Como Celebrar La Misa - Enzo Bianchi

February 19, 2017 | Author: Oscar Forquera | Category: N/A
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Del libro Paro/es du Seigneur, Enzo Bianchi, Ed. Ad Solem Spiritualité 2011, págs. 9 a 36.

Enzo Bianchi

Cómo celebrar la Misa Carta a un sacerdote

Querido Padre Juan: Poco antes de tu ordenación como sacerdote de la Iglesia de Dios. en el encuentro espiritual que nos reunía con frecuencia para escucharnos recíprocamente y sobre todo para escuchar la voz del Señor respecto de tu camino, me preguntaste: ¿me ayudarás a celebrar bien la Misa? Te sonreí, y por así decir, no tomé en serio tu pedido porque soy un simple cristiano. no soy sacerdote. no presido la celebración eucarística... Pero luego. inmediatamente después de tu ordenación. me volviste a decir: acuérdate de la ayuda que te pedí. Tú eres mayor. has vivido la liturgia anterior al Concilio, la reforma litúrgica, y por obediencia a la Iglesia, seguiste el Misal de Pablo VI por décadas: itú puedes ayudarme! He pensado mucho en tu deseo y quiero ahora responderte con simplicidad, buscando únicamente transmitirte aquello que me han enseñado a mí. Cuando crecía en la fe se nos indicaba cómo vivir la Misa: a los que serían sacerdotes se les enseñaba cómo "decirla" y a nosotros fieles. cómo "asistir". Fuimos así iniciados en la liturgia; más aún: aprendimos a vivir según la liturgia. La Misa era una escuela de vida, era el magisterio al cual debíamos obedecer para vivir como cristianos en el mundo. era la epifanía de todos los misterios de Cristo. Por esta razón, cuando era adolescente, tenía en la mesa de luz el Misal de Dom Gaspar Lefebvre (y más tarde, el del Padre Feder, sj). el cual me ayudaba para prepararme para la Misa del día siguiente y me inspiraba para mi oración personal. No tengo otras sugerencias que hacerte sino aquellas que provienen de haber recibido una enseñanza y de haberla experimentado en la vida. al punto de haber

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acumulado una experiencia que me ha procurado, así lo espero, cierta sabiduría. Pero no soy infalible y puedo a veces ser débil, y podría ser alguna vez también que sea de poca utilidad para ti. Sea lo que fuere, no creo que te transmita necedades o te dé consejos que se contradigan con la vida espiritual de un sacerdote. Así pues, quisiera decirte una sola palabra: ireza la Misa! Este es el consejo que Pío X, al principio del siglo pasado, daba a todos los fieles: les pedía que no rezaran durante la Misa sino que rezaran la Misa. No creas que esto es poco: esto significa en verdad mucho y exige que cumplamos realmente las exigencias. Por lo demás, Carlos Borromeo ya recomendaba: "si administras los sacramentos, medita lo que haces; si celebras la Misa, medita lo que ofreces; si recitas los Salmos, medita aquello que dices y a quién hablas" 1 • Y que todo se realice en el temor de Dios, en la adoración que es la condición esencial para alabar, dar gracias, orar a nuestro Dios, y con la certeza de que la liturgia que celebras contiene la fuerza más grande en vistas a la evangelización.

Cada día ... Ante todo, para celebrar la Eucaristía, debes prepararte rezando. LQué significa esto? Que ya la tarde anterior, por una oración de escucha, debes acercarte a la liturgia que celebrarás al día siguiente. Toma el Misal y lee con atención los textos bíblicos previstos para ese día. Es cuestión de que te pongas a la escucha del Señor siendo consciente de que aquello que anunciarás, debes haberlo escuchado y acogido primero tú mismo. Pues, si no has sido evangelizado no podrás evangelizar; si no has 1. Carlos Borromeo, Acta Ecclesiae Mediolanensis. Milán, 1599, p. 1178.

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sido habitado por la Palabra. no podrás comunicarla a la asamblea que presidirás ... Debemos ser claros en este punto: trabajar asiduamente con la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura es laborioso y exige tiempo. Tu corazón, tu inteligencia, tu espíritu deben recibir la Palabra, discernirla. asimilarla ante todo como un alimento para tu propia fe. Lee. medita, busca comprender y profundizar el mensaje que puedes tomar de ella. Deja después que la Palabra inspire tu oración. Como verás estoy tratando de aconsejarte que "reces la Palabra". es decir que practiques la lectio divina: sólo si conoces bien la Palabra, podrás transmitirla; sólo si la gustas la entregarás a los otros como una Palabra que hay que gustar. Puede ocurrir que debas, en ciertas ocasiones, escuchar a tus colaboradores parroquiales: ten también en cuenta su capacidad de escuchar la Palabra. Sé asiduo al Misal. fuente de oración, signo e instrumento de la unidad eclesial, medita las oraciones de la Misa, para poder profundizarlas siempre más y poder proclamarlas con convicción en el momento de la celebración: los textos de la Misa son tan ricos que exigen siempre nuevos descubrimientos. Por último, no olvides que en la liturgia tú debes ser un mistagogo: debes saber presentar en pocas palabras el sentido de los signos y de las acciones realizadas, pero sobre todo debes ejercitarte para hacer elocuentes estos signos y acciones. Por la manera en que los realices. serás mistagogo y educarás a los fieles para que sean sensibles al lenguaje de los signos; de esta manera los conduces por medio de los misterios celebrados hacia el misterio revelado.

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En Sacristía No llegues a último momento para la celebración de la Misa. Llega un poco antes pues es bueno que administres el tiempo en vistas a lo que es prioritario en tu ministerio. Podrás entonces tener algunos minutos de silencio para recuperar la calma, para interrumpir tus compromisos a menudo frenéticos. y tomar conciencia de lo que te dispones a celebrar: el misterio de la fe. de la esperanza y del amor. Entra en la sacristía, ese lugar, que para ti, ha de ser más que lo que el atrio -o el nártex- es para los fieles; sin embargo, a menudo, la sacristía deviene un no-lugar. un lugar inhabitable. un espacio desordenado donde todo está amontonado ... No permitas que la sacristía sea un lugar de charla. de palabras superfluas. La sacristía debe recordarte que estás en el umbral del misterio y, como tal. constituye un lugar que exige silencio y oración. De este clima dependerá la celebración para ti, para los diáconos. para los monaguillos, para todos los que te rodearán en la presidencia de la celebración. Mientras te revistes con los ornamentos litúrgicos. invoca al Espíritu Santo. para que venga a habitar en ti, te revista de la belleza de Cristo. te dé autoridad (exousía) en los gestos y en las palabras. Los ornamentos litúrgicos deben mostrar a la asamblea que tú eres un "signo" de Cristo, y que no representas tu dimensión privada. individual. No olvides que los ornamentos se deben distinguir por la belleza, ciertamente. pero no deben ser lujosos. recargados ni extravagantes; y no olvides que por su color. las vestiduras litúrgicas "son un signo" que indican el tiempo litúrgico o la fiesta en que presides la celebración. 8

iUna liturgia sin belleza no es una liturgia. y celebrar la liturgia es una obra "artística"! lla liturgia. no es en verdad un reflejo de la gloria de Dios sobre la tierra? Cada Misa. aún la más humilde. expresa la gloria de Dios y la celebra de manera cósmica. en vistas de una humanidad reconciliada con Dios. de una humanidad eucarística. Y en la liturgia estás llamado a participar y a hacer participar en la acción de Dios: por esta razón debes unirte a tu Señor y no ser sino "un solo espíritu con él" (1 Co 6, 17).

La entrada Cuando llega la hora y el toque de la campana avisa a la asamblea que comienza la celebración, tú entras. Hazlo con paz. sin prisa. quédate ahí de pie, sabiendo que por tu presencia debes anunciar al Cristo que viene. debes "ser signo" de la parusía del Kyrios entre los suyos: sí. Cristo permanece invisible. pero en realidad es Él quien preside la liturgia. Y la liturgia se realiza en la comunión de la Iglesia terrenal y la asamblea celestial y de los santos alrededor de Él. el Cordero que está de pie sobre el trono (cfr. Ap 5. 6-14: 7. 9-1 7). La asamblea que encuentras en la iglesia es la ekklesía. es decir la asamblea de los que son llamados por Díos por medio del Espíritu Santo. y ella es liturgo, celebrante como Christus totus; ella es el cuerpo de Cristo compuesto por cabeza y miembros (cfr. Ef 1. 22-23; 4. 15-15; Col 1. 18; 2, 19) Por tu parte, eres un signo humilde y pobre de Cristo, Jefe y Pastor del rebaño (cfr. Jn 1O. 1-18; Hb 13, 20; 1 P 2. 25; 5. 4; Ap 7. 17). Esposo de la Iglesia (cfr. Me 2. 19-20; Jn 3. 19; 2 Co 11. 2). Haces sacramentalmente presente a Cristo Cabeza. actúas en su persona, bajo su autoridad: no reemplazas a Cristo. que 9

está realmente presente en el seno de la comunidad, en la Palabra proclamada, en el pan y vino consagrados, pero lo haces presente de manera sacramental. Por consiguiente estás ante la Iglesia y delante de ella (el pastor precede siempre al rebaño) pero estás también con la Iglesia, en el seno de la Iglesia, tú recoges su voz, tú la representas ante Dios. Debes volver a tomar conciencia de esto cada vez que presides la liturgia. Cuando te diriges hacia el altar, recuerda que con la asamblea formas la esposa peregrina en el mundo, que espera e invoca la venida del Esposo (cfr. Ap 22, 17). La liturgia es parusía anticipada en el sacramento, en el signo. El "ya" se inserta en el "todavía no". En el momento de la entrada no hay que hacer otra cosa sino rezar: será el introito, el canto de entrada, a veces ejecutado de manera inadecuada por esta esposa que es la asamblea, a menudo compuesta únicamente por mujeres mayores, algunos hombres, sin ningún joven ... Pero incluso en estas condiciones, se trata siempre de la Iglesia que ora, y por consiguiente, de la esposa siempre en espera, siempre necesitada de purificación, siempre pronta a" embellecerse" por la celebración eucaristíca para la venida de su Esposo (cfr. Ap 21. 2). Cuando llegas al altar, sabiendo que estás frente al altar del único sacrificio perfecto (Hb 9, 11-28) y a la mesa del banquete del Señor (cfr. Me 14, 22-26; Le 24, 3-31) haz una reverencia profunda, llena de veneración, y besa con amor esta piedra queessignodeCristo (cfr. Sal 118, 22-23; Me 12, 10-11; 1 Co 1O, 4), que es el altar de la alianza del Sinaí (cfr. Ex 24), que es el Gólgota en donde se selló la alianza definitiva entre Dios y su pueblo (cfr. Jn 19, 17-37). Venera también las reliquias de los mártires y de los santos que se encuentran en el altar y que recuerdan a aquellos,

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que en su propia carne. han vivido el sacrificio de Cristo en diferentes lugares a lo largo de los siglos.

En el nombre del Padre ... En la liturgia, todo comienza con la señal de la cruz. por la cual proclamamos nuestra fe, en la que hemos sido bautizados: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nos dirigimos al Padre por medio del Hijo en la comunión del Espíritu Santo (o animados por el Espíritu). Así son evocados los tres protagonistas de la liturgia cristiana. es decir su fuente, el misterio pascual. Haz la señal de la cruz con solemnidad. de manera amplia, sin prisa y sin negligencia: manifiesta que por esta señal imprimes la cruz de Jesús en tu cuerpo, para que ella modele cristianamente todo tu ser. y esté presente en tus pensamientos. sentimientos y acciones. Después abres la liturgia con la bendición que asciende a Dios y por la bendición que desciende de Dios sobre la asamblea. bendición que concede la caridad. la paz. la alegría, la comunión. La asamblea te responderá con las palabras: "y con tu espíritu". que acogerás como la expresión de la solidaridad y comunión contigo; la asamblea suplicará que la bendición que has invocado sobre ella descienda también sobre ti. Si es oportuno. sobre todo el domingo y los días de fiesta. introduce a los fieles mediante unas breves palabras en la liturgia celebrada ese día.

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El acto penitencial Orientado con toda la asamblea hacia el altar, te dispones a ser la voz de la Iglesia que invoca la misericordia del Señor; al mismo tiempo, en nombre de la Iglesia. anuncias a todos. a la vez que a ti mismo. la absolución, la remisión de los pecados otorgada por Cristo. Es un acto necesario antes del encuentro con el Señor en la liturgia de la Palabra y en la liturgia de la Eucaristía: es el gesto de Moisés que se quita las sandalias de los pies ante la zarza ardiente (cfr. Ex 3, 5), es la constatación hecha por el profeta lsaías de ser impuro delante de Dios (cfr. Is 6. 5). es la percepción de la santidad de Dios que viene. ante el cual exclamamos como Pedro: "aléjate de mi Señor, porque soy un hombre pecador" (Le 5,8). En este acto es importante que no diluyas tu responsabilidad personal en el "nosotros" pecadores. Debes desde ese momento sentirte pecador (tú lo expresas además en la primera persona del singular: "he pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión") reconociendo que tienes necesidad de volver a Dios y que tienes necesidad de su misericordia. Invoca con fe: "Kyrie. eleison!", esperando participar del cáliz de la sangre de la alianza derramada por nosotros y por la multitud en remisión de los pecados (cfr. Mt 26, 28). Cuando está previsto que se cante el antiguo himno llamado Gloria, en el momento de proclamar: "Cordero de Dios, tú que quitas el pecado del mundo" (cfr. Jn 1, 29), alaba a Dios porque él es verdaderamente Aquel que en su Hijo Jesucristo, se ha revelado como "Señor misericordioso. compasivo y lleno de amor" (cfr. Ex 34, 6) por medio de su acción que borró el pecado. Verdaderamente, gloria a Dios en lo más alto del cielo, 12

paz y reconciliación en la tierra a los hombres que él ama (cfr. Le 2, 14).

Oración Colecta Los ritos iniciales culminan en la colecta. dirigida al Señor Dios todopoderoso. por medio de Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo: la oración inicial o "colecta" con su concisión y brevedad típicas de la liturgia latina, te hará rezar de manera conforme a la loghike latreía (Rm 12, 1), al culto según el /ógos, según la Palabra de Dios. Las colectas son una fuente inagotable de oración y deberás memorizar algunas de ellas para tu oración personal y la de los fieles. Por mi parte las conozco y las rezo más a menudo en latín porque siento que su sobriedad y gravedad hacen de ellas auténticas oraciones, cumbres de la fe de la Iglesia, una verdadera /ex orandi, auténticas joyas. matrices de contemplación y de intercesión ... Recita la oración del día apropiándotela y trata. después de unos momentos de silencio. de pronunciarla sin utilizar un tono monótono. sin acelerar, haciendo que la asamblea pueda seguir tus palabras y unirse a esta oración. Comprenderá así que no se trata de una fórmula destinada a llenar un vacío. sino que es la oración de ese día, de ese domingo, de esa fiesta precisa, que ocupa un lugar particular en el curso del año litúrgico que vivimos espiritual y litúrgicamente.

La Liturgia de la Palabra Para la liturgia de la Palabra estás sentado escuchando con la mirada vuelta hacia el ambón, donde el lector proclama la Palabra. Como todos los participantes 13

en la Eucaristía, tú también escuchas, recibes. abres tu corazón a la Palabra. Pero en la asamblea eres también el que preside, el que la autentifica como una asamblea del Señor, porque tu ministerio es apostólico. Por esta razón subirás al ambón -junto con el altar, lugar esencial de la liturgia cristiana- para la proclamación del Evangelio y de la homilía. Antes de subir al ambón. vuelto hacia el altar y con una inclinación profunda pedirás al Señor que purifique tu corazón y tus labios, como lo hizo el profeta lsaías (cfr. Is 6, 7). Sí. serás siempre un hombre con labios impuros, pero el Señor realiza en ti lo que tú no puedes realizar por ti mismo: purifica tus labios y te da la autoridad y la misión de anunciar su Evangelio con parrhesía, franqueza y con dynamis, poder. Como la Palabra purifica (cfr. Jn 15, 3). mediante la lectura del Evangelio, también tú eres purificado, haciéndote digno de predicar, como lo confirma la breve invocación que pronuncias después de la lectura de manera secreta pero muy real, en tu corazón y en tu espíritu. Es aquí donde el ministerio de la Palabra llega a su cumbre, en la acción de la mayor epifanía de Dios que habla a su pueblo. Si rezaste la Palabra, si te hiciste "servidor de la Palabra" (cfr. Le 1, 2) no temas nada ... Más allá de lo que se ve, lo que proclamas con la fuerza del Espíritu Santo. que acompaña siempre la Palabra, es una manera de predisponer todo para que Dios abra el corazón de los fieles y puedan acoger la Palabra por tu intermedio. iTen confianza en la Palabra de Dios y en el Evangelio y no en tu palabra! Al proclamarla sé el primer auditor de la Palabra que proclamas, porque la Palabra de Dios está también dirigida a ti: también para , ti es "una espada de dos filos" (Hb 4. 12; cfr. Ap 1, 16) es Juez (cfr. Os 6, 5; Sof 3, 5) y misericordia (cfr. Sal 119, 77;

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Sb 9, 1), es "luz en el camino" (cfr. Sal 119, 105) y "una lámpara que brilla en un lugar oscuro" (2 Pe 1, 19). No olvides la advertencia: "Ex ore tuo te juidico" ("te juzgo por tus propias palabras". Le 19, 22).

El Silencio Deja lugar al silencio: la Palabra debe estar acompañada de silencio a fin de que sea posible interiorizarla, "rumiarla", conservarla, y grabarla en nuestro corazón como memoria Dei. Será un silencio habitado, un silencio elocuente, no un silencio lleno de movimientos de cuerpo. de cabeza, ojos, sino de alabanza y de paz (cfr. Sal 65, 2); se dice. lo sabes bien, hay silencios impacientes peores que el ruido ... No olvides jamás que la liturgia es también una pedagogía para cada cristiano. Y si bien algunas veces nos lamentamos por la superficialidad y el vacío en la vida espiritual de los fieles. deberíamos preguntarnos qué es lo que les hemos enseñado para provocar tal situación, en particular a partir de la liturgia: porque ella es el lugar más frecuentado por los fieles en el cual pueden encontrarse con la Palabra de Dios y donde su vida espiritual se alimenta en su fuente.

La Profesión de Fe En el domingo y en las fiestas. toda la asamblea pronuncia la profesión de fe, es decir, responde a la Palabra de Dios escuchada en las lecturas y en la homilía, y recuerda la regula fidei. la fe necesaria para celebrar la Eucaristía. El Credo es la confesión de la unidad de la fe 15

entre las diversas iglesias y a lo largo de las diferentes épocas: no hay sino una Iglesia nacida de la cruz y presente en la historia hasta la venida gloriosa del Señor que esperamos. Te dices también a ti mismo: "Creo". y tú crees la fe de la Iglesia, la fe recibida de los apóstoles. En el Credo, no lo olvides, están resumidas todas las Escrituras desde el Génesis al Apocalipsis. Es verdad que el Credo, sobre todo en la fórmula del Símbolo de NiceaConstantinopla, resulta difícil para los fieles, pero no por ello debe abandonarse esta fórmula: un cristiano adulto en la fe sabe proclamar el Credo siendo consciente de lo que confiesa y con convicción.

La Oración de los Fieles La oración de los fieles ha sido nuevamente introducida en la liturgia de la Eucaristía después de varios siglos de olvido: por ella. la función sacerdotal que corresponde al pueblo de Dios se ejerce a través de la intercesión al Señor por las necesidades de la Iglesia y del mundo entero. Tú la introduces, pero deja que los fieles la asuman con responsabilidad: es cierto que no es fácil realizarla, pero tú velarás para que sea verdaderamente una oración, que en su expresión se dirija a Dios. que sea alimentada por la Palabra escuchada y que tenga sobre el mundo una mirada según Dios. Se trata de una oración cuyo estilo puede fácilmente deteriorarse y que se presta fácilmente a abusos. tanto por emociones causadas por ideologías o por acontecimientos que involucran a la asamblea. Sé vigilante y no permitas que la oración de los fieles se convierta en una ocasión de protagonismo o que se emitan juicios que no corresponden 16

sino a Dios. Permanece como garante de la liturgia y haz de tal manera que las expresiones de los fieles sean conformes al misterio cristiano.

Presentación del Pan y del Vino Al terminar la Liturgia de la Palabra, subes al altar para la liturgia eucarística: en realidad se trata de una sola liturgia cuyas dos partes están intrínsecamente ligadas, presides un único acto de culto. Pero en esta segunda parte de la Misa. los gestos que debes realizar son más frecuentes: por tanto no olvides que ellos forman parte de la oración. Tu cuerpo, tu voz, tu mirada, tu postura, el ritmo de tus palabras, no deben jamás atraer la atención sobre ti, sino "ser signo" para la asamblea, orientándola siempre hacia el Señor Jesucristo y hacia su acción. Se trata de "hacer memoria", de celebrar una anámnesis del misterio pascual de la muerte y de la resurrección de Cristo que se realizó de una vez para siempre (ephápax: Hb 7, 27; 9, 12; 1O, 1O). Hacer memoria, recuérdalo, no significa imitar. ni reproducir la última cena, sino hacer presente sacramentalmente el acontecimiento de salvación que han sido la cruz y la resurrección: no se trata de mímesis sino de anámnesis. El altar está preparado, es la "mesa del Señor" (1 Co 1O, 21) sobre la cual se encuentran los dones, el pan y el vino necesarios para celebrar el memorial de nuestra salvación. Que la presentación de las ofrendas, los gestos con los cuales tomas entre tus manos el pan y el cáliz con el vino, impregnados de solemnidad, sean capaces de atraer la atención de los fieles. Presentas los dones al Señor, no a la asamblea; oras en ese momento dirigiéndote a Dios y no a la asamblea. Por eso elevas a 17

Dios la bendición: "Bendito seas Dios del universo, tú que nos das este pan(. .. ) tú que nos das este vino(. .. )". Son fruto de la tierra y elaborados por el trabajo del hombre. por la cultura: a través del pan y del vino es el mundo entero el que es presentado a Dios en la certeza de que estos dones provienen de Él, y de que será Él mismo quien, por el poder del Espíritu Santo. los transfigurará para convertirlos en alimento y bebida de vida eterna para ti y para todos. Y esto en vista de la transfiguración cósmica que será realizada por Dios al final de los tiempos. a la hora de la venida gloriosa del Señor. cuando todas las creaturas sean reunidas bajo un solo jefe. en Cristo (cfr. Ef 1. 1O). Pero mientras tanto, sobre la mesa del Señor. el pan de los hombres se convertirá en el pan de Dios. el pan de la tierra se convertirá en pan del cielo, el alimento terreno se convertirá en alimento de vida eterna.

Oración sobre las Ofrendas La presentación de los dones concluye con una oración (que llamamossuperob/ata) que introduce también la oración eucarística. Se trata de una breve oración. a menudo densa y rica de significado, por la cual pedimos a Dios que acoja nuestros dones y nos haga participar en los santos misterios que están a punto de celebrarse. Quisiera aquí recordarte que una de las tareas que te corresponde como presidente de la liturgia y predicador es la de relacionar el mensaje de las lecturas bíblicas con las distintas fórmulas eucológicas de la liturgia. Cuando esto sea oportuno no dudes en recurrir a las expresiones a menudo muy profundas de la oración colecta inicial, de la oración super oblata, o de la que sigue a la comunión (post comunión) para enriquecer tu homilía. La eucología 18

de la Misa, en efecto, puede convertirse así fuente de inspiración para el mensaje que entregas a la asamblea por medio de la homilía.

La Plegaria Eucarística Comienza entonces la plegaria eucarística, durante la cual debes implicar a toda la asamblea induciéndola a tomar conciencia de que dando gracias, por la Eucaristía, une su voz al coro de las creaturas del cielo y se asocia al canto de todas las creaturas terrestres (cfr. Plegaria Eucarística IV). Estas creaturas misteriosas, los ángeles y los santos, que expresan la oración de toda la creación, son pues nuestros compañeros litúrgicos: icon ellos cantamos que Dios es Santo pero que es siempre el Dios con nosotros! A ti te concierne invitar a la asamblea a orar, invitar a los fieles a elevar el corazón, a tomar conciencia que, en el altar. el cielo se abre y que en la celebración del misterio. se debe cantar todos juntos, con una sola voz, el himno de la gloria y de la santidad de Dios: "iSanto, Santo, Santo, Señor Dios del universo!. .. Bendito aquel que viene en nombre del Señor" (cfr. Is 6, 3; Me 11, 9). El Señor viene: por eso se requiere la atención, la vigilancia, la adoración. Si puedes, canta el prefacio, no lo recites de manera cansada. que tu voz. tu entonación, tu fuerza en la proclamación expresen tu convicción y sean una invitación para todos a tomar conciencia de que se encuentran delante de Dios. Sí, de ahora en adelante. sobre el altar, el cielo está abierto y resulta evidente que todo lo que celebramos -y que tú presides- se encuentra coram Domino (cfr. Plegaria Eucarística 11), en presencia del Señor, delante de aquel que viene y es bendito. La plegaria eucarística 19

es la oración de las oraciones, el "sacrificio de alabanza" (Hb 13, 15) por excelencia, la doxología de la loghiké latreía (cfr. Rm 12. 1). Permíteme decirte que ella es el lugar litúrgico por excelencia en el cual no participamos solamente en el misterio pascual que se realizó de una vez para siempre en la historia. sino que encontramos la hermenéutica de la realidad del hombre. de la creación, de la historia. Cada una de las cuatro principales plegarias eucarísticas es una extraordinaria celebración de la fe cristiana, una gloriosa profesión de fe. La plegaria eucarística es el corazón de la Misa. donde la Palabra se hace sacramento; es la acción de gracias dirigida a Dios; es el memorial de las palabras de Jesús yde los gestos que realizó sobre el pan yel vino, como anticipo, figura, signo, relato de su muerte y resurrección. Toda la vida de Cristo. desde antes de la fundación del mundo. hasta su encarnación. su vida terrena, su pasión. su muerte y resurrección. su ascensión, hasta su condición actual a la derecha del Padre como intercesor en nuestro favor (cfr. Rm 8, 34) y su venida en la gloria: todo esto es recapitulado para que podamos participar hoy de la vida de Cristo. iQué epifanía! Para mí, pobre creyente, es casi imposible sostenerla, asumirla ... Mientras proclamas la plegaria eucaristíca, debes mostrarte vigilante, más concentrado que nunca: atento al tono de tu voz; a los gestos que realizas y que demuestran tu temor reverencial; a la orientación de tu mirada primero hacia los santos, después hacia el cielo, y sobre todo hacia la cruz que debe erguirse, en alto y atraer tus ojos como también los de la asamblea. Presta atención a la epíclesis: que sea una verdadera invocación al Padre para que envíe el Espíritu Santo sobre las ofrendas y sobre la asamblea. El Espíritu Santo es quien santifica

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los dones, por su poder el pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre de Cristo así como la asamblea deviene también cuerpo de Cristo. Que tu modo de imponer las manos sobre el pan y el vino, que el gesto que realizas para trazar sobre ellos la señal de la cruz sean solemnes, mientras posas tu mirada contemplativa sobre el pan y en el cáliz. Que todo deje transparentar a los verdaderos sujetos de la liturgia: el Padre que envía su Espíritu de santificación, el Hijo que se hace presente por su cuerpo y su sangre. Otro momento al cual debes prestar particular cuidado es al del relato de la institución de la Eucaristía (cfr. Me 14, 22-24; 1 Co 11, 23-25). Tú relatas lo que Jesús hizo la víspera de su pasión, lo que realizó con plena libertad y por amor al Padre y a todos los hombres. Pon en evidencia los cuatro verbos de la acción del Señor: "El tomó ... , dio gracias ... , lo partió ... , y lo dio"; y al pronunciar estas palabras dichas por Jesús, no adoptes una actitud hierática, ni un tono de voz afectado, intimista, como si quisieras hablar en lugar de Jesús, como lo hace un actor que, en el teatro, toma el lugar del personaje que representa ... Se trata por el contrario de exousía, de adoración, de asombro. Tú proclamas el misterio de la fe frente a todos los que están adorando, anunciando la muerte, proclamando la resurrección, confesando la espera de la venida en la gloria del Señor Jesucristo. Toda la Iglesia participa del acontecimiento de la salvación del mundo, toda la Iglesia lo atestigua y adora, dirigiendo a Cristo estas palabras: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20, 28). Vigila para no acostumbrarte a la recitación de la plegaria eucarística: el acostumbramiento. en efecto, banaliza y apaga la atención. Que la doxología final, síntesis de la oración y de la vida cristiana, sea el sello de 21

la plegaria eucarística: Cristo es el camino para que todo sea una acción de gracias al Padre en la fuerza del Espíritu Santo. Declámala gozosamente, con fuerza y amor: y que el ':Amén" de la asamblea sea una firme adhesión a lo que se dijo y realizó en la liturgia. A propósito de la plegaria eucarística, quisiera también ponerte en guardia contra la tentación individualista, de hacer ese momento "secreto": no confundas lo arcano, que es necesario en la celebración, con la dimensión oculta, incomprensible, esotérica. Me atrevo por último a darte un consejo que muchos consideran cuestionable: da preferencia a las cuatro primeras plegarias eucarísticas y no descuides el Canon Romano con el pretexto de que es más largo y difícil que los otros. El venerable Canon de la Iglesia latina, atestiguado desde el siglo IV, expresa bien la fe inculturada en Occidente a lo largo de los siglos. No son los minutos complementarios los que cansan a la asamblea, sino más bien la negligencia, la banalidad de los gestos, la falta de convicción del que preside la liturgia.

El Padre Nuestro Y llegamos ahora a la invocación que dirigimos a Dios Padre tomando las palabras que Jesús nos enseñó: "Padre nuestro ... ". Dirige esta oración impidiendo que la asamblea la pronuncie apresuradamente, por partes. Sostenla con tu voz y aminorando el ritmo, si es necesario, de manera que aprendan a hacer coincidir el espíritu con la voz 2 • Mantén los ojos cerrados o dirige tu mirada hacia el cielo, evita mirar a la asamblea y, más aún, evita fijar tus ojos en los de una persona en particular. Todos deben 2. Regla de San Benito 19, 7.

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mirar hacia arriba, tal vez hasta teniendo las manos hacia lo alto (cfr. 1 Tm 2, 8) porque la postura del cuerpo y los gestos también deben expresar nuestra fe.

El saludo de la Paz Es una tradición propia de la Iglesia romana que prevé que después del Padre Nuestro y de la invocación de la unidad y de la paz para la Iglesia, por medio de una oración dirigida a Cristo, tenga lugar el intercambio de la paz entre los fieles, el "beso santo" (Rm 16, 16; 1 Co 16, 20; 2 Co 13, 12; 1 Tes 5, 26; cfr. 1Pe 5, 14), el abrazo entre los invitados al banquete divino. San Agustín lo atestigua: "(Después de haber recitado la oración del Señor) decimos: 'la paz esté con ustedes', y los cristianos se dan un santo beso" 3 . Como bien sabes, en otras liturgias occidentales y orientales, este signo se sitúa antes de la presentación de los dones. Pero el momento elegido para el intercambio de la paz expresa precisamente el hecho de que, en la liturgia romana, esta acción no constituye un gesto de amistad o de reconciliación, sino la participación en la paz que sólo Cristo puede dar, y por eso la paz que mana de Cristo presente en el altar. El intercambio de la paz es un acto extremadamente elocuente, pero expuesto también a graves desviaciones. Ciertamente debemos cumplirlo el domingo y los días de fiesta, pero debemos esperar de los fieles que no lo confundan con un simple abrazo o un saludo entre amigos, y que no lo degraden haciendo de el un gesto banal y vacío de convicción. Al hacerlo debemos mantener una cierta disciplina, un cierto orden para no perturbar el clima de espera necesario para la participación en el banquete. 3. Agustín de Hipona, Sermón 227, 65-66.

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Dar la paz de Cristo al hermano o a la hermana exige que seamos conscientes de prefigurar la unidad que sólo el Señor podrá darnos en su Reino. La paz de Cristo no puede intercambiarse en el alboroto, en el desorden, o peor aún en un clima de comunicación superficial. Vela pues, para que el signo expresado sea auténtico y no se reduzca a un saludo que puede intercambiarse fuera de la asamblea eucarística.

La fracción del Pan Cuando comienzas a proclamar que el pan que está sobre el altar es el cuerpo del Cordero de Dios y lo partes, no olvides que "la fracción del pan" es el nombre dado a la Eucaristía por los primeros cristianos (cfr. Le 24. 35; Hch 2. 42). Pártelo de tal manera que la asamblea vea tu gesto, pártelo con arte y solemnidad para que esta acción sea como un relato de la vida entregada por Jesús, de su cuerpo quebrado por nosotros: no se trata de una operación funcional, sino más bien de una narración en imágenes, de un gesto que exprese el sacrificio de Cristo en la cruz, una vida desgarrada y gastada por amor al Padre y a nosotros, los hombres, una vida en la que Jesús ha amado a los suyos "hasta el fin" (Jn 13, 1), hasta el extremo. Con la misma atención y la misma solemnidad, pon en el cáliz un trozo de pan: pronuncias en secreto las palabras que dan significado a esta acción; pero si realizas bien el gesto, sin hacerlo simplemente mecánico, también los fieles comprenderán su significado.

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La Comunión El pan y el vino, el cuerpo y la sangre de Cristo están destinados a ser el alimento y la bebida de todos los participantes en la liturgia. iQué maravilloso metabolismo: devenimos aquello que comemos, devenimos el cuerpo del Señor! La koinonía, la comunión que estamos llamados a vivir se realiza en la participación del pan y del vino eucarísticos. Es la communio sanctorum, la solidaridad de los pecadores perdonados por el Señor, y convertidos en su cuerpo, la Iglesia santa. Cuando comulgues, reza tomando las palabras prescriptas en el Misal: recuerdan que la Eucaristía es también un juicio (cfr. 1 Co 11, 27-32). Mientras sostienes el cuerpo de Cristo, "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", hazlo de manera que inspire a cada fiel el temor reverencial: cuando el fiel abra su boca o te presente su mano izquierda, deposita allí con delicadeza el cuerpo del Señor. Después de la comunión, deja un tiempo de silencio: silencio para ti y para la asamblea, silencio de adoración, silencio en el que todos deben ser conscientes de que son el cuerpo del Señor. Es el momento de preguntarnos con el apóstol: "lreconocemos a Cristo en nosotros, sí o no?" (cfr. 2 Co 13,5), y de percibir por los sentidos espirituales que la Eucaristía es fuente de comunión eclesial, que somos comunicantes in unum, que estamos en comunión en aquel que es Uno.

La Oración Post Comunión Después, mirando nuevamente hacia el altar, con toda la asamblea hacia la cual has descendido, reza la oración post comunión como una invocación dirigida al

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Señor para que la participación en el misterio transforme a cada uno según el cuerpo de Cristo, para que tu vida y la de los fieles se conformen a la Eucaristía recibida. Esta oración también es importante (como la oración colecta y como la que pronuncias sobre el pan y el vino): debe llevar a cada uno de los participantes en la Eucaristía a tomar conciencia de los efectos que el sacramento está llamado a producir en la vida cotidiana.

Bendición y Despedida Te recomiendo que en este momento de la celebración eucarística no hagas anuncios, ni des avisos o noticias. Si es realmente necesario decir algo, hazlo después de la bendición y antes de la despedida. Acostumbra así a la asamblea y te estará ciertamente agradecida. La liturgia eucarística comenzó por el signo de la cruz, y por el signo de la cruz termina. Pronuncia con autoridad las palabras de bendición que suben a Dios y la bendición que desciende de Dios a la asamblea, de manera que los fieles comprendan que la bendición que invocas y anuncias es también gracia, que viene del amor de Dios siempre gratuito y generoso. Que tu mano trace la señal de la cruz, acompañando con un gesto de autoridad las palabras que pronuncias, porque la bendición debe ser dada con exousía, por quien es pastor de la comunidad que le ha sido confiada por el Señor. Después de la bendición, al menos en las fiestas principales. baja, vé hasta la puerta de la iglesia, y si puedes, saluda a cada uno: el pastor conoce la voz de sus ovejas y las ovejas deben saber que el pastor tiene una palabra justa para cada una de ellas.

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Muy querido amigo, Recibe con benevolencia esta carta y sobrelleva la eventual falta de consistencia de lo que te he escrito. Quisiera. de todos modos, decirte que el Opus Dei, la liturgia. es lo que me permite decirme a mí mismo que no prefiero nada sino a Cristo4. y que la comunión eclesial no puede ser sino en Cristo. fuera del cual no hay comunión. Con humilde caridad. Enza

4. cfr. Regla de San Benito 4, 20.

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