Cuentos Que Sanan. Para Regalar - José Carlos Bermejo

March 16, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: N/A
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JOSÉ CARLOS BERMEJO

Cuentos que sanan Para regalar

2 SAL TERRAE

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la red: www.conlicencia.com o por teléfono: +34 91 702 1970 / +34 93 272 0447

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© Editorial Sal Terrae, 2017 Grupo de Comunicación Loyola Polígono de Raos, Parcela 14-I 39600 Maliaño (Cantabria) – España Tfno.: +34 94 236 9198 / Fax: +34 94 236 9201 [email protected] / www.gcloyola.com Imprimatur: † Manuel Sánchez Monge Obispo de Santander 20-12-2016 Diseño de cubierta: María José Casanova Edición Digital ISBN: 978-84-293-2634-5

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Cuentos impregnados de un destilado de sabiduría del corazón que proponen caminos de felicidad y de vida saludable. Los cuentos, como las parábolas, no nos dejan indiferentes. Nos provocan desafíos inéditos, nuevos, creativos, para ser mejores personas y, por lo mismo, más felices. Nos salvan de caminos cerrados, no intuitivos, tenebrosos. Son, por eso, una medicina; tienen un poder sanador. Están llamados a ser regalados: a uno mismo y a los demás.

JOSÉ CARLOS BERMEJO HIGUERA, religioso camilo, doctor en teología pastoral sanitaria y máster en bioética, counselling e intervención en duelo, es profesor en la Universidad Ramon Llull de Barcelona, en la Católica de Portugal y en el Camillianum (Lateranense) de Roma. Ha publicado más de cuarenta libros relacionados con la humanización. Dirige el Centro San Camilo en Tres Cantos (Madrid), Centro de Humanización de la Salud y Centro Asistencial para mayores y cuidados paliativos, y es director de varios posgrados sobre counselling, duelo, gestión, cuidados paliativos y humanización. En la Editorial Sal Terrae ha publicado una buena parte de sus obras más emblemáticas.

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Índice Portada Créditos Introducción Cuentos breves El burro De cómo los malos consejos son más peligrosos que cuchillos afilados La tinaja mágica El gurú y el gato El vuelo de la señora El zorro y las ocas El precio de la ignorancia Al borde del río Mi memoria La fábula del erizo El pequeño pez El amor y los sentimientos en una isla (otra vez) El león y el cordero Almuerzo instructivo La oración de un devoto Dos cazadores El abuelo buscador Lo más raro Regalo de flores El precio en taquilla Las semillas Perro en el hotel La farmacia cósmica Dos lobos Revolución en la habitación El espejo chino Caperucita roja (versión 2.0) El león y la liebre La prisión del odio La ridícula envidia Las lentejas Huida La serpiente El vuelo del halcón 6

Algo malo va a suceder Narraciones con moraleja Anciano y embarazo Fe en el burro Avestruz Los zapatos Los nervios de la novia El hombre, el asno y la alforja Todo queda en casa Prescripción médica Dorar la noticia No todo es caridad Venta de la bicicleta No tengo edad... María no oye Doble personalidad Las ovejas no saben matemáticas Cartas al Buen Dios El color del cristal Gramática Cerrando el libro Fuentes

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INTRODUCCIÓN

Esta es la cuarta colección de cuentos que publico. Una cada cuatro años. Llevo un tiempo, efectivamente, asomándome a este género, buscándolo, descubriéndolo, usándolo, notando sus efectos, regalándolo... He aquí un nuevo grupo de cuentos breves, a los que he añadido breves narraciones con sentido del humor o moraleja, seleccionados de aquí y de allá. Reunirlos es reconocerlos, dejar que vuelvan y adquieran la consistencia de las ramas del árbol del que entran a formar parte en este libro. Efectivamente, aquí están tal como yo los he encontrado, a veces conociendo la fuente (citada), otras ignorándola, pues circulan por diferentes medios y, en más de una ocasión, con versiones distintas, sin saber el origen. Los tomo prestados. Y los ofrezco como recursos para el lector que busque destilado de sabiduría en fórmulas breves, preguntas dirigidas al corazón sin castigo moralizante, sino con connotación ética (moraleja: moral chiquitita) saludable. Dicen que los cuentos se escuchan no solo mentalmente, sino cordialmente. Son mensajes que nacen y se difunden desde el calor del corazón y hacia el calor de la intimidad espiritual. Su lectura genera a veces esa sensación ingenua que llega a decir: «¡Pues claro!», así es, así debe ser, así quiero que sea, y no solo como parecía que la cosa iba a discurrir. Porque, en efecto, los cuentos desvelan inéditos viables para la vida, indican propuestas para una ética de la felicidad y del compromiso con el bien de uno mismo y de los demás. Los cuentos son un menú hecho solo de postres. No hay entremeses ni platos hondos con menús abundantes, sino delicadezas sabrosas que ponen la guinda de la sabiduría en el corazón de las personas. No son, pues, largos discursos hechos de introducciones, premisas, desarrollos en partes articuladas, conclusiones y evocación de evidencias científicas. Son más sencillos, pero... muy ricos. León Felipe (1941) escribía: «Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan solo lo que he visto. Y he visto: Que la cuna del hombre 8

la mecen con cuentos... Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos... Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos... Que los huesos del hombre los entierran con cuentos... Y que el miedo del hombre... ha inventado todos los cuentos. Yo sé muy pocas cosas, es verdad. Pero me han dormido con todos los cuentos... Y sé todos los cuentos». Por eso, yo quiero imaginar este libro despertando la conciencia de los adultos, como he imaginado los anteriores: «Regálame la salud de un cuento» (2004), «Regálame más cuentos con salud» (2008) y «Cuentos con salud. Para seguir regalando» (2012), publicados todos en la editorial Sal Terrae. En estos 12 años (¡no pocos!) he ido viendo cómo se distribuían estos libros de cuentos, cómo se compraban y regalaban. He visto grabaciones de voz en la red. También con diapositivas y cortos de videos. He conocido a personas que los compraban por decenas para regalar a grupos. Y los he visto usar, como ya decía en alguno de los anteriores, en las más variadas circunstancias: para iniciar una clase, una reunión, una homilía, una conferencia, una celebración (de cualquier tipo); para afrontar un conflicto; para clausurar un año académico; para... intentar dejar un buen sabor de boca, a la vez que una ventana abierta a la búsqueda del paso siguiente para seguir comprometido con el bien. Algunos dirían que hemos tenido un par de décadas de moda de cuentos. Y en parte tendrían razón. Creo que son diferentes los factores que lo promueven: las redes prefieren cosas cortas. Nos cuesta leer grandes estudios y sesudos trabajos. El razonamiento sobre la ética se va quedando para unos pocos aficionados a la filosofía. Las religiones dejan de tener la autoridad moral para dar claves de valor –al menos en el sentido en que lo eran hace unas décadas en nuestro entorno–. Así es que estas píldoras de alimento espiritual para despertar la conciencia, sacudirla brevemente e invitar a caminar por senderos saludables, encuentran un buen escenario de vida y desarrollo.

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Los cuentos de siempre, los de tradición oral, han servido durante siglos para poner en práctica el antiguo consejo de «enseñar deleitando», pues lo que se pretendía era mostrar –sobre todo a los niños– lo que es bueno, aunque sin obviar lo malo, y a la vez divertirlos y entusiasmarlos. Porque las viejas historias hacen referencia a la realidad contradictoria del mundo: por un lado, el amor, la bondad, la justicia, la piedad, la generosidad, la salud y la belleza; pero, por otro, el odio, la envidia, la crueldad, la injusticia, la fealdad, la enfermedad, la vejez y la muerte. Los cuentos eran, pues, un escaparate atractivo en el que los niños contemplaban la vida entera tal como es: una mezcla de alegría y de dolor, de amor y de odio, de bien y de mal. También hoy los necesitamos con este fin. Si tiene sentido hacer una recolección y presentarlos en forma de libro, es porque esta sigue algunos criterios, como las anteriores, que algunos lectores ya conocen y han usado y contribuido a su distribución. No son cuentos que carguen de moralina y provoquen el sentimiento de culpabilidad no constructivo. Son breves narraciones con provocación saludable que a mí, particularmente, me han servido. Para llegar a seleccionar estos, he de decir que he invertido más tiempo del que me habría llevado escribir un libro de esta extensión de mi entera creación. Es decir, que hay realmente un trabajo de búsqueda y selección. En ella, pues, he desechado miles. He explorado entre los cuentos de tradición sufí, entre los cuentos chinos, he leído multitud de cuentos de tradición judía, cuentos de origen indio, otros de origen totalmente desconocido para mí... Y aquí tienes estos pocos elegidos. Es mi propia colección de cuentos, que, con los anteriores, llegan a ser poco más de doscientos.

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CUENTOS BREVES

Los cuentos de este pequeño libro son breves. Eso les hace más fácilmente utilizables en contextos variados, como conferencias, reuniones, clases, terapias, actos oficiales, encuentros informales... Pero tienen poder. Uno de los poderes del cuento reside en el mensaje central: el cambio es posible. Si el corazón quiere, el cambio es posible. Es una especie de magia. Tienen una característica que los hace como infantiles por su grandísima sencillez. Pero en realidad son verdaderas guías prácticas que tienden a desvelar grandes principios de la vida sabia. No se trata de recetas, sino de dinamismos vitales que, puestos en práctica, generan posibilidades ante las que solemos experimentar algún tipo de resistencia. Los cuentos revelan cómo sortear obstáculos y hacer más posibles los anhelos de nuestro corazón. Los cuentos, aun los breves, invitan a mirar la vida desde perspectivas menos habituales, más insospechadas. Son como unas llaves que nos suministran preguntas y respuestas para deseos y necesidades. Ayudan a identificar recursos ocultos, normalmente de la vida actitudinal, relacional, espiritual. Los cuentos promueven la autoexploración a la búsqueda de nuevas energías que, puestas en movimiento, serán capaces de producir cambios para que se hagan más posibles nuestros deseos profundos. No siempre la satisfacción o realización de nuestros deseos depende de nuestros recursos y cualidades; a veces depende de la confianza en otros recursos y personas externas a las que se puede acoger, en las que se puede creer y confiar. Siendo historias inventadas, los cuentos nos hablan de nosotros mismos. Diríamos que son antropología positiva. Se aprovechan de la sencillez de los símbolos, de los objetos, de la posible y sorprendente evolución de los hechos, para identificar una parte buena que se pone a favor de la vida y de la felicidad. Más que explicarlos, hay que darles paso en la inteligencia del corazón, donde se razona menos, donde se piensa menos en ponderar sesudamente para ver si algo es posible. La fecundidad de los cuentos está en la capacidad del lector de dejarse envolver, de hacerse más que niño... sabio. Una visión puramente intelectual tendría el poder de 11

matar la magia del cuento, destruir su poder con el pesimismo o con la resistencia al cambio. Bajo apariencia de anécdota o sucedido, los cuentos se descifran fácilmente y de manera posiblemente matizada en cada oyente, según el momento en que se encuentra y su disposición a dejarse sorprender. El asombro, esa potente capacidad de la persona, ayuda a acoger este destilado humilde de sabiduría que puede despertar los corazones de los adultos.

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El burro

Un hombre que vivía en el campo, lejos de la ciudad, decidió ir con su hijo al mercado, llevando una bestia de carga para transportar las compras a la vuelta. Iban de camino, andando, cuando se cruzaron con una gente que, al verlos, comenzó a reírse de ellos, comentando que no era lógico que fuera la mula descargada, y ellos dos caminando. El buen hombre preguntó al hijo qué le parecía lo que decían, y este le dijo que tenían razón. Entonces mandó el hombre a su hijo que se subiera a la mula. Prosiguieron el camino y encontraron a unas mujeres que empezaron a criticar que el hombre, viejo y cansado, fuera a pie mientras el mozo iba a caballo. Preguntó el hombre a su hijo qué le parecía, y este le respondió que era verdad. Así que mandó a su hijo que bajase del animal para subirse él. Al poco tiempo, se toparon con otros que murmuraban: no les parecía razonable dejar al hijo, tan joven, ir caminando mientras el padre iba cómodamente sentado. Preguntó el buen hombre a su hijo qué opinaba, y estando este de acuerdo con lo que decían, montó él también en la mula. Encontraron todavía más gente que comentaba que la bestia era tan flaca que apenas podía andar, por lo que era un error ir los dos montados en ella. El hombre preguntó nuevamente a su hijo qué opinaba de aquello que decían, y este encontró acertado el comentario. Entonces el padre le dijo: «Hijo, has de saber que, hagas lo que hagas, nunca lo harás a gusto de todos. Si crees que tienes que hacer algo, no dejes de hacerlo por miedo a lo que diga la gente».

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Pensar en las expectativas de los demás sobre mí me provoca... – A veces creo que tengo que hacer algo en función de lo que van a pensar los demás, y... 14

– Cuando los recursos son limitados, busco la mejor estrategia para usarlos...

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De cómo los malos consejos son más peligrosos que cuchillos afilados

Éranse dos hermanos que vivían en la misma casa. El mayor escuchó los malos consejos de su mujer y se distanció de su hermano. El verano ya había llegado, y era hora de sembrar el mijo de altos tallos. El hermano pequeño no tenía simiente y le pidió al mayor que se la prestara. El mayor le aconsejó a su mujer que se la diera. Ella cogió el grano, lo echó en una gran marmita, lo coció bien cocido y se lo dio al hermano mayor. El hermano pequeño no se dio cuenta de nada, se marchó y lo sembró en sus tierras. Pero, como el grano estaba cocido, no germinó. Tan solo una semilla no estaba bien cocida, así que no brotó más que un tallo. Como el hermano pequeño era trabajador y diligente por naturaleza, lo regaba y lo cavaba todo el día, de modo que el tallo creció con la fuerza de un árbol y echó una espiga como un baldaquín, tan grande que daba sombra a medio Oriente. En el otoño ya estaba madura, entonces el hermano pequeño cogió un hacha y la derribó. Apenas había caído la espiga del suelo cuando apareció repentinamente con un zumbido un ave Roc de gran tamaño, cogió la espiga y se la llevó en el pico. El hermano pequeño la siguió hasta el borde del mar. El pájaro se volvió hacia él y le habló en el lenguaje de los hombres: –No me hagas daño. ¿Qué es para ti una espiga? Al este del mar está la Isla del Oro y de la Plata. Te conduciré a ella. Allí podrás coger lo que quieras y hacerte muy rico. El hermano pequeño estaba contento y se subió a la espalda del pájaro. Este le dijo que cerrara los ojos, de manera que solo oía los silbidos del aire, como si atravesara un fuerte viento, y a sus pies oía los bramidos y crujidos de la marea y de las olas. En un santiamén descendió el pájaro sobre una isla. –Ya hemos llegado –le dijo. Entonces, el hermano pequeño abrió los ojos y miró a su alrededor: estaba rodeado por todas partes de brillos y destellos, solo había objetos amarillos y blancos. Escogió una docena de piedras pequeñas y las guardó en su pecho. 17

–¿Te basta con eso? –le preguntó el ave Roc. –Sí, me basta –le respondió. –Bien –le dijo el ave Roc–, la desmesura es madre de todos los males. Luego lo montó de nuevo en su espalda y se lo volvió a llevar a través del mar. Cuando el hermano pequeño llegó a su casa, se compró una buena tierra y vivió con gran desahogo. Su hermano tuvo envidia de él y lo perseguía preguntándole: –¿Dónde has robado el dinero? El hermano pequeño le contó la verdad al pie de la letra. Entonces el mayor se fue a casa a que su mujer le aconsejara. –¡No hay cosa más fácil! –le dijo la mujer–. Cuezo el grano otra vez, dejando uno crudo, luego lo siembras y veremos qué ocurre. Dicho y hecho. Volvió a salir un tallo que solo dio una espiga, y cuando llegó la cosecha, apareció otra vez el ave Roc y se la llevó en el pico. El hermano mayor se alegró y la siguió. El ave Roc volvió a decir lo mismo que la vez anterior y llevó al mayor a la Isla. Allí vio montones de oro y de plata por doquier. Las piedras grandes eran como montañas; las pequeñas, como ladrillos; y las más menudas, como granos de arena. El brillo lo cegaba con su reflejo. Lo único que sentía era no poder trasladar montañas, de modo que se agachó y levantó todo el peso que pudo. El ave Roc le dijo: –¡Ella está bien! No puedes con ello. –Espera un momentito –le respondió el hermano mayor–; ¡no tengas tanta prisa!, tengo que llevarme alguna piedra más. Mientras, iba pasando el tiempo. El ave Roc le pidió en varias ocasiones que se apresurara. – Enseguida saldrá el sol –le dijo–, y tiene tanta fuerza que hace arder a los hombres.

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–Espera todavía un poquito –le contestó el hermano mayor. En ese momento salió la Roja Esfera, mostrándose en todo su poder. El ave Roc se marchó volando al mar, plegó sus amplias alas y se zambulló en el agua para defenderse del calor. El hermano mayor se consumió bajo el sol.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– El valor de la mesura me hace pensar en mí... – Pedir consejos es saludable. Lo que hago con ellos puede serlo también... – Poner mucha confianza en el propio desarrollo personal me hace pensar que...

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La tinaja mágica

Érase una vez un hombre que se encontró una gran tinaja de barro mientras estaba cavando. La cogió, se la llevó a casa y le dijo a su mujer que la limpiase. En cuanto metió el cepillo en la tinaja, esta se llenó de cepillos. Por muchos que sacaran, siempre quedaban. El hombre empezó a vender cepillos, y la familia vivía muy bien. En una ocasión, cayó por descuido una moneda dentro de la tinaja. Inmediatamente desaparecieron los cepillos, y la tinaja se llenó de dinero. Entonces la familia se hizo rica, pues podían sacar tanto dinero de la tinaja como quisieran. El hombre tenía a un abuelo mayor en casa, que era débil y temblón. Como no servía para otra cosa, le encargó que sacara dinero de la tinaja con una pala. Y cuando el abuelo estaba cansado y no podía más, el hombre se enfadaba y le gritaba furioso, diciéndole que no era más que un vago y que no quería trabajar. Pero un día el viejo se debilitó, cayó dentro de la tinaja y murió. El dinero desapareció inmediatamente, y la tinaja se llenó de abuelos muertos. El hombre tuvo que sacarlos y enterrarlos, para lo cual necesitó todo el dinero que había ganado. Y cuando terminó, rompió la tinaja y fue tan pobre como antes.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Pensar en el dinero me hace reflexionar varias cosas... – Constato que la vida, en todo caso, tiene un límite y aprendo que... – A veces, para obtener bienes, se puede correr el riesgo de utilizar a otras personas. Pensándolo...

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El gurú y el gato

Érase una vez un gurú que vivía con sus seguidores en su monasterio en la India. Todos los días, al caer el sol, el gurú se reunía con sus discípulos y predicaba. Un día, apareció en el monasterio un hermoso gato que seguía al gurú por dondequiera que él fuera. Resultó que, cada vez que el gurú predicaba, el gato se paseaba permanentemente por entre los discípulos, distrayendo su atención de la charla del maestro. Por eso, un día, el maestro tomó la decisión de que cinco minutos antes de empezar cada charla ataran al gato para que no interrumpiera. Pasó el tiempo, hasta que un día el gurú murió. El discípulo más viejo se transformó en el nuevo guía espiritual del monasterio. Cinco minutos antes de su primera prédica, mandó atar al gato. Sus ayudantes tardaron veinte minutos en encontrar al gato para poder atarlo... Pasó el tiempo, hasta que un día murió el gato. El nuevo gurú mandó que consiguieran otro gato para poder atarlo.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Las normas sin reflexión pueden convertirse en... – Quizás yo tengo costumbres sobre cuyo sentido tengo aún que pensar... – Dejar las tradiciones requiere algunas condiciones...

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El vuelo de la señora

Se dice que una señora argentina fue a comprar dos billetes para un vuelo de primera clase de Buenos Aires a Madrid. En el transcurso de la conversación, el empleado de la agencia se dio cuenta de que el acompañante de la señora era un mono. La compañía aérea se opuso a que un mono viajase en primera clase y no aceptó el argumento de la mujer, que afirmaba que, si ella pagaba, podía decidir con quién viajar y adónde. Aun así, la señora tenía mucha influencia y consiguió, gracias a la recomendación de un directivo de la compañía, que se aceptara que el mono pudiera viajar en una caja especial cubierta con una lona, en la zona de las azafatas del avión, en lugar de en el almacén del equipaje. De mala gana, la mujer aceptó, y el día del vuelo llegó al avión con una jaula cubierta por una lona que llevaba el nombre bordado de «Federico». Ella misma se ocupó de que quedara bien instalada y se despidió del mono tocando la lona y diciendo: –Pronto estaremos en tu tierra, Federico, tal como le prometí a Joaquín. A mitad del largo viaje, una azafata tuvo la ocurrencia de dar un plátano y agua al mono y, al levantar la lona, se dio cuenta de que el animal estaba muerto, tendido en el suelo de la jaula. Rápidamente avisó a los compañeros de a bordo, quienes, consternados, sabiendo las altas influencias de la señora, llamaron a la base para explicar el suceso y pedir instrucciones. Les dijeron que era preciso que la señora no se diera cuenta de nada, porque sus puestos de trabajo peligrarían. –Tenemos una idea» –dijeron–. Haced una foto al mono y enviadla por e-mail al aeropuerto de Barajas, y nosotros daremos instrucciones para reemplazar al simio tan pronto como aterricéis. El personal lo hizo al pie de la letra. Al llegar a Madrid, tuvo lugar la sustitución. Compararon la foto del mono con el sustituto y, después de algunos retoques, dejaron el simio vivo dentro de la jaula y se llevaron el cadáver de Federico. Al bajar del avión, la señora reclamó la jaula al sobrecargo. –Aquí tiene su mono, señora.

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–¡Ay, Federico! Finalmente ya estamos en tu tierra... –dijo la mujer, levantando la lona– ¡Pero si este no es Federico! –¿Cómo que no es Federico? ¿No ve, señora, que es su mono? –De ninguna forma. ¡Ese no es Federico! –Señora, todos los monos son iguales. ¿Cómo sabe que no es Federico? –Muy sencillo, porque Federico... estaba muerto. La mujer llevaba al mono a enterrar a España porque se lo había prometido a su marido antes de que este muriera.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Cumplir con los deseos de nuestros antecesores lo pienso como... – La verdad es un valor sobre el que pienso... – Intentar satisfacer las expectativas del otro me puede llevar a...

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El zorro y las ocas

Una vez llegó un zorro a un prado donde estaba descansando una manada de hermosas ocas bien nutridas. Al verlas, se rió y se dijo: «Llego muy a punto, estáis reunidas y bien colocadas, de manera que podré comeros una tras otra». Las ocas empezaron a cacarear muy asustadas, a lamentarse y a implorar clemencia para sus vidas. Pero el zorro no quería oír hablar de nada y dijo –No hay clemencia, tenéis que morir. Por fin, una de las ocas hizo de tripas corazón y dijo: –Ya que nosotras, las ocas, hemos de perder nuestra joven vida, concédenos una única gracia y permítenos rezar para no morir en nuestros pecados: luego nos pondremos en fila para que puedas ir escogiendo cada vez la más gorda. –De acuerdo, dijo el zorro, eso es justo y es una petición piadosa: rezad, y mientras tanto esperaré. Así que la primera oca empezó una oración bastante larga, haciendo siempre: «¡ga!, ¡ga!»; y como no terminaba nunca, empezó la segunda, sin esperar su turno, a hacer también «¡ga!, ¡ga!». Le siguieron la tercera y la cuarta, y al poco tiempo estaban cacareando todas juntas. Y cuando hayan acabado de rezar, se terminará de contar el cuento; pero por ahora todavía siguen cacareando sus oraciones.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– El lenguaje en la oración, como modo de relacionarse con Dios, puede ser... – Invocar íntimamente a Dios en la vulnerabilidad, significa para mí... – La creatividad puede ayudarme a superar situaciones amenazantes...

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El precio de la ignorancia

Había un filósofo en la antigua China, que gozaba del favor del emperador. Era un hombre sencillo que, cuando le preguntaban algo que él no sabía, respondía sencillamente: «No lo sé». En cierta ocasión, alguien que no podía comprender sus continuas confesiones de ignorancia, le dijo: –Pero ¿no te paga el emperador por lo que sabes? –Sí, por supuesto –respondió el filósofo con humildad–. Si me pagara por lo que no sé, no alcanzarían las riquezas del imperio.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– A veces creo que sé algo y... – El deseo de aumentar conocimientos funciona en mí... – Saber puede hacerle a uno orgulloso. En mi caso...

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Al borde del río

«El maestro le preguntó al discípulo: –¿Por qué no te acercas al borde del río? –Porque tengo miedo a caerme al agua y ahogarme –respondió. –Nadie se ahoga por caer al agua. Lo que te ahoga, es quedarte en ella –dijo el maestro».

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– El miedo, en mí, es... – La anticipación de la amenaza la vivo... – Significo los peligros como...

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Mi memoria –¿Por qué lloras? –preguntó él. –Porque me acuerdo del pasado, de mi juventud, de la belleza que veía en el espejo, de los hombres que amé. Dios fue cruel conmigo porque me dio memoria. Él sabía que yo recordaría la primavera de mi vida y que lloraría. El sabio contempló el campo de nieve, con la mirada fija en un punto. En un determinado momento, la mujer paró de llorar. –¿Qué estás mirando? –preguntó. –Un campo de rosas –dijo el sabio–. Dios fue generoso conmigo, porque me dio memoria. Él sabía que en el invierno yo siempre podría recordar la primavera y sonreír.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– La mirada a la realidad en mí me hace ver... – Yo soy capaz de ver lo mejor y lo peor, según mire; es decir... – Mi actitud ante lo que tengo es...

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La fábula del erizo

Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío. Los erizos, al darse cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre sí. Pero enseguida comprobaron que las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justamente ofrecían más calor. Por lo tanto, decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados. Así que tuvieron que hacer una elección: o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. Y así aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación muy cercana puede ocasionar y a sobrevivir gracias al calor del otro. De esa forma pudieron sobrevivir.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– También a mí me cuesta convivir con las heridas que surgen en la relación... – Las relaciones, además de calor, generan conflictos. Ante ellos, yo... – A veces parece que no estoy dispuesto a pagar el precio de la proximidad porque...

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El pequeño pez –Usted perdone –le dijo un pez a otro–, es usted más viejo y con más experiencia que yo, y probablemente podrá usted ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado. –El Océano –respondió el viejo pez– es donde estás ahora mismo. –¿Esto? ¡Pero si esto no es más que agua...! Lo que yo busco es el Océano –replicó el joven pez totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte. Deja de buscar, pequeño pez. No hay nada que buscar. Solo tienes que estar tranquilo, abrir tus ojos y mirar. No puedes dejar de verlo.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– A veces busco lejos lo que tengo cerca porque... – Mirar de verdad significa... – Lo que me rodea lo reconozco solo en parte porque...

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El amor y los sentimientos en una isla (otra vez)

Érase una vez una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. Convivían, por supuesto, el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Envidia, el Odio... Todos estaba n allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila e incluso previsible. A veces, la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia y la Conveniencia lograban aquietar el Descontento. Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces, el Conocimiento dijo: –Tengo una mala noticia que darles: la isla se hunde. Todas las emociones que vivían en la isla dijeron: –¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre! El Conocimiento repitió: –La isla se hunde. –¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado! –El Conocimiento casi nunca se equivoca –dijo la Conciencia, dándose cuenta de la verdad–. Si él dice que se hunde, debe de ser porque se hunde. –Pero ¿qué vamos a hacer ahora? –se preguntaron los demás. Entonces, el Conocimiento contestó: –Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera; pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla... Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella. –¿No podrías ayudarnos? –preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad. 41

–No –dijo el Conocimiento–, la Previsión y yo hemos construido un avión y, en cuanto termine de decirles esto, volaremos hasta la isla más cercana. Las emociones dijeron: –¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros? Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su refresco en la mano y, llevando de polizón al Miedo, que, como no es tonto, ya se había escondido en el motor, dejaron la isla. Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero... Todas... salvo el Amor. Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo: –¡Dejar esta isla... después de todo lo que viví aquí...! ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? ¡Ah... compartimos tantas cosas...! Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra... y acarició cada rama... Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor: –Quizá la isla se hunda por un ratito... y después resurja... ¿Por qué no? Y se quedó durante días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible... La isla se hundía cada vez más... Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir, porque estaba tan dolorido que solo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería. Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y que, aun cuando se hundiera un poco, él siempre podría refugiarse en la zona más alta... Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él. Así que, una vez más, tocó las piedrecitas de la orilla... y se arrastró por la arena... y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que otrora fue enorme... 42

Luego, sin darse demasiada cuenta de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que, si bien no era la que más le gustaba, era la más elevada... Y la isla se hundía cada día un poco más... Y el Amor se refugiaba cada día en un espacio más pequeño... –¡Después de tantas cosas como hemos pasado juntos...! –le reprochó a la isla. Hasta que, finalmente, solo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua. Justo en ese momento, el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la Tierra... Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía. Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos. Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros le comprendiera y le llevara. Observando el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía. –Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote... Y la Riqueza le contestó: –Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento... –y siguió su camino sin mirar atrás. El Amor siguió observando y vio venir a la Vanidad en un hermoso barco, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención. El Amor se estiró un poco y gritó:

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–¡Vanidad, Vanidad..., llévame contigo! La Vanidad miró al Amor y le dijo: –Me encantaría llevarte, pero... ¡tienes un aspecto...!; ¡estás tan desagradable... tan sucio y tan desaliñado...! Perdón, pero creo que afearías mi barco –y se fue. Y así, el Amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza. –Tristeza, hermana –le dijo–, tú, que me conoces tanto, no me abandonarás aquí; eres tan sensible como yo... ¿Me llevarás contigo? Y la Tristeza le contestó: –Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste... que prefiero estar sola –y, sin decir más, se alejó. Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, él y la isla iban a hundirse en el mar hasta desaparecer. Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla, a esperar el final... De pronto, el Amor escuchó que alguien chistaba: –Chst-chst-chst... Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote de remos. El Amor se sorprendió: –¿A mí? –preguntó, llevándose una mano al pecho. –Sí, sí –dijo el viejito–, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo: yo te salvo. El Amor le miró y quiso darle explicaciones: –Lo que pasó fue que yo me quedé... –Entiendo –dijo el viejito sin dejarle terminar la frase–, sube. El Amor subió al bote, y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla.

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No pasó mucho tiempo antes de ver cómo el último centímetro que quedaba a flote terminaba de hundirse, y la isla desaparecía para siempre. –Nunca volverá a existir una isla como esta –murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito le contradijera y le diera alguna esperanza. –No –dijo el viejito–; como esta, nunca. Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo. Se dio cuenta de que iba a seguir existiendo. Giró sobre sus pies para agradecerle al viejito, pero este, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido. Entonces el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle: –¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco, y él me salvó... Nadie comprendía que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó, y yo ni siquiera sé quién es... La Sabiduría lo miró a los ojos un buen rato y dijo: –Él es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir adelante. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Varios cuentos sobre los sentimientos me hacen pensar que... – Que el amor se fragua con el tiempo es un hecho que me hace caer en la cuenta de... – Algún sentimiento vano se me esconde mientras intento construir vínculos de amor...

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El león y el cordero

Un pequeño cachorro de león abandonado por su madre fue acogido cariñosamente por un rebaño de ovejas y se crio entre ellas en las cercanías de un hermoso lago. Creciendo allí, llegó a creer que él también era una oveja. Cuando llegó a la edad adulta, y siendo ya un enorme león, se comportaba como cualquiera de las demás ovejas. Un día se acercó otro león adulto y hambriento hasta allí y se asombró mucho al observar que ese otro león, mucho más grande y fuerte que él, huyera como hacían las ovejas: brincando y balando con el resto de los miembros del rebaño. Después de mucho esfuerzo, logró arrinconarlo. Inútilmente, intentó explicarle que no debía huir, porque era un poderoso león. Finalmente, con un gran esfuerzo, le arrastró hasta el lago cercano. Allí le obligó a mirar su reflejo en la superficie del agua. Cuando el león observó su rostro, su cuerpo y su melena reflejados nítidamente en la superficie del agua, sintió un estremecimiento de pies a cabeza, y desde lo profundo de sus entrañas se elevó la más intensa emoción interna y brotó el más fuerte y poderoso rugido que se haya escuchado jamás, haciendo eco a través de todas las montañas y valles del mundo. A partir de entonces, el león juró defender a aquellas ovejas con su poder y su fuerza. Y así lo hizo hasta el fin de sus días.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Identificar la propia identidad y potencialidades me llevaría a... – Soy león en el sentido... – Me comporto como oveja en el sentido...

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Almuerzo instructivo

Los bebés ratoncillos tenían tan solo unos pocos días de vida y estaban llenos de la alegría de vivir. Bajo la atenta mirada de su madre, los bebés ratoncillos saltaban y daban volteretas, brincaban y andaban a la pata coja, chillaban y daban gritos y se lo pasaban en grande, en definitiva. De repente, se pararon en seco. Una enorme sombra negra se había proyectado a lo largo de ellos y el espacio en que jugaban. Lentamente, volvieron sus pequeñas cabezas de ratoncillos para ver de dónde procedía la sombra. Allí, agazapado y dispuesto para atacar de un momento a otro, había un enorme gato negro. Sus ojos amarillos eran tan grandes como platos, sus bigotes eran largos y amenazadores, sus dientes amarillentos y afilados goteaban saliva. Si el gato hubiese podido hablar, seguro que habría dicho: «¡Hora de comer!». Rápida como un relámpago, la madre ratón saltó por encima de las crías y ocupó el espacio entre los ratoncillos y el gato. Sin dejar de mirar ferozmente a los ojos del gato, la madre maulló en voz alta y con actitud: «¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!, ¡Fuuu!». El gato se quedó tan sorprendido que dio media vuelta y salió disparado con el rabo entre las patas. La madre ratón se volvió entonces a los ratoncillos y les dijo: –Ahí tenéis, hijos míos, que esto os sirva de lección. No subestiméis jamás la importancia de aprender un segundo idioma.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Ponerse en el lugar del otro, me puede llevar a... – Usar recursos y estrategias que para el otro son familiares, a mí me sirve para... – Defenderse legítimamente implica...

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La oración de un devoto

«Señor,

te pido perdón por mis tres mayores pecados: ante todo, por haber peregrinado a tus muchos santuarios olvidando que estás presente en todas partes; en segundo lugar, por haber implorado tantas veces tu ayuda olvidando que mi bienestar te preocupa más a ti que a mí; y, por último, por estar aquí pidiéndote que me perdones, cuando sé perfectamente que nuestros pecados nos son perdonados antes de que los cometamos».

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Un poco de confianza en Dios significaría para mí... – Perdonar supone... – Si fuera verdaderamente misericordioso conmigo mismo...

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Dos cazadores

Dos cazadores alquilaron un avión para ir a la región de los bosques. Dos semanas más tarde, el piloto regresó para recogerlos y llevarlos de vuelta. Pero, al ver los animales que habían cazado, dijo: –Este avión no puede cargar más que con uno de los dos búfalos. Tendrán que dejar aquí el otro. –¡Pero si el año pasado el piloto nos permitió llevar dos búfalos en un avión exactamente igual que este...!–, protestaron los cazadores. El piloto no sabía qué hacer, pero acabó cediendo: –Está bien; si lo hicieron el año pasado, supongo que también podremos hacerlo ahora... De modo que el avión inició el despegue, cargando con los tres hombres y los dos búfalos; pero no pudo ganar altura y se estrelló contra una colina cercana. Los hombres salieron a rastras del avión y miraron en torno suyo. Uno de los cazadores le preguntó al otro: –¿Dónde crees que estamos? El otro inspeccionó los alrededores y dijo: –Me parece que unas dos millas a la izquierda de donde nos estrellamos el año pasado.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Aprender de la experiencia, para mí significaría... – A veces cometo los mismos errores del pasado porque... – La prudencia podría ser para mí...

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El abuelo buscador

El abuelo y la abuela se habían peleado, y la abuela estaba tan enojada que no le dirigía la palabra a su marido. Al día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero la abuela seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacar a la abuela de su mutismo. Al fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le gritó airada: –¿Se puede saber qué demonios estás buscando? –¡Gracias a Dios, ya lo he encontrado! –le respondió el abuelo con una maliciosa sonrisa–: ¡Tu voz!

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Buscar el perdón y la reconciliación es un desafío para mí, en concreto... – A veces no sé cómo provocar el diálogo después de un conflicto. En realidad, pienso que podría... – El rencor tiene un precio...

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Lo más raro

Un anciano caballero poseía una tienda de antigüedades y curiosidades en una gran ciudad. En cierta ocasión, entró un turista y se puso a hablar con él acerca de la infinidad de cosas que había en aquella tienda. Al final preguntó el turista: –¿Cuál diría usted que es la cosa más rara y misteriosa que hay en esta tienda? El anciano echó una ojeada a los centenares de objetos (animales disecados, cráneos reducidos, peces y pájaros enmarcados, hallazgos arqueológicos, cornamentas de ciervos...), se volvió al turista y le dijo: –Sin duda alguna, lo más raro que hay en esta tienda soy yo.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Yo también soy diferente y eso significa... – Respetar la personalidad de cada uno, para mí tiene algunas implicaciones...

– Yo soy un misterio, pero eso es distinto de ser misterioso...

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Regalo de flores

Bennet Cerf refiere este conmovedor episodio sobre un autobús que iba dando tumbos por un camino rural en el sur de los Estados Unidos: En un asiento iba un delgadísimo anciano con un ramo de flores frescas en la mano. Al otro lado del pasillo viajaba una muchacha, cuyos ojos se volvían una y otra vez hacia las flores. Cuando le llegó el momento de descender, impulsivamente el anciano dejó caer las flores sobre la falda de la chica. –Ya veo que te gustan las flores –explicó–, y creo que a mi mujer le gustaría que las tuvieras. Le diré que te las he dado. La joven le agradeció las flores y se quedó mirando al anciano, que, tras bajarse del autobús, cruzó el umbral de un pequeño cementerio.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Reconocer a las personas que hemos perdido, simbólicamente puede hacerse con flores y... – Expresar reconocimiento a los que viven puede implicar vivir saludablemente el duelo también... – Evocar a los seres queridos, para que me haga bien...

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El precio en taquilla

Era una soleada tarde de sábado en Oklahoma, y Bobby Lewis, mi amigo y un padre orgulloso, llevó a sus dos niños a jugar al minigolf. Se dirigió a la taquilla y preguntó al empleado cuánto costaba la entrada. –Tres dólares para usted, y lo mismo para cada niño mayor de seis años. Hasta los seis tienen entrada libre. ¿Qué edad tienen? –preguntó el muchacho. –El abogado tiene tres, y el médico siete –contestó Bobby–; o sea, que le debo a usted seis dólares. –Oiga, señor –le dijo el muchacho de la taquilla–, ¿le ha tocado la lotería o qué? Podría haberse ahorrado tres dólares solo con decirme que el mayor tiene seis. Yo no me habría dado cuenta de la diferencia. –Es probable que usted no se hubiera dado cuenta –asintió Bobby–, pero los niños sí.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– La autenticidad tiene un precio... – Los valores se comunican y se educan con el testimonio si... – Yo podría hacer más trampas en la vida, pero...

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Las semillas

Dos semillas estaban juntas en el fértil y primaveral suelo. La primera semilla dijo: –¡Yo quiero crecer! Quiero hundir mis raíces en la profundidad del suelo que me sostiene y hacer que mis brotes empujen y rompan la capa de tierra que me cubre... Quiero desplegar mis tiernos brotes como estandartes que anuncien la llegada de la primavera... ¡Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la bendición del rocío de la mañana sobre mis pétalos! Y así creció. La segunda semilla, dijo: –Tengo miedo. Si envío mis raíces a que se hundan en el suelo, no sé con qué puedo tropezar en la oscuridad. Si me abro paso a través del duro suelo, puedo dañar mis delicados brotes... Si dejo que mis capullos se abran, quizás un caracol intente comérselos... Si abriera mis flores, tal vez algún chiquillo me arrancara del suelo. No, es mucho mejor esperar hasta un momento seguro. Y así esperó. Una gallina que, a comienzos de la primavera, escarbaba el suelo en busca de comida encontró la semilla que esperaba y, sin pérdida de tiempo, se la comió.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– El desarrollo personal depende también de cuánto yo estoy dispuesto a arriesgar, y yo... – Para dar fruto en el futuro, en el presente hay que... – La confianza comporta hacer procesos de...

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Perro en el hotel

Un hombre escribió una carta a un pequeño hotel en una ciudad del Medio Oeste norteamericano que planeaba visitar durante sus vacaciones: –Me gustaría mucho llevar conmigo a mi perro. Está bien educado y sabe comportarse. ¿Me permitirían ustedes tenerlo conmigo en la habitación durante la noche? La respuesta del propietario del hotel fue inmediata: –Hace muchos años que trabajo en este hotel. Durante este tiempo, nunca ha venido un perro que robara las toallas, la ropa de cama o la cubertería de plata... y tampoco los cuadros de las paredes. Jamás he tenido que llamar la atención a un perro a altas horas de la noche por estar borracho y armar escándalo, y tampoco ha venido ninguno que se fuera sin pagar la cuenta del hotel. Esté tranquilo: su perro será bienvenido en el hotel. Y si él se hace responsable de usted, también a usted lo recibiremos con mucho gusto.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– El desafío de humanizarnos pasa por integrar valores en nuestra vida... – El comportamiento de los animales de compañía me hace pensar... – Podría integrar en mi vida algún valor con más ahínco, como por ejemplo...

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La farmacia cósmica

Nasruddín estaba sin trabajo y preguntó a algunos amigos a qué profesión podía dedicarse. Ellos le dijeron: –A ver, Nasruddín... Tú eres un hombre muy capaz y sabes mucho sobre las propiedades medicinales de las hierbas. Podrías abrir una farmacia... Nasruddín volvió a su casa, le estuvo dando vueltas a la cuestión durante unos días y, finalmente, se dijo: –Sí, es una buena idea, creo que soy capaz de ser farmacéutico. Claro que Nasruddín estaba pasando por una época en la que deseaba ser muy prominente e importante. –No solo abriré una farmacia que se ocupe de hierbas. Abriré un establecimiento enorme y produciré un gran impacto... Entonces compró un local, instaló los estantes y vitrinas y, cuando llegó el momento de pintar la fachada, colocó un andamio, lo cubrió con sábanas y se puso a trabajar sin que nadie pudiera ver nada. A nadie le dejó ver cómo estaba pintando la fachada y qué nombre pondría a la farmacia. Después de unos días, distribuyó panfletos que decían: «Mañana es el gran día. Inauguración: mañana a las 9». Todas las personas del pueblo y de los pueblos de los alrededores vinieron y se concentraron expectantes frente a la farmacia. A las 9 en punto salió Nasruddín y, con gesto teatral, sacó la sábana que cubría la fachada de la tienda. La gente que allí estaba vio un gran cartel que decía: « FARMACIA

CÓSMICA Y GALÁCTICA DE NASRUDDÍN»

Y debajo, con letras más pequeñas: «Armonizada con influencias planetarias». La gran mayoría de las personas que asistieron a la inauguración quedaron muy impresionadas. Aquel día hizo mucho negocio, la gente no dejaba de comprar. Por la tarde, el maestro de la escuela del pueblo le visitó y le dijo: 69

–Francamente, Nasruddín, estas afirmaciones que usted hace son un poco dudosas... –¿Dudosas por qué? –respondió Nasruddín. –Eso de «cósmica y galáctica y armonizada con influencias planetarias», francamente... –No, no, no, no... –dijo Nasruddín– Todas las afirmaciones que yo hago sobre las influencias planetarias son absolutamente ciertas. Cuando sale el sol, abro la farmacia. Cuando el sol se pone, la cierro.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– El modo de comunicar mis deseos, sentimientos, convicciones... influye mucho en las personas con las que me relaciono, y eso me hace pensar... – Estamos realmente interconectados dentro de nosotros y con los demás. A veces pienso más bien que estoy solo y... – Reconocer mi pertenencia a la naturaleza y al mundo me hace pensar...

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Dos lobos

Un antiguo indio Cherokee dijo a su nieto: –Hijo mío, dentro de cada uno de nosotros hay una batalla entre dos lobos. Uno es Malvado: es la ira, la envidia, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras y el ego. El otro es Benévolo: es la dicha, la paz, el amor, la esperanza, la humildad, la bondad, la empatía, la verdad. El niño pensó un poco y preguntó: –Abuelo, ¿qué lobo gana? El anciano respondió –El que alimentas.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– En mi interior alimento... – Entre mis tendencias al bien y mis tendencias al mal hay una tensión que yo... – A veces podría mejorar mis pensamientos negativos...

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Revolución en la habitación

En mi habitación, la cama estaba aquí, el armario allá, y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Entonces puse la cama allá, y el armario aquí. Durante un tiempo, me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa o, mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá, y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró, me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, que siempre había sido mi posición preferida. Pero, al cabo de cierto tiempo, la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí, y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista. Pero, al cabo de cierto tiempo... ¡Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo»...! Para ser breve: el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que, esta vez, «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no solo no llegué a acostumbrarme al cambio –es decir, el cambio seguía siendo un cambio–, sino que, por 74

el contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente, a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá, y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Vivo el cambio como... – Los cambios sin valores, pueden resultar... – Las costumbres me ayudan a...

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El espejo chino

Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz, y su mujer le pidió que no se olvidara de traerle un peine. Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo; pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo. Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas. La mujer le dio el espejo y le dijo: –Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa. La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija: –No tienes de qué preocuparte: es una vieja.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– A veces me cuesta reconocerme a mí mismo como... – Las cosas son diferentes según el punto de vista que adoptemos, y eso me podría hacer bien en el sentido... – «Conócete a ti mismo» es un eterno desafío que hoy me dice...

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Caperucita roja (versión 2.0)

Érase una vez una persona de corta edad, llamada Caperucita Roja, que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevara una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma, como persona adulta y madura que era. Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana. De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja fue abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta. –Un saludable tentempié para mi abuela, quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es –respondió. –No sé si sabes, querida –dijo el lobo–, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques. Respondió Caperucita: –Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella, debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial –en tu caso, propia y globalmente válida– que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino. Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia de pensamiento lineal, tan propio de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de

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conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho. Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo: –Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio, en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca. –Acércate más, criatura, para que pueda verte –dijo suavemente el lobo desde el lecho. –¡Oh! –repuso Caperucita–. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes! –Han visto mucho y han perdonado mucho, querida. –¡Y qué nariz tan grande tienes, abuela!, relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva. –Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida. –Y... abuela, ¡qué dientes tan grandes tienes! Respondió el lobo: –Soy feliz de ser quien soy y lo que soy. Y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla. Caperucita gritó, no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal. Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente. –¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? –inquirió Caperucita.

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El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios. –¿Se cree, acaso, que puede irrumpir aquí como un neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo? –prosiguió Caperucita–. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre? Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron establecer una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Los modos de abordar los conflictos son varios... – Antes de ser víctima del mal ajeno, yo podría... – No siempre todo termina como uno se empeña en pensar...

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El león y la liebre

En una montaña vivía un león llamado Durdanta, que se entretenía en matar por capricho a toda clase de animales. Un buen día, estos se reunieron en asamblea y decidieron enviarle una embajada. –Señor –le dijeron–, ¿por qué destruís así, sin ton ni son, a los animales? Tened paciencia. Todos los días escogeremos y os enviaremos a uno de nosotros para que os alimentéis. Y así fue. El león, a partir de entonces, devoró todos los días a uno de aquellos animales. Pero, cuando le llegó el turno a una liebre vieja, esta se dijo para sus adentros: –Solamente se obedece a aquel a quien se teme, y eso para conservar la vida. Si he de morir, ¿de qué me servirá obedecer al león? Voy, pues, a tomarme el asunto con mucha calma y mucho tiempo. No puede costarme más que la vida, y esa ya la tengo perdida. Así pues, se puso tranquilamente en marcha y se iba deteniendo por el camino, aquí y allá, para contemplar el paisaje y masticar algunas sabrosas raíces. Por fin, después de muchos días, llegó adonde estaba el león, y este, que tenía hambre atrasada, le preguntó muy colérico: –¿Por qué diablos vienes tan tarde? –Yo no tengo la culpa –respondió la liebre–. Otro león me ha retenido a la fuerza y me ha obligado a jurarle que volvería a su lado. Por eso, en cuanto pude, he venido a decírselo a vuestra majestad. – ¡Llévame enseguida ante ese miserable que desconoce mi poder! –dijo el león Durdanta encolerizado. La liebre condujo al rey león junto a un pozo muy profundo y le dijo: –Mirad, señor, el atrevido e insolente está ahí abajo, en el fondo de su cueva. Y mostró al león su propia imagen reflejada en el agua del pozo. 83

El león Durdanta, el rey de la montaña, hinchado de orgullo, no pudo dominar su rabia y, queriendo aplastar a su rival, se precipitó dentro del pozo, en donde encontró la muerte.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– A veces pienso que la fuerza y la inteligencia se tienen que entender mejor... – Dentro de mí también puede haber algún enemigo que se llama... – La fuerza del orgullo puede llegar a...

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La prisión del odio

Dos hombres habían compartido injustamente una prisión durante largo tiempo. En ella recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Después de algunos años de libertad, volvieron a encontrarse, y uno de ellos le preguntó al otro: –¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros? –No, gracias a Dios, ya lo olvidé todo –contestó–. ¿Y tú? –Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas. Su amigo le miró unos instantes; y luego le dijo: –Lo siento por ti. Si es así, significa que aún te tienen preso.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Recordar el pasado puede ayudar y también puede ser fuente de sufrimiento si... – En el pasado podría estar mi mejor maestro... – Recordar bien significa para mí...

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La ridícula envidia

Un hombre murió dejando una gran fortuna repartida entre sus dos hijos. Pero ambos eran codiciosos, y en sus mentes enfermas anidó la sospecha de que el otro había sido favorecido con una parte más cuantiosa. Después de mucho discutir sin ponerse de acuerdo, decidieron llevar su disputa ante el juez de la localidad. El juez tomó cuidadosamente nota de los argumentos que ambos exponían. Luego preguntó a uno: –¿Tú eres capaz de jurar que tu hermano ha recibido en herencia una parte mayor que la tuya? –Sí –contestó el aludido sin vacilar. –Y tú –dirigiéndose al otro hermano–, ¿eres capaz de jurar que también tu hermano ha recibido una parte mayor que la tuya? –Sí –respondió el interpelado, de modo igualmente categórico. –Pues si ambos estáis convencidos, mi sentencia es que os intercambiéis vuestras respectivas herencias. Y el juez ordenó la ejecución inmediata de su sentencia.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Codiciar los bienes ajenos no siempre se corresponde con una valoración ponderada de tales bienes... – Cuando miro a alguien que tiene algo que deseo, lo vivo... – Pensar en categorías como la envidia, los celos, la codicia..., me provoca...

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Las lentejas

Un día estaba Diógenes sentado en el umbral de una casa cualquiera y comiendo un plato de lentejas. No había nada en toda Atenas más barato en comida que el guiso de lentejas. Dicho de otra manera, comer guiso de lentejas era definirse en un estado de la mayor precariedad. Pasó un ministro del emperador y le dijo: –¡Ay, Diógenes!, si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas... Diógenes dejó de comer, alzó la vista y, mirando profundamente al adulador interlocutor, le dijo: –¡Ay de ti, hermano! Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Sacarle partido a lo que tengo podría hacerme más feliz... – A veces lucho por conseguir lo que no necesito... – Sacar provecho a lo sencillo podría ayudarme a...

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Huida

Un hombre rico mandó a su criado al mercado en busca de alimentos. Pero al poco de llegar allí se cruzó con la muerte, que lo miró fijamente a los ojos. El criado palideció del susto y salió corriendo, dejando tras de sí las compras y la mula. Jadeando, llegó a casa de su amo. – ¡Amo, amo! Por favor, necesito un caballo y algo de dinero para salir ahora mismo de la ciudad... Si salgo ya mismo, quizá llegue a Tamur antes del anochecer... ¡Por favor, amo, por favor! El señor le preguntó por el motivo de tan urgente petición, y el criado le contó a trompicones su encuentro con la muerte. El dueño de la casa pensó por un instante y, acercándole una bolsa de monedas, le dijo: – Está bien. Sea. Vete. Llévate el caballo negro, que es el más veloz que tengo. – Gracias, amo –dijo el sirviente. Y, tras besarle las manos, corrió al establo, montó el caballo y partió velozmente hacia la ciudad de Tamur. Cuando el sirviente se hubo perdido de vista, el acaudalado hombre caminó hacia el mercado buscando a la muerte. – ¿Por qué has asustado a mi sirviente? –le preguntó en cuanto la vio. – ¿Asustado yo? –preguntó la muerte. – Sí –dijo el hombre rico–. Él me ha dicho que hoy se ha cruzado contigo y que le has mirado amenazadoramente. – Yo no le he mirado amenazadoramente –dijo la muerte–. Le he mirado sorprendida. No esperaba verlo aquí esta tarde, ¡porque se supone que debo recogerlo en Tamur esta noche!

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PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– A veces querría controlar también mi final, y su incertidumbre me puede ayudar a... – Escapar de nuestra vulnerabilidad puede tener repercusiones... – Vivir apasionadamente el presente sería para mí...

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La serpiente

Una serpiente había mordido a tantos habitantes de la aldea que eran muy pocos los que se atrevían a aventurarse en los campos. Pero era tal la santidad del Maestro que corrió la noticia de que había domesticado a la serpiente y la había convencido de que practicara la disciplina de la no violencia. Al poco tiempo, los habitantes de la aldea habían descubierto que la serpiente se había hecho inofensiva. De modo que se dedicaban a tirarle piedras y arrastrarla de un lado para otro agarrándola por la cola. La pobre y apaleada serpiente se arrastró una noche hasta la casa del Maestro para quejarse. El Maestro le dijo: – Amiga mía, has dejado de atemorizar a la gente, y eso no es bueno. – ¡Pero si fuiste tú quien me enseñó a practicar la disciplina de la no violencia...! – Yo te dije que dejaras de hacer daño, no de silbar.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Proteger la propia vida significa... – Entre agresividad y autodefensa hay un punto... – Exigir el derecho a ser respetado me llevaría a...

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El vuelo del halcón

Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el maestro informó al rey de que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que no sabía qué le sucedía al otro, pues no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día en que llegó. El rey mandó a llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacerle volar. Al día siguiente, el monarca decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. Y a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. Entonces dijo el rey a su corte: – Traedme al autor de este milagro. Su corte le llevó a un humilde campesino. El rey le preguntó: – ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres acaso un mago? Intimidado, el campesino le dijo al rey: – Fue fácil, mi Señor; solo corté la rama, y el halcón voló, se dio cuenta de que tenía alas y se puso a volar.

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– A veces, si no salgo del escenario de confort, no consigo... – Decidirse a volar puede significar para mí... – Tomar decisiones puede costarme, porque...

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Algo malo va a suceder

Imagínese usted un pueblo muy pequeño, donde hay una mujer que tiene un hijo de diecinueve años y una hija de catorce. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa, y ella les responde: – No sé..., pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo. El hijo se va a jugar al billar y, en el momento en que va a realizar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: – Te apuesto un peso a que no la haces. Todos se ríen. Él también se ríe. Intenta la carambola, pero no lo consigue. Entonces paga su peso, y todos le preguntan qué le ha pasado, pues era una carambola bien sencilla. Y él contesta: – Es cierto, pero me he quedado preocupado por algo que me dijo mi madre esta mañana acerca de que algo grave va a sucederle a este pueblo. Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su madre, feliz con su peso, y le dice: – Le gané este peso a Dámaso de la forma más sencilla, porque es un tonto. – ¿Y por qué es un tonto? – Porque no pudo hacer una carambola sencillísima, pues, según él, estaba preocupado por la idea de que su mamá amaneció hoy con el presentimiento de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. Y su madre le dice: – No te burles de los presentimientos de los mayores, porque a veces se cumplen. Una pariente que lo estaba oyendo fue a comprar carne y le dijo al carnicero: 99

– Ponme un kilo de carne. Y cuando el carnicero está cortando la carne, le dice: – Mejor, ponme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar, y es preferible estar preparado... El carnicero despacha su carne y, cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice: – Mejor lleve dos, porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas. Entonces la mujer responde – Tengo varios hijos, de modo que mejor dame cuatro kilos... Y se llevó los cuatro kilos. Para no alargar el cuento, diré que el carnicero agotó en media hora la carne que tenía, mató otra vaca, la vendió toda, y fue difundiéndose el rumor de que algo grave iba a pasar. Llegó un momento en que todo el mundo en el pueblo estaba esperando que pasara algo. Se paralizan todas las actividades, y de pronto, a las dos de la tarde alguien dice: – ¿Os habéis dado cuenta del calor que está haciendo? – ¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor...! – Sin embargo –dice uno–, a esta hora nunca ha hecho tanto calor. – ¡Pero si a las dos de la tarde es cuando hace más calor...! – Sí, pero no tanto calor como hoy. En el pueblo están todos alerta. De pronto, un pajarito descendió sobre la plaza desierta, y se corrió la voz: – Hay un pajarito en la plaza. Y todo el mundo acudió espantado a ver al pajarito. – ¡Pero, señores –dice uno–, siempre ha habido pajaritos que bajan aquí...!

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– Sí, pero nunca a esta hora. Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse, pero nadie tiene el valor de hacerlo. – Yo sí soy muy macho –grita uno–, y me voy. Agarra a sus hijos y sus animales, mete sus muebles en una carreta y atraviesa la calle central, donde todo el pueblo lo ve. Hasta que todos dicen: – Si este se atreve, nosotros también nos vamos. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo, llevándose todas su cosas y sus animales. Y uno de los últimos en abandonar el pueblo, dice – Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa. Y entonces la incendia, y todos los le imitan. Huyen, presas de un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, y le dice a su hijo que camina a su lado: – ¿Viste, hijo mío, cómo algo muy grave iba a suceder en este pueblo?

PROPUESTAS

PARA LA REFLEXIÓN INDIVIDUAL O EN GRUPO

– Dar un significado a las cosas puede tener más fuerza que las cosas mismas... – Vale la pena convivir con la incertidumbre, en lugar de vivir protegido de toda vulnerabilidad, si no... – En mi vida, algo bueno va a suceder, y eso es...

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NARRACIONES CON MORALEJA

Dicen que la sonrisa cuesta menos que la electricidad y da mucha más luz. Algunos cuentos son más chistes que cuentos: son sencillas narraciones que generan esa gracia común a los cuentos, porque también hacen «caer en la cuenta» de algo interesante para la felicidad, obvio quizá, pero importante para la vida del corazón y para la realización de los valores.

Otros géneros, sencillamente, son de tal ingenuidad que generan una sonrisa, porque esconden un juego de palabras o una obviedad detrás de su tono de gracia. Es el caso, por ejemplo, de dos señoras casadas que comentaban: – Yo siempre rezo por mi marido. Pido a Dios que cada día sea más cariñoso y le vayan mejor los negocios. – Yo también rezo siempre por el mío. Y le pido a Dios que le libre del disgusto de quedarse viudo.

O chistes del célebre personaje Jaimito. Como este: La madre de Jaimito le dice un día a su hijo: – Jaimito, pórtate bien. Cada travesura tuya hace que a mí me salgan canas. – ¡Jo, mamá, cómo debiste de ser tú de pequeña, porque mira cómo está la pobre abuela...!

En sí, no son chistes que provoquen fácilmente la carcajada, sino esa sonrisa que posiblemente también nos hace caer en la cuenta de un valor que se nos puede estar escapando en la cotidianeidad y que la narración nos lo pone en primer plano de manera más que sencilla e ingenua. Estas narraciones, que son medio chistes, tienen, por tanto una moraleja, es decir una moral-eja. Una moral chiquitita, sencilla, humilde y saludablemente buena también.

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En estos años, en que los cuentos se están difundiendo en esta forma breve, no siempre es fácil atribuir el nombre de «cuento» o de «chiste» a algunas de estas pequeñas narraciones. Y, como suele ocurrir, no siempre se conoce la fuente porque siguen mucho la tradición oral y ahora navegan por el mundo virtual, frecuentemente sin firma, y fácilmente en diferentes versiones. En las páginas que siguen, hemos tomado algunos también, sin saber muy bien cómo clasificarlos, pero queriendo contribuir, con su acopio, a ofrecer recursos para la salud del corazón.

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Anciano y embarazo

Un anciano de 90 años llega al médico para su chequeo de rutina. El doctor le pregunta: – ¿Cómo se siente, señor Juan? – ¡Nunca estuve mejor, doctor! Mi novia tiene 18 años, está embarazada, y vamos a tener un hijo. El doctor se queda pensativo por un momento y dice: – Permítame contarle una historia: «Un cazador que nunca se perdía la temporada de caza salió un día tan apurado de su hogar que se confundió, tomando el paraguas en lugar del rifle. Cuando llegó al bosque, se le apareció un gran oso. El cazador levantó el paraguas, apuntó al oso y disparó. ¿A que no sabe lo que pasó?» – No, no lo sé –responde el anciano. – Pues que el oso cayó muerto frente a él. – ¡Imposible! –exclama el anciano–. Alguien más debe de haber disparado... – ¡Pues claro, hombre! A ese punto quería yo llegar.

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Fe en el burro

Un campesino va a casa de un vecino suyo a pedirle que le preste un burro para unos trabajos que debe realizar. El vecino le contesta que, sintiéndolo mucho, no puede complacerle, pues no tiene el burro en casa, porque se lo ha prestado a otro vecino. En ese momento, el burro, que está en la cuadra, se pone a rebuznar. El que viene a pedirlo exclama: – ¡Compadre, parece mentira que digas que no tienes en casa el burro, cuando yo lo estoy escuchando...! A lo que el propietario del animal responde, con gesto de dignidad ofendida: – ¿No irás a decirme que te fías más del burro que de mí?

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Avestruz

Un sufrido profesor de una autoescuela enseñaba a conducir a una chica terriblemente nerviosa. Cada vez que se cruzaba con un camión que venía en dirección contraria, la aprendiz de conductora perdía los nervios. Un día, viajaban por una carretera, y la alumna se mostraba bastante tranquila. El profesor le dijo: – Hoy está usted haciéndolo muy bien, está mucho más serena... Y el pobre quedó aterrado cuando oyó la respuesta de la chica. – Sí. Ahora, cuando veo que se acerca un camión, cierro los ojos y me asusto menos.

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Los zapatos

Dos vendedores de zapatos se encuentran en un pueblo de África. Uno de ellos es optimista, y el otro pesimista. El pesimista dice: – Aquí no hay nada que hacer. Todo el mundo va descalzo. El optimista, en cambio, dice: – Aquí hay negocio seguro, nadie tiene zapatos.

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Los nervios de la novia

La víspera de la boda, cuando ya todo está preparado, la novia empieza a llorar. Su madre, preocupada, trata de tranquilizarla. Al fin, acaba diciéndole: – Mira, hija, yo también me he casado. Y, gracias a Dios, me ha ido muy bien... – Sí, mamá –responde la hija–. Pero tú has tenido más suerte que yo. – ¿Cómo? ¿Por qué dices eso, hija? – Claro. Tú te casaste con papá, pero yo voy a casarme con un extraño a la familia.

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El hombre, el asno y la alforja

Un hombre, montado sobre su asno, llevaba una pesada alforja sobre su espalda. Uno que pasaba por allí le dijo: – ¿Por qué no pones la alforja sobre el lomo de tu asno? – ¿Estás loco? –le respondió el hombre–; ¿además de llevarme a mí, querrías que mi asno llevara mi alforja?

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Todo queda en casa

Un párvulo de menos de 5 años, al salir de clase, le dice a una de sus compañeras: – Martita, estoy enamorado de ti. Cuando seamos mayores, ¿nos casamos? – Me parece que no va a poder ser, Carlitos. Es que, ¿sabes?, en mi familia nos casamos entre nosotros: mi abuela se casó con mi abuelo, mi tía con mi tío, mi mamá con mi papá... Y así todos...

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Prescripción médica

El médico visita a domicilio a uno de sus pacientes. Al ver la mejoría experimentada desde su última visita, le dice: – Hoy le encuentro mucho mejor; tiene usted un aspecto formidable. – Pues será por la medicina que me recetó –dice el enfermo con sorna–. De hecho, he seguido al pie de la letra las instrucciones del frasco. – ¿Ah, sí? ¿Y qué decían esas instrucciones? – «Manténgase el frasco herméticamente cerrado».

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Dorar la noticia

Al llegar del colegio, un niño de unos siete años le dice a su madre: – Mamá, ¡yo no vuelvo al cole...! – ¿Por qué, hijo? – Es que el profesor le ha pegado a un niño, y todos se reían de él. – ¿Y tú qué hacías?, ¿también te reías? – No. Yo lloraba... – ¡Qué buen corazón tienes, hijo mío! ¿Llorabas porque te daba lástima? – No. Lloraba porque me dolía.

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No todo es caridad

Una niña de unos seis años entra acelerada en el despacho de su padre: – Papá, dame dos euros para un pobre hombre que está gritando en la calle. – Toma los dos euros, hija. Y así me gusta: que tengas un buen corazón y que te compadezcas del que sufre. Pero... ¿por qué grita? – Es que vende helados.

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Venta de la bicicleta – Me han dicho que has vendido tu bicicleta... – Así es. – ¿Y por cuánto la has vendido? – Por treinta dólares. – Me parece un precio razonable. – Lo es. Pero, si hubiera sabido que el tipo no me iba a pagar, le habría pedido el doble.

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No tengo edad...

Una pareja, ambos ya cuarentones, eran novios desde los veinte años. Un día, ella se decide y le dice a él: – Cariño, ¿no crees que podríamos pensar en casarnos? Y él, pensativo, responde: – Y a nuestra edad, ¿quién va a querer casarse con nosotros?

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María no oye

Un tipo llama al médico de cabecera de la familia: – Ricardo, soy yo: Julián. – Ah, ¿qué dices, Julián? – Mira, te llamo preocupado por María. – Pero ¿qué pasa? – Se está quedando sorda. – ¿Cómo que se está quedando sorda? – Pues sí; oye, necesito que la vengas a ver. – Bueno, la sordera en general no es una cosa repentina ni aguda, así que el lunes tráemela al consultorio y la reviso. – Pero ¿te parece bien esperar hasta el lunes? – ¿Cómo te diste cuenta de que no oye? – Pues... porque la llamo y no contesta. – Mira, puede tratarse de un simple tapón en la oreja. Verás, vamos a hacer una cosa: vamos a detectar el nivel de la sordera de María. ¿Dónde estás tú? – En el dormitorio. – ¿Y ella dónde está? – En la cocina. – Bueno, llámala desde ahí. – ¡Maríaaaaa...! No, no escucha. – Bueno, acércate a la puerta del dormitorio y grítale por el pasillo. – ¡Maríaaaaa...! No, no hay respuesta.

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– Mira, no te desesperes. Toma el teléfono inalámbrico y acércate por el pasillo llamándola, para ver cuándo te escucha. – ¡Maríaaaaa, Maríaaaaa, Maríaaaaa...! Nada; no hay respuesta. Estoy en la puerta de la cocina y la veo, está de espaldas lavando los platos, pero no me escucha. ¡Maríaaa...! No responde. – Acércate más. El tipo entra en la cocina, se acerca a María, le pone una mano en el hombro y le grita en la oreja: ¡Maríaaaaaaa! La esposa, furiosa, se da la vuelta y le dice: – ¿Qué quieres?, ¿qué quieres?, ¿qué quieres? Ya me llamaste como diez veces, y diez veces te contesté. ¿Qué quiereeeees...? Tú estás cada día más sordo; no sé por qué no consultas al médico de una vez...

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Doble personalidad

En una fábrica, a la hora del almuerzo, un trabajador abre su fiambrera y exclama: – ¡Oh, no! ¡Otra vez bocadillo de queso! Al día siguiente se repite la misma escena y el mismo lamento. Y así un día y otro. Hasta que, al cuarto o quinto día, un compañero, que había sido testigo de todos sus lamentos, le dice: – ¡Hombre! A mí, si no me gustase el queso, le habría dicho a mi mujer que me pusiera otra cosa. – ¡Toma! También yo, si estuviese casado. Pero, como estoy soltero, los bocadillos tengo que hacérmelos yo.

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Las ovejas no saben matemáticas

Miguel es un zagalillo de unos nueve años. Su padre se dedica al pastoreo de su rebaño de ovejas. En la escuela, el maestro le pregunta al pequeño: – Miguel, si tienes veinte ovejas en el redil y una salta la tapia y se escapa, ¿cuántas te quedan? – Ninguna –responde Miguel. – Pero, hombre; tienes veinte, se marcha una..., ¿cuántas quedan? – Ninguna, señor. – No, hombre, no. Veinte menos una, quedan diecinueve. – Señor maestro, usted sabe mucho de matemáticas, pero de ovejas no tiene idea. Si una salta la tapia, todas las otras van detrás.

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Cartas al Buen Dios

Una anciana vivía sola, y sus ingresos eran bastante escasos. Debía 500 euros del alquiler del piso, y el casero la amenazaba con ponerla en la calle. A la buena señora se le ocurrió escribir una carta dirigida a Dios mismo. Como destinatario, puso en el sobre: «Al Buen Dios. Dirección General de Correos». Cuando los funcionarios de la oficina de Correos vieron la extraña carta, decidieron leerla. Decía así: «Buen Dios, ya sabes que debo 500 euros del alquiler del piso y que me van a echar a la calle. ¡Por favor, ayúdame!». Emocionados, hicieron una colecta entre ellos. Juntaron 450 euros. Inmediatamente, el cartero se los entregó a la anciana como un giro remitido por el Buen Dios. Al día siguiente, en la misma oficina de Correos, apareció otra carta con la misma dirección. La abrieron y leyeron: «Gracias, Buen Dios. Yo ya sabía que me habías de enviar los 500 euros que debía. Pero los pillos de Correos se han quedado con 50».

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El color del cristal

Un muchacho va a examinarse a una ciudad distinta de la que es su habitual residencia. Su preparación era escasa, y los exámenes resultan un fracaso. Se lo notifica a un hermano suyo con un telegrama en estos términos: «Exámenes suspensos. Prepara a papá». El hermano le contesta con otro telegrama: «Papá preparado. Prepárate tú». Otro, más optimista, también suspende y también comunica la noticia con un telegrama. Pero, como es optimista, el telegrama es distinto: «Exámenes espléndidos. Profesores entusiasmados. Quieren que los repita».

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Gramática – «Siempre» –dice el maestro– es una palabra que condena la frase a cadena perpetua. Por eso, es preferible no usarla nunca, y así darle a lo que decimos el beneficio de la libertad condicional. – ¿Y «nunca»? –pregunta una alumna. El profesor reflexiona. – Esa no hay que emplearla jamás: es una sentencia de muerte.

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CERRANDO EL LIBRO

Al concluir este trabajo de recopilación de cuentos y propuestas humorísticas con moral-eja, soy consciente de que llevo 4 años haciéndolo. Y me ha costado. No ha sido poco el tiempo dedicado. A buen seguro, más del que me cuesta escribir un libro con un esquema personal en el que aborde una temática que me resulte desafiante. Esto quiere decir, para mí, que habiendo leído miles de cuentos, hay muchos que, a mi juicio, han tomado formas demasiado moralizantes y fácilmente superficiales, pudiéndose perder esa virtud que tienen los buenos cuentos: la de esconder una intriga para presentar un escenario nuevo en el que hay posibilidades saludables de realizar valores impensados. Deseo que estas páginas circulen como los libros de cuentos anteriores. Deseo también que sean regalo, que se lean en colegios, conferencias, clases..., en familia, a las personas mayores, a los más jóvenes... En la última semana, precisamente, tuve una hermosa sorpresa. Un joven que me escuchaba en una conferencia me dijo: «Yo tengo un libro suyo: me lo regaló mi confesor». Me dejó asombrado. Parecía como si el libro de cuentos hubiera podido convertirse en una penitencia. Me aclaró que había sido un buen regalo sanador. Unos minutos después, una mujer vino a decirme lo mismo: «Yo tengo un libro de cuentos suyo; me lo regaló mi hija...». ¡Caramba! Me habría parecido más normal lo contrario. En el colegio, la profesora usaba el libro de cuentos para empezar las clases, y la jovencita pensó que eso le vendría bien a su madre... Quiera Dios que estas páginas hagan bien. Que nos ayuden a «poner más corazón en las manos», frase con la que San Camilo exhortaba a sus compañeros para provocarles a ser más humanos, más cordiales, más felices en el cuidado recíproco.

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FUENTES – En WILHELM , R., Cuentos chinos II, Paidós, Barcelona 1998, pp. 11-13, se encuentra «De cómo los malos consejos son más peligrosos que cuchillos afilados»; en p. 19, «La tinaja mágica».

– En BUCAY, J., Recuentos para Demian, Los cuentos que contaba mi analista, Océano, Buenos Aires 2010, pp. 90-91, se encuentra «María no oye», muy difundido en otras fuentes. En pp. 194-195, «El gurú y el gato». En p. 179 «Las lentejas». En Cuentos para pensar, RBA, Barcelona 2002, pp. 58-59, «La huida».

– En BARRETO, A., en Fábulas, parábolas y cuentos. Para educar en valores e inteligencia emocional, Paulinas, Madrid 2009, pp. 25-26 se encuentra «El vuelo de la señora».

– En SCHLÜTER, A. M., Camino de liberación en los cuentos, Desclée de Brouwer, Bilbao 2010, pp. 109-110, se encuentra «El zorro y las ocas».

– Adaptado de El Conde Lucanor se considera «El burro».

– A HUGH LUPTON se atribuye «Almuerzo instructivo».

– En P ÉREZ, A., Educar valores y el valor de educar, se encuentra «El precio de la ignorancia».

– De ANTHONY DE MELLO se consideran: «Al borde del río», «El precio de la ignorancia», «El pequeño pez. En La oración de la rana», Sal Terrae, Santander 1988, p. 6, se encuentra «La oración de un devoto»; en la p. 39, «Dos cazadores»; en la p. 50,

142

«El abuelo buscador»; en la p. 177, «Lo más raro»; en la p. 245, «La venta de la bicicleta».

– En SALINAS, S., Todo (no) terminó. Volver a empezar después de la ruptura de la pareja, RBA, Barcelona 2004, pp. 15-21, se encuentra «El amor y los sentimientos en una isla».

– En CANFIELD, J. y HANSEN, M. V., Sopa de pollo para el alma. Historias que llegan al corazón e iluminan el espíritu, Ediciones Bolsillo, Barcelona 1998, p. 45, se encuentra «Regalo de flores»; en pp. 133-134, «Precio en taquilla»; en pp. 248249, «Las semillas»; en pp. 250-251 «Perro en el hotel».

– «Revolución en la habitación» es de S. MROZEK. Perteneciente a la obra La vida difícil de la traducción, 1995, de BOZENA ZABOKLICKA , FRANCESC MIRAVITLLES y QUADERNS CREMA S.A.U. (Acantilado, Barcelona).

– JAMES FINN GARNER (Estados Unidos, 1939) «Little Red Riding Hood», en Politically Correct Bedtime Stories, 1994. Cuentos infantiles políticamente correctos, trad. Gian Castelli Gair, Circe, Barcelona 1995, pp. 14-19, «Caperucita roja».

– De GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, «Algo malo va a suceder».

– En FILGUEIRAS, A., Orar con una sonrisa diaria, Desclée de Brouwer, Bilbao 2004, p. 24, se encuentra «Fe en el burro»; en p. 39, «Avestruz»; en p. 41, «Los zapatos»; en p. 47 «Los nervios de la novia»; en p. 52, «Todo queda en casa»; en p. 61, «Prescripción médica»; en p. 67, «No todo es caridad»; en p. 70, «No tengo edad»; en p. 92, «Doble personalidad»; en p. 115, «Las ovejas no saben matemáticas».

143

– En JODOROWSKY, A., La sabiduría de los cuentos, Obelisco, Barcelona 20057, p. 82, se encuentra «El hombre, el asno y la alforja».

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Índice Portada Créditos Índice Introducción Cuentos breves

2 4 6 8 11

El burro De cómo los malos consejos son más peligrosos que cuchillos afilados La tinaja mágica El gurú y el gato El vuelo de la señora El zorro y las ocas El precio de la ignorancia Al borde del río Mi memoria La fábula del erizo El pequeño pez El amor y los sentimientos en una isla (otra vez) El león y el cordero Almuerzo instructivo La oración de un devoto Dos cazadores El abuelo buscador Lo más raro Regalo de flores El precio en taquilla Las semillas Perro en el hotel La farmacia cósmica Dos lobos Revolución en la habitación El espejo chino Caperucita roja (versión 2.0) 145

13 16 20 22 24 27 30 32 34 36 38 40 46 48 51 53 56 58 60 62 64 66 68 71 73 76 78

El león y la liebre La prisión del odio La ridícula envidia Las lentejas Huida La serpiente El vuelo del halcón Algo malo va a suceder

82 85 87 89 91 94 96 98

Narraciones con moraleja

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Anciano y embarazo Fe en el burro Avestruz Los zapatos Los nervios de la novia El hombre, el asno y la alforja Todo queda en casa Prescripción médica Dorar la noticia No todo es caridad Venta de la bicicleta No tengo edad... María no oye Doble personalidad Las ovejas no saben matemáticas Cartas al Buen Dios El color del cristal Gramática

104 106 108 110 112 114 116 118 120 122 124 126 128 131 133 135 137 139

Cerrando el libro Fuentes

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