cultura contemporánea 02-05

May 4, 2020 | Author: Anonymous | Category: Globalización, Nación, Capitalismo, Estado (política), Modernidad
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Cultura Contemporánea Clase 2 Texto: Ortiz, Renato: “Modernidad y espacio, Benjamín en Paris”. Resumen del Texto Introducción Presentando definiciones para los conceptos de memoria colectiva y memoria nacional, el autor confronta sus orígenes y significados aludiendo la interioridad de la memoria colectiva en los sujetos y a la exterioridad de la memoria nacional, la cual, según él, no es más que una, “tradición inventada”. Presentando como ejemplo los vaivenes de las festividades y símbolos patrios de la Francia post revolución arriba al interrogante que intentará desglosar a lo largo del texto: “¿Cuál será la relación entre este espacio de integración nacional y el advenimiento de las sociedades modernas? ¿No sería el espacio y el tiempo de la modernidad una consecuencia de esa memoria nacional?” Refutando a Charles Rearick, quien establece una estrecha relación entre la formación de dicha memoria nacional y la configuración del espacio y el tiempo de la modernidad, Ortiz, en cambio, señala que muchas de las nociones de espacio y tiempo no responden al proceso de formación de la memoria nacional y a su ideología, sino a necesidades que tiene su origen en la sociedad misma y sus formas de organización. El espacio y el tiempo en la Francia de la restauración La configuración que allí se observa muestra que la realidad de la calidad del transporte y los caminos, sumado a las obras de infraestructura impulsadas por el estado (muro de la ciudad) arrojan un panorama “acotado” en el que las relaciones comerciales y de vida cotidiana se desarrollan en un espacio con poca movilidad, es decir, si bien se realizaban desplazamientos de orden laboral, comercial, etc, éstos tenían lugar en espacios contenidos y asilados entre sí. Como diría Philippe Aries, la vieja Paris era como “una red bastante densa de pequeñas células autónomas, sin relación entre ellas”. Con el surgimiento del interés en la explotación del transporte y del principio de circulación (y su posterior regulación) la situación cambia en el transcurso de unos pocos años drásticamente, allí se observa una intensificación de la circulación, no sólo consecuencia de la posibilidad de transporte sino también de necesidades e intereses intrínsecos de la sociedad parisina de entonces que sufría una reestructuración del tejido social en el cual las clases sociales mas acomodadas vivían entrelazadas en populosos edificios con la servidumbre y clases bajas, así pues se observa un fenómeno migratorio de los ricos hacia el oeste, mientras que los trabajadores migran al oeste buscando proximidad a las zonas fabriles. Estamos aquí presenciando una transformación del espacio urbano de Paris, en el que la ciudad de divide, se especializa, se reconfigura. Ante esta nueva situación resulta imprescindible a las autoridades regularizar la circulación de personas, carruajes, vehículos, etc. en lo que podría considerarse el primer antecedente de una “política de urbanización” en el sentido moderno. Las iniciativas del barón Haussman sin embargo poseen un trasfondo político militar que no puede ser dejado a un lado -ya que la estructura de las calles angostas facilitaba el asentamiento de barricadas y motines- ; apoyado en un discurso higienista, con el consentimiento de gran parte de la clase dirigente y gran parte del capital privado (que claro está quedaría a cargo de las reformas urbanísticas) se procedió a una reconstrucción sistemática de la ciudad y de su forma de administración.

Además de calles, avenidas, puentes, plazas, un sistema de desagües y canales conectando los puntos neurálgicos de la ciudad y uniéndolos con las estaciones ferroviarias se crearon las entidades administrativas destinadas a atender de “manera más eficiente las exigencias de dicha planificación”. Un cambio notorio es el que Haussman, basándose en un principio organicista, realiza sobre el tamaño de las calles y con la creación de aceras y bulevares (que para entonces no existían) las cuales se tornan de vital importancia para la circulación quitándole lugar e importancia a las moradas parisinas de la época, privilegiando así la movilidad de personas y vehículos. Reacciones, nuevos comportamientos y fenómenos pueden verse en todos los estratos de la sociedad. El tren y su influencia en la noción de tiempo y espacio Si bien las primeras concepciones acerca de su explotación se limitaban a un traslado más económico de mercaderías para las empresas o como un intermediario entre los canales fluviales y las vías terrestres, en cuanto la noción de sistema cobra importancia en la organización de la ciudad, es cuando la vía férrea tiene realmente un desarrollo que influye en la vida socioeconómica de la ciudad. En la década del 30, la visión económica del tren, es reemplazada por otra que contempla al tren como un sistema de transporte totalmente nuevo capaz de poner en contacto espacios remotos o distantes y es el principal responsable de romper el aislamiento local en el que se encontraba el país. Aquí se observa un cambio en la forma de representar y organizar el territorio, el cual pasa a ser entendido como una red compleja de sistemas que tiene a Paris como su centro. Como el autor señala citando a Schivelbush, la comprensión de espacio y tiempo, no refiere solamente a unidades matemáticas de medida, sino también a conceptos forjados socialmente, y una muestra de ello, son los cambios que el sistema de ferrocarriles provocó en Francia y toda Europa con respecto a las nociones intuitivas de tiempo y distancia. La posibilidad de transportarse a velocidades mucho mayores y sin los percances de paradas, peajes, conexiones de rutas, etc. “suprimió” el espacio existente entre dos puntos de interés cualesquiera, ya que al desplazarse a una velocidad completamente inalcanzable por otros medios de transporte que brindaban una percepción de un espacio “continuo”, se altera notoriamente la percepción del verdadero “trayecto” y su correspondiente distancia. Un efecto secundario de esta tecnología, es un vaciamiento en contenido del recorrido, y un fin al contacto con los acontecimientos, seres, paisajes, y rostros durante el viaje, debido a este quiebre en el tiempo. Este fenómeno acarrea consigo uno de los paradigmas de la modernidad: la aceleración de las sociedades. Varios intelectuales de la época dan cuenta de ello, y se refieren a tal suceso como un “acortamiento de las horas” o una “intensificación del ritmo de vida”. Evidentemente, las consecuencias de dichos actos no se limitaron a una manera de “sentir” el tiempo, sino que condicionaron y modificaron los hábitos de comportamiento y el estilo de vida del hombre para siempre. El frenesí de éstas nuevas ciudades industriales trajeron consigo un aceleramiento del ritmo de vida donde “las personas quieren vivir mas de prisa, absorber mas placeres, asumir, mas responsabilidades, o sentir el mayor número de de emociones posibles en el espacio de tiempo mas corto” como diría Gramsci. Se estaría entonces en presencia del nacimiento de la sociedad de consumo tal cual se la conoce hoy. La producción industrial reemplazaría a lo artesanal, y la cantidad de bienes disponibles y deseables se multiplicarían en la medida que comienzan a formar parte de un sistema de diferenciación socioeconómica.

Los últimos vestigios del antiguo régimen, el nacimiento del automóvil. Si bien el tren, había modificado el estilo de vida parisino a fines del siglo xix, los desplazamientos dentro de la ciudad todavía estaban a cargo de caballos montados, carruajes, y tranvías con tracción sanguínea. La poca eficiencia y la lentitud de dichos transportes contrastan notablemente con las velocidades del ferrocarril, lo que “retrasa” la instauración definitiva del espíritu de la “modernidad”. El caballo, símbolo del transporte por milenios, esta a punto de presenciar su final. Con la llegada del automóvil y la electricidad al transporte público, el número de carruajes y caballos disminuye exponencialmente y para 1913 el último tranvía con tracción sangre realiza su viaje final, y en ese mismo año se fabrican 45.000 coches, en comparación con los 320 de 1900. Si bien aún no representan un bien de consumo cotidiano, según muchos historiadores, los coches del siglo xx determinan la creación de una época y la culminación de un cambio de espíritu con respecto a otras eras. Si antaño el deseo de los hombres refería a acomodarse y a encontrar un lugar de pertenencia, es decir sus raíces, en la modernidad, la idea se desgasta y es desplazada por la de “movimiento” la necesidad de moverse y circular, emulando así la omnipresencia de los dioses, saciando su apetito frenético e inquieto, alimentando su nervioso ritmo de vida, todo sea en pos o en consecuencia de ese “acortar” el espacio y el tiempo. Modificación del espacio Las medidas que se implementan a partir de ese momento contemplan en un sentido amplio todas las vías de circulación que confluyen en el centro de la ciudad y tienden a regularizar la circulación, implementando la noción de “anillo radial” en el marco de una concepción de espacio “radicalmente moderna”. Esta idea es “moderna” en tanto la ciudad se especializa y distribuye de acuerdo a las funciones e intereses de cada sector, quedan así configuradas zonas residenciales, zonas fabriles, zonas para el ocio, etc. No es detalle menor el dato de que se esta en presencia de una disociación entre la vivienda y el lugar de trabajo cuya unión se había mantenido inalterable durante siglos, siendo ahora “unidades autónomas”. La expansión de la ciudad hacia la periferia sumada a la nueva concentración del espacio provocada por la división del trabajo acentúa mas la citada división entre morada y labor, creando una mayor necesidad de transporte tanto en cantidad como en recorrido. Impactos, reacciones y repercusiones en la sociedad La estandarización propuesta por los modernistas, además de alterar el paisaje urbano, calles, bulevares, canales, desagües, etc. también provocó modificaciones arquitectónicas en las viviendas. Los edificios ganan altura, a la vez que sin modificar su fachada o ancho, albergan un mayor número de viviendas, lo que evidentemente disminuye el tamaño dedicado a cada una. La disposición y forma de estas nuevas viviendas, también reflejan en algún sentido el espíritu de la época, en tanto las habitaciones abandonan su clásica disposición en cascada e intercomunicadas, para dejar lugar a un diseño tipo árbol, con una única entrada, dando una función específica y racional a cada cuarto. El advenimiento de este nuevo espacio mucho mas “uniforme” tiene consecuencias en la sociedad, y no es solamente una cuestión de estética, ya que, pareciera que en algunos sectores, el ritmo y la calidad de las modificaciones no era visto como un signo de progreso, sino como una pérdida de esteticismo y falta de gusto, que confieren monotonía y anonimato a las mismas. Podría decirse que esta nueva supremacía de la movilidad por sobre la habitación afectó severamente la idea pertenencia o arraigamiento que la vieja Paris, discontinua y caótica brindaba a sus habitantes.

Como una alternativa, o como un signo de disconformidad, las clases acomodadas, encuentran nuevas formas de expresar su sentimiento de diferenciación y arraigamiento a la vez, por medio de la decoración y del mobiliario de sus viviendas. Adornados, suntuosos, pomposos y pesados, los muebles de la época reflejan una ideología contraria a la funcionalidad moderna y forman una corriente de diferenciación con respecto al ámbito público, monótono y estandarizado. La modernidad y la racionalización del tiempo Como o de donde surge la necesidad de medir el tiempo y de regularizar y subordinar los actos de una sociedad a él es una pregunta que requiere la noción de un contexto cronológico que de cuentas de los cambios en los mecanismos de producción y de organización de las sociedades. Antiguamente, la estimación del tiempo, estuvo estrechamente ligada, así como los sistemas de gobierno y las ideologías de dominación primarias, a la religión. Los monjes benedictinos asociaban el trabajo al rezo, para encausar de cierta manera la vida del monasterio. La división del día en cuadrantes y horas, es uno de sus legados más notorios. Con la invención del reloj, y su uso cotidiano, las responsabilidades acerca de la regulación horaria dejan de concernir a la iglesia y alejan dicha responsabilidad del ámbito religioso. Durante la era feudal, se sabe, que en la vida rural, los hombres calculaban el tiempo en función de las pausas naturales (estaciones del año, clima) y biológicas (día y noche), subordinando a dichas estimaciones al resto de los eventos de la comunidad; por el contrario, con en el auge de la vida en las ciudades de la modernidad, el reloj es quien brinda ahora las pautas de trabajo y descanso, acorde claro a las necesidades de la sociedad industrial. El cambio entre un modo de organización y otro, no fue brusco ni instantáneo. El primer paso fue efectuar el cálculo de la hora no mediante eventos climatológicos locales sino a períodos astronómicos racionales y universales. Sin embargo, un período en el que varios horarios convivieron en toda Francia, con sus respectivos inconvenientes y formas de organizarlo, fue finalmente sucedido por la unificación de la hora en todo el país. Sin dudas, el ferrocarril fue un factor de gran importancia para dicho suceso ya que arribos, embarcos y demás funciones requerían de una coordinación precisa entre varias ubicaciones distantes. La invención del telégrafo sin hilos y el teléfono lo hicieron posible. –mendez lo hizoCausas y consecuencias de la racionalización y control del tiempo En los comienzos de la era industrial, además de regular ciertas actividades en el transporte, la medición del tiempo se convierte primordialmente en un elemento de control y sometimiento que empresas y patrones utilizan sobre los primeros trabajadores. Éstos, que provenían de un entorno rural poseían ciertos hábitos y condiciones que no eran las más favorables para el desarrollo óptimo que las clases dominantes pretendían de sus industrias. Así es que, con riguroso control de las actividades laborales (períodos de descanso, trabajo, entradas, salidas, etc.) se instaura un método de tiranía de tiempo fabril con innegables aires militarizantes. El objetivo de esas prácticas era lisa y llanamente disciplinar a las primeras camadas de obreros, transfiriéndoles una nueva noción de tiempo tanto a sus mentes como a sus cuerpos, para finalmente lograr una nueva “lógica de comportamiento”. El tiempo no era meramente un elemento de medida, sino una forma de opresión y engaño que obviamente sólo recaía sobre las clases bajas, mientras que las clases altas permanecían con cierto trato “irracional” del tiempo en sus vidas. Un factor a tener en cuenta dentro del universo laboral, es el cambio en los métodos de producción que tienen lugar en una segunda instancia del desarrollo industrial. Un

completo reemplazo del trabajo artesanal por el trabajo en serie provoca un acortamiento en las capacidades de los trabajadores, a quienes ahora les corresponde una porción mas pequeña del producto terminado, por lo tanto, si bien poseen una mayor especificidad en su labor adquieren menos incidencia en la totalidad del trabajo, en un proceso que podría denominarse de “estandarización de los instrumentos” Aquí las fases de producción son racionalmente estudiadas y elaboradas por profesionales distintos de los obreros, denotando otra característica notoria de la modernidad: “la división entre trabajo manual e intelectual”. Con el aumento de la demanda de bienes, las industrias notaron que largas jornadas laborales, no provocaban un aumento en la producción sino por el contrario una merma, y por consecuencia necesitaban un sistema para lograr incrementar su productividad. Es entonces, una nueva forma de “control del tiempo” conocida como Taylorismo (que introduce el concepto intervalo ideal de trabajo o tiempo óptimo de elaboración) es el elemento utilizado para lograr tales fines. Un acortamiento de la jornada laboral y el control cronometrado de la producción, ahora segmentada y específica diferencian a la era industrial de principios del siglo xx de la fines del siglo xix. Coda Así como los avances del transporte y las tecnologías de las comunicaciones, sumado a las necesidades de desarrollo de la sociedad industrial unificaron a varias naciones europeas en sus mercados, abandonando el viejo aislamiento medieval, achicando la noción de distancia e instaurando un riguroso control del tiempo que posibilitaría dicho proceso y suplantara a los ciclos naturales (agrarios) en el rol de regir las vidas de los individuos, un proceso similar hoy en la actualidad une los mercados mundiales y acorta aún mas las distancias y los tiempos. Es un verdadero interrogante plantearse si esto en verdad conllevará a una unificación mundial como lo hiciera con los estados europeos en los comienzos del siglo pasado.

Clase 3 Texto: Margulis Mario: “Globalización y cultura”. Resumen del Texto Tomando distancia de aquellas posturas que sostienen a la globalización en términos culturales como un proceso aislado de la evolución histórica, política, tecnológica y económica, Margulis propone considerar a dicho proceso como consecuencia directa de la evolución del capitalismo como sistema productivo y de las condiciones y modelos que éste ha impuesto. A partir de allí distinguirá entre sí a varios conceptos como internacionalización, mundialización y globalización, que comúnmente son utilizados como sinónimos pero que para Margulis corresponden a distintos fenómenos y procesos históricos. Además, plantea abandonar aquella concepción acrítica en la cual, la globalización se entiende en términos de mercado mundial como una nueva forma de producción, distribución y consumo de bienes por la cual se produce un intercambio cultural simétrico entre los distintos sectores capaces de producir. En cambio, considera a

dicho proceso como un desencadenamiento directo de métodos organizativos a nivel mundial que reproducen y mantienen las desigualdades existentes en la distribución de la riqueza, la tecnología, el poder y en consecuencia, de la capacidad de generación y recepción de dichos bienes. Diferentes etapas en la evolución histórica del capitalismo Es consecuencia del desarrollo de la modernidad en sus primeras etapas que, desde la conquista de América, se tienda a la conformación los estados nacionales europeos quienes logran su unidad a partir de la unificación y su posterior subordinación de sus economías regionales a un todo singular y más amplio de carácter nacional. Es éste peldaño necesariamente anterior al establecimiento de relaciones comerciales internacionales, es decir, más allá de las fronteras nacionales, que Ortiz señala como internacionalización y que naturalmente ha influido sobre la evolución de las culturas y de las concepciones que de ellas se desprenden. Es anterior entonces y necesario para este proceso de generación de los estados nacionales abandonar la subordinación espacio-temporal respecto de las regionalidades particulares en pos de una economía de carácter nacional, a éste proceso se lo denomina desterritorialización, ya que borra las fronteras existentes que unen a los órdenes de vida al territorio más próximo, pero a su vez, establece una nueva frontera mas amplia, es decir territorializa nuevamente, pero instaurando una nueva relación geográfica. Cabe aclarar entonces, que la globalización de la economía es un proceso más complejo y de diferente envergadura ya que implica cierto grado de similitud e integración de las actividades, costumbres y modos de vida, que del mismo modo que la internacionalización lo hizo a nivel nacional, ahora la globalización lo exige a nivel mundial. Es este nuevo estado lo que se conoce como “mercado mundial” y se basa en la elaboración, distribución y consumo de bienes que poseen la necesidad de circular sin impedimentos. Construcción de redes de significados y códigos comunes Condición necesaria para que aquellos productos oriundos de los sitios más dispersos puedan insertarse y convertirse en una real necesidad para el consumo es que los potenciales consumidores posean una serie de saberes, conocimientos, y de códigos en común a lo largo del mundo para que un mismo producto pueda circular sin resistencia a través de él. Juega aquí entonces un papel fundamental en la cultura de los individuos, la fuerza que ejerce la globalización en términos culturales cuyo objetivo es crear una estandarización de códigos comunes que vuelvan posible la circulación de mercancías. Por ello puede observarse que la globalización no es un proceso ajeno a la generación de uno u otro tipo de cultura, ya que a través de numerosos sistemas, influye sobre las costumbres, códigos, gustos, hábitos, etc. de los sujetos. Sin embargo, la imposición de estos nuevos códigos, de ninguna manera reemplaza a los existentes, sino que mantiene con estos una relación de adaptación-resignificación en la que la identidad local se superpone y adapta a sus usos y costumbres estos nuevos bienes culturales y sus consecuentes necesidades materiales. Los diferentes órdenes culturales, dimensiones de significación Podría entonces definirse tres planos en los que las sociedades son capaces de generar, modificar, y establecer redes de usos y significados en relación su alcance espacial. En primer lugar estarían aquellos códigos de identificación con territorios pequeños o tribus. Luego, aquellas redes de significados que abarcan a sectores urbanos mas amplios que comparten historia, valores, costumbres, creencias, tradiciones, etc.

Y por último aquellos ámbitos de la cultura relacionados a códigos de procedencia global que irrumpen en la localidad que requieren competencias específicas y que dan origen a las adaptaciones y luchas entre los distintos universos simbólicos descriptos que evidentemente se encuentran vinculados a las luchas por el dominio de la generación de sentido característicos de la sociedad. La puja por la generación de sentido, medios de comunicación y desterritorialización. Consecuencia directa del auge de los medios de comunicación sumada a la progresiva disminución de la intervención estatal, tanto en el plano económico como cultural, son los mensajes enviados por los primeros una fuente importante de generación de sentido, códigos, hábitos y modos de vida que repercuten notablemente en las sociedades. La posesión y utilización de dichos medios generará a favor de quienes tengan dominio sobre estas tecnologías una ventaja en la lucha por la imposición de un modelo cultural en particular. A raíz de la desigual distribución que existe en el mundo de dichas herramientas, es natural que gran parte de los sujetos consuman productos y reproduzcan códigos que no le son nativos en su origen y que a su vez pertenecen a sectores que se benefician con la generación de aquellos bienes que tienen a satisfacer las nuevas necesidades surgidas resultado de las nuevas pautas culturales. Una nueva división y concepción del tiempo y el espacio Para subordinarse a estos nuevos órdenes, y encausar el desarrollo del estado actual del capitalismo, modificaciones en la percepción, uso y distribución del espacio y el tiempo tienen lugar en la actualidad, y así como fue necesario abandonar viejas pautas regionales que organizaban los modos de vida para lograr la conformación de los mercados nacionales, ahora, deben eliminarse las barreras espacio-temporales que impiden las relaciones a nivel global. En otras palabras, los tiempos y los lugares deben subordinarse a las pretensiones y necesidades del mercado global, alterando una vez más los órdenes naturales y los ritmos de vida de las poblaciones. Estandarización, inclusión y exclusión Aquellos códigos culturales tendientes a homogeneizar a los potenciales consumidores en todo el mundo, a través de la oferta universal de los mismos productos, no se instalan en la totalidad de sus características sino que son redefinidos y adaptados a las costumbres existentes dentro de cada situación, manteniendo algún grado de diversidad, que restituye en algún punto la identidad local, que como se sabe se construye en parte a través de la diferenciación con “lo otro”, lo ajeno, lo foráneo. Sin embargo, la tendencia que tiende a sustituir las comunicaciones a nivel corporal por las nuevas vías de comunicación, dificultan la formación de espacios físicos comunes que sirvan a la generación de aquellos códigos locales que impiden la completa homogenización de los códigos simbólicos. Los nuevos pobres, los excluidos Alejados de las condiciones necesarias para ubicarse dentro de las principales áreas de consumo a través del trabajo y como consecuencia de ello, de la generación de identidad, un nuevo sector emerge en desventaja de recursos, y en cierta medida, sin la necesidad de ser tenidos en cuenta para el desarrollo del sistema de producción, ya que no poseen en muchos casos, las pautas culturales ni los medios físicos para apropiarse de los bienes que se distribuyen a nivel mundial, y, a diferencia de otros sectores de desfavorecidos en otras épocas, estos nuevos pobres se hallan al margen del sistema

productivo, no forman como en otras épocas, parte de él, como lo fueran los asalariados y los obreros mas pobres, y como consecuencia de ello son ignorados por la gran maquinaria de generación y homogenización de sentido, sin embargo, estos nuevos sectores poseen sus propias pautas y códigos, que como es de esperarse, difieren abismalmente de los valores, pautas, y códigos culturales que distribuye el universo del consumo. Texto: R. Ortíz: “Cultura y modernidad mundo”. Resumen del Texto Introducción Dos objetivos serán los primordiales que abordará Ortíz en este texto, en primer lugar contrastará con los conceptos de la metodología clásica de entender la evolución de las culturas al considerar que sus elementos y desarrollos no son adecuados para comprender la influencia del proceso de globalización en las culturas modernas. Luego, se alejará de aquellas teorías que postulan al imperialismo y a su maquinaria de legitimación, el “imperialismo cultural” como parte de la evolución de centros de poder concentrados (naciones, estados), ya que de ser así se estarían utilizando los conceptos clásicos. En cambio, sin desechar la presencia de relaciones de dominación a escala mundial, y su influencia en la conformación de la cultura, observa que responden a un orden interno al desarrollo de la modernidad con sus herramientas y características, dentro de las cuales se destaca la imposibilidad de establecer una relación de centralidad-externalidad respecto de las formaciones ideológicas, culturales, de poder, etc.

Modernidad mundo y las concepciones clásicas respeto de las culturas, Los estudios clásicos acerca de la formación de las unidades culturales definen para el análisis de las sociedades una serie de presupuestos, los cuales se basan en dos premisas básicas, a saber, centralidad (foco cultural) y oposición entre interno y externo. Estos supuestos se arraigan en la concepción de una unidad central de pautas, valores, concepciones, etc. de toda índole que pueden ser asociadas a un lugar físico, geográfico, y que, pertenecen a un determinado grupo. Este grupo, a su vez, si posee lugares de contacto real con otros grupos, los tendrá en un lugar común a ambos, en donde será posible un contacto cultura mediante el cual elementos externos a cada uno de los grupos sean asimilados y procesados de acuerdo a las pautas internas preexistentes. Se entenderá como difusión al proceso mediante el cual los elementos de una cultura en particular se diseminan en términos espaciales, es decir se trasladan geográficamente, mediante la interacción en lugares comunes con otros grupos. Si este proceso se diera de forma bilateral, en otras palabras, que dos grupos fueran capaces de influirse mutuamente reconfigurándose, se estaría hablando de aculturación. Así podría entenderse que según la concepción clásica las culturas en particular poseen una autonomía interna mediante la cual reinterpretan los elementos que le son extraños o externos.

Tomando como ejemplo la evolución en la elaboración, distribución y consumo de alimentos, Ortiz, mostrará como las pautas de centralidad y oposición entre externo e interno no son las más adecuadas para analizar los procesos de mundialización de las culturas. Como casi todas las áreas que modificaron sus sistemas productivos, de trabajo, distribución, etc. con el avance del capitalismo, los alimentos atravesaron etapas comunes a todos los órdenes atravesados por la racionalización del trabajo. Así como la producción en serie y los avances en el transporte hicieron posible la existencia de mega tiendas, los conservantes y otros adelantos tecnológicos hicieron a los alimentos más durables en el tiempo, además de crear una disponibilidad de productos al margen de los tiempos y lugares de cosecha/siembra. En otras palabras, los productos no son patrimonio ya de un lugar geográfico en particular capaz de producirlos, sino que pueden producirse, conservarse (alargando el periodo de disponibilidad) y distribuirse más allá del alcance físico de la población en la cual se originan. Otra consecuencia de las modificaciones en los ritmos de producción y de vida, se vio claramente en como los hábitos alimenticios se “fraccionan” o dividen, adaptándose al pulso de la sociedad de trabajo, a raíz de ello, las sociedades modernas en las que el capitalismo había prosperado vieron como les era necesario alimentarse fuera de sus hogares, de manera rápida (para que no interfiriera con sus labores) y barata. De esta necesidad no resuelta, surgen los emprendimientos de comidas rápidas, drive in, restaurantes al paso, etc. Para su funcionamiento acorde a las necesidades de rapidez y bajo costo, éstos servicios proceden a aplicar estrategias de patronización, estandarización y división o fraccionamiento en la elaboración (todas características implementadas bajo los preceptos de la racionalización del trabajo) de sus productos, condiciones ya más que naturales en la actualidad. Si se unen factores se puede observar que esta cocina de características industriales, no se encuentra completamente ligada a lo local, sino que posee acceso a productos, materiales, materia prima, etc. que seleccionará para la elaboración de sus platos, y cuyo origen no se limita a las barreras geográficas o culturales existentes, sino que por el contrario, elementos ajenos son incorporados, pero el detalle es que éstos nuevos elementos no son ajenos en tanto correspondientes únicamente a otro grupo cultural, sino que se encuentran distribuidos a lo largo de un basto territorio, lejos de su origen, por lo tanto, puede decirse que dichos productos se encuentran desterritorializados o deslocalizados y tienden a perder relación con una región de origen en particular. A través de éste ejemplo, Ortiz, da cuentas de la dificultad para establecer relaciones de interioridad o exterioridad de los bienes culturales, “no hay mas centralidad, la movilidad de las fronteras diluyó la oposición entre lo autóctono y lo extranjero”. Si se tienen en cuenta estas consideraciones, es fácil entender lo que se llama “americanización” del mundo, no como un avance imperialista (sin quitar peso a los estados unidos como potencia económico-cultural), sino más bien, como expresiones y consecuencias de un movimiento intrínseco a el desarrollo de la modernidad, que podrían caber mas dentro de un proceso de mundialización de la cultura a causa de la circulación de bienes y no de americanización. Con ello, no es que se estaría ante la ausencia de relaciones de poder o dominación, sino que, al descentralizarse, al no poseer un foco visible, ya sea un estado o una nación, responden a intereses políticos y económicos mucho mas difíciles de localizar y cuyas armas de legitimación cultural y simbólica que trascienden los órdenes de una nación o un pueblo pasan a formar parte de los hábitos, costumbres y modelos mentales de acción de diversos grupos que se encuentran inmersos en la modernidad mundo y que no pueden ser entendidos como una mera difusión culturar de un grupo o nación.

Clase 4 Texto: Canclini Néstor: “Mercados que desglobalizan: el cine latinoamericano como minoría”. Resumen del Texto: Bajo un punto de vista que podría situarse más cercano al antiimperialismo que Ortiz señala, Canclini, evalúa como a través de la evolución de los procesos globalizadotes una suma de factores en su mayoría económicos han logrado que propuestas culturales que provienen de grupos demográficos de gran número sean catalogados como minorías y sean excluidos de los procesos de comunicación y difusión masivos disponibles en la actualidad. Utilizando como ejemplo la industria cinematográfica, expone como bajo las recetas neoliberales, la globalización no ha funcionado como una manera de brindar acceso a mercados mas amplios a economías relegadas, ni ha servido como un medio para el progreso de las naciones periféricas. En cambio, con el progresivo avance de las empresas trasnacionales en los países de Latinoamérica y gran parte del mundo, una buena cantidad de los medios de producción cultural han pasado a manos extranjeras que con el objetivo de obtener rendimientos económicos, filtran las propuestas que saldrán a la luz con una lente orientada al mercado mundial que deshecha gran parte de la producción nativa en esos países que no entra bajo los estándares internacionales. Así, producciones que son realmente masivas, se ven reducidas a minorías ya que no encuentran vías de difusión. Otra característica que Canclini hace notar es como se legitiman impedimentos para el progreso de las manifestaciones culturales que no son nativas dentro de los estados unidos a través de políticas de proyección de filmes o de proteccionismo a la industria, en tanto es creciente la tasa de inmigrantes que podrían acceder a un hipotético mercado de cultura “extranjera” dentro de dicho país. De esta forma, se observa como la globalización lejos de proponer una amplia oferta de manifestaciones culturales provenientes de todo el mundo, solo sirve a fines de reproducir aquellas que provienen de ciertos sectores de dominio hegemónico o aquellas que cumplen con ciertas pautas de masividad y beneficio económico para los distribuidores. En resumen, la producción cultural de todos los países no dominantes que no encaje con aquellos márgenes estéticos propuestos por los circuitos internacionales con el cine anglosajón y su industria musical a la cabeza, se ve seriamente comprometida y desglobalizada, y hasta excluida siendo que encuentra dificultades para difundirse incluso en sus países de origen cuyas industrias se hallan altamente influidas por los contenidos que cerrando un circulo perfecto provienen del extranjero y caben dentro de los estándares mundiales. Así es que, ante una posibilidad de diversificar la oferta cultural mundial, mediante el empleo de los nuevos medios de comunicación, el rumbo que hasta ahora a tomado la globalización ha sido por el contrario, simplificar la oferta mundial bajo las pautas de la industria anglosajona. Por lo tanto, en pleno auge del fenómeno de globalización, numerosas regiones experimentan un crecimiento en las conexiones e integración con otros sectores del mundo, pero muchas veces aíslan a zonas aledañas más pobres que quedan de esta forma marginadas de todo intercambio. La inseguridad, el desempleo, la pobreza y la violencia aguardan, fruto de la desindustrialización y el neoliberalismo, en la periferia de las ciudades cosmopolitas globalizadas y conectadas a todo el mundo bajo una serie de códigos universales a los que no todos tienen la posibilidad de acceder.

Clase 5 Texto: Ortiz R.: “Modernidad mundo e identidad”. Introducción Al igual que en “Cultura y modernidad mundo” Ortiz comienza por elaborar una comparación entre la noción de identidad utilizada por la antropología clásica, y a partir de los elementos que la componen, se inclina por una nueva definición aludiendo la imposibilidad de realizar un estudio de las identidades de la modernidad a partir de las pautas utilizadas para las sociedades antiguas dado que algunos conceptos tomados como presupuestos o existentes, simplemente no se dan en la conformación de las identidades bajo la modernidad-mundo. Las identidades durante la conformación de los estados nación Si se entiende a la cultura como un todo integrador formadora de identidad, y a su vez a la identidad como unidad que posee patrones de evaluación y acción determinados que brindan cierta previsibilidad y cohesión a las sociedades, al influir de cierta manera en las acciones de los individuos, la antropología ha considerado a la gestación de las identidades bajo tres conceptos muy definidos: integración, territorialidad, centralidad. De aquí que, según los antropólogos, para las sociedades primitivas, toda cultura es un único elemento indivisible, que posee un eje o foco central formado por un núcleo de creencias, valores, y matrices para la acción y que posee un alcance geográfico bien delimitado. Extrapolar esta serie de conceptos hacia el análisis de las sociedades mas modernas y complejas, acarrea una serie de problemas empíricos, en tanto, supone que dentro de la totalidad de un territorio denominado estado o nación la cohesión es completa entre la totalidad de sus habitantes, que posee sólo un núcleo ideológico, y que la totalidad de los sujetos habitantes de dicha extensión terrestre poseen una identidad común, única y plausible de ser analizada y caracterizada objetivamente. Sin embargo, considerar que el nivel de cohesión dentro de una nación es completo, y suponer la unicidad de un núcleo ideológico no parece tener mucho sentido cuando, en los albores de su formación los estados abarcaban territorios poblados por distintos grupos portadores de distintas costumbres, ritmos de vida, lenguajes y hasta etnias. A diferencia de lo que propone la antropología Ortiz, señala a la identidad, no como una entidad con vida propia, ajena y externa a los sujetos, sino que acerca su definición a una construcción simbólica, la cual se construye a través de la influencia de diversos marcos referenciales, producto de la historia e intervención de los hombres y que desarrolla y da cuentas de las relaciones de poder producto de la lucha y cruce de intereses, valores, supuestos y modelos mentales que diversos grupos intentan imponer como verdaderos y dominantes. La nación como formadora de identidad, una primera desterritorialización Es condición necesaria para que el modelo de producción propuesto por la revolución industrial y encarnado en el capitalismo en una primera etapa, que la circulación de mercancías, bienes y peronas, no tenga obstáculos dentro de un mismo territorio, la circulación es lo primordial, y para efectuar una correcta diagramación de un esquema de circulación no sólo se necesitan ferrocarriles y medios de transporte, sino que es necesario que todo un territorio se encuentre unido, comunicado, y que por supuesto, la comunicación sea eficaz. Será labor de las naciones, generar aquella dimensión cultural, que abarque un mismo lenguaje, símbolos, códigos, y que sirva a la creación de una

unidad nacional que instale en el sentimiento de todos los habitantes del territorio, el sentido de pertenencia a una misma comunidad, es decir, a una misma nación. La escuela, los héroes nacionales, los símbolos patrios, las festividades, etc. son elementos formadores de dicha unidad, pero cabe aclarar, que ésta unión no se trata no de algo existente realmente, de un “carácter” en particular que los sujetos comparten, sino más bien de un destino en común. Será entonces, resultado de la lucha por la interpretación y definición del destino que llevan a cabo las diferentes fuerzas sociales y políticas, el rumbo hacia cual una nación se dirige. Sin embargo, este proceso no se llevó a cabo sin efectuar algunas rupturas en las formas de percibir el mundo por parte de los individuos. Si en el antiguo régimen, la noción de espacio en la cual un sujeto realizaba las actividades diarias durante toda su vida, sólo estaba supeditada a una región en particular, con sus respectivos ritmos, intereses, y particularidades; al modificarse las relaciones de producción, y en particular con el principio de circulación, los sujetos experimentan un cambio en la base territorial de sus acciones, la cual se amplia en primer lugar, físicamente y luego a nivel de su conciencia en tanto, sus particularidades regionales se ven sometidas e integradas a un todo abarcador, denominado nación. Así, la parte se integra al todo, el espacio local se desterritorializa y adquiere otro significado. También las relaciones sociales y los lazos de solidaridad se ven modificados bajo las nuevas formas de organización, de forma en que la solidaridad necesaria para conformar los lazos en la “sociedad” de una nación no son de ninguna manera los mismos que los de las relaciones personales regionales. De ésta forma puede observarse como la modernidad, a través de la nación provoca un doble movimiento, primero de desterritorialización, y luego de reterritorialización en términos de un todo más amplio u otra dimensión, a saber, la identidad nacional o conciencia colectiva, por lo tanto por tratarse de una entidad creada y que no responde a las relaciones personales primarias, su existencia y fiabilidad depende de la labor que los estados/naciones empeñen en la elaboración y reformulación de dicha identidad, a través de los mecanismos ya mencionados. En términos antropológicos, podría decirse que corresponde a cada nación engendrar su propio núcleo de irradiación a través del cual se encarga de generar sentido y legitimidad a fines de pacificar mediante la creación de intereses compartidos y unidad la constante lucha de intereses entre los diferentes sectores sociales. En este proceso, muchas identidades minoritarias, no seleccionadas por los estados como las “propias” son reprimidas y escondidas bajo una misma bandera. Por lo tanto, es esta acción de imposición de sentido por parte del estado la que lo convierte en el selector de aquellos referentes que podrán o no influir por sobre sus habitantes. Globalización y cambios en la posesión de los referentes creadores de identidad El avance de la modernidad, y sus modelos de organización, particularmente el fenómeno de globalización ha provocado una vez más, un giro en la dirección de la posesión de los medios de selección de referentes generadores de identidad. Así como en una primera etapa del capitalismo era necesaria una unidad, o la presencia de un conjunto de códigos comunes capaces favorecer y asimilar la circulación de bienes y mercancías a nivel nacional, ahora, éstas premisas se han ampliado a nivel mundial, y no es de extrañar que sea necesario pues, construir identidades mas amplias y abarcadoras que las anteriores capaces de favorecer la circulación sin obstáculos de un sin fin de bienes estandarizados y patronizados. Si la nación fue el medio a través del cual la modernidad alcanzo el desarrollo de una primera fase, ahora, representa en alguna medida un obstáculo. Así como las

particularidades regionales tuvieron que ser dejadas a un lado, para poder integrar a los sujetos a las naciones, ahora, las “particularidades” nacionales deben de ser minimizadas a fines de instaurar una serie de códigos, valores, y modelos de percepción y conducta comunes a lo largo del planeta. Con la explosión de los medios de comunicación masivos, y diversas vías de aculturación, los estados pierden el predominio sobre la selección y uso de los referentes identitarios, en otras palabras, el núcleo pierde centralidad. Estos nuevos referentes, promueven un nuevo proceso de desterritorialización, pero de dimensiones mucho mayores, impulsando la noción de espacio y su utilización hacia fuera de las fronteras nacionales (apoyado claro en los medios tecnológicos que permiten tal desarrollo). Estos nuevos referentes, como por ejemplo el consumo y los referentes asociados a la juventud (jeans, rock and roll, surf, etc.) tienen el crédito de haber acercado en términos de similitud cultural a millones de personas de diferentes lugares del planeta, etnia, religión, etc. Sin embargo, subyace a este proceso, el hecho de que innumerables coterráneos vayan gradualmente perdiendo puntos de similitud y unión entre sí que son de extrema necesidad para lograr estabilidad social dentro del sistema capitalista. En resumen, así como la escuela y el estado se constituyeron actores privilegiados en la construcción de la identidad nacional, en la actualidad, los medios masivos y las agencias que actúan a nivel mundial favorecen la elaboración de identidades desterritorializadas que se entrelazan con las ya existentes y pujan por obtener legitimidad. Esta puja, no hace más que reproducir en el campo mundial, la batalla de diferentes sectores por imponer aquella identidad cuya definición de sentido sea más cercana a sus propósitos, subordinando de ésta manera la oferta de “identidades” pujantes a los resultados de las relaciones entre los grupos de poder existentes.

Clase 6 Texto: Barman Z.: “Espacio-tiempo”. Introducción

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