Consideraciones Sobre El Gobierno Representativo-mill
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CONSIDERACIONES SOBRE EL GOBIERNO REPRESENTATIVO JOHN STUART MILL. * CAPÍTULO I: SI SON ASUNTOS DE ELECCIÓN LAS FORMAS DE GOBIERNO Y HASTA QUÉ PUNTO. Stuart Mill señala para empezar que para él existen dos maneras de concebir lo que son las instituciones políticas: como cuestión cuestión de fin y de medio, o como producto producto espontáneo. Según Según la primera, el hombre debería encontrar la mejor forma de gobierno, y según la segunda, las formas de gobierno deben ser simplemente aceptadas como tal. Sin embargo, estas consecuencias c onsecuencias no son suficientes para establecer cuál es más idónea. Mill indica tres condiciones básicas que debe cumplir una forma f orma de gobierno para que un pueblo la adopte satisfactoriamente y funcione correctamente: la aceptación del pueblo, la intención de e sta forma de gobierno de mantener la propia existencia, y la capacidad del pueblo de hacer lo que esa forma de gobierno exija de él. Si alguna de estas condiciones falla, la forma de gobierno será insostenible, por lo que inexorablemente el pueblo se verá obligado obligado al cambio de forma de gobierno. Hablando del gobierno representativo, que es el que defiende Stuart Mill, las instituciones representativas son una muestra de la necesidad de que se cumplan estas tres limitaciones. Un sistema democrático no sería tal si careciera del apoyo popular, así como tampoco sobreviviría si no pretendiera mantener su existencia o si el pueblo mostrara un interés pasivo, o faltara a las elecciones o vendiera su voto en vez de votar en conciencia buscando el bien público. Deducimos de todo esto que las formas de gobierno están supeditadas en su elección por diversos condicionantes. *CAPÍTULO II: QUE SEA UNA BUENA FORMA DE GOBIERNO. Una vez se considera la elección como el mejor modo de elegir el gobierno, es necesario investigar cómo esa elección ha de ser dirigida para favorecer al máximo los intereses de la sociedad. Según Mill, lo primero que se ha de pensar es que un gobierno no tiene unas funciones propias invariables, sino que dependiendo de la sociedad a la que se ajuste tendrá unas u otras, así como unas de mayor importancia que el resto. Pero como no se puede analizar dicho aspecto por la variedad de posibilidades que implica, se ha de simplificar de manera que sea posible un análisis. Para ello, y generalizando, se puede considerar que lo primordial a la hora de constituir el bienestar social es el equilibrio entre orden y desarrollo. Esta división entre dos extremos que tanto contrastan, en apariencia bien marcados, son la determinación, la línea en la que se mueven los Gobiernos y que en la que han de encontrar un balance que marque la tendencia de su gobierno. Ambos términos han de definirse para poder entender bien su significado. Progreso es mejoramiento, evolución. Orden, por su parte, es el concepto abstracto de las cosas indispensables para la sociedad, pero de ningún modo puede asociarse ese orden con el de obediencia. Por eso, orden de un Gobierno es un atributo indispensable, gracias al cual se hace respetar y hace que se cumplan sus órdenes. Pero este orden no implica una obediencia forzosa, sino que se logra limitando en cierto modo los poderes de los gobernantes. El papel primordial del orden es hacer que se obedezca para con eso alcanzar otros fines. Fines alcanzados a partir del orden y el progreso. Fines como el trabajo, la integridad, la justicia y la prudencia; que aparentemente buscan buscan el orden, pero favorecen al progreso progreso igualmente. Otros Otros como la actividad intelectual, el espíritu industrial y el valor, que son parte del progreso, pero que ayudan a mejorar el orden social. Y otros como la originalidad y la invención, claramente parte del progreso, son también clave para mantener un orden y las características características particulares de cada sociedad. sociedad. Por ello es difícil manten
buena evolución. En el aspecto más material de la configuración de la sociedad, es imposible no encontrar una combinación entre ambos aspectos, orden y progreso. Funcionan a la par, y es la más eficiente. Si vamos más allá y analizamos los principios y condiciones de un bueno Gobierno en su conjunto, lo primero que se ve son las cualidades de los seres humanos que conforma la sociedad en la que funciona el Gobierno. Si el Gobierno se centra en la sociedad en la que funciona y éstos miran por el bien de dicho Gobierno, éste ha de buscar el bien general, al mejoramiento del estado conjuntamente con la voluntad de cada uno que forma la sociedad. Un buen Gobierno necesita fomentar las cualidades que hacen a la sociedad característica, así como su cultura e interés por el desarrollo de ésta. Para encontrar la mejor forma de Gobierno, el sistema representativo es el que se muestra más propicio para elegir la forma de Gobierno más acertada. *CAPITULO III: QUE EL GOBIERNO REPRESENTATIVO ES EL MODELO DE GOBIERNO IDEAL. Existe el dicho común de que si pudiera haber un buen déspota, la despótica seria la mejor forma de gobierno. Se cree que el poder absoluto en manos de un individuo eminente aseguraría un funcionamiento hábil e inteligente de todos los deberes del gobierno. Su realización implicaría, de hecho, no solo un buen monarca, sino un clarividente. Un hombre de una actividad mental sobrehumana que manejara todos los asuntos de un pueblo mentalmente pasivo, cuya pasividad estaría implícita en la misma idea del poder absoluto. Los individuos no ejercen ninguna voluntad respecto a sus intereses colectivos, todo lo decide por ellos una voluntad que no les pertenece y que califica legalmente su desobediencia a ella como un delito. ¿Qué clase de seres humanos pueden formarse bajo tal régimen? La expresión un buen despotismo quiere decir un gobierno en el cual, mientras dependa del dictador, no hay opresión positiva de parte de los funcionarios estatales; pero en el que todos los intereses colectivos del pueblo son manejados por él, todas las reflexiones que tienen relación con los intereses colectivos, hechas por él, y en el cual la mente del pueblo es modelada, y desea serlo, por esta abdicación de sus propias energías. El hecho de abandonarse al gobierno equivale a no preocuparse por nada y aceptar los resultados, si estos son desagradables, como castigo de la naturaleza. Por tanto, con excepción de unos cuantos hombres estudiosos que tienen un interés intelectual en meditar por su propia cuenta, la inteligencia y los sentimientos de todo el pueblo ceden a los intereses materiales y, cuando se cuenta con estos, al entretenimiento y al adorno de su vida privada. La idea de un buen gobierno, es la del adelanto de su pueblo mismo. Uno de los beneficios de la libertad estriba en que bajo ella, el gobernante no puede pasar por alto la mente del pueblo y reformar sus asuntos sin reformar al pueblo mismo. Un despotismo conveniente es un ideal del todo falso, que prácticamente se convierte en la más absurda y peligrosa de las quimeras (excepto cuando actúa como medio para un propósito temporal). Mal por mal, un buen despotismo en un país absolutamente adelantado en civilización es más nocivo que uno malo, porque adormece y enerva mucho más las ideas, los sentimientos y las energías del pueblo. No es difícil demostrar que la mejor forma de gobierno es aquella en la que la soberanía, o suprema fuerza de control en último recurso, se deposita en el conglomerado total de la comunidad, y en la que cada ciudadano tiene solo voz en el ejercicio de esa soberanía fundamental, sino que, además, en ocasiones, es llamado para tomar parte activa en el gobierno por medio del desempaño personal de alguna función pública, local o general. La mejor forma de gobierno no consiste en una que sea practicable o elegible en todos los grados de civilización, sino en una que, en las circunstancias en que sea practicable y elegible, vaya acompañado de la mayor proporción de consecuencias benéficas, inmediatas y futuras. Un gobierno totalmente popular es el único sistema que puede adjudicarse esta índole. Su superioridad en cuanto al bienestar actual se basa en dos principios. El primero consiste en que la única seguridad de que los derechos e intereses de toda persona no van a pasarse por alto se obtiene solo cuando la persona interesada es apta, y habitualmente está dispuesta a defenderlos. El segundo estriba en que la prosperidad general alcanza una mayor altura y se difunde con más
través de la influencia conjunta de estos dos principios, todas las comunidades libres han estado mas exentas de la injusticia social y del delito, y han alcanzado una prosperidad más brillante, que cualesquiera otras, o que ellas mismas después que perdieron su libertad. Si pasamos a la influencia que tiene la forma de gobierno sobre el carácter debemos preguntarnos ¿Cuál de los dos tipos de carácter es el que debe predominar en bien de la humanidad: el activo o el pasivo? Toda supremacía intelectual es fruto del esfuerzo activo. La conformidad se cuenta siempre entre las virtudes morales; pero es un error completo suponer que la conformidad acompaña necesaria o naturalmente la pasividad de carácter y, a menos que lo haga, las consecuencia morales son nocivas. La conformidad que aprobamos es la habilidad de arreglarse felizmente sin aquello que no puede tenerse; una justa apreciación del valor comparativo de los diferentes objetos de deseo y una renunciación voluntaria de lo menos, cuando es incompatible con lo mayor. El carácter activo y de ayuda propia no es solo intrínsecamente el mejor, sino el más prometedor para adquirir todo lo que realmente sea excelente o deseable en el tipo opuesto. Ahora bien, no puede haber ninguna duda en cuanto a que el tipo de carácter pasivo es favorecido por el gobierno de uno o de unos cuantos, y que el tipo activo, de ayuda propia, es favorecido por el gobierno de la mayoría. No hay hombres que se conviertan en simples instrumentos o materiales en las manos de los gobernantes, cuando poseen voluntad y espíritu, o revelan gran actividad interna en sus demás actos. El máximo del efecto vigorizante que ejerce la libertad sobre el carácter se obtiene solo cuando la persona sobre la que se influye es, o espera ser, un ciudadano tan privilegiado como cualquier otro. Se le hace sentir que es parte del público y todo lo que sea para beneficio de este redundara también en su provecho. Cuando no existe esta disciplina de espíritu cívico, difícilmente se alienta el c riterio de que las personas que no disfrutan de una situación social eminente tienen deberes para con la sociedad, como no sea los de obedecer las leyes y someterse al gobierno. De estas consideraciones acumuladas, es evidente que el único gobierno que puede satisfacer por completo todas las exigencias del estado social es aquel en el que todo el pueblo participa; que c ualquier participación, aun en la mas mínima función pública, es útil; que la participación debe ser en todos lados tan grande como lo permita el grado general de progreso de la comunidad; y que, por último, no hay nada más deseable, que la participación de todos en el ejercicio del poder soberano del estado. Pero en virtud de que, como no sea en una comunidad muy pequeña, no todos pueden colaborar personalmente sino en proporciones muy pequeñas, en los asuntos públicos, se deduce que el tipo ideal de gobierno perfecto deber ser el representativo. *CAPÍTULO IV: CONDICIONES SOCIALES EN LAS CUALES ES INAPLICABLE EL SISTEMA REPRESENTATIVO. En palabras de Mill, el Gobierno representativo es el tipo ideal de gobierno, pero cuanto menos perfecta y subdesarrollada es una sociedad, menos le conviene este tipo de organización. No obstante esta generalidad no es del todo cierta, ya que pueden darse casos en que una sociedad poco desarrollada esté desproporcionada y tenga las características idóneas para un Gobierno por elección. El autor da unas condiciones para que el gobierno representativo prospere, que son las mismas que da al principio del libro para cualquier gobierno pero aplicadas a éste. 1) Que el pueblo debe estar dispuesto a aceptarlo. 2) Estar dispuesto y capacitado para hacer lo que sea necesario con el fin de conservarlo 3) Estar dispuesto y capacitado a para cumplir sus obligaciones y desempeñar las funciones que el mismo le imponga. La disposición de un pueblo para aceptar a un gobierno representativo solo llega a ser una cuestión de práctica cuando un gobernante civilizado o una nación, que dominen al país, estén dispuestas a apoyar su establecimiento. Para los reformadores individuales, la cuestión carece de importancia, porque si no hay más
siempre más bien al hecho del cambio que al Gobierno representativo mismo. Cuando se trata de ensayar en alguna parte el Gobierno representativo, la indiferencia por esta forma de Gobierno y la incapacidad de comprender sus procedimientos y exigencias, son casi siempre los obstáculos que deben temerse más bien que una oposición positiva. Cuando un pueblo no tiene los meritos suficientes para contar con una constitución representativa, no muestra adhesión a ella, se priva de cualquier oportunidad que pudiera tener de conservarla. Las instituciones representativas dependen, para su estabilidad, de que el pueblo esté dispuesto a librar por ellas una batalla, cuando las amenace algún peligro. La tercera causa existe cuando le falta al pueblo sea la voluntad, sea la capacidad de desempeñar la misión que le pertenecen la constitución representativa. Cuando no hay nadie ó son en escaso número las personas que tornan en los asuntos públicos el grado de interés necesario para la formación de la opinión pública, los electores pondrán su sufragio al servicio de sus intereses particulares. Hay otros en que quizás no es imposible, pero en los que debe preferirse otra forma de Gobierno: por ejemplo, cuando un pueblo, para elevarse en civilización, necesita penetrarse de alguna máxima, contraer algún hábito, cuya adquisición dificultaría probablemente el Gobierno representativo. El más evidente de estos casos, es aquel que ya hemos considerado, en que un pueblo ignora el principio capital de la obediencia. No es más propio un pueblo para el Gobierno representativo cuando adolece del defecto contrario al que acabamos de exponer; es decir, de una pasividad extrema y una pronta sumisión á la tiranía. Si un pueblo en estas condiciones obtuviese instituciones representativas, elegiría inevitablemente á sus tiranos por representantes. Podrían mostrarse en un pueblo otras cien enfermedades ó lagunas que lo incapacitasen para hacer el mejor uso posible del Gobierno representativo; pero no sería ya tan evidente que el Gobierno de uno sólo, ó de un corto número, favoreciese la curación o la disminución del mal. Entre las circunstancias que, sin tornar a un pueblo absolutamente inepto para el Gobierno representativo, le incapacita seriamente para obtener de él todos los resultados apetecidos, hay una que merece particular atención. Hay dos inclinaciones intrínsecamente muy distintas, pero con algo de común, a virtud de lo cual coinciden en la dirección que imprimen a los esfuerzos de los individuos ó de las naciones. Una es el deseo de mandar: otra la repugnancia á sufrir el mando. El predominio de una u otra de estas disposiciones en un pueblo, es uno de los elementos más importantes de su historia. Hay naciones donde el deseo de ejercer imperio ó mando sobre los otros, excede por tal manera al sentimiento de independencia personal, que los individuos sacrifican la sustancia de la libertad á la mera apariencia del poder. Además de cuando estas tres características no se cumplen, existen otras posibilidades donde el gobierno representativo no prosperaría. Se trata de situaciones como pueden ser una sociedad que desconoce el significado social de obediencia, un pueblo conformista que tiende a someterse a la tiranía donde no habría representación, sólo sumisión, o pueblos cuyos defectos sean tan graves que no gozaría de estabilidad alguna el Gobierno. *CAPÍTULO V: DE LAS FUNCIONES PROPIAS DE LOS CUERPOS REPRESENTATIVOS. En este capítulo tratamos el tema de las funciones de los gobiernos representativos. Mill trata de explicar cómo debe existir un equilibrio de poderes. Sería algo lógico que la voluntad de la mayoría fuera la que se impusiera en toda decisión de las autoridades, no obstante hemos de tener en cuenta la imposibilidad de este hecho y hemos de aceptar una solución más práctica. Para exponer su pensamiento acerca de este tema John Stuart Mill no es directo, sino que, a través de ejemplos, va llevándonos poco a poco a su terreno para acabar con la conclusión a la que quiere llegar. Este esquema es muy repetido a lo largo de la obra y es un recurso que el autor utiliza constantemente. Difícilmente se encontrará en este libro una explicación que siga el esquema proposición-ejemplos-demostración, sino que más bien, plantea el problema, critica posibles soluciones, y expone ejemplos y plantea supuestos para demostrar la proposición con la que quiere concluir. El hecho de que una asamblea (el Parlamento) sea representativa de la sociedad no la hace competente para
encargada de los Presupuestos, pero sin embargo sí que establece un control al gobierno, el encargado de estos. Esto mismo pasa en las grandes empresas, en las que lo propietarios (los accionistas) no toman decisiones de gobierno, sino que las toma el director, pero sin embargo sí que ejercen un control sobre él. De forma analógica el parlamento tiene que vigilar los actos del gobierno, y, aunque los representantes deben tener la supremacía práctica dentro del orden parlamentario, no tienen las aptitudes necesarias para gobernar y por tanto ejercen esa función de control. Las asambleas representativas son las responsables de la elección de los cargos públicos, de vigilar los actos del gobierno, y de censurarlos cuando sus actuaciones no son las que se les exigen. Podríamos concluir que la única principal de las asambleas representativas son capaces, no es la de hacer el trabajo por sí mismas, sino procurar que se hagan, y confiar la tarea a la persona más adecuada, para después decidir si otorga o no la sanción nacional. De esta forma se opera a través de las Comisiones: los miembros de la Comisión son los verdaderos expertos en el tema a tratar, y el Parlamento tan sólo puede aprobar o rechazar la totalidad o una parte de la proposición, pero en ningún caso modificarla por su parte. Tampoco falta en este capítulo la ya obligada referencia al sistema democrático en la antigua Grecia, concretamente a la iglesia popular de la democracia ateniense, en referencia a que quien aprobara la ley no fuera quien la redactara. Nuevamente vuelve a presentar una relación entre el sistema que defiende (explicando cómo deben de funcionar las Comisiones y las Cámaras) y el sistema de la antigua Grecia. Sin embargo, y pese a centrarse en el tema de las funciones de la Asamblea respecto del Gobierno, tampoco se olvida de presentar La Asamblea Representativa como el órgano encargado de las peticiones populares. *CAPITULO VI: DE LOS MALES Y PELIGROS A LOS QUE ESTA EXPUESTO EL GOBIERNO REPRESENTATIVO. Los defectos de cualquier gobierno pueden ser de carácter negativo o positivo. Un gobierno es negativamente defectuoso si no concentra en manos de las autoridades un poder suficiente para que desempeñen las labores necesarias que les correspondes; o si, por medio del ejercicio de esas labores no desarrolla en grado suficiente las capacidades activas y los sentimientos sociales de los c iudadanos individuales. El otro efecto negativo, posible en un gobierno, y que estriba en no conceder un ejercicio suficiente de las facultades morales, intelectuales y activas del pueblo, se ha expuesto en general al explicar los daños característicos que ocasiona el despotismo. Los peligros y los males positivos del gobierno representativo, así como de cualquier otro, pueden reducirse a dos puntos principales: primero, ignorancia e ineptitud generales, o por decirlo con más moderación, aptitudes mentales insuficientes en el organismo vigilante; segundo, el peligro de que este bajo la influencia de intereses que no se identifiquen con el bienestar general de la comunidad. Parece que los únicos gobiernos no representativos, en los que la práctica y la habilidad políticas han sido algo más que excepcionales, sin importar el hecho de que operen en forma monárquica o aristocrática, han sido esencialmente burocracias. Por tanto, la comparación en cuanto a los atributos intelectuales de un gobierno tiene que hacerse entre una democracia representativa y una burocracia; todas las demás clases de gobierno pueden excluirse. Y en este punto es necesario reconocer que un gobierno burocrático lleva en muchos aspectos importantes la gran ventaja. El mal que aflige al gobierno burocrático y que generalmente los lleva a la ruina es la rutina. En casos en los que la burocracia constituye el verdadero gobierno, el espíritu de la congregación destruye la individualidad de sus miembros más distinguidos. En la profesión gubernamental, como en otras, la única idea de la mayoría consiste en llevar a cabo lo que se la ha enseñado; y se requiere de un gobierno popular para que las ideas del hombre genio prevalezcan sobre el espíritu obstruccionista de la mediocridad adiestrada. Un gobierno manejado por funcionarios adiestrados no puede hacer por un país lo que puede hacer un gobierno libre; pero si puede suponer que sea capaz de acometer ciertas empresas que un gobierno libre no puede emprender. También, la libertad puede producir sus mejores efectos, y a menudo se desmorona del todo, a menos que se puedan encontrar formas de combinarla con una
Una de las cuestiones que se deben tener en cuenta al estimar cual es la constitución adecuada a un organismo representativo consiste en la forma de obtener y asegurar este grado de aptitudes mentales. Si se considera a la democracia en la manera en que por lo regular se concibe, como el gobierno de la mayoría numérica, es muy posible que el poder del gobernante obre bajo el dominio de los intereses sectarios o que se inclinen hacia una conducta distinta de aquella que impondría la consideración imparcial del interés colectivo. Un hecho que se reconoce universalmente en la actualidad es que las dos disposiciones malignas que se exponen, o sea la disposición de preferir los intereses egoístas de un hombre a aquellos que comparte con otras personas, y sus intereses inmediatos y directos a aquellos que son indirectos y lejanos, son características que la posesión del poder procura y fomenta. En el momento en que una persona, o una clase, se encuentra con que cuenta con cierto poder, el interés individual del hombre, el interés separado de la clase, adquiere un nuevo grado de importancia, ante sus ojos. Por tanto, uno de los peligros más grandes de la democracia, como de todas las otras formas de gobierno, estriba en el interés siniestro de los que poseen el poder, consiste en el peligro de la legislación de clases y en la existencia de un gobierno que persiga el beneficio inmediato de la clase dominante, a costa del perjuicio perdurable de la colectividad. Uno de los problemas más importantes que se deben tomar en consideración, para determinar la mejor constitución de un gobierno representativo, consiste en la manera de proporcionar una protección eficaz contra ese daño. El gobierno representativo debería constituirse de manera que pueda mantener esta situación: no debe permitir que ninguno de los diversos intereses sectarios sea tan poderosos como para ser capaz de prevalecer sobre la verdad y la justicia, y los otros intereses sectarios combinados. Debe preservarse siempre tal equilibrio entre los intereses personales como para que el éxito de cualesquiera de ellos dependa de su capacidad para representar el criterio, al menos en una proporción grande, de aquellos que actúan impulsados por móviles más elevado y puntos de vista más distantes y comprensivos. *CAPITULO VII: DE LA DEMOCRACIA VERDADERA Y DE LA FALSA; REPRESENTACIÓN DE LA TOTALIDAD, Y REPRESENTACIÓN DE LA MAYORÍA SOLAMENTE. Se ha visto que los peligros inherentes a una democracia representativa son de dos tipos: el de que haya un bajo nivel de inteligencia en el cuerpo representativo y en la opinión popular que lo controla, y el peligro de una legislación de clase por parte de la mayoría numérica, compuesta enteramente por miembros de una misma clase. La manera más común de intentar suprimir estos males consiste en limitar el carácter democrático de la representación por medio de un sufragio más o menos restringido; pero hay una consideración previa. Por lo general, dos ideas muy diferentes se confunden bajo el nombre de democracia. La idea pura de esta, es el gobierno de todo el pueblo por el pueblo entero, representado equitativamente. La democracia, como se concibe por lo común y como se ha practicado hasta ahora, es el gobierno del pueblo entero por una simple mayoría del pueblo, representado parcialmente. La primera es sinónimo de la igualdad de ciudadanos: la segunda es un gobierno de privilegio a favor de la mayoría numérica. Esta es la consecuencia inevitable de la manera en que la votación se lleva a cabo en la actualidad. El hecho de que la minoría debe rendirse a la mayoría, el número menor al mayor, es una idea familiar; por lo tanto, los hombres creen que no tienen necesidad de esforzar más su pensamiento, y no se les ocurre que puede haber algún término medio. En una democracia de veras equitativa, todas y cada una de las secciones deben estar representadas, no en forma desproporcionada sino proporcionalmente. Si democracia significa el indudable poder de la mayoría, no existe otra manera de comprobar este significado que la de dar a cada entidad individual un valor igual en el total. Cualquier minoría a la que se descarte, le da el poder no a la mayoría, sino a una minoría que ocupe cualquiera otra parte de la escala. La única contestación posible a dicho razonamiento es que, ya que diferentes opiniones predominan en diversas localidades, la opinión que está en minoría en algunos lugares
participación justa de voces en la representación. Nada es más cierto que el hecho de que ignorar a la minoría no constituye una consecuencia natural o necesaria de la libertad; de que, además de no tener ninguna relación con la democracia, se opone diametralmente al principio básico de esta: la representación en proporción con el número. Una parte esencial de la democracia estriba en que las minorías deben estar representadas en forma adecuada: y ninguna democracia verdadera, solo un falso ejemplo de democracia puede constituir sin ella. La tendencia natural del gobierno representativo de la civilización moderna, se inclina hacia la mediocridad colectiva; esta tendencia aumenta con todas las reducciones y extensiones del derecho político, y tiene como efecto depositar el poder principal en manos de las clases que están muy por debajo del nivel más elevado de instrucción de la comunidad. En la falsa democracia, en la cual en vez de dar representación a todos, se da únicamente a las mayorías locales, es posible que la voz de la minoría instruida carezca de órganos en el cuerpo representativo. El predominio de la mayoría numérica es menos injusto y en total menos dañino que muchos otros; pero ciertamente contiene la misma clase de peligros y aun mas; porque cuando el gobierno está en manos de Uno o de Unos Cuantos, los Muchos subsisten siempre como poder rival, que no puede ser lo bastante fuerte como para controlar a su opositor; pero cuya opinión y sentimientos son un apoyo moral y social de los demás, quienes, ya sea por convicción o por pugna de intereses, se oponen a cualesquiera tendencias de la autoridad gobernante. Pero cuando la democracia es suprema, no existe Uno o Unos Cuantos tan fuertes como para crear opiniones discordantes e intereses ofendido en los cuales encontrar puntos de apoyo. La única parte donde se puede buscar un suplemento o un correctivo para los instintos de la mayoría democrática, es en la minoría instruida; pero en la manera común en que se constituye la democracia, esta minoría carece de representación. Pero si la flor y nata de estas clases formara parte del Parlamento, por el mismo derecho que cualquier otro de sus miembros, su presencia no causaría resentimiento en nadie, y además, estaría en una posición altamente ventajosa para hacer que sus opiniones y consejos sobre toda materia importante fueran escuchados y tomar parte activa en los asuntos públicos. *CAPÍTULO 8: DE LA EXTENSIÓN DEL SUFRAGIO. La cuestión primordial de un Gobierno Representativo, es que en él esté representada toda la población, no simplemente la mayoría. A pesar de que las minorías no han de gobernar, para que exista la igualdad en la sociedad y constituirse una democracia representativa, han de ser escuchadas y tomadas en cuenta. Pero para que esto sea así, también hay que considerar que la mayoría no puede ni debe ejercer el poder absoluto sin tomar nada más en cuenta. Sería una mayoría sin cultura política y formada solo por una clase, por lo que ha de evitarse dicha situación, que usurpa la esencia de la democracia. Uno de los principales beneficios del Gobierno libre es que la educación de la inteligencia y de los sentimientos desciende hasta las últimas filas del pueblo cuando es tenido en cuenta para intervenir en los actos relacionados con el orden de la nación. Esto hace que exista la diversidad y la libertad de pensamiento, de manera que si no se limita el sufragio, todos pueden acceder a él y así establecer un Gobierno representativo que refleje de manera justa la realidad de la sociedad, sin que exista una oligarquía, un Gobierno absoluto por parte de unos pocos que no permitan al resto opinar. En la democracia, el Gobierno ha de estar compuesto por todas las clases y deben ser respetadas, siempre que cumplan con los requisitos derivados del sufragio, de manera que sean escuchados y respetados, tenidos en cuenta sin excluirles. Por ello, el sufragio universal ha de ser eso, universal. Todo el mundo mínimamente capacitado ha de tener derecho a voto, y no sólo eso; su voto debe valer lo mismo que el de cualquier otra persona, sin discriminaciones de tipo alguno. Cuando se dice mínimamente capacitado, se refiere a que sepa leer y escribir, esté al corriente de la situación, de las obligaciones fiscales, etc. Si no se cumple este derecho de igualdad, o no se respeta de alguna manera, no habrá un Gobierno justo y equitativo.
[Una democracia representativa es aquella en la que estaría representada la totalidad de los
ciudadanos; esa democracia, donde existiría la igualdad, estaría exenta de los males más graves. Pero en esa misma democracia, la mayoría podría poseer, a la vez, el poder absoluto, ésta mayoría solo tendría en cuenta exclusivamente una sola clase, con las mismas inclinaciones, la misma manera de pensar, etc. Por lo tanto, la Constitución se hallaría expuesta a los males característicos de un gobierno exclusivo de una sola clase que hoy usurpa el nombre de democracia. La democracia no será el ideal de la mejor forma de gobierno si contiene en si misma este mal. El problema se encuentra conseguir los medios para impedir éste abuso, sin sacrificar las ventajas características del sistema. No se resuelve limitando el sufragio, es una injusticia personal rehusarle a alguien el privilegio elemental de dar su voto. Uno de los principales beneficios del Gobierno libre es que la educación de la inteligencia. La justicia exige que los medios de adquirir esa instrucción elemental estén al alcance de todos. Seria ventajoso y conveniente que además de la lectura, de la escritura y el cálculo, se exigiese a los electores cierto conocimiento de la conformación de la tierra y de sus divisiones naturales y políticas, ciertos conocimientos elementales de la historia general y de la historia e instituciones de su país. Pero este grado de instrucción no es accesible a todo el mundo. En cuanto al sufragio universal, Mill no hace diferencia de sexo. Considera a ésto como algo completamente insignificante respecto de los derechos políticos, como la diferencia de estatura o la del color del cabello. Todos los seres humanos tienen el mismo interés en poseer un buen Gobierno, todos están afectados igualmente y les asiste el mismo derecho a asegurarse una parte de sus beneficios. Hace tiempo ya que la humanidad abandonó los únicos principios en que se fundaba el principio de que la mujer debía carecer de voto. La mujer, así como el hombre, debe reivindicar sus derechos políticos, no sólo para gobernar, sino para impedir que se la gobierne mal]. TP DE MILL
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