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August 18, 2017 | Author: fjruiz71 | Category: Happiness & Self-Help, Love, Mind, Life, Reality
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Conversaciones con mi Ser Superior. Por Jascha

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Gracias a Jorge, mi amado esposo, por su continuo Amor y apoyo a mi camino espiritual. Camino que no siempre ha comprendido, pero se ha esforzado en respetar.

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INDICE INTRODUCCION La Voz de tu Ser Superior CAPITULO 1: Reconociendo el fracaso Rendida (Hablándole a mi Ser Superior) CAPITULO 2: Comienza el Despertar Despertar CAPITULO 3: Nuestro querido y asustado ego El Príncipe y su leal sirviente CAPITULO 4: La Felicidad La Felicidad CAPITULO 5: El otro y las relaciones Hoy por primera vez te vi y comprendí. CAPITULO 6: La Verdad Metáforas CAPITULO 7: Nuestro Ser Superior (Espíritu Santo) Ser Espiritual CAPITULO 8: Conversando con nuestro Ser Superior A ti que tienes dudas ¿Cómo comunicarnos con nuestro Ser Superior? ¿Qué podemos preguntarle? ¿Cómo distinguir las respuestas que vienen de mi mente con las que provienen de mi Ser Superior? ¿Qué desea nuestro Ser Superior para nosotros? ¿Qué peticiones podemos hacerle? ¿Podemos ponerlo a prueba? ¿Mantener estas conversaciones me ayudará a cambiar y superar muchas cosas en mi vida? El Ser Superior y nuestras relaciones El Ser Superior y nuestra salud

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CAPITULO 9: Comunicaciones con mi Ser Superior Así como eres, así eres perfecto Actitud de Paz y Alegría ante la vida Estar al Servicio La Vida Cotidiana Creatividad Lo que Hago, Lo que Pienso, Lo que Siento A ti que estás confundido A mí no puedes engañarme Son sólo creencias, creencias y más creencias. Sanación ¿Cómo conectarte con tu Ser Superior? Tu Vida es tu Creación Aquí y Ahora Son sólo distractores ¿Qué Hacer para Escucharte? SER v/s ser Resistencia al cambio La Importancia de Reunirse Cuando un Grupo de Humanos Despiertos se Reúne Responsabilidad v/s Culpabilidad El Amor en la Nueva Tierra A ti humano

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INTRODUCCION

Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Génesis 1,26

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La Voz de tu Ser Superior A ti que comienzas a leer este libro, te reconozco como parte del grupo de humanos valientes que se atreven a reconocer su propia divinidad, a ti que sostienes estas páginas en tus manos, a ti te hablo. Si estás aquí leyendo, es porque sabes que no has sido capaz de encontrar las respuestas que buscas e intuyes que esas respuestas están en tu interior. Yo Soy quien eres, Yo Soy tu sabiduría interna siempre dispuesta a ayudarte y a complacerte, Yo Soy el Amor genuino del Creador hacia su creación. Soy tu Ser Superior, Yo Soy quien has olvidado Ser, en mí puedes encontrar todo lo que buscas, tus penurias han terminado, tu soledad se ha acabado. Hoy recuerdas mi Presencia, hoy comprendes que la Gloria ya habita en ti y no tienes que hacer nada para recuperarla. Ha llegado el momento en que tu viaje se transforme en placer, regálame tus espinas que yo las transformaré en flores, regálame tus temores que yo los transformaré en confianza, regálame tu baja autoestima que yo la transformaré en certeza sobre quién eres, regálame tu olvido que yo lo transformaré en recuerdo. Siempre he estado a tu lado y siempre lo estaré pues Soy quien eres y en ti me manifiesto. Toma mi mano y apóyate en mí, no hay necesidad de que sigas luchando, entrégate a mí y descansa en mi regazo, una a una lavaré tus heridas, iluminaré cada rincón de tu vida y sonreiré a través de tu alma. Yo Soy la Luz que habita en ti, Yo Soy quien has olvidado Ser, Yo Soy el poder Creador que te ha sido regalado, Yo Soy el manto que protege a quienes lo solicitan.

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Reconoce mi presencia en tu interior, que yo te ayudaré a reconocerla en quienes te rodean y de ese divino reconocimiento, la magia de la creación te será develada. Para comunicarte conmigo no necesitas forma ni modo, sólo necesitas hacerlo. Es tan simple como vivir, si quieres complicarlo y retrasarlo hazlo, esperaré hasta el día en que te decidas a hablarme y mientras, seguiré a tu lado sosteniendo tu mano. Pero, si ya has decidido oírme, entonces escúchame y recibe mi abrazo, que es el abrazo que te das a ti mismo, reconociendo, por fin, que tú también eres Dios…… Al escribir este libro, me doy a mi misma el regalo de compartir lo que ha sido, para mí, un maravilloso proceso de toma de conciencia. Proceso que se inició hace algunos años atrás transformando por completo mi vida, mis relaciones y mi forma de ver el mundo. Esta transformación ha sido de tal magnitud, que me ha colmado de bendiciones y alegrías; y ha traído confianza y plenitud donde antes hubo inseguridad y desosiego. Compartir esta experiencia es una forma de agradecer al Universo, por todas las bellas experiencias que me ha brindado para llegar a comprender, que la vida es un maravilloso regalo y que vale la pena disfrutarlo al máximo. No ha sido fácil sentarme a redactar este libro, no tanto porque se me haga difícil compartir mis vivencias, sino por mi absoluta falta de experiencia literaria. Mi interés por compartir mis experiencias comenzó cuando me decidí a publicar en internet unos pequeños escritos de mi autoría, que bauticé como Conversaciones con mi Ser Superior. Estos textos son pequeños mensajes que provienen desde mi interior, desde mi esencia, desde mi divinidad, desde esa parte llena de sabiduría a la cual todos tenemos acceso y que hemos olvidado, estos mensajes provienen de un lugar profundo donde no hay miedo, ni deberes, donde las amarras y límites desaparecen. La primera vez que escribí una de estas conversaciones quedé muy sorprendida, no sólo por la fluidez con que surgió el mensaje de mi interior, sino por la solidez de su contenido.

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Hacía ya un tiempo que había estado realizando meditaciones, en las cuales entablaba un dialogo íntimo y personal conmigo misma. Un día decidí intentar escribir estas reflexiones, me senté frente al PC, prendí un incienso, puse una música suave y relajante y, luego de dar unas profundas inspiraciones, pedí a mi Ser Superior que me diera algún mensaje. El resultado de este experimento fue un vibrante texto, que una vez terminado pude leer sintiéndome profundamente conmovida, en ese momento sentí que esas palabras eran una especie de suspiro espiritual que salió desde mi interior y que se materializó en la pantalla del PC a través de mis manos. Con el tiempo, y luego de repetir varias veces la experiencia, poco a poco me fui atreviendo a hacer preguntas y a escribir sus respuestas, posteriormente comencé a escribir mensajes menos personales que pudiesen servir a otras personas. Luego de varios intentos, me decidí a compartir estos escritos que bauticé Conversaciones con mi Ser Superior, a través de una lista de correos en internet. Desde mi primer envío recibí decenas de cometarios en los cuales algunas personas me agradecían por las palabras contenidas en mis escritos, me contaban que sentían que esos mensajes habían sido escritos para ellos y me estimulaban a continuar escribiendo y compartiendo. Meses después, pude comprobar que mis escritos circulaban por otras listas y que eran publicados en otros sitios web de carácter espiritual, para mi sorpresa éstos tuvieron muy buena recepción y rápidamente comenzó a gestarse en mí la idea de publicar un libro que recopilara esos mensajes. A lo largo de mi proceso de despertar, he leído una enorme cantidad de libros de crecimiento personal y espiritual. Muchos han sido verdaderos maestros, que llegaron a mi vida justo en el momento apropiado. A veces he sentido que todo está escrito, que ya no hay nada nuevo que decir y que los libros nos repiten una y otra vez las mismas cosas y llegan a la misma conclusión: todo lo que buscamos se encuentra en nuestro interior. Pareciera que podemos leer una y otra vez esta misma sempiterna verdad expresada de muchas formas, sin que en realidad lleguemos a comprender lo que significa. Sin embargo, llega un momento, en que por necesidad o porque la vida nos empuja a hacerlo, todo lo leído se hace carne en nuestra vida y

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pasa del plano mental al plano concreto. Ese es el momento en que dejamos de buscar afuera y nos replegamos a nuestro interior a buscar nuestras propias respuestas. Aún consciente de la enorme cantidad de libros que se han escrito sobre este tema, he sentido el llamado interior a compartir mis propias experiencias. Sé que obedezco más a una necesidad personal que a la necesidad de colaborar con el despertar de la humanidad. Estoy convencida que el despertar espiritual es un proceso personal, que sólo se precipita cuando el alma clama por expresarse. Cuando iniciamos nuestra búsqueda de sentido de vida la ley de atracción y sincronía, prepara el terreno para que lleguen a nuestras manos los libros, las personas, los cursos y los sucesos que favorecerán nuestro proceso de comprender quiénes somos y nos recordarán que nunca estamos solos. Si estás leyendo este libro, entonces, probablemente, significa que estamos en el mismo proceso y si algo de su contenido te sirve o estimula, entonces la escritura de este libro está más que justificada. Siempre me definí a mí misma como una persona con aptitudes e inclinaciones literarias poco desarrolladas, soy ingeniera de profesión, por lo cual los números son para mí un campo más familiar que las letras. No sé de filosofía, ni de religiones, ni de psicología, no puedo citar autores, ni hilvanar ideas de los cientos de libros que he leído, no tengo consejos que dar ni verdades que defender. Sin embargo, en mi interior siento un fuerte llamado a compartir mis experiencias, así que en un acto de osadía me atrevo y animo a darle forma a este libro. Te invito a repasar junto a mí el camino que he recorrido en estos últimos años, para descubrir lo divino que hay en mí. Este camino puede ser el mío, pero en realidad es el de todos, pues seguramente podrás identificarte con algunas de las etapas que yo viví y, si lo deseas, podrás hacer tuyas alguna de las conclusiones que aquí transmito. Tal vez no aparezca aquí nada nuevo, pero confío en que el Universo se encargue de hacer llegar este libro a quien lo necesite en el momento preciso y que su contenido le sirva para descubrir que lo que busca ya habita en su interior.

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Dejo la escritura de este libro en manos del Espíritu Santo, que Él use mi mente y mis recuerdos para trasmitir Su sabiduría.

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CAPITULO 1: Reconociendo el fracaso

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Rendida (Hablándole a mi Ser Superior) Aquí me tienes rendida ante ti, te entrego mi vida, te regalo mis deseos, te cedo mis decisiones, ya no tengo voluntad propia. ¿Cómo podría tenerla? Si todo lo que intenté hasta ahora fracasó, si en todo lo que porfié, perdí. Sólo tu aliento me reconforta, sólo tu Luz graciosa ilumina la oscuridad de mi corazón. Ensánchame el pecho sin demora y por piedad recuérdame cómo amar. Despierta mi mente dormida y déjala volar ansiosa al encuentro de mi alma olvidada. Para que en un abrazo furioso me funda definitivamente a tu Luz y por fin comprenda que tu Mente es la mía. Nos pasamos la vida intentando ser felices y sentirnos plenos, creemos tener la fórmula exacta para conseguirlo, pretendemos saber a la perfección qué tiene que pasar o dejar de pasar en nuestras vidas para conseguirlo. Sólo cuando comprendemos que todos nuestros esfuerzos han fracasado, nos abrimos a la posibilidad de comenzar a encontrar esa esquiva felicidad que tanto ansiamos. Al hablar de fracaso, no me refiero a fracaso material, ni profesional, ni de pareja. Hablo del fracaso profundo que sentimos cuando nuestra alma no ha podido aún expresarse, pues no hemos podido darle a nuestras vidas un sentido que nos permita sentirnos plenos. Una buena parte de los seres humanos, algunos más dispuestos a reconocerlo que otros, tenemos una profunda herida interna, que nos hace sentir como seres imperfectos, separados de Dios, que debemos hacer méritos para volver al “paraíso perdido”. Nos enseñaron que somos pecadores, nos contaron que fuimos expulsados del Paraíso por haber desobedecido a Dios y llevamos milenios intentando infructuosamente que Él nos perdone.

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Jesús, el gran maestro espiritual de occidente, fue torturado y asesinado en la cruz para expiar los pecados de la humanidad y a pesar que han pasado más de 2000 años, aún continuamos cargando la pesada cruz de la culpa. Nos pasamos la vida sintiéndonos en falta, por no conseguir ser lo todo lo perfectos que se debe ser para alcanzar la gracia de Dios. Cada vez que asistimos a un servicio religioso, nos recuerdan lo pecadores que somos y lo poco que hacemos para conseguir que Dios perdone nuestra pequeñez. No importa cuán liberado te sientas de esta ignominia, no importa que no profeses una religión judeocristiana, aún cuando te definas como ateo, esta idea está tan instalada en el inconsciente colectivo que, quieras o no, influye en la forma como enfrentas tu vida y en como te limitas a ti mismo creyendo que eres un ser inferior ante los ojos de tu Creador. A esta ingrata creencia establecida como paradigma para la humanidad, debemos sumarle el stress inherente a la vida moderna, basada más en el tener y en el hacer, que en el Ser. En el mundo actual, no sólo las cosas son desechables, sino también lo son las personas, los trabajos y las relaciones. El último artículo de moda es reemplazado por otro nuevo y más deseable, incluso antes que terminemos de pagar el anterior. Modelos anoréxicas fijan pautas de belleza, poniéndonos patrones imposibles de seguir. Vivimos en una sociedad que nos inunda de publicidad, en la cual el valor del ser humano está centrado en el auto que posee, la cerveza que bebe, los viajes que realiza. Ser para siempre joven pareciera ser la meta, como si la vejez fuese un castigo y la muerte una condena. De esta forma, al no ser lo suficientemente perfectos para merecer el amor de Dios, se le suma el no serlo como para conseguir destacarnos y sentirnos valiosos en una sociedad que fija estándares inalcanzables. Nos pasamos la vida intentando brillar ante los ojos de Dios, ante los ojos de quienes nos rodean y lo que es peor, ante nuestros propios ojos. No importa lo que hagamos, pareciera que no conseguimos sentirnos satisfechos con nosotros mismos. Puede que seas un profesional exitoso, padre o madre de una hermosa familia, un deportista renombrado, da igual, puede que a los ojos de los demás hayas conseguido el éxito, pero muy dentro de ti, en el fondo de tu alma, tu sabes que ese

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éxito sólo ha conseguido poner en manifiesto el profundo vacío que sientes en tu interior. Es posible que en algún momento de tu vida hayas sucumbido al engaño y por un tiempo hayas sentido que tuviste la clave de la felicidad. Sentiste que habías diseñado tu vida de una forma tal, que tus logros te hicieron sentir satisfecho, exitoso y te paseaste triunfante por el mundo, hasta que en algún momento, una crisis, una pérdida o una enfermedad te llevaron a cuestionarte la real profundidad y trascendencia de tus logros. No importa cuánto éxito mundano hayas tenido, tarde o temprano terminarás por comprender que mientras no sacies tu sed interna, nada de lo que hagas logrará darte la ansiada paz que tu alma anhela. No estoy desmereciendo los éxitos de este mundo, por el contrario creo que el camino espiritual nos lleva a una vida material, física y emocionalmente plena, expresión de la plenitud interna que experimentamos. El fracaso del que hablo, está relacionado con el engaño de creer que alcanzaremos la plenitud interna a través de los éxitos materiales. Si el dinero, una vida sana o una profesión exitosa aseguraran la plenitud, entonces podríamos estar tranquilos, bastaría con trabajar con ahínco por una sociedad próspera y tendríamos asegurada la paz interna para todos quienes disfrutaran de bienestar material. Pero la vida nos enseña que no necesariamente quienes más tienen, se sienten más felices o más satisfechos con sus vidas. No siempre las personas más afortunadas a los ojos del mundo son las más plenas. Personas que tienen todo lo que este mundo material pueda ofrecerles: fama, dinero, belleza física, admiración, lujos; son a veces quienes más abusan de las drogas y del alcohol, como una forma de escapar del vacío interno que las persigue y que nada parece llenar. Por el contrario, en ocasiones personas carentes de toda importancia para los ojos de este mundo, que han tenido que afrontar una vida llena de carencias, se pasean por la vida con la cara llena de risa y optimismo, regalando a su paso ganas de vivir. Ellos son, en definitiva, más ricos que quienes más tienen, pues no necesitan “tener” para ser felices. Es que la riqueza interna no se mide en términos de cosas acumuladas, títulos obtenidos, viajes realizados o cuentas bancarias. La riqueza interna está más relacionada con el grado de satisfacción que

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sentimos por lo conseguido, que con nuestra capacidad de conseguir. Aún cuando la riqueza interior nada tiene que ver con la riqueza exterior, paradójicamente tiene todo que ver con ella, pues de la riqueza interior aflora la capacidad de disfrutar, de transformar nuestra realidad y de convertir cada día en una aventura. La prosperidad en nuestras vidas es proporcional a la capacidad que tenemos de disfrutar quienes somos, lo que poseemos y lo que hemos logrado. Durante gran parte de mi vida sentí que había una discrepancia entre lo que proyectaba y lo que sentía en lo más profundo de mi ser, a los ojos de cualquier persona mi vida se acercaba mucho al modelo de lo que me habían inculcado como deseable. Yo era una mujer joven, profesional universitaria, con un empleo a medio tiempo que me permitía atender la crianza de mis 4 hijos, casada con un hombre también profesional, responsable y querendón con su familia. Tanto mi esposo como yo provenimos de familias de clase media, tradicionales, con matrimonios sólidos y padres amorosos y presentes, en la forma que ellos podían y sabían serlo. Sin embargo, bajo esa apariencia de orden y perfección se escondía una buena capa de frustración y enojo, que de tanto en tanto se manifestaba en forma de discusiones, dolores de espalda y otras sofisticadas y no siempre directas maneras. Tengo sentimientos encontrados respecto a los recuerdos de mi niñez: por un lado recuerdo haber sido muy feliz en mi más tierna infancia, tengo reminiscencias de mi madre sonriendo y compartiendo con amigas, recuerdo carcajadas en el hogar y mucho amor familiar. Aproximadamente en la época en que cumplí ocho años, tengo la percepción de que el ambiente de mi casa cambió o al menos así lo sentí yo. Mi madre dejó de sonreír, dejó de juntarse con amigas y parecía estar siempre enojada, sus amorosas atenciones hacia mí, cesaron de golpe transformándose en secas comunicaciones y constantes críticas. Casi cuarenta años después, me enteré que para ese entonces, mis padres enfrentaron una crisis matrimonial de la cual yo siendo una niña no llegué a enterarme. Crecí con la sensación de que algo había hecho mal y que debido a ello había perdido el cariño de mi madre. Durante mi pre adolescencia y adolescencia tuve con ella una relación muy tensa, fui una hija difícil de complacer y muy rebelde.

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En mi etapa escolar me costó mucho hacerme de amigas, lo cual se agudizó cuando me expulsaron por mala conducta del colegio de monjas al cual asistía y no conseguí adaptarme al nuevo colegio, también de monjas, aún más estrictas que las anteriores. Fui no sólo una alumna muy inquieta, indiferente a la autoridad e indisciplinada, sino también muy irresponsable y con rendimiento académico mediocre. Solía pasar más tiempo castigada que en la sala de clases, de seguro que si hubiese nacido un par de décadas después habría sido una candidata segura al Ritalín. Al terminar la enseñanza media era una jovencita muy inquieta e inmadura que no tenía la menor idea sobre qué es lo que quería hacer con su vida, cuando llegó el momento de rendir la prueba de ingreso a la Universidad, me sorprendí y sorprendí a los demás con un excelente puntaje, que me permitió entrar a estudiar Ingeniería en una muy buena universidad del país, en gran medida escogí esa carrera para agradar a mi padre, sin prestar ninguna atención a cual podría ser mi verdadera vocación. Finalmente, luego de algunos traspiés terminé por titularme. Convertida en una flamante ingeniero (en esa época no existían el femenino de la palabra ingeniero en el diccionario) me enfrenté al mundo y a mi absoluta falta de vocación. Ya en el mercado laboral, pude comprobar en forma fehaciente que había escogido una profesión que no me satisfacía en lo absoluto. En los últimos años de mi carrera conocí a mi esposo, con quien luego de un par de años de noviazgo decidimos formar una familia. Me casé muy enamorada, pero a la vez asustada, pues nuestras peleas por cosas sin importancia me hacían dudar respecto a nuestra real capacidad de formar una pareja. Al poco tiempo, se cumplió mi mayor deseo y quedé embarazada, en ese momento sentí que tocaba el cielo, el nacimiento de nuestra hija mayor, junto al nacimiento de nuestros otros tres hijos, han sido los regalos más maravillosos que la vida me ha dado. Feliz me lancé de lleno a mi labor de madre, dejando cada vez más relegada mi profesión. Al año y medio nació nuestro segundo hijo, al año y medio siguiente, nuestra tercera hija y a los dos siguientes la cuarta. Cuando nació mi cuarta hija abandoné totalmente mi profesión, para dedicarme de lleno a la crianza de mis niños. Más que ser madre jugaba a serlo y me

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paseaba orgullosa por la vida, como una gallina con sus polluelos. Mi vida parecía perfecta. Pero en vez de llenarme de orgullo, muy en lo profundo sentía un poco de vergüenza, pues muchas veces me pregunté cómo era posible que yo, siendo para muchos una mujer bendecida por la vida, no lograse ser en forma auténtica feliz. En mi mente palpitaba un constante temor a que la vida me castigara con alguna experiencia dolorosa, para que así yo por fin aprendiese a valorar todo lo que tenía. En mi interior yo sabía que algo no andaba bien. Mi relación matrimonial se había convertido en una sucesión de acercamientos y alejamientos, las discusiones se alternaban con períodos de reconciliación y habíamos llegado a pensar que esa era la única forma en que podíamos relacionarnos. Todo matrimonio tiene problemas, nos decíamos y, luego de un distanciamiento, retomábamos la relación con la promesa de cambiar y ser por fin la persona que el otro esperaba que fuéramos. Todas estas promesas iban directo al olvido, pues una y otra vez volvíamos a discutir por las mismas y absurdas cosas, hiriéndonos con reclamos y ofensas veladas. Cuando nuestra cuarta hija entró al colegio a horario completo, se cerró una primera etapa en la crianza de los niños, luego de un período de mucha intensidad de pronto me encontré con mucho más tiempo libre y me sentí con un montón de energía libre que no sabía en qué emplear. Entonces comencé a buscar “algo” que llenara mis días y me diera la satisfacción interna que no lograba encontrar en mi interior. Luego de mucho pensarlo, en parte movida por la culpa de no lograr encontrar paz interior, decidí dedicarme a actividades solidarias. Por un tiempo trabajé de voluntaria en una casa de acogida de niños enfermos de cáncer, fue una experiencia muy intensa de la cual aprendí mucho y quedé profundamente conmovida por esos pequeños seres de ojos profundos que ansiosos de ser amados, morían como mariposas nocturnas estrelladas contra el vidrio de la vida. Luego de esa conmovedora experiencia, decidí dedicarme en forma más profesional al tema de la solidaridad y encontré un trabajo en una corporación de beneficencia, dedicada al tratamiento de niños trasplantados. A pesar del enorme cariño y ternura que los niños y sus dedicadas y humildes familias despertaban en mí, tampoco allí conseguí encontrar lo que buscaba, pues nunca llegué a sentirme cómoda

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en el ambiente “socialité” que suele rodear al mundo de la beneficencia, sin duda necesario al momento de conseguir recursos. Entonces, di un giro en 180 grados y me volqué hacia el mundo empresarial y me embarqué en un proyecto de importación de muebles. Puse todas mis energías en ello, trabajaba más de diez horas diarias, seis días a la semana. Se trataba de un negocio complejo y cansador, sobre el cual influían muchas variables que no dependían directamente de mi gestión. Al principio, mis esfuerzos parecieron dar resultados económicos, pero luego, el precio del dólar comenzó a subir y subir más allá de cualquier expectativa, con lo cual todos mis cálculos de rentabilidad fallaron. Me sentía muy exigida y comencé a dejar de disfrutar las actividades que antes me satisfacían, el cuidado de mi casa se transformó en una pesada carga, el simple hecho de ir al supermercado se me hacía una tarea agobiante, la vida social me parecía una tortura. Dejé de ir al gimnasio y perdí el interés por la mayor parte de las actividades que antes me atraían. Lo único que me importaba era sacar adelante mi proyecto y estar con mis hijos. Luché por casi cuatro años por impulsar este demandante negocio, sin llegar a conseguirlo. Cuando estaba en el ojo del huracán, decidí tomar un curso de Programación Neurolingüística (PNL), principalmente motivada por mi deseo de aprender a dominar mis reacciones frente a los diarios conflictos que tenía con los clientes, con los empleados de mi empresa y con los proveedores. En paralelo a ese curso, una amiga me invitó a integrar un grupo de mujeres que se autodenominaban “Las Soñadoras”, quienes se reunían una vez a la semana a interpretar sueños y conversar. Aún no lo sabía, pero esos serían mis primeros pasos concretos hacia el despertar espiritual y comencé por primera vez a mirarme y a cuestionar la forma en que estaba viviendo mi vida. Debido a las dificultades en el trabajo mi enojo crecía día a día, pues nada parecía resultar a pesar de mi frenesí por sacar adelante mi empresa. Los trabajadores me parecían irresponsables, los proveedores incumplidores, los clientes demasiados exigentes, en fin, todo y todos parecían estar en mi contra. Sincrónicamente, una cadena de sucesos desafortunados comenzaron a ocurrir en mi vida: robos,

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enfermedades, accidentes, problemas laborales parecían afectarme a mí o a queridos y cercanos parientes, en ese entonces parecía que todo a mi alrededor era tensión. Más tarde comprendería que atraemos a nuestra vida justo aquello en lo cual está puesta nuestra energía y en ese entonces yo me sentía muy miserable, por ello el Universo entero se organizó para que yo me pudiese sentir de esa forma a mis anchas. Los problemas me fueron agotando cada día más, pero lo que realmente terminó por hundirme fue cuando se enfermó mi padre. Él fue para mí un fuerte apoyo en los momentos en que necesité sostén, desde niña fui muy apegada a él y a pesar que tenía un carácter complicado, con el cual me era muy difícil relacionarme, entre él y yo existía una complicidad y comunicación no verbal, que incluso a la distancia nos mantenía unidos. En esos tiempos que yo sentía tan complicados él se había convertido en mi alero y parecía siempre tener la palabra precisa para reconfortarme. A la semana siguiente de cumplir 80 años le detectaron un cáncer a la pleura en estado terminal, el doctor nos dijo que le quedaba un mes de vida, que luego se prolongó en más de dos angustiosos años. Eso terminó con mis fuerzas. Mi empresa quedó en segundo lugar y al no contar con mi continua presencia, las ventas comenzaron a decaer, pero no me importó pues yo no tenía ya ganas de seguir luchando. El tiempo pasaba y yo corría entre mi hogar, el hospital y el negocio, comencé a sentir como el stress crecía dentro de mí, por primera y única vez en mi vida supe lo que es pasar un noche en vela, en ocasiones mi corazón parecía salirse de mi pecho. Aún así no paraba de correr, hasta que llegó un día en que no fui capaz de estar en pie, mis piernas literalmente se doblaban incapaces de sostenerme y tuve que quedarme en cama por más de dos semanas y no pude trabajar por más de un mes. Luego de ese episodio le tomé fobia a mi trabajo y a todo lo relacionado con él, decidí asumir el fracaso y cerrarlo. Con las pocas fuerzas recuperadas con el forzado reposo que mi cuerpo me impuso, tuve que finiquitar mis últimas obligaciones, despedir empleados, pagar a los proveedores, hacer las últimas cobranzas, vender en liquidación todo lo que se pudiera; y asumir la pérdida monetaria y el dolor de no haber conseguido salir adelante con lo que me había propuesto.

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Sin embargo, este proceso en apariencia tan negativo, me trajo una enorme bendición pues durante mi tiempo de obligado reposo, comprendí que la forma en que había conducido mi vida hasta entonces no estaba dando los resultados que tanto ansiaba. Una voz desde mi interior, comenzó a susurrarme que había otra forma de vivir que yo hasta ahora no había entendido. Mi alma comenzó a clamar por manifestarse y justo cuando mi mundo parecía estar desmoronándose, comencé a recibir información espiritual de todas partes, los sucesos se fueron encadenando, los sueños revelándose, las sincronías presentándose, llegaron a mi vida las personas precisas y de pronto sentí que todo lo que había sucedido tenía un sentido, que todo había conspirado para que llegara el momento en que yo me detuviese y me permitiese conectarme conmigo misma. Había estado buscando fuera de mí: ¡era el momento de buscar en mi interior! Con tiempo libre y con el apoyo de mi esposo, me lancé a un intenso proceso de búsqueda espiritual y sentido de vida, tomé muchos cursos y talleres, leí una enorme cantidad de libros, navegué cientos de horas en Internet, buscando información y contacto con personas que estuvieran en el mismo proceso. Lentamente comencé a sentir algo desconocido para mí: empecé a sentir que en realidad no tenía que hacer nada para encontrar la felicidad que tanto había buscado, pues la plenitud es el estado natural del alma y sólo tenemos que permitir que ocurra. De a poco comencé a percibir que no estoy sola en este camino espiritual, hay muchos seres que nos ayudan a avanzar hacia donde nos proponemos llegar, pude sentir que dentro de todos nosotros habita una chispa divina que con paciencia espera que le permitamos manifestarse. Comprendí que cuando nos ponemos en sintonía con nuestras más altas intenciones, los milagros comienzan a ocurrir en la cotidianidad. Los problemas que antes nos parecían tan complicados no sólo se hacen más llevaderos, sino que también muchos de ellos se tornan irreales y se desvanecen. Aprendí que quizás no tengo la opción de escoger qué sucede en mi vida, pero siempre tengo la libertad de escoger la forma de enfrentar los desafíos que se me presenten y que cada instante es una oportunidad para sentir la grandiosidad de Dios en continua manifestación. De seguro cada quien tiene su propia y maravillosa historia que lo llevó a iniciar su búsqueda espiritual y si cuento

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algo de la mía es sólo para compartir el hecho de que al igual que muchos, viví gran parte mi vida centrada en lo externo, buscando miles de formas para completarme y, finalmente, el gran regalo que recibí fue comprobar que mis búsquedas fracasaron. A partir del momento personal en que comprendemos que todos nuestros intentos de encontrarle sentido a nuestras vidas en lo externo nos han llevado al fracaso, comenzamos a encontrar lo que ansiamos en nuestro interior. Cuando decidí que me iba a rendir ante la existencia descubrí la presencia de mi Ser Superior y me entregué a Él, permitiendo que esa fuerza invisible que escapa a nuestra comprensión se hiciera cargo de mi vida. Si bien más adelante explicaré mi concepto de Ser Superior, por ahora simplemente digamos que es esa parte divina que reposa en nuestro interior, esperando ser descubierta, es esa parte que todos poseemos y que nos hace iguales en estirpe, hijos del mismo Padre, esculpidos desde el mismo material. Es nuestra esencia, nuestra genuina y verdadera naturaleza. Supongo que habrá muchas formas de conectarse con nuestra divinidad, pero he podido observar que es más fácil hacerlo cuando nos damos cuenta que con nuestros pensamientos y emociones no hemos sido capaces de darle sentido a nuestra vida. Eso es a lo que yo lo llamo “fracaso” y sé que esta palabra puede provocar resquemor en muchas personas que aún sienten que pueden conseguir lo que buscan en su interior, con esfuerzo y trabajo en el exterior. ¿Estás lo suficientemente cansado de ser infeliz, cómo para comenzar, por fin, a ser feliz?

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CAPITULO 2: Comienza el Despertar

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Despertar El despertar de conciencia es mucho más que una fecha, mucho más que un extraordinario evento anunciado con pompa. El despertar de conciencia es la mayor revolución que enfrentará el Ser Humano en su historia y la cambiará para siempre. El despertar de conciencia es un proceso íntimo y personal, pero de tal magnitud que afecta todo el entorno de quienes lo transitan. Se cuela en las mentes de los seres humanos, sin que éstos incluso lo noten y va sutilmente derribando viejos paradigmas y cambiando las estructuras que gobiernan a la sociedad. El despertar de conciencia no “ocurre”, sino que se hace ocurrir. No requiere de preparación, ni pide requisitos, pero sí exige voluntad. Querer despertar, es el único requisito que una mente dormida ha de cumplir para conseguirlo. El despertar de conciencia te recuerda quien eres y te libera de ser la marioneta que has sido hasta ahora: un ser reactivo y temeroso, incapaz de escoger hasta lo que piensa. Darte cuenta es el primer paso, la libertad el segundo, la creatividad manifiesta el tercero y la plenitud el cuarto y último. Después de eso no hay pasos que dar, pues cuando te conviertes en un Ser Libre y Creador, entonces sólo te queda vivir en plenitud esa maravillosa creación, que eres tú mismo. Las situaciones que en una etapa de mi vida percibí de manera tan negativa, finalmente, se convirtieron en una oportunidad espiritual que trajo a mi vida muchas bendiciones. A partir del momento en que comprendí que requería con urgencia darle un nuevo sentido a mi vida, diversas señales se

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comenzaron a presentar y me impulsaron a recorrer este hermoso camino sin retorno. Mucha información de carácter espiritual llegó a mis manos y conmovedoras revelaciones se manifestaron en mis sueños, comencé a encontrar alimento espiritual en lecturas de libros, en personas que aparecieron en mi vida, en experiencias en talleres, navegando por Internet. Fueron años muy intensos y entretenidos, llenos de descubrimientos, con progresos y retrocesos, pero siempre con la alegría de sentirme avanzando hacia la libertad de reconocer que mi vida es mi creación. Los problemas y conflictos, se transformaron para mí en una oportunidad, que me permitió entender que si seguía viviendo en la forma que hasta ese entonces lo había hecho, no obtendría lo que tanto ansiaba. Había comprendido que no podía responsabilizar a las circunstancias ni a los demás, por mis frustraciones y que había llegado la hora, no sólo de sanarme, sino que también de hacer cambios concretos en mi forma de enfrentar y sobre todo de valorizar los distintos aspectos de mi vida. Ciertamente, somos nosotros y nuestras circunstancias, en apariencia estamos “condicionados” por la vida, por nuestra historia, por las personas que nos educaron. No es poco habitual que expliquemos nuestras reacciones en base a situaciones del pasado, yo soy así porque cuando era niña me pasó tal o cual cosa, yo reacciono de esta forma pues tuve esta experiencia, siempre parecemos tener justificaciones y explicaciones respecto a cómo somos. A veces anquilosamos nuestro pasado y experiencias, permitiéndoles que nos condicionen durante toda nuestra existencia, olvidándonos que somos seres libres en continua evolución y que detrás de esa máscara que hemos adoptado como personalidad, se encuentra nuestro yo auténtico que observa este proceso y que puede, cuando lo desee, cambiar las características del personaje que está interpretando. Recuerdo una ocasión en que conversé con una mujer de más de 70 años, ella estaba muy cansada y deprimida, sentía que su vida llegaba a su fin y que nunca había sido feliz, me contó tristes episodios de su niñez que la habían marcado profundamente, ella responsabilizaba a su madre por el sufrimiento que había acarreado durante tantos años. No pude contenerme y le dije: ¡Han pasado casi 70 años desde que sucedieron los hechos que me estás contando!, ¿No crees que

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llegó la hora de soltar y ser dueña de ti misma y de tus emociones?, ella me devolvió la mirada sin comprender. Quizás, ya era tarde para que ella se liberara de las ataduras que durante toda su vida la limitaron y dañaron, pero no era tarde para que yo pudiese comprender la lección que ella de manera inconsciente me estaba enseñando. Muchos terapeutas nos impulsan a revisar nuestra historia para comprender quienes somos. Nuestros padres o sus sustitutos, aparecen como figuras de gran relevancia en el diseño de nuestra personalidad, así como también lo son las situaciones que nos tocó experimentar a lo largo de nuestra niñez, sobre todo en nuestra más tierna infancia. Si bien, todos podemos estar de acuerdo que en gran medida nuestra historia nos define, también es cierto que no todos hacemos la misma interpretación ni reaccionamos de igual forma ante hechos similares. Esto es fácil de comprender para aquellas personas que provienen de hogares con varios hermanos, quienes de seguro tienen diferentes recuerdos e interpretaciones de una misma anécdota familiar. Conversando en una ocasión con una de mis hermanas, luego de pasar un buen rato recordando momentos de nuestra infancia y reviviendo la relación que habíamos tenido con nuestros padres, concluimos entre risas que habíamos vivido en distintos hogares, pues no sólo recordábamos algunos sucesos en forma diferente, sino que además percibíamos a nuestros padres de maneras muy opuestas, siendo para ella mi madre la representante de la dulzura y alero en la familia, mientas que para mí lo fue mi padre. Los hechos y los personajes fueron los mismos, pero la forma en que los vivimos cada una de nosotras fue diferente, como diferente también fue la forma en cada una de nosotras integró esas experiencias a su personalidad. Creo que es muy necesario revisar nuestra historia para comprendernos, episodios de nuestra niñez nos pueden ayudar a entender muchos de los rasgos de nuestra personalidad. Cuando estamos en crisis, enojados con nosotros mismos, en ocasiones es muy aliviador sacarnos el peso de la responsabilidad y adjudicárselo a otro. La sicología moderna nos ayuda en este proceso a identificar las personas y hechos del pasado que más nos marcaron, luego para reconciliarnos con nuestro pasado y de esa forma con nosotros mismos, intentamos perdonar a los involucrados para conseguir paz interior.

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Pero invariablemente una vez que revisamos nuestro pasado, perdonamos a los involucrados y a nosotros mismos, la quietud que sentimos parece pasajera, culpabilizar a nuestros padres o a las circunstancias termina siendo un bálsamo bastante pasajero. Es aquí cuando muchas personas en este camino de reconocerse, comienzan a intentar buscar explicaciones en vidas pasadas, terapias regresivas, lectura de registros akáshicos, alejar aún más en la línea del tiempo el suceso que nos marcó, parece traer nuevo alivio. He conocido a personas que pueden justificar muchos aspectos de su vida, narrando supuestas vidas pasadas. Para mí, si no estamos muy atentos, esto puede transformarse en una nueva forma de evasión, en un nuevo artilugio para justificar que no somos capaces de asumir el diseño de nuestra vida y les aseguro que en ese caso, el alivio que sentirán será sin duda pasajero. Podemos entender mejor esta idea con un ejemplo, tomemos el hipotético caso de una persona con problemas en su trabajo para expresarse en forma fluida y asertiva ante sus superiores, por este motivo se siente menoscaba y limitada en sus horizontes profesionales, además este hecho le influye en las relaciones con sus compañeros, pues presiente que ellos se burlan de sus tartamudeos. Supongamos que acude a un sicólogo quien le ayuda a descubrir que su limitación se originó en su niñez producto que su madre continuamente lo hacía callar y bajar el tono de voz ante su padre, quien era visto como una temida autoridad, a quien no podía contradecirse ni hacer enojar bajo ninguna circunstancia. Esta parece ser una razonable explicación de la limitación que este hombre tiene para expresarse, incluso es posible que sienta un momentáneo alivio, al responsabilizar a sus padres de su limitación, el culpable no es él, sino que las circunstancias de su vida. Durante un tiempo, andará enojado con sus progenitores por haberlo marcado en forma tan negativa. Sin embargo, pronto comprenderá que ellos también actuaban impulsados por sus propios límites, fijados también por su historia, su amor hacia sus padres no le permitirá sostener por mucho tiempo el alivio de culpabilizarlos, ¿será el abuelo entonces el responsable? Una terapia regresiva lo puede llevar a ¨descubrir¨ que en una vida pasada, su madre era su esposa, sufrió horrores cuando a él lo mataron de forma brutal por expresar su opinión

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públicamente, por eso ella lo hacía callar cuando era pequeño, pues en realidad intentaba proteger su vida. Bien, otra vez este buen hombre al liberar a la madre siente un poco de alivio, que también será pasajero. No importa cuántas explicaciones busque, llegará el día en que parado frente a sus jefes, tendrá que escoger si seguir siendo esclavo de sus miedos o hacer algo para vencerlos. Entonces podrá optar por superar sus límites, tomando algún curso de dicción o buscar un nuevo trabajo que se adapte más a las habilidades que sí tiene. No importa lo que escoja, en el momento en que acepte que la decisión es sólo suya, será libre. Puede que este ejemplo suene algo absurdo, pero créanme que contantemente converso con personas que en distintos aspectos de su vida, están recorriendo el mismo camino que nuestro ficticio personaje. Todos ellos han despertado, pues al contrario que la querida señora que dejó que la vida se le fuera sin conseguir ser feliz, quienes intentan buscar soluciones, al menos han comprendido que no tienen que conformarse con ser marionetas de su pasado. La personalidad que nos define y que tanto solemos defender y proteger, está formada de un largo listados de yo soy así, yo soy asá. Yo soy sensible, yo soy malo para los deportes, yo soy responsable, yo soy alegre, yo soy flojo, yo soy enojón, yo soy generoso, yo soy esto, yo soy aquello. Este listado lo hemos construido a partir de un largo proceso interpretativo que se inició incluso antes que naciéramos, lo hicimos en forma automática, involuntaria e inconsciente, pero aún así su influencia es de tal envergadura e importancia, que orienta la mayor parte de nuestras elecciones y reacciones a lo largo de toda nuestras vidas. Nuestra visión de la vida es sólo una interpretación de una realidad mayor, de la cual escogemos algunos elementos en donde poner nuestra atención y los observamos a través de un filtro personal constituido por nuestras emociones y juicios mentales. Pero esa misma realidad, otros la podrán interpretar de distinta manera usando su propio filtro construido a lo largo de su existencia, basado en las experiencias que les tocó enfrentar, en las interpretaciones que realizaron y en las conclusiones que sacaron de ellas. En este mundo nada es verdad ni mentira, todo depende del cristal con que se mira.

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Cuando comenzamos a comprender que nuestra realidad es en gran medida sólo una versión de una realidad mayor, entonces ha llegado el bendito momento de plantearnos la posibilidad de reinterpretar nuestra historia y redefinir la forma en que percibimos esa realidad. Proceso que esta vez tenemos la oportunidad de hacerlo de forma premeditada, voluntaria y consciente, no como una manera de negar o renegar de nuestro pasado, sino como un legítimo acto de libertad que nos permite recrearnos y escoger quienes queremos ser. La ciencia moderna demuestra que nuestra mente es una estructura neuronas que forman verdaderas “carreteras” de pensamientos. Carreteras que hemos diseñado y construido desde nuestra infancia y que nos permiten observar e interpretar el mundo. La gran maravilla de este complejo sistema neuronal, es que permite ser rediseñado, simplemente cambiando nuestra forma de pensar. Al contrario que nuestros hermanos menores, los animales, los seres humanos tenemos la posibilidad de reinventarnos cada vez que lo deseemos. Cuando te escuches a ti mismo justificando tus miedos, tus frustraciones o tus elecciones con frases del tipo: “así soy yo, pues cuando era un niño….” Detente y pregúntate: ¿quiero seguir reaccionando de esa forma culpando a otros de mis elecciones o escojo de una vez por todas ser un adulto responsable y creador de mi vida? La mente nos suele jugar malas pasadas, pensamientos automáticos se despliegan ajenos a nuestros deseos y más altas opciones, afectando nuestro cuerpo físico y emocional y gobernando muchas de nuestras reacciones. Estos pensamientos se encadenan formando círculos repetitivos y se van transformando en verdaderas letanías, que nos acompañan a lo largo del día. Muchas veces son quejas y reclamos, a través de los cuales nos decimos que las cosas en nuestra vida no son como quisiéramos, responsabilizamos a algo o a alguien por esta situación y nos prometemos tomar acciones al respecto, cosa que pocas veces hacemos. De esta forma, lo que hacemos es proyectar hacia afuera ese malestar interno que no sabemos solucionar, nos lamentamos de las circunstancias como una forma de liberarnos de la responsabilidad que tenemos sobre las creaciones que hacemos y que luego las rechazamos pensando que no se ajustan a nuestros deseos.

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Si en algún momento de nuestras vidas logramos vislumbrar esta dinámica, entonces podemos empezar de a poco a desarticular estas cadenas de pensamientos y aprender a enfocarlos en lo que verdaderamente deseamos crear. Detrás de esas quejas silenciosas, comenzamos a identificar nuestras carencias y aprendemos a satisfacerlas, sin responsabilizar a nada y a nadie de ellas. Poco a poco nos vamos convirtiendo en el observador del pensador, pasamos de ser el que piensa a observar al que piensa, quitándole así mucha energía a nuestros pensamientos. Antes de iniciar este camino, muchas veces pensé que algunas personas me agredían, me faltaban el respeto o no me daban el valor que yo creía merecer, un día descubrí que el origen de esos sentimientos estaba en mi baja autoestima. Hecho este descubrimiento, pude comenzar a buscar formas de subir la valorización de mi misma, realizando actividades que me satisfacen y me otorgan seguridad en mis habilidades. De esta forma, poco a poco, he podido dejar de ser reactiva ante esas actitudes que antes yo interpretaba como agresivas o al menos, hoy siento la libertad de alejarme cuando siento que no puedo ser indiferente ante los supuestos o reales ataques de alguien. Mucho se dice que somos lo que pensamos y con nuestros pensamientos creamos nuestra realidad. Si esto fuese así de simple y directo, la mayor parte de las personas debería que tener la vida que desean. Parece ilógico que escojamos crear a través de nuestras palabras y pensamientos circunstancias que no deseamos y que luego lamentamos. Pero es lo que en realidad hacemos sin darnos cuenta de ello, decimos desear algo, pero a través de nuestros pensamientos creamos lo contrario. Muchas personas enfermas ansían sentirse sanas, pero se pasan el día hablando de sus dolencias y enfermedades, hay quienes desean una relación amorosa satisfactoria, pero constantemente critican a su pareja, otros desean sentirse cercanos a sus hijos, pero viven hablando de lo difícil que es ser padres hoy en día. De esta forma, a través de nuestro pensamientos ponemos energía justo en lo contrario que decimos desear, pareciera que somos expertos en enfatizar lo que nos hace falta sin darnos cuenta que estamos desmereciendo lo que tenemos y con ello creando más y más de lo que no deseamos.

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Si deseas sentirte sano, comienza a tener una actitud saludable, si deseas una buena relación con tu pareja comienza a valorizar sus cualidades, si deseas llevarte bien con tus hijos, comienza a acercarte a ellos. Si te sorprendes a ti mismo sumergido en pensamientos alejados de tu deseos, no te molestes ni preocupes, simplemente sonríe y asómbrate, luego pon tu mente a trabajar con intención, sin fuerza, sino alegrándote por lo que tienes. El Universo se alineará y te regalará cada vez más y más situaciones que te llenen de alegría. Es por esto, que la palabra gracias es tan poderosa, pues nos sintoniza con la corriente de prosperidad que la existencia está dispuesta a ofrecernos. Para mí, el despertar espiritual de conciencia, es el proceso de comenzar a recordar quienes somos: hijos de un mismo Dios, experimentando la magia de Ser. Despertar es también abandonar la sobre identificación que tenemos con nuestros pensamientos y emociones, para comenzar a reconocer nuestra parte divina y permitir que ésta se manifieste en nuestra vida. Despertar, significa comenzar a comprender que somos responsables de la forma en que hemos vivido hasta ahora, aun cuando la mayor parte de las elecciones que hicimos pudieron ser inconscientes y alejadas de nuestros aparentes deseos. Es posible que en la vida se nos hayan presentado situaciones y personas que creímos no haber deseado ni buscado, pero, aún sin saberlo, tuvimos la libertad de escoger cómo actuar e interpretar esas situaciones y encuentros. En este maravilloso camino de toma conciencia, poco a poco comprendemos que hay personas que salen fortalecidas y renovadas de situaciones difíciles, usando para su crecimiento los hechos poco afortunados que le hayan tocado enfrentar, sin perder tiempo ni energía en lamentaciones que a nada conducen. Por el contrario, hay personas que ante pequeñas circunstancias adversas se sienten derrotados y reaccionan atacando, defendiéndose o bien se repliegan huyendo. Todos tenemos la capacidad y libertad de escoger en cual grupo queremos estar a contar de hoy. Mientras estamos “dormidos” sentimos que quienes somos, e incluso quienes seremos en el futuro, está condicionado por las circunstancias de nuestra vida y justificamos nuestras reacciones y elecciones aduciendo a hechos del

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pasado. Cuando comenzamos a despertar, comprendemos que el pasado sin duda nos ha influido, pero siempre tenemos la posibilidad de empezar de nuevo y comenzar a crear según nuestras propias y conscientes elecciones. Este simple descubrimiento, expuesto en la mayor parte de los libros y cursos de crecimiento personal, un día se hace carne en nuestra vida y comenzamos a hacernos conscientes de nuestras elecciones. Para mí, el primer chispazo de comprensión de las dinámicas que habían gobernado mi vida, me llenó por un instante de profunda vergüenza, pues advertí hasta qué punto había estado responsabilizando a otros de mis temores, frustraciones no asumidas y enojos no resueltos. La vergüenza dio paso a un proceso de perdonar y perdonarme por cada circunstancia de mi vida en la cual había reaccionado de forma inconsciente. Desde el perdón pasé al agradecimiento y reconocí que cada una de estas circunstancias se habían entretejido hasta llegar a la perfección del ahora. Una vez que logramos comprender que podemos elegir cómo reaccionar ante cualquier situación o al menos aspirar a ello, comenzamos a atraer a nuestras vidas justo lo que deseamos. Nos damos cuenta que no estamos solos y que la existencia presurosa atiende nuestras solicitudes. No creo, como muchos afirman, que todas las circunstancias de mi vida sean escogidas por mí, creo que la vida viene llena de sorpresas y creaciones colectivas que no necesariamente obedecen a mis deseos conscientes o inconscientes, sino que algunas de ellas son parte de la mágica y sorprendente manifestación de ser. En cierta forma se puede decir que mi proceso de búsqueda comenzó cuando nací. Estoy convencida que esto es así para todos, creo que todas las personas vivimos intentando completarnos y cada paso en nuestra vida tiene la intención de encontrar “eso” que sentimos que nos falta. Estudios, deportes, carreras profesionales, cultivo del físico, proyectos, viajes, meditaciones, libros espirituales, amistades, todo ello y mucho más son actos de búsqueda que realiza el ser externo en infructuosos intentos por reencontrarse con el Ser interno. No hay caminos mejores ni peores, todos llevan a la misma conclusión: ¡la felicidad no está en eso en que tanto te afanas! Soy la menor de una familia de seis hermanos, provengo de un hogar tradicional de clase media, de formación católica. Nuestros padres nos educaron con un alto sentido del deber y de

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la responsabilidad. En apariencia mi familia no estaba en lo absoluto ligada a los temas esotéricos o espirituales “no tradicionales”. Sin embargo, siendo una adolescente, mi madre me llevaba a visitar a una tarotista que ella solía consultar, no hace mucho supe que mi abuela materna leía el tarot en una época en que ello era absolutamente extraño. En mi infancia y juventud en nuestras reuniones familiares, teníamos el hobby de hacer espiritismos con un tablero de Ouija como quien juega naipes después de almuerzo. Libros del tipo: La Tierra es Hueca, Yo Visité Ganimedes, Vida después de la Vida, El Retorno de los Brujos, El Tercero Ojo y muchos otros, estuvieron a mi alcance desde que tengo memoria y los leí con total naturalidad, sin preguntarme si otras personas tenían acceso a ese tipo de literatura. Años más tarde comprendería que hablar de espiritismo, tarot, ovnis, vida después de la vida y otros temas, no eran conversaciones habituales. Por ese motivo, en mi incesante deseo de “encajar” en un mundo que funciona con códigos sociales que, desde que tengo uso de memoria, me ha parecido incomprensibles, dejé de pensar en esos peculiares temas. Sin embargo, la semilla de la curiosidad ya estaba puesta en mi interior, ya nunca me tragaría el mundo que la educación tradicional me imponía, pues desde muy pequeña una parte mía ya intuía que la verdad tiene muchas aristas. Mis padres me educaron en un tipo de religión católica bastante liberal, ellos no eran observadores ni miembros activos de su comunidad religiosa. Me inculcaron que más importante que asistir a misa o confesarse, era vivir una vida que reflejara el amor a Dios. De boca de mi madre aprendí que los sacerdotes son sólo seres humanos; que la Biblia fue sido escritas por hombres y que muchos de sus libros fueron mitos que se trasmitieron generación tras generación de manera verbal, con la consiguiente deformación de su contenido; aprendí que las exigencias de la iglesia son exigencias humanas y no divinas; en fin, de ella aprendí a cuestionarme la institución eclesiástica. De pequeña sentía mucha atracción hacia la iglesia y sus ritos, asistía a la misa dominical aún cuando otros miembros de mi familia no lo hacían. A medida que fui creciendo pasé por sucesivos periodos de alejamientos rebeldes y de culposos acercamientos. Cuando fui madre, me reincorporé con muchas ganas a los ritos de la iglesia, motivada principalmente por la

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necesidad de ser consecuente con la formación que les impartía el colegio católico que con mi esposo escogimos para nuestros hijos. Mi gran y definitivo quiebre con la iglesia católica no fue provocado por el resquebrajamiento de su imagen o por los sucesivos casos de abusos a menores por parte de sacerdotes, ni siquiera se debió al poco o casi nulo aporte que sentía que significaban para mi vida los sermones, comuniones y confesiones, ni a lo poco agradable que se me hizo mi relación con las monjas en mi educación secundaria, tampoco se debió a mi inclinación por los temas de la Nueva Era. Mi definitivo alejamiento de la iglesia, se produjo cuando mi tercera hija se preparaba para su primera comunión. Parte del proceso de preparación para este sacramento contempla una ceremonia de primera confesión. Asisten a la ceremonia los niños con sus padres y profesores, todos reunidos en un gran salón en el cual se realizaba una liturgia. En las esquinas de la sala se instalan cuatro cubículos, cada uno con un sacerdote que imparte la confesión, los niños en fila esperan su turno para confesar sus “pecados”. Cuando nos tocó vivir esa torturadora experiencia con nuestra tercera hija, a modo de motivación, un sacerdote hizo una prédica, en la cual alentó a los pequeños a ser honestos y no ocultar nada al momento confesar sus pecados, les dijo que no podían engañar a Dios porque Él todo lo sabía. Sentada al lado de mi esposo presencié la escena horrorizada, cosa que no me había ocurrido los años anteriores cuando nuestros dos primeros hijos habían pasado por igual experiencia. Al mirar a ese hermoso grupo de niños de casi diez años, yo sólo podía ver a pequeños y expectantes angelitos, todos ellos pulcramente vestidos, nerviosos y ansiosos por confesarse, no pude imaginar de qué podían esos niños sentir culpa, en ese momento algo se quebró en mí, me pregunté qué clase de Dios podría querer hacer sentir en falta a esos maravillosos ángeles inocentes. A partir de ese momento, mi relación con la Iglesia nunca fue la misma. Durante algunos años dejé de ir a misa y nunca más volví a confesarme. Es probable que sean muchos más los temas que no comparto con la iglesia que los que sí comparto, pero aun así asisto a misa muy de vez en cuando, creo en la “magia” de los rituales e independiente del tipo de ceremonia que

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se trate, me siento conmovida cuando asisto a ceremonias de tipo espiritual. Aunque la vida entera sentía atracción hacia los temas espirituales no convencionales, en realidad, sólo después de mi crisis de stress, se despertó en mí una inagotable sed de saber y experimentar. Comencé a leer cuanto libro de crecimiento personal y espiritual se cruzaba por mi camino, asistí a una enorme cantidad de seminarios y talleres, tomé cursos de Tarot, Interpretación de Sueños, Árbol de la Vida, Sanación, Clarividencia, Eneagrama y otros. Invertí muchas horas y dinero buscando una explicación al vacío interior que sentía y poco a poco sin que yo casi lo notara, una profunda paz interna comenzó a invadirme. Muchas fueron las herramientas que en su momento me sirvieron para encontrarle sentido a mis experiencias de vida, de todas ellas yo hice una amalgama y saqué mis propias conclusiones. Tú puedes recorrer tu propio camino, todos son válidos, lo único que puedo recomendarte es que continuamente recuerdes, que los instrumentos con que vayas experimentando no es LA verdad que andas buscando. Toma lo que resuene en ti y desecha lo que no, en plena conciencia que nada de lo que hagas o dejes de hacer puede en realidad darte lo que buscas, pues ya se encuentra en tu interior esperando ser descubierto. Cuando lo hayas comprendido podrás disfrutar sin apego, de cualquier herramienta que te atraiga, pues ya habrás comprendido que el poder está en ti, tú eres el artista que toma el pincel de la creación para pintar la genial obra que eres tú. Estando en plena recuperación de mi periodo de stress, mi hermana mayor me ofreció llevarme a una consulta con un psíquico y sanador. A ella le estaré eternamente agradecida, no sólo por mostrarme un mundo nuevo, que cambio mi vida para siempre, sino también por su paciente compañía e inagotables palabras de estímulo cuando todo lo que yo había creado se desplomaba a mí alrededor, incluyendo mis expectativas sobre quienes eran mis soportes emocionales. Ansiosa por salir del estado de agotamiento en que me encontraba, acepté gustosa la invitación que me hizo, pues estaba dispuesta a aceptar cualquier intento de ayuda que me ofrecieran. Cuando entré a la consulta, me recibió un señor descalzo, de mediana edad, de intensos ojos azules y con el pelo tomado en una colita. Bastante cohibida me senté frente a él bien

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dispuesta a escuchar lo que tenía que decirme. Luego de unos minutos de silencio que se me hicieron eternos, empezó a hablarme y, si bien en un principio nada lo que decía parecía tener sentido para mí, de pronto sus palabras comenzaron a resonar en mi interior. Me habló de vidas pasadas, me explicó cómo las personas vivimos cubiertas de juicios que nos destruyen, me dijo que nacíamos con una herida previa a esta vida y que muchas veces no entendíamos el origen de nuestras tristezas. Me explicó muchos conceptos nuevos para mí, que entraron a mi mente como relámpagos de luz abriendo compuertas desconocidas en mi interior. Al finalizar me hizo una limpieza de aura, yo hasta ese entonces no había experimentado nunca algo tan extraño, el agitaba sus manos alrededor mío, mientras me hablaba de escenas de mi infancia que no tenía cómo conocerlas. Al instante me sentí muy aliviada y, lo más importante, sentí que lo que estaba viviendo tenía un sentido, que ante mí se abría un maravilloso camino de despertar espiritual. Esa noche dormí como hacía tiempo no lo hacía. Durante más de dos años, ese sanador fue mi maestro, asistí a muchos de sus cursos, aprendí algunas técnicas de sanación y de lectura de aura y chakras, en las cuales nos aconsejaba invocar la presencia de nuestro Ser Superior. Impresionada por el despertar de habilidades ignoradas por mí, comencé a invocar a mi Ser Superior cada vez con más frecuencia, llegando incluso a hacerlo en situaciones de la vida cotidiana. Mi voz interna comenzó de a poco a convertirse en mi más leal consejero y aliado. Desde que tengo uso de memoria he tenido un nutrido repertorio de vívidos sueños. Durante muchos años los bloqueé pues me di cuenta que conversar sobre nuestro mundo onírico no era un tema habitual en el agitado mundo concreto. Cuando me uní al grupo de Las Soñadoras que mencioné anteriormente, volví a conectarme con esta parte mía tan vivaz y creativa. Todo mi potencial imaginativo estaba acallado, en parte por tratar de ser una persona seria y responsable y, en parte, por el tipo de formación profesional que escogí tener. En la época en que inicié mi proceso de despertar, los sueños volvieron a mi vida como un volcán en erupción. Intensos y variados, cada noche comencé a vivir un verdadero encuentro conmigo misma.

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Con un poco de esfuerzo y bastante dedicación, me dediqué a explorar ese maravilloso mundo que se despliega en nuestras mentes cuando dormimos. Aprendí a inducir sueños pidiendo respuestas a mis inquietudes, pude despertar dentro de los sueños, tuve experiencias lúcidas, viviendo en ellas verdaderas aventuras dignas de la película Matrix, logré hacer algunos impactantes viajes astrales y tuve durante el lapso de dos años, más sueños arquetípicos de los que he tenido en el resto de mi vida. Los sueños me acompañaron en momentos difíciles de mi vida trayéndome mensajes que me llenaron de paz y alegría justo cuando más lo necesitaba. Podría llenar muchas páginas narrando los maravillosos sueños que me iluminaron en esa época, los cuales fueron poco a poco fortaleciendo mi certeza de que no estamos solos. Cuando lo pedimos y lo necesitamos el Universo se organiza de diversas formas para apoyarnos. Poco a poco, entre tanta limpieza de aura, regresiones, interpretación de sueños, canalizaciones, libros y maestros, algo fue cambiando dentro de mí. Si bien en apariencia yo seguía siendo la misma mujer casada con el mismo hombre, madre de los mismos hijos, viviendo en la misma casa. Lo único que había cambiado para el ojo externo es que yo había dejado de trabajar y me dedicaba a mis “brujerías”, como le gustaba a mi papá decirle a mis nuevas inquietudes. Pero yo sabía que en mi interior TODO estaba cambiando y nunca volvería a ser la misma persona. Sentí que esa paz, que tanto anhelaba, se comenzaba a manifestar desde mi interior, había descubierto que la felicidad que con tanto ahínco busqué por años, reposaba dentro de mí, que por fin empezaba a expresarse. Aprendí que ni las situaciones ni las personas que se presentan en mi realidad, son responsables de las capas de programación que me llevan a reaccionar de tal o cual manera. Reprogramarme es mi libertad y el primer paso para conseguirlo, es reconocer hasta que punto reacciones automáticas han gobernado mi vida. Poco a poco en este maravilloso camino de despertar, todas las experiencias e información que recibí de diversas fuentes e instancias, comenzaron a integrarse en mi interior. Cada paso que daba hacia el despertar, acrecentaba la urgencia de buscar más y más información. Todo este maravilloso proceso comenzó a cristalizarse en mis Conversaciones con mi Ser

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Superior, en ellas encontré las respuestas que buscaba, encontré un aliado, un catalizador de mis emociones, un guía, un apoyo incondicional y un sabio consejero. Mi vida tuvo un giro irreversible, inicié un camino espiritual sin retorno, en el cual la presencia de mi Ser Superior pasó a ser mi energía vital, ocupando gran parte de mis pensamientos a lo largo del día. Lo más hermoso de tu vida, no está por ocurrir, está sucediendo ahora.

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CAPITULO 3: Nuestro querido y asustado ego

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El Príncipe y su leal sirviente En un magnifico reino vivía un hermoso e inquieto príncipe, quien era mimado y adorado por su Padre. El joven vivía rodeado de riquezas y cuidados, pero su corazón latía por ansias de nuevas emociones. Continuamente, subía a la torre del castillo y miraba el horizonte, soñando con grandes aventuras en tierras lejanas. Un día decidió partir a conocer el mundo. Su Padre, que por sobre todo lo amaba, no se opuso, pero le exigió dos cosas: llevaría en su pecho una medalla, con el sello de su estirpe, símbolo de su promesa de regresar al Hogar; y debía partir acompañado de un leal sirviente quien lo cuidaría y ayudaría, cada vez que fuese necesario. El príncipe vestido de sencillas ropas y con lo necesario para el viaje, partió feliz y emocionado a su gran aventura. No llevaban rumbo fijo, sólo el deseo de conocer y experimentar los guiaba. La emoción del príncipe no podía ser mayor, hermosos paisajes y exóticos animales aparecían por doquier, deleitándolos a cada paso con algo nuevo. Mientras caminaban a paso seguro y con ancha sonrisa dibujada en el rostro, el príncipe entonaba canciones con su hermosa voz angelical y el sirviente recogía frutos, con los cuales se alimentaban. A medida que se alejaban del reino, poco a poco la comida comenzó a escasear, ya no había frutos que recoger, pero el sirviente sabía buscar raíces comestibles y cazar pequeños animales que les servían de alimento. Una noche, cuando dormían plácidamente en torno a la hoguera que juntos habían encendido, un grupo de forajidos los asaltó quitándoles las pocas posesiones que tenían. Malheridos y asustados, decidieron volver al Castillo, pero pronto se dieron cuenta que ya no recordaban el camino de regreso.

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En las malas condiciones que se encontraban, vacilantes, intentaron llegar a algún lugar. El príncipe parecía no hacer nada útil, por lo cual el sirviente comenzó a andar cada día más malhumorado. Luego de mucho deambular, llegaron a un hermoso valle con un pequeño poblado, el sirviente consiguió techo y alimento para ambos, a cambio de trabajo. Al poco tiempo, su esfuerzo y tesón fue premiado y pudo arrendar un pedazo de tierra y construir una pequeña vivienda. El príncipe, enfermo de nostalgia por su Padre, de tanto en tanto le cantaba hermosas canciones con su voz de ángel, con la esperanza que el sirviente se decidiera a regresar, pero su amigo estaba siempre tan ocupado que parecía no escucharlo. El fiel sirviente, temeroso del castigo que el Rey pudiera darle por haber olvidado el camino de retorno y, muy orgulloso por sus logros, poco a poco comenzó a transformarse en un pequeño tirano y desechó toda posibilidad de regresar. Cada vez que el príncipe le pedía que intentaran volver a casa, él decía que eso era imposible y trataba de convencerlo que no serían bien recibidos por el Rey. Habiendo ya pasado mucho tiempo desde su partida del castillo, un día en que estaban bañándose en un río, el príncipe perdió el equilibrio y fue arrastrado por las tormentosas aguas, el fiel sirviente corrió por la orilla y saltó al agua para salvar a su amado. Con mucho esfuerzo lograron salir, tosiendo y tiritando de miedo se abrazaron agradecidos de estar vivos. Al incorporarse, del pecho del príncipe asomó resplandeciente, la olvidada medalla que el Rey le había regalado antes de partir. El príncipe lloró de nostalgia, recordó el amor de su Padre y la tibieza de su Hogar. Añoró las hermosas veladas en que cantaba con su voz de ángel, la

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suavidad de las finas ropas con que se cubría y, sobre todo, recordó su promesa de regresar. El sirviente intentó convencerlo de que no volvieran, le dijo que allí estaban bien, que él seguiría trabajando y cuidando que no les faltara nada. Incluso le prometió que escucharía sus cantos. Pero el príncipe, que había recordado quien era y su promesa de volver, inició el retorno, sin escuchar los argumentos de su amigo. Al verlo tan decidido, el leal sirviente, presuroso abandonó todo y lo acompañó. Poco a poco se dieron cuenta que disponían de muchas señales que mostraban el camino a casa. Apenas empezaron a andar, cuando comenzaron a cruzarse con otros viajeros, quienes cariñosamente los alimentaban y les indicaban hacia dónde seguir. La lealtad del sirviente pudo más que su orgullo y su absurdo temor al castigo. Caminó a la par de su amo, quien a medida que avanzaba, volvió a cantar como un ángel y a recuperar su alegría y prestancia. De pronto ante sus maravillados ojos, a lo lejos, en lo alto de una montaña, se perfiló la silueta del grandioso castillo…ambos sonrieron y se abrazaron emocionados… ¡por fin habían vuelto a CASA! Somos seres de luz, sin límites ni fronteras, somos parte del Todo Universal que es Dios, estamos viviendo una experiencia terrena contenida en un cuerpo que enseña límites, a un ser que en esencia es ilimitado. Hemos escogido experimentar la magia de ser, encarnando en esta dimensión, en este planeta, en este cuerpo. Hemos olvidado temporalmente quienes somos, en un proceso de involución que va desde la grandiosidad del Ser hasta la expresión de ese mismo Ser en la materia. Aún en el olvido, sentimos nostalgia por nuestro Hogar espiritual que es el Todo. Esta nostalgia nos acompañará durante toda nuestra existencia, hasta que recordemos quiénes somos y comprendamos que en realidad nunca estamos solos. Este ser encarnado, ha olvidado quién es y se ha constreñido a sí mismo, imaginando que fue expulsado del Hogar

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(Paraíso). Siente culpa por no ser lo suficientemente bueno como para merecer retornar a su original estado de felicidad. Entonces, para defenderse de una realidad que percibe como adversa, crea capas y capas de protección en torno a sí mismo. Estas capas están llenas de miedo, culpa, rabia, frustración y nos acompañan incluso antes de nacer, están cargadas de la historia de la humanidad completa, de la cultura en la que nacemos, de las experiencias familiares, de los aprendizajes que otros nos trasmiten, de las creencias y juicios de la sociedad en que vivimos y de muchos componentes más. A estas capas que forman ilusoriamente una identidad, podemos llamarle ego. Nos sentimos separados y abandonados en esta existencia, sin saber quiénes somos. Nos pasamos la vida definiendo y defendiendo no sólo los roles que cumplimos, sino también nuestras creencias e interpretaciones sobre cómo deberíamos ser, en un inútil intento de identificarnos con algo y poder definirnos de alguna forma. Vivimos a través de nuestro asustado ego y, como hemos olvidado nuestros orígenes, entonces pensamos que somos esa construcción que creamos. Pero esa construcción, que en apariencia nos da seguridad, en realidad termina siendo nuestra cárcel. Cuando comenzamos nuestro proceso de despertar, esa parte nuestra a la cual le hemos dado tanta energía, inicia un legítimo proceso de defensa a modo de supervivencia. Reconocer la divinidad que habita en nosotros es el comienzo del fin del reinado del ego. Hay muchas formas de definir al ego, usualmente el concepto “ego”, se asocia a una persona que cuenta con una inflada y falsa autoestima y hace notar su aparente superioridad ante los demás en forma altanera. El ego es eso, pero es también mucho más. Para efectos de este libro, definiremos como ego: a los límites que le ponemos a nuestra grandiosidad espiritual para definirnos como humanos. El ego es esa parte nuestra que ha gobernado y sigue gobernando nuestra vida sin que tengamos conciencia de ello. El ego en sí mismo no es ni bueno ni malo, más bien es la creación que hacemos para respaldar nuestros conceptos de bueno y malo. Muchas corrientes espirituales proponen la eliminación o trascendencia del ego, yo estoy convencida que mientras más intentamos eliminarlo más lo fortalecemos. Al punto, que el ego se aparece con los más variados y sorprendente disfraces, incluidos algunos que pretenden ser espirituales. En cambio,

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cuando comprendemos que nuestro ego es simplemente la creación que hemos realizado para defendernos de la aparente separación que sentimos del Todo, entonces podemos poco a poco ir fundiéndolo con nuestra divinidad, hasta que llegue el sagrado momento en que recordemos por fin quienes somos. Nuestro ego puede hacernos sentir superiores, pero también inferiores a los demás. Somos hijos del mismo Dios, dentro nuestro habita el Todo inconmensurable, cualquier error que cometamos sintiéndonos superiores o inferiores a un hermano, tengamos por seguro que proviene del ego. Nuestra esencia sabe que no somos ni mejores ni peores que los demás y no confunde nuestra valía con nuestros aparentes éxitos o fracasos en este mundo. Nuestra divinidad sabe que debajo de todas las capas de la personalidad yace Dios mismo, perfecto, sereno y sabio. Cuando comenzamos, aunque sea sólo a percibir esta realidad, entonces el ego, construido para defender los artificiales límites que nos hemos auto-impuesto a través de nuestra vida, comienza a manifestarse de la más variadas formas. Mi madre solía decir que “más discurre un necesitado que mil sabios”, por su necesidad de atención el ego inventa mil artilugios para distraernos, llegando incluso a utilizar las mismas herramientas que en apariencia nos ayudan a quitarle poder. La mayor parte de nosotros tiene claro, por lo menos a nivel racional que somos mucho más que un cuerpo, prácticamente todas las personas creen tener un alma o una parte de sí mismo que trasciende el cuerpo. Si alguien padece una indigestión, no piensa que su valor como ser humano está disminuido, sólo cree que es algo temporal provocado por algún agente externo. Sin embargo, aunque por lo general no nos “sobre identificamos” con el cuerpo, por lo menos cuando estamos sanos, sí lo hacemos con nuestros pensamientos y sentimientos. Andamos por la vida creyendo que somos lo que pensamos y sentimos y muchas veces gastamos mucha energía en dominar nuestros pensamientos y controlar nuestras emociones, si nos sentimos tristes corremos al psicólogo, si nos enojamos lo ocultamos, pues nos avergüenza mostrar ante los demás el descontrol de nuestras emociones y preferiríamos cualquier cosa antes de reconocer nuestros más oscuros pensamientos.

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Al conectarnos con nuestra divinidad de pronto descubrimos que somos no sólo mucho más que nuestro cuerpo, sino también mucho más que nuestros pensamientos y emociones. Nuestros cuerpos físicos, emocionales y mentales, se han constituido a lo largo de nuestra existencia, por multiplicidad de factores. Sin embargo, todos ellos son sólo circunstancias que nos ayudan a definirnos como personas, pero no define quienes realmente somos. Detrás de la maraña de pensamientos que nos acompañan durante el día, habita una presencia que se mantiene calma y serena a pesar del tobogán de emociones en que nos podamos mover y no pierde su magnificencia con los aparentes límites que nuestro cuerpo físico nos pueda imponer. Cuando notamos esta presencia, comenzamos a descubrir lo que muchos autores han definido como el “Observador” que habita dentro de nosotros. Nuestros cuerpos físico, emocional y mental, se han configurado a lo largo de nuestra vida, de vidas anteriores, si acaso crees en el concepto de reencarnación; y, probablemente, por una buena dosis de experiencias de nuestros antepasados que se encuentran grabadas en nuestro ADN y en la constitución de nuestras células. Todos estos factores unidos a las conclusiones que hemos sacado de esta información, quizás nos definen como personas, pero nunca como almas o potenciales. Dentro de nosotros habita la chispa divina de la totalidad, siempre perfecta, siempre amorosa, siempre divina. Al conectarnos con nuestra divinidad, por ejemplo, a través de las conversaciones que podamos mantener con nuestro Ser Superior, comprendemos por fin, que no somos nuestra personalidad, tenemos una personalidad, pero somos mucho más que ella. Si lo que te digo te suena confuso y poco creíble, pues no logras reconocer en ti la incisión entre tu ego y tu esencia, piensa en esto: ¿Cuántas veces has reaccionado de forma absolutamente alejada a tus más elevadas opciones? ¿Cuántas veces has reaccionado de una forma opuesta a como escogerías hacerlo cuando estás en paz y claridad? Y luego de esta reacción has quedado sumido en el arrepentimiento y la vergüenza, no por haber actuado de forma indebida sintiéndote culpable, sino por sentir que esa forma de reaccionar no es tu verdadera opción. Ha llegado el momento que comprendas que esas reacciones nada tienen que ver con tu esencia, esas reacciones tienen que

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ver con tus condicionamientos y con tu historia, se despiertan en forma automática en tu interior y te alejan de tu centro. Una vez que seas capaz de reconocerlo, serás libre para modificarlo y una forma de hacerlo es pedirle a tu Ser Superior que lave las heridas internas que te alejan de tus reales intenciones de Ser. Cuando comienzas a hacer estos cambios internos tan profundos de manera tan simple, el ego comienza a susurrarte que estás equivocado, que ése no es el camino, que no lo mereces, que aún te falta mucho, que no tienes suficiente tiempo, que debes hacer un mayor esfuerzo, que es sólo tu imaginación, etc. No permitas que el ego te distraiga del encuentro con tu divinidad, si te llenas de dudas, más que preguntarte si imaginas la voz de tu Ser Superior, pregúntate si acaso estás dispuesto a escuchar lo que pueda decirte. Muchas veces me he engañado a mí misma creyendo que mi crecimiento espiritual tiene que ver con mi éxito para lograr bienestar externo. Como si mis relaciones, mi salud o mi satisfacción laboral dependieran de cuan despierta estoy. Claro, en cierta forma esto es cierto, cuando real y vivamente nos conectamos con nuestra divinidad entonces todo a nuestro alrededor brilla con la misma luz de nuestro interior, esto se debe a que bañamos con nuestra luminosidad interna todo lo que nos rodea. Sin embargo, es fácil caer en la tentación de escuchar al ego, que quiere hacernos creer que si negamos algunos aspectos internos obligándonos a ver de manera luminosa nuestro entorno, entonces significa que hemos crecido espiritualmente, más temprano que tarde se terminan por manifestar aquellos aspectos que nos limitan y que no estamos reconociendo y entonces nos sentimos muy frustrados pensando que hemos retrocedido en nuestro caminar. Es común en personas que se encuentran en el camino del despertar espiritual, pensar que cuando tienen problemas con alguien, se enferman, sus finanzas no marchan como ansían, tienen un accidente o se les presenta cualquier otro tipo de obstáculo, entonces algo está fallando dentro de su interior. Se preguntan ¿Qué es lo que estoy haciendo mal? O también ¿Qué es lo que tengo que aprender de todo esto? Yo creo que si bien siempre podemos aprender algo de cualquier situación que la existencia nos presente, una gran parte de nuestra realidad obedece a creaciones constituida por múltiples factores que se conjugan entre sí. Estas creaciones por

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lo general las percibimos como eventos fortuitos y fuera de nuestras elecciones. Despertar no necesariamente significa ser creadores consientes de todos los aspectos de nuestra vida, despertar significa ser capaz de permanecer alerta, observador de la experiencia que estamos viviendo, aprendiendo a regocijarnos y sacar lo mejor de ella, sin aferrarnos a esos momentos que con nuestra mente humana llena de juicios califica como deseables. Para entender tu vida, dedícate a mirar la naturaleza a tu alrededor, sus estaciones, sus ciclos. Observa que todo cambia constantemente, los árboles llenos de verdes hojas, luego se tiñen de amarillo y rojo, quedan desnudos para luego explotar en verdor y regalarnos sus frutos, sin una etapa no existiría la otra. Así es la vida: rica y variada en experiencias, aprende a disfrutar cada paisaje de tu existencia, pues cada uno de ellos es precioso y una bendición. En el mundo actual, todos parecemos querer tener una vida de ¨resort¨, una vida fácil, donde todo sea alegría y celebración, donde el sol brille los 365 días del año y donde todos estemos siempre con espíritu festivo. Pasar una semana o una quincena en un resort puede ser una experiencia realmente agradable y reconfortante, pero irse a vivir a un lugar así de artificial, debe ser bastante poco resistible. La diferencia entre una persona despierta y una que aún vive tras el velo del sueño, no es la cantidad de aparentes obstáculos que pueda enfrentar en la vida, sino la interpretación que hace de esos obstáculos. La primera encontrará enseñanzas y regalos en todas las situaciones y la segunda pensará que hay algo mal en ella o le echará la culpa a alguien o algo de su aparente “mala suerte”. Tengo la certeza que cuando nos sentimos plenos y estamos enfocados en nuestra pasión, todo alrededor parece sintonizarse con la vibración de nuestros deseos y muchos autores nos invitan a usar nuestros pensamientos como una poderosa herramienta creativa. Sin duda pensar positivo, nos llena de luminosa energía que atrae por sintonía positivismo a nuestras vidas, si pudiésemos reprogramar nuestros pensamientos hacia nuestro deseos conscientes, quizás podríamos intentar ser la causa de nuestras creaciones, pero en nuestros registros guardamos un cúmulo de residuos emocionales, mentales y físicos que interfieren en la forma que

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nos alineamos con nuestros deseos, distrayéndonos por decirlo de alguna forma, de eso que decimos anhelar. Querámoslo o no, la existencia nos seguirá proveyendo de múltiples y variadas experiencias y para mí la verdadera libertad consiste en poder fluir con todos los matices que la vida nos regala, sin sentirnos abatidos por los ilusorios retrocesos que podamos percibir cuando las cosas parecen no marchar hacia donde deseamos. La vida es hermosa, sólo necesitas detenerte un poco para comprobarlo.

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CAPITULO 4: La Felicidad

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La Felicidad La felicidad es para mí tan natural como para ti lo es respirar. La felicidad consiste en recordar quién eres: manifestación divina en constante creación. Para ser feliz no necesitas nada, por el contrario la felicidad te lo da todo, pues para quien vibra en consonancia con su esencia todo es posible, nada le es negado al hijo de Dios que se reconoce a sí mismo como tal. Paradojalmente, cuando estás en estado de felicidad pareces no necesitar nada, no hay algo en este mundo que luzca brillante ante el resplandor de tu propia esencia. ¿Para qué te conformarías con piedras si puedes tener diamantes? Búscame en tu interior, siente mi viva presencia, palpita con mi fulgor y entonces te preguntarás ¿qué es la infelicidad? Has buscado la felicidad en cada rincón de tu vida, inventándote metas. Has gastado dinero, tiempo, relaciones, vida y sueños y ¿Qué has obtenido a cambio? Una lista de insatisfacciones. Cada vez que has conseguido alcanzar una meta ilusoria, ha sido tan corto el placer como corta es la satisfacción del drogadicto que recibe su dosis. El placer es tan efímero, que no logra calmar tus intensas ansias de ser feliz. Cumplida una meta, el placer se agota tan rápido como rápido se despierta en ti la necesidad de otra meta. Entonces partes otra vez con tu desquiciado afán, de encontrar afuera lo que tienes adentro. No hay nada que puedas hacer para ser feliz, pues la felicidad no se gana, se recupera.

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Si en algo concordamos casi todos los seres humanos, es que ansiamos ser felices y que también lo sean los demás, en especial las personas que amamos. Pareciera que la meta de todos es encontrar ese efímero estado que apenas logramos definir y que confundimos, la mayor parte de las veces, con la momentánea sensación de placer o de alegría cuando satisfacemos alguno de nuestros múltiples deseos. Aunque todos ansiamos ser felices nos hemos acostumbrado a vivir con cierto grado de insatisfacción, hemos sido educados y entrenados para ser infelices, el mundo es un valle de lágrimas, todos cargamos una cruz, el mundo está cada día peor, son sólo alguna de las frases que solemos repetir sin darnos cuenta hasta qué punto nos condicionan al sufrimiento. Muchas personas ni siquiera son capaces de reconocer lo infelices que son y se acostumbran a una vida mediocre y limitada. Relaciones matrimoniales insatisfactorias, rencores no reconocidos, vidas laborales insatisfechas, jaquecas, acidez estomacal, colon irritable, insomnio y muchos síntomas más, constituyen la punta del iceberg que representa una vida sin sentido. Es curioso cómo muchas personas defienden su infelicidad justificándola y dando excusas respecto a por qué no escogen salir de esa situación, la tendencia natural es a defender nuestras miserias con argumentos del tipo: “el matrimonio es difícil”, “nadie nos enseña a ser padres”, “no tengo nada que una pildorita no pueda solucionar”, “esta dolencia ya es parte mía”, “es mi karma”. Estas son algunas de las muchas frases típicas de personas que no quieren reconocer la piedra que llevan en el zapato, pareciera que han aceptado como parte de su vida tener cierto nivel de incomodidad y no quieren detenerse para sacar esa molesta piedra que les impide caminar a gusto. Recuerdo a una mujer que me contaba una fuerte discusión que había tenido con uno de sus hijos, ella le había gritado y agredido verbalmente porque había cometido una falta que ella consideraba “grave”, pero que en el fondo, más que grave fue algo que la asustó y preocupó. Cuando terminó su narración, en la cual yo me mantuve en silencio, ella queriendo justificar ante sí misma su reacción me dijo: “Bueno, tal vez se me pasó la mano, pero mis padres me trataban igual y ya ves, yo no tengo ningún trauma” y a mí me dieron ganas de gritarle: .- ¡Sí, sí lo tienes!, sólo que no sabes vivir sin lo que ese trauma

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te provocó, pero obviamente preferí callar. Esta mujer es una madre muy abnegada que adora a sus hijos y los considera lo más importante de su vida. Esas reacciones desproporcionadas son programaciones aprendidas y, aunque la dejan sumida en un estado de profunda angustia, ella cree que una madre que ama a sus hijos, se preocupa por ellos y en consecuencia debe reaccionar de esa manera. Al comenzar a despertar, empezamos a observar estas reacciones en nosotros mismos y a reconocer las programaciones que las originan, pero lo más importante, aprendemos a reconocer si esa reacción está o no sintonizada con nuestras más elevadas opciones, esas con las cuales somos capaces de conectarnos cuando estamos tranquilos y nos sentimos plenos. El mundo gasta cientos de millones de dólares en la industria del consumo de drogas legales, estas drogas nos permiten acallar el dolor de reconocer lo inmensamente infelices que somos. Pastillas para dormir, ansiolíticos, tranquilizantes, antidepresivos, son todos consumidos por un alto porcentaje de la población, no como una forma de ayudarlos en una situación concreta de stress o depresión puntual, sino como una forma de tener fuerza y ánimo para circular por una vida que les parece sin sentido. Podemos seguir engañándonos o comenzar de una vez por todas, a reconocer que necesitamos y ansiamos un cambio interno La mayor parte de las personas, entre quienes me incluyo, solemos vivir en piloto automático, sin ser capaces de detenernos a analizar las elecciones que estamos haciendo y las reacciones que estamos teniendo, hasta que un día las circunstancias nos obligan a detenernos y reflexionar, ya sea por una crisis personal, un accidente, una grave enfermedad propia o de un ser amado o la pérdida del trabajo. Situaciones por cierto poco deseables, pero que pueden convertirse en una excelente oportunidad de replantearnos la forma en que hemos estado viviendo. Ante estas difíciles crisis, tenemos básicamente dos opciones, una es reforzar la condición en la cual no encontrábamos, teniendo ahora más argumentos para justificar lo dura, injusta y difícil que es nuestra vida y, la otra, es transformar los inconvenientes en oportunidades y encontrar el sentido detrás de las dificultades, aprovechando el impulso para tener un verdadero salto en nuestra conciencia espiritual.

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Vivimos la vida postergando conectarnos con la plenitud que habita en nuestro interior, sin comprender que con logros externos la verdadera felicidad jamás puede ser alcanzada. La mayor parte del tiempo nos sentimos desagraciados y nos decimos que seremos felices más adelante: cuando nos titulemos, cuando encontremos el trabajo ideal que nos colme de satisfacciones, cuando nos casemos, cuando tengamos hijos, cuando los hijos crezcan, cuando nos jubilemos y tengamos tiempo. Así se nos va la vida esperando conseguir la plenitud, hasta que al final sólo nos queda la esperanza que se cumpla esa promesa de la tradición judeocristiana: “La verdadera felicidad se encuentra en el Cielo”, claro sólo si nos portamos razonablemente bien. Quienes temen a la muerte, por lo general son personas que sienten que no han vivido y que el tiempo se les termina. ¿Cómo no tener miedo? si nos hemos pasado la vida buscando infructuosamente la felicidad y la muerte nos grita que el tiempo se nos acaba. Si somos hijos de un Dios amoroso que nos da el regalo de la vida: ¿Crees que El nos haría posponer la felicidad para cuando estemos muertos? ¿No habrá, esta amorosa Fuerza Creadora, puesto dentro de nosotros el paraíso para que lo revelemos en nuestras vidas? Estoy segura que casi todos hemos tenido momentos plenos y maravillosos, más de alguna vez nos hemos emocionado con un hermoso paisaje, con el nacimiento de un hijo, escuchando una hermosa melodía o deleitado con el sabor de un exquisito alimento. Seguro que, al menos en alguna oportunidad, hemos tenido uno de esos momentos en el que sentimos que todo está perfecto. Aunque sea por un segundo nuestro pecho se expandió, respiramos profundo y convivimos con nuestra divinidad. Sin embargo, al poco andar, la vorágine de la vida nos traga, andamos apurados, estresados, tratamos mal a quienes más amamos, nos tratamos mal a nosotros mismos comiendo apresuradamente, descalificándonos, bombardeando nuestro cuerpo con sustancias nocivas y con pensamientos y emociones negativas. Si sientes que exagero, puedes cerrar este libro y seguir siendo infeliz. Pero si logras identificarte, aunque sea en parte, entonces continúa la lectura, pues ha llegado tu hora: ¡La hora de despertar!

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Hace años atrás, una amiga para nada relacionada con temas espirituales, me dijo que había reflexionado acerca del cielo prometido por su religión y que una idea daba vuelta en su cabeza. Lo que la inquietaba era: ¿No será que ya estamos en el cielo y no nos hemos dado cuenta? Esta reflexión en apariencia pueril, es en realidad una gran revelación: ¡El Reino de los Cielos prometido está aquí y ahora! Esperando que recordemos el regalo que Dios Creador nos ha dado. La felicidad no consiste en ir tras logros profesionales, bienes, títulos, experiencias místicas, viajes, en tener un cuerpo sano y armonioso, vivir con la pareja ideal, educar hijos perfectos, lograr un carácter íntegro o manejar nuestras emociones. La felicidad consiste en disfrutar las circunstancias de nuestra vida, sintiéndonos parte del Todo y comprendiendo que somos una obra divina experimentando la magia de Ser. La felicidad es el estado natural de la esencia que habita en ti, tu objetivo es permitir que se manifieste. La divinidad reposa en tu interior estés o no consciente de ello. Puedes no ser consciente que respiras, pues es un acto reflejo, pero en cualquier lugar a cualquier hora, si prestas atención, puedes sentir como se expande tu pecho cuando el aire entra a tus pulmones. Igualmente, puedes no estar consciente de la presencia de tu chispa divina, pero puedes acudir a ella en cualquier momento, en cualquier lugar y sentirás que te baña con su Gracia, regalándote maravillosos estados de plenitud. Algún día el aire dejará de inflar tu pecho, pero no por eso dejará de estar allí, algún día tu divinidad dejará de habitar tu cuerpo, pero no por eso dejará de estar ahí. Comprender que puedes ser feliz independiente de las circunstancias de tu vida, es la finalidad y resultado de completar un proceso de maduración espiritual, conseguirlo requiere de férrea determinación. Una vez que hemos alcanzado la lucidez, que nos permite entender que la felicidad no radica en los logros que podamos obtener en la vida, podremos comenzar a ejercitarnos en el gratificante arte de ser felices. Aún después de llegar a esta radical y trascendental conclusión, ciertas reacciones firmemente enraizadas en nuestra personalidad pueden continuar manifestándose. Quejas, reclamos y frases del tipo: “la vida es así”, “esto es lo que me tocó vivir”, “es mi karma debo aprender a vivir con él”, continúan bombardeando nuestro interior. No vale la pena mortificarnos por

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esas reacciones automáticas, tampoco pensar que hemos retrocedido en nuestro camino de despertar. Mucho mejor es pararnos en la posición del observador silencioso, que comprende que no somos sólo nuestros pensamientos, nuestras emociones o las reacciones de nuestro cuerpo: ¡somos eso y mucho más! Somos la presencia imperturbable que habita nuestro ser, somos la presencia del Creador en nuestra realidad. Tomando conciencia de la chispa divina que habita en nuestro interior, poco a poco podemos dejar de sobre identificarnos con esa personalidad que nos limita y con la cual nos habíamos sentido tan identificados. Del reencuentro con nuestra divinidad y el recuerdo de nuestras capacidades creadoras, surge la comprensión de que somos capaces de “reinventarnos” cada vez que lo deseemos. Aunque suene extraño, podemos ser felices incluso en momentos de profunda tristeza, como la muerte de un ser querido. Obvio que una situación de ese tipo nos provocará un gran dolor emocional. Aún así podemos darnos cuenta que una parte nuestra sufre la pérdida y experimenta el desconsuelo de saber que no habrá, al menos en esta realidad, una vida futura junto a ese querido ser que partió y otra parte comprende el orden perfecto de la vida y se entrega sin resistencia al dolor que la pérdida provoca, sabiendo que no afecta la pureza de su esencia, ni la plenitud que habita en su interior. Si bien todos estamos convencidos que queremos ser felices y hasta hoy no he conocido a nadie que me diga que su objetivo en la vida es ser infeliz, a menudo hacemos elecciones y construimos una realidad que nos aleja de este genuino deseo de sentirnos plenos. La sociedad parece estar empecinada en convencernos, que ser infelices es lo correcto y esperable de una persona con una vida valiosa para los ojos humanos. Si alguien nos pregunta cómo estamos y le decimos que genial, que todo nos resulta maravillosamente, que nuestras finanzas están cada día mejores, que tenemos hijos sanos, inteligentes y alegres y que todo nos resulta según lo deseamos, nos mirarán extrañados, pensarán que mentimos o que estamos alucinando. Si por el contrario, les contestamos que estamos llenos de trabajo, que el día no nos alcanza, que tenemos problemas y dificultades, entonces solidarizarán con nosotros y sentirán que somos personas

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sacrificadas y valiosas, puede que luego hasta nos llamen para darnos su apoyo y saber qué tal vamos. Los medios de comunicación nos bombardean de noticias negativas, nos enseñan que vivimos en un mundo adverso, lleno de delincuencia, de personas que nos quieren engañar y agredir. Un mundo en el cual las drogas y las sustancias tóxicas nos esperan a la vuelta de la esquina para saltarnos encima y destruirnos. Cuando somos niños, nuestros padres nos enseñan a desconfiar, a preocuparnos, a sacrificarnos, nos dicen que la vida es difícil y que mientras antes aprendamos a defendernos, mejor. A medida que vamos creciendo, el mundo confirma estas enseñanzas, entonces cuando somos padres se las trasmitimos a nuestros hijos y vivimos temiendo por ellos. ¿Es verdad que el mundo es así de adverso? Sí, es verdad que existe un mundo así. Pero también existe un mundo luminoso, con personas llenas de buenos sentimientos, habitado por una juventud con conciencia social, que sueña con cambios positivos para la humanidad. Existen cientos de miles de gestos amorosos de personas que solidarizan con quienes los necesitan. Millones de personas que se levantan cada día a trabajar en forma honesta y entregan lo mejor de ellas en su labor. Existen hermosas familias que se reúnen en las noches a compartir una deliciosa cena. Niños que ríen mientras juegan en las plazas bajo la cariñosa y atenta mirada de un ser querido. Existen cada día más y más personas que como tú y como yo, dedican su vida a despertar el amor que habita en ellas. Tenemos la libertad de escoger en cuál de esos mundos ponemos nuestra atención y nuestra energía creadora. Recuerda que tus pensamientos son una poderosa herramienta que crea tu realidad y la de quienes te rodean. Tu escoges el mundo que quieres crear, la manera de conseguirlo es comenzando a cambiar tus pensamientos referentes a lo que denominas realidad. Ser feliz requiere voluntad y hasta obstinación. Tienes que vencer miles de años de condicionamiento, en los cuales como humanidad hemos aprendido a prestar más atención a lo que nos falta, a lo que nos faltó y a lo que podría faltarnos, que a lo que tenemos. Estamos rodeados de bendiciones, la belleza nos sale a saludar a cada paso y el mundo nos ofrece millones de formas de satisfacer nuestras necesidades de ser feliz. Si no

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eres feliz, es porque has aprendido a no serlo, has aprendido a esperar que suceda “algo” que te brinde lo que ya tienes. En un comienzo, para poder cambiar esos patrones aprendidos y tan firmemente arraigados, debemos proponernos con férrea disciplina comenzar a reconocer todas las riquezas que nos rodean. Desde el simple acto de respirar, tomar una ducha, saborear un café, tener la libertad de sonreír mientras los demás caminan enfadados, sentir el roce de la ropa con tu cuerpo, sentirnos vivos, mirar la naturaleza aún presente en las grandes ciudades, sentir el aroma del pan fresco, el olor a lluvia, la brisa que acaricia tu rostro y miles de bendiciones más. Si quitamos la atención de lo que nos falta y la ponemos en lo que tenemos, si dejamos de pensar en cómo deberían ser las cosas y empezamos a ser felices con las cosas como son, entonces, de pronto, nos conectamos con nuestra plenitud interna. Cambiamos nuestra vibración, desde la insatisfacción hasta la satisfacción. Justo en el momento en que dejamos de preocuparnos, como por arte de magia, las circunstancias de nuestra vida comienzan a cambiar y nuestros deseos a cumplirse. ¡La felicidad está en ti, es hora de descubrirla y comenzar a disfrutar de tu vida!

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CAPITULO 5: El otro y las relaciones

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Hoy por primera vez te vi y comprendí. Hoy quisiera extender mis brazos e inflar mi pecho, para darte un enorme abrazo que cruce el espacio y derribe el tiempo. Hoy te miré y, quizás por primera vez, te vi y comprendí. Hoy supe de tus temores, de tus penas y sinsabores, de tus alegrías y tus risas, hoy humano te vi y me conmoví. Te pido perdón por todas las veces que pasé a tu lado y no pude percibir lo que sentías, te pido mil perdones por mi ceguera involuntaria. No fue egoísmo, fue ignorancia, juro que si hubiera sabido, mil palabras me hubiera tragado, mil incomprensiones no hubiera formulado, pero no sabía, nadie me lo explicó o quizás sí lo hicieron, pero antes no tuve la capacidad de entender lo que hoy me parece tan evidente. ¿Qué pasó hoy en mí interior, qué fue realmente lo que cambió? No lo sé, quizás un velo marchito se corrió de mi vista porfiada y aleluya te pude ver, te pude palpar y me llené de ti. No hay palabras para poder trasmitir la emoción que hoy sentí. Hoy supe de ti. Hoy quisiera extender mis brazos y abrazar a todas las versiones de mi que hay en ti, me gustaría darte mi calor y comprensión, que mi pecho te cobijará, con mis labios besarte delicadamente y en tus oídos susurrar que todo está bien, que yo por fin sé. Sé que tienes miedo, sé que en ocasiones lloras en silencio y sacudes tus lágrimas para que se las lleve el viento. Sé que actúas como actúas, por mil y una circunstancias y que muchas de ellas te dañan. Sé que a veces quisieras comportarte de manera diferente, pero algo en ti que no comprendes te lo impide, sé que como yo, sólo pretendes que te amen, hoy sé de tus sueños y afanes. Ven a mí y recibe el calor de mi abrazo, he perfumado mi pecho y ablandando mis huesos para acogerte, descansa en mi regazo que con voz melodiosa te contaré una historia. La historia de un ángel glorioso que de tanto recorrer olvidó quien era, escondió sus alas y creyó empequeñecer,

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confundido pensó que tenía que hacer méritos para llegar a ser lo que ya era. Acariciando tu cabeza te narraré esta historia y con cuidado y dulzura te ayudaré a liberar tus constreñidas y adoloridas alas, no como un acto de generosidad hacia ti, sino como un acto de infinita compasión hacia mí y mi ceguera, porque hoy por fin me puedo ver a mi misma reflejada en ti y sólo gracias a tu dulce presencia, por fin tengo certeza que un día conseguiré extender mis propias adoloridas alas. Las relaciones con los demás pueden llegar a ser todo un desafío y una gran fuente de aprendizaje, la presencia de los otros nos sirve para descubrirnos a nosotros mismos y conocernos en profundidad. Sin alguien que nos sirva de espejo para observarnos y reconocernos, poco sabríamos de nosotros mismos. Aislados sin relacionarnos con nadie, no tendríamos la gran oportunidad de saber cómo reaccionamos frente a los desafíos que las relaciones imponen. Como aquel monje que pasó muchos años de meditación y retiro en una cueva aislada y alejada de su pueblo, luego de mucho ayuno y sacrificio por fin sintió que se había iluminado, emocionado y feliz corrió a contarle su familia que ya había alcanzado el ansiado estado del nirvana. A punto de llegar al pueblo, un hombre que arreglaba una rueda de su carreta le pidió con insistencia ayuda, el monje al verse retrasado, furioso le dijo que lo dejara en paz, pues iba muy apurado porque tenía que informarle a su familia que se había iluminado. Terminada su severa reprimenda, el monje se dio cuenta de lo que estaba haciendo y con la cabeza gacha dio media vuelta de regreso a su cueva. Quienes nos rodean y probablemente quienes más amamos, suelen mostrarnos aspectos nuestros que nos cuesta aceptar, algunos despiertan nuestras frustraciones, otros nuestras rabias, otros quizás nuestras envidias. Solemos compararnos con los demás y muchas veces nos sentimos en teoría muy capacitados para resolver los problemas de los otros, pero nosotros mismos repetimos conductas y caemos en los mismos problemas una y otra vez. Solemos enjuiciar la forma en que actúan los demás, sin detenernos a pensar que el otro hace lo que puede con lo que

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tiene, al igual que lo hacemos cada uno de nosotros. Es probable que mientras más duros seamos al momento de juzgar al otro, más duros seamos al momento de juzgarnos a nosotros mismos. Por otro lado, mientras más compasivos y de dulce mirada somos con los demás, esto refleja la forma compasiva y dulce con que somos capaces de miramos a nosotros mismos cuando creemos caer. Esta proyección es muy fácil de comprender, si nos damos cuenta que la mayor parte del tiempo sólo tenemos la capacidad de mirar el mundo y al otro únicamente desde nosotros mismos. Si alguien nos cuenta que tiene un problema con un hijo, en forma automática comenzamos a comparar cómo nos relacionamos con nuestros hijos y evaluamos si nosotros haríamos tal o cual cosa frente al mismo problema. En ese momento, el otro desaparece y antes que nos demos cuenta estaremos hablando de nuestra experiencia, olvidando escuchar y acoger a quien ha tenido la generosidad de compartir algo que le preocupa. De igual forma, cuando observamos un paisaje, evaluamos si nos gusta, si se parece a tal o cual, si está más o menos bello que el año anterior y nos perdemos el bello momento de disfrutar el regalo que la naturaleza nos da. Lo curioso es que al estar tan centrados en nosotros mismos, en realidad perdemos la capacidad de observarnos con una mirada fresca, amorosa y compasiva, mirada que sólo podemos despejar si aprendemos a poner a atención en el otro. Durante muchos años le he pedido a mi Ser Superior me alinee con el amor y despeje mi corazón de las trabas que me impiden amar, mis ruegos muchas veces me han parecido infructuosos pues aunque lo deseo me cuesta mucho dejar de juzgar y evaluar a los demás y su comportamiento. Mi mente parece estar adiestrada para hacerlo y ante mi incapacidad de dirigir mis pensamientos hacia mis opciones más elevadas, que son, sin duda, conectarme con el Amor Universal, he optado por no hacer caso a lo que pienso, de modo similar a lo que hacemos cuando obligados a estar en un ambiente muy ruidoso, nos desconectamos y nos refugiamos en nuestros pensamientos, sólo que en este caso mi bullicio son mis propios pensamientos y mi refugio un lugar aún más intimo que mi mente. Los pensamientos no cesan, mi cabeza no para de funcionar, pero intento prestarle cada vez menos atención y

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darles la atención sólo a aquellos que me interesan. Debo reconocer que esto no es tarea fácil y la más de las veces sucumbo ante el poder mi inquieta mente y comienzo mi retahíla de argumentaciones, conjeturas y conclusiones. El camino del despertar espiritual es muy sutil y lleno de sorpresas, las cosas no salen siempre como esperamos y en otras ocasiones cuando no esperamos nada, ocurren cosas memorables. Recuerdo en una oportunidad haber estado participando de un taller de sueños y de pronto sin mediar estímulo alguno, pude observar a los participantes de ese taller desde una mirada tan amorosa y compasiva que quedé absolutamente impactada, pude por un momento percibir sus dolores, sentir sus angustias, palpar sus ilusiones. Cuando salí del taller, estaba tan emocionada que las lágrimas corrían por mis mejillas, iba manejando y habría detenido el auto ante cada transeúnte que veía para decirles que los amaba. De pronto, pude ver a los demás desde otra dimensión, los vi tan frágiles que habría abrazado y besado a cada uno de ellos, les habría susurrado que estuvieran tranquilos que no era necesario que siguieran esforzándose, les habría gritado cuánto los amaba. Fue una experiencia realmente conmovedora, que aún recuerdo con emoción y que de a poco se fue diluyendo con la rutina diaria hasta desaparecer, pero que dejó una hermosa huella en mi interior. La forma en que miramos al otro, tiene relación con el modo en que nos miramos a nosotros mismos y con nuestra capacidad de amar, por eso los maestros iluminados sólo pueden ver con compasión a quienes los rodean. Darnos cuenta del modo con que estamos percibiendo a los demás, nos abre una enorme posibilidad de conocernos y comprendernos. Dios habita en los ojos del otro, ¿te has permitido verlo?

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CAPITULO 6: La Verdad

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Metáforas Entiende lo siguiente, todo lo que puedas decir en palabras sobre ti y sobre Mi, que soy tú, es sólo una metáfora de Todo lo que Es. Justo cuando creas que lo has entendido y comiences a ponerlo en palabras, desconfía de ti, pues tu mente no es capaz de describir lo indescriptible. Es tan difícil que llegues a describir el Todo con palabras, como fácil es que llegues a sentirlo. Recuerda como te hablaba el Maestro Jesús, Él siempre usaba parábolas, hoy algunas de ellas te parecen algo infantiles, pero eran adecuadas al nivel de conciencia que existía en ese momento. De igual forma que hace 2000 años atrás, los mensajes que hoy llegan, son en cierta manera parábolas, adecuadas para el nivel de conciencia actual, pero igual son metáforas de conceptos que tu mente no es capaz de comprender. Generalmente, en los mensajes que lees, existen varias capas de información, por lo tanto no vale la pena discutir quien lo entendió mejor, cada cual entendió lo que necesitaba entender y es perfecto que así sea, en última instancia no había nada que entender. Escucha lo que tengo que decirte, pues en esto radica tu finalidad, todo lo que buscas lo puedes encontrar en la mirada de quienes te rodean. Cuando logres acallar lo suficiente tu mente como para entrar a tu interior y te atrevas a mirar a los ojos de tus hermanos sin temor, entonces por primera vez sabrás cómo es la mirada de Dios mismo y así sabrás Todo lo que hay que saber, mientras tanto sigue tratando de describirlo, pero recuerda que son sólo metáforas, como metáfora es lo que te acabo de decir.

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La Verdad es un diamante con infinitas caras y somos libres de escoger qué cara queremos mirar, todas nos permiten conocer una parte de la Verdad y mirar un aspecto de Dios. Este libro no pretende ser una invitación a creer en lo que en él se expone, es más bien una invitación a encontrar dentro de nosotros las respuestas que buscamos. Te invito a que pongas en duda todo lo que comparto contigo, te invito conversar con tu Ser Superior y a sentir su manto protector, manto que te cubre desde que naciste las 24 horas del día, los 365 días del año. En la actualidad, más que nunca, tenemos acceso a distintas formas de conocimiento esotérico, antes oculto y disponible sólo para unos pocos iniciados. Temas como Tarot, Reiki, Aura, Energía, Duendes, Meditación, Vidas Pasadas, Karma y tantos otros, se encuentran disponibles para quienes se sientan atraídos por ellos. Conceptos religiosos orientales han invadido nuestra sociedad tradicionalmente judeocristiana. Tenemos una enorme cantidad de ofertas de información espiritual no tradicional a nuestro alcance y ésta poco a poco se va introduciendo en nuestra realidad. La medicina tradicional cada vez acepta con mayor naturalidad el apoyo de la llamada medicina alternativa, cambiando ahora el énfasis hacia la complementariedad. Altas personalidades de la política y de los negocios consultan a tarotistas y a otros “videntes”. La policía de investigaciones se apoya en psíquicos para ayudar a resolver casos de personas desaparecidas. El yoga se encuentra disponible en muchísimos gimnasios a la vuelta de la esquina. Altos ejecutivos de empresas tradicionales se toman un descanso a media mañana para hacer ejercicios de relajación, el feng shui es un concepto muy difundido a la hora de decorar no sólo nuestros hogares, sino también lugares de trabajo. Todas las herramientas que se te presenten pueden ser útiles y beneficiosas. Usa tu intuición a la hora de elegir cuál explorar, atiende los mensajes que la sincronía presentará ante ti a la hora de decidir qué experimentar. Si te ofrecen una herramienta que te atrae y que tu intuición te invita a probar, entonces recíbela con alegría y si lo deseas, aprende a usarla, enriquécete y compártela, pero no pierdas la conciencia de que son precisamente eso, herramientas y no verdades absolutas y que el poder que puedas sentir en ellas, en realidad está dentro de ti.

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Yo suelo ser una persona práctica, por eso más que juzgar la herramienta, experimento y presto atención a los resultados, si lo aprendido y experimentado contribuye a mi bienestar, a la fluidez de mis relaciones y a mi armonía corporal, entonces para mí es una herramienta válida. Si por el contrario, me doy cuenta que no me otorga bienestar, aún teniendo evidencias de que a otros sí les da resultado, entonces sigo mi camino y busco mi propia forma de avanzar hacia mi paz interior. Yo recorrí un largo y entretenido camino de explorar diversos senderos, para al final darme cuenta que ninguno de ellos me satisfacía por completo. Suelo ser muy rebelde y me cuesta creer en algo sólo porque alguien me lo dice. En ocasiones llegué incluso a sentir que no tenía hacia dónde avanzar. El descubrir que puedo comunicarme con esa parte de mi interior a la cual llamo Ser Superior, me trajo el más hermoso regalo que he recibido hasta ahora en mi camino espiritual. Este descubrimiento me ha permitido no sólo tener acceso a mensajes de mucha utilidad para mí y para otros, sino que también me ha dado una herramienta que me permite deshacerme de programaciones que ya no me sirven, trasmutar emociones que antes me apresaban, suavizar tensiones y, lo más importante, sentirme acompañada y apoyada por una fuerza que supera mis posibilidades conscientes. En la actualidad, el proceso de la globalización, entre otras cosas, ha desfigurado nuestras creencias y ha bajado la barrera de nuestras certezas. Ya no sabemos en qué creer y en qué no creer. Las iglesias han perdido su condición de ser proveedoras de “la” verdad absoluta e incuestionable, la imagen del Dios, que nos enseñaron cuando éramos pequeños, se desdibuja y debilita. Sin creencias sólidas tras las cuales escudarnos, buscamos ansiosos algo a qué aferrarnos. Cuando nacemos, somos un libro con sus páginas casi en blanco, digo “casi”, pues al momento de encarnar ya venimos con registros de vidas pasadas (si crees en este concepto) e información de la humanidad grabada en las cadenas de nuestro ADN y en cada célula de nuestro cuerpo. Cuando somos muy pequeños, exploramos nuestro entorno con la rigurosidad de un científico, pareciera que todo lo queremos tocar, lamer y oler; no existen para nosotros, en esos momentos, los conceptos de peligroso, bueno o malo, correcto o incorrecto, bonito o feo, sólo existe nuestro afán de conocer. Pero muy pronto, nuestros

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primeros maestros, por lo general nuestros padres, comienzan a enseñarnos a mirar el mundo con cautela y temor. Una escalera deja de ser un lugar entretenido para ser escalado y pasa a ser un peligro, un pequeño gusanito en la tierra se convierte algo sucio y asqueroso, vamos de a poco aprendiendo a mirar el mundo a través de lo que nos enseñan. A medida que vamos creciendo, en nuestro cerebro se van consolidando conexiones neuronales, las cuales van formando verdaderas “carreteras de pensamientos”. Incorporamos a nuestra forma de pensar las creencias que nuestros padres y los adultos que nos rodean nos inculcan. Ellos nos enseñan a mirar el mundo, no sólo con sus enseñanzas trasmitidas con palabras, sino sobre todo con sus acciones y reacciones, que no escapan a nuestra atenta mirada. En las primeras etapas de vida la gran mayoría de nosotros aceptamos el mundo que nos entregan nuestros padres sin mayor cuestionamiento, nos sometemos a lo que nos enseñan gustosos de que nos pongan límites y que nos den la seguridad que un mundo amenazante parece no ofrecernos. Cuando llega la adolescencia, la mayor parte de las personas tiene una fuerte crisis de identidad, nos cuestionamos lo que nuestros padres nos enseñaron y salimos al mundo a buscar nuevos maestros con los cuales identificarnos, pasando a ser nuestros pares referentes más válidos que nuestros padres. Pero aún así, incluso para los más rebeldes, nuestra cultura y la educación recibida en la primera infancia, se introducen inconscientemente en nuestro cerebro y nos indican en qué debemos creer y en qué no. No me refiero sólo al ámbito de la religión, me refiero a la más amplia gama de creencias: estándares sobre lo lindo y lo feo, lo bien visto y lo mal visto, lo educado y lo no educado, sobre tener una vida “decente” o no tenerla, lo saludable y lo que no lo es, a que debemos aspirar y a que no, lo que debemos sentir y lo que no debemos sentir. A lo largo de la vida vamos reprimiendo nuestra propia opción de escoger qué pensar, qué sentir y de actuar libre y espontáneamente. Cuando llegamos a la edad adulta, ya hemos construido un rígido e inamovible mapa de creencias acerca de cómo “es” el mundo. Este mapa de creencias está tan arraigado dentro de nosotros que nos impide ver el mundo de otra forma,

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es como un enorme filtro que nos rodea y nos indica cómo es supuestamente la realidad. Nos pasamos la vida sintiéndonos vulnerables y amenazados cuando alguien opina diferente o actúa de una forma que hemos catalogado como inadecuada. Por lo general, cuanto más defendemos nuestras ideas, ideales y creencias o cuando más nos escandalizamos si alguien actúa de manera diferente a lo que clasificamos como adecuado, llegando incluso a hacerlo de forma agresiva y visceral, es probable que sea porque nos sentimos inseguros respecto a ese marco de referencia que hemos construido. Si bien, síntomas como la homofobia, el racismo, el resentimiento social y discriminaciones de cualquier tipo, son ejemplos evidentes de estas situaciones, también las “buenas costumbres”, los valores socialmente aceptados y los roles que cada género puede y debe cumplir, por mencionar algunos ejemplos, son también parte de esas creencias aprendidas que se encuentran tan incrustadas en nuestra forma de ver el mundo, que ni siquiera somos capaces de cuestionarnos su validez y funcionalidad. Nuestras creencias nos limitan y nos atrapan. ¡Explora tu propia verdad! Busca tus propias respuestas y comienza a labrar dentro de ti la certeza de saber quién eres realmente. Es cierto que todos necesitamos un marco donde movernos, marco que nos permite relacionarnos en forma armónica con los miembros de una sociedad a la cual pertenecemos y con la cual nos ponemos de acuerdo sobre ciertas normas de convivencia. Es perfecto que así sea, pero eso no es lo mismo que sentirnos amenazados cuando alguien escoge actuar o pensar de otra forma. Cuando comenzamos nuestra búsqueda espiritual, por lo general, nos damos permiso para estudiar e investigar un sin fin de temas esotéricos y relacionados con la Nueva Era: talleres de ángeles, estudio de religiones orientales, clases de tarot, sanaciones energéticas, trabajo con las emociones, técnicas de meditación, interpretación de sueños y muchos más. Todo un mundo nuevo se nos despliega llamándonos y despertando un ávido interés, ¡la apertura de conciencia se ha iniciado! En el camino de renunciar a las creencias que nos inculcaron, muchas veces adoptamos otras, que a la larga terminan por limitarnos de igual forma. No digo que sea malo adquirir nuevas creencias que nos permitan aproximarnos a

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nuestra propia verdad, es natural que así sea, pues a medida que vamos ampliando nuestra conciencia, vamos requiriendo nuevas explicaciones respecto a quiénes somos, de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Recibir nuevas y frescas respuestas a antiguas preguntas y permitirnos reemplazar viejos paradigmas, es parte del proceso de despertar. De pronto comprendemos que no existe una única verdad, sino que hay muchas formas de interpretar el Universo y que muchas de ellas tienen sentido para nosotros. El riesgo que corremos en este proceso de ir derrumbando construcciones que nos quedan “angostas”, es comenzar a abrazar nuevas creencias como si fueran verdades absolutas. De esta forma, sólo estamos cambiando una cárcel por otra. Imagina que cada nueva interpretación o comprensión que te llega, es tan solo una estación en el largo viaje de la experiencia. Por hermosa y cómoda que te resulte cada una de ellas, no te quedes allí detenido, ten por seguro que el destino final es infinitamente más glorioso. Es muy fácil darnos cuenta cuando hemos caído en la tentación de transformar una “herramienta” en una verdad absoluta y anquilosada. Si te sorprendes a ti mismo defendiendo tus creencias, si de pronto sientes que tienes que convencer a alguien sobre tu verdad, entonces ha llegado el momento de detenerte y preguntarte hasta qué punto no estás renunciando a la posibilidad de ampliar tu conciencia defendiendo una verdad transitoria. Querer convencer al resto de las personas sobre lo que tú crees, no es lo mismo que sentir un profundo y honesto deseo de compartir tus descubrimientos y ponerlos a disposición de aquel que desee aprovecharlos y desee vibrar en tu misma sintonía. Si has llegado a un punto en el cual la existencia te invita a compartir ¡adelante! Hazlo con la humildad de quien ha reconocido su sabiduría interna y, desde ese reconocimiento, es capaz de descubrir la sabiduría de quienes lo rodean. La vida es como un laberinto que nos invita a entrar en él. El desafío es experimentarlo y resolverlo. Al irlo recorriendo nos encontramos con un camino lleno de vericuetos y senderos, muchos de ellos no llevan hacia ninguna parte. No existe un recorrido mejor ni peor, pues todos son parte de la aventura de resolver el acertijo. Si observas a alguien que va un sendero que parece que no conducir a ninguna parte, anímalo y alégrate, pues pronto lo descubrirá. Si esa persona te pide ayuda, bríndasela

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pero evita intervenir, desde la certeza de que es Dios experimentando y que cómo tal, merece tu respeto y admiración. Este es un proceso natural, en el cual también solemos caer en la tentación, puesta por nuestro ego, de dejar de buscar nuestra verdad y simplemente reemplazar nuestras creencias por otras y sentimos que hemos encontrado por fin “la” verdad. Cuando esto sucede, las personas que no comparten nuestros nuevos descubrimientos y creencias nos comienzan a parecer erradas, sentimos que están en el camino equivocado e incluso las percibimos como “aburridas”, quisiéramos que todos compartan nuestros nuevos descubrimientos y comenzamos a defender nuestras nuevas ideas con igual o mayor ímpetu que con el que lo hicimos con nuestras antiguas creencias. La mayor parte de las creencias inconscientes que tenemos, sean de la naturaleza que sean, terminan por anquilosarse y nos limitan, quitándonos capacidad de asombro y de poder enriquecernos con la verdad del otro. No creo que exista algo que pueda llamarse “La Verdad”. Por eso considero que siempre que nos pillemos evangelizando, haciendo proselitismo o defendiendo una “verdad absoluta”, ha llegado el momento que nos recordemos que tal cosa no existe. Por el contrario a lo se esperaría de alguien aparentemente relacionada con el mundo sutil, suelo ser bastante incrédula y escéptica, cualquier verdad que provenga de otro, instintivamente la cuestiono. No creo en maestros espirituales, que pretendan inculcar una visión del mundo que se deba aceptar sin cuestionamientos, me gusta buscar mis propias respuestas y mi propia forma de hacer las cosas. No sé cuantas capas tiene el aura, no sé si mantenemos nuestra individualidad después de muertos, no sé si existe la reencarnación, no sé si las cartas del tarot se reparten con la mano derecha o la izquierda. Me niego a creer en los horóscopos y en cualquier arte o ciencia que me limite al cambio y a la exploración de mis potenciales, clasificándome en un grupo predeterminado definido por alguna circunstancia ajena a mi libre elección. No sé muchas cosas ni tengo verdades que defender, sólo sé que en un momento de mi vida tuve una abrasadora sed y encontré un manantial del cual beber. A ese manantial lo llamo Ser Superior. Si has encontrado una herramienta espiritual con la cual te sientes identificado, sea ésta un grupo en el cual participas, un

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autor cuyos libros te llenan de luz, algún tipo de meditación o trabajo energético que al practicarlo logra llevarte a tu centro, disfruta de tu descubrimiento y más que preguntarte si es o no es verdad, si lo que experimentas es o no real, pregúntate a ti mismo, si acaso lo practicado te llena de plenitud, te centra en tu interior, pregúntate si llena tu vida de un profundo sentido, si le trae de claridad y amor a tus relaciones y si te amiga contigo mismo. Cualquier herramienta espiritual que te ayude a reconciliarte con quien eres, ten la seguridad que está iluminada por el Espíritu Santo, quien irá poniendo en tu camino señales para que no te detengas y continúes avanzando hacia el sagrado momento en que te fundas con tu divinidad. Luego de mucho recorrer, leer y experimentar, de pronto llegamos a la conclusión de que el único maestro que realmente nos puede guiar y acompañar en nuestro caminar, habita en nuestro interior y que está siempre atento y dispuesto, no sólo a escucharnos y responder nuestras inquietudes, sino también a complacernos en nuestros deseos. Ese maestro es nuestro amado Ser Superior.

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CAPITULO 7: Nuestro Ser Superior (Espíritu Santo)

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Ser Espiritual Tú has definido lo que significa ser una persona espiritual, te has llenado de deberes y formas auto impuestas que según tú, representan tu deseo de volver al Padre, has recolectado una serie de reglas enseñadas por alguna religión, por lo que has escuchado, por lo que has concluido, por lo que has leído, por lo que te han enseñado. Si fueras espiritual entonces no debieras emitir juicios, no te deberías enojar ni dejar llevar por tus emociones, deberías estar al servicio, ser un sanador, sonreírle a todos los que crucen tu camino, sentarte a meditar en las mañanas y no olvidar ningún día tus ejercicios energéticos. Si tú fueras espiritual, deberías tener un halo de paz que los demás identificasen, tu casa debiera oler a incienso y tus ropas tendrían que ser étnicas, deberías amar al planeta y reciclar los recursos. Si tú fueras espiritual tus relaciones deberían fluir armónicamente, tu cuerpo debería exudar salud y energía, etc., etc., etc. Querido mío te tengo noticias, tú ERES un ser espiritual independiente de lo que hagas, cada acto de tu vida es sagrado, porque es la experiencia del Creador encarnado, deja de colgarte los “deberías” y comienza a comprender la magnitud de tu experiencia. No hay una línea fronteriza que separe lo espiritual de lo material. ¿De dónde has sacado tan extraña idea?, ¡Como si tu esencia pudiera encerrarse tras una cortina metálica!, como quien cierra un negocio de verduras. TÚ ERES un ser espiritual, hagas lo que hagas, tu esencia es la creadora de esa realidad concreta, a la cual apelas para decir que no tienes tiempo ni espacio para ser espiritual. ¿Por qué te causa tanto temor reconocer quién eres? Transforma cada acto de tu vida, por cotidiano que te parezca en una comunión con la Fuente, regocíjate de estar vivo ¡No tienes idea del honor que eso conlleva!

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Muchos maestros te han dicho que en tu respiración tienes la posibilidad de conectarte con tu divinidad, tú has inventado mil formas de respirar, muchas de ellas incómodas e insostenibles en medio del ajetreo diario que tu forma de vivir te impone, respirar es VIVIR, estar vivo es estar con Dios, es así de simple. Sólo recuérdalo que cada vez que respiras con o sin conciencia, con dos, tres o cuatro tiempos, desde la garganta, desde el estómago o desde lo pies, aire puro, contaminado o enrarecido en el encierro de una oficina. Cada vez que respiras estás siendo honrado, acompañado y protegido. Deja de pensar que la espiritualidad te llegará de regalo cuando realmente practiques todo lo que has leído, cuando lleves a tu vida diaria todos lo que has aprendido en los talleres a los cuales has asistido, cuando ya no tengas obligaciones materiales con tus seres queridos, deja todas esas absurdas ideas y comienza a abrazar con amor y honor cada acto de tu extraordinaria vida, cada emoción que en tu cuerpo palpita, cada mirada que se posa en tu genial creación, que es MI CREACIÓN. El Creador no se ha equivocado contigo, ¡TÚ ERES DIVINO Y ESTAS VIVIENDO LA MAGIA DE CO-CREAR! Si quieres meditar, medita; si quieres respirar pausado, hazlo; si quieres escuchar música New Age, escúchala; si sientes el llamado al servicio, hazlo; si quemar incienso te ayuda a estar tranquilo, quémalo; si quieres practicar rituales, practícalos. Todas son maravillosas formas de aquietarte y centrarte en ti mismo y te ayudarán a recordar quién eres, pero si no hicieses nada de eso, si no hicieses nada de nada, no dejarías de ser ni por un momento mi BIEN AMADO. No recuerdo bien cuando fue la primera vez que escuché la expresión Ser Superior, tal vez fue leyendo alguna canalización recibida a través de algún email o quizás fue en

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alguno de los cursos de sanación y clarividencia a los cuales asistí en el comienzo de mi despertar espiritual, no recuerdo cuándo ni dónde fue y no tiene en realidad mucha importancia, lo que sí puedo decir es que este concepto comenzó, desde que lo escuché, a calar muy profundo en mi interior. Si bien tan sólo hablar de mi Ser Superior me pone en un plácido estado de expectación espiritual, pues comienzo a sentir su dulce presencia en mi interior, este capítulo es el que más me ha costado escribir, quizás se deba a que quiero trasmitir algo que es muy difícil de poner en palabras. Para poder comunicar qué es para mí la divina presencia del Ser Superior en mi vida, haré un pequeño resumen de algunos conceptos ya vertidos en los capítulos anteriores, mediante los cuales me iré acercando tangencialmente a lo que deseo trasmitir. Cabe aclarar que en este libro he usado con la misma intención y significado los términos Ser Superior, Espíritu Santo, divinidad, alma y esencia. Estamos de acuerdo en que no somos tan sólo un cuerpo mortal que vive una experiencia azarosa. Somos seres espirituales, manifestando en nuestras vidas terrenas la creación divina a través de nuestras vidas. Somos parte de un Todo universal que se manifiesta a sí mismo en nosotros. Tenemos conciencia de una individualidad ilusoria, que nos ha llevado en forma temporal a olvidar quienes somos. En este proceso de individuación, cuya finalidad es la experiencia y la creación, no perdemos nuestra calidad de ser dioses, pues conservamos en nuestro interior las cualidades del creador. La gota que se separa del océano no deja de ser océano, aunque al adquirir conciencia de gota no sea capaz de distinguir su origen. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, de la Diosa, del Todo, del Creador, de la Fuente. Atesoramos en nuestro interior toda la información del macrocosmos manifestada en nuestro microcosmos y desde nuestro interior la energía divina, compuesta de amor, poder y sabiduría, puja por manifestarse, de allí nace la inagotable ansia del ser humano de crear, saber y amar, impulso que quizás se manifieste en forma vacilante incluso torpe, pero que no para de expresarse. Somos dioses creadores de nuestra vida, ella es nuestra magna obra creativa. Todas las experiencias son sagradas y perfectas para la existencia. Nosotros, con nuestra mente humana y su necesidad de categorizar, somos quienes vamos

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juzgando qué experiencias son valiosas, qué experiencias placenteras y cuáles deseables. La existencia se sustenta en el equilibrio, en ello radica la magia del Universo, sólo necesitas observar como los planetas se sostienen unos a otros en sus órbitas. Mira la naturaleza que te rodea y comprenderás la esencia de tu manifestación. Acepta el equilibrio de tu Universo personal y permítete ir encontrando nuevas formas de expresarte, aceptando que existe un equilibrio superior y un ritmo natural que se expresa en ti. Hoy en día estamos viviendo un período de intensa expansión de conciencia. Cada vez más personas, incluso sin percatarse de ello, están buscando respuestas a sus inquietudes espirituales en caminos hasta hace poco considerados como no tradicionales. Cada día se hace más común la expresión “canalizar”. Entendemos por canalizar, el acto de comunicarnos con una sabiduría superior al plano humano, los oráculos de la antigüedad, el tarot usado con fines superiores, al igual que algunos de los mensajes espirituales que circulan en Internet, son un buen ejemplo de esta práctica. El ser humano ha explorado a lo largo de su historia diversas formas de comunicarse con la naturaleza, con seres fallecidos, con ángeles, con guías espirituales. Estas comunicaciones hasta hace poco estuvieron reservadas para algunos pocos seres privilegiados tales como sacerdotisas, chamanes, sabios y santos que dedicaron su vida a purificarse con el objeto de llegar a ser un canal libre de las limitaciones del ego, llegando alguno de ellos incluso a auto flagelarse como una forma de expiar sus faltas y poder así tener acceso a esa divina comunicación. Los autores de los evangelios del Nuevo Testamento, se supone fueron inspirados por el Espíritu Santo quien les “sopló” la palabra de Dios para ser difundida entre el resto de los mortales, manifestándose en ellos una sabiduría que escapa con creces a sus posibilidades intelectuales. Hombres simples y rústicos tuvieron de pronto a su alcance, una capacidad de comunicación infundida por Dios mismo a través del Espíritu Santo quien se manifestó, de acuerdo al relato bíblico, en forma de “lenguas de fuego” sobre sus cabezas. La tan controvertida Nueva Era también conocida como New Age, marca el comienzo de un cambio en la conciencia del ser humano. Corresponde al momento astrológico en que se

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pasa de la Era de Piscis a la Era de Acuario, también coincide con el fin de un ciclo en el Calendario Maya. Pero más allá fechas y números, este fenómeno espiritual que tanto incomoda a las religiones tradicionales, no es otra cosa que la excusa que necesitaba la humanidad para comenzar a buscar con vehemencia las respuestas que su desesperada existencia, en apariencia incierta y sin sentido, le ha reclamado a través de la historia. El fenómeno de La Nueva Era, sumado a la globalización y al debilitamiento de las religiones tradicionales, nos invita a acercarnos en forma personal a ese Dios que las iglesias nos alejaron, saca a Dios de su trono y lo reconoce en nuestro interior. Incluso, algunos maestros espirituales se atreven a decirnos: “Tú también eres Dios”. Conversaciones con Dios y Un Curso de Milagros son dos maravillosos ejemplos de libros que contienen mensajes canalizados, llenos de luz y sabiduría que nos invitar a vivir de una nueva forma nuestra espiritualidad. Ambos fueron para mí, una fuente de inspiración en el osado acto de atreverme a buscar las respuestas trascendentales a mis inquietudes existenciales en mi interior. El Dios tradicional, entendido como una omnipresencia, que con paciencia y complacencia observa nuestra pequeñez y nuestros patéticos intentos de ser lo suficientemente “buenos” como para merecer volver a Él, hoy se nos presenta como un Dios vivo que experimenta su Ser a través nuestro y, que por sobre todo, no juzga a su creación pues equivaldría a juzgarse a sí mismo. El acto de reconocernos a nosotros mismos como Dioses, es percibido con gran inquietud por algunos religiosos y muchas veces interpretado como una muestra de gran orgullo e inmensa soberbia, sin embargo, en realidad es el mayor acto de humildad que puede tener un ser humano. Reconocer la presencia de Dios habitando en nuestro interior, significa reconocernos como iguales con todos quienes nos rodean e implica renunciar a las ilusorias distinciones que el ego tanto disfruta en defender. Todos los seres humanos merecen el reconocimiento de su calidad divina. Cuando comprendemos que muchas veces hemos actuado alejados de nuestras más altas opciones, no porque exista algo imperfecto en nosotros, sino sólo porque hasta ahora habíamos olvidado nuestro real origen, entonces nos llenamos de compasión por

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quienes nos rodean, los juicios desaparecen y los conceptos de correcto e incorrecto, bueno o malo, santo o profano, comienzan a reformularse en nuestro interior. Si todos somos Dioses experimentando la magia de vivir, entonces cada ser humano con el que me cruzo es un maestro y cada acto de mi vida una manifestación divina. Encarnar este pensamiento nos llena por un lado de alivio, pues comprendemos que el engaño en que nos habíamos sumido, nos llevó a vivir en apariencia alejados de Dios creyendo que debíamos hacer méritos para merecer Su Amor y, por otro nos ayuda a tomar conciencia de la responsabilidad que conlleva ser creadores de nuestra realidad y de cada una de las circunstancias de nuestra vida. En nuestro interior habita esa chispa divina que es nuestra verdadera naturaliza y que conserva las cualidades del Todo: Amor, Sabiduría y Poder. Lo natural es que nuestras cualidades divinas tiendan a manifestarse en nuestra existencia, sin más esfuerzo que permitirlo. Mucho más esfuerzo requiere ir en contra de nuestra naturaleza que a favor de ella. Existen muchas formas de conectarnos con nuestra divinidad, que hasta ahora estaba ilusoriamente apartada de nuestras vidas. Meditar ha sido una de las más difundidas y cada día tiene más adeptos en occidente. Para mí, atreverme buscar en mi interior las respuestas que con tanta vehemencia e infructuosidad busqué en mi exterior, ha sido la fuente de los mayores logros que he tenido en el camino del encuentro con mi esencia. En este hermoso camino de comprensión de quienes somos, vamos también entendiendo como funciona el Universo que nos rodea y las leyes que lo gobiernan. Nos vamos dando cuenta que comienza a llegar a nuestras vidas no sólo eso en lo cual ponemos energía y esfuerzo, sino que también aquello que manifestamos con nuestros pensamientos y palabra hablada, a través de las emociones que desplegamos en nuestras relaciones, a través de nuestro comportamiento y a través de nuestra imaginación. Muchas veces, en este camino, he sentido cierta inquietud al darme cuenta de lo rápido que se pueden llegar a manifestar ciertas peticiones, incluso antes de llegar a formularlas. La comprensión de este maravilloso poder, nos puede dar al principio cierto temor, pues nos damos cuenta que hay muchas formas de desear y que no siempre lo que en

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realidad deseamos, es lo que expresamos a lo largo del día con nuestras actitudes. Por ejemplo, si estamos enfermos, podemos con toda honestidad desear estar sanos. Pero luego pasamos gran parte del día quejándonos sobre lo mal que nos sentimos, buscando información sobre nuevos remedios, contándoles a los demás sobre nuestras dolencias. Entonces, nuestro genuino deseo de estar sanos, queda anulado con la gran cantidad de energía que le otorgamos a esa enfermedad que no queremos presente en nuestras vidas. Quizás sea por ese motivo, que es mucho más fácil comenzar a darnos cuenta de nuestras capacidades creadoras en las pequeñas cosas de la vida diaria, que en los asuntos que nos han contrariado durante mucho tiempo y a los cuales solemos cargar de energía en forma de preocupación. Recuerdo que cuando comencé a conversar con el Ser Superior de otras personas, pensé que necesitaba al menos dos sillas, para armar en mi sala un “rinconcito energético” en el cual atender a quienes me consultaran. Estuve un tiempo cotizando algunas alternativas que me parecieron caras e inadecuadas. Luego de un par de semanas de estar pensando en el tema, mi esposo me dijo que su mamá me ofrecía de regalo dos sillas que tenía en una bodega, sin pensarlo las acepté encantada. Las sillas resultaron ser dos preciosidades con más de cien años de antigüedad, que no sólo calzaron perfecto con la decoración de mi sala, sino que además son extraordinariamente cómodas. Las mandé a re tapizar y restaurar y las puse una a cada lado de una mesa, también antigua, herencia de mis padres. Contemplé el lugar que había creado y sentí que le hacía falta alguna figura de ángeles en la mesita. Antes de un mes recibí de parte de una amiga, de regalo en mi cumpleaños, una hermosa figura de ángel, cuyos colores combinaban de maravilla con el tapiz de las sillas. Emocionada, puse el angelito en la mesita y, aunque estaba muy contenta, pensé que quizás se vería más completo con una segunda figura. A los dos meses siguientes, el día de navidad, una de mis hermanas me entrega dos regalos. Extrañada le pregunto por qué dos y no uno, como es habitual en mi familia; ella me dice: “Ya te había comprado tu regalo, cuando pasé por una vitrina y sentí el impulso de comprarte otro”. Me entregó una caja que en su interior contenía un ángel que hacia juego con el que ya tenía, sentí que el corazón se me salía por la boca por la emoción de comprobar

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cómo eran atendidos mis deseos. Al llegar a casa, puse la nueva figurita al lado de la otra y sentí que el lugar se iluminaba, había quedado simplemente perfecto y desde entonces se ha transformado en mi refugio espiritual, lugar que estoy convencida, fue una co-creación, que hicimos realidad con mi Ser Superior. Ese es el lugar que durante un buen tiempo usé para conectarme con mi divinidad y con la de quienes me solicitan una consulta. Estas hermosas coincidencias, son pequeñas confirmaciones que nos enseñan cómo funciona nuestra naturaleza creadora. Cuando comenzamos a prestar atención a la cada vez más frecuente cantidad de coincidencias que comienzan a llegar a nuestras vidas, comprendemos que son más que casualidades y vamos de a poco entendiendo hasta qué punto el Universo refleja nuestras intenciones. Con sorpresa al principio, con alegría y luego con devota emoción nos comenzamos a dar cuenta que justo aquella amiga que recordamos nos llama, un libro del tema que hemos estado estudiando de pronto parece caer en nuestras manos, me hablan de un doctor de cierta especialidad, justo un par de días antes que uno de mis hijos requiere una consulta, me llega una invitación a una charla que estaba interesada en asistir. Poco a poco vamos comprendiendo que en realidad: No estamos solos…. Con conciencia y en estado de alerta, nos vamos dando cuenta de que muchos sucesos de nuestra vida se ajustan a nuestras intenciones. Entonces cabe preguntarse: ¿Ocurrió lo mismo cuando las circunstancias de mi vida me fueron tan adversas? ¿Había una parte de mí que estaba inconscientemente pidiendo esas circunstancias? ¿Necesitaba yo vivir todas esas situaciones para sacar alguna conclusión? ¿Escogí relacionarme con determinada persona que me hizo luego sufrir tanto por alguna causa? ¿Soy la víctima o la creadora de las circunstancias de mi vida? Si yo soy la diseñadora de mi vida, entonces: ¿Puedo culpar a alguien del rumbo que ésta lleva o se ha dado en mayor parte como consecuencia de mis elecciones? Si hasta ahora he sido la diseñadora inconsciente de mi vida: ¿Puedo culpabilizarme a mi misma de las elecciones que hice en mi pasado? Si Dios experimenta a través mío, entonces: ¿Dónde queda el concepto de pecado? ¿Significa esto que todos los

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males del mundo son al final obra de Dios? ¿Dónde queda el valiosísimo impulso de auto superación del ser humano si ya somos dioses? Aquí está la maravilla del despertar espiritual, cuando comprendemos que en nuestro interior habita Dios mismo, nos damos cuenta que si en algo hemos pecado, es en la soberbia de pensar que podíamos separarnos de Él. Cuando permitimos que Dios se manifieste a través nuestro, reconociendo que hasta ahora hemos fracasado en encontrar las respuestas dentro de nuestra mente, entonces de pronto, todo parece adquirir sentido. Nos llenamos de comprensión y compasión, no sólo hacia los procesos de los demás, sino hacia los de nosotros mismos. Nuestro Ser Superior es el regalo que Dios les da a sus hijos para que puedan, en todo momento, recordar quienes son. Nuestro Ser Superior somos nosotros mismos, sin la contaminación de nuestros miedos ni las limitaciones aprendidas y auto impuestas. Es esa voz interior que traspasa la nube de nuestras emociones y pensamientos, para llenarnos de paz. Es aquella parte inmutable, sabia, eterna, perfecta, con la cual nos encontramos cuando conseguimos centrarnos, ya sea en una meditación, ya sea ante la presencia de un paisaje de belleza arrebatadora, ya sea ante el conmovedor instante en que ponen en nuestros brazos un hijo recién nacido. Todos hemos tenido algún momento en nuestras vidas, en que sentimos que todo a nuestro alrededor se detuvo, nuestro corazón se expandió y, por un segundo, conocimos la perfección de estar vivos. “Eso” que ocurrió y que no podemos realmente explicar de dónde viene, es estar en contacto con nuestro Ser Superior. No necesitamos de nada externo para sentir esa sensación cada vez que lo deseemos, sólo necesitamos recordar quienes somos. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos recibido una inspiración sobre qué hacer ante una situación complicada. En alguna oportunidad, hemos encontrado una solución inesperada a un problema o hemos tenido un sueño revelador, todos alguna vez hemos tenido una intuición que luego se ha hecho realidad. Esto es inevitable, pues es nuestra esencia comunicándose, es el contacto con nuestro Ser Superior. Para los que tenemos formación religiosa cristiana, nuestro Ser Superior se asemeja bastante al concepto del Espíritu Santo, regalo que Dios nos hace para mantener la comunicación con Él. Es la corriente de amor que fluye del Padre

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hacia el hijo y del hijo hacia el Padre. Dios crea a su hijo, le permite experimentarse a sí mismo, le regala libre albedrío y la capacidad de crear. Pero un padre amoroso no abandona a su unigénito, no lo desampara en su experiencia. Dios nos regala al Espíritu Santo para que cuando llegue el sagrado momento en que requiramos volver a sentirnos parte de Él, podamos comunicarnos con el Padre. Me gusta decir que mi Ser Superior es mi Dios personalizado, pues siendo Dios tiene toda su grandiosidad, amor, sabiduría y poder y, siendo “yo”, tiene total conocimiento de mi experiencia, de mis límites, de mis bajezas, de mis grandezas, de mis esperanzas y de mis temores. El término “Ser Superior” no significa que tengamos a nuestro lado un ser de mayor jerarquía espiritual, no es alguien superior en calidad ni en evolución, el Ser Superior nos recuerda nuestra superioridad y nos invita a vivir en consecuencia con ella. No como una forma de ser merecedores del amor Dios, sino como una forma de ser consecuentes con el amor de Dios, que es nuestra esencia, en ello radica nuestra plenitud y el sentido de nuestra existencia. Esta comprensión, es el vaso de agua que apacigua la abrasadora sed de nuestra alma que clama por manifestarse. Cuando comencé a compartir este conocimiento, tanto mi ego como el de otras personas me preguntaron ¿Cómo puedes estar segura de la existencia de un Ser Superior?, ¿Cómo puedes saber que las palabras que le asignas a tu Ser Superior no provienen de tu mente?, ¿Cómo puedes reconocer que esto no es parte de tu inflamada imaginación? Puedo darme y darles algunas respuesta del tipo: lo sé pues lo he experimentado, lo sé pues me ha sido revelado; lo sé pues el Espíritu Santo me ha regalado múltiples corroboraciones de su existencia; lo sé pues me he puesto en contacto con la divinidad de otro, quedando profundamente conmovida no sólo yo, sino también quien lo ha experimentado conmigo. Podría dar muchas respuestas, pero quizás mis respuestas tengan también múltiples explicaciones y estoy convencida que no vale la pena desgastarse para intentar explicar lo inexplicable. Así que mi respuesta es muy simple: ¡No me importa!

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Para mí, no tiene la menor relevancia si en realidad existe o no un Ser Superior, si las palabras que escucho en mi mente son o no son de mi invención, si lo que siento es auto inducido o proviene de una inspiración divina. No me interesa saber si es una parte de mi cerebro, que activo cuando entro en estado de comunicación o es Dios mismo quien me susurra al oído. Si he de ser honesta, para mí no tiene en absoluto importancia dar respuesta a esas interrogantes. Pero lo que sí tiene importancia y en demasía, es el continuo cambio que ha tenido mi vida, lo dueña que hoy soy de mis emociones y como, de a poco, me he ido transformando desde un ser reactivo a un ser activo. Para mí sí tiene importancia, la alegría con que me levanto día a día a experimentar mi vida y como he ido suavizando las relaciones con las personas, relaciones que antes se me hacían tan difíciles. Sí tiene importancia sentirme armónica con la existencia y capaz de enfrentar no sólo los desafíos que yo misma pueda proponerme, como escribir este libro, sino también ser capaz de enfrentar los desafíos o sorpresas que el día a día pueda darme. Sí tiene importancia sentir que mi vida está llena de sentido y que cada día se manifiesta más vivamente mi paz interior. Te invito a que te permitas recibir este concepto de Ser Superior, no como una verdad absoluta, sino como una posibilidad de experimentarte de una nueva manera. Como una posibilidad de darle a tu vida un nuevo y satisfactorio rumbo. Puedes ponerle el nombre que quieras, puedes llamarle el “sabio interno”, “ángel de la guarda”, “Mente”, “esencia”. Llámale como quieras, sólo permite que ocurra. Mi primeros pasos en la comunicación con mi Ser Superior, los di en un curso de sanación, en el cual nos enseñaron a pedirle guía a nuestra divinidad al momento de realizar una sanación y obtener información a través de la lectura del aura del cliente para hacer el diagnóstico. Tras experimentar algunos meses, me fui dando cuenta de que cuando invocaba la guía de mi Ser Superior tenía acceso a información mucho más certera y neutral que la que tenía cuando intentaba encontrar las respuestas desde mi mente, de a poco fui dejando fluir lo que me “llegaba” desde ese indefinible lugar y aprendí a ponerme en contacto con la energía del otro. En ese curso comprendí que no se necesitan dones especiales para

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“ver” más allá de lo evidente, sólo se requiere aprender a acallar por un momento nuestra agitada mente y “sentir” al otro. De esta forma, inicié un contacto más activo con mi divinidad, primero pidiéndole asistencia, luego consultándole y luego pidiéndole que intervenga en mi vida. Un día me planteé que si esa comunicación me servía para comprender y conocer al otro, con mayor motivo me había de servir para comprender y conocerme a mí misma. Paulatinamente fui entablando en forma cada vez más fluida una comunicación activa con mi Ser Superior, preguntándole cosas de la vida diaria, de mis temores, de mis sueños y mis inquietudes, quedando siempre sorprendida por sus sabias respuestas. Cuando inicié mi despertar espiritual leí toda clase de información, me pasaba horas navegando en Internet buscando material, que al leerlo parecía colmarme de gozo. Sin embargo, luego de unos años los textos y canalizaciones, que inicialmente alimentaron mi alma y me llenaron de alegría, comenzaron a dejar de resonar en mi interior. Sin ánimo de desmerecer el valor de tan magnífica información, empecé a buscar mis propias respuestas, comencé a hacerle preguntas de toda índole a mi Ser Superior, preguntas que hasta el día de hoy son contestadas con una sabiduría y claridad que sin duda no proviene de mi confundido ego. Durante años le pedí a mi Ser Superior, que me ayudara a conectarme con el Amor, le insistí una y otra vez que cualquier solicitud previa de mi parte que me alejara de mi esencia divina quedaba abolida, le repetí hasta el cansancio que si antes hice una elección de forma de vivir contraria al Amor, entonces hoy renunciaba a ella. Hasta que llegó el día en que me contestó que dejará mi petición de aprender a amar y que comenzara de una vez por todas a amar. De a poco, empecé a sentir que esa voz en mi interior se manifestaba en mi vida diaria de las más variadas formas. Cada vez con más frecuencia comenzaron a llegarme pensamientos del tipo: ¿Realmente esa reacción es tu libre y consciente elección? ¿Esos pensamientos reflejan tus más altas opciones? ¿Estás actuando de manera amorosa o estás reaccionando desde tu niña herida? ¡Date cuenta lo que estás a punto de decir! ¿Vale la pena que lo digas? Esa voz también comenzó a alertarme de las, hasta ahora imperceptibles, reacciones físicas que las emociones

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provocan en mi cuerpo. De pronto, ante una crítica explícita o implícita, real o imaginaria que alguien me pueda hacer, en vez de saltar a defenderme sintiéndome amenazada, esa voz interna me hace notar la leve transpiración de mis manos, el sutil aumento de mis pulsaciones. Comencé a darme cuenta cómo mi cuerpo reacciona, secretando adrenalina en forma automática, en situaciones que en realidad no son una amenaza clara y directa hacia mí. El descubrir esas manifestaciones físicas, que antes iban acompañadas de una reacción automática y por lo general desproporcionada e inoportuna, me ha permitido detener el mecanismo, desligarme y tomar distancia sin involucrarme con mis propias emociones. Hoy, cada día con mayor frecuencia, puedo escoger cómo deseo reaccionar ante determinada circunstancia. Me he ido transformando en una gentil observadora de mí misma y de mis reacciones, dejando la autocrítica de lado transformándola en compasión y libertad de poder escoger cómo reacciono. Con el tiempo pude empezar a comprobar que la presencia de mi Ser Superior no sólo toca mi campo energético, sino que también el de las personas con las cuales tengo contacto cotidiano. De pronto, el funcionario malhumorado al mirarme sonríe, la agobiada cajera del supermercado me desea que tenga un lindo día, el trámite atorado se soluciona por la buena voluntad de quien me atiende. Cuando nos conectamos con nuestro Ser Superior, las personas comienzan a percibir en nosotros, algo indefinible, que por un momento los toca. No es que tengamos algo especial, sino que el otro se permite a sí mismo, aunque sea por un segundo, reconocerse y eso lo llena por un momento de energía. Recuerdo una ocasión en que yo había estado activando vivamente la conexión con mi Ser Superior, justo antes de salir de compras, al ir caminando por los pasillos de un shopping, un joven se me acercó a preguntarme si acaso yo era un ángel y continuo su camino como si nada. Quedé muy conmovida. Quizás para él fue un juego, pero para mí fue un enorme regalo que me llenó de certeza. Excelentes testigos silenciosos de la presencia del Ser Superior son los niños pequeños, quienes parecen deleitarse con su energía. En reiteradas ocasiones y aún ante el desconcierto de sus madres algunos pequeños me han regalado sendas sonrisas y sostenida atención. Incluso puedo notar cómo ellos

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captan mis pensamientos y muchas veces he lamentado no ser capaz de mantener el diálogo sin palabras que ellos tan claramente entablan conmigo. En ocasiones algunas amigas con las cuales no comparto este ámbito de mi vida, al menos no de forma explícita, me preguntan si acaso me he hecho algún cambio de peinado o tomado sol, ellas notan algo, pero no son capaces de definir qué es. Si bien, las confirmaciones se reciben con agradecimiento pues constituyen una dulce confirmación, sin duda más importante que lo que puedan otros notar es lo que cada uno irá descubriendo que cambia en su interior, pues, aunque nuestro mundo externo permanezca inalterado y nadie note nada, sabremos que todo ha cambiado de una forma tan rotunda, que nunca volverá a ser igual. Debo reconocer que, aunque vivo muy con pudor mi vida espiritual, cada día voy sintiendo más y más deseos de compartir, de a poco he siendo capaz de ir hablando más de mis intereses delante de personas que no tienen similares inquietudes. Hasta no hace mucho tiempo atrás, reservaba con celoso cuidado mis experiencias espirituales a ámbitos protegidos, en los cuales tenía la certeza de que estaba con personas con las cuales comparto los mismos intereses. Sin embargo, aún cuando de a poco me voy abriendo a compartir, hay dos certezas que siguen firmes en mí: por un lado el convencimiento de que el camino espiritual es algo muy íntimo y personal y que no sirve de nada “evangelizar” ni hacer proselitismo y, por otro, la claridad de que no deseo convencer a nadie de mis creencias y conclusiones. De igual forma, estoy segura, que las personas que “resuenan” con esta energía espiritual, llegarán a mi vida como por arte de magia, sin necesidad de que yo salga a buscarlas ni convencerlas. Como ya lo comenté antes, distribuyo mis escritos llamados Conversaciones con mi Ser Superior a través de correo electrónico a las personas inscritas a la pequeña web que administro. Desde el primer envío me di cuenta que lo que mi Ser Superior me dictaba, tocaba el corazón de quienes leían estas conversaciones, llegando incluso, algunas personas a sentir que las palabras habían sido escritas para ellos mismos. Comprendí que por sincronía lo que yo necesitaba escuchar, podía estar sintonizado con el proceso de despertar de quienes se conectaran con mi mensaje.

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En paralelo y con mucho deseo de explorar el sutil mundo que nos rodea, sin experiencia previa, pero con mucho entusiasmo invité a algunas personas con inquietudes similares a que formáramos un pequeño grupo espiritual. Con más ganas que conocimientos previos, comenzamos a reunirnos para explorar el, para nosotros desconocido, mundo de las canalizaciones. Al principio partimos con timidez sin saber muy bien ni qué es lo que buscábamos ni cómo lo lograríamos, poco a poco fuimos atreviéndonos a experimentar y desde un principio obtuvimos maravillosos y sorprendentes resultados. Al comienzo para entrar en estado de meditación, realizábamos algún tipo de visualización en la cual solicitábamos a nuestras divinidades un mensaje a través de alguno de los miembros del grupo. Los primeros intentos fueron más emotivos que nada. Nuestras canalizaciones consistían más en imágenes y sensaciones que en mensajes propiamente tales. De a poco, las palabras comenzaron a fluir, primero dos o tres, luego algunas oraciones completas. Ante cada pequeño logro quedábamos emocionados y con más entusiasmo para intentarlo otra vez. Los mensajes en palabras comenzaron a llegar y de a poco nos fuimos atreviendo a hacer preguntas, quedando en cada ocasión asombrados y conmovidos por la profundidad y certeza de las respuestas. Estos encuentros se caracterizaron por su libertad y espontaneidad, cada sesión fue diferente a la otra y permitimos que las experiencias ocurrieran en forma libre y sin planificación previa. Para mí estos encuentros fueron en su momento un verdadero alimento espiritual, que esperaba con ansias consumir cada semana. Algunas personas me han pedido sesiones privadas y personales de canalización, las cuales he realizado también en forma intuitiva, pero siempre teniendo emotivas experiencias al entregar los mensajes que sus Seres Superiores les manifiestan a través del mío. Para mí, lo más grandioso de estas sesiones es que he podido comprobar que pocas personas no se conmueven ante la activación de su divinidad. Lo que yo pueda o no decirles, no tiene en realidad ninguna importancia, el valor de estas sesiones es que quienes me consultan puedan darse permiso para explorar un aspecto de sí mismos que han olvidado.

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No me gusta llamarme “canalizadora”, pues creo que no tengo ese don especial, yo no recibo información de ningún maestro ni guía espiritual, lo que yo hago es conversar con mi esencia y, a través de ella, lo hago con la esencia de otras personas si me lo solicitan. No es mucho lo que hago ni lo que digo, tan sólo me siento freten a la persona que consulta, respiro profundo, las miro a los ojos y les susurro desde mi alma: ¡Oye tú también eres Dios! Si las dudas te asaltan e impiden avanzar, recuerda que cuando comienzas a explorar estas comunicaciones, lo primero que reclama tu ego es que lo estás inventando con tu mente. Claro, como no habría de hacerlo, si activar estas comunicaciones es el principio del fin de su reinado. No le hagas caso a tus temores, suéltalos y atrévete a experimentar. Como ya lo dije antes, yo aplico el filtro del resultado. Si esto es producto de mi imaginación, pero me hace bien y trae a mi vida resultados positivos, entonces ¡bendita imaginación! La verdad es que poco me importa si es mi mente o no la que me responde, lo único que me interesa es que esta comunicación ha traído mucha luz a mi vida, mis relaciones son mucho más armoniosas, mi salud se ha fortalecido, me siento más joven, plena, más segura de mi misma, más dueña de mis reacciones, siento una confianza nueva en mi existencia, tengo la seguridad que lo que ha de ser será, creo que Dios me escucha y me acompaña, que mis deseos y oraciones no sólo son escuchadas, sino también realizadas. Si todo eso es producto de mi imaginación o de una auto sugestión, entonces ¡Fabuloso! La Verdad tiene muchas caras y Dios tiene tantos rostros como par de ojos lo quieran observar, no creo que yo haya descubierto nada nuevo, ni tengo argumentos para convencer a nadie de nada, simplemente comparto con quien se acerque, lo que para mí ha significado nacer de nuevo. Cuando he canalizado para alguien, consciente que si una persona pide un mensaje, es porque está muy receptiva a tener una experiencia extraordinaria, casi siempre he podido percibir lo conmovida que se siente, es como si sus fibras más internas hubiesen sido tocadas. He visto el brillo de sus ojos y la sonrisa de sus rostros, esa es la única prueba que necesito para creer que este camino esta tapizado de rosas y satisfacciones. En el mundo actual, donde las tradiciones se han perdido y las iniciaciones ya no existen; vivimos apurados siendo uno

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más, en medio de una enorme masa de seres que ven la vida como una lucha, los grandes supermercados reemplazaron al almacén de la esquina y la misa dominical dejó de ser un evento vecinal, ya no tenemos “vida de barrio”, el shopping es el paseo dominical de muchas familias. Vivimos en un mundo atiborrado de personas en el cual nos sentimos solitarios. Se despierta en nosotros cada vez con más intensidad, una sed enorme de “sentir” a nuestra divinidad como algo concreto en nuestras vidas. Cada vez se hace más apremiante saber que estemos donde estemos, no estamos solos. Comprender esto, ya no ha nivel intelectual ni creyendo con fe ciega lo que alguien nos pueda decir o enseñar, sino a nivel de la experiencia propia, teniendo la certeza de “Su” presencia, como algo vivo, es una necesidad fundamental, que se suma al interminable listado de necesidades que tiene el ser humano de hoy, pero que una vez satisfecha nos colma de la paz y alegría que todo lo demás no nos logra regalar. Recuerda, tu nunca estás solo…

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CAPITULO 8: Conversando con nuestro Ser Superior

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A ti que tienes dudas A ti que tienes dudas, a ti que no te animas a hablarme, a ti que cuando me hablas no consigues escuchar mi respuesta. A ti que estás leyendo este libro y que te preguntas si algún día serás capaz de conversar conmigo. Sí, a ti te hablo, para ti son estas palabras. Reconocerte a ti mismo en tu verdadera dimensión, es el acto de humildad más grande que puedas realizar en tu vida, reconocer al Dios que habita en ti, es lo mismo que ser capaz de reconocer al Dios que habita en el otro, cuando bajas la guardia y escuchas mi palabra, todo lo que te rodea comienza a teñirse de tu propia divinidad. Mi mensaje pasa por tu mente, no te esfuerces en intentar diferenciar si es tu mente la que te habla o soy yo quien lo hace, mi voz es tan clara y nítida que no tendrás dudas de donde proviene la respuesta que buscas. Mis palabras no requieren explicaciones ni justificaciones, tu alma las recibirá ansiosa y gustosa, pues se sentirá conmovida de darse cuenta que jamás se alejó de casa. A ti que quieres escucharme, pero no lo consigues dirijo estas palabras, estés donde estés cierra tus ojos, calma por un segundo tus expectativas y recibe el regalo que tengo para darte, mi regalo representa tu esencia que se manifiesta. Recibe tu propia divinidad, como si regresara a ti, dale la bienvenida como si hubieses estado separado de ella por un largo tiempo, regocíjate pues los tiempos difíciles han quedado atrás. Al hijo de Dios no hay nada que lo doblegue, el mundo completo se reordena adecuándose a tu majestuosidad, el velo de la ilusión se levanta y de pronto me descubres en los ojos de los otros, especialmente en los de aquellos a quien antes le habías dado el poder de dañarte. No temas reconocerte, muy por el contrario teme a esa voz

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que te hace dudar, teme a esa voz que te induce a postergar nuestro encuentro y que te quiere hacer fracasar, tu peor enemigo eres tú mismo. Estás asustado de reconocer quien eres, pues tanto te han dicho y te has dicho que tienes que hacer méritos para recibirme, tanto te has vanagloriado de lo alejado que estás de mi, que ahora leyendo estas palabras, tu corazón salta de alegría al darse cuenta que el velo ha caído. YO estoy en ti y nada ni nadie podrá impedirlo, ni siquiera tú mismo. Lo que les cuento en este libro, es mi propia experiencia. La forma en que he concretado el acto de comunicarme con mi Ser Superior, que no es otra cosa que escuchar mi voz interior y que es probable que esté muy teñida con el modo que tengo de relacionarme con las personas que me rodean. Cada cual puede descubrir su propia manera, cada una de ellas es válida y personal. Lo expuesto en este capítulo y en los otros son sólo sugerencias sobre qué puedes esperar de tus conversaciones y cómo realizarlas, sobre qué tipo de peticiones puedes hacerle a tu Ser Superior. Este capítulo es sólo una invitación úsalo como motivación, no como guía. ¿Cómo comunicarnos con nuestro Ser Superior? La comunicación con nuestro Ser Superior es en apariencia muy sutil, su voz al principio se confunde con nuestros pensamientos y nos cuesta encontrar el modo de conectarnos e iniciar el diálogo. No creo que exista una forma más adecuada que otra, cada quien puede explorar su propio método. Pero como sé que nos gustan las cosas concretas, te invito en los inicios a experimentar esta meditación: Escoge un lugar tranquilo y cómodo (cuando tengas más práctica lo podrás hacer en cualquier lugar). Intenta que sea una hora y un lugar donde no seas interrumpido. Pon una suave música y prende un agradable incienso, alcanza un estado de relajación y meditación de la forma que te guste, sino tienes

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ninguna, entonces simplemente cierra los ojos y pon tu atención en la respiración. Por unos minutos siente como el aire entra y sale de tu cuerpo, siente tu pecho expandirse a cada inspiración y conéctate con la palpitación de tu corazón. Cuando te sientas relajado, tranquilo y a gusto, si lo deseas conéctate al centro de la tierra imaginando que desde la base de tu columna, chakra base, baja un cordón de luz que se ancla a ese centro, entonces visualiza, siente o imagina un gran sol dorado sobre tu cabeza: ¡es la presencia de tu Ser Superior! De este sol baja un rayo de luz dorada que entra por tu coronilla, baja por tu cuello y llega a tu corazón, cuarto chakra, en donde se ancla. Siente como a cada latido de tu corazón tu cuerpo se va llenando de energía dorada, tus órganos, tus huesos, tus músculos y tendones, el aire de tus pulmones y todos tus fluidos se tiñen de energía dorada, hasta el punto en que los poros de tu piel comienzan a emitir pequeños haces de luz dorada que te rodean. Anclamos la energía del Ser Superior al centro cardiaco, pues es allí donde mejor procesamos lo que nuestra divinidad tiene que decirnos. Mantén este estado por un momento. Siente como la energía te baña por dentro. Siente la presencia de tu Ser Superior, siente su Amor Incondicional, siente tu propia Divinidad activa, viva y presente. ¡Felicitaciones! ¡La comunicación ha sido restablecida! Para una primera experiencia, con estas indicaciones será suficiente. Repítela tantas veces como desees. En lo posible, al principio replica las mismas condiciones externas para la conexión. Éstas se transformarán en una verdadera ancla, que te permitirá alcanzar cada vez con mayor rapidez el estado de comunicación, hasta que llegue el día en que podrás activarlo en cualquier lugar y circunstancias. Cuando te conectas con tu Ser Superior, sientes su presencia “viva”, ya sea corporal o emocionalmente, no tendrás dudas de que la conexión ha sido establecida, incluso las personas que estén a tu lado pueden sentirse tocadas. De a poco, en la medida que te vayas sintiendo cómodo con la conexión, podrás ir explorando una forma más fluida para comunicarte. Si lo deseas, puedes pedirle que te indique un

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nombre con el cual comunicarte. Yo en ocasiones utilizo “Jascha”, nombre que me llegó en un sueño y que uso como pseudónimo para escribir. Puedes usar, si lo deseas, un nombre que te agrade, que te hayan dado en una iniciación o el que recibas en una meditación. Tener un nombre te permite tratar con soltura a tu divinidad, como tratas a un querido y viejo amigo que te comprende y con el cual puedes hablar cada vez que lo desees. Una vez que te sientas a gusto con la conexión lograda, puedes iniciar el dialogo, al principio quizás sólo recibas sensaciones, emociones o palabras sueltas. No te desalientes, todas son maravillosas formas de comunicación. De a poco, puedes ir agregando preguntas concretas sobre tu vida, sobre lo que te preocupa, sobre tus inquietudes, sobre tus sueños. Ten por seguro que para tu divinidad no hay temas triviales, pues todo lo que sucede en tu vida, es Su manifestación. Si lo deseas, puedes anotar lo que te llega o decirlo en voz alta y grabarlo, permite que las palabras fluyan, sólo intenta no perder la sensación de sentirte conectado con tu divinidad, recibe lo que salga de tu interior sin juzgarlo ni filtrarlo. Recibido el mensaje, lo más probable es que tu mente comience a sembrar dudas y puedes llegar a creer que tus respuestas han salido desde ella misma. Es natural que así sea, llevamos años escuchando nuestros pensamientos y desoyendo lo que nuestra divinidad pueda decirnos, nos hemos acostumbrado a no darle valor a la intuición, a nuestros primeros impulsos, a nuestra imaginación y a las coincidencias. Siendo todas ellas, maravillosas formas de comunicación con nuestro Ser Superior. En lo personal, he notado que cuando he canalizado, ya sea escribiendo o hablando, las palabras brotan de mi interior sin procesamiento previo. No hay intención en ellas, no hay selección de palabras adecuadas, simplemente salen de mi boca o de mis dedos manifestándose en forma de una comunicación. Por el contrario, cuando hablo desde mi cabeza, busco las palabras adecuadas, elaboro una idea antes de comunicarla, existe un espacio de tiempo, a veces imperceptible, entre lo que pienso y lo que digo. En todo caso, más importante que detectar de donde vienen las respuestas, es detectar qué es lo que esas palabras provocan en ti. Todo mensaje proveniente de tu sabiduría interna nos llenará de amor y esperanza, nos cobijará con un manto

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protector y, aunque es posible (muy posible), que a veces las palabras no nos gusten, están dichas con la más profunda claridad y la más elevada de las intenciones. Luego de los primeros mensajes, que al inicio parecerán más monólogos que diálogos, puedes ir replicando y manteniendo una conversación más fluida. Pronto te sorprenderás de comprobar no sólo con la soltura que puedes hacerlo, sino también, la cuota de humor que por lo general se manifiesta en estos diálogos. En algunas ocasiones puedes sentir el mensaje como un regaño, no te preocupes pues con toda probabilidad eso sólo tiene que ver con la forma que nos hemos acostumbrado a que nos trate la autoridad y si bien nuestra divinidad no es de una jerarquía superior a nosotros, sí tenemos la tendencia a tratarla como un superior olvidando que estamos escuchando nuestra propia voz. Recuerda que tu Ser Superior no tiene un plan determinado para ti, así que no podría regañarte por algo que hagas o dejes de hacer. Si bien muchas veces podría empujarte a soltar y avanzar, diciéndote frases del tipo: ¿Hasta cuando me preguntas lo mismo?, ¡Ya sabes la respuesta!, ¡No me preguntes si no vas a escuchar la respuesta! En otras ocasiones, puede ser que inicies el diálogo con un tema y la conversación se desvié a otro, por lo general son asuntos que no cuesta afrontar y que no nos animamos a plantear directamente. Una vez que hayas adquirido práctica y te sientas más seguro, puedes comenzar la comunicación en cualquier parte y de cualquier forma sin que necesites de un lugar especial ni condiciones especificas para hacerlo. Podrás iniciar el dialogo manejando, trabajando, duchándote, haciendo los quehaceres del hogar, disfrutando de un paisaje o en medio de una reunión. ¡No necesitas ni protocolo ni rituales para conversar contigo mismo! Otra forma muy potente y efectiva de comunicación, es hablar con nuestra divinidad justo en el momento en que nos estamos quedando dormidos. Al caer en estado de sueño, nuestra mente se relaja y puede ser que tengamos un sueño relacionado con lo que hemos preguntado o que despertemos con una claridad y certeza que no teníamos al momento de dormirnos. Para comunicarte de esta forma no necesitas ni tiempo ni tranquilidad, pues todos a alguna hora nos vamos a la cama y flotamos en el sopor previo a caer dormidos. Aprovecha tus noches, lo que decretas justo antes de quedarte dormido viaja

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a manifestarse sin que la mente contra-manifieste, como suele hacerlo sembrando la duda al instante seguido de formular una intención. ¿Qué podemos preguntarle? Con nuestro sabio interno podemos hablar de cualquier cosa que nos preocupe o interese. Como ya lo dije antes, es nuestra mente la que tiene la necesidad de categorizar, según el grado de importancia que con necedad le asigna a los asuntos de nuestra vida. Puedes preguntar sobre temas cotidianos, sobre tus relaciones, el trabajo o sobre grandes inquietudes espirituales. Siempre serás escuchado y atendido. Quizás a veces no encuentres las respuestas que buscas, sobre todo cuando quieres ceder tu libertad de escoger y crear tu vida, en mi caso personal he comprobado que ante preguntas del tipo: ¿Qué debo hacer? ¿Qué me conviene escoger? ¿En qué estoy fallando? ¿Qué es lo correcto que haga? Por lo general recibo evasivas o bromas por respuestas. La razón por la cual estas preguntas suelen quedarse sin responder, es muy simple, pero a la vez muy difícil de comprender para nuestra mente: Nuestro Ser Superior no tiene preferencias sobre nuestras elecciones, no tiene juicios sobre lo que es correcto o incorrecto, no tiene planes, sólo ve nuestras elecciones como experiencias y no bajo el prisma de error o acierto. Ante esas preguntas, a veces puedes recibir respuestas algo frustrantes del tipo: ¿A quién le importa? ¡Haz lo que quieras! ¡Da igual! ¡Escoge lo que desees! Por este motivo, sugiero que cuando quieras preguntar sobre algún asunto en particular o sobre posibles alternativas de acción, preguntes con oraciones completas y claras del tipo: ¿Si deseo conseguir tal o cual cosa, qué alternativa es la más adecuada escoger para lograrlo? De esta forma es más factible que recibas respuestas más concretas que si preguntas: ¿Cuál es el camino correcto? Para el Ser Superior no existen alternativas correctas o incorrectas, lo que escojas es lo correcto. Dicho de otra forma, si quieres que tu divinidad te ayude a escoger una ruta, es necesario que le indiques a dónde quieres llegar: ¿Qué puedo hacer para obtener este resultado específico? Puedes forjar tu particular relación con tu Ser Superior, dependerá de tu carácter, de tu forma de enfrentar las relaciones

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y de las necesidades actuales de tu proceso de toma de conciencia. No hay una forma mejor que otra, permítete experimentar y encontrar tu propio modo de comunicación. Los resultados no dejarán de asombrarte. ¿Cómo distinguir las respuestas que vienen de mi mente con las que provienen de mi Ser Superior? Esta es la pregunta que más me han hecho y que más me he hecho a mí misma. Cuando comencé a comunicarme con mi Ser Superior, a menudo me preguntaba si acaso las respuestas que estaba obteniendo provendrían de mi mente y serían dadas por mi ego. Luego comprendí que es el ego quien formula estas preguntas, ante su temor a que llegue el fin de su reinado. ¿Si los mensajes proviniesen de tu mente, con qué fin el ego se ocuparía de sembrar dudas? O por el contrario, ¿No sería más razonable que ratificara su validez a fin de seguir teniendo el control? La voz de tu divinidad es tan potente y clara, que es difícil que la puedas confundir con los titubeos de tu mente. Te dará mensajes tan certeros que no dudarás de donde provienen, los mensajes del Ser Superior no requieren de explicaciones ni justificaciones, no dan vueltas sobre sí mismos tergiversando las palabras para obtener un determinado resultado. Te dejan en paz y te dan luz, pero jamás se imponen. Los mensajes del Ser Superior muchas veces no le gustan al ego, pues desarticulan su intrincada manera de confundirnos, desarman los conflictos que antes nos atrapaban, con tal ligereza que pareciera que nunca existieron. No temas escuchar la voz de tu divinidad, pues ella jamás te dirá algo diferente a lo que tu actual nivel de conciencia necesite para avanzar. En algunas ocasiones, las respuestas de mi Ser Superior no me agradan, pues suelen desbaratar los mecanismos de mi mente egótica. Muchas veces, siento que no estoy preparada para escuchar lo que tenga que decirme y prefiero seguir con mi cháchara interna y esperar a estar lista para soltar. No pienses que encontrarás en sus palabras una confirmación a tus conclusiones, es posible que la mayoría de las veces encuentres que te empuja y contradice, sobre todo si le has expresado tu opción de despertar y ampliar tu conciencia. Muchas creencias

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que tienes arraigadas comenzarán a caer y temblarán tus juicios de bueno y malo. A veces, cuando alguien me pregunta sobre cómo sé si la voz que escucho viene en realidad de mi esencia y no de mi mente-ego, bromeo diciendo: ¡Muy fácil, lo que me dice mi Ser Superior por lo general no me gusta, en cambio, yo suelo tener muchos argumentos para encontrarme la razón! Créeme, es más difícil confundir la voz del ego con la de nuestra divinidad, que no hacerlo. La práctica te lo demostrará y cuando sientas dudas, te sonreirás comprendiendo de quien vienen esas dudas y por qué las formulas. ¿Qué desea nuestro Ser Superior para nosotros? Según mi experiencia, el Ser Superior no tiene un plan para nuestras vidas, no tiene juicios respecto a nuestras elecciones y, por lo general, no interviene en nuestro camino, excepto que se lo pidamos explícitamente. Nuestro Ser Superior nos acompaña y facilita nuestras experiencias, apoyándonos y alentándonos. Si decidimos cambiar de ruta, el nos apoyará en nuestro nuevo camino. Nuestra divinidad nos recuerda quiénes somos y nos enseña que nuestro insoslayable destino es fundirnos con Dios, con el Todo que es la energía del amor, sobre la cual está sostenida toda la Creación. Nos cuesta creer que no haya una ruta “correcta” hacia un destino establecido o una importante misión de vida que realizar. Nos cuesta creer que con sólo estar vivos, estamos cumpliendo nuestra misión y que cada paso es bendito e importante pues nos conduce hacia nuestro destino. Son muchas las rutas, podemos escoger un sin fin de caminos y todos ellos nos conducirán a una única y eterna conclusión: sólo el Amor es la respuesta. No podemos obligarnos a amar, el Amor es una consecuencia. El primer paso: ser capaces de reconocer cuán lejos hemos vivido del verdadero Amor. O lo que es lo mismo, ser capaces de reconocer que fracasamos al creer que teníamos que hacer “meritos” para demostrar nuestra valía y ser dignos de ser amados. No sabemos Amar y nunca lo aprenderemos, pues al igual que la llama no tiene que aprender a iluminar, pues esa es su naturaleza, nosotros no tenemos que aprender a Amar, sino

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permitir que nuestra naturaleza se manifieste. Mientras no demos ese permiso, andaremos por la vida a tropezones, adoloridos y perdidos, con la oculta esperanza que algo inusitado ocurra, algo que nos dé lo que tanto ansiamos, que nos dé esa paz interior que necesitamos con más urgencia que respirar. Dentro nuestro guardamos el tesoro de nuestra esencia incorrupta, lista para manifestarse e iluminar el corazón de quienes nos rodean: ¡Nuestra misión es permitir que ello ocurra! Pídele a tu Ser Superior que te conecte con la más alta de las vibraciones amorosas, cuéntale que hoy optas porque tu naturaleza amorosa se revele, pídele que ilumine cada acto de tu vida con la energía universal del Amor. Te llevarás muchas sorpresas, pues es posible que algunos de tus juicios respecto a la forma en que se “debe” manifestar el Amor, comiencen a temblar. ¿Qué peticiones podemos hacerle? Eso es algo que tendrás que ir explorando por ti mismo. Hay personas que le piden a su Ser Superior un lugar para estacionar su vehículo y parece resultarles. Otros le piden ayuda en sus trabajos, que les analice un sueño, una piel hermosa y muchas otras cosas. Yo también lo he hecho de esa forma y en algunas ocasiones he tenido sorprendentes resultados en algunas áreas, en cambio en otras no he tenido una respuesta clara y directa a mis peticiones. Siéntete libre de explorar, usar tu creatividad y encontrar tu propia fórmula. Por mi parte, he ido soltando las peticiones. De a poco, he entrado en un estado de confianza y aceptación tal, que siento que la existencia me proveerá de las experiencias que mi proceso de despertar y toma de conciencia requieran. Cada vez tengo menos peticiones y deseos concretos, cada día estoy más enfocada al agradecimiento de lo que el Universo me regala que a satisfacer supuestas necesidades. Con el tiempo y la distancia he podido comprobar que muchas de las situaciones poco deseables en mi vida, han traído más de una bendición, que quizás en su momento no entendí, pero que luego se me revelaron mágicamente. Si recibo maravillosas bendiciones a diario, cariño por montones, alegrías donde vaya ¿a qué fin le voy a estar pidiendo a mi Ser Superior cumpla deseos que ni siquiera estoy segura

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que satisfarán una necesidad real y duradera en mi vida o que tal vez son sólo mezquinas demandas de mi ego que clama por atención? ¿Podemos ponerlo a prueba? Como ya lo he dicho antes, cada quien puede forjar la relación que desee con su Ser Superior. Algunos podrán tener una relación más amistosa y directa, otros más ceremoniosa, otros una relación distendida y divertida, algunas personas me han dicho que se encuentran con un Ser Superior similar a un padre severo. Tu Ser Superior se manifestará de la forma en que tú necesites que lo haga, para que puedas confiar y sentirte a gusto con su voz. La forma en que me relaciono con mi divinidad es diferente cuando escribo, cuando converso con él a diario, cuando lo hago en grupo y frente a otra persona. Cuando escribo, la mayor parte de de las veces o al menos durante el primer tiempo, el lenguaje empleado es más ceremonioso y el mensaje menos personal, los mensajes son escritos para ser compartidos y contienen palabras que puedan servirle a todos los que lean. Cuando converso con mi Ser Superior a diario, ya sea en medio de mi vida cotidiana o en estado meditativo, el lenguaje es informal, muchas veces tierno y acogedor, en otras ocasiones es alegre y divertido, algunas veces intercala algunos retos y desafíos e incluso algunas pequeñas ironías algo punzantes. Me agrada esta forma de conversar directa e informal, me siento acompañada de un sabio y viejo amigo, que me conoce en profundidad. Me gusta mucho jugar con mi divinidad, pedirle confirmaciones y desafiarlo a que me envíe señas. Son muchos los canales que el Ser Superior puede usar para comunicarse, en ocasiones nos habla a través de un programa en la televisión, de la boca de un amigo, en el párrafo de un libro, en la letra de una canción, en un sueño, sólo es necesario poner atención y el mensaje llegará. Recuerdo en una ocasión haber estado leyendo un libro justo antes de dormirme. En ese libro, el autor hablaba del Espíritu Santo y de cómo le había pedido confirmación de su existencia, obteniendo de forma instantánea la respuesta, me

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quedé dormida diciéndole a mi divinidad que yo también le pedía una confirmación así de inmediata y clara. Aunque pensé que tendría algún sueño revelador, desperté algo desilusionada pues nada pasó en la noche. Mientras desayunaba me llamó una de mis hijas, que se encontraba en un retiro espiritual y me pidió que fuera a una misa de cierre. Me presenté gustosa de acompañarla, ya sin acordarme de mi petición. La misa se realizó en una diminuta y hermosa capilla, cuando llegó la hora del sermón, el sacerdote dijo: Hoy hablaremos del Espíritu Santo y comenzó a describir muchos de los conceptos que yo había estado desarrollando y que comparto en este libro. Mi emoción no pudo ser mayor, con lágrimas en los ojos le agradecí a mi Ser Superior esa clara confirmación de que su presencia habita en los más diversos y variados rincones de mi vida. Atrévete a explorar, juega con tu divinidad, experimenta diversos canales de comunicación, desafíala, pide pruebas, apoyo y confirmación. Sentirás la delicia de comprobar que ¡No Estamos Solos! ¿Mantener estas conversaciones me ayudará a cambiar y superar muchas cosas en mi vida? Mantener estas conversaciones, es probablemente la forma en que manifiestas tu intención de cambiar y desear el cambio es de por sí el mejor inicio. Sentirnos conectados con nuestra divinidad, pedir estar alineados con el amor, es una forma de detenernos de la vorágine de la vida cotidiana que nos impulsa a vivir estresados y descentrados. Hay muchas formas en que puedes detenerte y recordarte a ti mismo cuál es el verdadero rumbo y sentido que quieres darle a tu vida. Es muy fácil olvidar cuáles son nuestras verdaderas prioridades y gastarnos en los medios olvidando el fin que queremos conseguir, como esos sacrificados padres de familia que en pos del bienestar de su familia trabajan 15 horas diarias, privando a sus seres queridos de su compañía y perdiéndose el placer de compartir con ellos. Solemos ser seres rutinarios que repetimos en forma automática una y otra vez las mismas acciones, sin detenernos a evaluar el nivel de satisfacción que estamos obteniendo con la mayor parte de nuestras decisiones cotidianas, tener un ancla

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que nos permita detenernos sirve de gran ayuda para salirnos del piloto automático. Existen muchas formas para hacerlo, meditar, hacer yoga, tener un grupo de crecimiento espiritual, asistir a cursos y escribir son sólo algunas de ella, conectarnos con nuestra sabiduría interna es otra forma, muy poderosa dicho sea de paso. La manera que uses para detenerte no hará el trabajo ni provocará el milagro, tu intención y tu opción sí lo harán, lo cambios que puedas obtener serán tan potentes como las ganas que pongas en conseguirlos, recuerda que llevas toda una vida y probablemente muchas vidas dormido, ten paciencia y no permitas que los aparentes retrocesos te desanimen. Despertar no requiere tanta disciplina ni esfuerzo, pero si una buena cuota de voluntad e intención. El Ser Superior y nuestras relaciones Por lo general, para muchos las relaciones son un verdadero desafío, fuente de muchas satisfacciones, pero también de mucho drama, roces, conflictos y sentimientos heridos. Algunas personas tienen una relación difícil con su padre o madre, otros con algún hermano o con una amiga, quizás con algún hijo o con alguien del trabajo, muchos con su pareja. No basta con el cariño o con el deseo de relacionarnos armoniosamente, para que esto suceda de forma espontánea. Las relaciones suelen pasar por ciclos, periodos de acercamientos y alejamientos, de armonía y discordia, suelen ser un sube y baja del cual nos vamos haciendo verdaderos adictos, llegando a creer que es la única forma en que podemos manejar las relaciones con quienes amamos. Aunque en ocasiones nos cueste reconocerlo, somos seres carentes relacionándonos de distintas formas con otros seres también carentes. Las personas que se nos presentan en la vida nos sirven de verdaderos espejos en los cuales podemos observarnos y ver cómo, en definitiva, nos relacionamos con nosotros mismos. Tenemos la fantasía que una relación nos puede dar aquello que nos falta. Pensamos que a través de la pareja, de los hijos o de las amistades, conseguiremos satisfacer nuestra necesidad de sentirnos valiosos. A veces, depositamos en alguna persona esa fantasía y nos enfadamos cuando consideramos que nos falla en hacerla realidad.

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Por ejemplo, una persona con baja autoestima estará continuamente esperando que su pareja, su jefe, un colega o un amigo la ayuden a reafirmarse. Cuando esto no suceda, es posible que se sienta herida y decepcionada, proyectando sobre el otro su incapacidad de valorarse. De esta forma, evitará hacerse responsable de su carencia y responsabilizará a otro de su incomodidad. En las relaciones solemos exigirle al otro que nos complete, en circunstancias que no somos capaces de completarnos a nosotros mismos. Una vez que logramos comprender este mecanismo del ego, podemos usarlo a favor nuestro y comprender que las relaciones nos regalan una certera herramienta de auto conocimiento, que nos permite comprender y reconocer esos aspectos que nos negamos a reconocer. Si además, solicitamos a nuestro Ser Superior que nos ayude, encontraremos en las relaciones una maravillosa oportunidad de auto liberación. Esa relación difícil es la que más puede enseñarte sobre ti mismo. Si somos exigentes con nosotros mismos, lo seremos con quienes nos rodean, si en forma continua luchamos contra nuestra irresponsabilidad, entonces detestaremos a quienes consideramos irresponsables. Recordemos que somos seres totales, dentro de nosotros habitan todos los potenciales del Ser. Sin embargo, dada nuestra historia y la interpretación que hemos hecho de ella, hemos ido negando ciertos aspectos de nuestro Ser y enfatizando otros, así configuramos lo que solemos llamar personalidad y que no es más que los límites que nos ponemos. Mientras más energía le damos a negar o enfatizar un aspecto de nuestro carácter, más se nos presentarán personas que nos muestran esa parte con la cual no hemos logrado armonizar. La presencia del otro nos regala no solamente una forma de conocernos, la presencia del otro nos brinda la maravillosa oportunidad de aprender a amar. Nuestra esencia es amor, sabiduría y poder creativo. Estas características siempre están intentando manifestarse, necesitamos amar y cada persona que se nos cruza, nos da la oportunidad de mirarnos en sus ojos y ver en ellos a Dios mismo. Si no fuera por el otro, sería muy difícil aprender a experimentar el amor en este plano. Cuando en tus relaciones se produzcan circunstancias que despierten en ti reacciones negativas, expresadas o no, entonces no te gastes en justificar quién tiene la razón, ni te

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permitas responsabilizar al otro de tus emociones; menos aún uses a terceros para descargarte. Simplemente reconoce que en ti se ha despertado un aspecto oculto y pídele a tu Ser Superior que irradie luz en tu interior. Regálale las emociones que no te gustan y él las transformará en amor. Para hacer esta solicitud no necesitas ninguna ceremonia ni ritual, sólo necesitas estar atento y cuando sientas que se despiertan en ti sentimientos negativos, ya sean estos de miedo, rabia, frustración, sentido de baja valía, poco reconocimiento u otros, invoca la presencia de tu Ser Superior, siente como su luz te inunda y permite que la paz bañe tu interior. Cuando recién inicié mi proceso de toma de conciencia, gastaba mucha energía en entender los mecanismos del ego presentes en mis relaciones. Intenté encontrar explicaciones en otras vidas, en mi niña interna herida, en mis proyecciones sobre el otro. Me preguntaba una y otra vez qué parte mía, no resuelta, me mostraba esa persona ante la cual se despertaban emociones automáticas no deseadas. Sin embargo, pronto comprendí que mientras más atención le damos al ego, más atención nos pide. Leyendo el libro Un Curso de Milagros, aprendí a regalarle al Espíritu Santo, que para mí es un concepto muy similar al de Ser Superior, aquellas emociones que me limitan y esclavizan. Mágicamente, este simple acto de soltar, me provocó una plácida sensación de libertad. Para poder realizarlo es necesario aprender a reconocer nuestras emociones, sin juicio, sin negación y sin condena. No somos nuestras emociones, las hemos grabado en nuestro campo energético a lo largo de nuestra vida, pero no somos ellas, sino que somos quien las experimenta. Como hemos pasado la vida entera fingiendo estar bien cuando estamos tristes, controlando el enojo, haciéndonos sordos a nuestras frustraciones, cada vez somos menos capaces de identificar qué es lo que estamos sintiendo. Cuando esas emociones, no reconocidas, no encuentran un canal a través del cual transmutarse, entonces las somatizamos en dolores de cabeza, en contracturas y otros padecimientos, responsabilizando a la persona que tenemos en frente, por la incomodidad que se está manifestando en nuestro interior. Si te cuesta reconocer tus emociones a través de las incomodidades que el otro despierta en ti, entonces obsérvate

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cuando comienzas a argumentar que el otro está errado, que su proceder no es el adecuado, que no actúa como tú lo harías si estuvieses en su lugar, que tú no mereces ese trato. No es necesario que definas esa emoción ni que la analices, ni que la justifiques, sólo necesitas reconocer y liberar. No permitas que el ego se apodere de tu determinación de ser libre, esclavizándote aún más en sus intricadas manías de analizarlo todo. Simplemente habla con tu Ser Superior. Dile: Reconozco la oscuridad que habita en mí y te pido que la llenes de tu Luz. Esa sola frase puede cambiar de manera rotunda tus relaciones, con ella no sólo te estás haciendo responsable de tus emociones, sino que además estás liberando al otro de la pesada carga de ser el responsable de lo que tú sientes. Quizás al principio, requieras sentarte a analizar lo que el otro despierta en ti, quizás te cueste en el momento reconocer tus reacciones emocionales, pero de a poco podrás darte cuenta incluso de las sutiles reacciones físicas asociadas a tus emociones y podrás de esta forma invocar a tu Ser Superior en medio de una conversación, de una reunión de trabajo, en una fiesta o en la intimidad de tu vida familiar. Cuando descubrí que mi Ser Superior podía liberarme sin necesidad de comprender el proceso emocional interno que estaba involucrado, poco a poco comencé a disfrutar cada vez más la presencia del otro. Liberada del juicio respecto a cómo los otros tienen que ser y de mi necesidad de responsabilizarlos de cómo reaccionaba mi cuerpo emocional, de a poco mis interpretaciones sobre las personas a mi alrededor comenzaron a cambiar. De pronto, esa frase irónica no fue un ataque hacia mí, sino un mecanismo de defensa; esa falta de interés por mis temas, dejó de ser falta de interés hacia mí y pasó a ser una petición de atención; el gruñido de mi hija ya no era en mi contra, sino sólo algo relacionado con ella. Liberar al otro me ha permitido verlo y, desde esa mirada, aprender a amarlo. Por supuesto aún hay relaciones en mi vida que se me hacen difíciles, aún veo en los demás actitudes que no comprendo, intereses que no comparto, caracteres que no compatibilizan conmigo y que aún invocando a mi Ser Superior no logro trasmutar en Luz. Pero ahora comprendo que todo eso no tiene que ver con el otro, sino conmigo y mis emociones. Entonces, en esos casos, cuando es posible hacerlo, prefiero

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retirarme y liberar al otro de recibir la energía negativa que se despierta en mi interior ante su presencia. Recuerda que la presencia del otro, es una maravillosa posibilidad para manifestar tu esencia amorosa. De la plena aceptación de tu ser podrás evolucionar a la aceptación del ser del otro y, desde allí, a la manifestación y reconocimiento de tu verdadero SER. El Ser Superior y nuestra salud Nuestra salud es, en muchos casos el reflejo de la forma en que nos relacionamos con nuestro cuerpo, con nuestras emociones y de cómo empleamos nuestros pensamientos. Si ponemos atención en nuestros problemas de salud, sobre todo en aquellas molestas limitaciones físicas que ya hemos aceptado como parte intrínseca de nuestro ser: Acidez, dolor de cabeza, contracturas, constipación, alergias, etc., de a poco podemos ir dándonos cuenta de la causa que las origina. Acepta que tu naturaleza es gloriosa y tu estado natural es la salud, si te alejas de esa condición, es más que probable que alguna situación emocional no resuelta se esté manifestando de esa forma. Al igual que en las relaciones con otras personas, en la relación con tu cuerpo, pídele a tu Ser Superior que intervenga y te ilumine, pídele que lleve Luz a la oscuridad, que te aliente a alimentarte de manera sana y a tener hábitos saludables para tu organismo. Acepta tus dolencias como experiencias, que no te definen ni te limitan, muchas veces son consecuencias de actos inconscientes de tu pasado. Acoge estas limitaciones, no les restes valor, son mecanismos a través de los cuales tu cuerpo clama por atención, pero tampoco te enjuicies ni sientas que no avanzas o que la vida se empecina contigo, sólo trata de aprender, aunque parezca un contrasentido, a disfrutar de esa experiencia.

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CAPITULO 9: Comunicaciones con mi Ser Superior

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Durante un par de años he estado escribiendo estas conversaciones, las cuales comparto, luego de ser adaptadas para ser incluidas en este libro. Las modificaciones que le he hecho no tienen relación con el contenido de fondo, sino que en lo principal tienen que ver con la forma en que se entregan los mensajes y la voz personal a quien se dirigen. No puedo dejar de comentar que, cuando estaba terminando de escribir este libro, se hizo público en Chile el caso de una mujer, líder de un grupo religioso, que estaba siendo investigado pues se descubrió que habían inhumado ilegalmente a una de sus miembros luego de que dio a luz a su hijo, la muchacha falleció producto de una hemorragia que no se controló por falta de atención médica. El caso despertó mi interés y no pude dejar de asombrarme cuando leí en los periódicos que la líder de ese grupo había quedado exenta de ser condenada, pues se encontró un diario de vida en el cual había registrado unas supuestas conversaciones que ella mantenía con Dios. La corte declaró que padecía de “demencia con delirio místico” y por lo tanto no era responsable de sus actos. El error que ese grupo cometió desató una verdadera y moderna caza de brujas, a pocos pareció interesarle el fondo de esos escritos ni cómo contribuían a la paz espiritual de los miembros del grupo en cuestión. No voy a opinar de la líder ni del contenido de sus mensajes, pues lo desconozco. Lo que si les puedo compartir es que al leer esta noticia, me llamó mucho la atención la sobre reacción que tuvieron los medios. Debo confesar que me invadió el desconcierto y se despertaron en mí muchas dudas, no pude dejar de preguntarme: ¿Estaré yo padeciendo delirio místico?, ¿Estaré estimulando con este libro a que otros lo padezcan? Y lo que es peor ¿Me estaré poniendo en evidencia al publicarlo? Luego de reflexionarlo profundamente me respondí: ¡No me importa! Si las palabras de los mensajes que leerán a continuación son producto de un delirio místico, pues ¡bendito delirio! que me regala tal claridad y sabiduría. Sabiduría que hoy baña mi vida, la de mis seres cercanos, de las personas que leen mis mensajes, de quienes buscan en una canalización una luz de esperanza que los guíe.

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La mayor parte de las veces las conversaciones con mi divinidad, son muy íntimas y personales y se mezclan con mis pensamientos a lo largo del día, mientras realizo mis actividades cotidianas. Pero, de tanto en tanto, me siento impulsada a escribir y muchas veces he podido comprobar que las palabras que contienen llevan a Luz a las personas que las leen. Te regalo los mensajes que mi Ser Superior me ha entregado con la seguridad de que sus palabras, moverán fibras en tu interior y llevarán comprensión a tu vida. Puedes leerlos uno a uno, saltados o por párrafos. Más importante que las palabras y el contenido es la energía que tienen impregnada. Léelos todos a la vez o sólo de a uno, en traguitos cortos, o simplemente abandona la lectura de este libro, coge un lápiz o ve al computador y escribe tus propios mensajes dictados por tu Ser Superior.

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Así como eres, así eres perfecto Te pasas los días diciéndote cómo debes ser, intentando cambiar, comparándote con los demás y con la figura idealizada que tienes de ti mismo. En tu confusión sientes que la existencia se equivocó contigo, sientes que no naciste en el lugar adecuado ni en el momento oportuno ni rodeado de las personas correctas y debido a esta confusión gastas la vida en lamentaciones infructuosas que a nada te conducen, en vez de sentarte a reconocer todo el disfrute que mereces experimentar por ser quien eres. Inventas mil artilugios para explicarte por qué la existencia se equivocó contigo, es mi karma, te dices; es lo que tengo que aprender, te explicas; es un desafío, es un reflejo de mi mismo, los demás son los responsables. Sólo palabras para distraerte de lo verdaderamente esencial que eres tú. Mira a tu alrededor, observa la naturaleza, observa el cosmos, de esa observación comprenderás muchas cosas de ti mismo. ¿Qué es perfecto para la naturaleza? La naturaleza no se detiene a pensar en perfecciones, la naturaleza simplemente es y se expande de infinitas formas, equilibrando la multiplicidad de energías que confluyen hacia el acto de crear. Lo mismo sucede contigo, la sabiduría de la naturaleza se ha expresado en tu ser, en ti se han equilibrado una infinidad de factores construyendo el tú que eres ahora. ¿Te ha tocado una vida que calificas de difícil? Pues no te castigues haciéndola aún más pesada, levantándote cada día desanimado y cabizbajo, más bien compénsate y prémiate por el esfuerzo que has puesto en el camino recorrido. ¿Te ha tocado una vida que calificas de fácil? Pues no la malgastes quejándote sobre cómo es el mundo, más bien agradece lo mucho que valoras quien eres y lo que tienes.

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Párate frente a un espejo y mira fijamente a los ojos a ese ser valiente y corajudo que eres, si has llegado a este punto y has podido respirar todos estos años a pesar de lo difícil que te lo has hecho, entonces mereces todo tu respeto y admiración. No eres mejor que tu hermano, ambos son obras del mismo material divino, pero tampoco eres peor que él, no necesitas parecerte a nadie ni que te digan cómo tienes que ser. Si por un segundo comprendieras esto, entonces toda la existencia se revelaría antes tus ojos, mostrándote todo su esplendor y perfección. Si por un segundo comprendieras esto, entonces todas tus mezquinas y pequeñas rencillas se desarticularían al instante, pues ¿Qué le puedes exigir o reclamar al otro, que siento tan perfecto como tú no es ni mejor ni peor, sino tan sólo la divina manifestación de multiplicidad de factores que al equilibrarse crean una persona? Ponte a pensar por un momento la cantidad de hilos que se tuvieron que entrecruzar, que enredar, que anudar, que desenredar, que desanudar, que entrelazar para ser quien eres, ¿Tienes conciencia del tremendo esfuerzo que has puesto en ser quien eres? ¿Para qué habrías ahora de enojarte con tu obra? ¿Acaso de ese enojo surgirá una persona mejor? Todo lo que puedas querer ser ya lo eres, todo lo que buscas encontrar ya lo tienes, todo lo que ansías poseer ya lo posees. Si crees necesitar algo que no tienes, si sufres por algo que te falta, si no logras sonreír por algo que no consigues, entonces créeme ese algo no tiene que ver contigo, ese algo te lo han impuesto. Alguien te dijo que para ser feliz necesitabas más dinero, ser más sano, más virtuoso o talentoso, alguien te mintió diciéndote que así tal como eres y con lo que tienes no podrías ser feliz y tu le creíste, sucumbiste en el engaño, porque ese engaño te permite sufrir y sufriendo te han dicho

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que se alcanza la Gloria. Pero te he de decir que para conseguirla no tienes nada que hacer, pues ya habita en ti. Tú eres perfecto así como eres, ¿Cuánto tiempo más postergarás el disfrutarlo?

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Actitud de Paz y Alegría ante la vida Tú ya has conocido esa paz y alegría interior que tanto añoras, pudo ser al mirar un paisaje, al escuchar una música, al sentir un aroma especial que te hace evocar recuerdos agradables, al mirar el fondo de los ojos de un inocente niño. Esa sensación que se despertó no estaba en el paisaje, ni en la música, ni en el aroma, ni en la mirada del niño. Esa sensación de alegría y paz estaba en tu interior y fue despertada por el paisaje, por la música, por el aroma, por la mirada del niño. Esa sensación habita en ti en todo momento, es el regalo que llevas en tu interior que te permite recordar quién eres. Tú no eres las experiencias que estás viviendo, tú no eres las emociones que se despliegan en ti, tú no eres ni tus miedos ni tus rabias, ni siquiera tus aciertos, ni tus generosidades, ni tus pensamientos, tú eres Luz Divina incandescente que alumbra todo cuanto te rodea, tú eres el eterno Creador hecho carne, tú eres la Luz que tanto buscas, tú eres un humano divino listo para desplegar tus alas angelicales. Cuando recuerdas quién eres, la paz y alegría interior que habita en ti se manifiesta, cuando recuerdas quien eres esa paz y alegría interior toca a todos quienes te rodean, cuando recuerdas quien eres te das permiso para salir del engaño en que te has auto impuesto estar. Yo te esperaré todo lo que tenga que esperar para que vuelvas a Mi, yo te seguiré enviando flechazos de Luz que te recuerdan quien eres y tú seguirás pensando que el paisaje, el aroma, la música o la mirada del niño te emocionaron y eso es perfecto pues no tengo un itinerario para ti y no hay plazos que te apresuren para abrazar la eternidad. Indefectiblemente Mi regalo se expandirá y hará que cada vez más momentos gloriosos, que nada tienen que ver con

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lo que te sucede o deja de suceder, ocurran y esos momentos gloriosos te hablarán de Dios. No importa quién te crea, no importa quién te mida, no importa quién te observe, tú y Yo lo sabemos: ¡La Gloria ha llegado, mi Gracia te baña y todo lo que te rodea se ilumina, Alabado sea el Padre, su hijo lo ha recordado!

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Estar al Servicio El camino del despertar es un camino sin retorno, una vez que la conciencia se filtra en tu quehacer, ya nada puedes hacer para apelar a la inconsciencia como justificación. Cuando llegas a un punto en el que comprendes que no hay exigencias que cumplir y que en el aquí y al ahora se encuentra el Reino de los Cielos, entonces sientes que necesitas hacer algo por aquellos que sientes se están perdiendo de este regalo. En ese momento los demás aparecen frente a tus ojos. Comprendes que el camino hacia Mi, está en el otro, lo cual es muy hermoso, como hermosos fueron los tramos que recorriste para llegar a esa conclusión. Entonces, se despierta en ti un genuino y honesto deseo de estar al servicio y ayudar al otro. Pero ¿Quién te lo ha pedido?, ¿Crees acaso que las otras almas necesitan que alguien las “ayude”?, ¿Crees que el Padre tiene hijos menos amados? Estar al servicio no significa decirle al otro cómo debe ser y qué camino debe recorrer, ni consolarlo por su confusión, tampoco es un medio para sentirte valioso. Estar al servicio significa reconocer los talentos que Dios te regaló o escogiste, es lo mismo, y ponerlos al servicio de tu Pasión. De esta forma, la Gracia de Dios se expande a cada persona que tu obra toca. Si tu pasión es cocinar, cocina en estado de Gracia, si tu pasión es el deporte, entrena en estado de Gracia, si tu pasión es ganar dinero, gánalo en estado de Gracia. Cuando ejerces tu pasión en estado de Gracia, lo haces en beneficio propio, pero también en beneficio de todos quienes serán tocados por tu obra.

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Cada ser humano, en su interior sabe a ciencia cierta qué es lo que más le agrada hacer, puede que no quieras reconocerlo, puede que sientas que es algo poco importante y preferirías ejercer tu estar al servicio de una forma más brillante y reconocida, pero con esta actitud sólo estas postergando tu plenitud. Que mi Energía se expanda, que el manto de mi Amor te cubra y que la Paz tan anhelada se manifieste.

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La Vida Cotidiana La vida, tu vida, es la suma de millones de momentos cotidianos, la forma en que vives cada uno de ellos refleja hasta qué punto estás despierto y qué es lo que significa estar despierto. La mayor parte del tiempo te encuentras dormido, desconectado de tu entorno y de tu cuerpo, conectado con una maraña de pensamientos, que no paran de evaluar, proyectar y alucinar. Muchas personas andan por la vida en un estado de somnolencia, que apenas les permite identificar las emociones que se gatillan en su interior. Dentro de su cuerpo se despiertan una diversidad de emociones que, al no ser reconocidas, se manifiestan en forma de malestares corporales. Al no saber identificar lo que produce esa incomodidad, en un acto de comprensible supervivencia, buscan una explicación y proyectan al exterior ese malestar, culpabilizando a otra persona, a las condiciones climáticas, al exceso de trabajo, a la falta de tiempo, a la salud misma o a la congestión del tráfico. Cualquier cosa es útil a la hora de proyectar el malestar. Toda tu cotidianidad es un hermoso regalo, cada acto de tu sagrada vida es una oportunidad de manifestar tu creatividad. Cada segundo en tu auto, en una fila en el banco, en una rutinaria tarea diaria, es una posibilidad de disfrutar y gozar de la presencia de Dios manifestada ti y en el otro. Cuando estás despierto puedes sentir este gozo eterno, que es Dios, en todas tus actividades. Cuando estás dormido estás tan concentrado en buscar hacia dónde proyectar tu malestar interno, que te pierdes de la emoción que la aventura de Ser te regala.

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Has llegado a este estado de somnolencia después de miles de años de experiencia humana, toda ella resumida hoy en ti. ¡Hasta ahora ha sido perfecto que así sea! Pero hoy estás asumiendo el maravilloso poder de reconocer quien eres, de permitir que se manifieste la divinidad que habita en ti. Hoy la vida se transforma ante ti y comienzas a reconocer que existe un gozo supremo que sólo puedes alcanzar a través de tu cotidianidad, esa cotidianidad que compartes con cada ser que te rodea. Una persona despierta, es alguien capaz de detectar el despliegue de sus emociones en cada segundo de su vida, sin juicio, acogiéndolas con respeto. Es alguien que, en cuanto comprende que está proyectando su malestar interno hacia algo externo, suavemente se repliega e ilumina esa parte que está en oscuridad haciéndose cargo de sí mismo, sin responsabilizar a otros. Es alguien que no está dispuesto a perderse la Gracia de Ser, culpando a algo o alguien de sus elecciones y que ya no desea vivir su vida siendo un cuerpo dormido que sueña que la vida es un castigo. Alguien despierto sabe que la vida con todos sus matices, es un regalo que Dios mismo le ha entregado a cada uno de sus hijos predilectos. La vida cotidiana, en apariencia tan irrelevante, es un tremendo desafío lleno de maravillosas posibilidades de expresar la magia de SER.

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Creatividad Muchas personas están sintiendo la necesidad de ser creativas, algunos tienen deseos de pintar, de levantar un negocio, de instalarse con algún centro de sanación, de dictar seminarios, de escribir un libro. Llegó la hora de concretar todos esos proyectos. Lo primero es empezar, no importa cuán modestamente lo hagas, ese simple acto pondrá al Universo a trabajar para ti, pues reflejará la manifestación de tu intención. Si dudas lo que en realidad deseas hacer, aunque sientes la inquietud interna de saber que hay algo que deseas hacer, sólo piensa qué es lo que más disfrutas haciendo. Entonces, disminuye el tiempo que inviertes en actividades que te consumen energía y que podrías estar dedicando a tu pasión y ¡comienza de una vez! Toma el pincel, compra la camilla terapéutica, comienza a dictar tus charlas, aunque sea gratuitamente, invierte una pequeña suma en lo que deseas comercializar, pon un pequeño aviso difundiendo lo que deseas realizar, compra folletos del lugar donde quieres ir, arma ese blog con tus escritos, toma ese cursillo. Anímate, da el primer paso y al expresar tu creatividad, invoca Mi nombre y déjame el trabajo duro, tú simplemente comienza a disfrutar.

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Lo que Hago, Lo que Pienso, Lo que Siento Somos parte de un Todo, cualquier separación que hagamos es una ilusión y una metáfora útil para ayudarte a comprender. Tienes un centro de cristal, un centro crístico, una chispa divina que te engalana, esa chispa Soy Yo en ti. Conteniendo este centro de cristal, está tu cuerpo que no sólo lo moviliza, sino que además lo lleva al mundo concreto. Mi más alta intención eres tú, la coordinación entre ambos es tu mente ¿ves que importante es esa mente que algunos se han afanado en desprestigiar y han pasado vidas completas intentando acallar? El cuerpo es la antena que te permite captar cuando la coordinación entre mente y centro crístico está desfasada y alejada de Mi intención, lo cual sucede cuando la mente saca conclusiones respecto a lo que Yo quiero manifestar. Cuando la mente funciona en armonía con Mi intención el cuerpo vibra y salta de alegría, si por el contrario tus pensamientos y por lo tanto tus acciones desarmonizan con Mi intención, entonces el cuerpo chirrea enfermándose. Podríamos decir que tus sentimientos son el canto que se produce cuando tu mente intenta coordinarse Conmigo. Si esa canción es dulce y alegre Mi más alta intención ha sido llevada a cabo, si esa canción es amarga y triste, te estás alejando de mi. ¡Bendito regalo te ha sido dado! Por este motivo no se puede enseñar a ser feliz, la felicidad es la conclusión final, única y eterna, respecto de quién eres.

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¿A quién está escuchando tu mente cuando tus emociones son un canto amargo? A mí no, tenlo por seguro, pues tu bien es el mío y nunca te llevaría al sufrimiento. Cuando en vez de escuchar-Me, escuchas creencias transitorias que fueron solidificas en verdades absolutas y universales, entonces tu cuerpo reacciona mostrando la desarmonía. Estas creencias, aceptadas como verdades, comprenden no sólo las buenas costumbres, sino la definición de lo que debes y no debes hacer, lo que debes y no debes sentir, lo que debes y no debes pensar. De quien eres y de quien Soy. Hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, digas lo que digas, eres mi bien amado. Mis brazos te rodean y mi corazón se regocija al sentir como despiertas. La mitad del sufrimiento de la humanidad se curaría al instante si tan sólo algunos pocos comprendieran la verdadera dimensión de vuestro valor, ese día pensarás, sentirás y harás sólo una cosa: ¡Llevar a cabo el plan que juntos hemos diseñado, que es manifestar el AMOR!

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A ti que estás confundido A ti que estás confundido me dirijo. Si estás frustrado, si estás preocupado, si crees que te hace falta algo para ser feliz, si crees que tu vida no es cómo quisieras que sea, entonces a ti te estoy hablando. Ha llegado la hora que abandones tu confusión y comprendas: tu valor no radica en tus logros, ni tus logros son una medida de tu valor. Deja de responsabilizar a las circunstancias de tu vida por tu grado de plenitud, ser pleno es tu estado natural, es tu confusión la que te impide darte cuenta lo feliz que ya eres. Eres un humano divino creando la magia de ser tú, sólo por ese hecho eres una sagrada obra de arte, digna de ser admirada. Comienza a admirar la obra que eres, en ello radica tu grandeza. Eres la escultura y el escultor, el cincel es tu intención y la roca la existencia. Deja de quejarte por la existencia y comienza a explorarla y bendecirla, pues ella te permite manifestar tu magnificencia. Sólo del reconocimiento y aceptación de las circunstancias de tu vida, podrás descubrir la gloriosa escultura que permanece dormida en tu interior, esperando ser revelada por la habilidad de quien la esculpe. Ese escultor eres tú amado humano confundido, que olvidas tu divinidad y te distraes creyendo que un trabajo, una cuenta corriente, una pareja, un automóvil, un cuerpo sano o experiencias místicas te darán lo que posees por derecho propio: tu valor. Quizás a los ojos del mundo existan personas más exitosas, más valiosas, merecedoras de mayor admiración que otros. Quizás a los ojos del mundo existan vidas más importante o atractivas, si quieres seguir viviendo anestesiado por la voz de la masa, sigue pensando que tu vida no es lo que debería ser o que carece de brillo.

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Pero si tu intención es despertar de la hipnosis colectiva, entonces mira a tu alrededor y descubre la perfección de la creación, descubre que el universo funciona en base a equilibrios y que la naturaleza nos regala infinidad de manifestaciones. Comienza a apreciar lo hermoso que es ser tú, lo extraordinaria que es tu vida y lo valiente que eres si te atreves a encontrar el verdadero valor del ser, valor tan distorsionado en el mundo actual por el valor del tener y hacer. Cada ser humano es extraordinario, cada vida es un Universo, cada historia personal una aventura. Sé que te confundes, pues por eso cruzo el espacio y el tiempo, me acerco a tu lado, tomo tu mano y mirándote con admiración y amor te digo al oído: despierta, para sentirte pleno sólo necesitas prestar un poco más de atención a las bendiciones que te rodean y no las desprecies fijando tu atención en aquello que supones te hace falta para ser feliz.

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A mí no puedes engañarme No importa cuánto te distraigas ni el empeño que pongas en negar quien eres, a mí no puedes engañarme, yo puedo ver tras la maraña de mentiras e ilusiones con que intentas confundirte. Tu esencia brilla con tal esplendor que aún todas esas capas de rabia, miedo y frustración con que la cubres no pueden opacar su fulgor. Quizás quieras jugar al olvido, no hay problemas puedes hacerlo el tiempo que desees, pues para mí no hay plazos ni apuros, tengo la eternidad para esperar manifestarme en el momento preciso en que recuperes la cordura. Yo soy la inmensidad de tus que habitan en ti, soy el resumen y la integración perfecta de eso justo que dices no ser, en ti habito y espero el grandioso día en que reconozcas mi presencia. Soy quien postergas ser, en la presunción que algo en ti aún no está preparado para serlo. Sé que te distraes, tantas cosas ¨importantes¨ y ¨urgentes¨ te mantienen ocupado. -Ya llegará el día-, -Quizás el año entrante tendré tiempo para recordar-, te dices a ti mismo. Mientras tanto, consumes tu felicidad como una vela prendida en una sala vacía, te gastas en desesperada búsqueda de lo que ya tienes y olvidas que sólo necesitas detenerte y sentir la plenitud que ya habita en ti. Mi querido humano confundido, sufres porque sí y porque no, por lo que no tienes y por lo que sí tienes, pues temes perderlo. Sufres porque el tiempo se va y lo desperdicias como si fuese eterno, sufres por el desgaste de tu cuerpo y lo maltratas como si fuese indestructible. Sufres porque el amor no llega a tu vida y te tratas a ti mismo con tanto desamor como si no merecieras ser amado. Sufres porque no eres valorizado y te das a ti mismo menos valor que las posesiones que no tienes. Si tan sólo pudieses por un segundo verte como yo te veo, si tan sólo por un momento respirases profundo y sintiese tu

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verdadera vibración, si tan sólo comprendieses lo infructuoso de tanto afán, entonces tu rostro se iluminaría y tus ojos brillarían con tal intensidad que toda la ilusión que te rodea quedaría al descubierto y la grandiosidad de tu esencia se reflejaría en cada rincón de tu vida y entonces al mirar a los otros y verlos tan extraviados les dirías: -A mí no puedes engañarme-.

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Son sólo creencias, creencias y más creencias. Por siglos y siglos tu cerebro ha sido amaestrado, se te ha dicho en qué puedes creer y en qué no creer, cómo tienes que pensar y cómo no tienes que pensar. Te han matado, crucificado, ridiculizado, quemado y torturado cada vez que has osado poner en duda lo que te han dicho, de a poco has ido cercenando tu imaginación y frenando tu sana curiosidad por los misterios del ser. Claro, en apariencia es más fácil y cómodo que te digan qué es correcto y qué no lo es, en qué debes creer y en qué no debes creer, mejor aún si te dicen quién debes ser y quién no debes ser, así pareciera que el viaje de la vida es más tranquilo y certero. Naces y si vives como te han dicho que has de vivir, entonces, cuando te mueras puede que tengas suerte y te vayas a al cielo. Hermoso modelo de la existencia, que parece explicarlo todo, entonces, ¿por qué no logra calmar tu desosiego? Estás entre el grupo de valientes que se atreven a dudar, te has atrevido a cuestionar, a poner en tela de juicio lo que te han enseñado, quizás hasta te hayan discriminado y criticado por osar a ir más allá de lo que tu entorno se atreve a mirar. Lo hiciste y sin duda eres un valiente, pero habiendo soltado viejas creencias, asustado como estás, corres a refugiarte en nuevas creencias que te permitan liberarte de esas que tanto dolor te causaron, esas que intentaron engañarte y convencerte que algo malo había en ti y que tenías que ser salvado, iluminado o perdonado. El viaje a tu interior es vertiginoso y lleno de sorpresas, has de ser un corajudo para no dejarte atrapar por nuevas creencias. Quieres seguridad y te abrazas como un ahogado a un leño y te sientes aliviado de haber encontrado algo que te ayude a soportar la angustiante sensación de falta de apoyo. Ahora crees saber cómo es el Universo, cómo es la vida y quién eres tú. Aprendes nuevas respuestas para viejas preguntas y antes

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que te des cuenta estás profetizando, evangelizando, convenciendo, separando a quienes están en el camino correcto y quienes no lo están. Sin percatarte que todo ese daño que infringes, en el fondo te lo estás haciendo a ti mismo al ponerte límites una vez más. Pero es tan fuerte tu temor de soltar ese tronco que por fin parece protegerte, que te olvidas de los tesoros que puedes encontrar, si te atreves a lanzarte a las profundidades de tu ser. Si sientes que tienes respuestas a las grandes verdades de la existencia, preocúpate. Si sientes que has llegado, preocúpate. Si tienes sólidos argumentos para defender tus creencias, preocúpate. Si crees que estás escuchando la voz pura de tu ser, preocúpate. Si piensas que tu verdad es más certera y valiosa que la de un hermano, preocúpate. Si crees que lo que piensas, no son creencias, sino verdades, preocúpate. Dentro de ti hay tantas y tantas voces hablando al mismo tiempo, argumentando, convenciéndote, criticándote, alentándote y asustándote. Esas voces tienen tantos orígenes como estrellas el firmamento. El camino hacia tu Ser está nublado de esas estridentes voces que te alientan a detenerte, aprende a desconfiar de lo que oyes dentro de tu cabeza. Cuando creas tener algo claro, sacúdete y cuestiónalo. Sé que te cansas y que te gustaría encontrar esas verdades, pero créeme el sendero a tu interior no tiene ruta establecida, tu eres el pionero, nadie podrá decirte cómo llegar. Podrás encontrar compañeros de ruta, incluso amorosos guías dispuestos a ayudarte, pero más temprano que tarde te darás cuenta que vuestros senderos se separan y que caminas solo, temeroso y a la vez emocionado, intentando llegar al encuentro de ti mismo. Tranquilo, no quiero asustarte, sino más bien impulsarte, porque eso es lo que me has pedido y me gusta satisfacer tus peticiones. No me hagas mucho caso, finalmente, soy sólo otra voz dentro de tu confusa mente, si la sigues o no, es tu elección. Recuerda que soy una compañía pasajera y

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que más temprano que tarde me pedirás que te libere, para poder continuar TU sagrado camino. Quizás algún día descubras que no hay metas, sino sólo senderos y liberado de la presión de llegar a un lugar, aprendas a disfrutar de la aventura de recorrer el espacio infinito de tu maravilloso Ser. Espacio que no te puede ser descrito, explicado ni cuestionado por humano alguno, pues sólo tú, bello Creador, tienes la llave para abrir la puerta última que te permite llegar a descubrir la perfección de Ser quien eres.

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Sanación ¿Necesitas acaso, creación divina, ser sanado? ¡Claro que sí! Necesitas ser sanado de la absurda creencia que hay algo en ti que requiere ser sanado. Si recordaras que eres una obra divina en magnifica expansión creativa, entonces dejarías de buscar ser sanado. Mientras no lo recuerdes, necesitas la sanación como un vano intento de cambiar lo que no requiere ser cambiado. ¿Tiene alguien el poder de sanar en ti lo que no requiere ser sanado? No alma mía, lo que hace el sanador es mostrarte tu potencial divino, te enfrenta a tu propia energía que es la Mía, que es la del Todo. Sintiendo esa energía tan sólo por un lapso infinitesimal de tiempo, recuerdas quien eres. Al recordar quién eres, pones en marcha un sistema de ajuste hacia la energía del Todo. ¿Por qué un sanador tiene la facultad de ponerte en contacto con tu grandiosidad?, ¿Puede un sanador facilitar un proceso que despierte el contacto con tu divinidad? Sí, un sanador puede hacer eso. Simplemente, porque él cree que puede hacerlo, lo escogió y lo está creando y tú al visitarlo, escoges creer que él puede hacerlo por ti. Tu cuerpo refleja tiempos inmemoriales de condicionamientos humanos, de creencias arraigadas en tus células, de programaciones limitantes que te aprisionan, eso nada tiene que ver contigo, no eres Tú, es el resumen de muchos "tus", pero no es un índice de tu magnificencia. Tienes la tendencia a pensar que tu cuerpo es un reflejo de tu divinidad. No, tu cuerpo es un resumen de las experiencias que tu divinidad encarnada ha tenido. Cubre un diamante de todas las capas que se te ocurran, invierte mucho tiempo en ello, busca materiales de todos tipos, idea fórmulas ¿Quieres que te diga algo? No importa

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cuánto te esmeres, el diamante seguirá siendo brillante y puro bajo todas esas capas. Es natural que quieras sentirte a gusto en tu cuerpo, busca la sanación, cree firmemente en ella, poco a poco sentirás que tu fulgor comienza a revelarse ante tus ojos y ante los de los demás. Hagas lo que hagas, con enfermedad, con vejez, con dolor o con lo que escojas experimentar, sigues refulgiendo en tu interior, con tal intensidad, que nada puede opacar ni disminuir por un segundo el Amor que te tengo y nada puede entorpecer la manifestación de tu divinidad. Eres libre de escoger cuánto demorar y el camino a tomar, pero no tu destino final.

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¿Cómo conectarte con tu Ser Superior? Te has estado preguntando cómo puedes conectarte conmigo y qué me puedes preguntar, la respuesta para la primera pregunta es: ¡conectándote!, la respuesta para la segunda pregunta es: ¡todo! Para Mi no existen asuntos importantes y asuntos que no lo sean, para mi existes tú y todo lo tuyo es importante, pues tú eres Yo y Yo no desprecio ninguno de mis asuntos. Es tu mente-ego la que gusta de categorizar todo y, en ese proceso de categorización, va despreciando aspectos hermosos y relevantes, aspectos que podrían darte mucha información sobre tu experiencia, así que pregúntame sobre todo lo que a diario te sucede, te preocupa y te entusiasma. Ya ves, es muy simple conversar con tu sabiduría interna. Te estás preguntando cómo saber si es tu mente-ego o tu mente-divina quien responde. Partamos de la base que cualquier pregunta que hagas nace de tu mente-ego, tu mente-divina ya lo sabe todo, por lo tanto no tiene nada que preguntar. Tu mente-ego es la que vacila, la que se confunde y complica, así que si es tu mente-ego la que pregunta, ella estará esperando una respuesta que la satisfaga. Una pista que te servirá de ayuda: las respuestas que la mente-ego busca necesitan justificación, cualquier respuesta que escuches que requiera ser justificada para ser comprendida no te la he dado Yo, pues las respuestas que Yo te doy son respuestas de Amor y el Amor nunca, jamás, requiere ser justificado, pues supera cualquier marco de referencia en el cual se necesiten razones, así de simple.

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Tu Vida es tu Creación Muchas veces te es difícil comprender hasta qué punto las circunstancias de tu vida son tu creación, voluntaria o involuntaria, consciente o inconsciente. Gastas mucha energía imaginando que si cambiasen ciertas condiciones externas o internas, entonces por fin podrías sentirte pleno y satisfecho. Te voy a decir algo: la mayor parte de las circunstancias de tu vida, son tal y como la existencia dispone que sean para ti, conforme tus elecciones previas y actuales. Sólo del profundo amor en el aquí y el ahora de dichas circunstancias, te conectarás con la felicidad que tanto ansías. Eres infatigable a la hora de crear mecanismos que te saquen del aquí y del ahora, todos una forma de evasión que te impiden disfrutar tu existencia y bendecir tu vida. Mira a tu alrededor, cuenta tus riquezas, disfruta de tus dones, permite que tus talentos se manifiesten, encuentra en las personas que te acompañan el regalo que te traen, aún en las relaciones más difíciles hay un regalo oculto para ti. Regalo que desde la claridad que sólo la confianza da, pronto te será revelado. La magia de la vida no consiste en desear que las cosas cambien y lograrlo. La magia de la vida consiste en amar lo que tienes. Una vez que te rindes y te entregas, confiando y reconociendo la perfección del ahora, te unes con el poder creativo del Universo, entonces de pronto descubres que tus deseos se manifiestan. Sin embargo, justo en el momento que te conectes con este poder, notarás que tus deseos desaparecen por completo, pues tendrás la profunda certeza que no importa lo que necesites, te será dado.

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Qué paradojal y confusa puede ser esta vida, corres y corres tras una meta hasta que cuando por fin la alcanzas, te das cuenta que no es allí donde querías llegar. Lo maravilloso de todas estas carreras agotadoras e infructuosas, es que que cuando por fin te canses de tanto correr, será cuando comenzarás a llegar al centro de tu SER. No lo hagas más difícil de lo que es, no enfrentes molinos de viento, no te evadas de tu realidad inventándote sueños que seguir y misiones que cumplir. Simplemente entrégate a aprender y a disfrutar de lo que se presente, pues, aunque sean circunstancias que no te gusten y no las comprendas, tienen un sentido para ti. Escoge los mejores frutos que tu vida te ofrece y deléitate con ellos, no corras tras fantasmas inexistentes, mira que de tanto correr llegará el día que cuando quieras deleitarte con lo que tienes, habrá desaparecido y entonces te gastarás a ti mismo llorando por lo perdido. Amígate de tus límites, pues gracias a ellos te defines como el ser que eres y sólo de su plena aceptación podrás liberarte de ellos, no porque desaparezcan, sino porque te liberarás de tener que luchar por ser quien no eres. Abres tus brazos y recibe mi abrazo eterno, abrazo que mereces y que te has ganado, pues no hay nada que tengas que hacer para ser reconocido como el SER perfecto que ya eres.

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Aquí y Ahora Mucho se ha dicho, mucho se ha escrito sobre la importancia de vivir en el Aquí y Ahora, en tiempo presente. Pareciera que mientras más se escribe sobre el tema, más ingeniosa se vuelve la mente a la hora de crear mecanismos que te alejen del presente precioso. Es muy fácil detectar tu capacidad de estar en el Aquí y en el Ahora, pues en ese instante se manifiesta tu divinidad, lo que es lo mismo que conectarte con tu alegría y paz interna. Todo aquello que te aleja de la plenitud que habita en ti, llevándote a un mundo de preocupaciones, de insatisfacciones, de ensoñaciones, de lamentaciones, de programaciones, no viene de tu divinidad, sino que lo genera tu incapacidad de estar anclado en el presente. Recordar lo que ya fue y elucubrar sobre lo que será, son quizás las formas más directas de salirse del presente. Pero existen otras mucho más sofisticadas, todas ellas mecanismos egóticos, basados en focalizarte en lo que no te gusta de tu realidad. Cuando pones tu atención en lo que no te gusta de tu vida actual, te pierdes la posibilidad de disfrutar. Cuando estás en el presente no hay juicio, sólo hay experiencia; no hay comparación, sólo se vive lo que ES; no hay ensoñación, pues estás despierto; no hay lamentación, hay aceptación; no hay preocupación, hay confianza; no hay programación pues hay entrega. Tu divinidad que Soy Yo en ti, se deleita mostrándote las maravillas que tu vida te regala, te sopla al oído esas bendiciones que podrán pasar desapercibidas a los demás, pero no a ti.

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Ante ti se revela un mundo dorado, con personas sonrientes, donde el canto de los pájaros es la melodía que te acompaña, donde en cada experiencia hay un aprendizaje que te maravilla, donde tu creatividad fluye sin obstáculos, donde la magia es posible, donde el amor hacia ti mismo es una realidad. Ese mundo maravilloso está Aquí y Ahora esperando que lo descubras, sólo requiero de tu voluntad para develártelo. No te recrimines a ti mismo, cuando te des cuenta del poco tiempo que permaneces en este estado, simplemente ríete, respira profundo, agita tu cabellera al viento y cuando lo desees, retoma alegre la senda del camino que te muestra la verdadera naturaleza de tu Ser. En el Aquí y en Ahora se encuentra el presente precioso de tu esencia divina, que Soy Yo que eres tú y que te musita al oído que todo es perfecto.

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Son sólo distractores A veces miras a tu alrededor y te preguntas cuál es el fin de tanto sufrimiento. A tu mente le gusta diferenciar el sufrimiento real (situaciones de pérdidas, de enfermedad, de dolor) del sufrimiento emocional (frustración, rencor), te digo que no existe diferencia entre ellos, el sufrimiento es tan real para ti como irreal para Mí A un nivel, el sufrimiento es tu elección y muchas veces es más mental que real, de esta forma vas generando las situaciones que te permiten tener las experiencias que tu proceso de aprendizaje requiere, pero en otras ocasiones enfrentas situaciones dolorosas, que percibes como indeseables y ajenas a tus elecciones conscientes. Has de saber que aún en el muro de dolor más grande que te toque enfrentar, siempre encontrarás una rendija de luz que te ilumina, es Mi presencia que te invita a levantar la mirada y a reencontrar la paz interna que nunca te abandona. No hay dolor tan poderoso como para nublar el fulgor de mi compañía, no hay sufrimiento capaz de disipar el amoroso halo de Luz con que te envuelvo, siempre estoy ahí acompañándote. El sufrimiento es sólo un distractor en tu ruta, no lo abraces, no lo mimes, déjalo fluir, nada verdaderamente Real en ti tiene que ver con ese sufrimiento ni con lo que lo provoca. Eres Mi Magnificencia encarnada y nada puede nublar tu divinidad, recuerda que hasta la pared más grande dolor que enfrentes tiene una rendija por donde se filtra mi Luz, agudiza la mirada y la encontrarás, pon tus ojos sobre ese rayo y la pared se desmoronará ante tus atónitos ojos y sentirás esa paz tan anhelada, que descansa en tu interior esperando ser revelada.

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Extiendo mi manto de amor eterno sobre tu cuerpo cansado y adolorido, que se recoge de emoción floreciendo y brillando con tal intensidad, que te preguntas como pudiste vivir antes sin esta sensación.

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¿Qué Hacer para Escucharte? Yo estoy contigo, la comunicación nunca se ha interrumpido, siempre que tú quieras escucharme lo harás, porque mi voz te acompaña. Yo soy tú y tú eres Yo. Entonces, ¿por qué pareciera que mi voz está callada? Porque a ti no te gusta lo que yo pueda decirte, mis palabras te descolocan y confunden pues mis palabras están basadas en el Amor del Creador que te sonríe iluminándote. Cuando me haces una pregunta, Yo te contesto desde una perspectiva que la mayor parte de las veces tu mente dormida no está dispuesta a entender, tu mente quiere tener razón, quiere ganar, tu mente cree que tiene que hacer algo para ser amada. Desde Mi perspectiva no hay caminos correctos e incorrectos, no hay metas, no es necesario que te esfuerces, no hay razonamientos que defender, desde Mi perspectiva eres amado sólo por Ser. Las respuestas que te doy no te gustan, pues no respaldan tus temores de que Dios se haya equivocado contigo. ¡Dios equivocarse en sus creaciones!, ¡Qué contrasentido!, ¿Cómo podría Dios crearte imperfecto y dedicarse a observar cómo te torturas y torturas a quienes dices amar, intentando llegar a una perfección inventada por la humanidad? Dios ama su creación y se sorprende de la capacidad que tienes de creer que lo ofendes, cuando la única ofensa que haces es a ti mismo, pensando que puedes ofender a quien te Ama. Quienes quieran comunicarse con su Ser Superior lo primero que tienen que hacer es desearlo, lo segundo y último dejar las excusas de lado y comenzar a escuchar. No hay métodos, cada cual invente su ritual, cada cual busque su forma, pues mi voz es tan fuerte y clara que será escuchada por todo el que quiera escucharla.

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Mi voz continuamente te susurra al oído eso que no quieres escuchar, pero que tanto ansias oír. Recuerda que te daré lo que me pidas, pero no mentiré diciendo que hay algo en ti que requiere ser sanado, sólo porque quieres aplazar la plenitud. Permite que mi Voz resuene en tus entrañas llenándote de Amor y Paz y extrañado te preguntarás cómo pudiste por tanto tiempo hacerte el sordo y dejar de escuchar aquello que tanto necesitas oír: Tú eres mi Creación, tú eres Yo, Yo soy tú.

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SER v/s ser ¡Qué difícil renunciar al deber ser y simplemente optar por SER!, entre tantas y tantas capas de programación y creencias, el SER y el ser se confunden. A tu mente que le gusta complicarlo todo, que ama los deber ser y le que encantan las metas, necesita una definición del SER y un plan para llegar a serlo. Te aseguro que cada vez que intentas definir tu SER y alcanzarlo, lo que consigues es contraerlo hacia tu ser, ese que precisamente tanto te esmeras en parecer y del cual tanto ansías huir. ¿Nunca has pensado que tal vez la riqueza del SER radica en su incondicional capacidad de amar al ser, ese quien tú eres, ese que has sido, ese que serás, sin juicio, sin reproches, sin expectativas, sino más bien con las más amorosa de las autocomplacencias? Cuando logres aceptarte con infinita ternura, abrazando cada manifestación de tu creación que es la Mía, lograrás aceptar al otro con igual ternura y ya no tendrás que intentar parecer ser de determinada forma, ya no buscarás, pues tu SER se te revelará en la profundidad de los ojos de tu hermano, quien te mirará agradecido de recibir tu bendición, de encontrar la grandeza de su SER en la profundidad de tus ojos.

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Resistencia al cambio Los sucesos, lugares y personas que llegan o se retiran de tu vida tienen un sentido y, aunque te resistas a comprenderlo, siempre llega el día en que eres capaz de entender y bendecir lo ocurrido. Tu mente se resiste al cambio y a lo que define como pérdida, tu mente no tiene la perspectiva superior que Yo tengo. Cuando tu nivel de comprensión llega a un punto donde ciertas circunstancias de tu vida te quedan como un traje ajeno fuera de medida, entonces estás preparado para liberar a personas y circunstancias que ya no se ajustan a tus más altas opciones. Cuando me pides alinearte con tu más alta intención que es el Amor, Yo que nada puedo negarte, voy allanando tu camino para que tu petición se realice. Digas lo que digas no confías en Mí, una parte tuya se resiste a creer que eres digno de Mi Amor y que no hay nada que yo pudiese negarte. Entonces, justo en el momento en que se te está abriendo y pavimentando la carretera energética hacia tu deseo, pones resistencia al cambio y comienzas, lleno de temor, a crear caóticamente circunstancias en tu vida que se contraponen con tu más alta opción. ¿Si yo te ofrezco un manantial de abundante agua pura para que sacies tu sed, por qué tendrías que saciarla en un charco contaminado? Bebe del manantial que te ofrezco, confía en Mi que soy tú y permite que los cambios ocurran.

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La Importancia de Reunirse Reunirse es el camino más corto hacia el despertar. Puedes igualmente hacerlo solo, pero te será más trabajoso y podría tomar mucho más del tiempo lineal, que tanto dices no tener para dedicarle a tu espiritualidad. Cuando te reúnes y unes tu energía a los otros integrantes, se forma una especie de conciencia grupal. Cuando te reúnes con otros a meditar, se produce una comunión muy íntima entre los Seres Superiores de cada participante. Vuestras auras se funden formando un aura grupal, en esa unión se produce un enorme intercambio de información. Vuestras conciencias individuales son el resultado de vuestras experiencias individuales, pero más importante aún son el resultado de las conclusiones que habéis sacado de esas experiencias individuales, pues son éstas conclusiones las que activan tu deseo de despertar. En un trabajo grupal, esas conciencias individuales comparten valiosa información que de otra forma requeriría de varias vidas o de muchos hilos de información entretejida en vuestro ADN, según prefieras verlo. Al momento de producirse la unión de las conciencias individuales e intercambiar información a nivel de conciencias, cada conciencia individual sale enriquecida del encuentro. Es por esto, que muchos mensajes te alientan a formar grupos, el trabajo espiritual individual, sin duda ayuda, enriquece y te llena de paz, pero no puede compararse con lo que se consigue al permitirle a tu Divinidad comulgar con la Divinidad de tus hermanos reunidos en un Sagrado Círculo de Luz. Ya no necesitas vivir toda la gama de experiencias disponibles, para poder sacar las conclusiones que pueden

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llevarte al despertar, hoy está todo acelerado pues el mundo gime clamando por el Amor que brota de los corazones de quienes han entendido, que ya no es necesario sufrir para aprender lo que no es necesario aprender.

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Cuando un Grupo de Humanos Despiertos se Reúne Cuando un grupo de humanos despiertos se reúnen, puede ser que hablen de diversos temas espirituales, compartiendo sus experiencias, puede ser que se aconsejen unos a otros, puede ser incluso que alguno de ellos tome el liderazgo y juegue a ser la cabeza del grupo. Quizás fijen fecha y hora para este encuentro, pongan un tema de reflexión y realicen una meditación. Quizás se reúnan en forma espontánea sin cita previa. Un encuentro de humanos despiertos puede tener muchas formas, pero siempre tendrán un ingrediente en común y éste es la alegría. Cuando un grupo de humanos despiertos se reúne, no lo hacen personas sin problemas, no se juntan personas con sus vidas resueltas y emociones dominadas. Es posible que a alguno de ellos le aqueje una enfermedad, que tengan problemas de relaciones, puede que alguno no esté satisfecho con su trabajo o que tenga que pagar cuentas y el dinero no le alcance. Ciertamente este grupo es tan humano como cualquier otro, la diferencia radica en que ellos han comprendido que son mucho más que sus dificultades y que sus problemas son parte de la ilusión, son parte del juego de vivir. Cuando un grupo de humanos despiertos se reúnen, la risa explota fácil, la complicidad se hace evidente y la aceptación ingrediente. Cada quien puede ser como es, con sus virtudes y limitaciones, uno apoyará al otro cuando lo necesite y tal vez más adelante los papeles se alternen. Puede que hasta riñan de vez en cuando, pero todos ellos comprenden que no es más que un juego, pues estos queridos humanos han por fin recordado quienes son: Ángeles Divinos jugando la maravilla de Ser.

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Responsabilidad v/s Culpabilidad Las palabras a veces confunden, a nivel humano responsabilidad y culpabilidad parecen ser lo mismo. Para declarar culpable a alguien primero se analiza su responsabilidad y a partir de ella, se genera una declaración de culpabilidad y se dictamina un castigo. Si se determina que una persona no es responsable del acto en juicio, ya sea porque no tuvo participación directa en los hechos o porque habiendo participado no lo hizo responsablemente, como podría ser el caso de un enfermo mental, de una persona que actuó enajenada o un menor de edad, entonces esa persona no es culpable y por lo tanto no merece castigo o merece una pena inferior. La responsabilidad presupone conocimiento de las consecuencias de nuestros actos, tanto para los demás como para nosotros mismos. A nivel humano, la mayor parte de las veces eres responsable de tus actos. Tú sabes que si pasas una luz roja, puedes provocar un accidente y que estás cometiendo una infracción a una norma conocida por todos. Hasta aquí es simple y fácil de comprender y en términos generales la humanidad está de acuerdo en asumir las consecuencias, que la declaración de culpabilidad de un acto responsable genera. Sin embargo, a nivel espiritual toda esta claridad se desmorona. En primer lugar, tu experiencia espiritual no tiene prácticamente ninguna norma, eres libre de escoger y no serás juzgado ni declarado culpable por ningún Juez Supremo y esto se debe a que a los ojos de Dios tú no eres responsable de tus actos. No te incomodes con lo que te digo, claro que no eres responsable de tus elecciones, pues para ser responsable de un acto, lo primero que se requiere es conocer sus

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consecuencias y tú no tienes información completa de cuáles serán esas consecuencias. Vives el gran desafío de la libertad de escoger, sin contar con información de las consecuencias de tus actos. Que no seas responsable, no te libera de las consecuencias de tus actos sobre ti mismo ni sobre quienes te rodean, todo lo que haces, piensas y sientes desencadena una línea creativa en el Universo. Tus elecciones traerán consecuencias a tu vida y al Universo completo, es lo que muchos llaman karma, no entendido como castigo, sino como la responsabilidad espiritual de los actos irresponsables de un humano. Cada acto de tu vida, por mínimo que te parezca desencadena una reacción creativa que afecta no sólo tu vida y la de quienes te rodean, sino la de toda la humanidad. ¿Cómo podría Dios juzgarte por tus elecciones si abres puertas sin saber que hay tras de ellas? ¿Cómo podría Dios juzgarte si juegas el desafiante rol de asumir tus responsabilidades sin realmente ser responsable de tus actos? ¿Para qué Dios habría de infringirte castigo, si tus actos generan consecuencias en tu vida, que asumirás aún sin haberlo? Aquí radica el gran desafío de tu vida, aceptar que eres Creador y que como tal tu creación es tu responsabilidad, no conoces las consecuencias de tus actos, pero si sabes que tus elecciones generan consecuencias insospechadas para ti. Lo que siembras cosechas. Si siembras amor cosecharás sólo amor donde vayas y el amor sólo generará más amor. Es difícil que un acto de amor tenga consecuencias negativas o provoque sufrimiento, no temas amar desde la profundidad de tu corazón, no temas entregarte sin condiciones, no temas sonreír desde tu alma, pues cada uno de esos actos será recompensado por el Universo, el cual solícito te regalará lo que pides a través de tus elecciones.

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Despertar es responsabilidad, la responsabilidad en un humano despierto no es culpa, la responsabilidad ejercida por un humano despierto es AMOR.

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El Amor en la Nueva Tierra El amor en la Nueva Tierra tiene sabor a libertad, no conoce cadenas, nada pide y todo entrega, no sabe de exigencias ni demandas pues sus actores están plenos y nada necesitan para poder amar. Es el encuentro de dos almas completas que comulgan en su completitud, ellos se cuidan y se acogen, pues se sienten cuidados y acogidos. No se pueden lastimar, pues no conocen el miedo y saben respetar al otro en sus vaivenes y en su particular forma de entregar amor. Quien ama de verdad no sabe de sacrificios ni temores, no le corta las alas al otro ni se las corta a sí mismo por miedo a perder. Da fidelidad como un regalo pero no la demanda como requisito, pues no sabe de egoísmos ni alucinaciones infructuosas que imaginan dolor donde no tendría porque haberlo. Este nuevo amor es el regalo que dos almas encarnadas se dan a sí mismas. Si amas de este modo te permites reconocer tu propia perfección reflejada en el otro, quien su vez embelesado reconoce la luz que tu verdadero ser irradia. Este amor que parece tan inalcanzable ya está manifiesto en tu interior esperando le permitas expresarse, ya no necesitas esperar ni buscar una alma gemela. Detente y mira a tu lado, justo ahí encontrarás a quien amar. Observa el fondo de esos ojos confundidos que te suplican sedientos que le ayudes a completarse y enséñale con tu sonrisa y comprensión, que la completitud ya le ha sido otorgada. Quizás sientas que este tipo de amor es aún utopía para ti, puede que aún te sientas carente y mires ilusionado hacia otro esperando que te ayude a salir de ese estado, pero te engañas pues ya despertaste de la ilusión de creer que alguien podría darte lo que ya posees por derecho propio y que aún no eres capaz de reconocer.

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Sólo necesitas desearlo, admite que hasta ahora habías mendigado afecto llamándole erradamente amor a esa transacción, deja que el amor que habita en ti manifieste toda la gloria que tu bendito SER sabe atesorar.

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A ti humano A ti humano que estás transitando el camino de la individualidad y que has escogido despertar a la consciencia de ser quien eres. A ti, hoy te saludo. No vengo decirte que hagas esto o aquello ni a vaticinar que pronto ocurrirá una u otra cosa, hoy me acerco a ti para rendirte honores. Sé por lo que has pasado, sé de tus heridas, de tu soledad, de tus frustraciones, sé cuán incomodo te has sentido en un mundo que te parece sin sentido, sé cuánto ansías amar y lo mucho que te cuesta expresarlo. Sé cuánto has buscado y cuán agotado estás de tantas contiendas y de tanto dolor. A ti que conoces el sabor del desencanto, que sabes de desesperación y de ilusiones fallidas, a ti que no logras encontrar un rumbo y que estás cansado de sueños que no se cumplen. A ti humano hoy me acerco. Pido permiso para inclinarme ante ti y decirte que eres un valiente por haber escogido enfrentar tantos desafíos y aprendizajes, por haber soportado tantos subes y bajas emocionales. Tienes mucho coraje por atreverte a soñar con un mundo lleno de amor, aún cuando todo y todos quieran convencerte que tal cosa no es posible. Te honro por querer romper moldes, por desear construir tus propias creencias, por osar renunciar a tantas cadenas. ¿Tienes alguna idea del valor que se requiere para hacer tal cosa? Me acerco y susurro a tu oído que ha llegado el momento de descansar y te pido que me permitas aliviar tu caminar, ya no es necesario que cargues con tanto peso en tus hombros. Recibe mi abrazo divino, que es el abrazo que te das a ti mismo reconociendo quien eres. Eres amado y respetado, los ángeles te aplauden y tus guías espirituales te sonríen. Permítete sentir en tu interior la potente luminosidad de la grandiosidad de tu ser y comprender que todo lo que ha sucedido hasta ahora ha

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sido perfecto. Has hecho exactamente lo que podías y sabías hacer, la existencia no te juzgará ni te pedirá explicaciones por tus creaciones, pues cada una de ellas te ha llevado a este sagrado momento, en el que te permites sentir quien realmente eres. Suelta, respira y siente… Cierra por un momento tus ojos y permite que ocurra. En el aquí y ahora del presente perfecto, viajo a través del tiempo y del espacio para tocarte, para fundirme contigo y recordarte la simpleza de ser y disfrutar quien eres. La vida es un regalo, siente, aunque sea por un segundo lo maravilloso que es ser quien eres y poder disfrutar del obsequio que te has dado a ti mismo. Siente desde el centro tu corazón palpitante como a cada latido tu SER te inunda, te llena de satisfacción y plenitud, siente como tus células cantan de alegría y como tu energía brilla en toda su expresión. Sólo, suelta, respira y siente…

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