Cuentos de Luz Para El Alma

April 28, 2017 | Author: Ortiz Alberto | Category: N/A
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Descripción: fundacion hao reiki sanacion...

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CUENTOS DE LUZ PARA EL ALMA 5ª Edición

Ricard López

HAO

Para aligerar el texto, se utiliza el género masculino en ciertos casos, aunque, como es lógico, el libro implica por igual a mujeres y hombres.

Diseño de cubierta: Ricard López © Del texto y de los dibujos: 2010, Ricard López © 2010, Organización Heiwa to Ai (HAO)

1ª edición: 2010 5ª edición (modificada): 2013

Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.

ISBN: 978-1-291-83193-1 Impreso en España / Printed in Spain

Este libro está dedicado a los buscadores de la Verdad Una.

CUENTOS DE LUZ PARA EL ALMA es un libro imprescindible en los centros de terapias (Yoga, Tai Chi, Reiki,…) y en los gabinetes de psicología.

ÍNDICE

Introducción

11

1. Una terapia para liberarse del enfado

13

2. Cada día eres una persona nueva

15

3. El Cielo y el infierno están en tu mente

18

4. No querer pensar en algo es atraerlo

21

5. La riqueza de los campesinos

23

6. Ama dando libertad

25

7. El conocimiento se debe asimilar

29

8. Los problemas ajenos nos afectan

32

9. No hagas caso de lo que te digan

35

10. Lo que vale es la actitud interior

37

11. Cosechas lo que piensas

39

12. Sumérgete en la espiritualidad

41

13. Da alegría a los demás

43

14. No critiques

47

15. Sé honesto

48

16. Atraes lo que piensas

53

17. Ves lo que eres, no lo que hay

55

18. Tienes los años que te quedan

56

19. Los tres consejos

58

20. Sé como las flores

67

21. El indigente del parque

69

22. Acerca tu corazón a cada corazón

73

23. Acepta la Verdad desnuda

75

24. El pescador feliz

78

25. Controla tus deseos

81

26. El secreto de la felicidad

86

27. Elimina inmediatamente los problemas 93 28. El joven maestro

95

29. El poder de la fe

102

30. Qué bello es vivir

109

31. El poder curativo de los árboles

113

32. Tu vida es un reflejo de ti mismo

117

33. Elige ver el lado bueno de todo

120

34. Haz las cosas bien

122

35. El vigilante de sí mismo

125

36. Valora a tu mujer y será más bella

129

37. Aprovecha tu tiempo

137

38. Nuevas acciones crean nuevos rdos. 141 39. Lo que se valora en el Cielo

144

40. El hermano Isaac

147

41. El mensaje de la paz

150

42. Descubre cuál es tu misión

153

43. Permanece en quietud y silencio

157

44. No hay mal que por bien no venga

159

45. Todo lo que te pasa es para tu bien

163

46. No hagas suposiciones

166

47. Recuerda tus orígenes

170

48. Las cosas no son lo que parecen

175

49. Las promesas se han de cumplir

179

50. Una visita guiada al más allá

181

51. Cuentoterapia aplicada: cuento 2

186

INTRODUCCIÓN

Los 50 cuentos que aparecen en este libro son algunos de los que se narran - con fines terapéuticos y de crecimiento personal - en los Talleres de Cuentoterapia de la Organización Heiwa to Ai®. Dichos cuentos también son narrados por muchos instructores de Yoga, Tai Chi, Reiki y otras terapias al final de sus clases. Y algunos psicólogos los utilizan como herramienta coadyuvante para tratar a sus pacientes. Los cuentos de sabiduría han sido - y siguen siendo – una llave que abre las puertas al misterio, brindando un poco de luz sobre el porqué de la vida.

11

Son narraciones breves, que mediante determinadas situaciones, conductas y estados psicológicos, activan la consciencia, otorgando una nueva percepción de la realidad. Cada cuento es un mapa del tesoro que por medio de símbolos y arquetipos, tiene el poder de conmover el alma, ayudando a las personas a restaurar sus valores humanos y espirituales. Los cuentos de sabiduría de este libro constituyen un precioso instrumento para tu trabajo interior, tanto desde el punto de vista psicológico como ético o espiritual. Deseo sinceramente que este libro sirva de catalizador para tu transformación interna.

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1. Una terapia para liberarse del enfado

Érase una vez un padre que quería que su hijo creciese espiritualmente, para lo cual le encomendaba trabajos inusuales. Un día el padre le dijo a su hijo: «Hijo mío, quiero que cada vez que te enfades claves unos cuantos clavos detrás de la puerta del trastero». Su hijo así lo hizo.

13

Pasaban los días, y cada vez que el chico se enfadaba cogía unos clavos y los clavaba detrás de la puerta del trastero. De ese modo, el chico iba sacando la rabia. A medida que iba clavando clavos se enfadaba con menos frecuencia. Y cada vez necesitaba clavar menos clavos. Llegó un día en que el chico ya no lograba enfadarse. Entonces, se acercó a su padre y le dijo: «Padre, ya no logro enfadarme, ¿qué hago ahora? ». El padre le dijo: «Hijo mío, quiero que quites unos cuantos clavos de la puerta del trastero cada vez que te sientas impaciente». El chico así lo hizo. Cada vez que se sentía impaciente iba hasta el trastero y sacaba unos cuantos clavos. La labor de sacar los clavos era más difícil que clavarlos, pero le tranquilizaba. A medida que iba desclavando los clavos perdía la paciencia con menos frecuencia. Pasado un tiempo, ya no quedaban clavos que extraer y la puerta del trastero estaba llena de agujeros. El chico ya no se mostraba impaciente, siempre estaba tranquilo y no tenía prisas. Entonces, se acercó a su padre y le dijo: «Padre, ya no me siento impaciente por nada». 14

El padre le contestó: «Hijo mío, me siento muy satisfecho de tu crecimiento. Cada vez que te enfadabas y cada vez que perdías la paciencia, en tu alma dejabas cicatrices como los agujeros que ves en esta puerta. Estos agujeros, son las heridas de tu evolución».

2. Cada día eres una persona nueva

Buda tenía un primo llamado Devadatta, el cual era muy perverso. Un día Devadatta intentó acabar con la vida de Buda arrojándole una gran piedra desde la cima de una montaña. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado de Buda, el cual permaneció tranquilo con una sonrisa en sus labios. Días después, Devadatta se encontró con el Buda, el cual lo miró, como siempre, esbozando una suave sonrisa. Perplejo, Devadatta, le preguntó al Buda: «¿No estás enfadado?». Y el Buda respondió: «¡No!».

15

16

Devadatta no entendía la reacción del Buda, por lo que le volvió a preguntar: «¿Por qué no estás enfadado?». Y el Buda respondió: «Porque no tengo nada personal contra ti ni tú tienes nada personal contra mí». Y Devadatta dijo: «Pero, si yo quería acabar con tu vida». Y Buda contestó: «Tú no eres el que quería acabar con mi vida». Confuso, «Entonces,…».

Devadatta,

murmuró:

Y Buda le explicó: «Para el que sabe ver, todo es transitorio, todo está en permanente cambio. Nosotros no somos los de ayer, cada día renacemos». Devadatta, le preguntó: «¿Quieres decir que hoy soy una persona nueva?». Y Buda concluyó: «En efecto, hoy somos personas nuevas. Ni tú eres el que arrojó la piedra ni yo soy el que estaba allí cuando me fue arrojada».

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3. El Cielo y el infierno están en tu mente

Un enorme, arrogante y rudo guerrero llamado Thor, fue a ver a un pequeño monje que vivía en una cueva en lo alto de una montaña, para preguntarle sobre el cielo y el infierno. Cuando Thor llegó a la cueva, vio al monje y le dijo: «Monje, quiero saber si existen el cielo y el infierno». El pequeño monje miró al poderoso guerrero en silencio. Después de un momento, le dijo: «Sí, en efecto, existe el cielo y existe el infierno». Y Thor, con voz de mando, le dijo: «¡Demuéstramelo!». El pequeño monje se quedó un rato en silencio y después le espetó con desdén: «¿Enseñarte a ti acerca del cielo y el infierno? No podría enseñarte acerca de nada. Eres un ignorante. Eres sucio y hueles mal. Eres una desgracia, la vergüenza de los guerreros. ¡Vete de mi vista!».

18

Thor se enfureció. Su ira era tal que apretó sus puños y su rostro enrojeció. Quedó mudo de furia. Rápidamente sacó su espada amenazante, preparándose para asestarla al monje. Y el pequeño monje le dijo suavemente: «Observa tu mente, date cuenta del miedo y de la furia que sientes. Eso es el infierno». El guerrero se dio cuenta de su proceder agresivo y durante dos minutos se quedó en silencio, muy sobrecogido. Después bajó su espada, y le dijo al pequeño monje: «Perdóname, no sabía lo que hacía. Te ruego, por favor, que me digas dónde está el cielo». En ese momento, el corazón del guerrero se llenó de paz y humildad. El pequeño monje miró al guerrero en silencio. Y después de un momento le dijo dulcemente: «Observa tu mente, date cuenta de la paz que sientes. Eso es el cielo. En un segundo puedes ir del cielo al infierno y del infierno al cielo ».

19

20

4. No querer pensar en algo es atraerlo

Un discípulo le preguntó a su maestro: «Maestro, te ruego me proporciones un tema de meditación, pues voy a retirarme a meditar al bosque durante veintiún días». El maestro le contestó: «Puedes meditar en lo que quieras, salvo en chicas. Puedes meditar en el amor, en la compasión, en lo que quieras, pero mientras medites no pongas tu atención en ninguna chica». El discípulo se puso muy contento y dijo: «Eso es muy fácil, centraré mi atención unos días en el amor, otros días en la compasión, pero no dejare que en mi mente entren chicas. Eso es muy fácil. Gracias maestro». Al día siguiente se retiró al bosque para meditar. Transcurridos veintiún días, regresó junto a su maestro, el cual le preguntó: «¿Cómo te ha ido la meditación?». Y el discípulo contestó: «Muy mal maestro, muy mal, por más que no quería pensar en chicas, ellas no paraban de filtrarse una y otra vez en mi mente». 21

22

5. La riqueza de los campesinos

Un padre rico, queriendo que su hijo supiera lo mal que lo pasa la gente pobre, lo llevó a pasar unos días con una familia campesina muy humilde. Una vez concluido ese período, y mientras regresaban en su coche a la ciudad, el padre le pregunto: «¿Qué te ha parecido la experiencia?». El hijo, con la mirada perdida en el horizonte, contestó: «Excelente, papá. Me ha gustado mucho como viven los pobres campesinos. Quiero que me lleves más veces». «¿Cómo que te ha gustado? ¿Qué es lo que te ha gustado», insistió el padre. El hijo contestó: «¡Es increíble! La gente del campo vive mucho mejor que la gente de la ciudad. Nosotros tenemos un perro, pero ellos tienen muchos animales, tienen perros, gatos, gallinas, cabras, vacas,… Nosotros tenemos un jardín cercado por una valla, y ellos tienen un campo que se pierde en el infinito. Nosotros tenemos una pequeña piscina con agua llena de cloro, y ellos tienen un río sin fin, de agua cristalina, donde hay plantas, patos, peces y ranas. Nosotros 23

compramos la comida, y ellos siembran y cosechan la suya. Nosotros escuchamos la música en el ordenador y en aparatos de música, mientras ellos escuchan en directo una bella sinfonía de gorriones, golondrinas, mirlos, grillos, ranas y otros animalitos. Nosotros usamos la cocina eléctrica, la de gas y el microondas, mientras que ellos saborean los alimentos cocinados en su fogón de leña. Nosotros vivimos rodeados de muros, alarmas y cámaras de vigilancia, mientras que ellos dejan sus puertas abiertas y viven acompañados y protegidos por la amistad de sus vecinos. Nosotros vivimos conectados al móvil, al ordenador, a internet, al correo electrónico, al televisor, pero ellos, en cambio, están conectados a la vida, al cielo, al sol, a la naturaleza, al bosque, al agua, a los animales, a sus plantaciones, a su familia y a sus amigos. Nosotros vivimos ocupados en tener más y más cosas, en ganar más y más dinero, pero, en cambio, ellos viven tranquilos, y a menudo sonríen y cantan». El padre quedó impactado por la profundidad de su hijo, y entonces el hijo concluyó: «Gracias, papá, por haberme enseñado lo pobres que somos nosotros».

24

6. Ama dando libertad

David y María paseaban cogidos de la mano. Eran novios y se querían casar. Deseaban que su amor durase para siempre, y para conseguirlo, decidieron visitar a un gran maestro que vivía en un bosque para que les diese un consejo. 25

Los novios caminaron durante horas, hasta que llegaron al lugar donde vivía el maestro, y éste al verlos les pregunto: «¿Qué vienen a buscar aquí». Y ellos le respondieron: «Hola, somos David y María y nos queremos casar. Nos han hablado muy bien de usted. Dicen que es muy sabio. Venimos aquí para que nos de algún consejo». Entonces, el maestro les preguntó: «Pero, ¿qué es lo que queréis exactamente?». Y los novios respondieron: «Lo que queremos es que nos de un consejo para poder estar siempre juntos, queremos asegurarnos de que estaremos siempre uno al lado del otro, hasta el final de nuestros días ¿Hay algo que podamos hacer?». Y el sabio, emocionado al verlos jóvenes, tan apasionados y tan ansiosos un consejo, les dijo: «Sí, pueden hacer cosa. Quiero que vengan aquí mañana, y me traigan un águila y un halcón».

tan por una que

Al día siguiente, los jóvenes se presentaron ante el maestro con un águila y un halcón, metidos dentro de un saco. El maestro examinó los animales y vio que eran unos ejemplares hermosos. 26

«Y ahora, ¿qué debemos preguntaron los jóvenes.

hacer?»,

Y el maestro les dijo: «Tomen las aves y amárrenlas una a la otra por las patas con estas cuerdas, y cuando estén bien amarradas, suéltenlas para que vuelen libres».

Ellos hicieron lo que les fue ordenado y soltaron las aves. El águila y el halcón intentaron volar, pero apenas consiguieron dar pequeños saltos por el terreno. Minutos después, las aves irritadas por la imposibilidad de volar, comenzaron a agredirse una a la otra, picándose hasta lastimarse. 27

Entonces, el maestro les dijo: «Jamás se olviden de lo que están viendo ahora. Ustedes son como el águila y el halcón. Si desean estar siempre juntos, uno junto al otro, aunque sea por amor, vivirán arrastrándose y peleándose como estas aves. Se destrozarán entre ustedes. Deben saber que el amor y el respeto aumentan con la distancia. Deben darse espacio y libertad. Si están siempre juntos, como ustedes quieren, no les auguro una buena relación de pareja. Este es mi consejo». Los jóvenes le dieron las gracias y se fueron pensativos, en silencio. No les gustó el consejo. Entonces, se abrazaron con ternura y la chica le dijo al chico: «Cariño, mañana, si te parece, iremos a ver a otro sabio, que éste es demasiado viejo y ya no sabe lo que dice».

28

7. El conocimiento se debe asimilar

Un hombre se presentó ante un sabio y le dijo: «He viajado de un maestro a otro, he estudiado yoga, budismo, he practicado meditación y Tai Chi durante muchos años y me he iniciado en Reiki. Ahora deseo ser uno de tus discípulos, para poder beber de la fuente del conocimiento y así avanzar cada vez más en el camino hacia la Iluminación». El sabio, en lugar de responder directamente a lo que había oído, mandó que le sirvieran la cena. Vino un mayordomo y le trajo doce platos repletos de comida. Había arroz, alubias, verduras, ensaladas, frutas, pasteles, etc. El buscador empezó a comer. Al principio, se sintió complacido. Comió y comió. Pero al acabar el séptimo plato, dijo: «Gracias por la comida, ya no puedo más». Entonces se acerco el sabio y le dijo: «Tienes que acabarte toda la comida, como muestra de agradecimiento». El buscador, con mucho esfuerzo, continuó comiendo para no disgustar al sabio. 29

Cuando estaba acabando el último plato, ya no podía ni siquiera comer un grano de arroz más. Empezó a sentir un gran malestar. Entonces, el sabio le condujo a una habitación de invitados y le dijo: «Ahora descansa, acuéstate en esta cama y así podrás digerir la comida». El buscador se acostó y rápidamente se quedó dormido. Pasaron tres horas y el sabio lo despertó y le dijo: «Levántate, es hora de cenar». 30

El buscador respondió: «No, por favor, no tengo hambre y me encuentro mal». Y el sabio dijo: «Cuando viniste a verme, estabas tan lleno de conocimientos indigestos como lo estás ahora de comida. Pensabas que necesitabas más conocimiento para salir de tu malestar espiritual. Pero no es así. Si quieres aprender conmigo tienes que vaciarte de tanto saber. Has acumulado demasiadas teorías, pero no te han servido de gran cosa. No te veo satisfecho ni en paz. Si lo deseas puedes quedarte tres meses con nosotros. Pero te impongo unas condiciones: durante ese tiempo no deberás hablar con nadie ni hacer preguntas ni leer ningún libro. Quiero que te limites a ser un observador de la realidad y de tu mente, y para ello deberás guardar silencio. El buscador comprendió y aceptó.

31

8. Los problemas ajenos nos afectan

Un ratón, mirando por un agujero en la pared ve a un granjero y a su esposa abriendo un paquete. Pensó que podía ser un sabroso queso, pero al ver lo que había quedó aterrorizado. Era una trampa para ratones. Fue corriendo al patio de la granja a advertir a todos: «¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!». Una gallina, que estaba buscando lombrices en la tierra, levantó la cabeza y dijo: «Discúlpeme Sr. Ratón, entiendo que es un gran problema para usted, pero a nosotras las gallinas no nos perjudica en nada». El ratón entristecido fue corriendo hasta los corderos, y les dijo: «¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera!». Y un cordero le contestó: «Discúlpeme Sr. Ratón, a nosotros los corderos no nos afecta en nada». El ratón, más entristecido todavía, se dirigió corriendo hacia las vacas explicándoles que había una trampa para ratones. Entonces una vaca le dijo: «A nosotras eso no nos afecta en absoluto». 32

Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido, pensando en el peligro que le suponía aquella trampa mortal. Aquella noche se oyó un gran bullicio en la casa. La ratonera había atrapado a su primera víctima. La mujer del granjero corrió por la casa a oscuras, llena de alegría, gritando: «¡Ya hemos cazado el ratón, ya lo tenemos!». Pero la ratonera no había atrapado al ratón sino a una serpiente venenosa.

La serpiente mordió a la mujer. Su marido, el granjero, la tumbó en la cama y llamó a un médico de urgencias. El veneno no tardó en hacer efecto. La mujer empezó a sudar y a temblar. Tenía fiebre. Llegó el médico y le puso unos paños de agua fría sobre la frente. 33

El marido para reconfortar a su mujer le preparó una nutritiva sopa. Cogió un cazo, lo llenó de agua, agarró un cuchillo y fue a buscar una gallina, precisamente aquella que habló con el ratón. La mujer bebió una taza de sopa de gallina, pero no mejoró. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató un cordero, precisamente aquel que habló con el ratón. La mujer no mejoró y acabó muriendo. El granjero entonces para cubrir los gastos del funeral, vendió una vaca, precisamente aquella que habló con el ratón. Pasados unos días el ratón convocó a todos los animales para que se reunieran en el patio de la granja. Una vez reunidos el ratón se dirigió a todos ellos diciéndoles: «¡Veis, lo que os decía, la ratonera es un arma peligrosa! Cuando veáis que uno de nosotros tiene un problema, no penséis que no os afecta, que no es vuestro. Ayudadle. Recordad que todos formamos una familia, y que lo que le afecta a uno, repercute a toda la comunidad».

34

9. No hagas caso de lo que te digan

Érase una vez un anciano y un niño que viajaban, caminando al lado de un burro. Al llegar a una aldea, unos niños empezaron a gritar: «¡Mirad, que tontos! Tienen un burro y van los dos andando. Por lo menos el viejo podría subirse a él».

Al oír esto, el anciano se subió al burro y ambos siguieron la marcha. 35

Al pasar por la siguiente aldea, unas mujeres se indignaron al ver al viejo sobre el burro, y dijeron: «Parece mentira, el viejo cómodamente sentado en el burro y el pobre niño caminando. ¡Qué vergüenza!». Al oír esto, viejo y niño intercambiaron sus puestos. Llegaron a un pequeño pueblo y unos ancianos indignados gritaron: «¡Eso sí que es intolerable! El muchacho sentado en el burro y el pobre viejo caminando». Al oír esto, el viejo y el niño compartieron el burro. Poco después, al pasar por otro pueblo unos campesinos gritaron: «¡No os da vergüenza! Vais a reventar al pobre animal». Al oír eso, el anciano y el niño tomaron la determinación de cargar al burro sobre sus hombros. Apenas caminaron unos cien metros, oyeron unas fuertes carcajadas. Era la gente mofándose y diciéndoles a viva voz: «¿Cómo sois tan tontos? ¡Tenéis un burro y en lugar de montarlo, lo lleváis a cuestas!». Al oír esto, dejaron de cargar el burro, y descansaron un rato. Luego, el anciano le dijo al niño: «Hijo mío, a partir de ahora cierra tus oídos a la opinión ajena, no hagas caso a nadie, y escucha únicamente la voz de tu corazón». 36

10. Lo que vale es la actitud interior

Dos amigos paseaban por la calle principal de una céntrica ciudad y vieron que había, en un lado de la calle una casa de citas y en el otro un templo. Uno de los amigos optó por el prostíbulo y sus hermosas mujeres, y el otro prefirió ir al templo para escuchar la disertación de un sacerdote.

37

Transcurridos unos minutos, el hombre que estaba en el prostíbulo con una prostituta en vez de tener una relación con ella, se limitó a conversar profundamente sobre la vida. Por el contrario, su amigo estaba distraído en el templo y en vez de escuchar las palabras del sacerdote, su mente fantaseaba con las mujeres de la casa de citas. De esta manera, el hombre que estaba en el prostíbulo obtuvo las mismas virtudes como si hubiera estado en el templo, y el que estaba en el templo acumuló las mismas faltas como si hubiera permanecido en el prostíbulo.

38

11. Cosechas lo que piensas

El sacerdote de un pequeño pueblo vivía enfrente de una prostituta, la cual era frecuentada por los lugareños y por hombres de los alrededores. El sacerdote reprendía severamente a la prostituta: «Estás corrompida y perviertes a los hombres, ¿cómo osas llevar esa forma de vida?».

39

La mujer al oír al sacerdote se sentía muy apenada. Ella quería llevar otro tipo de vida, pero no tenía otro medio de subsistencia. Lloraba constantemente por tener que recurrir a la prostitución y pedía a Dios que le ayudase a encontrar un trabajo honrado. El sacerdote comprobó que la mujer seguía siendo visitada por muchos hombres y empezó a controlarla. Decidió colocar en un cubo una pequeña piedra por cada hombre que entrara a recibir sus servicios. Al cabo de un tiempo tenía el cubo lleno de piedras. Entonces, llamó a la prostituta y la recriminó: «Mujer lujuriosa, ¿ves estas piedras? Cada una de ellas simboliza un pecado. Hay tantas piedras como hombres has recibido durante los últimos seis meses». La mujer pecadora.

se sintió

culpable, sucia

y

Unos días después un terremoto hizo temblar el pueblo y hubo muchos muertos, entre ellos estaban el sacerdote y la prostituta. Y he aquí que la chica fue conducida a la Luz y el sacerdote a las regiones de las sombras. Al comprobar esto, el sacerdote protestó por la injusticia de Dios y entonces 40

un ángel le explicó: «Te quejas de haber sido conducido a las regiones de las sombras a pesar de haber pasado tu vida como sacerdote y no entiendes cómo la que fue tu vecina, la prostituta, haya sido enviada a la Luz, pero ¿es que no comprendes que somos lo que cosechamos? Echa un vistazo a la Tierra. Allí está tu cuerpo, honrado por obispos y por el mismo Papa de Roma. En cambio, mira el cuerpo de la prostituta, nadie la honra y es ignorada por todos. Pero, en cambio, ella con sus pensamientos y sentimientos cultivó elevados ideales, y tú, por el contrario, de tanto controlarla y de tanto mirar el pecado, teñiste tu corazón de impureza».

12. Sumérgete en la espiritualidad

Un joven le preguntó a su maestro: «¿Cuáles son los pasos que debo seguir para alcanzar la iluminación espiritual?». Y el maestro respondió: «Debes adoptar una actitud de gratitud y reverencia ante la vida. Debes darte cuenta de que la vida espiritual está en todo. Debes practicar 41

regularmente un método de meditación. Debes ser consciente en todo momento, no solamente durante la meditación. Debes acostumbrarte a observar tu mente para que tus reacciones sean conscientes. Todo esto que te he explicado es como llenar un colador con agua». El joven se fue a su casa pensativo. No entendía cómo se podía llenar un colador con agua. Al día siguiente fue a ver al maestro para preguntarle como podía llenar un colador con agua. El maestro fue con él a una playa cercana. Se sentaron sobre una roca rodeados por las olas. Y el joven le dijo: «Explícame cómo se llena un colador con agua». Entonces, el maestro sacó un colador del bolsillo, lo tomó en sus manos y lo arrojó lejos al mar. El colador flotó durante unos instantes y después se hundió. Y el maestro le dijo: «Ahora el colador está lleno de agua y así permanecerá para siempre. Así debes realizar tu práctica espiritual. No debes verter pequeñas dosis de vida espiritual en tu individualidad, sino que debes llenarte del mar espiritual y fundirte con él, así como la gota se funde con el océano». 42

13. Da alegría a los demás

Un estudiante salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien consideraba su amigo debido a su bondad. Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que 43

pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado, el cual estaba a punto de terminar sus labores diarias. El alumno le dijo al profesor: «Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre». Y el profesor le contestó: «Mi querido amigo, nunca tenemos que hacer bromas que causen sufrimiento, y menos a un señor que es anciano y pobre. ¿Por qué no le haces una broma que le cause una alegría». «¿Qué tipo de broma le puede dar una alegría?» – preguntó el joven. Y el profesor le respondió: «Tú eres rico, colócale dinero en sus zapatos, pon, por ejemplo, un billete de cinco euros en cada zapato. Para ti eso es poco dinero, te lo gastas cuando vas a la discoteca, pero para ese campesino esa cantidad es mucho dinero, y puedes darle una alegría inmensa». El chico cogió de su cartera dos billetes de cinco euros, pero luego se lo pensó otra vez, y decidió colocarle diez euros dentro de cada zapato.

44

Después escondieron cercanos.

alumno y profesor se detrás de unos arbustos

El campesino, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo. Estaba cansado y sudoroso. Al ponerse el primer zapato sintió algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró un billete de diez euros. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró a su alrededor, para todos los lados, pero no veía a nadie. Miró el billete, lo besó, le dio la vuelta y lo volvió a besar. Luego lo guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar el otro billete.

45

Sus sentimientos lo sobrecogieron. Cogió los dos billetes, los colocó entre las manos, cayó de rodillas y levantó la vista al cielo diciendo: «Muchas gracias Señor, por estos veinte euros, bendícelos a través de mis manos y haz que se multipliquen en aquel que los ha perdido. Gracias Señor por darme dinero, así podré comprar medicinas para mi esposa enferma y pan para mis hijos hambrientos». El estudiante al ver aquella escena quedó profundamente afectado, empezó a temblar de emoción y se le llenaron los ojos de lágrimas. Y el profesor le dijo: «Ahora, ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma que le causase sufrimiento?». Y el joven respondió: «Muchas gracias profesor, me ha enseñado una lección que nunca olvidaré. Me he dado cuenta de que es más gratificante dar que recibir».

46

14. No critiques

Un día, Juan se encontró con un amigo de su infancia. Ese amigo ahora era un maestro espiritual. Ambos se dieron un afectuoso abrazo. Juan habló y habló de su vida. Su amigo le escuchó en silencio. Cuando Juan acabó de hablar de sí mismo, se acercó al maestro para hablarle al oído. Y le dijo: «No te lo vas a creer, ¿sabes lo que escuché de Pedro? ».

47

Cuando el maestro se dio cuenta de que iba a hablar de un amigo que tenían en común, le interrumpió y le dijo: «Quiero que lo que vayas a decir de Pedro sea verdad, sea algo bueno y sea algo provechoso para nosotros. En caso contrario, prefiero que no me digas nada». Al oír esto, el amigo se calló.

15. Sé honesto

Un príncipe estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo a la ley para serlo debía casarse. Sabiendo esto, decidió hacer una competencia entre las muchachas candidatas para seleccionar la que sería digna de ser su mujer. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientas y les encomendaría un desafío. Había una madre que servía en el palacio que tenía una hija joven que estaba enamorada del príncipe. La madre le comentó 48

lo de la celebración. Y la hija le dijo que ella se iba a presentar como pretendienta porque tenía un sentimiento de profundo amor por el príncipe. Su madre le dijo: «Hija mía, ¿qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Tú no tienes ninguna posibilidad. Sácate esa idea de la cabeza. No te va a elegir y vas a sufrir». Y la joven contestó: «No, mamá, no voy a sufrir. Ya sé que no me va a escoger. Yo únicamente quiero aprovechar esta oportunidad para estar cerca de él. Eso me hará muy feliz». Llegó la noche de la celebración y la joven se presentó como pretendienta. Allí estaban las muchachas más hermosas, con los más bellos vestidos, con las más bellas joyas y todas con la firme determinación de ganar. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: «Daré a cada una de ustedes una semilla al azar de entre muchísimas semillas de flores. Aquella chica que dentro de seis meses me traiga la planta con las flores más bellas, será mi esposa, la futura emperatriz de China».

49

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones, pues se valoraba mucho el saber cultivar algo, ya sean las plantas, amistades, relaciones, etc. La joven llegó a su casa y lo primero que hizo es introducir la semilla en un recipiente lleno de tierra y luego la regó. Pasaron tres semanas y nada brotó. La joven pensó que se debía a que no tenía habilidad como jardinera, pues no sabía cuál era el sitio idóneo para colocar la planta ni si debía ponerle abono ni cada cuanto tiempo tenía que regarla. Pasaron tres meses y nada brotó. día veía más lejos su sueño. La joven que a lo mejor la semilla se descompuesto por no conocer el arte jardinería.

Día a pensó había de la

Al acabar el plazo de seis meses, la joven estaba triste porque nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le dijo a su madre: «Mamá, aunque no tengo una planta con flores voy a ir igualmente al palacio, pues yo sólo quiero estar cerca del príncipe una vez más». En la hora señalada, la joven se presentó con su recipiente lleno de tierra. 50

Todas las otras pretendientes llevaban plantas con flores: lirios, tulipanes, rosales, hortensias, orquídeas, etc. La joven estaba asombrada, nunca había visto flores tan bellas.

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Finalmente, llegó el príncipe y pasó por cada chica, observando con mucha atención cada una de las plantas con flor. Cuando llegó hasta la joven que no traía planta, el príncipe le dijo: «Usted joven, ¿por qué ha venido si su semilla no ha brotado? ». La joven muchacha respondió: «He hecho todo lo que he podido para que brotase, pero no lo he conseguido. Y si he venido es para verlo a usted otra vez». Entonces, el príncipe dijo a todos presentes: «Esta chica será mi esposa. trae más que tierra, pero sin embargo venido a mostrarme el resultado de esfuerzo».

los No ha su

Todas las jóvenes presentes dijeron que el príncipe no estaba cumpliendo su palabra, que era injusto, pues ellas se habían esforzado mucho durante seis meses en cuidar sus plantas con flor. En aquel momento, dijo en voz alta a todos los presentes: «Esta chica que sólo me trae tierra será mi esposa. Ella es la única joven honesta que de verdad ha cultivado la semilla que le di, pues todas las semillas que os entregué eran estériles».

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16. Atraes lo que piensas

Un viajero estaba cansado y sudoroso bajo el sol implacable del día. Extenuado, siguió caminando buscando un sitio donde descansar. Mientras caminaba pensó lo agradable que sería disponer de una cama. Y su pensamiento se hizo realidad, pues vio debajo de un árbol frondoso una cama confortable.

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No se lo pensó dos veces, se acostó y se quedó dormido. Después de dormir un rato, se levantó y pensó lo agradable que sería darse un baño. Siguió caminando y al instante se encontró con un río de aguas cristalinas, por lo que aprovechó para bañarse. El viajero estaba descansado y limpio, pero tenía hambre, por lo que pensó lo agradable que sería degustar una sabrosa comida. Siguió caminando y tras unos pasos se encontró con una enorme casa de madera. La dueña, una viuda con tres niñas, se le acercó rogándole que le tapase un pequeño agujero del tejado a cambio de un poco de dinero y de una suculenta comida. El viajero aceptó encantado. Arregló el tejado, comió la sabrosa comida y recogió el dinero por su servicio. El viajero, muy feliz, prosiguió el camino. Con el dinero que había recibido tenía para comer buenos manjares durante una semana. De súbito le asaltó una idea: «¡Mira que si unos ladrones me roban el dinero! Tendré que ir con cuidado». Caminando con el temor a ser robado al llegar a un pequeño bosque se encontró con tres ladrones que le robaron todo el dinero.

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17. Ves lo que eres, no lo que hay

Un buscador de la verdad se sentó al borde de un camino a meditar. Al cabo de un rato pasó por allí un borracho, que todavía mantenía cierta lucidez, y al ver al hombre sentado, pensó: «Este se ha pasado toda la noche bebiendo como yo, y ahora está borracho. Ha bebido tanto que se ha quedado dormido a la orilla del camino, y no sabe ni regresar a su casa». Y, tambaleándose, se alejó.

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Más tarde pasó un ladrón y al verlo pensó: «Este hombre debe ser un ladrón que tras haber pasado la noche robando, ahora se ha quedado dormido. Me iré de aquí no vaya a ser que venga la policía a atraparle, y me coja a mi también». Y huyó rápido del lugar. Por último pasó un sabio, y al contemplar al hombre que meditaba pensó: «Este hombre está en profunda meditación». Entonces, el sabio le dio sus bendiciones, y continuó su camino.

18. Tienes los años que te quedan

Había un sabio que vivía en una cabaña en lo alto de una montaña. Los más ancianos del lugar lo conocían desde que eran pequeños y no entendían porque no envejecía, pues siempre aparentaba tener unos cuarenta años. El rey del lugar se interesó por el sabio. Quería saber cuál era su edad y cuál era su secreto para no envejecer. Entonces, el rey envió a un grupo de sus súbditos para que le trajeran el hombre sabio al palacio. 56

Cuando el rey vio al sabio, lo primero que le preguntó fue: «¿Cuántos años tienes?». A lo que el sabio respondió: «No lo sé». Esto puso al rey fuera de sí porque interpretó que el sabio estaba riéndose de él. Entonces, el rey le gritó: «¡Cómo que no sabes cuántos años tienes! ¿Te estás burlando de mí?».

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Y el sabio le respondió: «No señor. No se lo tome a mal. No entiendo porqué la gente se empeña en decir que tiene los años que no tiene. Para mí los años que tengo son los años que me faltan por vivir. Yo tengo los años que todavía no he vivido. Esos años los tengo, pero no sé cuántos son. En cambio, los años que ya he vivido pertenecen al pasado y, obviamente, ya no los tengo».

19. Los tres consejos

Érase una vez una pareja de recién casados que vivía en la extrema pobreza. Se llamaban Paco y Lourdes. Un día el marido le hizo la siguiente propuesta a su esposa: «Querida, quiero darte una vida más cómoda y digna. Voy a irme de casa a buscar trabajo, aunque para ello tenga que ir bien lejos y alejarme de ti. No sé cuanto tiempo voy a estar lejos, pero quiero que durante el tiempo que esté fuera me seas fiel como yo te seré fiel a ti».

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El joven marido caminó y camino durante muchos días sin encontrar a nadie que le ofreciese trabajo. Un buen día se acercó a un templo donde vivían unos monjes que pasaban gran parte del día entregados a sus prácticas espirituales. Paco preguntó al maestro del templo si sabía de alguien que le pudiese ofrecer trabajo. El maestro le respondió: «Puedes trabajar aquí en el templo, la persona que se encargaba de su mantenimiento se jubiló ayer». Paco aceptó el trabajo, pero previamente le dijo al maestro: «Déjeme trabajar por el tiempo que yo quiera y cuando crea que debo irme, libéreme de mis obligaciones y págueme todo el dinero que haya ganado. Hasta que me vaya no quiero recibir mi salario. Le pido que lo coloque en una cuenta de ahorro hasta el día que me vaya». Estando ambos de acuerdo, aquel joven trabajó durante veinte años, sin vacaciones y sin descanso. Después de ese tiempo se acercó a su patrón, el maestro, y le dijo: «Déme el dinero que he ganado, quiero regresar a mi casa».

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El maestro le respondió: «Muy bien, hicimos un trato y voy a cumplirlo, pero antes quiero proponerte otro trato». «Diga maestro, proponer?», dijo Paco.

¿qué

me

quiere

Y el maestro le respondió: «Yo te doy tu dinero y te vas, o te doy tres consejos y no te doy el dinero y te vas. Si te doy el dinero no te doy los consejos y viceversa. Vete a tu cuarto, piénsalo y después me das la respuesta». Paco necesitó dos días para tomar esa decisión. Sabía que los consejos del maestro eran muy valiosos. Durante los veinte años que había estado en el templo había visto venir casi cada día a gente de muy lejos para pedir consejos al maestro. Se acercó a él y le dijo: «Maestro, quiero los tres consejos en vez del dinero». El maestro le recordó: «Si te doy los consejos, no te doy el dinero ¿Estás seguro de la decisión que has tomado?». Y Paco respondió: «Sí maestro, quiero los consejos».

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El maestro le dijo: «El primer consejo es que nunca tomes atajos desconocidos en tu vida, pues caminos más cortos y desconocidos te pueden costar la vida. El segundo consejo es que nunca seas curioso de aquello que represente el mal, pues la curiosidad por el mal puede ser fatal. Y el tercer consejo es que nunca tomes decisiones en momentos de odio y dolor, pues puedes arrepentirte cuando sea demasiado tarde. Estos tres consejos quiero que los recuerdes toda la vida». Después de le dijo: «Aquí comer durante compartirlo con casa».

darle los consejos, el maestro tienes tres panes, dos para el viaje y el tercero es para tu esposa cuando llegues a tu

Entonces, el hombre siguió el camino de vuelta a su hogar. Llevaba veinte años que no veía a su esposa y tenía muchas ganas de regresar a casa. Transcurrido el primer día de viaje, encontró a una persona que lo saludó y le preguntó: «A dónde va? ». Y él le respondió: «Voy a un lugar muy distante, detrás de aquella montaña, aún me quedan muchos días de camino».

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La otra persona le respondió: «Buen hombre, el camino que sigue es muy largo, yo conozco un atajo con el que llegará en pocos días». El joven, contento, comenzó a caminar por el atajo, cuando, de repente, recordó el primer consejo: «Nunca tomes atajos desconocidos en tu vida, pues caminos más cortos y desconocidos te pueden costar la vida». Entonces, regresó para seguir por su camino despejado y conocido. Días después, se encontró a un viajero que le explicó que el atajo que le habían propuesto llevaba a una emboscada. El atajo era una senda oscura rodeada de maleza, donde había unos ladrones que golpeaban y robaban a todos los que pasaban por allí. Después de una semana de viaje estaba muy cansado. Encontró una pensión a la vera del camino. Con el poco dinero que tenía, con el que había salido hacía veinte años, pagó una habitación para pasar la noche y así recobrar las fuerzas. Se acostó y enseguida se quedó dormido.

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Estaba durmiendo profundamente, cuando de pronto se levantó asustado al oír un grito aterrador. Salió de la habitación para ir a ver lo que pasaba, pero se detuvo al recordar el segundo consejo del maestro: «Nunca seas curioso de aquello que represente el mal, pues la curiosidad por el mal puede ser fatal». Entonces, regresó a su habitación y se acostó a dormir. 63

Al amanecer, el dueño de la posada le dijo si había escuchado un grito y él le contestó que sí. Y el mesonero le dijo: «Menos mal que no sintió curiosidad, pues si hubiese ido a ver que pasaba, no hubiese salido con vida. La policía me ha comunicado que hay una pantera negra muy peligrosa que anda suelta. Esta madrugada se ha cobrado la segunda víctima. Era una mujer que había alquilado una habitación contigua a la suya». El hombre siguió caminando con grandes deseos de llegar a su casa. Después de muchos días y noches de caminata, por fin, vio entre unos árboles, su casa. Salía humo de la chimenea. Estaba anocheciendo. Todavía estaba a muchos metros, pero vio a través de la ventana que su mujer no estaba sola. Se acercó un poco más y vio que estaba con un hombre al que le dio un beso. Cuando vio aquella escena su corazón se llenó de odio y amargura, y decidió correr al encuentro de los dos y acabar con ellos sin piedad. Apresuró sus pasos, pero se detuvo al recordar el tercer consejo del maestro: «Nunca tomes decisiones en momentos de odio y dolor, pues puedes arrepentirte cuando sea demasiado tarde». Entonces, respiró profundamente, y decidió quedarse a dormir fuera de casa. 64

Al amanecer, ya con la cabeza fría, se dijo: «No voy a hacer daño a mi mujer. Voy a volver con mi patrón, el maestro, a pedirle que me acepte para vivir en el templo. Pero, ya que estoy aquí, voy a ver a mi mujer para decirle que yo siempre le fui fiel». Se dirigió a su casa y llamó a la puerta. Cuando su mujer la abrió, lo reconoció y se abalanzó sobre su cuello, abrazándolo afectuosamente. Él trató de quitársela de encima, pero no lo consiguió. Entonces, con lágrimas en los ojos, le dijo: «Yo te fui fiel y tú me traicionaste». Lourdes, su mujer, espantada le respondió: «¿Cómo? Yo nunca te he traicionado. Te he estado esperando durante todos estos años». Y Paco le preguntó: «Entonces, ¿quién es ese hombre que está en tu casa?». Y Lourdes le respondió: «Ese hombre es Moisés, nuestro hijo. Cuando te fuiste, descubrí que estaba embarazada. Hoy nuestro hijo tiene diecinueve años». Entonces, el marido entró en casa, fue corriendo a abrazar a su hijo, y les contó toda la historia, mientras su esposa preparaba la cena. 65

Se sentaron a comer. Y después de la oración para bendecir los alimentos, partieron el último pan que le dieron en el templo. Y al abrirlo se encontraron con todo el dinero que su maestro había escondido allí, como pago de sus veinte años de dedicación al templo. Junto al dinero había una nota que ponía lo siguiente: «No te olvides nunca de los consejos que te di».

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20. Sé como las flores

Un discípulo le dijo a su maestro: «¿Qué debo hacer para no sentirme molesto? Me siento mal y sufro cuando estoy con personas que critican a los demás. No soporto a los que son ignorantes, egoístas, mentirosos e hipócritas». El maestro le respondió: «¡Vive como las flores!». El discípulo preguntó: «Maestro, ¿cómo hago para vivir como las flores». Y el maestro señalando unas flores le dijo: «Míralas, ellas nacen en el estiércol, y sin embargo son puras y huelen bien. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo putrefacto de la tierra manche la frescura de sus pétalos. Así debes ser tú. Preocúpate de ti mismo y no permitas que los defectos de los demás sean motivo para molestarte. Déjalos ser y limítate a perfumar la vida siendo virtuoso. Así viven las flores».

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21. El indigente del parque

Había un ejecutivo de empresa, casado y con dos hijos, que aunque tenía todo lo que cualquier persona pudiese desear, sentía que su vida era monótona y algo vacía. Un día caminando por un parque vio a un hombre muy pobre sentado en un banco al lado de un estanque. Ese hombre sin recursos sonreía mientras compartía su comida con los animales del parque. Lanzaba migas de pan a las palomas y gorriones que revoloteaban a su alrededor. Al ejecutivo le pareció extraño ver a un indigente tan contento, pues en todo momento sonreía como si fuese un niño. Se acercó a él y le dijo: «¿Por qué sonríe? ¿Por qué está tan feliz?». Y el indigente le contestó: «Lo normal es estar contento y sonreír ¿Es que usted no sonríe?».

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Y el ejecutivo le respondió: «La verdad es que de manera habitual no sonrío nunca. Dejé de sonreír hace muchos años». «Pues hace usted mal caballero, pues la sonrisa es lo mejor que hay», le replicó el indigente, y añadió: «¿Qué le falta para sonreír? ¿Le falta trabajo? ¿Le falta una mujer? ¿Está triste por algo? ¿Está deprimido? ¿Se encuentra mal? ¿Qué le falta para ser feliz?».

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Y el ejecutivo le dijo: «No me falta nada. Estoy casado. Tengo un hijo y una hija. Tengo un buen trabajo. Y con el dinero que gano, trabajando doce horas cada día, a mi familia no le falta nada». Entonces, el ejecutivo se acercó al indigente y le dijo: «Y a usted, ¿qué le falta? ¿Qué le gustaría tener que no tiene?». El ejecutivo estaba convencido de que el indigente le iba a decir que le faltaba dinero, y así él tendría la oportunidad de darle unas monedas como una obra de caridad. Pero, el indigente sin dejar de sonreír le contestó: «Amigo, si pidiese algo más de lo que tengo, sería muy egoísta. Estoy agradecido por estar vivo. Me siento afortunado por poder comer en un albergue para personas sin recursos, que está a la vuelta de la esquina. Me siento dichoso por poder dormir debajo de aquel árbol que está al lado del estanque. Me siento feliz por poder resguardarme de la lluvia y del frío, pues el señor que trabaja en el mantenimiento del parque me ha dado una llave para que me cobije cuando haga mal tiempo en esa pequeña caseta donde guarda sus máquinas y herramientas. Estoy contento por tener aquí en el parque una fuente donde puedo beber. Estoy contento por poder hacer 71

uso de los servicios del parque para hacer mis necesidades. Cada día me levanto con los primeros destellos del sol. Por las mañanas paseo y por las tardes me siento en este banco y comparto mi tiempo y mi comida con las palomas, los gorriones y otros animalitos. Y cuando anochece me quedo dormido mirando las estrellas. Mi querido amigo, ¿qué más puedo pedir a la vida cuando lo tengo todo?». Y el ejecutivo, aturdido, le dijo: «Pero, ¿no desea tener más dinero? Todo el mundo quiere tener más dinero ¿No le gustaría tener una casa? Todo el mundo quiere tener una casa». Y el indigente le respondió: «¿Para qué quiero dinero si ya lo tengo todo? No se da cuenta de que la paz y la libertad no tienen precio ¿Y qué mejor casa que ésta puedo tener? ¿No se da cuenta de que lo tengo todo? ¿No se da cuenta de que vivo libre como esas palomas que revolotean? ¿Qué necesitan ellas? Lo mismo que yo. Necesitan comida, bebida, un sitio donde dormir y libertad. ¿Qué más puedo desear? Amigo mío dé gracias al Cielo por todo lo que tiene y expréselo con una gran sonrisa».

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El ejecutivo se despidió del indigente y se fue muy pensativo. Jamás pensó que aquel indigente que veía cada día en el parque era mucho más feliz que él. Aquel hombre de aspecto descuidado era un sabio que le había abierto los ojos. Aparentemente no tenía casi nada y, sin embargo, lo tenía todo: «era feliz».

22. Acerca tu corazón a cada corazón

Un día un discípulo le preguntó a su maestro: «¿Por qué los enamorados hablan tan flojito? ». El maestro respondió: «Los enamorados hablan suavemente porque sienten mucho amor y eso hace que sus corazones estén muy cerca. A veces sus corazones están tan próximos que en vez de hablar, susurran. Y cuando sus dos corazones forman un solo corazón, entonces ya no necesitan susurrarse, pues con mirarse a los ojos es suficiente».

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Luego, el discípulo le preguntó: «¿Por qué cuando dos personas se enfadan gritan como si fuesen perros ladrando?». Y el maestro le respondió: «Si se gritan es porque el miedo les hace perder la paz, y entonces sus corazones se alejan. Aunque físicamente estén uno al lado del otro, cuando 74

dos personas están muy enfadadas, sus corazones se alejan mucho, y para cubrir esa distancia se gritan. Cuanto más enfadados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse el uno al otro a través de esa gran distancia. Y si el enfado es muy grande, los corazones pueden alejarse tanto que a lo mejor no encuentran el camino de regreso para reencontrarse y reconciliarse». El discípulo se quedó pensativo. Y después de un breve silencio el maestro concluyó: «Así pues, querido amigo, si quieres vivir en paz y hablar flojito, acerca tu corazón a todos los corazones, y siente cómo en verdad todos los corazones son Uno».

23. Acepta la Verdad desnuda

Hace mucho tiempo la Verdad caminaba por las calles, en los pueblos, tratando de hablar con la gente, pero nadie la quería. La despreciaban porque iba desnuda, sin ropa, sin adornos, sin pretensiones y sin lujos. Era pura, simple y sencilla.

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La Verdad siempre trataba de acercarse a la gente, de entrar en sus hogares, pero siempre la despreciaban, la humillaban. 76

Un día, la Verdad se sentó a la orilla de un camino y se puso a llorar. Fue en ese momento cuando vio a la Parábola, riendo, bailando y cantando. La Parábola iba engalanada con elegantes vestidos de llamativos colores. La acompañaba mucha gente que la admiraba y quería. La Verdad, llorando, se acercó a la Parábola y le preguntó: «¿Cómo haces para que la gente te escuche y te quiera? A mí nadie me quiere. No me aceptan en sus casas ni en sus corazones». Y la Parábola le contestó: «Claro, te entiendo. Vas desnuda, eres transparente, simple y sólo tienes una cara. Tienes que llamar la atención para que se fijen en ti. Tienes que vestirte como yo, con ropa elegante y distinguida. Tienes que parecer más complicada. La gente no aprecia las cosas sencillas y fáciles. Nadie acepta la Verdad desnuda, todos la prefieren disfrazada con ropas de Parábola». Entonces, la Parábola le prestó algunos de sus vestidos y le dijo: «Ahora disfrázate de mi, vístete con estas ropas elegantes, sal a la calle, entra en las casas, sedúcelos con palabras fascinadoras, y luego cuando los veas receptivos, ofréceles la felicidad, y ya verás como tendrás millones de seguidores». 77

La Verdad hizo lo que le recomendó la Parábola, y a partir de ese día, como un milagro, la Verdad fue aceptada y querida por todos.

24. El pescador feliz

Un banquero de inversión estaba en el muelle de un pueblecito costero cuando llegó un pequeño barco con un pescador. Dentro del barco había muchos atunes y todos de gran tamaño. El banquero elogió al pescador por la calidad del pescado y le preguntó: «¿Cuánto tiempo le ha llevado pescarlos?». El pescador respondió: «Los he pescado en muy poco tiempo. Ha sido muy fácil». Luego, el banquero le preguntó: «¿Por qué no permanece más tiempo en el mar y así consigue más pescado? ¿Es que no tiene tiempo? ¿A qué dedica su tiempo?».

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El pescador contestó: «¿Para qué? Yo ya tengo suficiente pescado para satisfacer las necesidades de mi familia. Además, tengo tiempo para pescar, para jugar con mis hijos, para tomar la siesta con mi mujer y luego voy al pueblo donde toco la guitarra con mis amigos. Tengo una vida extremadamente feliz y ocupada».

«Mire caballero, yo puedo ayudarle a ganar mucho dinero» – le dijo el banquero, y continuó: «Soy director de un banco y tengo un master en Finanzas. Si me lo permite voy a abrirle los ojos. Usted debería dedicar mucho más tiempo a la pesca. Con los beneficios obtenidos podría comprar un barco mucho más grande y contratar a un ayudante. 79

Después con los beneficios obtenidos del nuevo barco podría comprar una flota de barcos pesqueros. Luego podría crear su propia procesadora y así podría controlar todo el proceso de producción, procesamiento y distribución. Después podría salir de este pueblo e irse a vivir a Estados Unidos, a Nueva York, desde donde podría gestionar su empresa en constante expansión». El pescador se rascó la cabeza y le preguntó: «¿Pero, cuánto tiempo me llevaría hacer todo eso? ». A lo que el banquero respondió: «Sólo le llevará entre 15 y 20 años, pero la mejor parte es que luego podría vender las acciones de su empresa al público, y eso le haría ser muy rico, inmensamente rico, y después podría retirarse, e irse a vivir a un pueblecito de la costa donde podría dormir hasta tarde, pescar poco, ir a ver a sus hijos, tomar la siesta con su mujer e ir todas las noches al pueblo a tocar la guitarra». El pescador contestó: «¿Pero para qué tanto esfuerzo? Yo ya le he dicho que ahora mismo soy extremadamente feliz. Me parece absurdo lo que usted me propone ¿Acaso no se da cuenta de que todo lo que me está diciendo ya lo estoy disfrutando ahora?».

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25. Controla tus deseos

Érase una vez una pareja de jóvenes que estaban casados y no tenían hijos. Se llamaban Alfredo y Sonia. Eran muy pobres. Alfredo siempre estaba pensando en cómo ganar más dinero. Un día se enteró de que un mercader vendía una lámpara con un genio que complacía todos los deseos de sus amos. Alfredo se lo comentó a su mujer, y entre ambos reunieron todo el dinero de que disponían. Luego el joven se dirigió con diligencia al mercado. Tras varias horas de búsqueda, por fin encontró al mercader que vendía la lámpara con el genio. Se acercó a él y le rogó que se la vendiera. El mercader así lo hizo, pero antes le advirtió: «Para llamarlo tiene que dar tres palmadas, pero una vez que haya salido debe pedirle deseos continuamente, de día y de noche, no puede parar, pues si no lo mantiene ocupado se enfadará con usted y puede ser muy peligroso». «No se preocupe», respondió Alfredo, y dijo: «Mi mujer y yo somos muy pobres y necesitamos muchas cosas. Son tantas las 81

cosas que deseamos, que el genio no tendrá tiempo ni para descansar». El joven con la lámpara en la mano, se dirigió corriendo con gran alegría para volver a casa junto a su mujer. Cuando llegó se la enseñó inmediatamente y le dijo: «Ya la tenemos, ya la hemos conseguido, ahora dejaremos de ser pobres y seremos ricos». Sonia estaba impaciente por empezar a pedir cosas y le dijo que invocara al genio de inmediato. Entonces, Alfredo dio tres palmadas, y, al instante, el genio apareció ante ellos entre una nube de mucho humo. Era impresionante por su gran tamaño y por la enorme espada que portaba en la cintura. El genio dijo: «Hola, amo, dime qué desea. Sus deseos son órdenes». El joven dijo: «Quiero que nos construyas una mansión espléndida». El genio chasqueó los dedos y al instante apareció ante ellos una mansión enorme y lujosa. La pareja quedó maravillada y ambos empezaron a saltar de alegría.

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«Amo, ¿qué más desea? Sus deseos son órdenes», dijo el genio.

Tanto Alfredo como Sonia se pusieron muy contentos y empezaron a pedir más cosas.

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El joven ordenó: «Quiero que llenes la mansión de estupendos muebles, que no falte de nada, que hayan grandes armarios repletos de lujosos ropajes». El genio chasqueó los dedos y al instante la mansión se llenó de muebles y el genio volvió a decir: «Amo, ¿qué más desea? Sus deseos son órdenes». Alfredo siguió pidiendo cosas sin parar, pidió un magnífico jardín con árboles frutales, un estanque con peces, manjares exquisitos, un mayordomo, una criada, un cocinero, un jardinero, etc. El genio iba chasqueando los dedos y todos los deseos se iban materializando al instante. Estaba anocheciendo y Alfredo estaba muy cansado. La pareja estaba muy asustada porque el genio no paraba de decir: «Amo, ¿qué más desea? Sus deseos son órdenes». Llegó un momento en que Alfredo estaba somnoliento y dejó de dar órdenes, entonces el genio desenfundó la espada. En ese momento, su mujer le mojó con agua la cabeza, y el joven volvió a darle otra orden: «Cambia la decoración de la casa».

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La pareja estaba espantada, aterrorizada. Ambos estaban perdiendo la cordura. No podían controlar al genio. Sonia desesperada empezó a rezar pidiendo ayuda. En medio de sus oraciones tuvo una idea, la cual transmitió a su marido. Entonces, Alfredo dijo al genio: «Te ordeno que hagas un agujero hasta llegar al centro de la Tierra y que introduzcas una columna que llegue hasta el Cielo, y quiero que subas y bajes por la columna sin parar en ningún momento, hasta que yo te de una nueva orden». Dicho esto el genio se puso a subir y bajar por la columna, y los dejó en paz. Entonces, se fueron a dormir. Al día siguiente, el genio mientras subía y bajaba por la columna llamó a su amo para decirle que estaba cansado de subir y bajar por el poste, y que si le dejaba volver a su lámpara, él únicamente haría lo que le ordenase sin agobiar a su amo y sin utilizar más la espada. Por fin, Alfredo y Sonia encontraron una manera de controlar al genio, y así pudieron disfrutar de su magnífica mansión y de sus bellos jardines.

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26. El secreto de la felicidad

Había una vez un rey muy triste que tenía un joven paje que le hacía de criado, el cual era muy feliz. El paje todas las mañanas despertaba al rey y le llevaba el desayuno cantando y tatareando alegres canciones. En su distendida cara se dibujaba una gran sonrisa y su actitud ante la vida era siempre serena y feliz. Un día, el rey le preguntó: «¿Cuál es el secreto de tu alegría? ¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿Eh? ¿Por qué?». El paje respondió: «No hay ningún secreto, majestad. No tengo razones para estar triste. Usted me honra permitiéndome atenderle. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado. Nos visten y nos alimentan. Me llevo bien con todo el mundo ¿Cómo no voy a ser feliz?». Y exclamó el rey: «Nadie puede ser feliz por las razones que me has dado. Creo que escondes algún secreto».

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El criado sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación. El rey estaba inquieto, no conseguía explicarse por qué aquel paje era tan feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus consejeros, le explicó la conversación que había mantenido aquella mañana y le preguntó: «¿Por qué ese hombre es tan feliz?». El consejero respondió: «Ah, majestad, él es feliz porque está totalmente satisfecho, no percibe ninguna carencia, no desea nada, sus apegos no están amenazados y no tiene miedo». «¿Y todo eso le hace feliz? Realmente, no entiendo nada», exclamó el rey. «Lo podría entender si viese cómo se vuelve infeliz. Si me lo permite se lo puedo demostrar con hechos», dijo el consejero. «¿Qué se puede hacer para que pierda la felicidad?», exclamó el rey.

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El consejero le dijo: «Se pueden hacer muchas cosas. Lo puede llevar a la zona baja fuera de su margen de equilibrio. Eso quiere decir que habría que privarle de cosas que tiene. Por ejemplo, él no sería feliz si le pasase algo a sus hijos o a su mujer; él no sería feliz si se le quitase la casa que le asigna la corte; él no sería feliz si todos sus amigos empezasen a hablar mal de él y a insultarlo». «¿Y no hay otra forma más sutil de que pierda la felicidad?», preguntó el rey. «Sí, llevándolo a la zona alta fuera de su margen de equilibrio. Eso quiere decir que habría que darle más cosas de las que tiene. Por ejemplo, él no sería verdaderamente feliz si tuviese una amante, pues a la larga le ocasionaría muchos problemas; él no sería feliz si tuviese demasiado trabajo; él no sería feliz si fuese muy rico, al menos no sería feliz como lo es ahora», respondió el consejero. «Dices que no sería feliz si fuese muy rico, ¿estás seguro?», preguntó el rey. «Sí, si el paje tuviese mucho más dinero y se relacionase en un círculo social de alta alcurnia, tenga por seguro que no se reiría ni cantaría ni sería tan feliz como lo es ahora», respondió el consejero.

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«Entonces, voy a hacer que mi paje sea rico y que se relacione con la nobleza de la corte», dijo el rey. «Hay un problema majestad, si quiere que el paje sea rico y que se relacione con la gente noble, él no podrá ser su criado», aclaró el consejero. El rey se despidió y empezó a pensar qué hacer para que su criado fuese rico. Al día siguiente, llamó al paje y le dijo: «Como recompensa a tus servicios prestados, a partir de ahora dejarás de ser mi paje, te nombro noble y te entrego cien monedas de oro, una nueva casa y unas tierras». El paje respondió: «Oh, majestad ¿Está seguro de lo que está haciendo? Yo soy su paje de toda la vida. Mi padre era el paje de su padre cuando era rey. Yo no estoy acostumbrado a vivir entre nobles». El rey le dijo: «¿Aceptas lo que te doy o prefieres seguir siendo mi criado el resto de tu vida?». El paje contestó: «Oh, sí, lo acepto, gracias, muchas gracias?».

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El paje fue a ver a su mujer y le explicó lo que había sucedido. Entre los dos contaron las cien monedas de oro y después hablaron sobre la nueva vida que les esperaba. Esa noche, de la emoción, no pudieron dormir. En los días siguientes, el joven paje (que ahora era un noble) estuvo tan ocupado que apenas tenía tiempo para estar con su mujer y sus hijos. Se vistió como los de la nobleza, buscó sirvientes para su casa y contrató campesinos para que le trabajaran las tierras. Sin darse cuenta su vida se complicó. Ahora tenía muchas responsabilidades y prácticamente ya no sonreía. Pasó una semana y el joven noble organizó una fiesta en su casa para invitar a la nobleza y así entrar en ese nuevo círculo social. Con el lío de los preparativos, discutió con su mujer, ya que no se ponían de acuerdo en algunas cosas. El día de la fiesta, él y su mujer pasaron mucha vergüenza, pues no sabían de qué hablar ni cómo comportarse, pues durante toda su vida él sólo había trabajado de criado y su mujer sólo había atendido la casa. A sus hijos los tuvieron que esconder en el sótano, para evitar que se les notase su origen humilde.

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Durante los meses siguientes el joven noble estuvo muy ocupado. Tenía muchas responsabilidades. Además cada día le venía a casa una maestra que les impartía clases de cultura general y de buenos modales para adaptarse a la alta sociedad. Apenas pasaron unos meses, cuando el joven noble se cruzó con el rey, el cual iba acompañado con su consejero.

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«¿Qué te pasa?», preguntó el rey, «te veo muy serio ¿Va todo bien?». «Sí majestad, va todo bien, no me pasa nada», respondió el noble. «Antes, cuando eras paje reías y cantabas constantemente. En cambio, desde que perteneces a la nobleza no te he vuelto a ver sonreír ¿Seguro que todo te va bien?», preguntó nuevamente el rey. «Tengo mucho trabajo y estoy cansado ¿Qué quiere majestad?», dijo el noble. «No nada, ya nos veremos», respondió el rey despidiéndose de él. Entonces el rey le dijo a su consejero: «Tenías razón, el joven paje ya no es feliz». Y el consejero le recordó: «Ya le dije que si lo llevábamos fuera de su margen de equilibrio dejaría de ser feliz. Y así ha sido. Le ha dado riqueza y el título de noble. Y en vez de ser más feliz, su cara refleja preocupación. Se ha convertido en un esclavo de esas nuevas posesiones, y encima tiene que demostrar que es un noble. Antes disfrutaba de lo poco que tenía y ahora no tiene ni tiempo para estar con su mujer y sus hijos».

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27. Elimina inmediatamente los problemas

Un maestro zen necesitaba nombrar a un nuevo guardián para el monasterio. Para tal fin, reunió a todos los discípulos y les dijo: «Voy a presentarles un problema y aquél que lo resuelva primero, será el nuevo guardián del templo». Terminado su corto discurso, puso un florero carísimo sobre la mesa redonda del centro de la sala. El florero era de porcelana y contenía una rosa roja. Y señalando el florero el maestro les dijo: «Éste es el problema, resuélvanlo». Los discípulos contemplaron el florero y no entendían dónde estaba el problema. No sabían cómo resolver ese enigma. No sabían que es lo que debían hacer. Pasaron seis días y todavía nadie había resuelto el acertijo.

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Al llegar al séptimo día uno de los discípulos miró el florero, se levantó y lo tiró al suelo, destruyéndolo. Entonces, el maestro exclamó: «¡Por fin alguien lo hizo! Empezaba a dudar de la formación que les he dado en todos estos años. Usted es el nuevo guardián del templo». 94

Después, el maestro les explicó: «Yo fui muy claro, les dije que ustedes estaban delante de un problema y les señalé el florero. Les estaba indicando que el florero era el problema. Da igual que sea bonito o caro, si el florero es un problema hay que eliminarlo. Un problema es un problema. No importa cuan bello o fascinante sea. Da igual que sea un florero de porcelana muy caro, un bello amor que ya no tiene sentido o un trabajo que causa sufrimiento o un camino que precisa ser abandonado. Si tienen un problema no deben huir de él ni esconderlo ni mantenerlo ni alimentarlo. Deben, cuanto antes, tomar medidas para eliminarlo de raíz».

28. El joven maestro

Juan había dejado atrás su juventud buscando afanosamente su despertar espiritual, siguiendo disciplinas y filosofías tan dispares como el cristianismo, budismo, taoísmo, metafísica y la practica del Tai Chi, Yoga, Reiki y meditación.

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Podía decirse de él que ya lo había probado todo. De ninguna de sus tentativas logró el resultado esperado, más bien al contrario; cada vez era mayor su confusión y frustración. Estaba abatido, a punto de rendirse y renunciar a toda búsqueda espiritual, hasta que un día vio a un grupo de jóvenes y escuchó que uno de ellos decía: «Pues sí, dicen de él que es el más grande de los maestros, el más sublime, el primero. Aseguran que con su sola presencia puedes alcanzar la iluminación. Lástima que sea tan inaccesible, pues vive en las montañas del Himalaya». Estos comentarios fueron suficientes para reavivar en él la llama de aquella inquietud que tantos años había permanecido dormida. Y pensó: «El joven ha dicho que con su sola presencia puedes alcanzar la iluminación. Debo conocer a ese maestro aunque tenga que viajar al Himalaya. No pierdo nada con intentarlo». Juan con su ilusión renovada emprendió el camino hacia aquel distante país.

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Después de mucho tiempo, esfuerzo y penalidades, por fin encontró una pista. Un monje joven le explicó: «Sí, he oído rumores al respecto, es Kabir, dicen que es el más grande de los maestros, con su sola presencia puedes alcanzar la iluminación». Al día siguiente se volvió a topar con el mismo monje, el cual le dijo: «Señor, tiene suerte, me han dicho que Kabir está en una fiesta de palacio, muy cerca de aquí. Si quiere le puedo acompañar». Juan pensó: «¿Cómo? ¿Un maestro en una fiesta de palacio? ¿Cómo va a ir a una fiesta un maestro? Seguro que hay un mal entendido. Pero, ya que he llegado hasta aquí, veamos quien es ese tal Kabir». Cuando llegaron a la lujosa mansión en la que se celebraba la fiesta, el monje le dijo: «¿Ve aquel joven sonriente, rapado al cero y con una camisa blanca? ¿Lo ve?». «¿Qué? ¿Te refieres a aquel chico que está bailando en medio de la pista?», preguntó Juan. «Sí, el que baila en el centro es Kabir, es el maestro que usted está buscando», le dijo el monje.

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Juan pensó: «Pero, ¿cómo alguien puede creer que ese sea un maestro? Es muy joven, está en una fiesta lujosa y, para colmo, está bailando. Yo tengo las ideas claras de lo que es un maestro. Yo sé que ese no es un maestro ¡Ni por aproximación!». Juan, decepcionado, no habló con Kabir, e inmediatamente se fue de la fiesta. Paseando por la calle se encontró un mendigo, le dio unas cuantas monedas y después le preguntó: «¿Ha oído hablar de alguien que voluntariamente lo haya dejado todo y se haya retirado a vivir en la montaña?». 98

El mendigo le contestó: «Ahora que lo dice, recuerdo que hace muchos años, un amigo mío que era medio místico se fue a vivir a lo más alto de aquella montaña, y desde entonces no volví a saber nada de él». «¡Al fin! ¡Este es el maestro que busco!», exclamó Juan. Y con una apresurada despedida inició la marcha hacia aquella montaña. Después de una difícil y fatigosa ascensión alcanzó la cumbre y, súbitamente, se encontró frente a la presencia de un anciano de larga barba blanca con un aspecto solemne y venerable. El anciano se encontraba meditando en posición de loto, ante la entrada de una pequeña gruta. Estaba sumido en profunda meditación. Juan, emocionado, se sentó cerca de él en actitud reverente, procurando no perturbarle. Pasó una hora y el anciano seguía inmóvil y en silencio. Juan estaba cada vez más impaciente. A las dos horas, por fin, el anciano lentamente abrió los ojos. Juan, no pudiendo contener más su impaciencia, empezó a narrarle al anciano las incidencias de su larga búsqueda. Le explicó que él había practicado muchas disciplinas y estudiado diversas filosofías, y que había 99

adquirido los conocimientos precisos para comprender cómo era un maestro. Y le dijo: «Yo sé que usted es mi maestro. Vive feliz aquí retirado en la montaña. Está libre de los apegos y de los deseos mundanos. Lo veo tan lleno de paz y tan feliz que no necesita estar con el mundo». Mientras se prodigaba en elogios a la maestría del anciano, este iba adquiriendo una expresión cada vez más triste y apesadumbrada, y con voz grave que reflejaba un gran pesar le interrumpió: «No hijo, yo no soy el gran maestro que busca. El más grande, el primero de todos los maestros es el joven que vio bailando en la fiesta. Él es Kabir, mi maestro». Juan, perplejo, exclamó: «¿Cómo va a ser un maestro un joven que ríe, baila y va a las fiestas? ¡Oh, no señor, kabir es muy joven para ser un maestro!». Y el anciano le respondió: «El joven Kabir es el más grande de los maestros. Yo soy uno de sus discípulos. Yo todavía tengo que apartarme de la sociedad y del mundo, para encontrar la paz que hay en mí. Si voy a la ciudad y converso con alguien que me contradice o critica o insulta, enseguida me pongo irritado y nervioso. En cambio, el joven maestro Kabir, siempre está en paz, alegre y 100

feliz. Le digan lo que le digan, él siempre permanece imperturbable. Siempre está en paz, anclado en su Ser interior. Él está en el mundo sin que el mundo esté en él». Juan empezó a reír de forma descontrolada. Era una risa nerviosa. Le costaba mucho aceptar aquella nueva verdad. Luego, al cabo de un rato, se tranquilizó y le dijo al anciano: «Gracias, me has abierto los ojos». Al día siguiente visitó al maestro Kabir. Éste, alegre y sonriente, como era habitual, escuchó atentamente cómo Juan le narraba las peripecias de su larga búsqueda. Al final el joven maestro le dijo: «No busques más. Has estado tan obsesionado en buscar que no has vivido la frescura y belleza de la vida. Date cuenta de que la teoría ya la sabes. Sólo debes practicar lo que ya sabes, sin prisas ni apuro. Deja de mirar y escuchar con tu memoria. No juzgues nada ni a nadie. Y sobretodo no te juzgues a ti mismo. Puedes hacer lo que quieras. No es necesario que te retires del mundo. La paz, la seguridad y toda la sabiduría que buscas siempre están en ti. Sólo necesitas practicar tu atención consciente. Observa la realidad y obsérvate a ti mismo, sin juicios ni autocríticas. Relájate y diviértete, sin perder tu atención consciente. Eso es todo». 101

29. El poder de la fe

Lu-Shan, era un joven campesino que deseaba ser inmortal y desarrollar el poder de volar. Un día lo dejó todo para dedicarse exclusivamente a buscar la manera de realizar sus deseos. Viajó por el mundo en busca de esa persona tan especial. Pasó un mes y no la encontró. Pasó un año y todavía la seguía buscando. Un día Lu-Shan se quedó a dormir en una posada y le preguntó al mesonero si sabía de la existencia de algún mago. El hostelero con la intención de retenerlo durante más tiempo, para poder ganar más dinero, le contestó que si se quedaba una semana en la posada, seguramente podría ayudarle. Al día siguiente el mesonero le contó la historia de su extraño cliente al médico del pueblo. El cual le dijo que no podía ayudarle. Pero en ese mismo instante, la mujer del doctor, que oyó toda la conversación, se acercó al hostelero y le dijo: «Envíelo aquí. Nosotros podemos ayudarle». 102

«¿Conocen ustedes los secretos de la levitación y de la inmortalidad?», les preguntó el mesonero. «No, no los conocemos, pero le podemos ayudar a que se convierta en un mago. Tráigalo aquí», dijo la señora. El mesonero agradecido y a la vez perplejo, se fue a su hostal ignorando las intenciones de la mujer. Luego, el doctor, contrariado, volviéndose hacia la mujer, le regañó malhumorado: «Yo sólo soy un médico. No puedo ayudar a ese joven ¿Te has dado cuenta de la tontería que has dicho? ¿Qué le vas a decir a ese campesino cuando se de cuenta de que no podemos revelarle ningún secreto?». «Cállate. No te metas en esto, déjame a mí. No ves que es un campesino ignorante. Puede trabajar gratis para nosotros», le contestó la mujer. El marido se calló. Cuando Lu-Shan llevaba una semana en el hostal, entonces el mesonero le dijo: «¡Ya he encontrado a las personas que pueden ayudarle a ser un mago! Acompáñeme».

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El joven campesino se puso muy contento y los dos fueron a casa del doctor. Una vez allí, mientras la mujer preparaba el té, el doctor le preguntó: «¿Por qué quiere ser inmortal?». Y Lu-Shan respondió: «¿Me he dado cuenta de que a todos los seres humanos les llega el día en el que tienen que abandonar este mundo. Usted puede vivir suntuosamente, pero aún así llegará el día en que se convertirá en polvo. En resumidas cuentas, toda nuestra vida no es más que un sueño pasajero. Yo quiero despertar de ese sueño y vivir eternamente ¿Ustedes pueden ayudarme?». Entonces, antes de que contestara el doctor, la mujer le dijo: «Claro que sí, joven, nosotros le podemos revelar los secretos de la levitación y de la inmortalidad ¿Estaría usted dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de lograrlo?». Y Lu-Shan contestó: «Sí señora, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conseguirlo». «Muy bien, entonces vivirá aquí con nosotros y trabajará como nuestro sirviente durante veinte años. Durante ese tiempo no 104

recibirá ningún dinero, sólo se le dará alojamiento y comida. Y cuando termine el plazo, le revelaremos los secretos de la levitación y de la inmortalidad, y entonces ya se podrá marchar ¿Está de acuerdo?». Y Lu-Shan respondió asintiendo con la cabeza: «Sí, señora, estoy de acuerdo, y les estaré eternamente agradecidos». De esta manera el joven campesino se convirtió en un sirviente incondicional del doctor y de su mujer. Durante ese tiempo Lu-Shan hizo de todo: barrió, fregó, acarreó agua del pozo, cortó leña, hizo de jardinero, preparó las comidas, cuidó de los niños, atendió a los animales de la casa e hizo de ayudante del doctor. La mujer casi cada día le decía a su marido: «¡Qué suerte la nuestra! Tenemos el mejor sirviente del mundo. Nos lo hace todo gratis. Nunca se enfada. Su tranquilidad es contagiosa y siempre está sonriendo. Cuando se vaya lo echaremos de menos». Lu-Shan jamás se quejó de nada y nunca pidió dinero.

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Pasaron, por fin los veinte años y el campesino se presentó ante los dueños de la casa y les dijo: «Señores, les doy las gracias por haberme permitido servirles durante tanto tiempo. Ahora les ruego que me revelen los secretos de la levitación y de la inmortalidad». El doctor apenado se desentendió diciendo que no era él sino su mujer la conocedora de los secretos. Y la mujer, imperturbable, le dijo: «Muy bien, Lu-Shan, si quiere ser inmortal y desarrollar la capacidad de levitar, tiene que hacer todo lo que yo le diga, absolutamente todo, por difícil que le parezca ¿Está de acuerdo?». «Muy bien, señora, haré cualquier cosa por difícil que sea», contestó contento LuShan. Y la mujer le dijo: «Ve ese pino que está en el jardín, quiero que suba por él, hasta llegar a la cima». Lu-Shan sonriente, desconociendo por completo las intenciones de la mujer, empezó a trepar el árbol, sin vacilación. Subió y subió, e increíblemente llegó a la cima, agarrándose a las ramas más altas y finas del pino.

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El doctor y su mujer no se lo podían creer, el campesino llegó a la cima del pino. Entonces, la mujer alzando la voz para que pudiera oírle, le dijo: «Muy bien, Lu-Shan, su sueño está a punto de convertirse en realidad. Ahora que está en la cima del gran pino tiene que soltar la mano derecha». Lu-Shan se agarró al pino lo más que pudo con la mano izquierda y cautelosamente dejó libre la derecha. En ese momento, el doctor le dijo a su mujer, con voz trémula: «Estás loca, se va a matar. Está a demasiada altura. Si suelta la otra mano, ten por seguro como que soy doctor, que ese pobre campesino no sobrevivirá». La mujer, sin hacer caso a su marido, le dijo a Lu-Shan: «Lo hace muy bien, está a punto de conseguirlo. Ahora suelte la mano izquierda ¡Suelte la mano izquierda! ¿Me oye? Y después levante las dos manos hacia arriba». Lu-Shan, sonriente y feliz, levantó su mano izquierda y luego alzó sus dos manos hacia arriba.

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El doctor y su mujer, retomaron el aliento. No se lo podían creer, el campesino estaba en lo alto del pino, con su cara llena de gozo. Después, Lu-Shan, en vez de caer hacia abajo, demostrando una confianza total en lo que le decía la mujer, quedó flotando en el aire. Luego abrió sus brazos en cruz y descendió un poco acercándose a la pareja. 108

Lu-Shan lanzó una sonrisa al doctor y a su esposa, y después irradiando luz por todo su cuerpo ascendió a gran velocidad hacia las alturas celestes, hasta desaparecer en la lejanía del Cielo.

30. Qué bello es vivir

Roberto siempre se estaba quejando. Estaba cansado de trabajar. Estaba cansado de ver cada día a la misma gente cuando iba de camino al trabajo. Estaba cansado de que su mujer siempre le hiciese la misma comida para cenar. Estaba cansado de que su hija, de apenas año y medio, no le dejara en paz porque quería jugar. Estaba cansado de oír hablar a su padre. Estaba cansado de atender a sus clientes en el trabajo. Entre su esposa, hija, padre y clientes lo volvían loco, y él lo único que quería era descansar, estar en paz. Lo único que valoraba era poder dormir, pues al cerrar sus ojos sentía un gran alivio y se olvidaba de todos y de todo.

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Un día estando en su dormitorio, se acercó un ser de Luz que le dijo: «Hola, vengo por ti».

«¿Quién eres tú? ¿Cómo preguntó Roberto, temblando.

entraste?»,

Y el ser de Luz le contestó: «Te ha llegado la hora. Desde lo Alto han escuchado tus quejas. Tu petición de que querías descansar ha sido concedida. Tu misión aquí ya ha terminado ¿No te dabas cuenta de que eras un muerto viviente?».

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«Eso no es posible, para eso tendría que estar…», dijo Roberto, apesadumbrado. «Así es, tu cuerpo descansa en paz. Ahora ya no tienes que preocuparte por nada. Nadie te molestará. Ya no tienes que aguantar ni a tu esposa ni a tu hija ni a tu padre ni a tus clientes», le explicó el ser de Luz. «Pero, ¿qué va a pasar con todo? ¿Qué pasará con mi trabajo? ¿Y qué pasará con mi esposa e hija?», preguntó Roberto. «No te preocupes. En tu empresa ya han contratado a otra persona para ocupar tu puesto y, por cierto, está muy feliz porque no tenía trabajo. Y a tu esposa le fue dado un buen hombre que la quiere, respeta y admira, y además acepta con gusto todos sus guisos. Y ese hombre por muy cansado que esté siempre dedica un tiempo para jugar con la niña y la quiere como si fuese su hija. Ahora todos son muy felices», le explicó el ser de Luz. «Por favor, ¡quiero vivir! Quiero abrazar a mi mujer y besar la mejilla de mi hija. Quiero darle un abrazo a mi padre», exclamó Roberto. «Lo siento, la decisión ya fue tomada desde lo Alto», le respondió el ser de Luz. 111

«Por favor, por favor, quiero vivir, quiero vivir, Dios, Dios…», hablaba en sueños Roberto. «¿Qué te pasa cariño? ¿Tienes pesadilla?», le preguntó su mujer.

una

Roberto despertó temblando y sudoroso, y le dijo a su mujer: «No, no fue una pesadilla. Me han dado otra oportunidad para disfrutar de ti, de nuestra hija, de mis padres y de todo lo que la vida me ofrece ¿Sabes? Cuando ya no estemos en este mundo ya no podremos disfrutar de todas las cosas que tenemos». «¿Estás bien cariño?», le preguntó su mujer. «¡Mejor que nunca! ¡Mejor que nunca! ¡Qué bello es vivir!», respondió Roberto.

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31. El poder curativo de los árboles

Eva tenía muchos problemas que no le dejaban dormir. Al principio, era muy feliz: trabajaba en un banco, tenía un gran coche y salía con sus amigas. Un día en una discoteca conoció a un chico del que se enamoró al instante, y como Eva era una persona impulsiva, se casó enseguida y de esta relación nació una preciosa niña. Recién casada, Eva gastó todos sus ahorros e incluso llegó a endeudarse para reformar y amueblar la gran casa donde vivía con su marido. Esa vivienda no era suya, estaba a nombre de sus suegros. No obstante como creía que su amor era para siempre, mandó construir una gran rampa para poder aparcar su coche al lado de casa, hizo un cuarto de baño enorme y muchas otras reformas. Poco a poco, se fue gastando todo su dinero en la casa de sus suegros. A los pocos años de su matrimonio, Eva empezó a sentirse frustrada. La relación con su marido empezó a ir mal.

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Su esposo empezó a beber demasiado y se volvió una persona muy irritable. La situación se volvió insostenible y Eva tuvo que separarse de su marido. En el proceso de separación el juez dejó la casa al marido y a Eva le concedió la custodia de la niña. Entonces, Eva se encontró sin dinero, con una hija a su cargo y sin casa. Durante muchos años tuvo que vivir de alquiler y hacer de madre-padre de su hija. Los problemas de relación con su ex marido y los problemas económicos, no le dejaban dormir. Dormía muy mal. Todos los días se levantaba muy cansada, agotada. Ningún médico podía ayudarla para que su sueño fuese de más calidad. Un día, Eva estaba durmiendo, y en un sueño se le apareció una niña que le dijo: «Podrás dormir bien cuando el pino central del bosque encantado limpie tu cuerpo de las energías tóxicas». Eva despertó, y empezó a pensar sobre el significado de ese sueño. Ese mismo día, un sábado por la mañana, Eva se fue al bosque donde solía ir de pequeña con sus padres. Había un río cristalino lleno de peces y mucha vegetación, 114

y en medio del bosque había una inmensa pradera de un verde luminoso con un pino en el centro. Entonces, empezó a pensar sobre el significado del sueño. Se dio cuenta de que todo concordaba. El bosque encantado era el bosque que le encantaba y el pino central era el pino que estaba en el centro del prado. Entonces, se dejó llevar por su intuición. Se descalzó, se acercó al pino, lo miró, lo besó y lo abrazó.

Eva le dijo al pino: «Permíteme compartir mi energía con la tuya. Absorbe todas las energías tóxicas de mi cuerpo y envíalas a la tierra, para que sean transformadas en energía pura. Gracias». 115

A partir de entonces, Eva visita cada día a su pino. Ahora Eva duerme bien y es feliz. Un día un pastor la vio cómo hablaba y abrazaba el pino y le preguntó: «Señora, ¿se encuentra bien?». Y Eva con un semblante gozoso le contestó: «Oh sí, estoy perfectamente, estoy con mi sanador». «¿A qué se refiere?», preguntó el pastor. Y Eva le respondió: «Aunque le parezca extraño, he encontrado este pino, el cual me quita todo el malestar que me ocasionan mis problemas. Vengo aquí cada día para limpiarme». Y el pastor le dijo: «Ahora entiendo porqué mis abuelos abrazaban los árboles. Yo era muy pequeño, pero todavía me acuerdo de ellos. Me decían que los árboles les quitaban sus angustias, tristezas y preocupaciones, y que recibían de ellos la energía pura de la naturaleza, la cual les curaba el cuerpo y la mente».

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32. Tu vida es un reflejo de ti mismo

Un padre y su hijo caminaban por la montaña. De repente el niño se cayó, se lastimó y gritó: «¡Aaaahhhh!». Para su sorpresa, oyó una voz en algún lugar de la montaña que repetía: «¡Aaaahhhh! ¡Aaaahhhh!...». Con curiosidad, el niño le preguntó a su padre: «Papá, ¿has oído eso?». Y otra vez volvió a oír una voz que repetía: «Papá, ¿has oído eso? Papá, ¿has oído eso?...». El hijo asombrado miró a su padre y le preguntó: «Papá, ¿qué sucede?». Y su padre sonriendo lo subió sobre sus hombros y le dijo: «Grita hacia la montaña, di algo a pleno pulmón y escucha a ver qué pasa». Y el niño gritó con todas sus fuerzas: «Hola, ¿quién eres?». Y oyeron una voz en algún lugar de la montaña que repetía: «Hola, ¿quién eres?, Hola, ¿quién eres?...». 117

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Luego, el padre le reveló: «Esa voz que oyes se llama eco, te devuelve todo lo que dices. El eco es como la vida, te devuelve todo lo que piensas, dices y haces». «Papá, ¿qué quieres decir?», le preguntó el hijo. Y el padre le explicó: «Nuestra vida es simplemente el reflejo de nuestras acciones. Si das felicidad, recibirás felicidad. Si das amor, recibirás amor. Si das dinero y bienes materiales, recibirás riqueza. Si empleas palabras bellas, recibirás palabras bellas. Si te entregas a los demás para sanarles, tu mismo te sanarás. La vida siempre te da de regreso exactamente aquello que tú le has dado. Tu vida es un reflejo de ti mismo. Esta ley opera en individuos, empresas, sociedades y naciones».

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33. Elige ver el lado bueno de todo

Un discípulo estaba con colocando velas en el templo.

su

maestro,

Como no se sentía satisfecho con nada de lo que hacía y aprovechando que estaba a solas con el maestro, le preguntó: «¡Maestro, enséñeme algún secreto para ser feliz!». 120

Y el maestro le contestó: «Lo que te está sucediendo ahora es consecuencia de la actitud que tuviste en el pasado, así como de las elecciones que hiciste. Cambia de actitud hoy y todo te irá bien». «¿Qué tengo que hacer para cambiar de actitud?», preguntó el discípulo. Y el maestro le respondió: «Es muy sencillo. Tú construyes el día con tus pensamientos. Tú eres lo que piensas. Tú eres el escultor y pintor que da forma y color a tu vida. Todo depende de tu actitud. Elige ver el lado bueno de todas las cosas. En vez de quejarte porque el día está lluvioso, tienes que dar gracias porque las plantas son regadas gratis. En vez de quejarte por tu falta de tu salud, puedes regocijarte por estar vivo. En vez de lamentarte por todo lo que tus padres no te dieron, puedes sentirte agradecido por la vida que te dieron. En vez de quejarte porque tienes que ir a la escuela, puedes dar gracias por tener la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos. En vez de murmurar amargamente porque tienes que hacer las labores de casa, puedes sentirte agradecido por tener una vivienda. En vez de quejarte porque tienes que ir a trabajar, puedes cantar de alegría porque tienes un trabajo. En vez de sentirte triste porque tienes poco dinero, puedes agradecer el dinero que 121

tienes. En vez de quejarte por tener pocos amigos, puedes abrirte sin miedo a la aventura de descubrir nuevos amigos. En vez de llorar porque las rosas tienen espinas, puedes celebrar que las espinas tienen rosas».

34. Haz las cosas bien

Un carpintero que hacía casas de madera de gran calidad estaba a punto de retirarse. Un día le comentó a su jefe: «Voy a dejar este trabajo. Me quedan pocos días para jubilarme. Quiero llevar una vida más relajada y disfrutar de mi familia». Y el jefe le dijo: «Eres el mejor de todos los empleados de la compañía. Te vamos a echar de menos. Me gustaría encomendarte tu último trabajo. Me encantaría que hicieses una casa más, pero que sea mejor que todas las que has hecho, porque es para un cliente muy importante». El carpintero accedió, pero se vio fácilmente que no estaba poniendo el corazón en su trabajo. Trabajó sin ganas, con prisas. 122

Utilizó maderas de poca duración. Usó materiales de la peor calidad. Clavó menos clavos que de costumbre. No trató la madera ni contra la humedad ni contra la polilla. Hizo la peor casa de su vida. Fue una manera desafortunada de terminar su carrera.

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Cuando el carpintero terminó su trabajo, el Jefe lo abrazó, le dio las llaves de la casa que acababa de construir y le dijo: «Esta casa no es para un cliente muy importante, sino que es para nuestro empleado más importante. Es para ti. Es el regalo que te hace la empresa por haber sido un trabajador ejemplar». ¡Qué tragedia! ¡Qué pena! No sabía que estaba construyendo su propia casa. Si lo hubiese sabido habría hecho una casa de calidad como todas las que había construido hasta entonces. El carpintero que vivía de alquiler, ahora, por fin, tenía una casa propia. Pero, ¿qué casa? La peor casa que había construido en toda su carrera como carpintero de casas. Ahora tendría que vivir en esa casa el resto de su vida.

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35. El vigilante de sí mismo

Alejandro era un joven muy extraño. Cada mañana se adentraba en el bosque y luego caminaba por un sendero que había al lado de un río, y durante todo su recorrido iba sembrando semillas. Y cada media noche volvía a hacer el mismo recorrido, pero en vez de sembrar semillas, al llegar al río se sentaba sobre una roca durante horas sin hacer nada.

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Cada mañana y cada noche cuando regresaba a su casa pasaba por delante de la mansión de una familia rica, y el vigilante que estaba junto a la puerta lo miraba. Una noche, el vigilante, intrigado, le preguntó: «Perdone la interrupción, pero ya no puedo contener mi curiosidad. Soy el vigilante de esta mansión y como no sabía sus intenciones lo he seguido muchas veces. He visto que por las mañanas se dedica a sembrar semillas y que por las noches se sienta delante del río durante horas sin hacer nada ¿A que se dedica?». Alejandro respondió: «Sé que me ha seguido muchas veces, tanto de día como de noche. A veces oigo sus pasos. Por las mañanas como usted ya ha visto soy un sembrador, me dedico a sembrar semillas sin esperar ver el fruto». Y el guardián con cara de asombro le preguntó: «Pero, ¿para qué siembra semillas en el bosque? ¿Qué gana con ello?». El joven respondió: «Al sembrar semillas sin esperar ver su fruto borro de mi mente la idea de que siempre tengo que esperar algo a cambio de lo que hago, y además es mi forma de agradecerle a la Naturaleza todo lo que me da». 126

«Y por la noche, ¿a qué se dedica? ¿Qué hace mientras está sentado junto al río? ¿Cómo puede estar cada noche tantas horas sin hacer nada sentado delante del río?», inquirió el guardián. Y Alejandro respondió: «Por las noches trabajo de vigilante como usted». El guardián dijo: «Pero, no lo entiendo. Si es un vigilante debería estar vigilando alguna casa o algún palacio ¿Qué está vigilando allí sentado junto al río?». Alejandro respondió: «Me vigilo a mí mismo. Permanezco en quietud y silencio, sentado sobre una roca, y no hago nada, salvo observar mi propio Ser y vivirme como el Observador». «El suyo es un trabajo muy raro ¿Quién le va a pagar?», dijo el guardián. «Cuando me percibo como el Observador, siento un inmenso gozo que no se puede pagar con todo el oro del mundo», explicó Alejandro con su cara gozosa. Entonces el guardián le dijo: «Eso que me dice es muy raro y a la vez muy gratificante. Yo cuando vigilo nunca he experimentado ese placer del que me habla ¿Podría acompañarle 127

hasta el río mañana por la noche? ¿Sería tan amable de enseñarme a vigilar a su manera?». «Para mí será un placer enseñarle. Mañana pasaré a buscarle», dijo Alejandro. Al día siguiente los dos vigilantes fueron hasta el río. Alejandro le explicó cómo debía observar y después se sentaron en silencio sobre una gran roca. Cuando llevaban una hora, el guardián exclamó: «¡Mire aquel pájaro de vistosos colores bañándose en el río!». Y Alejandro le dijo: «Recuerde que no debe centrar su atención sobre una sola cosa, debe mirar el conjunto. No mire únicamente al pájaro, mire a todo el bosque con el pájaro incluido en él». A partir de ese día el guardián, aplicó en su trabajo la forma de observar de Alejandro, de manera que mientras vigilaba la mansión, también se vigilaba a sí mismo. Pasaron unos meses y un buen día el guardián sintió una sensación muy extraña. Mientras estaba trabajando de vigilante se noto a sí mismo como si estuviese mirando desde detrás de su nuca. Le dio la sensación 128

que él era la visión misma y que también era todo el escenario que observaba. Entonces, pensó: «Debo decírselo a Alejandro». Al día siguiente el guardián se lo contó, y Alejandro le dijo: «¡Enhorabuena! Su consciencia se ha expandido. Ha observado tanto tiempo el escenario en su conjunto, que al final ha comprendido que usted es el Sujeto que ve, la visión misma y el escenario que observa. Ahora ya sabe que todo lo que ve es usted mismo, pues todo es Uno».

36. Valora a tu mujer y será más bella

David y Juan son dos marineros que viajan de puerto en puerto por todo el mundo. Un día llegan a una isla perdida en el Pacífico, desembarcan y se van al pueblo. En el camino se cruzan con una mujer que está arrodillada lavando ropa en un pequeño río. Si bien la mujer no es muy bonita, David se detiene y le dice a su amigo que lo espere, que quiere conocer a la chica. 129

Juan al verle, le dice que para qué, si en el pueblo seguramente van a encontrar chicas más guapas. Sin embargo, David se acerca a la mujer y comienza a hablarle y preguntarle sobre su vida y sus costumbres, y le pide que le acompañe a dar un paseo por la isla. La mujer escucha cada pregunta sin responder ni dejar de lavar la ropa, hasta que finalmente le dice que las costumbres del lugar le impiden hablar con un hombre, salvo que éste manifieste la intención de casarse con ella, y en ese caso debe hablar primero con su padre, que es el jefe del pueblo. David la mira y le dice: «Está bien, llévame ante tu padre. Quiero casarme contigo». Juan no lo puede creer. Piensa que es una artimaña para conseguir los favores de esa mujer y le dice: «¡No te compliques la vida! En el pueblo hay un montón de mujeres más guapas, más dispuestas y más divertidas». David responde: «No me estoy complicando la vida. Estoy hablando en serio. Me quiero casar con ella. Iré a ver a su padre para pedir su mano».

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Juan, más sorprendido aún, insiste: «Tú estás loco ¿Qué le viste? ¿Seguro que no tomaste nada». Pero, David, como si no escuchase a su amigo, sigue a la mujer hasta el encuentro con el jefe de la aldea. Cuando lo encuentra, le explica que se quiere casar con una de sus hijas.

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El jefe de la tribu lo escucha y le dice que en esa aldea la costumbre es pagar una dote por la mujer que se elige para casarse, y que la dote se paga con vacas. Le explica que tiene varias hijas, y que el valor de la dote varía según las bondades de cada una de ellas. Por las más bellas y más jóvenes se debe pagar nueve vacas. Por las más bellas pero que son menos jóvenes, se debe pagar siete vacas. Por las de belleza regular, pero que son excelentes cuidando niños, se debe pagar cinco vacas. Y por las más feas y más viejas se debe pagar tres vacas. David le explica que entre las mujeres de la tribu ha elegido a una que vio lavando ropa en un arroyo, y el jefe le dice que esa mujer, aunque es muy joven, por no ser tan agraciada, vale solamente tres vacas. Y David responde: «Está bien, me quedo con esa mujer y pago por ella diez vacas». El padre de la mujer, al escuchar aquello le dice: «Usted no entiende. La mujer que eligió vale tres vacas. Mis otras hijas, valen cinco, siete o nueve vacas, según las bondades de cada una de ellas. No puedo ofrecerle ninguna hija tan bella que valga diez vacas».

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En ese momento se acercó la chica elegida y se colocó tímidamente detrás de su padre para escuchar la conversación. Y David le dijo al jefe: «Me quedo con la mujer que elegí y pago por ella diez vacas». El jefe de la tribu desconcertado dejó de mirarlo a los ojos pensando que ese joven no estaba bien de la cabeza. Y David al ver que el padre de la chica no le hacía caso, le dijo: «Míreme, se lo digo de verdad. Entiendo muy bien que para usted esa hija sólo vale tres vacas, pero para mí vale diez vacas ¿Me entiende? Por eso considero que la dote que debo pagar por ella ha de ser de diez vacas». Ante la insistencia del hombre, el padre, pensando que siempre aparece un loco, acepta y de inmediato comienzan los preparativos para la boda. Juan no lo puede creer. Piensa que su amigo David ha enloquecido de repente, que ha enfermado, que se ha contagiado de una rara fiebre tropical. No acepta que una amistad de tantos años se termine en una pocas horas.

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Finalmente la ceremonia se realiza, el hombre se casa con la mujer nativa, Juan es testigo de la boda y a la mañana siguiente parte en el barco, dejando en esa isla a su amigo de toda la vida. El tiempo pasa, Juan sigue recorriendo mares y puertos, y siempre recuerda a su amigo y se pregunta: «¿Qué estará haciendo? ¿Cómo será su vida? ¿Vivirá aún? ¿Seguirá casado con aquella mujer?». Un día el itinerario de un viaje lo lleva al mismo puerto donde años atrás se había despedido de David. Está ansioso por saber de él, por verlo, abrazarlo, conversar y saber de su vida. Así es que, en cuanto el barco amarra, salta al muelle y comienza a andar a paso rápido con el propósito de encontrar a su amigo. De camino al pueblo se cruza con un grupo de gente que venía caminando por la playa en un espectáculo majestuoso. Entre todos llevan en alto y sentada en una silla a una mujer bellísima. Todos cantan bellas canciones y obsequian flores a la mujer y ésta los retribuye con pétalos y guirnaldas. El marinero se queda quieto, parado en el camino hasta que pierde al cortejo de vista.

134

Luego, retoma su senda en busca de David. Pregunta por él y, al poco tiempo lo encuentra. Se saludan y abrazan como lo hacen dos buenos amigos que no se ven durante mucho tiempo. Juan no para de preguntar: «¿Cómo te fue? ¿Te acostumbraste a vivir aquí? ¿Te gusta esta vida? ¿No quieres volver?». Finalmente se anima a preguntarle: «¿Cómo está tu esposa?». Al escuchar esa pregunta, David le responde: «Muy bien, espléndida. Es más, creo que la viste en la playa llevada por un grupo de gente que festejaba su cumpleaños». Juan, al escuchar aquello, recordando a la mujer fea que años atrás encontraron lavando ropa, preguntó: «Entonces, ¿te separaste? Porque la mujer que llevaban en la celebración era muy bella y tú te casaste con una mujer poco agraciada». Y David responde: «No, no me he separado. La misma mujer que has visto es la misma que encontramos lavando ropa en el arroyo años atrás».

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Y Juan le pregunta: «¿Cómo se ha podido transformar en una mujer tan bella, femenina y agradable?». Y David responde: «Muy sencillo. Me pidieron de dote tres vacas por ella y ella creía que valía tres vacas. Pero yo pagué por ella más que lo que pedían por las mujeres más bellas. Pagué por ella diez vacas, la traté y consideré siempre como una mujer de diez vacas. La amé como una mujer de diez vacas. Y se transformó en una mujer de diez vacas. Ella se acepta, se aprueba, se valora y se ama como una mujer de diez vacas ¿Lo entiendes?».

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37. Aprovecha tu tiempo

Érase una vez un joven ambicioso que quiso trabajar duramente para hacer una gran fortuna. Trabajó sin descanso: cinco, diez, quince años. Acumuló muchísimo dinero. Se sentó al lado de una mesa. Vació la bolsa de monedas de oro. Era todo el dinero que había acumulado. Eran mil quinientas monedas de oro. Entonces, empezó a imaginar lo que podría hacer con todo ese dinero. Se podría comprar una casa mucho más grande. Podría tener muchos criados. Y además podría viajar por todo el mundo el resto de su vida. Pero, se detuvo en silencio, y pensó que si tuviera más dinero podría gozar de mayores placeres. Así que se dijo: «Trabajaré más años. Quiero duplicar mi fortuna para vivir realmente como un rey». Así lo hizo, siguió trabajando hasta completar veinte, veinticinco, treinta años de trabajo. Entonces, paró de trabajar. Se sentó al lado de la mesa. Contó su dinero y comenzó a imaginar lo que haría con las tres mil monedas de oro que consiguió amasar 137

durante esos treinta años de su vida. Pero ahora no tenía la vitalidad de antes. Le aquejaban achaques que no le permitían viajar por todo el mundo. Pero, no obstante, pensaba que aún podía disfrutar. No le quedaba tanto tiempo de vida, pero podía disfrutar de su colosal fortuna. Mientras soñaba oyó un ruido en el exterior. Parecía que estaban llamando a la puerta. Escondió su dinero, se levantó lentamente y abrió la puerta. Y dicen que como un ladrón en la noche se coló en su casa humilde el ángel de la muerte. Le venía a buscar porque le había llegado la hora de retorno. Entonces, nuestro hombre, que intuyó lo que ocurría, desesperado le dijo: «No, por favor, por favor déjame disfrutar de mi dinero. Te doy mil monedas de oro si me das una semana más de vida». Pero la muerte guardó silencio. Luego, el hombre aún más desesperado se puso de rodillas y le dijo: «Te doy, te doy dos mil monedas de oro, dos mil monedas de oro, dos terceras partes de mi vida, de mi vida sacrificada, si me das un solo día más de vida». 138

Pero la muerte le contestó con otro silencio.

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Y finalmente, el hombre se tiró de bruces al suelo temblando, llorando, suplicando con todas sus fuerzas y le dijo: «Te doy tres mil monedas de oro, tres mil monedas de oro, tres mil monedas de oro, el esfuerzo de treinta años de mi vida si me das una hora más de vida». Y en ese momento, el ángel de la muerte le dijo: «Sólo te concedo un minuto más de vida por si quieres dejar un mensaje». Y dicen que este hombre ambicioso dejó escrito: «Pensad amigos, ¿qué hacéis con vuestro tiempo? Porque yo ni con tres mil monedas de oro he podido comprar una hora de mi vida».

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38. Nuevas acciones crean nuevos resultados

Había un hombre sentado en la acera, de espaldas a un garaje, con un recipiente de lata a sus pies y un letrero que ponía: «Por favor, ayúdame, soy ciego». Un creativo de publicidad que iba de camino al trabajo se detuvo frente a él, leyó el letrero y se quedó pensativo. El publicista observó que había muy pocas monedas en el recipiente. Sin pedirle permiso, cogió el letrero, le dio la vuelta y escribió otra frase en la parte de atrás. A continuación volvió a poner el letrero en su sitio, y se marchó sin decir una palabra. Por la tarde, el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna. Su lata estaba llena de monedas y billetes. El ciego reconoció sus pasos y le dijo: «Sé que ha sido usted quién ha escrito algo en mi cartel. Desde entonces, la gente me da mucho dinero ¿Qué es lo que ha escrito en el letrero?», le preguntó el invidente. «Nada que no sea tan cierto como su anuncio, pero con otras palabras», contestó el publicista.

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«Pero, ¿por qué lo ha hecho?», pregunto el invidente.

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El publicista le contestó: «Observé que lo que había escrito más bien generaba miedo, sé que a la gente no le gusta leer la palabra “ciego”, por eso había poco dinero en su lata. Pensé que había que cambiar de estrategia para obtener mejores resultados. Entonces, cogí su cartel, le di la vuelta y escribí lo mismo, pero expresado con otras palabras, con la intención de generar empatía, compasión y generosidad. Y por lo visto ha funcionado». «Se lo agradezco mucho señor ¿Qué es lo que ha escrito exactamente?», pregunto con curiosidad el invidente. «He escrito: “Hoy es primavera, y no puedo verla”», respondió el publicista.

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39. Lo que se valora en el Cielo

Arturo, era el director general de una gran empresa. Había acumulado mucho dinero. Un día, Arturo tuvo un accidente y falleció. De pronto se encontró en un lugar extraño, silencioso y muy sombrío. Estaba sólo. Al rato, vio a lo lejos a San Pedro, el cual se le acercó volando. Entonces, muerto?».

Arturo

preguntó:

«¿Estoy

Y San Pedro le respondió: «Si estuvieses muerto no estarías hablando. Estás vivo, pero no estás en la Tierra». «Entonces, estoy muerto. Pero, ¿dónde estoy? Esto no parece el Cielo», dijo Arturo. Y San Pedro le explicó: «No has reunido méritos suficientes para ir al Cielo. Tienes que purificarte más». Arturo, sorprendido, dijo: «Pero,… si yo he sido una persona muy religiosa, e incluso hice muchos donativos». 144

San Pedro le explicó: «Te quejas de no estar en el Cielo porque no comprendes sus Leyes. Sólo acceden al Cielo las almas más puras. El resto de almas tienen que seguir con el proceso de purificación».

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«¿De qué leyes hablas? ¿Te refieres a los libros sagrados que hay en la Tierra?», preguntó Arturo. Y San Pedro le explicó: «Todos los libros sagrados que hay en la Tierra han sido escritos por los hombres. Hay algunos errores, pero en general, dicen grandes verdades, pero hay que aplicarlas. Debes entender que aquí, en el Cielo, no se valora el modelo de automóvil que tuviste en la Tierra, sino a cuánta gente llevaste para ayudarla. En el Cielo no se valoran los metros cuadrados que tenía tu casa, sino a cuánta gente recibiste en ella. En el Cielo no se valora la marca de la ropa que usabas, sino a cuántos ayudaste a vestirse. En el Cielo no se valora cuán alto era tu sueldo, sino tu conciencia pura para obtenerlo. En el Cielo no se valoran tus títulos, sino tu honradez y la ayuda que ofrecías con tu trabajo. En el Cielo no se valora el número de amigos que tenías, sino cuánta gente te consideraba de verdad un buen amigo. En el Cielo no se valora el barrio en el que vivías, sino cómo te relacionabas con tus vecinos. En el Cielo no se valora el color que tenía tu piel, sino la pureza que había en tu interior. En el Cielo no se valoran tus teorías, sino tus obras. Sólo te pedíamos que predicases con el ejemplo, sin esperar nada a cambio, y no lo hiciste del todo bien. Por lo tanto debes continuar con tu purificación». 146

40. El hermano Isaac (Cuento basado en un hecho real) Joan era un señor de mediana edad, muy confiado e inocente, que apenas había ido a la escuela. Llevaba yendo a clases de relajación desde hacía unas semanas. El 21 de agosto de 1992 en una de las clases, Joan experimentó un proceso extraño, un estado alterado de conciencia. Comenzó a sentir mucha energía a su alrededor y la presencia de una entidad. Era un guía espiritual que fundió su energía con él y habló a través de él. La vidente que impartía las clases de relajación junto con el resto de alumnos, se acercaron a escuchar a Joan, pero no era él el que hablaba sino que hacía de canal de un Ser de Luz. Y el guía espiritual a través de Joan dijo: «Hermanos, ¿qué locuras estáis haciendo? ¿Por qué habéis elegido la infelicidad en vez de la felicidad? ¿Por qué acumuláis rencores contra vuestros ofensores si lo único que obtenéis es perjudicaros a vosotros mismos? ¿Por qué os pasáis la vida buscando la aprobación de los demás cuando ni siquiera vosotros mismos os aprobáis?». 147

148

Y el guía espiritual continuó diciendo: «Hermanos, ¿por qué os pasáis toda la vida acumulando conocimientos y títulos, cuando lo único importante es el amor? ¿Por qué os olvidáis de disfrutar de lo que tenéis? ¿Por qué os pasáis la vida acumulando más y más dinero? ¡No os dais cuenta de que si enfermáis acabaréis perdiendo todo el dinero para recuperar la salud! ¡No os dais cuenta de que vivís como si no fueseis a morir nunca y, sin embargo, morís como si nunca hubieseis vivido! ¿Por qué os pasáis toda la vida acumulando bienes que jamás disfrutaréis y que vuestros hijos u otras personas derrocharán? ¡No os dais cuenta de que por pensar ansiosamente en el futuro no vivís en el presente! Cuando seáis realmente conscientes de vuestras conductas absurdas dejaréis todas las insatisfacciones a un lado y os vincularéis a los conocimientos de la Luz y de la espiritualidad. Dentro de la Luz no hay imperfección, ni existe desarmonía. La Luz espiritual inunda la Tierra de sabiduría para aquellos que la saben aprovechar. Reconoced que sois un Ser de Luz, amad a todos los seres y demostrad gratitud. Cuando hagáis todo eso no criticaréis ni condenaréis a nadie ni a nada, perdonaréis a los que os ofenden y os entregaréis a todos los seres sin ánimo de recompensa. Entonces habitaréis en la Luz, 149

viviréis en armonía con la Luz y permaneceréis intocados por cualquier cosa que no sea la perfección de la Luz. Gracias hermanos por estar con nosotros y hasta otro momento que lo deseéis. Hermano Issac».

41. El mensaje de la paz

Hubo una vez un rey que hablando con su consejero más anciano le dijo: «Quiero que me escribas un mensaje de paz muy corto para leerlo en los momentos de desesperación. Tiene que ser un mensaje que me transmita mucha paz». El anciano respondió: «Yo conozco el mensaje de la paz. Me lo transmitió un místico hace muchos años». «Escríbeme ese mensaje», dijo el rey. Y el sabio escribió: «Esto también pasará». Y luego le dijo: «Léelo sólo cuando no encuentres salida a una situación o bien cuando todo te vaya muy bien».

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Al cabo de unos meses el país fue invadido y el rey perdió el reino. Las cosas se pusieron muy difíciles. Un día estaba huyendo montado a caballo mientras sus enemigos lo perseguían a todo galope. El rey, al entrar en un bosque, saltó de su caballo y se escondió detrás de unos matorrales. Luego leyó el escrito: «Esto también pasará». Al leerlo sintió una inmensa paz en medio de un gran silencio. Mientras tanto los enemigos que le perseguían pasaron de largo. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. El rey se sentía profundamente agradecido al anciano que le dio el mensaje. Pasó el tiempo, y el rey reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música y bailes. Se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: «Este momento también es adecuado para que leas el mensaje de la paz». El rey respondió: «¿Qué quieres decir? Ahora estoy en la cumbre. La gente celebra mi vuelta. No estoy desesperado. No me encuentro en una situación sin salida».

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«Escucha», dijo el anciano, «te dije que el mensaje de la paz se debía leer en los momentos de desesperación y en los momentos de triunfo». Entonces, el rey leyó el mensaje: «Esto también pasará». Y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio.

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El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Entonces el anciano le dijo: «Recuerda que todo pasa. Ningún dolor, ninguna emoción ni ninguna cosa son permanentes. A veces serás el primero y otras veces serás el último. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas».

42. Descubre cuál es tu misión

Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un joven discípulo que estaba triste porque no sabía quién era, desconocía cuál era su misión y se sentía tan poca cosa que no tenía fuerzas para hacer nada. El joven se acercó a su maestro y le dijo: «Vengo a verle porque no sé que tengo que hacer en esta vida. Unas personas me dicen que tengo que ser artista, otros que debo dedicarme a la construcción, y otros que debo 153

ser un comerciante. En fin, estoy confundido y desesperado. No sé ni quién soy ni cuál es mi misión en esta vida». El maestro respondió: «No se preocupe, su problema no es tan grave, es el mismo que tienen muchísimas personas sobre la Tierra. No haga caso de lo que le digan. No escuche a los demás, escúchese a si mismo. Escuche su voz interior». «¿Cómo hago para escuchar interior?», preguntó el joven.

mi

voz

«Váyase a vivir durante tres meses a la montaña. Busque un lugar en el que haya una cabaña, una fuente y un río. Allí podrá aquietar su mente y, entonces, escuchará su voz interior», le explicó el maestro. El joven preguntó: «¿Qué debo hacer en la montaña?». El maestro le respondió: «No debe hacer nada. No debe hablar con nadie ni leer libros ni escuchar música. No debe hacer planes. Si va a la montaña es para descansar su cabeza y aclarar sus ideas. Procure llevar una vida sana. Acuéstese temprano y levántese con el alba. Aliméntese bien. Camine cada día por el bosque. Báñese en el río. Contemple la belleza de la naturaleza». 154

El joven preguntó: «¿Qué montaña me aconseja?». Y el maestro, señalando con su dedo índice, respondió: «Si sigue este sendero le llevará a una cabaña que está en la cima de la montaña de San Pedro. Vaya allí, haga lo que le he dicho y después venga a verme». El joven siguió el camino, subió la montaña, llegó a la cabaña y allí se instaló. No tenía ni luz ni agua. Pero cerca de allí había una fuente y un río.

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Transcurrieron más de dos meses y el joven hacía lo que le dijo el maestro: caminaba cada día por el bosque, se bañaba en el río y se sentaba sobre una roca para contemplar la naturaleza. Un día, mientras estaba sentado sobre una roca contemplando el paisaje, de pronto lo vio todo claro. Tuvo una revelación. Comprendió quién era y cuál era su misión. Recordó su origen como ser espiritual y reconoció que su misión era ayudar a las personas desesperadas. El joven, al conocer su misión, se sintió fuerte, capaz y seguro de sí mismo. Regresó al pueblo y fue a visitar al maestro. «¿Cómo maestro.

se

siente?»,

le

preguntó

el

«Tenía razón, allí en el bosque, un día mientras contemplaba la belleza a mi alrededor, en medio de un gran silencio, sentí una inmensa paz, y luego lo vi todo claro. Supe que mi misión es ayudar a las personas desesperadas», respondió el joven. Y el maestro le explicó: «En la vida todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que llenar. Pero, lamentablemente, hay muchos rosales que por ignorancia en vez de 156

rosas producen espinas. Usted, ahora, es un bello y único rosal que sabe qué rosas tiene que producir. Adelante cumpla con su misión».

43. Permanece en quietud y silencio

Unos jóvenes intelectuales estaban sentados alrededor de un maestro, el cual no los había buscado, pero ellos iban a visitarle cada tarde para meditar. El sabio casi nunca hablaba. Los intelectuales, en cambio, parloteaban si cesar, reían, jugaban y se perdían en toda suerte de opiniones. Unos aseguraban que hay un principio trascendente y otros lo negaban; unos insistían en que lo único fiable era la experiencia sensorial y otros en que solo lo era el universo de las ideas; unos señalaban la necesidad de indagar en la metafísica y otros en las distintas filosofías de la historia. Todos hablaban y hacían todo tipo de suposiciones sobre la vida material y espiritual.

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Todos parloteaban, aunque ninguno prestaba atención a los demás. Jugaban con las opiniones, los puntos de vista y las abstracciones.

El sabio era muy paciente. Se preguntaba a qué venían esas personas a meditar, si sólo estaban interesadas en sus parloteos y en sus entretenimientos intelectuales, y no tenían oídos para la genuina enseñanza. Un día decidió reunirlos y les dijo: «Tenéis un montón de opiniones tomadas de libros, escrituras y filósofos; pero todo eso no sirve 158

de nada si no experimentáis la Verdad. Si queréis avanzar en el Camino tenéis que pasar de la teoría a la práctica; de la comprensión intelectual a la intuitiva. Si seguís con vuestra mente dispersa y con vuestras suposiciones y juicios, no ganaréis ni un gramo de sabiduría. No olvidéis que la vibración más pura y reveladora está en la quietud y que la enseñanza más elocuente está en el silencio».

44. No hay mal que por bien no venga

Un maestro y uno de sus jóvenes discípulos paseando por un camino se encontraron con una familia muy humilde que vivía en una choza. Esa familia les contó que el único recurso del que disponían para vivir era el de una vaca que tenían atada detrás de la choza. Luego de un rato de conversación, maestro y discípulo se despidieron de ellos. Cuando el maestro vio que entraban en la choza, le dijo a su joven discípulo: «Ves con mucho cuidado de que no te vean, y desata la vaca sin hacer ningún ruido y después 159

llévatela muy encuentren».

lejos

para

que

nunca

la

El joven discípulo comentó: «Pero maestro, si le quitamos la vaca esa pobre gente se morirá de hambre». Y el maestro le contestó: «No te preocupes, tú haz lo que te digo, que eso lo hacemos por el bien de ellos». El discípulo fue de puntillas, silencioso, e hizo con mala gana lo que le pidió el maestro.

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Pasaron los años y aquel joven discípulo se convirtió en un sabio monje. Cuando recordaba lo que le hizo a aquella pobre familia que vivía en la choza, todavía experimentaba un sentimiento de culpa. Por lo que decidió ir a visitarla para confesarles lo que les había hecho y para también compensarles de alguna manera. Cuando llegó al lugar donde estaba la choza se encontró una mansión. En ese momento, pensó lo peor. Seguramente la pobre familia no pudo sobrevivir sin la vaca. Entonces, llamó a la puerta de la mansión. Salió un mayordomo y el sabio monje le preguntó: «¿Por favor, me puede decir dónde está la familia que vivía aquí en una choza hace muchos años?». Y el mayordomo le contestó: «Viven aquí, ¿quiere hablar con ellos?». «Sí, por favor», contestó el monje. Salieron los dueños de la mansión ataviados con ropas muy elegantes. Y cuan grande fue su sorpresa cuando vio que eran los mismos a los que les quitó la vaca. Y, entonces les preguntó: «¿Qué habéis hecho para prosperar tanto?».

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Y los dueños le explicaron: «Vivíamos en una choza y teníamos una vaca como único sustento, pero un día, no sabemos cómo, la vaca logró desatarse y se marchó, y nunca más pudimos dar con ella. Fue entonces cuando nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que teníamos. Recurrimos a nuestra creatividad y descubrimos que podíamos ganarnos la vida de muchas otras maneras. Sin quererlo hicimos mucho dinero. ¡Bendita suerte tuvimos al haber perdido la vaca!». El monje se despidió de la familia, y entonces comprendió porque su maestro le había pedido esa aparente innoble acción.

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45. Todo lo que te pasa es para tu bien

Érase una vez, en un país muy lejano, un rey que iba a todas partes con su consejero, el cual era un hombre sabio que siempre le decía: «Todo lo que te pasa es para tu bien». Un día salieron los dos a cazar, y el rey tropezó y, accidentalmente, se disparó en un pie. Entonces, presa del dolor, se acercó cojeando a su consejero y este le dijo: «Esto también es para tu bien». El rey al oír eso se puso furioso y lo encerró en las mazmorras del castillo. Un día, mientras su consejero estaba encarcelado, el rey salió a cazar, montado en su caballo. Al llegar al claro de un bosque apareció un grupo de hombres de una tribu, los cuales lo apresaron. El rey, temblando, pensó que lo querían secuestrar para pedir un rescate. Pero no, en realidad los hombres de la tribu lo querían sacrificar para ofrecérselo a los dioses.

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Antes de sacrificarlo lo llevaron para que lo mirase el jefe de la tribu, el cual lo desnudó y lo inspeccionó. El jefe al comprobar que tenía un pie herido, les dijo a todos: «¡Qué me habéis traído! Este espécimen no se puede ofrecer a los dioses. Es un ser imperfecto, tiene una herida en el pie. Soltadlo». El rey, ya en libertad, no encontró su caballo, así que regresó caminando a su reino. Al llegar al palacio, sus sirvientes, lo bañaron y lo vistieron, luego lo atendió el médico de la corte, y finalmente le dieron de comer.

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Después, el rey, empezó a pensar sobre todo lo que había sucedido y sobre lo que siempre le decía su consejero: «Todo lo que te pasa es para tu bien». El rey mandó sacar de las mazmorras a su consejero, le explicó todo lo que le había pasado, y le preguntó: «¿Todavía sigues creyendo que todo lo que me ha pasado ha sido para mi bien?». El consejero le respondió: «Sí, majestad, todo lo que le ha pasado ha sido para su bien. ¿No se da cuenta de que el tener una herida en el pie le ha salvado la vida? Si hubiese estado sin ninguna herida ahora no estaría vivo». Y el rey le dijo: «Es cierto, pero tú ¿cómo te has beneficiado con estar encerrado en las mazmorras?». Y su consejero respondió: «Estar encerrado en las mazmorras también ha sido para mi bien, ya que de estar libre, hubiese ido con usted de caza, y me hubiesen sacrificado a mí. De modo que todo lo que nos ha sucedido ha sido para nuestro bien».

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46. No hagas suposiciones

En una aldea había un anciano muy pobre que vivía con su hijo. Tenían un hermoso caballo blanco.

Unos reyes que querían comprar el caballo ofrecieron al anciano cantidades fabulosas de dinero, pero el hombre siempre decía: «Para mí, él no es un caballo, es una persona ¿Y 166

cómo se puede vender a una persona, a un amigo?». Era un hombre pobre pero nunca vendió su caballo. Una mañana descubrió que el caballo ya no estaba en el establo. Todo el pueblo se reunió diciendo: «¡Qué desgracia! Sabíamos que algún día le robarían su caballo. Hubiera sido mejor que lo hubiera vendido». «No vayáis tan lejos, no sabéis si lo han robado», dijo el anciano, «simplemente decid que el caballo no está en el establo. Este es el hecho, todo lo demás son meras especulaciones. No juzguéis. Si es una desgracia o una suerte, yo no lo sé, porque esto apenas es un fragmento». La gente se rió del anciano. Ellos siempre habían sabido que estaba un poco loco. Después de quince días, una noche el caballo regresó. No había sido robado, se había escapado. Y no sólo eso sino que trajo consigo una docena de caballos salvajes. De nuevo se reunió la gente diciendo: «Tuvo razón. No fue una desgracia sino una verdadera suerte».

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«De nuevo estáis yendo demasiado lejos, estáis juzgando y especulando sin saber lo que pasará», dijo el anciano, «decid solo que el caballo ha vuelto acompañado con una docena de caballos salvajes. Este es el hecho ¿Quien sabe si es una suerte o no? Es sólo un fragmento. Si estáis leyendo apenas una palabra en una frase, ¿cómo podéis juzgar el libro entero?». Esta vez la gente no pudo decir mucho más, pero por dentro sabían que estaba equivocado. Habían llegado doce caballos hermosos y eso era una suerte. El hijo del anciano comenzó a entrenar a los caballos. Una semana más tarde se cayó de un caballo y se rompió las dos piernas. La gente volvió a reunirse y a juzgar: «De nuevo tuvo razón», dijeron, «¡Qué desgracia la suya! Su único hijo no podrá trabajar durante mucho tiempo y él es su único sostén. Ahora está más pobre que nunca». «Estáis obsesionados con juzgar y especular», dijo el anciano, «no vayáis tan lejos, sólo decid que mi hijo se ha roto las dos piernas. Este es el hecho. Nadie sabe si es una desgracia o una fortuna. La vida viene en fragmentos y nunca se nos da más que esto. ¿Quién sabe lo que va a suceder mañana?».

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Sucedió que pocas semanas después el país entró en guerra y todos los jóvenes de la aldea fueron llevados obligatoriamente al ejército. Sólo se salvó el hijo del anciano porque todavía no podía caminar. La aldea entera lloraba y se quejaba porque era una guerra perdida de antemano y sabían que la mayoría de los jóvenes no volverían. Fueron a casa del anciano y le dijeron: «Tenía razón ¡Qué suerte la suya! Su hijo aún está con usted. Los nuestros se han ido para siempre». «Seguís juzgando y especulando», dijo el anciano, «nadie sabe lo que pasará. Sólo decid que vuestros hijos han sido obligados a unirse al ejército y que mi hijo no ha sido obligado. Este es el hecho. Todo lo demás son especulaciones. No sabéis si eso es una desgracia o una suerte. No os obsesionéis con los fragmentos de la vida. No saquéis conclusiones de cosas pequeñas ¡No os dais cuenta de que el destino es una sucesión interminable de eventos interrelacionados y de que cada evento está influyendo en todos los demás! ¿Cómo podéis sacar conclusiones de cada pequeño suceso si desconocéis todas las interrelaciones que están sucediendo a cada instante?».

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47. Recuerda tus orígenes

Hace muchísimo tiempo, no existía la materia ni la forma ni el espacio ni el tiempo; sólo existía una Presencia que permanecía imperturbable en un estado de paz total. Este Gran Ser, Dios, decidió crear un espacio infinito y silencioso de luz anaranjada dorada, y una vez hecho esto dividió su cuerpo en millones de seres de luz, de manera que cada ser era una reproducción exacta de Él.

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En aquel tiempo todos los seres de luz eran puros y conscientes de su Unidad con el Creador, y vivían en un estado de paz total. Todo transcurría en paz en ese océano de luz. No había cambios. Pero llegó un momento en que un grupo de estos seres le pidieron al Creador experimentar nuevas sensaciones. El Creador les contestó: «Sabéis que vosotros sois Dios. Si realmente queréis experimentar nuevas sensaciones os tenéis que olvidar que todos formáis una Unidad ¿Estáis dispuestos a olvidar vuestra verdadera naturaleza divina?». Y el grupo de seres al unísono respondió: «Sí, estamos dispuestos». Entonces, el Creador les explicó: «Para que podáis experimentar nuevas sensaciones, os voy hacer vivir un sueño que vais a creer que es real. Voy a crear la ilusión de la materia y la ilusión del tiempo. Vais a disfrutar mucho, pero también vais a sufrir mucho». «¿Qué quieres decir preguntaron unos cuantos.

con

sufrir?»,

El Creador respondió: «Ahora disfrutáis de un permanente estado de paz, pero en el sueño que próximamente vais a vivir 171

experimentaréis sensaciones que os alejarán de vuestra verdadera naturaleza de luz y paz». «¿Qué quieres decir preguntaron unos cuantos.

con

desear?»,

El Creador respondió: «Ahora estáis en un estado de satisfacción total, pero en el sueño que vais a vivir experimentaréis una gran insatisfacción que os hará desear lo que ahora tenéis. No os borraré del todo el recuerdo de quiénes sois, eso hará que anheléis volver a Mi». «¿Y cómo vas a hacer ese mundo?», preguntó uno de los seres. El Creador les explicó: «Voy a crear la ilusión de una realidad. Al principio viviréis en un paraíso, disfrutaréis mucho, seréis conscientes de que vivís en una ilusión, y sabréis en todo momento que sois seres divinos; pero con el tiempo, el paraíso se irá degradando, y al final acabaréis viviendo en un mundo egoísta y cruel. Cuando llegue ese día estaréis muy “dormidos”, creeréis que el mundo material es real y pensaréis que es lo único que hay. Esa creencia os hará gastar mucha energía emocional. Lucharéis por vuestras cosas y os pelearéis entre vosotros porque habréis olvidado que todos sois Uno». 172

«¿Quieres decir que nos olvidaremos de quiénes somos?», preguntaron algunos. «Sí, exactamente. Crearé en vosotros un “falso yo”. Durante muchísimas generaciones seréis conscientes de que ese “yo” es falso y de que sólo es necesario para vuestra personalidad, pero llegará un día en que ese “falso yo” os hará creer que es vuestra verdadera naturaleza», respondió el Creador. «¿Y eso de la personalidad qué es?», preguntaron unos cuantos. El Creador les aclaró: «Aquí en el Cielo todos sois iguales, pero en el mundo ilusorio que voy a crear, cada uno de vosotros tendrá una forma de pensar, sentir y actuar que será diferente a la de los demás». «¿Y que sensaciones vamos experimentar?», preguntaron algunos.

a

El Creador les explicó: «Recordad que el vehículo del que os dotaré será vuestro cuerpo en la dimensión material y él os permitirá experimentar placer y dolor. Ese vehículo sufrirá desequilibrios y enfermedades, envejecerá, y llegará un día que será inservible».

173

«¿Y por qué no nos construyes un vehículo que valga para siempre como es nuestra verdadera identidad?», preguntaron algunos. El Creador les dijo: «Si queréis experimentar nuevas sensaciones necesitaréis un cuerpo caduco. Recordad que cuando hayáis vivido durante muchas generaciones, os olvidaréis completamente de quiénes sois, y el “falso yo” os hará creer que sois mortales y que sois el cuerpo. Y ver enfermar y envejecer a vuestro cuerpo os causará mucho sufrimiento psíquico». «¿Y cómo nos desplazaremos en esa falsa realidad?», preguntó un grupo de ellos. El Creador les explicó: «Voy a crear un vehículo para cada uno de vosotros. Será un vehículo muy pesado que no os permitirá volar. Os dotaré de un cerebro, de un intelecto y de unos sentidos que os ayudarán a entrar en contacto con el mundo material. Pero los sentidos os engañaran. Creeréis que todo lo que percibís está fuera, cuando en realidad todo ocurrirá dentro de cada uno de vosotros. Nunca os daréis cuenta de que vuestras vidas son realmente interiores». «¿Y cuándo terminará esta aventura?», preguntaron unos cuantos. 174

El Creador respondió: «Esta aventura nunca acabará. Cada vez que dejéis vuestro cuerpo físico, creeréis que es el final, pero luego sin ese vehículo tan pesado, poco a poco, os daréis cuenta de vuestra naturaleza divina. Experimentaréis otras dimensiones de la realidad. Todos los mundos que exploréis serán ilusorios. La única realidad será vuestra consciencia. Cuando os hayáis purificado y consigáis un estado de paz similar al de ahora, podréis elegir volver a vivir aquí en el Cielo. Pero siempre que queráis podréis volver a vivir en esos mundos ilusorios que creeréis que son verdaderos. Por eso os digo que esta aventura nunca acabará».

48. Las cosas no son lo que parecen

Cuentan que en un país lejano los discípulos de un maestro eran sometidos a pruebas muy duras. Un día, el maestro reunió a varios de ellos y les dijo: «Ayer, unos aspirantes a la maestría fueron sometidos a unas pruebas, quiero que vosotros me deis vuestra opinión 175

sobre quién lo hizo mejor, así podré conocer vuestra capacidad de selección. Acompañadme y os explicaré los detalles». Caminaron juntos hasta un lugar donde había unos pozos. El maestro continuó hablando: «La prueba era muy sencilla. En cada uno de esos cinco pozos repletos de serpientes, se encerró a los candidatos con el objetivo de que pasaran la noche allí. Acerquémonos y veamos el resultado». Cuando se asomaron al primer pozo observaron que el aspirante había desaparecido, sólo estaban las serpientes. En el segundo pozo vieron muerto al candidato rodeado de serpientes. En el tercer pozo observaron al candidato tranquilamente sentado en medio de todas las serpientes muertas. En el cuarto pozo contemplaron cómo el candidato dormía a pierna suelta al lado de una pequeña hoguera, mientras que las serpientes se mantenían a distancia.

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Y, por último, en el quinto pozo vieron cómo el candidato se encontraba en postura de meditación y con el rostro lleno de serenidad, mientras las serpientes recorrían plácidamente su cuerpo. «Bien», dijo el maestro, «quiero que ahora me digáis con argumentos quién es el candidato que ha triunfado en la prueba». Después de una pequeña deliberación en la que constataron que todos estaban de acuerdo, un portavoz se dirigió al maestro y le dijo: «Creemos que el ganador es el hombre que está meditando en el quinto pozo. El primer candidato huyó. El segundo murió envenenado por las serpientes. El tercero hizo un acto de valor matándolas, pero sólo se 177

libró del problema. El cuarto candidato dio muestras de inteligencia al utilizar el fuego para que las serpientes huyeran. En cambio, el último hombre consiguió tal control sobre sí mismo, y alcanzó tal grado de paz interior que hasta esas serpientes venenosas han demostrado mansedumbre ante él». El maestro les respondió: «¡No os dais cuenta de que estáis haciendo suposiciones! Yo no dije en ningún momento que esas serpientes fuesen venenosas. Vuestras conclusiones son producto de las apariencias y de vuestra imaginación, y no de la realidad. Las serpientes que están en esos pozos no son venenosas. Así pues, el primer candidato huyó creyéndose en peligro, pero no había tal peligro. El segundo no murió envenenado, sino que falleció presa de su propio miedo a morir. El tercero no hizo un acto de valor matándolas, pues mató a unos pobres animales inofensivos. El quinto realizó un esfuerzo de concentración y de control mental innecesarios, pues la situación no lo requería. Sólo el cuarto candidato superó la prueba, pues fue el único que tuvo un conocimiento real: él sabía que aquellos animales no eran en absoluto peligrosos, por eso se tumbó tranquilamente a dormir, aunque antes prefirió encender una hoguera para calentarse y alejar del pozo a las serpientes para estar más cómodo». 178

49. Las promesas se han de cumplir

Alfonso, un hombre entristecido por sus problemas de salud y dinero, juró ante un altar que si su vida cambiaba, vendería su casa y donaría a los pobres todo el dinero obtenido por la venta. Un buen día recobró la salud y recibió una herencia. Entonces se dio cuenta de que debía cumplir su juramento, pero no deseaba donar tanto dinero. Así que ideó una manera de eludir ese compromiso. Puso la casa a la venta, pero con la condición de que aquella persona que comprase su casa también debería comprar su gato. A la casa la valoró en 1 euro y al gato lo valoró en 299.999 euros. Al cabo de tres días un hombre compró la casa y el gato. Luego, para cumplir su promesa salió a la calle y al primer mendigo que vio le dio 1 euro. A continuación, con los restantes 299.999 euros compró un diamante que ocultó dentro de una barra de pan que acababa de comprar.

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Como ya no tenía casa, se alojó en un hotel. Durante la noche mientras dormía, un ladrón entró en su habitación. Era un pobre hombre que buscaba algo de comida para dar de comer a sus hijos. Al ver la barra de pan, sin saber lo que contenía, la cogió y huyó.

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50. Una visita guiada al más allá (Cuento basado en una salida astral) Cierto día una chica buscadora de la Verdad fue a ver a un gran sabio y le preguntó: «Maestro, mi estancia aquí en la Tierra no me satisface ¿Sabe si hay otros mundos donde se viva mejor?». El sabio le contestó: «Esta noche, cuando estés durmiendo, te pasaré a buscar y te llevaré a otros planos de existencia».

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La chica se quedó callada y pensativa. Llegó la noche y se fue a dormir. Estaba profundamente dormida cuando de pronto empezó a oír ruidos, chasquidos,… Esos ruidos los sentía dentro de su cabeza e iban en aumento. Luego escuchó un sonido parecido al de un avión de reacción al mismo tiempo que salía de su cuerpo físico. Tras salir de su cuerpo quedó suspendida en el aire, observando su vehículo físico en la cama. En ese momento, giró su cabeza y vio a su lado derecho al maestro suspendido en el aire. Entonces el maestro le dijo: «Te voy a enseñar cómo viven las almas en otros mundos. Ven conmigo». Los dos se proyectaron al instante a un mundo muy extraño, era un plano de manifestación horizontal donde había la claridad sombría de un día nublado. En ese plano se veía gente, no había ciudades ni casas, sólo gente de pie o recostada. Algunos estaban solos y otros en grupo. La primera persona que vio fue a su padre, el cual había fallecido hacía unos años. Estaba recostado, le resplandecía la cara y 182

llevaba puesto un traje claro. Le explicó que estaba recostado porque era la hora del descanso. La hija se agachó y le dio un abrazo. El padre le preguntó: «¡Tú también estás aquí!». Entonces sonriendo se levantó y le dio un segundo abrazo. La hija le dijo: «No, padre, yo estoy de paso, me ha traído un maestro para que conociera este mundo». «Yo también estoy de paso, nada es para siempre», replicó el padre. La hija le pregunto: «¿Cómo es que estás aquí en este lugar?». Y el padre respondió: «Tú no escoges conscientemente el lugar al que quieres ir. A mí me ha tocado estar aquí. Y estoy bien, estoy bien». Luego la chica miró a lo lejos y vio a más personas formando grupos, había monjas uniformadas y curas con sotana. Todos llevaban ropas muy oscuras y estaban callados. Algunos estaban de pie y otros recostados. Todos llevaban un rosario colgado entre sus manos, y rezaban mentalmente.

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Los curas miraron a la chica, pero no le dijeron nada. Una monja se acercó y le dijo: «Si has venido aquí es porque estás muerta». La chica guardó silencio unos instantes y después le pregunto: «Aquí, ¿cómo estáis? ¿Tenéis sufrimiento o estáis siempre bien?». La monja le respondió: «Bueno, a veces tenemos los dolores que había en la Tierra, nos duele la espalda, las rodillas, pero no tenemos dolores continuamente». «¿Tenéis dolor de cabeza?», preguntó la chica. «Yo no, pero algunas de las que están aquí sí», respondió la monja. La chica le hizo otra pregunta: «¿Tenéis algún medicamento para calmar el dolor de cabeza?». Y la monja le contestó: «Aquí no hay nada, cuando hay dolor se va cuando se va ¿Te quieres recostar aquí entre nosotras?» La chica le contestó: «No, gracias, es que yo no soy de este mundo, estoy de paso».

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Y otra monja le dijo: «Nosotras tampoco somos de este mundo, también estamos aquí de paso». Entonces, la chica le dijo al maestro: «¿Por qué me has traído aquí? Este mundo es muy sombrío, parece una cárcel y es mucho más aburrido que la Tierra. Esa gente, parece que está muy cansada y a veces tiene dolor, y para colmo no tienen con qué calmarlo». Y el maestro le respondió: «Te traje aquí porque me dijiste que no estabas satisfecha con tu estancia en la Tierra. Has visto únicamente un plano de manifestación, pero los hay que son mejores y los hay que son peores. En algunos, las almas se pasan todo el tiempo mirando a lo seres humanos, entrando en sus casas e incluso en sus cuerpos. Son almas que tenían (y tienen) mucho apego a su familia viva y a los bienes materiales. Pero también hay almas que viven en planos paradisíacos. Todas las almas están en proceso de transformación para acceder al Mundo Espiritual». La chica preguntó al maestro: «¿Qué es el Mundo Espiritual? ¿Me puedes llevar para verlo?». Y el maestro le contestó: «Te puedo llevar a un plano que percibirás más nítido y real 185

que la Tierra, un plano luminoso donde reina la belleza, el bienestar y la felicidad, pero no te puedo llevar al Mundo Espiritual». «¿Por qué no puedo acceder al Mundo Espiritual?», replicó la chica. Y el maestro concluyó: «En el Mundo Espiritual cada ser pierde su individualidad al unirse a la Consciencia Universal. Allí cada gota de agua se funde con el océano. Allí todos los corazones son Uno. No hay diferenciación. Si fueses allí, tú serías yo y todo lo demás».

51. Cuentoterapia aplicada: Cuento 2

En la Organización Heiwa to Ai® cuando se trabaja con un cuento en un Taller de Cuentoterapia se extraen muchas conclusiones muy útiles para el trabajo interior. Este epígrafe solo es un resumen de lo que se debatió en uno de los talleres cuando se analizó el segundo cuento (página 15). 186

En el cuento de sabiduría “Cada día eres una persona nueva” hay que considerar aspectos psicológicos y filosóficos. Cuando Buda dice a Devadatta “No tengo nada personal contra ti ni tú tienes nada personal contra mí” está aludiendo a que la vida es interna, ya que la rabia que sentía Devadatta era debida a sus ideas, a su interpretación de la realidad. En el cuento Buda dice: “Todo es transitorio, todo está en permanente cambio”. Eso nos recuerda que en el mundo fenoménico (en las realidades holográficas) todo es temporal, ya que hasta la materia de nuestro vehículo físico es fugaz. Recordemos que a cada momento millones de partículas microscópicas de nuestro cuerpo se extinguen, desaparecen, mientras que otras partículas aparecen. Eso es debido a la Creación del Instante (es un concepto de la Cosmogonía de la Organización Heiwa to Ai®). Por eso Buda dice: “Nosotros no somos los de ayer, cada día renacemos”. El filósofo griego Heráclito de Éfeso (535 a. C. – 484 a. C.) también habló del cambio cuando dijo que no podemos entrar dos veces en el mismo río. Esto es así porque el agua del 187

río corre, y por mucho que corrieras no podrías ser bañado por las mismas partículas acuosas. Además, debemos tener en cuenta que el agua (al igual que toda la materia) está desapareciendo y apareciendo (Creación del Instante). Huangfu Mi (215-282), médico acupuntor de la dinastía Han, utilizaba la Contemplación del Tubo para llegar a la comprensión de nuestra verdadera naturaleza: la vacuidad que está más allá del cambio. Se sentaba en medio de una habitación y contemplaba un tubo abierto por ambos lados (de 50 cm. de largo y con un diámetro de 30 cm.). Huangfu decía que en el tubo está todo y que contemplando su interior (vacío) se propicia la actitud Song (un estado de máxima relajación y de plena conciencia). La Contemplación del Tubo favorece la comprensión de muchos conceptos metafísicos (Creación del Instante, Proyector Eterno, realidades holográficas,…). En el cuento, al final Buda concluye: “Ni tú eres el que arrojó la piedra ni yo soy el que estaba allí cuando me fue arrojada”. Nos está hablando de la Creación del Instante, de la Verdad del No-Tiempo, del Eterno Presente, de la Vida en el Campo Eterno. 188

Ricard López Presidente de la Organización Heiwa to Ai® Fundador de Reiki Heiwa to Ai® Con la inestimable ayuda del Venerable Lama Dainzin Cering Psicoterapeuta. Graduado en Medicina Tradicional China. Acupuntor. Instructor de Chi Kung y Tai Chi. Profesor de Feng Shui, Simbología, Numerología Pitagórica e interpretación de sueños. Profesor de Psicología para la Actualización del Ser. Creador de diversos métodos terapéuticos, entre ellos, el Método Kokoro® y el Acto Psicosanador®. Maestro/Profesor de Reiki Heiwa to Ai y Usui Shiki Ryoho. Licenciado en Ciencias Económicas. Licenciado en Marketing y Relaciones Públicas. Master-MBA. Artista plástico. Autor de una gran variedad de libros de autoayuda.

Otros libros del mismo autor:

EJERCICIOS ENERGÉTICOS DE REIKI HEIWA TO AI® Este libro es una guía teórica y práctica para los estudiantes y maestros de Reiki Heiwa to Ai® y demás modalidades de Reiki, así como para todos aquellos que se dedican a las terapias corporales energéticas (Yoga, Chi Kung, Tai Chi,

Bioenergética de A. Lowen, Terapia de Polaridad, Técnica Metamórfica, Katsugen, Yuki, etcétera). ISBN: 978-1-291-56700-7

TÉCNICAS JAPONESAS DE REIKI HEIWA TO AI® Este libro es una guía para consultar las técnicas japonesas más utilizadas en Reiki Heiwa to Ai® (Baño seco – Kenyoku -, Invocar a lo divino Hatsurei-ho -, Sanación a distancia – Enkaku Chiryo -,… hasta un total de 40 técnicas. ISBN: 978-1-291-56571-3

26 manuales monográficos de “Reiki Heiwa to Ai®”

EL ARTE DE SANAR Reiki Heiwa to Ai® (Volumen I) En el primer volumen de la colección “El Arte de Sanar” conocerás el principio maestro, los 125 pergaminos, las meditaciones más importantes, la Verboterapia Libre, técnicas japonesas de Reiki, ejercicios energéticos, etc. ISBN: 978-1-291-37542-8

EL ARTE DE SANAR Reiki Heiwa to Ai® (Volumen II) En este segundo volumen aprenderás más ejercicios energéticos (cómo ver el aura, cómo abrazar un árbol,...), el uso de las gemas y la aromaterapia en Reiki y diversos métodos muy eficaces para efectuar una limpieza energética. ISBN: 978-1-291-39007-0

EL ARTE DE SANAR Reiki Heiwa to Ai® (Volumen III) En este tercer volumen conocerás los ciclos de los elementos Gogyo, los Tres Tesoros, los símbolos Heiwa to Ai y sus kotodamas, la sanación a distancia, Reiki Undo, Tanden Pulsante, Ninja Dragon Ki, los nueve mudras de poder, etc. ISBN: 978-1-291-42735-6

EL ARTE DE SANAR Reiki Heiwa to Ai® (Volumen IV) En este cuarto volumen conocerás las 15 respiraciones Heiwa to Ai, ejercicios para la liberación emocional, para hacer fluir la energía, para la vista y los ojos,... ejercicios de poder Heiwa to Ai, el Chi Kung más poderoso, etc. ISBN: 978-1-291-45298-3

EL ARTE DE SANAR Reiki Heiwa to Ai® (Volumen V) En este quinto volumen aprenderás a sanar con la intención, conocerás más técnicas japonesas de Reiki, nuevos ejercicios energéticos, y se te explicarán las cosas más importantes que como terapeuta necesitas saber sobre los colores y los alimentos. ISBN: 978-1-291-47490-9

EL ARTE DE SANAR Reiki Heiwa to Ai® (Volumen VI) En este sexto volumen conocerás todo sobre el sonido (el canto de armónicos, los cuencos tibetanos, los mantras más poderosos,...),... tratamientos para adelgazar y tratar el insomnio, el uso del péndulo en Reiki, etc. ISBN: 978-1-291-48640-7

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MANUAL MAESTRO DE LOS MAESTROS DE REIKI HEIWA TO AI® Libro de los maestros de Reiki Heiwa to Ai® que explica, paso a paso, la Ceremonia de Iniciación (en los tres niveles). Asimismo, incluye la Órbita de la Verdadera Sanación, las preguntas más frecuentes (FAQ) y los solucionarios de los 3 tests de evaluación. Para tener este libro se requiere haber superado los 3 grados, comprendido los 26 manuales y haber recibido el diploma de la Maestría. ISBN: 978-1-291-88891-1

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1.2. ¿Ejerce alguna terapia? ¿Cuál/ Cuáles? 1.3 ¿Está iniciado/a en Reiki? ¿Qué nivel? 1.4. Su nombre (tal y como quiere que aparezca en el diploma) 1.5. Su nombre de usuario de Skype 1.6. Población y país PASO 2: 2 Cuando hayamos recibido su petición, deberá pagar el servicio - una donación -. Se le indicará cómo puede efectuar el pago. PASO 3: 3 Después se le enviará por correo electrónico todo el material de estudio en pdf del nivel de Reiki que solicita, y se le dará un tiempo para estudiar todos los temas. Las dudas las puede formular por e-mail. Y, asimismo, se determinará la fecha (día y hora) de la iniciación. PASO 4: 4 A continuación, se celebrará la ceremonia de iniciación en

Reiki Heiwa to Ai ®. Se realizará por videoconferencia vía Skype. Durante la ceremonia no debe dialogar con el maestro, solo debe relajarse y poner su atención en la iniciación. A partir de este momento deberá poner en práctica lo aprendido en el material didáctico. PASO 5: 5 Luego recibirá por e-mail su diploma, diploma firmado, sellado y con su número de registro, certificando su formación e iniciación en Reiki Heiwa to Ai ®.

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Ejemplo: Tratamiento de la litiasis renal (piedras en el riñón) Puntos: 58 Riñones, 28 Vejiga, 37 Shen Men, 30 Sist. nervioso simpático. Existen evidencias

clínicas de casos curados con auriculoterapia utilizando estos 4 puntos bajo control médico.

La Organización Heiwa to Ai® (HAO) es una organización que promueve la paz, y el respeto a los derechos humanos y al medio ambiente (animales, árboles, plantas, tierra, agua, aire,…); y apoya y promociona a todas las personas y organizaciones, que velan por un mundo mejor. Se trata de una organización creada para sensibilizar a la sociedad de forma que se fomenten los valores humanos (honestidad, respeto, solidaridad, tolerancia,…), para que sea posible un mundo feliz: sin hambre, sin pobreza, sin analfabetismo, sin fracaso escolar, sin guerras, sin violencia, sin delincuencia, sin corrupción, sin explotación, sin drogas,… Un mundo en el que se respeten los animales y la naturaleza. Un mundo en el que la salud sea un derecho al alcance de todas las personas.

Reiki Heiwa to Ai® (HAR) es el sistema de sanación Reiki de la organización HAO. Es un sistema de armonización natural de la energía vital creado en el año 2010 a petición del Venerable Lama Dainzin Cering. Este sistema de sanación canaliza y transmite la energía Luz Divina e incorpora sus propios símbolos, un principio maestro, 125 pergaminos, técnicas japonesas, ejercicios energéticos; e integra terapias como la Verboterapia, Gemoterapia, Aromaterapia, Cromoterapia, terapia de los sonidos, terapia de los alimentos, Meditación y Chi kung.

“HEIWA TO AI” significa “PAZ Y AMOR”

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