Corazón Que No Siente (Werty_1983) (Pref).doc

April 13, 2018 | Author: La Haker Kandj | Category: Business
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Corazón Que No Siente

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Corazón Que No Siente El sol lucía espléndido. La gente paseaba por la calle disfrutando de aquel verano que al fin, había llegado llevándose con él las copiosas lluvias de invierno. Le encantaba Milán en esa época del año, de todas las veces que había ido, esa época era la que más le gustaba. Sentada en una terracita tomaba un capuccino mientras hablaba por teléfono, reía al escuchar las palabras al otro lado de la línea y contestaba con la misma picardía que escuchaba. -

Aún no puedo creer que te hayas ido a Milán precisamente este fin de semana que llegaba yo a Madrid, eres perversa conmigo – le decía – y me lo cobraré…

-

Jajaja, no te preocupes, en cuanto llegue, si aún sigues en la ciudad, ten por seguro que te llamaré para que cobres tu deuda – contestaba del mismo modo – pero he de decir en mi defensa que no me avisaste y cariño, tenía que renovar mi fondo de armario.

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Ya… está claro que me cambias por unos cuantos trapitos – dijo haciéndose la enfadada.

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No son unos simples trapitos – contestó – Armani y Gucci no pueden, nunca, ser calificados de trapitos – contestó fijando la vista en una morenaza que acaba de sentarse dos mesas más adelante y quien había sacado un libro con el que leer – además… sabes lo mucho que me gusta venir a Milán – dijo sin dejar de mirar a aquella chica.

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Está visto que me quedaré sin poder verte este fin de semana – escuchó que decía dándose por vencida - ¿Cuándo volverás?

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Ummm – pensó – no lo sé aún – decía sin dejar de mirar a aquella chica que en un momento dado había cruzado la mirada con ella – todo depende de si encuentro algo que me guste – dijo mordiéndose el labio.

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¿Sabes qué? Mejor ya me llamas tú cuando llegues y si sigo en Madrid quizás nos veamos – terminó de decir viendo que no le daría una respuesta.

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Estupendo, te llamaré – afirmó – un beso preciosa – dijo colgando el teléfono.

Se mantuvo en su posición, fingiendo seguir leyendo el periódico mientras no dejaba de echar miraditas a aquella mesa donde un camarero servía una taza de café a la chica que había llamado su atención. Observó minuciosamente, buscando algo que le dijera que tenía posibilidades. En sus manos no había alianza alguna, por lo que supuso no estaba casada. Con algo de dificultad pudo leer el título del libro que leía en esos momentos “Mi Exaltada Siciliana” tradujo. “¡Bingo!” pensó, “por esto me encanta Milán”, sonrió para sus adentros mientras volvía la vista al periódico. Dejó pasar un tiempo prudencial, haciéndose la interesante y observando como de vez en cuando, aquella chica llevaba la vista hacia ella, cuando pensó que era el momento indicado, dejó el diario sobre la mesa, se levantó y se acercó a ella. -

Disculpa – dijo con un toque de vergüenza que le daba un aire más inocente – es usted… ¿Daniela Catecci Verdad? ¿La modelo? – la chica la miró algo sorprendida – perdone que la aborde de este modo pero… ¿sería tan amable de firmarme un autógrafo?

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Eh… verá… creo que se equivoca – dijo la chica – no soy Daniela Catecci y mucho menos modelo.

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¿En serio? – se sorprendió – vaya… discúlpeme – guardó el bolígrafo – aunque… bueno perdone…

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No, dígame – dijo con curiosidad – ¿Aunque qué?

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Pues que… parece usted toda una modelo, con todos mis respetos…

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Gracias – contestó adulada.

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Bueno… será mejor que vaya a mi mesa – dijo de nuevo – disculpe la equivocación – sin darle opción a contestar se dio la

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vuelta y volvió a su mesa mientras una sonrisa maliciosa se instalaba en su rostro. Se sentó y tomó de nuevo el periódico… -

Disculpe – “Voi la” pensó.

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¿Sí? – dijo levantando la cabeza.

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Siento si se ha llevado una decepción.

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Ah, no, para nada, no ha sido ninguna decepción – la chica la miró algo interrogante – no tiene usted nada que envidiarle a Daniela Catecci.

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Gracias – dijo sintiéndose alagada.

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¿Quiere sentarse? – señaló la silla – la invito a un café.

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Claro – contestó sentándose frente a ella – No es usted Italiana ¿verdad?

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No, española – respondió – he venido por cuestiones de trabajo y… bueno, estaba un poco saturada de tanta reunión – dijo con total descaro, para lo único que había viajado a Milán era para irse de compras, pero eso no se lo diría a una chica con la que quería ligar, sabía que era algo demasiado superficial.

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Imagino – sonrió - ¿Conoce Milán? – le preguntó.

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La verdad es que no… - contestó siendo aquello totalmente falso – lo único que conozco es el hotel y bueno… hoy he venido a ver las tiendas, una amiga me pidió que le comprara algún detalle.

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Ya veo – dijo viendo un par de bolsas al lado de su silla – si le apetece podría enseñarle algo de la ciudad…

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Me encantaría – contestó mirándola con ojos seductores.

Terminado el café, fueron a dar un paseo por la cuidad, la chica le iba mostrando lugares en los que ya había estado más de una vez y que sin embargo le hacía ver que acababa de conocerlos… cuando ya caía la noche, llegaron al hotel donde se alojaba. -

Muchas gracias por el paseo – le dijo – me ha encantado todo.

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Me alegro de que así haya sido – contestó.

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¿Te apetece una copa? – le preguntó acercándose a ella levemente.

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Bueno… creo que es un poco pronto para que el bar del hotel esté abierto – contestó sintiendo su cercanía.

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Nadie ha dicho que sea en el bar – dijo sugerente – podemos tomarla en mi habitación – terminó de decir en un susurro embriagador.

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Claro… - contestó sin pensárselo.

Obviamente, aquella copa nunca se la tomaron, pero lo que sí hicieron fue disfrutar de una noche de sexo que a ambas las dejó exhaustas en la cama. Llegó a Barajas con un nombre más que añadir a su ya larga lista. Aquella chica había resultado ser todo un volcán, había pasado una noche estupenda y sin ningún tipo de promesa absurda se habían despedido para volver cada una a su vida. -

¡Eh! ¡Tú! ¡Pendón! – escuchó una voz familiar que la llamaba, no pudo más que sonreír ante su forma de gritarle.

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¿Se puede saber qué haces aquí? – preguntó llegando hasta ella – y encima llamándome de esa forma tan…

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¿Vulgar? – terminó de decir por ella – será vulgar o lo que quieras pero una realidad como una casa…

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A veces te odio – protestó.

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Ya, tanto como yo a ti – sonrió – menudo recibimiento, encima que vengo a buscarte al aeropuerto para que no tengas que esperar taxis ni nada…

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Gracias tonta – sonrió y le dio dos besos – te he traído un regalo – dijo ya comenzando a andar.

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Lo imaginaba, por eso he venido a buscarte – continuó – interés puro y duro, amiga.

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Ya sabía yo… - dijo ya entrando en el coche.

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Bueno, y dime – hablaba mientras encendía el motor y tomaba camino a la ciudad - ¿qué tal Milán?

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Preciosa como siempre – sonrió maliciosamente.

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¿Cómo se llama? – preguntó.

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¿Cómo se llama quien? – se hizo la loca.

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Pues la chica con la que te habrás acostado, que nos conocemos.

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Marcela – contestó sin darle más largas – una morenaza italiana que me ha enseñado lo mejor de Milán…

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Ya me puedo imaginar lo que te ha enseñado – murmuró – bueno ¿y a esta le has dado tu teléfono o le has dado el sustituto?

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No, le he dado el mío de verdad – contestó – por si viene alguna vez a España… no sé, lo pasamos bien.

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Claro… - no dijo nada más, sabía como era su amiga y no quería preguntar nada más – bueno, ¿qué quieres hacer ahora?

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Pues ir a casa, darme una buena ducha, llamar a la oficina a ver como va todo y… no sé, podríamos salir ¿no? – la miró

-

Pues ahora vemos cuando lleguemos – terminó de decir siguiendo su rumbo.

Llegaron a aquel bloque de lujosos apartamentos, los más caros de la ciudad, dejaron el coche y subieron hasta el piso dejando las bolsas en la entrada, la chica se sentó en el sofá, mientras su amiga decidía ir directamente a darse una buena ducha. Diez minutos después, salía de nuevo e iba hacia uno de los paquetes para entregárselo después. -

A ver si te gusta – le dijo mientras tomaba otras bolsas – yo voy a dejar esto en la habitación, luego te enseño todo lo que me he comprado.

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Vale, a ver – decía abriendo el paquete - ¡Joder! – se sorprendió – ¡me encantan! – dijo yendo hasta la habitación – son chulísimas. 5

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Me alegro que te gusten – sonreía mientras sacaba la ropa – las vi y dije, son para ella.

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Te han tenido que costar un pastón – dijo mirando aquellas gafas de sol.

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Nah – negó – no eran tan caras – “trescientos sesenta euros, no son tan caras” pensó para sí.

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Olvidaba que estaba hablando con doña riqueza – sonrió.

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Oye, que si no te gustan me las quedo yo – dijo medio haciéndose la ofendida.

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De eso nada, ¡me encantan! – dijo poniéndoselas – me quedan bien ¿no?

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Estupendas – afirmó cogiendo el teléfono – sabía que te gustarían.

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Sabes la debilidad que tengo por las gafas de sol… así que lo has tenido fácil – seguía mirando aquel regalo cuando la miró ¿a quién llamas?

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A Celia – contestó – me llamó el sábado que estaba en Madrid… quizás aún sigue aquí y… bueno, ya sabes.

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¡Por dios! – alzó la voz – eres… eres… eres un autentico pendón – repitió el mismo “insulto” que había dicho en el aeropuerto.

-

Pero aún así me quieres – sonreía mientras esperaba a que le descolgaran el teléfono – no lo coge… en fin… otra vez será – dejó el teléfono en su lugar - ¿vamos a cenar? Yo invito.

-

Entonces no me puedo negar – sonrió – eso sí… si pretendes luego irte con alguna chica, será mejor que llamemos a alguien más, no quiero terminar la noche sola – rió.

-

Menudo concepto tienes de mí – dijo haciéndose la ofendida.

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Chica, qué quieres, las dos sabemos como terminará la noche… así que más vale prevenir que curar.

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Está bien – rió – llama a Adela a ver si le apetece venir.

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¡Eres lo peor! – dijo dándole con un cojín.

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Jajaja – reía – venga, llama que nos vamos en diez minutos, el tiempo que termine en arreglarme…

Dicho esto, volvió al baño donde terminó de arreglarse para aquella noche en la que le apetecía pasar un buen rato entre amigas y porqué no… si se daba la ocasión… pasar un buen rato con alguna chica… Se levantó sin querer hacer ruido, no le apetecía que aquella chica de la que a penas se acordaba del nombre se despertara. Salió de la cama y comenzó a vestirse, estaba ya sonriendo creyéndose victoriosa en su huída que no sintió como aquella rubia se movía y llegaba hasta ella besando su espalda. Cerró los ojos algo frustrada y suspiró. -

Buenos días – dijo la chica - ¿no pensabas despertarme?

-

Tenías un sueño profundo – contestó “o eso creía” – no me parecía correcto hacerlo.

-

Ya… pues, ya ves que no era tan profundo… - la abrazó comenzó a besar su cuello - ¿por qué te has vestido?

-

Tengo que irme a trabajar – contestó poniéndose una de las botas.

-

¿Y no puedes quedarte? – preguntó mimosa – ¿un ratito?

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Imposible – se separó de ella – tengo una reunión importante en una hora…

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Está bien – se dejó caer de nuevo en la cama, dejándole ver su pecho - ¿Me llamaras?

-

Sí, claro – contestó rápidamente – yo te llamo – dijo cogiendo el bolso y llegando a la puerta.

-

¿Como piensas llamarme si no me has pedido mi teléfono? – dijo algo molesta.

-

Eh… perdona, perdona – sonrió forzada – mira hacemos una cosa, mejor llámame tú – apuntó en un papel el primer número que se le pasó por la cabeza – yo voy a estar liada estos días, tú me llamas y quedamos – le dio el papel – hasta luego, guapa –

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dijo regalándole una sonrisa y saliendo corriendo de allí – puff… menuda nochecita… Llegó a su coche, se montó y conectó el manos libres para poder llamar a la oficina y decir que llegaría un poco tarde, nada más salir de aquel piso se había encontrado con un gran atasco que la tendría retenida más tiempo del que disponía. Fue a casa, se duchó y se arregló para ir a trabajar. Esta vez, debido al intenso tráfico, decidió dejar su Audi en el garaje y coger su moto. De ese modo, pudo llegar con tan solo media hora de retraso. Nada más llegar a aquel edificio de oficinas saludó al conserje y tomó el ascensor hasta la quinta planta. Una vez allí se cruzó con un par de empleados que la saludaron con educación. Ella contestó a los saludos y puso rumbo a su despacho. -

Buenos días – dijo mirando a una chica que no había visto antes y a la que le hizo toda una señora radiografía - ¿tú eres…?

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Su… su nueva secretaria – contestó algo avergonzada.

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¿Ah sí? – sonrió – vaya… encantada – dijo con ojitos - ¿Cómo te llamas?

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Elsa – contestó.

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Muy bien, Elsa – seguía mirándola – luego hablamos ¿si? Llego tarde a la reunión – continuó – hazme un favor – le pidió – haz copias de estos informes y me los llevas a la sala de juntas ¿si?

-

Claro – dijo diligente – ahora mismo.

-

Bien, te espero.

Dicho esto esperó a que la chica saliera en dirección fotocopiadora para poder volver a hacerle otra radiografía encanta mi jefe de personal” pensó para sí misma y luego camino hacia la sala de juntas donde le esperaba una de reuniones aburridas y duraderas…

a la “me puso esas

Más o menos una hora y media más tarde, volvía a su despacho seguida de aquella nueva secretaria que le alegraba bastante la vista. Tras pedirle un café y un par de cosas más, se dispuso a seguir con el trabajo que tenía. En esas estaba cuando el teléfono sonó. -

Macarena Wilson, dígame – contestó esperando una respuesta. 8

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Maca… soy Alfonso – escuchó – Luisa acaba de morir… - dijo dejándola totalmente helada.

En el tanatorio, una Maca bastante afectada se ocultaba tras unas gafas de sol mientras recibía las condolencias y las palabras de ánimos de los allegados. Ella no podía dejar de mirar aquel féretro caoba que se mostraba ante ella como diciéndole que aquello era simplemente un sueño y sin embargo sentía y sabía que era una realidad. Por su mente comenzaron a pasar momentos en los que, por cualquier cosa, no se había parado a pensar demasiado. Días en los que aun siendo niña la llevaba a aquel parque en Cádiz, su preferido, “El Parque Genovés” donde los árboles formaban distintas figuras, donde corría queriendo asustar a las palomas mientras Luisa, su abuela, iba tras ella intentando que no se cayera. Recordaba cuando se sentaban frente al estanque de los patos y su abuela sacaba una bolsa de “pan duro” que tirarles. En su memoria, los recuerdos lejanos pero aún latentes de esa viejecita adorable que cada noche se sentaba junto a ella en la cama, con un vaso de leche en una mano y una sonrisa en los labios y como buena cristiana, la hacía rezar una oración para, como ella decía, ahuyentar a los malos sueños. Aquella frase antes de apagar la luz “que sueñes con los angelitos para que consigan sus alas”. Sonreía al recordar como cuando tenía miedo, cuando se despertaba en mitad de la noche, solo le hacía falta elevar la voz y sacar de su garganta un “abuela” para que Luisa llegara a su habitación, la abrazara y se quedara con ella hasta que volviera a dormirse. En el tanatorio, venían a ellas todos los recuerdos de su infancia y no había uno, ni uno solo en los que no apareciera su abuela… siempre con su sonrisa, con sus ojos llenos de ilusión cuando le daba un beso. Siempre dispuesta haciéndola sentir única. Recordaba aquellas tardes en el casco antiguo de Cádiz, paseando por el Baluarte de la Candelaria, por la Plaza San Antonio y siempre, siempre parándose a tomar ese helado en “Los Italianos” de La Calle Ancha, “un helado de Limón” recordó que pedía siempre. Aquellos disfraces que tejía ella sola para su que su nieta se viera perfecta en los Carnavales, y que tanto le gustaban a Maca…

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Y ahora, estaba ahí… inerte, sin vida… pero con más vida en su corazón que nunca… y atendía a los presentes intentando mostrar una sonrisa, como sabía que le gustaba a ella, “sonríe cada día, porque no hay fuerza más grande en el mundo que la sonrisa” y eso hacía, sonreía entre lágrimas, sabiendo que ahora, como siempre había creído, estaba en un lugar mejor… A: Maca – dijo Alfonso sacándola de sus pensamientos - ¿Cómo estás? M: Bien… bien – contestó. A: He hablado con el notario – le comunicó – mañana será la lectura del testamento. M: Vale, gracias – dijo a modo de respuesta pues lo último que le apetecía era hablar de testamentos o de algo que tuviera que ver con aquello. EL entierro fue sencillo, familiar, tranquilo. Llevándola a descansar donde ella quería, al lado de su ya por varios años difunto marido. Dejándola en paz en un lugar donde solo eso, la Paz, era lo que se respiraba. Se quedó mirando aquella lápida unos minutos. Sonrió por algún nuevo recuerdo, volvió a ponerse sus gafas de sol y salió de allí con la sensación de que a partir de ese día, algo le faltaría para siempre… Como bien le había comunicado Alfonso, la tarde siguiente, a las cuatro en punto se presentaba en el despacho de aquel notario donde se haría la lectura del testamento de su abuela. N: Bien, estamos todos – dijo mirando a Maca y su abogado – procedamos – comenzó a leer los documentos “Yo, Luisa Wilson, en pleno uso de mis facultades mentales declaro que, todas mis posesiones, acciones en la empresa Bodegas Wilson, así como todas mis cuentas corrientes e inmuebles, pasen a ser única y exclusivamente de mi nieta Macarena Fernández Wilson. – Maca asintió – siempre y cuando – continuó leyendo el abogado – contraiga matrimonio en el plazo de un año – levantó la cabeza totalmente sorprendida “¿Qué?” pensó – y conviva con su mujer durante al menos tres años – miró a su abogado de manera estupefacta – no será válido un matrimonio de conveniencia, ni un contrato matrimonial. Si no se cumplen estas condiciones todo mi patrimonio pasará a manos de diferentes asociaciones benéficas.” 10

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N: Esto es todo – terminó de leer – adjunta una nota – se la extendió a Maca. “Maca, cariño, te quiero muchísimo. Sé que te habrá sorprendido lo que acabas de escuchar, pero creo que es hora de que sientes la cabeza, y como sé que no será con un hombre… pues que sea con una mujer. Te quiero pequeña. Luisa” Sin poder creérselo aún, no terminaba de reaccionar ante lo que acababa de leer y escuchar… Adoraba a su abuela, ¡Pero debía haberse vuelto completamente loca! ¿¡Como iba a casarse ella!? Daba vueltas y vueltas por aquella habitación. Bufando sobre lo que había ocurrido, protestando por la idea de su abuela, muchas veces le había dicho que debía formar una familia pero nunca se hubiera imaginado que esa sería su ultima voluntad. Casarse… casarse… ¡Por favor! ¡Si solo de pensar en la palabra matrimonio ya le daba alergia! ¿Cómo se le había podido ocurrir semejante idea a su abuela? ¿Y ahora qué debía hacer? Se preguntaba una y otra vez. A: Maca – dijo Ana sentada en el sofá del salón – me haces el favor de sentarte un rato. M: No puedo – contestó – es que no sé en qué estaría pensando… A: Pues en ti, en tu futuro… - le dijo con tranquilidad. M: Muy bien, pues podía haber dicho… no sé, que… que estudiara otra carrera, pero caa…caa… ¡Ni siquiera puedo decirlo! – decía totalmente fuera de sí. A: Ayss… Maca, no es tan terrible – continuó – el matrimonio no tiene por qué ser tan malo. M: Ya, claro – la miró – por eso tú no te has casado nunca. A: Bueno, no ha llegado la persona indicada… - contestó dando un trago a su café. En ese momento Maca la miró, como si se hubiera encendido una bombilla en su cabeza “¡Claro! ¡Es genial!” pesó para sí… se sentó junto a su amiga y la miró con ojitos, Ana la vio de reojo pero intentó ignorarla, viendo que Maca no se movía dejó la taza sobre la mesa. 11

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A: No – soltó de repente – ni se te ocurra. M: Venga ya, ¡sería genial! – le dijo. A: Que no, Maca, que no – seguía negándose. M: Pero ¿por qué? – insistió – piénsalo… podríamos casarnos, nadie sospecharía que es una farsa, llevamos años siendo amigas… podríamos decir que teníamos una relación secreta o algo así – decía medio atropelladamente – y que ahora hemos decidido dar el paso… todo el mundo se lo creería. A: No – dijo rotunda – no pienso casarme contigo – le dijo con seguridad. M: Venga Ana… solo son tres años… - insistía – y no tendríamos que comportarnos como un matrimonio… simplemente seguimos comportándonos como hasta ahora, solo que de cara a la galería nos queremos un montón. A: ¡Pero estamos todos locos o qué! – soltó – Maca, no pienso casarme contigo… M: Dame un motivo para no hacerlo – le pidió. A: No me gustan las mujeres – dijo tajante. M: Vale, es salvable – contestó – no tendremos sexo – Ana la miraba incrédula – aunque déjame decirte que no sabes lo que te pierdes. A: Todo el mundo sabe que no me gustan las mujeres – continuó como otro motivo más. M: También es salvable, puedes haber decidido salir del armario justo en este momento – sonreía. A: Vale… pues a Ti te gustan demasiado las mujeres – dijo como otro argumento. M: ¿Y eso qué quiere decir? – preguntó fuera de juego. A: Pues que no estoy dispuesta a ser la señora cornuda de Macarena Wilson – contestó – y reconócelo Maca, no te pasaras tres años sin acostarte con nadie… vamos no puedes ni pasar tres semanas… M: Eso no es así – dijo algo molesta. 12

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A: Ya, claro – contestó sin creerla – a ver Maca, ¿tú realmente crees que casándote conmigo podrás estar tres años sin mantener relaciones con una mujer? – preguntó. M: Pero ¿Y a ti qué más te da? – dijo en su defensa – a mi no me molestaría que tu tuvieras relaciones con hombres en ese tiempo. A: Entonces eso se convertiría en un matrimonio de conveniencia, que es lo que no quería tu abuela – le recordó. M: ¡Joder Ana! – protestó de nuevo – piensa en las posibilidades… nadie tendría por qué enterarse de nuestra vida privada… podrías hacer lo que te diera la gana… A: Que no, Maca – la cortó – que yo te quiero mucho pero no me voy a casar contigo… M: Estupendo – dijo malhumorada – pues entonces no me caso, ya está. A: Sí, claro… y perderlo todo ¿no? – dijo llamando de nuevo su atención – Venga ya… te gusta demasiado tu vida… tu empresa… tu dinero… M: Mierda – soltó una vez más… - al final voy a tener que casarme – afirmó…- pero no pienso renunciar a mi vida por casarme con alguien. A: pues tú verás como lo haces – dijo dándole un trago a su café. M: Pues sí… ya veré como lo hago – contestó sentándose de brazos cruzados como si de una niña enrabietada se tratara… Un par de días después, Maca salía de casa de una chica con claros síntomas de cabreo, enfado con ella misma por sentirse tan imbécil como se sentía en esos momentos. Todo había empezado bien, había salido, había conocido a una chica y tras un par de palabras habían acabado en el sofá de su casa, comiéndose a besos y casi arrancándose la ropa. Hasta que cometió el mayor error que podía cometer en un momento así. Y es que debido a la desesperación que sentía desde que se había dado lectura al testamento no se le ocurrió otra cosa que, mientras atrapaba uno de los pechos de aquella chica decir: M: Cásate conmigo.

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En ese instante la chica paró, haciéndolo ella también al darse cuenta de lo que había dicho. Aquella chica la miró totalmente sorprendida, ella se levantó, se vistió y salió de allí maldiciendo su suerte. Así que ahí estaba, de nuevo en aquel bar donde Ana aun permanecía tomando algo unos amigos. Nada más verla, pidió una copa en la barra y se sentí junto a ella. A: ¿Ya estás aquí? – Preguntó sorprendida – cada vez más rápido, Maquita. M: Mejor que no preguntes – contestó seriamente dando un trago a su copa. No duraron mucho más en aquel bar, puesto que la incomodidad y el enfado de Maca ahuyentaron a todo aquel que se acercaba. De ese modo, fueron hasta casa de Maca donde Ana se quedaría no sintiéndose en condiciones de conducir hasta la suya. Una vez dentro del piso, Maca le relató el porqué de su enfado y su rápida vuelta a aquel bar. Ana reía, debido a lo cómico de la situación aumentada por su ingesta de alcohol. M: ¿Podrías dejar de reírte? – decía molesta – esto es serio… acabo de pedirle a una tía que no conozco que se case conmigo en pleno momento sexual y claro, al final me he quedado con las ganas. A: Jajaja – reía – es que solo a ti se te ocurre. M: Vete a la mierda – le soltó, haciendo que las carcajadas de Ana resonaran más fuertes - ¿es que no vas a parar? A: Jajaja, hija, es que… no me negarás que es gracioso – reía – con la alergia que te da le matrimonio ya le has pedido a dos tías que se casen contigo… es irónico ¿no? M: Yo no sé para qué te cuento nada – dijo molesta. A: Tengo una idea – soltó haciendo que Maca la mirara alzando una ceja – en serio, ven – la invitó a sentarse, con protestas Maca lo hizo – Vamos a hacer una lista con las chicas con las que has estado y buscamos una posible candidata… M: ¿Tu estás tonta no? – preguntó, pues aquella idea no le gustaba nada.

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A: ¿Por qué? Es buena idea… a ver – pensó – ¿qué te parece esta con la que estuviste liada un mes? La chica que era abogada… M: Demasiado aburrida – contestó con una negativa. A: Aburrida… vale – siguió pensando – ya sé, la que era camarera, que trabajó en el pub “Aquí te pillo”. M: Oh no, por favor – contestó rauda – está buena, pero es demasiado… ligerita de cascos – Ana alzó una ceja como diciendo “¿Y tú no?” – además… está casada. A: ¿Y la policía? – siguió enumerando. M: Demasiado lista – contestó – lleva la investigación en las venas… A: ¿Y? – quiso saber sin entender a qué se refería. M: Pues que me descubriría enseguida – le dijo como si fuera obvio – no podría hacer mi vida… estaría totalmente controlada – la miró – ella era una máquina controladora andante… ¿o no te acuerdas lo que tuve que inventarme para librarme de ella? A: Sí, cierto – dijo recordando aquella época en la que Maca casi no podía dar un paso sin que la chica se enterara… M: Mira, está claro… - siguió diciendo – tengo que encontrar a alguien que quiera casarse conmigo pero que al mismo tiempo no controle todo lo que hago y así yo pueda… ya sabes… A: Seguir tirándote todo lo que se te ponga por delante – terminó de decir. M: Cuando lo dices tú suena fatal – le dijo. A: Ya, pero hablemos claro, Maca – contestó – tú lo que quieres es alguien que te deje seguir con tu vida tal y como la tienes ahora y eso, incluye todas tus noches de sexo desenfrenado… y para que conste – apuntó – me parece fatal que hagas eso. M: Ya… a mi me parece fatal tener que casarme, así que… dejemos el tema – se levantó – me voy a dormir – dijo saliendo de allí queriendo terminar con aquella conversación. Su mal humor no había remitido tras aquella noche de “descanso obligado” así que ese día, en su moto, mientras se dirigía a la oficina, 15

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no prestaba demasiada atención al tráfico, por lo que no vio a un peatón que cruzó la calzada por donde no debía. En el último momento pudo esquivarlo pero cayó al suelo sin poder evitarlo. -

¿Se encuentra bien? – dijo el chico preocupado al ver la caída – lo siento… lo siento yo…

M: Joder – protestó sintiendo un fuerte dolor en el brazo izquierdo. -

Lo siento – repetía el chico – lo siento de verdad… no te vi…

M: Mierda… ¡Joder! – Seguía maldiciendo dolorida – creo que me he roto el brazo. -

Dios… lo siento – volvía a disculparse el chico – mire, hay un hospital aquí cerca, el Central – le indicó – la acompaño terminó de decir ayudándola a levantarse y comenzando a andar hacia el lugar indicado.

Maca casi creía ver las estrellas del fuerte dolor en el brazo cuando al fin entraron por las puertas de urgencias del Hospital Central. Acompañada de aquel chico que ya empezaba a agobiarla con tanta disculpa llegaron al mostrador donde una mujer entrada en años les dijo no muy contenta que debían esperar a que un médico quedara libre, por lo visto aquel día estaban algo desbordados. Así que ahí estaba, en la sala de espera de aquel centro médico apretando los labios a causa del dolor que sentía y maldiciendo las esperas de la sanidad pública. Seguramente esto no hubiera pasado en la clínica privada y súper cara a la que siempre había acudido cuando requería atención médica. Al poco tiempo de espera, aunque para ella había sido todo un siglo, la llamaron haciéndole saber que ya había llegado su turno. Despidiéndose del chico una vez lo convenció de que no hacía falta que se quedara, siguió a aquel celador que la llevó a cortinas. -

Buenos días – dijo una chica alta y morena que obtuvo al instante toda la atención de Maca – soy Claudia, ¿qué le ha pasado?

M: Me he caído con la moto – le explicó al tiempo que la observaba todo lo que su postura le dejaba “está muy buena” pensó para sí – creo que me he roto el brazo.

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C: A ver, déjeme ver – dijo palpando el brazo dañado – sí, creo que sí – decía mientras rellenaba un informe – vamos a hacerle unas placas – le informó - ¿se ha dado algún golpe en la cabeza? M: No, llevaba casco, pero aún así, no me he dado en al cabeza – continuó. C: Vale, pues avisaré al traumatólogo – continuó. M: ¿No me atiende usted? – preguntó al instante no queriendo desprenderse tan pronto de aquellas vistas… C: No, lo siento – contestó – yo soy neuróloga… solo que hoy estamos algo desbordados, por eso la he atendido yo en primeras instancias. M: Ah, vaya… una pena – murmuró, Claudia ni se enteró. C: en seguida viene el médico que llevará su caso – le regaló una sonrisa y tras dejar el informe sobre la bandeja de al lado se marchó. Maca estiró su cuello todo lo que pudo para poder mirarla. M: No sabía yo que en la seguridad social había estos monumentos – dijo para sí misma. Su visión se vio interrumpida por otra ni mucho menos tan agradable como la anterior pues el médico que llego, un tal Gimeno, no le alegraba la vista para nada… Fue llevada a rayos donde se confirmó la rotura del hueso, afortunadamente sin desplazamiento, por lo que una vez de vuelta a cortinas le informaron que solo necesitaría una escayola durante unos quince o veinte días y que no hacía falta intervención quirúrgica, cosa que la alivió bastante. Gimeno tuvo que marcharse a atender a otro herido y ella quedó en la camilla a la espera de que alguien viniera a ponerle la maldita escayola… sí, aquel hospital podía tener médicos que estaban realmente bien, pero en cuando la rapidez… al menos ese día, dejaba mucho que desear. Dr: Esther, necesito que le saques sangre al de la cortina 2 – escuchó que decía uno de los médicos a una chica que en esos momentos aparecía en mitad de aquella rotonda con unas bandejas en las manos, con cierta cara de agobio e incluso diría que sin saber donde ir.

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E: Sí, voy – contestó haciendo amago de dar media vuelta. Dr2: Eh, chica nueva – escuchó que al otro lado la llamaba otro médico – pide turno en tac y ponle una vía a este chico – le pidió. E: Claro, en seguida – contestó diligente, sin saber muy bien qué debía hacer en ese momento. Desde su posición Maca la miraba con una media sonrisa bastante divertida en su rostro. G: Esther – la volvieron a llamar, sonrió más ampliamente y la vio como respiraba profundamente – la chica de la cortina cuatro necesita una escayola ¿puedes preparalo? E: Eh… tengo que… - se intentó excusar, aun con aquellas bandejas en las manos las cuales no tenía ni idea de donde soltar. G: Vale, te encargas tú, ahora voy – terminó de decir saliendo de allí, dejándola plantada. -

Esther – apareció otra chica, más joven que ella pero que se la veía mucho más segura en su papel – anda, ve a hacer lo que te ha dicho Gimeno, yo me encargo del resto – dijo amable.

E: Gracias, Alicia – contestó. Dicho esto dejó las bandejas sobre el mostrador y se acercó a su cortina mientras se ponía unos guantes, miró el informe y comenzó a prepararlo todo. M: ¿Un día duro? – preguntó con diversión al ver que no decía ni una sola palabra y ni tan siquiera la miraba. E: Duro no, horrible primer día y… estoy sé a qué pacientes dándose cuenta de decir esto…

– contestó mientras seguía a sus cosas – es mi bastante agobiada… no sé donde está nada… no tengo que atender ni… - se cortó a sí misma lo que estaba diciendo – perdone… no debería

M: Tranquila – le dijo sin borrar aquella sonrisa, era una situación de lo más cómica – los primeros días siempre son malos. E: Ya… dímelo a mí… - murmuró. C: Esther – llegó Claudia de nuevo, lo que hizo que Maca prestara toda la atención a la neuróloga – cuando acabes aquí, necesito que

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vengas conmigo al box – la enfermera asintió - ¿la atienden bien? – le preguntó a Maca. M: Perfectamente – dijo mirándola con profundidad, Claudia pareció ignorarla. E: Esto ya está – dijo una vez terminó – voy a avisar a Gimeno. C. Vale, te espero allí – Señaló los boxes y se marchó. E: Enseguida viene el médico a ponerle la escayola – le dijo a Maca. M: Gracias – la miró y sonrió – por cierto, lo ha hecho muy bien para ser su primer día – dijo con una sonrisa dulce, a la que Esther sonrió sonrojándose. “Interesante” pensó Maca. E: Gracias… - dijo bajando la cabeza – Tampoco era tan grave lo que usted tenía, para ser mi primer paciente. M: ¿Soy su primer paciente? – Esther asintió – vaya… todo un honor. E: Eh… bueno yo… tengo que irme – dijo ruborizada. M: Claro – sonrió de nuevo, mirándola como lo había hecho con Claudia “no está mal” se dijo – espero que su día se arregle. E: Sí, gracias – dijo de nuevo – hasta luego. M: Adiós – contestó viendo como se marchaba. Gimeno volvió para ponerle la escayola y tras esto se marchó de nuevo para buscar su alta. Mientras esperaba, pudo ver como Claudia y la enfermera que la había atendido salían de lo que supuso sería un box. Se pararon frente a Gimeno que estaba rellenando unos informes, intercambiaron un par de palabras, los tres rieron por algo. Maca no le quitaba ojo a la neuróloga cuando vio como ésta se acercaba al médico y dejaba un beso en sus labios “joder” pensó, momentos después, Esther se acercaba a su camilla, mientras Claudia y Gimeno se marchaban conversando algo. E: Su alta – le dijo entregándole el papel – El doctor dice que tendrá que estar con la escayola veinte días. Luego vaya a su ambulatorio a que se la quiten… y bueno, ya le dirán allí si necesita rehabilitación. M: Vale – contestó levantándose de la camilla – muchas gracias, Esther – dijo mientras hablaban - ¿Te puedo llamar Esther? 19

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E: Sí, claro – respondió con naturalidad. M: Pues… encantada de conocerte – dijo extendiendo su mano y mirándola como lo había hecho con Claudia, solo que ésta vez, la enfermera parecía ponerse algo nerviosa. E: Igualmente – contestó desviando su mirada. M: Bien, pues ya nos veremos – terminó de decir. E: Sí, hasta luego – se despidió para salir de allí. Maca, de nuevo, miró las puertas que se cerraban tras la enfermera. Sonrió, no estaba mal la chica, parecía inteligente y buena persona, un poco desubicada aún en su trabajo, y diría que algo inocente… “Interesante” volvió a pensar mientras guardaba su alta y salía de aquel hospital… Pese a que con el brazo en ese estado no podía hacer mucho en la oficina tampoco le apetecía quedarse en casa por lo que como si no hubiera pasado nada salía del ascensor dirigiéndose a su despacho. Su secretaria nada más verla llegar se levantó de su mesa acercándose a ella. M: Buenos días Elsa – le dijo al tenerla ya frente a ella. El: Buenos días, ¿Cómo se encuentra? – preguntó. M: Bien, bien, un poco incómoda pero bastante bien – contestó abriendo la puerta de su despacho - ¿Hay algo para mí? El: Eh, sí, ha llegado el informe de ventas del trimestre – dijo dejándolo sobre la mesa – ha llamado su amiga Ana, dijo que le contestara la llamada en cuanto llegara y el correo – también lo dejó sobre la mesa. M: Muy ben – sonrió - ¿Podrías ayudarme a quitarme la chaqueta? – le pidió. El: Claro – dijo acercándose a ella y ayudándola con lo que le había pedido. Maca no pudo evitar mirarla tan cerca a ella. M: ¿Puedo preguntarte una cosa, Elsa? – le dijo cambiando el timbre de voz por otro más suave.

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El: Por supuesto – contestó mirándola un segundo para tirar de la otra manga. M: ¿Qué perfume usas? – soltó, dejando un tanto sorprendida a su secretaria por aquella pregunta. El: Eh pues… ninguno en especial, la verdad. M: Pues sea el que sea, huele de maravilla – dijo insinuante. El: Gracias – contestó mirándola. M: ¿Tienes novio, Elsa? – preguntó separándose de ella y sentándose en su asiento. El: No, no tengo – le dijo algo fuera de juego por aquellas preguntas. M: Vaya, pues no será porque no quieres – la miró de arriba abajo, Elsa quedó callada sin saber como tomarse aquello – vamos a trabajar – continuó haciéndole saber que podría volver a su puesto. Nada más irse Elsa, Maca se mordió el labio, le gustaba aquella chica, seguramente podrían pasárselo muy bien juntas… el teléfono sonó haciendo que saliera de sus pensamientos y tras cogerlo y explicarle a Ana lo que le había pasado quedaron para comer. Pasó la mañana intentando hacer algo más que mirar las musarañas, llamando a Elsa de vez en cuando simplemente para deleitarse la vista con su cuerpo, una vez llegada la hora salió de allí para llegar al lugar fijado con Ana. Ya en el restaurante, ambas conversaban sobre lo que había pasado, la mala pata de Maca a la hora de caerse y romperse el brazo… M: Bueno, no todo fue malo – dijo elevando las cejas. A: ¿Por? – preguntó aun sabiendo por donde saldría su amiga. M: Pues he descubierto que en ese hospital tienen unas doctoras realmente guapas – continuó. A: Maca, por favor – decía pareciendo escandalizada – ¿ni en esa situación pudiste dejar de hacer eso? M: Yo no tengo la culpa de que se me aparezcan todas las tías buenas de Madrid – contestó a modo defensivo. 21

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A: ¿Sabes Maca? – llamó su atención – a veces hablas y te juro que pareces un tío y además salido. M: ¿Perdona? – dijo ofendida. A: Nada, déjalo – contestó desviando la conversación – bueno… ¿qué vas a hacer en cuanto a la herencia? M: Puff… no tengo ni idea… supongo que si quiero heredar tendré que hacer lo que quería mi abuela… así que… pues nada, me casaré – dijo como si aquello no fuera nada del otro mundo. A: ¿Así que vas a sentar cabeza de una vez? – preguntó totalmente incrédula. M: Algo así – contestó – aún no tengo candidata pero… A: ¿Pero…? – la invitó a seguir. M: Había una enfermera… - contestó – una chica que… bueno que podría servir para… ya sabes. A: Ya… mira, ¿sabes que? – La cortó – mejor no me lo cuentes… no quiero saber nada. M: Pues entonces no preguntes – dijo un tanto borde – que siempre haces lo mismo. A: Solo preguntaba para saber si habías cambiado de idea – contestó – no creo que esa sea la solución. M: ¿Y según tú cual es la solución? – preguntó algo curiosa A: Pues no sé, Maca… ¿de verdad no te has planteado nunca dejar la vida que llevas, casarte, pero de verdad y formar una familia? M: Ana… ¿quieres que me siente mal la comida? – protestó – porque lo estás consiguiendo. A: Pues lo siento pero alguien tendrá que hacerte ver las cosas… siguió – no puedes seguir yendo por la vida como vas… sin importarte nada ni nadie… solo tú y tu disfrute personal… hay gente que lo pasa mal ¿sabes?

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M: Mira, vamos a dejarlo – terminó de decir cogiendo su bolso – definitivamente me has jodido la comida – la culpó – hablamos otro día. A: Como quieras – contestó sin decir nada más viendo como se marchaba de allí. En cierta manera, las palabras de Ana dejaron un resquicio de remordimiento en su cabeza, que borró esa misma noche al conocer a una rubia con la que pasar el rato. Durante los días siguientes, continuó con su vida con total normalidad, haciendo lo que quería, cuando quería y con quien quería, pero teniendo en mente la idea de casarse y de encontrar la “candidata perfecta” para ello. En principio pensó en Elsa, una chica joven, guapa, alegre, inteligente… pero lo descartó en un instante. Elsa era su secretaria, si se casaba con ella tendría que verla las 24 horas del día, tanto en casa como en el trabajo y eso era demasiado. Además, no podría concertar citas si se daba el caso porque sería Elsa quien lo hiciera y claro… siendo su esposa… como que no. Por otra parte, lo que buscaría de Elsa, si se diera el caso sería una noche de sexo sin condiciones y nada más, cosa que le encantaría que sucediera… pero no, no la veía como la mujer con la que tendría que compartir tres años de su vida. Luego vino a su cabeza aquella enfermera morena y algo perdida del hospital. Podría ser una solución. Sí… si había acertado en su primera impresión, parecía una chica inocente, tímida y tierna con la que podría hacer su vida tal y como la tenía ahora… M: Buenos días – le dijo a aquella recepcionista de la primera vez – estoy buscando a… una enfermera… T: Esto es un hospital – dijo un tanto arisca – tenemos un montón de enfermeras. M: Ya… claro – sonrió – la que yo busco se llama… Esther – recordó. T: Esther… sí – la miró intrigada - ¿para qué la busca? M: Bueno, tengo que quitarme la escayola – enseñó su brazo – y ella me atendió así que… T: ¿Pero no le dijeron que tendría que ir a su ambulatorio? 23

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M: Ehh… sí… sí – contestó buscando la manera de camelarse a aquella señora – pero… bueno, es que verá, ustedes han sido tan amables que… no me fiaría de otro lugar que no fuera este hospital… T: Ya… - Maca sonrió para sus adentros – pues lo siento, pero va a tener que ir a su ambulatorio… - y Maca quedó totalmente chafada. En ese momento la puerta de urgencias se abría dejando paso a una Esther que llegaba con varias altas hasta el mostrador. E: Teresa, te dejo las altas de la 4 y la 2 – le dijo extendiéndole los papeles. M: Perdona – llamó su atención – Esther… ¿verdad? – sonrió ampliamente. E: Sí… ¿tú eres…? M: Maca – contestó sin dejar de sonreír – tu primer paciente, ¿recuerdas? E: Ah, sí, claro – sonrió ella también - ¿Cómo estás? M: Bien… bastante bien – contestó – venía a ver si me podíais quitar la escayola – Esther miró su brazo – ya sé que me dijisteis que tendría que se en mi ambulatorio pero… bueno… pensé que siendo tú quien me trataste y además siendo tu primer paciente deberías ser tú quien me la quitara… - seguía diciendo sin dejarle opción a contestar – además, seguro que no encuentro otra persona tan profesional como tú en todo Madrid… E: Gracias, pero no fue para tanto – contestó halagada. M: Para mí sí – la miró - ¿Entonces…? E: Anda, ven conmigo – dijo sonriendo, sin saber porqué aceptaba llevándola a la sala de curas donde le pidió que esperara para avisar a Gimeno y de ese modo poder ver la evolución de su brazo una vez le quitaran la escayola. M: Pues gracias una vez más – le agradeció una vez salían de nuevo hacia recepción – has sido muy amable conmigo, Esther. E: No pasa nada – sonrió – y bueno esto estaba hoy muy tranquilo así que… 24

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M: Aún así… muchas gracias – repitió – de verdad. E: Vale – se sonrojó, más que nada por la mirada que le había echado. M: Estoy pensando… ¿te apetecería comer conmigo? – Le soltó haciendo que Esther quedara algo sorprendida por la petición – para agradecerte tus atenciones – finalizó. Esther la miró un segundo bastante descolocada. Lo último que esperaba de ella era esa invitación. Maca esperaba que respondiera afirmativamente, mirándola apremiante para que de una vez hablara y no dejar la respuesta en el aire. M: ¿Y…? – dijo al ver que no abría la boca. E: Bueno yo… te lo agradezco, pero no – dijo dejando a Maca parada. M: ¿No? ¿Por qué? – Preguntó insistentemente – solo es una comida… te has portado muy bien conmigo y… E: Ya… verás es que… no acostumbro a salir con pacientes – dijo a modo de excusa. M: Técnicamente ya no soy tu paciente – contestó derribando su excusa. E: Tampoco salgo con gente que no conozco – continuó. M: Razón de más para que aceptes – dijo – así nos conocemos. E: Es que… yo… M: Venga, Esther – siguió insistiendo – solo una comida… de verdad que de algún modo tengo que agradecerte lo que has hecho por mí. E: No he hecho nada, solo mi trabajo – dijo quitándole importancia. M: Vale… esta bien – contestó cambiando el gesto por uno apenado – no insistiré más… yo solo quería darte las gracias pero… ya veo que tú no quieres… - la miró y supo que aquellas palabras victimistas estaban logrando su cometido – en fin… hasta otra entonces – dijo dándose la vuelta “uno… dos… tres… cuatro… y…” E: Maca, espera – “¡Bingo!”

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M: ¿Sí? – se dio la vuelta borrando la sonrisa triunfal que había esbozado antes de volverse. E: Que… aún me queda una hora para terminar el turno, pero… luego quizás… si te apetece, podríamos ir… M: Me encantaría – sonrió ahora más abiertamente – Pasaré por ti ¿vale? – Le dijo y sin darle opción a réplica ni arrepentimiento se despidió de ella – hasta luego. Una hora después Maca volvía al punto de encuentro, Esther ya estaba lista y la esperaba en la puerta mirando a todos lados, desde lejos le pareció nerviosa, inquieta, casi diría que podría salir corriendo en cualquier momento, así que para evitar que eso pasara, aceleró su paso y se plantó frente a ella. M: Hola – saludó, Esther se dio la vuelta al escucharla. E: Hola – dijo algo sonrojada. M: ¿Nos vamos? – preguntó dejándole pasar delante de ella – tengo el coche aparcado aquí al lado. E: No deberías conducir aún – le comentó mientras caminaban. M: Bueno, llevo 20 días sin hacerlo y me encanta… no podía esperar – continuó abriéndole la puerta para que pasara. Se adentraron en el tráfico madrileño. Iban casi en silencio, sin saber qué decirse ni de qué hablar. A la enfermera se la notaba nerviosa y casi un tanto incómoda. Maca más relajada ponía en orden sus ideas para lograr que de esa comida saliera otra… M: Es aquí – dijo una vez dejaron el coche aparcado y llegaron a la puerta de un pequeño restaurante – no es gran cosa pero… está bien y es tranquilito. Al entrar, Esther pudo ver un lugar pequeño pero acogedor, con las luces bajas velas en las mesas que hacían del ambiente algo más íntimo. Aunque en un principio a cualquiera pudiera haberle dado la impresión de ser un sitio idóneo para “ligar”, a Esther le pareció bonito y tranquilo. M: ¿Te gusta? – preguntó siguiendo al camarero hasta su mesa. E: Sí, me encanta – contestó mirando todo a su alrededor. 26

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M: Perfecto entonces – se sentó tras hacerlo Esther – bueno… pues aquí estamos… E: Sí… aquí estamos – seguía mirando el lugar. M: Cuéntame algo de ti, Esther – le pidió viendo que desviaba la mirada hacia otro lado que no fuera ella. E: Bueno… no sé – dijo elevando los hombros – no sé qué quieres que te cuente así de sopetón… - sonrió tímidamente. M: Cualquier cosa, mujer – sonrió ella también – la finalidad de esta comida era conocernos… E: Claro – dijo sintiéndose algo estúpida por la autosuficiencia que demostraba Maca y la poca que demostraba ella. M: Por ejemplo… - siguió diciendo – empecemos por lo fácil… ¿Eres de Madrid, Esther? – preguntó, mirándola y sintiendo cada vez más acertada su decisión en cuando a la enfermera y es que la inseguridad que parecía mostrar le daba a ella más seguridad en sus planes. E: No, de Madrid capital no, de un pueblo cercano – contestó – ¿y tu? M: No, yo soy del sur, aunque me vine a Madrid hace muchos años ya – le dijo, con naturalidad - ¿por qué quisiste ser enfermera? – siguió preguntando – te viene de vocación o… E: Es vocacional, sí – contestó – y bueno… mi madre tuvo también mucha culpa – continuó, Maca en un movimiento de cabeza le preguntó el por qué – verás… mi padre murió cuando era pequeña y mi madre siempre ha estado con problemas de salud… así que decidí que estudiaría enfermería y sería yo quien la cuidaría… vine a Madrid, hice la carrera, pero volvía los fines de semana y las fiestas la pueblo con ella… luego terminé y empecé a trabajar en el ambulatorio del pueblo, mientras seguía cuidando a mi madre… - bajó la cabeza – hasta que murió y… me vine a Madrid… ya no tenía que hacer nada allí y mi hermano y su mujer viven aquí así que… M: ¿Tienes un hermano? – se interesó E: Ajá – sonrió – dos años mayor que yo y… bueno, un poco sobreprotector conmigo.

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M: Es normal – contestó dándole un trago a la copa de vino que el camarero había llevado a la mesa hacía unos minutos – siendo él el hombre de la casa… - terminó de decir “nota personal, si esto sigue, evitar al hermano” pensó para sí misma. E: Sí, supongo – dijo elevando los hombros - ¿Y tú? – quiso saber. M: Pues yo… bueno trabajo en unas bodegas y… nada… mis padres murieron en un accidente de tráfico cuando yo tenía diez años – decía sin querer ahondar en ese tema demasiado – así que me crió mi abuela… y… bueno ella, murió hace poco… E: Lo siento – dijo llevando su mano a la de Maca en señal de apoyo. M: Tranquila – sonrió – estoy bien – continuó – creo que… es hora de pedir – dijo mirando la carta, no quería seguir hablando de ese tema ¿qué te apetece? – le preguntó escondiéndose tras el menú… La comida terminó entre conversaciones amenas, básicamente cosas superficiales y con una serie de “notas mentales” en las que Maca iba apuntando todo aquello que le parecía interesante para abordar en las sucesivas “citas” con el fin de crear en la enfermera ganas de volver a verla más veces. M: Bueno, pues ya estamos aquí… me lo he pasado bien – dijo una vez frente a la casa de Esther. E: Sí, yo también – contestó dándole la razón – gracias por la comida. M: No, gracias a ti – rebatió – has hecho que pasara un buen rato – la miró – hacía tiempo que no me sentía así de bien con alguien. E: ¿Ah sí? – Contestó - ¿Y eso? M: No sé – elevó los hombros – nadie me ha dado tanta confianza como me has dado tu desde el principio, Esther – halagó – y… bueno, haces que todo sea agradable. E: Me alegro entonces – sonrió – yo también lo he pasado bien – repitió. M: ¿Quiere decir eso que repetirías? – preguntó mirándola con algo de picardía. E: Es posible – sonrió – sí, claro que repetiría – dijo ahora más seriamente – me has caído muy bien, Maca. 28

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M: Estupendo – “Bien, bien, bien…esto marcha” – entonces te llamaré en esta semana, si quieres, y quedamos ¿vale? – sacó su teléfono – dame tu número. E: Sí, espera que apunto el tuyo yo también – contestó sacando su móvil. Tras intercambiar teléfonos se despidieron con dos besos, Esther salió del vehículo y al llegar a su puerta se paró para mirar hacia atrás, donde Maca la miraba despidiéndose antes de volver iniciar la marcha. Mientras conducía de regreso a casa, repasaba mentalmente aquella comida, no había estado mal, para empezar, había sido una buena toma de contacto con ella. Sí, definitivamente había encontrado a la candidata perfecta para convertirse en su mujer… Cuando Esther entró en su piso, lo hacía con una sonrisa en los labios. Debía reconocer que en un principio se había sentido algo incómoda e intimidada con Maca pero con el paso de los minutos se logró relajar y disfrutar de esa chica que le había causado una muy buena impresión. Llegó a su casa y lo primero que hizo fue darse una buena ducha, tras esto, con unos pantaloncitos cortos y una camiseta de tirantes cogió el teléfono y marcó los números que se sabía de memoria. Esperó un par de tonos hasta que la vos familiar de Ana contestó al otro lado de la línea. M: ¿Sigues enfadada conmigo? – preguntó poniendo voz de pena. A: Conmigo esos tonos no ¿eh? – dijo a modo de respuesta – que a mí no me la das, Macarena. M: Vale, está bien – rió - ¿pero sigues o no enfadada conmigo? – volvió a preguntar. A: Depende… ¿qué has hecho hoy? – quiso saber. M: Nada… he ido a comer fuera y he llegado a casa hace un ratito – le explicó – no he sido una niña mala… me he portado bien – decía con inocencia. A: Ya… y yo voy y me lo creo – no se creía nada – a ver… ¿qué quieres? – preguntó dejando el tema a un lado. 29

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M: Saber si te apetecería salir a tomar algo esta noche. A: No puedo, Maca – le dijo – tengo una reunión a primera hora de la mañana y yo no soy la dueña de la empresa, por lo que no puedo llegar tarde o mi jefe me mata… M: ¿Ni si quiera una copa? - insistió – no me apetece nada quedarme en casa hoy… A: Una copa, para ti quiere decir volver a las tantas si es que vuelves a tu casa… así que no, lo siento, Maca, pero tengo que dormir y además, no quiero quedarme sola en mitad de la noche… M: Está bien… - dijo resignada – te llamo mañana entonces ¿vale? A: Sí, hasta luego – se despidió - ¡y pórtate bien! – dijo antes de colgar. M: Pues nada, Maca… - se dijo a sí misma una vez colgó el teléfono – toca salir sola… Salió de aquel piso sin hacer ruido dejando a aquella chica aún dormida, tenía el tiempo justo para volver a su casa, darse una ducha, vestirse e ir a la oficina. Así que sin dejar ni siquiera una nota cogió sus cosas y montó en su moto. Una hora y media más tarde aparecía en la oficina quitándose las gafas de sol y sacando su seductora sonrisa al encontrarse a su eficiente y preciosa secretaria esperándola en su puesto de trabajo. M: Buenos días, Elsa – saludó parándose frente a ella - ¿Te has hecho algo en el pelo? – preguntó mirándola. El: Sí, ayer me lo corté y… M: Pues te queda estupendamente – la cortó – estás muy guapa – le dijo mirándola de arriba abajo. El: Gracias – contestó sin bajar su mirada. M: Bueno, vamos a ponernos a trabajar – continuó – tráeme cuando puedas el informe de exportaciones de este mes y… conciértame una reunión con el distribuidor ¿si? El: Claro, en seguida – dijo diligente.

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M: Ah y… si tienes planes para comer… será mejor que los anules – le dijo – creo que hoy tenemos un día ajetreado, si no te importa comeremos juntas aquí mismo ¿vale? El: No tenía planes, así que vale – dijo antes de que Maca entrara en su despacho. M: Bien… pues vamos a ello – se dijo dejando su chaqueta en el perchero y su maletín junto a la silla – pero antes… - cogió su teléfono y buscó en la agenda – vamos allá. E: ¿Sí? – contestó Esther al otro lado de la línea. M: ¿Esther? Hola, soy Maca – saludó. E: Hola, Maca ¿qué tal? – dijo sorprendida por aquella llamada tan temprana. M: Hola, veras… tengo dos entradas para una obra de teatro y… he pensado que tal vez te gustaría acompañarme esta noche – soltó de seguido. E: ¿Esta noche? – preguntó – no sé si voy a poder… había quedado para cenar con mi hermano… M: Ya… - “mierda” – ¿No podrías quedar con él otro día? – dijo poniendo voz apesadumbrada – me ha costado mucho conseguirlas y… como ayer dijiste que te gustaba mucho el teatro pensé que… que te gustaría venir conmigo. E: Sí pero es que… - siguió. M: Venga, Esther – insistió – puedes quedar con tu hermano mañana… ya tengo las entradas, sería una pena tener que tirarlas… E: Vale… deja que hable con él y te llamo más tarde ¿vale? – dijo queriendo acompañarla pero sin querer dejar tirado a su hermano. M: Estupendo – dijo más contenta – te estaré esperando, hasta luego. E: Hasta luego – se despidió antes de colgar. A media mañana, Esther volvió a llamar a la empresaria para aceptar su invitación, con lo que logró que le humor de Maca estuviera por las nubes durante todo el día.

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A aquella obra de teatro le siguieron varias salidas más en las que Maca iba tejiendo su tela para enredar a Esther en su vida. Fueron conociéndose y cada vez quedaban más veces. Cuando comenzaron a tener confianza suficiente, Maca comenzó a sacar su vena seductora dejándole algunas pistas a Esther sobre su interés hacia ella más allá de la amistad. Mientras tanto, la empresaria continuaba con sus salidas nocturnas, sus conquistas y su gran interés por su secretaria la cual parecía no estar por la labor de entrar en su “juego”, cosa que hacía que Maca la viera mucho más atractiva de lo que ya por sí la veía. Aquel día había decidido que sería “el día” en el que atacaría más directamente a Esther, había visto en ella algunos gestos que le hacían saber que también parecía interesada en ella así que decidió sacar la artillería pesada. Durante gran parte de la mañana estuvo haciendo llamadas a varios lugares y tras dejarlo todo organizado llamó a la enfermera. M: Hola, preciosa – dijo con voz sugerente. E: Hola, Maca – contestó ya poniéndose roja como un tomate como siempre le pasaba. M: ¿Te apetece comer conmigo? – propuso – hace días que no nos vemos… te echo de menos… E: Estoy trabajando, Maca – dijo bastante avergonzada. M: ¿Y? Eso no quita para que te diga la verdad… - seguía con su papel – además terminas ahora ¿no? E: Sí, en media hora – contestó. M: Pues la hora perfecta para quedar conmigo e irnos a comer – continuó – conozco un restaurante francés para chuparse los dedos. Venga… di que sí E: Está bien – dijo sonriente, para qué negarlo, tenía ganas de verla – ¿Dónde quedamos? M: Paso a recogerte – dijo triunfante – un beso. E: Otro para ti – contestó antes de colgar.

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C: ¿Y esa sonrisa? – preguntó Claudia al verla parada en mitad de un pasillo aún con el teléfono en la mano y sí, sonriendo tontamente. E: Eh… nada, nada – dijo de nuevo colorada al saberse pillada y saliendo de allí en dirección a cualquier cosa que la tuviera entretenida hasta la hora de salida. Cuando estaba terminando de cambiarse escuchó un pitido que le hacía saber que acababa de recibir un mensaje así que tomando el móvil se dispuso a leerlo: “Voy un poco tarde, un coche pasará a recogerte ¿vale? Te espero. Un beso. Maca”. Miró la pantalla con escepticismo, como si no estuviera demasiado segura de aquello. Terminó de arreglarse y salió hacia la entrada de urgencias. -

¿Esther García? – preguntó un chico parado en la puerta.

E: Sí, soy yo – contestó mirando a su alrededor. -

Me envía Macarena – le dijo – si me acompaña, por favor… pidió – el coche está aquí mismo.

E: Eh… sí claro – continuó diciendo siguiendo a aquel chico. Un tanto insegura y algo desconfiada entró en el coche y se tranquilizó al encontrarse un ramo de flores con una nota en la que Maca volvía a pedirle disculpas por no haber sido ella quien la recogiera. Sonrió con el gesto y oliendo las rosas se acomodó en el asiento y esperó para llegar y verla. Un rato después, el coche se paraba y el chico salía para abrirle la puerta con caballerosidad. Ella quedó muy sorprendida al ver donde se encontraban. Miró al chofer como preguntándole con la mirada y el chico simplemente elevó los hombros en señal de no saber nada mas. M: Hola, preciosa – escuchó que decía Maca tras ella – lo siento pero me ha sido imposible ir a recogerte. Espero que Juan se haya portado bien. E: S… sí – dijo bastante perdida con todo aquello – ha sido muy amable – terminó de decir. M: Me alegro – tomó su mano y le regaló una sonrisa – vamos… llegamos algo tarde – dijo tirando de ella. E: Maca… Maca espera – la paró ya en la entrada de aquel enorme lugar – esto… esto es el aeropuerto – dijo como si Maca no supiera donde estaban. 33

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M: Sí, claro – contestó como si nada. E: Pensé que… que íbamos a comer – decía totalmente alucinada. M: Claro – sonrió – a eso vamos. E: ¿En el aeropuerto? – dijo más sorprendida aún – ¿no decías que conocías un restaurante francés o no sé qué? M: Sí – decía orgullosa la saberla totalmente perpleja – claro que lo conozco y vamos a ir – seguía diciendo mientras comenzaba a andar tirando de ella para que la siguiera – En París – terminó de decir. E: ¿En… en París? – Se quedó parada al escuchar aquellas palabras ¿Cómo que en París? M: París… Francia – decía como si fuera lo más normal del mundo – restaurante Francés… ¿recuerdas? E: Pero… pero… pero ¿pretendes que vayamos a Paris? – preguntó ¿Ahora? M: Esa es la idea – sonrió orgullosa – vamos, el avión nos está esperando – volvió a tirar de ella. E: Espera, espera, Maca – la volvió a parar – yo… yo no puedo ir a Paris ahora – decía mucho más alucinada de lo que recordaba haberlo estado nunca. M: ¿Por qué no? – la miró impacientándose. E: Pues porque yo mañana tengo que trabajar – contestó – y no he traído ropa ni nada y… M: No te preocupes por eso – le quitó importancia – solo vamos a comer y dar una vuelta… esta noche estaremos aquí de nuevo. E: Pero… ¿pero es que tú te vas a comer y “dar una vuelta” a otro país? – no podía creerse lo que estaba oyendo. M: Habitualmente, no – contestó pensando que su plan estaba fallando – solo que quería llevarte a un sitio especial – tiró de adulaciones para hacerla aceptar.

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E: Lo siento… pero yo no puedo ir – dijo soltando su mano y quedándose totalmente quieta. M: ¿Qué? ¿Por qué? – preguntó – no sabes lo que me ha costado organizarlo en un día, Esther… E: Pues porque me parece absurdo tener que irnos a otro país solo para comer – le dijo poniéndose seria – además… lo siento pero… me da pánico volar… M: ¿Como? – preguntó, ahora sí, todo se había ido al garete - ¿te da miedo volar? E: Miedo no, terror – decía – nunca he sido capaz de subirme a un cacharro de esos… una vez lo intenté y del ataque de ansiedad que me dio, tuvieron que llevarme al hospital – le explicó. M: Estás de coña – no podía creerlo. E: Lo siento, Maca – dijo bajando la cabeza – será mejor que… que lo dejemos para otro día… M: Joder – murmuró para sus adentros – Espera… - la paró al ver que ya iba hacia la puerta de salida – lo siento… pensé que te gustaría… E: No, la que lo siento soy yo… ha debido costarte una fortuna todo esto – decía con algo de remordimientos. M: Por el dinero no te preocupes – contestó – lo que quiero es que no te vayas… - dijo mirándola con gesto apenado - ¿qué te parece si vamos a otro sitio a comer? Aunque no sea en París, realmente me apetece mucho pasar la tarde contigo, Esther… E: Está bien – dijo sin poder negarse a esa mirada – vamos… M: Vamos – comenzó a andar hacia el aparcamiento algo mosqueada por haber fastidiado sus planes… E: Oye Maca… siento que te haya fastidiado el plan que tenías… realmente me siento muy halagada… nadie había hecho algo así por mí – le decía sin poder mirarla pues lo último que quería era que la viera tan colorada como estaba – ha debido costarte dineral prepararlo todo… y llego yo y lo estropeo… M: Ya te he dicho que no te preocuparas por el dinero – dijo mirándola. 35

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E: Ya pero… puff… no sé, no me explico como has podido hacerlo… ni que fueras millonaria… - Maca quedó callada y Esther la miró - ¿Lo eres? Porque con esto que has hecho tienes toda la pinta… M: Eh… sí… bueno – dijo llegando al coche – lo soy… soy la duela de Bodegas Wilson… - terminó de decir. E: Pero… ¿entonces me mentiste cuando nos conocimos? Porque dijiste que solo trabajabas en unas bodegas, no que fueras la dueña – dijo confusa por todo aquello, mirando a Maca quien se sintió pillada en aquella mentirijilla. M: Verás – comenzó a decir – no me gusta decirle a la gente con la que no tengo confianza que soy la dueña de Bodegas Wilson y mucho menos decir que tengo dinero… E: Ya – contestó cruzándose de brazos – claro… M: Esther – la miró – te lo digo en serio – continuó – durante casi toda mi vida la gente se acercaba a mí por mi dinero… muy pocas personas lo hicieron desinteresadamente, te lo pensaba contar – afirmó y quizás de todo lo que le había dicho hasta el momento eso era lo más sincero que salía de sus labios – pero de otra manera… quería que me conocieras sin saber que soy… millonaria… lo siento, de verdad. Esther la miró y durante unos segundos pensó en lo que le había dicho. Si lo pensaba no era tan descabellado lo que decía, había mucha gente interesada en el mundo y si tenía tanto dinero como parecía era muy probable que tuviera esa desconfianza con cualquiera. M: ¿Me perdonas, preocupados.

Esther?



preguntó

mirándola

con

ojos

E: Sí – dijo ensanchando una sonrisa que salía poco a poco – pero solo si me invitas a comer, donde yo quiera – puntualizó. M: Donde tú quieras – contestó sonriendo ella también. E: Vale, vamos – dijo comenzando a andar hacia la salida. Siguiendo las indicaciones de Esther, llegaron al centro y tras dejar el coche y andar durante cinco minutos entraron al lugar donde la enfermera había decidido que quería comer ese día. Maca arqueaba 36

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una ceja… un burguer no era para nada su idea de comida “pseudoromántica” en la que empezar a tratar temas más íntimos. M: ¿No prefieres ir a otro sitio? – preguntó una vez la enfermera se puso en la cola. E: Nop – negó con la cabeza mientras miraba los carteles de los menús. M: Pues nada… comida basura – murmuró dándose por vencida. Mientras daban cuenta de sus menús, hablaban un poco de todo y de una manera muy bien disimulada, Maca consiguió sacar el tema “sentimentaloide” queriendo así saber qué pasaba en la mente y corazón de la enfermera en esos momentos. M: Entonces… solo has tenido una relación – le decía mientras bebía un poco de su refresco. E: Bueno… realmente no se le puede llamar relación – contestó – fue en la universidad y… bueno como yo no estaba ni los fines de semanas, ni las fiestas, ni nada pues… solo podíamos vernos en clases y alguna tarde o noche, así que supongo que el no poder pasar tiempo juntos pues… terminó por acabarse… M: ¿Cuanto tiempo estuvisteis? – quiso saber E: Pues… tres meses y medio – contestó haciendo memoria. M: ¿Lo dejaste tú? – siguió preguntando. E: No, él – contestó – recuerdo que dos días antes habíamos hecho el amor por primera vez – Maca la miró con sorpresa – y bueno, ese fin de semana yo volvía al pueblo y antes de marcharme me dijo que no podía seguir conmigo porque no soportaba no poder verme tanto como quisiera… M: ¿Y tú le creíste? – preguntó totalmente alucinada. E: Sí… ¿por qué no iba a creerle? – preguntó como si tal cosa. M: Esther… ese tío lo único que quería era acostarse contigo – le afirmó – Sino ¿Por qué esperó a que lo hicierais para justo después dejarte?

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E: No creo, Maca – dijo quitándole importancia - ¿Siempre piensas así de mal de las personas? – preguntó sin ninguna pretensión de ofensa. M: ¿Y tú siempre piensas tan bien de ellas? - le devolvió la pregunta. E: Bueno… suelo darle votos de confianza a la gente… pienso que todo el mundo las merece… M: Sí, claro – dijo dejando las patatas a un lado, de pronto se le había quitado el hambre… E: De todos modos, tampoco me dolió demasiado, no te creas – continuó hablando sin inmutarse – me di cuenta de algo que… bueno, que no había querido reconocer hasta ese momento. M: ¿De qué? – quiso saber. E: Pues… de que no eran los hombres precisamente los que me gustaban – dijo poniéndose algo colorada y bebiendo de su vaso. M: ¡Vaya! – “Genial” pensó pues ahora ya tenía la certeza de lo que sospechaba anteriormente – Entonces si yo te dijera que soy lesbiana tú… E: Te diría que no me importa porque también lo soy – contestó haciendo que Maca sonriera a más no poder. M: Y si yo te dijera que me gusta alguien… E: Me alegraría – seguía mirándola mientras bebía su refresco. M: ¿Y si te dijera que me gustas tú? – preguntó sin dejar de mirarla a los ojos y consiguiendo que Esther casi se atragantara con la bebida. Quedó mirándola más sorprendida de lo que pensaba que podía sorprenderse. ¿Maca estaba hablando en serio? Le parecía increíble que una chica como tan guapa y bonita como Maca se hubiera fijado en una chica como ella… E: ¿Yo? – dijo una vez repuesta de la primera impresión - ¿Te gusto yo? M: Eso he dicho, sí – contestó mirándola. E: Pero… Maca, creo que estas confundiendo términos – soltó sin saber siquiera lo que había dicho.

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M: No estoy confundiendo nada, Esther – le rebatió – me gustas, no hay ninguna confusión en eso. E: ¿Pero como te voy a gustar yo, Maca? A penas nos conocemos… M: ¿Y? – dijo como si aquello no tuviera importancia – no me hace falta más para saber que me gustas… eres una chica inteligente, simpática, dulce, buena, guapa… E: Ya… - bajó la cabeza ante tanto halago – mírate, Maca y mírame a mí – dijo señalando a una y otra – si parecemos al bella y la bestia. M: Gracias por llamarme bestia – dijo mirándola a los ojos. E: Sabes perfectamente a lo que me refiero – seguía diciendo. M: ¿Por qué te molesta tanto? – preguntó directamente – no sé ni por qué te molesta, ni tampoco porque te sorprende. E: Pues porque… porque… - no sabía cómo decirlo – no sé… tu eres tan… tan…- cada vez se ponía más roja – y… yo no y… M: Eso son tonterías – la cortó – porque yo te veo perfecta – siguió “perfecta para mí” E: Uff… esto no me lo esperaba la verdad – decía bebiendo de nuevo de su refresco. M: Esther – llamó su atención - ¿Yo no te gusto? – le preguntó y Esther vio decepción en sus ojos - ¿Ni un poquito? E: No… no es eso, Maca – contestó bajando la voz – es que… que… M: ¿Qué? – la animó a seguir. E: Pues que yo… bueno antes te dije que me gustaban las chicas pero… nunca he tenido nada con ninguna y… que tú me digas tan abiertamente que te gusto… no sé, me… me has dejado un poco… fuera de juego. M: Esther – cogió su mano por encima de la mesa – yo no quiero que te sientas obligada a nada, ¿vale? y no tenemos prisa para nada… iremos poco a poco – “ya meteremos el acelerador” pensó – hasta que te sientas segura ¿sí? E: Vale – contestó mirándola ahora ella a los ojos, eran tan bonitos… 39

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No tardaron mucho más en irse de aquel burguer. Esther tenía que volver a casa pues debía volver al hospital para una guardia nocturna. Maca la llevó y aparcó para acompañarla al portal, una vez allí, las dos quedaron en silencio. La enfermera porque estaba tan nerviosa que no sabía si le salían las palabras, Maca porque no sabía como dar un paso más… E: Pues… M: Mañana te llamo y hacemos algo si te apetece, ¿vale? – dijo antes que Esther hablara. E: Mañana no sé si podré… seguramente estaré cansada de toda la noche de guardia… - dijo un tanto asustada por todo lo acontecido ese día. M: Está bien… de todos modos yo te llamo y ya me dices – tomó su mano – Esther…me gustaría mucho verte… me gusta pasar tiempo contigo… E: A mí también – confesó sacando una sonrisa. M: Vale, pues mañana hablamos. Se acercó a ella, lentamente, Esther pensó que besaría sus mejillas y sin embargo Maca puso rumbo directo y sin frenos a sus labios, los cuales besó lentamente durante unos segundos, sin profundizar para nada el beso, haciendo que Esther tuviera que cerrar los ojos ante el contacto. M: Perdona – dijo separándose de ella – necesitaba hacerlo… perdona. E: Tranquila – contestó en un susurro – hablamos mañana – y tan pronto como lo dijo entró en el edificio con los nervios a flor de piel. Canturreaba una canción de regreso a casa, todo estaba saliendo a las mil maravillas, no podía ir mejor, había besado a Esther y seguramente la había dejado con ganas de más, así que… aquello ya no lo paraba nadie. Y como aquello iba viento en popa ya toda vela, debía celebrar su éxito. Llamó a Ana quien con la excusa de su trabajo declinó la invitación a cenar, así que ahí estaba, en aquel bar donde muchas otras veces había encontrado la compañía que quería bebiendo una copa en uno

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de los sofás algo menos iluminados de la sala mientras que una morena de ojos verdes besaba su cuello con pasión. M: Ven aquí – dijo dejando la copa en la mesa y cogiendo su cuello para fundirse en un beso furioso con la chica, la cual ya más que acelerada se sentó sobre sus piernas haciendo que más de una mirada indiscreta se fijara en ellas. Ch: Vamos a tu casa – le susurró al oído antes de morderle el lóbulo de la oreja. M: Espera – la separó de ella y vio como se mordía el labio – tomemos otra copa… Ch: Vale – dijo viendo que aún debería esperar un poco más – voy yo… - se ofreció - ¿lo mismo? M: Sí – contestó mirando a su escote – no tardes… - pidió mirándola con bastante sugerencia. Cuando la chica se fue tomó su bolso en un movimiento rápido y buscando su teléfono comenzó a escribir un sms mirando de vez en cuando a la barra para ver si su acompañante de esa noche volvía o no… Salía de uno de los boxes, era ya la tercera urgencia de la noche y casi no había hecho más que empezar. Iba en dirección a rotonda cuando sintió vibrar su móvil en el bolsillo, sacándolo miró la pantalla viendo que había recibido un mensaje. “Espero que tu guardia esté siendo tranquila… yo no he podido dejar de pensar en ti en toda la tarde. Me gustas mucho y el beso de hoy ha sido especial. Estoy deseando verte. No trabajes mucho. Un beso. Maca.” Quedó mirando la pantalla y no pudo evitar que la sonrisa se hiciera enorme en su rostro. Maca le gustaba… sí, le gustaba y mucho… Los días pasaban con bastante tranquilidad. Parecía que todo había comenzado a estancarse entre Maca y Esther y es que por mucho que la empresaria lo intentara no conseguía dar el paso definitivo para afianzar la relación. Esther parecía algo cohibida con el tema, pese a que le gustaba y quería intentarlo había algo que se lo impedía… quizás su inexperiencia en el tema y al mismo tiempo el miedo a que siempre se tiene a “lo desconocido”. Por eso en esos días Maca pareció estar de mal humor, incluso había decidido dejar por un 41

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tiempo sus “salidas” para centrarse única y exclusivamente en Esther pese a que había días en los que se le hacía bastante difícil… M: Hola – dijo llegando al hospital donde esperó en la puerta a que Esther por fin saliera. E: Hola, ¿qué haces aquí? – preguntó sorprendida de verla allí. M: Tenía ganas de verte – contestó con una sonrisa – pensé que te apetecería que hiciéramos algo juntas… E: La verdad es que estoy un poco cansada – confesó y era cierto, la guardia había sido bastante larga. M: Ya… bueno pues… te llevo a casa y descansas – se ofreció. E: Me encantaría – contestó – pero no voy a casa, había quedado a comer con mi hermano – le dijo. M: Esther – la llamó - ¿No puedes quedar con él otro día? – preguntó – tengo muchas ganas de pasar tiempo contigo… estos días a penas nos hemos visto y… E: Yo también tengo ganas de pasar tiempo contigo pero… es que hace tiempo a que no veo a mi hermano – se excusó – y… M: Vale – se dio por vencida – está bien… pero al menos deja que te lleve ¿si? Así podré estar un poquito contigo… E: Vale – sonrió – vamos. Durante el trayecto no dejaron de hablar sobre lo que había sido esa semana para ambas. Maca le contaba cosas de su empresa y Esther hacía lo propio sobre sus guardias. Llegaron a su destino con la sensación de no querer separarse aún. M: Pues ya estamos aquí – dijo parando y apagando el motor – llámame luego y nos vemos si quieres… E: Estoy pensando… - la miró - ¿Por qué no subes? M: ¿Subir? – dijo descolocada – ¿a donde? E: Donde va a ser – dijo hermano…

medio riendo – conmigo… a casa de mi

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M: Esther… ¿qué pinto yo en casa de tu hermano? – decía fuera de juego, lo ultimo que tenía previsto era pasar la tarde en casa del hermano de Esther… E: Pues estar conmigo – contestó – no sé, podríamos comer con él y luego nos vamos… me gustaría que lo conocieras – dijo algo avergonzada. Algo reticente al principio, aceptó la invitación, pese a que si intención no era ni mucho menos conocer a su hermano, pero si quería conquistarla pensó que ese “trago” tendría que pasarlo en algún momento. E: Hola Diego – dijo Esther saludando con un abrazo a su hermano que la recibió con una sonrisa encantadora. D: Hola, peque – contestó él, mirando luego a su acompañante. E: Ella es Maca – la presentó – él es Diego M: Encantada – saludó extendiendo una mano. D: Igualmente – dijo mirándola con algo de recelo. E: ¿Y Paula? – preguntó Esther cortando el hielo. D: Ha bajado a comprar el pan – contestó - ¿Hace mucho que os conocéis? M: Un par de meses – contestó – yo me rompí el brazo y Esther me atendió en el hospital – continuó – es una enfermera excelente. D: Es la mejor – dijo orgulloso de su hermana. E: Bueno ya – les cortó – que me sacáis los colores – sonreía. D: Solo decimos la verdad – siguió - ¿Y a qué te dedicas Maca? – quiso saber. M: Soy empresaria – dijo escuetamente. Diego iba a seguir preguntando pero la llegada de Paula impidió que siguieran hablando y se centraron en aquella comida donde Maca “estudiaba” al hermano de Esther dándose cuenta que como bien le dijo alguna vez parecía algo bastante “sobre-protector” con su hermana. 43

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P: Bueno, voy a preparar café – dijo levantándose de la mesa. E: Te ayudo – contestó haciendo lo mismo – Ahora vuelvo, ¿vale? – le dijo a Maca en un susurro. M: Claro, tranquila – contestó. D: Ven, Maca – le dijo – sentémonos en el sofá – la invitó yendo hacia allí. M: Claro – le contestó acompañándolo hasta el sofá. D: Bien… - se sentó y la miró - ¿Te gusta mi hermana, Maca? – preguntó directo. M: ¿Perdón? – le pilló de sopetón. D: Que si te gusta mi hermana – dijo de nuevo. M: Sí – contestó con seguridad – me gusta mucho. D: Tú también a ella – afirmó – la conozco… le gustas mucho – Maca lo miró sin saber qué decir, como esperando que siguiera como así pasó al instante – Mira Maca… puede que te parezca demasiado directo – continuó diciendo – pero mi hermana es una buenaza… es bastante inocente… confía mucho en las personas y no me gustaría que le hicieran daño… M: Lo entiendo – dijo tragando saliva. D: No sé qué es lo que hay entre vosotras y tampoco sé si lo habrá – siguió diciendo – pero no le hagas daño, Maca – le pidió – no la hagas sufrir… no se lo merece… - dijo haciendo que Maca quedara sin saber qué decir ante aquello. E: Ya estamos aquí – salió Esther junto a Paula de la cocina - ¿De qué habláis? – les preguntó. D: De nada, peque – sonrió – de trabajo, algo aburrido ¿verdad? M: Sí – dijo reponiéndose de aquella “charla” con Diego que si bien había sido amable, también le había dejado una sensación de “advertencia” que no sabía como tomarse – muy aburrido, sí… terminó de decir sonriendo a la enfermera quien sonreía ampliamente sentándose a su lado. 44

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Cerca de las cinco y media de la tarde, salían de casa de Diego tras una sobremesa que se alargó más de lo que tenían planeado en la que fueron Diego, Paula y Esther los que monopolizaron la conversación y Maca se mantuvo bastante callada un interviniendo mínimamente en alguna cuestión. Aparcó el coche a dos calles del edificio de la enfermera y aunque Esther le dijo que no hacía falta ella se empeñó en acompañarla. De camino lo hacían en silencio, como si no supieran qué decirse o como si realmente no tuvieran nada que decirse. Maca maldecía su suerte y Esther parecía intentar pensar algún tipo de conversación. E: No te ha caído bien mi hermano ¿verdad? – dijo de pronto ya casi en la puerta. M: ¿Por qué dices eso? – preguntó descolocada. E: Porque has estado toda la comida callada, como ausente… como si quisieras estar en cualquier otro lugar menos donde estabas, no soy tonta, Maca, esas cosas se notan – contestó mirándola un segundo antes de meter la llave en la puerta. M: No es eso y no pienso que seas tonta – corrió a decir – es solo que… me sentía un tanto fuera de juego… no les conozco Esther… es normal que estuviera así. E: Ya… no te tenía yo por una persona vergonzosa que no sabe de lo que hablar – dijo medio en serio medio en broma. M: Bueno… es que tu hermano impone… - dijo sonriendo levemente – no me han caído mal, todo lo contrario… y me ha gustado ir a comer con ellos, porque de ese modo, he podido estar contigo… y sinceramente, lo único que quería era pasar un rato contigo y me daba igual el sitio… E: ¿Por qué me dices todas esas cosas? – preguntó poniéndose colorada. M: Porque no sé como hacerte ver claramente lo mucho que me gustas Esther – dijo mirándola a los ojos y cogiendo sus manos – Me gustas mucho, no sé como más decírtelo y… quiero estar contigo… quiero que estemos juntas Esther… E: Maca yo…

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M: Esther – pidió antes de que se cerrara la puerta – espera… hablemos por favor. Casi temblando la dejó entrar y Maca consciente de cómo la tenía se posicionó muy cerca de ella, sonriendo para sus adentros cuando la sintió temblar a su lado… en pocos segundos llegaron al piso de la enfermera y como pensando en lo que pasaría a continuación, entraron en él. E: Necesito un poco más de tiempo – continuó con la conversación que habían dejado a medias antes de entrar en el ascensor. M: ¿Pero tiempo para qué Esther? – preguntó, pues tiempo, precisamente, era lo que ella no tenía. E: Tiempo para… para que deje de asustarme todo esto… - contestó sincera. M: Esther… - hizo que la mirara - ¿Yo te gusto? – preguntó, la enfermera bajó la cabeza avergonzada – dime, Esther – levantó su mentón - ¿Te gusto o no? E: Sí – murmuró en un susurro como si de un secreto se tratara – me gustas mucho… M: ¿Entonces de qué tienes miedo? – quiso saber E: Es que… yo no he estado nunca con… M: Shhh – la calló – eso no importa… eso a mí no me importa… - dijo sonriendo para darle algo de tranquilidad – no tengas miedo por eso… por favor… no dejes que eso sea solo lo que no nos deje estar juntas – decía casi rozando sus labios. E: Es que Maca… yo… no sé si voy a ser lo que tu esperas… M: Claro que eres lo que espero – decía acariciando sus mejillas – eres lo que he estado buscando mucho tiempo, Esther… eres perfecta… E: Pero… M: Shhh – la volvió a callar – no digas nada – le robó un breve beso – no digas nada – volvió a besarla brevemente, viendo, para su satisfacción, que Esther ya tenía los ojos cerrados – no tengas miedo… solo siente… solo déjate llevar…

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Y tras decir esas ultimas palabras volvió a besarla con más profundidad, haciendo que Esther abriera sus labios para colonizar su boca y comenzar a jugar con su lengua, en un beso que poco a poco se iba haciendo más intenso… Apretó sus brazos en su espalda haciendo que su cuerpo se apretara más contra ella. Poco a poco Esther se relajaba e iba participando más activamente en el beso, lo que hizo que Maca profundizara un poco más... “Bien, bien, bien, bien” Por fin Esther se había decidido, por fin todo iba sobre ruedas y ahora ya, viento en popa y a toda vela… ahora solo faltaba un poquito más de tiempo y… E: Maca, te llaman por teléfono – le avisó Elsa tras llamar levemente a la puerta. M: Gracias, guapa – contestó con una sonrisa… esa que siempre le tiraba a su secretaria con la que no podía dejar de intentar algo que parecía se le resistía más que ninguna otra cosa – Dígame – dijo cogiendo el auricular mirando como Elsa desaparecía tras la puerta. A: ¿Sabes que me tienes bastante abandonada? – le preguntó al otro lado de la línea. M: Lo sé, he estado ocupada – contestó escuetamente. A: No quiero saber en qué – bufó sin querer saber nada del tema – bueno, a lo que llamaba, ¿Comemos juntas? – preguntó. M: No puedo, Ana – se disculpó – he quedado a comer con Esther y… A: Vale, no me lo cuentes – la cortó – no quiero saber lo que estás haciendo con esa pobre chica, así que mejor no me hables del tema. M: Ana… A: Ana, nada – la cortó de nuevo – ya me llamas cuando tengas un poquito de tiempo para tu mejor amiga. M: Ana… ¿Ana? – escuchó que había colgado – genial… Suspirando por la “mala leche” de su amiga, volvió a poner la cabeza en el trabajo, pensando en la cita con Esther en la que pretendía avanzar, por fin, algo más en esa naciente relación que sin haberse 47

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dado cuenta llevaba ya un mes… y es que en ese tiempo no había podido acostarse con ella… La enfermera parecía reticente y ella estaba bastante impaciente porque aquello pasara y es que en ese mes… nada de nada… Esther terminaba de meter en el horno la lasaña casera que ese día había decidido hacer para su cita con Maca, quería sorprenderla, había sido un mes estupendo en el que Maca y ella habían pasado mucho tiempo juntas, quizás no tanto como el que le gustaría pero sí perfecto a sus ojos… aunque si lo pensaba, había algo que realmente no era tan perfecto… no había podido dar el paso de acostarse con ella. Escuchó el timbre sonar y su sonrisa iluminó su rostro. Mirando nuevamente la mesa se acercó y abrió encontrándose con una Maca que la miraba de arriba abajo. M: Vaya, qué guapa – dijo insinuante y sin dejarla hablar la tomó por las caderas y acercándose a ella la besó lentamente. E: Tú… tú también – contestó una vez recuperó el aliento. M: ¿A qué huele? – dijo entrando cuando Esther se apartó levemente para que pasara. E: Lasaña – informó – espero que te guste. M: Me gusta – se dio la vuelta y volvió a tomarla por las caderas ¿pero sabes lo que más me gusta? – preguntó robándole otro beso – Tú… tú sí que me gustas. Dicho esto la besó más profundamente, logrando que abriera sus labios y comenzar a jugar con su lengua, sin darle opciones a Esther para parar, la apretó más contra ella para sentirla mucho más. Esther contestaba, sin saber muy bien qué hacer, comenzó a relajarse cuando Maca acarició su espalda por encima de la ropa, continuó besándola, sintiendo que la temperatura de su cuerpo aumentaba varios grados en un solo segundo. E: Maca – cortó el beso cuando la empresaria ya creía tenerla a punto - ¿Tus… tus manos están en mi culo? – preguntó mirándola. M: Eh… sí – contestó mordiéndose el labio. E: Ya – bajó la cabeza y volvió a levantarla - ¿y por qué?

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M: Como que… ¿Cómo que por qué? – preguntó fuera de juego – bueno… creí que te gustaría… E: No es eso – corrió a decir – es solo que… que aún no estoy preparada para esto – dijo logrando escabullirse de sus manos y alejarse un poco de ella. M: No lo entiendo – se dio la vuelta algo enfadada – joder es que no lo entiendo – protestó más enérgicamente. E: Maca… - dijo como avergonzada por su tonta reacción – yo… M: Mira Esther – se dio la vuelta – no sé qué es lo que te pasa… no sé porqué no me dejas que te toque… necesito tocarte, joder, demostrarte de esa forma lo mucho que me gustas, pero parece que tú estés todo el día rechazándome – decía ofendida. E: Maca… no – contestó algo angustiada por su reacción – no te rechazo es solo que no lo he hecho nunca y necesito tiempo… ¿No lo puedes entender? M: Lo único que entiendo es que no quieres estar conmigo – dijo seriamente y cruzándose de brazos – eso es lo único que entiendo. E: No, no, no es eso Maca – dijo rauda llegando hasta ella – quiero estar contigo… claro que quiero… pero tengo miedo, Maca… tengo miedo a no ser lo que tú esperas o… - bajó la cabeza – o a no saber hacerlo… M: No lo podrás saber si no lo intentas o me dejas que te lo enseñe – volvió a decir. E: ¿Qué quieres Maca? – dijo sorprendiendo a la empresaria – Te digo que no estoy aún preparada y tú no haces más que atosigarme – siguió - ¿Qué quieres? ¿Acostarte conmigo? ¿Eso es lo único que quieres? ¿Qué follemos y ya está? – soltó y Maca quedó aún mucho más impactada por aquella salida – por que eso es lo que parece… M: Que… que eso… ¿Qué eso es lo que parece? – dijo de igual modo que Esther - ¿Así que a ti todo esto te parece que es solo para que nos acostemos? – decía indignada - ¿eso es lo que piensas? ¿Qué estoy contigo solo para llevarte a la cama? – seguía enfadada – Estás muy equivocada… pero ya me has dejado claro el concepto que tienes de mí – dijo levantando los brazos – uno que yo no te he dado motivos para tenerlo…

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E: Maca… Maca no he querido decir eso – contestó a modo de disculpa… viéndola de ese modo se dio cuenta lo confundida que creía estar… M: Pero lo has dicho – contestó – y no sé de donde te has sacado esa tontería… pero tranquila, ya sé lo que opinas de mí – dijo cogiendo el bolso. E: Maca, Maca, espera, no te vayas – corrió tras ella – quédate a comer… hablemos… Maca, lo siento – se disculpó de nuevo viendo como Maca parecía hacer oídos sordos. M: Se me ha quitado el hambre – dijo abriendo la puerta – y tengo que volver a la oficina – terminó de decir saliendo del piso de la enfermera con bastante rabia – ¡Joder! – protestó una vez entró en el ascensor. En el piso de Esther, ésta se había quedado parada frente a la puerta, sin saber qué hacer, ni como se sentía… se había pasado con ella… no tenía que haberle dicho algo así, Maca no le había dado motivos para pensar algo como aquello… y ahora… ahora Maca no le iba a hablar… ¿Cómo podría resistir que no le hablara? Llegó a su casa con un considerable cabreo que le hizo tirar el bolso de mala manera en el primer sitio que vio… estaba enfadada con Esther por decir aquellas cosas, estaba enfadada con aquella situación que sin darse cuenta comenzaba a escapársele de las manos… pero sobre todo, enfadada con ella misma por como había reaccionado en esa situación. Debería haberse relajado, pensar en todo aquello y evitar sobre todo una discusión absurda como aquella… sí, había salido algo airosa haciéndole creer a la enfermera que ella había creado ese conflicto y sin embargo no se sentía bien… algo en el estómago se le revolvía cada vez que lo pensaba… ¿remordimientos?… No debería haber reaccionado de aquella manera… no debería haber dicho lo que dijo… M: Mierda – protestó – eres gilipollas, Maca, gilipollas rematada. Había caído ya la noche, y Esther permanecía sin saber como ni porqué había comenzado aquella discusión… ella solo le había pedido tiempo y Maca sin embargo no hacía más que agobiarla con el tema… no había querido enfadarse, ni montar aquel numerito, simplemente quería, necesitaba que la empresaria la entendiera y al final… sin comerlo ni beberlo habían tenido la primera bronca… La lasaña ya fría permanecía en la cocina, la mesa aún estaba puesta y ella sentada en el sofá no dejaba de darle vueltas una y otra vez a 50

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todo aquello. El timbre de la puerta sonó haciendo que se sobresaltara, miró el reloj, no esperaba a nadie, se acercó a la puerta y vio un enorme ramo de rosas ocultando a su portador. M: Lo siento – escuchó que decía la empresaria, bajando las flores para dejarse ver – lo siento mucho – repitió, esperando que Esther dijera algo, pero la enfermera estaba bastante sorprendida por aquella visita, no la esperaba, aunque se había tirado toda la tarde deseando que llamara e intentando llamarla ella – Esther, perdóname, por favor – continuó – no debería haber reaccionado así… E: Yo aún no sé lo que ha pasado – dijo entrando de nuevo a casa y Maca decidió seguirla. M: Lo que ha pasado es que soy una burra – contestó – que me he comportado de una manera estúpida… E: Maca… yo. M: No, espera – la cortó – espera… mira, de verdad que no tengo excusa para mi comportamiento. No sé qué me ha pasado… bueno sí lo sé… - dijo con sinceridad – es que… Esther tú me gustas mucho y te deseo – afirmó – y quiero demostrártelo pero… pero entiendo que necesites tu tiempo y siento si te he atosigado o agobiado… de verdad que lo siento. E: Maca… deja de disculparte – sonrió levemente, a quien quería engañar, solo con verla se le había pasado todo – yo también siento lo que te dije. M: Vale – ahora fue ella quien sonrió - ¿Lo olvidamos? – preguntó, Esther dudó – te prometo que no volveré a intentar nada hasta que tú estés preparada para hacerlo Esther, pero no me gusta estar enfadada contigo… E: A mí tampoco – dijo mirándola – no lo soporto… M: Ven aquí, preciosa – tomó sus manos para acercarla E: De todos modos Maca, deberíamos hablar de esto – dijo estando ya pegada a su cuerpo. M: ¿No íbamos a olvidarlo? – preguntó con una sonrisa. E: Ya, Maca pero es que… - siguió diciendo – a ver… yo quiero que te quede clara una cosa… - dijo llevándola hasta el sofá para sentarse – tú me gustas y quiero estar contigo y… quiero que estemos bien… 51

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Maca me gustas muchísimo – le dijo – y… sé que podría enamorarme de ti con facilidad – dijo sincera, Maca la miró con una sonrisa – y te deseo… pero yo nunca he estado con una mujer y sinceramente tampoco he estado con muchos hombres por lo que mi vida sexual es muy limitada – decía totalmente colorada, sin saber como era capaz de decir esas cosas – y… no quiero… no sé, defraudarte… M: No vas a defraudarme ¿vale? – Dijo tomando su rostro – te aseguro que no vas a defraudarme – la miró a los ojos – iremos a tu ritmo… no te presionaré más – seguía mirándola – tú marcarás los tiempos… terminó de decir besando su cabeza y terminó de acercarla a ella, enjaulándola en un abrazo que la reconfortó como no le habían reconfortado nunca. Durante las siguientes dos semanas, no hubo día en que no se vieran. Cuando Esther terminaba su turno en el hospital, Maca estaba ahí para recogerla, cosa que hacía que la enfermera no pudiera dejar de sonreír. Pasaron días hablando, conociéndose un poco más, haciendo planes, queriendo llevar más allá su relación, afianzándola, haciéndola más fuerte… Esther se enamoraba a pasos agigantados, lo notaba, lo sentía… cada día se le hacía más difícil pasar tiempo separada de Maca y sin embargo aún no era capaz de pasar a algo más íntimo. El hecho de llevar un mes y medio sin sexo comenzaba a hacer mella en la empresaria que como le había dicho a Ana en una de sus conversaciones “estoy que me subo por las paredes” sin embargo y con el precedente de aquella discusión, no se atrevía a dar el paso. Aunque había momentos en los que no podía evitar ir un poco más allá, como hacía un par de días, cuando en el sofá de la enfermera, se dedicaban a besarse y la empresaria sentía como su sangre hervía, como poco a poco se iba caldeando el ambiente y de ese modo consiguió tumbarla en el sofá y quedarse sobre su cuerpo. Profundizando aquel beso mucho más y apretando el abrazo que las unía, dejó sus labios para pasar al cuello donde se perdió… los cuellos eran su debilidad… Escuchaba a Esther respirar cada vez más fuerte, por lo que llevó su mano a su trasero el cual acarició lentamente, la enfermera parecía no molestarse… volvió a su boca mientras su mano subía hasta su pecho colonizándolo… estaba a cien… lo sentía, lo necesitaba… E: Maca… Maca para, para, por favor – le había dicho Esther haciendo que se dejara caer sobre ella algo frustrada – lo siento… lo siento – se disculpaba por haberla cortado – aún no, Maca…

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M: Vale, vale – contestó derrotada… Así que ese día su humor estaba totalmente agrio. En la oficina, revisaba documentos intentando olvidarse un poco de todo, pero era cierto que nunca había estado tanto tiempo sin sexo y aquello le hacía estar bastante de mal talante. Escuchó como llamaban a la puerta y le dio paso a una Elsa que con una falda y una camisa hacía que Maca no pudiera dejar de mirarla y por qué no, alimentar su imaginación al verla moverse de aquella manera… “Quieren matarme, está claro” pensó. M: Dime, Elsa – dijo sin dejar de mirarla. El: La reserva del hotel y el billete – dijo dejándolo sobre la mesa – primera clase, como me dijiste, el avión sale a las nueve de la mañana. M: Vale, gracias – agradeció viendo como Elsa llevaba su mano al cuello y hacía un gesto de dolor - ¿Te duele? EL: Un poco – contestó – he dormido mal y supongo que una mala postura o algo. M: Ven – dijo levantándose y haciendo que se sentara – deja que te de un masaje. El: No hace falta, Maca – se medio negó, aunque se sentó donde le dijo. M: No quiero que mi eficiente secretaria esté mal – decía apartándole el pelo – verás que bien te sienta. Comenzó un masaje lento y delicado, sintiendo la fina y tersa piel de Elsa bajo sus dedos. Cerró los ojos deleitándose con aquel tacto, apretando levemente donde sentía una pequeña contractura. El: Ummm – escuchó a su secretaria – qué bien… M: ¿Te gusta? – preguntó sugerente bajando para susurrarla al oído. EL: Um, sí… me alivia – contestó. M: Perfecto – dijo sin separarse para nada. El tacto de su piel, los sonidos de placer que emitía, su cuello, el calor que desprendía y todo el tiempo que llevaba sin estar con nadie 53

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hicieron que la excitación de Maca se disparara en segundos. Sus manos comenzaron a acariciar el cuello de Elsa de una forma diferente… su cuerpo se acercaba a ella, su boca iba directa a besar aquella curva que tanto la atraía… cuando el teléfono sonó cortando todo aquel clima sensual que se había creado en un segundo. El: Despacho de Macarena Wilson – dijo Elsa descolgando tras haberse levantado sin a penas percatarse de cómo estaba su jefa – un segundo – se volvió hacia ella, Maca se había dado la vuelta para recomponerse – Una tal Esther – dijo pasándole el teléfono. M: Gracias – contestó cogiendo el aparato, suspirando hondamente y haciéndole una señal para que la dejara sola, volvió a tomar aire y se llevó el auricular al oído – hola, preciosa – saludó. E: Hola cariño – contestó sorprendiendo un poco a Maca por ese término - ¿Cómo va el día? M: Pues… aburrido – le dijo – preparándolo todo para el viaje de mañana. E: No me lo recuerdes – protestó – que voy a estar sin verte cuatro días. M: Es importante para la empresa – dijo a modo de excusa – tengo que ir. E: Lo sé, lo sé – corrió a decir – pero bueno… ¿Cenamos juntas? Salgo a las nueve – sugirió – así puedo despedirme de ti… M: Claro que sí – sonrió – paso a recogerte y vamos a cenar – le contestó – ahora tengo que dejarte, preciosa, que tengo mucho trabajo. E: Vale. Un beso - dijo a modo de despedida. M: Otro – contestó antes de colgar – ufff… joder… - dijo recordando la escena anterior a aquella llamada… sabiendo perfectamente lo que habría pasado si Esther no hubiera llamado… Salió a la terminal mirando a su alrededor y una sonrisa se instaló en su rostro cuando la vio esperando, con el gesto algo fruncido posiblemente por la espera debido al retraso del avión. Se acercó lentamente a ella, que de espaldas miraba los carteles y dejando su equipaje a un lado le tapó los ojos.

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M: ¿Te has perdido preciosa? – preguntó con picardía a su oído. A: Mira que eres idiota cuando quieres – contestó Ana zafándose de sus manos y dándose la vuelta - ¿qué tal el viaje? M: Umm… Bastante bien – contestó sonriendo ampliamente – te he traído un regalito. A: Menos mal – le dijo – porque esto de tener que venir al aeropuerto a recogerte cada vez que hagas un viaje tiene su precio – continuó con una sonrisa – anda, vamos que estoy harta de Barajas. M: Sí, que yo también quiero darme una ducha – afirmó volviendo a coger su equipaje y andando junto a ella - ¿Ha pasado algo interesante en mi ausencia? – seguía preguntando chistosa y de muy buen humor. A: La pregunta no es esa, amiga mía – dijo mirándola con recelo – la pregunta es… ¿ha pasado algo interesante contigo durante tu viaje? M: Pues… la reunión ha ido bien, he hecho turismo y… - sonrió maliciosa – nada más. A: Ya… ¿Era rubia, morena o fueron ambas? – preguntó haciendo que Maca soltara una risotada - no sé como te aguanto de verdad – dijo seriamente. M: Porque te hago regalos caros – siguió bromeando. A: Será por eso – dijo dejándola por imposible. M: Bueno – llegaron al coche y tras guardar las maletas entraron en él – pon el aire anda, que hace un calor… A: Es lo que tiene el cambio de estación, ¿sabes? M: ¿Estamos graciosas eh? – sonrió – voy a llamar a Esther – dijo sacando su móvil, Ana simplemente se quedó callada pero la miró de una manera que Maca supo lo que estaba pensando – Hola, preciosa – dijo una vez contestó al otro lado de la línea. E: Hola, cariño – contestó medio cantando y feliz por su llegada - ¿Ya estás en Madrid? M: Aja. Estoy saliendo del aeropuerto – le dijo – voy a casa, me doy una ducha y paso por ti al hospital – informó – tengo ganas de verte. 55

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E: Yo también, Maca, muchas ganas – decía mientras entraba en el vestuario de enfermeras para hablar con más calma – no sabes lo largos que se me han hecho estos días… M: Bueno, pues ya no tienes que esperar más – dijo mirando un segundo a Ana que ponía los ojos en blanco – así que señorita, no haga planes para hoy porque vas a pasar el día conmigo. E: Estas contenta ¿eh? – Advirtió por el tono de su voz - ¿Ha ido bien la reunión? M: Estupendamente – afirmó - ¿Y tu guardia? E: Puff… horrible… no paran de llegar heridos de n tráfico múltiple – contestó resoplando – siento no haber podido ir a recogerte… M: No pasa nada – le dijo – Ana ha venido por mí. E: ¿Ana? – dijo sin saber quién era y sin poder evitarlo sintiendo unos celos horribles cruzándole el pecho. M: Sí, Ana… una amiga de la infancia – contestó sin darse cuenta de su tono – ya te la presentaré – y Ana alzó una ceja ante aquello. E: Ah, vale – contestó algo más tranquila. Una enfermera entró para decirle que tenía que volver a urgencias – cariño, te tengo que dejar que entra un herido. M: Vale, luego paso por ti – dijo a modo de despedida. E: Un beso – dijo antes de cortar la comunicación. A: ¿Me la vas a presentar de verdad? – preguntó una vez la empresaria guardó su móvil. M: Sí… no sé, supongo que sería lo lógico ¿no? – dijo como si no fuera nada excepcional – si voy a casarme con ella pues… tendría que conocer a mi hermanita guapa ¿no? A: Déjate de peloteos, Maca, que sabes perfectamente lo que me parece esto – contestó con seriedad – así que será mejor que dejemos el tema. M: Pues sí, será mejor – le dio la razón – que estoy de muy buen humor como para ponerme a discutir ahora. 56

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Pese a que habían dejado la conversación a medias, el ambiente se volvió un poco más tenso durante todo el trayecto. Se despidieron con dos besos y la promesa de quedar al día siguiente cuando se hubieran calmado ambas, las dos sabían que si ahora seguían juntas en un mismo lugar, la charla que habían dejado de lado volvería a salir y acabarían discutiendo. Ambas se conocían demasiado bien como para saber que eso sería exactamente lo que pasaría. Terminó de arreglarse y salió de nuevo a la calle. Cogió su moto y puso rumbo al hospital donde Esther ya tendría que estar acabando su turno. En pocos minutos, debido a la facilidad de movimiento que le daba la moto y al poco tráfico de esas horas llegó al hospital, aparcó y se quitó el casco. No había terminado de ponerle el seguro a su moto cuando notó unos brazos que la abrazaban por la cintura. E: Hola – dijo apretándose contra ella – te he echado de menos mucho, mucho, mucho – decía como una niña pequeña. M: Hola – se dio la vuelta con una sonrisa y bajando para besarla levemente - ¿qué tal estás? E: Mal – dijo poniéndose seria de repente – cuatro días sin verte ¿Y ese es el beso que me das? – preguntó poniendo carita de pena. M: Estamos en el hospital, Esther – dijo separándose de ella – te pueden ver… E: ¿Y? – Dijo sin entender a qué venía aquello – no me importa que me vean contigo – se volvió a acercar. M: Vale… en ese caso… - dijo tomándola de nuevo por las caderas y ahora sí, besarla más profundamente, hundiendo su lengua y jugando con su homóloga, haciendo que Esther se abrazara más a ella para alargar más tiempo ese momento - ¿mejor así? E: Uff… mucho mejor – contestó con una enorme sonrisa - ¿Estás muy cansada? – preguntó después de “recuperarse” M: Para ti, no – afirmó. E: Vale… porque me ha llamado mi hermano y me ha dicho que si nos apetecía cenar con ellos hoy – dijo como si fuera lo más normal del mundo, con ilusión por tener a Maca de vuelta, sin embargo, lo último que quería la empresaria era irse a una cena con “Dieguito”

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M: Con tu hermano – repitió, Esther asintió sin borrar su sonrisa – claro… me encantaría – dijo un tanto decepcionada. E: ¿Seguro? – preguntó viendo que había algo que no le gustaba Maca, si estás cansada no tenemos por qué ir. M: No, en serio, vamos – contestó de nuevo – si es verdad que estoy un poco cansada pero vamos, si quieres vamos. E: Vale – sonrió besándola – estás muy guapa – halagó abrazándola. M: Tú también – contestó su sonrisa. E: Bueno… pues, yo tengo que ir a mi casa, darme una ducha y arreglarme… - comunicó - ¿Pasas por mí a las nueve? M: No – contestó haciendo que Esther la mirara algo contrariada – mejor te llevo y te espero, no quiero separarme de ti – terminó diciendo en un susurro que hizo que Esther casi se derritiera allí mismo. E: Pues venga… - le quitó el casco que llevaba en las manos y se lo puso a la espera de que Maca hiciera lo mismo, quien tardó unos segundos más debido a aquella noticia no esperada. Llegaron al piso de la enfermera y mientras ésta salía del salón para dirigirse a su habitación, Maca quedaba mirando todo aquello, como pensando en una forma de librarse de aquella cena, pese a que ya había dicho que sí, tenía la esperanza de poder escabullirse. Esther terminaba de vestirse sin poder dejar de sonreír, era algo que no podía dejar de hacer mientras estaba Maca con ella. Cada día más enamorada y no le daba miedo reconocerlo, no le importaba si era demasiado pronto o demasiado rápido, ella se estaba enamorando de Maca cada día mucho más. Terminó de ponerse los pendientes y cogiendo su bolso salió al salón. E: Maca ya est… - se cortó a sí misma al ver a la empresaria tumbada en el sofá y plácidamente dormida – Maca – susurró llegando hasta ella y quedándose a su altura – Maca, cariño – volvió a susurrar, la pediatra se movió emitiendo un sonido que hizo sonreír a Esther de nuevo – descansa, mi amor – le dijo quitándole un mechón de pelo de la cara. Eran cerca de las once de la noche cuando al enfermera quien ya cambiada de nuevo y recogiendo lo que había usado para comer algo, 58

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escuchó como Maca emitía un nuevo sonido así que con una sonrisa volvió al salón, donde la encontró moviéndose lentamente, posiblemente despertando. E: Hola – dijo poniéndose de rodillas a su altura. M: Ummm… hola – contestó desperezándose – me he quedado dormida… E: Un poco – sonrió – menos mal que no estabas cansada… M: Lo siento – dijo mirándola - ¿la cena con tu hermano? E: Le llamé y le dije que lo dejábamos para otro día – afirmó – no quería despertarte. M: ¿Qué hora es? E: Las once y diez – contestó y Maca abrió los ojos al ver lo tarde que era. M: Lo siento… - dijo de nuevo acariciando su mejilla. E: No pasa nada – afirmó con una sonrisa tranquilizadora - ¿Has dormido bien? M: Umm, sí – contestó – tu sofá es muy cómodo – ambas sonrieron. E: Venga – se separó de ella – voy a traerte algo de comer, tendrás hambre. M: Mucha, la verdad – sonrió. Dicho esto Esther volvió a la cocina y le llevó algo para cenar a una Maca que permanecía con cara de cansancio. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo cansada que estaba realmente y sin haberlo planeado le había salido la jugada redonda al haber evitado al cena con Diego. M: Será mejor que me vaya a casa – dijo levantándose del sofá. E: ¿Qué? ¿Por qué? – se levantó con ella sin ganas ninguna de que se marchara. M: Estoy cansada, Esther y quiero acostarme – contestó buscando su bolso. 59

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E: Pues nos acostamos – soltó y Maca elevó una ceja – quiero decir… puedes… puedes quedarte a dormir aquí – dijo algo avergonzada – mi cama es muy grande… M: Ehh… ya – ahora fue ella la que bajó la cabeza – no creo que sea buena idea… E: ¿Por qué? – preguntó de nuevo. M: Sinceramente… no creo que pueda dormir contigo en la misma cama sin hacerte el amor – dijo con seguridad. E: Maca… - pronunció bastante colorada. M: Tranquila ¿vale? – dijo dejándole un leve beso y saliendo de allí – todo está bien. E: Pero yo quiero que te quedes – insistió – por favor… Y no supo qué fue, ni qué le empujó a decirle que sí, pero de pronto se vio, por primera vez en su vida, metida en la cama con una chica sabiendo que no pasaría nada entre ellas. Esther se apoyó en su pecho y ella quedó totalmente parada… nunca había dormido con alguien sin tener sexo, nunca había imaginado que podría sentirse de esa manera sin hacer nada de nada… nunca había estado en una situación así e increíblemente se sentía bien… tranquila… extraña… Esther despertó en mitad de la noche y quedó mirando a Maca dormir a su lado, se habían movido durante el sueño y ahora la empresaria quedaba tras ella dándole la espalda. Con su mano recorrió aquella zona suavemente por encima de la ropa… la deseaba… realmente la deseaba… Mientras daban cuenta de un café hablaban con tranquilidad. Maca le contaba lo que había pasado esa noche y su amiga, sinceramente, no podía creerse lo que escuchaba. Aquello era lo más insólito que había escuchado nunca, algo que jamás pensó que pudiera ocurrir… si era lo que pensaba, definitivamente, Esther, iba a caerle muy, muy bien. A: ¿Y tú qué hiciste? – preguntó. M: Nada… me hice la dormida y la abracé – contestó ante la perplejidad de su amiga.

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A: Espera, espera – decía ordenando ideas - ¿Me estás diciendo que no solo duermes con una chica sin tocarla y que cuando ella parece que se te insinúa en mitad de noche, tú no haces más que darte la vuelta y abrazarla? – preguntó sin poder creerse lo que decía. M: Sí, eso es lo que te estoy diciendo. A: ¿Dónde está la trampa? – volvió a preguntar. M: ¿Qué trampa? – dijo totalmente fuera de juego. A: Pues la trampa, Maca, la trampa que debe haber en tu comportamiento, porque sinceramente, no me lo creo… - la empresaria simplemente se elevó de hombros haciéndole ver que no sabía qué decirle – quiero conocerla – dijo con total convencimiento. M: ¿Qué? – dijo sin esperarse esa “orden” A: Que quiero conocerla – repitió – quiero conocer a la mujer que está obrando el milagro. M: ¿Qué milagro? ¿de qué estás hablando? A: Pues de lo que está consiguiendo – dijo como si fuera obvio – te está cambiando, Maca, está consiguiendo lo que nadie. M: ¿Y según tú qué está consiguiendo? – preguntó de nuevo aun sabiendo por donde irían los tiros. A: Que sientas algo por ella – dijo a bocajarro – que no sea solo un polvo para ti, está consiguiendo que por primera vez en tu vida sientas algo, por alguien… te gusta, Maca, te gusta de verdad – continuó – y lo que es mejor, está consiguiendo que te enamores… M: No digas gilipolleces – contestó al instante, levantándose de su asiento bastante incómoda… era una estupidez enorme lo que decía, pues todo lo que hacía no era más que una treta para casarse con ella. Mientras tanto, en el hospital, Esther, hablaba con Claudia sobre lo que le pasaba con Maca, pese a que durante toda la conversación, la vergüenza de Esther a penas le dejaba hablar, había logrado explicarle lo que le pasaba.

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E: Y esta noche… - seguía diciendo, roja como un tomate – no sé, sentí la necesidad de… de hacerlo ¿sabes? Incluso me lancé, pero… ella se movió, me abrazó y… me quedé parada… C: Pero Esther – intentaba animar - ¿Cuál es el problema? – preguntó, la enfermera no supo qué contestar - ¿No la deseas? ¿Es eso? ¿No quieres acostarte con ella? E: No es eso – decía bajando la cabeza – claro que… que la deseo y quiero hacerlo con ella… - se cortó – no sé como te estoy contando esto… C: Es la cuarta vez que dices eso – reía – venga, anda, somos amigas, si no lo hablas conmigo… no sé con quien – animó a seguir – va, dime, cuál es el problema. E: ¡Pues que no sé lo que tengo que hacer! – soltó de pronto – no sé… como empezar y… me da cosa decepcionarla… C: Pero Esther – rió - ¿Cómo vas a decepcionarla? E: Pues sí porque… ¿Y si soy mala en… en la cama? – dijo bajando el tono – ¡No te rías! – regañó – y si no le gusto… C: A ver, cariño – tomó sus manos para tranquilizarla – solo tienes que dejarte llevar… lo demás vendrá solo – animó. E: Ya, claro, qué fácil lo ves – decía como una niña enrabietada. C: Chica, pues no sé – rió – alquila una peli porno lésbica o busca algo por internet que te ilustre sobre el sexo entre mujeres – soltó como una broma que dejó a Esther completamente a cuadros. -

Claudia, te necesitan en el box – avisó una enfermera.

C: Voy – se levantó – en serio, Esther, no te comas la cabeza porque lo único que vas a conseguir es obsesionarte con el tema – terminó de decirle para salir rumbo al box. E: Buscar en internet… - decía pensando en alto… y bebiendo de su taza de café mientras veía como su amiga desaparecía por la puerta de la cafetería. Con lo excesivamente coñazo que se había puesto Ana con eso de querer conocer a Esther, Maca no había tenido más remedio (básicamente por no escucharla más) que concretar una comida las 62

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tres juntas. Así que aún sin tener ganas ninguna de que se conocieran todavía, había ido a recoger a Esther al hospital y con ella, literalmente de los nervios, se dirigían hacia ese restaurante carísimo al que Maca había decidido llevarlas. M: Esther, tranquilízate – decía ya un poco cansada al verla que no podía dejar de moverse – solo es una comida con una amiga. E: No es solo una comida con una amiga – rebatió – es una comida con tu mejor amiga, Maca – puntualizó – con una persona muy importante para ti… tú misma dijiste que es como tu hermana, así que tengo que causarle buena impresión y ¡Mira como vengo! Ni siquiera me has avisado y no me he arreglado como debería – decía con rapidez, con una verborrea desbordante debido a sus nervios. M: A ver… - la miraba queriendo calmarla, pues estaba poniéndola a ella igual de alterada – vas muy bien, no te hace falta nada más y seguro que a Ana le causas una buena impresión, así que cálmate. E: Está bien… perdona – se disculpó al escuchar sus palabras, más serias de lo habitual. M: Bien, vamos – salió del coche cuando al fin aparcó. Al entrar al restaurante, Esther se quedó bastante parada, aquello no era un restaurante… eso debía ser el restaurante más caro del mundo…impresionada miró a Maca que parecía como pez en el agua. Decidió no decir nada… no quería parecer más histérica de lo que parecía ya. M: Tenemos una reserva a nombre de Macarena Wilson – le dijo a la chica que llevaba las reservas. Ch: Sí… ya están esperando – anunció – si me acompañan, por favor – las invitó a seguirlas. Tras aquella chica llegaron a la mesa donde Ana daba cuenta de una copa de vino, al verlas llegar se levantó y le dio dos besos a Maca mientras echaba una mirada a la enfermera, quien se sintió algo “estudiada” por aquella mujer. M: Esther, Ana – comenzó las presentaciones – Ana, Esther – señalaba a una y otra mientras las nombraba. A: Encantada – se acercó a la enfermera tras echarla una mirada desaprobatoria a Maca por su escueta y algo seca presentación. 63

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E: Igualmente – contestó dándole los dos besos de rigor. M: ¿Nos sentamos? – dijo viendo que no se movían. A: Sí, claro – contestó haciéndole caso. Durante gran parte de la comida, fueron Maca y Ana las que monopolizaron la conversación, Esther se sentía un tanto cohibida, pese a ello, se sentía a gusto por el simple hecho de estar con Maca. A: Por cierto – dijo – no has reparado en gastos para esta comida ¿eh? – dijo haciendo referencia al restaurante en el que estaban. M: Bueno… ya que invito lo hago a lo grande – dijo con una sonrisa. A: Di que sí – rió – que se note donde está el dinero -rió y Maca la miró con seriedad – Así que enfermera, ¿no, Esther? – le preguntó. E: Sí, en el Central – contestó con calma – llegué hace poco… de hecho, cuando conocí a Maca era mi primer día – sonrió mirándola y Ana no pudo evitar una sonrisa por la forma en que la miraba. A: Sí, algo me contó – dijo mirando a su amiga. El móvil de Maca comenzó a sonar haciendo que ambas se voltearan a mirarla, la empresaria sacó el teléfono del bolso y tras mirar la pantalla se levantó. M: Disculparme – dijo – es del trabajo, ahora vuelvo – terminó de decir alejándose de la mesa, cuando supo que ninguna la escuchaba contestó - ¿Quién es? Hola, Maca, soy Valeria ¿Quién? Valeria… ¿no te acuerdas de mí? Sí, ya sé quien eres ¿Cómo tienes este teléfono? Cariño… soy recepcionista del hotel en que te hospedaste, ¿Cómo crees que no tengo tu teléfono? Ya. ¿Qué quieres? Saber de ti… voy a ir a España unos días y pensé que te gustaría que nos viéramos y… bueno, ya sabes, pasar un buen rato ¿Cuándo vienes? Dentro de dos semanas Vale, pues… llámame y veremos – terminó de decir colgando el teléfono, Valeria había sido una de esas chicas con las que pasar una buena noche de sexo, no le había dado su teléfono y tampoco habían quedado en nada más, realmente no pensó que la volvería a ver, pero… debía reconocer que habían pasado una buena noche… ¿por qué no repetir? Mientras tanto, en la mesa, Ana y Esther se habían enzarzado en una conversación, donde, como no, Maca era el centro de atención. 64

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A: Te gusta mucho ¿verdad? – preguntó después de escucharla hablar de ella. E: ¿Cómo lo sabes? – dijo viéndose totalmente pillada. A: Se te nota – contestó – tu forma de mirarla es… E: Debo parecer tonta – bajó la cabeza. A: No, para nada – hizo que se relajara – pero… - iba a decirle que tuviera cuidado cuando Maca volvió a la mesa. E: ¿Todo bien? – preguntó dejando una mano sobre su espalda. M: Sí, sí – contestó rápidamente – nada, unos presupuestos que estaba esperando y ya han llegado. E: ¿Tienes que volver a la oficina? – quiso saber. M: Sí, solo un rato esta tarde. E: Vale – afirmó - ¿A qué hora saldrás? – preguntó de nuevo. M: Pues no lo sé, Esther – contestó – cuando termine de revisar unas cosas. E: Perdona – se disculpó de nuevo al ver su seriedad. M: No, perdona tú – corrió a decir – me he puesto un poco nerviosa – se acercó para besarla – perdona preciosa… E: Vale – sonrió ampliamente – pero avísame cuando salgas ¿vale? quiero llevarte a un sitio. M: Vale – afirmó. E: Voy un segundo al servicio – dijo levantándose de la mesa – perdonarme. Cuando Esther se levantó y comenzó a alejarse, Ana miró a Maca quien bebía de su copa de vino despreocupada, su amiga la observó… la conocía y estaba realmente nerviosa, lo que no sabía, era por qué. A: Así que esta chica es tu novia – soltó.

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M: ¿Novia? - dijo casi atragantándose con la comida – Ana, por favor… no la llames así que suena demasiado formal – continuó – solo es la chica con la que voy a casarme. A: ¿Y eso te parece menos formal? – Preguntó totalmente asombrada por aquella salida – Maca… esa chica es un encanto y le gustas mucho y de verdad… no se merece que le hagas esto… M: Dejemos el tema, Ana, que viene por ahí – la cortó viendo que Esther volvía. A partir de la vuelta de Esther, la conversación se centró en todo y nada, hablando de cosas intrascendentes y aun sin ser nada interesante Ana se dio cuenta de muchos detalles que revelaban lo que la enfermera comenzaba a sentir por Maca y del mismo modo aunque no podría afirmarlo enérgicamente diría que Esther no le era tan indiferente a Maca… definitivamente, tendría que tener una seria charla con la empresaria… A: Drama, drama, drama – pensó para sí al ver aquella estampa en la que Esther se había acercado a Maca para besarla levemente… Eran cerca de las doce de la noche cuando en el coche, Esther conducía con una sonrisa ante una Maca que no tenía ni idea de donde iban. Cuando había salido de la oficina había llamado a la enfermera y habían quedado en cenar algo rápido en algún lugar de tapas y luego ir a ese lugar misterioso que Esther, con tanta ilusión, quería llevarla. Así que ahí estaba, viendo como salían de la ciudad y preguntando una y otra vez donde se dirigían mientras la enfermera se negaba a contestarle diciéndole simplemente que “era una sorpresa”. Dejó de intentarlo y se dedicó a mirar por la ventana. Media hora después, se introducían en un paraje bastante oscuro, con una carretera de tierra y sin más iluminación que las luces del coche. M: Esther, en serio – dijo por enésima vez - ¿Dónde vamos? E: Es una sorpresa, Maca – decía con una sonrisa al ver que por primera vez en ese tiempo, era ella quien tenía a Maca intrigada con una de sus salidas – solo te diré que es un sitio muy especial para mí. M: Pero… E: Aguanta un poco, por favor – pidió mirándola y cogiendo su mano – llegamos enseguida…

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Dicho esto no volvió a insistir. Minutos más tarde, Esther aparcaba el coche en una explanada donde, quitaba el contacto y salía haciendo que la empresaria quedara dentro del coche sin atreverse a salir. E: Va, Maca que no te van a secuestrar ni nada de eso – bromeó, haciendo que su chica saliera a regañadientes del vehículo – espera – dijo acercándose al maletero del coche – coge esto – le tendió una linterna al tiempo que sacaba del maletero una bolsa y se la echaba al hombro junto con una mochila que se colgaba del otro. M: ¿Te ayudo con algo? – se ofreció al verla cargada. E: No hace falta – sonrió agradecida – no pesa – informó – ven – dijo extendiéndole la mano para que Maca entrelazara sus dedos con ella. Anduvieron unos metros hasta llegar a un claro desde donde se podía ver a lo lejos las luces de la ciudad en mitad de aquella oscuridad. Esther parecía más feliz que una niña y Maca no sabía qué pintaba ella en un lugar tan apartado como aquel. E: Toma – le tendió la mochila – hay una manta, sácala y ponla sobre el césped – le pidió mientras ella comenzaba a sacar cachivaches de la otra bolsa. M: ¿Y eso qué es? – preguntó viendo que Esther con total conocimiento lo iba armando. E: Un telescopio – dijo mirándola un segundo mientras continuaba preparándolo. M: ¿Me has traído a ver las estrellas? – preguntó algo alucinada, era lo último que se esperaba, pasar la noche mirando estrellitas no era su idea de diversión precisamente. E: Sí – contestó sin darse cuenta de su tono – hoy es día 20 y todos los días 20 de cada mes mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí a una pequeña colina que había cerca del pueblo y nos pasábamos horas buscando estrellas, nebulosas, constelaciones… - recordaba – era muy especial para nosotros… luego mi hermano dejó de venir, pero yo continué siendo fiel a esa cita con mi padre cada mes. Y cuando murió seguí yendo yo sola… es algo que me gustaba y en cierta manera me hacía estar cerca de él… - la miró – puede ser un poco ridículo pero… para mí es especial y quería compartirlo contigo…

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M: Pues… - se acercó a ella y la abrazó por la cintura – me encanta la idea – dijo al ver lo que aquello significaba para la enfermera. E: ¿Seguro? – preguntó – lo mismo a ti este rollo astronómico no te gusta o… M: La verdad, es que nunca he tenido oportunidad de hacer esto, así que tendrás que enseñarme – le dijo con una sonrisa. E: ¡Vale! – contestó ilusionada – pues espera que termine de montarlo todo y verás que cosas chulas vamos a ver. Maca sonrió al ver la ilusión en sus ojos, debía reconocer que esa faceta medio niña, medio adulta de Esther le encantaba… esperó pacientemente sentada sobre la manta a que la enfermera terminara de montar el telescopio y cuando lo hizo se abstrajo de todo mirando la inmensidad del firmamento. Desde su posición Maca la miraba, miraba al cielo y se preguntaba qué era lo que tanto le gustaba… “solo son estrellas” pensó para sí misma. Hasta que Esther la llamó para enseñarle diferentes imágenes que hicieron que hasta ella se impresionara por la belleza que encontró. Tras un buen rato observando la maravillosa vista de una pequeña parte del universo y que Maca preguntara varias cosas a Esther bastante curiosa por aquello que ella tanto ignoraba y que Esther parecía saber al dedillo, decidieron tumbarse un rato en la manta y seguir admirando las estrellas. M: Me ha encantado – dijo con gran sinceridad – de verdad. E: Me alegro – sonrió, acercándose a ella para que la abrazara como así pasó instantes después - ¿Puedo contarte una cosa y me prometes que no te ríes? – dijo sintiendo de nuevo como su vergüenza volvía a su rostro. M: Claro – dijo mirándola un segundo. E: He… he estado… mirando cosas por… por internet – soltó. M: ¿Cosas de qué? – preguntó intrigada. E: Pues… de… de sexo… - se puso colorada, Maca abrió los ojos como platos – de sexo entre… entre mujeres vamos – soltó de carrerilla. M: ¿Qué has buscado qué? – preguntó más sorprendida que nunca.

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E: No me hagas repetirlo, Maca que bastante roja estoy ya – dijo escondiéndose en su cuello. M: Pero a ver, Esther – hizo que la mirara - ¿Por qué lo has hecho? – preguntó. E: Porque… porque quiero… quería saber como… - decía mirándola bastante avergonzada – quería saber qué tengo que hacer para no defraudarte – terminó de decir al fin. Y Maca se enterneció ante aquello. No supo por qué pero le pareció lo más tierno que le habían dicho nunca… la miró y la besó lenta y profundamente, Esther correspondió al beso al instante, siendo ella la que comenzara a jugar con la lengua de la empresaria. Siendo Esther la que dando un salto al vacío subió sobre su cuerpo para quedarse sobre ella. Maca introdujo sus manos bajo la camiseta acariciando la espalda de Esther sin dejar su boca en un beso que le pareció el más dulce del mundo. M: Estás temblando – susurró en su oído. E: Estoy un poco asustada – contestó mirándola a los ojos. M: Shhh… tranquila – le dijo – tranquila – repitió – no tenemos que hacer nada que no quieras – y ella misma se sorprendió al decir aquello, jamás imaginó que diría algo como aquello en una situación como esa. E: Quiero hacerlo – le dijo más segura incluso que la mismísima “devora-mujeres” Rodó sobre la manta quedando sobre ella. Volvió a besarla, tan delicadamente como nunca había besado a alguien. En otras circunstancias la excitación y las ganas ya habrían hecho que le arrancara la ropa a la chica con la que estuviera, sin embargo, con Esther aquello no le salía. Tenía la sensación de querer hacerlo despacio, tranquila e incluso delicadamente y así lo hizo. Con lentitud, mirándola para darle tranquilidad comenzó a desnudarla, acariciando con la yema de sus dedos la piel que iba dejando expuesta y cerrando los ojos al tiempo que se mordía el labio cuando llegó a su pecho, que excitado parecía llevar esperándola demasiado tiempo ya. La enfermera soltó un leve quejido al sentir como Maca pellizcaba su pezón. La empresaria volvió a besarla, esta vez con más ganas al 69

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tiempo que hacía sus caricias más profundas. Bajó a su mentón el cual mordió con dulzura y llegó al cuello donde se perdió. Esther abrazaba su espalda, dejándole claro que no quería que se moviera. Respiraba ya con dificultad y no había dejado de temblar en ningún momento. Cuando Maca dejó su cuello y bajó a su pecho, Esther creyó que se moriría allí mismo. La empresaria besaba con delicadeza y lamía con exquisitez logrando que Esther comenzara a perder la cordura y le pidiera algo más que eso. Maca sonrió, volviendo a su boca y llevando una de sus manos hasta sus piernas, las cuales comenzó a acariciar de manera ascendente, haciéndole saber a donde se dirigían, hasta que al fin llegó hasta sus braguitas, las cuales de la misma forma en que la había desnudado se deshizo de ellas… E: Ummm… - gimió con los ojos cerrados al sentir la primera caricia en su sexo. M: ¿Estás bien? – preguntó repitiendo la caricia y mordiéndole el labio inferior. E: Sí… ahh – decía entre gemidos. M: Quiero que estés bien – susurró en su oído antes de morder el lóbulo de su oreja – quiero que estés tranquila – seguía susurrando mientras su mano se internaba más en su sexo en una dulce tortura que estaba excitando mucho más a Esther – no te haré daño ¿vale? – le dijo bajando de nuevo a su pecho, el cual había descubierto que le gustaba bastante. E: Maca… sigue – pidió apretando la cabeza de Maca contra ella – sigue, por favor – gemía – no te pares… Y Maca continuó en su caricias, conociendo cada pliegue del sexo bastante excitado de Esther, saboreando sus labios, besándola por todo el cuerpo… haciéndole el amor como no se lo había hecho a nadie… y es que sus encuentros sexuales solo eran eso… encuentros, algo rápido, pasional y bastante bueno, pero lo hacía con premura, con desesperación… esta vez lo hacía lento, igual de pasional pero de una forma algo más delicada… “es solo porque es su primera vez” se repetía en su cabeza. E: Yo también quiero tocarte – le dijo al oído y Maca gimió al escucharla. M: Tócame – contestó llevando una mano de Esther hacia su pecho. 70

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Y la enfermera comenzó a explorar el cuerpo que se le ofrecía candente, a diferencia de Maca lo hacía con algo de miedo y bastante inexperiencia. La empresaria sonrió enternecida… y la guió sobre ella misma haciéndole ver qué y como le gustaba. Volvieron a rodar quedando ahora Esther sobre ella, que comenzando a dejarse llevar y sin casi darse cuenta llegó hasta su sexo. M: Así… - gemía – muy bien, preciosa – cerraba los ojos al sentir sus caricias – lo estás haciendo muy bien – hablaba entre gemidos – así… así… uggfff genial, preciosa, genial… - llevó una de sus manos hasta la de su amante e hizo que acelerara el movimiento – así, así ¿ves? Un poco más rápido y mira como me tienes – no podía dejar de gemir, Esther estaba se estaba convirtiendo en una pequeña fierecilla, acelerando sus caricias, penetrándola por sorpresa – Aghgh qué bien – gemía. E: ¿Te gusta? – preguntó - ¿lo estoy haciendo bien? M: Uff… de maravilla – y literalmente le comió la boca – lo haces de maravilla. Sintiendo que poco le quedaba para llegar al orgasmo, se irguió haciendo que Esther parara sus movimientos, quedando sentadas mirándose frente a frente. Maca se movió al igual que hacía que Esther se moviera y sus sexos quedaran totalmente unidos. Ambas cerraron los ojos ante el contacto y comenzaron a mover sus caderas. El movimiento fue acelerándose al mismo tiempo que sus gemidos se hacían más seguidos. Volvieron a besarse teniendo que cortar el beso para tomar aire… la fricción de sus sexos se hacía cada vez más intensa hasta que ocurrió. Entre sus brazos Esther se tensó, elevando el pecho y echando la cabeza hacia atrás. Maca admiró aquella imagen antes de volver a hundirse en su pecho, y esta vez, con más rapidez, con más pasión, con menos delicadeza volvió a besarla, lamerla y abrazarla al tiempo que sus caderas se movían con más furia y sus gemidos hacían que la enfermera entendiera que Maca también estaba llegando al orgasmo. Quedaron tumbadas sobre la manta durante unos minutos, recomponiéndose y recuperando la respiración. Maca abrazaba a Esther quien no dejaba de sonreír. Se miraron y se besaron lentamente, más pausadamente, de una forma diferente. M: ¿Cómo estás? – quiso saber acariciando su pelo. 71

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E: Muy bien – contestó con una sonrisa - ¿Y tú? M: En la gloria – sonrió antes de besarla de nuevo. Estuvieron un rato más en aquel paraje, disfrutando del silencio y de las estrellas, disfrutando del momento después. Esther acariciaba lentamente el abdomen de Maca y la empresaria miraba al cielo mientras se sumergía en sus pensamientos. Cerca de las cuatro de la madrugada, Maca aparcaba el coche de Esther frente a su piso. Bajaron del vehículo y la enfermera fue directa a abrazarse a ella. Maca decidió que no debía desaparecer y dejarla sola esa noche, por lo que había sido ella misma la que se había autoinvitado a dormir en su casa… sabía que no debía dejar que durmiera sola… sería una forma de estropearlo… Cuando despertó aquella mañana lo hizo con una enorme sonrisa en el rostro a pesar del cansancio que sentía en cada músculo de su cuerpo. Se dio la vuelta en la cama y se encontró con Maca dormida de cara a ella, su sonrisa se amplió, se acercó y hundió la cara en su cuello para comenzar a besarla, haciendo que la empresaria se removiera y emitiera murmullos guturales debidos al sueño. Ella continuó con su idea de despertarla a base de besos, sonriendo con malicia siguió metida en su cuello. M: Aún es temprano – dijo sin moverse pero ya casi completamente despierta - ¿no tienes más sueño? E: No – dijo con contundencia. M: Pues yo sí – contestó como una niña pequeña – anda… vamos a dormir un poco más… E: Jooo – decía medio protestando y sin dejar de besarla. M: jajaja – rió por aquella expresión – anda, ven aquí – se movió para dejarle espacio - ¿Qué te pasa eh? E: Nada – dijo bajando la mirada hacia la camiseta de Maca. M: ¿Estás juguetona o que? – preguntó moviéndola sobre ella. E: Es posible – dijo con una media sonrisa. M: Jumm… he creado un monstruo – bromeó. 72

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E: ¿Y no te gusta? – preguntó con alegría. M: hombre… como gustarme… - dijo haciéndose la interesante – me gusta bastante sí – afirmó después – pero creo que tenemos que levantarnos. E: No – dijo bajando de nuevo a su cuello. M: Esther… tenemos que ir a trabajar – decía intentando pararla pero sin lograr que las manos de la enfermera llegaran a su pecho – así no vamos bien. E: Yo creo que sí – sin hacerle caso y moviéndose para quitarse ella misma su camiseta, Maca se preguntaba donde estaba la chica tímida que había tan solo un día era Esther. M: Esth… ufff – se quedó callada al ver que la enfermera hacía de sus caricias más intensas. E: ¿No quieres? Preguntó volviendo a erguirse – perdona… pensé que – y toda la seguridad que había demostrado hasta ese momento se había esfumado y había vuelto a la mujer tímida de siempre. M: Claro que quiero – soltó besándola profundamente – después de cómo me has puesto ni te pienses que iba a parar – dijo con sinceridad escandalizando a Esther. Y volvieron a hacer el amor, esta vez Maca no fue tan delicada como la vez anterior pero tampoco podía ser calificada de brusca. La pasión las hizo rodar en la cama varias veces hasta que fue la empresaria la que tomó las riendas… De ese modo su relación pasó a un nivel superior. El sexo había conseguido que se asentara más, que se hiciera más seria la cosa. Al menos así lo veía Esther. Maca estaba contenta por el rumbo que había tomado todo. Ya habían pasado la barrera del sexo y ahora todo iba totalmente encauzado hacia donde ella quería. Esa noche Esther tenía guardia. Se habían despedido aquella tarde después de comer y Maca había pasado bastante tiempo aburrida en su casa hasta que una llamada de Valeria diciéndole que estaba en Madrid y con ganas de verla hizo que se metiera en la ducha con la idea de ir a su hotel y… disfrutar de las comodidades que le ofrecía.

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Antes de salir decidió llamar a Esther para darle las buenas noches… así que se sentó en el sofá y mientras revisaba el bolso cogió el teléfono para llamarla. La enfermera tardó algo más de lo habitual en contestar y lo hizo justo cuando Maca estaba a punto de colgar. E: Hola cariño – dijo la voz bastante apagada de Esther al otro lado de la línea. M: Hola, preciosa – contestó algo extrañada por esa voz - ¿Cómo va el turno? Pareces cansada. E: No… no estoy en el hospital – contestó con la misma voz apagada y ahora Maca sí notó el tono quejicoso de su voz. M: ¿Por qué? – preguntó desconcertada - ¿Qué ha pasado? ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? E: Tengo fiebre… y me encuentro bastante mal – comunicó – voy tomarme algo para la fiebre y a meterme en la cama… - informó. M: No me habías dicho que te encontrabas mal esta tarde – contestó dejando el bolso a un lado. E: Bueno… no quería preocuparte y pensé que se me pasaría – contestó con voz cansada – cariño… voy a acostarme, hablamos mañana ¿vale? M: Sí, claro… descansa – dijo antes de colgar el teléfono. Dejó el aparato sobre la mesita que tenía justo en frente y quedó unos segundos parada, Esther estaba enferma… y le asustaba, sobre todo por el hecho de que la enfermera no dejaba su puesto de trabajo a menos que se encontrara realmente mal. Durante el camino, no podía dejar de pensar en la voz de Esther al otro lado del teléfono… estaba mala… tenía fiebre y ella iba a un hotel a tirarse a una tía que había conocido en un viaje por casualidad… paró la moto, maldijo para sí misma por la cantidad de cosas que tenía en la cabeza y reanudó la marcha. Esther dormitaba de mala manera sobre la cama. Le dolía demasiado la cabeza como para conseguir dormir y la fiebre parecía no bajarle aún. Tenía calor y escalofríos al mismo tiempo. La nariz congestionada y una terrible sensación de pesadez en los párpados… Daba una vuelta nueva sobre la cama cuando escuchó el timbre de su puerta sonar. Se levantó a duras penas y agarrándose a los muebles para no 74

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caerse por el mareo que sentía debido a la fiebre consiguió llegar a la puerta y abrir sin tan siquiera preguntar… M: Esther ¿Cómo estás? – dijo entrando preocupada al verla en ese estado. E: ¿Maca? – preguntó dudando de que fuera ella. M: Sí, preciosa, soy yo – contestó acercándose a ella y cogiéndola por la cintura – anda… vamos a la cama… te voy a preparar un caldo ¿si? – decía mientras la guiaba – pero tienes que descansar. E: ¿Qué haces aquí? – dijo al tiempo que llegaban a la habitación. M: ¿Qué voy a hacer, Esther? – preguntó creyendo que era más que obvio – venir a cuidarte… E: Maca…- susurró mirándola embelesada y llevando una mano a su mejilla. M: Shh… venga, túmbate, voy a prepararte una buena sopa ¿si? – dijo dándole un beso en la frente. E: Vale – contestó dejándose hacer. En la cocina, mientras preparaba el caldo, el móvil empezó a sonar, se había olvidado por completo de Valeria, tomó el móvil entre sus manos y efectivamente era ella quien llamaba… la estaba esperando en aquella habitación de hotel… miró la pantalla y volteó hacia la habitación. Volvió a mirar la pantalla… rechazó la llamada y apagó el móvil. Esther la necesitaba mucho más que Valeria en esos momentos… Cuando terminó con la sopa, volvió a la habitación, donde Esther parecía estar dormida. Dejó la bandeja en la mesita de noche y rebuscó por la casa algún botiquín. Encontró en un cajón del salón un montón de medicamentos junto con un termómetro, volvió a la habitación y se sentó en la cama junto a la enfermera. M: A ver – dijo susurrante intentando ponerle el termómetro. Esther se movió quejicosa – Venga… shh, solo un momento – volvió a susurrar. E: Maca… - abrió los ojos pesadumbre.

levemente mientras hablaba con

M: Estoy aquí preciosa – acarició su frente. 75

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E: No te vayas – le pidió abrazándose a ella. M: No, no me voy – sonrió levemente – pero no te muevas que tirarás el termómetro. Minutos más tarde se asustó al ver la temperatura que marcaba el mercurio. 39,2 grados… comenzó a ponerse bastante nerviosa, no sabía lo que tenía que hacer. De medicina no entendía absolutamente nada y Esther no estaba en condiciones de ayudarla. Recordó una vez cuando era pequeña y estuvo mala, con fiebre también alta y su abuela le había preparado un baño con agua templada, no demasiado caliente, ni demasiado fría, pese a que a ella le pudo parecer que estaba gélida, con eso había logrado que la fiebre bajara y al menos se sintiera un poco mejor. Rápidamente fue al baño y comenzó a llenar la bañera, volvió al cuarto y con Esther casi sin poder moverse comenzó a quitarle la ropa… M: Venga, preciosa – decía quitándole la camiseta – ayuda un poco ¿si? E: Mmm… Maca… no creo que pueda hacer el amor – dijo medio dormida. M: Anda tonta – no pudo evitar sonreír – solo vamos a darte un baño ¿vale? E: Tengo frío – dijo intentando taparse con la manta. M: Ya lo sé, pero tenemos que bajarte esa fiebre – seguía diciendo mientras continuaba desnudándola – venga, vamos – la cogió como pudo y logró llevarla al baño, el agua ya había llenado suficiente la bañera, terminó de desnudarla y la metió dentro – así… verás que bien. E: Tengo… tengo frío – decía tiritando – tengo mucho frío… M: Espera – se quitó la ropa y se metió con ella, abrazándola, estaba preocupada, realmente preocupada – ven, abrázate a mí – la envolvió en sus brazos notando que seguía temblando.

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E: Maca quiero nadar – dijo creyendo estar en una piscina, producto de la fiebre seguramente – vamos a nadar – comenzó a dar manotazos torpes y descoordinados. M: Luego nadamos ¿vale? – La paró – ahora vamos a quedarnos aquí tranquilitas. E: Vale… pero yo quiero nadar – dijo obstinada. Maca le siguió la corriente, prometiéndole que después nadarían todo lo que quisieran. Minutos más tardes secaba el cuerpo de la enfermera y volvía a vestirla pese a los intentos poco afortunados de Esther por mantenerse desnuda. E: Tengo calor – protestaba intentando quitarse la camiseta. M: Pero tienes que vestirte – contestaba con paciencia, Esther podría ser una buenísima enfermera pero era una muy mala enferma. E: Tengo frío – protestó de nuevo, haciendo que Maca la mirada con una ceja alzada. M: ¿Tienes calor o frío? – no pudo evitar una sonrisa por sus contradicciones. E: No sé – contestó – las dos cosas… M: Venga, verás como ahora te sientes mejor – la llevó de nuevo a la cama – así, muy bien – la arropó – incorpórate un poco – le pidió – tienes que tomarte eso – dijo acercándole la sopa y viendo que ya estaba fría volvió a la cocina a calentarla – ahora sí, venga. E: No tengo hambre – decía quitando la cara. M: Ya lo sé, pero tienes que comer para tomarte esto – dijo mirando la caja de antitérmicos que había encontrado, sacó el prospecto y leyó la dosis para asegurarse. A duras penas Esther se tomó la mitad de la sopa, tras esto la pastilla que Maca le dio y volvió a tumbarse, bastante agotada en la cama. La empresaria le puso de nuevo el termómetro. La fiebre había bajado un poco pero aún era alta. E: Maca… Maca – la llamó al ver que se había alejado de la cama.

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M: Estoy aquí – volvió a su lado con una toalla húmeda para pasársela por la frente. E: No te vayas, Maca… - pidió de nuevo en un sollozo… M: No me voy – acarició su mejilla – duerme, anda… te hará bien. E: Sí – dijo más contenta por aquella respuesta – Maca… M: Dime. E: Te quiero – dijo en un susurro apagado. M: Duerme, preciosa – consiguió decir después de tragar saliva y quedar mirándola unos segundos – duerme… Pasó la noche velando su sueño, sin dejar de pasarle por la frente y por el pecho aquella toalla húmeda hasta que vio que la fiebre parecía remitir. En su mente las últimas palabras que había pronunciado se repetían una y otra vez. ¿Habría sido producto de la fiebre? A las ocho de la mañana, con Esther aún dormida se preparó un café, volvió a ponerle el termómetro, aún tenía algunas décimas y probablemente la fiebre volvería a subirle durante aquel día. No quería dejarla sola, pero tampoco podía quedarse… así que, pese a que no quería enfrentarse a él, llamó a Diego para que se quedara con su hermana. D: ¿Cómo está? – preguntó una vez llegó a casa de su hermana. M: Aún tiene algo de fiebre – decía cogiendo su bolso – y ha pasado mala noche, se despertaba cada dos o tres horas – le informó. D: Gracias por llamarme – dijo mirándola con algo de recelo. M: Sí, bueno… Esther me dijo que estabas de vacaciones y yo tengo que irme a trabajar – decía buscando sus llaves. D: ¿Puedes sentarte cinco minutos? – preguntó viéndola bastante nerviosa – creo que deberíamos hablar. M: Tengo algo de prisa – se excusó D: Seguro que por cinco minutos no te va a pasar nada – insistió – además… eres la dueña ¿no? supongo que podrás llegar tarde. 78

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M: No me gusta desatender mis obligaciones – lo miró. D: Ya… o tal vez es que no quieres quedarte a charlar conmigo – dijo mirándola desconfiado - ¿Tienes algo que ocultar, Maca? M: Por supuesto que no – soltó con vehemencia, pero sí que era cierto que no quería quedarse a hablar con él. No quería una de esas conversaciones transcendentales sobre su relación con Esther aquel día a las ocho de la mañana y tras escuchar de los labios de la enfermera que la quería… - tú dirás – aún así se sentó, no podía dejar que pensara nada raro. D: Lo que quiero saber es muy simple – dijo con seriedad - ¿qué pretendes con mi hermana? M: Creo que no es contigo con quien debería hablar de esto – intentó escurrir el bulto. D: Mira Maca… soy el hermano mayor de Esther, conozco a mi hermana y es demasiado buena para ver la maldad de la gente – Maca alzó las cejas – con esto no quiero decir que tú seas mala persona, no te conozco, así que no lo sé. Lo que quiero decir, es que, no voy a permitir que nadie le haga daño a mi hermana… así que si lo que quieres es acostarte con ella, te aconsejo que desaparezcas de su vida – terminó de decir con bastante solemnidad. M: Pretendo casarme con ella – soltó con la misma seriedad que él, no iba a achantarse ante Diego, no iba a dejar que quedara por encima de ella. D: Vaya – dijo con sorpresa – eso sí que no me lo esperaba – dijo totalmente fuera de juego. M: Lo imagino – siguió sin cambiar el tono – aún así, Diego, tu hermana ya es lo suficientemente mayorcita para tenerte a ti de niñera… y es con ella con quien debo hablar sobre esto, en su momento – se volvió a levantar – ahora si me disculpas, llego tarde al trabajo – dijo al fin saliendo de aquella casa, suspirando profundamente una vez cerró la puerta… si la noche había sido demasiado… “intensa”, el día no comenzaba de diferente manera. Cuando Maca salió de allí, al fin pudo “respirar” con algo más de normalidad. Pese a que en su mente, como si de una noria que no deja de dar vueltas se tratara, las palabras de Esther junto con su mirada no la dejaban en paz. 79

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Una hora y media más tarde, Esther aparecía en el salón, encontrándose con la sorpresa de ver a su hermano sentado mientras leía el periódico y tomaba un café. Se encontraba débil y aún le dolía un poco la cabeza, pero al despertarse había recordado a Maca con ella durante gran parte de la noche cuidándola y pese a que no tenía ganas de levantarse de la cama quería saber si no había sido todo producto de su fiebre. D: Ey – dijo su hermano percatándose de su presencia – vuelva a la cama, señorita, que aun está enferma – soltó levantándose con voz de mando a la par que tierno. E: Estoy mejor, Diego – contestó sin hacerle caso y llegando hasta el sofá. D: Aunque estés mejor, tienes que cuidarte – insistió – así que vuelve a la cama, anda, mientras yo te preparo unas tostadas y te doy las medicinas. E: ¿Qué haces aquí? – preguntó ignorando su comentario. D: Maca me llamó para decirme que estabas con fiebre – explicó – ella tenía que irse a trabajar, así que he venido a cuidarte. E: Ya… ha estado aquí toda la noche conmigo – dijo con una leve sonrisa. D: Sí, lo sé – contestó sentándose en el otro extremo del sofá, estaba claro que su hermana no tenía intención de volver a la cama – te voy a traer el termómetro. Dicho esto salió del salón buscando el aparato y tras unos segundos volvió con él, haciendo que fuera la misma enfermera quien se tomara la temperatura, tan solo tenía unas décimas de fiebre. D: Bueno… esto está mejor – decía algo más aliviado – tuviste fiebre muy alta esta noche… E: No me acuerdo de mucho… - dijo ladeando la cabeza – solo de mi niña cuidándome – soltó con una sonrisa. D: Tu niña… - murmuró. E: ¿Qué pasa? – advirtió su tono.

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D: Nada. E: Diego, que te conozco – insistió – así que dime lo que pasa, no me encuentro con ganas de sacártelo con sacacorchos. D: Está bien – dijo tomando aire – no creo que Maca sea la mujer indicada para ti – soltó directamente. E: ¿Y eso por qué? – preguntó poniéndose algo tensa. D: No sé, solo es una sensación – contestó como simple excusa. E: No te cae bien – afirmó bajando al cabeza desilusionada. Que a su hermano no le gustara Maca era algo que la ponía triste. D: No es eso – dijo viendo su rostro – es que… No sé Esther, hay algo que… que no me gusta en todo esto… - advirtió – creo que quizás estáis yendo demasiado rápido – dijo recordando las palabras que le había dicho la empresaria “pretendo casarme con ella” ¡si solo llevaban unos meses juntas! E: Mira quien habla – contestó – te recuerdo que lo tuyo con Paula no fue precisamente a paso de tortuga. D: Tienes razón – soltó viendo que había tirado por tierra su argumento principal – pero aún así, creo que deberías pensar un poco, Esther – le pidió – Maca y tú… sois de mundos diferentes… sois como… como el aceite y el agua, totalmente distintas… y no quiero que te haga daño. E: Maca nunca me haría daño – contestó enérgicamente. D: Solo estoy diciendo que tengas un poco de cuidado, nunca te había visto tan lanzada con alguien. E: Será que nunca he querido a nadie como la quiero a ella – y de nuevo, por segunda vez en un mismo día, Diego se quedó a cuadros y sin poder decir absolutamente nada. D: ¿La quieres? – consiguió decir tras unos instantes – a penas la conoces… E: La conozco lo suficiente como para saber que la quiero, Diego – dijo poniéndose seria. D: Pero… 81

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E: Diego, por favor – le cortó – estoy horrible, tengo fiebre y me duele contigo… - siguió – y no sé por discutiendo – conocía a su hermano y ganas…

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cansada, he pasado una noche la cabeza, no quiero discutir qué me da que acabaremos sabía que así sería – y no tengo

D: Solo digo que… E: Basta, Diego – lo volvió a cortar – ya basta… llevas toda la vida igual, ninguna persona por la que me he interesado te ha gustado… siempre acabas diciéndome lo mismo… estoy cansada de terminar siempre igual y no voy a consentir que digas nada de Maca… D: No quiero que te hagan daño… E: Maca no me va a hacer daño – contestó con seguridad – y la quiero… y lo siento si no te gusta, pero me da igual, voy a estar con ella, quiero estar con ella, ¿Es tan difícil de entender? – preguntó retóricamente – así que por una vez, deja que sea yo quien decida, deja que me sienta tan feliz como me siento por tenerla a mi lado… por una vez Diego, deja de ejercer de hermano superprotector y simplemente dame un beso y alégrate por que sea feliz… - terminó de decir, mirando a su hermano que se había quedado totalmente callado ante tanta seguridad en sus palabras… tal vez Esther tenía razón, tal vez para él, nunca habría nadie lo suficientemente bueno para ella… Semanas después, Esther había vuelto al trabajo ya totalmente recuperada. Esa noche había tenido guardia y terminaba de trabajar bastante cansada, lo único que le apetecía era irse a casa y dormir un buen rato, ni siquiera se acordaba del día que era. Firmó el parte de salida pensando en lo que tardaría en pasar el autobús. Su coche una vez más estaba en el taller… M: Buenos días, preciosa – dijo esperándola en la puerta con una taza de café. E: ¡Maca! – se sorprendió de verla allí - ¿qué haces aquí? – quiso saber aun contenta de verla. M: sabía que salías ahora y yo hasta dentro de una hora no tengo que estar en la oficina, así que me he dicho… voy a recoger a la niña y le doy una sorpresa – sonreía viendo a Esther hacer lo mismo.

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E: Me encanta la sorpresa – se abrazó a ella – te quiero – dijo entre sus brazos, desde aquella vez con fiebre se lo había repetido varias veces, no podía dejar de hacerlo… M: Venga, que te llevo a casa – se separó de ella, cada vez que escuchaba decirle eso se sentía bastante incómoda… como si algo le dijera con una vocecita en su interior lo rastrera que estaba siendo con ella… pero siempre lograba apagarla – por cierto – se paró frente a ella tomando sus mejillas – feliz cumpleaños… E: Gracias Maca – contestó besándola lentamente – muchas gracias… M: Venga, ahora sí, vamos que tendrás que estar descansada para la cena – dijo llegando hasta el coche, uno que a Esther la dejó con la boca abierta. Un Audi S3 spotback en azul metalizado les esperaba bien aparcadito a unos cinco metros de ellas. La empresaria accionó el cierre automático para que se abriera luego miró a Esther con una sonrisita - ¿quieres conducirlo? – la enfermera la miró – toma – le pasó las llaves – que lo estás deseando. E: ¿Cuándo te has comprado este coche? – quiso saber ya sentada en el asiendo del piloto y mirando todo su interior. M: Me lo dieron ayer – contestó – viene con todos los extras… ¿te gusta? E: Me encanta – dijo arrancando – es muy bonito Maca y muy manejable. M: Bueno, pues me alegro que te guste – sonrió de lado. Durante el trayecto hablaron de cómo le había ido la guardia a Esther y de la hora a la que habían sido citados los compañeros de la enfermera para la cena de esa noche. Una vez llegaron a casa de Esther, aparcó el coche y salió de él echándole una ultima mirada. E: Toma – dijo devolviéndole las llaves. M: Ehh… no, será mejor que te las quedes tú – sonrió más ampliamente. E: ¿Yo? ¿Por qué yo? – preguntó descolocada. M: Pues porque… el coche es tuyo – Esther alucinó – es el primero de mis regalos de cumpleaños, así que… ¡felicidades!

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E: ¿Qué? – dijo totalmente alucinada - ¡Maca como vas a regalarme un coche! M: Pues así – contestó – regalándotelo. E: Pero… no puedo aceptarlo, Maca… M: Si no lo haces me harás un feo – dijo poniendo morritos – y ya me has dicho que te encanta así que… E: Pero es un regalo carísimo – siguió de nuevo. M: El dinero no es problema. E: Puede que para ti no lo sea, pero para mí sí – soltó dejando a cuadros a Maca. M: Genial – protestó – yo llevo días comiéndome la cabeza por buscar algo que regalarte y se me ocurre comprarte un coche porque sé la de tiempo que pasa el tuyo en el taller y ahora resulta que no te gusta… genial. – decía entre desilusionada y enfadada – pues nada, ¿no lo quieres? Pues ya veré lo que hago con él. E: Maca no te pongas así – pidió algo parada por su reacción – es solo… Maca que a mí no me hace falta que me regales cosas tan caras… me parece algo excesivo y… a mi me basta con estar contigo… M: Y a mí contigo – dijo acercándola a ella y tomándola por las caderas para unir su boca a la de la enfermera en un beso tibio. E: Perdona – se disculpó – no quise que te pusieras así. M: No pasa nada – contestó – pero… no me negarás que el coche es chulo. E: Lo es – sonrió. M: Entonces no me hagas el feo de no quedártelo ¿vale? – Pidió – me hace ilusión regalártelo. E: Me encanta el coche – la besó una vez más – y me encantas tú – volvió a besarla más efusivamente. Eran las once de la noche y la “fiesta” de cumpleaños estaba siendo todo un éxito. Esther estaba disfrutando como una niña con zapatos 84

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nuevos. Por fin había podido presentar a Claudia y Maca y parecían que se llevaban bastante bien. Las había visto hablar un buen rato mientras ella lo hacía con Ana o su hermano. Luego había observado como Maca parecía discutir con Ana y había enarcado una ceja preguntándole si le pasaba algo a lo que la empresaria había contestado negativamente y sonriéndole para tranquilizarla. C: Es bastante guapa y muy simpática, Esther – le había dicho Claudia en un momento de la noche. E: Es la mujer de mi vida – contestó Esther desbordante de felicidad – la quiero Claudia, la quiero muchísimo. C: No sabes cuanto me alegro por ti – dijo dándole un abrazo cariñoso. M: Creo que voy a ponerme celosa – bromeó Maca llegando hasta ellas – deja que te la robe un segundo Claudia – dijo tomando de las manos a Esther y alejándola un poco de todos - ¿Qué tal estas? ¿Lo pasas bien? E: Muy bien – decía con una sonrisa - ¿y tú? Me ha parecido verte discutir con Ana. M: No, tranquila – contestó quitándole importancia – solo era un intercambio de opiniones – dijo a modo de excusa, pues realmente sí que estaban discutiendo. Ana había intentado persuadirla una vez más y ella había zanjado el tema con un “déjame en paz” más brusco que nunca. E: ¿Seguro? Se la ve bastante seria – observó a Ana al otro extremo de la sala con una copa de vino y el rostro bastante juicioso. M: No pasa nada, de verdad – contestó de nuevo – escucha… que tengo algo más para ti – dijo cambiando de tema. Lo ultimo que quería era hablar de Ana. E: ¿Más? Maca con el coche es mucho más que suficiente. M: No lo creo – dijo sacando algo del bolsillo de su pantalón – verás… se me ha ocurrido algo… y quiero saber qué te parece – Esther miraba bastante extrañada a Maca, parecía mucho mas nerviosa de lo que la había visto nunca – como idea ¿vale? A ver qué opinas tú – los invitados, disimuladamente las miraban - ¿Qué te parecería si… nos casamos? – dijo abriendo la cajita y sacando un anillo espectacular, tomando la mano de Esther y mirándola a los ojos - ¿qué me dices? – 85

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preguntó viendo como a la enfermera se le humedecían los ojos ilusionada - ¿Te casas conmigo, Esther? – preguntó directamente. Esther se quedó mirando aquel anillo mientras sus lágrimas comenzaban a resbalar por su mejilla, era un sueño. Tenía que ser un sueño del que pronto despertaría y se daría de bruces con una realidad en la que a ella nunca le pasaban esas cosas, en una realidad en la cual ella nunca era la princesa del cuento sino tan solo un personaje secundario que brillaba por pasar inadvertido ante los ojos de todo el mundo. Sin embargo, no era un sueño, aquello era la vida real y ella era por primera vez en su vida aquella princesa de cuento que encuentra al amor de su vida. Se sintió tan feliz, tan importante… Maca conseguía eso, hacerla sentir importante, segura, guapa, alta, todo en ella se magnificaba gracias a Maca… y ahora como culminación le pedía que se casara con ella… demasiado pronto quizás… pero ¿qué importa? E: Sí – consiguió decir en un hilo de voz, tan bajo que nadie excepto ella misma lo escuchó, acongojada por la felicidad casi no le salían las palabras. M: ¿Qué has dicho? – pregunto sin poder borrar la sonrisa de la cara, sintiendo como le temblaba todo. E: Que sí – repitió, subiendo la cabeza para mirarla y colgarse de su cuello – sí, me caso contigo – dijo derramando lágrimas felices – te quiero – la besó – te quiero muchísimo – la volvió a besar. Los invitados comenzaron a aplaudir. Claudia casi daba saltos de alegría al ver la felicidad en el rostro de su amiga, Diego, un tanto más receloso terminó también aplaudiendo, su hermana tenía razón, no podía seguir buscándole tres pies al gato en cada persona en la que se fijaba ella y Maca, al fin de cuentas, había cumplido con las palabras que le dijo de casarse con ella. En cuando a Ana… Ana negó con la cabeza, dio seriedad en su rostro y sabiendo que todo el mundo estaba más pendiente de la pareja que de ella, se sirvió una copa de vino con el fin de morderse la lengua y no desenmascarar a su amiga… Entre la algarabía y las felicitaciones de todos, Esther no dejaba de sonreír y de derramar alguna que otra lágrima mostrando el anillo que Maca había puesto en su dedo, de nuevo extrañamente temblorosa, antes de besarla una vez más y volver con los invitados, definitivamente, ese había sido el mejor cumpleaños de toda su vida.

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M: ¿A dónde vas? – interceptó a Ana quien tras unos segundos y felicitar algo secamente a la pareja, había tomado su bolso y se dirigía fuera de aquella casa. A: Me voy a mi casa, Maca – contestó sin un ápice de cordialidad – no pienso quedarme ni un minuto más aquí viendo como prosigues con esta farsa y destruyes la vida de una chica inocente y la tuya de paso – terminó de decir con dureza. M: ¿Qué estás queriendo decir? – preguntó, algo asustada por la posibilidad de que aquello significara el fin de una amistad que había sobrepasado los límites convirtiéndolas en casi hermanas. A: Como si no lo supieras – intentó dar un quiebro y zafarse de ella. M: Ana, por favor – pidió tomando su brazo. A: Suéltame, Maca – ordenó con una intensa rabia en los ojos – no quiero ser partícipe de esto, se acabó. M: Ana, no me hagas esto – dijo tomando un tono igual de serio que el de ella, poniéndose a la defensiva, ocultando su miedo a perder a su hermana en una capa dura de frialdad – si te vas olvídate de que alguna vez fuimos amigas. A: Francamente, Maca, en estos momentos lo último que quiero es ser amiga tuya – dijo soltándose del brazo con brusquedad y saliendo de aquella casa dejando atrás una amistad de años, podría no estar de acuerdo con lo que Maca estaba haciendo, pero le dolía que todo entre ellas terminara de esa forma… aunque quizás, esto le pudiera hacer reaccionar… Maca quedó parada frente a la puerta, viendo como ésta se cerraba tras Ana, sintió ganas de llorar, romperlo todo y sin embargo, lo único que hizo fue inspirar hondo, muy hondo, encajando el golpe que tantas otras veces había encajado, reduciendo la amistad con Ana a esa que tantas veces había tenido con gente interesada más en su dinero que en ella misma y lo hizo para que no le doliera tanto, lo hizo para que la idea de perder a Ana, su confidente, su única amiga real, no fuera tan dolorosa como realmente era. Desde que había perdido a sus padres en aquel fatídico accidente su vida había cambiado radicalmente, era una niña que tan solo tenía a una viejecita adorable que le consentía en todo lo que quería. Había tenido todo lo que había querido, cuando había querido y como había querido, pero siempre tuvo un vacío enorme, nunca había tenido 87

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amigos, los que tenía tan solo buscaban de ella una cosa, su dinero, sus influencias… y cuando conseguían lo que querían se marchaban por donde habían venido dejándola sola con todo ese cariño que ella empezaba a sentir por cada una de esas personas. Cada vez que se abría a alguien acababa defraudándola, acababa sacándole las imposibles entradas para algún concierto, o las innumerables escapadas al extranjero que ella misma preparaba… y luego, cuando confiaba en ellos, cuando comenzaba a quererlos, todos se esfumaban una vez satisfecho sus propósitos. Era solo una adolescente cuando tomó consciencia de que ser millonaria y la hija de una de las familias influyentes del país no era lo maravilloso que todos creían ver. Sonreía ante cualquiera, sí, pero no era capaz de confiar en nadie. Sus padres habían sido los primeros en “abandonarla” muriendo en ese estúpido accidente y dejándola sola. Luego todos sus “amigos”, su primer amor, el cual una vez logró sacarle todo lo que pudo también se marcho, convirtiéndola en lo que era ahora mismo… Hasta que apareció Ana, la única amiga de verdad, la única persona real que había conocido, que llegó por casualidad y que le demostró una tras otra que no le interesaba lo más mínimo su dinero, la que había estado allí siempre, la que nunca se había marchado, su hermana. La única persona a la que le permitía, muy, muy, muy de vez en cuando ver su parte vulnerable, la única persona que tenía licencia para decirle verdades a la cara. La única persona en la que confiaba de verdad… E: Cariño ¿Estás bien? – dijo llegando hasta ella, interrumpiendo sus pensamientos, abrazándola por la cintura y percatándose de las lágrimas que corrían por su mejilla, Maca ni tan siquiera se había dado cuenta. M: Sí, claro – contestó de nuevo acorazada. E: Estas llorando – acarició su mejilla interrumpiendo el curso de una de esas lágrimas. M: No estoy llorando – dijo separándose un poco de ella. “yo no lloro nunca” pensó “mucho menos delante de la gente” – es solo que se me ha metido algo en el ojo – dijo restregando uno de ellos con las manos para hacerlo más coherente. E: ¿Seguro? – insistió no muy convencida.

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M: Seguro – dijo sacando una sonrisa para tranquilizar a Esther - ¿Te he dicho lo guapa que estás? E: ¿Y yo te he dicho lo guapa que estás tú? – le devolvió la pregunta. M: Venga – la besó un instante – vamos con esta gente que nos estarán esperando. E: Sí – anduvieron cogidas de la cintura – a quien no veo es a Ana. M: Ha tenido que irse – contestó con naturalidad – tenía una reunión o no sé qué. E: Ah… - soltó bastante confusa por aquella escapada de la mejor amiga de su novia – un poco raro que se haya ido así ¿no? sin despedirse, me refiero. M: Sí. Bueno, lo que pasa es que la han llamado – mintió – algo importante y me ha pedido que te diga que lo siente y que… que se alegra mucho por nosotras – dijo tragándose el nudo en la garganta que se le había formado tras la marcha de Ana. Cuando ya todo el mundo se había marchado, Esther terminaba de recoger algunas copas mientras que Maca se quedaba aún con la suya totalmente llena en el sofá y mirando al infinito. No debería haberle dicho eso a Ana, lo sabía y se arrepentía por ello, pero de la misma manera no había podido evitarlo, había sentido como su mejor amiga parecía darle la espalda y aquello literalmente la había dejado bastante tocada. E: Cariño – dijo con cuidado Esther sentándose a su lado - ¿Estás bien? – preguntó – Pareces distraída. M: Estoy bien – contestó dejando la copa en la mesa y mirándola – solo pensaba. E: ¿Qué ha pasado con Ana? – quiso saber – has estado muy distante desde que se ha ido… y no me digas que nada… sé que habéis discutido – apuntó sorprendiendo a la empresaria. M: ¿Cómo lo sabes? – preguntó pues creía que Esther no se había dado cuenta de lo que había pasado. E: Porque te lo noto – sonrió levemente quitándole un mechón de pelo – empiezo a conocerte más de lo que piensas ¿sabes? – presumió,

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Maca la miró enarcando una ceja – y porque también os vi de refilón y parecíais discutir… M: No ha pasado nada, de verdad – continuó acariciándole la mejilla – solo que… se tenía que ir, le pedí que se quedara y no pudo… solo eso – sonrió para tranquilizar a Esther al tiempo que pasaba el dedo pos sus labios recibiendo un beso de la enfermera – Estás muy guapa hoy, ¿Te lo había dicho? E: No, pero no importa – sonrió nuevamente – tú también estás muy guapa – volvió a sonreír. M: Tienes la sonrisa más bonita que he visto nunca – dijo con total sinceridad. E: ¿Estás intentando sacarme los colores? – bromeó – porque lo estás consiguiendo – se acercó más a ella - ¿Seguro que estás bien? M: Seguro – susurró besándola levemente - ¿y tú? ¿Te lo has pasado bien? – preguntó tras el beso mientras continuaba acariciando su mejilla. E: Sí – afirmó – ha sido el mejor cumpleaños de mi vida – dijo colgándose de su cuello – sobre todo porque… porque te tengo a ti y nos vamos a casar… - terminó d decir emocionada. M: Aja – afirmó – nos vamos a casar… Sin decir nada más, tal vez sin poder decirlo, Maca se acercó a la enfermera y la envolvió en un abrazo profundo al tiempo que la besaba con lentitud, aumentando la presión de sus labios con el fin de dar paso a sus lenguas que se encontraron gustosas. Sin decir nada más, se levantó, la tomó de la mano y la llevó al dormitorio donde hicieron el amor hasta altas horas de la madrugada, cuando quedaron dormidas, con el testigo único de la luna colándose entre las rendijas de las persianas… Elsa terminó de organizar las reuniones que tenía su jefa esa misma semana, por orden de maca le había pedido que retrasara dos de ellas, lo cual le llevó a reubicar las restantes en horas diferentes. Cuanto finalizó la última llamada, cogió algunos de los informes que tenía sobre la mesa y llamando a la puerta del despacho esperó a que Maca le diera la invitación para entrar.

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Una vez dentro se quedó parada en mitad del despacho a la espera de que Maca terminara de hablar por teléfono, mientras apuntaba algo sobre una libreta que tenía frente a ella. M: Sí… pues… unos siete u ocho días – decía a su interlocutor – aún no lo tengo asegurado… bien… sí, sí, claro, siempre se podría ampliar la estancia una vez allí ¿no? – continuó – Estupendo ¿entonces ningún problema? … genial, sí… - seguía escuchando – perfecto … le haré una transferencia … sí, apunto – apuntaba varios números sobre la libreta – muy bien, gracias. Hasta luego – colgó el aparató – dime Elsa – dijo mirándola como lo hacía siempre. El: Ya están todas las reuniones con el nuevo horario – le comunicó – y te dejo aquí los informes que me pediste. M: Gracias – sonrió – eres un encanto – halagó. El: ¿Nerviosa? - pronunció mirándola, Maca levantó la cabeza de sus papeles - Te casas en diez días… supongo que estarás nerviosa – explicó. M: Ehh… sí, sí, me caso… y bueno… ¿nerviosa? No, no estoy nerviosa – dijo, pese a que realmente llevaba unos días más intranquila que de costumbre. El: Ya… eres de las que conservan la calma hasta el último momento ¿no? – se sentó frente a ella con una sonrisa que a Maca le dejó parada. M: Podría decirse que sí – dijo apoyando una de las manos en su mentón - ¿y tú? ¿Te pones nerviosa con facilidad? El: Digamos que conservo la calma hasta que me hacen perderla – contestó con un tono que a Maca le pareció sugerente - ¿Tienes ya organizada tu despedida de soltera? – preguntó cambiando de tema. M: Lo cierto es que no – contestó – no lo había pensado… El: Mala cosa ¿eh? Las despedidas de solteras son un paso importante antes del matrimonio – le dijo – es una costumbre que nadie debería dejar de hacer, al fin de cuentas, es la última noche como mujer libre que pasarás… una en la que no sé… hacer lo que sabes que no vas a volver a hacer tras la boda – Y ahora sí, captó totalmente el tono sugerente de su propuesta.

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M: Supongo que debería organizar algo – contestó – no se deben perder las buenas costumbres… El: No puedo estar más de acuerdo – dijo al tiempo que quedaba mirándola con intensidad. El teléfono sonó haciendo que ambas dejaran ese “juego” para otro momento, Elsa descolgó levantándose de la silla y apoyándose sobre el escritorio dejando a la vista de su jefa su escote, fue imposible para Maca no llevar sus ojos a aquel lugar. El: Es Esther – informó con cierto fastidio. M: Gracias – cogió el teléfono al tiempo que veía como Elsa salía del despacho – Hola, preciosa. E: Hola, mi amor – saludó medio cantando - ¿qué tal va el día? – quiso saber. M: Muy bien, trabajando y organizando algunas cosas – siguió – tengo que dejarlo todo atado antes de la boda. E: De eso te quería hablar – dijo desde el otro lado de la línea – que me tienes que confirmar lo de Ana, cariño, sé que estáis enfadadas pero… sois amigas desde siempre… creo que deberías hablar con ella, a las dos os vendría bien ¿no? M: Lo sé – contestó con el mismo tono cansado que había contestado las veces que Esther sacaba el tema, en ese tiempo, no habían vuelto a hablar, pese a que Maca la había llamado un montón de veces para disculparse y Ana no había devuelto sus llamadas, pese a la tristeza que sentía al haber perdido a su única amiga, no había habido forma de intentar hablar con ella – sabes que lo he intentado… E: Aún no entiendo porqué estáis así – repitió una vez más - ¿Por qué no me cuentas lo que os pasó? A lo mejor puedo ayudarte, mi amor. M: Te lo agradezco, pero ya te lo he dicho – contestó – ha sido una tontería, nada importante pero que con el paso de los días se ha hecho más grande… la llamaré… no te preocupes ¿vale? E: Vale – se dio por vencida una vez más. M: ¿Qué tal tu guardia? – Cambió de tema radicalmente – ¿mucho jaleo?

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E: Pues no mucho – contestó – estamos aquí Claudia y yo que llevamos como una hora sin hacer nada. M: Miedo me dais las dos – bromeó sonriendo después de un buen rato sin hacerlo. E: ¡Eh! Que no hacemos nada malo. M: Ya, claro… nada malo excepto ponerme verde a mí – siguió con la broma. E: De eso nada, yo nunca haría eso, con lo que yo te quiero a ti – dijo mimosa. M: ¿Estás tontita hoy? – preguntó dulcificando el tono. E: Un poco, tengo muchas ganas de verte y te hecho de menos – contestó – podrías haberte quedado a dormir ayer en mi casa. M: Tenía una reunión importante a primera hora, y si me quedaba seguro que llegaría tarde… E: Ya lo sé – dijo con el mismo tono de antes – pero hoy te quedas ¿no? M: Sí, hoy sí – dijo haciendo que Esther sonriera ampliamente – te tengo que dejar, preciosa, que tengo que seguir trabajando. E: Vale, un beso mi amor – dijo a modo de despedida. M: Otro para ti – contestó. E: Te quiero – terminó de decir sin saber si Maca lo había escuchado, pues ya escuchaba el sonido que le decía que la comunicación se había cortado, mientras la empresaria quedaba mirando el teléfono al haber escuchado las ultimas palabras de Esther. Cl: Eoo – dijo Claudia sacando a la enfermera de sus pensamientos ¿Pasa algo? E: No, no claro que no – volvió a poner una sonrisa – nada, que al final sigue sin decirme si Ana vendrá o no a la boda. Cl: ¿Aun no lo sabe? – Se sorprendió – pues solo quedan diez días, no sé a qué espera.

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E: Están enfadadas – Le explicó – no se hablan desde hace algún tiempo y cada vez que le pregunto me cambia de tema – decía lamentándose – no sé lo que les ha pasado pero sí sé que le afecta muchísimo… cada vez que intento hablarlo con ella se cierra y no consigo nada… y lo que me fastidia es que sé que quiere que Ana venga a la boda… es un día importante para las dos y necesita a su hermana… Cl: Ya… ¿y por qué no hablas tú con ella? – preguntó. E: Acabo de decirte que cuando lo intento me cambia de tema – dijo como si fuera obvio. Cl: Hablo de Ana – corrigió – digo, que por qué no vas tú a hablar con Ana y así intentas que se reconcilien. E: ¿Yo con Ana? – dijo sorprendida por no haberlo pensado antes – No sé, no quiero que Maca se enfade si se entera… o que se lleve otra desilusión si no consigo nada. Cl. Primero, no entiendo porqué tendría que enfadarse… al fin y al cabo lo haces por ella – contestó – y segundo, si no consigues nada, con no decírselo a ella… así no se llevaría la decepción y por el contrario, si logras que Ana al menos quiera escucharla… seguro que le das una alegría, ¿no crees? – terminó de decir viendo como Esther pensaba en sus palabras y por su cara supo que seguramente estaría sopesando, muy seriamente y con seguridad de hacerlo, la posibilidad de ir ella misma a hablar con Ana. Cuando llamó al timbre sintió ganas de salir corriendo… ¿qué hacía ella allí? ¿De verdad había sido buena idea? Ir a visitar a Ana para intentar arreglar las cosas entre ella y Maca al principio le parecía una estupenda, sin embargo, ahora que estaba allí, no le parecía tan buena idea… no sabía por qué pero parecía estar fuera de lugar. A: ¡Esther! – Se sorprendió Ana abriendo la puerta, justo cuando la enfermera se daba la vuelta – qué sorpresa, ¿qué haces aquí? E: Yo… quería hablar contigo, siento venir a estas horas pero, acabo de salir del hospital – dijo agarrando con fuerza su bolso, como si de esa forma se diera ella misma más fuerza y mirando el reloj, eran cerca de las once de la noche – espero que no estuvieras durmiendo ya. A: No, tranquila, pasa… - le cedió el paso.

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E: Verás… yo… quería pedirte que hablaras con Maca – soltó directamente. A: Siéntate, Esther – la invitó al tiempo que lo hacía ella, nada más verla había intuido el por qué de esa visita. E: Gracias – contestó – y perdóname que sea tan directa pero… Maca lo está pasando mal, ha intentado hablar contigo y… bueno… sé que eres importante para ella y… me gustaría que vinieras a la boda. A: Supongo que Maca no sabrá que estás aquí – dijo aun sabiendo que Esther quería otra respuesta. E: No, no lo sabe – contestó – creo que las dos sabemos que se enfadaría si supiera que estoy aquí. A: Sí – sonrió levemente – no le gustan los intermediarios. E: Lo sé – le devolvió la sonrisa – es un poco cabezota. A: Mucho – dijo con seguridad. E: Pero, Ana – insistió de nuevo en el tema – ella… bueno, te necesita… y a las dos nos gustaría que estuvieras en la boda… A: La boda… - murmuró para sus adentros - ¿realmente la quieres eh? – Preguntó mirándola – la quieres mucho… E: Muchísimo – dijo con seguridad – si no la quisiera no me casaría con ella… y tampoco estaría aquí, supongo. A: Imagino – contestó con sentimientos encontrados… por un lado Maca, a la que le unía una amistad de años y su sentido de la lealtad no le dejaba decir nada, por otro Esther, a quien veía tan enamorada, tan ilusionada que no se atrevía a decir nada por no dañarla – ¿Ella te quiere? – preguntó arrepintiéndose al instante de aquella pregunta, para su suerte, Esther no captó el tono interrogativo de la pregunta y creyó escuchar una afirmación. E: Lo sé – contestó – aunque le cuesta mucho decirlo… - dijo con una sonrisa, pensando que Maca aun no había pronunciado esas palabras, pero… ella sabía que la quería, así lo sentía y… ¿qué más le daba si no se lo había dicho? Al fin de cuentas, muchas veces no hace falta decirlo para demostrarlo… A: Sí que le cuesta, sí – contestó. 95

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E: Ana… ¿Hablarás con ella, por favor? – Insistió en la pregunta – yo solo quiero que ella sea feliz… y sé que le haces falta para ser totalmente feliz, ¿sabes? Y no sé qué os ha pasado… Maca no me lo cuenta, pese a todo… creo que todo en esta vida es perdonable… que todo puede hablarse y arreglarse… A: ¿Eso piensas? – Preguntó - ¿piensas realmente que todo se puede perdonar? E: Todo el mundo tiene derecho a ser perdonado… - contestó – todo el mundo puede equivocarse y… si nosotros no perdonamos esos errores… ¿en qué nos convertimos? A: Creo que eres una persona demasiado buena, Esther – continuó diciendo – pocas personas piensan como tú… - “y quien sabe si no cambias de idea con el tiempo” pensó para sí misma. E: Soy así – elevó los hombros – mi hermano dice que a veces de buena parezco tonta, pero… no sé ser de otra manera. A: Te voy a dar un consejo, Esther – dijo poniéndose seria – en esta vida hay que ser un poco mala… no se puede confiar tantísimo en las personas, luego podrías llevarte un disgusto. E: ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó sin entenderla - ¿Intentas decirme que no confíe en Maca? ¿Es eso? A: Intento decirte que tal vez necesites un poco de desconfianza… pueden hacerte mucho daño. E: Ana, puede que lo parezca pero no soy tonta – dijo poniéndose igual de seria – si tienes algo que decirme, hazlo directamente… porque me estás asustando… - terminó de decir bastante inquieta. A: No… tranquila – y ganó la batalla su lado leal, ese lado que le hacía imposible decir algo que dañara a esa chica que estaba totalmente enamorada de su amiga, y sabía que se podría arrepentir al no decir nada, pero simplemente se vio incapaz de ser ella quien le hiciera daño – es solo una observación… pero tranquila – repitió sonriendo para calmarla – llamaré a Maca ¿sí? E: Gracias – dijo aliviada – seguro que… que le hará bien hablar contigo.

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Maca se encontraba en uno de los pub que solía frecuentar. Al salir de trabajar no le apetecía nada quedarse en casa, así que se había ido a cenar algo y tras eso había caminado hasta uno de los bares que acababan de abrir, se había sentado en la barra y había intentado comenzar una conversación con la camarera. M: Oye, chica-guapa-de-la-barra-no-quiero-nada-con-nadie – le dijo a la chica que parecía reponer una de las neveras haciendo alusión al hecho de haberla “rechazado” con anterioridad - Ponme otro chupito de tequila – pidió una vez se acercó. -

Es el cuarto en menos de media hora – le advirtió la camarera – Y es bastante pronto ¿no crees?

M: ¿Sabes qué? – preguntó – por si no lo sabes tú eres la camarera y yo la clienta… así que si te pido otro chupito, pues tú me lo pones… tú ganas dinero y yo gano sentirme a gusto… ganamos las dos ¿no te parece? – soltó del tirón – además… estoy de celebración – le comentó – es mi despedida de soltera… -

¿Estás de despedida? – dijo la chica mirando a su alrededor ¿tú sola? – preguntó con la confianza que Maca le había dado nada más entrar e ignorando el todo lo anterior.

M: Síp – afirmó – yo sola… total, no tengo amigos – dijo como autocompadeciéndose – venga… ponte tú otro tía buena – soltó dejando claro que los chupitos estaban haciendo su efecto. -

Eso ha sido bastante vulgar por tu parte – le advirtió.

M: Vaaale, perdooona – le dijo – pero solo he dicho la verdad… estás muy buena… - dijo dándole un repaso a la chica – venga… brindemos por mi boda ¡yuhu! La camarera, dándose la vuelta y mordiéndose la lengua para no contestarle se dispuso a poner los dos chupitos que Maca le había pedido. Brindaron y de un tirón se lo tragaron. La empresaria pidió otro para ella y la camarera, no queriendo ser diana de nuevos comentarios se lo puso aunque en lugar de seguir dándole conversación, se dio la vuelta para atender a la gente que empezaba a llegar. Un buen rato y varias mezclas de whisky y tequila después, Maca ya estaba bastante borracha. Había dejado por imposible a la camarera que terminó mandándola, con educación, directamente a la mierda, así que se encontraba en la pista mirando a una de las chicas que 97

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bailaban con una mirada tan sumamente lujuriosa como le permitía el alcohol. M: Bailas muy bien – dijo acercándose a ella – deberías ser bailarina. Ch: Gracias – contestó - ¿Tú no bailas? Te he visto todo el rato ahí – dijo señalando la pared en la que anteriormente estaba apoyada Maca. M: Umm… no, yo prefiero bailar en horizontal – le contestó – es mucho más interesante ¿No te parece? Ch: Bastante más – contestó con una risotada – Y dime… ¿Estás sola? M: Estoy en mi despedida de soltera – soltó mordiéndose la lengua por su torpeza, ya se le había estropeado el ligue – mi chica hoy tenía que trabajar así que… he decidido celebrarla hoy Ch: Vaya… - la miró de arriba abajo – entonces ella debe ser una chica afortunada… M: No… la afortunada te aseguro que soy yo – contestó – sinceramente… no me la merezco – seguía diciendo sin saber ni lo que decía – es demasiado buena para mí… Ch: Algo bueno tendrás tú cuando quiere casarse contigo ¿no? – preguntó. M: Sep… dinero… muuucho dinero – contestó – pero parece que a ella eso no le importa… Ch: Entonces será por otra cosa… M: Pos no teeenngo ni idea… ya ves que yo venía a intentar ligar contigo… Ch: Pues lo has hecho bastante mal si a la primera de cambio me hablas de tu novia… - contestó riendo, no quería ligar con ella, pero le hacía gracia esa situación. M: Es imposibile no hablar de Esther… - le dijo – ella es taaann mona… Ch: Jajaja – rió la chica – la quieres ¿eh?

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M: ¿Qué qué? – Dijo mirándola con terror – quita, quita… yuyu, yuyu…. – dijo como asustada por lo que acababa de escuchar y haciendo la señal de la cruz con los dedos como ahuyentando a algún vampiro – ale, ya no me gustas… - se dio la vuelta y se marchó andando con bastante dificultad. Salió a la calle, de pronto las ganas de fiesta se habían ido totalmente al traste y lo único que quería era llegar a casa y meterse en su cama. Rebuscó entre su bolso las llaves que por alguna extraña razón habían decidido irse en busca de aventuras a algún lugar lejano, o eso quiso pensar ella al no encontrarlas, por lo que sin más opciones paró se subió a un taxi y le dio la dirección, ¿por qué esa tía había tenido que hacer esa pregunta? Paula terminaba de peinar a una Esther que sin dejar de sonreír dejaba ver todos sus nervios, con un traje de gasa verde manzana lucía esplendorosa ante los ojos de cualquiera. Claudia entró en la habitación al mismo tiempo que la enfermera terminaba de pintarse los labios mientras su cuñada aún peinaba los últimos mechones de pelo. Cl: Estás guapísima, Esther – dijo con una sonrisa de oreja a oreja – Joder, es que… nunca te había visto tan guapa – siguió halagando. E: ¿Te gusta? – dijo mirándose en el espejo. Cl: ¿Qué si me gusta? – preguntó retóricamente – Maca va a quedarse alucinada cuando te vea… a ver date la vuelta que te vea – dijo haciendo que Esther lo hiciera – te queda genial… E: Uff… estoy atacada – decía moviendo las manos nerviosamente. Cl: Pues tú tranquila que todo va a salir bien – le dio un beso – venga, te veo en los juzgados, que solo quería pasar a verte un momento y estos ya deben estar allí – le dijo despidiéndose de ellas – no tardes ¿eh? E: Claro que no – sonrió viéndola marchar al tiempo que suspiraba hondamente mirándose en el espejo – me caso… - decía con una sonrisa – hoy me caso… En otro punto de Madrid. Maca se peleaba con su cabello por no conseguir lo que pretendía. Las ondulaciones que intentaba hacerse no le salían con la facilidad que lo hacían normalmente, le sudaban las manos y llevaba con un nudo en el estómago desde que se había despertado y que no había experimentado nunca antes en su vida. 99

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M: Joder – protestó tirando las tenacillas lejos de ella - ¿qué coño te pasa, Maca? – se preguntó mirándose al espejo - ¿por qué estás tan nerviosa eh? – se regañaba a sí misma – tranquilízate… En esas estaba cuando el sonido del timbre sonó haciéndola mirar extrañada hacia la puerta. Con desgana se levantó y legó hasta ella abriéndola y sorprendiéndose al ver de quién se trataba. A: ¿Aún estás así? – preguntó viendo que no había terminado de arreglarse. M: No soy capaz de peinarme sola – confesó mirándola con tremendo alivio – las tenacillas me han declarado la guerra. A: Vamos anda – entró – te ayudo. Sin decir nada más entraron en el piso y fueron directamente hacia la habitación. Ana comenzó a peinarla mientras Maca la miraba por el reflejo del espejo. M: Lo siento – dijo con real sinceridad – siento lo que pasó… - Ana paró en su tarea – me pasé… me pasé mucho contigo… e intentado llamarte pero no me cogías el teléfono… Ana… perdóname, por favor – se dio la vuelta para mirarla – perdona si te hice daño con lo que dije… - Ana la miraba – no era cierto… eres mi única amiga, Ana y no quiero perderte… A: Date la vuelta, anda o llegaremos tarde – contestó haciendo amago de seguir peinándola. Maca así lo hizo, sabiendo que esa era la forma de aceptar sus disculpas, sabiendo que Ana, pese a no compartir sus ideas las respetaba y estaría con ella, sonrió agradecida. A: No le hagas daño, Maca – dijo cruzando la mirada con la empresaria – no se lo merece… es una buena persona y sobre todo, te quiere con locura… Maca no dijo nada, simplemente bajó la cabeza. Sintiendo unas increíbles ganas de llorar en ese instante… al mismo tiempo que sentía que una nueva calidez la envolvía. Contra todo pronóstico fueron ellas las que llegaron antes. De un lado a otro andaba Maca mirando hacia todos lados, intentando no

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morderse las uñas al ver que aún no habían llegado ¿y si le daba plantón? A: Maca, ¿puedes parar? – pidió acercándose a ella. M: No va a venir – dijo con ojos angustiados – no va a venir, Ana, me va a dejar aquí tirada como una imbécil. A: ¿Pero que coño estás diciendo? – decía totalmente fuera de juego ¿esa era Maca, su amiga, doña seguridad en sí misma? - ¿Qué te pasa? M: Que estoy atacada de los nervios – contestó – eso es lo que me pasa… que me va a dar un ataque y Esther que no llega… A: Vamos a calmarnos ¿vale? – dijo tomándola de las manos – así… muy bien, respira – lo hacía con ella – ahora, vamos a entrar y a esperar tranquilamente… Esther solo se retrasa cinco minutos… M: Me va a dejar – repetía – me va a dejar aquí plantada… y sola… A: Maca mírame – dijo clavando la mirada en sus ojos, la conocía, sabía que debía haber algo más… - Tú de verdad quieres casarte ¿no? – preguntó, Maca no supo a lo que se refería – quiero decir… que… no haces esto por… por la herencia – dijo bajando el tono – te casas porque quieres casarte… M: No digas tonterías – y de pronto todo pareció cambiar en Maca, como si aquello hubiera sido un golpe de realidad, convirtiéndola de nuevo en la mujer segura y decidida de siempre. A: Maca… ¡Maca! – la llamó, no sabía porqué pero algo había raro en todo aquello. -

Ahí llega Esther – dijo alguien al ver que el coche llegaba.

Del brazo de su hermano, Esther salía de aquel coche con ojos brillantes y sonrisa reluciente, encontrándose con una Maca que la miraba de una forma diferente. Saludaba a todos los que se le cruzaban hasta llegar a ella. E: Hola – susurró casi temblando. M: Estás preciosa – le dijo sin dejar de mirarla.

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E: Tú también – contestó acercándose a ella para robarle un breve beso. D: Chicas, eso luego – soltó Diego al verlas de esa guisa – ahora toca casaros… Tomadas de la mano y con pasos lentos se encontraron frente al juez que las casaría. Los invitados comenzaron a sacar fotos del momento, cuchicheando unos con otros, Diego y Ana de testigos al lado de las novias escuchaban lo que decía el juez mientras que ellas parecían estar en otro mundo. Esther no dejaba de mirar a Maca. Maca miraba a Esther. Sus manos entrelazadas se apretaban. Los nervios cesaban y las sonrisas volvían a aparecer en sus rostros mientras los ojos se buscaban con complicidad. J: Macarena, ¿consientes en contraer matrimonio con Esther? – preguntó el juez. M: Sí, consiento. J: ¿Eres consciente de que lo contraes en este acto? M: Sí – contestó mirando al juez. Esther sonrió mirándola a ella. J: Esther, ¿consientes en contraer matrimonio con Macarena? – preguntó el juez. E: Sí – apretó la mano de Maca J: ¿Eres consciente de que lo contraes en este acto? E: Sí, claro – contestó con una amplia sonrisa. J: Por el poder que me otorga el cargo que ostento. Yo os declaro, legalmente casadas – terminó de decir el juez. Se miraron, apretaron una vez más sus manos y junto con el aplauso y los vítores de los invitados sus labios se unieron sellando aquel comienzo de… ¿su vida juntas?… La celebración comenzó con la llegada de las novias al lugar de la fiesta, entraron de la mano y accedieron a la petición de besarse cuando los invitados jalearon por ello. Los camareros comenzaron a 102

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pasar con aperitivos y algunas copas de vino, ellas sin soltar sus manos saludaban a los invitados hablando unos segundos con ellos. Al: Enhorabuena – dijo Alfonso llegando hasta ellas. M: Gracias – contestó mirándolo – Esther, él es Alfonso, mi abogado – le presentó. E: Encantada – dijo dándole dos besos. Al: Igualmente – sonrió – y felicidades – volvió a felicitar - ¿Te la puedo robar un segundo, Esther? – preguntó mirando a Maca. E: Sí, claro – Soltó la mano de Maca – No tardes ¿vale? – le dijo al oído antes de besarla una vez más. M: En seguida vuelvo – contestó alejándose unos pasos de ella para hablar con Alfonso. D: Hermanita – la llamó Diego – ven aquí y dame un abrazo – dijo abriendo los brazos - ¿Eres feliz? – le preguntó mirándola. E: Muy feliz- dijo con una enorme sonrisa – nunca he sido tan feliz, Diego. D: Me alegro – contestó con orgullo - ¿Y tu mujer? E: Allí, hablando con su abogado – dijo mirando hacia el lugar donde se encontraban, aún hablando, Maca gesticulaba con las manos y Alfonso afirmaba con la cabeza. D: Maca no ha invitado a mucha gente ¿no? – dijo mirando a su alrededor – la mayoría son compañeros o amigos tuyos… E: Lo sé – también miró la sala – Está Ana… su abogado… su contable, algún socio y… poco más la verdad… D: Sí, lo veo – contestó – pero bueno… lo importante es que vosotras estéis bien – le quitó importancia. El: Hola – los interrumpió una Elsa que llegaba con una copa de vino – Soy Elsa, la secretaria de Maca – se presentó – encantada… y enhorabuena. E: Igualmente y gracias – dijo mirándola con una sonrisa – hemos hablado un par de veces por teléfono ¿no? 103

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El: Sí, así es – contestó con aires de superioridad – al ser la secretaria de tu mujer… yo soy quien coge las llamadas. E: Sí, claro – se sintió algo estúpida – te imaginaba de otra manera… El: ¿Sí? – preguntó con una sonrisa de autosuficiencia – supongo que la mayoría de la gente se hace una idea equivocada de una persona a la que solo conoces por el timbre de su voz. E: Es cierto, sí – contestó - ¿Llevas mucho trabajando con ella? El: Umm… unos seis meses – dijo haciendo memoria – es una jefa estupenda – dijo girándose para mirar a Maca. M: ¿Está todo claro no? – le preguntó a su abogado, girando su rostro para mirar donde se encontraba Esther, viendo qué compañía tenía en ese momento – Luego te veo, Alfonso – dijo dejándolo allí y comenzando a andar hacia su mujer – ya estoy aquí – pasó el brazo por su cintura - ¿Qué tal, Elsa? El: Bien, bien – contestó – estaba presentándome a tu esposa – sonrió. M: Ella es… E: Tu secretaria, sí – le cortó – me lo acaba de decir, estábamos hablando de las veces que hemos hablado por teléfono y sin embargo no nos conocíamos formalmente. M: Sí, bueno – miró un segundo a Elsa que la miraba con una sonrisa pícara oculta tras su copa – es lógico que no os conocierais, no habéis coincidido. El: Bueno… si me disculpáis, voy a ir un segundo al servicio – les dijo mirando una vez más a su jefa “¿eso era un invitación? No, claro que no, debía estar muy loca si lo hubiese sido” M: Claro – contestó al ver como se marchaba – ¿Estás bien? – le preguntó a Esther. E: Perfectamente – sonrió de oreja a oreja – ¿y tú? M: Ajá – se contagió de su sonrisa – Alfonso estaba un poco pesado pero me he librado de él.

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E: Mejor – sonrió – porque no quiero que te separes de mí en todo el día. Durante el banquete charlaron animadamente con el resto de comensales, brindaron y bromearon sobre muchas cosas. Maca creía sentir la mirada de Elsa en una de las mesas colindantes, ella la miraba de vez en cuando para cerciorarse de que era cierto y sin embargo cuando lo hacía la encontraba entretenida hablando con algún compañero de mesa. Terminada la comida comenzó la fiesta de verdad, todos los invitados pasaron al salón de baile donde la música comenzó a ser idónea para moverse desinhibidos al tiempo que el alcohol ayudaban bastante a que aquello fuera más divertido. En mitad de la pista, Maca y Esther bailaban abrazadas, con el efecto del alcohol ya recorriendo sus venas, la empresaria comenzó a besar el cuello de su mujer que sonreía algo avergonzada por el tono que estaban tomando sus besos. E: Maca… - dijo medio parándola – Maca que nos están mirando… M: Que miren – contestó siguiendo escondida en su cuello – ya se cansarán… E: Maca – reía al sentir que le hacía cosquillas – mi amor… va, por favor… M: Vámonos – le dijo en un susurro – vámonos ya… E: Pero cariño – la miró – estamos en nuestra fiesta… M: Sí pero quiero estar a solas contigo ya – contestó – anda… vamos a despedirnos y nos vamos… E: Maca… M: Es que… - la miró – quiero… - se acercó a su oído y le susurró algo que solo Esther pudo escuchar. E: ¡Maca! – se escandalizó por lo que había oído. M: ¿Qué? – dijo como si no hubiera roto un plato nunca – no he dicho nada malo… solo lo que quiero hacerte en este momento – esto ultimo volvió a decirlo en su oído con un tono muy sensual.

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E: uff…- sintió que un fuerte calor la recorría de pies a cabeza. M: Y eso… es solo el principio – seguía susurrando – porque luego… y de nuevo bajó el tono para que solo fuera Esther quien la escuchara al tiempo que apretaba más su abrazo obligándola a quedar pegada totalmente a ella - ¿Qué te parece? – la miró - ¿No quieres? – dijo con una media sonrisa maliciosa, bajando hasta sus labios para atraparlos en un beso húmedo. E: Umm… - suspiró sonrojada - ¿Nos vamos? – preguntó sin poder remediarlo. M: Nos vamos – afirmó. La suite más lujosa de uno de los hoteles más caros de la ciudad se abrió dejando paso a una pareja que literalmente se comían a besos. La pasión se había desatado y las ganas de sentirse habían llegado a los extremos. Maca tomaba de la cintura a Esther apretándola contra ella al tiempo que llevaba una de sus manos hasta su trasero, haciendo que la enfermera no pudiera más que gemir al sentirla tan apasionada. La empresaria casi le arrancó la ropa en un arrebato de pasión descontrolada. Esther se dejaba hacer, sorprendida por aquella necesidad, por su propia excitación. Los besos deformaban sus labios y las manos no sabían qué parte de la piel abarcar, moviéndose con rapidez y diría que casi brusquedad intentaban llegar a cuanta piel quedaba expuesta. E: Maca… - susurró – ¡Dios! Maca – exclamó casi ahogada cuando la empresaria llegó a su pecho y comenzó a besarlo con urgencia. Ni siquiera llegaron a la cama, Maca la levantó haciendo que Esther cruzara sus piernas en su cintura y la llevó hasta la mesa del recibidor, donde tirándolo todo de un manotazo hizo que se sentara al tiempo que ella continuaba con su tortura. De la boca al cuello, del cuello al pecho de nuevo a la boca y volver a empezar. Las manos no se quedaron quitas, buscando entre sus piernas aquello que deseaba sentir, encontrándolo y emitiendo un gemido al ver que la enfermera se encontraba igual de excitada que ella. M: Me encanta – dijo antes de atrapar sus labios una vez más. E: Ufff – no podía respirar ante tanto apasionamiento, Maca estaba desbocada, nunca al había tocado de esa forma, urgente, casi dura… ardiente – Ahh… 106

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M: Umm sí – salió de su cuello al escucharla – quiero oírte – y sus manos se adentraban más entre sus pliegues – quiero escucharte gritar – mordió su cuello. E: Ahh ¡Maca! – y Esther gimió mucho más alto al sentir que Maca la penetraba con fuerza y jadeó mucho más con sus embestidas… la estaba volviendo loca… totalmente loca… - Más… Maca, más – le pidió moviendo sus caderas involuntariamente. La empresaria sonrió para sus adentros, sabía que la estaba enloqueciendo y le encantaba, le encantaba ver lo que provocaba, los jadeos de Esther más la descontrolaban a ella, más la excitaban y más quería escucharlos. Cuando sintió que su mujer casi estaba al borde del orgasmo paró, la miró, la besó nuevamente tras regalarle una sonrisa canalla y tomándola de nuevo por la cintura la consiguió llegar con ella a la cama, donde una vez más atacó aquel cuerpo que le estaba haciendo perder el norte. Esther no quiso quedarse atrás, desnudó a duras penas a la empresaria quien acabó siendo ella la que se desvistió, paseó las manos de Esther por su cuerpo, haciéndole ver qué y donde quería ser acariciada y cuando llegó a su sexo no lo pensó, miró a la empresaria quien la miraba con un deseo ardiente y la invitó a penetrarla al tiempo que ahora era ella la que soltaba un fuerte suspiro. Movía las caderas con frenesí, llevando sus manos a los pechos de su amante su boca se perdía de nuevo en la curvatura de su cuello, jadeaba cada vez con mayor intensidad. Esther se incorporó con la misma fuerza que lo hacía Maca y unió su boca al pecho de su amante, de una forma loca, como lo había estado haciendo su mujer minutos antes. La empresaria sonrió complacida y con algo de dificultad por la escasez de oxígeno. M: Eres una fierecilla – jadeó sintiendo un mordisco al lado de su pezón que le hizo soltar un gemido aún mayor – aggh joder qué bueno – la animó cuando Esther cambió el ritmo de sus dedos en su interior. Sintiéndose demasiado cerca del orgasmo quiso retrasar el momento, así que en un movimiento consiguió hacer que Esther dejara lo que estaba haciendo y volviera de nuevo a tumbarse sobre la cama. Maca la miró, sonrió y comenzó a besarla nuevamente, dejando su boca 107

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para ir bajando por su cuerpo. Pasó por su pecho una vez más donde se deleitó en caricias y siguió bajando. Repartió sensuales besos por su vientre, haciéndole adivinar a la enfermera cual era su meta. Cerrando los ojos, Esther apretó las manos contra las sábanas cuando Maca se hundió entre sus piernas, cuando sintió los primeros besos en su sexo y de nuevo se volvió loca… emitiendo jadeos incontrolables, curvando su espalda y tensando todo el cuerpo. Maca sonrió para sus adentros, reptó por su cuerpo y encajando sus centros comenzó una fricción a un ritmo enardecido… Cayó sobre su cuerpo intentando tomar aire… se escondió en su cuello mientras volvía la normalidad a su respiración. Besó con lentitud su garganta mientras Esther también recuperándose del orgasmo que acababa de sentir le acariciaba el pelo y la abrazaba queriendo que no se alejara nunca. E: Te quiero – le susurró al oído. Maca levantó la cabeza, la miró, sonrió, hizo amago de decir algo y quedó callada metida en sus ojos. La enfermera sonrió quitándole un mechón de pelo de la cara, esperando… Maca bajó hasta su boca y una vez más volvió a besarla, esta vez, con lentitud, con más dulzura… con miedo... Esther dormía a su lado mientras ella fijaba la vista en la carretera… ocho días de descanso para ambas en una casita en la playa… le hubiera gustado otro tipo de viaje, acostumbrada como estaba a esos lejanos parajes, fuera del país y con todas la comodidades que su dinero podría proporcionarle… pero Esther tenía miedo a volar… así que ahí estaba, conduciendo su coche para llegar a la costa… Miró a su lado, la enfermera estaba apoyada en el respaldo con el rostro mirando hacia ella, los ojos cerrados y la respiración pausada, total y absolutamente dormida… sonrió, ¿Cómo no hacerlo ante aquella estampa? Recordó la noche anterior, un escalofrío recorrió su cuerpo al acordarse de las caricias recibidas… otro más fuerte aún cuando rememoró ese “te quiero” que Esther estaba siempre dispuesta a regalarle y ella… ella no contestaba. Sacudió la cabeza y de nuevo fijó la vista en la carretera… aquello se le estaba complicando por momentos y era demasiado consciente de ello, solo que intentaba ignorarlo, no pensar en ello y limitar su mente en lo que le había llevado hasta allí. Sin embargo, era cierto que por momentos se olvidaba totalmente de eso… pero no, no podía ser, no podía pasar… no, a ella no. 108

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E: ¿En qué piensas que tienes el ceño fruncido? – preguntó casi sobresaltándola, Maca giró la cabeza y la vio despierta. M: ¿Has dormido bien? – dijo ignorando su pregunta. E: Ummm… bueno… no tan bien como lo haría contigo… - contestó con una sonrisa - ¿Estás bien? – insistió – pareces tensa… M: Solo estoy un poco cansada – soltó a modo de excusa – creo que vamos a parar a tomarnos algo y estirar las piernas. E: Vale – se puso recta en el sillón y cogió la mano de Maca que reposaba en la palanca de cambios – si quieres luego puedo conducir yo un poco – propuso. M: Tranquila – sonrió – puedo seguir yo, solo necesito un café. Pararon el tiempo suficiente para estirar las piernas, tomarse un café e ir al baño y de vuelta al coche Maca se empeñó en seguir siendo ella quien condujera, según ella, quería sorprender a Esther. La enfermera no dijo nada, se sentó ene l asiento del copiloto y estuvo todo el tiempo pendiente de su mujer. A media tarde llegaron a su destino. Una casa a pie de playa que se erguía con majestuosidad. Esther quedó mirándola desde fuera mientras Maca sacaba las maletas, al verla allí quieta dejó lo que estaba haciendo y acercándose a ella pasó las manos por su cintura quedando apoyada en su hombro. M: ¿Te gusta? E: Me encanta – contestó girando la cabeza para besarla. M: Me alegro – se separó de ella – ven – extendió su mano para entrelazar sus dedos – vamos a verla por dentro. Por dentro era incluso más perfecta de lo que era por fuera. Un salón bastante amplio presidía toda la parte baja, la concina también espaciosa estaba decorada de un modo rústico a la par que moderno, con todas las comodidades y los lujos a los que Maca tanto estaba acostumbrada (puede que no se fueran a uno de esos super-viajes, pero tampoco iba a rechazar la opción de tener algo parecido) en la parte superior se encontraba el cuarto principal, amplio, luminoso, con una cama enorme donde, según Esther, cabrían cuatro más iguales que ellas, un baño con una bañera con jacuzzi y una ducha 109

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independiente. Un cuarto al otro lado del pasillo un poco más pequeño pero igual de amplio. La decoración modernista al mismo tiempo que elegante le daba a la casa un tono de elegancia que hacía de toda ella mucho más atractiva y junto con el aprovechamiento del espacio por la ubicación de los muebles parecía incluso más grande de lo que era. M: Vamos a dejar las cosas, cenamos algo y nos acostamos ¿te parece? – le preguntó – estoy un poco cansada. E: Claro que sí, mi amor – la abrazó – que vaya tute de conducir te has dado… cabezota – reía – que eres una cabezota no dejándome conducir a mí. M: Me gusta… me relaja y tú estabas cansada también – la besó levemente. E: Venga, voy a ver qué hay en la cocina para preparar algo, tú date una ducha que verás que bien te quedas. Dicho esto salió de la habitación para llegar a la cocina y ver como todo estaba perfectamente cuidado, no faltaba nada de comida y la nevera estaba a rebosar. Preparó algo ligero y puso la mesa, veinte minutos después bajaba Maca con unos pantalones cortos, una camiseta de tirantes y el pelo aún húmedo. M: ¿Cómo va eso? – preguntó - ¿Te ayudo? E: No, ya casi está – la miró de arriba, abajo – te ha sentado bien la ducha ¿eh? M: Me he quedado como nueva – sirvió agua en los vasos. E: ¿No vas muy ligerita de ropa? – preguntó acercándose por detrás y besando el hombro tras bajar algo el tirante. M: Venga, anda – sonrió – vamos a cenar – le dijo. Terminada la cena y tras quedarse un rato hablando de todo y de nada, decidieron acostarse. Realmente el viaje había sido bastante cansado. El calor sofocante y la caravana que se encontraron al llegar a la costa había hecho que sus cuerpos se resistieran por las horas sentadas y las malas posturas del coche. Tumbadas en la cama, Esther se acercó a su mujer quien la abrazó sin tan siquiera pensarlo acariciando su espalda por debajo de la 110

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camiseta, mirando al techo, con la mirada perdida y sin saber poner en orden todo lo que le estaba pasando… E: ¿Estás dormida? – preguntó sin moverse de su sitio. M: No – contestó con un murmuro – solo pensaba. E: ¿En qué pensabas? – quiso saber. M: En nada… - besó su cabeza – tonterías, venga, duerme que estas cansada. E: Maca… - ahora sí movió su cabeza para mirarla a los ojos - ¿puedo hacerte una pregunta? M: Claro – dijo tras cruzar la mirada con ella y tragar saliva, no supo por qué pero presentía que la pregunta no iba a ser fácil de contestar. E: ¿Por qué yo? – soltó haciendo la pregunta que se había estado cuestionando en su mente casi desde el mismo día en que Maca la invitó a comer por primera vez y nunca se había atrevido a preguntar. M: ¿Qué quieres decir con por qué tú? – preguntó en n intento por darse a sí misma el tiempo para pensar en su respuesta. E: Pues… que por qué te fijaste en mí – explicó – Maca tú podrías tener a cualquiera que quisieras y… sin embargo te fijaste en mí… M: ¿Y este ataque de inseguridad repentino? – preguntó nuevamente. E: Sabes de sobra que soy una persona insegura – dijo con sinceridad – y también sabes que hay mil chicas más guapas que yo y que podrías estar con cualquiera de ellas. M: Eso es una tontería – soltó – y sinceramente, me molesta que pienses eso porque a mí me deja en bastante mal lugar. E: No te lo tomes así, porque no voy por ahí, Maca – dijo separándose de su cuerpo y quedando sentada a su lado con la espalda en el respaldo de la cama – solo me gustaría saber qué te atrajo de mí – repitió – mírame Maca y mírate a ti – las señaló – si parecemos la Bella y la Bestia. M: Menuda gilipollez – soltó levantándose de la cama.

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E: Mi amor – la miró desde su posición – no te pongas así… solo es una pregunta, simple curiosidad. M: Una curiosidad que a mí me deja a la altura del betún – contestó – porque dices que podría haberme fijado en una super-modelo o algo, lo que conlleva una connotación de superficialidad en mí que por ahora no te he demostrado, pero parece que es lo que piensas de mí… así que dime, ¿de qué otra manera quieres que me lo tome? E: No he pretendido que pareciera eso – dijo bajando la cabeza – solo… no sé Maca yo siempre he sido así de insegura y que te fijaras en mí es lo mejor que me ha pasado nunca y… - decía mirando sus manos – solo me gustaría saber qué te atrajo… solo eso… Maca la miró, vio que de pronto se había entristecido, vio una mirada asustadiza y no pudo soportar que se sintiera así, no soportaba verla de aquella manera, le superaba... Dulcificó la mirada, le enterneció su forma de expresarse… suspiró, se acercó a la cama y la abrazó con fuerza. M: Ven aquí – dijo besando su cabeza - ¿quieres saber lo que me gustó de ti? – Esther asintió – pues… a ver… lo primero que me hizo fijarme en ti fue esa cara de agobio tan linda que tenías la primera vez que te vi, yendo de un lado para otro en el hospital sin saber donde estaba nada – decía recordando aquel día – me gustó tu manera de sonreírme cuando te acercaste a mi camilla – acariciaba su pelo – me gustan esos ojos que miran con la ilusión de un niño… me encanta tu sonrisa cuando te sonrojas – sonreía ella mirándola – me encanta que tiembles cuando te abrazo… me gusta tu forma de caminar, cuando vamos por la calle y agarras mi mano – seguía diciendo mirando al infinito, como rememorando los momentos que estaba relatando, sintiendo cada palabra que decía, olvidándose de todo lo demás – me gustó la forma en que me besaste por primera vez… me gustó y me gusta sentirme como me siento contigo, cariño – ni ella misma se dio cuenta de cómo la había llamado, Esther sin embargo la miró con más intensidad al escucharla – como si fuera la única persona en el mundo – siguió sin percatarse… E: Es que para mí no existe nadie más que tú – dijo haciendo que Maca volviera a la realidad, mirándola y viendo una sonrisa emocionada en sus labios. M: Ejem – carraspeó intentando aclarar su garganta – anda, vamos a dormir, es tarde – sugirió queriendo darle fin a aquella conversación, que sin darse a penas cuenta había tomado un cariz demasiado emotivo… 112

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E: Sí – se acurrucó en sus brazos con una sonrisa enorme en el rostro, aquella conversación y la manera en la que se había referido a ella, con ese “Cariño” espontáneo, le había hecho sentirse más dichosa de lo que ya era – buenas noches, mi amor – murmuró cerrando ya los ojos. M: Descansa – dijo en un susurro acariciando su pelo, quedando ella con los ojos abiertos mirando el techo, pensando en lo que había dicho… no había mentido, todo lo contrario, había sido infinitamente sincera… si bien es cierto que se fijó en ella por otras cosas, lo que había dicho era una realidad como una catedral… y le seguía dando pavor… seguía sintiendo un intenso miedo que la obligaba a encerrar todo aquello tras una enorme muralla donde solo existía una herencia de la que sin quererlo y sin poder evitarlo se olvidaba cuando la miraba dormida sobre su pecho y le invadía una paz nunca antes conocida… Con todo lo necesario para pasar un día en la playa salieron de la casita y anduvieron los pocos metros que las separaban de la arena. Maca agarró la mano de Esther y entrelazó los dedos haciendo que su mujer la mirara con una sonrisa enorme que fue devuelta inmediatamente por la empresaria. Colocaron las cosas sobre la arena eligiendo un lugar ni muy cerca de la orilla ni muy apartada de ésta. Esther comenzó a quitarse la ropa dejando ver un bikini que sin ser excesivamente pequeño a Maca le pareció terriblemente sexy, por lo que dejó lo que estaba haciendo y se concentró en disfrutar de la vista que le ofrecía su mujer. La enfermera al darse cuenta de su mirada quedó parada algo avergonzada. E: Deja de mirarme así, cariño, me pones nerviosa – dijo con una sonrisa. M: Es que… para no mirarte, Esther – contestó – ese bikini te queda de muerte – se mordió el labio. E: Qué bien se está – dijo intentando ignorar su tono tumbándose en la toalla. Maca la imitó, quitándose los pantalones y la camiseta y tumbándose a su lado, de costado y mirándola. Al no percibir movimiento alguno en su esposa se movió ella quedando más cerca, pasando la mano por su abdomen y acariciando su piel, estaba a gusto, bastante relajada, como si nada pudiera enturbiar ese momento, disfrutando 113

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del tiempo con ella, como transportada a otro lugar muy distante de la realidad. E: Como me quede la marca de tu mano, verás – dijo en tono bromista volviendo al cara hacia ella. M: ¿Y qué me vas a hacer eh? – preguntó acercándose más para besar su cuello. E: Maca… mi amor, que nos pueden ver – intentó separarla al ver que había algunas personas alrededor M: Si no hago nada – contestó inocentemente – ven anda, que estás muy lejos – intentó que se acercara más a ella, logrando quedar totalmente abrazada a ella, a escasos centímetros de sus labios, por lo que aprovechó para besarla – umm… que rico. E: ¿Sabes qué he pensado? – dijo tras el beso. M: Qué – la invitó a seguir robándole otro. E: Esta noche podríamos ir a cenar y luego a algún sitio a tomarnos algo y bailar un poco – sugirió - ¿te parece? M: Mmm… yo no sé bailar. E: ¿No sabes bailar? – Maca negó con la cabeza – no te creo – sonrió – seguro que bailas mejor que nadie. M: En serio, cariño – soltó de nuevo inconscientemente – soy un pato mareado cuando bailo. E: jajaja – rió, haciendo que Maca sonriera al verla reír de esa forma – pues entonces sí que vamos a ir… eso no me lo pierdo. M: Muy bonito, sí, me parece muy bonito – se separó de ella – quieres ir a bailar para reírte de mí – dijo haciéndose la ofendida. E: No es para reírme de ti, ven aquí – intentó que volviera a la posición anterior. M: No, ahora no quiero nada contigo – dijo levantándose – es más, me voy a darme un baño – decía haciendo que Esther supiera que su “enfado” no era tal y comenzando a andar hacia la orilla.

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La enfermera se apoyó en sus codos elevando su cabeza para verla andar hacia el agua, como hipnotizada por el movimiento de sus caderas, la vio darse la vuelta y regalarle una sonrisa coqueta para seguir andando después. Se levantó y corrió hacia ella agarrando su cintura y haciendo que Maca tuviera que hacer un esfuerzo para no caer sobre la arena. M: jajaja ¿qué haces loca? – rió con una carcajada, como hacía tiempo que no lo hacía – jajaja Esther que nos vamos a matar – siguió riendo cuando la enfermera se subió sobre su espalda. De esa guisa consiguieron entrar ene la gua y cuando Maca vio que ya habían avanzado bastante se dejó caer hacia atrás riendo al ver como Esther emergía del agua tras el chapuzón. E: Eres muy mala, Maca – dijo elevando un dedo en señal de regañina – podría haberme hecho daño. M: Sabía que no pasaría nada – intentó acercarse. E: No, ni se te ocurra acercarte – reía nerviosa al ver el avance de su mujer - ¡Maca! M: Ven aquí – consiguió cogerla y acercarla a su cuerpo, entrelazando sus dedos tras la espalda de la enfermera para que no se escapara – solo quiero darte un besito. E: Pues no sé si te lo mereces – decía ahora ella haciéndose la ofendida – que casi me ahogas. M: Anda tonta – se acercó – tú también me lo quieres dar así que no puedes negarte. Sin decir nada más atrapó los labios de su mujer y la besó primero lentamente para ir profundizando después. Esther se colgó de su cuello al tiempo que ella llevaba las manos a sus piernas para hacer que las cruzara por su cintura quedando ahora mucho más unidas mientras el beso ganaba en profundidad. M: Mmm – bajó a su cuello - ¿Nunca lo has hecho en el agua? E: Maca… - intentó separarla – cariño… M: Nadie nos ve – dijo mirando hacia fuera donde los pocos turistas estaban entretenidos en sus cosas - ¿No te apetece? – preguntó

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acariciando su espalda – podemos hacerlo sin que se note nada – volvió a su cuello. E: ¿Por qué siempre me haces esto? – preguntó apenada. M: ¿Hacerte qué? – sacó su rostro del cuello de Esther para mirarla ¿Qué pasa? – preguntó preocupada por su mirada y quitándole un mechón de pelo de la cara. E: Jo, pues que sabes lo vergonzosa que soy y no haces más que sacarme los colores… M: Ya, cariño, pero es que lo que yo quiero es quitarte esa vergonzonería que tienes – soltó – porque luego… no eres nada vergonzosa que lo sepas – dijo sugerente haciéndole saber a Esther por su tono, a qué momentos se refería. E: Eres mala – repitió dándole un palo en el hombro. M: Sí, qué le voy a hacer – dijo siguiendo la broma – soy una mala persona. E: No lo eres – dijo ahora ella poniéndose seria – eres una persona maravillosa… M: Tú sí que eres maravillosa – contestó mirándola a los ojos, perdiéndose en ellos antes de volver a besarla… Estuvieron un buen rato prodigándose besos en el agua y alguna caricia sumergida, hasta que comenzaron a tener frío y decidieron salir para tumbarse ambas en la arena, donde de nuevo abrazadas disfrutaron la una de la otra con una naturalidad que salía fácilmente cuando estaban juntas. Tras cenar en un pequeño pero acogedor restaurante de comida casera tradicional habían decidido entrar en uno de los pubs que se encontraron. La música, estaba bastante alta y había mucha más gente de la que se podría esperar desde la calle. La barra a rebosar a penas les dejaba espacio para pedir las copas y la pista repleta de gente no invitaba para nada al baile. Como pudieron, entre gritos y algún que otro empujón consiguieron pedir sus bebidas y con el refunfuño de Maca se alejaron como mínimamente pudieron del tumulto de la gente…

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E: Pues sí que está lleno – decía mirando a su alrededor – no lo parecía… M: Supongo que será el local de moda – contestó alzando la voz para ser escuchada al igual que había hecho Esther anteriormente. E: Pero aún así el sitio está bien – siguió diciendo bebiendo un sorbo. M: ¿Qué? – preguntó acercándose a ella. E: ¡Que aún así, el sitio está bien! – repitió alzando la voz un poco más. M: Un poco ruidoso para mi gusto, pero sí, no está mal – contestó mirando a su alrededor – se queda una mesa libre – dijo viendo como los que estaban en ellas se marchaban – corre, vamos – cogió su mano y la arrastró hasta ella. Llegaron antes que un grupo de chicas y rieron sin poder evitarlo por aquella carrera improvisada, dejaron los vasos sobre la mesa y se sentaron en los taburetes. Esther comenzó a mirar a la pista y Maca la miró a ella, sonrió, y en un arrebato de “lo que fuera” que no quiso pensar, se acercó hasta ella para besarla en el cuello tomando por sorpresa a su mujer, quien volviendo el rostro la miró y recibió un breve beso que le dejó con una sonrisa en los labios. E: Ven – dijo levantándose y haciendo que Maca la imitara quedando junto a la mesa – vamos a bailar. M: Esther que yo no sé bailar – se quejó. E: Venga, mi amor – la miró poniéndole ojitos tiernos – inténtalo… hazlo por mí… M: Vale per si te piso no quiero quejas – dijo “amenazándola” con un dedo. Con el ritmo de la música, comenzaron a moverse sin dejar de mirarse, acoplando sus caderas para hacer más íntimo el contacto. Maca reveló que no solo sí sabía bailar sino que además lo hacía bastante bien, por lo que comenzó a dirigir a la enfermera con sus movimientos. Esther la miró con sorpresa y la empresaria volvió a regalarle esa sonrisa pícara que tanto gustaba a su mujer. Estuvieron bailando y riendo durante un par de canciones hasta que decidieron sentarse de nuevo y darle un buen trago a sus copas.

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E: Menos mal que no sabías bailar – le dijo con ironía – porque llegas a saber y no sé… ganas un concurso o algo… M: En realidad lo gané – contestó haciendo que Esther abriera los ojos como platos – bueno… cuando era pequeña… mi abuela me apuntó a clases de salsa, hicieron un concurso y gané… E: ¿En serio? – preguntó alucinada. M: Sí… y no lo sabe nadie, así que si dices algo… me enfadaré – dijo sonriendo tras decir aquello. E: Tu secreto está a salvo conmigo, mi amor – dijo acercándose para darle un leve beso – voy un segundo al servicio, no te muevas de aquí – terminó de decir alejándose de la mesa. La miró marcharse y no pudo reprimir una sonrisa que no sabía de donde salía. Esther se perdió entre la gente y ella quedó mirando a su alrededor. Tomó un nuevo trago de su copa y miró el reloj, a penas eran las dos de la mañana… Ch: Hola – dijo una rubia tras ella - ¿te aburres? – preguntó, Maca la miró tan solo un instante. M: No mucho la verdad – dijo sonriendo levemente - ¿Tú sí? Ch: Hasta ahora, bastante – sonrió haciendo amago de sentarse – Me llamo Vero. M: Maca – dijo con amabilidad. V: Y… ¿Te han dejado solita? – preguntó, antes de que Maca contestara, ella siguió – no deberían hacer esa tontería… cualquiera podría venir e intentar secuestrarte. M: ¿Cualquiera como tú? – le devolvió la pregunta. V: Podría ser… - dijo con coquetería - ¿te dejarías? Mientras Vero terminaba de formular aquella proposición más que pregunta, Maca divisó a Esther justo en la barra hablando con un chico que parecía más interesado en ligar con ella que en otra cosa. El chico en cuestión se acercó al oído de Esther a decirle algo y Maca sintió una oleada de rabia cruzándole el estómago.

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M: No, no me dejaría – contestó todo lo borde que pudo ser – si me disculpas – se levantó tomando su bolso y el de su mujer. Cruzando todo lo que pudo la sala, se presentó delante de ellos con los brazos cruzados, a la espera de que aquel “capullo integral” se alejara del espacio vital de su mujer. Viendo que parecía no querer dejarlo y sin percibir la incomodidad de Esther decidió tomar cartas en el asunto. M: ¿Os divertís? – preguntó haciendo que el chico la mirara incómodo. -

¿Y tú eres…? – preguntó.

M: Su mujer – contestó retándole – Así que si no te importa, te agradecería que la dejaras en paz. E: Maca… - dijo viendo que estaba realmente enfadada – solo estábamos hablando… M: Tú hablabas, el manoseaba – apuntó – y no me apetece ver a un tío intentando sobar a mi mujer – dijo cruzándose de brazos. E: Cariño… - intentó cortar. M: Tú deja de ser tan amable con todo el mundo rabiosa.

- dijo bastante

E: Pero si… ¡si yo no he hecho nada! – se defendió. -

Ella no hacía nada – intervino el chico intentando echarle un cable a Esther.

M: A ti nadie te ha dado vela en este entierro – le dijo mucho más furiosa aún – y te agradecería que no te metieras en conversaciones ajenas – Nos vamos, Esther – dijo cogiendo su mano y llevándola fuera del bar. E: ¿Se puede saber qué te pasa? – dijo enfadándose ahora ella – y suéltame, que sé andar sola – dijo sacando un genio que sorprendió a Maca. M: ¿Te parece normal? – preguntó cruzándose de brazos – ¿dejar que un tío te toquetee de esa forma?

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E: Para empezar, no me estaba toqueteando - contestó – Solo me estaba preguntando si era de aquí – le explicó - y no he hecho nada malo como para que te pongas así. M: Estaba intentando ligar contigo – dijo de nuevo. E: ¿Y qué, Maca? – preguntó haciendo que su mujer la mirara – te aseguro que a mí me da igual si quería o no ligar conmigo porque no iba a conseguir nada. M: Pues a mí no me gusta – contestó cerrando los ojos. E: ¿Qué te pasa eh? – dijo acercándose a ella, intentando abrazarla y como si fuera una niña enrabietada Maca se alejó - ¿Estás celosa? M: ¿Yo celosa? – la miró – ¿de ese imbécil sin cerebro? No digas tonterías. E: Estás celosa – contestó sacando una sonrisa divertida. M: Esther, que no – soltó – que yo no soy celosa… no lo he sido nunca. E: Vale – no dejaba de sonreír, sin creer nada de lo que decía – lo que tú digas, mi amor – se acercó a ella – anda… dame un beso. M: Que te lo de tu amigo el cromañón – dijo volviendo la cara. E: ¡Pero no seas tonta! – reía más – ven – se acercó a ella – que te voy a decir una cosa – la abrazó – yo solo quiero que me beses tú, que me abraces tú, no quiero nada más porque a la única persona que yo amo es a ti – dijo consiguiendo llegar a sus labios. M: Vamos a casa – contestó con un nuevo súbito cambio en su actitud – estoy cansada ya. E: Vale – dijo, comenzando a andar una vez lo había hecho Maca, achacando aquel ultimo comportamiento a aquellos celos que tanto le había gustado sentir en su mujer. Mientras se dirigían al coche, Maca no fue capaz de decir una sola palabra… era absurdo lo que acababa de pasar, tan absurdo como el estúpido numerito que había montado… ¿a qué había venido? ¿Cómo había podido hacer una cosa así? Claro que no eran celos… ¡menuda tontería…!

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Los siguientes días pasaron demasiado rápido para ambas. Playa, relajación, risas, bromas, cenas y momentos pasionales bajo las sábanas. Por momentos Maca se mostraba receptiva, cariñosa, atenta y sin embargo, en otras ocasiones estaba distante y ausente. Esther por su parte, vivía en su limbo de felicidad, nunca había sido tan feliz como en esa etapa de su vida, nunca había pasado tanto tiempo con la sonrisa en la boca, y no era capaz de borrarla. Estaba en la ducha después de un buen día de playa, el agua casi fría debido el calor hacía de ese momento más apetecible. Estaba enjuagándose el pelo y no se dio cuenta que tenía compañía. Sonrió cuando sintió sus brazos acariciar su cintura y abriendo los ojos se dio la vuelta mirándola con una sonrisa. E: ¿Qué haces aquí gamberra? – dijo abrazándola ella también. M: Una de esas cosas que no se pueden dejar pasar – contestó besándola – y bueno… tenía mucho calor… y aquí se está muy fresquita… E: Ya – afirmó con la cabeza – pues si lo que quieres es estar fresquita… yo casi he terminado así que… - hizo ademán de salir. M: Tú no te vas de aquí – la abrazó nuevamente haciendo que Esther sonriera y besándola con más profundidad, cuando las manos ya comenzaban a vagar por sus cuerpos y los gemidos empezaban a escucharse fuera de aquel baño. Habían terminado en la cama disfrutando de un intenso momento de pasión y desenfreno. Tumbadas ya una sobre la otra se relajaban con caricias lentas y besos ahora ya tranquilos. Con los ojos cerrados Esther disfrutaba de los mimos que su mujer le daba, pasando la yema de sus dedos por toda su espalda de manera inconsciente… E: Maca… - dijo llamando su atención - ¿Puedo preguntarte algo? M: Claro – la miró un instante esperando que siguiera. E: ¿Por qué nunca hablas de tus padres? – quiso saber… M: No hay mucho que contar – dijo poniéndose algo tensa – murieron cuando era niña. E: Ya, cariño pero… - la miró sabiendo que había tocado un tema delicado – ¿No recuerdas nada de ellos?

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M: No demasiado – contestó del mismo modo que antes. E: ¿Por qué te pones así de tensa? – preguntó una vez más – no es malo hablar de ello, Maca… - la miró. M: Es que no tengo mucho de lo que hablar – dijo poniéndose súbitamente triste – casi no los recuerdos… a penas puedo reconocerlos en las fotos que mi abuela me dejó… ellos murieron… me dejaron sola cuando era una niña… E: Te enfadaste – siguió ella. M: Mucho… nunca había estado tan enfadada con nadie como con ellos por dejarme sola – dijo sintiendo como las lágrimas se agolpaban en sus ojos. E: Es normal, mi amor – acarició su rostro – es lógico que sintieras eso… M: Supongo – dijo como ausente. E: No te pongas así – continuó advirtiendo su tristeza – no quería que te pusieras así… solo que a veces me gustaría que compartieras cosas conmigo… M: Comparto cosas contigo – se defendió – pero hay cosas de las que no me gusta hablar… E: Está bien – dijo dándose por vencida en ese momento, pero pensando retomar la conversación más tarde… M: ¿Por qué me has preguntado eso? – quiso saber, sin dejar el tema como habría querido. E: Por que creo que te vendría bien hablar de ellos… tengo la sensación de que por mucho tiempo que haya pasado aún sigues enfadada con ellos – soltó Maca cerró los puños… ¿De pronto se había convertido en una persona transparente? – creo que no has sacado todo lo que llevas dentro con respecto a tus padres, cariño… y supongo que solo quiero ayudarte… M: No estoy enfadada con ellos – dijo a la defensiva – fue un estúpido accidente, ellos no tuvieron la culpa… así que no tengo derecho a estar enfadada con ellos – soltó pese a que Esther tenía razón, pero no era capaz de reconocer que sin darse cuenta, Esther comenzaba a conocerla más que ella misma… 122

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E: Vale… - dijo de nuevo dejando el tema a un lado, Maca no se abriría a ella en cuanto a ese tema ese día, pero cuando la viera mínimamente receptiva a hablar de sus padres volvería a intentarlo… tenía que sacar la rabia y el dolor que llevaba dentro en cuando a ese accidente… Quedaron en silencio durante un buen rato. Maca se había metido en sus pensamientos, en sus recuerdos y Esther se lamentaba de haber sacado un tema un tanto escabroso en la vida de su mujer… Se levantaron cuando el hambre les hizo saber que necesitaban algo consistente en sus estómagos. Hicieron la cena en un halo de extrañeza, Maca parecía más ausente que en otros momentos y Esther lo notaba con tan solo mirarla. E: Siento si te he incomodado – pronunció. M: No pasa nada – dijo en un susurro. E: Es que no me gusta verte así – la miró. M: Estoy bien – dijo en un tono un tanto cansado. E: Vale, perdona… M: No, perdona tú – pidió dándose cuenta que tal vez había sido un poco brusca – es solo que este tema me pone bastante tensa – se excusó. E: No insistiré más ¿vale? – dijo acercándose a ella – cuando quieras hablar de ello lo harás – terminó de decir con la esperanza de que fuera cierto. Terminada la cena se sentaron en el sofá y pusieron un rato la tele, dejando a un lado la conversación anterior se relajaron entre caricias lentas y algún que otro beso robado. Maca dejó su ausencia para concentrarse en Esther… En un momento dado la televisión les enseñó un anuncio de bebes y la enfermera quedó embobada mirando a aquellos niños con una sonrisa tierna en los labios. E: Qué lindos – pronunció sin quitar la mirada – mira qué monadas, Maca…

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M: Sí… - dijo con algo de indiferencia – muy monos, sí. Esther la miró advirtiendo su tono, frunció el ceño, haciendo que Maca al darse cuenta sonriera y la besara con la intención de hacer que cambiara aquella expresión. La enfermera contestó al beso y quedaron tumbadas en el sofá. E: Seguro que nuestros niños serán más guapos – soltó haciendo que Maca saliera de su cuello para mirarla sorprendida. M: ¿Quieres tener hijos? – preguntó abriendo los ojos. E: ¿Tú no? – le devolvió la pregunta con miedo a la respuesta… M: Ehh… sí, bueno, como… como todo el mundo, claro – dijo entrecortadamente. E: No todo el mundo quiere tener hijos – contestó advirtiendo cierto negativismo en su tono – y por tu respuesta diría que estás dentro de ese porcentaje – terminó de decir levantándose para sentarse frente a ella - ¿No es así? M: Sí… digo no – se corrigió corriendo. E: Ya – bajó la mirada – o sea, que no quieres tener hijos… M: No he dicho eso – intentó arreglarlo – es solo que es algo que no me he planteado nunca… y, no sé, me haces esa pregunta tan de repente que me pillas por sorpresa. E: Tampoco es muy complicada de contestar – continuó – sí o no, no es tan difícil. M: Lo sé, Esther, pero estas cosas hay que pensarlas bien… no podemos plantear algo así de esta forma – daba su punto de vista – yo no lo había pensado nunca… y por lo que veo tú lo tienes muy claro. E: Por supuesto que lo tengo claro – dijo manteniendo la calma – es algo que he querido desde siempre… siempre he soñado con algún día casarme y formar una familia, tener hijos… y ahora resulta que me caso y mi mujer no tiene ni siquiera el planteamiento de tenerlos. M: No te lo tomes así – pidió – solo me ha pillado de sorpresa – repitió – y que yo no me lo haya planteado no quiere decir que no quiera tenerlos… 124

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E: Ya pero no te haría ilusión – seguía diciendo. M: Bueno… supongo que en el momento en que lo decidamos me hará ilusión… E: ¡Genial! – se levantó, Maca la miró preguntándose qué había dicho. M: ¿Por qué te enfadas? – fue tras ella – Esther no he dicho nada malo… E: No, claro que no – dijo seria – si no hace falta que me digas nada, me has dejado bien clara tu postura… M: Te he dicho que cuando queramos tenerlos me hará ilusión ser madre – rebatió. E: Puedes decir misa, Maca, porque solo con tu reacción, me has dejado bastante claro que no quieres tener hijos – dijo llenando un vaso de agua. M: Pero es que – decía comenzando a frustrarse un poco por su reacción – no es lo que piensas. E: ¿¡Y qué quieres que piense!? – preguntó – te pregunto si quieres tener hijos y reaccionas como si te hubiera propuesto detonar una bomba atómica en el centro de Madrid – exageró – y se supone que tengo que poner buena cara y aceptar el hecho de saber que contigo mi sueño de ser madre no se va a cumplir. M: Yo no he dicho eso – volvió a decir defendiéndose – pero tampoco creo que ahora mismo sea el momento de planteárnoslo. E: ¿Y eso por qué? – preguntó cruzándose de brazos. M: Pues porque nos acabamos de casar, Esther – dijo mostrando su argumento – no llevamos ni diez días casadas y ya me hablas te tener hijos… y creo que primero deberíamos disfrutar la una de la otra, establecernos como pareja, tener tiempo para nosotras y luego ya plantearnos lo de los niños… E: Maca, que yo no te he propuesto que tengamos un hijo ahora – decía – solo te he preguntado si te gustaría tenerlos, obviamente conmigo – apuntó – no he dicho que sea ahora ni dentro de un mes, pero sí me gustaría saber si te gustaría o no – dijo terminando de

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beber – pero da igual – bajó los hombros como derrotada – no quiero discutir. M: Esther, escúchame – intentó pararla. E: He dicho que no quiero discutir – la cortó con bastante seriedad Estoy cansada – la esquivó – me voy a dormir – dijo saliendo del salón dejándola a ella parada allí en medio… “Tener hijos” pufff… pues sí que le estaba saliendo bien la cosa… desde luego todo, absolutamente todo estaba tomando un rumbo que ella no había ni tan siquiera llegado a imaginar… “tener hijos… una Esther en pequeñito” ¿En qué momento se le ocurriría a ella meterse en ese berenjenal en el que estaba? “Una Esther de tres años que la llamaba mami” ¿Por qué había tenido que complicarse la vida de esa forma? “Tal vez un pequeño terremoto que no dejaría de pedirle que jugara con él al futbol” Ella que había sido toda su vida la chica-anticompromisos, ahora estaba casada y su mujer le planteaba la posibilidad de tener hijos ¡Qué locura! ¡Ella con hijos! “quizás fuera una princesita a la que mimar… o lo mismo resultaba ser un niño travieso que solo quería llamar su atención” Su vida ahora mismo no estaba como para tener descendencia, por supuesto que no. “Llegar a casa y encontrarse con Esther cantándole una nana al bebé para que durmiera y que el rey o la reina de la casa se quedara mirándola a la espera de un beso” ¿Cómo iba a tener ella hijos si su proyecto de futuro era continuar con su vida tal y como la conocía? “Colgar un dibujo en la nevera en el que tres monigotes los representaban a ellos ante la mirada ilusionada de su hija o hijo” Y encima Esther se enfadaba por no haberle sabido contestar… ¡pues sí que estaba bien! “Ver las lágrimas de felicidad en el rostro de Esther cuando tuviera a su bebé en brazos” “Llevarlo al cole por primera vez, mientras protestaba por no querer separarse de sus madres” “Leerles un cuento y ver como sus ojitos se van cerrando al escuchar su voz” Tenía que intentar arreglar aquella absurda situación creada por un caso hipotético y que de momento no iba a llegar… mal empezaban si no lo arreglaba… M: ¡Joder! – protestó levantándose del sofá y yendo hasta la habitación, donde su mujer parecía dormir – Esther – dijo con cautela – cariño, ¿estás dormida? E: No – contestó secamente – solo pensaba. M: Escúchame – pidió tumbándose a su lado y pasando el brazo por su cintura – lo siento, ¿vale? ya te he dicho que me ha pillado por sorpresa – le dijo una vez más – y que no me lo había planteado 126

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nunca pero… - tragó saliva por lo que iba a decir – si lo pienso… sí que me haría ilusión tener hijos contigo – terminó de decir, sin querer saber cuanta verdad había en sus palabras. E: ¿De verdad? – preguntó dándose la vuelta. M: De verdad – sentenció – me haría mucha ilusión – repitió – pero… si es cierto que creo que deberíamos esperar un tiempo antes de… de dar el paso… es lo que intentaba decirte antes… E: Sí – le dio la razón – siento haberme puesto así… ni siquiera te he dado opción a explicarte… M: Estás sacando tú mucho carácter, ¿eh? – dijo medio bromeando. E: Ya… mi hermano dice que cuando me enfado debe haber un terremoto en algún lugar del mundo por lo mucho que me irrito – dijo con una sonrisa. M: Pues intentaré no enfadarte nunca – contestó acariciando su mejilla - ¿Me das un beso? E: Ven aquí – dijo agarrando su nuca y acercándola a ella para comenzar a besarla… un beso que empezó suave y terminó llevándolas a pasar una nueva noche de juegos amatorios… Durante lo siguientes tres días, disfrutaron como niñas, dejando a un lado las posibles “peleas” y decidiendo pasar los últimos días de su luna de miel como se merecían. Hablando mucho y riendo más. Maca descubría en Esther una vis cómica que hacía no poder para de reír y Esther hacía que la empresaria sacara su lado más payaso a base de bromas y tonterías… El ultimo día mientras, Maca se dedicaba a hacer su maleta mientras Esther veía como algo muy divertido el sacarle toda la ropa y no dejarla terminar, lo que las llevaba a protestas cariñosas y besos robados. M: Cariño, por favor – protestó una vez más – que así no terminamos nunca… E: Pues no terminamos – contestó – nos quedamos aquí a vivir para siempre.

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M: No podemos… las dos tenemos que trabajar – dijo volviendo a doblar un par de camisetas que Maca había sacado – y ve tú a hacer tu maleta. E: Voooy – dijo sin moverse – ahora cuando tú termines. M: Pues entonces no la haces nunca – dijo dándole un palo en la mano cuando intentó sacar otra prenda – estate quieta Esther – pidió sacando luego una sonrisa. E: Bueno, ya que veo que no soy bienvenida en esta habitación – dijo dramatizando – iré a darme una ducha M: Pero mira que eres tontita – sonrió acercándose a ella – venga, señorita, salga de aquí – la empujó hacia le baño. Quince minutos después, Maca estaba terminando de cerrar la maleta cuando Esther entró solo con una toalla y haciendo gala de una repentina osadía la dejó caer dejando a un lado la vergüenza y haciendo que la empresaria abriera los ojos como platos. M: Eso es provocar… provocar muchísimo – se acercó a ella para abrazarla E: No – quitó las manos – nada de tocar… tú no me has dejado divertirme así que tú tampoco te divertirás. M: Cariño, no puedes hacerme esto – intentó atacar de nuevo – ven… que solo te voy a dar un besito – consiguió abrazarla y llevar su boca al cuello desnudo de su mujer – umm qué bien hueles… E: Maca, va que tengo que vestirme y hacer mi maleta – contestó sintiendo como Maca hacía sus caricias más profundas. M: Tenemos tiempo – murmuró mordiendo su mentón – y tú me has incitado… E: No he hecho nada – sonrió intentando guardar la compostura. M: sí que lo has hecho – siguió a lo suyo, llegando a su pecho – aparecer desnuda delante de mi es provocarme… umm – besó su pezón – qué buena estas cariño… E: Uff… Maca… - y se dejó hacer, dejó que Maca la llevara a la cama e hicieron el amor una vez más y por ultima vez en aquella casita de la playa… 128

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En el coche, Maca conducía mientras Esther se dedicaba a poner algo de música. Intentando buscar algún disco que les gustara a ambas pues habían descubierto que en cuanto a gustos musicales no coincidían en nada… M: Esto no, Esther por favor – dijo intentando quitar lo que acababa de poner. E: No entiendo porqué no te gusta, anda que no es bonita ni nada la canción – contestó M: Es muy ñoña, demasiado ñoña. E: Ya… pues a mi me gusta… M: Es que tu eres muy ñoña, cariño – bromeó. E: ¡Oye! – le dio un palo en el hombro. M: ¡Esther que estoy conduciendo! E: Pues solo por haber dicho eso, voy a dejar esta canción y te aguantas – dijo amenazante… A base de bufidos tuvo que escuchar la música “ñoña” de Esther a pesar de hacerlo con una leve sonrisita, la enfermera se acomodó en el asiento y miró la carretera, concentrándose en la conducción, Maca la imitó lo que las llevó a permanecer en silencio durante un ratito. E: Estoy pensando que deberíamos haber terminado mi mudanza antes de irnos – comentó – no me apetece nada ponernos hoy con eso… M: Bueno… llevamos muchas de tus cosas antes de la boda – contestó – así que podemos dejar el resto para dentro de unos días… E: Sí… pero aún así, si lo hubiéramos hecho antes ya no tendríamos que hacerlo – volvió a decir. M: No pasa nada… mira, mañana llamo a una empresa de mudanzas y que se encarguen ellos – sugirió – nosotras nos quedamos tranquilas y ya está. E: ¿Cuándo tienes que volver a la oficina? – quiso saber.

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M: Pasado mañana – contestó – y temblando estoy – Esther la miró extrañada – no quiero ni pensar la de trabajo que tendré al volver. E: Dímelo a mí – dijo ella pensando en lo que se encontraría en el hospital… Durante el resto del viaje lo pasaron de la misma manera, hablando de lo que harían al llegar, de lo que se encontrarían en sus respectivos trabajos y de varios temas más que hizo de ese trayecto más ameno del que fue la ida. Llegaron a Madrid pasadas las siete de la tarde… dejaron las maletas a la entrada y se tumbaron en el sofá… “De vuelta a la rutina” pensó Maca, viendo como Esther se abrazaba a ella “una rutina diferente” apuntó su pensamiento. No tardaron mucho en irse a dormir… tras cenar algo ligero se acostaron, fue Maca quien se abrazó a Esther y ésta, con una sonrisa en los labios acarició su pelo haciendo que la empresaria quedara dormida casi al instante… En esos días había aprendido que acariciarle el pelo cuando estaba así de relajada, conseguía que se durmiera en cuestión de segundos. Quedó mirándola dormir, no podía dejar de sonreír y sus ojos destilaban ilusión “Comienza nuestra vida juntas” pensó para sí misma antes de besarla en la cabeza y dejar que Morfeo la llevara al mundo de los sueños. Durante las siguiente dos semanas, se dedicaron a “acoplarse” la una a la otra en lo que a la convivencia se refería, viendo qué manías tenía cada una, qué cosas de le gustaban, intentando conocerse mucho más de lo que ya se conocían. Volvieron ambas al trabajo, y fue bastante diferente para cada una… Esther llegó al hospital y nada más entrar una Teresa emocionada le pidió que le contara todo lo que habían hecho, como se lo habían pasado y donde habían estado. La enfermera contestaba con una sonrisa emocionada, enseñando las fotos que se habían hecho, pero sobre todo sin dejar de sonreír. Luego vino sesión con Claudia donde se explayó mucho más que con Teresa, donde la neuróloga no dejaba de sonreír ya que Esther no podía borrar la suya de sus labios. “Hemos pasado unas días perfectos, Claudia” le había dicho “Cada día que pasa la quiero más… y… he descubierto que es celosilla” le había comentado con una leve risita “Han sido los días más maravillosos de mi vida”. Por su parte, Maca cuando entró en la oficina recibió las escuetas felicitaciones de sus empleados, a los que saludó con educación y se 130

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dirigió directamente a su despacho donde una sonriente y creía que más sexy que nunca, Elsa, la esperaba para darle un corto abrazo y dos besos de bienvenida que dejaron parada a Maca. En esas dos semanas, Maca pudo ver como Elsa en ocasiones se le insinuaba y luego parecía una persona totalmente distinta haciéndole creer una ignorancia hacia su persona que la dejaba bastante descolocada. Aquella situación le hacía permanecer a la espectativa y por otra parte le incitaba… siempre le había gustado tenerlo todo bajo control y parecía que con Elsa no tenía el mando sino que era la secretaria quien mandaba… Con Esther le pasaba algo diferente al igual que parecido, pues con ella también sentía que perdía las riendas de la situación, que no podía evitar ciertas cosas que la hacían sentirse mejor que nunca, que no era capaz de no pensar en ella cuando menos lo esperaba… con Esther todo estaba cambiando a pasos agigantados, su propósito a la hora de casarse con ella se le olvidaba en los momentos en que la miraba y a lo único que atinaba era a volver la cara hacia otro lado y no pensar en todo aquello… no quería pensarlo, le daba pánico pensarlo… Esther entraba en casa tras un turno bastante ajetreado, un accidente múltiple había colapsado las urgencias. Nada más entró se encontró con una maleta en la puerta y frunció el ceño extrañada. Anduvo hasta la habitación donde Maca terminaba de cerrar una pequeña bolsa de viaje. M: Hola, cariño – dijo acercándose a ella para dale un beso – no te he oído llegar. E: Hola – miraba a su alrededor - ¿Y esa maleta? – preguntó señalando la puerta. M: El viaje, Esther – contestó haciéndole recordar la conversación que habían tenido el día anterior – la reunión con los distribuidores en Londres. E: Ah, sí – se acordó – es verdad, perdona… M: ¿Qué te pasa? – la miró mientras revisaba que todo estuviera en regla. E: He tenido un día horrible, mi amor – dijo sentándose al borde de la cama.

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M: ¿Sí? – dejó lo que estaba haciendo para volverse a ella - ¿me lo quieres contar? E: Ha habido un accidente y han venido un montón de heridos – comenzó a relatar – y había… un niño… - sus ojos se aguaron – estaba muy mal, Maca… M. Venga cariño – la abrazó – anda… venga que no me gusta verte así – dijo mirándola y besándola lentamente. E: ¿A qué hora salía tu vuelo? – preguntó intentando cambiar la conversación, si seguía hablando de aquello acabaría llorando y no quería… M: A las nueve – contestó – pero voy a llamar a la oficina y voy a decir que retrasen el viaje… E: ¿Cómo que lo retrasen? – preguntó sorprendida. M: Pues que retrasen la reunión… la haré la semana que viene o yo que sé, pero no me voy a ir estando tú así – dijo sin pensar en nada más y se dio cuenta al instante que en una situación “normal” nunca habría dicho tal cosa… ¿qué estaba pasando ahí? E: No digas tonterías, cariño – contestó agradecida – es importante esa reunión… no puedes retrasarla así por así. M: No sé… me da cosa… irme dejándote triste – quitó un mechón de pelo de la cara. E: Estoy bien – la besó – solo es un momento de bajón… se me pasará antes de que te vayas mañana. M: ¿Segura? – Esther asintió – ¿Segura… segura? – preguntó con una minisonrisa acercándose a sus labios. E: Sí – dijo antes de besarla… M: Vale – volvió a besarla – venga ve a darte una ducha que yo termino aquí y preparo la cena… E: Un beso – pidió antes de levantarse recibiéndolo al instante. Se acostaron temprano, Esther estaba realmente cansada y Maca debía levantarse algo antes para llegar al aeropuerto. Sin embargo no pudo dormir demasiado. Sentía un nudo en la boca del estómago que 132

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no la dejaba cerrar los ojos… sentía que algo iba mal encaminado, que aquello no era lo que ella había planeado… y solo había pasado un mes desde la boda si contaban con los días de “Luna de miel”. Decidió que tal vez aquel viaje a Londres le viniera bien para pensar en todo y tomar perspectiva de las cosas, tal vez necesitaba ese pequeño alejamiento aunque fueran solo tres o cuatro días, pensar en lo que le estaba pasando y volver con las pilas puestas y sin “cosas raras” en la cabeza. Llegó al aeropuerto con tiempo de facturar y sentarse a tomar un café, sonreía al recordar que había dejado a Esther dormida y que ni se había inmutado de su salida, decidió que la llamaría cuando llegara a Londres. Estaba ya en la cafetería, sentada mientras miraba un informe cuando algo llamó su atención. Una chica, alta y morena, vestida con unos pantalones bastante estrechos y una camiseta que dejaba ver un agradecido escote, casi corría por la terminal con unas carpetas en la mano. Se levantó y fue a interceptarla, quedando delante de ella, cuando la chica en cuestión miraba hacia todos lados buscando a alguien. M: ¿Qué haces aquí? – preguntó sorprendida. El: Ayer me di cuenta que te dejaste estos informes en la oficina – decía tomando aire – supongo que los vas a necesitar – explicó su secretaria haciendo que Maca la mirara con una ceja alzada. M: A ver – los tomó mirándola un segundo antes de cogerlos – pues… sí, sí que me hacen falta si… El: Menos mal que he llegado a tiempo – sonrió – menuda carrera. M: Gracias Elsa, tú siempre tan eficiente – halagó. El: Siempre que mi jefa lo necesite, seré muy eficiente – contestó con insinuación. -

Pasajeros del vuelo 707 con Destino Londres, pueden empezar a embarcar.

M: Es mi avión – dijo sin poder quitar la mirada de ella. El: Sí – contestó – pásalo bien y… nos vemos a tu vuelta – dijo acercándose a ella y sorprendiendo a Maca le dejó un breve beso en los labios – échame de menos – dijo de nuevo insinuante antes de darse la vuelta y comenzar a andar hacia la salida.

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Maca quedó parada en el sitio… no se lo esperaba… no podía creer lo que acababa de hacer. Elsa, la había besado, ya no había dudas de que se le estaba insinuando todo el tiempo, no eran imaginaciones suyas, no era algo creado por su mente por las ganas que desde que la conoció había tenido de llevársela a la cama… no, era totalmente cierto… Elsa se lo había dejado bastante claro… Impaciente, se movía de un lado a otro, miraba el reloj una y otra vez, queriendo que los minutos pasaran rápidos, miraba a su alrededor y volvía la vista al frente con una sonrisa en los labios cuando al fin aquellas puertas comenzaron a abrirse. Irguió el cuello intentando ver sobre los demás, la había echado de menos… demasiado, solo habían sido cuatro días pero ya estaba deseando poder verla y abrazarla. Se puso de puntillas al no ver nada y estirando un poco más el cuello al fin la vio aparecer, arrastrando su maleta y poniéndose las gafas de sol en el pelo. E: ¡Maca! – la llamó casi pegando saltitos, la empresaria no había terminado de alejarse de sus compañeros de vuelo cuando se vio obligada a soltar la maleta e impedir que ambas cayeran al suelo debido al ímpetu de Esther al abrazarla – Hola – la besó – hola – la volvió a besar – hola, mi amor – beso – hola, hola, hola – y con cada repetición de aquel saludo un nuevo beso que hacía que Maca no pudiera más que sonreír – te he echado de menos – dijo sin soltarse de su cuello. M: Se nota, cariño – contestó medio en risas – se nota. E: ¿Tú a mí no? - preguntó. M: Ummm… un poco sí – dijo ampliando la sonrisa – sí, tontita, claro que te he echado de menos – terminó de decir haciendo que Esther también ampliara la sonrisa. E: ¿Qué tal ha ido todo? – preguntó una vez se separó lo necesario de ella como para poder andar y salir de la terminal. M: De maravilla – contestó agarrándola por la cintura – han firmado el contrato así que ampliaremos la distribución en Londres – dijo contenta de que la reunión hubiera salido como ella esperaba, ¡Como le gustaba que las cosas le salieran bien! E: Me alegro – la besó una vez más – Y ¿has hecho turismo?

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M: Muy poco – contestó – casi no he tenido tiempo… además – añadió mirándola de reojo queriendo ver su expresión – estando solita me aburría mucho – le dijo, Esther la miró y ella sonrió aún más – sin ti no tenía sentido hacer turismo… no podía comentar nada con nadie…. De ese modo y Maca contándole como había ido el viaje, se internaron en el tráfico de Madrid en dirección a su piso. El trayecto pese a que duró algo más de lo habitual debido a la cantidad de coches que colapsaban la ciudad fue bastante ameno… Llegaron a casa y la empresaria se metió directamente en la ducha mientras Esther preparaba algo de picar. Minutos más tarde la empresaria regresaba al salón aún con el pelo mojado y con ropa cómoda, se sentó a su lado y la enfermera no tardó en sentarse a horcajadas sobre ella. M: ¿Y tú qué has hecho mientras no he estado eh? – le preguntó con las manos en su espalda. E: Pues… salí a cenar con las chicas – le dijo – te lo comenté por teléfono que no tenía muchas ganas pero al final me decidí. M: Sí, verdad – recordó – ¿No ligarías, no? – dijo alzando una ceja viendo como Esther sonreía por su gesto – mira que me enfado… E: ¿Cómo voy a ligar teniéndote a ti? – contestó sonriendo - ¿Y tú? – le devolvió la pregunta – no habrás ligado con ninguna inglesa ¿no? M: Bueno… - contestó claramente bromeando – había una que… Esther le dio un palo en el brazo – es broma, tonta… E: Te llamó Ana esta mañana… que la llamaras cuando llegaras – le comunicó. M: Vale… luego la llamo – se acercó a besarla – ahora tengo pendiente una cosita – bajó a su cuello, haciendo que Esther supiera qué “cosita” era esa. E: ¿No estás muy cansada? – preguntó. M: Mmm… para nada – dijo besándola con profundidad, haciéndole saber que el cansancio era lo último que sentía en esos momentos. Cuando a la mañana siguiente llegó a la oficina se encontró con una sorpresa que no esperaba. Elsa no estaba en su puesto y en su lugar una mujer bastante entrada en años que para nada causaba en ella lo 135

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que causaba su anterior secretaria… frunció el ceño y terminó de acercarse. M: Buenos días – dijo mirándola con extrañeza – Soy Macarena Wilson… ¿usted es? -

Me llamo Julia – contestó – estoy sustituyendo a Elsa – le informó.

M: ¿Qué le ha pasado? – quiso saber. J: Creo que está ha tenido que salir de viaje por un problema personal – le dijo – ha pedido unos días libres – siguió diciendo. M: Ya… - contestó y no supo si se sintió chafada o aliviada ante aquella nueva situación. J: De todos modos, me dijo Gutierrez, de recursos humanos que le avisara en cuanto usted llegara y le daría más información – le dijo viendo que se había quedado un tanto… parada. M: Sí, bien – contestó – por favor, llámele y dígale que venga a mi despacho. J: Ahora mismo – terminó de decir viendo como Maca entraba en su oficina, dándose la vuelta para tomar el teléfono y hacer lo que le había pedido. Los días comenzaron a caer en el calendario sin que a penas se diera cuenta. Maca intentaba amoldarse a la forma de trabajar de Julia, una bastante diferente a Elsa con la que había conseguido congeniar a la perfección en cuanto a trabajo se refería. Esther seguía viviendo en su mundo de colores donde lo más grande que tenía era el amor que sentía por su mujer y las demostraciones de amor de Maca hacia ella… Ana había cenado con ellas un par de veces y aprovechando la ausencia de la enfermera para algo había intentado sonsacarle a Maca qué había pasado en el ultimo viaje que había hecho. Extrañamente, no consiguió nada, por lo que una de dos: O Maca realmente no había echo nada con nadie, o se lo callaba por primera vez en mucho tiempo, pues a Ana se lo contaba todo por poco que le gustara escucharlo. Se dedicaba por entero a Esther cuando estaba con ella y se agobiaba alguna vez que otra cuando pensaba en la herencia y los 136

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tres años que aún quedaban para cobrarla, pero si era cierto que incluso ella misma había notado un cambio y cuando se le hacía real y patente intentaba solventarlo y engañarse diciéndose que aquello no era nada… Precisamente ese había sido uno de esos días en los que lo que sentía le había hecho estar de mal humor durante gran parte del tiempo. En la oficina casi nadie se atrevía a hablarle y ella había permanecido encerrada en su despacho. Sumado al hecho de que una huelga del sector de transporte había trastocado todos los envíos de esa semana, su desesperación era mayor que de costumbre. M: ¿Diga? – dijo con autoridad y tono serio al descolgar el teléfono. E: Ho… hola, cariño – saludó con cautela por su tono de voz - ¿Te pillo mal? M: Pues un poco, Esther – contestó – estoy bastante ocupada. E: Vale… perdona – le dijo – solo quería saber si te apetecía cenar con mi hermano, me acaba de llamar y… M: Pues no lo sé, Esther – la cortó – no sé cuando saldré de la oficina, hay una huelga de transportistas y los pedidos no llegan donde tienen que llegar – decía frustrada, enfadada, agobiada… E: Ya pero no te vas a quedar ahí hasta las tantas, mi amor – intentó suavizar. M: Si me tengo que quedar, me quedaré – dijo de igual modo que antes – para algo soy la dueña, así que no, Esther, no sé si podré ir a cenar con tu hermanito – y el término diminutivo reveló lo “bien” que le caía Diego. E: Ma… M: No te pongas pesadita – la cortó – no tengo tiempo para esto ahora mismo… E: Muy bien – dijo siendo ahora quien se enfadara – pues cuando a la señora le de la gana o se le pase el estúpido cabreo que no sé por qué tengo que ser yo quien lo pague, me llamas… o mejor, no me llames – siguió – haz lo que quieras, Maca, yo me voy a cenar con mi hermano… M: Muy bien – seguía en sus trece. 137

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E: Estupendo – continuó ella. M: Genial – dijo E: Bien – contestó no queriendo que fuera ella quien diera la última palabra y antes de dejar que dijera algo más, colgó el aparato con fuerza – joder – protestó. Cl: ¿Estás bien? – dijo Claudia llegando a su lado, desde una de las mesas de la cafetería del hospital había escuchado como discutía por teléfono E: Perfectamente – contestó con seriedad. CL: Vale… vale, fiera – dijo intentando apaciguarla E: Perdona, Claudia – se excusó al ver que estaba perdiendo los papeles con su amiga – es que cuando se pone así, me saca de mis casillas – protestó. Cl: ¿Problemas en el paraíso? – preguntó. E: No sé qué le pasa – dijo pasándose las manos por la cara totalmente frustrada – últimamente tiene un humor muy cambiante… - siguió diciendo – por momentos está cariñosa, atenta y al segundo siguiente como si algo saltara en su cabeza se pone tensa y no sé… como si se alejara… Cl: ¿Os ha pasado algo o…? – preguntó algo preocupada. E: No… bueno no lo sé – dijo bajando la cabeza – sé que tiene problemas en la oficina por una huelga y está alterada y además con Julia, la sustituta de Elsa – le explicó – que parece que no se entienden al trabajar y no sé… Cl: Estará estresada, Esther – continuó. E: Ya pero no entiendo porqué tengo que pagarlo yo… además sin venir a cuento – seguía diciendo – mira, anteayer – recordó – estábamos tranquilas en el sofá… hablando de nosotras, de lo bien que estamos y de todas esas cosas ¿sabes? – Claudia asintió – Y no sé qué le pasó… de pronto como si le hubiera dado un calambre se levantó y dijo que estaba cansada y se iba a acostar…

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Cl: Verás como no es nada – intentó animar – seguro que será una tontería… E: Ya… lo sé, luego en la cama me buscó… vamos que… ya sabes – dijo elevando las cejas para hacerla saber de qué forma la había buscado. Cl: Entiendo – contestó. E: Pero hay algo que… - se cortó porque su móvil comenzó a vibrar sobre la mesa, miró la pantalla y al ver el nombre elevó la vista hacia Claudia que entendiendo que quería privacidad se levantó y se alejó dejándole una caricia de ánimo en el brazo - ¿qué quieres? M: Lo siento – escuchó al otro lado de la línea a Maca algo abatida – lo siento, cariño – repitió – siento haberme puesto así… pero estoy muy agobiada ahora mismo… y… sé que no tenía que haberlo pagado contigo… ¿Me perdonas? E: ¿Me cuentas qué te pasa? – le devolvió la pregunta. M: Ya te lo he dicho… esto es un caos… hay huelga de transportistas y no sé como lo voy a solucionar… - se excusó – y cuando me has llamado acababa de tener una bronca con el responsable de contabilidad y… - se cortó – lo siento Esther… E: Vale… - contestó – no pasa nada… M: No te oigo muy convencida – dijo haciendo que Esther suspirara – mira, vamos a hacer una cosa… - pensaba – voy a intentar salir pronto y… nos vamos a cenar tú y yo por ahí… solas ¿vale? Algo romántico… como a ti te gusta. E: ¿Y mi hermano? M: Quedamos con él mañana o pasado… Esther… esta noche quiero estar contigo a solas… por favor… necesito estar contigo… solitas – dijo con ese tono dulce que derretía a Esther - ¿vale? cenamos… si quieres vamos a bailar y… luego nos vamos a casita y nos acurrucamos ¿Quieres? E: Vale – dijo ahora ya con una sonrisa. M: Bien – contestó también sonriendo – pues voy a intentar terminar esto y nos vemos en casa… un beso, cariño.

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E: Un beso, mi amor – contestó – te quiero – dijo justo antes de que se cortara la comunicación sin escuchar la réplica al otro lado de la línea. La noche fue preciosa, romántica, tierna, bromista, perfecta, eso fue, una noche perfecta que disfrutaron las dos por igual. Cuando llegaron a casa hicieron el amor de una forma lenta y tranquila, disfrutando de los besos y las caricias que se regalaban mutuamente… quedando dormidas y abrazadas… A la mañana siguiente Maca despertó con una sonrisa tatuada en los labios, despertó a Esther pues tenía turno de mañana y tras arreglarse y desayunar algo juntas salieron cada una en dirección a sus trabajos. Cuando la empresaria entró en el edificio aún no habían llegado todos sus empleados, ni siquiera Julia estaba aún en su puesto de trabajo, miró el reloj, quedaban todavía diez minutos para que llegara… entró en su despacho y encendió el ordenador, sacó un par de informes de su maletín y se quitó la chaqueta cuando alguien llamó a la puerta. M: Pasa, Julia – dijo mirando las carpetas. E: No soy Julia – contestó abriendo la puerta con una sonrisa en los labios. M: Obviamente no – la miró – no lo eres – Elsa entró en la oficina cerrando la puerta tras de sí - ¿Vuelves a tu puesto? – se sentó invitándola a hacer lo mismo. El: Me encantaría – dijo mirándola – pero no… de hecho… vengo a presentar mi dimisión. M: Vaya… - contestó – bueno… en cierta manera me lo esperaba… ¿Cómo está tu hijo? El: Igual… no mejora y… - bajó la cabeza algo abatida – en fin… quiero estar con él, además mi marido no puedes estar más tiempo solo con él… M: Normal, supongo – contestó. El: Quería… quería venir personalmente a entregarte la carta de dimisión – dijo mirándola – bueno… en realidad, quería verte antes de volver a Teruel – comentó – Esperaba que aceptaras cenar conmigo esta noche – le dijo directamente – para despedirnos y… eso…

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M: Cenar – repitió mirándola de arriba abajo… El: Ajá – contestó – me encantaría pasar una divertida velada contigo – dijo mirándola – realmente me haría bastante bien… necesito… olvidarme un poco de todo… M: Ya…así que quieres divertirte conmigo – dijo levantándose de su silla y quedando tras ella… El: Hablando claro, Maca – se levantó – ya que he dejado de ser tu secretaria y no te debo el respeto que debería tenerle a una jefa – hizo una pausa mordiéndose el labio de forma sugerente – lo que quiero es… que echemos un buen polvo – dijo haciendo que una frase soez como aquella en sus labios y con el tono que le dio, resultara en Maca demasiado excitante… M: ¿Por qué ahora? – preguntó mirando con deseo sus labios – quiero decir – Elsa se acercó a ella tomándola de las caderas – no es ningún secreto que me insinué a ti cuando llegaste… pasaste de mí… ¿por qué ahora? El: Por que ahora estás casada – contestó con toda la naturalidad del mundo – y me ponen mucho más las mujeres casadas que las solteras… - dijo a pocos centímetros de sus labios – y sé que tú también estás deseándolo… M: Ajá – fue lo único que dijo… El: Te esperé esperando esta noche en mi piso – susurró – no me falles – terminó de decir rozando sus labios con mucha sugerencia y saliendo del despacho tal y como había llegado… Durante todo el día Maca estuvo ausente y pensativa… la proposición de Elsa era muy tentadora… era como si la fruta prohibida hubiera caído sobre sus manos, algo casi imposible de ignorar, comió en casa y pese a que Esther la notó igual de rara lo achacó a aquella huelga que la tenía de tan mal humor… no preguntó e intentó hacerla sentir bien durante toda la comida… Volvió a la oficina por la tarde… no se sentía capaz de quedarse con Esther mientras no dejaba de pensar en la propuesta de Elsa, no fue capaz de concentrarse en el trabajo… era algo superior a ella… había estado mucho tiempo queriendo llevársela a la cama y ahora se le presentaba la oportunidad en bandeja… algo fácil, simple, satisfacer sus deseos, aceptar su proposición, cumplir su fantasía y no volvería

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a verla… lo había hecho un montón de veces… ¿qué había cambiado ahora? Nada… no había cambiado nada… E: Hola, mi amor – saludó Esther descolgando el teléfono - ¿Vienes ya? Estoy preparando una cena buenísima. M: No – contestó con toda la tranquilidad que pudo poner… no demasiada para su desgracia – me ha surgido una reunión de ultima hora con el representante de la empresa distribuidora… se hará tarde… seguramente cenaremos algo mientras intentamos buscar alguna solución sobre la huelga. E: ¿Ahora? – preguntó desilusionada – Maca son casi las nueve de la noche – dijo mirando el reloj. M: Lo sé… pero no ha podido ser antes… yo he estado toda la tarde de reunión en reunión y parece que él también… - cerró los ojos… intentaré llegar temprano ¿vale? E: Vale – dijo aceptando lo que le decía. M: NO hace falta que me esperes… acuéstate si estás cansada – le dijo pasando su mano por la frente. E: Sí, tranquila – contestó – pero intenta no llegar muy tarde… sabes que me preocupo. M: Sí, un beso – dijo a modo de despedida. E: Te quiero – soltó antes de colgar… Maca ya había colgado. Algo le decía que saliera de allí. Que se diera la vuelta, bajara los dos pisos que la separaban de la calle, cogiera de nuevo su moto y se alejara de aquel edificio… algo intentaba gritar que no lo hiciera, que ya bastantes errores había cometido para añadir uno nuevo en su lista. Una vocecita repelente y osada intentaba gritarle que recapacitara, aceptara sus sentimientos y dejara el miedo a un lado… Ella simplemente movió la cabeza, acalló aquella estúpida conciencia y tocó el timbre. Necesitaba hacerlo, quería demostrarse que aún seguía siendo la de siempre, que no sentía nada por nadie, que nada había cambiado en ella… que todo aquel caos en su cuerpo no era más que una sugestión creada por un ambiente cálido y familiar que se creaba cuando estaba con Esther y quería sentirse ella, ella con todas sus consecuencias, quería dejarse claro a sí misma que

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continuaba siendo una persona libre de sentimientos… y Elsa… Elsa era quien le haría ver que todo seguía tal y como era siempre… La exsecretaria abrió la puerta con una sonrisa pícara, ataviada con una falda demasiado corta y una camisa que dejaba ver más de lo necesario, casi transparente dejando claro que no llevaba sujetador, con el pelo suelto cayendo sobre sus hombros y una mirada penetrante y deseosa… estaba claro qué quería que pasara esa noche. El: Sabía que no me fallarías – dijo abriendo la puerta para dejarla pasar. M: Hubiera sido un delito no venir – contestó con la coraza levantada nuevamente, con la careta de mujer-fatal, sintiendo casi orgullo de sí misma al ver que seguía siendo la Maca de siempre – Estás muy… - la miró de los pies a la cabeza, paseando la mirada por sus piernas, por su pecho… hasta llegar de nuevo a sus ojos… El: ¿Guapa? – se encargó ella misma de halagarse. M: Iba a decir sugerente… pero también estás guapa – contestó sonriendo. El: Digamos que esta noche se merece este atuendo – dijo con la misma sonrisa, acercándose a ella peligrosamente. M: ¿Cenamos? – cortó antes de que terminara de acercarse. El: Claro – contestó algo contrariada… ¿pero qué más daba? Si… – tenemos toda la noche… - dijo en voz alta sacando sus pensamientos de su cabeza. Eran las once y media de la noche cuando Esther apagó el televisor y se levantó llevando hasta la cocina el resto de aquel sándwich que no se había terminado. Bebió un vaso de agua y tras recoger lo que había utilizado fue hasta la puerta para cerrar con llave. Volvió al salón y cogiendo su móvil apagó las luces para tomar rumbo a su habitación. Se metió entre las sábanas, mirando el lado que ocupaba Maca normalmente y que estaba vacío. Suspiró, cogió de nuevo el móvil y miró la pantalla. La empresaria no había dado señales de vida por lo que supuso que aún estaría reunida. Sopesó la posibilidad de llamarla pero si estaba en mitad de una reunión no creía que fuera lo correcto, así que suspirando una vez más, cogió el despertador para poner la 143

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alarma y dejando le móvil sobre la mesita de noche se dio la vuelta e intentó dormir… Habían terminado de cenar bajo un velo de tensión extraña, intentando sacar absurdas conversaciones que le dieran a ese momento un significado diferente, cualquier otro que no fuera el real, que simplemente estaban allí para una sesión de sexo esporádico y sin importancia. Maca estaba sentada en el sofá, con una copa de vino y sintiendo la mirada casi lascivia de Elsa, le dio un trago a su copa en un intento por apagar aquel nudo en la garganta… sintió movimiento a su lado, desvió la cabeza hacia allí y toda aquella sensación de malestar desapareció al ver como la que fuera su secretaria abría uno a uno los botones de su camisa mientras se pasaba la lengua por los labios en una autentica provocación. Se acomodó en el sofá, dejando la copa a un lado y decidida a disfrutar del espectáculo. Elsa más suelta que nunca se levantó y ante los ojos de su exjefa se quitó totalmente la camisa dejando ver sus atributos femeninos. Sonriendo al ver la cara de Maca avanzó cual felino hasta el sofá, anclando una rodilla a cada lado de la empresaria y sentándose en sus piernas. Maca, como si no tuviera conciencia de sus movimientos llevó sus manos hasta la cintura de Elsa y cerró los ojos cuando ésta, decidió que era un buen momento para ocultar el rostro en su cuello, dejando besos y algún sensual lametón que consiguió que Maca cerrara los ojos… E: Maca – cortó el beso cuando la empresaria ya creía tenerla a punto - ¿Tus… tus manos están en mi culo? – preguntó mirándola. M: Eh… sí – contestó mordiéndose el labio. E: Ya – bajó la cabeza y volvió a levantarla - ¿y por qué? M: Estoy cansada, Esther y quiero acostarme – contestó buscando su bolso. E: Pues nos acostamos – soltó y Maca elevó una ceja – quiero decir… puedes… puedes quedarte a dormir aquí – dijo algo avergonzada – mi cama es muy grande… Y no supo qué fue, ni qué le empujó a decirle que sí, pero de pronto se vio, por primera vez en su vida, metida en la cama con una chica 144

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sabiendo que no pasaría nada entre ellas. Esther se apoyó en su pecho y ella quedó totalmente parada… nunca había dormido con alguien sin tener sexo, nunca había imaginado que podría sentirse de esa manera sin hacer nada de nada… nunca había estado en una situación así e increíblemente se sentía bien… tranquila… extraña… Abrió los ojos al instante… preguntándose a qué había venido aquello. Casi desorientada, aturdida, sintió las manos de Elsa intentando llegar a su pecho con una pasión desbordante… molesta por lo que acababa de pasar intentó dejarse llevar de nuevo… Cuando la secretaria la besó, Maca cerró de nuevo los ojos… A: Te está cambiando, Maca, está consiguiendo lo que nadie. M: ¿Y según tú qué está consiguiendo? – preguntó de nuevo aun sabiendo por donde irían los tiros. A: Que sientas algo por ella – dijo a bocajarro – que no sea solo un polvo para ti, está consiguiendo que por primera vez en tu vida sientas algo, por alguien… te gusta, Maca, te gusta de verdad – continuó – y lo que es mejor, está consiguiendo que te enamores… E: Maca… M: Dime. E: Te quiero – dijo en un susurro apagado. Una vez más abrió los ojos, y sabía que Elsa intentaba desnudarla, sentía que la besaba, que intentaba llegar más allá… ella, sin embargo, no podía moverse… sentía una fuerte opresión en el pecho, sentía nauseas, se mareaba… aquello no podía estar pasando… era una locura… M: verás… se me ha ocurrido algo… y quiero saber qué te parece… como idea ¿vale? A ver qué opinas tú ¿Qué te parecería si… nos casamos? ¿qué me dices? – preguntó viendo como a la enfermera se le humedecían los ojos ilusionada - ¿Te casas conmigo, Esther? – preguntó directamente. E: Sí, me caso contigo – dijo derramando lágrimas felices – te quiero – la besó – te quiero muchísimo – la volvió a besar. E: Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida – dijo colgándose de su cuello – sobre todo porque… porque te tengo a ti y nos vamos a casar… - terminó d decir emocionada. 145

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M: Aja – afirmó – nos vamos a casar… Y la mirada enamorada de su mujer, cruzó su pecho como un puñal destrozándole el corazón… derrumbando murallas, derruyendo todo aquello que ella misma se había construido durante toda su vida. Y Elsa se impacientaba por la poca acción de Maca… la había imaginado más fogosa, más activa… no tan sumisa y tan… ¿ida? E: Te quiero Quería dejar de pensar, dejar de recordar, dejar de verla cada vez que cerraba los ojos… la finalidad de aquella cena era demostrarse que aún seguía siendo la misma, que todo seguía como siempre, que su matrimonio seguía siendo tan solo por una herencia… E: Te quiero A: Maca mírame – dijo clavando la mirada en sus ojos, la conocía, sabía que debía haber algo más… - Tú de verdad quieres casarte ¿no? – preguntó, Maca no supo a lo que se refería – quiero decir… que… no haces esto por… por la herencia – dijo bajando el tono – te casas porque quieres casarte… E: Eres una persona maravillosa… M: Tú sí que eres maravillosa – contestó mirándola a los ojos, perdiéndose en ellos antes de volver a besarla… Besó a Elsa, intentando ahuyentar en ese beso todos sus fantasmas, todos sus remordimientos, pero sintió que sus labios no le gustaban, que les faltaba algo… les faltaba todo… E: ¿Qué te pasa eh? – dijo acercándose a ella, intentando abrazarla y como si fuera una niña enrabietada Maca se alejó - ¿Estás celosa? M: ¿Yo celosa? – la miró – ¿de ese imbécil sin cerebro? No digas tonterías. De nuevo se separó de su secretaria, mirándola, reconociendo lo que no quería reconocer, asumiendo lo que no había querido asumir en ese tiempo… E: Te quiero E: Te quiero E: Te quiero

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Y ocurrió lo increíble, lo más insospechado, lo menos imaginado… ocurrió lo que jamás pensó que pasaría… lo que había querido apartar de su mente con todas sus fuerzas… pasó lo que nunca quiso que pasara… no quería estar ahí… no podía estar ahí… M: No puedo – susurró mientras Elsa continuaba en su batalla por quitarle la ropa – no puedo… - dijo una vez más con el corazón encogido, con ganas de llorar durante siglos, con la caía de rodillas ante la derrota en esa lucha con el amor… - No puedo, Elsa – y la paró… la paró haciendo que la secretaria quedara más que sorprendida, la apartó de su cuerpo sintiéndose la persona más sucia y rastrera del universo… se levantó con el mayor sentimiento de culpa que jamás había experimentado – lo siento… pero no puedo hacerlo… El: ¿Pero qué te pasa? – preguntó bastante seca y algo molesta por aquel corte… M: La quiero – susurró afrontando la realidad, la verdad de aquello… aunque no quisiera… se había enamorado de ella – quiero a mi mujer… Entró en casa sintiendo una profunda decepción de sí misma… había dejado a Elsa con un enfado de tres pares de narices, había salido de aquella casa y sintiéndose casi incapaz de volver a la suya por tantos y tantos remordimientos que sentía que había estado dando vueltas por Madrid pensando en todo lo que había pasado, sintiéndose la peor persona del universo al darse cuenta de lo que había estado haciendo… Esther no se merecía una persona como ella, no merecía todo lo que le había hecho… y cuanto más lo pensaba peor se sentía… Llegó a la habitación, quedó parada en el quicio de la puerta mirando hacia la cama. Esther dormía y parecía que profundamente. No podía apartar la vista de ella… la quería… la quería demasiado, la amaba como jamás en su vida había amado… sonrió levemente cuando la vio moverse, quería estar con ella durante el resto de sus vidas, poder ver aquella imagen cada vez que quisiera, acostarse a su lado y dormir abrazada a su cuerpo… pero por sobre todas las cosas, quería hacerla feliz… y ahí, en el umbral de la puerta, a escasos metros de ella se juró a sí misma que haría de ella la mujer más dichosa del planeta, que borraría sus errores haciendo que su mujer sonriera cada día, logrando que se sintiera la mujer más especial del universo. Se prometió, que no habría día que no le dijera que la quería, que no dejaría que nada le hiciera daño, que viviría solo para y por hacerla feliz a ella… 147

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Sin hacer ruido se acercó, acarició su rostro y con una sonrisa enamorada fue hasta el baño donde se dio una ducha intentando que el agua se llevara con ella toda esa parte de su ser que en esos momentos odiaba. Borrando el rastro de Elsa, de Clara, de Celia, de Marcela… Paula… borrando el rastro de todas aquellas mujeres que habían estado con ella y dejando tan solo el de Esther… sin darse cuenta un par de lágrimas salieron de sus ojos mezclándose con el agua, lágrimas producidas por el arrepentimiento profundo y sincero de no haber sabido darle lo que merecía desde el primer día que la conoció… y una vez más volvió a prometerse que no cometería más errores, que a partir de ese día… nacía una nueva Maca cuyo fin en la vida era hacer de Esther la mujer más feliz del mundo. Salió del baño y llegó a la cama, metiéndose bajo las sábanas buscó su cuerpo con necesidad, abrazándola y oliendo el perfume de su piel, cerró los ojos y la sensación de haber llegado a casa se instaló por fin dentro de su alma… apretó el abrazo y Esther se removió entre sueños. Ella sonrió, besando su cuello, queriendo llenarse de ella… necesitándola… amándola… E: Umm Maca – escuchó la voz adormilada de su mujer y le pareció el más hermoso canto a los Dioses… M: Sí, mi amor – dijo con la voz sobrecogida – estoy aquí… E: ¿Qué hora es? – preguntó moviéndose lentamente. M: Las dos – contestó mirando el reloj – siento haber llegado tan tarde – y no se refería a la hora que marcaba el reloj, sino que con esa frase quiso decirle cuanto sentía haber tardado tanto en darse cuenta de lo mucho que la quería. E: ¿Cómo ha ido la reunión? – quiso saber abriendo mínimamente los ojos. M: Umm… mañana hablaremos de eso – contestó – ahora solo quiero abrazarte… E: ¿Estás bien? – dijo preocupada. M: Ahora sí, mi vida – la miró a los ojos y Esther sonrió sin poder evitarlo ante aquella forma de referirse a ella – ahora sí – y bajó a sus labios, comenzando un beso profundo y sincero, el más sincero que le había dado.

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E: qué rico – sonrió tras el beso. M: Ven aquí – dijo abrazándola más para pegarla a su cuerpo. Y volvió a besarla, haciendo que Esther respondiera sin esperar, y la acarició con el corazón… le quitó la ropa sin dejar de mirarla a los ojos… la besó con el alma… y le hizo el amor… con todas las letras, con toda la pasión… Por primera vez, Macarena Wilson hacía el amor estando enamorada, conociendo una nueva forma de acariciar, aprendiendo una nueva manera de besar… le hizo el amor poniendo el corazón y el alma en cada beso en cada caricia, en cada embestida… Esther se sentía aturdida, le faltaba el aire, sentía a maca sobre ella más entregada que nunca, no es que Maca no se entregara cuando hacían el amor pero ese día era distinto, había algo distinto, algo que hacía que su corazón se llenara de gozo… se sentía al borde del orgasmo, sabía que estaba a punto de llegar. M: Mírame – le pidió ahogadamente – mi amor, mírame – dijo besándola un instante – quiero verte… Y la miró, clavó los ojos en su mirada y Maca se volvió loca, Esther perdió la cordura y pasó, un escalofrío recorrió sus cuerpos por entero, un calambre las atravesó de piernas a cabeza, y todo fue igual y diferente a la vez y quizás el tiempo siguió su curso, tal vez la Tierra siguió girando, quizás nadie cambió su vida ni el universo quedó suspendido… pero para ellas, para ellas ese momento lo borró todo a su alrededor… en ese instante, cuando sus almas se tocaron, cuando se perdieron en sus miradas, en ese instante y solo en ese instante no había nada más en el mundo que ellas… M: Te quiero – susurró tan bajito que la voz no salió de aquella habitación, sin embargo, Esther lo escuchó tan alto y claramente que su corazón casi explotó de alegría – Te quiero – volvió a repetir, dándose cuenta cuando había necesitado escucharlo su mujer, pues sus ojos se cristalizaron en un segundo – Te quiero – dijo una vez más, sonriendo levemente, haciendo que Esther temblara – Te quiero – y podría haber seguido diciéndoselo, declarando su amor por aquellas otras veces que no se lo había dicho, pero no pudo, Esther la besó con fuerza, con ganas con necesidad creando un beso profundo y definitivo donde se perdieron durante toda la noche… Entró en la habitación intentando que no se le callera nada de lo que llevaba en las manos. Sonriendo al ver como Esther había ocupado gran parte de la cama una vez ella se había levantado. Dejó la 149

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bandeja en la mesita de noche y se tumbó a su lado acariciando con la yema de los dedos su espalda desnuda. M: Mi amor – susurró viendo que su mujer no hacía ni el mínimo esfuerzo por despertarse – cariño… - bajó hasta su espalda besándola de modo ascendente – dormilona… es hora de despertarse… E: Umm… ¿qué hora es? – preguntó adormilada y sacando una sonrisa al sentir los besos de Maca en su cuello. M: Las diez y media – contestó sin dejar de besarla – hola, mi amor… E: Hola – se dio la vuelta recibiendo al instante los labios de Maca en su boca - ¿Qué haces aún aquí? – preguntó ya más despierta – es muy tarde, Maca… M: Lo sé – contestó sin dejar de besarla – pero… he llamado a la oficina y he dicho que retrasen todo lo que tengo para esta tarde… Esther sonrió – quiero pasar la mañana contigo las dos metidas en la cama y sin dejar de besarnos – lo hizo una vez más – luego comemos juntas, te llevo al hospital y ya iré a trabajar yo. E: Me encanta la idea – sonrió abiertamente. M: Vale, pues vamos a empezar el día con un buen desayuno en la cama – dijo dándose la vuelta para coger la bandeja y ponerla sobre ella – Esto para ti – tomó una rosa que había puesto justo al lado de uno de los platos. E: Es preciosa – la miró intensamente. M: No tanto como tú pero… - dijo en tono sugerente mientras una de sus manos llegaba a su pecho. E: Maca… cariño – la paró – no es que no me apetezca, que me apetece, mucho – la empresaria sonrió – pero… tengo hambre… M: Bueno pues lo dejaremos para luego – se sentó más cómodamente – a ver… tenemos café, zumito, tostadas, bollitos – con este ultimo término miró a su mujer pícaramente – ¿qué te apetece? E: Una tostada – decía mirando como Maca iba haciéndolo todo sin dejar que ella se moviera. M: Muy bien, pues una tostadita para mi niña guapa – untaba la tostada - ¿Mermelada de melocotón o de fresa? De fresa – se contestó 150

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ella sola – a la princesa le gusta de fresa – miró a Esther quien la miraba a los ojos ilusionada - ¿Qué? E: Nada… te miro – contestó. M: Me miras… me miras… pues como sigas mirándome te voy a comer a ti ¿eh? Y no te voy a dejar desayunar, te lo advierto. E: ¿Qué te pasa hoy? – preguntó, Maca elevó las cejas en señal de no entender a qué se refería – Estás rara, cariño – sonrió – no es que me queje… pero… no sé… M: Bueno… a ver – le dio la tostada mientras se acomodaba tras ella, pasando las manos por su abdomen y abrazándola – lo que pasa… es que me he dado cuenta de algunas cosas… entre ellas que te he tenido un poco desatendida – besó su pelo – y eso no puede ser… así que a partir de hoy van a cambiar muchas cosas… - Esther volvió la cabeza para mirarla y ella le robó un beso – te quiero y voy a hacerte la mujer más feliz del mundo. E: Ya soy la mujer más feliz del mundo – afirmó M: Pues más feliz aún – sonrió – mucho más – sentenció volviendo a besarla – qué bien sabes… - sonrió. Terminaron de desayunar y se centraron en otros temas… entre risas se hicieron el amor, nunca antes se había reído haciendo el amor como lo hacía con Esther, peleando por llevar le control al final no pudo resistirse a que fuera Esther quien tomara las riendas de la situación, disfrutando de un amanecer perfecto, simplemente perfecto. Salieron de la cama para entrar en la ducha donde siguieron agasajándose con caricias y besos, indudablemente volvieron a la cama, donde una vez más, se amaron hasta perder el aliento… Consiguieron salir de la habitación cuando ya comenzaba a hacerse tarde y debían hacer la comida… mientras se picaban la una a la otra y se robaban besos conseguían hacer una ensalada de pasta, en esas estaba cuando una llamada de Julia hizo que Maca se ausentara de la cocina. Esther la escuchó casi discutir con su secretaria, frunció el ceño y dejando lista la ensalada salió en su busca. En el salón maca andaba de un lado a otro intentando que julia hiciera las cosas tal y como ella

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quería, la enfermera se acercó y dejó tranquilizarla al tiempo que la abrazaba.

un

beso

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M: bien, pues ponme la reunión con Sánchez a las seis - decía a su secretaria – sí, eso es, bien… luego nos vemos – colgó – no sé como voy a hacer para entenderme con esta mujer. E: Bueno, cariño – intentó quitarle importancia – ya queda poco, seguro que Elsa vuelve dentro de nada… M: Ehh… no – tragó saliva- Elsa no va a volver – Esther la miró sorprendida – su hijo está enfermo y se va a Teruel para estar con él – le comentó. E: Vaya… pobre mujer – dijo y Maca se sintió mucho más rastrera de lo que ya se sentía – debe ser horrible ver a tu hijo mal. M: S… sí – contestó como pudo. E: Aunque por otra parte… a mí me deja más tranquila – Maca la miró sorprendida por aquella declaración – no me mires así… es verdad… M: Y… y… ejem eso?

carraspeó intentando calmarse - ¿Por qué dices

E: Porque no soy tonta – y Maca se temió lo peor – quiero decir… vi como te miraba en la boda y como te hablaba… creo que le gustabas… - la empresaria pareció empalidecer – jajaja, ¡qué cara has puesto! – rió dejando claro que le estaba tomando le pelo, Maca respiró. M: … ¿Comemos? – fue lo único que consiguió decir – se te hará tarde para ir al hospital. E: Claro – la siguió hasta la cocina – ven aquí – la tomó de las caderas acercándola a ella – Aún no te he dicho que te quiero – declaró. M: Y yo a ti – contestó haciendo que Esther sonriera – te quiero muchísimo… - terminó de decir besándola y haciendo que se olvidaran de todo y de todos… Salió de urgencias y llegó hasta recepción donde Teresa la entregaba el parte de salida con una sonrisa en los labios. La miró preguntándose de qué se reía tras un turno bastante duro, la recepcionista simplemente elevó los hombros y haciéndole un gesto con la cabeza le indicó que debía mirar hacia atrás… 152

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T: Hija, que gusto – dijo una vez vio que Esther sonreía abiertamente – ya querría yo que mi Manolo fuera así. E: No te quejes de él que bien bueno que es – contestó – hasta mañana Teresa – dijo despidiéndose y acercándose a su mujer que en la puerta de entrada la esperaba con un gran ramo de rosas – Hola – saludó con un beso - ¿Y esto? M: Me apetecía – contestó besándola una vez más – vamos, que te tengo una sorpresa. E: ¡Qué miedo me das! – exclamó sin dejar de sonreír tomando su mano y andando hasta el coche. M: Señora – dijo abriéndole la puerta para dejarla pasar. La empresaria entró en el asiento del piloto y tras regalarle una sonrisa picarona arrancó y se perdió en el tráfico de Madrid. Esther preguntaba de vez en cuando hacia donde iban, Maca se negaba a decirle nada, pero tampoco hizo falta preguntar mucho más, cuando vio el camino que tomaba ya sabía cual era su destino. E: Me encantas, ¿sabes? – dijo acercándose a ella teniendo ya totalmente claro donde iban. M: Algo había oído – contestó con una sonrisa – pero me gusta escuchártelo a ti. Llegaron sin problemas, Maca sacó las cosas del maletero y Esther la ayudó. Accionó la linterna y se adentraron en aquel paraje hasta llegar al claro. La empresaria extendió la manta dejando que fuera Esther quien montara el telescopio. Como todos los días 20, solo que ese en particular era más especial que ninguno. M: He traído algo de comer – le dijo sacando lo que llevaba en la mochila – supuse que no habías cenado nada en el hospital. E: la verdad es que me muero de hambre – contestó siguiendo con el telescopio. M: Bien, pues ahora nos sentamos y comemos algo – se levantó acercándose para darle un breve beso. Tumbadas ya en la manta, se dedicaban, como aquella primera vez, a mirar el infinito, pidiendo algún que otro deseo cuando de pronto 153

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pasaba una estrella fugaz, besándose levemente disfrutando de aquella noche… M: Es increíble, ¿no? – Esther la miró curiosa – hace hoy justamente un año… te hice el amor por primera vez… justo aquí. E: Sí – sonrió – y fue precioso. M: Umm, sí que lo fue, sí – sonrió con malicia – y ahí descubrí la fierecilla que llevas dentro – bromeó. E: Maca… M: jajaja, es que no sé como a esta alturas aun te sigues poniendo roja cuando hablamos de sexo. E: Pues porque soy así – contestó fingiéndose ofendida. M: Y a mí me encantas que seas así – la besó – porque luego… desaparece esa vergüenza que tienes y me vuelves loca – susurró sugerente en su oído. E: Cariño… M: Jajaja – volvió a reír – ¿ves? Si es que eres adorable… E: ¡Pero no te metas conmigo! – le dio un palo en le brazo – te gusta verme así… M: Umm sí – besó su cuello – pero lo que más me gusta es… - le dijo algo al oído haciendo que Esther cerrara los ojos y se mordiera el labio – eso me encanta… E: Eres mala – susurró. M: ¿Por qué? – preguntó sin dejar de sonreír cuando sus manos ya comenzaban a indagar bajo la ropa. E: Porque no me puedes decir esas cosas – se dejaba hacer y comenzaba ella también a acariciarla – y esperar que me quede parada… M: Es que precisamente lo que menos espero es que te quedes parada – contestó – pero no haré nada hasta que no me lo pidas – dijo parando en sus caricias.

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E: No hagas eso… - contestó intentando besarla – va, Maca… no me hagas esto… M: Dímelo – dijo poniéndose sobre ella – pídemelo… - le mordió el labio inferior. E: Hazme el amor – susurró en su oído con voz tomada antes de morderle el lóbulo de su oreja… Y así lo hizo, acatando la petición de su mujer, Maca le hizo el amor con pasión, con lentitud, con amor, reviviendo aquella primera vez y como tantas otras veces, poniendo el corazón en cada beso y en cada caricia… Tumbadas sobre la hierva y tapadas por una manta, abrazadas se dedicaban a besarse al tiempo que volvían una vez más la vista al cielo, donde aquel manto de estrellas las arropaba en aquella noche tan especial para ellas. M: Ven, levanta – dijo haciendo que se pusieran en pie. E: Maca… que hace frío – protestó. M: Un segundo – tiró de ella para que se levantara y las tapó a ambas con la manta creando un cálido abrazo – tengo que pedirte un favor. E: Dime – la miró. M: ¿Puedes buscar estas coordenadas con el telescopio? – dijo enseñándole un papelito donde estaban escritas las coordenadas que quería. E: Claro – tomó el papel y llevó la vista hacia la mirilla - ¿qué es? M: Una estrella que he encontrado en Internet – contestó – dicen que es la estrella más bonita que se puede ver sobre la Tierra. E: Aja - dijo mientras continuaba fijando el objetivo – pues aquí está – pronunció tras unos minutos - ¿Cómo se llama? M: Esther García – contestó sin dejar de mirarla, la enfermera elevó la vista ara fijar sus ojos en ella – es tuya… - dijo algo cortada. E: ¿Mía? ¿Cómo que mía? – preguntó muy sorprendida - ¿Me has comprado una estrella?

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M: Le he puesto tu nombre a una estrella, sí. Así que en cierta manera te la he comprado… - contestó – Era para compensar, ¿sabes? – seguía diciendo – yo ya tengo mi estrella, que eres tú – sonrió – así que tú debías tener la tuya… E: Es… es el mejor regalo y el más original que me han hecho nunca – dijo abrazándola – gracias… M: Tonta – susurró antes de besarla… Durante un rato bastante grande Esther no pudo dejar de mirar esa estrella del firmamento que llevaba su nombre, para cualquier otra persona aquello podría ser insignificante, pero para una amante de la astrología como era ella, aquel regalo era mejor que cualquier otro… Era increíble como había cambiado todo para Maca, con el paso de los días, los meses, todo parecía teñirse de un mundo de colores que jamás había conocido. Estar con Esther era lo mejor que le había pasado nunca… y así se lo había hecho saber a Ana en una de las cenas que dieron en casa, mientras su mujer hablaba de algo referente al hospital con Claudia. M: La quiero, Ana – le había dicho – jamás he sentido algo como lo que siento por ella y lo único que me importa ahora es hacerla feliz. Su amiga se había alegrado por aquello, viendo como la empresaria estaba totalmente irreconocible, había dejado de un plumazo sus salidas y cuando lo hacía era en compañía de Esther, casi no viajaba puesto que ella misma había ascendido a uno de sus empleados a “representante de Bodegas Wilson en el extranjero”, el chico había aceptado encantado, un enamorado del viaje y además con un aumento de sueldo considerable y la casi todo a gastos pagados. Maca solo viajaba cuando era estrictamente necesario y solo se quedaba el tiempo justo para una reunión, incluso si era posible volvía en el mismo día… Esther, quien no podía negar que aquel cambio en su esposa en un primer momento le extrañó, decidió no pensar en ello y disfrutar, Maca era de las personas que necesitan su tiempo para adaptarse a nuevas situaciones y darlo todo de sí misma, y sentía que eso estaba haciendo. Su mujer le daba todo, la hacía feliz como sabía nadie podría hacerlo así que simplemente decidió disfrutar de su vida, una vida total y absolutamente plena al lado de la mejor persona que podría tener…

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Viento en popa y a toda vela el matrimonio seguía su curso, con sus enfados y sus broncas como todas las parejas, con sus interminables noches de pasión o simplemente noches pasándola en vela hablando de todo, de nada, de cualquier cosa… M: Cariño – dijo entrando en casa – ya estoy aquí, sal un segundo que quiero enseñarte una cosa. E: ¡Voy! – gritó saliendo de la ducha – hola cariño – apareció con una toalla cubriendo su cuerpo - ¿qué tal el día? M: Umm mejora por momentos – dijo besándola - ¿tú qué tal? E: Bien, he tenido un turno muy tranquilo – contestó. M: Me alegro – afirmó, dándose la vuelta – mira lo que te he comprado – dijo abriendo una bolsa de donde salía un vestido precioso, en verde pálido, largo hasta las rodillas, de una tela sedosa y suave, un escote no demasiado pronunciado y de tirantes – a ver qué te parece – decía mostrándolo – te va a quedar estupendo… E: Es… es muy bonito – decía mirándolo – Pero… ¿Por qué me lo has comprado, Maca? Sabes que no me gusta que gastes el dinero de esta forma… M: Bueno… es para la cena de esta noche – decía algo desilusionada por aquella respuesta – es la presentación del nuevo vino y hay que ir de gala… pensé que te gustaría… E: Y me encanta – corrió a decir – solo que… no sé, ha debido costarte una fortuna… M: ¿Y qué importa cuanto me he gastado? – preguntó – lo hago con gusto si sé que es para ti… E: Sabes que no hace falta que te gastes tanto dinero en mí – contestó – y no me digas que no te has gastado mucho… la bolsa es de Dolce&Gavana así que te ha tenido que gastar una fortuna… M: Lo sé, Esther… pero sabes como son esas fiestas… todo el mundo va a ir vestido de etiqueta y… quería que tú fueras la más guapa de todas… ¿No puedes simplemente probártelo? Te prometo que si no te gusta lo devuelvo… E: Vale – afirmó, realmente el vestido le encantaba…

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Y el vestido le sentaba como un guante, Esther estaba simplemente maravillosa con él, Maca así se lo dejó ver en la mirada que le echó y la enfermera no pudo negar que le encantaba aquel vestido… De la mano entraron en aquel salón donde habían congregado a un montón de invitados y algo de prensa para la presentación del ultimo vino rosado de Bodegas Wilson. Maca saludaba a los presente y se los presentaba a Esther que poco dada a aquellas reuniones sociales se encontraba un tanto fuera de juego, pero su mujer, atenta siempre a ella no dejó que se sintiera incómoda. M: Luego vamos a bailar ¿vale? – le dijo al oído una vez se alejaron de un par de hombres que quisieron saludar a la anfitriona. E: ¿Vas a bailar delante de todos estos? – preguntó consciente de lo poco que a Maca le gustaba bailar. M: Sí – sonrió – pero solo por ti y algo lento… - sonrió – ven quiero… -

Macarena Wilson – escucharon que decían tras ellas – no me lo puedo creer…

M: Eh… Perdona… ¿Tú eres…? – dijo mirándola sabiendo que le sonaba de algo pero no tenía ni idea de qué… -

¿No te acuerdas de mí? – dijo mirándola – bueno… no sé de qué me sorprendo – Maca se incomodó, Esther miró alternativamente a la chica y a su mujer – Lourdes…

M: Lourdes… - intentaba recordar – perdona, sé que te conozco… me suena tu cara pero… es que ahora mismo no caigo. -

Ya… te daré una pista – dijo sacando una sonrisa socarrona – Nos presentó mi primo hace… como unos dos años, Jorge es mi primo.

M: Ah… Lourdes – Recordaba a Jorge, hacía tiempo que no sabía nada de él, pero ella seguía sin saber bien quien era – perdona… hace tiempo ya de eso… L: Yo lo recuerdo como si fuera ayer… - la miró haciéndole una total radiografía – nos lo pasamos muy, pero que muy bien – Maca se tensó, Esther no sabía donde mirar, alucinada como estaba – aunque no me llamaste…

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M: No… eh… no sé a qué te refieres – y de pronto se puso nerviosa, como si en un segundo hubiera recordado quien y de qué la conocía, Un hotel… una noche… una piscina… y dos cuerpos abrasados por la lujuria… - Perdona… - tomó la mano de Esther para acercarla más a ellas - Te… te presento a mi mujer – dijo intentando que no se le notara – Esther, ella es Lourdes. E: Encantada – contestó mirando manteniendo la compostura. L: ¿Su mujer? – preguntó mirando a Esther – vaya, vaya… esto sí que es toda una sorpresa… no te hacía casada para nada… - dijo ahora volviendo la vista a Maca. M: Pues ya ves, como cambian las cosas – contestó algo más seria – si nos disculpas… nos están esperando – terminó de decir antes de comenzar a andar y hacer que Esther la siguiera. La enfermera no dijo una sola palabra durante la media hora siguiente. Maca se empeñaba en presentarle gente, ella era amable con todo el mundo pero podía ver claramente como su mujer intentaba evitar cruzarse una vez más con esa tal Lourdes - ¿Por qué estás tan callada? – preguntó temiendo la respuesta. E: ¿Te acostaste con ella? – dijo con seriedad, viendo como Maca cerraba los ojos, y haciéndole saber a Esther que eso, era una afirmación. M: Fue hace mucho tiempo – contestó a modo de defensa – no puedes enfadarte por eso, mi amor, ni siquiera te conocía. E: No me enfado porque te acostaras con ella – le dijo – obviamente podías hacer lo que quisieras, lo que me enfada… no, enfadarme tampoco es la palabra… más bien molestarme – decía impacientando a Maca – es que… que ni siquiera te acordaras de su nombre… M: ya te he dicho que hace mucho de eso… simplemente se me ha olvidado – contestó. E: O sea, que tú te acostabas con una chica y luego simplemente desaparecía de tu mente y no lo recuerdas… M: No es eso – continuó intentando que aquella tontería no pasara a mayores – fue algo de una noche, no tuvo importancia y hace mucho tiempo que no sabía nada de ella… E: ¿Y esto lo hacías muy a menudo? – preguntó cruzándose de brazos – es decir, te acostabas con una tía y luego si te he visto, no me 159

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acuerdo… ¿lo hacías mucho? Porque es que no puedo llegar a entender como te entregas a alguien y luego ni siquiera sabes su nombre… M: A ver, cariño – dijo con tranquilidad – hay cosas en mi vida de las que no me siento orgullosa, pero también te digo que en ese tiempo yo no estaba con nadie y no sé… surgió así – continuó – luego ella se fue y yo volví a trabajar, no he sabido nada de ella durante años – siguió – es normal que no me acuerde… y tampoco creo que a ti te gustase que me acordara de las chicas con las que he estado – Esther la miró – al igual que a mí no me gustaría nada que tú recordaras a las personas que han estado contigo. Esther la miró. Realmente tenía razón, era absurdo ponerse así por algo que pasó hacía ya cuatro años, cuando ni siquiera ellas se conocían. Si bien era cierto que Esther no entendía muy bien como podía estar con alguien y olvidarla de esa forma tan radical, hasta el punto de ni tan siquiera recordar que habían sido amantes, pero también era cierto que Maca por ese tiempo era libre, podía acostarse con quien quisiera y ella no tenía derecho a enfadarse, por muchos celos que sintiera. E: Vale… perdona – la miró – siento haberme puesto así – sonrió mínimamente. M: Escúchame – tomó su rostro para que la mirara – no hay nadie más en mi vida que tú – dijo mirándola con intensidad – y todo lo que hice antes de ti, se ha borrado ¿vale? – Esther asintió – te quiero, te quiero a ti y solo a ti. E: Y yo a ti – contestó acercándose a ella para besarla levemente. Aquella conversación, aun habiendo acabado bien y sin más repercusiones sí que dejó algo en sus mentes. Maca porque vio más latente la posibilidad de que en cualquier otro momento apareciera cualquiera de las chicas con las que había estado dejándole ver a Esther una parte de ella de la que ahora se avergonzaba. Para la enfermera porque había visto algo que no le había agradado demasiado. Ella no entendía como podía olvidarse así de algo que para ella era importante, sin embargo no quiso darle demasiada importancia, al fin y al cabo ella era su mujer y la quería, lo sentía y así se lo había demostrado. AÑO Y MEDIO MÁS TARDE

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Esther dormitaba en el sofá, había llegado de trabajar y estaba bastante cansada. Esperaba que Maca no demorara demasiado, había tenido que ir a una reunión importante y aun no había vuelto, así que tras preparar algo de picar se había tumbado para descansar un rato antes de que su mujer llegara. Maca entró con una sonrisa en los labios, viendo como su mujer se movía levemente en el sofá, se acercó a ella y le prodigó varios besos logrando así que despertara, cuando lo hizo una sonrisa se instauró en su rostro. E: Me he quedado dormida – declaró al verla pegada a ella. M: Ya lo veo – sonrió - ¿has tenido un turno duro? E: Mucho… - contestó – estoy agotada… M: Bueno pues comemos algo y te acuestas otro rato ¿vale? – dijo peinando su pelo. E: Sí… ¿tú reunión qué tal? – quiso saber. M: Pues bien… tengo que mirar un par de cosas que me he traído para ver si el contrato que nos han ofrecido es viable o no – le comentó – pero no sé si cambiar ahora de distribuidores es algo bueno para la empresa… E: Los que tenéis siempre han sido muy buenos, Maca – contestó levantándose. M: Sí, lo sé – pensaba en voz alta – pero bueno, ahora miraré esto con calma – le ofreció la mano para que se levantara – venga, vamos a comer. Comieron entre charlas sobre el trabajo, las dudas de Maca con los distribuidores y las prestaciones que les daban los otros, Esther intentaba aconsejarla como buenamente podía, sin inmiscuiré demasiado pero haciéndole ver que, como siempre, estaba a su lado para lo que necesitara. Sentada en la mesa del salón, la empresaria se dedicaba a mirar informes mientras Esther se había tumbado de nuevo intentando dormir algo aunque sin éxito ninguno. Esa mañana Claudia le había dicho algo que no podía dejar de pensar. Levantó la mirada y vio a su mujer totalmente concentrada y sin poder evitarlo soltó lo que llevaba dándole vueltas en la cabeza. 161

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E: ¿Sabes que Claudia está embarazada? – soltó haciendo que Maca la mirara – me lo ha confirmado esta mañana… - seguía diciendo – yo… sabía que quería tener hijos y se decidió ha hacerse una inseminación… está muy contenta. M: Me alegro muchísimo por ella – dijo con alegría por la amiga de su esposa. E: Sí… está feliz… como… como en otro planeta… - y Maca detecto un tono extraño en aquella afirmación. M: ¿Qué pasa eh? – dijo dejando los informes a un lado y acercándose a ella. E: Pues que… es que me ha hecho pensar y… M: Y… - la invitó a seguir con una sonrisa. E: Pues que… no sé, yo siempre he querido ser madre, ya lo sabes… y me gustaría que tuviéramos un hijo pero… no sé si tú… M: Ajá – sonrió tumbándose junto a ella - ¿sabes qué? – dijo haciendo que la mirara – me parece que nos vamos a mudar – Esther la miró fuera de juego y con los ojos abiertos – sí… porque este piso se nos va a quedar pequeño… - sonrió, a la enfermera se le iluminaron los ojos – Vamos a comprar una casita más grande… con más habitaciones, con jardín… E: ¿Quieres decir que…? – preguntó sin poder reprimir su alegría. M: Quiero decir que estoy deseando tener un hijo contigo – corroboró sus pensamientos – que te quiero – la besó – y que nada me haría más feliz que tener un hijo y criarlo juntas… - terminó de decir haciendo que Esther la besara una vez más, serían madres… las dos querían ser madres… El tratamiento de hormonas al que se sometió Maca fue rápido pero bastante pesado, básicamente por los efectos secundarios, con continuos cambios de humor, dolor de senos, malestar general… pero todo valió la pena en el momento en que donó sus óvulos para que uno de ellos fuera inseminado e implantado en el útero de su mujer. Lo habían hablado mucho y así habían decidido que fuera, la mejor manera de hacer que ese hijo fuera de las dos, Esther tenía muchas ganas de quedarse embarazada y para que fuera algo mutuo el ovulo sería de la empresaria. La especialista les recomendó guardar dos o 162

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tres óvulos por si la primera inseminación no funcionaba. Ellas lo hicieron por guardarse las espaldas aunque ninguna de las dos contemplara esa idea. Para ambas, la primera sería la definitiva y con esa ilusión vivieron todo el proceso. M: Buenas tardes, Teresa – saludó con amabilidad a la recepcionista. T: Hola hija – contestó regalándole una sonrisa - ¿Y eso que vienes a esta hora? M: He salido temprano de la oficina y he dicho, voy a recoger a la niña y así nos vamos a cas prontito. T: Pues la tienes en quirófano – le comunicó – les falta un poco aún, creo – Maca miró el reloj – puedes esperarla en cafetería o en el gabinete. M: Mejor en el gabinete ¿vale? – terminó de decir antes de adentrarse en el hospital que ya conocía de otras muchas veces que había pasado a recoger a Esther. Entró en gabinete donde se encontró sola, así que sentándose en el sofá, cogió una revista y la ojeó por encima, no entendía nada de lo que allí se decía pues, como no podía ser de otra manera, la revista era de medicina. C: Estaré aquí si me necesitáis – le decía Claudia a alguien en la puerta – avísame cuando lleguen las pruebas – terminó de decir dándose la vuelta y encontrando a Maca – ¡Hola! M: Hola Claudia – Se levantó para darle dos besos - ¿Qué tal estas? C: Bien, bien – sonrió – si no fuera por las nauseas que tengo gran parte del día – sonrió encantada de la vida – por cierto… ¡Felicidades! – dijo con alegría – que ya me ha dicho Esther que os implantaron el embrión la semana pasada. M: Sí – dijo con una sonrisa enorme – Y de momento todo va bien – continuó – bueno de momento y después también va a ir bien – decía totalmente feliz por la nueva condición. C: Seguro que sí – sonrió – y me alegro mucho por vosotras… ahora ya sabes, a cuidar a Esther ¿eh? M: No te quepa duda – afirmó con convicción. Esther entró con cara de cansada y nada más verla se acercó a ella y la abrazó quedando apoyada en su hombro. Maca sonrió enternecida 163

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y Claudia no pudo hacer lo contrario. La empresaria besó el pelo de su mujer y la arropó entre sus brazos. E: Llévame a casa, Maca… estoy muy cansada – dijo con voz de niña pequeña. M: Pues nos vamos – sonrió mirando a Claudia – hasta luego… y cuídate ¿eh? C: Lo haré – afirmó – nos vemos mañana Esther – dijo despidiéndose de su amiga. Maca accionó la puerta del garaje para meter el coche, una vez dentro, salió y fue corriendo hasta la puerta del copiloto para abrir la de su mujer quien la miró con una sonrisa en los labios. E: Estás tontita ¿eh? – dijo saliendo y abrazándola – tenía ganas de llegar a casa, menos mal que has venido a recogerme… M: Pues ya estamos aquí – contestó mientras cruzaban el jardín y abrían la puerta de entrada – ahora te tumbas en el sofá y yo preparo la cena ¿vale? E: Mmm… te quiero – dijo dándole un beso en los labios. M: Claro, porque te trato como una reina – bromeó dejándola en el sofá y yendo a la cocina para preparar algo de cenar. Cenaron mientras se contaban mutuamente como había sido su día. La empresaria no paró de decirle que dejara de trabajar tanto, que ahora tenía que cuidarse y Esther no paraba de contestarle que ser la jefa de enfermeras, puesto que le habían dado hacía escasamente dos meses, requería de ella más responsabilidades de las anteriores. E: Cariño – dijo viendo que Maca había quedado callada y algo seria – tranquila, me estoy cuidando y además, las chicas están siempre detrás de mí por si necesito algo… M: Vale… - contestó – pero hazme el favor de tomártelo todo con calma. E: Sí, mi amor – dijo levantándose para ir a sentarse en sus rodillas – como se preocupa ella por mí… M: No, si quieres me preocupo por la vecina.

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E: ¡Ni se te ocurra eh! – exclamó bromistamente – que no te vea yo mirando a otra. M: jajaja – rió – venga, ve al sofá, que voy a recoger todo esto. E: No, Maca, te ayudo – hizo el amago de coger los platos. M: Chh señorita, al sofá – dijo en tono autoritario. Sin poder negarse Esther fue hasta el sofá mientras Maca recogía los restos de la cena, una vez terminó, volvió a su lado para quedarse semi-tumbada junto a ella, comenzando una batalla de tiernos besos que las hacía sonreír a ambas. M: ¿Sabes qué? – Esther la miró haciendo un gesto para que contestara – hoy he estado mirando por internet unas cositas preciosas para niños… no he podido resistirme y he encargado una moto de estas eléctricas – sonreía ante la cara de asombro de Esther – llegará en un par de días. E: Pero mi vida – decía sin poder evitar sacar una sonrisa - ¿ya te has puesto a comprar cosas? – Maca asintió mordiéndose el labio – ¡Y una moto! No pienso dejar que mi hija ande en moto desde pequeña… sabes que me dan miedo. M: ¿Hija? ¿Cómo hija? – preguntó – va a ser un niño, Esther y montará en moto si quiere, además, es de esas que casi no andan, es un juguete. E: Ya, ese tipo de juguetes que proyectan en el niño una gran adoración por las motos y cuando sea mayor querrá que le compremos una – decía sorprendiendo a Maca – además, va a ser niña. M: Será niño – sonrió. E: De eso nada, será niña – seguía en sus trece. M: Que no, niño – continuaba ella - ¿Verdad que sí? – dijo haciendo que Esther riera cuando vio a Maca bajar hasta su barriga - ¿Verdad cariño que vas a ser un niño? – dejó un beso en ella y subió de nuevo - ¿Ves? Dice que sí, que va a ser un niño. E: Pero qué payasa eres – reía – anda… vamos a la cama que tengo ganas de hacer algo – dijo mordiéndose el labio sugerente.

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M: Vamos – contestó levantándose sin pensárselo un segundo, cogiendo la mano de Esther y llevándola al dormitorio, donde dormir, precisamente dormir, no dormirían… Pero todo se tiñó de un oscuro gris que no esperaban. Ese día estaba amaneciendo, aun el sol se despertaba dejando ver los primeros despuntes mientras la luna se resistía a marcharse. Ni siquiera había sonado el despertador cuando ella abrió los ojos asustada. Algo no iba bien, sabía que algo no iba bien, lo sentía. Se levantó con cuidado de no despertar a su mujer, llegó al baño y una vez allí, vio, impotente como sus temores se confirmaban. E: ¡Maca! – gritó aterrada - ¡MACA! M: ¿Qué? – llegó hasta el baño aún dormida y asustada por aquellos gritos - ¿Qué? ¿Qué pasa? E: Estoy sangrando – anunció con lágrimas en los ojos. M: ¿Qué? – soltó en un tono agudo y angustioso, mientras quedaba impactada sin saber qué hacer - ¡Joder! – reaccionó tras unos segundos – vale… vale, tranquila, cariño – se movía nerviosa – no te muevas – dijo haciéndole un gesto con las manos – voy a llevarte al hospital – salió corriendo para ponerse algo encima - ¡Tranquila! – gritó desde el cuarto mientras ella realmente estaba de los nervios ¡tranquila, mi amor, veras que no es nada! Una vez vestida volvió al baño, cogió a Esther en brazos a quien las lágrimas se le escapaban del mismo modo que Maca intentaba aguantarse el llanto. E: Tengo que tener las piernas cerradas, Maca – gimió – no dejes que las abra… Y La empresaria, muerta de miedo y angustia la tomó entre sus brazos haciendo presión en sus piernas evitando que se abrieran. Todo lo rápido que pudo llegó al coche y como si fuera un piloto de carreras puso rumbo rápido hacia el hospital. Llegaron a urgencias, Maca no dejaba de pegar gritos doloridos para llamar la atención de alguno de los médicos. Héctor, que aun no había terminado el turno llegó hasta ellas en dos zancadas y tumbando a la enfermera en una camilla las llevó hacia el box.

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Nerviosa, sintiéndose realmente perdida, dejando, ahora sí, que las lágrimas salieran de sus ojos, Maca andaba de un lado a otro fuera de aquel box donde su mujer, perdía al bebé que esperaban… H: Lo siento mucho – dijo Héctor saliendo para hablarle – lo ha perdido… M: No… no puede ser… - contestó tapándose la cara con las manos. H: Parece que el embrión no se ha agarrado bien a las paredes del útero… - explicaba – solo era cuestión de tiempo, Maca, lo siento… M: Joder… joder… joder… - protestaba una y otra vez - ¿Esther como está? H: Pues… creo que será mejor que entres – dijo dándole paso. Entró y se encontró con una Esther algo ida, mirando al infinito, ella se acercó lentamente, limpiándose el resto de lágrimas que aún brotaban de sus ojos, la enfermera la miró y le tendió la mano para que se acercara, ella no tardó en hacerlo. M: ¿Cómo estás? – preguntó bajito, besando su mano. E: Lo hemos perdido, Maca – susurró, sintiendo una lágrima recorrerle la mejilla. M: Shh… ya está mi amor – acarició su cara – ya está… Horas después, entraban en casa de manera silenciosa, un silencio que extrañamente se había instalado entre ellas, como si cualquier palabra pudiera romper más lo que ya se había roto. Esther se acostó en la cama y Maca intentando sacar una fortaleza que no tenía fue a la cocina a prepararle algo de comer. M: Esther… cariño – dijo con cautela – anda, tómate esto. E: No tengo hambre – contestó con voz queda. M: Lo sé, pero tienes que comer… - insistió, la enfermera a duras penas le dio un pequeño mordisco al sándwich que había preparado su mujer – Esther… sabíamos que esto podía pasar – intentó hablarle, Esther la miró – lo intentaremos otra vez… E: No tengo ganas de hablar… - dijo dándose la vuelta en la cama.

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M: Vale… descansa… - dijo acariciando su pelo y dejándola dormir. Cuando salió de la habitación, toda su rabia, toda su tristeza salió en forma de llanto ahogado. Era cierto que sabían que aquello podía pasar, pero eran tantas las ilusiones que se había hecho… ella que antes nunca había querido tener hijos, ahora se sentía destrozada por la pérdida de aquel que ya no nacería… Había estado aguantándose por no llorar delante de Esther, porque no la viera tan asustada y tan destrozada que ahora no podía dejar de hacerlo… y aunque a ambas les habían advertido que era una posibilidad que debía contemplarse, ella no había querido ni pensarla, y ahora que se había presentado tan dura y fuertemente, sentía una opresión en el pecho que nunca antes había sentido… y no quería que Esther la viera así… Un buen rato después, cuando el llanto parecía haber remitido, se limpió la cara y tomando fuerzas, se levantó y fue hacia la habitación. Miró a Esther que parecía dormir… se cambió de ropa y se tumbó a su lado. Al instante, el cuerpo de su mujer la buscaba y la abrazó con fuerzas… ambas despiertas, ambas abrazadas y de nuevo en ese silencio que no le gustaba nada… Cuando ocurre algo doloroso, fuerte y casi traumático, el ser humano puede actuar de varias maneras distintas. 1. Llorar hasta quedarse sin lágrimas, sumirse en una depresión y autocompadecerse durante mucho tiempo, teniendo incluso que llegar a pedir ayuda. 2. Caer al suelo y levantarse a base de esfuerzo, seguir adelante aun manteniendo una pena en el alma, apoyarse en los que se quieren y crear un vínculo de unión más fuerte. 3. Actuar como si no hubiera pasado nada, como si nada hubiera ocurrido. Intentar borrar de un plumazo el dolor causado intentando creer que el causante del dolor nunca ha existido, que no ha pasado nada, mostrarse fuerte, segura y en buen estado ante los demás, para así, mentirse a sí mismo diciendo que todo está perfecto, que nada ha pasado y no escuchar consejos ajenos, ni impertinentes preguntas de todo el mundo. Ésta ultima opción, causa entre los demás un estado de confusión que les hace actuar de la misma manera, fingiendo que nunca ocurrió nada, que todo sigue como siempre. De ese modo se comportaba Maca, un día se levantó como si nada hubiera pasado, como si aquello no hubiera ocurrido. La enfermera, por el contrario, había pasado un par de meses sumida en la tristeza, pese a todo, supo levantarse y salir adelante, haciéndoles ver a todos que era mucho más fuerte de lo que pensaban. Incluso había sido ella

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la primera en plantearse volver a intentarlo y cuando lo habló con Maca, ésta pareció receptiva… E: No sé, Claudia – le había dicho a su amiga – se comporta normal, como si… como si no hubiera pasado y a veces me pone nerviosa. C: ¿Has intentado hablar con ella? – preguntó. E: Claro que sí, pero evita el tema y cuando lo saco… simplemente lo evita – contestó – a veces pienso que le da igual… Y sé que no es así – corrió a decir – ella estaba tan ilusionada como yo con lo de ser madres… pero… se está tragando todo esto ella sola… ni siquiera Ana ha conseguido hacerla reaccionar. C: Pues no sé qué decirte… ni qué puedes hacer – decía preocupada por su amiga. E: El otro día hablamos de volver a intentarlo y… - le dijo – dijo que sí, que le encantaría… pero fue raro… no fue como la primera vez. C: También es normal ¿no? – la miró – quiero decir, os ilusionasteis mucho y os llevasteis un gran palo… tal vez ella no quiera volver a ilusionarse… - decía acariciando su ya abultada barriga. E: Lo sé, pero yo también pasé por eso… yo fui quien perdió el bebé – contestó – bueno, las dos… C: Lo que demuestra que tú eres más fuerte que ella – cortó – que tú has sabido seguir adelante… ella simplemente ha barrido el tema hacia otro lado… E: Sí, lo sé – contestó – pero… me preocupa… C: Es normal que te preocupe – siguió diciendo – pero ya verás como todo se arregla… E: Eso espero – dijo con un susurro al aire. Pero no pareció arreglarse, Maca continuaba actuando de la misma manera… sin descuidar su matrimonio, mostrándose cariñosa y atenta pero tal vez algo más distante que antes… Para Maca aquello había sido un grandísimo golpe que aún no era capaz de encajar, sin embargo, haciendo gala de su personalidad, evitaba que nadie la viera mal, actuaba con normalidad, como siempre y de la misma forma, Esther la notaba muy diferente…

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Pasaron los días y aquella extraña en sus vidas. Se resquicio de tensión en el diera más miedo y en intranquilas…

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pseudonormalidad pasó a ser una rutina mantenían unidas pero quizás había un ambiente que hacía que todo aquello les consecuencia se mostraran algo más

Volvieron a hablar de volver a intentarlo, Maca se mostró afirmativa, diciéndole a Esther que sí le gustaría, lo que hacía que la enfermera sonriera con el corazón, sin embargo no se mostraba ni ilusionada ni preocupada por repetir el proceso, básicamente, lo hablaban, lo decidían y todo quedaba en el aire… Aquel día era quizás, el más especial de todos. Su aniversario de bodas, justo ese día se cumplían tres años de matrimonio, tres intensos y maravillosos años… por eso, al salir del hospital había corrido a casa para prepara una comida especial, con la ilusión de un niño y el que sería el mejor regalo que pudiera darle a su esposa. Maca estaba aún en la oficina, había tenido uno de esos días en los que las reuniones parecían hacerse eternas y no veía la hora de salir de allí. Esther la había llamado hacía unos minutos y había insistido en que intentara salir antes, pues tenían que celebrarlo, ella prometió hacerlo y se dispuso a terminar lo que estaba haciendo para poder marcharse cuanto antes a casa… Mientras tanto, Esther sacaba del horno la lubina que había decidido cocinar, sabiendo que era el plato favorito de su mujer, canturreaba una canción al tiempo que bebía un poco de agua y seguía disponiéndolo todo en la mesa. En esas estaba cuando el sonido de la puerta la hizo parar y mirar su reloj… O Maca había volado con la moto, o le había dicho que tardaría más para sorprenderla llegando antes… E: ¿Hola? – saludó extrañada al no reconocer muy bien quien estaba en su puerta. Al: ¡Hola! – contestó al saludo – Soy Alfonso, no sé si me recuerdas, el abogado de Maca, nos presentaron en vuestra boda – decía el hombre – querría hablar con ella… ¿Está en casa? – preguntó viendo como Esther se había quedado algo parada, seguramente intentando acordarse de él. Al fin terminaba de revisar aquellos malditos informes. Miró el reloj y se sorprendió de lo tarde que se le había hecho “Esther me va a matar” pensó para sí misma mientras apagaba el ordenador y se levantaba de su escritorio. 170

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M: Julia – le dijo a su secretaria abriendo la puerta y volviendo al perchero para coger su chaqueta y su bolso – me voy ya que Esther me estará esperando – seguía diciendo. J: Eh… Perdona, Maca – entró la secretaria al despacho – hay alguien que quiere verla. M: Pues… dale cita para mañana, ahora tengo que irme – contestó. J: Dice que es importante – continuó – es su abogado. M: ¿Mi abogado? – preguntó bastante extrañada, la secretaria asintió – está bien, dile que pase. Alfonso entró con una sonrisa en los labios satisfecho por saber que había hecho bien su trabajo. Apretaron sus manos en señal de saludo y Maca le invitó a que se sentara. A: Me alegro de verte - le dijo. M: Sí, yo también – contestó sin saber qué hacía allí – ha pasado tiempo… - Alfonso asintió - ¿Y esta visita? – Preguntó. A: Bueno – dijo sonriente – venía a decirte que ya está hecho. M: ¿Hecho? ¿Qué está hecho? – no tenía ni idea de lo que le estaba diciendo. A: Lo que me pediste – contestó – aquí están los papeles del divorcio, firmados ya, como acordamos, así que ¡felicidades! Vuelves a ser una mujer libre y el cobro de la herencia se hará efectivo mañana por la mañana. Al escuchar aquellas palabras Maca se quedó blanca como la pared. ¿Divorcio? ¿Qué divorcio? Y de pronto como riéndose de ella los recuerdos vinieron a su mente, atormentándola y creando en ella un estado de ansiedad bastante fuerte. “Al: Enhorabuena – dijo Alfonso llegando hasta ellas. M: Gracias – contestó mirándolo – Esther, él es Alfonso, mi abogado – le presentó. E: Encantada – dijo dándole dos besos.

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Al: Igualmente – sonrió – y felicidades – volvió a felicitar - ¿Te la puedo robar un segundo, Esther? – preguntó mirando a Maca. E: Sí, claro – Soltó la mano de Maca – No tardes ¿vale? – le dijo al oído antes de besarla una vez más. M: En seguida vuelvo – contestó alejándose unos pasos de ella para hablar con Alfonso. Cuando vieron que podían hablar con tranquilidad, Alfonso la miró esperando que dijera algo, como no parecía arrancar decidió ser el quien rompiera el hielo. A: Me alegro de que al final decidieras seguir el consejo de tu abuela – le había dicho – seguro que vais a ser muy felices… M: Sí… sí, lo que tú digas – dijo con indiferencia – escúchame… dentro de tres años, este mismo día, quiero que vengas a casa y me traigas los papeles del divorcio… A: ¿Como? – preguntó sorprendido – no entiendo nada. M: no hace falta que lo entiendas – contestó con rudeza – tú solo haz lo que te he dicho, ven a casa en tres años y trae los papeles… no voy a estar casada mucho más tiempo. A: Pero… Maca no puedo hacer eso… - intentó persuadir. M: Tú solo hazlo – contestó – si no lo haces tú te aseguro que contrataré a otro abogado – siguió – así que en tres años, cuando se haya cumplido la maldita clausula de la herencia vienes a casa, haré que ella firme el divorcio, yo cobraré mi herencia y se acabó esta pantomima… A: ¿Panto… pantomima? – se sorprendía – ¿me estás diciendo que esto es todo una farsa? Sabes perfectamente que eso incumple las órdenes que dejó tu abuela. M: Y nadie más lo sabe - contestó – y si mantienes la boca calladita y haces lo que te he dicho te aseguro que te compensaré muy, pero que muy bien… A: Yo… M: ¿Está todo claro no? – le preguntó a su abogado cortándolo, girando su rostro para mirar donde se encontraba Esther, viendo qué compañía tenía en ese momento – Luego te veo, Alfonso – dijo 172

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dejándolo allí y comenzando a andar hacia su mujer – ya estoy aquí – pasó el brazo por su cintura - ¿Qué tal, Elsa?” M: Alfonso… Alfonso… - decía muerta de miedo – dime… dime que no has ido a mi casa… dime que no has visto a Esther y que no le has dicho nada… A: Bueno… sí – contestó fuera de juego – hice lo que me pediste y… pensé que ella ya lo sabía, aunque… - pensó un segundo – he de reconocer que me ha parecido un tanto sorprendida… M: ¡Eres imbécil! – soltó levantándose corriendo - ¡Joder! – protestaba mientras cogía sus cosas… A: ¿Pero qué pasa? – preguntó alucinando. M: Tengo que ir a verla… - decía para sí misma con angustia – joder, joder, joder… ahora no… joder – terminó de decir saliendo ya del despacho y dejando a Alfonso sin saber qué había sido eso. Mientras tanto, en otro lugar de Madrid, Esther bajaba del autobús con una maleta en la mano y arrastrando el alma, sintiendo como el corazón se rompía en mil pedazos y las lágrimas recorrían su rostro sin que a penas las sintiera… de hecho, no sentía nada, absolutamente nada. Llamó al timbre intentando no derrumbarse, intentando mantenerse fuerte, pero cuando la puerta se abrió, cuando su hermano la miró de esa manera, no pudo más que romper a llorar como si volviera a tener cuatro años, cayendo en brazos de su hermano que asustado por su estado la tomó en brazos al tiempo que le preguntaba qué era lo que había pasado. E: ¿Puedo… puedo que… quedarme aquí… unos días? – preguntó con voz entrecortada, sintiendo de nuevo como todo el mundo caía bajo sus pies, arrastrando su corazón y su alma al más oscuro de los agujeros… Llegó a casa como una exhalación, con los nervios a flor de piel y el miedo metido en cada poro de su cuerpo. Abrió la puerta y atravesó el jardín corriendo, se le cayeron las llaves en la puerta principal y temblando las alcanzó y rebuscó la adecuada. Del mismo modo, temblando aún, consiguió abrir y entró sin preocuparse de cerrar. M: ¿¡Esther!? – gritó, deseando encontrarla, poder hablarle y decirle que la amaba, que la perdonara que… No sabía qué iba a decirle, lo 173

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único que tenía claro es que necesitaba verla… verla y explicarle… ¿Esther? – dijo parando al no escuchar movimiento alguno, la mesa estaba puesta, como riéndose de ella unas velas se consumían y sus miedos parecían hacerse realidad - ¿Esther? ¡Mi amor, por favor! – rogó al tiempo que subía las escaleras para llegar a la planta superior. Donde de nuevo se encontró con la soledad que le decía que la enfermera no estaba allí. Entró al fin en la habitación y lo que vio la dejó clavada en el sitio. Ropa desperdigada por toda la habitación. El armario a medio vaciar, los cajones sacados y desordenados… miró a su alrededor, viendo como todo se hacía más real, más latente, más doloroso… una fotografía de ambas, una que hasta ese día había reposado sobre la mesita de noche, ahora estaba en el suelo y con el cristal roto en varios pedazos. Como si fuera otro quien estuviera viviendo aquella situación, tomó el marco entre las manos y se dejó caer en la cama derrotada… Esther se había ido… la había dejado y solo quedaba de ella algo de ropa y esa fotografía ahora rota. Levantó la cabeza mirando a su alrededor. Nunca se había sentido tan perdida en toda su vida, nunca había sentido tanto dolor acumulado… Y unas lágrimas rodaron por su rostro, reprochándole su comportamiento, reprochándole haberse olvidado de aquella maldita orden que le había dado a Alfonso… reprochándose haber sido tan estúpida, tan imbécil… tan cruel… de nuevo miró la fotografía algo arañada por los cristales y se concentró en su sonrisa… en su mirada, en esos ojos que la habían enamorado hasta ser capaz, por primera vez en su vida, de regalarle su vida a otra persona… y de nuevo sintió los remordimientos comiéndole por dentro, haciendo más grande aquella herida. Sus lágrimas caían y ni siquiera le daba tiempo a limpiarlas… necesitaba verla… tenía que verla, explicarle y decirle que la amaba, que la amaba de verdad… “El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura” Aquella fue toda la respuesta que tuvo cuando marcó su número y pese a saber que volvería a escuchar lo mismo lo volvió a intentar, una y otra y otra vez… mientras su corazón se iba rompiendo un poquito más en cada llamada… Sentada en el sofá, conseguía tomarse la tila que Paula había preparado mientras su hermano intentaba, con palabras cariñosas, calmarla un poco más. Ella no había dejado de llorar desde que había entrado sintiéndose tan pequeña como una hormiga en un mundo de maldades en donde hasta su mujer… la persona en la que más había 174

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confiado se había convertido en un monstruo que le había partido el alma en dos. D: A ver, cariño – decía su hermano – venga… cuéntanos que ha pasado… queremos ayudarte Esther… E: … - levantó la mirada, una mirada vacía que se clavó en el alma de su hermano – Tenías razón ¿sabes? – dijo muy bajito, tan bajito que casi no lo escucharon… - tú tenías razón… D: ¿En qué? – preguntó acariciando su pelo – no te entiendo, Esther… E: Con Maca… - y algo le atravesó al pronunciar su nombre – tú tenías razón… - lloraba – no me… no me quiere… nunca me ha querido… D: ¿Qué ha pasado, Esther? – preguntó una vez más, algo más serio que antes… “E: ¿Hola? – saludó extrañada al no reconocer muy bien quien estaba en su puerta. Al: ¡Hola! – contestó al saludo – Soy Alfonso, no sé si me recuerdas, el abogado de Maca, nos presentaron en vuestra boda – decía el hombre – querría hablar con ella… ¿Está en casa? – preguntó viendo como Esther se había quedado algo parada, seguramente intentando acordarse de él. E: No está ahora – contestó sin saber a qué había ido a su casa – Está en el despacho, pero no creo que tarde mucho en llegar – abrió la puerta – ¿si quieres esperarla? Al: Claro – sonrió entrando, Esther cerró la puerta y le acompañó hasta el salón – Vaya – dijo mirando la mesa - ¿celebración eh? E: Sí – medio sonrió – es un día importante. Al: Ya lo creo – Esther se extrañó – Ya se han cumplido los tres años – Esther asintió – es para celebrarlo – continuó – seguro que tú también te vas a llevar una buena parte ¿eh? – dijo chistoso. E: ¿Perdón? – preguntó sin saber a qué se refería. Al: Tranquila, tranquila – dijo con amabilidad – conmigo no tienes que disimular ¿eh? Lo sé todo – Esther cada vez estaba más extrañada – de hecho he venido a traeros los papeles del divorcio.

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Y la enfermera no supo como reaccionar ¿De qué estaba hablando ese hombre? ¿Qué papeles ni qué divorcio? Debía haberse confundido, estaba claro… E: ¿Divorcio? – preguntó de nuevo. Al: Sí, claro – dijo y efectivamente sacó unos papeles de su maletín en el que Esther leyendo tan solo la primera frase dedujo que eran esos – tienes que firmar aquí – señaló la parte baja – como ves ya está la firma de Maca, así que cuando lo hagas, volveréis a ser las dos mujeres libres que erais… eso sí, todos un poquito más ricos – decía sin advertir el desconcierto de la enfermera. Esther quedó con los papeles en la mano, creyendo que aquello debía ser una absurda broma que alguien quería gastarle, pero según leía, veía los papeles tan reales como lo que parecía estar pasando y no entendía nada, no era capaz de entender nada de lo que allí pasaba. Al: Desde luego – siguió hablando ajeno a lo que estaba provocando en la enfermera – cuando el día de la Boda, Maca me dijo que viniera justo este día con los papeles del divorcio, en un primer momento, no estuve muy de acuerdo… pero claro – continuaba, Esther mientras lo escuchaba sentía que todo se nublaba – conociendo a Maca… jaja era de esperar que hiciera contigo este tipo de pacto… y además, me prometió una buena cantidad si lo hacía… no podía negarme… Esther escuchaba todo y parecía estar viviendo su peor pesadilla – Quien lo hubiera dicho… al final, habéis aguantado los tres años ¿eh? Nadie se ha dado cuenta de la farsa de vuestro matrimonio… y como recompensa, la herencia… os ha salido bordado… Quedó callado un segundo mirando como la enfermera no había vuelto a levantar la cabeza de los papeles, como si se hubiera transformado en una estatua, no se movía, no parecía leer, incluso parecía haber dejado de respirar… E: La… la herencia – pronunció en un hilo de voz. Al: Sí, la herencia de la abuela de Maca… ya sabes… la clausula esa de casarse y hacer vida matrimonial durante tres años – continuó… podría ser buen abogado, pero le faltaban luces por todos sitios – sinceramente, cuando me enteré que os casabais, supe que era una maniobra de Maca para poder cobrarla… y supongo que te habrá prometido a ti también una buena cantidad… - seguía hablando, logrando que Esther llegara casi a marearse – en fin… tienes que firmar – dijo viendo que aun no había movido ni un ápice de su cuerpo – aquí – señaló de nuevo tendiéndole un bolígrafo. 176

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Por inercia, sin saber siquiera qué ni donde estaba firmando, con la cabeza, la mente, el alma y el corazón muy lejos de allí, Esther dibujó su firma con el pulso tembloroso… podría haber firmado su sentencia de muerte que ni siquiera se habría dado cuenta… Al: ¿Te encuentras bien? – dijo ahora sí, percatándose del estado de la enfermera… E: Yo… yo… tengo que… - y sin decir nada más subió escaleras arriba, dejando al abogado parado en el salón, quien algo sorprendido por aquella reacción pero sabiendo que había cumplido con su trabajo, recogió los papeles y salió de allí. En la habitación, Esther se mantenía en pie sin entender nada… las palabras del abogado retumbaban en su cabeza al tiempo que un montón de imágenes de una Maca distante y ausente aparecían en su mente como si de una película de terror se tratara. Y entonces lo entendió… entendió que Maca nunca la había querido, entendió porqué aquellas prisas de la empresaria al empezar su relación, entendió porqué quiso casarse con tan poco tiempo de noviazgo, entendió sus largas reuniones, sus viajes, su poca atención… su alejamiento… lo entendió todo… Maca no la amaba… al contrario, simplemente la había utilizado para cobrar una herencia… solo se había casado con ella para poder cobrar una herencia… Necesitaba salir de allí, de pronto todo aquello le ahogaba, todo le aturdía… con prisas buscó una maleta y metió en ella todo cuando pudo. Quedó parada mirando una foto que había sobre la mesita, una en la que ambas salían abrazadas y sonrientes y le pareció la sonrisa más cínica del mundo la que lucía Maca… tomándola entre las manos la miró y con un grito ahogado y una intensa rabia creciendo en su interior la estampó contra el suelo… cogió sus cosas y salió de allí, con lágrimas en los ojos y sintiendo una profunda opresión en el pecho.” D: ¡Valiente hija de puta! – soltó con una ira descomunal Diego una vez escuchó lo que su hermana acaba de contarle. El timbre de la puerta sonó sobresaltanto a todos. Diego se levantó hecho una autentica furia y al abrir se encontró con el foco de su rabia. M: Necesito hablar con tu hermana – dijo nerviosa y angustiada ¿Está aquí? 177

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D: Hija de puta – soltó, haciéndole saber a Maca que ya lo sabía ¿Cómo se te ocurre venir aquí? ¡Lárgate! – soltó intentando contener su cólera. M: Tengo que hablar con ella – intentó pasar pero Diego se lo impidió D: Lárgate de aquí, antes de que me olvide que eres una mujer y te de una paliza, hija de puta – repitió. M: Tengo que… D: ¡Fuera! – gritó más alto - ¡Y no se te ocurra volver a buscar a mi hermana! ¡Te enteras! M: ¡Esther! – ahora era ella quien gritaba, pese a las amenazas de Diego, pese a saber que se merecía todo lo que le dijeran necesitaba hablar con ella. D: ¡He dicho que te largues! – dijo cogiéndola del brazo para intentar sacarla de allí. E: Diego, suéltala – soltó Esther haciendo que ambos quedaran parados. D: Esther, no creo que… E: Déjala entrar – le dijo a su hermano. D: Pero… E: Diego, déjala entrar – repitió con un tono que ninguno de los dos había oído jamás, rudo, fuerte, seco, odioso… - y dejarnos a solas – pidió dándose la vuelta ante la cara de estupor de Diego y el miedo de Maca… Con pasos titubeantes, Maca entró en el salón, viendo como Esther estaba de espaldas a ella mirando hacia la ventana. Ahora que la tenía delante, no era capaz de decir una sola palabra, el miedo que tenía a perderla la hacía sentirse muda… la miró, vio como su cuerpo parecía rígido, como si de una tabla se tratara, sin movimiento ninguno, sin vida… y su culpabilidad más crecía al verla de aquella manera, sabiendo que le había hecho daño, que había destruido algo importante… lo sabía… le dolía… le dolía demasiado.

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E: Ni se te ocurra – soltó Esther sin moverse cuando Maca intentó dar un paso al frente y acercarse a ella y ahí, con esa simple frase que decía mucho más de lo que pretendía, por el tono en que lo dijo, por la dureza de su voz, en ese instante, supo que no había nada que hacer… que dijera lo que dijera no serviría de nada, que la había perdido y que ella y solo ella tenía la culpa… M: Esther yo… E: Cállate – ordenó, mirando aún por la ventana, cerrando los ojos al escuchar su voz… tomando fuerzas para enfrentarse a ella… respiró profundamente y por fin se dio la vuelta… Cuando la vio, cuando descubrió su rostro, cansado, dolido, marcado por las lágrimas, Maca creyó que todo se derrumbaba sobre ella, que quedaba sepultada bajo los escombros de un mundo que ella misma se había encargado de destrozar… y era tal su dolor al verla así, que sintió que le faltaban las fuerzas. E: Yo creía en ti – soltó Esther, con rabia, con sufrimiento – ¡creía en ti! – repitió más enérgicamente llevando la furia a sus ojos. M: Cariño… deja… E: ¡Que te calles! – gritó, no quería escucharla, no quería oírla, hasta su voz le partía más el corazón – Debes estar contenta ¿verdad? – Siguió ella hablando – has conseguido engañarme como una imbécil… la buena de Esther… la estúpida de Esther… - dijo sin mirarla – la que es fácil de engañar y manipular… así soy ¿no? Por eso me elegiste ¿no? – Maca intentó contestar pero Esther no la dejó hablar – te casaste conmigo por una herencia… ¡Por una estúpida herencia! ¿¡Sabes en qué me convierte eso!? ¿¡Lo sabes!? ¡En tu puta, Maca! ¡En eso me convierte! ¡En tú imbécil y estúpida puta! – soltó y la empresaria no supo encajar el golpe, aquello era lo peor por lo que había pasado en su vida… y tampoco podía decir mucho… ella era quien lo había provocado. M: Yo… yo… - no era capaz de decir más… aquella opresión en el pecho no la dejaba… E: Y yo creyendo que me querías – rió cínicamente – enamorada de ti como la tonta que soy – siguió – obviando tus ausencias… ¡creyendo que te ibas de viaje para trabajar! Que imbécil – seguí – seguro que te has tirado a todo lo que se te ponía por delante… M: … 179

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E: ¿No es así? – Preguntó, Maca cerró los ojos – ¿A cuantas? – se cruzó de brazos a la espera de una respuesta, la empresaria no era capaz de contestar - ¿¡A cuantas, Maca!? – le gritó. M: No… no lo… no lo sé… - soltó, y Esther pareció derrumbarse un poco más cuando escuchó aquella respuesta que daba una afirmación a sus sospechas… Maca, viendo que Esther no hablaba, sacó fuerzas de donde no las tenía e intentó hablar – escúchame – dijo, Esther no contestó – eso solo fue al principio ¿vale? – Y la enfermera cerró los puños con fuerza – reconozco que… que hubieron algunas chicas – soltó, ya no podía seguir mintiendo, no quería seguir mintiendo – pero… pero luego todo… todo eso se acabó – dijo deseando con todas sus fuerzas que la creyera… la sonrisa hipócrita de Esther le enseñó que no la creía – te lo juro… te juro que no volví a hacerlo… cuando… cuando me di cuenta que… que me había enamorado de ti – le dijo – te quiero… te amo de verdad…. E: Jajaja – rió con cinismo – me quieres… ¡Tú no quieres a nadie! – soltó – no quieres ni respetas a nadie – siguió – ni a mí, Ni si quiera te quieres a ti misma – dijo con dureza, con odio en la mirada y Maca recibió un nuevo golpe en el pecho – ¡Y mucho menos querías o respetabas a tu abuela! – dijo con la clara intención de hacerle daño y lo logró… claro que lo logró. Esther estaba siendo dura… demasiado, demasiado, escupía veneno por la boca, pero no podía actuar de otra manera, no cuando el daño que pretendía hacer no era ni la mitad del que sentía ella… Y Maca estaba sintiendo como sus palabras la destruían, como el daño se hacía más fuerte, como dolían las palabras, los gritos… peor se lo merecía… sabía que se lo merecía… Esther estaba siendo cruel… pero ella lo había sido antes… E: Ahora entiendo muchas cosas ¿sabes? – siguió diciendo, y Maca creía que se caería redonda al suelo en cualquier momento – ahora entiendo tus cambios de humor… tus malas palabras… ahora entiendo lo poco que te importó que perdiera al niño… ahora lo entiendo… tú no querías tener hijos – soltó y Maca sentía que se caía – ni siquiera lo querías… - y ambas aguantaban como podían mientras todo a su alrededor se derrumbaba – solo necesitabas tenerme contenta hasta que se cumplieran estos malditos tres años – continuó dura, implacable, pero qué importaba ¿No se había comportado Maca también así durante todo ese tiempo? – y claro… que perdiera el niño fue lo mejor que te pudo pasar – y Maca sentía como en pocos segundos empezaría a llorar – ahora sé por qué

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actuaste de aquella forma… como si no hubiera pasado nada… para ti fue mejor así… M: No… no digas eso… - soltó en un hilo de voz, claro que no era así… ella deseaba ese hijo y perderlo fue un durísimo golpe del que aún no se había recuperado – yo no… E: ¡No estoy diciendo mentiras! - siguió – ¡tú no querías tener hijos! – gritó – una vez me lo dejaste muy claro… así que enhorabuena – dijo con rencor – te salió perfecta la jugada… me tuviste contenta a mí y luego todo quedó en nada… felicidades – empezó a aplaudir – te ha salido todo perfecto… seguro que te fuiste a celebrarlo con alguna de tus amiguitas… M: ¿Cómo puedes decir eso? – ahora sí lloraba abiertamente – yo te quiero, Esther… y claro que quería que ese niño naciera… E: Deja de llorar, ¿quieres? – dijo con indiferencia ante sus lágrimas, aunque fuera casi la primera vez en todo ese tiempo que la veía llorar, que la veía así – ya no tienes que fingir más… - le dijo como si fuera un secreto – ya tienes lo que querías… disfrútalo Maca… porque ha tenido que ser un calvario para ti todo esto ¿no? tener que fingir que me querías… que estabas enamorada de mí – seguía implacable – ha tenido que ser un infierno hacer el amor conmigo… pero todo vale ¿no? Ya tienes tu estúpido dinero… M: ¡No quiero el dinero! – soltó – ¡te quiero a ti! Y con rabia, con furia, con una ira descontrolada, Esther dio dos pasos hacia delante y le cruzó la cara en una bofetada que a ambas las dejó paradas. Nunca habría imaginado que le levantaría la mano a alguien, nunca creyó que fuera capaz de agredir físicamente a una persona… ¿En qué la había convertido? E: Nunca vuelvas a decir eso – soltó amenazante. M: Esther… - gimió como si fuera su ultimo aliento antes de morir… porque así se sentía, sentía que moría por dentro… E: Mira en lo que me has convertido, Maca – dijo elevando las manos mostrándose ante ella – mira lo que has conseguido – siguió diciendo dolorosamente – ya puedes ir a celebrarlo… La miró… la miró y vio lo que le mostraba, vio lo que le había hecho y no fue capaz de hacer nada… no fue capaz de decir nada… la había

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destruido… la había destrozado… le había partido el alma… y se sintió más rastrera, más mezquina y miserable que en toda su vida… Y supo que no tenía derecho a nada… que después de todo lo que había hecho, no podía pretender un perdón que no se merecía, que no podía hacer nada, absolutamente nada por recuperarla… que no era merecedora de ella… nunca lo fue… desde el mismo día que la conoció y urdió aquel estúpido plan, no era digna para estar con ella… que no podía ni tan siquiera intentarlo… no tenía derecho a intentarlo… y comprendiendo aquello, cogió su bolso y arrastrando su corazón hecho pedazos se dio la vuelta para marcharse… E: No quiero volver a verte – escuchó que decía cuando llegó a la puerta – esta ciudad es lo suficientemente grande para no volver a cruzarnos nunca, así que no quiero volver a verte… no quiero que me llames, ni que me busques… no quiero que estés… no quiero que existas… M: Como tú quieras – dijo derrotada, acatando sus deseos, consciente de que era lo que debía hacer… por mucho que a ella se le acabara la vida… Cuando Maca desapareció. Esther se dejó caer en el sofá, comenzando a llorar… dejando aflorar todo el dolor que había estado convirtiendo en furia el tiempo que Maca había estado frente a ella… derrotada y cansada… Por su parte, Maca salió de aquel piso como si un huracán hubiera pasado sobre ella destruyéndolo todo a su paso… su corazón, su alma entera había perdido... sabiendo y sintiendo que la única culpable de todo era ella… y sentía que tendría que vivir con ello durante el resto de su vida… que esa sería su condena… vivir sabiendo que ella se había encargado de destrozarlo todo… y que había perdido a la única persona que había amado… Un rato después. Diego entró en la habitación de Esther donde la enfermera tumbada en la cama había dejado de llorar aunque aún seguían brotando algunas lágrimas de sus ojos. Con la mirada perdida y el rostro pálido parecía ausente del mundo… D: Esther – dijo su hermano con cautela – cariño, tómate esto – le tendió una tila… E: No puedo – contestó con un hilo de voz – no puedo. D: Venga, Esther, haz un esfuerzo – pidió de nuevo. 182

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E: No puedo, Diego – contestó – no me pasa nada… D: Tienes que hacerlo, Esther – insistió embarazada, Esther… tienes que cuidarte…



inténtalo…

estás

DOS AÑOS DESPUES. Las persianas estaban subidas dejando paso a la luz del día. En el salón, los restos de comida aún continuaban en la mesa y por el pasillo, se dejaba ver un rastro de ropa desperdigada… desde el cuarto principal salían gemidos cada vez más intensos y en la cama, dos cuerpos cabalgaban al unísono, mordiéndose, arañándose, llegando al orgasmo en cuestión de segundos… Quedó sobre su cuerpo unos segundos antes de separarse y alejarse hacia el lado. tomó el móvil y lo miró, las cinco y media de la tarde… lo volvió a dejar sobre la mesilla cuando sintió que su cuerpo se abrazaba a ella. -

Ha estado genial – dijo con una sonrisa en los labios.

-

Sí, no ha estado mal – contestó ella sonriendo al ver como levantaba la cabeza con el ceño fruncido.

-

Pero serás – le dio un palo divertido en el hombro – ha estado de maravilla…

-

Vale, vale – dijo para que parara – ha estado muy bien – sonrió besándola lentamente.

-

Eso está mejor – contestó volviendo a tumbarse sobre su pecho.

Estuvieron unos segundos en aquella posición. Todo lo que ella aguantó, tras eso, logró escabullirse de sus brazos y levantarse mientras buscaba su ropa y se la iba poniendo. -

¿Por qué no te quedas un rato más? – preguntó algo mimosa mientras salía de la cama envuelta en una sábana.

-

Sabes que no puedo, Sandra – contestó un poco cansada de siempre la misma historia.

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S: Ya… - contestó no muy convencida – A veces me gustaría que te quedaras más tiempo – dijo abrazándola por la cintura. -

Tengo cosas que hacer – contestó intentando escabullirse.

S: He estado pensando en algo – volvió a abrazarla, ella puso los ojos en blanco. -

Miedo me das – dijo sin reírse, pese a que Sandra había sonreído.

S: Mañana podríamos ir a algún sitio juntas… - le sugirió – no ser, pasar el día entero juntas y… -

No puedo – cortó algo incómoda – tengo que trabajar.

S: Pero… dijiste que tenías esta semana libre – dijo con algo de confusión. -

Ya… - se dio cuenta que sí que lo había dicho – de todos modos no puedo… tengo muchas cosas que hacer.

S: Claro – contestó cruzándose de brazos - ¿Qué pasa? – preguntó ¿Por qué siempre que intento organizar algo para estar más tiempo contigo reaccionas así? -

No reacciono de la ninguna manera Sandra – contestó cansada.

S: Ya, claro… entonces… ¿Por qué no me presentas a tu hijo de una vez, Esther? – preguntó haciendo que la enfermera dejara lo que estaba haciendo. E: No es el momento – dijo como simple respuesta. S: ¿Y cuando lo va a ser? – quiso saber – Llevamos juntas tres meses Esther… creo que va siendo hora ¿no? E: No lo sé – la miró – mira Sandra… eres una chica estupenda pero… no creo que debamos seguir viéndonos – soltó dejando a la chica bastante sorprendida. S: ¿Qué? ¿Por qué? – preguntó sin esperarse lo que había escuchado – Esther, no… ¿dejarlo? Estamos bien juntas… estamos muy bien

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juntas… nos lo pasamos bien… yo te quiero Esther – soltó y la enfermera quedó mirándola con tristeza… E: Ese es el problema – dijo con un tono dulce acariciando la mejilla de la chica que la miraba con estupor – te mereces a alguien que te quiera de verdad… y yo no soy esa persona… S: ¿Qué quieres decir? – volvió a preguntar con miedo – Tú me quieres, Esther – se dijo a sí misma, como autoconvenciéndose de aquello. E: No… yo no te quiero – contestó… - y te mereces a alguien que sí lo haga – siguió diciendo – por eso no podemos seguir juntas – dijo y antes de que Sandra dijera algo, Esther la calló poniendo un dedo en sus labios – es mejor así… créeme – dijo antes de salir de aquella habitación y de aquel piso. Llegó a casa, sabiendo que había hecho lo correcto… lo había decidido hacía días y había ido a comer con ella con la intención de dejarlo y que no pasara nada… pero no había podido evitarlo y habían acabado en la cama… y no estaba nada orgullosa de ello… porque no quería haberla dejado de esa forma… pero no había tenido más opción y era mejor así, dejarla antes de hacerle más daño… hacía semanas que Sandra estaña insistiendo en llevar la relación a otro nivel diferente y ella simplemente, no quería aquello… Entró en casa y su rostro pasó del agobio a la sonrisa amplia al encontrarse con aquel pequeño terremoto de casi año y medio, con su lengua de trapo jugando con Adela, la canguro, nada más verla, el pequeño de la casa se levantó y con pasos algo titubeantes pero cada día más firmes llegó a los pies de su madre y alzó las manos para que lo cogiera. P: ¡Mama! – la llamó. E: Hola campeón – dijo levantándolo del suelo y llenándolo de besos ¿Qué tal está mi niño eh? P: Ah jale paaala labala – dijo con ese vocabulario tan suyo que nadie más que el entendía. E: ¿En serio? – contestó como si lo entendiera todo, mirando a Mónica con una sonrisa – muy bien cariño – le dio un beso y el niño se acurrucó en su hombro - ¿Qué tal la tarde Adela? – preguntó a la canguro que se había levantado ya del suelo.

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A: Muy bien – le dijo con una sonrisa – ha estado muy tranquilo, ha comido bien y ahora estábamos jugando… no ha querido dormir la siesta… E: Ya… por eso está ahora que se cae rendido – dijo mirando al pequeño que con el dedo en la boca empezaba a cerrar los ojos en brazos de su madre – Toma, mi amor – le puso el chupete para que dejara el dedo. A: Bueno… yo me voy a ir que quiero pasarme por la biblioteca antes de que cierren… E: Vale, que te vaya bien – se despidió. A: Adiós, Pedrito – dijo acariciando la mejilla del niño. E: Di adiós, cariño - cogió la mano del pequeño – adiós, adiós – cantaba como si lo dijera él – pobre… esta muerto de sueño. A: Sí… - sonrió – hasta luego E: Hasta luego – cerró la puerta tras la canguro y volvió al salón con el niño en brazos – Vamos a dormir, mi vida – seguía diciendo mientras se dirigía al cuarto – ya pesas lo tuyo ¿eh? – sonrió. Lo cambió de ropa y lo acostó en su cuna… quedándose un rato mirándolo como siempre hacía… Pedro… su hijo… Sentada en un banco miraba a su alrededor con una sonrisita melancólica en los labios. Veía como los niños jugaban junto a los columpios, como sus madres los vigilaban a unos metros. Ensimismada en los pequeños y como no podía ser de otra manera, de nuevo le asaltaron los recuerdos de aquellos días. Cuando Esther estaba embarazada… cuando ella iba a ser madre… Ahora su hija, porque seguro que habría sido niña como Esther quería, tendría algo más de dos añitos y sería ella quien la llevara al parque y la vigilara como hacía alguna de aquellas mujeres. Ella se encargaría de subirla al tobogán, cogerle las manos y hacer que resbalara por él… ella sería quien la cogiera en brazos y la llenara de besos mientras su pequeña princesita reía con alegría… Cada día le pasaba lo mismo… desde hacía tiempo, al salir de trabajar, iba a aquel parque, se sentaba en el mismo banco y quedaba mirando a aquellos niños imaginando que el bebé que perdieron había nacido y que ahora eran ellas las que paseaban con su hijo… 186

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Vio como uno de los pequeños, un futuro escalador, caía al suelo desde poca altura, pero igualmente comenzaba a llorar. Su madre corría hasta él y tras mirarle la herida lo alzaba en brazos y lo llevaba con ella para acariciarle la cabeza, llenarle de besos y conseguir que se calmara… sonrió ampliamente cuando el pequeño escalador, una vez había olvidado el golpe volvió al mismo sitio, como si su cabezonería no le permitiera dejar las cosas a medias y tuviera que llegar a la cima. Su madre tras el, intentaba que no volviera a caerse. De nuevo se imaginó a sí misma haciendo lo que había hecho aquella chica, abrazando y mimando a su hijo… porque seguramente sería la madre que más mimara al pequeño… -

Perdone – escuchó una vocecita que se acercaba – ¿me da la pelota?

M: Claro – sonrió cogiéndola y acercándose para ponerse a su altura – ten cuidado ¿eh? – le dijo con cariño – no vayas a caerte… -

Zoy grande, no me caigo – contestó el crío.

M: Vale, toma – se la dio – mete muchos goles ¿eh? -

Zi, graciaz – dijo el niño antes de irse corriendo.

Volvió a sentarse y durante un rato más estuvo allí, observando y llenándose con las risas de los niños, con la ilusión inocente de los pequeños… sintiendo una profunda pena por aquel que no nació… por aquel que iba a ser su hijo y que nunca llegó a vivir… su hijo… cada vez que lo pensaba sentía una fuerte opresión en el pecho… una vez estuvo a punto de ser madre… una vez… hacía ya mucho tiempo… su vida era totalmente completa… En el piso de Esther, ésta jugaba con su hijo sobre una mantita cuando sonó el timbre de la puerta. Levantándose y mirando que el niño quedaba entretenido abrió encontrándose con una sonriente Claudia y dos pequeños terremotos que entraron casi sin saludar. Cl: Vosotros dos, venir aquí ahora mismo – les dijo a los niños E: Déjalos, Claudia – contestó haciendo que se relajara - ¿Qué tal? Cl: Puff… pues hoy están de un revoltoso que no puedo con ellos – contestó entrando - ¿tú qué tal?

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E: Bien, Pedro se ha levantado hace un ratito y estábamos jugando – dijo sonriendo a su hijo que ya estaba con los hijos de Claudia, quienes habían entrado derechitos a jugar con él – aunque creo que ya no querrá jugar conmigo – decía mirando al niño. Cl: Bueno… a ver cuanto tardan en hacer de las suyas… - contestó mirando a sus hijos, que de momento parecían relajados - ¿bueno cuéntame… hablaste con Sandra? E: Sí – bajó la cabeza – hemos roto… Cl: Ya… ¿y como estás? – quiso saber. E: Pues no lo sé… sinceramente… creí que me sentiría… yo que sé, mejor o… Cl: No es fácil dejar a alguien, Esther – contestó intentando animarla. E: Lo sé y se que era lo que tenía que hacer… era mejor ahora que después… no quiero hacerle daño… y yo no soy la persona que ella merece… Cl: Creo que debes volver a empezar a confiar en la gente, Esther – contestó – tú no eras así. E: ¿Quieres café? – preguntó cambiándole el tema totalmente. Cl: Esther… - dijo haciendo que se quedara quieta – hemos hablado de esto un montón de veces… no va a pasarte lo mismo… E: Dejemos el tema, Claudia por favor – le pidió. Cl: pero… E: Por favor, no quiero hablar de eso – contestó cortándola algo más seca. Cl: Como quieras – dijo mirando a los niños, centrándose en Pedro, que reía abiertamente con algo que hacían sus hijos – cada día está más guapo. E: Sí – sonrió ampliamente – y más trasto también. Cl: ¿No crees que va siendo hora de que se lo digas? – preguntó un tanto a bocajarro.

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E: ¿Decirle qué a quien? – Dijo poniéndose a la defensiva. Cl: A Maca… - contestó sabiendo como se pondría su amiga – es su madre, Esther… tiene derecho a saber que tiene un hijo. E: No – soltó contundentemente. Cl: Esther… E: He dicho que no – contestó de nuevo – Pedro no es nada suyo… es mi hijo, solo mío – sentenció enérgicamente haciéndole ver a su amiga que ese tema estaba más que decidido. Días después, Esther había recibido la visita de su hermano que hacía las delicias de Pedro con sus carantoñas y sus mimos. Habían salido a dar una vuelta con el peque de la casa y aprovechando el paseo, entraron en un supermercado a comprar algunas cosas que le hacía falta a la enfermera. E: Esa no, Diego – le dijo a su hermano al ver que cogía una crema que no le gustaba. D: ¿Y por qué? – preguntó – me han dicho que es muy buena. E: Sí, pero le irrita la piel – contestó dejándola a un lado y tomando otra del lado contrario. D: Bueno… entonces con Sandra nada ¿no? – preguntó, su hermana suspiró. E: Pues no – contestó empujando el carrito donde su hijo se entretenía con un sonajero que Diego se había encargado de abrir – aunque realmente hice las cosas muy mal… - decía – no tenía que haber dejado que las cosas fueran tan lejos… yo… no quería hacerle daño ¿sabes? D: Ya… pero Esther, tampoco puedes pasarte toda la vida así… E: Lo sé… si además no me gusta nada ser así – se lamentaba – no… no quiero ser así… pero cuando… cuando veo que todo empieza a ser algo más serio… pues… solo tengo ganas de huir… y… no sé, a veces pienso que no seré capaz de… - no quiso continuar, porque hacerlo le daba mucho más miedo. D: Ey… venga – la animó – verás como todo cambia, en cuanto conozcas a la persona adecuada todo cambiará. 189

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E: Sí… claro – dijo sin creérselo demasiado. D: Oye… Paula me dijo que una nueva compañera del trabajo… pues… ya sabes – dijo elevando los ojos. E: No, Diego, ni de coña – le cortó viendo sus intenciones. D: ¿por qué no? – dijo mirándola – no sé, tal vez… pues… os gustéis… quien sabe… E: Que no, Diego – contestó de nuevo. D: Esther, es guapa, es simpática… inteligente – enumeraba las cualidades que le había dado Paula E: Diego, acabo de dejarlo con Sandra, no creo que sea muy ético por mi parte tener otra cita, además, que no me apetece – dijo mientras llegaban a la cola de la caja del supermercado. D: Bueno… como tú quieras – contestó – pero que sepas que está disponible. E: Gracias – le dijo a la chica que le había cobrado – lo que tu digas, hermanito, lo que tú digas… D: Pues nada… otra vez será – dijo mirando a su sobrino – ¿y tú qué gamberro? – le preguntó, el niño prestó atención a su tío - ¿No quieres que mamá tenga citas? P: ajeliluje jairuepa – dijo el niño. D: Sí, yo también estoy de acuerdo – contestó alzándolo en brazos – pero qué grande estás ya… - seguía diciendo mientras salían del supermercado – tengo el sobrino más guapo del planeta a que ¿sí? – le decía al crio haciéndole cosquillas. P: Jajajajejajeje – reía dando saltitos en brazos de Diego. D: Venga superman – dijo haciendo un movimiento en el que parecía que el niño volaba – uauuu – cantaba viendo como el niño no dejaba de reír. El claxon del coche trasero la sacó de su ensimismamiento. Tardó aun unos segundos en quitar la vista del que reconoció como Diego y Esther a su lado. Sorprendida de verlos después de tanto tiempo no 190

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atinó con el acelerador y el embrague y el coche se caló haciendo que el impaciente conductor que le seguía volviera a tocar el claxon. Bastante sorprendida consiguió arrancar y retomar su camino, mirando por el retrovisor como cerciorándose de que eran ellos. Tocó el timbre con algo de insistencia y tras esperar unos segundos escuchó pasos al otro lado de la puerta, una vez ésta se abrió pasó casi sin decir una palabra hasta llegar al salón donde dejó el bolso tirado sobre el sofá. M: Pasa, Ana, no te cortes – dijo Maca mientras cerraba. A: No te vas a creer a quien he visto – dijo con nerviosismo. M: ¿Qué tal estás? Yo muy bien ¿y tú? Bien, también… ¿te he interrumpido? Pues la verdad es que sí, estaba trabajando, tengo que revisar unos informes para la reunión de accionistas de mañana y voy un poco justa de tiempo – dijo imitando la voz de Ana mezclada con la suya. A: Sí, sí, lo que tú quieras – contestó quitándole importancia a todo aquello – Pero no te imaginas a quien he visto. M: A quien has visto, a ver… - dijo sentándose en el sofá. A: Vale… pero antes prométeme que no te pondrás como te pones siempre – pidió antes de decir nada. M: No sé como me pongo siempre, pero sea como sea, no sé si me pondré así porque aun no me has contado a quien has visto – soltó aunque comenzaba a imaginarse, por como hablaba, de quien se trataba. A: Pues… venía yo de casa… - comenzó a relatar – iba a pasarme por el teatro para ver si había entradas para la obra esa que te comenté en la que salía una amiga del chico este que me gusta del trabajo – relataba, haciendo que Maca pusiera los ojos en blanco – Bueno el caso es que… estaba casi llegando y se puso un semáforo en rojo… total que paré y claro yo en mi mundo que me pongo a mirar a la gente que va pasando cuando me dio por mirar hacia la derecha, que había un supermercado… M: Al grano, Ana que tengo que seguir trabajando – la cortó. A: Que sí, que sí, que ya va – contestó – bueno, ¿A que no adivinas quien salía justo en ese momento del supermercado? – La empresaria 191

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la miró haciéndole ver que obviamente no tenía ni idea de quien podría ser – Diego y Esther – soltó. Maca se quedó algo parada… ese día precisamente había estado acordándose mucho de ella y por eso había decidido meterse de lleno en el trabajo para no seguir pensando e imaginando las mil maneras diferentes de hacer las cosas para no perderla… y ahora Ana le venía con aquello… M: Ya… ¿como… como están? – preguntó mirando una fotografía en la que salía Esther, una de las tantas que permanecían repartidas por toda la casa de Maca… A: Bueno… los he visto de lejos, pero se les veía bastante bien – contestó viendo el rostro de su amiga y pensando que tal vez no había sido demasiado bueno contarle aquello, pero ya que había empezado no iba a parar – Diego ha engordado un poco pero sigue igual y… Esther se… se ha cortado el pelo… M: Seguro que estaba guapísima – susurró. A: Sí… ¡ah! Y Diego es papá – le dijo, haciendo que Maca levantara la cabeza con sorpresa – iba con un niño… rubito, y se le veía muy contento… M: Pues… me alegro muchísimo por él – contestó imaginándose lo realmente contenta que tenía que estar Esther al haberse convertido en tía – esto… tengo que trabajar, Ana – le dijo queriendo volver a dejar de pensar. A: ¿Por qué no la llamas? – preguntó. M: Me dejó muy claro que no quería que la llamara nunca – contestó con bastante tristeza – y… cambió su número… A: Maca… ha pasado mucho tiempo – siguió diciendo intentando animarla – tal vez… M: Déjalo, Ana – le pidió – es mejor así… - se levantó – lo siento pero tengo que seguir trabajando… hablamos mañana ¿vale? A: Lo que tú digas – dijo algo decepcionada… cuando había ido a su casa había pensado que la noticia de haber visto a Esther haría que su amiga quisiera llamarla, sabía que necesitaba hablar con ella, verla aunque fuera una vez más… en esos dos años no había seguido adelante, no había continuado con su vida… ni siquiera se había 192

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planteado rehacerla con otra persona y es que, Maca, se había anclado en el recuerdo de lo que fue su matrimonio con Esther y vivía de los recuerdos que, sabía, rememoraba a cada instante. La noche hacía rato que había cubierto la ciudad. Incapaz de dormir y harta de dar vueltas en la cama, había subido a la azotea. Miraba por el telescopio la inmensidad del cielo, concentrándose en una sola estrella, solo una, la que para ella era la más hermosa de todas, la más brillante… Rememorando los días en aquel paraje alejado de las luces de la ciudad se dedicaba a mirar por aquel aparato como si de esa forma pudiera estar más cerca de ella. Recordó las palabras que Ana le había dicho aquella tarde… se alegraba por Diego… claro que lo hacía… y seguramente sería un buen padre… pero sobre todo se alegraba por Esther, sabiendo que estaría disfrutando como una enana en su papel de tía… Volvió a mirar al cielo y como si hubiera descubierto entre las estrellas el secreto del universo recordó que Paula, en algún momento de su relación con Esther, les había comentado que por desgracia no podía tener hijos… si recordaba un poco más, podía ver con claridad en su mente el día que su cuñada llegó a casa y con tristeza les relató el resultado de las pruebas a las que se había sometido… Entonces… ¿Diego y Paula lo habían dejado y ahora él tenía un hijo con otra? Ana había visto a Diego junto a Esther… y si Paula no podía ser madre y suponiendo que siguiera con Diego… ¿Entonces ese niño era de Esther? ¿¡Esther había tenido un hijo!? ¿Cuando? ¿Como? Y sobre todo, la gran pregunta… quizás la más importante… ¿Con quien? Removió la cabeza quitándose aquellas ideas… simples suposiciones que aunque pudieran ser ciertas, tal vez no lo fueran… podría ser que aquel niño fuera uno de los hijos de Claudia a quien estaba cuidando, o tal vez Diego había adoptado y sí, quizás Esther había decidido ser madre… sola o con alguien… por eso tampoco quería pensarlo, porque solo la sola idea de imaginarse que Esther pudiera estar con otra persona, abría una herida que no había terminado de cicatrizar… Esther miraba a su pequeño que dormido a su lado, en la cama, tenía un rostro relajado y una respiración pausada. Lo miraba y acariciaba si rostro con delicadeza… se parecía a ella… tenía muchos rasgos suyos y aquello la atormentaba… sabía que tal vez cometía un gran error al no decirle que tenía un hijo, pero la rabia aun continuaba latente en su corazón… y aún seguía sintiendo dolor cada vez que 193

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pensaba en ella… además… ¿Realmente Maca merecía saberlo? Después de todo, Maca nunca quiso tener hijos… al menos eso era lo que recordaba… ¿qué cambiaría? Las preguntas se repetían una y otra vez… y aunque una parte de ella le gritaba que debía decírselo, en esos momentos aun ganaba el dolor y el rencor que aun sentía. Varios días después, Maca llegó a la oficina con unas gafas de sol ocultando sus ojeras… si antes dormía mal, desde que sabía la posibilidad de que Esther hubiera tenido un hijo, dormía peor. Muchas veces había estado tentada a llamarla y siempre rechazaba la idea recordando las duras palabras que la enfermera le dijo la ultima vez que la vio… “No quiero que me llames, no quiero que me gustes, no quiero que estés, no quiero que existas” Esas habían sido sus palabras… las recordaba tan nítidamente que aún le dolían… J: Buenos días, Maca – saludó Julia desde su puesto de trabajo. M: Buenos días – contestó sin ganas - ¿Me traerías preguntó abriendo la puerta de su despacho.

un café? –

J: Claro – contestó ofreciéndole una mirada maternal… en ese tiempo, habían estrechado algo más su relación, pasando a ser algo más “íntima” y no tan profesional y Julia había cogido gran cariño a aquella mujer que tanto la había visto sufrir durante su divorcio… Entró en el despacho, se quitó la chaqueta la dejó junto con el bolso colgado en una percha y se sentó en el escritorio… abrió el primer cajón y quedó mirando aquella fotografía que guardaba, una de Esther sacándole la lengua a la cámara… sonrió, melancólica, triste… acarició el marco y volvió a dejarla en su sitio. Estaba en recepción revisando el pedido de farmacia, Teresa metida entre archivos ni cuenta se dio que el teléfono sonaba insistente. Suspirando y negando Esther dio la vuelta y se acercó al auricular con el objetivo de ser ella quien atendiera la llamada. E: Hospital central, ¿Dígame? – contestó a la espera de respuesta… pero ésta no se produjo - ¿Hola? – preguntó de nuevo, y como segundos antes nadie contestó al otro lado de la línea – Oiga esto es un hospital y no estamos para bromas – dijo antes de colgar. En el despacho, Maca colgaba el auricular con temblor en las manos… escuchar la voz de Esther después de tanto tiempo había sido bastante duro… no sabía porqué había llamado, simplemente había sido un impulso y supuso que no sería ella quien contestara y no le pasarían la llamada… sin embargo sí había contestado la 194

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enfermera y ella había perdido hasta la capacidad del habla al escucharla… A media mañana, metida entre informes y el recuerdo de la voz de Esther, el teléfono sonó y Julia le pasó la llamada al instante. Ch: ¿Macarena Wilson? – preguntó la voz de una chica al otro lado de la línea. M: Soy yo – contestó. Ch: Le llamamos de la Clínica de Fertilidad “Niños y vida” – informó dejando a Maca un tanto descolocada – usted tiene con nosotros un contrato por el que nos comprometimos a guardar su óvulos fecundados criogénicamente durante dos años prorrogables – seguía diciendo la chica – el plazo vence en un mes y queríamos saber si usted quiere el embrión que aún tenemos nosotros siga bajo las mismas condiciones del contrato original o si por el contrario nos lo cedería para investigaciones científicas… Maca había quedado parada durante un segundo, parecía que todo se confabulaba para llevarle los recuerdos de Esther sin darle tregua… ella misma, Ana y lo que había visto y ahora eso… M: Dis… disculpe, no entiendo que… - dijo aunque había escuchado perfectamente lo que había dicho. Ch: Sí, verá, el contrato que teníamos con usted vence el mes que viene y queríamos saber si nos donaría el embrión que aún tenemos en nuestro banco para la investigación. M: Eh… sí… supongo que sí – contestó algo aturdida. Ch: Estupendo – dijo la chica con algo de énfasis - ¿Podría pasarse por aquí para firmar un par de papeles? Lo siento si le meto prisa pero… ya sabe, cosas de la ciencia – dijo la chica algo más efusiva – cuanto antes comencemos a investigar, mejor… M: Sí… me… me pasaré… mañana si puede ser – contestó como una autómata. Ch: Bien, pues nos veremos mañana, que pase un buen día – dijo la chica a modo de despedida… M: Espere – la paró antes de que colgara dándose cuenta de algo – ¿ha dicho… un embrión? 195

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Ch: Así es – afirmó la chica – nos consta un embrión suyo en nuestro banco. M: No… perdone pero… había… había dos – dijo con voz temblorosa. Ch: ¿Dos? – preguntó algo extrañada – un segundo, deje que lo compruebe. Mil cosas pasaron por su cabeza en cuestión de segundos, escuchando la chica tecleando algo en lo que supuso un ordenador y mil imágenes, mil palabras y mil pensamientos cruzaron su mente como si del spring final de una carrera se tratara. Ch: Disculpe – escuchó que volvía a decir aquella chica – tenemos solo un embrión en nuestro banco, el segundo fue implantado con éxito a Esther García… su mujer… M: ¿Qué? – dijo agudamente, muy sorprendida… y todo aquello que pensó días atrás… se hacía realidad en forma de llamada telefónica y con una persona que no conocía. Ch: Sí… - continuó la chica creyendo haber metido la pata por la forma en que había escuchado a Maca – el embrión fue implantado el día 25 de septiembre de 2007 – continuó – según el seguimiento con bastante éxito… - repitió. M: Gra… gracias – dijo antes de colgar, con la mirada perdida, las manos temblando y el nerviosismo colonizando cada parte de su ser… Aquel niño sí era hijo de Esther… más que eso, era su hijo… tenía un hijo… Sentada en el asiento de su coche intentaba calmarse, respiraba profundamente y movía las manos en un intento desesperado porque dejaran de sudar. Miraba hacia aquella puerta y no se atrevía a bajar del vehículo… llevaba allí como veinte minutos viendo a gente entrar y salir, algo tan simple como eso, cruzar una puerta y llegar a recepción… para ella de simple no tenía nada… tras aquella gran puerta se ocultaba Esther, la única persona en el mundo con la capacidad de llevarla a ese estado de nervios en que se encontraba con el simple hecho de saber que estaba cerca. Inspiró de nuevo con profundidad, había ido allí por una razón, una razón de peso… tenía un hijo y solo saberlo la había transportado a otro lugar, donde una nueva ilusión había crecido dentro de ella… tenía un hijo… al final resultaba, que ese sueño de ser madre que se 196

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inició cuando Esther apareció en su vida se había hecho realidad… y no tenía ni idea… tomando fuerzas, intentando mantenerse serena y con el claro propósito de hacer las cosas bien, salió del coche y cerrándolo con el mando comenzó a andar, con pasos inseguros aunque pareciera, a ojos ajenos, que lo hacía con la más grande de las seguridades. M: Buenas tardes, Teresa – y con aquel saludo se transportó a otro tiempo, cuando en muchas ocasiones había ido a recogerla, solo que esta vez, no recibió la sonrisa de la recepcionista, sino su rostro sorprendido que en un segundo se volvió serio. T: Lo serán para usted – contestó muy, muy seca – el mío acaba de agriarse. M: Tan simpática como siempre – dijo con sarcasmo - ¿Podrías avisar a Esther que quiero verla? T: Está operando – contestó sin tan siquiera mirarla – como mínimo tardará unas cuatro horas… será mejor que no la espere. M: Ya… - dijo sin creérselo demasiado – Teresa… Podrías por favor, decirle que quiero verla – repitió – es importante. T: A mí, plín – elevó los hombros – ya le he dicho que está operando – continuó – y si no fuera así, no la llamaría… no dejaría que usted, señora – el ultimo término lo pronunció con desdén – volviera a verla. M: Esperaré aquí – dijo con seriedad – todo el tiempo que haga falta. Teresa se elevó de hombros, como si no le importara pero estuvo un rato mirándola por encima de las gafas, disimulando que se entretenía con algún informe, esperaba que se cansara de esperar antes de que Esther saliera, estuvo vigilándola un buen rato, la veía pasear por delante suya, la veía leer algún cartel, parecía no poder dejar de moverse, diría que estaba frenética. Sin embargo, los deseos de Teresa no se cumplieron… veinte minutos después, Esther aparecía frente a la recepcionista quien asustada miró a Maca que parecía bastante entretenida con su móvil. T: Esther, Esther – la llamó en susurros – ¿No estabas operando? – preguntó llevándola hacia una zona en la que creía no sería vista por la empresaria.

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E: Ha venido Lucía a sustituirme – contestó algo extrañada por la actitud de la recepcionista – mi turno acaba en diez minutos y… T: Vuelve dentro y no salgas hasta que yo te diga – dijo cortándola y mirando por encima del hombro de Esther a una Maca que aún seguía con su móvil. E: ¿Qué dices Teresa? – preguntó extrañada T: Hazme caso – insistió – vuelve dentro y hasta que yo te diga, tú no salgas… E: Pero ¿qué tonterías estás diciendo? ¿Qué pasa Teresa? – preguntó. M: Creo que quiere evitar que me veas - Teresa cerró los ojos al verse descubierta. Sintió un escalofrío recorrerle de pies a cabeza. Todo un torbellino de emociones traspasarle el cuerpo. Cerró los ojos, no… no había escuchado su voz… no podía ser… no podía ser Maca… pero todo así se lo decía. El rostro desencajado de Teresa, su propio cuerpo se lo gritaba… el estremecimiento de su piel y el golpeteo rápido y fuerte de su corazón le decían que sí que estaba allí… después de dos años, Maca volvía a aparecer en su vida. Expectante, Maca miraba la espalda de una Esther que aún no se había dado la vuelta… la había escuchado y todo su mundo había vuelto a tener sentido al ver su silueta “date la vuelta” pensó “Necesito verte” se decía… y era tal el deseo, las ganas, eran tantos los sentimientos que se agolpaban en su corazón que no era capaz de moverse. Cuando se dio la vuelta sus ojos se cruzaron un instante… una fracción de segundo, lo suficiente para que algo estallara, para que algo las dejara sin aliento… después de tanto tiempo, sus ojos volvían a mirarse… sin decirse nada, sin dejar ver ni un resquicio de su alma, pero el simple hecho de mirarse, las hizo perder la cordura de nuevo… E: Seguridad – dijo Esther apartando la mirada, dura, fría como el hielo, haciendo que uno de los chicos que velaban por la seguridad del personal sanitario se acercara – acompañe a la señorita a la puerta…

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M: Esther tenemos que hablar – logró articular con bastante premura, al tiempo que aquel chico la “invitaba amablemente a irse” Y Esther desaparecía por las puertas perdiéndose de nuevo en urgencias. Entró en la sala de enfermeras intentando tomar aire, uno que sentía que no llegaba a sus pulmones por mucho que lo intentara… estaba allí. La había visto, después de tanto tiempo, después de tantas lágrimas, de tantos sueños rotos, después de todo, la había tenido de nuevo frente a ella y algo había golpeado fuertemente en su corazón… Esperó un tiempo prudencial, esperaba que Maca hubiera captado la indirecta/directa y se hubiera marchado. No sabía para qué había ido a buscarla pero tampoco quería pensarlo. Lo último que quería era verla, aún dolía… demasiado, aún dolía demasiado. Salió del hospital una vez consiguió reponerse a ese fugaz reencuentro, recuperando la calma y evitando las ganas de llorar. Con la cabeza bien alta salió por urgencias, “ya se habrá marchado” pensó, y tomó rumbo hacia el parking. M: Tenemos que hablar – dijo a su espalda, haciendo que Esther parara sus pasos un segundo al escucharla. E: No tenemos nada de qué hablar – contestó enérgica, sin darse la vuelta ni siquiera para mirarla y continuó su camino apretando fuertemente el bolso. M: Quiero conocer a mi hijo – soltó y ahora sí logró que Esther se detuviera en seco. Y vio como se tensaba, como apretaba más el bolso y como su mano izquierda se cerraba… Suspiró profundamente y con lentitud se dio la vuelta, descubriendo unos ojos que la miraban suplicantes mientras ella no se permitía quitarle dureza a su mirada, la retó con los ojos, alzando algo más el mentón en señal de superioridad… y casi se sorprendió cuando Maca no respondió a su reto, cuando permaneció tal y como estaba, parada frente a ella, con claros síntomas de cansancio y nerviosismo, con la mirada perdida y diría que bastante triste, pero a ella eso no le importaba… para nada. E: No sé a qué te refieres – contestó como ultimo cartucho para no tener que meterla de nuevo en su vida. M: Esther… - suspiró y la enfermera logró no reaccionar al volver a escuchar su nombre en los labios de Maca – sé que tenemos un hijo… 199

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sé que te quedaste embarazada antes del divorcio y sé que ese hijo es mío – contestó – tanto como tuyo… solo quiero conocerlo. E: ¿Cómo te has enterado? – preguntó viendo que no podía seguir fingiendo no saber de qué hablaba. M: No importa – siguió – lo que importa es que lo sé… - continuó, “aunque no por ti” pensó dolorosamente, pero se quedó en eso, en un pensamiento… no quería discutir ni decir nada con lo que poder herirse más. E: ¿Y ahora qué quieres? – preguntó, a ella no le importaba hacerle daño, de hecho, aún tenía la necesidad de hacérselo por muy mal que pudiera sentirse después - ¿para qué quieres conocerlo? Tú nunca quisiste tener hijos… ¿qué pasa? ¿Tienes una nueva herencia que cobrar y solo lo lograrás si tienes un hijo o qué? M: Esther… por favor – mantuvo la calma, aun sintiendo todo e rencor que todavía guardaba la enfermera – tengo derecho a conocerlo… E: ¡Tú no tienes ningún derecho a nada! – gritó, sin poder controlarse, sin poder evitarlo, Maca cerró los ojos al escucharla. M: Es mi hijo, Esther – contestó en un susurro – solo quiero… conocerlo… verlo… E: No – dijo cruzándose de brazos – lo siento pero no – continuó – no pienso permitir que te acerques a MI hijo – recalcó el posesivo – es más no voy a permitir ni siquiera que lo veas de lejos. M: soy su madre, tengo derechos y… E: Tú no tienes nada – la cortó – y no voy a dejar que destroces la vida de mi hijo como has hecho con todas las personas que se han acercado a ti – dijo con odio y Maca de nuevo, sintió un nuevo golpe en su alma ya bastante herida. M: Esther… quiero hacer esto bien – dijo intentando mantener la compostura – quiero hacerlo de una manera civilizada… he venido porque quiero que seas tú misma la que me dejes ver a mi hijo… Esther negó con la cabeza – pero si no quieres hacerlo así… entonces no me quedará más remedio que poner esto en manos de mis abogados – continuó y Esther súbitamente la miró – no quiero hacerlo así… pero sí quiero conocer a mi hijo… - repetía y por un instante, a la enfermera le pareció que Maca se le llenaba la boca cuando decía “mi hijo” como si estuviera realmente ilusionada con ello – y no me 200

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voy a quedar de brazos cruzados – continuó hablando – así que piénsalo… hagamos las cosas bien por una vez… piénsalo y llámame… cuantos antes mejor, por favor – dijo antes de darse la vuelta. Esther quedó mirando como se marchaba… lo que tanto había temido ocurría, Maca se enteraba que existía un niño que llevaba sus genes… algo con lo que había estado luchando desde el día que decidió no decirle nada… y Maca tenía razón, era su madre y tenía derecho a saber que tenía un hijo, y durante ese tiempo había sentido remordimientos al no decirlo, remordimientos que desaparecían tan pronto recordaba lo que Maca había hecho con ella… Maca llegó al coche y respiró profundamente… había imaginado un sinfín de encuentros con Esther y ninguno de ellos se asemejaba en nada con el que acababan de tener. Estaba tan cambiada… tenía tanto odio hacia ella… que sintió como una parte de su corazón moría un poco más. Sabía que le había hecho daño, lo tenía presente y lo recordaba cada día, fustigándose, condenándose… pero verla, ver su rabia, su odio… había sido más duro de lo que creyó… En otro tiempo, tal vez Maca ni siquiera hubiera ido a hablar con ella, quizás habría montado en cólera por haberle ocultado a su hijo, habría puesto todo directamente en manos de un juez y posiblemente había pedido la custodia total de aquel niño… pero todo eso habría sido en otro tiempo… quizás si no la amara tanto como lo hacía, si la odiara aunque fuera mínimamente… tal vez en esas circunstancias habría actuado sin condescendencia… pero hoy no, ahora no, después de todo no podía actuar así, ni tampoco quería hacerlo, lo único que quería era hacer las cosas bien por una vez en su vida, hacer algo a derechas y sin errores y para ello tenía que hacer las cosas con calma, sin peleas, sin imposiciones… y si era cierto que le había dicho que pondrías todo en manos de un abogado, pero no para herirla, no para intentar hacer daño sino porque simplemente quería conocer a su hijo… en esos momentos era lo único que le importaba, conocer a su hijo, porque sabía que intentar un perdón de Esther era imposible, porque aun sentía que no lo merecía… y su hijo… era lo único que tenía… Salió del despacho y en lugar de tomar rumbo a casa, no supo porqué algo la llevó al centro comercial, donde se centró en tiendas para bebés, donde estuvo mirando e imaginándose a su hijo con cada cosa que veía. No pudo resistirlo y comenzó a comprar un montón de cosas con una ilusión renovada, con unas ganas locas de verlo, de tenerlo en brazos de ejercer de madre.

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Le dijeron que a media tarde llevarían todo lo adquirido a casa así que cogiendo el coche y con algunas bolsas que ella misma llevaba en el maletero llegó a casa y sin perder tiempo comenzó a arreglar esa habitación vacía que tenía en casa…sacó todo lo que no servía, limpió de arriba abajo la habitación. Cogió varios cubos de pintura que había comprado y ataviada con un viejo chándal comenzó a pintar de colores pastel aquella habitación que sería la de su hijo… la decoraría con motivos infantiles, le compraría un montón de juguetes, la cuna la pondría junto a la ventana… no, tal vez un poco alejada de ella… una mecedora junto a la cuna, donde se sentaría para cantarle antes de dormir o contarle algún cuento o para darle de comer… estanterías con muñecos, libros infantiles para leerle cuando fuera a dormir, un bonito mueble para la ropita… una lamparita junto a una pequeña mesita de noche donde pondría el intercomunicador… estaba metida tanto en aquellos pensamientos que casi se veía con el niño en brazos durmiéndolo, jugando con él… siendo madre… En el piso de la enfermera, la situación era bastante diferente. Había acostado a Pedrito hacía una hora y no había podido olvidar el encuentro con Maca… no quería que lo viera, no quería que formara parte de su vida pero sabía que era algo que ya, no podría evitar… estuvo mirando dormir a su hijo con nerviosismo, como si pensara que en cualquier momento se lo quitarían y no volvería a verlo… Diego había llegado hacía unos quince minutos y tras contarle lo que había pasado la tarde anterior con la empresaria, Diego tomó una postura que dejó a Esther bastante descolocada… incluso llegó a irritarle… D: No estoy diciendo que esté de parte de ella, Esther – dijo viendo que su hermana comenzaba a alterarse – por supuesto que no lo estoy y si por mí fuera jamás tendríais que verla – continuó – pero las cosas no son así… y Maca, en esto, tiene razón… lo quieras o no también es madre de ese hijo… E: ¿Y qué tengo que hacer? Llevarle al niño y decirle, Maca, aquí no ha pasado nada vamos a criar a nuestro hijo juntas y vamos a ser felices – soltó con ironía – ¡Y una mierda! D: Nadie ha dicho eso – contestó de nuevo – pero sí es cierto que Maca es la madre biológica de Pedro y que tiene el mismo derecho que tú a verlo… lo siento pero es así, y me jode que sea así, pero cualquier juez dirá lo mismo que yo… incluso… - quedó callado al darse cuenta de la mirada asustadiza con la que le miró su hermana. E: Incluso qué… - pronunció para que lo dijera. 202

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D: Incluso podrían darle la custodia… - soltó, viendo como su hermana casi enrojecía, como temblaba de miedo ante aquella posibilidad. E: ¡Soy yo quien lo ha tenido durante nueve meses dentro de mí! ¡No pueden quitarme la custodia! – soltó. D: Sí pueden Esther – continuó – por desgracia sí pueden… y el que le ocultaras la existencia de Pedro durante este año y medio le da más puntos a su favor – dijo haciéndole ver la realidad de las cosas… pese a que le jodiera, pese a que él también habría querido mantenerla alejada de ellos… la realidad era que Maca tenía derechos… E: ¿Entonces qué? – dijo elevando los hombros – voy a tener que hacerlo ¿no? D: Yo te aconsejo que sí – soltó – que lo hagas de esta forma… Esther, no creo que un juicio por la custodia sea bueno para ti… creo que deberías dejar que lo conozca… que lo vea… intenta no causarte un problema mayor… E: ¡Joder! – protestó sabiendo que su hermano tenía razón… debía hacerlo, Maca tenía el mismo derecho que ella a ver a su hijo… Realmente era lo mejor, si lo pensaba, era lo que debía hacer y lo que tal vez debería haber hecho hacía tiempo… si lo pensaba, tal vez dejaría de sentirse tan mal con ella misma como se había estado sintiendo ese tiempo sabiendo que había estado privando a una madre de su hijo por muy mal que se hubiera comportado ésta. Siendo sincera con ella misma, pese a todo, pese al odio y la rabia que sentía, ella siempre había sabido que había estado actuando mal pero siempre se había escudado en lo que Maca hizo primero… tal vez ahora, dejaría de sentirse así… Metida de nuevo en su despacho, se comenzaba a desesperar… habían pasado tres días desde aquel encuentro con Esther y aún no tenía noticias de ella. Empezaba a pensar que la enfermera se negaría a ver a su hijo, que jamás le dejaría verlo y que aquello se convertiría en una lucha de juicios por él niño… y no quería, no quería hacerlo así… no quería entrar en una guerra de la que seguramente ambas saldrían más destruidas de lo que ya estaban y Esther ya había sufrido demasiado por su culpa… no sería ella quien volviera hacerle daño…

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J: Maca tienes una llamada – dijo Julia entrando en el despacho – Diego García. M: Gracias – dijo con rapidez cogiendo el teléfono – dígame, soy Maca. D: Esta tarde, en el Retiro, junto al estanque de las campanillas, a las cinco en punto. Como llegues a las cinco y un segundo me voy – dijo tajante, sin dejarla hablar, sin querer ni tan siquiera escucharla. M: Allí estaré – soltó con rapidez antes de que Diego cortara la comunicación. Quedó mirando un segundo el aparato… iba a verlo… Esther la dejaba verlo, tomó su agenda y frenéticamente comenzó a hacer llamadas, tenía que cambiar varias reuniones que tenía para esa tarde, pero valía la pena… ¡claro que valía la pena! Eran las cinco menos diez, andaba de un lado para otro junto a aquel estanque, miraba el reloj insistente, ¿el tiempo no avanzaba o qué? Cada vez que lo miraba siempre quedaban diez minutos… no dejaba de mirar a su alrededor intentando buscar ese rostro conocido. Cuando le parecía escuchar un niño se volvía rápidamente creyendo que ya estaban allí y se llevaba una decepción al ver que no habían llegado… Intentó serenarse y lo único que logró fue ponerse más nerviosa… la bolsa que llevaba en las manos casi se le había caído al suelo como unas tropecientas veces ya, y una vez más el reloj le decía que aún tenía que esperar nueve minutos… Decidió sentarse, sacó un paquete de tabaco que no sabía desde cuando llevaba en el bolso y encendió un cigarrillo, dándole una calada y apagándolo al segundo, no quería que lo primero que percibiera de ella su hijo fuera un olor a humo que pudiera sentarle mal… ocho minutos… ¿Es que el era una broma? Se levantó de nuevo y se apoyó en la barandilla, dejando la mirada en el agua de aquel estanque… dejando la mente vagar por sus recuerdos, por sus ilusiones y quiso verse con Esther paseando con su hijo por aquel lugar, quiso verse agarrada de su mano, deseó sentir sus labios sobre los suyos mientras el pequeño corría intentando llamarles la atención… quiso tantas cosas… D: Buenas tardes – sonó una voz conocida y seca.

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Maca tembló, cerró los ojos, inspiró profundamente… ya estaban allí, lentamente, como si de una película ralentizada se tratara se dio la vuelta quedando de frente a Diego que la miraba serio y un cochecito destapado donde un niño, rubio, vestido con unos pequeños vaqueros y una camiseta con la cara de una rana, con un chupete en la boca y un muñeco en la mano mirando a su alrededor… su hijo… M: Ho… hola – saludó sin apartar la mirada de Pedro, sintiendo que los ojos se cristalizaban, embriagada por las emociones. Sonrió… como hacía tiempo que no lo hacía, como había necesitado hacerlo desde hacía tiempo… dejó una lágrima salir de sus ojos que llegó a sorprender a quien una vez fue su cuñado. No se atrevía a moverse… aquello era la sensación más bonita y más grande que había experimentado jamás… su hijo… aquel pequeño de pelo rubio era su hijo… M: ¿Pu… Puedo? – Preguntó a Diego con la voz entrecortada, éste asintió con un poco de distancia, Maca dio dos pasos, se acercó al cochecito y se agachó para quedar frente al niño – Hola, cariño – le dijo al niño que miró a su tío como preguntándole quién era esa mujer – hola, mi amor – repitió dejando fluir las lágrimas, queriendo acariciarlo… queriendo tenerlo entre sus brazos… - ¡Se parece a mi padre! – exclamó con una intensa emoción D: A ver campeón – dijo Diego, viendo que el niño parecía un poco descolocado, se puso frente a él, haciéndose espacio entre el carrito y Maca y lo sacó cogiéndolo en brazos – mira… ella es Maca… Dile hola, Pedro… Y Maca desvió la mirada del niño y la clavó en Diego, sorprendida, halagada, avergonzada también… incrédula y sobre todo un poco más feliz. M: ¿Pedro? – le preguntó a Diego – así se llamaba mi… D: Sí, bueno – la cortó – simple casualidad… a Esther le gustaba ese nombre. M: Ya… - dijo mirando de nuevo al pequeño que se entretenía mirando a su alrededor en brazos de su tío – bueno yo… le… le he traído algo – dijo sacando algo de la bolsa que llevaba consigo – es un… un muñeco… poyocó o algo así – decía mientras lo sacaba – la chica de la tienda dice que es lo que más les gusta a los niños de ahora…

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D: Pocoyo – corrigió el nombre del muñeco – y sí… le encanta. P: ¡Oyoyo! – Exclamó Pedro al ver el muñeco – ¡oyoyo! – dijo estirando sus manitas intentando cogerlo. M: ¿Te gusta? – preguntó al niño acercándole el muñeco – es para ti, mi vida, toma – se lo dio. Quedó mirándolo un instante, viendo como toda la atención del niño ahora iba hacia ese muñeco que acababa de adquirir – ¿Puedo cogerlo? – le preguntó a Diego quien la miró un instante y suspiró. D: ¿Te vas con ella Pedro? – le dijo al niño sin contestar a Maca – venga, ve con ella – continuó acercándole al niño a Maca. Cuando lo cogió en brazos, cuando lo sintió cerca de su cuerpo… todo pareció saltar por los aires, liberando un sinfín de emociones juntas, dejando una vez más que las lágrimas salieran… tener a su hijo en brazos, sentirlo, tocarlo, olerlo, fue algo increíble, algo que aunque lo intentara, jamás Maca conseguiría describir. Acercó su rostro al de su pequeño y con los labios temblorosos, dejó un beso en su mejilla al tiempo que cerraba los ojos y una nueva lágrima recorría su cara… un beso lento que repitió hasta tres veces… estrechándolo contra su cuerpo… creando una necesidad de él inmensa. D: Estaré por aquí – dijo alejándose un poco, viendo que sobraba en aquel lugar… no había cambiado nada su cabreo, no había trastocado para nada su manera de ver a Maca, pero sí era cierto que aquella reacción, no era propia de alguien que nunca quiso tener hijos… Maca ni siquiera se dio cuenta de aquello. Seguía mirando a su hijo que jugaba con ese muñeco que le había llevado. Sobre sus brazos, no dejaba de mirarlo, sonreía por sus gestos, por sus “palabras” que no entendía. Se le iluminó el alma cuando escuchó que reía y rió con él… quiso parar el tiempo para disfrutar más de ese momento… P: Aje oyoyo ta pahaje tate – decía el crío mirando a Maca quien no hacía más que sonreír… al ver que no obtenía respuesta Pedro buscó con la mirada a su tío y al no encontrarlo comenzó a ponerse nervioso – ahh – hacía pucheros – iooo – lo llamó. M: Shh… ¿qué pasa mi amor? – preguntó sin saber qué le pasaba. P: Ahhauuhuu – comenzó a llorar. M: ¿Qué? ¿Qué ocurre? – decía comenzando a ponerse nerviosa ¿Quieres agua? – preguntó acercándose al coche - ¿Te duele algo? 206

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P: ¡Ioooo! Ahhh – seguía llorando, mientras lo buscaba. M: Ahora viene, cariño – al fin lo entendió – ahora viene… - decía mirando a su alrededor, viendo como Diego quien se había percatado de todo ya volvía hacia ellos – se… se ha puesto nervioso cuando no te ha visto. D: Sí… - contestó alzándolo – ya estoy aquí, campeón – dijo viendo como el niño volvía a quedarse tranquilo – es normal que reaccionen así – pronunció sin poder evitarlo. M: Supongo – contestó algo decepcionada. D: Bueno… tenemos que irnos – dejó al niño en el carrito de nuevo. M: ¿Ya? Pero… - dijo intranquila… no podían irse ya, casi acababan de llegar – es… es muy pronto y… a… a penas he estado con él yo… D: Hay que darle la merienda y tiene que dormir la siesta – pronunció con seriedad, sin mirarla siquiera, como recordando quien era Maca y haciéndole saber a ésta que no había discusión posible… M: Claro… - contestó un tanto decaída – ¿cuando… cuando podré volver a verle? – preguntó con cautela. D: En cuanto Esther me diga te llamaré – contestó con sequedad. M: Vale… ¿podrías darle las gracias de mi parte? – pidió aunque Diego no contestó. se agachó de nuevo para quedar a la altura de su hijo – adiós mi amor – dijo sacando una sonrisa aún sintiendo unas terribles ganas de llorar – pórtate bien ¿eh? – le peinó el pelo con la mano ¿Me das un besito? – preguntó y Pedro acercó la cara para que Maca se lo diera – hasta pronto, cariño – se despidió. Diego ni tan siquiera le dijo adiós. Ella quedó allí, viendo como se alejaban… como desaparecían de su campo de visión y no pudo hacer más que echarse a llorar… de felicidad, de tristeza, de alegría y de pena a la vez… con un montón de sentimientos contradictorios… con la risa de su hijo clavada en lo más profundo de su corazón… En un lugar privilegiado… junto a la sonrisa de Esther… Cuando al fin llegaron a casa, Esther los esperaba como agua de mayo. Había pasado gran parte del tiempo impaciente, queriendo saber qué estaría pasando, si Pedro estaría bien, si Maca había

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asistido a aquella cita o había decidido no presentarse. Si Diego había hablado con ella… quería saberlo todo. E: Hola, cariño – dijo tomando al niño en brazos – Hola, Diego, ¿qué tal se ha portado? D: Muy bien, ha sido todo un hombrecito, ¿verdad? – dijo haciéndole una carantoña al niño. E: Habéis tardado mucho – siguió diciendo mientras llegaban al salón. D: Había mucho tráfico a la vuelta – contestó sentándose, mirándola y esperando la pregunta que sabía formularía en cualquier momento. E: ¿Cómo ha ido? – preguntó. D: Bien… - le contestó – ha ido bien… el niño se ha portado bien… y bueno… Maca… Maca ha estado algo… rara… E: ¿Rara por qué? Es lo que quería ¿no? – le dijo mirando al pequeño. D: Sí… no sé… está… algo… no sé, rara… - Esther lo miró interrogante queriendo que se explicara mejor – no sé Esther… sinceramente, su reacción ha sido de alguien que nunca ha querido tener hijos, se puso a llorar cuando lo vio – le soltó. E: ¿Llorando? Obviamente serían lágrimas de cocodrilo – contestó con algo de desden. D: Seguramente – dijo de un modo un tanto automático. E: ¿Y ese muñeco? – preguntó al ver el muñeco que había quedado en el carrito. D: Se lo ha traído ella – informó. E: Todo un detalle por su parte – ironizó – bueno, voy a darle un baño a este grandullón. D: Vale, yo voy a irme, Paula me estará esperando – se levantó, le dio un beso a su sobrino y otro a Esther – ah… me ha preguntado que cuando podrá volver a verlo… le dije que lo hablaría contigo. E: Vale, pues ya veré yo cuando lo ve – soltó – hasta luego Diego – dijo antes de marcharse hacia el baño.

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Pero habían pasado dos días y Maca no tenía noticias de Diego… y pasaba las horas delante del teléfono esperando una llamada que no llegaba… dos días y no había tenido más contacto con su hijo que aquella escasa media hora… dos días que no sabía nada de ellos y sentía que poco a poco la ilusión que había crecido enormemente al conocerlo iba desapareciendo poco a poco en su interior… Sentada en el sofá de su casa miraba de nuevo el teléfono que no emitía sonido alguno, mientras Ana la miraba con algo de preocupación. El día que conoció a Pedro la había llamado envuelta en lágrimas, y desde ese día no había dejado de hablar de él, de todo lo que había llenado su corazón al verlo, de todo lo que había sentido al tenerlo entre sus brazos y de lo increíblemente mal que se sentía por no poder estar a su lado… por no poder compartir sus días con Esther y su hijo… A: Maca… llámala tú – le dijo – pídele que te deje verlo otra vez. M: Bueno… Diego dijo que… A: Ya sé lo que Diego dijo, pero tú te mueres por verlo y no te quedarás tranquila hasta que hables con ella o con Diego, con quien quieras y quedes con ellos para verlo… Maca lo pensó dos veces y se decidió… no perdía nada por intentarlo… y necesitaba mucho ver a su hijo… tenerlo con ella aunque fuera otra media hora como la del primer día… Tomando la guía telefónica buscó el número de Esther, sabiendo que hacía mucho que había cambiado los teléfonos, buscó su nombre y lo encontró subrayado con un rotulador amarillo, ella misma lo había coloreado alguna vez que lo había buscado en esos dos años… tomó el teléfono y marcó mordiéndose las uñas. Desde su posición, Ana le daba ánimos. E: ¿Sí? ¿Dígame? – escuchó y se puso tan nerviosa al oírla que no fue capaz de contestar - ¿Hola? M: Es… Esther – dijo al fin, carraspeando para aclararse la voz – soy… soy Maca. E: Ya… Maca – contestó quedándose parada un segundo - ¿qué quieres? – preguntó tomando una postura muy a la defensiva. M: Bu… bueno yo, quería preguntarte si… si puedo ver a Pedro – dijo con prudencia 209

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E: Creí que llegaste al acuerdo con mi hermano de que sería él quien te llamara – soltó seria. M: Sí… pero… hace dos días ya y… quiero verlo, Esther… E: Sí y yo quiero un pasado mejor del que tengo y me tengo que joder – escupió sin miramientos. M: Esther… - cerró los ojos encajando el golpe – por favor… hagamos esto de manera civilizada… E: Ja, mira Maca, lo siento pero no tengo tiempo de hablar contigo ahora – soltó – mi hermano te llamará… M: No, Esther – contestó - tenemos que… E: llego tarde al trabajo, Maca – la cortó – y no encuentro canguro así que tengo que dejarte. M: Espera… espera – la paró, rogando que no le colgara - ¿No tienes canguro? E: Claro que la tengo – dijo mordiéndose el labio por su metedura de pata. M: Has dicho que no tenías… que tenías que buscarla – contestó. E: ¿Y a ti qué más te da? – preguntó sin achantarse. M: ¿Cómo que qué más me da? – soltó empezando a enfadarse – pues claro que me da… tienes que trabajar y en lugar de llamarme a mi que soy su madre estás buscando una canguro – le dijo y Ana la miró pidiéndole calma – yo puedo quedarme con él – dijo más pausadamente E: ¿Tú? – miró a su hijo un segundo - ¿Qué pasa Maca, que esta noche no tienes que ir a follarte a nadie? - volvió a atacar – porque esa es tu especialidad… y no quiero que arruines esos planes maravillosos que tendrás por quedarte con el niño. M: Le diré a Ana que pase por él, si no quieres verme – dijo omitiendo su comentario, aunque le había llegado muy dentro, rasgando un poco más su alma – pero deja que me quede con él.

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Esther lo pensó, no tenía canguro, en la agencia le habían dicho que todas las chicas estaban ocupadas, Diego tenía la cena de aniversario con Paula y no tenía con quien dejar a Pedro… así que solo le quedaba Maca… no le gustaba la idea pero… no tenía más opciones. E: Que esté aquí en media hora – contestó – tendré al niño preparado. M: Bien, gra… - y el gracias se le quedó en la boca porque Esther ya había colgado… quedó mirando el teléfono y apenada lo colgó en su sitio… ¡Como le gustaría que las cosas fueran distintas y cuando se culpaba por como eran! Cuando Ana llegó de nuevo a casa de la empresaria pudo ver como se le iluminaba la cara al ver a aquel pequeño en su carrito. Se deshizo en arrumacos y besos con el niño y a penas prestó atención a su amiga. Estuvo un rato enorme jugando con Pedro hasta que éste, con bastante sueño ya, comenzó a inquietarse y casi comenzando a llorar llamaba a su madre. M: Shh… Estoy aquí cariño – decía Maca intentando que durmiera – venga… a dormir que mi niño está cansadito. P: Mama ahhjaaaa – lloraba en brazos de Maca. M: Mamá está aquí – contestó dándole un beso en la frente – aquí contigo – susurraba. Poco después lograba que se calmara y Pedro quedó dormido al instante. Lo llevó a la habitación que días antes había terminado de decorar y lo metió en la cuna arropándolo y mirándolo con adoración. Estuvo un rato velando su sueño hasta que se acordó que Ana aún seguía en el salón. M: Ya se ha dormido – dijo con una sonrisa amplia. A: Estás feliz ¿Eh? – sonrió ella también. M: puff… sí – afirmó – negarlo sería mentir, así que sí, estoy feliz por tenerlo conmigo… al menos por hoy… tengo que disfrutar de estos momentos, no sé cuando Esther me dejará volver a verlo. A: He intentado hablar con ella antes – aprovechó la coyuntura – pero no ha servido de nada…

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M: umm… me lo supongo – contestó mirando al infinito – y no es para nada reprochable. A: Ya, Maca, pero tampoco puedes estar a expensas de que a ella le apetezca o necesite que te quedes con el niño – contestó ella – vale que lo hiciste todo fatal – Maca la miró como agradeciéndole que se lo recordara una vez más – no me mires así… te lo he dicho mil veces, te portaste muy mal con ella Maca, pero eso tampoco le da derecho a ella a privarte de tu hijo… - soltó - ¿Qué no quiere verte? Que no lo haga, pero no puede pretender que tu no estés con Pedro… M: Ana… ya – la cortó – no tengo ganas de hablar del tema ahora… A: Pues alguna vez vas a tener que hablarlo – contestó – y no conmigo, Maca… con ella es con quien tienes que hablarlo, por el bien de ese niño que está durmiendo. Maca contestó desviando el tema hacia otros lados, no quería hablarlo y mucho menos pensarlo, si era cierto que en algún momento debería hablar con Esther sobre el tema pero le daba miedo hacerlo… no quería una nueva discusión, no quería entrar en guerra con ella… Ana se fue dejándola con sus pensamientos. Se levantó del sofá y puso rumbo a la habitación de su hijo. Quedó parada frente a la cuna mirándolo, llenándose de él, de su respiración pausada, de sus gestos y sus movimientos entre sueños… no sabía cuando volvería a verlo, no sabía cuando Esther dejaría que lo viera pero lo que sí tenia claro es que no podía dejar que pasara mucho tiempo… quizás Ana tenía razón y había llegado la hora de intentar hablar con ella sobre el tema. Eran las ocho de la mañana cuando el ruido proveniente de la cuna de Pedro la despertó. Se levantó de la mecedora que reposaba a medio metro del niño y se acercó hasta él, tomándolo en brazos y besándolo levemente. M: ¿Qué hace mi pequeñín despierto ya eh? – preguntó al pequeño que parecía algo desubicado. P: Mama – llamó - ¿Mamá? – dijo mirando a su alrededor. Maca lo miró, sabiendo que a ella no la reconocía como madre y sintiéndose un poco más insignificante. Volvió a besarlo y lo abrazó algo más fuerte, intentando transmitirle todo lo que sentía por mucho

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que supiera que Pedro continuaría sin saber quién era ella… no si tan solo la veía una vez cada no sabía cuanto tiempo… M: Vamos a desayunar, cariño – dijo tras un susurro llevándolo hasta la cocina - ¿sabes qué? He llamado a la oficina y he dicho que no voy a ir… quiero pasar todo el tiempo que pueda con mi principito – le decía con una sonrisa. Le preparó el desayuno y se lo dio sin dejar de mirarlo, peinándolo y descubriendo todo cuando Pedro le mostraba… parecía más calmado y ya no llamaba tanto a Esther aunque de vez en cuando no hiciera otra cosa que buscarla. Con tristeza terminó de arreglarlo. Se acercaba la hora en que Pedro debía volver con Esther… supuso que Diego iría a recogerlo y recordando las palabras de Ana, se vistió ella también y tomando el carrito salió de casa sin importarle si Diego pasaba o no por allí. Ella necesitaba pasar más tiempo con su hijo y así lo haría. Esther salía con Claudia del hospital, ambas habían tenido turno de noche y aunque había sido bastante tranquila la realidad era que estaban algo cansadas. Firmando el parte de salida fueron caminando hasta el aparcamiento mientras comentaban algún caso de la noche anterior. Claudia había notado a Esther algo distante y distraída durante gran parte del turno y cuando quiso preguntarle, la enfermera se salió por la tangente dejándole claro que no iba a hablar del tema. P: ¡Mamá! – escucharon ambas a la espalda y sorprendidas se dieron la vuelta. Frente a ellas Maca con Pedro en brazos las miraba mientras le niño extendía los brazos en dirección a la enfermera. E: Pero… - pronunció sorprendida acercándose hasta ellos – hola mi amor – lo tomó sin tan siquiera mirar a Maca - ¿Qué tal estás? P: ¡Mama! Jajejaje – reía contento de estar en brazos de su madre. M: Hola – saludó mirándola con una sonrisa al verla con Pedro. C: Eh… Hola, Maca – intervino Claudia cuando vio que Esther ni tan siquiera iba a devolverle el saludo. M: Hola – contestó - ¿Qué tal Claudia? ¿Cómo estás? – preguntó educadamente.

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C: Bien, muy bien – le dijo – cansada del turno de noche pero bien… deseando llegar a casa. M: Ya, lo supongo – contestó recordando aquellos días donde Esther había tenido un turno de noche y llegaba a casa para cobijarse n su brazos… - ¿Cómo están tus hijos? C: Enormes – sonrió – y hechos unos gamberros. E: Mi hermano iba a ir a recoger al niño, no hacía falta que vinieras – soltó cortando aquella cordial conversación en un tono frío y seco. M: Ya… no me costaba nada traerlo – contestó – además… quería hablar contigo. E: ¿Cómo ha pasado la noche? – se interesó. M: Bien, bien… ha dormido muy bien… es… es muy tranquilo – acarició la mejilla del niño y Esther se apartó viendo su cercanía. E: Bien. Pues nos vamos – soltó dándose la vuelta para marcharse sin dejar si quiera que Maca se despidiera de Pedro. M: Espera, Esther – la llamó saliendo tras ella, Claudia las miraba con bastante preocupación – quiero comentarte una cosa. E: Tengo prisa y ninguna gana de hablar contigo – soltó sin indulgencia alguna. M: Es sobre Pedro – siguió diciendo – quiero pedir la custodia compartida – le dijo haciendo que Esther al igual que aquel primer día en que volvió a aparecer en su vida se parara en seco ante aquellas palabras. E: Claudia, por favor, llévate al niño un segundo – habló por fin a su amiga, sin darse aún la vuelta. La neuróloga la miró y vio que no había discusión posible, así que cogiendo a Pedro en sus brazos se alejó de allí en dirección al coche de la enfermera dejándolas a solas. Maca esperaba impaciente, mirando a Esther que tomaba aire bastante crispada. E: ¿Tú de qué vas? – preguntó girándose y acercándose a ella - ¿¡De qué vas!? – repitió de nuevo – ¿no te basta con aparecer después de haberme jodido la vida que ahora quieres quitarme a mi hijo o qué te pasa? 214

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M: Yo no quiero quitarte al niño, Esther – contestó haciéndole un gesto con las manos para que se calmara – solo quiero verlo más, formar parte de su vida. E: No te hagas la inocente conmigo, Macarena que nos conocemos – siguió diciendo en el mismo tono anterior – sé lo que pretendes… pretendes quitarme a mi hijo, alejarlo de mí… porque no te ha sido suficiente lo que ya has hecho ¿no? M: Jamás alejaría a Pedro de tu lado – contestó más enérgicamente que antes – eres su madre, Esther, por supuesto que no quiero quitártelo… solo quiero estar más tiempo con él. E: ¿Para qué? ¿Para qué quieres estar con él? ¿Para hacerlo como tú? ¿Para convertirlo en alguien como tú? – preguntó con rabia, haciendo daño – no voy a permitirlo. M: Yo… solo quiero formar parte de su vida… - dijo sintiendo unas terribles ganas de llorar por el odio que bien merecido veía en sus ojos – solo quiero… ser su madre. E: He pasado mucho tiempo viviendo un infierno por tu culpa, me he convertido en una persona que detesto por tu culpa – decía elevando la voz, dejando salir muchas cosas… demasiadas - ¿Y ahora vienes pretendiendo que yo haga algo por ti? Vienes poniendo cara de inocente, esa que tan bien se te da, dando pena al mundo entero, ¡intentando darme pena a mí! ¡Pretendiendo que yo te aplauda porque de pronto has descubierto que quieres ser madre! M: Esther… entiende que… E: ¿¡Qué yo entienda qué, Maca!? ¿Acaso tú has entendido algo de todo esto? – la cortó – ¡Es que no te das cuenta de lo que me has hecho! M: ¡Claro que me doy cuenta! ¡Me doy cuenta cada día y lo recuerdo a cada instante! – replicó ella – no hay ni un solo día de mi vida en que no me arrepienta de todo lo que hice, no hay ni un segundo en que no me maldiga por como fui contigo, por todo lo que pasó… no existe ni un solo minuto en que no me castigue a mí misma… vivo sabiendo que he dañado a la única persona que he amado y me odio a mi misma con toda el alma hasta el punto de querer borrarlo todo de un plumazo – sintió que las lágrimas salían de sus ojos – no puedes imaginarte cuanto duele ver ese odio en tu mirada y saber que lo

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tengo más que merecido… y te juro que daría mi vida por cambiar las cosas, por hacerlo todo de diferente forma… E: ¿Cómo puedes seguir diciendo que me quisiste? – preguntó sintiendo una fuerte presión en el pecho - ¿Cómo puedes ser tan cínica? M: ¡Por que sí te quise! – contestó – te quise y te sigo queriendo, como sé que jamás volveré a querer a nadie… E: Claro – dijo con una sonrisa sarcástica – ¡hasta que metas en tu cama a cualquiera que se te cruce por delante! M: No he vuelto a estar con nadie desde entonces… - reveló – no he vuelto a tocar a nadie después de ti, porque simplemente no quiero ni puedo hacerlo… - dijo bajando la cabeza. E: Vaya… ¿quieres que te aplauda? ¿Te hago la ola? ¿O te pongo un pin? – soltó. M: Yo… E: ¡Qué es lo que quieres! – soltó - ¿A qué viene decirme eso? ¿Pretendes que caiga a tus pies? ¿Qué te lo agradezca o qué? M: No pretendo nada – le dijo – no pretendo nada ¡porque no tengo derecho a nada! – siguió – soy consciente de mi culpa, no sabes hasta qué punto… tanto que me avergüenzo de mí… ¡Tanto que ni siquiera soy capaz de mirarte a los ojos! Quedaron calladas, como si alguien desde alguna parte pidiera una tregua, un minuto de calma… ninguna de las dos se había dado cuenta que lloraba, ninguna de las dos era capaz de entender en ese instante cuanta repercusión tendrían sus palabras… M: Tú no eras así…- siguió en tono algo más pausado, pero lleno de dolor – eras… eras la mujer más increíble del mundo y yo la destruí… la convertí en una persona llena de rencores y… y siento que… que me muero a cada segundo sabiendo que… que yo tengo toda la culpa… no hace falta que nadie me lo diga… yo me basto y me sobro para sentirme así… y nadie entenderá nunca como me siento… E: ¡Tú no eres la victima Maca! – soltó – ¡tú no eres la que ha sentido como todo en lo que creía se destruía de la mano de la persona que querías! – siguió atacando… porque su única defensa era un ataque,

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porque no podía permitirse dejarse vencer – ¡Tú no tienes ni idea de lo que es odiar a quien más amaste y saber que nunca te quiso! M: ¡Te quise! ¡Te quiero! – gritó. E: ¡No sigas mintiendo! – increpó dando un paso la frente, haciendo que ambas quedaran de nuevo paradas… Y fue una locura, un acto irracional, quizás un error más que apuntar. Fue algo que no pudo detener, una fuerza increíble que se adueñó de cada poro de su piel, fue lo menos sensato que pudo hacer… Quiso repetir que la quería, quiso demostrarle que la amaba. Cuando Esther dio aquel paso… quiso hacerle ver que era sincera y se equivocó… una vez más se equivocó. Porque sabía que ella no quería, porque sabía que no debía… porque no era justo… Y aún así lo hizo, de una manera lenta y algo fiera a la vez, la tomó de las caderas, la acercó a su cuerpo, la miró tan solo un instante y sabiendo que se arrepentiría la segundo siguiente… simplemente la besó. Aún podía sentir su mano clavarse ruda en su mejilla, aún sentía el picor y el quemar del golpe, aún veía sus ojos teñidos de un color rojizo por la furia, varios días después podía sentir con total y absoluta claridad el sabor de sus labios, el roce de su lengua… la calidez de su cuerpo junto al suyo… Sí, se había llevado un buen tortazo y aún le dolía la cara pero… la había besado. Había vuelto a sentir el temblor involuntario de su cuerpo… fue tan solo un segundo pero valió la pena… claro que valió la pena… En su casa, Esther no había dejado de protestar y bufar una tras otra vez tras aquel beso. Su humor más irascible y huraño que antes no dejaba títere con cabeza… todos a su alrededor soportaban como podían aquella ira de Esther y solo Pedro lograba que estuviera algo calmada… Se había quedado a gusto después de cruzarle la cara pero había sentido una sensación de vulnerabilidad que aún le perduraba y sobre todo la cabreaba mucho más de lo que había estado antes… ¿qué se creía? ¿Qué podía besarla de esa manera y que ella le contestaría? ¡Por supuesto que no! y aunque tenía claro aquello, una parte de su corazón se había sentido cálido entre aquellos brazos que la habían atrapado contra su voluntad… y más le fastidiaba, más se enfadaba… más la odiaba… Después de mucho insistir Claudia había logrado que Esther asistiera a esa cena con algunos compañeros del hospital. Intentando que su humor cambiara, que se riera un poco y se olvidara de todo había logrado arrastrar a la enfermera a aquel restaurante donde ahora daban cuenta de varios platos y alguna que otra botella de vino… 217

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Por momentos Esther se mostraba ausente y bebía con lentitud de su copa, en otros parecía tomar parte en alguna conversación pero su mente estaba lejos de allí… en un aparcamiento, en un beso que sin poder evitarlo había despertado en ella más de lo que quisiera… Cuando terminaron la cena decidieron ir a un pub cercano a tomar una copa, Esther declinó la idea alegando estar cansada y tras mucho insistir sin conseguir nada Claudia y los demás vieron como la enfermera tomaba rumbo contrario a ellos y se dirigía a casa. Sentada en el sofá miraba unas fotos que le había hecho a Pedro el día anterior cuando Diego lo había llevado al parque para estar con ella. Parecía que el pequeño, cada vez que se veían se mostraba más a gusto, habían reído y habían jugado y Maca, sin olvidar la cámara había sacado un montón de instantáneas de aquel principito que la traía loca. Levantó la mirada de una de las fotografías para encontrarse con otra de Esther, de hacía ya algunos años e instintivamente se llevó la manos a los labios, repasándolos. Cerró los ojos pudiendo percibir cada una de las sensaciones que había experimentado en el instante en que la había besado de nuevo. El timbre de la puerta sonó haciéndole mirar el reloj extrañada. Dejó las fotos sobre la mesilla y dio un trago al vaso de agua que reposaba justo al lado. Levantándose y acercándose hacia la entrada para abrir llevándose una de las sorpresas más fuertes en mucho tiempo. M: Ho… hola – saludó muy atónita. E: ¿Pu… puedo pasar? – preguntó mirándola de manera extraña. M: Claro – dijo cediéndole el paso y cerrando la puerta tras ella - ¿Le ha pasado algo a Pedro? – preguntó preocupándose E: Tranquila, Pedro está bien… está con Diego – sonrió levemente al ver su rostro algo miedoso – vengo en son de paz – afirmó regalándole una sonrisa algo más amplia que la anterior. M: Ya… yo… bueno siento lo del otro día – soltó – no debí besarte así. E: ¿Por qué? – preguntó haciendo que Maca la mirara mucho más sorprendida que antes - ¿Acaso no quisiste besarme? M: Eh… sí, claro – dijo muy fuera de juego – pero… volví a cagarla… 218

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E: No, Maca – Y la empresaria no sabía a qué venía aquello – ese beso me ha abierto los ojos ¿sabes? Me ha hecho darme cuenta que… M: Qué… - la invitó a seguir. E: Que aún te quiero – soltó haciendo que el corazón de Maca diera un enorme vuelvo – sabes yo… te he odiado… o creí odiarte… me hiciste mucho daño Maca – continuó – y aún así… después de ese beso yo… no he podido dejar de pensar en ti. M: Yo… yo tampoco he podido dejar de pensar en ti – dijo con una gran esperanza… ¿Estaban firmando la paz? – No sabes… lo mucho que siento lo que pasó… lo que te hice fue… horrible – sintió que una vez más los ojos se llenaban de lágrimas – horrible – repitió. E: Shh – dijo acercándose a ella – no digas nada Maca – bajó el tono tomándola de la cintura – mírame – lo hizo - ¿Me quieres? – preguntó ¿Aún me quieres? M: Con toda mi alma – declaró con todo el corazón – nunca he dejado de quererte… te quiero más que a nadie en este mundo… E: Y yo a ti – dijo haciendo que Maca no pudiera creerse lo que estaba escuchando – no he podido olvidarte por más que lo he intentado y cuando me besaste en el aparcamiento me di cuenta que tampoco quiero olvidarte… y me da igual lo que nos haya pasado… me da igual lo… lo que hicimos en el pasado, Maca… porque ahora mismo solo… solo quiero… - dejó de hablar para mirar sus labios y morderse los suyos. M: ¿Queé… qué quieres? – preguntó necesitando que se lo dijera, ya había metido muchas veces la pata, no volvería a equivocarse por mucho que quisiera hundirse en esa boca que la llamaba. E: Quiero tenerte… - susurró cerca de su oído y Maca cerró los ojos como si estuviera en un sueño – quiero volver a estar contigo… quiero que hagamos el amor – seguía susurrando, incitándola, acariciándola lentamente por encima de la ropa – te quiero a ti – terminó de decir. Y Maca la miró, la miró y entre lágrimas, casi sin poder creérselo la besó poniendo su vida entera en ese beso, regalándole el alma, el corazón, su cuerpo… sus sueños… regalándole todo su ser… sintiendo que la amaba más que nunca… prometiéndose no volver a cometer errores y vivir solo para hacerla feliz… 219

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Esther correspondía al beso, perdonándola, queriéndola, llevándola hasta el cielo tan solo con un roce… devolviéndole la vida en un segundo… Y se dejaron llevar por aquel sueño hecho realidad, Maca entre lágrimas y risas nerviosas la tomó en brazos y puso rumbo al dormitorio… La desnudó con delicadeza, creyendo que si no tenía cuidado se desvanecería como el humo de un cigarro, la besó con una pasión repleta de ternura, la acarició llenándose con cada textura… Esther correspondía a cada una de sus caricias, haciéndolas más profundas, más reales… se besaba cada vez con más rapidez… se acariciaban como si nunca lo hubieran hecho antes… Cayeron en la cama entre besos robados y susurros ahogados, dejándose llevar por la pasión desbordada, regalándose gemidos, miradas y leves sonrisas cortadas por la necesidad de tomar aire… M: Te quiero – le susurró Maca una y mil veces mientras no dejaba de acariciarla, de besarla por todo el cuerpo… La enfermera la miraba, sonreía y volvía a besarla, hundiendo la lengua en su boca y creando un beso desgarrador… moviendo sus caderas con más rapidez al sentir como las caricias de la que un día fue su mujer la seguían excitando como el primer día. M: Te amo – declaró la empresaria llegando a su pecho, jugando con el pezón al tiempo que una de sus manos se perdía entre los pliegues de su sexo, casi llorando de felicidad al sentirla de nuevo temblar bajo su cuerpo… - te amo… no sabes cuanto te amo – decía en el mismo tiempo en que sus sexos se unían en una comunión y armonía perfecta. Sus movimientos se hicieron más precisos, más rápidos, más intensos, llevándolas a alcanzar el cielo, llevándolas a tocar las estrellas en una noche que siendo real pareció el más dulce de los sueños. No había abierto todavía los ojos y su rostro lucía una amplia sonrisa. Desnuda sobre la cama rememoraba los hechos de la pasada noche. La llegada de Esther, los besos, las caricias y sobre todo ese perdón que había hecho de ella la mujer más feliz del planeta. No sabía como ni porqué pero lo que sí sabía era que Esther la había perdonado, que

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se habían amado como lo hicieran antaño y que de ahora en adelante todo tenía sentido para ella. Se dio la vuelta en la cama necesitando verla, abrazarla, volver a amarla y se sorprendió al ver el otro lado del colchón vacío y frío. Frunció el ceño ligeramente y de nuevo sonrió con amplitud. Estaría en la ducha, seguro. M: ¡Mi amor! – dijo elevando la voz para hacerse oír - ¡mi vida ven a la cama que es muy temprano! – la llamó de nuevo queriendo pasar con ella más tiempo disfrutando la una de la otra. Pero Esther no contestó y Maca pensando que estando bajo el agua de la ducha no se enteraría decidió ir a buscarla. Con una sonrisa cómica y una camiseta que le cubría, salió de la cama y anduvo hasta la puerta del baño. Extrañada al no escuchas el sonido del grifo abrió encontrándose con que allí no había nadie. De nuevo cerró la puerta y volvió sobre sus pasos hasta el dormitorio, donde se percató que la ropa de Esther no estaba por ningún lado. “Habrá ido a comprar algo para desayunar” pensó para sí misma, pese a que en su interior un fuerte miedo se hacía presente, pero ¿A qué tener miedo? Si la propia Esther había dicho que la amaba… que la perdonaba… que volverían a estar juntas. Decidió preparar café, si Esther había salido a comprar seguro que no tardaría en llegar, así que pensó que tal vez le diera una sorpresa al encontrarlo ya todo preparado para un desayuno especial. Puso la mesa organizándolo todo con mucho cuidado. Salió a la terraza e inclinándose un poco llegó a cortar unas flores de una de las macetas de la vecina y sonriendo por su “gamberrada” las colocó al lado del plato que había dispuesto para Esther. La cafetera le avisaba que el café ya estaba terminado, miró el reloj de la cocina… ¿Por qué tardaba tanto? Sirvió sendas tazas y se dispuso a esperar. Diez minutos después y comenzando a preocuparse en demasía decidió llamarla al móvil, cuando cogió el teléfono para marcar, se dio cuenta que no tenía su número. Se maldijo a sí misma y sopesando la posibilidad de ir a buscarla dio con algo en lo que no se había fijado en todo el tiempo. Sobre la mesita baja del salón una nota esperaba por ser leída. Dejando el teléfono en su lugar se acercó y tomó aquel papel entre sus manos, seguramente Esther había ido a trabajar y aquella era su forma de darle los buenos días… recordó que eso era lo que solían hacer durante su matrimonio cuando una de las dos tenía que irse antes que la otra despertara. Con ilusión… irradiando felicidad a quilómetros, desdobló el papel para leer lo que había escrito en ella. 221

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“Ahora sabrás lo que se siente” Sin entender lo que quería decir, releyó una y otra vez aquella escueta, corta, fría y dura frase y todo a su alrededor pareció volver a hundirse. Todo su mundo volvió a caer al vacio dejando una sensación de soledad, dolor y angustia creciendo en su interior con toda la fuerza de un huracán… Cuando entendió lo que aquellas palabras guardaban su alma volvió a romperse en trozos demasiado pequeños como para poder ser recuperados… Cuando Esther llegó a casa lo hacía con un nudo en el estómago. Se sentía mal, realmente mal… cuando había salido del piso de Maca, a hurtadillas, como un delincuente y le había dejado aquella nota algo dentro se había movido, haciéndole sentir mal con ella misma… Entrando en el salón se encontró con Diego quien dormía en el sofá, dejó el bolso y la chaqueta sobre la mesa y sin hacer ruido con los tacones tomó rumbo a la habitación de Pedro. El pequeño dormía en su cuna con tranquilidad. Lo miró, lo arropó, lo acarició levemente y sin poder evitarlo comenzó a llorar. Lloró sin consuelo, sintiendo remordimientos de conciencia, sabiendo que se había pasado. En un primer momento, cuando aquella idea se había pasado por su cabeza por primera vez le pareció algo con lo que se sentiría mejor, algo con lo que vengarse por lo que Maca le hizo y sin embargo sentía que algo había muerto dentro de ella. Sentía rabia por ella misma, por su modo de comportarse. No podía negar que había sido mágico, que Maca le había hecho el amor como nunca… demostrándole que de verdad la amaba y quizás eso era lo que más le atormentaba, aceptar que Maca sí la amaba… siempre había creído que era más fácil si pensaba que nunca la quiso, de ese modo se escudaba en aquello para alimentar su odio… pero estaba claro que Maca la quería, había sentido como esa noche Maca la había amado más que nunca… y cuanto más lo pensaba más lloraba… Su malestar era demasiado fuerte, sus lágrimas no dejaban de salir de sus ojos… tenerla de nuevo entre sus brazos había sido algo que jamás pensó volvería a ocurrir, y sin embargo ella misma había provocado aquello, viendo sinceras las caricias de Maca, sus lágrimas, sus gemidos… y peor se sentía… porque ella no era así… realmente ella no era así… y en el fondo de su corazón, oculto, perdido, ignorado y disfrazado de odio, sabía que, de un modo absurdo e

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insensato y a pesar de todo… ella también la quería… y por quererla la odiaba… En el piso de la empresaria, en el suelo, hundida, destrozada, Maca lloraba con aquel papel entre sus manos. Había tocado un sueño con las manos y se había desvanecido en una hoja de papel, en una sola frase. Sentía su cuerpo temblar, sentía que las fuerzas se escapaban por la ventana y solo quedaba ese llanto amargo que no podía parar. Quería gritar y ni la voz le salía. Estaba perdida, más perdida que nunca… la sensación de abandono volvía a instalarse en su cuerpo como la primera vez que la sintió siendo una niña, con la diferencia de que ésta vez sabía que ella había sido la que provocó todo aquello hacía ya casi seis años… cuando decidió que Esther sería su esposa, cuando quiso cobrar esa maldita herencia. Pero ya lo había pagado… lo había pagado, perdió a Esther, no estuvo al lado de su hijo cuando nació y vivía con la culpa de saber que la había herido… ya lo había pagado, mucho más después de esa noche donde todo volvió a romperse de nuevo y sí, sabía que se lo había ganado a pulso pero… ya estaba hundida, ya estaba sufriendo lo indecible, ya había pagado sus errores. De nuevo miró aquella nota, las palabras se clavaban como dagas afiladas “Ahora sabrás lo que se siente” “ahora sabrás lo que se siente” “Ahora sabrás lo que se siente” una y otra vez aquellas palabras que no dejaban de decirle que tenía que aceptar que Esther ya no la quería, que realmente la odiaba y que nada podía hacer contra eso… Y las lágrimas dejaron de caer, quedando en un estado ausente, ido, con la mente muy lejos de allí, sintiendo que se había quedado sin corazón, que su capacidad de sentir se había esfumado, que ya nada tenía sentido… que ya nada podía hacer… que todo se había acabado entre ellas. Pedro jugaba en su manta mientras Esther, sentada en el sofá, lo vigilaba al tiempo que bebía una taza de té. Su mente parecía bien lejos de allí y sus ojos mostraban las ojeras y el cansancio acumulado, llevaba dos noche sin poder conciliar el sueño, dos noches en que las mismas imágenes se presentaban ante ella como una película cada vez que cerraba los ojos.

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El sonido del timbre hizo que dejara la taza sobre la mesa y mirando un segundo a su hijo llegó a la puerta, sin mirar de quien se trataba abrió sin pensarlo demasiado. M: Hola – saludó con voz queda. E: Hola – contestó del mismo modo. M: ¿Podemos hablar? – preguntó sin moverse de su posición. E: Pasa – dijo abriéndole la puerta para que entrara… realmente tenían una conversación pendiente. P: ¡Aca! – soltó Pedro al verla entrar, alzando los brazos para que lo cogiera. M: Hola mi amor – saludó alzándolo en brazos y besándolo levemente, ante una Esther que se quedó parada al ver por primera vez esa escena - ¿Cómo estás campeón? – preguntaba con tristeza mientras lo volvía a besar. E: Ehh… Maca yo… - pronunció después de unos minutos atenta a la escena. M: No – la cortó con calma, dándose la vuelta aún con el niño en brazos y quedando frente a ella – Por favor, Esther no… no comencemos una conversación que pueda seguir dañándonos… por favor – casi suplicó y Esther asintió con la cabeza, quizás era mejor así, quizás las cosas debían ser así – solo he venido para decirte que he pedido la custodia compartida y – miró al pequeño – quería pedirte que la aceptaras… será más fácil así. Si las dos estamos de acuerdo no tendremos que ir a juicio y, todo será más rápido. E: Ya – y no podía apartar la vista de aquella imagen, descubriendo que posiblemente sería la última vez que la viera. M: He hablado con Ana – seguía – ella hará de intermediaria por mi parte y supongo que Diego lo hará por la tuya… así evitaremos vernos – continuó haciendo reales los pensamientos de Esther. E: ... M: Dadas las circunstancias, Esther, creo que será mejor así – siguió diciendo ante el silencio de la enfermera – ya nos hemos hecho suficiente daño como para seguir rasgando la herida y está claro que

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verme… vernos – se corrigió – no hace más que destruirnos un poco más y… creo que ya ha sido suficiente. E: Sí, supongo que es mejor así – contestó dándole la razón. M: Ahora lo único que debe interesarnos es el bienestar de Pedro – continuó – creo que en eso ambas estamos de acuerdo – Esther asintió. E: Él es ahora lo importante, tienes razón – contestó. Quedaron mirándose un instante, sabiendo que aquella conversación era una despedida necesaria por ambas partes. El final de un capítulo de sus vidas, a veces amargo y otras dulces, pero le final de una historia que a ambas las había marcado, que las había cambiado. M: Será mejor que me vaya – dijo haciendo amago de irse – espero que seas feliz, Esther – declaró con total sinceridad – de todo corazón espero que seas feliz. E: Tú también – contestó con un nudo en la garganta. M: Sí, claro – dijo sintiendo que se le quebraba la voz. E: Maca – la paró viendo que ya llegaba a la puerta, la empresaria se dio la vuelta para mirarla – yo… - quedó callada un segundo, mirando aquellos ojos que habían sido su vida entera – estoy de acuerdo con lo de la custodia – dijo exhalando todo el aire que tenía en sus pulmones. M: Gracias – susurró clavando la mirada en ella. Toda su vida en común pasó por sus ojos, viéndose casi reflejadas en la mirada de la otra. Los buenos momentos, los malos… todo pasó entre ellas, sabiendo que aquello era el final, que aunque se quisieran o no, se habían hecho demasiado daño como para intentar poner remedio. M: Adiós, Esther – pronunció antes de abrir la puerta. E: Adiós, Maca – contestó viendo que ya salía. Era extraño, era difícil, pero era lo que tenía que ser. Habían cometido, ambas, muchos errores, en momentos distintos, de formas distintas pero ya se habían provocado demasiadas lágrimas la una a la otra… Era lo mejor que podían hacer, poner distancia, alejarse la 225

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una de la otra, sin descuidar a Pedro, el único nexo de unión entre ellas que siempre estaría uniendo sus vidas, desde ahora separadas… ¿y quien sabía? Quizás el tiempo curara heridas, quizás el tiempo las hiciera olvidar, tal vez el paso de los días, de los meses, de los años, lograra borrar los malos momentos, lograra curar sus almas, tal vez solo así conseguirían estar en paz con ellas mismas, quizás el paso del tiempo fuera el único que podría lograr que fueran felices… o quizás no. CUATRO AÑOS MÁS TARDE Salía del coche quitándose las gafas de sol, acercándose a la puerta para elevar la mirada sobre los demás a la espera de verlo. Sonrió ampliamente cuando lo vio salir, con su mochilita cargada al hombro y su chaqueta en la mano. Se acercó más entre la gente y cuando Pedro la vio, salió corriendo hacia ella que se agachó y abrió los brazos para esperar su embestida. P: ¡Mami! – gritó el niño ya a escasos metros de ella – ¡has venido por mi, mami qué bien! – decía contento de verla. M: Claro que sí, mi amor – sonrió elevándolo en brazos y besándolo – que te toca hoy conmigo, ¿te acuerdas? P: Sí, ¡jo, mami que bien! – repitió el pequeño. M: Venga, campeón, vamos al coche – lo dejó en el suelo tomando su manita - ¿Quñe tal el cole cariño? – preguntó. P: Súper bien, mami – decía contento – he metido tres goles – le contaba M: ¿¡Tres!? ¿Tantos? – preguntó con una enorme sonrisa una vez llegaron al coche y lo abrió para que Pedro entrara a la parte trasera ¿Y quien hacía de portero? P: Luís – le seguía diciendo mientras su madre lo acomodaba en la silla y le ponía el cinturón – pero es muy malo – explicaba – todo el mundo le marcaba, pero yo el que más. M: Claro que sí – lo besó – si es que mi niño es el mejor. P: ¿Y sabes qué, mami? – Maca ya estaba arrancando el coche – que Alberto va a tener un hermanito o hermanita.

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M: ¿Sí? – contestó poniendo atención a todo lo que le decía su hijo – estará contento ¿no? P: Sí, dice que le va a dejar todos sus juguetes y que lo va a cuidar porque va a ser su hermano mayor y que tiene que enseñarle muchas cosas. M: Claro, mi amor, es que eso hacen los hermanos mayores – sonreía mirando a su hijo por el retrovisor. P: ¿Yo puedo tener un hermanito mami? – preguntó haciendo que Maca lo mirara detenidamente. M: Pues no sé, cariño – contestó – a lo mejor algún día si tu mamá quiere tener otro hijo o yo… no sé. P: Ya… ¿Y un perrito? – preguntó con tranquilidad - ¿Puedo tener un perrito mami? M: Pedro… eso ya lo hemos hablado – contestó. P: Jo mami pero yo quiero un pero – repitió – porfa, porfa, porfa – pedía. M: Ya veremos ¿vale? – le dijo sabiendo que poco podía negarle a su hijo – lo pensaré. P: Vale – contestó – pero le voy a llamar coco. M: Como tú quieras, pero aún no he dicho que sí – le advirtió con una sonrisa. P: Vaaaleee. Al cabo de unos quince minutos de intensa conversación con su hijo, sobre como quería que fuera su futuro perro, llegaron al fin a casa. Bajando a Pedro del coche lo tomó de la mano y subieron en el ascensor, nada más entrar por la puerta Pedro dejó caer su mochila y corrió a su cuarto. Maca se agachó para recogerla y sonriendo fue a llevarla hacia la habitación. M: Pedro no saltes en la cama – le dijo al ver que como siempre, había ido corriendo para ponerse a botar sobre el colchón. P: Es que está guay – decía como si fuera la cosa más normal del mundo. 227

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M: Sí pero no se hace – contestó haciendo que se parara – y me voy a enfadar si vuelves a hacerlo. P: No mami que te pones muy fea – decía abrazándose a ella. M: ¡Pero bueno! – protestó – anda, trasto, vamos a preparar la comida – se levantó de la cama, dejando paso a Pedro que como buen niño inquieto fue directo a la cocina a “ayudar” a su madre. P: ¿Podemos ir luego al parque? – preguntó. M: Si te portas bien, sí – contestó haciendo un gesto de advertencia – pero antes vamos a ir a ver a la tita Ana que tiene ganas de verte. P: Vale, pero luego al parque – repitió. M: Sí, luego al parque – lo cogió para sentarlo en la mesa – y ahora a comer, campeón – dijo dándole un beso cariñoso y disponiéndolo todo para comer y sonriendo a más no poder, como siempre hacía cuando tenía a su hijo con ella. Cuando Esther entró en casa lo hacía con el rostro cansado tras un duro turno en el hospital, lo único que le apetecía era comer algo y tumbarse en el sofá a descansar un poco. Dejó la chaqueta en el perchero y al entrar en el salón no pudo más que sonreír. E: ¿Y esto? – preguntó mirando a su alrededor. -

¡Ey! – salió de la cocina – ya estás aquí – llegó a su lado y la besó – hola, cariño.

E: Hola – contestó al beso sonriendo - ¿Y todo esto? – preguntó mirando todo lo que había organizado. Los cojines del sofá estaban en el suelo alrededor de un mantel con varios platos de comida, dos copas y vino ya abierto, un par de velas, la luz bajada y la música suave conseguía un ambiente relajado y romántico. -

Esto es para que te relajes – la besó una vez más – porque sé que has tenido un día duro y aprovechando que Pedro no está pues… he dicho, voy a prepararle algo tranquilo a mi chica.

E: Me encanta – sonrió besándola una vez más – y me encantas tú – sonrió haciendo que Raquel sonriera también.

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R: Me alegro – contestó – ven, siéntate aquí – dijo haciendo que se sentara en uno de los cojines – y… a ver, prueba esto – dijo llevándole a la boca un poco de algo que había en uno de los platos. E: Umm… - lo saboreó – me encanta. R: Ahora un poco de vino – dijo sirviendo su copa y dándosela para que tomara un sorbo – y… - la besó hundiendo la lengua en su boca, Esther correspondió al instante. E: Esto sí que está bueno – susurró volviendo a atrapar sus labios – ven aquí… R: No, no – se alejó juguetona – luego, ahora vamos a comer. E: Eres perversa – le dijo con una sonrisa amplia. R: Sí, pero aún así me quieres – contestó con chulería - ¿Qué tal el trabajo? Comenzaron a hablar de trabajo, de cómo había ido el día a cada una de ellas. Esther le explicó el fatídico turno que había tenido y Raquel, siguió intentando relajar a su chica. Terminada la comida, Raquel no dejó que la enfermera se levantara y fue ella quien recogió todo lo que había preparado. Esther permanecía sentada entre cojines y disfrutando de su copa de vino mientras cerraba los ojos escuchando la música. R: ¿Estas bien eh? – decía mirándola desde la puerta de la cocina. E: Estoy en el cielo ahora mismo – sonrió hablando con los ojos cerrados. R: Aún hay otra cosita, así que no te acomodes – le advirtió haciendo que la enfermera abriera los ojos para mirarla – ven – le tendió la mano y Esther la cogió al instante. E: Eres un encanto – dijo abrazándose a ella – y te quiero. R: Y yo a ti – contestó besándola, sintiendo como Esther profundizaba el beso y buscaba algo más – eh, eh – la paró – quieta señorita que aún no hemos llegado a esa parte. E: Con lo que te gusta a ti esa parte – sonrió pícara. R: Luego – susurró en su oído – ahora vamos a darnos un buen bañito. 229

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Dicho esto abrió la puerta del baño dejando ver un montón de velas que fue encendiendo al tiempo que Esther entraba y miraba la bañera ya preparada. Se quitaron la ropa mutuamente y entraron en la bañera quedando Esther de espaldas a Raquel, quien la abrazó y comenzó repartir caricias por su cuerpo. E: Umm… qué gusto – decía totalmente relajada. R: Aja – afirmó de igual modo - ¿Sabes que la semana que viene tengo unos días libres? – preguntó después de un silencio cómodo E: Sí, me lo dijiste – contestó afirmando con la cabeza. R: Y he pensado que podríamos irnos a algún sitio – besó su cuello – tú y yo… las dos solitas… a Pedro le toca con Maca ¿no? – preguntó queriendo saber si no estaba equivocada. E: Sí… le toca con ella – contestó con naturalidad – pero no sé si podré pedir los días en el hospital… R: Anda – insistió cariñosa – eres la jefa… seguro que puedes – continuó – va… imagínatelo, pasar tres días solas… sin niño… sin nadie alrededor… disfrutando de nosotras – mientras decía todo esto no dejaba de besarla por el cuello y susurrar en su oído mordiendo su lóbulo, al tiempo que sus manos, bajo el agua hacían más sugerentes sus caricias – di que sí… anda… di que sí – siguió diciendo sintiendo como Esther se estremecía con sus caricias. E: Vale – contestó en un gemido – iremos donde tú quieras – terminó de decir dándose la vuelta con urgencia para fundirse en un beso profundo que fue el preludio de lo que pasaría después. Eran las nueve de la noche cuando Pedro, una vez había terminado de cenar se fue directo al salón con la intención de ver una vez más su película favorita. Pese a estar bastante cansado con el día que habían pasado junto a Ana en el parque, no podía evitar siempre hacer lo mismo. Maca saliendo de la cocina mientras recogía todo vio como su hijo introducía el disco en el DVD y se paró dejando lo que estaba haciendo. M: Pedro, anda, deja eso que ya es tarde y tienes que dormir – dijo acercándose a él. P: Un ratito, porfi – pidió.

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M: No, nada de un ratito que tienes que ir a la cama – apagó la televisión y sacó de nuevo el disco para dejarlo en su caja – mañana antes de que venga tu tío Pedro a recogerte te la pongo un rato pero ahora a la cama – dijo cogiéndolo en brazos. P: Jo, no tengo sueño – protestaba el pequeño. M: Anda que no – sonreía – si casi te quedas dormido con la cena – llegó a la habitación y lo dejó en la cama, Pedro cansado, se metió bajo las sábanas – así, muy bien, mi amor. P: Mami – dijo ya tumbado del todo. M: Qué – se sentó a su lado. P: ¿Por qué mamá y tú no vivís juntas como los padres de Alberto? – preguntó, pese a que ya alguna que otra vez había hecho la misma pregunta, tanto a Esther como a ella. M: Pues… porque un día, mamá y yo nos dimos cuenta que no éramos felices juntas y no te podríamos hacer feliz a ti – contestó con paciencia – así que decidimos que era mejor vivir en casas distintas y de ese modo poder ser felices cada una por nuestro lado, y tu mamá ahora es feliz con Raquel y yo también lo soy, pero sobre todo queremos que tú estés contento y seas muy, muy feliz. P: Ya… - decía como pensando – yo estoy contento mami – dijo con una sonrisa – porque tengo dos mamás, dos casas, dos cuartos… es guay. M: Pues eso es lo importante, mi amor – contestó dándole un beso – venga, a dormir que es tarde. Cuando vio que Pedro se dormía salió de la habitación y regresó al salón terminando de recoger lo que allí quedaba. Cuando acabó, se sentó en el sofá a ver un poco la tele pero no había nada que le interesara. Fijó su vista en una fotografía y suspirando cogió el móvil y buscó en la agenda su número. M: Hola – saludó una vez descolgaron – soy yo… siento lo del otro día… ya, ya lo sé… ¿puedes venir y hablamos? … No, es que tengo a Pedro hoy y acabo de acostarlo… Vale, te espero… Irune que… vale – suspiró – ahora hablamos.

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Colgó el teléfono y quedó mirando la pantalla. Su relación con Irune de un tiempo a esta parte hacía aguas por todos lados, pero tenía que intentarlo, quería salvar lo que tenían y… tenía que intentarlo… Un rato después unos golpes en la puerta le dijeron que ya estaba allí, siempre precavida Irune prefería no llamar al timbre para no despertar a Pedro. Dejó los informes que se había puesto a repasar y fue a la puerta para abrir y encontrarla frente a ella. Se miraron un instante y esbozaron una sonrisa. Maca abrió más la puerta para que pasara y la chica entró quedando a un lado. M: Hola – saludó acercándose a ella para besarla. I: Hola – contestó tras el beso - ¿Cómo estrás? M: Bien… bueno, algo cansada – sonrió – ya sabes como se pone Pedro cuando vamos al parque… he tenido que salir corriendo tras él unas cuantas veces. I: Sí – sonrió levemente – es un terremoto tu hijo. M: Ya… - la miró mientras entraban en el salón – ha preguntado por ti esta tarde, le dije que tenías que trabajar. I: He salido tarde hoy – contestó – me hubiera pasado su hubiera podido. M: Lo sé. Quedó mirándola durante un instante, ninguna de las dos sabía qué decir y ambas tenían claras muchas cosas. Irune se movió en el sofá y Maca se tomó sus manos, se acercó para besarla y la chica no opuso resistencia. Se besaron lentamente, con calma, saboreando sus labios con paciencia… I: Maca… - dijo separándose un poco de ella. M: Irune… yo lo siento – contestó – Siento como me puse el otro día… estaba muy liada en la oficina y… la empresa no va muy bien – declaró – intento que todo vuelva a ser como antes pero… me está costando más de lo que creía. I: Lo sé, Maca y… te entiendo ¿vale? – dijo con calma – pero las dos sabemos que ese no es el problema – terminó de decir acariciando su rostro – hace tiempo que estamos mal, Maca… y no es problema de tu empresa o de mi trabajo… 232

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M: Ya… - dijo bajando la cabeza – pero… todas las parejas tiene crisis, cariño – continuó – podemos superarla y… I: No… - la cortó – no podemos… lo hemos intentado ya varias veces, Maca pero… esto no funciona – terminó de decir. M: Haremos que funcione, Irune… por favor – le pidió – yo te quiero y sé que tú me quieres… I: Sí… te quiero y también sé que me quieres – afirmó – pero no de la forma en que deberíamos – siguió – cariño – acarició de nuevo su mejilla – hemos pasado juntas más de un año y ha sido maravilloso, pero desde el principio las dos sabemos que faltaba algo… M: Yo… I: No – la cortó una vez más – tú no tienes la culpa – le dijo – las dos tenemos parte de culpa, porque siendo sinceras Maca, ni tú ni yo nos hemos implicado al cien por cien – continuó – por las razones que sean… lo que falta en esta relación, sea lo que sea, falta por ambas partes, no solo por la mía o por la tuya… M: No puedo hacer nada ¿verdad? – preguntó, luchar por algo que estaba acabado, que ella tenía tan claro, sabiendo que se daría de bruces con una negativa… ¿serviría de algo? – No puedo hacer nada por… por hacer que te quedes a mi lado… - dijo sintiendo ganas de llorar. I: Lo siento – contestó bajando la cabeza – hay… hay veces que… que no se puede hacer nada… Y tú lo sabes… M: Lo sé – afirmó – y supongo que tengo que dejarte marchar… decía con tristeza – no he conseguido hacerte feliz… I: No digas eso – volvió a levantarle el rostro para que la mirara – he sido muy feliz contigo… - afirmó – pero no podemos dar más de lo que nos hemos dado… y mejor… mejor dejarlo ahora, Maca e intentar ser amigas – afirmó – yo no quiero dejar de verte… no quiero estropear la amistad que teníamos antes… M: Lo siento – decía dejando escapar una lágrima – lo siento. I: Shh… es mejor así ¿vale? – Maca asintió con la cabeza – escúchame… me tendrás aquí siempre que me necesites… pero como amiga… 233

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M: Tú a mí también – afirmó limpiándose esa osada lágrima que caía por su rostro y mirándola con una sonrisa – Te quiero ¿sabes? I: Lo sé – afirmó – yo también te quiero – contestó, dándole un abrazo cariñoso… sabiendo las dos que aquello había terminado, que su relación se terminaba en ese punto para dejar paso a una amistad fuerte, como siempre debió haber sido por mucho que ellas se empeñaron en convertirlo en algo mayor. Habían pasado dos semanas desde que hicieran aquella escapada donde habían disfrutado la una de la otra. Un fin de semana en la sierra, donde se dedicaron a hablar sobre ellas y sobre el futuro… El futuro… últimamente no pensaba en él. Se limitaba a vivir día a día con su hijo, a estar bien con Raquel, a… a ser feliz. Pero el futuro no era un tema que tocaran demasiado y pensaba que ella tampoco lo hacía, sin embargo ese fin de semana le había demostrado que sí que pensaba en ello y mucho más de lo que creía. “R: ¿Y si nos vamos a vivir juntas?” Aquella pregunta tenía claro que un día llegaría pero no pensaba que fuera tan pronto…bueno, tal vez pronto no era lo más correcto de decir, pero sí tan de repente, sin tan siquiera haberlo sopesado antes… no, Raquel se había limitado a dejarlo caer como quien habla de cualquier cosa y ella simplemente la había mirado sin saber qué contestar… “R: Piénsalo – le había dicho – no tienes que contestar ahora” Y no había contestado, necesitaba pensarlo un poco más… aunque ya llevaba días dándole vueltas y sabía que su chica comenzaba a ponerse nerviosa al ver que la respuesta no llegaba. Aparcó el coche y miró a su alrededor… hacía tanto que no iba por allí… dejó de ir porque aquel lugar se había convertido en algo que le hacía daño y ahora volvía sintiendo como esa herida había dejado de sangrar. Cuatro años después, Esther volvía a esa “cita” con las estrellas. Sintió el frescor del césped bajo sus pies y comenzó a andar inspirando fuertemente el aire menos contaminado de la ciudad. Se alejó del coche adentrándose en aquel paraje que tan especial fue una vez y que aún seguía guardando muchos secretos…

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Llegó al claro y quedó parada por la imagen que se presentó ante sus ojos. A unos metros más adelante, un telescopio montado esperaba que alguien mirara por él, a su lado, una manta resguardaba de la tierra la silueta de una mujer que reconocería en cualquier parte. Miraba el cielo dejando volar sus pensamientos, preguntándose una y otra vez por qué no había funcionado aquella relación con Irune teniendo muy clara la respuesta. Vio pasar una estrella fugaz y cerró los ojos pidiendo un imposible. Cuando los abrió, escuchó pasos tras ella y se levantó algo asustada quedando parada ante una Esther que la miraba desde lejos. En esos cuatro años se habían visto tan solo en contadas ocasiones. En alguna charla de padres en el colegio de Pedro o en la última actuación de fin de curso. Siempre rodeadas de gente y siempre sin cruzar más que un educado saludo y dos o tres palabras más. Ninguna de las dos había propiciado un acercamiento en solitario ni había hablado con la otra de algo que no estuviera relacionado con Pedro. Eran Diego y Ana los que se encargaban de transmitir lo necesario sobre las visitas o si el niño estaba malo o como organizarían las vacaciones. Y ahora ahí estaban, una frente a la otra, solas, en aquel lugar donde un día se entregaron la una a la otra sin medidas. M: Yo… yo ya me iba – dijo levantándose del todo y yendo hacia el telescopio. E: Puedes quedarte – contestó con tranquilidad – no me molestas. La miró un segundo y se volvió a sentar en su lugar. Esther anduvo unos pasos y quedó a su lado. Mirándola por el rabillo del ojo sacó sus cosas de la mochila que portaba y se sentó a su lado. Ninguna decía nada, ni siquiera se miraban y sin embargo había algo en el ambiente que las hacía sentirse terriblemente bien. M: ¿Pedro? – preguntó aún sin mirarla. E: Diego se ha quedado con él – contestó con tranquilidad. De nuevo en silencio, debían reconocer que algo incómodo. No habían estado tanto tiempo juntas en mucho tiempo y no habían hablado mucho en cuatro años. Ahora, de nuevo ahí, solas, una al lado de la otra, debían reconocer que existía cierta incomodidad. E: Siento que lo tuyo con esa chica… - dijo para romper un silencio que no aguantaba 235

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M: Irune – pronunció al ver que Esther no seguía. E: Eso, Irune – continuó – siento que no saliera bien. M: Sí… - contestó mirando al cielo – se veía venir… no te creas – contestó, ella tampoco podía soportar aquel silencio. E: Pensé que os iba bien – contestó – Bueno… según lo que decía Pedro… M: Ya… - dijo mirándola un segundo – no iba tan bien como parecía… no estábamos enamoradas… nos queríamos y nos queremos pero… no estábamos enamoradas. E: Lo siento – contestó mirándola tan solo un instante. M: ¿Tú con Raquel? – preguntó. E: Bien, bien – contestó con rapidez – me ha… me ha pedido que vivamos juntas – Esther bajó la cabeza, Maca la miró súbitamente. M: Vaya eso… eso es bueno sí – contestó bajando ella echándose sobre la manta y mirando el cielo. E: Sí, sí lo es – contestó imitando su gesto. M: Me alegro – le dijo mirando al cielo – de verdad me alegro. E: Gracias – contestó mirando las estrellas. M: ¿Cómo lo hiciste? – preguntó sin mirarla haciendo que Esther la mirara a ella - ¿Cómo has logrado que salga bien? E: No entiendo – dijo volviendo al vista al cielo. M: Yo… he tenido dos relaciones desde que… - la miró – bueno, desde aquello… y… no he conseguido… no he logrado que salieran bien, no consigo hacer que funcionen. E: Tal vez no has encontrado la persona adecuada – dijo volviendo la mirada y la empresaria la miró con profundidad. M: ¿Raquel lo es? – preguntó, aunque más bien quiso afirmar.

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Ante aquella pregunta, Esther volvió la vista una vez más al cielo, no sabía qué buscaba entre las estrellas y tampoco sabía como contestar a esa pregunta. Era extraño, hacía cuatro años que casi no se habían visto y mucho menos hablado, la última vez que lo hicieron fue demasiado doloroso y ahí estaban, hablando de ellas mismas, no había rencores, no había reproches y sin embargo no llegaban a estar del todo cómodas. E: ¿El trabajo qué tal va? – cambió de tema radicalmente y aunque Maca lo notó, lo aceptó sin muchos reparos, también ella necesitaba cambiar de tema. M: Bueno… no muy bien – de nuevo habían perdido la vista en el cielo – la crisis nos está dando algún problema… E: Seguro que lo solucionas – intentó animar – y si no… bueno… supongo que sigues teniendo la herencia ¿no? – soltó y una vez más, Maca volvió la vista hacia su exmujer. Y Esther se arrepintió de haber dicho aquello al instante… no pretendía que sonara así, no pretendía que sonara a reproche, no había querido volver a aquel tema… Suspiró y volvió a quedar mirando al cielo. Ahora veía la oportunidad de aclarar algunas cosas, de aclarar aquello que quedó sin resolver en su momento, y quizás ya no tenía sentido pero ahora que por fin, después de tanto tiempo hablaban con tranquilidad, pensó que sería el momento de decir las cosas claras. M: La herencia… - repitió dejando salir el aire de sus pulmones – la herencia la doné al completo a distintas asociaciones benéficas – Esther la miró, aquello no se lo esperaba – bueno… todo no, solo conservé la empresa… fue lo único de lo que no pude desprenderme y está todo a nombre de Pedro… E: ¿La donaste? – preguntó casi sin creérselo - ¿Cuando? M: Al día siguiente de recibirla – contestó sin mirarla. E: Pero… - no sabía muy bien qué decir - ¿Por qué Maca? Si… hiciste todo lo que hiciste por esa herencia, ¿por qué luego la donaste? M: Por que no la quería – contestó – yo… cuando te conocí era estúpida… - le dijo – muy estúpida… una niñata que no había madurado y que solo quería una cosa y era conservar mi vida tal y como la tenía… y siempre creí que no… que no me importaría nada – Esther cerró los ojos casi dolida – pero… no pude ¿sabes? – decía sin ser capaz de mirarla – me enamoré de ti – declaró – te quise de 237

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verdad… con toda mi alma y… me olvidé de la herencia, de esa cláusula, me olvidé incluso de avisar a Alfonso para que rompiera los malditos papeles del divorcio – continuó, la miró un segundo sin encontrarse con su mirada – solo quería estar contigo y simplemente me olvidé de todo y me centré en la felicidad que sentía a tu lado… así que… cuando… cuando recibí la herencia… todo había cambiado… tú hiciste que cambiara y yo lo único que quería era tenerte a ti, no esa herencia – dijo quedando callada. Esther quedó callada sin mirarla… no sabía como tomarse todo aquello, era algo que alguna vez, muy superficialmente había sopesado pero siempre se había quitado aquellas ideas de la cabeza, solo eran ilusiones suyas… M: Una vez dijiste una cosa en la que tenías toda la razón… - siguió ella diciendo al ver que Esther no decía nada – dijiste que no respetaba a mi abuela y… Tenías razón – declaró sintiendo un nudo en el estómago – porque… no respeté su voluntad, no hice lo que ella quiso…. Así que por ti, por ella, y por mí misma no podía aceptar esa herencia… E: No puedo creer que renunciaras a la herencia – decía sin asimilar lo que aquello significaba. M: Puedes comprobarlo cuando quieras – contestó mirándola un segundo – Esther… yo no quería dinero, no quería cinco o seis casa, no quería nada… solo te quería a ti, aunque fuera debajo de un puente… te quería a ti y quería a ese niño que no llegamos a tener… - dijo mirándola – aunque no lo creas siempre quise tener hijos contigo – continuó – y perder a aquel niño fue… horrible… E: También para mí lo fue – continuó. M: Lo sé – la miró – lo sé… y tampoco estuve a la altura entonces… dijo bajando la mirada – me… me cerré y quise pensar que no ocurrió. E: Yo tampoco estuve a la altura… y nunca debí ocultarte lo de Pedro – dijo ahora ella – pero estaba tan enfadada… tan dolida contigo… M: No tienes que disculparte – la cortó – lo entiendo ¿sabes? Entiendo porqué lo hiciste… pero bueno – dijo intentando recomponerse – afortunadamente Pedro es un niño feliz y nosotras… también lo somos ¿no? - De nuevo sus ojos se encontraron ¿Realmente eran felices? – aunque yo ahora no esté pasando por un buen momento… pero bueno… tú sí eres feliz y… eso es lo importante… que Pedro y tú seáis felices. 238

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De nuevo un silencio intenso entre ambas. Esther asimilaba aquella nueva información. Maca la quiso, la quiso hasta el punto de renunciar a aquello que siempre habría creído ser su prioridad. La quiso… de verdad la quería… La empresaria, por su parte, miraba al cielo una vez más, no había pretendido nada con aquellas palabras, porque ya era tarde para pretender algo, pero al menos le había dicho lo que pasó y tal vez, Esther la odiara un poco menos… E: ¿Por qué has venido aquí? – preguntó tras un buen rato de silencio más cómodo que antes. M: Es día 20 – contestó como si fuera obvio. E: Ya… - dijo mirando a la nada. M: Suelo venir todos los días 20 siempre que puedo – le informó. E: Yo… es la primera vez que vengo en mucho tiempo – contestó ella. M: Lo sé – continuó “Hasta eso te quité” pensó para sí misma. Un nuevo silencio, parecían que ahora lo buscaban, sin saber qué decirse, como si todo estuviera dicho ya pese a que quedaban muchas cosas en el aire. Pero ese silencio que se instauraba entre ellas se había vuelto cómodo, reconfortante, como si les dieran una seguridad que no tenían… y en mitad del mutismo compartido, resonó una risa algo inquieta. Esther miró una vez más a su lado, y vio a Maca riéndose sin tapujos. E: ¿Y ahora de qué te ríes? – preguntó casi contagiándose de su risa. M: He… he recordado una cosa jaja – reía. E: ¿Qué? – sonreía contagiada. M: ¿De verdad miraste por internet como se hacía el amor con una chica? – preguntó entre risas. E: ¡Por favor! – contestó recordando aquello – sí, lo miré jaja – reía – quería… quería saber como… bueno nada. M: Tranquila – dijo dejando de reír – al final… fue bastante bien – le dijo mirándola – bueno… mucho más que bien… 239

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E: Sí – contestó con una leve sonrisa. En aquel paraje, bajo aquel cuadro de estrellas, de noche, solas y cuando por primera vez habían hablado con calma, no era el mejor momento de hablar de aquellas cosas… no, claro que no lo era… así que Esther se irguió quedando sentada, Maca la imitó preguntándose porqué justo en aquel momento había recodado aquello. E: Creo que voy a irme – le dijo – ya es tarde. M: Claro – contestó mirándola – Esther que… me ha alegrado que hayamos podido hablar… E: Sí… - contestó escuetamente recogiendo sus cosas. M: Parece que… después de tanto tiempo… somos capaces de hablar con calma… incluso somos capaces de reírnos juntas – dijo sacando sus pensamientos. E: Sí… ya no duele – le dijo mirándola a los ojos. M: No, ya no duele – contestó ella del mismo modo. La enfermera terminó de recogerlo todo y se alejó de allí con la mochila al hombro. Respirando con profundidad y obligándose a no mirar hacia atrás. Maca la miraba desde su posición y cuando la perdió de su vista volvió a tumbarse mirando al cielo… había sido una conversación tranquila, pausada… en la que habían aclarado algunas cosas pese a que aún tendrían que aclarar más… y como había dicho Esther… ya no dolía… lo cual significaba que ya, Esther debía haberla olvidado. Maca había llegado a Madrid a primera hora de la mañana después de tres días de intensas reuniones, una en Barcelona, otra en Londres y una tercera y de última hora en Lyon. Había pasado más horas en un avión que en tierra durante esos días y aun queriendo llegar a casa a descansar no podía hacer más que meterse en la oficina y continuar intentando arreglar el desaguisado en el que parecía haberse convertido su empresa. La crisis económica, como a todos, también le afectaba a ella. Las ventas habían bajado casi en un 40% y habían tenido que abaratar costes para conseguir mantener el 60 % restante. Su jefe de contabilidad le había recomendado un recorte de personal al que no estaba dispuesta. Así que debía buscar soluciones y hacerlo con 240

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urgencia. De ahí que hubiera tenido que ser ella de nuevo quien se encargara personalmente de todas las reuniones tanto nacionales como en el extranjero y conseguir así mantener los clientes que ya tenían y que comenzaban a dar visos de querer prescindir el contrato. Estaba cansada, ojerosa y le dolía la cabeza. Quería darse un buen baño, meterse en la cama, descansar un rato y ver a su hijo al cual no había podido ver en varios días, pero ahí estaba, con la mesa llena de informes y con los jefes de sección esperándola en la sala de juntas para una nueva reunión. Casi no había tenido tiempo de pensar y si era sincera, casi mejor así. Porque pensar en lo que había hablado con Esther, en la forma en que la había mirado no hacía más sino descubrirle que una parte de ella… una gran parte de ella aún la quería, aún la seguía a mando y precisamente por eso era por lo que ninguna de sus relaciones habían funcionado. Lo sabía, lo tenía claro y también era consciente que pese a todo, las cosas estaban como estaban y no iban a cambiar. Esther tenía una vida en la que ella ya no entraba, en la que ella tan solo era su exmujer… la que le hizo tanto daño… quizás un mal recuerdo… Lo que ella no sabía, era que Esther había pasado unos días confusos y un tanto ausentes… como si lo que pasara a su alrededor no tuviera nada que ver con ella y tan solo tuviera en la cabeza una cosa: Maca había renunciado a esa herencia porque de verdad la quería. Aquella confesión que en su momento no quiso asimilar, con el paso de los días se había convertido en el único pensamiento que reinaba en su cabeza. No lo había hablado con nadie, no se lo había contado a nadie, quizás porque hacerlo le haría sentirlo más real de lo que era… además, ella estaba con Raquel, la cual por cierto, estaba un tanto mosqueada con aquel ausentismo repentino de Esther y Maca ya no formaba parte de su vida… Pedro que disfrutaba de sus vacaciones, se mantenía inquieto, para él, era raro no ver a su madre en tantos días y eso lo tenía más nervioso que de costumbre. Solo se calmó, más bien poco, cuando Maca llamó desde el despacho para hablar con él. Sin embargo, tras el primer momento de tranquilidad, Pedro fue corriendo a su madre quien en el sofá, intentaba poner en orden su cabeza, como le venía pasando desde esa noche en la que Maca y ella, al fin, habían hablado con sinceridad. P: Mamá, mamá – llegó el niño sacándola de sus pensamientos – mami ya está aquí.

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E: Sí, lo sé cariño – contestó prestándole atención a su hijo y acariciando su pelo. P: Sí y dice que me ha traído un regalo – continuó el niño con ilusión renovada - ¿podemos ir a verla mamá? – preguntó el crío mirándola con ojos casi suplicantes. E: Está trabajando, mi amor – contestó con tranquilidad – además, el tito Diego no puede llevarte y la tita Ana tampoco está. P: ¿Y por qué no vamos los dos? – siguió diciendo Pedro. E: Pues porque no puede ser – contestó, ir a verla… no, no estaban las cosas como para ir a verla – está trabajando, cariño y no puedes molestarla. P: Pero no importa – insistió – ella me lleva algunos días y Julia me da caramelos y mami me deja sentarme en su silla grande y jugamos los dos allí. E: Ya, cariño, pero no es buena idea – volvió a decir. P: Por fi, mamá – volvió a pedir – quiero verla por fi, vamos, mamá, por fa – seguía insistiendo. Insistente como nadie Pedro logró que su madre, casi a regañadientes, se vistiera para salir. Dando saltos de alegría salía de la mano de Esther hacia el coche, al tiempo que ésta se repetía una y otra vez que aquella era la idea más estúpida de todas las ideas que había tenido de un tiempo a esta parte. Sorprendentemente, el tráfico de Madrid era fluido y despejado, por lo que llegaron a aquel edificio mucho antes de lo que pensaron. Ilusionado, Pedro volvió a salir del coche con una sonrisa enorme y tirando de la mano de Esther quien intentaba quedarse rezagada llegaron al ascensor, subiéndose a el y restando las distintas plantas que les quedaban para llegar a su destino. El ascensor se abrió y Pedro casi salió corriendo por auqle pasillo en dirección al despacho de Maca. Esther corrió tras él y cuando llegó junto a Julia, ésta la miraba como si hubiera visto un fantasma. E: Hola Julia – saludó con cordialidad. J: Ho… hola – dijo sin creerse aún a quien tenía delante.

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E: Perdona que vengamos sin avisar, pero Pedro se ha empeñado en ver a su madre – decía algo nerviosa. P: Hola Julia – saludó con una enorme sonrisa. J: Hola – dijo con alegría – cada día estás más grande ¿eh? ¿me das un beso? P: Sí – se lo dio - ¿Tienes caramelos? E: Pedro… - le riñó por el descaro. J: Tranquila, no pasa nada – dijo quitándole importancia – tengo por aquí algunos – decía mientras rebuscaba. E: Bueno… yo me voy a ir – se bajó para quedar a la altura de su hijo – dile a mami que te traiga a casa para cenar ¿vale? P: ¿No te quedas? – preguntó mirándola. E: No, cariño – le dio un beso – tengo que volver a casa, pero tú pórtate bien, ¿vale? P: Sí – afirmó convencido. J: ¿No va a esperar a que avise a Maca? – le dijo viendo que se marchaba. E: No, lo siento, se me hace tarde – dijo con premura – te lo dejo aquí – señaló al niño – espero que no os de mucha guerra. Sin esperar una respuesta Esther se dio la vuelta en dirección de nuevo al ascensor. Julia mirando como se marchaba y sin poder hacer nada, dio dos pasos hasta la puerta de su jefa. J: Maca, perdona, tienes una visita – dijo medio abriendo la puerta, con una media sonrisa. M: Dile a quien sea que venga más tarde – escuchó que decía la empresaria sin separar la vista del ordenador – estoy muy liada. J: Ya, verás, es que… no creo que pueda venir más tarde – decía sintiendo como Pedro casi la empujaba para hacerse paso. P: ¡Mami! – lo logró ante la sonrisa de la secretaria y el asombro de su madre. 243

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M: ¡Pero cariño! – dejó todo lo que estaba haciendo para levantarse e ir hacia su hijo - ¿qué haces aquí? – decía sonriente. P: Sorpresa mami – contestó el crío – quería verte… M: Y yo a ti mi amor – decía dándole un montón de besos – te he echado mucho, mucho, mucho de menos. P: Y yo, mucho, mucho también – contestó en sus brazos. M: ¿Quién te ha traído cariño? – preguntó mirando hacia fuera viendo que allí no había nadie. P: Mamá – contestó, Maca lo miró interrogante – dice que me lleves a casa para cenar. M: ¿Has venido con mamá? – preguntó de nuevo. P: Sí. M: ¿Y donde está? – preguntó bajándolo y saliendo fuera del despacho. J: Acaba de marcharse – contestó Julia – Dijo que tenía cosas que hacer… - miró a Maca sacando una sonrisa – tal vez aún la pillas en el ascensor. Dejando a Pedro un segundo con Julia, Maca salió casi corriendo hacia donde había dicho su secretaria y allí, pulsando repetidas veces el botón, Esther esperaba a que llegara el ascensor para poder marcharse. M: Por mucho que aprietes no llegará antes – dijo con una leve sonrisa y la enfermera cerró los ojos de espaldas a ella - ¿Ni siquiera ibas a saludarme? – preguntó viendo que no se movía – Esther… E: Tengo cosas que hacer, Maca – contestó llamando de nuevo. M: ¿Y no pueden esperar? – preguntó una vez más – no será mucho tiempo… solo… un café por… por aquello de compensarte por haber venido hasta aquí para traerme a Pedro… - dijo con el deseo oculto de una respuesta afirmativa – va Esther, solo un café… - pidió de nuevo viendo que la enfermera no contestaba, haciendo que Esther sonriera al pensar de donde había sacado su hijo esa insistencia que le caracterizaba – solo quince minutos… ¡cinco! – continuó, y Esther 244

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se dio la vuelta para mirarla haciendo que Maca sonriera esperando que dijera que sí. Viendo la súplica en sus ojos aceptó aquel café simplemente con un movimiento de cabeza y comenzando a andar hacia el despacho de nuevo. Maca que casi no se creía lo que estaba viendo sonrió ampliamente y aceleró el paso para alcanzarla. M: Gracias – dijo una vez a su lado. Sin contestar llegaron a la oficina donde Pedro comenzó a dar saltitos de alegría, era la primera vez que estaba con sus dos madres juntas y para él era todo un acontecimiento. Ellas sonreían mirándolo y tras unos segundos Maca volvió al ordenador. M: Un segundo que termino esto y estoy von vosotros – decía mientras guardaba los archivos. P: ¿Mami, podemos ir a tomar un helado? – preguntó Pedro. E: No, cariño – contestó antes de que lo hiciera Maca – mami tiene que trabajar y nosotros nos iremos en seguida. M: Bueno… podrá tomarse ese helado si quiere – contestó ella – esto lo dejo listo y sigo luego… E: Ya pero… M: No estaremos mucho tiempo, lo prometo – dijo cortándola con suavidad. Escasos minutos después, cuando Maca terminó de organizar algunas cosas, salían del edificio hacia una cafetería cercana. Se mostraban nerviosa, Esther preguntándose qué hacía allí y Maca queriendo que aquel escaso rato fuera especial para la enfermera. P: Quiero ese mamá – le dijo Pedro a Esther señalando uno de los helados que promocionaba un cartel. E: ¿Ese? – lo señaló ella - ¿No es muy grande Pedro? Mejor este, cariño – señaló otro más pequeño. P: No, ese – volvió a decir. M: Déjale que pida el que quiera, Esther – sonrió yendo hacia la barra - ¿tú qué vas a querer? ¿Café con leche? 245

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E: Sí… - dijo viendo como Maca ya pedía al chico que las atendía. Con el pedido hecho, fueron a una de las mesas, Pedro no dejaba de mirar hacia la barra a la espera de su helado. Maca miraba a Esther y ésta se entretenía mirando por la ventana, sintiéndose observada por la empresaria que no quitaba la mirada de ella. M: ¿Qué tal todo? – preguntó viendo que Esther no estaba por la labor de empezar una conversación. E: Bien… bien – contestó mirándola un segundo – últimamente todo está tranquilo por el hospital. M: Me alegro – afirmó - ¿Y con Raquel? – se atrevió a preguntar - ¿Vais a vivir juntas? E: Maca… - pronunció mirándola - ¿De verdad quieres que hablemos de nuestras cosas como si fuéramos dos viejas amigas? – dijo haciendo que Maca se pusiera algo seria por su respuesta. M: Bueno, podríamos intentarlo – contestó tras unos segundos. E: Pedro, cariño – dijo a pequeño - ¿Por qué no vas a pedirle al camarero un vaso de agua? P: Vale – contestó Pedro levantándose y andando hacia la barra bajo la atenta mirada de sus madres. E: A ver, Maca – dijo tras un suspiro – la conversación que tuvimos el otro día… fue reveladora y sí, hasta nos reímos – Maca asentía – pero eso no quiere decir que de la noche a la mañana tú y yo podamos ser amigas – declaró. M: Ya… - desvió la mirada - ¿Tan malo fue? – preguntó y viendo que Esther no contestaba volvió a preguntar – nuestro matrimonio… ¿tan malo fue para ti? E: Uff… no es eso – le dijo – pero nos hicimos mucho daño. M: También fuimos felices ¿no? – insistió. E: Maca… - pidió – mira, hubieron muchas cosas buenas y sí, llegamos a ser felices… pero todo lo que pasó después, todas las mentiras, todo lo malo que hicimos las dos, porque las dos cometimos errores, casi eclipsaron los buenos momentos – continuó – y que el 246

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otro día hablásemos, fue… bonito, fue… esclarecedor en algunos sentidos, pero tú y yo no podemos ser amigas… M: ¿Por qué? – preguntó – si ni siquiera lo intentamos no lo sabremos… E: Porque yo aún no confío en ti – soltó, haciendo que Maca quedara bastante parada ante aquella afirmación – tú lo dijiste una vez… ya no soy la que era y me cuesta confiar en la gente… contigo me cuesta mucho más – declaró. M: ¿Entonces… aquí se acaba todo? – preguntó sintiendo ganas de llorar – ¿solo nos une Pedro? E: No lo sé – contestó, realmente no lo sabía, porque una parte de ella quería mucho más, pero sí era cierto lo que le había dicho…– yo… nosotras – se corrigió – rompimos casi lo más fundamental, Maca y es la confianza en otra persona… recuperarla no es fácil, muchas veces no se consigue y… yo… yo no sé si… M: Voy a demostrarte que puedes confiar en mí – la cortó. Era impensable que todo acabara ahí, no quería que terminara ahí, la quería, había aceptado que aún la amaba y aunque supiera que tal vez nunca volvieran a estar juntas, al menos quería ser parte de su vida, aun siendo solo como una amiga - voy a demostrarte que he cambiado y… voy a ganarme esa confianza y volver a… P: Mamá, el camarero me ha dado mi helado – dijo contento llegando hasta ellas, haciendo que Maca se cortara en lo que estaba diciendo y que Esther agradeciera la llegada del pequeño terremoto que había sido como una tabla de salvación en una conversación de la que no quería saber el final. Una semana más tarde, después de mucho pensarlo, de darle mil vueltas, de sopesar todos los pros y contras, de rechazar la idea y volver a retomarla, de ilusionarse y sentir que estaba haciendo las cosas mal, Esther al fin se decidió: Le diría a Raquel que aceptaba irse a vivir con ella. Era lo más sensato, lo más lógico, lo más normal tras un buen tiempo de relación, era lo que tocaba, lo que debía ser, lo que… quería. Así que ahí estaba, compaginando su turno en el hospital con la maraña de pensamientos que se agolpaban en su mente queriendo hacerse fuerte mientras ella intentaba realizar su trabajo como bien podía.

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Raquel le daba estabilidad, le daba cariño, amor. Confiaba en ella, sabía que no le fallaría, la quería… así que lo mejor era terminar con ese absurdo embobamiento que sufría, acabar con aquella locura transitoria que le estaba haciendo más mal que bien y reorganizar su vida, reencauzar su vida con la que había sido su compañera, su amiga, su confidente, su amante durante ese tiempo. Raquel era su mujer y lo más natural era dar un paso más en esa relación y por supuesto, la última conversación con Maca, no tenía absolutamente nada que ver con aquella decisión. Terminaba un turno lento y tranquilo. Salía de vestuarios con el móvil entre las manos mientras le mandaba un mensaje a su chica quedando con ella cuando ésta saliera de trabajar. Con un “tenemos que hablar, nos vemos en mi casa cuando acabes. TQ” le daba a la tecla de envío cuando ya Teresa le sacaba el parte de salida para que lo firmara. T: Parece que te esperan – dijo con algo de seriedad volviendo la vista hacia la puerta. E: Maca… - susurró – hasta luego Teresa – se despidió dirigiéndose hacia allí – Hola… ¿qué haces aquí? M: Venía a invitarte a comer – sugirió. E: ¿Y Pedro? – preguntó – le tocaba contigo. M: Está con Ana – contestó – lo he dejado un momento con ella para venir a recogerte… pensé que podríamos comer los tres juntos – decía de carrerilla – como le hizo tanta ilusión estar con las dos el otro día. E: Ya… - “A Pedro, a ti… a… Céntrate Esther” – pues… es que no sé si voy a poder. M: Bueno, no estaremos mucho tiempo – continuó – el necesario para comer juntas y… EL teléfono móvil de Esther comenzó a sonar haciendo que la conversación se cortara, sacando el móvil del bolso miró la pantalla y por un instante miró a Maca dudando si cogerlo o no. La empresaria nada más ver la cara que se le había quedado supo quien llamaba así que con un movimiento de manos le instó a que contestara. E: Hola, cariño – se dio la vuelta y Maca bajó la cabeza – no, acabo de salir, aún estoy aquí… no, no, no es nada malo – sonrió y Maca sintió 248

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la ira de los celos recorriéndole por entero, pero se contuvo, se los tragó, como había hecho siempre desde que Raquel apareciera en la vida de Esther, manteniéndose calmada y ecuánime – sí, nada, solo quería decirte algo… no seas tontita – continuó – luego te lo digo… vale. Luego te veo. Un beso cariño… y yo… - colgó y volvió a girarse – Era… M: Raquel, sí – terminó de decir por ella – lo he notado – dijo sacando una sonrisa de donde no la tenía – bueno… esto… ejem… - se aclaró la voz - ¿comemos juntas o…? E: No creo que… M: Por favor – pidió – solo es una comida… no va a pasar nada… E: No, Maca, de verdad – continuó – además he quedado con Raquel después de comer en casa y no quiero que se me haga tarde. M: Vale – se dio por vencida – pero al menos deja que te lleve. E: Eres igual de insistente que tu hijo – sonrió – pero he traído mi coche. M: Sabes no sé como… como voy a poder ganarme de nuevo tu confianza si no dejas que me acerque a ti ni para invitarte a comer o a un café – dijo decepcionada, muy decepcionada, durante esa semana la había llamado un par de veces encontrando siempre negativas y comenzaba a desesperarse. E: Ya te lo dije… no puedes pretender que todo sea de un día para otro – contestó. M: Y no pretendo que lo sea – rebatió – y sé que es un proceso lento y no me voy a dar por vencida – continuó – quiero que vuelvas a confiar en mí y lo voy a conseguir – Esther la miró – sabes lo cabezota que puedo llegar a ser y que tengo claro que si no quieres verme hoy, si no quieres que te invite a comer o que te lleve a tu casa, no lo haré, no insistiré más y te dejaré ir… - hizo una pausa para mirarla con profundidad a los ojos – pero mañana volveré aquí, estaré esperando a que salgas y volveré a intentarlo, volveré a invitarte… y así hasta que consiga que me des una oportunidad… solo una… porque te juro Esther que si me la das, no pienso desaprovecharla… E: Vas a presentarte todos los días a las puertas del hospital para invitarme a comer – repitió sacando una sonrisa, le había hecho

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ilusión verla tan convencida de algo, le hacía gracia verla como antaño… M: Cada día – corroboró con seguridad – hasta que… hasta que aceptes. E: ¿Y si no acepto nunca? – preguntó sin poder dejar de sonreír. M: No importa, seguiré viniendo – dijo sonriendo ella también “al menos de ese modo te veré” quiso decir y se guardó sus palabras – seguiré viniendo todos los días hasta que sea viejecita y tengan que traerme mis nietos en una silla de ruedas… Esther la miró, viendo la certeza en sus ojos, sabiendo que Maca volvería al día siguiente si decía que no, y el siguiente y el otro y todos los días hasta que aceptara, sabía que Maca lo haría, y no pudo reprimir una sonrisa… E: Nada de burguer – le dijo en forma de amenaza y Maca no pudo más que ampliar su sonrisa y llevar la ilusión a sus ojos – que sé que Pedro pedirá ir al burguer y seguro que tú le dices que sí. M: Nada de burguer – repitió ella – prohibido – dijo con solemnidad. E: Vale… pues vamos – continuó – Pero eso sí – soltó con un tono un pelín de advertencia – no puedo volver muy tarde a casa… he quedado con… M: Lo sé – la cortó – lo sé, cuando tú digas nos iremos – aceptó pese a que le hubiera gustado pasar la tarde con ella, la tarde, la noche, el día siguiente y la siguiente tarde y la noche siguiente y la otra… y todas las tardes y las noches del resto de su vida… La comida estaba resultando mucho más amena y relajada de lo que podían haber imaginado al principio, sin duda, gracias a Pedro y Ana quien había sido la invitada de ultima hora y la que se encargaba de sacar conversaciones no demasiado comprometidas y de darle otro cauce cuando veía que podía desembocar en un aire incómodo. Pedro también ayudaba a ello contando sus mil y una peripecias, sus nuevos descubrimientos en el colegio y lo mucho que le gustaba jugar al futbol con sus amigos. De esa forma, lograron centrarse en cosas tal vez algo intrascendentes pero que al mismo tiempo las había llevado a pasarlo bien y casi olvidarse del mundo exterior.

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Hablaron casi y sobre todo del trabajo, de cómo le iba a Esther en el hospital, de las virguerías que tenía que hacer para cuadrar las vacaciones de sus chicas ya que por lo visto, todas querían cogerlas el mismo mes… E: Puff… es que no hay manera – seguía diciendo – si le doy a Laura la primera quincena resulta que viene Olga y se queja porque ella quería también esa quincena – medio protestaba – total, que ahí estoy, intentando hacerlo al gusto de todos. A: Tampoco puedes pretender que todo el mundo esté contento – le rebatió – porque siempre alguien se seguirá quejando. M: Sí, y además, no sé – continuaba ella – porque si lo haces así, ¿Cuándo te tomas tú las vacaciones? E: Pues no sé… - la miró – cuando pueda – contestó – cuando tenga cuadrados sus turnos entonces decidiré yo los míos. M: Tendrás que avisarme – continuó – para ver como lo hago yo y organizarnos con Pedro. E: Lo sé – dijo como si fuera obvio – espero que en un par de días pueda tenerlo resulto, así que ya te diré algo. M: Vale – continuó más conforme. E: ¿Y tú Ana? – preguntó - ¿Tienes pensado donde vas a ir? A: Aún no – le dijo – yo también estoy esperando a ver qué hace aquí mi amiga – Esther miró a Maca. M: Es que quiero llevar a Pedro a Dysney y… Ana se ha apuntado P: ¡Dysney! – dijo el crio ilusionado a la vez que alucinado - ¿Vamos a ir a Dysney? M: Si te portas bien sí – le dijo – así que ya sabes lo que tienes que hacer. P: Sí, mami, me portaré bien – contestó convencido - ¡Que guay! Verás cuando se lo cuente a Alberto – miró a Esther - ¿A qué es guay mamá? E: Sí, cariño – contestó sonriéndole al niño – muy guay.

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M: Puedes venirte tú también si quieres – la miró E: Sabes que nunca me subo a un avión – contestó. M: Sí, Es verdad – recordó lo que pasó aquella primera y única vez que intentó sorprender a Esther llevándola a comer a Paris y que al final todo salió fatal puesto que Esther tenía pánico a volar – solo a mí se me pudo ocurrir – soltó. E: Sí, solo a ti – contestó sonriendo al recordarlo – nunca te pregunté… ¿porqué querías llevarme a comer a Paris? – dijo haciendo que Ana quedara mirando aquella conversación en la que ni ella ni Pedro tenían cabida, sonriendo al verlas así de relajadas aunque un tanto a alerta por si tenía que volver a saltar para cambiar de tema. M: Quería impresionarte – dijo con sinceridad – aunque no salió nada bien. E: Bueno… impresionarme sí que me impresionaste – continuó – solo que… no se necesitan ese tipo de cosas para impresionar a alguien… M: Eso lo aprendí después – seguía mirándola con intensidad – alguien me lo enseñó, entre otras muchas cosas – dijo refiriéndose a ella. E: ejem… - desvió la mirada tomando un sorbo de su café - ¿Has pensado ya en lo que vas a hacer en la empresa? – fue ella quien cambió de tema, sin esperar que lo hiciera Ana. M: No… - contestó – aún estoy sopesando varias opciones – siguió – pero tengo que estudiarlo mejor. A: ¿Por qué no vendes parte de tus acciones, Maca? – preguntó interviniendo en la charla. A partir de ahí la conversación volvió a dirigirse a temas profesionales. Al mismo tiempo, Pedro quien hacía ya un rato había terminado su postre comenzaba a aburrirse sobre manera en aquel restaurante, mientras sus madres y su tía parecían muy entretenidas en esa charla de mayores de la que él no entendía absolutamente nada. E: ¿Pedro donde vas? – preguntó viendo que se levantaba de la mesa. P: Es que me aburro mamá – soltó el crío - ¿Podemos ir al parque? – preguntó mirando a sus dos madres. 252

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E: Pues… - miró el reloj - ¡Dios! – dijo alucinada - ¿Mi reloj está mal verdad? No pueden ser las cinco de la tarde. A: Sí, sí que lo son – contestó ella mirando el suyo – y por lo que veo somos las únicas que quedamos y el camarero nos mira con ganas de que nos marchemos. E: Mierda – protestó mientras sacaba el móvil del bolso – ¡joder! P: Anda mamá has dicho una palabrota – dijo tapándose la boca con las manos. M: Shh… ven con mami, cariño – contestó dándose cuenta de lo que le pasaba a Esther. E: Estoy sin batería, ¡joder! – se maldecía. M: Esther, el niño – le advirtió. E: Me tengo que ir – dijo cogiendo sus cosas rápidamente – luego te veo cariño – le dio un beso a su hijo – hasta luego – y salió corriendo de aquel restaurante, llegaba tarde, muy tarde y ni siquiera se había dado cuenta… ¿Cómo podía haberse olvidado de Raquel cuando estaba a punto de pedirle que fueran a vivir juntas? En el restaurante, Maca miraba la puerta por la que había desaparecido Esther, con Pedro sentado en sus piernas le dio un beso en la cabeza al tiempo que deseaba que Esther volviera a entrar. P: ¿por qué se ha ido mamá? – preguntó a Maca. M: Tiene cosas que hacer, cariño y se le ha hecho tarde – miró a Ana quien le respondió a la mirada dándole tranquilidad. P: ¿Y cuando vamos a volver a estar los tres juntos? – preguntó de nuevo – me gusta que estemos juntos. M: Y a mí, cariño – contestó – a mí también… - dijo aun sabiendo que aquello no era posible. Llegó a casa con los nervios a flor de piel y la sensación de culpabilidad por haberse olvidado de ella haciéndola sentir mal con ella misma. Abrió y cuando dejó la chaqueta escuchó ruido en la cocina lo que le dijo que Raquel ya estaba allí. Suspiró hondo, esperando ver su rostro enfadado y su mal humor, seguro que le 253

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había sentado como un tiro que se olvidara de aquella cita y ahora estaba segura que tendrían una bronca… Raquel no entendería que hubiera ido a comer con Maca y no le hubiese avisado… no, no lo entendería… se enfadaría, la decepcionaría… R: Hola, cariño – saludó Raquel con un beso en los labios, una sonrisa y sin ningún gesto que hiciera ver que estaba enfadada - ¿Cómo estás? ¿Cansada? E: Ehh… s…sí, un, un poco – dijo mirándola extrañada – siento haber llegado tarde… al final… R: Sí, ya me ha contado Teresa – le dijo cortándola con tranquilidad y haciendo que Esther estuviera aún más fuera de juego - ¿Has comido? – quiso saber – seguro que no te ha dado ni tiempo… E: He comido sí – contestó andando tras ella mirándola sin saber qué pasaba allí - ¿Cómo… como es que has hablado con Teresa? R: Al llegar y ver que no estabas me preocupé – le contestó con tranquilidad – así que llamé al hospital y me ha contado lo que ha pasado… - siguió - ¿Estás muy cansada? ¿De verdad que has comido? – repitió – pero comer, comer… no eso de un sándwich en cinco minutos entre operaciones… E: Sí, sí que he comido – continuó diciendo, ¿Qué le había dicho Teresa? R: Bueno… te creeré – dijo sonriendo – y cuéntame, ¿como han ido las operaciones? ¿Habéis conseguido salvar al niño? – siguió preguntando ante una Esther que no tenía ni idea de lo que le estaba diciendo – Teresa me dijo que había entrado muy, muy mal… menos mal que aun no te habías ido – continuó – eres la mejor enfermera del mundo… E: S… sí… sí que, que lo salvamos - la miró aún extrañada, tendría que hablar con Teresa… ¿A qué había venido aquello? Y lo más importante ¿Por qué ella no la sacaba de su error? R: Me alegro – la besó – si es que mi chica vale millones – continuó E: Y… ¿y tú como has pasado el día? – quiso saber, tragando saliva. R: Bien, bien – contestó – aunque me has dejado con el come, come por saber de qué querías hablarme.

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E: Ya… esto… bueno era sobre… - carraspeó – ejem… sobre lo de… lo de irnos a vivir juntas – soltó haciendo que Raquel al mirara esperando que siguiera – verás yo… creo que… que ha llegado el momento – dijo tal y como lo había ensayado varias veces, haciendo que su chica no pudiera más que sonreír – vamos que, que quiero que vivamos juntas – soltó. R: ¿De verdad? – preguntó con una enorme sonrisa. E: Sí – contestó contagiándose de ella – de verdad. R: ¡Dios! – exclamó – creí que me dirías que no… tenía tanto miedo – dijo abrazándola y Esther se dejó abrazar… así debían ser las cosas, era lo normal en una relación tan larga - ¿Sabes qué? – volvió a mirarla – vamos a buscar una casa para los tres – le dijo – una que nos guste y… la decoraremos juntas y haremos de ella nuestra casa… - terminó de decir. E: Nuestra casa – repitió. R: Sí, mi amor – decía besándola – nuestra… tuya y mía… nuestro hogar… Mientras Raquel hablaba, imaginaba, se ilusionaba, Esther no hacía más que preguntarse una y otra vez porqué no le había dicho la verdad sobre aquella comida, porque había dejado que la excusa de Teresa le sirviera de tapadera… no había estado haciendo nada malo, solo había ido a comer con su hijo, una amiga y la que un día fue su mujer pero que ya no era nada en su vida ni lo sería… se sentía mal, realmente mal y sin embardo dejó pasar los minutos, las horas, los días sin decirle la verdad. Había pasado una semana, habían visto unos cuantos pisos y no les gustaban ninguno… el primero tenía poca luz. El segundo era demasiado pequeño. El tercero tenía demasiada luz y el cuarto era demasiado grande para tres personas. Todos parecían tener fallos, todos parecían no ser los idóneos para ellas… y de una manera inconsciente era Esther la que le sacaba los fallos haciéndole ver a Raquel por qué no podían irse a alguno de ellos y logrando que ésta, tras pensarlo un poco le diera la razón. Durante esa semana, Maca había seguido llamándola, intentando quedar con ella, siendo atenta con ella e incluso facilitándole las cosas cuando necesitaba que se quedara con Pedro por alguna cuestión. La empresaria, cuando se enteró que estaban buscando un piso había quedado bastante tocada pero aún así no desistió, sabía 255

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que iba a pasar, lo tenía claro desde que Esther le contó la posibilidad de aceptar y… se había estado preparando para ello… al fin y al cabo, la enfermera tenía su vida formada con Raquel. Pedro había insistido varias veces tanto a Maca como a Esther en verse de nuevo todos juntos y pasar un rato en el parque o en algún lugar. Por suerte para la enfermera, las veces que había hecho referencia a aquella comida, Raquel no estaba con ellos, por lo que su “mentira” seguía sin descubrirse… y no podía dejar de quitárselo de la cabeza… los remordimientos no dejaban de atormentarla cada vez que lo pensaba y cuando veía a Raquel sentía la necesidad de decirle la verdad, era una tontería ocultarle algo como aquello, con eso solo lograba darle más importancia de la que tenía, convertirlo en algo malo cuando no había sido para nada algo reprochable… aún así, callaba y no se lo contaba, al fin y al cabo, pensaba, si no se lo había dicho el primer día ¿qué sentido tenía hacerlo ahora? Esa tarde, Maca se había presentado de nuevo en el hospital con el fin de invitar a Esther a tomar un café, la enfermera había declinado la invitación y por mucho que Maca insistió no logró una respuesta afirmativa, así que bajando los hombros y sintiéndose decepcionada subió a su coche y tras echarle una ultima mirada a la enfermera se fue adentrándose en el intenso tráfico de Madrid. Por su parte, Esther una vez la empresaria había desaparecido de su campo de visión, suspiró algo aliviada. No debía quedar con ella, no debía entrar en aquel juego, no quería hacerlo. Iba a vivir con Raquel, estaban buscando piso y tenía que centrarse en eso. Así que una vez más, dio una respuesta negativa a su invitación y sintiéndose agobiada entró en su coche y puso rumbo a casa. Una vez en casa se encontró con la luz bajada. Las persianas echadas dejando fuera el sol. Una música suave y relajante y un aire romántico que le encantaba. Raquel sentada en el sofá la esperaba con una sonrisa en los labios y una copa de vino entre las manos. R: Hola, mi amor – dijo sensual levantándose y acercándose a ella – espero que no vengas muy cansada – decía mientras la tomaba por las caderas – porque… lo que te tengo preparado, requiere hacer bastante ejercicio… E: ¿Y esto? – contestó con una sonrisa acariciando la cintura que dejaba al descubierto el pequeño top que llevaba puesto su chica.

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R: Sorpresa – susurró en su oído antes de morderle el lóbulo de la oreja – hoy tenemos toda la tarde y la noche para nosotras – decía con sensualidad – así que vamos a aprovecharla… E: Tengo que… que ir a recoger a Pedro – soltó sin ganas ninguna de moverse de allí. R: No, no – contestó llegando al cuello – he llamado a Diego y le he pedido que se quede con él – continuó – necesitamos intimidad – siguió diciendo – hace exactamente… cuatro días que no hacemos el amor – seguía mordiendo su cuello, al tiempo que comenzaba a meter las manos bajo la ropa – así que… E: Así que… - sonrió ella empujándola con parsimonia para llevarla hasta el sofá. R: Umm – soltó cuando ahora fue la enfermera la que comenzó a besar su cuello, para llegar escasos segundos después a su boca y besarla hundiendo la lengua en ella. Comenzaron un beso fiero, dejando que la pasión se hiciera más fuerte, dejando a sus manos vagar por sus cuerpos mientras se iban despojando de la ropa con urgencia. Raquel tomó a Esther de las caderas y en un movimiento absolutamente lujurioso la tumbó en el sofá y sobre ella comenzó a besarla por todos lados haciendo que la enfermera perdiera el aliento… E: Ummm…. Cariño – soltó en forma de gemido cuando Raquel empezó a indagar bajo sus braguitas. R: Uff… ¿te gusta? – dijo mirándola y viendo como cerraba los ojos totalmente entregada. E: Me encanta – contestó con un movimiento involuntario de sus caderas. Viéndola de esa guisa, Raquel se excitó mucho más, sabiendo que Esther estaba totalmente entregada a ella, a sus caricias, comenzó a darle movimiento a su mano, sonriendo al ver como Esther buscaba más contacto. Besando su pecho con ímpetu, acelerando más las caricias en su sexo, encendiéndose ella al verla disfrutar como lo hacía. E: Uff… más rápido – pedía con los ojos cerrados y sintiendo que le faltaba el aliento – más rápido, cariño… - y Raquel aceleró más sus caricias - así… así… sigue… sigue… sigue Maca… 257

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Sus ojos se abrieron como platos, sus movimientos pararon al instante y su cuerpo se tornó rígido en una fracción de segundo ¿Qué había dicho? ¿había nombrado a Maca en una situación como esa? Miró a Raquel, quien como ella se había quedado petrificada en el sitio. La miraba con una mezcla de enfado, decepción, dolor y rabia que casi daba hasta miedo. E: Ra… Raquel – consiguió articular aún sin haberse repuesto de aquella sorpresa que ni ella misma se había esperado. Raquel no contestó. Desvió la mirada y en un segundo cerró los ojos, se despegó de su cuerpo y sin decir absolutamente nada comenzó a vestirse. Sin hablarle, sin tan siquiera mirarla ni un instante, recogió sus cosas y se dirigió a la puerta. Nerviosa, confusa, impactada, Esther consiguió ponerse algo de ropa y salió corriendo tras ella. La encontró abriendo la puerta, así que en dos pasos llegó para lograr cerrarla de nuevo, Raquel quedó parada mirando la madera. E: Cariño… Con un movimiento brusco Raquel evitó que llegara a tocarla. Esther bajó la vista, aún preguntándose como había pasado algo como aquello. Espero unos instantes a que Raquel, al menos, la mirara, sin embargo no lo hizo y la enfermera más parecía perder los nervios. E: Raquel, por favor – dijo sintiendo como sus ojos se aguaban – no… no sé lo que me ha pasado… escúchame por favor… R: Ya hablamos – la cortó – en este momento lo único que quiero es escucharte – terminó de decir intentando abrir de nuevo la puerta. E: No… no espera por favor – volvió a pararla – por favor no quería decir eso… por favor, Raquel hablemos… R: Esther… - inspiró profundamente – es mejor que no hablemos ahora. E: Pero no puedes irte así… - continuó – no es lo que piensas… R: ¿Y qué se supone que tengo que pensar? – preguntó dolida – Te hago el amor y tú nombras a tu ex… ¿Qué es lo que tengo que pensar?

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E: Ha sido… ha sido un error… yo – no sabía como disculparse porque realmente no tenía excusa – no sé qué me ha pasado. R: Ja – rió irónica - ¿No sabes qué te ha pasado? – dijo elevando el tono - ¿No lo sabes? Porque está bastante claro – decía como si fuera obvia la respuesta. E: No… no es lo que estás pensando de verdad – repitió de nuevo. R: No repitas eso más – dijo mirándola con rabia – está claro lo que ha pasado – siguió – para ti la que te estaba follando era ella ¿no? Eso pensabas… ¡estabas imaginando que era ella la que te estaba follando no yo! E: No… claro que no… - dijo sin argumento alguno. R: Por favor, Esther – contestó cabreada – deja de negar lo evidente. E: Es que no es así… solo… R: Mira Esther, ¿sabes qué? – la miró – se acabó. E: Raquel, no, no por favor, no digas eso… R: Se acabó – repitió – esto se terminó… está claro que tú aún sientes algo por ella… joder si hasta la nombras cuando YO te estoy haciendo el amor – recalcó el yo – y no estoy dispuesta a soportar eso… E: Pero… - intentó intervenir. R: No…digas…nada – dijo con rabia haciendo pausas entre cada palabra – no digas nada – repitió más rápidamente – mejor ve a tirártela que es lo que estás deseando. E: Raquel… por favor – pidió de nuevo sintiendo ganas de llorar. R: Déjame salir, Esther – le pidió si no salía de allí iba a explotar y no quería. E: Escúchame, cariño – ignoró su pedido – te quiero… R: Vete a la mierda – continuó diciendo sin poder evitar su enfado – quítate de la puerta, Esther – decía perdiendo la paciencia. E: No, habla conmigo, por favor.

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R: ¡Que te quites joder! – dijo con locura y con un movimiento muy brusco la empujó para que se apartara y abriendo la puerta salió de allí como alma que lleva al diablo, sin ver como Esther se empotraba contra uno de los muebles de la entrada golpeándose la espalda. Días después, Maca, bastante preocupada miraba a su hijo el cual casi no había dicho ni una sola palabra desde que había ido a recogerle al colegio. Su profesora al verla le había comentado que había estado bastante retraído e incluso enfadado con todo el mundo. Sentada en el sofá, lo miraba colorear un dibujo que había comenzado a pintar nada más llegar a casa. Había llamado a Esther, quería hablar con ella y saber qué había pasado. Sin embargo, la enfermera no había contestado a ninguna de sus llamadas, cosa que por otra parte también la tenía algo triste, pues parecía que con ella daba un paso adelante para luego retroceder cuatro más. M: Pedro – lo llamó haciendo que el pequeño levantara la cabeza un segundo para volver a su dibujo – Pedro – volvió a llamarlo – ven, anda, ven conmigo. Pedro dejó de pintar y se levantó andando con rostro serio y triste hacia el sofá, la empresaria lo tomó en brazos y lo sentó en su regazo. El niño quedó mirando hacia el suelo y Maca lo besó en la cabeza y acarició su pelo. M: A ver… ¿qué le pasa a mi campeón eh? – le preguntó, Pedro se encogió de hombros – ¿no me lo quieres contar? P: No sé – dijo levemente. M: ¿Y por qué estás así umh? – insistió. P: No quiero que te enfades – dijo triste. M: Yo no me voy a enfadar, mi amor – hizo que la mirara - ¿Por qué crees eso? P: Porque mamá está enfadada – contestó. M: ¿Mamá está enfadada? – preguntó mirándolo extrañada, el niño asintió - ¿Y no sabes por qué? P: No – le dijo – pero grita… - continuó diciendo haciendo que Maca se preocupara bastante – y llora en su cuarto – siguió. 260

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M: ¿Llora? – decía inquieta. P: Sí – afirmó – y yo no quiero que esté enfadada. Quiero que esté como siempre – le dijo de nuevo bajando la cabeza. M: Pedro – levantó su mentón para que volviera a mirarla - ¿llora mucho? P: Sí – volvió a decir – y grita… el otro día le gritó mucho al tito Diego – contestó – y tiró el móvil al suelo y se rompió y se fue a su cuarto a llorar… - siguió diciendo tristemente. M: Ya… - no sabía que decirle, lo abrazó fuerte y lo besó en la cabeza mientras no era capaz de pensar en otra cosa que no fuera lo que le había dicho su hijo… ¿qué le pasaba a Esther? Muy, pero que muy preocupada, decidió llevar ella misma a Pedro a casa de Esther y así ver por sus propios ojos qué era lo que pasaba. Quería hablar con ella, saber qué le había ocurrido para que hasta el niño se diera cuenta y le afectara del modo que le estaba afectando. Llegaron y llamaron a la puerta, esperando un par de minutos hasta que a fin escucharon ruido tras la madera. A los pocos segundos una Esther con muy mala cara abría la puerta medio sonriendo a su hijo y clavando una seria mirada en Maca. E: Hola, cariño – dijo agachándose para darle un beso. P: Hola – contestó entrando. E: ¿Qué haces aquí? – preguntó levantándose y disimulando un gesto de dolor. M: Quiero hablar contigo – le dijo con algo de seriedad. E: Pues yo no quiero hablar contigo – contestó intentando cerrar la puerta. M: Esther – la paró – por favor – le dijo – quiero saber qué te pasa… el niño me ha dicho que… E: Lo que a mí me pase, Maca, no tiene nada que ver contigo – la cortó, lo único que quería era que se fuera, por ella estaba como estaba y no quería verla.

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M: Si tiene que ver conmigo cuando está afectando a nuestro hijo – contestó – así que vamos a hablar, por favor – dijo acercándose a ella y de modo inconsciente puso su mano en la espalda de Esther para dejarle pasar delante de ella… E: Auu ¡Joder! – protestó con un gesto de dolor. M: ¿Qué… qué pasa? – preguntó con preocupación al ver su gesto ¿qué tienes ahí? E: Nada – se alejó – no tengo nada. M: Esther, ¿qué tienes ahí? – volvió a preguntar acercándose – déjame ver – intentó levantarle la camiseta. E: No tengo nada, Maca, déjame – intentó esquivarla. M: Estate quieta – pidió levantando al fin la camiseta – ¿pero que…? ¿Qué te ha pasado? – dijo mirando aquel enorme morado que tenía en la espalda. E: Nada – se alejó. M: Esther, ¿qué es lo que está pasando? – dijo creando mil películas en su mente. E: No pasa nada, Maca, por favor, márchate y déjame sola… - pidió – no quiero verte Maca. M: No pienso marcharme hasta que no hablemos – dijo con seguridad sentándose en el sofá a la espera de que Esther hiciera lo mismo – pienso quedarme aquí hasta que me cuentes qué es lo que está pasando – sentenció, y Esther supo que no se iría… y una parte de ella misma se lo agradeció, esa parte que le decía que la necesitaba… sin embargo, otra le decía que la echara que por su culpa Raquel se había marchado… que de nuevo volvía para fastidiarle la vida… esta vez, tan solo con su presencia… Esther se sentó a su lado y comenzó a jugar con el filo de su camisa. Maca la miraba esperando que dijera algo pero ella no sabía por donde empezar. Estaba tan enfadada, tanto… con Maca por aparecer, con Raquel por dejarla pero sobre todo con ella misma, con ella por no haberla podido olvidar, por necesitarla, por desearla, por quererla… por no ser capaz de confiar en ella… por no poder seguir con su vida…

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M: Esther – dijo Maca sacándola de sus pensamientos – estoy montándome un montón de películas y ninguna buena, así que por favor – decía seria – dime qué te ha pasado. E: Nada, me di con el mueble de la entrada – contestó. M: Ya… - la miró de lado - ¿Raquel ha tenido algo que ver? – preguntó y Esther levantó la mirada súbitamente - ¿Te lo ha hecho ella? E: Claro que no – dijo con seriedad – Raquel nunca me haría algo así – seguía diciendo – nunca me ha tocado, no vuelvas a insinuar eso. M: Vale… perdona – contestó algo más aliviada. E: Bien… ahora ya te lo he dicho, ya puedes marcharte – siguió. Maca se levantó, haciéndole creer que se iría, sin embargo y para sorpresa de Esther tomó rumbo al baño donde buscó el botiquín, de ese modo, volvió con una pomada al salón y se sentó tras ella. M: A ver, déjame ver – dijo levantándole levemente la camiseta. E: ¿Qué haces? – preguntó mirándola por encima del hombro. M: Voy a ponerte esto – le enseñó la pomada – estate quieta no quiero hacerte daño. E: Un poco tarde para eso – susurró, por suerte Maca no la escuchó y Esther se arrepintió de decirlo en un segundo – au – se quejó cuando sintió los dedos de Maca extender la pomada. M: Perdona – separó los dedos un segundo para volver a masajear la zona afectada – solo es un momento… - la miró, viendo que Esther cerraba los ojos ante aquella caricia. Estaba tan bonita así… tanto – Pedro dice que… que estás triste – dijo tras un silencio prolongado mirándola un segundo para volver la vista al morado. E: Raquel me ha dejado – dijo sin mirarla. M: Lo siento – soltó. Estuvieron en silencio durante unos segundos más, como asimilando la nueva información. Esther sentía alivio por las caricias de Maca y cerraba los ojos sintiendo sus dedos en la espalda. Maca por su parte, no sabía qué hacer o decir. La miraba intentando buscar palabras

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adecuadas y no encontraba ninguna que hiciera que algo entre ellas mejorara. M: Esto… esto ya está – dijo separándose de su cuerpo. La enfermera se dio la vuelta y la miró - ¿Cómo estás? – dijo quedamente apartándole un mechón de pelo de la cara. E: Bien… - susurró – no me duele. M: No… no me refiero al hematoma – la miró a los ojos. E: He estado mejor – medio sonrió. M: Ya… - un nuevo silencio entre ellas y el deseo profundo de besarla lo ahogó dentro de su alma - ¿por qué lo habéis dejado? – se atrevió a preguntar. E: Supongo que… que hay cosas que no… que no… M: Vale – dijo viendo que Esther no era capaz de seguir - ¿Tiene arreglo? – preguntó. E: No lo creo – continuó sincera. La tentación era demasiado grande como para ignorarla pero sabía que no era el momento, Esther seguramente la rechazaría. Y aunque sus deseos por besarla, estrecharla entre sus brazos y amarla era lo más fuerte que había sentido en mucho tiempo ahora sabía que no era el momento idóneo para ello. E: Siento haberte preocupado – habló incapaz de quedarse callada por más tiempo. M: No importa – sonrió. Hizo amago de acercarse y se separó de nuevo, no podía hacerlo… Esther estaba demasiado vulnerable y además estaba convencida que Esther ya no quería tener nada con ella… y ella tampoco soportaría tenerla o besarla para a la mañana siguiente encontrarse de nuevo sola. M: Será mejor que me vaya – dijo sabiendo que si no se marchaba cometería una locura. E: Sí… - afirmó sabiendo lo que le decían sus ojos…

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M: Esther yo… E: No, por favor – la calló – no digas nada. M. Vale – dijo bajando la cabeza y levantándose - ¿Puedo… puedo llamarte? E: Maca… M: Déjame intentarlo Esther – pidió. E: ¿Qué es lo que quieres intentar, Maca? – preguntó, tal vez era hora de poner las cosas claras. M: ¿No es evidente? – le devolvió la pregunta, volvió a mirarla – dime una cosa, Esther… hay… hay alguna posibilidad de… - Esther la miró – quiero decir… ¿Si lo intento…? – preguntó. E: No lo sé, Maca – dijo con una leve sonrisa – ahora mismo yo no… M: Vale – puso un dedo en sus labios haciendo que callara – no lo digas – le pidió – no me dejes sin esperanzas… por favor – le pidió y no supo por qué Esther no le negó nada – me voy – dijo sin separarse de ella – te… te llamaré. Quedaron mirándose una vez más, como si sus ojos fueran imanes que se atraían sin remedio. Maca dio un paso al frente y Esther quedó paralizada. Posó las manos en su cadera y sin apartar los ojos de los de la enfermera se fue acercando lentamente. Esther la veía acercarse, sentía sus manos dejando leves caricias en su cintura y su boca cada vez más cerca. Maca sonrió, miró sus labios y en el último segundo cambió de dirección, dejando un beso en su mejilla, no era el momento, aún no. M: Hasta luego – susurró en su oído separándose al fin y dejando a una Esther que intentaba recuperar el aliento… Había dejado pasar un tiempo más que prudencial para dar un paso más. No había querido agobiarla y queriendo darle tiempo se limitaba tan solo a llamarla y mantener alguna que otra charla tranquila con ella. Sin invitarla a nada, sin insistir en verla demasiado, si Esther decía que no, era que no y ella se limitaba a no atosigarla. Pero ese día, al fin, había logrado que aceptara cenar con ella. Todo un logro y por ello estaba eufórica, andando como en una nube, sonriendo a cada instante y organizando la mejor cena del mundo.

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Estaba en su despacho, haciendo la reserva del restaurante, nada demasiado estrambótico, sabiendo lo poco dada que era la enfermera a sitios lujosos, así que el restaurante “A la Carta” le pareció un lugar perfecto. Algo intimo sin ser excesivo, un lugar acogedor y pequeño a la par que elegante y muy bien organizado. La dueña del restaurante le confirmó la reserva para las diez de la noche y a petición de Maca, les reservó una mesa que estando algo apartada no quedaba aislada del resto. Tras realizar la reserva llamó a una floristería encargando un ramo de rosas blancas, las preferidas de Esther y las hizo llevar al hospital con una nota en la que se leía “Gracias por aceptar” escueta y simple, quizás algo demasiado impersonal pero lo suficientemente personal para el punto en el que se encontraban en ese instante. Radiante, terminó con sus llamadas y comenzó a sumergirse en los informes que tenía sobre la mesa, esperando que le tiempo se apiadara de ella y pasara más rápido de lo que normalmente hacía. En el hospital, Esther andaba de un lado para otro asistiendo a los médicos que la requerían. Había aceptado esa cena con Maca porque le apetecía y porque ya era hora de descubrir si realmente la empresaria había cambiado tanto como decía. Cuando llegó a recepción Teresa olía las flores que acababan de llegar y mirando hacia todos lados intentaba leer la tarjeta que traían. E: ¿Quién te manda flores, Teresa? – preguntó con una sonrisa. T: No son para mí – contestó – sino para ti. E: ¿Para mí? – dijo sintiéndose halagada - ¿De quien? T: Pues no sé – contestó tendiéndoselas – pero traen una tarjeta. E: A ver – la buscó y la leyó – Maca… - susurró. T: Esther – lo había oído - ¿Tú estás segura de lo que estás haciendo? E: ¿Y qué estás haciendo? – quiso saber. T: Hija… no hay que ser muy lista para saberlo – dijo señalando las flores – a Raquel tuve que mentirle aquella vez porque te habías ido con Maca… te llama cada día y ahora te manda flores… blanco y en botella…

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E: Ya – dijo mirando las rosas – mira Teresa… a estas alturas no estoy segura de nada – contestó – pero quiero ver si… si es sincera… algo me dice que es sincera – siguió diciendo – y quiero ver si ha cambiado de verdad, si aún hay algo por lo que… por lo que luchar – terminó de decirle. T: ¿Entonces aún la quieres? – preguntó mirándola y consiguiendo que Esther la mirara a ella. Terminaba de revisar las ventas de aquel mes, bastante más bajas de lo que en un principio habían pensado. Resopló, aquello parecía que no terminaría y cada vez que creían haber solucionado los problemas surgían otros que les decía que debían permanecer alerta. En ello estaba cuando la puerta se abrió y Julia pidió paso algo nerviosa. M: ¿Qué pasa Julia? – preguntó al ver su cara – más problemas no, por favor… - le pidió ante la cara de circunstancia de su secretaria. J: Ehh… bueno, verás, ha llamado el representante de bodegas Wilson en Lyon… - decía moviendo las manos – quieren tener una reunión contigo – le informó. M: Uff… otra vez – decía algo cansada de tanto viaje – vale, espera que mire la agenda… - dijo mientras la sacaba para mirarla. J: La quieren mañana a primera hora – continuó haciendo que Maca levantara la cabeza. M: ¿Cómo mañana a primera hora? – preguntó – ¿y lo han decidido ellos? J: Sí… bueno, parece importante – siguió, sabiendo que aquella reunión trastocaría todos los planes de Maca. M: Muy bien, será importante – continuó comenzando a alterarse – pero no pueden concertarla de un día para otro – le dijo – ni siquiera para qué quieren que nos reunamos. J: Dicen que enviarán un fax a lo largo de la mañana – siguió – según me han dicho por encima, es por algo sobre los costes de los envíos y el contrato… M: ¡Joder! – Protestó soltando con fuerza la agenda sobre la mesa - ¿y no pueden esperar? – Julia negó con la cabeza – vale… ponme con Pierre Dubois – le pidió – quiero saber a qué viene tanta urgencia. 267

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Dicho esto, Julia le comunicó con el tal Pierre con el que estuvo hablando y discutiendo durante varios minutos para después colgar de un golpe el teléfono… tenía que viajar sí o sí… M: Julia – la llamó – búscame un vuelo para Lyon y un hotel por favor – le pidió desilusionada – me cago en la leche – bufaba mientras telefoneaba de nuevo – Tenía que ser hoy, joder – marcaba los números – precisamente hoy. T: ¿Hospital Central, dígame? – respondió Teresa al otro lado de la línea. M: Teresa… soy… soy Maca… ¿podrías pasarme con Esther, por favor? – contestó bastante nerviosa. Teresa no tardó demasiado en pasarle la llamada a la enfermera que nada más cogerlo se alejó un poco de la recepcionista. E: Hola – contestó e inevitablemente una sonrisa salió de sus labios. M: Hola… ¿Cómo estás? – preguntó haciendo tiempo para buscar el mejor modo de decirle lo que tenía que decirle. E: Bien, aquí, mirando unas flores que me han mandado – dijo mirando a Teresa y haciéndole un gesto para que se apartara – y con Teresa de parabólica, claro. M: Ya… ¿Te han gustado? – quiso saber. E: Sabes de sobra que son mis flores favoritas – contestó – así que sí, me han gustado. M: Me alegro – sonrió, al menos algo, ese día, le había salido bien. E: ¿Y tú qué tal? – preguntó ahora ella. M: Pues… hasta hace unos veinte minutos bien – dijo jugueteando con un papel que tenía delante – pero me han fastidiado el día. E: ¿Por? – preguntó con el ceño fruncido. M: Verás… lo de la cena de esta noche… - cerró los ojos, apretó los labios y se llevó la mano al pelo – no… no va a poder ser… me… me ha surgido una… una reunión en Lyon y tengo que salir esta noche hacia allí – terminó de decir, temiendo como se lo podría tomar 268

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Esther… pues varias veces antes había puesto esa misma excusa en el pasado, varias veces había tenido una “reunión sorpresa” que no eran tales… y aunque esta vez era totalmente cierto… Esther podría tomárselo por otro lado y eso le hacía sentirse aterrada. E: Ya – contestó sin más – pues nada… lo dejamos para otro día. M: Esther – conocía ese tono de voz – esto ha sido algo inesperado… tenía muchas ganas de cenar contigo, de verdad. E: Vale – dijo de nuevo – ya hablamos Maca. M: Esther no te enfades – pidió sabiendo que a la enfermera no le había sentado nada bien. E: No me enfado – contestó. M: Te conozco, Esther y sé que te has enfadado – siguió diciendo. E: Maca, no pasa nada – continuó – no has podido hacer nada así que ya está… M: Esther… E: Ya está, Maca – la cortó, más que enfadada estaba decepcionada – ya hablamos cuando vuelvas. Sin dejarla contestar colgó el teléfono, miró a Teresa quien le devolvió una mirada de circunstancia y sin mediar palabra fue hacia dentro para continuar con su trabajo. Maca colgó el aparato y quedó mirándola, sabiendo que a Esther no le había sentado nada bien todo aquello. Suspiró, cogió el fax que acababa de llegar y leyéndolo volvió a tomar el teléfono para una vez más llamar por teléfono. Varios malabarismos después, tras una nueva discusión y la amenaza de rescindir el contrato que tenían. Después de buscar desesperadamente un vuelo y anular la reserva del hotel, Maca conseguía salir del trabajo casi a media tarde. Llegó a casa, preparó lo necesario para viajar y se metió en la ducha para arreglarse. Cuando terminó dejó todo en el maletero del coche y se introdujo en el tráfico madrileño. Veinte minutos después, aparcaba junto al edificio y suspirando salió del coche y anduvo los escasos pasos que la separaban de la puerta. 269

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Sin necesidad de llamar al timbre, ya que una señora salía en ese momento entró y subió las plantas que la separaban del piso de la enfermera. Una vez allí, llamó a la puerta y esperó a que Esther abriera. M: Hola – dijo mirándola, ataviada con ropa cómoda y con sorpresa en los ojos. E: ¿Qué haces aquí? – preguntó – creí que tenías que coger un avión. M: Sí… pero… he conseguido aplazar la reunión unas horas – contestó – tenemos tiempo para ir a cenar si aún quieres. E: Creí que esa super-reunión no se podía aplazar – le dijo cruzándose de brazos. M: Esther – suspiró – he pasado mucho tiempo peleándome con medio mundo para poder retrasar la reunión unas horas, con la chica de la agencia para anular un avión y reservar otro, y te aseguro que no ha sido nada agradable… - la miró – pero no podía permitir que pensaras que no quiero cenar contigo, porque es lo único que me apetece en este momento. E: Pero dijiste… M: Sé lo que dije – la cortó – y posiblemente me traerá problemas, los franceses estos son demasiado intransigentes para algunas cosas y es muy probable que la reunión de mañana vaya mal, pero no me importa – dijo con sinceridad mirándola a los ojos – yo te prometí que iba a hacer todo lo posible por volver a… recuperar tu confianza y si eso me supone perder un cliente lo voy a perder… E: Pero, Maca… M: Me da igual – dijo acercándose a ella – todo me da exactamente igual, lo único que me importa ahora es poder ir a cenar contigo… si tú aun quieres venir – dijo mirándola con algo de suplica en sus ojos. Esther la miró, la miró y vio que realmente había cambiado, la otra Maca no habría hecho lo que le había contado, simplemente había anulado la cena y se habría ido de viaje sin importarle más que su empresa, y ahora, verla ahí, saber los malabarismos que había tenido que hacer y soportar incluso saber que podía perder uno de sus clientes más importantes era algo que le hacía que realmente Maca

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estaba bastante implicada en lo que quería y lo que quería era… a ella. E: Deja que me cambie – dijo regalándole una sonrisa – ¿Podrías llamar a mi hermano para que venga a quedarse con Pedro? M: Claro que sí – contestó ampliando ella su sonrisa, viendo como Esther entraba a cambiarse y entrando tras ella… Nada más entrar en el restaurante, una chica las guió hasta su mesa y les entregó la carta del menú. Mientras Esther le echaba un vistazo, Maca no podía apartar la mirada de ella, la enfermera sabiéndolo intentaba ocultarse tras la carta con rubor en sus mejillas, hacía tiempo que no se ruborizaba por algo como una simple mirada, De hecho, la última vez que le pasó, fue en una situación parecida… en un restaurante y con la misma compañía. E: Deja de mirarme así – pidió sin levantar los ojos del menú. M: ¿Cómo te miro? – preguntó con una sonrisa pícara. E: como lo estás haciendo y sabes que me pones nerviosa – le contestó mirándola tan solo un instante. M: ¿Te gusta el sitio? – quiso saber satisfecha de saber que había cosas que no cambiaban y sabiendo lo que había provocado en su ex. E: Sí, está muy bien – dijo mirando a su alrededor – no lo conocía. M: Yo tampoco – continuó ella – pero dicen que se come muy bien. E: Enseguida lo sabremos – afirmó. Una camarera llegó para pedir nota de las bebidas y fue Maca quien se encargó de pedir el vino, una vez la chica se marchó, volvió a mirar a Esther quien parecía bastante distraída en la decoración del local. M: ¿Estás bien? – preguntó queriendo comenzar una conversación y sin saber muy bien como. E: Sí – contestó mirándola. M: ¿Te sientes a gusto? – volvió a preguntar – con… conmigo, me refiero.

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E: Bueno… sinceramente, estoy un poco a la expectativa – contestó queriendo ser sincera – no sé qué quieres de esta noche M: Ya… - bajó la cabeza – no busco nada en concreto – le dijo – simplemente que pasemos un rato agradable juntas. E: Entonces por ahora vas por buen camino – le dijo regalándola una sonrisa amplia que a Maca le supo a gloria. La camarera llegó con el vino y tras probarlo, Maca le dio pie a que siguiera sirviendo. Bebieron un sorbo mirándose a los ojos y sonrieron ante aquella situación tan extraña como cómoda y grata. Comenzaron una conversación no demasiado trascendental, para romper el hielo. Hablaron del hospital, de Claudia y sus niños, del trabajo de Maca y por supuesto de Pedro. De cómo le iba en el colegio y qué tal se llevaba con sus compañeros… E: Ya lo has visto – continuaba diciendo – él encantado de que Diego se quede con él esta noche. M: Sí – sonrió – lo quiere mucho. E: Lo adora – corroboró – es como… como si ídolo. M: Sí – afirmó ahora ella – y es un buen ejemplo para Pedro – dijo halagando a Diego – es un buen hombre y no es porque sea tu hermano – puntualizó – siempre me ha parecido un buen tío, aunque yo nunca le haya caído muy bien. E: ¿Por qué dices eso? – preguntó bebiendo de su copa. M: Esther… no hay más que verle – dijo como si fuera obvio – vamos, al miradita que me ha echado hoy no ha sido precisamente amable. E: Ya… supongo que él aun no… aun no confía en ti. M: Sí… y lo entiendo – continuó – es normal, supongo… después de todo… Quedaron mirándose un segundo que pareció una eternidad. La camarera llegó de nuevo para pedirles nota de los platos y una vez decidieron lo que comerían volvieron a quedarse a solas. M: ¿Y tú? – preguntó dejando a Esther algo fuera de juego - ¿Confías algo más en mí? 272

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E: Umm… - sopesó las palabras – Aún tienes que ganarte muchas cosas – siguió con sinceridad – pero vas ganando puntos – dijo queriendo darle un aire chistoso a todo aquello. M: Genial – contestó un poco más tranquila aunque no sabía muy bien como tomarse aquello. E: ¿Tú confías en mí? – preguntó ahora ella. M: Por supuesto – dijo convencida - ¿Por qué preguntas eso? E: Bueno… después de la ultima vez que estuvimos juntas… - dijo haciéndole recordar aquella mañana en que despertó con aquella fría y dura nota de papel – sería normal que también hubieras perdido la confianza. M: … - se tomó un segundo para responder – me dolió – comenzó a decir – me… me dolió mucho despertar y no encontrarte… después de haberte tenido y de sentirte… de… de tocarte y de… de amarte… quedó callada – pero… bueno tenías tus razones para hacer aquello. E: Te… te has vuelto muy comprensiva – dijo tras una pausa alargada y mirándola como si estuviera descubriendo una persona diferente ante sus ojos. M: Alguien me enseñó a entender el por qué de algunas cosas, de algunos actos – contestó – alguien me… me enseñó que hay que, que tener en cuenta las circunstancias y… que las personas no son tan malas – la miraba con devoción – que las cosas pueden perdonarse… que todo el mundo merece una segunda oportunidad. E: Ya – bajó la cabeza reconociendo en esas palabras a una Esther antigua, una Esther de hacía años… suspiró, elevó de nuevo la mirada y se encontró con esos ojos color miel que la hipnotizaban antaño y que inexplicablemente seguían haciéndolo – no fue mentira – susurró. M: ¿Qué? – no la escuchó. E: Aquella noche – dijo elevando un poco más el tono de voz – no fue mentira… - la empresaria quedó mirándola a la espera de que siguiera – es cierto que… que quise vengarme, estaba muy, muy, dolida y muy enfadada y tú me habías besado y yo sentía que la rabia me comería así que… pensé que si te hacía lo mismo que tú… - Maca bajaba la mirada – quiero decir… si, si me acostaba contigo y 273

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desaparecía pensaba que… que dolería menos, que dejaría de sentirme como me sentía – continuó – así que… fui a tu casa y… te hice el amor – Maca no la miraba – luego me levanté, escribí aquella nota y me marché… creyendo que si… si te devolvía algo de dolor yo sufriría menos. M: Esther… - dijo como una súplica, no quería escuchar aquello, estaban allí para averiguar si podrían tener un futuro, no para remover el pasado. E: Pero no fue mentira – repitió – no… no fingí lo que sentí – Y Maca levantó la cabeza para mirarla – esa noche… hice lo que realmente me pedía el corazón… yo… te quise esa noche, te amé esa noche con toda mi alma, te hice el amor porque necesitaba tenerte de nuevo entre mis brazos… porque… porque aún te quería – declaró – y una parte de mi quiso quedarse para siempre contigo ¿sabes? – Maca la miraba intentando que las lágrimas no salieran de sus ojos – de hecho… una parte de mi se quedó contigo… La miró, perdiéndose en su mirada… aquella noche, la noche de su venganza Esther la había amado de verdad… ella que siempre pensó que no había significado nada, que Esther esa noche simplemente se limitó a “follarla” y sin embargo, le había hecho el amor, con todas las letras… la quería… en ese momento la quería… la pregunta era… ¿la seguía queriendo ahora? M: Y aho… -

Aquí tienen – llegó la camarera con los platos – esperamos que les gusten – dijo sirviéndoles – que aprovechen.

E: Ejem – carraspeó aclarándose la garganta – gracias – dijo mirando su plato y levantó la vista a Maca – tiene muy buena pinta. M: Ehh… sí – volvió en sí – sí que la tiene… - terminó de decir sabiendo que aquella pregunta que se había quedado a medias debía esperar algo más de tiempo, cuando Esther estuviera preparada para contestar y ella estuviera realmente preparada para preguntar, pero sobre todo, para escuchar cualquier respuesta. Tras la cena, decidieron ir a un pub cercano. Entraron y se encontraron con un ambiente relajado y tranquilo. La música invitaba al baile pero pocos eran los que se atrevían. Grupos de amigos, sentados en alguna mesa o en la misma barra hablaban entre risas mientras daban cuenta de sus copas. Llegaron a la barra y pidieron

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algo de beber, cuando la camarera les dio sus consumiciones se alejaron de ella dando un primer sorbo y mirando a su alrededor. E: No hay demasiada gente – apuntó Esther. M: Sí… bueno, mañana todo el mundo trabaja – le contestó – supongo que eso influye bastante. E: Sí – dijo comenzando a moverse al ritmo de la música casi sin darse cuenta – me gusta esta canción – comentó mirando un segundo a Maca. M: Ya lo veo – contestó mirándola, la enfermera poco a poco se dejaba llevar por los acordes, lo que hacía que Maca no pudiera apartar la vista de ella – ven – tomó su mano y con la otra dejó el vaso en una mesa cercana, casi sin importarle si había gente o no en ella. Sin decir más palabras llegaron al centro de la pista. Esther sonreía y Maca la miraba sin reparos. Posó las manos en las caderas de la enfermera y la atrajo hacia su cuerpo. Comenzando una danza lenta que con el paso de la música fue convirtiéndose en un baile algo provocador. La empresaria guiaba a Esther en sus pasos, dejándole ver a todo el mundo lo que tanta vergüenza le daba, su forma increíble de bailar. Las manos pasaban con delicadeza por el cuerpo de la enfermera que sin poder remediarlo se estremecía con cada movimiento. Algunas personas las miraban, casi convirtiéndose en el centro de atención, sin embargo, a ellas les parecía que estaban solas en aquel pub. El ritmo invitaba a movimientos más cercanos, más sensuales y a la vez armónicos. Esther se dejaba llevar, casi rendida a los pasos de Maca, quien movía sus caderas pegándose al cuerpo de Esther. En un cambio de ritmo giró a Esther sobre sí misma y quedó pegada a su espalda. Pasando las manos por su cintura y realizando movimientos a la par. No podía evitar que las manos se movieran por su vientre al mismo tiempo que su cabeza se ahogaba en su cuello, oliendo su perfume, respirando de su piel, logrando que Esther cerrara los ojos y se mordiera el labio. Hay quien piensa que se puede hacer el amor en un baile, ellas parecían lograrlo, el suave y también candente vaivén de sus caderas, las profundas respiraciones y las leves caricias que dejaban sus manos así lo describían. Completándose la una a la otra, 275

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compenetrándose con el ritmo de la música, haciendo que de ese baile casi una provocación. De nuevo un cambio de ritmo y una vez más frente a frente, sintiendo el chocar de sus respiraciones, el latir fuerte de sus corazones y un aire de deseo envolviéndolas con demasiada fuerza. Juntaron sus frentes al tiempo que sus piernas se entrelazaban y cerraron los ojos ante el cosquilleo que ambas sentían. La gente las miraba, susurraban a su alrededor, algunos alucinaban, otros las miraban con envidia, unos pocos las miraban con desagrado pero ellas continuaban en esa burbuja donde no había nadie más, donde solo existía la música, y sus cuerpos rozándose con el deseo a flor de piel. Maca llevó una de sus manos a la rodilla de Esther e hizo que entrelazara la pierna en su cadera, logrando así más contacto, más sensualidad, más calor… Esther hipnotizada, ausente del mundo entero, como en otra dimensión, acarició la espalda de su compañera con la yema de sus dedos, sabiendo lo que ese gesto producía en Maca quien tembló y le regaló una sonrisa nerviosa. Cuando aquella mano llegó al final de su espalda se detuvo, quizás con miedo a seguir… pero con una gran sed de hacerlo. Los ojos chispeaban en abundante deseo, las manos comenzaban a ponerse nerviosas por no poder continuar en sus exploraciones y sus labios casi se rozaban. Las caderas se apretaban buscando más contacto y el movimiento les parecía abrasador, sabían que podría pasar cualquier cosa en esa situación que habían provocado ambas, sabían que aquello podría terminar de una sola manera y parecía que ninguna de ellas quería pararlo… La burbuja se rompió cuando la música cambió y algunas personas comenzaron a vitorearlas, ellas, aturdidas y algo avergonzadas miraron a su alrededor, Maca sonrió ruborizara y Esther no sabía donde meterse. Así que intentando recomponerse volvieron a por sus copas y las dos, dieron un gran trago necesitando de algo frío que bajara la temperatura… Un nuevo aire de incomodidad se extendió entre ellas, tal vez aquel baile no había sido demasiado bueno en su situación, pero no habían podido evitarlo y si lo pensaban, tampoco habían querido evitarlo…

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La empresaria miraba a su exmujer, intentando escudriñar en su mente y saber qué estaba pensando, buscando su mirada ahora huidiza y con la alegría de saber que Esther había sentido lo mismo que ella… cuando se baila de esa forma, cuando alguien se deja llevar de esa manera, implicándose de aquel modo en un simple baile, no pude mentir… no puede fingir la excitación creada y Maca supo en ese momento que aún había mucho por lo que luchar, pese a que Esther intentara negarlo, ese momento, durante ese baile, se habían dicho muchas cosas que por el momento querían seguir callando… La noche terminó con una pequeña tensión entre ellas, aquel baile había hecho mella y la sensación de sentir de nuevo sus cuerpos tan unidos aun permanecía presente. Así que se dijeron un simple “Buenas noches”, evitaron besarse para no tentarse y Esther bajó del coche de a empresaria que quedó mirando como desaparecía en el portal. La enfermera se volvió una vez entró y tras el cristal, pese a la oscuridad de la noche sus ojos volvieron a encontrarse. M: Sé que aún me quieres – susurró para sí misma – y te voy a recuperar – se prometió. E: ¿Cómo lo consigues? – se preguntaba Esther al otro lado de la puerta sin apartar la mirada del coche de la empresaria - ¿Cómo logras que aún me estremezca de esta manera? – seguía pensando viendo como Maca, tras unos segundos más, volviera a poner en marcha el vehículo para desaparecer entre el tráfico nocturno. En el aeropuerto, con unas gafas de sol que le tapaban las ojeras un café en la mano y una enorme sonrisa en los labios, Maca esperaba para embarcar en el avión. A penas había dormido, por no decir que no había dormido nada de nada, simplemente porque la felicidad que sentía en esos momentos no la dejaba conciliar el sueño. Cerraba los ojos y revivía aquella noche y era incapaz de dormir ni tan siquiera cinco minutos. Por su parte, Esther terminaba de hacer café, quedaba media hora para que tuviera que despertar a Pedro y llevarlo al colegio. Mientras esperaba a que la cafetera hiciera su trabajo no dejaba de pensar en la noche anterior, cuando había sentido a Maca tan cerca… tan… tan todo… D: Buenos días – dijo Diego entrando en la cocina. E: Buenos días – contestó sirviendo un par de tazas - ¿Cómo se portó Pedro anoche? 277

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D: Muy bien – le dijo – estuvimos jugando un rato y luego se acostó sin rechistar – la miró - ¿Y cómo se portó Maca anoche? – le devolvió la pregunta. E: Lo pasamos bastante bien – contestó. D: Ya – continuó diciendo – y… E: Diego, no – lo cortó antes de que dijera algo – no. – repitió más contundentemente. D: No he dicho nada – levantó los hombros en señal de inocencia. E: Pero lo piensas – contestó. D: Ya… a ver Esther – se sentó en la mesa de la cocina y esperó a que su hermana se sentara – ven, siéntate – dijo viendo que no se movía. E: Diego… déjalo ya – empezó a decir ella – yo… te agradezco que quieras cuidarme y protegerme y todo eso, pero ya soy mayorcita y que deberías no estar tan pendiente de mi, de mis líos ni de quien me conviene más o menos. D: Escucha, Esther – intentó hablar. E: No, Diego – lo cortó de nuevo – yo sé que Maca me hizo mucho daño y que no te escuché cuando me advertiste, y no sé qué pasará entre ella y yo, tal vez no vuelva a pasar nada, quizás no volvamos nunca a estar juntas y solo logremos recuperar la amistad o la cordialidad o… D: Deberías darle una oportunidad – soltó dejando a su hermana totalmente fuera de juego. E: ¿Qué has dicho? – preguntó como si no se creyera lo que acababa de escuchar. D: Que deberíais daros una oportunidad – dijo ahora hablando en plural – mira, Esther – se acercó a ella – sabes que Maca no ha sido santo de mi devoción, que aún estoy algo cabreado por lo que te hizo pero… tu la quieres – acarició su mejilla – se te nota… la quieres y, ella también te quiere – contestó – y sé que quizás necesitas tiempo pero también sé que Maca ha cambiado – afirmó – se nota que ha cambiado… yo lo sé y tú también lo sabes – dijo mirándola a los ojos.

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E: Yo… sé que ha cambiado – contestó – lo sé, pero… tengo miedo Diego – dijo con sinceridad – mucho miedo. D: Lo sé, pequeña – habló con cariño – lo sé – sonrió – pero… no creo que debas seguir teniendo miedo de Maca… he visto como te mira… como se preocupa por ti… por Pedro… como aun estando con Irune seguía teniendo fotos tuyas en casa… las vi cuando le llevaba a Pedro alguna vez… ella te quiere Esther y estoy seguro que lo ultimo que desea es volver a hacerte daño – terminó diciendo. E: Lo sé… es solo que… necesito más tiempo – contestó. D: Tómate el tiempo que quieras – sonrió – estoy seguro que no va a ir a ningún lado… - la miró con una leve sonrisa - ¿Y tú tampoco la vas a dejar ir eh? E: ¿Desde cuando te cae tan bien? – preguntó con una sonrisa más amplia. D: Bueno… no me cae bien, bien, bien… - le dijo – pero es la única que puede hacerte realmente feliz. E: Gracias Diego – contestó abrazándolo, a pesar de renegar, de que siempre se enfadara cada vez que actuaba algo más protectoramente que otras, a pesar de todo aquello, una parte de ella, la parte de hermana pequeña necesitaba la “aprobación” de su hermano mayor. Habían pasado dos semanas desde aquella conversación con su hermano y Esther aun parecía no ser capaz de dar un paso hacia adelante con respecto a Maca. Se habían visto bastante, se sentían cómodas juntas, habían logrado recuperar la complicidad, las risas, las “confidencias”, siendo casi más amigas de lo que habían sido nunca pero aún así, una parte de la enfermera aún estaba reticente a intentar algo con ella. En uno de esos días, en los que Maca estaba en la oficina y ella tenía día libre en le hospital, mientras Pedro estaba en el colegio, decidió hacer algo que debería haber hecho días atrás y que por vergüenza,, por miedo no se había atrevido a hacerlo. Pero sabía que era algo que debía hacer, cerrar ese capítulo de una manera algo menos mala a como había acabado. Así que se presentó en casa de Raquel, esperando que estuviera allí. Cuando llamó a la puerta su ex abrió y quedó algo parada al verla. Estuvieron hablando bastante rato, aclarando algunas cosas y si bien sabían que la relación no mejoraría, al menos no de momento, que no 279

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se convertirían en amigas para toda la vida, al menos, dejaron las cosas claras y se dijeron muchas verdades. “Lo peor de todo Esther, es que siento que mientras estuviste conmigo siempre has seguido queriéndola a ella” le había recriminado en algún momento de la conversación y la enfermera no pudo decir una palabra en su defensa. Raquel tenía razón. A pesar de todo, a pesar de las circunstancias, del dolor, de las lágrimas, Esther no había dejado nunca de querer a Maca. La había ocultado y cerrado a cal y canto en algún lugar de su corazón pero no la había olvidado. Y Raquel lo sabía, se había dado cuenta de ello y quizás eso fue lo que más daño le hizo. Cuando salió de su casa lo hacía con un sabor amargo. Sabiendo que le había hecho daño, que no había actuado todo lo bien que debió y que por ello una persona había salido herida. Y aunque aquella conversación, tal vez a destiempo, había logrado su objetivo, cerrar ese capítulo para poder continuar con uno nuevo. Bien sabía ella que el tiempo curaba heridas y esperaba que cicatrizara las de Raquel como una vez hizo con las suyas para que ella también pudiera encontrar alguien que sí la mereciera. Esa misma noche, Maca se presentó en casa con unas pizzas, un ramo de flores y la excusa de querer quitarle el trabajo de hacer la cena. Con una sonrisa en los labios la invitó a pasar y Pedro, nada más ver a su madre se abalanzó sobre ella contento por ver como una vez más y cada vez con más asiduamente veía a sus madres juntas y disfrutaba de aquello como lo que era, un niño que quería a su familia unida. P: Ya no quiero más mami – dijo el pequeño después de haberse comido unos cuantos trozos de pizza. M: Pues ya está – le dijo – que te has comido tu solo media pizza – rió – venga campeón, vamos a ponernos el pijama ¿si? – miró a Esther ¿Te importa si…? E: No, claro – sonrió – yo voy recogiendo esto. P: ¿Podemos ver una peli mamá? – preguntó Pedro no queriendo irse tan pronto a la cama estando las dos con él allí. E: Pero solo un ratito que tienes que acostarte, mañana tienes cole – le advirtió. P: Vale – dijo contento.

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Cuando regresaron una vez Pedro cambiado se sentaron en el sofá a ver esa película que quería el niño. Por supuesto una película de dibujos que el niño se encargó de elegir. Se acomodaron en el sofá, Maca, Pedro y Esther, por ese orden y durante los primeros diez minutos parecieron atentas a la pantalla. El niño se acomodó en los brazos de su madre y ésta le pasó el suyo por los hombros, quedando las manos muy cerca de las de su exmujer. Maca al verla, con un movimiento lento acarició los dedos haciendo que Esther la mirara un instante. Sus ojos se cruzaron y sendas sonrisas aparecieron en sus labios. Estuvieron de ese modo, jugando con sus manos durante un rato más, hasta que Pedro cayó rendido y Esther se levantó para llevarlo a su habitación. Cuando regresó, quedó en el quicio de la puerta viendo a una Maca que parecía más nerviosa que nunca. E: Ni se ha enterado – habló haciendo que la empresaria la mirara. M: Ya… estaba muerto de sueño – contestó - ¿Tú qué tal estás? E: Algo cansada, pero bien – afirmó sentándose a su lado – al final no me contaste lo que pasó en la reunión esa… M: Ah… bueno… ahí estamos – continuó – intentando llegar a algo que nos beneficie a todos – le dijo – pero no es momento de hablar de eso. E: ¿Y de qué quieres hablar entonces? – preguntó sabiendo por donde iría. M: Pues… de nosotras – corroboró sus pensamientos – no sé… de todo esto… - la miró – yo creo que necesito saber a donde nos está llevando todo esto, Esther. E: Ya… - dijo bajando la cabeza. M: No quiero presionarte y – continuó ella diciendo – tampoco quiero que me digas algo que no quieras decir o que no sientas, pero… E: Lo sé – afirmó, tenía razón, era hora de poner algunos puntos – es solo que… hay veces que aun no me siento segura. M: Ya... – ahora fue ella quien bajó la cabeza – yo tampoco sé qué más tengo que hacer – dijo abatida – te juro que no lo sé. E: Quizás es que no tienes que hacer nada más – contestó ella. 281

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M: ¿Entonces? – la miró con miedo. E: No lo sé… M: Vale… a ver – dijo pensando en como hacer para derrumbar totalmente aquella muralla de desconfianza que aún permanecía algo levantada en el corazón de Esther – contéstame a una pregunta… - le pidió - ¿Qué pasaría si yo te dijera que estoy enamorada de otra persona? – soltó haciendo que Esther la mirara súbitamente. Cuando sus ojos se cruzaron Maca no pudo descifrar lo que decía su mirada, claro que no era cierto, no estaba enamorada de nadie más que no fuera ella, pero necesitaba saber la respuesta de Esther, necesitaba que le dijera algo, algo que hiciera por fin seguir adelante con todo aquello. La enfermera, por su parte, sintió algo removerse en su interior, quería creer y creía que aquella pregunta tan solo era un suposición… ¿pero y si ocurría de verdad? ¿Y si Maca se cansaba de esperar y decidía no seguir luchando por ella? ¿Y si se enamoraba de otra persona? ¿Qué haría ella? E: Su… supongo que… que si te enamoras o estás enamorada de otra persona yo – decía con el corazón encogido – te desearía lo mejor – siguió diciendo – te desearía que… que fueras feliz – terminó de decir aunque sus palabras no hubieran sonado para nada convincentes. Y Maca sintió que aquello era mentira. Sonrió, quietándole un mechón de pelo que caía sobre su rostro y acercándose un poco más a ella. Esther tembló por la cercanía y cerró los ojos con fuerza. M: ¿Estás segura? – preguntó - ¿No sentirías nada? E: Yo… - dijo abriendo los ojos para mirarla – no lo sé. M: Mírame – clavó la mirada en ella – ¿te quitarías un peso de encima si estuviera enamorada de otra persona? – preguntó una vez más E: ¿Lo… lo estás? – Dijo temblando por el miedo a que fuera algo real y no hipotético. M: ¿Y si así fuera? – repitió, necesitaba una respuesta, pero una real y dicha con el corazón, no una respuesta diplomática como había sonado la anterior.

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E: Yo… - volvió a clavar los ojos en ella – no lo soportaría – susurró quedamente. Y Maca sonrió, sonrió como hacía tiempo no lo hacía… aquella respuesta era “LA RESPUESTA”, la que decía y escondía todo lo que sentía Esther por ella y su dicha no podía ser más grande. Esther la quería, la quería de verdad y eso era lo mejor que le había pasado en la vida. E: ¿Estás enamorada, Maca? – preguntó ahora ella. M: Sí – contestó regalándole una tierna sonrisa y acariciando su mejilla – mucho – siguió – pero de ti – le confirmó, aunque ambas sabían la respuesta, sabía que Esther necesitaba escucharlo – solo de ti. Esther la miró, tembló, sonrió, sintió ganas de reír y llorar a la vez. El miedo parecía evaporarse y la confianza de un modo mágico quiso instalarse de nuevo entre ellas. No dejaban de mirarse, perdidas en la mirada de la otra, donde siempre quisieron quedarse. M: ¿Y tú? – preguntó ahora Maca, en un susurro - ¿Estás tú enamorada? Y ahora fue Esther quien elevando la mano llegó a su rostro acariciándolo levemente, haciendo que la empresaria se mordiera el labio sin dejar de mirarla, la otra mano se entrelazó con la de Maca y apretaron fuerte, como si aquella unión fuera el símbolo de unión de sus almas. E: Yo a pesar de todo – le dijo – nunca he dejado de estarlo. Sonrieron, dejaron escapar las lágrimas y se abrazaron fuerte. Se estrecharon la una contra la otra uniendo sus cuerpos y sintiendo como sus corazones latían a mil por hora. Se separaron escasos centímetros, los suficiente para mirarse de nuevo. Maca avanzó pausadamente hacia su rostro y cuando Esther creyó que iba a besarla cambió el rumbo y besó sus mejillas, luego pasó a la frente, de ahí a la nariz, el mentón, de nuevo ambas mejillas pero no llegaba a sus labios. E: Maca… - pidió. M: ¿Qué? – dijo separándose un poco de ella, acomodándose más en el sofá para quedar más cerca de su cuerpo.

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E: Nada – peinó su pelo, con una enorme sonrisa. M: ¿Nada? Seguro que era algo – sonrió – y yo sé qué es – le afirmó. E: ¿Sí? – preguntó – y por qué no… M: Porque no voy a hacerlo – la cortó, logrando que Esther frunciera el ceño – hasta que tú me lo pidas – sonrió – y cuando lo hagas no dejaré de besarte durante el resto de nuestras vidas. E: Llevo pidiéndotelo mucho tiempo – dijo repasando sus labios con los dedos – no me hagas esperar más. No lo hizo, la besó con ganas, con ternura, acariciando sus labios con lentitud para luego hacer de esa caricia un beso más profundo, pidiendo permiso para colarse en su boca y sintiendo un escalofrío que las cruzó a ambas en el momento en que sus lenguas, después de tanto tiempo, entraban de nuevo en contacto, sellando una nueva era en su relación, un nuevo comienzo que esta vez, sí sería para siempre. M: ¿Sabes qué? – dijo separándose de sus labios un momento. E: Umm, qué – contestó robándola un nuevo beso. M: Que vas a tener que echarme a patadas de aquí si quieres que me vaya – dijo entre sonrisas – porque yo no pienso moverme. E: Pues… tenemos un problema – le dijo mordiéndose el labio inferior – porque yo sí quiero que te muevas – dijo sugerente, haciendo que Maca la mirase con intención. M: ¿Ah sí? – preguntó con el mismo tono que había usado Esther - ¿Y para qué quieres que me mueva? E: Pues… para muchas cosas – dijo pícara el tiempo que llevaba una de sus manos bajo la camisa de Maca acariciando su espalda – la primera de ellas es para… ir a la habitación… Sin contestar volvió a besarla, esta vez poniendo más pasión en sus labios, haciendo presión con su cuerpo y comenzando a acariciar su piel. Sus lenguas jugaban ansiosas y la ropa comenzaba a sobrarles, en el salón, semi tumbadas en el sofá comenzaban una lucha por llevar el control que no hacía más sino incrementar las ganas que tenían por sentirse.

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La enfermera logró levantarse y sin separarse demasiado guió a Maca hacia la habitación sin dejar de sentir las manos de la empresaria por todo su cuerpo. Se arrancaron la ropa con hambre voraz, se besaron con más profundidad y cayeron en la cama entre caricias fuertes y nerviosas. M: Espera, espera – se separó de ella, mirándola un segundo y acariciando su brazo - ¿estás segura de esto no? – preguntó con algo de miedo – quiero decir – comenzó a explicarse al ver el rostro algo confuso de Esther – esto es para siempre… - le dijo – no quiero volver a separarme de ti… no quiero volver a perderte y quiero que esto sea para siempre. Quiero que las dos estemos seguras. E: Te quiero – le declaró – y estoy muy segura de esto – afirmó levantando el torso para volver a besarla. M: Sí, pero – cortó de nuevo el beso – no… ¿no estamos yendo muy rápido? E: ¿Te parece que vamos rápido? – la miró confusa - ¿no quieres hacerlo? – preguntó acariciando con la yema de sus dedos toda la espalda de Maca, haciendo que ésta sintiera un escalofrío. M: Ufff… claro que quiero – la miró – pero… E: ¿Pero qué uhm? – dijo con una sonrisa pícara al saber que la estaba provocando cuando una de sus piernas hizo presión sobre el centro de la empresaria, quien cerró los ojos al sentir el contacto – jajaja – rió divertida - ¿Qué te ha pasado, cariño? M: Eres mala – dijo en un susurro ahogado – pero me encanta. E: Ven aquí – contestó tirando de ella para de nuevo fundirse en un profundo beso. Rodaron por la cama, deshaciéndose en caricias, en besos, arrancándose gemidos y perdiendo la respiración al contacto de sus manos. Consiguieron romper la barrera de la ropa interior haciendo que la locura se instalara de nuevo en sus cuerpos. Maca dejó a un lado el nerviosismo que extrañamente sentía y se dejó llevar por la respiración agitada de Esther, bajando a su pecho y excitándolo a base de besos y algún que otro mordisco logrando que la enfermera gimiera un poco más alto.

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M: Vas a despertar a Pedro – dijo llegando al otro pecho donde repitió la acción. E: Umm… duerme como… uff, como un tronco – consiguió contestar. La empresaria sonrió mirándola un segundo a los ojos y deslizando una de sus manos llegó al sexo de Esther que la esperaba con ansias. Con la primera caricia emitió un gemido mucho más alto y Maca gimió a su vez al sentir la humedad que ella misma estaba provocando. M: Como te quiero – susurró besándola en el momento en que su mano se internaba más entre sus pliegues. E: Déjame tocarte – contestó ella intentando llegar a su centro – quiero tocarte. M: Haz lo que quieras conmigo, mi amor – susurró en su oído cuando Esther llegó por fin a su destino. Las manos se perdieron entre caricias, las caderas comenzaron a moverse de manera autómata, los besos se repartían cada vez con más intensidad, las respiraciones se incrementaban y toda su piel se erizaba con cada movimiento. Esther logró colocarse sobre el cuerpo de Maca y hundiendo la lengua en su boca la penetró sintiendo como la empresaria se tensaba, teniendo que romper el beso para tomar aire. Se miraron un segundo, tan solo un instante. Esther comenzó a reptar por su cuerpo, dejándola libre de caricias y protestando por ello. Protesta que acalló cuando vio hacia donde se dirigía. Miró al techo, respiró profundamente y cuando sintió la primera caricia de aquella lengua viperina cerró de nuevo los ojos con un gemido aún mayor. Esther la miraba desde su posición con una mezcla de satisfacción y placer que la volvía loca. Continuó explorando con su lengua todos sus pliegues hasta que Maca la llamó de nuevo con ansiosa necesidad. M: Te vas a enterar – le “amenazó” haciendo que giraran de nuevo. Y Esther creyó morir cuando la vio bajar hacia su centro, tomando su mano y entrelazando sus dedos en el momento en que Maca hundió la cabeza entre sus piernas. Sintiendo que le faltaba oxígeno, que no podría soportarlo y al mismo tiempo deseando que no acabara nunca.

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E: Uff… sigue, sigue, ahgg Maca sigue – gemía con cada caricia. Continuó allí durante unos minutos más, sabiendo que poco quedaba para que acabara y subiendo de nuevo, las hizo quedar sentadas y acopló su sexo al de Esther. Dejaron de respirar por un instante, se miraron a los ojos prometiéndose mil cosas a la vez. Volvieron a besarse y comenzaron una danza lenta. Moviendo sus caderas con sincronía total, sabiendo que poco quedaba para llegar al orgasmo. Las manos no quedaron quietas en ningún momento. Acariciaron, tocaron, arañaron toda la piel que tenían a su alcance, sus caderas aumentaron la velocidad del movimiento y los gemidos a penas las dejaban tomar aire. M: Mirahh… mírame – pidió entrecortadamente. Esther la miró, perdiéndose en sus miradas en el momento exacto en que sintieron la electricidad cruzándoles de pies a cabeza. Temblando, vibrando al mismo tiempo. Sintiendo la sacudida del orgasmo transportándolas a otra dimensión. M: Te quiero – articuló besándola con lentitud, cayendo de nuevo en la cama. exhaustas, cansadas y sin poder evitar que una lágrima cayera por sus mejillas. E: Te quiero – contestó Esther en su oído, abrazándola fuertemente contra su cuerpo, fundiéndose en un abrazo arrebatador, perdidas en las sensaciones que solo ellas eran capaces de provocarse. El sol se colaba por las persianas haciéndoles saber que un nuevo día comenzaba. En la cama, dos cuerpos desnudos se movían entre risas. Esther daba una carcajada al tiempo que Maca emergía bajo las sábanas quedando muy cerca de su rostro, mordiéndose el labio y sonriendo con amplitud. E: jajaja – reía – estás tonta. M: Un poco, pero tengo razón – le contestó. E: No, de eso nada – continuó ella diciendo siguiendo con aquel juego que habían comenzado hacía un buen rato. M: Claro que la tengo – seguía ella – y puedo volver a demostrártelo si quieres – dijo mordiéndose el labio. E: No sé a qué esperas – tentó. 287

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M: Ahora verás – dijo volviendo a sumergirse bajo las sábanas logrando que Esther volviera a reír por lo que estaba haciendo. E: Eso no vale – se quejó cuando sintió un lametón de Maca en su pecho – eso es jugar sucio. M: Todo vale – contestó bajo las sábanas acariciándola – y así te demuestro que yo tenía razón y… - mientras hablaba más bajaba y Esther de nuevo comenzaba a excitarse al tiempo que su mano no dejaba de acariciar sus pechos – no me hace falta mucho para excitarte… E: Umm – suspiró – eres perversa. M: Y a ti que te encanta, tonta – subió de nuevo peinándose el pelo y atrapando sus labios – ¡ey! – protestó cuando Esther le dio un pellizco en el trasero. E: Ah, se siente – dijo como si no hubiera roto un plato – tu lo has hecho peor. M: Eres muy vengativa – decía mordiendo su cuello, la mano de Esther delineó su columna vertebral con una sonrisa canalla – uff… eres muy mala – dijo comenzando a moverse sobre ella, con una de sus piernas haciendo presión sobre el sexo de Esther y el muslo de la enfermera haciendo lo mismo en el suyo. E: Mira quien fue a hablar – contestó dejándole espacio para que besara con más fruición su cuello – y esto… - repitió la acción viendo como el deseo se instalaba en el rostro de la empresaria - es para que veas que yo también sé excitarte en un segundo. M: Sí – contestó dándole la razón, haciendo sus movimientos algo más acelerados – uff… nadie me ha excitado como tu – le dijo mirándola a los ojos y haciéndole ver que era verdad lo que decía. E: Ni a mi nadie me ha puesto como me pones tú – decía desinhibida, llevando las manos a sus glúteos y apretando logrando con eso más contacto. M: Me encanta cuando te pones fiera – susurró, perdidas ya por el deseo, dejándose llevar una vez más por la pasión, como habían estado haciendo durante casi toda la noche.

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En la cocina, Esther terminaba de servirle el desayuno a un Pedro que tardaba más de lo habitual en tomarse los cereales, mientras hacía algo de café para las dos. Sirvió un par de tazas y miró a su hijo que no paraba de darle vueltas a la leche. E: Pedro, venga – le dijo – termínate el desayuno que llegamos tarde. P: No quiero ir a cole – contestó el crío mirando a su madre. E: ¿Y eso por qué? – lo miró – si te encanta le cole. P: Tengo mucho sueño, mamá – protestó – quiero quedarme en la cama. E: Y yo también, pero yo tengo que ir a trabajar y tu al cole – le dijo revolviéndole el pelo. P: Jo – protestó de nuevo – qué rollo. M: ¿Qué le pasa a mi niño? – entró Maca ya vestida y terminando de secarse el pelo con una toalla. P: ¡Mami! – se levantó de la mesa y fue hasta ella haciendo que la empresaria tuviera que dejar lo que estaba haciendo para levantarlo ¿has dormido aquí? M: eh… - miró a Esther que sonrió – sí, he dormido aquí – contestó. P: Qué guay mami – soltó el niño feliz por verla allí - ¿Y vas a dormir más veces? M: Pues no lo sé – sonrió de nuevo mirando a la enfermera que daba un sorbo de su taza – si mamá me invita sí. P: Mamá – se giró hacia Esther – ¿mami va a dormir más veces aquí? E: ¿Tú quieres que duerma aquí? – le preguntó al pequeño. P: Sí – contestó convencido – me gusta mucho que estemos los tres juntos. E: Bueno… pues entonces mami se quedará a dormir todas las veces que quiera – le dijo dándole un beso a su hijo – y ahora termina el desayuno que tenemos que ir al cole.

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P: Vale – dijo contento sentándose de nuevo en la mesa y sin protestar más siguió tomándose su desayuno. M: Así que las veces que quiera – dijo poniéndose al lado de Esther con una sonrisa al tiempo que ésta le tendía su taza de café. E: Aja – contestó mirándola un segundo. M: Tentador – dijo con una voz pícara y Esther se dio cuenta de lo que estaba pensando – bueno, me voy que llego tarde – dijo tras un momento de silencio – cariño, dale un beso a mami que me voy. P: Adiós, mami – le dio el beso. M: Hasta luego, mi amor – le dijo – no le des mucha lata a tu madre. Dicho esto salió de la cocina para llevar la toalla a su lugar y terminar de peinarse, saliendo a los pocos minutos en busca de su bolso y encontrándose con Esther esperándola ya en la entrada. E: No trabajes mucho ¿vale? – dijo tendiéndole el bolso y acercándose para besarla. M: Tú tampoco – contestó – luego te llamo ¿si? E: Sí -. Abrió la puerta – te quiero – dijo antes de volver a besarla. M: y yo a ti – contestó saliendo ya de casa. En el ascensor, pensó en las palabras de Esther durante el desayuno “Mami se quedará a dormir todas las veces que quiera” ¿quería decir con eso que podía instalarse ya en su casa y no separarse de ellos nunca más? ¿O eso sería ir demasiado rápido? Un par de días después, Maca llegaba a casa de la enfermera con un ramo enorme de rosas y una sonrisa en los labios. Llamó al timbre y su hijo la recibió con un abrazo que casi hace tirar las flores. Sonriendo entraron en el salón y dejando las rosas sobre la mesa se sentó junto a su hijo que no hacía más que llamar su atención. M: A ver, mi amor – lo sentó en sus rodillas - ¿qué tal ha ido el cole? P: Bien, mami, vamos a hacer una función y la profe dice que yo puedo hacer de leñador – decía contento.

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M: Ala, que chuli ¿no? – contestó – pues tendremos que buscarte un buen disfraz de leñador. P: Sí – contestó – mamá dice que Claudia tenía uno de Carlos – le contestó – que también hizo de leñador en el cole el año pasado y se lo va a pedir. M: Muy bien – aseguró – y si no, pues lo hacemos nosotras ¿vale? P: Vale – dijo contento. M: ¿Y mamá? – preguntó viendo que Esther no salía. P: Está en la ducha – contestó – se ha quedado dormida. M: Vale – sonrió mirando hacia el pasillo – quédate aquí, cariño, que ahora vuelvo. Dicho esto se levantó y caminó hacia la puerta del baño, donde pudo escuchar el ruido de la ducha sonar tras la madera. Abrió la puerta lentamente y entró viendo la silueta de Esther tras la mampara. Se mordió el albio y quedó apoyada en la pared mirándola. A los pocos segundos el grifo se cerraba y la enfermera sacaba la mano buscando la toalla. Maca la cogió antes y se la tendió. E: ¿Qué haces aquí, loca? – preguntó con una sonrisa cuando la vio. M: Pues… a parte de alegrarme la vista – dijo mirando su cuerpo – venir a saludarte – se acercó cubriéndola con la toalla y bajando a sus labios para besarla – vamos a llegar tarde – le dijo robándole otro beso más. E: Uff… estaba cansadísima y me he quedado dormida – contestó. M: Ya me ha dicho Pedro – la abrazó – umm qué bien hueles. E: Cariño… - reía – venga anda… que si no me dejas entonces sí que se nos hará tarde. M: Vaaale – dijo a regañadientes separándose de ella – voy a ver si llega tu hermano. E: Estará al caer – contestó metiéndose ya en el cuarto. Como dijo Esther, Diego llegó pocos minutos después y pese a que su relación aún era algo tirante, sí era cierto que cada vez se 291

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comportaban con algo más de naturalidad. Pedro acaparó la atención de los dos y esperando a Esther se dedicaron a jugar con el niño. E: ya estoy – dijo saliendo y dejando a Maca totalmente embobada. P: Ala, mamá, qué guapa – exclamó el pequeño mirando a su madre. E: Gracias cariño – sonrió - ¿nos vamos? – miró a Maca quien parecía no salir de su limbo. M: ¿Eh? Ah, sí, claro – dijo volviendo a la realidad – hasta luego. D: Hasta luego. E: Pedro, pórtate bien – le pidió y el niño asintió. Salieron de casa y Maca continuaba sin decir palabra, Esther sonreía para sus adentros. En el coche, la empresaria se introdujo en el tráfico de Madrid y puso rumbo a su destino. E: ¿No vas a decirme nada? – le preguntó en un semáforo viendo que no había dicho ni media sílaba. M: Uf… es que me has dejado sin habla – la miró – estás preciosa. E: Tú también – dijo acercándose a ella para besarla – umm… guapa. M: Dame otro, anda – pidió poniendo morritos. Esther se lo dio – otro – riendo la enfermera volvió a dárselo – otro… E: El semáforo está en verde – le dijo haciendo que volviera a concentrarse en el tráfico – No me has dicho donde vamos. M: No, no te lo he dicho – sonrió. E: ¿Y donde vamos, Maca? – preguntó. M: De momento al teatro – la miró un segundo – he conseguido entradas para la obra esa de la actriz esta que tanto te gusta. E: ¿La de Fátima Baeza? – la miró ilusionada. M: Ajá – afirmó – eso si – dijo advirtiéndole con un dedo – como la mires más de lo normal nos vamos.

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E: jajaja mira que eres tonta – le dio un palo en le hombro – pues como tu la mires más de lo normal, esta noche te quedas sin premio. Durante la función, ninguna de las dos pudo quitar los ojos de la protagonista. Una por que desde hacía tiempo la admiraba, la otra porque advertía un buen parecido físico con la enfermera. Así que abstraídas y metidas en la trama de la obra pasaron gran parte de la función. E: Te he visto mirarla mucho – dijo una vez salían del teatro. M: Es que… cariño… - la miró – se parece a ti – le dijo. E: ¿A mí? ¿Qué se va a parecer a mí? – preguntó. M: En serio – le dijo bastante seria – os parecéis mucho – la miró – pero… para mí tú eres más guapa y además yo estoy muy pero que muy enamorada de ti. E: Zalamera que eres – dijo cogiendo su mano – anda, vamos a cenar algo. EN el restaurante mientras esperaban la comida, hablaban y reían sobre cualquier cosa. Sabiendo que la complicidad había vuelto al completo, que cada día que pasaba se sentían más y más unidas, que todo iba tomando el camino que debió tomar hacía ya casi cerca de diez años. M: Esther… yo… quería decirte algo – dijo con cautela. E: Dime – la miró dejando su copa sobre la mesa. M: Verás el… el otro día, dijiste que… que podría ir a dormir todas las veces que quisiera. E: Sí… M: Ya… el caso es que yo… quiero dormir contigo siempre – le soltó – todas las noches… despertarme contigo cada día… E: Maca… cariño, ¿no me estarás proponiendo que vivamos juntas verdad? – preguntó haciendo que la empresaria tragara saliva – porque… no sé, es un poco pronto ¿no? – le dijo dejando a Maca sin saber qué decir. M: Ya – bajó la cabeza sin saber qué decir. 293

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E: Maca… cariño, mírame – le pidió y Maca lo hizo tras un instante – entiéndelo, mi amor, creo que tenemos que estar seguras de esto – soltó haciendo que la expresión de Maca cambiara. M: ¿No estás segura? – preguntó - ¿es eso? – siguió diciendo – porque la otra noche fui yo la que intentó parar y tú la que dijiste que no íbamos para nada rápido y que… E: Sé lo que dije – la cortó – pero una cosa es volver a estar juntas y otra muy distinta es irnos a vivir juntas ahora mismo – continuó explicando – Maca… nos han pasado muchas cosas y creo que debemos esperar un tiempo. M: No estás segura – afirmó. E: No es eso. M: No, claro que no – continuó diciendo algo sarcástica – lo que pasa es que tú aún crees que esto es un juego – soltó y ahora fue Esther quien la miró con la sorpresa reflejada en el rostro – aún piensas que voy a… a… E: Yo no pienso eso – la cortó – pero creo que no es el momento de irnos a vivir juntas. M: ¿Por qué? – preguntó. E: Por que no, Maca – le dijo – por que tenemos que volver a conocernos… cariño, las dos hemos cambiado en este tiempo y creo que debemos hacer lo que hacen las parejas normales, como si estuviéramos empezando de cero… M: Pero Esther, es que tú y yo no empezamos de cero – rebatió – ya pasamos por un noviazgo, nos casamos, nos divorciamos, tuvimos un hijo – le enumeraba – no podemos empezar de cero como si nos acabáramos de conocer. E: Ya lo sé – continuó ella diciendo – sé que para nosotras es imposible pero no creo que debamos precipitarnos yéndonos a vivir juntas tan pronto… Maca, acabamos de reconciliarnos – le dijo. M: Está bien – contestó – está claro que tú no quieres que vayamos a vivir juntas y yo no puedo obligarte a nada – dijo con cierto tono dolido – así que nada… seguiremos como hasta ahora.

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E: Pero no te lo tomes así, Maca – le pidió – entiende que… M: Lo entiendo – la cortó – lo entiendo ¿vale? – repitió pese a que realmente no entendía nada – no pasa nada… solo ha sido una idea quizás algo estúpida. E: No es estúpida – dijo – solo algo precipitada. M: Vale – contestó volviendo la mirada al plato – terminemos de cenar anda… Bajo un aire más serio y un tanto tenso terminaron la cena y tras ella, tal y como estaba el ambiente decidieron que lo mejor era irse a casa. Maca no tenía muchas ganas de nada más y Esther la miraba con la sensación de saber que la empresaria no había entendido lo que había querido decirle y que tal vez ni ella misma se entendía. Paró el coche frente al portal pero no hizo el intento de buscar aparcamiento. La enfermera la miró y esperó a que Maca hiciera o dijera algo pero ésta, se mantenía con las manos en el volante y la mirada fija en la nada. E: ¿No vas a subir? – le preguntó viendo que no se movía. M: No – contestó tras un suspiro – creo que me voy a ir a casa… estoy cansada y mañana se me hará tarde para pasar por casa para recoger unos informes que necesito llevar a la oficina y que no los tengo aquí. E: Ya… por los informes – dijo sabiendo que no era más que una excusa barata. M: Sí – contestó pese a que tenía claro que Esther se había dado cuenta de su excusa. E: Maca… - dijo en un susurro – por favor… no te pongas así. M: No me pongo de ninguna manera – contestó en un tono tenso a la vez que intentó ser relajado – estoy cansada, no me hagas caso. E: Como quieras – soltó bajando la mirada - ¿me das un beso? – preguntó mirándola. M: Ven aquí – dijo acercándose a ella y besándola lentamente, E: Te quiero – afirmó acariciando su mejilla. 295

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M: Y yo a ti. E: Hablamos mañana – le dijo sabiendo que por mucho que insistiera Maca no se quedaría esa noche con ella. M: Sí, mañana hablamos – suspiró viendo como Esther salía del coche, esperó a que entrara en el portal y de nuevo reanudó la marcha. Esa noche ninguna de las dos fue capaz de dormir. La enfermera no dejaba de darle vueltas a lo mismo. ¡Claro que quería que vivieran juntas! Pero creía que era demasiado pronto… necesitaba más tiempo… “Lleváis casi diez años dando vueltas, Esther ¿No te parece suficiente tiempo?” le recriminaba su conciencia, y sabía que en cierta forma tenía razón… Pero sí era cierto que tenía demasiado miedo a que saliera mal una vez más como para arriesgarse de nuevo y volver a sufrir. Si lo pensaba, esa era la única razón por la que había dicho que no… porque el miedo la tenía bastante paralizada. Maca por su parte, había decidido salir de la cama y había encendido el ordenador con el fin de trabajar un poco, no podía dormir, no quería pensar y lo mejor era mantener la mente ocupada… una parte de ella entendía lo que Esther le había dicho pero otra parte, mucho más grande, ganaba la batalla haciendo que sus ganas por estar con ella durante el resto de su vida aumentaran con cada segundo que pasaba. Pero Esther no quería… aún no quería dar un paso más y pese a que se negaba a creerlo, algo le decía que aquello se debía a que por mucho que la enfermera le dijera, aún no estaba segura de ella… que aún no confiaba del todo en ella. Pese a que en un principio se había creado cierta tensión entre ellas, con el paso de los días se fue disipando y volvieron a la normalidad. Cerca de mes y medio después de aquella conversación continuaban cada una viviendo a caballo entre una casa y otra. Maca había decidido no insistir, acoplarse a lo que Esther quería y dejarse llevar por sus tiempos. Con ella la presión no era buena y también entendía que necesitara de ese tiempo. Por su parte Esther no dejaba de darle vueltas al tema pero aún así no se atrevía a dar el paso. Maca tampoco había vuelto a hablar de ello y aun sabiendo que lo hacía por darle tiempo a ella, tampoco quería sacar el tema. El miedo a que no saliera bien, a que con el paso del tiempo, con la de cosas que habían pasado hubieran cambiado tanto como para no ser capaces de vivir juntas era algo

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que le paralizaba, por mucho que una parte de ella le dijera que estaba preparada… Maca había salido temprano ese día. Tenía una reunión importante y al haberse quedado esa noche allí, tuvo que salir antes por la mañana. Ella se arregló, preparó el desayuno para Pedro y tras ir a despertarlo y arreglarlo, lo llevó al colegio para luego volver a casa. Ese día no tenía turno, así que se decidió a hacer un poco de vida hogareña. Recogió la cocina y fue a poner una lavadora, dándose cuenta que la mitad de la ropa que allí había era de Maca. Sonrió, puso en marcha el electrodoméstico y cuando llegó al baño pudo ver su cepillo de dientes junto al suyo y sus cremas al lado de las suyas. Salió del baño para ir a la habitación donde se dio de bruces con más ropa de Maca en el armario, el cargador de su móvil estaba en la mesita de noche y algunas cosas más desperdigadas por la casa. Salió al salón, encontrándose con unos informes sobre la mesa. Maca había estado trabajando allí la tarde anterior y debía haberse olvidado de alguno… miró de nuevo a su alrededor. La empresaria pasaba allí más tiempo que en su piso. Gran parte de su armario estaba allí, sus efectos personales estaban allí. Desayunaba, comía cenaba y dormía casi cada día con ellos. Trabajaba allí, incluso casi se había hecho dueña del pequeño despacho que tenían, incluso alguna que otra vez, por no decir la mayoría de las veces, la llamaban de la empresa a casa de la enfermera… ¿No estaban ya viviendo juntas? Si no fuera porque el correo llegaba a su apartamento, porque de vez en cuando dormían en su casa y porque tenía que ir a regar las plantas a su piso, ninguna otra cosa le diría que no vivían juntas. Suspiró, entendiendo que sin darse cuenta, poco a poco y sin oponer resistencia, Maca había logrado lo que quería y ella ni siquiera se lo había cuestionado… y ese miedo que había estado sintiendo se burló de ella haciéndole ver que no era tanto, que tan solo era un reflejo de lo que había sido hacía mucho tiempo. Que siendo sinceras ya no había miedo a nada… Sonrió, porque conocía a Maca, por eso no había insistido. Sonrió porque la empresaria, a su manera, sutil y casi escondida lo había conseguido. El teléfono sonó sacándola de sus pensamientos, mirando todo a su alrededor dejó las carpetas que tenía en la mano y se acercó hacia el aparato descolgándolo al instante. E: ¿Diga? – contestó.

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M: Hola, mi amor – saludó al otro lado de la línea provocando una sonrisa en Esther a este lado. E: Hola – contestó mirando el reloj - ¿No tenías que estar en una reunión? – preguntó extrañada. M: Sí, por eso te llamaba – le dijo – que la he tenido que retrasar media hora… se me ha olvidado un informe en cas… en tu casa – se corrigió y Esther no pudo más que sonreír – está sobre la mesa del despacho, la carpeta azul, al lado del ordenador. E: Espera – dijo yendo hacia donde le había dicho - ¿La que pone contrato de publicidad? – preguntó una vez la tomó entre sus manos. M: Esa – soltó con alivio de saber que estaba allí - ¿Podrías traérmela? – preguntó – me hace falta y… E: Vale, ahora te la llevo – contestó – por cierto – dijo llamando su atención - ¿Te queda algo de ropa en tu casa? – quiso saber poniéndole rintintín al tono. M: Ehh… sí – dijo dudando un poco – claro… ¿por qué lo dices? E: No, por nada – obviamente el tono sonó a “no me creo nada” y Maca lo notó – es que como tienes tanta ropa aquí… y tantas cosas… no sé, solo preguntaba. M: ¿Te… te molesta? – preguntó. – Esther… no quiero que te sientas agobiada, simplemente es una cuestión práctica… paso mucho tiempo en tu casa – esta vez no se equivocó y pronunció el posesivo a conciencia. E: Ya… cuestión de practica – decía sonriente pero haciéndole creer a la empresaria que no sonreía tanto – ahora hablamos, Maca, te llevo la carpeta – dijo terminando con la conversación. M: Va… vale, cariño – susurró – te quiero – Esther respondió y colgó, la empresaria quedó mirando el aparato un segundo y suspiró con algo de agobio – puff… me parece que me la he ganado… no le ha debido sentar nada bien… Cuando Maca ya empezaba a desesperarse porque la enfermera no llegaba y se le echaba la hora encima, Julia avisó de su llegada y segundos más tarde, Esther entró y sin mediar palabra dejó la carpeta sobre la mesa, se cruzó de brazos y la miró.

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E: ¿Pensabas que no iba a darme cuenta? – preguntó. M: No… - dijo mirándola un segundo para luego bajar la mirada – no es eso… solo que no quería agobiarte… E: Ya… pues para no agobiarme bien que te has instalado en mi casa – continuó intentando que la sonrisa no se le escapara. M: No me he instalado… simplemente he ido dejando cosas allí – se defendió. E: Sí… todas tus cosas – afirmó. M: Cariño… ya te lo he dicho, para mí es más práctico así – volvió a decirle lo mismo que había dicho por teléfono – si estoy tanto tiempo en tu casa… pues… E: Ya, práctica – dijo moviendo la cabeza. M: Sí… pero vamos – se dio la vuelta algo dolida – no te preocupes que sacaré mis cosas de tu casa… E: Maca… - dijo relajando el tono viendo como se había puesto la empresaria. M: Ya está – la cortó – no pasa nada, lo has dejado muy claro… no quieres que vivamos juntas y no quieres mis cosas en tu casa… pues no pasa nada… E: Exacto – soltó – no quiero que vivamos juntas y no quiero tus cosas en mi casa – Maca suspiró hondamente apretando la carpeta que acababa de coger – lo que quiero es tus cosas en nuestra casa – enfatizó en “nuestra”, Maca se dio la vuelta entre sorprendida e ilusionada – y lo que quiero es que nos casemos… - y la empresaria creyó que se caería de la emoción. M: ¿Qué… qué… qué has dicho? – logró preguntar. E: Pues que… - sonrió ampliamente, acercándose a ella – que ya basta de hacer el tonto – posó las manos en sus caderas – que te quiero… que no tengo miedo… que quiero pasar el resto de mi vida contigo… y que… que si te quieres casar conmigo – la miró con una leve sonrisa – otra vez – apuntó cómicamente. M: ¿En serio? – no se lo creía.

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E En serio - afirmó robándole un beso.- ¿quieres o no? M: ¡Claro que quiero! – exclamó fuera de sí por la felicidad que sentía, elevándola del suelo y dando una vuelta sobre sí misma – te quiero – la besaba – te quiero – la volvió a besar- te adoro – Esther reía – te amo. E: Y yo a ti, tonta – dijo una vez Maca paró, mirándose a los ojos y fundiéndose en un beso tierno y lento que ninguna de las dos quería parar – cariño – dijo sintiendo que Maca no pararía – mi amor – sonrió sintiendo a la empresaria bajar por su cuello – tu reunión… M: ¿Qué reunión? – preguntó sin hacerle caso – ¡joder, la reunión! – se separó de ella nerviosamente – llego tarde – dijo mirando el reloj y yendo hacia la puerta – un beso – volvió hacia ella – te quiero – la besó una vez más. E: ¡Maca! – la paró viendo que se marchaba – el informe – dijo entregándoselo. M: El informe, sí – de nuevo volvió hacia ella para coger la carpeta – ummm te quiero – de nuevo se fundió en un beso con ella - ¿Es en serio no? – preguntó – Nos casamos. E: Sí – reía al verla de esa guisa – nos casamos – afirmó acariciándole la mejilla – anda, ve, que te están esperando… M: Sí, sí – afirmaba sin querer separarse de ella – ¡Guapa! – soltó antes de abandonar por fin el despacho y poner rumbo a la sala de conferencias no sin antes y tomando por sorpresa a Julia besarla en la mejilla haciendo que la enfermera no pudiera más que soltar una carcajada. Le había pedido que se casaran… y sentía que era lo mejor que podría haber hecho en la vida. Entre varios padres que como ella esperaban a que salieran sus hijos, Maca miraba hacia la puerta con una sonrisa en los labios. Poco tardaron las puertas en abrirse y su sonrisa se amplió mucho más al verlo aparecer. Corriendo con su mochila al hombro se acercaba a ella como un terremoto. La empresaria se acuclilló y lo esperó, recibiendo un abrazo enorme y un beso más fuerte aún. M: ¿Cómo ha ido el cole, mi amor? – dijo levantándolo en el aire. P: Bien – dijo el crío contento - he hecho un dibu.

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M: ¿Sí? – lo miró – pues ahora cuando lleguemos a casa nos lo enseñas ¿vale? P: Sí – contestó convencido. M: Pues venga, que mamá tiene que estar al llegar y tengo que terminar la comida – le dijo a su hijo, al tiempo que llegaban al coche y subía a su hijo en la sillita. Durante el trayecto, Maca escuchaba lo que su hijo le iba contando con una sonrisa en los labios. Siendo partícipe en la conversación con varias preguntas que el niño contestaba con alegría. Llegaron por fin a casa, abriendo con el mando, la puerta del garaje se abrió y al meter el coche se dio cuenta que el de Esther ya estaba aparcado, así que aceleró sus movimientos y de la mano del niño entraron en casa. M: Mi amor, ya estamos aquí – dijo haciéndole saber que ya habían llegado. P: Mami – llegó Pedro a su lado para saludarla con un beso – habéis tardado mami – le dijo – mamá ya estaba protestando. M: Es que tu madre es muy rápida cariño – lo besó – anda, vamos a ver qué está haciendo. Los tres entraron en la cocina y nada más verla, Pablo, el pequeño de la familia fue hacia ella acelerando sus pasos. Esther al sentirlo, se dio la vuelta con una enorme sonrisa y cogiéndolo en brazos lo llenó de besos. E: ¿Cómo está mi niño eh? – le preguntó aun entre sus brazos. Pa: Bien – afirmó – traigo un dibu – le dijo tal y como lo había hecho con Maca anteriormente. E: Pues ahora cuando comamos lo ponemos en la nevera, ¿vale? – lo bajó. Pa: Vale – contestó ya en el suelo. M: Pues venga chicos – les dijo – lavaros las manos que vamos a comer. P: Vamos Pablo – dijo cogiendo a su hermano de la mano y saliendo de la cocina ante la sonriente y atenta mirada de sus madres.

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M: ¿Y tú como estás uhm? – se acercó a su mujer y tomándola de la cintura la besó. E: Echándote de menos – dijo melosa apretando el abrazo – habéis tardado. M: Ya mi amor, es que había mucho tráfico – contestó sin soltarla ¿has hablado con la profesora de Pedro? – le preguntó ya separándose de ella y terminando de poner la mesa. E: Sí y dice que va bien – contestó ella – bueno, que falla en matemáticas… yo creo que deberíamos buscarle un profesor particular o algo ¿no? M: Umm… es una opción… - decía sopesando la idea – podríamos esperar un poco a ver si remonta y sino pues buscamos a alguien. E: Vale – aceptó – por cierto… Ana te acaba de llamar y he quedado con Diego que vendrá con Paula a recoger a los niños a eso de las ocho – la miró - ¿Dónde me vas a llevar? – preguntó con una sonrisa M: Sorpresa – dijo besándola - Voy a cambiarme de ropa ¿vale? E: No tardes que esto ya está – le dijo – y dile a los niños que vengan a sentarse anda, que seguro se han puesto a jugar. Dicho y hecho los niños llegaron en cinco minutos y se sentaron a comer en su sitio. Poco después llegó Maca y entre ella y Esther sirvieron la comida. Durante un buen rato estuvieron escuchando a sus hijos y lo que les gustaba más del cole. Pasando como siempre un buen rato en familia. Pe: Mamá, ¿Por qué vamos hoy a casa del tío Diego? – preguntó Pedro. E: Pues porque mami y yo tenemos que hacer algo esta noche y os tenéis que quedar con él – le contestó. Pa: ¿Y no podemos ir? – quiso saber el pequeño de la casa. E: No mi amor – dijo acariciando su pelo sabiendo que Maca la miraba con esos ojos que la enamoraban cada día – es que se hará muy tarde. Pe: ¿A que yo sé donde vais? – soltó Pedro, cada día más grande, más avispado y más inteligente… 302

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M: ¿Sí? ¿Tú lo sabes? – le preguntó y Pedro afirmó con la cabeza ¿Dónde vamos? Pe: Vais a celebrar vuestro aniversario – dijo haciendo que sus madres sonrieran – y ha hacer cosas de mayores por eso queréis estar solas y nosotros no podemos ir. M: jajaja – rió - ¿Cosas de mayores? Pe: Sí – soltó de nuevo – mi amigo Luís me dijo que cuando sus padres le dicen que se vaya a casa de su tía es porque van a hacer cosas de mayores – les explicó. Pa: ¿Y qué son esas cosas de mayores mami? – preguntó Pablo que dejaba ver su lado más curioso. E: Pues… - miró a Maca quien se había quedado callada con una mirada pícara – pues… Pe: Os daréis mucho besitos ¿a que sí? ¿A que esas son las cosas de mayores? – dijo Pedo como si tuviera toda la razón del mundo. M: Sí cariño – soltó. Pa: Pero ya os dais muchos besitos – dijo el pequeño - ¿por qué os vais? M: Pues porque… - no supo como contestarle, ya que sabía que si contestaba posiblemente llegaría otra pregunta y tras ésta otra más hasta dejarlas en una situación en la que no sabrían como salir – que te lo explique tu madre que yo voy a recoger – dijo levantándose y dejando a Esther de piedra, escabulléndose así de las preguntas de su hijo. E: ¡Maca! – protestó. M: ¡Te quiero! – medio gritó desde la cocina sonriendo al saber como debía haberse quedado Esther. Pa: ¿Por qué mamá? – preguntó de nuevo el niño haciendo que Esther le mirara sin saber qué o como contestarle “esta me la pagas” pensó para sí misma. Había sido una noche de sorpresas. La primera de ellas fue el regalo que Maca había querido hacerle a su mujer. En aquel paraje, alejada 303

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de las luces de la ciudad, en un lugar tan especial para ellas se levantaba una pequeña casita… M: Compré el terreno hace casi un año y mandé construir esta casa – le dijo a su mujer tomándola por la cintura – no te dije nada porque sabía que no me dejarías pero… quería hacerlo, no me regañes. E: Me encanta – dijo mirando hacia el frente – tú me encantas. M: Ven, vamos a verla por dentro. El interior era igual o más bonito que el exterior, con una decoración rústica a la par que elegante, sin sobrecargos y con todo lo necesario para pasar allí algún tiempo. En el dormitorio principal una terracita las invitaba a salir y disfrutar de la noche y allí, en uno de los laterales, un magnífico telescopio se hacía el rey del lugar. M: Ahora vamos a brindar por nosotras – dijo con una copa de cava en las manos – señora – se la tendió. E: Cava… velas… un lugar maravilloso por todo lo que representa – decía mirando a su alrededor – te has convertido en toda una romántica ¿eh? – bromeó M: Todo es poco para ti – dijo acercándose – por ti, mi amor – brindó. E: Por las dos – corrigió antes de brindar. Disfrutaron de una cena relajada, Maca lo había preparado todo hasta el milímetro, así que solo tuvieron que sentarse y disfrutar de ellas mismas y de aquella noche maravillosa que se cernía sobre ellas. Tras la cena vinieron los besos, las caricias, haciendo que de nuevo el juego amatorio se adueñara de sus cuerpos. Volviendo a rendirse entre caricias y besos, como siempre, como nunca… Tumbadas en aquella terracita, bajo la brisa de la noche y con una manta sobre ellas. Esther permanecía tumbada sobre el pecho de su mujer mirando el cielo al tiempo que la empresaria acariciaba su abdomen y bebía un nuevo sorbo de su copa. Besó su cuello y respiró su aroma dejándose llevar por los recuerdos, por todo lo que había pasado en ese tiempo. Pensando en como había cambiado su vida desde el mismo momento en que la conoció. Rememoraba momentos ya vividos, sonriendo por lo que le hacía sentir cada uno de ellos.

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M: Estás preciosa – le dijo delante de todos sus compañeros, a las puertas de aquel juzgado donde por segunda vez y para siempre se darían de nuevo el “sí, quiero” E: Tú también – contestó dándole un beso antes de tomar su mano y entrar. Pedro había sido el encargado de entregarles los anillos, haciendo sonreír a todos cuando el pequeño, metido en su mundo no se dio cuenta que había llegado su “momento de gloria” y Maca tuvo que llamarle la atención cariñosamente. M: Sí, quiero – había contestado al juez mirando a su mujer. E: Sí, quiero – dijo ella de la misma manera, con los ojos aguados por la emoción. La fiesta había durado hasta altas horas de la madrugada. Ellas sin embargo y como ocurriera le primera vez, se habían marchado mucho antes para celebrarlo a su manera y sin publico delante. Se habían mudado a una casita a las afueras de la ciudad. Una casa coqueta y elegante y aunque para ir al trabajo debían salir de casa antes, no podían negar que aquella casa las había “enamorado desde un principio”. La vida les había regalado una segunda oportunidad que no desaprovechaban. Vivían en lo que parecía una eterna luna de miel. Con alguna que otra pelea, como en todos los matrimonios y sumándole el hecho que ambas tenían bastante carácter. Pero todo se olvidaba cuando se miraban y se sonreían con timidez, volviendo a ese estado de bienestar que solo conseguían estando juntas. La llegada de Pablo, menos de un año después de la boda fue otro de los momentos memorables de su relación. Después de hablarlo más de una vez, Maca quedó embarazada utilizando el óvulo de su mujer. Como ocurrió aquella primera vez donde, en ese caso, fue la empresaria quien donó el ovulo a Esther. M: Cariño… - decía desde la cama - ¿Podrías traerme un poco de cereales con zumo? – decía desde su posición con una barriguita ya bastante considerable y haciendo que su mujer, e desesperara por los tantísimos antojos que tenía Maca… E: Cereales con zumo – decía preparándolos – pero qué cosas más raras pide… ella no podía ser como todo el mundo y tomárselos con 305

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leche… no, con zumo… puff… yo no sé como puede tomarse esto – decía llevándoselo. M: Te he oído – advirtió una vez Esther llegó a la habitación. E: Ya, cariño, pero es que yo no sé como puedes tomarte esto. M: Está buenísimo – contestaba devorándolos. Pocos minutos después, dejaba el cuenco vacío sobre la mesita de noche y cuando Esther quiso levantarse para llevarlo a la cocina, Maca lo evitó tomándola del brazo y tumbándola a su lado. M: Tengo otro antojo – decía poniendo esa mirada que volvía loca a su mujer. E: Cual… - sonrió mínimamente. M: Tengo antojo de ti – le dijo metiéndole mano – mucho antojo de ti. Las noches de pasión no habían cambiado en nada. Siempre tan intensas, tan llenas de sentimientos, tan sensuales… bajo las sábanas se desinhibían, se exponían sin líminte y se entregaban la una a la otra sin reservas. E: ¿Estás bien? – preguntaba a su mujer que despertaba en ese momento, acariciando su rostro y con la sonrisa más bonita del mundo. M: Cansada – contestó mirándola emocionada - ¿El niño? E: Ahora lo suben – susurró – es precioso, mi amor. M: como tú - contestó. E: Me has hecho muy feliz – le dijo besándola con cuidado – te quiero muchísimo. M: Te amo – contestó atrayéndola hacia sí misma para besarla una vez más. Una enfermera llamó a la puerta haciendo que se separaran y sonriendo a ambas entró con la cunita del pequeño Pablo. Esther lo cogió entre sus brazos con lágrimas en los ojos y se lo entregó a Maca quien como ella no pudo evitar llorar.

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Cuatro años después del nacimiento de Pablo, ahí estaban, celebrando un aniversario más, un nuevo año de amor y felicidad. E: Maca… cariño – escuchó que le decía su mujer. M: ¿Qué? – la miró un segundo. E: Que te has quedado callada de repente – le dijo - ¿Estás bien? M: Mas que bien – contestó mirándola un segundo. E: ¿En qué pensabas? – quiso saber. M: En ti – la besó – y en lo mucho que te quiero. E: Yo también te quiero mi amor – contestó con una sonrisa, acurrucándose más en su cuerpo. M: Gracias – susurró con tal sinceridad que Esther se estremeció. E: ¿Gracias por qué? M: Por aparecer en mi vida – contestó – por quererme… por hacerme feliz cada día… por haberme dado esta segunda oportunidad… seguía diciendo – por… por convertirme en la persona que soy ahora. Por ser tú. E: Te quiero – fue lo único que pudo decir abrumada por sus palabras y por la intensidad con la que fueron dichas. M: Te quiero – contestó, fundiéndose en un beso eterno. Bajo aquel manto de estrellas testigos siempre de los momentos más importantes de sus vidas. Testigos de un amor capaz de vencer los obstáculos, uniendo sus vidas para siempre.

FIN

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