Componentes de La Ética

April 1, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Componentes de la ética:  

Conocimiento: Libertad: Tipos: Física, psíquica, moral o ética. Determinismos opuestos a la libertad: Fisiológicos, psicológicos, sociológicos-históricos, físico-químicos, Teológicos, fatalistas.

Libertad de: Ausencia de determinismos. Libertad para: Puesta en práctica.    

Voluntad: Responsabilidad: Deber: Valores:

Anatomía del acto moral:  

Intención (motivación, fin): Lo que la persona proyecta hacer. Juicio: Conclusión sobre la legitimidad de los actos (se puede actuar sin un juicio previo).

Juicio moral: Operación mental que vincula un acto humano (real o posible), o un proceder usual en un agente, con una norma moral aplicable a la situación considerada. Conducen nuestro comportamiento y determinan nuestra relación con los demás.    

Decisión: Unión de lo interno con lo externo. Se pasa de las posibilidades a una en concreto. Actúan la presión social, los deseos y las expectativas. Medios: Instrumentos que se utilizan para poner en práctica la opción escogida. Resultados: Efectos directos producidos por la acción. Consecuencias: Resultados secundarios o derivados.

Definición de bien:

Posición respecto al caso:

Opciones de caso: -Cursos estadística -Visita a Lankester -Uber eats

Entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no ... Lo de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. En matemáticas o geografía hay sabios e ignorantes, pero los sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes. -Ética para Amador Fernando Savater tiene razón: nunca vamos a saberlo todo. Siempre vamos a ser ignorantes en ciertos temas o áreas, mientras que hay otras que vamos a manejar mejor. Pero cuando se trata de estudios formales/académicos/universitarios -para el caso de este ensayo-, parece que esta imposibilidad de saberlo o ser bueno en todo es pasada por alto por quienes desarrollan los planes de estudio o las metodologías de aprendizaje, por ejemplo. Algunas veces eso nos lleva a los estudiantes a dilemas en los que tenemos que tomar decisiones. Entonces, entra en juego ese saber que, según Savater, es el único imprescindible para cualquier persona: distinguir entre lo bueno (lo que nos conviene) y lo malo (lo que no nos conviene) en una situación determinada. Para este ensayo voy a desarrollar un caso que me ocurrió el semestre anterior, en el que tomé decisiones de las que no estoy orgullosa para evitar una mala nota en un curso y las consecuencias que esta mala nota pudiera tener. Quiero comenzar el caso explicando que las ciencias exactas nunca han sido una de mis fortalezas. Aunque en la escuela y en el colegio siempre logré muy buenas notas de forma honesta, las ciencias y las matemáticas siempre han requerido un esfuerzo extra para mí, mientras que otras materias, como español y cívica, siempre me resultaron sumamente fáciles y menos fastidiosas que lo que tenía que ver con cálculos y

fórmulas. Esa es, quizás, una de las razones por las que la carrera de Comunicación me resultó tan atractiva cuando estaba decidiendo qué estudiar en la universidad: es una ciencia social, y supuse que no iban a haber números presentes. Eso iba siendo muy cierto hasta que llegué al sexto semestre de la carrera. Me llegó la hora de matricular un curso cuyo nombre no voy a mencionar por prudencia (aunque, conociendo el plan de estudios, puede ser bastante fácil deducir cuál curso fue). Prácticamente se trata de un curso de matemáticas aplicadas a la comunicación. Procuré no entrar en pánico, darle una oportunidad y pensar que tenía sentido tener que llevar al menos algo de números en cualquier carrera. Pero conforme el semestre avanzaba, me fui dando cuenta de que mi optimismo no iba a ser suficiente para sacar el curso adelante. De hecho, recuerdo que por primera vez en mi vida tuve miedo de no pasar una materia. En algún punto del semestre, ese miedo se transformó en un dilema entre hacer lo que consideraba correcto y ser honesta en cada evaluación, o decidir salvar mi nota aunque esto me trajera un enorme sentimiento moral de culpa. ¿A qué me refiero, exactamente? Bueno, resulta que no solo era un curso de matemáticas, sino que parte de la evaluación del curso era completar otros 4 cursos virtuales (también de matemáticas) y, para obtener ese porcentaje -que sumaba un 45% de la nota final del curso- había que enviar al profesor una captura o el certificado de la aprobación de cada curso. Recuerdo haber hecho numerosos intentos en los primeros ejercicios del primer curso, pero no haber visto resultados. Por más que lo intentaba, eran temas que no dominaba. Intento tras intento, seguía fallando y empezaba a ver cómo el tiempo pasaba y se acercaban la fecha límite para enviar el comprobante de la aprobación del

curso, pero seguía sin lograrlo. Busqué tutoriales de la materia y hablé con mi papá que es profesor de matemáticas en un colegio- pero era como si me hablaran en chino. Y es que, en palabras de Savater, “como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos”. El problema es que con una cita así no iba a convencer a mi profesor de que había dado mi mayor esfuerzo. Al final, los números en cada ejercicio eran los que iban a determinar los números en mi nota a final del semestre. También recuerdo que lloré de la frustración en cada intento fallido. Pero eso tampoco me sirvió más que para el desahogo del momento. Comencé a preguntarme por qué mis compañeros no se veían tan frustrados como yo. ¿Habrían recibido una mejor educación y mejores bases de matemática en sus escuelas y colegios? ¿Habrían conseguido un tutor para este curso? ¿Sería simplemente un problema personal entre la matemática y yo que ellos no tenían? La respuesta era más sencilla que esto, y la supe un día hablando con varios de ellos. Me dijeron: “Nadia, todo está en internet”. Una compañera incluso me dijo: “Acá tengo el PDF con las respuestas de cada módulo, si quiere se lo paso”. Hasta ese momento ni siquiera se me había ocurrido buscar las respuestas en Internet. Toda mi vida había hecho las cosas de forma honesta, incluso en los exámenes de matemáticas y química que tanto sufrí cuando estaba en el colegio. Pero este curso se estaba saliendo de mis manos, ya había entrado a un punto de desesperación y de miedo por quedarme. La opción de simplemente copiar las respuestas y salvar mi nota me dio algo de esperanza, pero copiar me parecía mal aunque fuera lo que la mayoría había estado haciendo, según me di cuenta ese día.

Fue así como apareció en mi vida un nuevo dilema ético -aprobar los cursos virtuales copiando, o reprobarlos honestamente y con ello perder el curso como tal-, con todos sus componentes: 1- Conocimiento: No sé si es posible copiar inconscientemente. En mi caso, estaban bastante claras las dos opciones que tenía, y por ende lo que decidiera hacer iba a ser con conocimiento. 2- Libertad: Si bien había hecho un esfuerzo enorme por aprobar los cursos de forma honesta y no lo había logrado, tampoco tenía ningún determinismo fisiológico, psicológico, sociológico, histórico, ni de ningún otro tipo que me “obligara” a copiar o a no hacerlo. Por lo tanto, técnicamente tenía la libertad para elegir ser honesta o no, aún cuando mi nota estuviera comprometida. Quizás, lo más parecido a un determinismo lo representaba el hecho de que soy creyente, y parte de lo que creo es que siempre que haya una “tentación”, una salida fácil pero no necesariamente correcta, tengo la capacidad de elegir la opción más justa y esto es lo que debería hacer, porque incluso me trae mejores resultados y más paz. Sin embargo, creo que no es del todo un determinismo porque, aunque es algo que tengo presente siempre, al final también tengo libre albedrío y por lo tanto libertad para elegir cómo actuar, aunque las consecuencias sean distintas. 3- Voluntad: Al tener libertad para actuar, al final la decisión que tomara iba a ser por mi voluntad, aunque hubieran factores (como la nota final) que influyeran en mi decisión. Al final, no hice lo que alguien me obligó a hacer, sino que actué por decisión propia.

4- Responsabilidad: Al tener libertad para elegir y actuar por voluntad propia, mi decisión implicaría una responsabilidad que no podía transferirle a nadie más: ni a mis compañeros por haberme dado la idea, ni al profesor del curso por su metodología para

mí cuestionable… lo que hiciera sería únicamente

responsabilidad mía. 5- Deber: Como estudiante, no hace falta que me digan que tengo el deber de resolver las cosas por mi cuenta. Obviamente, era lo que el profesor esperaba de mí, y me lo recordaban los mismos cursos virtuales, ya que antes de completar la evaluación de algún módulo aparecía una ventanilla en la que tenía que marcar que me comprometía a hacerlo sola ya que eran “comprobaciones de conocimiento”. 6- Valores: Este componente fue de los que más me pesaban. La honestidad es un valor muy importante para mí. Soy de las que creen que las mentiras no tienen color, tono ni talla. Son mentiras y punto: no me gustan y, cuando lo he hecho (porque si dijera que nunca he mentido ya estaría mintiendo), me pesan muchísimo. Por su parte, los valores del curso según el programa eran “respeto, tolerancia y puntualidad”. ¿Le estaría faltando el respeto al profesor y a otros compañeros (los que sí se ganaran honestamente la nota, si es que alguien lo hizo) al copiar? No sé, no venía explícito en las instrucciones, pero creo que probablemente sí. Aunque me encantaría decir que usé mi libertad de elegir para enviar la verdadera nota de cada curso, no fue así. En mi mente no cabía la idea de quedarme en el curso, atrasarme en la carrera, quizás perder mi beca de excelencia académica con la que me

exoneran la matrícula y tener que pedirle a mi papá que me pagara la carrera. Eran consecuencias que no estaba dispuesta a asumir. Eso se tradujo en que acabara copiando las respuestas en los 4 cursos virtuales para poder pasar el curso como tal. De modo que la anatomía de mi caso fue la siguiente: 1- Intención: Pude haber asumido el quedarme en el curso con el fin de apegarme a mis valores y mis creencias, ser honesta y tener paz por haber actuado bien independientemente de las consecuencias (aunque claro que hubiera sufrido el quedarme, atrasarme y perder la beca). En vez de eso, copié con la intención de pasar y mantener un promedio superior a 9, y con él mi beca. 2- Juicio: Aunque sigo pensando que lo correcto y más valiente hubiera sido asumir la nota que fuera, usualmente terminamos racionalizando nuestras acciones para sentirnos menos mal. En este sentido, mi juicio moral fue que necesitaba pasar ese curso porque necesitaba la beca (lo cual era cierto) y avanzar en la carrera, que copiar la repuestas de esos ejercicios matemáticos no era plagio porque no estaba copiando texto ni atribuyéndome mérito por las ideas de alguien más (lo cual también es cierto), y que la metodología de evaluarnos un curso de la universidad con base en la aprobación de otros 4 cursos en línea era bastante mediocre y poco considerada para quienes nos esforzamos pero no logramos ver ese esfuerzo traducido en números. 3- Decisión: Las opciones, como ya mencioné, eran no copiar y quedarme, o copiar y pasar. Decidí copiar para pasar. 4- Medios: Como ya mencioné, las respuestas estaban en internet, por lo que este fue el medio principal para ejecutar la decisión. Considero que la computadora

fue otro medio, pues si los cursos o las evaluaciones hubieran sido presenciales, copiar las respuestas no hubiera sido posible, o al menos no tan fácil. 5- Resultados: Pasar el curso. Culpa. 6- Consecuencias:

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