Como Llegar a Ser Un Maestro de Ajedrez

April 16, 2019 | Author: Guillermo Lopez Ticona | Category: Chess Openings, Chess, Competitive Games, Traditional Board Games, Abstract Strategy Games
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tips y claves del secreto para llegar a ser un gran maestro en ajedrez...

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El concepto Es básica y fundamental una buena preparación teórica. ¿Cómo se consigue esto? De varias maneras: llegar a ser maestro de ajedrez cuesta sacrificio y voluntad. Cada Cada vez más los grandes maestros conceden una importancia decisiva a la preparación en las aperturas, con el objeto de obtener ventaja desde el principio y conseguir el punto en litigio. Yo aconsejo a todas aquellas aquell as personas que quieran qui eran progresar progre sar que se especialicen en una sola defensa con negras o en una apertura con blancas. Recuerdo con satisfacción a varios grandes maestros españoles como Alfonso Romero, que se especializó en la variante del Dragón de la defensa Siciliana, Miguel Illescas, que hizo lo mismo con la variante Paulsen de dicha defensa, Arturo Pomar, célebre por conocer a fondo la defensa Caro-Kann, José Luis Fernández, experto en la apertura Española tanto con blancas como con negras, David García Ilundain, gran conocedor conocedor de la variante Richter-Rauzer Richter -Rauzer de la defensa Siciliana... La lista lista sería interminable. He tenido la suerte de conocerlos y coincidir con ellos en muchos torneos. Pero sigamos con nuestro tema. Actualmente disponemos de muchos medios para conseguir información de las aperturas y defensas que nos interesan: interesan: Internet, boletines de torneos, «Informator» yugoslavos, revistas soviéticas, enciclopedias de aperturas, revistas nacionales e internacionales, programas informáticos, etc. Otra valiosa fuente de información es nuestra propia participación en torneos o consultar a maestros sobre líneas determinadas que nos interesan. Con el transcurso del tiempo, cada vez jugamos mejor esas variantes concretas; concretas; sin embargo, es importante importante no caer en la rutina y seguir investigando a fondo las novedades teóricas que se produzcan. La mayor mayor experiencia y técnica téc nica acumuladas gracias a la participación en torneos a lo largo de los años y nuestros análisis de laboratorio pueden ayudarnos a ello. No obstante, hay hoy en día un valor importante que nos falta: el tiempo. Recuerdo una famosa frase: «el tiempo es oro». A mí particularmente, me ha costado muchas horas de estudio llegar a donde estoy, estoy, más aún teniendo en cuenta que he tenido que trabajar y no he podido dedicarme exclusivamente exclusivamente al ajedrez; sin embargo, la satisfacción satisfacción de ver

el recono rec onocimiento cimiento de la gente por el trabajo que uno hace y el esfuerzo esfuerzo realizado compensa el tiempo invertido. Toda la preparación teórica debe practicarse continuamente en torneos, partidas de entrenamiento, partidas parti das amistosas, amistosas, etc, etc , y comprobar los errores con programas informáticos que valoren las posiciones. Es muy importante saber qué tipo de juego nos conviene más según nuestro carácter; un buen entrenador nos dirá qué líneas podemos emplear que sean acordes con nuestra personalidad. Para ello es necesario analizar a fondo la persona y el juego que el alumno va desarrollando. Por lo que se refiere al ajedrez, se equivoca todo aquél que crea que simplemente jugando llegará a ser un buen jugador: esto es completamente falso. Sólo algunos llegan a maestro, mientras que una inmensa mayoría no lo consigue. El estudio es fundamental. Hay diversos di versos tratados tratad os extraordinarios extra ordinarios que nos han dejado los grandes pedagogos del juego-ciencia. Recuerdo que cuando empezaba a destacar (tenía aproximadamente 12 años) recomendé en un artículo que hice para mi primer club de ajedrez ajedr ez el libro lib ro «Mi sistema», de Aaron Nimzowitsch. Nimzowitsc h. Este libro libro ejerció mucha influencia sobre mi juego. Lo estudié y asimilé cuidadosamente y pronto empecé a descubrir las maravillas que esconde el ajedrez. Nimzowitsch debió de sentirse muy orgulloso y realizado al escribir esta obra maestra sobre el concepto en el ajedrez. He ganado muchas partidas simplemente por tener «más concepto» que mi adversario: ganar ganar un tiempo en la apertura o en el medio juego, dominar una columna principal, situar «bien» las piezas y los peones, estudiar psicológicamente al contrario, concentración en los momentos clave... Éstas y otras ideas las l as he ido «puliendo» «pulie ndo» a lo largo de los años con voluntad, sacrificio y tenacidad. El maestro de ajedrez sabrá en cualquier posición qué jugadas tiene que realizar y elegirá el mejor plan de juego gracias a su imaginación, inventiva, creatividad y talento. Todo ello mediante el estudio de posiciones. Obtendrá así una fuerza incuestionable. Sus adversarios adversarios lo temerán, t emerán, respetarán y sentirán curiosidad por saber muchas cosas cosas sobre él. El camino que recorrer es largo y difícil, y es importante contar con el asesoramiento de expertos. Es conveniente estudiar con varias personas que tengan un nivel parecido al nuestro y con gustos parecidos por lo que se refiere a la elección de variantes. El ajedrez ajed rez entraña muchos muc hos misterios: está lleno de magia, mag ia, una una magia que q ue a veces vece s nos puede parecer parec er fuera de nuestro alcanc alcance, e, pero nada más lejos de la realidad. Podemos aprender mucho analizand anali zando o las part p artida idass de maestros maestros de renombre renomb re mund mundia ial.l. Si hay hay algo que no entendemos, no debemos dejarlo de lado, como tampoco tenemos que desmoralizarnos si perdemos muchas

parti par tidas; das; por el cont c ontrar rario, io, debe debemos mos sobre sobrepo poner nerno noss a las las derro derrotas tas,, tenemos que saber encontrar el porqué de nuestros errores, estudiarlos y corregirlos c orregirlos para no volver a cometer otra vez los mismos fallos. He hablado antes del tiempo en el sentido de dedicación dedic ación al ajedrez; ahora vamos vamos a verlo aplicado a la partida. Hoy en día, muchísimas personas malogran posiciones claramente ventajosas a causa de los apuros de tiempo: no saben administrar correctamente las horas de que disponen y eso los lleva a la derrota. Es éste un defecto que debe corregirse con método y paciencia. Con estudio y dedicación mejoraremos progresivamente y llegaremos a sentirnos satisfechos de nuestro juego. Personalmente, a lo largo de todos estos años he sentido una gran satisfacción al ganar una partida después de dura lucha, y también orgullo por el juego desplegado.

En el medio juego es de capital importancia elegir correctamente el plan según la naturaleza de la posición. Por eso, es fundamental salir de la apertura con ventaja o, por lo menos, con igualdad, lo que nos dará confianza para ir progresando paulatinamente. Es importante la concentración, el ánimo de ganar y la voluntad de esforzarse esforzarse durante la partida. Hay que ir situando las piezas en posiciones favora favorables bles de cara c ara a la tercera terc era fase de la partida: el final. Al analizar una partida, no debemos limitarnos limitarnos simplemente simplemente a mirar su apertura y medio juego: debemos dar un paso p aso más y estudiar en los «Informators» posiciones parecidas a la que se nos ha presentado. En el ajedrez, las personas que desean progresar no regatean esfuerzos en analizar, estudiar y comprobar posiciones. La experiencia es un grado. A lo largo de mi carrera he conocido a muchas personas que tienen el gravísimo graví simo problema de no saber pasar correctamente de la apertura al medio juego. Para solucionar este defecto, muchas personas se fían de los programas informáticos y cualquier posición que no comprenden se la «dan» al ordenador para que la analice. Es éste un método que yo no comparto comparto en su totalidad, ya que la máquina carece de sentimientos, sentimientos, creatividad y fantasía, fantasía, y esas personas van cayendo paulatinamente en un juego similar, frío y automático, que a la larga larg a les l es resulta monóton monótono. o. Sí, estoy de acuerdo en que se utilice para valorar si una continuación es forzada, o para calcular variantes de varias jugadas. Yo recomiendo el uso del ordenador más bien para «cazar» a un adversario comprobando c omprobando su juego jueg o y viendo viend o los los posible posibless errores que ha cometido. En el medio juego es recomendable dosificar las fuerzas. Los finales son difíciles y requieren una buena técnica. Es posible que al llegar a él notemos el cansancio acumulado en las fases

anteriores de la partida. Hay que señalar que el ajedrez supone un desgaste físico importante, hasta el punto de que a lo largo de un torneo puede llegarse incluso a perder peso. Cuando se participe en un torneo a ronda diaria, sugiero que se «fotografíen» mentalmente posiciones del medio juego de partidas de posibles adversarios u otros jugadores. Es conveniente fijarse en los mejores jugadores y comparar más tarde el plan que ellos han seguido y el que hubiésemos seguido nosotros. Así obtendremos un doble beneficio: por un lado, mejoraremos nuestro juego; por otro, descubriremos muchas lagunas en el juego de otras personas y nos será fácil decidir cómo tenemos que jugar con nuestro futuro adversario, si hemos de practicar un juego posicional o táctico. Si nuestro adversario es un maestro, recomiendo jugar de manera combinativa: un juego posicional a la larga es mucho más fácil para el maestro, ya que tiene una gran experiencia como profesional del ajedrez.

En este capítulo abordaré la dificultad que muchas personas tienen en el tramo final de partida: se suelen malograr y perder muchas posiciones por apuros de reloj. Para jugar bien un final se necesita una disposición tranquila y una técnica matemática. Jugar bien un final de torre o dama, por ejemplo, es un camino lleno de espinas, puesto que se necesita tener las ideas muy claras y rozar la perfección, lo que trae consigo un excesivo desgaste mental y físico. Recuerdo gratamente algún final de este tipo que he ganado a algún gran maestro, después de horas de encarnizada lucha, pues el adversario pone en juego toda su destreza para evitar la derrota. Personalmente, si sé que voy a tener una partida difícil, como por ejemplo la última partida de un torneo donde me juego la clasificación final, acostumbro a tomar algún alimento o bebida para compensar el tremendo desgaste mental y nervioso. Ayuda, también, el practicar alguna otra actividad para dominar los nervios: yoga, Tai chi, etc. Para llegar a jugar bien los finales de partida es recomendable estudiar los conceptos que nos han legado los célebres tratadistas del ajedrez: Lucena, Phillidor, Réti, etc. Sus estudios han dado la vuelta al mundo y hoy en día todavía los usan, entre otros, los rusos estadounidenses. Si se asimilan estos perfectos estudios se consigue una fuerza impresionante y seguridad en los momentos clave. Mucha gente se pregunta ¿qué puedo hacer para progresar en un final de partida? La respuesta es bien sencilla: hay que hacerse con un buen entrenador, una persona que sea un buen maestro con experiencia y que haya dedicado muchos años de su vida a asimilar todo tipo de posiciones. Es éste el camino más rápido y fiable que conozco . En las mejores escuelas del mundo se consigue que los alumnos suplan la experiencia que

les falta con un buen entrenador que les enseñe, en mucho menos tiempo, el concepto interior de la posición. Es conveniente no dejar de lado las lagunas que podamos tener en algunos finales y buscar el apoyo de un entendido en este campo que nos ayude a superar otra de las muchas barreras que tiene el ajedrez. Muchos son los objetivos perseguidos por un jugador desde el inicio de la partida: ventaja de material, pareja de alfiles en posición abierta, caballos en posiciones bloqueadas, peones pasados y no doblados, ocupar las columnas abiertas, tener el rey activo, ventaja de espacio, enroque bien protegido, piezas activas, ocupación de la séptima fila con las torres, etc. Realizar todas estas ideas depende siempre de qué posición tengamos, pero llegar a conocer correctamente estos fundamentos compensa plenamente el sacrificio que supone su estudio y nos reportará grandes satisfacciones.

Es éste un apartado muy sutil, en el que voy a dar unos consejos prácticos que favorecerán a todo aquél que quiera superarse continuamente. No basta ir a jugar una partida de cualquier manera; hay que dormir las horas suficientes (unas 8 horas); hay que frenar la euforia después de un triunfo y no hay que subestimar nunca al contrario, aunque se tenga una posición muy ventajosa, pues la relajación y la confianza son muy traidoras y juegan muchas malas pasadas; hay que evitar el alcohol, llevar una vida lo más sana posible, intentar relajar y controlar los sentimientos de uno y «darlo todo» durante la partida. Ya he mencionado que un torneo de ajedrez comporta mucho desgaste físico y mental. Una vida sana y una dieta equilibrada son imprescindibles. Tomemos el ejemplo de Kaspárov. El excampeón del mundo incluye en su dieta el salmón y otros pescados básicos que aportan las vitaminas y nutrientes necesarios para que pueda desplegar su talento y creatividad. El pescado, en general, pero sobre todo el azul, como la sardina, es una buena fuente de vitaminas y minerales, y está a nuestro alcance. Otro alimento importante es la miel, que por sus propiedades curativas favorece el organismo. También es conveniente descargar la tensión. Recuerdo que Arturo Pomar, persona muy sencilla a quien conocí siendo yo un muchacho, antes de cada partida daba largos paseos. Pasear es muy beneficioso, pues despeja la mente. No es recomendable poco antes de la partida visualizar muchas posiciones, ya que se contribuye así a cansar la mente: nuestros ojos realizan un esfuerzo excesivo que repercutirá negativamente durante la partida. Sin subestimar al adversario, hay que tener también confianza en uno mismo. Puede decirse que muchas personas han perdido a veces la partida antes de empezar, pues consideran a su rival muy fuerte por el mero hecho de ser

maestro; otras se sienten intimidadas por las miradas y gestos del adversario. Es necesario contrarrestar todo esto potenciando al máximo la autoestima y la confianza en nosotros mismos. Hay que «darlo todo» e intentar ganar a esa persona con todas nuestras fuerzas. El buen jugador de ajedrez será el que sepa más ajedrez que el adversario, lo que no significa que sepa más aperturas, pero sí que tendrá más experiencia, lo que decantará la balanza en su favor, y no por suerte. Debemos conocer cuáles son nuestras deficiencias y pulirlas hasta eliminar «los puntos débiles del yo». Solo así conseguiremos progresar, por nuestro bien y el del ajedrez.

En un jugador de ajedrez es muy importante el espíritu de lucha, el ansia de ganar y la voluntad de superación constante. A lo largo de los años he conocido a personas que lo dan todo en competición, pero también me he encontrado con jugadores que se levantan constantemente, hablan y se distraen mucho, perjudicándoles esta actitud en la puntuación final del torneo. No se esfuerzan como los primeros y malogran muchas posiciones. Al ajedrecista hay que motivarlo desde la infancia. Está demostrado que el ajedrez desarrolla la inteligencia: pedagógicamente, es esencial para los niños. Hay que saber enseñar y mostrar al niño las maravillas de esta ciencia, y esto se consigue sabiendo qué puede estimular a un alumno a progresar. Al niño le fascinan aquellos aspectos del ajedrez que son espectaculares, como las simultáneas o exhibiciones con o sin reloj, con blancas y negras al mismo tiempo, o los torneos de partidas rápidas en los que se demuestran los reflejos de cada persona. Viajar a pueblos y ciudades es sinónimo de cultura y muy recomendable para todos. Los gastos pagados o las ventajas económicas que reciben los mejores jugadores determinan la necesidad de conseguir que esa persona se esfuerce al máximo para lograr su objetivo. Los padres y amigos han de tener en cuenta que en el ajedrez se mezclan todo tipo de profesiones y de personas de diferentes niveles culturales. Los primeros años de formación son muy importantes y es fundamental no desmoralizarse, porque puede tener consecuencias inmediatas desfavorables. Hay que saber enseñar para poder luego sentirse satisfecho del trabajo realizado y de los resultados obtenidos. He conocido a grandes jugadores que han estado años sin jugar cuando aún no tenían mucha experiencia. Es el caso, por ejemplo, de Alfonso Romero (GM), compañero de club durante muchos años, que creía que era normal quedar siempre en los primeros lugares de los torneos. Su sorpresa fue mayúscula cuando en un torneo quedó en última posición. Se desmoralizó tanto que estuvo dos años sin jugar, pero después volvió porque

se dio cuenta de que siempre hay que luchar por alcanzar la meta deseada. Claro que puede que no la alcancemos. En ese caso nos queda la satisfacción personal de haberlo intentado, satisfacción que siempre será positiva y que nos dará un mayor «empuje» para abordar empresas posteriores.

Es muy importante sorprender a nuestro adversario en las primeras jugadas, lo que puede conseguirse de varias maneras. En los torneos de ronda semanal es mucho más fácil porque tenemos varios días que pueden servirnos para buscar el punto débil del contrario. Si lo conocemos personalmente y hemos jugado contra él en varias ocasiones, aunque haya sido en una simple partida rápida, es conveniente recordar esos momentos y ver qué particularidades tiene; en los torneos de elite siempre resulta más provechoso enfrentarse a alguien a quien conocemos que a otra persona de la cual no sepamos que esquemas practica. Hay que prestar muchísima atención a las primeras jugadas, porque si hacemos una incorrección de buen principio contra un jugador de mucha calidad, lo pagaremos durante el resto de la partida. Recomiendo, en particular, buscar todas las partidas posibles del adversario y ponerse en su lugar, para distinguir alguno de sus mecanismos de pensamiento. Ahora bien, esto no es siempre fácil. Por ejemplo, yo a lo largo de mi carrera he jugado varias veces contra muchos maestros y, normalmente, suelo cambiar de esquema para sorprenderlos; en contadas ocasiones se ha repetido la misma posición en las primeras jugadas. Si a veces se repiten los mismos esquemas, se debe a que el contrario nos quiere preparar una trampa, o bien que ha experimentado una mejora con respecto a una partida anterior que habrá estudiado en sus análisis caseros. Para conocer el juego del adversario, recomiendo dirigirse a la federación a la que cada cual pertenezca y pedir la totalidad de partidas disponibles en fotocopias o CD rom; otra fuente de información es Internet, con sus bases de datos. Es muy importante recordar las partidas que haya jugado en torneos para ver su estilo de juego al enfrentarse a otros jugadores. Otra posibilidad es, al jugar un campeonato, pasearse por las otras mesas observando a los futuros adversarios y sus planteamientos. Ante una partida importante y decisiva, es conveniente consultar con el entrenador u otra persona de confianza que nos dé una opinión sincera sobre el planteamiento y sobre cómo jugar contra el adversario. Si vemos que durante el transcurso de la partida nuestro contrario va apurando el tiempo considerablemente, tendremos la sensación de que, psicológicamente, hemos acertado en el plan de juego que hemos puesto en marcha. Esto demuestra, por otra parte, que el esfuerzo que hemos

hecho al analizar su juego no ha sido en vano, siendo un estímulo más para sentirse satisfecho y mejorar día a día en el estudio del ajedrez.

Vamos a hablar ahora de un campo de posibilidades ilimitado como consecuencia de la modernización, a una velocidad sorprendente de la tecnología. Cada vez surgen nuevos programas que demuestran que, en el futuro, la máquina ganará al ser humano. Recuerdo un encuentro famoso entre Kaspárov y Deep Blue en el que el entonces campeón del mundo perdió frente a la máquina. Sobre este programa hay que decir que uno de sus «preparadores» fue el GM Miguel Illescas. Él y el resto de colaboradores hicieron un trabajo sobresaliente. Además, era la primera vez que Kaspárov caía derrotado en un encuentro y este acontecimiento fue de alcance mundial. Millones de personas siguieron las partidas, incluso personas que no eran aficionadas al ajedrez. Estos programas, que se van modernizando día tras día, tienen ventaja con respecto a los humanos. En primer lugar, calculan mucho más rápido miles de jugadas en un espacio de tiempo muy reducido; en segundo lugar, psicológicamente son muy superiores, pues nunca se ponen «nerviosos» ante los apuros de tiempo o posiciones desventajosas, ni tampoco los impresiona enfrentarse a los mejores jugadores del mundo. Quiero destacar, sin embargo, la falta de creatividad e imaginación que muestran actualmente estas máquinas. La originalidad que posee el ser humano a la hora de poner en práctica planteamientos insospechados es una de las pocas ventajas que tiene contra la máquina. Por ello, y basándome en mis propios progresos realizados al enfrentarme a estos programas, recomiendo a las personas que jueguen contra ellos que no cometan el error de jugar mecánicamente y caer en un juego anodino y monótono. Estas máquinas están muy preparadas y la experiencia demuestra que en muchas ocasiones en que han ganado material le ha sido muy difícil al humano superarlas. Cada vez se las ve más en los grandes torneos de ajedrez y muchas veces ganan incluso a maestros de primera fila. Debo decir, también, que el esfuerzo de muchas personas por mejorar el nivel de estos programas es digno de admirar, por la gran cantidad de tiempo y trabajo que invierten en ello. He jugado contra varias máquinas que movían ellas mismas las piezas, y es realmente impresionante. Las buenas máquinas de ajedrez indican la valoración de la posición, quién está mejor y por qué, muestran planes de juego, analizan millones de jugadas en segundos, «ven» un jaque mate con muchas jugadas de antelación, etc. Y esto es sólo el principio. Estos programas nos deparan nuevas sorpresas en el futuro y son un profundo motivo de satisfacción para sus creadores.

Hay varias maneras de prepararse contra el adversario. La principal, ya la he citado antes: estudiar el juego del oponente. A lo largo de mi carrera, he jugado muchos torneos internacionales y, más de una vez, al comentar la partida, me he enterado de que mi adversario se había preparado la partida estudiando y analizando partidas mías que he comentado para alguna revista. Otro ejemplo de preparación son los maestros que recorren el mundo jugando torneos y llevan consigo su ordenador personal cargado de información acumulada de varios torneos. En mi caso particular, siempre que intuyo una continuación que ya he experimentado en otras ocasiones, suelo comprobar alguna posible variante que pueda dar ventaja a mi contrincante. Quiero recalcar que no sólo hemos de prepararnos para una partida, sino que tenemos que mejorar continuamente nuestro ajedrez. Para ello, un método que da muy buenos resultados consiste en analizar las partidas de los mejores jugadores del mundo e intentar comprender el porqué de sus jugadas. A ser posible tenemos que elegir un maestro que nos convenga por el estilo de su juego o nos guste por la brillantez de sus combinaciones. Hemos de tener una sólida preparación teórica e ir siempre en busca de nuevos horizontes para demostrarnos a nosotros mismos que vamos avanzando en el largo camino que conduce a la maestría en ajedrez. No es nada fácil ganar un torneo de ajedrez y estar entre los mejores. Sólo nosotros sabemos las muchas horas que empleamos en el estudio y lo mal remuneradas que están, por lo que nos compensa la satisfacción personal por haber conseguido los objetivos y el refuerzo de nuestra voluntad de progresar cueste lo que cueste. Cada vez con más frecuencia destacan nuevos jugadores bien preparados física y mentalmente. Aspiran a ser maestros y la mayoría dispone de un buen entrenador que los orienta con rapidez hacia la meta. La preparación psicológica es fundamental en una competición de ajedrez. Hay que tener mentalidad ganadora e ir siempre en pos del triunfo. Aunque algunas veces, por respeto o temor nos pidan tablas, si vemos la más mínima posibilidad debemos luchar por la victoria. Sólo así conseguiremos mejorar y establecer una férrea disciplina que nos obligará a ser más duros con nosotros mismos y nos producirá satisfacciones que, a largo plazo, serán muy beneficiosas.

Se nos presenta una situación difícil, complicada. Imaginemos que dentro de unos días vamos a jugar contra un

jugador experimentado. Tenemos que recurrir a la astucia. Debemos analizar su juego para encontrar una fisura o su «talón de Aquiles». Es necesario prestar mucha atención a su repertorio y es importante no entrar en una línea de juego que ya haya experimentado otras veces con buen resultado. Además, tendrá la experiencia que le hayan proporcionado muchas horas de estudio, práctica y análisis «post-mortem». Tal vez haya encontrado una mejora y quiera ponerla en práctica contra nosotros. Tenemos, pues, que ser cautos e intentar estudiar alguna variante que lo incomode. El factor sorpresa es muy importante, pues nos aporta seguridad y confianza en nosotros mismos y lleva la incertidumbre y los apuros de tiempo al contrario, lo que a corto plazo siempre nos beneficiará. He preparado partidas a compañeros que tenían un compromiso difícil y algunas han dado muy buen resultado. Una vez un amigo se enfrentaba a un maestro que jugaba siempre la misma línea, así que decidimos prepararle lo que se suele llamar un «cilindro» (trampa teórica). Aconsejé a mi amigo que entrase en una línea determinada, pero que no jugase rápidamente, sino todo lo contrario. Tenía que mostrar cara de preocupación y pensar más que el adversario. El ardid dio resultado y el maestro, cuyo nombre me abstendré de citar por deferencia profesional, entró en nuestro análisis y abandonó en 25 jugadas en una línea muy agresiva que habíamos analizado a partir de varias partidas modelo. Ahora bien, nuestra sorpresa fue descomunal cuando supimos que se había metido en la boca del lobo... ¡sin saberlo! Se limitó a efectuar todas las jugadas de una partida que se había publicado hacía años. La explicación de esta estrategia es bien sencilla: si contra un adversario conocido y experimentado jugamos una línea que él ya conoce y la jugamos rápidamente y levantándonos constantemente de la silla, nuestro oponente intuirá que hemos preparado la partida e intentará salir de la teoría a la primera ocasión, esquivando así el duelo teórico y haciendo inútil toda nuestra preparación. Debo señalar, no obstante, que normalmente no alcanzaremos resultados tan contundentes como el del ejemplo citado, pero sí conseguiremos logros positivos en las primeras jugadas, cosa que nos puede reportar ventaja en la apertura para ganar más tarde la partida. Deberíamos entonces, sentirnos, muy satisfechos de la labor realizada.

Es muy importante tener una disciplina rigurosa: estudiar regularmente será beneficioso a la larga. Es conveniente dedicar un mínimo de tiempo al día insistiendo en los aspectos particulares del juego que no se dominen muy bien. A algunos quizá les convenga más el estudio general del medio juego, poniendo especial interés en el plan una vez

concluida la fase de apertura. Hay personas a las que les cuesta más estudiar por sí mismas y necesitan de un buen entrenador que les proporcione unas pautas metódicas para estudiar con eficacia. En general, todo depende del estilo de juego de la persona. En mis clases suelo seleccionar temas e ideas determinados basándome en estudios pedagógicos con métodos revolucionarios que consiguen un progreso asombroso del alumno en poco tiempo. A todos aquéllos que realmente no tengan tiempo, les sugiero que realicen prácticas de ajedrez sin tablero, visualizando posiciones o reproduciendo partidas, problemas y estudios publicados en diarios y revistas especializadas SIN COLOCAR LAS PIEZAS. Esto, que al principio es muy difícil, redundará en beneficio del aficionado, que incrementará su nivel «a ciegas». Yo mismo he probado este método durante los largos viajes por carretera entre torneo y torneo y me ha dado buenos resultados. Ya he mencionado antes que no es conveniente en los torneos de ronda diaria esforzarse mucho recordando y mirando posiciones antes de la partida, pues esto suele provocar un cansancio que puede hacerse notar ya en la primera fase del juego. Un buen paseo antes de comenzar y la mente despejada son mucho más saludables que haber estado recordando hipotéticas posiciones cuyo único mérito es proporcionarnos desasosiego.

Por lo general, a nadie le gusta perder, aunque hay que reconocer que existe una minoría que se lo toma con filosofía e intenta aprender de sus derrotas. Creo que siempre hay que encontrar el lado positivo de una partida perdida. El buen jugador de ajedrez analizará el porqué de la derrota: sólo así podrá enmendar sus errores en partidas futuras. Un error muy común es confiarse y creer que tenemos la victoria asegurada. Yo mismo he caído en esto muchas veces y puedo asegurar, por experiencia propia que, hasta que el contrario no ha abandonado, el punto sigue en disputa, por más ventaja que tengamos. Muchas son las partidas y las posiciones que se malogran en los apuros de tiempo. Más de unas «tablas fotográficas» (repetición de la misma posición tres veces en una partida, sean seguidas o no) se han dado en tales circunstancias. Es necesario corregir este defecto antes de que se convierta en un vicio crónico. Un factor que también hay que tener en cuenta son los desplazamientos largos, que condicionan nuestro sistema nervioso. ¿Quién no ha llegado tarde alguna vez? Una huelga de transportes, un coche que se estropea, el despertador que no suena o el cambio de horario son «problemillas» que pueden hacernos llegar tarde a una partida y jugar nerviosos.

Es conveniente, pues, salir con tiempo más que suficiente: «hombre prevenido vale por dos». Es importante concentrarse bien y no levantarse durante las primeras jugadas, y hay que adoptar una actitud y una disposición férreas combatiendo con uñas y dientes. Muchas personas cometen el error de levantarse y charlar continuamente con otros jugadores, creando situaciones de relajamiento y confianza que los adormecen y hacen que no profundicen en la posición. Por último, recalcaré que no hay que desanimarse nunca por más derrotas que suframos. Lo que debe hacerse es superarse siempre porque sólo así conseguiremos tener una mentalidad de victoria que nos beneficie en el futuro.

Normalmente son muy pocos los que consiguen el título de maestro de ajedrez, pero nada es imposible si se mentaliza uno para ello. Personalmente, recuerdo que a mí me asesoraron y animaron muchas personas; recuerdo con nostalgia aquellas calurosas mañanas de verano que pasaba estudiando: el sacrificio mereció la pena. Otros no están dispuestos: que no se lamenten luego de su bajo nivel. En este libro, el lector encontrará algunos secretos de la práctica magistral experimentados a lo largo de años de esfuerzo. Sólo pretendo abrir los ojos a las personas para que comprendan que para llegar a ser maestro de ajedrez se necesita un buen entrenador y mucho tesón. Hay que ser consciente de las propias posibilidades. Hay que intentar superarse en el estudio de las aperturas, escogiendo aquéllas que se acomoden con su estilo de juego. Hay que intentar encontrar siempre el mejor plan, no uno cualquiera, y hay que estudiar finales: éstos nos proporcionarán una valiosa experiencia para años venideros. Para mejorar en el aspecto deportivo no hay necesariamente que jugar muchos torneos o partidas «de café». Es preferible jugar pocos torneos, pero seleccionados cuidadosamente, y adoptar un plan de estudio serio y razonado. Sólo los más duros, tenaces, voluntariosos y con muchas ganas de progresar lo lograrán. La recompensa se obtiene a lo largo de los años. Junto a la sabiduría adquirida se conoce a personas distinguidas y de diversidad de culturas, se viaja a bonitos lugares y se adquiere mayor experiencia y conocimientos. Es necesario hacerse una buena biblioteca de ajedrez. Cuantas más fuentes de información tengamos, más fácil nos será comprobar la veracidad de los planteamientos que adoptamos. Debo señalar aquí que muchas personas muestran un perjudicial desprecio hacia los libros, dejándose llevar por ilusorias aperturas «modernas» que sólo les producen sinsabores. Lo grave es que no saben dónde han fallado y por qué.

El entrenador es la persona cualificada que asesora a otra en la mejora de su nivel de ajedrez. Le enseña los métodos secretos que nadie quiere desvelar: es, precisamente eso, lo que yo pretendo hacer con este libro. A lo largo de mi carrera pedagógica de entrenador de ajedrez, he guiado a muchas personas por el camino recto hacia la maestría y he tenido la satisfacción de ver como, con mi ayuda, alcanzaban los objetivos que se habían fijado. Yo obtuve el título de maestro a los 19 años y, aunque esté mal que lo diga, no me esforcé mucho para ello. Creo que tenía una predisposición innata para este juego, puesto que mi padre fue un buen jugador y un artista creador en su oficio. En cierto modo, siempre he creído que heredé de él esta faceta creativa y el talento necesario para llevarla a la práctica. A lo largo de los años me he convencido de que el ajedrez debe difundirse entre los más jóvenes, pues es una época de la vida en que uno se siente llamado a grandes empresas. Es conveniente que todo aquél que quiera mejorar en este juego busque entrenador. Naturalmente, también puede uno «ir por libre»; sin embargo, recorrerá el camino con más lentitud y tardará muchos años en aprender lo que un buen entrenador puede enseñarle en meses. Por ello es aconsejable que todos aquéllos que quieran mejorar su juego se dejen guiar por personas especializadas en esta materia: ganarán años de estudio y juego, y disfrutarán plenamente de los conocimientos que se les ofrecerán.

Según las características de la persona, su nivel de juego y su modus vivendi hay que establecer un entrenamiento serio y seguirlo a rajatabla. Para remediar las carencias en los aspectos estratégicos y tácticos, el mejor remedio es el estudio de posiciones para ejercitar la creatividad, la imaginación y la capacidad combinativa. Es fundamental dominar conceptos como encaminamiento, ventaja de espacio, persecución, pieza sobrecargada, jugada intermedia, ataque, «rayos X», promoción del peón, peón pasado, bloqueo, interceptación, desviación, demolición de la estructura de peones, etc. Es a partir del estudio concienzudo de unas 100 posiciones cuando la persona empieza a subir de nivel. Pero para conseguir esto es necesario trazar un plan de trabajo bien equilibrado. Hay que empezar la casa por los cimientos y abordar después el tejado. El plan depende, claro está, de la persona, del tiempo libre de que disponga, de su situación laboral y familiar. He

realizado pruebas psicotécnicas en un determinado plazo de tiempo para comprobar hasta dónde pueden llegar mis alumnos. Para que esto pueda funcionar es necesaria una confianza absoluta entre aspirante y entrenador. Mencionaré también que es útil y provechoso leer otros libros distintos de los de ajedrez, a fin de ensanchar la mente y enriquecer la propia personalidad. El cerebro dispone de muchísimo espacio para almacenar conocimientos y su capacidad para asimilar y racionalizar toda esta experiencia cultural es primordial en cualquier momento de nuestra existencia; sin embargo, ya Einstein advertía que sólo utilizamos una mínima parte del cerebro, lo que dificulta su desarrollo. El ajedrez contribuye a revelar su verdadera potencia.

El saber comportarse durante una partida, el respeto por el adversario y la observancia de las normas elementales de educación no son sólo algo exigible a cualquier persona, sino que contribuyen a dar una impresión gratificante del ajedrez. El ajedrez es un deporte entre caballeros. Por desgracia, muchas veces he presenciado acciones que eran más propias de fulleros que de aficionados al noble juego. En los finales de partida, durante los controles de tiempo y en otras ocasiones, hay individuos que no controlan los nervios y se comportan de una manera grotesca y grosera que va en detrimento del propio ajedrez. Cuando hablé de ganar a toda costa me refería, naturalmente, de manera noble; no obstante hay individuos que quieren ganar a cualquier precio y consideran que todos los medios son lícitos para ello. No se dan cuenta de que, aunque a veces perdamos, siempre ganamos el conocer a un futuro amigo, siempre aprendemos algo diferente que nos enriquece. Hasta aquí el respeto como norma de convivencia social; pero hay otro tipo de respeto que quiero considerar. A veces, la suerte del emparejamiento nos depara enfrentarnos a una persona a la que se considera favorita para ganar el torneo por su talento, por su buen momento de forma o por su alto nivel de juego. En este caso, ahora sí, debemos «perderle el respeto». Debemos medirnos contra él de igual a igual, teniendo confianza en nuestras posibilidades y esforzándonos al máximo. Nada tenemos que perder, salvo la partida. Si ganamos podremos darnos por satisfechos por el esfuerzo realizado. Por otra parte, cuanto más tesón pongamos, la partida será de mayor interés y podremos aprender todavía más en los análisis «post mortem». A lo largo de mi carrera he conseguido vencer o empatar con rivales que teóricamente eran más fuertes que yo. Lo conseguí gracias a que previamente «les había perdido el respeto». La mayoría de los aficionados cree que jugar una partida de ajedrez es similar a jugar una de cartas, dominó o parchís. Nada más lejos de la realidad. En ajedrez hay muchos

profesionales que necesitan ganar para poder subsistir y ponen en el tablero sus seis sentidos. Esto determina la dureza de muchas personas en los torneos de ajedrez de todo el mundo.

Es recomendable jugar partidas «a ciegas» siempre que ello no suponga mucho esfuerzo y no se jueguen muchas a la vez. La escuela soviética recomienda que se practiquen, pero no excesivamente. El récord del mundo en esta modalidad lo tenía el desaparecido gran maestro argentino Miguel Najdorf. Recuerdo en mis años mozos, cuando iba en compañía de otros maestros a participar en el campeonato de España u otros torneos, que jugaba con el mejor jugador que España ha dado, Miguel Illescas, «a ciegas». Nos ayudaba a matar el tedio durante el viaje. Jugábamos, claro está, sin tablero. Así podemos familiarizarnos con más posiciones sin forzar la vista. Muchos maestros suelen recordar planes o posiciones sin necesidad de tablero ni piezas. Un error muy frecuente en esta modalidad de juego es no recordar dónde estaba un peón u otra pieza, por lo que es necesario prestar mucha atención y jugar aperturas conocidas que dominemos para comprender mejor las posiciones del medio juego que se nos presenten. Hay quien intenta hacer trampas al enfrentarse al jugador «ciego»; sin embargo, un buen método para detectarlas es reproducir mentalmente la partida hasta ese momento. Por supuesto, es absolutamente necesario que en la sala en que se desarrolle este acontecimiento reine el silencio.

Esta actividad ha de realizarse de manera ordenada. Deben apuntarse las partidas en su totalidad, para luego poder analizar minuciosamente los errores cometidos. Es provechoso establecer también unos controles de tiempo y ver en qué momentos gastamos más o menos tiempo. Conviene también inscribirse en torneos de apertura obligada, cosa que favorece el estudio de líneas determinadas. Desgraciadamente, no hay muchos torneos de este tipo. La persona debe saber qué tipo de juego adoptar, de acuerdo con sus preferencias. Si es un jugador al que le gustan las posiciones abiertas, tendrá que escoger planteamientos arriesgados; si, por el contrario, le gusta el juego posicional, tendrá que jugar planteamientos sólidos como la apertura inglesa o del peón dama. Lo mismo ocurre con la defensa: según el carácter de la persona se le recomendará una defensa táctica, sólida o posicional, incluso algún gambito, que siempre les causa sorpresa a muchos jugadores.

En lo que quiero insistir es en que no hay que «dejarse llevar» por el juego del contrario, sino intentar hacer el nuestro. Si la línea que utilizamos es objetivamente buena y clara, no tenemos nada que temer.

Es evidente que hay algunos alumnos que tienen más cualidades que otros para el ajedrez. Esto puede deberse a muy diversos factores. Así, por ejemplo, la situación familiar puede ser decisiva en este sentido. Hay personas que gozan de una sólida posición económica y han podido dedicarse por completo al ajedrez. La excampeona mundial de ajedrez, Maya Chiburdanitze es un caso típico: sólo estudiaba ajedrez. Evidentemente, quienes pueden dedicarle al ajedrez todo su tiempo, tienen más facilidades para progresar. Por ello hay que destacar el esfuerzo de aquellas otras personas que, sin poderse dedicar por entero al noble juego, consiguen progresar estudiando y abriéndose a nuevas ideas. En mi juventud tenía mucha facilidad para memorizar. Rara vez estudiaba porque retenía las explicaciones del profesor sin dificultad alguna; sin embargo, aunque unas personas tengan unas condiciones innatas que les permiten aprender más rápidamente que otras, en el fondo es fundamental tener un buen maestro. No hay que confundir la figura del buen jugador con la del buen pedagogo. Un buen pedagogo sabrá motivar al niño, estimularlo y valorar sus cualidades. Todos sabemos lo importante que es ver sonreír a un niño, ver si es feliz, si se siente a gusto. El buen pedagogo es además buen psicólogo y sabe encauzar al niño y hacer que aflore su talento.

Recuerdo que cuando conocí al gran maestro Arturo Pomar me asombró la facilidad con que ganaba a sus adversarios. Yo tenía por aquel entonces 10 años y el escenario era el torneo de Sant Feliu de Guíxols (Gerona). El elegante juego de personas como Szabo, Jakobsen, Cebalo, etc., que participaban en aquel torneo, y la sencillez de sus movimientos me parecieron un espectáculo sin igual. Pomar solía dar largas caminatas por el paseo marítimo antes de jugar. Le ayudaban a disminuir la tensión antes de la partida. Su riqueza de ideas y su gran experiencia en competiciones hacían de él siempre uno de los favoritos al primer premio. De él aprendí el concepto de sencillez: un juego inexpugnable en la apertura, jugadas de desarrollo cuidadosamente seleccionadas y unos finales de partida que ganaba con suma facilidad. En una partida de ajedrez, hasta el más mínimo detalle es importante, tanto los datos puramente formales (ELO del jugador, club al que pertenece, etc.) hasta los más psicológicos

(si tiene costumbre de levantarse con frecuencia durante el juego, se relaja, etc.). En la apertura hay que colocar las piezas en sus casillas más eficaces con jugadas sencillas. Hemos Hemos de saber marcar el ritmo de la partida, es decir, saber si nos conviene plantear una partida posicional o táctica, pero si intentamos complicar excesivamente excesivament e el juego, jueg o, tenemos que contar c ontar con la posibilidad posibilidad de que q ue al contrario c ontrario le gusten las complicaciones c omplicaciones.. A menudo lo mejor suele ser también lo más sencillo.

En este epígrafe hablaré de partidas que acaban en pocas jugadas: las miniaturas. Suelen producirse a causa de graves errores cometidos cometidos por el contrario; sin embargo, también hay muchas trampas teóricas que pueden originarlas. En la segunda parte de d e este libro transcribo algunas miniaturas que tienen un considerable interés teórico y otras posiciones curiosas curiosas por su alto valor temático y de estudio. Podemos sospechar que quieren ganarnos rápidamente si vemos que nuestro adversario juega con mucha rapidez. Entonces deberemos intentar recordar posiciones similares que hayamos jugado con anterioridad. Podemos tener la certeza de que nuestro contrario se ha preparado la partida y nos prepara alguna trampa. También puede ayudarnos observar su mirada, si denota confianza o no. Hay que cuidar mucho el aspecto psicológico. Ahora bien, hay que contener la euforia si vemos que el adversario se adentra en el juego que hemos preparado. Es conveniente, entonces, hacer las jugadas pausadamente y repasando el esquema. Tenemos que procurar que nuestro contrario no intuya la preparación a la que lo hemos sometido. Tener presentes estas orientaciones nos ayudará en esta fase tan importante del principio de partida. Quienes pretendan confundir al contrario, tendrán que poner cara de «jugador de póquer», mostrar frialdad e indiferencia para hacerle caer en la trampa. Es conveniente tener toda la información posible del adversario para poder prepararle una buena celada. Los maestros de alto nivel conceden gran importancia a una buena preparación teórica que reporte ventaja desde el principio de la partida. Las miniaturas suelen ser galardonadas con premios de belleza. Cada vez se prodigan más los premios en los torneos a las partidas mejor jugadas, más bellas, más cortas y más impactantes que se hayan producido. Es conveniente estudiar tales partidas cuando se publiquen y dejarse conmover al mismo tiempo por el talento y la creatividad desplegados en ese premio de belleza. El ajedrez avanza a un ritmo impresionante y es muy importante seleccionar no mucha cantidad de material de estudio, sino poca, pero de calidad. Al comprender el significado de esas jugadas siguiendo los

consejos de un buen entrenador, los éxitos no tardarán en llegar.

Este capítulo es de importancia vital para aquéllos que practican el ajedrez. Es sabido que el ajedrez necesita tiempo y dedicación. Absorbe muchas horas en la vida de una pareja, de la familia, y esto no siempre se comprende bien. Hay matrimonios o noviazgos que se han roto por el ajedrez. En Cataluña en 1999 hubo aproximadamente un 47 % de separaciones matrimoniales. Ignoro si alguna se debió al ajedrez, pero el caso es que es una cifra muy alta y es una lástima que cada vez haya menos compenetración entre las parejas. A veces, el ajedrez se convierte en una válvula de escape de los problemas personales, ya sean familiares o laborales. El ajedrecista deja a un lado todas sus preocupaciones, las tensiones del trabajo, se desentiende de la realidad presente y entra en un mundo virtual inexplorado que le hace olvidar, por ejemplo, una mala relación. Sugiero que, si éste es el caso de muchos ajedrecistas, se intente llegar a un pacto a tres bandas (hombre, mujer y ajedrez). Muchas mujeres no aprueban aprueb an que el marido «pierda» «pierda» horas de estudio en el ajedrez. ajedrez . Sencillament Senci llamente, e, no lo entienden; entienden; sin embargo, es necesario que cada persona sea feliz consigo misma y, para ello, lo lógico es que haga aquello con lo que disfruta. Un poco de comprensión y de cesión por ambas partes sería muy beneficioso para todos. En los niños las cosas no suelen ser tan dramáticas, aunque hay algunos que pueden sentirse tentados a estudiar sólo ajedrez y lo que crea los consabidos problemas familiares. Creo que debería tenerse el ajedrez como una «asignatura» secundaria, y ha de inculcarse al niño que, cuanto más preparado y más conocimientos tenga, más fácil le será avanzar por el duro camino de la vida. También hay que ocuparse de los solitarios. Aquellas personas que, por circunstancias de la vida, se encuentren solas hallarán en el ajedrez un compañero insustituible e infatigable. Les dará la oportunidad de viajar (cosa que recomiendo encarecidamente) jugando torneos de ajedrez. Visitarán nuevos lugares y culturas y nunca más estarán solos. Hay un refrán que dice «da «d a y recibirás». En el caso c aso del ajedrez es muy cierto: cie rto: compensa compensa con creces c reces el esfuerzo realizado para comprenderlo y practicarlo.

Es imprescindible aprovechar el tiempo. Los años pasan muy rápidamente y no perdonan. Es conveniente hacerse un horario de las diversas actividades que se desea practicar

(dependiendo, naturalmente, de las disponibilidades de cada persona). En el caso del ajedrez, para jugar bien se necesita tener tranquilidad y la mente despejada. Hay que planificarse y no jugar en exceso, pues esto puede revertir en un derroche de tiempo y energías. energ ías. Como Como afirma Vladímir Kramnik, Kramnik, el reciente y flamante campeón mundial, hay que tener la energía suficiente, por lo que hay que dosificar la participación en torneos. Hay que saber emplear bien el tiempo, como hacen los grandes maestros. Por ejemplo, Miguel Illescas Córdoba, una persona en alza cons c onstante tante y voluntariosa, voluntariosa, estudia diariamente más de ocho horas. Lo conozco desde que éramos niños y puedo asegurar que q ue ha dado su vida por el ajedrez. La mayoría mayoría de las personas sólo ve a los maestros en algún que q ue otro torneo. No puede ni imaginarse el tremendo sacrificio que supone el estar entre los l os mejores jugadores. jugadores. Todo lo que aprendamos nos será útil en la vejez. He conocido a muy buenos jugadores de ajedrez, que son ya personas personas de edad avanzada. Tienen la experiencia y sabiduría que dan tantos años de vida. Todos llegaremos a esa fase vital. Entonces, reflexionaremos sobre nuestra vida y nos preguntaremos en qué nos hemos equivocado, en qué hemos acertado, qué es lo que nos gustaría haber hecho y si hemos hecho lo que queríamos. queríamos. Por nuestra manera de jugar al ajedrez podemos darnos cuenta de cómo actuamos en la vida. Así, un jugador jug ador que tiene por costumbre jugar posicionalmente, no suele arriesgarse arriesgarse en la vida. Por el contrario, el que prefiere pr efiere las combinaciones, los los sacrificios y el juego complicado acostumbrará a llevar una vida más bien agitada. El juego de cada aficionado dice mucho de sí mismo ante la vida. Hay que saber corregir los defectos cuando todavía estamos a tiempo. Rectificar es de sabios y rectificar a tiempo puede llevarnos a la consecución de metas insospechadas que nos llenarán de satisfacción satisfacción y alegría.

Es muy importante creer en uno mismo, tener la autoestima necesaria para confiar en nuestras posibilidades. Tenemos que aspirar siempre a lo más alto. En los torneos, muchos aspirantes a maestro no están bien asesorados cuando juegan contra un maestro de renombre, lo que condiciona su juego. Dicho claramente, tienen miedo de jugar j ugar con esa persona persona y ya antes de empezar se han rendido psicológicamente. Este problema tiene que superarse superarse con motivación y concentración. conc entración. Si tuviera que decir qué momentos de mi carrera ajedrecística me han proporcionado mayor satisfacción, sin ningún género de duda diría que aquéllos en los que me he sacrificado al máximo durante una partida, «clavándome» en la silla, dándolo todo. Después, al estudiar esa partida, he

reflexionado y comprendido que el esfuerzo había valido la pena, que era el máximo premio al que se puede aspirar. Muchas veces se piden tablas en alguna partida de campeonato, pero una persona que tenga mucha confianza en sí misma, por muy poco tiempo de que disponga, por mala que sea su posición y tenga desventaja material, intentará ganar si ve alguna posibilidad de victoria. Hay que ir a ganar siempre. Es de admirar la gran fuerza interior que poseen los maestros de primera fila. He tenido el honor de enfrentarme a algunos de ellos y he podido comprobar personalmente que no se rinden ante nada. Es como si se jugaran la vida. Claro que, económicamente, dependen de sus victorias para subsistir; sin embargo, estas personas han aprendido a ser luchadores incansables. Tienen gran confianza en sí mismas y eso sólo se consigue con una gran preparación espiritual y potenciando la autoestima. Como conclusión diré que hay que ir a ganar siempre. Hay que arriesgar aunque se pierda, porque perder significa aprender de nuestros errores. Ya recordaremos sus enseñanzas cuando más adelante ganemos. No hay que ser conformista, hay que intentar alcanzar la meta por muy lejos que esté. Sólo así mejoraremos nuestro «yo interior».

Este capítulo complementa, en cierto modo, el anterior. Una cualidad importante en ajedrez es ser perseverante, ser metódico en el concepto que se estudia y voluntarioso a la hora de cumplir con el programa fijado. A lo largo de mi carrera he conocido a numerosos jugadores que, gracias a su entrega y voluntad en las partidas, han logrado remontar muchas posiciones inferiores y anotarse el punto. Hay quien, incluso, llega a quedarse corto de tiempo a propósito, mostrando en esos momentos decisivos un tesón y una concentración impresionantes. En mi práctica de entrenador profesional intento inculcar a mis alumnos esta voluntad y confianza. Creo que todos pueden llegar a maestro, si bien no para todos son válidos los mismos métodos. Todos los caminos llevan a Roma, pero dependiendo siempre de las cualidades personales de cada uno. Creo que no hay que limitarse a hacer las clases normales: soy partidario de que entre el entrenador y el alumno haya una estrecha colaboración y comunicación, que redundará en beneficio del aspirante. Siempre estoy dispuesto a resolver una duda o cualquier otro problema que pueda planteársele. El número de buenos jugadores que aspiran a ser maestros aumenta cada día; en cambio, escasean los buenos entrenadores. Se está trabajando a fondo para paliar esto, pero el camino será largo, hasta que las instituciones lo apoyen decididamente. El ajedrez es muy positivo en la educación infantil: enseña a pensar, a razonar, a perseverar tanto dentro del tablero como

en la vida misma, a estar en armonía con nosotros mismos y a disfrutar del lado hermoso de la vida.

Un buen jugador de ajedrez puede apreciar por detalles insignificantes cómo se encuentra psicológicamente el rival: por la rapidez y seguridad con que efectúa las jugadas, por la mirada que dirige a otra persona que está observando la partida, etc. Los verdaderos profesionales no juegan tan rápidamente: ponen cara de circunstancias para ocultar su conocimiento de la variante que se está produciendo. Para no caer en sus engaños, hay que desarrollar el sexto sentido, esa intuición que nos avisa del peligro. Así, es fundamental comprobar las variantes que queremos jugar y familiarizarnos a fondo con ellas. También hay que saber evitar las fullerías. Se han dado casos de individuos que jugaban con auriculares u otros aparatos de radio. No escuchaban precisamente música: resulta que una persona de más nivel le «recomendaba» las jugadas que tenía que hacer. Otros pícaros escondían sus apuntes en los servicios; luego volvían mucho más relajados y seguros de sus posibilidades. Otros tenían incluso el descaro de jugar con un ordenador al mismo tiempo que jugaban la partida de campeonato. Otros, en fin, se levantan y piden lisa y llanamente consejo a sus amiguetes. Hay que luchar contra todos estos fraudes e intentar erradicarlos. Hay que saber aceptar que nos pueden vencer y felicitar sinceramente a la persona que nos ha ganado honestamente. Pero mientras se sigan dando estas fullerías, el ajedrecista deberá saber intuir cuándo se «la están jugando». Hay que ser, pues, muy observador. Tenemos que estudiar a nuestro rival sin mirarlo, sin que se dé cuenta. Observar cómo apunta las jugadas, si anota el tiempo consumido, si es muy meticuloso o si se va sintiendo incómodo por nuestro juego, nos ayudará a catalogarlo bien. El buen entrenador de ajedrez suele preparar a sus alumnos en este tipo de actitud psicológica.

De joven, me gustaba mucho la literatura que explicaba la concepción oriental de la vida: estudié la sabiduría de los lamas, leí historias sobre el Tíbet y llegué a comprender la gran fuerza espiritual que poseen los monjes tibetanos. Actualmente, al preparar una partida me dejo llevar por mi yo interior que me recomienda cómo tengo que jugar, y muchas veces, por decirlo así, se me ilumina la mente y construyo

líneas interesantes y novedosas que desconocía hasta ese momento. Una persona tiene una gran capacidad psíquica, pero la mayoría de la gente no sabe utilizar su fuerza cerebral. El famoso Einstein no se cansaba de decir que él mismo usaba muy poco su cerebro. ¡Y era Einstein!. Un buen jugador de ajedrez tendrá un coeficiente de inteligencia más alto, y hay test psicotécnicos que la miden; sin embargo, con el paso de los años suele perderse algo, así que es conveniente compensarlo reforzando el yo interior. Así, cuando juguemos torneos de ajedrez, tendremos vibraciones especiales, crearemos jugadas de gran talento. El ajedrez es mágico. Nos promete una lucha especial contra un adversario al que muchas veces no conocemos hasta el instante en que estrechamos su mano y empieza la lucha y los nervios. De ellos depende nuestra estabilidad y concentración. Más adelante, volveré sobre esto.

Es muy frecuente en los torneos que tal o cual jugador esté enfrentado con tal otro, que sienta tanta animadversión o envidia hacia él que desee que pierda, llegándose a extremos insospechados. A veces, esta rivalidad mal entendida se produce a causa de una derrota que no se ha sabido «digerir». Por esto, quiero dedicar unas líneas a este punto. Hay que saber perder. Nadie es perfecto, e incluso los mejores jugadores del mundo han sufrido amargas derrotas. No se trata de la cantidad de errores cometida, sino de su calidad. Como dice Miguel Illescas, no pierde quien comete más errores, sino quien comete el último. Hay que saber valorar, comprender y corregir nuestros errores, y no echarle al contrario la culpa de nuestro mal juego. Sólo así conseguiremos mejorar. Por lo que a mí respecta, me consta que a algunos jugadores les habían ofrecido primas para ganarme. Quienes así obran, lo hacen porque ellos mismos carecen del valor y del espíritu de sacrificio necesarios para ganar ellos mismos. En el ajedrez, como en otros deportes, hay grupos organizados, verdaderas «mafias» que abusan de su poder en beneficio propio y de sus amigos. Por fortuna son minoría, pero hacen mucho daño. Yo mismo he sufrido situaciones injustas y a veces pienso que resulta inútil todo cuanto se haga contra ellos. Puede que algunos se hayan arrepentido en alguna ocasión de sus acciones. Les aconsejo que rectifiquen y que tengan el valor de enmendar lo que ellos mismos han provocado.

En el ajedrez, la preparación mental tiene que ir acompañada de una buena preparación física. Mens sana in corpore sano , dice la antigua cita latina. Mente y cuerpo están, en efecto, íntimamente relacionados. En torneos de nueve días he visto cómo muchos jugadores perdían peso. Cuando se aplazaban las partidas, una sesión podía durar hasta 10 horas o más, lo cual es una barbaridad y suponía un desgaste físico y mental enorme. Una vez empecé una partida por la tarde y no la acabé ¡hasta la mañana del día siguiente! El resultado fue tablas, cosa que me llenó de satisfacción porque el contrario era mejor que yo. Salí reforzado de tan dura prueba. Pero ¡cuántas personas se desmoralizan después de haber perdido en una sesión tan larga! Llegan incluso hasta el extremo de abandonar el torneo. Así no se soluciona nada. Para ir bien preparado físicamente a un torneo, lo primero que debe hacerse es dormir unas ocho horas diarias. No se debe trasnochar, hay que irse a dormir siempre a la misma hora. En segundo lugar, debe seguirse una buena dieta, con abundantes zumos de frutas, verdura y pescado, más que carne. En tercer lugar, es conveniente una preparación suave contra el adversario de turno por la mañana, pero previamente hay que practicar algún deporte, por ejemplo, tenis o natación. Antes de la partida es conveniente dar un largo paseo y relajarse. Por supuesto, hay que desayunar pronto. Es absolutamente desaconsejable jugar inmediatamente después de comer, al estar en pleno proceso digestivo. Es conveniente tomar un pequeño refrigerio a media partida de cara a fortalecernos en el final. En las competiciones de ajedrez que se desarrollan por las mañanas, es conveniente tomar un desayuno ligero y algún bocadillo a media mañana para aguantar más la tensión de la partida. Por supuesto, no hay que descuidar la condición psicológica. Debemos ir a jugar con la moral muy alta y adoptar una férrea voluntad de ganar. No debemos temer la derrota, otro día ya lo haremos mejor, pero lo que no podemos permitirnos es ir a jugar con la moral baja. Si ponemos empeño, ya conoceremos los triunfos, y con la perspectiva que da el tiempo veremos la conveniencia de este proceder.

Con respecto a la alimentación, señalaré que es importante comer de todo y, según los casos, seguir una dieta personalizada en la que nunca deben faltar las vitaminas, pues éstas proporcionan refuerzos indispensables para la mente. En los torneos que se celebran en lugares lejos de nuestra residencia habitual, aconsejo no beber agua del grifo, sino embotellada. Esto, que puede parecer trivial, no lo es, ni mucho menos. Recuerdo que en los primeros años de mi carrera, al recorrer España jugando torneos, hice caso omiso

de esta regla y sufrí las consecuencias. En un Campeonato de España por equipos en Benidorm, llegué a tener 40 grados de fiebre debido a una intoxicación por agua en mal estado. Hice tablas rápidamente y estuve tres días sin comer hasta que mi organismo «depuró» el agua que había bebido. En la final de un campeonato juvenil de Cataluña en Vilanova i La Geltrú fue mi contrincante quien pagó las consecuencias de una intoxicación alimentaria: a media partida se puso rojo, se le hinchó la cara y tuvieron que llevarlo inmediatamente al hospital. Así pues, hay que controlar mucho lo que se come. Cualquier olor o sabor sospechosos debe ponernos en guardia, ya que podemos encontrarnos ante alimentos en mal estado. Recomiendo comidas suaves, aunque siempre según las inclinaciones de cada cual. Así, las personas vegetarianas renuncian al consumo de carne y pescado. Es una lástima, pues opino que el pescado es un alimento esencial para cualquier ajedrecista. El pescado azul, como, por ejemplo, la sardina, compensa el enorme desgaste de energía mental que sufrimos los ajedrecistas en nuestras partidas. Recomiendo en general todo tipo de pescado y marisco. Las comidas ligeras unidas a una buena masticación favorecen la digestión, aspecto y fundamental, sobre todo si tenemos partida por la tarde. Es aconsejable comer con el tiempo suficiente para «dejar reposar» la comida antes de empezar a jugar. Una mala digestión puede costarnos, si tenemos suerte, medio punto o incluso la partida entera, además de los desagradables momentos que experimentamos y que, si son continuas, pueden conducirnos a una úlcera de estómago.

Pero los alimentos básicos no son suficientes. Aconsejo tomar suplementos vitamínicos de venta en farmacias o centros dietéticos. Uno de los productos naturales que más vitaminas aporta es la miel, que nos protege contra los resfriados y refuerza nuestro sistema inmunitario. En general, cualquiera de los complejos vitamínicos que hay en el mercado nos favorecerán. No cito nombres por no perjudicar a ningún producto en beneficio de otro. Todos son muy buenos. Un té o una manzanilla a media tarde son muy aconsejables para relajar la tensión acumulada durante el día. Las bebidas con azúcar nos mantienen despiertos y alerta durante los apuros de reloj. No debe tomarse café, pues si bien es cierto que es un excitante, también es perjudicial para nuestro organismo. Por supuesto, el tabaco es totalmente desaconsejable. Cada persona ha de reflexionar sobre cuáles son sus carencias y utilizar los productos que mejor puedan compensarlas.

Es básico dormir bien un mínimo de horas necesarias para estar al 100% al día siguiente. Ayudan a tener un buen sueño los preparados de mandarinas y eucalipto, mientras que el azahar va muy bien para el sistema nervioso. En resumen: para jugar bien al ajedrez es muy importante comer bien, descansar las horas suficientes y compensar el desgaste físico y mental con suplementos vitamínicos adecuados. No siempre se es joven, y llegará un momento en que el cuerpo empiece a sentir el paso del tiempo. Es entonces cuando las personas mayores pueden servirnos de modelo en la preparación de torneos, pues hacen todo aquello que les garantiza una mejor calidad de vida. Con la sabiduría que les proporciona la experiencia, se convierten en nuestros guías en este sentido. Más tarde, nosotros lo seremos de las generaciones venideras.

Otro aspecto importante es el estado mental. Para enfrentarnos con éxito a una partida de ajedrez tenemos que centrar la mente exclusivamente en la partida. Hay que olvidarse de todo y prestar atención a las piezas. Claro que, en esto, tiene mucho que ver el carácter de cada uno. Está estadísticamente demostrado que los hombres de carácter tranquilo viven muchos más años que los de temperamento nervioso. A los primeros su carácter les favorece a todos los niveles en la práctica del ajedrez. Les hace ser más cautos, prevenidos y reposados, y por esto se concentran más. En las mujeres, en cambio, es al revés. Son las nerviosas las que viven más años. Con esto quiero decir que es importante conocer la naturaleza de cada uno y aprovecharla en la práctica del noble juego. En alguna partida importante, he llegado con diez minutos de retraso, he cruzado rápidamente la sala y he empezado a jugar totalmente concentrado. Es vital concentrarse en la posición y no ponerse a hablar con otros jugadores ni dejarse seducir por sus halagos ante el brillante juego desplegado en días anteriores. Una buena concentración predispone a una motivación positiva y da lugar a una necesaria toma de conciencia sobre el esfuerzo diario que supone un torneo de ajedrez. Hay muchos adversarios que pretenden desestabilizarnos mentalmente. Nos acosan a preguntas sobre nuestro país, club, ELO, etc., o nos piden tablas varias veces en el transcurso del juego. Otros van más lejos: colocan mal o tiran las piezas, nos dan «pataditas» por debajo del tablero, nos miran fijamente para ponernos nerviosos, se levantan continuamente de la silla haciendo mucho ruido, hablan con otros jugadores delante de nuestra mesa con tono seguro y sonríen para aparentar que están tranquilos. Pues bien, la

mente debe estar apartada de todo eso y concentrarse en la partida para ganarla. Como el respeto debe ser mutuo, en estos casos recomiendo no comentar los errores del adversario después del juego. Estas personas no merecen que les enseñemos a mejorar su nivel.

En una partida de ajedrez se sufre mucho: la inseguridad en uno mismo hace que se malogren posiciones prometedoras, los nervios nos traicionan, jugamos peor debido a la tensión acumulada y acabamos perdiendo. Tras la derrota, analizamos con calma la posición y no entendemos cómo pudimos cometer tal o cual error que nos condujo al desastre. Si no se toman medidas eficaces, este problema puede convertirse en crónico y conducir a la desmoralización. En mis años de juventud, también yo caía en estas adversidades, hasta que reaccioné y me puse a solucionar este problema de raíz. Aprendí técnicas de yoga y relajación. Me abrieron un mundo nuevo y me dieron más confianza en mis posibilidades, al tiempo que me enseñaban a templar mis nervios. Una de las mayores fuentes de sufrimiento son los apuros de tiempo. Éstos deben evitarse en la medida de lo posible. Para tal fin, es recomendable apuntar junto a las jugadas un control de tiempo especial, sobre todo para las últimas. Cuando se juega contra un ordenador, el efecto psicológico se nota muchísimo: la persona juega más relajada y se suelen obtener mejores resultados. Es importante saberse controlar y dominar estos problemas. Es impresionante ver jugar a los maestros en posiciones inferiores para ellos: no se inmutan, ponen cara de jugador de póquer. Esto llega a desorientar al contrario, que comete los fatídicos errores. En este sentido, cabe señalar que muchos jugadores empiezan a sufrir cuando ven que se enfrentan a un jugador conocido de mucho nivel. Le tienen demasiado respeto y juegan atemorizados y con sensación derrotista. Hay que descartar estos pensamientos y jugar siempre a ganar, sin importar el nombre del contrario. Sólo así conseguiremos elevar la moral y mejorar nuestra autoestima. Esto nos motivará aún más y experimentaremos el ansia de ganar. Todo depende de nosotros y vale la pena intentar hacer este esfuerzo.

La angustia prevalece en muchas personas que se ven afectadas por el resultado de la partida.

He llegado a presenciar cosas increíbles. En un campeonato por equipos, uno de los jugadores había ganado por tiempo seis jugadas antes del control, pero no se dio cuenta y el rival hizo las jugadas con la bandera caída. Los compañeros del «derrotado» los rodearon para que nadie pudiera avisar al otro de que había ganado por tiempo. Otros casos se han dado en que jugadores inexpertos acuerdan tablas sin consultar con el capitán del equipo, contribuyendo así a la incertidumbre del resultado final. Recuerdo un caso en que faltaban dos partidas por acabar. Una estaba perdida para nosotros, pero si se hacían tablas en la otra, nuestro equipo ganaba. Pues bien, el jugador del otro equipo no pudo soportar la tensión, la angustia de tener la responsabilidad de puntuar y pidió tablas a mi compañero, que aceptó rápidamente. La «bronca» que le «echaron» sus compañeros fue monumental y con razón, porque tenía que haber seguido la partida y en última instancia, forzar el desenlace final. En competiciones individuales he comprobado que muchas personas estaban angustiadas por la preparación de la apertura, no habían dormido bien pensando en las variantes que iban a hacer en la próxima partida. Hay que saber relajarse y controlar la mente, y cuando llega el momento de la verdad, es decir, la partida, darlo todo con la concentración, energía y la voluntad de querer ganar siempre. Puede resultar útil leer algún libro de psicología para conocer mejor el carácter de las personas. Si somos buenos observadores, analizaremos a nuestro contrincante con la rapidez necesaria para saber a qué atenernos y podernos aprovechar de sus debilidades para doblegarlo. Todo esto requiere, por supuesto, muchos años de esfuerzo y sacrificios que no todos están dispuestos a realizar. Los más voluntariosos llegarán a la meta, y no sólo habrán ganado el prestigio de ser maestros, sino que también se conocerán mucho mejor y podrán tener en la vida una organizada disciplina que les permitirá acometer empresas más altas.

Los buenos reflejos son síntomas de una buena coordinación en los momentos clave. La rapidez al efectuar las jugadas denota seguridad y acierto, pero debemos estar alerta en todo momento, ya que cualquier imprecisión puede costarnos la partida. Yo aconsejo a mis alumnos que, antes de hacer la jugada, repasen una por una la secuencia de jugadas, pues siempre existe el riesgo de omitir un movimiento del contrario. Cada vez más, los torneos son más breves, las partidas se juegan de manera más rápida. Esto tiene ventajas e inconvenientes. Antiguamente, una partida no tenía una duración determinada y solía prolongarse bastantes horas, con el consiguiente malestar general en las familias. Actualmente,

en un día o una mañana puede acabarse un torneo con muchos jugadores inscritos. Se gana así en «paz social», pero se pierde profundidad en el análisis de posiciones y se empobrece el ajedrez; sin embargo, no hay duda de que se ha ganado en espectacularidad, lo que atrae a nuevas generaciones que garantizan la continuidad y progreso del ajedrez. Un consejo general que puede darse a todos aquéllos que piensan demasiado en muchos planes para luego elegir el más problemático es que piensen en términos de sencillez. La sencillez y la lógica son fundamentales en el concepto interno de nuestro «yo». Hay que intentar ser breve y conciso en la posición. Es el contrario el que se tiene que apurar de reloj, no nosotros. Por supuesto, si se da el caso de que nos apuramos por tiempo, no tenemos que apuntar las jugadas si nos quedan menos de cinco minutos. Hay personas autorizadas que apuntan estas jugadas a fin de poder reconstruir la partida después del control de tiempo. Por ello, lo que hay que hacer siempre que se esté apurado por tiempo son rayas que nos indiquen que vamos progresando en las jugadas. De esta manera, ganaremos un tiempo precioso de cara a concentrarnos en los momentos difíciles y de mucha tensión. En casos de apuros de reloj, he podido comprobar altercados entre personas que pierden los nervios diciéndose lo que no deben. Por el bien del ajedrez y de la convivencia, muchos aficionados deberían pulir estos defectos de su comportamiento y ser más respetuosos.

Saber concentrarse puede ser útil en muchas situaciones de la vida diaria, en momentos estresantes o en situaciones de ansiedad y nerviosismo. Una partida de ajedrez puede durar hasta seis horas, pero el jugador que realmente hace lo que le gusta, al sentarse ante el tablero puede llegar a concentrarse de tal manera que esas seis horas parezcan seis minutos. Un aspirante a maestro debe recordar, cuando está jugando una partida, posiciones similares y las últimas ideas que haya estudiado en las partidas de grandes jugadores. Cuando todo esto se ha conseguido, se agrandan las capacidades del cerebro y resulta más fácil la concentración. Hay grandes jugadores que asombran al mundo al jugar casi mentalmente, sin mirar el tablero y sin forzar la vista. Hay que tener en cuenta que un buen jugador profesional estudia más de ocho horas diarias para mantenerse en un nivel óptimo, y esto produce un desgaste visual y mental considerable. Un buen entrenador incidirá en la importancia de la concentración de cara a preparar una partida. Hay que tener en cuenta que nuestro objetivo es la victoria, y todo esfuerzo tiene su premio a corto o largo plazo. Lo importante es ser constante y no darse nunca por vencido. Hay que buscar la victoria independientemente del color que a uno le haya

tocado en suerte. Hay quien busca la victoria con blancas y las tablas con las negras, o según el rival, hacer tablas con uno y sentirse obligado a ganar al otro. Lo importante no es el color de las piezas ni la categoría del rival, sino la calidad de nuestro juego. Y para desplegar un juego de calidad es fundamental saberse concentrar y hacerlo bien.

Éste es un factor poco tenido en cuenta por los ajedrecistas y, a mi modo de ver, muy significativo. En los torneos en que se juega por las mañanas, muchos jugadores no profundizan al hacer los primeros movimientos y obvian unas buenas continuaciones. Esto puede considerarse normal, ya que la mente no está tan despierta de buena mañana como por la tarde. Así, se pierden partidas simplemente por empezar mal desde el principio: posiciones que revierten en peones doblados que pesan decisivamente en el final, por ejemplo. Esto se puede evitar haciendo caso de los consejos ya mencionados antes: dormir las horas necesarias, desayunar bien, levantarse un rato antes para estudiar moderadamente, a fin de que el cerebro se vaya poniendo en marcha. Es muy importante avanzar en lo que yo llamo nuestro concepto interior: ser más meticuloso y ordenado cada día que pasa. Si seguimos estas pautas, llegaremos a la partida con nuestras facultades intactas y mejoraremos nuestros resultados. Es frecuente que en torneos en los que las horas de juego son por la tarde, por razones de organización u otros motivos, la última ronda se juegue por la mañana. En esa decisiva jornada se decide nuestra clasificación final. Por esto, debemos extremar las precauciones. Hay jugadores que duermen pocas horas antes de las partidas transcendentales, se alimentan mal y se confían simplemente porque creen ser mejores que el contrario o porque juegan con blancas. Esta sensación es engañosa. Otra fuente de despistes era la cargada atmósfera que había en muchos clubs a causa del tabaco. Los locales eran pequeños y se concentraba mucho humo, lo que dificultaba la concentración. Afortunadamente, ya se ha prohibido fumar en los locales de ajedrez, pero hay muchos inconscientes que continúan quemando su salud y su economía.

Es éste un aspecto nuevo en el ajedrez. Las federaciones de ajedrez disponen de informes de productos cuyo consumo no está autorizado. Respecto al consumo de productos excitantes, como el café, el alcohol y el tabaco, vale lo ya comentado en capítulos precedentes. Es cierto que hay jugadores que, por su estado de

ansiedad, «necesitan» tomar estos excitantes, pero yo les recomiendo que se abstengan de hacerlo. En caso de estar bajo un tratamiento que requiere el consumo de cierto tipo de medicamentos, conviene informar al director del torneo e ir provisto de certificados médicos que avalen la veracidad de lo que se dice. Por otra parte, cabe considerar la otra cara de la moneda en el consumo de estas sustancias: una vez que disminuyen sus efectos, el organismo puede resentirse muy seriamente. Además, en algunos casos se ha comprobado que generan adicción. Las instituciones desean la práctica noble y honesta del deporte. Por esta razón, las sanciones contra el dopaje pueden llegar a ser muy duras, desde cuantiosas multas según la infracción cometida hasta la inhabilitación a perpetuidad. Así pues, desaconsejo totalmente la ingestión de tales productos. A corto o a largo plazo siempre provocan problemas. Hay que vivir en armonía y en paz con uno mismo y los demás para tener una mejor calidad de vida.

Los finales de torre son los que se dan con más frecuencia en la práctica. Un estudio concienzudo de dichos finales nos sacará de apuros en muchas ocasiones. No se trata aquí de estudiarlos a toda prisa, atiborrándonos de conceptos, sino de estudiar las ideas principales que recomendaron los maestros de antaño. No es cuestión de jugarlos rápido, sino con técnica, y ésta sólo se adquiere con el paso de los años. Los conceptos fundamentales que hay que dominar en este tipo de finales son los de rey activo y pasivo, torre activa y pasiva, el «puente», el «tapón» de torre, la posición Philidor, la ocupación de la sexta, séptima y octava filas, qué peones son mejores de cara a un final de torres, el concepto de rey con el paso cortado, los lados largo y corto, los métodos de ataque lateral, los métodos combinados de victoria, el Zugzwang , los ataques frontales, la lucha por las casillas clave, etc. Con estas ideas bien claras, llegaremos a tener un juego de calidad en los finales de torre, pero sólo con la experiencia quedarán bien asentadas, pues incluso hoy en día se siguen encontrando sutilezas en estos complejos finales. El conocimiento de las ideas clave también disminuye el riesgo de error por cansancio. Después de largas horas de juego, es posible cometer alguno de estos errores que eche a perder una buena posición. Por esto, es clave asimilar las ideas fundamentales para no cometer errores de concepto. He estudiado durante años los finales de torre, lo que me ha proporcionado importantes triunfos en partidas que normalmente deberían haber acabado en tablas. El desconocimiento que de estos finales mostraron mis rivales fue decisivo. A veces disponían de varias continuaciones, pero solamente una de ellas era la correcta para empatar.

Así, es fundamental estudiar los finales de torre, con mayor motivo aún los que hemos perdido. Muchos jugadores, al perder uno de estos finales, no se molestan en analizarlos. De esta forma, se condenan a cometer en el futuro los mismos errores y no progresan en su juego. La solución a las lagunas que tengamos en este tipo de finales no es otra que el estudio de posiciones concretas y de los secretos que encierran. Todo lo que se aprenda de ellas merece la pena, pues son conocimientos que nunca quedan anticuados, valen para toda la vida. Hoy en día abundan los programas informáticos y los tratados sobre este tipo de finales. Ambos elementos son necesarios si uno quiere adentrarse con seguridad en los vericuetos de los finales de partida.

Se han realizado estudios importantes sobre estos finales, cuyos conceptos principales son los siguientes: casillas críticas o clave, puntos de invasión, separaciones, oposiciones, casillas conjugadas, peones pasados, peones ligados, peones aislados, peones doblados, sistema rectangular, regla del cuadrado y el triángulo, sistema de las ocho casillas, sistema T, paso a finales de dama, la rapidez del camino en diagonal, peones alejados, ley de las dos casillas, sacrificios de peones, maniobras y otros procedimientos técnicos y de cálculo. Todos estos conceptos son básicos y hay que saber distinguirlos. Cuando alcancemos este punto, habremos dado un paso muy importante en la comprensión de estos finales. Para esto, la práctica es, de nuevo, fundamental, unida al estudio. «Los peones son el alma del ajedrez», dijo el gran Philidor. En efecto; cuando un jugador domina el arte de jugar los peones, se convierte en extremadamente peligroso para el contrario. El avance atinado de los peones en la apertura ha producido hermosas miniaturas. Al avanzar los peones adquirimos ventaja de espacio, cosa que a la postre puede resultar decisiva. Claro que también hay otros métodos de jugar los peones. Hay quienes prefieren una estructura estática hasta llegar al final y empezar entonces a movilizarlos. Todo depende de nuestra dedicación a su estudio y de nuestro propio estilo de juego.

Los finales de damas son los que mayores dificultades causan a los aficionados a la hora de jugarlos. Y no digamos ya aquéllas posiciones con tres o más damas sobre el tablero. Los finales de damas no se dan con frecuencia, pero es conveniente conocerlos y estudiarlos. Un ejemplo de final de

damas virtuosamente jugado es el que Fischer jugó contra Spassky en su disputa por el título mundial. Los temas fundamentales en este tipo de finales son los siguientes: la fortaleza real, la centralización de la dama, promoción de una segunda dama, control de los jaques del adversario, apoyar el avance del peón con la dama, la escalera (este tema se da con mucha frecuencia en posiciones de medio juego), jaques por retaguardia que suelen dar lugar a encaminamientos, casos de promoción de dos damas (como el que se ve en la película En busca de Bobby Fischer ), reforzar la posición, etc. De los tratados más actuales sobre esta clase de finales cabe destacar el tomo correspondiente de la Enciclopedia yugoslava que abarca muchas interesantes posiciones dignas de estudio. En estos finales, las posibilidades de hacer tablas son grandes; sin embargo, requieren mucha paciencia y calma tanto por parte del que tiene ventaja como del que aspira al empate. Para acabar este capítulo sólo mencionaré que la dama dispone de una movilidad increíble en diagonales y rectas, y es la pieza más codiciada por los jugadores de ajedrez. No obstante, debe tenerse presente la posibilidad de sacrificarla por tres piezas siempre que pueda lograrse una buena coordinación entre ellas. Estos cambios pueden dar lugar a finales muy interesantes.

Los finales de alfiles y caballos nos ayudan a manejar con soltura estas piezas y deben por ello estudiarse cuidadosamente. En posiciones con igualdad de peones en ambos flancos, si no hay razones concretas que determinen lo contrario, es preferible el alfil al caballo, debido a la rapidez de movimiento del alfil, capaz de recorrer grandes distancias en pocas jugadas. El caballo, en cambio necesita más tiempos para alcanzar su objetivo. Dos alfiles suelen representar una ventaja muy grande con respecto a dos caballos. Por su parte, los caballos acostumbran a ser más valiosos en posiciones bloqueadas. Hay ejercicios muy interesantes y prácticos para dominar el manejo de las piezas menores. Suele empezarse por el mate con los dos alfiles, para pasar a continuación a estudiar el mate con el alfil y el caballo, cuya dificultad la agrava el hecho de que debe realizarse en un número determinado de jugadas. Las piezas menores ofrecen muchos recursos en posiciones inferiores: por ejemplo, los alfiles de distinto color dan muchas posibilidades de tablas. A veces, el sacrificio de nuestra pieza por el único peón del contrario nos garantiza el empate. Un caso en que esto puede hacerse es la posición de rey contra

alfil y peón de torre de diferente color que el alfil, siempre y cuando nuestro rey llegue a tiempo a la casilla del rincón. Hay jugadores que, pese a lo expuesto, prefieren el caballo al alfil y son más diestros en el manejo del primero, descuidando el del segundo. Esto debe corregirse, pues un manejo adecuado de los alfiles hace del jugador un peligroso enemigo, tanto en el medio juego como en el final. Se considera que ambas piezas equivalen cada una a tres peones, pero esto siempre depende de las características de la posición: posibilidades de ataque al rey, dominio de columnas, etc.

Éste es un capítulo que reviste especial dificultad para el aspirante. En la segunda parte de esta obra el lector encontrará ejemplos de mi práctica ajedrecística contra jugadores experimentados. Para poder realizar con éxito un sacrificio de esta naturaleza, ya se pretenda sacrificar sólo una torre o las dos, se necesita dominar completamente el manejo de las piezas menores y conocer sus posibilidades, además de tener en la posición una ventaja tangible (por ejemplo, algún peón pasado, un enroque enemigo que sea vulnerable a un ataque, etc.). Entre los grandes maestros había uno en especial que era un virtuoso de esta clase de sacrificios: me refiero a Petrosian, cuyas partidas muestran ejemplos muy bellos de estos sacrificios. En la práctica magistral, a veces se dan sacrificios de calidad a cambio de dos peones, que en el final suelen resultar decisivos. Estos sacrificios suelen ser especialmente desconcertantes durante los apuros de tiempo y contribuyen a poner nervioso al adversario, pues no puede prever todos los «dobles» que un buen caballo centralizado puede dar. He podido comprobar que muchos jugadores, enfrentados a uno de estos sacrificios con un escaso margen de tiempo en el reloj, han acabado perdiendo la partida, independientemente de que el sacrificio fuera correcto o no. El hecho es que tuvieron que perder el poco tiempo que les quedaba valorándolo. Si es nuestro contrario quien nos sacrifica la calidad y obtiene así la iniciativa, un buen método para contrarrestarla suele ser devolverla. De esta forma, se restablece el equilibrio material y posicional.

Ya he hablado en otros capítulos del carácter y la psicología de los adversarios. Aquí solo me ocuparé de algunos aspectos concretos. Un verdadero problema psicológico son los apuros de tiempo en los que se desaprovecha una gran cantidad de

posiciones ventajosas a causa del nerviosismo. Los apuros de tiempo son un recurso a la desesperada. Suelen emplearlo los jugadores experimentados para inducir al contrario a equivocarse, «contagiándolo» de la rapidez que ellos muestran. Si el contrario cae en la trampa y empieza él también a jugar rápido, aun disponiendo de tiempo suficiente, lo más probable es que se equivoque y que el jugador que ha caído voluntariamente en apuros de reloj acabe anotándose el punto. Es importante, no caer en este tipo de trampa psicológica y aprovechar el tiempo que se tiene para pensar la mejor jugada. En la parte final de la partida hay que ser muy templado y no dejarse llevar por los nervios. Muchos jugadores se ponen nerviosos al llegar los momentos decisivos. Este nerviosismo aumenta más al agolparse en torno a la mesa gran cantidad de curiosos que atosigan a los jugadores menos experimentados. En estos decisivos momentos, es vital no dejarse influir por comentarios malintencionados o miradas amenazadoras que pueden dificultar nuestra concentración. Ya he dicho antes que, cuando no conozcamos al rival que nos ha deparado el sorteo, es conveniente examinarlo con lupa: sus expresiones, sus miradas, cómo apunta, cómo escribe los números, si hace anotaciones especiales, si juega rápidamente o con lentitud. Todos estos detalles son importantes y su observación debe ayudarnos en nuestra decisión sobre qué estrategia tenemos que adoptar. Hay que documentarse todo lo posible sobre el rival para poder plantear una lucha psicológica correcta.

A veces, nos toca jugar en un club que no conocemos, en el que nuestro rival intenta utilizar todos los recursos que tiene a su disposición, aunque no sean correctos. Hay personas que intentan intimidar al contrario de muy diversas maneras. Reúnen a un grupo de amigotes que miran descaradamente al recién llegado y que, sin ningún pudor, comentan las jugadas de la partida y golpean la silla en la que se sienta el desconocido. Por supuesto, fuman sin ningún miramiento en la sala de juego. Además, las peores piezas son para él. A veces, me he visto obligado a pedir al árbitro o a la persona encargada el cambio de piezas. De todo esto debe dejarse constancia en el acta correspondiente. No hay que encararse nunca con la gente del lugar. El acta llegará a la Federación de todos modos y es ésta la que tiene que tomar las medidas para que estos hechos no se vuelvan a producir. Insisto: hay que anotarlo todo en el acta y luego personarse en la Federación explicando exactamente lo que ha sucedido. Aunque los hechos que acabo de mencionar son muy infrecuentes, se ha dado algún caso. Estos comportamientos antirreglamentarios también se dan en competiciones privadas, en las que los organizadores intentan favorecer descaradamente a los jugadores locales, falseando sorteos y

resultados. Esto debe denunciarse públicamente y hay que dejar constancia de ello por escrito. Sólo así podrán erradicarse estas actitudes que no por poco frecuentes dejan de ser dañinas y perjudiciales para el ajedrez y la convivencia.

A medida que pasa el tiempo vamos desarrollando nuestra manera de jugar, adquirimos unos hábitos de juego que, dados los avances actuales en lo que se refiere a la preparación contra el adversario, nos hacen muy vulnerables ante un jugador que nos examine y se prepare contra nosotros. Debemos ser cautos en este punto. Es muy importante la primera fase de juego, la apertura. Debemos hacer el esfuerzo de estudiar variantes nuevas día a día, no estancarnos jamás. Hay que estudiar, analizar y comprobar todo aquello que se quiera jugar. Yo, por ejemplo, empecé mi carrera practicando las aperturas del peón de rey. Más tarde, cuando consideré tener un conocimiento suficiente de los juegos abiertos, pasé a practicar las aperturas de peón de dama y de flanco. Me encontré con un tipo de juego totalmente diferente, más posicional, más cerrado, en el que una pérdida de tiempo no suele ser decisiva a diferencia de las partidas abiertas. Del juego abierto al cerrado media un abismo y hay muchas personas que tienen miedo de hacer este cambio tan importante; sin embargo, puedo asegurar que es muy necesario, por la sencilla razón de que las posibilidades del ajedrez son infinitas y que cuanto más nos adentremos en él, más conoceremos de sus misterios y secretos, convirtiéndonos en jugadores más completos de forma que no nos estancaremos. Este conocimiento también nos ayudará en el medio juego. En esta fase tenemos a nuestra disposición una multitud de planes, pero sólo uno es el mejor, y para poderlo diferenciar de los demás necesitamos un amplio bagaje de conocimientos de todo tipo de aperturas. En los finales de partida, sólo el estudio constante puede evitar que caigamos en una fase de apatía y estancamiento. En resumen, lo importante para progresar es tener muy claro hasta dónde queremos llegar. Si lo que se pretende es progresar, deberían seguirse los consejos que hasta aquí se han ido dando y estar dispuesto a sacrificarse mucho.

En las horas finales, el agotamiento físico y mental se hace notar. Es conveniente tomar alguna bebida energética para paliar esta contingencia, junto con algún alimento ligero. También debe descansarse el día anterior las ocho horas recomendadas por los médicos. No rendirá igual aquél que

esté despierto a las cuatro de la mañana que quien haya descansado toda la noche. Por cierto, que según algunos estudios, esta hora es el punto profundo de la relajación interior durante el sueño. En los torneos que se juegan por la tarde, es necesario adelantar la hora de la comida. En la mayoría de los países europeos, la primera comida del día es la más fuerte, pues es la que nos da la energía necesaria para tener una buena jornada, mientras que al mediodía la comida es más bien ligera. En España esto es al revés, de forma que se podría ir a jugar con el estómago lleno. Estos hábitos deben corregirse. En los torneos nocturnos suele acabarse de madrugada. Recomiendo un descanso previo de unas dos horas, si puede ser durmiendo, ayudándonos para tal fin de música relajante que nos adormezca. Así se evitará el cansancio de las horas finales. La cena debe ser ligera, tanto para facilitar la digestión como para no tener molestias durante la partida.

Les gusta principalmente a las personas que prefieren un juego tranquilo y seguro. Aunque se tarda más en ganar que en el juego abierto, muchas personas lo practican porque tiene la ventaja de que se pueden afrontar las partidas sin necesidad de estar muy preparado teóricamente. Además, es difícil que pueda perderse en plena apertura. Con blancas, la presión se va ejerciendo paulatinamente desde la apertura, lo que obstaculiza el juego de las negrasque siempre van a remolque del sólido plan realizado por las blancas. Una dificultad muy frecuente en este tipo de juego para las negras es la pasividad del alfil de casillas blancas. Muchas partidas se pierden por no poder desarrollar dicho alfil. También hay que dedicar una atención especial al juego de los fianchettos, a la disposición de los peones en la apertura, a la situación de los flancos y a la manera de no perder tiempos con las piezas. Cada vez se buscan más métodos de defensa para contrarrestar las aperturas posicionales, pero esto no es nada fácil. Defensas como la India de Rey o de Dama, el Gambito de Dama, etc., están muy analizadas. El único recurso fiable es buscar en el laboratorio personal de cada uno, estudiando las partidas del contrario y su manera de jugar. Parece haber un consenso entre los maestros que afirman que, en caso de un juego posicional de las blancas, una sola jugada imprecisa basta para que el negro iguale, pero nada más. En cambio, en el juego abierto, un único error puede decidir el resultado de la partida. Otra de las ventajas del juego posicional es que pueden realizarse rápidamente las primeras jugadas. Por esto, es muy aconsejable para las personas que experimentan apuros de tiempo. Claro que también exige una técnica precisa para ir acumulando pequeñas ventajas hasta forzar el desenlace final.

Para adquirirla conviene estudiar las partidas de los grandes jugadores que han influido decisivamente en la formación de este tipo de juego. Conceptos como el ataque de minorías, mayoría de peones en un flanco, etc., deben estudiarse y asimilarse con el objetivo de proporcionar a nuestro juego la progresión técnica que se requiere para ser un buen jugador posicional.

A medida que nos acercamos a los momentos decisivos del final de la partida, tenemos que estar muy atentos a nuestra posición y al reloj. Mirar alternativamente al reloj y a la posición nos obliga a realizar una gimnasia visual que es muy beneficiosa para nuestros reflejos. En posiciones inferiores y con un margen de tiempo inferior a cinco minutos, debemos dejar de anotar las jugadas y escribir, en su lugar, rayas. Esto nos permitirá concentrarnos mejor. Es muy frecuente en estos casos que el contrario se confíe ante la perspectiva de ganar por tiempo y juegue descuidadamente, no obstante, soy de la opinión de que hay que intentar en lo posible no llegar a estos extremos y acostumbrarnos a administrar bien el tiempo. En los apuros de tiempo, hay que tener en cuenta varios factores. En primer lugar, tenemos que procurar que todas nuestras piezas formen un grupo homogéneo, es decir, que todo nuestro ejército esté bien coordinado, que no juguemos con piezas no defendidas; todo ha de ser muy compacto y nuestro juego sólido para no descubrir las debilidades al contrario. En segundo lugar, debemos tener muy presente la seguridad del rey: el enroque debe estar bien protegido y, en caso de que tengamos el rey en el centro, debemos vigilar bien el área que rodea al monarca. En tercer lugar, tendremos que considerar la conveniencia de materializar una amenaza o no. La explicación de esto radica en que al no ejecutar la amenaza, estamos provocando que el rival consuma más tiempo pensando en cómo puede evitarla. Puede incluso verse abrumado ante tal posibilidad mientras nosotros hacemos jugadas que nada tienen que ver con ella. Saber jugar estando en inferioridad de tiempo es muy difícil. Hay en esto verdaderos especialistas que hacen hasta quince o veinte jugadas en un par de minutos. Por el contrario, hay quienes, yendo bien de tiempo pero teniendo peor posición, piden tablas a un adversario al que le queda muy poco tiempo, tablas que normalmente suelen aceptarse. Sólo los más preparados psicológicamente pueden rechazar estas ofertas sin inmutarse y obtener la victoria.

Aunque, por regla general, son posiciones más bien «feas», las situaciones con tres peones doblados no dejan de ser un capítulo atractivo para el estudio del concepto interior. Indudablemente, son favorables al bando que no tiene los peones doblados de cara al final, pero en el medio juego la cosa no es tan clara. En la segunda parte de este libro encontrará el lector algunos ejemplos de peones doblados. Si bien los peones doblados resultan ser cada vez más débiles al avanzarlos, no es menos cierto que controlan un buen número de casillas adyacentes que quedan vedadas al enemigo y sirven de trampolín para que las piezas propias asalten el campo del rival. Normalmente, una mala configuración de peones no se produce a cambio de nada: suele compensarse al haber obtenido un alfil por un caballo, la pareja de alfiles, el dominio de columnas abiertas o semiabiertas para que las piezas mayores puedan desencadenar un ataque al rey o, simplemente, un juego más activo que el del adversario con la iniciativa en la acción. Para dominar estas posiciones es conveniente, pues, estudiar detenidamente los tratados de finales de peones y los conceptos que he mencionado anteriormente en este capítulo. Cuanto más sepamos sobre las diferentes configuraciones y centros de peones, más facilidad tendremos para elegir la apertura que más se adapte a nuestros gustos e inclinaciones.

El ajedrecista experimentado deberá conocer todas las posibles trampas de las aperturas que integran su repertorio. Hay trampas en las aperturas que se componen de más de diez jugadas. Para estudiarlas es útil cualquiera de los múltiples tratados que existen sobre el tema. En la segunda parte del libro comento algunas que se han dado en mi práctica. No hay que dejarse seducir por la posibilidad de una ganancia de material demasiado evidente: normalmente se trata de una celada. Habrá que profundizar en la posición y efectuar un juego preciso. Muchos son los aficionados que preparan trampas al adversario, trampas que a veces son falsas. Desaconsejo totalmente este método de juego. Cuando se prepare una trampa al contrario, habrá de hacerse valorando las réplicas de que dispone. Si el contrincante tiene a su disposición una continuación buena, es preferible hacer otra jugada. Hay que jugar siempre con lógica; en caso contrario, no progresaremos. También es un error analizar e investigar nuevas jugadas o trampas para emplearlas con adversarios «flojos». Es preferible reservarla para alguna partida importante. Es entonces cuando obtendremos todo el rendimiento de nuestro estudio.

La vida del maestro de ajedrez suele ser bastante dura; no obstante, hay momentos que se recuerdan con alegría y simpatía, sobre todo las ocasiones en las que los aficionados muestran su reconocimiento por la espectacular manera de jugar que uno ha ido cultivando a lo largo de los años. Otra fuente de satisfacción es la posibilidad de enfrentarse a los mejores. A lo largo de mi carrera, he tenido la oportunidad de jugar contra varios campeones del mundo. Recuerdo con especial deleite una partida con Kárpov (que el lector puede encontrar en la segunda parte de la obra) en la que desaproveché una posición ganadora. También he podido jugar muchos torneos internacionales, como el Campeonato de Europa de clubes de ajedrez y otros en los que he tenido el placer de jugar con grandes maestros (y a veces ganarlos). He participado también en muchos torneos de rápidas y maratonianos de 24 horas, en campeonatos de España individuales y por equipos. Todo esto me ha proporcionado muchas horas de placer y disfrute. Otros grandes momentos se viven al viajar por todo el mundo y conocer lugares y personas extraordinarias.

Pero el mejor momento es el de subir al podio en las entregas de premios de los torneos. En los instantes en que nos dirigimos al escenario donde va a tener lugar el reparto de premios, oímos los aplausos y vemos cómo se nos felicita por nuestra actuación y se nos agasaja con regalos y se nos tributan ovaciones. Es en esos momentos cuando uno siente que todo el esfuerzo realizado no ha sido en balde, que ha merecido la pena. Estos momentos son un acicate más para seguir estudiando y progresando. Por otra parte, también contribuye a este sentimiento de orgullo la cada vez mayor cobertura informativa que los medios de comunicación social dedican al ajedrez. Esta valoración del juego-ciencia ayuda a inspirar un estado de ánimo muy positivo que impulsa a luchar por alcanzar nuevas metas. Pero junto a la gloria externa, está la gloria interna. Me refiero a la satisfacción de uno mismo por el trabajo realizado. Recientemente, he conseguido el título de Maestro de la FIDE. En los momentos en que hice la puntuación necesaria, me sentí rodeado de gloria y de orgullo al ver que todo mi intenso trabajo y sacrificios continuos habían sido recompensados. A lo largo de toda esta obra intento transmitir que, con un esfuerzo continuado y una dedicación plena, cualquier persona que esté dispuesta a darlo todo puede alcanzar la maestría. Hay muchos que lo intentan, pero acaban

abandonando para acabar diluyéndose en la monótona existencia del trabajo y la vida familiar. Esto no quiere decir que no haya que priorizar la familia y el trabajo, sino que no hay que dejar el ajedrez. Si lo abandonamos, rechazamos una fuente inagotable de sabiduría que nos puede dar muchísimas satisfacciones.

Para progresar, hay que jugar torneos. Es indudable que cuanto más se juega, más se aprende, siempre y cuando se analicen las derrotas. Podemos obtener una clasificación mala, mediocre, buena o extraordinaria en un torneo. Sobre las últimas no hay nada que decir; sin embargo, sí quiero recalcar sobre las primeras: no hay que desmoralizarse nunca por haber jugado mal en un torneo, sino prepararse con más ahínco para el próximo. Si nos desmoralizamos, no sólo no progresaremos, sino que nuestros resultados empeorarán. Debemos ir siempre con moral de victoria, aprender de nuestros errores analizando las partidas que hemos perdido, detectar el fallo y corregirlo para no volverlo a cometer. A la hora de jugar torneos hay que tener una cosa en cuenta. Desaconsejo totalmente jugar varias competiciones a la vez. Eso produce un desgaste y un cansancio físico y mental enorme. Hace muchos años jugué partidas por correspondencia y, a veces, tenía que preparar más de veinte partidas diarias. El cansancio no se hacía esperar. He comentado anteriormente que cuantos más torneos se jueguen más se aprenderá. Los torneos por correspondencia son una posibilidad, pero hoy en día Internet ofrece muchas posibilidades. Basta con conectarse desde casa y jugar torneos por todo el mundo. En todo caso, sea cual sea el tipo de torneo que se juegue o la modalidad de ajedrez que se practique, no hay que desanimarse nunca y seguir estudiando siempre.

Preparar una partida decisiva, en la que nos jugamos el «ser o no ser» en un torneo, depende de varios factores. En primer lugar, del tipo de torneo (semanal o de ronda diaria). Después, del rival (si lo conocemos y hemos jugado ya con él; de la puntuación que nos separe). Por último, de si jugamos con blancas o con negras. El jugador que lleva las blancas tiene ventaja en este tipo de partidas: puede plantear el juego e intentar mantener la iniciativa. Esto le proporciona también mayor confianza psicológica. Lo que es común a ambos jugadores es intentar mantener los nervios en calma y procurar efectuar los mejores movimientos. En mi juventud, yo no siempre seguía esta regla: hacía jugadas muy arriesgadas que daban a mis adversarios

oportunidades de contraatacar y, en consecuencia, de victoria. Muchas veces, cuando me ofrecían tablas, las rehusaba, llegando a perder. Los años le enseñan a uno a ser más cauto y menos ambicioso. Hay que ir a ganar siempre, pero también hay que saber cuándo no se puede ganar y es mejor conformarse con el reparto del punto. En todo caso, lo que sí debe hacerse en estas partidas es «clavarse» en la silla, concentrándose al máximo y levantarse sólo en caso de urgente necesidad. El jugador que lleve negras tendrá que ser muy cauteloso y haberse preparado bien contra el rival, habiendo buscado toda la información posible sobre el contrario. Un aspecto muy curioso de este tipo de enfrentamientos y que se ha dado en la práctica magistral es el de ofrecer tablas, aunque en realidad no se deseen. Esto tiene una explicación psicológica. A veces, el maestro puede ver, en función del juego desplegado hasta entonces por el adversario, si hay posibilidades reales de victoria ante ese rival. Al analizar su juego, el maestro se da cuenta de que no será posible vencer a ese contrario a menos que éste arriesgue. Es, entonces, cuando urde esta pequeña trampa psicológica. A veces sale «mal» y el rival acepta las tablas ofrecidas; pero, otras veces, al adversario le parece esa petición un gesto de debilidad o inseguridad, le hace creer que su posición es mejor de lo que en realidad es. Entonces se confía, adelanta sus líneas y la lucha se transforma completamente. Es en ese momento cuando el maestro impone su mayor experiencia, que muchas veces es determinante en el resultado final.

En algunas ocasiones, se produce un hecho curioso sobre el tablero. Nuestro adversario está pensando varias continuaciones y vemos una que nos sobrecoge. Empezamos entonces a angustiarnos por la posición y comenzamos a valorar si ha valido la pena la preparación. De ahí, pasamos a pensar en lo que hemos hecho durante la semana, qué vamos a hacer después de la partida y acabamos descentrándonos. Lo que debe hacerse en estos casos es no pensar en nada que no sea la posición e intentar recordar partidas anteriores e ideas que sean acordes con la posición que estamos jugando, así como serenarnos. Es necesario estar muy equilibrado para hacer frente a las adversidades que puedan surgir. Tenemos que creer en nosotros mismos, en nuestras posibilidades, en nuestro yo interior y sobreponernos a la situación. Otro tipo de espera angustiosa es el que se produce cuando el contrario no aparece por la sala de juego a la hora fijada del inicio de la partida. Entonces, empezamos a pensar que vamos a ganar por tiempo y, cuando ya creemos tener la victoria en las manos, aparece el rival acabando brutalmente con nuestra ilusión de triunfo fácil. Puede que el retraso se deba a causas accidentales; sin embargo, hay algunos jugadores que llegan

tarde intencionadamente para poner nervioso al adversario. Bobby Fischer empleaba esta táctica con frecuencia. Llegaba tarde y luego efectuaba rápidamente varias jugadas con esa gran seguridad que lo caracterizaba. Es ésta una táctica psicológica importante y hay que estar preparado para luchar contra ella.

Cada persona tiene su estilo de juego, y cada vez abundan más los jugadores defensivos, caracterizados por tener un juego sólido y no arriesgar casi nunca. Suelen prever fácilmente las combinaciones y les gusta jugar posiciones tranquilas. Son conformistas y van a «no perder», sobre todo si se enfrentan a jugadores teóricamente más fuertes por su ELO. El jugador defensivo suele adoptar aperturas y defensas conocidas por su solidez. Con blancas, les gusta jugar la apertura Inglesa, el fianchetto de rey y las aperturas de peón dama. Con negras les complace la Caro-Kann y la apertura Española, entre otras. Prefieren posiciones con centros de peones estáticos y muchas veces con peones retrasados. Les gusta maniobrar por los flancos y, en caso de apuros de reloj, intentan repetir varias veces la posición, cuidándose siempre de no caer en el error de hacer tablas fotográficas. Contra estos jugadores suele ser un suicidio arriesgarse en exceso y atacar abiertamente. Al hacerlo así, dejamos nuestra retaguardia al descubierto y nadie mejor que ellos sabría aprovecharlo. Además, lanzarse en tromba contra tales adversarios propicia el juego defensivo al que están acostumbrados. Las combinaciones dudosas y los sacrificios incorrectos de nada sirven contra ellos. Lo único que se consigue es que desplieguen un juego más sólido, que origina un mayor desgaste en el atacante, que se cansa y acaba él mismo por causar su propia derrota El mejor método para enfrentarse a este tipo de jugador estriba en realizar jugadas sólidas, pero siempre con el objetivo de ganar espacio para ir avanzando paulatinamente hasta quedar con ventaja. Lo que no debe hacerse nunca es realizar jugadas rutinarias, porque corremos el riesgo de quedarnos sin plan en el medio juego y caer entonces en su manos. Así, hay que prestar mucha atención a esta manera de jugar, que nos costará mucho doblegar. Contra ésta, hay que buscar la chispa de talento que llevamos dentro y mostrar la creatividad que tenemos en nuestro juego. Sólo así conseguiremos derrotar, normalmente en la fase final de la partida, a estos jugadores.

Todos tenemos una puntuación ELO que nos sitúa en un determinado lugar en la clasificación de los ajedrecistas. Esta puntuación se utiliza para darnos un número de orden en los torneos en que participamos. Hay jugadores que, en teoría, parten con ventaja por este hecho, y en los torneos en que ocupan el primer lugar por número de orden, acaban también ganando el primer premio; sin embargo, no siempre sucede esto. Y no siempre sucede porque muchas veces, el jugador que se sabe emparejado con otro en teoría más fuerte, se esfuerza mucho por obtener la victoria, mientras que el «favorito» se confía y acaba sufriendo, a veces, una contundente derrota. Por otra parte, hay jugadores que se confían más, al jugar por segunda vez con un adversario al que ya derrotaron en su primer encuentro. Esto es un grave error que indica falta de experiencia, y del que ni siquiera los maestros están a salvo. En cierta ocasión, jugué en un torneo de rápidas con un gran maestro extranjero que me derrotó con facilidad, pues yo no estaba en condiciones de jugar y cometí unos errores clamorosos. Se marchó con la satisfacción en el rostro. Al cabo de cierto tiempo, quiso el destino que volviéramos a enfrentarnos en un torneo semanal a seis horas de juego, correspondiéndome a mi las piezas blancas. Me preparé la partida y entré en su laberinto siciliano que tantas satisfacciones le había proporcionado. Practiqué un juego combinativo y preciso. Además, mi adversario se había confiado mucho y cuando quiso darse cuenta del vendaval que se abatía sobre su posición ya fue demasiado tarde: no le di ninguna oportunidad y rematé la partida en gran estilo. Él estaba completamente desmoralizado, no podía creerse lo que le había sucedido. A mi, en cambio, me felicitaban, pues no era normal que yo le hubiera ganado de una manera tan contundente. En otras palabras, en ajedrez no hay enemigo pequeño. Hay que entregarse siempre al máximo, sin importar la aparentemente escasa entidad del rival. No hay que confiarse nunca, ni bajar la guardia. Aunque quizás existe un momento en el que sí podemos confiarnos: cuando el adversario abandona y firma la planilla.

Es un arma de doble filo, pero bien utilizado puede dar buenos resultados. El mejor método para desconcertar a un adversario es emplear un sistema novedoso a fin de plantear la lucha en un terreno desconocido para él. Yo mismo he sufrido estas tácticas y puedo asegurar que son muy eficaces. Hace años me enfrenté a un gran maestro sueco que jugó una defensa extraña para mí (él llevaba las negras). Sus originales jugadas me descentraron y no pude recuperarme ni en el medio juego ni en el final, fases en las que mi rival continuó sorprendiéndome con audaces movimientos. Como supe

después de la partida, yo no fui el primero en caer ante su juego. Lo felicité sinceramente y él, amablemente, me explicó métodos análogos a los que había puesto en práctica contra mí. Siempre recuerdo con agrado ese día tan especial, pues, aunque perdí, aprendí muchas cosas que me sirvieron en los años venideros. En torneos de partidas rápidas y semirrápidas he tenido la ocasión de conocer otros trucos para desconcertar. Los maestros yugoslavos son grandes especialistas en la modalidad del ajedrez rápido, llegando a pulsar el botón del reloj ¡con la muñeca! Uno de sus ardides para desconcertar al adversario consiste en coger una pieza y simular que la van a dejar en una casilla determinada; en el último instante, la colocan velozmente en otra. Esto lo hacen repetidas veces, obligando al adversario a perder importantes minutos que pueden resultar decisivos en el desenlace final. Son, pues, auténticos especialistas, acostumbrados también a hacer exhibiciones teniendo una estricta limitación de tiempo, lo que contribuye a que ejerciten sus reflejos. Para vencerlos hay que jugar «con los seis sentidos».

Es muy importante saber aparentar tranquilidad al jugar una partida de ajedrez. Los jugadores no experimentados denotan esta falta de técnica, lo que los hace vulnerables al dejar al descubierto facetas de su juego y personalidad. Hay verdaderos especialistas en desorientar al contrario. Hay maestros que hacen gala de una frialdad impresionante, incluso en los apuros de reloj. Hacen su jugada con gran seguridad, miran fijamente al rival y se levantan para perderse por la sala. El jugador novel mira y comprueba la posición y, de repente, empieza a ver «fantasmas» y a ponerse nervioso. En ese momento, el maestro vuelve y, con una ligera sonrisa en su semblante, se sienta de nuevo. Su rival se muestra cada vez más indeciso, comete un desliz y acaba perdiendo, independientemente de que su posición fuese buena o mala. Simplemente, le ha faltado la confianza necesaria para no caer en los manejos del maestro. Esto funciona incluso estando con peor posición y hasta teniendo una posición perdedora. Estos jugadores, al no mostrar nerviosismo, supieron dar un vuelco a la partida trasladando la presión sobre el oponente. Nuevamente queda demostrada la eficacia de la preparación psicológica. En este aspecto, hay una técnica que a mí me gusta especialmente y que denomino «técnica de fijación». Consiste en concentrar -aparentemente- la atención sobre un flanco de manera ostentosa, para que el adversario lo note. Eso hace que el rival dirija su atención hacia dicho flanco, sin percatarse de que en realidad estamos estudiando el modo de irrumpir en el otro extremo del tablero, que es donde se decidirá la batalla.

Otra forma de no revelar los propios temores es lanzar frecuentes miradas a la sala o a otros jugadores cuando nos toque jugar. Así, inducimos al adversario a creer que somos la solidez en persona, con lo que surge la desconfianza en él sobre su propia posición. Esto puede resultar decisivo en el transcurso posterior de la partida.

Los desplazamientos largos son un problema constante, sobre todo en las competiciones de los domingos por la mañana, sean por equipos o individuales. Hay que descansar bien la noche anterior para poder soportar aceptablemente el viaje. Por otra parte, a veces es el medio de transporte el que falla. En cierta ocasión casi pierdo por incomparecencia al llegar a la sala minutos antes de que venciera el límite de tiempo reglamentario (1 hora) para jugar. Por eso, recomiendo muy encarecidamente que se salga con tiempo más que suficiente, no sólo para llegar puntual al lugar de juego, sino también para poder pasear un poco previamente y poder tener así la mente despejada de cara a concentrarnos mejor. Además, así evitaremos también los apresuramientos que pueden provocar accidentes y que convertirían un domingo que se suponía festivo en un día trágico. En todo caso, es preferible llegar tarde y perder la partida que no llegar. Por lo que se refiere al despertador, recomiendo tener no uno, sino dos que, además, no estén conectados a la corriente, sino que dispongan de pilas alcalinas colocadas a intervalos diferentes para que no se gasten al mismo tiempo. Así, siempre sonará por lo menos un despertador. En este punto debe tenerse también muy en cuenta el cambio de horario: conozco más de un caso en que se ha perdido la partida por no haberse enterado de que se había cambiado la hora. Si hay que desplazarse muy lejos, es incluso recomendable marcharse el día anterior para evitar tener que dormir pocas horas y no llegar en condiciones óptimas.

Las personas somos máquinas imperfectas que pasamos algo así como la mitad de la vida durmiendo. Para garantizar un buen rendimiento ajedrecístico es conveniente dormir unas ocho horas. El ajedrez exige un gran esfuerzo mental y físico. Es fundamental llegar descansado, sobre todo en las competiciones que se jueguen por la noche. Está demostrado que los ajedrecistas que siguen este régimen de sueño puntúan más que los demás. Hay quien pretende compensar esta falta de sueño tomando fármacos, pero como ya he

apuntado en el capítulo sobre el dopaje, estos productos son dañinos para la salud y además causan adicción. Hay en el mercado productos naturales para tomar por inhalación antes de irse a dormir. Quienes experimenten dificultades para conciliar el sueño, pueden darse una ducha templada. También es conveniente no cenar abundantemente. Así facilitamos la digestión y no tendremos dificultades adicionales para dormir. Un cuerpo que haya reposado bien garantiza un enfoque práctico y optimista de las cosas, algo muy necesario cuando jugamos al ajedrez.

Uno de los caminos para superar nuestros nervios es aprender métodos de relajación. Aquél que no sepa dominar los nervios caerá rápidamente en desventaja psicológica con respecto de los que sí saben relajarse. Un jugador tiene que tener temple, y esta estabilidad debe ser constante, no puede haber temporadas en que uno esté nervioso y otras en que no lo esté. Si es éste el caso, se convertirá en un jugador irregular, incapaz de progresar. Los entrenadores de los jugadores de elite dan un valor trascendental a todo este tipo de preparación psicológica tendente a controlar los nervios y las propias emociones. No es menos importante saber percibir el estado nervioso y emocional del rival. En los torneos, como ya he comentado antes, además de mostrar una imagen de seguridad y confianza, tenemos que observar cuidadosamente a nuestros adversarios en busca de su talón de Aquiles. Siempre es posible apreciar algún punto débil. Una vez detectado, hay que intentar explotarlo al máximo. Hay jugadores que se ponen nerviosos según les toquen blancas o negras. Es cierto que con negras se es más vulnerable que con blancas, debido a que la iniciativa suele estar en manos del primer jugador, pero también hay jugadores que se sienten incómodos con las blancas porque no les gusta llevar la iniciativa. El papel del entrenador suele ser determinante para establecer qué tipo de juego puede ir bien a unos y a otros. En todo caso, hay que saber sobreponerse a la situación, aunque nos hayan tocado las piezas que no nos gustan. Hay quien se desespera al no poder encontrar un buen plan en el medio juego. Tampoco hay que ser tan dramáticos. Sólo hay que relajarse y concentrarse bien. Con respecto a los apuros de reloj vale lo ya comentado en anteriores capítulos. Quienes se pongan siempre nerviosos en los apuros de reloj, deberán concentrarse en solucionar este problema, pues puede convertirse en crónico, lo que supone un gravísimo contratiempo para el progreso del jugador.

A lo largo de todo el libro vengo diciendo que hemos de tener confianza en nosotros mismos y mostrar seguridad en nuestro juego. Ahora bien, hemos de tener el suficiente discernimiento como para no caer en triunfalismos absurdos que, en definitiva, lo único que hacen es conducirnos a la derrota. Frecuentemente, ante una buena posición, siempre hay alguien que nos anima con frases como «ya la tienes ganada», «¡qué posición tienes!», «¡estás fuerte!», «¡cómo juegas!», etc. Estos comentarios pueden hacernos creer ficticiamente que todo está ya hecho y, en consecuencia, hacernos olvidar que cuando alguien se ve acorralado, pone en juego todos sus recursos para salvarse. Lucha entonces desesperadamente y está atento a cualquier error que cometamos, por pequeño que sea, y lo castiga sin contemplaciones. Otro caso de confianza perdedora es jugar con negligencia contra un adversario al que ya hemos derrotado anteriormente. Psicológicamente tenemos ventaja, pero lo más probable es que él se haya preparado bien y esté deseoso de puntuar contra nosotros. Como ya le debe de haber quedado claro al lector en otro capítulo, no hay enemigo pequeño. Tenemos que tener plena confianza en nosotros mismos, pero no caer en la falsa confianza de tener la partida ganada de antemano, ni de que jugamos contra un rival débil. Si en algún momento de la partida experimentamos cansancio, es mejor levantarse e «ir a repostar», es decir, tomar algún alimento ligero o bebida refrescante. Así podremos afrontar el resto de la partida en condiciones. Es absurdo pensar que no necesitamos hacer esto porque el rival sea «flojo». No hay que bajar la guardia nunca, ni caer en la confianza perdedora.

El desprecio de que quiero tratar aquí está relacionado con el tema de la confianza perdedora, pero va un poco más allá. Empezaré por lo estrictamente ajedrecístico. A veces, un jugador se encuentra con la partida ganada y comienza a jugar fanfarroneando: juega de pie, realiza sus jugadas con una mirada malévola y trata a su rival de inferior. Esto puede llegar a producir situaciones tensas que no deberían darse nunca, pues el ajedrez es un juego entre caballeros en el que deben observarse las normas de la buena educación y respetar a los demás, de la misma manera que a uno le gusta que lo respeten. En ocasiones, este desprecio se manifiesta incluso negándose a jugar con el contrario por conveniencia. Pero a

veces esto se paga, como le ocurrió a uno de los protagonistas de la siguiente anécdota. Hace años, a dos conocidos les tocó enfrentarse en un torneo. Uno de ellos no podía asistir por razones personales y así se lo hizo saber a su adversario, que se negó a jugar la partida otro día. Pudo más la ambición de ganar que la amistad. Se enemistaron de tal modo que cuando coincidían en torneos no se hablaban, lo que generaba situaciones muy violentas. El caso es que uno de ellos, el que había ganado por incomparecencia, se quedó sin trabajo, y quiso el azar que su busca de empleo le llevase a una entrevista en la que el entrevistador era precisamente aquella persona que no había podido jugar la partida. Al encontrarse ambos se quedaron asombrados, pero el entrevistador no desaprovechó la ocasión para echarle en cara su anterior comportamiento y, por si eso no bastara, negarle el trabajo. El entrevistado se marchó apesadumbrado, posiblemente arrepentido de su anterior proceder. Pero la historia no acaba aquí. A la semana de la entrevista, el entrevistador fue a ver en persona a su antiguo conocido y le ofreció el trabajo. En fin, nunca debemos dejarnos llevar por la tentación de la fortuna y cometer acciones que un día se nos puedan recriminar. El respeto o, si se quiere, no desprecio hacia los jugadores y las reglas del jugar noble deben presidir toda relación entre ajedrecistas, por principio. Quien no lo crea así, por lo menos que respete a los demás por conveniencia, porque nunca se sabe lo que puede pasar.

En ajedrez, la persona que es creativa, original e inventiva tiene mucho ganado. La creatividad es como un diamante en bruto. Su acabado final dependerá de cómo lo tallemos. Todo depende del esfuerzo que estemos dispuestos a realizar para desarrollar esta facultad. Todos los campeones mundiales han dado muestras de una gran creatividad. Desarrollaron esta capacidad mediante el estudio del legado ajedrecístico transmitido por autores de todo el mundo y todas las épocas. El estudio de sus sensacionales partidas ayudará al lector a ver las cosas desde otra perspectiva y a encontrar posibilidades insospechadas. En la segunda parte de este libro, encontrará el lector combinaciones inverosímiles que, con un detenido estudio y voluntad de superación, también él podrá realizar.

Dejarse llevar por la imaginación puede reportarnos sensaciones mágicas. Podemos soñar que ganamos un torneo

venciendo todas las partidas; podemos imaginar que ganamos a los mejores jugadores del mundo. Puede ser un sistema de relajación muy adecuado para dormir por las noches y lo recomiendan expertos en la materia. Pero la imaginación que nos interesa aquí es la que puede ayudarnos a desarrollar posiciones. Es un método que va de delante hacia atrás. Por ejemplo, imaginemos que tenemos una posición de ataque contra el enroque adversario. Tenemos que intentar visualizar una posición ideal en varias jugadas y buscarla. Entonces, descubriremos recursos insospechados que pueden ayudarnos a obtenerla. ¡Cuántas veces sucede que un bando gana por una jugada intermedia surgida en un momento de inspiración! ¡Cuántos jugadores ven un mate creativo y original! Es a partir de esa visión cuando preparan el plan para intentar materializar aquello que han visto. Hay quien utiliza otro método muy curioso: intenta imaginar qué jugaría el campeón del mundo en esa posición, se concentra y descubre una jugada magistral. Al pasear por la sala del torneo, a veces nos llamará la atención alguna curiosa posición y pensaremos en tal o cual jugada. Si nos fijamos con detalle, es posible que nosotros mismos empecemos a vislumbrar ideas interesantes que nos descubrirán algo nuevo en esa posición que estamos observando. En esos momentos, estamos analizando e, indirectamente y al mismo tiempo, estamos mejorando nuestro nivel de juego. La imaginación también se cultiva con el esfuerzo diario y el estudio continuado. Cuando empezaba a jugar, una de las primeras partidas de torneo que jugué fue con mi profesor. Imaginé que nos encontraríamos algún día en otro torneo, cosa que sucedió años más tarde. Él ya no se acordaba de mí, tal era la cantidad de alumnos que había tenido. A medida que avanzaba la partida, mi posición mejoraba hasta que gané. En ese momento, me sentí muy feliz: empezaban a cosecharse los frutos de mi dedicación y estudio constantes desde la infancia.

Cualquier persona que quiera avanzar con paso firme y seguro por el camino del ajedrez debe concienciarse de que ha de recopilar toda la información que le sea posible. Es conveniente disponer de una buena biblioteca de libros y revistas de ajedrez de actualidad. Así podremos preparar las líneas que más nos interesen. En este sentido, es también útil jugar por correspondencia, ya que se progresa bastante en el análisis de posiciones. Esto nos permitirá avanzar en la elaboración de planes en el medio juego más profundos y estructurados. Al subir de nivel, también mejoraremos, inconscientemente, nuestra capacidad para hacer buenos planes, lo que nos permitirá abordar el final con mayor confianza.

En fin, es importante hacerse una buena biblioteca de ajedrez y dedicar tiempo a preparar nuestras propias aperturas y esquemas de juego. Si no reforzamos nuestro laboratorio personal, nos quedaremos estancados, pues el ajedrez evoluciona a una velocidad fantástica y la aparición de novedades es constante. Internet y los programas informáticos han dado un impulso decisivo a la difusión del ajedrez y son también una valiosísima fuente de información. Un consejo final: no se trata de adquirir cualquier libro de ajedrez que pase por nuestras manos para que luego acabe siendo un objeto decorativo en un bonito mueble. Hay que ser selectivo, comprar buenos libros y amortizar nuestra inversión estudiándolos profundamente y asimilando sus ideas y recomendaciones con provecho.

A medida que se avanza en el estudio y la práctica del ajedrez, uno va adquiriendo la técnica necesaria para tener un buen desarrollo en sus partidas. Cuando estaba empezando a jugar, casi siempre me encontraba en la apertura con posiciones de peones doblados, llegando invariablemente a finales perdedores. Mis preparadores detectaron el problema y pude ponerle remedio; sin embargo, tardé mucho aún en aprender a situar bien las piezas: siempre perdía tiempos importantes, sobre todo en posiciones de juego abierto. Fue estudiando las partidas de grandes maestros como, con tesón y voluntad, llegué a mejorar mi concepción del juego. La práctica de partidas rápidas me ayudó tanto a mejorar mis reflejos como a aprender a desarrollar bien las piezas, por la gran cantidad de temas combinatorios que se producían. Para llegar a desarrollar bien las piezas es necesario dominar una serie de temas, a saber: clavadas, jaques dobles, interceptación, bloqueo, jaque a la descubierta, encaminamiento, temas de rayos X, actividad del rey, etc. Muchas son las horas que hay que pasar estudiando para adquirir una notable fuerza ajedrecística. El concepto es primordial para saber cómo tenemos que desarrollar las piezas. La única manera de adquirirlo es a través del estudio y la práctica.

Muchos aspirantes a maestro tienen una fe ciega en manuales, libros, revistas, etc. Esto es comprensible, pero es conveniente que nosotros mismos comprobemos las variantes que jugamos, porque de lo contrario podemos encontrarnos con una mejora o una refutación. Por otra parte, a veces se encuentran erratas en los libros de apertura que inducen a confusión. En estos casos, puede hacerse un beneficio al

ajedrez notificando el error a la editorial que ha publicado el libro. Pero esto es otro tema. Lo que comento es que hay que repasar las variantes que están anotadas en las Enciclopedias de aperturas. Hay casos concretos en que la valoración que dan esos tratados de una línea determinada es errónea y confiar ciegamente en esos análisis puede acarrearnos la pérdida de la partida. Así, el estudio en el propio laboratorio de las variantes que vamos a practicar, junto con la observación del adversario teniendo en cuenta los factores que se han apuntado en anteriores capítulos (rapidez de juego, manera de apuntar, etc.) es lo único que puede garantizarnos posibilidades de victoria.

Es una modalidad muy espectacular y que cada vez está más en alza. Se organizan regularmente torneos al aire libre y siempre gozan de mucho público. Hay quien se prepara especialmente para estos torneos. Yo mismo, por ejemplo, preparo variantes para emplearlas exclusivamente en estos campeonatos. Esto tiene la ventaja de anular la posible preparación que el adversario haya realizado sobre mi juego. Al adoptar líneas poco habituales en mí, obligo al contrario a pensar y tener que innovar rápidamente, cosa más bien difícil y peligrosa en las partidas rápidas. Aparte de conocer bien las aperturas, un método para jugar con más rapidez de la acostumbrada y adquirir velocidad es jugar partidas dando ventaja de tiempo al rival. Así, se gana soltura en el juego. También es importante, una vez que se ha acabado un torneo, repasar y reconstruir mentalmente todas las partidas. Después hay que analizarlas y clasificarlas. De esta forma, se consigue confeccionar un archivo de datos que puede resultar fundamental para la preparación de futuros torneos. Además, siempre debemos tener presente la posibilidad de cambiar de variante para sorprender al rival, cosa que podremos hacer cuanto más rico sea nuestro archivo. Las partidas rápidas también sirven para agilizar el cálculo de variantes y desarrollar la memoria. Ahora bien, las partidas rápidas verdaderamente importantes son las de entrenamiento. En éstas se preparan variantes que se ponen en práctica después, en las competiciones de ritmo normal. Haré una reflexión final sobre este tema. Pese al auge que experimenta la modalidad de partidas rápidas a cinco minutos, y aunque están planteándose modalidades de ritmo todavía más rápido, el ajedrez puro es aquél que puede practicarse con el tiempo necesario para que ambos jugadores puedan producir un juego de calidad que les satisfaga intelectualmente. Y es esta modalidad la que favorece realmente el desarrollo de la inteligencia.

La gran ventaja de esta modalidad (generalmente partidas a 30 minutos) es que en uno o dos días se realiza un campeonato, y se puede participar en otro casi inmediatamente. Al igual que en las partidas rápidas, en estos torneos no hace falta apuntar las jugadas; sin embargo, yo suelo hacerlo hasta que sólo me quedan cinco minutos. El objetivo es el mismo que he apuntado más arriba: estudiarlas una vez acabado el torneo para mejorar el juego y, además, enriquecer el archivo particular. También aquí es fundamental la preparación teórica y la ventaja de la salida, pues las blancas son las que se suelen imponer con más frecuencia. De aquí se deriva que en estos torneos hay que reforzar el repertorio con negras. Con blancas, en estos torneos se ven muchas aperturas del peón dama o de flanco. Esto es debido a que son aperturas muy sólidas, sin grandes complicaciones teóricas y que permiten realizar las veinte primeras jugadas con relativa rapidez. Las negras, por su parte, deben buscar el equilibrio, esto es, igualar la posición e intentar conseguir la iniciativa, pero cuidando siempre de no confiarse ante el juego aparentemente vacío del contrario ni contagiarse de su rapidez. Por cierto, que en estos torneos es cuando menos confianza o miedo se debe tener del ELO del adversario. El ELO es simplemente una escala de la fuerza ajedrecística de un jugador, pero (aparte de que puede haber personas que juegan pocos torneos al año y su ELO no refleja entonces su verdadera fuerza) no hay que olvidar que esta puntuación se realiza según los torneos de ritmo normal. Por último, diré una cosa que no por obvia deja de ser importante: hay que leer el reglamento con atención y, en caso de duda, consultar con los organizadores. Así se evitarán sorpresas desagradables.

¡Cuántas partidas se malogran por no llevar un seguimiento adecuado de las últimas jugadas antes del control de tiempo! Para evitar los apuros de tiempo, la preparación es fundamental. En más de 30 años de carrera ajedrecística, no habré perdido más que dos partidas por esta circunstancia, y las perdí cuando era todavía inexperto y estaba empezando a descubrir los misterios del ajedrez. Lo primero que debe hacerse es comprobar si el reloj (en caso de que no sea digital) funciona correctamente o si, por el contrario, la banderita cae antes de lo normal. En ese caso, o el reloj es defectuoso o está trucado. A continuación, hay que distribuirse el tiempo. El sistema tradicional es hacer unas divisiones especiales en la planilla

antes de empezar la partida, determinando un cierto periodo de tiempo para cada serie de jugadas. Por último, señalaré que sólo hay que apurarse de tiempo en aquellos casos en que sea estrictamente necesario. La falta de tiempo altera el sistema nervioso y ocasiona la pérdida de numerosas partidas.

A lo largo de la historia del ajedrez, hay jugadores que han destacado por estos sacrificios. Bent Larsen, Botvinnik (que cuenta en su haber con varios sacrificios de dama por dos piezas, para después imponerse en el final de manera técnica). Tal (el genio de Riga, cuyas combinaciones maravillaban a todos los aficionados) y, también, por supuesto, Fischer, Kárpov y Kaspárov. Para que un sacrificio de dama resulte eficaz hay que dominar muy bien el manejo de las piezas menores para asegurarse de que puedan compensar la ausencia de la dama. Hay que calcular la diferencia matemática de los valores de las piezas, pero además hay que ver si la posición tiene otras compensaciones. Por ejemplo, yo efectúe este sacrificio en cierta ocasión a cambio de las dos torres y un peón en una apertura Inglesa. La naturaleza de la posición aconsejaba hacerlo y fue precisamente ese peón el que me condujo a la victoria. En la segunda parte del libro presento algún ejemplo en el que las dos torres compensaron la actividad de la dama. Los ejemplos típicos que se producen son el cambio de la dama por las dos torres, por tres piezas menores y algún peón, torre y caballo y peón pasado, entre otras. Hay muchos ejemplos registrados en los «Informators» yugoslavos y en las obras de tratadistas como Pachmann. Es conveniente estudiarlos profundamente, aunque nos lleven más tiempo que otro tipo de posiciones, ya que proporcionan una visión del juego muy interesante, ayudando a fomentar la creatividad y la originalidad: por ejemplo, en posiciones de enroques opuestos, nos puede dar posibilidades de victoria, o en los finales, sacrificar la dama por torre, caballo y peón, si la posición es favorable, puede llevarnos al triunfo.

Actualmente, algunas personas han obtenido a muy corta edad el título de gran maestro: Judith Polgar, E. Bacrot, P. Leko, etc. Son superdotados que tienen una mente privilegiada y grandes cualidades para la práctica del ajedrez. La categoría de gran maestro es la máxima aspiración de todo jugador de ajedrez. Es la cima que todos quieren escalar. Para lograrlo, hay que invertir muchas horas en el estudio del ajedrez y tener buenos entrenadores. Todos los grandes

maestros españoles que conozco (Pomar, Illescas, Romero, García Ilundain, Magem, Comas, etc.) se han dedicado con todas sus fuerzas sacrificando su vida personal para conseguir su objetivo. Llegar a gran maestro significa la confirmación de que uno domina todos los temas estratégicos, tácticos y psicológicos que he venido mencionando a lo largo del libro. El gran maestro no nace, se hace año tras año, estudiando más que jugando. Algunos se han especializado en varias aperturas que han llegado a dominar después de muchos años de estudio. El mérito de estas personas es aún mayor si tenemos en cuenta que los distintos países no facilitan el que uno pueda dedicarse al juego rey. La compensación para el país por el esfuerzo realizado en la promoción de estas personas que tienen cualidades para el ajedrez, vendría después en las olimpiadas, cuando al representar a su país obtuviesen, si no el primer puesto, sí una clasificación honorable.

Hay quien confunde la amistad y pretende que, al enfrentarse a un amigo, se acuerden tablas enseguida; sin embargo, ser buenos amigos no quiere decir que las personas tengan que hacer tablas cada vez que les toca jugar entre ellas. Lo correcto es jugar honestamente la partida y, sea cual sea el resultado, comentar después las jugadas clave y continuar la buena amistad. A nadie le gusta perder, pero esto es inevitable. Hay quien se dedica a hablar mal a espaldas de alguien después de ser derrotado. A estos hipócritas debemos ignorarlos, pues manchan con sus actos el buen nombre del ajedrez, por más elevada posición social de que disfruten. Este tipo de individuos suele aparecer en los grupos organizadores de torneos. Faltan a la palabra dada, no pagan algún premio estipulado o el pago fijo establecido con el maestro. Es difícil desenmascararlos porque tienen las espaldas bien cubiertas, pero en caso de dar con alguno de estos sujetos conviene divulgar su proceder para que otras personas no caigan víctimas de sus engaños. Hemos entrado ya en el siglo XXI, pero en algunas cosas estamos atrasadísimos, y estas personas que sólo velan por sus intereses, aunque éstos sean ilegítimos, no contribuyen en nada a mejorar las cosas.

Ya en anteriores páginas he hablado de la importancia del yoga como método de relajación. Con el yoga, puede llegarse a un estado de relajación y tranquilidad tal que el que lo practica puede quedarse dormido sin proponérselo. El yoga es excelente para dominar nuestro sistema nervioso. Más arriba

he hablado de la necesidad de «ser templado» para jugar bien al ajedrez. El yoga nos ayuda a conseguirlo. Cuando nos enfrentamos a un adversario, no sabemos si vamos a ganar o a perder. Ahora bien, cuanto más nos conozcamos, cuanto más sepamos el alcance de nuestros conocimientos y nuestra fuerza, más oportunidades tendremos de obtener un resultado positivo. Así, junto con el estudio de las líneas de aperturas que más se adaptan al estilo de jugar de cada uno, la observación de los consejos psicológicos que he venido dando hasta ahora y la necesaria confianza en las posibilidades propias, es conveniente practicar el yoga con el objetivo de dominar uno de los mayores obstáculos para llegar a la maestría: los nervios descontrolados. Sólo así puede seguirse adelante.

Tenemos que exigirnos más a nosotros mismos constantemente, sacrificarnos y no cejar en la consecución de nuestra meta. Así, conseguiremos fortalecernos y ser más duros que el rival. Durante la partida, hay que buscar el mejor plan, profundizar en la posición en busca de combinaciones ocultas. Hay que efectuar la jugada más pertinente, aquélla que sea acorde con el espíritu de la posición. No debemos dar al adversario el menor respiro. Esto no son consejos vacíos. A lo largo de mi carrera, he remontado posiciones en las que tenía una situación inferior gracias a la fe que tenía (y tengo) en mis posibilidades, a la fuerza innata de mi yo y a la preparación psicológica que había llevado a cabo. Hay que poner todos los sentidos en la partida para facilitar la eclosión de nuestro yo interior. Se trata de dar lo mejor que hay en cada uno de nosotros en pos del triunfo. Si perdemos, no debemos desmoralizarnos ni desfallecer. Hay que aceptar las cosas como son y tener la suficiente entereza para seguir estudiando con tenacidad al día siguiente y poder contrarrestar esa derrota con otras victorias. Las victorias que más satisfacción nos causan son aquéllas en las que el triunfo se ha producido después de un esfuerzo tenaz y agotador, y más aún si hemos vencido a un jugador de renombre. Estas victorias compensan todos los esfuerzos y sinsabores que hayamos podido experimentar y deben servirnos de acicate para mantener el rumbo que nos hemos fijado.

No me refiero aquí al jugador de nervios templados, sino a aquél que, por una u otra razón, no puede ponerse a jugar inmediatamente, sino que necesita un «calentamiento»

previo. Este calentamiento previo es el entrenamiento que debe realizarse antes de jugar la partida. En mi caso concreto, yo soy un jugador «frío». Necesito un poco de «rodaje» para estar bien despierto en las primeras jugadas. Para esto, lo que suelo hacer es intentar solucionar algún problema sin ver el tablero y sigo avanzando en grado de dificultad hasta encontrar algunos realmente difíciles. Es importante que el tiempo que empleemos en estudiar antes de la competición no sea excesivamente largo, ya que entonces nos provocaría un cansancio que sería muy perjudicial. Por último, hay jugadores que no son «fríos»: pueden estar semanas sin tocar las piezas y ni lo notan; pero la especie no es abundante.

A medida que se va estudiando ajedrez, se abren puertas que nos dan acceso a nuevos ámbitos de conocimiento y que conviene retener en la mente. Una de las cualidades del buen ajedrecista es la memoria fotográfica. A veces, alguno de mis adversarios me ha comentado que en tal o cual ocasión ya habíamos jugado. Su sorpresa es mayúscula cuando le digo el año y el torneo, la apertura empleada y el resultado. En ocasiones he conseguido incluso reconstruir mentalmente partidas que he perdido por alguna circunstancia (un traslado de domicilio, etc.). Esto es posible gracias al trabajo continuo y tenaz en el estudio de posiciones durante muchos años. Con todo esto quiero decir que el poder de la mente es infinito y que no lo usamos como debiéramos. Cuanto más hagamos trabajar al cerebro, cuanta más información almacenemos en él, mejor será su funcionamiento y más positivos los resultados.

He hablado en otro capítulo de los mejores momentos. Desgraciadamente, en la vida de todo jugador de ajedrez aparecen también los malos momentos. Con la ayuda del entrenador, tenemos que ser capaces de minimizarlos. Así, si tenemos un trabajo muy duro, será conveniente pensárselo dos veces antes de jugar un torneo los viernes por la noche. Es posible que, si decidimos jugarlo, no hagamos precisamente un buen torneo. Yo mismo he preferido abstenerme de jugar un torneo por razones físicas: me di cuenta a tiempo de que podía resultar un verdadero desastre. Conviene no «buscar» esos malos momentos. Los jugadores que más puntúan suelen ser los que están más descansados o tienen un trabajo que no es excesivamente duro. Pero a veces, sin más, notamos un «bajón» en nuestro juego. En esas épocas, lo mejor es quizás dejar el ajedrez durante una

temporada, guardar el tablero y las piezas hasta que sintamos verdadera necesidad de jugar. Hay jugadores que empalman constantemente un torneo con otro, hasta que llega un momento en que no rinden como en ellos es habitual. Están saturados de ajedrez. Es conveniente, entonces, dosificar las energías y tomarse un descanso. Hay quien piensa que da lo mismo, que más tarde ya se recuperará, pero entonces se ve obligado a jugar torneos de inferior calidad debido a la gran cantidad de puntuación ELO que ha perdido al hacer tan mal papel en los campeonatos en que ha participado. Juega con adversarios de menor calidad y aprende menos, con lo que puede llegar a estancarse. Otro de los factores que pueden provocarnos un mal momento es el exceso de confianza tras unas buenas actuaciones. Es la confianza perdedora de la que he hablado anteriormente. En consecuencia, aparte de los consejos dados en este apartado, lo mejor para evitar estos malos momentos es dar siempre todo lo que llevemos dentro, jugar siempre según el espíritu de la posición e intentar apoderarse de la iniciativa aprovechando a fondo el elemento sorpresa. El esfuerzo y la voluntad de vencer nos recompensarán a la larga del duro trabajo realizado en los torneos.

Cuando se es joven, se tiene la ilusión de «comerse el mundo» y de triunfar en alguna actividad. En mi caso, el mundo del ajedrez me fascinó, sobre todo al contemplar los torneos internacionales donde jugadores de todas las nacionalidades aportaban su grano de arena al desarrollo del noble juego. Todo maestro se ha formado necesariamente en un club. En él empieza a dar sus primeros pasos y a él se siente emocionalmente unido. Justo es reconocer la importante labor que han hecho muchos clubes para fomentar el ajedrez y formar auténticos campeones. En mi caso concreto, ese club fue la U.G.A. De niño, cuando mi afán por estudiar ajedrez empezaba a revelarse, mi padre me hizo socio de un gran club barcelonés, la Unión Graciense de Ajedrez (U.G.A.), donde me formé como ajedrecista y coseché mis primeros éxitos. Recuerdo con agrado un torneo del año 1977 en el que vencí, superando a jugadores que tenían mucha más categoría que yo. A partir de entonces, varios maestros de este club me honraron con su magisterio y así pude progresar rápidamente. Eran Arturo Pomar, José Luis Fernández, Javier Ochoa, etc. A lo largo de los años he podido jugar en este club junto a Miguel Illescas, Jordi Magem, Alejandro Bofill, Jesús de la Villa, Guillermo Buxadé, Gil González, Antonio Torrecillas, Maroto, Hernando, y otros destacados maestros latinoamericanos, como Óscar Castro, Sisniega, Vera, Tempone, Ribera, etc.

De este club, que tantos esfuerzos ha hecho por fomentar el ajedrez, han salido valores como Alfonso Romero, Antonio Gual y Santiago Beltrán. Ha dado al ajedrez también grandes organizadores como el tristemente fallecido Jordi Puig Laborda, incansable organizador de torneos internacionales y gran propagandista del ajedrez. Quiero mencionar aquí a dos excelentes personas de este club con quienes me unía una gran amistad: Joaquín Serra y el doctor Velasco. He tenido también la suerte de poder contribuir a sus grandes éxitos en los Campeonatos de España y de Cataluña por equipos y me enorgullezco de ser parte de la historia de un club con tanta tradición y que no ha regateado esfuerzos para ofrecer a sus asociados las máximas posibilidades de progresar y disfrutar del ajedrez. Creo sinceramente que la U.G.A. es un modelo que debe imitar todo club que quiera alcanzar los máximos éxitos ajedrecísticos.

Actualmente, los clubes ya no son los únicos centros de formación de ajedrecistas. Cada vez hay más escuelas dedicadas a la enseñanza y difusión del ajedrez. Una de las más innovadoras es EDAMI, fundada y dirigida por el gran maestro español Miguel Illescas, primer jugador español que consiguió llegar a los 2.600 puntos ELO. El centro está ubicado en el popular barrio barcelonés de Gracia, al lado de la U. G. A. La escuela organiza actividades en todo el mundo, utiliza la informática e Internet en la enseñanza del ajedrez, ofrece cursos de formación a profesores, clubes y universidades, colabora con empresas e instituciones de todo el mundo, realiza programas de difusión del ajedrez en las escuelas y de detección de jóvenes talentos, ofrece cursos a monitores y entrenadores, organiza sesiones de conferencias y exhibiciones de ajedrez, y es un punto de encuentro entre jugadores nacionales y extranjeros. Es un honor para mí contarme entre sus colaboradores, pues me une a Miguel Illescas una fuerte amistad cimentada desde la infancia. Es sabido que la práctica del ajedrez desarrolla la inteligencia y potencia las facultades mentales. El ajedrez nos hace más precavidos, curte el carácter y mejora la autoestima. Por esto, resulta gratificante la aparición de escuelas como EDAMI, gracias al entusiasmo y el sacrificio de un grupo de personas cuyos objetivos son contribuir a la difusión del ajedrez. Estos centros son un auxiliar muy valioso para todos aquéllos que desean practicar el ajedrez de manera sistemática y convertirse en maestros. Por otra parte, conviene recordar que está comprobado que la práctica del ajedrez previene la terrible enfermedad de Alzheimer.

Junto a los clubes y las escuelas, el ajedrecista tiene también otros medios para ir adquiriendo la destreza necesaria en el juego. Uno de ellos es la biblioteca. En toda biblioteca de ajedrez, hoy en día, no pueden faltar los «Informators» yugoslavos y la Enciclopedia de aperturas. Hay que tener en cuenta que, en la actualidad, se presta mucha importancia a la teoría de aperturas. Los principales teóricos del mundo analizan sin descanso las variantes más populares de aperturas y defensas, y conviene estar preparado. Estas obras nos informan de las últimas novedades producidas en los torneos de todo el mundo que, además, vienen comentadas por grandes maestros de primerísima fila. Lo importante es tener libros sobre todas las fases del juego, sin importar su idioma original: el sistema de notación algebraica facilita el acceso a partidas y comentarios, aunque las explicaciones restantes estén en un idioma que desconozcamos. Junto a este material, tenemos que crear nuestro propio archivo de partidas, confeccionar un fichero personalizado que nos proporcione datos sobre cualquier adversario con el que hayamos jugado y sobre nuestros hipotéticos rivales en el futuro. Así, para progresar en este juego es imprescindible proveerse de una buena biblioteca y sacarle el máximo provecho. El ajedrez es sinónimo de cultura y todas las horas que se dediquen a su estudio se verán ampliamente recompensadas al participar en torneos y ver cómo los adversarios sucumben a nuestra preparación.

Hace años, las partidas duraban más porque había aplazamientos. Uno de los jugadores efectuaba una jugada llamada «secreta» y la partida se reanudaba horas más tarde. Esto exigía un dominio completo del arte del análisis. Normalmente, siempre se analizaba con otra persona; se solía coger papel y lápiz e ir apuntando las variantes que surgían para luego cotejarlas cuidadosamente. A veces, se daba el caso gracioso de que los análisis de ambos adversarios coincidían. En la práctica, el resultado final de la partida dependía de un buen análisis. Hoy en día, con un ritmo cada vez más rápido y menos horas de juego, los análisis han quedado circunscritos prácticamente al ajedrez por correspondencia y a los potentes programas informáticos que calculan millones de jugadas en segundos. Pero todavía queda una esfera personal para analizar las partidas: el laboratorio del jugador. Es ahí donde debemos analizar las líneas que nos interesan, los errores cometidos y

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