Coplas

March 1, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Coplas

Adivinanzas

Refranes

Quien mucho abarca, poco aprieta

.

Cuando hay hambre, no hay pan duro

En casa de herrero, cuchillo de palo.

A mal tiempo, buena cara. A falta de pan, buenas son tortas

Unos nacen con estrella y otros nacen estrellados..

Por la boca muere el pez.

A palabras necias, oídos sordos.

No se debe escupir al cielo.

Leyendas

El hada del viejo pino (leyenda para niños) Hubo una vez, en unas lejanas llanuras, un árbol antiquísimo al que todos admiraban y que encerraba montones de historias. De una de aquellas historias formaba parte un hada, que había vivido en su interior durante años. Pero aquella hada se convirtió un día en una mujer que mendigaba y pedía limosna al pie del mismo pino. Muy cerca, vivía también un campesino (al que la gente consideraba tan rico como egoísta), que tenía una criada. Aquella criada paseaba cada mañana junto al viejo pino y compartía con la mujer mendiga todo el alimento que llevaba consigo. Pero cuando el campesino se enteró de que la criada le daba el alimento a la señora que mendigaba, decidió no darle ya nada para comer para no tener así que regalárselo a nadie. Tiempo después, el campesino avaro acudió a una boda en la que tuvo la ocasión de comer y beber casi hasta reventar cuando, regresando a casa, pasó cerca del pino y de la mujer que mendigaba a sus pies. Pero en lugar de un árbol, el campesino vio un palacio precioso que brillaba a más no poder. Animado aún por la boda, el campesino decidió entrar y unirse a lo que parecía otra fiesta. Una vez dentro del palacio, el campesino vio a un hada rodeada por varios enanitos disfrutando de un festín. Todos invitaron al campesino a compartir la mesa con ellos y no lo dudó dos veces, a pesar de que había acabado muy lleno de la boda. El campesino, ya sentado en la mesa, decidió meterse todo cuanto pudo en los bolsillos, puesto que ya no le cabía nada en el estómago. Acabada la fiesta, el hada y los enanitos se fueron a un salón de baile y el campesino decidió que era el momento de volver a casa. Cuando llegó, quiso presumir de todo cuanto le había pasado ante su familia y sus criados y, para demostrarlo, sacó todo cuando había metido en sus bolsillos. Pero, oh, oh…de los bolsillos no salió nada. El campesino, enfurecido por las risas de todos, ordenó a la criada que se fuera de su casa y que comprobara si quisiera cuanto le había contado. La pobre joven salió de la casa entristecida, y acudió hasta los pies del pino. Pero, de pronto, poco antes de llegar, notó algo muy brillante en los bolsillos de su delantal. Eran monedas de oro. Tan contenta se puso la criada que decidió no regresar nunca más al hogar del campesino egoísta, y fue a ver a la mujer que mendigaba en el pino para darle algunas monedas. Tome señora, unas pocas monedas que tengo, seguro que le ayudarán. – Dijo la joven. Y en aquel mismo momento la falsa mendiga retomó su forma de hada, recompensando la actitud de la joven con un premio todavía mayor, su libertad y su felicidad eternas.

La leyenda del conejo grabado en la Luna Existe una leyenda misteriosa que nos habla del dios azteca Quetzalcóatl. Según esta leyenda, en una tarde de verano, el dios azteca Quetzalcóatl pensó que podía ser muy buena idea ir a dar un paseo. Pero se olvidaba de que su aspecto, en forma de serpiente emplumada, podría atemorizar al mundo. De esta forma decidió que lo mejor sería bajar a pasear a la Tierra tomando un nuevo aspecto humano y común. Caminó sin parar durante todo el día el dios Quetzalcóatl disfrutando plenamente de todos los maravillosos paisajes que le brindaba la preciosa Tierra. Y tras mucho caminar, cuando ya parecía despedirse el Sol entre las luces rosadas y mágicas del atardecer, Quetzalcóatl sintió un hambre terrible que le apretaba el estómago, además de un fuerte cansancio. Pero a pesar de todo aquel malestar, Quetzalcóatl no se detuvo en su camino. Finalmente cayó la noche, y junto a una hermosa y casi anaranjada Luna, brillaban miles de estrellas que eclipsaban al mismísimo dios. Y en ese justo instante Quetzalcóatl pensó que debía parar su paseo y descansar finalmente para reponer fuerzas. La belleza del firmamento le había hecho darse cuenta de que el mundo merecía contemplarse con detenimiento y verdadera atención. Tomó asiento en aquel mismo instante sobre una piedra gruesa del camino, y al poco tiempo se le aproximó un conejito que parecía observarle con mucha atención mientras movía los finos bigotes. 

¿Qué comes?- Dijo el dios al conejo.



Como una deliciosa zanahoria que encontré por el camino. ¿Deseas que la comparta contigo?



No gracias, no puedo quitarle su sustento a un ser vivo. Tal vez mi verdadero destino sea pasar hambre y desfallecer como consecuencia de ello y también de mi enorme sed.



¿Y por qué habría de pasar algo tan terrible si yo puedo ayudarte? – Replicó el conejo.



Eres muy amable, conejito. Sigue tu camino y no te preocupes por mí. – Exclamó apesadumbrado y agotado el dios Quetzalcóatl.



Solo soy un pequeño e insignificante conejo. No dudes en tomarme como tu alimento cuando creas que no puedes más. En la Tierra, todos debemos encontrar la manera de sobrevivir.

Quetzalcóatl se quedó completamente conmocionado ante aquellas palabras del conejo y lo acarició con mucho cariño y emoción. Después lo cogió entre sus manos y lo alzó hacia el cielo, en dirección al brillo que despedían las estrellas en la noche. Tal alto lo subió con sus propias manos, que su silueta quedó grabada en la gran Luna casi anaranjada. Mientras Quetzalcóatl volvía a descender sus brazos con el conejo entre las manos, observaba el magnífico grabado que había quedado en el cielo. La imagen del conejito quedaría para siempre en el firmamento, para que fuese recordada siglos y siglos por todos los hombres que habitaran la Tierra como premio por su bondad. Después Quetzalcóatl se despidió del conejo, y agradeciéndole nuevamente su amabilidad, continuó su camino. El pequeño conejito no podía creer lo que había visto. Aquel hombre tenía aspecto de humano, pero se comportaba con una grandeza fuera de lo normal. Y con aquella reflexión observó anonadado el brillo de su silueta en la Luna durante mucho, mucho, tiempo.

LOS UNICORNIOS

Hace mucho tiempo existieron unas extrañas y maravillosas criaturas que poseían el cuerpo como los caballos más hermosos de la tierra, y además, un mágico cuerno en el centro de su frente. Estas criaturas, llamadas unicornios, eran de color blanco y se cree que procedían de tierras indias. Los unicornios debían albergar tanta magia, que no podía verlos cualquier persona que quisiera sino que, al contrario, eran muy pocos los afortunados que tenían el privilegio de llegar a observarlos. Aquellos que llegaban a hacerlo eran las personas que tenían un corazón bueno y puro, cualidades que eran muy fácilmente rastreables por los unicornios. Los cuernos de los unicornios tenían propiedades sanatorios y curativas, y eran tan poderosos que se dice que podían llegar a curar enfermedades muy peligrosas y mortales. Incluso, muchos llegaron a decir que contenían los ingredientes necesarios para alcanzar la eterna juventud. Precisamente por todas aquellas razones, la existencia de un unicornio dependía en su totalidad del mágico cuerno de su frente, y si llegaban a perderlo su destino era la muerte. En la Edad Media, sabedores de las propiedades del cuerno de los unicornios, muchos cazadores se adentraron en los bosques para dar caza a estos enigmáticos seres, con tan mala fortuna, que terminaron abocando a los unicornios a su desaparición. Muy inteligentes, y como los unicornios eran seres tan solitarios y solo dejaban verse por las personas buenas, aquellos temibles cazadores se aprovechaban de las personas de corazón puro para capturar a los unicornios y apresarles en busca de sus cuernos. Tras su triste desaparición, la magnificencia y bondad de aquellos seres dejó en la historia su recuerdo como símbolo de la fuerza, de la libertad, del valor, de la bondad y, sobre todo, del poder de la magia que reside en las personas de gran corazón.

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