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UNIVERSALES DEL LENGUAJE Y TIPOLOGÍA LINGÜÍSTICA SINTAXIS Y MORFOLOGÍA
VERSIÓN E S P A Ñ O L A
A U G U ST A
DE
A Y U SO
B IB L IO T E C A R O M Á N IC A H IS P Á N IC A E D IT O R IA L G R E D O S MADRID
© BER N A RD C O M R IE, 1981. First published 1981 by B a s i l B l a c k w e l l ©
P u b l is h e r L im i t e d ,
Oxford.
E D IT O R IA L G R E D O S, S. A ., Sánchez Pacheco, 81, 28002 M adrid, 1989, para la versión española.
Título original: LANG U AG E U NI VERSA L S AND LINGUISTIC TYPOLOGY. S Y N T A X
A N D M ORPHOLOGY.
Depósito Legal: M. 44769-1988.
IS B N 84-249-1375-2. Impreso en España. Printed in Spain. G ráficas Cóndor, S. A ., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1989. — 6139.
PREFACIO
Después de un tiempo en el que la invesiigación lingüística pare cía ceñirse principalmente al análisis de la sintaxis del inglés, duran te la última década se ha producido un notable resurgir del interés por los problemas de los universales lingüísticos y por la tipología de las lenguas, empleando datos provenientes de una amplia varie dad de lenguas. A pesar de la cantidad de trabajos realizados dentro de este marco, hasta la fecha no ha habido ningún trabajo general de introducción que intentara sintetizar las características principales de esta propuesta para los estudiantes de lingüística, los cuales tienen que recurrir, desde el principio, a artículos especializa dos sobre temas monográficos. Este libro aspira a llenar este vacío y a proporcionar, a los estudiantes de los últimos cursos y a los graduados, un panorama de las principales propuestas en relación con los universales lingüísticos y la tipología de las lenguas, ponien do de relieve tanto los éxitos logrados con este método como sus posibles riesgos. En el campo en el que, en un período de tiempo relativamente corto, se ha producido tanta bibliografía, ha habido que hacer una cuidadosa selección de los temas a tratar en este libro, prefiriendo tratar algunos de ellos en profundidad, en vez de ofrecer un pano rama superficial de todo el'cam po. En general, me he limitado a tratar trabajos recientes sobre universales y tipología, en vez de ha cer una consideración histórica de los primeros trabajos producidos
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en esta área, aunque se mencionan algunos de estos primeros traba jos, siempre que no hayan sido superados por investigaciones más recientes. Es indudable que esta selección refleja mis propias incli naciones, bien hacia aquellas áreas en las que he trabajado, bien hacia aquéllas en las que creo han de producirse resultados intere santes. El libro trata, casi en su totalidad, de universales sintácticosemánticos, aunque alguna vez se utilicen, para ejemplificar, uni versales fonológicos. Creo que resulta más valioso discutir crítica mente el trabajo realizado en pequeñas áreas, que dar una relación sin comentar de las afirmaciones vertidas sobre los universales y la tipología de las lenguas, aunque dicha relación fuera exhaustiva. Los dos primeros capítulos tratan los temas de form a general. En ellos se presenta y discute mi opinión de que el estudio de los universales lingüísticos puede resultar mucho más provechoso si, como base, tomamos datos procedentes de una gran variedad de lenguas, incluyendo el estudio de los universales sintácticosemánticos en una propuesta integradora del lenguaje, en la cual no se trata de buscar explicaciones a los universales dentro de las propiedades formales del lenguaje, sino relacionando las propieda des formales del lenguaje en varios niveles (incluyendo el sintáctico y el fonológico) con el contexto extra-lingüístico en que funciona la lengua. Los capítulos siguientes se dedican fundamentalmente a los tipos de construcción particulares o a otros fenómenos sintácti cos, tales como el orden de palabras, las oraciones relativas, las construcciones causativas, la marcación casual, considerados desde el punto de vista de la investigación sobre universales y tipología que utiliza datos procedentes de una amplia variedad de lenguas, dentro de una propuesta de integración. La elección de temas ha sido bastante arbitraria, y refleja mis propios intereses, pero si bien dicha elección no es mejor que otras, puedo decir que tampoco es peor. Me resulta difícil dar una relación completa de todos aqué llos que han contribuido al desarrollo de este libro y a las ideas que contiene: el estudio de universales y tipologías está necesaria mente interrelacionado con trabajos sobre otros aspectos del len
Prefacio
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guaje y de la lingüística, por lo tanto, y a pesar mío, no puedo dar una lista de todos los que han influido en mi modo de conside rar la lengua. Mi agradecimiento va, pues, dirigido a todos ellos, además de a aquellos otros que se detallan específicamente en las notas de los distintos capítulos, que han influido en mis ideas sobre universales y tipología y también en el modo particular de presenta ción que he adoptado en este libro. Mi deuda con Joseph H. Greenberg (Univesidad de Standford) se hace patente casi en cada página: fue él, más que ningún otro lingüista, quien despertó el interés actual por trabajar sobre los uni versales lingüísticos, tomando como base una amplia variedad de lenguas, y quien persistió en la defensa de esta propuesta incluso en épocas en las que esto no estaba de moda. Edward L. Keenan (Universidad de California, en Los Ángeles) me hizo ver que el interés por lenguas muy diversas no es incompatible con el interés por los estudios teóricos y formales. Mis colegas del Departamento de Lingüística de la Universidad de California del Sur, que se per cataron muy pronto de mi convicción de la necesidad de una pro puesta integradora de la lengua en su contexto, me han ofrecido su estímulo para el desarrollo de estas ideas. Aunque a veces critico en este libro la propuesta de universales lingüísticos que adoptó la gramática generativo-transformativa, es pecialmente las propuestas de Noam Chomsky, no puedo ni quiero negar la deuda contraída con dicho método y con los que me lo enseñaron. A pesar de mis diferencias con algunos de los principios del modelo descriptivo y de sus puntales ideológicos, está claro que ha elevado el análisis sintáctico a un nivel de rigor y agudeza sin el cual no habría sido posible escribir este libro. Lo mismo puede decirse del modelo sintáctico propuesto por la gramática relacional: aunque no esté de acuerdo con el énfasis que esta gramática pone sobre la estructura interna para explicar generalizaciones sintácti cas, ni con otras conclusiones parciales o totales, esta forma de acercarse a la sintaxis me ha proporcionado una serie de agudas sugerencias sobre la estructura sintáctica, que de otro modo es pro
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bable que se me hubieran escapado. Debo reconocer con orgullo que, si los modelos sintácticos formales marchan, me parece que la gramática relaciona! puede marchar aún mejor. Por otra parte, han sido muy beneficiosas para mí las discusio nes entabladas con otros lingüistas, pertenecientes a diversas insti tuciones e interesados en el estudio de la tipología y universales lingüísticos, con los cuales he podido intercambiar trabajos. Quiero mencionar especialmente a los participantes en la Sociedad de Lin güística del Instituto Americano de Lingüística de la Universidad del Estado de Nueva York en Oswego (1976), uno de cuyos focos de interés es la tipología; al «Proyecto de Universales» (Stanford Universals Project); al «Proyecto sobre Universales» ( UniversalienProjekt) del Departamento de Lingüística de la Universidad de Co lonia, y al «Grupo de Tipología Estructural» del Instituto de Lin güística de la Academia de Ciencias de la URSS, Sección de Leningrado. El material recogido en este libro proviene, en gran paite, del utilizado con los estudiantes que. asistieron a mis cursos y semi narios sobre tipología y universales lingüísticos. Por lo tanto, mi agradecimiento también a todos los estudiantes, a los miembros de la facultad y a otras personas que asistieron a estos cursos en la Universidad de Cambridge, a la Sociedad Lingüística del Instituto Americano de Lingüística de la Universidad de Illinois, en UrbanaChampaign (1978), a la Universidad de California del Sur y a la Universidad Nacional Australiana. Asimismo, este libro se ha bene ficiado de las sugerencias de lectores anónimos para Basil Blackwell y la University of Chicago Press. Por último, quiero expresar mi gratitud a los numerosos investi gadores de campo y a los lingüistas hablantes nativos, que han tra bajado fuera de los caminos trillados y de las principales corrientes lingüísticas. Ellos me han proporcionado un material de incalcula ble valor para mi trabajo, y me han animado a realizarlo con su interés y con su disposición a un diálogo constructivo. Espero que se hayan dado cuenta de que mi objetivo no ha sido tom ar de su lengua una oración de relativo o una construcción causativa, sino
Prefacio poner en práctica mi idea de que, cuanto mayor integración se con siga entre la lingüística general y la descripción de las lenguas parti culares, mayor será el beneficio para ambas, pues una no puede desarrollarse sin la otra. Dicho de forma más general: la lingüística trata de las lenguas, y las lenguas las habla la gente. L^s Ángeles, enero de 1981. B ernajrjd C o m e je
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Esta segunda edición me ofrece la oportunidad de actualizar las referencias bibliográficas y de corregir algunos errores de imprenta y otros de poca importancia (que afortunadamente no afectan a los puntos explicados), así como de m ejorar algunas formulaciones poco claras. Además de las observaciones realizadas por los críti cos, mi agradecimiento a los comentarios de Winfried Boeder, Peter Colé, R. M. W. Dixon, Andrew Goodson, Herbert H. Paper, William Rutherford y Sandra A. Thompson. Los Ángeles, octubre de 1982. B e r n a r d C om rte
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UNIVERSALES LINGÜÍSTICOS
1.1.
1 .1 .1 .
P R O P U E S T A S S O B R E U N IV E R S A L E S L IN G Ü IS T IC O S
L as
dos
pro pu esta s
mas d e p o r t a n t e s .
En este apartado contrastaremos las dos propuestas metodológi cas más im portantes, respecto«^, los universales lingüísticos, que se han adoptado en los estudios lingüísticos más recientes. El contras te entre ambas propuestas puede realizarse de acuerdo con cierto número de parám etros, de los cuales los principales son los siguien tes: los datos en que se ha basado la investigación sobre los univer sales lingüísticos (una amplia variedad de lenguas, o bien una sola lengua); él grado de abstracción del análisis que se requiere para establecer los universales lingüísticos (por ejemplo, si se trata de estructuras sintácticas de superficie, o de estructuras sintácticas pro fundas), y las distintas explicaciones sobre la existencia de los uni versales lingüísticos. Estos parámetros individuales* y otros más, serán considerados de nuevo en distintos apartados. Aunque, lógi camente, cada uno de estos parámetros es independiente de los otros, las dos propuestas más importantes realizadas últimamente repre sentan, cada una de ellas, un conjunto coherente de dichos parám e tros. Por una parte, algunos lingüistas consideran que para investí-
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gar sobre universales lingüísticos es necesario tener datos de una amplia variedad de lenguas. Los lingüistas que defienden esta p ro puesta han tendido a concentrarse sobre universales determ inables más en análisis relativamente concretos, que en análisis m uy abs tractos, siendo más proclives, o por lo menos eclécticos, a las hipó tesis que se pueden form ular respecto a la existencia de universales .lingüísticos. Por otra parte, hay lingüistas que consideran que la mejor form a de aprender algo sobre universales lingüísticos es me diante el estudio detallado de una sola lengua. Estos han defendido también la determinación de los universales lingüísticos desde el punto de vista de las estructuras abstractas (tales como las estructuras sin tácticas profundas de la sintaxis generativo-transform ativa), y se han m ostrado más inclinados hacia la teoría del innatism o para explicar los universales lingüísticos. La prim era de estas dos p ro puestas suele asociarse al trabajo de Joseph H. Greenberg y a los inspirados en él, y refleja asimismo la orientación de este libro. La segunda se relaciona más con los trabajos de N oam C hom sky y con aquellos directamente influidos por él, que puede considerar se como la postura transform ativa ortodoxa. A prim era vista, y por lo menos en lo que respecta a la base de datos para trabajar en universales lingüísticos, parece que la pro puesta de Greenberg ha de ser necesariamente correcta, pues para establecer que algo es universal en el lenguaje se necesitaría consi derar una am plia variedad de lenguas —si no, por supuesto, todas las lenguas— . Sin embargo, la argum entación no es tan simple co mo todo eso, y sobre este punto volveremos en el apartado 1.1.2. En lo que resta de este apartado, perfilaremos los m otivos por los que se adopta la propuesta de Chomsky sobre universales lingüísti cos. A unque esta argum entación, como m ostrará la discusión subsi guiente, tiene puntos vulnerables, tanto teóricos com o prácticos, representa una postura coherente en relación con los universales lingüísticos que no puede ignorarse. La descripción generativo-transform ativa de una lengua, o más específicamente de la sintaxis de una lengua (aunque argum en
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tos parecidos pueden trasladarse a una descripción fonológicogenerativa), supone que, además de los niveles relativamente con cretos (próximos a la superficie) de la representación sintáctica, hay también niveles de representación mucho más abstractos y muy ale jados del análisis de la estructura superficial: ellos form an la estruc tura profunda, así como varios niveles intermedios de representa ción entre la estructura profunda y la superficial. A pesar de que el grado exacto de abstracción de la estructura profunda ha sido, y sigue siendo, objeto de controversia, la mayor parte de las. versio nes de la gram ática generativo-transform ativa se caracterizan por la existencia de tales estructuras abstractas. Cuando se tom a en con sideración la existencia de tales representaciones para discutir la for ma en que los niños adquieren su lengua m aterna, surge un proble ma im portante. Si la mejor forma de caracterizar la estructura de una lengua incluye las estructuras abstractas subyacentes, parece justificado suponer, que, al adquirir una lengua, el niño interioriza dichas estructuras abstractas. Esto implica a su vez, que también debe interiorizar las reglas para pasar de las estructuras abstractas a los niveles de análisis más concretos. Continuando la argum enta ción, y desde nuestro conocimiento actual de la capacidad de apren dizaje, se ve que no hay form a de que el niño (que sólo tiene los datos de los adultos que le rodean, cuando emplean la lengua) pue da inducir dichos principios abstractos a partir de esos datos. A de más, se ha argum entado que las reglas necesarias para pasar de la estructura profunda a la superficial están sujetas a cierto número de restricciones muy específicas: nuevamente nos encontramos con que no está claro cómo puede inducir el niño estas restricciones, de naturaleza muy abstracta, a partir de los datos en bruto que el discurso de los adultos le proporciona. Dicho de forma más ge neral, si se considera al niño simplemente como una tabula rasa, sin tener predisposición para analizar los datos de acuerdo con un sistema formal o con cualquier otro, resulta difícil, o imposible, explicar cómo llega el niño a adquirir la primera lengua en un pe ríodo de tiempo relativamente corto. LENGUAJE Y TIPOLOGÍA. — 2
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El problem a de la capacidad de aprendizaje desaparece, si se asume el supuesto básico que subyace en la ob ra transform acional ortodoxa sobre universales lingüísticos. La razón por la que el niño adquiere la prim era lengua sin ningún esfuerzo es que los abstractos principios básicos de la gramática generativo-transform ativa son in natos: están a disposición del niño desde su nacimiento (o, quizás, lo están a partir de un período determ inado después de su naci m iento, como parte del proceso de m aduración, pero, en cualquier caso, program ados con anterioridad al nacimiento), de form a que el niño-no tiene que aprenderlos,, pero puede utilizarlos, deduciendo qué lengua en particular, de las permitidas por la teoría general de la gram ática generativo-transform ativa, se está hablando en su com unidad lingüística: aunque la teoría general (y, en form a equi valente, el conjunto de principios abstractos innatos interiorizados en el niño) permite un número infinito de lenguas posibles, los tipos de lenguas se limitan a aquellos que permiten las restricciones que impone la teoría. Dado que los niños aprenden su prim era lengua tan fácilmente, cabría preguntarse si no puede hacerse u n a afirm ación más rotun da, la de que la lengua en su conjunto es innata. Esto supondría que un niño nacido en una comunidad lingüística dada está ya preprogram ado para conocer la lengua de su com unidad, habiéndola heredado, probablemente, de sus padres. Sin em bargo, una obser vación más detenida muestra que este argum ento no puede ser co rrecto, aunque simplifique el problem a de la capacidad de aprendi zaje. Ello implicaría que un niño sólo podría aprender, o al menos aprendería mucho más rápidamente, la lengua de sus padres, pres cindiendo de la lengua de la comunidad que le rodea. Pero, obser vando a los niños, se ha visto que adquieren, prácticam ente con la misma facilidad, la lengua de cualquier com unidad lingüística en la que crezcan, independientemente de la lengua de sus padres o de sus más remotos ancestros; esto puede verse más claramente en el caso de los niños que son educados por hablantes de una lengua diferente de la de sus padres. P o r lo tanto, la lengua en
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su conjunto no puede ser innata — hay que destacar que esto se ha establecido por observación em pírica y no por especulación teórica— . En el m ejor de los casos, serían innatos ciertos principios comunes a todas las lenguas hum anas, lo que facilitaría la tarea del niño de adquirir una lengua, cualquiera que ésta sea, sin prefe rencia por una u otra. Esto nos lleva al último eslabón del argu mento: como los principios abstractos que se pretende son innatos, son los mismos para todos los niños, con independencia de su en torno étnico, tienen que ser neutrales con respecto a las diferencias entre las lenguas, es decir, tienen que ser universales. De esta forma se puede establecer una ecuación entre los universales lingüísticos y las ideas innatas: los universales lingüísticos serían los principios lingüísticos innatos que facilitan al niño el aprendizaje de la lengua. Establecida esta ecuación, no queda más que un paso para justificar la metodología adoptada por Chom sky en la investigación de los universales lingüísticos. Como los universales en los que se está interesado son principios abstractos, no hay form a alguna de que los análisis de las estructuras superficiales de una amplia variedad de lengüas den datos relevantes. Más bien se investigarían las rela ciones entre los niveles de representación abstractos y los más concretos, & fin de establecer los principios abstractos que restringen la estructura de la lengua (y que son, p o r lo tanto, universales lin güísticos o, en equivalencia, ideas innatas). En principio, se puede argüir que ésto conduciría al estudio detallado de las gramáticas generativo-transform ativas de cierto núm ero de lenguas, pero, dado lo limitado de los recursos dedicados a la investigación lingüística, en la práctica no resulta factible. Si consideramos el alcance de las lenguas sopesando su extensión y su profundidad, la postura aquí expuesta se decanta a favor de la profundidad, prefiriendo el estudio detallado y abstracto de una sola lengua, más que lanzar una red muy extensa, pero sin profundizar. De aquí proceden los principios metodológicos generales esbozados al comienzo de este apartado: la form a más provechosa de estudiar los universales lin güísticos es estudiar una sola lengua en profundidad, desde el pun
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to de vista del análisis abstracto de esa lengua — los universales mismos son de naturaleza abstracta (restricciones abstractas de un sistema que implica niveles abstractos de representación)— ; al igualarse universales lingüísticos e ideas innatas, éstas nos dan una ex plicación obvia de aquéllos, con lo cual, lo que resta es preguntarse si hay explicación para las ideas innatas. En los apartados 1.1.2-3, se considerarán las razones prácticas por las que esta estrategia de investigación de universales lingüísti cos, a pesar de su coherencia interna, adolece de serios defectos, que harán que en este libro se la rechace. Pero, para concluir este apartado, examinaremos algunos puntos débiles de la argum enta ción que ha llevado a este modelo de investigación, que provienen, principalmente, del hecho de que la argum entación es casi to tal mente apriorística, sin apenas datos reales que sustenten la postura que se arguye: el apelar solamente a los hechos, es decir, que los niños aprenden cualquier lengua con parecida facilidad, no sirve más que para establecer un no universal (la lengua específica en su conjunto no puede ser innata). N aturalm ente, en toda ciencia es necesario establecer hipótesis que, en las prim eras etapas, pueden ser apriorísticas, pero después hay que com probarlas, p ara ver has ta qué punto coinciden con el conjunto de datos que hay que expli car. El auténtico problem a que presenta este tipo de argum entación apriorística que se resume en este apartado es que, con las técnicas de que se dispone, no puede someterse a ningún tipo de prueba empírica, es decir, no puede confirm arse eficazmente. Más específi camente, las afirmaciones sobre lo que es inherentem ente fácil o difícil de aprender no se basan en ninguna investigación real sobre la mayor o menor capacidad de aprendizaje, de form a que se puede aceptar sencillamente que algunas cosas se aprenden fácilmente, otras menos y otras tal vez sea imposible aprenderlas. Finalm ente, como se verá más detalladamente en el apartado 1.1.3, cualquier argu mento basado en un análisis abstracto no es más eficaz de lo que lo es el análisis abstracto en sí mismo, y dada la gran variedad de análisis abstractos que compiten en, p o r ejemplo, la sintaxis in
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glesa, debemos limitarnos a confiar en que hay un análisis que, más que otro, es el psicológicamente real (o, al menos, el mejor que, dado el estado de nuestros conocimientos, puede presentarse como el análisis psicológicamente correcto). Así pues, el modelo de investigación esbozado en este apartado se caracteriza por una serie de supuestos discutibles que son cruciales para la argum enta ción, supuestos que en su m ayor parte no pueden verificarse, con lo que la aceptación de este modelo se convierte en cuestión de fe.
1 .1 .2 .
La
base
de
datos.
En este apartado estableceremos algunas de las razones prácti cas por las que el estudio de los universales del lenguaje tiene que operar con datos obtenidos de una am plia variedad de lenguas, y consideraremos algunas de las implicaciones que esto tiene en la investigación sobre universales lingüísticos. A priori, no parece ha ber ninguna razón para suponer que la investigación de los univer sales lingüísticos exija trabajar con lenguas diversas —en el aparta do 1.1.1 esbozamos un modelo coherente que no cumplía este requisito— o no, pudiendo hallarse fácilmente afinidades con otras investigaciones para cualquiera de las dos posturas. Por ejemplo, si se quieren estudiar las propiedades químicas del hierro, es lógico suponer que se utilizará para el análisis una sola muestra de hierro, y que no se analizarán grandes cantidades de piezas de hierro, a menos que se intente obtener una m uestra representativa del hierro en el mundo. Esto refleja nuestro conocimiento (basado, presumi blemente, en la experiencia) de que todas las muestras de una subs tancia dada son homogéneas con respecto a sus propiedades quími cas. Por otra parte, si se quiere estudiar la conducta del ser hum a no sometido a tensión, probablemente no nos limitaremos a anali zar la conducta de un solo individuo, puesto que sabemos por expe riencia que personas distintas se com portan de forma diferente en condiciones de tensión parecidas, es decir, si se quieren obtener ge neralizaciones sobre las tendencias globales de la conducta del ser
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humano sometido a tensión, será necesario trabajar con una mues tra representativa de individuos (aun cuando ei estudio se limite a una sola sociedad, menos aún en un estudio de culturas com para das). Como una de las cosas que pretendemos con el estudio de los universales lingüísticos es encontrar el grado de variación hallado a través de las lenguas y los límites impuestos a dicha variación, sería un error metodológico importante introducir en nuestro pro grama de investigación supuestos apriorísticos sobre el grado de va riación. Además, como veremos en los párrafos siguientes, las in vestigaciones básicas sobre universales lingüísticos evidencian que, en ciertos casos cruciales que han surgido hasta la fecha, los datos procedentes de una amplia variedad de lenguas fueron realmente necesarios para poder dar validez a determinado universal lingüís tico. En primer, lugar, hay ciertos universales lingüísticos que no pue den afirmarse de una lengua individual, especialmente los universa les implicativos. En el apartado 1.2.2 consideraremos con más deta lle los universales implicativos, por el momento basta con destacar que un universal implicativo siempre incluye, por lo menos, dos propiedades lingüísticas, que pueden simbolizarse como p y q, rela cionadas una y otra como una implicación (condición), es decir, «si p, entonces q». Podemos tomar el siguiente ejemplo real: si el orden básico de palabras de una lengua es verbo-sujeto-objeto (VSO), tendrá entonces preposiciones (en vez de posposiciones). En este ejemplo, la propiedad p es «tener como orden básico de pala bras VSO» y q es «tener preposiciones». La combinación de estas dos propiedades puede verse, por ejemplo, en el galés, con una frase como gwelodd y dyn y cwcw, «el hombre vio el cuco», literal mente «vio el hombre el cuco», y una frase preposicional como yn y ty, «en la casa». Sin embargo, hay que señalar que el galés no da ninguna evidencia que permita establecer el universal como implicación: indudablemente, si sólo estuviéramos investigando el galés, podríamos concluir que una lengua tiene que tener el orden
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de palabras VSO y que tiene que tener preposiciones. Pero al inves tigar otras lenguas vemos que esta generalización es falsa. El inglés, por ejemplo, tiene el orden de palabras sujeto-verbo-objeto (SVO) y preposiciones, como en the man saw the woman, «el hombre vio a la mujer», y in the room, «en la habitación». Por el contrario, el japonés tiene como orden básico de palabras sujeto-objeto-verbo (SOV) y posposiciones, como en Hanako ga Taroo o butta, «Hanako golpea a Taroo», literalmente «Hanako s u je t o Taroo o b je t o d i r e c t o golpea», lo que ilustra tanto el orden básico de palabras dentro de la frase, como la existencia de posposiciones (tales como ga marca de sujeto y o marca de objeto directo). La cuarta posibili-*. dad lógica —que una lengua tenga el orden de palabras VSO y posposiciones— queda excluida por el universal implicativo. Si basáramos nuestro estudio sobre una sola lengua, hubiéramos hecho una afirmación más rotunda que el'universal implicativo, co mo señalamos más arriba en relación con los datos del galés. Sólo el considerar los datos procedentes de una amplia variedad de len guas nos permite ver que, de las cuatro combinaciones lógicas —(a) orden VSO y preposiciones, (b) orden VSO y posposiciones, (c) un orden de palabras distinto de VSO y preposiciones, (d) orden de palabras distinto de VSO y posposiciones— una, a saber (b), no aparece nunca. Naturalmente, cada lengua individual debe ser consecuente con un universal implicativo, de lo contrario sería un contraejemplo, pero ninguna lengua individual proporciona el tipo de evidencia que se necesita para justificar la postulación de un universal implicativo. (La única excepción a esto sería cuando en una lengua individual dada haya más de una construcción en un área determinada, en cuyo caso sería posible establecer una impli cación de acuerdo con los datos de las dos construcciones dentro de la misma lengua; en el artículo 7 se da un ejemplo de esta posibi lidad para oraciones relativas.) Además de estos ejemplos en que son absolutamente necesarios datos procedentes de distintas lenguas, incluso apriorísticamente, — para establecer universales lingüísticos, hay otros ejemplos en los yjsnx
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que el no haber considerado diversas lenguas ha llevado a postular supuestos universales lingüísticos, que se desmoronan tan pronto como se confrontan con datos procedentes de otras lenguas. Como ejemplo, tomaremos un caso procedente de la variante más reciente de la gramática generativo-transformativa, la teoría estándar am pliada. Se sostiene en ella que, si consideramos X como símbolo 'de distintos tipos de sintagmas (sintagmas nominales, verbales, ad jetivales), hay entonces una_regla de expansión general (es decir, independiente de la lengua) X — Spec* X, o sea, que un sintagma X (sintagma cuyo núcleo constituyente es X, de m anera que el sin tagma nominal sería N) constaría de los constituyentes inmediatos Especificador-de-X y X. En los distintos tipos de sintagmas reales, si X es un nombre, entonces Espec* sería, por ejemplo, un artículo (determinante); si X es un verbo, entonces Espec* sería un auxiliar. El esquema independiente de la lengua, dado anteriormente para la expansión de X, no dice nada sobre el orden relativo del Espec* ni de X, pues éste es un parámetro en el que las lenguas individua les pueden inferir. Sin embargo, este esquema afirm a algo sobre el orden relativo del Espec*. y de X a través de los tipos de frases que hay en una lengua dada. Si se interpreta como un absoluto, un universal sin excepciones (ver apartado 1.2.3), se afirm a que en una lengua dada, en todo tipo de sintagmas, ei Especificador o bien va delante o va detrás, es decir, que o los determinantes preceden a los nombres y los auxiliares a los' verbos, o los determi nantes van detrás de los nombres y los auxiliares siguen a los ver bos. Si se interpreta como una tendencia, se dice que las. lenguas tienden a acatar esta generalización, aunque queda abierta la posibilidad de que una lengua individual incumpla el universal. < se suele indicar que tal o cual esquema puede ser una tendencia, diXtMu en vez de presentarlo como un universal absoluto. Sin embargo, incluso esta afirmación queda invalidada como intento de caracteri (YYUXdlóSW zar la variación interlingüística. El número de lenguas en las que los determinantes siguen a los nombres y los auxiliares a los verbos •¡^ Jly ríS A es reducido, mientras que hay muchas lenguas —incluyendo la ma o o lm °< ryoría de las lenguas que pertenecen al extendido tipo SOV (ver Ca pítulo 4)— que tienen determinantes que preceden al nombre, pero auxiliares que siguen al verbo, como en japonés kono hon, «este libro»; aisite iru, «ama», literalmente «amando está». En otras pa labras, de acuerdo con la distribución real de las clases de orden de palabras en estos dos parámetros (determinante relativo al nom bre, auxiliar relativo al verbo principal), lo que afirma el esquema es incorrecto, incluso considerándolo una tendencia. Hay que señalar que el fallo que hemos visto en esta propuesta de universales lingüísticos basados en una sola lengua, no está sim plemente en que un supuesto universal dado resulte ser falso. Esto es casi inevitable, sea cual sea la base de datos que se adopte al investigar universales lingüísticos, puesto que algunos tipos de len guas atestiguadas son muy raros,, y puede que no deban incluirse en una "muestra am plia de lenguas del mundo: v.g., las consonantes con clic sólo existen como fonemas regulares en las lenguas joisan, y en sus vecinas las lenguas bantúes del sur de África; muy pocas lenguas, tal vez solamente las de la cuenca del Amazonas, tienen como orden básico de palabras el de objeto-verbo-sujeto (OVS). La cosa está en que, una vez formulado por los seguidores de la teoría estándar ampliada el supuesto universal en relación con el orden de Espe* y X , no intentaron establecer, considerando otras lenguas en las que el orden de palabras tenga posibilidades distin tas, si su generalización podía ser válida interlingüísticamente. Pero
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aún más inquietante es que, ai intentar atraer sobre estos datos la atención de los partidarios de los universales postulados a partir de una sola lengua, se tropieza con una falta total de interés, sin |que haya intentos de plantear las implicaciones que los nuevos da n t o s pueden tener en el conjunto de la teoría. Aunque, en principio, la propuesta de la lengua única siempre deja abierta la posibilidad de que otros lingüistas verifiquen los universales formulados basán dose en el inglés, comprobándolos en otras lenguas, en la práctica es muy raro que esta retroalimentación produzca algún im pacto. Como punto final, en relación con el uso de una lengua o una amplia variedad de lenguas como base para trabajar en universales lingüísticos, hemos de señalar que dentro de la gramática generativotransform ativa, e incluso en los mismos trabajos de Chomsky, hay gran diferencia entre los trabajos de sintaxis y los de fonología: mientras que en la primera se ha trabajado casi exclusivamente so mbre el inglés, ei desarrollo de la fonología generativa ha reconocido siempre la importancia de los datos procedentes de otras lenguas. Como ejemplo de esto, podemos destacar que en la obra de Chomsky Aspectos de la teoría de la sintaxis, aunque se trata de una obra más de teoría que de análisis específico del inglés, se utilizan casi exclusivamente ejemplos obtenidos del inglés; mientras que en la obra de Chomsky y Halle The sound pattern o f English, en la cual el título se refiere explícitamente ai inglés, se incluyen referencias a otras cien lenguas, algunas de las cuales han sido fundamentales para resolver cuestiones fonológicas teóricas de alcance general. No parece que los defensores de la propuesta de universales lingüísticos basados en una sola lengua hayan discutido estas discrepancias. Considerando las deficiencias teóricas y prácticas que ocasiona el trabajar en universales lingüísticos partiendo de una sola lengua, podría pensarse que el ideal sería basar el estudio de los universales lingüísticos en investigaciones simultáneas de todas las lenguas del mundo. Pero hay dos razones obvias por las que esto es imposible. En primer lugar, sabemos que hay muchas lenguas que han desapa recido sin que haya quedado rastro de ellas, o que lo que se ha
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conservado de ellas no tiene valor para nuestra empresa; además, las lenguas existentes cambian, y en el futuro surgirán muchas len guas nuevas, y no podemos disponer ni de unas ni de otras, con lo que un gran número de las lenguas humanas efectivas (a las que se define como lenguas que se hablaron, se hablan o se hablarán) escapa a la investigación. En segundo lugar, se estima que el núme ro de lenguas que hoy en día se hablan en el mundo es tan grande que, si tuviéramos que esperar a investigar cada una de ellas antes de aventurarnos a estudiar los universales, probablemente nunca lo haríamos, pues el cálculo sobre las lenguas existentes, aunque varía mucho, se sitúa alrededor de las 4.000. ( universal lingüístico dado facilita la recuperación del contenido se mántico a partir de la estructura sintáctica, mientras que la viola ción del universal la dificultaría. El ejemplo que se discute aquí está relacionado con la discusión, más detallada, de las oraciones relativas del Capítulo 7. En dicho capítulo, una de las principales afirmaciones es. que hay determinadas posiciones en la oración que son, interlingüísticamente, más difíciles de reladvizar que otras. De esta form a, resulta que los genitivos son más difíciles de relativizar (v.g. el hombre cuyo hijo huyó) que los sujetos (el hombre que huyó), algunas lenguas forman rápidamente construcciones del últi mo tipo, pero no del primero; los constituyentes de las oraciones incrustadas resultan igualmente más difíciles de relativizar que los de las oraciones principales (el hombre que huyó es un tipo de cons trucción más común interiingüísticamente que el hombre que yo pienso que huyo). Hay lenguas que distinguen dos construcciones para form ar oraciones relativas: una, en la que se deja un pronom bre en la posición relativizada —como si se dijera en español el hom bre que yo vi a él en vez de el hombre que vi; la otra, sin dejar ningún pronom bre—. La distribución de estas dos construc ciones está constreñida por el siguiente universal: la retención del pronombre se produce en posiciones más difíciles de relativizar, mien tras que en las posiciones más fáciles de relativizar no se retiene el pronom bre. Incluso en inglés, aunque quizás no sea un uso es tándar, en determinadas posiciones de las oraciones subordinadas, se retienen pronombres que no pueden relativizarse directamente, the road that I know where it leads, «la carretera que sé adonde lleva» (cf. la agramatical *the road that I know where'leads). La construcción que evita el pronombre proporciona un acceso más
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directo a la información semántica contenida en la oración: al ela borar the man that I saw him, «el hombre al que yo vi», está claro que him, «a él», se refiere al objeto de la oración relativa, ya que ésta es precisamente la configuración ( / saw him, «le vi») que se encuentra en las oraciones simples. Sin embargo, cuando no hay pronombres, el proceso es más elaborado, pues en the man that I saw, «el hombre que vi», es necesario interpretar the man, «el hombre», como objeto de saw, «vi». La generalización es, por lo tanto, funcional: en las posiciones en que, por distintas razones (facilidad de form ar oraciones relativas), la elaboración semántica fuera más difícil, se utiliza la estructura sintáctica que sea más ex plícita y proporcione acceso directo al contenido semántico. Naturalmente, este tipo de explicación funcional podría aplicar se a cualquier sistema de comunicación, sin restringirlo al que utili zan los seres humanos. Sin embargo, al considerar las explicaciones pragmáticas, hay ciertos casos en que parece haber una correlación más evidente entre las propiedades de la estructura lingüística y las del uso lingüístico en las comunidades humanas. Un universal de esta clase es la existencia en las lenguas humanas de un sistema deíctico para referirse al hablante y al oyente, es decir, la existencia de los pronombres de primera y segunda persona (opuestos a los sintagmas nominales de tercera persona, e incluyendo ios pronom bres de tercera persona, cuando existen). Se puede construir fácil mente una lengua artificial que carezca de sistema deíctico, en la que la gente se viera obligada a referirse a sí mismo y a sus interlo cutores por sus nombres propios o por otras paráfrasis. Pero es evidente que tal lengua sería muy distinta de cualquier lengua hu mana conocida, por lo que no puede considerarse casual que la presencia de un sistema deíctico de referencia personal se correla cione tan estrechamente con el uso básico de la lengua humana como acción recíproca, cara a cara.
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1.4.
R ESUM EN
En este capítulo hemos contrastado, y ejemplificado, dos opi niones radicalmente distintas sobre la investigación de universales lingüísticos y sobre los universales lingüísticos. Una, defendida por Chomsky, arguye que la mejor forma de estudiar los universales lingüísticos es mediante el estudio abstracto y pormenorizado de una lengua individual, y considerar que la explicación fundamental de los universales lingüísticos es que son propiedades innatas del ser humano.^ La otra, sustentada por Greenberg, y también en este libro, afirm a que la investigación sobre universales lingüísticos re quiere como base de datos una amplia variedad de lenguas, consi dera que se pueden establecer algunos universales lingüísticos según niveles concretos de análisis, y mantiene una actitud abierta sobre — posibles explicaciones de los universales lingüísticos, considerando sobre todo los factores psicológicos y funcionales (incluyendo los pragmáticos). Nos hemos concentrado, sobre todo, en las diferencias entre am bas posturas, pero esto no debe hacer pensar que exista un abismo insalvable entre ambas propuestas. Chomsky no ha dicho nunca que no se pueda llegar a los universales lingüísticos estudiando va rias lenguas, o que los universales no puedan tener explicaciones funcionales. Por el contrario, en este libro se reconoce que parece que hay algunos universales formales, y no se excluye el innatismo como posible explicación para algunos universales lingüísticos. Pe ro es evidente que no se hace hincapié en lo mismo, ya que los dos bandos mantienen opiniones muy diferentes sobre la forma más razonable, dada la escasez de recursos, de hacer más progresos en los universales lingüísticos. En este capítulo y a lo largo del libro con más detalle, quedará claro que, además de trabajar en estudios pormenorizados.de lenguas individuales, la investigación sobre uni-
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versales lingüísticos requiere, fundamentalmente, trabajar sobre datos procedentes de una amplia variedad de lenguas, para que generalizaciones de vital importancia no resulten equivocadas.
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Hay pocos libros generales que traten específicamente de univer sales lingüísticos, sobre todo desde el punto de vista de la propuesta de Greenberg. Por el contrario, en muchos libros de lingüística ge neral, o que tratan de teorías lingüísticas específicas, aparecen, ine vitablemente, algunas de las ideas de este autor sobre universales lingüísticos. Greenberg (1966a) se refiere, como indica el título, a los problemas específicos sobre m arcación, más que a una estima ción general de !a investigación sobre universales lingüísticos. Entre las colecciones de artículos, el lugar de honor corresponde a Greenberg (1966c): la Introduction and M emorandum, Hockett (1966) y, sobre todo, el ensayo fundam ental de Greenberg (1966b), pueden considerarse como los iniciadores del interés actual en los universales lingüísticos a partir de una am plia variedad de lenguas. El «Stanford Language Universals Research Project» publicó, mien tras funcionó, Working Papers on Language Universals (1969-76), resultado de este proyecto fue el conjunto de cuatro volúmenes de Greenberg et al. (1978). El proyecto de universales de la Universi dad de Colonia dio lugar también a varios documentos de trabajo: A ku p (Arbeiten des Kölner Universalien-Projekts). En cuanto a las teorías de Chomsky sobre universales lingüísti cos, hay que hacer referencia a Chomsky (1965), Capítulo 1; hay también una referencia negativa a los «universales estadísticos» de Greenberg, en la página 118. En Chomsky y Hampshire (1968) hay una clara exposición de muchos puntos clave.
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En el apartado 1.1.2, la analogía con el hierro está tom ada de Sampson (1975, 114-16), aunque Sampson no tiene en cuenta que otras analogías hubieran funcionado igualmente bien en la direc ción contraria. El universal que dice que las lenguas VSO tienen preposiciones, es el número 3 de la lista de Greenberg (1966b, 110). He seleccionado este ejemplo para este capítulo porque es muy di recto, aunque en otros capítulos se citan ejemplos de universales implicativos absolutos más importantes. Este ejemplo no está libre de controversia, ya que Smith (1980, 155) da el papago como len gua VSO con posposiciones; sin embargo, la referencia al ensayo gramatical de Saxton y Saxton (1969) sugiere que hay preposiciones y posposiciones, v.g. wui g Chuk-shon o Chuk-shon wui, «a Tucson» (páginas 130-1) —en el primer caso, g es un pronom bre átono utilizado frecuentemente con sintagmas nominales de tercera perso na, como en bei a( g Pancho g wisilo, «Pancho consiguió el terne ro» (página 118). La crítica al universal del orden del auxiliar y el determinante expresada como X, la discute McCawley (1978, 214). Para una propuesta algo distinta, que justifique la necesidad de utilizar una amplia base de datos en la investigación de universales lingüísticos, ver Comrie (1978d). Mi discusión sobre la base de da tos en fonología generativa se refiere a Chomsky y Halle (1968). Como intento de tender un puente entre la necesidad de descripcio nes coherentes de lenguas individuales y la de tener datos proceden tes de una amplia variedad de lenguas, véase el marco de descrip ción lingüística propuesto por Comrie y Smith (1977); la serie de Lingua Descriptive Stüdies, form ada por descripciones de lenguas individuales de acuerdo con este marco, comenzó a publicarse con Derbyshire (1979). La discusión de Bell sobre muestreo está en Bell (1978). P ara un estudio general de la clasificación genética de las lenguas, véase Voegelin y Voegelin (1977). En el apartado 1.1.3, la discusión sobre la pasiva im personal repasa algunos de los puntos aparecidos en Comrie (1977a). Perlmutter (1978) arguye que, junto con otros principios de la gram áti
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ca relacional, la ley de la suspension motivada (Motivated Chôma ge Law) y la ley final 1 (Final 1 Law) hacen predicciones empíricas en relación con la pasiva impersonal, pero Wachtel (1979) demues tra que ninguna de las predicciones depende fundamentalmente de estas dos leyes. En el apartado 1.2 la distinción entre universales formales y sus tantivos sigue a Chomsky (1965, 27-30); para los rasgos pertinentes de Jakobson, véase Jakobson et al. (1963). La sugerencia de que podría haber un conjunto de transformaciones como universales sus tantivos, la hizo Bach (1965); aplicada a la pasiva, la idea fue desa rrollada posteriormente, dentro del marco de la gramática relacio nal, por Johnson (1974). La distinción de implicativos y no implicativos, absolutos y tendencias, sigue (aparte de algunos términos) al Memorándum de Greenberg (1966c, xix-xxi). Mi información so bre el mbabaram dog, «perro», procede de R. M. W. Dixon (Australian National University, Camberra), quien señala que esta for ma es una evolución regular a partir de *gudaga (que se encuentra en otras lenguas australianas), y no un préstamo del inglés. La de tallada descripción del hixkaryana se debe a Derbyshire (1979). La información de que algunas lenguas salishan pierden las consonan tes nasales procede de Hockett (1955, 119). Para el orden de pala bras en malgache, véase sobre todo Keenan (1976a), que demuestra también lo inadecuado de argumentar que el supuesto sujeto en malgache es algo distinto de un .sujeto. Sobre la afirmación de que el orden OVS en hixkaryana puede ser un innovación, véase Derb yshire y Pullum (1981) y las referencias aquí citadas. Los ejemplos del servocroata se basan en datos de Browne (1974). La afirmación de que la redundancia de las lenguas naturales está alrededor del 40 por ciento la hizo, específicamente para la fonología, Hockett (1966, 24). En el apartado 1.3, debería hacerse referencia a Timberlake (1977, 160-5) para la discusión sobre la relación entre los rasgos sobresa lientes y los parámetros lingüísticos. La explicación funcional para la retención del pronombre en las oraciones relativas la dio Keenan
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(1975, 406-10). La discusión de la formación de oraciones de relati vo en irlandés, en McCloskey (1978) proporciona un excelente ejem plo de cómo pueden influirse mutuamente la investigación tipológi ca (en especial los universales sobre retención del pronombre en las oraciones relativas) y la descripción específica de una lengua. Para la discusión sobre cómo podría ser una lengua sin pronombres de primera y segunda persona, véase Lyons (1977, 640-6); el japo nés se aproxima a una lengua de este tipo, en la cual, en el discurso normal, se elimina la señalación de la primera y segunda persona, que deben inferirse de los indicadores de deferencia o cortesía, en vez de estar expresados explícitamente, aunque, sincrónicamente, el japonés tiene sintagmas nominales con referencia específica a la primera y segunda persona.
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TIPOLOGÍA DE LAS LENGUAS
2 .1 .
T IP O L O G ÍA Y U N IV E R S A L E S
A primera vista, el estudio de los universales lingüísticos y el de la tipología de las lenguas parecen oponerse, estar en conflicto uno con otro: la investigación sobre universales lingüísticos trata de encontrar aquellas propiedades que son comunes a todas las len guas, mientras que para establecer una tipología entre las lenguas, es decir, para encuadrarlas en diferentes tipos, es necesario que ha ya diferencias entre las mismas. El contraste puede resumirse como el que existe entre el estudio de las similitudes y el de las diferencias interlingüísticas. En la práctica, los dos estudios actúan en paralelo: los lingüistas interesados en los universales lingüísticos que trabajan sobre una amplia variedad de lenguas, están interesados también en la tipología, y muy a menudo resulta difícil clasificar parte de un trabajo determinado en esta área considerándolo como específi camente de universales lingüísticos, como opuesto a la tipología de lenguas, o viceversa: a veces los libros y artículos cuyos títulos in cluyen tipología o universales resultan arbitrarios, arbitrariedad que a veces puede eliminarse, como el título de este libro, incluyendo ambos términos.
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(1975, 406-10). La discusión de la formación de oraciones de relati vo en irlandés, en McCloskey (1978) proporciona un excelente ejem plo de cómo pueden influirse mutuamente la investigación tipológi ca (en especial los universales sobre retención del pronombre en las oraciones relativas) y la descripción específica de una lengua. Para la discusión sobre cómo podría ser una lengua sin pronombres de primera y segunda persona, véase Lyons (1977, 640-6); el japo nés se aproxima a una lengua de este tipo, en la cual, en el discurso normal, se elimina la señalación de la primera y segunda persona, que deben inferirse de los indicadores de deferencia o cortesía, en vez de estar expresados explícitamente, aunque, sincrónicamente, el japonés tiene sintagmas nominales con referencia específica a la primera y segunda persona.
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TIPOLOGÍA DE LAS LENGUAS
2.1.
T IP O L O G ÍA Y U N IV E R S A L E S
A primera vista, el estudio de los universales lingüísticos y el de la tipología de las lenguas parecen oponerse, estar en conflicto uno con otro: la investigación sobre universales lingüísticos trata de encontrar aquellas propiedades que son comunes a todas las len guas, mientras que para establecer una tipología entre las lenguas, es decir, para encuadrarlas en diferentes tipos, es necesario que ha ya diferencias entre las mismas. El contraste puede resumirse como eí que existe entre el estudio de las similitudes y el de las diferencias interlingüísticas. En la práctica, los dos estudios actúan en paralelo: los lingüistas interesados en los universales lingüísticos que trabajan sobre una amplia variedad de lenguas, están interesados también en la tipología, y muy a menudo resulta difícil clasificar parte de un trabajo determinado en esta área considerándolo como específi camente de universales lingüísticos, como opuesto a la tipología de lenguas, o viceversa: a veces los libros y artículos cuyos títulos in cluyen tipología o universales resultan arbitrarios, arbitrariedad que a veces puede eliminarse, como el título de este libro, incluyendo ambos términos.
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La discusión del capítulo precedente nos permite reconocer que no hay, de hecho, tal conflicto entre la investigación de universales y la de tipologías, y que más bien se trata de facetas diferentes dentro de una única tarea investigadora. En este apartado, lo de mostraremos de forma más completa. En el Capítulo 1 argumentá bamos que una teoría de universales lingüísticos tenía que hacer una triple división entre las propiedades lógicamente posibles de una lengua humana; qué propiedades son imposibles en una lengua humana y, de forma secundaria, qué propiedades son posibles acci dentalmente, pero no necesarias. (Naturalmente, esta rígida división en tres clases ha de suavizarse para tener en cuenta, tanto las ten dencias, como los universales absolutos.) De esta forma, podemos decir que, ante todo, el estudio de los universales lingüísticos trata de establecer límites sobre la variación dentro del lenguaje humano. El estudio de esta variación atañe directamente a la tipología, con lo que queda más claro por qué los dos estudios van tan juntos, ya que a ambos les concierne la variación a través de las lenguas, con la única diferencia de que la investigación sobre universales lingüísticos está relacionada, fundamentalmente, con los límites so bre dicha variación, en tanto que la investigación tipológica está más directamente relacionada con la posible variación. No obstan te, ni conceptual ni metodológicamente es posible aislar un estudio del otro. Desde el punto de vista de la metodología, esto pone más clara mente de manifiesto la interacción entre la tipología de las lenguas y los universales implicativos, sean absolutos o tendencias. Al reali zar una tipología de lenguas de acuerdo con algún parámetro, se establece cierto número de tipos lógicamente posibles, asignándose cada lengua de la muestra a uno u otro de estos tipos. Si todas las posibilidades lógicas tienen representantes reales, no hay una desviación marcada entre los distintos tipos, por lo que este resulta do, aunque quizás de interés tipológico, no lo es desde el punto de vista de los universales: demuestra que no hay restricciones en cuanto a variación de la lengua con respecto al parámetro elegido.
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Por el contrario, donde hay posibilidades lógicas que no están re presentadas, o su representación tiene importancia estadística por el número, alto o bajo, de representantes, el resultado tipológico tiene importancia para la determinación de universales lingüísticos. Podemos ilustrar todo esto volviendo a uno de los ejemplos que discutimos en el Capítulo 1, el universal de Greenberg de que las lenguas con orden básico de palabras VSO tienen preposiciones. Como se vio en el apartado 1.2.2, hay cuatro posibilidades lógicas: VSO y preposiciones; VSO sin preposiciones; no VSO con preposi ciones; no VSO sin preposiciones. Cuando asignamos lenguas a es tos cuatro posibles tipos lógicos, nos encontramos con que hay mu chas lenguas que encajan en la primera, tercera y cuarta categorías, pero ninguna en la segunda. De esta forma, lo que originalmente era una tarea tipológica, es decir, la clasificación cruzada de len guas, de acuerdo con el orden básico de palabras (VSO contra no VSO) y la presencia / ausencia de preposiciones, nos lleva a estable cer un universal lingüístico. Los universales implicativos son un caso muy evidente de la in teracción entre los universales y la tipología, dada la interpretación del universal como un conjunto de cuatro posibilidades lógicas, de las cuales solamente tres están representadas. Sin embargo, cual quier parámetro tipológico puede, en principio, ser importante para la investigación de universales lingüísticos, si resulta que alguna de las posibilidades lógicas no está representada, o tiene un nivel de representación estadística significativamente bajo. De nuevo utiliza remos un universal de Greenberg para ejemplificar esto; esta vez será la tendencia en el orden de palabras, mencionada en el aparta do 1.2.3, es decir, que en el orden básico de palabras el sujeto tiende a preceder al objeto. Si, como Greenberg, trabajamos de acuerdo con los tres constituyentes oracionales S, O y V, hay seis posibilidades lógicas de disponerlos linealmente: (a) SOV, (b) SVO, (c) VSO, (d) VOS, (e) OVS, (f) OSV. Los tipos (a)-(c) se ajustan al universal establecido, y no hay duda de que la inmensa mayoría de las lenguas pertenecen a uno u otro de estos tres tipos (por lo
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menos hasta el grado en que tienen orden básico de palabras —véase Capítulo 4—). El tipo (d) tiene muy pocos representantes, el (e) tiene aún menos y más restringidos geográficamente y aún estamos esperando una descripción detallada de cualquier lengua que tenga como orden básico de palabras OSV, aunque hay indi cios de que algunas lenguas de la región del Amazonas tienen este orden básico de palabras. De esta forma, al hacer una tipología de lenguas de acuerdo con seis posibles permutaciones lógicas de S, O y V, llegamos a reconocer la tendencia universal a que los sujetos precedan a los objetos, en orden de palabras no marcado. Un ejemplo, aún más claro, de cómo la tipología conduce al establecimiento de un universal, sería el universal mencionado en el apartado 1.2.2, de que todas las lenguas tienen vocales. Si esta bleciéramos una tipología entre lenguas que tienen vocales y len guas que no las tienen, todas las lenguas quedarían en la primera clase. Tipológicamente el resultado es, quizás, trivial (todas las len guas pertenecen a un solo tipo), pero desde el punto de vista de los universales resulta una generalización empírica válida, lo que demuestra una vez más la complementariedad, que no antagonis mo, entre tipología y universales. Universales y tipología van de la mano en otro sentido. Para establecer la tipología de las lenguas, es necesario determinar los parámetros de acuerdo con los cuales se hace dicha tipología. Aho ra bien, la selección de un parámetro cualquiera como parámetro válido para la comparación tipológica interlingüística, supone que dicho parámetro es válido para el análisis de cualquier lengua. De esta forma, cualquier avance en la tipología de las lenguas, implica realizar determinadas suposiciones sobre universales_ lingüísticos. NuevamemFTJfiTizáremos para ejemplificar todo esto un trabajo origi nal de Greenberg sobre universales de orden de palabras, sobre to do el orden básico de S, V y O dentro de la oración. Para estable cer una tipología de acuerdo con el orden básico de las palabras de una lengua, se establecen los siguientes presupuestos: a) todas las lenguas tienen un orden básico de palabras; b) en la estructura
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sintáctica de una oración de una lengua cualquiera, las categorías de sujeto, objeto y verbo son relevantes. Ninguno de estos presu puestos es necesario lógicamente y, como veremos detenidamente en el Capítulo 4, hay buenas razones para suponer que ninguna de ellas es, de hecho, un universal lingüístico absoluto. Así, parece haber algunas lenguas que no tienen un orden básico de palabras o, al menos, no lo tienen definido en términos de S, O y V (las llamadas lenguas de orden de palabras libre). Parece que hay len guas donde, o bien no existe la categoría de sujeto, o bien las dis tintas propiedades del sujeto se distribuyen en más de un sintagma nominal (ver Capítulo 5), de forma que en ningún caso es posible señalar inequívocamente un sintagma nominal como sujeto de la oración y, por lo tanto, no es posible determinar el orden lineal del sujeto con otros constituyentes. Es importante darse cuenta de que las advertencias del párrafo anterior no invalidan las clases de universales de orden de palabras de que habla Greenberg, aunque restringen un tanto su ámbito. Lo que se necesita es establecer más tipos de lenguas, pongamos que estableciendo una dicotomía tipológica inicial, entre las lenguas que tienen un orden básico de palabras determinables de acuerdo con el S, O y V, y las lenguas que no lo tienen. El primero de estos tipos se dividirá en seis subtipos lógicamente posibles, pudiendo proceder como antes, salvo que nuestros seis tipos cubran ahora tan sólo un subconjunto de las lenguas del mundo, es decir, el uni versal tiene una aplicación más restringida. De hecho, esta clase de procedimiento está muy extendido en el estudio de tipologías o universales. Por ejemplo, si uno quiere estudiar las propiedades tipológicas de las lenguas tonales, quizá lleguemos a universales de tono, entonces, el hecho de que muchas lenguas sean no tonales significa, simplemente, que dichas lenguas son irrelevantes para el estudio que se tiene entre manos, pero no invalida con ello el estudio interno y la tipologización de las lenguas tonales. Igualmen te, al estudiar la tipología de los sistemas de casos, o de las cons trucciones pasivas, las lenguas que no tengan ni uno ni otras
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serán irrelevantes para este trabajo, pero no supondrán contraejem plos. En esta discusión queda implícita otra forma de interrelacionarse tipología y universales, la posibilidad de llegar a universales sig nificativos está muy ligada a los parámetros tipológicos que se utili cen, implícita o explícitamente, para describir la variación entre las lenguas de la muestra. Un ejemplo muy claro nos lo dará la historia dlTla mvestigacionTobre sistemas de colores en las diversas lenguas. En términos muy generales, la percepción del color implica tres pa rámetros: el tono (en relación con la longitud de onda), el brillo y el grado de saturación, de los cuales, los dos primeros son los más importantes para nuestro propósito. El estudio tradicional de los nombres de los colores en las distintas lenguas ha hecho hinca pié en que los nombres de los colores cubren, en las distintas len guas, gamas diferentes, debido al hecho de que las diferentes len guas tienen distintos nombres para los colores y a que los límites para aplicar un nombre de color u otro varían también. Así, en hanunoo, lengua filipina, hay cuatro nombres básicos de colores: (majlagti? cubre el inglés white, «blanco», pero también otros to nos claros, independientemente del color al cual serían asignados en inglés; igualmente, (ma)biru cubre black, «negro», pero también los tonos oscuros de otros colores; (majrara7 cubre aproximada mente la gama del inglés red, «rojo», orange, «naranja», y maroon, «rojo oscuro»; mientras (ma)latuy cubre aproximadamente la gama del inglés yellow, «amarillo», y los tonos más claros de green, «verde», y brown, «marrón». Al mirar los límites de los nombres de colores que están juntos en la carta de colores, todo lo que puede decirse es que el inglés y el hanunoo son totalmente distintos: el hanunoo no tiene nada que corresponda al límite entre el inglés yellow, «amarillo», y green, «verde», y, a la inversa, el inglés no tiene una frontera clara donde el hanunoo distingue entre (ma)biru y (majrara9. En retrospectiva podemos, quizás, reconocer que esta forma de clasificar sistemas de colores no es muy conveniente, ya que, inclu
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so en una sola lengua, pongamos el inglés, hay veces en que los hablantes nativos no se ponen de acuerdo unos con otros, o con ellos mismos en ocasiones distintas, en cuanto a los límites exactos entre colores adyacentes, aunque es más probable que se pongan de acuerdo sobre los nombres de los colores básicos, que sobre los nombres de los tonos de una gama determinada. Sin embargo, la crítica a la visión tradicional, de relativismo cultural, de los nom bres de colores, no proviene de escrúpulos apriorísticos de este tipo, sino de la investigación tipológica de Berlín y Kay sobre el sistema de colores de una amplia variedad de lenguas (más de cien en la publicación inicial). En vez de preguntar sobre los límites entre los distintos nombres de colores de una lengua, Berlin y Kay preguntan sobre el foco de un nombre de color, es decir, el color que el ha blante nativo considera que es el referente más típico de dicho nom bre de color. Berlin y Kay vieron que de las respuestas a esta pre gunta surgía un modelo claro. Primeramente, incluso cuando los límites entre nombres de colores son muy diferentes según las len guas, hay acuerdo en cuanto a los focos: así, el foco del hanunoo (ma)lagti? es el mismo que el del inglés white, «blanco»; los focos son los mismos para (ma)biru y black, «negro»; los mismos para (ma)rara‘? y red, «rojo»; los mismos para (ma)latuy y green, «ver de». Además, si se observa el número y ubicación de los focos de una serie de lenguas, se ve cómo se establece una jerarquía, o serie de universales implicativos: todas las lenguas tienen focos para «blan co» y «negro». Si una lengua tiene tres nombres básicos de color, el tercero tiene como foco «rojo»; si tiene cinco nombres básicos de color, se añaden a la lista los focos de «verde» y «amarillo» (aunque si hay cuatro nombres, el cuarto puede ser «verde» o «ama rillo», sin que haya preferencia establecida entre ambos); un siste ma con seis colores añade «azul»; el de siete añade «marrón». Podemos resumirlo en el siguiente diagrama: blanco
verde > rojo >
negro
> azul > m arrón. am arillo
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Al establecer esta jerarquía, surge una serie de universales implicativos: si una lengua tiene un nombre de color con foco «azul», necesariamente tiene nombres de color con focos «blanco», «ne gro», «rojo», «verde», «amarillo». Dicho de forma más general: si una lengua tiene un nombre de color con foco x, entonces tiene también un nombre de color para cada foco a la izquierda de x en el diagrama. Lo más ilustrativo del ejemplo anterior es que, cambiando lige ramente las preguntas planteadas, es decir, cambiando la base de la comparación tipológica, ha sido posible dar con un universal, cuando se había asumido previamente que todo lo que podía hacer se era establecer una tipología entre todos los tipos lógicamente posibles. En realidad, el trabajo de Berlín y Kay tiene implicaciones de mayor alcance para la investigación sobre universales lingüísticos y tipología e, incluso, para la lingüística descriptiva, algunas de las cuales aparecerán en capítulos posteriores. Por ejemplo, hay prue bas de que la jerarquía de focos que hemos establecido puede corre lacionarse con la percepción del color, lo que proporciona un ejem plo de explicación psicológica de un universal lingüístico (cf. apar tado 1.3.2). Por otra parte, indica que, al menos, jilgunas de las categorizaciones humanas no suponen que haya límites tajantes en tre conceptos contiguos, como se sostiene en muchos trabajos sobre estructura semántica, sino que se establecen según focos bien defi nidos con límites imprecisos, es decir, más bien de acuerdo con prototipos que con condiciones necesarias y suficientes.
2 .2 .
P A R Á M E T R O S T IP O L Ó G IC O S
En principio, se puede escoger cualquier parámetro lingüística mente importante, de acuerdo con el cual establecer la tipología de lenguas. Pero si se hace la distinción entre universales lingüísti cos y tipología de lenguas, la serie de parámetros relevantes queda
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restringida a aquellos parámetros, de acuerdo con los cuales las lenguas varían de hecho. De esta forma, una vez que se establece que todas las lenguas tienen vocales, el parámetro presencia / ausen cia de vocales no tiene mayor interés para estudiar la variación en las lenguas, y esta generalización se queda exclusivamente en el ám bito de los universales lingüísticos. Evidentemente, algunos parámetros tipológicos resultan ser más significativos, más interesantes que otros. En el apartado 2.1 ejem plificábamos esto en relación con los nombres de colores: de los dos parámetros tipológicos a que se recurre en la discusión,' la clari ficación de los nombres de color de acuerdo con sus límites, no aporta prácticamente nada a la variación interlingüística, ya que la serie de posibilidades lógicas y la de sistemas atestiguados son más o menos la misma; en cambio, la clasificación de los sistemas de colores de acuerdo con el foco de los nombres de los colores, resultó ser de gran importancia para la tipologización de los siste mas de colores y para los universales lingüísticos, ya que, dado el universal implicado en la jerarquía de los focos, puede simplifi carse la tarea de tipologización en general, especificando el punto en que dicha jerarquía queda detenida en la lengua de que se trate. Este ejemplo nos enseña también que no hay forma de conocer, a priori, qué parámetro o conjunto de parámetros resultará ser sig nificativo en la investigación de tipología y universales, y que la selección de parámetros va de la mano con el estudio tipológico en su conjunto. Como resultado de los estudios tipológicos realiza dos hasta la fecha, tenemos cierta idea de qué parámetros pueden ser más significativos; en los capítulos siguientes ejemplificaremos y discutiremos algunos de ellos. No obstante, aún hay muchos pa rámetros significativos cuya importancia no ha sido reconocida to davía, por lo que los ejemplos que damos en este libro se quedan en mera ilustración. Tal vez la mejor forma de esclarecer lo que se quiere decir me diante la diferencia entre parámetros tipológicos significativos y no significativos, sea mediante parámetros no significativos, de los cuales LENGUAJE Y TIPOLOGÍA. — 5
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tenemos ejemplos muy claros en los sistemas fonológicos. En prin cipio, se puede establecer una tipología de las lenguas en dos gru pos: las que tienen un fonema nasal palatal, y las que no lo tienen; el primer grupo incluiría lenguas como el francés, español, húnga ro, malayo, mientras que el segundo incluiría lenguas como el in glés, alemán, turco y hawaiano. De la misma forma, se puede, en principio, establecer una tipología entre las lenguas que tienen fo nemas vocálicos labializados, como el francés, el húngaro, el ale mán, y el turco de la lista anterior, frente a los que no lo tienen, es decir, el español, malayo, inglés y hawaiano de esta lista (en cada caso nos referimos a la lengua estándar). Pero, una vez realizadas las clasificaciones, poco puede hacerse con estas tipolo gías en cuanto a la estructura tipológica total de las lenguas en cuestión. Si se intenta relacionar estos dos rasgos fonológicos entre sí, con esta muestra de ocho lenguas, no encontraremos ninguna correlación; hay cuatro clases lógicamente posibles, y cada una está representada en la muestra: francés y húngaro tienen ambas una nasal palatal y vocales labializadas; el español y el malayo no tienen nasal palatal ni vocales labializadas; alemán y turco no tienen nasal palatal, pero sí vocales labializadas; el inglés y el hawaiano no tie nen ni nasal palatal ni vocales labializadas. No solamente no están en correlación estos dos parámetros fonológicos, sino que no están en correlación con ningún parámetro no fonológico, es decir, que la elección de los parámetros tipológicos ha resultado ser arbitraria, sin más significación que el hecho de que podemos dividir las len guas en tipos, de acuerdo con estos parámetros. Podemos contrastar estos parámetros no significativos, con mu chos de los parámetros de orden de palabras utilizados por Green berg en su estudio de universales de orden de palabras, por ejemplo el orden de S, O y V en la oración, el orden de las oraciones relati vas en relación con su nombre núcleo, el orden de adposiciones relativas a este nombre (es decir, si la lengua tiene preposiciones antes del nombre, o posposiciones después de él), etc. Aunque, ló gicamente, todos estos parámetros son independientes unos de otros,
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hay un alto grado de correlación entre ellos, que lleva en ocasiones a establecer universales implicativos absolutos, como se tratará de tenidamente en el Capítulo 4. De esta forma, el hecho de que la utilización de estos parámetros nos permita dar con aserciones implicativas del tipo «si VSO, entonces prepositivo», o «si SOV, en tonces generalmente pospositivo», supone que no hemos selecciona do parámetros arbitrarios, sino que los parámetros elegidos nos di cen algo significativo sobre la estructura de las lenguas en cuestión y sobre la tipología interlingüística en general. Esto nos ilustra tam bién que la investigación de universales y la tipología están íntima mente relacionados: si tenemos un conjunto de parámetros signifi cativos cuyos valores muestran, no obstante, un alto grado de co rrelación, la red de relaciones entre los valores de estos parámetros puede expresarse igualmente como una red de universales implicatij vos (sean absolutos o tendencias). Es evidente que, cuanto mayor extensión tenga la red de pará metros lógicamente independientes que puedan encadenarse de esta forma, más significativa será la base tipológica que se está utilizan do. En el extremo opuesto de lo no significativo, los parámetros tipológicos individuales del tipo presencia / ausencia de un fonema nasal palatal, se puede imaginar una tipología holista, es decir, un grupo de parámetros tipológicos que son lógicamente independien tes pero que, en la práctica, están tan en correlación unos con otros que permiten establecer una tipología del conjunto o, al menos de una gran parte, de la estructura de una lengua cualquiera. Esto es lo que se hace en las clasificaciones biológicas, donde establecer que un animal es un mamífero implica una correlación significativa entre cierto número de criterios lógicamente independientes (v.g. ser vivíparo, estar cubierto de pelo, tener orejas externas, amaman tar a las crías). A lo largo de la historia de la tipología lingüística, se han hecho varios intentos para establecer tipologías holistas de las lenguas. En el apartado 2.3 se discutirán algunas de ellas, como la tipología morfológica, con su clasificación de las lenguas en ais lantes, aglutinantes, fusivas, a veces incluyendo las polisintéticas.
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Más recientemente, basándose en las generalizaciones de Greenberg sobre tipologías del orden de palabras, algunos lingüistas han suge rido que los tipos de orden de palabras (como VO / OV) definen igualmente tipos holistas, cuestión a la que volveremos en el Capí tulo 4. La discusión principal de este libro es más bien crítica en cuanto a las tipologías holistas, ya que las bases empíricas en que se sus tentan, o son débiles, o son deficientes, de manera que, mientras no es lógicamente imposible que haya tipo holistas que correspon dan a los mamíferos de la clasificación biológica, hasta la fecha, la experiencia es más bien contraria a esta posibilidad: a menudo podemos establecer correlaciones de gran alcance entre parámetros lógicamente independientes, pero estas correlaciones no son lo sufi cientemente fuertes, ni tienen un alcance lo suficientemente amplio como para proporcionar tipos holistas, más bien proporcionan cla sificaciones cruzadas de lenguas, según parámetros diferentes. No obstante, a veces se da el caso de que una lengua dada haga un uso mucho mayor de determinada propiedad que el término me dio de las lenguas naturales, por lo que podemos argüir que el uso de dicha propiedad, aunque no define el tipo holista de la lengua en cuestión, permite que se filtre una parte significativa de su es tructura. Ejemplos obvios serían la clasificación de las lenguas en casuales y tonales. Las lenguas tonales difieren mucho unas de otras en otros parámetros: unas, como el vietnamita, son aislantes, cada palabra consta de un solo morfema, mientras que otras, como la mayoría de las lenguas bantúes, tienen morfología compleja;, princi palmente de tipo aglutinante; algunas lenguas tonales tienen el ver bo en posición final, como el birmano, mientras que otras son del tipo SVO, como el vietnamita. Pero el hecho de que las distinciones léxicas y/o morfológicas vengan dadas por el tono representa una característica común, general e importante a todas ellas, y hay mu chas propiedades, comunes a los procesos fonológicos, que se en cuentran en las lenguas tonales, pero que no tienen contrapartida inmediata en las lenguas no tonales.
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Un ejemplo distinto de la misma clase de fenómeno, es el papel de la animicidad en yidiny. Hay muchas lenguas que reflejan es tructuralmente los grados de animicidad (es decir, la distinción en tre los seres vivos y los que no lo son, incluyendo entre los primeros a seres humanos y animales y, dentro de los animales, distinguien do entre animales superiores e inferiores), como se discutirá más detalladamente en el Capítulo 9, aunque el yidiny tiene en su es tructura un número especialmente grande de reflejos, lógicamente independientes, de animicidad. En yidiny, la animicidad es funda mentalmente cuestión de grado, más que de separaciones tajantes, de manera que cuando una característica estructural determinada se correlaciona con animado más que con inanimado, significa, por lo general, que es más probable que se utilice con un sintagma no minal cuyo referente está más alto en la escala de animicidad, y no que se utilice necesariamente con sintagmas nominales cuyos re ferentes están por encima de cierto punto de la escala y que nunca se utilizan con los que están por debajo del punto de separación, aunque en ciertos casos hay puntos de separación. Reflejo de la animicidad es la elección de los pronombres demostrativos, por ejem plo es más probable que «ese» aparezca como rjurfcFu- con sintag mas nominales de mayor grado de animicidad y es obligatoria en esta forma con sintagmas nominales humanos, en tanto que yurjgulo es con sintagmas de menor grado de animicidad. De las dos cons trucciones de posesivo, una coloca al poseedor en genitivo (v.g. ijacFin dungu, «mi cabeza»), y la otra se limita a colocar al posee dor en aposición con (en el mismo caso que) el núcleo del sintagma nominal (v.g. rjayu dungu, «mi cabeza»; literalmente, «yo cabeza») que, en principio, puede utilizarse con cualquier clase de sintagma nominal posesivo, pero que, de hecho, es más probable que aparez ca el genitivo cuanto mayor grado de animicidad tenga el poseedor. El caso del (sujeto) paciente en la construcción intransitiva derivada denominada antipasiva (ver apartado 5.3) puede ser dativo o locati vo: aquí, como con los demostrativos, tenemos, en parte, un punto de separación, en los sintagmas nominales con referencia humana
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tiene que utilizarse el dativo, pero en caso contrario son posibles tanto el dativo como el locativo, aunque hay preferencia por el dativo en correlación con el grado de animicidad, como en bunya wagucFanda (d a t iv o ) wawa:dyiriyu, «la mujer vio al hombre» (lite ralmente, «mujer hombre vio»); tjayu balmbi:nydFa (l o c a t iv o ) / balmbi'.nda (d a t iv o ) wawa:tfinyu, «vi al saltamontes»; rjayu walba: (l o c a t iv o ) (menos comúnmente: walba:nda (d a t iv o ) wawa:
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