Cpl - La Alabanza de Las Horas

October 22, 2017 | Author: Alejandro Gallardo | Category: Prayer, Priest, Christ (Title), Eucharist, Catholic Church
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Descripción: LITURGIA...

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LA ALABANZA DE LAS HORAS Espiritualidad y pastoral

LA ALABANZA DE LAS HORAS. Espiritualidad y pastoral

DOSSIERS CPL 46

Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona Rivadeneyra, 6,7 - 08002 Barcelona

En esta colección de DOSSIERS CPL hemos publicado ya varios números cuyo tema es la oración, y en concreto la Oración de las Horas: D 12, Claves para la oración, 5a edición I986 D 22, 22 Salmos para vivir, I984 D 36, Liturgia de las Horas. Veinte siglos de historia, I988 D 42, Principios y normas de la Liturgia de las Horas, 1989 D 43, Orar los salmos en cristiano, I990. Sobre todo el D42 ofrece el documento entero de la /GLH con comentario, mientras que D 43 ha recogido una larga serie de reflexiones sobre los salmos. En este número extra ofrecemos más reflexiones y materiales sobre diversos elementos de la celebración de la Liturgia de las Horas: trabajos que habían aparecido antes en la revista del CPL «Oración de las Horas», y que aquí se publican con algunas adaptaciones.

No está permitida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier procedimiento, sin la autorización escrita de la editorial.

Primera edición: enero de 1991 Edita: Centre de Pastoral Litúrgica ISBN: 84-7467-198-1 D.L: B-1.161 -91 Imprime: Gráficas Canuda Pasaje Ferrer Vidal, 10. Barcelona

SUMARIO Actores de la oración - Orar con Cristo (José Aldazábal) - Oración de toda la comunidad (José Aldazábal) - Los ministros ordenados (José Aldazábal) - Los religiosos (José Aldazábal)

5 10 15 20

Ayudas para la salmodia - Las antífonas (José Aldazábal) - Títulos, sentencias, moniciones (José Aldazábal) - Las oraciones sálmicas (José Aldazábal) - Modos de recitar los salmos (José Aldazábal)

25 31 36 44

Las lecturas - Las lecturas breves (Pedro Farnés) - Lecturas breves de Laudes (Rufino Grández) - Lecturas breves de Vísperas (Rufino Grández) - Homilías para las lecturas breves de Laudes (Pedro Farnés) - Homilías para las lecturas breves de Vísperas (Pedro Farnés).. - A la escucha de la Palabra (José Aldazábal) - Las lecturas patrísticas (José Aldazábal)

51 59 64 69 76 84 91

Himnos y cánticos - El himno (José Aldazábal) - El invitatorio (José Aldazábal) - Lectura eucarística del Benedictus (Pere Tena) - El cántico del Benedictus (José Aldazábal) - El Magníficat (José Aldazábal) - Himnos para Tercia, Sexta, Nona (Rufino Grández) - Himnos para Completas (Rufino Grández) - Himno de Completas (Domingo Cois)

99 107 113 117 123 130 137 143

Preces y oración - Las preces de Laudes (Rufino Grández) - La oración conclusiva de Laudes (José Aldazábal)

145 150

Espiritualidad y pastoral - Orar con paz, con amor, con verdad (Agustí Altisent) 157 - El espíritu de Vísperas (José Aldazábal) 162 - La expresión corporal en la oración (José Aldazábal) 167 - Eucaristía, Liturgia de las Horas y ritmo de vida (Rufino Grández)MZ • La Eucaristía unida a una Hora del Oficio (Pedro Farnés) 178 - El tiempo, la luz y la alabanza (José Aldazábal) 195 - Espiritualidad (José Aldazábal) 202 Bibliografía

ACTORES DE LA ORACIÓN

211

ORAR CON CRISTO J. ALDAZÁBAL

SIGLAS se

«Sacrosanctum Concilium» IGLH «Institutio Generalis Liturgiae Horarum» IGMR «Institutio Generalis Missalis Romani» «Laudis Canticum», de Pablo VI LC «Musicam Sacram», instrucción de I967 MS DMN Directorio para las Misas con niños, de I973 «Dei Verbum», documento conciliar sobre la Revelación DV «Lumen Gentium», documento conciliar sobre la Iglesia LG

La perspectiva fundamental para que nuestra Liturgia de las Horas mejore de calidad es la convicción de que es Cristo Jesús el orante supremo y que nuestros cantos y oraciones se unen a los de El. El Concilio, en el capítulo IV de su documento de liturgia, sobre la oración, en vez de empezar por lamentarse de su crisis o recordando su obligatoriedad, enfocó todo el tema de la Oración de las Horas así: "El Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, al tomar la naturaleza humana, introdujo en este exilio terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales" (SC 83). Y la introducción al nuevo libro litúrgico, después de citar ese mismo pasaje del Concilio, continúa: "Desde entonces resuena en el corazón de Cristo la alabanza a Dios con palabras humanas de adoración, propiciación e intercesión: todo ello lo presenta al Padre, en nombre de los hombres y para bien de todos ellos, el que es príncipe de la nueva humanidad y Mediador ante Dios" (IGLH 3). Cristo, como Hombre, es el orante primero, el adorador perfecto de Dios, el intercesor más cercano y eficaz de la humanidad ante Dios. Nosotros lo que hacemos es unirnos a El, a su oración, a su alabanza, a su súplica o protesta. El mejor modelo del orante Una primera manera de aproximarse a esta conyieción es la que nos ofrecen los evangelios, y que la introducción a la Liturgia de las Horas resume en un apretado número (IGLH 4): Jesús como magnífico ejemplo de una persona que ora. El evangelio de Lucas es el que con insistencia nos presenta a Jesús orando: con ocasión de su bautismo (3,21), o en el desierto (5,16); en la noche antes de elegir a los apóstoles (6,12), antes de la profesión de fe de Pedro (9,18), en la escena de la Transfiguración (9,28-29), en la crisis de Ge tsemaní (22,41-44), en laCruz (23,34.46)... 5

A veces ora en el retiro, en la soledad del desierto o del monte. Otras, juntamente con sus discípulos, como antes de las comidas. Hay ocasiones solemnes como la resurrección de Lázaro o la última cena. Unas veces la oración le sale llena de alegría, como cuando a la vuelta de la misión de sus discípulos éstos le cuentan sus éxitos: entonces Jesús "se llenó de gozo en el Espíritu y dijo"... Otras veces es una oración de angustia y crisis (Jn 12,27-28 y sobre todo en el huerto de Getsemaní). Su oración adquiere particular tensión emotiva en la Cena, en Getsemaní y en la Cruz, donde "dando un fuerte grito, dijo..." (Le 23,46). Además hay que recordar que Cristo respetó la oración de su pueblo: siguió los esquemas y ordenaciones de Israel, acudiendo los sábados a la sinagoga, celebrando por tanto la Palabra y cantando los cantos de su pueblo, asumiendo las oraciones de bendición y los sentimientos de los Salmos, citando la oración diaria del "Shema Israel", "Escucha, Israel", participando en las fiestas de la Pascua o los Tabernáculos, orando en el Templo y defendiéndolo como "casa de oración", dejándonos ejemplos de oración en su lengua nativa, el arameo, con palabras tan intensas como "Abbá" y "Eloi, Eloi...". A veces el evangelio nos aporta largas oraciones de Jesús, como en la última cena. Otras, nos reproducen, aunque en dos versiones distintas, la oración que él nos enseñó, el Padrenuestro. La oración de Jesús es oración de Hijo, que desde lo hondo de su propia identidad clama a Dios como "Abbá", "Padre", en momentos alegres y difíciles, mostrando su alegría o reafirmando su obediencia: "en tus manos encomiendo mi espíritu", "no se haga mi voluntad, sino la tuya". Le brota espontánea la oración de alabanza, pero también la de dolor y queja: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Por eso es El, el Maestro, el primer orante, el que mejor nos puede enseñar a nosotros a orar (IGLH 5), no sólo con el texto del Padrenuestro, sino también con las actitudes que inculcaba a los suyos: sencillez, perseverancia, confianza en Dios, oración en espíritu y verdad, oración que sabe conjugar la relación con Dios y la entrega por los demás, el culto y la caridad, el tiempo dedicado al encuentro con Dios y el consagrado a la ayuda fraterna a los demás.

Sigue siendo el orante primero también hoy Esta perspectiva, que nos resulta entrañable, porque nos invita a orar como Cristo lo hizo en su vida terrena, se debe completar con otra todavía más profunda: saber orar con Cristo. Jesús, ahora como Señor Glorioso, que ha entrado ya en la esfera definitiva después de su Pascua, así como nos sigue estando presente en todo momento de nuestra vida, en laEucaristía, en las acciones sacramentales de la Iglesia, en la caridad servicial, también nos está presente en la oración. El, el Señor Resucitado, sigue siendo también ahora el orante por excelencia: "desde entonces resuena en el corazón de Cristo la alabanza a Dios con palabras 6

humanas..." (IGLH 3), porque "después de resucitar de entre los muertos vive para siempre y ruega por nosotros" (IGLH 4). Sigue siendo nuestro Mediador, o sea, el que intercede por nosotros ante Dios con su oración, el que "está siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Heb 7,25). No sólo como Hijo eterno de Dios, sino también como Hombre, desde su Encarnación, Cristo alaba al Padre, y le suplica por nosotros, también ahora en su existencia gloriosa. Así como la Eucaristía (y los demás sacramentos, como el Bautismo y la Reconciliación) son momentos en que Cristo Jesús, como Señor Resucitado, se nos hace presente y actúa como protagonista, así también en nuestra oración de las Horas, no somos nosotros los primeros actores, sino que El nos asocia a sí. Es El quien lleva la iniciativa, tanto en la alabanza que Dios se merece, como en la oración de súplica por el mundo, al compás de los salmos, los himnos, las oraciones, los cantos de nuestra Liturgia de las Horas.

Nosotros, unidos a El Aquí es donde se llena de sentido y densidad nuestra oración: porque no sólo es nuestra, sino que ante todo es oración de Cristo hoy y aquí. La familia humana, todos aquellos que oran, cada uno desde su religión, están de alguna manera en conexión con ese Cristo que es el único Sacerdote: "él une a sí a toda la comunidad humana, de modo que se establece una unión íntima entre la oración de Cristo y la de todo el género humano" (IGLH 6). Moros y judíos, indios y africanos, o los cristianos alejados que en un momento determinado acuden a Dios y le dicen de alguna manera su alabanza y su súplica, están, sabiéndolo o no, unidos a ese Cristo que resume en sí toda oración de la humanidad a Dios. Pero de una manera especial asocia Cristo a sí a los que formamos parte de su Cuerpo, la Iglesia (IGLH 7). En todo momento participamos sus fieles de la vida que desde la Cabeza se nos comunica: también de su oración. Nos unimos a la oración del Señor: es "la voz de la misma Esposa que habla al Esposo: más aún, es la oración de Cristo con su Cuerpo al Padre" (SC 84). "Es necesario, por tanto, que, mientras celebramos el oficio, reconozcamos el eco de nuestras voces en la de Cristo y la voz de Cristo en nosotros" (Laudis canticum de Pablo VI, n. 8). Es ésta una dimensión que da nuevo color a nuestra oración: "no es sólo de la Iglesia esta voz, sino también de Cristo" (IGLH 17). Nuestra oración "recibe su unidad del corazón de Cristo" {Laudis Canticum n. 8). El sacerdocio de Cristo, prolongado en nuestra oración Cuando la introducción a la Liturgia de las Horas quiere motivar la dignidad y laidentidad de esta clase de oración, llega a un nivel teológico admirable: la comunidad que reza-como la que celebra la Eucaristía y los demás sacramentos, y la que se dedica 7

al servicio fraterno o misionero- lo que está haciendo es ejercitar el sacerdocio de Cristo. Sacerdocio es mediación: Cristo trae al mundo la salvación de Dios y eleva hacia Dios laalabanzay las súplicas del mundo. Esto, realizado ahora pormediodelalglesia: Cristo ora, alaba, suplica con la comunidad. Es como si nosotros le prestáramos nuestra voz y nuestro canto. De modo privilegiado se cumple aquí la promesa de Cristo: "donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20). En la oración de las Horas, "la Iglesia continúa las plegarias y súplicas de Cristo" (IGLH17): nuestro canto hace "audible" el canto de Cristo; nuestra oración de lamento da concretez a la protesta de Cristo contra el mal de este mundo; nuestro rezo de los salmos hace actual y experimentable la salmodia de Cristo, no sólo la de su vida mortal, sino la actual como Señor Glorioso. Nosotros somos como el "sacramento" de Cristo, su signo visible y audible. AE1 no se le ve ni se le oye: pero a nosotros, sí. Y los dos, Cristo y la comunidad, oran ante el Padre. Nosotros nos unimos asu densaaclamación "Abbá", "Padre"; seguimos pronunciando su petición: "hágase tu voluntad", "pase de mí este cáliz"; su alegría: "te alabo, Padre"... "Buscando a Cristo y penetrando cada vez más por la oración en su misterio, alaben todos a Dios y eleven súplicas con los mismos sentimientos con que oraba el Divino Redentor" (IGLH 19): pero no sólo imitando algo pasado, sino con laconvicción de que hoy y aquí nos unimos a una oración eclesial que primordialmente es de Cristo. Su sacerdocio, que es a la vez glorificación de Dios y salvación de la humanidad, "es realizado por Cristo por medio de su Iglesia... también cuando se desarrolla la Liturgia de las Horas" (IGLH 13). "La Iglesia, desempeñando la función sacerdotal de Cristo, su Cabeza, ofrece a Dios el sacrificio de alabanza: esta oración es la voz de la misma Esposa que habla al Esposo: más aún, es la oración de Cristo, con su Cuerpo, al Padre" (IGLH 15). Toda la liturgia actualiza y ejerce el Misterio Pascual de Cristo, la obra de redención que Cristo concentró sobre todo en su muerte y resurrección (SC 5). Este Misterio Pascual es por una parte glorificación de Dios, y por otra, redención de la humanidad. Pues bien: esta actualización no sólo se realiza en la Eucaristía y los otros sacramentos, sino también en la Liturgia de las Horas. En ella la comunidad cristiana se suma al culto de alabanza que Cristo rindió y sigue rindiendo a su Padre, y también sigue intercediendo, unida a su Señor, por la salvación del mundo. La Liturgia de las Horas es también, a su modo, memoria de la Pascua de Cristo: no a través de signos sacramentales de pan, vino, agua y unciones, sino a través de la voz, del canto, de la oración, al ritmo de la luz y las tinieblas del día y la noche. Especialmente en los salmos es donde podemos decir que desplegamos la muerte y la resurrección, el dolor y la gloria, la súplica y la alabanza de la Pascua de Cristo Jesús.

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Cristo ora en y por nosotros Es hermosalacita que IGLH7 trae desan Agustín: "cuando es el Cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su Cabeza, y el mismo Salvador del Cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, es el que ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros. Ora por nosotros como sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros" (Enarr. inpsalm. 85,1). Es una idea que repite san Agustín más adelante: "haciéndonos consigo un solo hombre, Cabeza y Cuerpo; luego oramos a El, por El y en El. Hablamos con El y habla El con nosotros y recitamos en El y El recita en nosotros la oración de este salmo... Nadie, pues, diga: no habla Cristo, o no hablo yo. Antes bien, diga ambas cosas: habla Cristo y hablo yo". Otros Padres expresan la misma idea: "Cristo canta a su Padre con ese instrumento a mil voces, acompaña su alabanza con esta cítara que es el hombre" (S. Clemente de Alejandría, Protréptico 1,5). "Cristo habla por nosotros, nosotros somos sus labios y su lengua" (Eusebio de Cesárea, In Psalm. 34). Cuando en la Anáfora egipcia de Serapión, del siglo IV, se quiere entonar a Dios Padre una digna alabanza, consciente la comunidad de su incapacidad radical, pide ante todo la ayuda de Cristo y de su Espíritu: "hable en nosotros el Señor Jesús y el Espíritu Santo te celebre con himnos de alabanza a través de nosotros" Orar movidos por el Espíritu de Jesús Si tuviéramos esta convicción cuando entonamos nuestros salmos, himnos y oraciones, ciertamente nos saldrían más desde dentro, pensando que esta voz y esta melodíanoes sólo nuestra, sino que le estamos "prestando" sacramentalmente al mismo Cristo la oración de nuestros labios. Lo principal de Laudes y Vísperas es algo que no se ve ni se oye: la alabanza interior del corazón al Padre, la oración suplicante por el mundo, dichas y cantadas en unión con Cristo. Todo lo demás (estructuras, elementos concretos, cantos) es menos importante, y vale en cuanto nos ayuda a expresar ese misterio. "En Cristo radica la dignidad de la oración cristiana, al participar ésta de la misma piedad para con el Padre y de la misma oración que el Unigénito expresó con palabras en su vida terrena y es continuada ahora incesantemente por la Iglesia, y por sus miembros en representación de todo el género humano y para su salvación" (IGLH 7). El que realiza esta mutua presencia entre Cristo y su comunidad orante es el Espíritu (IGLH 8), que "es el mismo en Cristo, en la totalidad de la Iglesia y en cada uno de los bautizados". El Espíritu es el que movía la oración de Cristo: "se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo: yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra" (Le 10,21). El Espíritu es el que también mueve nuestra oración y nos hace decir "Abbá, Padre" (Ga4,6; Rm 8,15). "No puede darse oración cristiana sin la acción del Espíritu Santo, el cual, realizando la unidad de la Iglesia, nos lleva al Padre por medio del Hijo" (IGLH 8). 9

ORACIÓN DE TODA LA COMUNIDAD J. ALDAZABAL Si la oración de las Horas es "oración de Cristo", que alaba al Padre e intercede por la humanidad, es también "voz de la Iglesia", la "oración pública y comunitaria del pueblo de Dios" (IGLH 1), "oración que la Iglesia realiza con Cristo" (IGLH 2). Esta es una novedad muy destacada en la nueva Liturgia de las Horas: no se pone como sujeto de esta oración a los sacerdotes, a los canónigos, a los religiosos obligados al coro, sino a todo el pueblo cristiano, a la "iglesia local" entera. Dentro de ella se especifica la particular relación que pueden tener con esta oración los ministros ordenados o los religiosos. Pero antes se ha afirmado que es todo el pueblo de Dios -clérigos, religiosos y laicos idealmente unidos- el que reza esta liturgia de alabanza, sobre todo en sus dos horas fundamentales de Laudes y Vísperas. Es un cambio importante de mentalidad, comparado con lo que se pens aba antes. Un cambio que va siendo asimilado poco a poco y que constituye una de las mejores evoluciones en la reforma del Oficio Divino. Consecuencias de la nueva eclesiología El fundamento de este cambio está en la "nueva" teología conciliar sobre la Iglesia, a partir de la "Lumen Gentium". Esta teología da una nueva orientación a todas las actividades de la comunidad cristiana, también, y muy notablemente, a su oración y a su celebración litúrgica. La Oración de las Horas es "oración de la Iglesia", no sólo jurídicamente, en cuanto que es regulada, y ahora reformada y reconocida como suya, por la Iglesia. Sino porque su "sujeto orante" es la comunidad eclesial. El sujeto integral de toda acción litúrgica es la comunidad cristiana, presidida, eso sí, por el correspondiente ministro que hace las veces de Cristo. Pero todos los fieles 10

"celebran": en este caso, oran. "El Oficio es oración de todo el Pueblo de Dios" (Pablo VI, Laudis Canticum 1). La capacidad radical de dirigir a Dios las alabanzas y las súplicas de la Liturgia de las Horas no nos viene del sacramento del Orden o de unos votos de vida religiosa, sino desde el Bautismo y la Confirmación. En todo el documento introductorio (IGLH) se afirma que laprotagonista visible de esta oración es la "iglesia local", por ejemplo en torno al obispo y sus ministros (IGLH 20.254), o bien en el nivel parroquial en torno a su pastor (IGLH 21.55), o en otros ambientes, como cuando los laicos fieles se unen a las vísperas de una comunidad religiosa. La comunidad cristiana, que es una Iglesia que cree, que predica, que trabaja por la fraternidad y se siente misionera, es también comunidad orante: y esto lo manifiesta no sólo en los Sacramentos, sino también y de modo singular en la Alabanza de las Horas. Esta dimensión no es añadida o facultativa: "la oración comunitaria del Pueblo de Dios figura con razón entre los principales cometidos de la Iglesia" (IGLH 1), "no ha de tomarse como simple norma legal, ya que pertenece a la esencia misma de la Iglesia" (IGLH 9). La Oración de las Horas es un momento privilegiado de su vida. Cuando la comunidad se junta para alabaraDios y dirigirle sus súplicas en esta oración litúrgica, está realizando su propia definición, su identidad, su propio misterio: la oración de las Horas "pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia, lo manifiesta e influye en él" (SC 26; IGLH 20), en ella "los fieles expresan en su vida y manifiestan a los otros el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia" (IGLH 18). "Cuando los fieles se reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia que celebra el misterio de Cristo" (IGLH 22), y "en cierto modo representan la Iglesia visible, constituida por todo el orbe de la tierra" (IGLH 21). Unas Vísperas en las que participa el pueblo cristiano son, pues, como un retrato en pequeño de la Iglesia universal, que alaba a Dios, unida a su Señor Jesús, y eleva sus súplicas por toda la humanidad. Esto lo hace de modo eminente en la Eucaristía, pero de otro modo también entrañable con la Liturgia de las Horas, la oración de la Iglesia. No es de extrañar que el nuevo libro, cuando habla de los ministros ordenados (IGLH 23), lo primero que les recomienda no es que recen ellos (eso lo hará más tarde, en los números 28 y 29), sino que convoquen al pueblo para la oración, que le den oportuna catequesis, que le conduzcan eficazmente al gusto y al rezo provechoso de los salmos. Un Obispo reza "por" su pueblo, pero también se le recomienda que rece "con " su pueblo: y lo mismo se dice de los párrocos. El que la comunidad entera sea el sujeto primario de esta oración no quita el que dentro de ella tengan motivos especiales para ser aún más urgentemente invitados a realizarla los ministros ordenados, los religiosos, etc. Como tampoco hace olvidar la importancia de la oración personal de cada cristiano, tanto sirviéndose de esta oración litúrgica eclesial como de otras formas de oración. Pero lo que sí es bueno recordar es que el ideal y la invitación más expresiva es la que ahora hace la Iglesia, para que sea 11

el pueblo cristiano, clérigos y laicos, quien se reúna siempre que sea posible para elevar a Dios esta alabanza oficial y litúrgica de las Horas. Unidos al Cristo Orante Laperspectivaque más nos puede animaren la Oración de las Horas es que Cristo asocia a la comunidad a su propia oración: su oración se prolonga, se hace visible y audible en la oración de la comunidad cristiana. Cristo y la comunidad, Cabeza y Cuerpo, Esposo y Esposa, oran, claman y alaban. El momento de la oración es uno de los privilegiados en el dinamismo de comunión que se da entre Cristo y su Iglesia: nos sentimos hijos en el Hijo, hermanos unidos al Hermano, y movidos todos -El y nosotros- por el mismo Espíritu, dirigimos nuestra oración al Padre. "Una especial y estrechísima unión se da entre Cristo y aquellos hombres a los que El ha hecho miembros de su Cuerpo, la Iglesia... Todas las riquezas del Hijo se difunden de la Cabeza a todo el Cuerpo" (IGLH 7). "Cuando es el Cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su Cabeza: el mismo Jesús es el que orapornosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros. Ora por nosotros como Sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra Cabeza, es invocado por nosotros como Dios nuestro" (la cita de san Agustín que aporta IGLH 7). "Esta oración recibe su unidad del corazón de Cristo... La vida iniciada en el cuerpo mortal de Cristo con sus oraciones y su sacrificio, continúa durante los siglos en su Cuerpo Místico que es la Iglesia, y por eso la oración de la Iglesia es oración que Cristo, unido a su Cuerpo, eleva al Padre" (Pablo VI, Laudis Canticum) Sacerdotes con El El verdadero Sacerdote es Cristo Jesús: es El quien en sentido descendente trae a la humanidad de parte de Dios la Palabra, el perdón, los dones de la salvación. Es El quien, en sentido ascendente, ofrece a Dios de parte de todos la alabanza, el sacrificio, el culto verdadero. Pero ahora "el sacerdocio de Cristo es participado por todo el cuerpo eclesial... y son hechos capaces para el culto del Nuevo Testamento, que brota no de nuestras energías, sino de los méritos de Cristo" (IGLH 7). El sacerdocio, que es "redención de los hombres y glorificación de Dios" "es realizado por Cristo en el Espíritu Santo por medio de su Iglesia... también en la Liturgia de las Horas" (IGLH 13). En esta oración eclesial se da el auténtico diálogo de alabanza y súplica entre Dios y la comunidad cristiana. "La Iglesia, desempeñando la función sacerdotal de Cristo su Cabeza, ofrece a Dios el sacrificio de alabanza: esta oración es oración de Cristo con su Cuerpo, al Padre" (IGLH 15). Y a la vez, no sólo por medio de la alabanza, "la Iglesia se dirige por medio de Cristo al Padre intercediendo por la salvación del mundo. No es sólo de la Iglesia esta voz, sino también de Cristo" (IGLH 17). 12

Los cristianos orantes son como un signo eficaz, un sacramento de laorac ion que resuena también hoy en el Corazón de Cristo Glorioso, y que así puede oirse también en esta tierra por medio de su comunidad. Esta es la mejor dignidad y densidad de unas Vísperas o Laudes cantadas por la comunidad cristiana. La comunidad, signo sacramental de la oración de Cristo, partid pe de su Sacerdocio. ¿Utopía o compromiso? El libro de la Liturgia de las Horas, fiel a esta convicción teológica, invita continuamente a que la comunidad cristiana, en sus distintos niveles diocesanos, parroquiales, o de grupos de fieles, sea convocada, sobre todo para Laudes y Vísperas de los domingos y días más festivos. Con la celebración comunitaria "se pone más de manifiesto la índole eclesial de la Liturgia de las Horas" (IGLH 33), "la oración comunitaria encierra una especial dignidad" (IGLH 9), "la Iglesia, al ser una comunidad, debe manifestar su propia naturaleza comunitaria incluso cuando ora" (IGLH 9). Siguiendo la antiquísima tradición de los primeros siglos, nuestra generación quiere recuperar la riqueza de una comunidad que ora por la mañana y por la tarde con Laudes y Vísperas, al menos algunos días más señalados. Es la gozosa herencia de la comunidad orante que aparece ya en los Hechos de los Apóstoles, y que sabemos que en los primeros siglos se reunía paraesas horas en el "oficio eclesiástico o catedral", más sencillo que el que fueron organizando los monjes, y que tenía la radical dignidad de ser rezado por el pueblo, presidido por el obispo y con los demás ministros y pastores. Si no con la regularidad que tal vez se consiguió en aquellos tiempos, ahora se quiere volver al hecho fundamental de una Liturgia de las Horas participada también por el pueblo cristiano, no sólo por los sacerdotes y religiosos. ¿Es utopía inalcanzable? Escribo estas líneas, en Cádiz, donde en el convento de las Franciscanas Concepcionistas, hemos participado con otros varios religiosos en las vísperas, mezclados en los bancos de la iglesia con los fieles que oraban y cantaban -señal de que lo hacían diariamente- con las monjas de clausura que ocupaban los asientos delanteros de la misma nave. Unas vísperas compartidas, ensayadas, "ayudadas" por las oportunas moniciones y ministerios. Y como ésta, hay otras muchas iniciativas y realidades ya logradas, en parroquias, en iglesias de religiosos, en grupos pastorales, en comunidades de diverso tipo, en familias, que, utilizando el Diurnal, o incluso los cuatro volúmenes de laLiturgia de las Horas, han enriquecido su oración con la Alabanza de las Horas. En algunos lugares no ha sido difícil; en otros está haciendo falta valentía y esfuerzos pastorales, cuidando sobre todo las primeras experiencias, para que también los fieles vayan gustando y orando cada vez más los salmos y demás elementos de la oración oficial de la Iglesia. Sea cual sea el grado de éxito a que se haya llegado en estas iniciativas, es importante tener clara en lacabezala convicción de que de por sí laLiturgia de las Horas 13

no sólo es abierta al pueblo cristiano, sino que primariamente le pertenece a él, y dentro de él a los diversos grupos o estados. Tal vez nunca se sentirán los fieles tan convocados a Vísperas como a la Eucaristía. Pero eso no impide que una parroquia ofrezca también esta oración a susfíeles,o que los religiosos inviten a los laicos a acompañarles en su alabanza, diariamente o en los días más festivos, o que en el programa de las reuniones de jóvenes, grupos apostólicos, matrimonios cristianos, etc., entre -bien preparadatambién la Oración de las Horas. Lo cual seguramente supondrá una cierta dosis pastoral de adaptación en la selección de elementos, con el margen de flexibilidad que continuamente ofrece el libro, para que sea posible un mayor acercamiento pastoral a los varios grupos que oran o a sus condiciones de cultura religiosa y de fe.

LOS MINISTROS ORDENADOS CLAVES PARA LA ORACIÓN José Aldazábal Dossiers CPL, n. 12 Actitudes que ayudan a rezar El sentido de la gratuidad Invitación a la poesía Recuperar el silencio Orar desde el silencio Orar con alegría Invitación al canto Orar desde la vida Oración de protesta y compromiso La oración de la mañana La oración de la tarde La noche es tiempo de salvación El cuerpo también reza La postura del cuerpo influye en la oración Orar con los gestos Orar con sencillez Pequeños secretos de una oración que va madurando Diez reglas parar orar con sencillez 14

J. ALDAZÁBAL Toda la comunidad cristiana es invitada a unirse a Cristo Orante con la celebración de la Liturgia de las Horas. Así, la Cabeza y el Cuerpo, Cristo y la Iglesia, unen sus voces, sobre todo al principio y al final de la jornada, con Laudes y Vísperas, para alabar a Dios e interceder por todo el mundo. Pero dentro de la comunidad hay unas personas a las que se les encomienda de manera especial esta oración: los ordenados (diáconos, presbíteros y obispos) y los religiosos. Recuperar la Oración de las Horas Los que dentro de la Iglesia han recibido la ordenación ministerial, no es que sean el "sujeto primordial" de la Liturgia de las Horas, como hace años tendíamos a pensar. El sujeto primario es la comunidad entera. Pero dentro de ella los ministros, así como han recibido particulares encargos en el nivel de la evangelización, la caridad y el impulso misionero, también en el de la oración se les pide que sean los primeros y los animadores de los demás. Es notable la evolución que se ha dado en este aspecto. Después de siglos en que los sacerdotes -juntamente con los religiosos "de coro"- eran considerados como los orantes por excelencia (decir "breviario" era pensar en un sacerdote con su libro de rezo en la mano), ahora la Iglesia ha pasado a considerar en primer lugar a la comunidad entera como orante, y dentro de ella a los ministros y los religiosos. Otra evolución, no tan feliz, ha sido que de una sensibilidad muy cuidadosa por parte de los sacerdotes para realizar todo el rezo, porque lo consideraban como uno de 15

los deberes más graves de su vida ministerial, ahora, tal vez por reacción a ciertas exageraciones anteriores, o por influjo de la sociedad secularizada en la que vivimos, no pocos de los mismos sacerdotes descuidan este rezo o lo miran con una actitud mucho más liberal y flexible. Es de esperar que también en esto haya un "viaje de vuelta", después de una crisis en cierto modo explicable. La buena voluntad y la seriedad espiritual de la mayor parte de los ministros ordenados les hará comprender de nuevo que la Liturgia de las Horas es un elemento importante en su fidelidad a Cristo, en la revitalización de su existencia sacerdotal y en la recta orientación de su apostolado en la comunidad. La ú lti ma reforma se ha hecho mirando también a una mayor adaptación del rezo al sacerdote de hoy. Como dice Pablo VI ("Laudis Canticum"), "se han tenido en cuenta las condiciones en que actualmente se encuentran los sacerdotes comprometidos en el apostolado". La disminución de horas canónicas y del número de salmos en cada una, juntamente con laflexibilidadrespecto al carácter nocturno del oficio de lecturas, pueden ayudar a que el rezo de las Horas encaje más amablemente en el horario actual de los ministros de la Iglesia. Un doble encargo: que oren con la comunidad... Hay una doble perspectiva en esta relación de la Liturgia de las Horas con los ministros ordenados. Ante todo se les describe como orantes "en medio de", "con" la comunidad. El cuadro ideal es el de un obispo que, rodeado de los presbíteros y ministros, celebra la oración con su Iglesia particular, participando también el pueblo (IGLH 20). O bien, en el nivel parroquial, una asamblea de fieles presidida por el pastor que hace las veces del obispo (IGLH 21). De los ministros se pide que convoquen a la comunidad, que dirijan su oración, que le ayuden con la debida catequesis a celebrarla mejor, que la conduzcan gradualmente a la inteligencia y el gusto de los salmos (IGLH 23). Es una primera perspectiva muy dinámica y exigente: los ministros, empezando por el obispo, oran con su pueblo, además de orar por él, y se esfuerzan por dirigir y educar a la comunidad en su oración. ...y que oren también solos Hay otro aspecto complementario: estos mismos ministros, cuando no han logrado reunir a losfieles,son invitados a rezar por su cuenta. "Se les confía la Liturgia de las Horas de tal modo que cada uno de ellos habrá de celebrarla incluso cuando no participe el pueblo" (IGLH 28). Se dice varias veces que ellos "han recibido especial mandato para celebrar la Liturgia de las Horas" (cf. IGLH 17.28.29). Este mandato o encargo (en latín "deputatio") no se entiende únicamente como un hecho detipojurídico (la Iglesia les manda rezar con este tipo de oración), sino como 16

un hecho más bien sacramental: como ministros de la comunidad tienen una especial urgencia de oración. Ya por el Bautismo tienen el derecho y el deber de orar, pero con la ordenación todavía es mayor la coherencia de su propia identidad con la oración eclesial de las Horas. Es una urgencia u obligación -bien motivada y matizada en IGLH 29- que nace, no desde fuera, sino desde su misma identidad sacramental de ministros. En el libro de la Liturgia de las Horas se habla a veces -citando documentos conciliares como PO 5- de que estos ministros oran "en nombre de la Iglesia" (IGLH 15.28.108), aunque ahora se prefiere otro lenguaje: oran "como Iglesia", "con la Iglesia", "en unión con la comunidad", "como ministros de la Iglesia". Signos sacramentales del Cristo Orante Si nos preguntamos sobre los motivos de este encargo especial, tenemos que afirmar que ante todo la identidad de un ministro ordenado se entiende desde su asociación y configuración con Cristo. Como un sacerdote se siente unido a Cristo Maestro cuando evangeliza, predica o catequiza, así se siente unido e identificado con Cristo Orante y Sacerdote cuando celebra la alabanza de las Horas. Los ordenados "están destinados a ser de forma particular signo de Cristo Sacerdote" (Pablo VI, "Laudis Canticum"). Al obispo se le dice que "deberá sobresalir entre todos los miembros de la Iglesia" por su oración, porque "de modo eminente y visible representa a la persona de Cristo y es el gran sacerdote de su grey, de quien en cierto modo se deriva y depende la vida en Cristo de losfíeles"(IGLH 28). A los presbíteros se les recomienda también que oren y que intercedan ante Dios por todo el pueblo a ellos encomendado, y la motivación que se les da es que "actúan de modo especial en lugar de la persona de Cristo Sacerdote" ("personam gerentes Christi":IGLH28). Unos y otros son signos de Cristo, Buen Pastor, en medio de la comunidad. Por eso se les pide que sean la personificación también de Cristo Orante, en su alabanza a Dios y en la intercesión por la humanidad, y se les encomienda, como una tarea importante dentro del conjunto de su ministerio, la oración de la Liturgia de las Horas. A veces este mandato se entiende como una especie de representatividad y suplencia: el sacerdote asegura que la oración de Cristo, que El realizó en su vida terrena, que sigue realizando desde su existencia gloriosa, y que encomendó a toda su comunidad, siga presente en la historia. La Iglesia encomienda esta oración a sus ministros "de forma que al menos ellos aseguren de modo constante el desempeño de lo que es función de toda la comunidad y se mantenga en la Iglesia sin interrupción la oración de Cristo" (IGLH 28). La comunidad sigue haciendo presente, visible y audible, en medio de nuestra historia actual, la oración de Cristo. Si es posible, participada y asumida por todo el pueblo de Dios, y si esto no se logra, al menos por medio de unas personas determinadas: los ministros ordenados. Como decía el documento conciliar sobre la vida de los 17

presbíteros, "en larecitación del Oficio divino prestan su voz a la Iglesia, que, en nombre de todo el género humano, persevera en la oración, juntamente con Cristo, que vive siempre para interceder por nosotros" (PO 13). Los ordenados son ministros "dentro de" y "para" la comunidad. Como ministros, ellos son los primeros obligados a crecer y ayudar a crecer en la fe, a trabajar en la evangelización, en la construcción de una comunidad fraterna, en alentar toda tarea misionera. Y también, de un modo significativo, a dirigir y animar la vida de oración, tanto en la celebración sacramental como en la Oración de las Horas. Como Cristo oraba y enseñaba a orar, así también ahora sus ministros. Ya desde el principio (cf. Act 6,2-4) los apóstoles decidieron que a ellos les tocaba más coherentemente dedicarse a la predicación de la Palabra y a la oración. Es connatural que dentro del pueblo de Dios los ministros sean también los primeros en la oración. Esta urgencia es intrínseca. Un ministro de la comunidad se supone que tiene bien desplegadas las dos antenas: la de la comunión con Cristo y la del apostolado misionero con la entrega a los demás. En ambas direcciones le ayuda la oración, y en particular la Oración de las Horas, por sus características especiales. Esta oración le estimula a crecer en su propia vida cristiana y en su dimensión de representante de Cristo. Y también le ayuda a unirse más a la comunidad a la que sirve como ministro, a la que tiene continuamente presente en su oración, a la que de algún modo representa en este momento de la alabanza y la súplica. Tal vez nunca está tan unido a los fieles encomendados a él como cuando está orando. Así, en la Liturgia de las Horas hallará por una parte "un manantial de piedad y un alimento para su oración personal, pero también deberá nutrir y alentar ahí la acción pastoral y misional con la abundancia de la contemplación para gozo de la Iglesia de Dios"(IGLH28). Oración y espiritualidad sacerdotal Para la vida de un ministro ordenado, la Oración de las Horas debería ser un momento entrañable, significativo, educador de su fe y de su identidad ministerial. Cuando reza por su cuenta el oficio de Lecturas, por ejemplo, tiene la ocasión de ponerse también personalmente -no sólo como presidente de una celebración comunitaria y con la preocupación de la homilía- a la escucha de la palabra de Dios y de la eclesial, siendo él mismo oyente, creciendo en su condición de discípulo (cf. IGLH 29). Ya le decía el Concilio que "como ministros que son de la palabra de Dios, diariamente leen y oyen esa misma palabra de Dios que deben enseñar a los otros" (PO 13). Pero también las otras Horas de su rezo tienen una fuerza eficaz para ayudarle a crecer en su vivencia cristiana y ministerial. La actitud de alabanza, que es la fundamental para un cristiano cara a Dios, la expresa un ministro en su Oración de las Horas, además de en la Eucaristía. Con esta oración da a todo el día un tono de meditación y orientación cristiana: el rezar Laudes por la mañana y Vísperas por la tarde, a ser posible con el pueblo, y luego todavía una 18

hora intermedia, intercalada en sus ocupaciones, y la hora de Completas al acostarse, le ayuda a vivir su pequeña historia, gloriosa o no, como Historia de Salvación, desde la actitud de fe y de apertura para con Dios, sin grandes milagros ni cosas espectaculares, pero sí con una intención de vivir y trabajar en el seguimiento de Cristo. La Oración de las Horas es la ocasión que tiene el ministro para realizarse como orante de una forma eclesial y sustanciosa. Ahí le tiene que salir desde dentro el "yo" orante: "yo te alabo, Señor", "yo te pido perdón", "yo te suplico por mi comunidad y por la salvación de todos". Es un "yo" cargado de "nosotros", pero a la vez también íntimamente personal, de él, de un ministro de lacomunidadcristiana, que tiene motivos especiales para sentirse amado de Cristo, cercano aEl, colaborador de El, necesitado de su ayuda. A veces orará junto con los demás, como en la Eucaristía y en las horas de Laudes y Vísperas, si ha logrado juntar a losfieles.Otras veces ora solo, personalmente. De las dos maneras va creciendo y madurando en su condición de cristiano y de ministro, creyente, débil, orante, que va viviendo su historia propia y la general desde la perspectiva de Dios, ayudado por la Oración de las Horas. Un aspecto no desdeñable de las ventajas de esta Oración de las Horas para un sacerdote es su eficacia serenante en medio de la actividad de su jornada. En elritmomuchas veces precipitado y agobiante de su trabajo ministerial, a un sacerdote (o diácono u obispo) le viene muy bien que su fidelidad a la Liturgia de las Horas le lleve a "defender" unos espacios de paz y oración. En cierto sentido el rezar la Hora intermedia puede parecer unos minutos de "alejamiento" de su misión, pero en realidad es precisamente este momento de oración el que puede dar profundidad a lo que está haciendo por los demás. Una oración fiel y serena de las Horas va dando a la existencia del ministro un tono de armonía interior y de equilibrio, en contraste con el "stress" que también a él le amenaza. No es que los motivos psicológicos sean los principales, cuando está de por medio su condición de ministro de la comunidad y de signo sacramental del Cristo Orante. Pero también se agradece que un sacerdote pueda refugiarse en su oración, contra las tentaciones del activismo y los criterios de la efectividad inmediata. Son momentos en que se encuentracon Dios, en que se descubre a sí mismo, y también puede purificar sus intenciones de entrega a los demás. La Oración de las Horas tiene todas esas riquezas si se hace bien.

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LOS RELIGIOSOS J. ALDAZABAL Dentro de la comunidad orante, además de los ministros ordenados, hay otras personas encargadas en modo particular de celebrar la Oración de las Horas: las religiosas y los religiosos. Algunas comunidades por Regla celebran el ciclo completo de esta oración oficial de la Iglesia. Y aún buscan una estructuración más rica y abundante, como se ve, por ejemplo, en el directorio que la familia benedictina publicó en 1977: el "Thesaurus Liturgiae Horarum Monasticae". Otras comunidades, más recientes y de vida activa, celebran normalmente en común sólo Laudes y Vísperas. Para todos ellos este momento de la celebración comunitaria de laLiturgia de las Horas es uno de los más expresivos en su vida de personas consagradas a Dios. Su especial vocación dentro de la comunidad cristiana justifica que hayan recibido un especial encargo de ser comunidad orante: así como también se supone que son unas personas que aman más, que están más al servicio de los demás, que ponen más empeño en la misión evangelizadora de la Iglesia y buscan una fraternidad más testimonial, también en cuanto a la oración se les pide que sean ejemplares. Entre "los que han recibido especial mandato para celebrar la Liturgia de las Horas", además de los obispos, presbíteros y diáconos, están también los religiosos (IGLH 17). Signos representativos de lo que es la Iglesia La primera motivación que aparece para este encargo oficial, en el caso de los religiosos, es su carácter de signos dentro de la comunidad eclesial. Ya en el Concilio se definía su identidad como la de "manifestar ante todos los

fieles que los bienes celestiales se hallan ya presentes en este mundo... testimoniar la vida nueva y eterna... prefigurar la futura resurrección y la gloria del reino celestial" (LG 44). Ahora, de un modo explícito, se traslada esta ejemplaridad significativa también al aspecto de la oración: "las comunidades de canónigos, monjes, monjas y demás religiosos que, por sus reglas o constituciones, celebran la Liturgia de las Horas en su totalidad o en parte... representan de modo especial a la Iglesia orante: expresan más plenamente el modelo de la Iglesia, que alaba incesantemente al Señor con armoniosa voz" (IGLH 24). Una comunidad religiosa es como una Iglesia en pequeño; fraterna, misionera, llena de esperanza, liberada y liberadora: pero también una comunidad orante, más intensa y significativamente orante, en particular con la Liturgia de las Horas, aunque también entren en su jornada y espiritualidad otras modalidades de oración tanto personal como comunitaria. El Concilio había apuntado en esta dirección cuando afirmó que los religiosos "deben cultivar con asiduo empeño el espíritu de oración y la oración misma, bebiendo en las genuinas fuentes de la espiritualidad cristiana" (PC 6). Aunque no se nombrara entonces todavía de modo explícito la Liturgia de las Horas (eso se vio con mayor claridad en la evolución posterior), sí se decía que, sobre todo las comunidades contemplativas, "ofrecen a Dios un eximio sacrificio de alabanzas" (ibid. n. 7). No se entiende una comunidad de personas consagradas a Dios sin que sea una comunidad orante, como una fotografía en pequeño de lo que es y quiere ser toda la Iglesia: abierta a Dios y a su Palabra, dedicada a la caridad, pero también a la alabanza de Dios y a la intercesión orante por todo el mundo. Fermento de la comunidad eclesial Los religiosos, además de "signo" dentro del gran "signo" que es la Iglesia, son también fermento dentro de ella y para todo el mundo. Son fermento en cuanto que colaboran con su propia vida y su esfuerzo -según el carisma propio- a la edificación de la Iglesia, al cumplimiento de la múltiple misión de la comunidad cristiana en el mundo. Ya el Concilio afirmaba que los religiosos se esfuerzan en "extraer de la gracia bautismal un fruto más copioso, y pretenden liberarse de los impedimentos que podrían apartarles del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino", y así su vida tiene una particular eficacia dentro de la comunidad: "un símbolo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vida cristiana" (LG 44). Los religiosos "cumplen con el deber de trabajar, principalmente con la oración, en la edificación e incremento de todo el cuerpo místico de Cristo y por el bien de las Iglesias particulares" (IGLH 24). Los cristianos de vida consagrada no son -no deben ser- un "oasis" aislado

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dentro del desierto de este mundo. Su vida evangélica, y en particular su vida de oración, deben estar abiertas a la comunidad más general. Es ideal que una comunidad religiosa abra su horario de oración a los laicos, que no sólo ore por ellos, sino que ore con ellos, si logra que otros cristianos, así como acuden a su Eucaristía, puedan acudir a sus Vísperas: "se les recomienda encarecidamente que se reúnan, bien sea entre sí o con el pueblo, para celebrar esta Liturgia o una parte de la misma" (IGLH 26). Alimento para la espiritualidad religiosa Los religiosos que celebramos la Liturgia de las Horas ya hemos experimentado seguramente cómo esta oración no sólo es coherente con nuestra identidad de cristianos consagrados, sino también que nos aporta beneficios para nuestra espiritualidad. a) Ante todo, nos educa a dar la primacía a Dios, dedicándole a lo largo de las horas nuestra alabanza y nuestra oración. La Liturgia de las Horas nos descentraliza de nosotros mismos y de nuestras actividades, para dar el protagonismo a Dios. Nos une a Cristo en su alabanza, en su intercesión por el mundo, en su oración sacerdotal. Orando como Cristo y con Cristo, haciendo nuestros los sentimientos con que oraba Cristo Jesús (IGLH 19), los religiosos somos los que más gozosamente nos abrimos a Dios y su salvación, recibimos su gracia, le rendimos nuestro mejor culto vivencial de alabanza, el "sacrificium laudis", que prolonga a lo largo de la jornada la alabanza y el culto de la Eucaristía, en la que también participamos cada día. LaLiturgia de las Horas, con sus salmos, oraciones, cantos, lecturas, preces, nos hace participar de modo más intenso en el diálogo salvador entre Dios y sus fieles (IGLH 14.33.56). b) Esta oración es la que más nos ayuda a vivir el tiempo como historia de salvación, cristianizando, por así decirlo, la historia que vivimos, dando a toda la jornada un tono de concelebración del tiempo, en la presencia de Dios, ofreciéndole, junto con nuestra existencia entera, la alabanza explícita y la meditación serena en su acción en y por nosotros. La Liturgia de las Horas, con su apoyo pedagógico en el transcurrir del día y la noche, de la luz y las tinieblas, visto todo a la luz de Cristo, el verdadero Sol y el "hoy" definitivo de la salvación, ayuda sobre todo a los que hemos hecho profesión de seguimiento total de Cristo a interpretar y vivir la existencia entera como historia dialogal con Dios. Si la Liturgia de las Horas "tiene como característica propia la de santificar el curso entero del día y de la noche" (IGLH 10.11), tal vez seamos los religiosos los que más podemos apreciar, con nuestra celebración fiel y diaria, los frutos de una oración que da un sentido tan pleno a lo que vivimos y hacemos. c) Esta oración se convierte así en un motor espiritual de toda la misión: todo lo 22

que hacemos en el terreno de la fraternidad o del trabajo misionero para con los demás, recibe su fuerza y su luz de esta oración matutina y vespertina, o de la que se intercala dentro de la actividad o la concluye al final de la jornada. Junto con la Eucaristía, la oración de las Horas es el motor de la acción y de la jornada de los religiosos. La oración, ciertamente, no nos aisla de lo que constituye nuestra "misión": precisamente en ella, intercediendo ante Dios por todos los hombres, y en particular por los destinatarios concretos de nuestro trabajo, es cuando más cerca nos podemos sentir de todos ellos. Como luego, cuando estamos en pleno trabajo, tampoco nos sentiremos lejos de Dios, sino ofreciéndole, ahora con el lenguaje del trabajo, la misma alabanza que en otras horas le dedicamos con salmos y aleluyas. En 1 a oración nos abrimos explícitamente a Dios, pero sin cerrarnos a los demás. En el trabajo nos abrimos explícitamente a los demás, pero sin cerrarnos a Dios. Una y otro se complementan, tienen los mismos polos de atención y de intención: unos religiosos, que consagran a Dios radicalmente toda su jornada, celebran tanto la dirección que se resume en la palabra "Padre", la vertical, como la que se retrata con la palabra"hermano", la horizontal. Precisamente porque en algunos momentos determinados -por ejemplo por la mañana y por la tarde- hablan a Dios en segunda persona, en vocativo, pueden en otros, a lo largo de la jornada, hablar en tercera persona de El, anunciando su amor y su cercanía a los demás. Una celebración bien realizada de la oración matutina y vespertina contribuye a purificar las intenciones, a clarificar los propios planes a la luz de los planes de Dios, a discernir los caminos, para seguir viendo a Cristo en la persona de todos los que encontramos en la jornada. En la Introducción a la Liturgia de las Horas se recuerda varias veces este aspecto. La oración no sólo nos une con Dios, sino que también favorece a la misma acción pastoral: "la comunidad eclesial ejerce su verdadera función materna de conducir las almas a Cristo no sólo por medio de la caridad, el ejemplo y los actos de penitencia, sino también con la oración" (IGLH 17), pues "sólo el Señor, sin el cual nada podemos hacer, y a quien acudimos con nuestros ruegos, puede dar a nuestras obras la eficacia y el incremento, para que diariamente seamos edificados como morada de Dios por el Espíritu" (IGLH 18). De los religiosos se podrá decir, aún con mayor razón que de los laicos, que "en la acción litúrgica adoran al Padre", pero que también "con la oración que celebran alcanzan a todos los hombres y pueden contribuir en considerable medida a la salvación del mundo entero" (IGLH 27). Así como lo que se dice de los ministros ordenados: "en la Liturgia de las Horas tratarán de hallar un manantial de piedad y un alimento para su oración personal, pero también deberán nutrir y alentar ahí la acción pastoral y misional, con la abundancia de la contemplación, para gozo de toda la Iglesia de Dios" (IGLH 28). d) La oración de las Horas, para los religiosos, será así evidentemente/nenie de gozo y de espiritualidad. Una experiencia diaria de encuentro con Dios y de alabanza comunitaria no puede dejar de infundir alegría y respiro a la vida cristiana, ilusión para 23

el trabajo diario, paz y serenidad, equilibrio y esperanza dentro de las varias vicisitudes de la propia historia personal y comunitaria. Una comunidad reunida para celebrar Laudes o Vísperas sintiéndose unida a Cristo y representante de toda la Iglesia orante, tiene una experiencia fuerte de su propia identidad, y así estos momentos son, junto con la Eucaristía, como el corazón de su jornada misionera.

AYUDAS PARA LA SALMODIA

Invitación a celebrar bien Los religiosos sienten, como los demás cristianos, las dificultades que el hombre de hoy encuentra para la oración, en medio de una sociedad en la que se respira un aire secularista, que no invita precisamente a dar la primacía a los valores cristianos y transcendentes, entre ellos a la oración Lo que quiere decir que el religioso de hoy necesita motivaciones y convicciones más profundas para ser fiel, entre otros aspectos de su vida, a la oración personal y comunitaria, y en particular a esta oración oficial que la Iglesia le encomienda. También le sale al encuentro a toda comunidad religiosa la tentación del activismo, el ritmo frenético del trabajo y de una jornada llena de acción y de reuniones, algunas a las horas más coincidentes con la oración comunitaria. Se necesita valentía para que una comunidad le dedique a su oración los momentos más oportunos, y para que cada uno de sus miembros les sea fiel. Una buena parte de eficacia de la Liturgia de las Horas se puede atribuir a los equipos animadores de la oración. El esfuerzo de este equipo es digno de toda alabanza, porque además de los trabajos que seguramente les corresponden en otros niveles, también les ha tocado -es de suponer que con una cierta rotación- el cuidar los repertorios de cantos, las moniciones, la distribución de ministerios, la animación pastoral de los varios elementos de la oración, para que la comunidad pueda orar mejor y con mayor autenticidad. Se trata de que la celebración no sólo sea el cumplimiento de un deber, sino un gozo espiritual; que la comunidad ore saboreando los salmos, respondiendo desde el corazón a la voz del Espíritu, "con alegría de espíritu y con la dulzura del amor" (IGLH 104); se trata de que "canten con gozo las Horas" (IGLH 270), y que "los espíritus estén movidos por el deseo de la genuina oración de la Iglesia y resulte agradable celebrar las alabanzas divinas" (IGLH 279). La Liturgia de las Horas puede considerarse como un termómetro expresivo de una comunidad religiosa: oj ala de todas ellas se pueda decir, viendo cómo cantan Laudes o Vísperas, que su oración es un "verdadero testimonio de la vida pujante de algunas comunidades" (IGLH 273). Para aquellos religiosos que preparan y realizan bien esta oración, ciertamente será fuente de espiritualidad gozosa y misionera, y podrán decir aquello de "Psalterium meum, gaudium meum", y no al revés: "Psalterium meum, poenitentia mea". 24

LAS ANTÍFONAS J. ALDAZABAL Al menos desde el siglo cuarto es tradición universal el uso de las antífonas en la celebración litúrgica, sobre todo en la salmodia de la Liturgia de las Horas, como uno de los medios más eficaces para recitar mejor los salmos.

¿Siguen teniendo sentido las antífonas? El Concilio quiso también que "para promover la participación activa se fomentaran las aclamaciones del pueblo... la salmodia, las antífonas..." (SC 30). Y Pablo VI, al presentar con su Constitución Apostólica "Laudis Canticum" la nueva ordenación de la Liturgia de las Horas, recordaba que "se han introducido diversas ayudas para la meditación de los salmos: tales como los títulos, las antífonas..." (núm. 3). Por tanto, para una participación más activa de la comunidad y en concreto para una salmodia más vivida, las antífonas juegan un papel que en la actual reforma se ha querido conservar y potenciar. Se podría haber puesto en duda si siguen siendo válidas para el estilo actual del rezo personal y comunitario. Ya en la fugaz reforma del Breviario que hiciera en el siglo XVI el cardenal Quifiónez -que estuvo en vigor unos treinta años- se habían suprimido las antífonas, pensando que no eran tan necesarias, aunque en la segunda edición se vio obligado a reincorporar algunas. De otros elementos de nuestro rezo de las Horas se ve fácilmente el sentido: los himnos, los salmos, las lecturas, las preces... Pero ¿siguen válidas las antífonas? ¿tienen sentido cuando no se cantan? ¿también en el rezo personal? ¿ayudan a la salmodia o más bien recargan su rezo? 25

Antí-f'ona, contra-canto La palabra viene del griego, "anti-foné", y significa canto o sonido a dos coros, que se alternan a modo de "contra-canto". Esto sucedía, ya desde muy antiguo, en el rezo de los salmos. Ahora la palabra se aplica a otras realidades, no sólo a ese estilo de salmodia llamado antifónico. En la Eucaristía se llama así a los breves cantos que el Misal propone como acompañamiento del rito de entrada o de la comunión. También se llaman antífonas los cantos marianos con que se concluye el rezo del Oficio, después de Completas. Pero sobre todo se llama así a las breves frases que se dicen o cantan antes y después del salmo, y también a veces, como en el salmo responsorial de la Misa, intercaladas entre las estrofas del mismo. A estas antífonas de la salmodia es a las que dedicaremos aquí nuestra atención. La riqueza del antifonario Los antiguos libros litúrgicos llamados Antifonarios contenían, además de las antífonas del Oficio, otros cantos para la celebración eucarística. Entre ellos es particularmente famoso el Antifonario de León, de nuestra antigua liturgia hispánica. Así nos ha llegado una herencia de miles de antífonas, de las que muchas se han aprovechado en la actual reforma. La "Unión Monástica Italiana" ha publicado, por ejemplo, una colección de seiscientas antífonas para las diversas celebraciones del año, con música y acompañamiento. Entre nosotros, los varios autores que han puesto música a la Liturgia de las Horas -el más completo y conocido, Domingo Cois- han compuesto también oportunas melodías para las antífonas. Como también lo han hecho los que han colaborado en el Libro del Salmista, ofreciendo al menos dos antífonas o estribillos musicados para el salmo responsorial de las misas festivas del año. Hay diversos tipos de antífonas en este conjunto: a) algunas frases tomadas del mismo salmo, variadas según las fiestas y los tiempos, b) otras contienen pensamientos bíblicos, a veces compuestos a modo de centón con ideas de varios pasajes, c) hay antífonas evangélicas, sobre todo las que acompañan al Benedictus y al Magnificat, con frases que hacen eco al evangelio del día, sobre todo en los domingos de los tres ciclos, d) también las hay históricas, que aluden a algún rasgo o acontecimiento central en la vida de un Santo, e) hay antífonas llenas de poesía, con tono lírico de alabanza y alegría, f) y otras de contenido más bien teológico. 26

Teología para el pueblo cristiano Las antífonas de unafiestacontienen en modo popular y condensado la mejor teología del día. Son famosas las antífonas "O" del Adviento ("oh Sabiduría... oh Llave..."), que nos ayudan a preparar la celebración de la Navidad, al presentarnos al Mesías como cumplimiento de las mejores profecías, expresadas con un lenguaje a la vez poético y teológico. Hay otras que se construyen en torno al "hodie", "hoy", como en la Epifanía ("hoy la estrella condujo a los magos... hoy el agua se convirtió... hoy Cristo fue bautizado...") o la Ascensión ("hoy asciendes triunfante al cielo"). Este"hoy" nos quiere hacer comprender que lo que celebramos, aunque sea un hecho del pasado, se hace de alguna manera presente en la fiesta de hoy. Dios sigue actuando: hoy nace Cristo, hoy se manifiesta a los magos, hoy triunfa en su Ascensión... Vale la pena hacer esta prueba: leer seguidas las antífonas de una fiesta importante -por ejemplo Pentecostés, o la Asunción de Nuestra Señora, o los santos Apóstoles Pedro y Pablo- para darse cuenta de la fuerza y riqueza con que estas antífonas nos van comunicando la teología del misterio del día. Finalidad de las antífonas en nuestra salmodia "Hay tres cosas en la tradición latina que contribuyen grandemente a la inteligencia de los salmos o a su adaptación para la oración cristiana: los títulos, las oraciones sálmicas y sobre todo las antífonas" (IGLH 110). Aunque la plenitud de su sentido la tienen las antífonas cuando se realiza la salmodia en canto y comunitariamente, también en el rezo personal o en el no cantado mantienen su conveniencia. La finalidad de las mismas la describe bien la introducción general a la Liturgia de las Horas (IGLH 113): - a) "ponen de manifiesto el género literario del salmo ", "iluminan mejor alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida"; así las antífonas nos ayudan a interpretar y entender el salmo, subrayando su color poético o su tono penitencial o su clima de meditación moral; - b) "más aún, siempre que se excluyan arbitrarias acomodaciones, contribuyen en gran medida a poner de manifiesto la interpretación tipológica o festiva": así, un salmo que de por sí no habla de san José, lo podemos rezar, ayudados por una oportuna antífona, comofiguraprofética o típica de lo que luego se ha realizado en el Nuevo Testamento. El salmo 111 ("dichoso quien teme al Señor... la descendencia del justo será bendita"), se convierte en canto muy adecuado para la fiesta de san José también por la antífona que le antecede: "le dijo su madre... mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados"; 27

- c) las antífonas "proporcionan a un determinado salmo cierta tonalidad peculiar en determinadas circunstancias"; alo largo del añocristianorezamos el mismo salmo en Adviento, en Cuaresma, en una fiesta de la Virgen, y es la antífona, diversa cada vez, la que le da un color propio dentro del clima del tiempo o de la fiesta; - d) las antífonas nos ayudan a "transformar el salmo en oración personal", a descubrir el sentido que tiene para la comunidad cristiana; esto también nos ayudan a conseguirlo otros elementos, como las frases o las oraciones sálmicas que anteceden y siguen al rezo del salmo; pero lo hacen de un modo eminente las antífonas, aplicando por ejemplo a Cristo, en su Pasión o en su triunfo pascual, las ideas principales del salmo; - e) tiene también una fu nción particularmente pedagógica en el terreno musical, porque además de llamar nuestra atención al contenido de algunas ideas, nos dan el tono también melódicamente, dando al salmo una tonalidad festiva o austera; todos apreciamos la eficacia y la fuerza expresiva que tiene un salmo como el "qué alegría cuando me dijeron...", cuando el pueblo va cantando la antífona, que contiene ya el mejor resumen del salmo, y luego los solistas cantan las estrofas: el estribillo, intercalado entre estas estrofas, con la alternancia entre la comunidad y los solistas, forman una unidad que da al rezo del salmo un tono expresivo y como contemplativo; - f) por todo esto las antífonas "pueden hacer agradable y variada la recitación de los salmos", convirtiéndose en el elemento más popular de la salmodia; ya en el siglo cuarto san Juan Crisóstomo nos cuenta cómo el pueblo participaba en el salmo 117 cantando la antífona "éste es el día en que actuó el Señor": la antífona es lo único que el pueblo podía saber de memoria, dejando las estrofas para el salmista cantor. La selección de las antífonas en nuestro rezo de las Horas en su conjunto es muy buena. Sus ideas son fáciles de asimilar. Nos ayudan a centrar nuestra espiritualidad y nuestra vivencia de fe en una fiesta o en un tiempo litúrgico. Y si además son musicalmente acertadas, pueden ser en verdad una ayuda estimable para que nuestra oración tenga calidad. Algunos ejemplos Es fácil darse cuenta de la ayuda que nos ofrecen estas antífonas para que nuestro rezo de los salmos sea másricoa lo largo del año. El salmo 8 ("Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre...") lo decimos repetidas veces. Cuando es fuera de la Pascua, las antífonas nos ayudan a fijarnos en alguna de las ideas que el salmo propone: "qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra", "de la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado tu alabanza", "todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios" (esta última antífona se refiere a los versículos del salmo en que se dice: "le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies"). Pero si lo decimos en Pascua, no es al hombre en general, sino a Cristo a quien las antífonas aplican las ideas del salmo: "Cristo, una vez resucitado de entre los muertos 28

ya no muere más", "coronaste de gloria y dignidad a tu Cristo", "ensalzaste, Señor, tu majestad sobre los cielos"... El salmo 121 ("qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor") también recibe color diferente a lo largo del año según qué antífona lo acompaña. En Adviento: "mirad: vendrá el deseado de todos los pueblos y se llenará de gloria la casa del Señor". En Pascua: "la paz de Cristo reine en vuestros corazones" (el salmo decía "haya paz dentro de tus muros"). En la dedicación de una iglesia era fácil entonar la idea central: "vamos alegres a lacasa del Señor". En las fiestas de la Virgen María, ella misma "casa del Señor" y la primera que después de Cristo ha entrado gozosa en la casa definitiva de Dios, las antífonas dan esta orientación al salmo: "alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo" (el salmo decía "la paz contigo"). El salmo 109 ("oráculo del Señor a mi señor, siéntate a mi derecha") es uno de los que más repetimos, sobre todo en las segundas vísperas de cada domingo. Más de veinticinco antífonas acompañan a este salmo en las diversas fiestas y tiempos. Según el día, destacan alguna de sus ideas más apropiadas. Así, en Adviento: "mirad, viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo". En Navidad: "eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora". En Pascua: "resucitó el Señor y está sentado a la derecha del Padre". El día de Corpus: "Cristo, el Señor, sacerdote eterno según el rito de Melquisedec...". Eri la fiesta del Sagrado Corazón: "somete, Señor, a tus enemigos con tu yugo ligero". Sugerencias prácticas Esta es lafinalidadprincipal: realizar los varios elementos del Oficio, en este caso las antífonas, de modo que contribuyan a saborear y dar viveza a los salmos. Pero no será superfluo recordar también algunas consideraciones prácticas. - a) Los días más señalados del año, sobre todo las solemnidades y fiestas, tienen sus antífonas propias. Otros días, según el grado de su importancia o antigüedad, nos proponen antífonas propias para alguna hora en concreto, o sólo para los cánticos evangélicos, sobre todo los domingos, con antífonas que hacen eco al evangelio del día en los varios ciclos. Estas antífonas propias, bien realizadas, nos ayudan eficazmente a entrar en sintonía con el misterio celebrado. - b) Las antífonas y los salmos ganan calidad cuando son cantadas. Tanto si expresan ideas de júbilo como de dolor o de contemplación moral, el canto les añade fuerza. En el caso de que el salmo vaya a ser recitado, se puede muy bien cantar la antífona, antes y después del mismo, rodeando así la recitación del salmo entre dos breves expresiones musicales. Incluso (cf. IGLH 274), para favorecer el canto de las antífonas, si no se sabe ninguna melodía para la antífona propia, se puede elegir otra cantada, con tal que sea muy parecida en su contenido y sea coherente con el salmo: cosa que también sucede en la antífona o estribillo del salmo responsorial de la misa. Esta antífona, además de cantarla al principio y al final del salmo, se puede intercalar entre sus estrofas. 29

El solista va recitando las estrofas del salmo, y cada dos o tres, según la longitud del mismo, la comunidad interviene cantando la antífona. Como se hace en el salmo invitatorio de la mañana o en el responsorial de la Misa. - c) Cuando en el salterio se encuentra un salmo dividido en dos o tres partes, existe la doble posibilidad: realizar cada una de las partes separada, acompañada de su antífona y de su "Gloria", o bien decir todo el salmo seguido, suprimiendo las antífonas y el "Gloria" intermedios (IGLH 115 y 124). - d) Si la antífona es cantada, es mejor que la cante toda la comunidad, después de que la haya entonado el solista. Mientras que si va a ser recitada, tal vez es más coherente con su carácter de introducción pedagógica, el que la diga una persona, a modo de monición más lírica e intencionada. - e) También existe esta libertad con respeto a la repetición o no de la antífona alfinaldel salmo: "al comienzo de cada salmo recítese siempre su antífona"... "recitado el salmo, se repite la antífona, según convenga (pro opportunitate)" (IGLH 123). Si la antífona es cantada, tiene muy buen sentido cantarla también alfinaldel salmo, tanto si éste ha sido cantado o rezado. Pero si la antífona es recitada, no es absolutamente necesario, y tiene menos sentido pedagógico que también se recite al final. La finalidad primordial de una antífona recitada (cuando es cantada tiene más fuerza) es prepararnos a rezar bien el salmo. Por eso se da la posibilidad de sustituir a veces las antífonas de la salmodia -en las semanas del Tiempo Ordinario- por las frases o sentencias que preceden al salmo (cfr. IGLH 114), en cuyo caso no sólo no se repite la antífona al final, sino que tampoco se dice al principio. Sufinalidadse ha conseguido de otro modo. La decisión (de repetir o no la antífona, o de sustituirla durante una temporada por las frases patrísticas, o incluso de convertir la antífona en una breve monición que incluya ya las ideas de la misma, junto con las del título o de la frase y otras de cosecha propia) dependerá de la sensibilidad de la comunidad, que en su revisión valora el grado de ayuda que estas modalidades aportan de hecho a su mejor recitación sálmica. Porque esta es la finalidad: que tanto si se reza por parte de una comunidad como por parte de una sola persona, podamos sintonizar mejor con los salmos que rezamos. Mejorar el canto, revisar elritmodel rezo, añadir oportunamente moniciones variar los modos de la salmodia, cuidar los breves silencios que dan ritmo más meditativo a la oración y cuidar las antífonas, nos ayuda a que exista esa "plena resonancia de la voz del Espíritu Santo" (IGLH 202) que es lo que da calidad a la oración personal y comunitaria.

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TÍTULOS, SENTENCIAS Y MONICIONES para rezar mejor los salmos J.ALDAZABAL Como dice la introducción a la Liturgia de las Horas, "tres cosas hay en la tradición latina que contribuyeron grandemente a la inteligencia de los salmos o a su adaptación para la oración cristiana, a saber, los títulos, las oraciones sálmicas y, sobre todo, las antífonas" (IGLH 110). Aquí vamos a hablar de los títulos, y por extensión también de las sentencias cristianas que preceden a los salmos en nuestro libro de la Liturgia de las Horas, para terminar diciendo también unas palabras sobre lo que pueden ayudar unas oportunas moniciones antes de los salmos. Las tres "ayudas" para la salmodia son parecidas, están relacionadas entre sí, y si se utilizan bien, pueden resultar notablemente eficaces en su pedagogía. Los títulos Los títulos son esas frases breves, que en nuestros libros de oración están en rojo antes de cada salmo, y que "denotan su sentido e importancia para la vida humana del creyente" (IGLH 111). Estos títulos apuntan al sentido propio, original y literal, del salmo, o sea, a las circunstancias concretas en que se compuso (cf. IGLH 107), unas veces de alegría y fiesta, otras de dolor personal o comunitario, y que pueden así orientar también nuestro rezo del salmo. Por eso se dice que tiene importancia "para la vida humana" del que reza ahora: porque puede así acercar más fácilmente lo que dice el salmo a su propia vida, que suele tener la misma variedad de experiencias como las que muestran los varios salmos. El Salterio hebreo ya tenía títulos en muchos de sus salmos. Los que actualmente pone a los salmos nuestro libro oficial de Liturgia de las Horas, están tomados de la 31

edición latina de la Neovulgata, que publicó la comisión encargada por el papa Pablo VI. Basta hacer una sencilla selección de títulos para que recordemos qué intención y qué utilidad aportan a nuestra salmodia: - oración de un pobre ante la adversidad; - alegría de los que entran en el Templo; - himno a la grandeza de Dios; - acción de gracias por la victoria; - alabanza a Dios creador del mundo; - lamentación por la caída del Templo; - el Señor, esperanza de su pueblo; - lamentación en tiempo de hambre y guerra; - la creación entera alaba a Dios; -felicidad del justo; - meditación de la ley de Dios; - propósitos de un príncipe justo; - oración de un enfermo grave... Los títulos de los salmos no están pensados para que se digan en voz alta: sólo "para utilidad de los que recitan los salmos" (IGLH111). Pero es buena costumbre dejar un brevísimo momento de silencio para que cada uno pueda darse cuenta, leyendo el título, del género y del tono del salmo que va a rezar. O bien, que su idea quede incluida en la monición antes del salmo, si se hace. Las sentencias cristianas Además de eso títulos que podríamos llamar "humanos", o "literales", y q u e enfocan el sentido originario del salmo, están también las sentencias o frases cristianas que nos ayudan a entender cada salmo desde la perspectiva de Cristo, de la Iglesia o dé la vida cristiana. Ya desde el siglo III encontramos manuscritos en los que a los salmos se les antepone una frase claramente cristiana: "para fomentar la oración a la luz de la revelación cristiana, se añade una sentencia del Nuevo Testamento o de los Padres invitando a orar en sentido cristológico" (IGLH 111). Como los "títulos" acercan los' salmos a la vida humana y religiosa, las "sentencias" los acercan a nuestra oración cristiana. Ha habido sobre todo un autor, P. Salmón, que ha recogido estas frases, que también se pueden llamar "títulos cristianos", esparcidas en los varios manuscritos y las ha recompuesto en seis series (Les titulipsalmorum desmanuscrits latins, Du Cerf, Paris 1959). Así se hace posible que el salmo sea dicho, no sólo desde su sentido más inmediato y humano, que ya es muy bueno, sino desde su comprensión plena"siguiendo este método, los Santos Padres aceptaron y comentaron todo el salterio a modo de profecía acerca de Cris to y su Iglesia" (IGLH 109). En ellos veían los cristianos

cómo la Iglesia habla a Cristo ("Ecclesia ad Christum loquitur"), o Cristo habla a su Padre sobre sus perseguidores ("Christus ad Patrem de persecutoribus suis loquitur"). Es una lectura profunda laque estas frases o títulos cristianos quieren favorecer: "al oír en los salmos a Cristo que clama al Padre o al Padre que hablacon su Hijo, reconociendo incluso la voz de la Iglesia, de los Apóstoles o de los mártires", proponen "a los que recitan los salmos el sentido cristológico de los mismos, expresado en los títulos que preceden a cada uno de ellos" (IGLH 109). Así, por ejemplo, el salmo 109 ("oráculo del Señor a mi señor"), que originalmente es un canto de ánimo para un rey de Israel, los cristianos lo leen pensando en la victoria de Cristo. La "sentencia" que le antecede es: "El debe reinar hasta poner todos sus enemigos bajo sus pies", que es una cita de ICo 15,25, y que apunta claramente a la victoria de la resurrección de Cristo, superando incluso al último enemigo, la muerte. El salmo 113 ("cuando Israel salió de Egipto..."), un salmo claramente pascual, tiene como "título": "Israel librado de Egipto: las maravillas del Éxodo". Hasta aquí todo nos ayuda a unirnos a la gran experiencia del pueblo judío en su liberación. Pero la "sentencia", que esta vez es de san Agustín, nos da la pista para rezar el salmo desde nuestra fe cristiana: "Reconoced que también vosotros, los que renunciasteis al mundo, habéis salido de Egipto". Algunos salmos quedan cristologizados "por alto": cuando las "sentencias" sitúan a Cristo donde el salmista situaba a Yahvé. El salmo 46 ("Pueblos todos, batid palmas") era originariamente un canto a la gloria de Yahvé. Pero la "sentencia" lo interpreta de la glorificación de Cristo, sobre todo en su Ascensión: "Está sentado a la derecha del Padre, y su reino no tendrá fin", frase tomada del Credo cristiano. Otros salmos son cristologizados "por bajo", o sea, situando a Cristo allí donde antes hablaba el propio salmista. El salmo 21 es entendido en un primer momento, por el "título", de un "siervo de Dios sufriente que ora y Dios que le responde". Pero la frase cristiana, evangélica, nos da una pista más profunda: "A media tarde, Jesús gritó: Eli, Eli, lama sabaktani" (Mt 27,46), que es precisamente la frase inicial del salmo, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" ahora en labios de Cristo. Podría ser una serie de pensamientos o frases cristianas más completa y más exactamente citada. Pero ya tal como están pueden ser un instrumento válido para rezar mejor los salmos, para superar la dificultad de algunos de ellos (que no se resuelve, por tanto, con leyes estrictamente exegéticas, sino desde la clave cristiana de su rezo). Como quiera que, al contrario de las antífonas, que varían según las fiestas y los tiempos, estras frases o sentencias cristianas son "fijas", no sería tampoco mala idea el que se prepararanotrasmásadecuadaspararezarunsalmom Adviento, oen una fiesta mariana, o en Pascua. Es lo que P. Tena hizo ya en una ocasión ("Textos bíblicos para acompañar a los salmos de Laudes durante la Cuaresma": Oración de las Horas 1982, * 13-* 19). No sólo, pues, es una ayuda para entender en cristiano un salmo, sino incluso

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para darle un color especial en nuestra celebración cuaresmal. Yo mismo (Oración de las Horas, 1982,*37-*44) proponía una serie de recursos para organizar la oración en torno a un salmo, en concreto el 102, y enumeraba una serie de citas breves del N.T. que resumían desde la perspectiva cristiana el mismo mensaje que el salmo nos propone: el amor misericordioso de Dios. Estas sentencias cristianas tienen tanto aprecioen la actual reforma de laLiturgia de las horas, que se permite que, en algunas temporadas del Tiempo ordinario, se puedan utilizar en lugar de las antífonas (IGLH 114). El motivo es muy sencillo: cumplen la misma finalidad de dar al salmo una clave de lectura cristiana, como las antífonas. Y que eso sólo sea recomendable en el Tiempo ordinario también es fácil de entender: los tiempos fuertes y las fiestas tienen antífonas propias, que pueden acercar al salmo más eficazmente al espíritu del tiempo o de la fiesta. Las moniciones sálmicas Otra "ayuda" para un mejor rezo del salmo es prepararlo con una monición. En rigor, los "títulos" y las "sentencias cristianas" son una especie de "moniciones". Los tres ayudan a rezar el salmo con una sintonía religiosa y cristiana más profunda. El "título" nos dice qué clase de salmo es (oración de un enfermo), la "sentencia" nos ayuda a darle un color cristológico (Cristo en su Pasión, o la Iglesia en sus momentos de persecución), y la "monición", recogiendo esas mismas ideas y añadiendo otras, puede ser una buena ayuda para que cada uno aplique a su propia vida lo que va a decir el salmo (porque también tendrá probablemente momentos de dificultad y "enfermedad"). La monición ayuda, además, a que un salmo se diga de un modo más adaptado, por ejemplo, a la Navidad, a la Pascua, o a la fiesta de un santo. La monición, aún sin ser demasiado larga, normalmente lo será más que un simple título o que una breve frase del N.T. Sitúa el salmo para poderlo decir desde nuestra vida, desde su comprensión humana y cristiana. Sin convertir estas moniciones en clases de exegesis o en una homilía entera, que harían pesada la celebración, sin embargo, pueden ser un elemento valiosoparadar calidad a nuestra salmodia, sobre todo si se sabe calibrar bien la proporción de su empleo: por ejemplo no anteponiendo en un día una monición a todos los salmos. Son muy conocidas, sobre todo, dos ediciones de "moniciones sálmicas" entre nosotros: P. FARNES, Moniciones y oraciones sálmicas, Regina, Barcelona 1978. A. APARICIO, J.C.R. GARCÍA, LOS salmos, oración de la comunidad. Publicaciones Claretianas, Madrid 1981. Pero además de esas moniciones que se acercan al salmo en general, ayudándonos a conocer mejor su estilo y contenido y a decirlo desde nuestra existencia humana y cristiana, también se pueden pensar unas moniciones que nos sitúen el salmo en un

tiempo o unafiesta determinada. Por ejemplo: P. FARNES, Moniciones para los salmos de Vísperas durante la Cincuentena pascual: OH 4-5(1979)*13-*21; P. TENA, Moniciones para los salmos de Laudes durante la Cincuentena pascual: OH4( 1980)*9*20; H. RAGUER, Monicionespara el Oficio divino del Triduo Pascual: OH 3 (1987 )* 13 *16;lD.,MonicionesparalaLiturgiadelasHorasdeldíadeNavidad:OYÍl2(19%7)*61*70; ID., Moniciones para la Liturgia de las Horas de Navidad: OH 12(1988)*73-*76. Todavía hay una posibilidad recomendable en ciertas circunstancias: unas moniciones que incluyan lo que decía el título, la frase cristiana y también la idea o el texto mismo de la antífona, o sea, que se construya a base de todos los elementos que nuestro libro de rezo pone antes del salmo. Así es como ha hecho P. Tena las moniciones citadas de Pascua, y también H. Raguer las segundas de Navidad, comentando, parafraseando, o incluyendo exactamente, dentro de la breve monición, también la antífona que precede el salmo en el texto, sin necesidad, por tanto, de decirla. Se trata de que con todas estas "ayudas" -títulos, sentencias, monicionesademas de las antífonas y los otros recursos pedagógicos de una buena salmodia (ritmo pausado, canto del salmo, etc.), todos puedan rezar mejor los salmos, esos "cánticos insignes que bajo la inspiración del Espíritu Santo compusieron los autores sagrados del Antiguo Testamento y que por su origen tienen la virtud de elevar hacia Dios la mente de los hombres, excitar en ellos sentimientos santos y piadosos, ayudarles a dar gracias en los momentos de alegría y proporcionarles consuelo y firmeza de espíritu en la adversidad" (IGLH 100).

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la existencia de las oraciones sálmicas, aparte de las series mismas de oraciones que se conservan y que son el documento más vivo y claro. Estos testimonios nos aseguran que era una costumbre extendida en diversos ambientes la de recitar los salmos intercalando entre uno y otro una oración. Algunos apuntan sólo a una oración silenciosa personal. Por ejemplo, san Basilio, hacia el 375, en su epístola 207, dice que el pueblo en alguna ocasión pasaba la noche ocupado en salmodia intercalada de oraciones ("in psalmodiae varietate noctem traduxere intermissis precibus...").

LAS ORACIONES SALMICAS J. ALDAZABAL "Tres cosas hay en la tradición latina que se contribuyeron grandemente a la inteligencia de los Salmos o a su adaptación para la oración cristiana, a saber: los títulos, las oraciones sálmicas y las antífonas" (IGLH110). "La oraciones sálmicas, que sirven de ayuda para una interpretación específicamente cristiana de los Salmos, se proponen en el Suplemento del libro de la Liturgia de las Horas para cada uno de los Salmos, y pueden ser utilizadas libremente según la norma de la antigua tradición: concluido el Salmo y observado un momento de silencio, se concluye con una oración que sintetiza los sentimientos de los participantes" (IGLH 112). Las oraciones sálmicas son uno de los medios que la comunidad eclesial ha pensado a lo largo de los siglos para "cristianizar" los salmos y asimilar desde nuestra fe y nuestra situación sus sentimientos y contenidos. Ya en 1971 se prometía que en el Suplemento del libro de la Liturgia de las Horas habría, entre otras cosas (lectura bíblica bienal, mayor riqueza de lecturas patrísticas...), también oraciones sálmicas para cada salmo. Se está preparando diligentemente este volumen (que serán seguramente varios tomos).

La lección de nuestros antepasados Las oraciones sálmicas se dice que siguen a la "tradición latina" y a la "norma de la antigua tradición". En efecto, son varios los testimonios que encontramos a partir del siglo IV sobre 36

LaReglade san Columbano prescribe a sus monjes, después de cada Salmo, una oración hecha de rodillas ("in fine omnium psalmorum genua in oratione flectere... sub silentio dicentes..."). También san Isidoro recomienda a los monjes que, después de acabado cada salmo, se postren en tierra y hagan un poco de oración antes de volver a levantarse y empezar el siguiente ("post consummationem singulorum psalmorum, prostrati omnes humi pariter adorabunt...": Regla de los monjes). Estos y otros muchos textos hablan de una oración silenciosa, personal, que prolonga la recitación del salmo en un clima de meditación y aplicación a la propia vida. Pero esta oración silenciosa evolucionó en bastantes lugares hacia la formulación de una "colecta", oración en voz alta. San Atanasio, en el siglo IV, da normas a las vírgenes para la recitación de los salmos: a cada uno debe seguir una oración hecha de rodillas ("per psalmos singulos oratio et genuflexio persolvatur"); pero esta vez se ve que es en voz alta, porque pide que la oración la digan las varias vírgenes por turno ("alia post aliam orationem absolvite"). Casiano, a principios del siglo V, es el que más expresamente nos describe la costumbre de las "colectas sálmicas" en el ambiente monástico ("Institutiones Cenobiticae"). Después de cada salmo sigue un momento de oración personal, de pie ("finito psalmo, paulisper orant stantes..."). En seguida viene la postración ("post haec punteo brevissimo procidentes humi"), que dura poco, y se vuelve a levantar para proseguir la oración ("ac rursus erecti... suis precibus immorantur"). Entonces el presidente concluye la oración con una fórmula que todos escuchan, la colecta sálmica ("cum autem is, qui orationem collecturus est, e térra surrexerit, omnes pariter eriguntur"). El sacerdote "recoge la oración", ("illius conclusionem, qui precem col.ligit"), o sea, recoge las intenciones personales de todos y cada uno de los presentes. Durante esta oración debe reinar un total silencio, de modo que pudiera parecer que no hay nadie presente, ni se oiga otra voz que la del sacerdote que concluye la oración ("nec ulla vox absque sacerdotis precem concludentis auditur"). 37

El Concilio de Agde, en la Galia, el año 506, prescribe que estas colectas sean pronunciadas en orden por los obispos y sacerdotes. Lo mismo decreta el Concilio de Barcelona, el año 540 ("ut episcopo praesente, orationes presbyteri in ordine colligant").

buscaba una profundización cristiana de los mismos, con el tono meditativo que les da el silencio, la oración personal y luego la oración colecta proclamada por el sacerdote, recogiendo las ideas del salmo y las intenciones y sentimientos de la comunidad. Algunos ejemplos del rito hispánico-mozárabe

Pedagogía para una salmodia cristiana El período en que se encuentran testimonios de este género va del siglo cuarto al sexto, tanto en Oriente como en Occidente. Luego empiezan a escasear, hasta desaparecer prácticamente en el siglo IX, excepto en España, en donde continúa tanto la costumbre como la composición de nuevas colectas sálmicas probablemente hasta el siglo XI. El nombre que se les da es el de "colectas" y "oraciones". Su finalidad aparece: no se quiere que los salmos se reciten uno detrás de otro, sino con un espacio de personalización meditativa. No importa tanto, como dice Casiano, la cantidad de salmodia, sino su calidad, su inteligencia y provecho espiritual ("ne psalmos continuata pronuntiatione concludere, sed cum orationum interiectione divisos... Non enim multitudinem, versumm, sed mentís intelligentia delectante").

Cuando aparezca el Suplemento de la Liturgia de las Horas con las nuevas oraciones sálmicas que se están preparando, será la hora de estudiar su contenido y su espíritu. También es interesante utilizar ya las series que se han publicado entre nosotros: sobre todo la de P. FARNES, Moniciones y oraciones sálmicas, Regina, Barcelona 1978, que ofrece dos oraciones para cada salmo, y la de A. APARICIO, J.C.R. GARCÍA, LOS Salmos oración de la comunidad, Instituto Teol. de Vida Religiosa, Madrid 1981, que propone todavía más número de oraciones. Pero aquí quisiera presentar ejemplos antiguos, precisamente de nuestra liturgia hispánico-mozárabe, para apreciar la "técnica" con la que nuestros antepasados supieron transmitir al pueblo la espiritualidad de los salmos convertidos en oración cristiana.

Así aparecen las colectas sálmicas como uno óptimo medio de favorecer la reflexión, la recitación meditada de los salmos, en una atmósfera de oración cristiana.

Salmo 44: la Iglesia como Esposa

Este criterio dio origen a varias series de colectas sálmicas. Se conserva, por ejemplo, la llamada serie "africana", del siglo quinto (editada y estudiada por J.M. CANALS, Los Colectas de Salmos de la serie "Visita nos", Salamanca 1978), la romana o itálica, que empieza con la oración "Effice nos", etc.

Entre las varias imágenes que ya el A.T. utilizó para describir la relación de Dios con su pueblo, o en el N.T. entre Cristo y su Iglesia, está la del matrimonio. El amor de Dios a Israel y luego el de Cristo a su Iglesia queda plasmado en esta imagen del Esposo y la Esposa.

Pero donde la riqueza de series es mayor es en la liturgia hispánica antigua, obra de varios obispos como san Conancio de Palencia y sobre todo de san Leandro de Sevilla, en la segunda mitad del siglo VI. El profesor Jordi Pinell es el que mejor ha estudiado estas oraciones, reconstruyendo la edición del libro que entonces contenía estas oraciones sálmicas y que se había perdido: el "Libro Salmógrafo" (J. PINELL, Liber Orationum F'salmographus. Colectas de Salmos del antiguo Rito Hispánico, Barcelona-Madrid 1972). Si el lector me permite la autocitación, diré que mi tesis doctoral, defendida en 1970 en Roma, versabaprecisamente sobre este Libro Salmógrafo, estudiando en estas colectas sálmicas del rito hispánico su doctrina eclesiológica (J. ALDAZAB AL, La doctrina eclesiológica delLiber OrationumP salmo graphus, Roma 1975).

Esta colecta sálmica, dirigida a Cristo, es un claro ejemplo de un salmo leído en cristiano y aplicado a la situación actual de la comunidad cristiana.

En la liturgia de nuestros mayores, en el rito hispánico, estas oraciones después de cada salmo (se conservan unas 600) eran más bien propias de las celebraciones con pueblo, no del oficio monástico, y sobre todo en la oración ferial de las mañanas. El rezo con el pueblo daba, tal vez, menos lugar a los salmos en cuanto extensión y número, pero 38

(colecta hispánica)

(texto del salmo)

Oh Señor, que amas la justicia y odias la iniquidad,

Amas la justicia y odias la iniquidad (v. 8)

concede a tu Iglesia Prendado está el rey que, libre de toda mancha de pecado de tu belleza (v. 12) no admita en su corazón arruga alguna, titubeando de su fe, para que pueda sentarse a tu diestra vestida, espiritualmente, con un manto dorado y polícromo.

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir (v. 10). 39

Que brote de lo íntimo su gloria y mientras goza del regalo de una conciencia pura, no se deje ganar por las alabanzas humanas, ella, que ha sido colmada de tus dones.

Con todos los honores penetra la princesa, vestida de oro y brocados (v. 14) memorable su nombre... los pueblos te alabarán (v. 18) la ciudad de Tiro viene con regalos (v. 13)

Muchas veces los santos Padres interpretan el salmo 44 de Cristo y de la Iglesia. Esta colecta también, leyendo los valores del texto original (la belleza, los regalos, los vestidos) en sentido espiritual. Así aparece como un retrato de la Iglesia, la Esposa, a la derecha de Cristo, con la hermosura de una fe conservada intachablemente (contra los peligros de la herejía) y gozosa por la hermosura que brota de la pureza interior, llena de los dones que le ha hecho su Esposo, Cristo.

Salmo 73: la Iglesia, herencia de Cristo La colecta que aquí presentamos se basa sólo en un versículo del mismo, y no desarrolla el tema de la lamentación, sino una súplica bajo el prisma de la herencia. Una de las imágenes que más gustaba a los autores de la serie hispánica es presentar a la Iglesia como posesión y herencia adquirida por Cristo. La idea está presente en un versículo del salmo y el autor de la colecta prefiere centrarse para su oración en ese filón. (colecta hispánica)

(texto del salmo)

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia que fundaste con tu poder

Acuérdate de la comunidad

desde el principio y que redimiste al precio de tu sangre de la tribu que rescataste al precio de tu sangre con admirable misericordia. Y pues la elegiste de entre las naciones como tu posesión, libra a tu heredad de los ataques del enemigo. Gobiérnala, santificándola, en este mundo de modo que la heredes en el futuro. 40

para posesión tuya.

Y ya que ella pide, según tu enseñanza, que venga tu Reino, haz que, perdonados sus pecados, llegue a ese Reino, consiguiendo así su herencia. Cristo aparece como el fundador, el redentor de la comunidad eclesial. La Iglesia es su posesión. Por eso se le pide que la defienda de los ataques del enemigo (el arrianismo), que la gobierne, que la santifique. Es interesante la variada perspectiva de la "herencia": la Iglesia es y a la herencia de Cristo, porque la ha conquistado con su sangre, pero pide que "la herede en el futuro", cuando al final de los tiempos sea ya definitivamente posesión de Cristo. Pero a la vez se pide que la comunidad misma "consiga su herencia", porque Cristo es también la herencia de la Iglesia.

Salmo 106: la Iglesia como nave en el mar del mundo Este salmo es un canto de acción de gracias de los peregrinos que llegan a Jerusalén provenientes de toda la diáspora, y tiene varias secciones, dedicadas a los grupos que han seguido el camino del desierto o los que han atravesado el mar, o las tierras de los enemigos. La sección de los "navegantes" da ocasión al autor de esta colecta para meditar sobre la Iglesia como nave, peregrina a través de los mares de este mundo hacia la eternidad, con las dificultades propias de la época: las herejías arrianas y las persecuciones. (colecta hispánica)

(texto del salmo)

Oh Dios, que gobiernas como buen piloto la nave de tu Iglesia a través de los pelibros de este mundo

Entraron en naves por el mar comerciando por las aguas inmensas (v. 23).

y la guardas con vigilante solicitud para que no la sumerjan las olas de la herejía.

apaciguó la tormenta con suave brisa y enmudecieron las olas del mar (v. 25).

Concede a todos los bautizados que puedan vencer la tormenta de la persecución dando gracias a tu nombre

Den gracias al Señor por su misericordia... (v. 21)

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y ofreecerse a sí mismos como sacrificio agradable.

ofrézcanle sacrificios de alabanza y cuenten con entusiasmo sus acciones (v. 22)

y mientras miran con estupor el abismo, sean conducidos al cielo por el remar de tu diestra.

Contemplaron las maravillas de Dios en el abismo del océano (v. 24) subían al cielo, bajaban al abismo (v. 26) y se alegraron de la bonanza y él los condujo al puerto (v. 30).

La aplicación es clara: el mundo como mar borrascoso, sobre todo la tempestad de la herejía y sus persecuciones, la Iglesia como nave camino de la eternidad, Cristo como piloto que con su remar la conduce al puerto seguro del cielo. Además de la visión cristológica y eclesiológica del salmo, queda ampliamente reflejada la situación concreta de la época: los peligros de la herejía arriana para la comunidad.

Salmo 112: la Iglesia como Madre Otro aspecto íntimamente unido con el de la Iglesia-Esposa es la teología de la Iglesia-Madre. Lacolecta, apoyada sobre todo en el v. 9 del salmo, desarrolla decididamente esta perspectiva.

(colecta hispánica)

(texto del salmo)

Oh Señor, excelso sobre todas las naciones, que habitas en la gloria del cielo,

El Señor se eleva sobre todos los pueblos y su gloria sobre todos los pueblos (v. 4)

mira benigno desde la altura nuestra bajeza;

se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra (v. 6)

y así como tu Iglesia, antes estéril, es ahora, gracias a la fe en Ti, rica en virtudes y fecunda en hijos,

a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos (v. 9)

así nuestr aalma, estéril hasta ahora en obras, pueda, gracias a Ti, acoger la semilla de tu Palabra y abundar en copisosos frutos, 42

y tenga como única ambición amar con corazón unánime tu nombre, preclaro en toda la tierra, y alabarlo con el asentimiento de la fe.

de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor (v. 3).

La colecta aprovecha casi todo el salmo, corto, aplicando a la Iglesia, como idea central, la fecundidad de la mujer antes es téril, por la ayuda de Dios, pero profundizando también en la fecundidad de cada cristiano en su vida espiritual. La Palabra de Dios es la semilla que posibilita esta fecundidad. Y la fe en Cristo-siempre el ambiente de lucha antiarriana- es el mejor valor ambicionado por nosotros.

Nos ayudan a rezar los salmos en cristiano Las citas que hemos transcrito al principio, tomadas de la IGLH, nos aseguran que esta clase de oraciones puede resultar interesante ayuda para "la inteligencia de los salmos" o para su "adaptación para la oración cristiana", porque nos aportan "una interpretación específicamente cristiana de los salmos" y pueden "sintetizar los sentimientos de los participantes". En efecto, como hemos visto en estos ejemplos hispánicos, estas oraciones resumen algunas de las ideas o actitudes o sentimientos del salmo, pero releyédonos desde la perspectiva cristiana: o sea, desde Cristo, desde la Iglesia, desde la vida cristiana. No son textos del género exegético, ni homilético, ni de moniciones: son una "oración" dirigida a Dios, en la que "cristianizamos" lo que ha dicho el salmo, refiriéndolo a Cristo o a nuestra existencia cristiana. La súplica, la alabanza, ía admiración, el miedo, la tristeza, la alegría, la reflexión sapiencial, la protesta: todos estos sentimientos y actitudes que el salmo nos ha hecho "decir", brotan desde nuestra vida y desde nuestra historia, pero también desde nuestra fe cristiana. Por eso las oraciones hispánicas reflejaban tan insistentemente la situación de lucha antiarriana en que estaba sumergida la comunidad en aquel tiempo. Nunca ha sido fácil rezar los salmos en cristiano. Las antífonas, las frases o sentencias, los títulos, las moniciones: nos ayudan en este empeño. Y también las oraciones sálmicas. Para que, logrando captar la unidad de toda la Historia de la Salvación, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, los dos centrados en Cristo Jesús, sepamos "orar nuestra existencia y nuestra fe cristiana" con los salmos.

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Modo "antifónico" entre dos coros El modo más común de salmodia que habíamos conocido hasta hace poco era el de alternar las estrofas del salmo entre dos coros o partes de la comunidad, que se responden así mutuamente. Sobre todo en la salmodia en lengua latina, así es como prácticamente rezábamos siempre.

MODOS DE RECITAR LOS SALMOS J. ALDAZABAL La salmodia es el elemento más característico de nuestra Liturgia de las Horas. Hay que cuidarla de modo especial. Para que los Salmos los podamos rezar más gustosamente ("psallite sapienter": salmodiad saboreando lo que decís) hay diversos elementos que nos ayudan: las antífonas, los títulos, las frases o sentencias cristianas, las oraciones sálmicas, etc. La introducción de la Liturgia de las Horas recomienda que se emplee otro recursopedagógico: el variarlos modos de recitación o canto de los Salmos (IGLH121125): "Los salmos pueden recitarse de modos diversos, según las exigencias del género literario o la extensión que tengan, según se proclamen en latín o en lengua vernácula, y, principalmente, según que rece uno solo o varios, o se trate de una celebración con el pueblo. Esta variedad de recitación ayuda a percibir mejor la fragancia espiritual y la belleza de los salmos. Porque el empleo de los salmos no se establece por una especie de criterio cuantitativo de oración, sino que se ha atendido a la variedad y a la índole propia de cada poema" (IGLH 121).

La finalidad de esta variedad en los modos de recitar los salmos es pastoral: ayudar a una salmodia más consciente y fructífera. Este resurgir de métodos distintos ha venido, ante todo, por el mejor conocimiento del género literario de cada salmo en la Biblia, género que pide una u otra manera de recitación, según sea un himno, o una lamentación, o una súplica, o un diálogo o una reflexión sapiencial. Y también, según sea una composición breve o más larga, o según el rezo del salmo sea individual o con participación del pueblo. 44

Es una forma que se hizo popular ya desde el siglo IV, sobre todo a partir de las comunidades monásticas de Oriente. Hay una leyenda, que cuenta el historiador Sócrates (Hist. Ecles. VI, 8), según la cual san Ignacio de Antioquía habría introducido esta forma "antifónica" ("sonido alterno entre dos coros") porque la habría escuchado a los ángeles, en sus himnos a la Trinidad. San Juan Crisóstomo enseñaba a salmodiar así a su pueblo, lo mismo que san Dámaso en Roma o san Ambrosio en Milán, imitando todos lo que san Agustín llama costumbre oriental ("secundum morem orientalium partium": Confes. IX, 7). Es una forma popular (no necesita solista) adecuada para los salmos procesionales y aclamatorios, pero también para los de lamentación comunitaria. Un coro expresa su oración y luego escucha al otro en su turno, estableciéndose así una dinámica de diálogo muy eficaz en el canto o la oración de una comunidad. El canto, en estos casos, suele tener un diseño muy sencillo, tal como se hacía en latín y como resuelven muchas veces la salmodia cantada los actuales compositores. Baste ver el salmo 148 ("Alabad al Señor en el cielo") para ver cómo algunos de estos poemas piden coherentemente ser dichos a dos coros por su propia estructura. Forma responsorial Más antigua todavía que la forma anterior es la responsorial, en la que un solista alterna con la comunidad. El salmista canta o recita melódicamente las estrofas de un salmo, y la comunidad le responde intercalando entre cada estrofa o entre grupos de varias estrofas una antífona o estribillo fijo. Esta forma era ya usada en la salmodia de las sinagogas judías antes de Cristo, y hasta el siglo cuarto parece ser que fue la forma más generalizada también entre los cristianos. El motivo es muy sencillo: el pueblo no tiene libros donde pueda leer el salmo. Cuando san Juan Crisóstomo quiere que el salmo 117, el salmo pascual por excelencia, sea dicho con participación de todos, dice que como "el pueblo no conoce el salmo entero, se ha establecido que él cante un versículo adaptado que contiene alguna 45

sublime verdad". En el caso de este salmo, el versículo era "Haec dies quam fecit Dominus..." ("este es el día que hizo el Señor"). Es el modo como se resuelve siempre el salmo que sigue a la primera lectura de la Misa (el "s almo responsorial"). También en la Liturgia de las Horas se puede us ar con provecho, sobre todo cuando lo pide la estructura misma del salmo. Por ejemplo, el salmo 66 tiene ya como intercalada varias veces una especie de antífona o aclamación ("Oh Dios, que te alaben los pueblos..."). Lo mismo se podría hacer en otros salmos, intercalando sencillamente la antífona (a ser posible, cantada) entre las estrofas proclamadas por un solista. A veces resulta ésta la mejor forma de cantar los cánticos del N.T. en vísperas, intercalando entre las estrofas (proclamadas con particular énfasis) aclamaciones a Cristo. Esta forma de salmodiar establece un interesante diálogo entre la comunidad y el solista. Se ve claramente la eficacia de la misma en el salmo invitatorio, al comienzo de la oración, o en el salmo de la Misa: la repetición de la respuesta por parte de la asamblea va ejerciendo una influencia"inductiva", profundizando en el sentimiento que expresa, ya sea de alegría, de lamentación, de penitencia o de reflexión sapiencial. Supone que haya un solista que sepa cantilar las estrofas, o al menos proclamarlas poéticamente, con voz comunicativa y un ritmo que permita la sintonía de la asamblea, no sólo en lo que ella dice o canta, sino también en las estrofas que escucha. Salmodia seguida o "en directo" Desde siempre la comunidad cristiana ha utilizado otra forma muy sencilla de salmodia: la llamada "directa" ("in directum", "directánea", "tracto"). El salmo se dice o canta sin interrupción de respuestas ni alternancia de protagonistas. A veces es toda la comunidad la que proclama así el salmo. San Benito, por ejemplo, recomendaba que cuando eran pocos los participantes se hiciera así ("si minor congregatio fuerit, psalmi in directum psallantur": c. 17 de la Regla). Así es como más coherentemente se pueden rezar o cantar los salmos más entusiastas y breves, como el 116 ("Alabad al Señor, todas las naciones"). Salmos "escuchados" Pero también hay otro modo de decir un salmo "en directo", o sea, sin interrupciones: que lo recite o cante todo entero un solista, y que todos lo escuchen en silencio, sin intercalar estribillos ni alternar con él. 46

Esta "escucha meditativa" por parte de la comunidad resulta a veces particu larmente eficaz y ayuda a una oración más profunda, sobre todo en aquellos salmos que son más poéticos, intimistas, personales, así como también en los históricos. "Será mejor, quizá, escuchar los salmos sapienciales o históricos" (IGLH 279). No siempre el "intervenir hablando o cantando" está en proporción directa con una participación o sintonía mayor. S in ninguna preocupación por "decir" o "cantar" las estrofas que nos tocan o la antífona que hay que intercalar, la atención se puede centrar más en el contenido del salmo, si es bien proclamado por el solista, lentamente, con voz expresiva y amable. Es el caso de salmos como el 48 ("Oid esto, todas las naciones"), el 100 ("Voy a cantar la bondad y la justicia"), y sobre todo el 138 ("Señor, tú me sondeas y me conoces"). Por su tono sapiencial, de reflexión serena, o su carácter de interpelación didáctica a la comunidad, o su aire intimista y personalizante, estos salmos se pueden orar mejor escuchándolos que recitándolos a dos coros. Forma litánica Hay salmos que contienen una respuesta a modo de letanía, con la que la comunidad varespondiendo repetidas veces al solista que recita las breves afirmaciones de las estrofas. Es como la forma "responsorial", pero mucho más iterativaen el diálogo. Es el caso del salmo 135, en que el solista empieza: "Dad gracias al Señor, porque es bueno", y la comunidad va respondiendo a cada línea: "porque es eterna su misericordia". O el cántico de Daniel, en que a cada afirmación invitatoria del solista ("luz y tinieblas... lluvia y rocío...") la comunidad responde: "bendecid al Señor". El diálogo aquí se hace muy vivo, y sería bueno que se respetara el género de salmos litánicos también cuando se cantan. En la revista"Oración de las Horas" publicó D. Cois una nueva musicalización del cántico de Daniel particularmente atenta a la forma litánica de su estructura (cf. n° 2, febrero 1989, p.*9-*ll. Salmos dialogados Hay salmos que contienen un diálogo entre varios actores, y resulta pedagógico, para una más incisiva recitación de los mismos, el realizar a veces la salmodia en forma dialogada, al modo como se hace en la lectura de la Pasión en Semana Santa. Así, un solista puede hacer de cronista, otro de rey, otro de la voz de Yahvé, y otro puede interpretar la lamentación o el grito de júbilo del protagonista del salmo, alternando todos, si es el caso, con la voz de la asamblea. 47

Un ejemplo claro -resuelto también dialogalmente en la salmodia cantada de D. Cois- es el del salmo 109 ("Oráculo del Señor a mi señor"), en que dialogan la voz de Dios, la del cronista, la del profeta y la de la comunidad, que infunde confianza al nuevo rey elegido de Israel. Asimismo puede muy bien dividirse entre varios solistas el salmo 117 ("Dad gracias al Señor porque es bueno"). Por una salmodia más variada y saboreada Todos estos recursos pedagógicos quieren ayudar "a percibir mejor la belleza (literaria) y la fragancia espiritual de los salmos" (IGLH 121). No es fácil orarlos en cristiano. Todos los medios que se pongan en práctica para facilitar esta salmodia (catequesis, ritmo adecuado, canto, antífonas, moniciones...) serán pocos para ir consiguiendo una mejor oración sálmica por parte de la comunidad cristiana. Pueden aportar una buena ayuda estos varios modos señalados de salmodia, con su particular pedagogía. Hay varios autores que ofrecen una interesante orientación a la hora de escoger los modos más adecuados en cada caso. Así P. FARNES, en su libro Moniciones y oraciones sálmicas (Regina, Barcelona 1978), muchas veces sugiere, después de la correspondiente monición al salmo, el que se realice, según los casos, a dos coros, o dialogado, o con una antífona intercalada, o proclamado por un solista todo entero. También A. APARICIO, J.C.R. GARCÍA, Los salmos, oración de la comunidad, Madrid 1981, ponen a cada salmo una indicación orientativa sobre su modo de recitación, según su género literario (aunque tal vez resulte un poco complicado el sistema de diálogos que sugieren).

ritmo que permita personalizar los sentimientos del salmo. Todo esto contribuye a que haya en verdad "ecos" y "resonancias" del salmo en mi vida, en mi persona: pero dentro de la salmodia, "durante" el rezo del salmo, sin necesidad de repetir después sus frases más atrayentes o comentar su efecto en nosotros. La finalidad es siempre la misma: una oración sentida, viva, de los salmos, desde nuestra existencia actual y en unión con Cristo y la Iglesia. Como dice la introducción a la Liturgia de las Horas, "los diversos modos de ejecutar la salmodia... lograrán la variedad, atendiendo el diverso género de salmos... Importa, sobre todo, que la celebración responda a la verdad de la cosa... hay que esforzarse en primer lugar porque los espíritus estén movidos por el deseo de la genuina oración de la Iglesia y resulte agradable celebrar las alabanzas divinas" (IGLH 279). El "animador" que se ha tomado la molestia de preparar estos modos diversos de salmodia -junto con los otros recursos y elementos pedagógicos- no quiere conseguir algo espectacular o simplemente estético: quiere (¡nada menos!) ayudar a que sus hermanos y hermanas recen mejor, lleguen a gustar los salmos, expresen y alimenten su fe cristiana a través de ellos. Que sus palabras desciendan al corazón de cada uno y que desde el corazón suban hasta Dios.

No parece recomendable un modo de salmodia que en algunas comodidades se realiza a veces: los llamados "ecos" o "resonancias", que tiene el defecto de mezclar espacios de oración más individualista o subjetiva dentro de una dinámica de oración comunitaria. No es que la "liturgia" deba ser despersonalizada, fría, "objetiva", en el sentido de que la oración no deba "re-sonar" dentro del creyente que en este caso reza el salmo. Pero al igual que introducir espacios de meditación dentro de la Eucaristía deformaría la dinámica de ésta, así expresar consideraciones personales en voz alta dentro de una oración comunitaria no resulta coherente y es desaconsejado por las orientaciones actuales de la Iglesia. Por ejemplo, se evita intercalar silencios "que deformen la estructura del oficio o resulten molestos o fatigosos para los participantes" (IGLH 202): cuánto más "excordes"que rompen el ritmo de una salmodia comunitaria. Lo que más favorece la oración de los salmos es el rezo pausado, sereno, con breves silencios, con moniciones antes y "oraciones sálmicas" después, el canto y un 48

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LAS LECTURAS LAS LECTURAS BREVES P.FARNES Las lecturas breves en el antiguo Oficio La práctica de proclamar en las diversas horas del Oficio una lectura breve de la Escritura después de la salmodia, por lo que se refiere al Oficio latino, consta, por lo menos, desde comienzos de la EdadMedia. Esta lectura parece que y a desde antiguo era bastante fija y se proclamaba habitualmente de memoria.' Esta misma costumbre de lecturas fijas y muy breves, a la que alude explícitamente la Regla de San Benito,2 llega hasta la reforma litúrgica del Vaticano II.3 Si habitualmente la lectura breve era casi a diario la misma,"en los días más solemnes se tomaba siempre del inicio de la epístola de la misa, detalle este que sin duda tendía también a facilitar la proclamación de memoria. Si comparamos, por otra parte, estas lecturas del Oficio con las formas habituales de lectura bíblica en la misa, además de que las primeras resultan ser mucho más breves y menos variantes, encontramos aún otra diferencia notable: en la misa la lectura precede siempre y luego sigue la salmodia (salmoresponsorial); en el Oficio, en cambio, la salmodia ocupa el primer lugar y la lectura bíblica viene después. Sea lo que fuere

1 Así lo establece explícitamente, por ejemplo, la Reglabenedictina para Laudes, tanto dominicales (para los que se señala un fragmento del Apocalipsis, cap. 12) como para los feriales. Para las restantes horas no se dice explícitamente que la lectura se proclame de memoria, pero el contexto parece dar a entender tambiénesta misma práctica. 2 Cf. caps. 12 y 13. 3 Según el Breviario romano de San Pío V, en uso hasta 1971, figuran sólo dos lecturas breves para cada una de las horas: una para los domingos, otra para todas las restantes ferias. 4 En el Breviario romano en uso hasta la reforma del Vaticano II la lectura breve era la misma, por ejemplo, encada una de las horas de todas las ferias desde la semana después de laEpifaníahasta Septuagésima y desde el lunes siguiente a la octava de Pentecostés hasta el domingo primero de Adviento; durante unas treinta semanas, por lo tanto, se repetía a diario un mismo texto como lectura breve.

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de la razón histórica que originó esta diferencia,5 estos dos usos tan distintos de proclamación del mensaje bíblico dan a las diversas celebraciones litúrgicas aquel matiz diferenciante que tanto facilita la vivencia profunda de la salmodia y la escucha atenta y contemplativa de la palabra, tan aptos, si se usan reflexivamente, para alejar la rutina y facilitar consiguientemente la oración como diálogo entre Dios y el orante. Por otra parte, con esta variedad de formas se confirma el aserto que figura en la "Institutio generalis" de la Liturgia de las Horas de que en la celebración del Oficio "se reúnen de un modo peculiar los diversos elementos que se dan en las demás celebraciones cristianas" (IGLH 33). Las lecturas breves en la Liturgia de las Horas de Pablo VI Lareformalitúrgicadenuestros días ha introducido una novedad importante con respecto a las lecturas breves; conservando en parte la costumbre de perícopas cortas y menos variantes que las restantes lecturas litúrgicas, ha establecido, con todo, una relativa variabilidad en las mismas. En concreto las lecturas breves del tiempo ordinario fueron organizadas de tal forma que, en lugar de una lectura breve idéntica para todas las ferias e inserta en el Ordinario del Oficio,6 ahora hubiera lecturas distintas para cada una de las horas de todas las ferias de las cuatro semanas del salterio e incluidas, no en el Ordinario, sino en el salterio de las cuatro semanas. Además de estas cuatro series semanales que se usan en el tiempo ordinario, para Adviento, Navidad y Pascua7 se seleccionaron también lecturas propias para cada día de una semana. Para Cuaresma se compusieron, no una sino dos series, la primera para usar hasta la quinta semana, la segunda para usar en los últimos días (los correspondientes al antiguo tiempo de Pasión del anterior breviario romano). Por lo que respecta a las solemnidades y fiestas principales se seleccionaron lecturas breves propias y, al contrario de lo que se estiló en el breviario romano, siempre distintas a las lecturas de la misa. Para completas, finalmente, se compuso una serie semanal. Para el conjunto de todas estas lecturas breves se adoptaron los criterios siguientes: a) se conservaron las lecturas breves del breviario romano siempre que se juzgaran adaptadas y no repitieran el texto leído en la misa; b) se añadieron pasajes

5 Algunos piensan que se debe a que el Oficio primitivo empezaba con la proclamación de la palabra a la que los monjes antepusieron la salmodia (así parece desprenderse de las narraciones de Eteria); otros creen que más bien el fenómeno es debido a que el Oficio, ya desde sus orígenes, es una celebración centrada en la alabanza y que sólo posteriormente se le añadieron las lecturas (así podría desprenderse del carácter de determinadas celebraciones sinagogales) 6 Así figuraban en el Breviario en uso hasta 1971 7 Para las ferias de la última semana pascual se seleccionaron lecturas distintas, con referencia al Espíritu Santo, pero sólo para Vísperas; en las demás horas se usan las mismas lecturas breves que en el resto de las ferias del tiempo pascual.

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breves de la Escritura que tienen un contenido de sentencia singular de fácil captación inmediata; c) se procuró, por lo que se refiere a Laudes y a Vísperas, subrayar el carácter propio de cada una de estas dos horas; d) se buscó también subrayar el carácter propio de los domingos y de los viernes; e) se conservó la tradición romana de excluir de estas lecturas los textos evangélicos; las lecturas de Vísperas se tomaron siempre del Nuevo Testamento (en el antiguo breviario se tomaba con frecuencia también del Antiguo) con el fin de no distorsionar la dinámica de la revelación que se inicia con el Antiguo Testamento y culmina con el nuevo. 8 Este principio ha puesto una dificultad concreta con referencia a las fiestas de María para las que si resultaba relativamente fácil encontrar imágenes prefigurativas en el Antiguo Testamento, resulta, en cambio, más difícil encontrar textos no evangélicos del Nuevo Testamento que aludan a María. De aquí que las fiestas de María se vean casi limitadas a usar el único texto, en algún modo mariano, del Nuevo Testamento (Ga 4,4-5) y algún versículo del Apocalipsis. Las lecturas breves son Palabra de Dios Repasados brevemente los rasgos más destacados de la historia de las lecturas breves, veamos ahora sus principales características y las exigencias prácticas que se derivan de las mismas. El primer y fundamental aserto es que la lectura breve es verdadera palabra de Dios. Este es un principio importante que no siempre se tiene en cuenta, por lo menos de manera suficiente. A veces el hecho de que estas lecturas son materialmente breves tiene como consecuencia que no se les dé el relieve que deberían cobrar en el conjunto de la celebración. El hecho de que son Palabra de Dios debe influir tanto en la manera como se proclaman como en la actitud con que se escuchan. Es necesario conseguir que estas lecturas sean tenidas en máxima estima, "que se proclamen y se escuchen como verdadera Palabra de Dios" (cf. IGLH 45). Este relieve celebrativo que debe darse a las lecturas breves se fundamenta no sólo en que éstas son verdadera Palabra de Dios, sino también en que además son proclamación propuesta "solemne u oficialmente" por la Iglesia como fuente de su propia espiritualidad. Estas lecturas, en efecto, están seleccionadas, no según los gustos e inclinaciones personales o particulares de un grupo, sino como hechos o verdades contempladas por toda la Iglesia en orden a la profundización del misterio de Cristo. Como consecuencia1 de todo esto resulta necesario cuidar la manera de proclamarlas. Hay que insistir sobre todo en que el lugarpropio de su proclamación es siempre el ambón (o por lo menos, en los coros monásticos, un lugar del coro que resulte

8 Enlasalmodiade VísperaselúltimocantoessiempredelNuevo Testamento; porellolalecturabrevc no puede retornar al Antiguo Testamento; en Laudes-y en las restantes horas- como no hay salmodia del Nuevo Testamento, la lectura breve puede tomarse indistintamente del Antiguo o del Nuevo Testamento.

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realmente destacado y distinto en todo caso del que se usa para otras lecturas, para las preces o para otras partes del Oficio). Resulta necesario recalcar este detalle porque a veces el hecho de que sean textos breves impide que en la práctica alcancen aquel realce que debe tener toda palabra bíblica. Cabríarecordar a este respectoque si desde el ambón deben proclamarse todas las lecturas bíblicas, en el mismo, por el contrario, no deberían proclamarse nunca otras lecturas ni moniciones (cf. IGMR 272). En el Oficio en concreto hay que proclamar en el ambón tanto las lecturas bíblicas largas -las del Oficio de lectura- como las breves, porque unas y otras son verdadera Palabra de Dios; en cambio, no conviene proclamar desde el ambón el texto patrístico del Oficio de lectura, porque éste no lo es. 9 La lectura breve, colocada al final de la salmodia, subraya y ayuda a vivir el carácter dialogante de la oración de las horas según la célebre frase de san Ambrosio: "con él hablamos cuando salmodiamos, y lo escuchamos a él cuando leemos los divinos oráculos".10 Características propias de las lecturas breves Si las lecturas breves tienen mucho de común con las restantes lecturas bíblicas de la liturgia, sobre todo por cuanto todas son Palabra de Dios y Palabra de Dios proclamada y contemplada por la Iglesia, con todo tienen también algunas características propias que las distinguen de las otras lecturas. Podríamos destacar principalmente cuatro de estas características: a) son textos especialmente claros y de fácil comprensión; b) inculcan con mayor intensidad algunos pensamientos sagrados; c) subrayan frases de mayor importancia que en el conjunto de la lectura larga podrían pasar des apercibidas; d) con su frecuente repetición ayudan a grabar en la mente los textos más importantes de la espiritualidad litúrgica de cada tiempo o de cada hora. El hecho de que se trate de textos especialmente claros ayuda a que la celebración de los misterios se capte en un ambiente de silencio y personalización. Hoy sobre todo que las frecuentes moniciones y homilías -por otra parte necesarias o por lo menos útiles- tienen el riesgo de convertir la celebración en solo catequesis doctrinal, u es 9 Las lecturas patrísticas pueden proclamarse o bien desde el propio lugar en el coro (mientras el 1 ector no esté de espaldas a la asamblea) o bien al pie del ambón, pero sin subir al estrado o gradas del mismo. 10 DeOff¡ciisministroruml20,&&.'PL 16,50. 11 Permítasenos a este respecto, pensando sobre todo en las comunidades dedicadas a la educación y formación catequéticade los niños, que no creemos del todo equi librado ni pedagógico celebrar con los niños y aparte de la asamblea la liturgia de la palabra de la misay luego llevarlos a la asamblea de los adultos para la parte eucarística. Este proceder puede resultar deseducativo y deformante por cuanto tiende a convertir la tóur^¡'a,esdecir,lace/eí)racióndelaPalabra,enunasimplecatequesisoclase.Porotraparte,¿es,porventura, la parte eucarística más sencilla para los niños que la liturgia de la Palabra, para que esta segunda parte la puedan celebrar con los adultos mientras que para la Palabra se les debe apartar? Es necesario velar para que pedagógicamente los niños se sientan incorporados a lacelebración como tal, incluso con el riesgo de que algo no acaben de comprenderlo; de ninguna forma pueden acostumbrarse a ver la celebración como una simple clase o catequesis.

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bueno que haya espacios celebrativos en que lapalabra resuene ella misma en e 1 corazón de los fieles sin otras mediaciones que, si bien la sirven, aplican y clarifican, tienen también el riesgo de polarizar su sentido en sólo algunos de sus aspectos y de atraer excesivamente la atención de los fieles más en lo que dice el homileta que en lo que se contiene en la palabra misma.12 Unos textos, por tanto, que con facilidad se comprenden^ con un breve silencio se profundizan, colocados en el interior de la celebración y de la plegaria orante, están llamados a dar a la misma un sentido de contemplación del misterio. Las lecturas breves tienen además la característica de ser un buen medio de subrayar con intensidad algunas afirmaciones de la Escritura que en el conjunto de la lectura bíblica pasan posiblemente casi desapercibidas entre otros asertos que, aunque también sean Palabra de Dios, son menos importantes. Y este detallees hoy, en la liturgia restaurada, más importante que lo era, si cabe, en las estructuras litúrgicas de antes del Vaticano II. En efecto, antes de la reforma litúrgica los textos bíblicos eran mucho menos abundantes y por ello los pocos que figuraban en el Leccionario quedaban más fácilmente impresos en la memoria y casi espontáneamente "se conectaban con un determinado misterio. En Adviento, por ejemplo, la frase "Ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer" (Rm 13,11) se escuchaba insistentemente todos los años varias veces al día en el primer domingo, tanto en la epístola como en las I y en las II Vísperas y en Tercia; en los días feriales se repetía todos los días como lectura de Laudes la frase: "Venid, subamos al monte del Señor" (Is 2,1); todos años, en la misa del primer domingo de Cuaresma, se oía la expresión "Os exhortamos a no echaren saco roto la gracia de Dios. Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación" (2 Co 6,3). Y esta misma expresión volvía a escucharse tres veces más en el mismo día, en I y II Vísperas y en Tercia. De esta forma unos pocos, pero importantes, textos bíblicos quedaban por una parte impresos en la memoria y por otra parte, sabidos de memoria, daban fácilmente como el color propio de cada tiempo y de las principales celebraciones. Hoy las lecturas se han multiplicado felizmente y el pueblo conoce mucho mejor el contenido de la Palabra divina a través de unos leccionarios litúrgicos mucho más ricos y variados. Pero continúa siendo verdad que hay fragmentos de la Escritura que son "mayores" y que contienen un mensaje muy central y muy propio para expresar la espiritualidad cristiana en general o con referencia a las diversas facetas del misterio de Cristo y del año litúrgico. Y estas frases copviene repetirlas y saberlas casi de memoria.

12 No podemos dejar de aludir a un defecto que descubrimos en no pocas comunidades, incluso contemplativas: es frecuente que se tomen actitudes, incluso externas, de mayor atención a la homilía que a la lectura bíblica. No pocas veces, por ejemplo, el organista está incómodamente sentado durante la lectura -por tanto le resulta difícil escuchar con atención- y, en cambio, en el momento de la homilía deja el órgano y se sienta de modo visiblemente más distendido para escuchar con atención las palabras del que preside. ¿No es ello signo de más aprecio de la palabra humana, que vale menos, que de la Palabra divina que es trascendente?

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Es en este aspecto en que las lecturas breves, repetidas varias veces durante un mismo período, son especialmente interesantes. n Posibilidad de sustituir las lecturas breves por perícopas más largas La "Ins titutio generalis" de la Liturgia de las Horas da la posibilidad de substituir algunas de las lecturas breves del Oficio por lecturas largas, es decir, por la proclamación de perícopas semejantes a las de la misa o del Oficio de lectura. Se trata, evidentemente, de u na práctica excepcional cuyo uso debe equilibrarse para no desfigurar el conjunto de las celebraciones. Digamos, en primer lugar, que la posibilidad no vale para todas las horas del Oficio sino exclusivamente para las horas mayores de Laudes y Vísperas. u Añadamos a ello que no parece aconsejable que las comunidades monásticas o las personas que habitualmente rezan el Oficio de lectura adopten este proceder. Ellos ya tienen un cuádruple sistema de lecturas largas (los dos ciclos de lectura continuada -epístola y evangelio- de la mis a ferial, los ciclos del leccionario de la misa dominical y el ciclo de lectura continuada del Oficio de lectura) y abarrocarían las celebraciones si aestos ciclos añadieran aún otro nuevo. Tampoco resulta aconsejable -hemos visto que algunas veces se hace- usar la misma lectura breve que figura en el Oficio, pero alargándola; el fragmento indicado en la Liturgia de las Horas se ha escogido precisamente para subrayar una determinada frase; si el texto se alarga, la frase que ha motivado la elección pierde su subrayado y con ello se desdibuja el porqué de la motivación de la perícopa; además, con ello el fragmento resultante, fuera por una parte del contexto de la lectura íntegra del libro y prescindiendo por otra del subrayado de una de sus frases, pierde, con frecuencia, toda su significatividad. Otra práctica desaconsejable sería la de repetir como lectura de Laudes, o Vísperas una de las lecturas de la misa. En el fondo esta práctica es como un vestigio de los usos anteriores a la reforma, pues en aquel entonces la lectura de Vísperas era en todas las fiestas el primer fragmento de la epístola de la misa del día. Ahora bien: la reforma litúrgica, precisamente para dar "vida" y sentido de novedad y acontecimiento a toda proclamación de la Palabra -sea ésta larga o breve- quiso evitar que un mismo 13 En principio ahora estas lecturas se repiten, no a diario como en el Breviario de San Pío V, sino en el tiempo ordinario, una vez cada cuatro semanas y en los tiempos fuertes, una vez cada semana (aunque en Cuaresma hay dos series que responden a los antiguos tiempos de Cuaresma y Pasión) y en la Cincuentena pascual las de Vísperas (no las de las restantes horas) tienen también dos series, para antes y después de la Ascensión 14 Es frecuente que en algunas ocasiones, como por ejemplo en jornadas de estudio, se empiece con el rezo de tercia y se supla la lectura breve de esta hora con un fragmento bíblico largo apropiado a la temática que se va a tratar. Este proceder ni está previsto en la "Institutio generalis", ni es correcto, porque a la larga tiende a igualar las horas menores como si fueran casi lo mismo que Laudes y Vísperas que, ellas solas, son como el quicio de la oración eclesial (Cf. SC 89 a).

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texto se proclame litúrgicamente más de una vez al día. Por ello, cuando la "Institutio" sugiere pistas, como luego veremos, para buscar lecturas largas paraLaudes o Vísperas, no alude en absoluto al recurso a las lecturas de la misa del día (sí, en cambio, a las de las misas de otros días). A veces se nos ha dicho que recurrir a las lecturas de la misa tiene la ventaja de que facilita la doble homilía: en la misa se comenta el evangelio, en Vísperas otra lectura de la misma. Pero ello es colocar la Palabra al servicio de la homilía y este enfoque evidentemente no es correcto. La propia "Institutio generalis" da unas pistas interesantes en vistas a estas substituciones: en primer lugar sugiere usar para esta posible lectura prolongada las lecturas del Oficio de lectura: evidentemente se trata aquí de personas que no rezan este Oficio. Usar este leccionario para suplir la lectura breve puede ser muy oportuno y aconsejable cuando se trata de solemnizar una fiesta con el pueblo; sería el caso, por ejemplo, de una comunidad que no reza el Oficio de lectura y desea solemnizar la fiesta de la Inmaculada: en las I ó II Vísperas podrían usar la lectura del Oficio de lectura y sobre esta perícopa tener una homilía. Este sistema no valdría -evidentemente- si se tratara de un domingo o de una feria, porque en estos días la lectura del Oficio forma parte de una lectura continuada y un fragmento aislado perdería su sentido genuino. Una sugerencia especialmente oportuna para las comunidades contemplativas Hemos dicho ya más arriba que no parece oportuno que las comunidades o personas que habitualmente rezan el Oficio de lectura conviertan las lecturas breves en perícopes largas: pero hay quizá un caso excepcional en que podría ser sugerente para estos grupos consagrados a laplegariaintroducir una lectura larga en Laudes o Vísperas. Se trataría de días especialmente marcados por un acontecimiento eclesial del que no se hace eco la liturgia del día. Sería el caso, por ejemplo, de los días del Octavario de oración por la unidad de los cristianos o el de los días que preceden al Domingo de la evangelización de los pueblos (DOMUND). En estas ocasiones puede ser muy sugerente que, en Vísperas o en Laudes, la lectura -y alguna petición añadida en las precesaludieran a estas grandes intenciones de la Iglesia. El leccionario de las misas para diversas necesidades podría sugerir las lecturas concretas para cada una de estas ocasiones. No sería correcto, en cambio, introducir lecturas de este tipo cuando se trata de devociones personales o de grupo, porque, como ya recordó Pío XII, 15 y de nuevo ha recalcado en varias ocasiones Juan Pablo II 16 "los actos piadosos jamás deben mezclarse con las celebraciones litúrgicas".

15 16

Cf. Música sacra et sacra liturgia, n. 11 v.gr. a los Obispos de Molisa (Cf. Osservatore romano, edic. española, 31, VIH, 1986)

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Un caso en que resulta especialmente recomendable substituir la lectura breve de Laudes o Vísperas por una perícopa larga Quisiéramos terminar estas reflexiones sobre las lecturas largas incorporadas a Laudes o a Vísperas con un caso al que aluden tanto la "Institutio" de la Liturgia de las Horas (IGLH 46) como la del Misal (IGMR 319): cuando por la coincidencia de una fiesta o de una solemnidad-o la celebración local de unamisa de difunto o votiva- queda interru mpida la lectura continuada de la misa, para no interrumpir la continuidad de los libros que se están leyendo, las perícopas omitidas, o bien se pueden juntar con las del día anterior o posterior o bien, excepto el evangelio, pueden proclamarse en Laudes o Vísperas. Esta "recuperación" de la lectura omitida evidentemente debe hacerse no en el día festivo -que tiene sus lecturas tanto largas como breves propias- sino en el día anterior o posterior. Como se trata de la lectura continuada habitual y ésta no representa añadir un nuevo ciclo de lecturas sino procurar por su no interrupción, esta práctica vale también -y sobre todo- para las comunidades contemplativas que rezan también el Oficio de lectura.

LECTURAS BREVES DE LAUDES R. GRANDEZ Abramos nuestro libro de la Liturgia de las Horas en una parte específica, de agradable sabor, muy sugestiva; en la sección de las lecturas breves, concretamente las lecturas breves del oficio de Laudes de los días ordinarios. Excluyamos -y luego veremos por qué- las lecturas breves de los domingos y de los viernes. Para entrar en el tema, situémonos primeramente en contexto. Las lecturas breves La Sagrada Escritura se presta a la lectura amplia y a la lectura breve. A la primera, porque la mayor parte de los libros bíblicos han sido redactados como secciones de lectura continua, o al menos como perícopas completas; a la segunda, porque la Palabra divina es de tal carga, de tal densidad, que muchas veces al espíritu le apetece detenerse en una sola frase, en un breve párrafo, como en fuente de vida. El uso de la Escritura en forma de lectura breve es muy común en la Iglesia, sea en la forma directa de lectura, sea en la forma oracional de la antífona o del responsorio. La lectura breve de Laudes y de Vísperas tiene las siguientes características (IGLH 45): a) Ante todo, es proclamación de la Palabra de Dios. En esto se distingue de una antífona, que en ocasiones puede ser tan larga como una lectura breve y puede estar tomada íntegramente de la Escritura, pero la "antí-fona" será entrada y ambientación espiritual a algo. b) "Está señalada de acuerdo con las características del día, del tiempo o de la fiesta". Del día: la lectura breve de Laudes es diversa, en buena parte, de la lectura de Vísperas. Del tiempo: claramente se percibe la diferencia entre unas lecturas breves de Adviento y unas lecturas breves pascuales. Y de lafiesta:la fiesta tiene su mensaje correspondiente. c) En tercer lugar, la lectura breve pretende concentrar la atención, subrayar algo que puede quedar inadvertido, sobre todo aplicar la mente a la densidad de la Escritura.

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A la hora de la selección se han tenido en cuenta los siguientes criterios: a) Variedad: cuatro series para el tiempo "per annum"; serie semanal para Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua; propias para las solemnidades, las fiestas y algunas conmemoraciones (cf IGLH 156s). b) Conforme a la tradición, no se lee el Evangelio (el Evangelio se reserva para la Vigilia prolongada). c) Las lecturas breves del domingo están elegidas según el carácter específico del Día del Señor. d) Las lecturas breves del viernes están elegidas según el carácter específico del viernes. Recordemos que también hay un criterio de selección de la salmodia del viernes (Miserere y demás salmos penitenciales). e) En Vísperas nunca se toma como lectura breve un texto del Antiguo Testamento, sino del Nuevo. De hecho esta lectura siempre tiene que seguir al cántico, que es del Nuevo Testamento. Por el contrario, en Laudes puede ser del Nuevo o del Antiguo Testamento (cf IGLH 158). Estos principios habrá que tenerlos en cuenta cuando alguien quiera sustituir unas lecturas por otras; mucho más cuando las familias religiosas elaboran sus propios libros para el Oficio divino. Las lecturas breves de Laudes del tiempo ordinario Las lecturas breves de Laudes, omitidas las del domingo y las de los viernes, nos dan este cuadro: Semana II

Semana I Lunes Martes Miércoles Jueves Sábado

2Tes3,10b-13 Rom 13,1 lb.l2-13a Tb4,16-17.19-20 Is 66,1-2 1 Pe 1,10-11

Sant2,12-13 U n 4,14-15 Jb 1,21,2,10b IPe 4,10-11 Flp 2,14-15

Lunes Martes Miércoles Jueves Sábado

Conforme a este cuadro, meditemos el mensaje.

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Jer 15,16 1 Tes 5,4-5 Rom 8,35.37 Rom 14,17-19 Rom 12,14-16a

Semana IV

Semana III Lunes Martes Miércoles Jueves Sábado

Lunes Martes Miércoles Jueves Sábado

Judt 8,21b-23 Is 55,1 Deut4,39-40a Rom 8,18-21 2Pe3,13-15a

Hora de despertar Los Laudes, en los cuales cantamos a Cristo Resucitado, nos hacen pasar de la noche a la aurora. Nos llega el mensaje divino: "Ya es hora de despertarnos del sueño" (martes I). Sabemos que Cristo es nuestra luz y que nuestras obras de la jornada, transfiguradas por la luz de Cristo, han de seguir esta norma: "Caminemos como en pleno día, con dignidad". Somos "hijos de la luz e hijos del día" (martes II); por eso no podemos vivir en tinieblas. De lo contrario, el Día de Cristo nos sorprendería como ladrón que se aprovecha de las tinieblas. El comienzo del día en estas dos ocasiones, del martes I y II, nos anuncia un mensaje de luz para que comencemos nuestra jornada luminosamente. Amor y elección Nuestra vida empieza en el acto del amor del Padre. Hermoso recordarlo a la mañana para asegurar el día. "¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, "la angustia?..." (miércoles II). No sabemos lo que nos depara el día que empezamos, ni la misma vida. Pero hay algo inquebrantable: el amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo. Nadie lo podrá vencer. Ese amor es para nosotros una elección. Nos lo recuerda la voz apostólica al comenzar la jornada: "Hermanos, poned cada vez más ahinco en ir ratificando vuestro llamamiento y elección" (sábado I). Al término de la elección están las puertas de par en par abiertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El recuerdo de los padres El recuerdo de los padres fortifica para seguir el camino de la fe. "Recordad cómo fueron probados nuestros padres... Recordad cómo fue probado Abrahán, núes tro padre; y, purificado por muchas tribulaciones, llegó a ser amigo de Dios. Del mismo modo, Isaac, Jacob, Moisés..." (lunes IV). La hora del amanecer es una llamada a la fidelidad. Recordemos, sí; la vidatienesus pruebas, pero estas pruebas, manteniéndonos fieles, nos van a purificar y van a tener como resultado el que nos adentremos más y más en la amistad divina.

Jesús, el Hijo, Salvador del mundo Esta es la lectura del martes de la III semana: "Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios". Jesús, Hijo de Dios, fundamento de todo el existir cristiano. Mantener esta confesión es tener a Dios. Día a 61

día desde lamañana, hora ahora mantengámonos en la confesión. Estaremos en ladivina alianza: Dios en mí y yo en Dios. Actitud del creyente ¿ Cuál es la actitud del creyente que hoy, un día más, vive su historia de salvación? "En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras" (jueves I). Este es el pobre del Evangelio que agrada a Dios, el humilde y el abatido -como Jesús, como María-: en ése que se estremece ante la Palabra, se complace el Señor. ¡La Palabra de Dios! Tarea de escucha para la jornada, de vivencia del acontecimiento divino en nuestros corazones. Jeremías nos lo recuerda: "Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba..." (lunes II). Buscar, devorar las palabras del Señor..., vivir así con esta ansia y esta búsqueda de Dios. "Tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, Señor, Dios de los ejércitos". LaPalabrade Dios es para el creyente también mandamiento de Dios. "Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios... Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo" (miércoles IV). La guarda de los mandamientos es permanecer en el amor. El cristiano al levantarse busca la vida, y su vida y su tarea es alguien: Jesús. "Oíd, sedientos todos, acudid por agua también los que no tenéis dinero: venid, comprad (adquirid) trigo, comed sin pagar vino y leche de balde" (martes IV). Con la evocación de Isaías, Jesús, el último día de la fiesta, el más solemne, hizo una proclamación (Jn 7,37-38). El ofreció en su persona lo que anunciaba la Escritura. Y éste es nuestro día, Cristo que llega a nosotros, sobre todo en la celebración de la Eucaristía. Disponibilidad frente a los dones de Dios "Cada uno, con el don que ha recibido... Así, Dios será glorificado en todo, por medio de Jesucristo" (jueves III). Esta es la disponibilidad del cristiano. Se siente favorecido con dones, que los ha de poner al servicio de la comunidad creyente, y todo terminará en gloria de Dios por Jesucristo. Y el trabajo serio, sin escapatorias, según el viejo dicho que recuerda san Pablo: "El que no quiera trabajar, que no coma" (lunes I). Trabajar, sí, trabajar hasta la exhaustividad del amor: "no os canséis de hacer el bien". La disponibilidad perfecta es la de aquél que acepta todo, sabiendo que Dios está por encima y que él gobierna. El grito del creyente nos lo transmite Job esta mañana: "Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?" (miércoles III).

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La acción cristiana de este día, en la libertad y el amor "Hablady actual como quienes van a ser juzgados por una ley de libertad" (lunes III). El Evangelio es amor y nuestra ley de libertad es la obediencia a Cristo. Es una responsabilidad que sólo se puede sostener por la gracia. El programa de este día va a ser un programa de comportamiento en el amor. "No hagas a otro lo que a ti no te agrada. Da tu pan al hambiento..." (miércoles I). Consejos y testamento del viejo Tobit a su hijo Tobías... En el Evangelio se transforman en la Regla de oro de la caridad: "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros" (Mt 7,12). La caridad fraterna va a ser el programa del día. El reino de Dios no es asunto y cuestiones de comida y bebida, sino justicia, paz, alegría en el Espíritu. "En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común" (jueves II). Obrar por amor, derramar amor; esnuestraconsignacuandonos presentamos por lamañana ante Cristo Resucitado. "Bendecid..., bendecid, sí, no maldigáis. Con'los que ríen estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros..., poneos al nivel de la gente humilde" (sábado II). Esta norma de acción -obrar por amor- va a ser nuestro testimonio. "Cualquier cosa que hagáis, sea sin protestas ni discusiones: así seréis irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha..., como lumbreras del mundo" (sábado III). La creación con nosotros Nuestro proyecto de vida está en medio del mundo, vertemos nuestra actividad en un mundo que no va a terminar en el vacío, sino que un día se ha de transformar para ser un mundo inundado por la gloria de los hijos de Dios. "La creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios" (jueves IV). Esta creación ha de entrar un día "en la libertad gloriosa de los hijos de Dios". "Nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en que habite la justicia" (sábado IV). Asociamos al mundo, que es circunstancia esencial de nuestra propia persona, al mismo proceso de liberación salvífica en que estamos sumergidos. * * * Estas son las pequeñas lecturas que nos traen por la mañana un mensaje de revelación y de acción en Cristo Jesús. Y nosotros recibimos con piedad la Palabra que Dios nos regala. Todo el día está sacramentalizado desde esta celebración y desde esta Palabra.

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Claves litúrgicas

LECTURAS BREVES DE VÍSPERAS R. GRANDEZ En el apartado anterior hemos podido acercarnos a las lecturas breves de Laudes, mensaje que Dios nos regala en el comienzo de la jornada. Vayamos ahora a la proclamación de la Palabra divina que suena al final del día, en Vísperas del Tiempo Ordinarío. Recordamos que los viernes tienen su propia onda espiritual por la cotemplación de la Cruz redentora de Cristo. Los dejamos aparte. Igualmente los domignosnos llevan, del modo más explícito posible, a la vivencia del misterio pascual. Pero en el caso de las lecturas breves de Vísperas tengamos en cuenta que los sábados por la tarde ya son litúrgicamente domingo, pórtico del domingo como primeras Vísperas del Día del Señor. Del mismo modo las lecturas vespertinas de los sábados y domingos no entran en nuestra consideración. El cuadro de lecturas que nos presenta el libro de la Liturgia de las Horas es el siguiente: Semana I Lunes Martes Miércoles Jueves

Semana II Col 1,9b-11 1 Jn 3,la-2 St 1,22-25 1 P 1,6-9

Semana III Lunes Martes Miércoles Jueves

Lunes Martes Miércoles Jueves

1TS2,13

Rm3,23-25a lP5,5b-7 1 P 1,22-23

Semana IV St 4,11-12 Rm 12,9-12 Ef 3,20-21 1P 3,8-9

Lunes Martes Miércoles Jueves

l T s 3,12-13 Col 3,16 1 Jn 2,3-6 Col 1,23

Recordemos primero el sentido genuino de la lectura breve: "La lectura breve está señalada de acuerdo con las características del día, del tiempo o de la fiesta; deberá leerse y escucharse como una proclamación de la Palabra de Dios, que inculca con intensidad algún pensamiento sagrado y que ayuda a poner de relieve determinadas palabras a las que posiblemente no se presta toda la atención en la lectura continua de la Sagrada Escritura" (IGLH 45). Por lo que se refiere a la hora de Vísperas del tiempo ordinario: - será un mensaje caracterizado por el significado mismo de las Vísperas como agradecida conclusión de nuestra jomada, vista en el misterio de nuestra redención (cf. núm. 39); - mensaje cargado de cierta intensidad que nos invita a la serena meditación. El texto es siempre del Nuevo Testamento, por cuanto que sigue al cántico del Nuevo Testamento; mientras que en Laudes podía ser tanto del Nuevo como del Antiguo. Ni en Laudes ni en Vísperas, según la tradición, se lee el Evangelio. La Palabra que nos llega en las Vísperas del tiempo ordinario es, casi todas las veces, palabra perenética, es decir, una exhortación a la vida cristiana. Si alguna vez escuchamos una doxología (miércoles III), esto está en plena consonancia con la gratitud, que es nota genuina de Vísperas. Escuchemos la Palabra de Dios (que ciertamente tiene sentido por sí misma y en su individualidad y en su momento), escuchémosla en armonía con otros mens ajes oídos en la misma jornada. No raramente podremos estar tocando así una clave litúrgica. Veámoslo con un ejemplo: las lecturas breves del lunes de la semana II. En Laudes le decimos al Señor con expresiones de Jeremías: "cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba..." En Vísperas nos identificamos humildemente con lo que dice Pablo: "... porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios". Y entre día, en Tercia, Sexta y Nona, esa Palabra de Dios la hemos visto como alianza: "Así será la alianza que haré con ellos...: meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo" (Tercia). "Haré con ellos alianza eterna" (Sexta). "Vosotros sois mis ovejas..., y yo soy vuestro Dios" (Nona). La Palabra escogida como lectura breve en el libro de la Liturgia de las Horas se puede cambiar "oportunamente": - o bien por otra lectura breve que se armonice con el sentido de las Vísperas, - o bien por "una lectura bíblica más extensa, principalmente en la celebración con el pueblo, tomándola o del Oficio de lecturas, o de las lecturas de la misa" (IGLH 46).

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La tonalidad espiritual del responsorio Escudriñando la liturgia, es interesante que digamos algo sobre elresponsorio de la Hora de Vísperas, que siguiendo a una lectura breve, se llama también "responsorio breve". Ante todo, es "respuesta a la Palabra de Dios" (IGLH 49). Pero es una peculiar respuesta, porque no es tanto respuesta en la misma línea temática, cuanto respuesta, porque no es tanto respuesta en la misma línea temática, cuanto respuesta oracional. El responsorio no es "mensaje", es "oración". A una exposición dogmática de nuestra fe se puede responder con una súplica de humildad. Obsérvese que si "las lecturas breves son distintas en cada uno de los días en que se divide el salterio" (IGLH 45), no es así el responsorio de Vísperas. En concreto, para el tiempo ordinario que nos ocupa, se han hecho dos series, una para las semanas impares (I y III) y otra para las pares (II y IV). Esto es por la inspiración oracional que hemos apuntado. Entendido de este modo el responsorio como respuesta íntima de oración, tiene sentido lo que se nos dice que "puede omitirse, si conviene"; y lo que se escribe a renglón seguido: "En su lugarpueden tenerseotros cantos del mismo genero y función, con tal que hayan sido debidamente aprobados por las Conferencias Episcopales" (IGLH 49). En los días a los que nos referimos, los responsorios son súplicas entresacadas de los salmos que, puestas entre dos cánticos del Nuevo Testamento (el cántico o 'salmo III' de Vísperas y el Magníficat), han de ser interpretadas plenamente desde nuestra fe en Cristo Jesús. Un pequeño detalle: el responsorio del jueves de las semanas impares es claramente eucarístico; pero también el de las semanas pares ríos remite a un salmo eucarístico ("El Señor es mi pastor"). La Palabra de la tarde Veamos ahora cuál es el tono de los mensajes que nos envía el Señor. Acción de gracias. La hora de Vísperas es, ante todo, hora de acción de gracias. Escuchemos, pues, toda la comunidad cristiana este mensaje que es doxología: "A Dios, que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder que actúa entre nosotros, a él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén" (miércoles III). Oigamos igualmente a Pablo cuando dice: "No cesamos de dar gracias a Dios..." (lunes II). El habla de la buena acog ida que tuvo la Palabra en Tesalónica: nosotros al final del día damos gracias a Dios porque Cristo ha obrado en medio de nosotros. Los m ister ios vespertinos. La acción de gracias, que es el sentimiento propio de la hora final, va asociada en las mismas Vísperas al misterio de la Redención y a los misterios "vespertinos", porque ésa es la vivencia oracional en Cristo al concluir el día (cfr. 66

IGLH 39). Así pues, nos acordamos de "la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación" (martes II). Trascendiendo el tiempo pasajero, miramos a Cristo que nos aguarda: "No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación" (jueves I). Nuestra expectación nos lleva a saborear el amor del Padre, que ya lo experimentamos, pero que es promesa de un don mayor: "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Queridos, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos..." (martes I). Parénesis de la fe. Al cabo del día se nos exhorta a continuar firmes en nuestra vida cristiana con sentimientos que por la mañana eran programa y estímulo. Un modelo de esta parénesis total: "Permaneced cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis. Es el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo" (jueves IV). La parénesis se específica como guarda de los mandamientos y como guarda de la caridad fraterna. Santiago nos advierte: "llevad a la práctica la ley y no os limitéis a escucharla" (miércoles I). Y san Juan nos invita a reflexionar haciendo una ecuación entre amor y mandamientos: "En esto sabemos que conocemos a Cristo: en que guardamos sus mandamientos" (miércoles IV). Queremos sintonizar plenamente con la voluntad de Dios. Sobre el tema el Nuevo Testamento ha ahondado y un texto precioso nos lo ofrece el lunes I: "Conseguid un conocimiento perfecto (la gnosis cristiana) de la voluntad de Dios, con toda sabiduría e inteligencia espiritual. De esta manera, vuestra conducta será digna del Señor, agradándole en todo". En las exhortaciones abunda, sobre todo, la parénesis de la caridad fraterna; el amor, al fin, es el núcleo y cima de la vida cristiana. "Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo" (martes III). "Dejad de denigraros unos a otros, hermanos" (lunes III). "Tened sentimientos de humildad unos con otros" (miércoles II). "Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente" (jueves II). Bellísimas y lapidarias exhortaciones cristianas, como es igualmente ésta que habla de la unidad perfecta en la comunidad cristiana: "Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad" (jueves III). La voz de los apóstoles llega a nosotros, pidiendo al Señor abundancia de amor para presentarnos intachables ante la presencia de Dios: "Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irresponsables ante Dios, nuestro Padre" (lunes IV). 67

Enfin,en esta parénesis que comentamos, he ahí la imagen de la comunidad-Iglesia, de esta comunidad que esta tarde ora, en unión con todas las comunidades cristianas, y que ella misma es retrato de la Iglesia: "La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda suriqueza:enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregios mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados" (martes IV). Conclusión El repaso que acabamos de hacer ha sido sencillo, sin recurso a la historia de la liturgia. El simple abrir los ojos a lo que nos dicen los documentos eclesiásticos y los textos que tenemos en nuestro libro de Horas nos acerca a unos tesoros que se despliegan inexhaustos para nuestra admiración y gozo. La liturgia se nos ofrece llena de hermosura. Pero los libros litúrgicos no se encierran en sí, sino que nos invitan. Si deseamos sustituir "oportunamente" las lecturas breves de Vísperas en el tiempo ordinario por otras lecturas, ¿cómo podríamos proceder?, ¿qué criterios tendríamos que tener? Sobre la sustitución por textos del Oficio de lectura o por textos de la Misa, ya nos ha hablado la Ordenación. Aparte de esto, procedamos así: - vayamos al Nuevo Testamento, no al Antiguo, - escojamos textos que estén de acuerdo con lo que sugieren la tarde y los misterios vespertinos de la redención, y en concreto: a) Nuevos.textos neotestamentarios sobre la acción de gracias. b) Pasajes sobre la oración. c) Reflexiones de sabiduría (textos sapienciales del Nuevo Testamento) son apropiados para la hora de la tarde, que es momento de serenidad y pausa. d) En fin, textos que hablen de la plenitud de la vida cristiana (promesas y dones del Espíritu) y de la esperanza de la vida eterna.

HOMILÍAS A LAS LECTURAS BREVES DE LAUDES P- FARNEs

Conviene que las lea un lector distinto del que ha proclamado el t de la Escritura. SEMANA I Domingo La lectura del Apocalipsis nos invita a vivir la espiritualidad del domingo: en la resurrección de Cristo se ha manifestado cómo el poder y la fuerza son de Dios. Por ello se reúnen todos los cristianos en este día para celebrar la Eucaristía bendiciendo a Dios por la victoria pascual.

Lunes Dios nos exhorta hoy por su Palabra a trabajar; lo haremos en nuestra jornada; y hemos de procurar hacerlo toda nuestra vida. Pidamos a Dios que nos haga andar por este camino del trabajo constante. Martes Un nuevo día ha amanecido: esto representa para nosotros un nuevo don de Dios. Hagamos nuestra la salvación que Dios nos ofrece, cooperando con obras de luz al plan de Dios. Y pensemos, sobre todo, que las obras de luz que hoy Dios nos pide deben ser una lucha-una armadura-para combatir las dificultades que encontramos en la presentación del mensaje cristiano a los hombres de nuestro tiempo.

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pues, nueva confianza al celebrar hoy solemnemente con todo el pueblo cristiano, en la Eucaristía, la muerte y la resurrección del Señor. Si realmente morimos con Él, viviremos también con Él.

Miércoles Las tensiones en el mundo son muy abundantes. Incluso existen en el seno de la Iglesia y entre los llamados a vivir la vida cristiana con la consagración total y exclusiva de la vida monástica o religiosa. Quizá no hemos llegado aún ni a la reflexión sobre esta máxima de simple moral natural: no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan... Hoy, el Dios de la Revelación nos la recuerda. Pidamos al menos esta rectitud fundamental para nuestros pasos. Jueves El texto que acabamos de escuchar es una invitación a la humildad y a la adoración. Todo es de Dios; también la Iglesia, casa del Señor, que con nuestros esfuerzos intentamos edificar. Antes de empezar el trabajo de nuestro día, reconozcamos nuestra pequenez: esta humildad y abatimiento agradará al Señor.

Viernes La lectura que hemos escuchado nos propone todo un proyecto de vida para el díaque vamos a iniciar. Desterrar lo malo -amargura, ira, enfados-para no poner triste al Espíritu Santo de Dios. Y, positivamente, ser buenos y comprensivos con los hermanos. Y como telón de fondo de todo esto, recordar que en un día como hoy, viernes, Dios nos perdonó en Cristo al morir el Señor por nosotros.

Lunes El Jeremías perseguido, el profeta que no recoge más que fracasos en su ministerio, sabe que su consuelo lo encontró y lo encontrará siempre en las palabras de Dios. Es bueno que, en esta primera hora de nuestra jornada, pensemos también nosotros que la palabra de Dios, que escucharemos y meditaremos durante el día, puede y debe ser alegría y consuelo ante toda dificultad, e instrumento con que nuestro vivir puede quedar como reanimado.

Martes El nuevo día, con su claridad, nos invita a que recordemos nuestra condición de hijos de la luz. Acudamos a Dios, fuente de toda luz, y pidámosle que ya que ha hecho de nosotros hijos de la luz, nos ayude durante este día a vivir en la luz y que en él, fuente viva de todo bien, podamos ver toda claridad.

Miércoles Ante las grandes dificultades de la vida, ante las tentaciones que nos pueden separar de Dios, los cristianos estamos, naturalmente, tan desprovistos de fuerza como los demás hombres. Pero, por la fuerza de aquél que nos ha amado, vencemos fácilmente.

Sábado El día que empezamos es una nueva invitación a reanudar una vida plenamente cristiana: cada nueva jornada debe representar un poner más ahínco en ratificar nuestro llamamiento al seguimiento del Señor.

SEMANA II

Jueves Trabajar por la paz y la mutua edificación se nos ofrece hoy como programa del día que empieza. Y vivir en la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo debe ser como el ambiente donde se desarrolle, ya desde este primer momentodelnuevodía.eltrabajo de la jornada. Queel Dios de la paz nos asista para que podamos alegrarnos y gozar con el Señor.

Domingo Semana tras semana la celebración del domingo nos invita a la esperanza, ya que, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, se propone a la Iglesia como una profecía y un comienzo de la victoria final. Cobremos, 70

Viernes En este viernes, día en que fue derramada la sangre preciosa de Cristo, la lectura nos ha invitado a poner nuestros ojos en el Señor. Ha sido Él quien 71

con su sangre nos ha reconciliado con Dios y con nuestros hermanos; que Él mismo nos haga comprender su excelso don. Sábado Estos avisos del apóstol aplicando la vida de caridad a aspectos concretos son, al empezar nuestro día, por una parte como un recuerdo de que la vida cristiana está centrada en el amor y, por otra, de que el amor consiste más en obras que en palabras. ¡Que sepamos guardarsiempre estas tus leyes, Señor!

SEMANA III Domingo Las palabras de Ezequiel que acabamos de escuchar fueron dirigidas al pueblo de Israel, que gemía en el cautiverio de Babilonia; como pueblo y como nación, Israel había dejado de existir. Pero Dios promete a este pueblo cadáver una nueva vida: Yo os sacaré de vuestros sepulcros y os traeré a la tierra de Israel. Estas mismas palabras se nos dirigen hoy a nosotros, esclavos también del pecado, del dolor, de la muerte: os sacaré de vuestros sepulcros y viviréis sin muerte, sin pecado, plenamente libres. La resurrección de Jesucristo que celebramos cada domingo es una prenda de cómo Dios será fiel a su palabra: Jesús ha sido sacado del sepulcro y vive; y nosotros viviremos también.

Lunes Comentando este texto dice hermosamente san Agustín: Por el bautismo se borra el pecado del hombre, pero no se suprime totalmente su debilidad. Por ello continúa habiendo en el hombre algunos pecados que, aunque menos graves, no dejan, con todo, de ser pecado. Y como un nuevo bautismo es imposible, se nos ofrece otro remedio: este remedio, al que podemos recurrir todos los días, este casi segundo bautismo, es la misericordia para con nuestros hermanos. (Sermón sobre la carta de Santiago 2, 10)

Martes Juan vio el amor de Dios en Jesucristo; y esta contemplación de amor hecho carne le da una certeza total y absoluta. Por ello se siente impulsado a dar testimonio ante el mundo de este amor de Dios: hemos visto y damos 72

testimonio. ¡Ojalá nuestra vida en medio de los hombres tenga este matiz de certeza de que Dios ama al mu ndo! ¡ Ojalá sepamos también infundir al mundo, sediento de amor y de seguridad, este evangelio o buena noticia, que Dios nos ha comunicado para que la comunicáramos, de que Dios ama al hombre! ¡Anunciad la Buena Nueva! Anunciar esta buena nueva es un aspecto fundamental de nuestra misión cristiana. Miércoles Job, el pagano del Antiguo Testamento, confiesa claramente que el hombre puede sufrir calamidades sin que ello signifique que sea culpable a los ojos de Dios. Por ello ante el dolor no pierde totalmente la paz; es más: sabe bendecir a Dios como más tarde lo hará Jesucristo en la víspera de su pasión, cuando conociendo el cáliz que se acercaba a sus labios, supo bendecir y dar gracias al Padre. Desconocemos lo que nos traerá el día que ahora empieza: pero bendigamos ya a Dios como Job: bendito sea el nombre del Señor, será nuestra oración, aunque vengan males y sufrimientos; Dios nos salvará de ello como salvó a Job y como libró a Jesús del sepulcro.

Jueves Todos los dones de Dios -la fortuna, los bienes de la naturaleza y los del espíritu- deben tener una finalidad social: éste es el plan de Dios. Como a buenos ecónomos nostoca a nosotros únicamente administrarlos pensando en el verdadero destinatario de los que llamamos bienes nuestros, que es la comunidad humana. Posiblemente nos puede parecer que esta insistencia sobre el sentido social de los bienes de la creación es simplemente algo propio del ambiente de hoy..., descubramos cómo la misma palabra de Dios nos lo afirma; y al empezar el nuevo día, propongamos que, cuanto en el mismo realicemos, se ponga al servicio de los demás.

Viernes Para realizar sus planes, Dios no elige a superhombres, sino a hombres normales con todas sus deficiencias y limitaciones: un Pablo enfermo, una Iglesia siempre pecadora, unos hombres -nosotros- llenos de debilidad. Ello debe llevarnos a la humildad por una parte y por otra al coraje: a la humildad porque nuestra elección no significa que, por ser cristianos, seamos los mejores; al coraje, porque si caemos con frecuencia y somos inconstantes, cuando soy débil, entonces soy fuerte con la fuerza de Cristo. 73

Sábado

Miércoles

Aparecer como antorcha en el mundo es la vocación de quienes han escuchado de boca de su Maestro: Vosotros sois la luz del mundo. Que la luz del nuevo día que Dios nos concede nos recuerde nuestra vocación de ser siempre luz en el Señor.

Meditar en nuestro corazón que Dios es el dueño absoluto de todo, tanto en el cielo como en la tierra, es poner un fundamento sólido a nuestro día; y es ello también la razón por la que nos debemos sentir obligados a cumplir lo que Dios nos manda.

Jueves SEMANA IV

Domingo El recuerdo de Jesús en su pasión y en su muerte, pero sobre todo en su resurrección y en su gloria, es el apoyo más sólido y la base más inquebrantable de la esperanza cristiana. Por ello la Iglesia de Jesús se siente urgida a celebrar el domingo y no puede vivir sin la celebración semanal del recuerdo de Jesús resucitado. Más que ninguna imagen, más que ninguna comparación sacada de la vida, más que ninguna filosofía, lo que hace festivo nuestro domingo es el recuerdo de la gloria de Jesús, inicio y profecía de nuestra futura gloria.

Lunes Ante el peligro inminente del enemigo que asedia, Judit exhorta a no entregarse, a no dejarse vencer por la prueba. Dios permite con frecuencia situaciones límite para probar nuestra fe: conviene que no olvidemos que estos casos límites se dieron también en los mayores siervos de Dios: Judit recordaba a los grandes patriarcas; a ellos nosotros debemos añadir aún a Jesús, el Hijo del amor del Padre, probado hasta la muerte, pero salvado del sepulcro. Que el mal permitido por Dios para examinar nuestro corazón no nos haga nunca perder la esperanza. Martes Con esta llamada urgente concluía el Deutero Isaías su mensaje de consolación a los desterrados de Babilonia, sedientos de paz y de bienestar que habían vivido casi un siglo la esclavitud y la ignominia. Dios ofrece a los desterrados una alianza nueva y un banquete de fiesta para celebrarla: desterrados y hambrientos estamos también todos nosotros; pero Dios nos ofrece la fuente de agua viva y su luz nos hará ver la luz. 74

Porque ignoramos los destinos por los que nuestro mundo discurre, sufrimos por los trabajos de ahora. Pero el cristiano, ante la muerte y el sufrimiento, no queda sin esperanza. En nuestro ahora vemos solamente el reverso de la medalla, el forro de la prenda... Habituémonos a ver en los dolores -los propios y los de la humanidad e incluso los de toda la creación- no precisamente dolores de agonía y de muerte, sino más bien sufrimientos de parto y de nacimiento nuevo. La oración de Laudes, que nos evoca la presencia del resucitado, cuya gloria sobrepasa a los sufrimientos de la cruz, nos invita a esta contemplación.

Viernes Una más profunda penetración del mensaje cristiano hace descubrir a Pablo cómo la misma muerte del Señor y no sólo la victoria de su resurrección es causa de salvación. La primitiva predicación apostólica sólo sabía ver la salvación en la resurrección: la muerte se veía únicamente como necesaria para el cumplimiento de las Escrituras. Pablo completa esta visión cantando las glorias de la misma muerte de Jesús. Nosotros, que poseemos la totalidad de la Revelación, cantemos todo el misterio pascual como Pablo nos lo presenta: a la vida y a la resurrección se llega muriendo al pecado y al mal, viviendo como Cristo y con Cristo en la cruz, nuestra fuerza y nuestro alcázar.

Sábado La oración de Laudes, evocativa de la resurrección del Señor, por una parte, y la cercanía del domingo, cuya celebración iniciaremos dentro de unas pocas horas, por otra, nos invita a la esperanza. Como María que, en el gran sábado que precedió a la resurrección, esperó segura el triunfo pascual de su hijo, así nosotros esperamos también el cielo nuevo y la tierra nueva que pondrá fin a todos nuestros males. 75

vespertina en que el domingo llega a su término y una nueva semana de luchas y dificultades se abre ante nosotros, debemos recordar que somos para el mundo un pueblo sacerdotal. ¡Ojalá, mediante el consuelo de esperanza con el que, por la Palabra y por la Eucaristía, hoy hemos sido consolados, podamos nosotros consolar a los que están en tribulación, quizá sufriendo lo mismo que nosotros, pero sin el consuelo con el que a nosotros Dios hoy nos ha consolado! Lunes

HOMILÍAS A LAS LECTURAS BREVES DE VÍSPERAS P. FARNÉS Conviene que las lea un lector distinto del que ha proclamado el texto de la Escritura. SEMANA I

Caminar como el Señor se merece, es lo que intentamos con todo nuestro esfuerzo cristiano; al llegar hoy al término de nuestro día de trabajo, pensemos si nos hemos esforzado suficientemente en ello. Resistir y esforzarnos es lo que Dios nos pide; que él nos conceda también su fuerza para realizarlo.

Martes La filiación divina del cristiano es una realidad escatológica, desconocida para el mundo y que incluso, ante las dificultades de la vida, a veces, pasa desapercibida a nosotros mismos. Que en los momentos dífícííes sepamos, ai menos, esperar en que esta filiación se manifiestará plena y claramente en el mundo por venir, cuando contemplando cara a cara a Dios, fuente de vida, su luz nos hará ver la plenitud de la luz.

Domingo, I Vísperas En la carta a los romanos se ha presentado el correr de la historia religiosa de la humanidad como una competición de infidelidades entre Israel y los pueblos paganos: unos obedecieron al principio y luego desobedecieron; otros, desobedientes en los comienzos fueron fieles más adelante. Según la justicia humana todos, por tanto, han sido reos, todos merecen castigo. Pero por encima de esta justicia humana que nos llevaría a la condenación universal, está el plan de Dios que a todos -judíos y paganos- llama a la salvación. Aclamemos, con corazón agradecido, esta grandeza del Señor en sus planes de salvación.

Miércoles La lectura que acabamos de escuchar nos invita, sobre todo en esta hora vespertina, a hacer una revisión de nuestra jornada. Yadesde la mañana, luego en la celebración de la Eucaristía, ahora en la Oración de Vísperas, y muchas veces en toda nuestra vida, escuchamos la Palabra; ¿la ponemos también en práctica? Reconocer que la Palabra de Dios es eterna y reducirla a unos momentos de celebración, es ser del todo inconsecuentes.

Jueves Domingo, li Vísperas El domingo es para los cristianos día de alegría y de acción de gracias, porque en él se conmemora el gran hecho de nuestra libertad y nuestro triunfo definitivo. La gran tribulación de la Cruz fue superada por la resurrección. Con este recuerdo, Dios nos consuela en nuestras luchas. Pero en esta hora 76

Un nuevo día de nuestra vida ha finalizado. Seguramente en él habremos experimentado, como en la mayoría de los días humanos, sufrimientos que habrán incluso podido turbar nuestra paz. Pero el hoy de nuestra vida -como el hoy concreto que está terminando en esta hora de vísperas- es corto y sin importancia frente al mañana de la eternidad que esperamos y en la quo contemplaremos sin fin el rostro anhelado y amado de nuestro Salvador. 77

Viernes Los cristianos hoy hablamos mucho de amor, de caridad. Pero quizá los que más hablamos de ello somos quienes con más violencia imponemos nuestros criterios a los demás. Pablo está cierto de tener la razón y no la impone en bien de los débiles: si es preciso, para no escandalizarlos, no comerá carne de la sacrificada a los ídolos; ser cristiano significa imitar en todo a Cristo "que no buscó su propia complacencia". Aprendamos esta lección, aun cuando creamos que la razón es nuestra.

el examen. La acción de gracias porque en este día hemos recibido abundantemente la palabra de Dios en la eucaristía y en las diversas horas del oficio. Y esta palabra, como semilla echada en la tierra, ha operado sin duda en nosotros arraigándonos en la salvación. Pero también es hora de examen: ¿se puede decir que, por nuestra atención, por nuestra adhesión a las diversas proclamaciones, hemos acogido siempre la palabra como verdadera palabra de Dios?

Martes SEMANA II Domingo, I Vísperas El domingo es el día por antonomasia de la acción de gracias por la salvación realizada. Hoy -en esta tarde y por todo el día de mañana- las comunidades cristianas se reúnen para oír sobre todo la Palabra verdadera de la Buena Noticia y para dar gracias en la Eucaristía, porque esta palabra de vida prospera en el mundo y da sus frutos. Que nuestra reunión vespertina cante también su acción de gracias al unísono con todas las comunidades cristianas que en estos momentos celebran ya su eucaristía dominical y que nuestra oración contemplativa de esta tarde en que empieza el domingo nos alegre con una nueva profundización de los motivos de nuestro gozo pascual.

Domingo, II Vísperas El domingo es por antonomasia para los cristianos el día de la acción de gracias por la salvación realizada. Hoy, a diversas horas del día, las comunidades cristianas se han reunido para dargracias a Dios. Nosotros, en esta última hora delgrandía del domingo, dando comouna mirada retrospectiva sobre eldíadel Señor, reanudamos un vez más la acción de gracias a Dios porque nos ha escogido como primicias de la salvación de todos los hombres. Esto es lo que significaba la Iglesia reunida hoy en torno a la mesa eucarística festiva: "primicias de la salvación" de la humanidad, es decir, "signo o sacramento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano", cuando al fin de los tiempos todos los salvados participen del banquete festivo del reino de Dios que se significaba en las mesas eucarísticas dominicales. Lunes

En esta hora vespertina, especialmente adecuada para el examen y la reflexión, la lectura que acabamos de escuchar puede sernos muy útil. Dos aspectos son los que podemos ver en este texto: la acción de gracias por el día que acaba, lleno de dones de Dios, y la necesidad de la penitencia ante nuestras deficiencias personales. Todos hemos pecado, por ello, todos debemos hacer penitencia; todos hemos sido justificados gratuitamente, de aquí la necesidad de la acción de gracias en esta oración vespertina.

Miércoles Inclinarse bajo la poderosa mano de Dios significó para los primeros destinatarios del texto que acabamos de escuchar, aceptar incluso las persecuciones inmerecidas. Para nosotros, hoy significa aceptar el plan que Dios está realizando en el mundo, aunque no comprendamos a veces el porqué de muchas de sus acciones y permisiones como los primeros cristianos no comprendían el porqué de las persecuciones; descarguemos en Dios nuestras preocupaciones como nos dice el apóstol: Dios nos ama y conoce mejor que nosotros mismos lo que constituye nuestro bien. Si, Señor, con plena fe y con plena confianza en tu sabiduría y en tu amor, a tus manos encomendamos nuestro espíritu y nuestra vida.

Jueves Hemos sido purificados por la obediencia a la verdad, porque aceptar el evangelio como norma de vida es pasar del pecado a la santidad. Pero precisamente el hecho de haber sido santificados con la santidad misma de Dios -hemos sido engendrados de su semilla- nos obliga a amar a los hombres como Dios los ama.

Esta hora del final del día nos invita a una doble actitud: la acción de gracias y 78

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Viernes En este viernes, día de la muerte del Señor, recordemos una vez más la sabiduría de Dios: sabiduría escondida y difícil; sabiduría del sufrimiento, del dolor, de la muerte; sabiduría que no pueden comprender los sabios de este mundo -ni nosotros mismos con nuestras solas luces-, pero que Dios nos ha revelado como camino que lleva a la gloria, a aquella gloria que ni ojo vio, ni oído oyó pero que Dios nos tiene preparada y que nos dará como dio a su Hijo glorificado después del sufrimiento.

SEMANA III Domingo, I Vísperas El recuerdo de que Dios sacó de entre los muertos al gran Pastor, Jesús, es el motivo de la alegre fiesta dominical que hemos empezado. Y lo que nos da ánimo también para esforzarnos "en cumplir lo que es grato en presencia de Dios", pues la gloria que contemplamos en el Señor resucitado, es la que el Padre prepara para los que "cumplen su voluntad".

Martes En esta hora final del día los versículos de la Escritura que acabamos de escuchar, constituyen una pauta para el examen de nuestra jornada. ¿Ha sido nuestro amor a los hermanos sin farsa ni fingimiento? ¿Hemos sido en nuestras actividades descuidados? ¿Ha sido nuestro servicio al Señor constante y ardiente? Ante las dificultades ¿nos ha mantenido alegres la esperanza y hemos recu rrido con asiduidad a la oración? Unos momentos de examen sobre estos puntos nos ayudarán a reorientar nuestra vida. Miércoles Después de haberdescrito Pablo en lacarta a los efesios las maravillas del plan de Dios, termina su descripción prorrumpiendo en el canto de acción de gracias que acabamos de escuchar. Terminemos también nuestra jornada dando gracias a Dios: de forma quizá velada a nuestros ojos, Dios ha realizado durante el día mucho más de lo que hemos pedido o pensado. Que todos los hombres lleguen a descubrirlo con nosotros y se postre por ello ante Dios la tierra entera. Jueves

Domingo, II Vísperas Quien cree en Jesucristo resucitado de entre los muertos ha nacido de nuevo para la esperanza, para aquella esperanza que nos promete una vida incorruptible e imperecedera que pondrá fin a todas las limitaciones a que está ahora sujeta nuestra vida, aún incompleta. Bendigamos, pues, a Dios que nos ha dado una tan gran esperanza. Lunes Hablar mal del prójimo es para nosotros, cristianos, hablar contra nuestra suprema ley que es la ley del amor. Y es, además, arrogarnosderechos divinos, pues juzgar únicamente corresponde a Dios, pues sólo él conoce no sólo lo externo de las acciones humanas, sino también sus causas y motivaciones más recónditas, y por ello sólo él puede juzgar de las acciones y de las intenciones de los hombres. Unos momentos de reflexión al final de este día nos pueden ayudar a descubrir, a la luz de este texto, hasta qué punto nuestro cristianismo es realidad vital o simplemente apariencia. 80

La enseñanza del apóstol parece simple: se nos exhorta a la unidad y al perdón mutuo. Pero hay algo más original en este mensaje: la raíz de donde debe brotar esta unidad y este perdón, que es la imitación de Jesús: la misericordia con todos y la compasión con todos son características del Señor. Por ello san Pedro llegará a exhortar a los esclavos que se sometan incluso a dueños injustos, porque el amor y el perdón no deben tener límites en los discípulos del que siempre fue humilde de corazón. El Señor aportó a todo el mundo pecador la bendición del Padre; por ello sus discípulos debemos bendecir siempre, no maldecir: ésta es nuestra vocación. Viernes Los cristianos a los que se dirige inmediatamente nuestra carta sufrían sobre todo a causa de la pobreza y de las injusticias de los ricos, y la Palabra de Dios les lleva un mensaje de alegría, en medio de esta misma pobreza; el dolor debe engendrar en estos cristianos la paciencia: esperando los bienes mejores del Reino y poseyéndolos serán perfectos, sin que nada les falte. 81

SEMANA IV Domingo, I Vísperas Como cada domingo, también en éste que ahora empieza, todos los cristianos nos reunimos en santas asambleas para escuchar la palabra profética. Y para esperar, consolados por esta profecía, que despunte el día de nuestra definitiva resurrección y con ella salga el lucero de la mañana en nuestro corazón, es decir, podamos contemplar en el gozo de la visión a Cristo resucitado. Que el domingo que ahora empieza acreciente, pues, nuestra esperanza.

Miércoles El gran precepto de Jesucristo es el amor. Pero el amor no consiste en palabras sino en obras. Demostramos nuestro amora Dios cumpliendosus mandamientos y nuestro amor a los hermanos siendo amables y comprensivos para con ellos. Decir que amamos a Dios y no esforzarse por que se cumpla su voluntad en nosotros es, en el fondo, ser mentirosos. Cumplir sus preceptos fielmente es, en cambio, haber llegado a la plenitud del amor. Proclamarse creyente en el Señor y no ser practicante de sus voluntades es, en el fondo, una abierta contradicción.

Domingo, II Vísperas Una vez más el domingo, octavo día que ya no pertenece a esta creación, sino a la futura, como gustaba decir a los Padres, nos ha hecho vivir en la esperanza, a través de los signos sacramentales junto con los justos que han llegado ya a su destino, cerca del Mediador de la nueva alianza, el Señor resucitado. Si el autor de la carta a los hebreos, ante el peligro de la apostasía de sus fieles, les recordaba la gloria a la que estaban llamados, a nosotros debe reanimarnos también esta contemplación, pues no nos faltan tentaciones en nuestro caminar cotidiano.

Lunes Nuestros corazones serán intachables si nuestro amor a los hermanos aumenta y rebosa de día en día. Como ya nos advirtió el Señor, en el día de su venida seremos juzgados sobre el amor. Pidamos a Dios que sea él mismo quien incline nuestro corazón a cumplir este su precepto del amor, pues sólo si él nos hace amar, sabremos amar en plenitud.

Jueves Perseverar en la fe y vivir de la esperanza del evangelio significa no perder nunca la serenidad ante los vaivenes del mundo, ni ante la presencia del mal entre los hombres: si el mal existe, si la injusticia y la opresión conmueven con frecuencia a la hu manidad, los cristianos sabemos vivir alegres en la esperanza de que todo mal será definitivamente destruido, como fue destruida la muerte en la resurrección de Jesucristo.

Viernes La seguridad que tiene el cristiano de estar salvado es el fundamento de su alegría, la razón del evangelio que anuncia a losdemás hombres. Al conmemorar este viernes la pasión del Señor, recordemos con ánimo agradecido nuestra liberación de la ley del pecado; y si nos sentimos aún algún tanto sometidos a él, pidamos al Señor que por nosotros murió que él mismo quiera sanarnos.

Martes Si la Palabra de Cristo habita en nosotros en toda su riqueza, nos será fácil y hasta natural vivir en la acción de gracias de la que nos habla la lectura. La Palabrade Cristo, en efecto, es evangelio que nos anuncia la salvación, el amor que nos tiene el Padre, el reino que nos ha preparado. Que la contemplación nos haga, pues, penetraren esta Palabra y que la Palabra contemplada y vivida nos inunde de gozo y nos haga vivir cantando eternamente las misericordias del Señor. 82

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La reforma de la Liturgia de las Horas ha conseguido ciertamente esta mayor abundancia de lectura bíblica, a la vez que una mayor variedad, una mejor organización de acuerdo a los tiempos del Año Litúrgico y una coordinación muy pensada con las lecturas de la Eucaristía. Como pudo decir Pablo VI en su Constitución «Laudis Canticum», «el tesoro de la Palabra de Dios entra más abundantemente en la nueva ordenación de las lecturas de la Sagrada Escritura, ordenación que se ha dispuesto de manera que se armonice con la de las lecturas de la Misa... de modo queflorezcaen todos aquel suave y vivo amor a la Sagrada Escritura (SC 24) que respira la Liturgia de las Horas, de suerte que la Sagrada Escritura se convierta realmente en la fuente principal de toda la oración cristiana».

A LA ESCUCHA DE LA PALABRA Lecturas breves y largas J. ALDAZABAL También en la Liturgia de las Horas, como en toda celebración litúrgica, tiene un lugar privilegiado la proclamación de la Palabra de Dios. Ya los Salmos, su parte predominante, son Palabra revelada. Pero aquí nos referimos a las lecturas propiamente dichas, más o menos largas, según las Horas del Oficio. «La lectura de la Sagrada Escritura, conforme a una antigua tradición, se hace públicamente en la liturgia, no sólo en la celebración eucarística, sino también en el Oficio Divino, y ha de ser tenida en máxima estima» (IGLH140). También por tradición, en el rezo de las Horas no se lee el evangelio, que se reserva para la Eucaristía. En el Oficio sólo se proclama en las vigilias prolongadas del domingo (cf.IGLH 73.144.158). Las consignas de la última reforma La organización de las lecturas en el Oficio Divino, que ha conocido evoluciones variadas al correr de los siglos, y también según las varias familias litúrgicas, se encontraba en un estado más bien pobre en vísperas del último Concilio. No es de extrañar que la Constitución de Liturgia diera consignas claras que afectaron también al Oficio Divino: «en las celebraciones sagradas debe haber lecturas de la Sagrada Escritura más abundantes, más variadas y más apropiadas» (SC 35), «ordénense las lecturas de la Sagrada Escritura de modo que los tesoros de la palabra divina sean accesibles con mayor facilidad y plenitud» (SC 92). En concreto para el Oficio: «la hora llamada Maitines... tenga menos salmos y lecturas más largas» (SC 89). 84

En Laudes y Vísperas, así como en la Hora Intermedia y Completas, la lectura bíblica en principio es muy breve. «La lectura breve está señalada de acuerdo con las características del día, del tiempo o de la fiesta. Deberá leerse y escucharse como una verdadera proclamación de la Palabra de Dios, que inculca con intensidad algún pensamiento sagrado y que ayuda a poner de relieve ciertos pasos breves a los que posiblemente no se presta toda la atención en la lectura continua de la Sagrada Escritura» (IGLH 45). En Laudes y Vísperas se puede sustituir esta lectura breve, por razones pastorales, por otra lectura más prolongada (IGLH 46), seleccionada conforme al tiempo o lafiesta,sobre todo si participa el pueblo en la celebración. Pero hay otro momento en que, como en laEucaristía, se leen unos pasajes más largos: el Oficio de lecturas. Refiriéndonos a las lecturas más prolongadas, podemos recordar que hay como tres niveles o grados de «escuela bíblica» para el pueblo de Dios: . en la Eucaristía dominical, con sus tres ciclos, se proclama para todo el Pueblo de Dios lo fundamental y básico de la revelación, . en la Eucaristía ferial, con su doble ciclo, ya se proclama bastante más extensamente tanto el A.T. comoel N.T., profundizando así en larevelación de un modo más sistemático, . y por fin, en el Oficio de Lecturas, para los ministros ordenados, los religiosos y los cristianos que quieran seguir este ritmo de oración, se lee la Escritura de una manera todavía más completa, con lecturas más largas. 85

El Oficio de Lecturas La antigua hora de Maitines, con sus tres «nocturnos» y sus tres lecturas bíblicas (y otras tres patrísticas), ha dado paso ahora al Oficio de Lecturas, al que, excepto en el rezo coral, se le ha quitado el carácter nocturno, dejándolo para el momento del día en que mejor con venga para el rezo individual o comunitario (cf.IGLH 57.59). La finalidad de este Oficio no será por tanto, en general, la santificación de un tiempo determinado del día o de la noche, sino ofrecer alimento espiritual para los que lo recen. Está bien descrita la intención en los diversos números que explican esta Hora: «Hagan con fidelidad (los ministros ordenados) el Oficio de lectura, que es principalmente una celebración litúrgica de la Palabra de Dios: cumplirán así cada día con el deber, que a ellos les atañe con particular razón, de acoger en sí mismos la Palabra de Dios, con lo que crecerán en la perfección de discípulos del Señor y saborearán más a fondo las insondables riquezas de Cristo» (IGLH 29); «el Oficio de lectura se orienta a ofrecer al pueblo de Dios, y principalmente a quienes se han entregado al Señor con una consagración especial, una más abundante meditación de la Sagrada Escritura ...» (IGLH 55). En el Oficio de Lecturas se lee prácticamente toda la Biblia. Pero esto es verdad sólo si se sigue el ciclo bienal. La Introducción a la Liturgia de las Horas dedica varios números (IGLH 145152) para explicar las ventajas y la ordenación de este ciclo bienal. Es un proyecto de organización muy bien pensado y que ofrece la posibilidad de leer en dos años todo el ciclo de la Historia de la Salvación. Fue una lástima que, por motivos prácticos de edición, se decidiera a última hora (en IGLH sólo se le dedica el núm.153) imprimir en los cuatro volúmenes de la Liturgia de las Horas sólo un ciclo anual de lecturas bíblicas, con lo que se empobrece notoriamente la intención primordial de este Oficio de lectura. Hay libros enteros, como el del Génesis, o la carta a los Romanos o la primera a los Corintios, que no se leen nunca en el ciclo anual del Oficio.

forma, la Liturgia de las Horas se coordina con la Misa, de modo que la lectura de la Escritura en el Oficio complete las lecturas hechas en la Misa, ofreciendo así un panorama de toda la historia de la salvación» (IGLH 143; explicación más detenida en IGLH 146). La pedagogía del responsorio Uno de los recursos pedagógicos más repetidos en la liturgia es el del responsorio: un elemento poético que prolonga y ayuda a interiorizar la lectura anterior. Es el caso del salmo responsorial después de la primera lectura de la Eucaristía. Y también el responsorio después de las lecturas breves de Laudes y Vísperas, aunque en este caso el responsorio se puede sustituir, si parece más conveniente, por otro canto (cf.IGLH 49). A la página bíblica del Oficio de lectura (así como luego a la lectura patrística) «le sigue su propio responsorio, cuyo texto ha sido seleccionado del tesoro tradicional o compuesto de nuevo» (IGLH 169). El texto de estos responsorios no necesariamente está tomado de los Salmos (como en la Eucaristía): a veces proviene de la misma lectura, o bien de otros libros bíblicos, o incluso no bíblicos, por ejemplo cuando se refiere a la vida de un Santo. La pedagogía de este responsorio la experimentamos continuamente en nuestro rezo. A veces es «respuesta a la Palabra de Dios» (IGLH 49). Otras veces lo que intenta es que el que ha leído el pasaje bíblico profundice en él, destacando sus pensamientos fundamentales, o a modo de «comentario» o «eco» a la lectura. A veces nos ayuda a relacionar un pasaje del A.T. con el N.T., o bien a que la escucha de la Palabra se convierta en oración nuestra. Estos responsorios han sido compuestos «de forma que arrojen nueva luz para la inteligencia de la lectura que se acaba de hacer, ya sea insertando dicha lectura en la historia de la salvación, ya conduciéndonos desde el A.T. al N.T., ya convirtiendo la lectura en oración o contemplación, yafinalmente,ofreciendo una agradable variedad con sus bellezas poéticas» (IGLH 169).

Cuando -esperamos que próximamente- aparezca por fin el famoso «tomo quinto» de la Liturgia de las Horas, tendremos a mano para nuestra oración personal o comunitaria el doble ciclo, así como lecturas patrísticas alternativas.

Esta última ventaja del responsorio queda más de relieve cuando, como se recomienda (cf. IGLH 281-282), se realiza con canto, ayudando todavía más al clima de meditación cuasi contemplativa, haciendo como eco a la lectura.

También se ha mirado a una conj unción inteligente entre las lecturas del Oficio y las de la Misa: «En la distribución de las lecturas en el Oficio de lectura se tienen en cuenta tanto aquellos tiempos sagrados en los que, siguiendo una tradición venerable, se han de leer ciertos libros, como la distribución de las lecturas en la misa. De esta

Lo que se dice de los responsorios breves de Laudes y Vísperas vale para todos: por medio de ellos «laPalabra de Dios penetra más profundamente en el espíritu del que escucha o del que lee»(IGLH 172).

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La mejor escuela de vida espiritual La lectura bíblica de nuestra Liturgia de las Horas nos ayuda de muchas maneras en nuestra vida espiritual. Es la mejor ocasión para «una más abundante meditación de la Sagrada Escritura... Pues si bien es verdad que en la Misa diaria se lee ahora una serie más rica de lecturas bíblicas, no puede negarse que el tesoro de la revelación en el Oficio de lectura es de gran provecho espiritual» (IGLH 55). Meditar en la Escritura es entrar continuamente en contacto con la Historia de la Salvación. Por eso se han seleccionado aquellos pasajes «que son de mayor importancia para la inteligencia de la Historia de la Salvación y para el fomento de la piedad» (IGLH 146; cf. 143). Nos hace mucho bien esta confrontación continuada con la Historia de la Salvación desde la perspectiva de Dios, y no basada fundamentalmente en nuestras preocupaciones espirituales o pastorales: «la lectura de la Sagrada Escritura es propuesta por la misma Iglesia, no según los gustos e inclinaciones particulares, sino en orden al misterio que la Esposa de Cristo desarrolla en el transcurso del año.» (IGLH 140). Como dijo Pablo VI: «la lectura más abundante de la Sagrada Escritura, no sólo en la Misa, sino también en la nueva Liturgia de las Horas, hará ciertamente que la Historia de la Salvación se conmemore sin interrupción y se anuncie eficazmente su continuación en la vida de los hombres» (Laudis Canticum). Estas lecturas nos ayudan a vivir con mayor sentido el Año Litúrgico, sus diversas fiestas y tiempos, «desde la encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectación de la dicha que esperamos, la venida del Señor» (IGLH 140).Por eso hay una selección muy pensada, basada en la tradición y la experiencia de la Iglesia, para asignar a unos tiempos determinados unas u otras lecturas bíblicas, tanto en la Misa como en el Oficio Divino (cf. IGLH 143-152). La Historia de la Salvación, proclamada por las lecturas, la vivimos hoy («hodie»,como repiten los textos litúrgicos) en la celebración del Año Litúrgico y sus fiestas. Desde la Pascua del pueblo judío, en su liberación de Egipto, pasando por el momento culminante de la Pascua de Cristo en su paso al Padre, llegamos a la participación que, según el ritmo del Año Cristiano, se nos ofrece a nosotros en esa misma gracia salvadora de Dios. La escuela de la Palabra en nuestro Oficio nos ayuda a dar tono cristiano a nuestra ¡ornada. Nos invita a verlo todo -personas, acontecimientos, trabajo- según los ojos de Dios, que ilumina nuestra existencia desde las páginas vivas de la revelación. Creciendo en la actitud de discípulos, los ministros ordenados, por ejemplo, saborean 88

más la presencia de Cristo en su vida (cf. IGLH 29), aprendiendo a escuchar, antes de ejercitar su ministerio de maestros. «Los que participan en la Liturgia de las Horas pueden hallar una fuente abundantísima de santificación en la Palabra de Dios, que tiene aquí principal importancia» (IGLH 14). «Las lecturas y oraciones de la Liturgia de las Horas constituyen un manantial de vida cristiana. Esta se nutre de la mesa de la Sagrada Escritura» (IGLH 18). Ya el Concilio recomendaba a los pastores que se propusieran «leer y estudiar asiduamente la Escritura, para no volverse predicadores vacíos de la palabra». Y recomendaba insistemente «a todos losfieles,especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo»(DV 25). El marco de la Liturgia de las Horas, completando a la Eucaristía, es ciertamente un lugar privilegiado de esta escuela bíblica para los cristianos. La lectura bíblica así acogida hace que la Liturgia de las Horas sea un verdadero diálogo con Dios.Hn un género de celebración que parecería que da la primacía casi exclusivamente a nuestra alabanza o súplica (himnos, salmos, preces), se introduce un elemento fundamental: lo que Dios nos quiere decir a nosotros. La Palabra se junta con las alabanzas, la escucha con la oración, y así el Oficio se convierte en diálogo: «la lectura siempre va acompañada de la oración, de modo que la lectura produce frutos más plenos, y a su vez la oración, sobre todo la de los salmos, es entendida, por medio de las lecturas, de un modo más profundo y la piedad se vuelve más intensa» (IGLH 140). «En la Liturgia de las Horas se establece aquella especie de correspondencia o diálogo entre Dios y los hombres, en que Dios habla a su pueblo, y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración» (IGLH 14), manteniéndose así «la estructura esencial de esta Liturgia, que es un coloquio entre Dios y el hombre»(IGLH 33). La lectura bíblica que realizamos en el Oficio Divino es diferente de la que podemos hacer en un círculo de estudio o en el marco académico de estudio: «la oración debe acompañar a la lectura de la Sagrada Escritura, a fin de que se establezca un coloquio entre Dios y el hombre, puesto que con él hablamos cuando oramos y lo escuchamos a él cuando leemos los divinos oráculos (S.Agustín): por eso el Oficio de lectura consta también de salmos, de un himno, de una oración y de otras fórmulas, para que tenga carácter de verdadera oración» (IGLH 56). Comunidad que escucha y comunidad que ora. Diálogo salvífico de nuestra Liturgia de las Horas. Finalmente, en las lecturas bíblicas del Oficio está también, como en toda otra proclamación de la Palabra en la Liturgia, realmente presente Cristo Jesús. Esta lectura 89

no la hacemos a modo de formación permanente o de catequesis, sino que la consideramos como una Palabra viva que Dios nos dirige, una Palabra salvadora. Pero la Palabra de Dios se llama y es Cristo mismo, la Palabra hecha hombre. Lo que el Concilio decía que «Cristo está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla» (SC 7), se cumple gozosamente no sólo en la Eucaristía, sino también en las lecturas bíblicas, breves o largas, del Oficio, y por eso nunca las rodearemos de suficiente atención y signos de respeto. Y su Espíritu sigue actuando vivamente en cada celebración: el mismo Espíritu que inspiró a los autores del A.T. y del N.T., sigue inspirando ahora a los oyentes o lectores de esos libros, para que con su respuesta de fe salgan eficazmente al encuentro de la interpelación de Dios: «Así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la Palabra de Cristo» (DV 8). Esta perspectiva es la que da más densidad a nuestra oración de los Salmos, a los himnos, a las preces, y también a nuestra escucha de la Palabra. Como decía san Jerónimo: «si oras, estás hablando al Esposo; si lees, El te está hablando a ti» («oras, loqueris ad Sponsum; legis, ille tibi loquitur» (Epist.22,25). ¿No ardía nuestro corazón cuanto nos explicaba las Escrituras? Cuidar la proclamación y fomentar la escucha activa de las lecturas en nuestro Oficio Divino es uno de los «apostolados» mejores que podemos hacer en nuestras comunidades, religiosas o parroquiales. Hay un libro que puede ayudar a los que siguen el ciclo bienal del Oficio de lectura a seguir con mayor provecho todo este repaso de la Historia de la salvación. Es un libro de la Asociación Bíblica de Cataluña, y tiene por título La Biblia dia a día, Ed. Cristiandad, Madrid 1981, 927 págs (traducción del original catalán). Se trata de unos jugosos comentarios exegéticos a las lecturas del doble ciclo. Comentarios que tienden a convertir la lectura (y la exegesis) en oración y alimento de vida espiritual. Los contenidos de la fe bíblica presentados para que sean alimento y luz de la nuestra. El ideal sería que todos nosotros, como los discípulos de Emaús, cuando leemos o escuchamos la Palabra revelada de Dios, Palabra viva y siempre nueva, sobre todo en la celebración litúrgica, sintiéramos la presencia de un Cristo que se nos da en esa Palabra, iluminando nuestra existencia y haciendo arder nuestro corazón. A ver si experimentamos en nosotros mismos que «es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (DV 21). 90

LA LECTURA PATRÍSTICA J. ALDAZABAL En el Oficio de Lecturas, la oración que con un tono más meditativo hacen los ministros ordenados y muchos religiosos, así como también algunos cristianos laicos, junto a la lectura bíblica hay una lectura patrística. Es ésta una antigua tradición de la Iglesia, atestiguada al menos desde el siglo VI, en la Regla de san Benito, para la Iglesia occidental. En la celebración de la Eucaristía no se ha querido incluir ninguna lectura que no fuera de laPalabra revelada de Dios. Pero sí en la Liturgia de las Horas: cada día, en el Oficio de Lecturas, cuando no se celebra lafiestade un santo que tenga su propia lectura, llamada "hagiográfica", hacemos una patrística, después de la bíblica. Los criterios de la última reforma El Concilio dio una breve consigna respecto a las lecturas patrísticas del oficio divino: que se seleccionaran mejor (SC 92). Hay que reconocer que el leccionario que leíamos antes no se podía decir que ofreciera granriquezapara el alimento de nuestra fe. Una comisión de expertos, guiada primero por el que luego sería arzobispo de Turín, M. Pellegrino, y luego en sucesivas etapas por otros estudiosos de la patrología, trabajó con meritorio empeño desde el año 1964 en la creación de una nueva selección de lecturas patrísticas, que pudieron ofrecer ya como fruto maduro el año 1971. Entre ellos trabajaron varios españoles, como Ignacio Oñatibia (que fue durante una época presidente de la comisión) y Alejandro Olivar. No ha sido ciertamente fácil el trabajo, ni la aplicación de criterios para la necesaria selectividadencuantoaobrasque pudieran ser en verdaddeutilidad espiritual para los cristianos de hoy. 91

Sobre todo se tuvieron en cuenta ciertos criterios negativos: suprimir las páginas excesivamente difíciles, o las que se refieren a temas que ya no son de utilidad para la comunidad cristiana actual, o las que ofrecen un estilo exegético demasiado alegórico (como sucede con autores sobre todo de la escuela alejandrina), o las que reflejan polémicas ya no actuales, por ejemplo contra los judíos o los arríanos, o bien se basan en filosofías o visiones científicas ahora superadas. A la vez se respetaron unos criterios positivos: buscar más equilibrio entre los Padres orientales y occidentales, elegir escritos que nos lleven a un conocimiento más vivo de las Escrituras, obras tanto de teología como de espiritualidad que puedan presentarse a los cristianos de hoy como una escuela eclesial que alimente nuestra fe, incluyendo a los laicos que también quieran aprovecharse de esta fuente de espiritualidad. A la escuela de los mejores maestros A lo largo del año, en el Oficio de Lecturas, tenemos ahora una selección verdaderamente rica y orientadora para nuestra vida cristiana. Leemos, en primer lugar, a los llamados estrictamente "Santos Padres", de los primeros siglos, pertenecientes a una épocaque en Occidente se considera terminada en el siglo VII, con san Isidoro de Sevilla, y en el Oriente en el siglo VIII, con san Juan Damasceno. Pero además se han incluido otros escritores eclesiásticos que no han sido reconocidos como santos, como Eusebio de Cesárea y Melitón de Sardes, y otros que tuvieron problemas en su relación con la Iglesia, como Orígenes y Tertuliano, de los que sin embargo se han aprovechado escritos importantes de su etapa católica. En conjunto se trata de autores cristianos que se han distinguido por su fe y su visión sapiencial de la vida cristiana. Muchos de ellos obispos y pastores de la comunidad, otros monjes, o maestros y doctores de la fe. La mayoría pertenecen a siglos antiguos, aunque no faltan los más modernos, como san Bernardo, o santa Teresa de Jesús, o incluso textos del Concilio Vaticano II. En la próxima edición complementaria se incluirán bastantes más autores de los siglos más cercanos a nosotros. La proporción entre los escritores orientales y occidentales es ahora mucho más feliz: si antes, de los 650 pasajes sólo 24 pertenecían a Padres orientales, ahora es mucho más equilibrado el reparto. Así encontramos abundantes páginas de san Juan Crisóstomo, san Efrén, san Juan Damasceno, etc., que nos ayudan a leer la Biblia o enfocar nuestra vida cristiana desde la rica espiritualidad oriental. El autor que más leemos es san Agustín, con 82 lecturas. Otros escritores occidentales muy representados son san Ambrosio, con 25, san León Magno, también con 25, y san Bernardo, con 15. De los orientales el más leído es san Juan Crisóstomo, con 20. Del Concilio Vaticano II se han incluido 27 pasajes. 92

En la selección están presentes ante todo los Padres apostólicos, como san Ignacio de Antioquía y san Clemente de Roma, los más cercanos al magisterio de los apóstoles. También hay Padres apologistas de los primeros siglos, o escritos de catequesis mistagógicas, como los de san Cirilo de Jerusalén o san Ambrosio, o tratados teológico-espirituales como los de san Cipriano sobre el Padrenuestro o de san Agustín sobre la oración; cartas, sermones, comentarios exegéticos... Lástima que en la colección de la iglesia universal estén poco representados los escritores hispánicos de nuestros mejores siglos. Sólo cinco de ellos: san Paciano de Barcelona, san Leandro de Sevilla y san Ildefonso de Toledo, cada uno con una lectura, y san Braulio de Zaragoza y san Isidoro de Sevilla con dos.

¿Por qué leemos hoy los escritos patrísticos? Leer las páginas de los escritores eclesiásticos no es simplemente mirar el pasado. Leerles arroja luz a nuestro presente, porque hay mucho de perenne y válido en su comprensión de la fe cristiana. La actitud y la enseñanza de estos autores sigue ayudándonos en las circunstancias actuales de la Iglesia, porque nos transmiten una verdadera sabiduría cristiana, doctrina basada en la revelación pero aplicada a la historia de cada generación. Los valores de esta lectura de los escritos patrísticos, por parte de los ministros ordenados y de los religiosos, aunque también por parte de laicos más comprometidos en la oración, los describe la introducción general a la Liturgia de las Horas (IGLH). a) Ante todo, son maestros en la lectura de la Biblia. Es verdad que ha progresado mucho en los últimos tiempos la exégesis de los libros revelados, y que en ciertos autores antiguos nos encontramos con métodos de interpretación que ahora no se sostienen. Pero en conjunto, y seleccionando bien los pasajes, este repertorio de lecturas muestra una penetración muy profunda, desde la razón y la fe, en el mensaje revelado, y así nos lo transmiten a nosotros y nos enseñan a aplicar los métodos más científicos de ahora con la misma fe y vivencia práctica con que lo hicieron ellos para las circunstancias de su tiempo. La finalidad de estas páginas patrísticas en el Oficio de lecturas es que "mediante el trato asiduo con los documentos que presenta la tradición universal de la Iglesia los lectores son llevados a una meditación más plena de la sagrada Escritura y a un amor suave y vivo de la misma. Porque los escritos de los santos Padres son testimonios preclaros de aquella meditación de la Palabra de Dios prolongada a lo largo de los s i g los, 93

mediante la cual la Esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia... se afana por conseguir una inteligencia cada vez más profunda de las sagradas Escrituras" (IGLH 164). Los Padres nos enseñan a leer la Biblia, a impregnar la ciencia de fe y la fe de ciencia, y a la vez a llevar a la práctica esta visión de la Biblia muchas veces en clave de verdadera santidad. Nos enseñan a reorientar continuamente nuestra mirada de fe hacia el proyecto de vida que nos ofrece la Palabra revelada de Dios, y a aceptarla tanto en nuestra comprensión intelectual como en nuestro estilo de vida. b) Son testigos privilegiados de la tradición eclesial. La Palabra revelada de Dios es viva, se va encarnando y creciendo en la Iglesia. La lectura de los escritos patrísticos y de otros autores eclesiásticos insignes por su sabiduría cristiana y por su vida nos hace posible sentir el pulso cálido de esa comunidad cristiana, a lo largo de los siglos: "la finalidad de esta lectura es la meditación de la palabra de Dios tal como es entendida por la Iglesia en su tradición" (IGLH 163). Cada uno de ellos fue hijo de su tiempo y de su propia cultura: y en su conjunto se nos presentan como los maestros eclesiales de una fe que se ha ido viviendo en Oriente y Occidente, con una fidelidad admirable a la verdad revelada de Dios y al proyecto salvífico encarnado en Cristo Jesús. Ellos nos transmiten la vida de la Iglesia, que se basa en la revelación, pero que se encarna también en la historia. Desde siglos pasados nos iluminan y estimulan a los cristianos del siglo XX a obedecer gozosamente a la verdad revelada, a aplicar sabiamente esta verdad a las circunstancias de cada generación y de cada geografía, sabiendo discernir los valores y las pedagogías de cada momento, a la luz de la voluntad perenne de Dios. La lectura patrística no es una invitación a copiar el pas ado tal cual o a aferramos a los esquemas de siglos anteriores. El lenguaje habrá cambiado, así como la exégesis y los problemas, pero los Padres siempre serán un testimonio admirable de fe, fidelidad y pedagogía, de amor a la Palabra revelada de Dios y a la comunidad a la que servían y enseñaban. No empezamos de cero. No somos los primeros: durante veinte siglos las generaciones cristianas anteriores han intentado lo mismo que la nuestra: entender y vivir laPalabra salvadora de Dios. Para esto, los mejores maestros son ciertamente este admirable y abundante "claustro de profesores" que son los Padres y otros escritores seleccionados en nuestro Oficio de Lecturas. En este sentido se puede decir también que son maestros en la inculturación de la fe (y de la liturgia) cristiana en las más variadas condiciones históricas y geográficas. Ellos han sabido presentar el evangelio a los hombres de su tiempo. No se tratará de emplear necesariamente su mismo lenguaje para la sociedad actual, pero sí que nos ayudan a discernir lo bueno de lo no bueno, a luchar por una profundización de la fe y su encuentro con la razón y la cultura de cada tiempo. 94

c) Son maestros de vida espiritual "La lectura de los Padres... hace accesibles a los cristianos las inestimables riquezas espirituales que componen el egregio patrimonio de la Iglesia y que a la vez son el fundamento de la vida espiritual y un alimento sustancioso de la piedad" (IGLH 164). Leer a diario una página de estos escritos patrísticos supone a la larga-y todavía lo podrá ser más, con las nuevas selecciones en preparación- un sólido alimento de nuestra fe, un magisterio espiritual continuado. Obispos, doctores de la Iglesia, cristianos de todos los siglos que dan testimonio de su visión de fe, nos ayudan a entender también nosotros mejor los salmos, o las páginas del evangelio, o las condiciones de nuestra vida cristiana, o las actitudes de la verdadera oración. Nos enseñan a entender y seguir mejor a Cristo. A veces este magisterio está teñido de la heroicidad de la santidad o de la radicalidad del martirio. Otras veces se distingue por su acertada pedagogía en la transmisión de la doctrina. Y siempre nos va comunicando una especie de sentido espiritual, eclesial, invitándonos continuamente también a nosotros, desde nuestras circunstancias, a vivir el evangelio y formarnos una verdadera personalidad cristiana. De manera especial es coherente que los religiosos y los ministros ordenados alimenten su propia fe con las "mejores páginas de los autores espirituales" (IGLH 55), además de tener siempre en sus manos también la Escritura. Es bueno que los pastores actuales y los testigos de la vida evangélica se inspiren y animen con los testimonios de los pastores y los creyentes más representativos de las generaciones anteriores. Para eso se les encomienda que hagan con fidelidad el Oficio de Lectura: "cumplirán así cada día con el deber que a ellos les atañe con particular razón, de acoger en sí mismos la Palabra de Dios, con lo que crecerán en la perfección de discípulos del Señor y saborearán más a fondo las insondables riquezas de Cristo" (IGLH 29). d) Son, finalmente, guías para la vivencia del Año Litúrgico "La lectura de los Padres conduce a los cristianos al verdadero sentido de los tiempos y de las festividades litúrgicas" (IGLH 164). La selección de estas lecturas está pensada, no necesariamente en correspondencia directa con la lectura bíblica del día, sino muchas veces en relación con el espíritu del tiempo litúrgico o de la fiesta que se celebra. También aquí es admirable el magisterio espiritual que pueden representar estas páginas. Escritos de san Agustín o de san Efrén, de san León Magno o san Bernardo, nos ayudan a vivir mejor la Pascua, o nos invitan aprofundizar en lo que significa laNavidadcomo misterio de un Dios encarnado en nuestra historia, o nos recuerdan la urgencia de la conversión en el camino de la Pascua, o ilustran el sentido profundo de los sacramentos pascuales. A lo largo del año 95

nos guían pedagógicamente a vivir el misterio de Cristo. Es interesante, por ejemplo, el que en los nueve días entre la Ascensión y Pentecostés, haya cuatro lecturas de escritores occidentales, cuatro de Padres orientales, y una del Concilio Vaticano II, todas ellas invitándonos a profundizar el misterio de la donación del Espíritu por parte del Señor Resucitado. Preparando selecciones más abundantes La introducción a la Liturgia de las Horas, el 1971, prometía un "leccionario libre" con mayor abundancia de lecturas, "para que sea más accesible a los que rezan el Oficio divino el tesoro de la tradición de la Iglesia" (IGLH 161). Pablo VI, en su constitución apostólica "Laudis Canticum", anunciaba: "la lectura cotidiana de las obras de los Santos Padres y de los escritores eclesiásticos se ha revisado de modo que presenta los mejores escritos de los autores cristianos, en particular de los Padres de la Iglesia. Además, para ofrecer en medida más abundante las riquezas espirituales de estos escritores, será preparado un segundo leccionario facultativo, para que puedan obtenerse frutos más copiosos" (LC 6: cfr. Dossier CPL 42, Principios y normas de la Liturgia de las Horas, pág. 16). Más aún se invita a las Conferencias Episcopales aque preparen otros textos "acordes con las tradiciones y la mentalidad de su región, los cuales han de incluirse a modo de suplemento del leccionario libre" (IGLH 162). Ya es buena, sobre todo comparándola con la anterior, la selección que tenemos actualmente en el Oficio de Lecturas. Pero se quiere una riqueza mayor, para poder beber de esta fuente eclesial de espiritualidad. Ha habido últimamente una serie de iniciativas para dar a conocer los escritos patrísticos, poniéndolos al alcance de los cristianos que quieren prolongar su meditación bíblica con la eclesial. Estas iniciativas -por ejemplo los leccionarios que ya habían adoptado en Alemania, o los preparados por varias órdenes religiosas, o los no oficiales que habían aparecido en varios países, sobre todo en Italia- influirán en la preparación del tomo V de la Liturgia de las Horas, que en realidad serán varios volúmenes, porque a la vez ofrece un leccionario bíblico completo, bienal, y también oraciones sálmicas para cada salmo, junto con una selección mucho más amplia de escritos patrísticos. Esta vez, por lo que se trasluce de estos trabajos de preparación por parte de las comisiones pertinentes, será seguramente más amplio el abanico de siglos y de escuelas espirituales, incluyendo con mayor abundancia autores de los últimos siglos. En la Iglesia española sería también de agradecer que a los que desde aquí rezamos la Liturgia de las Horas, se nos ofreciera un repertorio suplementario basado en los muchos autores espirituales de nuestros mejores siglos, que brillaron a la vez por su santidad, su sabiduría y la pedagogía de la fe. 96

Todavía hay otra posibilidad más cercana: "en el Oficio de Lectura, en lugar de la segunda lectura asignada a un día determinado, podrá elegirse, por un motivo justo, otra lectura del mismo tiempo litúrgico, o tomada del libro de la Liturgia de las Horas o del leccionario libre. Además, en las ferias del tiempo ordinario, y si se considerase oportuno, incluso en los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, se puede hacer una lectura casi continua de alguna obra patrística, en consonancia con el espíritu bíblico y litúrgico" (IGLH 250).

Pistas de pastoral a) Es verdad que algunas veces las lecturas patrísticas nos pueden parecer difíciles en su lenguaje y en su temática, a pesar de las mejoras ya introducidas en la última reforma. Hay que hacer con respecto a ellas un esfuerzo de familiarización como el que hemos realizado con las lecturas bíblicas o los salmos. Para aprovechar en toda su profundidad este tesoro de alimento de fe, conviene "estudiar" también a los Padres. Una breve introducción, a modo de monición, podría ayudarnos a entender la situación histórico-geográfica de los varios escritos y autores. Sobre todo cuando la lectura de una obrapatrística se prolonga durante varios días, como es el caso del tratado de san Agustín sobre la oración, o el más largo todavía sobre los pastores, así como el de san Ambrosio sobre los sacramentos. El título que precede a estos pasajes ya suele resumir bien su tema central y su espíritu. Pero una monición preparada con cuidado puede introducirnos mejor todavía en la lectura, situándola en su tiempo, en su cultura, y a la vez acercándola a nosotros, destacando la lección espiritual, teológica o pastoral que nos da y por la que seguramente ha sido seleccionada para nuestro rezo. Hay una obra que ayuda mucho en este sentido: J. FABREGAS, A. OLIVAR,La veu deis Pares de l'Església en laLitúrgiade lesHores, Regina, Barcelona 1981,228 págs. (ojalá se tradujera al castellano también). Ofrece una introducción a cada uno de los autores que leemos en el oficio de Lectura, situando las páginas seleccionadas con un tono a la vez histórico y pastoral. b) Una palabra a los ministros ordenados. Como con frecuencia suceden en nuestra vida viajes de ida y vuelta, pudiera ser que el "prestigio" del Oficio de Lectura hubiera bajado en nuestro aprecio y estemos buscando otros caminos de oración que nos parecen más provechosos. Sin descartar estos otros medios, a la hora de programar nuestra meditación, lectura espiritual y oración, la primacía la tendríamos que conceder ciertamente a la Liturgia de las Horas bien saboreada. En concreto, el Oficio de Lectura es nuestra más 97

conveniente hora de meditación, con la página bíblica y la patrístico-eclesial. Y lo será más todavía, cuando tengamos a mano el volumen complementario con mayor riqueza, tanto bíblica como patrística. Una lectura hecha con el tono cultual, litúrgico, que supone el Oficio de Lectura. Una lectura preocupada no tanto por la ciencia exegética o patrística, sino por la respuesta de fe que esos mensajes suscitan en nosotros. Esa es la finalidad de los responsorios, que hacen eco y prolongan la idea central del pasaje. Es una lectura que es a la vez oración. Y esta es una combinación que nos puede resultar particularmente animadora en nuestra vida ministerial y alimentadora de nuestra fe.

HIMNOS Y CÁNTICOS

c) Una última palabra a modo de protesta amable. Ha salido de Roma -la Congregaciónpara la Educación Católica- un documento sobre la enseñanza de la patrología en los Seminarios. Junto apáginas iluminadas, que ponen bien de relieve la actualidad y la riqueza de este estudio, y junto a la invitación a una docencia seria tanto de la patrística como de la patrología, notamos una laguna muy evidente. No se dice ni una sola palabra a lo largo del documento sobre el hecho de que esas obras patrísticas tienen un lugar tan privilegiado en la Iglesia, para la vida de los ministros y de los religiosos, como es nada menos que la liturgia, en el Oficio de Lectura. ¿No es éste precisamente el momento en que esta literatura patrística se nos acerca más, y además con una actitud espiritual muy preparada a gustarla? ¿no es el contexto litúrgico el mejor para que sea eficaz el magisterio espiritual que los Padres están destinados, a ejercer para la comunidad cristiana?

EL HIMNO J. ALDAZABAL "Los himnos, que según una antiquísima tradición formaban parte del Oficio, conservan ahora también su importancia" (IGLH 173). Uno de los elementos más populares del rezo de las horas es esta composición poética, que expresa nuestra alabanza al principio de la celebración y nos prepara para lo que sigue -salmos, cánticos bíblicos, lecturas, preces- con su estilo más adaptado a la propia sensibilidad, porque el himno es creación de la comunidad cristiana: "no sólo han sido destinados (los himnos) expresamente, por su naturaleza lírica, para la alabanza de Dios, sino que constituyen una parte popular, y aún más, casi siempre ponen más de manifiesto el carácter diferenciante de las Horas o de cada una de lasfiestas"(IGLH 173). ¿Himnos, sí o no? Llamamos "himnos" estrictamente a las composiciones que no son bíblicas, sino creación de las varias generaciones eclesiales. Y en la Biblia encontramos himnos que llamamos "cánticos": así en Laudes proclamamos cánticos del A.T., aparte de que ya muchos salmos tienen también un carácter hímnico. En el N.T., además de los "cánticos" que también han encontrado ahora lugar en Vísperas, tomados del Apocalipsis o de algunas cartas apostólicas, y de los himnos evangélicos del "Benedictus" y el "Magnificat", podríamos descubrir otros que compuso aquella primera generación, exprés ando poéticamente su comprensión de la Historia de la Salvación, o de la persona de Cristo, o del estilo cristiano de la vida. Así podemos citar pasajes como 2 Tm 2,11-13 ("si con él morimos, viviremos con él..."), Ef 5,14 ("despierta, tú que duermes..."), Rm 8 ("¿Quién nos separará del amor de Dios?") o apostólicos, que han sido musicados por autores como Deiss, Kiko Arguello y Cois.

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Llamamos "himnos" más propiamente a los compuestos por las generaciones siguientes: los llamados "salmos idióticos", o sea, compuestos por nosotros, no inspirados ("idios" significa "propio", e "idiota" es el que está encerrado en sí mismo...). Conservamos algunos de estos himnos de las primeras generaciones: por la tarde, "Oh Luz gozosa" (en griego "fos hilaron"): para la mañana el "Gloria a Dios en el cielo" (ahora incluido en nuestra Misa, pero en Oriente reservado a la oración matutina), etc. Ya Pablo se refería a los "salmos, himnos y cánticos espirituales" (Col 3,16), y el gobernador Plinio describía la reunión cúltica de los cristianos en su tiempo (alrededor del año 100) afirmando que cantaban cantos a Cristo como a Dios ("carmenque Christo quasi deo dicere"). También se nos han conservado las famosas "Odas de Salomón", como fruto de la vena poética de los primeros cristianos. Pero no era bien visto por todas partes el que aparte de los salmos y cantos bíblicos se compusieran otros propios. Hacia el año 200 hubo una reacción, sobre todo en Roma, contra todo lo no bíblico, entre otras cosas porque estas composiciones se prestaban a ser vehículos de errores gnósticos (o después, arrianos). Esta suspicacia contra los himnos duró bastante tiempo. El concilio de Laodicea (a mediados del siglo IV) los prohibe. El de Braga, en Portugal, el año 561, sigue prohibiéndolos. Mientras que algunos concilios como el de Tours, en Francia, en el mismo siglo VI, ya hablan bien de ellos, y el de Toledo, en España (IV concilio, del año 637) los defiende explícitamente y los recomienda para la oración cristiana. Este es el motivo por el que no tenemos himnos en el Triduo S anto: porque estos días más venerables conservaron a lo largo de los siglos las estructuras más antiguas, y al principio carecían de himnos. A pesar de que las regiones vecinas (las Galias, Milán) y sobre todo el Oriente, si los admitían, y san Benito, en el siglo VI, había incluido himnos (sobre todo de san Ambrosio) en el Oficio Divino de sus monjes, Roma siguió reticente respecto a ellos, hasta más o menos el siglo XII, en que sí entraron definitivamente.

"Ubi caritas" o "Veni Creator", han pasado a través de los siglos a ser composiciones más apreciadas de las diversas generaciones, también de la nuestra. En la Edad Media hubo luego una verdadera proliferación de himnos (hasta treinta mil se conservan). De entre ellos un benedictino de Montecassino, A. Lentini, ha estudiado y editado cerca de trescientos, que son los que han pasado a laedición titpica latina de la nueva Liturgia de las Horas (Te decet hymnus. L'innario delta Liturgia Horarum, Vaticano 1984), un precioso tesoro de oración y de belleza literaria (hay, por ejemplo, ocho himnos de san Ambrosio, diez de Prudencio, nueve de san Pedro Damián). Estos himnos latinos han tenido una ventaja que no tendrán los nuevos de ahora: contituían una serie única, que cada año se repetía en todas las comunidades cristianas. Así, en Cuaresma, todos cantábamos "Audi, benigne Conditor". Ahora hay una dispersión, no sólo entre comunidades de distinta lengua, sino también en las de la misma, porque el repertorio no es obligatorio. Los himnos latinos antiguos fueron objeto, en el siglo XVII, de una reforma lingüística, que quería recuperar la pureza del latín clásico. Esta iniciativ ala llevó a cabo el papa Urbano VIII, asesorado por latinistas de la época. Alguien dijo, juzgando el excesivo celo de esta comisión, que lo que se ganó en estilo latino se había perdido en piedad y unción ( "accessit latinitas et recessit pietas"). Ahora, en la reforma conciliar, se ha querido corregir esta rígida sujeción a las formas latinas, para permitir el espíritu original de los autores de estos himnos. La consigna del Concilio fue: "restituyase a los himnos, en cuanto sea conveniente, la forma primitiva, quitando o cambiando lo que tiene sabor mitológico o es menos conforme al a piedad cristiana" (SC 93). En larevista Oración de las Horas, en su sección "El tesoro de los himnos", F.X. Aróztegui está ofreciendo a partir de 1988, unos comentarios a los himnos latinos principales de entre los que se conservan en el rezo latino: "Audi, benigne conditor", "Ad cenam Agni providi", "Ave, tnaris stella", etc.

Proliferación de himnos latinos En Oriente gozó de gran aprecio el género de los himnos para las celebraciones cristianas. Autores como san Efrén, san Basilio, san Gregorio Niceno y san Juan Crisóstomo, han dejado una riqueza grande de composiciones hímnicas para sus comunidades. Últimamente se ha dado a conocer más entre nosotros el famoso himno mariano"Akathistos" (que publicamos íntegramente en Oración de las Horas 3 (1985). En Occidente fue sobre todo san Ambrosio de Milán el que en el siglo IV acertó con un género de himnos de bella factura latina, pero a la vez populares, que resultaron un medio pastoral de primer orden para luchar contra los arrianos. Himnos como "Aeterne rerum conditor", "Splendorpaternae gloriae", de san Ambrosio, "Lux ecce surgitaurea", de Aurelio Prudencio, "VexillaRegisproduent" ,de Venancio Fortunato, y otros más tardíos, de la era carolingia, como el "Ave Maris stella", "Satabat Mater", 100

Himnos en cada lengua Ahora tenemos dos series de himnos: los latinos, que se incluyen en apéndice en los volúmenes del Oficio, y los que se preparan en las diversas lenguas: aquí, en España, nada menos que en cuatro: castellano, catalán, euskera y gallego. "En lo referente a la celebración en lengua vernácula se les concede a las Conferencias Episcopales la facultad de adaptar a la naturaleza de la propia lengua los himnos latinos, y asimismo la de introducir como himnos nuevas composiciones poéticas, siempre que estén acordes plenamente con el espíritu de la Hora, del tiempo o de la festividad" (IGLH 178). Este ha sido, y sigue siendo, un reto notable ala creatividad de cada lengua. Los himnos, precisamente por su carácter poético y popular, van en lengua viva, y exigen 101

un trabajo enorme para ir creandoun repertorio tanto literario como musical para cada lengua. Se hizo famosa la reunión en Alba de Tormes, el año 1970, para programar la composición de los nuevos himnos en castellano: allí se encontraron buenos poetas (Vivanco, Rosales, Muelas, Murciano, Blanco Vega) músicos (Bernaola), escrituristas (Mateos, Aonso Schókel), teólogos (Olegario Gonzáles) y liturgistas (Martín Patino y el card. Tarancón como presidente entonces de la Comisión Episcopal de Liturgia). Ahora en la Liturgia de las Horas hay unos 270 himnos en castellano. (Es interesante seguir las etapas y los criterios de su preparación en los varios escritos de B. Velado, por ejemplo, en el núm. 130 de Phase (1982)325-335). Estos himnos actuales son fruto de diversos criterios: a) los latinos quedan en apéndice, como material todavía válido en algunos ambientes; b) algunos son traducción de los latinos: aunque en general no se ha querido traducir oficialmente todos los himnos, como por ejemplo se ha hecho con los salmos, algunos sí lo han sido, como el "Pange lingua" ("Que la lengua humana"), "Stabat Mater" ("La Madre piadosa estaba"), el "Te Deum" ("A ti, oh Dios, te alabamos"); c) otros han sido re-creados a partir del texto latino: así "Cruxfidelis" ("Oh Cruz fiel"); d) se han admitido también una serie de poemas, herencia de la poesiareligiosa y mística de nuestros grandes poetas clásicos: Lope de Vega, santa Teresa, Fr. Luis de León, san Juan de la Cruz ("No me mueve, mi Dios, para quererte", "Pastor que con tus silbos amorosos", "Nada te turbe"...); e) hay himnos que se han traducido de otras lenguas: el himno de las creaturas de san Francisco ("Omnipotente, Altísimo, Bondadoso Señor"), o de autores como Deiss ("Acuérdate de Jesucristo") o Rimaud ("Quédate con nosotros"); f) entran también cantos muy populares que pueden considerarse como himnos ("Cantemos al Amor de los Amores", "Salve oh Madre"); g) y finalmente, se han creado no pocos himnos nuevos, sobre todo parte de J.L. Blanco Vega, B. Velado, o de otros poetas modernos como Panero y Gerardo Diego. No es uniforme lacalidad de todo este material. Hay composiciones muy buenas y otras más decadentes. Lo bueno es que no se considere cerrado el repertorio, sino que la productividad siga, y la lucidez acompañe tanto a los poetas como a los músicos, y también a los que para cada comunidad seleccionan los himnos más adecuados. Si la introducción a la Liturgia de las Horas ya daba la consigna de que "se ha de evitar cuidadosamente el que sean admitidas canciones (mejor "cancioncillas" porque el latín decía un poco despectivamente "cantiunculae") populares carentes de todo valor artístico y no consentáneas verdaderamente con la dignidad de la liturgia" (IGLH 178), este criterio se ha de emplear para los que organizan oficialmente los repertorios y también para lo que hacen uso de ellos en cada comunidad. En la revista "Oración de las Horas" hay un autor que nos va ofreciendo composiciones poéticas de valor: Rufino Grández, capuchino. A lo largo de estos años, y motivando sus contenidos y sus finalidades, nos ha ido proponiendo himnos que ciertamente tienen contenido, y que en buena parte han sido también musicalizados por 102

su hermano de Orden F. Aizpurúa. Es un ejemplo a seguir, para que desde una abundancia de composiciones se pueda ir creando un "himnario" de calidad, que no se hace en un par de años. De los miles de himnos latinos que se conservan de siglos pasados, unos trescientos han sido escogidos para el "himnario" latino actual, según la obra de Lentini. Algo parecido pasará en la "criba" de los nuevos. Tanto en catalán como en castellano aparecen ahora los "Himnarios" musicados, con la aportación de diversos compositores sobre las letras oficiales de la Liturgia de las Horas.

Finalidad del himno a) Un himno, ante todo, se considera como una expresión poética de alabanza. A veces, muestra admiración ante la obra salvadora de Dios. Otras, confiesa la fe y la adhesión a El. Con imágenes poéticas narra la historia o los valores de una fiesta, de una persona, señala el estilo de la vida cristiana o las actitudes de una comunidad. Sobre todo alaba a Dios. En general "la Liturgia de las Horas extiende a los distintos momentos del día la alabanza y la acción de gracias... que se nos ofrecen en el misterio eucarístico" (IGLH 12), "con la alabanza que a Dios se ofrece en las Horas, la Iglesia canta asociándose al himno de alabanza que perpetuamente resuena en las moradas celestiales" (IGLH 16), porque "Cristo Jesús introdujo en este exilio terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales" (IGLH 3). Es Cristo el que entona himnos de alabanza a Dios. La Iglesia continúa y hace oir ahora ese mismo himnos de alabanza, y con eso ya anticipa y pregusta (ensaya, afinando) el himno de alabanza que es el propio de la comunidad ya salvada definitivamente en el cielo. Este himno de alabanza, "siguiendo la norma de tradición, termina con una doxología que, de acuerdo con la costumbre, se dirige a la misma persona divina a la que se dirige el mismo himno" (IGLH 174). Aunque a veces no deja de parecer un poco violento o ficticio el añadir una doxología trinitaria, cuando difícilmente coincide en su ritmo y en su temática con las estrofas anteriores. b) El carácter introductorio del himno no es el único posible. También podría cumplir una función de profundización y prolongación poética de lo ya escuchado y orado: hasta la presente reforma el himno, en Laudes y Vísperas, seguía a la salmodia y a la lectura (y su homilía). Un himno puede muy bien resumir y desarrollar el mensaje escuchado anteriormente. También puede ser la pieza conclusiva de la oración, como por ejemplo el "Te Deum" al final de la Hora de Lecturas, concluyendo así el Oficio con una alabanza solemne, poética, a Dios. Pero se ha preferido, en la presente reforma, dar al himno normalmente una función introductoria, de obertura a toda la oración. El himno se ha puesto al principio: así puede estimular, despertar la fe, sugerir actitudes propias de la hora o de la fiesta, antes de entrar en el corazón del Oficio. "El himno está situado de forma que dé a cada 103

Hora una especie de colorido propio y también, sobre todo en la celebración con el pueblo, el comienzo de la oración resulte más fácil y se cree un clima más festivo" (IGLH 42). Es una pedagogía, aunque no se la única. c) Una de las características del himno es que puede dar color a la oración según cuál sea el tiempo litúrgico del año (Pascua, Adviento) o la fiesta que se celebra (una fiesta mariana, o de los apóstoles...). También puede introducir oportunamente la oración según la hora del día en que tiene lugar. Así la hora de Laudes queda ya retratada en su himno si está bien elegido: la aurora, la nueva luz del sol, la Luz verdadera del Resucitado, suelen ser los temas de estos himnos. En latín ya estábamos acostumbrados a esta temática: "tu lux refulge sensibus I mentisque somnum discute" (brille a nuestros ojos tu luz, despierta nuestras mentes dormidas). Los himnos nuevos nos ayudan también a entrar en las mismas actitudes: "Alegre la mañana que nos habla de ti"... Los latinos hablaban del gallo como pregonero del día: "preco diei iam sonat... gallus iacentes excitat". Aunque ahora según dónde no oigamos el despertador del gallo, la idea de un día empezado con entusiasmo, a la luz de Cristo Resucitado, sigue siendo válida. En Vísperas, al caer de la tarde, los himnos han jugado siempre con la imagen de una luz cósmica que se va, pero con la confianza que el Sol verdadero, Cristo, no nos deja. Es una hora en que poéticamente cantamos a Dios: "Te lucis ante terminum", "Hora de la tarde", "Nacidos de la luz", "Qué ves en la noche, dinos centinela", "Oh Luz gozosa"... De noche la oración se motiva ya desde el himno: "Nocte surgentes vigilemus omnes", decíamos en latín. Ahora no es menos iluminador que cantemos: "La noche no interrumpe tu historia con el hombre". La hora intermedia tiene en sus himnos la alusión al Espíritu, en Tercia, o al trabajo y las dificultades del día en Sexta y Nona. Siempre el criterio será que "a cada una de las Horas se le asignan diversos himnos y oraciones, de forma que, conforme a la tradición, concuerden de verdad con el momento del día y se facilite mejor la santificación de cada Hora" (IGLH 80). Estos himnos van "interpretando" el tiempo cósmico de nuestro reloj a la luz de la historia del amor salvador de Dios y del acontecimiento de Cristo. Toda la jornada la vivimos desde Dios y ante Dios, en alabanza y compromiso gozoso. Con palabras griegas podríamos decir que el "chronos" (el tiempo cósmico, natural) lo vivimos como "kairós" (momento concreto de encuentro con el amor salvador de Dios). Sugerencias concretas La introducción a la Liturgia de las Horas describe las características del himno en nuestra celebración de las Horas: "no sólo han sido destinados expresamente, por su naturaleza lírica, para la alabanza de Dios, sino que constituyen una parte popular, y aún más, casi siempre ponen más de manifiesto el carácter diferenciante de las Horas o de cada una de las fiestas, que las otras partes del Oficio, a la vez que mueven e incitan los 104

ánimos a una celebración piadosa. Dicha eficacia se ve aumentada a menudo por la belleza literaria" (IGLH 173). a) El himno es, pues, un elemento popular, lo que significa que en principio es asequible al pueblo. Popular no significa superficial o devocionalista o sentimental. Significa que la fe, y los valores de nuestra salvación, los expresamos con un lenguaje accesible al pueblo, porque está pensado no como traducción del latín, necesariamente, sino desde la propia cultura y mentalidad. Luego vendrán en el Oficio otros elementos que no podemos cambiar, y que resultan a veces más difíciles (salmos, lecturas, cánticos). Pero el himno debería ser "popular" en el buen sentido de la palabra. b) Además, es un elemento poético. Las preces, las lecturas o la homilía no tienen por qué ser poéticas. El himno (y los salmos), sí. No toda poesía es himno (hay poesías meditativas, o de lamento) pero sí todo himno es poesía. Se distingue por su ritmo, por sus imágenes, por la métrica de sus versos, por el lenguaje lírico, el himno hace que cantemos la Navidad o la Ascensión con imágenes poéticas, y no con prosa didáctica. Hay formas y formas de decir que María es laMadre del Señor o que Jesús ha resucitado o que en Cuaresma nos encaminamos hacia la novedad de la Pascua. Un himno está hecho de admiración, poesía, alabanza, intensidad de sentimientos, imágenes, ritmo. El himno es en el Oficio "el principal elemento poético introducido por la Iglesia" (IGLH 173). c) El himno pide normalmente ser cantado. Si hay un elemento que en nuestro Oficio es coherente que cantemos, ése es el himno. Cantando, expresamos muchomás profunda y eficazmente nuestros sentimientos y alabanzas. Ya san Agustín definía el himno como "cantus cum laude": es alabanza pero con canto; es canto, pero en plan de alabanza. "Los himnos de por sí están destinados a ser cantados, y por ello, se aconsejaque en la medida de los posible, sean proferidos de es ta forma en la celebración comunitaria" (IGLH 280). Sería bueno que en nuestro creciente repertorio de himnos prevaleciera el género de himnos estróficos, sin recurrir siempre a lamisma forma responsorial que empleamos en el salmo de la Misa, o a los estribillos con que se resuelven muchos cantos populares. Un himno, normalmente, es cantado en sus diversas estrofas por todos, tal vez devididos en dos coros. Aunque no sería absurdo que un proclamara, con o sin música suave de fondo, en plan poético, el texto hímnico, escuchándolo todos en silencio: esto es un recurso para cuando no se sabe cantar un himno y se quiere a toda costa "aprovechar" su texto. Pero laflexibilidadque hay para elegir entre varios himnos, puede facilitar el que siempre pueda ser cantado. Con la condición de que a la vez tomemos el compromiso que en los próximos años debemos ir ampliando el repertorio de los himnos que sabemos cantar. d) Lo que sí debemos cuidar son los criterios con los que seleccionamos el himno, dentro de ese margen de libertad que ahora se nos concede. No se trata de un 105

canto cualquiera. No es que "toque cantar" para empezar con cierta pedagogía. Un himno debe ser un canto con sustancia, que en verdad nos "introduzca" en la oración del día, de la hora, de la fiesta. No hace falta que sea bíblico (mejor que no, para que se vea la progresión que existe desde nuestros textos hacia los bíblicos de la salmodia y los cánticos y el evangelio). Pero sí debe ser algo consistente en letra y música, que sean apropiados al día y a la hora: himnos de la mañana y la tarde, himnos de Adviento, Cuaresma y Pascua, himnos de santos. El domingo los himnos no deben tener el mismo color que un lunes cualquiera: es el triunfo pascual de Cristo el que cantamos en domingo, no con un tono penitencial o laboral. En el Tiempo ordinario tenemos unos himnos, pero estos callan en Navidad, porque deberíamos tener otros, hasta que logremos aquella sana pedagogía que ya existía en latín: que unos himnos se conviertan poco a poco en característicos de un tiempo del año. *

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Los himnos ofrecen un buen campo, todavía, para la creatividad de nuestros poetas y músicos. En cada lengua, en los próximos años -decenios- debería hacerse un esfuerzo, o continuar con el que ya se está haciendo, de modo que las generaciones siguientes puedan recibir de nosotros un "himnario" tan rico y consistente como el que nosotros habíamos recibido del latín, aunque hayamos decidido en nuestra generación crear uno propio, además de conservar el latino. Sería también interesante que fueran objeto de estudio estos himnos que tenemos, tanto los latinos de la edición de Lentini, como los más de 25o himnos que ahora se han incluido en cada de las varias lenguas de la Liturgia de las Horas.

EL INVITATORIO J. ALDAZABAL El invitatorio es "el principio de todo el curso de la oración cotidiana, es decir, que antecede a los Laudes de la mañana o al Oficio de Lecturas, según que se comience el día por una u otra acción litúrgica" (IGLH 35). Consiste en una invocación dialogada: "Señor, ábreme los labios. Y mi boca proclamará tu alabanza", seguida de un Salmo, normalmente el 94, recitado o cantado en forma responsorial, con una antífona que va cambiando según las fiestas y los tiempos. Una buena manera de comenzar el día Este Salmo invitatorio, el elemento inicial del Oficio, parece de origen monástico, y en verdad tiene particular sentido cuando rompe el largo silencio de la noche y da comienzo a la alabanza de los monjes. San Benito ya incluyó el Salmo 94 como invitatorio en su Oficio. Actualmente se entiende que si la oración empieza por el Oficio de Lecturas, normalmente le antecede este invitatorio. Pero "cuando el Salmo invitatorio hubiera de preceder a los Laudes, podría omitirse si se juzga oportuno" (pro opportunitate omitti poterit: IGLH 35). Entonces, si se suprime esta introducción, los Laudes empezarían sencillamente con la invocación "Señor, ábreme los labios...", pasando directamente al himno. Ante todo, es bueno que ahora el invitatorio se anteponga, no necesariamente a la hora de Lecturas (antiguo Maitines), sino al rezo que en realidad sea el primero del día, que muy bien puede ser Laudes. La "relativización" del invitatorio, en este caso, se debe a que Laudes ahora empieza con el himno, cosaque antes de lareformano sucedía (el himno estaba situado

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después de la lectura bíblica). El himno viene a ser también un elemento introductorio de la oración. Por tanto, para evitar el posible duplicado, se deja libertad para hacer o no el Salmo invitatorio. Sobre todo cuando además se une la celebración de Laudes con la de la Eucaristía. Además hay otro motivo: empezar el rezo con un Salmo, que es Palabra bíblica, les parece a algunos que es menos conveniente si luego va a seguir inmediatamente un himno, que no es Palabra revelada, sino creación eclesial y popular. Parece pedagógico el que se conserve en lo posible la progresión, desde la palabra humana, introductoria, hacia la Palabra revelada, centro de la celebración. Aunque este Salmo invitatorio también en la Biblia está considerado como introductorio. Señor, ábreme los labios Con todo, aunque no sea tan importante, e incluso no sea obligatorio en el caso de Laudes, el Salmo invitatorio puede resultar un valioso elemento "despertador" al inicio de la oración personal y comunitaria. Es bueno que la primera actitud de un cristiano o de una comunidad cristiana, al empezar la jornada, sea de alabanza a Dios. La invocación es del Salmo 50: "Señor, ábreme los labios, y mi boca proclamará tu alabanza" (Sal 50,17). Con ella empezamos la oración y podemos decir que todo el programa del día. Ojalá sigan abiertos los labios a lo largo de las veinticuatro horas para continuar alabando a Dios, y de paso, para alabar también a otras personas (eso de alabar no se estila mucho, y tendría que pasar fácilmente de la oración litúrgica a la comunicación entre las personas). El pequeño gesto que acompaña estas primeras palabras -con el dedo pulgar trazamos una cruz sobre nuestros labios- quiere recordarnos que este don maravilloso de la voz y del lenguaje lo vamos a poner, ante todo, a disposición de Dios. Los cuatro Salmos invitatorios El Salmo 94 es el que normalmente se indica para este invitatorio. Y es en verdad particularmente apropiado por sus dos ideas centrales, la alabanza ("Venid, aclamemos al Señor") y el compromiso de prestar nuestra atención a la Palabra que escucharemos ("ojalá escuchéis hoy su voz"). Es un Salmo con el que nos invitamos unos a otros y nos damos ánimos para que no sea mezquina nuestra alabanza, sino entusiasta ya desde la mañana. Como reza su título, es una "invitación a la alabanza divina". Ya para los judíos, en su sinagoga, era éste un Salmo introductorio al comienzo del sábado. No es extraño que muy pronto, y en casi todas las liturgias de la Iglesia, se eligiera como arranque de la alabanza diaria. Debe de ser uno de los Salmos que tiene en el N.T. la cita y el comentario más largo, en Hebreos 3-4, sobre todo hablando del "descanso" ó "reposo" aque Dios nos invita, como invitó a Israel. Por eso se resumen en la Introducción de la Liturgia de las Horas estas tres características del Salmo 94: "diariamente invita a los fieles a cantar las alabanzas 108

de Dios y a escuchar su voz, y los estimula a esperar anhelantes el descanso del Señor" (IGLH 34). El Salmo 99 es un himno procesional, alegre, de alabanza a Dios, mientras la comunidad de los fieles o de los peregrinos entraen el Templo: "Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores". Es una alabanza que quiere abarcar a toda la tierra. El título lo retrata así: "alegría de los que entran en el templo", y la frase patrística que lo acompaña, que es de san Atanasio, lo define como "himno de victoria de los redimidos". Tiene todo el aire de un "introito" optimista con el que se inicia de modo estimulante la oración de la mañana. El Salmo 66 también puede utilizarse como invitatorio: "El Señor tenga piedad y nos bendiga... Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben"... En su origen era un canto de acción de gracias por la cosecha recogida ("la tierra ha dado su fruto"). El mérito es de Dios, que ha prodigado su bendición. Quiere también convocar a una alabanza universal: "que todos los pueblos alaben al Señor" (título), "la salvación de Dios se envía a los gentiles" (cita de Hch 28,28). Finalmente, está el Salmo 23, también incluido en este grupo de cantos de invitación: "Del Señor es la tierra y cuanto la llena...". El título lo describe bien: "entrada solemne de Dios en su templo", lo que ya da idea de su tono de "liturgia dialogada" a las puertas del Templo de Jerusalén, ahora entendida en cristiano, como invita la frase de san Ireneo: "las puertas del cielo se abren ante Cristo que sube al cielo".

Capacidad de admiración y alabanza La actitud fundamental que estos Salmos expresan y quieren alimentar en los que empiezan así la oración (y'el trabajo) de la jornada es ante todo la de alabanza a Dios: "venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva... dándole gracias... con cantos... bendiciendo al Señor" (Sal 94), "aclama al Señor, tierra entera... con alegría... con vítores... con acción de gracias, con himnos... dándole gracias y bendiciendo su nombre" (Sal 99), "que canten de alegría las naciones... que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben" (Sal 66). No se trata meramente de un deber, de una obligación cumplida, sino de una alabanza gozosa, entusiasta, con vítores y cantos. No es palabra oficial de siervos, sino alabanza de hijos. Una alabanza que está pensada precisamente para el comienzo de una celebración: "entrad en su presencia con vítores... entrad por sus puertas dando gracias... por sus atrios con himnos" (Sal 99). Los que cantaron esto en su origen lo hacían porque sentían el gozo de entrar en el Templo de Jerusalén. Nosotros entramos en la oración y en la vivencia del día, y nos sentimos también en los atrios del Señor y miembros de su familia. "Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob" (Sal 23). 109

No está mal que de buena mañana, y aunque no siempre nos sintamos eufóricos nada más levantarnos, el Salmo invitatorio nos haga expresar sentimientos optimistas, a ver si nos sirven de despertadores, y aumentan nuestra capacidad de asombro, admiración y alabanza.

Ojalá escuchéis hoy su voz La actitud de alabanza gozosa no agota todo lo que estos Salmos nos invitan a decir.

La grandeza y la bondad de nuestro Dios Estos Salmos nos dicen muy expresivamente cuáles son los motivos de la alabanza a la que nos invitan. a) Ante todo, porque Dios es grande; es el Señor, el creador, nuestro Dios y Señor. Las palabras se suceden con matices acumulados de admiración: "la Roca que nos salva... el Señor es un Dios grande... soberano de todos los dioses... tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes, suyo es el mar, él lo hizo... el Señor es Dios... él nos hizo y somos suyos" (Sal 94), "riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra" (Sal 66), "del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes, él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos... va a entrar el Rey de la Gloria, el Señor, héroe valeroso" (Sal 23). Que unos cristianos, al inicio de su jornada, manifesten con estos cantos su fe en la grandeza de Dios es muy saludable: el Dios transcedente, el que ha hecho los cielos y la tierra, el que nos ha salvado, ése es el Dios a quien seguimos, servimos y alabamos. En particular tiene interés el que se subraye aquí el aspecto de creación cósmica, ahora que hay en todas partes una cierta vuelta a la naturaleza. Todo con sentimientos de confianza, pero también de humildad: ante la grandeza de Dios no cabe otra postura radical más que la adoración admirada. En la Eucaristía lo repetiremos con el canto del Sanctus: "llenos están el cielo y la tierra de tu gloria". Para nosotros no hay, no puede haber, otros "dioses", aunque oigamos sus voces halagadoras a lo largo del día. El Señor es nuestro Dios. A El le entonamos ahora nuestros cantos, y a El queremos servir a lo largo de las veinticuatro horas de la jornada. b) Pero además de ser grande, nuestro Dios es también cercano y amable: "él es nuestro Dios y nosotros su pueblo y el rebaño que él guía" (Sal 94), "él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño; el Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades" (Sal 99), "la tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios" (Sal 66). Si para los salmistas de entonces estos motivos eran válidos para una alabanza entusiasta, ahora, desde la perspectiva del Nuevo Testamento y del acontecimiento de Cristo, tenemos muchos más motivos para empezar el día con alegría y entusiasmo. Así nos lo recordarán otros elementos de la celebración de Laudes: el comienzo de un día nos recuerda siempre la "nueva creación", la Resurrección de Cristo Jesús, que da sentido a toda nuestra oración y a toda nuestra existencia. 110

Hay también la actitud de petición: a ese mismo Dios que ha hecho tantas maravillas y que nos ha enriquecido con su bendición, le pedimos que nos siga bendiciendo, porque intuimos que durante el día lo vamos a necesitar: "el Señor tenga piedad y nos bendiga... que Dios nos bendiga" (Sal 66). Necesitamos que durante todo el día nos mire benigno, que "ilumine su rostro sobre nosotros" (Sal 66). Pero sobre todo hay en estos Salmos una palabra de exigencia. A mitad del Salmo 94 cambia el tono. De la alabanza se pasa a una invitación seria: "ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el corazón como en Meribá". La experiencia negativa (o la interpretación negativa que este Salmo hace) de la travesía del desierto por parte del pueblo de Israel se convierte en un aviso para nosotros. "Nuestros padres" del desierto dudaron de Dios, le tentaron, tenían un "corazón extraviado", "no reconocieron sus caminos", y por eso no merecieron entrar en el descanso de Dios, la Tierra Prometida. Esta es la idea que el autor de la carta a los Hebreos desarrolla más a modo de homilía, para que los cristianos lectores no desoigan su exhortación. El "hoy" es importante para no perder el "reposo" que Dios nos tiene prometido. La exhortación/amenaza del Salmo 94 forma parte también del Invitatorio con que empezamos nuestra jornada: para que "escuchemos" la voz de Dios y no "endurezcamos" nuestros corazones, porque también nosotros podemos sentir la tentación de escuchar otras palabras que nos gustarán más y desconectar cuando estemos oyendo la proclamación de la de Dios. El Salmo 23 nos pone igualmente ante un examen de conciencia: "¿quién puede subir al monte del Señor? ¿quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso...". Precisamente porque estamos convencidos de la grandeza y de la bondad de Dios, nuestro Señor, es lógica esta exigencia de santidad. Está bien que se nos recuerde esto, por medio del Salmo invitatorio, al comienzo del día. Como la celebración de la Eucaristía empieza con un acto penitencial, la Liturgia de las Horas tiene también, además del de alabanza gozosa, este toque de exigencia moral para nuestra oración y nuestra jomada. El color de las fiestas y los tiempos Una particularidad pedagógica que tienen estos Salmos invitatorios es el modo responsorial de su realización, basándose en una antífona o estribillo, que va variando según los días. 111

Páralos domingos y ferias, consta ya en el Salterio cuál es la antífona a decir. Para las fiestas y solemnidades está en el propio. Para las memorias de los santos se puede elegir entre la que trae el común de santos o la de la feria. Son antífonas que decimos o cantamos al principio y que luego repetimos intercalándolas a cada estrofa del S almo elegido como invitatorio. Con la pedagogía que tiene este modo responsorial de realizar un Salmo. Estas antífonas nos ayudan a dar a la oración, ya desde su inicio, un color especial, según los tiempos litúrgicos del año o según la fiesta que celebramos. Siempre alabamos a Cristo, unas veces como "rey de los mártires", o "de las vírgenes", o como "nacido de María"... Es el sentido cristocéntrico que va a tener toda la Alabanza de las Horas, y que ya se resume expresivamente en este invitatorio. # *

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Junto a los otros elementos del Oficio de Lecturas o de la celebración de Laudes, este Salmo invitatorio nos quiere ayudar a empezar el día con una actitud cristiana de fe, de disponibilidad ante Dios y de compromiso ante la tarea que nos espera. El modo concreto de empezar el Oficio de Lecturas o Laudes está brevemente explicitado en IGLH 41 y 60. Sobre todo es el espíritu y la actitud interiores los que nos harán empezar bien nuestra oración, ayudados evidentemente por el canto (cf. IGLH 277) y por la postura de pie (IGLH 263). Aunque no sea un elemento absolutamente imprescindible de nuestra oración, es bueno que en algunos momentos haya como una redundancia "gratuita" de cosas no necesarias, para dar a nuestra celebración un respiro poético y pedagógico. En otros momentos la "invitación" va a ser breve: por ejemplo, cuando a cada oración le precede la breve fórmula "oremos", seguida de un momento de silencio, para que la oración surja desde dentro de nuestro ser. Es también un "invitatorio", pero breve. Otras veces se hace un poco más prolongado, como en el diálogo que precede al prefacio de la Plegaria Eucarística. O puede adquirir solemnidad festiva, como en el pregón pascual de la Vigilia Pascual. Aquí, al comienzo de nuestra alabanza diaria, el Salmo invitatorio cumple una función de estímulo y recordatorio de lo importante que es que nuestra actitud de alabanza se exprese con oraciones y cantos, sobre todo comunitarios. Buena manera de empezar la jornada: con alegría, mirando con admiración a Dios, unidos a las voces de los hermanos de la comunidad, alabando a Cristo en la hora de su resurrección, y con un talante de compromiso activo frente a la tareaque nos espera durante todo el día.

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LECTURA EUCARÍSTICA DEL BENEDICTUS P.TENA Cuando termina ya la celebración de la Eucaristía y toda la comunidad ha recibido el Cuerpo de Cristo que nos hace -por obra del Espíritu- un solo cuerpo y un solo espíritu, mientras las vidrieras del fondo de la iglesia, sobre la puerta de entrada y de salida, van quedando iluminadas y coloreadas por los primeros rayos de la luz matinal, entonamos el cántico de Zacarías. Las palabras de este cántico son, en el evangelio de Lucas, el pórtico de la narración del nacimiento de Jesús en Belén; para muchas comunidades son además, todos los días, el cántico que cierra su celebración matinal, iniciada con los salmos de Laudes, continuada con la liturgia de la Palabra y culminada con el Memorial del Señor. Esto da a nuestra experiencia del Benedictus un tono claramente "eucarístico"; y este tono es precisamente lo que quisiera explicitar en esta simple reflexión espiritual. * * * El cántico de Zacarías es, por género literario, un texto "eucarístico", totalmente en la línea de la tradición oracional de Israel: bendecir al Señor, darle gracias, alabarle, admirar sus maravillas... Como el Magníficat, o como el primer capítulo de la carta de san Pablo a los efesios, o de la primera de san Pedro... Como la plegaria eucarística de la liturgia cristiana, y como la fórmula que recitó Jesús, en la última cena, cuando' 'tomó el pan... tomó el cáliz... y dijo la acción de gracias". A veces se pone en duda la oportunidad y el sentido que pueda tener "dar gracias" por la "acción de gracias-eucaristía"; pero lo que es indudable es que nada hay más coherente con la "acción de gracias" que mantener y proclamar una actitud de "bendición y alabanza"; así expresaremos que hemos captado y asimilado el ritmo de la Eucaristía; así lo pedimos, alguna vez, en la oración conclusiva: "que nos 113

mantengamos en acción de gracias". Y esto es lo que hacemos cuando asumimos, en este momento de la celebración, el cántico de Zacarías. * * * La bendición y la acción de gracias son siempre la reacción del creyente ante la constatación renovada de la obra maravillosa de Dios. Bendecimos y alabamos porque hacemos el "memorial" de la obra de Dios. En el Benedictus, esta obra se describe con precisión casi escolástica (!): "Dios se ha acercado -ha visitado- a su pueblo"; y lo ha hecho de una forma histórica: "en la casa de David, su siervo", y en un acontecimiento que es, además, culminación de una historia: "lo había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profetas". La obra de Dios que suscita la bendición es su ad-viento, su venida-hacia nosotros; en otras palabras, su iniciativa gratuita, su progresiva autocomunicación culminada en la presencia del Hijo de David-Hijo de Dios (cf. Rm 1,1-4), cumplimiento de la profecía del Emmanu-el (Dios-con-nosotros). Esta es, en realidad, una de las carecterísticas fundamentales de la celebración de la Eucaristía: no es nuestra invención, no es nuestra idea, sino que es el Don gratuito, la buena Gracia (eu-caristía) de Dios. Es el don que Cristo hace a su Iglesia, actualizando su donación, única e irrepetible, al Padre y a los hombres; y el don que El nos hace es precisamente El mismo: El es el dador y el don. Desde la prespectiva ministerial, este pensamiento es particularmente impresionante: el sacerdote que preside la asemblea es el instrumento y el signo de la persona de Cristo, que pronuncia su Palabra eficaz sobre el pan y el vino para hacerlos, por obra del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre ofrecidos en sacrificio. Cuando me acerco, con el pan de vida y el cáliz de salvación en las manos, hacia la comunidad que viene al encuentro del Señor, algo inefable sucede: en este momento histórico, en el corazón de nuestra existencia cotidiana,"Dios visita a su pueblo" en la realidad de la persona de Jesús, el Hijo de David, sacramentalmente presente y ofrecido bajo las apariencas de las cosas de este mundo. Entre el absoluto de Dios y la debilidad del hombre se establece un punto de tangencia que actualiza, en forma simbólica, aquella tangencia entre la Palabra eterna y el tiempo de los hombres que se inició cuando ella -la Palabra- acampó entre nosotros. *

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El cántico de Zacarías proclama esta visita como "fuerza de salvación" que "nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian"; como acción de Dios coherente, no inesperada, sino "realización de la misericordia que tuvo con nuestros padres"; como memoria eficaz de "su santa alianza" y cumplimiento fiel del "juramento que juró a nuestro padre Abraham". En labios de los que acabamos de celebrar el Memorial del Señor, estas palabras se convierten en una renovada profesión de fe. Es cierto: hemos celebrado el Memorial de la victoria de Cristo sobre cualquier enemigo -incluso sobre la muerte, el último enemigo- y por este memorial del amor fiel de Dios, manifestado en la nueva y eterna alianza realizada en la sangre de Cristo; hemos celebrado el cumplimiento ya de lo que 114

es todavía en parte esperanza: la bendición universal en Jesucristo, el Descendiente de Abraham, en el cual se cumplen las promesas. *

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La asamblea eucarística está ya a punto de disolverse. Cada uno de nosotros regresará, como todos los días, a su puesto de trabajo. La perspectiva de las dificultades del día, la esperanza de nuevos progresos en nuestro esfuerzo, han quedado un tanto difuminadas -sin desaparecer- durante este tiempo dedicado a la liturgia. ¿Qué habrá significado nuestra participación eucarística para nuestras responsabilidades humanas y cristianas? ¿Un paréntesis luminoso, pero cerrado? ¿Una evasión o un refugio? El cántico de Zacarías nos da, todos los días, larespuesta: "paraconcedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días". El término "servir" tiene aquí el sentido fuerte cultual: le demos culto. La liturgia eucarística es para nosotros la potenciación de nuestra existencia vivida como culto. El misterio pascual celebrado sacramentalmente impulsa nuestra existencia pascual, iniciada con el bautismo. Nada de paréntesis, ni evasiones, ni refugio; ciertamente, tiempo luminoso y escatológico el de la celebración, y porestocapazdedifuminarel estrépito de locotidiano, para que podamos distanciarnos lo suficiente como para verlo desde arriba; pero lo que queda es nuestra existencia, nuestra vida ofrecida como culto espiritual, sacrificio agradable a Dios (Rm 12,1...). Nuestra vida es para Dios, y en es ta orientación encuentra sentido y validez todo nuestro trabajo para los hombres. Entonces, ¿qué s ignificará lo que vamos a hacer tan pronto traspasemos la puerta de la iglesia? El trabajo humano, ¿es acaso sospechoso? No; también las palabras que vamos pronunciando en el cántico de Zacarías nos dan, todos los día, la respuesta: nuestro trabajo y nuestra misma presencia en el mundo es una función "precursora". Somos nosotros, los creyentes, los "niños" llamados "profetas del Altísimo", porque tenemos como tarea "ir delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando al pueblo la salvación, el perdón de los pecados". Testimonios de la fe, proclamadores de la buena noticia que es Jesús, agentes de reconciliación entre todos. La imagen de Juan, el precursor, se alza ante nosotros en este momento como un magnífico programa de acción. "¿Quién eres? ¿Qué dices de ti mismo...? ¿Cómo te defines, cuál es tu identidad...?" nos preguntan todos los días, como a individuos, y como a colectividad. Nosotros no somos el Mesías, ni Elias, ni el Profeta mesiánico; la Iglesia no es el Cristo, aunque sea su signo e instrumento, su sacramento. Cristo es más que la Iglesia, y el mis pequeño en el Reino de los cielos es más grande que el Bautista. Por esto nuestra tarea es el testimonio, la predicación, la presencia activa e interrogante para el mundo, de la salvación de Dios y del perdón de los pecados. Como Juan, tampoco nosotros somos la luz, sino testigos de la luz. Hemos recibido la luz, pero la luz es más fuerte que nosotros. * * * 115

La luz ha venido, y las tinieblas no han podido contra ella; y ahí está como promesa y esperanza, como este rayo de sol que ilumina los ventanales, y que nos permite a nosotros -sólo a nosotros, los que estamos dentro- apreciar el colorido y la belleza cromática de la vidriera. Llamaremos, pues, a los hombres para que vengan a contemplar la belleza de lo que sólo se aprecia desde dentro, en la fe cristiana, en la comunidad cristiana. Les diremos que es inútil querer comprender la realidad auténtica desde la oscuridad de las tinieblas, en la cual las cosas no se perciben, o desde la frialdad de la muerte que paraliza los pies del caminante. El camino de la paz se camina a la luz del sol que nace de lo alto. Y nosotros hemos sido iluminados, confortados, transformados interiormente, como en una nueva experiencia de transfiguración, por la comunión con Aquél cuyo rostro resplandecía como el sol, en la oscuridad de la noche, en la montaña santa. *

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Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

EL CÁNTICO DEL BENEDICTUS J. ALDAZABAL Laudes es la hora en que nos dejamos ganar por la luz del Resucitado. Es la hora en que nos ponemos a tono con la luz cósmica del sol, inaugurando la jornada, y a la vez adoptamos la actitud espiritual de quien empieza un nuevo día con la fuerza y la ilusión del Señor que ha triunfado de la muerte. Laudes nos ayuda a iniciar el día con un sí al cosmos, a la tarea diaria, a la presencia de Cristo Glorioso y de su Espíritu en nuestra historia. Un sí, en definitiva, a Dios que nos ha llamado a ser, tanto en el aspecto humano como en el cristiano, sus colaboradores.

VARIOS, Orar con los salmos

Esto es lo que expresan y nos comunican los varios elementos de Laudes, himnos, salmos, lecturas, preces.

(=Cuadernos Phase 9) Barcelona 1989, 68 págs H. RAGUER, La Iglesia y los salmos J. ALDAZABAL, Salmos del Antiguo Testamento para los cristianos de hoy P. TENA, Filipenses 2,6-11: para recitar los salmos S. PIE, La investigación exegética sobre los salmos: un balance J.M.ROVIRA BELLOSO, Los salmosyoces del Espíritu

Los cánticos de Lucas Hay otro momento, y además culminante, en que también se nos invita a expresar la misma actitud: el cántico evangélico que cantamos en Laudes, el Benedictus. En la Liturgia de las Horas, por una sensibilidad antiquísima, no se proclama el evangelio en forma de lectura. Pero sí hay tres cánticos, los tres del evangelio de Lucas, que se cantan en un lugar de honor: "los cánticos evangélicos de Zacarías, de la Virgen María y de Simeón

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(Benedictus, Magníficat y Nunc dimittis) deben ser honrados con la misma solemnidad y dignidad con que se acostumbra a oir la proclamación del Evangelio" (IGLH138). Por eso se cantan en la misma actitud con que se proclama y escucha el evangelio durante la Misa, y se puede utilizar el incienso, y se hace en su inicio la señal de la cruz. Paraser completos, habría que añadir el comienzo de otro himno que los exegetas descubren en san Lucas: el "Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor", que el evangelista coloca esta vez en boca de los ángeles en la noche del nacimiento del Señor. Estos cánticos no es necesario que se entiendan como proclamados históricamente por aquellas personas en cuya boca los sitúa Lucas, y en la circunstancia concreta en que lo hace. Por lo menos en la forma en que actualmente los tenemos. Lo más probable es que en ellos Lucas recoja las fórmulas con que la primera comunidad expresó su comprensión del misterio salvador de Cristo. El hecho de usar el plural: "nuestros enemigos", "nuestros Padres", lo da a entender. Lo que sí es de Lucas,probablemente, es la unidad temática que les da, la situación pedagógica que les otorga en los primeros capítulos de su evangelio y las alusiones más claras a la realización histórica de la salvación, como cuando dedica una estrofa del Benedictus al niño que va a ser el precursor, o cuando en el Magníficat pone en labios de María la convicción de que todas las generaciones la llamarán bienaventurada. Estos himnos son el compendio catequético de la salvación en Cristo: "estos cánticos (el Benedictus y el Magníficat), que la Iglesia romana ha empleado y popularizado a lo largo de los siglos, expresan la alabanza y acción de gracias por la obra de la redención" (IGLH 50).

El AT y la plenitud cristiana El Benedictus está lleno de citas del AT, algunas explícitas y otras implícitas. Se puede decir que cada estrofa es como un centón de citas bíblicas anteriores. Es lenguaje del AT, pero cantado desde la fe cristiana. Con él Lucas quiere dar a entender claramente que se han cumplido todas las promesas y figuras del pasado con el advenimiento de los tiempos mesiánicos en Cristo Jesús. Basta comparar la primera estrofa del Benedictus con algunos pasajes del AT: "Bendito sea el Señor.Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, 118

suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas". "Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza" (Ps 111,9), "Haré germinar el vigor de David" (Ps 132,17) "Mi enemigo no canta victoria" (Ps 41,14) "El Señor hizo surgir un salvador que los salvara" (Jueces 3,9), "Ese día haré germinar el vigor de la casa de Israel" (Ezeq 29,21)...

El lenguaje del AT se convierte aquí en una proclamación de la salvación de Dios.Dios ha visitado a su pueblo, al enviar su Mesías. No se nombra explícitamente a Cristo, pero en el contexto y en la boca de Zacarías, el padre del precursor y sacerdote de la antigua liturgia del Templo, tiene toda la claridad de una profecía cumplida. La frase "una fuerza de salvación" corresponde a lo que más literalmente sería "cuerno de salvación" (en latín "erexit cornu salutis nobis"). El cuerno es el arma defensiva y ofensiva donde reside la fuerza de muchos animales."El Señor da fuerza a su rey, exalta el poder de su Ungido" (1 Sam 2,10), "Señor, roca mía,mi fuerza salvadora" (Ps 18,3). La expresión "fuerza de salvación" la han traducido, por ejemplo en catalán, como "hace que se levante un salvador poderoso en la casa de David..."

Nos libera de los enemigos "Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días". Al visitar a su pueblo, Dios le libera -nos libera- de todas las fuerzas que luchan contra nosotros. 119

Israel tenía una larga experiencia de liberaciones en las diversas épocas de su historia:de l0s egipcios, de los pueblos vecinos, de los babilonios .Ahora la liberación que canta el Benedictus amplía el campo: no sólo se refiere a la sociopolítica (Israel sigue estando sometida, ahora a los romanos), sino también a la espiritual. Dios nos libra del temor, de todos los enemigos, de las fuerzas que van contra nosotros: y ia finalidad es que podamos servirle en santidad y justicia en su presencia. Todo ello es continuidad de la misma misericordia, de la misma alianza y de las mismas promesas que Dios había hecho desde antiguo.La promesa a Abraham fue clara. Por haber obrado así, te bendeciré, multiplicaré tus descendientes como las estrellas del cielo...Todos los pueblos se bendecirán nombrando a tu descendencia" (Gen 22,16-18). El cántico está situado en el evangelio de Lucas después de que María, la Madre del Mesías, ha venido a visitar a Isabel y su marido, y les ha anunciado la Buena Noticia: tiene así un claro color mesiánico y cristiano. Precursor y pregonero "Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados" Esta estrofa se intercala en el himno con tono de aplicación histórica a la circunstancia del nacimiento del Bautista y precisamente en boca de su padre Zacarías. En efecto, Juan se presentó más tarde ante el pueblo, preparándolo a la venida del Mesías, invitando a la conversión, anunciando el perdón de los pecados por medio de su bautisrno en el río Jordán, pero sobre todo proclamando a todos que detrás de él venia quien les iba a bautizar en fuego y Espíritu.Todos los evangelios presentan así al Bautista, per 0 sobre todo el mismo Lucas (Le 3,1-20). Juan es en verdad un profeta, lazo de unión entre el AT y el NT, símbolo con su predicación y sus acciones simbólicas bautismales de lo que iba a ser la salvación en Cristo Jesús, centrada en el perdón del pecado. Su figura, recordada por esta estrofa del Benedictus cada día, se nos o rece como u n modelo ejemplar de lo que el cristiano tendría que ser: precursor, anunciador, profeta. En medio de un mundo, si no hostil sí indiferente, los cristianos que empezarnos la jornada con el Benedictus somos invitados a ser signos claros de los valores que Cristo ha traído a la tierra. 120

El Sol que alumbra nuestra jornada "Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz". El Mesías es presentado como el verdadero Sol. En la primera estrofa el que "visitaba" a su pueblo era Dios. Ahora el que "nos visitará" es el enviado de Dios, el Sol que nace de lo alto. Esta "visita" es un recuerdo de aquel nombre tan expresivo: "Dios-con-nosotros", el Emmanuel. El nombre que nos asegura la cercanía de Dios a nuestra historia, personal y comunitaria. El sol cósmico se alza, más o menos nublado, cada mañana.Pero el Sol que es Cristo, el que ilumina en verdad a los que andan (andamos) en tinieblas o en penumbras, ese Sol nunca se nubla, si no es por nuestra indiferencia o distracción.Estamos continuamente iluminados por él. En el evangelio, sobre todo en el de san Juan, una de las comparaciones más repetidas para describir lo que Cristo es para nosotros, es la de la Luz. Cristo es la Luz que vence a la noche, la oscuridad, la muerte.Y el que guía nuestros pasos por caminos de paz. No es nada extraño que ya desde los primeros siglos este cántico haya sido adjudicado en todas las liturgias a la oración matutina.Es todo un programa para la jornada que empiezan los cristianos: tienen un buen Sol que les ilumina, que les ayuda a vivir en paz, que les estimula a servir a Dios,viviendo "con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días". A veces -sobre todo con la indicación de las antífonas propias- el Benedictus adquirirá el color de la fiesta o del tiempo litúrgico. En Adviento y en Navidad tendrá una resonancia especial por el recuerdo de la escena evangélica en que aparece este cántico. Pero en las demás ocasiones, el Benedictus tiene sencillamente un tono de despertador espiritual para la jornada cristiana, en la presencia de Dios, sabiendo apreciar los valores que El nos ha concedido en Cristo Jesús.

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Alabanza cósmica y cristiana Una vez vi un poster muy hermoso, con esta inscripción, que no sé a qué autor atribuía: "lo único que sé cierto del día de mañana es que Dios se levantará antes que yo". Es un pensamiento que más de una vez me ha hecho mirar a la jornada del día de mañana -o a la recién iniciada- con una actitud de mayor confianza. Es también un pensamiento que en el Benedictus queda expresado de una manera gozosa, porque apunta al Sol que nace de lo alto por la entrañable misericordia que nos tiene Dios. Además de la confianza por la cercanía y la luz de Cristo, este cántico nos ayuda a preparar o prolongar otra alabanza, la de la Eucaristía. A veces, incluso, el Benedictus lo cantamos después de la comunión, cuando hemos unido la celebración de Laudes con la Eucaristía.Buena manera de dar inicio a la jornada de una comunidad cristiana. Todavía hay otra aproximación espiritual a este cántico. Y es que con él se puede decir que, por unaparte, prolongamos y hacemos cristianas las voces de Israel, las voces que se remontan hasta las profundidades de los siglos en el AT. Pero también se puede decir que interpretamos con este himno las voces.de la humanidad, las voces incluso cósmicas de la aurora y del nuevo día, haciendo como de portavoces de su alabanza a ese Dios que nos está cercano, que nos visita, que con su entrañable misericordia nos ha enviado al Salvador. Si hay salmos que nos invitan a unir nuestra voz a la del cosmos, también el Benedictus nos invita a la misma actitud. Toda la humanidad, con su experiencia de temor, de peligros, de oscuridady muerte,quedarepresentadaennuestra voz al alabar a Dios porque ha puesto radicalmente remedio a nuestros males en Cristo Jesús. Además de animarnos en nuestra propia vida espiritual, el Benedictus seguramente nos empujará también y nos estimulará a que durante el día seamos anunciadores de esta Buena Noticia de la salvación para con todas las personas que vamos a encontrar en nuestro camino, empezando por las de nuestra propia comunidad.

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EL MAGNÍFICAT J. ALDAZABAL El Magníficat lo decimos (lo cantamos) cada día en vísperas, y precisamente en un sitio de honor. Después de los salmos y los cánticos del Nuevo Testamento, llegamos al evangelio en el Magníficat: por eso lo decimos de pie. Es la mejor alabanza a Dios, desde la perspectiva cristiana que le da la Virgen María. Aunque todavía será llevada a una mayor plenitud en el Padrenuestro, que nos enseñó el mismo Cristo Jesús. El canto de María Lucas pone el Magníficat en boca de la Virgen María, la Madre del Señor, cuando, todavía jovencita, visita a su prima Isabel. Es verdad que según los criterios de una exégesis rigurosa podría pensarse en varias hipótesis: que este himno fuera ya precristiano (¿del tiempo de los Macabeos?, ¿de los discípulos del Bautista?), que fuera fruto de la fe y la reflexión de la primera generación cristiana (que lo construyó con gran madurez literaria y de contenido), o que fuera compuesto por el mismo evangelista Lucas, como condensación de la visión histórica de los primeros cristianos, incluida la Virgen... Pero tampoco hay nada que se oponga a que en verdad sean palabras pensadas y dichas por laMadre del Mesías, en ocasión de la visita a su prima o bien después, desde el acontecimiento de la Pascua, cuando también ella maduró su comprensión del misterio de su Hijo. Lo que sí podemos afirmar es que María dice el Magnificat no sólo en nombre propio, sino también de Israel y de la Iglesia. Primero alaba a Dios por las cosas grandes que hahecho en ella, pero en seguida amplía su visión ala historia de su pueblo, heredero de los patriarcas: "auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia"... En aquella joven muchacha, María, podemos ver la mejor representante de todos 123

los creyentes de la historia, tanto de Israel, como de la Iglesia y de toda la humanidad. No podíamos pensar en un mejor portavoz, más coherente y entrañable, para esta admirable oración de alabanza. Ella, que "conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón" (Le 2,19.51), que fue testigo de los acontecimientos centrales de nuestra salvación y los veía con ojos de fe y amor, madurando progresivamente en su "peregrinación de fe" (cfr. LG 58 y sobre todo la Redemptoris Mater de Juan Pablo II), es la que con más razón que nadie podía pensar y cantar el Magníficat. Ella, María de Nazaret, la primera creyente de los tiempos mesiánicos, resume en sí misma lo que Dios ha hecho con la humanidad, y por eso puede ser la voz de todas las generaciones de la historia. Como es también la mejor realización de los "pobres y humildes" que han sido ensalzados por Dios y que han sabido darle gracias, en la mejor línea de los creyentes, desde Abraham hasta nosotros, de generación en generación. Lo que dice María brota de su experiencia, pero tiene también un claro sentido comunitario: "prorrumpe en expresiones de alabanza a Dios, de humildad, de fe y esperanza: todo eso es el cántico del Magníficat, la oración por excelencia de María, canto de los tiempos mesiánicos, en el que confluye la gozosa alegría del viejo y el nuevo Israel... el regocijo de Abraham que presentía a Cristo y la voz profética de la Iglesia... El canto de la Virgen se ha convertido en oración de la Iglesia de todos los tiempos" (Pablo VI, Marialis Cultus 18). El evangelio condensado El Magnificat es "una inspirada profesión de fe, en la que la respuesta a la palabra de larevelación la expresaMaría con la elevación espiritual y poéticade todo su ser hacia Dios" (Juan Pablo II, Redemptoris Mater n. 36). Esta alabanza está ante todo inspirada abundantemente en el Antiguo Tes tamento: se puede decir que toda ella está construida con citas bíblicas, tanto de los salmos como de otros libros. De modo que sus palabras están a la vez "totalmente inspiradas por los textos sagrados del pueblo de Israel y por la experiencia personal de María y el éxtasis de su corazón" (ibid.) Hay un pasaje del primer libro de Samuel, el cántico de Ana, la madre de Samuel, que decimos en laudes del miércoles, en la segunda semana, y que tiene en gran parte las mismas ideas y estructura que el Magnificat: "Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios... No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios... Los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos engordan... El Señor humilla y enaltece, 124

él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre... el Señor desbarata a sus contrarios" (1S 2). Por otra parte, el Magníficat, junto con los otros cánticos que Lucas incluye en su evangelio (e\Benedictus, e\Nunc dimitas y t\ inicio del Gloria a Dios en el cielo), son un buen resumen del misterio de la salvación visto desde Cristo Jesús y su Pascua. Los dos primeros capítulos de Lucas -como sucede con el comienzo de los evangelios de Juan o de Mateo- son un prólogo lleno de teología, no tanto un relato biográfico de la infancia de Jesús. En ellos condensa el evangelista, y por él la primera generación cristiana, la visión más profunda y postpascual sobre Cristo y sobre la salvación. Estos capítulos están construidos con dos anunciaciones paralelas, la del Bautista y la del Mesías, y con sus dos nacimientos. En medio, entre los anuncios y los nacimientos, está el Magníficat, en la visita que María, la Madre del Mesías, hace a Isabel, la madre del Precursor. Todo el contexto está haciendo ver que en el nacimiento de Jesús se van a cumplir las figuras y las promesas antiguas.

Maestra de una oración de alabanza Isabel alaba a María, la llama bienaventurada porque ha creído, le agradece su visita, la saluda como a "la Madre de mi Señor", con un tono claramente mesiánico. Inmediatamente María dirige la alabanza a Dios: "proclama mi alma la grandeza del Señor". El suyo es un canto de alabanza, de admiración agradecida. El protagonista del himno no es María: es Dios. El Magnificat no es un canto a María, sino un canto de María al amor salvador y misericordioso de Dios. Como tantos salmos expresaban su gozosa alabanza ("bendigo al Señor en todo momento... mi alma se gloría en el Señor, que los humildes lo escuchen y se alegren... proclamad conmigo la grandeza del Señor...": Sal 33), ahora lo hace María. El Señor ha hecho obras grandes, el Señor ha mirado, acoge, auxilia, se acuerda de sus promesas, es fiel, es Salvador, poderoso, y sobre todo, misericordioso: "su misericordia llega a sus fieles de generación en generación". Como dice Juan Pablo II, "María es la que de manera singular y excepcional ha experimentado la misericordia... es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina" (Dives in misericordia n. 9). María se nos convierte asíen la mejor maestra de una comunidad que, sobre todo después de la última reforma litúrgica y del paso a la lengua viva, entona su alabanza a Dios en la Plegaria Eucarística o en los salmos de la Liturgia de las Horas. La alegría de los humildes La alabanza de este canto está impregnada de alegría: "se alegra mi espíritu..." La primera que se alegró del nacimiento del Mesías, aún antes de que sucediera, 125

fue su Madre. Ahora esa alegría se convierte en canto de alabanza y se contagia a Isabel y al hijo que ésta lleva en su seno, el Bautista, como luego se contagiará a los pastores o a los magos. La alegría verdadera la sienten los humildes. Y María es la representante mejor de los humildes de todos los tiempos. La frase "porque ha mirado la humillación de su esclava" tal vez sería mejor traducirla de otra forma. La "humildad" (en griego "tapéinosis") se refiere en la Biblia sobre todo a la "condición humilde", la de las personas que según el mundo no son nada importantes. Es también la expresión que utilizaba Ana en el cántico antes mencionado. La palabra "esclava" sería mejor expresarla como "sierva" (en griego, doule; en latín ancilla): no se trata de la esclavitud en el sentido que tiene entre nosotros, sino de la actitud de "sierva", que también se atribuirá el mismo Cristo Jesús, haciendo suyos los cantos del "Siervo de Yahvé" de Isaías. Dios es "el Dios de los humildes" (Jdt 9,11), de los pequeños, de los que saben apreciar la salvación que les viene de Dios. Los "pobres de Yahvé", los famosos "anawim", abiertos, acogedores de la misericordia de Dios, los que tienen "hambre y sed de justicia", los que se abren a su gracia como lo había hecho poco antes María: "hágase en mí según tu Palabra". María es la portavoz de todos los humildes. Por eso se alegra en su corazón y alaba a Dios, mostrándonos también a nosotros el mejor camino y la actitud más profunda de nuestra fe cristiana. Se ha hecho notar el paralelismo que existe entre el Magníficat y uno de los pasajes con que Isaías anuncia al futuro profeta: "Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona o novia que se adorna con sus joyas... Su estirpe será célebre entre las naciones... Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren... para proclamar el año de gracia del Señor, el día del desquite dé nuestro Dios, para consolar a los afligidos..." (Is 61,10.9.1.2). Este pasaje, que Jesús explicará en su primera homilía en Nazaret (Le 4,18ss), es como un Magníficat adelantado por el profeta. Con razón Juan Pablo II aproxima las dos perspectivas en su reciente carta apostólica sobre la dignidad de la mujer: "En la expresión 'esclava del Señor' se deja traslucirtoda la concienciaqueMaríatienedeser criatura enrelación con Dios...Su Hijo dirá muchas veces de sí mismo, especialmente en el momento culminante de su misión: 'el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir' (Me 10,45). Cristo es 126

consciente de ser el 'Siervo del Señor'... María se inserta en el servicio mesiánico de Cristo" (Mulieris Dignitatem n. 5).

Canto para la teología de la liberación La Virgen, con gozo, alaba a Dios por el estilo que tiene en la historia de la salvación, por su continua preferencia por los pobres y humildes: "dispersa del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos". Esta inversión de situaciones ya la cantaba el himno de Ana. Es una convicción, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento: "Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" (1P 5,5: St 4,6), "todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado" (Le 14,11). Los ricos y poderosos son los orgullosos, los autosuficientes, llenos de sí mismos, hinchados por sus riquezas o por su poder. Como los que construyeron la torre de Babel, o el Faraón de Egipto, o el rico Epulón. La Virgen, en su canto, alaba a Dios porque se ha mostrado siempre cercano a los pobres y humildes y ha desbaratado el orgullo de los poderosos: "María no dudó en proclamar que Dios es vengador de los humildes y de los oprimidos y derriba de sus tronos a los poderosos de este mundo" (Pablo VI, Marialis Cultusn. 37). Es una oración valiente, la del Magníficat, que revela a María como atenta al palpito de la historia, solidaria con su pueblo. No es nada extraño que aquellos que tienen una sensibilidad más despierta hacia el tema de la "liberación", entendiendo la salvación cristiana como total, de alma y cuerpo, miren con especial cariño hacia esta Virgen que pronuncia el himno del Magníficat, mostrándose así solidaria con los pobres, los marginados, los despreciados de todos los tiempos. Juan Pablo II dice que "no se puede separar la verdad sobre el Dios que salva y sobre la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes, que, cantado en el Magníficat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras de Jesús. La Iglesia es consciente -y en nuestra época tal conciencia se refuerza de manera particular- de que no sólo no se pueden separar estos dos elementos del mensaje contenido en el Magnificat, sino que también se debe salvaguardar cuidadosamente la importancia que a los pobres y la opción en favor de los pobres tiene en la palabra del Dios vivo. Se trata de temas y problemas orgánicamente relacionados con el sentido cristiano de la libertad y de la liberación... María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la überación de la humanidad y del cosmos" (Redemptoris Mater n. 37). María, liberada ella plenamente, la primera, por los méritos de la Pascua de su Hijo, es la que mejor canta el amor liberador de Dios. Y por eso se convierte en portavoz, de unalglesia ahora particularmente sensible ala liberación total del hombre. Comodi jo 127

Von Balthasar, "María es la auténtica teología de la liberación en persona" (María hoy, Madrid 1988, p. 59). La solista y el coro Hace dos mil años que este himno resuena, primero en los labios de María y de la comunidad apostólica, luegode todas las demás generaciones, hastalanuestra. Ahora somos nosotros los que lo entonamos cada día en vísperas, "expresando la alabanza y acción de gracias por la obra de la redención" (IGLH 50). Es el canto de la humanidad nueva dirigido a un Dios lleno de misericordia, fiel a sus promesas, que se acerca a su pueblo, que ha hecho y sigue haciendo proezas con su brazo, que ha sido y sigue siendo El Salvador. Si hace dos mil años el primer portavoz del Magníficat fue María de Nazaret, la Madre del Mesías, ahora lo es la comunidad cristiana, unida, eso sí, a María, como si ella fuera la solista y nosotros el coro, como si ella nos diera continuamente el tono y lo siguiéramos nosotros con alegría y afinación. Buena clave para que el himno de vísperas nos salga desde dentro y exprese bien nuestra fe y nuestra gratitud por la obra de Dios. Ella dijo: "desde ahora me felicitarán todas las generaciones". Nosotros somos también de los que a lo largo de los siglos la han proclamado bienaventurada, sintiendo a la vez que al felicitarla a ella estamos gozando nosotros mismos de la salvación iniciada en ella. "El cántico del Magnificat, salido de la fe profunda de María en la visitación, no deja de vibrar en el corazón de la Iglesia a través de los siglos: lo prueba su recitación diaria en la liturgia de las vísperas" (Juan Pablo II, Redemptoris Mater n. 35). Sugerencias concretas sobre el Magníficat "A los cánticos evangélicos se les ha de conceder la misma solemnidad y dignidad con que se acostumbra a oír la proclamación del evangelio" (IGLH 138). Por eso cantamos este himno de pie, con ánimo dispuesto y gozoso. Y hacemos lase nal de la cruz al comienzo, mostrando así núes tro deseo de que la palabra evangélica -esta vez de alabanza gozosa- entre y se posesione de todo nuestro ser. También, si queremos dar a nuestra celebración un tono de solemnidad, empleamos el incienso. Tiene un hermoso sentido el que la comunidad entone su alabanza a Dios mientras se eleva el humo del incienso perfumado. Aunque la introducción a la Liturgia de las Horas habla de incensar el altar, al sacerdote y al pueblo (IGLH 261), el simbolismo del incienso durante el Magnificatno apunta tanto a honrar el altar o a las personas, sino a expresar la actitud de oración de la comunidad. El incienso, en este momento, podría muy bien apuntar simbólicamente a la actitud de ofrenda sacrificial. Como Cristo "se entregó a sí mismo como ofrenda y víctima a Dios en fragancia de suavidad" (Ef 5,2), nosotros también nos deberíamos convertir en "buen olor de Cristo para Dios" (2 Co 2,15). Por eso el incienso del 128

Magníficat, envolviendo al altar -recuerdo de la Eucaristía- y a las personas, nos recuerda la ofrenda de Cristo y nos invita a unirnos a ella con nuestra alabanza, con nuestra "ofrenda de la tarde", o con el "sacrificio de nuestra alabanza". En comunidades de religiosas, que no suelen tener con frecuencia un sacerdote para la hora de vísperas, se podría realizar este gesto simbólico de otra manera. Se coloca una mesita delante, y sobre ella el incensario, con brasas. Y al comenzar la antífona del Magníficat, alguien (¿todos, si son pocos?) se acerca y echa sobre ellas granos de incienso. Así, durante el canto del himno de la Virgen, sube al cielo, como símbolo expresivo de la alabanza comunitaria, el humo de incienso perfumado. La peregrina Egeria dice que en Jerusalén, en el siglo IV, en algunos momentos festivos eran "introducidos los incensarios para que toda la basílica se llene de perfumes" (Itinerario 24,10). También ayuda a la verdad del Magníficat el que sea cantado. Sobre todo las comunidades que lo recitan a diario, deberían tener varias melodías en su repertorio, con laconveniente gradación de solemnidad según los días. En el Cantoral litúrgico nacional hay tres modelos (CLN 314. 321 y 326), a los que habría que añadir otros de varios autores, de modo particular en las regiones bilingües, sin olvidar, allí donde todavía se pueda, el canto latino gregoriano. También las antífonas que acompañan al Magníficat quieren ser una ayuda para su canto más consciente y variado. Con ellas este himno, siempre igual en su texto, va adquiriendo tonalidades distintas a lo largo de las fiestas y de los tiempos. Estas antífonas hacen eco con frecuencia al evangelio del día -por ejemplo ahora con antífonas distintas para los evangelios de los tres ciclos en el Tiempo Ordinario- y así el Magníficat vespertino continúa de algún modo el espíritu y la oración de alabanza de la Eucaristía. * * *

Con una buena maestra como María, la comunidad cristiana tiene la ocasión de ir alabando a Dios desde el fondo de su fe, con color poético y profundo a la vez, viendo la historia -pasada, presente y futura- desde la perspectiva de una Pascua, la de Cristo, en la que se ha demostrado de una vez por todas, y del modo más admirable y perfecto, cómo ese Dios lleno de misericordia se acuerda de sus promesas y ha ensalzado al Humilde por excelencia, Cristo Jesús.

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HIMNOS DOMINICALES PARA TERCIA, SEXTA Y NONA R. GRANDEZ

más bien hacia la Eucaristía. Es menos propio para Vísperas si éstas no van unidas a la celebración eucarística, lo cual, por principio, no hay que suponerlo en domingo. (Anotemos entre paréntesis que el estribillo no es la forma genuina del himno y que además a esta preciosa composición le falta doxología). En el domingo II encontramos otro hermoso himno: Nos dijeron de noche, también con estribillo y sin doxología. La temática sería propia para la vigilia dominical (la fe velando, para verte de noche resucitando)..., pero no es la temática propia para concluir el domingo. Cosa semejante podemos decir del himno del domingo III, otro himno de valor literario, de nuevo con estribillo y sin doxología: ¿Qué ves en la noche, dinos, centinela? Himno para esperar el domingo, más bien que para coronarlo. En el domingo IV encontramos un himno reflexivo, meditativo, unaconsideración sapiencial, cuyas estrofas terminan con este verso constante: entonces, sólo entonces, estaremos contentos. Estas consideraciones de eternidad no son las más apropiadas para este momento, en el cual "hímnicamente" hay que "cantar" la gloria del Señor.

Himnos dominicales La liturgia dominical ha sido cuidadosamente trabajada al componer los textos para la Oración de las Horas. La categoría del domingo la ha privilegiado el Concilio y los criterios que de ahí se derivan pasan a la Ordenación de la Liturgia de las Horas. Recordemos, por ejemplo, aquel principio referente a los salmos: "Para el domingo, incluso para el Oficio de lectura y para la Hora intermedia, se han seleccionado aquellos salmos que conforme a la tradición expresan de un modo más adecuado el misterio pascual" (IGLH 129). Son los salmos, las antífonas, las lecturas, las preces... Observémoslo y comprobaremos que los textos están pensados y medidos con la honda teología del Día del Señor. No sucede lo mismo con la himnodia dominical. ¿Cómo se puede comenzar el domingo, en el pórtico de las primeras Vísperas, con aquel himno No sé de dónde brota la tristeza que tengo... ? Himno literariamente exquisito, himno de sensibilidad religiosa, íntimo (y acaso intimista)..., pero himno con el cual no se puede abrir el domingo. Espero que el lector o lectora de estas reflexiones sea inteligente y no lea en estas consideraciones una crítica impertinente a lo que se ha hecho -tarea ímproba-, sino que entienda que tratamos, más bien, de discernir y analizar en vista de una mejora. Con esta responsabilidad y amor podemos seguir analizando, a modo de ejemplo. Las segundas Vísperas gozan de especial importancia. Son la corona gloriosa del domingo. Pues tomando el libro de oración que tenemos entre manos, percibamos el desajuste de los himnos vesperales del domingo. En la cima del Día del Señor la asamblea santa busca glorificar a Cristo en el esplendor de su misterio, a Cristo, Señor de una historia gloriosa. El ¿Cómo te encontraremos...? (domingo I), de no poca belleza literaria, apunta 130

Himnos para la Hora intermedia (Tercia, Sexta, Nona) De nuevo, Breviario en mano (vol. IV), veamos cuáles son los himnos asignados para la Hora intermedia. En el domingo I, A nuestros corazones I la hora del Espíritu ha llegado, himno en "liras", según la métrica clásica, cuatro estrofas terminando en doxología. Temática pascual, referida directamente al Espíritu. El himno sirve, muy apropiado en contenido, cuando la Hora intermedia es Tercia; no sería adecuado para Sexta y Nona. En el domingo II, Esta es la hora I en que rompe el Espíritu I el techo de la tierra, con estribillo (El mundo brilla de alegría) y sin doxología. Bello y fuerte literariamente. El hecho de que tan netamente se subraye "Esta es la hora" determina que el himno sea exclusivamente para Tercia. En el domingo III encontramos unacomposición que empieza A la gloria de Dios se alzan las torres, que es poesía de corte moderno (metáforas y adjetivaciones de la segunda estrofa...) sin alusión directa a la hora ni al misterio pascual. Un soneto para el domingo IV, Dame, señor, la firme voluntad, con la apostilla, como doxología, de un "Gloria al Padre". Es una "súplica individual", una poesía religiosa, distante de la forma y estilo de un himno litúrgico. La conclusión de este balance es clara: necesitamos himnos adecuados para orar en el Día del Señor, alabando a Cristo glorioso. Si ahora nos atrevemos a seguir escribiendo, proponiendo alguna composición de nuestra propia cosecha, no es porque pensemos haber conseguido los logros deseados, sino porque, sencillamente, hay que ir abriendo ruta.

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Himno para Tercia En Tercia cantamos al Espíritu y concluimos el breve himno con una doxología trinitaria. ¿Quién es el Espíritu? Espíritu del Padre y de Jesús (Jn 14,16-17.26; 16,15), cuyo ser se nos ha manifestado plenamente tan sólo a partir de Pascua, que en Pascua nos ha dado tu presencia. Este Espíritu es elEspíritu del Cuerpo. Entienda el cantor creyente que el Cuerpo es tanto el Cuerpo de Jesús glorioso como el Cuerpo Místico de Jesús. A este Espíritu los teólogos se han complacido en llamar alma de la Iglesia. En el despliegue que Dios hace de su propio secreto el Espíritu es la ultimidad de Dios, oh Dios ultimidad y don perfecto. Todo lo que en el Nuevo Testamento tiene el sello de perfecto (palabra, acción...) tiene el toque del Espíritu. Es Espíritu de amor, historia plena, lo último de una historia dada y de una historia que se va haciendo: "El os guiará... os anunciará lo que ha de venir" (Jn 16,13). Al Espíritu, que es Promesa de Jesús (Le 24,49), le pedimos que vaya marcando la ruta de los creyentes: abre la senda. Espíritu del Padre y de Jesús que en Pascua nos ha dado tu presencia, Espíritu del Cuerpo, Dios volcado, penétranos, oh alma de la Iglesia. Oh Dios ultimidad y don perfecto, Espíritu de amor, historia plena, cual guía de los pasos de los hijos, Promesa de Jesús, abre la senda. Excelsa Trinidad, vida amorosa, que moras en los cielos y en la tierra, vivir es adorarte y alabarte: ¡Oh Dios, rendido amor, amados seas! Amén.

Himno para Sexta Este himno queda concentrado en la visión radiante de Cristo glorioso. Henchida está la casa de alabanza. La casa-todos lo comprenden- es la Iglesia; y está henchida de alabanza, porque está celebrando gozosa el culto dominical. Cristo es el que la llena, Cristo, Sol del mundo. El se declaró "Luz del mundo" (Jn 8,12), él a quien la Iglesia se goza en proclamar "Sol iustitiae" (MI 2,20). Cristo resplandece en su día y nos baña en su belleza. De gloria en gloria, a rostro descubierto: "de doxa en doxa" dice san Pablo y "con el rostro descubierto, sin velo" (2 Co 3,18). Así contemplan los cristianos a su 132

Señor, y al sentirse mirados por la faz radiante se van transformando de gloria en gloria, cada vez más gloriosos, a diferencia de Moisés, del que se iba apagando poco a poco el resplandor de la cara. Bien podemos, pues, alabar y cantar a Cristo como pura luz del mediodía, y decirle que es oh toda plenitud de gracia bella, él, Hijo de Dios y Dios verdadero (cf. 1 Jn 5,20). Henchida está la casa de alabanza, se goza en ti, Señor, la santa Iglesia; oh Cristo, Sol del mundo, resplandece y báñanos, Jesús, en tu belleza. De gloria en gloria, a rostro descubierto, la Iglesia a la que miras te contempla; enciéndenos amor con tu mirada, aviva la esperanza en nuestra espera. ¡Oh Cristo, pura luz del mediodía, oh toda plenitud de gracia bella, Jesús, Hijo de Dios, Dios verdadero, bendito en el regazo que te engendra! Amén.

Himno para Nona Ahora en Nona centramos nuestra alabanza en el Padre, que nos trae pensamientos de consumación y de origen. Le cantamos llamándolo Padre desde siempre; le cantamos porque es dulce el canto aquel que al Padre llega. En este Padre del origen -Padre sin comienzo, Padre vida- la humana dicha entera empieza. Nuestra vida, que "dicha" es la vida, empieza en el Padre. Santa Clara antes de morir oraba: "¡Bendito seas Tú, Señor, porque me has creado!" Contemplamos el misterio pascual de Cristo en relación con el Padre. Cuando Jesús "inclinó la cabeza" (Jn 19,30), la puso en el pecho del Padre. El discípulo amado la había puesto junto al pecho de Jesús. Y el Padre con brazo poderoso -ese "brazo extendido" de la liberación de Israel- arrancó a su Hijo de la tumba, y al alzar a Cristo nos alzaba a nosotros: y alzándolo nos diste gloria eterna. Evocamos de esta manera en Nona el misterio pascual del domingo. Al Padre desde siempre le cantamos, que es dulce el canto aquel que al Padre llega, oh Padre sin comienzo, Padre vida, en quien la humana dicha entera empieza. 133

Oh Padre poderoso, en cuyo pecho Jesús muriendo puso la cabeza, tus brazos lo arrancaron de la tumba y alzándolo nos diste gloria eterna. A la hora Nona suba la alabanza por manos de tu Hijo, en suave ofrenda, ¡oh Padre de los hombres, Padre nuestro, la gloria tuya sea gracia nuestra! Amén.

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HIMNOS PARA COMPLETAS R. GRANDEZ

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•- mén.

Quienes rezan Completas sirviéndose del Oficio Divino en castellano publicado entre nosotros, han sentido, quizás, la necesidad de tener nuevos himnos para esta hora del descanso nocturno. Oh dueño de la noche

ORAR LOS SALMOS EN CRISTIANO Dossiers CPL, n. 43. Conocer y respetar los diversos usos de los salmos (P. Farnés) La distribución de los salmos en el oficio divino (P. Farnés) Claves de los salmos (R. Grández) Los salmos, plegaria de Jesús y de su comunidad (J. Bellavista) Los salmos y el padrenuestro (H. Raguer). Como rezar los salmos imprecatorios (H. Raguer). Reconstruir la situación de vida (H. Raguer). Sentido de los salmos históricos (H. Raguer). El tema de la ley (H. Raguer). Las súplicas (H. Raguer). Las bienaventuranzas del salterio (H. Raguer). El día y la noche en los salmos (H. Raguer). Los salmos de laudes (P. Farnés) Los salmos de vísperas (P. Farnés). Los salmos del viernes (J. Bellavista) El salmo 118 en la liturgia de las horas (P. Farnés). La elección de los salmos (P. Tena). 136

Al llegar la noche, el hombre se encuentra solo ante lo inmenso; solo, sí, mas no desprotegido. Podemos elevar los ojos al Padre e invocarle como Dueño de la noche. El himno, todo él, es una plegaria abandonada, confiada, al Padre, Dueño de la noche. Oh Dueño de la noche, aquieta nuestro sueño..., aleja todo miedo..., extiéndenos tu velo... El hombre, al verse solo, teme; no tiene luz que sea suya; se ve desnudo, y esa desnudez es su verdad. Mas no temamos a la hora de descansar, cuando alfinaldel día, por un designio ordenado del Padre de los tiempos, en el silencio, el cuerpo cede a su propio peso. El pensamiento puede sumergirse en la paz y en la contemplación del Padre. El es el eterno tú de nuestro diálogo, que colma toda apetencia: eterno tú que sacias amores y deseos... La inmensidad se ilumina por la Gloria. A esa gloria va abocada nuestra vida y el mundo entero..., oh Dios, oh Padre bueno. Oh Dueño de la noche, oh Dueño de secretos que dan temor al hombre, al verse pasajero, sin luz que sea suya, desnudo y verdadero; oh Dueño de la noche, aquieta nuestro sueño. 137

Oh Dueño de la noche, oh Padre de los tiempos, que hiciste poderoso la vida y el silencio, y diste vuelo al alma y peso a nuestros cuerpos: oh Dueño de la noche, aleja todo miedo.

Al contemplarle en este final de una jornada -síntesis de todo unfinalde vidael alma se solaza, y gusta ya lo eterno mirando tu mirada. Quedan grabados en nuestros ojos esos ojos de Jesús que se muestran dulces, penetrantes y eternos, en los iconos. Si tras la noche oscura tu rostro luz irradia, oh Cristo, ya no hay noche ni muerte ni desgracia. Venciste las tinieblas, oh lámpara del alba, oh Verbo sin ocaso, amor que no se apaga.

Oh Dueño de la noche, oh paz del pensamiento, eterno Tú que sacias amores y deseos, oh mar donde se anegan mortales sufrimientos; oh Dueño de la noche, extiéndenos tu velo.

Verdad de los mortales, hermano, estirpe santa, allí donde tú habitas, dispon nuestra morada.

Oh Dueño de la noche, oh Padre del consuelo, oh Gloria incandescente, oh Dios y dulce Dueño, verdad donde termina mi ser y el mundo entero, a ti te bendecimos, oh Dios, oh Padre bueno.

Llegado elfindel día, el alma se solaza, y gusta ya lo eterno, mirando tu mirada.

Amén.

Oh Cristo verdadero, mi boca a ti te alaba, que sea mi descanso obsequio de tu gracia. Amén.

Si tras la noche oscura ¿Qué habrá detrás de esta vida? Así teme, de su propio natural, el corazón. La muerte semeja a una cortina oscura. ¿Qué hay detrás de la cortina? Pero he aquí que se adelanta la fe, y la fe proclama: Si tras la noche oscura, tu rostro luz irradia, oh Cristo, ya no hay noche ni muerte ni desgracia. Tras de la muerte hay una presencia vencedora; es Cristo. A labora de acostarnos, en la oscuridad, pueden venir los connaturales pensamientos del fin. Cantemos la fe. Venciste las tinieblas, decimos a Cristo. "Lastinieblasno la vencieron" (a la Palabra encarnada, Jn 1,5). Confesamos a Jesús como Vencedor, como aquél que permanece para siempre. El, lámpara del alba, y Verbo sin ocaso (el Verbo que procedía desde la eternidad) es amor que no se apaga. 138

Vendrá la muerte un día El sueño de la muerte nos evoca, con una vivencia, íntima y total, el sueño de la muerte. ¿Temor, temblor ante la muerte? ¿Quién es dueño y arbitro del más allá...? Pero los pensamiento^ cristianos que aquí meditamos y que pertenecen a la más pura fe de la Iglesia, son pensamientos de seguridad y confianza. Cantamos de esta manera: Vendrá la muerte un día, y tras la muerte Cristo me acogerá en sus brazos. Este es el consuelo cristiano que han proclamado los libros santos. "Y enjugará todalágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21,4). Lo hemos visto en la vida cristiana: la muerte, belleza del ocaso. 130

Todo el que cree tiene esta esperanza en Jesús: eternamente el pobre descansará a tu lado. Jesús, en la parábola del rico malo y de Lázaro el pobre (Le 16,19ss), nos ha hablado de este pobre -que queremos ser nosotros- que es consolado por Dios. "El es aquí consolado y tú atormentado" (v. 25). Al terminar el día, ponemos nuestra confianza en el Señor -él es fiel, Oh fiel Señor- para que nos guarde eternamente a su lado. Vendrá la muerte un día, belleza del ocaso, y tras la muerte Cristo me acogerá en sus brazos. Que crezca la esperanza, que alaben los cristianos; es breve la fatiga y eterno es el regalo. Vendrá Jesús viviente, el siempre deseado, y enjugará los ojos y nunca habrá más llanto. Y tú serás mi vida, mi gozo consumado, y eternamente el pobre descansará a tu lado. Oh fiel Señor, oh Cristo, que en cruz nos has salvado, bendito con los tuyos, por siempre tus amados. Amén. La vida se ocultaba (Completas después de las I Vísperas del Domingo) La Liturgia de las Horas no tiene Completas de sábado, sino Completas después de las I Vísperas del Domingo. Ya ha empezado la celebración del Día del Señor. Para este momento preciso está pensado este himno de Completas. Evocamos, pues, desde el principio el misterio pascual de Cristo, en el cual queremos sumergimos en la celebración dominical.La Vida se ocultaba tras una muerte impía; la noche la guardaba y el sol la devolvía. 140

Contemplamos a Cristo Luz, que según la fe de la Iglesia, y según lo profesamos en el Credo, es Luz de Luz. Esta es la Luz que esperamos para el radiante día. LaParusía de Cristo, ciertamente; mas ya con la alborada vendrá laEucaristía. Esa va a ser el Domingo la Parusía de Jesús para la comunidad creyente. Ahora que vamos a dormir, pedimos a Jesús: la noche reposada nos lleve a tu alegría. Así es, la noche sosegada nos va a llevar suavemente a la celebración gozosa del Domingo. La Vida se ocultaba tras una muerte impía; la noche la guardaba y el sol la devolvía. Oh límpido Lucero, que brilla en lejanía, cual Luz de Luz te espero para el radiante día. Pureza de tus fieles, camino que nos guía, con voces y laureles será tu Parusía. Mas ya con la alborada vendrá la Eucaristía; la noche reposada nos lleve a tu alegría. Que viva y reine el Santo, que muerto en cruz vencía, y escuche en nuestro canto su gozo y melodía. Amén.

Y cuando todo pase (Completas después de las II Vísperas del Domingo) Ha concluido el domingo, día del Señor, con lall Vísperas y un canto nupcial del Apocalipsis. Al cerrar la jomada para descansar, todavía elevamos los ojos a Cristo contemplando el punto eterno de la dicha: Y cuando todo pase será el octavo día. El 141

"octavo día", término que viene de los Padres, para designar el Domingo enlazado con el cielo, será nuestra felicidad que rebasa toda palabra. La dicha que allí nace será mi propia dicha. La dicha verdadera nace, bulle... en el seno de Dios: trasciende toda monotonía. Esa será nuestra dicha. Yo templo no lo vi... "No vi Santuario alguno en ella; porque el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero, es su Santuario. La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero" (Ap 21,22-23). A Cristo digámosle el Amén (Ap 1,6.7; 5,14). A él, que es "la estrella matutina" (Ap 22,16) y eterna; él que nos ha prometido el árbol de la vida. "Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios" (Ap 2,7). Y con esta fe se cierren nuestros ojos, uniendo el Domingo con nuestro descanso y Cristo eterno. Y cuando todo pase, será el octavo día; la dicha que allí nace será mi propia dicha.

HIMNO: "SE INCLINA YA MI FRENTE D.COLS Presento este sencillo himno para completas. Responde exactamente al carácter de la última oración del día, "coronación" de la alabanza divina, que ha reunido a la comunidad en los momentos más importantes de la jornada. El texto simple y transparente, fomenta los sentimientos de confianza, descanso, vigilancia, amor y adoración, que la melodía sitúa en un clima de silencio y paz. La "festiva solemnitas" de vísperas situó a la asamblea en una actitud de "aequalitas profunda" que encontrará en la oración de completas su "serena et reflexiva conclusio". Hay que contarlo con la misma sencillez, dejándose llevar por el ritmo agradable de las frases literarias y musicales, para que cualquiera de los versos pueda ayudarnos a "dormir en la gloria del Señor".

Yo templo no lo vi en la ciudad de arriba, ni sol que se apagara, ni luna mortecina. Mas vi una luz preciosa de lámpara divina, y vi a Jesús glorioso brillar con lumbre viva. Y unánimes, radiantes, a Cristo bendecían, y al Padre y al Espíritu con Palmas que blandían. Amén por Jesucristo, la estrella matutina; honor a quien posee el árbol de la vida. Amén.

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PRECES Y ORACIÓN

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LAS PRECES DE LAUDES R. GRANDEZ Las preces del Oficio divino, igual las de la manaba que las de la tarde, son un logro hermoso y pl e no de la reforma actual. Ahí quedarán para el futuro como abundante tesoro eucológico de la Iglesia, verdadera pauta y molde de oración para la comunidad creyente y para el cristiano que de modo personal reza el Oficio de la Iglesia. En este punto, y hablando del libro litúrgico de las Horas en nuestra lengua castellana, el acierto al crear las preces ha sido muy superior que al suministrar los himnos de ambientación. Claro que es incomparablemente más difícil cantar la fe con ritmo métrico que componer hermosas preces, en cuanto a fondo y forma. Tendrán que pasar bastantes años -quizás varias ediciones de los libros- para alcanzar la himnodia que deseamos y que aguardan los fieles orantes. Entremos hoy a ponderar las preces matutinas de Laudes, que son oblación de la jornada. Preces para consagrar a Dios el día y el trabajo

Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo; Señor, tu pecho sea la gracia del descanso. Mis ojos se retiran, la voz deja su canto,

pero el amor enciende su lámpara velando. Lucero que te fuiste, con gran amor amado, en tu gloria dormimos y en sueños te adoramos. Amén.

Este es el título que la Liturgia de las Horas, en la parte del Ordinario, da a las preces de Laudes. Las de la tarde serán simplemente "Preces o intercesiones". "Con el nombre de preces se designan tanto las intercesiones que se hacen en las Vísperas, como las invocaciones hechas para consagrar el día a Dios en los Laudes matutinos" (IGLH 182). Podrían, pues, llamarse las preces matinales, a las que nos referimos, "Invocaciones de Laudes". Esta terminología indica el carácter específico que tienen las preces creadas por la Iglesia para la mañana, de orden muy diferente a las intercesiones vespertinas. Hemos de recordar que el Concilio ordenó suprimir la hora de Prima. Lacónicamente, en la Constitución sobre Liturgia, en el capítulo del Oficio divino, se mandaba: "Suprímase la Hora de Prima" (SC 89, d). ¿Por qué razón? No para que el número de Horas quedase reducido a siete (siete veces al día te alabo...), sino por el

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conocimiento histórico y estructural del Oficio divino. Prima se había introducido por ciertos usos monásticos referentes al "capítulo", en el cual los hermanos eran convocados para el trabajo del día. Por eso, Prima, en los versículos, antífonas y oraciones, pasada la salmodia, era una hora de ofrecimiento del día. Esafinalidadse centra justamente en el cuerpo de los Laudes matutinos. La hora de Prima estaba de más. Sus elementos de oblación, incluso las mismas palabras de algunas piezas, han pasado al nuevo tesoro de las preces matutinas de los Laudes. Cómo construye la Iglesia sus preces en el Oficio divino El simple examen de los libros litúrgicos nos da la clave de identificación de las preces en la Liturgia de las Horas. 1) Expresión del corazón orante de la Iglesia. La primea característica de las preces, sean de Laudes como de Vísperas, es que son preces "de la Iglesia" en cuanto a elaboración, fórmulas y contenido. Llevan esta marca: "de la Iglesia", de la Iglesia visibilizada en esta comunidad orante. Notemos algunas características en este matiz que describimos. - Se requiere que tengan la garantía "eclesial" propia. La garantía la da la inclusión en los libros oficiales, o la aprobación de la Conferencia episcopal, o inclusive el mismo buen sentido de la comunidad orante que celebra, puesto que hay un determinado margen de creatividad para esta asamblea aquí reunida por el Espíritu Santo. - Estas preces deben estar moldeadas por la "objetividad de la fe". Para eso se requiere: exactitud en el contenido teológico, recto encuadre en concepciones amplias de historia de salvación. - Un determinado lenguaje: lenguaje actual ciertamente, pero lenguaje con cierto sabor de palabras de la Escritura -de la Escritura bebe la Iglesia su fe- y en todo caso, según la tradición secular de todas las liturgias, lenguaje noble y digno en su mera calidad literaria. 2) Con un peculiar estilo de alabanza, súplica e historia de salvación. Sobre esto nos orienta con pedagogía el documento fuente de nuestras reflexiones: "Como se hace en el Padrenuestro, conviene enlazar las peticiones con la alabanza de Dios o la confesión de su gloria, o la conmemoración de la historia de la salvación" (IGLH185). La Iglesia, cuando ora, vive inmersa en un mundo que llamamos historia de salvación. Por eso, al dirigirse a Dios, recuerda, porque el recuerdo es gratitud y esperanza, y al tiempo que suplica, alaba. Su oración no es utilitaria y corta, sino que quiere orar como Jesús ha orado. 3) Preces expresadas como oración simple y directa. Las preces de las que aquí hablamos no son enunciados de intenciones para que luego el pueblo ore. No son tampoco catequesis adyacentes para motivar la oración que queremos hacer. Son 146

simplemente oraciones, dirigidas a un Tú -ese Tú divino de nuestro amor- en un vocativo simple y directo. Por eso, las preces son breves: lo que se requiere para decir. Nada de ampulosidades, estilo que ha proliferado en las oraciones de la piedad individual. 4) Con determinada estructura en orden a su ejecución. "Las preces que han de ser utilizadas en el Oficio están dotadas de tal estructura que pueden adaptarse a la celebración con el pueblo, a una pequeña comunidad y a la recitación hecha por uno solo" (IGLH 189). Atendiendo al modo de responder, la ejecución puede ser con tres posibilidades distintas. a) Con una respuesta uniforme. El sacerdote o ministro pronuncia la prez (invocación o intercesión) íntegra, y la asamblea responde con esa súplica, invocación, o aclamación... que se había adelantado al introducir la serie de preces. Es, sin duda, la forma más apropiada cuando se celebra el Oficio divino con pueblo. b) Con una respuesta variada. El sacerdote o ministro pronuncia la mitad de la prez -todas están divididas en dos partes- y la asamblea completa la oración con la segunda parte. Una "pequeña comunidad" puede hacerlo así, sin excluir los otros modos, muy dignamente. En esta hipótesis, no parece que tenga mucho sentido comenzar en la introducción diciendo la fórmula destinada a la repetición, cuando de hecho no se va a repetir. Quedaría colgando como una invocación más. En tal caso, de la invitación a orar se podría pasar directamente a las preces. c) Con respuesta no de palabras sino en silencio orante: "la asamblea interponga una respuesta unida o una pausa de silencio..." (IGLH 193). Si la respuesta va a ser una pausa de silencio, tampoco tiene sentido el pronunciar al principio la fórmulaescrita que podría ser respuesta de la asamblea. Cuando oramos solos, esta tercera manera puede tener, al menos en ocasiones de más sosiego, particular sentido para la asimilación de lo que estamos diciendo. El íntimo sentido de las preces de Laudes Bastaría abrir, casi al azar, cualquier formulario de estas preces para sentir el hálito que vibra en ellas, y percatarnos al punto por dónde van, por dónde respira, qué diferentes son de las intercesiones vespertinas. Tomemos, como ejemplo, el modelo del martes de la primera semana. Ya que hemos sido llamados a participar de una vocación celestial, bendigamos por ello a Jesús, el sumo sacerdote de la fe que profesamos, supliquémosle diciendo: Señor, nuestro Dios y nuestro Salvador. Rey todopoderoso, que por el bautismo has hecho de nosotros un sacerdocio real, / haz que nuestra vida sea un continuo sacrificio de alabanza. 147

Ayúdanos, Señor, a guardar tus mandatos, / para que por la fuerza del Espíritu Santo, nosotros permanezcamos en ti y tú en nosotros. Danos tu sabiduría eterna, / para que nos asista en nuestros trabajos. Concédenos ser la alegría de cuantos nos rodean / y fuente de esperanza para los decaídos. Estas preces -unas entre tantas- están construidas con un lenguaje actual y comprensible, lenguaje directo, lenguaje, además, hondamente teológico, y, por otra parte, lenguaje que rezuma terminología de la Sagrada Escritura. Este estilo de orar es de bendición (bendigamos a Jesús) y de súplica. ¿Es esto un "ofrecimiento de obras" ? Lo es, pero un ofrecimiento de obras como se puede hacer desde la Sagrada Escritura. En los ofrecimientos de obras devocionales fácilmente se ha introducido una teología, cuya ponderación no deja de producir ciertas reservas: valor meritoriodenuestras acciones, que es intransferible; valorpropiaciatorio, satisfactorio..., que "generosamente" lo podemos ceder a otros... Reparación con nuestras obras de los pecados con que el Señor va a ser ofendido... Evidentemente, nada de este estilo, de este modo de pensar, se traduce en los "ofrecimientos de obras" de la liturgia. Al Rey poderoso que por el bautismo nos ha consagrado para sí, le suplicamos que nuestra vida sea un continuo sacrificio de alabanza. Le suplicamos permanecer en sus mandatos, lo que no podemos conseguir sino por la fuerza del Espíritu Santo. El Espíritu es el que posibilita la alianza con Jesús: nosotros en ti, tú en nosotros. Le pedimos, como Salomón, la sabiduría para que nos asista en nuestros trabajos, ahora al comenzar la tarea. En fin, que seamos irradiación de alegría y fuente de esperanza. ¿Qué otro ofrecimiento de obras necesitamos, orando de esta manera? La oración, como respiración de amor, no puede ser rígida, como si se debiera ajustar inexorablemente a no sé qué esquemas. A veces en Laudes "encomendamos";' pero este encomendar, más que interceder, es como presentar en el mismo ges to oblativo a personas muy queridas y necesitadas. Se ajusta a este espíritu, decir, por ejemplo: "Mira con bondad a cuantos se han encomendado a nuestras oraciones / y enriquécelos con toda clase de bienes del cuerpo y del alma" (lunes I)

que van en plena consonancia con el ofrecimiento de la jomada. El tema del ofrecimier>to salta a los ojos, y esto envuelto, la mayoría de las veces, con la referencia y la teolog'a de la luz y de las tinieblas, por ser ésta la hora en que rompe la luz del nuevo día. Cuidado con posibles deterioros El deterioro esencial de las preces oblativas de Laudes es salirse de Ia intencionalidad propia y específica de las mismas y hacer otro tipo de preces q u e vendrán bien para otra ocasión, pero que no son de este lugar. Hay también un deterioro de la oración litúrgica cuando, a fuerza de u113 incontrolada espontaneidad, caemos en repeticiones constantes. Se puede igualmente deteriorar laobjetividad de laoración, cuando se traen pa ra el apoyo común ciertas intenciones que en sí son harto discutibles. Enfin,en un aspecto más bien de buen orden y estética, se deteriora la oracion cuando, tomando un esquema invocativo, luego aportamos intenciones de forma narrativa, sin que posibiliten una respuesta adecuada de la asamblea. Pero esto es menor» porque afecta a un elemento exterior, no interno y constitutivo. No vamos a ser formalistas y puritanos. San Pablo ve a una comunidad bullente en el Espíritu, que ora en con libertad {\ Co 14), pero aun en estas condiciones, y aú11 en el supuesto de que el Espíritu trabaja, pide buen orden y control. Sabe que l° s cristianos orantes son profetas para edificación, consolación y exhortación, pe f 0 también dice que "los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas" (1 C° 14,32).

Algunas peculiaridades y notas Los domingos-es bien comprensible-esta oblación matinal está particularmente ungida por la celebración de la Resurrección del Señor. El sábado de la tercera semana el formulario está pensado como el de una memoria mariana. En el sábado de la primera semana, una de las cuatro preces (no hemos dichoque en los libros litúrgicos las invocaciones de Laudes son cuatro preces) está dedicada con una referencia a la Virgen. Los viernes se siente en la manera de orar la cruz y la sangre redentoras. Y junto a todo ello tendríamos que indicar el sentido de las oraciones conclusivas, 148

14«

Un día nuevo ofrecido a Dios

LA ORACIÓN CONCLUSIVA DE LAUDES J. ALDAZABAL Con la celebración de Laudes, la comunidad cristiana eleva ya desde el inicio del día su alabanza a Dios, comenzando la jornada de trabajo con el recuerdo gozoso de la resurrección de Cristo (cf. IGLH 38). El tono espiritual de esta oración matutina queda reflejado en sus varios elementos: himnos, salmos, lecturas breves, preces... La "nueva" oración final Aquí quiero ofrecer una reflexión sobre la oración con la que el presidente concluye Laudes, casi como resumiendo lo que se había expresado ya en los himnos y salmos, o lo que la comunidad había pedido en sus preces, o incluso lo que Cristo nos enseña a decir en el Padrenuestro. Es la oración conclusiva, y no es extraño que en ella encontremos muchas veces el mejor resumen del espíritu de Laudes, elevando a Dios la alabanza, ofreciéndole la jornada, y pidiéndole esa gracia matutina que tiene tanta densidad humana y cristiana.

Un día que comienza es, ya humanamente, todo un poema de novedad y de ilusión. Después de la tiniebla de la noche, con su reconfortante descanso, se abre una página nueva en blanco, en nuestra historia. Es la hora del nuevo sol. Hay un margen de confianza en el nuevo día. Con la excepción de algunas personas que se despiertan cansadas y no logran recuperar la plenitud de sí mismas hasta algunas horas más tarde, el nuevo día pone normalmente a nuestra conciencia un color de renacimiento y disponibilidad. En nuestra oración expresamos el agradecimiento a Dios porque nos ha hecho llegar hasta esta nueva fecha en nuestro calendario: "Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día..." (miércoles 1), "Señor y Padre nuestro, que con el nuevo día nos has dado la luz del sol para que ilumine nuestro vivir presente..." (martes 1). El ritmo natural de la sucesión entre la noche y el día se convierte con naturalidad en ritmo de nuestra alabanza a Dios y de nuestra súplica pidiéndole su ayuda. Un cristiano ve la jornada desde la perspectiva de Dios. El trabajo lo ve como programa humano, pero sobre todo como colaboración con la obra creadora de Dios. Por eso se dispone a emprender las actividades del día con la conciencia gozosa de realizar el plan de Dios sobre este mundo y nuestra existencia: "Oh Dios, que encomendaste al hombre la guarda y el cultivo de la tierra y creaste la luz del sol en su servicio..." (lunes 4). Orientando desde el principio la vida hacia Dios, la oración de Laudes nos hace pedir que podamos de veras hacerlo todo por El y para El, siguiendo su voluntad en todo:

Estas oraciones se encuentran en las ferias del Tiempo Ordinario, o sea, en el Salterio dividido en cuatro semanas. Los otros días -fiestas o tiempos fuertes- tienen oraciones propias, generalmente las mismas de la Misa del día (cf. IGLH 199).

"Tu gracia, Señor, inspire nuestras obras, las sostengay acompañe, para que todo nuestro trabajo brote de ti, como de su fuente, y a ti tienda, como a su fin" (lunes 1),

Precisamente ha sido ésta una de las más agradables novedades de nuestra Liturgia de las Horas. En vez de rezar en el Oficio Divino las mismas oraciones de la Misa, se ha querido -al menos en las ferias, no en las fiestas de santos y los tiempos fuertes- recuperar del tesoro de la tradición unas oraciones que hablen de la mañana y de la tarde.

"concédenos emplear las horas de este día que empieza de tal forma, que nuestras acciones te sean gratas y que, siguiendo tus inspiraciones, obremos según tu querer" (martes 1),

En total son veinticuatro oraciones breves (seis ferias en cada una de las cuatro semanas), que reflejan, en su conjunto, el inicio de la jornada iluminado por el sol cósmico y sobre todo por el Sol verdadero, Cristo Resucitado. 150

"pues toda nuestra existencia es puro don de tu liberalidad, que también cada una de nuestras acciones te esté plenamente dedicada" (sábado 2). Una primera dirección de estas oraciones es, pues, el reconocer que Dios es nuestro creador, nuestro salvador, que todo en nuestra vida tiene sentido desde El, que 151

todo lo debemos a El; y como consecuencia, que todo en nuestra jornada debería estar dirigido y consagrado a El. Empezar la jornada en cristiano es desear que toda ella esté vivida conforme a los planes de Dios: "ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece nuestras voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos, reconociéndote como nuestro Guía y Maestro" (viernes 3), "Señor, Dios, rey de cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos..." (lunes 3), " yaque con tu sabiduría nos has creado y con tu providencíanos gobiernas, haz que nuestro vivir y nuestro obrar estén del todo consagrados a ti" (miércoles 3), "que núes tras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos" (miércoles 1).

"Dios omnipotente y eterno, luz esplendente y día sin ocaso..." (sábado 4). La luz de Dios se nos ha manifestado sobre todo en Cristo Jesús, "luz gozosa" del Padre, imagen y reflejo de toda la gloria y claridad de Dios. Ya desde su prólogo, el evangelio de san Juan presenta a Cristo bajo la metáfora de la luz: El es "la luz verdadera que ilumina a todo hombre". Una de sus más explícitas autorevelaciones será: "yo soy la Luz: el que me sigue, no andará en tienieblas" (cf. IGLH 38). "Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras a todo hombre y le muestras el camino de la salvación" (martes 2). Como eco al canto del Benedictus, que presenta a Cristo como "sol que nace de lo alto", las oraciones dicen: "a los pueblos que viven en tinieblas y en sombra de muerte, ilumínalos con tu luz, ya que con ella nos ha visitado el Sol que nace de lo alto, Jesucristo, nuestro Señor" (jueves 3). Cristo nos ha iluminado con la luz misma de Dios, su Padre.

Por la tarde será la hora del examen, con su posible resultado de desilusión o de satisfacción. Pero por la mañana, en Laudes, la tónica es la decisión de ofrecer a Dios nuestro trabajo y todas nuestras acciones, con la confianza puesta en su ayuda.

Sobre todo su resurrección es la que nos hace experimentable esta luz y esta gloria: es ahí donde se ve cómo al sol cósmico le corresponde en plenitud el Sol que nace de lo alto, el enviado por Dios para iluminar a la humanidad.

No está mal que, entre cantos poéticos y con ilusión en nuestras oraciones, orientemos el nuevo día ya desde el primer momento con un entusiasmo que luego, por desgracia, se verá seguramente rebajado en el transcurrir de las horas.

La hora matutina nos hace recordar de un modo más entrañable la resurrección de Cristo (cf. IGLH 38), así como la de vísperas alude a menudo a su muerte, y la hora intermedia al proceso de su pasión, completando así la continuada "anamnesis" o memorial de Cristo que constituye nuestra Liturgia de las Horas.

El tema de la luz El inicio del día, con la salida del sol, hace que en la oración de Laudes se juegue repetidamente entre el sentido cósmico de esa luz y su sentido cristiano. La sucesión de las tinieblas de la noche y la luz del día aparece en los himnos, lecturas, salmos, y también en esta oración conclusiva de Laudes, con una intención claramente teológica y pastoral, que nos quiere llevar a una jornada vivida con la consigna de "hijos de la luz", partícipes de la luz de Cristo, que a su vez participa de la luz del mismo Dios. Ante todo, Dios es la Luz. La metáfora se cumple eminentemente en El, "luz sobre toda luz", que ha creado todas las cosas para "alegrar su multitud con la claridad de su gloria". Esto, que expresa tan hermosamente laPlegariaEucarísticaIV del Misal, lo van diciendo las oraciones de Laudes: "Dios todopoderoso y eterno, luz de luz y día sin tinieblas..." (jueves 1), "... a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz..." (jueves 2), 152

Esta sucesión de Horas presenta la vida y la obra pascual de Cristo como una continuada lucha entre la luz y la tiniebla, entre el mal y el bien. Siempre triunfa, precisamente en la mañana de Laudes, la vida, el Sol que nos nace de lo alto: "Te pedimos, Señor, que la claridad de la resurrección de tu Hijo ilumine las dificultades de nuestra vida..." (sábado 1). Pero la intención de estas oraciones no es sólo contemplar con gozo la luz de Dios reflejada en Cristo, sino pedir que esta luz nos inunde a nosotros e ilumine nuestra jornada. El simbolismo espiritual de la luz para nuestra vida se ve con mayor claridad cuando se expresa en estas oraciones lo que es la oscuridad: "no temamos ante la oscuridad de la muerte" (sábado 1), "los pueblos que viven en tinieblas y en sombra de muerte" (jueves 3), "tjue la luz de tu presencia aleje de nosotros la oscuridad del pecado e ilumine con su claridad nuestro espíritu" (jueves 1), 153

"te pedimos que nos visites con el esplendor de tu luz y disipes así las tinieblas de nuestros pecados" (sábado 4). "has iluminado las tinieblas de nuestra ignorancia con la luz de tu Palabra..." (viernes 1), "envía a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que nos veamos libres de todo error" (miércoles 2). La noche y la oscuridad han sido siempre símbolo de cosas malas. Aunque ahora, con la luz artificial, haya perdido en parte esta carga peyorativa, siempre la oscuridad de la noche, aplicada a nuestra vida, podrá entenderse en esta dirección que las oraciones acentúan: la tiniebla es la muerte, el pecado, la ignorancia, el error. Y la luz de Dios, a través de Cristo, nos quiere librar de todos esos males. Nuestra jornada empieza, pues, con una súplica a Dios para que nos conceda la abundancia de su luz, y nos ayude a vivir como "hijos de la luz". Un cristiano es aquella persona que se deja iluminar por la luz de Cristo, y eso no sólo poéticamente, sino en la realidad cotidiana de sus obras, pensamientos y palabras. Esa es la petición más repetida siempre que, sea de Dios, sea de Cristo, se afirma que son Luz: que con su Luz nos iluminen a nosotros y nos liberen de las dificultades, de la muerte, del pecado, del error, de la ignorancia, que también amenaza la vida de los cristianos. Naturalmente, también se conecta con la luz escatológica de la vida eterna: "que la claridad de la resurrección de tu Hijo ilumine las dificultades de nuestra vida, que no temamos ante la oscuridad de la muerte'y podamos llegar un día a la luz que no tiene fin" (sábado 1). Ya desde la mañana, la mirada está puesta no sólo en la jornada que iniciamos, sino en el final de la historia de nuestra vida, que cada día se nos recuerda con mayor cercanía: "nos has dado la luz del sol para que ilumine nuestro vivir presente y nos prometes la luz eterna para alegrar nuestra vida futura..." (martes 1),

Es lógico que en Laudes la oración breve conclus iva, dado que sigue con relativa cercanía al cántico evangélico del Benedictus, le haga eco repetidas veces: "Señor Jesucristo, luz verdadera... concédenos la abundancia de tu fuerza para que preparemos, delante de ti, sendas de justicia y de paz" (martes 2), "para que avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos libres de todo error" (miércoles 2), "a los pueblos que viven en tinieblas y en sombra de muerte, ilumínalos con tu luz, ya que con ella nos ha visitado el Sol que nace de lo alto, Jesucristo..." (jueves 3), "para que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, te sirvamos con santidad y justicia, todos nuestros días" (jueves 4). La alusión a la Eucaristía es escasa, por su independencia con relación a los diversos momentos de la jornada: pero aparece en una oración, a raíz de la "santa alianza" nombrada por el Benedictus, que se aproxima inmediatamente a la participación eucarística en la Nueva Alianza de Cristo: "Recuerda, Señor, tu santa alianza, consagrada con el nuevo sacramento de la Sangre del Cordero, para que tu pueblo obtenga el perdón de sus pecados y un aumento constante de la salvación" (miércoles 4).

La alabanza, la actitud fundamental El nombre mismo de "Laudes" significa "alabanzas". La alabanza, hecha de admiración y gratitud, es la actitud fundamental para toda la vida del cristiano y en concreto para la oración matutina. A la luz del día se une nuestra alabanza, formando así la luz y la alabanza como una especie de sacramento sutil y profundo:

"podamos cantar tus alabanzas con la asamblea de tus santos por toda la eternidad" (viernes 2),

"que meditando fielmente tu ley vivamos siempre en tu alabanza" (jueves 2),

"para que, con tu auxilio, Salvador del mundo, alcancemos la salvación ahora y por siempre" (lunes 3),

"que nuestra voz, nuestro espíritu y toda nuestra vida, sean una continua alabanza en tu honor" (sábado 2).

"y podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo" (sábado 3),

Esta alabanza de nuestra oración queremos que tenga continuidad en la alabanza eterna de los bienaventurados:

"y así gocemos de tu consuelo en esta vida y alcancemos Infelicidad eterna" (viernes 4).

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Alusiones al Benedictus

"te pedimos nos concedas que, del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina, así las podamos cantar también plenamente con la asamblea de tus santos por toda la eternidad" (viernes 2), 155

"haz que, mientras dura nuestra vida aquí en la tierra, te alabemos incesantemente y podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo" (sábado 3). Una vida de resucitados Pero esta alabanza no puede quedarse en cantos y salmos. Como tampoco puede quedar la alusión a la luz en mera poesía matutina.

ESPIRITUALIDAD Y PASTORAL

Laudes quiere tener continuidad en la jornada entera: y son nuestras obras, la jornada entera vivida por Dios y ofrecida a El, lo que constituirá nuestra verdadera alabanza. Uniendo la novedad de la luz del sol naciente, la ilusión de la jornada recién inaugurada, y la energía del Señor Resucitado, los cristianos quieren vivir toda la jornada con optimismo, con dinamismo, con disponibilidad. Quieren ser hijos de la luz: "aumenta nuestra fe, para que la alabanza que sale de nuestros labios vaya siempre acompañada de frutos de vida eterna" (martes 4), "que ninguna tentación pueda nunca destruir el ardor de lafe y de la caridad que tu gracia ha encendido en nuestro espíritu" (viernes 1), "concédenos hoy que, con tu luz, trabajemos sin desfallecer para tu gloria y para el bien de nuestro prójimo" (lunes 4), "que comencemos este día con ánimo alegre y que realicemos nuestras obras movidos por el amor a ti y a los hermanos" (martes 3). Un optimismo motivado y estimulante La oración de Laudes nos invita a empezar el día con la convicción del amor que Dios nos tiene y de la Luz que quiere infundir sobre nuestra vida, con la gozosa certeza del sepulcro vacío y la resurrección de Cristo, que da sentido a todas las horas de la jornada. En verdad la mañana nos habla de Dios y de Cristo. Así se produce una hermosa conjunción entre el ritmo cósmico del tiempo -noche y día, tinieblas y luz- y la presencia siempre viva y luminosa del Señor Resucitado en nuestra existencia, dispuesto a comunicarnos toda la energía de su Pascua y la luz de su Gloria. Y todo ello sin olvidar en ningún momento, por mucha poesía que aporten los salmos o los himnos, o incluso a veces las oraciones, el compromiso de saber que debe ser la jornada vivida con estilo evangélico la que de veras será nuestra más válida alabanza a Dios. 156

ORAR CON PAZ, CON AMOR, CON VERDAD A. ALTISENT Cuando ingresé en el monasterio de Poblet hace más de cuarenta años, tuve como maestro de novicios a un monje esloveno que era un pequeño santo. Aparte clases sobre la Regla de san Benito y otros temas, nos daba, una o dos veces por semana, una plática de contenido místico. Durante estas charlas, los cuatro o cinco novicios y él estábamos sentados en sillas formando corro en una pequeña habitación del noviciado. El padre maestro discurría en voz alta con los ojos cerrados y podía estar hablando un cuarto de hora con una mosca en la frente sin ahuyentarla. En manera alguna me estoy chanceando de aquel santo monje al recordar eso: al contrario, lo digo para dar una pequeña idea de que era un hombre mortificado y de que estaba tan sumergido en las cosas espirituales que, al hablar de ellas, lo hacía completamente absorto en el tema. Este monje (que murió hace pocos años en su país siendo abad de su monasterio de Sticna) nos decía que había dos maneras de rezar o cantar en el coro. Una era seguir atentamente la letra de lo que se rezaba; la otra consistía en prestar una atención general a Dios y recitar o cantar abandonándose a él sin resistencia y como a ciegas. Con el poco latín que yo sabía entonces y con la traducción bíblicade san Jerónimo que Dios guarde, excuso decirles que la segunda manera se me daba mejor, porque, siguiendo la letra, sólo de vez en cuando entendía una frase bonita, y "pues no está mal", me decía a mí mismo, para continuar en seguida arrastrando los pies por el mar de arena gris del desierto de los demás versículos. Hoy, con la lengua materna, transparente, uso instintivamente el otro método, aunque no me parece imposible lograr en ciertos momentos una parcial y útil fusión del uno con el otro. 157

Seguir el sentido de los textos El sistema de seguir el sentido de los textos que pronunciamos responde al significado más inmediato de aquella frase de la Regla benedictina que dice: "Mens riostra concordet voci nostrae" que significa: "Que nuestra mente esté acorde con nuestras palabras", es decir: que estemos atentos a pensar en lo que decimos y no dejemos divagar nuestra imaginación por otros pagos. Con es te segundo procedimiento, y habiendo dominado un poco (por agotamiento) con los años mi natural emotividad, me doy cuenta de que, al rezar las Horas, decimos, como sin querer, verdaderas enormidades. "Sin querer" significa aquí sin ponerle pathos, palpitación emocional a la expresión; "sin querer" significa: "como quien no dice nada". Sí, como quien no dice nada decimos, en las Horas, verdaderas enormidades. Y ahí está precisamente lo grande de rezar con ellas. Porque, como quien dice a otro "acércame el pan", decimos a Dios, por ejemplo: "aparta tu vista de mi pecado, Señor", "crea en mí un corazón puro" o "abre mis ojos a las maravillas de tu ley", verdaderas enormidades porque Dios escucha allí mismo y al punto lo que decimos y, como no desea darnos otra cosa que eso, nuestras palabras (que, encima, son suyas) tendrán un cumplimiento efectivo puntualmente a su hora, sin lugar a dudas. De este modo, tenemos la alegría de pensar que Dios aparta su vista de nuestros pecados, nos va a dar un corazón puro, nos abrirá los ojos a las maravillas de su ley... enormidades que lo extraño es que no nos maten allí mismo por el mero hecho de decirlas con sencillez pero con fe convencida. Tomarse en serio lo que rezamos Con lo mucho que eso es, todavía tiene (entre tantos) otro aspecto valioso la oración de las Horas, aspecto que podríamos ver en una interpretación más profunda de la frase de la Regla benedictina antes citada. "Concuerde nuestra mente con nuestras palabras" significaría entonces que hemos de orar de forma que lo que decimos lo digamos en serio, afín de que nuestras palabras modelen nuestra alma y nuestro corazón, es decir, nos mentalicen, formen ellas nuestra mentalidad, de modo que ésta no sea otra, en todos los momentos de la jornada, que la de lo que decimos al orar. Es decir, que oremos abandonándonos a la acción que Dios realiza en nosotros al poner en nuestros labios sus palabras, las que ha inspirado a los santos de la Biblia, palabras de su Espíritu, en definitiva. Dios nos modela haciéndonos Cristo por los sacramentos, pero también nos modela transformando nuestro espíritu en el suyo por la repetición sencilla pero sincera de sus palabras. Decir lo que decimos nos marca no ya solamente por un efecto psicológico, sino también por el hecho de que estas palabras son utilizadas por Dios en nosotros con este fin. Esto me recuerda que la primera vez que tuve que viajar en avión un amigo me dio este consejo: "Cuando el reactor, después de correr un poco por la pista, se alce 158

apuntando hacia arriba, tú no te eches para adelante en el asiento como compensando la inclinación: tú abandónate a la maniobra". Abandonarse a la maniobra; nunca olvidaré estas palabras que son casi la definición de la vida espiritual. ¿No consiste, en efecto, toda ella, en abandonarse a la maniobra divina que es todo lo que ocurre? Pues bien, si en algún momento uno ha de abandonarse a la maniobra divina es en la oración de las Horas. Por eso, nuestra oración ha de ser "abandonada", relajante y relajada, sin tensiones ni nerviosismos.

La calidad espiritual Sin tensiones ni nerviosismos ni siquiera para cumplir exactamente con la rúbrica prescrita, si involuntariamente nos equivocamos o alguien que reza con nosotros se equivoca. En efecto, no hay que confundir los instrumentos con la música. Ahora, con las reformas, tenemos en la oración litúrgica un instrumento muchísimo mejor que el de antes, pero no hemos de recaer en antiguos vicios y convertir en fin lo que es un medio; no hay que volver a la tiranía de ciertos maestros de ceremonias y a aquellas toses nerviosas con las que, a veces, tratando de avisar desde el coro al celebrante que se equivocaba, algunos causaban turbación y desorden en la plegaria. He mencionado los instrumentos y la música, recordando que aquéllos tienen a ésta como finalidad. En efecto, con un instrumento defectuoso, un gran artista puede hacer maravillas; con un excelente instrumento musical, yo no produciré más que gruñidos. El Tiziano terminaba sus cuadros con los dedos; yo, aunque me den los pinceles del Tiziano, no haré más que monigotes. Lapersona transciende el instrumento y es ella y sus cualidades o defectos lo que prima en el resultado. En materia de oración, lo decisivo es la calidad espiritual de quien emplea y pone en práctica lo prescrito, no lo prescrito en sí, como si obrara mágicamente. Un apólogo que cuenta Tolstoi en alguna parte ilustra este punto. Un obispo ortodoxo, dice, fue a inspeccionar los monasterios a lo largo de la costa ártica por la parte de Arkhangelsk. Llegó a un pobre monasterio donde los monjes era tan ignorantes que ni siquiera sabían el padrenuestro. El obispo permaneció allí unos días para enseñárselo y luego volvió a bordo. Pero cuando el barco estaba a algunas leguas de la costa vio con gran sorpresa que tres monjes llegaban corriendo sobre las olas. Desde cubierta, el obispo, pálido como un muerto, se inclinó hacia ellos: "¿Qué venís a hacer aquí?" -les dijo. "Perdonadnos -le contestaron los monjes- pero hemos olvidado ya la oración que nos enseñasteis". "Hermanos -les contestó el obispo- volved a vuestros monasterios. Sabéis ya bastante con lo que sabéis". Un monje de la comunidad a la que pertenezco me contó hace años un relato paralelo, quizás más explícito aún. Lo había leído, creo, en una hoja de calendario. Se refería a un universitario que fue aconsultar a un famoso ermitaño. Al llegar, le encontró rezando el rosario, pero, en lugar de avemarias, a cada grano que pasaba el viejo decía: "pasa, pequeña, pasa; pasa, pequeña, pasa...". El joven se llevó las manos a la cabeza 159

-"¡Dónde me he metido!"- y enseñó el avemaria a aquel solitario. Luego, para regresar a la ciudad tenía que atravesar un torrente muy ancho, pero ordinariamente casi seco; cuando estaba pasándolo bajaron las aguas en forma extraordinaramente caudalosa y violenta; el joven se estaba ahogando cuando tuvo la ocurrencia de invocar la intercesión del ermitaño a quien había dejado lejos, en su cueva. Inmediatamente se presentó el viejo, corrió sobre las aguas, tomó en brazos al universitario, le llevó a la otra orilla y regresó a la suya. Desde el otro lado del torrente el universitario le gritó: "¡Continúe, padre, con el 'pasa, pequeña, pasa'!" ¿Qué indican estos apólogos? Sencillamente, y per absurdum, sugieren que la oración es ante todo una cuestión de calidad espiritual. Aquellos monjes rusos no sabían el padrenuestro, el ermitaño no sabía el avemaria, pero en su manera de entrar en contacto con Dios en la oración, arriesgaban su alma en él con una sencillez, una confianza y una verdad tan completas que, con ellas, superaban en mucho la rudeza de lo que mascullaban. Lo de siempre: la persona transciende el instrumento.

Orar sin tensión, en pax Más o menos en la misma dirección de estos apólogos, permítaseme recordar sine ira nec studio una anécdota personal. Me hallaba hace ya algunos años en una ciudad cuyo nombre no importa, cuando murió en ella un íntimo amigo mío. Quise oficiar, naturalmente, en la absolución del cadáver y, para prepararlo todo para el día siguiente en que debía hacerlo, acudí aquel anochecer a la parroquia correspondiente, famosapor su modernidad y progresía. A la hora en que penetré en la iglesia, ésta estaba oscura y no había casi nadie. En el presbiterio, iluminados desde arriba por un potente foco, cuatro o cinco sacerdotes de blanco estaban concelebrando. El cuadro era de lo más teatral: los concelebrantes, iluminados por el foco, con los brazos levantados, se mantenían patéticos, extáticos, miríficos, dramáticos. Parecían estar recitando Racine. Pero yo no pude evitar acordarme con añoranza de aquellas misas del padre Hilario de Arenys de Mar, en la iglesia de Pompeya de Barcelona, en las cuales el buen capuchino se tragaba las frases latinas de tres en tres pero donde, no sé por qué carisma, flotaba un sentido de la paternidad de Dios que lo liberaba a uno, lo abría y lo ponía en contacto con el cielo. La celebración y la plegaria han de ser correctas, pero sin tensiones; han de abrir nuestros poros a Dios relajadamente. Esto es, probablemente, descubrir la sopa de ajo. Pero quizás es importante que cada uno la descubra por sí mismo (Goethe decía: "Lo que has recibido, conquístalo para poseerlo"). La liturgia es para orar; por ello, ha de hacerse con un máximo de paz; la tensión, aunque sea para cumplir mejor las normas, estropea lo esencial.

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Conclusión: utilicemos bien los instrumentos de que disponemos Nadie sacará de ello, espero, la conclusión de que propongo saltarse lo que está establecido. Diría que hay que conocerlo y prepararlo bien a fin de poseerlo con tal naturalidad que, ya la atención prestada a los instrumentos, no nos haga olvidar que de lo que se trata es de hacer buena música con ellos. Hay que evitar, creo, en este punto, dos manías simétricas: la de salvar ante todo las formas y la de lanzarse, olvidándolas deliberadamente, a una creatividad que puede parecer más espontánea y más llena de vida, pero que en realidad lleva, en general, a producir banalidades y hace perderel valor de los instrumentos consagrados oficialmente por la Iglesia. Actualmente disponemos de unos excelentes instrumentos: hagamos con ellos mejor música. La perfección formal a la que el trabajo esforzado de tantos estudiosos de la liturgia y de la Biblia, a través de muchos años, ha llevado y va llevando nuestros textos y nuestras celebraciones, ha de servir para que, en la plegaria, nos entreguemos a Dios con una mayor confianza, nos encontremos con él en el amor y nos abramos a él con la suavidad con que una flor se abre al sol que la acaricia sin tocarla. Una cosa muy sabida, sin duda. La sopa de ajo. Tal vez soy todavía novicio, por recordarlo, como en tiempos de aquel monje esloveno. Quizás sea mejor así. O quizás las cosas elementales se descubren a mis años. O quizás hay que irlas redescubriendo muchas veces, durante toda la vida.

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los varios himnos {cfr. Dossier CPL n. 12, "Claves para la oración"); también a partir de las lecturas breves que se han seleccionado para esta hora se ha hecho en el presente Dossier una reflexión por parte de R. Grández. Aquí lo hacemos basándonos en las ideas reflejadas en la oración conclusiva. Sentimientos de acción de gracias

EL ESPÍRITU DE VÍSPERAS EN SU ORACIÓN CONCLUSIVA J. ALDAZABAL Una "lectura" atenta de la oración conclusiva de Vísperas, puede servir para encontrar más gusto en el rezo de Vísperas y sintonizar mejor con su espíritu. Aquí se han tenido en cuenta sólo las oraciones del tiempo ordinario, no las de las fiestas y las de sábados y domingos, porque éstas no tienen tanto sabor de "vísperas = final de la jornada", sino están coloreadas con el misterio de la fiesta o del domingo. Por tanto, se trata de la oración con que concluye el rezo de Vísperas de lunes a viernes, en las cuatro semanas del Salterio que se van sucediendo a lo largo del Tiempo ordinario. En total, son veinte oraciones. Una hora propensa a la oración Al caer de la tarde es lógico y conveniente que una comunidad cristiana -sea una familia, un grupo apostólico, una comunidad religiosa- se reúna para rezar. Si ha empezado la jornada con la alabanza de Laudes, ahora es un momento psicológica y cristianamente muy apto para concluir el día orando también. Nos volvemos aponer ante Dios, ante elPadre, para "contarle" la historia del día, para darle gracias, para pedirle su apoyo y su perdón, para pensar en cristiano sobre el discurrir de nuestra existencia, para dar el salto desde la luz cósmica que huye hasta la Luz indeficiente que es Dios y que se ha mostrado en Cristo Jesús y se nos quiere comunicar a nosotros. En la introducción general a la Liturgia de las Horas se nos resume el sentido que tiene la oración vespertina (IGLH 39). Este espíritu de la hora de Vísperas se manifiesta en sus varios elementos. Así ya tuvimos ocasión de "organizar" sus formulaciones en 162

La primera impresión que la comunidad cristiana parece tener al final de una jornada, contemplando lo que ha sucedido en el plano individual y comunitario, es la admiración ante la grandeza de Dios. El es el creador del cosmos y el dueño de esta historia que va discurriendo. El es el que "ilumina la noche y hace que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz" (Jueves 1), la "luz indeficiente" (Lunes 3), el "Señor del día y de la noche" (Martes 2). Ante esta convicción surge un sentimiento de alabanza y gratitud: "nuestro humilde servicio, Señor, proclame tu grandeza" (Lunes 1). Reconocemos que El ha estado a nuestro lado. Que además de ser el Señor todopoderoso, es también el Padre que ha apoyado nuestra fragilidad y ha guiado nuestro trabajo: "Dios todopoderoso y eterno, que has querido asistirnos en el trabajo que nosotros, tus siervos inútiles, hemos realizado hoy; al llegar al término de este día acoge nuestro sacrificio vespertino de acción de gracias y recibe con bondad la alabanza de tus hijos" (Lunes 2). Son expresiones de oración que caen bien en boca de unos hijos que al final del día ven la cercanía y la iniciativa de Dios en su historia: "te damos gracias, porque has permitido que llegáramos a esta noche" (Martes 1); nos alegramos de "ofrecerte nuestro sacrificio vespertino de alabanza" (Jueves 2), y queremos que "nuestra oración vespertina suba hasta ti, Padre de clemencia" (Martes 3). La oración vespertina cristiana queda coloreada claramente con esta gratitud filial: "te damos gracias por el día que termina" (Jueves 3). Y expresa esta alabanza agradecida también con el lenguaje de todo el cuerpo: "te pedimos quieras aceptar con agrado el alzar de nuestras manos como ofrenda de la tarde" (Martes 1).

Petición de perdón por nuestros fallos Pero seguramente no todo habrá sido glorioso en nuestra jornada. Sí, los planes y los propósitos de la mañana eran muy optimistas. La ilusión que Laudes quiere comunicar a los cristianos se habrá visto disminuida probablemente mientras iban pasando las horas del día. La fatiga y las contrariedades habrán minado nuestra pureza de intención y nuestro entusiasmo dinámico. 163

El final del día es un tiempo muy apto para la reflexión sapiencial sobre nuestra actuación, y muchas veces, junto a satisfacciones y alegrías, tenemos que constatar deficiencias, fracasos, faltas, omisiones, pereza... La expresión del arrepentimiento, que ya suele estar presente en los himnos y los otros elementos de Vísperas, tiene también su lugar en la oración final: "dígnate perdonar benignamente nuestras faltas" (Lunes 3); la comunidad quiere ver "perdonados sus pecados" (Miércoles 3) por la misericordia de Dios: "imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las faltas que por la fragilidad de la condición humana hemos cometido en este día" (Jueves 3). El arrepentimiento por lo pasado se convierte también en súplica para el porvenir inmediato: "sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en ningún pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos" (Miércoles 1). Iluminados por la Luz de Cristo Contemplando en la presencia de Dios la historia de otro día en nuestra existencia, a los cristianos nos vienen espontáneas otras peticiones, además de la de perdón o los sentimientos de gratitud. Si Dios es la Luz verdadera, indeficiente, y si Cristo es el reflejo fiel de esta Luz, lo que naturalmente pedimos es que también a nosotros nos llegue su brillo, iluminando nuestro camino de día y de noche: "humildemente te pedimos que la luzde Cristo, verdadero sol de justicia, ilumine siempre vuestras vidas para que así merezcamos gozar un día de aquella luz en la que tú habitas eternamente" (Martes 2); "tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu en esta hora vespertina" (Lunes 3). En el fondo lo que solemos pedir a Dios es que nos ayude a hacer realidad en nuestras vidas sus planes de salvación, porque nosotros somos frágiles y nuestros ánimos son débiles: "que, meditando tu ley día y noche, consigamos un día la luz y el premio de la vida eterna" (Jueves 2); que la comunidad "viva confiada y dedicada a tu servicio" (Miércoles 3); "reanima nuestra débil esperanza" (Lunes 4); "que los sentimientos de nuestro corazón concuerden siempre con las palabras de nuestra boca" (Martes 4); "fructifiquemos con perseverancia en buenas obras" (Jueves 4).

nuestra existenciay nos prepara para pensar no sólo en que nuestra vida se acabará, sino que nuestro destino es la alegría y la luz eterna con Cristo. Estamos más cansados que por la mañana. Hemos adquirido más experiencia de la vida, que es lo mismo que decir que tenemos más pruebas de nuestra propia debilidad y del desfase entre los buenos propósitos de la mañana y los resultados de la jornada concreta. Es lógico que la mirada y la oración se dirijan hacia adelante, pidiendo a Dios que nos asegure el premio eterno: "te rogamos nos enaltezcas llevándonos a la plenitud de la salvación" (Lunes 1); "que pueda celebrar eternamente tu grandeza" (Miércoles 1); "para que así merezcamos gozar un día de aquella luz en la que tú habitas eternamente" (Martes) y "consigamos un día la luz y el premio de la vida eterna" (Jueves 2). El recuerdo de la Pasión de Jesús La hora de la tarde nos recuerda la muerte de Cristo, o su sepultura. Como la de la mañana nos trae a la memoria su Resurrección. Esto sucede sobre todo los viernes. Es interesante que las cuatro oraciones finales de viernes no sólo nos ayudan a contemplar la gran lección de la Cruz de Cristo, sino que la proyectan sobre nuestras vidas, invitándonos a entrar en la dinámica salvadora de la pasión del Señor: "que los que hemos sido aleccionados con los ejemplos de la Pasión de tu Hijo, estemos siempre dispuestos a cargar con su yugo llevadero y con su carga ligera" (Viernes 1); "has manifestado tu sabiduría escondida con el escándalo de la cruz: concédenos contemplar con tal plenitud de fe la gloria de la Pasión de tu Hijo, que siempre encontremos nuestra gloria en la cruz de Jesucristo" (Viernes 2); "quisiste que tu Hijo fuese el precio de nuestro rescate: haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en los padecimientos de Cristo, nos gocemos también en la revelación de su gloria" (Viernes 3); "quisiste que tu Hijo sufriese por la salvación de todos: haz que, inflamados en tu amor, sepamos ofrecernos a ti como víctimas vivas" (Viernes 4). Son peticiones que reflejan muy profundamente la "lógica pascual" de Cristo y de los seguidores de Cristo, hasta convertirse ellos mismos en víctimas que se ofrecen en su camino de dificultad y dolor por la salvación de la humanidad.

Eco al Magníficat de María La hora de la escatología La hora vespertina es la que psicológicamente más nos recuerda la caducidad de 164

La Virgen María está también presente en estas oraciones. No podía ser menos, porque siguen inmediatamente al Magníficat, el cántico de alabanza que el evangelio pone en los labios de la Madre del Señor. 165

Sólo una oración la nombra explícitamente: Ella es en verdad el modelo de unos cristianos que quieren elevar a Dios palabras de alabanza y acción de gracias: "nuestro humilde servicio, Señor, proclame tu grandeza, y ya que por nuestra salvación te dignaste mirar la humillación de la Virgen María, te rogamos nos enaltezcas..." (Lunes 1). Pero otras veces se la nombra implícitamente, al resonar en la oración las palabras del Magníficat: "Oh Dios, tu nombre es santo y tu misericordia llega a tusfielesde generación en generación" (Miércoles 1 y 3); "Acuérdate, Señor, de tu misericordia, y yaque a los hambrientos los colmas de bienes, socorre nuestra indigencia con la abundancia de tusriquezas"(Miércoles 4).

LA EXPRESIÓN CORPORAL EN LA ORACIÓN J.ALDAZABAL

Emaús y la Eucaristía: resonancias vespertinas Finalmente, hay otras claves que también encuentran eco en estas oraciones de Vísperas. Así, el episodio de Emaús y el recuerdo de la Eucaristía dan su tema a una de las mejores oraciones, que podríamos decir que resume varias de las direcciones de esta hora vespertina: "Quédate con nosostros, Señor Jesús, porque el día ya se acaba; sé nuestro compañero de camino, ilumina nuestros corazones, reanima nuestra débil esperanza; así nosotros, junto con nuestros hermanos, podremos reconocerte en las Escrituras y en la fracción del pan" (Lunes 4). Es un conjunto de temas y categorías que aparecen reflejados en esta oración conclusiva de Vísperas, y que nos muestra que la oración oficial de la Iglesia tiene unas formulaciones muy pensadas, que quieren ayudarnos a entrar en el espíritu de cada hora.

También en la Liturgia de las Horas cuentan las acciones simbólicas y el lenguaje corporal. Comparada con la celebración de los sacramentos, en los que sí es evidente la intención y la pedagogía de las acciones simbólicas, parecería que en la oración sólo importa la voz, que, por otra parte, ya es un signo sacramental de la fe interior. Pero no sólo oramos con la voz, sino que también entra en juego el lenguaje de los signos.

Las personas, el primer signo Antes de pensar en las posturas corporales o los gestos simbólicos como el incienso, tenemos que recordar que el primer signo de nuestra alabanza a Dios es la presencia misma de las personas, de la comunidad. Convocados por una campana o por un timbre (signo recordatorio de nuestro ritmo de vida cristiana), en determinados momentos del día (entrelazando nuestra oración con el simbolismo de la luz y la oscuridad, del día y la noche), nos reunimos con los otros hermanos, convencidos de que en medio de nosotros está realmente presente Cristo, conforme a su promesa. Con el Señor Resucitado nos aprestamos a orar, a cantar, a escuchar, a celebrar. La comunidad se convierte en el signo condensado de toda la Iglesia orante. También tiene sentido el rezo individual de las Horas, pero ciertamente ésta adquiere una expresividad más clara cuando se hace en comunidad. Acudir a la celebración,

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dejando otras ocupaciones tal vez más apetecibles o "necesarias", es un signo diáfano de nuestra actitud de oración ante Dios y de nuestra pertenencia a la comunidad con la que compartimos nuestra fe.

Pero también el silencio puede ser expresión de oración. Desde el silencio es cuando brota más creíble nuestra palabra. Desde el silencio es cuando escuchamos mejor la palabra de otro o la de Dios.

Dentro de esta comunidad hay unos ministros que ejercitan en ella y para ella su servicio animador.

Unos momentos de silencio después del salmo, de la lectura, de la homilía, interiorizando su contenido (cf. IGLH 48.112.124), o en el momento del examen de conciencia de Completas (IGLH 86), o en las preces de Laudes y Vísperas (IGLH 193), dan a la oración un clima más reposado, contemplativo, superando la tentación de la recitación mecánica.

El presidente (obispo, presbítero, diácono: IGLH 254) actúa en nombre de Cristo, personifica al Cristo Orante y Cabeza de la comunidad. Por eso también aquí, como en las celebraciones sacramentales, tiene sentido el uso de la sede presidencial, desde la que ora y conduce la oración común en nombre de Cristo. Tanto el presidente como los posibles ministros ordenados que "concelebran" como tales la alabanza de Laudes o Vísperas, sobre todo cuando preside el Obispo, van revestidos de alba y estola, o incluso con capa pluvial, y los diáconos con su dalmática, su vestidura propia (cf. IGLH 255). Así ponen de manifiesto la constitución orgánica de la comunidad orante y el carácter festivo de la celebración. También el ministerio de los lectores, cantores y monitores ayuda, cuando se realiza bien, a que la comunidad celebre más consciente y vivamente su oración.

Este silencio ayuda a "lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y a unir más estrechamente la oración personal con la Palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia" (IGLH 202). No todo es palabra en nuestra oración. También el silencio es elocuente. Claro que "se ha de evitar que el silencio introducido sea tal que deforme la estructura del Oficio o resulte molesto o fatigoso para los participantes" (IGLH 202). Pero tampoco hay que tener miedo a unos breves espacios de pausa que den al conjunto profundidad y personalización. No sólo la comunidad que habla o que canta, sino también la comunidad que escucha una lectura o la declamación pausada del salmo o las estrofas del cantor, puede estar expresando su fe y su actitud de oración.

La voz, el canto, el silencio Junto con la luz cósmica, que juega un papel importante en la comprensión de la Liturgia de las Horas, porque establece el ritmo y el contexto de la alabanza con su alternancia de luz y tinieblas y con su simbolismo cristológico, es la voz humana la que le da consistencia a la oración interior. La voz -la palabra humana- es signo eficaz de la idea y del sentimiento interior. También cuando sucede en el terreno de la religión y de la fe cristiana. Más aún cuando la voz se hace canto. El canto "responde mejor a la naturaleza de esta oración, es indicio de mayor solemnidad y de una unión más profunda de los corazones, al proferir las alabanzas divinas" (IGLH 268). En esta Oración de las Horas, "muchas partes pertenecen al género lírico y por tanto sólo mediante el canto alcanzan un sentido más pleno" (IGLH 269). El canto no ha de ser considerado como cierto ornato que se añada a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios, y pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano" (IGLH 270). Nuestro homenaje a Dios es "decir" o "cantar" con nuestra voz la alabanza y la súplica que nos brota en el interior, en compañía de los hermanos de la comunidad. 168

El lenguaje del cuerpo Además de la voz y del canto, podemos añadir expresividad a la oración con las posturas corporales y los gestos. También aquí es importante la unidad cuerpo-espíritu: todo nuestro ser alaba a Dios, no sólo nuestra mente o nuestra voz. Cuando nos ponemos de pie para la parte introductoria y el himno, o para el cántico evangélico, para las preces y la oración del Padrenuestro (IGLH 263) o las oraciones sálmicas (cf. Cerem. Obispos 198), estamos expresando nuestra actitud en esos momentos que consideramos particularmente significativos en nuestra oración. Lo mismo pasa cuando un lector ejercita su ministerio: lo hace de pie (IGLH 259). Cuando nos sentamos para escuchar las lecturas (que en la Liturgia de las Horas no suelen ser del evangelio) o para la salmodia, estamos favoreciendo una actitud más receptiva y serena. Con la particularidad de que en la salmodia -la parte central del Oficio- es la costumbre del lugar la que decide si se prefiere la postura de sentados o la de pie, ya que ambas tienen buen sentido (cf. IGLH 265). 169

Durante siglos se tuvo la costumbre de rezar en dirección al Oriente (o sea, orientados). Era un lenguaje que quería recordar a Cristo como "el Sol que nace de lo alto". Cuando por un ventanal entra radiante la luz del sol por la mañana, a una comunidad le puede ayudar el cantar el Benedictus de cara a ese ventanal. También las manos del orante - o de toda la comunidad- deberían ser tenidas en cuenta a la hora de expresar la oración. Cuando el salmista habla del "alzar de las manos como ofrenda de la tarde" (salmo 140), está apuntando a un lenguaje que por desgracia usamos poco. Sí, el que preside se pone de pie, eleva los brazos, con las manos abiertas, dirigiendo a Dios su palabra en nombre de la comunidad. Pero en general, y menos en laLiturgia de las Horas que en las otras celebraciones, el margen de gestos de los orantes es más bien pobre. Los gestos no hacen la oración, pero la expresan y la fomentan, cuando son hechos con motivación y sentido. También las inclinaciones nos ayudan a sentir y expresar núes tra actitud interior de respeto, veneración y humildad. Cuando la comunidad reza o canta el Gloria conclusivo de los himnos o de los salmos, inclinando todos profundamente el cuerpo o la cabeza, según las costumbres, están diciendo con gestos su adoración de Dios. El beso al altar tiene también su lugar cuando se celebran Laudes o Vísperas: al iniciar la celebración, el presidente, antes de ir a la sede, expresa así su saludo al altar. La señal de la cruz (IGLH 266) en la invocación inicial ("Dios mío, ven en mi auxilio") o al comienzo de los cánticos evangélicos (de modo paralelo a como se hace al iniciarse el evangelio de la Misa), es como un acto de fe en la fuerza salvadora de la Cruz de Cristo: todo lo hacemos en su nombre y bajo el recuerdo de su Pascua.

cosas, me pusieron la carne de gallina. Son tres o cuatro minutos iniciales donde se concentra el disparo de esos miles de cohetes, en medio del humo, del olor a pólvora y sobre todo de un ruido que en la plaza de la iglesia adquiere tonos de apocalipsis final (luego me dijeron que no había visto lo mejor: que la "entrada" del Cristo al final de la procesión es mucho más "sonora"). Este "lenguaje" de pólvora y estruendo va unido a la oración: veía a muchas personas del pueblo con los brazos elevados hacia el Cristo, con la cara radiante, dirigiéndole aclamaciones como "Viva el Santo Cristo", "vivanuestro Salvador", "viva nuestro Redentor". Los que a lo largo de la procesión quieren rendirle particularmente homenaje, también disparan en lugares estratégicos del trayecto su colección personal de cohetes: la primera de estas tandas, que sí pude todavía presenciar, ciertamente consistió en más de mil cohetes... Leído así, puede parecer chocante. Allí, en el lugar, impresiona también por su dimensión de fe y de lenguaje religioso, no sólo folklórico o festero. El ruido, las salvas, el olor de pólvora, las manos alzadas, la procesión con miles de velas y velones, los aplausos, las oraciones y las aclamaciones, me parecieron un lenguaje expresivo por demás, y digno de todo respeto. El simbolismo del incienso No estoy invitando, ciertamente, a lanzar cohetes durante nuestras Vísperas. Pero no estaría mal que miráramos con más respeto la expresividad simbólica de tantos elementos que el pueblo sí sabe "hacer rezar". Uno de estos elementos que podemos usar es el incienso, ciertamente más discreto y silencioso que el que acabo de describir, pero también muy expresivo.

El lenguaje popular de una devoción No es superflua esta serie de signos: ayudan a dar a nuestra oración mayor pedagogía, mayor profundidad personal, mejor tono de celebración comunitaria. Escribo estas líneas con la impresión que me ha causado, el tercer domingo de septiembre, la fiesta del Santo Cristo de la Luz, en Dalias (Almería) (1990). La devoción de este pequeño pueblo andaluz a su Cristo se extiende a todo el año, y está hecha de oración, de fe, de celebraciones. Pero en la fiesta anual hay un lenguaje inusitado en la expresión de su amor a Cristo: el estruendo de los cohetes. He presenciado la "salida" del Cristo, al caer de la tarde, para empezar la procesión de tres o cuatro horas por las calles del pueblo. Esta salida está marcada por el disparo impresionante de miles de cohetes, muchos de ellos con auténtica categoría de "bombas", que hacen temblar la plaza y que a mí, que no estoy acostumbrado a estas 170

Durante el canto del Benedictus o el Magníficat "se puede incensar el altar y a continuación también el sacerdote y el pueblo" (IGLH 261). El Ceremonial de los Obispos explícita también la Cruz (CE 204). El uso del incienso puede indicar, según las ocasiones, respeto hacia unapersona o lugar, o bien la ofrenda de la Eucaristía, que envuelve no sólo al altar y los dones que hay sobre él, sino también a las personas que se suman con su vida a la ofrenda de Cristo. En la Liturgia de las Horas tiene el sentido de reverencia y oración: "reverentiam exprimit et orationem" (CE 84). El que más destaca es el simbolismo de la oración. La oración es algo interior, que se manifesta exteriormente, como hemos dicho, con la voz o con el canto, o con las posturas corporales, pero que también se ha expresado tradicionalmente con el humo y el perfume del incienso. Yael salmo hablaba así: "suba mi oración como inciensoen tu presencia" (salmo 171

140). El Apocalipsis, describiendo las celebraciones del cielo, dice que "las copas de oro llenas de perfume son las oraciones de los santos" (5,8), "el ángel se puso en pie junto al altar con un incienso de oro y le fueron dados muchos perfumes para unirlos a las oraciones de todos los santos... El humo de los perfumes subió con las oraciones de los santos, de la mano del ángel a la presencia de Dios" (8,3-4). Cuando el sacerdote inciensa el altar, la cruz y la comunidad, durante el canto de estos himnos evangélicos, está como envolviendo en ese simbolismo de oración a todos los presentes, invitándoles a ver su fe y su alabanza interior en este símbolo, y a que la alabanza de las Horas, como "sacrificium laudis", el sacrificio de la alabanza, la conecten en su ánimo con la ofrenda eucarística que se ha realizado sobre este altar. El incienso resulta ser, así, un simbolismo que da gozo y profundidad a la oración y la relaciona explícitamente con la eucaristía, donde nos hemos sumado a la entrega de Cristo.

EUCARISTÍA, LITURGIA DE LAS HORAS Y RITMO DE VIDA

Cuidar el lugar y el clima de la oración R. GRANDEZ

También resulta beneficioso para la oración comunitaria el que se cuiden los pequeños detalles del lugar donde se realiza. Como en la celebración de la Eucaristía tiene su pedagogía la distribución de los varios "polos de atención", el altar, la sede y el ambón: también aquí puede aportar una ayuda a laLiturgia de las Horas la situación de la asamblea reunida (acentuando su unión y su carácter protagonista), el ambón desde el que se proclama la Palabra bíblica (salmos, si son proclamados, cánticos, lecturas), el altar, con unas flores y unas luces encendidas, la sede del presidente, etc. Sobre todo cuando se hace la oración en un lugar distinto de la capilla -cosa no infrecuente en comunidades pequeñas de vida activa- se tiene que cuidar de un modo especial que todo el espacio sea digno, estético, limpio, adornado con flores y luces: signos que nos ayuden a todos a entender que estamos celebrando la alabanza de Dios. El modo exterior de organizar una celebración exprés a el respeto que nos merece y favorece la actitud interna. Un clima de serenidad, no de precipitación; de cantos, y no sólo con recitación; con ministerios bien distribuidos, etc., favorece nuestra oración, la hace más viva y gozosa. Los aspectos exteriores no son lo principal. Pero tampoco son indiferentes.

Quisiera afrontar en estas reflexiones un problema que está muy vivo en el ministerio de no pocos sacerdotes, un problema de estructura entre el ritmo de su vida pastoral y el que podríamos llamar "esquema canónico" de la celebración diaria de la Eucaristía y de la Liturgia de las Horas. Hay un desajuste patente. No se llega a cumplir ese ritmo de oración que la Iglesia propone como ritmo normal de una vida sacerdotal. El problema se amplía, cuando vemos que es el mismo caso para numerosos religiosos y también religiosas que ven cómo no se acompasan lo que sus Constituciones marcan y lo que día a día va marcando el ritmo imperioso de la vida. Me parece que el problema es de grandes dimensiones, y que hasta la fecha no ha recibido una verdadera solución pastoral.

Términos de una cuestión que es problema La Eucaristía tiene primordialmente en la Iglesia un ritmo de celebración semanal. Se trata de la celebración pascual de cada semana, el Día del Señor. El domingo, que está en el origen de la Pascua anual, es el origen y el gozne del año litúrgico. Pero la Iglesia, por un imponderable sentido que no se puede manipular con fáciles razones, ha experimentado un movimiento de amor para hacer que la celebración diaria de la Eucaristía sea ideal normal de toda comunidad religiosa, más aún, de todo sacerdote.

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El ritmo de la celebración de la Liturgia de las Horas, en cambio, es ritmo cotidiano. Incluso esritmohorario. Con la Liturgia de las Horas se quiere articular el día en oración. Añádase a esto que los maestros de espíritu aconsejan como camino de perfección la oración diaria extralitúrgica, la oración en el silencio, que nos aconseja el Evangelio. Una vida sacerdotal o religiosa, si nos atenemos a los esquemas canónicos que dan las constituciones o directorios o la documentación oficial de la Iglesia, tiene o tendría que ajustarse a esteritmoregular, para que esté envuelta en oración. Contra esto choca muy frecuentemente elritmode la pastoral, que destroza la regularidad del horario, y que en otras ocasiones come los tiempos proyectados para la diaria celebración de las Horas. También sucede que no pocas veces el ejercicio de esa pastoral es ejercicio cultual: funerales con los momentos diversos de las exequias, atención al confesionario celebrando el sacramento de la reconciliación, binación de la santa Eucaristía, y otros actos semejantes. Otras veces la pastoral incide en actos que están muy próximos al culto: catequesis, predicación de la Palabra de Dios, por ejemplo en ejercicios, asistencia a enfermos. Los últimos actos que menciono, si no son culto, están en el corazón mismo del Evangelio. En el conjunto de estas circunstancias, que hoy son normales para muchos y muchas dedicados a la pastoral, ¿cómo proceder ordenadamente, sin trampa ante la propia conciencia y ante la Iglesia? La solución inflexible que años atrás se seguía en el mundo sacerdotal era salvar a todo precio el Oficio divino, a costa de horas desplazadas, a costa de haber perdido el sentido de la pausa y de la celebración, pero dando por encima de todo un testimonio de esfuerzo y generosidad y no exentos de una amenaza de pecado grave. Hoy, descartado el asunto de pecado grave, la solución empíricaes dej ar a un lado con mucha frecuencia buena parte de la Liturgia de las Horas, dar una prioridad a la Eucaristía, y en lo demás arreglarse con lo que se cree un buen sentido, acudiendo a un principio de compensación. Pero a la hora de la verdad y en un examen sereno, esas soluciones espontáneas no dejan tranquilo. Es preciso lograr una estructura armónica con realismo y con objetividad. Como el problema tiene dimensiones considerables, merece la pena que pastoralmente lo afronten los pastores. Muy sintéticamente diremos que la solución ha de estar en la conjunción de tres tipos de estructuras: - estructuras objetivas del culto y celebración - estructuras de vida y pastoral - estructuras subjetivas de la persona 174

Estructuras objetivas de culto y celebración: misa diaria y liturgia diaria, a sus horas a. No discutimos en esta reflexión la oportunidad de la misa diaria. Al contrario, partimos de este supuesto. Entonces la misa va a ser el punto nuclear y denso de la jomada. La liturgia de las horas, los momentos fuertes en tomo a la Eucaristía, captando con toda exactitud la relación que se establece entre Eucaristía y Liturgia de las Horas. En ambas cosas pondríamos el acento de nuestra espiritualidad diaria. O siendo más precisos: Laudes, Eucaristía, Vísperas. Este es el tnpode de nuestra espiritualidad diaria. Y habrá que hacer todo lo posible por salvar esto. b. No podremos decir simplemente que la Liturgia de las Horas eso para preparar la Eucaristía o para dar gracias. Llevan al mismo misterio, el misterio pascual de Cristo, pero con su entidad y característica propia. La Eucaristía es sacrificio; la Liturgia de las Horas, no, aunque ciertamente es un "sacrficium laudis", la ofrenda de los labios, que espera el Señor, "en vez de novillos teofrecemos nuestros labios" (Os 14,3).LaLiturgia de las Horas, que trae la presencia del Señor (IGLH 13) de modo semejante a la Eucaristía (IGMR 7), mira hacia el misterio con una triple dirección, como la misa: rememorativa, recordando los misterios que ocurrieron; presencia, actualizándolos de manera inefable en el hoy de Dios; prognóstica, anticipando los misterios que han de constituir nuestra plenitud celeste (cf. IGLH 12). En ciertos casos aparece muy claro el parentesco entre Eucaristía y Liturgia de las Horas; así cuando se hace la unión prevista según criterios litúrgicos (cf. IGLH 9399). c. Lafinalidadcelebrativa de Laudes y Vísperas con respecto al Oficio de lectura es clara. Como "acontecimiento" y "celebración" es evidente que la importancia de las dos horas polares supera a la de cualquier otra, en concreto a la del Oficio de lectura. Este es fundamentalmente una lectura espiritual continuaday armónica de la SagradaEscritura y de la tradición, lectura que se hace envuelta en oración. Y para ello vienen los salmos, que en este caso son parte secundaria con respecto a lo principal, que es la lectura. El carácter de esta hora se presta más, no diré a la creatividad, sino más bien a la acomodación de parte del pastor de almas. Lo que importa garantizar es que el que se dedica a la cura de almas y ve su tiempo comido por todas partes, se organice para que de modo constante esté bebiendo de las fuentes de la Escritura y de la tradición de la Iglesia. d. LaHora intermedia es un respiro de oración durante la jomada. La importancia es menor. Hay que tenerlo presente a la hora de ajustes, o suplencias o compensaciones, manteniendo el principio canónico de la obligación en integridad (cf. IGLH 29). En fin, Completas son una oración antes de acostarse, casi se diría una oración de dormitorio, 175

ajustada no al horario oficial del día, sino al horario personal de terminación de la jornada, "aunque haya pasado ya la media noche" (IGLH 84). e. Se diría que las Horas antes de la reforma estaban homologadas con unos mismos patrones. Hoy no. Ha habido una matización, lo que ha traído en consecuencia una descategorización, por así hablar, para ciertas horas. Aparte de ello, la nueva importancia que se da al principio temporal, abre otra pista de solución. Unas Laudes a las 12 del mediodía no se adecúan a la verdad temporal. En cierto modo, dejan de ser Laudes. f. En resumen, visto de cerca el ciclo diario de la Liturgia de las Horas y contando con el principio de la verdad del tiempo, con el principio de la importancia de la celebración de unas y no de otras en el mismo grado, con el principio de finalidad intrínseca que persiguen y relacionándolas con la Eucaristía, llegamos a hacernos una imagen coherente y objetiva que nos puede dar pistas de solución para casos eventuales o permanentes de conflicto. Estructuras de vida y pastoral a. Aquí habría que sentar muy seguro un principio previo, clave para la solución de la dificultad que percibimos. El principio que se refiere a la Liturgia de las Horas es el siguiente: para el pastor de almas la Liturgia de las Horas, lo mismo que la misa, intrínsecamente es pastoral, pertenece a su ministerio de pastor, puesto que la Liturgia de las Horas se reza en favor de la grey a él confiada. Este principio que explícitamente se afirma del Obispo (cf. IGLH 28), vale de modo semejante para el párroco que en su parroquia"hace las veces del obispo" (IGLH 21). Y el principio pastoral que establecemos se refuerza mucho más cuando la celebración se hace con el pueblo, como es el ideal.

Estructuras subjetivas de la persona En esta imagen orgánica que quisiéramos dar hay que contar, para hacer el equilibrio y la armonía, con un tercer elemento: las estructuras subjetivas de la persona. Puede ocurrir muy bien que al fin de la jornada uno, cansado, se pregunte: ¿Y ahora qué hago, Vísperas o un rato de silencio y oración personal? El conflicto no debiera existir (puesto que la solución debería ser: ¡las dos cosas!), pero situaciones de este género no son una hipótesis peregrina. Ni tampoco es una extraña solución el decir que, aun salvando la preeminencia objetiva de la oración litúrgica, lo que esta persona necesita es satisfacer unas necesidades primarias de orden psíquico y espiritual, que se pueden lograr mejor con un rato de oración en la paz y el silencio. No debería ocurrir. Tendría que ser excepción. Pero en esta vida embarullada, no raras veces la excepción es regla de cada día... Y basten estas breves reflexiones para acercarnos a un problema real que merece todo respeto y comprensión.

b. Si el pastor de almas se encuentra de verdad íntegra y exclusivamente consagrado al ministerio -y tal es el caso de tantos párrocos y coadjutores y de tantos religiosos dedicados a estos menesteres- entonces habrá que proceder con gran libertad cristiana a la hora de observar una "concurrencia" entre obligaciones pastorales ineludibles yritmode la liturgia de las Horas. Sobre todo, cuando las obligaciones a que uno atiende son de tipo cultual. Sustituyendo una celebración por otra celebración no se rompe eseritmoconstante de inmersión en lo divino en que está envuelta la vida del pastor de almas. c. Para otros la inmersión en lo divino no es el ejercicio del culto sino otras formas de entrega. Puede ser legítimo, pero ya nos desprendemos de esa especie de "esquema canónico" con el que está entallada, según el criterio de la Iglesia, la vida de su ministro. Puestos en este cauce sería necesario llegar a otros discernimientos.

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celebrar laMisa en uno de los momentos consagrados tradicionalmente por una hora del Oficio, no dejen por ello de vivirse las riquezas de un libro bíblico -el salterioincorporándolo por es te motivo enelinterior de una celebración litúrgica -la Eucaristíaque en su esquema tradicional romano nunca había comportado un uso semejante de los salmos. Una práctica nueva y justificada

LA EUCARISTÍA UNIDA A UNA HORA DEL OFICIO P. FARNES Unir una de las partes del Oficio Divino con Iacelebración eucarística ha venido a ser una práctica hoy bastante frecuente en no pocas comunidades religiosas. Incluso algunas familias contemplativas y monásticas han adoptado este proceder, o bien habitualmente, abien por lo menos, en algunas ocasiones. Pero esta práctica se enjuicia a veces, primordialmente, o por lo menos principalmente, a partir de una motivación menos correcta, como si se tratara simplemente de lograr una mayor comodidad: con una sola celebración se "cumple" con dos deberes y con ello se evita acudir al coro dos veces o realizar dos celebraciones consecutivas. Juzgar con esta perspectiva la unión de la Misa con el Oficio es, en el fondo, empobrecer un modo celebrativo que se introdujo ciertamente por otras motivaciones. Clarificar, conocer y vivir lo que se perseguía cuando, después de dudas y consultas al respecto, se optó por esta posibilidad celebrativa, es la finalidad que perseguimos aquí. Digamos ya desde el principio que la motivación mayor que originó esta nueva práctica fue el deseo de conjugar una faceta importante de la vida cristiana -la oración contemplativa a través del salterio que, en algunos casos peligraba para algunas comunidades- con el principio conciliar de evitar las repeticiones inútiles, (SC 34.50), como era, en nuestro caso concreto, una doble celebración litúrgica con matices muy cercanos, realizada además en una misma hora del día. Conviene subrayar, pues, que la nueva práctica fue ofrecida a la Iglesia precisamente para conservar en la liturgia las riquezas que se contienen en el salterio bíblico. La unión de una hora del Oficio con la Misa, en efecto, no tiene otra finalidad sino la de lograr que, en aquellos casos en que el horario de una comunidad aconseje 178

La posibilidad de unir la Misa con una de las horas del Oficio es ciertamente una novedad introducida por la reforma litúrgica del Vaticano II. Antes del Concilio la normativa del Misal de San Pío V determinaba, y con gran minuciosidad, el momento en que debía celebrarse cada hora del Oficio en relación con la Misa: la Misa debía decirse siempre después de rezados, por los menos, Maitines y Laudes (Rúbricas Generales XV); y, si se trataba de la Misa conventual de las catedrales o monasterios, ésta debía tener lugar después de Tercia en los domingos y fiestas, después de Sexta en las ferias del tiempo ordinario y después de Nona en los días penitenciales (id. XV,2). Pero tanto la Misa como la hora del Oficio eran siempre celebraciones completas, colocadas una después de la otra, nunca oficios ensamblados como lo propone ahora la "Institutio" de la Liturgia de las Horas (IGLH 93-98). La adopción de la nueva práctica fue casi una consecuencia necesaria de dos determinaciones conciliares: por una parte el principio, insistentemente urgido por el Vaticano II (cf. SC 88 y 94) y por la reforma litúrgica subsiguiente, (cf. "Laudis Canticum" 2 e IGLH 11 y 29), de situar cada parte del Oficio en su momento propio y por otra la determinación conciliar de evitar las repeticiones en la liturgia. Si cada parte del Oficio debía rezarse en su hora propia y, de hecho, alguna de estas horas coincidía con el momento en que se celebraba la Misa y además querían evitarse las repeticiones -evidentemente hubiera sido repetición colocar dos celebraciones consecutivas para santificar el mismo momento del día- era obvio que debía buscarse una solución. Teóricamente-lo veremos luego-se presentaba una doble vía de solución: o suprimir simplemente la hora que coincidía con el momento de la Misa'o bien ensamblar ambas celebraciones en un solo acto litúrgico. Después de algunas vacilacionesfinalmentese optó, por lo menos como norma habitual,2 por la segunda de estas posibilidades porque se pensó que era la que más ventajas espirituales tenía.

1 De hecho así se procedió en un primer momento: en la reforma de los ritos de Semana Santa, con referencia a los que participaban en las celebraciones que coincidían en la misma hora, se suprimieron las Vísperas del Jueves y del Viernes Santos, las Completas y Vigilias de la Noche pascual; posteriormente el mismo principio se aplicó tambiénalas Completas de lanochedeNavidad, en vistasalosqueen aquella noche participaban en la Misa nocturna. 2 Se conservó, con todo, para unos pocos casos extraordinarios, la norma de que la Acción litúrgica celebrada en una de las horas del Oficio, suple esta hora: es el caso, por ejemplo, de la Misa vespertina del

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Aorov-para que de verdad estacelebración vaya santificando los diversos momentos de la jornada y ayude a vivir la vida cristiana como oración perseverante. Unir la Misa con una parte del Oficio ¿mejora, o por el contrario, empobrece la vida litúrgica de la comunidad? He aquí una pregunta que se hace algunas veces: ¿es recomendable unir los Laudes o las Vísperas con la Eucaristía? Debemos decir abiertamente que, de por sí, ni la celebración litúrgica en sí misma, ni la vida espiritual de los participantes, gana ni pierde con este ensamblaje celebrativo. La unión de la Misa con una hora del Oficio no es por tanto ni recomendable ni desaconsejable. O si se quiere, en principio, es decir, en igualdad absoluta de circunstancias -igualdad que casi nunca se da- 3 es mejor conservar la individualidad de cada celebración." Pero hablando en términos generales, es decir, con referencia a la mayoría de comunidades, unir la Misa con el Oficio depende de las posibilidades de los horarios de cada comunidad. Lo único que debe procurarse es que tanto la Misa como la salmodia resulten intensamente vividas en su significado más propio. Para la Misa debe procurarse un momento que sea distendido y central en la vida de los participantes, un espacio que les ayude a vivir la Eucaristía como la acción culminante de su vida cristiana, prescindiendo de si este momento coincide o no con una de las horas del Oficio; por ello nunca sería recomendable situarla en un momento de tensión o de fatiga física o mental.s Para las horas del Oficio, en cambio, debe buscarse su momento propio -se trata, en efecto, de una liturgia de las

Jueves santo o de la Celebración de la muerte del Señor en el Viernes Santo; estos casos, por su carácter extraordinario, es evidente que no comprometen el principio de conservar el uso habitualmente íntegro del salterio en la liturgia 3 En alguna circunstancia muy especial se da la posibilidad de organizar el conjunto de las celebraciones con toda "libertad" porque la comunidad no tiene otras obligaciones que las de la plegaria: sería el caso, por ejemplo, de unos días de retiro dedicados exclusivamente alos ejercicios de piedad: enestos días, en los que no hay otros quehaceres, recomendaríamos como mejor celebrar cada hora en su momento propio y buscar otro espacio de tiempo exclusivo para la Eucaristía. Pero estas ci rcunstancias se dan muy pocas veces en la vida habitual de una comunidad, aunque ésta sea contemplativa. 4 Si la Misa se celebra unida a Laudes o a Vísperas se pierde ciertamente un matiz muy antiguo y expresivo: el de recitar tres veces al día, en los momentos culminantes de la jornada, la oración del Padre nuestro (de esta práctica tenemos constancia ya desde fines del siglo I por la Didajé). La reforma litúrgica ha colocadoestaoraciónenLaudes, en laMisay en Vísperas precisamente para restaurar estaexpresiva práctica primitiva (en algunas organizaciones monásticas del Oficio el Padre nuestro figura también en las horas menores; pensamos que hubiera sido mejor reservar esta "gran oración" a las principales celebraciones que son horas "mayores" de Laudes y Vísperas y a la Misa). Si la Misa se celebra unida a una hora menor del Oficio no se da este empobrecimiento. 5 Para una comunidad de un colegio, por ejemplo, no parecería recomendable celebrar la Misa en un pequeño espacio de tiempo libre situado entre dos clases; ni al mediodía, a continuación de varias horas de enseñanza; ni al fin de la jomada, inmediatamente después de las clases y sin dejar un intervalo de descanso y distensión. En un Monasterio tampoco sería recomendable celebrar la Eucaristía a continuación de un trabajo duro. En todos estos momentos resulta posible una breve oración -una hora menor, por ejemplo- pero no la celebración eucarística, acción culminante que exige un ánimo reposado física y psíquicamente.

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Sentados estos principios resulta fácil responder al interrogante que nos planteábamos: si el momento que más se presta a la celebración contemplativa, reposada y culminante de la jornada coincide de hecho con una de las horas del Oficio será recomendable unir esta hora con la Eucaristía. Si por el contrario el espacio más distendido del día no coincide con la hora propia de ninguna de las partes del Oficio, será mejor reservar este momento como propio para la Misa y santificar las diversas horas de la jornada con las diversas partes del Oficio divino. Un ejemplo podría clarificar el modo más aconsejable de proceder.6 Supongamos un Monasterio de vidacontemplativaque habitualmente realiza una jornada laboral completa; esta comunidad seguramente encontrará su espacio detiempomás distendido o bien al comienzo del día, después del descanso nocturno, o bien al fin de la jornada, interpuesto un espacio de descanso o de lectura personal tranquila que separe la celebración de la fatiga del día. Ahora bien: si esta comunidad sitúa la Misa al inicio de la jornada le resultará sin duda normal celebrar la Eucaristía unida a la salmodia de Laudes, pues ésta es la hora propia del Oficio de la mañana. De manera parecida, si la Eucaristía se celebra hacia el fin del día, es aconsejable quede unida al Oficio de Vísperas, Oficio que concluye la jornada cristiana. Pero esta misma comunidad, en los días festivos, en los que no hay trabajo manual, fácilmente podrá optar por otro horario que en este caso resultará seguramente más expresivo tanto para la Misa como para el Oficio: en este día los monjes -o monjas-7podrán reunirse, descansada y distensdidamente, a media mañana y celebrar la Misa en un espacio de tiempo reservado exclusivamente alaEucaristía, que aparecerá así como celebración central y culminante del día festivo que, por otra parte, con este horario distinto, quedará ventajosamente diferenciado de los días feriales. La Liturgiade las horas festiva se celebrará ciertamente con más solemnidad (IGLH 271.273), pero en sus mismos momentos propios, separada esta vez de la Eucaristía. En todo caso debe quedar claro que unir o no alguna de las partes del Oficio a la Misa no es, de por sí, ni recomendable ni desaconsejable: depende de las circunstancias concretas de cada comunidad. E incluso en vistas a una comunidad concreta es posible que unos días sea recomendable la unión y otros, en cambio, esta unión sea desaconsejable.

6 Por tratarse de un ejemplo -es evidente-, a algunas comunidades les servirá literalmente, a otras sólo a manera de orientación. 7 En los Monasterios de monjas la posibilidad de celebrar la Eucaristía festiva a una hora distinta del comienzo de la jornada depende en gran parte del horario posible al capellán y por ello en no pocos casos a las monjas les será más difícil separar la Misa festiva de los Laudes.

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Eucaristía y Liturgia de las horas, dos celebraciones con finalidades en parte comunes La oración de la Iglesia tiene sin duda mucho de común con la oración humana en general (cf IGLH 6); pero tiene también sus notas propias que la diferencian profundamente de los modos de orar de quienes desconocen el evangelio. Esta es una realidad que con demasiada frecuencia se olvida. La oración del cristiano como tal no puede describirse, por ejemplo, como una simple "elevación del alma a Dios". Esta definición, que puede aplicarse con toda verdad también a la plegaria de los no cristianos, resulta insuficiente para describir la oración cristiana. Porque si bien la oración cristiana es "elevación del alma a Dios", contiene además en sí misma muchos otros matices que no pueden olvidarse. En el mundo, en efecto, hay no pocos hombres rectos que buscan sinceramente a Dios y elevan a él su propia alma y, sea unidos en las diversas religiones sea individualmente, buscan el bien que, por lo menos confusamente, presienten y se dirigen a la Divinidad por medio de la oración; con ello, a veces a tientas y sin acabar de descubrir a Dios, (cf. Hch 17,27), se esfuerzan sinceramente en lograr alguna clase de diálogo con el Creador. Muchos de los salmos que recita asiduamente la Iglesia en la litugia son en realidad expresiones que manifiestan este tipo de oración del hombre religioso en su búsqueda sincera, pero poco iluminada aún, de su Señor.8 Pero esta oración humana no es sino el inicio y "como una sombra de la oración cristiana, de aquella plenitud de los tiempos" (cf. IGLH 101) en la que Cristo dio a su Iglesia una oración distinta de la plegaria sólo humana. Esta oración cristiana se distingue radicalmente de la oración simplemente humana, por determinados matices que le son muy propios y exclusivos y que, por ello, no se encuentran en la oración de los restantes grupos humanos. Y es este modo peculiar de la plegaria cristiana lo que constituye como el trasfondo tanto de la Misa como de la Liturgia de las horas. Para captar bien el significado de estas dos acciones y para descubrir, por tanto, los aspectos en los que Eucaristía y Oficio divino se asemejan, hay que insistir en los matices propios y exclusivos de la oración eclesial, que aunque tenga puntos de contacto comunes con la oración humana, se distingue, con todo, profundamente de ella.

Eucaristía y Liturgia de las horas, plegaria centrada en la alabanza y acción de gracias La oración de la Iglesia se distingue de la oración simplemente humanaen primer lugar por su matiz de ser sobre todo plegaria de alabanza o acción de gracias. El orante

8 La "Institutio" de la Liturgia de las Horas reconoce explícitamente este carácter aún imperfecto y simplemente introductivo de los sa]mos

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cristiano, en efecto, establece su diálogo con Dios bajo una luz nueva, que el hombre no cristiano desconoce: la realidad de la historia de la salvación del hombre realizada en Cristo. La Iglesia ora siempre como iluminada por la buena noticia del Evangelio y como inmergida en la revelación que nos ha manifestado que, en Cristo, se ha realizado radicalmente la salvación del hombre y el triunfo de la humanidad sobre la muerte y el pecado. La oración cristiana es siempre primordialmente respuesta a este "evangelio" y por ello resulta radicalmente distinta de la oración simplemente humana. Por su propia naturaleza y en virtud de este "evangelio", la plegaria cristiana polariza en la contemplación y acción de gracias y en la bendición a Dios que nos ha salvado. En virtud de esta "evangelización" ha sido anunciada a la Iglesia que la oración cristiana se diferencia de la oración de los demás grupos religiosos. Estos, en efecto, al orar, recurren a Dios preferentemente pidiendo auxilio ante sus necesidades o perdón de sus pecados porque desconocen aún "el misterio escondido desde el comienzo de los siglos y que Dios hamanifestado ahoraa sus santos" (Col 1,26). Los cristianos, en cambio, sabedores del plan salvífico de Dios, conocedores del "evangelio de la salvación del mundo" oran sobre todo tributando alabanzas y acciones de gracias y recordando incesantemente los misterios de la salvación, gustando incluso anticipadamente en su plegaria de la gloria celeste inaugurada en el tiempo (cf. IGLH 12). La oración cristiana no excluye ciertamente las peticiones y súplicas de todo tipo -el evangelio está lleno de plegarias de este género y en la liturgia también son frecuentes- pero estas peticiones nunca constituyen el núcleo de la oración sino que ocupan un lugar más secundario en la plegaria eclesial.' Ahora bien, bajo este prisma de alabanza y acción de gracias la Misa y el Oficio concuerdan. Una u otro tienen como talón de fondo la salvación inaugurada por la resurrección de Cristo y contemplan y cantan esta epopeya. Es incl uso sin perder de vista este trasfondo evangélico como la Iglesia, tanto en la Misa como en el Oficio, reasume aquellos mismos salmos veterotestamentarios de Israel, los reinterpreta en su oración y los vive principalmente como profecías de la victoria pascual, sobre todo en determinados días, en especial en los domingos.10

9 Las súplicaso peticiones se encuentranciertamenteatravésdetodalaacciónlitúrgica. Así en laMisa, por ejemplo, hay ya súplicas en la colecta o en las intercesiones de la anáfora; en el Oficio, hay peticiones en muchos de los salmos. Pero el lugar más destacado y propio de las peticiones se sitúa al final de la plegaria, en la llamada "Oración de los fieles" (que por ello siempre debe ser de petición, nunca de alabanza). Este elemento celebrativo sigue siempre a los elementos litúrgicos más contemplativos de la historia de la salvación (la liturgia de la Palabra en la Misa y la salmodia en el Oficio). Este esquema que coloca las peticiones al final de la oración no es simplemente cuestión de disciplina litúrgica sino que responde a la naturaleza misma de la oración cristiana que es principalmente alabanza y contemplación de la historia de la salvación y sólo secundariamente petición y súplica. 10 Permítasenos aludir aquí a nuestra pequeña obrita, publicada en castellano y catalán, Moniciones y oraciones sálmicas (edic. castellana Edit. Regina; edic. catalana Edit. Claret-CPL); en esta publicacón

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Este trasfondo de acción de gracias y bendición forma el núcleo central de la Eucaristía que es, por ello, primordialmente celebración de "Acción de gracias": Jesús tomó el pan y la copa, dio gracias y mandó repetir esta misma acción de dar gracias "Haced esto", es decir, "Dad gracias al Padre como yo acabo de hacer". En la celebración eucarística se contienen ciertamente otras muchas facetas, pero fundamentalmente la misa es la gran "Acción de gracias" que nos mandó celebrar el Señor." También la oración de las horas es primordialmente celebración de acción de gracias. Muchos de los salmos que forman el núcleo principal del Oficio a tienen, ya por su propio contenido, este matiz de acción de gracias; pero además él uso litúrgico y la interpretación eclesial que de los mismo hace la Iglesia subraya, con mayor fuerza aún si cabe, esta característica; piénsese, por ejemplo, en el tercer salmo de Laudes de todos los días " o cómo las dos horas principales del Oficio culminan diariamente la salmodia con acentos de acción de gracias: Laudes con el cántico de Zacarías, Vísperas con el canto de las cartas o del Apocalipsis y sobre todo con el Magníficat de María.

en lugares distintos1S tienen lugar en ambas celebraciones y con ello dan a la Misa y al Oficio un cierto ambiente común. Otro elemento común a ambas celebraciones es la proclamación de laPalabra de Dios. Aunque con características también diversas, por lo menos en parte 16 según se trate de una u otra de estas celebraciones, la Palabra está presente en ambas celebraciones y ello da nuevamente una innegable similitud a las dos acciones litúrgicas. Podríamos enumerar aún muchos otros elementos comunes a laMisa y al Oficio: ambas celebraciones se inician con un canto que da como el tono o ambientación de la celebración (en la Misa el canto de entrada, en el Oficio el himno); en los domingos, solemnidades yfiestasuna misma oración colecta se recita tanto en la Misa como en la Liturgia de las horas; ambas celebraciones gozan de la presencia de Cristo como cabeza de la comunidad orante (cf. IGLH 7; IGMR 7), presencia que tanto en la Misa (necesariamente) como en el Oficio (para una mayor expresividad) (cf. IGLH 20), se significa además sacramentalmente por el ministerio del Obispo o presbítero que preside la celebración.

La Eucaristía y la Liturgia de las horas, plegaria con elementos idénticos Pero la Misa y la Liturgia de las horas no se asemejan sólo por ser primordialmente plegaria de Acción de gracias. Hay también otras características que acercan la Eucaristía al Oficio divino. Citemos, en primer lugar, la identidad de muchos de sus formularios: los salmos, por ejemplo, que si bien con intensidad diversa " y colocados

subrayamos el sentido cristiano de los salmos como contemplación del misterio de Cristo en cuya clave los usa principalmente lalglesia. Pensamos que demasiadas veceslos salmos serezande manera excesivamente personal y poco cristiana. Nuestro librito puede ayudar a una visión más eclesial del salterio. 11 Séanos permitido subrayaren este contexto la exactitud de la versión castellana-la versión catalana tiene este mismo sentido- de laPlegaria eucarística III en la frase: "te ofrecemos, en esta Acción de gracias, el sacrificio vivo y santo". Otras versiones tradujeron simplemente, con menos fuerza, "te ofrecemos, en acciónele gracias, este sacrificio vi vo y santo". En nuestra versión la "Acción de gracias" no es simplemente una cual idad del sacrificio eucarístico, si no que expresa la mi sma naturaleza de la celebración: la Misa es una "Acción de gracias", esta Acción de gracias" 12 Decimos el "núcleo principal" sólo en el sentido de que los salmos constituyen la parte más visible y el elemento cuantitativamente más destacado de la Liturgia de las horas. Ello, con todo, no significa que los salmos constituyan la parte más importante del Oficio divino. El Oficio, en efecto, culmina en las plegarias finales tomadas del Nuevo Testamento -sobre todo el Padre nuestro de Laudes y de V ísperas- con las que la oración cristiana alcanza su verdadero significado, significado que en los salmos únicamente se inicia, pero que está aún muy lejos de llegar a la expresividad más propia de la oración cristiana (Cf. IGLH101). 13 En el momentode la victoria pascual -Laudes se rezan enlahoradelaresurrección-el último salmo siempre es de bendición y acción de gracias por este triunfo 14 En la Eucaristía habitualmente se usa un solo salmo o fragmento de salmo -en ocasiones extraordinarias (v. gr. en las Vigilias de Pascua o Pentecostés) se usan varios salmos- como respuesta a la Palabra; en el Oficio, en cambio, se usa el salterio de forma moralmente íntegra y a manera de oración autónoma

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Eucaristía y Liturgia de las horas, celebraciones con matices diversos Hasta aquí nos hemos referido a las semejanza que se dan entre la Eucaristía y la Liturgia de las horas. Pero es necesario decir también que no todo es similitud entre estas dos celebraciones. Subrayar las diferencias que se dan entre la Misa y el Oficio resulta especialmente iluminativo si se quiere clarificar el sentido que pueda tener la unión de ambas celebraciones en una sola acción litúrgica. En efecto, si la Misa y la Liturgia de las horas coincidieran en todos sus matices y todo fuera semejante entre ambas celebraciones, más que tratar de la conveniencia de "unir" las horas del Oficio con la Misa - es el tema que nos ocupa en esta reflexión- debería más bien plantearse la conveniencia de suplir una de estas dos celebraciones por la otra, es decir, debería plantearse la oportunidad de celebrar, en determinadas circunstancias, o bien la Misa o bien una hora del Oficio. Veamos, pues, los matices -algunos de ellos muy importan tesque diferencian una celebración de la otra. En síntesis las características de la Eucaristía que le son propias de modo exclusivo -las que, por tanto, no se dan en la Liturgia de las horas -las podríamos 15 En la Misa el salmo sigue a la lectura, en el Oficio, en cambio, precede la salmodia y luego sigue la lectura. 16 En la Eucaristía, la proclamación de la Palabra, extensamente proclamada, es uno de los dos elementos constituyentes de la celebración (Cf. IGMR 8); en el Oficio las más de las veces la lectura se limita aun brevefragmentocuyafinalidad es "inculcar con intensidad algún pensamiento sagrado queayudaa poner de relieve determinadas palabras a las que posiblemente no se presta toda la atención en la lectura continua de la sagrada Escritura" (IGLH 45). 185

sintetizar en las tres siguientes: a) la sacramentalidad (en el sentido fuerte que puede tener esta palabra); b) el ser acción del Señor que en esta celebración actúa "ex opere operato" a través de los signos sacramentales; c) el hecho de que la Misa constituya la celebración "culminante" de la familiacristiana. A su vez las notas propias de la Liturgia de las horas, que consiguientemente no encontraremos en la Misa, podríamos decir que son: a) el ser santificación del tiempo; b) el constituir la expresión eclesial mayor de la asiduidad en la plegaria; c) el ser vivencia cristiana de todo el salterio. Subrayemos, pues, las características de cada una de estas dos celebraciones cristianas. La Eucaristía, celebración sacramental en sentido fuerte, acción que actúa "ex opere operato" y celebración culminante de la familia cristiana Eucaristía y Liturgia de las horas, tienen como hemos visto, un gran trasfondo común en cuanto ambas son celebraciones específicamente cristianas, centradas ambas en la contemplación de la salvación realizada en Cristo y oración de alabanza y acción de gracias. Pero tienen también características propias que las distinguen de manera intensa. La primera de las diferencias que distancia la Liturgia de las horas de la Eucaristía es que mientras el Oficio, ante el misterio pascual de la salvación, se limita a contemplar y a dar gracias por esta maravilla, a través sobre todo del significado de muchos de los salmos, la Eucaristía da un paso más y celebra este misterio de una forma no sólo distinta, peculiar y mucho más intensa, sino que además lo hace real y objetivamente presente, bajo signos sacramentales. En virtud de esta importante desemejanza nunca podremos decir, pues, que una hora del Oficio supla sin más lasriquezasde la celebración eucarística. Que la Eucaristía sea no sólo contemplación sino además sacramento del misterio pascual significa -así lo declaró ya el Concilio tridentino " y de nuevo lo recordó el Vaticano II- (SC 6) que en esta peculiar celebración "se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de la muerte del Señor". Aquí tenemos, pues, un importante matiz exclusivo de la Eucaristía que no se da en el Oficio divino. En el Oficio cantamos la grandeza del misterio, en la Misa lo hacemos realmente presente. Intimamente ligado al hecho de que los signos sacramentales eucarísticos hacen real y objetivamente presente la pascua del Señor está la realidad de que la presencia de este misterio actúa en losfielesque participan de la Misa, no precis amenté por su acción, ni en virtud de su piedad o devoción -siempre limitados como toda acción humana- sino por la acción misma del Señor -cuya fuerza supera toda acción simplemente humanaque hace presente de nuevo, que "re-presenta" su tránsito pascual para que los fieles puedan adherirse al mismo. Esta es una propiedad exclusiva de los sacramentos, que no se da en la Liturgia de las horas ni en ninguna otra celebración eclesial. 17 Ses. XIII, cap. 5

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Es cierto que este carácter objetivo de la Eucaristía -de los sacramentos en general- (en el lenguaje de la Escuelaesta realidad se llama eficacia "ex opere operato") se ha presentado algunas veces de forma abusiva como si las disposiciones subjetivas de los fieles apenas contaran y todo se redujera a la celebración mecánica de los ritos. Mirar con estas perspectivas los sacramentos -desgraciadamente se hizo así no pocas veces en el pasado- no concordaría ciertamente con la doctrina de la Iglesia. Pero olvidar la vertiente de que los sacramentos actúan, no como simples acciones humanas sino como acciones de Cristo, limitar el fruto de los mismos a las actitudes -buenas o más deficientes- de quienes participan en los sacramentos sería también privar a los mismos de una realidad que no sólo es importante sino que incluso forma parte de la fe católica definida (Con. Trid., Ses. VII, c. 8). Entre las adquisiciones más positivas de nuestro hoy postconciliar hay que contar el empeño que la Iglesia de nuestros días ha puesto en que los fieles no se limiten a recibir los sacramentos sino que se preparen y participen en ellos de manera activa y consciente (cf. SC 19). Pero quizá en algunas ocasiones esta misma insistencia en que los participantes aporten su colaboración a la celebración puede haber desdibujado un poco la verdadera naturaleza de lo que significan las celebraciones sacramentales como acción primordialmente de Cristo. La preparación y la adecuación espiritual de quienes participan en una celebración sacramental es innegablemente importante; pero con todo hay que tener clara conciencia de que la fuerza del sacramento no mana de estas disposiciones sino de la acción del mismo Señor que actúa a través de los signos sacramentales." He aquí, pues, un segundo e importante matiz que diferencia también la Eucaristía del Oficio divino. Descubrir esta vertiente resulta importante para la vida espiritual de los que celebran tanto la Eucaristía como la Liturgia de las Horas. Cuando uno se dispone a participar en la Misa es necesario que tenga conciencia de que el fruto de esta celebración brota de la misma acción del Señor, acción que tiene indudablemente una eficacia mucho mayor que la que pudiera aportar las disposiciones, siempre

18 El Concilio tridentino en su Sesión VI, Cap. 7, expuso de manera muy clara la relación que media entre la acción del Señor a través de los signo sacramentales y las disposiciones del que recibe el sacramento. El que santifica es siempre Dios; el que mereció esta santificación para el hombre es Cristo por medio de su misterio pascual; y el instrumento a través del cual se aplica al hombre la victoria pascual son los ritos sacramentales. Ahora bien, para que la santidad realizada porCristo y transmitida porlos ritos sacramentales fructifique es necesario que quien recibe el sacramento se disponga debidamente al mismo (Cf. D. 799). La disposición delfielno es, pues, nunca la causa de la santidad operada en el sacramento -esta gracia se da únicamente por la acción de Cristo a través delrito-pero las disposiciones delfielson condición para que la acción sacramental fructifique en elfielque recibe el sacramento. Y tanto más abundante será el fruto recibido de la celebración cuanto mayor sea la preparación del que se acerca al sacramento. Las únicas causas de la santidad son, pues, Cristo y el sacramento; pero las disposiciones delfiellogran que esta santidad o gracia que emana del sacramento sea recibida con mayor o menor abundancia -incluso la falta de disposición puede impedir que la santidad realizada por el sacramento sea recibida-.

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limitadas, del fiel que celebra la liturgia. En el Oficio, en cambio, el fruto se deriva más bien de las disposiciones de quienes celebran la liturgia. Captar esta importante diferencia ilumina mucho el tema que estamos tratando y coloca en su debido lugar tanto la Eucaristía como la Liturgia de las Horas.

culminantes o extraordinarios son siempre menos frecuentes que los que tejen el discurrir continuado de la vida de piedad. En la existencia cristiana son culminantes, por ejemplo, el Bautismo, la Confirmación, la Profesión religiosa; en el año, la Vigilia y la Cincuentena pascual; en la semana, el domingo; en el día, la celebración eucarística.

De todo esto se desprende claramente la naturaleza de la Eucaristía como acción culminante de lafamilia cristiana. Aquí tenemos un nuevo matiz que diferencia también laMisadel Oficio divino. Es por este significado de acción culminante, que corresponde exclusivamente a la Misa, por lo que conviene que la Eucaristía se celebre en cada comunidad únicamente una vez al día. Es éste también un aspecto que a veces se ha olvidado. No es equilibrado, como se proponía a veces a manera de ideal de santidad, "oir tantas misas como sea posible"; esta actitud, en el fondo, olvidaría el carácter culminante de la Eucaristía." La Misa no es una de tantas "devociones" que se pueden practicar según los propios sentimientos. La Misa es por su propio significado la celebración que lleva a su más alto grado de plenitud aquello que la familia cristiana intenta vivir incesantemente a través de todas sus prácticas cristianas. Por ello la tradición cristiana ha visto la Misa como acción única M que culmina el día o incluso la semana.21 Esta presencia del misterio pascual que a través de los signos eucarísticos se celebra de manera culminante, luego la Iglesia la extiende y la vive durante la jornada, pero no a través de la repetición de la Misa, sino cantando y contemplando -en un tono que bien pudiéramos llamar "menor"- en las diversas horas del Oficio (cf. IGLH 12).

En el conjunto de celebraciones cristianas a la liturgia de las horas no le corresponde ciertamente el matiz de acción culminante. Pero tiene otros matices que son importantes y que conviene conocer y subrayar. La vida de piedad cristiana no se agota con sola la participación en la Misa, por importante y culminante que ésta sea, sino también incluye la asiduidad del trato con Dios a lo largo de la jornada. Y esta asiduidad de la plegaria es precisamente uno de los elementos más propios de la Liturgia de las horas. He aquí, pues, una importante propiedad de la Liturgia de las horas: significar y vitalizar la oración como actitud constante, tal como la revelación del Nuevo Testamento presenta la oración de los cristianos. Fiel y obediente al mandato de Cristo "hay que orar siempre sin desanimarse" (Le 18,1) la Iglesia, precisamente a través de las diversas horas del Oficio, ofrece a Dios "un continuo sacrificio de alabanza" (Cf. Hb 13,15). De esta forma la acción de gracias y la alabanza que se tributan a Dios de manera culminante e incluso sacramental en la celebración de Eucaristía "se extiende a los diversos momentos de la jornada" (IGLH 12). En virtud de estafinalidadpropia del Oficio la reforma litúrgica ha llamado a la oración eclesial "Liturgia de las horas"; así se manifiesta sufinalidadpropia de santificar los diversos momentos de la jornada.

La Liturgia de las horas como santificación del tiempo y expresión de la asiduidad en la plegaria El discurrir habitual de toda vida nunca acostumbra estar formado ni sólo, ni principalmente de acciones extraordinarias o culminantes. La mayor parte de nuestras actuaciones son más bien actos de relieve menor. Y de la fidelidad continuada en estas acciones de poco relieve depende en gran parte la bondad de la propia vida. Lo mismo podríamos decir de la cualidad de la vida de oración o relación con Dios. Los actos 19 Se dan aún comunidades que tienen habitualmente más de una Misa al día; esta práctica debería revisarse pues no ayuda en absoluto a vivir la Eucaristía como acción única y culminante. 20 A través de los siglos ha habido sin duda desviaciones en este contexto como en muchos otros. Se sabe, por ejemplo, de algún Papa que repetía la Misa hasta ocho veces al día. Y de algunos santos que "oían tantas Misas cuantas les era posible. Estas prácticas que hacían de la Misa una "devoción" o un "acto de piedad" pudieron ser realizadas con una gran buena voluntad subjetiva, pero desdibujaron el sentido de la Eucaristía como acción culminante. Por otra parte si se han dado estas innegables desviaciones no puede olvidarse que la Iglesia, como norma habitual, no ha permitido celebrar la Eucaristía más de una vez al día. 21 En las Iglesias orientales -y ésta fue también la práctica de muchas antiguas Iglesias de Occidentegeneralmente sólo se celebra Misa en los domingos y en alguna otra gran solemnidad; en los días feriales se celebra únicamente la Liturgia de las horas o en algún caso la comunión sin Misa (como se realiza entre nosotros el Viernes Santo) 188

De estafinalidadespecífica de la oración cristiana como santificación de los diversos momentos del día se desprende el ahínco con que la reforma ha insistido en que cada parte del Oficio se recite en su hora propia y la prohibición de que no se aunen nunca en una misma celebración más de una horade la oración eclesial; ello incluiría, en efecto, el olvido de que cada hora del Oficio tiene como finalidad propia, no la recitación de determinadas preces, sino la santificación de las diversas partes del día a través de determinados formularios. Consecuencia de este mismo carácter del Oficio como oración asidua es el principio establecido por el Vaticano II de reducir, para algunas personas a las que no les resulta fácil interrumpir el día con numerosos oficios, la obligación de rezar determinadas horas. "Esta reducción no persigue en manera alguna abreviar las plegarias sino velar para que se realice el ideal de que la oración sea continuada y esté presente en la mayor parte posible de momentos de la jornada.23 Vale la pena subrayar a este 22 A los clérigos se les reducen las tres horas tradicionales de Tercia, Sexta y Nona (SC 89) a una sola de las mismas, porque se prevé que las ocupaciones de la vida pastoral impedirían la recitación en su hora propia. A los monjes, en cambio, se les continúa confiando esta expresividad mayor de la oración constante que son las tres horas, porque la vida regular de un Monasterio facilita esta oración más asidua. 23 Vale la pena comparar los usos de antes y de después de la reforma: antes se rezaban íntegramente todas lashorasdel Oficio, pero se distribuíaconfrecuencia en dos momentos: por la mañana las cuatro horas menores; por la tarde Vísperas, Completas y Maitines y Laudes del día siguiente. 189

respecto que la reforma no ha tendido a disminuir -como a veces parece entenderse- las horas del Oficio, sino a velar para que estas santifiquen realmente los diversos momentos del día. Por ello no sólo a los monjes sino incluso a los que dedican unos días a la plegaria en un retiro espiritual se les recomienda recitar el curso completo de las tres horas menores -en estos días sin quehaceres pastorales resulta fácil e incluso sugerente recitar todas las horas- para que con esta práctica se haga más expresiva en estos días dedicados a la oración la asiduidad en la plegaria que es una característica de la oración cristiana.2A

de salmos sino que se recorre el salterio, o íntegramente2í (cuando se trata de personas que rezan todo el conjunto de horas del Oficio) o por lo menos en los salmos más significativos (cuando se trata de personas que sólo rezan las horas fundamentales de Laudes y Vísperas). Es, pues, únicamente en la Liturgia de las horas donde se vive con intensidad y facilidad lasriquezasdel salterio y donde nuestro importante libro bíblico alcanza toda su significatividad pues es únicamente en esta celebración donde se "recorre toda la cadena de los salmos" (IGLH 108) Evitar los "doblajes" o repetición de celebraciones con finalidad idéntica

Vivencia del salterio Otra de las características más propias de la Liturgia de las horas -que no hallamos en la Eucaristía- es la vivencia intensa del salterio. Porque si bien es verdad que en lacelebración eucarística los salmos están ya presentes y que éstos incluso, a raíz de la reforma litúrgica, han recuperado un lugar bien destacado y una forma que facilita su meditación, con todo el salterio como tal, que es una de las principales fuentes de la piedad bíblica, ocupa un lugar aún discreto y limitado en la celebración eucarística. En la Misa en efecto el salterio se usa casi únicamente, tal como acostumbraba la práctica más primitiva, como texto meditativo que generalmente glosa o profundiza el mensaje de la primera lectura." Este modo de usar el salterio en la Misa hace ciertamente muy fácil la comprensión y vivencia de los salmos, pero es innegable que, al mismo tiempo, limita mucho la amplia contemplación del conjunto del salterio. Es al comparar este uso limitado del salterioque se haceen laMisacuando resalta la granriquezade oración que, en torno a los salmos, brinda la Liturgia de las horas. En el Oficio, en efecto, los salmos se rezan no simplemente en función o como comentario de una lectura que precede sino "por sí mismos", como texto acontemplar por su propio contenido y mensaje. Además en el Oficio se usan no unos pocos salmos o fragmentos

24 Cf. IGLH 76. Es lástima que muchos hayan llegado a creer que después del Concilio las antiguas horas menores han quedado reducidas a la Hora intermedia y que es más "conciliar" rezar sólo esta hora que las tres horas tradicionales. Lo que ha pretendido el Concilio es que las diversas horas sirvan para realizar mejor el ideal de la oración perseverante. Es evidente que si el horario permite rezar las tres horas en su momento propio esta práctica expresa mejoría perseverancia en la oración que elrezode una sola hora. Ahora bien, como en la práctica, a los que viven integrados en diversos quehaceres les resulta difícil interrumpir tantas veces el trabajo por ello, y para evitar el ensamblaje de varias horas en un solo momento como era frecuente en las costumbres preconciliares-ello desvirtúa el significado de santificación de las diversas partes de la jornada-, se optó por reducir el número de celebraciones pero sólo en los casos en que éstas no podían recitarse en su momento propio. 25 Decimos "generalmente" porque hay ocasiones en que el salmo es "autónomo" y no responde a la lectura sino que se hace eco de la solemnidad o responde al carácter del tiempo (v. gr. durante la octava de Navidad, el salmo canta el significado de la presencia de Cristo que, con la encarnación, inaugura el nuevo reino de Dios)

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Después de desarrollar el significado más propio de la Misa y del Oficio y de subrayar las coincidencias y al mismo tiempo las diferencias de contenido y de matiz que separan estas dos celebraciones, será ya fácil abordar, con equilibrio y profundidad, el problema que nos planteábamos al comienzo de este escrito. Misa y Oficio tienen innegablemente un telón de fondo común; pero cada una de estas dos celebraciones tienen también unos matices propios y diferenciantes que conviene no perder nunca de vista. En el momento, pues, de juzgar la conveniencia de la unión del Oficio con laMisa, conviene partir del doble principio de evitar por una parte doblajes celebrativos y por otra de no perder matices cuya omisión habitual pudiera empobrecer la vida espiritual de losfielesque participan en las celebraciones. Digamos abiertamente que unir la Misa con una hora del Oficio tiene como primera finalidad realizar el principio conciliar de evitar las repeticiones en la liturgia (cf. SC 34 y 50). Si lo que se pretende con la diversidad de horas del Oficio es santificar cada uno de los momentos de la jornada, para de esta forma vivir la oración en su clave de perseverancia, y resulta que de hecho uno de estos momentos queda ya santificado -y de manera culminante- con la celebración de la Eucaristía, rezar en este momento una hora del Oficio y a continuación la Eucaristía sería evidentemente introducir una "repetición" o un"doblaje".Repeticionesde estetipoconvenía eliminarlas como poco educativas para la vivencia en profundidad del misterio cristiano, pues con ellas la liturgia tendía a degenerar en mero "cumplimiento" de ritos.

Una primera solución para evitar el doblaje: la supresión de una de las dos celebraciones Una solución -a primera vista la más lógica- para evitar este "doblaje" parecería 26 En la moderna reforma del Oficio se han suprimido únicamente los salmos 57,82 y 108 -pensamos que esta omisión representa un pequeño empobrecimientoqueesperamosuna mayor cultura bíblica por parte del pueblo subsanará con el tiempo-porque a algunas personas menosformadas les podía parecer que i ncluían sentimientos menos afines a la espiritualidad del Nuevo Testamento.

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ser la simple supresión de una de las dos celebraciones -en principio la de menor importancia o contenido- que se veían tener finalidad idéntica o parecida.27 Este fue el camino que siguió en nuestro caso la normativa litúrgica en los primeros pasos de la reforma litúrgica: el Jueves y el Viernes M santos se suprimieron simplemente las Vísperas porque en la misma hora que de sí corresponde a este Oficio, se celebran ya la Misa de la Cena del Señor o la Acción conmemorativa de su muerte. Si se nos permite un ejemplo, diríamos que quien propone viajar de una ciudad a otra y dispone para ello de un automóvil, no tomará ciertamente también su bicicleta. Automóvil y bicicleta sirven ciertamente para el traslado que se desea -como la Eucaristía y la Liturgia de las Horas sirven para celebrar el misterio pascual- pero las ventajas del automóvil por encima de la bicicleta son evidentes y, por ello, si se tiene a mano el automóvil, se deja simplemente la bicicleta. En nuestro caso el "automóvil" es la Eucaristía, que es celebración de contemplación y acción de gracias "sacramental" y "culminante", mientras que Laudes o Vísperas serían la "bicicleta", que es también contemplación y acción de gracias por el misterio pascual, pero en tono menor, sólo a través de la contemplación, sin signo sacramental. Por ello, en el supuesto de que en la hora de Laudes o de Vísperas -lo mismo cabría decir si se celebra la Eucaristía durante la jornada, en la horas de Tercia, Sexta o Nona- tiene lugar la Eucaristía, ésta suple, y a todas luces con creces -como el auto supera la bicicleta- la oración del Oficio. Por ello no cabe en un mismo espacio de tiempo una hora del Oficio y la Eucaristía.

Una segunda solución: ensamblar en una celebración única los matices propios de cada una de las dos celebraciones La solución propuesta por la reforma litúrgica de omitir simplemente la celebración menor parece a primera vista s atisfactoria. El misterio contemplado en las horas del Oficio, se contempla también en la Misa, y además con intensidad más plena, pues en

27 Eslasoluciónqueadoptólareformalitúrgicaennumerososcasos.Así,porejemplo,antelafinalidad parecida de la aspersión dominical del agua y del acto penitencial del inicio de la Misa, en lugar de colocar estas dos acciones una después de la otra (asffigurabanen el Misal de S. Pío V) se opta por una de las dos y se omite la otra. O bien, ante lafinalidad,también semejante, del himno del Oficio y del canto de entrada de la Misa, cuando ambas celebraciones se unen, se adopta o bien el himno, o bien el canto de entrada de la Misa. 28 RecientementelaCartaCirculardelaCongregacióndelCultoDivinode lódeenerode 1988permite la celebración de la Acción de la Muerte del Señor ya desde el mediodía (núm. 65). Es evidente que las personas o comunidades que celebren dicha Acción en horas tempranas el Viernes Santo por la tarde deben rezar las Vísperas propias para santificar elfinde este importante día. La rúbrica de la Liturgia de las horas que dice que "quienes participan en la Acción litúrgica de la muerte del Señor no rezan las Vísperas" se refiere sólo a quienes celebran esta Acción en la hora de Vísperas (el texto latino -no el castellano- de esta rúbrica dice explícitamente que no rezan las Vísperas quienes participan en la Acción litúrgica vespertina de la muerte del Señor).

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la Eucaristía, como hemos visto, no sólo se "contempla" y se "canta" la victoria pascual sino que además se hace sacramentalmente presente. Si el comienzo o el final de la jornada se santifica ya con la Eucaristía, ¿qué sentido puede tener añadir el "doblaje" de Laudes o de Vísperas? Rezar Laudes o Vísperas cuando uno se dispone a realizar la Eucaristía, que contiene ya, y de modo culminante, lo mismo que contemplan las horas del Oficio ¿no sería, en el fondo, un mero "cumplimiento ritual" vacío de verdadero significado? Pero omitir la celebración menor en un caso determinado, como el Jueves o Viernes santo, no es lo mismo que hacerlo habitualmente. En efecto, optar por esta vía de solución habitualmente, podría resultar grave, sobre todo a la larga, y conllevaría un importante empobrecimiento de la propio vida espiritual. En efecto: uno de los matices propios del Oficio que no tiene la Misa -lo hemos visto más arriba- es la vivencia del salterio como oración de la comunidad cristiana unida a Cristo que es el cantorprinc ¡pal de los salmos. Los salmos en el Oficio -no, en cambio en la Misa- se recitan "por sí mismos" y de una manera especialmente cuidada, sobre todo por lo que respecta a los de Laudes y Vísperas. Ahora bien, si una comunidad, por sus horarios, sitúa habitualmente la Misa en una de las horas del Oficio y por ello omitiera, también habitualmente, esta hora, es evidente, que si bien por lo que respecta a la santificación de los diversos momentos de la jornada, con la Misa se lograría y de modo incluso culminante, la finalidad perseguida, se olvidaría, en cambio, y de modo habitual, toda una parte del salterio, habría salmos que no se rezarían jamás y quedaría muy comprometida la vivencia del salterio. Y esto representaría evidentemente un empobrecimiento grave. Por ello, como solución habitual, no resulta aceptable el principio, correcto en cambio para el caso de celebraciones únicas como son las del Jueves o Viernes santos, de suplir sin más una hora del Oficio por la Misa. Fue, pues, para no perder la riqueza que aporta a la vida espiritual el uso habitual y completo de todo el salterio por lo que la reforma no aplicó como norma habitual el principio admitido para unas pocas y determinadas ocasiones de que la celebración mayor supla simplemente la de menor importancia y contenido. Significado propio de la unión de la Misa con una hora del Oficio Llegados al fin de estas reflexiones, quisiéramos sugerir una conclusión práctica en vistas a vivir en su más auténtico significado la unión de una de las horas del Oficio con la Misa. Se trata de lograr en torno a esta práctica una actitud "espiritual" correcta. O si se quiere decir de otra forma, de alejar de esta práctica, hoy frecuente en muchas comunidades, cuanto pudiera limitar esta celebración conjunta a una cuestión solo de matiz "jurídico"2» o de mero "cumplimiento". 29 Al referirnos al peligro de limitarnuestrocaso auna cuestión "simplemente jurídica" no quisiéramos,

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Quienes se disponen a celebrar conjuntamente la Eucaristía y una hora del Oficio deberían abordar es ta celebración como una acción única, no como la conjunción de dos celebraciones distintas que se realizan simplemente porque no está obligado a ellas. Como hemos visto, el Oficio y la Misa tienen una misma temática celebrativa: el misterio pascual. Si uno de los principios de la reforma litúrgica fue evitar las repeticiones o doblajes, sería deseducativo pensar que se va a celebrar dos veces, por medio del Oficio y de la Misa, el mismo misterio. De hecho la celebración de más entidad, la Misa, suple la hora del Oficio. Cuando la Eucaristía se celebra en la hora de Laudes o de Vísperas, en realidad se omite el rezo de esta hora porque esta parte de la jornada se santifica ya con la Eucaristía. Pero la celebración eucarística, como todas las celebraciones litúrgicas, tienen elementos necesarios y elementos añadidos o libres (cf. SC 21). En la celebración eucarística son necesarios la proclamación de la Palabra y la Plegaria eucarística. Todos los demás elementos son añadidos. Son, por ejemplo, partes añadidas el actopentiencial, o la colecta y las oraciones sobre las ofrendas y después de la comunión. Ninguna de estas partes figuran en la Misa de los ritos orientales. Pues bien: en nuestro caso la Iglesia, para que los que celebran la Misa en la misma hora a la que correspondería una parte del Oficio, no supriman habitualmente una parte notable del salterio, incorpora a la celebración eucarística un nuevo elemento, una más amplia salmodia. De la misma formaque en los siglos V o VI se incorporaron a la Misa las tres oraciones presidenciales colecta, oración sobre las ofrendas y postcomunión, o en el Medioevo se añadieron las preces penitenciales del celebrante al comienzo, o las oraciones del ofertorio, así hoy, en determinadas circunstancias, se añaden o incorporan a la Misa unos salmos antes de las lecturas. Pero la celebración es única. Por ello hay un solo comienzo: o bien el rito de entrada de la Misa o la invocación inicial del Oficio, unas solas preces, un solo Padre nuestro, etc. Los que participan, pues, en esta celebración deben acudir a ella con la convicción de que van a realizar la celebración culminante del día, la Eucaristía, en la que queda incorporada una salmodia contemplativa del mismo misterio que al fin de la celebración se hará sacramentalmente presente.

ELTIEMPO, LA LUZ Y LA ALABANZA J. ALDAZABAL Una aproximación interesante a la Liturgia de las Horas, además de la pastoral y estrictamente litúrgica, es la de intentar comprender un poco más profundamente su teología: ¿qué sucede en realidad cuando nos reunimos para cantar Laudes? ¿cómo actúa Dios, cómo quedamos envueltos nosotros en su iniciativa? Muchas de las reflexiones que se han hecho en esta sección sobre la Alabanza de las Horas ya han sido de este género. Pero aquí queremos, en la penúltima reflexión de la serie, describir una especie de retrato teológico, la razón de ser de nuestra oración eclesial. Podemos afirmar que la Liturgia de las Horas es la alabanza que, movidos por el Espíritu, dirigimos al Padre por la Pascua siempre viva de Cristo Jesús, siguiendo el ritmo de la luz y del tiempo, dejándonos llenar de su gracia a lo largo de toda la jornada. Una oración enlazada al tiempo

en manera alguna que se interpretara como menosprecio, y menos aún sistemático, de las connotaciones jurídicas. El derecho es, sin duda alguna, necesario para toda vida comunitaria y la Iglesia es una comunidad que no puede prescindir de esta vertiente. El derecho -aunque a veces se olvide- tiende a dar vida auténtica a lacomunidad. Lo que aquí decimos es que en este caso concreto sería "insuficiente" limitar ohacer consistir la problemática de la unión del Oficio con la Misa al mero ámbito jurídico. Aquí se trata sobre todo de una vivencia espiritual (aunque conlleve también aspectos jurídicos).

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La nota más característica de esta celebración de las Horas es que se des arrolla íntimamente unida alritmodel tiempo. Cosa que no pasa con la Eucaristía. En el Concilio se tuvo que hacer una opción. Unos querían suprimir del rezo eclesial las connotaciones del «tiempo», sobre todo referido al curso de la jornada, porque las condiciones de vida actuales no les parecían aptas para ello. Pero el Concilio optó claramente por conservar la distribución del rezo en el tiempo, entrelazado con el «horario» de la mañana y la tarde, relacionando así la alabanza con las diversas fases de la jornada. Más aún: se subrayó la «temporalidad» de esta oración cambiándole el 195

nombre: si antes se llamaba «Oficio Divino», ahora se llama también, y más adecuadamente, «Liturgia de las Horas», o sea, una celebración que tiene lugar dentro del ritmo del tiempo. La Liturgia de las Horas «tiene como característica propia la de santificar el curso entero del día y de la noche» (IGLH10, citando SC 83-84). Por eso, «siendo fin propio de la Liturgia de las Horas la santificación del día y de todo el trabajo humano, se ha llevado a cabo su reforma procurando que en lo posible las horas respondan de verdad al momento del día» (IGLH 11), porque tenemos que reconocer que «ayuda mucho, tanto para santificar realmente el día como para rezar con fruto espiritual las Horas, que su recitación se tenga en el tiempo más aproximado al verdadero tiempo natural de cada Hora canónica» (IGLH 11, citando SC 94). Se reafirma, pues, el criterio de la «ventas temporis», la autenticidad del tiempo (no rezar Laudes por la tarde, no adelantar a la mañana la oración de Vísperas...). A pesar de las dificultades y cambios de la vida moderna, siempre habrá un ritmo de mañana y tarde, día y noche, inicio y final de la jornada, aunque el «anochecer» no sea ahora precisamente el «fin de las labores», sino muchas veces el tiempo más apto para determinadas actividades personales y eclesiales. Algunas adaptaciones han facilitado el que este rezo siga siendo «temporal» y a la vez más adaptado al estilo moderno de vida: por ejemplo, la hora intermedia puede ser elásticamente elegida según en qué momento pueda uno recitarla, y el Oficio de Lectura pierde, fuera del rezo coral, su carácter nocturno, para que se pueda celebrar en el momento más apto de la jornada.

Qué significa «santificar el tiempo» «Santificar el tiempo» no significa que éste sea profano, malo, y que haya que sacralizarlo. Todo tiempo es santo para el cristiano: toda hora y todo día. La santidad se predica de las personas o de las cosas según si participan de la vida de Dios y entran en su plan de salvación. Las personas son santas en cuanto cumplen la voluntad de Dios sobre ellas. Las cosas se santifican cuando las ordenamos al plan que Dios tiene sobre ellas. Decir que la Liturgia de las Horas quiere «consagrar» o «santificar» el tiempo, el día y sus horas, significa que la comunidad creyente, mediante esta oración, quiere orientar el tiempo del día y de la noche a Dios y al cumplimiento de su plan. Santificar el tiempo significa, en concreto, interpretar la historia y celebrarla como historia de salvación, ordenar todas las actividades que realizamos en el tiempo, a Cristo, que nos quiere comunicar su Pascua. Santificar el tiempo es reconocer en él la presencia continuada de Cristo y alabarle entrando en comunión con El. Santificar el tiempo es intentar que el tiempo cósmico (el «chronos» de los griegos») se vaya convirtiendo conscientemente en tiempo salvífico, en encuentro

gozoso con el Dios Salvador (el «kairós», el tiempo como momento concreto de salvación). Hay muchos que van viviendo el reloj diario y el calendario anual sin más puntos de vista ni apetencias que las humanas. Y hay otros que a lo largo del año el calendario lo intentamos identificar con el calendario salvífico de Dios (el Año Litúrgico), y el reloj de cada jornada lo ponemos a punto, precisamente con la Liturgia de las Horas, para que vaya reflejando la puntual presencia de Cristo y su Espíritu en nuestras vidas. El tiempo tiene una importancia decisiva en la Historia de la Salvación. Dios nos alcanza en el tiempo. Cristo realizó en un momento concreto de la historia la entrega de su vida en la Pascua. La Iglesia continúa es ta historia en su tiempo, en nuestro tiempo, asociada al Cristo Glorioso, que ahora vive fuera del tiempo, en el «hoy» eterno. Al Dios que nos alcanza en el tiempo nosotros le salimos al encuentro también en el tiempo. La oración de las Horas nos ayuda a celebrar el «in illo tempore» de la Historia de la Salvación en el «hodie», el hoy siempre presente y denso de la cercanía de Cristo. Y a dar a todo lo que hacemos un tono de fe y de respuesta a la iniciativa de Dios. Se entrecruzan dos ritmos del tiempo: el cósmico, con el sucederse del día y la noche, y el «salvífico», que es el mismo, pero vivido en clave de diálogo entre el Dios que salva y el creyente que le responde con su alabanza y la liturgia de su vida. La luz como lenguaje simbólico Seguir el ritmo del tiempo significa también seguir el ritmo de la luz. Antes que los gestos y los cantos, hay un elemento básico que impregna y da como un marco y un contenido a la Alabanza de las Horas: el sucederse de la oscuridad y la luz, de la noche y el día. El día que nace y el día que muere forman parte de ese sacramento que es nuestra oración eclesial de las horas. Hay momentos en que juega un papel muy expresivo la luz, para dar a la oración su sentido más pleno. Cuando los antiguos celebraban al caer de la tarde su «lucernario», en torno a las lámparas recién encendidas, o cuando en la Vigilia Pascual entramos a oscuras en la iglesia aclamando a Cristo como Luz, simbolizado en el cirio pascual, es como cuando en los sacramentos propiamente dichos nos servimos del crisma o del agua o del pan y vino para expresar el diálogo salvador con el Dios que nos alcanza a través de los símbolos. Esta vez, por medio de la luz, marco en el que se encuentran la gracia que Dios nos quiere comunicar y nuestra alabanza. Está llena de simbolismo la luz. También aquí, como antes decíamos del tiempo, se entrecruzan la luz cósmica, la del sol naciente o poniente, con la luz espiritual, sobre todo la de Cristo, Sol que no conoce ocaso y que nos ilumina también de noche. El simbolismo empieza en Dios mismo («Dios es luz»: 1 Jn 1,5; «Dios sobre toda luz»: Plegaria Eucarística IV), sigue en Cristo, a quien san Juan presenta

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continuamente como «Luz del mundo» (Jn 8,12; «el Sol que nace de lo alto»: Benedictus) y se aplica también a nosotros, a los que Cristo nos urge a que caminemos como hijos de la luz y que seamos luz de este mundo. El sucederse diario de la noche y del día nos presta además, con su alternancia de oscuridad y de luz, con el ritmo constante de nuestra pequeña historia de cada día, la clave simbólica para dirigir aDios nuestra alabanza por la historia en la que actuamos nosotros, pero en la que sobre todo actúa El. Además nos recuerda el simbolismo de la luz como vida y la oscuridad como muerte, la luz como verdad y la oscuridad como error, la luz como amor y la oscuridad como odio. Ritmar nuestro día y nuestra noche con el rezo de las Horas -en el que el tema de la luz sale continuamente en los himnos, oraciones, preces, salmos y lecturas- es un recordatorio de cómo nuestra existencia se va consumiendo en la presencia de Dios, invitados a participar de su Luz, de su Amor y de su Vida.

Encarnación con su voz también humana, ahora lo prolongamos nosotros en nuestra oración de las Horas: «El cántico de alabanza que resuena eternamente en las ni* >i adas celestiales y que Jesucristo, Sumo Sacerdote, introdujo en este destierro, ha sido continuado fiel y constantemente por la Iglesia a lo largo de los siglos» (Pablo VI, Laudis canticum). «Cuando vino para comunicar a los hombres la vida do I >ios, el Verbo que procede del Padre, el Sumo Sacerdote de la nueva y eterna Alian/», ('risto Jesús, al tomar la naturaleza humana, introdujo en este exilio terrestre aquel himnoque se canta perpetuamente en las moradas celestiales (SC 83). Desde entonces resuena en el corazón de Cristo laalabanza aDios con palabras humanas de adoración, pi < ipii ¡ación e intercesión» (IGLH 3). A esta alabanza de Cristo es a la que nosotros nos sumamos.

La alabanza como respuesta

Toda la vida cristiana está sumergida en el diálogo trinitario de Dios: c I Padre, el Hijo y el Espíritu, en su comunión de vida y de plena felicidad, nos hacen partícipes de su amor. Todo viene del Padre, por Cristo y en el Espíritu, a la humanidad. Todo vuelve al Padre, desde la humanidad, por medio de Cristo y movidos por el Espíritu .Todo tiene sentido en esta clave, la Palabra y la fe, la conversión y el perdón, los sacramentos, y también la oración. Este himno de alabanza que Cristo sin cesar dirige a su Padre, ahora con corazón humano, es el que nosotros prolongamos y hacemos nuestro con la l .iturgia de las Horas. El Orante supremo sigue siendo Cristo, nuestro Mediador y Sacerdote. El es el que glorifica a Dios y le alaba y le suplica. Nosotros nos unimos a El como el coro eclesial que junto con su Cabeza y Esposo alaba aDios. Si en sentido descendente es Cristo el que nos comunica la salvación de Dios, también en sentido ascendente es El el que responde a Dios, uniéndonos nosotros a El. Como dice Pablo, Cristo es el Amén de Dios a la humanidad y también el Amén o el Sí de la humanidad a Dios (2 Co 1,20). Pero si nos podemos incorporar a Cristo en esta alabanza es por la fuerza de su Espíritu. El Espíritu nos enseña a decir «Abbá,Padre», es el que ora y >>ime dentro de nosotros: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad e intercede |x>r nosotros con gemidos inefables (Rm 8,26); siendo el Espíritu del Hijo, nos infunde el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: Abbá,Padre (Rm 8,15; Ga4,6; 1 Co 12,3...) No puede darse oración cristiana sin la acción del Espíritu Santo, el cual nos lleva al Padre por medio del Hijo» (IGLH 8). Nuestra Liturgia de las Horas sólo la podemos apreciar en esta clave trinitaria. Quedamos asumidos por la vida trinitaria de Dios, introducidos en ese diálogo misterioso del Padre con el Hijo y el Espíritu.

Si la luz la podemos considerar como el elemento «material» del «sacramento de la Liturgia de las Horas», se podría decir que a la luz se le une, para constituir ya formalmente el signo sacramental -según el clásico esquema de «materia y forma»-, nuestra alabanza. Luz y alabanza: característica sutil y entrañable de la Liturgia de las Horas. «La Iglesia no cesa un momento en su oración y nos exhorta a nosotros con estas palabras: por medio de Jesús ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza (Hb 13,15)» (IGLH10). «En la Liturgia de las Horas la Iglesia, desempeñando la función sacerdotal de Cristo, su cabeza, ofrece a Dios, sin interrupción, el sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre» (IGLH 15). Ya en laEucaristía elevamos a Dios nuestra alabanza y acción de gracias. Pero la misma actitud se prolonga en la Liturgia de las Horas, esta vez ligada al sucederse de las horas del día. «La Liturgia de las Horas extiende a los distintos momentos del día la alabanza y la acción de gracias que se nos ofrecen en el misterio eucarístico» (IGLH 12). La alabanza es nuestra actitud fundamental de cristianos ante Dios: le alabamos por laHistoria de la Salvación y el gran acontecimiento de la Pascua de Cristo Jesús. Alabar es salir de uno mismo. Alabar es reconocer la grandeza del otro. Alabar es una actitud que incluye entrega, obediencia, y por eso se habla del «sacrificium laudis», el sacrificio de la alabanza. Pero lo que da más densidad sacramental a nuestra alabanza de las Horas es que con ella participamos de la alabanza que Cristo eleva a su Padre. Lo que Cristo hizo desde toda la eternidad con su amor de Hijo y desde la 198

Partícipes del diálogo trinitario

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La Pascua de Cristo se proyecta a nuestra jornada Este diálogo, y nuestra participación en él, tiene su punto culminante en la Pascua. La Pascua -la muerte y la resurreción de Cristo- es la alabanza mejor de Cristo al Padre. Es su acto de culto perfecto. Es la plenitud de la intercesión, el resumen más denso de toda una vida de entrega, alabanza y glorificación del Padre. La Pascua es también la Palabra más clara de Dios Padre a la humanidad, la respuesta mejor a la entrega de su Hijo. Es el momento culminante del perdón, de la alianza, de la reconciliación, de la salvación, de la vida que Dios ha querido dar a todos. La Pascua es el encuentro pleno entre el amor descendente de Dios y el amor ascendente de Cristo, y en El y por El, el encuentro de Dios con nosotros. También la alabanza de las Horas, como todos los sacramentos: es participación en la Pascua. Esta vez como alabanza y acto de culto glorificador a Dios. Nosotros, cantando Vísperas o Laudes, estamos haciendo nuestra la actitud orante de Cristo, estamos entrando en su alabanza plena. La Liturgia de las Horas despliega a lo largo del día esta alabanza, respuesta nuestra a la salvación pascual, que sigue viva y actual en nuestra historia. El canto de vísperas tendría que convertirse en un encuentro consciente de estas dos direcciones, expresando nuestra fe y nuestra respuesta a Dios en un canto de alabanza y súplica. Cristo nos quiere aplicar su gracia pascual también en laLiturgia de las Horas, además de en los sacramentos. ¿No es la Pascua de Cristo, con su paso dinámico de muerte a nueva vida, el resumen de todos los salmos, himnos, súplicas, lecturas, oraciones? ¿No es la Pascua el contenido de todo lo que podemos admirar, desear, meditar, en nuestro rezo de las Horas? La Pascua de Cristo no sólo es el acontecimiento que celebramos en el Bautismo, en el sacramento de la Reconciliación, en la Eucaristía, sino también es el gran acontecimiento decisivo de la historia por el que nosotros, en la Liturgia de las Horas, alabamos continuamente a Dios, porque estamos convencidos de que sigue estando vivo en nuestra historia de cada día.

Tiempo, luz, alabanza. Historia nuestra que adquiere sentido dentro de la historia de Cristo. Y con una mirada atenta a la salvación definitiva, llena de cantos de alabanza. Allí ya no habrá tiempo, pero sí habrá luz, la Luz que es Dios. Luz que es vida y amor y plena felicidad. «En la Liturgia de las Horas proclamamos esta fe, expresamos y nutrimos esta esperanza, participamos en cierto modo del gozo de la perpetua alabanza y del día que no conoce ocaso» (IGLH 16). Cuando cantamos vísperas, por una parte estamos recordando y alabando la Pascua de Cristo. Estamos uniéndonos a la voz de Cristo, presente realmente en medio de nosotros. Y ensayamos y pregustamos ya la alabanza gozosa que no tendrá fin.

Ensayo diario de la alabanza del cielo Y todo ello con una clara proyección escatológica hacia el futuro: «Con la alabanza que a Dios tributa en las Horas, la Iglesia canta asociándose al himno de alabanza que perpetuamente resuena en las moradas celestiales, y siente ya el sabor de aquella alabanza celestial que resuena de continuo ante el trono de Dios y del Cordero, como Juan la describe en el Apocalipsis. Porque la estrecha unión que se da entre nosotros y la Iglesia celestial se lleva a cabo cuando celebramos juntos, con fraterna alegría, la alabanza de la divina majestad, y todos los redimidos por la sangre de Cristo ensalzamos con un mismo cántico de alabanza al Dios uno y trino» (IGLH16). 200

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Dimensión sobrenatural para toda la jornada El que personalmente, o mejor todavía comunitariamente, celebremos las varias horas de esta oración, contribuye sin duda a dar a nuestra jornada un tono de comunión con Dios. Es un verdadero diálogo el que se establece entre el Dios Trino y nosotros, por medio de las lecturas y los salmos, los himnos y las preces. Y eso nos ayuda a ver las cosas desde los ojos de Dios, a dejarnos introducir en su esfera, junto con todo lo que estamos viviendo.

ESPIRITUALIDAD J. ALDAZABAL En esta última reflexión de la serie «La alabanza de las Horas» queremos tratar de su espiritualidad, o sea, de cómo alimenta nuestra vida cristiana esta oración eclesial que rezamos a diario. En rigor todo lo que hemos ido diciendo a lo largo de dos años, o mejor, todo el contenido de esta oración, que es lo que ha dado ocasión a las reflexiones, es pura espiritualidad. No es que «además» nos sirva para nuestro bien espiritual. Es que toda la Liturgia de las Horas es escuela y alimento de nuestra fe y de nuestra sintonía con el Espíritu. Basta recordar lo que hemos dicho sobre los salmos, o la oración de Laudes, o la fuerza educadora de las lecturas bíblicas, o el protagonismo de Cristo en nuestra celebración, o lo que nos ayuda el que nuestroritmode oración esté acompasado con el sucederse del tiempo en la jornada. Pero vamos a ofrecer unas sencillas consideraciones sobre lo que representa la Liturgia de las Horas en la vida de los ministros de la comunidad o de los religiosos y religiosas, o también en la de los laicos que quieren seguir este ritmo más intenso de oración: cómo les ayuda para su encuentro con Dios, para su conciencia de unión con Cristo, para la motivación más profunda de su acción apostólica o fraterna.

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«La santificación humana y el culto a Dios se dan en la Liturgia de las Horas de forma tal que se establece aquella especie de correspondencia o diálogo entre Dios y los hombres, en que Dios habla a su pueblo, y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración» (IGLH 14). Por eso encontramos aquí una «fuente abundantísima de sentificación» y «se alimenta la fe de cuantos participan y las mentes se dirigen a Dios presentándole una ofrenda espiritual y recibiendo de él su gracia con mayor abundancia» (IGLH 14). Continuamente, con un ritmo todavía más repetido que el de la Eucaristía, reorientamos nuestro trabajo según la voluntad de Dios. Estos momentos de oración son un ejercicio diario de mirarnos al espejo del plan salvador de Dios, sintiéndonos en su presencia. A veces este encuentro con Dios nos llega en momentos de alegría. Otras, de tristeza o de angustia. Si creemos lo que decimos, todo ello se convierte en oración, o sea, en diálogo interpersonal. A lo largo de la jornada iremos entrelazando nuestras experiencias con oraciones de tono diverso: «En mi angustia te busco, Señor mío», «Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío», «tú eres mi Dios, por ti madrugo», «caminaré en presencia del Señor», «alma mía, recobra tu calma», «Señor, tú me sondeas y me conoces», «Bendice,alma mía, al Señor», «Dios mío, ven en mi auxilio: Señor, date prisa en socorrerme»...Pero siempre con la convicción de la cercanía de Dios en nuestra vida, cercanía que ya hemos afirmado desde Laudes: «Bendito sea el Señor Dios., .porque ha visitado y redimido a su pueblo». A los que somos animadores de otros, por el ministerio o el apostolado, esta oración nos va convenciendo además de que si es importante lo que nosotros hacemos, lo es mucho más lo que Dios hace a través de nosotros. Nos recuerda aquello de que «sin mí no podéis hacer nada».

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Prestamos nuestra voz al mismo Cristo La unión con Dios se especifica más todavía en nuestra comunión con Cristo y su Espíritu. Esta perspectiva teológica es también la fuente mejor de unaespiritualidad gozosa. No oramos solos. Ni somos los protagonistas. Es Cristo Jesús el que también hoy, desde su existencia gloriosa, ora al Padre, le alaba, le pide, le canta. Y nosotros, movidos por su Espíritu, nos unimos a El y le prestamos nuestra voz y nuestro canto. Como nos uniremos a El en nuestro trabajo de evangelización o de caridad. ¿Qué mejor motivación podemos tener para nuestra alabanza de Vísperas? En ella nos dejamos asumir e introducir en la alabanza de Cristo a su Padre, en su intercesión por el mundo. Además de que continuamente, en el curso de las Horas, vamos siguiendo el misterio de Cristo Jesús -porque en Laudes recordamos su resurrección, las Vísperas hablan con frecuencia de su muerte, y la hora intermedia apunta al camino de su Pasiónhay otra perspectiva todavía más profunda: hoy mismo, aquí, con nosotros y por nosotros, es Cristo el solista de nuestra oración. Lo que tendríamos que procurar, con todos los recursos pedagógicos de nuestra oración comunitaria, es dejarle actuar a El, a Cristo Jesús, el verdadero Sacerdote y Orante: que hable, ore y cante El en nosotros y por medio de nosotros. También aquí vale lo que Juan Pablo II ha dicho de la celebración litúrgica en general: «Nada de lo que hacemos en la liturgia puede aparecer como más importante de lo que invisible, pero realmente, Cristo hace por obra de su Espíritu» (VQA10). Cristo se hace «audible» por nuestra voz. El está en la dimensión escatológica, y por tanto es inexperimentable, pero se nos «aparece» en determinados momentos. No sólo la Eucaristía, sino también la Liturgia de las Horas es una «epifanía» del Cristo Orante, ahora rodeado y acompañado de unos concelebrantes, que somos nosotros. La alabanza late ahora, desde suEncarnación, también en su corazón humano, y nos invita a nosotros a sumarnos a su oración para bien de toda la humanidad. Esta conexión la hace el Espíritu, el Espíritu de Cristo, el que anima a la Iglesia y a cada cristiano, también en el momento de la oración. Es El quien nos mueve interiormente a decir «Abbá,Padre», el que ora con nosotros y por nosotros, uniéndonos a Cristo. Buena perspectiva de espiritualidad: la Alabanza de las Horas no es obra nuestra, fundamentalmente, sino actuación de Cristo y su Espíritu, a la que nos sumamos nosotros. 204

Nuestra atención y todos los medios pedagógicos que empleemos para que la oración sea viva, lo que hacen es ayudarnos a entrar en este encuentro profundo.

Vivir el día como historia de salvación Una de las ventajas espirituales que nos aporta la Liturgia de las Horas es que nos hace entender y vivir nuestra historia como historia de salvación, o sea, como historia de un Dios que nos salva en nuestro propio tiempo. La mañana y la tarde, la noche y el día, la hora intermedia, la oración final de Completas: todo ello va ritmando nuestro reloj, del mismo modo que el Año Litúrgico va ritmando nuestro calendario. Vivir desde Dios, envueltos en su amor, la jornada, es la actitud a la que nos va educando la Alabanza de las Horas. Algunos de los himnos de nuestro rezo en castellano lo expresan muy bien: «Señor de los minutos, intensa compañía... Gracias por esta pausa contigo en la fatiga» «Vimos romper el día sobre tu hermoso rostro, que el viento de la noche no apague el fuego vivo que nos dejó tu paso en la mañana». «Comienzan los relojes a maquinar sus prisas... mas tú, Señor, ahora eres calma infinita, todo el tiempo está en ti, como en una gavilla». «La noche no interrumpe tu historia con el hombre, la noche es tiempo de salvación».

La capacidad para la admiración y la alabanza A otra actitud humana y cristiana nos educa la Liturgia de las Horas: la actitud de la alabanza. Alabar a otra persona, y también en concreto alabar a Dios, es saber reconocer sus méritos, sus valores. Supone capacidad de admirar, de saber apreciar las cosas hermosas y buenas que Dios ha hecho en el cosmos, y sobre todo en nuestra redención: los «mirabilia Dei», las maravillas de Dios en la historia pasada y en la presente. Alabar es más que «dar gracias», aunque también la gratitud es muy buena y cristiana. Pero alabar es más «gratuito» que la acción de gracias. Cuando alabamos, nos 205

fijamos más en la persona que en los favores recibidos de ella. Dedicar tiempo a alabar aDios, sobre todo con la poesía de los himnos y los salmos, y con el canto, es tener finura espiritual. No nos reunimos siempre para aprender, para revisar nuestros métodos pastorales, para pedir. A veces, sobre todo en la Liturgia de las Horas, «gastamos tiempo» en entonar cantos gratuitos, de alabanza a Dios. Alabar es ben-decir, decir bien. «Bendice.alma mía, al Señor». «Cantad al Señor un cántico nuevo». Esto comporta una capacidad fundamental para el cristiano: recordar que estamos sumergidos continuamente en el amor de Dios y en su actuación salvadora, y responderle ante todo con nuestra alabanza. Con eso que se llama el sacrificio de alabanza («sacrificium laudis»), porque siempre alabar supone un sacrificio, salir de sí, reconocer en el otro (sobre todo, en el Otro, con mayúscula) lo bueno y lo hermoso. Como ya decía el profeta, «acepta el don que te ofrecemos, el fruto de nuestros labios» (Os 14,3). Podemos también ofrecer a Dios cosas materiales, fruto del sacrificio económico. Pero ante todo le respondemos con la alabanza de nuestros labios, que responde a la admiración interior de nuestro espíritu. Es to es lo que en la Liturgia de las Horas ejercitamos más. Con la particularidad de que esta oración de alabanza, que por otra parte va acompañada también de la de petición o de lamentación y protesta, se tendría que contagiar a toda nuestra jornada. Esos salmos e himnos de alabanza están pensados también para que riñan de optimismo nuestro horario. ¿Cómo podemos sentirnos tristes o dejarnos llevar del pesimismo, si en nuestra oración hemos sintonizado con la los salmos de alegría o los himnos que cantábamos? ¿Cómo podemos no bendecir al prójimo, si tan fácilmente hemos bendecido a Dios y hemos visto con ojos positivos la historia? La alabanza de las Horas nos da un tono «eucarístico», o sea, de acción de gracias y de bendición, que nos ayuda a prolongar durante la jornada la alabanza primordial de la Eucaristía. Nos ayuda a sentir a lo largo de nuestras actividades un talante optimista, que no significa superficialidad e ignorancia de las dificultades de la vida. Cantar es cosade amor («cantare amantis est», como decía san Agustín), y el amor sabe de alabanza, aunque también sepa de dificultades y de sacrificios.

Meditación y serenidad en medio de las prisas No sólo a los religiosos de vida contemplativa, sino a todos los demás ministros ordenados, religiosos de vida activa y laicos- nos ofrece la Liturgia de las Horas otro valor que hoy puede resultar más interesante: el ambiente y la ocasión de la meditación serena. En medio de las ocupaciones, muchas veces marcadas por la precipitación y la prisa, el «retirarnos» unos minutos para rezar en privado o en común la oración de 206

la mañana, o la hora intermedia, o los demás momentos del Oficio, nos permite gozar de unos minutos de pausa, para escuchar, para orar, para pensar, para cantar, paracallar. Es un remanso en la vida, que podemos no «necesitar» en un momento determinado, pero que nos hace mucho bien y que nos hace falta para el equilibrio espiritual y pastoral. En esta oración descendemos a nuestro yo, en cuanto está iluminado por el Dios que nos habla y a quien dirigimos nuestra oración. Esta oración nos invita a ser discípulos y oyentes, además de ser maestros y habladores. Es un «paréntesis» que nos permite profundizar en nuestra identidad cristiana y apostólica. Pero es que además también se puede decir que esto tiene una dimensión humana de saludable higiene psicológica. Podemos apreciar, además de sus frutos espirituales, lo que una celebración serena nos aporta de liberación de las prisas, del «stress». Encontrar tiempo para lo gratuito, en los tiempos que corren, es un saludable lujo. Ser «contemplativos en la acción», lejos de invitarnos a la pereza o al escapismo, nos permite mantener el equilibrio interior y la armonía personal, condición también para que nuestro trabajo sea eficaz.

Más universales y «objetivos» Todavía otro beneficio de esta oración de las Horas en nuestra vida. Ante todo, nos hace más universales, porque nos hace pensar en la historia de la Iglesia y de la Humanidad, cuando recitamos nuestras preces o los salmos. Y además nos hace orar con un tono más objetivo. No es que nuestra oración no tenga que ser personal, respondiendo a nuestra experiencia propia y a nuestra experiencia vital. Pero no tendría que ser demasiado «subjetivista». La Liturgia de las Horas nos ayuda a salvar este escollo: los salmos del día, o las lecturas breves, o los himnos, no responden necesariamente a nuestra elección, siguiendo nuestro estado de ánimo optimista o pesimista, sino que nos ponen en sintonía con otras claves, más eclesiales y generales. Como en la lectura continuada de la Palabra bíblica nos hace mucho bien el que no vayamos eligiendo las lecturas que «nos apetecen», sino las que «tocan», dejando la iniciativa a Dios, también pasa lo mismo en la distribución de los salmos y de las demás estructuras del Oficio. Es una oración personal, pero abierta al mundo, a la Iglesia, a la historia de la salvación que Dios lleva adelante, siguiendo unos libros que son universales para toda la comunidad. Y oramos los salmos, aunque no coincidan exactamente con nuestro estado anímico, pensando, no sólo en nosotros mismos, sino en los que sufren o gozan o se lamentan en toda la humanidad. O los cantamos pensando en la gran experiencia de Cristo, sobre todo en su misterio pascual de muerte y resurrección, que resume en sí mismo todo lo que los salmos dicen. 207

No sólo es «mi oración». Es «nuestra oración», la de la Iglesia y la de la Humanidad, todos unidos a Cristo, el Orante por excelencia. ¿Oración alienante? Ahora ya nadie mira con suspicacia al rezo de las Horas como si fuese alienante, o invitara a la huida del trabajo y de la acción. Precisamente esta oración quiere ser el motor de toda nuestra actividad y de nuestro empeño misionero.»Las lecturas y oraciones de la Liturgia de las Horas constituyen un manantial de vida cristiana...Pues sólo el Señor,sin el cual nada podemos hacer y a quien acudimos con nuestros ruegos, puede dar a nuestras obras la eficacia y el incremento» (IGLH 18). En la Liturgia de las oras...deberán (los ministros ordenados) nutrir y alentar la acción pastoral y misional, con la abundancia de la contemplación, para gozo de toda la Iglesia de Dios» (IGLH 28). El dirigir nuestras alabanzas y súplicas a Dios no sólo nos hace crecer en nuestra conciencia de hijos, sino también en la de hermanos. Porque tanto los salmos como las lecturas y las preces nos hablan de la gran tarea que entre todos llevamos a cabo, colaborando con Cristo y su Espíritu. Hablamos aDios, en vocativo, parapodef luego hablar de Dios en nuestro empeño apostólico. Para que nuestra tarea no sean palabras vacías, sino fruto de una convicción y de una experiencia nuestra de fe. Así en la oración de las Horas no olvidamos ni nuestra historia ni las personas a las que dedicaremos luego nuestro trabajo misionero. Todo queda unificado y englobado en este momento privilegiado que es la oración eclesial, en el que recibimos luz y fuerza para unirnos más estrechamente al Cristo que, además de Orante, es el Salvador y Liberador de la humanidad. En este sentido la oración puede ser, junto con la Eucaristía, el factor que dé más lúcida unidad a toda nuestra jornada e incluso a nuestra propia personalidad humana y cristiana. En un concierto, antes de empezar la primera pieza, el «concertino», el primer violín, da el tono a los demás músicos, les da el «la», para que afinen sus instrumentos. Podríamos decir que laLiturgiade las Horas nos da el «la» para que luego todas nuestras actividades estén afinadas, en sintonía con la actitud salvadora de Cristo, a quien nos unimos tanto en la oración como en el apostolado.

Y sin embargo también la «norma» puede ayudar a una vivencia espiritual do la Liturgia de las Horas. El hecho de que se nos organicen un número determinado de salmos en cada Hora, o que se les haya distribuido según una selección bien pensada, o que se nos sugieran ya las antífonas y las lecturas, no son necesariamente barreras para un rezo personal y vivido. Hay veces que la «letra» mata el «espíritu», pero no tiene por qué ser siempre así. Sin exagerar la importancia de las estructuras, pero tampoco hay que descuidarlas. Están al servicio de una oración viva. El ritmo diario educael amor. Laperseverancia y la fidelidad son actitudes que pueden expresar bien nuestro compromiso cara a Dios y cara a nuestro apostolado, y no ser siempre señal de un formalismo rutinario o farisaico. Pasa como con el amor o la amistad o la vida familiar: son realidades que tienen mucho de perseverancia y ritmo constante, de detalles y de ritualidad, de sentido del deber. El amor o el ideal piden perseverancia, compromiso. La norma y el sentido del deber no son siempre una mordaza: pueden ser sencillamente el marco de una convicción. En este caso, el que cada mañana inauguremos la jornada alabando y suplicando a Dios, no es rutina ni j uridicismo: es amor. Y a la vez, una ayuda a nuestra debilidad, porque a veces podemos sentir la tentación de dar a nuestra oración elritmode nuestro estado de humor. Eso sí: la norma, la conciencia del deber, la fidelidad a un rezo, deben ir unidas a la autenticidad. Los antiguos pedían que en nuestra oración de las Horas «mens concordet voci», que lo interior esté en sintonía con lo que nuestra voz o nuestro canto dicen. Que sea oración personal, viva, fresca de hoy, desde nuestra existencia, y no meramente un recitar líneas de un libro, por sagradas que sean. No se trata de una mecánica o una cantidad de versículos o de salmos, sino de un encuentro gozoso con Dios, en medio de nuestra jornada, unidos al Cristo que hoy y aquí, como Señor Glorioso, ora con nosotros y por nosotros. Todo ello con sabor: «psallite sapienter», salmodiad saboreando lo que cantáis. «Con alegría de espíritu» (IGLH 104), «con gozo» (IGLH 270), «de modo que resulte agradable celebrar las alabanzas divinas» (IGLH 279) y logremos «la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones» (IGLH 202).

La pedagogía de la norma Podría parecer que la norma, o sea, las estructuras concretas de esta oración eclesial, y sobre todo su «obligatoriedad», son obstáculos para una espiritualidad gozosa. 208

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22 SALMOS PARA VIVIR Joan M. Vernet Dossiers CPL, n. 22 Salmos sapienciales Los dos caminos. Salmo 1 Mi Dios y mi todo. Salmo 72 Si no os hiciereis como niños... Salmo 130. ¡Mirad cómo se aman! Salmo 132. Acciones de gracias El "Magníficat" del Antiguo Testamento. Salmo 33 Bendice, alma mía, al Señor. Salmo 102. Himnos Cantad al Señor un canto nuevo. Salmo 97. Señor, has sido bueno con tu tierra. Salmo 84. Porque es eterna su misericordia. Salmo 135. Alabad al Señor que la música es buena. Salmo 146. Súplicas De la cruz a la resurrección. Salmo 60. El Cristo doliente del Antiguo Testamento. Salmo 87.

BIBLIOGRAFÍA NUEVA En los Dossiers anteriores hemos ido ofreciendo bibliografía: sobre los salmos en D 4 3, Orar los salmos en cristiano, p 104; sobre la oración en general en D12, Claves para la oración, pp.103-104. Añadimos aquí algunas obras recientes:

Salmos graduales Vamos a la casa del Señor. Salmo 121. El auxilio me viene del Señor. Salmo 120.

J. GIBERT, Salmos: en Nuevo Dicción, de Liturgia, Paulinas, Madrid 1987,1850-1873.

Salmos penitenciales El silencio de Dios. Salmo 21. Dichoso el que está absuelto de su culpa. Salmo 31. Retorno a Dios. Paso de la muerte a la vida. Salmo 50. Tus pecados te son perdonados. Salmo 129.

R. TAFT, La Liturgia delle Ore in Oriente e in Occidente, Paoline, Roma 1988, 544 págs (ed. en inglés de 1985)

Cantos a Sión Mater Ecclesia. Salmo 86. Cantos a Yahvé No temáis: Yo estoy con vosotros. Salmo 45. El Señor es mi pastor. Salmo 22.

V. RAFFA, Liturgia de las Horas, ibid. 1164-1191

VARIOS, Orar con los Salmos (=Cuadernos Phase n.9) Barcelona 1989, 68 págs VARIOS (edit. M. Klóckener y H. Rennings), Lebendiges Stundengebet, Herder, Freiburg-Basel-Wien 1989, 648 págs F.X. AROZTEGUI, Las Horas Menores: Oración de las Horas 7-8(1990)255-258); ID., El Espíritu Santo y la hora de Tercia: Oración de las Horas 9(1990)293-299. P, FARNES, Los salmos «propios» para el Oficio de Lectura en Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua: Oración de las Horas 11(1990)343-350.

Apéndice Orar en torno a un salmo. Salmo 102. 211

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