Critica a Silvia Rivera Nueva Cronica

November 15, 2017 | Author: Luis Claros | Category: Bolivia, South America, Indigenous Peoples, Democracy, Nicaragua
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CULTURA y POLÍTICA / Publicación del Instituto PRISMA y PLURAL editores / Nº 119 / 2da. quincena de febrero 2013 / Bs 5

El “socialismo del siglo XXI” en debate

Nueva izquierda y reelecciones autocráticas La amplia mayoría electoral que reeligió a Chávez en Venezuela y a Correa en Ecuador revela algunas de las características autocráticas de los regímenes enmarcados en el llamado “socialismo del siglo xxi”. En Bolivia, Morales intentará reelegirse por segunda vez violando la disposición constitucional y legal que se lo impide. Con o sin Morales, es necesario debatir la deriva del “proceso de cambio” en lo que concierne al tratamiento de la cuestión indígena, que confronta en estas páginas a indigenistas y liberales. Artista invitado: Juan Mac Lean Estrada.

Nacionalizaciones y nacionalismos Las últimas dos nacionalizaciones ejecutadas por el gobierno boliviano no tuvieron mayor trascendencia mediática y fueron recibidas por la mayoría de la población como disposiciones administrativas rutinarias. En España, en cambio, fueron rechazadas por el gobierno de Rajoy, que llegó a amenazar con revisar las relaciones diplomáticas. Esa falta de interés ciudadano en las nacionalizaciones fue compensada con la exaltación del espíritu nacionalista a raíz de la detención en Chile de tres soldados que cruzaron la frontera –armados con un único fusil– persiguiendo a contrabandistas. La justicia chilena ha decidido enjuiciar a los tres conscriptos como si hubiesen perpetrado una invasión armada. Y el gobierno boliviano reaccionó declarando a los tres soldados “indígenas” –Evo Morales dixit– como “héroes defensores del mar”. Quedan algunas preguntas flotando en el aire: ¿no es más fácil perseguir a los contrabandistas en suelo boliviano? ¿No es esa una tarea de la policía de aduanas? ¿Es la lucha contra el contrabando una nueva estrategia “envolvente” de recuperación del mar?

Contrapuntos Franz Rafaél Barrios González: La inviabilidad absoluta de la “reelección” de Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera, 4 TIPNIS: Avance (parcial) en la lucha por los derechos ambientales colectivos en Bolivia, 5 Jose Rafael Vilar: Predicciones mediterráneas, 6-7 Juan José Tamayo: De guionista de Juan Pablo II a protagonista, 9 Leticia Sáinz: Hogar, ¿el lugar más inseguro para las mujeres?, 13

Debate Fernando Molina: Refutación a Silvia Rivera, 8-9 Marco Aurelio García: Los desafíos de los gobiernos latinoamericanos, 10-11

Atilio A. Boron: Correa, cuatro lecciones de su victoria, 11 Fernando Mires: Marco Aurelio García: un grave caso de alienación ideológica, 12-13 Luis Villoro: El contrapoder y los fundamentos de una ética política 14-15

Vecindario Luis Verdesoto: La tercera elección y segunda reelección de Correa, 16-17

Libros Alfonso Gumucio Dagron: De CZ a RB y sus alrededores, reseña de Pronuncio un nombre hueco, 18-19 Ludwig Wittgenstein: Lo que realmente importa, 20

Cosmovisiones, ciencias y saberes locales

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editorial

2da. quincena de febrero 2013

El arduo camino hasta las elecciones L

Consejo editorial: Joan Prats (†) Fernando Mayorga U. Horst Grebe López Juan Carlos Salazar Director: José Antonio Quiroga T.

Instituto PRISMA

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os principales elementos de la estrategia electoral del oficialismo ya están claramente colocados en la escena pública: abrumadora utilización de los medios de comunicación propios y ajenos para mostrar los logros grandes y pequeños de la gestión del presidente Morales; marchas y movilizaciones por cualquier tema que tenga alguna posibilidad de hacer evidente la capacidad de convocatoria del mas y sus aliados, y búsqueda sistemática de soldar la figura del Presidente con una reivindicación marítima enardecida. Aunque el presidente Morales nunca ha dejado de hacer campaña, recién en las últimas semanas se ha oficializado su intención de proponerse para la reelección, lo que ha dado lugar a varios pronunciamientos sobre la materia. Por principio de cuentas, la cuestión principal se refiere a la legalidad misma de la reelección, en vista del texto constitucional que reza a la letra: “Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán tomados en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos períodos de funciones”. El propio interesado acaba de interpretar, no obstante, que no hay impedimento legal para su reelección puesto que la entrada en vigencia de la nueva Constitución en 2009 habría iniciado una nueva era y, en consecuencia, dicho artículo transitorio ya no tendría vigencia ahora. Su conclusión sumaria sostiene que una consulta al Tribunal Constitucional estaría demás. Tal posición empieza a ser secundada también por otros personajes del oficialismo, desautorizando de esta manera la iniciativa de la consulta emprendida en la Cámara de Senadores, que de todas maneras no viene al caso porque el artículo citado sólo se puede interpretar de una manera. Para mayor abundamiento, conviene recordar que entre los acuerdos que viabilizaron la aprobación de la propuesta de nueva Constitución Política del Estado en 2008, se incluyó el compromiso de que Evo Morales no se presentaría a la reelección en 2014. Existen por tanto bases jurídicas y compromisos de honor que imposibilitan la candidatura de Evo Morales a las próximas elecciones presidenciales, a menos que se cambie la propia Cons-

titución mediante los dos pasos de aprobación primero por dos tercios de los miembros presentes de la Asamblea Legislativa y de un referéndum constitucional aprobatorio luego. Para el oficialismo los principales obstáculos electorales se configuran por consiguiente alrededor de las circunstancias constitucionales que habilitarían la candidatura misma del presidente Morales, así como de otras cuestiones tales como la necesidad de su renuncia para habilitarse como candidato; la situación correspondiente del Vicepresidente, en caso de que se decida que acompañe de nuevo a Evo Morales en la fórmula del mas, y, no menos importante, el problema de quién ejercería en tal caso la Presidencia y la consiguiente conducción del proceso electoral. Una serie de problemas de otra índole se presenta para todas aquellas fuerzas políticas y personalidades públicas, que se alejaron del mas a lo largo de los años pasados, pero que se consideran todavía como integrantes del “proceso de cambio”. Como es sabido, algunos movimientos sociales pretenden contar con su propia representación independiente del mas, para lo cual tendrán que cumplir con todos los requisitos que exige el régimen electoral. Su camino más probable los llevará seguramente a un retorno al redil del oficialismo, bajo condiciones que se negociarán en su momento. Ahora bien, las diversas fuerzas opositoras a nivel nacional y regional tampoco tienen las cosas fáciles, puesto que salvedad hecha de Unidad Nacional y el msm, no se han revelado todavía capacidades evidentes de terciar con mínimo éxito en las elecciones venideras, si no es bajo la estela de uno de los dos partidos mencionados. A las dificultades políticas, organizacionales, programáticas y financieras que aquejan al espectro opositor se añade sin duda la exigencia de montar una propuesta verosímil para una mayoría de electores que siguen disfrutando en general de la bonanza económica y la derrama de recursos públicos con fines proselitistas, que realiza cada día el oficialismo. Una tarea ciertamente compleja.

Debates necesarios La versión digital de los números pasados de la revista pueden ser obtenidos en la siguiente dirección:

www.institutoprisma.org Los lectores de Nueva Crónica pueden escribir al correo electrónico [email protected] Las colaboraciones no solicitadas serán sometidas a la consideración del Consejo Editorial Contactos: [email protected] Tel. 4511547 [email protected] Tel. 72168839

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os regímenes surgidos en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia bajo la orientación del llamado “socialismo del siglo xxi” no han sido precisamente favorables al debate de las ideas ni al pluralismo democrático. Respaldados por clientelas electorales mayoritarias y duraderas, han convertido a todos sus adversarios en enemigos –incluyendo a los medios de comunicación críticos o independientes– y se han dotado de constituciones que les permiten la perpetuación en el poder por la vía de reelecciones indefinidas. No es casual que en todos estos países, los caudillos “revolucionarios” han sido reelegidos dos y hasta tres veces, siguiendo el ejemplo de los hermanos Castro que llevan más de medio siglo en el poder, como si ese fuese el

modelo de democracia al que deberían aspirar todas las sociedades “liberadas”. Por ello es necesario promover un debate sobre la orientación general de estos regímenes y sus diferencias específicas. A ese fin están consagradas varias páginas de este número de Nueva Crónica –y buen gobierno– en las que se contraponen visiones favorables a los gobiernos de Chávez, Correa, Ortega y Morales con posiciones críticas que provienen de otras tradiciones políticas e intelectuales. En el centro del debate está la calidad de la democracia, el modelo de desarrollo, las salidas del “neoliberalismo”, los procesos de integración regional y el reconocimiento de la diversidad cultural. Están también las distintas lecturas del pasado y las aspiraciones de futuro,

así como la reconfiguración del campo político y de las relaciones entre Estado y sociedad. En el caso de Bolivia, reaparece el debate sobre la herencia del nacionalismo revolucionario, la descolonización como programa político y la coexistencia de dos mundos –el indígena y el no indígena– supuestamente antagónicos e irreconciliables. La deriva del “proceso de cambio” es analizada desde visiones que valoran de muy distinta manera las cualidades de lo indígena y lo occidental y su conflictiva coexistencia a lo largo de nuestra historia. La promoción de más amplio debate de las ideas y el ejercicio de la crítica responsable debería contribuir a forjar sociedades y regímenes políticos más democráticos.

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La inviabilidad absoluta de la “reelección” de Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera Franz Rafael Barrios González* Lastimosamente, para las ambiciones “monárquicas” de los actuales mandatarios, no existe norma alguna en nuestro sistema jurídico que le asigne el sui generis efecto jurídico derogatorio de la disposición constitucional que impide la segunda reelección.

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a generalidad de los sistemas cons­titucionales contemporáneos­ tomó del Derecho romano el principio de responsabilidad. Dicho principio fue erigido al inicio de la época “republicana” de Roma, para modificar la realidad existente durante la época de la “monarquía”, en la cual los reyes, al ser vitalicio el ejercicio de su cargo, lógicamente eran “irresponsables”. Es decir que, como el final del ejercicio de su cargo (reinado) coincidía con el de su fallecimiento, evidentemente no se les podía atribuir y menos exigir que reconocieran y aceptaran las consecuencias de los hechos que hubieren realizado libremente durante sus reinados, a lo que se denomina “responsabilidad”. El principio de responsabilidad (hoy conocido como principio de improrrogabilidad o discontinuidad) fue establecido para el Presidente y el Vicepresidente del Estado, por el Artículo 87º de la Constitución Política del Estado (cpe) de 1967; sistema Constitucional bajo el cual Evo Morales y Álvaro García fueron elegidos por primera vez. El orden público constitucional (inderogable e inmodificable para los sujetos de Derecho) instituido por la cpe de 1967 (con reformas de 1994), disponía que el periodo de ejercicio de los cargos de Presidente y Vicepresidente del Estado duraba 5 años. Por ende, el período de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente, tanto de Evo Morales como de su “anexo” político Álvaro García, se inició el 22 de enero de 2006 y debió haber fenecido “improrrogablemente” el 22 de enero de 2011. Ahora bien, por regla general y elemental lógica, los actos jurídicos de las personas (naturales o jurídicas) sólo pueden y deben adecuarse a la norma (constitucional o legal) vigente y eficaz en el momento en el cual dichos actos jurídicos son realizados. Por ello, los actos jurídicos denominados “elección, posesión y asunción del cargo”, realizados y como efecto de los cuales Evo Morales y Álvaro García fueron elegidos y posesionados como Presidente y Vicepresidente, respectivamente, el 22 de enero de 2006, fueron realizados con sujeción a la normativa vigente y eficaz impuesta entonces como “deber ser” por la cpe de 1967. En el mismo orden de ideas, carece de trascendencia jurídica alguna que Evo Morales o Álvaro García realicen cualquier tipo de bellaquería política partiendo del falso hecho de que su cpe hubiera

supuestamente “entrado en ‘aplicación’ recién el 22 de enero de 2010”, creyendo –erróneamente– que tal evento (falso, lo repetimos) hubiera modificado en algo su primer periodo de ejercicio de los cargos de Presidente y Vicepresidente. Simplemente no es así, la realidad jurídica es otra. Resulta más bien que la cpe de 1967, por el principio de ultraactividad de la norma, sigue y seguirá vigente y eficaz para regir todos los actos jurídicos que se realizaron en aplicación de sus normas mientras estuvo vigente, y resulta un hecho irrefutable que los actos jurídicos denominados “elección, posesión y asunción del cargo”, como efecto de los cuales Evo Morales y Álvaro García fueron posesionados el 22 de enero de 2006, fueron realizados bajo el imperio de la cpe de 1967. En adición, si bien es cierto que la cpe de 2009 conservó parcialmente el principio de responsabilidad (improrrogabilidad o discontinuidad) en su Artículo 168º cuando dispuso que el Presidente y el Vicepresidente del Estado pueden ser “reelectos” “por una sola vez de manera continua”, no es menos cierto que Evo Morales, Álvaro García, sus “transitorios aliados” de la oposición de entonces (podemos, un) y los “brillantes juristas plurinacionales” cometieron un craso error. En ejercicio de una supuesta “táctica envolvente”, que más apropiadamente debería haber sido llamada “harakiri envolvente”, introdujeron el parágrafo II de la Disposición Transitoria primera en la cpe de 2009, estableciendo con la fuerza del orden público constitucional que “los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución (cpe de 2009) serán toma-

dos en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones”. Al respecto, si “entre gallos y medianoche” no hubieran “modificado” su cpe vigente y eficaz desde el 7 de febrero de 2009, por la sola entrada en vigencia del nuevo sistema constitucional, hubieran acabado realizando su ambición de conseguir dos periodos continuos de ejercicio, mientras buscaban la forma de quedarse “para siempre” en el ejercicio del poder político. Porque –evidentemente– los actos jurídicos denominados “elección, posesión y asunción del cargo”, como efecto de los cuales Evo Morales y Álvaro García fueron elegidos y posesionados como Presidente y Vicepresidente el 22 de enero de 2010, se realizaron en aplicación de la normativa impuesta por la cpe de 2009. Empero, en aplicación del parágrafo ii de la Disposición Transitoria primera de la cpe de 2009, plenamente vigente y eficaz, consiguieron todo lo contrario y “el tiro les salió por la culata”. Con la fuerza del orden público constitucional (inderogable e inmodificable), (se) impusieron que el primer período de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente (completo o incompleto, indiferentemente), iniciado el 22 de enero de 2006 bajo el imperio de la cpe de 1967 y fenecido prematuramente (no por disposición de la cpe de 1967, sino más bien por imperio de la última línea del parágrafo i de la misma Disposición Transitoria primera de la cpe de 2009), fuere computado (contabilizado) como el primer periodo de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente de Evo Morales y Álvaro García, a los fines de la

aplicación del nuevo sistema establecido por la cpe de 2009. Para el Diccionario de la Lengua Española, período es el “tiempo que algo tarda en volver al estado o posición que tenía al principio” (2001, t. ii, pág. 1733). En este caso, período es el tiempo que se tarda en volver a realizar los actos jurídicos denominados “elección, posesión y asunción de los cargos” de Presidente y Vicepresidente. La cpe de 1967 (con reformas de 1994) establecía como “deber ser” que la duración del período de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente debía ser de 5 (cinco) años. Sin embargo, en el “ser” de los hechos, el primer período de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente de Evo Morales y Álvaro García duró 4 (cuatro) años. Entonces, lógicamente, los únicos efectos jurídicos que la cpe de 1967, así como la cpe de 2009, establecen para el eventual caso de que un período de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente concluyere prematuramente, son la llamada “sucesión constitucional” y/o la obligación de “convocar a elecciones en el plazo máximo de 90 días” y/o la obligación de convocar a elecciones para el “6 de agosto de 2009”, y ningún otro más. Bajo tales hechos, resulta también intrascendente jurídicamente, el hecho de que el primer período de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente de Evo Morales y Álvaro García, hubiera sido completado o hubiese quedado trunco, por voluntad de quien fuere. Porque –evidentemente– un período de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente, no deja de ser periodo o “mandato” por el hecho de que dure 10 minutos o 4 años y 364 días. Lastimosamente, para las ambiciones “monárquicas” de Evo Morales y Álvaro García, no existe norma alguna en nuestro sistema jurídico (constitucional o legal) que le asigne el sui generis efecto jurídico derogatorio “constitucional” del parágrafo i de la Disposición Transitoria primera de la cpe de 2009, a la falta de completitud del primer período de ejercicio de las funciones de Presidente y Vicepresidente de Evo Morales y Álvaro García. Finalmente, como les hubieran dicho nuestros antepasados a los mas’istas engolosinados con el poder político, “… a llorar al río!” * Investigador en asuntos jurídicos.

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Avance (parcial) en la lucha por los derechos ambientales colectivos en Bolivia El tcp restituyó la consideración de la “Acción Popular” que postula argumentos insuficientemente considerados en el debate público acerca del tipnis: los derechos ambientales colectivos de toda la ciudadanía boliviana, entendidos como base de cualquier proyecto de sociedad sostenible.

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a naturaleza y las motivaciones de esta Acción Popular El 20 de septiembre de 2012, un grupo de ciudadanos1 presentó una Acción Popular (ap) en defensa de los derechos colectivos de toda la ciudadanía boliviana a “un medio ambiente sano, equilibrado y protegido, que permita a los individuos y colectividades de las presentes y futuras generaciones, además de otros seres vivos, desarrollarse de manera normal y permanente”. (Art.33, cpe) De acuerdo al artículo 135 de la cpe: “La Acción Popular procederá contra todo acto u omisión de las autoridades, o de personas individuales, o colectivas, que violen, o amenacen con violar, derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y salubridad pública, el medio ambiente y otros de similar naturaleza reconocidos por esta Constitución”. Puede ser interpuesta por cualquier persona, en nombre de la colectividad de la que forma parte. La amenaza inminente contra la vigencia de este derecho estaba –y está aún– constituida por la insistencia gubernamental en construir una carretera que, en caso de atravesar, como tiene previsto, las zonas de máxima protección y fragilidad del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (tipnis),­violaría la normativa destinada a proteger la integridad de espacios ambientalmente estratégicos, declarados como áreas protegidas precisamente por tratarse de lugares indispensables para el mantenimiento de equilibrios ambientales fundamentales para la región y para el resto del país (en virtud de las relaciones sistémicas de la biósfera). El artículo 385, parágrafo I. de la Constitución dispone lo siguiente: “Las áreas protegidas constituyen un bien común y forman parte del patrimonio natural y cultural del país; cumplen funciones ambientales, culturales, sociales y económicas para el desarrollo sustentable”. El tipnis es un Parque Nacional (máxima categoría) y esa condición implica límites que han sido ignorados y 1 Las personas que firman la Acción Popular son: Waldo Albarracín, Remberto Cárdenas, Roger Cortez, Olga Flores, Loyola Guzmán, Facundo Hurtado, Jenny Ibarnegaray, Mónica Moraes, Luis Rico, José Antonio Quiroga. Fueron convocados por la Comisión Nacional por el tipnis, una organización ciudadana conformada, en coordinación con la dirigencia de la Novena Marcha Indígena, poco antes de que esta retorne, desde La Paz, al tipnis (y a otros territorios indígenas).

que pretenden seguir siendo violentados por el poder público, cometiendo, así, no sólo una ilegalidad sino un atentado contra los derechos colectivos de los bolivianos y las bolivianas. El artículo 11 del Reglamento de Áreas Protegidas de la Ley Nº 1333 de Medio Ambiente, establece que: “Ninguna autoridad, organismo, sector o instancia administrativa podrá asumir, ignorar o sobrepasar la jurisdicción especial de las Áreas Protegidas”. El artículo 23 de la misma norma establece que en los parques nacionales la zonificación, los planes de manejo y las normas reglamentarias serán la base para determinar la licitud, o no, de obras de infraestructura, mismas que se encuentran expresamente prohibidas si carecen de dicha base. De acuerdo a la zonificación del tipnis, desarrollada por el Servicio Nacional de Áreas Protegidas, a través de un proceso técnico, el trazo previsible que se deriva de la ubicación de los tramos de entrada y salida de la carretera Villa TunariSan Ignacio de Moxos atravesaría muy probablemente las dos zonas de máxima protección del área protegida, categorizadas como tales justamente en atención a su fragilidad e importancia crítica para los equilibrios generales del subsistema. Los servicios ambientales de las áreas protegidas del país son vitales y múltiples. Los que ofrece el tipnis, a condición de mantenerse su integridad, son, entre otros: regulación del ciclo hídrico (amortiguando la intensidad de inundaciones y sequías que, de otro modo, aumentarían su poder destructivo), mitigación de efectos de cambio climático (potencialmente devastadores en este siglo), conservación de una remarcable biodiversidad (base fundamental para la estabilidad de los sistemas naturales y sociales, y para las posibilidades de encontrar fuentes de innovación tecnológica y soluciones a enfermedades, plagas y otros). El precedente que sentaría una acción estatal de esta índole sería nefasto, porque comprometería, además, la seguridad jurídico-ambiental del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Bolivia, que permite mantener ejemplos bien conservados de las ecorregiones y ecosistemas sujetos a destrucción irreversible en el resto del país (incluyendo a las especies que los habitan).

A propósito del vivir bien y de la Madre Tierra

Por otra parte, las consultas, referendos, o resultados de elecciones que se hayan realizado, o se pretenda realizar, no pueden situarse por encima del derecho colectivo constitucional que pertenece al conjunto de ciudadanos y ciudadanas del país. No pueden modificarlo y, mucho menos anularlo. El artículo 385, inciso ii de la cpe establece claramente lo siguiente: “Donde exista sobreposición de áreas protegidas y territorios indígena originario campesinos, la gestión compartida se realizará con sujeción a las normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena originaria campesinos, respetando el objeto de creación de estas áreas”. El trayecto legal y la oportunidad abierta El 8 de octubre de 2012, la Sala Penal Segunda del Tribunal Departamental de Justicia de La Paz declaró el rechazo in limine2 de la mencionada ap. Esta decisión fue impugnada por los y las demandantes ante el Tribunal Constitucional Plurinacional (tcp). El tcp resolvió la impugnación el 14 de noviembre de 2012, mediante Auto Constitucional,3 revocando la Resolución4 que contenía el rechazo in limine: “[…] el Tribunal de garantías, al haber declarado el rechazo in limine de la acción popular, no obró correctamente”. El tcp dispuso, asimismo, que “el Tribunal de garantías admita la acción popular en audiencia pública” para determinar “lo que corresponda en derecho, sea concediendo o denegando la tutela”. Consiguientemente, una audiencia tendrá lugar en el futuro próximo para tratar el fondo de la demanda. 2

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Figura que se aplica antes de la audiencia de una Acción de Defensa, sin considerar el fondo de la misma, aduciendo errores de procedimiento, u otros de forma. No. 0197/2012 Resolución 59/2012.

“Los demandantes no se opo­ nen a la construcción de un camino que una San Ignacio de Moxos y Villa Tunari que respete el área protegida”, explica Loyola Guzmán, firmante, ex constituyente, luchadora social y defensora de los ddhh. Mónica Moraes, firmante, bióloga y docente, explica por su parte: Debemos entender las consecuencias amplias de la destrucción de un bosque tropical bien conservado (a pesar de las agresiones generadas por cocaleros, ganaderos y madereros que, sin embargo, no han afectado aún a la mayor parte del parque) Éstas podrían manifestarse, por ejemplo, en el régimen de lluvias de otras regiones del país,debido a la eliminación de cobertura vegetal. Esto generaría graves problemas económicos, sociales y ambientales muy lejos del tipnis. (La sequía de 1982 constituye un ejemplo de la gravedad de las consecuencias agregadas de la falta de lluvias, aunque las razones de origen hayan podido ser distintas). Cualquier pérdida de bosque en el contexto del Cambio Climático revierte una previsible mayor gravedad en las consecuencias.

La Acción Popular en perspectiva “Ante una eventual denegatoria de la tutela solicitada, estaríamos preparados para acudir a la esfera internacional”, explica el Dr. Carlos Derpic, abogado patrocinante de los demandantes. “Por otro lado, siempre tuvimos claro que la ap debía servir como medio de sensibilización ciudadana sobre lo que está implicado en el tipnis”. Lo sensato y legal sería que el gobierno desarrolle un trazo que no sea innecesariamente devastador de un área protegida. Esta vez, debería cumplirse con lo elemental para cualquier proyecto de inversión pública: realizar estudios de impacto ambiental y de costo beneficio, entre otros. Por increíble que parezca, no se hizo ninguno de esos estudios para aprobar el financiamiento y para firmar contrato con oas. El trazo inicialmente propuesto (aunque negado después) se definió al ojímetro. El “desarrollo sustentable” o el vivir bien no pueden implicar más pérdidas que beneficios. Es elemental. Cecilia Requena. Comisión Nacional por el tipnis.

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Predicciones mediterráneas José Rafael Vilar* Una visión amplia sobre el proceso boliviano y su articulación a los problemas y desafíos de la región sudamericana. “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”. [Confucio (Kung Fu-Tse), célebre pensador chino (551-479 a.C.)]

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ace poco, publiqué en E-lecciones.net mi artículo “Año de Ifá en nuestra Latinoamérica” en el que recorría los posibles escenarios que sucederían este año en la región. Algunos se han cumplido –la victoria de Correa Delgado en primera vuelta, la intrascendencia cohesiva de la celac, la devaluación del bolívar en Venezuela– mientras otros van en camino de ello. Revisemos, in extenso, la Bolivia mediata desde tres aspectos: hoy; sus retos; mis pronósticos. El país Bolivia es, hoy, uno de los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (alba-tcp) que ha logrado más éxitos relativos en crecimiento y reducción de pobreza en los últimos años. Su proceso de cambio –emparentado con la Revolución Bolivariana de Venezuela y con la Revolución Ciudadana ecuatoriana, por mencionar los más obvios– ha remecido estructuras, ha tenido aciertos –la inserción de amplios sectores populares, principalmente indígenas, en la vida social y política nacional es uno de los más importantes,1 aparejado a la distribución de los crecientes ingresos fiscales coyunturales– y ha “pecado” de desaciertos –el seguir siendo un proveedor de primarios a pesar de las posibilidades de inversión es, más allá de discursos, una grave falencia a mediano y largo plazo. Dentro de la alba-tcp, Bolivia es el segundo país con menos ingresos –luego de Nicaragua–:2 usd 24mm en 2011 pero, a diferencia de Nicaragua y Cuba, es actualmente poco dependiente de la ayuda externa venezolana –aunque sí lo fue entre 2006 y 2008, ésta ya es significativamente mucho menor para Bolivia. El otro factor diferenciador es que, con independencia de sus políticas interna y externa, es el país de la región que ha logrado un mejor discurso oficial de reivindicación indígena –con más penetración interna que el desarrollado en Ecuador, donde las organizacio1 Más allá del éxito económico que pudiera aparejar para ellos. 2 Los de mayores ingresos son, en ese orden, Venezuela (usd 316.5mm), Ecuador (usd 66mm) y Cuba (usd 57.5mm), aunque este país tiene una economía fuertemente subsidiada por Venezuela. Nicaragua (usd 9mm) está en el último lugar, descontando a Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas que son pequeños países con economía mucho menores. (Datos Banco Mundial [bm] 2011, excepto Cuba: cia 2010.)

nes indígenas son muy fuertes y no totalmente cercanas al gobierno– y lo ha posicionado fuera de sus fronteras, en la búsqueda de difundir su política de cambio internacionalmente.3 Sobre estos últimos aspectos, por no ser objetivo de este estudio, no los analizaré. A primera vista, Bolivia tiene un gran reto: dejar de ser el país más pobre de Sudamérica y sus indicadores coadyuvan a esa imagen: es uno de los países con menor Índice de Desarrollo Humano (idh) en 2011 –0.663, un valor Medio que le hace ocupar el lugar 108 a nivel mundial (de 158) y el 28 de los 33 de Latinoamérica–;4 el Índice de ese año había mejorado con respecto al año anterior (0.643), que había caído en 2010 respecto a 2009 (0.656). Su pib en 2011 fue de casi usd 24mm, lo que ese año ubica al Estado Plurinacional en el decimoquinto lugar en tamaño de pib en la Región5 y noveno y antepenúltimo 3 Hasta el momento, en lo interno, el discurso indigenista gubernamental sigue efectivo –aunque relativamente disminuido– entre las poblaciones aymara y quechua pero se ha desposicionado en las poblaciones amazónicas y de Tierras Bajas. En lo externo, si bien mantiene presencia sobre todo en movimientos sociales y contestatarios, se ha ido erosionando crecientemente. 4 Sólo tuvieron valores de idh menores que Bolivia dentro de la Región ese año: Guyana, Honduras, Nicaragua, Guatemala y Haití. 5 De 24 países considerados, Bolivia está por delante de El Salvador, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Haití, Suriname, Guyana y Belice, en ese orden. No he incluido las

en Sudamérica,6 en ambos casos compartiendo posición con Paraguay;7 sin embargo, en pib per cápita la situación es distinta y menos positiva: con pib per cápita de usd 2,374 en 2011, Bolivia ese año estaba en la posición 21 de la región8 mientras que en Sudamérica sí ocupa el último lugar. En lo que respecta a crecimiento, ese año fue de 5.1% –entre 2008 y 2011 tuvo crecimientos de 6.1, 3.4, 4.1 y 5.1%9 para promedio de 4.7%– lo que lo hace uno de los países de buenos resultados en la región a pesar de la crisis mundial, por supuesto que apoyado en los precios de materias primas favorecidas por la demanda asiática –minerales–, principalmente de China, y por las exportaciones de gas natural a Brasil y Argentina. A pesar de mantener altos indicadores de pobreza –moderada: 49% y extrema: 25.4%, según datos oficiales, entre los mayores de la Región–, desde 1997 se han logrado reducciones significativas: 21% en moderada y 9% en extrema, gracias a la conjunción de muy

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Antillas Menores ni otros territorios dependientes. De 12 países considerados, Bolivia supera en Sudamérica a Suriname y Guyana, en ese orden. No he incluido territorios dependientes. Aunque con destacadas diferencias poblacionales entre ambos: Paraguay con 6.568.290 habitantes y Bolivia con 10.088.108 (bm). De 24, sólo por delante de Honduras, Nicaragua y Haití. La “buena noticia” es que ya Bolivia no comparte –más pretendido que real– el último lugar con Haití. Datos del Banco Mundial.

diversos factores: descentralización administrativa y de recursos y los altos precios internacionales de las exportaciones de materias primas, entre otros.10 Retos bolivianos Los dos primeros retos del país son en la economía: Bolivia tiene que seguir creciendo pero independizarse de exportaciones primarias, y hacer eficientes las empresas desprivatizadas,11 como destacara el presidente Morales Ayma en su Informe de Gestión 2012. En política, tanto desde el gobierno como desde la oposición, Bolivia tiene que liberarse de tantas consignas y divisiones en lo interno. En este sentido, desde la administración debe continuarse la desjudicialización de la política, iniciada por el Tribunal Constitucional Plurinominal (tcp), y desde la oposición avanzarse en superar antagonismo irreductibles. Por lo externo, el país debe dejar de actuar sólo por decisiones basadas en 10 En el aspecto de la violencia, en el Global Peace Index 2012 Bolivia ocupa el lugar 84 de 158 a nivel mundial y en la Región por delante de Ecuador, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Haití, El Salvador, Jamaica, Venezuela, Guatemala, Honduras, México y Colombia en la Región. Su tasa de homicidios por 100 mil habitantes fue de 8.9 en 2010 (unodc Homicide Statistics). 11 Desde la posición oficial, se ha empleado el término “nacionalizadas” para referirse a aquellas empresas que fueron revertidas sus concesiones por el Estado, tanto en los sectores de energía, minero, cemento y telecomunicaciones, entre otras.

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intereses políticos y no estratégicos de desarrollo. Igualmente determinante es lograr la cualidad marítima útil. Un tema interno importante es el creciente narcotráfico, tanto como productor12 como tránsito. Por último pero no menos importante, está la definición sobre la posibilidad de que el presidente Morales Ayma se reelija para un nuevo período. Al respecto, la posición mantenida por la mayoría oficialista en la Asamblea Legislativa Plurinacional es la de la interpretación de la Constitución y sus Artículos Transitorios por el tcp mientras que la de sectores de oposición, la de someter a un Referéndum modificatorio de la misma.13 Mis pronósticos La independencia de las exportaciones primarias a través de la industrialización de las materias primas –en el caso del gas y minerales, principalmente litio– es una meta oficial principal pero, por una parte, es un proceso largo y costoso y, por otra, las acciones –e inversiones– realizadas no reflejan un Plan Estratégico de Desarrollo global. En esa misma línea va la eficiencia empresarial estatal:14 no habrá cambios radicales este año.15 El desarrollo de infraestructura – vial y, ahora más, ferroviaria– continuará.16 Sin embargo, la coyuntura política determina la pretendida reorientación hacia Ilo y Matarani no son viables a mediano plazo y prácticamente incosteables. En lo político interno, el antagonismo aumentará porque ya se vive el período preelectoral, aunque los comicios serían a finales de 2014. Sin embargo, seis factores empiezan a destacarse: el primero, la confirmación de la diferencia de intereses en los electores entre comicios nacionales y locales, con independencia del nivel; si 12 Significativos decomisos e interdicciones de los últimos años, más que demostrar una mejor lucha –lo que no deja de serlo– son muestras del aumento también significativo del narcotráfico, unido con la presunta expansión de los cultivos de la planta de coca. 13 En sus manifestaciones públicas, el Presidente Morales Ayma ha declarado que considera innecesaria cualquiera de ambas pues interpreta que la Nueva Constitución Política del Estado aprobada en 2009 lo habilita ab initio para una nueva y –hasta ahora, al menos– última postulación. 14 Si bien los ingresos por impuestos y regalías han aumentado en el caso de hidrocarburos, en la minería estatal y revertida las alícuotas han descendido, en algunos casos significativamente (Huanuni). En demás empresas estratégicas nuevamente estatizadas –como entel– también han disminuido, aunque se plantea que compensan por la expansión de su función social. Entre las nuevas empresas estatales en funcionamiento –descartando las (aún) inoperantes, como papelbol–, posiblemente la Empresa Boliviana de la Almendra (eba) sea la más redituable. 15 En realidad, si los hubiera, sería a mediano plazo y tras el cambio de manejo asistencialista. 16 La emisión de bonos soberanos bolivianos para estructura vial dan “buena imagen” pues son más caros que cualquier otra fuente de financiamiento (con interés de 4.875%, de cada usd 500m se pagan usd 243.75m); también pudo recurrirse a las ingentes reservas del bcb. Comparando, España paga por sus bonos similares 5.01% (eeuu, 1.642%.)

contrapuntos bien a nivel nacional, la imagen e influencia del Presidente Morales Ayma siguen siendo decisivos, en elecciones locales – departamentales y municipales– priman los intereses del lugar y la imagen de los candidatos que lidien en ellas. El segundo factor de influencia es la pérdida de apoyo del partido de gobierno en sectores de clase media y popular del Occidente del país, que les fueron proclives en elecciones anteriores. En tercero, la búsqueda y consecuente captación de apoyos y adhesiones en los departamentos orientales, en su momento bastiones de oposición, tanto en clase media y popular como en el empresariado mediano y grande –a través de concesiones a sus demandas. En cuarto lugar, la erosión sufrida en los apoyos indígenas para el partido de gobierno, principalmente en los pueblos de tierras bajas pero también, aunque aún en mucho menor grado, en las poblaciones indígenas de Occidente: aymaras y quechuas, aunque estos distanciamientos no incidan proporcionalmente en lo que respecta a la posición del presidente Morales Ayma en sus imaginarios políticos. Como quinto factor, las recientes decisiones y sentencias del tcp –principalmente la inconstitucionalidad de la figura del desacato en el Código Penal, de la retroactividad de la Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz y de los artículos 144 y 145 de la Ley Marco de Autonomías y Descentralización “Andrés Ibañez” que establecían la suspensión temporal de autoridades electas departamentales, regionales y municipales cuando se dictara en su contra simple acusación formal– han afectado el esquema de judicialización de las relaciones político-administrativas hasta ahora actuante y obligará a la administración a desarrollar nuevos procedimientos –creativos– al respecto; en ello también ha influenciado la difusión de escándalos de corrupción y arbitrariedades cometidas por autoridades en mandos intermedios.17 Por último, las elecciones realizadas en Sucre –para sustituir al Alcalde– y en Beni –al Gobernador–, ambos opositores renunciantes por motivos de haber sido apartados de sus funciones por la aplicación de los artículos después declarados inconstitucionales de la Ley Marco de Autonomías, han demostrado la posibilidad de que el acercamiento y agrupación de fuerzas opositoras pueden llevar a ganar elecciones; sin embargo, es importante mencionar que estas elecciones –locales– se rigen por intereses muy distintos a las nacionales, como antes mencioné, lo cual debe prevenir de triunfalismos con bases falsas, por una parte, mientras que por otra es importante que las uniones opositoras dejen de ser solamente coyunturales y de réditos; también debe pasarse de procesos “de consigna” a programáticos a largo plazo, encontrando intereses comunes; por último, es fundamental un liderazgo nacional consensuadamente aceptado, aún inexistente.18 17 Hasta el presente, no se han vinculado legalmente a autoridades superiores con algunas de éstas. 18 Sin embargo, todos estos factores no deben llevar a un falso exitismo opositor ni serán,

En lo externo, la inclusión en el

mercosur sería un gran perjuicio

para las exportaciones bolivianas si se cumple la necesidad de retirarse de la Comunidad Andina de Naciones (can) por sus Estatutos, porque los principales rubros no extractivos de exportación de Bolivia y los de la mayoría del resto de miembros del mercosur son competencia,19 a diferencia de los de los otros países de la can que son complementarios. Respecto a alcanzar la cualidad marítima útil y soberana para Bolivia a partir de Chile –con la anuencia de Perú–, la política boliviana ha sido errática: un fuerte acercamiento con Chile durante 2006 a 2011, con la expectativa –fallida– de soluciones favorables, un distanciamiento frontal posterior y una propuesta sorpresiva –y rechazada– de canje de territorio soberano por gas20 en la Cumbre de la celac en enero de este año –además de errores de la diplomacia boliviana que dieron como resultado una declaración neutral de la Cumbre de la oea realizada en Bolivia en 2012, menos comprometida que la de 1979. Considero que ni a mediano plazo se obtendrán avances, además de que aún Bolivia –a pesar de sus continuadas declaraciones desde 2011– no ha avanzado en llevar la solicitud a la cij, proceso que lleva varios años en dar resolución. Un último factor puede complicar más las expectativas bolivianas: el posible fallo adverso a Chile de la demanda peruana de redelimitación de aguas territoriales entre ambos países convertiría en inútil la posibilidad de cesión –compensada– de una franja territorial entre la frontera boliviana y el Océano Pacífico –más allá de las condiciones que pudiera tener esa por sí solos, factor de derrota electoral para el Presidente Morales Ayma si se presentara como candidato en 2014. 19 Soya, por ejemplo. Aunque el ingreso pleno de Venezuela –comprador de soya fundamental para Bolivia– al mercosur puede aliviar esta situación. 20 La Administración Sánchez de Losada fue derrocada en 2003 principalmente por su planteamiento de exportar gas a través de Chile. El entonces líder de los cocaleros y ex diputado Evo Morales Ayma fue uno de los mayores opositores a esa posibilidad.

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costa para actividades portuarias– que transcurriera paralela e inmediata con la frontera chileno-peruana porque ya desaparecería el concepto de “útil” de esa salida, porque no habría frontera marítima utilizable. Quedarían por ver soluciones creativas y realizables a pronto plazo que satisfagan las demandas bolivianas y que sean aceptables para Chile; una nueva administración de la Concertación en Chile después de las elecciones de este año podrían flexibilizar sus posiciones, sin que esto signifique que el país austral renuncie a su soberanía e integridad territorial –como tampoco lo fue en el período de buenos acercamientos durante la administración Bachelet Jeria. Del narcotráfico, todos sus vecinos –Chile y Brasil principalmente, pero también Paraguay y Argentina– han tomado medidas para frenar el paso de droga desde Bolivia a sus países. Sin embargo, el origen del liderazgo del partido de gobierno desde los sectores de cultivadores de coca no tradicional –el Presidente Morales Ayma sigue siendo su máximo ejecutivo– lleva a que la defensa de la planta de coca sea política de Estado y centralice gran parte de la política exterior del país en detrimento de otras prioridades, como recuperar la cualidad marítima útil y soberana. Esto, que considero un yerro mayúsculo, no va a cambiar, como la reincorporación oficial de Bolivia a la Convención Única sobre Estupefacientes de las nnuu no ha significado más que la confirmación de las salvaguardas que tenía ya –sólo a nivel local, como sigue siendo, a pesar de las desinformaciones y tergiversaciones que ha habido, tanto oficiales como de los medios– sobre el uso tradicional de la hoja de coca y su cultivo con estos fines exclusivamente. Algo positivo: la mejora de la calidad de vida del país, principalmente la reducción de los niveles de pobreza, con seguridad va a seguir siendo de interés prioritario para la administración y se fortalecerá en la medida de que las exportaciones primarias del país sigan con altos precios. * Analista y consultor político.

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Refutación a Silvia Rivera Fernando Molina* Según el autor, el pensamiento indianista de Rivera es un calco, puesto al revés, del eurocentrismo.

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i Silvia Rivera1 desarrollara lógicamente su pensamiento, tendría que plantear la desaparición de una de las dos “repúblicas” en las que separa a la población boliviana, repitiendo la división colonial que segregaba a los indios, por un lado, y a los españoles y criollos, por el otro. Esta eliminación, o, para no decirlo de una forma tan terminante, esta superación de la “casta mestiza” a fin de liberar a las mayorías indígenas de una opresión permanente y darle otro destino al país, se desprende de la filosofía política que Rivera defiende, según la cual: a) Los indios tienen el más antiguo –y por tanto el mejor– derecho de vivir en este territorio. b) Ellos son, cuando gozan de autonomía, portadores de una civilización mejor adaptada a los ecosistemas locales, menos codiciosa, más igualitaria y menos aberrante social y ambientalmente que la capitalista, y por tanto –aunque esta palabra no se mencione– una civilización superior. c) Ellos son la mayoría de la población, pero han sido gobernados por una minoritaria “casta mestiza” que se les ha impuesto a sangre y fuego, en unos casos, y por medio de la simulación y el engaño, en otros. De cualquier forma, el 1



Silvia Rivera es historiadora y una importante teórica indianista. Para elaborar esta refutación a sus ideas se ha revisado los siguientes textos: 1993. “La raíz: colonizadores y colonizados”, en Xavier Albó y Raúl Barrios, Violencias encubiertas en Bolivia, La Paz, cipca. 2003. “Prefacio”, en Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y quechwa 1900-1980, La Paz, Aruwiyiri/Yachaywasi. 2013. “Del mnr a Evo Morales: disyunciones del Estado colonial”, en Nueva Crónica y Buen Gobierno 117, La Paz, segunda quincena de enero.

único gobierno legítimo de Bolivia sería el constituido por el bloque mayoritario, el cual puede incluir a quienes tengan origen indígena aunque se hallen fuera de la cultura originaria (los “cholos”), y a quienes, sin tener ese origen, se identifiquen completamente con “el paradigma que encarnan los indígenas”, puesto que descubren a “la india y el salvaje que todos tenemos en nuestro interior”. d) La “casta mestiza” está siempre maquinando en contra de la mayoría indígena y cuando le ofrece concesiones y derechos lo hace para timarla con palabras de conciliación que nada significan, aunque puedan llevar a algunos indígenas y cholos a salirse de su “república” y sumarse a la ajena, es decir, a traicionar a su etnia. e) El engaño más efectivo y característico de la “casta mestiza” a los indígenas es el nacionalismo desarrollista, que promete convertirlos en “mestizos” (durante la Revolución Nacional) o en “bolivianos” (desde los años sesenta), es decir, desclasarlos, arrebatarles sus valores ancestrales (su especial relación con la naturaleza, sus antiguas formas de organización política), a cambio de una muy dudosa incorporación a la modernidad mediante la urbanización, la maquinización agrícola y la construcción de infraestructura –señaladamente, de carreteras–; incorporación que al final no se verifica o, en todo caso, no cambia las brutales condiciones de vida que siempre han tenido los indios. (Rivera no reconoce que se haya producido ninguna mejoría en ellas). Muchos indígenas caen en este engaño –como, por ejemplo, dos líderes históricos del indianismo katarista, Genaro Flores y Felipe Quispe, amantes de los tractores– y luchan por más modernidad, lo que constituye “un problema estructural”

del movimiento indígena. Sin embargo, según Rivera, lo que en realidad buscan las luchas indígenas que plantean reivindicaciones modernizadoras es “ciudadanización”, es decir, reconocimiento y participación en el mercado y la política. Por tanto, también estas luchas económicas pueden considerarse luchas culturales, luchas contra el colonialismo ejercido por los mestizos, por obra del cual se excluye a los indígenas de la vida colectiva. Esta definición permite a Rivera incorporar las luchas modernizadoras de los habitantes rurales al movimiento general de “descolonización”, que ella considera el motor de la historia indígena; aunque, objetivamente, estas luchas, cuando triunfan, lleven agua al molino del capitalismo y esto debilite a la “república india”, disminuyendo su número de miembros en la misma cantidad que la que se enrola, total o parcialmente, en la dinámica capitalista, convirtiéndose así en “cholos”. Sin embargo, los “cholos”, puesto que tienen un origen indígena, pueden actuar y actúan de hecho junto a los indígenas en los grandes momentos de rebelión. De este modo, en ambos casos (cuando valida las reivindicaciones modernizadoras indígenas etiquetándolas como “descolonizadoras” y cuando sostiene que en los momentos álgidos los indios modernizados, o “cholos”, actúan primero que nada como indios), Rivera hace afirmaciones idealistas, en el sentido filosófico del término. Esto es, pone los conceptos por encima de las realidades. El idealismo le sirve como un mecanismo ad hoc para conseguir meter la realidad en el esquema ideológico que profesa. Ahora bien, en los peores casos, cuando definitivamente la realidad no cabe en su esquema, la autora apela a una otra explicación: dice que los propios indígenas pueden actuar como elementos colonizados, es decir, en contra de su propia naturaleza. f) Los movimientos políticos revolucionarios movilizan a la mayoría de la población y ésta es indígena. Por tanto, deberían rematar en la formación de un gobierno indígena, pero esto no ocurre porque los mestizos escamotean el triunfo revolucionario y perpetúan, izando banderas izquierdistas, el colonialismo interno. Así fue durante la Revolución Nacional y también durante el “proceso de cambio” dirigido por Evo Morales. En 2003, Morales y su partido (un conjunto de sindicatos campesinos y, por tanto, un partido mayoritariamente indígena-cholo) parecía portar el ideal del gobierno indio y la emancipación de la república india. Pero, en 2013, ya ha quedado claro que Morales no es más que un indio

colonizado por el viejo engaño nacionaldesarrollista, que apuesta a las carreteras, las obras, la repartija de favores y bienes con propósitos clientelistas, por los trucos electorales, en fin, por todo el repertorio con que los mestizos siempre han oprimido, amordazado y entontecido a los indígenas. El viraje de Evo es antinatura, porque va contra su condición étnica, pero se explica por la obra destructora de los mestizos que lo rodean (sus inmediatos colaboradores). Puesto que son unos “acomplejados”, han adoptado un pensamiento ajeno (nacional-desarrollista, que imita a Venezuela y Brasil), un pensamiento que le da las espaldas a la razón india, la cual es emoción, compromiso con el suelo en el que se nació (“en guaraní –dice Silvia Rivera–, pensar es sentir con el hígado”). Basta describir la filosofía política de Rivera de esta forma esquemática –que intenta no violentarla, pero la despoja­de la retórica (memorias “corta y larga”, etc.)­–, para que todo lector con criterio independiente vea que se trata de una filosofía racista, que construye dos realidades étnicas2 otorgándoles atributos fijos. Los indígenas heredan los atributos propios del “buen salvaje” inventado por Europa inmediatamente después de 1492, esos que los convierten en la alternativa a la prostituida modernidad occidental; y los mestizos asumen aquellos que tradicionalmente ha asignado a las élites bolivianas el pensamiento revolucionario: malinchismo, odio a lo propio, venalidad, incapacidad de hacer algún bien, codicia incontrolable. Si la polaridad fuera “élites” versus “pueblo”, este maniqueísmo no tendría nada de particular; lo peculiar en el discurso que estamos analizando se encuentra en su abierta etnización. Rivera sostiene que los vicios de las élites se repiten en las cúpulas rebeldes cuando éstas son dirigidas por mestizos, o que los indígenas se vuelcan en contra de su origen por la mala influencia de los mestizos. Al mismo tiempo, señala que los indígenas encarnan un “paradigma” con tal valor que todos los demás bolivianos deben identificarse completamente con él, ya que cualquier otra 2 La “república india” es una generalización realizada por los conquistadores que subsume y elimina las diferencias entre los indios realmente existentes. La versión de Rivera incluso ignora la orientación claramente pro-capitalista de muchos de ellos. La “casta mestiza” no resulta menos artificial y ad hoc, como indica el hecho de que el vocablo “mestizo” no tenga validez más que después de 1952, ya que los grupos bolivianos dominantes se llamaron, primero, “criollos”, y luego “blancos”.

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clase de simpatía, que implique una aceptación sólo parcial de los valores indígenas, o un enfoque multicultural, significaría imitar a los “misioneros” que en el pasado se acordaron del indio porque sentían piedad por él, o porque así podían engatusarlo mejor. Así, Silvia Rivera, que comienza denunciando el eurocentrismo como prédica y práctica negadoras de la diversidad humana, termina repitiendo sus vicios, al unir inextricablemente la condición mestiza, por un lado, y un conjunto de antivalores que el país debe superar, por el otro. Implícitamente plantea, por tanto, la tarea de eliminar tal condición, de deshacerse de la república mestiza, quizá no físicamente, pero sí en todos los demás planos, tal como los eurocentristas querían eliminar –sim­bólica y a veces físicamente– a los “salvajes” del mundo. Su llamado a una identificación con “la india o el salvaje que todos tenemos en nuestro interior” es un llamado homogeneizador que pretende que una determinada identidad –así ésta sea la oprimida– es superior. Por tanto, es un llamado idéntico, aunque simétricamente opuesto, al que en el siglo xix hicieron los intelectuales positivistas, cuando pidieron convertir a los indios en blancos por medio de medidas educativas e higiénicas. Por supuesto, tampoco entonces tal conversión se concibió como un proceso material, sino como un alineamiento espiritual de los bolivianos broncíneos con el “paradigma” blanco. Tal como se nos propone de nuevo ahora, sólo que al revés. Al pasar del eurocentrismo al indio-centrismo, como hace Rivera, cambia el sujeto de la exaltación, pero no la base lógica de ésta: la suposición de que determinados hechos antropológicos (creencias, costumbres, tipos de socialización) transforman una raza –o, en los términos actuales, una etnia– en mejor que las demás. La diferencia entre ambos racismos radica en el criterio que determina la superioridad étnica. Si para el eurocentrismo éste era la capacidad sin disputa de los blancos para volverse civilizados y civilizar a los demás, es decir, su capacidad modernizadora, para el indiocentrismo, en cambio, la superioridad indígena proviene de su capacidad para diferenciarse de, y para resistir, la modernización. En el fondo de todo, entonces, encontramos un visceral rechazo a la modernidad occidental, el cual, a su vez, se debe a una profunda identificación psicológica de la teoría con las víctimas del colonialismo europeo. El proceso mental es fácil de reconstruir: la inmersión en lo “salvaje” constituye un camino de purificación espiritual y política que conduce a quienes lo emprenden lejos de la Babilonia capitalista, pecadora y banal. Esta versión del anti-modernismo (que también puede denominarse anti-capitalismo y, a la antigua, odio a la sociedad burguesa) se ha desarrolla-

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debate do, como es lógico, en los países postcoloniales, especialmente en la India, de donde provienen sus principales representantes. Pero sus raíces, ¡ay!, son europeas. La lucha contra la modernización burguesa surgió apenas ésta comenzó a desplegarse sobre el mundo, tras las bayonetas de Napoleón. Originalmente, fue una reacción alemana que defendía el saber tradicional (la “sabiduría” contra la “ciencia”) contra la arrogancia ilustrada, la importancia de las culturas y las lenguas locales (la “cultura” contra la “civilización”), así como el amor al territorio y a las costumbres propias, amenazados por el cosmopolitismo francés. Son los mismos pilares sobre los que se asienta la obra de Silvia Rivera y, en general, la de los pensadores postcoloniales. De igual manera, pese a que el nacionalismo desarrollista constituye algo así como su némesis, el indio-centrismo no puede evitar ser él mismo un nacionalismo –aunque no-desarrollista–, pues defiende una cultura local respecto de una civilización globalizadora, y clama, como ya hemos visto que hace Rivera, por un “pensamiento propio”. Esta dualidad respecto al nacionalismo impregna el análisis que hace Rivera de la Revolución Nacional de cierta ambigüedad: por un lado, ésta se denuncia como un camino trunco hacia la liberación indígena; por el otro, se la considera más seria y menos hipócrita que la gestión de Evo Morales, que buscaría repetirla “en clave de farsa”. Y, frente a ambos procesos, Rivera se preocupa siempre de que su crítica “no le haga el juego a la derecha”, es decir, no potencie las fuerzas del liberalismo cosmopolita. En propiedad, entonces, esta crítica forma parte de la pugna interna del nacionalismo boliviano actual, entre un sector más desarrollista y pragmático, que gobierna, y otro que se ha atinado a llamar, con una feliz expresión, “pachamamista”, y cuya importancia política resulta más bien nula. Por último, la deuda fundamental del indio-centrismo con el pensamiento occidental es la adopción de lo que Isaiah Berlin llamó su “monismo”, es decir, su confianza en que es posible encontrar un principio único que explique, primero, y que dé sentido, después, al mundo y a la historia. Esta es la gran ambición intelectual del occidente monoteísta. Su alternativa es el “pluralismo” y se podría esperar que el mismo encontrara un ambiente propicio en las corrientes que pretenden expresar a las culturas politeístas. Pero, muy a menudo, ocurre todo lo contrario, como ilustra el caso de Rivera. Estas corrientes operan exactamente igual que todas las grandes ideologías provenientes de lo que Heidegger llamaría “el mundo de la técnica” y tratan también, con gran arrogancia, de reducir la pluralidad del mundo a un solo y omnicomprensivo mecanismo explicativo. * Periodista y escritor.

De guionista de Juan Pablo II a protagonista Juan José Tamayo* La insólita renuncia del papa Benedicto xvi abre espacio a valoraciones diversas y hasta divergentes de su pontificado. Esta es la de un teólogo de la Universidad Carlos iii de Madrid.

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uando el teólogo Joseph Ratzinger fue nombrado arzobispo de Munich en 1977 tuvo que abandonar el ejercicio de la teología. Él mismo lo confesaba: “Me estaba enfrentando a dos grandes proyectos (teológicos), ninguno de los cuales sería después realizado a causa de mi nombramiento episcopal… No estaba llamado a terminar esta obra. En efecto, apenas estaba empezándola, fui llamado a otra misión”. A comienzos de la década de los 80 se hacía cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, durante casi un cuarto de siglo, fue el guionista de la obra teatral que representó Juan Pablo ii durante su largo pontificado con notable éxito en todos los escenarios: nacionales e internacionales, políticos y religiosos, sociales y culturales. El guión está escrito en el Informe sobre la fe, que recoge la entrevista del periodista Vittorio Messori al cardenal cuando era presidente del ex Santo Oficio, que se abre con dos citas periodísticas de perfiles contrapuestos del mismo personaje: La primera: “Un típico bávaro, de aspecto cordial, que vive modestamente en un pisito junto al Vaticano”. La segunda: “Un Panzer-Kardinal que no ha dejado jamás los atuendos fastuosos ni el pectoral de oro de Príncipe de la Santa Iglesia de Roma”. ¿Cuál de las dos ha prevalecido durante su pontificado? Yo creo que la segunda. En el libro-entrevista mostraba su desencanto ante “las exageraciones (posconciliares) de una apertura indiscriminada al mundo” y “las interpretaciones demasiado positivas de un mundo agnóstico y ateo”, y proponía como alternativa un programa de restauración que recuperara el equilibrio de los valores en el interior del catolicismo y excluyera la reforma: “La Iglesia de hoy –afirmaba citando a Juan Pablo ii– no tiene necesidad de nuevos reformadores. La Iglesia tiene necesidad de santos”. Y entre tales colocó a su predecesor el 1 de mayo de 2001 elevándolo a los altares como beato. Era un mensaje contrario al Concilio, que había defendido la reforma de la Iglesia. Ratzinger expresaba su confianza en los nuevos movimientos eclesiales de tendencia conservadora, y, algunos, integrista: “Movimiento carismático, Comunidades Neocatecumenales, Cursillos, Movimientos de los Focolaris, Comunión y Liberación”. Durante su pontificado

ratificó dicha confianza. Se olvidaba de las comunidades eclesiales de base, los movimientos apostólicos de la Acción Católica, las Congregaciones religiosas fieles al Vaticano ii y comprometidas con los empobrecidos, etc. Tras la muerte de Juan Pablo ii, los cardenales, interpretando la voluntad de Juan Pablo ii, eligieron papa al cardenal Ratzinger, quien pasó de guionista a actor e intérprete de su propio texto. En la misa de apertura del Cónclave reescribió su programa en un memorable discurso contra la dictadura del relativismo, que hizo perder las esperanzas de cambio y apertura en el nuevo pontificado. Durante los casi 8 años de gobierno, Benedicto xvi ha sido fiel al guión que escribiera años atrás, sin desviarse un ápice, y si lo ha hecho ha sido para virar hacia el integrismo. Efectivamente, todo lo que no se atenía a su programa restaurador era considerado relativismo y era condenado: la teología de la liberación, la teología del pluralismo religioso, la teología feminista, la teología moral renovada, incluso la teología del concilio Vaticano ii, así como numerosas Congregaciones religiosas –sobre todo femeninas– defensoras del sacerdocio de la mujer, etc. Ha seguido excluyendo a las mujeres de los ámbitos de responsabilidad. Ha roto los puentes de diálogo con las religiones, con el islam en el discurso de Ratisbona y con las comunidades indígenas en sus viajes a América Latina y África. Cuando le estallaron en las manos los grandes escándalos, como la pederastia, las intrigas vaticanas, la corrupción instalada en la cúpula de san Pedro, no fue capaz de darles la respuesta adecuada. Lejos de estar abierto a los desafíos de nuestro tiempo, dio respuestas del pasado a preguntas del presente. Lejos de caminar por la senda del diálogo, optó por anatema. Se equivocó de siglo. * Profesor de la Universidad Carlos iii de Madrid.

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Los desafíos de los gobiernos Marco Aurelio García* El asesor de la presidencia brasileña esboza en este artículo un análisis y evaluación de las bases de sustentación y desempeño de los actuales gobiernos de izquierda de la región, así como algunas propuestas de futuro. Este artículo, expresivo de una corriente de opinión muy difundida en América Latina, motivó la crítica de Fernando Mires que publicamos en las siguientes páginas.

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arte importante de las izquierdas sudamericanas, especialmente en el Cono Sur, fue duramente afectada debido a la represión impuesta por las dictaduras de la región en las décadas de los 60, 70 y parte de los años 80, en Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay. La derrota sufrida por las organizaciones de izquierda en aquel período fue política, organizacional y, en aquéllos países en los que se recurrió a la lucha armada, militar. En algunos países, como Argentina y Chile, la represión asumió dimensiones gigantescas dejando miles de muertos, desaparecidos, presos y exiliados. En aquellos países en que ese proceso se acompañó con la aplicación de políticas neoliberales, ocurrieron cambios importantes que afectaron las bases sociales de los sindicatos, movimientos y partidos identificados históricamente con las clases trabajadoras. Dichos cambios tuvieron un fuerte impacto en el rol que las izquierdas desempeñaron durante el período de transición a la democracia en algunos países de la región. Las políticas económicas conservadoras ampliaron la pobreza, debilitaron a la clase trabajadora tradicional y a sus organizaciones. Al minimizar el rol del Estado en la economía, el recetario del Consenso de Washington debilitaba las nociones de Estado-Nación y soberanía nacional y, en consecuencia, la propia soberanía popular. El debilitamiento de la democracia económica y social debilitó la democracia política. En Brasil, los militares, aunque represores, autoritarios y oscurantistas, llevaron adelante políticas de desarrollo económico que expandieron la economía, aunque profundizaron las desigualdades. Así fueron creadas las bases materiales para el surgimiento de importantes movimientos sociales, para un nuevo sindicalismo y para la creación del Partido de los Trabajadores. Ese marco fue distinto en países con economías basadas en el petróleo y en la minería, como Venezuela, Ecuador y Perú, al igual que Colombia, escenario de una importante insurgencia rural por décadas. La hegemonía de las ideas neoliberales en el plano económico, durante el período de transición a la democracia, proyectó personajes funestos como Carlos Menem en Argentina, Collor de Mello en Brasil, Sánchez de Lozada en Bolivia; todas figuras centrales de un movimiento del que también formaban parte Salinas de Gortari, en México, y Vargas Llosa o Fujimori, en Perú. La idea de la integración latinoamericana fue sustituida por el proyecto de creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (alca) impulsada por Estados Unidos. Las privatizaciones y la desregulación productiva, financiera y del mundo del trabajo se transformaron en palabras clave del pensamiento único que pasó a configurar una nueva propuesta programática de amplia aceptación en sectores conservadores y, sobre todo, en los medios de comunicación.

Es claro que esa ola conservadora fue estimulada por la crisis de los proyectos nacionales-desarrollistas de América latina y, más allá del colapso del modelo soviético, por la deriva de la socialdemocracia europea, así como por los nuevos rumbos de la economía y la política de China. Acosadas por la nueva derecha y privadas de los valores clásicos que habían seguido durante décadas en el pasado, las izquierdas vivieron un momento de perplejidad que afectó incluso a aquellos sectores que se habían disociado de una herencia ortodoxa y que habían adoptado una postura crítica. El renacimiento de las izquierdas en la región ocurrió esencialmente a partir de los movimientos sociales, de sus luchas reivindicativas y de los embates electorales que comenzaron a ser victorias en Vene-

zuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Paraguay, así como a partir de la evolución del proceso político chileno. La consecuencia de ese renacimiento a partir de las luchas sociales, sin un proyecto político-ideológico común y consistente previo, fue una comprensible (algunos dirán saludable) heterogeneidad y fragmentación programática. Ese fenómeno refleja las particularidades de las tradiciones culturales y políticas nacionales que las dictaduras y las políticas neoliberales no habían logrado anular. A pesar de esas diferencias, algunos elementos programáticos estuvieron presentes, con distintos enfoques y perspectivas, en las luchas y movimientos de los distintos países: 1) énfasis en las cuestiones sociales (combate a la pobreza, la exclusión y las desigualdades), 2) democratización del Estado y participación social, 3) defensa de la soberanía nacional y 4) integración sudamericana y latinoamericana capaz de garantizar a la región un lugar en un mundo que vivía (y vive) una intensa y acelerada transformación. En el gobierno, las izquierdas impulsaron el crecimiento, el combate a la pobreza, la reducción de las desigualdades por medio de políticas económicas

y sociales. Estas últimas dejaron de tener un carácter “compensatorio”, como en la agenda conservadora, y pasaron a ser el eje estructurante de la nueva política económica. Con diferencias, ligadas a los antecedentes económicos de cada país y las orientaciones adoptadas, la región logró el equilibrio macroeconómico (reducción de las deudas internas y externas, control de la inflación y el incremento de las reservas internacionales). La articulación de esos factores provocó una expansión significativa de la economía regional, mejoras sensibles en la situación social y explican el nuevo rol que pasó a tener América del Sur en la economía global, especialmente cuando estalló la crisis. Los gobiernos de izquierda fueron sometidos a constantes procesos electorales y estimularon la creciente participación popular. En la región andina –Venezuela, Bolivia y Ecuador, sobre todo– la inestabilidad política anterior, resultante en parte de la obsolescencia de las instituciones, puso a la orden del día la convocatoria de Asambleas Constituyentes para ampliar el espacio público y la base de sustentación gubernamental. Se refundaron las instituciones. En otros países los cambios se hicieron sin grandes rupturas institucionales. La caída de Fernando Lugo en Paraguay fue, en parte, el resultado de la falta de una movilización popular fuerte y del aislamiento del gobierno en el interior de las instituciones heredadas del antiguo régimen. El éxito de los gobiernos democráticos populares de los últimos años tuvo un efecto desintegrador sobre las oposiciones. En la mayoría de los países las fuerzas tradicionales de derecha entraron en crisis. Incapaces de comprender los nuevos fenómenos políticos y sociales de la región, parte importante de las oposiciones asumió posiciones profundamente conservadoras, cuando no golpistas. Descalificaron las políticas económicas y sociales de las izquierdas, llamándolas “populistas” o instrumentos de “cooptación” de amplios sectores sociales que se estarían dejando comprar por “políticas asistencialistas”. A partir de ahí, pasaron a descalificar las elecciones como proceso de constitución de los gobiernos democráticos. El pueblo se transformó en la “masa de maniobra populista”. Las derechas reactivaron sus agendas pro-mercado y desarrollaron una fuerte crítica a las políticas externas, especialmente a los procesos de integración sudamericana. El papel central de la oposición en la mayoría de los países fue ocupado por los medios de comunicación, que sustituyeron a los partidos conservadores. Los éxitos de las experiencias de gobierno de izquierda y de centroizquierda en América del Sur no pueden ocultar, sin embargo, sus límites cuyo examen crítico es fundamental para la continuidad de esas experiencias y, sobre todo, para su profundización.

Si bien es necesario realizar un análisis detallado de cada una de las trayectorias nacionales de la última década, no hay aquí espacio para realizar ese inventario crítico. Confrontaciones exageradas o conciliaciones innecesarias, voluntarismo o pasividad burocrática, centralismo o basismo son algunas de las tendencias conflictivas que pueden observarse en los discursos y la práctica de los gobiernos progresistas sudamericanos. Falta un relato coherente de los procesos políticos en curso en nuestros países. En su ausencia, la izquierda corre el riesgo de renunciar a cualquier discurso explicativo de su rica experiencia actual, cayendo en un empirismo peligroso, vacío y, a menudo, ocupado por las críticas de la derecha. Otro riesgo es el de otorgarle a ese relato una retórica de izquierda anticuada, o la invocación de supuestas tradiciones históricas que remiten a los pueblos originarios, o a las luchas de independencia. Muchas veces esa “invención de tradiciones”, para retomar una expresión de Eric Hobsbawm, aunque justificable, oculta nuestra incapacidad para comprender y explicar la novedad de la experiencia que estamos desarrollando y los problemas que tenemos enfrente. El riesgo implícito en esa postura es el de estar luchando en batallas de guerras pasadas y, por lo tanto, equivocarnos de enemigos. Esa advertencia sirve no sólo para tratar nuestras experiencias nacionales sino también para definir el horizonte de nuestros proyectos de integración. Esos procesos de integración son más complejos porque involucran a grupos de países con diferentes afinidades político-ideológicas. Baste recordar que en el marco de Unasur están los gobiernos del alba, pero también aquellos del Arco del Pacífico, además de aquellos que no siguen ninguna de estas opciones. La complejidad de esas cuestiones y los problemas de relación de fuerza implicados muestran la necesidad de construir también un relato de la integración sudamericana. Es necesario superar los tiempos de las Internacionales. Eso no significa abandonar un esfuerzo teórico político de análisis de las experiencias exitosas de reconstrucción de las izquierdas en esta última década. Es necesario establecer un debate calificado que, reconociendo las particularidades de cada experiencia nacional, sea capaz de establecer un ideario común a ser compartido. Una de las paradojas de la situación actual de nuestro continente es que la derrota política y electoral del conservadurismo no ha sido acompañada por la derrota de muchas de sus ideas, de sus valores, y, sobre todo, de sus medios de difusión. La construcción de una América del Sur posneoliberal pasa por ese movimiento de reconstrucción de las izquierdas en varios países. La crisis de los paradigmas pasados de las izquierdas y los avances de los últimos años muestran que, contra las ideas dominantes, debemos afirmar las políticas económicas de crecimiento, sustentabilidad económica, social y ambiental. Una política económica que apunte a la construcción de una economía poscapitalista. Una reflexión que contribuya a la democratización radical del Estado, para la ampliación del espacio público y la socialización de la política. Tenemos que construir una democracia política fundada en la más amplia participación de hombres y mujeres en la vida política, en una sociedad plural, respetuosa de la ley, de los derechos humanos, capaz de asegurar la libre organización y expresión. Una sociedad solidaria, laica y de paz que socialice los bienes culturales y las oportunidades, que valore su diversidad étnica. * Asesor para Asuntos Internacionales de la Presidencia de Brasil. (Este texto es una reproducción de los pasajes salientes de la exposición “Las izquierdas: la hora de la integración sudamericana”, realizada el 21 de enero de 2013, en el encuentro con intelectuales sudamericanos “Caminos progresistas para el desarrollo y la integración regional”, organizado por el Instituto Lula de San Pablo. Se publicó originalmente en el diario Página 12 de Buenos Aires).

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Correa: cuatro lecciones de su victoria Atilio A. Boron* Para ilustrar mejor el tipo de ideología que critica Fernando Mires (pp. 12-13) publicamos esta muestra de uno de los intelectuales orgánicos del alba, a propósito de la victoria de Rafael Correa, que está en las antípodas de la visión de Luis Verdesoto que ofrecemos a nuestros lectores (pp. 16-17).

L

a arrasadora victoria de Rafael Correa, con un porcentaje de votos y una diferencia entre él y su más inmediato contendiente que ya hubieran querido tener Obama, Hollande, Rajoy, entre  otros, deja algunas lecciones que es conveniente recapitular.  Primero y lo más obvio: la ratificación del mandato popular para seguir por el camino trazado pero, como dijo Correa en su conferencia de prensa,  avanzando más rápida y profundamente. Sabe el re-electo presidente que los próximos cuatro años serán cruciales para asegurar la irreversibilidad de las reformas que, al cabo de diez años de gestión, habrán concluido con la refundación de un Ecuador mejor, más justo y más sustentable. Un Ecuador en donde la diversidad no sea fuente de desigualdad.  En la conferencia de prensa ya aludida dijo textualmente: “o cambiamos ahora al país o no lo cambiamos más”. El proyecto de crear un orden social basado en el socialismo del sumak kawsay, el “buen vivir” de nuestros pueblos originarios, exige actuar con rapidez y determinación. Pero esto también lo saben la derecha vernácula y el imperialismo, y por eso se puede pronosticar que van a redoblar sus esfuerzos para evitar la consolidación del proceso de la “Revolución Ciudadana”. Segunda lección: que si un gobierno obedece al mandato popular y produce políticas públicas que benefician a las grandes mayorías nacionales –que al fin y al cabo de eso trata la democracia– la lealtad del electorado puede darse por segura. La manipulación de las oligarquías mediáticas, la conspiración de las clases dominantes y las estratagemas del imperialismo se estrellan contra el muro de la fidelidad popular ante un gobierno fiel a sus mandatos. Tercero, y como corolario de lo anterior, el aplastante triunfo de Correa demuestra que la conformista tesis tan común en el pensamiento político convencional, a saber: que “el poder desgasta”, sólo es válida en democracia cuando el poder se ejerce en beneficio de las minorías adineradas o cuando los procesos de transformación social pierden espesor, titubean y terminan por detenerse. Al paralizarse, al abandonar el impulso transformador, se encaminan hacia su propia destrucción. Su condición de viabilidad es la permanente profundización y aceleración del proceso reformista. Pero cuando se gobierna teniendo a la vista el bienestar de las víctimas del sistema pasa lo que ocurrió ayer en Ecuador: si en la presidencial del 2009 Correa ganó en la primera vuelta con el 51 por ciento de los votos, ayer lo hizo, con el recuento existente al momento de escribir esta nota (un 25 por ciento de los votos escrutados) con el 57 por ciento. En lugar de “desgaste”, consolidación y acrecentamiento del poder residencial.

Cuarto y último, con esta elección se supera la parálisis decisional generada por una Asamblea Nacional que se opuso con intransigencia a algunas de las más importantes iniciativas propuestas por Correa. Si bien hay pocas cifras disponibles al respecto no caben dudas de que Alianza pais tendrá la mayoría absoluta de los asambleístas y con posibilidades de alcanzar una representación parlamentaria que le permita contar con una mayoría calificada de dos tercios. Una Asamblea Nacional que acompañe el proceso de cambios tendría que abocarse de inmediato a elaborar y sancionar la Ley Orgánica de Comunicación, un nuevo Código Ambiental, la Ley de Aguas (esencial para la reforma agraria) entre otras piezas legislativas de fundamental importancia. La reconfiguración del mapa sociopolítico de la Asamblea Nacional permitirá remover los obstáculos que, hasta ahora, impidieron el avance en algunos frentes estratégicos del proceso de construcción de una nueva sociedad. Con el triunfo de Correa, la reciente victoria de Hugo Chávez en Venezuela y la previsible ratificación del mandato popular a favor de Evo Morales en Bolivia el núcleo duro del “giro a la izquierda” experimentado por América Latina a comienzos de siglo queda notablemente fortalecido, ejerciendo un influjo favorable sobre los procesos en curso en países como Argentina, Brasil y Uruguay. Conclusión: los tiempos han cambiado. La ratificación plebiscitaria de un presidente que lideró  un formidable proceso de cambios sociales y económicos; que apuesta sin reservas –y trabaja para– la integración latinoamericana; que desafió al imperio incorporando su país al alba y que puso fin a la presencia estadounidense en la base de Manta; que realizó una ejemplar auditoría de la deuda externa reduciendo significativamente su monto; que le otorga asilo a Julian Assange y que retira al Ecuador del ciadi no es algo que se vea todos los días. Hay una gran razón para celebrar. ¡Felicitaciones Rafael Correa, salud Ecuador! * Politólogo y sociólogo argentino, doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard.

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Marco Aurelio García: un grave caso de alienación ideológica Fernando Mires* Crítica a las ideas de la “nueva izquierda latinoamericana” expuestas en el artículo “Los desafíos de los gobiernos” de Marco Aurelio García, incluido en la presente edición (pp. 10-11).

Y

a he perdido toda esperanza. Es más fácil conversar acerca de tolerancia con un talibán que discutir de política con algún ideólogo latinoamericano de la “nueva izquierda”. Y, sin embargo, hay que seguir haciéndolo, aunque sea para denunciar los excesos ideológicos en los que incurren. Probablemente Marco Aurelio García (mag) no se entiende a sí mismo como ideólogo del “socialismo del siglo xxi”, pero leyendo su artículo titulado “Los desafíos de los gobiernos” no hay más alternativa que alinearlo en esa tendencia, entre otras cosas, porque ahí subscribe punto por punto la doctrina de legitimación de las autocracias y neodictaduras sudamericanas. Según mag, las izquierdas sudamericanas, particularmente las del Cono Sur, fueron afectadas política, organizacional y militarmente por las dictaduras que asolaron esa región. Lo que no dice mag es que esas dictaduras no sólo fueron ejercidas en contra de las izquierdas. Víctimas de ellas fueron otros sectores democráticos, no siempre de izquierda, como ocurrió en Uruguay y en Chile. Tampoco dice mag que los comunistas argentinos (imagino que también son de izquierda) apoyaron la dictadura de Videla siguiendo ordenes de la urss. Calla también mag cuando oculta que un gran sector del peronismo, particularmente fracciones montoneras, apoyó a Galtieri durante la guerra de las Malvinas. Igualmente calla cuando no dice que los Tupamaros uruguayos y otras organizaciones similares apoyadas por Cuba, posibilitaron la salida militar en diversos países del continente.  Nadie niega, por supuesto, que los sectores más afectados por la represión militar éramos de alguna izquierda. Pero reducir el drama padecido a la contradicción izquierda-dictadura, es faltar a la verdad. Prueba de ello es que los pilares de la lucha anti-dictatorial no estuvieron centrados en las izquierdas, aunque ellas participaron en los bloques de restauración democrática que tuvieron lugar. Para hablar con ejemplos: si las Madres de la Plaza de Mayo tuvieron repercusión mundial no fue porque eran de izquierda sino porque eran madres. Y si gran parte de la lucha democrática de los chilenos reposó sobre la Iglesia Católica, no fue porque el cardenal Silva Henríquez hubiera sido un personaje de izquierda. Ni en Brasil, ni en Argentina, ni en Chile, ni en Uruguay, ni en Paraguay, ni en Bolivia, los primeros gobiernos democráticos post-dictatoriales fueron de izquierda. Pero tampoco, en sentido estricto, fueron de derechas. Fueron formaciones centristas orientadas a facilitar el retorno de usos democráticos y el retiro de los militares a sus cuarteles. De tal modo que el auge de la izquierda debe ser entendido como un fenómeno post-transición, pero no post-dictatorial. Adjudicar a los gobiernos post-dictatoriales un carácter neo-liberal sólo porque no practicaron programas estatistas, es un abuso ideológico de enormes proporciones. Ahora, el periodo post-transición tuvo lugar en el marco histórico determinado por el fin de la Guerra Fría, hecho que mag calla. Si no hubiera callado habría tenido * Profesor emérito de la Universidad de Oldenburg, Alemania.

que aceptar que la intervención militar no ocurrió sólo para proteger a los “ricos” de la derecha en contra de los “pobres” de la izquierda, sino porque gran parte de esa izquierda obedecía directrices internacionales contrarias a las que primaban en el espacio político occidental. Hasta aquí la prehistoria. Lo central es que para mag al no haber podido jugar un papel fundamental en contra de las dictaduras, el gran mérito de la “nueva izquierda gubernamental latinoamericana” (la del socialismo del siglo xxi) fue el de subvertir los programas neo-liberales puestos en práctica durante el periodo de transición. Qué es lo que entiende mag por neo-liberalismo, es un misterio. Misterio sólo descifrable si entendemos qué es lo que significa “neo-liberalismo” para gente como mag. Para decirlo en clave de síntesis, neo-liberalismo es para ellos todo lo que no es estatista. La izquierda latinoamericana en la visión de mag no se define, como lo hicieron las primeras izquierdas, por su posición a favor de la democracia, de la clase obrera, por su laicismo o por la libertad de pensamiento. Izquierda es para ellos estatismo; y punto. A ideólogos como mag, en ningún momento se les pasa por la cabeza que el estatismo puede ser mucho más opresivo que una economía liberal políticamente regulada. Tampoco se les ha ocurrido que el estatismo pueda llevar a la práctica una economía neo-liberal. Cuba, en ese sentido, es un gran ejemplo. En ningún país del continente los derechos de las organizaciones obreras han sido más violados que en Cuba. Venezuela es un caso parecido. Después de catorce años de vida autocrática, los otrora poderosos sindicatos obreros han sido desmantelados por el gobierno militar chavista. Pero como esos gobiernos son para mag “de izquierda” quedan a salvo de toda crítica.

A fin de fortalecer su visión de una nueva izquierda anti-neoliberal redentora, mag intenta imponer una visión maniquea de la historia reciente. Citemos: La hegemonía de las ideas neoliberales en el plano económico durante el período de transición a la democracia proyectó personajes funestos como Carlos Menem en Argentina, Collor de Mello en Brasil, Sánchez de Lozada en Bolivia, figuras centrales de un movimiento del que también formaban parte Salinas de Gortari, en México, y Vargas Llosa o Fujimori, en Perú.

En otras palabras, mag toma a todos los gobiernos que no son de su agrado y los mete en el saco del neo-liberalismo. ¿Pero por qué Menem y no Kirchner? ¿No eran del mismo partido? ¿Dónde está el discurso de Kirchner en contra de Menem? ¿No son seguidores de Cristina muchos menemistas de antaño?  Si mag analizara la política europea, hasta Berlusconi podría ser de izquierda: ¿No se ha pronunciado recientemente en contra del “neo-liberalismo” alemán?¿No levanta Berlusconi la bandera de las libertades sexuales en contra del Vaticano?   Hasta tal punto llega la alienación ideológica de mag que para él Fujimori y Vargas Llosa son lo mismo, no importando que el segundo se haya pronunciado en contra de todos los regímenes dictatoriales del mundo (y mag en contra de ninguno) y el primero haya sido portador de una autocracia militarista y populista muy parecida a la que ejerce el chavismo en Venezuela. mag, siguiendo esa tradición economicista que caracteriza a la política latinoamericana (de izquierda y derecha) sólo conoce un límite: el neo-liberalismo. Todo lo que no es neo-liberal (estatista) es de izquierda, incluyendo a las farc a los que alude con el hipócrita

eufemismo de “importante insurgencia rural”. En palabras de mag: A pesar de esas diferencias, algunos elementos programáticos estuvieron presentes, con distintos enfoques y perspectivas, en las luchas y movimientos de los distintos países: 1) énfasis en las cuestiones sociales (combate a la pobreza, la exclusión y las desigualdades), 2) democratización del Estado y participación social, 3) defensa de la soberanía nacional e 4) integración sudamericana y latinoamericana capaz de garantizar a la región un lugar en un mundo que vivía (y vive) una intensa y acelerada transformación.

¿De dónde saca mag que estamos frente a una nueva versión de la izquierda latinoamericana que sustituye una hegemonía de las derechas que casi nunca ha habido? En su propio país, Brasil, el lulismo no surgió de la nada. Desde Getulio Vargas, pasando por Joao Goulart, siguiendo por F. H. Cardoso, las tradiciones predominantes han sido de centro izquierda. Lo mismo ocurre en el Perú, donde un Humala recoge antiguas banderas del apra. O en la Bolivia de Evo Morales cuyo gobierno sólo puede entenderse de acuerdo a las tradiciones iniciadas por el mnr, y así sucesivamente. En la gran mayoría de los países latinoamericanos, el tronco grueso de la política ha sido siempre de centro-izquierda, a veces de centro-derecha, nunca de izquierda-izquierda o de derecha-derecha, como imagina, de modo abstruso, mag. ¿Y de qué defensa de la soberanía nacional habla el ideólogo del Brasil? ¿Quién amenaza la soberanía continental en estos momentos? ¿Rusia, China? ¿O es mag otra viuda más del “imperialismo norteamericano” con el cual Brasil ha practicado siempre las más intensas relaciones, sobre todo en tiempos de Lula? Tampoco la política social latinoamericana ha comenzado con los gobiernos del alba ni con los “nuevos” gobiernos de izquierda. Es, por el contrario, de muy larga data. Mucho menos, la democratización del Estado a la que mag hace mención, a menos de entender por ella la creación de relaciones verticales entre masa-Estado y líder, o el control del poder Judicial por el Ejecutivo, o la creación de partidos-Estados, en fin, todas esas estructuras anti-democráticas que caracterizan a la nueva izquierda latinoamericana cuando se apodera de las palancas del poder. Si mag no estuviera tan alienado como aparenta, podría darse cuenta de que los valores que defiende el gobierno venezolano al cual ha amparado en todas sus múltiples violaciones constitucionales, son los de las más rancias derechas del continente: militarismo, culto irracional al líder, mistificación del pasado y, recientemente, fanatismo religioso. A la inversa, mag podría también advertir que en la oposición venezolana se encuentra el grueso de esa centro-izquierda que dio origen no a un sistema neoliberal (como el neo-liberalismo de Estado que practica el chavismo) sino a un largo y estable periodo de convivencia política anti-militarista, sobre cuya base (nunca sobre su negación) deberán surgir los futuros proyectos de integración social. O dicho así: las tradiciones de la izquierda venezolana, las que vienen de Rómulo Betancourt y no de Fidel Castro, se encuentran en la oposición. No en los cuarteles. En breve: estamos frente a un grave caso de alienación ideológica. mag, irremediablemente, sólo ve lo que su estrecha ideología le permite. Y si gran parte de la realidad no cabe en esa ideología, el problema estará siempre en la realidad. Así nos explicamos por qué, bajo su funesta influencia, Brasil en la onu sólo supo practicar la más antipolítica abstención, protegiendo a regímenes tiránicos como Libia ayer, Cuba y Siria hoy. Con ese tipo de conducción, Brasil solo será una potencia económica de “clase media”. Una potencia política, jamás.

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Hogar, ¿el lugar más inseguro para las mujeres? Leticia Sáinz* Durante el primer semestre de 2011, la Policía Boliviana registró 33.837 casos de violencia en el país, es decir, más de 5 mil por mes y aproximadamente 190 por día. Según una encuesta de Naciones Unidas en 17 países, Bolivia encabeza la estadística como el país con mayor violencia en contra de las mujeres y el segundo con mayores índices de violencia sexual.

E

n Bolivia, siete de cada diez mujeres sufrieron o sufren algún tipo de violencia. La violencia en contra de las mujeres no es, por lo tanto, un tema de experiencias aisladas en el ámbito familiar, sino una problemática social de grandes dimensiones que afecta al 51 por ciento de la población boliviana, sin distinciones de clase social, raza o edad; y que ocurre mayoritariamente en el hogar. Los ataques físicos, sexuales o sicológicos en contra de las mujeres pueden tener muchas explicaciones, pero, en el fondo, son la expresión de un problema de poder en que una de las partes, el agresor, considera que tiene la “autoridad” para someter a la otra de ese modo. Durante el primer semestre de 2011, la Policía Boliviana registró 33.837 casos de violencia en el país, es decir, más de 5 mil por mes y aproximadamente 190 por día. Si se toma en cuenta que por cada caso denunciado hay, al menos, ocho no denunciados, estamos hablando de entre 1.500 y 1.600 agresiones diarias en los nueve departamentos. El pasado noviembre, Naciones Unidas publicó los resultados de una encuesta en 17 países en la que Bolivia se ubica como el país con mayor violencia en contra de las mujeres y el segundo con mayores índices de violencia sexual. Un record que no honra a nadie ciertamente. A estos datos se agregan los de CIDEM que indica que en menos de cuatro años fueron asesinadas 371 mujeres por el hecho de ser mujeres; feminicidios que en la mayoría de los casos no tienen sentencia condenatoria. Un ejemplo: la justicia boliviana tardó 13 años para condenar al violador y asesino de la niña Patricia Flores. Y la agresión, al menos en Bolivia, no proviene solamente de los hombres. También emana del Estado que penaliza criminalmente a la mujer que quiere interrumpir su embarazo con el argumento y justificación de la condición “sagrada” de la maternidad y los hijos. Se estima que 44.000 embarazos son interrumpidos anualmente en nuestro país y, como el aborto está penalizado, la mitad de esas mujeres llegan a los centros de salud luego de haber iniciado el proceso clandestinamente en condiciones inseguras e insalubres. No hay edad para esta tragedia y tampoco condiciones de clase ni raza. Lo que sí es claro que de los 19 millones de abortos que se producen anualmente en el mundo, el 96 por ciento ocurren en los países pobres, según la OMS. La violencia intrafamiliar y el aborto son apenas dos de los temas graves que afectan a las mujeres, que no cuentan con un Estado que las proteja y que las ayude a resolverlos. La violenta y lamentable muerte de la periodista Hanalí Huaycho es un caso de cientos que no se conocen, y de miles que no se denuncian. Y aquéllas que se atreven a hacerlo experimentam una segunda victimización, esta vez de

parte de las autoridades. ¿Y después de la denuncia qué pasa? ¿Quién protege a una mujer de una nueva paliza? ¿Qué autoridades castigan el delito? Las dos mujeres que ahora dirigen la Asamblea Plurinacional, Gabriela Montaño y Betty Tejada, se han comprometido, públicamente, a que la primera ley a ser aprobada en la presente legislatura sea la ley integral contra la violencia hacia las mujeres que se sumará a otras seis que están en vigencia, además del artículo 15 y otros de la Constitución Política del Estado, que también prohíben la violencia. Ninguna de estas normas ha logrado disminuir las tasas de violencia. Es que no se trata de hacer normas para castigar –fin que, entre otras cosas, tampoco se logra–, sino de iniciar un proceso de cambio de paradigma, de concienciación en el que todos, hombres y mujeres, tenemos tareas. Se trata de la búsqueda no solamente de una vida libre de violencia en contra de las mujeres, sino de una sociedad en la que todos y todas tengamos igualdad de condiciones y oportunidades; seamos sujetos plenos de los derechos constitucionales; y estemos habilitados sin discriminación alguna para poder ejercerlos. El proyecto de ley que ambas presidentas se comprometieron a aprobar establece, en su artículo 13, los derechos de las mujeres en situación de violencia: acceso a la justicia; debido proceso; a ser oída con garantías; a la inversión de la prueba; a un fallo justo; a recibir protección inmediata; a la recuperación integral. Además, establece la creación de un Fondo del estado que proporcione a las autoridades los recursos para cumplir este objetivo. No menciona las muertes por aborto que es otra forma de violencia en contra de las mujeres. Las leyes, por más buenas que sean en contenidos, no cambian la realidad; menos si no están acompañadas de dos elementos imprescindibles: presupuestos que hagan posible la eliminación de los delitos que se quiere castigar o eliminar y procesos de educación y sensibilización para la profundización efectiva de los derechos humanos en toda su complejidad y materialización. El resto, son meros discursos, aunque vengan de mujeres con buenas intenciones. * Periodista.

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El contrapoder Luis Villoro* El fin último del contrapoder es la abolición del poder imposi­tivo; mientras no pueda lograrse, su propósito es limitar y con­trolar el poder existente. Si ha de ser fiel a sí mismo, el con­trapoder no puede remplazar un poder por otro, ni oponer una a otra violencia.

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sí como el poder es opuesto al valor, pero lo necesita; así el valor es opuesto al poder y lo requiere. Por principio, la búsque­da del bien común es opuesta a la voluntad de poder. Porque el poder impositivo es contrario al valor objetivo. Casi todas las doctrinas éticas y religiosas han promulgado la abolición o, al menos, la limitación del poder. La vida moral auténtica no conoce más amo que la propia voluntad recta. La sociedad ética sería aquélla que hubiera eliminado toda traza de dominación. Este es el tema de todas las utopías. En la comunidad ideal no hay poderosos ni desamparados, todos son hermanos, iguales en la libertad. Diógenes que, ante el emperador Alejandro, le pide: “¡Apártate, que me tapas el sol!”, los cristianos primitivos que aceptan morir por no sacralizar al César, Gandhi que prefiere sufrir la violencia a provocarla, Jan Patula que se inmola antes que servir al poder extraño, son símbolos, entre muchos otros, de la oposi­ ción irreductible del valor al poder. Todos los movimientos de raíz ética, en el campo de la políti­ca, han querido poner límites al poder estatal. Las revoluciones liberales tuvieron por fin principal proteger al individuo del poder del gobierno. El equilibrio de poderes en el Estado, los derechos humanos individuales, el control del gobierno por la representación popular no tienen otro objeto. Otros proyectos fueron más radicales; plantearon la abolición misma del Estado como medio para realizar una sociedad auténticamente libera­da. El anarquismo y la teoría marxista del “desvanecimiento” final del Estado, no por irrealizables, dejan de ser ideales éticos libertarios. Porque la realización plena del valor implica la abo­lición de cualquier dominio de unos hombres sobre otros. * Filósofo mexicano. Fragmento de El poder y el valor.

Fundamentos de una ética política, fce, México, 1997.

El poder corrompe a quien lo sustenta, humilla a quien lo padece. Por eso la búsqueda del valor implica una actitud dis­ruptiva frente al poder existente, para afirmar “lo otro” del po­der. Pero el intento de terminar con la dominación o, al menos, de limitarla, requiere poder. Y aquí surge una paradoja. Si para oponerse a un poder impositivo se utiliza otro poder del mismo género, el círculo de la dominación y con él el de la violencia, perdura. Los detentadores de valores sociales de justicia y libertad cuando impugnan el poder, se convierten en administra­dores de la dominación y la injusticia, cuando lo obtienen. ¿No es eso lo que ha sucedido tanto en las revoluciones triunfantes como en las victorias electorales de los partidos socialde­ mócratas? Tal parecería que un movimiento disidente cumpliría su papel liberador en la oposición y dejaría de cumplirlo al lle­gar al poder. ¿Habría manera de romper el círculo? Frente al poder impositivo hay otra forma de poder: el que no se im‑pone a la voluntad del otro, sino ex‑pone la propia. Entre dos partes en conflicto, la una no pretende dominar a la otra, sino impedir que ella la domine; no intenta substituirse a la vo­luntad ajena, sino ejercer sin trabas la propia. Si “poder” lla­mamos a la imposición de la voluntad de un sujeto “contra toda resistencia”, esta otra forma de fuerza social sería la resistencia contra todo poder. Podríamos llamarla, por lo tanto, “contrapo­der”. Poder y contrapoder a menudo se confunden. Sin embar­go, son del todo diferentes. 1.‑ Mientras el poder impositivo consiste en la capacidad de obstruir las acciones y propósitos de los otros y substituirlos por los propios, el contrapoder es la capacidad de llevar al cabo las acciones por sí mismo y determinarlas por la propia voluntad. Puede ejercer esa capacidad, protegiendo su acción de la intromi­sión del poder o, a la inversa, controlándolo o participando en él.

2.‑ El poder implica la dominación de un individuo o grupo sobre los demás; es siempre particular. Si entendemos por “pueblo” el conjunto de personas que componen una asociación política, el poder es siempre sobre o para el pueblo, pero no del pueblo. El contrapoder, en cambio, puesto que no pretende imponer una voluntad sobre ningún grupo de la sociedad, puede ser general. Puede comprender entonces el poder del pueblo; pero “poder” tendría, en esta expresión, un sentido contrario al impositivo: significaría una situación en la que ninguna persona o grupo estuviera sometido a un dominio particular y cada quien tuviera la capacidad de determinar su vida por sí mismo. 3.‑ El poder impositivo, puesto que tiene que doblegar las vo­luntades ajenas, no puede menos de ser violento. Puede tratarse de una violencia física, en la represión, la acción militar o la mar­ginación social; pero también puede ser mental, mediante la propaganda, el control de los medios de comunicación y de la educación; o legal, por intermedio de un sistema de normas coactivas. El contrapoder, en cambio, intenta detener la violen­cia del poder. Puesto que no im‑pone sino ex‑pone su voluntad ante los otros, su ámbito es el de la comunicación, no el de la violencia. Si pudiera ser totalmente puro sería no‑violento. Contra la imposición del poder opone la resistencia de un valor comúnmente aceptado. Sus procedimientos son, por lo tanto, contrarios a la violencia. Ejercen una no‑violencia activa. Sus usos son negativos: la huelga, la disidencia crítica, individual o colectiva, la resistencia organizada de grupos de la sociedad civil frente al Estado, la desobediencia civil, etc. Otras acciones son positivas; intentan remplazar, en todos los espacios sociales, la imposición por la tolerancia, el conflicto por la cooperación, el enfrentamiento por la negociación y el diálogo. Así como el má­ximo poder lleva consigo la máxima violencia, el máximo con­trapoder tiende a establecer la mínima violencia. 4.‑ El fin del poder es lograr el mayor dominio del todo social por una de sus partes. El fin del contrapoder es alcanzar el dominio del todo social por sí mismo. En su límite plantearía la abolición de todo poder. El contrapoder nunca se ha realizado plenamente, pero en casos paradigmáticos ha estado muy cerca de sus objetivos, em­pleando sus propios procedimientos frente a la violencia: ejer­ciendo la voluntad autónoma sin dominar al otro. Recordemos la hazaña de la no‑violencia en el movimiento de Gandhi o en el de Martin Luther King; y aún están presentes las “revoluciones de terciopelo”, en países del Este de Europa. En otros casos, la oposición al poder ha obligado a actos violentos de defensa, pero ésta se ha reducido al mínimo en distintas formas de disidencia civil, y cesará plenamente cuando la propia voluntad sea recono­cida. De cualquier modo, el sentido de la violencia en el poder y en el contrapoder es opuesto. El primero tiene por agente al domi­nador, el segundo, al dominado. El dominador no puede menos que buscar el poder por sí mismo, tiene que aceptar, por lo tanto, entre sus fines, la violencia; el dominado reafirma un valor co­mún que considera hollado, tiene por lo tanto, que controlar y regular la violencia, para alcanzar su fin. En el contrapoder, la violencia sólo puede ser contextual, usada en circunstancias que exijan la defensa propia; siempre

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será un medio calculado para avanzar en su supresión futura. El fin último del contrapoder es la abolición del poder imposi­tivo; mientras no pueda lograrse, su propósito es limitar y con­trolar el poder existente. Si ha de ser fiel a sí mismo, el con­trapoder no puede remplazar un poder por otro, ni oponer una a otra violencia. Sin embargo, ante la fuerza del poder, a menudo mima sus actos. De resistencia contra el poder a nombre de un valor, se transforma en un poder impositivo más. Entonces se niega a sí mismo y deja libre el curso al círculo de la violencia. Nuestro siglo ha sido testigo de esa transformación trágica. Tres podrían ser sus figuras emblemáticas. La primera es la masa. La masa no es el pueblo. El pueblo está constituido por un conjunto de personas ligadas en una red de relaciones sociales, la “masa” es un cuerpo indiferenciado, anónimo, en el que se confunden las personas. En el pueblo, los individuos pertenecen a distintas comunidades organizadas, con cuyos fines comunes pueden identificarse. En la masa, se anegan los individuos, olvidan sus identidades y objetivos per­ sonales para seguir ciegamente un fin que los rebasa. El sentido del contrapoder es distinto si lo ejerce el pueblo organizado o la masa indiferenciada. En el primer caso, es la resistencia a toda imposición de una voluntad ajena y la exposición, sin trabas, de una voluntad dirigida a un valor común. La masa, puesto que se cree pueblo, empieza también exponiendo un valor común frente a los poderes existentes; pero necesita personificar un “enemigo del pueblo” a quien imponer su poder. Es el “traidor”, el “renegado”, el “enemigo de clase”, el “Satán”. Pronto, el contra­poder de la masa lo reduce con violencia; entonces su acción ya no se diferencia de un poder impositivo más; es ahora una fuer­za ciega, incapaz de razonar por sí misma: puede ser utilizada por cualquier individuo o grupo como arma de su propio poder. El contrapoder al servicio de un valor común se ha convertido en un poder que impone los fines de un grupo a los demás.1 La segunda figura emblemática es el guerrillero‑terrorista. También él se pone al servicio de un valor común. Es un gue­rrero, pero un guerrero del valor supremo. Acepta el sacrificio total de sí mismo, el sufrimiento, la tortura, la muerte en el ano­nimato. Está dispuesto a darlo todo por un bien que lo rebasa, válido para toda la humanidad: la liberación, la redención del hombre. Es la versión moderna del cruzado, un caballero dispuesto al combate a muerte por su ideal. Pero su arma es la violencia. Al principio, no la quiere por ella misma. Su fin no es el poder para sí; la violencia es sólo un medio que considera necesario para un fin común. Pero para él es el único medio. Piensa que no se pue­de combatir el mal de la opresión más que con el mal de la violencia. Más aún, es necesario acompañar la violencia con el odio, sumir la sociedad en el mal para que el bien se haga pre­sente. Entonces el poder, concebido primero como medio, llega a cobrar la importancia central. Va cubriendo 1

Ejemplos en nuestro siglo de esta transformación del contrapoder en un nuevo poder impositivo, mediante la conversión del pueblo en masa, podrían ser la “revolución cultural” china y la revolución inte­grista en Irán.

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debate todos los aspectos de su vida; lograr poder, por la violencia, se va convirtiendo en el objetivo real de todas sus acciones. La realización del valor común es un fin demasiado lejano, importa ahora imponer su poder al adversario. ¿Cómo distinguir ya el uso de la violencia como puro medio de su aceptación como fin válido por sí mis­mo? ¿Qué distingue el robo de un banco o el asesinato de una familia campesina a nombre de La Causa, de los mismos actos realizados por el poder en curso? La distinción crucial entre el uso del poder por anhelo de justicia y la voluntad de poder por el poder mismo, de hecho, se ha borrado. Una última figura emblemática no es personaje de tragedia sino sólo de melodrama. Es el político progresista que pretende utilizar un poder opresivo para limitarlo participando en él. Hemos visto abundar esa figura en los regímenes socialdemó­cratas y laboristas del primer mundo y en los autoritarios y po­pulistas del tercero. No es el cruzado en lucha a campo abierto contra el mal, es el apóstol disfrazado en tierra de infieles. Reco­noce el mal del poder, pero está dispuesto

a entrar en el vientre de la ballena para cambiarlo. A veces justifica su participación en el poder porque “sólo es posible modificarlo desde dentro”, otras, porque evita que “otros lo hagan peor”. Al igual que su análogo opuesto, el guerrillero, está convencido de que sólo el poder cambia al poder, que podemos utilizar la coacción como medio para controlarla. Pero el poder, una vez utilizado, se con­vierte en el verdadero fin, profesado o inconfeso. El sistema que había que cambiar se encarga de poner a su servicio al cambia­dor. Llega un momento en que ya no se puede distinguir entre una acción política dirigida al cambio y la misma tendiente al ejercicio del propio poder. Por diferentes que sean esos tres casos, tienen algo en común: en todos, el contrapoder se pervierte en una forma más de poder impositivo; es un rayo más en la rueda sin descanso del poder y la violencia. Y sólo hay una vía de escapar a esa rueda: acabar con el deseo de poder por sí mismo. Implica desprenderse del interés personal en dominar y excluir a los demás, y convertir la propia acción en una afirmación del bien del todo; obliga, en su límite, a renunciar a la voluntad de poder para sí mismo. Es lo que habían comprendido Gandhi­ y Luther King; es lo que han comprendido también los indígenas zapatistas de Chiapas, en México, cuando decidieron no buscar el poder para sí mismos. Si se rebelaron en 1994 contra sus condiciones de marginación e injusticia extremas, si tuvieron que emplear las armas

para hacerse escuchar, su actitud difirió radicalmente de los antiguos movimientos guerrilleros. Pedían democracia, paz con justicia y dignidad; sólo querían usar las armas para que nadie más tarde tuviera que emplearlas. Por eso eligieron de inmediato la vía de la negociación y del acuerdo. Los zapatistas son conscientes que la responsable de la injusticia es, en último término, la voluntad de poder. Por eso proclamaron que su objetivo no era la toma del poder sino el despertar de la sociedad civil contra el poder. No se trataba de remplazar un poder impositivo por otro, sino de crear las condiciones de un contrapoder organizado que resistiera la coacción del poder existente.2 El círculo del poder y la violencia no se rompe con la inacción y la pasividad, pero tampoco con otro poder y otra violencia. Sólo puede “escapar al poder”, como quería Sócrates, quien opone al poder de la coacción el contrapoder de una voluntad común, consciente del peligro permanente de convertirse ella misma en otra forma de poder coactivo. El contrapoder es, en pureza: 1) no impositivo; exponente de la propia voluntad; 2) general; de todas las personas que com­ponen el pueblo; 3) no violento. En consecuencia, reforzará el contrapoder y evitará caer en un nuevo poder impositivo, toda acción política que: 1) refuerce la voluntad libre e impida su restricción por un poder impositi­vo; 2) se base en el contrapoder del pueblo real e impida la imposición de cualquier poder sobre el pueblo; 3) remplace la violencia del poder por acciones que la limiten y controlen: negociaciones y acuerdos entre adversarios; consensos y coo­peración entre ellos. Porque la lucha social sólo puede tener dos respuestas: la imposición de un poder particular o el acuerdo en tomo a valores comunes. La voluntad de poder y la búsqueda del valor se nos han re­ velado contrarias; sin embargo, no pueden prescindir la una de la otra: si el poder tiene que acudir al valor para justificarse, el valor requiere del contrapoder para realizarse. Nos ha hecho frente (…) la relación entre poder y valor, [que implica las siguientes reflexiones]: 1) Puesto que el poder se presenta como medio para realizar un fin considerado valioso ¿hasta qué punto están justificados los medios en el logro de un valor? 2) Puesto que el valor es requerido para la justificación de un poder ¿cómo se articula el pensamiento sobre el poder efectivo con el pensamiento sobre el valor? 3) Puesto que la asociación política valiosa es la que pondría limites al poder para que se diera el valor ¿cuáles serían las ca­racterísticas de esa asociación y qué papel tendría en ella el poder? 2

Los zapatistas son conscientes de lo radical y en apariencia irra­cional de su propuesta. Valga una cita: “Lo que nos hace diferentes es nuestra propuesta política. Las organizaciones políticas, sean partidos de derecha, centro, izquierda y revolucionarios, buscan el poder. Unos por la vía electoral, otros por la mentira y el fraude, otros por la vía de las armas. Nosotros no… Nosotros no luchamos por tomar el poder; luchamos por democracia, libertad y justicia. Nuestra propuesta política es la más radical que hay en México (y tal vez en el mundo, pero es pronto para decirlo). Es tan radical que todo el espectro político tradi­cional (derecha, centro, izquierda y los otros de uno y otro extremos) nos critican y se deslindan de nuestro ‘delirio”. (ezln, 1996).

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La tercera elección y segunda reelección de Correa Luis Verdesoto* La reelección de Correa eliminó el mito de que al neopopulismo se lo erosiona desde sus disidencias internas y confirmó que la Constitución de 2008 –suma de derechos sin instituciones de garantía– pueda seguir siendo un instrumento para la concentración del poder y, probablemente, para la reelección indefinida.

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En resumen La curva descendente de crisis del sistema político partidario ecuatoriano se mantiene: de la extrema inestabilidad (1996-2006) se pasó a la extrema concentración (2007-2013). El día de las elecciones se ha confirmado, al más crudo estilo andino, una década de presidencialismo exacerbado. En este proceso no se ha reconformado un sistema político (necesidad mútua de gobierno y oposición) ni una forma plural de integración de mayorías y minorías. La población ha optado por sostener el crecimiento (y la movilidad social) antes que desarrollar la democracia. La afectada es la calidad de la democracia. Formalmente, se ha mantenido la mecánica del voto, pero no existieron condiciones de igualdad debido a la contabilidad electoral –sistema D’Hont para circunscripciones pequeñas– así como a la suma de factores de contexto, tales como la extrema concentración en un partido, fraccionamiento del voto y la dispersión de la oposición. Se ha afectado un derecho humano básico: la expresión de la integridad de la voluntad ciudadana, hecho que se refleja en la extrema distorsión de la conversión de votos en escaños. La situación se parece a la imperante en la década petrolera de los años setenta: gran movilidad social, con grandes cambios en los actores sociales, sin grandes transformaciones “revolucionarias”. Esta elección cierra una tendencia abierta en 2006: el trasvase de votos del populismo clásico (Bucaram) hacia una nueva forma de populismo (Correa), liquida a una forma emergente (populismo empresarial, Noboa) y congela al populismo basado en el aparato militar (Gutiérrez). 2. Un antecedente necesario La apatía política fue el signo más visible de la campaña pasada. El Ecuador se mostró apático hacia la política y lleno de antipatía hacia los partidos. Estuvo dispuesto a entregar la administración del poder sin beneficio de inventario. El tema más posicionado en el imaginario colectivo fue el “engorde” de determinados sectores sociales que quieren consumir más y de empresarios que quieren ganar más. La construcción de una comunidad nacional justa, estratégicamente orientada hacia los mejores objetivos, estuvo ausente. Muy superficialmente apareció la recuperación de ciertos valores republicanos. En la campaña se utilizó los medios de comunicación incautados –un nuevo oligopolio gubernamental– de modo anti-ético puesto que esos medios pertenecen al pueblo ecuatoriano. La comunicación social pertenece al ámbito de la gestión de lo público que, en este caso, se encuentra parcial y temporalmente en manos del Estado. Esos medios sirvieron como canales para confundir información/propaganda pública con propaganda electoral. A los actores gubernamentales les costó entender la invasiva presencia gubernamental en la campaña y la extralimitación de los liderazgos. No entendieron ni entienden que la democracia es una organización institucional cuya perfección hay que buscar. El presidente Correa ha convertido (y degradado) a la política en un espectáculo y a la gestión pública en espectacularidad. En su lenguaje “la revolución es

espectacularidad”. Para subirse a la ola del mundo globalizado el liderazgo presidencial se ha sumergido en la parte más degradada de la cultura social e institucional, en lugar de recuperar la parte más sólida, histórica y universal de la cultura política. El sello de una parte de la gestión gubernamental es una ética degradada y distorsionada, que olvida que el eje principal del socialismo es la sociedad, que el interés principal de la democracia es la sociedad y, fundamentalmente, que el pilar del socialismo y la democracia es el autogobierno de la sociedad. La estrategia gubernamental ha sido la dinámica discursiva de sobreposición de agendas. Ninguna agenda puede resolverse porque viene otra que se le sobrepone. No se construye la razón sino que se la impone desde la tribuna desde la cual se emite el discurso. Es posible porque los ecuatorianos no hemos asumido nuestra historia inmediata que es una historia de mal manejo de la democracia durante lo que se llamó el régimen de partidos. No supimos entender la alternabilidad republicana que debe haber entre todos los actores alineados con la democracia. Pasamos de un régimen de partidos desvirtuado a una enorme informalización de la política. Desde 1995, después de la guerra con Perú, empezamos una crisis política que permitió el regreso a los mismos populismos que funcionaban como desequilibradores de los empates político-partidarios. La informalidad que tiende al autoritarismo hoy, es hija de esta dinámica. Y el autoritarismo político genera temor. Existe miedo a perder su empleo, a no consumir, a no poder ser socialmente. Los medios de comunicación están asustados por las normas existentes y por las que se vienen. Lo peor que puede ocurrir con un medio es que pase de la limi-

tación ética, que debe tener, a la autocensura. En lugar de cautela excesiva, los medios deben reentender su papel. Y su papel es el de hacer sociedad. Son los delegados de la sociedad para la difusión de la opinión pública y este es un Estado de opinión. El Estado democrático tiene que ser un Estado de opinión. La opinión de los ecuatorianos tiene que hacer Estado. El Ecuador que culminó el domingo 17 de febrero su jornada electoral es un Ecuador “saudita”, en el que una coincidencia infeliz del destino hizo que ese mismo día termine su visita, como inversionista, el Emir de Qatar. Estamos aprendiendo a ser ecuatorianos “gordos”, pero estamos desaprendiendo lo poco que aprendimos de ser ecuatorianos “ciudadanos”, es decir, democráticos. Ecuador es un país enfermo de rentismo, acosado por un excedente que ha terminado articulando a una de las más grandes y poderosas redes de clientelismo político basado en la más grande renta petrolera de la historia. La concentración de excedente propicia la concentración de poder político. Una democracia hiperpresidencial, que concentra cada vez más poder, hace de los ecuatorianos “habitantes sauditas” incorporados a un reinado y alejados de la república. 3. Los resultados electorales Los datos preliminares muestran que dos tercios de ecuatorianos se aglomeraron en torno a Correa, hecho inédito, tanto como el hecho de que la oposición nunca fue tan débil. La diferencia de más/menos 40 puntos con el segundo, recuerda al resultado de Cristina en Argentina. Son los signos de los tiempos y del crecimiento económico regional. La tercera elección sucesiva del presidente/candidato muestra cuán exitosa fue la introducción en

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Montecristi de esa figura institucional extraña, la que ahora se complementa con un espectro, aún nebuloso, de reelección indefinida. Correa obtuvo una votación uniformemente alta en la costa –superior a su media nacional–, misma que consagra la tendencia del populismo clásico a instalarse en los territorios, provincias y, especialmente, en ciudades intermedias y en pueblos de la costa, así como a deglutir a sus bases sociales. Pero el fenómeno sobrepasó las fronteras de los sectores marginales que solían seguir a los populistas Bucaram y Noboa e instaló alianzas con nuevas clases medias locales y empresarios territoriales, líderes, a su vez, de sus entornos rurales que son beneficiarios de nuevas disponibilidades de consumo y de inversión pública. De otra parte, la captación electoral de Correa en la sierra camina por rutas que ya quedaron antes abiertas, en las que se reprodujo el esquema. Las provincias de Imbabura, Santo Domingo y Azuay se han confirmado como bastiones del partido gubernamental, pais, con resultados comparables a la costa. La estrategia de polarización de pais creó un cerco de impermeabilidad para la influencia de la oposición. Más de la mitad de votantes de las provincias de Pichincha, Bolívar, Cotopaxi y Canar se adhirieron a la corriente presidencial, mientras que más de la mitad de votantes de las provincias de Chimborazo, Loja, Tungurahua y Carchi adhirieron a la oposición “sumada”, ficción que sólo sirve para el análisis, pues no tuvo una plataforma común. Guayaquil y Quito son decisivas, pues junto con las conurbaciones (Durán, Sangolquí y Machachi) superan un tercio de los votantes nacionales y alojan a las mayores cuotas de modernidad. Guayaquil siempre tendió a la aglomeración electoral con sustentos carismáticos en torno a un candidato –populista o socialcristiano– mientras que Quito tendió a la mayor dispersión, según se adujo, entre varios candidatos, fenómeno asociado a su mayor cercanía con la deliberación por ser la sede del gobierno. Los resultados insinúan que en Guayaquil se han configurado nuevos anillos clientelares asociados a la política mediática; mientras que en Quito las adhesiones de la “nueva” clase media asentada en el consumo habría desplazado a la “vieja” clase media crítica. 4. Los liderazgos La derecha no alcanzó a ser una opción nacional, aunque, cabe reconocerlo, estuvo mas proclive a re-

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encontrarse en una propuesta nacional, que la izquierda. Aunque el refugio ideológico fue estructuralmente similar al de la izquierda tradicional, que buscaba desalojar del campo de su “propiedad y usufructuo” a los “falsos ocupantes” de los terrenos. Los dos lograron su cometido inconciente y se regodearon en su error político: se quedaron rodeados solamente por sus votaciones duras, sin ninguna capacidad de expansión, mientras que el centro fue ocupado, sin competencia ni esfuerzo, por el presidente/candidato Rafael Correa.­ El candidato Lasso trató de convertirse en el espacio de recuperación del segmento social de los empresarios y los emprendedores. Pero, lastimosamente, no representó una recuperación de toda la sociedad como debió ser. Acosta adoleció de capacidad democrática para entender las nuevas formas del cambio y su tolerancia a los diferentes se mostró como una concesión y no

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convicción. Esta es la forma necesaria de la nación y no economicismos elementales. Gutiérrez no pasa de ser sino una recuperación recauchutada de un estilo de informalidad política inscrita en los múltiples populismos vigentes durante la democracia, empresarial, militar y clásica, que ha sido asumida y deglutida por el nuevo populismo autoritario de Correa. En su segunda reelección, Correa se planteó a sí mismo como una línea de continuidad. No sólo consiguió avalar sus políticas públicas sino que creó las condiciones para una “autorización abierta” de pura discrecionalidad, que se concretará en la legislación (tierra, agua, urbana, medios de comunicación y penal). Pero, fundamentalmente, consiguió el tiempo político necesario para la implantación del modelo de desarrollo (Corea del Sur en versión ecuatoriana). Y consiguió su objetivo: pasar de la polarización clasista a la ocupación de todo el espectro social, como sustento. Además, se encuentra en búsqueda de un liderazgo del alba, tan deficitario luego de la salida de Chavez. 5. Una nota sobre la agenda y sus mitos Estas elecciones también eliminaron mitos y confirmaron certezas: a) Que al neopopulismo se lo erosiona desde sus disidencias con afinidad ideológica. Esta errada estrategia llevó a que, por un lado, expresiones tradicionales como el Consejo de Nacionalidades y Pueblos Indigenas, conaie, y el Movimiento Popular Democrático, mpd, hayan quedado reducidos a sus mínimas expresiones, sin experimentar ningún crecimiento electoral por la entrada de nuevos aliados. b) La renovación de clase política, mediante el recambio generacional, opera en los escenarios burocráticos controlados por el gobierno y muy escasamente en la sociedad civil. Así lo muestran el magro aporte de Acosta y el débil triunfo político asentado en una derrota electoral de Ruptura de los 25. c) Que la Constitución de 2008 –suma de derechos sin instituciones de garantía– pueda seguir siendo un instrumento eficiente de convocatoria electoral y política. La Constitución de 2008 ha quedado recluida al lugar de un fetiche utilizado por el neopopulismo como instrumento para la concentración del poder y, probablemente, de la reelección indefinida. * Analista político ecuatoriano.

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De CZ a RB y sus alrededores Alfonso Gumucio Dagron* Ese personaje, que “escribía sin red” y “a tumba abierta”,1 es el que nos ofrece Cristina Zabalaga en una novela que habla desde las entrañas del acto literario.

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no quisiera leer Pronuncio un nombre hueco de Cristina Zabalaga sin acordarse de Roberto Bolaño, pero sería un ejercicio inútil y destinado al fracaso porque es imposible abarcar la primera novela de esta escritora boliviana al margen de los ecos literarios del escritor chileno, fallecido antes de su hora en España. Se hace aún más difícil cuando los editores han convertido al autor en una gigantesca operación de mercadeo y publicidad.1 No es casual que cuando le preguntaron a Carlos Fuentes lo que opinaba de la obra de Bolaño, el mexicano haya respondido –con algo de petulancia– que prefería no leerlo hasta que pasara el “homenaje fúnebre” para abordarlo “como un escritor vivo”. Y Carmen Boullosa, escritora mexicana que fue amiga de Bolaño, se refiere con disgusto a la “cultura de comedores de cadáveres”. En mayo del 2012 leí por primera vez el manuscrito que Cristina Zabalaga compartió conmigo generosamente y, recientemente, he vuelto a leer la novela ya publicada y presentada a mediados del año pasado. Durante la primera lectura hice apuntes en el margen que ahora me sirven para ratificar las impresiones iniciales. Esta segunda lectura me hizo profundizar en la pregunta: ¿se puede prescindir de la vida y obra de Bolaño con el fin de evaluar los méritos propios de la novela de Zabalaga? Aunque uno haya leído sólo un par de libros de Bolaño no puede sino reconocer al escritor en las páginas de Pronuncio un nombre hueco. El hecho de que el nombre y el apellido del chileno no aparezcan explícitamente no altera en nada la situación: ningún lector es virgen en relación con el personaje porque “r.b.”, “el chileno”, “el poeta”, “el amante” o “Arturo” no son sino alias de la misma persona, del mismo modo que K. 1

Rodrigo Fresán e Ignacio Echevarría, entrevistados por Mónica Maristain en su libro El hijo de míster playa (2012).

no puede sino ser Kafka (con quien Bolaño tiene alguna semejanza en su actitud hacia la vida y la muerte). Salvo que, en este caso, los alias de Bolaño funcionan como los cuatro alter ego de Pessoa porque aluden a representaciones distintas de un mismo personaje, según quien lo (d)escribe. La novela de cz exuda el universo, ahora mítico, de rb y está totalmente empapada de él. Es una indicación de que la autora ha leído probablemente toda la obra narrativa y poética del escritor chileno, y también las entrevistas y testimonios que se publicaron después de su muerte, cada vez más abundantes, a medida que quienes lo conocieron se suman al panegírico. ¿Cuál es entonces el valor intrínseco de esta novela de Cristina Zabalaga?; ¿qué la hace novela y no esbozo biográfico? Mi respuesta no deja resquicios de duda: es una novela que se sostiene en su propia atmósfera, con una estructura, un estilo narrativo y una respiración que le es propia, aunque la temática se inspire en la obra y la vida del autor de Los detectives salvajes y 2666, las dos obras que he leído, probablemente las más importantes. La vida de Bolaño se ha mitificado hasta la exageración y hay quienes sostienen que el propio autor, a lo largo de sus últimos años, se encargó de construir el personaje que quería dejar vivo luego de su muerte. “Él construyó un mito de sí mismo…” afirma su amigo Ignacio Echevarría en un libro2 de reciente aparición escrito por la periodista Mónica Maristain; y varios otros testimonios apuntan en esa dirección. Bolaño le envió este mensaje: “Ay, Maristaín: Aún respiro. Y ya soy el segundo de la cola3. (…) pd: ¿Por qué no hacemos una entrevista, ligera, levísima, frívola incluso –son las que más me gustan– casi póstuma?”, que confirma una opi2 3

Mónica Maristain: El hijo de míster playa. Una semblanza de Roberto Bolaño (2012). México, Almadía. NdA: Para un trasplante de hígado.

nión de su editor mexicano, Juan Pascoe, cuando dice que las cartas de Bolaño “son actos literarios, no son cartas personales”. No es fácil tarea la de hacer interesante la vida de un personaje sobre el que no queda mucho por decir. De acuerdo a Maristain: “La vida para este hombre fabulador y genial era mucho más monótona, previsible y acaso aburrida de lo que él mismo hubiera podido admitir frente a su espejo…”. La periodista argentina incluye en su libro testimonios que revelan que a RB le hubiera gustado vivir una vida bohemia como la de su amigo Mario Santiago, pero no pudo o no quiso llevar “la actitud poética maldita hasta el extremo y pagar con su propia vida la aventura”. Pero, nadie que lo haya conocido pone en duda que Bolaño era un hombre culto, brillante, cuya fuerte personalidad atraía a hombres y a mujeres. cz se ha metido debajo de la piel de rb. Reconstruye la personalidad fascinante del escritor a partir de su vida cotidiana, por ejemplo de su “dieta” diaria de literatura: “Poemas: uno. Palabras: cincuenta. Líneas por escribir: unas mil. Nota al pie de página: sospecho que esta revolución sea artificial, salir de Barcelona para concentrarme en mis poemas, necesito estar solo, solo, ¡solo! La poesía soy yo”. Y sigue una receta de cocina que revela más sobre los gustos de rb. Hasta donde sabemos, solamente la viuda de Bolaño, Carolina López, ha tenido pleno acceso a los diarios del escritor, de ahí que las páginas de Cristina Zabalaga en las que se describen fragmentos de un supuesto diario, son un riesgo calculado, quizás inspirado en la correspondencia que se conoce. En esas páginas aparece el escritor torturado, que adquiere cada día mayor consciencia de la proximidad de la muerte debido a una insuficiencia hepática, y escribe (y fuma) compulsivamente, mientras se siente ajeno, un extraño en todos los lugares que habita, incluso en su propio país, o sobre todo allí.

La narradora enfrenta a lo largo de su novela el desafío de despojarse de la información abundante que tiene sobre Bolaño, para crear una obra con personalidad propia. Su novela no es una biografía sino el retrato de un espíritu que se empeña –y lo logra– en derrotar a la muerte y al mismo tiempo es una bitácora de la escritura de la novela. El misterio de desentrañar la vida íntima de rb corre paralelo al misterio de develar la novela de cz. La vida reinventada de rb se entreteje con sus ficciones, con lo que escribe y lo que quisiera escribir, con lo que imagina o lo que cz imagina por él. Ponerse en la piel de los personajes es parte del oficio de escribir una novela. De ese modo, la novela es también un ensayo sobre el arte de escribirla. La escritura de cz es más ordenada que la de rb, porque Cristina tiene un plan que lleva adelante hasta en los mayores detalles. En ese plan hay una estructura que no es lineal, precisamente para que el lector viva la sensación del descubrimiento. Esta es una novela circular o más bien espiral, que con cada vuelta nos acerca al centro. Modelo para armar, cada capítulo está encabezado por un lugar y una fecha sin relación de continuidad: México df 1968, Chile 1958, La Costa 1993, Barcelona 1978… El itinerario de una vida por los únicos tres países que conoció rb. Viajó poco, pero su voracidad como lector y cinéfilo le hizo conocer mucho.­ En un estilo telegráfico, varias voces intervienen en diálogo con los textos de rb, entretejidas de manera que van armando con imágenes el rompecabezas de una vida. Al igual que Bolaño, Zabalaga se nutre del cine. Su novela, como las de rb, tiene descripciones narradas como un guión cinematográfico, sin escatimar incluso menciones a la cámara subjetiva y al punto de vista del espectador. Entre los recursos narrativos de Cristina Zabalaga está su manera de enunciar en cada capítulo la noción del descubrimiento, de aquello que parece ser algo que en realidad no es. Como en una sinfonía, con estos scherzos nos remite también a la riqueza de la obra de Bolaño, que encierra mucho más de lo que una primera lectura lineal podría informar: “Esta será una historia de terror, aunque no lo parecerá”, “Esta será una historia de viajes y espejos, aunque no lo parecerá”, “Esta será una historia de aventuras, pero no lo parecerá”, “Esta será una historia de miedo y aburrimiento, aunque no lo parecerá”… y así sucesivamente, porque todo ello y mucho más es también la novela de cz, un ejercicio de novelar la vida de un personaje que hizo de su vida una novela. cz evita lugares comunes en el retrato del “escritor maldito” ignorado en vida y reconocido después de muerto. Por el contrario, subraya los rasgos más humanos, las debilidades y los valores del personaje, a través de la familia, los amigos y las mujeres que lo quisieron. Si bien no es esencial conocer a Bolaño para disfrutar la lectura de Pronuncio un nombre hueco, no es lo mismo leerla después de haber leído 2 ó 3 libros del chileno, y no es lo mismo leerla si uno conoce lo que se ha escrito sobre él. Para quien no ha leído a Bolaño o acerca de Bolaño, muchas referencias sembradas en la novela de Cristina Zabalaga serán incomprensibles y permanecerán como pistas aisladas que no llevan a ninguna parte, pero la incapacidad de completar esos detalles o de interpretar ciertas claves no disminuye la fuerza narrativa de la novela. Escribir o morir, escribir para morir, morir de escribir o quizás, en realidad, escribir para vivir… Ese personaje, que “escribía sin red” y “a tumba abierta”4, es el que nos ofrece Cristina Zabalaga en una novela que habla desde las entrañas del acto literario. * Periodista y escritor. 4

Rodrigo Fresán e Ignacio.

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Sandiablo

Delgado, Tapia y Ricaldi, eds. AGRUCO-Plural editores

Desarrollo endógeno y transdisciplinariedad en la educación superior Freddy Delgado y Dennis Ricaldi (eds.) AGRUCO-Plural editores

En los municipio de Tarata y Arbieto, se intentó un diálogo intercultural sobre la “vida y la muerte”. Participaron investigadores, académicos e intelectuales de varios países y naciones: África, Nueva Zelanda, Europa, Asia, América Latina y Norte América. El diálogo buscaba definir y retratar las profundas similitudes o diferencias entre culturas tradicionales respecto a la vida y la muerte. Este libro resume esas experiencias y, entre otros hallazgos, llega a la conclusión de que “sólo si las religiones dialogan y actúan unidas podrán contribuir de manera decisiva a eliminar la opresión en el planeta y podrán ser mediadoras de reconciliación y de paz”. O esta: “Para el occidental, la muerte es un evento negativo, un acontecimiento nefasto. Para las culturas indígenas, la muerte es un componente esencial del proceso de la vida”.

Este libro reúne materiales derivados de una conferencia internacional sobre el tema (desarrollo endógeno y educación). Luego de una serie de discursos inauguratorios, se ofrecen conferencias de especialistas de las Américas, África, Asia y Europa. También se llega a conclusiones, entre las que se pueden citar una general sobre los saberes indígenas: “Son un conocimiento científico en la medida en que producen principios e ideas fundamentales para un sistema de conocimiento”. Y otra sobre la conexión de esos saberes con el desarrollo: “Es importante buscar nuevos modelos de ‘desarrollo’ y visiones de vida, desde una mirada endógena, además vinculada a procesos políticos. Los planes gubernamentales del Vivir Bien en Bolivia y Ecuador, el Plan de la Felicidad de Bután, son avances importantes”.

En su texto de contratapa, la periodista española Carmen de Carlos lamenta: “Si Manfredo Kempff hubiera nacido en Buenos Aires, Lima o Bogotá, sus libros, además de traducirse al polaco, quizás se editarían en España. Pero este hombre, diplomático de cincuenta y cinco años, resulta ser oriundo de Santa Cruz”. A lo que cabe responder que sí, que es una desgracia que sus libros no se editen en España y que Kempff haya nacido en Santa Cruz. De la misma manera, es otra parecida desgracia, por ejemplo, que Javier Marías haya nacido en España, pues de no ser así quizá publicaría en Santa Cruz. Carmen de Carlos añade este resumen y pista geográfica de los asuntos de esta novela: “En esta localidad de tierra caliente, con borrachos, malandrines, beatas, prostitutas, sacerdotes y cadáveres profanados transcurre su cuarta novela: Sandiablo”.

Zamucos

Debates críticos en América Latina

Las guerras del cine

Isabelle Combes ILM / A la venta en Librerías Plural

Nelly Richard (ed.) ARCIS-Cuarto Propio / A la venta en Librerías Plural

Jonathan Rosenbaum Uqbar / A la venta en Librerías Plural

Como en una novela policial (apasionante y bien escrita), la etnohistoriadora francesa Isabelle Combes colecciona pistas y analiza evidencias. Busca con ello, en este libro, armar un rompecabezas, el de la historia del pueblo zamuco (hoy ayoreo e ishir). El (siempre interesante) antropólogo argentino Edgardo Cordeu cree que el resultado es importante por tres contribuciones: “La primera es que Combes demuestra que la historicidad fue un atributo esencial de los zamucos. La segunda es su feliz integración de la información documental con el testimonio de ayoreos y chamacocos. La tercera es la descripción del impacto misional del siglo xviii en los antepasados de los ayoreos e ishir actuales”. Doctora en antropología, Isabelle Combes es una de las mayores especialistas en la historia étnica del Gran Chaco.

En 1990, la ensayista franco-chilena Nelly Richard fundó la que se convertiría en una de las “revistas de teoría” más importantes de Latinoamérica: la Revista de Crítica Cultural. Publicada dos veces al año, congregó a intelectuales de la zona y de allende los mares y sirvió para seguir, críticamente, los ires y venires del mercado transnacional de la teoría (con sus escuelas, estrellas sucesivas y fervores epocales). Cuando dejó la dirección de la Revista, Richard, al parecer, se embarcó en una especie de re-edición de los primeros 36 números (hasta el 2008), en varios tomos, reorganizados temáticamente. Por ejemplo, en el tomo III, se ofrece una variedad de artículos de diversas épocas sobre dos temas: “Historia y memoria(s)” y “En torno a lo político”. Para darse una idea, sobre “lo político” escriben: Jameson, Anderson, Derrida, Laclau, Sarlo, Monsiváis y Beverley, entre otros.

En una pequeña lista antológica de los grandes críticos de cine norteamericanos, el de Rosenbaum es un nombre imprescindible. Al punto que Jean-Luc Godard dijo, como si se tratara del mayor elogio, que “en Francia no hay críticos como él” y que lo consideraba “un nuevo Andre Bazin”. Rosenbaum, además de reseñador habitual para varios medios, ha escrito más de 15 libros. En éste, trata de responder una pregunta: ¿Tienen razón los productores y la industria del cine cuando dicen que el público recibe lo que quiere ver? Agudo, generoso, bien informado, Rosenbaum en realidad está tratando de responder otra pregunta, que ronda hace rato los pasillos de la crítica: ¿Está verdaderamente muerto el cine? El subtítulo de este libro responde de alguna manera: “Cómo Hollywood y los medios conspiran para limitar las películas que podemos ver”.

Diálogo intercultural sobre la vida y la muerte

Manfredo Kempff La Hoguera / A la venta en Librerías Plural

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2da. quincena de febrero 2013

La otra orilla

Juan Mac Lean Estrada, artista invitado

Lo que realmente importa

Por una exaltación del garabato

Ludwig Wittgenstein (1889-1951)

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n lugar de decir que la ética es la investigación sobre lo bueno, podría haber dicho que la ética es la investigación sobre lo valioso o lo que realmente importa, o podría haber dicho que la ética es la investigación acerca del significado de la vida, o de aquello que hace que la vida merezca vivirse, o de la manera correcta de vivir. Creo que si tienen en consideración todas estas frases, se harán una idea aproximada de lo que se ocupa la ética. La primera cosa que nos llama la atención de estas expresiones es que cada una de ellas se usa, de hecho, en dos sentidos muy distintos. Los denominaré, por una parte, el sentido trivial o relativo y, por otra, el sentido ético o absoluto. Por ejemplo, si digo que ésta es una buena silla, significa que esta silla sirve para un propósito predeterminado, y la palabra “bueno” aquí sólo tiene significado en la medida en que tal propósito haya sido previamente fijado. De hecho, la palabra “bueno” en sentido relativo significa simplemente que satisface un cierto estándar predeterminado. Así, cuando afirmamos que este hombre es un buen pianista, queremos decir que puede tocar piezas de un cierto grado de dificultad con un cierto grado de habilidad. Igualmente, si afirmo que para mí es importante no resfriarme, quiero decir que coger un resfriado produce en mi vida ciertos trastornos descriptibles, y si digo que ésta es la carretera correcta, me refiero a que es la carretera correcta en relación a cierta meta. Usadas de esta forma, tales expresiones no presentan dificultad o problema profundo algunos. Pero éste no es el uso que de ellas hace la ética. Supongamos que yo supiera jugar al tenis y uno de ustedes, al verme, dijera: “Juega usted bastante mal”, y yo contestara: “Lo sé, estoy jugando mal, pero no quiero hacerlo mejor”, todo lo que podría decir mi interlocutor sería: “Ah, entonces, de acuerdo”. Pero supongamos que yo le contara a uno de ustedes una mentira escandalosa y él viniera y me dijera: “Se está usted comportando como un animal”, y yo contestara: “Sé que mi conducta es mala, pero no quiero comportarme mejor”, ¿podría decir: “Ah, entonces, de acuerdo”? Ciertamente no; afirmaría: “Bien, usted debería desear comportarse mejor”. Aquí tienen un juicio de valor absoluto, mientras que el primer caso era un juicio relativo. En esencia, la diferencia parece obviamente ésta: cada juicio de valor relativo es un mero enunciado de hechos y, por tanto, puede expresarse de tal for-

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ma que pierda toda apariencia de juicio de valor. En lugar de decir: “Esta es la carretera correcta hacia Granchester”, podría decirse perfectamente: “Esta es la carretera correcta que debes tomar si quieres llegar a Granchester en el menor tiempo posible”. “Este hombre es un buen corredor” significa simplemente que corre un cierto número de kilómetros en cierto número de minutos; etc. […] Mientras entendamos un estado mental como un hecho descriptible, éste no es bueno ni malo en sentido ético. Por ejemplo, si en nuestro libro del mundo leemos la descripción de un asesinato con todos los detalles físicos y psicológicos, la mera descripción de estos hechos no encerrará nada que podamos denominar una proposición ética. […] La ética, de ser algo, es sobrenatural y nuestras palabras sólo expresan hechos, del mismo modo que una taza de té sólo podrá contener el volumen propio de una taza de té por más que se vierta un litro en ella. [En cambio] la “carretera absolutamente correcta” creo que sería aquella que, al verla, todo el mundo debería tomar por necesidad lógica, o avergonzarse de no hacerlo. […] En mi opinión, tal estado de cosas es una quimera. Ningún estado de cosas tiene, en sí, lo que me gustaría denominar el poder coactivo de un juez absoluto. […] Lo único que yo pretendía era […] ir más allá del mundo, lo cual es lo mismo que ir más allá del lenguaje significativo, […] arremeter contra los límites del lenguaje. Este arremeter contra las paredes de nuestra jaula es perfecta y absolutamente desesperanzado. […] Lo que dice la ética no añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es un testimonio de una tendencia del espíritu humano que yo personalmente no puedo sino respetar profundamente y que por nada del mundo ridiculizaría. Cf. Ludwig Wittgenstein (1965). “Wittgenstein`s Lecture on Ethics”, en The Philosophical Review. (Trad. cast. de Fina Birulés: Conferencia sobre ética, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 34-43).

l artista invitado en este número, frecuente colaborador de Nueva Crónica, esta vez nos mandó pinturas suyas. Con tal motivo, Nueva Crónica lo entrevistó por correo electrónico y reproducimos aquí el resultado. —¿Qué nos diría de la relación que mantiene con el dominio visual de la pintura, o el dibujo, y a un tiempo con el dominio lingüístico expresado en el poema, el ensayo? —Hay que decir, en primer lugar, que hay una amplia y gran constelación de grandes escritores que, también, eran extraordinarios dibujantes o pintores. Nada menos que Victor Hugo, por ejemplo, para mi gusto fue un gran pintor (es fácil ver sus papeles “pictóricos” en Internet). Un caso aparte, es también el de Artaud “pintor”. Kafka también decía haber querido ser pintor –quedan sus garabatos. También René Char, el mismo Barthes, practicaron frecuentemente el dibujo, la pintura. O, inversamente, muchos grandes pintores fueron extraordinarios escritores, poetas y pensadores: Delacroix, Cézanne, Klee y, por otro lado, el mismo Van Gogh. Siempre ha habido una extraña y vacilante relación, casi podríamos decir que signada por una fatalidad pequeña, y a veces dadivosa, entre la escritura y la pintura. Personalmente, he estado trabajando, justamente, en esa encrucijada en la que la caligrafía es arte o el arabesco del dibujo es una escritura desconocida. Inventar nuevas caligrafías, signos que valen por sí mismos, reproducir huellas sin el original que dio lugar a la huella, reproducir una escritura inexistente, balbucear gráficamente un lenguaje desconocido… Sin embargo, a punta de “escribir” y “escribir”, bajo el régimen de otra caligrafía o convención sígnica, a veces se tiene el sentimiento, vano y caprichoso, quizá, de estar reproduciendo fragmentos de algo que grababa una mano, hace miles de años, en un barro, una piedra, una estela, un cuerno de bisonte. Quisiera que el epígrafe, o el frontispicio de todos mis intentos en pos de una escritura perdida, una pintura encontrada, sean esa frase maravillosa, e inagotable, del gran poeta israelí Yehuda Amenahí: “El alma que llevo adentro es ahora la última lengua extranjera que estudio.” El último alfabeto, podría decir, en una parodia que es, al mismo tiempo, la de la búsqueda de un orden pre personal,

ante predicativo, salvaje (en palabras de Merleau-Ponty, ese gran filósofo que más justamente llegó a develar la pintura). Aparte del movimiento que me lleva hacia alfabetos inventados, signos inciertos y buscados, también vivo, en otra orilla, el encuentro con el color. Los cuadros y las voces de Van Velde y Klee, son aquí una referencia ineluctable. En el caso de las “escrituras”, no puedo olvidar decirlo, me alucina el Michaux dibujante-pintor, donde el garabato, la escritura y el mero dibujo se fusionan ejemplarmente, poniéndonos frente a un lenguaje desconocido, aunque quizá secretamente inteligible, como la música… —¿Son el mismo el que pinta y el que escribe? —Es, simplemente, como si el mismo sujeto cambiara de trajes, o de máscaras. Pero estos días pasados, justamente, he leído algo que dijo Giacometti en una entrevista de 1957 y que no deja de perseguirme. Sin de ninguna manera pretender a la grandeza que entraña lo que dice Giacometti, y casi como un regalo para quien la lea, cito finalmente la frase entera, estremecedora: “Ciertamente, practico la pintura y la escultura, y esto, desde siempre, desde la primera vez que dibujé o pinté, para morder la realidad, para defenderme, para alimentarme, para crecer: crecer para defenderme mejor, para atacar mejor, para agarrarme con uñas y dientes, para avanzar lo más posible en todos los planos, en todas las direcciones, para defenderme del hambre, del frío, de la muerte, para ser lo más libre posible; lo más libre posible para intentar –con los medios que hoy me son propios– ver mejor, comprender mejor lo que me rodea, comprender mejor para ser lo más libre posible, crecer lo más posible, para gastar, para entregarme al máximo a lo que hago, para correr mi aventura, para descubrir nuevos mundos, para hacer mi guerra, por el placer (¿) por la satisfacción (¿) de la guerra, por el placer de ganar y de perder”.

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