "la celebración de la misa es la acción de Cristo y del pueblo de Dios ordenado jerárquicamente". Y es lo que quiere decir también la clásica expresión: "la Iglesia hace la eucaristía", porque, en efecto, la eucaristía es la acción de toda la Iglesia, y toda la Iglesia, sacerdotes y fieles, es sujeto de la eucaristía. Pero también puede y debe decirse que la Iglesia es "objeto de la Eucaristía". En el sentido de que no sólo es la Iglesia que hace la eucaristía, sino que también es la "Eucaristía la que hace a la Iglesia". De manera que el mismo sujeto del acto se convierte así en "objeto de la acción". La eucaristía y la Iglesia se engendran mutuamente, a partir de la acción en ellas del único Espíritu de Cristo, que es la raíz de dicha fecundidad. En esta misma perspectiva: la eucaristía significa a la Iglesia en su ideal de unidad y santidad. Y la Iglesia significa a la eucaristía su necesaria apertura y expansión hacia el mundo para el cumplimiento de su misión: "llegar a ser aquello que recibe realizando la unidad y santidad que significa la eucaristía". 21

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Lo expresado anteriormente, no significa, que la eucaristía tenga su origen en la Iglesia, ni que la Iglesia tenga su origen en la eucaristía. El único origen de ambas es Cristo y el Espíritu, en cuanto don escatológico de Cristo. Por eso, tanto en la Iglesia cuanto en la eucaristía se proclama que Cristo es el Señor, y que el Espíritu es el don transformante de Cristo, que está personalmente dirigiendo y renovando la Iglesia y la eucaristía, hasta la plenitud escatológica. F.) Todos los sacramentos tienen a la Eucaristía, como centro: Los otros sacramentos, así como todos los ministerios eclesiásticos y obras de apostolado, están íntimamente trabados con la Sagrada Eucaristía y a ella se ordenan... Y es que en la Sagrada Eucaristía se contiene el bien espiritual de la Iglesia, es decir, a Cristo mismo, nuestra Pascua... Por lo cual la Eucaristía aparece como la fuente y la culminación de toda la predicación evangélica. Los fieles por la recepción de la Eucaristía se insertan en el cuerpo de Cristo" (Presbyterorum Ordinis, 5). G.) En la Eucaristía, la Iglesia continúa la obra de Cristo. El Concilio Vaticano II pone de relieve el intento de Cristo al instituir el sacrifico eucarístico: "que es el memorial de la muerte y resurrección de Cristo" (Sacrosanctum Concilium, 47). Este memorial, en cuanto memorial del sacrificio de la cruz, es sacrificio eucarístico, "donde se perpetúa en los siglos , hasta su regreso, el sacrificio de la cruz..." La Eucaristía está íntimamente unida al sacrificio de Cristo y de la Iglesia (Sacrosanctum Concilium, 12; Lumen 22

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Gentium, 11, 28, 34; Presbyterorum Ordinis, 2). El Vaticano II recogiendo la riqueza y la experiencia eucarística de la Iglesia a través de los siglos introduce esta terminología especialmente en la Presbyterorum Ordinis, y Pablo VI en su encíclica "Mysterium Fidei": "La Iglesia, esposa y ministra de Cristo, cumpliendo con el oficio de sacerdote y víctima la ofrece al Padre, y unida a él se ofrece ella misma". Desde este punto de vista, la Eucaristía aparece como don y empresa de Cristo para conseguir en todos los tiempos el objetivo primordial de la redención de todos los hombres. Por ello la Iglesia puede llamarse "continuatio Christi", lo cual es posible gracias a la Eucaristía. Este ser en y para la Iglesia, en relación a la Eucaristía se manifiesta de modo particular en el ministerio sacerdotal. Pues tanto el sacerdote como los fieles participan del único sacerdocio de Cristo, por lo cual todos pueden ofrecerlo, ya que es en este sentido, "el sacrificio de la Iglesia". LA IGLESIA SE MANIFIESTA A SÍ MISMA Por último, el Concilio ha querido ver en la liturgia una Epifanía de la Iglesia, pues la liturgia es la Iglesia en oración. Celebrando el culto divino, la Iglesia expresa lo que es: una, santa, católica y apostólica. Así se señala en la carta Apostólica "Vicesimus quintus annus", del Papa Juan Pablo II, del 4 de diciembre de 1988, a propósito de los veinticinco años de la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium. Se manifiesta como una, con aquella unidad que le viene de la Trinidad, sobre todo cuando el pueblo santo de Dios participa «en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros». ¡Que nada rompa ni debilite, en la celebración de la liturgia, esta unidad de la Iglesia! 23

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La Iglesia expresa la santidad que le viene de Cristo cuando, congregada en un solo cuerpo por el Espíritu Santo que santifica y da la vida, comunica a los fieles, mediante la Eucaristía y los otros sacramentos, toda gracia y toda bendición del Padre. En la celebración litúrgica la Iglesia expresa su catolicidad, ya que en ella el Espíritu del Señor congrega a los hombres de todas las lenguas en la profesión de la misma fe, y desde Oriente a Occidente ella presenta a Dios Padre el sacrificio de Cristo y se ofrece así misma junto con él. Finalmente, en la liturgia la Iglesia manifiesta que es apostólica, porque la fe que ella profesa esta fundada en el testimonio de los Apóstoles; porque en la celebración de los misterios, presidida por el Obispo, sucesor de los Apóstoles, o por un ministro ordenado en la sucesión apostólica, transmite fielmente lo que ha recibido de la Tradición apostólica; porque el culto que ofrece a Dios la compromete en la misión de irradiar el Evangelio en el mundo. De esta manera es como el misterio de la Iglesia es principalmente anunciando, gustado y vivido en la liturgia. H.) A modo de conclusión: La centralidad de la Eucaristía está fundada en cuanto que en ella Cristo realiza su presencia más intensa en la Iglesia. El misterio de la Iglesia, alcanza su mayor densidad, realiza su esencia como cuerpo universal y sacramental de Cristo, y tiene lugar la plena integración del Cristo individual en el Cristo total, en la forma espacio-temporal del Cristo glorificado. Por la Eucaristía la Iglesia realiza su doble carácter de ser medio y comunidad de salvación.

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LA EUCARISTÍA ES EL CENTRO DE LA IGLESIA Tomamos, a continuación las principales ideas a nuestro propósito de la carta "Dominicae Cenae", del Papa Juan Pablo II, del 24 de febrero de 1980. CULTO DEL MISTERIO EUCARÍSTICO; Hablando de la importancia de la Eucaristía dice que el culto está dirigido a Dios Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo. Ante todo al Padre, como afirma el Evangelio de San Juan: «Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen, sino que tengan vida eterna.» Se dirige también en el Espíritu Santo a aquel Hijo encarnado, según la economía de salvación, sobre todo en aquel momento de entrega suprema y de abandono total de sí mismo, al que se refieren las palabras pronunciadas en el Cenáculo: «Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros»..., «Éste es el cáliz de mi sangre..., que será derramada por vosotros».'La aclamación litúrgica: «Anunciamos tu muerte» nos hace recordar aquel momento. Al proclamar a la vez su resurrección, abrazamos en el mismo acto de veneración a Cristo resucitado y glorificado «a la derecha del Padre», así como la perspectiva de su «venida con gloria». Sin embargo, es su anonadamiento voluntario, agradable al Padre y glorificado con la resurrección, lo que, al ser celebrado, nos lleva a la adoración del Redentor que «se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz». Esta adoración nuestra contiene otra característica particular: está compenetrada con la grandeza de esa muerte humana, en la que el mundo, es decir, cada uno de nosotros, es amado «hasta el extremo». Así pues, ella es también una respuesta que quiere Corresponder a aquel amor inmolado que llega hasta la muerte en la cruz: es nuestra “Eucaristía“, es decir, 25

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nuestro agradecimiento, nuestra alabanza por habernos redimido Con su muerte y hecho participantes de su vida inmortal mediante su resurrección. EUCARISTíA Y CARIDAD Si la vida cristiana -- seguimos presentado la carta "Dominicae Cenae" -- se manifiesta en el cumplimiento del principal mandamiento, es decir, en el amor a Dios y al prójimo, este amor encuentra su fuente precisamente en el Santísimo Sacramento, llamado generalmente Sacramento del amor. La Eucaristía significa esta caridad, y por ello la recuerda, la hace presente y al mismo tiempo la realiza. Cada vez que participamos en ella de manera consciente, se abre en nuestra alma una dimensión real de aquel amor inescrutable que encierra en sí todo lo que Dios ha hecho por nosotros los hombres y que hace continuamente, según las palabras de Cristo: "Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo. Junto con este don insondable y gratuito, que es la caridad revelada hasta el extremo en el sacrificio salvífico del Hijo de Dios -del que la Eucaristía es señal indeleble-, nace en nosotros una viva respuesta de amor. No sólo conocemos el amor, sino que nosotros mismos comenzamos a amar. Entramos, por así decirlo, en la vía del amor y progresamos en este camino. El amor que nace en nosotros de la Eucaristía se desarrolla gracias a ella, se profundiza, se refuerza. El culto eucarístico es, pues, precisamente expresión de este amor, que es la característica auténtica y más profunda de la vocación cristiana. Este culto brota del amor y sirve al amor, al cual todos somos llamados en Cristo Jesús. Fruto vivo de este culto es la perfección de la imagen de Dios que llevamos en nosotros, imagen que corresponde a la que Cristo nos ha revelado. Convirtiéndonos así en adoradores del Padre «en 26

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espíritu y verdad" maduramos en una creciente unión con Cristo, estamos cada vez más unidos a él y si podemos emplear esta expresión- somos más solidarios con él. La doctrina de la Eucaristía, signo de unidad y vínculo de caridad, enseñada por san Pablo ha sido luego profundizada en los escritos de tantos santos que son para nosotros un ejemplo vivo de culto eucarístico. Hemos de tener siempre esta realidad ante los ojos y, al mismo tiempo, debemos esforzarnos continuamente para que también nuestra generación añada a esos maravillosos ejemplos del pasado otros ejemplos nuevos, no menos vivos y elocuentes, que reflejen la época a la que pertenecemos. EUCARISTÍA Y PRÓJIMO El auténtico sentido de la Eucaristía se convierte de por sí en escuela de amor activo al prójimo. Sabemos que es éste el orden verdadero e integral del amor que nos ha enseñado el Señor: "La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.» La Eucaristía nos educa para ese amor de modo más profundo; en efecto, demuestra qué valor debe de tener a los ojos de Dios todo hombre, nuestro hermano y hermana, si Cristo se ofrece a sí mismo de igual modo a cada uno, bajo las especies de pan y de vino. Si nuestro culto eucarístico es auténtico, debe hacer aumentar en nosotros la conciencia de la dignidad de todo hombre. La conciencia de esta dignidad se convierte en el motivo más profundo de nuestra relación con el prójimo. Asimismo debemos hacernos particularmente sensibles a todo sufrimiento y miseria humana, a toda injusticia y ofensa, buscando el modo de repararlos de manera eficaz. Aprendamos a descubrir con respeto la verdad del hombre interior, porque precisamente este interior del hombre se hace morada de Dios presente en la Eucaristía. Cristo viene a los corazones y visita las 27

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conciencias de nuestros hermanos y hermanas. Cómo cambia la imagen de todos y cada uno cuando adquirimos conciencia de esta realidad, cuando la hacemos objeto de nuestras reflexiones! El sentido del misterio eucarístico nos impulsa al amor al prójimo, al amor a todo hombre. EUCARISTÍA Y VIDA Siendo, pues, fuente de caridad, la Eucaristía ha ocupado siempre el centro de la vida de los discípulos de Cristo. Tiene el aspecto de pan y de vino, es decir, de comida y de bebida; por lo mismo es tan familiar al hombre, y está tan estrechamente vinculada a su vida, como lo están efectivamente la comida y la bebida. La veneración a Dios, que es Amor, nace del culto eucarístico, de esa especie de intimidad en la que él mismo, análogamente a la comida y a la bebida, llena nuestro ser espiritual, asegurándole, igual que a ellos, la vida. Tal veneración «eucarística» de Dios corresponde, pues, estrictamente a sus planes salvíficos. Él mismo, el Padre, quiere que los que quieran dar culto verdadero lo adoren precisamente así, y Cristo es intérprete de este querer con sus palabras a la vez que con este Sacramento; en el cual nos hace posible la adoración al Padre, de la manera más conforme a su voluntad. De tal concepción del culto eucarístico brota todo el estilo sacramental de la vida del cristiano. En efecto, conducir una vida basada en los sacramentos, animada por el sacerdocio común, significa ante todo, por parte del cristiano, desear que Dios actúe en él para hacerlo llegar en el Espíritu "a la medida de Cristo en su plenitud». Dios, por su parte, no lo toca solamente. a través de los acontecimientos y con su gracia interna, sino que actúa en él, con mayor certeza y fuerza, a través de los sacramentos. Ellos dan a su vida un estilo sacramental. 28

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SACRALIDAD DE LA EUCARISTÍA Y SACRIFICIO La celebración de la Eucaristía, comenzando por el Cenáculo y por el Jueves Santo, tiene una larga historia propia, larga cuanto la historia de la Iglesia. En el curso de esta historia los elementos secundarios han sufrido ciertos cambios; no obstante, ha permanecido inmutada la esencia del Mysterium, instituido por el Redentor del mundo, durante la última Cena. También el Concilio Vaticano II ha aportado algunas modificaciones, en virtud de las cuales la liturgia actual de la misa se diferencia en cierto sentido de la conocida antes del Concilio. No pensamos hablar de estas diferencias; por ahora conviene que nos detengamos en lo que es esencial e inmutable en la liturgia eucarística. Y con ese elemento está estrechamente vinculado el carácter de sacrum de la Eucaristía, esto es, de acción santa y sagrada. Santa y sagrada, porque en ella está continuamente presente y actúa Cristo, “el Santo de Dios”, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, “a quien el Padre consagró”, para dar libremente y recobrar su vida, "Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza”. Es él, en efecto, quien, representado por el celebrante, hace su ingreso en el santuario y anuncia su Evangelio. Es él “el oferente y el ofrecido, el consagrante y el consagrado”. Acción santa y sagrada, porque es constitutiva de las especies sagradas, del Sancta sanctis, es decir, de las "cosas santas -Cristo, el Santodadas a los santos», como cantan todas las liturgias de Oriente en el momento en que se alza el pan eucarístico para invitar a los fieles a la Cena del Señor. El sacrum de la misa no es, por tanto, una “sacralización”, es decir, una añadidura del hombre a la acción de Cristo en el Cenáculo, ya que la Cena del Jueves Santo fue un rito sagrado, liturgia primaria y constitutiva, con la que Cristo, comprometiéndose a dar la vida por nosotros, celebró sacramentalmente, él mismo, el misterio de su Pasión y Resurrección, corazón de toda misa. Derivando de esta liturgia, 29

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nuestras misas revisten de por si una forma litúrgica completa, que, no obstante esté diversificada según las familias rituales, permanece sustancialmente idéntica. El sacrum de la misa es una sacralidad instituida por Cristo. Las palabras y la acción de todo sacerdote, a las que corresponde la participación consciente y activa de toda la asamblea eucarística, hacen eco a las del Jueves Santo. El sacerdote ofrece el santo sacrificio in persona Christi, lo cual quiere decir más que “en nombre” o también “en vez” de Cristo. In persona: es decir, en la identificación especifica, sacramental con el «sumo y eterno Sacerdote», que es el Autor y Sujeto principal de este su propio sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie. Solamente él, solamente Cristo, podía y puede ser siempre verdadera y efectiva “víctima de propiciación por nuestros pecados..., sino también por los del mundo entero”. Solamente su sacrificio, y ningún otro, podía y puede tener “fuerza propiciatoria” ante Dios, ante la Trinidad, ante su trascendental santidad. La toma de conciencia de esta realidad arroja una cierta luz sobre el carácter y sobre el significado del sacerdote- celebrante, que, llevando a efecto el santo sacrificio y obrando in persona Christi, es introducido e inserido, de modo sacramental (y al mismo tiempo inefable), en este estrictísimo sacrum, en el que a su vez asocia espiritualmente a todos los participantes en la asamblea eucarística. Ese sacrum, actuado en formas litúrgicas diversas, puede prescindir de algún elemento secundario, pero no puede ser privado de ningún modo de su sacralidad y sacramentalidad esenciales, porque fueron queridas por Cristo y transmitidas y controladas por la Iglesia. Ese sacrum no puede tampoco ser instrumentalizado para otros fines. El misterio eucarístico, desgajado de su propia naturaleza sacrificial y sacramental, deja simplemente de ser tal. No admite ninguna imitación «profana», que se convertiría muy fácilmente (si no incluso como norma) en 30

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una profanación. Esto hay que recordarlo siempre, y quizá sobre todo en nuestro tiempo, en el que observamos una tendencia a borrar la distinción entre sacrum y profanum, dada la difundida tendencia general (al menos en algunos lugares) a la desacralización de todo. En tal realidad, la Iglesia tiene el deber particular de asegurar y corroborar el sacrum de la Eucaristía. En nuestra sociedad pluralista, y a veces también deliberadamente secularizada; la fe viva de la comunidad cristiana -fe consciente incluso de los propios derechos con respecto a todos aquellos que no comparten la misma fe- garantiza a este sacrum el derecho de ciudadanía. El deber de respetar la fe de cada uno es al mismo tiempo correlativa al derecho natural y civil de la libertad de conciencia y de religión. La sacralidad de la Eucaristía ha encontrado y encuentra siempre expresión en la terminología teológica y litúrgica. Este sentido de la sacralidad objetiva del misterio eucarístico es tan constitutivo de la fe del pueblo de Dios que con ella se ha enriquecido y robustecido. Los ministros de la Eucaristía deben, por tanto, sobre todo en nuestros días, ser iluminados por la plenitud de esta fe viva, y a la luz de ella deben comprender y cumplir todo lo que forma parte de su ministerio sacerdotal, por voluntad de Cristo y de su Iglesia. SACRIFICIO La Eucaristía es, por encima de todo, un sacrificio: sacrificio de la Redención y al mismo tiempo sacrificio de la Nueva Alianza, como creemos y como claramente profesan las Iglesias orientales: (El sacrificio actual -afirmó hace siglos la Iglesia griega- es como aquel que un día ofreció el Unigénito Verbo encarnado, es ofrecido (hoy como entonces) por él, siendo el mismo y único sacrificio.» Por esto, y precisamente haciendo presente este sacrificio único de nuestra salvación, el hombre y 31

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el mundo son restituidos a Dios por medio de la novedad pascual de 'la Redención. Esta restitución no puede faltar: es fundamento de la «alianza nueva y eterna» de Dios con el hombre y del hombre con Dios. Si llegase a faltar, se debería poner en tela de juicio bien sea la excelencia del sacrificio de la Redención, que fue perfecto y definitivo, bien sea el valor sacrificial de la santa misa. Por tanto, la Eucaristía, siendo verdadero sacrificio, obra esa restitución a Dios. Se sigue de ahí que el celebrante, en cuanto ministro del sacrificio, es el auténtico sacerdote que lleva a cabo en virtud del poder especifico de la sagrada ordenación- el verdadero acto sacrificial que lleva de nuevo a los seres a Dios. En cambio, todos aquellos que participan en la Eucaristía, sin sacrificar como él, ofrecen con él, en virtud del sacerdocio común, sus propios sacrificios espirituales, representados por el pan y el vino, desde el momento de su presentación en el altar. Efectivamente, este acto litúrgico, solemnizado por casi todas las liturgias, “conserva todo su sentido y significado espiritual”. El pan y el vino se convierten en cierto sentido en símbolo de todo lo que lleva la asamblea eucarística, por sí misma, en ofrenda a Dios, y que ofrece en espíritu. Es importante que este primer momento de la liturgia eucarística, en sentido estricto, encuentre su expresión en el comportamiento de los participantes. A esto corresponde la llamada procesión de las ofrendas, prevista por la reciente reforma litúrgica, y acompañada, según la antigua tradición, por un salmo o un cántico. Es necesario un Cierto espacio de tiempo, a fin de que todos puedan tomar conciencia de este acto, expresado contemporáneamente por las palabras del celebrante. La conciencia del acto de presentar las ofrendas debería ser mantenida durante toda la misa.. Más aún, debe ser llevada a plenitud en el momento de la consagración y de la oblación anamnética, tal como lo exige el valor fundamental del momento del sacrificio. Para demostrar esto ayudan las palabras de la 32

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plegaria eucarística que el sacerdote pronuncia en alta voz. Parece útil repetir aquí algunas expresiones de la tercera plegaria eucarística, que manifiestan especialmente el carácter sacrificial de la Eucaristía y unen el ofrecimiento de nuestras personas al de Cristo: «Dirige tu mirada sobre la ofrenda tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Que él nos transforme en ofrenda permanente.» Este valor sacrificial está ya expresado en cada celebración por las palabras con que el sacerdote concluye la presentación de los dones al pedir a los fieles que oren para que «este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso». Tales palabras tienen un valor de compromiso en cuanto expresan el carácter de toda la liturgia eucarística y la plenitud de su contenido tanto divino como eclesial. Todos los que participan con fe en la Eucaristía se dan cuenta de que ella es Sacrificium, es decir, una "ofrenda consagrada». En efecto, el pan y el vino, presentados en el altar y acompañados por la devoción y por los sacrificios espirituales de los participantes, son finalmente consagrados, para que se conviertan verdadera, real y substancialmente en el Cuerpo entregado y en la Sangre derramada de Cristo mismo. Así, en virtud de la consagración, las especies del pan y del vino, «representan», de modo sacramental e incruento, el Sacrificio cruento propiciatorio ofrecido por él en la cruz al Padre para la salvación del mundo. Él solo, en efecto, ofreciéndose como víctima propiciatoria en un acto de suprema entrega e inmolación, ha reconciliado a la humanidad con el Padre, únicamente mediante su sacrificio, "borrando el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era, contrario a nosotros». A este sacrificio, que es renovado de forma sacramental sobre el altar, las ofrendas del pan y del vino, unidas a la devoción de los fieles, dan además de una contribución 33

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insustituible, ya que, mediante la consagración sacerdotal, se convierten en las sagradas especies. Esto se hace patente en el comportamiento del sacerdote durante la plegaria eucarística, sobre todo durante la consagración, y también cuando la celebración del sacrificio y la Participación en él está acompañada por la conciencia de que “el está ahí y te llama”. Esta llamada del Señor, dirigida a nosotros mediante su sacrificio abre los corazones, a fin de que purificados en el misterio de nuestra Redención se unan a él en la comunión eucarística, que da a la participación en la misa un valor pleno, comprometedor para la existencia humana: "La Iglesia pretende que los fieles no sólo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos, y de día en día perfeccionen, con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y en para que, finalmente, Dios lo sea todo para todos.» BIEN COMÚN DE LA IGLESIA: No podemos, ni siquiera por un instante, olvidar que la Eucaristía es un bien peculiar de toda la Iglesia. Es el don más grande que, en el orden de la gracia y del sacramento, el divino Esposo ha ofrecido y ofrece sin cesar a su Esposa. Y, precisamente porque se trata de tal don, todos debemos, con espíritu de fe profunda, dejarnos guiar por el sentido de una responsabilidad verdaderamente cristiana. Un don nos obliga tanto más profundamente porque nos habla, no con la fuerza de un rígido derecho, sino con la fuerza de la confianza personal, y así sin obligaciones legales- exige correspondencia y gratitud. La Eucaristía es verdaderamente tal don, es tal bien. Debemos permanecer fieles en los pormenores, a lo que ella expresa en sí y a lo que nos pide, o sea, la acción de gracias. La Eucaristía es un bien común de toda la Iglesia, como Sacramento de su unidad. Y, por consiguiente, la Iglesia tiene el riguroso deber de precisar todo lo que concierne a la 34

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participación y celebración de la misma. Debemos, por lo tanto, actuar según los principios establecidos por el último Concilio, que, en la Constitución sobre la sagrada liturgia, ha definido las autorizaciones y obligaciones, sea de los respectivos Obispos en sus diócesis, sea de las Conferencias Episcopales, dado que unos y otras actúan unidos colegialmente con la Sede Apostólica. Esta tarea sobre la cual, obligada por las circunstancias, debe vigilar la Sede Apostólica, debería ser asumida no sólo por cada una de las Conferencias Episcopales, sino también por cada ministro de la Eucaristía, sin excepción. Cada uno debe además recordar que es responsable del bien común de la Iglesia entera. El sacerdote, como ministro, como celebrante, como quien preside la asamblea eucarística de los fieles, debe poseer un particular sentido del bien común de la Iglesia, que él mismo representa mediante su ministerio, pero al que debe también subordinarse, según una recta disciplina de la fe. Él no puede considerarse como «propietario», que libremente dispone del texto litúrgico y del sagrado rito como de un bien propio, de manera que pueda darle un estilo personal y arbitrario. Esto puede, a veces, parecer de mayor efecto; puede también corresponder mayormente a una piedad subjetiva; sin embargo, objetivamente, es siempre una traición a aquella unión que de modo especial debe encontrar la propia expresión en el Sacramento de la unidad. Todo sacerdote, cuando ofrece el santo sacrificio, debe recordar que durante este sacrificio no es únicamente él con su comunidad quien ora, sino que ora la Iglesia entera, expresando así, también con el uso del texto litúrgico aprobado, su unidad espiritual en este Sacramento. Si alguien quisiera tachar de "uniformidad" tal postura, esto comprobaría sólo la ignorancia de las exigencias objetivas de la auténtica unidad y seria un síntoma de dañoso individualismo. Esa subordinación del ministro, del celebrante, al Mysterium, que le ha sido confiado por la Iglesia para el bien de todo el pueblo de Dios, debe encontrar también su expresión en 35

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la observancia de las exigencias litúrgicas relativas a la celebración del santo sacrificio.

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ELEMENTOS DE LA LITURGIA PARTES ELEMENTALES DE LA LITURGIA UBICACIÓN GENERAL: En la parte anterior hemos visto el sentido teológico de la liturgia, sobre todo de la Eucaristía. Por supuesto, que ha sido, una presentación tipo pastilla: lo más concreto y lo más condensado posible. Ahora, en esta segunda parte, daremos, algunos elementos indispensables sobre la liturgia, como tal. Como es lógico, según lo que queremos, empezaremos desde el comienzo... A.) QUÉ ES LA LITURGIA: Empecemos diciendo que es una ciencia dentro de las ciencias de la teología de la Iglesia. Y su función es facilitar el culto de alabanza a Dios, a través de la Eucaristía, que es el culto máximo de alabanza a Dios, como hemos visto ya, en la parte inmediatamente anterior. Su tarea es ir actualizando los ritos, de acuerdo con los tiempos históricos de la humanidad, sobre todo, adaptándose a los tiempos y a sus valores. Así, por ejemplo, la sal. Ésta, no siempre tiene y ha tenido los mismos valores e importancia. Antes se utilizaba para conservar los alimentos y para darle gusto a los mismos a la hora de comerlos. Hoy, se utilizan los refrigeradores para conservarlos. Y, hoy, la sal la quitan los médicos para mejorar la salud. Luego, la sal ha perdido su valor y su importancia. Igualmente, en la liturgia. Antes se usaba la sal para los bautizos; ahora, no. Aunque, no se niega el valor que tiene en las enseñanzas de Jesús, en los evangelios. Pero eso es tarea de la exégesis bíblica: comprender su significado en los tiempos de Jesús, para descubrir su importancia y su relación. Pero es distinto la exégesis y la

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liturgia. Son dos ciencias diversas, aunque ambas se prestan ayuda y una facilita la comprensión de la otra, mutuamente. La liturgia se sirve de los aportes de la sociología y de la psicología. Así, por ejemplo, tiene que tener en alta consideración las expresiones culturales de una sociedad. Y tomarlos para poder reutilizarlos en sus ritos como expresiones a la hora de la alabanza a Dios de una comunidad concreta y específica. De lo contrario, la liturgia andaría por caminos diversos del hombre, y de su historia. Mas, camina con el hombre, su historia y sus expresiones culturales. B.) ELEMENTOS DE LA LITURGIA: Se trata, pues, de dar culto a Dios. Y esa ciencia teológica, que se encarga de esa tarea, se llama Liturgia. Y necesita de expresiones, de gestos, de signos, de símbolos y de lugares para hacer comprensible la actualización del misterio. De allí, que sea necesario un lenguaje, de una música, de adornos y de elementos naturales, como igualmente, de lugares que faciliten la reunión de la comunidad que va a dar culto a Dios. 1.) LUGARES SAGRADOS: Dios está en todas partes. Absurdo sería decir lo contrario. Y en la misma manera, sería un desatino, decir que para alabar a Dios se necesitan lugares específicos y determinados, ya que se puede, y, de hecho, es así, cualquier lugar, pues, es la naturaleza el gran templo de Dios. Sin embargo, existen lugares concretos, determinados por el hombre, para hacer más fácil el encuentro espiritual entre la criatura y el Creador, de manera consciente. En el caso de los cristianos, el primer lugar fueron las casas de familias, según se desprende del relato de los Hechos de los Apóstoles 2, 46; 20, 7. Más adelante, los mismos cristianos, para 38

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celebrar sus cultos se reunían en lo que se llamó "capillas sepulcrales", y que por lo general eran como especies de escondites. A estos lugares sagrados se les llamó "altares", "tabernáculos" o "templos". Después recibieron los nombres de "Basílicas", "Iglesias", "Oratorios", "Capillas", "Ermitas", etc.... Estos lugares son y representan el lugar destinado para la alabanza a Dios. Aunque Dios está en todas partes, en estos lugares específicos el ambiente facilita el recogimiento para el encuentro. De allí, el respeto que éstos suponen y exigen. Cada templo, como construcción obedece a estilos y culturas determinadas, pero que en nada determinan una mayor o menor presencia de Dios, aunque, sí una mayor o menor disposición para la oración. Mas, esto es relativo a las circunstancias, como tales, y no a la objetividad del hecho religioso. Es decir, que Dios sigue estando aquí y en cualquier parte, así no lo sintamos. Pues, si Dios está sólo donde nosotros creemos sentirlo, Dios sería relativo a una experiencia. Y Dios es objetivo: es el que es (Yo soy el que soy, le contestó a Moisés...). Basílicas: Significaba "sala grande". De hecho, deriva de "Basileus", que quiere decir Rey. Y la palabra se relacionaba con el Rey Supremo: Jesucristo. Hay dos tipos de Basílicas: las mayores: que son siete, y están en Roma. Y las menores: todas las que están por el resto del mundo. Por lo general, reciben este título para hacer notorio algún detalle histórico o de antigüedad. Los santuarios: El Derecho canónico, número 1230, dice que se entiende con el nombre de santuario la iglesia u otro lugar sagrado al que, por un motivo peculiar de piedad, numerosos fieles peregrinan, 39

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con aprobación del Ordinario del lugar. En el número 1231, el mismo Derecho Canónico dice que para que un santuario pueda llamarse nacional, debe contar con la aprobación de la Conferencia Episcopal; para que pueda llamarse internacional, se requiere la aprobación de la Santa Sede. Damos, a continuación los demás números del Derecho que hablan de los Santuarios: 1232) #1. Para aprobar los estatutos de un santuario diocesano, tiene competencia el Ordinario del lugar; para los estatutos de un santuario nacional, la Conferencia Episcopal; para los estatutos de un santuario internacional, solamente la Santa Sede. #2. En los estatutos se debe determinar, sobre todo, la finalidad, la autoridad del rector, el dominio y la administración de los bienes. 1233) A los santuarios se les puede conceder ciertos privilegios cuando as lo aconsejen las circunstancias del lugar, la concurrencia de peregrinos y sobre todo el bien de los fieles. 1234) #1. En los santuarios se debe proporcionar con m s abundancia a los fieles los medios de salvación, predicando cuidadosamente la Palabra de Dios, fomentando adecuadamente la vida litúrgica sobre todo mediante la celebración de la Eucaristía y de la penitencia, y practicando también formas aprobadas de piedad popular. Iglesias catedrales: Son las Iglesias que representan la "cátedra" de los apóstoles. Y son las Iglesias principales de cada Diócesis, y, por lo general se considera la sede de la enseñanza del Obispo, quien enseña, desde la Catedral, con autoridad de maestro. Iglesias parroquiales: 40

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Es la porción de fieles a la que se le asigna un párroco particular, con un determinado territorio, dentro de la Diócesis. 2.) ALGUNOS ELEMENTOS SAGRADOS: El Altar: Es la mesa grande que suele estar en todo el centro de la Iglesia, en la parte posterior. Y es donde se realiza el sacrificio de la Eucaristía. Por consiguiente, es la parte principal, después del Santísimo, del lugar del culto de la Iglesia. El altar es el ara del Sacrificio, la mesa del banquete eucarístico, símbolo de Cristo e imagen del Cuerpo Místico. El Sagrario: Es donde se conserva la Eucaristía. Sus formas varían de acuerdo a los gustos y estilos artísticos. Es, por antonomasia, el lugar más importante de un templo o lugar de culto de la Iglesia. Nunca ha de faltar una luz encendida, que significa el deseo constante de alabarle. Los vasos sagrados: Son los utensilios destinados para realizar el sacrificio de la Eucaristía. Sus estilos son variadísimos, como variadísimos son los gustos. Hace poco tiempo se exigía que fuera de oro o de plata. Hoy, existen hasta de arcilla o de madera. En nada afecta al misterio el material con el que sean hechos: el misterio es el mismo, y no es más, ni menos, si se realiza en oro o en arcilla. El Misal actual, editado en 1988, dice que los vasos sagrados han de hacerse de materiales nobles, que se consideren nobles según la estima común en cada región. Lo importante, dice, el Misal, 41

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en el caso de los cálices y demás vasos destinados a contener la Sangre del Señor, es que tengan la copa de tal material que no absorba los líquidos. Los vasos sagrados son: el cáliz: donde se consagra el vino. El copón: donde se consagra las hostias. La patena: el platico que se usa para consagrar la hostia grande. Y la custodia: donde se expone el santísimo, en ocasiones solemnes. 3.) Otros objetos litúrgicos: Muchos son los objetos que se utilizan en la liturgia. Sólo citemos, los más comunes: reclinatorios, atril y ambón, campanillas, campanas, vinajeras, manutergios, corporal, purificador, incienso, incensario, nabeta, cirios o velones, etc... 4.) VESTIDURAS LITÚRGICAS: Las vestimentas que se usan en la liturgia de la Iglesia tienen su origen en las indumentarias de la cultura grecorromana del siglo IV. Más adelante por influencia de los alemanes las indumentarias fueron evolucionando y la Iglesia se quedó con las vestimentas del siglo IV, llegándose a diferenciar de los vestidos profanos y tomando el nombre de vestiduras litúrgicas. Así, tenemos: el alba, el cíngulo, la estola y la casulla. Y cada uno tiene una simbología, dentro de la liturgia. El alba, es una especie de túnica. El cíngulo, es un cordón largo que sirve para ceñirse el alba al cuerpo. La estola, es una banda larga y estrecha que cuelga del cuello de Diáconos y Presbíteros. El Diácono la lleva, tipo cinta de reina, y va desde el hombro izquierdo hasta el costado derecho. La estola es símbolo de poder sacerdotal. La casulla, procede de los griegos y de los romanos. Era una vestimenta que se usaba en los viajes para 42

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protegerse de las inclemencias del tiempo. Era un abrigo. Simboliza la caridad sacerdotal. 5.) COLORES LITÚRGICOS: La Iglesia quiere resaltar el tiempo litúrgico con un color respectivo. Cada color tiene un significado en la celebración. Los colores oficiales son el blanco, el rojo, el morado y el verde. El color blanco significa fiesta en la Iglesia. Por eso se usa blanco en las Misas de gozo y de gloria, como en el tiempo pascual, Navidad, y en algunas otras fiestas, como la Cátedra de San Pedro... Pero, no nos vamos a extender, en esta parte, ya que los calendarios litúrgicos (los ordos) nos indican el color de cada día y de cada tiempo. El color rojo se utiliza el día de Ramos y el Viernes Santo, el día de Pentecostés, en las fiestas de los mártires y en el natalicio de los apóstoles y evangelistas. El color verde se emplea en los oficios y misas del tiempo ordinario. El color morado se usa en Cuaresma y Adviento. Puede usarse también en las misas de difuntos. 6.) EL CALENDARIO LITÚRGICO ANUAL (ORDO) Se trata de un libro publicado anualmente por la Comisión Episcopal de Culto para guiar a los ministros sagrados y a todos los que tienen responsabilidad en la preparación de las diversas celebraciones litúrgicas. Este libro cuenta con las indicaciones generales y las especiales para cada día. Prácticamente no deja sin respuesta a ningún interrogante referente al día litúrgico (qué Misa corresponde, qué lecturas deben o pueden ser leídas, cuál es el 43

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Oficio Divino, el color de los ornamentos, etc., y toda novedad que interesa a la Iglesia local). C.) EL AÑO LITÚRGICO: La Iglesia celebra el misterio de la redención todos los días, cada vez que se reúne en la Eucaristía. Pero, va instruyendo a los fieles por medio de ejercicios piadosos, durante todo el año, de manera pedagógica. El año litúrgico no coincide con el año civil. El domingo: Es el día festivo primordial para la Iglesia. Significa "día del Señor". Y la Iglesia en él celebra el primer día de la semana, siguiendo la tradición apostólica, día en que se realiza la Resurrección del Señor. El domingo hace referencia al primer día de la semana, según los textos sagrados que narran los acontecimientos de la historia del resucitado y su encuentro con los apóstoles... Más adelante dedicamos un apartado sobre la importancia del día domingo para los cristianos. Triduo pascual: Es el jueves, viernes y sábados santos. Y es el punto culminante de todo el año litúrgico. Y comienza con la Misa vespertina de la Cena del Señor, tiene su centro en la Vigilia Pascual y acaba en la tarde del domingo de Resurrección.

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Tiempo Pascual: Es el tiempo que corresponde desde el domingo de Resurrección hasta Pentecostés. Y es todo él, un "gran domingo", como señala el Misal Romano. Se dice Aleluya. Tiempo de Cuaresma: El tiempo de cuaresma es el tiempo de preparación a la Pascua. Y va desde el miércoles de Ceniza hasta la misa del Jueves Santo exclusive. No se puede decir aleluya. Tiempo de Navidad: Va, propiamente, desde las Vísperas de la Natividad del Señor hasta el domingo después del 6 de enero. Tiempo de Adviento: Es la preparación inmediata a la Navidad: la venida del Señor. Y también hace referencia a la venida del final de los tiempos. Tiempo ordinario: Son 33 ó 34 semanas. No se celebra ningún tiempo especial. Comienza el lunes siguiente al domingo posterior del 6 de enero hasta el martes de carnaval. Vuelve a continuar el lunes

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después del domingo de Pentecostés y termina con la tarde del sábado del Primer domingo de Adviento. D.) LOS LUGARES SAGRADOS, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO Citamos, a continuación, los números correspondientes del Derecho canónico. 1205) Son lugares sagrados aquellos que se destinan al culto divino o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o bendición que los libros litúrgicos prescriben para esto. 1206) La dedicación de un lugar corresponde al Obispo diocesano y a aquellos que se le equiparan en el derecho; los mismos pueden encomendar a cualquier Obispo, o, en casos excepcionales, a un presbítero la tarea de realizar esa dedicación en su territorio. 1207) Los lugares sagrados son bendecidos por el Ordinario; sin embargo, la bendición de las iglesias se reserva al Obispo diocesano; pero ambos pueden delegar para esto a otro sacerdote. 1210) En un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello que sirve al ejercicio o promoción del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe todo lo que no está en consonancia con la santidad del lugar. Sin embargo, en casos singulares, el Ordinario puede permitir otros usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar. 1211) Los lugares sagrados quedan violados cuando, con escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos gravemente injuriosos que, a juicio del Ordinario del lugar, son tan graves y contrarios a la santidad del lugar, que ya no puede ejercerse en 46

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ellos el culto hasta que se repare la injuria mediante el rito penitencial a tenor de los libros litúrgicos. 1212) Los lugares sagrados pierden la dedicación o bendición si han sido destruidos en gran parte, o si son reducidos permanentemente a usos profanos por decreto del Ordinario competente o de hecho. 1213) La autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes y funciones en los lugares sagrados. 1214) Se entiende por iglesia un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho de acudir para la celebración, sobre todo pública, del culto divino. 1215) # 1.) No se edificará iglesia alguna sin el consentimiento expreso del Obispo diocesano, dado por escrito. # 2.) El Obispo diocesano no otorgará el consentimiento a no ser que, oído el consejo presbiteral y los rectores de las iglesias vecinas, juzgue que la nueva iglesia puede servir al bien de las almas y que no faltarán los medios necesarios para la edificación de la iglesia y para el culto divino. 1218) Cada iglesia tendrá su propio título, que no puede cambiarse una vez hecha la dedicación de la iglesia. 1219) En la iglesia legítimamente dedicada o bendecida pueden realizarse todos los actos del culto divino, quedando a salvo los derechos parroquiales. 1220) # 1.) Procuren todos aquellos a quienes corresponde, que en las iglesias se conserve la limpieza y dignidad que convienen a la casa de Dios, y que se evite en ellas cualquier cosa que no está en consonancia con la santidad del lugar. 47

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# 2.) Para proteger los bienes sagrados y preciosos deben emplearse los cuidados ordinarios de conservación y las oportunas medidas de seguridad. 1221) La entrada en la iglesia debe ser libre y gratuita durante el tiempo de las celebraciones sagradas. 1239) # 1.) El altar tanto fijo como móvil se debe reservar solamente al culto divino, excluido absolutamente cualquier uso profano. # 2.) Bajo el altar no estará enterrado cadáver alguno; de lo contrario no es lícito celebrar la Misa sobre él. EL DOMINGO Y SU SANTIFICACIÓN Damos las ideas principales de la declaración de la Congregación para el Culto divino, del 2 de junio de 1988, sobre las celebraciones dominicales en ausencia del presbítero. "La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón "día del Señor" o domingo." Los testimonios de la asamblea de los fieles, en el día que ya en el Nuevo Testamento es señalado como "domingo", se encuentran explícitamente en los antiquísimos documentos del primero y segundo siglo, y entre ellos se alza el de san Justino: "En el día llamado del Sol, todos los que habitan en las ciudades y en los campos se reúnen en un mismo lugar... Entonces, el día en que se reunían los cristianos, no coincidía con los días festivos del calendario griego y romano, y por esto constituía para los conciudadanos un cierto signo de identidad cristiana. 48

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Desde los primeros siglos, los pastores no han cesado de inculcar a los fieles la necesidad de reunirse en domingo: "(No os separéis de la Iglesia, pues sois miembros de Cristo, por el hecho de que no os reunís...; no seáis negligentes, ni privéis al Salvador de miembros, ni contribuyáis a desmembrar su cuerpo... Es lo que ha recordado modernamente el Concilio Vaticano II con estas palabras: «En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, los ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva". La importancia de la celebración del domingo en la vida de los fieles es indicada así por san Ignacio de Antioquía: «(Los cristianos) no celebran ya el sábado, sino que viven según el domingo, en el que también nuestra vida ha resucitado por medio de él (Cristo) y de su muerte." El sentido cristiano de los fieles, también en el pasado como en el tiempo presente, ha tenido en tan gran estima el domingo, que en modo alguno quiere olvidarlo ni siquiera en los momentos de persecución y en medio de culturas que están lejos de la fe cristiana o se oponen a ella. Los elementos que se requieren principalmente para la asamblea dominical son los siguientes: a) reunión de los fieles para manifestar que la “Iglesia” no es una asamblea formada espontáneamente, sino convocada por Dios, es decir, pueblo de Dios orgánicamente estructurado y presidido por el sacerdote en la persona de Cristo Cabeza; b) instrucción sobre el misterio pascual por medio de las Escrituras, que son leídas y explicadas por el sacerdote o el diácono; c) celebración del sacrificio eucarístico, realizado por el sacerdote en la persona de Cristo y ofrecido en nombre de todo 49

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el pueblo cristiano, con el que se hace presente el misterio pascual. El celo pastoral se ha de orientar principalmente a hacer que el sacrificio de la misa se celebre cada domingo, porque solamente por medio de él se perpetúa la Pascua del Señor y la Iglesia se manifiesta enteramente. «El domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles... No se le antepongan otras celebraciones a no ser que sean, de veras, de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico. Es necesario que estos principios sean inculcados desde el comienzo de la formación cristiana, a fin de que los fieles observen de corazón el precepto de la santificación del día festivo, y comprendan el motivo por el que se reúnen cada domingo, convocados por la Iglesia, para celebrar la Eucaristía, y no sólo para satisfacer la propia devoción privada. De este modo, los fieles podrán tener una experiencia del domingo como signo de la trascendencia de Dios sobre la obra del hombre y no como un simple día de descanso. Y podrán también comprender mas profundamente el valor de la asamblea dominical y demostrar hacia fuera que son miembros de la Iglesia. Los fieles deben poder encontrar en las asambleas dominicales, tanto la participación activa como una verdadera fraternidad, y la oportunidad de fortalecerse espiritualmente bajo la guía del Espíritu. Así podrán protegerse más fácilmente del atractivo de las novedades que les prometen alivio en el sufrimiento de la soledad, y más completa satisfacción de sus aspiraciones religiosas. Finalmente, la acción pastoral debe favorecer las iniciativas para hacer del domingo «día de alegría y de liberación del trabajo, de manera que aparezca en la sociedad moderna como signo de libertad y, en consecuencia, como día instituido para el bien de la misma persona humana, que es sin duda de más valor que los negocios y los procesos productivos. 50

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La palabra de Dios, la Eucaristía y el ministerio sacerdotal son dones que el Señor ofrece a la Iglesia, su esposa. Por esto, deben ser acogidos y solicitados como una gracia de Dios. La Iglesia, que goza de estos dones sobre todo en la asamblea dominical, da gracias a Dios en ella, en la espera del perfecto disfrute del día del Señor "delante del trono de Dios y del Cordero". Además, no debemos olvidar la carta apostólica del Papa Juan Pablo II, Dies Domini, del 31 de mayo de 1988. En ella el Papa reitera la importancia del domingo para la Iglesia, pues en él, celebra el día del Señor a través de Cristo y su misterio en la nueva creación, al restaurarse en Él todas las cosas. Con ello, se mantiene el perenne valor cristológico y cristocéntrico del nuevo culto al Padre. Así se encierra en la celebración del domingo el día del Señor y, por ende, en el día de Cristo, resucitado el primer día de la semana. Y consecuentemente, en el día de la Iglesia, que se reúne en la asamblea eucarística para conmemorar el misterio de su Fundador, logrando perpetuar en el tiempo el misterio redentor como sacramento de unidad: Al Padre en el Hijo por el Espíritu Santo. Y allí, precisamente, el domingo se convierte para la Iglesia en el día de la esperanza cristiana al convertirse, precisamente, en el día del hombre con la nueva dignidad que le impregna el misterio del resucitado. Todo convergiendo, como es sabido, en la Eucaristía: centro y culmen de la Iglesia, origen de su ser en la historia.

EL MINISTERIO DE LA MÚSICA LOS ACTORES DE LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA

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Presentamos algunas ideas de la Instrucción "Musicam sacram" de la Sagrada Congregación de Ritos y del Consilium*, del 5 de marzo de 1967, sobre la música en la liturgia. 1) El Sacerdote: Las acciones litúrgicas son celebraciones de la Iglesia; es decir, del pueblo santo congregado y ordenado bajo la presidencia del Obispo o de un presbítero. Ocupan en la acción litúrgica un lugar especial: el sacerdote y sus ministros, por causa del orden sagrado que han recibido; y, por causa de su ministerio, los ayudantes, los lectores, los comentadores y los que forman parte del grupo de cantores. El sacerdote preside la asamblea, haciendo las veces de Cristo. Las oraciones que él canta o pronuncia en voz alta, puesto que son dichas en nombre de todo el pueblo santo y de todos los asistentes, deben ser escuchadas religiosamente por todos. 2) Los fieles: Los fieles cumplen su función litúrgica mediante la participación plena, consciente y activa que requiere la naturaleza de la misma liturgia; esta participación es un derecho y una obligación para el pueblo cristiano, en virtud de su bautismo. Esta participación: a) Debe ser ante todo interior; es decir, que por medio de ella los fieles, se unen en espíritu a lo que pronuncian o escuchan, y cooperan a la divina gracia. 52

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b) Pero la participación debe ser también exterior; es decir, que la participación interior se exprese por medio de los gestos y las actitudes corporales, por medio de las aclamaciones, las respuestas y el canto. Se debe educar también a los fieles a unirse interiormente a lo que cantan los ministros o el coro, para que eleven su espíritu a Dios al escucharles. 3) El canto: Nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que, toda entera, expresa su fe y su piedad por el canto. Por consiguiente, la participación activa de todo el pueblo, expresada por el canto, se promoverá diligentemente de la siguiente manera: a) Incluya, en primer lugar, las aclamaciones, las respuestas al saludo del celebrante y de los ministros y a las oraciones litánicas, y además las antífonas y los salmos, y también los versículos intercalares o estribillo que se repite, así como los himnos y los cánticos. b) Por medio de una catequesis y pedagogía adaptada se llevará gradualmente al pueblo a participar cada vez más en los cantos que le corresponden, hasta lograr una plena participación. c) Sin embargo, algunos cantos del pueblo, sobre todo si los fieles no están aún suficientemente instruidos o sí se emplean composiciones musicales a varias voces, podrán confiarse sólo al coro, con tal que no se excluya al pueblo de las otras partes que le corresponden. Pero no se puede aprobar la práctica de confiar sólo al grupo de cantores el canto de todo el Proprio y de todo el Ordinario, excluyendo totalmente al pueblo de la participación cantada. 53

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4) El silencio: Se observará también, en su momento, un silencio sagrado." Por medio de este silencio, los fieles no se ven reducidos a asistir a la acción litúrgica como expectadores mudos y extraños, sino que son asociados mas íntimamente al misterio que se celebra, gracias a aquella disposición interior que nace de la palabra de Dios escuchada, de los cantos y de las oraciones que se pronuncian y de la unión espiritual con el celebra te en las partes que dice él. Entre los fieles, con cuidado especial, fórmese en el canto sagrado a los miembros de las asociaciones religiosas de seglares, de forma que contribuyan más eficazmente a la conservación y promoción de la participación. En cuanto a la formación de todo el pueblo para el canto, será desarrollada seria y pacientemente, al mismo tiempo que la formación litúrgica, según la edad de los fieles, su condición, su género de vida y su nivel de cultura religiosa, comenzando desde los primeros años de formación en las escuelas elementales. 5) Los coros: El coro o «capilla musical» o schola cantorum merece una atención especial por el ministerio litúrgico que desempeña. Su función, según las normas del Concilio relativas a la renovación litúrgica, ha alcanzado una importancia y un peso mayor. A él le pertenece asegurar la justa interpretación de las partes que le corresponden según los distintos géneros de canto y promover la participación activa de los fieles en el canto. Por consiguiente: a) Se tendrán un «coro» o «capilla» o schola cantorum y se fomentará con diligencia, sobre todo en las catedrales y las 54

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demás iglesias mayores, en los seminarios y las casas de estudio de religiosos. b) Es igualmente oportuno establecer tales coros, incluso modestos, en las iglesias pequeñas. Las «capillas musicales» existentes en las basílicas, las catedrales, los monasterios y las demás iglesias mayores, que han adquirido un gran renombre a través de los siglos, conservando y cultivando un tesoro musical de un valor incomparable, serán conservadas según sus normas propias y tradicionales, aprobadas por el Ordinario del lugar, para hacer más solemne la celebración de las acciones sagradas. Los maestros de capilla y los rectores de las iglesias cuiden, sin embargo, de que el pueblo sea asociado siempre al canto, al menos en las piezas fáciles que le corresponden. Procúrese, sobre todo allí donde no haya posibilidad de formar ni siquiera un coro pequeño, que haya al menos uno o dos cantores bien formados que puedan ejecutar algunos cantos más sencillos con participación del pueblo y dirigir y sostener oportunamente a los mismos fieles. Este cantor debe existir también en las iglesias que cuentan con un coro, en previsión de las celebraciones en las que dicho coro no pueda intervenir y que, sin embargo, hayan de realizarse con alguna solemnidad y, por tanto, con canto. El grupo de cantores puede constar, según las costumbres de cada país y las circunstancias, ya de hombres y niños, ya de hombres solos o de niños solos, ya de hombres y mujeres, o, donde sea verdaderamente conveniente, sólo de mujeres. Los cantores, teniendo en cuenta las disposiciones de la iglesia, sitúense de tal manera que: a) Aparezca claramente su función; a saber: que forman parte de la asamblea de los fieles y realizan una función peculiar. 55

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b)

La realización de su ministerio litúrgico resulte más fácil.

c) A cada uno de sus miembros le resulte asequible la participación plena en la misa; es decir, la participación sacramental. 6) Formación litúrgica y espiritual de los coros: Además de la formación musical, se dará también a los miembros del coro una formación litúrgica y espiritual adecuada, de manera que, al desempeñar perfectamente su función religiosa, no aporten solamente más belleza a la acción sagrada y un excelente ejemplo a los fieles, sino que adquieran ellos mismos un verdadero fruto espiritual. Para lograr más fácilmente esta formación tanto técnica como espiritual, prestarán su colaboración las asociaciones de música sagrada diocesanas, nacionales e internacionales, sobre todo aquellas que han sido aprobadas y repetidas veces recomendadas por la Sede Apostólica. El sacerdote, los ministros sagrados y los ayudantes, el lector, los que pertenecen al coro y el comentador pronunciarán los textos que les correspondan de forma bien inteligible para que la respuesta del pueblo, cuando el rito lo exige, resulte más fácil y natural. Conviene que el sacerdote y los ministros de cada grado unan su voz a la de toda la asamblea de los fieles en las partes que corresponden al pueblo. 7) EL CANTO EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA: Para la celebración de la Eucaristía con el pueblo, sobre todo los domingos y fiestas, se ha de preferir, en la medida de lo 56

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posible, e incluso varias veces en el mismo día, la forma de misa cantada. Los cantos llamados del «Ordinario de la misa», si se cantan a varias voces, pueden ser interpretados por el coro, según las normas habituales, por la «capilla» o con acompañamiento de instrumentos, con tal de que el pueblo no quede totalmente excluido de la participación en el canto. En los demás casos, las piezas del «Ordinario de la misa» pueden distribuirse entre el coro y el pueblo o también entre dos partes del mismo pueblo; se puede así alternar por versículos o siguiendo otras divisiones convenientes que distribuyan el conjunto del texto en secciones más importantes. Pero en esos casos se tendrá en cuenta lo siguiente: el Símbolo es fórmula de profesión de fe, y conviene que lo canten todos o que se cante de forma que permita una conveniente participación de los fieles; el Sanctus es una aclamación conclusiva del prefacio, y conviene que habitualmente lo cante la asamblea juntamente con el sacerdote; el Agnus Dei (Cordero de Dios) puede repetirse cuantas veces sea necesario, sobre todo en la concelebración, cuando acompaña a la fracción; conviene que el pueblo participe en este canto al menos con la invocación final. El Padrenuestro está bien que lo diga el pueblo juntamente con el sacerdote. Si se canta en latín, empléense las melodías oficiales ya existentes; pero si se canta en lengua vernácula, las melodías debe aprobarlas la autoridad territorial competente. Nada impide que en las misas rezadas se cante alguna parte del «Propio» o del «Ordinario». Más aún, algunas veces puede ejecutarse también algún otro canto al principio, al ofertorio, a la comunión y al final de la misa; pero no basta que ese canto sea «eucarístico»; es preciso que esté de acuerdo con las partes de la misa y con la fiesta o tiempo litúrgico. 8) LA MÚSICA EN LOS SACRAMENTOS:

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Como ha declarado el Concilio, siempre que los ritos, según la naturaleza propia de cada uno de ellos, suponen una celebración común, con asistencia y participación activa de los fieles, se deberá preferir esto a una celebración individual y casi privada de estos mismos ritos. De este principio se deduce lógicamente que se debe dar gran importancia al canto, ya que pone especialmente de relieve el aspecto «eclesial» de la celebración. Por tanto, en la medida de lo posible, se celebrarán con canto los sacramentos y sacramentales que tienen una particular importancia en la vida de toda la comunidad parroquial, como son las confirmaciones, las ordenaciones, los matrimonios, las consagraciones de iglesias o de altares, los funerales, etc. Esta solemnidad de los ritos permitirá su mayor eficacia pastoral. Sin embargo, se cuidará especialmente de que, a título de solemnidad, no se introduzca en la celebración nada que sea puramente profano o poco compatible con el culto divino; esto se aplica, sobre todo, a la celebración de los matrimonios. Asimismo, se solemnizarán con el canto aquellas celebraciones a las que la liturgia concede un relieve especial a lo largo del año litúrgico. Pero, en particular, solemnícense los sagrados ritos de la Semana Santa; mediante la celebración del misterio pascual, los fieles son conducidos como al corazón del año litúrgico y de la liturgia misma. Para la liturgia de los sacramentos, de los sacramentales y para las demás funciones particulares del año litúrgico, se prepararán melodías apropiadas que permitan dar a la celebración, incluso en lengua vernácula, más solemnidad. Se seguirán para ello las directrices dadas por la autoridad competente y se tendrán en cuenta las posibilidades de cada asamblea. La música sagrada es también de gran eficacia para alimentar la piedad de los fieles en las celebraciones de la palabra de Dios y en los ejercicios piadosos y sagrados. En las 58

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celebraciones de la palabra de Dios se tomará como modelo la liturgia de la palabra de la misa; en los ejercicios piadosos y sagrados serán más útiles sobre todo los salmos, las obras de música sagrada del tesoro antiguo y moderno, los cantos religiosos populares, así como el sonido del órgano y de otros instrumentos apropiados. En estos mismos ejercicios piadosos y sagrados, y sobre todo en las celebraciones de la palabra, se podrá muy bien admitir ciertas obras musicales que no encuentran ya lugar en la liturgia, pero que pueden, sin embargo, desarrollar el espíritu religioso y ayudar a la meditación del misterio sagrado. 9) LA MÚSICA SAGRADA INSTRUMENTAL: Los instrumentos musicales pueden ser de gran utilidad en las celebraciones sagradas, ya acompañen el canto, ya intervengan solos. Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas, y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacía las realidades celestiales. En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles. Para admitir instrumentos y para servirse de ellos se tendrá en cuenta el carácter y las costumbres de cada pueblo. Los instrumentos que, según el común sentir y el uso normal, sólo son adecuados para la música profana serán excluidos de toda acción litúrgica, así como de los ejercicios piadosos y sagrados.

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Todo instrumento admitido en el culto se utilizará de forma que responda a las exigencias de la acción litúrgica, sirva a la belleza del culto y a la edificación de los fieles. El empleo de instrumentos en el acompañamiento de los cantos puede ser bueno para sostener las voces, facilitar la participación y hacer más profunda la unidad de una asamblea. Pero el sonido de los instrumentos jamás debe cubrir las voces ni dificultar la comprensión del texto. Todo instrumento debe callar cuando el sacerdote o un ministro pronuncian en voz alta un texto que les corresponda por su función propia. En las misas cantadas o rezadas se puede utilizar el órgano, o cualquier otro instrumento legítimamente admitido para acompañar el canto del coro y del pueblo. Se puede tocar en solo antes de la llegada del sacerdote al altar, en el ofertorio, durante la comunión y al final de la misa. La misma regla puede aplicarse, adaptándola correctamente, en las demás acciones sagradas. El sonido solo de estos instrumentos no está autorizado durante los tiempos de Adviento y Cuaresma, durante el Triduo sacro, y en los Oficios o misas de difuntos. Es muy de desear que los organistas y demás instrumentistas no sean solamente expertos en el instrumento que se les ha confiado, sino que deben conocer y penetrarse íntimamente del espíritu de la liturgia, para que los que ejercen este oficio, incluso desde hace tiempo, enriquezcan la celebración según la verdadera naturaleza de cada uno de sus elementos, y favorezcan la participación de los fieles. IMPORTANCIA DE LA MÚSICA SAGRADA Damos a continuación algunas pautas que se dan en la Carta de la Congregación para el Culto Divino, del 5 de noviembre de 1987, sobre los conciertos en las iglesias. 60

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1) Qué es Música Sagrada: La música sagrada, ya sea vocal, ya sea instrumental, merece una valoración positiva. Se entiende por música sagrada aquella que, creada para la celebración del culto divino, posee las cualidades de santidad y de perfección de formas. La Iglesia la considera como “un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas”, le reconoce una “función ministerial... en el servicio divino”; recomienda que se conserve y se cultive con sumo cuidado el tesoro de la música sacra. Cuando la interpretación de la música sagrada tiene lugar durante una celebración, será necesario que se adapte al ritmo y a las modalidades de la misma. Esta norma obliga a limitar la utilización de obras concebidas en una época en la cual la participación activa de los fieles no era presentada como fuente del auténtico espíritu cristiano. Este cambio en la interpretación de las obras musicales es análogo al que se ha realizado para adaptar otras creaciones artísticas en el campo litúrgico, siempre por razón de la celebración misma: por ejemplo, los presbiterios han sido reestructurados con la sede presidencial, el ambón, el altar versus populom. Estas medidas no significan desprecio hacia el pasado: son, por el contrario, disposiciones dictadas por una finalidad mucho más importante, como es la participación de la asamblea. La eventual limitación que puede resultar en la utilización de dichas composiciones, puede compensarse con una presentación íntegra de las mismas, fuera de las celebraciones, en forma de conciertos de música sagrada. 2) EL ÓRGANO: El uso del órgano durante las celebraciones litúrgicas ha quedado limitado, hoy día, a pocas intervenciones. En el pasado, 61

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el órgano sustituía la participación activa de los fieles y acompañaba la presencia de quien era "mudo e inerte espectador» de la celebración. El órgano puede acompañar y sostener el canto de la asamblea y de la schola, durante las celebraciones. Pero su sonido no debe sobreponerse a las oraciones y a los cantos del sacerdote celebrante, o a las lecturas proclamadas por el lector o el diácono. El silencio del órgano deberá mantenerse, según la tradición, en los tiempos penitenciales (Cuaresma y Semana Santa), en Adviento y en la liturgia de difuntos. En estas circunstancias, el órgano puede utilizarse sólo para acompañar el canto. Será oportuno que el órgano sea utilizado ampliamente para preparar y concluir las celebraciones. Es sumamente importante que en todas las iglesias, y especialmente en las más importantes, no falten músicos competentes e instrumentos musicales de calidad. Hay que tener un cuidado especial de los órganos históricos, muy valiosos por sus características propias. 3) DISPOSICIONES PRÁCTICAS SOBRE LA MÚSICA SAGRADA: La norma para el uso de las iglesias está determinada por el Código de Derecho Canónico: “En un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio la religión, y se prohíbe lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar. Sin embargo, el Ordinario puede permitir, en casos concretos, otros usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar. ” El principio que el uso de la iglesia no debe ser contrario a la santidad del lugar determina el criterio según el cual se 62

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puede abrir la puerta de la iglesia a un concierto de música agrada o religiosa, y se debe cerrar a cualquier otra especie de música. La mejor y más bella música sinfónica, no es de por si música religiosa. La música sagrada, es decir, la que ha sido compuesta para la liturgia, pero que, por motivos contingentes, no puede ser interpretada durante la celebración litúrgica, y la música religiosa, es decir, la que se inspira en un texto de la Sagrada Escritura, o en la liturgia, o que se refiere a Dios, a la Santísima Virgen María, a los santos o a la Iglesia, pueden tener su propio lugar en la iglesia , pero fuera de las celebraciones litúrgicas. En efecto, el uso del órgano y otras interpretaciones, sean vocales o instrumentales, pueden «favorecer el ejercicio y el fomento de la piedad y de la religión». Cuando los organizadores de un concierto proyecten que sea interpretado en una iglesia, corresponde al Ordinario conceder el permiso por modum actus. Tal norma debe entenderse en relación con conciertos ocasionales. Queda pues excluida una concesión comulativa, por ejemplo, en el marco de un festival o de un ciclo de conciertos. Cuando el Ordinario lo considere necesario, en los límites previstos por el Código de Derecho Canónico," puede destinar una iglesia que ya no sirve para el culto, como auditórium para la interpretación de música sagrada o religiosa, e incluso para interpretaciones musicales profanas, siempre y cuando respondan al carácter sagrado del lugar. En esta responsabilidad pastoral, el Ordinario encontrará ayuda y consejo en la Comisión diocesana de Liturgia y Música sagrada. Con el fin de salvaguardar el carácter sagrado de la iglesia, cuando se trate de dar autorización para celebrar conciertos, se tendrán en cuenta las siguientes condiciones, que el Ordinario del lugar puede precisar ulteriormente:

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a) Se hará la solicitud, en tiempo útil y por escrito, al Ordinario del lugar, indicando la fecha del concierto, el horario y el programa con las obras musicales y el nombre de los autores. b) Después de haber recibido la autorización del Ordinario, los párrocos y rectores de las iglesias podrán permitir el uso de las mismas a los coros y orquestas que reunirán las condiciones indicadas. c) La entrada en la iglesia deberá ser libre y gratuita. d) Los intérpretes y los asistentes respetarán el carácter sagrado de la iglesia, tanto en el modo de vestir como con un digno comportamiento. e) Los músicos y los cantores evitarán ocupar el presbiterio. Se tratará con el máximo respeto el altar, la sede del celebrante y el ambón. f) El Santísimo Sacramento, en lo posible, será trasladado a una capilla adyacente o a otro lugar seguro y decoroso. g) El concierto será presentado y, eventualmente, acompañado con comentarios que no sean únicamente de carácter artístico o histórico, sino que también favorezcan una mejor comprensión y una participación interior de parte de los asistentes. h) El organizador del concierto asegurará, por escrito, la responsabilidad civil, los gastos, la reordenación del edificio, los daños eventuales. Las disposiciones prácticas que preceden quieren ser una ayuda a los Obispos y a los rectores de las iglesias, en el esfuerzo pastoral que les corresponde: mantener siempre y en todo momento el carácter propio de las iglesias, destinadas a las celebraciones cultuales, a la oración y al silencio. Tales disposiciones no han de ser entendidas como una falta de interés hacia el arte musical.

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El tesoro de la música sagrada permanece como un testimonio del modo cómo la fe cristiana puede promover la cultura humana. Poniendo en su justo valor la música sagrada o religiosa, los músicos cristianos y los beneméritos miembros de las scholae cantorum han de sentirse animados a continuar esta tradición y a mantenerla viva, al servicio de la fe, de acuerdo con la invitación dada ya por el Concilio Vaticano II, en su mensaje a los artistas: "No os neguéis a poner vuestro talento al servicio de la verdad divina. Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres. Y todo ello está en vuestras manos.

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LA REFORMA DE LA LITURGIA A PARTIR DEL VATICANO II

EN BÚSQUEDA DE LA REFORMA DE LA LITURGIA 1) LOGROS Y ÉXITOS DEL INTENTO DE REFORMA: La constitución Sacrosanctum Concilium había propuesto, ciertamente, la renovación de la liturgia. Muchos fueron los pasos que se adelantaron desde entonces. Algunos acertados, otros no del todo. Pero que fueron útiles todos para la auténtica reforma que quería el Concilio Vaticano II. Como era de esperarse hubo, en ese transcurrir, algunos errores, que es necesario precisar, pero no tanto, en actitud de crítica, sino de reconocer, que permitieron llegar al justo medio que se quería. Así la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto divino, el 3 de abril de 1980, publica la Instrucción «Inaestimabile Donum», recordando algunas normas acerca del culto del misterio eucarístico. ASPECTOS POSITIVOS: Constata con gozo los frutos numerosos y positivos de la reforma litúrgica: participación más activa y consciente de los fieles en los misterios litúrgicos, enriquecimiento doctrinal y catequético mediante el uso de la lengua vernácula, abundancia de las lecturas bíblicas, crecimiento del sentido comunitario de la vida litúrgica, esfuerzos logrados por colmar la distancia entre vida y culto, entre piedad litúrgica y piedad personal, entre liturgia y piedad popular. ASPECTOS NEGATIVOS: No obstante, estos aspectos positivos y alentadores no pueden esconder la preocupación con que se observan los más variados y frecuentes abusos. Abusos litúrgicos, que son señalados desde las diversas partes del mundo católico:

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confusión de las funciones, especialmente por lo que se refiere al ministerio sacerdotal y a la función de los seglares (recitación indiscriminada y común de la plegaria eucarística, homilías hechas por seglares, seglares que distribuyen la comunión mientras los sacerdotes se eximen); creciente pérdida del sentido de lo sagrado (abandono de los ornamentos, eucaristías celebradas fuera de los días sin verdadera necesidad, falta de reverencia y respeto al Santísimo Sacramento, etc.); desconocimiento del carácter eclesial de la liturgia (uso de textos privados, proliferación de plegarias eucarísticas no aprobadas, instrumentalización de textos litúrgicos para finalidades sociopolíticas). En estos casos nos hallamos ante una verdadera falsificación de la liturgia católica: “Incurre en falsedad el que, de parte de la Iglesia, ofrece a Dios un culto contrario a la forma que, con autoridad divina, la Iglesia misma ha instituido y continúa observando.” PELIGROS DE UNA FALSA REFORMA LITÚRGICA: Ahora bien, todo esto no puede dar buenos frutos. Las consecuencias son -y no pueden menos de serlo- la resquebradura de la unidad de fe y de culto en la Iglesia, la inseguridad doctrinal, el escándalo y la perplejidad del pueblo de Dios y, casi inevitablemente, las reacciones violentas. Los fieles tienen derecho a una liturgia verdadera, que es tal cuando es la deseada y establecida por la Iglesia, la cual ha previsto también las eventuales posibilidades de adaptación, requeridas por exigencias pastorales en los distintos lugares o por los distintos grupos de personas. Experiencias, cambios, creatividad indebidas desorientan a los fieles. Además, el uso de textos no autorizados hace que venga a faltar el nexo necesario entre la lex orandi y la lex credendi. A este respecto hay que recordar la advertencia del Concilio Vaticano II: «Nadie, aunque 68

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sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia.» Pablo VI ha recordado que quien se aprovecha de la reforma para darse a experiencias arbitrarias, dispersa energías y ofende el sentido eclesial. 2) PARTES ESENCIALES DE LA LITURGIA: LA SANTA MISA: a) PARTES ESENCIALMENTE UNIDAS: Las dos partes de que consta la misa, a saber, la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística, están tan íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto. No debemos acercarnos a la mesa del pan del Señor sin antes habernos detenido en la mesa de su palabra. Es, pues, máxima la importancia de la Sagrada Escritura en la celebración de la misa. b) LITURGIA DE LA PALABRA: Consiguientemente, no se puede pasar por alto cuanto la Iglesia ha establecido para que, en las celebraciones sagradas, haya «lecturas de la Sagrada Escritura más abundantes, más variadas y más apropiadas». Obsérvense las normas establecidas en el Leccionario, bien sea en cuanto al número de lecturas, bien sea en cuanto a las indicaciones relativas a circunstancias especiales. Sería un grave abuso sustituir la palabra de Dios por la palabra del hombre. La lectura de la pericopa evangélica está reservada al ministro, es decir, al diácono o al sacerdote. Las demás lecturas, cuando es sean confiadas a un lector o a otros seglares preparados espiritual y técnicamente. A la primera lectura sigue un salmo responsorial que forma integrante de la liturgia de la palabra. 69

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c) LA HOMILÍA: La homilía tiene la finalidad de explicar a los fieles la palabra de Dios proclamada en las lecturas y actualizar su mensaje. La homilía corresponde, por tanto, al sacerdote o al diácono. Véase al respecto el apartado “funciones y oficios de los laicos”, en la tercer parte de este libro. d) LA PLEGARIA EUCARÍSTICA: La proclamación de la plegaria eucarística que, por su naturaleza, es como el culmen de toda la celebración, está reservada al sacerdote, en virtud de su ordenación. Por tanto, es un abuso hacer decir algunas partes de la plegaria eucarística al diácono, a un ministro inferior o a los fieles. La asamblea, sin embargo, no permanece pasiva e inerte; se une al sacerdote con la fe y el silencio, y manifiesta su adhesión a través de las diversas intervenciones previstas en el desarrollo de la plegaria eucarística: las respuestas al diálogo del prefacio, el Sanctas (el santo, santo...) la aclamación después de la consagración y el «Amén» final, después del Per ipsum, (por Cristo, con ÉL...) que también está reservado al sacerdote. Este «Amén» en particular ha de resaltarse con el canto, dado que es el «Amén» más importante de toda la misa. Úsense únicamente las plegarias eucarísticas incluidas en el Misal Romano o legítimamente admitidas por la Sede Apostólica, según las modalidades y limites por ella establecidos. Es un gravísimo abuso modificar las plegarias eucarísticas aprobadas por la Iglesia o adoptar otras compuestas privadamente. 70

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Recuérdese que durante la plegaria eucarística no se deben recitar oraciones o ejecutar cantos. Al proclamar la plegaria eucarística, el sacerdote pronuncie claramente el texto, de manera que facilite a los fieles la comprensión y favorezca la formación de una verdadera asamblea, compenetrada toda ella en la celebración del memorial del Señor. e) MATERIA DE LA EUCARISTÍA: Pan y vino: Fiel al ejemplo de Cristo, la Iglesia ha usado constantemente el pan y el vino con agua para celebrar la Cena del Señor. El pan para la celebración de la Eucaristía, según la tradición de toda la Iglesia, debe ser únicamente de trigo y, según la tradición propia de la iglesia latina, ázimo. Por razón del signo, la materia de la celebración eucarística se presente de verdad como alimento. Esto debe entenderse de la consistencia del pan y no de la forma, que sigue siendo la tradicional. No pueden agregarse ingredientes extraños a la harina de trigo y al agua. La preparación del pan requiere atento cuidado, de manera que la confección no se haga con menoscabo de la dignidad debida al pan eucarístico, haga posible una decorosa fracción, no dé origen a excesivos fragmentos y no hiera la sensibilidad de los fieles al comerlo. El vino para la celebración eucarística debe ser extraído “del fruto de la vid”, natural y puro, es decir, no mezclado con sustancias extrañas.

f) LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA: La comunión es un don del Señor, que se ofrece a los fieles por medio del ministro autorizado para ello. No se admite que los fieles tomen por sí mismos el pan consagrado y el cáliz sagrado; y mucho menos que se lo hagan pasar de uno a otro. 71

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El fiel, religioso o seglar, autorizado como ministro extraordinario de la Eucaristía, podrá distribuir la comunión solamente cuando falten el sacerdote, el diácono o el acólito, cuando el sacerdote está impedido por enfermedad o por su edad avanzada, o cuando el número de fieles que se acercan a la comunión sea tan grande que haría prolongar excesivamente la celebración de la misa. Es, pues, reprochable la actitud de sacerdotes que, aun estando presentes en la celebración, se abstienen de distribuir la comunión, dejando esta incumbencia a los seglares. La Iglesia ha exigido siempre a los fieles respeto y reverencia a la Eucaristía en el momento de recibirla. Por lo que se refiere al modo de acercarse a la comunión, ésta puede recibirse por los fieles bien sea de rodillas bien de pie, según las normas establecidas por la Conferencia Episcopal. Cuando los fieles comulgan de rodillas no se exige de ellos otro signo de reverencia para con el Santísimo Sacramento, porque la misma genuflexión expresa adoración. Pero cuando comulga de pie se recomienda encarecidamente que los que se acercan procesionalmente hagan una reverencia debida antes de la recepción del Sacramento en lugar y tiempo oportuno para que no se entorpezca el acceso y retiro de los fieles. El "Amén» que dicen los fieles, cuando reciben la comunión, es un acto de fe personal en la presencia de Cristo. G) Comunión bajo las dos especies: En cuanto a la comunión bajo las dos especies, obsérvese lo que ha determinado la Iglesia, sea por la veneración debida al mismo Sacramento, sea por la utilidad de los que reciben la Eucaristía, según la diversidad circunstancias, de tiempo y lugar. 72

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Las Conferencias Episcopales y los Ordinarios no sobrepasen tampoco cuanto ha sido establecido por la actual disciplina: la concesión de comunión con las dos especies no sea indiscriminada y las celebraciones san bien definidas; por lo demás, los grupos que gozan de esta facultad sean bien determinados, disciplinados y homogéneos. También después de la comunión sigue presente el Señor bajo las especies. Por tanto, una vez distribuida la comunión, las partículas sagradas restantes sean consumidas o llevadas por el ministro competente al lugar de la reserva eucarística. El vino consagrado, en cambio, debe ser consumido inmediatamente después de la comunión y no puede ser conservado. Póngase atención consagrar solamente la cantidad de vino necesaria para la comunión. Obsérvense las reglas prescritas para la purificación del cáliz y de los demás vasos sagrados que han contenido las especies eucarísticas. h) Los vasos sagrados: Particular respeto y cuidado se deben a los vasos sagrados, sea al copón y a la patena para la celebración de la Eucaristía, sea a los copones para la comunión de los fieles. La forma de los vasos debe ser adecuada al uso litúrgico al que están destinados. La materia debe ser noble, duradera y todo caso adecuada al uso sagrado. En este sector el juicio compete a Conferencia Episcopal de cada región. No pueden usarse simples cestos u otros recipientes destinados al uso común fuera de las celebraciones sagradas, o de baja calidad, o que de todo estilo artístico. Los cálices y las patenas, antes de ser utilizados, deben ser bendecidos por el Obispo o por un presbítero. Recomiéndese a los fieles no descuidar, después de la comunión, la justa y debida acción de gracias, sea en la celebración misma, con un tiempo de silencio, un himno o un 73

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salmo u otro cántico de alabanza, sea de la celebración, quedando, si es posible, en oración por un conveniente espacio de tiempo. i) Las mujeres y su servicio litúrgico: Como es sabido, las funciones que la mujer puede ejercer en la litúrgica son varias; entre ellas, la lectura de la palabra de proclamación de las intenciones en la oración de los fieles. No están permitidas a las mujeres las funciones de acólito o de servicio al altar. Se recomienda una vigilancia particular y un cuidado especial en las misas transmitidas por los medios audiovisuales. En efecto, dada la amplísima difusión, su desarrollo debe ser de ejemplar calidad. j) CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA Se recomienda vivamente la devoción tanto pública como privada hacia la santísima Eucaristía, incluso fuera de la misa, ya que la presencia de Cristo, que es adorado por los fieles en el Sacramento, deriva del sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual. Sobre la exposición de la santísima Eucaristía – ya sea prolongada o breve – las procesiones eucarísticas, los Congresos eucarísticos, y toda la ordenación de la piedad eucarística, obsérvense las indicaciones pastorales y las disposiciones dadas por el Ritual Romano. No se olvide que antes de la bendición con el Santísimo Sacramento debe dedicarse un tiempo conveniente a la lectura de la palabra de Dios, a los cánticos, a las preces y a la oración en silencio prolongada durante algún tiempo. Al final de la 74

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adoración se canta un himno, se recita o se canta una de las oraciones, tomada de entre las que están en el Ritual Romano. k) EL SAGRARIO: El sagrario en el que se reserva la Eucaristía puede ser colocado en un altar o fuera de él, en un lugar de la iglesia bien visible, verdaderamente digno y debidamente adornado, o en una capilla apta para la oración privada y para la adoración de los fieles. El sagrario debe ser sólido, inviolable, y no transparente. Ante él, donde la presencia de la Eucaristía estará señalada por el conopeo o por otro medio idóneo establecido por la autoridad competente, debe arder perennemente una lámpara, como signo de honor tributado al Señor. Ante el Santísimo Sacramento, guardado en el sagrario o expuesto públicamente, manténgase la práctica venerable de la genuflexión en señal de adoración. Este acto requiere que se le dé un profundo contenido. Para que el corazón se incline ante Dios con profunda reverencia, la genuflexión no sea ni apresurada ni distraída.

OBSERVACIONES FINALES: Dice el documento citado, al terminar, que la mayor parte de las dificultades encontradas en la actuación de la reforma de la liturgia y, sobre todo, de la misa provienen del hecho de que algunos sacerdotes y fieles no han tenido quizá un conocimiento suficiente de las razones teológicas y espirituales por las que se han hecho los cambios, según los principios establecidos por el Concilio. Los sacerdotes deben profundizar más en el concepto auténtico de la Iglesia, de la cual la celebración litúrgica, sobre 75

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todo la misa, es expresión viva. Sin una cultura bíblica adecuada, los sacerdotes no podrán presentar a los fieles el significado de la liturgia como actualización, en los signos, de la historia de la salvación. También el conocimiento de la historia de la liturgia contribuirá a hacer comprender los cambios efectuados, no como novedad, sino como renovación y adaptación de la auténtica y genuina tradición La liturgia exige además un gran equilibrio, porque, como dice la Constitución Sacrosanctum Concilium, ella contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos. Sin este equilibrio se desvirtúa el verdadero rostro de la liturgia cristiana. Además, es necesario tener en alta consideración lo que la Congregación para el culto divino dice en la Declaración del 21 de marzo de 1988, sobre las plegarias eucarísticas y los experimentos litúrgicos, que “los experimentos en materia litúrgica, cuando son necesarios o considerados oportunos se conceden por esta Sagrada Congregación y por escrito, con normas precisas y determinadas, y bajo la responsabilidad de la competente autoridad legal.” O, como dice en la carta apostólica “Vigesimus quintus annus”(a veinticinco años del Concilio Vaticano II), de que no estamos en la misma situación de 1963, y que no se puede seguir hablando de cambios como en el tiempo de la publicación de la Sacrosanctum concilium, pero sí de un profundización cada vez más intensa de la liturgia de la Iglesia, celebrada según los libros vigentes y vivida, ante todo, como un hecho de orden espiritual. 76

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TERCERA PARTE: LOS LAICOS

LOS LAICOS

A.) LOS FIELES LAICOS

La Encíclica "Christifideles laici" dedica todo un hermoso estudio a la realidad de los laicos y a su vocación. Los invita a desarrollar auténticamente su trabajo en el mundo, pues, no es lícito que nadie esté ocioso, citando a Mateo 20, 1 y siguientes, en donde se cuenta que salió el dueño de la viña a contratar obreros para su viña, a diversas horas del día, concertando con todos ellos un denario como salario. Pero no como simples obreros, sino como parte de la misma viña. La misma Encíclica no solamente convoca a los laicos a ser sal de la tierra y luz del mundo, sino que analiza la situación actual del mundo, en donde ellos tienen que desenvolverse. Y los previene de la "instrumentalización" de la persona humana, como consecuencia del no respeto de la dignidad de la persona. Es necesario rescatar la sacralidad de la persona, al tener ésta su indestructible fundamento en Dios Creador y Padre. Se añade a esa realidad la nueva construcción de la Torre de Babel, como consecuencia ya no del pluralismo de las mentalidades y de las iniciativas, sino de pretensión de "omnipotencia", manifestada en las diversas formas de violencia, de terrorismo y de guerra. B.) Quiénes son los fieles laicos: Los laicos son todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso. Son los fieles, que en cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte

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que a ellos corresponde. Ellos, no sólo pertenecen a la Iglesia, ellos son la Iglesia, como decía el Papa Pío XII, pero en comunión con el Magisterio. Los laicos pertenecen al misterio del Pueblo de Dios, al ser los convocados por el Señor a ser los obreros de su viña, y son los sarmientos radicados en Cristo, la verdadera vid. Por ser bautizado, simplemente. Por el bautismo somos hechos hijos de Dios en su Unigénito Hijo, Cristo Jesús. Somos regenerados en Cristo: del hombre viejo al hombre nuevo. Y por esta regeneración, con la unción del Espíritu Santo, los cristianos son consagrados como casa espiritual, y por lo tanto, pueden repetir, a su modo, las palabras de Jesús: "El Espíritu del Señor está sobre mí; lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor" (Lc. 4, 18-19). C.) Triple oficio del laico: Los fieles laicos participan, según el modo que les es propio, en el triple oficio de Jesucristo: sacerdotal, profético y real. -- En el oficio sacerdotal, los laicos, están incorporados a Jesucristo en su sacrificio, en el ofrecimiento de sí mismos y de todas sus actividades (cf. Rm. 12, 1-2). Dice el Concilio: "Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso espiritual y corporal, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1 Ped. 2, 5), que en la celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del Cuerpo del 80

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Señor. De este modo también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran a Dios el mundo mismo" (Lumen Gentium, 34). -- En el oficio profético de Cristo en el compromiso de los laicos a acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar en denunciar el mal con valentía. Los laicos son hechos partícipes tanto del sobrenatural sentido de fe de la Iglesia, que "no puede equivocarse cuando cree", cuanto de la gracia de la palabra (cf. Hech. 2, 17-18). -- En el oficio real, por su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo. Y son llamados por Cristo para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm. 6, 12); y después en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños (cf. Mt. 25, 40). La participación de los fieles laicos en el triple oficio de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey tiene su raíz primera en la unción del Bautismo, su desarrollo en la Confirmación, y su cumplimiento y dinámica sustentación en la Eucaristía. Cada fiel participa en el triple oficio de Cristo porque es miembro de la Iglesia. Deriva de la comunión eclesial, es decir, que la participación de los fieles laicos en el triple oficio de Cristo exige ser vivida y actuada en la comunión y para acrecentar esta comunión.

D.) La índole secular del laico: La Iglesia vive en el mundo. Y así, todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión en el mundo. Es decir, secular. En particular, la participación de los fieles laicos tiene 81

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una modalidad propia de actuación y de función, que según el Concilio, es "propia y peculiar" de ellos. Tal modalidad se designa con la expresión "índole secular". Los fieles laicos "viven en el mundo, esto es, implicados en todas y cada una de las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, de la que su existencia se encuentra como entretejida". El "mundo" se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos, porque él mismo está destinado a dar gloria a Dios Padre en Cristo. No han sido llamados a abandonar el lugar que ocupan en el mundo. El bautismo no los quita del mundo, sino que les confía una vocación que afecta precisamente a su situación intramundana. El ser y el actuar en el mundo son para los fieles laicos no sólo una realidad antropológica y sociológica, sino también, y específicamente, una realidad teológica y eclesial. E.) Los laicos en comunión con Cristo: "Yo soy la vid; vosotros los sarmientos... Permaneced en mí, y yo en vosotros" (Jn. 15, 1-5). La comunión de los cristianos entre sí nace de su comunión con Cristo. Esta comunión es el mismo misterio de la Iglesia, y que es unión a Cristo y en Cristo; y unión entre los cristianos dentro de la Iglesia. La realidad de la Iglesia-Comunión es parte integrante y representa el contenido central del "misterio" o sea del designio divino de salvación de la humanidad. Pero esta comunión es orgánica y está caracterizada por la simultánea presencia de la diversidad y de la complementariedad de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades. Gracias a esta diversidad y complementariedad, cada fiel laico se encuentra en relación con todo el cuerpo y le ofrece su propia aportación. 82

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La comunión eclesial es un don, un gran don del Espíritu Santo, que los fieles laicos están llamados a acoger con gratitud y, al mismo tiempo, a vivir con profundo sentido de responsabilidad. El modo concreto de actuarlo es a través de la participación en la vida y misión de la Iglesia, a cuyo servicio los fieles laicos contribuyen con sus diversas y complementarias funciones y carismas. El fiel laico "no puede jamás cerrarse sobre sí mismo, aislándose espiritualmente de la comunidad; sino que debe vivir en continuo intercambio con los demás, con un vivo sentido de fraternidad, en el gozo de una igual dignidad y en el empeño por hacer fructificar, junto con los demás, el inmenso tesoro recibido en herencia. El Espíritu del Señor le confiere, como también a los demás, múltiples carismas; le invita a tomar parte en diferentes ministerios y encargos; le recuerda, como también recuerda los otros en relación con él, que todo aquello que le distingue no significa una mayor dignidad, sino una especial y complementaria habilitación al servicio (...). De esta manera, los carismas, los ministerios, los encargos y los servicios del fiel laico existen en la comunión y para la comunión. Son riquezas que se complementan entre sí en favor de todos, bajo la guía prudente de los Pastores".

F.) DEBERES Y DERECHOS DE TODOS LOS FIELES CRISTIANOS, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO: 208) Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles, en cuanto a la dignidad y a la acción, una verdadera igualdad, en virtud de la cual todos, según su propia condición y función, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo. 83

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209) # 1. Los fieles están obligados, incluso en su modo de obrar, a conservar siempre la comunión con la Iglesia. # 2. Deben cumplir con gran cuidado los deberes que tienen tanto respecto de la Iglesia universal, como respecto de la Iglesia particular a la que pertenecen según las prescripciones del derecho. 210) Todos los fieles deben esforzarse, según su propia condición, por llevar una vida santa, así como por promover el incremento de la Iglesia y su continua santificación. 211) Todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación llegue más y más a todos los hombres de todos los tiempos y del orbe entero. 212) # 1. Los fieles, conscientes de su propia responsabilidad, están obligados a seguir, por obediencia cristiana, aquello que los Pastores sagrados, en cuanto representantes de Cristo, declaran como maestros de la fe o bien establecen como rectores de la Iglesia. # 2. Los fieles tienen la facultad de manifestar a los Pastores de la Iglesia sus necesidades, sobre todo espirituales, y sus deseos. # 3. Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de sus conocimientos, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de hacerla conocer a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores, y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas. 84

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213) Los fieles tienen el derecho de recibir de los Pastores sagrados la ayuda de los bienes espirituales de la Iglesia, sobre todo de la Palabra de Dios y los sacramentos. 214) Los fieles tienen el derecho de tributar culto a Dios según las prescripciones del propio rito aprobado por los legítimos Pastores de la Iglesia, y a seguir su propia forma de vida espiritual, conforme por cierto con la doctrina de la Iglesia. 215) Los fieles tienen la facultad de fundar y dirigir libremente asociaciones para fines de caridad o piedad o bien para fomentar la vocación cristiana en el mundo, y de tener reuniones para perseguir esos mismos fines en común. 216) Todos los fieles, puesto que participan en la misión de la Iglesia, tienen el derecho de promover y sostener la actividad apostólica también con sus propias iniciativas, cada uno según su estado y condición; sin embargo, ninguna iniciativa se debe atribuir el nombre de católica a menos que cuente con el consentimiento de la autoridad eclesiástica competente. 217) Los fieles, puesto que están llamados por el bautismo a llevar una vida congruente con la doctrina evangélica, tienen derecho a una educación cristiana por la que se los instruya convenientemente para conseguir la madurez de la persona humana y al mismo tiempo para conocer y vivir el misterio de la salvación. 218) Quienes se dedican a las ciencias sagradas gozan de una justa libertad para investigar, así como para manifestar prudentemente su pensamiento sobre aquello en lo que son peritos, quedando a salvo la debida sumisión al magisterio de la Iglesia. 219) Todos los fieles gozan del derecho de ser inmunes de cualquier coacción para elegir el estado de vida. 85

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220) A nadie le es lícito lesionar ilegítimamente la buena fama de que alguien goza, ni violar el derecho de cada persona a proteger su propia intimidad. 221) # 1. Compete a los fieles reclamar legítimamente los derechos de que gozan en la Iglesia y defenderlos en el fuero eclesiástico competente a tenor del derecho. 2. Si son llamados a juicio por la autoridad competente, los fieles tienen también el derecho de ser juzgados según las prescripciones del derecho, que deben ser aplicadas con equidad. # 3. Los fieles tienen el derecho de no ser sancionados con penas canónicas, si no es a tenor de la ley. 222) # 1. Los fieles tienen la obligación de subvenir a las necesidades de la Iglesia, de modo que esta disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad, y el honesto sustento de los ministros. # 2. También tienen la obligación de promover la justicia social, así como, recordando el precepto del Señor, ayudar a los pobres con sus propios bienes. 223) # 1. En el ejercicio de sus derechos, tanto en cuanto individuos como unidos en asociaciones, los fieles han de tener en cuenta el bien común de la Iglesia, así como también los derechos ajenos y sus deberes respecto a otros. # 2. Compete a la autoridad eclesiástica regular, en atención al bien común, el ejercicio de los derechos propios de los fieles. 224) Los fieles laicos, además de las obligaciones y derechos comunes a todos los fieles cristianos y de los que se establecen 86

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en otros cánones, tienen obligaciones y gozan de derechos que se enumeran en los cánones de este título. 225) # 1. Puesto que, en virtud del bautismo y de la confirmación, los laicos, como todos los fieles, son destinados por Dios al apostolado, tienen la obligación general, y gozan del derecho, sea individual como asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo; esa obligación los apremia todavía más en aquellas circunstancias en las que sólo a través de ellos pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a Jesucristo. # 2. Tienen también el deber peculiar, cada uno según su propia condición, de impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico y dar así testimonio de Cristo especialmente en la realización de ese mismo orden temporal y en el ejercicio de las tareas seculares. 226) # 1. Quienes viven en el estado conyugal, según su propia vocación, tienen el peculiar deber de trabajar, a través del matrimonio y la familia, en la edificación del Pueblo de Dios. # 2. Por haber transmitido la vida a sus hijos, los padres tienen el gravísimo deber y gozan del derecho de educarlos; por tanto, corresponde en primer lugar a los padres cristianos cuidar de la educación cristiana de sus hijos según la doctrina enseñada por la Iglesia. 227) Los fieles laicos tienen el derecho de que se les reconozca en los asuntos terrenos aquella libertad que compete a todos los ciudadanos; sin embargo, al usar de esa libertad han de cuidar de que sus acciones estén imbuidas de espíritu evangélico y han de prestar atención a la doctrina propuesta por el magisterio de la Iglesia, teniendo cuidado, sin embargo, de no presentar su propia opinión en materias opinables como doctrina de la Iglesia. 87

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228) # 1. Los laicos que sean considerados idóneos tienen capacidad de ser incorporados por los sagrados Pastores en aquellos oficios eclesiásticos y funciones que pueden asumir según las prescripciones del derecho. # 2. Los laicos que se distinguen por sus conocimientos, prudencia y honestidad tienen capacidad para prestar ayuda como peritos o como consejeros a los Pastores de la Iglesia, también formando parte de consejos a tenor del derecho. 229) #1. Para que puedan vivir según la doctrina cristiana, proclamarla y, cuando sea necesario, defenderla y para que puedan ejercer la parte que les corresponde en el apostolado, los laicos tienen el deber y gozan del derecho de adquirir conocimiento de esa doctrina, de acuerdo con la capacidad y condición propias de cada uno. # 2. Gozan también del derecho de adquirir ese conocimiento más profundo en las ciencias sagradas que se enseñan en las universidades o facultades eclesiásticas o bien en los institutos de ciencias religiosas asistiendo a las clases y obteniendo grados académicos. # 3. Ateniéndose a las prescripciones establecidas acerca de la idoneidad requerida, también tienen capacidad de recibir de la legítima autoridad eclesiástica mandato para enseñar ciencias sagradas. 230) # 1. Los varones laicos que tengan la edad y condiciones establecidas por decreto de la Conferencia Episcopal pueden ser incorporados establemente en los ministerios de lector y acólito, mediante el rito litúrgico prescrito; sin embargo, la colación de esos ministerios no les confiere el derecho de recibir de la Iglesia sustentación o remuneración. 88

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# 2. Por encargo temporal, los laicos pueden desempeñar la función de lector en las acciones litúrgicas; asimismo todos los laicos pueden desempeñar las funciones de guía, cantor u otras, a tenor del derecho. # 3. Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirlos en algunas de sus funciones, es decir, ejercer el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y distribuir la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho. 231) # 1. Los laicos que de modo permanente o temporal se dedican a un servicio especial de la Iglesia tienen el deber de adquirir la formación conveniente que se requiere para desempeñar debidamente su función, y para ejercerla con conciencia, generosidad y cuidado. # 2. Manteniéndose lo que se prescribe en el can. 230, # 1, tienen derecho a una conveniente remuneración que responda a su condición y con la cual puedan proveer decentemente a sus propias necesidades y a las de sus familias, de acuerdo también con las prescripciones del derecho civil; y también les compete el derecho de que se provea debidamente a su previsión y seguridad social y a la llamada asistencia sanitaria. A MODO DE CONCLUSIÓN: No se puede negar, pues, toda la importancia que tiene el laico en la nueva concepción eclesiológica del Concilio Vaticano II. Se trata de traducirse, como lo dice el P. Sánchez Chamoso en uno de sus aportes al tema, en operativa y desembocar en corresponsabilidad. Lo que supone que va contra todo tipo de monopolio ministerial, siguiendo la línea que marca la Lumen Gentium en el número 30, y a favor, a su vez, del pluralismo 89

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ministerial, según el mismo documento conciliar, en su número 32b. Lo que supone, necesariamente, una necesidad absoluta del seglar y una llamada a todos los pastores a hacer realidad la participación. Pero en comunión y sin negar la tensión dialéctica que debe existir en la “unidad en la diversidad”; ya que en la unidad reside la fuerza de la Iglesia, y en la diversidad, su riqueza. La unidad no devora a la diversidad, sino que la potencia y relanza cuando no extrapola su significado eclesial. El mismo Espíritu es la fuente de todos los carismas (Cf. 1 Cor 12) y, al mismo tiempo, el que hace que la Iglesia “hable todas las lenguas” (cf. Hech. 2,3-11). MINISTERIOS Y OFICIOS DE LOS LAICOS: A.) Facultad y no un derecho: La Encíclica "Christifideles laici" recomienda que ha de reconocerse y promoverse los ministerios, oficios y funciones de los fieles laicos, los cuales tienen su fundamento sacramental en el Bautismo y en la Confirmación, y para muchos de ellos, además en el Matrimonio. Cuando la necesidad o la utilidad de la Iglesia lo exija se pueden dar algunas funciones a los laicos, propias del ministerio sacerdotal, pero que no exigen el carácter del Orden, como el lectorado y el acolitado. Sin embargo, apunta la Encíclica, el ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor. La tarea realizada en calidad de suplente tiene su legitimación -- formal e inmediatamente -- en el encargo oficial hecho por los pastores, y depende, en su concreto ejercicio, de la dirección de la autoridad eclesiástica. Sólo les corresponde el título de pastores a los sacerdotes, como bien se señala en la Congregación para el clero, en el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, del año 1994, y, en la Instrucción sobre algunas 90

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cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los sacerdotes, del 13 de agosto de 1997. B.) La colaboración de los laicos en el ministerio de los sacerdotes: No se le niega, pues, la participación a los laicos. Todo lo contrario. Se estimula su inserción en la pastoral activa e inclusive se le reconoce su importancia, como se puede desprender de los documentos señalados, al respecto. Sin embargo, es importante precisar lo que el mismo Magisterio de la Iglesia nos invita a tener en consideración en la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los sacerdotes, y de la que tomamos las ideas más importantes. Dice la Instrucción que respecto a las funciones de los fieles hay algunas actividades que "se colocan en la línea de directo servicio en el sagrado ministerio de los fieles ordenados", pero que "los fieles no ordenados no son detentores de un derecho a ejercerlas", aunque "son hábiles para ser llamados por los sagrados pastores en aquellos oficios eclesiásticos y en aquellas tareas que están en grado de ejercitar según las prescripciones del derecho". C.) Nombre que recibe el laico no ordenado: Así mismo, "no es lícito por tanto, que los fieles no ordenados asuman, por ejemplo, la denominación de "pastor", de "capellán", de "coordinador", "moderador" o de títulos semejantes que podrían confundir su función con la del Pastor, que es únicamente el obispo y el presbítero". Su denominación es "ministro extraordinario", pero, "sólo y cuando es llamado por la Autoridad competente a cumplir, únicamente en función de 91

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suplencia, los encargos, a los que se refiere los cánones 230, 943 y 1112". Sin afán de hacer una polémica, ni tampoco de dogmatizar, es importante aclarar que la denominación es “Ministerios Extraordinarios”; y no, “Ministerios Laicales”, como algunos quieren enfatizar. La razón es muy sencilla, si nos ceñimos a la línea de pensamiento de la “Christifideles laici” y de otros muchos otros documentos, ya que se trata de darle un ministerio al laicado que no es suyo, sino con carácter de “extraordinariedad”. No se trata de ministerios laicales ya que sería darle al laico lo que ya de hecho es suyo. Su ministerio es, precisamente, ser laico. Más bien, en su laicidad está su ministerio. ¿Por qué se pretende, entonces, decir, que se le va a conferir “el ministerio laical”, si ya lo posee desde el mismo bautismo? Si se le va a conceder significa que es más el hecho posterior de una ceremonia circunstancial subjetiva, solemne o no, no es el caso de discusión, al efecto ontológico y objetivo que le imprime el bautismo. No. Y nunca. Es primero lo segundo. Eso se aplica si somos fieles a la línea de pensamiento de los documentos oficiales de la Iglesia, sobre todo, al de la Christifideles laici. De lo contrario, se pretendería darle unos derechos que ya tiene. Y es absurdo. El último documento de la Iglesia, la Instrucción Redemptionis sacramentum, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los sacramentos, del año 2004, en el número 149, utiliza la expresión “asistentes pastorales”. Así se enriquece lo aportado por la Chrisitifideles laici, al respecto. E insiste en que no se les puede denominar “Ministros de la Eucaristía”, ya que sólo el sacerdote debidamente ordenado es el Ministro que confiere la Eucaristía, in persona Christi. Como, tampoco, en el caso de los ministros extraordinarios, ocasionales o temporales, se les debe dar el nombre de “ministro especial de la sagrada comunión”, ni “ministro extraordinario de la Eucaristía”, según los números 154 y 156 de la Instrucción. 92

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D.) Lo que puede hacer un laico no ordenado: Es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión. En circunstancias peculiares, sólo para la exposición del santísimo y reserva, pero sin bendición; y, finalmente, asistir a los matrimonios, o sea, ser testigo autorizado del matrimonio. Pero sólo en eventualidades, "en suplencia de los ministros sagrados o por especiales razones de utilidad en los casos particulares previstos por la legislación universal de la Iglesia o de las Conferencias Episcopales, y por tanto no se puede convertir en un hecho ordinario, ni puede ser entendida como auténtica promoción del laicado". E.) Cuándo y dónde puede realizar homilías: Respecto a las homilías, es enérgica la Instrucción. Dice, así, que dentro de la celebración de la Eucaristía, se debe reservar al ministro sagrado, sacerdote o diácono. Se excluyen los fieles no ordenados. Y ni siquiera el Obispo diocesano puede dispensar la norma del canon. Ni siquiera a seminaristas estudiantes, aún no ordenados. Puesto que la homilía no puede considerarse como una práctica para el futuro ministerio1. Sí puede, sin embargo, el no ordenado pronunciar la homilía fuera de la Santa Misa, pero, según lo establecido por el derecho o las normas litúrgicas y observando las cláusulas allí contenidas. Tampoco le está permitido al no ordenado, es un grave abuso, dice la Instrucción, el que un fiel ejercite una casi "presidencia" de la Eucaristía dejando al sacerdote sólo el mínimo para garantizar la validez2. Igualmente, respecto al uso, en las ceremonias litúrgicas, de ornamentos reservados a los sacerdotes 1 2

Véase la Instrucción Redemtionies sacramentum, números 64-66, y 161. Véase la Redemptionies sacramentum, número 42.

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o a los diáconos (estola, casulla, dalmática). Recordemos los aspectos negativos de la reforma litúrgica después de la Sacrosanctum concilium. Respecto a la posibilidad del “diálogo” en la homilía, puede, ser, dice La Instrucción, usada prudentemente por el ministro celebrante como medio expositivo con el cual no se delega a los otros el deber de la predicación. La instrucción es tajante sobre la posibilidad de confiar la homilía a sacerdotes o diáconos que han perdido el estado clerical o que hayan abandonado el ejercicio del sagrado ministerio. En ningún caso, dice3. En cuanto a la práctica de llevar la comunión, tal encargo es de suplencia y extraordinario, y debe ser debidamente preparado. F) Cuándo puede repartir la comunión: Los Acólitos instituidos: En calidad de ministros extraordinarios cuantas veces no está presente el presbítero o el diácono, o cuando éstos no pueden por causa de enfermedad, edad avanzada o urgencia del ministerio pastoral. Esto rige, sobre todo, para llevar la comunión a los enfermos. En los casos de las Misas, cuando haya mucha concurrencia para la comunión, puede ayudar a distribuir la comunión. Sin embargo, es importante señalar, que este servicio es de carácter “extraordinario”. Lo que quiere decir, que cuando no haya necesidad de ese servicio no le corresponde al laico ejercerlo. Por ejemplo, cuando está presente el sacerdote y puede distribuir la comunión él mismo, no puede sentarse para que el laico lo haga. Es un abuso. Así lo señala la Comisión Pontificia para la interpretación del Código de Derecho Canónico en su plenaria del 20 de enero de 1987, interpretando el canon 910, 3

Vease la Instrucción Redemptionies sacramentum, número 168.

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número 1. Dice, así, que en presencia de ministros ordinarios, tanto celebrantes o no celebrantes, activos, no le está permitido a los ministros extraordinarios distribuir la Eucaristía ni a sí mismos, ni a los otros. Asimismo, lo señala la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto divino en la Instrucción “Inaestimabile Donum”, recordando algunas normas acerca del culto del misterio eucarístico, del 3 de abril de 1980. IX.) CASOS CONCRETOS DE CELEBRACIONES: Damos, a continuación, las maneras de celebrar los ritos que se pueden realizar. Sólo en caso de emergencia. Y sólo que haya sido autorizado para ello. A.) Bautizos: Cualquier cristiano católico está facultado para bautizar, con uso de razón y con conciencia de hacer lo que la hace la Iglesia. Pero sólo en caso de que el niño que se va a bautizar se encuentre en peligro de muerte. De lo contrario, nadie, en absoluto, goza de ese derecho, sino los obispos, sacerdotes y diáconos. Dice el Derecho Canónico: — Derecho Canónico: Número 861: & 1. Quedando en vigor lo que prescribe el can. 530, n. 1, es ministro ordinario del bautismo el Obispo, el presbítero y el diácono. & 2. Si está ausente o impedido el ministro ordinario, administra lícitamente el bautismo un catequista u otro destinado para esta función por el Ordinario del lugar, y, en caso de necesidad, cualquier persona que tenga la debida intención; y han de procurar los pastores de almas, especialmente el párroco, que los fieles sepan bautizar debidamente. 95

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Número 853: Fuera del caso de necesidad, el agua que se emplea para administrar el bautismo debe estar bendecida, según las prescripciones de los libros litúrgicos. — Fórmula: ----------------------- (nombre del niño), yo te bautizo en el nombre del Padre (agua) y del Hijo (agua) y del Espíritu Santo (agua). — Condición: Como se trata de un bautizo de emergencia, una vez recuperado el niño, debe ser bautizado, bajo condición, en la parroquia más cercana. Sobre todo para la unción del Santo Crisma. B.) CONFIRMACIÓN: Sólo el Obispo. Y por delegación del Obispo un sacerdote. Pero no un laico. C.) CONFESIÓN: Sólo el Obispo y el presbítero. Nadie más. Ni siquiera el diácono. Dice el Derecho: 959) En el sacramento de la penitencia, los fieles que confiesan sus pecados a un ministro legítimo, arrepentidos de ellos y 96

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teniendo el propósito de enmendarse, mediante la absolución dada por el mismo ministro, obtienen de Dios el perdón de los pecados que hubieran cometido después del bautismo y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia a la que, al pecar, hirieron. 965) Sólo el sacerdote es ministro del sacramento de la penitencia. 966) # 1 Para la absolución válida de los pecados se requiere que el ministro, además de la potestad de orden, tenga la facultad de ejercerla sobre los fieles a quienes da la absolución. 967) # 1 Además del Romano Pontífice, los Cardenales tienen, ipso iure, la facultad de oír confesiones de los fieles en todo el mundo; y asimismo los Obispos, que usan de ella también lícitamente en todas partes, a menos que el Obispo diocesano en un caso particular se oponga. 968) # 1 En virtud de su oficio y para la jurisdicción de cada uno gozan de la facultad de oír confesiones el Ordinario del lugar, el canónigo penitenciario y también el párroco y aquellos que ocupan su lugar. 973) La facultad de oír habitualmente confesiones debe concederse por escrito. 976) Todo sacerdote, aunque carezca de la facultad de oír confesiones, absuelve válida y lícitamente a cualesquiera penitentes que se encuentren en peligro de muerte de cualesquiera censuras y pecados, aunque esté presente un sacerdote aprobado. 989) Después de llegar al uso de razón, todo fiel tiene la obligación de confesar fielmente sus pecados graves, al menos una vez al año. 97

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D.) UNCIÓN DE LOS ENFERMOS: Sólo el Obispo y el presbítero. Nadie más. Ni siquiera el diácono. Así, dice el Derecho: 1003) # 1) Todo sacerdote, y sólo él, administra válidamente la unción de los enfermos. 1000) # 1) Las unciones deben realizarse cuidadosamente, con las palabras, orden y modo prescritos en los libros litúrgicos; sin embargo, en caso de necesidad, basta una única unción en la frente o también en otra parte del cuerpo, diciendo la fórmula íntegra. # 2.) La obligación y el derecho de administrar la unción de los enfermos los tienen todos los sacerdotes a los que se ha encomendado la cura de almas, respecto a los fieles encomendados a su oficio pastoral; por una causa razonable, cualquier otro sacerdote puede administrar este sacramento, con el consentimiento al menos presunto del sacerdote del que se habla arriba. # 3.) Está permitido a todo sacerdote llevar consigo el óleo bendito, de manera que, en caso de necesidad, pueda administrar el sacramento de la unción de los enfermos. E.) A QUIÉNES SE LES PUEDE APLICAR LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO: 1004) # 1) Se puede administrar la unción de los enfermos al fiel que, habiendo llegado al uso de la razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez. 98

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# 2.) Este sacramento puede reiterarse si el enfermo, una vez recobrada la salud, contrae de nuevo una enfermedad grave, o si durante la misma enfermedad, el peligro se hace más grave. 1005) En la duda sobre si el enfermo ha alcanzado el uso de razón, sufre una enfermedad grave o ha fallecido ya, se le administrará este sacramento. 1006) A los enfermos que, cuando estaban en posesión de sus facultades, hubieran pedido al menos de manera implícita este sacramento, se les conferirá. 1007) La unción de los enfermos no se conferirá a los que persisten obstinadamente en un pecado grave manifiesto. F.) MATRIMONIOS: Es oficio propio del ordenado sacerdote (Obispo, presbítero o diácono). También un laico puede ser testigo autorizado de un matrimonio. Con la debida preparación y autorizado por la autoridad eclesiástica competente. No necesariamente ha de usarse una vestimenta especial para ser testigo autorizado de matrimonio. Veamos lo que nos dice el Derecho Canónico: 1055) #1) La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, ha sido elevada por Cristo el Señor a la dignidad de sacramento entre los bautizados. #2) Por lo tanto, entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento.

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1056) Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad, que en el matrimonio cristiano alcanzan una peculiar firmeza por razón del sacramento. 1057) #1) El matrimonio lo produce el consentimiento de las partes manifestado legítimamente entre personas jurídicamente hábiles, el cual ningún poder humano puede suplir. # 2) El consentimiento matrimonial es el acto de la voluntad mediante el cual el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en alianza irrevocable para constituir el matrimonio. 1058) Pueden contraer matrimonio todos aquellos a quienes el derecho no se lo prohíbe. 1059) El matrimonio de los católicos, aunque solamente una parte sea católica, se rige por el derecho no sólo divino, sino también canónico, quedando a salvo la competencia de la potestad civil acerca de los efectos meramente civiles del mismo matrimonio. 1060) El matrimonio goza del favor del derecho; por lo tanto, en la duda, se ha de estar por la validez del matrimonio, hasta que se pruebe lo contrario. 1061) # 1) El matrimonio válido entre bautizados se llama rato solamente, si no ha sido consumado; rato y consumado, si los cónyuges han realizado entre sí de modo humano el acto conyugal apto de por sí para engendrar la prole, al que el matrimonio se ordena por su misma naturaleza, y mediante el cual los cónyuges se hacen una sola carne.

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# 2) Una vez celebrado el matrimonio, si los cónyuges han cohabitado, se presume la consumación, hasta tanto se pruebe lo contrario. # 3) El matrimonio inválido se llama putativo si fue celebrado de buena fe al menos por una de las partes, hasta tanto ambas partes adquieren certeza de su nulidad. 1062) # 1) La promesa de matrimonio, tanto unilateral como bilateral, a la que se llama esponsales, se rige por el derecho particular que haya establecido la Conferencia Episcopal, teniendo en cuenta las costumbres y las leyes civiles, si las hay. # 2) La promesa de matrimonio no da origen a una acción para pedir la celebración del mismo; sí la da para la reparación de daños, si de alguna manera es debida. 1065) # 1) Los católicos que aún no hubieren recibido el sacramento de la confirmación, lo recibirán antes de ser admitidos al matrimonio, si ello puede hacerse sin una dificultad grave. # 2) Para que reciban fructuosamente el sacramento del matrimonio, se recomienda encarecidamente a los novios que se acerquen a los sacramentos de la penitencia y de la santísima Eucaristía. 1066) Antes de celebrar el matrimonio, debe constar que nada obsta a su celebración válida y lícita. 1067) La Conferencia Episcopal establecerá normas sobre el examen de los novios; as como sobre las proclamas matrimoniales u otros medios oportunos para realizar las investigaciones necesarias antes del matrimonio; una vez, cumplido todo esto cuidadosamente, el párroco podrá proceder a asistir al matrimonio.

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1068) En peligro de muerte, si no pueden conseguirse otras pruebas, es suficiente, a no ser que haya indicios contrarios, la declaración de los contrayentes, incluso jurada si es el caso, de que no esté n casados y de que no esté n afectados por ningún impedimento. 1069) Todos los fieles tienen la obligación de revelar al párroco o al Ordinario del lugar, antes de la celebración del matrimonio, los impedimentos de que tengan noticia. 1070) Si las investigaciones las realiza alguien distinto del párroco al que corresponde asistir al matrimonio, comunicará cuanto antes su resultado mediante documento auténtico al mismo párroco. 1071) # 1) Excepto en caso de necesidad, nadie debe asistir sin licencia del Ordinario del lugar: 1) al matrimonio de los vagos (explicar este término del Derecho Canónico); 2) al matrimonio que no puede ser reconocido o celebrado según la ley civil; 3) al matrimonio de quien está sujeto a obligaciones naturales surgidas de una unión precedente, hacia la otra parte o hacia los hijos de esa unión; 4) al matrimonio de quien notoriamente se hubiera apartado de la fe católica; 5) al matrimonio de quien está incurso en una censura; 6) al matrimonio de un menor de edad, si sus padres lo ignoran, o bien se oponen razonablemente. 102

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G.) EXEQUIAS: Es oficio propio del ordenado sacerdote (Obispo, presbítero o diácono). Sin embargo, un laico puede realizar el servicio de exequias. Con la debida preparación y autorizado por la autoridad eclesiástica competente. Respecto a las vestimentas, ya el Sr. Obispo, dará las normas generales. Damos a continuación los números respectivos del Derecho Canónico: 1176) # 1) A los fieles difuntos se les han de dar exequias eclesiásticas, a tenor del derecho. # 2.) Las exequias eclesiásticas, mediante las cuales la Iglesia impetra para los difuntos la ayuda espiritual y honra sus cuerpos a la vez que proporciona a los vivos el consuelo de la esperanza, se deben celebrar a tenor de las leyes litúrgicas. # 3.) La Iglesia recomienda encarecidamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar los cuerpos de los difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a menos que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana. 1.) DE LA CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS : 1177) # 1.) Las exequias por un fiel difunto deben celebrarse generalmente en su propia iglesia parroquial. # 2.) Sin embargo, se permite a cualquier fiel o aquellos a quienes compete ocuparse de las exequias del fiel difunto, elegir otra iglesia para el funeral con el consentimiento de quien la rige y habiéndolo comunicado al párroco propio del difunto. # 3.) Si la muerte ocurre fuera de la propia parroquia y no se traslada a ella el cadáver ni se ha elegido legítimamente una iglesia para el funeral, las exequias se celebrarán en la iglesia de 103

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la parroquia donde ocurrió la muerte, a no ser que el derecho particular designe otra. 1178) Las exequias del Obispo diocesano se celebrarán en la iglesia catedral propia, a no ser que hubiera elegido otra. 1180) # 1.) Si la parroquia tiene cementerio propio, los fieles serán enterrados en él, a menos que el mismo difunto o aquellos a quienes compete ocuparse de la sepultura del difunto hayan elegido legítimamente otro cementerio. # 2.) Por su parte, todos pueden elegir el cementerio de su sepultura, a menos que el derecho se lo prohíba. 1182) Una vez terminado el entierro, se ha de hacer la anotación en el libro de difuntos a tenor del derecho particular. 2.) A QUIENES SE HAN DE CONCEDER O DENEGAR LAS EXEQUIAS ECLESIÁSTICAS: 1183) # 1.) En lo que atañe a las exequias, los catecúmenos deben ser equiparados a los fieles. # 2.) El Ordinario del lugar puede permitir que se den exequias eclesiásticas a aquellos niños que sus padres deseaban bautizar, pero que murieron antes del bautismo. # 3.) Según el prudente juicio del Ordinario del lugar, se pueden conceder exequias eclesiásticas a los bautizados adscriptos a alguna Iglesia o comunidad eclesiástica no católica, a menos que conste su voluntad contraria y mientras no pueda conseguirse un ministro propio.

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1184) # 1.) A menos que antes de la muerte hubieran dado signos de penitencia, deben ser privados de las exequias eclesiásticas: 1) los notoriamente apóstatas, herejes y cismáticos; 2) los que hubieran elegido la cremación del propio cuerpo por razones contrarias a la fe cristiana; 3) los demás pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles. # 2.) Si surge alguna duda, debe consultarse al Ordinario del lugar, a cuyo juicio hay que atenerse. 1185) Al excluido de las exequias eclesiásticas debe denegársele también cualquier Misa exequial. H.) Otros: Le está permitido a cualquier bautizado realizar otras actividades piadosas, tales como: -- Rosarios. -- Novenarios de difuntos. -- Procesiones: si se está autorizado. -- Liturgia de la Palabra: si está debidamente preparado y autorizado. I.) Agua bendita: Ningún laico tiene competencia, ni por el derecho canónico, ni por el párroco, para bendecir utilizando el agua bendita. Es distinto, sin embargo, en el caso de las exequias cuando utiliza el agua bendita. Allí no se bendice al muerto, sino 105

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se asperja agua bendita en recordatorio de su bautismo. Y sí puede usar el agua bendita. Es distinto para los casos de las bendiciones y que es un tema de un capítulo aparte de este material de trabajo pastoral. LA CELEBRACIÓN SIN SACERDOTE CONDICIONES PARA LAS CELEBRACIONES DOMINICALES EN AUSENCIA DEL SACERDOTE a) Circunstancias pastorales: Cuando en algunos lugares no es posible celebrar la misa del domingo, se ha de considerar ante todo si los fieles no pueden acercarse a la iglesia del lugar más cercano para participar en la celebración del misterio eucarístico. La solución se ha de recomendar también en nuestros días e incluso, en cuanto sea posible, conservarla. Esto requiere, no obstante, que los fieles estén rectamente instruidos sobre el sentido pleno de la asamblea dominical y se adapten de buen ánimo a las nuevas situaciones. Se ha de procurar también que, aun sin la misa en el domingo, se ofrezca ampliamente a los fieles, reunidos en diversas formas de celebración, las riquezas de la Sagrada Escritura y de la plegaria de la Iglesia, para que no se vean privados de las lecturas que se leen en el curso del año durante la misa, ni de las oraciones de los tiempos. Entre las varias formas conocidas en la tradición litúrgica, cuando no es posible la celebración de la misa, la más recomendable es la celebración de la palabra de Dios, que oportunamente puede ir seguida de la comunión eucarística. De este modo, los fieles pueden nutrirse al mismo tiempo de la palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. Oyendo la palabra de Dios conocen que las maravillas divinas que se proclaman 106

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culminan en el misterio pascual, cuyo memorial se celebra sacramentalmente en la misa, y en el cual pan por la comunión. Además, en algunas circunstancias, se pueden unir oportunamente la celebración del domingo y las celebraciones de algunos sacramentos, y especialmente de los sacramentales, según las necesidades de cada comunidad. b) Carácter de suplencia: Es necesario que los fieles perciban con claridad que estas celebraciones tienen carácter de suplencia, y no pueden considerarse como la mejor solución de las dificultades nuevas o una concesión hecha a la comodidad. Las reuniones o asambleas de este tipo no pueden celebrarse nunca en aquellos lugares en los que se ha celebrado la misa en tarde del día precedente, aunque haya sido en otra lengua; no es conveniente que tal asamblea se repita. Evítese con cuidado la confusión entre las reuniones de este género y la celebración eucarística. Estas reuniones no deben suprimir sino aumentar en los fieles el deseo de participar en la celebración eucarística y prepararlos mejor para frecuentarla. Los fieles han de comprender que no es posible la celebración del sacrificio eucarístico sin el sacerdote y que la comunión eucarística, que pueden recibir en estas reuniones, está íntimamente unida al sacrificio de la misa. Por este motivo, se puede mostrar a los fieles lo necesario que es rogar para «que los dispensadores de los misterios (de Dios) sean cada vez más numerosos y perseveren siempre en su amor». c) Promovidos por el Obispo o el párroco: Compete al Obispo diocesano, oído el parecer del consejo presbiteral, establecer si en la propia diócesis debe haber 107

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regularmente reuniones dominicales sin la celebración de la Eucaristía y dar normas generales y particulares para ello, teniendo en cuenta las circunstancias de las personas y de los lugares. Por consiguiente, no se organicen asambleas de este tipo, si no es mediante la convocatoria del Obispo y bajo el ministerio pastoral del párroco. No se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raíz y quicio la celebración de la sagrada Eucaristía. Por esto, antes de que el Obispo establezca que se hagan reuniones dominicales sin la celebración de la Eucaristía, además del estudio sobre la situación de las parroquias, deben ser examinadas la posibilidad de recurrir a presbíteros, incluso religiosos, no directamente vinculados a la cura de almas, y la frecuencia de las misas celebradas en las diversas iglesias y parroquias. Se ha de mantener la primacía de la celebración eucarística sobre cualquier otra acción pastoral, especialmente en domingo. El Obispo, personalmente o mediante otras personas, instruirá a la comunidad diocesana con la oportuna catequesis sobre las causas que motivan esta decisión, destacando su importancia y exhortando a la corresponsabilidad y a la cooperación. Él designará un delegado o una comisión especial que cuide de que las celebraciones se desarrollen correctamente; escogerá a quienes han de promoverías y hará que estén debidamente instruidos. Además procurará que los fieles afectados puedan participar en la celebración eucarística el mayor número posible de veces al año. Es misión del párroco informar al Obispo sobre la conveniencia de hacer estas celebraciones en su jurisdicción; preparar a los fieles para ellas; visitarlos alguna vez durante la semana; celebrar para ellos los sacramentos en el momento oportuno, especialmente la penitencia. De este modo, la comunidad podrá experimentar cómo se reúne el domingo no 108

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«faltando el presbítero», sino solamente «en su ausencia» o, más aún, «en su espera. Cuando no sea posible la celebración de la misa, el párroco procurará distribuir la sagrada comunión. Cuidará también de que en cada comunidad se tenga la celebración eucarística en el tiempo establecido. Las hostias consagradas deben renovarse frecuentemente y han de conservarse en lugar seguro. d) Primero: los diáconos: Para dirigir estas reuniones dominicales deben ser llamados los diáconos, primeros colaboradores de los sacerdotes. Al diácono, ordenado para apacentar al pueblo de Dios y para hacerlo crecer, corresponde dirigir la plegaria, proclamar el Evangelio pronunciar la homilía y distribuir la Eucaristía. e) Segundo: los acólitos y los lectores: Cuando estén ausentes tanto el presbítero como el diácono, el párroco designará a laicos, a los que encomendará el cuidado de las celebraciones, es decir, la guía de la plegaria, el servicio de la palabra y la distribución de la santa comunión. f) Otros laicos: Deberá elegir en primer lugar a los acólitos y lectores, instituidos para el servicio del altar y de la palabra de Dios. Faltando también éstos, pueden ser designados otros laicos, hombres y mujeres los cuales pueden ejercer esta función en base a su bautismo y a su confirmación. Éstos sean elegidos atendiendo a su conducta de vida, de consonancia con el 109

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Evangelio; y se tenga en cuenta el que puedan ser bien aceptados por los fieles. La designación se hará habitualmente por un período determinado y se manifestará públicamente a la comunidad. Es conveniente que se haga una plegaria especial por ellos en alguna celebración. El párroco se responsabilizará de dar a estos laicos una oportuna y continua formación y de preparar con ellos unas celebraciones dignas. Los laicos designados considerarán el encargo recibido no como un honor, sino como una misión y un servicio para con los hermanos, bajo la autoridad del párroco. La función no es propia de ellos, sino supletoria, porque la ejercen “donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros”. Y como hemos venido insistiendo desde que tratamos este tema. Hagan todo y sólo aquello que les corresponde por la misión que han recibido. Ejerzan su propia función con sincera piedad con orden, como conviene a esta misión y como les exige justamente el pueblo de Dios. Si en el domingo no se puede hacer la celebración de la palabra de Dios con la distribución de la sagrada comunión, se recomienda vivamente a los fieles que permanezcan en oración durante el tiempo debido personalmente, en familia, o, si es oportuno, en grupos familiares. En estos casos, pueden aprovechar las retransmisiones por radio e televisión de las celebraciones sagradas. Téngase en cuenta, sobre todo, la posibilidad de celebrar alguna parte de la Liturgia de las Horas, por ejemplo, las Laudes matutinas o las Vísperas, en las que se pueden insertar las lecturas del domingo correspondiente. En efecto, cuando los fieles son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo. Al final de esta celebración puede ser distribuida la comunión eucarística. 110

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A cada fiel o a las comunidades que por motivo de persecución o por falta de sacerdotes se ven privados de la celebración de la sagrada Eucaristía por breve, o también por largo tiempo, no por eso les falta la gracia del Redentor. Si están animados íntimamente por el deseo del Sacramento y unidos en la oración con toda la Iglesia; invocan al Señor y elevan a él sus corazones, viven por virtud del Espíritu Santo en comunión con la Iglesia cuerpo vivo de Cristo, y con el mismo Señor... y reciben los frutos del Sacramento. LA CELEBRACIÓN El orden a seguir en la reunión del domingo cuando no se celebra la misa consta de dos partes: la celebración de la palabra de Dios y la distribución de la comunión. No se introduzca en esta reunión lo que es propio de la misa, especialmente la presentación de los dones y la plegaria eucarística. El rito se ordene de tal manera que favorezca totalmente la oración y ofrezca la imagen de una asamblea litúrgica y no de una simple reunión. Los textos de las oraciones y de las lecturas de cada domingo o solemnidad han de tomarse habitualmente del Misal o del Leccionario. De este modo, los fieles, siguiendo el curso del año litúrgico, orarán y escucharán la palabra de Dios en comunión con las restantes comunidades de la Iglesia. El párroco, al preparar la celebración con los laicos designados, puede hacer adaptaciones teniendo en cuenta el número de los participantes y la capacidad de los animadores, y atendiendo a los instrumentos que acompañan el canto y ejecutan la música. Cuando preside la celebración el diácono, debe comportarse de acuerdo con su ministerio, en los saludos, oraciones, proclamación del Evangelio y homilía, distribución de la comunión y despedida de los participantes con la bendición. Debe vestir los ornamentos propios de su ministerio, esto es, el 111

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alba con la estola, y según la oportunidad la dalmática, y ha de usar la sede presidencial. El laico que modera la reunión actúa como uno entre iguales, como ocurre en la Liturgia de las Horas, cuando no preside el ministro ordenado, y en las bendiciones, cuando el ministro es laico (“EI Señor nos bendiga...”, “Bendigamos al Señor...”). No debe emplear las palabras reservadas al presbítero o al diácono, y debe omitir aquellos ritos que remiten de manera directa a la misa, por ejemplo: los saludos, especialmente "El Señor esté con vosotros” y la fórmula de despedida que haría aparecer al laico moderador como un ministro sagrado. Lleve un vestido que no desdiga de esta función, o la vestidura que oportunamente señale el Obispo. No debe usar la sede presidencial, pero se ha de preparar otra sede fuera del presbiterio. El altar, que es la mesa del sacrificio y del convite pascual, será usado solamente para deponer en él el pan consagrado antes de la distribución de la Eucaristía. Al preparar la celebración se ha procurar una adecuada distribución de las funciones, por ejemplo, para las lecturas, para los cantos, etc., y para la disposición y ornato del lugar. El esquema de la celebración consta de los siguientes elementos: a) los ritos iniciales, cuya finalidad es hacer que los fieles que se reúnen constituyan la comunidad y se preparen dignamente para la celebración; b) la liturgia de la palabra, en la cual Dios mismo habla a su pueblo para manifestarle el misterio de la redención y de la salvación; el pueblo responde mediante la profesión de fe y la plegaria universal; c) la acción de gracias, con la que Dios es bendecido por su gloria inmensa; los ritos de la comunión, mediante los cuales se 112

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expresa y se realiza la comunión con Cristo y con los hermanos, sobre todo con aquellos que en cl mismo día participan en el sacrificio eucarístico; e) los ritos de conclusión, con los que viene indicada la relación entre la liturgia y la vida cristiana. La Conferencia Episcopal, o el mismo Obispo, teniendo en cuenta las circunstancias de lugar y de las personas, pueden concretar más la celebración con subsidios preparados por la Comisión nacional o diocesana de Liturgia. No obstante, este esquema no debe cambiar sin necesidad. En la monición inicial, o en otro momento de la celebración, el moderador recuerda a la comunidad con la que, aquel domingo, el párroco celebra la Eucaristía, y exhorta a los fieles a unirse espiritualmente a ella. Para que los participantes recuerden la palabra de Dios, hágase una explicación de las lecturas o el sagrado silencio para meditar lo que se ha escuchado. Puesto que la homilía está reservada al sacerdote o al diácono, se puede optar porque el párroco transmita la homilía al moderador del grupo, para que la lea. La oración universal se desarrollará según la serie establecida de las intenciones. No se omitan las intenciones por toda la diócesis, que el Obispo proponga eventualmente. Asimismo, propóngase con frecuencia la intención por las vocaciones al orden sagrado, por el Obispo y por el párroco. La acción de gracias tendrá lugar de acuerdo con uno de estos dos modelos: a) después de la oración universal o después de la distribución de la comunión, el moderador invita a todos a la acción de gracias, con la cual los fieles exaltan la gloria de Dios y su misericordia. Esto puede hacerse con un salmo o con un himno o un cántico, como el «Gloria a Dios en el cielo», el Magnificat, etc., incluso con una plegaria litánica, que el 113

- Los Laicos –

moderador dice con los demás vuelto al altar, estando todos de pie; b) antes del «Padre nuestro» el moderador se acerca al tabernáculo y, hecha la reverencia, deposita sobre el altar el copón con la santísima Eucaristía; a continuación, arrodillado delante del altar, juntamente con los fieles, ejecuta el himno, el salmo o la plegaria litánica (letanías), que en esta circunstancia debe ir dirigida a Cristo presente en la santa Eucaristía. Por tanto, esta acción de gracias no debe tener de modo alguno la forma de una plegaria eucarística. Los textos del prefacio y de la plegaria eucarística contenidos en el Misal no se han de usar, a fin de evitar todo peligro de confusión. Para el desarrollo del rito de la comunión, se observará cuanto viene dicho en el Ritual Romano acerca de la comunión fuera de la misa. Recuérdese a los fieles alguna vez que, al recibir la comunión fuera de la misa, se unen también al sacrificio eucarístico. Si es posible, para la comunión úsese el pan consagrado el mismo domingo, en la misa celebrada en otro lugar, y llevado por el diácono o por un laico en un recipiente apto (copón o portaviático) y colocado en el tabernáculo antes de la celebración. También se puede usar el pan consagrado en la última misa celebrada allí. Antes de la oración del “Padre nuestro” el moderador se acerca al tabernáculo o al lugar donde está depositada la Eucaristía, toma el recipiente con el Cuerpo del Señor, lo deja sobre la mesa del altar e inicia la plegaria del "Padre nuestro", a no ser que en este momento se haga la acción de gracias. La oración dominical se canta o recita siempre por todos, aunque no se distribuya la santa comunión. Puede hacerse el rito de la paz. Después de la distribución de la comunión, si se juzga conveniente, se puede observar algún momento de silencio, o se 114

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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puede entonar algún salmo o cántico de alabanza. Se puede también hacer la acción de gracias. Antes de finalizar la reunión, se darán los avisos y las noticias que afecten a la vida parroquial o diocesana.

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CUARTA PARTE: LA ESPERANZA CRISTIANA

LA ESPERANZA CRISTIANA

LA REALIDAD ESCATOLÓGICA

El Misterio es trinitario: desde el Padre, en el Hijo por el Espíritu. Y para eso se ha realizado toda la economía de la salvación. Hasta realizarse plenamente, y de una vez por todas, en la persona de su Hijo, Jesucristo. En su pasión y muerte y resurrección. La razón de ser de la Iglesia en el mundo, no es el mundo, como tal, sino su peregrinar por el mundo en vías de la casa del Padre. Hasta aquí, no hay ningún problema. Pero éste se presenta, precisamente, desde aquí. Porque surgen, de inmediato, muchos planteamientos. Y éstos son: ¿significa, entonces, que la Iglesia tiene que prescindir de la realidad histórica concreta del mundo? ¿La Iglesia, y la fe en lo que ella profesa, será un desligarse del mundo terreno para alcanzar "otro mundo" no terreno? Como la meta de la Iglesia está "más allá", ¿qué sucede, entonces, con el "más acá"? ¿Qué cosa es "más allá"? ¿Será "más allá", o "el más allá"? ¿Qué es "el más allá", y, cómo será? ¿Más allá de qué?...¿Qué es la muerte y para qué la muerte? ¿Qué pasará después de la muerte?... Y, de esto, se encarga, precisamente, la Escatología. A.) Escatología: Es la rama de la teología que trata de las postrimerías o fines últimos individuales (muerte, juicio particular, situación del alma) y de retorno de Cristo (fin del mundo, juicio universal, resurrección de los muertos, cielo e infierno). Como esta parte de nuestro trabajo es realmente muy delicada, vamos a valernos de las ideas presentadas por Karl Rahner y de algunos otros autores. Para evitar complicaciones.

- Le esperanza cristiana –

La escatología, dice Rahner, no es algo adicional, sino que muestra una vez más al hombre tal como lo entiende el cristianismo: como el que alejándose de su presente actual existe hacia su futuro. En ese sentido, la esencia del hombre, la antropología cristiana es futurología cristiana, escatología cristiana. El problema está en que el cristiano está siempre tentado de leer e interpretar las afirmaciones escatológicas del cristianismo como reportajes anticipativos de un futuro que está por venir. Sabemos sobre la escatología cristiana lo que sabemos sobre el actual estado histórico-salvífico del hombre. No es que proyectemos algo en el presente desde un futuro, sino que proyectamos hacia su futuro nuestro presente cristiano en la experiencia del hombre consigo y con Dios en la gracia y en Cristo, pues el hombre no puede entender su presente sino como el nacimiento, el devenir y la dinámica de un futuro. Él entiende su presente en tanto lo comprende como arranque, como apertura de un futuro. Esta es la diferencia entre escatología real y apocalíptica como un tipo determinado de utopía teológica. La escatología es la mirada del hombre a partir de su experiencia de la salvación, que él hace ahora en la gracia y en Cristo. La apocalíptica utiliza imágenes. Pero son imágenes que quieren decir algo muy especial y auténtico. Y es lo que pertenece a los novísimos, es decir, la muerte, juicio particular, purgatorio, cielo, infierno, retorno de Cristo, resurrección de los muertos, juicio universal, fin del mundo. B.) Apocalíptica: Uno de los problemas que generalmente nos genera el pensar en esas realidades, es, precisamente, la apocalíptica. Producidos por el mundo e imágenes de la apocalíptica. Por lo general se piensa en un final catastrófico de la historia del mundo en el que el sol, la luna y las estrellas se obscurecerán y 118

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caerán de sus órbitas; peste, hambre, guerra y asesinatos sobre la tierra; la trompeta del juicio final a cuyo sonido los sepulcros se abrirán, los muertos resucitarán y se congregarán para el juicio; el libro donde consta todo pecado cometido en la vida sobre la tierra que se abrirá para el juicio, etc. El problema está en que esas imágenes en vez de ser comprendidas como imágenes, se hayan tomado como informaciones que había que tomar al pie de la letra y luego se identificara con la fe cristiana. C.) Carácter oculto de las postrimerías: Dios es el futuro absoluto del hombre. Y esto es lo propio de la antropología cristiana. El misterio imbarcable, que debe venerarse en silencio. Por eso nosotros, como cristianos, no hemos de hacer como si conociéramos familiarmente el cielo. Porque todo sigue siendo un misterio. Y un misterio que debemos venerar en silencio desprendiéndonos de toda imagen ante lo inefable. D.) La esperanza cristiana tras las imágenes apocalípticas: En la escatología, como señala otro autor, no se trata de componer una geografías de las campiñas celestes, sino de señalar en qué dirección hay que buscar el "cielo" y en qué experiencias actuales se anuncia. Es un lenguaje altamente adecuado para la esperanza. Se trata de imagen y no de información. No es después de acabada la historia del mundo que aparecerá el reino de Dios; éste ya es una realidad actual. El tiempo nuevo no empieza con violencia, con el ímpetu de acontecimientos de política mundial o cósmicos, que llevan a la 119

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ruina todo dominio contrario a Dios, sino con la entrega, con el sacrificio de Cristo, con la sangre del cordero. Así, en la devoción apocalíptica arraigan unos contenidos centrales de la esperanza cristiana: -- la fe en el poder absoluto de Dios, que supera todo el poder del mundo; -- la esperanza de que Dios, incluso en la catástrofe total, es capaz de abrir todavía un futuro; -- relacionado con esto: la esperanza en la resurrección de la muerte; -- para toda la humanidad (universalismo apocalíptico). E.) El reino de Dios: Por "reino de Dios" y, más todavía, por "reino de los cielos", muchos entienden un mundo aparte, que está más allá de las nubes, y al que se llega después de la muerte. Pero se trata, todo lo contrario, de una realidad completamente de aquí, que actúa y se experimenta en esta vida terrena. En ninguna de las palabras de Jesús encontramos una definición de "reino de los cielos". Quizás, porque es una realidad que incluye de tal manera a los que creen en ella, que no se deja describir "objetivamente", desde fuera, sino que sólo puede ser vivida, experimentada y comprendida por aquellos que se aventuran en ella. Sin embargo, podemos decir que el reino de Dios significa: -- la proximidad de Dios mismo, una proximidad que acoge, perdona y endereza, el perdón de los pecados; -- la curación y liberación del hombre de todo aquello que le atormenta y le impide ser hombre...

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-- una nueva conducta de los hombres con sus semejantes: final de todo trato injusto con los otros, fraternidad en vez de dominio... -- plenitud de la vida: pan y vino en abundancia para todos; -- liberación del dominio de la muerte. Y en donde la imagen del reino de Dios es el convite: reino de Dios que significa alegría, comunidad, compartir, saciarse, unión con Dios. F.) "Ya" y "todavía no": Y, ¿cuándo será todo eso? Por un lado "ya" llegó: "El reino de Dios ha llegado a vosotros" (Lc 11, 20); "El reino de Dios ya está en medio de vosotros" (Lc 17, 21). Pero, por otra parte, "todavía no", pues los discípulos tienen que rezar que, "venga tu reino" (Lc 11, 2; Mt 6, 10). Y en la última cena: "Ya no beberé del producto de la vid hasta aquel día en que lo beba de nuevo en el reino de Dios" (Mc 14, 25). Y ese "ya" y "todavía no" es lo que se quiere indicar cuando se dice que el reino de Dios es una realidad escatológica. Se trata de experiencias que los creyentes han hecho con Jesucristo. De una realidad que está operante, hoy, entre nosotros y al mismo tiempo despierta la esperanza de un futuro mejor. Lo que significa que el cristiano tiene que colaborar ya en el cambio del mundo, a vivir ya ahora el reino de Dios. Es decir, se trata de la dialéctica entre lo presente y lo futuro. Y, esto, es lo que constituye la dinámica propia de la esperanza cristiana.

G.) La Parusía: 121

- Le esperanza cristiana –

Tiene dos traducciones. La primera significa el retorno de Cristo. Y la primera idea que nos da es la repetición de la venida de Cristo. Lo que supone tres fases: una, la primera venida: el nacimiento y la vida terrena de Jesucristo. La segunda: muerte y resurrección. Y la tercera: su nueva venida, al fin de los tiempos. Esta manera tiene presente la sentencia de Marcos 13, 30: "Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda". También Hechos 1, 11: "vendrá otra vez de la misma manera que le habéis visto irse al cielo". Pero tiene una desventaja, que consiste en ver este tiempo como intermedio para la segunda venida de Cristo. La segunda manera ve la venida de Cristo, no tanto como una repetición, sino como aumento y desbordamiento definitivo de la presencia de Cristo que ya es un hecho ahora. Cristo viene en la vida comunitaria de los cristianos, en la predicación de la Iglesia, en la partición del pan (Lc 24, 13-35). El tiempo intermedio es la Iglesia. La Parusía afirma los dos extremos: De cara al futuro: vendrá el día en que Cristo reine. Existirá el mundo que él anunció y ya empezó con su vida: el reino de Dios. El mundo en el que vivimos será transformado por su poderosa presencia: juzgado y consumado. De cara al futuro: la historia sigue su curso pero contamos con el encuentro con Cristo: en la exigencia concreta del amor al prójimo, en la asamblea en su nombre, en la celebración de la eucaristía. Es el encuentro con el mismo Cristo con quien nos encontraremos al final cara a cara. Y este encuentro es juicio, en el sentido de que optamos por o contra Cristo. Es una victoria sobre la muerte, resurrección y vida eterna, en el sentido de crecimiento de nuestra comunidad de vida con Cristo. Y es reino de Dios, en el sentido de que transformamos un trozo del mundo. Como señala otro autor que es cierto que la redención de la creación pasa por la cruz de Jesús, pero el objetivo de la economía de la cruz es restablecer la creación, como dice la 122

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liturgia de la vigilia pascual: «Oh Dios, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste... » La «nueva creación» no es una segunda creación, sino la restauración, la renovación, la transfiguración de esa primera creación. Dios no hizo el primer mundo para que salte en pedazos. Desea que todo lo que ha creado se salve. Los «nuevos cielos y la nueva tierra» son este mundo salvado por Dios. Dios no tiene «mundos» ni «humanidades» que desperdiciar; Dios no hace las cosas para que se pierdan o se destruyan, se arrinconen y se sustituyan por otras. H.) El juez es Jesucristo: El juez no es otro que Jesucristo: "Él es el constituido por Dios juez de vivos y muertos" (Hech. 10, 42). Se trata de la orientación de la historia universal, y no tanto, de una información de cómo será. Esto significa que la historia del mundo se decidirá en el sentido de Jesús. El futuro pertenece al reino de Dios. Jesucristo es la medida decisiva del juicio y también el criterio decisivo para saber qué conducta ética significa prosperar en la vida y cuál significa fracasar. El juicio será decir quién optó por Él y quién no. En donde el amor a Dios y al prójimo van juntos, pero como práctica y no como conocimiento. Y en donde el estilo es al estilo de Jesucristo, es decir, como redentor: salvación y redención para todos. Y en donde el juicio ya es una realidad: "El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene ya quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado, ésa lo juzgará en el último día (Jn 12, 48). Es decir, es un juicio que es "autojuicio". I.) Vida eterna:

El concepto de "vida eterna" no se refiere al tiempo, sino a la cualidad de la vida. Tampoco es un concepto que solamente hace referencia a después de la muerte. "Vida eterna" significa 123

- Le esperanza cristiana –

plenitud de vida, felicidad sin límites, que, de forma fragmentaria y limitada, ya aparece en las experiencias felices de la vida. La vida eterna no sustituye la vida terrena, sino que empieza en ella. No se da a cambio de la vida presente, sino que la consuma. Jn. 3, 36: "El que cree en el Hijo, tiene vida eterna"... Jn 5, 24: "Les aseguro que quien presta atención a lo que yo digo y cree en el que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, pues ya ha pasado de la muerte a la vida". Jn 6, 40: "Porque la voluntad de mi Padre es que todos los que miran al Hijo de Dios y creen en él, tengan vida eterna"...Jn 40, 47: "les aseguro que quien tiene fe, tiene vida eterna"... A MODO DE CONCLUSIÓN Dios quiere la salvación de los hombres. Dios escoge y prepara un pueblo. Dios envía a su Hijo: la revelación del Padre. El Hijo, muere en la cruz, después de hablarnos del Reino de los Cielos. Funda la Iglesia. La Iglesia celebra esa muerte del Hijo, con la fuerza del dinamismo del Espíritu Santo, en la Eucaristía. La Iglesia se convierte, por iniciativa de su fundador, en la responsable de la verdad: Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio: clave para entender el plan de salvación de Dios. O sea, "ya, pero todavía no"... Es decir, en vías escatológicas.

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QUINTA PARTE: ERRORES DE UNA FALSA VISIÓN DE IGLESIA

ERRORES DE UNA FALSA VISIÓN DE IGLESIA PROBLEMAS QUE GENERA UNA FALSA VISIÓN DE IGLESIA

Parece mentiras pero por carecer de una auténtica visión de la Iglesia, se puede caer en un grave error e inclusive se puede vivir sectariamente, sin saberlo. En esta parte podemos, ahora, vislumbrar los posibles errores que se generan de una falsa visión de la Iglesia. Sobre todo, de lo perjudicial que resulta una no auténtica visión de Iglesia. A.) Iglesia popular: En contraposición a una Iglesia jerárquica se generó en un tiempo un intento de Iglesia popular. Hasta se publicaron libros, sobre todo en América Latina, en los que se proponía con mucha sutileza la necesidad de crear una Iglesia del pueblo y para el pueblo. Con todo lo bonito y novedoso que pueda sonar, no podemos dejar de sorprendernos al comprender en esta concepción una visión de Iglesia demasiado inmediatista. Respondía a ello un influjo de ideologías reinantes en las que se llegaba a relacionar a Cristo con un revolucionario más y en la que era preciso tomar las armas para deshacerse de la situación de opresión que se vivía. Se creía que la Iglesia jugaba un papel preponderantemente social en la historia y había que transformar la sociedad a la fuerza. Hasta muchos sacerdotes se enrolaron en las armas para oponerse a la situación social de opresión. En Colombia, para citar un caso, por lo menos, tenemos la historia del padre Camilo Torres. Muchas historias parecidas tenemos también en Centro América (Nicaragua). Otra manera sería también la tendencia espiritualista, como lo señala el padre Antón en su libro La Iglesia de Cristo. Y no es otra cosa que una tendencia a liberarse de toda vinculación

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institucional con la Ekklesia de Cristo hoy. Como fruto de un monofisitismo eclesiológico, paralelo al monofisitismo cristológico. B.) La teología de la liberación: Como es de suponer la manera de una Iglesia popular, no sólo era en el plano social y práctico, sino también a nivel ideológico. La teología de la liberación, en un Gustavo Gutiérrez, se encargaba de justificar la violencia como medida posible para transformar la sociedad. No deja de ser realmente interesante y bastante enriquecedor el análisis que este autor hace en su obra. Pero, como análisis es nada más que un aporte sociológico del que debemos, sin embargo, reconocer que su gran mérito consiste en hacer sentir que la realidad de América Latina es muy distinta de la de Europa. Y que no podemos vivir copiando los patrones europeos para las circunstancias del tercer mundo en subdesarrollo. Esto es realmente un aporte. Allí estriba su gran aporte, con todo lo escandaloso y peligroso que resultaba hablar de la teología de la liberación. Hoy, ya pertenece a la historia. Esta teología del tercer mundo, como la llamaban, representaba un temor para la unidad de la Iglesia. Se temía de la teología de la liberación. Y cualquiera que tocara los temas sociales de la Iglesia, con cierta insistencia, corría el peligro de ser catalogado de revolucionario y hasta de marxista. La muerte de la teología de la liberación sucede después de la caída del Muro de Berlín y de la Perestroika. Con ello el sistema marxista muere como sistema político, por lo menos en Europa. Pero, más en concreto, con la secularización de Leonardo Boff, en el año 1992, uno de sus más grandes representantes. Leonardo Boff había publicado Iglesia, Carisma y Poder. En este libro proponía abiertamente que era necesario reformar la Iglesia. Hacer de ella una promoción de los carismas 127

- Errores de una falsa visión de la Iglesia –

y no tanto la estructura de poder, que él veía como una contradicción con el Evangelio. La Iglesia tenía que ser popular, en la que sus autoridades deberían ser escogidos por el mismo pueblo, pues uno escogido por el propio pueblo iba a saber las necesidades de su gente, sus angustias, etc... Y esto suena muy bien. Pero representa un verdadero problema, pues, se crea la conveniencia política de los cargos y ministerios dentro de la misma Iglesia. Y es un verdadero problema... Otro de los graves problemas, es que, la teología de la liberación veía a Cristo sin la verdadera dimensión de Mesías, para insistir más en el plano meramente histórico. Y esto representa un problema cristológico, ya que Cristo, la palabra hecha carne, ha venido, mandado por el Padre a redimir a la humanidad, por la muerte en Cruz. Y como es de suponer, una no auténtica cristología, trae como consecuencia, una no auténtica eclesiología. Ya que si Cristo, era solamente, un revolucionario social, la Iglesia, también, tendría que ser revolucionaria. C.) Iglesia nacionalista: Recordemos las cuatro notas características de la Iglesia, y que hemos reseñado en alguna otra oportunidad: la unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad. Bien. El nuevo problema reduccionista de la Iglesia, también a través de la historia, es el peligro de identificar a la Iglesia como una propiedad nacionalista, en oposición con Roma. En el caso concreto de Venezuela tenemos la época de Guzmán Blanco, en la que se llegó a una intromisión del Estado en los asuntos internos de la Iglesia. Es lo que se ha denominado en la historia de la Iglesia universal, como "Cesaropapismo". Hubo, inclusive, un tiempo en que se llegaba a decir que la Iglesia era una, católica, 128

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apostólica y venezolana. Esto es fruto de una visión no auténtica de la Iglesia. Y esto es una intromisión. D.) Iglesia, de los grupos de apostolado: Lamentablemente, mucha gente de entre nuestras parroquias, después de una satisfactoria experiencia fuerte de Dios, a través de cualquier grupo pastoral o parroquial, ha quedado tan marcada y tan autosuficiente que llegan a considerar que la Iglesia está equivocada en su comportamiento pastoral. Historias infinitas y repetidas, cada vez, se suceden en nuestras parroquias. Cada una con su enfoque particular: algunas politizadas y otras en aras de una falsa experiencia de Dios. No ha habido grupo pastoral que se haya escapado de un arrebato tal. Lo peor de todo, es que, por lo general, se trata de gente activa de las parroquias, pero a las que se les ha subido el amor de Dios y la sabiduría a la cabeza. Y lo que ha requerido mucho tiempo de construir por parte de cada sacerdote, en su tiempo de estudio y de formación, y de unidad diocesana en la constante formación; éstos, que descubren el agua tibia en una experiencia religiosa fuerte, se llegan a ser más sabedores que los sabios mismos y más papistas que el Papa. Es lamentable. Y eso es una falsa concepción eclesiológica y una falsa espiritualidad, como consecuencia, inclusive, de una visión espiritualista y personalista de la Iglesia. Es importante señalar que los grupos son una experiencia dentro de la Iglesia. Y no la Iglesia una experiencia dentro de los grupos, aunque ellos estén saboreando la experiencia de Dios, a través de la Iglesia. Pues no necesariamente se da la relación exacta de experiencia de Dios de los grupos y de Iglesia, simultáneamente. Lo ideal sería que así fuera, en una auténtica comunión eclesial. Tampoco se trata de negar la importancia del rol del laico dentro de la Iglesia, ni tampoco de crear la separación o la división entre los miembros de la comunidad 129

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cristiana, como señala el Directorio para el Ministerio y la vida de los presbíteros, en el número 18. Todo lo contrario. Se trata de comprender la distinción entre sacerdocio común y sacerdocio ministerial y de saber que ambos tienen una función peculiar y una vocación específica (1 Cor. 12, 12). Como de respetar lo que Cristo ha querido para su Iglesia, en la que no todos son pastores, ni todos sabios, ni todos tienen los mismos carismas; sino que cada uno con el don que el Señor le ha otorgado presta sus servicios en función de la unidad de la comunidad, guiada por el Espíritu Santo, y bajo la conducción sabia del Magisterio de la Iglesia, como hemos visto en el capítulo anterior. No significa que se quiere decir, absurdo fuera, que se trate de un grado de más santidad del sacerdocio ministerial respecto al sacerdocio común de lo fieles, como señala la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los Sacerdotes. Además, la Iglesia le da derechos y facultades propias y específicas a los fieles. Ya lo determina el Derecho Canónico, en los números 298-311. Y de los cuales las ideas principales son, que los fieles: poseen la facultad de crear asociaciones; pero con la respectiva aprobación de la autoridad competente, para poder llamarse "católica", sobre todo, si estas asociaciones se proponen transmitir la doctrina cristiana en nombre de la Iglesia, o promover el culto público. Una misma persona puede pertenecer a varios grupos. Es importante precisar que la Iglesia no es una experiencia religiosa subjetiva, como lo señala el teólogo Karl Rahner, sino que ésta está circunscrita a la comunidad eclesial. La Iglesia, dice, Rahner, es más que una organización meramente práctica, humanamente inevitable para cumplir y satisfacer necesidades religiosas. Señala, igualmente, que la Iglesia es más que una mera organización social del creyente. El cristianismo es esencialmente más que asunto y objetivación del propio estado subjetivo, piadoso, y de la conciencia religiosa del 130

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hombre. La Iglesia no es aquello que constituyen cristianos piadosos despertados por Cristo para seguir desarrollando su propia subjetividad religiosa, sino la llegada de la historia de la salvación en Jesucristo; entonces, está claro, dice, que la Iglesia no puede estar formada por el hecho de que cualesquiera grupos de cristianos organicen. E.) Democraticismo: En el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, se señala que una de las tentaciones actuales consiste en eliminar toda diferencia de función entre los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, negando en la práctica la doctrina cierta de la Iglesia acerca de la distinción entre el sacerdocio común y el ministerial. Reconoce el documento, que a pesar de que la Iglesia ha defendido abiertamente la democracia, en vías del reconocimiento de la dignidad de la persona humana, no se puede transferir a la Iglesia la mentalidad y la práxis, que se dan en algunas corrientes socio-políticas de nuestro tiempo. Precisamente, porque por el misterio de salvación, al que ella está circunscrita, por su propia naturaleza, hace que la Iglesia sea una realidad diversa de las sociedades solamente humanas. El "democraticismo" constituye una tentación gravísima, continúa el documento, pues lleva a no reconocer la autoridad y la gracia capital de Cristo y a desnaturalizar la Iglesia, como si ésta no fuese más que una sociedad humana. Una concepción así acaba con la misma constitución jerárquica, tal como ha sido querida por su Divino Fundador, como ha siempre enseñado claramente el Magisterio, y como la misma Iglesia ha vivido ininterrumpidamente. No se puede admitir una mentalidad que tiende a confundir las tareas de los presbíteros y de los fieles laicos, o a no distinguir la autoridad propia del Obispo de las funciones de 131

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los presbíteros como colaboradores de los Obispos, o a negar la especificidad del ministerio petrino en el colegio Episcopal. Una de las tentaciones de ese democraticismo en la Iglesia consiste en la llamada "clericalización" del laicado, que no es otra cosa que la actitud de disminuir el sacerdocio ministerial del presbítero. Y eso conlleva el olvidar la auténtica vocación y misión eclesial de los laicos en el mundo. Bien lo señala, también, la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los sacerdotes, que colaborar, en el caso concreto del trabajo de los laicos, no significa sustituir. Aquí no podemos dejar de referir la carta “Sacerdotium ministeriale”, del 6 de agosto de 1963, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunas cuestiones concernientes al ministro de la Eucaristía. En ella se previene del error, algún tiempo difundidas, de que el ministerio de los Obispos y de los presbíteros, no se diferenciaría del sacerdocio común por la participación del sacerdocio de Cristo en sentido estricto, sino solamente por razón de su ejercicio. De lo que se deduciría la negación del sacramento del Orden, altamente valorado por la Iglesia en razón de la apostolicidad. La apostolicidad de la Iglesia, dice la carta en su defensa, no significa que todos los creyentes sean Apóstoles, ni siquiera en modo colectivo; y ninguna comunidad tiene la potestad de conferir el ministerio apostólico, que fundamentalmente es otorgado por el mismo Señor. Y aunque todos los bautizados gocen de la misma dignidad ante Dios, en la comunidad cristiana, que su divino Fundador quiso jerárquicamente estructurada, existen desde sus orígenes poderes apostólicos específicos, basados en el sacramento del orden. F.) Cristo, sí; la Iglesia, no: 132

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Otra manera errada de ver la Iglesia es separada de Cristo. A mucha gente, sobre todo entre jóvenes, a quienes no les convence la manera de la Iglesia, optan por el mensaje de Cristo, mas no el de la Iglesia. Esta tendencia fue muy fuerte entre los años 60-80, cuando se buscaba la liberación en todo sentido. No deja, todavía de existir, esta manera de pensar. Algunos, inclusive citan a Mahamma Ghandi para ampararse en ese su comportamiento. G.) A modo de conclusión: No debemos olvidar que se trata de trabajar en la Iglesia, para la Iglesia y con la Iglesia. Se trata de comprender lo que reitera el Concilio Vaticano II, en la Presbyterorum Ordinis, número 2b, citando la carta a los Romanos 12, 4, de "que no todos los miembros tienen la misma función". Sino de estimular el trabajo respetuoso y de edificación con un fiel sentido de Iglesia (sensus Ecclesiae), como apunta la Instrucción sobre algunas cuestiones de la colaboración de los fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los sacerdotes. Es verdad que el Espíritu Santo concede carismas y dones. Pero, también es verdad que este mismo Espíritu mantiene la unidad eclesial y su continuidad a través del tiempo. H.) DIVISIÓN EN LA IGLESIA, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO: 751) Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía, el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos. 133

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752) Si bien no es un asentimiento de fe, se ha de prestar sin embargo un asentimiento religioso del entendimiento y de la voluntad a la doctrina que el Sumo Pontífice o el Colegio Episcopal enseñan acerca de la fe y de las costumbres, en el ejercicio de su magisterio auténtico, aunque no sea su intención, proclamarla con un acto definitivo; por tanto, los fieles cuidarán de evitar todo lo que sea incompatible con la misma. 754) Todos los fieles están obligados a observar las constituciones y decretos que la legítima autoridad de la Iglesia otorga para proponer la doctrina y rechazar las opiniones erróneas, y de un modo especial, las que promulgan el Romano Pontífice o el Colegio Episcopal.

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SEXTA PARTE: — MINISTERIO DE EL LECTORADO — MINISTERIO DE EL ACOLITADO

MINISTERIO DE EL LECTORADO En la primera parte hemos dado todos los elementos necesarios para comprender el misterio de la Iglesia en el mundo. En esta segunda parte daremos algunos elementos teóricos y prácticos sobre el ministerio del lectorado y del acolitado. 1) PARTE TEÓRICA A.) EL MINISTERIO DEL LECTOR: FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA-BÍBLICA:

SU

El ministerio de lector es inseparable de la Palabra de Dios que es "espíritu y vida". En la historia de la Salvación, la lectura de las Sagradas Escrituras ocupan un lugar fundamental y se torna una exigencia para el Pueblo de Dios. Cristo mismo la leyó en la Sinagoga (Lc 4,17) y en sus enseñanzas hizo continuas referencias a las lecturas bíblicas: "¿No habéis leído...?" (Mr 12, 3-5; Mc 12, 10). Tradicionalmente, en la Iglesia se lee la Biblia tanto. privada como públicamente. La lectura pública es hecha, sobre todo, en la celebración de los Sacramentos, y de un modo muy especial en el de la Eucaristía, que es su coronación. Por eso el oficio de lector se encuentra muy ligado a la liturgia (a todos los sacramentos) pero no se limita a ella por cuanto el lector es todavía un laico; y, como tal, está inserto en el mundo y las realidades temporales son su lugar propio. A los laicos (y, en consecuencia, también al lector) pertenece, por propia vocación, buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su existencia está como entretejida (LG 30).

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En este medio familiar y social, el lector desempeña y ejerce su apostolado. Como tarea eclesial se le ha encomendado de la Palabra de Dios, conforme al plan salvífico el cual consiste en salvar a todos los hombres conformándolos a la imagen de su Hijo Jesucristo en una comunidad (cf. Ef 1, 1-7). Como Cristo fue enviado por el Padre, del mismo modo, Él envía a su Iglesia por todo el mundo diciendo a los Apóstoles: "Id y enseñad a toda la gente bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a todo cuanto yo os he mandado" (Mc 28, 19-20). Y la Iglesia cumple con su tarea evangelizadora sirviéndose de sus ministros, al modo de instrumentos. Para la Iglesia, la evangelización es una urgencia y debe ir por el mundo entero a predicar el Evangelio a toda creatura" (Mt 1.6, 15). De esta urgencia participa el ministerio de lector en medio del mundo. El lector, en cuanto laico, trabaja por el Reino de Dios "ordenando los asuntos temporales". Para él, leer la Palabra de Dios es anunciarla y proclamarla al mundo, "insistiendo con oportunidad o sin ella" (2 Tim 4,2). La salvación nos viene de Dios por Cristo y nos es dada en la Iglesia mediante la enseñanza y la proclamación de la palabra por parte de sus ministros. Así, el ministerio de lector es una participación en el único ministerio de la Nueva Alianza (el de Cristo) y es un servicio a la iglesia, que es un "pueblo sacerdotal" (Apocalipsis 1,6) y que se levanta en medio de los hombres como "sacramento universal de Salvación" (LG). De este modo, este ministerio pertenece al único ministerio confiado por Cristo a su Iglesia, que es el de apacentar al Pueblo de Dios y más que una respuesta a las necesidades eclesiales de hoy, es una expresión de la ministerialidad esencial de la Iglesia porque "se reparten diversas clases de ministerios pero uno mismo es el Señor" (1 Cor 12, 4-5). Por eso, todo ministerio tiene algo de la función sacerdotal y profética de Cristo porque Él es el Buen Pastor que 137

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guía a sus ovejas con la enseñanza de la verdad y ofrece su vida en sacrificio por ellas. B.) ORIGEN E HISTORIA DEL MINISTERIO DEL LECTOR: El oficio del lector tiene su origen en el Antiguo Testamento. Desde muy antiguo el Libro del Señor (Ex 24,7 Job 8,34) es leído públicamente. Moisés leyó al pueblo el Libro de la Alianza y Josué el Libro de la Ley. En la época del profeta Isaías (s. VIII a de C.) se habla de la lectura del Libro del Señor (Is 34, 16). En los libros del Nuevo Testamento encontramos muchas referencias a estas lecturas que se hacían en el Antiguo Testamento (Hc 13, 27 - 15, 21). El libro de Nehemías nos presenta a Esdras y a los levitas cumpliendo la tarea de lectores en la ceremonia previa a la reconstrucción del templo (Hc 8, 7). Según Flavio Josefo (s. I. de C.) los judíos habían recibido la orden de su Legislador Supremo de congregarse una vez por semana para leer la Ley y penetrarla (Contra Apol. 2,17). Sabemos que una vez Jesús hizo de lector en la Sinagoga (Lc 4, 17) donde leyó el pasaje del profeta Isaías que luego explicó a sus oyentes. El lectorado se convirtió en un cargo eclesiástico específico; podemos comprobarlo en los escritos de los primeros Padres. Así encontramos que Tertuliano (s. II) se refiere a la Iglesia de Roma que lee la Ley y los Profetas junto con los Evangelios y las Cartas de los Apóstoles (Liber Praescriptionis, 36) y se queja de que los herejes confunden de tal modo las cosas que llegan a admitir como lector a quien antes había sido Diácono . 138

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San Justino (s. II) habla de las lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento o en las reuniones de los cristianos (Apol.I, 67). San Isidoro de Sevilla (s, VII) recapituló las antiguas tradiciones de la Iglesia y distingue al lector (a quien se le exige buena pronunciación) del salmista (a quien se le pide modulación). San Cipriano (s. II) habla de las cualidades que adornan al lector. La Iglesia, luego de recibir del Antiguo Testamento, por medio de la Sinagoga, el oficio del lector sagrado, le encomendó a algunos de sus cristianos para incluirlo en el nuevo culto. El lectorado se confería "con un rito especial mediante el cual el fiel, una vez obtenida la bendición de Dios, quedaba constituido dentro de una clase o grado a fin de desempeñar su determinada función eclesiástica. Por varios siglos, el lectorado fue una de las Ordenes menores, previas al diaconado y al presbiterado. En el año 1972, S.S. el Papa Pablo VI dispuso que en adelante el lectorado fuera un ministerio estable para el suministro de la Palabra de Dios al pueblo. Pero esta estabilidad no implica que el lector deba permanecer necesariamente en ese ministerio; puede acceder a otros ministerios, tanto eclesiales como jerárquicos, de acuerdo con su propia vocación. C.) SU NATURALEZA: 1.) TODO MINISTERIO ES UN "SERVICIO": Aquí se trata del "servicio" a la Palabra de Dios eventualmente explicada. Ya en el Antiguo Testamento se veía la necesidad de los lectores religiosos quienes debían leer en los rollos o pergaminos 139

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y, muchas veces, hasta en las mismas piedras, el origen, el desarrollo y el destino del Pueblo de Dios. Y se trataba de una tarea fundamental como aparece en la historia de la reconstrucción del Templo, en la que el escriba Esiras y los levitas son los lectores ante el pueblo congregado que escucha con avidez. Posteriormente, en la historia de la Iglesia, el lector se renueva. El mismo es una creatura nueva por el Bautismo. Lee tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, es decir, al cumplir sus funciones, saca de "su tesoro" cosas nuevas y viejas. Expresa de un modo peculiar a Cristo Profeta. Cristo es la manifestación del Padre, la imagen de Dios, su Verbo o Palabra. Los Apóstoles, a su vez, que tocaron al Verbo de la Vida y lo escucharon, son la expresión profética del Hijo, en la Iglesia y para la vida del mundo. El lector, dentro de los límites de su participación, está dentro de esa línea profética. Lee, entiende, asimila y proclama vivamente, con su expresión personal, la Palabra de Dios, contribuyendo a su revelación entre los hombres. La función del lector prolonga a la Revelación que Dios hizo de Sí mismo en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Como se ha dicho, en su nueva modalidad, no se injerta en orden jerárquico de la Iglesia; pero el sacramental, que le ha instituido, le brinda la potestad de ejercer sus funciones oficialmente y lo liga establemente a la jerarquía y al Pueblo de Dios. Adquiere un nuevo vínculo, dentro de su laicidad, con la comunidad; a cuyo servicio es puesto con múltiples, variadas y continuas ocasiones de ejercer el apostolado profético del Reino de Dios, desde, por y a través de la Iglesia. 2.) SUS CARACTERÍSTICAS LAICALES:

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Los seglares también pueden sentirse llamados (vocación percibida subjetivamente) o ser llamados (por la Iglesia a través de la jerarquía) a colaborar con sus Pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de éstas; ejerciendo ministerios muy diversos según la "gracia y los carismas que el Señor quiera concederles" (EN 73). Como toda vocación, es un don gratuito de Dios que debe ser recibido con "agradecimiento y consuelo" (LG 12). Junto al sacerdocio ministerial, "la Iglesia reconoce un puesto a ministerios sin orden sagrado, pero que son aptos para asegurar un servicio especial a la Iglesia" (EN 73) porque "a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad" (1 Co 12, 7). La fuente del ministerio de lector no es el Orden Sagrado, según se ha dicho, sino los sacramentos del Bautismo y la Confirmación los cuales llevan consigo la exigencia de "confesar delante de los hombres la fe que recibieron de la Iglesia" ( LG 11) con sus palabras y con sus obras; porque Cristo, Profeta grande, que, por el testimonio de su vida y por la virtud de su palabra, proclama el Reino del Padre, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria; no sólo a través de la jerarquía, que enseña en su nombre y con su potestad, sino también por medio de los laicos; a quienes, por ello, constituye en testigos y los ilumina con el sentido de la fe y la gracia de la palabra para que la virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social (L G 35). En este ámbito de la vida cotidiana familiar y social, el ministro laico está al servicio de todos los hombres por medio del testimonio de vida, pregonando la Palabra de Dios (Hb. 11, 11); y a través de la consagración del mundo ofreciendo toda su vida, y la vida de la comunidad a la cual anima, como hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo" ( 1 Pe 2, 5). Todo lo que ha aportado en el servicio a los hombres mediante su ministerio pasará a enriquecer, finalmente, a la Eucaristía que es la culminación de toda la vida cristiana. 141

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Para el lector esto significa que debe asemejarse a Aquél de cuyo ministerio participa, tanto en el espíritu de pobreza como en el de obediencia, del servicio y de la caridad porque es lo que conviene al que ha de dispensar los ministerios divinos. D.) LA CONDICIÓN DEL LECTOR EN EL PUEBLO DE DIOS: En cuanto proclamador de la Palabra de Dios, el ministro lector debe trabajar celosamente por conocer más profundamente la verdad revelada e impetrar insistentemente de Dios el don de la sabiduría (cf. LG 35). El ministro lector es un laico a quien se ha acercado la jerarquía de la Iglesia y le ha confiado una misión específica de un modo oficial y público lo cual le exige una respuesta que ser dada con su propia vida porque antes era tinieblas ahora es luz en el Señor (Ef. 5,8) de modo que, elegido es de Dios, consagrado a El y objeto de su predilección, revestirse de misericordia, de bondad y de humildad, y de caridad (cf. Col 3, le). Como ministro de la Palabra, debe conocer, amar y vivir la Palabra a la cual quiere servir a fin de que no salga de su boca "palabra desedificante sino la que sirva para la necesaria comunicando gracia a los oyentes" (Ef 4 29). Sólo los que viven y practican la Palabra de Dios podrán luego ofrecerla "a los hombres en una continua evangelización" (P 745). Sólo los que, como María, encarnan en sus vidas la Palabra de Dios, sabrán transmitir toda la riqueza del Evangelio a fin de llevar a los hombres a que también ellos, la conozcan y la practiquen hasta alcanzar el esplendor de la vida sacramental en la gracia. Por eso la carta Ministeria Quaedam establece que el lector, consciente de la responsabilidad adquirida, procure con 142

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todo empeño y ponga los medios aptos para conseguir cada día más plenamente el suave y vivo amor, así como el conocimiento de las Sagradas Escrituras, para llegar a ser más perfecto discípulo del Señor. El ministro lector ha de conocer y amar la Palabra de Dios como se busca y se ama a la verdad porque la Palabra de Dios "es la verdad". A esa palabra debe proclamar "desde los tejados" sin acomodos humanos, sin disminuir su fuerza, sin cambios ni adulteraciones, sin pretensiones de originalidad y sin agradar a los hombres o aparentar ante ellos. Con valentía y sin miedo; con dedicación, prontitud y sin pereza. El ministro lector no debe predicarse a sí mismo sus ideas personales, sino el Evangelio del cual no es su dueño sino su fiel transmisor (cf. EN 15). Su ciencia humana puede resultarle útil, pero, en definitiva, lo que él anuncia es a "Cristo y a éste, crucificado" (1 Cor 2, 2). En fin, dedicado por entero a esa Palabra y consagrando su vida a la evangelización ha de tratar de llegar a los hombres de su tiempo, amándolos y conociendo cada día mejor las realidades temporales a la luz del Evangelio (a la Iglesia nada de lo humano le es ajeno) y tratando de penetrar cada vez más el contenido del mensaje que transmite animado siempre "por la convicción cada vez mayor de la grandeza y riqueza de la Palabra de Dios", sabiendo que quienes tienen la misión de transmitirla deben prestar gran atención a la dignidad, a la precisión y a la adaptación del lenguaje" (EN 73). Sin embargo, el ministro lector, en cuanto humano, tiene sus limitaciones y está en su humildad el saber aceptarlas reconociendo que no es él el que obra sino que es el Espíritu de Cristo que vive en él quien va convirtiendo y transformando el corazón de los hombres. En otras palabras, el ministro realiza una obra humana, sus obras son obras de Dios que se realizan por medio de la fragilidad de lo humano porque "llevamos este 143

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tesoro en vasos de barro. Así, es evidente que la sublime eficacia del Evangelio es de Dios y no de nosotros" (2 Cor 2, 7). El ministro de la Palabra sabe también que su mensaje transmitido en el corazón mismo de las actividades humanas, no siempre caerá en "la buena tierra" y muchas veces sólo cosechará el dolor y la incomprensión "porque hay muchos que se comportan como enemigos de la Cruz de Cristo". Su condición es la de un fiel servidor de la Palabra de Dios que ha recibido la gracia del Espíritu que le conforta y le colma de alegría porque ellos, por su parte, salieron gozosos de la presencia del sanedrín, por haber sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús. Y no cesaban todo el día de enseñar en el templo y por las casas, anunciando la buena nueva de Jesús, el Mesías (Hc 5, 34). E.) LA ESPIRITUALIDAD DEL LECTOR: El lector, consciente de la naturaleza de su ministerio y las funciones que cumple, debe vivir de acuerdo con lo que es, representa y hace. No debe olvidar, por lo demás que, como laico, está llamado a evangelizar. El sacramental que lo ha instituido le ha abierto les puertas de la confianza de la Jerarquía la cual cuenta con él; por eso mismo, el lector está llamado a una caridad estrecha con el Obispo, con los sacerdotes y con los diáconos a la vez que debe continuar siendo levadura de Dios en medio de los hombres del mundo. La misión que ha recibido, oficial y pública, le abre esa misma puerta de la confianza ante la comunidad, de modo que se une también con el pueblo de Dios, a través de la caridad, por su servicio y por su testimonio de vida cristiana.

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1.) LA PALABRA DE DIOS LE COMUNICA LA SANTIDAD QUE CONTIENE: El lector sabe que pertenece a una Iglesia viva, Cuerpo Místico de Cristo por quien recibimos la vida eterna. Y sabe también que por su ministerio, la Iglesia debe santificar y santificarse, evangelizar y evangelizarse; sabe que él debe ser un constructor de la unidad y un instrumento de la comunión, valiéndose para ello de su ministerialidad, de su técnica y de su espíritu. El lector, obrero especializado del Reino de Dios, es como un sacramento que significa la Palabra de Dios y la difunde. Pero esto resultará imposible si no está en disponibilidad para ser un instrumento libre y generoso en manos de la Iglesia. Además debe ser de espíritu abierto y debe estar continuamente dispuesto a dialogar con creyentes y no creyentes; debe ver a los hombres con la óptica de la Sagrada Escritura y de los documentos de la Iglesia. Ha recibido gratuitamente un don natural de Dios Creador, una vocación especial en la Iglesia y un carisma del Espíritu Santo. Por este carisma especial el lector, en las distintas celebraciones y misiones, podrá levantar el nivel de participación de las comunidades en las que actúa. Todo esto le permite ser "alguien", con una misión y responsabilidad específicas en el mundo, en la Iglesia y en la comunidad particular donde presta sus servicios. Pero le exige sacrificio, abnegación y continuo esfuerzo para perfeccionarse y superarse en el desempeño de sus funciones. En suma, la espiritualidad del lector debe brillar de virtudes, tales como: 2.) CARIDAD: Supuestas la fe y la esperanza, sin las cuales no tiene sentido su ministerio, el lector debe distinguirse por su caridad. 145

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Lo exige esa especial relación que lo une a la Jerarquía y al Pueblo de Dios. La ayuda que le presta a aquélla y el servicio que le brinda a éste, se tornan una carga pesada y estéril si no están animados por la caridad. El himno a la caridad de San Pablo (1 Co 13) debe ser el programa de vida que anime su ministerio. 3.) GRATITUD Y RECONOCIMIENTO: El lector ha de vivir una permanente actitud de acción de gracias y de reconocimiento a Dios por el don que le ha dado, a la Jerarquía de la Iglesia por la confianza que ha depositado en él y al Pueblo de Dios por la acogida que le ha dispensado. 4.) GENEROSIDAD: El lector debe adornar su ministerio con la generosidad que le permitirá colaborar siempre que sea necesario, salvadas las obligaciones primordiales de su estado y profesión. 5.) HUMILDAD: Asimismo, el lector debe vivir la humildad para no complacerse en sí mismo sino en Dios, según el consejo del Apóstol San Pablo: "el que se gloría que se gloríe en el Señor". 6.) OBEDIENCIA: El lector debe obediencia a la Jerarquía de la Iglesia y a su magisterio, especialmente a las disposiciones litúrgicas para el desempeño lícito de sus funciones. 7.) CELO APOSTÓLICO: 146

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Debe animar al lector un celo apostólico por llevar al mundo y a todos los hombres la Palabra de Dio a fin de suscitar su Reino y, una vez suscitado, desarrollarlo (cf.. Pablo VI Discurso a la A.C.I. - 25-4-77). 8.) FRATERNIDAD: El lector ha de cultivar la fraternidad con los demás ministros a quienes ayuda y asiste y, especialmente, con los otros lectores; debe sentirse estrechamente vinculado con todos ellos por la formación, participación y misión en la construcción de la Iglesia. 9.) ESPÍRITU DE ORACIÓN: Debe animar al lector el necesario espíritu de oración para que pueda cumplir con el consejo recibido en el sacramental de su institución, a saber, la meditación asidua de las Sagradas Escrituras y la afición hacia ellas. Como conclusión de lo dicho, podemos afirmar que la espiritualidad del lector está comprendida en estas palabras del Ritual de su Institución: "Ya que anunciarás a otros la Palabra Divina, dócil al Espíritu Santo, recíbela tú primero, medítala asiduamente, a fin de ir adquiriendo o creciendo cada día más en su suave y vivo amor hacia ella. Que tu conducta manifieste a nuestro Señor Jesucristo". F.) LA IDONEIDAD DEL LECTOR: Para el ejercicio de sus funciones, tanto específicas como supletorias, el lector necesita conocer no sólo la Sagrada Biblia, sino también, los libros de uso en la Liturgia; debe tener el 147

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suficiente conocimiento de las ceremonias y una capacidad adecuada para proclamar las lecturas. Además, debe tener una noción clara de las suplencias que se permiten o aconsejan el desempeño de su ministerio. Por otra parte, deberá contar con ciertos conocimientos elementales sobre el uso del micrófono y del amplificador, sobre las leyes fundamentales de la fonisatría. Además, debe contar con cierta habilidad para la vida de relación y la comunicación humanas. Sólo cuando en un cristiano se unan estos conocimientos y habilidades con la vida espiritual antes enunciada, podrá ser formalmente propuesto al Obispo para ser instituido como ministro lector. Con respecto a la formación integral que hace de la idoneidad del lector, la proposición No. 32 del documento catequístico del Sínodo de los Obispos de 1977 considera primordiales los siguientes puntos: - Sólida base de teología bíblica y doctrinal. - Profunda instrucción antropológica. - Cuidadosa preparación pedagógica. - Vida litúrgica. - Experiencia en el apostolado seglar y en pastoral parroquial y/o a nivel diocesano. - Formación espiritual, especialmente en cuanto a la oración. - Maduración de la fe en lo cual debe ser "más" que maestro y profesional. G.) CONCLUSIÓN: LA VOCACIÓN AL LECTORADO: Nadie puede ser instituido como ministro lector sin haber sido llamado, es decir, sin tener su "vocación" (su "llamado"). 148

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Los elementos constitutivos que hacen a una vocación genuina son los Siguientes: el que llama, el llamado y la respuesta. 1.) EL QUE LLAMA: El que llama es siempre Dios. Puede llamar interiormente, por medio de la conciencia, o exteriormente, por medio de otras personas, entre las cuales está siempre el obispo. Cuando Dios llama interiormente se vale de circunstancias exteriores, tales como el buen ejemplo de un lector o su amistad, alguna ceremonia litúrgica, una celebración de la Palabra, una revista, un artículo, etc., Cuando el llamado de Dios es exterior resulta claro y explícito. Se vale de sacerdotes, religiosos, cristianos comprometidos u otros ministros de la comunidad cristiana que invitan o impulsan a aquéllos fieles a quienes les ha visto buenas cualidades, para que se dediquen a la proclamación y difusión de la Palabra de Dios. Sea como fuere el llamado divino, siempre exige una respuesta. 2.) EL QUE ES LLAMADO: Debe tener las condiciones requeridas por la naturaleza de este ministerio y por las disposiciones de la Iglesia. Las condiciones requeridas por el ministerio son justamente las que han sido consideradas en este trabajo. Suponen las cualidades naturales y su cultivo, tales como voz, oído, vista, escolaridad suficiente y buena voluntad para adquirir los conocimientos técnicos necesarios para alcanzar la formación correspondiente.

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En cuanto a las disposiciones de la Iglesia, es necesario que quien se siente llamado o aquél que ha sido llamado, las conozca previamente. Tales disposiciones se encuentran claramente expresadas en los siguientes documentos que, con justa razón, son llamados fundamentales: la Carta Apostólica Ministeria Quaedam, de S.S. el Papa Pablo VI; el Ritual de la Institución del Lector, de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y toda resolución sobre el particular proveniente de la Conferencia Episcopal. El que es llamado debe mirarse en este espejo a fin de discernir si tiene aptitudes suficientes como para responder afirmativamente a la preparación requerida y al posterior ejercicio ministerial. 3.) LA RESPUESTA: La respuesta del que es llamado tiene que ser una decisión propia y libre y elaborada a la luz de la fe y no del mero sentimiento personal o de opiniones interesadas en su favor o en su contra. Todo llamado interior debe ser exteriorizado. El que se siente interiormente llamado debe efectuar las consultas necesarias y atenerse a lo que el responsable de la comunidad cristiana resuelva; en caso de dudas, que recurra a su obispo cuya decisión se ha de tomar como definitiva. Si la vocación o llamado ha sido externo adquiere ribetes de mayor seguridad y puede llegar a la certeza cuando, informado por la Jerarquía de la Iglesia, está dispuesto a cumplir con todos los pasos preparatorios necesarios. Esta preparación contiene los siguientes elementos: encuentros personales, sea o no en el contexto de una escuela o institución similar; formación espiritual, intelectual, pastoral, técnica, mediante el estudio y la respuesta afirmativa a los requerimientos de los responsables. 150

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4.) INSTITUCIÓN DEL LECTOR: La institución del lector es efectuada por el obispo (o por su delegado) delante de la comunidad cristiana (preferiblemente aquélla donde ejercerá el ministerio) y de acuerdo con el rito prefijado en el Pontifical Romano. Ese día debe ser de gozo: la comunidad tiene un nuevo servidor; los ministros, un nuevo colaborador; la Iglesia se ha enriquecido y Dios ha sido glorificado. PARTE PRÁCTICA PRESENTACIÓN:

No debemos olvidar que este libro ha sido diseñado para complementarlo en talleres. Así, en esta parte práctica debemos tener en consideración que con este pequeño curso no se pretende enseñar a leer, ni mucho menos. Lo que se supone que quienes lo vayan a hacer sepan, por lo menos, el mínimo de lectura. Es decir, no se trata de dar un curso de alfabetización. Más bien, nos proponemos dar algunas pautas elementales para leer. No es nuestra tarea corregir lo mal aprendido, sino de recordar lo que se ha aprendido y ponerlo en práctica. Eso, por una parte. Por otra, la intención, propiamente del taller, en esta parte, es hacer un intensivo sobre el ministerio del Lectorado dentro de la Iglesia y su práctica. Pero exige la primera parte, ya que, si queremos llegar a algún lado, debemos hacer el camino, para no hacer supuestos. Sino partir de realidades para hablar de realidades. Así, que, empecemos desde el comienzo, al querer fijar unos parámetros útiles para nuestro interés, mas no los únicos ni absolutos. 151

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A.) ¿QUÉ ES LEER? Podemos dar todas las definiciones posibles de lo que es leer. Todas serán igualmente válidas. Y estamos de acuerdo. Pero como queremos hacer un taller con una finalidad ya preconcebida y no tanto una recopilación de conceptos, pues nos extenderíamos más de lo que se pretende, tratemos, de inmediato precisar lo que se quiere. Leer es, pues, transmitir la idea que está escrita, tal como está escrita. Y con ello, ya estamos marcando la pauta de lo que queremos. Es decir, queremos llamar la atención sobre la fidelidad de lo que está escrito y sobre la fidelidad de la transmisión de esa idea. Pero eso sí, de esa idea escrita y no de otra que no sea la que esté escrita. Por supuesto que estamos hablando no de una lectura de una obra en privado, sino de una lectura en voz alta, para un grupo de oyentes o auditorio. Ya tenemos el primer elemento: ser fiel a la idea escrita. Ahora bien, para lograr eso se suponen muchos requisitos, de los que sólo citaremos dos, para nuestro caso concreto: Pronunciar y comunicar. Lo primero es pronunciar. Pero pronunciar bien la idea que está escrita. Para poder con ello comunicar la idea que está escrita y no otra idea. Precisamente, porque leer es comunicar la idea. Es decir, transmitir la idea. Y volvemos a la fidelidad, que es el centro y la función de una lectura en voz alta. Pero para lograr eso es necesario tener en consideración que hay unas exigencias en el arte de leer. La primera exigencia es conocer los signos y los símbolos de la escritura del idioma en el que pretendemos leer. En este caso es el español. Porque, por ejemplo, la letra "a" no suena igual en inglés que en español. Luego es indispensable saber cómo suenan los signos de un idioma para saber pronunciarlos cuando están escritos. Y eso exige conocer el abecedario del idioma. ¿Y qué es el Abecedario? Pues todo el conjunto de letras que hacen precisamente un idioma, tanto hablado como escrito, sobre todo 152

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escrito. Y que permiten la comunicación y la transmisión de ideas, a través de las palabras de una sociedad concreta que ha creado un patrón de comunicación que se llama "idioma". Y tiene sus reglas... Así, en el español, tenemos varias letras, como es lógico. Por eso es un idioma. Y son 28. Y son: A, B, C, CH, D, E, F, G, H, I, J, K, L (LL), M, N, Ñ, O, P, Q, R, S, T, U, V, W, X, Y, Z. Y cada letra tiene un sonido propio y diverso de las demás. Aunque la "b" y la "v", en el caso de Venezuela, suenan prácticamente igual. Como también la "c", la "s" y la "z", dentro de una palabra, dependiendo de la consonante que le siga... Cada letra tiene su propio sonido. Como cada combinación de letras tiene su propio sonido. Y hay que respetarlo. EJERCICIOS: A) Pronunciar cada letra, con sus respectivos sonidos. B) Pronunciar varias combinaciones de letras: aa ag omn ah piscina al existir am Sóstenes an caridad ap alcázar ar impíos at av ax az ab abd ac anm ad amn af act ag apt... Igual sucede con los signos de puntuación: , ; . () ¿? ... ¡! : á. Estos signos le dan a la lectura una carga especial y es importante respetarlos. EJERCICIOS: (Hacer práctica de lectura) OBSERVACIÓN: Una buena lectura es la que transmite la idea que está escrita. Y una mala lectura, es cuando se transmiten varias ideas distintas de la escrita.

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B.) LEER ES UNA COMUNICACIÓN: Hasta aquí estamos claros en qué cosa es leer. Es un arte. Y, por consiguiente, como todo arte es bello, es puro, es cristalino, es una magia. En otras palabras, es una comunicación entre quien escribió y quien está leyendo. Y es una hermosa obra de arte que exige saber ser fiel a su autor y a su interlocutor. Ya que quien escribe quiere comunicar una idea. Para que quien lea pueda captar la idea de quien escribe. Pero tiene un tercer elemento. Y es quien escucha y que es el receptor. Y que en nuestro taller es el elemento más importante. Porque se trata de leer una idea en función de la misma idea para el oyente. Es decir, de una comunicación. Y en su más elemental sentido. C.) Tiene que ser "objetiva": La lectura en público de un texto tiene que ser fiel, en todos sus sentidos, para que sea una auténtica comunicación. Por ejemplo: digamos que "Pedro ama mucho a María también". Esa es una idea. Está bien clara. Pero si no se es fiel, se puede dar otro sentido a lo escrito. Pongamos, así un punto, artificialmente, en mucho. Veamos cómo se cambia el sentido: "Pedro ama mucho. A María también". Otro tanto sucederá si artificialmente le ponemos signos de interrogación en varios lugares a la frase. Como así: "¿Pedro ama mucho a María también? ; Pedro ama mucho, ¿a María también?"; ¿Pedro ama mucho?... Y podríamos jugar con otros sentidos, dependiendo si le colocamos la coma, el punto y coma; los dos puntos; puntos suspensivos; signos de admiración... De manera, que una lectura ha de ser fiel a la idea escrita, pues, de lo contrario, una idea pierde su verdadero sentido y adquiere muchos otros de la idea original. Lo que exige saber lo que se está leyendo y respetar todos los signos y símbolos de la 154

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escritura. Es como si se pusiera un semáforo y no se respetara, o, las mismas señales de tránsito y se ignorara todo el orden que se quiere dar a la circulación. Resulta un caos. Lo mismo, con la lectura en público. Entonces, podríamos decir, que todos manejamos, pero no todos somos choferes; o que todos sabemos leer, pero no todos somos buenos lectores... D.) Evitar que la lectura sea "subjetiva": Todo el meollo de nuestro propósito es la fidelidad a la idea escrita. No hemos hecho otra cosa que darle vuelta a la misma temática. Precisamente, porque de eso se trata, y valga la justificación de la insistencia. Bien. El otro problema de la fidelidad a la escritura es el de darle entonaciones personales, muchas veces emotivas, que en vez de hacer agradable lo que se escucha, entorpece el buen gusto y produce dispersión en la atención de la idea. Esas entonaciones no son sino vicios personales, fruto de emociones de quien lee y no de quien ha escrito lo que se está leyendo. Eso queda maravillosamente bien para el teatro o para la poesía recitada que exigen interpretación del personaje. Lo que supone que quien lo hace sea un actor o una actriz. No se trata de eso en nuestro taller, sino de lectores... Por consiguiente... En esa misma tónica una lectura adquiere "subjetivismo" y pierde toda su objetividad. Y ese subjetivismo no es otra cosa que vicios y resabios de la persona que lee. Se puede muy bien decir, que una lectura por muy espiritual que sea, no puede ser a la hora de leerse en público una lectura espiritualizada. Porque son dos cosas diversas, una lectura espiritual y una lectura espiritualizada. Lo segundo es un peligro y un resabio, que en vez de embellecer la lectura la entorpece. E.) Transmisión de la idea, fielmente: 155

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Está de más el decir que una buena lectura en público consiste en transmitir la idea que está escrita en toda su fidelidad para que quien escuche se haga receptor de la idea escrita. Porque de lo contrario se corre el peligro de que en vez de una, sean tres las ideas: la escrita, la transmitida y la recibida. Y no haya, entonces, una verdadera comunicación. Y para lograrlo hay que ser fiel a los sonidos de las palabras, con sus respectivas combinaciones; ser respetuosos de las señales que nos dan los signos ortográficos; y, evitar, a toda costa, una lectura subjetiva... Para lograr, como es lógico, una auténtica comunicación de la idea escrita. Y eso es un arte, además de una obra de arte. 3)

LA LECTURA EN PÚBLICO DE LA BIBLIA:

Todo lo que venimos diciendo se aplica, igualmente, en la lectura en público de cualquier texto de la Biblia. La Biblia no es la excepción. Y no porque sea "Palabra de Dios", hay que darle una lectura subjetiva. Esto es un grave error que en aras de una, quizás, no auténtica espiritualidad, se puede cometer a diario. Y en vez de dar belleza, dañamos su contenido, que es objetivo, real, realista y concreto. Por eso, el contenido de la Biblia es "Palabra de Dios", porque siempre es vigente. Es decir, para todos los tiempos y para todos los hombres, sin distinción. Es importantísimo tener eso en alta consideración. A.) Palabras propias de la Biblia: Como cada cultura tiene sus propias expresiones, que la distinguen de otras; así, la Biblia tiene sus propias palabras que expresan una cultura característica: la del pueblo de Israel, en el caso del Antiguo Testamento. Y la Iglesia primitiva, en el del Nuevo. Por consiguiente, en la Biblia existen palabras que en la 156

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actualidad nos son ajenas en el uso diario, pero que son típicas de esas culturas. Pero, por muy desconocidas que nos resulten, igualmente, tenemos que pronunciarlas como debe ser. Y, viéndolo bien, no son ni tan difíciles, si seguimos y aplicamos lo de la fidelidad a lo que está escrito. Simplemente, se trata de leer cada letra, con su respectivo sonido, como también las múltiples combinaciones de letras habidas. No tiene ciencia y tampoco es necesario ser un perito o un gran conocedor de la cultura judía. Pero si hacer el mejor esfuerzo para ser un "lector". Sin más, ni menos. Citemos algunas palabras de la Biblia: - Sóstenes (sin acento dice otra cosa, muy distinta). - caridad (a veces se oye "caridag"). - espíritu (a veces se oye "espirito") - Abiatar - inhabitación - iniquidad - israelitas - Joab Josué - Judá - Judas - judío - Maná - Mesías - Negueb oblación - omnipotencia - oráculo - ordalía - paganos parábola - Paráclito - pentateuco - pentecostés - Pilatos presbítero - pretorio - primogénito - príncipes - Sabaot Salomón - Samaria - Samaría - sátiros – Siloé – Sión – Siquem – tabernáculo – teofanía - Tíquico - trágico – crucificasteis tañed – alabad – gavilla – ázimos - sabático - jubileo – júbilo – expiación – Nazareth – nazoreo – Transjordania - matasteis Abraham – Adonías - alcázar - anatema – apóstoles – baal – Balaam - Basán - Booz – cántico - cultuales – diáspora – discernimiento – discípulos - dracma Eclesiastés – Eclesiástico – Edén - Epifanía- Epístola – Etiopía – Éxodo – Exorcismos – Génesis – Gomorra – hititas – idolatría – impíos – incircunciso ... B.)

MANERAS DE TOMAR UN LIBRO PARA LEER Vamos bien. Por lo menos, así esperamos que sea. 157

- El ministerio de el lectorado –

Ahora, pasamos a una parte, que es complementaria a la anterior. Aunque la más importante es lo que ya hemos anotado. Pero, como no queremos dejar nada al supuesto, sino que buscamos ser realistas, vamos a tratar una idea, tan bien importante, como lo es la manera de tomar un libro para leer, en público, por supuesto, y en voz alta. Así, lo primero que debemos precisar es qué tipo de libro vamos a tomar y en qué forma podemos hacerlo. Estamos hablando de la manera de tomar un libro en las manos. Porque, de hecho, cada quien tiene derecho de tomar el libro que quiera y de la forma que quiera. Y de leerlo como quiera... Porque no es lo mismo que se tome una revista, o un diccionario, o un libro, o, inclusive, la misma Biblia. Una revista: hasta se puede doblar. Un diccionario: se necesita una mesa para apoyarlo, sobre todo si es voluminoso. Un libro: se toma por el centro para sostenerlo, con una mano, para con la otra poder pasar las páginas. Y, ¿la Biblia? Depende, por supuesto, de su tamaño. Pero, como la Biblia contiene la Palabra de Dios, ha de tomarse de una manera especial. Porque, le debemos respeto. Pero, al decir, de una manera especial, ¿qué queremos decir?, ¿será que tenemos que hacer reverencias? Tampoco se trata de exagerar. Pero sí, un trato respetuoso, por lo menos. Y, así, recomendamos tomarla en la mano izquierda, sobre la palma, dejando libre la mano derecha, para poder pasar las páginas por la parte superior derecha de las mismas. Es la manera más práctica. De hecho, existen otras maneras. Pero la recomendada y la más práctica es la que hemos señalado.

C.) ALGUNAS RECOMENDACIONES AL LEER TEXTOS DE LA BIBLIA:

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- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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Estamos hablando de leer en público y en voz alta algunos textos de la Biblia. No de lecturas en privado. Y como se trata, igualmente, de hacerlo lo mejor posible, hacemos algunas recomendaciones prácticas, para facilitar esa meta. Así, lo primero que debemos decir es que se está leyendo la "Palabra de Dios", y, por consiguiente, sin caer en exageraciones, ha de leerse con respeto. De allí, que no debe decirse al final de la lectura: "esto es Palabra de Dios", sino, sencillamente: "Palabra de Dios", sin más, ni menos. Hay que evitar otro posible adorno, que no es sino resabios. Igualmente, cuando se va a leer el Salmo Responsorial, no debería decirse frases, como las siguientes: "repitan todos, por favor"; "repitan, después de mí". Por la sencilla razón de que ya se ha dicho que se debe repetir al anunciar que es el salmo responsorial.

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EL ACOLITADO

EVOLUCIÓN DEL MINISTERIO DEL ACOLITADO: A.) El ACOLITADO EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA: La primera fecha histórica en la que consta su existencia es en el año 251 en que el Papa Cornelio instituyó en Roma cuarenta y dos acólitos. En el año 258, San Cipriano, Obispo de Cartago, cita esta institución. Desde el siglo IV aparecen numerosas inscripciones de la palabra "acólito" en ciertos lugares (Nicea, Lyon). En el año 450 un escrito galicano (statuta Eclesiae Antiqua) regula el rito de institución. Se exigía como condición que el candidato hubiese pertenecido por algún tiempo a la Schola Cantorum. 1.) FUNCIONES PRIMITIVAS: En Cartago eran empleados como correos y como portadores de socorro a los Cristianos condenados a trabajos penosos. De Tarcisio, en Roma, sabemos que llevaba la Eucaristía; en el trayecto fue asaltado y prefirió la muerte antes que entregarla (era acólito). Desde el siglo IV se especifican estas funciones. El Papa Siricio {385) indica la edad de veinte años como ideal para ser acólito. Inocencio I (416) dice que los acólitos iban todos los domingos a llevar las hostias a los sacerdotes titulares ocupados en sus parroquias en tales días. 2.) FUNCIONES EN LA EDAD MEDIA:

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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En Roma, en los siglos VIII y IX se describen sus funciones, aunque con algunas diferencias entre los distintos obispos: son asistentes del presbítero y asumen todos los ministerios que no eran reservados ya sea al diácono o al subdiácono. Ayudan en la instrucción de los catecúmenos, en los exorcismos, en la administración de los bautismos y de las confirmaciones, portaban el Santo Crisma, leían las lecturas, pero las funciones más importantes eran siempre que portaban los recipientes que contenían la Sagrada Eucaristía. Donde no había otros ministros, asistían inmediatamente al sacerdote celebrante y le ayudaban en la distribución de la Comunión. En el ofertorio preparaban la materia para el Sacrificio que recibían de los fieles al modo de oblación. Su misión esencial era llevar la Eucaristía en saquitos especiales pero esta función posiblemente desaparece hacia el tiempo del Papa Inocencio I. Sus funciones tenían el mayor relieve en la misa papal. Nada se sabe sobre el origen, progreso e innovaciones de estas funciones litúrgicas. Ellos acompañaban al Papa que se dirigía a celebrar la misa llevando el Santo Crisma, los evangelios, y los lienzos. Durante la Semana Santa, llevaban el óleo santo y la Cruz, en los días indicados, para ser adorada por el Papa, el clero y el pueblo, el sábado santo intervenía, si era necesario, en el bautismo. Hacia el año 1.200, el Pontifical Romano asignaba al acólito el oficio de turiferario cuyo fuego debía simbolizar su propio amor y caridad en las cuales se las instaba a crecer. Además, debían mantener el fuego perpetuo que acompaña a Jesús Sacramentado. En las grandes festividades (Navidad, Pascua, día del Papa) se colocaban detrás de los sacerdotes y llevaban los cálices ministeriales. 161

- El ministerio de el acolitado o Ministerio Extraordinario –

Luego se les encomendó la instrucción de los catecúmenos, llevaban el recipiente con la Sangre de Cristo, sostenían la patena en la comunión, firmaban las matrículas de los catecúmenos y suplían a los niños que se bautizaban en la recitación del símbolo de la fe. 3.) FUNCIONES EN LA EDAD MODERNA: Poco a poco, fueron asumiendo funciones menores y, al mismo tiempo, fueron removidos de aquellas antiguas. Comenzaron a ser portadores de las velas para la lectura del Evangelio y para la ofrenda del sacrificio o la distribución de la comunión o para iluminar el camino de los ministros sagrados, portaban el turíbulo y llevaban el agua y el vino hacia el altar. Los oficios que antiguamente se les reconocían fueron restringidos de un modo siempre creciente tras el influjo de la liturgia galicana, hasta que el Pontifical Romano deja de enumerarlas como exclusivas del acólito. Incluso, las funciones menores que pasaron a ejercer y a las cuales se limitaban dejaron de ser exclusivas suyas y podían ser ejercidas por otras órdenes menores o por determinados laicos, incluso por los niños. En muchos lugares, con la aprobación de la autoridad eclesiástica, y para restituir el viejo espíritu de este ministerio, se llegaba a conferir a estos laicos una especie de "ordenación" con una oración propia o bendición. Sin embargo, siempre ha sido intención de la Iglesia conservar el acolitado y hasta la renovación del Concilio Vaticano II la tuvo constituida como una orden especial (la cuarta de las menores) con fuerza propia proveniente de la gracia que en la hora de la ordenación imploraba el obispo con la Iglesia. Pero los acólitos perdieron su oficio más noble que era lo relativo a la Sagrada Eucaristía y sus funciones se limitaron a 162

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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preparar el altar y todo lo necesario para el sacrificio de la misa y a otros ministerios: portar el candelero, el incensario, las vinajeras. 4.) El ACÓLITO EN LA ACTUALIDAD: La renovación litúrgica del Concilio Vaticano II, ha devuelto a este ministerio su primitivo valor, le ha conferido una modalidad propia y le reconoce funciones también propias, entre las cuales vuelve a encontrarse lo relativo a la Sagrada Eucaristía como ministro extraordinario de la Comunión. Además, el Concilio ha "desclericalizado" este ministerio y lo confiere a laicos, incluso de un modo permanente: es decir, ha dejado de ser exclusivo de quienes se preparan para el sacerdocio o ministerial. B) El MINISTERIO DEL ACÓLITO: 1.) NATURALEZA DEL ACOLITADO: "Acólito" proviene del griego "akeleuthos" cuyo significado es "el que acompaña o sigue". Platón ha usado este término para referirse al "criado", "siervo". Posteriormente, la Iglesia la usó para referirse a los que seguían al obispo y debían estar siempre a su disposición. El "acólito" está destinado de modo particular al servicio del altar. La Carta Apostólica, de Pablo VI Ministeria Quaedam (1972), establece los lineamientos del acolitado. Por eso, debe aprender todo aquello que pertenece al culto público y divino y tratar de captar su sentido íntimo y espiritual y ofrecerse diariamente a sí mismo a Dios, ser un ejemplo de seriedad y devoción en el templo sagrado, con amor sincero debe 163

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sentirse cercano al Pueblo de Dios, especialmente a los necesitados y enfermos. "Es un ministerio sin orden sagrado pero es apto para asegurar un servicio especial a la Iglesia porque algunos laicos puedan sentirse llamados (o ser llamados) a colaborar con sus Pastores al Servicio de la Comunidad eclesial" (Evangelii Nuntiandi). No es de institución divina, sino que fue introducido por la Iglesia conforme iban surgiendo necesidades especiales. El ministerio del Acolitado "no es privativo del candidato al sacramento del Orden sagrado". Para que alguien pueda ser admitido a este ministerio, se requiere: a) petición libremente escrita y firmada por el aspirante; ha de ser presentada al obispo o al superior mayor, a quien corresponde la aceptación; b) edad conveniente y dotes peculiares, que deben ser determinadas por la Conferencia Episcopal. En cuanto a la edad, la Conferencia Episcopal Venezolana ha determinado, ser mayor de 18 años. Haber recibido el sacramento de la confirmación, haber desempeñado alguna labor apostólica, especialmente en la catequesis, y haber realizado el curso de preparación para la tarea de acólito. En el caso de la Diócesis de Barcelona, se ha determinado, que sea mayor de 25 años de edad, y si tiene pareja, estar casado por la Iglesia. Y lógicamente, ser presentado al Obispo por el párroco, a través de la Escuela de Ministerios Extraordinarios, que le dará la respectiva preparación. c) firme voluntad de servir fielmente a Dios y al pueblo cristiano.

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Este ministerio es conferido por el obispo y, en los institutos de Perfección, por superior mayor. En ambos casos se ha de seguir el rito aprobado por la Santa Sede". "Deben observarse los intersticios determinados por la Santa Sede o las Conferencias Episcopales, entre la, colación del ministerio del lectorado y del acólito, cuando en las mismas Personas se confiere más de un ministerio". "El candidato al diaconado o al sacerdocio tiene la obligación de recibir el ministerio de lector y de acólito y de ejercerlo por algún tiempo". "La Admisión de un cristiano al ministerio del Acolitado no le da derecho a sostenimiento o remuneración alguna. "El acólito, aunque destinado al servicio del altar, para ayudar al diácono y al sacerdote, no pertenece al estado clerical, la incorporación a este estado queda vinculada al diaconado". "La institución de lector y de acólito, según la venerable tradición de la Iglesia, se reserva a los varones" (Ministeria Quaedam). 2.) DIGNIDAD Y COMPROMISO DE VIDA: Su dignidad ha sido reconocida ya desde la antigüedad por las funciones que cumplía. Era un ministerio muy estimado y hacia el año 500 en la carta al Senario, el diácono Juan escribía: El orden de los acólitos difiere de los exorcistas a los cuales les es negada la potestad de portar los sacramentos y de ministrar a los sacerdotes. En cambio, los acólitos, son ordenados como colaboradores de los sacerdotes, reciben los vasos sagrados y son portadores de los Sacramentos. El exorcista puede ser constituido acólito pero el acólito, por pena alguna, puede ser descendido en su oficio. Pero por estas mismas funciones que lleva consigo, este ministerio requiere una "firme voluntad de servir fielmente a Dios y al Pueblo cristiano" (Ministeria Quaedam). 165

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Este compromiso se ha de nutrir en la oración, en la lectura y meditación de la Palabra de Dios, pero, sobre todo, en la recepción frecuente de los sacramentos y, de un modo muy particular, el de la sagrada Eucaristía. Se ha de volcar hacia la comunidad en una vida digna y sana moralmente que sirva como testimonio para los demás. Se ha de ejercitar en la caridad para con todos, especialmente con los más cercanos y con los pobres, débiles y necesitados. Así como son portadores del Santísimo Sacramento, sean portadores de toda clase de virtudes, sobre todo, las teologales y las cardinales. Y así como distribuyen la santa comunión al pueblo de Dios sepan darse a sí mismos generosamente a ese mismo pueblo e, incluso y en la medida de sus posibilidades, sepan socorrerlo en sus necesidades materiales y espirituales, con una caridad activa. Fortifiquen su fe y su esperanza por todos los medios que la Iglesia nos ofrece. 3.) DOCTRINA EUCARÍSTICA QUE DEBE CONOCER: El acólito, dado el ministerio que ejerce, debe estar rectamente informado de todo lo que se refiere a la Eucaristía. Para ello, lo remitimos a las primeras partes de este libro. Por eso, quisimos comenzar, ex profeso, con esos elementos doctrinales de capital importancia, por ser la esencia de la fe de la Iglesia. Véase. 4) EJERCICIO DEL ACOLITADO: FUNCIONES GENERALES DEL ACÓLITO: El acólito queda instituido para ayudar al Diácono y presbítero y prestar su servicio al sacerdote: Es propio de él 166

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cuidar el servicio del altar, asistir al diácono y al sacerdote en las reuniones litúrgicas, principalmente en la celebración de la misa, además, distribuir, como miembro extraordinario, la Sagrada Comunión cuando sea necesario. También es ministro extraordinario para "exponer públicamente a la oración de los fieles el Sacramento de la Sagrada Eucaristía y hacer después la reserva (aunque no puede bendecir al pueblo,)" . Debe también, si es necesario, instruir a los demás fieles para ciertas tareas temporales (asistir al sacerdote en las celebraciones litúrgicas, llevar el Misal, la Cruz, las velas, etc.). Puede tomar a su cargo la catequesis de niños y de adultos; intervenir en la preparación matrimonial de los futuros esposos y en el adoctrinamiento sobre los Sacramentos en general, y sobre todo, en el de la Eucaristía. Todas estas funciones serán mejor ejercidas participando con piedad cada día más ardiente en la Sagrada Eucaristía, alimentándose de ella y adquiriendo un más profundo Conocimiento de la misma . Este "preparar" la mesa del Altar para las celebraciones Eucarísticas es función esencial del Acólito. "Cuidar" de todo lo concerniente al Altar (vasos sagrados, manteles, símbolos litúrgicos, ornamentos, hostias (el pan y el vino), cuidar" de servir al Altar y de servir bien, con dignidad, con respeto, para que por su sola presencia o por sus actitudes y corrección, "los fieles sean llevados, como de las manos, a descubrir el carácter sagrado de la celebración. Porque en la Eucaristía, en la fracción del pan, el hombre descubre a Dios Cristo que se puso a la mesa con sus discípulos, "tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces, se le abrieron los ojos y lo reconocieron... ( Lc 24, 30). En la Eucaristía está el mismo Dios presente y los fieles se alimentan de su Cuerpo y de su Sangre que son verdadera comida y verdadera bebida para la vida eterna (Jn 6, 35 ss).

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ACTUACIÓN EN LAS CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS: 1.) ANTES DE LA CELEBRACIÓN: Verifica: Si el altar está cubierto, por lo menos con un mantel. Prepara en la credencia: el Misal y el folleto de cantos en la sede del sacerdote, el Leccionario en el ambón, el cáliz, corporal, purificador, la palia, patena, los copones, las vinajeras con agua y vino (a no ser que estén dispuestas entre los fieles para que ellos las presenten), las bandejas, la palangana y toalla. Prepara en la sacristía: el alba, estola y casulla (cíngulo y amito si los usa) para el sacerdote, el alba y estola (cíngulo y dalmática, si usa) para el diácono, albas (cíngulos, si se usan) para los acólitos, incensario, naveta y ciriales, si se usarán en la celebración. 2.) PARA LA CELEBRACIÓN: Los acólitos salen, para la celebración, junto al diácono y al sacerdote o tras ellos; y, si se van a usar, llevan el incensario, los ciriales y la Cruz. Se inclinan ante el altar o hacen la genuflexión, si hay santísimo y luego besan la mesa, junto o después del diácono y sacerdote. Si no hay ministros para el canto, pueden entonar y cantar solos con el coro o con el pueblo, la antífona o canto de entrada. Si no se va a cantar el introito, o antífona de entrada, y no hay guía ni lector, el acólito la puede leer antes del acto penitencial. Si hay incensación los acólitos alcanzan el incensario al diácono y si éste no está, al sacerdote. 168

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Después del saludo -si no lo hace el sacerdote o el diácono introduce a los fieles en la celebración del día. Después del acto penitencial -si no lo hacen los otros ministros ni los fieles - comienza el "Señor, ten piedad de nosotros", cantado o recitado, - y el "Gloria a Dios", si corresponde. En la liturgia de la Palabra lee la Epístola, uno de los acólitos y suplen al salmista y al cantor cuando falta alguno de ellos. Si hay incensación al evangelio, uno de los acólitos presenta el incensario al celebrante, para que le ponga incienso; los otros lo acompañan, llevando los ciriales, hasta el ambón; y concluido el evangelio, dejan los ciriales en sus sitios y vuelven a sus lugares. En la "Oración de los fieles", suple al diácono, cantor u otro ayudante idóneo. En su momento - durante el canto del ofertorio, si lo hay preparan el altar para las ofrendas, colocando sobre él el corporal, el purificador, el cáliz y el misal. Después de la procesión de las ofrendas, uno de los acólitos presenta el pan y el vino al diácono o, si no hay, al sacerdote; recibiéndolos de manos de los fieles o trayéndolos de la credencia, según el caso. Cuando el sacerdote ha terminado de incensar los dones, si no hay diácono, un acólito inciensa al sacerdote y al pueblo. Durante la plegaria eucarística un acólito asiste al sacerdote para servirlo en la lectura del misal. Un acólito recibe la Paz del Diácono, o sacerdote, y la pasa a los demás acólitos y ministros. Si la misa es solemne pueden comulgar bajo las dos especies y, por motivos razonables, pueden distribuir la comunión a los fieles, a no ser que haya diáconos presentes. Para distribuir la Eucaristía, eleva un poco la hostia, delante del comulgante, y dice: "El Cuerpo de Cristo", y tras la respuesta "Amen" le da el Sacramento. 169

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Cuando da la comunión bajo las dos especies, eleva el cáliz un poco y dice: "La Sangre de Cristo" y, tras el "Amen". le da primero el purificador y luego el cáliz para que comulgue; lo recibe de vuelta, limpia el borde exterior de la copa, y pasa al siguiente. Si la comunión se diera por intinción o con cánula, véanse las instrucciones del misal romano. Concluida la comunión purifica la patena, si no hay diácono o éste necesita ayuda, y las bandejas, depositando las partículas en el copón, y repasándolas con el purificador; luego purifica el cáliz, si no lo ha hecho el diácono u otro acólito utilizando agua y vino agua sola, que luego bebe. Seca el cáliz con el purificador, lleva el copón al sagrario, el cáliz a la credencia y va a la sede. Si son varios acólitos se reparten esas tareas. D.) PROPUESTA PARA LA ORIENTACIÓN PASTORAL DEL ACÓLITO: En el ejercicio de esta misión el acólito debe ser activo, tener iniciativas, celo eucarístico, vocación de comunión y participación; valiéndose del diálogo con la comunidad y con el pastor responsable de la misma, para que todo sea hecho en caridad. Indicamos a continuación algunos de los servicios, en los que el acólito se ha de destacar por su participación y responsabilidad ministerial. 1.) CELEBRACIÓN DE LA PALABRA Y COMUNIÓN: Cuando no hay sacerdote en el templo o Capilla, va a la casa del enfermo, el acólito, autorizado por el párroco del lugar; 170

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puede valerse de un manual, devocionario o ritual, aprobado por la autoridad eclesiástica, y celebrar la Palabra con distribución de la comunión a los que están previamente preparados. A modo de ejemplo, vemos las siguientes formas. 2.) EN LA IGLESIA O CAPILLA: Se prepara el altar con el mantel, la cruz, los cirios. El Rito de entrada es igual al de la Misa. La celebración de la Palabra de Dios, hasta la oración de los fieles inclusive, se realiza también como en la Misa. Las lecturas se toman del día o se seleccionan de acuerdo a las circunstancias especiales. Concluida la Oración de los fieles, se extiende el corporal sobre el altar y un ministro autorizado trae y adora en silencio la Sagrada Eucaristía. El ministro dirige una exhortación al arrepentimiento y todos hacen el rito penitencial o confesión. Todos rezan el Padre Nuestro y, eventualmente, se dan el saludo de paz. El ministro distribuye la comunión como de costumbre. Sigue un silencio en acción de gracias. Todo concluye con una fórmula de bendición. 3.) EN LA CASA DEL ENFERMO: Saludo inicial. Lectura de la Sagrada Escritura (una o más según las circunstancias pero preferentemente pasajes breves}. Una breve monición homilética, es decir, cuya base sea la misma escritura que se termina de proclamar. Oración universal o de los fieles. Confesión y silencio. 171

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Padre nuestro y saludo de paz al enfermo. Comunión como de costumbre. Oración final. Fórmula de bendición. E) LA INSTITUCIÓN DEL ACÓLITO: RITO DE INSTITUCIÓN DE LOS ACÓLITOS: Los ritos y oraciones de Institución (o de "ordenación, conforme a la época histórica) han ido variando de acuerdo al lugar que el acolitado iba ocupando en la Iglesia. En el rito de institución actual (Pablo VI) reciben el recipiente con el pan o con el vino de mano del Obispo como signo del lugar especial que les corresponde, la celebración de la Eucaristía sirviendo a la mesa del Señor y de la Iglesia, para lo cual deben comportarse dignamente.

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SÉPTIMA PARTE: EL BENDICIONAL

LA BENDICIÓN EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN Tomamos las ideas principales de la introducción de De Benedictionibus, última parte del Ritual Romano, promulgado el 31 de mayo de 1984. a) Origen de la bendición: Dios: La fuente y origen de toda bendición es Dios bendito, que está por encima de todo, el único bueno, que hizo bien todas las cosas para colmarlas de sus bendiciones y que, aun después de la caída del hombre, continúa otorgando esas bendiciones, como un signo de su misericordia. Pero cuando se cumplió el tiempo, el Padre envió a su Hijo y, en él -al asumir la condición humana-, nos bendijo de nuevo con toda clase de bienes espirituales. De esta suerte, la antigua maldición se nos convirtió en bendición, cuando "nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, que, borrando la maldición, nos trajo la bendición". Cristo, la máxima bendición del Padre, apareció en el Evangelio bendiciendo a los hermanos, principalmente a los más humildes, y elevando al Padre una oración de bendición. Finalmente, glorificado por el Padre y habiendo ascendido al cielo, derramó sobre los hermanos, adquiridos con su sangre, el don de su Espíritu, para que, impulsados por su fuerza, alabaran en todo a Dios Padre, lo glorificaran, le dieran gracias y, ejercitando las obras de caridad, pudieran ser un día contados entre los elegidos de su reino. Por el Espíritu Santo, la bendición de Abrahán se va cumpliendo cada vez más en Cristo, a medida que va pasando a los hijos que han sido llamados a una vida nueva en "la plenitud de las bendiciones divinas"; así, convertidos en miembros del Cuerpo de Cristo, difunden los frutos del mismo Espíritu, y el mundo queda restablecido por la bendición divina.

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El Padre, teniendo en su mente divina a Cristo Salvador, había confirmado ya la primera Alianza de su amor para con los hombres con la efusión de múltiples bendiciones. Así preparó al pueblo elegido para recibir al Redentor y lo iba haciendo cada día más digno de la Alianza. El pueblo, por su parte, caminando por los senderos de la justicia, pudo honrar a Dios con el corazón y con los labios, hasta convertirse, en medio del mundo, en signo y sacramento de la bendición divina. Dios, del que desciende toda bendición, concedió ya en aquel tiempo a los hombres, principalmente a los patriarcas, los reyes, los sacerdotes, los levitas, los padres, que bendijeran su nombre en la alabanza, y en ese mismo nombre colmaran de bendiciones divinas a los demás hombres y a las cosas creadas. Cuando es Dios quien bendice, ya sea por si mismo, ya sea por otros, se promete siempre la ayuda del Señor, se anuncia su gracia, se proclama su fidelidad a la Alianza. Cuando son los hombres los que bendicen, lo alaban proclamando su bondad y su misericordia. Dios, en efecto, imparte su bendición comunicando o anunciando su bondad. Los hombres bendicen a Dios cantando sus alabanzas, dándole gracias, tributándole culto y adoración, y, cuando bendicen a otros hombres, invocan la ayuda de Dios sobre cada uno de ellos o sobre las asambleas reunidas. Como consta en la Sagrada Escritura, todo lo que Dios ha creado y continúa conservando en el mundo con su gracia providente nos da fe de la bendición de Dios y nos invita e impulsa a bendecirlo. Esto vale principalmente después que el Verbo encarnado comenzó a santificar todas las cosas del mundo gracias al misterio de su encarnación. Las bendiciones miran primaria y principalmente a Dios, cuya grandeza y bondad ensalzan; pero, en cuanto que comunican los beneficios de Dios miran también a los hombres, a los que Dios rige y protege con su providencia; pero también se dirigen a las cosas creadas, con cuya abundancia y variedad Dios bendice al hombre. 175

- El Bendicional –

b) LAS BENDICIONES EN LA VIDA DE LA IGLESIA Fiel a la recomendación del Salvador, la Iglesia participa del cáliz de la bendición, dando gracias a Dios por su don inefable, adquirido por primera vez en el misterio pascual, comunicado luego a nosotros en la Eucaristía. Efectivamente, en el misterio Eucarístico la Iglesia recibe la gracia y la fuerza que hacen de ella misma bendición para el mundo y, como un sacramento universal de salvación ejerce siempre entre los hombres y para los hombres la obra de santificación, glorificando al Padre en el Espíritu Santo, unida a Cristo, su Cabeza. La Iglesia, movida por la fuerza del Espíritu Santo, expresa de diversas maneras este ministerio suyo y por esto ha instituido diversas formas de bendecir. Con ellas invita a los hombres a alabar a Dios, los anima a pedir su protección, los exhorta a hacerse dignos de su misericordia merced a una vida santa, y utiliza ciertas plegarias para impetrar sus beneficios y obtener un feliz resultado en aquello que solicitan. A ello hay que añadir las bendiciones instituidas por la Iglesia que son signos sensibles que "significan y, cada uno a su manera, realizan" aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios que constituyen el fin hacia el cual tienden todas las demás actuaciones de la Iglesia. Las bendiciones, en cuanto que son signos que se apoyan en la palabra de Dios y se celebran bajo el influjo de la fe, pretenden ilustrar y deben manifestar la vida nueva en Cristo, vida que tiene su origen y crecimiento en los sacramentos del Nuevo Testamento instituidos por el Señor. Además, las bendiciones, que han sido instituidas imitando en cierto modo a los sacramentos, significan siempre unos efectos, sobre todo de 176

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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carácter espiritual, pero que se alcanzan gracias a la impetración de la Iglesia. Con esta convicción, la Iglesia trata de que la celebración de la bendición redunde, verdaderamente en alabanza y glorificación de Dios y, se ordene al provecho espiritual de su pueblo. Para que esto se vea más claro, las fórmulas de bendición, según la antigua tradición, tienden como objetivo principal a glorificar a Dios por sus dones, impetrar sus beneficios y alejar del mundo el poder del maligno. Glorificando a Dios en todas las cosas y buscando principalmente la manifestación de su gloria ante los hombres -tanto los renacidos como los que han de renacer por la gracia-, la Iglesia, valiéndose de las bendiciones, alaba al Señor por ellos y con ellos en las diversas circunstancias de la vida, invocando la gracia divina sobre cada uno de ellos. A veces la Iglesia bendice asimismo las cosas y lugares relacionados con la actividad humana o con la vida litúrgica y también con la piedad y. devoción, pero teniendo siempre a los hombres que utilizan aquellas cosas y actúan en aquellos El hombre, en efecto, en cuyo favor Dios lo quiso y lo hizo todo bien, es el receptáculo de su sabiduría y por eso, con los ritos de la bendición, el hombre trata de manifestar que utiliza de tal manera las cosas creadas que, con su uso, busca a Dios, ama a Dios y le sirve con fidelidad como único Ser supremo. Los cristianos, guiados por la fe, fortalecidos por la esperanza y espoleados por la caridad, no sólo son capaces de discernir sabiamente los vestigios de la bondad divina en todas las cosas creadas, sino que también buscan implícitamente el reino de Cristo en las obras de la actividad humana. Es más, consideran todos los acontecimientos del mundo como signos de aquella providencia paternal con que Dios dirige y sustenta todas las cosas. Por tanto, siempre y en todo lugar se nos ofrece la ocasión de alabar a Dios, por Cristo en el Espíritu Santo, de invocarlo y darle gracias, a condición de que se trate de cosas, 177

- El Bendicional –

lugares o circunstancias que no contradigan la norma o el espíritu del Evangelio. Por eso, cuando se celebra una bendición, se ha de someter siempre al criterio pastoral, sobre todo si puede surgir un peligro de admiración o extrañeza entre los fieles o los demás. Esta manera pastoral de considerar las bendiciones está en sintonía con las palabras del Concilio ecuménico Vaticano II: "La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida sean santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, del cual todos los sacramentos y sacramentales reciben su poder; y hace también que, el uso honesto de las cosas materiales pueda ordenarse a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios." Así, con los ritos de las bendiciones, los hombres se disponen a. recibir el fruto superior de los sacramentos, y quedan santificadas las diversas circunstancias de su vida. Para asegurar esta plena eficacia, es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo. Por esto, los que piden la bendición de Dios por medio de la Iglesia han de afianzar sus disposiciones internas en aquella fe para la cual nada hay imposible; han de apoyarse en aquella esperanza que no defrauda; y, sobre todo, han de estar vivificados por aquella caridad que apremia a guardar los mandamientos de Dios es como los hombres que buscan el beneplácito divino entenderán plenamente y alcanzarán realmente la bendición del Señor.

c) OFICIOS Y MINISTERIOS:

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- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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Las bendiciones son acciones litúrgicas de la Iglesia y, por esto, la celebración comunitaria que a veces se exige en ellas responde mejor a la índole de la plegaria litúrgica, y así, mientras la verdad viene expuesta a los fieles por medio de la oración de la Iglesia, los allí presentes se sienten inducidos a unirse con el corazón y con los labios a la voz de la Madre. Para las bendiciones más importantes, que afectan a la Iglesia local, es conveniente que se reúna la comunidad diocesana o parroquial, presidida por el Obispo o el párroco. Pero también en las demás bendiciones es recomendable la presencia de los fieles, ya que lo que se realiza en favor de un grupo cualquiera redunda de alguna manera en bien de toda la comunidad. Cuando no esté presente ningún grupo de fieles, tanto el que quiere bendecir a Dios o pide la bendición divina como el ministro que preside la celebración deben recordar que ya representan a la Iglesia celebrante, de modo que por su oración en común y su petición la bendición desciende por medio del hombre, aunque no desde el hombre, en cuanto que es el deseo de la comunicación de la santificación y de las gracias. Normalmente, la celebración de la bendición de cosas o de lugares no debe hacerse sin la participación de por lo menos algún fiel. El ministerio de la bendición está unido a un peculiar ejercicio del sacerdocio de Cristo y, según el lugar y el oficio propio de cada cual en el pueblo de Dios, se ejerce del modo siguiente: a) Compete al Obispo principalmente presidir aquellas celebraciones que atañen a toda la comunidad diocesana y se hacen con particular solemnidad y gran concurrencia del pueblo; por eso puede reservarse algunas celebraciones, principalmente cuando se realizan de forma más solemne.

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b) Compete a los presbíteros, como requiere la naturaleza de su servicio al pueblo de Dios, presidir las bendiciones, sobre todo aquellas que se refieren a la comunidad a cuyo servicio están destinados. c) Compete a los diáconos, en cuanto que prestan su ayuda al Obispo y a su presbiterio en calidad de ministros de la palabra, del altar y de la caridad, presidir algunas celebraciones. Pero siempre que esté presente algún sacerdote, es mejor que se le ceda a él la presidencia, y que el diácono le sirva en la acción litúrgica, ejerciendo sus funciones propias. d) A los acólitos y lectores, que por la institución que se les ha conferido desempeñan una peculiar función en la Iglesia, con razón se les concede, de preferencia a los demás laicos, la facultad de impartir algunas bendiciones, a juicio del Ordinario del lugar. También los otros laicos, hombres y mujeres, por la eficacia del sacerdocio común, del que se han hecho partícipes por el bautismo y la confirmación, ya sea en virtud de su propio cargo (como los padres con respecto a sus hijos), ya sea en virtud de un ministerio extraordinario, ya sea porque desempeñan una función peculiar en la Iglesia, como los religiosos o los catequistas en algunos lugares, a juicio del Ordinario del lugar, cuando conste de su debida formación pastoral y su prudencia en el ejercicio del propio cargo apostólico, pueden celebrar algunas bendiciones, con el rito y las fórmulas previstos para ellos. Pero en presencia del sacerdote o del diácono, deben cederles a ellos la presidencia. La participación de los fieles será tanto más activa cuanto más profunda sea la instrucción que se les dé sobre la importancia de las bendiciones. Por esto, los presbíteros y ministros, en las mismas celebraciones, así como en la predicación y en la catequesis, han de explicar a los fieles el significado y la eficacia de las bendiciones. 180

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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Es muy importante, en efecto, que el pueblo de Dios sea instruido acerca del verdadero significado de los ritos y preces que emplea la Iglesia en las bendiciones, para que en la celebración sagrada no se introduzca ningún elemento de tipo supersticioso o de vana credulidad que pueda lesionar la pureza de la fe. d) LA CELEBRACIÓN DE LA BENDICIÓN: ESTRUCTURA TÍPICA: La celebración típica de la bendición consta de dos partes: la primera es la proclamación de la palabra de Dios, la segunda la alabanza de la bondad divina y la impetración del auxilio celestial. La primera parte tiende a que la bendición sea realmente un signo sagrado, que toma su pleno sentido y eficacia de la proclamación de la palabra de Dios. Por tanto, el centro de esta primera parte es la proclamación de la palabra de Dios, a la cual se subordinan tanto la monición como la breve explicación o la exhortación u homilía que pueden añadirse, según se estime oportuno. Para avivar en los que participan una fe más intensa, se puede intercalar un salmo, un canto o un silencio sagrado, máxime si se hacen lecturas. La segunda parte tiene por objeto alabar a Dios, con los ritos y preces, y obtener su ayuda por Cristo en el Espíritu Santo. El núcleo central de esta parte lo constituye la fórmula de bendición, u oración de la Iglesia, acompañada con frecuencia de un signo determinado. Para fomentar la oración de los presentes, puede añadirse la plegaria común. Por consiguiente, al preparar la celebración, hay que tener en cuenta sobre todo lo siguiente: 181

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a) generalmente hay que preferir la forma comunitaria, de manera que en ella el diácono, el lector, el salmista, el coro ejerzan sus funciones propias; b) hay que atender a las normas generales sobre la consciente, activa y adecuada participación de los fieles. e) SIGNOS QUE SE EMPLEAN: Los signos visibles que con frecuencia acompañan a las oraciones tienen la finalidad principal de evocar las acciones salvadoras del Señor, mostrar una cierta conexión con los principales sacramentos de la Iglesia, y, de este modo, alimentar la fe de los allí presentes, captando así su atención para que participen en el rito. Los principales signos que se emplean son los siguientes: extensión, elevación o unión de las manos, imposición de las manos, señal de la cruz, aspersión del agua bendita e incensación: a) Cuando la fórmula de bendición es fundamentalmente una "oración", el ministro de la bendición, según se indica en cada rito, extiende las manos, las eleva o las junta. b) Entre los signos de bendición ocupa un lugar destacado la imposición de manos, como acostumbraba hacer el mismo Cristo, el cual, refiriéndose a los discípulos, dijo: "Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos", y continúa realizando este signo en la Iglesia y por la Iglesia. c) Con frecuencia, según una antigua tradición de la Iglesia, se propone también el signo de la cruz. 182

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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d) En algunos ritos se alude a la aspersión con el agua bendita. En este caso los ministros han de exhortar a los fieles a que recuerden el misterio pascual y renueven la fe de su bautismo. e) En algunos ritos se usa la incensación, que es un signo de veneración y a veces simboliza la oración de la Iglesia. Aunque los signos empleados en las bendiciones, y principalmente el signo de la cruz, expresan una cierta evangelización y comunicación de la fe, para hacer más activa la participación y evitar el peligro de superstición, normalmente no está permitido dar la bendición de cosas y lugares con el solo signo externo, sin ningún acompañamiento de la palabra de Dios o de alguna plegaria. MANERA DE UNIR LA CELEBRACIÓN DE LA BENDICIÓN CON OTRAS CELEBRACIONES O CON OTRAS BENDICIONES

Algunas bendiciones incluyen una especial conexión con los sacramentos y por ello pueden a veces unirse a la celebración de la misa. En el Ritual de bendiciones se indica cuáles son estas bendiciones, en qué parte o con qué rito se han de unir, y para cada caso se dan unas normas rituales que hay que observar. Las otras bendiciones de ningún modo han de unirse a la celebración eucarística. Algunas bendiciones pueden unirse a otras celebraciones, como se indica en el rito correspondiente. A veces puede resultar oportuno efectuar varias bendiciones en una sola celebración. Al preparar esta bendición hay que tener presente lo siguiente: se emplea el rito que contiene la bendición principal, añadiendo en la monición y en 183

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las preces aquellas palabras y signos que mejor expresen la intención de dar también las otras bendiciones. FUNCIÓN DEL MINISTRO EN LA PREPARACIÓN Y ORDENACIÓN DE LA CELEBRACIÓN El ministro ha de recordar que las bendiciones miran principalmente a los fieles, aunque pueden celebrarse también en favor de los catecúmenos y, teniendo en cuenta las normas del canon, a no ser que obste alguna prohibición de la Iglesia, también en favor de los no católicos. En cuanto a las bendiciones que se hayan de celebrar comunitariamente con los hermanos separados hay que observar en cada caso las normas dadas por el Ordinario del lugar. El celebrante o ministro, habida cuenta de todas las circunstancias y tras escuchar también las sugerencias de los fieles, aprovechará, según convenga, las posibilidades que ofrecen los diversos ritos, pero respetando la estructura, y sin cambiar en modo alguno el orden de sus elementos principales. En la celebración comunitaria hay que procurar que todos, tanto ministros como fieles, cumpliendo su propia función, realicen todo lo que les corresponde, con decoro, orden y piedad. Se tendrá en cuenta también la índole peculiar del tiempo litúrgico, para que las moniciones y oraciones de los fieles guarden relación con el ciclo anual de los misterios de Cristo. LAS VESTIDURAS LITÚRGICAS El Obispo, cuando preside las celebraciones más importantes, ha de usar las vestiduras que indica el Ceremonial de Obispos. 184

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios

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El presbítero y el diácono, cuando presiden las celebraciones en forma comunitaria, principalmente en la iglesia o con alguna solemnidad externa, han de revestirse de alba y estola. Cuando se lleva traje talar, el alba puede sustituirse por el sobrepelliz. En las celebraciones más solemnes puede usarse la capa pluvial. El color de los ornamentos será el blanco o el que esté en consonancia con el tiempo o la fiesta litúrgica. Los ministros debidamente instituidos, cuando presiden las celebraciones de la comunidad, deberán emplear las vestiduras prescritas por la Conferencia Episcopal o por el Ordinario del lugar para las celebraciones litúrgicas.

ADAPTACIONES QUE COMPETEN CONFERENCIAS EPISCOPALES

A

LAS

Incumbe a las Conferencias Episcopales, en virtud de la Constitución sobre la sagrada liturgia, confeccionar un Ritual particular correspondiente a este título del Ritual Romano, acomodándolo a las necesidades de cada lugar, para que, una vez que las actas hayan sido aprobadas por la Sede Apostólica, pueda usarse en los lugares pertinentes. En esta materia, corresponde a las Conferencias Episcopales: a) Definir las adaptaciones respetando la estructura propia de los ritos. b) Considerar, con diligencia y prudencia, qué es lo que puede oportunamente admitirse de las tradiciones e idiosincrasia de cada pueblo y, en consecuencia, proponer otras adaptaciones que se estimen útiles o necesarias. 185

- El Bendicional –

c) Conservar las bendiciones propias que ya existen en los Rituales particulares, si las hay, o las del antiguo Ritual Romano, si todavía están en uso, a condición de que concuerden con la mente de la Constitución sobre la sagrada liturgia, con los principios expuestos en el presente título y con las necesidades del tiempo actual; o bien adaptarlas. d) En los diversos ritos de bendición, sobre todo cuando existen varias fórmulas de libre elección, añadir también otras fórmulas de la misma índole, además de las que contiene el Ritual Romano.

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BIBLIOGRAFIA GENERAL DOCUMENTOS DE LA IGLESIA: CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 1993. CELAM, Ministerio Eclesiales, del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), del año 1989. CÓDIGO DEL DERECHO CANÓNICO. CONCILIO VATICANO II: Dei Verbum, Optatam totius, Lumen Gentium, Ad gentes, Sacrosanctum Concilium, Unitatis redeintegratio, Presbyterorum Ordinis. CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA, Instrucción de los Padres de la Iglesia en la formación al sacerdocio, 10 de noviembre de 1989. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los sacerdotes, Roma, 13 de agosto de 1997. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Ratio fundamentalis nstitutionis sacerdotalis; La formación teológica de los futuros sacerdotes, 1976. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA DE LOS SEMINARIOS Y DE LOS INSTITUTOS DE ESTUDIOS, Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal, 10 Noviembre 1989. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 1994. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre la Vocación Eclesial del Teólogo.

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Índice General OFICIOS, FUNCIONES....................................................................... 2 Presentación...................................................................................... 4 PRIMERA PARTE:............................................................................ 6 - EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA................................................. 6 - LA TRADICIÓN EN LA IGLESIA................................................... 6 RECOMENDACIÓN INICIAL:....................................................... 7 EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA................................................... 7 EL MAGISTERIO EN LA IGLESIA............................................... 7 A.) Características del Magisterio de los obispos:............................ 8 B.) Naturaleza del Magisterio: ....................................................... 10 C.) El magisterio es infalible:..........................................................10 D.) Sujeto del Magisterio: .............................................................. 11 E.) Unidad de la fe, en la iglesia, según el derecho canónico ........ 12 LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA................................................... 13 QUÉ ES LA TRADICIÓN:............................................................ 13 A.) Tradiciones apostólicas:............................................................ 14 B.) Tradiciones eclesiásticas:.......................................................... 15 C.) QUIÉNES SON LOS PADRES DE LA IGLESIA...................15 SEGUNDA PARTE:.......................................................................... 17 LA LITURGIA DE LA IGLESIA...................................................... 17 LA LITURGIA DE LA IGLESIA...................................................... 18 1) SENTIDO TEOLÓGICO DE LA LITURGIA DE LA IGLESIA: ......................................................................................................... 18 A.) El Espíritu Santo y la era de la Iglesia:..................................... 18 B.) La Iglesia, luz del mundo:......................................................... 18 C.) La Eucaristía, centro de la vida de la Iglesia............................. 19 D.) La Eucaristía, naturaleza de la Iglesia....................................... 20 E.) La Iglesia, sujeto y objeto de acción eucarística.:..................... 21 F.) Todos los sacramentos tienen a la Eucaristía, como centro:..... 22 G.) En la Eucaristía, la Iglesia continúa la obra de Cristo.............. 22 LA IGLESIA SE MANIFIESTA A SÍ MISMA............................. 23 H.) A modo de conclusión:............................................................. 24 LA EUCARISTÍA ES EL CENTRO DE LA IGLESIA..................... 25 CULTO DEL MISTERIO EUCARÍSTICO;.................................. 25 EUCARISTíA Y CARIDAD.......................................................... 26 EUCARISTÍA Y PRÓJIMO........................................................... 27 EUCARISTÍA Y VIDA.................................................................. 28 SACRALIDAD DE LA EUCARISTÍA Y SACRIFICIO.............. 29

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Índice General –

SACRIFICIO...................................................................................31 BIEN COMÚN DE LA IGLESIA:................................................. 34 ELEMENTOS DE LA LITURGIA.................................................... 37 PARTES ELEMENTALES DE LA LITURGIA................................ 37 UBICACIÓN GENERAL:.................................................................. 37 A.) QUÉ ES LA LITURGIA:......................................................... 37 B.) ELEMENTOS DE LA LITURGIA:......................................... 38 1.) LUGARES SAGRADOS: ........................................................ 38 Basílicas:..................................................................................... 39 Los santuarios:............................................................................ 39 Iglesias catedrales:...................................................................... 40 2.) ALGUNOS ELEMENTOS SAGRADOS:................................ 41 El Altar:....................................................................................... 41 El Sagrario:..................................................................................41 Los vasos sagrados:.................................................................... 41 3.) Otros objetos litúrgicos:............................................................. 42 4.) VESTIDURAS LITÚRGICAS:................................................. 42 5.) COLORES LITÚRGICOS:....................................................... 43 6.) EL CALENDARIO LITÚRGICO ANUAL (ORDO)............... 43 C.) EL AÑO LITÚRGICO:.............................................................44 El domingo:................................................................................. 44 Triduo pascual:............................................................................ 44 Tiempo Pascual:.......................................................................... 45 Tiempo de Cuaresma:................................................................. 45 Tiempo de Navidad:.................................................................... 45 Tiempo de Adviento:...................................................................45 Tiempo ordinario:........................................................................45 D.) LOS LUGARES SAGRADOS, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO.................................................................................... 46 EL DOMINGO Y SU SANTIFICACIÓN.......................................... 48 EL MINISTERIO DE LA MÚSICA...................................................51 LOS ACTORES DE LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA.............. 51 1)El Sacerdote:............................................................................ 52 2) Los fieles:................................................................................ 52 3) El canto:.................................................................................. 53 4) El silencio:.............................................................................. 54 5) Los coros:................................................................................ 54 192

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios 6) Formación litúrgica y espiritual de los coros:......................... 56 7) EL CANTO EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA:.............. 56 8) LA MÚSICA EN LOS SACRAMENTOS:................................ 57 9) LA MÚSICA SAGRADA INSTRUMENTAL:......................... 59 IMPORTANCIA DE LA MÚSICA SAGRADA........................... 60 1) Qué es Música Sagrada:.............................................................. 61 2) EL ÓRGANO:............................................................................ 61 3) DISPOSICIONES PRÁCTICAS SOBRE LA MÚSICA SAGRADA:.................................................................................... 62 LA REFORMA DE LA LITURGIA...................................................66 A PARTIR DEL VATICANO II........................................................ 66 EN BÚSQUEDA DE LA REFORMA DE LA LITURGIA............... 67 1) LOGROS Y ÉXITOS DEL INTENTO DE REFORMA:.......... 67 ASPECTOS POSITIVOS:.............................................................. 67 ASPECTOS NEGATIVOS:............................................................ 67 PELIGROS DE UNA FALSA REFORMA LITÚRGICA:............ 68 2) PARTES ESENCIALES DE LA LITURGIA: LA SANTA MISA:.............................................................................................. 69 a) PARTES ESENCIALMENTE UNIDAS:.................................. 69 b) LITURGIA DE LA PALABRA:................................................ 69 c) LA HOMILÍA:............................................................................ 70 d) LA PLEGARIA EUCARÍSTICA:.............................................. 70 e) MATERIA DE LA EUCARISTÍA: Pan y vino:........................ 71 f) LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA: ........................................... 71 G) Comunión bajo las dos especies:............................................... 72 h) Los vasos sagrados:.................................................................... 73 i) Las mujeres y su servicio litúrgico:............................................. 74 j) CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA....................... 74 k) EL SAGRARIO:......................................................................... 75 OBSERVACIONES FINALES: ................................................ 75 TERCERA PARTE:........................................................................... 78 LOS LAICOS...................................................................................... 78 LOS LAICOS...................................................................................... 79 A.) LOS FIELES LAICOS............................................................. 79 B.) Quiénes son los fieles laicos:.................................................... 79 C.) Triple oficio del laico:............................................................... 80 D.) La índole secular del laico:....................................................... 81 E.) Los laicos en comunión con Cristo:.......................................... 82

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Índice General –

A MODO DE CONCLUSIÓN:.................................................. 89 MINISTERIOS Y OFICIOS DE LOS LAICOS:................................90 A.)Facultad y no un derecho:.......................................................... 90 B.) La colaboración de los laicos en el ministerio de los sacerdotes: ......................................................................................................... 91 C.) Nombre que recibe el laico no ordenado:..................................91 D.) Lo que puede hacer un laico no ordenado:............................... 93 E.) Cuándo y dónde puede realizar homilías:................................. 93 F) Cuándo puede repartir la comunión:........................................ 94 IX.) CASOS CONCRETOS DE CELEBRACIONES:...................... 95 A.)Bautizos:................................................................................ 95 B.) CONFIRMACIÓN:............................................................... 96 C.) CONFESIÓN:....................................................................... 96 D.) UNCIÓN DE LOS ENFERMOS:......................................... 98 E.) A QUIÉNES SE LES PUEDE APLICAR LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO:...........98 F.) MATRIMONIOS:................................................................. 99 G.) EXEQUIAS:....................................................................... 103 1.) DE LA CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS :................... 103 2.) A QUIENES SE HAN DE CONCEDER O DENEGAR LAS EXEQUIAS ECLESIÁSTICAS:.................................................. 104 H.) Otros: ..................................................................................105 I.) Agua bendita:........................................................................105 LA CELEBRACIÓN SIN SACERDOTE........................................ 106 CONDICIONES PARA LAS CELEBRACIONES DOMINICALES EN AUSENCIA DEL SACERDOTE.............. 106 a) Circunstancias pastorales:......................................................... 106 b) Carácter de suplencia:............................................................... 107 c) Promovidos por el Obispo o el párroco:................................... 107 d) Primero: los diáconos:.............................................................. 109 e) Segundo: los acólitos y los lectores:......................................... 109 f) Otros laicos:............................................................................... 109 LA CELEBRACIÓN.................................................................... 111 CUARTA PARTE:...........................................................................116 LA ESPERANZA CRISTIANA....................................................... 116 LA ESPERANZA CRISTIANA....................................................... 117 LA REALIDAD ESCATOLÓGICA............................................ 117 194

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios A.) Escatología:............................................................................. 117 B.) Apocalíptica:........................................................................... 118 C.) Carácter oculto de las postrimerías:........................................ 119 D.) La esperanza cristiana tras las imágenes apocalípticas:.......... 119 E.) El reino de Dios:...................................................................... 120 F.) "Ya" y "todavía no":................................................................ 121 G.) La Parusía:.............................................................................. 121 H.) El juez es Jesucristo:............................................................... 123 QUINTA PARTE:............................................................................ 125 ERRORES DE UNA FALSA........................................................... 125 VISIÓN DE IGLESIA...................................................................... 125 ERRORES DE UNA FALSA VISIÓN DE IGLESIA...................... 126 PROBLEMAS QUE GENERA UNA FALSA VISIÓN DE IGLESIA....................................................................................... 126 A.) Iglesia popular:........................................................................126 B.) La teología de la liberación:.................................................... 127 C.) Iglesia nacionalista:................................................................. 128 D.) Iglesia, de los grupos de apostolado:...................................... 129 E.) Democraticismo:..................................................................... 131 F.) Cristo, sí; la Iglesia, no:........................................................... 132 G.) A modo de conclusión:....................................................... 133 H.) DIVISIÓN EN LA IGLESIA, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO:.................................................................................133 SEXTA PARTE:.............................................................................. 135 — MINISTERIO DE EL LECTORADO......................................... 135 — MINISTERIO DE EL ACOLITADO.......................................... 135 MINISTERIO DE EL LECTORADO.............................................. 136 1) PARTE TEÓRICA................................................................... 136 B.) ORIGEN E HISTORIA DEL MINISTERIO DEL LECTOR: ....................................................................................................... 138 C.) SU NATURALEZA:............................................................... 139 1.) TODO MINISTERIO ES UN "SERVICIO":.......................... 139 2.) SUS CARACTERÍSTICAS LAICALES:............................... 140 D.) LA CONDICIÓN DEL LECTOR EN EL PUEBLO DE DIOS: ....................................................................................................... 142 E.) LA ESPIRITUALIDAD DEL LECTOR:............................... 144 1.) LA PALABRA DE DIOS LE COMUNICA LA SANTIDAD QUE CONTIENE:........................................................................ 145

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Índice General –

2.) CARIDAD:.............................................................................. 145 3.) GRATITUD Y RECONOCIMIENTO:................................... 146 4.) GENEROSIDAD:.................................................................... 146 5.) HUMILDAD:...........................................................................146 6.) OBEDIENCIA:........................................................................ 146 7.) CELO APOSTÓLICO:............................................................ 146 8.) FRATERNIDAD:.................................................................... 147 9.) ESPÍRITU DE ORACIÓN:..................................................... 147 F.) LA IDONEIDAD DEL LECTOR:.......................................... 147 G.) CONCLUSIÓN:................................................................. 148 LA VOCACIÓN AL LECTORADO:....................................... 148 1.) EL QUE LLAMA:............................................................... 149 2.) EL QUE ES LLAMADO:....................................................149 3.) LA RESPUESTA:................................................................150 4.) INSTITUCIÓN DEL LECTOR:.............................................. 151 PARTE PRÁCTICA......................................................................... 151 A.) ¿QUÉ ES LEER?.................................................................... 152 B.) LEER ES UNA COMUNICACIÓN:...................................... 154 C.) Tiene que ser "objetiva":......................................................... 154 D.) Evitar que la lectura sea "subjetiva":...................................... 155 E.) Transmisión de la idea, fielmente:.......................................... 155 3) LA LECTURA EN PÚBLICO DE LA BIBLIA:..................... 156 A.) Palabras propias de la Biblia:.............................................. 156 B.) MANERAS DE TOMAR UN LIBRO PARA LEER......... 157 C.) ALGUNAS RECOMENDACIONES AL LEER TEXTOS DE LA BIBLIA:........................................................................ 158 EL ACOLITADO..............................................................................160 EVOLUCIÓN DEL MINISTERIO DEL ACOLITADO:............ 160 A.) El ACOLITADO EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA:...... 160 1.) FUNCIONES PRIMITIVAS:.................................................. 160 2.) FUNCIONES EN LA EDAD MEDIA:................................... 160 3.) FUNCIONES EN LA EDAD MODERNA:............................ 162 4.) El ACÓLITO EN LA ACTUALIDAD:.................................. 163 B) El MINISTERIO DEL ACÓLITO:.......................................... 163 1.) NATURALEZA DEL ACOLITADO:.................................... 163 2.) DIGNIDAD Y COMPROMISO DE VIDA:........................... 165 3.) DOCTRINA EUCARÍSTICA QUE DEBE CONOCER:....... 166 196

- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios 4) EJERCICIO DEL ACOLITADO:............................................ 166 FUNCIONES GENERALES DEL ACÓLITO:............................166 ACTUACIÓN EN LAS CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS: 168 1.) ANTES DE LA CELEBRACIÓN:.......................................... 168 2.) PARA LA CELEBRACIÓN:.................................................. 168 D.) PROPUESTA PARA LA ORIENTACIÓN PASTORAL DEL ACÓLITO:.................................................................................... 170 1.) CELEBRACIÓN DE LA PALABRA Y COMUNIÓN:......... 170 2.) EN LA IGLESIA O CAPILLA:.............................................. 171 3.) EN LA CASA DEL ENFERMO:............................................ 171 E) LA INSTITUCIÓN DEL ACÓLITO:...................................... 172 RITO DE INSTITUCIÓN DE LOS ACÓLITOS:........................ 172 SÉPTIMA PARTE:.......................................................................... 173 EL BENDICIONAL..........................................................................173 LA BENDICIÓN EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN......... 174 a) Origen de la bendición: Dios:................................................... 174 b) LAS BENDICIONES EN LA VIDA DE LA IGLESIA......... 176 c) OFICIOS Y MINISTERIOS:................................................... 178 d) LA CELEBRACIÓN DE LA BENDICIÓN:.......................... 181 ESTRUCTURA TÍPICA:.............................................................181 e) SIGNOS QUE SE EMPLEAN:................................................ 182 MANERA DE UNIR LA CELEBRACIÓN DE LA BENDICIÓN ............................................................................ 183 CON OTRAS CELEBRACIONES O CON OTRAS BENDICIONES........................................................................ 183 FUNCIÓN DEL MINISTRO EN LA PREPARACIÓN Y ORDENACIÓN DE LA CELEBRACIÓN................................... 184 LAS VESTIDURAS LITÚRGICAS.........................................184 ADAPTACIONES QUE COMPETEN A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES..........................................185 BIBLIOGRAFIA GENERAL........................................................... 187 Índice General................................................................................... 191

197

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