Cuentos de Animales Fantasticos

April 28, 2019 | Author: Patricia Torres | Category: Colombia, Latin America, Publishing, Guatemala, Bogotá
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CUENTOS DE ANIMALES FANTÁSTICOS PARA NIÑOS

MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL República de Colombia 

INSTITUTO NACIONAL PARA CIEGOS “INCI”

CENTRO REGIONAL PARA EL FOMENTO DEL LIBRO EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

1

2

  ©

Por los cuentos, Coedición Latinoamericana, 1998

Editora Ática, S.A.  /Brasil Grupo Editorial Norma  /Colombia Subsecretaría de Cultura  /Ecuador Editorial Piedra Santa  /Guatemala Cidcli, S.C./México Editorial Nueva Nicaragua  /Nicaragua Promoción Editorial Inca, S.A./Perú Ediciones Huracán   /Puerto Rico Editora Taller   /República Dominicana Ediciones Ekaré - Banco del Libro/Venezuela 3

©

Para esta edición  en braille, 1998 

Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, CERLALC Instituto Nacional para Ciegos, INCI Selección de textos Cerlalc Diseño y diagramación Cerlalc - Editorial del Inci Ilustraciones Tina Samper Impreso en Colombia la Editorial del INCI Santafé de Bogotá, D.C., Colombia, 1998. 4

por

EL

HOMBRE

CAIMÁN

Colombia 

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6

PRESENTACIÓN

El hombre caimán  es una leyenda de la costa norte de Colombia en la cual se inspiró Sandro Romero Rey para escribir esta versión. La popularísima canción colombiana Se va el caimán  de Crescencio Salcedo, también tiene su origen en este relato. Sandro Romero Rey, guionista y crítico de cine y televisión, y director de obras de teatro, vive en Cali. Fue ganador del Concurso Nacional de Cuento 1978 con su obra Roma o para  l e e r a l r e v é s  . 7

La ilustradora MARÍA CRISTINA (-TINA-) SAMPER S.

Nació en Santafé de Bogotá - Colombia, en el año 1958. Desde temprana edad se inició en las artes plásticas: fotografía, escultura, pintura, grabado. Su trabajo lo ha concentrado en la ilustración de libros y materiales para los niños y jóvenes. Ha incursionado en el trabajo artístico en técnicas novedosas del grabado, acuarela y collage.

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GLOSARIO

M e r e n g u e :  d a n z a p o p u l a r , conocida también en algunos países del Caribe.

9

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EL

HOMBRE

CAIMÁN

É s t e É 

es el caimán, éste  es el caimán, que dice toda la gente. Éste es el caimán, éste  es el caimán, un caimán inteligente.

Sí, mi amigo. Esta historia empezó aquí mismo. Y el que es hoy hombre caimán se sentaba allí, donde está usted ahora dispuesto a tomar un vaso de ron, un queso y, por último, su plato de arroz con coco. Miraba siempre hacia la orilla opuesta del río y cuando adivinaba la presencia de alguien al otro lado, apuraba su arroz y desaparecía en el agua. ¿Que por 11

qué hacía todo esto? No se desespere, amigo, termine de tomarse su ron y escuche, que este cuento apenas lo empiezo. Es una historia de amor, como todas, con la diferencia que el hombre salió mejor librado que cualquiera, a pesar de todas las adversidades. Así que si va a pedir otro trago, hágalo de una vez, que yo aquí empiezo mi relato y no paro hasta el final. Un hombre, alegre y despreocupado, viajaba continuamente de Pinillos a Magangué vendiendo toda suerte de alimentos y frutas hermosas. A grandes voces y en medio del jugueteo entre él y 12

las gentes de por aquí, el hombre divertía a todos con sus historias absurdas de cómo adquiría los productos, hasta el punto de convencer a los compradores de que lo que se llevaban eran objetos maravillosos. Una tarde, mientras anunciaba a gritos la venta de unas naranjas que, según él, poseían las esencias del amor eterno, descubrió para su fortuna la presencia de una bella mulata con el pelo recién enjuagado que caminaba despreocupada. El hombre entabló conversación con la muchacha y, rápidamente, ambos se vieron profundamente atraídos. Ella se llamaba 13

Roquelina y era la hija de un severo e inabordable comerciante de arroz. Sus hermanos, que jugaban el secreto papel de vigilantes de los pasos de la muchacha, al darse cuenta de que Roquelina era atraída cada vez más por las frases pomposas del hombre, dieron la voz de alarma a su padre. Así pues, amigo, cuando el hombre apareció como de costumbre con sus alaridos y sus productos de otro mundo, y se precipitó feliz a saludar con canciones a su querida Roquelina, se encontró frente a la presencia poco amable de su imposible suegro. 14

“Aquí el que vende soy yo”, le dijo tajantemente el padre. “Y mi hija no es arroz. Así que puede irse con su música a otra parte, antes de que tengamos problemas. ¡O yo no sé!”. Y sin agregar una palabra más, tomó a Roquelina del brazo y la arrastró con él. Fue desde ese momento cuando el hombre empezó a venir todos los días a esta tienda, a pedir el mismo ron, el mismo queso y el mismo arroz con coco, y a mirar hacia el río. ¿Por qué? Rápidamente lo fui entendiendo: aquí los hombres se bañan en esta orilla. Hacia la mitad de la corriente hay un 15

remolino, y al otro lado se bañan las mujeres. Asimismo, aquí la gente va a la necesidad en el agua y se cobra un centavo por todo. ¿Qué pasaba? Pues nada más que el hombre se había puesto de acuerdo con Roquelina para que cuando ella fuera a bañarse, él atravesara el río a nado y fuera a visitarla. Usted se estará preguntando cómo haría el hombre para atravesar aquel remolino, que a primera vista se adivina no apto para seres humanos. Pues aquí es donde reside el secreto de la historia. El hombre terminaba de comerse el arroz, se metía al agua y, poco a poco, su 16

cuerpo se iba corrugando, sus brazos se encogían en pequeñas patitas, sus piernas se unían en una agitada cola y cada uno de los granitos de arroz que se había comido se iban transformando en una hilera de dientes filudísimos, hasta quedar convertido en un expertísimo caimán nadador. Así el hombre caimán atravesaba ágilmente el remolino y, luego de violentos chapoteos, lograba llegar hasta donde Roquelina, quien ansiosa lo esperaba para ir a descubrir con él las profundidades secretas del río. El hombre venía aquí a diario, bebía y comía su 17

eterna ración y se lanzaba en su viaje reptil donde su amada Roquelina. Esta visita permanente fue poniendo alerta a todos los pescadores de la zona. Una mañana, uno de los hermanos de Roquelina alcanzó a percibir la cola desenfrenada del hombre caimán rompiendo el remolino, y de inmediato dio la voz de alarma. Todos los pescadores de Magangué se dieron a la caza del caimán. Pero cualquier esfuerzo era inútil. Mientras más obstinados eran los hombres tratando de aniquilar al animal, más ágil se volvía 18

el hombre para llegar orilla de Roquelina.

hasta

la

Tómese el otro roncito, amigo, que esta historia ya se precipita a su final y tiene que prepararse para lo que sigue. ¿Me va siguiendo? El papá de Roquelina, hombre ostentoso y sediento de fabricarse su propio orgullo, ubicó con exactitud el sitio por donde el caimán solía nadar y organizó un cerco para atraparlo. Una mañana, un buen número de pescadores navegaron afanosamente por estos parajes, buscando sin descanso al caimán, comandados por el padre 19

de Roquelina. Mientras esto sucedía, el hombre de nuestra historia, sentado allí donde usted está, terminó su ron, su queso y su arroz y se fue de aquí. ¿Hacia dónde iba si todos lo buscaban? Luego lo supe: el muy vivo se echó al agua mientras todos estaban en su búsqueda, nadó agitadamente hasta el barco del papá de Roquelina y, de una, se devoró todo el arroz que encontró. Acto seguido, buscó a su amada que dormitaba en el muelle. Suavemente la acomodó sobre su espalda y, sin despertarla, se alejó con Roquelina en silencio. Nunca volvió a saberse de ellos. Pero, desde ese día, 20

todos los hombres de por aquí esconden temprano a sus mujeres y se apuran a comerse todo el arroz que tengan en la olla, antes de que el hombre caimán venga y haga desaparecer mujer y granos. Éste es más o menos el cuento, amigo. Lo bueno es que por aquí, desde esos días, se canta un merengue  que dice: Esta mañana, temprano, cuando bien me fui a bañar, vi un caimán muy singular  con cara de ser humano. Ya se da cuenta por qué es. Lo único que no puedo brindarle, amigo, es su plato 21

de arroz con coco. Por estos días, no sé por qué, ha estado escaso por aquí. Pero... ¿no quiere que le cuente otra historia?

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EL CABALLITO DE SIETE COLORES

Guatemala 

23

24

PRESENTACIÓN

Es un cuento de la tradición oral guatemalteca, de los que llaman cuentos maravillosos. El autor de esta versión: Héctor Felipe Cruz Corzo. Nació en San Lucas Tolimán, municipio del departamento de Sololá, en Guatemala, en el año 1952. Es maestro de Educación Primaria, compositor, licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales. Premiado en certámenes de literatura a nivel nacional y centroamericano. Cofundador y presidente del grupo poético “EL SERENO” de la ciudad Antigua 25

Guatemala. Entre sus publicaciones figuran: Poemas  para declamar, Talleres de  l i t e r a t u r a i n f a n t i l   y Ta -  lleres de canciones infanti-  l e s  e n l o s q u e t i e n e u n a experiencia de 12 años. GLOSARIO

C h i c h i c a s t e :  a r b u s t o silvestre, especie de ortiga, espinoso, de tallo fibroso que se utiliza para hacer cordeles. O c o t e :  e s p e c i e d e p i n o muy resinoso, cuya madera, hecha rajas, sirve para hacer fuego rápidamente.

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A l c a r a v á n :  a v e z a n c u d a de unos 60 centímetros de altura, de cuello muy largo cola pequeña.

27

y

28

EL CABALLITO DE SIETE COLORES

AA l

pie de la montaña, estaba la granja de don Isidro. Era una granja limpia, grande y próspera. Sus hortalizas eran las me  jores de la región y los agricultores de los alrededores lo visitaban con frecuencia para que él les revelara sus secretos. Una noche, don Isidro y sus tres hijos escucharon un tropel de caballos retozando entre las hortalizas. Encendieron sus linternas, se colgaron al hombro las escopetas y salieron a ver qué pasaba. ¡Tremendo susto 29

se llevaron, cuando se dieron cuenta que eran unos caballos de todos los colores! Les apuntaron para dispararles. Pero, como eran caballos encantados, las balas se volvieron humo en el espacio. Al oír los disparos, los caballos abandonaron las hortalizas, habiéndolas dañado mucho, y se fugaron sin dejar rastro siquiera, como si en vez de caminar, volaran. Cuando amaneció, don Isidro y sus hijos fueron a ver sus hortalizas, poniéndose todos muy tristes al verlas machucadas. Resembraron y don Isidro le ordenó al hijo mayor, que se llamaba Juan, cuidar las siembras 30

durante la noche. Juan obedeció. Pero, entonces, se apoderó de él un sueño profundo y se durmió. A la mañana siguiente, las hortalizas estaban maltrechas de nuevo. Cuando don Isidro se dio cuenta, reprendió severamente a su hijo:   —Eres un inútil. bueno para nada...

Un

  —No fue mi culpa, padre. Llegó a mí un suave olor a flores nocturnas y me venció un sueño extraño -le contestó.

31

  —Ahora te quedarás velando tú -le ordenó al de en medio, que se llamaba Carlos.   —Muy bien, contestó éste.

padre

-le

Pero, como pasó en la noche anterior, se esparció por toda la granja un olor semejante al que despiden las flores de un árbol llamado Galán de Noche, y Carlos se durmió. Llegaron los caballos y dejaron las hortalizas hechas trizas. La furia de don Isidro, cuando vio sus siembras arrancadas, fue incontenible. Regañó a Carlos: 32

  —También tú, holgazán -le dijo.

eres

un

  —No fue mi culpa, padre. Mientras velaba, llegó un olor dulce y delicado. Luego, un sueño profundo hizo presa de mí.   —Ahora te quedarás velando tú -le dijo a José, el más pequeño de sus tres hi jos.   —Muy -Respondió

bien, éste.

padre

mío.

José, que era muy listo, ideó un plan para no dormirse: sorprender a los caballos y de ser posible capturar a alguno. Colgó una 33

hamaca entre dos naranjos, la llenó con hojas de chichi-  caste  y se recostó. Cuando llegó aquel olor suave y penetrante, empezó a bostezar, pero el escozor que le causaba el roce con las hojas del c h i c h i c a s t e ,  e r a t a n f u e r t e , que pudo vencer el sueño. Rascándose estaba, cuando entró a las hortalizas el tropel de caballos de todos los colores. José se quedó admirado al ver lo maravillosos que eran. Pero, como él era muy listo, cogió una soga, y en un decir, ¡Jesús!, lazó al caballo más hermoso. Parecía como si el arcoiris se hubiese retratado en él.

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El caballo relinchaba y hacía grandes esfuerzos por zafarse, pero no pudo, pues la soga tenía atada una crucita de ocote  que lo fue calmando, hasta dejarlo manso como una palomita de castilla. Los otros caballos, al ver que su rey había sido atrapado, huyeron despavoridamente. Cuando el caballito de siete colores se vio imposibilitado, le propuso a José un trato:   —Suéltame que quieras.

y

te

daré

lo

  —No puedo. Eres un pícaro y, como tal, debes dar 35

cuenta a mi fechorías.

padre

de

tus

  —Suéltame y pondré las hortalizas mejor que antes. Además, te socorreré en cualquier peligro que te encuentres.   —Para creerte, arregla primero las hortalizas.   —Está escucha:

bien.

Observa

y

Piedras blancas, piedras lisas, ojos del alcaraván  aquí se levantarán  las mejores hortalizas.

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En el acto, allí crecieron las más hermosas verduras ante el estupor de José, quien finalmente se atrevió a decir:   —Veo que sí posees poderes mágicos. Te soltaré porque un caballo tan hermoso como tú, no debe ser prisionero. Pero prométeme que nunca más molestarás las hortalizas de mi padre.   —Te

lo

prometo.

José lo soltó y el caballito se perdió como un globo de colores que se lleva el viento.

37

A

las cinco de la mañana, don Isidro y sus dos hijos fueron a ver las hortalizas y se asombraron de encontrarlas más hermosas que antes.   —Ya ven -les dijo don Isidro-, mi hijo más pequeño es un valiente. Y corrió a abrazarlo. A los dos hermanos mayores les entró envidia y decidieron abandonar la casa de su padre. Se fueron por un camino desconocido... Don Isidro se enfermó de pura tristeza y José tuvo que salir a buscarlos. Cuando ellos lo vieron venir, lo cogieron de las manos y los pies y lo echaron en un pozo 38

profundo. Con toda seguridad se hubiera muerto, pero él se acordó del caballito de siete colores y lo llamó. El caballito acudió en el mismo instante y lo salvó. Entonces José corrió de nuevo para alcanzar a sus hermanos; éstos al verlo, se miraron las caras, incrédulos, pues no comprendían cómo había salido del pozo. Hermanitos, nuestro padre está enfermo por vuestra ausencia -les dijo.   —¡Qué nos importa!, -le contestaron ellos. Ya tiene su hijo chiquito que le sirva todo.

39

en

Se fueron montaña adentro, mientras José siguiéndoles los pasos, les suplicaba que volvieran. Luego que pasaron el ojo de agua, leyeron un real decreto clavado en el tronco de un guarumo, que decía: “QUIEN GANE MAÑANA LA ARGOLLA DE ORO EN LA CARRERA DE CINTAS A CABALLO, SE CASARÁ CON LA PRINCESA”. Hay que decir de una vez, que el hoyito de aquella argolla era como la cabeza de un alfiler y grandes caballeros la habían intentado ganar sin éxito.

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Los hermanos envidiosos decidieron hacer la prueba. Tomaron a José como su criado y lo pusieron a bañar y a adornar los caballos. Al día siguiente, los hermanos Juan y Carlos montaron sus caballos, y ordenaron:

le

  —Cuando regresemos, queremos de almuerzo chuletas y papas fritas, bien doraditas.   —¿No podría ir a espiar la carrera yo, hermanitos?   —¡No! -le ordenaroncarcajeándose, partieron.

41

y,

José estaba tan triste que no tenía ganas de nada. En eso se acordó de su amigo, el caballito de siete colores, y lo llamó. Al instante aquél acudió:   —¿En qué   –le preguntó.

puedo

servirte?

  —Quiero participar contigo en la carrera de cintas y ganar la argolla, para casarme con la princesa -le contestó José.   —Con mucho gusto el caballito, y salieron rumbo al palacio.

-le

Ya todos los caballeros habían pasado, sin llevarse 42

dijo

la argolla de la princesa. En eso, el anunciador dijo:   —¡Que

pase

el

último!

Y la gente enmudeció al ver pasar al caballito de siete colores con cascos de plata, montura de terciopelo y un jinete vestido de oro y seda que se llevó la argolla, dejando en el ambiente un aroma exquisito.   —¡Ése es mi yerno! -gritó el rey desde el palco real, y la princesa se ruborizó. Minutos después, José se presentó al palacio con la argolla; y al día siguiente, 43

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