CRÓNICA POLICIAL DEL PERIODISTA DETECTIVE
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Descripción: crónica policial Sergio González Rodríguez en 2666 de Bolaño 2666, Isabel Arvide periodista y autora de Mue...
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DE “LAS NOT(ICI)AS ROJAS” DE LA INQUISICIÓN
ACTUAL
AL
GÉNERO
ROJO
FUENTES BOLAÑO IBARGÜENGOITIA: LES ENFANTS TERRIBLES ET SUS APOCRIFOS[1] IV La crónica policial del periodista-detective: “Sergio González Rodríguez” A Juaritos Raúl Matute En julio no hubo ninguna muerta. En agosto tampoco. Por aquellos días el periódico La Razón, del DF, envió a Sergio González a hacer un reportaje sobre el Penitente...se acababa de divorciar y necesitaba ganar dinero como fuera. Normalmente no hubiera aceptado el encargo, pues él no era un periodista de crónica policial sino de las páginas de cultura. Hacía reseñas de libros de filosofía, que por otra parte nadie leía, ni los libros ni sus reseñas, y de vez en cuando escribía sobre música y sobre exposiciones de pintura...Así que en julio de 1993...viajó en avión hasta Hermosillo y de allí en autobús a Santa Teresa...supo que...además del famoso Penitente, se cometían crímenes contra mujeres, la mayoría de los cuales quedaban sin aclarar...Al día siguiente...Sergio González....tomó el avión hasta el DF. Dos días después le entregó al director de la revista dominical la crónica sobre el Penitente y acto seguido se olvidó de todo el asunto. Roberto Bolaño Cuando salió a la luz pública Los detectives salvajes (1998), obra acreedora del Premio Herralde de Novela y un año después del Rómulo Gallegos, Sergio González Rodríguez, quien desde 1993 es consejero editorial del periódico mexicano
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Reforma, intentó borrarla del mapamundi lector azteca con una de sus reseñas de página cultural. La cita de arriba extraída del texto 2666 -capítulo IV “La parte de los crímenes”- y que ha sido tan aclamado a nivel mundial por sabedores/as del nada exiguo talento de letras latinoamericanas, pareciera ser una respuesta a aquellos juicios ampulosos que el periodista cultural defeño, aún desconocido para un gran porcentaje de mexicanos/as interesados/as en leer no sólo “los titulares” de periódicos, le hiciera a la obra que sigue ocupando los primeros lugares de investigación en universidades dentro y fuera de México: El Premio Herralde se explica en parte por el gusto actual en España por los relatos de costumbrismo retro o rescate de la memoria. O por la tendencia a la sobre paginación de los libros y el éxito comercial del pintoresquismo localista y divertido.[...] ...[...]Mediante los recursos de la parodia y el pastiche –ni modo: lo postmoderno se impone aún-, el narrador moldea el no-suspenso de la novela, porque ésta se funda en la falsa intriga hacia un desenlace condenado de antemano al fracaso...el camino de Los detectives salvajes se construye con un avasallador acopio de ingenio y reiteraciones que terminan por desbalancear la novela, y la lleva al tránsito del entusiasmo al sopor que nace ante la verborrea ajena. Lo bueno –o lo malo- está en que sólo permanece en el lector el brillo de párrafos, episodios, ocurrencias magníficas. De hecho, la primera parte, “Mexicanos perdidos en México (1975)”, vale toda la novela. Ni modo: esto se llama muerte por desmesura. Sin embargo, en el capítulo cuatro de 2666, relacionado con los asesinatos de niñas, adolescentes y mujeres del lugar ficticio Santa Teresa, abundan las descripciones violentas, formato médico legista, que el narrador chileno imaginó con maestría a partir de las averiguaciones y artículos del reportero de “las páginas de cultura” del DF. Décadas atrás Carlos Fuentes había exteriorizado en un tono irónico que le gustaba mucho "desayunar[a sus] críticos...como si fueran pollos" y después arrojar "los huesos", porque igual que éstos, "Ellos no han sobrevivido, [pero]yo sí". Antes de que empezara el siglo XXI, González había publicado una especie de alegato contra este narrador latinoamericano también muy leído y estudiado por universitarios/as en diferentes partes del mundo, y que al paso del tiempo se ha consagrado con varias de sus obras; sirvan de ejemplos La muerte de Artemio Cruz, La frontera de cristal, La región más transparente, Gringo viejo y por supuesto La cabeza de la hidra. En contraste a ello, el periodista cultural defeño no ha logrado llamar la atención de lectores con sus subsiguientes libros como sucedió con su
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escandalosa “crónica del crimen” –que se promocionó en varios medios, sobre todo las partes- acerca de los júniors asesinos, “las muertas de Juárez”, las orgías de narcotraficantes poderosos y los videos snuff;[2] temas de investigación que según González lo pusieron en peligro por más de seis años. En el norte y otros puntos cardinales de México los/las periodistas que arriesgan a diario su vida con noticias peligrosas no necesitan de artilugios publicitarios en los medios. El protagonista de Complot mongol(1969), un asesino a sueldo y agente judicial posrevolucionario, haciendo alusión al proceder de los hombres de ese tiempo en el país, suelta a quemarropa una frase que sigue vigente en los discursos masculinistas: “antes se necesitaban huevos y ora se necesita título”. La “crónica del crimen” gonzaliana –habría dicho Fuentes sin pelos en la lengua-, exhibe desde la portada elementos característicos del género rojo mexicano[3] como el títitulo y la imagen de un hombre sin camisa de espaldas al lector y que sujeta en su cinto una enorme hacha; y en la contraporta de la edición se encuentran las usuales elucubraciones mercadotécnicas de que nada de lo contado es "especulativo" ni "ficticio”. De esta manera el periodista cultural del DF se suma a la extensa lista de imitadores de los estilos sangientos conocidos en México de: El Güero Téllez, de la popular revista Alarma!, del bestseller con más de cien mil copias vendidas[4] Lo negro del Negro Durazo que escribió un agente pistolero del corrupto Jefe de la Dirección de Policía y Tránsito del sexenio lópezportillista; de las recreaciones periodísticas de antiguos casos de nota roja de Brocca y Miriam Laurini publicadas a principios de los noventa; y en especial del estilo de Muerte en Juárez(1996) de Isabel Arvide a quien el propio editor cultural del DF la considera "una reportera influyente en altos círculos de poder en México".[5] Bolaño habrá aprovechado esto último para crear en “La parte de los crímenes” los dobles de Isabel Arvide/”Azucena Esquivel Plata” y Sergio González Rodríguez/”Sergio González Rodríguez” que más adelante se presentan. Por otro lado, la crónica del crimen gonzaliana tiene un gran parecido con los trabajos que el narradorperiodista tijuanense Federico Campbell escribió sobre Sciascia, y se queda en meros intentos de igualar las investigaciones relacionadas con el narcotráfico de los años setenta, ochenta y principios de los noventa que autores/as mexicanos habían publicado. Con tales imitaciones y demás aproximaciones al conocido y diverso género rojo azteca, Huesos en el Desierto(2002) dista incluso de los estilos narrativos aparentemente facilones de La cabeza de la hidra,
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Los detectives salvajes y Las muertas, entre otras obras latinoamericanas que siguen acaparado la atención de cientos de lectores/as a nivel nacional e internacional. Y mientras los empresarios editores de la crónica del crimen gonzaliana se dieron la tarea de divulgar las usuales elucubraciones mercadotécnicas en su contraportada, Monsiváis y la mayoría de los/las habitantes de México saben de sobra que no es fácil "conseguir información confiable" en un país donde la corrupción e impunidad predominan en las altas esferas del Estado; situación difundida más allá de las fronteras mexicanas y que pone en entredicho los datos oficiales citados por González Rodríguez a lo largo de HD, a lo cual habría que añadir la posibilidad de los métodos de infiltración periodística usados para manipular y tergiversar datos que satisfaga los intereses de un determinado grupo de poder informativo, político u otro. De hecho, los mismos directivos empresarios del periódico Reforma tienen una edición parecida a la revista Alarma! y no permiten el libre acceso a su página WEB,[6] caso diametralmente opuesto a los directores/a de los conocidos medios impresos mexicanos La Jornada, El Universal y El Diario de Ciudad Juárez que de manera estratégica se han puesto a dialogar de tú por tú en el competitivo mercado de la noticia mundial, pues actualmente numerosos blogs o bitácoras están desplazando las estructuras informativas establecidas. Ahora bien, en el primer capítulo de HD se lee que los crímenes contra mujeres de Ciudad Juárez son similares a los de las Poquianchis quienes por diez años acabaron con las vidas de 80 mujeres. El periodista cultural del DF asegura haber tomado la información de Los mil y un velorios. Crónica de la nota roja(1994) en la cual se mencionan otros casos mexicanos que tuvieron una prolongada difusión en medios masivos. Acto seguido el defeño relaciona los supuestos crímenes de las hermanas González con los del mexicano Gregorio Goyo Cárdenas alias El estrangulador de Tacuba[7] y con los del ruso Andréi Chikatilo quien asesinó a “52 niños y jovencitas". Para el periodista cultural de Reforma los tres hechos son iguales al típico serial killer de filmes y programas televisivos estadounidenses destinados a subir los niveles de audiencia, pasando por alto las “diferencias de género” y que “las” hermanas González alias las Poquianchis, según lo divulgado en los escandalosos medios informativos del país, entre ellos Alarma!, habían asesinado a algunas jóvenes sin recursos prostituidas en sus burdeles por más de doce años. Pero hasta el día de hoy no se ha podido comprobar el número exacto de las mujeres que fueron asesinadas o determinar las causas de sus muertes, contradiciéndose con
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ello lo ventilado en los medios de comunicación del género rojo de aquél 1964 cuando autoridades del Estado de Guanajuato aprehendieron a las Poquianchis. En Las muertas(1977) del celebrado guanajuatense Jorge Ibargüengoitia se sugiere que algunas murieron de forma accidental o por estar enfermas. Tampoco podría dejarse a un lado que los delitos/crímenes imputados a “las” tres hermanas González no hubieran sido posibles sin la ayuda de “los” funcionarios públicos, policías, empleados y “los” amantes de una de ellas, lo que problematizaría las definiciones del “asesino en serie” de Earl James y de Robert K. Ressler citadas en HD. Para el primer investigador estadounidense, “el” multihomicida: "mata a más de una víctima en un periodo dado de tiempo, con un lapso entre los asesinatos para enfriar lo acontecido...El...FBI requiere del asesinato de tres víctimas en un periodo de tiempo...". El segundo asegura que: "El asesino en serie mata por matar, no suele tener un móvil en particular". El término de serial killer también lleva a preguntar si coincide con el modus operandi de los llamados antiguamente pistoleros (en Complot mongol la historia gira en torno de uno de ellos que define su oficio en el lenguaje de los hombres con “huevos”: “Aquí está su fabricante de pinches muertos en serie”), ahora asesinos a sueldo o sicarios que en México ejecutan a personas en público/privado por órdenes de poderosos(narcos), porque varios cadáveres que dejan en las calles de las ciudades aztecas llevan lo que podría ser acaso "la firma" del o los serial killers? –a diferencia de aquéllos, los “asesinos en serie” de Estados Unidos no cobran, sólo “matan por matar”. Además, muchos de los ultimados en México no son conocidos para los ejecutores directos pero sí para los jefes de los sicarios. En tales actos sangrientos, ¿deberían interpretarse exclusivamente las quizá firmas de los jefes de los pistoleros encontradas en la boca y los ojos tapados con gruesas cintas adhesivas industriales, así como en pies y manos amarradas con el mismo material de los cadáveres “tirados” en las calles de México. Y en el caso de “las” del “género femenino” (las hermanas Poquianchis) que hipotéticamente asesinaron a más de una “prostituta” conocida en sus burdeles, qué término debería usarse y si tendrían firmas seriales iguales a las de los serial killers de Primer Mundo? Antes de que en Estados Unidos se le adjudicara a Ressler la sesuda creación del término serial killer, en el país azteca ya circulaba el nativo “fabricante de pinches muertos en serie”[y en serio]. Otro suceso que origina preguntas parecidas en relación al llamado serial killer estadounidense en el país azteca es
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el de los narcosatánicos del estado de Tamaulipas. Se difundió en los medios de comunicación mexicanos que el jefe era el santero cubano Adolfo de Jesús Constanzo ejecutado el día de su detención en 1989, y su brazo derecho era la mexicana Sara Aldrete a quien, de acuerdo a información sacada a la luz pública, no se le ha comprobado la responsabilidad de los trece crímenes, de entre los cuales estaban narcotraficantes de bajo rango, expolicías federales y un joven estadounidense. Al haber muerto el jefe Constanzo, se le adjudicaron los delitos a la trangresora de la ley y las buenas costumbres por ende mujer: Sara Aldrete. Los influyentes policías cómplices del santero nunca fueron aprehendidos. En respuesta a las imputaciones judiciales y de medios de comunicación, la tamaulipeca animada por su maestra la escritora mexicana Josefina Estrada, quien estuvo a cargo de talleres literarios para las reclusas del Preventivo Femenil Oriente, da su versión de los hechos y de nuevo se declara inocente en Me dicen la narcosatánica(2000). De acuerdo a la narradora Estrada, en la historia penal mexicana no ha habido un caso en el que a “asesinos” se les haya dado más de doscientos años de cárcel; al final del juicio, Sara Aldrete recibe una condena de cincuenta años. A la extensa lista de los crímenes que siguen impunes en México, en su mayoría los cometidos por hombres acaudalados e influyentes, se suman los de sacerdotes pedófilos de la Iglesia católica hasta ahora exhibida. La periodista mexicana Sanjuana Martínez des-cubre a estos asesinos de la niñez en Manto púrpura. Pederastia clerical en tiempos del cardenal Norberto Rivera Carrera(2006) y Prueba de fe. La red de cardenales y obispos en la pederastia clerical(2007). Retomando las preguntas de si los asesinos a sueldo, las Poquianchis y los narcosatánicos mexicanos reflejan una conducta análoga a la del serial killer estadounidense, se tornan aún más complicadas en el momento que el autor de HD, apoyándose en los argumentos de James, John E. Douglas y Ressler, deja fuera un análisis feminista a lo Jane Caputi y Diana Russell, pues en su crónica del crimen traduce al español una extensa definición de femicide para homologar los crímenes contra niñas, adolescentes y mujeres de Ciudad Juárez. La propia Caputi, antes de haber colaborado para la antología Femicide: The Politics of Woman Killing(1992), se refiere a “serial sex killer" en su extenso trabajo The Age of Sex Crime(1987). Sorprende que tales imprecisiones estadounidenses no se hayan cuestionado en México, donde se sigue usando de manera apresurada los hoy sabidos femicide y serial killer que, lejos de aclarar los porqués de los asesinatos contra mujeres, originan más dudas a la hora de
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situarlos frente a las diferencias más elementales de “género” y “diversidad sexual”, de religión y etnia, de nivel económico y educativo. Por su parte, Campbell llama a Ressler el "especialista en crímenes de matriz hollywoodense" y no aprueba las descripciones minuciosas de varios medios impresos que para él tienen "detalles irreproducibles", dudando incluso que "los lectores de periódicos lean completas las notas". Y de igual forma condena lo exhibido sobre los asesinatos pues le parece que: Cualquier especulación periodística o criminológica resulta, a estas alturas...ofensiva. No tiene sentido conjeturar que está en funcionamiento una macabra forma de encubrimiento, que tal vez el poder policiaco ya no puede ser controlado por el poder formal del Estado, por los presidentes municipales o los gobernadores, panistas o priístas, llegando el narrador tijuanense a la irónica conclusión de que si el Estado no cumple con su labor de proteger a la ciudadanía: Lo más prevesible es que van a cometerse más crímenes. En el libro del periodista cultural del DF se dan descripciones acerca de los asesinatos de niñas, jóvenes y mujeres que no sólo son "irreproducibles" sino impronunciables porque de nuevo -en toda la extensión de la(s) palabra(s)- se les VIOL(ENT)A. Lo mismo hizo el empresario director de la revista Metapolítica, César Cansino, cuando en el 2003 sacó un número acerca de los crímenes; la portada tenía la imagen de una joven de pelo obscuro, desnuda y de espaldas a la lente de la cámara fotográfica. González Rodríguez estuvo a cargo de esta edición que costó 150.00 pesos el ejemplar –un poco más de quince dólares estadounidenses de ese entonces. Llama la atención que los editores empresariales de HD no hayan puesto desnudo al individuo de su portada, divulgándose así otra vez los viejos y disformes discursos misóginos-machistas. Igualmente González utiliza a lo largo de su crónica del crimen los populares slogans "las muertas", "las muertas de Juárez"[8] e insiste de manera atropellada que las mujeres con y sin recursos de la ciudad vecina de El Paso, Texas están en peligro, y en el capítulo cuatro de HD no duda en asignarles a Russell y Caputi la autoría de femicide. Situación bastante confusa para el autor de HD, porque en el 2001, un año anterior al libro gonzaliano, la misma Russell aseguró que dicho término se había dado a conocer por primera vez en A Satirical View of London at the Commencement of the Nineteenth Century, y en su estudio de 1992 escribió que aquél provenía de la obra inglesa decimonónica The Confessions of an Unexecuted Femicide, añadiendo la crítica
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estadounidense que en 1974 supo, a través de una conocida de la cual no da el nombre, que la escritora Carol Orlock estaba haciendo una antología sobre femicide que a la larga no llega a publicar. Dos años después de haberse enterado de la existencia del término, Russell lo usa para testificar ante el Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres. Por otro lado, Russell inicia su antología de 1992 con una breve definición de femicide que universitarias latinoamericanas copian textualmente para explicar la “violencia de género” en sus respectivos países, y es la siguiente: "the killing of women by men because they are women". En dicho estudio Jill Radford hace ver que hay "diferentes formas" del término como "homophobic femicide or lesbicide" y “serial femicide”, lo cual es una contradicción porque ambas investigadoras prefieren el uso de femicide en lugar de homicide por derivarse éste del vocablo latino hom(man) hombre. Quizá González Rodríguez no estuvo al tanto de los argumentos feministas? de 1992, por eso asegura haber hecho en un artículo de 1997 unas anotaciones al novedoso anglicismo femicide y al mismo tiempo se refiere a “los homicidios contra mujeres”[énfasis nuestro] en México. A este punto es necesario destacar que Russell junto con Radford reclama que un gran número de feministas y no feministas de Estados Unidos, acaso de minorías, se niegan a utilizar sus términos y definiciones. Desde unas posturas universitarias de Primer Mundo, las dos críticas intentan homogenizar los discursos de raza, “diversidad sexual”, situción económica, entre otros de gran importancia para las que se oponen terminantemente al uso de femicide. Casi una década después de omisiones y desaciertos de Russell en su primer libro de crímenes contra mujeres, la autora trata de corregir en Femicide in Global Perspective(2001) lo que por descuido dejó fuera en la de 1992, y admite que la coeditora de la segunda publicación, Roberta A. Harmes, se encontró en Internet algunos artículos con el vocablo femicide. En México parece no importar mucho la falta de seriedad en investigaciones universitarias ni el uso aventurado de neologismos de Primer Mundo que aún se discuten en las mesas de investigadoras de Estados Unidos como el de femicide, gendercide, gynocide, o se rechaza homicide y después se usa homophobic femicide y lesbicide, o se recurre a serial femicides para aludir a los lethal hate crimes, o a estos últimos se les denominan serial sex killers; cuando es un hecho que en lugar de tales términos se prefiere citar en Estados Unidos el de hate crimes(crímenes de odio). Hace décadas la célebre escritora mexicana de Balún-Canán(1957) alertó a las habitantes del país azteca sobre una colonización teórica.
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De igual forma no deja de llamar la atención que en el México de los "femicidios/feminicidios" no se haya usado el conocido término uxoricidio para los casos de maridos que asesinan a sus cónyuges, y del posible mujercidio que estuvo en una de las señales de tránsito de las calles de Ciudad Juárez, presentándose en el acostumbrado tamaño la palabra ALTO y debajo de ésta, a menor escala, MUJERCIDIO. De haberse usado preferentemente en México mujercidio por su inmediatez con el idioma, en lugar de los complicados y muy contradictorios términos anglosajones expuestos arriba, quizá se habría llegado a los esperados niñacidio, jovenacidio, adolescentacidio entre otros que se sumarían a varios latinismos conocidos como filicidio e infanticidio. Las mismas traducciones al antiguo español de female que origina femicide serían quizá hembra y hembracidio, conllevando éstos en el país azteca al no menos debatible término de hembrismo. Pero en México se ha usado mucho más feminicidio y la traducción al mexicano se le atribuye a Marcela Lagarde, a pesar de que la latinoamericana Suely Souza de Almeida, entre otras, había empleado “femicidio” en su trabajo de invetigación: Femicídio. Algemas (in)visíveis do publicoprivado(1998). Los custionamientos que acarrea éste último los presenta también “feminicidio” debido a las construcciones socioculturales asignadas al género femenino y a la existente “diversidad sexual”. Ello se podría observar en lesbianas, bisexuales, transgéneros o transexuales del país azteca que no comulgan con los roles tradicionales de la esperada Mujer mexicana heterosexual. Por su parte, catedráticas y sicólogas estadounidenses llaman a una mujer violentada sexualmente rape survivor(sobreviviente de violación) y violence survivor(sobreviviente de violencia), no aceptan el uso de victimización de la mujer en los acostumbrados reportes policiacos y médicos porque refuerza algunas de las características asignadas a lo femenino: débil, indefensa, vulnerable por ende: "víctima". González Rodríguez alude a lo que él denomina "la victimología de las muertas de Juárez" y la asocia con lo escrito por John E. Douglas en Crime Classification Manual de donde toma el siguiente párrafo: suele tratarse de mujeres jóvenes con poca fuerza física, solteras, empleadas, que a menudo viven solas. Representan "víctimas de bajo riesgo", cuyo infortunio se encuentra en el hecho de que se atraviesan con el asesino cuando éste busca a quien atacar. Según los numerosos escritos acerca de los "femicidios/ "feminicidios" en Ciudad Juárez, éstos inician hasta principios de 1993. Para el periodista cultural del Reforma tampoco hubo crímenes contra mujeres antes del año
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promocionado a nivel mundial por medios masivos y ONG´s, y en caso de que se le hubiera escapado uno, deja en puntos suspensivos los ocurridos antes del 23 de enero de 1993. Asimismo, asegura en su crónica del crimen que el término fronterización es de su autoría cuando desde hace mucho tiempo se usa en Ciudad Juárez para la regularización de los automóviles estadounidenses a los que se les debe tramitar las placas de la frontera mexicana. Después de este proceso oficial los medios de transporte se vuelven de un origen indefinible: ni de Estados Unidos ni de México. Inclusive hay varios estudios publicados con el término fronterización mucho antes del año 2002. Siglos atrás el multicitado Cervantes se planteó el ser y el parecer de su época en el Quijote y de manera más breve en "La española inglesa" en la cual desde el nombre se enfatiza lo que en su momento antropólogos/as llamaron, liminalidad geográfica, política, socioeconómica, cultural. Otro claro ejemplo del ser y no ser es básicamente la situación de las judías mexicanas o las mexicanas judías que se han planteado su liminalidad en México como la crítica Margo Glantz o las narradoras Rosa Nissán y Agelina MuñizHuberman, entre otras. También están los casos de los/las árabes que llegaron al país azteca a finales del siglo XIX, según documentan estudiosos. De este grupo migrante –entre otros que han llegado a México buscando mejores oportunidades de trabajo- la empresa Televisa S.A. sigue sacando al aire películas en las cuales se tipifican sus costumbres y modos de hablar en español. Uno de los mexicanos árabes-libaneses más conocido internacionalmente es Carlos Slim Helú quien ocupa los primeros lugares en la lista de los hombres más acaudalados de Latinoamérica y que su fortuna se vincula con el narcopoder del expresidente mexicano Carlos Salinas de Gortari(1988-1994). Son muchos los artículos publicados en relación a estas y otras alianzas instaladas en las fronteras de lo “legal” e ilegal que el Poder político mexicano concede. Sin embargo, es el propio González Rodríguez el que asegura haber creado el término fronterización en base a las originales disertaciones del libro estadounidense Bordertown(1998) –un trabajo donde se muestra la típica visión chovinista de anglosajones sobre la violencia, la pobreza y las "whores" mexicanas de las ciudades fronterizas con Estados Unidos-;[9] de esta manera el periodista cultural defeño llega a la conclusión de que México está a punto de volverse un país "entre algo y la nada", una "fronterización imprevista" debido a lo que está sucediendo en el norte con el narcotráfico, las ejecuciones públicas y demás actos
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violentos. Pero desde la nada pacífica “conquista” en México, se sabe de su situación liminal, de sus brutales mestizajes o hibridismos, porque hubo más de uno, y que la droga no la comercializaban los antiguos indígenas. En los años que siguieron a la Independencia de México hubo una extensa migración de habitantes de zonas rurales hacia el centro del país que después se fue incrementando con la explosión industrial. Gente de otros países también había llegado a la ciudad capitalina en busca de mejores condiciones de vida. Con el paso del tiempo estas migraciones, fueran de judíos/as, árabes, franceses/as, españoles/as, argentinos/as e indígenas, han demostrando lo complejo que es adaptarse a otros estilos de vida. Pretender ahora que la fronterización apenas se está dando en México, sería como negar incluso que antes de la conquista las liminalidades o hibrideces más elementales nunca existieron en los diferentes grupos étnicos documentadas en las reconstrucciones antropológicas, históricas, lingüísticas y demás disciplinas al servicio de investigadores/as de México y de otros países. Por lo que el seguirse creyendo que los asuntos fronterizos se originan nada más en los lugares cercanos al Río Bravo del lado mexicano es una visión bastante naïve y centralista -o chilanga, diría el autor de Entrada libre. Para nadie es un secreto que el México del narcotráfico internacional se refortaleció desde el sexenio del otrora presidente priísta José López Portillo(1976-1982) junto a su brazo derecho, amigo de años, Arturo El Negro Durazo Moreno, jefe de la Dirección de Policía y Tránsito del Distrito Federal. En lugar de la supuesta fronterización del norte hacia el centro y demás ciudades mexicanas, sería una duracización del DF hacia varios lugares del país. Los durazos se multiplicaron a lo largo y ancho del "México lindo y querido", los bandidos-policías del autor Manuel Payno o los exmilitares-delincuentes de la revolución filmados por el director azteca Enrique Rosas en El automóvil gris(1919),[10] evidentemente habían heredado a sus adeptos más representativos -en versiones corregidas y aumentadas- el poder policiaco, por antonomasia, fronterizado. No en balde, originarios/a de Ciudad Juárez llaman a su comunidad fronteriza el DF chiquito. O grosso modo se sostiene que México se colombianizó, lo cual implicaría que la fronterización del narcotráfico y la violencia habría surgido desde territorios sudamericanos y en este caso se habría extendido hasta el centro, sur, este, oeste y norte del país azteca. Cervates sintetiza muy bien en "Rinconete y cortadillo"(1613) las formas de corrupción entre delincuentes y autoridades españolas, la renta de zona y protección para
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éstos y el jefe que los controla. Ahora casi cuatro siglos después del texto cervantino, en su versión mexicana más reciente, serían definitivamente los policías y sus "madrinas" judiciales (agentes clandestinos que en varias ocasiones actúan por su cuenta y en otras están al servicio de un policía dentro de la corporación), los asesinos a sueldo, los "guaruras" armados (guardespaldas, escoltas sin “los permisos” correspondientes) y -parafraseándose al exitoso grupo musical "Los Tigres del Norte", se encuentranlos verdaderos "jefes de jefes" de cárteles aztecas.[11] Sumado a lo anterior, González Rodríguez se refiere a la desaparición de Heidi Slauquet Armengol secuestrada el 2 de noviembre de 1995 del aeropuerto internacional de Ciudad Juárez; la información proviene de Muerte en Juárez(1996) de la controversial periodista mexicana Isabel Arvide. Conforme a una entrevista que éste le hiciera a la autora del libro a quien considera "una reportera influyente en altos círculos del poder en México", todavía no se hacía ninguna investigación sobre el caso de su amiga y que el priísta Patricio Martínez García(1998-2004), entonces gobernador del Estado de Chihuahua, no le había dado respuestas satisfactorias, por lo que termina diciendo que es cómplice de otros funcionarios estatales que menciona en su edición de 1996. De forma similar, el periodista cultural del DF se refiere a otro libro capitalino cuya información está basada en conocidos y quizá muy debatibles trabajos estadounidenses. Su autor Jorge Fernández tratando de hacerlo un Bestseller en México imita los lineamientos sensacionalistas anglosajones de autores del momento al ponerle el título de Narcotráfico y poder(1999); el contenido del libro no logra aportar nada al periodismo de investigación relacionado con el crimen organizado dentro y fuera del territorio mexicano. Ahora bien, González ha dicho que le gusta mezclar la ficción y la –supuesta- realidad. Acaso su crónica del crimen cumple con la fabricación máxima de hechos. Pues en el epílogo cuenta su golpiza y asalto en un taxi y que quisieron asesinarlo por las peligrosas calles del DF para impedirle que publicara más artículos sobre el narcotráfico y "las muertas de Juárez”. Esto le sucedió al periodista cultural del DF en un país en el que sin pedírsele permiso a nadie se ejecutan/asesinan a presidentes, a candidatos a la presidencia, a gobernadores, a funcionarios públicos de alta jerarquía, a grandes jefes de cárteles. Dos años después de haber publicado HD, su autor vuelve a contar el asalto y la golpiza que dice le dieron en la ciudad de México, a lo mejor con la finalidad de hacer más espectacular y creíble su cuento del narco en "La caja negra del comandante Minjárez",
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y casi al final de relato destaca, en base al asesinato de este oficial acusado de varios secuestros en el estado de Chihuahua, "tendríamos que presumir" porque de acuerdo a él sus artículos anteriores al 2004, algunos usados en su llamado “complot escritural”, predijeron los cambios de "la realidad y el futuro" aztecas.[12] Lo sucedido a González Rodríguez en el DF se parece al caso de uno de los personajes de El miedo a los animales(1995) que también escribe artículos contra el presidente del país, pero en este caso nadie absolutamente nadie los lee, y debido a que tenía cuentas personales pendientes lo asesinan. Algunos medios masivos aprovechando la noticia aseguraron que había sido por sus ataques al gobierno, convirtiéndolo así en un mártir. En el texto de Enrique Serna –con grandes influencias de Complot mongol- se van exhibiendo a la par uno a uno los niveles de la sabida corrupción de la policía y, la más abominable para el protagonista Evaristo, un exreportero de nota roja y agente judicial, la de las "mafias literarias” defeñas que están bajo el cobijo del Gobierno en turno. Sus miembros seudointelectuales son adictos a las drogas, criminales y/o promotores culturales de jóvenes atractivos/as que pagan con favores sexuales la publicación de un libro, becas, empleos, entre otros beneficios. En cuanto a los "hechos reales" sobre los crímenes contra niñas-adolescentes y mujeres sin recursos son difíciles de aprehender debido a las diversas contradicciones oficiales y no oficiales, al extravío de expedientes, a evidencias borradas, a la falta de credibilidad de los resultados oficiales, a la corrupción policiaca, al aludido lucro de ONG´s y de directoras de instituciones de mujeres, y a las frecuentes especulaciones de medios de comunicación masiva, entre otros actos denunciados. Por ello las diversas interpretaciones acerca de los crímenes en México tienen las inevitables y muy convenientes hipótesis. Ejemplo de esto ha sido el asesinato del candidato a la presidencia de México, el priísta Luis Donaldo Colosio quien muere durante el sexenio de Salinas de Gortari el 23 de marzo de 1994. En tal magnicidio se basó el escritor norteño Élmer Mendoza para escribir Un asesino solitario(1999). Por otro lado, no es casual que después de haberse publicado Muerte en Juárez(1996) de Isabel Arvide, Bolaño haya creado entre frecuentes descripciones(médico legista) relacionadas con los asesinatos contra niñas, adolescentes y mujeres de Juárez, a una personaje muy singular de nombre Azucena Esquivel Plata, de profesión diputada y periodista, afiliada al PRI: "La María Félix de la política mexicana, la más-más, la Dolores del Río del PRI, la Tongolele de la
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lascivia de algunos diputados...periodistas, políticos... cercanos a los sesentas". Una madrugada Azucena le llama por teléfono al periodista de cultura "Sergio González Rodríguez" para decirle que iría por él a su departamento en cuestión de minutos porque los dos tenían que hablar, y a pesar de ser tarde la obedece. Esquivel Plata lo lleva a su casa en un lujoso auto Mercedes Benz, al llegar le cuenta "sin quitarse las enormes gafas negras" lo sucedido a su muy buena amiga de la infancia Luz María Rivera, quien prefería llamarse "Kelly Rivera Parker". Le pregunta a “Sergio González” si había oído hablar de su amiga, éste le dice que no pero de ella sí. A lo que la diputada responde: "Así es este puto país". Le cuenta que Kelly tenía estilo, se había ido a vivir a Nueva York con su mamá, después regresó al DF donde trabajaba en "los circuitos del arte", luego se dedicó a organizar eventos de "moda" en el DF y más tarde fiestas en "provincias; pero que desafortunadamente no era nada ahorrativa. Le dice que de jóvenes las dos tenían dinero y disfrutaban de la vida. Luego empieza a contarle que Kelly desaparece en Santa Teresa cuando se dirigía al aeropuerto de la ciudad, horas antes había estado en el "narcorrancho" de un banquero que le lavaba dinero al "cártel de Sonora", y critica la indiferencia de las autoridades estatales y federales por la desaparición de su amiga. Enfurecida por la actitud de éstos, Azucena se dice para sí: "no saben con quien se han metido...se van a mear en los pantalones". Entonces la periodista le pide a su colega “Sergio González Rodríguez” que "escriba sobre esto", diciéndole en relación a sus publicaciones: "he leído sus artículos. Son buenos, pero a menudo golpea allí donde sólo hay aire", además la diputada priísta le asegura que: "Aquí uno publica lo que quiere sin problemas". Por eso le insiste al periodista de La Razón que empiece a hacer ruido con las investigaciones hechas hasta el momento por ella y el detective Miguel Loya, un exempleado de la Procuraduría General de la República. Éste descubre que Kelly estaba en la "prostitución de altas esferas" de 1990 a 1994. Azucena había acudido a Loya para que "la encontrara", pero durante las investigaciones, el detective muere de cáncer por lo que le pide ahora a Sergio González seguir con la búsqueda de Kelly, prometiéndole, igual que a Loya, estar pendiente de él para lo que necesitara. Según el autor de Huesos en el desierto, Bolaño le había dicho que sería uno de sus personajes en la novela que estaba escribiendo. Pero él no le creyó, pues nada más aspiraba a que su investigación periodística "se leyera como el pretexto para 2666". Contrario a esta creencia gonzaliana, nos parece que el narrador de Los detectives salvajes aniquila por
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completo a Huesos en el desierto tan sólo con "La parte de los crímenes" -téngase en cuenta que el novelista chileno quería publicaciones individuales por cada capítulo, y es su editor quien decide sacar los cinco en una sola. Para ello Bolaño se vale de un estilo narrativo aparentemente facilón – así lo creen los versados recitadores- con el que le da vida al personaje homónimo "Sergio González Rodríguez”: un periodista de páginas culturales que nadie lee, pero por necesitar dinero se vuelve periodista-detective de crónica policial[13](conforme a los periodistas de esta sección les llamaban a los de cultura "pulturales" por "putos" y éstos a los de la "nota roja" "perdedores natos"); es machista, se acuesta con "putas" jóvenes (incluso una de ellas le aclara que las asesinadas son "obreras" y no "putas"), obedece sin protestar los mandatos de la influyente diputada priísta Azucena Esquivel Plata; dice igual que sus compañeros del DF no haber oído nada ni estar interesado en escribir notas sobre las mujeres asesinadas, el que "ve por primera vez a una muerta", y al que nadie lee excepto la periodista Azucena quien trata de convencerlo para que investigue y escriba acerca de lo sucedido a su amiga Kelly:Usted ha publicado una novela dizque política en donde lo único que hace es repartir mierda sin ningún fundamento y no le pasó nada, ¿verdad? Ni se la censuraron ni lo demandaron. Fue mi primera novela, dijo Sergio, y es muy mala. ¿La leyó? La leí, dijo la diputada, he leído todo lo que ha escrito. Es muy mala, dijo Sergio, y luego dijo: aquí ni se censura ni se lee, pero la prensa es otra cosa. Los periódicos sí que se leen. Al menos los titulares. Hace tiempo Monsiváis había dicho, en relación a las frecuentes divulgaciones mentirosas de medios de comunicación, que una nota periodística debería tener por lo menos el nombre “verdadero” del autor. Aquí cabría preguntarle al doble de “Sergio González Rodríguez” si al menos Muerte en Juárez se adelantó al título de su llamado "complot escritural”...
Notas [1]En esta sección se presentan otros apartados. [2]Tuvo una segunda edición con páginas extras. No se sabe cuántos ejemplares se han vendido. [3]En la Introducción y I “Pero a todo esto, ¿cuáles muertas? se presenta el género rojo.
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[4]Eran tiempos en los que los libros y los discos/cd más vendidos(bestsellers) superaban las cifras de los cientos miles. [5]El periodista cultural González copia el estilo y pasajes de Muerte en Juárez. Esto tal vez lo tuvo presente Bolaño cuando creó los dobles de los periodistas del DF en “La parte de los crímenes”. [6]En algunos fraccionamientos de Ciudad Juárez se regala el periódico local El Norte que incluye una sección del medio impreso Reforma. Años atrás su director juarense sostuvo una pelea pública con el de El Diario de Juárez por las grandes ventas de este último, entre otras cosas. [7]De acuerdo a estudios, este asesino de cuatro mujeres se debió en gran parte a que nunca tuvo éxito con “el sexo opuesto” por ser muy feo, tener un cuerpo amorfo, huesudo, ser miope, usar un bigotito, no tener dinero y ser muy tímido. En el capítulo I: “Pero a todo esto, cuáles muertas?” se proporciona más información. [8]En el I y el III se han expuesto los usos desacertados de “las muertas” y “las muertas de Juárez”. [9]El estadounidense Barry Gifford participa en este libro y en el mismo tono sensacionalista escribe Perdita Durango (1991); en la segunda publicación se muestran las supuestas costumbres “narcosatánicas” de la gente del norte azteca. Es necesario destacar que antes de haber sido reelegido George W. Bush presidente de los Estados Unidos, se controló una información basada en estudios que arrojaban las cifras de más de 36 millones de gente viviendo en la pobreza en un país considerado económicamente poderoso. El gran porcentaje de esto/as indigentes eran de raza blanca. La violencia tampoco es exclusiva de los/las latinos/a legales e ilegales en este país. Según analistas, hay pandillas gangs de jóvenes de raza blanca y otros/as tantos/as que se prostituyen por ser adictos/as a las drogas. [10]Mucho se ha especulado sobre esta película: de si fueron reales o ficticios los personajes fusilados al final de ésta, de si existió la banda, si el automóvil que utilizaban era de color gris, si los asaltantes eran exmilitares, entre otras dudas. [11]Después de los conocidos trabajos cervantinos en donde se exhibe la corrupción y complicidades entre autoridades y delincuentes de España, en México no podían faltar las publicaciones acaso posconquistales que también exhibían la génesis de un país de policías-bandidos. Una muestra de ello son Los bandidos de Río Frío, Los plateados, El Zarco, entre otras expuestas en la Introducción.
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[12]Los reconocidos trabajos de periodistas juarenses han sido fuentes de información de muchos “investigadores” del DF y de otros lugares de México y fuera de éste. [13]En la Introducción y el I se han delineado los/las periodistas-investigadores/as(detectives) aztecas de textos “literarios” y del mismo género rojo.
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