Comprension Psicodinamica de Los Estilos de Personalidad.

February 19, 2018 | Author: Juanes Teban MJ | Category: Psychoanalysis, Unconscious Mind, Psychology & Cognitive Science, Understanding, Behavior
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Descripción: personalidad...

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Comprensión Psicodinámica de los Estilos de Personalidad

Ety Rapaport Falikman Carolina Tapia Ferrer

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INDICE

Prólogo I. Introducción………………………………………………………………………………………… .4 II. Personalidad: actualizaciones acerca del constructo…………………………… .6 III. El Psicodiagnóstico: c aracterísticas y relevancia………………………………….14 IV. Comprensión dinámica de los estilos de personalidad……………………… ..21 IV.1. IV.2. IV.3. IV.4. IV.5. IV.6.

Estilo de personalidad obsesivo………………………………………..22 Estilo de personalidad esquizoide……………………………………..29 Estilo de personalidad narcisista……………………………………….35 Estilo de personalidad histérico……………………………….……....45 Estilo de personalidad evitativo- depresivo……………………….51 Estilo de personalidad paranoide………………………………………58

V. Bibliografía………………………………………………………………………………………….64

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Prólogo La enseñanza siempre constituye un desafío tanto para el que enseña como para el que aprende, proceso que requiere de la capacidad de organizar y sistematizar los contenidos de modo tal de transmitir los conocimientos que faciliten el aprendizaje. Es así, como contar con el texto de apoyo a la docencia, Comprensión Psicodinámica de los Estilos de Personalidad, constituye un valioso aporte a la difícil y compleja tarea de formar psicólogos y especialistas en salud mental, con una sólida base teórica capaces de realizar una exploración diagnóstica de la personalidad. La psicóloga Ety Rapaport, docente e investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo, plasma en este texto la inquietud de varias generaciones de psicólogos de contar con un material escrito que recoja la manera de entender e integrar los contenidos que ha ido transmitiendo durante su vasta trayectoria como formadora de especialistas en el área de la psicología, en especial del psicodiagnóstico y la personalidad. En este texto, se aborda la exploración de la personalidad desde la perspectiva psicoanalítica, destacando la comprensión de los significados particulares de cada sujeto respecto de sí mismo, y de los otros, considerando el

diagnóstico en relieve, que enfatiza las recurrencias y convergencias de los datos, incluyendo los aspectos descriptivos, estructurales y dinámicos, en la consideración del malestar psíquico. La descripción e ilustración de los distintos patrones de personalidad a través de casos clínicos y la formulación de preguntas simples, permite reflexionar sobre los orígenes de estos patrones, de manera que el lector pueda ordenar y estructurar una visión comprensiva de los distintos estilos relacionales característicos de los diversos estilos de personalidad. La Facultad de Psicología, la Escuela de Postgrado e Investigación, la Unidad de Psicodiagnóstico e Intervención y los muchos de alumnos, terapeutas y docentes, agradecen la generosidad de la psicóloga Ety Rapaport que, en colaboración con la psicóloga Carolina Tapia, pudieron dar cuerpo a un valioso texto teórico -clínico.

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I. Introducción En la actualidad el estudio de la personalidad y su desarrollo, características, comprensión y evaluación, es un aspecto fundamental en los más diversos ámbitos de la psicología, como la psicología del desarrollo, forense, clínica, social, laboral y médica. Aproximarse a las características personales y subjetivas de un ser humano, es una tarea de exploración psicodiagnóstica, que requiere de conocimientos rigurosos y actualizados acerca del funcionamiento de la personalidad, así como también de perspectivas teóricas que sustenten la comprensión y las estrategias de intervención diseñadas para los distintos trastornos de la personalidad. Profundizar en el conocimiento de la personalidad requiere de la revisión de las perspectivas teóricas clásicas y actuales relativas a los temas fundamentales implicados: qué se entiende por personalidad y sus diversas áreas, qué se considera normal y anormal, cuáles y cómo han sido clasificado los diversos desordenes de personalidad. El diagnóstico de la personalidad, tiene que ver con acceder no sólo a aquellos aspectos manifiestos, comportamentales observables, sino también al acontecer interno de la

persona consciente o inconsciente y a su situación total. Se requiere de una aproximación cercana a lo que le sucede al sujeto, para comprender, organizar, diagnosticar y predecir el funcionamiento de un sujeto en particular. Comenzaremos revisando el constructo de personalidad desde diferentes perspectivas y cómo puede entenderse hoy la constitución y funcionamiento de la personalidad. Continuaremos revisando los aspectos fundamentales del proceso de psicodiagnóstico, para finalizar profundizando en los estilos de personalidad. Nuestra intención, es examinar los temas involucrados en la comprensión de la personalidad y sus estilos, desde la perspectiva psicoanalítica, haciendo especial énfasis en la descripción y comprensión dinámica de los distintos estilos de personalidad, incorporando los aportes específicos de las diferentes teorías psicoanalíticas. La perspectiva psicoanalítica o psicodinámica, es una forma de pensar acerca del individuo, un abordaje que incluye, las nociones de conflicto psíquico inconsciente (pulsión, temor y defensa), de déficit del desarrollo (privación, deprivación y trauma), aparato mental

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(yo, súper yo, ello), de relaciones objetales (esquizoparanoides y depresivas), y la construcción del sí mismo (self); e integra los hallazgos de las neurociencias. Tomaremos algunas de estas nociones o perspectivas psicoanalíticas, para acercarnos a la comprensión de los distintos estilos de la personalidad, su desarrollo, su funcionamiento y su patología, buscando profundizar en el conocimiento del sujeto.

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II. Personalidad: actualizaciones acerca del constructo ¿De qué hablamos, cuando hablamos de personalidad?, ¿A qué aspectos de la persona nos referimos cuando definimos la personalidad?, ¿Cómo podemos comprender los diferentes modos de ser y comportarse de un ser humano? Éstas y muchas otras preguntas aparecen cuando se inicia la reflexión acerca de la personalidad y sus manifestaciones. Cómo es su desarrollo, cómo se entiende y qué es patología en personalidad, son preguntas que han intentado responderse desde diversas perspectivas del estudio del ser humano. En términos generales, se ha entendido la personalidad, como aquellas características distintivas y duraderas de los individuos (Block, 1977, en Epstein, 1977). En este sentido, la personalidad serían aquellos atributos que dan “estabilidad” en el tiempo y “consistencia” a los comportamientos de la persona frente a diversas situaciones. Así, uno podría reconocer a alguien con características particulares tanto a lo largo del tiempo, incluso con el paso de los años, así como también en diversas circunstancias en las cuales pueden expresarse con ciertas variaciones pero, conservando sus cualidades esenciales.

La personalidad, podría definirse como la organización molar en la cual todos los elementos se integran de manera específica dando lugar a una matriz subyacente, desde la cual se organiza y manifiesta el aparato psíquico (Kernberg, 1984), incorporándose los diversos procesos psíquicos, los diferentes niveles de conciencia y los aspectos del mundo interno y de la realidad externa, los aspectos ocultos así como los revelados. Así, la organización de los diversos elementos o fenómenos del funcionamiento de la personalidad, determinarían las manifestaciones tanto en el comportamiento, como en las experiencias de relación consigo mismo y, muy especialmente, en la interacción con los demás. Estos patrones de características psicológicas profundamente enraizadas, se manifestarían en los procesos psíquicos motivacionales, afectivos, cognoscitivos y conductuales (Millon, 2006). Así, no sólo las expresiones conductuales revelarían la personalida d del individuo, sino también lo procesos internos no observables, las motivaciones más profundas, los afectos

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predominantes, como el modo de procesar la información y su expresión en el funcionamiento cognitivo.

constituye también una experiencia subjetiva de sí mismo, precursores de lo que más tarde llamaremos la identidad.

Pero, ¿cómo llega a constituirse esta organización?, ¿Qué la influye, qué la determina? Tradicionalmente se han utilizado los términos de carácter y temperamento para aproximarse a la comprensión del desarrollo de la personalidad.

En este sentido, la constitución u organización de la personalidad, va configurando la experiencia de sí mismo, de los otros y de las relaciones y, con el transcurrir del existir, se iría configurando un estilo particular de cada cual, que reflejaría motivaciones, cogniciones, afectos y voliciones que despliega la persona frente a sí misma, su cuerpo, el mundo de los objetos, valores y hacia el prójimo (Parada, 2003).

El carácter reflejaría el resultado de las experiencias en interacción con el ambiente; desde el desarrollo emocio nal temprano que ocurre en la di ada madrebebé, hasta los aspectos propios de la socialización globalizada. La palabra temperamento, aludiría a los aspectos constitucionales, a las disposiciones innatas de los individuos, serían los aspectos heredados que se relacionan con la personalidad. Para Kernberg (2003) el temperamento es la reactividad de la persona que se manifiesta desde el nacimiento. El carácter, se iría constituyendo a partir de la activación afectiva que se da en el mundo interpersonal del bebé con cierta disposición o reactividad innata. Esto haría surgir patrones de conducta habituales, modos de conocer y relacionarse que van constituyendo el carácter. A su vez, para este autor, esta constitución de la personalidad,

Entonces, cuando se habla de personalidad, se incluyen las variables biológicas y el entorno social, como potencial o moduladores de las características que manifestará una persona en particular que la distingue y a la vez la diferencia de otras personas. Es decir, existiría un potencial biológico, que se combinaría con ciertas experiencias vividas en el contexto social y particular de cada individuo; como la familia, los vínculos, lugar que se ocupa en la estructura familiar, el contexto sociocultural, que irían determinando la configuración de la personalidad. Tomando este contexto y desde la perspectiva psicoanalítica, la personalidad podría entenderse como una serie de características psicológicas que se relacionan con cómo el individuo ha podido resolver los conflictos propios

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del desarrollo psicológico. Así también, cómo ha podido manejar los déficit que pueden haber existido en este proceso, y la influencia de las experiencias traumáticas y los procesos de identificación parentales.

presentes en diversas situaciones. Es decir, se expresarían de manera estable, independientemente de dónde o con quién se manifieste, aunque el mismo rasgo pueda expresarse con ciertas diferencias o variaciones (Millon, 1998).

Se incluirían en estas características psicológicas individuales, los deseos y temores inconscientes, los mecanismos para enfrentarlos y las consecuencias del uso de estos mecanismos. También están los diversos tipos de vínculo y de relación interpersonal, es decir, los modos de instalarse y relacionarse con el otro, los modos de reaccionar ante los diversos eventos externos e internos, así como también los modos de percibir y sentir, de observar y atribuir. Todo esto en el contexto de la interacción y mutua influencia de los factores ambientales y los procesos maduracionales biológicogenéticos.

Una persona presentaría un conjunto de rasgos que la haría situarse en determinado punto del espectro del funcionamiento de la personalidad. Este conjunto de rasgos alude a un estilo de personalidad, lo cual permitiría entender, comparar y predecir el funcionamiento global de un determinado individuo.

Estas características constituirían patrones, que como enfatiza Millon (2006) se manifestarían automáticamente en diversas áreas de la vida, porque se encontrarían profundamente enraizados. A estos patrones, que se instalan como parte del funcionamiento del individuo, podría llamárseles rasgos. Estos aludirían a expresiones individuales que se manifiestan de forma consistente a lo largo del tiempo y se encuentran

Los rasgos y el conjunto de estos son egosintónicos, cómodos, “funcionales” y no provocan incomodidad ni se perciben como ajenos al yo, a diferencia de los síntomas que son vividos de forma egodistónica. Al tratarse de patrones permanentes, estables y consistentes, que se usan en las más diversas situaciones de igual manera, podría llevar al empobrecimiento de la experiencia del sujeto. Podría haber una rigidización, que no permita tener conciencia acerca del funcionamiento propio, y que además dificulte el acceso a experiencias nuevas y distintas, que puedan enriquecer la gama de reacciones o vivencias del sujeto. Para Millon (2006) cada rasgo refuerza a los demás para mantener la

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estabilidad y la consistencia de la estructura completa. La conducta y sus efectos en los demás y en el entorno, factores biológicos y sociales interactúan constantemente, reforzando o consolidando, en la mayoría de los casos, un estilo de personalidad determinado. Así, una persona que posee ciertos rasgos, buscará y entablará relaciones laborales, de pareja y amistad coherentes con esos rasgos de personalidad. Probablemente se desenvolverá en ambientes donde sus rasgos sintonizarán y, su salud o su enfermar también tendrán relación con la funcionalidad de ese estilo en particular. El surgimiento de síntomas, pone en evidencia el conflicto subyacente y daría cuenta de una descompensación en el funcionamiento del individuo. De esta forma, a través del desequilibrio en el funcionamiento estable y consistente, el individuo podría aproximarse al reconocimiento de sus rasgos o estilo de personalidad. Por ejemplo, un hombre de 45 años, cuya esposa lleva años criticando su frialdad y falta de preocupación por ella y sus hijos, decide separarse. Por las mismas razones, su familia de origen se ha alejado y en el trabajo no tiene amigos, ni es estimado por sus compañeros. Cuando su mujer se aleja, comienza con síntomas ansiosos. No

puede conciliar el sueño en las noches, siente una opresión en el pecho y se encuentra muy desconcentrado en el trabajo. En este momento, visualiza lo sólo que está y comienza a reflexionar acerca del modo que ha tenido de establecer relaciones y las consecuencias de esto. Para realizar este trabajo de análisis, comprensión y superación muchas veces es necesaria la ayuda terapéutica. Por otra parte, la clasificación de la patología de la personalidad no ha estado exenta de controversia. Se han utilizado modelos categoriales y dimensionales para la ordenación de la patología de la personalidad (Millon, 1998). Los modelos categoriales aluden a la presencia o ausencia de ciertas características. Los modelos dimensionales desarrollan perfiles a partir de criterios cuantitativos dados por la presencia, en mayor o menor intensidad, de ciertas características de la personalidad. Los modelos categoriales, tienen el riesgo de olvidar las diferencias individuales, subjetivas y propias de cada ser humano en particular, así como el riesgo de buscar “estilos puros” que no se observan luego en la realidad, ya que los individuos pueden presentar rasgos de distintos estilos con la predominancia de unos en particular.

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Concordamos con Millon, en la importancia y la necesidad de no contraponer ambos modelos, ni considerarlos mutuamente excluyente, porque ambos constituyen un aporte real a la clasificación de la personalidad. Es decir, podría usarse un modelo que se inicie en la búsqueda de características de un paciente y cómo luego estas características se expresan en términos de grados de presencia para acceder a la individualidad propia de este sujeto. Por otra parte está la pregunta: ¿Qué es normal y qué es patología en personalidad?, ¿Desde qué perspectiva podemos clasificar entre personalidad normal y anormal a otro ser humano?, ¿Cómo serían clasificados los rasgos de la persona del ejemplo nombrado?, ¿Son normales, anormales? Existen diversos criterios que se han utilizado para diferenciar lo normal de lo anormal. Uno de los más frecuentemente usados es el estadístico. Esto quiere decir que la normalidad se basa en la frecuencia con que un determinado comportamiento o característica se encuentra distribuido en la población. También se ha usado el criterio filosófico de la norma ideal, norma arbitrariamente seleccionada, para ser cumplida. Quién se acerque a esta norma, se acercaría a la normalidad (Capponi, 1987).

La normalidad y anormalidad también pueden entenderse como parte de un continuo. La normalidad tendría que ver con la capacidad de adaptarse a los diversos contextos y desenvolverse de manera autónoma. Esto requiere de una integración de los diversos aspectos del funcionamiento interno y de la presencia de rasgos flexibles, que permitan cierta adaptabilidad y bienestar personal. Los rasgos de la personalidad podrían expresarse de una manera más intensa o desadaptativa, lo que situaría a la persona hacia el extremo de la anormalidad (Millon, 2006). Mientras mayor la intensidad de los rasgos, sería menor la flexibilidad o adaptabilidad con que se enfrentarían los diversos contextos o circunstancias, repitiendo modos de vinculación patológicos y propiciando una mayor vulnerabilidad ante los eventos externos e internos. Desde la perspectiva psicoanalítica de Kernberg (2003), la normalidad estaría dada por una integración de la propia identidad y de las representaciones de los otros significativos. Esto quiere decir, que hay una experiencia de coherencia interna, que posibilita tener un autoestima normal, poder sentir placer, llev ar a cabo los deseos y desarrollar las propias capacidades. También poder relacionarse

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con otros de manera empática y, a la vez, poder mantener la autonomía. Desde esta postura, la fortaleza yoica es entendida como la capacidad de manejar afectos e impulsos, de investir valores y trabajo, de comprometerse en proyectos y relaciones, todo lo que caracterizaría a las personalidades normales. Para Kernberg, la internalización de sistemas de valores y las consecuencias de esto a nivel de las funciones críticas del sí mismo y el desarrollo de aspectos éticos, es el papel fundamental del súper yo en el desarrollo de la personalidad. Para este autor, cada estilo de personalidad se despliega en una organización estructural determinada: neurótica, limítrofe o psicótica. El desarrollo de estas organizaciones estaría determinado por las pulsiones, por la internalización de relaciones objetales, en un proceso que comenzaría en una fase simbiótica con los objetos, pas ando por la fase de separación-individuación de estos, para llegar a la integración. Esto quiere decir que se han desarrollado representaciones del sí mismo y de los otros, con la posibilidad de separarse y acercarse a los objetos, sin que la relación con estos se vea afectada irremediablemente.

Las estructuras se diferenciarían por su relación con la realidad, la conformación de la identidad y el tipo de relación interpersonal característica que se establece; además de los mecanismos de defensa predominantemente usados. Existirían distintos modelos para acercarse a la comprensión de la personalidad, entendiéndola desde diversas perspectivas, ya que existen múltiples factores que la influyen y determinan. Desde la perspectiva neurobiológica, se han propuesto modelos para la comprensión de la personalidad. Algunos proponen características psicológicas asociadas a la actividad de neurotrasmisores específicos, otros por ejemplo, han propuesto dimensiones asociadas a ciertas características como alteraciones del pensamiento, a la regulación de los impulsos, etc. (Millon, 2006). Asimismo, se ha intentado comprender la personalidad desde los fenómenos conductuales, teorías del aprendizaje, etc. Nuestro interés, es la comprensión de la personalidad desde la perspectiva psicoanalítica, intentando aproximarnos a una comprensión de los diversos estilos de la personalidad, en términos de cómo se han configurado, de sus propias dinámicas y características

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centrales, reflejo de los conflictos inconscientes y sus intentos de solución. Partiremos desde las conductas y comportamientos manifiestos, para llegar a los significados y dinámicas particulares. En este sentido, se tomará lo descriptivo, acercándose a la comprensión categorial del DSM IV-TR, sus distintos ejes, entendiendo que la sola descripción no conduce a la comprensión profunda que se requiere para entender a la persona y su funcionamiento. Esto, porque como ya lo hemos señalado, lo que se ha observado es que diversas conductas manifiestas o comportamientos descriptivos pueden obedecer a diversas motivaciones y conflictos internos. Lo mismo sucede con la presentación de cuadros sintomáticos. Cada trastorno se da sobre una determinada personalidad, con sus propios conflictos y dinámicas, lo que hace que un cuadro, aunque pueda ser descrito y categorizado con un determinado rótulo, pueda tener significados y motivaciones diferentes. Se tomarán los aspectos centrales de diversas perspectivas teóricas del psicoanálisis que permitan comprender la expresión y mantención de los modos de relacionarse de los diversos estilos, tanto consigo mismo como con los demás, y las manifestaciones de esto en el comportamiento.

El psicoanálisis y Freud, integran a sus planteamientos la noción de inconsciente. Esta perspectiva permitiría pensar que la conducta está influida y/o determinada incluso por aspectos que son desconocidos para quien la ejecuta. Así, un rasgo podría ser la manifestación consciente de un conflicto inconsciente, reprimido, no conocido para la persona. La existencia del inconsciente permitiría entender algunos de los funcionamientos que hasta ese momento no tenían explicación. Así mismo, las propuestas de la existencia de las pulsiones y el desarrollo de la teoría psicosexual (etapas anal, oral y fálica), que incorpora la sexualidad infantil en la comprensión del desarrollo del ser humano, también permitirían una mayor posibilidad de entendimiento. Por su parte, el desarrollo de la teoría de las relaciones objetales de Melanie Klein, sostiene que el bebé experimenta un temor primitivo, angustia de aniquilación, conectado con la pulsión de muerte. El yo, como una manera de defenderse, hace uso de mecanismos omnipotentes como la escisión. Esto se apoya en la existencia de un yo temprano, capaz de establecer relaciones de objeto, de sentir angustias y de erigir defensas. El desarrollo de la posición esquizo-paranoide y depresiva, como modos de generar experiencia y de funcionar, constituyen, sin lugar a dudas, dos aportes centrales de esta teoría y

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expresión de un juego dialéctico de la mente. La psicología del yo, pone el acento en la función adaptativa del yo, en íntima relación con un área del yo libre de conflictos que se desarrolla en forma independiente de las pulsiones y del ello en “un ambiente esperable promedio” y que hace uso de una serie de funciones para lograr la adaptación autoplástica y/o aloplástica. La propuesta de la teoría de las relaciones objetales y del yo, integra ambos aportes, planteando que el sí mismo (self) evoluciona como resultado de las interacciones con los objetos significativos del ambiente, y con los correspondientes objetos internos (Meissner, 1984). El sí mismo es visto como instalado en el yo, y como el producto final de la integración de las variadas representaciones del sí mismo (Kernberg, 1982). El grupo psicoanalítico intermedio o independiente, se centra en el desarrollo emocional temprano, destacando la importancia del ambiente, de la díada “madre- ambiente”, de la “madre suficientemente buena”, cuyas funciones de sostén, manipulación corporal y de presentación de objetos, permitirán responder a los requerimientos del infante y por ende, el logro de un desarrollo normal.

La psicología del sí mismo (self) de Heinz Kohut, enfatiza la importancia del ambiente empático en el desarrollo inicial de la personalidad. Plantea que la mirada de los padres se constituye en los objetos especulares (de espejo) que posibilitan la sensación de seguridad y que se constituyen en la condición necesaria para la integración y continuidad del sí mismo. El desarrollo de las teorías relacionales ha puesto su énfasis en las interacciones relacionales como unidad de estudio, a diferencia de otras posturas donde se enfatiza el estudio del individuo y las pulsiones. Para Mitchell (1988), sólo podría comprenderse al ser humano en la trama de sus relaciones pasadas y presentes. Cada postura del amplio espectro psicoanalítico enfatiza diversos aspectos. Tomando en consideración algunos de estos, desde esta perspectiva, podría entenderse el desarrollo de la personalidad como anclado en un proceso biaxial, que considera el desarrollo motivacional y el desarrollo objetal. La complejidad de los sistemas motivacionales/pulsionales hacen referencia tanto a las necesidades evolutivas de apego, de hetero y autoconservación, como a las pulsiones sexuales. En la línea del desarrollo objetal, la necesidad primaria inicial sería de

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objetos que reflejen y permitan sentar las bases de la integración y continuidad del sí mismo. Luego los objetos facilitadores, acompañantes y promotores del desarrollo a partir de las funciones de sostén, contacto, manejo del cuerpo y provisión de objetos. Esta perspectiva integraría ambos aspectos de la configuración de la personalidad que se han desarrollado teóricamente y permitiría aproximarse a la comprensión de la personalidad de una manera que intente integrar la situación total del individuo. III. El Psicodiagnóstico: características y relevancia En el primer capítulo, se han revisado aspectos relevantes respecto del concepto de personalidad y su comprensión. Es importante poder revisar también, algunos aspectos del proceso de psicodiagnóstico. Entendido como aquel proceso en el que se explora la personalidad para realizar un diagnóstico de lo que sucede desde un punto de vista psicológico a quién es evaluado y cómo se comprenden las diversas aristas de su funcionamiento. En este sentido, el psicodiagnóstico sería un proceso fundamental en la comprensión e indicación de intervenciones, tal como

señala Rockland (2003), quien refiere que no podría comenzar un tratamiento sin una cuidadosa evaluación diagnostica, ya que si no se realiza podría ser potencialmente peligroso o estar incurriendo en una mala práctica. ¿Cuáles son las implicancias de un psicodiagnóstico? ¿Y las características de este proceso y su finalidad? En primer lugar, el psicodiagnóstico implica una relación de compromiso y responsabilidad. Constituye explorar para conocer y conocer para comprender; de manera que comprendiendo pueda predecir y diseñar las estrategias de intervención que se ajusten a la realidad propia de cada individuo o grupo. El comprender al otro y su situación total, exige una relación cercana, de tal modo de poder acceder a los significados y vivencias particulares de cada sujeto. Implica un acercamiento a la totalidad del sujeto y su mundo interior contextual. El objetivo del psicodiagnóstico es recoger y organizar la información para lograr una descripción, comprens ión, predicción y definición de estrategias de intervención. Estos objetivos son contextuales, es decir siempre se encuentran insertos en un contexto diagnóstico particular. ¿Para qué se está realizando esta exploración? ¿Qué estoy buscando

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conocer? ¿Cuál es la pregunta que guía mi proceso de diagnóstico psicológico? Así, cada proceso de psicodiagnóstico siempre estaría inserto dentro de un objetivo diagnóstico, de prevención, intervención y/o investigación, que lo perfila como una actividad altamente específica del psicólogo. En relación a lo anterior, siempre deben estar presentes las consideraciones éticas acerca de cuál será el destino y la utilización de la información que se obtenga y en qué contexto esta información ha sido obtenida y muy especialmente a quién será entregada. Para algunos autores, realizar un diagnóstico psicológico implicaría una situación bipersonal, de duración limitada, cuyo objetivo es lograr una comprensión profunda y completa de la personalidad y situación total del evaluado (Siquier de Ocampo y García Arzeno, 1987). Esta tarea, requiere de un encuadre específico, determinado tanto por los objetivos del psicodiagnóstico como por las posibilidades que el entrevistador otorga para que en términos de Bleger (1985), el entrevistado pueda “jugar su juego” durante la entrevista. De esta forma, es fundamental que el evaluador estimule y

no inhiba con juicios, intervenciones prematuras o sugerencias, el despliegue del evaluado. La importancia de la relación que se da entre entrevistado y entrevistador, está en cómo quien evalúa puede hacer uso de diversas herramientas técnicas que favorezcan la realización de un proceso adecuado, riguroso y de utilidad para los fines que ha sido requerido. Entre estas herramientas están la capacidad de escucha, de observación y de reflexión. Esto, permitirá conocer la psicopatología del entrevistado a través de la exploración de los signos y síntomas, del contexto de sus relaciones y eventos biográficos, además de la observación de la interacción en el aquí y ahora de la entrevista (Álvarez, Ben-Dov, Farrán, Maltraín, Molina, Rapaport y Tapia, 2008) La exploración y la contrastación de las hipótesis que irían surgiendo a lo largo del proceso son un aspecto fundamental para realizar un psicodiagnóstico. Lo importante es poder pesquisar signos que puedan ser incorporados en hipótesis diagnósticas, que a su vez permitan explorar otros signos a contrastar, y vayan configurando juicios clínicos rigurosos. Para poder realizar esta tarea, es necesario tener la intención de comprender los significados particulares del sujeto. Esto con el objetivo de

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entender cómo el entrevistado significa los aspectos de su historia y aquellos de su funcionamiento actual (Álvarez, BenDov, Farrán, Maltraín, Molina, Rapaport y Tapia, 2008)

psicodiagnóstico. Considera la exploración clínica, la dimensión social del sujeto, los datos aportados por los test, la persona del examinador y la relación interpersonal con é ste.

Así mismo, el psicodiagnóstico exigiría una fundamentación teórica consistente que protege del peligro d e creer que los datos o índices son indicadores unívocos, directos y reales de la configuración total. La referencia a una teoría subyacente, va a servir de soporte para formular las hipótesis aproximativas a la verdadera significación de los índices obte nidos y de allí alcanzar conclusiones que permitan formular un juicio clínico, coherente, integrado, sintetizado y contextualizado.

Este modelo propone un diagnóstico que no es lineal, ni longitudinal, ni transversal y asume que la conducta está multideterminada, buscando alcanzar conclusiones que aproximen a un juicio clínico determinado (Rapaport, 2005).

Los índices pueden incluir datos y resultados de test psicológicos; los que pueden ser muy útiles para aclarar, definir, jerarquizar, ponderar o completar los datos clínicos, pero no para sustituirlos. Cuando estos datos o índices se descontextualizan, suelen convertirse en información que puede llevar a errores en el terreno diagnóstico. El modelo que utilizamos para una mejor integración de los diversos aspectos diagnósticos, es el del diagnóstico en relieve. Es un modelo de aproximación que pone especial énfasis a las recurrencias y convergencias de los datos, apoyados en un marco teórico y técnico que guía la práctica del

El modelo en relieve incluye el diagnóstico descriptivo o de realidad psicopatológica, el diagnóstico estructural y el diagnóstico dinámico. Se enfatiza la relevancia de la exploración minuciosa de los síntomas y signos psicopatológicos, que deriva en un diagnóstico descriptivo. En este sentido, pesquisar y abordar cada signo presente, seguir su huella, hasta poder completar o confirmar la presencia real de cada uno, el tiempo de su presencia, para poder ir configurando un diagnóstico que incluya los distintos ejes del diagnóstico multiaxial del DSM IV. El diagnóstico multiaxial del DSM IV, incluye cinco ejes: el eje I correspondiente a los síntomas, el eje II a los rasgos, el eje III a la patología somática, el eje IV a los desencadenantes y el eje V al nivel de ajuste o adaptación actual del examinado.

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Así, es fundamental pesquisar la presencia de síntomas o síndromes psicopatológicos, los rasgos o trast ornos de personalidad presentes y todos los aspectos biológicos, sociales y contextuales que formen parte de la configuración total de la situación del evaluado. Por su parte, el análisis estructural hace referencia al grado de desarrollo y diferenciación de las estructuras psíquicas (yo, ello y súper yo) y al grado de equilibrio y gravitación de ellas en el aparato mental. En este esquema se pone atención en las funciones del yo, su fuerza, su plasticidad y el grado de autonomía. Así mismo, se enfatiza en la evaluación de las relaciones interpersonales, la elaboración de las situaciones de separación y pérdida, la dimensión dependencia-independencia y el tipo de relación objetal predominante. Se orienta también a la comprensión de las características del súper yo, como expresión de la conciencia moral, del ello como expresión de las pulsiones, y del interjuego entre progresión, fijación y regresión de los impulsos. En general, el diagnóstico estructural puede hacer referencia a tres dimensiones centrales: el desarrollo y la organización del pensamiento, el grado

de integración de la identidad y las técnicas defensivas predominantes. La primera dimensión, tiene que ver con el estilo cognitivo matriz, que se expresa y observa en la forma de percibir, pensar, hablar y experimentar del sujeto en su encuentro con la realidad. La forma habitual de examinar la realidad, interna y externa, tiene a la base estructuras que incluyen la dotación genética, es decir, el equipamiento psicológico innato y las experiencias de vida. Por su parte, la dimensión de identidad incluye el concepto o la representación de sí mismo y de los otros, las características de los límites de sí mismo y el nivel de integración de l os diversos componentes de este. Entre los aspectos a evaluar se incluye la percepción de sí y la regulación del sí mismo, la diferenciación entre la realidad interna personal y la externa situacional y la de los otros; el grado de riqueza de la vida interior, la autoevaluación, la creatividad y la flexibilidad. Así mismo, es fundamental evaluar también los aspectos corporales y psicosexuales, como también los diferentes roles psicosociales que involucran al sujeto. La relación y comunicación con otros, aspecto íntimamente relacionado con la identidad, hace referencia al tipo de vínculo predominante, a la capacidad para comprender las señales de los otros

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y dirigirse a ellos para aproximarse emocionalmente; dando cuenta de la capacidad de empatía para captar las contradicciones, las rigideces y los dolores de los otros.

desencadenantes de su perturbación. No cabe duda de que el conocimiento de las posibles fuentes de psicopatología, incrementa significativamente la comprensión psicodiagnóstica.

Lo interaccional se refiere al funcionamiento psicológico y la capacidad para elaborar el proceso continuo de separación e individuación. Se refiere a los métodos individuales utilizados, frente a los problemas de pérdida, separación y falta de apoyo y/o protección.

El diagnóstico dinámico, es una síntesis comprensiva que explicaría la psicopatología del paciente, incluyendo como señala Rapaport (2005) las maneras cómo el paciente se maneja frente a sí mismo y a las demás personas, reconstruyendo el origen de su psicopatología, los factores predisponentes, situaciones conflictivas, experiencias traumáticas y otras experiencias significativas.

La dimensión relativa a los mecanismos defensivos, se aplica a la evaluación de la habilidad, flexibilidad y madurez defensiva, así como también al predominio de las defensas omnipotentes versus las defensas maníacas y su integración con el ordenamiento entre defensas altas, medias y bajas. En tercer lugar, el modelo de diagnóstico en relieve propone también la elaboración de hipótesis dinámicas. Estas resaltarían el valor del mundo interno y de la experiencia subjetiva, ponderando la importancia del conflicto inconsciente, la importancia del pasado y el rol crucial de la infancia. Se haría un especial énfasis en los factores psicosociales y ambientales, relevantes para el sujeto, que formando parte del entorno se constituyeron en

Desde el modelo propuesto por Bleichmar (2005) el origen de la psicopatología o características del evaluado pueden entenderse de diferentes modos: en primer lugar, como derivados de un conflicto entre pulsiones (deseo, temor y defensa) y los conflictos entre instancias psíquicas. Desde su modelo, también el origen de la psicopatología puede ser entendido desde el déficit, lo que implicaría una falta o carencia del objetos externo para la constitución del sujeto. Una tercera comprensión estaría dada por la presencia de experiencias traumáticas, experiencias en las cuales la persona fue abusada, maltratada o sometida. Finalmente, podría entenderse el origen desde la identificación del niño

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con la patología de los padres, identificación primaria e inconsciente determinante en la formación de la identidad. Poder identificar uno o más de los distintos orígenes de la psicopatología o las características del sujeto, es fundamental para la elaboración de un diagnóstico dinámico que incluya hipótesis comprensivas. En general, todo psicodiagnóstico plantea un problema para el entrevistador, en cuanto es un trabajo de reunir, integrar y comprender la información que trae el evaluado, tanto la que trasmite a través del contenido verbal como no verbal. La elaboración de hipótesis a ser testeadas durante el proceso es fundamental. La integración y comprensión de la información debe ser contrastada con más información obtenida del relato del sujeto evaluado. En este sentido, el desarrollo de habilidades de síntesis y comprensión por parte del evaluador, son fundamentales. También existen otras variables que son fundamentales de considerar como intervinientes en el trabajo de psicodiagnosticar: el marco teórico comprensivo desde donde ha escogido trabajar el evaluador, su experiencia en el trabajo clínico, su estilo cognitivo y la propia experiencia

psicoterapéutica, que determina la posibilidad de manejar de mejor manera aquellos aspectos de la propia personalidad que se presentan en toda situación interpersonal. Es fundamental contar con elementos teóricos, identificando el contexto desde el cual han sido tomados, para poder realizar una comprensión acabada de la personalidad de quien es evaluado. En este sentido, las diversas perspectivas de las cuales nos provee el psicoanálisis, son de gran utilidad para el estudio de la personalidad. El proceso de psicodiagnóstico puede requerir de varias entrevistas en las que se van contrastando las hipótesis formuladas e integrando la información obtenida, hasta poder llegar a la elaboración de un juicio clínico. La fase final del proceso de psicodiagnóstico es la de la devolución de la información a quién ha sido evaluado, junto con las indicaciones acerca de la intervención de acuerdo a cada caso en particular. La devolución de información puede ser considerada como un proceso gradual, que se da implícitamente a través del proceso de evaluación. Las preguntas e intervenciones del entrevistador, van mostrando al evaluado, algunos aspectos del sí mismo y las hipótesis que se han ido

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construyendo, para ser aceptadas o rechazadas. El objetivo de esta fase es poder devolver a quién es evaluado, algo que pueda serle de utilidad para la comprensión de sí mismo y la toma de decisiones en relación al problema que lo trae a consultar. Se busca devolver información que le permita comprender mejor su funcionamiento y su relación con los demás. Esto de tal manera de que pueda tener una mayor claridad acerca de lo que le ocurre y de lo que necesita terapéuticamente. Es fundamental que el evaluado, a través de la devolución, pueda sentirse contenido y comprendido. Esta posibilidad está dada, por la presencia de un profesional que escucha la información entregada, atento e interesado en comprender exactamente a quien evalúa, busca integrar la información recibida y entregársela a la persona de una forma en la que pueda ser incorporada por ésta. En este sentido la experiencia de contención, no estaría dada por una actitud de gratificación infantil ni una actitud congraciativa, sino por la presencia de un entrevistador que está en su rol profesional y conectado con la intimidad y realidad del evaluado. El momento de la devolución de información en el proceso de

psicodiagnóstico es importante, en tanto permite al entrevistador confrontar sus propias impresiones diagnósticas con el paciente, pudiendo precisar aquellos aspectos en los que aún existen algunas dudas. Para quien evalúa, es fundamental poder escuchar durante esta fase del proceso cuál ha sido la experiencia de evaluación y de contacto interpersonal que ha tenido el sujeto, lo que por un lado otorga información que complementa el diagnóstico y por otro, permite contar con factores a tener en cuenta en relación al pronóstico de los tratamientos cuando éstos son indicados. La devolución de la información permite al entrevistado, acceder a nueva información y/o a otro nivel de comprensión acerca de sí mismo. Implica muchas veces, calmar las ansiedades respecto a determinadas problemáticas, así como definir acciones a tomar a propósito de la nueva comprensión. Es importante concluir el proceso de evaluación permitiendo al entrevistado realizar un cierre respecto a la experiencia y sintetizar aquellos aspectos relevantes para tomar las acciones sugeridas o elegidas, a propósito de los resultados del psicodiagnóstico.

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En la devolución es fundamental tomar como punto de partida el motivo de consulta, considerando que ha sido el motor para generar la consulta y el proceso de psicodiagnóstico. También, priorizar cuáles son aquellos aspectos centrales que el evaluado debe conocer para acceder a una nueva comprensión de sí. Es posible que importantes cantidades de información, el uso de lenguaje psicológico y la elaboración demasiado compleja, dificulte la comprensión del evaluado. En este sentido, la devolución debe ser elaborada a medida del sujeto que la recibirá, tomando en cuenta sus características personales, contextuales y los conflictos existentes. Finalmente, escuchar aquellos aspectos que pueden aparecer durante esta fase, es de especial relevancia en aquellos procesos en los que pueden aparecer nuevos antecedentes que deban ser integrados antes de cerrar el proceso de psicodiagnóstico y/o iniciar o sugerir un proceso de intervención. IV. Comprensión Dinámica de los Es tilos de Personalidad Este capítulo tiene su origen en la constatación de la importancia y a la vez dificultad, en la conceptualización y comprensión de las formas características de funcionamiento psicológico asociado a los rasgos de personalidad. Comprender como se

manifiestan y las dinámicas de los estilos de personalidad no es tarea fácil ni tampoco poder considerar como los rasgos de personalidad acompañan y especifican cualitativamente las diferentes estructuras de personalidad. Por estilo, estamos considerando, una forma particular de ser estable en el tiempo y constante en las más variadas situaciones o experiencias de vida. Es decir, un modo de vivir y actuar los impulsos y afectos, una forma de relacionarse consigo mismo y los otros; una forma de pensar, percibir y comunicar. Estos procesos psíquicos, darían cuenta de estructuras psicológicas centrales que son habituales y peculiares en los diferentes sujetos. Como hemos planteado, corresponderían a sistemas estructurales y funcionales internamente coherentes y diferenciables. Para entregar una mirada comprensiva de cada estilo de personalidad, tomaremos como punto de partida el conflicto central, los temores asociados y las defensas utilizadas para enfrentarlos. Se intentará describir también el estilo cognitivo, su identidad y los estilos de relación que tiene cada estilo en particular y que dan cuenta de un funcionamiento característico. Como estilo cognitivo, entenderemos el modo en que cada estilo de personalidad percibe y procesa la información, modo que es

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comprensible a la luz de sus conflictos y el funcionamiento psíquico específico desarrollado para enfrentar las dinámicas tensionales subyacentes. Revisaremos los aspectos asociados al área de la identidad, la relación que establece el sujeto consigo mismo, los modos de vivenciarse; todos ellos, fundamentales para comprender cómo el sujeto se vincula y relaciona con los demás, lo que llamaremos estilos relacionales. En resumen, buscamos comprender los estilos de la personalidad abordándolos desde una perspectiva que incluye los conflictos inconscientes, el funcionamiento de las estructuras psíquicas centrales y los modos de relacionarse consigo mismo y con los otros. Todos aspectos que la persona ha ido adquiriendo a lo largo de su desarrollo. Revisaremos los estilos obsesivo, esquizoide y narcisista y continuaremos con el estilo histérico, evitativo-depresivo y paranoide. Este trabajo busca colaborar con la realización de diagnósticos más certeros y rigurosos, que complemente e integre las características de personalidad a los diagnósticos sindromáticos. Pensamos que esto podría redundar en intervenciones más adecuadas y conducentes de acuerdo al

estilo de cada persona en particular y su situación subjetiva total. Este capítulo no pretende ser una revisión bibliográfica exhaustiva sino trasmitir un punto de vista que intenta facilitar, en la actividad clínica profesional, la emergencia de conclusiones clínicas más completas y específicas, que a la vez consideren la totalidad del funcionamiento psicológico individual. IV.1. ESTILO PERSONALIDAD

OBSESIVO

DE

LA

Comenzaremos este apartado del estilo obsesivo, señalando algunas de las características descriptivas de este estilo de personalidad, para luego ir profundizando en una comprensión de su funcionamiento en cada área en particular. Esto, tiene sentido, en la medida que lo descriptivo nos lleve a analizar y pensar en los procesos o conflictos subyacentes, que finalmente son los que determinarán frente de qué estilo de personalidad nos encontramos. Cuando hablamos de un estilo de personalidad obsesivo, no podemos dejar de mencionar tres de las características centrales de su funcionamiento: la preocupación por el orden, la limpieza y el perfeccionismo. Los comportamientos asociados a estas características de personalidad se relacionan con la necesidad de mantener bajo control las

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diversas implicancias de las situaciones a las que se ven enfrentados. Estos se manifiestan en los más diferentes ámbitos donde se desenvuelven incluyendo el trabajo, las relaciones personales, las recreaciones y el cuidado personal. Las personalidades de estilo obsesivo, suelen dedicar mucho tiempo al trabajo en desmedro de las horas dedicas al ocio o a la diversión. Son excesivamente exigentes y responsables, por lo que el espacio para el ocio no está permitido puesto que siempre hay algo que puede quedar mejor hecho y obligaciones más urgentes que cumplir. Desde la clasificación categorial del DSM, lo central es una preocupación excesiva por los detalles, las listas, la organización y los horarios que, en ocasiones, lleva a perder el objetivo final de lo que se realiza. A su vez, intenta no delegar en otros las tareas, porque esto implicaría ceder el control de las situaciones lo que le es muy difícil. La búsqueda de perfección, es lo que también interfiere en ocasiones con la finalización y el cumplimiento de tareas. A pesar de esto, la sobrevaloración cultural del trabajo y el orden, los lleva a ser en los ámbitos formales, personas aparentemente adaptadas.

Otra característica descrita en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, es que las personas con estos rasgos de personalidad, pueden comportarse de un modo terco y escrupuloso en temas morales, manifestando rigidez y obstinación. Esto quiere decir, que suelen ser muy críticos de los comportamientos de sí mismo y de los demás, mostrando muy poca flexibilidad ante las distintas circunstancias o contextos en los cuales estas tienen lugar. En el uso del dinero pueden expresarse también estas características. En general se describe un modo avaro de relacionarse con el dinero, siendo muy discrecional con los propios gastos y más bien mezquinos con los demás. ¿Cuál es el conflicto central en la dinámica obsesiva que lleva a estos comportamientos y estilos de relación? ¿Cuáles son las angustias y los mecanismos de defensa que utiliza? En términos generales, lo que intenta el obsesivo es controlar y manejar las diversas situaciones o relaciones en las que está inmerso. Esto le permitiría sentir que mantiene bajo control los impulsos sexuales y agresivos, que consciente e inconscientemente son experimentados como destructivos e incontrolables. Así, las listas, el perfeccionismo y la limpieza extrema son conductas que buscan mantener aislados

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estos impulsos. El temor entonces, sería el de dañar a alguien, porque en su fantasía si emergen los impulsos sexuales o agresivos, se vuelven incontrolables y dañinos. Para protegerse de esto, utiliza como principales mecanismos de defensa la disociación, el aislamiento, la anulación, racionalización e intelectualización y formación reactiva. Estos mecanismos buscan controlar y mantener apartado aquello que lo contacta con los impulsos sexuales y agresivos. En la formación reactiva, por ejemplo, los impulsos evacuativos ligados a la suciedad, son transformados en un afán de limpieza. Es decir, el deseo de evacuar, ensuciar y “destrozar” es transformado en un deseo de orden y limpieza, justamente lo contrario. En la disociación se intenta mantener separado el afecto de los pensamientos, rompiendo las conexiones con la situación a la cual está ligado (Laplanche y Pontalis, 2001). En el aislamiento el afecto es separado, apareciendo un comportamiento desconectado de lo afectivo y muy frío o formal. La anulación consiste en realizar algún acto para anular o reparar el significado de un acto anterior (Talaferro, 1965). Así por ejemplo, aquella persona que retrocede en la calle porque pisó “las líneas” de la vereda, intenta deshacer un

acto que puede tener ciertas consecuencias intentándolo con otro acto que anule el anterior. La intelectualización y la racionalización son mecanismos mediante los cuales se intenta controlar los conflictos a través de la formulación racional de éstos, inhibiendo la experiencia emocional y buscando explicaciones lógico-formales para justificar las diversas situaciones vitales; o explicaciones técnico-científicas como ocurre en la intelectualización. De esta forma, lo que se observa es una persona que puede entender desde la perspectiva lógico formal la muerte de un ser querido enfermo, se la explica y la entiende en el contexto de la enfermedad de la persona, pero no puede contactarse con la experiencia emocional de esta pérdida. Es así como se puede observar en las personas con estilo obsesivo, un tono desafectado y muchas veces desconectado de lo emocional, donde los mecanismos le permiten continuar con su funcionamiento habitual a pesar de estar experimentando pérdidas, dolores o frustraciones importantes. Lo anterior, tiende a producir frustración en quienes conviven con estas personas, pues no se sienten vinculados, contenidos o entendidos afectivamente.

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En cuanto al estilo cognitivo que tiene el funcionamiento obsesivo, aparece como característica central un pensamiento mágico, que en ocasiones no le permite diferenciar con claridad entre pensar y actuar. En este sentido la sobrevaloración de lo racional, los lleva a sobredimensionar los efectos de los pensamientos. Así, tener un pensamiento puede significar en la fantasía que é ste se haga efectivo, atribuyendo a los pensamientos, la posibilidad de influir mágicamente en la realidad. Sólo por el hecho de pensar en algo, esto podría suceder. Generalmente son muy dubitativos, presentan muchas dificultades para definirse y elegir en diferentes circunstancias. Esto puede entenderse considerando que la elección los contactaría con los propios deseos , que son sentidos como peligrosos e inmanejables. Así, se encuentran habitualmente dudando acerca de qué y cómo hacer las cosas. También tienden a ser muy obstinados, aferrándose a sus argumentos y posiciones como un modo de mantener el control. En el diálogo, la obstinación les permite anular los argumentos del otro, y entonces mantenerse y no perder el control. Necesitan situarse en la posición contraria al otro, oponiéndose para experimentar así la sensación de control.

Su razonamiento tiende a ser muy lógico y sus argumentaciones tambi én, aunque dejan vislumbrar los aspectos mágicos del pensamiento. Tienden a presentar un pensamiento en polaridades, especialmente en los temas relacionados con su conflicto: todo es sucio o limpio, las personas son ordenadas o desordenadas, ociosas o trabajadoras, rebeldes u obedientes, bondadosas o maldadosas. En cuanto a sus relaciones interpersonales, las personalidades de estilo obsesivo tienden a comportarse de manera formal, caballerosa, respetuosa y convencional. Mantienen generalmente muy buenas relaciones formales, pero es en las relaciones de intimidad donde presentan serias dificultades. Habitualmente en las relaciones con los otros experimentan una alta demanda y exigencia, que nunca es totalmente satisfecha. Esta insatisfacción constante y el rechazo y dolor que esto le produce, los lleva a negar la necesidad del otro. Así, logra aislar todo aquello que lo lleve a experimentar esta necesidad o deseo de otro, desconectándose en el ámbito afectivo. De esta forma, no puede sentir que requiere un acercamiento afectivo con el otro, ni de contención u otras formas de relacionarse íntimamente. Estas necesidades de afecto pueden ser desplazadas hacia objetos o

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actividades, lo que podría llevarlos a coleccionar y/o mantener aficiones de manera intensiva. Así, puede tener un objeto de amor, que quiere, que cuida y que valora, pero con el cual no se relaciona afectivamente, ni tiene que satisfacer ninguna demanda, es decir, no está expuesto a los conflictos y dolores asociados. El temor a perder el control se observa también en los vínculos como un temor a ser sometido por el otro. Es por esto, que se acercan y se alejan, ya que necesitan del otro, pero temen ser dominados y controlados. A su vez, dominar le permite evitar contactarse con los afectos asociados a la dependencia y a las ansiedades de separación. Entendidas así las relaciones desde este patrón de dominación y sometimiento, es frecuente que tiendan a dominar a quienes sienten más débiles y que tienden a someterse frente a quienes siente como autoridad. Como manifestación de esta dinámica pueden aparecer conductas pasivo-agresivas, donde se muestra y se actúa como alguien que está sometido pero, en realidad hace lo que es su voluntad pudiendo frustrar al otro, sin que aparezca directamente como una agresión. Por ejemplo, no es infrecuente que en aquellas parejas donde el hombre

se comporta más abiertamente dominante con la mujer, ésta busque mantener el control e incluso se comporte de manera agresiva y frustrante negando la interacción sexual a su pareja. En el ámbito relacional tienden a ser muy poco expresivos en lo afectivo, por lo que no manifiestan lo que quieren o necesitan, ni tampoco precisan qué es lo que buscan en la relación. De este modo, esperan mucho pero dicen poco, lo que lógicamente los frustra por las exigencias a las que someten los vínculos. En estas circunstancias pueden aparecer como personas muy irritables, impacientes y claramente descontentas. Las personas de estilo obsesivo tienden a caricaturizar a los otros e ironizan acerca de las distintas situaciones, lo que les permite mantenerse distantes y alejados. También se ha observado, que los sujetos con este estilo de personalidad pueden mantener mejor una cercanía virtual que una real, pues así la distancia y el control están asegurados. Es posible que en el contacto físico pueden ser algo agresivos, no violentos, pero si pueden pellizcar o abrazar de manera más brusca y provocar molestia, desesperación, siendo en la interacción “cargantes” o pesados.

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Por otra parte se recriminan y pueden ser muy críticos y castigadores con ellos mismos y con los demás. Suelen ser muy críticos consigo mismo y con los demás, culpándose y recriminándose cuando han experimentado o incluso solo pensado en la posibilidad de algún nivel o tipo de descontrol impulsivo. Los impulsos sexuales y agresivos, considerados negativos, le producen mucha culpa, lo que lo lleva a disociar el amor del sexo. Pueden mantener relaciones formales y comprometidas, en las cuales excluyen los aspectos sexuales placenteros. En sus fantasías, la sexualidad está cargada de agresión, por lo que mantener a la pareja alejado de esto, es un modo de protegerla de ser dañada. Las relaciones extramaritales, permiten vivir la sexualidad sin este temor. Hay distintas comprender el origen obsesiva:

maneras de de la dinámica

Desde la teoría freudiana, habría una regresión desde lo fálico-edípico por el temor inconsciente a ser castigado por el padre del mismo sexo, debido a sus pulsiones sexuales y agresivas dirigidas al objeto heterosexual. Así, regresaría a etapas previas de desarrollo que no fueron plenamente resueltas. En la fase anal, la zona erógena predominante es el esfínter anal y en ella

se juega el conflicto control/descontrol y lo que esto significa en relación a la autoridad. Algunos autores han hablado del carácter anal, aludiendo a los rasgos de personalidad característicos de aquellos sujetos fijados en esta etapa del desarrollo psicosexual, donde el placer puede estar tanto en retener como en expulsar las heces, jugándose el tema del control de esfínter y el conflicto que esto trae con las figuras de autoridad. Para algunos (Millon, 2006) el conflicto central se produce entre el deseo parental de interferir y controlar y el creciente sentimiento de autonomía del niño. El aprendizaje de los hábitos de higiene sería parte de este conflicto de interacción. Hay autores que caracterizan a las familias de las personas con estilo obsesivo, como constituidas por padres exigentes y que a la vez buscan coartar los impulsos de sus hijos. La madre y/o padre pueden ser rígidos e intentar que el niño se doblegue ante sus propios deseos; y el padre también, lo que podría generar el conflicto obsesivo como la lucha constante entre la obediencia y el desafío (González, J., 1992). Lo anterior, pudo haberle hecho sentir al niño más bien exigido que querido, criticado más que aceptado. Esta experiencia de no poder ser suficientemente amado por los padres, produce mucha ira por las necesidades

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de afecto y dependencia no satisfechas (Gabbard, 2000). Así, mantener el control, sería una de las maneras de manejar la dependencia evitando sentir esa necesidad que no fue satisfecha y la rabia asociada a su frustración . Desde esta perspectiva puede comprenderse la gran ambivalencia hacia las relaciones y vínculos (Millon, 2006), donde se juegan la necesidad de otro y al mismo tiempo el rechazo de esta necesidad, por quedar expuesto al dolor. Así, quien aparece desconectado de los vínculos y negando la dependencia, en lo más profundo anhela sentirse querido, aceptado y apoyado. Ilustración Clínica Francisco, ingeniero de 45 años llega a consultar enviado por su señora Paula de 40 años con quien lleva 11 años de matrimonio. Francisco es laboralmente exitoso y llega impecablemente vestido a la consulta. Habla muy bien y tiene un trato muy amable, aunque algo formal. Relata que ha sido enviado por su mujer debido a las dificultades sexuales que presentan. Ella considera que él no tiene deseo sexual y que su vida sexual casi no existe. Francisco reconoce que esto es así y que siempre ha sido así con Paula, aunque no lo entiende. También señala que desde que se casó con Paula

se ha hecho cargo de ella, la lleva a casi todos los lugares, le compra la ropa, le ayuda e interviene en algunas labores de su trabajo como arquitecto. Con Paula refiere tener buena relación aunque generalmente pelean por cosas pequeñas. Por ejemplo no le gusta comer guisos ni “comidas revueltas” sino ojalá poder diferenciar cada ingrediente que tiene el plato, lo que es motivo de discusión con Paula quien no puede entenderlo. También discuten por el orden y porque los niños no ordenan o limpian como él esperaría. En ocasiones ha sentido que Paula quiere hacer las cosas a su modo, como por ejemplo tener encuentros sexuales cuando ella quiere o usar el dinero como ella cree que se debe hacer. Cuando siente a Paula en esta postura, dice oponerse muy resistentemente e incluso hacer el contrario a lo que ella quiere, no porque cree que es lo mejor, sino porque siente que tiene que hacerlo y este modo de actuar suyo no lo comprende. Refiere trabajar exactamente diez horas al día, comenzando a las 8:30, después de que deja a los niños en el colegio y terminando a las 19:00 cuando apaga el computador. Se permite 30 minutos de almuerzo. Este horario se ha transformado como en un ritual que siente que tiene que cumplir para que todo funcione.

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Relata que ha estado en varios trabajos, pero que siempre tenía problemas con los jefes que intentaban abusar de su tiempo y no le dejaban realizar las cosas a su estilo. Actualmente trabaja de manera independiente, por lo que puede manejar sus tiempos y los trabajos que elige. Casi al final de la entrevista señala que desde que está casado que tiene una relación paralela con una mujer soltera, quien conoce su situación matrimonial. Refiere que a ella no la quiere como a Paula, pero que con ella lo pasa bien sexualmente, que ha experimentado cosas que jamás haría con Paula que “es la madre de mis hijos”. Incluso dice que en ocasiones han hecho locuras como tener sexo en lugares extravagantes. IV.2. ESTILO ESQUIZOIDE PERSONALIDAD

DE

LA

Para poder comprender los comportamientos y el estilo relacional de la personalidad esquizoide, es necesario que podamos sumergirnos en las dinámicas que la explican. Comenzaremos este apartado intentando caracterizar a este estilo de personalidad para luego poder entender más en profundidad su funcionamiento. La personalidad esquizoide ha sido caracterizada por un patrón de distanciamiento de las relaciones sociales

y restricción de la expresión emocional (DSM IV, 1995). En general se muestran poco interesados y hasta indiferentes en establecer contacto con otras personas, formar parte de grupos o buscar relaciones amorosas. De este modo, disfrutarían más realizando actividades solitarias. Se aprecian fríos, aplanados afectivamente o desvinculados y no tienen relaciones de intimidad. Es como si no les importara su impacto en el otro, siendo indiferente a sus halagos o críticas. (DSMIV, 1995) Todas estas características apuntan a la descripción de una personalidad que tiende a alejarse de las relaciones y en apariencia a disfrutar más de la experiencia interna y de la soledad. Esta descripción correspondería a una de las variantes expresivas de la dinámica intrapsíquica esquizoide. Desde nuestra perspectiva nos parece importante poder dar cuenta de que el estilo esquizoide y la dinámica intrapsíquica que lo caracteriza puede tener otras variantes relacionales. Así, la primera variante correspondería a este patrón de rasgos vinculados con el tipo “retraído” que anteriormente hemos caracterizado. La otra variante correspondería al tipo de

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rasgos cuya manifestación observable es una intelectualización extrema, muchas veces referida a contenidos de experiencias emocionales. Estos mecanismos intelectuales esconderían la inmensa dificultad o déficit en el ámbito de las relaciones emocionales, aunque se ven como personas muy conversadoras e interesadas en los temas de los otros. Hablan bien y aparecen emocionalmente atractivos, pero una vez que llega la cercanía y la intimidad se alejan. Su afectividad es pobre y son desapegados emocionalmente, no pueden trasmitir afectos. Por ejemplo, es el caso de aquellas personas que pueden hablar acerca de las relaciones y los contenidos emocionales, incluso tener trabajos en los que se dedican al tema de las relaciones, pero no pueden vivir la experiencia de relacionarse afectivamente, ni contactarse con los contenidos emocionales de la propia experiencia. Así, Don Quijote habla del amor y de Dulcinea pero no puede vivenciar la experiencia emocional del amor; quien “vive esta experiencia” es Sancho, su compañero. Pero ¿cómo puede entenderse el funcionamiento del estilo esquizoide?, ¿cómo podemos explicarnos estos comportamientos? El conflicto central del esquizoide está asociado al deseo y a la vez al temor

a la fusión con el otro y al riesgo de “desaparecer” que esto conllevaría. El temor es a ser invadido en las relaciones de intimidad y que esto implique la pérdida de algo valioso y la posible disolución del yo. Por otro lado, cuando están solos se angustian, porque la soledad no permite el vínculo que a su vez enriquece el mundo interno. Esta particular vulnerabilidad a sentimientos de ser vaciado, de ser abandonado, de soledad y de rechazo son negados y reprimidos, apareciendo la distancia, como “escudo protector”. Las defensas como la intelectualización, la disociación horizontal y la negación son utilizadas con frecuencia para defenderse de los temores. Así la disociación horizontal les permite separar los afectos y pensamientos íntimos de los exteriorizados, la intelectualización aparece como una formulación discursiva y técnica que permite que los conflictos y emociones puedan ser manejados, evitando la conexión afectiva. A su vez, negando pueden obviar aquellos aspectos de la realidad o de sí mismos que les producen ansiedad. Para Kernberg (1982), el esquizoide podría defenderse a través de la “huida maníaca”, la que puede manifestarse a través de un bombardeo

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de actividades y estímulos permanentes. Esta alternativa puede constituirse en una manera de estar en el mundo haciendo pero, no siendo ni interactuando. También puede darse una permanente búsqueda de excitación de actividades sexuales promiscuas, evitando el riesgo del abandono y de la invasión. La percepción del exterior tiende a ser globalista, generalizadora y distante y sin atender aquellos aspectos centrales de las distintas situaciones vitalescotidianas. En general la persona con estilo esquizoide se sitúa en las alturas intelectuales, hablando desde lo abstracto. Se puede referir a la importancia de la familia, de la comunicación, de las relaciones interpersonales, de la pareja, pero no participa comprometidamente de ellas. Ciertos roles como de médico, dentista, profesor, psicólogo, le permiten estar con gente pero no intimar que le permiten estar con gente, pero no necesariamente intimar. Su comportamiento es aparentemente adecuado, ya que frente a las diversas realidades, hacen uso de estrategias inconscientes que les permiten evitar la conexión íntima y lograr tranquilidad.

En el ámbito cognitivo, dan cuenta de una sobrevaloración de los procesos de pensamiento. Son lúcidos, curiosos, reflexivos e interesados especialmente en temas intelectuales, históricos y técnicos en un nivel importante de abstracción. Suelen dirigir sus talentos y sus intereses hacia las cosas, los objetos, las actividades o los temas humanos pero, desde una distancia enorme. La intimidad es desplazada hacia objetos abstractos e inanimados, que por supuesto no ofrecen riesgo de invasión. Su lenguaje y estilo comunicacional es reflexivo, verbalizan en términos generales, abstractos y muy impersonales. Son observadores estáticos, no participativos pues la desconfianza y la necesidad de autoexclusión los hace tener una actitud de observación y no de participación. Además como tienen dificultad para captar las claves emocionales, esto hace que su respuesta comunicativa sea vaga y pobre. Son formalmente conectados pero carecen de la habilidad necesaria para emitir y recibir emociones. Su naturaleza es introversiva, reservada y con tendencia a las interacciones limitadas con los demás. En términos interpersonales, no tienen dificultades para tener interacciones con otros, en el sentido de hacer actividades con otro. Lo que les

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genera ansiedad es el vincularse con los otros. Siendo especialmente vulnerables al abandono y la soledad. No obtienen ninguna satisfacción en las relaciones interpersonales, lo que se traduce en la ausencia de relaciones íntimas o afectuosas. Buscan estar con otros, porque esto apacigua las angustias ligadas a la soledad, aunque no logran involucrarse realmente. Les falta espontaneidad, resonancia y vivacidad, suelen ser silenciosos y tranquilos, graves, torpes, no reactivos y aburridos. No permiten que los demás conozcan sus conflictos y se recluyen en sí mismos. Son herméticos porque nada puede ofrecerle confianza para superar el temor al amor y al ataque, a la pérdida, al abandono y a la agresión. También puede suceder que establezcan relaciones interpersonales muy dependientes, donde profitan del otro. En el fondo necesita del otro para mantenerse en contacto con el resto del mundo y para poder funcionar en la realidad. Este es caso del hombre al cual su secretaria le hace todo: le compra el regalo para la pareja, le reserva los aviones, los hoteles. En este sentido, suelen ser exigentes con el otro, le piden que se haga cargo de muchas cosas y sienten como muy legítimas sus demandas. Este tipo de relaciones interpersonales puede ser vivida como

una agresión por el otro, ya que son vínculos muy frustradores en los que el otro es muy exigido pero recibe poco a cambio. Si se les presiona o se les avergüenza, pueden tener actitudes muy rechazantes. En este sentido su vergüenza, no es la vergüenza narcisista de no tener algo, sino la de que alguien tenga acceso a su intimidad, ya que su mundo interno es lo más valioso que tienen. Por esto saben a quién acercarse y cómo y cuándo retirarse. Si alguien conoce su mundo interno surge el temor de que lo van a controlar, lo que los hace estar muy desconfiados y alertas. Fairbain (1940) considera que el fenómeno esquizoide fundamental es la presencia de disociaciones en el yo, que pueden encontrarse en distintos niveles de profundidad. Así, habría personas que disocian ante los eventos más ordinarios hasta otros que lo harían en situaciones extremas, con las consecuencias en la percepción de la realidad e integración de la conducta que esto conlleva. A su vez, describe seis técnicas esquizoides para relacionarse con el mundo externo intentando superar los temores en la entrega emocional. Una de estas técnicas sería el desapegarse o distanciarse del mundo; también alude a la actuación o el comportarse centrado en las funciones de un rol, evitando contactarse con las emociones genuinas.

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El realizar actividades artísticas exhibicionistas (como actor o conatante), creativas o literarias (como pintor, escultor) que les permitan mostrar, expresar algo de si, sin contacto directo y sin el riesgo asociado que esto tiene para ellos, es también frecuente en las personas con estilo esquizoide. Para este autor, otro modo que encuentra el esquizoide para relacionarse con el exterior es darle un valor excepcional al mundo de los sentimientos y pensamientos, restándole importancia a lo que sucede en el mundo exterior. Así mismo, considerar aquello que se ha dado o de lo que se ha desprendido, como algo inútil y sin valor, les permite no involucrarse realmente. Finalmente, otra forma podría ser el resolver problemas emocionales, no en un contexto interpersonal sino, en el campo intelectual y en una actitud distanciada. Por su parte Laing (1965), plantea que existen algunas actitudes típicas del esquizoide para protegerse del temor a ser invadido y del temor a sumergirse en el otro; ellas serían: - Centrarse en sí mismo o estar consumido por el amor a sí mismo de modo que no puede ser “devorado” por nadie más. - Petrificarse a sí mismo o transformarse en piedra de modo

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que no pueda ser tragado o transformado por otra persona. Deshumanizarse o despersonalizarse y así aislarse y protegerse. Negar la humanidad del otro y tratarlo como cosa. Mostrarse complaciente por fuera pero hacer finalmente lo que desea. Mostrar siempre una imagen falsa y nunca la verdadera.

Todas estas actitudes permitirían a la personalidad de estilo esquizoide mantenerse en el mundo, estar con otros y desenvolverse, sin contactarse realmente. ¿Qué podemos decir acerca de la psicogénesis de este estilo de personalidad? En la psicogénesis del estilo de personalidad esquizoide se debe hacer mención a las ideas formuladas por Melanie Klein y Wilhelm Fairbairn entre otros muchos e importantes aportes. Melanie Klein plantea la idea de una falla en la escisión de los aspectos idealizados y persecutorios; determinadas experiencias de nutrición, dificultarían la incorporación del objeto bueno ya que estaría cargado de afectos agresivos por el fracaso de la escisión.

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Para Fairbairn las personalidades esquizoides son incapaces de dar y recibir afecto, característica que se originaría en la relación con la madre “quien no es capaz de convencer al bebé de que lo quiere como persona”. El constructo fundamental estaría asociado al concepto de esquizoideo, es decir, a la disociación horizontal (versus la vertical) en la que se separaría el mundo externo del interno, es decir lo que piensa y siente de lo que revela. Esta disociación esquizoidea sería una defensa a experiencias emocionales muy intensas derivadas de una relación temprana vivida como muy invasiva. Así, el sí mismo es protegido de ser “invadido” , “avergonzado” o “robado”. La relación objetal es sentida como que encierra, invade, roba, devora, despedaza, por ende controla desde adentro. Por ello, el estar absortos en sí mismos los tranquiliza, así como también ser “extremadamente” resistentes a las presiones sociales. La frustración (oral) de no haber recibido suficientes respuestas no verbales satisfactorias origina dificultades en la incorporación de experiencias positivas. La frustración podría ser producto de una relación con una figura materna en la que coexistía la sobreprotección y la indiferencia. De este modo, el bebé no puede incorporar un objeto gratificador y amado al yo. La experiencia puede haber tenido que ver

o puede estar referida a una madre muy invasiva, con desapegos bruscos, muy angustiada y luego lejana. Por ejemplo Francisca, que presenta rasgos claramente esquizoides relata que desde los tres meses de edad y hasta los ocho, su madre, muy angustiada por el abandono del padre, la deja a cargo de unos tíos y se va a su país de origen. Al volver, la madre relata que le es muy difícil hacerse cargo de esta niña con la que no ha estado, que tiene mucho temor a que le suceda algo (por ejemplo no le da alimentos para que no se ahogue) y transita entre ser aprehensiva y distante. Ilustración Clínica Pedro de 46 años, es casado, tiene tres hijos (dos mujeres y un hombre), es médico oncólogo infantil, especializado en el extranjero. El jefe del servicio de salud donde trabaja, le sugiere consultar al servicio de psiquiatría y salud mental, debido a que los pacientes no vuelven luego de la primera consulta, a pesar de que es un oncólogo de primer nivel. El paciente es un hombre reservado e inteligente y sólo se entusiasma cuando habla de los temas de “oncología”. Señala que su vida la ha dedicado al estudio y al trabajo, hecho que le ha obligado a estar largos períodos lejos de la familia. La familia no viaja con él, porque los niños están en edad

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escolar. La señora le dice que “como él está poco en la casa, cuando viaja no se nota”. Le reclama que la “mira, pero no la ve y que no tiene idea de nada de ella, pero que es estable y fiel y relata tener una buena vida sexual”. Pedro refiere que no le gusta la vida social pero que igual asiste a todas las reuniones sociales a las que lo invitan, dice: “la relacionadora pública es mi mujer”. Con sus hijos comparte la hora de comida y ven juntos el noticiario de la noche. Cuando llega del trabajo pasa directo del garaje al escritori o, hasta que lo llaman a comer. El paciente no se observa conectado ni consigo mismo ni con los demás. Relata que es muy riguroso en la atención de los pacientes, que les dedica bastante tiempo, pero que tiene dificultades para contener las demandas y angustias de las madres. Señala que él les “escribe todas las instrucciones y procedimientos que deben seguir”, q ue esta es su forma de ser y que siempre ha sido así. Como antecedentes, relata que es hijo de madre española, que tuvo un primer matrimonio sin hijos en España y que en Chile, se casa por segunda vez con un español. El paciente tiene dos hermanas mayores, es el único hombre y

se casa a los 36 años con una joven española ocho años menor. IV.3. ESTILO NARCISISTA PERSONALIDAD

DE

LA

En este punto examinaremos algunas de las características y comprensiones que se pueden realizar del estilo narcisista de personalidad. Dada la gran variedad de literatura y valiosos desarrollos teóricos existentes, lo que proponemos es un modelo simple que intenta clarificar a grandes rasgos cómo se comporta y desde qué dinámicas funciona la personalidad narcisista. El narcisista está tan centrado en sí mismo, que no puede reconocer y amar a los otros. Está centrado en amarse a sí mismo y utiliza a los demás para ensalzar su propia imagen. Generalmente, y de acuerdo a la clasificación del DSM IV, se ha caracterizado a la personalidad de estilo narcisista como marcada por un patrón de grandiosidad y sensación de superioridad. Estas características los lleva a presentar una sobrevaloración de sí mismos, que puede apreciarse en la sensación de ser especiales y/o importantes y a desvalorizar al otro, presentando una actitud arrogante frente a los demás.

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Se caracterizan también por la falta de empatía con los demás, lo que los puede llevar a ser muy exigentes e incluso abusivos con los otros, a quienes muchas veces tratan como inferiores. La satisfacción de la necesidad de admiración, que requiere ser permanentemente lograda, los lleva a realizar conductas que confirmen su sensación de ser “especial” y de ser tratado como tal. Las anteriores son algunas de las características descriptivas de la personalidad narcisista, pero ¿qué es lo que explica estos comportamientos, modos de sentir y de relacionarse? ¿cuáles son las dinámicas que subyacen a este estilo de personalidad? Para acercarse a una comprensión más rigurosa es fundamental tomar algunas de las diversas acepciones y construcciones del término, realizando algunas puntualizaciones: Desde una perspectiva, habría un narcisismo primario, una etapa del desarrollo donde no habría diferenciación yo-no yo; no habría objeto para el sujeto, se funcionaría en un nivel autoerótico. A medida que el sujeto se va diferenciando, va surgiendo también el otro. Desde esta perspectiva este narcicismo primario formaría parte del desarrollo normal. El narcicismo secundario, sería un narcicismo más

tardío en el desarrollo, donde existiendo la diferenciación sujeto-objeto y la posibilidad del sujeto de libidinizar (investir, cargar) objetos, no lo hace volcando la energía hacia sí mismo. Desde esta perspectiva evolutiva el narcicismo secundario sería patológico. Otro planteamiento diferencia narcisismo normal de narcisismo patológico. El narcisismo normal sería la capacidad de una persona de mantener la autoafirmación y construir una autoestima segura. El narcisismo normal permitiría a la persona exponerse a la evaluación, de tal forma que no pone en riesgo la valoración de sí mismo, sino que el ser evaluado otorga la posibilidad de aprender de la experiencia incorporándola, sin que esto altere el amor propio. El narcisismo normal se originaría a partir de la renuncia del sujeto a la idealización de las figuras parentales, idealizaciones que son transformadas en ideales personales. En el narcisismo normal, el espacio entre el ideal del yo y el yo real es menor, por lo que no se está expuesto a los desbalances de la autoestima. De esta forma, la construcción del ideal del yo le permite mantenerse en un nivel que excluye lo grandioso y lo depresivo o devaluado. Desde esta perspectiva, el narcisismo patológico tendría que ver con un autoestima insuficiente, vulnerable y dependiente de la admiración de los demás.

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Una tercera puntualización sería tomar la perspectiva estructural para analizar el fenómeno narcisista. Desde esta mirada, habría una subclasificación de narcisismo de acuerdo a la estructura en particular en la cual se ha instalado este estilo. Así, el narcisismo neurótico, se caracteriza por una necesidad exagerada de admiración, dependiendo de la estima del otro y buscando lucirse para ser reconocido. También en la estructura neurótica puede encontrarse un estilo narcisista en que este sí mismo grandioso está asociado o ligado a una idea, institución o causa. Entonces la persona ama a ese objeto, idea, institución y al amarla se ama a sí mismo. En la estructura limítrofe, el estilo narcisista se presenta de diversas maneras. Para algunos autores, como Kernberg, este sí mismo grandioso incluye un aspecto del ideal del yo y un aspecto del ideal grandioso del súper yo. Entonces la grandiosidad del neurótico se acerca más a la omnipotencia en la estructura limítrofe. Para Kernberg, hay diversas presentaciones del trastorno narcisista, siendo posible encontrar trastornos narcisistas, trastornos narcisistas con conductas antisociales, narcisismo maligno y trastornos antisociales propiamente tales.

El narcisismo maligno sería un trastorno narcisista con conductas antisociales, agresión o sadismo dirigido a los demás y una fuerte orientación paranoide. Por otra parte, plantea que el trastorno antisocial no puede ser diagnosticado exclusivamente por la presencia de conductas antisociales, sino que se caracteriza por la presencia de una patología del súper yo, manifestada en la ausencia de la capacidad para sentir culpa y remordimientos. Así, la incapacidad para tener relaciones interpersonales no explotativas y un mínimo funcionamiento moral son los elementos distintivos de esta patología de la personalidad de otras patologías narcisistas. 1 En la estructura psicótica el aspecto narcisístico es grandioso y estaría centrado en una identidad delirante que incluye un delirio de grandeza megalomanía. Así por ejemplo sería “el rey de los reyes” o “el pobre más pobre”. Ahora bien, si intentamos comprender el estilo narcisista, ¿cuál es el temor central del narcisista? El temor del narcisista sería conectarse con aquellos aspectos 1

Las características de la personalidad antisocial se abordan más adelante, al finalizar el apartado del estilo narcisista.

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carenciados del sí mismo y, al mismo tiempo, con la envidia que le produce el constatar que otros tienen algo valioso que él no posee. La envidia al otro es tan fuerte que no le permite recibir nada, buscando la gratificación en sí mismo, lo que va ligado a la sobrevaloración personal y a la búsqueda de formas de autogratificación que les permitan, permanentemente, negar la necesidad del otro o lo valioso del otro. Entonces, idealizar los propios aspectos del sí mismo les permite mantenerse descontactados de sus carencias y necesidades. Al mismo tiempo, devaluar al otro les permite mantener la sensación de superioridad para sostener esa imagen sobrevalorada de sí mismos, esa cáscara grandiosa protectora. Así, un docente de la escuela de sociología de una universidad rechazó el ofrecimiento que le hizo la escuela para formarse en el extranjero “porque tenía el propósito de escribir un libro” y pensaba que quizás no necesitaría formarse más adelante. Nunca escribió el libro (tenía una imagen sobrevalorada de sus capacidades) y sostuvo siempre que el curso que le ofrecían no era del nivel que a él le correspondía. Esto también revelaba las dificultades para recibir algo bueno de otros.

Generalmente, están muy preocupados por el poder, la belleza y los logros, buscando ser admirados por los demás y al mismo tiempo evitando las experiencias de frustración. Necesitan mantenerse permanentemente excitados y/o estimulados para no tomar contacto con la experiencia de vacío. Sin embargo, la experiencia de gratificación es momentánea por lo que nunca se sienten plenamente satisfechos con sus éxitos. Por ejemplo, Pedro un profesional del área comercial, buscaba trabajos en los cuales le tocaba relacionarse con personas que claramente tenían menor preparación y conocimientos que él. Esto le permitía siempre quedar en una posición de superioridad respecto del resto. Sin embargo, esto le significaba a la vez, un empobrecimiento a nivel intelectual, interpersonal y profesional. En el ámbito interpersonal generalmente dan la impresión de ser más empáticos y más cercanos de lo que efectivamente son. Esto sucede preferentemente cuando el otro es idealizado y su cercanía permite mantener y sostener las propias idealizaciones, pudiendo identificarse con este otro y/o “cubrirse del resplandor del otro”. Así, esta aparente cercanía en el fondo es una distancia enorme, porque este otro no es considerado ni aparece como tal. En ellos no se observa la

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capacidad de usar la identificación para la empatía, por lo que no pueden captar lo que el otro expresa ni cuáles son sus estados internos. No ponen energía en la relación con el otro, sino más bien, se comportan de manera independiente y muy autónoma, negando la necesidad de cualquier aspecto que otro le pueda dar. Como tienen dificultades para empatizar son muy fríos en el vínculo interpersonal, no se conectan con las emociones propias ni con la de los demás. Eso hace que sean muy poco sugestionables e influenciables, presentando muchas dificultades para tomar acuerdos o conciliar con los otros. Por el contrario, pueden establecer vínculos utilitarios demandando favores especiales con la convicción de que son merecedores de estos. La necesidad de mantener la idealización del sí mismo les dificulta poder tolerar las críticas, que son vividas con rabia y mucha ansiedad persecutoria, por lo que terminan generalmente desvalorizando y despreciando al otro, como un modo de defenderse. Las pérdidas de figuras de admiración pueden ser vividas con mucha rabia o con “furia” por la herida narcisística, pudiendo llegar a ser muy destructivos con aquellas personas que sienten que les hicieron perder o los conectaron con su vulnerabilidad.

Así por ejemplo Daniela de 36 años, que se encontraba en un proceso de separación de su marido, cuando se entera que éste ha comenzado a salir con otra persona, siente tan intensamente el dolor y la furia que llega a inventar y provocar situaciones de confusión, contactándose, incluso, con los jefes de esta mujer para desprestigiarla y provocarle daño. Algunas veces, las pérdidas los derivan al sentimiento de inseguridad y a las necesidades de dependencia y los conectan con una vivencia de profunda impotencia, que los puede llevar a duelos patológicos. Como viven el presente no pueden elaborar las pérdidas que van ocurriendo. No hay pasado al que sentir gratitud ni futuro para reparar, lo que conlleva momentos de gran desaliento. En la crisis de la edad media, las pérdidas son evidentes y muchas veces confrontan a la persona con los aspectos débiles y/o dependientes. Para una buena resolución es fundamental que la persona pueda sentir gratitud de lo que sí ha podido vivir y lograr la expectativa de poder recibir algo valioso en el futuro. En cuanto a las relaciones de pareja, no los moviliza una verdadera relación, sino que buscan la confirmación y la admiración; no aceptan que la pareja “aporte”, “traiga” algo a la relación,

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porque no pueden tolerar que el otro tenga algo valioso para aportar. Cuando se sienten desconformados por la pareja, puede surgir la agresión y la furia narcisística, lo que puede concluir con un daño significativo para el otro. La actuación de la furia narcisística y del desprecio hacia el otro tiene grados, que dependen de otras características de personalidad y de la estructura en la que este estilo de personalidad está inscrito. Algunas personas con este estilo de personalidad pueden tener amantes para satisfacer estas necesidades de confirmación y admiración, necesidades que una vez satisfechas les permiten desvalorizar y despreciar al otro. Los hombres de estilo narcisista buscan parejas que los adornen, mujeres hermosas o exitosas, que los iluminen pero no los opaquen. Por su parte, las mujeres narcisistas buscan la satisfacción de todas sus necesidades con hombres en los que ellas inhiben los aspectos masculinos y los hacen ser asexuados, pasivos o depresivos. Buscan que se transformen en cuidadores agradecidos perpetuos y a los cuales consideran disminuidos. En el fondo buscan controlar al otro y lo desvalorizan, mantienen estas relaciones siempre que les sirvan para mantener su imagen sobrevalorada u obtener otro tipo de beneficios de la relación. En

general, se aprecia que no toleran el suspenso, la duda frente a la admiración, tampoco el aburrimiento ni la rutina. ¿Cómo podemos comprender el origen de la dinámica narcisista? Una de las versiones del mito de narciso da cuenta de cómo su tragedia comienza desde la concepción, ya que sería producto de la violencia sexual. Uno de los dioses después de raptar y violar a la madre de Narciso, engendró en ella a un joven de espléndida belleza, a quien dieron por nombre Narciso. Los dioses predijeron que el niño tendría vida siempre y cuando no se conociera a sí mismo. La belleza de Narciso enamora a hombres y mujeres, dioses y mortales, pero él es incapaz de responder porque tiene una incapacidad para amar y reconocer al otro. Finalmente al encontrarse con su reflejo en el agua, ensimismado en su bella imagen se retrae de toda posibilidad de relacionarse amorosamente con otros seres, e incluso de cuidar sus propias necesidades y finalmente se consume. Coherente con esta versión del mito, se ha observado en las historias de las personalidades de estilo narcisista que las relaciones con las figuras parentales han estado caracterizadas por mucha exigencia y a la vez desprecio. Esta perspectiva plantea que serían

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padres a los que les cuesta aceptar a sus hijos como son y desde ahí pueden comportarse de forma muy frustradora y abandonadora.

consecuencia de una diferenciación e integración patológica del yo y del súper yo, debido a la existencia de relaciones objetales patológicas (González, J., 2001).

También, se ha planteado que estos niños pueden haber sido víctimas de uso y abuso por parte de sus padres y haber aprendido que no se puede confiar en los otros sino sólo en sí mismo.

Para otros autores, la comprensión de la dinámica narcisitica sería diferente. Así, desde la psicología del sí mismo, Kohut hace una primera distinción diciendo que habría dos lín eas de desarrollo: el amor objetal y el narcisismo, cada una con su propia evolución. Desde esta perspectiva el narcisismo no sería una etapa que debe ser superada en el desarrollo, sino tendría su evolución independiente desde formas más primitivas a otras más maduras (Lerner, 2007).

Para otros autores como Benjamin (1996) los padres están tan centrados en este hijo, que nunca le muestran sus propias necesidades, por lo que este niño nunca aprende que los otros son seres independientes con necesidades propias. A esto se sumaría la exigencia de ser perfecto para continuar siendo adorado por estos padres. Desde la perspectiva de Kernberg (Gabbard, 2000), el narcisista tendría un sí mismo integrado pero patológicamente grandioso. Para él habría una fusión del ideal del sí mismo, con el ideal del objeto y con el sí mismo real; cuyo resultado sería la devaluación de las imágenes objetales. El sí mismo narcisista se identificaría con las imágenes idealizadas del sí mismo, negando la dependencia de los objetos y las características inaceptables de sus propias imágenes de self que serían proyectadas en los objetos.

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Desde esta mirada, la estructura las personalidad narcisista es

Para este autor es fundamental que se den los procesos de narcisización para el desarrollo del sí mismo. Este proceso comprende una valoración positiva de parte del otro, además de una concomitante sensación de placer asociada a esta valoración. El sujeto se identifica con esa valoración, ese placer y eso es lo que permite que el niño se encante consigo mismo. El sí mismo entonces, se constituiría por la internalización de ciertos objetos con los que se establece una relación narcisística. Estos son los objetos del self que tienen como función prestarse para la idealización del niño y estar presentes como objeto del sí mismo grandioso.

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Este proceso de formación del sí mismo puede darse luego de repetidas experiencias de satisfacción y experiencias de frustración tolerable. En el desarrollo normal habría un sí mismo cohesionado, vital y con un funcionamiento armónico. En los trastornos narcisistas la patología sería de la regulación del autoestima, debido a fallas reiteradas de los objetos del sí mismo en el período de las experiencias de formación de éste. Depende del momento y de cuales sean los objetos que fallan, las características que tenga el cuadro clínico. Hornstein (2006) usa el término de narcisismo trófico, que sería aquel que mantiene la cohesión y estabilidad del yo y la valoración del sentimiento de estima de sí. Este existe porque ha habido reiteradas vivencias de satisfacción de las necesidades que permiten una organización del yo. El narcisismo patológico evidenciaría una falta crónica de investimientos parentales que se traduciría en una falta de amor propio, en un profundo dolor por sí mismo. Estas perspectivas enfatizan el rol del ambiente y sus funciones en el desarrollo del sí mismo, y su importancia en el desarrollo de las patologías narcisistas.

Ilustración Clínica Miguel es enviado para una evaluación psicológica desde la Escuela de Aviación de las Fuerzas Armadas, debido a que presenta ciertas dificultades con sus compañeros y superiores. Tiene 32 años y es Ingeniero Civil con especialidad en Computación. Se ha especializado en Ciencias Aéreas logrando muy buenas calificaciones. Es un hombre muy atractivo y se desenvuelve de un modo muy adecuado. Se observa muy seguro de si e impresiona todos los conocimientos que muestra poseer en el trabajo que realiza. Ha estado a cargo de distintas áreas de formación como docente en cursos centrales de la carrera. Como experto en computación fue enviado a hacer un curso en el extranjero, en el cual tuvo problemas de relación con sus profesores, a los que calificaba como no preparados para dar clases de un buen nivel. Refiere que esto también sucede en la Escuela donde “excepto un par de personas, no hay gente preparada para enfrentar los desafíos de estos tiempos…..” Señala que cuando estuvo a cargo de un curso de la Escuela, hubo varios postulantes que renunciaron e incluso algunos reclamaron por su nivel de

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exigencia, el cual para él era totalmente justificado “… ya que estamos tratando de formar profesionales de excelencia…” Relata que escogió la Escuela de Aviación por su prestigio y porque es un lugar donde hay personas de alto nivel. Entra a la escuela después de un tiempo en el que intenta trabajar y vivir solo, sin conseguir mantenerse en los cargos que ocupaba, a pesar del excelente rendimiento que siempre tuvo durante la carrera. Señala que siempre ha mantenido relaciones de pareja pasajeras y con mujeres que lo terminan aburriendo porque en general “no saben ni están al tanto de lo que sucede en el mu ndo”. Por ejemplo refiere que Clara, su última pareja, no se interesaba por los acontecimientos externos, sino sólo por lo que sucedía en la casa y además no tenía opinión propia sino que se sumaba siempre a lo que él proponía o pensaba. Además de las dificultades relacionales, lo envían debido a que en algunas ocasiones ha protagonizado escenas de rabia incontrolable, cuando se han encontrado en situaciones en las que se siente disminuido o pasado a llevar. Por ejemplo refiere que una vez estando como alumno en una clase, fue ridiculizado por el profesor, quien se burló de lo que Miguel decía. Esto le provocó tanta rabia que enfurecido le

gritó y luego cerró la puerta con un golpe fuerte. Refiere que sus superiores no entienden estas conductas y que no se las explican de alguien como Miguel; inteligente, interesado y muy educado. Como antecedente, es importante destacar que es hijo único de una madre soltera, que salió adelante con la ayuda de sus padres y por su propia perseverancia. Miguel nació con una malformación en su rostro, la que luego de algunas intervenciones fue corregida. Recuerda haber tenido muchas dificultades para poder mirarse al espejo, ya que no le gustaba verse distinto y verse “mal hecho” como le había dicho el abuelo en alguna ocasión. CARACTERÍSTICAS DE LA PERSONALIDAD ANTISOCIAL Existe un arduo debate relacionado con el diagnóstico de pacientes que presentan conductas antisociales. Según el DSM IV, los pacientes que manifiestan estos síntomas presentarían un Trastorno de la personalidad antisocial. El eje está puesto en la transgresión de las normas sociales, culturales y /o legales. Para Kernberg, lo antisocial debería definirse en función de sus significados psicológicos y no sólo en términos conductuales o legales. Es

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diferente e importante distinguir entre conducta antisocial y trastorno antisocial de la personalidad. Más aún por el hecho de que las conductas son síntomas y los trastornos de personalidad están configurados en base a rasgos. La conducta antisocial puede definirse como cualquier comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura, por lo tanto, puede ser cualquier tipo de conducta que refleje una violación de una norma o regla social y /o constituya un acto en contra de otro, independiente de su severidad, existiendo un continuo de ellas que incluye: -

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Conductas antisociales como respuesta a presiones sociales. Entre estas conductas estarían algunas mentiras, fotocopias de libros, entre otras. Conductas antisociales en estructuras neuróticas cuya finalidad es el autoreproche o el castigo externo por sentimientos inconscientes de culpa. Conductas antisociales como parte de una neurosis sintomática. Por ejemplo, conducta antisocial ocasional, rebeldía adolescente, trastorno de adaptación, etc. Conductas antisociales propias de organizaciones limítrofes asociadas a su tendencia a la actuación impulsiva (acting out).

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Conductas antisociales propias de estructuras limítrofes con debilidad yoica o súper yoica. Conductas antisociales asociadas a perversión sexual o adicción. Conductas antisociales en estructuras psicóticas. Conductas antisociales en trastorno de personalidad antisocial.

El trastorno antisocial presentaría una fuerza agresiva, primitiva, despiadada e inmoral. Esta fuerza les permitiría obtener satisfacción sólo a través de la agresión no mitigada. Agresión que no necesita racionalizar para expresarla en la conducta. En esta conducta no existiría ninguna adhesión a algún valor consistente que no sea el ejercicio del poder sobre otros. La conducta cruel y explotadora adolece de una justificación moral o racional, no hay ningún esfuerzo en exponer posibles comprensiones o explicaciones de sus comportamientos. Si surgen argumentaciones plantean que ellos no tuvieron ningún control sobre las situaciones. Eligen mentir, evadir responsabilidades o culpar a otros. Esta ausencia de sentido moral los hace carentes de piedad e incapaces

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de lealtad, lo cual se traduce en un patrón de irresponsabilidad de larga duración. En general hay despreocupación por las consecuencias de los actos y en los ataques no hay preocupación por el daño a otros. La envidia impide la gratificación en las relaciones. La profunda frialdad en los vínculos interpersonales provoca un deterioro importante. Son arrogantes, insensibles, dominantes, carentes de piedad, carentes de humanidad, desalmados. Tampoco se conmueven con el dolor y son groseramente egoístas y crueles seduciendo para dañar. La incapacidad para sentir culpa, remordimientos y tristeza es característica; sólo sienten la vergüenza narcisística. Tienden a la transformación, consciente o inconsciente, de algo bueno en malo (amor en odio, cooperación en explotación) de cualquier sentimiento positivo en negativo y destructivo (confianza en riesgo por ejemplo). Usan lo bueno para vaciar y destruir, la envidia impide la gratificación en las relaciones. Entendido así, el estilo de personalidad antisocial correspondería a un estilo

narcisístico, con aspectos sádicos y conductas antisociales específicas. IV.4. ESTILO PERSONALIDAD

HISTÉRICO

DE

LA

A continuación revisaremos las características y la comprensión de los comportamientos de la personalidad de estilo histérico. La llamaremos de este modo, puesto que adherimos a la idea de tomar como un continuo las personalidades histéricas e histriónicas, donde esta última haría referencia a un estilo de personalidad en una estructura más baja (Kernberg, 1992; Gabbard, 1994). Nos referiremos al estilo histérico entonces, tomando en cuenta que las características de este estilo pueden darse acentuadas y tomando otros matices en una estructura más baja. En el DSM se presenta dentro del segundo grupo, el trastorno de personalidad histriónico y se le caracteriza con un patrón de excesiva emotividad y una búsqueda de atención permanente. Una de las características principales de la persona con un estilo de personalidad histriónico es que busca ser el centro de atención de distintas maneras y se siente incómodo cuando no lo logra. En relación a esto, puede presentar comportamientos sexualmente inapropiados o seductores y expresiones emocionales superficiales y cambiantes.

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En general pueden presentar una actitud dramática y un lenguaje que es vago y superficial que no logra dar cuenta de las singularidades que está expresando. Entre otras características el DSM describe la sugestionabilidad y el uso del físico para llamar la atención de los demás. Estas descripciones del estilo histérico nos permiten hacer un diagnóstico en el nivel descriptivo, pero ¿cómo podemos comprender el fenómeno histérico? ¿Cuál es el temor o el conflicto central de la dinámica histérica? Lo que se teme en la dinámica histérica es el dolor de la exclusión, “quedar fuera observando sin poder participar del amor de la pareja parental”. Teme al rechazo y a la no inclusión o consideración, por lo que siempre se encuentra llamando la atención para lograrlo. Para defenderse de este conflicto utiliza la represión, sustrayendo de la conciencia el drama de la exclusión y de los deseos incestuosos hacia el padre del sexo opuesto. Además de reprimir, utilizan la proyección y la disociación. El uso de estos mecanismos les otorga un particular estilo cognitivo, cuyo funcionamiento da cuenta de una

percepción global y carente de precisión, en particular del detalle exacto. Es claramente rápida e impresionista, no apoyada en hechos sino comunicada a través de comentarios que dan cuenta de experiencias y de afectos, son percepciones vívidas y comunicativas pero, que no apuntan a datos precisos sino más bien a datos poco claros y/u obvios. La histeria muestra dificultad para la concentración intelectual, para el trabajo mental que requiera persistencia y algún grado de esfuerzo mantenido. Por ejemplo, María tenía serias dificultades para rendir en un curso sobre actualidad. En este curso básicamente lo más importante tenía que ver con informarse del acontecer nacional e internacional diario y poder hacer relaciones entre los distintos acontecimientos. María lee todas las mañanas los diarios y está conectada a internet, a los portales noticiosos y, sin embargo, no logra contestar a lo que el profesor le pregunta. María se da cuenta de que aunque está informada no logra dar respuestas adecuadas. Es como si sólo pudiese retener los titulares y no el contenido de la noticia en sí misma. Comienza bien, pudiendo dar cuenta de que está informada, pero cuando se le pide que relacione, no logra hacerlo, como que no pudiera pensar más profundamente.

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Las impresiones perceptuales rápidas son trasmitidas en un lenguaje cargado emocionalmente que da cuenta de un mundo subjetivo y de un pensamiento colorido, excitante, fantaseado y romántico; que si bien es carente de sustancia y de hechos, logra captar la atención, el interés o curiosidad del otro. El comportamiento afectivo corresponde al llamado “tipo emocional” que se caracteriza por una disposición activa y por una elevada impresionabilidad y sensibilidad a los estímulos afectivos junto a una mayor responsividad. Es decir, sobrereaccionan. Su despliegue afectivo es “estrepitoso” pero a la vez superficial. Sus estados de ánimo son lábiles, volátiles y en ocasiones caprichosos. La cualidad histriónica y dramatizadora está dirigida a una audiencia en búsqueda de la atención que calma el doloroso e intolerable sentimiento de exclusión. La manifestación de esta afectividad está controlada y tiene cualidades socialmente adaptativas; se involucran con los demás pero, el compromiso emocional es superficial. Pueden ser extrovertidas, bulliciosas, comunicativas, “aniñadas” y algo “pegajosas”. Los afectos que tienden a surgir preferentemente en el contexto clínico se centran en el rencor y la rabia

asociada a la frustración de sus demandas; por lo que pueden hacer rabietas. También aparecen los celos y la rivalidad, relacionadas con la competencia, y el asco y vergüenza asociada a la sexualidad. En general son personas histriónicas, plásticas, lo que les permite llamar la atención y evitar el sentimiento de exclusión. Siempre va a buscar una forma de provocar un impacto, curiosidad, aunque no siempre este impacto es estético. Por ejemplo, Rafael un profesor destacado de un instituto ligado a la investigación social, lograba atraer a los alumnos y “seducirlos intelectualmente” cuando daba cuenta de sus conocimientos, impactándolos. Siempre buscaba las posibilidades de hablar y mostrar sus conocimientos atrayendo a los alumnos hacia sí, haciéndolos sentir especiales y “elegidos”. Cuando estos alumnos se sentían muy cerca y especiales, Rafael se alejaba y se percataban de que no eran los únicos, ni especiales para él. En sus relaciones interpersonales son personas egocéntricas y caprichosas, centradas en sí mismas y sus propias necesidades. Son muy demandantes, tolerando muy mal la frustración y el desengaño, la hostilidad y el rechazo. La poca tolerancia a la frustración las vuelve hipervigilantes, lo que junto con su

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plasticidad les permite adaptar rápidamente sus comportamientos para reducir al máximo la indiferencia y desatención u omisión. En su búsqueda de seguridad pueden aparecer como desamparadas o pueden abusar de la debilidad afectiva de los otros frente al llanto y amenazas. Están siempre dispuestas a “manipularse” a sí mismas para actuar de manera de estimular y captar la atención. En las relaciones de pareja pueden tomar una actitud sumisa, asociado a dinámicas masoquistas y/o una actitud más competitiva, asociado a rivalidad. A la vez, son muy sugestionables, tendiendo a sobreidentificarse con los sentimientos o reacciones de otros, muchas veces en un estilo dramático. En el plano de la heterosexualidad, las mujeres pueden ser sexualmente provocativas, suelen comportarse de manera encantadora y coqueta. Tienden a la pseudohipersexualidad, es decir, participan en el juego de la seducción en forma tranquila e ingenua pero, se confunden y se vuelven inmaduras cuando deben responder a las demandas sexuales del otro. La coquetería, disfrazada o franca, se ubica en un continuo que va desde la bella indiferencia hasta la mujer directamente sexy (belle indeference y

femme fatale). Son personas que están inclinadas a sexualizar todas las relaciones, tendiendo a un comportamiento disociado entre la fantasía romántica y el rechazo a la sexualidad de hecho. Tienden a implicarse y retirarse rápidamente en relaciones eróticas. El ciclo de seducción, señales de acercamiento y luego rechazo es característico del estilo histérico. Es decir, ilusionan y se ilusionan para luego frustrarse, decepcionarse y rechazar. Es posible encontrarse con conductas regresivas e infantiles en las diversas situaciones sociales. También podrían presentar una dependencia muy aferrada, mujeres que insisten, persiguen para luego abandonar. Frecuentemente se puede observar la competencia que instalan por los hombres con otras mujeres y, por otra parte, la rabia y deseos de venganza hacia los hombres, por haber sido excluidas. Los varones con una personalidad histérica se caracterizan por un patrón de alteración en su adaptación sexual. Son seductores, coquetos, con una actitud dependiente e infantil hacia las mujeres pero, sin lograr un compromiso pues requieren de un séquito de mujeres para abastecer su necesidad de atención. El clásico “Don Juan” sería un ejemplo de histeria masculina.

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Están muy atentos y desarrollan la capacidad de captar el deseo inconsciente del otro, lo que les permite trasmitir que van a satisfacer ese deseo. Esto les otorga un poder de seducción muy potente. El placer está en seducir al otro, lo que confirma este poder y tranquiliza sus angustias. Pueden tener una pareja estable pero, igual se encuentran permanentemente en este dramatismo de la seducción. Con el tiempo pueden surgir aspectos depresivos importantes, debido a la pérdida de atributos físicos , que antes favorecían la seducción y/o por frustraciones reiteradas. Se observa en general una disociación amor-sexo. Por un lado, el sexo es lo malo, lo incestuoso y, por el otro, el amor es lo bueno. Esta disociación puede darse con la pareja estable u ocasional, o solo con la estable. Como proyectan su conflicto erotizando las relaciones, suponen que el aspecto seductor es del otro. Hay muchas fantasías diurnas, mucha ilusión y , por lo tanto, mucha frustración con las parejas disponibles y atracción por los hombres “prohibidos”. Hay dificultad de la satisfacción sexual por el rechazo de las pulsiones sexuales, porque son vividas como incestuosas. Entonces pueden presentar trastornos sexuales como frigidez e impotencia selectiva.

¿Cómo podemos comprender desde la teoría psicoanalítica el origen del estilo histérico? La histeria puede ser entendida de distintas maneras y ligada a diferentes factores desde la perspectiva psicoanalítica. Esta teoría resalta la participación de los fenómenos inconscientes, incluyendo el papel de los traumas y los conflictos sexuales triangulares (edípicos) en este estilo de personalidad. En la perspectiva psicoanalítica clásica el origen psicosexual está asociado a la etapa fálica y centrado en la conflictiva edípica. El claro temor a ser ignorado y excluido, devendría del deseo de ser amado y cuidado, elegido y preferido por alguien valioso, como la figura parental del sexo opuesto. Entonces, el temor a la pérdida del amor y, por ende, la exclusión es lo que los hace particularmente necesitados de la atención de los otros. Al surgir la erotización propia de la etapa fálica, emerge el deseo del niño de acercarse al padre del sexo opuesto. La seducción aparece como un modo de captar su atención, lo que conlleva conflictos y competencia con la figura parental del mismo sexo. Sin embargo, captan que este tipo de relación es altamente peligrosa para ambos, por lo que reprimen sus deseos. La experiencia

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de exclusión puede hacerse más evidente cuando el padre del mismo sexo se va con otra pareja o la madre se embaraza. La culpa que surge es por haber deseado “ganar” al padre a la madre. La presencia de un padre cariñoso pero, no seductor y de una madre cariñosa y no competitiva facilitaría la solución de esta dinámica. Esta constelación familiar, suavizaría el temor a perder algo valioso en el hombre (angustia de castración) y también la característica sensación femenina de incompletitud (complejo de castración).

psicológico. Estos pacientes serían aquellos que presentan una fuerte dependencia, aspectos abiertamente seductores y debilidad de las funciones yoicas, especialmente descontrol de impulsos.

La represión sexual, la valoración de lo masculino y la desvalorización de lo femenino en la cultura “machista” estarían involucrados en el funcionamiento histérico, así como también los maltratos y abusos. Es, en este contexto, que conviene plantear los comportamientos sumisos asociados a factores masoquistas, los comportamientos competitivos asociados a patrones de rivalidad, las conductas regresivas, las conductas de dependencia aferrada y las impulsivas , en situaciones sexuales.

Hace cuatro años se separó de Jorge, un hombre que tras la separación “quedó destruido” según Rosario. Jorge es un hombre poderoso y reconocido dentro del ámbito empresarial. Se conocieron cuando ella era una adolescente y él, diez años mayor, estaba casado por segunda vez. Luego de algunos años se casan y se trasladan a vivir con las dos hijas de Jorge.

La personalidad histriónica, que se daría en estructuras más bajas se originarían a partir de un déficit en la nutrición maternal, volcando hacia el padre la búsqueda de satisfacción de sus necesidades. En este sentido, habría un déficit más temprano que genera mayores dificultades en el desarrollo

Ilustración Clínica Rosario tiene 35 años y trabaja en una línea área. Es encargada de las comunicaciones de la empresa, lo que significa que tiene un buen cargo, el que ha logrado alcanzar rápidamente.

Refiere que la relación de pareja se rompió, en parte, por lo mal que se llevaba con las hijas de Jorge “unas cabras chicas mal educadas y mimadas, que no hacen nada y piden cosas todo el día….”. Luego de la ruptura, se involucra sentimentalmente con Alberto, un hombre muy religioso, casado quién “perdió la razón” por estar con Rosario, renunciando a su matrimonio y su vida

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familiar. Rosario reconoce que después de un tiempo se aburre y pierde el interés, por lo que se aleja y abandona a Alberto.

por sobresalir en la casa, ya que “somos muy seguidas y muy parecidas todas... Nos parecemos físicamente y también en las cosas que hacemos…”.

Cuando aún estaba con Alberto conoce a Mario, un alto ejecutivo de su empresa, con quien se involucra en una relación muy intensa. En pocos meses ya viven juntos y tienen muchos planes.

Recuerda unas vacaciones en las que junto con su hermana mayor conocen a un grupo de jóvenes en una discotec en la playa. Rosario queda entusiasmada con Joaquín, con quien coquetea los días siguientes, sin llegar a concretar en una relación. Semanas después en el día de su cumpleaños se auto envía un ramo de flores, con una tarjeta de Joaquín, para impresionar a sus hermanas haciéndolas creer que entre Joaquín y ella hay una relación cercana.

Refiere que desde que está relacionada con Mario, su jefe le ha hecho la vida imposible. Piensa que puede estar celoso y que no quiere que sigan juntos. Su jefe la acusa de ser poc o cumplidora, de no seguir las órdenes que se le dan, pero ella se siente tranquila porque el gerente general “siempre entiende lo que me sucede y cuando tengo problemas voy a hablar directamente con él”. Rosario señala que sufre “porque no puedo sentirme a gusto mucho tiempo en una relación, y al final siempre se terminan… ”. También refiere tener “muchas peleas y discusiones” con sus amigas, especialmente por hombres: “yo siento que me envidian y envidian que soy atractiva para los hombres”. Como antecedentes, Rosario refiere ser la tercera de cuatro hermanas mujeres, hijas de padres de origen alemán. Recuerda que siempre peleaban

IV.5. ESTILO EVITATIVO- DEPRESIVO DE LA PERSONALIDAD La etiqueta personalidad por evitación es nueva y fue acuñada por T. Millon en 1969 como una designación descriptiva de los individuos que se distinguían por un patrón de repliegue y por su aversión activa hacia las relaciones sociales. La literatura clínica plantea descripciones de características de personalidad de un grupo similar al evitador, la mayoría de las veces asociada al estilo esquizoide, obsesivo, fóbico y/o paranoide. Debido a que el concepto de evitación es reciente y descriptiv o, en nuestra exposición daremos cuenta del

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estilo depresivo clásico, en el entendido de que sí evita las relaciones interpersonales cercanas, cuando no siente que está asegurado el reconocimiento por parte de los otros; pero es claro que su propia inseguridad interna sólo es calmada en el encuentro interpersonal. Nos referiremos a este estilo, como evitativo- depresivo. El DSM IV, caracteriza el Trastorno Evitativo por un patrón general de inhibición social, sentimientos de inferioridad e hipersensibilid ad a la evaluación negativa. Por todo esto, la personalidad de este estilo evitaría estar en lugares o realizar labores que le impliquen exponerse a la evaluación, al rechazo, a ser avergonzado o ridiculizado. Las mismas razones lo llevarían a resistirse a iniciar nuevas actividades que impliquen este tipo de riesgos. En términos generales, esta personalidad evitativa daría cuenta de la dificultad para interactuar socialmente en circunstancias en las que no le es conocida la respuesta de los otros. Está permanentemente temeroso de ser rechazado en cualquiera de las formas que este rechazo pueda tomar.

¿Cómo podemos comprender el funcionamiento del estilo depresivo evitativo?

El temor del evitativo-depresivo es ser rechazado, porque el rechazo del otro lo contacta con la vivencia de un aspecto muy desvalorizado de sí mismo. En el fondo, la experiencia de rechazo confirma que “tengo algo malo, negativo, dañado o débil” que me hace merecedor del rechazo. El estilo evitativo-depresivo no evita las relaciones, sino más bien lo que evita es exponerse a que en una relación de intimidad pueda sentirse rechazado o desaprobado. Por eso, sólo puede acercarse, relacionarse más cercanamente con alguien, si siente que existe cierto grado suficiente de aprobación. Así evita la conexión con el dolor que le produce el sentirse rechazado o “abandonado” por otro. En el ámbito cognitivo, los afectos –de tinte depresivo-, los pensamientos intrusivos de carácter pesimista y la carga emocional dolorosa y/o dramática, interfieren los procesos de pensamiento. Las disarmonías emocionales y la reserva personal invaden y desvían la atención, concentración y el rendimiento. La agudeza en la percepción de las situaciones sociales, está al servicio de la inmensa necesidad de aprobación, por lo que su rendimiento se ve afectado. En la interpretación de los acontecimientos, los sujetos evitativodepresivos de carácter, suelen ver preferentemente el lado negro de las

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situaciones, lo más difícil, lo más dramático, lo más doloroso, esperando siempre que ocurra lo peor. Son pesimistas y fatalistas, preocupados y tocados de manera excesiva por las desgracias y los dramas humanos. En el estilo evitativo-depresivo, los esquemas pesimistas con los que repetidamente funcionan se asocian a niveles crecientes de desesperanza, de manera que le es difícil imaginar o planificar situaciones que podrían mejorar su posición. Además de pesimistas, tienden a ser serios, graves y con poco sentido del humor. Tienen dificultades para reírse de sí mismos, porque se encuentran siempre tremendamente preocupados por los defectos que puedan tener tanto en lo físico como a nivel psicológico. Lo que temen es que el otro se percate de estos defectos y termine rechazándolos. También suelen ser muy concienzudos además de responsables y trabajadores. En general tienden a ser muy cumplidores en los trabajos que realizan. Pueden optar a realizar tareas menores respecto a las capacidades que poseen, asegurándose así la aprobación y el éxito. Así por ejemplo, un hombre profesional con un buen rendimiento académico, logra solamente empleos a un nivel menor, pese a que posee las capacidades para realizar labores con un mayor nivel de exigencia. Sin embargo,

permanecer en estos cargos, le asegura el éxito y la aprobación de sus jefes. Las personalidades evitativodepresivas presentan un estado constante de minusvalía y sentimiento de culpa; se juzgan como sin valor para él como para los otros. El nivel de autoestima es regulada desde lo externo, desde el otro el “objeto externo deseado” y todo su esfuerzo y comportamiento está dirigido a lograr la aprobación y el reconocimiento de los demás. Por otro lado, viven preocupados por sentimientos de fracaso, de soledad y por la autocrítica y la vivencia de desvalimiento. Es decir, viven dominados por el objeto interno exigente. En las relaciones interpersonales son reservados, pero no solitarios porque necesitan la aprobación y confirmación de los demás. Suelen ser extraordinariamente sensibles a las sutilezas del tono y de la carga afectiva y están vigilantes al significado de las expresiones emocionales. Son desconfiados de las manifestaciones explícitas. Miran a los ojos y a la cara para comprobar la sinceridad y la verdad de quien habla. Se comportan de un modo tan congraciativo y están siempre tan disponibles para los otros, que pueden

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provocar rechazo, confirmando de esta manera sus temores. Prefieren relacionarse con grupos más que estar en relaciones de intimidad, ya que en estas últimas podrían aparecer aquellos aspectos considerados deficientes y provocar de esta forma el rechazo del otro y el dolor en sí mismos. También tienen una especial preferencia por los animales domésticos, a quienes sienten como incondicionales. En la relación con ellos no hay espacio para el juicio o para conductas inapropiadas por lo que pueden ser más expresivos, ya que con los humanos el contacto debe ser más cauteloso. En cuanto a las relaciones de pareja, tienden a escoger parejas consideradas menos valiosos de lo que ellos mismos se consideran. Esto, porque si la pareja es valiosa, podría no valorarlo. Sin embargo, esto también los frustra porque desearían estar con personas valorados por ellos, para valorizarse a sí mismo. En el contacto interpersonal, evitan que surjan sus propias necesidades que son vividas como voraces y demandantes, buscando a cambio satisfacer las necesidades de los demás.

Como dependen de la valoración de otros, lo que hacen es que proyectan sus necesidades de dependencia en el otro, haciendo que sean los otros los que dependen de ellos. De este modo, en la relación interpersonal, se ven muy autónomos e independientes, haciendo todo lo que está a su alcance para dar en el gusto, satisfacer y adelantarse a las necesidades del otro, volviéndose casi imprescindible para este y esperando su eterna gratitud. Cuando logran la valoración y la confirmación no muestran sus aspectos negativos, porque temen perder tal aprobación. Así por ejemplo, Angélica está siempre pendiente de Pía, su amiga hace muchos años. La pasa a buscar, la lleva al trabajo, le hace trámites e incluso se ha ofrecido para cumplir algunas labores de su casa y su trabajo. Pía se siente profundamente agradecida de Angélica, incluso siente que no sabría que hacer sin su amiga, sin sus consejos, sin su ayuda. Con el tiempo ha comenzado a sentir que depende de lo que Angélica pueda darle. Angélica por su parte, se siente tremendamente valorada y útil para Pía. El sentido de ser rechazado, criticado como reacción al mínimo gesto los lleva a sentimientos de decepción, de censura, de responsabilidad y de culpa. La hipersensibilidad al rechazo, la alerta a signos de desaprobación y desprecio

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social, lleva a las personas con este estilo de personalidad a interpretar eventos sin mayor importancia como ridicu lizantes. Son críticos, serios y graves. Siempre están a merced del deber ser, se frustran con facilidad, lo que les hace tener mucha agresión. Al ser tan críticos se culpan mucho y como no quieren ser sancionados, toda la rabia y la agresión pueden tramitarla rumiativamente lo que puede llevarlos a desanimarse, sintiendo que son responsables de todo lo que sucede. La agresión no expresada se dirige hacia sí mismos, lo que conlleva afectos depresivos. Otra alternativa frecuente consiste en transformar la rabia y/o culpa en crítica, siendo el otro quien hizo algo inconveniente, volviéndose culpógeno, consciente o inconscientemente. Otra característica es el mal manejo de las pérdidas, las que logran alterar el funcionamiento normal. La pérdida implica la vivencia de no tener algo que sea valioso; esto puede activar el uso de defensas como la negación y la hipomanía. De este modo por ejemplo, ante la muerte de un ser querido la personalidad de este estilo podría centrarse en trámites, organizar y preparar el funeral, como un modo de manejar el dolor de la pérdida. Es posible también que utilicen la idealización para manejar la pérdida, de tal modo de disminuir la culpa y/o la

ambivalencia existente. Como se inundan de rabia y culpa, tienen dificultades para valorar los aspectos positivos por sobre los negativos del objeto perdido, facilitando la ocurrencia de un duelo patológico. Es posible también que defensivamente surja una identificación parcial con el objeto perdido, identificándose con un aspecto del objeto “muerto”. Entonces, ¿cómo podría entenderse el origen psicológico de este estilo de personalidad? Desde lo más clásico, dinámicamente podría entenderse que hay dos tareas: satisfacer al objeto externo y también las exigencias del súper yo. Si no logra esta satisfacción se deprime, porque no obtiene la aprobación del objeto externo o de su propia auto observación. La dificultad es que esta aprobación no está nunca asegurada. Desde lo kleiniano se puede entender la posición depresiva, la culpa por el daño, asociado a la pulsión de muerte, a la pérdida del objeto y/o del afecto del objeto, es decir, el rechazo. Otros autores, como Winnicott, plantean fallas en la vinculación temprana. Esto puede relacionarse con la presencia de una madre que frente a la

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agresión del hijo no posibilita la reparación, sino que da lugar a la retaliación, al castigo. Podrían ser madres deprimidas con dificultad para conectarse con las necesidades afectivas de su hijo. Podría ser una madre a la cual “no le brillen los ojos” cuando mira a su hijo y este hijo puede percibir esto y no sentirse validado. Por ejemplo, Rosita tiene a su madre muy enferma y, a pesar de que son cinco hermanos, es ella quien se hace cargo prácticamente de todo lo necesario. La madre le agradece esto, pero a la vez la culpa de lo que le sucede. En una ocasión visita a su madre y la encuentra conversando con una de sus hermanas. Rosita relata que en ese momento logró captar la diferencia entre ella y su hermana; su madre tenía una expresión distinta: “…la miraba distinto, le brillaban los ojos”. Por otra parte, se ha planteado que podría existir una identificación con figuras parentales “sacrificadas”, donde lo valorado es el esfuerzo y donde existe una dificultad para valorar lo recreativo o lúdico y a la vez los “derechos” y no sólo los deberes. Las estructuras familiares de los estilos de personalidad evitatativodepresivos, suelen ser familias grandes con muchos hijos, donde ellos, generalmente, ocupan un lugar sin privilegios. Suelen presentar sistemas

disciplinarios de crianza muy coartativos de la expresión personal (afectos, ideas), aprendiendo de este modo a suprimir, postergar y reprimir las propias necesidades. Se ha ligado también el desarrollo de la personalidad evitativo-depresiva, a experiencias tempranas de pérdida de figuras familiares y/o enfermedades; también con experiencias de abandono o separación, donde la sensación de ser abandonado y la angustia que esto provoca, junto con la imposibilidad de elaborar adecuadamente la pérdida, ha sido especialmente doloroso. Además, el niño podría atribuir a aspectos negativos personales la situación de separación y/o pérdida. Ilustración Clínica María 57 años llega al consultorio de atención primaria por síntomas ansioso- depresivos que no han remitido con el uso de antidepresivos. Ella estudió secretariado en un instituto técnico pero, nunca ejerció. Es casada hace 38 años con Juan, un maestro carpintero muy trabajador. María y Juan tienen cuatro hijos entre 38 y 30 años. Se ha dedicado durante su vida a las labores de la casa y al cuidado y la educación de sus hijos. Se considera una buena madre y ha enseñado a sus hijos con los valores e

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ideales de la sinceridad, honestidad y reciedumbre. Actualmente se encuentra criando a tres de sus nietos de 2, 4 y 6 años mientras sus padres trabajan. En un principio no quería pero luego se dio cuenta de que sin su ayuda la hija no podría trabajar, por lo que aceptó. Relata que tiene una buena relación con Juan, aunque él es un poco machista y llevado de sus ideas. Reconoce que ella siempre le ha dado en el gusto y tal vez por eso Juan es tan “cómodo”. Ella le hace todo, le lava y plancha la ropa, le sirve la comida y le toma las horas al médico. Además se encarga de administrarle los medicamentos para su hipertensión. Tiene algunas amigas con las que puede conversar algunas de las cosas que le pasan, aunque al final siempre le da más espacio y le parecen más importantes los problemas de los demás. Escucha a sus amigas atentamente e intenta ayudarlas, aunque secretamente siempre espera que esto sea agradecido y reconocido por ellas. La única vez que trabajó fuera de la casa, lo hizo en un restaurante donde trabajó de ayudante de cocina. Tiene muy buenos recuerdos de su trabajo pero, refiere que fue despedida por “ser honesta, si parece el mundo al revés…. Los mozos se tomaban todos los conchos

de los vinos e incluso algunos se los llevaban para la casa y como yo me percataba de esta situación se la hacía saber al jefe lo que provocó muchos problemas entre el jefe y los mozos… después de algunos meses me despidió a mi… es que yo no podía dejar pasar esas situaciones.” De su historia recuerda que siempre fue muy rigurosa y cumplidora. Incluso recuerda que de niña acusaba a sus hermanas cuando se portaban mal o hacían algo indebido, lo que causaba furia en ella. Ella es la tercera de cuatro hermanos con muy poca diferencia de edad. Sus padres, ambos campesinos trabajaban en un fundo, su madre en la cocina de la casa y su padre en el campo. Por esto mismo estaban bastante solos y aprendieron a “hacerse solitos” las cosas. Cuando la madre regresaba debían estar listos para dormir. Recuerda que siempre intentó cumplir con lo que sus padres le pedían para no darle preocupaciones. Hace algunos meses, comenzó a sentirse triste, sola y muy desanimada. No entiende por qué le sucede esto, aunque se da cuenta de que son vivencias que ha tenido en varias ocasiones. Dice que estos síntomas aparecieron poco después que se enteró de que Juan había estado con otra pareja con la que años atrás había tenido un

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hijo. Esto le provocó mucho sufrimiento y no cree que pueda recuperarse de ello. Expresa que le parece un desagradecido y que en el fondo ella no lo puede perdonar. IV.6.ESTILO PARANOIDE PERSONALIDAD

DE

LA

Revisaremos en este apartado las principales características del estilo paranoide de la personalidad, para luego interiorizarnos acerca de las dinámicas principales de su funcionamiento. La principal característica del estilo paranoide es la desconfianza y suspicacia respecto de las intenciones de los demás. Constantemente tiene la sospecha acerca de la lealtad de los demás y el temor a ser perjudicado por otros. Acumulan mucho rencor y no olvidan los insultos o desprecios que le han hecho (DSM IV). La constante sospecha, reticencia a confiar, lo lleva a evaluar la realidad con un patrón de vigilancia, suspicacia y autorreferencia de daño. Este patrón se traduce en una expectativa fija y rígida que repetidamente encuentra confirmación. Así, siempre encu entra en la realidad indicios, pistas o pruebas que le confirman que el mundo y los otros no son confiables. Son personas para quienes lo evidente siempre esconde un significado oculto de daño, perjuicio, engaño o traición.

¿Cuál es el conflicto central del estilo paranoide? El conflicto central está dado porque la pulsión agresiva desde lo freudiano y/o la pulsión de muerte desde Klein, generan, junto con las experiencias de frustración, montantes de rabia tan intensos que debe ser proyectada inicialmente para proteger el desarrollo psicológico, pero instalándose posteriormente como una defensa. Se niega y proyecta en el mundo y los objetos externos la agresión que originalmente fue interna y muy perturbadora. Como mecanismo de defensa, la proyección cumple la función de proteger de esta amenaza el funcionamiento psicológico necesario para el desarrollo psicológico que ayuda a organizar la experiencia, permitiendo luego los procesos de incorporación, introyección e identificación. Lo que teme la persona con estilo paranoide es ser agredido de diversas maneras, ya que el mundo externo y los otros no son confiables. La proyección de los propios impulsos agresivos transforman al mundo y las personas en potenciales agresores. Proyectan también la envidia y el resentimiento. La proyección va precedida de negación de los aspectos rechazados por el sujeto (Mc Williams, 2004).

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También es posible que la agresión pueda ser dirigida al cuerpo y se exprese en un temor permanente a tener algo dañado o malo en el cuerpo. Por eso, después de muchas consultas médicas, los alivia confirmar que tienen una enfermedad específica que requiere de tratamiento. En el ámbito cognitivo, es característico la aguda percepción de pequeños detalles (señales, gestos) y la interpretación de ellos como signos de hostilidad, traición, engaño, dando lugar a ideas o pensamientos y contenidos mentales cargados de sospecha. En la percepción de los hechos demuestran ser sumamente agudos y con frecuencia observadores y penetrantes, captando la realidad en sus dimensiones más mínimas. La imagen de los otros y del mundo externo, está cargada de aspectos peligrosos, por ello experimentan ansiedad constante, por las amenazas que perciben autorreferente y sensitivamente. Es decir, interpretan los acontecimientos fortuitos, como pruebas de maldad y agresión intencionadas. Investigan con energía e intensidad, poniendo tal agudeza que logran detectar aspectos muy sutiles. Su modo de conocer el mundo, se caracteriza por una atención escudriñadora y sagaz, que no constituye

garantía de objetividad, sino por el contrario de subjetividad y alteración del sentido de la realidad externa, pudiendo llegar incluso a la distorsión perceptual y, por ende, a la alteración del juicio de la realidad (cuando lo paranoide se da en una estructura psicótica). Es decir, la atención, la percepción y el pensamiento se encuentran teñidos por la predisposición hipersensible a interpretar variados pero, a la vez, permanentes formas de hostilidad y peligro. En el área interpersonal, Mc Williams (2004) señala que las personalidades de estilo paranoide monitorean cada interacción humana con extrema vigilancia. Experimentan desconfianza vigilante en los vínculos interpersonales, ansiedad frente a la intimidad y son extremadamente reservados de los aspectos personales. Se resisten fuertemente a las situaciones en que pueden sentirse expuestos y/o desprotegidos, pudiendo conducirse hábilmente e incluso satisfactoriamente. Shapiro (1986) distingue dos tipos de comportamientos paranoides en el ámbito social: los paranoides inhibidos y los expansivos o arrogantes. Los paranoides inhibidos aparecen tensos, alertas y callados, como

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observadores no participantes, fijos e inmóviles. Esta disposición y actitudes les permiten estar preparados para enfrentar la más mínima supuesta agresión. Son personas que guardan rencor y no se olvidan de los acontecimientos en los que han encontrado pruebas de alguna forma de ataque. Por otra parte, para este autor, los paranoides expansivos se distingu en porque a partir de una actitud y disposición extravertida de ser “el centro de atención” dan cuenta de la intención de mantener a todos bajo la mirada observadora y atenta y, a la vez, “protectora” de cualquier “interpretación” persecutoria. Los paranoides temen que los demás los ataquen para herirlos o culpabilizarlos. Como la culpa los deriva inevitablemente a la propia rabia, deben rechazarla y la proyectan defensivamente. Así, la autonomía característica de estos sujetos se constituye en una defensa frente a la amenaza interna (culpa) y externa (hostilidad). Por lo tanto, detestan tener que depender de alguien porque implica debilidad e inferioridad y porque no pueden confiar en nadie. En las anamnesis de estos pacientes es frecuente encontrar una historia de vida social y/o laboral, muy estables o muy cambiantes. Por una

parte, la extrema estabilidad en el tiempo da cuenta de una convicción especialmente tranquilizadora en la cual sienten que el conocimiento del contexto en que se desenvuelve, trae aparejada una reducción significativa de la tensión. Por otro lado, la posibilidad de cambiar frecuentemente y, por ende, de no sentirse objeto de observación ni de conocimiento de nadie, también los tranquiliza. Podemos entender desde distintas perspectivas las psicogénesis de las dinámicas propias del estilo paranoide: En primer lugar, puede hipotetizarse que las experiencias de amenaza a la supervivencia física y/o a la integridad psíquica durante las primeras etapas del desarrollo, estarían a la base del desarrollo de la personalidad paranoide. Estas experiencias habrían generado vivencias de frustración y rabia difícilmente contenibles que son proyectadas en el mundo exterior, lo que originaría temores persecutorios. Desde la perspectiva kleiniana, son comprensibles los rasgos del carácter paranoide como hostilidad proyectada que expresa diferentes grados de angustias de aniquilación, ligadas a la pulsión de muerte.

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Esta perspectiva, comprende lo paranoide desde el proceso de organización de la experiencia. Lo que sucede es que se escinde lo idealizado de lo persecutorio, separando el amor del odio, lo bueno de lo malo, buscando protegerse de lo que es sentido como malo o dañino. Al paranoide le genera gran ansiedad la integración de aspectos contradictorios, por lo que lo malo o dañado no puede ser integrado, quedando proyectado en el exterior, lo que vuelve a los objetos muy persecutorios. Se establece entonces una relación parcial con los objetos, lo que refuerza más aún la escisión y los vuelve aún más persecutorios. El aspecto persecutorio puede darse en diferentes niveles y cualidades en la fantasía. Lo más básico es que en las situaciones que hay un frustrador, éste sea significado como malo. También puede suceder que en aquellas situaciones en que alguien exige, sea visto como persecutorio. Del mismo modo, es persecutorio aquel objeto al que se le han proyectado aspectos agresivos, así como los objetos que h an sido dañados por el temor a la venganza. En la mente finalmente, el objeto más peligroso es el que ha sido destruido. Desde la perspectiva interpersonal de Sullivan, se puede considerar que las experiencias tempranas de abuso y los sentimientos

intensos de inferioridad, independiente de su origen, son una parte esencial de la formación de la personalidad paranoide (Millon, 2006). Esto porque lo que se frustra es la necesidad de afecto constituyéndose en una frustración constante. Se ha postulado que el maltrato físico y /o psicológico sufrido durante la infancia originaría una falta básica de confianza en los otros y en el mundo. De esta forma, es imposible entregarse a otros y se experimenta constantemente el temor a ser traicionado, agredido o destruido. También se ha planteado la dificultad en la internalizaciónidentificación de una madre que conforta establemente y que protege de los peligros asociados a la separación, al abandono y la pérdida. Desde otro lugar, lo paranoide podría entenderse como una falla de la represión frente a los impulsos considerados como inadmisibles: agresivos y/u homosexuales. Esto provocaría el uso de mecanismos de la negación y proyección, entonces son los otros los que se acercarían sexual o agresivamente. La proyección puede entenderse desde K. Abraham, como asociada a fracasos en el período de evacuación anal. Es anal, en el sentido, de que la proyección toma la forma corporal de evacuar heces.

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Nos parece relevante enfatizar que el uso de la escisión y proyección de los aspectos paranoides forman parte del desarrollo psicológico del individu o desde algunas perspectivas psicodinámicas. En este sentido el estilo paranoide constituiría una variante específica y centrada en el uso de estos mecanismos. Sin embargo, en cada estilo de personalidad hay un aspecto paranoide, en cada estilo hay un temor que intenta ser manejado a través de los diversos mecanismos de defensa, para aplacar o disminuir el dolor que ese temor provoca. Así, podríamos decir que el temor del histérico es a la exclusión, el del narcisista a la frustración, el del evitativodepresivo a la desvalorización, el del esquizoide a la invasión, el del obsesivo al descontrol y el del paranoide al daño. Ilustración Clínica Roberto consulta enviado por sus padres, quienes se encuentran preocupados por algunas dificultades que ha tenido para permanecer en los trabajos y poder hacer una vida independiente. Roberto se muestra muy reservado, habla muy bajo y por esa razón es difícil entenderle. El entrevistador debe hacer un gran esfuerzo para escucharlo. Tiene una

actitud de resguardo y se expresa cuidadosamente. Roberto es Contador Auditor y tiene 36 años. Es soltero y vive sólo, aunque debido a su inestabilidad laboral ha tenido que contar con la ayuda de sus padres para mantenerse en los últimos meses. Refiere que ha tenido problemas laborales. En el último trabajo siempre se sintió muy observado y cuestionado en su funcionamiento. Refiere que trabajaba en un cubículo y que su jefe lo observaba constantemente, evaluando críticamente cómo hacía las cosas. Pensaba que había un grupo que intentaba boicotear su trabajo para desacreditarlo y así ocupar su puesto. En el trabajo anterior, también tuvo dificultades porque sentía que su jefe no hacía las cosas de un modo adecuado, pidiéndole que hiciera algunas tareas de un modo irregular, por lo que se sentía usado y expuesto a ser sancionado por otros. Menciona que desde que comenzó a estudiar ha tenido dificultades. Primero tuvo problemas para poder rendir adecuadamente, por lo que repitió varios cursos. Tenía dificultades para concentrarse y cuando intentaba estudiar en la biblioteca se encontraba muy pendiente de las

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personas que habían en el lugar, lo que le dificultaba el aprendizaje. Al poco tiempo, su polola Susana, termina la relación de pareja que tenían desde hacía algunos meses. Roberto no entiende por qué Susana refiere sentirse controlada y acechada por Roberto “si yo sólo quería estar cerca de ella y por eso me gustaba saber todo lo que hacía… con quién estaba...”.

Relata que siempre siente que los otros lo observan en la micro y en el metro. Por eso intenta realizar la mayor parte de sus traslados caminando. Hacia el final de la entrevista, señala que sus papás no entienden lo que a él le sucede y que lo enviaron para deshacerse de él porque siempre ha sido el hijo más complicado para ellos.

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