Cual Es La Diferencia Sustancial Entre La Ética y La Moral

September 6, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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1. ¿Cual es la diferencia sustancial entre la ética y la moral? Explica De acuerdo al autor de la lectura, “Ética” y “moral” son términos etimológicamente iguales. La traducción nos ha hace ce pensar en la difere diferencia ncia de estos dos térmi términos nos la ética y la moral. Si retomamos los términos con los que veníamos comentando la ambivale ambi valencia ncia en la util utilizac ización ión del voca vocablo, blo, pod podríamo ríamoss menc menciona ionarr que la ética apareció como una meditación (una concepción) sobre la mejor forma de vivir o del más conveniente sistema de prácticas (la forma de vida). Sin embargo, antecedente de ello, conviene que terminemos el comentario sobre la interacción entre los términos «ética» y «moral». Dijimos que hablamos de términos etimológicamente iguales, referidos los dos a la raíz griega «ethos», y que aquello explica la complejidad o hasta la artificialidad de su diferenciación, inclusive en el presente. «Moral», se cuenta ahí, significa el sistema de valores inmane inm anente nte a un una a cie cierta rta sociedad sociedad,, en lo que «étic «ética» a» pod podría ría ser ser más bien la meditación filosófica sobre el sentido de dichas reglas morales. Según ello, moral podrían ser las reglas concretas que rigen el comportamiento de los miembros de un conjunto; ética, sin embargo, podría ser el punto de vista analítica que se adopta para analizar los alcances o para aprender la naturaleza del fenómeno moral. Empero él sugiere hacerla pues estima que podría ser una convención razonable distinguir entre 2 modelos globales de comprensión de la ética: ese que se asocia con la forma de pensar de Kant y de la filosofía actualizada, para el que indica reservar el nombre de «moral» («moralidad»), («moralidad»), y ese que se asocia con la forma de pensar de Aristóteles y de la filosofía vieja, para el que recomienda ocupar el nombre de «ética» («eticidad»). «ética» o «eticidad» no tiene relación con la meditación filosófica sino, en todo caso, al sistema de valores inmanente a una sociedad, o sea, a eso que en la mencionada mencionad a excepción se entiende por «moral». Mas ganaremos si, empleándolos indi indist stin inta tame ment nte, e, no noss ocup ocupam amos os de desp spué uéss de dist distin ingu guir ir,, en su inte interi rior or,, los los inconvenientes y los puntos que convenga, entre los cuales se hallara, de hecho, la ex exce cepc pció ión n en entr tre e lo loss as asun unto toss re rela latitivo voss a la inma inmane nenc ncia ia de los los valo valore ress comunitarios y esos relativos a la meditación filosófica sobre su sentido más general.

2.¿En que consiste el paradigma del bien comun? Explica

La naturalidad con la que Aristóteles sostiene en su Ética a Nicómaco que toda la gente concordamos en tener en cuenta a la felicidad como el objetivo último de la vida, podría sorprendernos si no fuese ya que, pese a los siglos transcurridos, además nosotros mismos suscribiríamos seguramente dicha tesis. Para zanjar  dicha discrepancia, y para determinar el sentido de la felicidad, lo cual recomienda  Aristóteles es examinar las pretensiones pretensiones que los seres vivos asociamos asociamos a nuestras propias ocupaciones diarias y descifrar el ideal de vida que se expresa mediante ellas. Ello explica que las éticas sustancialistas comprendan, generalmente, un grupo amplio de preceptos y de ritos, unidos justamente a los diferentes métodos y prácticas en los cuales se hace ellaideal de vida comunitario: la vida el ejercicio profesional, la economía, actividad política, la interacción confamiliar, los otros,

 

y de esta forma sucesivamente, puesto que para todos dichos métodos existe un perfil específico de cumplimiento de la excelencia moral. Aun cuando la utilización de este término es hoy bastante inexacta y puede referirse a una diversidad de puntos de la valoración moral, lo cual originariamente designa es claramente el grupo de conductas ejemplares específicas, esos perfiles de excelencia moral relativos al ideal de vida de una sociedad, sin embargo estilizados a modo de un catál cat álogo ogo de con concep ceptos tos no norma rmativ tivos. os. Mic Michae haell Wal Walzer zer tie tiene ne rel relac ación ión con est esta a iniciativa, con su común talento retórico, cuestionando el fin de la alegoría de la cueva iniciativa por Platón: en vez de continuar al prisionero que se libera de las cadenas para entrar a una perspectiva del sol (a una comprensión de la realidad de la vida), la ética debe construirse, en su crítica, en el centro de la cueva, y en solidaridad con las creencias compartidas por todos los prisioneros, puesto que ellas conforman el exclusivo nosotros mismos en el cual podamos encontrar las pautas de la acción y el sentido de la cosas. La Ética del bien común es concebida y formulada desde la perspectiva de la primera persona. El punto de vista de la primera persona representa, representa, naturalmente, una un a vi virt rtud ud y un ri ries esgo go a la ve vez, z, co como mo ob obse serv rvar arem emos os lu lueg ego: o: el ella la po posi sibi bililita ta cohesionar a los relacionados alrededor de un ideal común, comprometiendo sus sentim sen timie iento ntoss de inc incorp orpora oració ción, n, emp empero ero el ella la pue puede de tra traer er con consig sigo o po porr ig igual ual el confinamiento confinamien to de la sociedad o la tentación del fundamentalismo. fundamentalismo. El ideal moral se encuentra (es descubierto) en el sentido en que, precediéndonos y poseyendo una autoridad indiscutible, nosotros mismos sencillamente lo hallamos o lo acogemos; una ejemplificación ejemplificación de eso es claramente Moisés, quien acude al Cerro del Sinaí a recibir de manos de Dios las Tablas de la Ley, y las transmite después al poblado.

La idea central que congrega a los defensores de un modelo ético como éste es, decíamos, que, para ellos, el patrón de referencias normativas de la conducta personal y social debería ser el respeto y el cultivo del sistema de valores de la propia comunidad. Se le llama un bien común, en alusión a la denominación tradicional entre los griegos, porque con ella se designa un modelo de forma de vida que es considerado ejemplar por la entera comunidad, y con el cual sus miembros se identifican de manera explícita o implícita. Se trata de un conjunto de creencias morales compartidas, mantenidas por la tradición, transmitidas por la educación, subyacentes a la vida social y al orden legal, y permanentemente vivificadas por rituales de reconocimiento y celebración. Se le llama también el Paradigma de la felicidad porque se quiere así rendir tributo a Aristóteles, autor  que constituye una de las fuentes filosóficas principales de esta concepción ética, quien sostuviera sostuviera en sus libros qu que e el fin último de la vida, al que todo todoss siempre aspiramos, es precisamente la felicidad (la eudaimonia). La naturalidad con la que Aristóteles sostiene en su Ética a Nicómaco que todas las personas concordamos en considerar a la felicidad como la finalidad última de la vida vida,, po podr dría ía sorp sorpre rend nder erno noss si no fues fuese e po porq rque ue,, a pe pesa sarr de los los si sigl glos os transc tra nscurr urrid idos, os, tam tambi bién én nos nosotr otros os sus suscri cribir biríam íamos os seg segura urame mente nte esa esa tes tesis is9. 9. El problema, claro está, reside en que, tanto en tiempos de Aristóteles como en los nuestros, no le atribuimos el mismo sentido a la palabra «felicidad» ni asociamos con ella una misma manera de vivir. Pero el que estemos ya todos de acuerdo en identificar verbalmente la meta final de nuestros empeños, no es una cosa de

 

importancia menor. La discrepancia sobre su definición hace precisamente de la felicidad el tema principal de la ética. Para zanjar esa discrepanci discrepancia, a, y para precisar  el sentido de la felicidad, lo que propone Aristóteles es analizar las aspiraciones que los seres humanos asociamos a nuestras acciones cotidianas y descifrar el ideal de vida que se expresa por medio de ellas. Buscamos todos, al parecer, la forma de vida más plena posible, en donde plena quiere decir: aquella que realiza el bien más preciado (el sumo bien) o la última razón de ser (el fin supremo) de nu nues estr tra a exis existe tenc ncia ia.. Y el fifin n su supr prem emo, o, o el sumo sumo bien bien,, cons consis iste te en real realiz izar  ar  pe perm rman anen ente teme ment nte e lo loss id idea eale less de exce excele lenc ncia ia que que la prop propia ia comu comuni nida dad d ha estab est ablec lecido ido pa para ra el des desem empeñ peño o de tod todas as nue nuestr stras as act activ ivida idades des,, inc incluy luyen endo do la activi act ivida dad d com comuni unitar taria ia po porr exc excel elen encia cia,, que es la act activi ividad dad pol políti ítica. ca. La fam famosa osa sentencia de Aristóteles, según la cual «el hombre es un animal político», quiere decir, en efecto, que el hombre solo se realizará plenamente (solo alcanzará la felicidad), si vive solidariamente con los otros los valores que los congregan y si contribuye activamente a instaurar y mantener un orden institucional que los preserve. La ética de Aristóteles es un ejemplo particularmente ilustrativo de este paradigma porque nos ofrece una elaboración teórica muy acabada, pero ella es solo uno entre ent re muc mucho hoss cas casos os de au autor tores, es, o de soc socie iedad dades, es, que con conci ciben ben exp explilicit cita a o implícitamente la vida moral en torno al ideal del respeto y el cultivo del sistema de valores comunidad. Por vincularse la ética, en todos estos casos, a la forma concretadeenlaque la comunidad organiza sus relaciones o modela sus costumbres, suele decirse que uno de los rasgos distintivos del Paradigma es el sustancialismo. También de origen griego, el término alude a la consistencia, la materialidad y la uniformidad del ethos que sirve de punto de referencia para la articulación de la conce con cepci pción ón éti ética. ca. Est Este e ras rasgo go se com compre prend nderá erá mej mejor or cua cuand ndo o lo con contra traste stemos mos enseguida con el que caracteriza al Paradigma de la autonomía, a saber, con el formalismo. Se dice, en todo caso, que una ética es sustancialista cuando define la mejor manera de vivir en relación con el tramado específico de costumbres e instit ins tituci ucion ones es pro propio pio de la com comun unida idad d en cue cuesti stión ón.. El Ello lo exp explic lica a que las las éticas éticas sustancialistas comprendan, por lo general, un conjunto vasto de preceptos y de ritos, ligados precisamente a los diferentes modos y prácticas en los que se realiza el ideal de vida comunitario: la vida familiar, el ejercicio profesional, la economía, la actividad política, la relación con los demás, y así sucesivamente, pues para cada uno de estos modos existe un perfil específico de cumplimiento de la excelencia moral. Ha llegado el momento de explicar por qué es este el contexto al que pertenece, en sentido estricto, el lenguaje sobre los «valores». Aunque el uso de este término es hoy muy impreciso y puede referirse a una variedad de aspectos de la valoración moral, lo que originariamente designa es precisamente el conjunto de conductas ejemplares concretas, aquellos perfiles de excelencia moral relativos al ideal de vida de una comunidad, pero estilizados en forma de un catálogo de conceptos normativos. La valentía, la honestidad, la generosidad son «valores», en el se sent ntid ido o en qu que e expr expres esan an id idea eale less de cond conduc ucta ta reco recono noci cido doss por por nues nuestr tra a comu comuni nida dad, d, a lo loss que que as asoc ocia iamo moss si situ tuac acio ione ness y modo modoss espe especí cífifico coss de comportamiento. El lenguaje sobre los valores solo cobra sentido, en realidad, cuando lo remitimos al sistema normativo de una comunidad. Quien se refiere a una «crisis de valores», está dando a entender justamente que se han puesto en cuesti cue stión ón los par parám ámetr etros os nor norma mativ tivos os tra tradic dicio ional nales, es, aquel aquellos los que sos sosten tenían ían la

 

 jerarquía de las conductas en la sociedad. Y quien aboga a favor de una «educación «educació n en valores», se está imaginando que los niños deben aprender a hacer  suyos los ideales de conducta que la comunidad considera como sus pautas tradicionales tradicional es de orientación orientación..  A todo sistema de valores, como el que caracteriza al Paradigma de la ética del bien común, le corresponde un sistema de virtudes. Las virtudes representan el lado subjetivo de la existencia de los valores. Con esto se quiere decir que, dada la naturaleza losindividuos valores, es dado queneutralidad son conductas ideales específicas, de parte dedelos nodecir, puede haber ni, tampoco, liberalidad frente a ellos, sino, muy por el contrario, el mayor compromiso posible. De los individuos se espera una actitud de adhesión, de respaldo con convicción, de asimil asi milaci ación ón com compro promet metid ida a de es esos os valor valores es hasta hasta con conver vertir tirlo loss en ras rasgo goss del del carácter o de la personalidad. Y eso es precisamente lo que son las virtudes: hábitos hábi tos de comporta comportamien miento to amol amoldad dados os al perf perfilil estab estableci lecido do por el siste sistema ma de valores. En la actualidad, a diferencia de lo que ocurre con el uso del término «valo «va lores res», », pa parec rece e hab haber er muc mucha ha me menos nos fam famililiar iarid idad ad con el uso del del tér térmi mino no «virtudes», pero es solo una cuestión de palabras. Lo que se suele exigir a través de las numerosas campañas a favor de los valores es que las personas los hagan suyos y los incorporen a su modo habitual de conducirse en la vida, es decir, que adopten ante ellos la misma actitud personal y comprometida que se ha asociado tradicionalmente tradicional mente al concepto de virtud. Otro rasgo constitutivo de esta forma de concebir la ética es que en ella se involu inv olucra cran n pl plena enamen mente te lo loss sen sentim timie iento ntoss y las las emo emocio ciones nes.. Ya en el ejemp ejemplo lo inicialmente citado de la Ilíada, podemos apreciar que los juicios morales que expres exp resan an la con conci cienc encia ia de la desme desmesu sura ra son tod todos os jui juicio cioss emo emocio cional nales es que manifiestan un sentimiento de indignación: la impiedad de Aquiles, el pedido de compasión de Príamo, la solidaridad de los dioses, el arrepentimiento tardío del propio héroe. La mejor manera de vivir no es excluir las emociones de nuestra conducta, sino expresarlas claramente, pero en su justa medida. Dice por eso  Aristóteles que las virtudes son un modo inteligen inteligente, te, mesurado, de procesar las emociones10. Quien actúa moralmente, lo hace comprometiendo sus afectos y adhiriéndose a los valores con el empeño de su entera personalidad. Si al observar  una imagen de un campesino maltratado por la violencia, o al ver una filmación de un acto de corrupción, reaccionamos casi instintivamente con sentimientos de compasión o de indignación, es precisamente porque nuestra sensibilidad moral ha sido educada durante años en el respeto de los valores. Por las razones expuestas, puede decirse igualmente, en términos metafóricos, que la Ética del bien común es concebida y formulada desde la perspectiva de la primera persona11, de la primera persona en plural. Que el bien, el ideal moral de vida, sea común, significa justamente que es considerado por sus adherentes como el ideal de un nosotros. Nosotros los cristianos, nosotros los atenienses, nosotros los peruanos. Es la perspectiva del participante en la interacción, que emite sus juicios de valor sobre la base de las creencias compartidas en su comunidad. Michael Walzer se refiere a esta idea, con su habitual ingenio retórico, cuestionando la intención de la alegoría de la caverna propuesta por Platón: en lugar de seguir al prisionero que se libera de las cadenas para acceder a una visión del sol (a una comprensión de la verdad de la vida), la ética debería construirse, en su opinión, en el interior de la caverna, y en solidaridad con las creencias compartidas por todos los prisioneros, pues ellas constituyen el único

 

nosotros en el que podamos hallar las pautas de la acción y el sentido de la cosas12. La perspectiva de la primera persona representa, naturalmente, una ve vent ntaj aja a y un pe peliligr gro o a la ve vez, z, co como mo ve vere remo moss a cont contin inua uaci ción ón:: ella ella perm permitite e cohesionar a los involucrados en torno a un ideal común, comprometiendo sus sentimientos de adhesión, pero ella puede traer consigo igualmente el aislamiento de la comunidad o la tentación del fundamental fundamentalismo. ismo. Dado que el nosotros es, por naturaleza, relativo siempre a la comunidad que lo enuncia, y dado que existen muchas una comunidad comunidades estipo enunciantes, es preciso concluir  que en este Paradigma se expresa ética de contextualista. Recibe este nombre la concepción moral que se origina en un determinado ethos, y que reclama validez en su interior, en función de los valores compartidos. Pero como el ethos, la cosmovisión valorativa, puede ser de muy diversa naturaleza —puede tratarse de una nación, de una etnia, de una religión; puede estar territorialmente delimi del imitad tada a o exp expand andirs irse e sin fro fronte nteras ras—, —, par parece ece má máss ade adecua cuado do den denomi ominar narla la contextual o contextualista. Ello significa que el Paradigma plantea la cuestión moral, tanto en lo que respecta a su origen como a su área de influencia, siempre en vinculación con el contexto en el que se inscribe. Por cierto, la contextualidad de la ética no tiene por qué implicar una relativización de sus expectativas de universalización; al respecto, algunas concepciones son efectivamente expansivas, mientras que otras son herméticas o excluyentes. Del contextualismo hay muchas va vari rian ante tes, s, co como mo es fáci fácill de su supo pone ner, r, pe pero ro en todo todoss los los caso casoss se trat trata a de concepciones que cuestionan la posibilidad de desligarse de los contextos para plantear las cuestiones morales. Si nos preguntáramos, en fin, cuál es la fuente última de legitimación de este Paradigma, es decir, por qué debiera considerarse vinculan vinculante te el sistema de valores que proclama, habría que decir que ello reside en el propio ethos de la comunidad comunidad.. Esta cuestión es conocida en la ética como el problema de la fundamentación de las norma normass o de su ju justi stific ficaci ación ón epist epistemo emoló lógic gica. a. Es una una cue cuesti stión ón de pri primer mera a importan impo rtancia, cia, pues tien tiene e cons consecue ecuencia nciass dire directas ctas sobre el modo de conc concebir ebir la validez del bien común, así como sobre el modo de entender la libertad del individuo, pero es también una cuestión de difícil solución. La forma en que este Paradigma la aborda muestra cierta circularidad, ya que la validez del ideal moral es hecha reposar sobre el ideal moral mismo, pero lo hace con la certeza de que no hay otra posibilidad más convincente de resolver dicha cuestión. Para ilustrar  esta manera de proceder, Michael Walzer se vale de dos metáforas, y de dos figuras, que son interesantes e ilustrativas13. La primera es la metáfora del «descubrimiento», a la que le corresponde la figura de Moisés. El ideal moral se descubre (es descubierto) en el sentido en que, precediéndonos y poseyendo una autori aut orida dad d ind indisc iscuti utible ble,, nos nosotr otros os sim simpl pleme emente nte lo hal halla lamos mos o lo aco acoge gemos mos;; un ejemplo de ello es precisamente Moisés, quien acude al Monte del Sinaí a recibir  de manos de Dios las Tablas de la Ley, y las transmite luego al pueblo. La segunda metáfora es la de la «interpretaci «interpretación», ón», a la que le corresponde la figura del profeta. El ideal moral, en este caso, se interpreta en el sentido en que, siempre precediéndonos, es materia de continua revisión y critica; el profeta es, en efecto, un líder religioso perteneciente a la comunidad de valores, pero es también un crítico social que apela a la conciencia de sus miembros para actualizar valores tradicionales tradicional es que están siendo descuida descuidados dos por la comunida comunidad. d. Con ayuda de estas metáforas de Walzer podremos seguramente entender mejor el sentido de la circularidad en la fundamentación del Paradigma.

 

Todos los rasgos que hemos venido enunciando hasta aquí, aun someramente, nos permiten hacernos una idea de la naturaleza y los alcances del Paradigma de la ética del bien común. Hemos visto, en primer lugar, por qué al ideal del respeto y el cultivo del sistema de valores de la comunidad se le da el nombre de bien común o de felicidad, y hemos comentado brevemente el modo en que Aristóteles concibe la aspiración a una vida buena. Enumeramos luego algunos rasgos que son const constitu itutiv tivos os del del Par Parad adigm igma: a: el sus sustan tancia cialis lismo mo,, la exi existe stenc ncia ia en el de un sistema de valores, la correspondiente exigencia de un sistema de virtudes, el involu inv olucra cramie miento nto de las emo emoci cione ones, s, la per perspe specti ctiva va de la pri prime mera ra perso persona, na, el contextualismo y la referencia al ethos como criterio último de fundamentación. El resultado es un cuadro coherente en el que vemos diseñado un ideal de consenso moral centrado en la vivificación de la tradición valorativa de la comunidad. Quizás podría pod ría por el ello lo car caract acteri erizar zarse se gl globa obalme lmente nte a esta esta vis visió ión n com como o un con consen senso so nostálgico14. Nos toc Nos toca a aho ahora ra pas pasar ar a exp expone onerr el si sigui guient ente e par parad adigm igma, a, aqu aquel el que hemos hemos vinculado a la segunda respuesta a la pregunta por la mejor manera de vivir. Para facilitar la comprensión de este nuevo modelo, y para percibir más claramente sus relaciones con el primero, vamos a utilizar correlativame correlativamente nte la misma secuencia de rasgos que hemos empleado en la caracterización del caso anterior.

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