Descripción: Una hermosa introduccion al aprendizaje de los niños y nuestros errores mas comunes tratando de ayudarlos....
Cómo ayudar a los niños de hoy EDUCACIÓN EMOCIONAL
Malaisi, Lucas Javier Juan Cómo ayudar a los niños de hoy : educación emocional . - 2da Ed. - San Juan : Educación Emocional Argentina, 2012. 212 p. ; 21x14 cm. ISBN: 978-987-26650-2-9 1. Educación Emocional. I. Título CDD 155.412 Fecha de catalogación: 07/06/2012 2da Edición
© Lucas J. J. Malaisi, 2012 e-mail:
[email protected] Sitio web: www.educacionemocional.ws Facebook: Educación Emocional Editorial Educación Emocional Argentina Dirección postal: Alto del Bono Shopping, Av. Ignacio de la Roza 1946 oeste, 1º Piso, Oficina 71, San Juan-Capital, Argentina, CP: 5400 Fecha de publicación: enero de 2012 Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723 Corrector Editorial: Darío Flores
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Cómo ayudar a los niños de hoy EDUCACIÓN EMOCIONAL
LUCAS J. J. MALAISI
“Necesitamos escuelas que favorezcan el equilibrio entre la iniciativa individual y el trabajo en equipo, que condenen el feroz individualismo… La búsqueda de una vida más humana debe comenzar por la educación” Ernesto Sabato
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar agradezco a los seres queridos que me brindaron su apoyo a lo largo de mi vida: mi familia, Piru, amigos y amigas, y en particular mi padre, de quien aprendí, por su ejemplo, que rendirse jamás es una opción. Un especial agradecimiento a Daniel Molina, cuyas acciones expeditas fueron fundamentales para materializar este trabajo. También un agradecimiento particular a todas aquellas personas que me apoyaron en este proyecto y ponen día a día el corazón en la educación: Carlos Sigvardt, Patricia Trinks, Judith Temporetti, Valentina Plaza, Miriam Comelli, Claudia Molina, Soledad Romero, Ana Grinner, Any Zermoglio, Marcos Meldenson, Gillermo Di Lella, Blanca Operuk, Cone Vera, Ana Sanchez, Liz Larcher , Carina Lucero, y como ellos muchísimos docentes y supervisores de escuela de San Juan, Entre Ríos, Tucumán, Mendoza, Córdoba, Catamarca, Misiones, Santiago del Estero, Chaco, La Pampa, San Luis, Santa Fe, La Rioja, Santa Cruz y toda Argentina, quienes con sus palabras, mails, abrazos, mates y acciones me confirmaron y fortalecieron para seguir adelante. A todos ellos, por su entrega diaria en la tarea de educar, dedico este libro. Asimismo deseo agradecer a todos los legisladores que, pensando en la educación del siglo XXI, están promoviendo la Educación Emocional como currícula educativa, en especial a Carolina Vargas Aignasse de Tucumán y Tadeo García Zalazar de Mendoza. En paz y sin el sarcasmo aparente, quiero agradecer a todos aquellos pese a quienes se alcanzaron las metas propuestas (muchas o pocas). Cada obstáculo superado trajo enseñanzas y nuevas esperanzas, lo que a su vez fue motivo de dicha y orgullo, y eso no hubiese sido posible sin quienes dificultan el camino. Estoy convencido de que para seguir adelante hemos de ser gratos y saber ver lo positivo en cada circunstancia, ya que en perspectiva todo lo que pasa es para bien.
ÍNDICE PRÓLOGO
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CAPÍTULO I 1. Introducción
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CAPÍTULO II 2. Inteligencia Emocional 2.1. Reseña histórica de la Inteligencia Emocional 2.2. ¿Qué es la Inteligencia Emocional? 2.3. Coeficiente Emocional y Coeficiente Intelectual 2.4. Inteligencia Social 2.5. Integralidad 2.6. Algunas consideraciones acerca de la inteligencia en general 2.7. Importancia de la Inteligencia Emocional en la vida: “La Prueba del Bombón” 2.8. Inte-eligencia 2.9. Definición de Educación Emocional
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CAPÍTULO III 3. Emociones 3.1. ¿Qué son las emociones? 3.2. Toma de decisiones 3.3. Duración de las emociones 3.4. Lo que origina las emociones 3.5. Efecto de las emociones en el desempeño 3.5.1. Emociones y aprendizaje 3.6. Clasificación de las emociones 3.6.1. Emociones desagradables 3.7. Comunicación 3.8. Necesidades Emocionales 3.8.1. Necesidad de Atención 3.9. Habeas Emotum
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CAPÍTULO IV 4.1. Cambio 4.2. El cambio en el aula 4.3. El concepto de cambio
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4.4. El poder de nuestras expectativas para el cambio: Efecto Pigmalión 4.5. Paradigmas 4.5.1. La disciplina según maestros de escuela (sus paradigmas) 4.6. CE del Maestro: Inicio de la IE en el Aula 4.7. El Lenguaje del Cambio 4.7.1. Cuentos infantiles 4.8. Indefensión aprendida 4.9. Resiliencia 4.9.1. Ámbitos generadores de Resiliencia
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CAPÍTULO V 5. 1. Técnicas 5.2. Modalidades de trabajo 5.3. Técnicas
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CAPÍTULO VI 6. 1.Escuela para Padres 6.2. Elementos a tener en cuenta al citar a padres (para aumentar las probabilidades de asistencia) 6.3. Planificación de Educación Emocional en Escuela para Padres 6.4. Consideraciones acerca de la inteligencia y su estimulación 6.5. Necesidades Emocionales 6.6. Mejorando la comunicación 6.6.1. Manejo del enojo 6.6.2. Estrategias para ayudar a los niños a expresar sus emociones 6.7. Crisis evolutivas familiares 6.7.1. Crisis familiares inesperadas 6.8. Duelos 6.8.1. Etapas de los duelos normales 6.8.2. El duelo en los niños 2.9. Talleres de padres
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PALABRAS FINALES
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BIBLIOGRAFÍA
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PRÓLOGO
No es raro hoy en día escuchar noticias o saber de niños y jóvenes que toman drogas o alcohol, o que roban, no respetan las normas, son agresivos, no se responsabilizan por sus tareas escolares, se fugan del hogar, no respetan a los adultos, etc. Es evidente la situación en la que están. Pareciera ser que por intentar escapar de sus problemas –ya sean familiares, personales, de identidad u otros– entran aún más profundamente en ellos; más se los estigmatiza y trata como “problemáticos”. En algunos trabajos que realicé pude observar que en las escuelas estos chicos están perfectamente identificados (rotulados), y se hacen famosos –no tan sólo en su aula sino en todo el establecimiento escolar– por ser agresivos, mentirosos, pendencieros, irrespetuosos, inquietos, molestos, irresponsables, bochincheros, etc. Si a estos chicos les quedaran aún ganas de cambiar, integrarse o mejorar, bajo el peso de estos rótulos no es difícil imaginar cómo pueden llegar a sentirse. O como después pude observar, tal vez era menos doloroso para ellos no sentir nada, y dejar que el azar decidiera sus destinos. Para muchos no es fácil tolerarlos, y colman la paciencia de cualquiera. Son “la manzana podrida que contamina a las demás”. Aquellos que no responden favorable o sumisamente a las sanciones disciplinarias se rebelan contra ellas, eligiendo sin saber, o mejor dicho, tomando sin elegir, un camino de no muy buen pronóstico. Y así entran más profundo en el problema, cristalizando sus acciones y reacciones ante un sistema que los margina –y con sus razones– para finalmente obtener la membrecía de los marginales. Tal vez más adelante pierdan las esperanzas de cambiar. Quizá algunos lectores puedan pensar que los referidos son simplemente casos aislados, pero si no se hace hoy nada al respecto, en un futuro no muy lejano lo expuesto (estoy seguro) tomará dimensiones endémicas e incontrolables. Por tanto, considero que no podemos abandonar a su suerte a los niños y que sean ellos los que encuentren el rumbo en medio de los problemas sociales actuales. Dice Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas: “El próximo milenio puede observarse en la forma en que cuidamos hoy en día a
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nuestros niños. Puede que el mundo de mañana esté influido por la ciencia y la tecnología, pero más que nada, ya está tomando forma en los cuerpos y las mentes de nuestros niños” (I). Tal vez por mi propia infancia un poco difícil y turbulenta, aunque silenciosa, es que siempre tuve especial sensibilidad para con los niños y sus emociones. Como aquel rey de Judea que mandó matar a todos los niños para matar a uno sólo, yo busco ayudar a todos los niños para ayudar a uno solo. Es por ello que siento un gran interés por comprenderlos, y así poder ayudarlos. Con tal vocación encontré la motivación para investigar y realizar este trabajo que, con el objetivo inalcanzable por la anacronía de la ayuda a aquel niño, no me parece que pueda abandonarme. Ni tampoco aun cuando se hayan logrado algunas mejoras. Es así que, como siempre digo, los pensamientos aquí expuestos constituyen verdaderamente mi “delirio”, en el sentido de que sinceramente creo y entusiasmadamente trabajo en esto, porque es para mí una pasión. El que lo sea para mí no significa que deba serlo para los demás, por ello pido disculpas a quienes pueda yo sonar un poco –o del todo– fanático. A lo largo de mis estudios de psicología tomé contacto con algunos textos de diferentes líneas teóricas. De todos ellos tuvieron más resonancia en mí autores tales como Fritz Perls, que por su carácter pragmático, que busca establecer un contacto real en el aquí y ahora, me dio una explicación, para mí satisfactoria, de las emociones y sus características. De esencia existencialista y humanista, este autor, al igual que este trabajo, concibe al hombre libre, no determinado; condicionado sólo por su condición de ser humano o demasiado humano, como diría Nietzsche. Es él quien se define y determina a sí mismo en virtud de su elegir y obrar; libre de hacer un cambio y auto-actualizarse cuando se conoce a sí mismo. De igual manera, si no pensara yo al hombre libre y con la facultad de poder cambiar, nada de mi trabajo tendría sentido. Otro de los autores determinantes de mi formación es Paul Watzlawick, quien me instruyó, a través de sus libros, acerca del cambio, en sus formas “más de lo mismo” y “el cambio verdadero o Cambio 2”. No menos importante es Daniel Goleman, quien sistematizó toda una serie de estudios científicos e investigaciones que dieron por resultado el descubrimiento (o construcción) de la Inteligencia Emocional, concepto sobre el cual se funda este texto. Finalmente Anthony Robbins, desde la PNL (Programación Neuro-Lingüística), me aportó un enfoque integrador en el que confluyen tecnologías psicológicas de última generación. El presente texto tiene por objetivo favorecer la comprensión de la problemática de los niños, y propone un modelo de promoción de la salud para 12
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abordar los problemas de éstos desde un ámbito educativo. Dicho abordaje se hace desde la salud, pretendiendo fortalecerla, mantenerla y ampliarla. Por abordar los problemas entiendo y quiero decir trabajar participativamente con la comunidad, buscando anticipadamente las situaciones problemáticas y no esperando a que lleguen, pues una vez que llegan es tarde. Capacitar y concientizar a la población para despertar su participación activa, promocionando la autodeterminación y autogestión de la salud. Convertir a cada ciudadano en soldado defensor de su salud y la de los demás, proveyéndole de armas, en materia de conocimiento, que le permitan hacer algo, combatir la enfermedad, cuidarse a sí mismo y a los demás, de modo que todos puedan elegir estar sanos en lugar de convertirse en simples pacientes que esperan ser atendidos, y se apoyen en sus propias capacidades para evitar la dependencia respecto de instituciones y/o profesionales de la salud En este sentido, la psicología positiva da cuenta que el desarrollo de fortalezas y virtudes actúan a modo de barrera contra los trastornos psicológicos1. Así por ejemplo un joven rodeado de afectos, amistades, deporte, estudio y proyectos, no será propenso al consumo de drogas, riñas ni otras conductas riesgosas. Por mi experiencia, considero que el modo más efectivo de combatir la patología es “inyectar” salud en la persona. Además, a diferencia de las habilidades para combatir la enfermedad, las habilidades que generan salud son auto-sostenidas, es decir, perduran en el tiempo2. Es menester recuperar las capacidades y los recursos propios de la población para extender y fortalecer su salud, y de esta manera combatir el mercado de la enfermedad, que actualmente determina todo el funcionamiento de los sistemas públicos y privados de salud, que enceguecidos por el lucro han perdido de vista el bien común. Esta propuesta de trabajo preventiva, y que se ocupa del problema desde un enfoque salutógeno en lugar de patógeno (cuyo enfoque no se enseña en las facultades), centrando sus esfuerzos en la población sana para mantenerla sana, constituye el arma contra la enfermedad más efectiva y económica, en cuanto a su financiación. Por otro lado, tiene el mayor grado de incidencia, puesto que al ser un enfoque salutógeno actúa sobre la población sana, que representa la mayoría. Si bien la ventaja económica que representa este enfoque es un hecho positivo, paradójicamente constituye su mayor obstáculo, en tanto no resulta atractivo para el mencionado mercado de la enfermedad, que, como dije, controla y maneja en su mayoría los sistemas públicos y privados de salud. Por ello no se con-
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SELIGMAN, Martín E.P.; La auténtica felicidad, Barcelona, 1° Edición 2011, Editorial Zeta, Pág. 15. SELIGMAN, Martín E.P.; Flourish, USA, First Free Press hardcover edition April 2011, Pág. 54.
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sidera ésta una inversión redituable (por supuesto, desde una perspectiva monetaria), razón por la cual no existen programas serios de promoción de la salud, en mi criterio. Es así, la promesa hipocrática fue sólo una ceremonia. Brindar espacios de sanación y emancipación a la población daría menos utilidades. En este sentido alguna vez escribí para un diario mendocino: “Las pululantes situaciones de precariedad imponen la emergencia de destinar recursos para emparchar sobre lo parchado, no dando la posibilidad de trabajar en lo estructural, arrojando como resultado una vulnerabilidad creciente que justifica cada vez más las intervenciones con resultados efímeros, ante estas –curiosamente– más frecuentes situaciones “inesperadas”. Pero no seamos ingenuos, las posibilidades de desentramparnos de la paradoja de que quienes se benefician de dar y recibir dádivas, como del mercado de la enfermedad e inseguridad, de la corrupción y de la tan desgraciada como argentinísima holgazanería hagan el cambio, son inexistentes. Intentar disuadir y pedirles que cambien de idea y actitud a los que se amparan en este enquistecido chanchullo seguramente será en vano; pero nada, nada impedirá que tengan la gentileza de con el tiempo ir muriendo… Y así, de la mano del relevo, vendrán nuevas oportunidades. Esta es una de las razones por las cuales debemos trabajar con las generaciones venideras. En este sentido podemos entender la frase de William Wordsworth, que dice “El niño es el padre del hombre”. Los niños, por su condición de tales, además de ser los portadores de los privilegios y derechos más exquisitos, por los cuales todos velamos, son la hoja en blanco y posibilidad de co-escribir un nuevo comienzo. Cerámica sin hornear, son el recreo, un volver a crear. Es por ello que propongo repensemos las herramientas que les estamos proveyendo, pues no todas contribuyen a la emancipación y autonomía personal” (II). La industria farmacéutica vende sus productos mediante las publicidades y propagandas que inoculan necesidades e inyectan hipocondría en la población, la cual acude a comprar los remedios, vitaminas y nutrientes que nos permiten contrarrestar los temores de enfermedad y debilidad. De este modo, a muchos niños pertenecientes a la clase media y alta no les faltan sus yogures y vitaminas que les aseguran una excelente nutrición y el mantenimiento de sus defensas altas. Pero si no nos ocupamos de sus emociones, nada nos asegura que preferirán jugar con amigos haciendo algún deporte en lugar de estar frente al televisor o los video juegos comiendo snacks, y tal vez más adelante tomando drogas. La autoestima que todo niño necesita para jugar y compartir con sus amigos no puede comprarse en los supermercados. Es por ello que se requiere, en mi opinión, la promoción del aprendizaje de las habilidades emocionales, las cuales son habilidades para la vida, ya que afectan profundamente la posibilidad del niño de escuchar y comunicarse, 14
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de concentrarse, de reconocer, comprender y resolver problemas, de cooperar, de modular y autorregular sus emociones, de motivarse a sí mismo, de resolver conflictos de manera adaptativa, estableciendo sus posibilidades de éxito y felicidad. Estas son habilidades que favorecen al desarrollo de una autoestima saludable en el niño, y que sin lugar a dudas son esenciales para su vida y la de cada persona. Para que se alcancen los objetivos que propongo en este trabajo se requiere algo más que la educación dada en las escuelas. Es imperiosa una capacitación continua de los agentes educativos y la participación activa de la comunidad, en un encuentro donde docentes, padres, profesionales de la salud, asesores legales y ciudadanos en general establezcamos una relación cooperativa a largo plazo, dado que, como sabemos, las soluciones rápidas no son verdaderas. Si lo que queremos es un mundo más amable, gentil y seguro, debemos trabajar codo a codo sobre esto, prescindiendo de los factores obstaculizadores del cambio, como lo son desgraciadamente ciertas áreas gubernamentales o el mercado de la enfermedad e inseguridad, que garantizan nuestro consumo de sus productos a fuerza de un temor infundido por la publicidad y la propaganda. En esta perspectiva, uno de los puntos centrales para contrarrestar tales situaciones es la realización de Educación Emocional. Para finalizar estas primeras palabras comparto dos experiencias que me hicieron pensar en los aprendizajes y en cómo inciden en nuestro comportamiento. El otro día fui invitado a compartir un almuerzo con un conocido y su familia con el motivo de celebrar el cumpleaños de aquél. Yo había trabado una especie de amistad con él durante el período en que trabajaba en el hospital. Después ya no nos vimos más, pero el caso es que él era de una familia muy humilde. Tan pobres como cálidos y hospitalarios. Al entrar a su casa pude ver la situación en la que vivían. La casa no tenía separaciones internas, todas las camas estaban ubicadas contra las paredes; en un rincón, una mesada con el lavatorio y la cocina. Algunas ventanas tenían sus vidrios, otras sólo frazadas que dejaban pasar el frío viento de julio. Mientras preparaban las empanadas en un horno de barro, tomamos unos mates en torno a un fuego que estaba encendido en el piso de tierra dentro de la misma vivienda. Mientras charlábamos pensaba en lo generosa que era esta gente, en lo difícil que debía ser la vida para ellos y en que a pesar de la situación podían reír a carcajadas. Más tarde me entero de que esta familia se sustentaba gracias a los ingresos de un kiosco en el que todos trabajaban, el cual por cierto no andaba nada mal. Sólo los fines de semana ganaban un promedio de $600, que sumado a la venta en días de semana y otros trabajos que hacían, no era poco (año 2006). Ni mucho menos como para que estuviesen en la situación en la 15
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que estaban. Pero también me contaron que la plata recaudada los fines de semana era gastada los domingos por el padre de familia en el casino. Entonces entendí por qué reían a carcajadas: no había nada que les preocupara. Para ellos era absolutamente normal que la casa tuviese tales características como también la situación en la que vivían; y consecuentemente no deseaban cambiar. Independientemente de una discusión acerca de si estaba bien o no lo que hacían, seguramente esta familia no cambiaba no porque no pudiese, sino porque no veían la necesidad de hacerlo. Concluyo: para consumar un cambio no es primordialmente necesario proveerles los medios materiales a las personas, sino cambiar la idiosincrasia de éstas. En el caso mencionado, como decía Pittman, el problema no era que no pudieran resolver el problema, sino que no lo vieran. Tratándose de un estilo de vida, la situación no representa mayores complicaciones, pero sí cuando se trata de salud. A menudo incurrimos en la patología por ignorancia de muchos aspectos. Sarmiento fue preciso: “Todos los problemas son problemas de educación”. Es en este sentido que propongo hacer el cambio desde el interior de las personas, a partir de una adecuada educación (acorde a los tiempos que corren) que les provea de conocimientos básicos para que se mantengan sanos y sepan qué hacer en determinadas situaciones. Esta familia difícilmente habría devenido consciente de tal situación porque ellos estaban dentro. Necesitan de la alteridad para comparar, pues al escuchar siempre el tañido de la misma campana es esa la realidad que replican, transmitiéndola de generación en generación. Es en este sentido que entiendo la frase de Sábato que dice “La búsqueda de una vida más humana debe comenzar por la educación”. El cambio, para que sea verdadero, como veremos más adelante, debe estar originado en un cambio de nuestros paradigmas. La otra experiencia que me hizo reflexionar similarmente acerca de la educación tuvo lugar en un subte de la ciudad de Boston, Estados Unidos. Yo estaba sentado en el primer asiento junto a una de las puertas del medio del tren. Abordó en ese momento un grupo de adolescentes vestidos de negro, con aritos múltiples repartidos por las extensiones de sus caras y orejas, pelos de colores y parados, tachas en sus camperas de cuero, cadenas y anillos medio góticos, con sus reproductores de mp3, etc. Entraron atropelladamente, algunos cantando y otros hablando en voz alta, riendo e insultando. Analógicamente yo leí el siguiente mensaje: “Aquí estamos, no respetamos las leyes, a nadie ni nada. No nos importa nada, ¡y qué!…”. Fue entonces cuando uno de ellos empujó sin intención, por efecto de la misma inercia del tren, a otro pasajero que se sostenía colgado de su brazo. El adolescente automática e inmediatamente antes de que este pasajero levantase la mirada para ver quién lo empujó, le ofreció disculpas. “Lo siento, fue mi culpa” dijo con verda16
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dera actitud de reparo y respeto. Luego regresó a sus risas y conversaciones con su pandilla y el pasajero a sus pensamientos. ¿De qué me di cuenta? No importaba qué modas tuviesen, subyacía a todo aquel vestuario de rebeldía un aprendizaje inconsciente y muy incorporado de buenos modales. Estos adolescentes partían de un elevado nivel educacional, y a pesar de sus esfuerzos por transgredir leyes, llevaban aprendidas y asimiladas una gran cantidad de éstas, como así también de hábitos asociados a valores socioculturales del sistema al que pertenecían, como el respeto, que aprendieron de sus padres y docentes, o de la sociedad en general. Si a través de la educación formal pudiésemos incorporar en los jóvenes los conocimientos y habilidades emocionales, podremos generar en ellos recursos y aprendizajes que, luego de ejercitados, devendrán en hábitos que asegurarán una mejor calidad de vida. De esta manera el objetivo de este trabajo es que se les dé Educación Emocional a los niños, así en las escuelas como en sus casas, para que incorporen toda una serie de habilidades emocionales, sociales, de resolución de problemas, reflexivas, de comunicación, etc., para que puedan implementar automática e inconscientemente cuando lo necesiten, y así resistir o resilir a los tiempos venideros, que no serán nada fáciles, por cierto. En el primer ejemplo pudimos ver cómo, al no tener acceso a otros conocimientos, la familia no puede hacer el cambio; mientras que en el segundo caso, a pesar de los intentos de los adolescentes por ser rebeldes, tenían incorporados aprendizajes que utilizaban inconscientemente. En estos dos ejemplos, aunque opuestos, observamos que es lo aprendido (programación mental) lo que determina el comportamiento de las personas. Proporcionándole al niño una enseñanza de las habilidades emocionales aprovecharemos mejor sus capacidades y posibilidades, que se traducirán en su vida adulta en una llave a la felicidad y la armonía personal. Pero para que se logre tal objetivo es necesario comenzar cuando el sujeto es más receptivo, es decir, cuando niño, acompañándolo a lo largo de su desarrollo madurativo a medida que alcanza más elevados niveles de entendimiento que le permitan una mejor comprensión de sus emociones. Al partir de una base de conocimientos que actual e históricamente nunca se dieron de manera sistemática en las escuelas, permitiremos que los niños larguen la carrera de la vida desde un nivel superior, ya que “somos enanos subidos a los hombros de gigantes”, y las generaciones más jóvenes partirán desde nuestra llegada. En ocasiones tardamos toda una vida en poder darnos cuenta de cómo son las emociones, en descubrir nuestros recursos, en entender que pode17
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mos hacer algo para mejorar nuestras relaciones, para motivarnos, elaborar duelos, entendernos a nosotros mismos, en definitiva saber quiénes somos. Hasta inclusive muchos jamás llegan a conocerse. Podemos aducir que es necesario vivir las dificultades, pues aprendemos de la experiencia, y es cierto, pero sin lugar a dudas ganaríamos más tiempo enseñando formalmente la vida emocional, que si tenemos que descubrirla de buenas a primeras. Todos conocemos seguramente personas que experimentaron –si es que no nos pasó a nosotros mismos– situaciones de divorcio, peleas entre padres e hijos, duelos no elaborados, despidos laborales, elecciones vocacionales inauténticas, peleas con gente en general, resentimientos con amigos, pareja, familiares, etc. En fin, cosas que nos pasan y que, si somos bastante receptivos y en el mejor de los casos, capitalizamos como aprendizajes. Pero creo que son muchos los malos entendidos y las peleas o huidas (por medio de adicciones al trabajo, alcohol, drogas, o de comportamientos irresponsables) que podríamos ahorrarnos teniendo un mejor conocimiento de nuestras emociones y de cómo expresarlas. Seguramente tales situaciones seguirían ocurriéndonos, pero tendríamos más recursos para resolverlas, puesto que no se trata de no tener problemas sino de darles una solución. En apariencia, los niños y jóvenes de hoy son los más afectados, ya que están lidiando con drogas, alcohol, internet, Facebook, celulares (accediendo a una comunicación instantánea, personal y privada), entre otras tentaciones, de una manera que no tiene precedentes. Pero también padres y maestros están siendo afectados. Hoy están desorientados y atemorizados, pues no pueden recurrir a sus experiencias para aconsejar a los jóvenes, dado que ninguno estuvo en situaciones siquiera parecidas. Por otro lado, las soluciones que antes funcionaban hoy no son tan efectivas. El intentar eliminar las tentaciones mediante imposiciones e incremento de limitaciones externas, no me parece pueda ayudar mucho más de lo que lo hace actualmente. Las tentaciones siempre estarán, y quienes las deseen las encontrarán. Por ello la clave está en desarrollar los recursos para que los niños y adolescentes estén más maduros para saber elegir.
CITAS BIBLIOGRÁFICAS I PUERTA DE KLINKERT, María Piedad. Resiliencia, La estimulación del niño para enfrentar desafíos, Buenos Aires, Editorial Lumen, 2002, Pág. 79. II MDZ, Publicación del 26 de octubre de 2009. Ver publicación permanente en: http:// www.mdzol.com/mdz/nota/167979
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CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN Desafortunadamente en la actualidad nos toca ser testigos de diversos y profundos problemas sociales: conductas violentas, delictivas, suicidas, promiscuas, adictivas, depresivas, entre tantas otras, que proliferan como parte de una realidad que ya no es ajena a casi ningún rincón de este planeta. Un ejemplo de estas situaciones se encuentra reflejado en algunas cifras alarmantes como las observadas en Estados Unidos, donde cada día (III): • 6 niños cometen suicidio • 342 menores de dieciocho años son arrestados por delitos violentos • 1407 bebés nacen de madres adolescentes • 135000 niños llevan armas a las escuelas • 3 menores de veinticinco años mueren infestados por el VIH y 25 resultan infestados En nuestro país se observan situaciones como éstas, aunque quizá aún no en niveles tan elevados, por lo que estamos a tiempo para abordarlas de una manera adecuada, evitando que alcancen índices incontrolables como los que presentan sociedades “más evolucionadas”. Concretamente puede mencionarse que las tasas de suicidio en adolescentes varones de entre 10 y 14 años se han duplicado, llegando a 1,65 por cien mil en 1991; entre 15 y 18 años se han incrementado dos veces y media entre 1984 y 1999, con un máximo de 8,63 por cien mil en 1998. Además, entre dichas edades es cuando la mayoría de los adolescentes quedan expuestos por primera vez a la sexualidad, el consumo de alcohol o drogas, el tabaco y demás tentaciones (IV), sin tener la capacidad ni los conocimientos para responsabilizarse de tales comportamientos. Existen casi cuatrocientos mil adolescentes con trastorno Negativista Desafiante y hasta casi seiscientos mil con trastorno del Comportamiento Disocial (V). En el ámbito educativo se registraron quinientos once mil chicos que anualmente repiten de curso y otro medio millón que directamente abandona la escuela, principalmente en el secundario (VI). 19
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Se ha registrado un aumento de la depresión infanto-juvenil, y un preocupante inicio de la sintomatología a edades cada vez más tempranas. También se registraron casos de niños con angustia crónica (VII). Por si fuera poco, la fragmentación familiar, la desintegración de las redes de apoyo comunitario, la urbanización, la implacable inseguridad social, la indefensión aprendida, los cambios económicos, la inequidad, marginación y discriminación social, la sobreexposición a la violencia gráfica, las condiciones de hacinamiento, etc., son causa y efecto de este pernicioso círculo vicioso, que a su vez se combina con cambios valórico-culturales que fomentan el consumismo, el individualismo, el materialismo, el hedonismo, el relativismo, la permisividad, la masificación, la frivolidad, la búsqueda del placer inmediato y el culto de la imagen, haciendo cada vez más difícil una adaptación saludable de jóvenes y adultos a este medio hostil, nuestro mundo actual. Así, en un delicado entramado de innumerables variables interconectadas e interdependientes que afectan a las sociedades, pululan nefastas e impensadas problemáticas de una complejidad creciente. En las sociedades, como en todo sistema complejo, todo está interconectado y por ello nada puede ser entendido aisladamente, sino en forma sistémica. Sin embargo, para poder entender y estudiar el problema necesitamos tipificarlo de manera aislada, pero de ningún modo esto sugiere una causalidad o linealidad directa. Entonces, ¿qué o quién ocasionó todo esto? Se considera que la situación actual se debe predominantemente a causas “ambientales”, es decir, a algo exógeno o externo a las personas. Tres grandes grupos de cambios son los progenitores de esta sociedad: los que afectaron a las familias, los que modificaron la escuela y los propios de la tecnología (que comprende los medios masivos de comunicación). Dentro de los cambios familiares existen algunos bien visibles, como la soledad en la que transcurre la infancia de muchos niños, dado que, debido a factores económicos, a menudo ambos padres deben salir a trabajar dejando a sus hijos solos. Esta misma variable monetaria también genera condiciones de hacinamiento, pues no es fácil acceder a una vivienda propia, por lo cual es corriente que tres o cuatro familias convivan en una misa casa. A su vez, el hacinamiento se asocia al conflicto trigeneracional, donde los abuelos imparten directivas a los padres acerca de cómo deben criar a sus nietos, pues todos viven en la casa de los abuelos. Sumado a ello, la violencia intrafamiliar, las familias uniparentales, las familias ensambladas, el embarazo no deseado de adolescentes (que no siempre se hacen cargo de las responsabi20
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lidades propias de su rol de padres, y salen los fines de semana a emborracharse en boliches, endosando la crianza de los hijos a los abuelos). Por otro lado están los cambios comportamentales de las familias, que no son apreciables a primera vista pero evidencian cierta incapacidad de algunos padres para educar, como consecuencia de los siguientes cambios: Padres y docentes desorientados. Ni padres ni docentes atravesaron situaciones siquiera parecidas a las que viven los niños hoy, por lo cual quedan desorientados e inseguros ya que no pueden recurrir a sus experiencias para aconsejar y educar a los niños, pues han quedado obsoletas. De este modo, es común que en lugar de ser los padres quienes les enseñan a los hijos, son éstos los que imparten enseñanzas a los adultos en cuanto a ciertas modas (cómo utilizar un celular o dispositivo tecnológico, por ejemplo). Así, en muchos aspectos son los niños los que tienen el saber, y este hecho genera una distribución errónea de los poderes. Al tener ellos el saber, tienen demasiado poder. Esto técnicamente fue descripto por Margared Mead como Familias Post-figurativas, donde los más jóvenes les enseñan a los adultos. Actualmente son los niños los que eligen qué se come, qué programa de televisión se ve o dónde se vacaciona, y son también ellos quienes establecen horarios de rutina familiar y demás. Este hecho puede verse con suma claridad si visitamos un mediodía a una familia tipo, donde nos encontraremos con la siguiente escena: durante el almuerzo, todos (abuelos, tíos, padres y hermanos) estarán viendo dibujos animados, pues es lo que al chico le gusta. Además estarán comiendo lo que a éste le guste, o peor aún, será como ir a un restaurante a la carta, donde hay una preparación para cada comensal. En los talleres a padres y docentes suelo preguntar qué pasaba cuando a alguno de nosotros no nos gustaba lo que había para almorzar. Las respuestas son desde risas hasta comentarios como “Teníamos que merendar y hasta cenar el almuerzo”. Este fenómeno es llamado “Síndrome del Emperador” donde los niños, adquieren demasiado poder, y se convierten en pequeños tiranos que amenazan, pegan, agreden psicológicamente a sus padres. Hacen de sus caprichos ley y quien no obedezca paga las consecuencias de sus agresiones y tortuosos berrinches. Es un tipo de violencia ejercida de los hijos hacia los padres, donde los niños aprenden a controlar a los adultos, logrando que obedezcan y cumplan sus exigencias. Llegada la adolescencia se han registrado denuncias de padres a hijos en comisarías por violencia física. Problemas para poner límites. La mayoría de los adultos fuimos criados bajo un sistema educativo muy rígido y exigente, cercano al autoritarismo. Por tal motivo muchos padres y madres dicen: “Esto que me pasó a mí, no voy a permitir que le pase a mi hijo”. Como consecuencia de querer reparar 21
Lucas J. J. Malaisi
las propias historias personales no se están poniendo límites. De este modo, por miedo al autoritarismo padecido, no se permiten ejercer la autoridad. Sin embargo, la autoridad es totalmente sana y necesaria. Ocasionalmente escuché de algunos padres decir orgullosos que eran amigos de sus hijos, a lo que yo siempre les digo: “No, vos no sos amigo de tu hijo, sos el padre. Podés tener una comunicación fluida y con buena onda, pero no sos el amigo. Porque si sos el amigo, desdibujás tu rol de padre, y cuando quieras ponerle un límite no va a respetarte, pues sos su par”. El vínculo padre-hijo es, o al menos debería ser, asimétrico o complementario. Esto significa que los padres tienen más poder que los hijos. En cambio, el vínculo entre hermanos o amigos es simétrico. Esto es que la distribución de los poderes es igual o simétrica. También otro vínculo simétrico es el de pareja, pues los poderes y responsabilidades son parejos, de ahí su nombre. Esta asimetría puede sonarnos mal, pero es sana, y se ve replicada en todos los órdenes de la naturaleza. La democracia ha demostrado ser el mejor sistema de gobierno, pero es aplicable a las sociedades, no a las familias. Las familias deben ser una monarquía donde el poder esté representado en una de sus partes: el subsistema parental. Ser una autoridad no significa no escuchar a los hijos, gritarles o agredirlos, o que ellos no puedan expresarse o elegir, eso es más bien propio del autoritarismo. La verdadera autoridad tiene un poder y un saber que son aplicados sin violencia, con cariño y amor, es así que en su acepción etimológica significa promover y hacer progresar. De ahí que la autoridad es una figura que promueve y ayuda a progresar, y en este proceso los niños y adolescentes no pueden hacer siempre lo que les plazca. Desgraciadamente hoy vemos que la distribución de los poderes tiende a invertirse en las familias. Así, a los padres de hoy se los suele llamar “la generación del miedo”, porque le temieron a sus padres cuando niños y hoy les temen a sus hijos. Sostengo que es justamente ese temor lo que genera reacciones desmedidas de autoritarismo, como también de su antítesis, el sometimiento. Cuando los padres están tranquilos y seguros, pueden poner límites con mayor firmeza y paciencia, entendiendo y aceptando que naturalmente a los niños no les gustará y que por tanto van a expresar desagrado, pero sabiendo que esto los ayuda a crecer. A su vez este deseo de reparar las propias historias personales de los padres generó una cultura del facilismo, donde los padres buscan darles a los hijos todo lo que a ellos les faltó. Entonces “Si a mí me falto un auto cuando joven, que no le falte a mi hijo. Si me faltó dinero, libertad, etc., que a él no le falte”. De este modo se los está criando en un contexto en el que se les da demasiado poder y no se les enseña a ganarse las cosas, sino sólo a exigirlas. 22
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Adolescentización de los padres. Tradicionalmente la adolescencia era una etapa de transición para llegar a la adultez. Los jóvenes se identificaban con papá, mamá o algún adulto. Pero hoy resulta que es al revés. Son los padres o adultos los que se visten y comportan como adolescentes. Es que el bombardeo mediático-publicitario manda que todos seamos flacos y esbeltos, y tengamos la piel tersa y suave. Entonces el cuerpo ideal es el que posee el adolescente, erigido así en el modelo a seguir. Es así que se generan las llamadas Identificaciones Cruzadas, ya que ahora es el adulto el que se identifica con el joven (cuando siempre fue en dirección opuesta), dejando a los adolescentes sin un modelo identificatorio. Además pasa que entre los 40 y 45 años suele darse la segunda crisis de la identidad, donde el adulto se hace una serie de preguntas existenciales como “Quién soy, qué hice con mi vida, dónde voy”, y deviene consciente de que es un ser mortal, pues comienza a experimentar la pérdida de seres queridos. Entonces busca negar el paso del tiempo y hasta volverlo atrás, comportándose como adolescente. En este contexto de cambios comportamentales de la familia, invito al lector a que hagamos la siguiente reflexión: ¿es realmente, como se comenta en los cafés, que los jóvenes trasgreden todos los límites y no les importa nada?, ¿o es que no tienen consignas ni límites claros? Saquemos esta cuenta: los niños tienen el saber, por tanto el poder, más no les ponemos límites por miedo a repetir lo que padecimos en nuestra infancia, más queremos ser como ellos… Resultado: emperadores por doquier. Analicemos ahora los cambios que tuvieron lugar en las Escuelas. En primer lugar he de mencionar el cambio más evidente y triste: la pérdida de prestigio social que sufrieron los maestros. Yo recuerdo que en mi infancia, cuando me sacaba una mala nota o me ponían alguna sanción disciplinaria en la escuela, debía informar esto a mi padre, quien me decía “No estudiaste o algún lío hiciste” y luego me ponía alguna penitencia. Pero de ningún modo se le ocurría a él cuestionar al maestro. Muy por el contrario, mi viejo avalaba y ratificaba aquella intervención. Hoy esto es la excepción. Demasiado frecuentemente madres y padres corren a ponerle las quejas a la maestra, les cuestionan metodologías pedagógicas, el peinado y cuanta cosa puedan. Entre padres suelen entablar conversaciones, en presencia del niño, de lo mal que obró la docente, desautorizándola y echando leña al fuego para que el niño se comporte peor. Entonces el niño empeora su comportamiento, que comienza a ser sancionado con más frecuencia, aumentando el enojo de los padres. Vemos así cómo se establece una pauta interaccional de pelea entre padres y maestros, quedando los chicos en medio del campo de batalla, recibiendo los balazos de ambos bandos. A menudo los niños suelen servir 23