Cosas de Papa y Mama
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COSAS DE PAPA Y MAMA Personajes: Bolt Elena Luisa Leandro Julio Justina
PROLOGO PRIMERO Un hombre de mediana edad vestido con sobria elegancia, surge por el centro del pasillo de butacas. Tal vez se haya levantado de una de ellas, aunque al principio, por su aspecto corriente y normal, no nos hayamos dado cuenta. Se dirige al público repitiendo con cierta frecuencia un ademán “personal e intransferible”: el individuo se quita y se pone las gafas, de gruesa montura, con relativa insistencia. Es, por tanto, hombre nervioso, gran lector y, a pesar de su aparente desenvoltura, una persona tímida. BOLT: Buenas noches. Disculpen que me presente asi. Quería haberme puesto un traje mas serio. Pero siempre me sucede lo mismo. Como buen español, llego tarde al teatro. Soy Juan G. Bolt. Eso de la G punto es un truco que hemos importado de Norteamérica, junto al aceite de soja y las ventas a plazos. La G punto da importancia. Como se llama usted? Juan G punto. Anda! G punto. La gente tiembla. Que hay detrás de la G punto? A las G punto les pasa como a las viejas, que casi siempre esconden una tontería. En este caso, la tontería es Gomez. Juan
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Gómez Bolt. Español, medico y lo suficientemente rico como para no tener coche, ni nevera ni cocina eléctrica. Medico. En realidad, vengo a contarles un caso clínico, sin más importancia. Figura en lo que llamo Carpeta B. En esta carpeta incluyo los enfermos sin más ni más. Que enfermos son esos? Bueno. Tratase de unos seres que acuden a las consultas diciendo que les duele el hígado, los riñones, el pecho, la espalda. Se les examina. No hay motivo. “Usted no tiene nada”, se les dice. “Doctor que estoy muy malo. Doctor que me muero”. “Pero como va usted a morirse si no tiene nada?” “Doctor que me acabo como una velita”… “Que no hombre, que no puede usted morirse porque no tiene nada.” Un día, el medico, caminando tras el féretro donde va su cliente, solo acierta a repetirse: “Pues se ha muerto. Y no tenia nada”. Yo era de esos médicos. Pendientes de la pantalla. Sacando sangre a diestro y siniestro…He llegado a analizar hasta las unas de mis enfermos! Hubo una cosa que no analice nunca: el alma. Y a la vista de una señora que se había ido al barrio ese, gracias a Dios, poco comunicado, se me ocurrió preguntar una tontería a la familia: “Tuvo algún disgusto serio con su marido?” La respuesta fue terrible. “Hace seis meses que la dejo” Diagnostique a la velocidad del rayo. “De que ha muerto doctor?” “De pena”. “Como de pena?” “Tenia una infección” “Tenia ganas de cogerla”.- repuse- “Pero hay unos microbios”. “Si el marido hubiera estado junto a ella, se ríe de los microbios”. Hoy firmo actas de defunción diciendo: “Fulanito de tal murió a causa de cinco letras con gastos”. “Menganito de cual ha fallecido a causa de la jubilación”. “Zutanito nos dijo que estaba cansado de ir a la oficina y tener broncas con su mujer y que viviéramos nosotros porque el no estaba para eso”. Así sucesivamente. Porque vivir representa un tremendo esfuerzo de voluntad. Hace dos anos tuve ocasión de comprobarlo en la más extraña, divertida y fantástica historia de mi Carpeta B. (Ha subido al escenario y se sitúa junto al lateral derecho) El asunto empezó como empiezan las cosas poco respetables: un día de primavera. Estaba yo en mi despacho, pasando la consulta… SE ALZA EL TELON
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PROLOGO SEGUNDO El foro, ocupado por una gran cortina de “Americana”. Hacia la derecha, dejando a la izquierda tres cuartos de escenario aproximadamente, hay – en esquina – una puerta que da paso al despacho de G. Bolt. En la derecha, una mesa – leve y fácilmente transportable -, un sillón tras ella y una silla delante. En la izquierda, - casi la totalidad del escenario, como hemos advertido -, hay un sofá, dos silloncitos y una mesa redonda, con periódicos, sobre la que advertimos un búcaro de cristal con una rosa casi seca. (Al alzarse el telón G. Bolt, ha quedado, pues, incluido es su despacho. Sentada en el sofá, ELENA. Ya no cumple los cuarenta. Vestida con desgana y absoluta dejadez. Un poco descuidado el pelo. Junto a ella, LUISA. Veinte anos, atractiva, bonita. Viste al modo “utilitario”, según los usos de la época. No por ello resulta menos femenina, aunque, preciso es confesarlo, si menos dulce, lejana o misteriosa. G Bolt ha desaparecido momentáneamente por la derecha)
ELENA: (Repentinamente lanza un suspiro largo y profundo) Ayyy... (Luisa la mira con impaciencia mientras ojea el periódico) LUISA: Bueno... ELENA: (En un bisbiseo) bis, bis, bis, bis… LUISA: Mamá levanta la voz no hay forma de oírte! ELENA: (Muy débil, muy desinteresada) Que ha hecho hoy Rusia?
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LUISA: Es muy largo de contar, se opone a la conferencia de desarme ELENA: Que van a desarmar? LUISA: Desarme mama, hay que rebajar las fuerzas armadas de todos los países. Europa tiene que garantizarse una paz duradera. Si Europa. ELENA:
Hija, me importa un pito Europa.
LUISA: Entonces para qué preguntas...? ELENA: Porque si te pregunto la hora me dices las cinco, y se acabo. LUISA: Mamá! ELENA:
No me quieres Luisita! No me quieres......!
LUISA: Bueno! ELENA: Estoy más sola que un hongo. Desde que murió tu padre más sola que un honguito. Apenas te veo. LUISA: Tengo que trabajar. ELENA: No te hace falta pero tienes que trabajar. Mi hija es licenciada en Filosofía y Letras. Da clases. Y siempre esta con las clases LUISA: Me redimiré de eso. Ya sabes que las academias te explotan. Algún día pondré mi propia academia. ELENA:
Pero si no lo necesitas, con mi renta…
LUISA: Hay que garantizarse un porvenir! El hombre se justifica trabajando, creando riquezas. Además prefiero que me en el momento oportuno me logres créditos para mi negocio. Te 4
resultara fácil. ELENA: Mi negocio! Tiene gracia! Así estoy yo. Nena.. Si ni siquiera te casas. Si te casaras por lo menos yo tendría un yerno con quien distraerme peleándome! ... Me muero Luisita, te lo advierto, me muero! LUISA: Quieres leer otra vez la carta del Dr. Aguirre? (Blande un papel en su mano.) No tienes nada en el hígado. ELENA: No? Pero me mareo y me duele aquí (se señala el abdomen, hacia la derecha) LUISA: Tampoco tienes nada en el estomago ELENA:
No...? Pues me late. Si, si me late el estomago
LUISA: Pero cómo te va a latir el estomago? Lo que late es el corazón! ELENA: (Confidencial) Si yo te dijera que lo que no me late es el corazón… LUISA: Mama! ELENA: Y por qué se me duermen las piernas? Eh? Y por qué en cambio, yo no me duermo? LUISA: Estas sana mama, estas perfectamente sana. Lo dice el Dr. Aguirre que ha estudiado 7 años para decirlo. ELENA:
Me las piro Luisita. Te dejo.
LUISA: Ay, mamá que agonía! Si tienes 42 años. ELENA: 45!! LUISA: Bueno 45, Eres joven. ELENA:
Soy una vieja. Y tú lo sabes. Estoy mandada a retirar 5
y en cuanto termine los cien lunes a San Cipriano, me retiro. LUISA: Que quieres, un viaje? Te llevo a Alicante, al mejor hotel. ELENA:
(Sin ilusión). Alicante…
LUISA: A Paris. ELENA: (Despectiva) Paris! LUISA: Mama, es una cosa inolvidable Paris en primavera. ELENA:
(Con un gesto de desden) Primavera…
LUISA: Dios mío! He dejado una clase por acompañarte, ahora voy a telefonear dejando otra, estoy a tu lado, me tienes contigo. (Irritada ya) Esto no puede seguir así. Que mas quieres mama? Tienes dos casa, una reta magnifica. Puedes vivir como un raja. ELENA: Niña no me faltes! LUISA: Bueno como una reina! El otro día te tocan los ciegos. ELENA: (Con su habitual desden) Los ciegos… LUISA: Y en la penúltima Navidad coges 75.000 pesetas del gordo. ELENA: Yo no las cogi, me las dieron. De sobra sabes que tu madre no tiene fuerzas ni para coger un lápiz. LUISA: Donde pones la mano brota dinero. ELENA: La pongo en tan pocos sitios. LUISA: Y para colmo estas mejor de salud que yo. ELENA: (Ofendida) Mejor? Tunales lo que dices.
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LUISA: Lo dice el Dr. Aguirre. ELENA: El Dr. Aguirre es una tortuga con bata blanca. LUISA: Mama por favor! ELENA: Ah las batas blancas de algunos médicos! Como se refugian en ellas para impresionarnos. Porque no recetan de paisano eh? Porque se tienen que vestir de uniforme para recetar? LUISA: Estas diciendo una sarta de tonterías. ELENA: Yo? LUISA: Si, tu. ELENA: Tu madre? Demasiado sabes que no tengo fuerzas más que para decir cosas sensatas. No me quieres...! LUISA: Ayyyy, señor..! ELENA: Me muero, vaya que si me muero. LUISA: Ya basta mamá!!!! (Ha sostenido este dialogo en voz alta, llegando a acalorarse. De pronto ELENA muy dulce, musita) ELENA: Ea. Ya no me late. LUISA: Qué? ELENA: (Dulcísima) Qué va a ser? El corazón. Nada, se me ha quedado quietecito. Yo le entiendo es que trabaja mucho el pobrecito. Todo el día trique-traca, triqui-traca. A ver cuanto tiempo duro con el corazón parado (LUISA va a acercarse a ella. 7
ELENA la detiene con un breve ademán). Calla, calla no lo asustes que ya empieza otra vez. Tic-tac, tic-tac… ya esta. (Con inusitada dulzura) Los ojos los tengo en su sitio? LUISA: Si. ELENA:
Uno a cada lado de la nariz, como de costumbre?
LUISA: Como de costumbre...! ELENA: Qué alegría por que no veo! LUISA: Qué no ves? ELENA: Absolutamente nada! LUISA: Lee ahí. su vista)
(Coge un periódico y se lo tiende a ELENA, que prueba
ELENA: “Ayer fue enterrado Stalin” Oye se ha muerto ese monstruo? LUISA: Se murió hace mucho. Debías saber que en la consulta de los médicos buenos los periódicos son siempre atrasados. De esta forma se medita sobre el pasado. ELENA: Y no se piensa en el futuro. Se ha muerto Stalin! Eso fue cosa de San Antonio de Papua. Lo que se lo tenía yo pedido. Recuérdame que le haga una novena. LUISA: Oye mama, no crees que ya esta bien de santos? ELENA: Si, hay muchos. LUISA: Me refiero a lo que tú haces. San Nicolás de Bari para los asuntos domésticos; Santa Bisbiana para que no me ocurra nada; Santa Margarita para no se que; San Expedito para que 8
se vayan los pelmazos. En cuanto a San Antonio… ELENA: Pobrecito mío! Tan rico vestido de San Francisco! LUISA: En cuanto a San Antonio, lo utilizas para cosas poco respetables. ELENA: Poco respetables? LUISA: Mama, pedirle a San Antonio que se muera Stalin, es algo bochornoso. ELENA: Bochornoso? Tú eres de cuidado. A ti te han metido unas ideas muy raras en la cabeza! LUISA: Bueno, se trata de que dejes en paz a los santos una temporada y vivías más cerca de la tierra, más realmente. Comprendes? ELENA: Que juventud! Que asco! Cuanto materialismo. Y vosotros sois los que vais a cambiar el mundo? Di que no lo veré yo. Un asquito, eso es lo que sois, unos pozos de frivolidad, de ateismo… LUISA: Mama, no digas disparates. ELENA: Tu madre disparates? LUISA: Mi madre disparates ELENA: Que no! LUISA: Que siiii! ELENA:
(Con un ademán urgente) Quieta.
LUISA: Que? ELENA:
Las piernas… No las despiertes que se han dormido. 9
LUISA: Levántate ELENA: No puedo! LUISA: (Tirándola del brazo) Vamos mamá por Dios! (Por la izquierda, entra JULIO, tirando del las manos de LEANDRO. JULIO es un muchacho que acaba de cumplir los 25 anos. Aspecto serio, formal. Arrastra como ya he dicho a LEANDRO. Es su padre. Ronda los 55. La verdad esta hecho una lastima. Vestido con desgana, con descuido. El pelo le cae como una cascada sobre las orejas. Lleva un lastimoso bigote con las guías caídas y lacias) JULIO: Vamos papá, por Dios! LEANDRO: Si es inútil. Si se han dormido, Julio… JULIO: Eso son aprensiones. LEANDRO: Que se me han quedado de madera, Julio. JULIO: (Desesperado). Papa por Dios, o ve vuelvas loco! LEANDRO: Aguarda, que la derecha ya funciona. (Avanza un poco hacia el sofá) LUISA: Mama, levántate. ELENA: Hija déjame morir aquí sentada LUISA: Mama! ELENA: Que no me muevo! LUISA: Esta bien! 10
(Se retira fastidiada, en el momento en que JULIO ha sentado a su padre en el sofá. ELENA y LEANDRO ofrecen un aspecto lastimoso. Miran ambos al frente con la vista fija en el vacío) ELENA: Hija si estaré mal, que creo que tengo un señor al lado. LUISA: Es que tienes un señor al lado. ELENA: (Mirando) Pues es verdad. Buenas tardes. (LEANDRO no contesta) Buenas tardes. (Un poco quemada) Buenas tardes! Que grosero! LEANDRO: No, es que soy sordo. Y me ha cogido usted del lado malo. De ese oído no oigo nada! ELENA: Y del otro? LEANDRO: Muy poco. Le parecerá a usted una tontería, pero de este cuando oigo mejor son los lunes, miércoles y viernes. ELENA:
Ah!
LEANDRO: Si pudiese conseguir que se me arreglara este los martes, jueves y sábados… ELENA: Los domingos ninguno, así no oye los resultados de los partidos. LEANDRO: Eso. ELENA: Bueno, pues perdone usted. LEANDRO: Disculpe, no la oigo. ELENA: Que perdón! LEANDRO: Ah, nada, nada. 11
(Se callan. JULIO ha tomado una revista y lee. LUISA le imita. Un silencio. Suspiro largo, tremendo de ELENA. LUISA echa una mirada a su madre por encima del periódico. De pronto LEANDRO empieza a toser de una manera terrible. Es una tos bronca, continua, con silbidos al aspirar el aire, que lo agitan convulsivamente. JULIO se levanta con resignación, se acerca a su padre y le alza el brazo derecho. En el acto cesa la tos. JULIO le baja el brazo con cuidado. A mitad de camino LEANDRO empieza a toser de nuevo y JULIO el vuelve a subir el brazo. Cesa de toser LEANDRO. JULIO le baja el brazo con precaución y luego se sienta. Consulta el reloj.) LEANDRO: Estas perdiendo el tiempo conmigo, Julio! JULIO: No es eso. Es que tengo clase a las cinco y faltan veinte minutos. Si este señor va a tardar mucho... (A LUISA) Señorita, a usted le importaría dejarnos pasar primero? Es qué tengo clase a las cinco? LUISA: Y yo! JULIO; Que? LUISA: Que yo también tengo clase a las cinco. JULIO: No me ha entendido. Soy licenciado. LUISA: Yo también! JULIO: (Sorprendido) Letras? LUISA: (Asiente) Exactas? (asiente JULIO) Me pareció reconocerle al entrar. Usted da clases en el colegio Ateneo. JULIO: Pues no. LUISA: En el Menéndez Pelayo?
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JULIO: No. LUISA: De que le conozco yo? JULIO: Aguarde. No vive en General Iglesias? LUISA: Vivo en San Epifanio. JULIO: Que es la calle de la esquina. Claro de eso nos conocemos! LUISA: La ventana de mi comedor da frente al salón de usted. JULIO: Y de su cocina a la mía hay seis metros. Claro. Encantado de conocerla… Julio Cano. LUISA: Luisa Velasco. Encantada. (Se estrechan la mano. Los padres observan fijamente, sin decir nada) JULIO: Me pareció verla en una moto. A mi me descuentan cualquier retraso. LUISA: Si; Hay que llegar a tiempo a tantos sitios… JULIO: Así al entrar, ya me había parecido…; pero no me fije mucho. LUISA: A mi me pasa igual; que no me fijo en nada. Hay prisa siempre. JULIO: No me hable. Seis clases diarias. LUISA: Yo cuatro. Termino muerta. (ELENA y LEANDRO empiezan a hacer “sus cosas” para que los muchachos les atiendan. ELENA repite su suspiro con el soniquete de “Ay Jesús mió, que poca cosa somos y 13
como todo se termina” mientras LEANDRO se pone a toser con un entusiasmo digno de mejor causa, todo ello bajo el dialogo de los muchachos y sin que ellos les hagan el menor caso). JULIO: Y lo que son en algunas academias! Que si se llega diez minutos tarde… LUISA: A mi me descuentan los retrasos. JULIO: Ah pues eso debe denunciarlo al colegio de licenciados. LUISA: No crea, muchas veces he pensado en poner mi propia academia. Es un negocio redondo. JULIO: Bueno, pues avíseme, aquí tiene un socio. LUISA: Pues seria cosa de atreverse. JULIO: Dinero? LUISA: Al cincuenta. JULIO; Para empezar, veinte mil duros. LUISA: Sobra. El material a crédito. JULIO: Descuento? LUISA: En el Popular. JULIO: En Banesto. Yo empiezo a moverme. Hay una planta en Leganitos que conviene. (Han sacado dos cuadernitos y sin encomendarse a nadie empiezan a apuntar sus teléfonos). LUISA: De acuerdo, a ver que hacemos. JULIO: Grandes cosas. (Y ahora se vuelven. Los padres han desistido de quejarse y los observan asombrados). Papá somos 14
vecinos! LEANDRO: Si hijo, ya me he enterado. LUISA: Este es el muchacho que cata “La Picolissima Serenata” mientras se afeita, mama. ELENA: Que la canta usted muy bien. JULIO: Encantado, señora. ELENA: Beso a usted la mano. JULIO: (Desconcertado) Qué? ELENA: Beso a usted la mano. JULIO: Pero, porque? LEANDRO: Hijo es una cortesía. El hombre dice: A sus pies. La señora contesta: "Beso a usted la mano". JULIO: Lo de " a sus pies " me sonaba. Claro, cosas antiguas. LUISA: (Riendo) Con un encantado se despacha mamá. ELENA: (Automáticamente) Encantado! JULIO: Mi padre. ELENA: Encantada. LEANDRO: Encantado. (Un pequeño silencio) Oye, por mi no dejes tus obligaciones. Ese Doctor me dice lo que sea, o me lo apunta. JULIO: Quiero estar yo delante.
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LEANDRO: Pero Julito… Para que? Mira hijo, tienes que ir acostumbrándote. Yo voy a durar unas semanitas lo más! JULIO: Pues que me lo diga el medico a mi en persona. Lo que voy a hacer es telefonear diciendo que no voy a clase. LUISA: Lo acompaño tengo que dar la misma razón. JULIO: Ve usted como esto no es vida? LUISA: Muévase rápido con lo del piso. Yo saco la licencia el próximo jueves. JULIO: Descuide. Tenemos que concertar unos puntos. Por aquí? LUISA: Si, a la entrada. (Y desaparecen por la izquierda. Los dos padres los han visto marchar. Se inclinan suavemente para no perder detalle. Luego sonríen pálidamente) LEANDRO: (Con voz trémula) Están empezando a vivir! ELENA: Pero de una manera muy rara! Yo no los entiendo. Que deprisa lo hacen todo! LEANDRO: Si, eso me tiene intrigado. Porque corren de esa manera? A lo mejor es que como que el día menos pensado los matan en una guerra… ELENA: Si, pero en tiempos de Carlos V también había guerras y la gente se sentaba. LEANDRO: Eso digo yo. Ahora que si el despertador, el teléfono… ELENA: No me hable usted del teléfono! Querrá usted creer que aun no lo entiendo? El otro día mi hija me dijo por teléfono: 16
“Mama, no voy a cenar, me marcho de excursión a Segovia”. Que dirá que oí yo? LEANDRO: (Haciendo pabellón en la oreja) Diga, diga.
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ELENA: Mama, Eloy va a comer, el penacho que se lo den a Sagunto. LEANDRO: Es que los teléfonos funcionan malísimamente. ELENA: Usted me dice por teléfono Valencia y no crea que entiendo Palencia, que va! Entiendo Zaragoza. LEANDRO: Y yo que creí que estaba sordo… ELENA: Claro. Mi hija tiene paciencia. Al fin y al cabo, una va para vieja y ellos deben hacerse cargo. LEANDRO: Claro. ELENA: Usted discute con su hijo? LEANDRO: No mucho. ELENA: Porque le complacerá en algo. Luisita es muy obstinada. No me lleva nunca a ver zarzuelas. Le gusta a usted la zarzuela? LEANDRO: Si, mucho. ELENA: A mi me entusiasma. Eso de “Pobre Rafael, sufres aun por mi! LEANDRO: “Caballero del alto copete…” ELENA: Si no le molesta, es plumero. Caballero del alto plumero. LEANDRO: Es cierto. 17
ELENA: Yo lo canto muy bien. Claro, de afición. Pero no hay quien se lo haga comprender ala chica. LEANDRO: Le advierto que yo en el fondo me alegro de que el chico sea tan decidido. Así, cuando yo le falte…porque estoy para muy poquito, diga lo que diga el doctor Aguirre. ELENA: Como, pero a usted le atiende también el doctor Aguirre? LEANDRO: Perdóneme pero no la oigo. ELENA: Que si le atiende el doctor Aguirre? LEANDRO: (Que se ha hecho pabellón con la mano en la otra oreja) Ah, si. ELENA: (Muy animada) ya tenia yo ganas de hablar con alguien de ese mediquito. Y que? (Se inclina al otro lado. Como aun se muestra torpe en entender LEANDRO ella se levanta y se sienta al otro lado) Le habrá dicho que no tiene nada, verdad? LEANDRO: Nada. ELENA: Y usted esta a morir. LEANDRO: Cuando me acuesto, para que me recen. ELENA: A mi me tiene rabia. LEANDRO: Será capaz de decir que esta usted sana! ELENA: Toma que es capaz! Que lo dice! (Confidencial) A usted se le para el corazón? LEANDRO: Parase lo que se dice pararse no; Pero hace la intención.
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ELENA: A mi se me para. LEANDRO: Por completo? ELENA: vera.
Ahora mismo lo tengo parado. Cojame el pulso y (LEANDRO lo toma)
LEANDRO: Yo oigo tic- tac. Tic- tac. ELENA: Ese es el reloj de pulsera. Acerque el oído aquí. (Se abre un poco el escote e invita con un gesto a LEANDRO para que apoye su oído en el pecho. LEANDRO se queda mirando el escote atónito, perplejo. Lo mira con simpatía, con una sonrisa agradable en los labios) LEANDRO: Yo… ELENA: Acérquelo. (LEANDRO obedece y coloca su oído en el escote de ELENA) Que, nada verdad? (Va a retirarse) LEANDRO: (Deteniéndola) Aguarde que oigo un ruido raro. ELENA: Si? LEANDRO: Rarísimo!!! ELENA: Pero, a que no suena a corazón! LEANDRO: Lo que se dice corazón, desde luego no! ELENA: Lo ve Usted. (LEANDRO retira la cabeza a su pesar) El doctor Aguirre dice que si, que late. Como andamos del hígado? 19
LEANDRO: Muy mal. ELENA: Drenol? LEANDRO: Yo me voy tirando con la Eparema. ELENA: A mi la Eparema no me hace nada. En cambio me entona mucho el Calcio Geve con vitamina D. LEANDRO: Ah si! Unas pastillas así color mesa de despacho. ELENA: Depende de cómo sea el despacho. LEANDRO: Clarito. ELENA: Esas. Le molesta el estomago? LEANDRO: Del estomago, prefiero no hablar. ELENA: Hectonona Orba… Un polvillo blanco. Después de cada comida. Hágame caso… Extraordinario! Todas las que hacemos la novena a San Roque lo tomamos. Lo recomendé yo. Atención! Ahora vuelve a latir. LEANDRO: A ver, a ver!... (Ha acercado el oído con tanto interés que ELENA se sorprende. Lo mira. LEANDRO lo nota descubierto y la mira a su vez. Algo acaba de nacer. Algo extraño, tremendamente tierno y tragicómico. ELENA lentamente, decide acceder. Con lentitud, abre un poco su escote, y LEANDRO, como un crío culpable, acerca su oído al pecho de ELENA). Si, si ahora si. (Se retira. Ambos se miran. LEANDRO sonríe y ELENA instintivamente comienza a retocar su pelo, mientras dice) ELENA: Lo que me sienta muy bien para las piernas es el Iodamelis. 20
LEANDRO: Ah! A mi también. ELENA: Pues tómelo, diga lo que diga el Dr. Aguirre. Ya vera como le alivia. LEANDRO: Desde luego. Como
que lo voy a apuntar!
(Toma un lápiz y un papel y se dispone a apuntar) ELENA: Ahora mismo no me circula la sangre en las piernas. (Se da un masaje con vigor. LEANDRO se dispone a apuntar pero la ira con el rabilo del ojo las piernas. ELENA se siente mirada. LEANDRO ha terminado de apuntar) LEANDRO: Ya esta. Iodopipelis… (Lee de nuevo) Que he escrito yo? (ELENA lo observa con una ternura y un agradecimiento infinito) ELENA: Iodamelis! LEANDRO: Eso. Iodamelis! ELENA: (De pronto) Casado? LEANDRO: Viudo y Usted? ELENA: Viuda (Y empieza a arreglarse el pelo con mas decisión e intensidad que antes. De pronto, dispara) Sin compromiso? (A LEANDRO le da un golpe de tos. ELENA le levanta el brazo rápidamente. Cesa la tos. Y ella deja caer el brazo lentamente) LEANDRO: (Agradecido, tierno) Ya se ha enterado de como se me pasa... 21
ELENA: No tiene importancia. Se lo vi hacer a su hijo. Decía usted que sin compromiso? LEANDRO: Yo el único compromiso que tengo es pagar la casa a primero de mes. (Ella ríe) Se ríe usted muy bien. ELENA: (Un poco tímida) Me faltan algunas piezas de atrás. No tenía humor para ir al dentista. LEANDRO: No se tona. Se ríe usted tan bien… ELENA: Como todo el mundo. LEANDRO: No…, no. Es una cosa especial… muy alegre. ELENA: Alegre yo? LEANDRO: Le juro que si. ELENA: Pues es la primera persona que me lo dice. Desde que murió mi Juan, nadie. LEANDRO: Pues desde que murió Julita, nadie se había reído así con una cosa mía. ELENA: Julita? LEANDRO: Si. (Pausa) ELENA: Guapa? LEANDRO: Muy guapa. (ELENA tuerce el gesto) Mire… esta fotografía se la hizo cuando… con un ademán)
(Va a enseñarle una foto. Pero ELENA le detiene
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ELENA: No por favor. LEANDRO: Perdone. No la habré molestado? ELENA: (Levantándose con sorprendente agilidad) Claro que no! Es que no me gusta ver las fotografías de seres que se han marchado. Me parece, no se, como si hubieran estado haciendo el ridículo, como si hubieran perdido el tiempo y siempre, siempre, hubiesen estado quietos, como en la foto. LEANDRO: (Tras una pausa) Habla usted que da gusto oírla. ELENA: Pero, me oye? LEANDRO: Eh? ELENA: No esta usted un poco sordo? LEANDRO: Anda, pues es cierto. Caramba! Me parece que oigo mejor. Siga… ELENA: Pues… LEANDRO: Siga… ELENA: No se… Así, de pronto, no se me ocurre nada. LEANDRO: (Urgente) Lo que sea mujer! Una canción, un verso… ELENA: (En tono de conversación) “Señor Juez, pase usted delante y que entren todos esos, no le de a usted ansia, no le de a usted miedo… LEANDRO: (Muy contento) Como que oigo mejor… pero muchísimo mejor! Como que oigo de lejos. ELENA: Enhorabuena! (Le tiende la mano. El se la estrecha. Y se quedan así prendidos un instante. Ella forcejea con suavidad 23
para desprender la mano). Si la necesita, en casa tengo una copia en yeso… LEANDRO: Perdone, es la emoción. ELENA: (Apoyando una mano en el pecho) Creo que me palpita demasiado fuerte el corazón. Y tengo calor. LEANDRO: Lo va haciendo. ELENA: Claro, es primavera. LEANDRO: Si… ELENA: Madrid en primavera es una delicia… No le parece? Se pone todo tan verde… El color verde me entusiasma. Por mi gusto lo tendría todo verde en casa. Hasta los muebles. Pero los hijos mandan. (Señala el búcaro) Cristal de roca! Me entusiasma el cristal de roca. Y a usted? LEANDRO: En mi casa tengo una lámpara de cristal de roca. Costo muy cara. Es casi una joya. En mi dormitorio. (ELENA baja la vista ruborosa) Con el perdón de usted. ELENA: Perdonado. (Ha tomado una flor del búcaro) Una rosa. LEANDRO: Esta seca. ELENA: No se que tienen las flores secas… Huelen mas, con mucha mas fuerza; huelen con rabia, negándose a morir… LEANDRO: Y porque tienen que morirse? ELENA: Poniéndoles un poco de Aspirina, duran mucho. (Se la tiende. El la coge. Se miran con una intensidad tremenda. G. Bolt ha abierto la puerta) BOLT: Que pase el primero! (Los observa. No oyen nada) El 24
primero. ELENA: Si, soy yo. (Da dos pasos hacia la puerta. En un susurro) Iodamelis! LEANDRO: Iodamelis! ELENA: Y Drenol! LEANDRO: Y Drenol. ELENA: Calcio Geve con Vitamina D. LEANDRO: Calcio Geve con Vitamina D. (Que ocurre? Los nombres de estas medicinas cobran en los labios de ambos la sustancia de palabras amorosas. Parecen arrullarse con nombres de medicamentos. ELENA andando con lentitud hacia la puerta y el mirándola fijamente). ELENA: Hectonona Orba! LEANDRO: Hectonona Orba! (Va a entrar ELENA en la consulta. Se detiene. Se vuelve hacia LEANDRO y dice suavemente) ELENA: Me llamo Elena. LEANDRO: y Yo Leandro. A sus pies señora. ELENA: (Dulcemente) Beso a usted la mano. (Cae lentamente el telón. G. BOLT ha aparecido, casi de inmediato, por la derecha. Se dirige al público mientras realiza un ademán automático de despojarse de las gafas para cabalgarlas segundos después sobre la nariz)
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BOLT: Reconocí a la viuda de Velasco. Mi colega, el doctor Aguirre, llevaba toda la razón. No tenia absolutamente nada. Pero a mi modo de ver, estaba saliendo de la más grave enfermedad de su vida. Un ano mas en este estado y se moría sin remedio. De que? El pretexto viene luego. Una cirrosis hepática, una modesta pulmonía. Nos disculpamos. “El enfermo presentaba un aspecto de absoluta extenuación, con marcada astenia” Pero, no estaba sano? Hemos fracasado de medio a medio; se nos fue de las manos una paciente a quien, dejando a un lado el hígado, el estomago, etc. etc., debimos preguntar simplemente: “Se siente usted muy sola, verdad? “ Y, como certificar un ano después que la primera causa de su cirrosis hepática fue la soledad? Estaba saliendo, he dicho, de la más grave enfermedad de su vida. Lo advertí solo con mirarla a los ojos. Se quejaba de baja tensión. Cuando se la tome, la tenia normal. Ni que decir hay, que igual le ocurría a D. Leandro Cano, el caballero que entro tras ella. Comprendí que tenía la curación de ambos en mis manos. Y recurrí al método menos científico y más canallesco que imaginar puedan ustedes. En la siguiente visita le dije a Dona Elena que tomara las medicinas de costumbre y le pregunte que había hecho con D. Leandro. “Yo?” “Me siento muy disgustado señora, ese hombre esta loco por usted. Delira. Me ha dicho que, o consigue su amor, o se suicida.” “Pero doctor, usted cree que yo puedo inspirar…? “Don Leandro se me resistió un poco. “ Oiga, esta usted seguro de que yo he trastornado a esa mujer?”. “Por completo: esta prendida en el hechizo de sus ojos azules, de los ademanes de sus manos. No se atreverá a decirlo, claro; pero me juro que si usted no la amaba, se tiraría por un balcón”. Y bien. Las vitaminas seguían, como siempre, haciendo su mortecino efecto. Pero en los cuerpos de aquellos dos seres, estaba empezando a vibrar una fuerza que se lleva por delante cuanto podemos recetar: La ilusión. Y la ilusión se desencadeno de pronto, irresistible, tremenda, victoriosa. Bien es verdad que nunca supuse que iba a traer aquella consecuencias… lo terrible empezó el 20 de mayo. Un mes y pico después. Hacia una noche calurosa y estupenda. Bastaba extender una mano para tocar en cada cosa a la Naturaleza. Don Leandro estaba en su casa… 26
(G. BOLT desaparece por la derecha, a tiempo que empieza a alzarse el telón). ACTO PRIMERO Salón en casa de LEANDRO. Un arco, al foro, que abre paso a un corredor con salida a la izquierda. En el foro también, hacia la derecha, ventanal con terracita y balaustrada. En frente, terracita gemela con parecido ventanal, pertenecientes al comedor de ELENA. Derecha e izquierda puertas. Mobiliario corriente, de buen gusto, sin excesos. Un sofá, butacas, bar, mesita. En un búcaro, unas rosas algo ajadas y caídas por el calor. Tocadiscos. Algo nos extraña, sin embargo. Tratase de los colores. Del color, mejor dicho, porque todo lo que hay en escena absolutamente todo, es verde. El tapizado de los muebles, las pantallas, las cortinas, la alfombra, la moqueta, las puertas, hasta los tiestos de la terraza, pasando por el teléfono y el tocadiscos. Una pausa. Por la derecha, sale LEANDRO. Notable cambio en su aspecto. Rebosa lozanía, buen color y firmeza. Ha peinado sus cabellos de sabia manera. El bigote enhiesto y arrogante. Va vestido de pies a cabeza de verde. Un verde peligrosamente parecido al que reina en todo el cuarto. Se muestra un poco nervioso. Otea la terracita de enfrente con interés. Saca un enorme pañuelo verde y lo perfuma con un esenciero de bolsillo. JULIO hace su aparición por la izquierda. JULIO: No, no me conformo. LEANDRO: A que? JULIO: A esta habitación. Parece un poema a la clorofila. De verdad, me va a dar algo. LEANDRO: Será que estas pocho. Porque yo me encuentro 27
perfectamente aquí. JULIO: Pero, bueno que locura te ha entrado de pronto! En tres días has hecho que pintaran el salón, que tapizaran… los muebles, hasta el teléfono… mira como lo has puesto. LEANDRO: Esta precioso. Cuando lo coges, parece que te llevas al oído un junco. JULIO: De verdad. Pon algo colorado o azul. Esto es de obsesión. Hasta el traje! LEANDRO: Me gusta el verde! JULIO: Pero tanto!... LEANDRO: Estas anticuado. No se si has oído que se lleva el “Tout d’une meme facon”. Vamos todo de amarillo, o de blanco… el saloncito persa, el saloncito árabe… Esto es lo de hoy, lo nuevo. (Le da la mano) Buenas noches. JULIO: No me voy todavía. LEANDRO: (Inquietísimo) Oye Julito, estas haciendo esperar a esa muchacha. Un caballero, y más si se interesa por una señorita… JULIO: Qué estas diciendo? LEANDRO: Que si un caballero se interesa por una señorita... JULIO: Que dices? Interesa, como? LEANDRO: Como se interesan los hombres por las mujeres… JULIO: Oye papa… Que es lo que ocurre? Has sido tu el que me has combinado esta cita?
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LEANDRO: Yo? JULIO: Si tu. Te has empeñado en que salga esta noche. LEANDRO: Hijo mío. Yo me hago cargo de lo que es la juventud. JULIO: Que juventud, ni que porras! Desde ayer me estabas preparando esta salida. LEANDRO: Julio a mi no me tienes que explicar nada. La chica es un preciosidad! JULIO: Tengo mucho que hacer como para preocuparme de esas cosas. La semana que viene abrimos la academia. LEANDRO: (Picaron) Bueno, pero la noche... JULIO: Qué pasa con la noche? LEANDRO(Guiñando el ojo) La noche...! JULIO: Que haces con el ojo! LEANDRO: Lo guiño, no te das cuenta! (picaron) La noche…! JULIO: Papa…, crees que estamos en tus tiempos. Que tiene que ver la noche? Tu dices “la noche” y yo te contesto “las ocho de la mañana que es la hora que tengo que levantarme todos los días. LEANDRO: Pero mañana, no. JULIO: Mañana a las siete y media. Llegan las mesas y el material al piso y tenemos que disponerlo. LEANDRO: (Fastidiado) Cuerno! Alguna vez echaras una canita al aire! JULIO: El domingo pasado nos fuimos a la sierra en moto. 29
LEANDRO: (Sonriente) Ah, el campo! JULIO: Es difícil llevar la moto con tanto tráfico por la carretera. Que si un claxon por aquí, que si por allá se te mete un camión… LEANDRO: (Picaron, insinuante) Pero luego, el campo… JULIO: Al llegar tienes los nervios desechos. Nos tomamos un café y nos volvimos. Vuelves con los nervios destrozados. LEANDRO: Y eso es una cana al aire? JULIO: (Sin mucho entusiasmo) Hombre, se va uno de la ciudad. LEANDRO: Tal como tú lo cuentas, parece el desembarco de Alhucemas. JULIO: Se toma el aire. LEANDRO: Gustándole a la chica!... JULIO: Quiero advertirte que la chica es un socio comercial. Y solo eso. Ni yo le intereso como hombre, ni ella a mi como mujer. Tenemos que trabajar. Eso es todo. LEANDRO: Pero teniéndola tan cerca… la cintura…esos bracitos estupendos…! JULIO: Tiene los bracitos estupendos? LEANDRO: Si. JULIO: De verdad que no me había fijado. No tengo tiempo para eso. Hay que trabajar. LEANDRO: Ya. Pues, nada, a trabajar.
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JULIO: Eso. (Suena el teléfono. LEANDRO corre a el) LEANDRO: Deja, deja! (Se atusa el bigote y responde con cierto aire mundano. Aló...? (Con desencanto) Ah ah, si! En seguida se pone. (A Julio) El socio. (JULIO ha abierto el mueble bar, ha sacado de el un pequeño recipiente con bicarbonato y lo lleva consigo) JULIO: Si. (Mientras habla echa bicarbonato en un vaso mediado de agua, lo agita y bebe después) Iba a hora a recogerte. Si ya se, a las siete y media. Bueno, daremos un paseo y volveremos en seguida. O te vienes aquí a tomar café… Como? Que tu madre te ha sacado entradas para el cine? Pero si no hay humor para ver cine! ( LEANDRO teclea en la mesita, como ajeno a la cuestión) Que idea tan descabellada! “El Puente sobre el río Kwai”? Quiere que vayamos a ver esa película? Eso termina a la una y media! (LEANDRO tose discretamente.) Bueno. Se pueden devolver las entradas y ya esta! LEANDRO: Te prohíbo que lo hagas! JULIO: Espera. Qué pasa ahora...? LEANDRO: La ilusión con que esa pobre mujer habrá sacado las entradas!.... Me la figuro comprándolas "Dos de la fila 12, pasillo. Que sean mulliditas, que estén muy bien” Y luego con la voz temblorosa: “A que hora empieza? A las once? A las once estarán aquí. Mi hija no se que da sin ver El puente sobre el río Kwai”. Y luego de vuelta con sus dos entraditas en la mano, tarareando: “Ta, ta, ta, ta…!que hora sale el Crucero. Es un crimen lo que hacéis con esa pobre mujer! JULIO: Pero papá hay que trabajar! LEANDRO: Tú tienes un injerto alemán. Que manía has cogido con el trabajo! 31
JULIO: Pero… LEANDRO: Lo comprendo, hay que trabajar! No he sido yo el primero en garantizarte los créditos y las letras y esas garambainas para que trabajes? Pero es que lo tuyo no es trabajar, lo tuyo es complejo. Supongo que el trabajo puede ser compatible con la galantería. Acuérdate de lo que digo: "Si no vais al cine se va a armar una gorda, pero bien gorda". Que desagradecimiento! La pobre mujer. “Ta, ta, ta, ta” Y tu, “Hay que trabajar, hay que trabajar” JULIO: Esta bien. (Al teléfono) Oye vamos a ver esa condenada película. LEANDRO: Además, en el descanso podéis hablar del trabajo. JULIO: (Al teléfono). Si yo paso a recogerte. Conseguí a 30, 60 y 90 días. Sopena no hace descuento, pero es el mejor material que he encontrado. Ya te contare. Tienes jaqueca? Me lo explico. Con estos trajines!... Mi ulcera? Igual hija, Tu madre? (Asombrado) Haciendo gimnasia? Que ha estado haciendo gimnasia? Y el corazón? Bien gracias? Bueno, mejor es así. Hasta ahora. (Cuelga) No me lo explico. Que cosas tan raras! Hace unos días estaba muriéndose. El doctor Bolt debe ser una maravilla. (Pulsa un timbre en la pared) LEANDRO: A quien llamas? JULIO: A la muchacha. LEANDRO: No está. JULIO: Porque? LEANDRO: Le he dado permiso.
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JULIO: Pero a santo de qué? .... LEANDRO: Vino su padre, con una de esas enfermedades que se cogen en los pueblos. JULIO: Paludismo! LEANDRO: No un burro que le dio una coz. JULIO: Entonces? LEANDRO: Lo lógico era dejar que la muchacha fuera a ver a su padre. JULIO: Y quién se queda en casa...? LEANDRO: Yo! JULIO: Solo? LEANDRO: Qué le vamos a hacer! JULIO: No lo entiendo. Hace días te quedabas solo cinco minutos y te ponías a gemir. LEANDRO: Y que te crees, que no voy a gemir? Pero para adentro. JULIO: Yo… LEANDRO: (Empujándolo hacia el arco) Que si Julito! Que yo también he sido joven, que comprendo lo que son esas ganas frenéticas de salir de noche que le entran a la juventud! A divertirse! (Y sin más rodeos, lo echa de la escena por el arco. Se atusa el bigote y se pone a mullir el sofá. En tal operación lo encuentra JULIO que vuelve y observa a su padre con cierto recelo) 33
JULIO: Qué haces? (LEANDRO lanza un grito y da un salto) LEANDRO: Pero no te habías ido? JULIO: Oye… que te has echado? LEANDRO: Yo? JULIO: Hueles a perfume LEANDRO: Así! no te he explicado lo del traje. Todos los hombres olemos a traje y yo ya estaba cansado de oler a traje. Digo: “Si no huelo a traje, a que huelo?” Y he comprado una cosita de nada. Un perfumito para caballero: “Primavera verde” JULIO: Por no oler a traje… LEANDRO: Claro… JULIO: Aquí hay algo raro que no me explico. Tanto verde, tanto verde..! Y te has subido los cuatro pisos de un tirón silbando. Que me lo ha dicho el portero. LEANDRO: El ascensor, cumpliendo con su obligación, no funcionaba. JULIO: Y tus piernas? LEANDRO: Ya te he dicho que me encuentro mucho mejor! He subido silbando. Un hombre enfermo no silba. JULIO: Lo terrible no es que silbaras, si no que estabas silbando la marcha de “El puente sobre el río Kwai” LEANDRO: Ah, si?
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JULIO: Me lo ha dicho el portero. LEANDRO: Esta de moda. Como ser tonto. No voy a ir contra la corriente. JULIO: Que raro me suena todo esto. LEANDRO: Son casi las once. Vais a llegar empezado, y te pierdes las inundaciones en California. Hala, hala, a padecer. El mundo es de los jóvenes. Venga! ( Y lo echa de nuevo por el arco. Suena una puerta. LEANDRO retorna a escena. Consulta el reloj. Apaga la luz general y deja la escena alumbrada por tres pantallas, que prestan a la habitación una luminosidad intima y difusa. Sonríe satisfecho. Da de nuevo la luz general. Toma unos discos, los revisa. Se muestra satisfecho. Ahora toma un pulverizador y se dedica a esparcir perfume por el aire. En el búcaro donde reposan las rosas, echa cuatro Aspirinas que ha sacado de un tubo. Mientras, consulta un libro de tamaño regular. Repite como intentando aprenderlo). “La vida es el espacio que hay entre dos inscripciones en el Registro Civil. El amor es el espacio que hay entre un “dile que me pongo en seguida y un dile que no estoy”. (Y suena el timbre de la puerta. LEANDRO se atusa el bigote. Cuando sale por el arco, casi pide el acompañamiento de la marcha de Guillermo Tell. Una pausa. Vuelve a entrar. Se sitúa junto al sofá y dice triunfante). Adelante! (ELENA penetra por el arco. Del cambio que se ha producido en esta mujer nos gustaría hablar mucho. Ha cuidado su atavío, nuevo y elegante, hasta la exageración. Nos admira el peinado, a la moda, y el calzado de tacón alto y esbelto. Se maquillo el rostro sabiamente. Mentiríamos, sin embargo, si no dijéramos que todo en ella tiene un aire conmovedoramente “demode”. Esta graciosa, atractiva; pero un poco pasada de época. Nada mas entrar, medrosa y pálida, se tambalea y exclama) ELENA: Ay Madre! LEANDRO: Que le ocurre? 35
ELENA: Donde esta usted? LEANDRO: Aquí, junto al sofá. ELENA: Pero, porque se ha vestido usted de habitación? LEANDRO: No le gusta? ELENA: Es que así, a primera vista, me marea un poco. (Se serena) me gusta. Claro que me gusta. Porque lo ha hecho? LEANDRO: A lo mejor, por eso solo. Porque le gusta a usted. (ELENA le mira y sonríe) Quiere sentarse? ELENA: No es un poco pronto? LEANDRO: Hombre, eso de sentarse no es como empezar el bachillerato! ELENA: No me fío de los hombres que invitan a sentarse con tanta desenvoltura. LEANDRO: A mi me encantan las mujeres que se niegan a sentarse la primera vez. (Todo esto resulta ridículo. Es una tierna escena de conquista, de amor con sabor antañón. Tal vez como hubiera podido ocurrir en 1915.) ELENA: Estamos...? LEANDRO: Solos... ELENA: El servicio...? LEANDRO: Le di permiso! ELENA: Usted será...? 36
LEANDRO: Un caballero! ELENA: Puedo...? LEANDRO: Fiarse... ELENA: Mañana... LEANDRO: Hoy no es mañana. Elena. Mañana será otro día. ELENA: Eso lo he oído yo en alguna parte. LEANDRO: Me gusta decir frases. No tema. ELENA: Preguntaba, que va a pensar de mi mañana. LEANDRO: Esto no es ni mucho menos un pecado. Hemos querido vernos, charlar un poco en la intimidad, sin moscones… se le ocurrió mandar a su chica al cine…Combinamos todo con el mayor respeto. Me costo una barbaridad que me entendiese por teléfono. Cuando yo le decía: “Nos veremos en mi piso”. Usted entendía: “Estoy en Torrelodones”. No se porque. No hay nada indecente, como ve. ELENA: Pero esta es la casa de un hombre! LEANDRO: Lo dice Usted como si fuera el Folies Bergere. ELENA: Estoy con un hombre a solas. Esa es la situación. Si mi marido me viera! El, tan serio, tan formal, tan probo… LEANDRO: Era probo? ELENA: Probisimo! Ayúdeme usted a tenerlo siempre presente. Como si estuviera aquí, entre los dos. Usted, el y yo! LEANDRO: Los tres?
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ELENA: Va a ser mucha gente, verdad? LEANDRO: No. La ayudare a tenerlo presente. ELENA: Yo le ayudare a tener presente a Julita. Era una santa, verdad? LEANDRO: Un ángel!... Cosía! ELENA: Bien? LEANDRO: No hacia mas que eso. Por la mañana, coser; por la tarde, coser; por la noche, coser! A veces se levantaba de madrugada… A que, dirá usted? ELENA: A coser? LEANDRO: A coser. ELENA: Que señora! Y a que santo tenia devoción? LEANDRO: A San Luís. ELENA: Influencia francesa, eh? LEANDRO: Se había educado en Saint Louis des Francais… ELENA: Pues desde ahora estaremos siempre los cuatro juntos. LEANDRO: Usted manda. (Acercándose a ella, atusandose el bigote.) Como tiene usted el corazón? ELENA: Oh! Bien, perfectamente! LEANDRO: Ya ve…, a mi me parecía que… ELENA: Llevo unos días muy mejorada. LEANDRO: De verdad no necesita que se lo escuche? 38
ELENA: Le aseguro que no. (Por las rosas) Ah, rosas! LEANDRO: Pero un poco secas. ELENA: Pero huelen mas. LEANDRO: La que usted me dio la he guardado dentro de un libro. ELENA: Un libro respetable? LEANDRO: La “Historia de España” yo soy muy tradicional. Pero si no le gusta la cambio de libro. ELENA: Las rosas son mi capricho. Soy muy caprichosa, muy antojadiza. Cuando estaba en estado interesante, que es ese estado en que las mujeres estamos menos interesantes…, bueno, no se puede usted hacer una idea de los antojos que me daban. La gasolina… LEANDRO: Ya estaba cara. ELENA: No. Fíjese que tontería: tenia que aspirar un pañuelo mojado en gasolina. LEANDRO: Un pañuelo mojado en gasolina? ELENA: O no daba un paso. Eso me ocasiono muchos disgustos, porque el barro se tiro media año llamándome “La Ford V-8”. Cosas de la gente baja, dada a la frase chabacana. LEANDRO: Vaya! ELENA: Y si es el merengue… oh! Lo del merengue era terrible! Se me antojaba un merengue. Bueno, pues si no me lo traían me mareaba y me caía redonda al suelo. LEANDRO: Así que usted, en estado interesante, gasolina y 39
merengue, gasolina y merengue. ELENA: A veces merengue y gasolina. LEANDRO: Ya… ELENA: Muy, muy antojadiza!... pero en cambio, guiso muy bien. Y soy una excelente mujer de hogar. (Mirando la habitación) Ah! No hay nada como el hogar, por verde que lo hayan puesto. ELENA: Que hogar, Elena? LEANDRO: El suyo. LEANDRO: Al mió le falta lo principal, una mujer. ELENA: Una mujer? LEANDRO: Una esposa. (Pausa) ELENA: Creo que voy a sentarme. LEANDRO: En el sofá? ELENA: (Altiva). Usted cree que yo soy de esas mujeres que se sientan en un sofá? LEANDRO: Taburete no voy a poder ofrecerla. ELENA: Este silloncito me vale. (Se sienta. Cruza las piernas. LEANDRO se atusa los bigotes. Saca el pañuelo y empieza a agitarle con bastante ingenuidad, por cierto. ELENA cree que esta saludando a alguien y vuelve la cabeza. LEANDRO sonriente, le pasa el pañuelo por las narices. Y ELENA prorrumpe en una serie de estornudos interminables.) 40
LEANDRO: Vaya! ELENA: Cloroformo no! Cloroformo no! Atchis! LEANDRO: Pero si es un perfume muy delicioso. “Primavera verde”. ELENA: Atchis! Me da alergia. Atchis! LEANDRO: Lo siento. ELENA: Guárdese el pañuelo. Atchis, atchis! LEANDRO: Eso se arregla con un traguito. (Acude al mueble bar y saca dos copas y una botella de champagne). Bebamos. ELENA:
(Mas serena)
Por qué?
LEANDRO: Hay que festejar la subida a mi casa por primera vez. ELENA: Cree que voy a subir más? LEANDRO: Déjeme creerlo. (Coloca una copa frente a ella) ELENA:
Champan?
LEANDRO: Si, Champam. Ocurre algo? ELENA: Prefiero no tomarlo. El Champan es una inmoralidad! LEANDRO: Este no, es catalán. ELENA: Seguro? LEANDRO: Me cree usted capaz de ofrecerle champán francés? 41
ELENA: No; eso no. Siempre me ha parecido usted un hombre digno. LEANDRO: Vea la etiqueta. “San Sadurni de Noya” (Recalcando) San, eh, San. ELENA: Siendo San… LEANDRO: (Con el taponazo) Viva! Su copa, pronto. (La escancia champán) ELENA: Hace años que no bebo champan, desde que murió mi marido... LEANDRO: Por favor, no recordemos cosas tristes. El está aquí y se alegra mucho de que beba. ELENA: Con esta copa bastaría para marearme! LEANDRO:
Le aseguro que no. (Se la ofrece). Elena!
ELENA: (Turbada) Me la da usted de un modo…! resiste?
quien se
LEANDRO: (Insinuante) Para que resistir? (ELENA toma la copa con cierto temblor en las manos. LEANDRO brinda) Por usted! ELENA: Por los cuatro. trago.)
(Bebe. Al principio con timidez. Luego, de un
LEANDRO: Que tal? ELENA: Calle. Esto me trae tantos recuerdos... Un Madrid con menos coches y mas alegría…Diversiones… La Granja, el Henar… al la salida de los teatros… Dona Maria guerreo…, y el 42
cielo…, el cielo mas puro, mas azul… (En otro tono) Esto no hará daño al estomago, no? LEANDRO: Pero si es un vino digestivo, chiquilla. ELENA: Porque dice eso? ELENA: Porque lo es. ELENA: Me refiero al chiquilla. LEANDRO: Es usted una chiquilla. ELENA: Que edad me echa? LEANDRO: Pues, treinta... treinta y uno… ELENA: Ay, quien los pillara. (Perfectamente seria) Tengo treinta y ocho... LEANDRO: (Con asombro) No! ELENA: Treinta y ocho, los cumplo en Septiembre. LEANDRO: No los aparenta. Se lo aseguro. ELENA: He sufrido tanto que no me extrañaría aparentar... cuarenta y cinco. LEANDRO: Que disparate! ELENA: La vida es una cosa tan rara… LEANDRO: El espacio que hay entre dos inscripciones en el registro civil. ELENA: Y el amor? LEANDRO: El espacio que hay entre un “dile que me pongo en 43
seguida” y un “dile que no estoy”. ELENA: Es usted muy listo. LEANDRO: Abogado, como es la obligación. ELENA: (Animándose) Me haría daño un poco más de San Sadurni? LEANDRO: Todo lo contrario, la entonara. ELENA: Si. Yo, normalmente estoy siempre hablando de muertos, como todos los españoles. Y este maldito San Sadurni!... me encuentro muy rara. LEANDRO: (Mientras la echa champan) ojos?
Que tiene usted en los
ELENA: Se me ha metido algo? LEANDRO: No. Si digo espiritual. Un brillo, un fuego extraño. ELENA: Esas palabras... LEANDRO: Son sinceras. Esta usted tan bonita, Elena. Tan bonita... (ELENA se bebe el champan de un trago) ELENA: Hoy es 20 de Mayo? LEANDRO: Si! ELENA: beso.
Hoy hace mucho tiempo que me dieron mi primer
LEANDRO: Su esposo que gloria haya. ELENA: (Abanicándose con un periódico). Los esposos nunca son 44
los primeros en dar un beso o una es idiota. LEANDRO: Que? ELENA: (Colorada) Disculpe. Estoy… algo turbada. Fue… No se, durante un baile. Yo había ido con mi padre, que era coronel. Ya sabe usted que todas las muchachas de aquel tiempo teníamos un padre Coronel… LEANDRO: No faltaba más! ELENA: Bajaba la escalera. LEANDRO: De mármol! ELENA: Si. De repente la luz se apagó y sentí que me cogían de la cintura y me besaban. LEANDRO: Un calavera! ELENA: Que tío! Cómo apretó! Que bárbaro! Mi marido nunca lo supo. El era tan recto, tan cabal… Si hubiera sabido que yo tenía un pasado… (De pronto) Déme usted otra copita, hombre. LEANDRO: Desde Luego. (Escancia champan en la copa de ELENA. Ella se lo bebe ya como agua. Esta empezando a hipar y se halla, sin duda, en los prolegómenos de una borrachera imponente. LEANDRO acude, haciendo alguna ese discreta, al interruptor de la luz general. La apaga. Y al tiempo enciende los portátiles.) ELENA: Qué hace usted? LEANDRO: Así estaremos mejor. Por lo menos no se puede leer el periódico, lo cual es ya un consuelo. ELENA: Si, señor. (Y se sirve otra copa por su cuneta, que bebe con avidez tremenda. LEANDRO se ha sentado en el sofá. ELENA, 45
inusitadamente, se sienta en el sofá también. LEANDRO se sobresalta un poco, pero sonríe). Cuénteme su vida. LEANDRO: Vulgar. Unos padres buenos. Una carera para no ejercer. Una santa esposa. Una herencia… una renta. ELENA: Cuanto? LEANDRO: Para tirar. ELENA: Venga, venga. Cuanto? LEANDRO: Pues entre unas cosas y otras, salgo por el billete grande al día. ELENA: Felicidades. A mi me faltan doscientas pare el billete. LEANDRO: Tengo una finquita en el Mediterráneo… cerca de Alicante. ELENA: (Como si hubiera dicho Capri) Alicante! Dios mío, Alicante! A 70 kilómetros de Murcia y a 110 de Albacete. Que divinidad! LEANDRO: Las noches son calurosas… Se escucha el susurro del mar… Las estrellas casi se pueden tocar con las manos. ELENA: (Como quien dice no sigas que me pierdo) Ay Madre! (Le sirve una copa a LEANDRO y se sirve ella). LEANDRO: Y una casita en la costa de Granada. Los gitanos duermen en la playa. De noche, se les oye cantar y bailar. ELENA: Que hermoso! A propósito de Granada, yo se alemán. LEANDRO: Ah, si? ELENA: A simple vista no se nota. Pero cuando me descaro… 46
LEANDRO: El alemán es muy interesante. ELENA: Mi papa nos puso a las cinco hermanas un profesor. Dijo: “Si no se casan, se lían a hablar y de espías”. La verdad es que nunca se utilizo. Solo se cantares. Uno que trata sobre la primavera. “Cojamos los dulces frutos y bebamos el bock de cerveza…Frulucht, frulucht, fruluch! (Y se acerca a LEANDRO que lo esta pasando francamente mal.) LEANDRO: Lo pronuncia usted muy bien. ELENA: Claro que mi fuerte son las zarzuelas. Le gustan? LEANDRO: Me entusiasman. Ya me hablo de ello en la consulta. Las canta muy personalmente, no? ELENA: Las pongo un fuego…, un alma… Si usted me oyera cantarlas! LEANDRO: Algún día la oiré. ELENA: Ah, no, no. Jamás. Si le cantara una zarzuela…Eso seria la mayor prueba de confianza que podría obtener de mí. Ni mi marido me oyó cantarlas. LEANDRO: A mi me gusta el flamenco, las Sevillanas, los fandangos de Huelva. No es porque yo lo diga, pero los entono a lo bajo, con sentimiento, como debe de ser. ELENA: También les pone fuego? LEANDRO: También. ELENA: Usted y yo tenemos muchas cosas en común. (Lo ha dicho con la lengua un poco estropajosa, 47
abanicándose con un periódico y metiéndole el rostro en la cara a LEANDRO, que se desplaza en el sofá otro poquito.) LEANDRO: Si. ELENA: (Acercándose) A que… le gustan los huevos fritos? LEANDRO: Me encantan. ELENA: (Metiéndole la cara) Usted sabe como hago yo los huevos fritos a la Cubana? LEANDRO: (Retrocediendo ya a la esquinita del sofá) No… ELENA: (Metiéndole la cara muy melosa, como quien esta contando una historia de Paris Canaille). Frío los huevos con mucho, muchito aceite… Pongo agua a hervir lentito, y cuando hace glu, glu…echo el arroz, con unas gotitas de aceite para que no se pegue… LEANDRO: (Que tiene los labios de ella muy cerca) Mejor… para que se va a pegar nadie? ELENA: Los tengo siete minutos cociendo. Luego cojo un colador… (Y le toma la mano a LEANDRO, que se ha puesto nerviosisimo). Rocío el arroz con agua fría, lo dejo reposar dos horas y después lo rehogo con unos ajitos fritos… le gusta así? LEANDRO: Me encanta. (Ponese en pie para salvar la situación. ELENA bebe mas champan. Hipa ya francamente. LEANDRO ha colocado un disco en el tocadiscos. Empieza a sonare el vals de “La viuda alegre”) ELENA: Ay, madre! LEANDRO: Bailamos? (ELENA le tiende una copa) 48
ELENA: Brindemos antes… LEANDRO: Le ha cogido usted el gusto al San Sadurni ELENA: Es que no sabe usted lo digestivo que es. LEANDRO: Por usted! ELENA: No. Por un hombre y una mujer. Nada más. (Y se atiza el latigazo. Al ponerse en pie, vacila.) LEANDRO: Se encuentra bien? ELENA: En la vida me he encontrado mejor. (Tiende los brazos hacia LEANDRO. El la toma por el talle. Bailan.) Más vueltas. LEANDRO: Nos vamos a comer un mueble. ELENA: Mas vueltas…Como entonces. (LEANDRO obedece.) Que hacia “La viuda alegre”? LEANDRO: Pasarlo bien. ELENA: Alegre…Que magnifica palabra… LEANDRO: Ya sabe usted que en España la alegría la prohibió Aníbal con un decreto ley. ELENA: Pues yo me río de Aníbal. (Empieza a reírse. Ríe con todas sus fuerzas. Caen ambos en el sofá. Ella en brazos de el. Aun, una fuerza extraña la hace separarse.) Me ha traído aquí, para aprovecharse, no? Soy un plan. LEANDRO: Le juro que no! ELENA: Si, soy un plan. Pero, quien no es plan con esos ojos que usted tiene…con esa forma de mirar? 49
LEANDRO: Elena… La traje aquí porque quería…quería decirle... Como decirle. Dios mío, si me atreviera. Usted es una mujer decente, y la memoria de su honrado esposo... ELENA: Vamos a decir la verdad! Mi esposo era un cenizo. LEANDRO: Eh? ELENA: Un cenizo. He consumido quince años de mi existencia como una idiota. Aburriéndome. Ignoro si aburrirse es ser decente. Si lo es, puedo dar un curso de decencia de aquí te espero. Sólo íbamos a los espectáculos serios, hablaba de filósofos indios; Ni un baile, ni una fiesta… Era un cenizo. Y si hay justicia en el cielo, tiene que estar tostándose. Porque en el infierno hay una caldera reservada a los pelmazos. LEANDRO: (Bebiendo un trago) Ea, verdad por verdad! a mi santa esposa no había quien la aguantara. Esa esta en la caldera de al lado. Señor…Cuanta honradez, cuanta seriedad…cuanto cosido, que mujer de hogar!, pero que petardo…, madre de mi alma…que petardo! ELENA: (Anhelante) Esta terminando “La viuda alegre”. LEANDRO: Si, eso parece. ELENA:
(De pronto) Béseme, oiga.
LEANDRO: Caray! ELENA: Béseme Leandro! Como aquel hombre en el baile, desesperadamente. Béseme! LEANDRO: Una mujer debe… ELENA: (Cogiendo la botella de champan por el cuello) O me besa, o tenemos un disgusto!
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LEANDRO: Si se empeña… (La besa suavemente. Luego con más fuerza. Luego con una intensidad tremenda) ELENA: Ay madre! LEANDRO: Te quiero, Elena. Te quiero con toda mi alma. Y me gustas. ELENA: Cielo mío! (Y se besan de nuevo) LEANDRO: Ya no podré vivir sin ti. Vamonos. ELENA: Los dos solos? LEANDRO: No hacen eso los extranjeros? El pelo blanco, una cámara colgada del hombro, y a correr mundo. Tenemos dinero. Vamos a machacarlo! ELENA: A machacarlo! Yo no le dejo a mi niña ni para una blusa. LEANDRO: Que se busquen la vida los jóvenes. ELENA: Y tu y yo a divertirnos! Dios mío, tenemos derecho! El sagrado derecho de los cuarenta anos! LEANDRO: Eso! Te quiero, Elena. (Arrebatado) Elena, cántame una zarzuela. ELENA: No, eso es demasiado. LEANDRO: Soy yo, tu Leandro. El hombre que te adora. Elena…, no te resistas. Cántame una zarzuela. ELENA: Somos dos locos. 51
LEANDRO: No me quieres. ELENA: No, eso si que no. LEANDRO: Entonces…? ELENA: Todo me da vueltas, Leandro. Es el vértigo. Si empiezo cantando una zarzuela, como voy a terminar? LEANDRO: Te digo que no me quieres. ELENA: Calla! Esta bien. (Seria, grave, trascendental.) Leandro, te juro por mi hija que eres el primer hombre a quien le canto una zarzuela. No me crees verdad? LEANDRO: Claro que si. Siempre te creeré, Elena! ELENA: No me mires. Escucha solo. Así, quieto. LEANDRO: Quieto. No quiero romper el encanto. (Y la pobrecita mía, entona con una voz débil y ridícula, un poquito desafinada) ELENA: Pobre Rafael, Sufres aun por mí, Sin pensar que mis locuras, Te han traído aquí. Calla corazón, si aquel amor no puede ser! Alma mía… (Y sigue con el dúo de “La Dolorosa”. Suena el timbre de la puerta. LEANDRO se inquieta. Pero ELENA esta con la música y no se da cuenta de nada. LEANDRO acude al foro). LEANDRO: Demonio! Oye! ELENA: Porque no vas al hombre 52
Que ayer te quiso, Y si es preciso Pides perdón? LEANDRO: Que llaman! ELENA: Jamás, jamás!... LEANDRO: (Aterrado) Es mi hijo! Y con tu niña! Oye! (Pero ELENA continúa con su canción) ELENA: Maldito el canalla Que mancho mi frente Que niega y miente Cariño y pan a este angelito! (El timbre ya es urgente) LEANDRO: Que hacemos? Oye… deja de cantar! Escóndete! ELENA: Maldito sea! Maldito seaaa! LEANDRO: (Levantándola del sofá y llevándola como puede hacia la derecha). Espera ahí dentro. Si, si. Luego seguimos con “La rosa del azafrán”. Calla por Dios! No se te ocurra salir y no te tambalees. Tengo una lámpara de cristal de roca que me costo un dineral. Escucha. Elena, trata de serenarte. Voy! (La introduce en la derecha y cierra la puerta. El timbre es urgente. Cuando LEANDRO inicia el camino del arco, la puerta de la derecha se abre y aparece ELENA, bebida por completo, que canta.) ELENA: Allá en lo profundo del alma bohemia… LEANDRO: Dios mío! (la toma por la espalda y la introduce dentro de la habitación. Cierra). Cállate! Espera un poco. Voy a tratar de que se marchen. La lámpara, por piedad! Callada! 53
(Un silencio en la habitación. LEANDRO corre al arco. Desaparece para entrar de nuevo, seguido de LUISA y JULIO. En la mirada del muchacho hay recelo y cierta indignación). JULIO: Se puede saber que pasaba? LEANDRO: (Cogiendo al vuelo la botella de champan y ocultándola tras la espalda) Ya te lo he dicho, que me quede dormido JULIO: Y cantas dormido! LEANDRO: Canto? JULIO: Si, estabas cantando! LEANDRO: Ah sí, rarezas. Unos roncan, yo canto! JULIO: Ya! LENADRO: Lo que quisiera saber, es porque no estáis en el cine vosotros. Cumpliendo con vuestra obligación! LUISA: Porque estas localidades… (Le muestra un par de tickets) JULIO: Ya sabes… “Déme la fila doce…muy mullidita…” LUISA: Pues eran para esta tarde. LEANDRO: Adiós! LUISA: Mamá con la turbación, con el nerviosismo.... JULIO: Porque se ha pasado toda la tarde nerviosa. LUISA: No debió darse cuenta que se las despachaban para la 54
función de la tarde. LEANDRO: Dios mío! Pero ya estabais allí… JULIO: Nos ha parecido una ocasión estupenda para no ir al cine. Luisa va a tomar un café aquí, si no tienes inconveniente. LEANDRO: Yo? No ninguno. Pero, no hay café. JULIO: Bueno, un vaso de leche. Si no te importa. LEANDRO: A mi? No hay leche. JULIO: Una copa de Champam. Y no me digas que no hay, porque he visto yo mismo la botella antes de salir! Luisa se queda aquí un rato. (JULIO se pone a buscar en el mueble bar. LEANDRO va girando para ocultar la botella que tiene a sus espaldas, con tan santa inocencia, que, por esconderla a la vista de JULIO, la pone delante de los ojos de LUISA). Si estaba aquí… Si saque yo el bicarbonato y lo volví a guardar y la vi aquí. Pero, donde puede haber ido? LEANDRO: Las botellas hacen unas cosas muy raras. (LUISA se la toma por sorpresa) LUISA: No será esta? JULIO: Esa debe ser! Vacía! Te has bebido una botella de Champam? LEANDRO: Se la he echado a los tiestos. LUISA: Se la han... JULIO: Cómo...? LUISA: Divide por dos. Se la han bebido.
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(Y señala dos copas) JULIO: Papá… LEANDRO: (Nerviosisimo) Es que…veras, ha estado aquí quien menos puedes figurarte... Tu tío Enrique. JULIO: Padre, el tío Enrique murió el año pasado. LEANDRO: Ves? Ya te he dicho que quien menos podías figurarte. LUISA: (Riendo, después de observar las copas) El tío Enrique se pintaba los labios? LEANDRO: Pues, a veces…, yo creo que… JULIO: Papá esto es repugnante! has traído aquí a una pájara! (LUISA se esta riendo) LEANDRO: No, no, no, no es eso... Escúchame. JULIO: Claro, por eso tanto interés en echarme de casa. Por eso habías dado salida a la chica! LEANDRO: Julio, tú eres hombre, debes comprender… JULIO: Pero a tu edad!!! LEANDRO: Diablos con la edad! Soy un hombre como cualquier otro. Tengo la culpa de que pase el tiempo! JULIO: Que vergüenza, échala ahora mismo!!! LEANDRO: Iros un momento. Al bar de la esquina. Yo le diré que se marche. No quiero que la veas. Pero no es una pájara, debes comprenderlo. 56
JULIO: Dónde está? LEANDRO: Ahí. (Señala la puerta de la izquierda. JULIO se dirige a ella con paso resuelto, y en ese momento suena un ruido infernal de cristales rotos en la derecha. LUISA lanza una carcajada) Eso de llamar cristal de roca al cristal de roca, no pasa de ser un optimismo. (JULIO avanza hacia la derecha. LEANDRO se pone delante.) No! JULIO: Que bonito! Cómo un gamberro aprovechando la ausencia de la familia, metes en tu cuarto a una mujerzuela, a una desvergonzada! (LUISA esta riendo con todas sus ganas. Y al término del párrafo de JULIO se escucha la voz de ELENA, que canta dentro). ELENA: Ay, de mi, ay de mi! Si acabare llorando, Yo que siempre me reí. LUISA: (Aterrada) Mamá! JULIO: Papá! (LUISA aparta a LEANDRO y abre la puerta) LUISA: Ma…má! ELENA: (Con su imponente borrachera encima) Vaya, Luisita, tanto bueno por aquí. Hija de mi vida… como te quiero. Motorizada y todo, como te quiero… LUISA: Virgen Santa (Volviéndose a LEANDRO) A usted no le da vergüenza? ELENA: No, no le da vergüenza ninguna. Porque he venido a eso, a estar a solas con él. A hacer lo que me da la gana… Por le 57
quiero! Te enteras?... Le quiero con toda mi alma!!! (Y se abraza a LEANDRO) LUISA: Pero, mamá con cuarenta y cinco años! ELENA: (Herida, como una fiera) Treinta y ocho, treinta y ocho! LUISA: Cuarenta y cinco, mama! ELENA: Treinta y ocho. LUISA: Cuarenta y cinco. (Una pausa. A los ojos de ELENA asoma una lágrima suave. Asiente despacio) ELENA: Cuarenta y cinco… (Mira de reojo a LEANDRO y, con una impresionante dulzura, como pidiendo perdón por algo terrible que ha hecho) Cuarenta y cinco Leandro. LEANDRO: (Lleno de ternura) Que parecen doce! ELENA: Cuarenta y cinco. Y no me canso de preguntarle a San Nicolás de Bari, a Santa Bibiana, a Santa Margarita, a San Antonio de Padua… porque? Por que tengo cuarenta y cinco años....? Por que está horrible broma del paso del tiempo! Porque, si todo mi cuerpo me pide querer y vivir, tienen que ir jubilándome poco a poco... los años y la gente? (Se deja caer en el sofá. Su mirada se nubla). Creo… que el corazón me late poco.... muy poquito. Y estas condenadas piernas! Me escucha usted Leandro? LEANDRO: (Conmovido, con cansancio). Es que de este oído…, ya sabe usted, Elena, no suelo oír bien.
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SEGUNDO ACTO Al alzarse el telón, G. Bolt esta junto al lateral derecho sobre la cortina de “americana”. Celebra una conferencia telefónica. El hilo del teléfono se pierde por la caja. BOLT: Si, la entiendo perfectamente señorita. Su madre, si. Los mismos dolores en el estomago. Le palpita. Y el corazón, no le palpita. Bien. Los ojos. No ve. De acuerdo, iré esta tarde. Descuide. (Cuelga, pero el teléfono vuelve a sonar inmediatamente.) Si, de parte de? Don Leandro Cano? Póngame en seguida. Si, Don Leandro. Ah! Es su hijo! Diga. Si, el doctor Bolt. Su padre. Dolores en el estomago. Ya, le palpita. Y el corazón, no le palpita. Las piernas, de madera. Me hago cargo. Iré a verle ahora mismo. Este tranquilo. (Cuelga. Se dirige al público). Esas dos llamadas, una detrás de la otra, fueron el principio de aquel memorable 23 de Mayo. Nunca podía figurarme las consecuencias de la ilusión. Después de todo, en el fondo, la ilusión es una de las medicinas que nunca suelen fallarnos a los médicos. La sociedad y los convencionalismos se habían puesto en marcha para caer sobre Elena y Leandro. Mas tarde, mientras les escuchaba yo, sin poderlo remediar, iba recordando a Romeo y a la infeliz Julieta, suspirando de pasión. Y a la lista interminable de decentes Capuletos y de decentes Montescos que han logrado que en este mundo el amor pueda resultar un vicio, un pecado o una ridiculez. Pero mi Romeo y mi Julieta eran más terribles, más dolorosos, más urgentes, porque habían pasado de los cuarenta y cinco anos y, sin embargo, en ellos el misterio del amor surgía con la misma fuerza avasalladora que a los veinte. Empecé a sospechar que se trataba, nada menos, que de librar la batalla entre los más intransigentes Capuletos y Montescos: los jóvenes. Y de ese modo viví personalmente uno de los más grotescos lances de aquellas dos fichas sin importancia de mi Carpeta B. (Se ha ido corriendo la cortina. G. Bolt ha desaparecido.) 59
El mismo decorado del primer acto. Las pantallas han sido substituidas por otras azules, rojas, que rompen un tanto la monotonía del verde de paredes y muebles. Unos cojines sobre el sofá logran el milagro de la nota cambiante en aquella sonata verde realmente insoportable. (LEANDRO esta sentado en el sofá. El rostro sin expresión. La mirada perdida. El cabello revuelto y los bigotes caídos de nuevo, a lo chino. Sobre la mesita una botella de agua mineral de la que bebe LEANDRO, en ocasiones, con desmayo y apatía. JULIO esta al teléfono.) JULIO: Gracias doctor, gracias. Le esperamos. (Cuelga). Bueno, va a venir a verte. LEANDRO: Que se de prisa. Yo no duro media hora. JULIO: (Frenético) No! Eso si que no! No estas enfermo. No lo estabas para beberte una botella de champan a media con ella. LEANDRO: La verdad es que ella se bebió tres cuartos. JULIO: Me es lo mismo. Para eso no estabas enfermo. LEANDRO: Pues no lo estaba. Que quieres que te diga? JULIO: No tienes más que cuento. LEANDRO: (Haciendo pabellón en la oreja) Que? JULIOL Para oírla no estabas sordo. LEANDRO: Dímelo por este lado, Julio… que por el otro no oigo nada. JULIO: Bueno, bueno! Esto es ridículo! Esto es una niñería! Si mama viviese…!
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LEANDRO: Estaría cosiendo. JULIO: No te lo consiento! Eh? Bromas de ese aspecto no te las consiento. LEANDRO: Julio, déjame verla. Aunque solo sean cinco minutos. (Niega con la cabeza JULIO). Hablarle por teléfono. Aunque lo entienda todo al revés. (Nueva negación). La tenéis secuestrada! Cuantas veces he llamado se ha puesto la maldita niña trabajadora, para decir que su madre no estaba. Voy a denunciar este asunto a la comisaría! JULIO: No te basta con el escándalo que has dado? Sabes que cuando entro en el estanco me preguntan por el niño? Y me dicen que te vigile bien, que la juventud de ahora esta descarriada. De momento… sabes que mis alumnos me han preguntado cuando eran las amonestaciones. LEANDRO: Pero, porque todo ese traer y llevar con dos personas que se quieren? JULIO: Porque no sois jóvenes. A vuestra edad todo esto es ridículo. No, no te pongas las manos en la oreja porque oyes perfectamente! LEANDRO: Por lo que mas quieras, Julio! Yo no me he negado a nada de lo que me has pedido. Te he dado dinero para que enseñes a los niños quien fue el General Espartero, que es una tontería muchísimo mayor… Cinco minutos solo! JULIO: Eso se ha acabado, papa! Que ideas! Coger una maquina fotográfica, irse los dos correr mundo… y a darse besitos… a vuestra edad! Vamos, si parece de folletín! LEANDRO: La vida es un folletín, más o menos caro. Depende de lo que quieras comprar. JULIO: No! No te lo aguanto! Esa frase no es tuya. Te has comprado una antología de pensamientos y se los soltabas a 61
ella como si fueran tuyos, para impresionarla. “Las mujeres siempre terminan pareciéndose a sus madres”. LEANDRO: Mío. JULIO: De Oscar Wilde. “La mujer se viste, sobre todo para las otras mujeres”. LEANDRO: Mío. JULIO: De Miguel de Unamuno. “El amor es el espacio que hay entre dos frases: Dile que me pongo en seguida y dile que no estoy”. LEANDRO: Mío. JULIO: De Alfonso Paso. LEANDRO: Pero si no se van a enterar!... JULIO: Todo esto son chiquilladas. Boberías, que tienen justificación a los veinte años; pero a tu edad… Además, que has podido ver en esa mujer? Tiene arrugas. LEANDRO: Como la tierra buena. JULIO: Y esos ojos…son pequeños. LEANDRO: Te advierto que hay poco que ver. JULIO: Y se pinta los labios muy mal. LEANDRO: Estilo abstracto. A la moda. JULIO: Bueno. Hemos acabado de hablar de ella. No consigo entenderlo. Pero me parece absurdo, ridículo y poco respetable. LEANDRO: Cinco minutos solo!... Al menos, di que se ponga al teléfono. 62
JULIO: Por si no lo sabias, pongo en tu conocimiento que se la van a llevar. LEANDRO: (Aterrado) Donde? JULIO: Fuera de la capital. LEANDRO: Pero lejos? JULIO: Muy lejos. Esta con la misma perra que tu. Quiere verte, hablarte… Chocheces! LEANDRO: Si se la llevan, yo… yo… JULIO: Que? LEANDRO: Armo la tremolina! Me doy de baja en el Círculo de Bellas Artes… Compro un aparato de televisión. (Va dominando sus ímpetus) Julio, compréndeme…, que no se la lleven!... JULIO: Es cosa de su hija. LEANDRO: Que se lleven a la hija! JULIO: Esta bien! No puedo meterme en eso. Solo te digo que de seguir ella aquí, os van a hacer un homenaje en el barrio. Y eso, no! LEANDRO: Julio, que me muero!... JULIO: Pero, papa, si estas con la misma canción hace diez años! LEANDRO: Que ahora no asusto, que te lo firmo en un papel. Me muero! JULIO: Y por si acaso, tú te vas a ir al campo. Un mes de vida sana. 63
LEANDRO: Julio, que hay que estar muy bien de salud para aguantar la vida sana. JULIO: Te vas a ir a Cuenca. LEANDRO: Desterrado? JULIO: A Cuenca, con la tía Pura. LEANDRO: Julio, Cuenca a solas, puede ser una crueldad; pero con la tía Pura al lado, es ya sadismo. (Una doncella aparece por el foro. Jovencita, un poco bruta y un poco mordaz) JUSTINA: Señorito, la hija de la novia. JULIO: (Furioso). Sin bromas, eh! Estando yo aquí, ninguna broma! Dígale que pase. JUSTINA: Si, señorito, perdone usted. (JUSTINA hace mutis por el foro) JULIO: No querrás que te vea?... LEANDRO: Si yo le hablara a ella… JULIO: Te lo prohíbo en absoluto. LEANDRO: Esta bien, hombre esta bien! Veremos si puedo levantarme. JULIO: (Ayudándole). Porque no te arreglas un poco? LEANDRO: Para que? Para que me veas tu? JULIO: Esta bien. 64
LEANDRO: Tengo las dos piernas? JULIO: Si. LEANDRO: Pues no noto más que una. (LUISA esta en el umbral del arco. Cambio de miradas entre ella y LEANDRO. LUISA vuelve lentamente la espalda). Que niños madre, que niños! (Hace mutis por la derecha) JULIO: Que tal esta? LUISA: Igual, dice que quiere morirse rápidamente, sin sentirlo, de una emoción. Y se ha puesto a leer la lista de precios de los hoteles de la Sierra, con la lupa claro, porque no ve. El corazón lleva un día de paraditas!... Y además le ha entrado asma. JULIO: Come? LUISA: Agua con azúcar. Y tu padre? JULIO: Agua mineral. sobre la mesita).
(Señala la botella de agua mineral que hay
LUISA: Pero, se han vuelto locos? JULIO: Que se yo! Voy pensando que si. (Se sirve bicarbonato). Cuando se rondan los cincuenta, la gente enferma. LUISA: Si, eso me han dicho. JULIO: Y lo que ellos están es enfermos. LUISA: Si, enfermos. Es muy posible. 65
JULIO: No de lo que se quejan, claro. Si no psíquicamente… ya me entiendes. (Apura el bicarbonato). LUISA: Claro. Tienes por ahí una Cafiaspirina? JULIO: Te sirve Salidon? LUISA: No, me baja la tensión. JULIO: Pero una Centramina te la sube. LUISA: Bueno, dámelo. Pero luego la Centramina no me deja dormir. JULIO: Te tomas un Quadranox. Y al despertarte otra Centramina. Y ya esta. LUISA: Si. JULIO: (Entregándole la pastilla) Que te decía? LUISA: Que están enfermos. JULIO: Eso es. Les da por no comportarse normalmente. Pero en cuanto rebasan los cincuenta ya se mejoran. (Y vuelve a echar bicarbonato en el vaso). LUISA: (Oprimiéndose la frente, con ademán de fatiga). No se que me pasa hoy. Parece que voy a estallar. En fin… Me han traído el permiso del ministerio. Podemos abrir perfectamente mañana. (Le entrega unos papeles). Desinfectación. Acondicionamiento. Informe de la Inspección. Manan vence la primera letra.
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JULIO: (Mientras se sirve bicarbonato). Ya. (Lee). “Para mejor cumplimiento de estas normas, véase Decreto de 19 de Noviembre 1947”. LUISA: Lo he visto. JULIO: Y que? LUISA: Te remite al decreto del 8 de febrero de 1941. JULIO: Y que? LUISA: Ese te remite a la Ley de 12 de junio de 1939. JULIO: Bueno, y que? LUISA: Esa ley te remite al Código Mercantil. Articulo 56. JULIO: Y que? LUISA: No dice nada. La verdad no he querido seguir buscando porque he visto que terminaba en el fuero juzgo. La explicación de todo viene abajo, donde dice: “Precio de este impreso, sesenta pesetas”. (JULIO apura el bicarbonato y se acaricia, con gesto de dolor, el estomago). Traigo aquí… JULIO: Mas papeles? LUISA: No. Tu padre ha mandado a casa una cartita con unos versos. He logrado hacerme con ella. Creo que es mejor que la guardes tú. (Ha sacado un papel y lee). “Amor mío: (Risas de ambos) No me dejan verte. Apenas si puedo escribirte; pero sigo queriéndote como antes de ayer como hace cuarenta días, cuando nos vimos en la consulta. Paloma mía… (Risas) para que no estés sola te mando un verso que he hecho pensando en ti. Espero que te guste: “Que es poesía? Me preguntas clavando en mi pupila tu pupila azul. Y tu me lo preguntas? Poesía, eres tu.
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(Los dos se echan a reír bruscamente) JULIO: Dios mío! Lo que hace la edad! LUISA: Te advierto que lo remata diciendo: “Ten paciencia, todo llega, todo vuelve. Como yo mismo he escrito: “Volverán las oscuras golondrinas de tu balcón los nidos a colgar…” JULIO: Que bárbaro! Va a terminar firmando el Quijote. Pero tu madre no conoce esas rimas? LUISA: De memoria. JULIO: Dirá que es un copion, un plagiario. LUISA: Dice que son suyas. JULIO: Como? LUISA: Si, que son de tu padre. Como explicártelo! Tiene nublado el conocimiento. Cualquier cosa que el diga le parece una maravilla, aunque sea: “Me pica la espalda”. Se pasa horas y harás oliendo un perfume. JULIO: “Primavera verde”? LUISA: Ese. Y el caso es que le produce alergia. Y se pone a estornudar como una loca. Pero dice que le recuerda a su Leandro. Si vieras eso de “Su Leandro” como lo suelta. (Risas de ambos, perdonando la vida). Me ha pedido cinco minutos solo para verle. Cinco minutos! Y me gustaría que la hubieras oído. La voz le temblaba en el “le”. “Déjame ver-le” Y en ese “le”… Demonio!... Nunca he oído tantas cosas dentro de una silaba. JULIO: Pues échale una mirada a la carta que ha mandado. (Un papel en la mano de JULIO) LUISA: A tu padre?
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JULIO: Si, ayer. Se la he encontrado dentro de un libro, junto a una flor seca. Es conveniente que la leas tu. A mi francamente me hace una gracias tremenda. Es para tumbarse de risa. A los cuarenta y cinco años! LUISA: (Leyendo en voz alta) “Tesoro mío”… JULIO: Eh? Tesoro mío…Buen principio!... Tesoro! Ya veras lo de tesoro!... LUISA: “No puedo dormir”. JULIO: Señora, tome una pastilla de Quadronox! Eso es lo que yo hago cuando tengo insomnio. LUISA: Bueno… me dejas leerla? JULIO: Sigue, sigue. Es para tumbarse! Ya veras… LUISA: “No puedo dormir. Quisiera tenerte cerca… JULIO: A mi padre! Ja, ja, ja! LUISA: “La chica no me siente. Todos están en los brazos de Morfeo… JULIO: Ja, ja, ja! LUISA: Despacito, como un ladrón, me he levantado y estoy en el escritorio. Amor de mis amores… (Algo ocurre. Una extraña cosa que no podíamos esperar. A LUISA le están sentando mal las carcajadas de JULIO. No sabe porque. Pero hay algo de su corazón, en definitiva del corazón de cualquier mujer en aquella carta. Mira a JULIO con fastidio). LUISA: “Amor de mis amores. No se como me estará saliendo la carta. Estoy escribiendo a oscuras para que mi hija no se 69
despierte y me sorprenda. Con esta oscuridad es probable que haya alguna hache de menos. Yo no soy poeta, como tu, ni tengo talento. Soy nada mas que una pobre mujer enamorada y sola”. JULIO: (Imitando los compases del final de un tango). Chin chan! Ja, ja, ja! (LUISA le dirige una mirada inquieta. El no lo advierte). LUISA: “Tesoro…! JULIO: Y dale! LUISA: (Mas fuerte). “Tesoro. Ahora me gustaría estar en tus brazos, fuertes y nervudos! JULIO: Fuertes y nervudos! (Riendo). Es para mondarse! LUISA: “Protegida en ti, sabiendo que tu peleas por nuestro amor”. (La voz de LUISA comienza a temblar ligeramente). “Solo eso merece la pena en la vida. La ilusión del amor. Para eso tenemos que vivir, para eso fui creada. Para amar, amar siempre, amar con todas mis fuerzas y morir por ese amor. Te quiero…” su madre)
(LUISA baja el papel, agobiada por las palabras de
JULIO: Sigue, sigue… LUIAS: (Mordiendo la frase) “Tesoro” JULIO: Ja, ja, ja. LUISA: “Y sin ti no deseo vivir. Soy toda tuya, desde la puntita del pelo… Julio: Con muchas canas… 70
LUISA: “Hasta las unitas de los pies”. JULIO: Que chiquilla! LUISA: “Mi hija se despierta. No puedo seguir. Un beso muy fuerte, con toda mi pasión. Tu Elena. P.D. Tesoro” JULIO: Como no! (Y se tumba de risa. LUISA se pone en pie, iracunda.) LUISA: Ya esta bien, no...? JULIO: (Sorprendido). Que pasa? LUISA: Que no es para reírse tanto. JULIO: Claro. Es tu madre… LUISA: No. Es una mujer enamorada. JULIO: Pero todo eso es ridículo. LUISA: Ridículo? JULIO: Eso digo. LUIAS: Te lo estoy preguntando. JULIO: Tiene gracia! Pues claro que es ridículo! Tu pondrías esas cosas en una carta? LUISA: Nunca he escrito cartas de amor. JULIO: Pero, lo pondrías? LUISA: (Tras una pausa). No. 71
JULIO: Entonces… LUISA: Entonces… quien lleva la razón? JULIO: Supongo que no iras a aprobar esa monstruosidad. Me hablaste de sacar a tu madre de la capital. LUISA: Y no la apruebo. Eso es aparte. Lo único que digo es: Que nos espera? JULIO: A quien? LUISA: A nosotros. A los que tenemos insomnio por otras cosas que no es el amor. Estamos quitando el sentido a todo. Hasta a las palabras de amor. Nos burlamos de cuanto cae en nuestras manos. “Tesoro, amor de mis amores…” poco a poco, estamos consiguiendo que el amor se pase de moda. Y que ofrecemos a cambio? Camaradería. Sabes quien invento la camaradería? Los pingüinos. Son excelentes camaradas. JULIO: Pero, a que viene todo eso? LUISA: Jaquecas, dolor de estomago, velocidad y trabajo, mucho trabajo. No hay tiempo más que para trabajar. Demonios! Trabajar, para que? JULIO: Para ganar dinero. LUISA: Para que? JULIO: Para comprar cosas. LUISA: Para que? JULIO: Para… Oye, no me digas que esa carta…! LUISA: Lo que me pregunto es si no somos nosotros los equivocados... si cualquiera de esos “tesoro” tiene más 72
justificación que nuestras malditas letras de cambio. JULIO: Te ha ofendido que me riera de la carta. Pero quiero... LUISA: (Fastidiada) Cómo estoy? JULIO: Que? LUISA: Si, como estoy? JULIO: Es qué estabas mala? LUISA: Estoy bien, mal? Soy fea, guapa? Atraigo? No valgo un pito? Que? JULIO: No sé. Así de pronto. LUISA: Soy alta o baja? JULIO: Yo creo que mediana. LUISA: Cómo tengo las piernas? JULIO: (Un poco sofocado) Bien…, bien LUISA: Cómo bien, bien. Que clase de tonto eres tu? JULIO: Pero, Luisa... LUISA: Un mes, un mes juntos y no sabes cómo soy? JULIO: Una excelente compañera. LUISA: Compañera. Colaboradora. Socio. Diablos! No has intentado ninguna de las tradicionales cosas para que yo te de la tradicional bofetada. JULIO: Supongo que teniendo que…
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LUISA: Trabajar, claro. Teniendo que trabajar como va a quedar tiempo para intentar nada! JULIO: Pero esas cosas son boberías. LUISA: Estoy segura a tu lado. Tristemente segura. Ninguna emoción puede venirme de ti, como no sea que nos vence mañana una letra. Pero, que puedo inspirar yo, si pongo en marcha un motor? JULIO: Oye… LUISA: (Frenética) si. Esta piernecita femenina da una patada y la moto se pone en marcha. JULIO: Pero es lógico, si la moto es buena. LUISA: Me encuentro horrible. Y cuando saco la mano para decir que tuerzo a la izquierda, me rechinan los dientes. JULIO: Tuerce a la derecha. LUISA: Tengo una cintura que no esta mal, eh? JULIO: Pues si, supongo. LUISA: Como me coges la cintura cuando vas en el asiento posterior de la moto? afecto).
(JULIO intenta un desangelado y aséptico ademán de
JULIO: Pues, así… LUISA: Como se coge un buñuelo de viento. Temiendo apretar mucho porque puede salirse la nata. JULIO: Tanto como la nata…
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LUISA: O el cabello de ángel…lo que quieras. JULIO: De todas… LUISA: Oh, no, no! Hemos perdido la partida y lo intuimos. Porque mientras leía esa carta de amor, sentía una pena inmensa. JULIO: Por tu madre. LUISA: Por mí y por las que como yo, ya no somos capaces de escribir esas ridiculeces. JULIO: Vamos! Porque no confiesas que te ha molestado que me riera de tu madre? LUISA: Insisto. De una mujer enamorada. JULIO: Y puede saberse a santo de que te ríes tu de un hombre enamorado? LUISA: Que hombre? JULIO: Mi padre. Viene así en el Documento Nacional de Identidad. Sexo: V. LUISA: No me he reído. JULIO: Así que cuando yo leía: “Amor mío” y “Paloma mía”, tu no te reías… LUISA: Y tu. JULIO: Pero tu también. LUISA: No. JULIO: Que cinismo!
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LUISA: Si me he reído no fue de esas palabras. JULIO: Resumamos. Tú puedes reírte de mi padre. Y yo no puedo reírme de tu madre. LUISA; No son tu padre y mi madre. JULIO: Que son? Dos tranvías? (Y se echa a reír) LUISA: Ah, no! No te aguanto! No lo soporto! Tus estupidas burlas, tus chistecitos de niño despistado… (En la cara de el) No! Sabes? Nuestras relaciones van a ser puramente comerciales. No te tolero otra cosa! JULIO: Pero quién ha intentado otra cosa? LUISA: No, claro tu que vas a intentar. Pero no te lo tolero! JULIO: Qué? LUISA: Lo que no intentas! JULIO: Ay Dios mío! Qué os ha pasado? Os habéis vuelto todos locos! LUISA: (Rompiendo a llorar) Voy a llevarme a mi madre lejos! Donde no pueda sentir y escribir esas maravillas. Quiero ser tratada como una mujer, comprendes? En mis ratos libres. Y sentir miedo del hombre. Y parar pies. JULIO: Bueno, Luisa… LUISA: Quiero que valgan las mismas palabras de siempre. Y hacer una locura muy gorda. Muy gorda! Contigo no, claro; contigo nos pasaríamos la noche trabajando.
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(Bolt esta en el arco. Lo ve LUISA cuando, iracunda, se dirige a la salida). BOLT: Buenas tardes. LUISA: (Señalando a JULIO) Llega a tiempo doctor. Cúrelo. Hace tiempo que cogio un resfriado al alma. Y no se lo quita de encima! (Dicho lo cual, hace mutis por el foro) BOLT: Han reñido? JULIO: No se que puede ocurrirle. Se ha pasado el tiempo diciendo disparates. No la entiendo. BOLT: (Dejando la cartera de mano que trae). A las mujeres no hay que entenderlas, amigo. Es preferirle quererlas nada mas. JULIO: Y cuando no se las quiere? BOLT: Se casa uno con ellas. Y así no desentona. JULIO: Pero tenemos un negocio a medias. BOLT: El único negocio a medias que se puede tener con una mujer es un niño. Y ese hombre? JULIO: Mal. Ya se lo he dicho. (BOLT hace un ademán, dando a entender a JULIO que quiere ver a LEANDRO) Si Doctor. BOLT: A solas, por favor. JULIO: Desde luego. Papa! Esta aquí el doctor. (A BOLT, rascándose la cabeza). Doctor… soy yo la única persona que trabaja? BOLT: En España, afortunadamente, si.
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JULIO: Y eso es tan malo? BOLT: No esta bien mirado. Buenas tardes. JULIO: Buenas tardes, doctor. BOLT: (Deteniéndole al mutis). Si quiere que marche bien el negocio a medias, hágale el amor. Las mujeres, cuando se enamoran, trabajan una barbaridad. JULIO: Es monstruoso… monstruoso… incomprensible. No paso, por eso, no paso… no paso! BOLT: Pues siento comunicarle que ella esta enamorada de usted. JULIO: Pero, porque? BOLT: No se. Es la costumbre. La gente se enamora, se casa, bebe cerveza, tose en el teatro. Lo normal. JULIO: Un hatajo de locos! Eso es! Completamente chalados! En la vida hay cosas más importantes que el amor. Eso es un cuento incomprensible. BOLT: (Con una serenidad imperturbable) Le duele ya el estomago? JULIO: Si, como lo ha averiguado? BOLT: Cuando un hombre habla de esa manera, es un abonado al bicarbonato o va a serlo muy pronto. El cuerpo no resiste que le lleven la contraria. Y cuando lo hacen del modo que usted lo esta haciendo, protesta. Empieza por ahí. (Le señala el estomago) JULIO: Tengo ulcera?
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BOLT: No lo se, pero se la merece. Julio: Oiga! BOLT: Lo estoy distrayendo de su trabajo. Buenas tardes. Hágala el amor si quiere sacarle rendimiento. JULIO: Incomprensible, incomprensible! BOLT: (Viendo venir a LEANDRO) Solos por favor. (LEANDRO ha aparecido en la derecha. Esta hecho un trapo. JULIO hace mutis por la izquierda). Se siente con fuerzas de avanzar hasta ese sillón y sentarse? (LEANDRO lo hace, andando como un pajarillo). Ya. Se todo lo ocurrido. Incluso la juerguecita que se preparo aquí. LEANDRO: Doctor…, quisiera que lo comprendiera. La juerga tiene su justificación. Junto a esa mujer… no se…, se me quitan los dolores, oigo de maravilla y me siento capaz de todo. BOLT: La quiere…, no? LEANDRO: (Ruboroso) Esta prohibido decir que si? BOLT: A mi, no. LEANDRO: Pues, si. BOLT: Y ella? LEANDRO: Según dice, me adora. BOLT: Y bien?... LEANDRO: No hay nada que hacer, doctor. Los chicos no nos dejan vernos. Todo el mundo se burla de nosotros. Me llaman el chavea… estoy en la situación del gamberro de veinte anos que ha cometido una fechoría.
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BOLT: Que va a hacer? LEANDRO: Que quiere que haga? Dejarlo, claro. A mi edad es ridículo. Mi hijo tiene razón. Yo estoy para sopitas y buen vino. Lo que necesito es un medicamento que me alivie y… BOLT: Bueno. Vaya encargándose la sepultura. LEANDRO: Oiga! BOLT: Y el habito y todo eso. LEANDRO: (Horrorizado) Es que estoy tan grave? BOLT: No tiene usted ninguna enfermedad. Las enfermedades vienen luego. Son como la póliza que se pone en la instancia para darle curso. Pero la instancia ha sido escrita antes. LEANDRO: (Aterrado) Y si no la escribimos? BOLT: La instancia se llama desengaño, complejo de jubilación… La póliza puede ser una arterosclerosis. Que quiere que le recete? LEANDRO: (Horrorizado) Oiga! BOLT: (Con el recetario y la pluma en la mano). Ceregumil?... es muy barato. O penicilina. El ochenta por ciento de los muertos están llenos de penicilina. LEANDRO: Yo quiero una receta que me cure. BOLT: Se llama Elena. LEANDRO: No me dirá que… BOLT: Elija. Con ella puede usted durar mucho tiempo. Sin Elena, se muere usted dentro de dos años, a lo mejor del hígado. 80
LEANDRO: Eso de a lo mejor… BOLT: Ceregumil, no? LEANDRO: No. BOLT: O Perborato… LEANDRO: O sifón! BOLT: Lo que le apetezca. Da igual. (Va a escribir. LEANDRO lo detiene) LEANDRO: Aguarde, que quiere que haga? BOLT: Pelear. LEANDRO: Pero, como pelear? BOLT: Por encima, Don Leandro. Cuando la vida no tiene sentido, empezamos a morir un poco. Ese es el valor de la ilusión. Hacernos vivir de nuevo. La vida nos hace, a veces, renunciar a la ilusión. Pero no es un adiós, don Leandro. Es un hasta pronto. Porque la ilusión llega cuando menos se piensa, y hay que cogerla sea como sea y caiga quien caiga. Eso le pido. Pelee por la ilusión. Recobre a esa mujer. LEANDRO: Pero mi hijo… BOLT: Los hijos comprenden a sus padres cuando les faltan. Y esos dos muchachos están ahora en una edad especial: la de cosas de papa y mama. Cualquier deseo, cualquier ilusión de ustedes no son deseos ni ilusiones, son cosas de papa y mama. Si no le comprende, peor para el. Tampoco comprendemos el sueco, y se habla. Al diablo con su hijo! LEANDRO: Pero si me acoquina. No se que contestarle. Me da 81
sus razones y yo me callo. BOLT: Llévesela. LEANDRO: La tienen encerrada. No querrá que escale la fachada. BOLT: Si la escalara con ilusión… LEANDRO: Si, pero a lo mejor me caigo con ilusión y me rompo la cabeza con ilusión. BOLT: Escuche. Esta dispuesto a plantear el combate? Si o no? LEANDRO: Yo… BOLT: Ceregumil… LEANDRO: No, no. Estoy dispuesto. BOLT: Seria usted capaz de casarse con ella? LEANDRO: Lo estoy deseando. BOLT: Bien. Voy a ayudarles yo. Con mis clientes, tengo la obligación, en cierto modo. LEANDRO: Mi hijo no se va a conformar. Armara el escándalo. BOLT: (Mira por donde hizo mutis JULIO). Tiene teléfono dentro? LEANDRO: En mi despacho. BOLT: Vamos. Hay que llamar a Elena. Es necesario que nos pongamos los tres de acuerdo. LEANDRO: De acuerdo con Elena por teléfono? Esta usted listo. BOLT: No se preocupe. Le repetiré el disco tres o cuatro veces. 82
Déjelo en mis manos. Levante esos hombros. (Le da un golpe en la espalda). La barbilla alta. (Le sube la barbilla). El pecho fuera (Golpe en el pecho). Las circunstancias nos favorecen. Hay discrepancias en el bloque joven. (Otro golpe). Los brazos tensos. Es usted un hombre que nació un poco antes. Solo eso. Los ojos! LEANDRO: Me los quito? BOLT: Déles vida, animación. Va usted a librar un combate corto, pero muy fuerte. Que le pasa a ese bigote? LEANDRO: Que no tiene ilusión. BOLT: Pues vaya comunicándosela… LEANDRO: Doctor… Eso que vamos a hacer, no será una barbaridad? BOLT: Si. Pero ya es hora de que hagamos barbaridades. Llevamos tantos anos de sentido común! (LEANDRO ha desaparecido por la derecha. Bolt queda apoyado en la caja, sonriente, fuera de escena, se dirige al público). Lo que ideamos fue la más extraña y fantástica de las diabluras. Hoy, al recordarlo, no logro explicarme como salio bien. Supongo que porque era tan increíble, tan poético… después de veinticinco anos de ciencia, tengo que reconocer que no hay modo de vencer a la poesía. Que cuanto mas increíble, mas fantástico, mas poético es lo que imaginamos, mas dentro esta de la lógica humana y obra con mucha mas fuerza sobre el hombre que la ciencia. Así, la ciencia ha quedado reducida a investigar las intuiciones poéticas del hombre. Estuve cerca de una hora hablando con don Leandro, dándole ánimos. Poco a poco, aquel trapo cobro vida, se irguió y se apresto a la lucha, sin mas armas que la ilusión y media botella de coñac que le hice tomar. (JULIO surge nervioso por la izquierda). El pobre muchacho no sabía lo que una hora mas tarde le esperaba. Como no saben lo que les espera todos los que hacen frente a la ilusión donde aparezca y como aparezca. Creo que el pobre se decidió a llamar 83
al socio de la manera más lastimosa. (JULIO ha marcado un número en el teléfono. Esta meditabundo, pensativo. BOLT, lentamente hace mutis por el arco, mirándolo sonriente). JULIO: Luisa… eres tu Luisa? Oye. Voy a comunicarte una cosa. Tienes unos brazos estupendos. (Lo ha dicho con tal falta de sentimiento, con tal absoluta frialdad, que podemos suponer lo que ocurre al otro lado del teléfono). No es ninguna idiotez. Tienes unos bracitos estupendos. Oye… y el campo, eh? El campo. Tu comprendes, eh? (Serio). No. Ni yo tampoco. Pero el campo… (Furioso). Demonios no se que tiene que ocurrir con el campo, pero se dice eso! Y la noche, eh? Si. La noche, eh? Luisa, si trabajamos juntos, es preciso que tengamos una absoluta armonía y no discuta… no, no te he dicho lo de los bracitos por eso. (Furioso). Deja de llamarme pingüino! Un negocio no puede estar a expensas de cualquier idiotez y es preciso que tú y yo nos enamoremos para ganar dinero. No. No solo para ganar dinero, sino… Oye!... Oye! (Cuelga, esta furioso. Y acierta a salir LEANDRO en ese momento, vestido de verde nuevamente y con el bigote erguido. Se dirige al arco). Donde vas? LEANDRO: A hablar con el cura. JULIO: Padre, deja ya las neurastias. No estas tan mal como para... LEANDRO: No lo has entendido. Voy a hablarle para ir preparando la boda. Mi boda. Me caso con la viuda. Pasa algo? JULIO: Ese tono… LEANDRO: El que quiero. Te ocurre algo? JULIO: Bueno, pero es que aun no te has dado cuenta de lo que has hecho?
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LEANDRO: Me doy cuenta de todo lo que no he hecho en todos estos años. De la vida que he llevado. De cómo he aguantando tu insulsa e insoportable juventud. JULIO: Ya esta bien. Ni una palabra mas! Por esa puerta no sales. LEANDRO: Salgo. JULIO: Échame el aliento. (LEANDRO lo hace). Dios mío! Ahora coñac! Pero es que encima vas a beber? Que quieres? Arruinar mi academia, claro. Tengo que ocuparme de eso papa. Por lo que más quieras. Ten un poco de juicio. LEANDRO: En resumen: papá siéntate en una silla y dile adiós al mundo. Prohibido enamorarse, prohibido divertirse. JULIO: El amor entre viejos es ridículo. LEANDRO: Tu has visto un chico de veinte anos diciéndole a la novia: “Quieres una patata frita cariño?” Que? Que les niegas el derecho a los viejos de ser tontos?... No, hombre, no. JULIO: No quiero oír hablar mas de todo esto! En dos días parece como si la humanidad se hubiera vuelto loca. No, no, no! (Se interpone entre el arco y su padre). Papa, un favor, no vayas a verla. No des mas escándalos. Ya esta bien. Esta noche se la llevan. LEANDRO: (Tras una pausa) Habrá que ponerle al lado un especialista. JULIO: En cualquier parte de España hay buenos médicos. LEANDRO: Pero no como el que ella necesita. JULIO: Medicina general. LEANDRO: (Como quien no dice nada). De ginecología. 85
JULIO: Ginecólogos hay buenos en… (Aterrado). Que? LEANDRO: Quiero decir, que necesita un ginecólogo. JULIO: Pero para qué? LEANDRO: Para que le lea la mano. JULIO: Escucha… para que necesita esa mujer un ginecólogo? LEANDRO: Dentro de ocho meses va a tener un hijo. JULIO: Dios santo! tu has podido poner los ojos en una mujer que va a tener un hijo así de cualquier manera… LEANDRO: Hombre eso de cualquier manera... JULIO: Sin casarse. LEANDRO: una barbaridad. Cualquier ser humano puede hacerla, por mucho que le pese. JULIO: Y se sabe quien es el padre? LEANDRO: Un señor estupendo. JULIO: Quien? LEANDRO: Yo. JULIO: No! LEANDRO: Si. JULIO: Madre! (LEANDRO le sirve bicarbonato y se lo da).
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LEANDRO: Un traguito? JULIO: (Secándose el sudor) Que tu…? LEANDRO: Te preparamos un hermanito para el invierno. Va a caer por Reyes… una atención. JULIO: No, no! Es demasiado. LEANDRO: Eso creí yo, pero ha habido suerte. JULIO: Pero como has podido hacer esa locura? LEANDRO: No me obligues a que te lo cuente. JULIO: Claro que si, como pudiste hacer esa locura? LEANDRO: Fuimos a El Escorial. Estuvimos viendo el Monasterio. Como después de ver el Monasterio de El Escorial se sale con unas ganas tremendas de olvidarlo, le propuse tomar unas copas. Bebimos “Tío Pepe” en homenaje a su padre que se llamaba Ernesto. Hacia fresco. Ella se refugio en mi. JULIO: (Iracundo). Ella se refugio en ti, eh? LEANDRO: (Con unos guiños picarones). La abrace. El campo, eh…la noche, eh?... había luna… Ella, con una inteligencia asombrosa, me dijo una frase desconcertante: “Mira la luna”. Y yo la mire. Nunca lo hubiera hecho! El campo… exhalaba un perfume a hierba nueva. Fue inevitable. JULIO: No, no. Si parece mentira… LEANDRO: Hace poco me comunico la noticia. Ibamos a ser padres. Cuando anteanoche nos sorprendiste estábamos celebrando las consecuencias de una visita al Monasterio de El escorial. JULIO: Vaya visita! 87
LEANDRO: La mayoría de los madrileños son productos de un veraneo en El escorial. Yo creo que es una replica a Felipe II. JULIO: (Sudoroso, atribulado). Estas seguro de que ese niño?... LEANDRO: Hermano tuyo. Puedes jurarlo. JULIO: Tú no conoces a las mujeres. LEANDRO: Quine no las conoce eres tu. JULIO: (Frenético). Pero te das cuenta de que esa fresca te ha seducido? LEANDRO: Oye… JULIO: (Dando un golpe sobre el sofá). Si, si. Seducido. Se refugio en ti. “Mira la luna” es la estafa mas repugnante que he conocido. Esto lo arreglo yo ahora mismo. (Coge el teléfono). Pero a tu edad… LEANDRO: No me quejo, no me quejo… JULIO: (Tras marcar un numero en el teléfono) Si se cree que le va a resultar tan fácil engañar al hijo como al padre, esta equivocada de medio a medio. Que diablos! Porque no contestan? mano)
(En el arco ha aparecido LUISA con ELENA de la
LUISA: Si llamas a casa, entre otras cosas porque estoy aquí! JULIO: Me alegro de verte! (ELENA trae un pañuelo en la mano y solloza) 88
LUISA: (Plantada ante el, con ganas de pelea) Vamos a ver, que hacemos? JULIO: Cómo que qué hacemos? LUISA: Si, por que esta infeliz, va a ser madre. (ELENA arrecia el llanto. LUISA se vuelve a ella iracunda) Las lagrimas antes. Antes! Ahora no! (A JULIO) Te das cuenta que campanada? A ver…, tu padre… Que responda! Que cumpla! Que diga algo, lo que sea! JULIO: Poco a poco! LUISA: Cómo que poco a poco? JULIO: Es muy fácil decir que cumpla! Primero hay que ver si el muchacho… (Se enmienda). SI mi padre…ha tenido la culpa. O la que ha tenido la culpa ha sido tu madre. (ELENA arrecia en sus sollozos) LUISA: Pero cómo te atreves?... Mama, cuéntale a este imbecil la caída. ELENA: (Muy ingenua) Se ha caído alguien? LEANDRO: Elena, se refiere a… JULIO: Cállate! A ver si a mi me engaña! LUISA: Como te sedujo ese sinvergüenza…? JULIO: Oye, sin faltar. LEANDRO: Déjala, si tiene razón, si soy un sinvergüenza! JULIO: Que te calles! LEANDRO: Bueno, pero el niño es tuyo o mío? 89
JULIO: Eso es lo que me gustaría aclarar. Quien es el padre? LUISA: Como…? ELENA: Eso si que no, Leandro, tu lo sabes. Yo soy una mujer decente. Tuve esos diez minutos débiles que todas las mujeres tenemos cada media hora… Su padre puede decir… JULIO: Quien tiene que decir es usted. LUISA: Cuéntalo mamá, cuéntalo te digo. (Pequeña pausa. ELENA domina sus sollozos). ELENA: Fue una excursión…esas malditas excursiones que siempre se acaba haciendo una locura o cantando “Quien estuviera en Asturias”. LUISA: Deprisa mama, que aquí tienen que responder. ELENA: Era demasiado, demasiado para una mujer enamorada. Bebimos un poco. Se me nublaba la vista… la tarde radiante, y luego aquel calor, aquel calor tremendo, los trigales… LEANDRO: Ay Dios! (LEANDRO empieza a hacerle senas de que no) ELENA: Y ese pueblo, ese pueblo que ha sido Real Sitio, lleno de historia, con tanto ambiente. Aranjuez! LEANDRO: Ay Dios! JULIO: Como? LEANDRO: Es que ella llama Aranjuez a EL Escorial, por originalidad.
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JULIO: Pero señora, que dice usted de Aranjuez? LEANDRO: No dice nada. JULIO: Hazme el favor de callarte. Que dice de Aranjuez? ELENA: Allí me caí. JULIO: Señora, fue en El Escorial, de noche y hacia fresco. Eso ha dicho mi padre. ELENA: Ah si? (Para si). Dios mío! Pero como he cogido yo el recado? LUISA: Que estas murmurando? ELENA: Bueno, tal vez fuera en El Escorial. Como comprenderá usted, yo no estaba para darme cuenta del pueblo. JULIO: Fue en El Escorial. Y usted se refugio en mi padre, “se refugio” y le dijo: “Mira la luna”, “Mira la luna”. ELENA: Yo es que digo cosas muy raras. LUISA: Pero como iba a decirle “Mira la luna” si era por la tarde? LEANDRO: (Nerviosisimo) En realidad lo que me dijo fue “Mira el sol”. ELENA: Es que aquella tarde el sol estaba un poco blanco. JULIO: El Escorial o Aranjuez, el sol o la luna, el caso es que usted se refugio en el muchacho, digo, en mi padre. LUISA: Y que el muy sinvergüenza aprovecho el refugio. JULIO: Quisiera saber que hubiera ocurrido si ella no se hubiera refugiado. 91
LUISA: (Levantando la voz) Que el habría buscado las vueltas para conseguir lo que quería. JULIO: (Levantando la voz) A un hombre que no le dejan… (Los dos hablan a gritos). LUISA: Consigue lo que le da la gana. JULIO: Ni mucho menos. LUISA: A ver si te crees que tu padre es tan tonto como tu! JULIO: Si se llama ser tonto a ser persona decente! LUISA: Pues no sabe el aprovechar las ocasiones! JULIO: Eres una imbecil insoportable! LUISA: A ver quien responde! JULIO: Aquí no responde nadie. (Los dos están cara a cara como energúmenos) LUISA: Quieres ver como llamo al juzgado de guardia? JULIO: No hay pruebas. LUISA: Quieres verlo? JULIO: Llama donde te de la gana! (LEANDRO y ELENA tienen que intervenir para separarlos) LEANDRO: Bueno, bueno, no os pongáis así..
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ELENA: Luisa hija, ya esta bien. LUISA: Yo te digo que ese niño sale de aquí con un padre o armo la escandalera. Es mi hermano y si este imbécil tuviera sangre en las venas se daría cuenta que es suyo también! JULIO: No puedo hacerme a esa idea. LEANDRO: Ya verás cuando te diga: “Julito, Julito apo Julito. JULIO: Bueno papa. Basta de tonterías. No hay pruebas. LEANDRO: Pero que más pruebas quieres que yo? El niño es mío, me consta y lo declaro. LUISA: Ya lo has oído. Y esta pobre chica…, digo mi madre, necesita cuidados, sobrealimentación y tranquilidad. ELENA: Y que me vayan haciendo la canastilla. JULIO: Es desesperante! Incomprensible! LUISA: Tu padre cumple como un hombre, o atente a las consecuencias. Vamos mamá! (Inician el mutis) JULIO: Un momento. (Se pasa la mano por el cuello de la camisa). Creo que…, creo que se puede hablar de todo esto con un poco de calma. Pongamos que mi padre responde económicamente de todo y… ELENA: (Ofendida). Que es eso? Guárdese su dinero. Yo tengo suficiente. Para mi y para el fruto. No hay mas que una solución: boda! LEANDRO: Muy bien! JULIO: Pero… 93
LUISA: Boda! mutis)
(Coge a su madre de la mano e inicia de nuevo el
JULIO: Esperen. (Asiente a su pesar. Un ademán para que se sienten. ELENA corre a ver si lo hace junto a LEANDRO, pero JULIO la detiene). Señora ya tendrá tiempo. Ahí. (LEANDRO y ELENA se sientan en dos butacas frente a frente, aunque en los extremos de la escena. JULIO y LUISA mas cerca. Actitud grave por parte de los jóvenes). Bueno, habrá que pensar en casarlos. LUISA: Si, hay que casarlos. JULIO: A mi me duele porque he tenido una madre. LUISA: Y yo he tenido un padre. JULIO: Si, es lo normal… Puedo preguntarte, que es lo que lleva tu madre? ELENA: Ahora, combinación de medio cuerpo nada más. Con el calor… LUISA: Se refiere a lo económico, que es lo que parece interesarle más. JULIO: Hay que asegurarse de que, ocurra lo que ocurra, no van a quedarse en la calle. Cualquier jaleo financiero los coge desprevenidos y dada su inexperiencia… (LEANDRO y ELENA están tirándose besos. LEANDRO hace el signo de la victoria, aludiendo al triunfo que acaban de obtener. Todo ello sobre el dialogo. Como sobre el dialogo de los muchachos procede ELENA a hacerle signos a LEANDRO de que se acerque y ambos con la silla a cuestas van ganado terreno hasta que, en el momento oportuno, terminan muy cerca y con las manos cogidas). 94
LUISA: Mama tiene una renta de ochocientas pesetas diarias, más o menos. Valores. Y algunas propiedades. JULIO: Pueden hacerse inversiones. LUISA: De sobra. JULIO: Papa sale por las mil. Y tiene casas en Alicante y en la costa de Granada. Sin contar un par de usufructos que luego te detallare. LUISA: No es necesario. Fecha? JULIO: Yo creo que para el otoño. LUISA: Que quieres, que la boda de mi madre sea un espectáculo publico? Cuanto antes. JULIO: Dentro de dos meses. LUISA: Uno. JULIO: Dos. LUISA: Uno. JULIO: Dos. (En este instante ya están cogidos de las manos LEANDRO y ELENA. JULIO y LUISA lo advierten. Intervienen). Pero, que es esto? Papa! LUISA: Mama por Dios! Un poco de paciencia! (LEANDRO y ELENA cogen sus sillas y vuelven a sus posiciones primitivas). JULIO: Sobre todo. Se están tratando cosas de ustedes. Debían prestar atención. (A LUISA). Dos.
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LUISA: Dos. Pero la boda a las doce y con lunch. LEANDRO: Y con la banda municipal. JULIO: En principio el día de Santiago. LEANDRO: Y de paso nos sirve como homenaje a la raza. LUISA: De acuerdo. JULIO: Tú me das una lista de invitados y yo te daré la mía. LUISA: Muy bien. JULIO: Tienen ustedes algo que opinar? ELENA: La iglesia… LUISA: Que pasa? ELENA: Me gustaría que fuese San José. Allí fue donde firme el pacto de amistad, no agresión y bostezo con tu padre. LUISA: Mama! No te consiento… ELENA: Además, conozco al párroco y me gustaría decirle que ya me he desquitado. LUISA: El párroco no puede escuchar esas cosas. ELENAL Si es muy amigo mío! Y le hacían mucha gracia mis antojos. LUISA: Te casas en la parroquia y se acabo. LEANDRO: Un momento. JULIO: Que pasa ahora?
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LEANDRO: Si quiere casarse en San José, porque no puede casarse en San José? LUISA: Porque la conocen hasta los monaguillos. Se ha hecho allí todas las novenas existentes. Va a ser una corrida de toros. JULIO: Una indecencia! LUISA: Un escándalo! (ELENA rompe a llorar como una niña. LEANDRO aprovecha la ocasión, se levanta, acude a ella y la abraza como un oso polar. ELENA se abraza también a el). LEANDRO: Ya me la habéis hecho llorar! No te disgustes… no te disgustes! Que lo paga un inocente! (JULIO y LUISA los separan como pueden) LUISA: Bueno! Déjela un momento, que se tiene de pie sola. JULIO: Déjala en paz! LUISA: San José. Esta bien. (LEANDRO vuelve a su silla. ELENA se reporta) JULIO: San José. Creo que no hay nada más que añadir. LEANDRO: Un instante. Faltan los padrinos. LEANDRO: Un si de cada uno, la bendición de juez y listo. JULIO: Ya se buscaran. LEANDRO: No lo entiendes. Quiero que tu, Julito, seas el padrino? JULIO: (Horrorizado). Yo? 97
LEANDRO: Puede concebirse algo mas bonito? JULIO: De ninguna manera! Paso por la boda, porque de alguna manera hay que solucionar esto y porque la primavera os ha vuelto locos a todos, a todos! Pero apadrinar semejante disparate, no! LEANDRO: O sea, que te niegas a ser el padrino de tu padre. JULIOL si. LEANDRO: (Con un pañuelo en la mano). Esta bien. Todos los sacrificios que yo he hecho por ti cuando te llevaba de pequeño a la verbena a que te pisaran…, se merecen esto… Señor! (Y empieza a sollozar quedamente, con el pañuelo ante los ojos. ELENA aprovecha la ocasión, salta de su silla y se abraza como unos alicates a su futuro) ELENA: No llores tu…, no llores! No llores Leandro! (Pero como apoya su nariz cerca del pañuelo de LEANDRO, empieza a estornudar con toda su alma). Atchis! Atchis! separarlos)
(Los muchachos se ven y se desean para
JULIO: Ya esta bien! LUISA: Mama por favor! (ELENA vuelve a su sitio, sorbiendo por la nariz). Bien mirado, no se porque tienes que negarte a ser el padrino. JULIO: Ese día me marchare fuera. Lo oyes? Si, fuera, para no ver la ceremonia. A El Escorial. A El Escorial, no maldita sea! LEANDRO: Vete a Tarragona que allí no ocurrió nada. LUISA: Que cabezonería! Hay que aceptar el hecho! Y pasar por 98
todas sus consecuencias. Para mi no es un plato de gusto. JULIO: Ah no? Pues anda, se tu la madrina. LUISA: Y lo soy! JULIO: Si tú eres la madrina, yo soy el padrino. El pitorreo compartido! LUISA: Con mi madre hasta las últimas consecuencias. LUISA: Pues soy la Madrina! JULIO: Pues soy el padrino! LUISA: Pues no hay mas que hablar! JULIO: Pues eso! (ELENA y LEANDRO se hacen disimuladamente el signo de la victoria) Todo listo! Que horror! LEANDRO: Y ahora que esta todo listo…, queréis dejarnos solos un rato? JULIO: Ah, no, no! Os dejamos solos y…esta señora se pone a cantar “Pobre Rafael”… LEANDRO: Queremos hablar de nuestras cosas. Tenemos derecho. Somos prometidos. JULIO: Con ganas de juerga. Con unas incomprensibles ganas de juerga. Hasta el día de la boda, se os vigilara estrechamente. LUISA: Me permites que te diga que eso es una estupidez? Que hay que vigilarles ya? Si quieren estar solos, que lo estén. JULIO: Me permites que te diga que a los adultos hay que tenerlos bien sujetos? LUISA: Me permites que te diga que has llegado tarde? 99
JULIO: (Tras una pausa). Si… eso es cierto. Ya… LUISA: Vamos a darnos una vuelta, y que ellos hagan su vida. Van para viejos. Tienen derecho a divertirse. JULIO: Buenos, al fin y al cabo, todo esta perdido. Bueno, no todo. (Suave transición). Espero que este de acuerdo, la boda de nuestros chicos…, de…, nuestros padres sirva para que nuestros negocios marchen perfectamente. Ahora estamos obligados. Hay que velar por ellos. LUISA: Marcharan. Que remedio! (Con un cansancio infinito) No te preocupes. Anda, déjalos solos. JULIO: No se si es prudente. En cuanto tiene una ocasión se abalanza sobre el. LUISA: Sin exagerar! JULIO: Es que no esta para jaleos, de verdad. LUISA: Nosotros, inexplicablemente, nosotros somos los que no estamos para jaleos. Santíguate cuando los veas. Han encontrado la vida. De eso no cabe duda. Me permites? (Se acerca a su madre) Enhorabuena mama! ELENA: Luisita, hija! Soy una loca! Estoy tan avergonzada! LUISA: Tienes la suerte por arrobas… no te quejes! (Confidencial) Como lo conseguiste? ELENA: Que? LUISA: Que se enamorara hasta ese punto. ELENA: Pues… LUISA: Te beso, claro. 100
ELENA: Luisita, me da vergüenza! LUISA: Pero te beso… así por las buenas? ELENA: Los hombre son muy tímidos, hay que animarlos! LUISA: Animarlos? Quieres decir que tu. ELENA: Bueno, le dije que me besara. El empezó a poner obstáculos y yo cogi una botella y le dije que o me besaba o le pegaba un botellazo. LUISA: Y el? ELENA: Me beso. LUISA: Y lo otro? ELENA: Niña!... LUISA: Aquí no hay mas niña que tu. ELENA: En lo otro influye mucho el vino, Luisita. Te atreves a cosas que nunca te hubieses atrevido estando serena. No te has emborrachado nunca? LUISA: No. ELENA: Nunca te has visto en peligro de…? LUISA: Jamás… ELENA: No han querido en ningún momento…? LUISA: No. ELENA: (Asombrada) Pero hija, que quinta te ha tocado en suerte? 101
LUISA: Desde hace dos días, no ceso de preguntármelo mismo. (La besa) ELENA: No me desprecias, verdad Luisita? Era… como explicártelo? Más fuerte que yo misma. Era… No me desprecias, verdad? LUISA: (Confidencial) Un secreto. Te envidio con todas mis fuerzas! (la vuelve a besar. Se dirige a JULIO) Cuando quieras. JULIO: Si, si. Un favor padre. Nada de escándalos. Nada de zarzuelas, escenas románticas, etc. A partir de ahora. Quedan dos meses. LEANDRO: Te lo prometo. JULIO: Bueno. Hasta luego. La chica esta en casa. Y es de Pamplona. LEANDRO: Descuida. JULIO: (A LUISA) Vamos? LUISA: Vamos. (Mutis ambos. LEANDRO abraza a ELENA) LEANDRO: Amor mío! ELENA: Creí que lo iba a estropear todo. Pero no entendí bien lo que el doctor me hablo por teléfono. Tú sabes lo torpe que soy para el teléfono. LEANDRO: Todo solucionado. Nos casamos Elena! Bolt estaba en lo cierto. Oigo bien. Me he tomado media botella de coñac y el estomago funciona estupendamente.
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ELENA: Si supieras que solo con verte… solo traspasando ese arco, se me ha quitado el asma… LEANDRO: Mañana compraremos la cámara y un kilométrico. Y a gozar de la vida! De la sagrada y estupenda vejez! Mas alegre, mas tranquila y mas cierta que la juventud. ELENA: El caso es que… LEANDRO: Que te pasa? ELENA: Estoy muerta de miedo Leandro. Ellos se lo han creído, los chicos; pero tu y yo sabemos que eso no es cierto, lo del… lo del niño. LEANDRO: Bueno pero… ELENA: No vamos a tenerlo. Salio bien la jugarreta del doctor, y eso es todo. Los hemos cogido por sorpresa. Pero y cuando vean que pasa el tiempo y no pasa nada? LEANDRO: Estaremos ya casados. ELENA: Desde luego, desde luego. No se enfadaran? LEANDRO: pero se contentaran en seguida. Para esas fechas Julito estará trabajando en la academia y cuando el niño trabaja es como si le estuvieras operando de apendicitis: no se entera de nada. ELENA: Claro, claro! Sin embargo… LEANDRO: Que te ocurre? No estas contenta de que hayamos resuelto todo en unas horas? ELENA: Muy contenta. (De espaldas a el). Leandro… con que gusto he hecho esa comedia! Con que alegría les iba mintiendo! Que feliz era diciendo lo de la caída y…, sobre todo…, lo del niño…, lo del posible niño que no existe! Sabes? Estaba llena de 103
ilusión pensando en un Leandrito sabio, hijos de padres viejos, con tus ojos azules, tu…pelo! (Se vuelve a el). Claro que siempre…, siempre cabe la posibilidad de no defraudar a los chicos… (LEANDRO se agarra un mueble). No por nosotros, claro. Nosotros no contamos. LEANDRO: (Lentamente). No, claro. Tú lo dices por los chicos. ELENA: Exactamente. (Y la mira con cierta fijeza. LEANDRO ha hecho sonar el timbre. Y aparece JUSTINA. ELENA se cubre el rostro con las manos.) JUSTINA: Llamaba el señor? LEANDRO: Si. Que esta haciendo? JUSTINA: Lavar. LEANDRO: Hija, porque lava usted tanto? JUSTINA: Ya lo ve. Hay mucha injusticia social. LEANDRO: Con el día que hace? JUSTINA: Si señor. LEANDRO: Y a usted no le gustaría darse una vuelta por la Plaza Mayor? Quien dice la Plaza Mayor dice Carabanchel Alto… JUSTINA: (Quitándose el delantal). Cuanto tiempo tengo que estar fuera? LEANDRO: No se preocupe, chiquilla, es primavera! (Dándole un billete). Lleva usted dinerito…, el mundo es ancho. La vida sonríe a quien le sonríe, no a quien le hace muecas. JUSTINA: Claro. Dice usted unas cosas, que se las lleva de 104
calle! LEANDRO: Tarde en volver. (Empujándola hacia el arco) Y si le pregunta algo mi chico… JUSTINA: Que mi padre acaba de venir. Como de costumbre. LEANDRO: Eso. (La empuja fuera de escena. Un silencio. Se escucha el ruido de la puerta. LEANDRO sonríe. ELENA desvía la mirada, ruborosa. Se pone a hablar con nerviosismo, sin lograr hilar bien sus frases, mientras LEANDRO va efectuando lo que indica). ELENA: Simpática…, verdad? LEANDRO: (Cerrando las contraventanas del balcón). Muy simpática. ELENA: Y parece dispuesta. LEANDRO: Muy dispuesta. (Hay una penumbra suave en la habitación) ELENA: El que tiene ahora una muchacha dispuesta, no sabe lo que tiene. LEANDRO: (Corriendo las cortinas). No lo sabe. (Cierta oscuridad. ELENA tiembla como una paloma joven) ELENA: Creo que…, creo que… Puede parecer una tontería, pero me estoy asustando. (LEANDRO enciende un portátil) LEANDRO: Porque? 105
ELENA: No me miras como siempre. LEANDRO: Pues, como te miro? ELENA: En casa teníamos un gato rubio para que cazase los ratones. Cuando veía uno se le agrandaba la pupila y se preparaba para saltar. LEANDRO: Y yo…? ELENA: Eres todo ojos. LEANDRO: (Que ha encendido otro portátil). Para verte mejor. ELENA: Y esa nariz… LEANDRO: No te gusta? ELENA: Se mueve al respirar, así; los hoyitos se agrandan… LEANDRO: (Sacando una botella de champan y colocándola encima de la mesita). Para olerte mejor. ELENA: Tengo miedo! Abre esa ventana. He dicho muchas tonterías. LEANDRO: Tu crees? ELENA: Por favor, Leandro…! Que haces ahora? disco)
(LEANDRO esta en el tocadiscos. Ha colocado un
LEANDRO: respeta el silencio. Elena. Y hazte cuenta que estas en Aranjuez…, el sol quema. (Mueve el portátil, enfocándola a ella). La tarde radiante… (ELENA entreabre los ojos) Los trigales… y ese Real Sitio cargado de historia, con tantos recuerdos, con tanto ambiente… 106
(Empieza a sonar el vals de “La Viuda Alegre”. ELENA sentada en el sofá, siente a LEANDRO muy cerca de si. Tiembla) ELENA: Estas… malditas excursiones…! (G. BOLT ha aparecido por el primer bastidor. Trae en las manos una gran carpeta azul. LEANDRO avanza hacia ELENA. BOLT grita hacia la izquierda) BOLT: Cortinas! De prisa! Vamos por Dios! Deprisa! (Corrense, cuando LEANDRO esta ya junto a ELENA, las
CORTINAS
BOLT: Tampoco sospechaba la fuerza de la ilusión en ese aspecto. La fuerza de la ilusión se llamo Juanito, en recuerdo del marido de ella, y Julito, en recuerdo de la esposa de el. Juanito Julito peso tres trescientos, y ante el asombro de todos, nació un mes mas tarde de lo tradicional. El diezmesino hizo la felicidad de aquella casa, según creo. Nunca hubieron de necesitar mis servicios desde el 22 de Mayo. Los vi por última vez el 25 de Julio en la iglesia de San José, mientras Leandro esperaba a la flamante novia con su traje verde, como fue deseo de ella. (LEANDRO aparece por la izquierda. Tiene un sombrero verde y unos guantes del mismo color en la mano. Esta nerviosisimo) LEANDRO: Ese niño es idiota, idiota… Mira que haberse dejado los anillos en casa! (Le sigue LUISA) LUISA: No se preocupe papa. Se casa usted con este. (Le ofrece uno que lleva ella misma) Era de mi padre. 107
LEANDRO: Con ese te casas tu guapa! Doctor, usted esta casado? BOLT: No. Soy una persona normal. Pero puedo dejarle esta sortija. Le da usted la vuelta y parece un anillo. Para salir del apuro. (Se la entrega) LEANDRO: Gracias. Vale. Este niño!... Que hora es? Como se retrasa tanto? Es capaz de no venir. BOLT: Descuide. Ninguna mujer falta a su boda. Es un caso de conciencia. LEANDRO: Que bromista esta! Como se nota que no se casa usted! Y de verde! BOLT: Con usted, don Leandro, nos casamos muchos hombres a los que los jóvenes quieren jubilar. Con usted se casa una generación que no se resigna a morir. Con usted me caso yo. LEANDRO: Sin guasas…, eh? (Aparece JUSTINA con vestido de “domingo”) JUSTINA: Enhorabuena, señor! Estoy muy emocionada. LEANDRO: Gracias, Justina. JUSTINA: El señor es talmente como mi padre: un hombre. LEANDRO: Eso pone en la partida de nacimiento. JULIO: (Entrando) Luisa…! LEANDRO: Si. Ya lo sabemos! Te has dejado los anillos!
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JULIO: Con este ajetreo! Ese maldito turismo se nos ha parado dos veces. LEANDRO: Como que teníais que haber venido en la moto de esta. Ya os lo decía yo. LUISA: Lo que hubiera necesitado es un coche en condiciones. (Por la derecha entra ELENA.) Vamos mama, que ya esta bien! ELENA: (Muy sofocada) Un pañuelo con gasolina, un pañuelo con gasolina!... LEANDRO: Pero donde quieres que encuentre yo ahora un pañuelo con gasolina? LUISA: Mama déjate de antojos, que se os marcha el tren! ELENA: Un pañuelo con gasolina o no entro! (Desde unos altavoces situados en el patio de butacas empieza a sonar la marcha nupcial) LEANDRO: Que empiezan sin nosotros! (JULIO baja las escalerillas hacia el patio de butacas, gritando) JULIO: Un momento, un momento! LEANDRO: No podíais vaciar aquí unos mecheros? JUSTINA: Déjelo, señor. Que le den el pañuelo. Que los antojos son muy malos. A mi madre se le antojo tenerme a mí, y ya ve. LEANDRO: (Nerviosisimo) Donde ha ido el memo de mi hijo? LUISA: Supongo que habrá ido a por el pañuelo… vamos, mama! No hagas pucheros que ahora telo traen. Mamaita por Dios, cuídate! Nada de bajar ni subir escaleras. 109
ELENA: Donde no haya ascensor, me quedo en la puerta. LUISA: Cuidado con los tacones. Ponte zapatos planos en seguida. JULIO: (Corriendo por el patio de butacas) Mama, mama… tenga usted! (Sube al escenario y le entrega a ELENA un pañuelo, que aspira con deleite y necesidad). La gasolina es del sacristán. Habrá que darle una propina. Por Dios, tenga usted cuidado al subir y bajar las escaleras” y el sol, el sol también es muy perjudicial! Cuidado con el sol! (Comienza a sonar la marcha nupcial) LEANDRO: La madrina… no me dejéis solo! (LUISA se coge del brazo de LEANDRO. ELENA, con el pañuelo pegado a la nariz, toma a JULIO del brazo. Comienza a bajar las escaleras.) JULIO: No le deje que trasnoche mucho, eh? ELENA: Agarrame bien, que me estoy mareando. JULIO: Ah Dios mío, no! ELENA
: Si me pudieran traer un merengue…
JULIO: Señora, conténgase. ELENA: Di que me traigan un merengue. JULIO: Pero… ELENA: Un merengue! (JULIO se vuelve y notifica a su padre, que camina detrás lentamente con mucho empaque) 110
JULIO: Un merengue. LEANDRO: Que? JULIO: Que se le ha antojado un merengue. Se esta poniendo muy mala. (La comitiva se ha detenido) LEANDRO: Tu madre quiere un merengue. LUISA: Y donde encontramos un merengue? LEANDRO: Ahí al lado hay una pastelería. Seria cosa de un minuto. JULIO: Que el cura dice que sigamos. LENADRO: Justina… JUSTINA: Un merengue. JUSTINA: Como? LEANDRO: Compra un merengue en la pastelería de la esquina y se lo das a la señora. Imbecil! Date prisa! (JUSTINA sale corriendo y hace mutis por la derecha escenario. La comitiva prosigue su marcha. ELENA tambaleándose, hasta desaparecer por la puerta de; patio de butacas, hacia el vestíbulo. BOLT ha quedado solo en el escenario, diciéndoles adiós con la mano. Sonríe. Abre la carpeta que traía en la mano e, introduciendo en ella dos fichas, tamaño universal, dice al público, cerrando la carpeta) BOLT: Como ven dos casos sin importancia de mi carpeta B. Ojala se hayan entretenido con ellos. Salgan a la calle llenos de fe en la vida, en la ilusión, y solo por eso me disculpen. Buenas 111
noches…, o mejor, hasta pronto! (Cuando parece que todo ha terminado, sale JUSTINA por la derecha con un merengue en la mano y corre, a través del patio de butacas, hacia el vestíbulo, en seguimiento de sus señores. Los compases de la marcha nupcial se han mezclado con el vals de “La Viuda Alegre”, que ahora suena con toda su potencia. Cae rápidamente el TELON
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