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March 24, 2017 | Author: Aaron Yanes | Category: N/A
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COME CON CONCIENCIA Un análisis sobre la moralidad del consumo de animales Gary L. Francione Anna Charlton

Traducción: Joanna Porter Mariana C. González

EDITORIAL EXEMPLA

Copyright Título original: Eat Like You Care: An Examination of the Morality of Eating Animals ©2013 Gary L. Francione & Anna Charlton. Todos los derechos reservados Primera edición ISBN 13:978-1-4923865-1-3 ISBN 978-0-9896167-0-6 (ebook) Publicado por Editorial Exempla Edición en español ©2014 Gary L. Francione & Anna Charlton. “Exempla” es el plural de “exemplum,” o

una historia, la cual puede ser real o ficticia, utilizada para abordar un tema de relevancia moral. La literatura ejemplar es un género que fue popular en la literatura clásica, medieval y renacentista. Página web del libro Eat Like You Care www.EatLikeYouCare.com Página web del autor www.AbolitionistApproach.com Este libro tiene el propósito de proporcionar información precisa con respecto al tema en cuestión; sin embargo, en tiempos de cambios rápidos, no siempre es posible asegurar que toda la información proporcionada sea completamente exacta y

esté actualizada en todo momento. Por lo tanto, los autores y el editor no aceptan ninguna responsabilidad por inexactitudes u omisiones, y niegan específicamente cualquier responsabilidad, pérdida o riesgo, personal, profesional, u de otro tipo, en los cuales se pudiera incurrir como consecuencia, directa o indirecta, del uso y/o aplicación de cualquier contenido de este libro.

Dedicado a los aproximadamente 57 mil millones de animales terrestres y un billón de animales acuáticos que consumiremos en el próximo año. Tanto sufrimiento. Tanta muerte. Tan innecesario. Tan mal.

Tabla de Contenido Agradecimientos Introducción Dos cosas antes de empezar Todos somos Michael Vick: nuestra esquizofrenia moral ¿Te acuerdas de Michael Vick? El problema: todos somos Michael Vick Pagándole a otro para que haga el trabajo sucio No existe distinción moral entre la carne y otros productos animales ¿Te acuerdas de Mary Bale?

Más allá de los perros y gatos “Pero…” Las excusas que utilizamos y por qué no funcionan Pero… ¿De dónde obtienes tu proteína? Pero… ¿Obtendré suficiente hierro si no consumo carne? Pero… ¿Obtendré suficiente calcio si no consumo leche ni otros productos lácteos? Pero… ¿Obtendrán mis hijos suficiente yodo? Pero… Oí hablar de alguien que enfermó al dejar de comer productos animales. Pero… ¿No quiere Dios que comamos animales? Pero… ¿No es “natural” comer productos animales? Pero… ¿Qué pasaría si todos sólo consumiésemos alimentos de origen

vegetal? ¡No habría suficiente terreno para cultivar la comida! Pero… ¿Qué pasaría si estuviera en una isla desierta muriéndome de hambre? Pero… ¿Qué les pasaría a todos esos animales si no nos los comiéramos? Pero… Nosotros trajimos animales de consumo al mundo para comérnoslos; para eso están aquí. Pero… Los animales utilizados como alimento no sufren tanto como los perros utilizados en peleas. Pero… ¿Los animales sienten dolor de la misma manera que los humanos? Pero… ¿Los peces realmente sienten dolor? Pero… ¿No existen leyes que exigen el trato “humano” de los animales?

Pero… ¿Y si mejoramos el trato hacia los animales que comemos? Pero… ¿Y si tratamos a los animales de consumo tal como tratamos a nuestras mascotas? Pero… ¿No tenemos que resolver primero cuestiones de derechos humanos? Pero… ¿Y Hitler? Él era vegetariano. Pero… ¿Y las plantas? Pero… Consumir productos animales es una tradición. Pero… Estamos en la cima de la cadena alimenticia. Pero… Yo conozco personas que llevan una dieta vegana y sermonean (o son hipócritas). Pero… ¿No es lo que como una cuestión de mi elección?

Pero… Estoy ocupado/a e ir rápido a comer una hamburguesa es simplemente más conveniente. Pero… Los animales comen otros animales. Pero… Jamás podría dejar de comer [mi comida favorita]. Pero… Mi familia y mis amigos se molestarían si dejase de consumir productos animales. Pero… Mi pareja no quiere hacerlo aun cuando yo sí quiero. Pero… ¿No es difícil y caro llevar una dieta vegana? Pero… Soy demasiado viejo para cambiar. Pero… Soy demasiado joven para cambiar. Pero… ¿Qué pasa si no puedo dejar de comer todos los productos animales inmediatamente?

Pero… ¿No es un buen primer paso comer alimentos de origen animal que hayan sido producidos más “humanamente”? Pero… ¿No es un buen primer paso volverse vegetariano/a? Pero… Si acepto que no puedo continuar comiendo carne ni otros productos animales, ¿eso me compromete a rechazar todo uso animal sin importar el propósito? Conclusión Lecturas recomendadas Acerca de los autores Notas al final

Agradecimientos Quiero agradecer enormemente a Sarah K. Woodcock por su excelente asistencia en la edición y producción de este libro. Sus contribuciones fueron de gran importancia y su dedicación a este proyecto fue firme de principio a fin. Agradezco también a Aruna López y Melissa Resnick su asistencia y sugerencias en la edición.

Introducción El número de animales utilizado para producir alimentos es abrumador. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, los seres humanos matan anualmente más de 57 mil millones de animales para producir comida. Esta cifra no incluye el número de peces y demás animales acuáticos que consumimos. Este número se estima que sea como mínimo otro billón. Un billón es un millón de millones. Es una cantidad de sufrimiento y muerte increíblemente impactante. Si eres como la mayoría de las personas, te gustan los animales. De hecho, tal vez piensas que eres un amante de los animales. Pero probablemente también comas carne, lácteos,

huevos y otros productos animales. Has pensado al respecto y esto te ha preocupado. Sospechas que el proceso de criar y matar animales es bastante brutal y no estás seguro de cómo deberías responder ante esto. La mayoría de nosotros, cuando éramos niños, nos horrorizamos al saber que estábamos comiendo animales—seres a quienes, al menos en un sentido abstracto, amábamos. Para reconfortarnos, nuestros padres nos contaron alguna historia u otra, como por ejemplo que Dios quería que comiéramos animales o que nos pondríamos débiles y nos enfermaríamos si no consumíamos productos animales, así que nos acostumbramos tranquilamente a comérnoslos. Conforme fuimos creciendo, mantuvimos nuestra pasividad moral respecto a este asunto, convenciéndonos a nosotros mismos de

muchas de las excusas que se exploran a lo largo de este libro. La prevalencia de estas excusas, junto con el hecho de que realmente no nos satisfacen, establece claramente que sabemos que algo no está bien aquí. Pero ahora existe un movimiento encargado de apaciguar nuestras preocupaciones ofreciéndonos productos provenientes de animales “criados en libertad” o “sin jaulas,” y todo un rango de productos de animales “felices.” ¿Es esta la respuesta? ¿Es la respuesta continuar consumiendo productos animales que son supuestamente producidos de forma “humana”? ¿O nuestra reacción de niños hacia toda esta iniciativa es la correcta? ¿Deberíamos dejar de consumir productos animales por completo? ¿Qué hay que pensar sobre la cuestión de consumir productos animales? Todo es tan desconcertante.

El propósito de este libro es tratar de hacer que este asunto sea menos desconcertante. Vamos a defender una simple proposición: Si los animales importan moralmente en lo más mínimo, no podemos consumirlos a ellos ni productos fabricados con ellos y estamos comprometidos a adoptar una dieta vegana, o una dieta basada en vegetales, frutas, cereales, legumbres, frutos secos y semillas, excluyendo todo tipo de carnes, pescado, leche, queso, otros productos lácteos y huevos. No vamos a presentar un argumento general sobre derechos de animales. No vamos a defender la noción de que los animales y los humanos tienen igual valor moral. Nos vamos a enfocar en dos principios que

tú y todos los demás ya aceptan y esperamos demostrar que, basándonos simple y únicamente en estos dos principios, no podemos justificar el consumo de productos animales. Estos principios nos comprometen a una dieta vegana. Estos principios, los cuales son intuiciones morales ampliamente compartidas y constituyen nuestra sabiduría convencional sobre ética animal, se describen a continuación: El primer principio es que tenemos la obligación moral de no imponer sufrimiento innecesario a los animales. Esto es algo que nadie duda. Podríamos, por supuesto, llevar a cabo una discusión larga e interesante sobre qué significa la “necesidad” y sobre cuándo el

sufrimiento o daño es necesario. Pero determinar el significado de necesidad como una cuestión absoluta no es necesario para nuestros propósitos. Lo único que es necesario es que todos estemos de acuerdo en lo que no es necesario: todos estamos de acuerdo en que no es necesario infligir sufrimiento a animales por motivos de placer, entretenimiento o conveniencia. Así que, aunque podríamos estar en desacuerdo con respecto a si ciertos casos particulares de sufrimiento animal son necesarios, todos estaríamos de acuerdo que el sufrimiento impuesto a animales sólo porque nos brinda placer, o porque nos resulta divertido o conveniente, no es necesario. El segundo principio es que si bien los animales importan moralmente, los humanos

importan más. Algunos piensan que los humanos importan más ya que fueron creados a imagen de Dios y tienen alma. Otros no creen en Dios en absoluto, pero aún así piensan que los humanos importan más en general o porque tienen ciertas habilidades—pueden escribir sinfonías o poesía, pintar cuadros, o diseñar edificios o bombas. En realidad no importa por qué la mayoría de nosotros creemos que los humanos importan más y no importa si esta idea puede ser defendida. Aunque nosotros pensamos que hay razones de peso para cuestionar y rechazar esta noción—y lo hemos hecho en otros escritos planteando y defendiendo una teoría amplia sobre los derechos de animales—vamos a asumir, dados los propósitos actuales, que es verdad.

Un corolario de este segundo principio es que si hay un conflicto donde se necesite decidir entre un humano y un no humano, debemos favorecer los intereses del humano. Por ejemplo, si nos encontramos en un bote salvavidas con otro humano y un perro, y nos enfrentamos a una emergencia que nos obliga a arrojar a uno de ellos por la borda, el perro pierde. El perro importa pero el humano importa más. Nosotros propondríamos que prácticamente nadie estaría en desacuerdo con estos dos principios ni dudaría que son intuiciones morales ampliamente compartidas. Sí, hay algunas personas que no tienen preocupación moral por los animales. Pero, ¿qué importa? Hay algunas personas que no tienen preocupación moral por otros humanos. Al igual que este hecho no niega nuestra preocupación moral por otros humanos, el

hecho de que algunas personas no tengan preocupación moral por los animales no niega el hecho de que la mayoría de las personas sí la tienen; y aquellos que no tienen esa preocupación representan el punto de vista de una minoría. Casi todos consideran que los animales tienen algún valor moral y no los consideran meramente como cosas. Así que vamos a recapitular. Nosotros mantenemos que nuestra sabiduría convencional respecto a los animales es la siguiente: 1. Tenemos la obligación moral de no imponer sufrimiento innecesario a los animales; el sufrimiento impuesto por mero placer, entretenimiento, o conveniencia es, por definición, innecesario. 2. Los animales tienen cierto valor moral pero los humanos importan más que los no

humanos; en una situación de conflicto entre un humano y un animal, el animal pierde. No vamos a cuestionar estas intuiciones morales ampliamente compartidas. Las dejaremos en su lugar y te demostraremos que si tú estás de acuerdo con ellas, estas te compelan a dejar de consumir productos animales sin ni siquiera pensar en los derechos animales, y mucho menos aceptar esa noción. En suma, esperamos persuadirte de que lo que tú ya crees te compromete a una dieta basada exclusivamente en plantas—o vegana.

Dos cosas antes de empezar En primer lugar, si actualmente consumes productos animales, puede que te sientas como si te estuviéramos atacando. No estamos haciendo eso y no queremos que te sientas como si así fuera. Consumir productos animales ha sido considerado normal por la mayoría de nosotros durante toda nuestra vida. Todos tenemos buenos recuerdos de la familia y amigos durante las celebraciones tradicionales y en otras ocasiones especiales, y siempre se servían comidas de varios tipos que contenían animales. El propósito de este libro no es condenarte. No se trata de juzgar. Más bien, se trata de ayudarte a pensar claramente sobre algo que tú

consideras una cuestión moral que te ha estado inquietando. En la medida en que algo de lo que decimos pueda provocarte o molestarte, te pedimos que por favor dejes a un lado esa reacción para que puedas ver si crees que lo que estamos diciendo tiene sentido. En segundo lugar, para que este libro sea ameno en términos tanto de estilo como de extensión, hemos evitado las largas exposiciones que encontramos en los ensayos académicos tradicionales. Tampoco hemos incluido muchas notas al pie de página. Pero las aseveraciones factuales que normalmente tendrían citas no son, en su mayor parte, controvertidas y pueden ser verificadas fácilmente.

Todos somos Michael Vick: nuestra esquizofrenia moral

¿Te acuerdas de Michael Vick? ¿Te acuerdas de toda la conmoción alrededor del jugador de fútbol americano Michael Vick, quien era entonces mariscal de campo de los Halcones de Atlanta, y su participación en una operación de peleas de perros en una propiedad que le pertenecía en Virginia? Por supuesto que te acuerdas. El caso tuvo una cobertura mediática incesante durante semanas cuando salió a la luz por primera vez en 2007 y una vez más cuando Vick salió de prisión en 2009 y firmó contrato con las Águilas de Filadelfia. Vick financió, participó en, y se benefició de las peleas de perros. No sólo estaba involucrado en las peleas de perros, sino que él mismo mató personalmente a varios perros que no se comportaban como él quería.

La gente no sólo estaba molesta; estaba furiosa con Vick y muchos aún lo están. Hay fanáticos de fútbol americano—fanáticos de las Águilas—que ahora boicotean a las Águilas debido a Vick. Él sigue disculpándose pero la gente simplemente no le quiere perdonar. Y aún continúa apareciendo en las noticias. ¿Por qué es nuestra reacción hacia Vick tan fuerte? ¿Será porque los perros tienen derechos y no podemos hacer que los perros sufran por ninguna razón? No, no es por eso. Puede que no nos guste la idea de que algún perro sufra pero podrían darse las circunstancias en las cuales tendríamos una buena razón para hacerle daño a un perro. Por ejemplo, si vas caminando por la calle ocupándote de tus asuntos y un perro te ataca, puede que estés en una situación en la

cual debas hacerle daño al perro en defensa propia. Posiblemente estarías a favor de utilizar perros en experimentos biomédicos si pensaras que eso pudiera resultar en la cura de alguna enfermedad. La clave de por qué estábamos y aún estamos muy enojados con Vick se halla en las palabras “una buena razón.” Vick cometió un acto barbárico; les causó sufrimiento y muerte a perros con el único motivo de que disfrutaba de ello; a él le daba placer ver a los perros pelear y participar en esta actividad. Y nadie aceptaría el gozo que Vick tenía por las peleas de perros como una buena razón que pudiera servir para justificar lo que hizo. ¿Por qué no? Otra vez, la respuesta es simple. Todos aceptamos que está mal infligir

sufrimiento o daño innecesario a animales. Podríamos estar en desacuerdo con respecto a si la necesidad existe o no en una situación determinada. Quizá pienses que la posibilidad de obtener cierta información derivada de un experimento biomédico doloroso que utiliza un perro es justificado; otros (y nosotros nos incluimos aquí) estarían en desacuerdo. Pero la inmensa mayoría de nosotros estaría de acuerdo que el gozo o el placer no puede constituir una necesidad ni servir como una buena razón para infligir sufrimiento a los perros. Considera un ejemplo del contexto humano. Si una persona dijera que ella cree que estaría mal moralmente hablando el infligir sufrimiento innecesario a niños pero que pegarles a niños por placer sería moralmente aceptable, estaríamos comprensiblemente confundidos. Dejando de lado si creemos o no

que imponer sufrimiento en niños es siquiera una buena idea, si el disfrute puede ser una buena razón para pegarles a los niños, entonces no existe una mala razón para pegarles a niños. Toda razón es una buena razón para pegarles a los niños; todo el sufrimiento impuesto a los niños por palizas es, por definición, necesario. Si el placer o el disfrute pueden justificar imponer sufrimiento a niños, entonces el principio de que está mal infligir sufrimiento innecesario a niños no tendría ningún sentido. El mismo análisis se podría aplicar si habláramos sobre alguien que le pega a un perro en lugar de pegarle a un niño. Nadie estaría en desacuerdo que golpear a un perro por placer está mal aun si creyeran, por ejemplo, que sería aceptable pegarle a un perro que orinó en la alfombra. Y esta es precisamente la razón por la cual todos objetamos lo que hizo Michael Vick; él no

tenía una buena razón para hacer lo que hizo. Así, el asunto de Vick implica las dos intuiciones morales que discutimos previamente. Vick impuso sufrimiento a animales y no tenía una razón suficiente. Y, si bien no creemos que los perros importan moralmente de la misma manera en la que importan los humanos—muchos de nosotros, por ejemplo, “sacrificaríamos” a un perro para encontrar la cura de alguna enfermedad—no existe ningún conflicto entre humanos y animales que nos requiriera “sacrificar” los intereses de los perros. El único “conflicto” que Vick tenía involucraba su deseo de utilizarlos para su propio placer, lo cual era inconsistente con el bienestar de los perros. Y ese no es el tipo de conflicto que importa. El sufrimiento que Vick impuso fue completamente innecesario.

El problema: todos somos Michael Vick El problema es que comer animales y productos animales no es, en materia de análisis moral, diferente a las peleas de perros. Matamos y comemos más de 57 mil millones de animales al año, sin contar peces y otros animales acuáticos, los cuales representan probablemente al menos otro billón. Un billón es un millón de millones. Así que cada año somos responsables de un número impactante de muertes. Nadie duda que utilizar animales para producir alimentos causa un sufrimiento significativo bajo las mejores de las circunstancias y, como algo necesario en la matanza de los animales. Aunque muchos de nosotros creemos que la industria láctea y de

huevos no involucra la matanza de animales, esto es, como veremos más adelante en más detalle, incorrecto. Ahora apliquemos el análisis sobre el cual todos estuvimos de acuerdo que era no controvertido al uso de animales como comida: ¿tenemos una buena razón? ¿Hay alguna necesidad de por medio? La respuesta corta: no. ¡Pero espera! ¿No tenemos que comer animales y productos animales para estar sanos? No. Nadie sostiene que sea necesario desde un punto de vista médico comer productos animales. La extremadamente conservadora Academia de Nutrición y Dietética, anteriormente llamada Asociación Dietética

Americana, ha establecido que: “La postura de La Asociación Dietética Americana es que las dietas vegetarianas planeadas apropiadamente, incluyendo las dietas totalmente vegetarianas o veganas, son saludables, adecuadas nutricionalmente y pueden proveer beneficios de salud en la prevención y tratamiento de ciertas enfermedades. Las dietas vegetarianas bien planeadas son apropiadas para los individuos durante todas las etapas del ciclo de la vida, incluyendo embarazo, lactancia, infancia, niñez y adolescencia, y [1] para los atletas.” Y los médicos convencionales están indicando, con creciente frecuencia, que los productos animales son en realidad perjudiciales para la salud humana.

Podríamos embarcarnos en una larga discusión sobre los muchos estudios que demuestran que los productos animales están dañando nuestra salud, pero no necesitamos hacer eso porque, estés o no de acuerdo en que consumir productos animales es perjudicial, definitivamente no hay argumento que diga que los productos animales son necesarios para una salud óptima. Esto es, aun si no creemos que estaremos más sanos si tenemos una alimentación vegana sensata, no podemos creer razonablemente que estaremos menos sanos. Existe también un consenso general en cuanto a que la agricultura animal es un desastre ecológico. Aunque las estimaciones varían, no cabe duda de que los productos animales representan un uso ineficiente de la proteína vegetal en el sentido que los animales tienen que consumir muchas libras de cereal o forraje para producir una libra de carne. Por

ejemplo, según los profesores David Pimentel y Marcia Pimentel de la Universidad de [2] Cornell, se necesitan 13 kilogramos (un kilogramo equivale a 2,2 libras) [N. del T.: versión original en inglés utiliza el punto decimal – ej. 2.2 libras] de cereal y 30 kilogramos de forraje para producir un kilogramo de carne de res; 21 kilogramos de cereal y 30 kilogramos de forraje para producir un kilogramo de cordero; 5,9 kilogramos de cereal para producir un kilogramo de cerdo; 3,8 kilogramos de cereal para producir un kilogramo de pavo; 2,3 kilogramos de cereal para producir un kilogramo de pollo, y 11 kilogramos de cereal para producir un kilogramo de huevos. El ganado en Estados Unidos consume 7 veces más cereal que el que consume toda la población humana de EE.UU., y el cereal que se le da de comer al ganado podría alimentar a 840 millones de seres

humanos que tuvieran una dieta a base de plantas. El estudio Pimentel afirma que un kilogramo de proteína animal requiere 100 veces más agua que 1 kilogramo de proteína de [3] cereal. De acuerdo a otro estudio, un kilogramo de res requiere 15.415 litros de agua [N. del T.: versión original en inglés utiliza la coma – ej. 15,415 litros] (un galón equivale a 3,78 litros); la carne de oveja (cordero y carnero) 10.412 litros; la de cerdo 5.988 litros; y la de pollo 4.325 litros. Un kilogramo de manzanas requiere 822 litros de agua; los plátanos 790 litros; los repollos 237 litros; los tomates 214 litros; las patatas 287 litros; y el arroz 2.497 litros. La mayoría de las estimaciones varían entre 1.000 y 2.000 galones de agua necesarios para producir un galón de leche.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura afirma que la agricultura animal contribuye más al aumento de los gases de efecto invernadero a la atmósfera, los cuales están directamente vinculados con el calentamiento global, que la quema de combustibles fósiles generada por el [4] transporte. De acuerdo con el Instituto Worldwatch, la agricultura animal produce aproximadamente 51% del total mundial de emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la actividad humana. Asimismo, una cantidad significativa de energía fósil se necesita para producir un producto de origen animal. La aportación media de energía fósil para todas las fuentes de proteína animal es 25 kcal de aportación de energía fósil por 1 kcal de proteína animal producida, la cual es más de 11 veces mayor que para la producción de [5] proteína procedente de cereales.

Las técnicas modernas de la agricultura animal intensiva, conocidas como “granjas industriales,” han evolucionado para producir un gran número de animales para el comercio a una velocidad mayor, con un menor costo, y utilizando mucho menos suelo. Esto, por supuesto, no toma en cuenta la tierra que debe ser utilizada para cultivar el cereal y la soja que se le debe dar de comer a estos animales, de modo que las granjas industriales representan cualquier cosa menos el uso eficiente de la tierra. Un acre de suelo puede proporcionar comida para mucha más gente que consume una dieta vegana que para aquellos que consumen productos animales. Mientras estas prácticas producen comida más barata, las granjas industriales—u operaciones concentradas de alimentación de animales (CAFOs, por sus siglas en inglés), como la Agencia de Protección Ambiental de

los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) se refiere a estas—tienen serias implicaciones ambientales. Por ejemplo, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos reporta que 1,37 mil millones de toneladas de excremento animal se producen anualmente en los Estados Unidos (130 veces mayor que la cantidad de excremento humano producido en este país). Las cantidades en exceso de nitrógeno encontradas en este estiércol pueden convertirse fácilmente en nitratos, los cuales, de acuerdo a la EPA, contaminan el agua potable de aproximadamente 4,5 millones de personas. Cuando existen nitratos en las aguas subterráneas, estos pueden ser fatales para los [6] bebés. La escorrentía en el agua y el suelo proveniente de granjas industriales es también responsable de la polución de aguas

subterráneas y la diseminación generalizada de hormonas. Rutinariamente se le agregan antibióticos al alimento y al agua de aves, ganado, y cerdos para promover el crecimiento y prevenir infecciones causadas por el confinamiento insalubre e intensivo; aproximadamente 80% de los antibióticos que se producen son administrados a los animales [7] de consumo. El uso de antibióticos en la agricultura animal y su resultante diseminación pueden contribuir a la resistencia a antibióticos en los seres humanos. La agricultura animal es también responsable por la contaminación de aguas, deforestación, erosión del suelo, y toda una clase de tristes consecuencias medioambientales. De nuevo, puedes cuestionar algunos de los detalles, pero nadie puede mantener de forma creíble que la agricultura animal no es un neto negativo en lo

que se refiere al medio ambiente. Así que, al final, ¿cuál es la mejor justificación que tenemos para imponer sufrimiento y muerte a 57 mil millones de animales terrestres y al menos un billón de animales acuáticos, los cuales no necesitamos consumir por propósitos nutricionales y cuyo resultado es una devastación ecológica? La comida de origen animal sabe bien. Disfrutamos el sabor de la carne animal y de productos animales. Comer alimentos de origen animal nos resulta conveniente. Es un hábito. Entonces, ¿en qué manera exactamente es nuestro consumo de productos animales diferente de la peleas de perros de Michael Vick?

La respuesta: no lo es. No tenemos mayor conflicto con los animales que queremos comer o cuyos productos queremos comer, que el conflicto que Michael Vick tenía con los animales que quería usar en peleas. A Vick le gustaba andar por ahí sentado alrededor de un ring, viendo a los animales pelear. Al resto de nosotros nos gusta andar por ahí sentados alrededor de una parrilla asando los cadáveres de animales quienes han sido tratados igual de mal, si no peor que los perros de Vick. No hay ninguna diferencia entre el placer que obtenemos de las peleas de perros y el placer del paladar que obtenemos al comer productos animales. En ambos casos, existe un gran sufrimiento. En ambos casos, no hay necesidad.

Todos somos Michael Vick.

Pagándole a otro para que haga el trabajo sucio Podrías, a esta altura, estar indignado y estar pensando, o incluso estar diciendo en voz alta, “¡Claro que hay una diferencia! Vick participó directamente en las peleas de perros y disfrutó del sufrimiento. Yo sólo compro productos animales en la tienda.” Por supuesto que disfrutamos los resultados del sufrimiento y muerte de animales pero, a diferencia de Vick, nosotros no disfrutamos del proceso mismo del sufrimiento y muerte. Aunque eso pudiera ser cierto, es irrelevante desde un punto de vista moral. Como cualquier estudiante de primer año de derecho te dirá, el derecho penal es claro en cuanto a que no importa si tú aprietas el gatillo o si contratas a alguien más para que apriete el

gatillo. Es asesinato en ambos casos. Puede ser cierto que la persona que aprieta el gatillo, clava el cuchillo o da el hachazo es una persona menos “agradable” en algún sentido que la que sólo paga un honorario. Después de todo, se necesita un cierto tipo de persona para realizar el acto físico de asesinar a otra. La persona que en efecto comete el acto puede que sea un sádico que disfruta viendo a otros humanos sufrir. Pero aun así sigue siendo asesinato tanto para la persona que comete el acto y disfruta sádicamente el hacerlo, como para la persona que paga por el homicidio. Los tratamos igual legalmente porque, desde un punto de vista moral, los dos son iguales. De manera similar, la persona que disfruta matando animales o viendo cómo se matan entre sí puede ser una persona más brutal que aquella que le paga a otro para que mate. Así que pudiera haber una diferencia psicológica

entre la persona que le paga a otra para matar y la persona que mata, pero en lo que respecta a culpabilidad moral, no existe ninguna diferencia. ¿La manera en como juzgas a Vick tendría alguna diferencia si hubiese financiado la operación de peleas de perros pero nunca hubiese asistido a ellas personalmente? El hecho de que Vick disfrutaba viendo las peleas de perros y aparentemente participaba directamente en la matanza de perros lo hace una persona más despiadada, pero eso es una cuestión psicológica y no tiene relación con su culpabilidad moral. No hay ninguna diferencia entre la persona X, que mata al perro, y la persona Y, que le dice a X “mata al perro pero espera a que me vaya porque soy muy sensible.” El hecho de que le paguemos a otros para que cause el sufrimiento y la muerte a animales

no nos saca del lío moral. Hay algunas personas que dicen que la diferencia entre Vick y aquellos que sólo consumen productos animales es que estos últimos no son conscientes realmente sobre el sufrimiento que los productos animales conllevan. Nos cuesta mucho aceptar esta postura. Después de todo, nadie mayor de cuatro años de edad piensa que la carne crece en los árboles. Aun si no conoces el proceso exacto que involucra y no conoces todas las cosas horribles que le suceden a los animales, sabes que a los animales hay que matarlos para obtener carne y nadie piensa que un matadero es algo más que un lugar de terror. Muchos de nosotros hemos visto videos o fotografías o hemos leído descripciones escritas sobre los horrores involucrados en la

producción de carne, lácteos y huevos. Y la respuesta es generalmente mirar hacia otro lado con una respuesta tal como, “No, no me enseñes eso; me quitarás el apetito.” La conclusión es clara: todos sabemos que nuestra carne involucra sufrimiento y muerte. Nadie duda eso. Entonces, no es ni siquiera que aquellos que consumen animales no saben sobre el sufrimiento. Por supuesto que lo saben. Sí, hay una diferencia psicológica entre Michael Vick y alguien que sólo consume productos animales y que nunca mataría a un animal ella misma, pero eso es una diferencia psicológica, no moral. De acuerdo a todo lo que se sabe, Vick trataba a sus perros de una manera atroz. No cabe duda que muchos de ellos sufrieron bastante. Pero sinceramente, los animales cuyos cuerpos muchos de nosotros comeremos esta noche durante la cena

sufrieron en igual medida, o mucho más aún. Asimismo, mucha gente que consume carne se opone a la caza. Cuando les preguntamos por qué se oponen dado que consumen carne, lácteos, huevos, etc., con frecuencia responden “Porque hay algo peor en matar al animal uno mismo. Yo nunca podría mirar a un animal y simplemente dispararle con un arma o una flecha.” Una vez más, esa respuesta identifica un hecho psicológico; pero nada que sea relevante moralmente. De hecho, el animal que se cría y se mata para hacer una hamburguesa probablemente tuvo, en balance, una vida muchísimo peor que el animal al que mata el cazador. Por eso, aunque matar el animal en ambas situaciones no es necesario, si hubiera alguna diferencia entre estas dos situaciones, sería que la primera es en realidad peor porque involucra más sufrimiento.

No existe distinción moral entre la carne y otros productos animales Algunos probablemente están pensando que están de acuerdo con nosotros con respecto al problema de la carne. Eres, o te inclinas, a ser vegetariano. Pero, te preguntas “¿Qué hay de malo con los lácteos (leche, queso, helado, yogur, etc.) o los huevos? No matan a los animales para hacer estos productos.” La respuesta corta: esa es una idea equivocada muy común. Pero es errónea. Los animales utilizados para producir lácteos y huevos sí sufren, y a todos los matan tal y como matan a los animales utilizados sólo para la carne. La mayoría de los animales utilizados para producir lácteos y huevos son, como los animales utilizados exclusivamente para la carne, mantenidos en un confinamiento

intensivo y bajo las condiciones de cualquier forma horrendas de las granjas industriales. La industria láctea moderna de Estados Unidos utiliza principalmente la técnica dry-lot o de lote seco. Estas instalaciones son similares a los feedlots o unidades de engorde de res, donde a las vacas utilizadas para la carne las engordan, y a las vacas lecheras las mantienen paradas o acostadas sobre su propio estiércol dentro de corrales insalubres. Contrario a la creencia popular, las vacas no producen leche “automáticamente” y no consideran que sea un gran favor que las ordeñemos. Tienen que estar preñadas primero. Son inseminadas artificialmente y a la fuerza cada año para que estén continuamente produciendo leche. Si tomamos leche de vaca, entonces los bebés para quienes esta fue concebida no la están tomando. Los terneros recién nacidos son arrebatados de sus madres

poco después—a veces inmediatamente y con frecuencia, como mucho, un día o dos después de nacer—y nadie disputa seriamente que esto cause angustia a la mamá y al bebé por igual. Muchas de las terneras se convertirán en vacas lecheras (se les alimenta con fórmula para que así no tomen la leche); el resto de las hembras, y todos los machos, se convertirán en animales “para carne,” con algunos siendo criados en condiciones de confinamiento (jaula) y degollados después de unos seis meses para ser vendidos como carne de ternera. Todas las vacas, ya sean criadas para producir carne o leche, terminarán en el matadero. Las vacas lecheras, quienes pueden vivir hasta 25 años, son degolladas normalmente después de cuatro o cinco años cuando su productividad comienza a declinar. Como resultado de los métodos actuales en la producción láctea (la dieta, el alojamiento),

las vacas lecheras sufren de cojera, mastitis (una inflamación dolorosa de la ubre), problemas de reproducción, y diarrea severa viral y bacteriana. Con frecuencia se les dan medicamentos para hacer que produzcan más leche. Todo el ganado lechero termina su vida en los mismos mataderos miserables donde termina el ganado para la producción de carne, y muchas de las vacas lecheras están demasiado enfermas para poder caminar al matadero y son, por lo tanto, arrastradas. Además, el ganado lechero es mutilado; les cortan los cuernos y les amputan, o cortan, sus colas, sin anestesia para controlar el dolor. La amputación de la cola es una práctica estándar. En cuanto a la industria del huevo, después de salir del cascarón, los pollitos son separados entre machos y hembras. Debido a que los pollitos machos no podrán producir huevos y, debido a que las gallinas ponedoras

son de una raza ponedora específica que no es apropiada para ser animal “para carne,” sólo en Estados Unidos matan a más de 100 millones de pollitos machos cada año, arrojándolos vivos a máquinas trituradoras, sofocándolos en bolsas de basura, o gaseándolos. Las gallinas ponedoras son confinadas en pequeñas jaulas en batería donde tienen, en promedio, 67 pulgadas cuadradas o 400 centímetros cuadrados de espacio, aproximadamente el tamaño de una sola hoja de papel tamaño carta, para vivir ahí toda su vida. La mayoría de las gallinas ponedoras son sometidas a la muda forzada, donde las aves no reciben alimento por un período de tiempo, ocasionando que pierdan sus plumas y forzando que sus procesos reproductivos se rejuvenezcan; y las someten a la amputación del pico para que no se hagan daño entre ellas. Aquellas gallinas que no son confinadas en jaulas en batería son criadas en circunstancias “libres de jaula” o “en libertad,”

que aún así resulta en un sufrimiento horrible. Y a todas las gallinas ponedoras las matan una vez que su capacidad para producir huevos decae, normalmente después de uno o dos ciclos de puesta. Entonces, si todo lo que comes son huevos, aún sigues siendo directamente responsable del sufrimiento y la muerte de muchas gallinas. Conclusión: hay tanto sufrimiento en un vaso de leche o en un huevo como en un bistec.

¿Te acuerdas de Mary Bale? Ejemplos como el de Michael Vick abundan. Vamos a centrarnos por un momento en Mary Bale, de Coventry, en el Reino Unido, quien arrojó a un gato a un contenedor de basura donde el desafortunado animal estuvo atrapado durante aproximadamente 15 horas antes de ser liberado. El acto desalmado fue grabado en video y difundido por Internet. El resultado fue, como en el caso de Vick, no un mero enojo; fue un enfurecimiento. Bajo una fotografía con una leyenda que declaraba que Mary Bale “se ha enfrentado con un vilipendio desde haber sido captada en cámara CCTV poniendo a un gato dentro de un contenedor de basura con ruedas,” un informativo describió la reacción pública de

esta manera: La “mujer del gato en el contenedor” de Coventry fue denigrada a lo largo del mundo, recibiendo llamadas telefónicas ofensivas y amenazas de muerte desde tan lejos como Australia, después de lo que ella describió como “una fracción de segundo de mal juicio”—el cual fue grabado en CCTV y subido a YouTube. Miles de personas firmaron páginas de Facebook declarando que Mary Bale es “peor que Hitler” y haciendo un llamado a “la pena de muerte para Mary Bale” mientras ella atraía titulares de periódicos que hacían juegos de palabras en inglés referentes al gato. Bale fue llevada a juicio por la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad Animal (RSPCA, por sus siglas en inglés) por

causarle “sufrimiento innecesario” a un animal y fue multada con £250; también se le ordenó pagar un cargo adicional por la víctima y demás [8] costos, un total de £1.436,04. Piensa en esto. El público, quien en su mayoría consume productos animales y de este modo apoya y participa directamente en una conducta que de ninguna manera se distingue moralmente de lo que hizo Mary Bale, condenó a Mary Bale. Y nuevamente, ellos no solamente se molestaron con ella. Estaban, como en el caso de Vick, furiosos por lo que hizo. ¿Por qué? Por la misma razón que la gente se molestó con Vick. Bale le infligió sufrimiento al gato y eso simplemente no fue justificable. Ella lo hizo sin una buena razón.

La cuestión no es si lo que hizo Mary Bale fue moralmente aceptable; claramente no lo fue. El punto es que no se distingue de lo que el resto de nosotros hacemos. De hecho, si hay una distinción, es porque lo que apoyamos y en lo que participamos todos los días es peor que lo que hizo Bale. Entonces lo que sacamos aquí de esto es bastante claro: nosotros condenamos—en términos muy fuertes—a personas como Vick y Bale por hacer cosas que son indistinguibles de lo que el resto de nosotros estamos haciendo.

Más allá de los perros y gatos Y nuestra sabiduría convencional no se aplica sólo a perros y gatos. Se aplica a animales que usamos de entretenimiento y para producir alimentos. Piensa en las corridas de toros. Si bien hay personas que disfrutan este “deporte” y apoyan su continuación, la mayoría de la gente piensa que es repulsivo y que debería estar prohibido. Cuando, en 2010, un toro atravesó con su cuerno al torero español Julio Aparicio por la garganta hasta salir por la boca, mucha gente, y no sólo los defensores de derechos de animales, expresaron el parecer de que [9] Aparicio tuvo su merecido. ¿Por qué? Las corridas de toros son eventos muy

violentos. Atormentan a un toro insertándole banderillas en los músculos del lomo y finalmente lo matan cuando le clavan una espada en el corazón. Y la única justificación para este evento tan espantoso es el placer, en la forma de entretenimiento. Sí, algunos defensores afirman que el toreo es una forma de arte a la par con la pintura, escultura, danza, y música. Pero eso es sólo otra manera de decir que es una forma de entretenimiento. No hay necesidad; no es necesaria esta actividad. No hay ningún conflicto entre humanos y animales que haga necesario el sufrimiento de los toros. Nos oponemos a las corridas de toros porque violan la sabiduría convencional; estas involucran imponerle sufrimiento innecesario a un animal. Pero una vez más, no hay ninguna diferencia

entre las corridas de toros y el utilizar toros y otros animales para producir alimentos. Ninguno de los dos usos es necesario. Ambos usos sirven sólo para satisfacer el placer de los humanos. En efecto, los toros y las vacas que terminan en los mataderos tienen vidas y muertes igual de brutales que la vida y la muerte de un toro criado para la tauromaquia. De hecho, en la mayoría de los casos, los toros que matan en las plazas son faenados y la carne se distribuye entre los pobres. La diferencia entre las dos situaciones es que, en una situación, la matanza no está coreografiada; en la otra, sí lo está. Y esa es la única diferencia. Irónicamente, cuando sí nos enfocamos en animales de “consumo” como individuos, particularmente en situaciones en las cuales están sufriendo o en peligro, respondemos a

ellos tal y como lo haríamos con un perro o un gato. Todos hemos oído hablar de situaciones en las que animales que no son “mascotas” están en peligro y la gente hace hasta lo imposible para ayudar a aquellos animales. Por ejemplo, no muy lejos de donde vivimos, una vaca se cayó en un estanque y se atoró en el lodo. La policía y los bomberos pasaron el día siguiente, que era un día festivo, tratando de rescatar a la vaca. Lo lograron y tomaron medidas extraordinarias no sólo para rescatarla sino también para mantenerla fresca y cómoda durante y después del rescate. Si estos bomberos y policías no hubieran estado involucrados en el rescate de la vaca ese día, muy probablemente habrían estado asistiendo a una parrillada en la cual estarían asando cadáveres de vaca. Pero cuando se vieron ante una situación en la cual vieron a la

vaca indefensa, respondieron tal y como hubieran respondido si el animal indefenso fuera un perro. Si alguien hubiera visto a la vaca y, en lugar de ayudarla, se hubiera aprovechado de su incapacidad para moverse y la hubiera torturado de alguna manera horrible, no cabe duda que habríamos visto una furia por parte del público similar a la del caso Vick, y una acusación criminal por violar las leyes contra la crueldad animal. Piensa en lo enfadada que estaba mucha gente en Gran Bretaña cuando se enteraron que había carne de caballo en los productos procesados de carne de res. Objetaban el hecho de que la carne tenía carne. Es algo tremendamente confuso cuando piensas en ello. _______________________

Entonces, ¿qué podemos deducir a partir de lo que hemos visto hasta ahora? La mayoría de nosotros estamos de acuerdo que, si bien los animales no tienen el mismo valor moral que los humanos, sí tienen valor moral, y que tenemos una obligación moral de no imponerles sufrimiento innecesario. La mayoría de nosotros estamos de acuerdo en que la imposición de sufrimiento a animales por razones de placer, diversión o conveniencia no constituye una necesidad. Vemos a personas como Michael Vick y Mary Bale, o prácticas como las corridas de toros, y las condenamos porque a los animales se les hizo sufrir sin una buena razón. El problema es que cada vez que consumimos productos animales, estamos participando en infligir sufrimiento a animales

sin ninguna buena razón. Cuando se trata de animales, todos somos Michael Vick. Todos somos Mary Bale. Todos nosotros nos involucramos en conductas que no se distinguen de las corridas de toros. Cuando se trata de animales, sufrimos de esquizofrenia moral. La esquizofrenia clínica conlleva pensamientos delirantes. Nuestro pensamiento moral acerca de los animales es literalmente delirante. Pensamos que los animales poseen valor moral; pensamos que nosotros estamos obligados a no imponer sufrimiento innecesario a animales. Nos oponemos a la imposición de sufrimiento en animales cuando no hay una razón de peso. Y luego procedemos a imponerles un sufrimiento horrible a miles de millones de animales sin ninguna razón más imperiosa que el placer, la diversión o la conveniencia.

A estas alturas, tenemos sólo tres opciones. La primera opción es decidir que, aunque decimos que está mal moralmente infligir sufrimiento a animales sin una justificación suficiente, en realidad no lo decimos en serio. Está perfectamente bien infligir sufrimiento a animales sin ninguna razón, incluyendo placer, diversión o conveniencia. Nuestro enojo con Vick, Bale y las corridas de toros en realidad no es nada más que hipocresía que ahora reconocemos y aceptamos. La segunda opción es que te hemos convencido a dejar de consumir productos animales o, al menos, a decidir dejar de hacerlo. Si es así, entonces puedes parar de leer ahora y comenzar simplemente a buscar recetas veganas, rápidas, fáciles, baratas y saludables, con miles de ellas disponibles fácilmente en Internet.

La tercera opción es que estás inquieto y piensas que hay algo de razón en nuestro argumento pero estás diciendo “Pero” y luego pensando en otras razones que te causarían retener la creencia de que los animales realmente sí importan pero que haría aceptable que continuaras consumiéndolos. Examinaremos esos “Peros” en la sección siguiente.

“Pero…” Las excusas que utilizamos y por qué no funcionan Sí, piensas que infligir sufrimiento a animales requiere de una buena razón—algún tipo de necesidad. No, el placer no es una buena razón. Sí, tú piensas que lo que hizo Michael Vick fue terrible. Sin duda. Pero dices “Pero…” Así que en esta sección, exploraremos los “Peros” que utilizamos para distinguir nuestro consumo de alimentos de origen animal de las peleas de perros y otras formas de “abuso” animal. Estos “Peros” son las excusas que utilizamos para fingir que lo que la mayoría de nosotros hacemos todos los días—sin siquiera

pensarlo dos veces— es diferente a lo que hizo Michael Vick. Un avance: ninguno de estos “Peros” funciona.

Pero… ¿De dónde obtienes tu proteína? Este y otros “Peros” similares, tales como “¿Pero te sientes sano sin comer carne ni lácteos?” son parte de nuestro intento desesperado pero inútil de aferrarnos a la noción de que debemos continuar consumiendo carne y otros productos animales o correr el riesgo de morir por desnutrición. Es decir, estos “Peros” mantienen que en realidad sí hay cierta necesidad involucrada en comer animales. Como mencionamos anteriormente, las principales autoridades médicas hoy en día reconocen que una dieta vegana es saludable. Mientras que una ingesta adecuada de proteína es una de las razones más comúnmente utilizadas para contra argumentar una dieta

vegana, numerosos estudios e informes a lo largo de los años en Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda, y Australia han confirmado que una dieta vegana proporciona abundante proteína. Adicionalmente, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) mantiene explícitamente que una dieta vegana es capaz de proveer cantidades adecuadas de proteína. Seamos claros y concisos: no hay ninguna evidencia creíble —ninguna—de que una dieta vegana no pueda suministrar la misma calidad de proteína que de aquella derivada de fuentes animales. La conclusión es clara: “Los alimentos de origen vegetal contienen [10] proteína en abundancia.”

Pero… ¿Obtendré suficiente hierro si no consumo carne? Sí. Necesitamos hierro para la formación de sangre. Las mujeres necesitan más hierro que los hombres y las mujeres premenopáusicas, y especialmente mujeres embarazadas, necesitan más que las mujeres postmenopáusicas. El hierro es una parte central de la hemoglobina, la cual transporta oxígeno desde los pulmones hasta nuestros tejidos. También es un constituyente de ciertas enzimas. El hierro se encuentra en dos formas, el hierro hemo, el cual representa alrededor del 40% del hierro encontrado en la carne, pollo y pescado; y el hierro no hemo, el cual comprende el 60% restante de hierro en tejido animal y el total del hierro encontrado en alimentos de origen

vegetal. El hierro hemo se absorbe con más facilidad que el hierro no hemo y esto lleva a algunas personas a temer que una dieta vegana no aportará suficiente hierro. No temas. Los estudios han demostrado que la anemia producida por una deficiencia de hierro no es más común en veganos que en la población en general. Muchos alimentos de origen vegetal tienen incluso un contenido de hierro más alto que los alimentos de origen animal. La espinaca tiene 15.5 mg de hierro por cada 100 calorías; un bistec tiene 0.9 mg por cada 100 calorías. Las lentejas tienen 2.9 mg por cada 100 calorías; una chuleta de cerdo tiene 0.4 mg por cada 100 calorías. Los cereales enteros, frutos secos, nueces, vegetales de hoja verde, semillas, y frijoles son también buenas fuentes vegetales de hierro. Asimismo, las dietas veganas tienden a ser más altas en vitamina C,

lo cual incrementa la absorción de hierro no hemo. Es fácil obtener todo el hierro que necesitas bajo una dieta vegana, ya seas hombre, mujer (pre o postmenopáusica, o embarazada) o un niño. De hecho, es más fácil obtener todo el hierro que necesitas a partir de alimentos de origen vegetal que de aquellos de origen animal, y sin duda tendrás que consumir menos calorías de alimentos de origen vegetal para obtener el hierro que necesitas.

Pero… ¿Obtendré suficiente calcio si no consumo leche ni otros productos lácteos? Sí. De hecho, si no consumes lácteos, y eres concienzudo con respecto a obtener calcio de alimentos de origen vegetal, podrías muy posiblemente reducir la probabilidad de padecer osteoporosis. “¿Qué?”—preguntas. “Pero si nos dicen que necesitamos leche y otros productos lácteos para así tener huesos fuertes.” Sí, se nos dice eso—por parte de la industria láctea. Pero eso no significa que sea verdad. Nosotros no necesitamos beber leche producida por otra especie; de hecho, somos la única especie que lo hace. Para perpetuar la noción rentable de que necesitamos leche de vaca, estamos sometidos a una desinformación nutricional.

Necesitamos calcio para tener huesos fuertes. La industria láctea nos dice que la leche de vaca es la única o primordial fuente de calcio. Pero la leche de vaca no es la única, ni la mejor fuente de calcio. Muchos alimentos de origen vegetal son excelentes fuentes de calcio: melaza, almendras, higos, semillas de girasol germinadas, tofu procesado con sulfato de calcio, tofu fortificado con calcio, col china, brócoli, repollo chino, col rizada, hojas de mostaza verde, ocra, frijoles, y leche de soja fortificada, almendras, coco, cáñamo y leches de arroz fortificadas. Además, no sólo la leche de vaca no es de ninguna manera la única fuente de calcio, sino que no es la mejor. El cuerpo necesita magnesio para absorber calcio y la leche de vaca no tiene suficiente magnesio para sustentar su nivel de calcio. Esto resulta en la acumulación de calcio excesivo en el cuerpo, y

puede llevar al desarrollo de depósitos de calcio en nuestras articulaciones y riñones. El consumo de proteína animal, incluyendo la proteína encontrada en los productos lácteos, causa que nuestra sangre se acidifique, lo cual resulta en el desprendimiento de calcio de nuestros huesos y nuestra eventual excreción del mismo fuera del cuerpo. Así que el consumo de productos lácteos no sólo no previene la osteoporosis, ¡sino que en realidad la puede causar! En su libro The China Study, el Dr. T. Colin Campbell encontró que una proteína encontrada en la leche de vaca—la caseína—promovía el cáncer. El Dr. Joel Fuhrman también menciona en su libro Eat to Live que existe una correlación fuerte entre la lactosa de los lácteos y las enfermedades cardíacas. ¿Los veganos tienen que asegurarse de comer suficientes alimentos de origen vegetal

ricos en calcio para garantizar que tengan suficiente calcio? Sí. Pero dado que más del 60% de los americanos que consumen leche tienen deficiencia de calcio, la diligencia no sólo es una cuestión de veganos. De hecho, dados los otros problemas asociados a la leche de vaca y a las proteínas que contiene, el vegano o la vegana, una vez más, tiene la ventaja nutricional.

Pero… ¿Obtendrán mis hijos suficiente yodo? La BBC de Londres hizo un reportaje sobre un estudio que aparentemente mostraba que las mujeres que consumían muy poco yodo durante el embarazo tenían hijos con un CI (Coeficiente Intelectual) y capacidad de lectura [11] más bajos. ¿La solución? “Los académicos les recomiendan a las mujeres en edad de tener hijos que mantengan el yodo en sus dietas consumiendo productos lácteos y pescado. Se les advirtió a las mujeres no tomar pastillas de algas marinas, ya que estas contienen demasiado yodo.” Antes que nada, las pastillas de algas marinas puede que tengan demasiado yodo. Muchas no lo tienen. En segundo lugar, comer cantidades

pequeñas de algas marinas puede proporcionarnos todo el yodo que necesitamos. Otras fuentes de yodo de origen vegetal incluyen las patatas al horno y los frijoles blancos. La sal fortificada (o yodada) también es una fuente de yodo. Las mujeres lactantes necesitan 250 microgramos de yodo al día; otros adultos necesitan 150 microgramos. Los alimentos de origen vegetal pueden proporcionar esta cantidad.

Pero… Oí hablar de alguien que enfermó al dejar de comer productos animales. ¿Y qué hay de toda la gente que conoces que comía productos animales y que ha desarrollado cáncer, enfermedades cardíacas, etc.? Este “Pero” es todavía otro intento de caracterizar el consumir productos animales no como una cuestión de placer sino como una necesidad física. Como mencionamos anteriormente, aun organizaciones tradicionalmente conservadoras, tal como la Academia de Nutrición y Dietética —anteriormente la Asociación Dietética Americana—concuerdan que una dieta vegana “planeada apropiadamente” puede ser completamente saludable. Y no hay evidencia

de lo contrario. Es, por supuesto, posible enfermar comiendo sólo plantas, tal y como es posible (y más probable, de hecho) enfermar comiendo productos animales. Aunque cierta cantidad de vitamina B12 es producida por bacterias en el cuerpo humano, no producimos suficiente de manera fiable para nuestras necesidades y los hábitos nada saludables que tienen los humanos previenen la máxima producción y absorción de la B12 endógena. Por lo tanto, es necesario suplementar B12 con fuentes externas ya sea que consumas una dieta vegana o una dieta de alimentos de origen animal. Así que todos los humanos necesitan obtener su B12 de algún lugar fuera de sus cuerpos. Nosotros obtenemos nuestra vitamina B12 de la levadura; los omnívoros obtienen la suya de la carne. Pero toda B12 tiene origen bacteriano—ya sea que se encuentre en la panza de animales

rumiantes, quienes la obtienen de material vegetal en fermentación en su intestino posterior, o en ciertas cepas de levadura nutricional. Entonces, si tú adoptas una dieta vegana pero no consumes una fuente alternativa de B12—tal como la levadura—sí, puede que enfermes. Pero hay bastantes personas que tienen deficiencias de B12 pese a su consumo de alimentos de origen animal. ¿Y qué hay de los DHA y los EPA, los ácidos grasos de cadena larga que no se encuentran en alimentos de origen vegetal y que la gente consume pescado para obtenerlos? La mayoría de las personas pueden convertir los ácidos grasos de cadena corta que se encuentran en semillas de chía, nueces de nogal, vegetales de hoja verde oscuro, y aceite de canola en ácidos grasos de cadena larga. O puedes obtener DHA y EPA de cadena larga directamente de la fuente de donde los peces la obtienen— las algas. Hoy

en día, existen muchos suplementos de DHA/EPA que son derivados de algas. Ocasionalmente, uno escucha sobre aquel padre que fue condenado por homicidio involuntario porque su hijo murió al seguir una dieta “vegana.” Pero cuando se revelan los hechos, nos enteramos que los padres habían alimentado al niño solamente con lechuga iceberg o repollada (o algo similar) y nada más, durante un largo período de tiempo. Si los padres le dieran de comer al niño nada más bistec tres veces al día por un largo período, el niño también se enfermaría. Pero nadie diría que el niño murió o se enfermó por comer carne. Dirían que los padres cometieron abuso al alimentar al niño con una dieta inadecuada. Lo mismo es cierto para una dieta que consiste sólo de lechuga. Eso no es una dieta vegana; es una dieta ridículamente inadecuada.

En los 30 años que hemos sido veganos, hemos escuchado de un número de personas que supuestamente se enfermaron al seguir una dieta vegana. Una dieta vegana inadecuada te va hacer enfermar porque es inadecuada y no porque esté basada en plantas. Come nada más que apio y yogur de soja y no te vas a sentir muy enérgico. Sorpresa, sorpresa. También nos hemos encontrado con personas que dicen que sus cuerpos “les piden” que coman carne o pescado o pollo o lácteos o lo que sea. Pero dichas afirmaciones en realidad no son diferentes a decir “Me gusta el sabor de la carne (o lo que sea).” En otras palabras, son afirmaciones sobre el placer del paladar y nada más. Una cuestión relacionada es la “necesidad” de comer carne u otros productos animales basada en el tipo de sangre. La supuesta “dieta del tipo de sangre” ha sido desacreditada como pseudociencia.

Pero… ¿No quiere Dios que comamos animales? Un “Pero” que surge con frecuencia, particularmente en los Estados Unidos, es el que Dios quiere que comamos animales, o que Dios puso a los animales en esta Tierra para que nosotros nos los comiéramos. La forma más usual de este “Pero” es que el Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento, que comparten la tradición judía y cristiana, dice que Dios creó al mundo y le dio a los seres humanos dominio y control sobre los animales. ¿Acaso no nos dice eso que Dios quiere que comamos productos animales? Espera sólo un minuto, es un poco más complicado que eso.

Lo primero que hay que hacer es ir y leer Génesis. Simplemente no dice lo que todos los que utilizan este “Pero” parecen pensar. En Génesis, se nos dice que Dios creó el mundo y le dio a los seres humanos “dominio” sobre él pero—y aquí está la sorpresa—nadie se estaba comiendo a nadie al principio. Dios le dijo a los humanos “Yo les he dado cada semilla que da hierba, la cual está sobre toda la faz de la tierra, y cada árbol, en el cual está el fruto de una semilla; para ustedes les será [12] como carne.” Y luego Dios dijo a todos los animales y aves, “Yo les he dado cada hierba [13] verde como carne. Y así fue.” Entonces en el comienzo, antes de que Adán y Eva desobedecieran a Dios al comer el fruto del árbol prohibido y fueran expulsados del Jardín del Edén, todos—seres humanos y

animales por igual—comían sólo alimentos de origen vegetal. Fue sólo después de que Dios destruyera el mundo con una inundación que Él le dijo a Noé que los seres humanos tienen permitido comer “[t]odo lo que se mueve y [14] vive.” Así es que empezamos de entrada en harmonía con Dios como seres que consumían plantas. Cuando caímos y fuimos expulsados del Edén, Dios nos permitió matar animales como una adaptación a nuestro estado imperfecto. El Antiguo Testamento al menos sugiere que deberíamos estar moviéndonos en la dirección de regreso al estado ideal. Cuando el profeta Isaías habla sobre la llegada del Mesías y el restablecimiento del reino de Dios en la Tierra, ¿cómo lo describe? Antes que nada, habrá paz entre los seres humanos, quienes “forjarán de sus espadas rejas

de arado, y de sus lanzas podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán [15] más en la guerra.” Pero la paz también se extenderá hacia y entre los no humanos: “El lobo y el cordero pacerán juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No harán daño ni perjuicio en todo mi santo monte, dijo el [16] Señor.” Pero nosotros no somos expertos bíblicos y no queremos exagerar el caso aquí. Creemos que usar el Antiguo Testamento para armar un argumento contundente a favor de no comer alimentos de origen animal tendría poca solidez. Pero también tendría poca solidez el decir que el Antiguo Testamento brinda apoyo contundente a la idea de que Dios nos está dando luz verde para matar y comer lo que queramos porque nos gusta el sabor o porque

sería más fácil ir a comprar una cubeta de pollo frito que preparar un poco de arroz y legumbres o una de las tantas otras recetas veganas que pueden prepararse muy fácil y rápidamente. El Antiguo Testamento, así como casi todas las escrituras religiosas, es a lo mucho ambiguo y contiene contradicciones. En efecto, el gran problema con usar documentos como el Antiguo Testamento como soporte para cualquier cosa es que el Antiguo Testamento puede ser interpretado para apoyar todo, incluyendo toda clase de cosas que todos nosotros reconoceríamos como terribles, tales como la esclavitud humana, el asesinato y la violación. Considera la historia de Lot, la cual también está en el Génesis. Dos ángeles fueron a su casa y Lot los recibió como sus invitados. Los hombres de Sodoma fueron a la casa de Lot y, pensando que los ángeles eran hombres

humanos, le pidieron a Lot que les mostrara sus invitados para que los hombres de Sodoma pudieran, pues, sodomizarlos. Lot respondió que los hombres del pueblo no podían tener a sus invitados pero que ellos sí podían en cambio tomar a sus dos hijas vírgenes, y hacer [17] con ellas lo que los hombres quisieran. ¡Y Lot es uno de los buenos del Antiguo Testamento! La Biblia prohíbe todo tipo de cosas, tales como redondear las patillas o cortar los bordes [18] [19] de las barbas, los tatuajes, vestirse con [20] telas que mezclen lino y lana, tener contacto con una mujer que esté menstruando, [21] [22] que las mujeres hablen en la iglesia, y que asistan a misa hombres cuyos testículos o [23] pene no estén intactos, Si dos hombres

están peleando y la esposa de uno de los hombres trata de ayudar a su esposo agarrándole los testículos o el pene al hombre que está golpeando a su esposo, se le deberá [24] cortar la mano. Y se prescribe la pena de muerte no sólo por matar a otro sino también por otras ofensas, como maldecir a tus padres. [25] La cuestión es que incluso la persona más fundamentalista no sigue la escritura de su religión al pie de la letra. Así que está claro que no se puede depender exclusivamente en estos textos para resolver cada problema moral en particular. Parecería que lo más que uno pudiera argumentar es que los seres humanos importan más porque están hechos a imagen de Dios y tienen alma, o tienen almas “especiales.” Dicho punto de vista es, por supuesto, sólo un aspecto

de la sabiduría convencional. Es decir, la mayoría de las personas piensan que los animales importan moralmente pero que los humanos importan más que los animales. Puede que las personas religiosas crean que los humanos importan más porque Dios creó a los animales como inferiores espirituales. Pero mucha gente que no es religiosa y, de hecho, que pudiera ser atea, cree que los humanos importan más porque ellos son cognitivamente más sofisticados. Aun si crees que tienes un alma y los animales no, y que deberíamos preferir los intereses de un humano en cualquier situación en la cual debamos elegir—esto es, en cualquier situación de conflicto legítimo—eso nos lleva al instante de regreso al hecho de que cuando tú estás decidiendo qué comer esta noche, no hay ningún conflicto. Se trata sólo de una elección. Si tú eliges el producto animal,

estás participando en el sufrimiento y muerte en ausencia de cualquier tipo de conflicto o compulsión. Tu única justificación es que disfrutas consumir productos animales o que es más conveniente para ti hacerlo. Piénsalo de esta manera. Imagina que Michael Vick fuera a decir que las peleas de perros están bien porque los perros no tienen alma. ¿Te lo creerías? Imagina que Vick dijera que Dios quiere que nosotros organicemos peleas de perros porque ellos no tienen alma. ¿Te lo creerías? Le responderías a Vick que el hecho de que Dios nos creara a su imagen quiere decir que en situaciones de conflicto entre humanos y no humanos, deberíamos proteger el interés humano sobre el interés no humano. Entonces, en la situación en la cual una persona se encuentra en una situación de emergencia verdadera, tal como estar en una situación

donde ella se está muriendo de hambre sin alimentos de origen vegetal qué comer, tendría sentido para una persona religiosa decir que Dios quiere que ella mate y se coma un animal y que ella debería hacerlo. Pero decir que Dios quiere que nosotros comamos alimentos de origen animal cuando no nos encontramos en ese tipo de situación de emergencia no es distinto a decir que Dios quiere que organicemos peleas de perros. Si esto último te parecería inaceptable— indignante, tal vez—deberías considerar lo primero de igual manera.

Pero… ¿No es “natural” comer productos animales? Este “Pero” es como decir que Dios quiere que comamos animales pero no nos tenemos que preocupar por Dios. Algo más, que es grande e importante—la naturaleza—quiere que comamos animales. Si no comemos animales, estamos actuando en contra de la naturaleza. Nos estamos comportando de una forma antinatural. Eso es algo fuerte— incluso si eres ateo. De hecho, “Pero es natural” es como “Pero Dios lo quiere” sin Dios. Busca establecer una necesidad, pero sin Dios. Pero, ¿por qué creemos que la naturaleza pretende, lo que sea que eso quiera decir, que comamos animales? La respuesta habitual es decir que estamos físicamente adaptados para

comer carne y otros productos animales. Dejando de lado que muchas personas son intolerantes a la lactosa, y que muchos médicos están señalando que los productos animales son perjudiciales para la salud humana, lo más que podemos decir es que podemos comer productos animales; no hay nada acerca de nuestros cuerpos que sugiera que estamos diseñados para ello. Los seres humanos se asemejan físicamente mucho más a los herbívoros que a los carnívoros. Los carnívoros tienen garras bien desarrolladas. Nosotros no tenemos garras. También nos hacen falta los dientes frontales afilados que los animales carnívoros necesitan. Aunque aún tenemos dientes caninos, estos no son filosos y no pueden usarse en la forma en que los animales carnívoros usan sus dientes caninos filosos. Tenemos dientes molares planos, como se ve en los herbívoros, como las

ovejas, los cuales usamos para moler. Los carnívoros tienen un tracto digestivo corto que les permite expulsar rápidamente la carne en descomposición. Los herbívoros tienen un sistema digestivo mucho más largo, al igual que los humanos. Los herbívoros y los humanos tienen ácidos estomacales más débiles en relación con el de los carnívoros, quienes tienen en sus estómagos un ácido clorhídrico fuerte para digerir la carne. Los animales herbívoros tienen glándulas salivales bien desarrolladas para pre-digerir frutas y cereales y tienen la saliva alcalina que se necesita para pre-digerir cereales, al igual que los humanos. Los animales carnívoros no tienen glándulas salivales similares y tienen una saliva ácida. Los defensores de la dieta Paleolítica nos dicen que debemos alimentarnos de la misma

forma que nuestros “ancestros.” ¿Pero cómo se alimentaban ellos? Como el biólogo Rob Dunn escribió en Scientific American: “durante la mayor parte de los últimos veinte millones de años de evolución de nuestros cuerpos, a través de la mayor parte de los grandes cambios, estuvimos comiendo frutas, nueces, hojas y una pizca ocasional de insectos, ranas, pájaros o ratones. Aunque algunos de nosotros quizás podamos tolerar la leche, a algunos puede que les vaya mejor que a otros con el almidón y a algunos puede que les vaya mejor o peor con el alcohol, todos tenemos la maquinaria básica [26] para comer frutas o nueces sin problemas.” Y, como indicamos anteriormente, la evidencia es bastante clara en cuanto a que no necesitamos productos animales para gozar de una salud óptima. Pensarías que si la intención fuera que comiéramos productos animales, aquellos de nosotros que no lo hacemos (y no

lo hemos hecho durante décadas) sufriríamos efectos perjudiciales en la salud. Pero no es así. Nos va muy bien. Tenemos que asegurarnos de obtener vitamina B12, la cual los humanos no producen, o al menos no en cantidades fiables. Pero todos los humanos tienen que obtener B12 de alguna parte. Los carnívoros la obtienen de la carne; los veganos la obtienen de la levadura nutricional, otras comidas fortificadas, o suplementos. Pero toda la B12 proviene de microorganismos. Como también indicamos anteriormente, los humanos también necesitan ácidos grasos que no pueden fabricar ellos mismos. La mayoría de las personas obtienen sus ácidos grasos esenciales a través del consumo de pescado. Los peces los obtienen del consumo de algas. Nosotros obtenemos estos ácidos grasos directamente de un suplemento de algas. También comemos semillas de linaza y nueces

de nogal, que proporcionan estos nutrientes. Así que, aunque existe evidencia considerable de que los alimentos de origen animal son dañinos para la salud humana, no queremos entrar aquí en la batalla de estudios para convencerte de que es más saludable no comer productos animales. Sí queremos, sin embargo, dejar claro que lo mejor que un consumidor de productos animales puede decir es que su dieta no es mejor que la de alguien que come una dieta equilibrada de alimentos no-animales. En resumen, no existe ninguna evidencia de que la naturaleza requiera que comamos productos animales. De hecho, la evidencia existente señala lo contrario.

Pero… ¿Qué pasaría si todos sólo consumiésemos alimentos de origen vegetal? ¡No habría suficiente terreno para cultivar la comida! Este “Pero” mantiene que si todos comiéramos sólo alimentos de origen vegetal, no habría suficiente espacio para cultivar todas las cosechas necesarias. Según esta lógica, comer carne y otros productos animales es, contrario a lo que se ha dicho, necesario. Esto marca una distinción entre comer animales y las peleas de perros. Este “Pero” no sólo es erróneo; es muy erróneo. De acuerdo a la EPA, aproximadamente el 80 por ciento de todo el maíz cultivado en los Estados Unidos es consumido por el ganado, las aves y los peces, y “más de 30 millones de

toneladas de harina de soja se consumen como [27] alimento de ganado cada año.” Además, según el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, “[m]ientras 56 millones de acres de terreno en los Estados Unidos están produciendo heno para el ganado, sólo 4 millones de acres están siendo utilizados para producir vegetales para el consumo [28] humano.” Estas estadísticas ilustran claramente cómo estamos utilizando los recursos de nuestro planeta, incluyendo la tierra, el agua y la energía, de manera ineficiente al consumir carne y otros productos animales. Sin embargo, la producción de carne y lácteos continúa en aumento por todo el mundo. La demanda en Estados Unidos y Europa es tan alta que no se puede abastecer dentro de sus fronteras nacionales. Estas industrias cárnicas se han ido

a América Latina para cubrir esta demanda, y el 70 por ciento de la selva amazónica ha sido convertida en pastos y cultivos para alimento del ganado. Estas prácticas alimentan de una manera ineficiente y barata a los Estados Unidos y a Europa, mientras privan a esas naciones en desarrollo de su agricultura eficiente y natural. Los oponentes de la agricultura basada en plantas argumentan que la expansión de la producción de cosechas resultaría en la destrucción total del terreno cultivable, porque el agotamiento del suelo sería tan grave que la tierra sería incapaz de mantener nuestros métodos actuales de monocultivo, es decir, cosechar el mismo cultivo repetidamente. Sin embargo, este argumento ignora completamente los efectos de las prácticas de hoy en día. En los Estados Unidos, el ganado es la causa de más de la mitad de la erosión del

suelo. Investigadores en el Reino Unido han notado que el terreno cultivable en ese país es incapaz de proveer cantidades adecuadas de algunos cultivos que sustituyen a la carne, tales como la soja, las lentejas y los garbanzos. Pero también notaron que el cultivo de legumbres diferentes, como varios otros frijoles y guisantes, eliminaría tales preocupaciones. Independientemente de si existirían o no alternativas de cultivo factibles para el Reino Unido, esta no sería una preocupación nueva para los países europeos. Actualmente, todo el continente tiene la capacidad de tierra cultivable para alimentar a su población entera con proteína vegetal, pero ni siquiera se acerca a tener la capacidad de tierra cultivable para alimentar a todos sus animales de granja. La Unión Europea observó que sólo el 20 por ciento de lo que comen los animales de granja

de Europa es de origen europeo, mientras que el resto debe ser importado. Dado que la mayoría de estas importaciones agotan la tierra de países en vías de desarrollo, este método basado en animales para alimentar a Europa contribuye directamente a la disminución de los recursos de naciones en vías de desarrollo, contribuyendo a su empobrecimiento continuo. A lo que esto esencialmente se reduce es que nuestra producción de comida, independientemente de la que sea, tiene un gran impacto ecológico. Conforme nuestra población continúe creciendo, si persistimos en comer la cantidad de productos animales que consumimos ahora, ese impacto continuará causando estragos exponencialmente mayores en nuestro planeta que los que causaría la producción de sólo alimentos de origen vegetal. ¿Y qué hay de los ratones de campo, víboras,

aves y otras criaturas que son matadas cuando plantan y cosechan los cultivos? ¿Mataríamos más animales si tuviéramos una dieta vegana que si comiéramos animales y productos animales? La respuesta es claramente “no.” Se necesita más suelo para cultivar las plantas que les damos de alimento a los animales que comemos que el que se necesitaría si consumiéramos plantas directamente. Y la producción de carne tiene el mayor impacto en la destrucción de la biodiversidad del planeta debido a su rol en la contaminación, la deforestación, la erosión del suelo, la degradación de la tierra, las emisiones de gases de efecto invernadero, etc. Hay algunas personas que argumentan que aun si tenemos menos acres bajo cultivo, cualquier cosecha que comamos resultará en más muertes de animales porque se matan más

animales salvajes en la producción de cultivos que cuando se cultivan pastos. Pero esta postura ignora que la tierra utilizada para la producción de cultivos puede proveer hasta 10 veces la cantidad de proteína que la que puede producirse de animales criados en pasturas. Así que aun si se matan más animales salvajes en la producción de cosechas que en la crianza de animales en pastos, el número de animales salvajes matados por consumidor en la producción de cultivos será una fracción del número de animales matados en la crianza de animales en pastos, porque un acre de cosechas puede producir proteína para muchísimas más personas que un acre de pasto utilizado para criar animales.

Pero… ¿Qué pasaría si estuviera en una isla desierta muriéndome de hambre? La respuesta corta a la pregunta planteada por este “Pero” es que no lo estás. Tampoco estás varado en medio del océano a la deriva en un bote salvavidas con otro humano y una vaca y alguien tiene que ser arrojado por la borda. Tampoco estás pasando por una casa en llamas en la que hay dos ocupantes, un humano y un animal, de los cuales tienes tiempo para salvar sólo a uno. Este “Pero,” y otros similares, busca identificar una situación en la cual consumir animales puede que sea necesario pero en la cual no estás, para extrapolarla a situaciones en las que sí estás, y en las cuales no hay ninguna necesidad de consumir productos animales. No

funciona. Por alguna razón, parece que muchos de nosotros queremos formular principios morales generales en islas desiertas y botes salvavidas, y estando parados frente a casas en llamas. Estos son lugares notoriamente malos para tratar de idear reglas morales porque usualmente requieren que elijamos entre varias opciones moralmente insatisfactorias en una situación de emergencia. Después buscamos generalizar esa opción para cubrir situaciones en las cuales la emergencia que limitaba las opciones ya no existe. Pero vayamos a la isla desierta. Ahí estás, muriéndote de hambre y no hay ni un coco ni una zanahoria disponible. Sí hay, sin embargo, conejos (aunque no estamos seguros qué están comiendo si no hay vegetación en la isla). ¿Es moralmente aceptable matar y comer un conejo en esas circunstancias?

Asumamos que sí lo es. ¿Y qué? ¿Qué nos dice eso a aquellos de nosotros, quienes no estamos muriéndonos de hambre en una isla desierta con respecto a si es moralmente aceptable comer un bistec esta noche? No nos dice nada. En la primera situación, hay un conflicto; en la segunda, no lo hay. Nuestras intuiciones morales nos dicen que en una situación de conflicto real, los humanos prevalecen. Así que comer el conejo en la isla desierta es moralmente aceptable de acuerdo a esa intuición. Pero esa intuición no tiene nada que ver con situaciones en las cuales no hay ningún conflicto. Pensemos sobre la situación en un contexto humano. Estás varado en la isla desierta con Juan y María. Todos se están muriendo de hambre pero Juan está también enfermo y

morirá pronto. María y tú matan y se comen a Juan. Sí, es una idea asquerosa pero cosas como estas sí han sucedido. Sigue siendo asesinato y sigue siendo un crimen pero con frecuencia es castigado menos severamente porque entendemos que, como una cuestión moral, matar y comerse a Juan en tales circunstancias es diferente a un asesinato común y corriente. Comerse a Juan en tales circunstancias, aunque está mal, sería por lo menos comprensible y no merecería el tipo de condena moral evocada por otros actos de homicidio no provocado. Después de todo, si te estás muriendo de hambre, en realidad no tienes opción y la condena moral requiere que hubieras podido escoger de manera diferente pero no lo hiciste y escogiste hacer lo que está mal. De forma similar, en el ejemplo que involucra al conejo, tengo la opción de

morirme de hambre o de matar al conejo. Esa no es realmente una buena opción. De hecho, en realidad no es una opción en ningún sentido. ¿Así que por qué deberíamos aplicar el análisis que tendría sentido en una situación en la cual no hay opción a una situación en la cual sí hay opción? No diríamos que, aun si un acto de canibalismo en una situación extrema de aislamiento e inanición es moralmente excusable, el comer a otro ser humano está bien cuando sientas hambre y elijas comer a otro humano porque eso es lo que prefieres. Lo que es moralmente aceptable en la situación en la cual no hay opción no es necesariamente aceptable en la situación en la cual sí hay opción. De manera similar, el hecho de que diríamos que es moralmente aceptable comer un conejo en una circunstancias extrema similar no significa que es aceptable hacerlo cuando sí hay opción.

Ahora asume que has sido rescatado de la isla desierta. Estás ahora caminando por la calle y pasas frente a una casa en llamas en la que se hallan un humano y un perro. Nuestra intuición moral nos dice que en situaciones de conflicto real, los humanos ganan y los animales pierden. Prometimos no perturbar nuestras intuiciones morales y estamos cumpliendo esa promesa. ¿Entonces a quién salvas? Salvas al humano. Después de este acto tremendo de heroísmo, te diriges a tu casa a cenar. ¿Qué te dice tu elección de salvar al humano sobre la moralidad de comer pollo para cenar? Nada. Absolutamente nada. Nuestras intuiciones morales pueden decirnos que en situaciones de conflicto genuino entre humanos y animales, los humanos ganan. Pero nuestras intuiciones también nos dicen que en situaciones en las cuales no hay conflicto, no

podemos infligir sufrimiento a animales simplemente porque obtenemos placer al hacerlo. Otra vez, para ver esto claramente, todo lo que necesitamos hacer es considerar lo que pensaríamos si en la casa en llamas hubiera dos humanos. No conoces a ninguno de los humanos pero uno es bastante más viejo que el otro y tus intuiciones morales te dicen que deberías salvar a la persona más joven simplemente porque ella es más joven., ¿Tú concluirías de esto que sería moralmente aceptable torturar a personas mayores, empezar a criarlas en granjas o empezar a usarlas en investigación biomédica? Por supuesto que no. Tus intuiciones morales puede que te lleven a salvar a la persona más joven precisamente porque sólo podías elegir a una para salvar y, en esa situación desafortunada, elegiste salvar a la

persona más joven. Pero esa elección no afecta tu otra intuición que dice que hacerle daño a alguien—a quien sea—requiere una justificación moral. Se tiende a usar estos escenarios de la isla desierta, el bote salvavidas y la casa en llamas para demostrar que, debido a que nuestra intuición moral es que los animales tienen valor moral pero menos valor moral que el de los humanos, y debido a que escogeríamos al humano en vez del animal en una situación de conflicto genuino, los animales no tienen ningún valor moral y podemos infligirles sufrimiento aun cuando no hay un conflicto. Pero eso simplemente no tiene sentido, y explica por qué muchos de nosotros nos sentimos profundamente incómodos con respecto a continuar consumiendo productos animales en ausencia de cualquier necesidad. Aun si pensamos que los animales tienen

menor valor moral que el que tienen los humanos, lo que este libro propone es que si ellos tienen algún valor moral en absoluto, no podemos justificar imponerles ningún sufrimiento sólo porque obtenemos placer de ello. De manera similar, sólo porque elegiríamos a un humano en lugar de otro en una situación de emergencia no significa que apoyaríamos el punto de vista de que es aceptable someter a algunos humanos a cualquier sufrimiento sólo porque disfrutamos de ello. Si los animales importan moralmente en lo más mínimo, si no son sólo cosas, imponerles cualquier sufrimiento porque nos gusta o porque disfrutamos los resultados del mismo no puede ser moralmente aceptable. Así que el hecho de que te comerías el conejo en la isla desierta, o que arrojarías a la vaca fuera del bote salvavidas, no afecta en ninguna manera el

principio moral de que imponer sufrimiento innecesario está mal moralmente y el sufrimiento en nombre del placer del paladar es, por definición, innecesario. Una variante de este “Pero” involucra a personas que viven en lugares donde no existen alternativas en su alimentación. Hay unos pocos ejemplos de pueblos indígenas en partes remotas de Canadá, o en el continente africano (Kenia), quienes consumen una dieta de carne donde existen pocos o ningunos alimentos que no sean de origen animal. La idea es que tales situaciones son similares a las del escenario de la isla desierta donde uno puede elegir comer animales o morirse. No necesitamos entrar en una indagación factual sobre la gente en Canadá o en África y sobre si realmente no tienen opción y deben comer alimentos de origen animal o perecer. La postura sobre la cual estamos argumentando

a favor aquí es que en cualquier situación en la cual realmente no hay opción, el uso de animales podría ser considerado moralmente aceptable bajo la regla convencional de que no debemos imponer sufrimiento innecesario. En situaciones en las cuales realmente no hay alternativa, hay una especie de necesidad que libera la conducta de la proscripción de la regla moral general. Pero nuestra suposición es que así como no hay nadie leyendo esto que esté varado en una isla desierta, o a la deriva en un bote salvavidas, tampoco hay nadie leyendo esto que viva en alguna parte donde realmente no tiene manera de obtener alimentos que no sean de origen animal. La idea sigue siendo la misma: para quien sea que sí tiene una opción—y eso incluye prácticamente a todos los que están leyendo esto ahora—la elección de imponer

sufrimiento en la ausencia de necesidad viola lo que afirmamos que es el principio moral que todos nosotros aceptamos.

Pero… ¿Qué les pasaría a todos esos animales si no nos los comiéramos? Esta es una fácil: Si dejamos de consumir alimentos de origen animal, dejaríamos de traer animales domesticados al mundo. Punto. ¿Qué haríamos con los animales que tenemos aquí ahora? Bueno, eso depende de cuáles consideras que sean nuestras obligaciones morales hacia esos animales. No es una opción simplemente poner en libertad a estos animales en su medio ambiente salvaje. Las vacas, cerdos, pollos, pavos, etc. que vemos hoy en día no son animales salvajes. Fueron domesticados por nosotros para ser animales de “consumo.” Si consideras que los animales tienen un

valor moral mayor que el que la sabiduría convencional les atribuye, puede que pienses que deberíamos cuidar a los animales que están aquí ahora hasta que mueran una muerte natural y simplemente no traer más al mundo. Alternativamente, puede que pienses que simplemente deberíamos comernos a los animales y los productos animales que tenemos ahora pero dejar de traer ya más animales al mundo. La respuesta definitiva es, sin embargo, la misma bajo los dos (o cualquier) escenario: si creemos que deberíamos dejar de consumir animales, deberíamos dejar de traer animales domesticados al mundo. Existen tres “Peros” como respuesta.

Pero… ¿Qué pasa con la diversidad

natural? Un “Pero” en respuesta es el señalar que si no tuviéramos animales domesticados, perderíamos de alguna manera un pedazo de la diversidad natural. Es como si el tener un mundo vegano fuera una gran violación a la Ley de Especies en Peligro de Extinción (del inglés, Endangered Species Act). Es, al menos en dos niveles, más que absurdo usar la palabra “natural” en cualquier contexto que involucre animales domesticados. En primer lugar, los animales han sido tan manipulados genéticamente que muchos ni siquiera se asemejan a los animales que teníamos hace 100 años atrás. Las vacas tienen ubres enormes; los cerdos y los pavos alcanzan un peso corporal tan grande que no pueden caminar. Los animales domesticados son

cualquier cosa menos naturales en cualquier sentido. En segundo lugar, los animales domesticados, ya sea desde hace mucho tiempo o ahora, son sólo eso: son seres que han sido domesticados. No son parte del mundo “natural.” Son parte del mundo que nosotros hemos creado. Son seres que nosotros causamos que se desarrollaran y se produjeran para nuestros propósitos. El mundo “natural” será mucho más “natural” sin animales domesticados. No hay una “extinción” cuando se trata de animales domesticados.

Pero… ¿Qué pasa con su derecho a vivir? Otro “Pero” en respuesta es el señalar que,

al eliminar la domesticación, en realidad hacemos que los animales estén peor que si vivieran y murieran en circunstancias desagradables. Esta respuesta asume que es mejor para un animal tener hasta una vida y muerte desagradables que nunca haber vivido en absoluto. Así que al tener una dieta vegana, perjudicamos a los animales generalmente porque ellos no existirían si todos nosotros fuéramos veganos. Les estamos haciendo a los animales algún tipo de favor al consumirlos. De hecho, estaríamos perjudicando a los animales si no los consumiéramos. Además de requerir que realicemos una conjetura completamente especulativa y básicamente infundada respecto a si los animales escogerían, si pudieran, no vivir en absoluto en vez de vivir una vida horrible y sufrir una muerte horrible, esta postura niega

completamente nuestra intuición de que los animales importan moralmente y no deberíamos hacerlos sufrir a menos de que sea necesario hacerlo. Esta postura dice, en efecto, que usar animales de alimento es innecesario y resulta en muchísimo dolor, sufrimiento y muerte pero que es mejor tener ese sufrimiento y muerte innecesarios que no tenerlos. Así que si adoptamos esta postura, nosotros, en efecto, descartamos nuestra intuición moral de que los animales importan y que causarles sufrimiento por razones frívolas es inmoral. Expresemos el problema de otra manera: si esto funciona para los animales que comemos, también funciona para los perros de Michael Vick. Claro que sufrieron y que muchos murieron. Claro que las peleas de perros son un uso completamente frívolo de animales. Pero los perros de Vick estaban mejor viviendo y

sufriendo que no viviendo en absoluto así que las peleas de perros están muy bien. Ciertamente, esta postura nos permitiría participar en una amplia gama de tortura animal bajo el punto de vista de que una vida con algo de tortura—hasta una cantidad significativa de tortura—es mejor que no tener vida en absoluto. ¿Es realmente necesario explicar qué resultados horrendos provienen de esta manera de pensar? Así que, además de cualquier otro problema que presenta esta postura, no podemos mantenerla al mismo tiempo que mantengamos que necesitamos una buena razón para infligir sufrimiento y muerte a los animales y que el placer, el entretenimiento o la conveniencia no pueden bastar como buena razón. Si tomamos esta postura, nosotros, en efecto, respaldamos la noción de que los animales son sólo cosas que podemos usar, hacer sufrir, y matar sólo

porque disfrutamos hacerlo.

Pero… ¿Qué pasa con su derecho a reproducirse? Un tercer “Pero” en respuesta es que si no tenemos más animales domesticados, violaremos los derechos de los animales a reproducirse. Este “Pero,” en esencia, busca justificar la idea de que si no continuamos comiendo animales, estaremos, de alguna manera, violando sus derechos, proporcionando así un ejemplo extraordinario de lo desesperados que nos volvemos cuando queremos justificar comer alimentos de origen animal. Dejando a un lado que, para la mayoría de los animales domesticados, el sexo y la procreación son experiencias desagradables y

aterradoras, es bastante extraño que las personas que no creen en derechos de los animales y que consumen carne y otros productos animales estén preocupadas por el derecho de los animales a reproducirse.

Pero… Nosotros trajimos animales de consumo al mundo para comérnoslos; para eso están aquí. ¿Y? Antes que nada, si esto fuera relevante, ¿qué habría de malo con las peleas de perros? Después de todo, todos los animales domesticados, ya sean perros, gatos, vacas, ovejas, cerdos, pollos, pavos o incluso los peces criados en granjas fueron traídos al mundo por nosotros. Así que si esto justifica que comamos animales, eso justifica que usemos animales para peleas de perros, corridas de toros y todo lo demás. Es decir, aceptar este “Pero” es, en efecto, decir que los animales no importan moralmente en absoluto; que sólo son cosas y que no necesitamos una buena razón para

infligir sufrimiento a cualquier animal domesticado. Aceptar esto es decir que no aceptamos la sabiduría convencional que afirmamos aceptar. En segundo lugar, si en verdad tenemos obligaciones morales hacia los animales pero el que tengamos cierta responsabilidad en traerlos al mundo nos saca del lío moral, ¿entonces dónde deja eso a nuestros hijos? Ellos no existirían de no ser por nosotros. ¿Significa eso que podemos justificar hacerles daño por placer, entretenimiento o conveniencia?

Pero… Los animales utilizados como alimento no sufren tanto como los perros utilizados en peleas. Este “Pero” busca distinguir la situación con Michael Vick de nuestro consumo de animales al sugerir que los animales usados como alimento sufren menos que los perros usados en peleas. Como cuestión fáctica, los animales utilizados como alimento son, bajo las circunstancias más “humanas,” tratados horriblemente; son literalmente torturados. ¿Sufren menos que lo que sufrieron los perros de Michael Vick? Los animales utilizados como alimento, ya sea para producir carne, lácteos o huevos, son, como parte de las prácticas rutinarias de la industria, sometidos a dolor, sufrimiento y angustia a lo largo de sus

vidas. Y sus muertes en mataderos son siempre terriblemente aterradoras y horriblemente violentas. Por lo tanto, es probable que sea el caso que los animales utilizados como alimento sufren más que los perros utilizados para peleas. Pero esta no es la cuestión. El punto es que nuestra sabiduría convencional diría que cualquier sufrimiento no puede ser justificado sin una buena razón— alguna necesidad—y el placer no puede bastar como una justificación aceptable. El problema no es si los perros utilizados para peleas sufren más que las vacas, pollos, pavos, cerdos, peces u otros animales utilizados como alimento. Todos sufren y todos sufren significativamente. No estamos hablando de “sufrir” una bofetada ligera. Eso está claro. La ganadería, particularmente a la escala requerida para alimentar a miles de millones de personas,

resulta necesariamente en un sufrimiento horrible bajo las condiciones más “humanas.” Y, como hemos argumentado, no hay ninguna justificación para comer animales, así como no hay una justificación para hacer que perros se peleen. Ambos comportamientos sirven un interés principal: nuestro placer. No hay nada de necesario en ninguno de los dos usos de animales. Así que, aun si, de manera general, los animales utilizados como alimento sufrieran menos que los perros utilizados para peleas, ¿qué significaría eso? Nada. Nuestra sabiduría convencional nos dice que no podemos justificar el infligir ningún nivel de sufrimiento a animales sin una buena razón, y el placer no es una buena razón. Decir que los animales utilizados como alimento sufren bastante pero puede que sufran menos que los

perros utilizados en peleas no aborda el hecho de que los animales utilizados como alimento sufren bastante bajo las mejores de las circunstancias y bajo las condiciones más “humanas.” Si determináramos que los perros de pelea de Michael Vick sufrieron menos que los animales que comemos, ¿alguno de nosotros pensaría que las peleas de perros están bien desde el punto de vista moral? No. Deberíamos también decir que rechazamos la noción de que podamos afirmar con alguna certeza quién sufre más en cualquier circunstancia en particular. ¿Sufren más las vacas que los peces? Ni siquiera sabemos qué significa esa pregunta cuando estamos hablando de individuos de la misma especie. Si dos humanos padecieran una misma enfermedad, ¿qué significado tendría preguntar si uno está sufriendo más que el otro? ¿Alguno de nosotros encontraría esa pregunta relevante? Ni

siquiera podemos hacer una valoración con sentido acerca del dolor físico o el sufrimiento, o acerca de la angustia emocional, aun cuando esto involucra a miembros de nuestra propia especie. Tratar de hacer esta pregunta cuando se trata de especies diferentes pasa de ser una situación imposible a una aún más imposible. Puede que nos resulte más fácil reconocer el sufrimiento de las vacas, porque las vacas, al igual que nosotros, son mamíferos. Podemos entender más fácilmente el sufrimiento de un mamífero que el de, digamos, un ave o un pez. Pero eso no significa que el ave o el pez sufra menos. Significa que el ave o el pez sufre de una manera diferente. Pero, una vez más, eso es irrelevante. La idea detrás de la noción de que no deberíamos someter a los animales a sufrimiento innecesario no es que sólo el sufrimiento como el nuestro es relevante. La

cuestión es reconocer una regla moral según la cual los animales no son cosas; que tienen cierto valor moral, y que tenemos que justificar el hacerles daño. Y decir que un animal es perjudicado menos que otro animal no quiere decir que sea aceptable hacerle daño al primero. Sí, es peor imponer 10 unidades de sufrimiento que 5 unidades de sufrimiento. Pero tenemos que justificar ambas. En efecto, tenemos que justificar el imponer incluso sólo una unidad de sufrimiento. Y estamos de acuerdo que el placer no puede ser una justificación suficiente para imponer dolor y sufrimiento a animales. Debe haber una compulsión; una necesidad.

Pero… ¿Los animales sienten dolor de la misma manera que los humanos? Tal vez sí; tal vez no. Pero no importa si es así o no. Lo único que importa es si pueden sentir dolor; cualquier ser que puede sentir dolor tiene un interés—una preferencia o deseo—en no sentir dolor. No importa si un animal siente dolor de la misma manera que un humano o incluso de la misma manera que otros miembros de la misma especie sienten dolor. Parte de nuestra sabiduría convencional es que los animales no humanos, como nosotros, sienten dolor y que todos nosotros tenemos un interés en no sufrir dolor. Aunque hay algunas personas que dirán cosas como “los animales no sienten dolor” o “los animales no tienen sentimientos,” nadie realmente cree eso.

Después de todo, hemos tenido leyes requiriendo que tratemos a los animales “humanamente” ya por cientos de años. Esas leyes puede que sean bastante ineficaces pero existen porque todos reconocemos que los animales sienten dolor, que pueden sufrir y que tienen sentimientos. Después de todo, no tenemos leyes requiriendo el trato “humano” de rocas o árboles. Hay, sin embargo, personas que dirán que aunque los animales sienten dolor, no lo sienten de la misma manera en que los humanos lo sienten. ¿Y qué? No sabemos si todos los humanos sienten dolor de la misma manera. Puede que tú no sientas dolor de la misma manera que tu amiga pero ambos tienen un interés en no experimentar dolor independientemente de como cada uno de ustedes experimente ese dolor. Y eso es lo que importa: que eres capaz de tener una

experiencia que no quieres tener. No importa si otro humano experimenta el dolor de una manera diferente de como lo haces tú. Lo que importa es que ella también es capaz de tener una experiencia que no quiere tener. Ella y tú son similares—sin importar la diferencia en cómo experimenten el dolor—en que ambos pueden experimentar algo que ninguno de los dos quiere experimentar. Tienen el mismo interés aun si la experiencia en sí misma es diferente. Lo mismo es cierto para los animales. En efecto, los humanos y todos los animales que rutinariamente explotamos para producir alimentos, con la posible excepción de los moluscos tales como las almejas y las ostras, son todos sintientes. Es decir, poseen una consciencia subjetiva y perceptiva; tienen la capacidad de sentir o de tener sensaciones. Todos los humanos y los no humanos son

similares en este aspecto: todos son seres capaces de experimentar dolor; todos son seres que tienen un interés en no experimentar dolor. Ese interés es el mismo, aun si las experiencias en sí mismas son diferentes. Deberíamos agregar que hay una tendencia a pensar que los humanos sufren más porque son más sofisticados intelectualmente. Tal vez sí; tal vez no. Puede que los animales sufran más debido a las diferencias cognitivas que existen entre ellos y nosotros. Una visita al dentista, aunque dolorosa, puede presentar mucho menos sufrimiento y angustia que la visita de un perro al veterinario. El humano sabe que el dolor terminará pronto y entiende la razón por la cual el dolor está siendo infligido; el perro no, y esto puede que haga peor el sufrimiento del perro. Por último, considera que cuando nos oponemos a lo que hizo Michael Vick, no lo

hacemos porque pensamos que los perros sentían dolor de exactamente la misma manera en que lo sienten los humanos. Sabemos que los perros sienten dolor y nuestra indignación moral por lo que hizo Vick no depende de que pensemos que los perros y los humanos experimentan el dolor de la misma manera. Lo único que importa es que los perros pueden sentir dolor, no cómo sienten dolor. Nuestra sabiduría convencional dice que tal dolor no puede ser moralmente justificado a menos de que tengamos una buena razón para infligir ese dolor. Nuestra obligación moral no está ligada a una similitud de la experiencia; sólo está ligada a una similitud de interés. Y todos los seres sintientes tienen el mismo interés en no querer experimentar dolor ni sufrimiento, sin importar las diferencias en esa experiencia. Y la obligación de no imponer dolor y sufrimiento sin una buena razón no está de ninguna manera vinculada a la experiencia real

de un ser en particular; es una obligación moral respetar un interés que tienen todos los seres sintientes.

Pero… ¿Los peces realmente sienten dolor? Sí. Mucha gente que participa en la pesca piensa que los peces no sienten dolor. Pero los científicos han demostrado que ese punto de [29] vista es erróneo. Hay zonas de receptores en las cabezas de peces que responden a estímulos nocivos y los peces muestran reacciones a sustancias dañinas. ¿Y qué hay de las almejas, las ostras, los mejillones y las vieiras? ¿Estos moluscos son capaces de sentir dolor? No está claro si pueden o no. Nosotros erramos a favor de no comerlos porque la evidencia no es concluyente de una manera u otra. Pero otros moluscos, como los calamares y los pulpos,

están entre los más avanzados neurológicamente de todos los invertebrados, y son claramente sintientes. Las langostas y los caracoles también son sintientes. Recuerda, la cuestión no es si los peces o los moluscos sienten dolor de la misma manera en que los humanos sienten dolor. La única cuestión es si ellos pueden sentir dolor; cualquier ser que puede sentir dolor tiene un interés—una preferencia o deseo—en no sentir dolor. Es ese interés lo que consideramos como moralmente significativo cuando decimos que necesitamos una buena razón para ignorar ese interés e imponer ese dolor.

Pero… ¿No existen leyes que exigen el trato “humano” de los animales? Sí existen leyes que supuestamente exigen que tratemos a los animales “humanamente” y que no les inflijamos sufrimiento “innecesario.” Existen en cada estado de los Estados Unidos; existen a nivel federal; y casi todos los países del mundo tienen alguna ley que exige el trato “humano.” A pesar de cualquier diferencia, todas estas leyes comparten una característica en común: son inútiles. En primer lugar, estas leyes no prohíben usos que son innecesarios; supuestamente prohíben sólo el trato que no es necesario para lograr un uso determinado. Hemos visto que comer animales y productos animales no es necesario para la salud humana. Por lo tanto,

¡todo el sufrimiento causado por el uso de animales para producir alimentos es innecesario! Todo esto entra en conflicto con lo que afirmamos aceptar como un principio moral no controvertido: que los animales importan moralmente y que necesitamos alguna justificación para imponerles sufrimiento y muerte—y el placer del gusto no puede bastar como justificación para consumir productos animales así como el placer de ver a perros pelear no puede justificar lo que hizo Michael Vick. Así que si pensamos que la existencia de leyes que requieren el trato “humano” es siquiera relevante, hemos malentendido el asunto. Aun si estas leyes fueran efectivas, las cuales, como explicaremos a continuación, no lo son, habría todavía un gran sufrimiento animal bajo el mejor escenario. Y una situación de menor sufrimiento innecesario está aún en

conflicto con la noción que afirmamos aceptar de que sólo podemos justificar el sufrimiento necesario. Y el sufrimiento necesario requiere de algún conflicto; alguna compulsión. Nuestro placer del paladar fracasa en ese sentido tal y como el entretenimiento de Vick al ver peleas de perros fracasó. Este punto no puede ser enfatizado lo suficiente ya que tanta gente, al ser confrontada con el argumento de que no podemos justificar comer animales o productos animales, reacciona casi espontáneamente con este “Pero.” Lo que no logran ver es que en el momento en que empezamos a hablar sobre una ley que prohíbe imponer sufrimiento “innecesario” en el contexto de una actividad que en sí misma no es necesaria, estamos diciendo tonterías. Una regla que prohíbe el sufrimiento “innecesario” o que requiere el trato “humano” en el contexto de peleas de

perros no tendría ningún sentido ya que todo el sufrimiento incidental en las peleas de perros es innecesario. Así que hablar de trato “humano” hacia los animales que comemos o usamos para producir carne, lácteos, huevos u otros productos animales es hablar de reducir el sufrimiento, pero donde ningún sufrimiento es necesario, ¡tal aproximación evade completamente el punto! Consideremos un ejemplo del contexto humano. Asume que tienes una regla que prohíbe el sufrimiento “innecesario” de víctimas de violación y requiere de su trato “humano.” Ahora, si la persona X decide que va a violar a la persona Y, siempre es mejor si él le hace a Y menos daño que más. Es mejor si X no golpea a Y además de cometer la violación. Pero si alguien propusiera una ley que prohibiera la imposición de sufrimiento “innecesario” a las víctimas de violación y

requiriera un trato “humano,” todos estaríamos de acuerdo en que eso no tendría sentido y sería moralmente ofensivo. Claro, siempre es mejor hacer algo moralmente malo de una manera menos perjudicial que de una manera más perjudicial. Pero eso no significa que hacer algo inmoral de una manera menos perjudicial hace moral el acto inmoral. En segundo lugar, dadas las realidades económicas del mundo, la noción del trato “humano” es—como la idea de Papá Noel o el Ratoncito Pérez—reconfortante en algún sentido al menos para el consumidor, pero una completa fantasía. Los animales son propiedad. Son bienes económicos; tienen un valor de mercado. Puede que valoremos sentimentalmente a los perros, gatos y otros animales que viven en nuestros hogares. Pero en cuanto a la ley concierne, son sólo nuestra propiedad.

Podemos llevarlos a una perrera o a una clínica veterinaria, donde pueden matarlos, cuando nosotros queramos. La propiedad animal es, por supuesto, diferente de la otra propiedad que poseemos ya que los animales, a diferencia de los automóviles, ordenadores, maquinaria u otros bienes, son sintientes y tienen intereses. Todos los seres sintientes tienen interés en no sufrir dolor u otras privaciones y en satisfacer aquellos intereses que son propios de su especie. Pero cuesta dinero proteger los intereses de los animales. En términos generales, gastamos dinero para proteger los intereses de los animales sólo cuando está justificado como una cuestión económica—sólo cuando los humanos derivan un beneficio económico al hacerlo. Es decir, la ley generalmente prohíbe imponer sufrimiento a animales sólo cuando

obtenemos un beneficio económico al hacerlo. Considera la Ley de Matanza Humana (del inglés, Humane Slaughter Act) en los Estados Unidos, promulgada originalmente en 1958, la cual requiere que a los animales grandes que matan para producir alimentos se les aturda y no estén conscientes cuando sean encadenados, colgados y llevados al área de matanza. Esta ley protege los intereses que los animales tienen al momento de ser degollados, pero lo hace sólo porque es económicamente beneficioso hacerlo. Los animales grandes que están conscientes y colgados de las patas y moviéndose violentamente mientras los matan, les causarán lesiones a los trabajadores de un matadero y generarán altos costos por el daño producido al cadáver. Por lo tanto, aturdir, o inmovilizar a los animales grandes, tiene sentido desde el punto de vista económico. Al hacer esto, se reducirán las lesiones de

trabajadores y el daño de cadáveres que resulta en menores precios de mercado. Estos animales por supuesto tienen muchos otros intereses a lo largo de sus vidas, no sólo incluyendo el interés en evitar sufrimiento al momento de la matanza; pero estos intereses no son protegidos porque no es económicamente eficiente hacerlo. Resulta interesante que, la Ley de Matanza Humana no aplica a los pollos, quienes son sacrificados por los miles de millones anualmente y comprenden alrededor del 95% de los animales que matamos. ¿Por qué no? Porque en 1958 no se pensaba que incluir a los pollos bajo esta ley proporcionaría algún beneficio económico. Muchos defensores de animales argumentan que las aves deberían ser incluidas bajo esta ley y su argumento se basa, en parte, en la noción de que la supuesta manera “humana” de matar a los pollos, la cual

involucra gasearlos antes de decapitarlos y desplumarlos, es económicamente eficiente y reducirá el costo de producción. Los empleados son lesionados con frecuencia durante el proceso de matanza actual y, debido a que los pollos forcejean antes de morir, existe una buena cantidad de cadáveres dañados. Las leyes de bienestar animal generalmente o exentan explícitamente lo que son consideradas como prácticas “normales” o “cotidianas” del uso animal institucionalizado, y, en particular, exentan a los animales que criamos y matamos para producir alimentos, o los tribunales interpretan el dolor y el sufrimiento impuesto conforme a esas prácticas como “necesarios” y “humanos.” Es decir, la ley se remite a la industria para establecer el estándar de cuidado “humano.” Esta deferencia está basada en la suposición de que aquellos que producen productos de origen

animal—desde los criadores a los granjeros hasta los operadores de mataderos—no impondrán más daño a los animales que el que es requerido para producir el producto en particular, tal como el dueño racional de un coche no llevaría un martillo hacia su vehículo y lo abollaría sin razón. En todo caso, el efecto de la mayoría de las leyes de bienestar animal es hacer el proceso de producción más eficiente. Más allá de la economía de la eficiencia de producción, las leyes de bienestar animal que requieren el trato “humano” no son realmente acerca de animales; se tratan de humanos y de hacer que los humanos se sientan mejor al usar animales. Nos podemos reconfortar con la idea de que estamos actuando de una manera “humana.” Seamos claros: las leyes que requieren el trato “humano” permiten la tortura—y estamos

usando ese término de forma literal y deliberadamente—de los animales que criamos y matamos para obtener carne y otros productos animales. La mayoría de la carne, lácteos y huevos que comemos son producidos por animales mantenidos bajo confinamiento intensivo en las granjas industriales que discutimos previamente. Y las granjas industriales no son más que enormes cámaras de tortura.

Pero… ¿Y si mejoramos el trato hacia los animales que comemos? Asumamos que todos estamos de acuerdo que los animales utilizados para producir alimentos tienen vidas horribles y muertes horribles, y que las leyes que requieren el trato “humano” son, en su mayoría, inútiles. Pero, ¿y si cambiáramos todo eso y nos fuéramos de granjas industriales a la típica granja familiar del viejo MacDonald y aboliéramos el confinamiento intensivo a favor de mejores condiciones? ¿No podríamos hacer eso? Eso es exactamente lo que algunos defensores de animales proponen. De hecho, la mayoría de las grandes organizaciones a favor de los animales en los Estados Unidos, Gran Bretaña, y en muchos otros países realizan campañas exigiendo jaulas más grandes para las

gallinas ponedoras, más espacio para los cerdos que están amamantando y para los terneros, y mataderos más “humanos.” Muchas de estas organizaciones a favor de los animales respaldan y promueven varias estrategias de etiquetado que informan a los consumidores de que supuestamente están comprando un producto de “bienestar mayor.” Hay dos consideraciones relevantes. En primer lugar, como el “Pero” anterior sobre las leyes de tratamiento “humano,” este “Pero” evade la cuestión. Aun si las reformas propuestas por los defensores de animales mejoraran significativamente el bienestar animal—lo cual, como explicamos a continuación, no es el caso—lo que eso significaría es que el sufrimiento animal se reduciría. Pero como el uso de animales para consumo no es necesario en absoluto, eso de todas maneras no haría que nuestro consumo de

animales fuera consistente con el principio moral que afirmamos aceptar: que imponer cualquier sufrimiento y muerte a animales requiere de alguna necesidad; alguna compulsión. Si reformáramos las peleas de perros para que fueran menos violentas, puede que hubiera una reducción del sufrimiento de los perros; pero nadie que piense que lo que hizo Michael Vick estuvo mal cambiaría de parecer y apoyaría las peleas de perros. Las peleas de perros están mal porque, como una práctica, resulta en sufrimiento y muerte innecesarios. Consumir productos de origen animal está mal porque, como una práctica, resulta en sufrimiento y muerte innecesarios. Hacer cualquiera de estas dos prácticas más “humana” no hace que ninguna de las dos prácticas se conforme a nuestras intuiciones morales con respecto a la necesidad de justificar el

sufrimiento animal. El hecho de que defensores de los animales se estén uniendo con la industria para apoyar y elogiar las campañas de carne, huevos y lácteos “felices” no significa que el consumo de esos productos sea moralmente aceptable, así como cuando una persona religiosa declara la perpetración de un acto violento como la voluntad de Dios no hace que sea moralmente correcto matar. En segundo lugar, las reformas que están siendo propuestas por organizaciones a favor de los animales escasamente significan la abolición de las granjas industriales o el regreso a la granja familiar del siglo XIX. Por el contrario, la mayoría de lo que las organizaciones a favor de los animales están proponiendo involucra reformas que incrementan la eficiencia de producción o involucran, como mucho, sólo incrementos minúsculos en costos de producción que no

tendrán ningún efecto significativo en el mercado. Por ejemplo, gasear pollos (en vez de sólo decapitarlos) reduce el daño al cadáver y las lesiones a trabajadores; incrementar el espacio para los cerdos y terneros resulta en animales menos estresados que tienen costos veterinarios más bajos. Estas reformas son muy modestas. Son para la ética animal lo que [1] waterboards acolchados, a diferencia de no acolchados, para su uso en la Bahía de Guantánamo son para los derechos humanos. A los animales criados más “humanamente” aún los mantienen y matan en circunstancias horribles. Punto. Todo este hablar sobre productos animales “felices” se trata de nosotros; se trata de hacernos sentir más cómodos acerca de hacer algo que nos inquieta. Se trata de evitarnos el tener que reconocer que todos somos Michael Vick, para que así continuemos consumiendo productos animales.

En realidad no tiene nada que ver con los animales. Ellos continúan sufriendo horriblemente independientemente de qué etiqueta “feliz”—“criados en libertad,” “sin jaula,” “orgánico,” “Certificado de Crianza y Manejo Humano,” o “Alimento de Libertad”— es estampado en sus cadáveres o en los productos que hacemos con ellos. Y es aún peor cuando grandes organizaciones a favor de los animales elogian y apoyan estos productos “felices.” Como discutimos anteriormente, cuesta dinero proteger los intereses de los animales. Claro, es posible en teoría que todos pudiéramos estar dispuestos a pagar un precio mucho mayor por productos animales y que los estándares pudieran mejorar de maneras significativas. Pero eso es sólo teoría. Muy pocas personas podrían costearse productos animales producidos en una manera que

proporcionara protección más significativa a los intereses de los animales. Y seamos perfectamente claros: aun si elimináramos completamente cada vestigio de las granjas industriales, lo cual es una imposibilidad económica, y regresáramos a un sistema de lo que nosotros pensamos como la granja familiar idílica, aún así habría una gran cantidad de sufrimiento animal. La imagen de una granja de los cuentos es una fantasía, diseñada para hacer que los niños se sientan cómodos con respecto a comer criaturas que son igualmente parecidas a los animales de peluche que ellos aman. Además, a cualquiera que le importara lo suficiente como para pagar el costo significativamente más alto de tal producción probablemente le importaría lo suficiente como para no comer productos animales en absoluto. Asimismo, dadas las realidades

económicas y las reglas de libre comercio, aun si los estándares de bienestar se elevaran significativamente en un lugar, la demanda por productos de menor precio y de menor bienestar forzarían a los productores de mayor bienestar a ir a la quiebra salvo que, tal vez, sirvan a un nicho de mercado muy pequeño y pudiente.

Pero… ¿Y si tratamos a los animales de consumo tal como tratamos a nuestras mascotas? Esta es una variante de “Pero, ¿y si mejoramos el trato hacia los animales que comemos? Reconoce que no podemos tratar a los animales de forma “humana” mientras estemos involucrados con granjas industriales o incluso con granjas más pequeñas; pero pregunta, si tuviéramos una vaca o un par de pollos, los criáramos en nuestros patios traseros, los tratáramos tal como a nuestros perros, gatos u otros animales de compañía—a quienes consideramos miembros de nuestra familia—y los matáramos sin dolor, ¿qué tendría de malo comérnoslos o comer los productos hechos de ellos? Aquí hay cuatro contestaciones:

En primer lugar, como cuestión práctica, sería en gran parte imposible criar y matar animales sin que cierto dolor y sufrimiento considerables estuvieran involucrados, incluso en las circunstancias más ideales. Esto nos lleva a la idea de que menos sufrimiento es ciertamente mejor que más sufrimiento; pero que, si consideramos que los animales tienen valor moral, necesitamos ser capaces de justificar cualquier dolor y sufrimiento que imponemos. En segundo lugar, como cuestión psicológica, esta sugerencia no es nada realista. No comeríamos animales si pensáramos en ellos de la manera en que pensamos en nuestros perros, gatos y otros animales de compañía. Nosotros conocíamos una pareja que decidió que quería continuar comiendo productos animales pero que iban a producir

ellos mismos su propia carne, leche y huevos en una pequeña granja que tenían. Ellos declararon triunfantemente que podían criar y matar animales sin hacerlos sufrir así como no sufrían sus perros y gatos, a quienes amaban y cuyos intereses ellos siempre buscaban proteger. Nosotros éramos escépticos precisamente porque sabíamos que una vez que ellos trataran a las vacas, los cerdos y los pollos con el mismo tipo de actitud que caracterizaba su trato hacia sus perros y gatos, serían incapaces de comerse a esos animales así como no se comerían a sus perros y gatos. Y eso fue precisamente lo que pasó. Después de unos dos años, renunciaron a la granja y dejaron de comer todo tipo de productos animales. “Se volvieron familia; simplemente no podíamos comérnoslos,” fue como lo plantearon. Para aquellos de nosotros

que vivimos con animales de compañía, la idea de comérnoslos nunca se cruza por nuestra mente. Si empezáramos a relacionarnos con los animales de consumo de la manera en que nos relacionamos con nuestros compañeros no humanos, no nos los comeríamos tampoco. Ese es el punto. Si se nos prende el foco y vemos que todos somos Michael Vick, lo que hay que hacer es dejar de ser Michael Vick y dejar de consumir productos animales. La solución no es reestructurar las cosas para tratar a los animales que nos vamos a comer como tratamos a los perros y gatos. En tercer lugar, como cuestión filosófica, esta pregunta asume que si fuéramos capaces de usar animales sin hacerlos sufrir, nuestro matar a un animal sin dolor no equivale, en sí mismo, a hacerle daño al animal. Esto muestra un contraste marcado con

cómo pensamos sobre los humanos. Sí, el sufrimiento es malo, pero vemos la muerte, incluso una sin dolor, como algo malo. Nosotros los humanos tenemos un interés en continuar viviendo. La muerte frustra ese interés, el cual se distingue de un interés en no sufrir. No queremos sufrir; tampoco queremos morir. Los animales, dicen muchos, no quieren sufrir pero no les importa morir a menos de que el acto de matar involucre sufrimiento; para el animal, el sufrimiento es el problema, no la matanza. Esta idea, de una forma u otra, ha estado presente durante cientos de años. La intuición moral que ahora todos aceptamos de que los animales importan moralmente, pero menos que los humanos, y que podemos usar a los animales cuando sea necesario hacerlo siempre y cuando minimicemos el sufrimiento, fue una idea que surgió en el siglo XIX. Esta asumía

que era aceptable usar animales cuando fuera necesario porque, a diferencia de los humanos, no tienen consciencia de sí mismos y no tienen ningún interés en continuar viviendo; esto es, ellos no prefieren, o desean, o quieren permanecer vivos. Esa idea, la cual con toda seguridad nos hace sentir mejor con respecto a matar animales para consumirlos, fue una locura en el siglo XIX. Es una locura ahora. Decir que cualquier ser sintiente no se ve perjudicado por la muerte es bastante peculiar. La sintiencia no es una característica que ha evolucionado para servir un propósito en sí misma. Más bien, es un atributo que le permite a los seres identificar situaciones que son dañinas y amenazan su supervivencia. La sintiencia es un medio para el fin de continuar existiendo. Los seres sintientes, por virtud de ser sintientes, tienen un interés en

permanecer vivos; esto es, ellos prefieren, quieren, o desean permanecer vivos. Decir que un ser sintiente no se ve perjudicado por la muerte niega que el ser tiene ese mismo interés que la sintiencia sirve para perpetuar. Esto sería análogo a decir que un ser con ojos no tiene un interés en continuar viendo o no es perjudicado al volverlo ciego. Los jainistas de la India lo expresaron bien hace mucho: “Todos los seres tienen aprecio a la vida, gustan del placer, odian el dolor, rehúyen la destrucción, gustan de la vida, anhelan vivir. Para todos, la vida es [30] preciada.” La noción de que los animales no tienen consciencia de sí mismos se basa en nada más que una estipulación de que la única manera de ser consciente de sí mismo es teniendo la autoconsciencia de un humano adulto normal.

Esa es ciertamente una manera de ser consciente de sí mismo. No es la única manera. Como el biólogo Donald Griffin, uno de los etólogos cognitivos más importantes del siglo XX, indicó en su libro, Animal Minds, que si los animales son conscientes de cualquier cosa, “el propio cuerpo del animal y sus propias acciones deben caer dentro del ámbito de su consciencia perceptiva.” Nosotros sin embargo les negamos a los animales autoconsciencia porque mantenemos que ellos no pueden “pensar tales pensamientos como ‘Soy yo quien está corriendo, o trepando este árbol, o persiguiendo a esa polilla.’” Griffin mantiene que “cuando un animal percibe conscientemente el correr, el trepar, o la persecución de una polilla por parte de otro animal, también debe estar consciente de quién está haciendo estas cosas. Y si el animal es perceptivamente consciente de su propio cuerpo, es difícil descartar un reconocimiento

similar de que él, en sí mismo, es el que está corriendo, trepando, o persiguiendo.” Él concluye que “[s]i los animales son capaces de consciencia perceptiva, negarles cierto nivel de consciencia de sí mismos parecería ser una [31] restricción arbitraria e injustificada.” Parecería que cualquier ser sintiente debe ser consciente de sí mismo porque ser sintiente significa ser la clase de ser que reconoce que es ese ser, y no algún otro, quien está consciente. Cuando un ser sintiente está teniendo dolor o angustia, ese ser necesariamente reconoce que es él o ella, y no algún otro, quien está teniendo dolor o angustia; hay alguien que está consciente de estar teniendo dolor y que tiene una preferencia por no tener esa experiencia. Aun si los animales viven en alguna especie de “presente eterno,” lo cual dudamos que sea

el caso, eso de todas maneras no significa que no sean autoconscientes, que no tienen interés en continuar existiendo, o que la muerte no los perjudica. Sólo significa que su autoconsciencia es diferente. Los animales aún tendrían un sentido de sí mismos en cada momento particular. Ellos aún querrían llegar al próximo momento del presente. Su sentido de autoconsciencia puede que sea diferente al de un humano adulto normal, pero no sería acertado decir que no son conscientes de sí mismos o que son indiferentes a la muerte. Vemos esto en donde los humanos están involucrados. Si un humano está mentalmente discapacitado y no es consciente de sí mismo de la misma manera en que un humano normal lo es, no pensamos que un humano como tal se encuentra sin un interés en la vida o que la muerte no es un perjuicio para ella o él. Ella o él puede que sea autoconsciente de una manera

diferente que otros pero es aún autoconsciente de una manera moralmente relevante, tal que consideraríamos tratarla o tratarlo exclusivamente como un recurso—lo cual es la forma en que tratamos a los animales no humanos que comemos—como malo moralmente hablando. En resumen, si un ser es sintiente—esto es, si es consciente perceptivamente—entonces tiene un interés en continuar viviendo, y la muerte le perjudica. No es necesario tener un sentido de sí mismo autobiográfico que asociamos con los humanos adultos normales para tener autoconsciencia. Y un sentido de autoconsciencia parecido al humano no es necesario para tener un interés en continuar viviendo. En cuarto lugar, regresemos a la practicidad. Aun si todo lo que acabamos de decir es completamente erróneo y sí fuera posible tener

una agricultura animal donde los animales fueran tratados como perros y gatos y no sufrieran en absoluto, y se les permitiera morir de vejez, la realidad es que los productos provenientes de tales animales no están disponibles ahora en el mundo en el que vivimos; así que, ¿qué importancia tiene en tu elección sobre qué comer esta noche? La respuesta es clara: Ninguna. Hay algunas personas que, cuando se enteran que no consumimos leche (ni nada de nadie que tuvo ojos o una madre), nos contarán una historia sobre la vaca de sus bisabuelos, a quien trataban como un miembro de la familia. Aunque nosotros no aceptamos como cuestión empírica que la vaca en la situación de la granja familiar no sufrió, nuestro seguimiento usual es no discutir ese punto sino preguntar qué les pasó a los terneros que

nacieron como resultado de tener a esta vaca preñada regularmente para que continuara produciendo leche. La razón por la cual hacemos esa pregunta es que sabemos la respuesta: a los machos los venden como carne de ternera, así como a algunas de las hembras. El resto de las hembras se convierten en vacas lecheras. Esto debilita el argumento de que no hay sufrimiento en la situación de la granja familiar de una manera en la que la mayoría de las personas pueden entender. Pero siempre está la persona que regresa con: “A todos los bebés se les permitió vivir en la granja y nunca los enviaron al matadero. Te estoy diciendo, estas vacas nunca sufrieron.” Otra vez, hay muchas cosas que se podrían decir en respuesta a esta caracterización extremadamente fantástica, pero entre las más eficientes en cuanto al uso del tiempo sería preguntar: “¿Tienes algún acceso a leche hecha

de esa manera ahora?” La respuesta es siempre “no.” Nuestra contestación es siempre: “Así que aun si todo eso fuera verdad, ¿qué relevancia tiene eso en tu decisión ahora de consumir leche?” La respuesta es siempre o un reconocimiento de que la situación hipotética no tiene sentido en términos de nuestro comportamiento moral actual, o un comentario expresando irritación—un indicio del hecho de que hemos planteado una pregunta que no puede ser respondida de forma satisfactoria. Un “Pero” relacionado que nos dan a esta altura como contestación es: “Pero… ¿qué pasaría si rescatara y adoptara a un pollo y lo tratara como a mi perro o a mi gato? ¿Estaría bien comer sus huevos?” Dejando de lado que

tal sistema no podría proveer de huevos a mucha de gente (a menos que todos adoptáramos pollos), la realidad es que debido a que los pollos han sido criados para poner un número tan antinatural de huevos, sus cuerpos se ven agotados de nutrientes y los pollos con frecuencia y usualmente se comerán sus propios huevos cuando se dan cuenta que no están fertilizados. Y las gallinas con frecuencia se angustian cuando les quitan sus huevos. Así que, en el mejor de los casos, el cual definitivamente no podría suministrar ninguna cantidad de huevos como cuestión comercial, terminamos tomando huevos que las gallinas necesitan para sí mismas y poniéndolas en situaciones en las cuales padecen angustia. Y a menos que nos vayamos a quedar con ellas hasta que mueran por causas naturales—lo cual pueden ser 10 años o más después de que la producción de huevos decrece—terminaremos matándolas.

La conclusión es clara: no hay manera de producir productos animales—ya sea carne, lácteos o huevos—sin sufrimiento bajo la mejor de las circunstancias, y sin muerte. Simplemente no se puede. Y si no es necesario para nosotros consumir productos animales, entonces no podemos justificar ni siquiera un nivel enormemente reducido de sufrimiento, ni muerte más “humana” en la granja familiar inexistente del viejo MacDonald, tal como estamos de acuerdo en que una operación de peleas de perros más “humana” no haría la conducta de Michael Vick justificable.

Pero… ¿No tenemos que resolver primero cuestiones de derechos humanos? Este es un “Pero” que se escucha con frecuencia. Nosotros explicamos las razones por las cuales no podemos justificar consumir productos animales y alguien pregunta: “Sí pero, ¿y el problema de las mujeres maltratadas?” Esto no es diferente a discutir el problema de la respuesta inadecuada del sistema legal al problema de las mujeres maltratadas, sólo para que alguien responda: “Pero, ¿y el problema de la pedofilia?” ¡Siempre hay algo más que podría abordarse! Y notamos que cuando le preguntamos a la gente que hace esta pregunta qué están

haciendo ellos para abordar los problemas de derechos humanos que ellos afirman ser más importantes que el problema de la explotación animal en el cual nosotros estamos trabajando, nueve veces de cada diez, la respuesta es usualmente que no están haciendo nada. Pero en caso de que seas una de esas personas que realmente está preocupada y está dedicando tiempo, dinero o energía a problemas de derechos humanos, queremos explorar este “Pero” con mayor detenimiento. Está, claramente, implícita en esta pregunta la noción de que los humanos importan más en un sentido moral que los animales y por eso deberíamos centrarnos en problemas humanos y no en problemas de animales. Como manifestamos al comienzo, no vamos a cuestionar la sabiduría convencional de que, aunque los animales importan moralmente, los humanos importan más. Sin embargo, este

“Pero” tampoco nos lleva a ningún lado. En primer lugar, nadie le está pidiendo a nadie que deje de trabajar en o de preocuparse por problemas de derechos humanos. Por el contrario, nosotros estamos de acuerdo en que existe una cantidad terrible de racismo, [2] sexismo, heterosexismo, capacitismo, clasismo, y toda clase de injusticias, y pensamos que es fabuloso que haya personas a las que les importe y trabajen en estas cuestiones. Pero, ¿qué tiene que ver eso con lo que estamos hablando en este libro, lo cual es simplemente que si estás de acuerdo en que los animales importan en absoluto, estás comprometido a no consumirlos ya más? La respuesta es nada. Aun si piensas que absolutamente todos los

problemas de derechos humanos son más importantes que el problema de la explotación animal, tienes que comer mientras estás luchando por esas grandes causas. ¿Cómo es que comer, por ejemplo, tofu en vez de un bistec obstruye tu capacidad para luchar por causas de derechos humanos? No lo hace. En todo caso, una dieta vegana saludable te daría más energía para dedicarte a esas causas. Y ahí es donde entra este análisis. Así que acabas de salir de tu reunión matinal con la agencia local de protección de menores en conexión con tus esfuerzos por obtener mejor protección para niños, y quieres ir por algo para almorzar. ¿Dónde está el conflicto entre la vaca y tú que justifique que comas una hamburguesa? De hecho, si te comes la hamburguesa, entonces, por tu propia acción, acabas de rechazar el principio que afirmas aceptar: que infligir sufrimiento a animales

requiere de una justificación moral. No cuentas con tal justificación moral. En segundo lugar, incluso si a ti sólo te preocupan los problemas de derechos humanos, deberías estar preocupado por la explotación animal también porque esta está directamente relacionada con un problema de derechos humanos significativo. Como discutimos anteriormente, la cantidad de recursos requeridos para producir alimentos de origen animal son múltiplos de la que se requiere para producir alimentos de origen vegetal. Aunque por supuesto existen cuestiones políticas que obstaculizan la distribución de alimentos, también es cierto que la agricultura animal y una dieta de alimentos de origen animal son una amenaza creciente al hambre en el mundo, a nuestro suministro de agua, a nuestro suelo, etc.

Pero… ¿Y Hitler? Él era vegetariano. No, no lo era. Pero no hay que preocuparnos por algo tan insignificante como hechos históricos erróneos. Asumamos que Hitler consumía cero productos animales. ¿Qué diría eso sobre el no consumir productos animales? Absolutamente nada. El razonamiento detrás del argumento “Pero Hitler” es que a Hitler le importaban los animales y eso lo llevó a infravalorar a los humanos y, como consecuencia, a hacerles cosas terribles. Por lo tanto, si a ti te importan los animales, infravalorarás a los humanos y les harás cosas terribles. Así que sigue consumiendo productos animales. Lleva a los niños a devorar una cubeta de pollo frito; no

quieres que se vuelvan Nazis. Dejando de lado la patente ridiculez de tal postura, recuerda que Stalin mató a millones de personas, como también lo hizo el presidente Mao. Ambos comían productos animales. Pol Pot de Camboya, Hirohito de Japón, el rey Leopoldo II de Bélgica, y Francisco Franco de España también fueron responsables de atrocidades horribles. Todos ellos consumían alimentos de origen animal. Así que en la medida en que pienses que lo que consumes te llevará a ser un asesino en masa, estarías mejor aconsejado no consumir productos animales dada la correlación entre ser un asesino de humanos en masa y ser un consumidor de productos animales. Hay un sentido en el cual el argumento “Pero Hitler” tiene la intención de establecer una asociación desfavorable: Hitler tenía una característica—era vegetariano (lo cual no es

cierto)—y Hitler era un hombre malvado, así que deberíamos rechazar cualquier característica asociada con él. Pero Hitler también se bañaba. Así que no deberíamos bañarnos porque no queremos ser como Hitler. Él también vestía prendas y tomaba agua. Si no quieres ser como Hitler, deja de vestir prendas y tomar agua. Entiendes la idea.

Pero… ¿Y las plantas? La escena: Estamos en una cena. Estamos ocupándonos de nuestros asuntos comiendo nuestra comida vegana. Alguien se acerca y nos pregunta por qué no estamos comiendo la carne y los productos lácteos que los demás están comiendo. Nos preguntan si es por una cuestión de salud. Decimos que no; es una cuestión de ética. Y casi inmediatamente nos preguntan: “Pero, ¿y las plantas?” Este “Pero” con frecuencia hace referencia a la comida de origen vegetal en particular que por casualidad estamos comiendo: por ejemplo, “Pero, ¿y ese brócoli que estás comiendo? ¿No sintió dolor cuando lo cocinaban?”

Junto con “Pero Hitler,” este “Pero” es el más absurdo de todos los “Peros.” Nadie cree realmente que las plantas son iguales a los animales. Si alguien se comiera tu tomate y tu perro, nadie consideraría que ambos actos son similares. Seamos claros aquí: no hay ninguna evidencia científica de que las plantas piensen o exhiban cualquier tipo de actividad mental como para que podamos decir que las plantas tienen intereses. No hay ninguna evidencia científica de que las plantas tengan algún tipo de mente que prefiera, o desee, o quiera nada. No hay ninguna evidencia científica de que dejar caer brócoli en agua hirviendo sea similar en alguna manera relevante a matar a una vaca o un cerdo o un pollo, o a dejar caer una langosta viva en agua hirviendo. Podríamos presentar aquí una exposición

sobre botánica pero en realidad no es necesario ya que nadie mantiene realmente que las plantas sean sintientes y puedan experimentar dolor, o que tengan consciencia perceptiva de nada. El interés por las plantas tuvo su comienzo en 1973 cuando un periodista y un escritor que se enfocaban en ciencia alternativa escribieron The Secret Life of Plants, basado en los experimentos desacreditados de, entre otros, Cleve Backster. Backster era originalmente un especialista en interrogación para la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y, en 1968, publicó un artículo en el International Journal of Parapsychology afirmando que las plantas tenían pensamientos y emociones, y podían leer las mentes humanas. Pero espera. En su libro de 2012, What a Plant Knows: A Field Guide to the Senses, el científico Daniel Chamovitz de la Universidad

de Tel Aviv dice que las plantas pueden ver, oler, pensar, y sentir. Él es un científico reconocido y parece decir que estamos equivocados, ¿verdad? No. La publicación Scientific American entrevistó a Chamovitz y le preguntó sin rodeos: “¿Dirías, entonces, que las plantas ‘piensan’?” Chamovitz respondió: “No, no lo diría.” Y agregó: “Así como una planta no puede sufrir dolor subjetivo en ausencia de un [32] cerebro, tampoco creo que piense.” Chamovitz y personas como el filósofo Michael Marder, quien, en su libro de 2013 Plant-Thinking: A Philosophy of Vegetal Life defiende “la ética de las plantas,” señala casos en los cuales las plantas reaccionan ante estímulos. Nadie duda que lo hagan. Están vivas. Llevan a cabo varias actividades, algunas de las cuales son muy complejas, a nivel

celular. Pero no llevan a cabo nada a nivel cognitivo o consciente porque carecen de consciencia y cognición completamente. Las plantas reaccionan; no responden. ¿Girará una planta hacia el sol? Seguro. ¿Lo hará aun si al girar en esa dirección, a la planta la cortaran? Seguro. ¿Algún animal se comportará de esta manera? No. Los animales responden; las plantas reaccionan. Una campana reaccionará si transmites electricidad a través del cable al cual está unida. ¿Significa eso que la campana está respondiendo? No. ¿Significa eso que la campana es consciente? ¿Sintiente? No, por supuesto que no. Las campanas reaccionan; las plantas reaccionan. Ninguna de las dos es consciente; ninguna de las dos es sintiente; ninguna de las dos responde a nada. No son del tipo de cosas que pueden responder; son sólo

del tipo de cosas que pueden reaccionar. En efecto, son cosas. Una señal reveladora obvia aquí es que aquellos quienes defienden “la ética de las plantas,” cuando son confrontados con el hecho indiscutible de que las plantas no son sintientes, empiezan a hacer afirmaciones de que aunque las plantas no son sintientes, sí son, utilizando una expresión que Marder utilizó en un debate que tuvimos con él, auspiciado por la Prensa de la Universidad de Columbia, capaces [33] de “intencionalidad no consciente.” “Intencionalidad no consciente.” ¿Qué rayos significa eso? ¿Cómo puede uno tener la intención de hacer algo de una manera no consciente? ¿Acaso no es la consciencia necesaria para la intención? ¿Las plantas se involucran en actividades que alcanzan ciertos estados de las cosas? Sí. Pero es una petición

de principio el hablar de “intencionalidad” en este contexto. En este preciso momento, hay toda clase de procesos biológicos ocurriendo en nuestros cuerpos. Esperamos que estos procesos se dirijan hacia ciertos fines, tal como la restauración celular, y no hacia otros fines, como la formación de un tumor. ¿Pero podemos hablar de la “intencionalidad” de las células de cáncer? Sólo si cometemos una petición de principio y asumimos que las reacciones celulares tienen un componente cognitivo. Podríamos decir que las partículas cargadas eléctricamente que viajan a través del cable tienen la intención no consciente de hacer sonar la campana. Esto sería absurdo pero no más absurdo que decir que una Venus atrapamoscas tiene la intención no consciente de cerrar sus “mandíbulas” alrededor de una mosca. Los defensores de “la ética de las plantas” a

menudo argumentan que simplemente no podemos decir si las plantas son sintientes. Puede que sean sintientes en una manera que nosotros aún no podemos reconocer. Simplemente no lo sabemos. Por ejemplo, aunque Chamovitz reconoce que las plantas no pueden pensar, él agrega: “¡Pero tal vez ahí es donde aún sigo limitado por mi propia forma de pensar!” Hay tres simples respuestas aquí. En primer lugar, podrías decir lo mismo de cualquier cosa. Podrías, por ejemplo, afirmar que en realidad no podemos saber si una brizna particular de césped es Einstein reencarnado. Bien puede que sea Einstein; sólo que no contamos aún con las herramientas para reconocer que sí lo es. Hacer afirmaciones absurdas y decir que puede que no sean absurdas porque es posible que puedan no ser absurdas es un esfuerzo absurdo. En segundo lugar, a menos que quieras

ignorar el principio de la evolución, tendrías que explicar por qué las plantas desarrollarían una característica que sería completamente inútil para ellas. Si las plantas pudieran sentir dolor, no hay nada que ellas podrían hacer al respecto excepto sufrir ese dolor. Las plantas no pueden huir. En tercer lugar, incluso si, contrario a todo lo que sabemos, las plantas fueran sintientes, de todas maneras matamos más plantas cuando comemos animales que cuando consumimos esas plantas directamente. Así que cuando alguien que está comiendo una libra de bistec te pregunta acerca de las plantas que estás comiendo, le puedes recordar a él o a ella que la vaca de la cual tomaron el bistec fue una vez un mamífero sintiente que tenía un sistema nervioso muy similar al nuestro y que era incuestionablemente sintiente. Para producir esa libra de bistec, se necesitaron unas 16

libras de proteína vegetal. Así que tenemos un mamífero sintiente que murió, junto con 16 libras de plantas supuestamente sintientes. Por lo tanto, aun si las plantas fueran sintientes, la persona comiendo el bistec y la persona comiendo directamente los alimentos de origen vegetal están involucrados en actos diferentes; y la acción de la primera persona es mucho peor. Pero entonces, si la persona comiéndose el bistec realmente tuviera una preocupación moral por las plantas, o por el sufrimiento de seres sintientes en general, ella o él estaría consumiendo plantas directamente. Aunque la preocupación por la sintiencia de las plantas es absurda, este “Pero,” como “Pero Hitler,” es un indicio de que la persona con la cual estás hablando reconoce que sí hay algo malo, o al menos cuestionable, acerca de comer productos animales. Así como nadie piensa realmente que el régimen alimenticio

de Hitler es relevante para nada, nadie piensa realmente que tu brócoli sufrió cuando lo cortaron o hirvieron. Y, como “Pero Hitler,” “Pero las plantas” es un “Pero” que, a pesar de ser absurdo, es utilizado con frecuencia por personas por lo demás inteligentes. En todo caso, el hecho de que alguien está ofreciendo un “Pero,” particularmente un “Pero” muy absurdo como este, puede que sea un indicio fuerte de que él o ella se siente irritada y preocupada acerca de comer productos animales.

Pero… Consumir productos animales es una tradición. Hay una palabra que, siempre que la escuchas en el contexto de un argumento a favor de alguna postura, sabes con certeza que la persona utilizando esa palabra para defender la postura no tiene nada sustancial que decir. Esa palabra es tradición. Usar tradición o cultura para justificar algo es sólo otra forma de decir que hemos hecho algo durante mucho tiempo, así que estamos justificados en continuar haciéndolo. En otras palabras, no ofrece ni una sola pizca de apoyo a la práctica que está siendo cuestionada. Sabemos que la gente ha estado consumiendo productos animales durante mucho tiempo. Esa es la cuestión. Estamos cuestionando ese comportamiento al ser

inconsistente con nuestra sabiduría convencional de que debemos ser capaces de justificar el imponer sufrimiento o muerte a los animales. Así que repetir el hecho de que la gente ha estado comiendo productos animales por mucho tiempo es completamente inútil en lo que respecta a hacer que las cosas avancen; esto meramente repite el problema bajo discusión y no proporciona ningún tipo de solución al respecto. Prácticamente cualquier tema del cual valga la pena hablar desde un punto de vista moral ha estado ocurriendo durante mucho tiempo y es parte de la tradición de alguien. Tomemos el caso de la mutilación genital femenina, por ejemplo. Esta práctica absolutamente horrible consiste en la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos, con el propósito

de garantizar la virginidad premarital e inhibir la conducta sexual extramarital. Si bien claramente uno puede estar en contra de la circuncisión masculina, la mutilación genital femenina es mucho más severa y, además de reducir o eliminar cualquier placer que una mujer obtiene como resultado de una relación sexual, existen riesgos y efectos secundarios considerables, incluyendo hemorragias fatales, quistes, infecciones, dolor crónico, y toda una gama de complicaciones ginecológicas y obstétricas. El rango de edad para esta mutilación es desde varios días después del nacimiento hasta la edad de 15 o 16 años. A veces se lleva a cabo después. Existe una fuerte oposición a esta práctica y un número de organismos internacionales, incluyendo las Naciones Unidas, han buscado ponerle fin. El argumento es bastante directo: hacerle algo así a alguien plantea serios

problemas de derechos humanos; hacérselo a los bebés, a las niñas, y a las adolescentes, quienes no pueden brindar ningún consentimiento informado, es monstruoso. A pesar de los esfuerzos que se han llevado a cabo a lo largo de los años, esta práctica aún persiste. ¿Por qué? ¿Cuál es la posible justificación? Dejando de lado las razones completamente absurdas relacionadas con preocupaciones inválidas—que una mujer con sus genitales intactos no puede manipular alimentos de forma segura, o que el clítoris de una mujer es peligroso para el pene del hombre o para la cabeza del bebé—la razón principal es simple: es una tradición. Es parte de la cultura en algunos lugares de África, en el Medio y Cercano Oriente, y en el sudeste de Asia. Lo han estado haciendo por mucho tiempo. La

mutilación genital femenina se remonta a la época del antiguo Egipto. Entonces, ¿qué podemos inferir de esto? Podemos inferir que algo horrible ha estado sucediendo por mucho tiempo. No podemos, sin embargo, inferir que la práctica es moralmente aceptable porque haya estado sucediendo por mucho tiempo. El mismo “argumento” se utiliza para defender la tauromaquia. Si criticas la tauromaquia en lugares tales como España, aquellos que la defienden te gritarán sobre el hecho de que es una tradición honorable. Otra vez, ¿qué significa eso? Significa que la gente ha estado torturando toros por diversión durante mucho tiempo. ¿Y qué?

Existe un sentido en el cual debemos ser sensibles con respecto a los argumentos sobre la tradición. Estos se realizan con frecuencia a personas en sociedades que han sido explotadas u oprimidas por aquellos quienes los explotaron u oprimieron. Por lo que algunos defensores de la mutilación genital femenina se enfurecen cuando personas de Estados Unidos o de Europa Occidental, quienes no tienen muy buen historial cuando se trata de África, critican a los africanos por esta práctica. O personas indígenas que viven en el norte de Canadá se enfurecen cuando los canadienses no indígenas o aquellos de los Estados Unidos critican su matanza de focas o ballenas. Nosotros deberíamos, por supuesto, ser sensibles a estas preocupaciones y a los efectos de otras prácticas injustificables, tales como la colonización. Pero eso no significa

que la gente obtenga un pase libre para llevar a cabo otras prácticas moralmente injustificables. Dos errores no hacen un acierto. Finalmente, el uso de la tradición para justificar comer animales es particularmente absurdo. Todas las personas, incluyendo todo grupo étnico, pueden afirmar que los alimentos de origen animal son parte de su tradición cultural. Una de las razones por las que “Pero la tradición” resuena en otros contextos es que este “Pero” está hecho usualmente para defender una práctica que un número relativamente pequeño de personas considera sacrosanta, tal como la mutilación genital femenina o la tauromaquia. Cuando usamos la tradición para justificar algo como el consumo de alimentos de origen animal, lo cual todo el mundo hace, es como usar la tradición para justificar el sexismo, o el

racismo, o algo más que todo el mundo hace. En este caso, el uso de la tradición es particularmente absurdo y no llega a ser nada más que decir que la práctica existe desde hace mucho tiempo. No hay ninguna afirmación válida de que comer animales, como actividad, sea algo que forme parte de la identidad de un grupo en particular de ninguna manera en especial. Sí, la gente puede que afirme que sus comidas étnicas de origen animal en particular son parte de la identidad de su grupo, pero eso es como decir que un tipo particular de pornografía es parte de la identidad de un grupo que practica el sexismo. Cuando estamos hablando de comportamientos generalizados y ubicuos, tal como el consumo de productos animales o el sexismo, usar la tradición no es nada más que decir que algo que está siendo criticado ha estado sucediendo por mucho

tiempo, y en lugar de arrepentirse de que algo moralmente malo ha estado sucediendo por demasiado tiempo, el argumento de la tradición dice “lo hemos hecho por mucho tiempo así que podemos hacerlo un poco más.”

Pero… Estamos en la cima de la cadena alimenticia. ¿Qué cadena alimenticia? Este “Pero” es otra forma de preguntar si nuestro poder y habilidad para explotar animales lo hace moralmente correcto. Veríamos inmediatamente el problema si este “Pero” fuera planteado en un contexto que involucrara humanos. Por ejemplo, alguna vez se argumentó que los blancos de Europa Occidental eran naturalmente superiores a los africanos porque los primeros fueron capaces de esclavizar a los segundos. No existe tal cosa por ahí como una “cadena alimenticia.” Es un concepto que hemos ideado para que podamos hacer que nuestra explotación de animales parezca como si tuviera alguna base en el mundo natural. No la

tiene. La proclamación de que estamos en la cima de la cadena alimenticia es equivalente a una proclamación de que somos capaces de oprimir y explotar a todas las demás especies en el planeta. Eso puede que sea cierto pero no conlleva ninguna importancia moral. ¿Son los humanos diferentes a los no humanos? Definitivamente. ¿Tienen los humanos habilidades que los no humanos carecen? Definitivamente. Pero los animales tienen toda clase de habilidades que los humanos no tienen. Sí, los humanos pueden componer sinfonías (aunque la mayoría no, por cierto). Pero las aves pueden volar sin estar en un avión y los peces pueden respirar bajo el agua sin un tanque de oxígeno. ¿Qué, aparte de nuestra proclamación auto-interesada, hace que las habilidades de los animales valgan menos como cuestión moral que las habilidades humanas? La respuesta: nada.

Pero al principio de este libro te prometimos que no íbamos a cuestionar ese pedacito de sabiduría convencional que sostiene que, si bien los animales importan moralmente, no importan moralmente tanto como los humanos. Nuestra sabiduría convencional sostiene que aun si los animales importan menos, ellos importan algo, y hacerles daño o matarlos requiere de una justificación. Responder a la necesidad de tal justificación diciendo que estamos en la cima de alguna cadena inexistente es una manera de decir que está bien lastimar y matar animales sin ninguna justificación moral. Y eso es sólo una manera de decir que tú no piensas que los animales importan en lo más mínimo moralmente y que podemos hacerlos sufrir y matarlos sólo porque somos capaces de hacerlo. De hecho, si te detienes y lo piensas por un minuto, ¡verás que nuestro poder

y habilidad para explotar a los animales no humanos nos da la responsabilidad de protegerlos de la explotación!

Pero… Yo conozco personas que llevan una dieta vegana y sermonean (o son hipócritas). Nosotros también. En ambos aspectos. ¿Y qué? Hay personas quienes son defensoras de todo tipo de problemas morales que son sermoneadoras—esto es, ellas sermonean en vez de educar. Hay también personas que abogan por un problema moral, sea el que fuere, y luego participan en lo que te aconsejan no hacer. ¿Niega cualquiera de ambos atributos la validez de la postura moral por la cual abogan?

Pero… ¿No es lo que como una cuestión de mi elección? Consumir productos animales es una “elección” sólo en la medida en que la sociedad te permite elegir hacer cosas que son obviamente e indiscutiblemente malas moralmente. ¿Eres libre de elegir sostener puntos de vista racistas? Sí. Así que decir que algo es una “elección” no dice nada acerca de su moralidad. No podemos justificar moralmente consumir productos animales. Punto. Consumir esos productos puede que sea una cuestión de “elección” pero sólo en el sentido más superficial. No es una cuestión de elección para cualquiera que se tome la moralidad en serio. Puede que seamos capaces de elegir hacerles daño a otros pero eso no quiere decir que podamos, en un sentido moral, elegir

hacerlo. Poniendo esta cuestión de otra manera, no tiene sentido decir que pensamos que está mal moralmente infligir sufrimiento innecesario a animales pero luego decir que infligir sufrimiento innecesario a animales es simplemente una cuestión de elección personal. Puede que, en un sentido legal, tengamos la libertad de elegir hacer algo que reconocemos es inmoral. Pero en lo que a la moralidad concierne, no tenemos opción.

Pero… Estoy ocupado/a e ir rápido a comer una hamburguesa es simplemente más conveniente. La conveniencia en realidad no es diferente al placer o a la diversión cuando se trata de excusas absurdas si los animales importan moralmente en lo más mínimo. Otro ejemplo de la vida real lo explicará claramente. Mitt Romney probablemente perdió la elección presidencial de 2012 al menos en [34] parte por lo que Romney le hizo a Seamus. Seamus era el perro de raza setter irlandés de Romney, a quien Romney encerró en una jaula y ató al techo de su minivan durante un viaje familiar de 12 horas a Canadá en 1983.

Seamus aparentemente defecó, muy probablemente porque estaba aterrorizado. Romney se detuvo en una gasolinera, bañó a Seamus con una manguera, y lo metió de nuevo en la jaula para continuar con el viaje. Según los hijos de Romney, Seamus salió huyendo cuando la familia llegó a Canadá. La gente estaba indignada por lo que Romney le había hecho a Seamus. Podemos perdonar casi cualquier cosa pero no podemos perdonar el hacerle daño a un animal intencionalmente sin que haya una muy buena razón. Para parafrasear una cita famosa de Gandhi: “La grandeza moral de un “quiero y no puedo” presidencial puede ser juzgada por la forma en que trata a su perro.” La conveniencia no es una buena razón para infligirle sufrimiento a un animal. Nos molestamos con Romney porque a él simplemente no le importó lo suficiente como

para asegurarse de que Seamus fuera transportado de una manera segura en la cual él no estuviera aterrorizado por horas. Romney dejó que su conveniencia, su no querer molestarse en alquilar un tráiler o un vehículo más grande, determinara el asunto. Y eso simplemente no está bien. Si bien las leyes de anticrueldad no sirven de mucho, una de las pocas áreas en las cuales sí han sido utilizadas efectivamente involucra situaciones en las que las personas descuidan animales porque simplemente les resulta inconveniente cuidar de ellos. Si dejas que tu perro, caballo, o vaca pase hambre o muera por exposición a la intemperie porque te resulta demasiado inconveniente cuidar del animal, bien puede que te enfrentes a cargos criminales. ¿Así que qué nos dice esto? Nos dice que nuestro reconocimiento de que los animales tienen cierto valor moral

excluye la conveniencia como una razón para infligir sufrimiento a los animales. Los animales importan moralmente; no puedes hacerlos sufrir porque derives placer o diversión al hacerlo, como lo hizo Vick; o porque lo encuentres conveniente, como lo hizo Romney. Puede que los animales no importen mucho pero si importan en absoluto, nuestra conveniencia no es razón suficiente para hacerlos sufrir. Si esto significa que tienes que estar forzado o forzada a la carga de abrir y calentar una lata de sopa o de hacer una ensalada en lugar de comerte una hamburguesa, que viene con queso, tocino, y contiene más grasa saturada y sal de las que deberías consumir en un mes, y servida en un pan que contiene suficiente azúcar como para calificar de pastel, entonces, si los animales importan en lo más mínimo, y

si tienes algún interés por tu salud, deshazte de la hamburguesa.

Pero… Los animales comen otros animales. Nuestra sabiduría convencional dice que si bien los animales importan moralmente, y necesitamos ser capaces de justificar el imponerles sufrimiento y muerte, los humanos importan más debido a características tales como su habilidad de participar en un razonamiento moral y, en una situación de verdadero conflicto, los animales pierden y los humanos ganan. Y cuando nos enfrentamos al hecho de que nuestro consumo de animales no puede ser justificado porque no hay ningún conflicto y comemos animales y productos animales simplemente porque disfrutamos de su sabor, decimos: “pero espera—los animales se comen entre sí, así que, ¿por qué no podemos comérnoslos?”

Algunos animales sí, en efecto, comen otros animales. Eso es definitivamente cierto. Pero ¿qué relevancia tiene esto con la cuestión de si deberíamos nosotros consumir productos animales o no? Esa es una pregunta retórica; la respuesta es clara: no tiene ninguna relevancia. En primer lugar, si bien algunos animales se comen entre sí en la naturaleza, muchos no lo hacen. Muchos animales son veganos. Además, existe mucha más cooperación en la naturaleza de lo que nosotros nos imaginamos como “la crueldad de la naturaleza.” En segundo lugar, si los animales se comen o no a otros animales es un tema que no viene al caso ¿De qué forma es relevante si los animales comen otros animales? Algunos animales son carnívoros y no pueden existir sin comer carne. Nosotros no encajamos en esa

categoría; podemos arreglárnoslas muy bien sin comer carne y sin otros alimentos de origen animal, y más y más personas están tomando la postura de que tanto nuestra salud como el medio ambiente se beneficiarían con un cambio que se alejara de una dieta de productos animales. En tercer lugar, los animales hacen todo tipo de cosas que los humanos no consideran como moralmente apropiadas. Por ejemplo, los perros copulan y defecan en la calle. ¿Significa eso que deberíamos seguir su ejemplo o que los humanos están justificados en participar en los mismos comportamientos? Es interesante que, cuando es conveniente para nosotros, intentamos justificar nuestra explotación de animales apoyándonos en nuestra supuesta “superioridad.” Y cuando nuestra supuesta “superioridad” se interpone en el camino de lo que queremos hacer, de repente

nos representamos como nada más que otra especie de animal salvaje, con el mismo derecho que los zorros a comer pollos. En todo caso, este argumento sufre el problema con el cual se enfrenta cualquier argumento del estilo “Hacer actividad X está mal moralmente. Pero la persona P está haciendo X. Por lo tanto, está bien hacer X.” Puedes substituir cualquier cosa por X. Darle una paliza a tu madre está mal moralmente. Pero espera, John le da palizas a su madre regularmente. Por lo tanto, darle palizas a tu madre está bien moralmente.” ¿Ves el problema?

Pero… Jamás podría dejar de comer [mi comida favorita]. Lo triste es que este es el “Pero” que escuchamos con mayor frecuencia. ¿Por qué es triste? Pues piénsalo. Decimos que los animales importan moralmente y que no deberíamos hacerlos sufrir a menos que tengamos una buena razón. Aceptamos esa obligación moral pero luego ignoramos la obligación porque nos resulta difícil dejar de comer algo (carne, o productos lácteos o huevos) que nos gusta. ¿Tendríamos alguna piedad hacia Michael Vick si él afirmara que simplemente le encantaban las peleas de perros y no podía dejarlas?

Si bien no creemos que las preferencias de gusto deban jamás superar cuestiones morales serias y que tu amor por ciertos alimentos en particular no debería interponerse en el camino a vivir una vida moral, deberíamos agregar que hay un substituto vegano para prácticamente cualquier alimento de origen animal sin el cual crees que no puedes vivir. Existen versiones veganas de carne, queso (incluso del tipo que se derrite), y toda clase de leches y helados veganos. Y aun si no hubiera un substituto—incluso si tuvieras que dejar algo cuyo sabor realmente te gustara—¿puedes realmente decir que valoras a los animales moralmente y que tu placer del paladar puede superar los intereses que los animales tienen en no sufrir y morir? Por ejemplo, los productos lácteos involucran no sólo apoyar a la industria de la carne de ternera —donde acaban la mayoría de los terneros

machos— sino la separación entre las madres y sus bebés, algunas veces inmediatamente y con frecuencia después, como mucho, de un día o dos de nacer. ¿Vale la pena esa pizza de queso? ¿Vale la pena ese helado? ¿Vale la pena esa nata en tu café? Existen alternativas excelentes que no son de origen animal para todas estas cosas. Pero aun si no las hubiera, o aun si no pudieras costeártelas o encontrarlas donde vives, ¿valdría la pena apoyar esa industria terrible y la práctica rutinaria de despojar a las madres de sus bebés? Finalmente, hay algunas personas que afirman tener una “adicción” al queso y unos pocos en la comunidad médica han respaldado la idea de la “adicción al queso.” Nosotros somos muy escépticos al respecto, en parte porque ambos fuimos consumidores de cantidades significativas de queso en el tiempo en el cual nos volvimos veganos; y aunque

ambos extrañamos el queso por un tiempo, ninguno de los dos tuvimos “síndrome de abstinencia,” ni tuvimos nada más allá de un fuerte antojo por un breve periodo de tiempo. Y el número abrumador de veganos que conocemos se reirán entre dientes al escuchar sobre esta supuesta “adicción.” A muchos de nosotros realmente nos gustaba el queso. Pero dejamos de consumirlo porque tomamos una decisión moral. Francamente, nosotros pensamos que hablar de una “adicción” en este sentido en realidad no es diferente de otros gustos fuertes que tenemos, ya sea por el queso (u otros alimentos) o por comportamientos problemáticos e inmorales, tales como la pornografía, otra cosa a la cual una “adicción” se afirma con frecuencia. Puede ser que se te antoje el queso después de que dejes de comerlo. Pero eso es sólo un deseo y en realidad no difiere en nada de cualquier otro deseo que tengas por otras cosas que te gustan.

Pero… Mi familia y mis amigos se molestarían si dejase de consumir productos animales. Existen dos reacciones a este “Pero”: la moral y la práctica. La respuesta moral es: ¿por qué te importa? ¿Vas a dejar que la opinión de otros te impida vivir de una forma que tú ves como moralmente correcta? Piénsalo. Si tú ahora ves que comer alimentos de origen animal está mal por la misma razón por la cual lo que Michael Vick hizo estuvo mal, ¿por qué debería importarte si los demás tienen una reacción negativa hacia tu razonamiento moral? En todo caso, dado que tus familiares y tus amigos son probablemente personas buenas, puede ser que quieras tratar con ellos sobre por qué deberían ver la

situación exactamente de la misma forma. Presuntamente, tú no comprometerías tus otras creencias morales por otros, así que no deberías consumir productos animales con el fin de hacerlos felices ahora que has concluido que nuestro pensamiento moral convencional lo descarta. Piénsalo en el contexto de Michael Vick. Le expresas a tu amiga que estás horrorizado por lo que hizo Vick y tu amiga te dice que no está de acuerdo y que realmente quiere que vayas con ella a una pelea de perros. Asume que ella dice que de verdad es importante para ella. Se pondrá hostil contigo si no la acompañas. ¿Irías para hacerla feliz? El mismo análisis aplica en el contexto de comer alimentos de origen animal o de cualquier otra actividad que hayas concluido

que está moralmente mal. Jamás deberías hacer algo que piensas que está mal moralmente simplemente porque alguien más quiere que lo hagas. La respuesta práctica: la mayoría de las personas no van a pedirte que vayas a una pelea de perros pero muchos de ellos sí reaccionarán negativamente si no consumes productos animales. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta es complicada en al menos dos aspectos. En primer lugar, mucha de nuestra vida social gira alrededor de la comida y muchas de nuestras interacciones con la familia y amigos han ocurrido en el contexto de comer. Y, como mencionamos anteriormente, el caso es que, como resultado del hábito y de absolutamente

ninguna necesidad, muchas personas aún piensan que comer significa comer productos animales; que no has tenido una comida apropiada si no hay un animal muerto o productos animales sobre la mesa. Cuando anuncias que no consumes productos animales, tú, en efecto, prescindes de una de las principales maneras en que te has relacionado con esa persona en el pasado y puede que estés preocupado sobre cómo te relacionarás con esa persona en el futuro. En otras palabras, has estado comiendo un ave muerta en la casa de tu abuela para el Día de Acción de Gracias desde hace no importa cuántos años. Ahora, le dices a tu abuela que ya no estarás comiendo el ave y que sólo te comerás los alimentos que no sean de origen animal que ella haya preparado. Estarás muy bien con las coles de Bruselas, las papas al horno, la ensalada, etc. Ella se enfada porque te

interpreta como diciendo que a pesar de que vas a estar sentado a la mesa con el resto de la familia, en realidad no estarás comiendo la comida. En realidad no estarás celebrando la cena del Día de Acción de Gracias con ellos. El rol simbólico de la comida se ha frustrado. En segundo lugar, cuando le informas a tu familia y amigos que ya no comes alimentos de origen animal y que no lo haces porque piensas que está mal moralmente, lo que ellos escuchan es que estás diciendo que ellos son personas inmorales. Se sienten ofendidos. Su reacción es comprensible porque, aunque todo el tema de comer animales debería ser tan claro como el tema de las peleas de perros de Michael Vick, no lo es. Comer productos animales es culturalmente aceptado. La mayoría de las personas lo hacen. La mayoría de las personas piensan que es “normal,” lo cual, si la normalidad se determina por lo que

hace la mayoría de las personas—al menos en sociedades occidentales ricas—entonces lo es. Se te percibe como quien anuncia una opinión idiosincrásica que se entiende como lo equivalente a decir que no comes manzanas rojas porque piensas que es inmoral y, lo que es peor, que crees que cualquiera que come manzanas rojas es también inmoral. No es sólo que no estés teniendo la cena de Acción de Gracias con tu abuela cuando sólo te comes las coles, las papas, y la ensalada; le estás diciendo a tu abuela que ella es una mala persona. Por estas dos razones prácticas, es importante entender que si bien una vez que ves la inmoralidad del uso de animales para producir alimentos debido a que causa sufrimiento innecesario—y lo ves claramente —lo mismo no aplica a aquellos que aún no han tenido esa percepción moral. Es imperativo que recuerdes esto en tus interacciones con ellos y

los ayudes a tener esa percepción moral, explicándoles las razones que han causado que dejaras de consumir productos animales y mostrándoles que ellos están de acuerdo con los mismos principios morales convencionales que te han llevado a tu decisión. En otras palabras, empiezas con Michael Vick. La idea no es hacer juicios sobre las personas; la idea es educar a las personas sobre cómo algo en lo que ellos ya creen los orienta en tu dirección; y que el problema es su inconsistencia y no tu conducta. Pero otra vez, nuestro enfoque es la conducta y la discusión sobre por qué hacemos algo que la mayoría de nosotros piensa que está mal. El enfoque no son los defectos morales de la persona.

En otras palabras, no le digas a tu abuela que es malvada. Le explicas que no te estás comiendo el pavo por la misma razón que ella piensa que las peleas de perros están mal. Puede que ella no esté de acuerdo contigo (al menos al principio) hasta el punto de acompañarte a una cena de Acción de Gracias de coles, papas, y ensalada pero entenderá por qué lo estás haciendo y comprenderá que no la estás rechazando o juzgando. Sólo estás actuando en base a lo que todos (incluso la abuela) decimos que creemos: que causar sufrimiento innecesario está mal desde el punto de vista moral. Si haces un trabajo amable pero persuasivo educando a las personas, puedes lidiar con reacciones negativas e incluso hostiles. Pero, al final, tienes que hacerte dos simples preguntas: 1) ¿Me tomo la moralidad en serio?; y 2) ¿estoy dispuesto a actuar en base a lo que

yo afirmo tomarme en serio? Preocuparte por los demás significa que te tomas el tiempo de explicar por qué piensas de la manera que lo haces y por qué tu conducta está relacionada con principios morales que compartes con los demás. Pero preocuparse por los demás no significa hacer algo que consideras que está mal porque alguien quiere que lo hagas. Así que educas y explicas. Si alguien se pone hostil y dice que su felicidad depende de que hagas algo que viola tus creencias morales, necesitas preguntarte a ti mismo o a ti misma por qué reaccionarías a eso de alguna otra manera que no fuera con tristeza.

Pero… Mi pareja no quiere hacerlo aun cuando yo sí quiero. Este es una variante del “Pero” precedente pero se enfoca más en el problema de vivir con alguien que no come las mismas cosas que comes tú, de modo que la preparación de alimentos se vuelve más complicada como cuestión práctica. Hemos lidiado mucho con este “Pero” a lo largo de los años, aconsejando a veganos nuevos sobre cómo navegar por esta situación. Aquí ofrecemos nuestras reflexiones. En primer lugar, en la gran mayoría de los casos, puede que nuestra pareja no esté entusiasmada al principio, pero una vez que le explicamos el argumento moral, esa persona de hecho sí se vuelve dispuesta y a veces incluso entusiasmada por cambiar a una dieta vegana.

Como en todas las situaciones en las cuales una persona en una relación tiene un punto de vista moral distinto acerca de una cuestión, esa persona tiene la tarea de educar a la otra persona. A veces, la otra persona es persuadida; y a veces no. Pero conocemos a muchas personas quienes han sido persuadidas y quienes consumen una dieta vegana, al menos en casa. Es imperativo que nuestra pareja sea educada acerca de, y no apaleada con, la cuestión moral. Pero eso es cierto de la educación en general. Nadie aprende si le gritas o le haces sentir como si fuera moralmente horrible o estúpido. Dada la prevalencia del consumo de productos animales en nuestra sociedad, muchas personas ven una dieta vegana como “extrema.” Aunque, como hemos discutido y discutiremos más adelante, nosotros pensamos que existen muchas razones sensatas para rechazar este

punto de vista, el hecho sigue siendo que ese es el punto de vista dominante. Así que debemos enseñar pero enseñar cuidadosamente. También se recomienda que el compañero vegano se esfuerce en preparar o proveer alimentos veganos apetecibles, para que así el otro compañero no se crea la noción falsa de que la comida vegana es aburrida e insípida. En nuestra experiencia, las parejas generalmente se sorprenden con agrado de lo sabrosa, interesante, y variada que es la comida vegana. Con frecuencia disfrutan compartiendo en la aventura de explorar platos y estilos de cocina nuevos y deliciosos. Algunos de los recursos que mencionamos posteriormente deberían ayudar en ese aspecto. En segundo lugar, la situación de dos (o más) personas viviendo juntas a quienes no les gusta o no comen el mismo tipo de alimentos es bastante común. Si la persona vegana no

objeta la presencia de productos animales en la casa con base en fundamentos morales, el problema práctico será fácil de resolver. Con un mínimo de esfuerzo, la mayoría de las comidas pueden ser adaptadas fácilmente durante la preparación para satisfacer a ambas personas, tanto a la vegana como a la no vegana, como, por ejemplo, agregando tofu o legumbres a una porción y carne a la otra. No es necesario preparar dos comidas completamente separadas.

Pero… ¿No es difícil y caro llevar una dieta vegana? No. No es ni difícil ni caro En cuanto a la dificultad, piensa: frutas, vegetales, legumbres, cereales, frutos secos, una fuente de vitamina B12, tal como la levadura, y una fuente de ácidos grasos esenciales tales como las semillas de linaza o de chía, las nueces de nogal, o un suplemento a base de algas. Todo lo que necesitas para llevar una dieta vegana está prácticamente al alcance de cualquiera y en cualquier parte. Puedes sazonar y preparar estos alimentos así como sazonas y preparas alimentos de origen animal, y la gente siempre se asombra de lo deliciosa que es la comida vegana. Si quieres alimentos veganos procesados,

hay toneladas de ellos. Como mencionamos anteriormente, hay sustitutos veganos para carne hecha de soja, seitán u otras plantas; leches (y cremas para el café) hechas de soja, arroz, almendras, cáñamo, o lino; helados hechos de soja, arroz, almendras, o coco; y quesos hechos de soja, arroz, almendras o anacardos, incluyendo unos que se derriten para pizzas, guisados o lasañas veganos. Muchos alimentos veganos procesados tienen un alto contenido de sal y muy poco valor nutricional, así como los alimentos procesados que contienen productos animales. Pero los alimentos veganos procesados no tienen grasa animal que aumentará tu colesterol y otros lípidos. Si necesitas recetas, pon “recetas veganas” en cualquier motor de búsqueda y obtendrás decenas de miles de recetas. Si quieres un libro de cocina vegana, hay cientos de ellos. Existen

libros sobre comidas crudas y libros sobre comidas que se cocinan en todas las formas concebibles y en todas las cocinas étnicas. Existen libros de cocina vegana libres de gluten. ¿Quieres un recurso completo para todas las cosas veganas? Prueba www.VeganKit.com. Algunas recetas veganas son complicadas y consumen tiempo, así como lo son algunas recetas que incluyen productos animales. Pero muchas son fáciles y se tardan menos de 30 minutos en prepararse. Algunas personas preguntan cómo podemos ser veganos cuando viajamos. La respuesta es que es igual de fácil obtener alimentos veganos prácticamente en cualquier parte. Aun si te encuentras en algún lugar que esté extremadamente repleto de carne y lácteos, siempre puedes conseguir una ensalada con una variedad de vegetales y algunas legumbres.

¿Pero qué pasa si vives en lugares como el Círculo Polar Ártico? Créase o no, cuando hablamos de lo fácil que es ser vegano, con frecuencia nos llegan preguntas como esta. La respuesta corta es que hay vegetales, frutas, legumbres, cereales, frutos secos y semillas prácticamente en todas partes, incluyendo en el Círculo Polar Ártico. Nunca hemos escuchado esta pregunta por parte de alguien que viva en el Círculo Polar Ártico o en lugares remotos y muy fríos de Canadá. Pero nos han preguntado esto muchas personas que viven en lugares como la ciudad de Nueva York o Los Ángeles. Nuestros hábitos alimenticios son sólo eso —hábitos. No hay nada inherentemente difícil acerca de una dieta vegana. Sólo requiere que aprendamos algunos hábitos nuevos—no tantos, en realidad, dado que la mayoría de nosotros ya consumimos vegetales, frutas, cereales, legumbres, frutos secos y semillas.

De hecho, el principal cambio de hábito de ahora en adelante concierne lo que ya no comemos más; no lo que comemos para reemplazar aquellos alimentos de origen animal. ¡Y la mayoría de veganos nuevos se asombran de la maravillosa variedad de alimentos deliciosos y nutritivos que ni siquiera habrían probado si no hubieran adoptado una dieta vegana! ¿Y qué hay de la información sobre nutrición para aquellos que llevan una dieta vegana? Existen muchas fuentes. Nosotros consideramos que el Dr. Joel Fuhrman, (página web: www.DrFuhrman.com) es exhaustivo, fiable y accesible. El Dr. Fuhrman es médico y vegano de toda la vida quien ha lidiado con prácticamente cualquier cuestión nutricional que pudiera imaginarse. Existen otros. Existe cierta idea por ahí de que si decides dejar de comer productos animales, vas a tener

que irte a vivir a una comuna hippie (si pudieras encontrar una) y empezar a cultivar y preparar todos tus propios alimentos. Eso es simple y llanamente absurdo. Si decides adoptar una dieta vegana ahora mismo, puedes aprender todo lo que necesitas saber para tener un comienzo exitoso en dos horas y continuar con tu camino. En cuanto al gasto, una dieta de frutas, vegetales, legumbres, cereales, frutos secos y semillas es más barata que una dieta que incluye carnes, lácteos y huevos. En la mayoría de los casos, una dieta vegana será mucho más barata. Los alimentos veganos procesados son a veces caros, pero un paquete de hamburguesas de soja generalmente no es más caro, y a menudo es menos caro, que una cantidad comparable de carne. Y, como mencionamos anteriormente, los alimentos procesados, ya sean veganos o de origen animal, no son cosas

particularmente saludables de consumir. Algunas personas señalarán que las frutas y los vegetales orgánicos son a menudo más caros que los alimentos de origen animal. Puede que eso sea cierto en algunos casos, pero los alimentos de origen vegetal orgánicos definitivamente no son más caros, y, de hecho, son mucho menos caros, que los alimentos de origen animal orgánicos—y esa es la norma apropiada de comparación. Finalmente, algunas personas afirman que es “elitista” llevar una dieta vegana. No estamos seguros de qué quieren decir con esto. Como hemos dicho, una dieta de alimentos de origen vegetal es invariablemente más barata que una dieta que incluye alimentos de origen animal. Y muchas personas en el mundo que son cualquier cosa menos ricas consumen una dieta basada completamente o prácticamente en alimentos de origen vegetal. En cualquier caso,

lo que sea que se quiera decir al caracterizar una dieta vegana como “elitista,” nosotros sugeriríamos que no hay nada más elitista que la idea de que nuestro placer del paladar puede justificar imponer sufrimiento y muerte a un ser sintiente que valora su vida tanto como nosotros la nuestra.

Pero… Soy demasiado viejo para cambiar. Nunca eres demasiado viejo para hacer algo que piensas que deberías hacer y tu edad jamás puede ser una excusa aceptable. Piensa en una analogía que involucre derechos humanos: ¿alguien que haya concluido que el racismo es inmoral diría, “Pero soy demasiado viejo para cambiar”? Si piensas que está mal moralmente participar en el sufrimiento y muerte innecesarios de animales, entonces tienes que actuar de acuerdo a esa creencia moral así como lo harías con cualquier otra. Además, como hemos explicado, no es para nada difícil eliminar la carne, los lácteos y los huevos de tu dieta.

Pero… Soy demasiado joven para cambiar. Este “Pero” es a menudo articulado por gente joven, generalmente menores, quienes aún están viviendo en la casa de sus padres y cuando sus padres están preocupados de que una dieta vegana no será nutritiva. Esta es otra situación sobre la cual hemos tenido una considerable experiencia. La información respetable y ampliamente disponible que hemos mencionado anteriormente es bastante clara: una dieta vegana sensata es al menos tan saludable—y muchos profesionales de la salud respetables concuerdan que es más saludable—como una dieta que incluye alimentos de origen animal. Así que los chicos que son “quiero y no puedo” veganos pueden proporcionarles a sus padres

una información abundante que debería disipar todos los mitos acerca de una dieta vegana, así como abordar cualquier preocupación específica que los padres tengan. Existen, por supuesto, algunos padres que se oponen a este tipo de cambio, no porque estén preocupados por la salud, sino porque piensan que es raro o porque no les gusta que sus niños sean diferentes, particularmente en formas en las que ellos no son diferentes, o porque piensan que su niño o niña sólo está pasando por una etapa. Si bien nosotros pensaríamos que los padres estarían encantados de que su niño o niña estuviera pensando acerca de cualquier cuestión moral de una manera seria— dado que muchos niños no piensan en ningún tipo de tales cuestiones debido a que los principales medios de comunicación hacen un esfuerzo deliberado por asegurarse de que no lo hagan—aceptamos que algunos padres puede

que se opongan en bases no relacionadas con la salud. Lo único que podemos decir es que algunos niños simplemente tienen que confrontar el hecho de que son más avanzados moralmente que sus padres y que tendrán que esperar hasta que se vayan a la universidad (donde es fácil comer vegano) o hasta que de otra manera se vayan de casa. Si la objeción de los padres es el tiempo y el trabajo extra que involucra preparar comidas separadas, la persona joven puede que quiera aprender a cocinar para sí mismo o sí misma. Puede ser que ellos también consideren, por ejemplo, preparar una comida vegana para toda la familia una vez a la semana. Esta es una forma de educar a su familia acerca de comida vegana nutritiva y atractiva y al mismo tiempo le da a sus padres un descanso bienvenido de la preparación de comida. ¡Existen muy pocos padres que se opondrían a esto!

Pero… ¿Qué pasa si no puedo dejar de comer todos los productos animales inmediatamente? ¡Claro que puedes! Como explicamos en las sección anterior, ¡cambiar a una dieta vegana es pan (vegano) comido! Te lo estamos diciendo ahora mismo — ¡Sí puedes! Si, sin embargo, la idea te resulta abrumadora aunque no debería ser así, nosotros recomendamos que la abordes cambiando a una dieta vegana en cuatro sencillos pasos. Vuélvete vegano/a para el desayuno por una semana, o dos semanas, o por el tiempo que necesites para asegurarte a ti mismo que sí lo puedes lograr, que es fácil, y que no te morirás, ni te volverás ciego, o lo que sea. El desayuno

es súper fácil para las comidas veganas. Y después vuélvete vegano/a para el almuerzo por un período de tiempo. Y después vuélvete vegano/a para la cena por un período de tiempo. Y después vuélvete vegano/a para todos los snacks por un período de tiempo. Y ahora ya tienes una dieta completamente vegana.

Pero… ¿No es un buen primer paso comer alimentos de origen animal que hayan sido producidos más “humanamente”? No. Lo que definitivamente no recomendamos es que, si decides que tienes un conflicto al comer alimentos de origen animal, adoptes como medida “intermedia” comer carne “feliz” de animales que supuestamente criaron o mataron “humanamente,” o leche “feliz” de vacas a las que supuestamente trataron con “compasión,” o huevos de gallinas que viven en jaulas más grandes y “mejoradas” o en una sola jaula grande llamada granero “sin jaula.” Nuestra oposición a los productos animales “felices” no es sólo debido a que pensamos que

estas “mejoras” no son realmente mejoras en absoluto y son, como discutimos con anterioridad, realmente similares a poner una almohadilla en las tablas utilizadas para la tortura de asfixia con agua (waterboards) en la Bahía de Guantánamo. Nuestra oposición es que esta “solución” no tiene sentido dada la sabiduría convencional que afirmamos aceptar. Es decir, si bien nosotros pensamos que estas “mejoras” consiguen poco o nada, ¿qué pasaría si sí hicieran algo? ¿Qué pasaría si redujeran el sufrimiento animal general en un 50% o un 80%? Sería absurdo afirmar algo como eso pero asumamos sólo como hipótesis que es acertado. ¿Y qué? Consideremos un ejemplo que involucre humanos. Todos estamos de acuerdo que está mal infligir sufrimiento innecesario a niños.

Todos estamos de acuerdo que sería moralmente horrible infligir sufrimiento a niños por razones de placer, porque eso sería completamente innecesario bajo el punto de vista de cualquiera acerca de lo que constituye una disciplina apropiada para niños. Es decir, aun si piensas que está bien pegarle a un niño bajo ciertas circunstancias, nadie piensa que es aceptable pegarle a un niño por placer. Asume que Juan y María le pegan a su niño severamente por placer. Estás horrorizado ante esto. Asume que, ya sea porque a las autoridades no les importa, lo cual, a pesar de lo que nos gustaría creer, es un caso común en muchos lugares, o porque Juan y María mentirán a las autoridades de una manera convincente y afirmarán que el niño se portó mal y merecía que le pegaran, tú decides intervenir y hablar con Juan y María. Ellos están de acuerdo contigo, pero su

solución es usar un cinturón más suave o reducir el número de golpes a la mitad o más. ¿Es mejor eso? Sí, claro que lo es. ¿Es correcto? Absolutamente no. Como asunto de realidad económica, la idea de que algún día llegaremos a reducir el sufrimiento de miles de millones de animales utilizados para producir alimentos en un 50% o incluso en un 20% o un 30% está—y lo decimos muy literalmente—a la par de la creencia en Papá Noel. Es una fantasía. Punto. Pero aun si pudiéramos reducirlo en un 50% o más, ¿sería correcto dado que nosotros—tú —creemos que está mal infligir sufrimiento innecesario a animales?

Absolutamente no. Por lo tanto, si realmente crees lo que dices creer—que los animales importan moralmente pero los humanos importan más y que los animales pierden en cualquier conflicto real— tu obligación está clara: no puedes justificar cualquier sufrimiento impuesto en animales utilizados para producir alimentos y estás obligado u obligada a adoptar una dieta vegana.

Pero… ¿No es un buen primer paso volverse vegetariano/a? No. Como hemos dicho anteriormente, no existe ninguna distinción moral coherente entre la carne y otros productos animales. Los lácteos y los huevos también involucran sufrimiento y muerte. De hecho, si dejas de comer carne de res y obtienes el mismo número de calorías consumiendo huevos, puede que en realidad seas responsable de más sufrimiento y muerte animal dado que a las gallinas ponedoras normalmente las matan después de uno o dos ciclos de puesta, y a todos los pollitos machos nacidos de gallinas ponedoras los matan inmediatamente. En cualquier caso, las industrias de la carne, los lácteos y los huevos están

inextricablemente entrelazadas. Todas ellas necesariamente implican sufrimiento; todas ellas necesariamente implican muerte. Dejar de comer carne pero continuar consumiendo lácteos es moralmente arbitrario y similar a una decisión de dejar de comer carne de vacas con manchas pero continuar comiendo carne de vacas de color marrón. No tiene ningún sentido. El consumo de cualquier producto animal, en ausencia de que te encuentres varado o varada en una isla desierta o a la deriva en un bote salvavidas sin alimentos de origen vegetal disponibles, es completamente inconsistente con la sabiduría convencional que afirmamos aceptar. Como discutimos con anterioridad, un buen primer paso no es consumir productos animales “felices” o hacer una distinción arbitraria entre la carne y otros productos

animales y no comer lo primero pero sí continuar consumiendo lo segundo. Un buen primer paso, si no te sientes capaz de volverte vegano/a inmediatamente, es hacerlo en etapas, empezando con el desayuno y continuando a partir de ahí.

Pero… Si acepto que no puedo continuar comiendo carne ni otros productos animales, ¿eso me compromete a rechazar todo uso animal sin importar el propósito? Ahora te enfrentas al argumento de que dado lo que dices creer, estás comprometido a no comer animales o productos animales porque su producción involucra invariablemente sufrimiento, y nuestra mejor justificación para imponer ese sufrimiento o causar que sea impuesto es que la carne animal y los productos animales saben bien. El argumento te afligió, así que empezaste a pensar en todos esos “Peros” en los que te has apoyado a lo largo de los años para evitar llegar más pronto a esta conclusión. Pero después leíste lo precedente y ahora tienes que

reconocer algo más que has sabido todo este tiempo—que los “Peros” son, en su mayoría, bastante absurdos. Así que ahora sí estás realmente considerando que todo esto de ser vegano/a no es tan extremo como alguna vez lo pensaste. Pero espera. Si tomas este paso—si dejas de comer productos animales—¿adónde te va a llevar esto? ¿Aún puedes usar cuero, o lana, o pieles? ¿Estás ahora obligado a dejar de asistir a circos? ¿Estás obligado a oponerte al uso de animales en experimentos o en pruebas de productos? Esa es una discusión para otro día. En esta discusión, nos estamos enfocando en una y sólo una cosa: si tú crees que Michael Vick hizo algo malo cuando participó en peleas

de animales, no puedes justificar comer alimentos de origen animal. Si crees que los animales importan moralmente en lo más mínimo, no puedes, sin ser un hipócrita, continuar respaldando sufrimiento y muerte que son igual de frívolos que lo que hizo Michael Vick. Punto. Eso es todo de lo que estamos hablando aquí. Podemos, sin embargo, asegurarte que si aceptas el argumento que estamos presentando, y dejas de comer productos animales, pensamos que tendrás claro hacia dónde ir a partir de ahí en lo que concierne a otros temas. Si quieres explorar la dimensión ética del uso animal más a fondo, te invitamos a que visites nuestra página web:

www.AbolitionistApproach.com. _______________________________ En resumen, hemos examinado todos los “Peros” principales que utilizamos para mantenernos a nosotros mismos lejos de ver que no existe ninguna diferencia entre lo que hizo Michael Vick y lo que el resto de nosotros hacemos. Ninguno de estos “Peros” funciona. Todos los peros están fuera de la mesa, por decirlo de alguna manera. Sólo necesitamos quitar a los animales y a los productos animales de la mesa también.

Conclusión Ahora que has llegado hasta aquí, o bien estás de acuerdo con nosotros, y reconoces que estás obligado a adoptar una dieta vegana, o no estás de acuerdo con nosotros, ya sea porque has concluido que realmente no piensas que los animales importan moralmente, o porque piensas que sí importan moralmente pero que aún así no vas a cambiar tu comportamiento ya que estás dispuesto a vivir con lo que es una seria inconsistencia moral. En cualquier caso, no nos necesitas a nosotros para sacar conclusiones por ti. Si, sin embargo, has decidido que vas a ser coherente con tu moralidad y vas a adoptar una dieta vegana, queremos ofrecerte algunos consejos: En una sociedad en la cual la mayoría

de la gente consume productos animales y en donde la conformidad se valora; y en la cual el comportamiento de inconformidad con frecuencia se descarta como “extremo,” inevitablemente encontrarás a otros etiquetándote de “extremo.” No dejes que eso te moleste. Considera lo siguiente: Lo que es extremo es comer carne en proceso de descomposición, leche producida para las crías de otra especie, y huevos no fecundados de aves. Lo que es extremo es que consideremos a algunos animales como miembros de nuestra familia mientras, al mismo tiempo, les clavemos tenedores a los cadáveres de otros animales. Lo que es extremo es pensar que es

moralmente aceptable infligir sufrimiento y muerte a otras criaturas sintientes simplemente porque disfrutamos el sabor de los productos animales. Lo que es extremo es que digamos que reconocemos que la muerte y el sufrimiento “innecesarios” no pueden ser justificados moralmente y después procedamos a participar en explotación diaria que es completamente innecesaria. Lo que es extremo es que execremos a personas como Michael Vick mientras continuamos comiendo productos animales. Lo que es extremo es pretender abrazar la paz mientras hacemos de la violencia, el sufrimiento, la tortura y la muerte una parte diaria de nuestras vidas Lo que es extremo es que digamos que nos

importan los animales y que creamos que son miembros de la comunidad moral, pero financiemos, apoyemos, fomentemos y promovamos estrategias de etiquetado “feliz” de carne y lácteos. Lo que es extremo es no comer carne pero continuar consumiendo lácteos cuando no existe absolutamente ninguna distinción racional entre la carne y los lácteos (u otros productos animales). Hay tanto sufrimiento y muerte en los lácteos, huevos, etc., como los hay en la carne. Lo que es extremo es que estemos consumiendo una dieta que está causando enfermedad y resultando en un desastre ecológico. Lo que es extremo es que alentemos a nuestros niños a amar a los animales al mismo tiempo que les enseñamos que aquellos a

quienes aman también pueden ser aquellos a quienes hacen daño. Les enseñamos a nuestros niños que amar a otros es consistente con hacerles daño. Eso es verdaderamente extremo —y muy triste. Lo que es extremo es la fantasía de que algún día encontraremos nuestra brújula moral con respecto a los animales mientras estén ellos en nuestras mesas. Lo que es extremo es que digamos que nos importan los animales pero continuemos comiendo animales y productos animales.

Buena suerte.

Lecturas recomendadas Acerca de ética animal: Libros: Gary L. Francione: The Animal Rights Debate: Abolition or Regulation? (con Robert Garner) (Columbia University Press 2010) Animals as Persons: Essays on the Abolition of Animal Exploitation (Columbia University Press 2008) Introduction to Animal Rights: Your Child or the Dog? (Temple University Press 2000) Gary Steiner: Animals

and

the

Moral

Community:

Mental Life, Moral Status, and Kinship (Columbia University Press 2008)

Recursos online: En español: es.AbolitionistApproach.com En inglés: www.AbolitionistApproach.com www.facebook.com/abolitionistapproach www.vegankit.com Acerca de nutrición y temas médicos: Nosotros consideramos a Joel Fuhrman, Doctor en Medicina, la fuente más confiable de información nutricional y médica relacionada a

una dieta basada en plantas. El Dr. Fuhrman aborda el tema desde la perspectiva de salud y no desde la perspectiva de la ética animal. Puedes encontrar sus libros y otros materiales educativos en www.DrFuhrman.com.

Acerca de los autores Gary L. Francione es profesor del Consejo Directivo, profesor distinguido de derecho, y académico Nicholas deB. Katzenbach de Derecho y Filosofía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Rutgers. Anna Charlton es profesora adjunta en la Facultad de Derecho de la Universidad de Rutgers. Fue la cofundadora y codirectora (junto a Gary L. Francione) de la Clínica de Derecho para los Derechos de Animales en Rutgers desde el año 1990 hasta el año 2000.

Notas al final [1]

waterboard: Tabla o superficie utilizada en una forma de tortura con agua llamada waterboarding; la cual consiste en inmovilizar a una persona para chorrearle agua sobre la cara, estando esta tapada con una tela, y generando así una experiencia de ahogo. [2]

capacitismo: Cualquier tipo de discriminación contra personas con cualquier clase de minusvalía, (del inglés, ableism).

[1]

Academia Americana de Nutrición y Dietética, Dietas vegetarianas: Sinopsis, disponible en: http://www.eatright.org/About/Content.aspx? id=8357 [2]

David Pimentel y Marcia Pimentel,

“Sustentabilidad de las dietas basadas en carne y basadas en plantas y el medio ambiente,” American Journal of Clinical Nutrition 2003; 78 (supl.): 660S-3S, disponible en: http://ajcn.nutrition.org/content/78/3/660S.full.p [3]

Instituto de Ingenieros Mecánicos, Global Food: Waste Not, Want Not (2013), 12, disponible en: http://www.imeche.org/docs/defaultsource/reports/Global_Food_Report.pdf? sfvrsn=0 [4]

Sala de prensa FAO (por sus siglas en inglés)

http://www.fao.org/newsroom/en/news/2006/100 [5]

Ver el estudio Pimentel.

[6]

Comisión Pew sobre Producción Animal en Granjas Industriales (PCIFAP, por sus siglas en inglés) http://www.ncifap.org/issues/environment [7]

Ver Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales, disponible en: http://www.nrdc.org/food/saving-antibiotics.asp [8]

Patrick Barkham, “Cat bin woman Mary Bale fined £250,” The Guardian, 19 de octubre, 2010, disponible en:

http://www.guardian.co.uk/world/2010/oct/19/ca bin-woman-mary-bale [9]

Ver Nicholas Graham, “Julio Aparicio GORED IN THROAT During Bullfight,” Huffington Post, 22 de mayo de 2010,

disponible en: http://www.huffingtonpost.com/2010/05/22/julio aparicio-gored-in-t_n_585941.html [10]

Joel Fuhrman, Doctor en Medicina, Eat to Live, (Editorial Little, Brown & Company, 2011), p. 184. [11]

James Gallagher, “Iodine deficiency 'may lower UK children's IQ,’” BBC News, 22 de mayo de 2013, disponible en: http://www.bbc.co.uk/news/health-22607161 [12]

Ver Génesis 1:29 (todas las referencias corresponden a la Biblia del Rey Jacobo). [13]

Ver Génesis 1:30.

[14] [15] [16] [17] [18] [19] [20] [21]

Ver Génesis 9:3. Ver Isaías 2:4. Ver Isaías 65:25. Ver Génesis 19:1-8. Ver Levítico 19:27. Ver Levítico 19:28. Ver Levítico 19:19. Ver Levítico 15:19-30; 20:18; Ezequiel

18:5-6. [22]

Ver 1 Corintios 14:34-35.

[23] [24] [25]

Ver Deuteronomio 23:1. Ver Deuteronomio 25:11-12 Ver Éxodo 21:17

[26]

Rob Dunn, “Human Ancestors Were Nearly All Vegetarians,” Scientific American Guest Blog, 23 de julio de 2012, disponible en: http://blogs.scientificamerican.com/guestblog/2012/07/23/human-ancestors-werenearly-all-vegetarians/ [27]

Ver Major Crops Grown in the United States, disponible en: http://www.epa.gov/oecaagct/ag101/cropmajor.ht [28]

Worldwatch Sustainable?,”

Institute, “Is disponible

Meat en:

http://www.worldwatch.org/node/549 (citando al Departamento de Comercio de los Estados Unidos, Censo de Agricultura). [29]

Ver Alex Kirby, “Fish do feel pain, scientists say,” BBC News, 30 de abril de 2003, disponible en: http://news.bbc.co.uk/1/hi/sci/tech/2983045.stm [30]

Acaranga Sutra, 1.2.3.

[31]

Donald R Griffin Animal Minds: Beyond Cognition to Consciousness (University of Chicago Press 2001), at 274. [32]

Gareth Cook, “Do Plants Think?,” Scientific American, 5 de junio de 2012, disponible en: http://www.scientificamerican.com/article.cfm?

id=do-plants-think-daniel-chamovitz. [33]

“Michael Marder and Gary Francione Debate Plant Ethics,” Columbia University Press Website, disponible en: http://www.cup.columbia.edu/static/marderfrancione-debate [34]

Gary L. Francione, “Thinking about Mitt Romney and Seamus, Michael Vick and Dog Fighting, and Eating Animals,” TruthOut.org, 18 de abril de 2012, disponible en: http://truth-out.org/news/item/8459thinking-about-mitt-romney-and-seamusmichael-vick-and-dog-fighting-and-eatinganimals

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