Colorado, Arturo - Imperialismo y Colonialismo

October 2, 2017 | Author: padiernacero54 | Category: Colonialism, Imperialism, Europe, Ancient Rome, European Colonization Of The Americas
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Descripción: Colorado, Arturo - Imperialismo y Colonialismo...

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Biblioteca Basica de Historia -Monografías-

l imperialismo colonial es, sin duda, uno de los fenómenos claves de la historia contemporá­ nea: en 1914 las tres quintas par­ tes del planeta estaban bajo do­ minio europeo. Factores econó­ micos, políticos, de prestigio in­ ternacional e ideológicos - a ve­ ces con un fuerte sustrato racis­ t a - determinaron esta frenética carrera por la conquista de nue­ vos mercados y el reparto del mundo, provocando conflictos entre las naciones y trastocando de raí; a los pueblos colonizados. ARTURO COLORADO CASTEILARY es Doctor en Filosofía y Letras, Ca­ tedrático de Geografía e Historia de Bachillerato y Profesor de la Universidad Complutense de M a­ drid. Ha publicado diversos libros así como numerosos artículos pa­ ra revistas especializadas.

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imperialismo y colonialismo

Arturo Colorado

Colección: Biblioteca Básica Serie: Historia Diseño: Narcís Fernández Edición gráfica y maquetación: Rosa Gallego Coordinación científica: Joaquim Prats i Cuevas (Catedrático de Instituto y Profesor de Historia de la Universidad de Barcelona) Coordinación editorial:

Olga Escobar

Primera edición, septiembre de 1991

© del texto. Arturo Colorado © 1991, de la edición española, Grupo Anaya, S. A. Telémaco, 43. 28027 Madrid I.S.B.N.: 84-207-4311-9 Depósito legal; M-24.186-1991 Compuesto en PUNTOGRAPHIC, S. A. L, Sol Naciente, 31, 28027 Madrid Impreso en ORYMU. S. A. Ruiz de Alda, 1 Polígono de la Estación, PINTO (Madrid) Impreso en España - Printed in Spain

Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización.

Contenido E l reparto del m u n d o

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El im perialism o en la Historia

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El im perialism o co n tem p o rá n eo

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L o s factores de la expan sión eu rop ea

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L o s ca racteres de la colonización

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L a carrera im perialista (1 8 7 0 - 1 9 1 4 )

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L o s im perios coloniales

56

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L as co n se cu e n cia s del colonialism o

78

8

L o s im perios en fren tad os (1 9 0 4 - 1 9 1 4 )

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6

D a to s para una historia G losario

90 x

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Indice alfabético

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Bibliografía

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El reparto del mundo En el últim o cu arto del siglo XIX, los países e u ro p eo s se lanzaron a la co n qu ista del m u n ­ d o . L as principales p o ten cias, G ran B reta ñ a y Francia a la cabeza, consiguieron construir im ­ perios intercon tinen tales. Este fen ó m en o , d en om in ad o «im perialism o co n tem p o rá n eo » , es un elem en to clave para en ten d er el m undo de nuestro tiem p o. L o s países industriales, n ecesitaban u na s a ­ lida h acia el exterior para dar ca u ce a sus p ro ­ d u ctos y a los capitales qu e se habían fo rm a ­ do en la P rim era R evolu ción Industrial y, al m ism o tiem po, solucionar, gracias a la em igra­ ción qu e ello traería co n sig o , el p roblem a del e x ce d e n te de p oblación producido por el e x ­ traordinario au m en to d em ográfico del siglo. Fu e una ép o ca repleta de cam bios en la cien ­ cia y en la técn ica, en las m entalid ad es, en las con d icion es de vida, en la estrategia de las p o ­ ten cias qu e alcanzaban en to n ces una p ersp ec­ tiva m undial. F u e tam bién una é p o ca qu e lla­ m aba a los eu ro p eo s a la aven tu ra; los e x p lo ­ radores llegaron a tierras desconocidas — llenas de le y e n d a s— del interior de Africa y de Asia, cruzaron grandes ríos y desiertos, a scen d ien ­ do a las cordilleras y alcanzan d o los polos. El im perialism o lo transform ó to d o, incorpo­ ró a multitud de pu eblos a la órbita o ccid en tal, destruyendo sus m entalidades, creen cias y for­ m as de vida. T ras su p a so , el m undo será dis­ tinto.

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En 1 9 1 4 , m ás de la mitad de las tierras em er­ gidas y el 6 5 por ciento de la población del pla­ neta estaban bajo control eu ro p eo . Eu rop a d o ­ m inaba el m un d o.

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El imperialismo en la Historia ¿Qué es el imperialismo? En sentido amplio, po­ dríamos definirlo com o toda política encaminada a unificar territorios y poblaciones bajo un mando único. Analizando la historia desde esta perspecti­ va de expansionismo territorial, nos encontram os con diversos momentos de práctica imperialista. Es­ tos períodos no son idénticos, sino que cada uno de ellos tiene caracteres específicos: El imperialismo esclavista, correspondiente a la Antigüedad, fue llevado a su máximo exponente por los romanos, aunque ya otras civilizaciones —la egipcia o la mesopotám ica— lo habían practicado anteriormente. En efecto, las conquistas romanas de todo el mundo conocido tenían un doble obje­ tivo: de un lado, los territorios sometidos proveían

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Los territorios con­ quistados por Ro­ ma eran sometidos a su poder econó­ mico, político y mi­ litar. Divididos en provincias y, al mismo tiempo, co­ municados por la extensa red de cal­ zadas, los romanos trasladaban sus costumbres, leyes y estructuras de pro­ piedad. De esta manera, Roma po­ día mantener su po­ der en amplias zo­ nas del mundo co­ nocido y enrique­ cerse de los aportes económicos de las tierras sometidas y del trabajo de sus esclavos. En la imagen, soldados de la guardia pretoriana.

de materias primas y de riquezas obtenidas como Imperialismo botín de guerra; unas y otras confluían hacia Roma; antiguo por otro, los pueblos conquistados eran reducidos al esclavismo, constituyendo la mano de obra pri­ mordial del sistema. Tras la caída del poder romano y la aparición en Europa de multitud de reinos, el imperialismo m e­ dieval, cuyo mejor ejemplo lo podemos encontrar en la figura de Carlomagno, supuso el intento de reconstruir la unidad del antiguo Imperio Romano, sometiendo a los diversos pueblos bajo el mando Carlomagno, hijo de un poder temporal único, el Emperador, y de de Pipino el Breve, un poder espiritual también único, el Papa. En la había heredado ya práctica, se convirtió en luchas permanentes por de su padre amplios territorios que fue la hegemonía europea. ampliando a través El imperialismo precapitalista de los siglos XVI de numerosas gue­ al XVIII es considerado com o la primera fase de la rras de conquista;

se apoderó de las tierras de su her­ mano Carlomán, tomó la Lombardía, sometió a los sajo­ nes, los ávares y los bávaros, y ocupó Cataluña en lucha contra los musul­ manes. El Papa León III, deseando estrechar su rela­ ción con el podero­ so rey franco, le co­ ronó emperador y la nobleza romana le saludó con el nombre de Augus­ to. En sus guerras había conseguido crear un gran impe­ rio con todas las tierras situadas en­ tre el Imperio Islá­ mico y el Imperio Bizantino. En la im agen, co ro n a­ c ió n de C a r l o ­ magno, en el 800.

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Imperialismo antiguo

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Todavía a princi­ pios del siglo XIX no existía una concien­ cia de conquista continua de nuevos territorios por parte de las potencias europeas; cuando éstas se decidían a actuar fuera de su ámbito territorial, se debía a razones de preservación de sus rutas comercia­ les, como fue el caso del bombar­ deo de Argel por la armada británica al mando de lord Exmouth en 1816, en represalia por los ataques de la piratería berberisca.

expansión europea en el descubrimiento y con ­ quista de nuevos territorios. Su base económica fue el mercantilismo y su objetivo principal la posesión de recursos naturales de las colonias y el dominio de las rutas marítimas esenciales para el aprovisio­ namiento de las metrópolis. El control de los terri­ torios conquistados, a los que el colonizador tras­ ladó su cultura y formas de vida, fue esencialmente económ ico y su administración fue encomendada a las grandes compañías comerciales (como la ho­ landesa y la británica de las Indias Orientales). Por ello, la posesión territorial solía limitarse a las zo­ nas costeras, pues lo que importaba era la creación de enclaves desde donde transportar las materias obtenidas, careciendo de interés en esa época la conquista continua de territorios. Esta fue la prác­ tica iniciada por Portugal en la costa de Africa y

continuada por españoles, franceses, ingleses y ho­ landeses, que competían en la posesión de zonas comerciales en América y Oceanía y en el control de sus rutas. El caso español fue una excepción, ya que, casi desde el principio, se puede hablar de conquista territorial en América. En efecto, en un primer mo­ mento, Colón, creyendo que había llegado a Asia, limitó sus objetivos a la creación de colonias com er­ ciales; más tarde, al comprobar que no había sedas, especias, ni nada con qué comerciar, los españoles se lanzaron a la empresa de conquista y coloniza­ ción sistemática de América, apareciendo com o precedente del imperialismo contemporáneo. A partir de 1 8 7 0 se produjo una serie de cam ­ bios en la política colonial europea que nos permi­ te hablar de un nuevo imperialismo.

Imperialismo antiguo

Será en 1830 cuan­ do Francia decida enviar una expedi­ ción para ocupar Argel, Bona y Orán a consecuencia de unos incidentes sur­ gidos con el rey ar­ gelino por los ata­ ques berberiscos en el Mediterráneo. Esta conquista res­ tringida a puntos del litoral africano continuó con la toma francesa de Costantina (1837) y con la fundación de estab lecim ien tos comerciales en la costa de Senegal y del golfo de Guinea.

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El imperialismo contemporáneo

El desarrollo de la industria europea lanzó a las poten­ cias al expansionis­ mo mundial en la búsqueda de fuen­ tes permanentes de m aterias prim as baratas.

La expansión europea que se desarrolló a partir del último cuarto del siglo XIX tenía bases diferentes. En primer lugar, el desarrollo del capitalismo exigía el dominio territorial, ya que la industria necesita­ ba un aprovisionamiento estable de las materias primas a un bajo costo. Por otra parte, la acum u­ lación de capital llevaba a inversiones cada vez más importantes, cuya consecuencia era un aumento considerable de la producción, haciéndose n ece­ saria la búsqueda de nuevos mercados donde co ­ locar los productos. Las potencias se lanzaron a par­ tir de entonces a la conquista sistemática, que no se limitaba a las franjas costeras, sino que se aden­ traba en el interior de los continentes todavía no depredados por las metrópolis —Asia y Africa— para controlar y poseer el mayor número posible de territorios.

Al hambre insaciable de nuevas colonias se unía también la dominación total de los territorios con­ quistados, que eran asimilados económica y polí­ ticamente a la metrópoli. Si a ello añadimos la pre­ sencia militar activa de los ejércitos coloniales, la importancia estratégica concedida a las colonias y las fuertes connotaciones nacionalistas de las metrópolis que soñaban en convertirse en grandes potencias mundiales, podemos comprobar que el imperialismo entraba en una nueva etapa de una magnitud sin precedentes en la historia. El viejo continente europeo se lanzó a la con ­ quista del mundo, llegando a controlar las tres quin­ tas partes del globo y a más de la mitad de su po­ blación.

Imperialismo contemporáneo

La conquista militar fue el sistema más eficaz para el con­ trol de nuevos terri­ torios. En la inva­ sión británica de Afganistán (1878), el general Browne entra en la ciudad de Jellalabad.

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Imperialismo contemporáneo

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El caso de Australia es un claro ejemplo de la capacidad co­ lonizadora de las grandes potencias. Si en un principio la Gran Bretaña se li­ mitó a potenciar las colonias fundadas en el siglo xvin, ba­ sándose en el desa­ rrollo de la ganade­ ría, en 1855, el des­ cubrimiento de ya­ cimientos auríferos provocó una inmi­ gración en masa. En pocos años más del 75 por ciento de la población austra­ liana era europea. Bahía de Hobson, Melbourne.

Definir y delimitar los conceptos de imperialis­ mo y colonialismo no es una tarea fácil. Entre los historiadores encontramos diversas posturas: para unos, estos términos son prácticamente sinónimos y muchos historiadores actuales prefieren hablar, a! referirse a este período, de los imperios colonia­ les, uniendo, por lo tanto, los dos vocablos en un solo concepto. Pero es necesario delimitar por separado estos dos fenómenos —el imperialismo y el colonialis­ m o— porque pueden darse unidos o separados en la historia. Por ejemplo, hoy día, el imperialismo sigue actuando y, sin embargo, ya no existen sino simples vestigios del pasado mundo colonial.

El imperialismo Podríamos identificar el imperialismo contemporá­ neo com o un fenóm eno complejo que tiene sus precedentes en el viejo imperialismo mercantilista, se desarrolla a partir de mediados del siglo XIX y se extiende hasta la actualidad utilizando medios diferentes de actuación. La palabra clave para en ­ tender el imperialismo es la dominación: las rela­ ciones de dominio que las potencias desarrolladas ejercen sobre los países y territorios menos desa­ rrollados del mundo; estas relaciones de dominio pueden alcanzar los procesos económ icos, políti­ cos, sociales e incluso culturales. Pero nos queda aún un elemento esencial: el im­ perialismo contemporáneo tiene como base primor­ dial el capitalismo monopolista, que consiste en el control del mercado por un número reducido de grandes empresas. Desde el inicio de la Revolución Industrial, a mediados del siglo XVIII, el capitalis­ mo defendía la doctrina liberal de la libre com pe­ tencia, donde las pequeñas y medianas empresas

Las bases

El papel del capital es esencial para la com prensión del imperialismo; una acumulación exce­ siva de dinero que no encuentra salida de inversión obliga al Estado a buscar nuevos territorios donde poder situar­ lo. En la imagen. Asamblea de accio­ nistas en el Banco de Francia (1846).

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Las bases

El desarrollo eco­ nómico de la bur­ guesía tiende a la concentración en grandes empresas industriales o co­ merciales; satura­ dos sus propios mercados, presio­ nan a los gobiernos a lanzarse a la aventura colonial. En la imagen, edifi­ cio de la CommerciaI S t r e e t en Londres.

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luchaban en el mercado según la oferta y la deman­ da. Pero en el último tercio del siglo XIX, el capi­ talismo fue abandonando el viejo liberalismo, las empresas más importantes aumentaron de tam a­ ño, acudiendo a capitales cada vez mayores y a pro­ cesos de concentración (Holding, Troust, Konzern, etc.), llegando a dominar el mercado y marginando a las pequeñas y medianas empresas. El capitalis­ mo monopolista desempeñó un papel decisivo en la vida económ ica y en la política colonial de los gobiernos. En esta fase del capitalismo, la exportación de capitales, com o alternativa o procedimiento com ­ plementario de la simple exportación de mercan­ cías, se convierte en instrumento esencial del impe­ rialismo. Mediante este sistema se crean economías sucursales de los monopolios en otros territorios. Al mismo tiempo, los monopolios se reparten el mercado si ello entra en sus intereses, otras ve­ ces luchan por la hegemonía, llegando a arrastrar

a los gobiernos a guerras imperialistas por el re­ Principales parto o redistribución del dominio del mundo. En características muchos casos, es tal la fuerza de los monopolios que los intereses de éstos y de los Estados se con­ funden, y así se explica la intervención directa y dirigente de los gobiernos en la política expansionista. De todo ello podemos concluir que el imperia­ lismo contemporáneo tiene unos rasgos específicos: — Tiene su origen en el último cuarto del si­ glo XIX y se extiende hasta nuestros días. — Las potencias capitalistas desarrolladas ejer­ cen su dominio sobre los territorios menos desa­ Esta nave de una rrollados del mundo. fábrica textil en Or— Responde a los intereses del capitalismo leans (1874) es un monopolista. ejemplo de la pro­ — El Estado interviene en la conquista de mer­ ducción fabril a gran escala de la cados y de territorios. segunda fase de la — La importancia que adquiere la exportación Revolución Indus­ trial. de capitales.

El colonialismo

En este cuadro de T. Baines podemos comprobar el atrac­ tivo aventurero y exótico de las imá­ genes coloniales para el público de la época.

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El término colonialismo apareció a principios de nuestro siglo con un sentido polémico. Para unos autores designa el poder absoluto que una nación ejerce sobre otro territorio, se encuentre alejado geográficamente o no. Para otros, el colonialismo es un fenómeno que debe quedar limitado a un mo­ mento histórico concreto: a la expansión europea de la segunda mitad del siglo XIX. Sin ánimo de entrar en polémica, nosotros vamos a adoptar am ­ bas concepciones, pues no son excluyentes: el co ­ lonialismo es la posesión directa de tierras con­ quistadas por las potencias industriales, en las que ejercen un control político, económico y social to­ tal, y que tiene su desarrollo principal en el último tercio del siglo XIX. Desde este punto de vista, el colonialismo es el instrumento que utiliza el imperialismo para ejer­ cer su dominio sobre amplios territorios en un m o­ mento determinado de la historia.

Para un mejor esclarecimiento de los concep­ tos, podemos dividir la historia del imperialismo contemporáneo en tres etapas fundamentales: 1. La formación (18 7 0 -1 9 1 4 ), en la que el im­ perialismo utiliza fundamentalmente el colonialismo. 2. La crisis (1 9 1 4 -1 9 4 5 ), provocada por las guerras de redistribución del mundo colonial entre las potencias imperialistas (I y II Guerras Mundiales). 3. La descolonización (a partir de 1946), don­ de el imperialismo busca nuevas formas para lle­ var a cabo el control de los nuevos países libera­ dos de la tutela de las metrópolis, hipotecando por vías indirectas (aunque a veces acuda a las direc­ tas) la econom ía, la práctica política y la sociedad de los países subdesarrollados. Esta nueva estrate­ gia del imperialismo contemporáneo recibe el nom­ bre de neocolonialismo. En el presente libro nos limitamos al estudio de la primera etapa de formación e implantación del imperialismo colonial.

Colonialismo

La permanencia del imperialismo se hace patente en esta plantación del Camerún: antigua colonia alem ana, dividida, después de 1 9 1 8 , e n tre Francia y Gran Bre­ taña, y que obtuvo la independencia en 1959. Hoy día es un país en el que la agricultura ocupa un 80 por ciento de la población y que depende del exte­ rior para abastecer­ se de productos in­ dustriales.

Los factores de la expansión europea Una serie de profundas transformaciones impulsa­ ron a las potencias europeas a lanzarse a la con ­ quista del mundo. Entre ellas destacan las razones económicas como las más importantes para explicar el colonialismo, pero, al mismo tiempo, las razones demográficas, ideológicas, el avance tecnológico, etc., nos permiten adentrarnos en este fenóm eno del reparto del mundo. La transición del imperialismo precapitalista al im­ perialismo contem poráneo se produjo por la de­ cadencia del antiguo colonialismo de los siglos XV al XVIII, cuyos elementos fundamentales de crisis se manifestaron en la abolición de la esclavitud y en la desaparición del viejo mercantilismo. Sus he­ chos más significativos fueron la independencia Como ya antes los de los Estados Unidos (1776) y de la América es­ Estados Unidos se habían independi­ pañola (1 8 1 0 -1 8 2 5 ). El viejo colonialismo había zado del viejo colo­ nialismo británico, los a m e r ic a n o s bajo dominio espa­ ñol lucharon por su liberación destru­ yendo los lazos que les unían a la me­ trópoli. En ese fres­ co de J. O’Gorman se representa al cura párroco de la ciudad mexicana de Dolores, Miguel Hi­ dalgo, que amotinó a sus feligreses con­ tra las autoridades virreinales. El lla­ mado «grito de Do­ lores» prendió pron­ to entre los indíge­ nas, que se unieron a los sublevados en una guerra al mis­ mo tiempo independentista, racial y de clases.

muerto, pero en ocho decenios Europa controlará y dominará el mundo. ¿Por qué se produjo este cambio? Las razones económicas aparecen, sin ninguna duda, com o factor fundamental. Por un lado, la Segunda Revolución Industrial, cuyo inicio suele situarse en 1870, posibilitó el crecimiento de algu­ nas empresas que producían a gran escala y con costes más bajos; a causa de esta enorme produc­ ción, los mercados nacionales se vieron rápidamen­ te saturados; es decir, com o la población no podía comprar todos los artículos que se fabricaban, la burguesía industrial se vio obligada a buscar nue­ vos mercados en otras tierras donde poder colo­ car los productos sobrantes. Por ello podemos con­ cluir que si la Primera Revolución Industrial creó el mercado nacional, la Segunda impulsó la crea­ ción de un mercado mundial. Por otra parte, la industria necesitaba nuevas materias primas en abundancia (algodón, lino, aceite, madera, mine-

Factores económicos

El gobierno francés, bajo el mando del político colonialista Jules Ferry, justifi­ caba su expansio­ nismo por la nece­ sidad de nuevas sa­ lidas comerciales y la obtención de ma­ terias primas para la industria. La ofi­ cina del algodón en La N ouvelle-O rleans. de Degas.

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Factores económicos

rales, etc.) y fuentes de energía (carbón y petró­ leo) y Europa, que no poseía en cantidad estos productos, tuvo que buscarlos en nuevos territo­ rios. Por último, los capitales, tanto privados como públicos, obtenidos en la Primera Revolución In­ dustrial, necesitaban ser invertidos en otros conti­ nentes para la construcción de redes ferroviarias, puertos, compañías de comercio, plantaciones y empresas, o lo que es lo mismo, para crear una infraestructura en los territorios conquistados que permitiera cubrir más eficazmente las necesidades de la industria europea. El político colonialista fran­ cés Jules Ferry explicaba así la necesidad de la ex­ pansión colonial: «Europa puede considerarse como una casa de comer­ cio que desde hace algunos años va viendo decrecer su volumen de negocios. El consumo europeo está satu­ rado; es preciso hacer surgir de nuevas partes del mun­ do nuevas capas de consumidores, si no queremos ver la quiebra de la sociedad moderna.»

P ara el político francés Jules Ferry (1832-1893) las co­ lonias eran merca­ dos esenciales para los excedentes de la industria europea y, al mismo tiempo, p ro p o rc io n a b a n materias primas y alimentos baratos; el fantasma de la revolución social era otro de los te­ mores que arrastra­ ban a los dirigentes a la expansión colo­ nial. Sobre estas lí­ neas, monumento e rig id o a Ju le s 20 Ferry en París.

En 1873 se produjo una crisis económ ica de su­ perproducción que provocó un descenso de los precios y las potencias europeas aplicaron medi­ das proteccionistas para salvaguardar sus m erca­ dos; dicho de otra manera, había un exceso tal de productos en el mercado que los fabricantes, para venderlos, se vieron obligados a bajar más y más los precios; el problema alcanzó proporcio­ nes tan importantes que los países europeos tuvie­ ron que aplicar medidas (creación de aranceles o impuestos aduaneros) para evitar que los produc­ tos de otros países entraran en sus propios m erca­ dos ya saturados. Estas medidas proteccionistas provocaron una paralización del comercio interna­ cional que lanzó a las potencias europeas a una auténtica carrera por la conquista de nuevos mer­ cados ultramarinos.

La presión demográfica aparece también como un factor determinante. Durante el siglo XIX se pro­

Factores

demográficos dujo la llamada «explosión demográfica blanca» provocada por el descenso de la mortalidad, gra­ cias a los avances de la medicina y de la higiene, y al mantenimiento de un alto índice de natalidad. Europa aumentó su población entre 1800 y 1870 Las duras condicio­ de 187 a 3 0 0 millones de habitantes, alcanzando nes de vida de la clase obrera se en 1914 los 4 5 0 millones. Muchos individuos y fa­ muestran en este milias enteras se vieron obligados a emigrar a otros grabado de Doré continentes para buscar unas mejores condiciones (1872), en el que se de vida. El político inglés Cecil Rhodes defendía representan las vi­ viendas de un ba­ así en 1 8 9 5 la necesidad del imperialismo: rrio fabril londinen­ «Ayer estuve en el East End (barrio obrero londinense) y asistí a una asamblea de parados. Al oír en dicha reu­ nión discursos exaltados cuya nota dominante era “pan, pan", y al reflexionar, cuando regresaba a casa, sobre

se. La insalubridad, el paro y la presión demográfica arro­ jaron a muchos tra­ bajadores a la emi­ gración colonial.

Factores demográficos Un elemento clave del imperialismo lo constituye el gran éxodo europeo ha­ cia las colonias y los países nuevos. La pobreza rural, las malas cosechas y la presión demo­ gráfica son los ele­ mentos que poten­ ciaron la salida de millones de emi­ grantes. Inglaterra aparecía a la cabe­ za con 17 millones de emigrantes a lo largo del siglo XIX.

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lo que había oído, me convencía, más que nunca, de la importancia del imperialismo. La idea que yo acari­ cio representa la solución del problema social; a saber: para salvar a los cuarenta millones del Reino Unido de una guerra civil funesta, nosotros, los políticos colonia­ les, debemos posesionarnos de nuevos territorios para colocar en ellos el exceso de población, para encontrar nuevos mercados en los cuales colocar los productos de nuestras fábricas y de nuestras minas.» Cuarenta millones de europeos emigraron en­ tre 1850 y 1914 hacia los países nuevos y las colo­ nias, alcanzando las mayores cifras los años 1887 (8 0 0 .0 0 0 ) y 1907 (1 .4 0 0 .0 0 0 ). Nunca en la his­ toria se ha dado una emigración de tal magnitud. L o s factores políticos se basaban fundamental­ mente en razones estratégicas y de prestigio inter­ nacional. La creación de una red de escalas fue

preocupación principal del expansionismo británi­ co, que, desde 1850, disponía de puntos esencia­ les en las grandes rutas comerciales: Gibraltar, Santa Elena, El Cabo, isla Maurico, Adén y Ceilán en la ruta de las Indias; en el Mediterráneo, partiendo siempre de Gibraltar, poseía Malta, Corfú y las islas Jón icas; y en la ruta de China, Singapur y Hong-Kong. Para los marinos era fundamental te­ ner escalas estratégicamente situadas en sus viajes, esencialmente en los estrechos y en las islas. Tam ­ bién este factor fue determinante en la conquista del interior d e jo s continentes, com o se planteó en el reparto de Africa y en la lucha de las potencias por conseguir un imperio continuo de costa a costa. El factor del prestigio no puede ser desdeña­ do, tanto dirigido a las relaciones internacionales com o a la propia opinión pública nacional; para Francia, la conquista colonial fue una salida hon-

Factores políticos Funchal, capital de la isla de Madeira. Los portugueses fueron los adelanta­ dos en la creación de una ruta maríti­ ma con diversos en­ claves e stra té g i­ cos, pues ya en el siglo XV se lanzaron a una serie de des­ cubrimientos geo­ gráficos, impulsa­ dos por la necesi­ dad de hallar una vía de comunica­ ción con Asia.

Factores políticos

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Sir Samuel White Baker (1821-1839) fue uno de los más famosos explorado­ res ingleses de la época colonial; en una expedición a los países del Alto Nilo descubrió el lago Alberto (1864).

rosa a la vergüenza de la derrota sufrida en la gue­ rra de 1 8 7 0 contra los prusianos. Era un principio ampliamente aceptado que un país alcanzaba el gra­ do de gran potencia cuando poseía extensos terri­ torios colonizados en el mundo. Las relaciones internacionales de este período estaban marcadas por la importancia del imperia­ lismo. Las potencias se reunían en conferencias para establecer las reglas del reparto colonial, y gran parte de las tensiones y conflictos internacionales tenían claras implicaciones coloniales. Por último, las guerras mundiales de nuestro siglo han tenido una base imperialista incuestionable. La diploma­ cia y las relaciones entre naciones estaban regidas por la preocupación imperial. Al frente de los estados encontramos grandes políticos defensores del imperialismo. Es el caso del francés Jules Ferry que, com o ministro de Asun-

tos Exteriores o Presidente del Gobierno, desarro­ lló una activa política colonial; los británicos Joseph Chamberlain o Cecil Rhodes; los monarcas L eo­ poldo de Bélgica, que presidía la sociedad inter­ nacional que colonizó el Congo, y Guillermo 11, im­ pulsor de la Welpolitik o «política mundial» del imperio alemán. Las causas expuestas hasta aquí —económ icas, demográficas y políticas— aparecen com o los fac­ tores determinantes de la expansión europea, pero otras causas, valoradas por los historiadores en ma­ yor o menor medida, estuvieron también en la base de este fenómeno. La pasión exploratoria del hom­ bre del siglo XIX produjo importantes descubrimien­ tos geográficos; Africa era el continente ignoto, des­ conocido excepto en sus costas, que comenzó a ser explorado a partir de los grandes ríos y de los desiertos. Las empresas de exploración apasiona-

Otras causas

Los gobiernos euro­ peos, con el apoyo de la prensa, crea­ ron en la opinión pública un patriotis­ mo entusiasta en apoyo de las explo­ raciones y de las conquistas colonia­ les. En la ilustra­ ción, la salida hacia el lago Alberto de Baker con una es­ colta nativa.

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Las exploraciones

El desarrollo de los estudios geográfi­ cos y el espíritu ex­ ploratorio impulsa a los europeos a la aventura del conicimiento del mundo. Expedición al Polo Norte de Peary en 1909.

ron a la opinión pública, que seguía de cerca a los nuevos héroes del momento. El caso más conoci­ do es el del misionero belga Livingstone, que ha­ bía organizado una expedición para descubrir las míticas fuentes del Nilo. El periódico New York Heraid organizó otra expedición dirigida por Stanley que consiguió encontrar al misionero. Las aventu­ ras del periodista americano fueron las más popu­ lares de las exploraciones africanas. Hitos importantes fueron también la exploración de Australia atravesando su desierto, la penetra­ ción en Asia hasta alcanzar la cordillera del Himalaya, o la travesía de Siberia. Por último, la aventura descubridora tuvo com o punto final los dos polos, a pesar de las dificultades climáticas y de alimenta­ ción en un medio tan hostil. Peary alcanzó el Polo Norte en 1909 y Amundsen el Polo Sur en 1911. El hombre, por primera vez en su historia, conocía la totalidad del globo.

En numerosos países europeos surgieron socie­ dades geográficas que impulsaron los descubrimien­ tos por interés científico y contribuyeron a la pro­ pagación del ideal expansionista. En Francia, Italia, Gran Bretaña, Portugal, España, además de Ale­ mania y Bélgica, estas sociedades alcanzaron un gran prestigio y un número creciente de socios apa­ sionados por los estudios geográficos. El espíritu de aventura impulsado por las explo­ raciones geográficas cundió en la opinión pública, y fueron muchos los que marcharon a tierras des­ conocidas atraídos por el riesgo y la pasión por los pueblos exóticos y los paisajes desconocidos. Sur­ gía al mismo tiempo una literatura que respiraba este espíritu de fantasía y aventura. Las obras de .Julio Verne, con su pasión por la exploración cien-

Las exploraciones

Las numerosas no­ velas de Julio Verne (1828-1905), uno de los autores más traducidos y leídos de toda la literatu­ ra, han sido califi­ cadas como anticipatorias de la cien­ cia ficción por sus sueños de invencio­ nes imposibles. La pasión por lo desco­ nocido, el deseo de libertad en el ancho mundo, las explora­ ciones sin límite, con insólitas aven­ turas viajeras, han hecho soñar a va­ rias generaciones de jóvenes lectores, invitándoles a sentir el mismo espíritu de búsqueda y de exploración que in­ flamaba a los hom­ bres de su época por el conocimiento del mundo. Ilustra­ ción para El viaje de El Chacelor.

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Las misiones

E mi l i o S a l g a r i (1863-1911) es el prolífico escritor, con cerca de cua­ trocientos relatos y ochenta novelas, que ha alimentado las ansias juveniles de aventuras de un numeroso público lector, con un esti­ lo de acción desen­ frenada y simplici­ dad de personajes, en ambientes de la jungla, de los pira­ tas asiáticos o de las praderas nor­ teamericanas. Ilus­ tración de su nove­ la Los tigres de Mompracem.

tífica y búsqueda de lo desconocido, y de Rudyard Kipling, que ensalzaba la raza y el temperamento anglo-sajones para la misión civilizadora en un mun­ do salvaje y mítico. El italiano Emilio Salgari fue el creador de numerosas novelas de viajes y aven­ turas en mundos exóticos. Las misiones de católicos y protestantes actua­ ron como una avanzadilla del colonialismo. Las igle­ sias cristianas, en pleno apogeo, vieron en los nue­ vos territorios una oportunidad para su propia ex­ pansión por todo el mundo. En 1900 había en las colonias más de 6 .0 0 0 misioneros y numerosos centros de enseñanza católicos y unos 1 6 .0 0 0 mi­ sioneros protestantes. Estas misiones competían en­ tre sí utilizando medios diferentes de expansión.

Al principio, las misiones, con un objetivo evangelizador, y la expansión colonial tuvieron vías dife­ rentes de penetración, pero pronto estas vías con­ fluyeron. Los misioneros aportaron conocimientos geográficos y la pacificación de las poblaciones con­ vertidas al cristianismo y, por otro lado, la domi­ nación colonial garantizaba a las misiones la esta­ bilidad necesaria para la propagación de su fe. En muchas ocasiones la muerte de misioneros a m a­ nos de los indígenas servía com o justificación para que el ejército colonial se apoderase de un territo­ rio. El asesinato de un misionero alemán en China permitió al gobierno alemán tomar el puerto de Kiao-Chow. La opinión pública de las metrópolis veía justificadas estas acciones encaminadas apa­ rentemente a defender a sus misioneros. La ideología del imperialismo es, por último, el factor teórico que pretendía justificar el expan-

Las misiones

La labor desarrolla­ da por los misione­ ros católicos o pro­ testantes fue un fac­ tor esencial en la colonización de nuevos territorios. Contribuyeron al conocimiento geo­ gráfico, antropoló­ gico y lingüístico de las poblaciones in­ dígenas, suminis­ trando datos de in­ calculable valor para las fuerzas co­ lonizadoras.

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Factores ideológicos El personaje de Tarzán, creado por Burroughs, ha me­ recido saltar de la literatura a innume­ rables versiones ci­ nematográficas. En él se manifiesta el mito del buen sal­ vaje (blanco) rodea­ do de los malos sal­ vajes (negros); la superioridad racial le permite sobrevi­ vir y reinar en un mundo hostil y a la vez exótico y libre.

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sionismo europeo. En la base se encontraba el nacionalismo, pero no aquel nacionalismo revo­ lucionario que había dado lugar a movimientos de afirmación nacional durante la primera mitad del siglo XIX. A partir de 1848, se fue convirtien­ do en un nacionalismo conservador y agresivo, en ocasiones racista, basado sobre todo en un sen­ timiento de superioridad y, al mismo tiempo, de desprecio hacia otros pueblos o razas consideradas com o inferiores (los habitantes de las colonias). Desde este punto de vista, la política expansionista aparecía com o la tarea pretendidamente hu­ manitaria de las naciones «superiores» de llevar a cabo una misión «civilizadora» entre los pueblos salvajes. En la literatura de la época encontramos num e­ rosos ejemplos que ensalzan esta «noble» misión

de la raza blanca. Entre los británicos, Rudyard Kipling (autor de El Libro de la Selva) hablaba de «la responsabilidad del hombre blanco»; Carlyle rei­ vindicaba la anchura del mundo para la expansión de las ya demasiado pequeñas islas británicas; y Dilke ensalzaba el heroísmo de los colonizadores. En Francia, Leroy-Beaulieu afirmaba que «una gran porción del mundo está habitada por tribus bárba­ ras o salvajes que no saben explotar su tierra y sus riquezas naturales», y concluía que el imperialismo «es una de las tareas impuestas a los países civili­ zados». Los políticos no eran ajenos a esta «teori­ zación» de la necesidad del expansionismo euro­ peo, com o es el caso de Jules Ferry, que calificaba de «impulso irresistible» el que empujaba a las gran­ des naciones europeas hacia la conquista de nue­ vas tierras. El imperialismo llegó a calar en nume-

Factores ideológicos

El periodista y es­ c r ito r b ritá n ico Rudyard Kipling (1865-1936) se ins­ piró en sus prime­ ras obras en la vida exótica de la India (El libro de la S el­ va, 1894), para ce­ lebrar en sus poe­ mas y novelas pos­ teriores las cuali­ dades viriles y civi­ lizadoras del impe­ rialismo anglosajón (Kim, Capitanes Valientes). Su espí­ ritu caló de tal ma­ nera en la mentali­ dad de la época que fue Premio Nobel en 1907. Ilustración para El Libro de la Selva.

Factores ideológicos

Rosa Luxemburgo (1 8 7 1 -1 9 1 9 ) es, junto a otros desta­ cados dirigentes so­ cialistas como Lenin o Kautsky, una de las principales voces críticas del imperialismo al que condenó sin amba­ ges. Para Rosa Lu­ xemburgo, el impe­ rialismo se origina por la propia inca­ pacidad del capita­ lismo de producir riqueza sin crisis, teniendo que en­ contrar en territo­ rios nuevos una sa­ lida que le permita prolongar su exis­ tencia, pero que a la larga sucumbirá bajo la presión re­ volucionaria de to­ das las clases tra­ 32 bajadoras.

rosos políticos ai margzn de su afiliación partidis­ ta, com o el conservador Disraeli o el liberal Chamberlain. Pero el pragmatismo de la política hizo que estos hombres no pudieran dejar de traslucir sus auténticos objetivos; Chamberlain afirmaba sin re­ cato que «el imperio es el comercio» y Cecil Rhodes que «es una cuestión de estómago». Lo más curioso es cuando la política y la teoría hicieron uso de las ciencias biológicas para justifi­ car el expansionismo. Lord Salisbury dividía las na­ ciones entre «vivas y moribundas» y afirmaba que las primeras «se irán apropiando gradualmente de los territorios» de las segundas. Incluso se utilizó, falseándolas, las teorías evolucionistas de Darwin, concretándose en la idea de que sólo conseguiría sobrevivir en la lucha por el dominio del mundo aquel que estuviera mejor dotado, el más fuerte, de tal modo que las razas que prevalecían era por­ que tenían un derecho natural a ello. El racismo hizo, pues, aparición entre los pen­ sadores imperialistas. El francés Gobineau publicó un libro denominado E nsaco sobre la desigualdad de las razas humanas, cuyo título es suficiente para comprender su contenido. El inglés H. S . C ham ­ berlain mantuvo en una obra publicada en Alema­ nia que la «raza de amos», que había conseguido desarrollar sus cualidades en la lucha por la exis­ tencia, tenía una misión que cumplir en el mundo. La superioridad de la raza blanca aparecía, pues, com o uno de los fundamentos del expansionismo. Lo grave fue que estas ideas cundieron rápidamente en varios países europeos calando profundamen­ te en el subconsciente de amplios sectores de la población. ¿Hubo también una oposición política y teórica al imperialismo? La hubo, pero minoritaria; por un lado, los marxistas, con Rosa Luxemburgo y Lenin a la cabeza, denunciaron el colonialismo y acu­ saron al capitalismo monopolista del saqueo siste­

mático al que sometían a los pueblos subdesarro­ llados; por otro lado, surgieron sociedades filantró­ picas que lucharon contra los abusos cometidos por los colonizadores y por la supresión de la es­ clavitud. Pero la superioridad de las grandes potencias y sus éxitos coloniales, que al fin y al cabo propori ionaban un mayor bienestar a los países «civiliza­ dos», acallaban fácilmente estas voces discordan­ tes, que casi no encontraron eco en la sociedad. Al contrario, se formaron numerosas sociedades co­ loniales que agruparon a políticos, comerciantes e industriales y cuyo fin radicaba en la promoción de la empresa colonialista. Proliferaron en Francia (Union Cobniale Française) , en España (Sociedad Española de Africanistas y Colonialistas), en Ale­ mania, Gran Bretaña, Bélgica, etc., agrupando a veces a un gran número de socios.

Factores ideológicos

El ambiente bur­ gués, pacífico y edulcorado, de este cuadro de Dendy Sadler, titulado Ho­ gar, dulce hogar. contrasta con la realidad agresiva de los gobiernos europeos en la polí­ tica colonial.

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Los caracteres de la colonización La conquista

La asimilación co­ lonial incluye al propio ejército que se nutre de solda­ dos de la región so­ metida, fieles cola­ boradores que al­ canzan así un sta­ tus superior y do­ minador sobre el resto de los indí­ genas.

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La ocupación de nuevos territorios fue la primera tarea con la que se enfrentaron los países europeos, empresa que no presentaba excesivas dificultades si comparamos la diferencia profunda entre el de­ sarrollo armamentístico y de organización militar de los colonizadores y los pueblos indígenas, muchos de ellos todavía en una fase primitiva de desarro­ llo. Los avances técnicos de la industria eran pues­ tos al servicio de la conquista militar; los barcos de vapor permitían el transporte rápido de las tropas y la penetración a través de los grandes ríos (Con­ go, Nilo, Zambeze) hasta el corazón de los conti­ nentes. A veces incluso, las potencias crearon cuer­ pos de ejércitos indígenas que conocían mejor el medio y que se convertían en peones fundamen­ tales para los invasores.

La conquista militar se aplicó a los territorios que carecían de una organización política, com o ocu­ rrió en Africa; pero existía otro tipo de conquista que después, en la segunda mitad del siglo XX, se generalizará; se trataba de la penetración eco ­ nómica, mediante la exportación de capitales y creación de empresas extranjeras en países sub­ desarrollados que contaban con un gobierno propio. Algunas potencias —Gran Bretaña o Francia— poseían un potencial económ ico y militar tan im­ portante que pudieron plantearse con éxito la con­ quista de un imperio mundial; otras — más modes­ tas— optaron por especializarse en zonas concretas del globo. Fue el caso de Bélgica, Portugal, Italia o España.

La Conquista militar

La superioridad mi­ litar — táctica y arm am entística — de las potencias co­ loniales se muestra en este combate de tropas coloniales bajo mando británi­ co contra nativos.

Las colonias de explotación

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Las economías co­ lonizadoras se ba­ saban en las explo­ taciones agrícolas, mineras y ganade­ ras dentro de un es­ quema capitalista. La diferencia entre la economía avan­ zada de los coloni­ zadores y la econo­ mía de subsistencia de los indígenas creaba contrastes evidentes y la co­ existencia de dos formas radicalmen­ te opuestas de rela­ ción con los medios de producción. En la imagen, campe­ sino hindú.

La administración colonial Tras la empresa de conquista, la organización del territorio podía revestir varias modalidades según los caracteres del lugar ocupado y los intereses de la metrópoli. Constituía el marco jurídico implan­ tado por las metrópolis para el gobierno y aprove­ chamiento económ ico de la colonia. La colonia de explotación fue el modelo más ge­ neralizado, donde una minoría blanca imponía su poder a la población indígena y controlaba com ­ pletamente el teritorio. Inicialmente se encargaba la administración a una compañía privada que or­ ganizaba la colonia y explotaba sus recursos en su provecho, ahorrando al Estado su función rectora y los gastos que de ella se derivaban. Pero este sis­ tema fue sustituido en seguida por la acción direc­ ta de los Estados metropolitanos, que enviaron a sus funcionarios civiles y militares, los cuales im­ plantaron un Gobierno colonial con la exclusión to­ tal de los indígenas, aunque las compañías seguían beneficiándose de la explotación económ ica. Fue un elem ento más de la crisis del viejo liberalismo y del creciente intervencionismo estatal. Al frente de estas colonias se situaba al Gobernador, que de­ pendía directamente de la metrópoli. Este fue el modelo preferentemente utilizado para el Africa negra. La colonia de poblamiento blanco respondía a territorios donde existía una escasa población indí­ gena y un clima benigno que atraía a un importan­ te contingente de emigrantes europeos, que se ins­ talaban definitivamente com o colonos. En ella, la metrópoli aplicaba un modelo administrativo y de gobierno calcado del europeo y que tendía progre­ sivamente a la autogestión. En el Imperio británico, este tipo de colonias tuvo gran importancia — Canadá, Australia, Nueva Ze­ landa, El Cabo (la actual República de Sudáfrica )— que contaron con parlamento y gobierno

propios, aunque la política exterior era com peten­ cia exclusiva de Londres. A partir de 1907 estos territorios tomaron el nombre de «dominios». Francia también optó por este modelo para al­ gunas de sus colonias (Antillas y Argelia), aunque con un menor grado de autogobierno, dada la fuer­ te tendencia centralizadora de la administración gala. El sistema francés fue el de la asimilación po­ lítica a la metrópoli, implantando en las colonias las mismas leyes que en Francia y reservando va­ rios asientos en el Parlamento para los diputados en ellas elegidos. Pero los beneficios del autogobierno colonial —tanto en el sistema británico como en el francés— quedaban reservados al colono europeo. La po-

Los dominios

El descubrimiento de yacimientos au­ ríferos en Australia provocó la creación de una importante colonia de poblamiento blanco con una escasa pobla­ ción indígena.

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blación indígena permanecía excluida de la vida po­ lítica y sometida al poder de la sociedad blanca. El protectorado fue la tercera alternativa del po­ der colonial, aplicándose cuando en un territorio existía una administración indígena suficientemente organizada. Entre la conquista militar —con el es­ fuerzo humano y económ ico que suponía— y el sometimiento del gobierno local, la metrópoli op­ taba por lo segundo. El protectorado era un esta­ Tras la conquista militar, el tratado tuto que en teoría respetaba al gobierno indígena del Bardo de 1881 que era puesto «bajo la protección» de la metró­ instituía el protecto­ poli, pero las autoridades coloniales se reservaban rado francés sobre Túnez, por el cual el dos resortes fundamentales del poder: la política bey abandonaba a exterior y el ejército, lo que permitía evitar un po­ Francia la política sible levantamiento y la competencia de otras po­ extranjera y la ad­ tencias coloniales. Francia creó protectorados en ministración de su país. El palacio del Túnez, Camboya y Vietnam, y Gran Bretaña im­ Bardo en Túnez. plantó este modelo para una parte de la India. Pero

El protectorado

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el protectorado tampoco garantizaba la integridad territorial del país «protegido», com o fue el caso de Las concesiones Marruecos que, tras la conferencia de Algeciras en 1 9 0 6 , fue dividido en dos protectorados, uno bajo el poder francés y otro bajo el español. Las concesiones eran ciertas ventajas o m ono­ polios comerciales que las potencias europeas arrancaban a países demasiados extensos y con un poder político organizado, pero no el suficiente para oponerse al acoso europeo. Este fue el caso de Chi­ na, a la que se le impuso la dependencia econó­ mica de las potencias colonialistas a través de los «tradados desiguales» que obligaron al Gobierno de Pekín a abrir sus principales puertos al com er­ cio occidental. Al mismo tiempo, obtenían la c e ­ sión de puertos estratégicos, com o es el caso de La entrada de las fuerzas británicas Hong Kong por Gran Bretaña, sin necesidad de in­ en Chau-Kiang se tervenir en el resto del territorio. remonta a 1842.

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Explotación colonial

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La explotación eco­ nómica de las colo­ nias com enzaba habitualmente con la construcción de una infraestructura ferroviaria, portua­ ria y de carreteras. En la ilustración, fe­ rrocarril en Kenya.

La explotación El aprovechamiento económ ico sistemático de las colonias fue el objetivo primordial de todas estas diferentes formas de organización de los territorios sometidos. La metrópoli necesitaba crear una in­ fraestructura para la mejor utilización económica de la colonia, y así es com o surgieron redes ferrovia­ rias, carreteras y puertos por donde transportar y expedir las mercancías. Los territorios colonizados fueron sometidos a una asimilación aduanera que eliminaba las trabas arancelarias con la metrópoli, pero que creaba una barrera proteccionista con res­ pecto a terceros. Sólo Gran Bretaña, líder del libe­ ralismo, practicaba hasta cierto punto el librecambismo, seguida por Holanda. La otra excepción fue el caso de Marruecos, donde las potencias euro­ peas —enfrentadas por el dominio de la zona— im­ pusieron la política de «puertas abiertas». El resto de metrópolis —Francia, Italia, Alemania, Bélgica, España, e tc.— implantaron el proteccionismo en sus colonias. Pero las relaciones económ icas entre colonias y potencia colonizadora no se establecían en un pla­ no de igualdad, pues la primera se limitaba a pro­ veer de materias primas y a convertirse en un mer­ cado reservado para los productos industriales de la segunda. Este intercambio desigual venía acom ­ pañado de otras medidas; era la metrópoli la que fijaba los precios de compra y venta y la que esta­ blecía los productos, haciendo que algunas colo­ nias se especializasen en ciertos tipos de cultivo y tuvieran, por lo tanto, que proveerse de los pro­ ductos necesarios a través del comercio colonial. En este caso, la dependencia económ ica de la co ­ lonia llegaba al grado máximo. Las metrópolis impedían la industrialización de las colonias y desmantelaban la artesanía existen­ te. Fue el caso de la India, donde los ingleses des­ truyeron los tradicionales telares, a la vez que crea-

ban enormer plantaciones de algodón; de esta ma­ nera, la India consumía su propio algodón, que había sido exportado en bruto e importado manu­ facturado desde Inglaterra. Las únicas actividades permitidas fueron las extractivas y la producción de materias primas. S e producía así un proceso en el que el saldo co ­ mercial era cada vez más ventajoso para la metró­ poli. Desde finales del siglo XIX las importaciones europeas procedentes del mundo colonial dismi­ nuyeron en la misma proporción que aumentaban las exportaciones con el mismo destino. Si a ello añadimos los monopolios que se reservaban las me­ trópolis (Francia mantenía en la Unión Indochina la exclusiva del comercio de la sal, el alcohol y el opio), que producían grandes beneficios, entende­ remos que el saldo comercial se inclinaba siempre a favor de la potencia colonizadora.

Explotación colonial La Compañía Britá­ nica de Sudáfrica, controlada por Cecil Rhodes, había conseguido en 1890 los derechos de ex­ plotación durante veinticinco años de las minas de Africa del Sur. En su ex­ pansión territorial los británicos cho­ c a r o n c o n lo s bóers, sobre todo a partir del descubri­ miento de y a ci­ mientos auríferos en Transvaal.

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La carrera imperialista (1870-1914)

Uno de los pocos éxitos coloniales del colonialismo italia­ no: tropas italianas en la ocupación de Massana, Eritrea.

A partir de 1870 la expansión imperialista europea alcanzó su máximo apogeo. Las novedades que aporta este período histórico hasta 1 9 1 4 son im­ portantes. En primer lugar, el número de países par­ ticipantes en la búsqueda de nuevos territorios en el mundo aumentó. A Francia y Gran Bretaña, que se habían adelantado al resto de potencias y en 1 870 poseían ya un importante imperio, se suma­ ron en Europa, Rusia, Alemania, Italia, Bélgica, Es­ paña, Portugal, y, fuera de Europa, Japón y Esta­ dos Unidos. Com o consecuencia de esta carrera por llegar el primero que se entabló entre los paí­ ses «avanzados», surgieron numerosos conflictos entre ellos que las diplomacias respectivas apenas pudieron solucionar. La rivalidad se acentuó y los conflictos y odios entre naciones se multiplicaron. Era la carrera colonial.

La primera oleada colonizadora Esta etapa parte de 1 8 70 y concluye en 1885, con dos momentos de impulso provocados por las cri­ sis económ icas de 1873 y 1882 que arrastraron a numerosos europeos a emigrar a los territorios ul­ tramarinos. Sin duda, fueron Gran Bretaña y Francia las grandes protagonistas de este período, caracteri­ zado por un avance lento en amplios territorios, al­ gunos todavía por descubrir. En Africa, las potencias europeas se limitaron al asentamiento costero en zonas de valor estratégi­ co o comercial pero sin que existiera un plan claro de conquista continua hacia el interior del continen­ te. A pesar del carácter poco organizado del avan­ ce, esta etapa es fundamental, pues en ella se es­ tablecieron las bases de la futura expansión. Al mismo tiempo, aparecieron figuras de políti­ cos colonialistas de gran prestigio que en sus res­ pectivos países crearon una opinión general favo-

Primera etapa

La expansión fran­ cesa en el Congo fue debida a la a c­ ción de un aventu­ rero aislado, Pierre Savorgnan de Brazza. En la ilustra­ ción, Brazza es re­ cibido por el rey Makoko: el gran brujo sacraliza el acuerdo de protec­ torado firmado en­ tre su rey y el oficial francés.

Primera etapa

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En la costa occi­ dental africana las potencias penetra­ ron en el continen­ te a través de tres grandes ríos, el Senegal, el Níger y el Congo. Fue en esta última región don­ de surgieron pronto los problemas; los belgas habían con­ quistado gran parte del Congo, en la orilla derecha se es­ tableció el francés Brazza, y en la de­ sembocadura los portugueses crea­ ron el enclave de Cabinda, mientras los alemanes inten­ taban establecerse en el Camerún. En el grabado, vista general de la ciu­ dad de B an sa o San Salvador del Congo.

rabie a la expansión imperialista. Fueron el inglés Disraeli, primer ministro de 1874 a 1880, el fran­ cés Jules Ferry, en el poder desde 1879 hasta 1885 com o ministro o presidente del gobierno, o el rey belga Leopoldo II (1 8 6 5 -1 9 0 4 ). Pero pronto las primeras fricciones entre metró­ polis impusieron la necesidad de crear unas reglas del juego del reparto colonial. El antagonismo entre las potencias surgió por la concurrencia de varios países — Bélgica. Francia, Portugal y Alemania— en torno al Congo (actual Zaire). Ante la compleja situación, el canciller ale­ mán Bismarck convocó la Conferencia de Berlín, que se celebró en los años 1 8 8 4 -1 8 8 5 . En ella se

estableció la preponderancia belga sobre la zona, la libertad de comercio en la cuenca del Congo y zona circunvecina y la libre navegación en los ríos Níger y Congo. Pero la importancia de la conferencia radicó en la «Declaración relativa a las formalidades esenciales que habrán de cumplirse para que se consideren efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente africano», que establecía las normas para las nuevas posesiones. Según lo acordado en dicha conferencia, cuan­ do una potencia ocupaba un territorio colonial o establecía un protectorado, debía comunicarlo a las otras potencias de inmediato y, lo que es aún más importante, sólo la ocupación efectiva mediante la implantación de una «autoridad competente» otor­ gaba el derecho a la posesión, reconocida por to­ dos, del territorio.

Primera etapa

Una reunión de la Conferencia de Ber­ lín (1884-1885) con los delegados de las potencias coloniza­ doras. La impor­ tancia de esta cum­ bre diplomática fue esencial para mar­ car las reglas del juego del reparto del mundo.

Segunda etapa

La segunda oleada colonizadora

Tiene su punto de partida en la decisión adoptada en Berlín en 1885, que aceleró la carrera por la ocu­ pación de nuevos territorios. La entrada en esce­ na de otras potencias que hasta el momento se ha­ bían mantenido al margen o que habían iniciado solamente su expansión colonial, com o es el caso de Italia y Alemania, hizo necesario una serie de acuerdos bilaterales que completaron el reparto co­ lonial. En la década de los noventa, Africa había sido dividida por los nuevos ocupantes y lo mismo E x p lo ració n del ocurrió en el Pacífico. El sudeste asiático sufrió en ­ lago Tanganika por un destacamento tonces el turno de la ocupación progresiva. alemán. La región El proceso de expansión colonial de este perío­ de Tanganika en do conoció numerosas conquistas y ocupaciones la antigua Africa Oriental Alemana, de nuevos territorios. Gran Bretaña se anexionó Betras acceder a la in­ chualandia y Birmania (ambas en 1885); dos años dependencia (1961), después estableció su protectorado sobre el norte se unió al ex-sultade Borneo; y en 1895 fundó Rhodesia (la actual nato de Zanzíbar para convertirse en Zimbabwe). Francia estableció su protectorado so­ Tanzania (1964). bre Madagascar (1885), que en 1896 fue conquis-

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tada militarmente y anexionada com o colonia de explotación; en 1887 creó la Unión Indochina; y en 1 8 8 9 hizo de Costa de Marfil un protectorado; finalmente, Dahomey también fue convertido en protectorado francés (1892). Alemania se anexio­ nó Tanganika y Zanzíbar (1885) y Kiaochen (1897). Los italianos consiguieron ocupar Massana (1885), pero no tuvieron tanto éxito al atacar Abisinia, sien­ do derrotados en Adua (1896). Rusia comenzó en 1891 la construcción del transiberiano en su expan­ sión hacia Oriente. Finalmente, el Jap ón — que había optado por la conquista colonial entre sus vecinos— entabló una guerra en China, de la que obtuvo la isla de Formosa (1895). Consumado el reparto, las potencias coloniales se dedicaron entonces al sometimiento sistemáti­ co de las colonias, a la «pacificación» interior, so­ focando cualquier levantamiento indígena, y a im­ plantar «la autoridad com petente para hacer res­ petar los derechos adquiridos», tal com o estable­ ciera la Conferencia de Berlín.

Segunda etapa

El imperialismo ruso tuvo otra línea de expansión hacia el sur, en conflicto con Turquía y en competencia con Gran Bretaña. En 1859, en una dura lucha contra los pueblos montañe­ ses, los rusos some­ tieron la región del Cáucaso, lo que les permitió amenazar a Turquía en Arme­ nia y abrir una vía de penetración en Persia. Línea férrea rusa en el Cáucaso, en 1873.

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Los noventa y ocho conflictos

El com andante francés Marchand al frente de la expe­ dición hacia el Nilo en 1897, con el ob­ jetivo de ocupar la población de Fashoda en competen­ cia con los británi­ cos. El vapor Faidherbe fue desmon­ tado y transportado pieza a pieza por los indígenas.

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Hasta finales de los años noventa, las grandes po­ tencias se repartieron el planeta sin que surgieran entre ellos grandes conflictos. Habían puesto en marcha una gran empresa de expansión a la bús­ queda de nuevos mercados o de materias primas sin encontrar una resistencia indígena capaz de pa­ ralizar el avance arrollador de los países industria­ les, ni tampoco se habían producido enfrentamien­ tos entre las metrópolis porque era mucho el mundo a colonizar y las potencias se encontraban difícil­ mente en sus zonas de expansión. Cuando surgían las fricciones, los diplomáticos se encargaban de crear las normas de actuación en el reparto. Pero a partir de esta década comenzaron a proliferar los conflictos entre potencias coloniales, plan­ teando una competencia entre las grandes y las pequeñas y produciéndose una nueva situación in­ ternacional. S e denomina los noventa y ocho a los conflictos surgidos entre las potencias coloniales latinas —Es-

paña, Portugal, Italia y Francia— con las potencias anglosajonas —Gran Bretaña y los Estados Uni­ dos— a finales del siglo XIX, que se resolvió con la redistribución colonial en la que los segundos obtuvieron avances considerables y los primeros sufrieron una importante frustración colonial. A pesar de que el reparto colonial se había aca­ bado en los años anteriores y se habían paralizado las ocupaciones territoriales porque ya no queda­ ban tierras para conquistar, la carrera imperialista continuó; las grandes potencias industriales deci­ dieron seguir con su expansión poniendo en mar­ cha una política de rapiña con los territorios de las potencias coloniales menos desarrolladas. Era la manifestación práctica de la teoría de lord Salisbury de las «naciones vivas y las naciones moribundas». Tres potencias europeas —Francia, Portugal y Gran Bretaña— se enfrentaron en Africa para rea­ lizar el sueño colonial de un «imperio continuo» que atravesase el continente de costa a costa. El desig­ nio británico radicaba en dominar el continente de

Los conflictos

Desembarco de sol­ dados españoles en Filipinas en 1896 para luchar contra la insurrección ¡ndependentista. De­ talle de un cuadro de Brugada.

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Portugueses y británicos

Inaguración en El Cabo de un monu­ mento a su Primer Ministro Cecil Rhodes.

Norte a Sur, desde El Cairo a El Cabo. Cecil Rhodes, Primer Ministro de El Cabo desde 1890, se proponía unir estos dos puntos, mediante líneas fé­ rreas y telegráficas, sobre territorios británicos. Portugal, la nación con mayor tradición coloni­ zadora en el continente africano, poseía dos impor­ tantes enclaves costeros, Angola y Mozambique, y soñaba con unir ambos territorios de Este a O es­ te en otro «imperio continuo» a través de Zambia y la futura Rhodesia. En 1887, el ministro de Asun­ tos Exteriores portugués, Enrique Barros Gom es, presentó al Congreso de los Diputados un mapa del «Africa Meridional Portuguesa», donde en co ­ lorido rosa se dibujaba la pretensión portuguesa. El mapa fue conocido con el nombre de «Mapa co ­ lor Rosa», que simbolizaba la frustración portuguesa en el ámbito colonial porque los objetivos lusos no pudieron cumplirse por la denominada crisis del ul­ timátum. En 1890 el Gobierno de lord Salisbury envió un comunicado al Gobierno de Jo s é Lucia-

no de Castro exigiendo la retirada de las tropas por­ Portugueses tuguesas que actuaban entre los territorios de An­ y británicos gola y Mozambique, con la amenaza de romper las relaciones diplomáticas con Lisboa; se vislumbra­ ba la declaración de una guerra y Portugal se so­ metió. Las consecuencias políticas, económ icas y morales de este duro golpe de la tradicional aliada fueron enormes en Portugal (crisis sucesivas de go­ bierno, ascenso del republicanismo, profunda cri­ sis económ ica y frustación nacional ante la derrota El amplio territorio situado entre Ango­ moral sufrida). En 1 8 9 8 los gobiernos británico la y Mozambique, y alemán se pusieron de acuerdo, en un tratado lo que hoy constitu­ secreto, para repartirse las colonias de la «mori­ ye los países de Zambia y Zimbabunda» Portugal. Aunque este tratado no llegó a bue, era codiciado aplicarse, estuvo vigente hasta 1914, cuando las por portugueses y dos potencias signatarias se enfrentaron en la Pri­ británicos para po­ der crear un impe­ mera Guerra Mundial.

rio africano conti­ nuo. A principios del siglo X I X se asentaban en él dis­ tintos pueblos, don­ de los árabes ha­ bían establecido la trata de esclavos. Tras la crisis del ul­ timátum que apar­ tó definitivamente a los portugueses de la zona, la British South Company de Cecil Rhodes firmó un tratado con Lewanika, rey de los lozis, que le conce­ dió la exclusiva de la explotación co­ mercial y minera, primer paso en la im plantación del protectorado britá­ nico. En la imagen, las cataratas Victo­ ria, del río Zambeze, entre Zimbabue y Zambia.

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La crisis de Fashoda La p e n e tra c ió n francesa, al mando de Marchand, ha­ cia el Alto Nilo (en la imagen) y el pro­ yecto de crear una colonia en Sudán provocó la crisis de Fashoda con Gran Bretaña (1898). A pesar de la negati­ va de Marchand a e v acu ar la zona ante la presencia de las tropas británi­ cas, la orden de re­ tirada del gobierno francés puso punto final a la cris is abierta.

Francia es la segunda potencia latina que tuvo que retroceder ante el poderío británico. Los fran­ ceses controlaban los territorios del Africa occidental y su objetivo consistía en crear un imperio conti­ nuo desde el Atlántico al mar Rojo y el índico. Fran­ cia ya había sido apartada por Gran Bretaña del canal de Suez y de Egipto en 1875, y la única vía que le quedaba era la ocupación del Sudán y la instalación en el Alto Nilo. Las tropas francesas avanzaron desde el Oeste bajo el mando del capi­ tán Marchand llegando a Fashoda, en el Nilo, en julio de 1898. Desde el Norte y el Sur el ejército inglés, al mando del general Kitchener, acudió al mismo punto en septiembre. Cuando se encontra­ ron los dos ejércitos se produjo la famosa crisis de Fashoda, que a punto estuvo de provocar una gue­ rra abierta entre las dos potencias coloniales. La retirada de Marchand por orden de su gobierno de­ mostraba la fortaleza británica, permitía el control exclusivo del valle del Nilo por parte de Gran Bre-

taña y la creación del imperio continuo de El Cai­ ro a El Cabo, como pretendiera Cecil Rhodes, con la sola interrupción del África Oriental Alemana. En el tercero de los noventa y ocho se enfrenta­ ron España, una pequeña potencia que mantenía a duras penas los últimos vestigios de su pasado imperio colonial, y los Estados Unidos, que des­ puntaba ya como la primera potencia industrial. En este caso la crisis derivó en una guerra abierta que para el país latino supuso el Desastre del 98. Desde 1 8 9 5 se había extendido por Cuba una insurrección emancipadora («Grito de Baire»), y desde 18 9 6 en Filipinas, contra el poder español. Dominado el levantamiento filipino, en Cuba la in­ surrección independentista se reecrudeció, cuyo di­ rigente Jo s é Martí lanzó una terrible guerra de gue­ rrillas. Los generales españoles Martínez Campos y Weyler no pudieron pacificar la isla, ni siquiera

Cuba

Caperucita Roja: la crisis de Fashoda desencadenó en Francia una violen­ ta campaña contra «la pérfida Albión», rep resen tad a en esta caricatura co­ mo un terrorífico lo­ bo británico dis­ puesto a tragarse a una encan tad ora C ap eru cita Roja francesa. Las rela­ ciones bilaterales sufrieron un duro golpe y la reina Vic­ toria, ante la xeno­ fobia antibritánica, tuvo que renunciar a su veraneo en la Costa Azul.

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Cuba

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Desembarco de tro­ pas estadouniden­ ses en Cuba. El ex­ pansionismo de la a d m i n i s tr a c ió n Mackinley jugó un papel esencial en la decisión de entrar en guerra; se trata­ ba, por un lado, de evitar la indepen­ dencia de la colonia española, que, de esta manera, pasa­ ba a una nueva de­ p e n d e n c ia ; por otro, al eliminar a España de Cuba y Filipinas se abrían las puertas de dos puntos esenciales para la expansión militar, económica y política de los Es­ tados Unidos en el Caribe y en el Pací­ fico. En el caso de Cuba se trataba simplemente de la aplicación de la doctrina Monroe: «América para los americanos*.

con la dureza aplicada por el segundo para aplas­ tar a los insurrectos. Los Estados Unidos, a pesar de su pretendido humanitarismo en defensa de la libertad cubana, vieron en las posesiones españo­ las la posibilidad de su expansionismo y su avance agresivo en el dominio del Caribe y en el control del comercio con el Lejano Oriente. El Gobierno estadounidense propuso al español la compra de Cuba, a lo que Madrid se negó. Cuando España concedió a Cuba un régimen autonómico en 1897, ya era demasiado tarde para retener la colonia. El Gobierno McKinley provocó la guerra contra Es­ paña: primero envió, en febrero de 1898, un ulti­ mátum al Gobierno Sagasta exigiendo la venta de Cuba a los Estados Unidos por 3 0 0 millones de dó­ lares o, en caso contrario, se atuviese a un ataque armado. Después se produjo la extraña voladura del acorazado americano Maine en el puerto de

La Habana que fue utilizada por los Estados Unidos para declarar la guerra. En Filipinas, la escuadra española, en una batalla de una hora, fue barrida por la escuadra norteamericana al mando del al­ mirante Dewey. En el Caribe, la flota española al mando del contralmirante Cervera también fue des­ truida. En la Paz de París (diciembre de 1898), Es­ paña perdió Cuba y cedió a los Estados Unidos el archipiélago filipino, la isla de Guam y Puerto Rico a cambio de 2 0 millones de dólares. El desastre fue completo cuando España se vio obligada a vender a Alemania las Carolinas, Marianas y Palaos, en el Pacífico, por 2 5 millones de marcos. El Desastre del 9 8 tuvo en España hondas re­ percusiones, puso en entredicho el propio sistema de la Restauración, provocando agrios debates so­ bre las responsabilidades políticas y militares. J o a ­ quín Costa encabezaba la corriente regeneracionista que clamaba por un cambio profundo en una Es­ paña todavía anclada en el pasado.

El desastre del 98

Firma de la Paz de París entre España y los Estados Uni­ dos (1898).

Los imperios coloniales El Imperio británico

Muhammad Alí re­ cibiendo a una em­ bajada británica en Alejandría, 1839. El comienzo de la penetración colo­ nial en Egipto.

Fue el más importante de los imperios coloniales, extendiéndose por los cinco continentes. En 1914 constaba de los siguientes territorios: En Africa: Egipto, Sudán, Uganda, Kenia, Rhodesia del Norte (actual Zambia), Rhodesia del Sur (Zimbabue), Nyasalandia (Malawi), Bechuanolandia (Botswana), Unión Sudafricana, Nigeria, C os­ ta de Oro (Ghana), Sierra Leona, Gambia. En Asia y Oceanía: Unión India (India, Bangla Desh, Pakistán y Birmania), Afganistán, Beluchistán, Cachemira, Ceilán (Sri Lanka), Malaca, Aus­ tralia, Tasmania, Nueva Zelanda, norte de Borneo, sur de Nueva Guinea. En América: Canadá, Bahamas, Trinidad, Guayana, Honduras Británica. Cadenas de escalas, con innumerables islas y ba­ ses de apoyo en todas las rutas y mares: Gibraltar, Malta, Corfú, islas Jónicas, Santa Elena, islas Mau­ ricio, Adén, Singapur, Hong Kong.

Gran Bretaña poseía un imperio de 3 3 millones Gran de kilómetros cuadrados donde habitaba la cuarta Bretaña parte de la población mundial (450 millones). Fue, sin duda, la nación europea que tuvo una práctica imperialista más desarrollada y de más largo alcan­ ce, una organización colonial más acabada y una mayor emigración hacia las colonias (unos 2 0 0 .0 0 0 ó 3 0 0 .0 0 0 ingleses cada año a finales del XIX). Desde 1 8 5 4 disponía de un organismo guberna­ mental especializado, el Colonial Office, dependien­ te del Ministerio de la Guerra. Fue también el país que se adelantó al resto de la potencias en la conquista de nuevas tierras, pues en 1 8 5 0 , cuando el fenóm eno colonial apenas se había iniciado, disponía ya de numerosos enclaves Tras dos siglos de e importantes colonias (Canadá, Australia. Africa dura competencia del Sur, la India). A partir de la década de los 70 entre franceses y

británicos sobre la llamada Gold Coast (Costa de Oro), en la que ambos explo­ taban un lucrativo comercio de escla­ vos, los británicos consiguieron hacer­ se con el control de la zona. La aboli­ ción del esclavismo (1807) y la gran ri­ queza del territorio (diam antes, oro, bauxita y mangane­ so) impulsaron a los colonizadores a cambiar su política, sometiendo a los je­ fes locales bajo la fórmula del protec­ torado. En la ilus­ tración, la recep­ ción del embajador británico Bowdith en Kumassi, capital de los ashanti (ac­ tual G h an a), en 1817.

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Gran Bretaña

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Retrato de Benja­ mín Disraeli (18041881), primer con­ de de Beaconsfield, por John Everett Millais. Uno de los políticos conserva­ dores más destaca­ dos del reinado de la reina Victoria; varias veces Canci­ ller del Tesoro y Pri­ mer Ministro, fue uno de los más im­ portantes impulso­ res de la política co­ lonial británica.

se lanzó a la conquista de nuevas colonias, impul­ sada por los políticos imperialistas (Disraeli, Gladstone, Salisbury, Chamberlain) ávidos de encon­ trar mercados y materias primas para la industria y lugares donde situar el excedente de población que sufría Gran Bretaña. La organización de tan vasto imperio no respon­ dió a una fórmula única, adaptando una solución diferente en cada caso. Comprendía protectorados, dependientes del Ministerio de Asuntos Exteriores, bases y enclaves, bajo el control del Almirantazgo, y colonias propiamente dichas que habían perte­ necido a compañías privadas («Compañías de Car­ tas») 'y que después pasaron a depender directa­ mente de la Corona. Los dominios eran colonias de poblamiento blan­ co, es decir, donde los emigrantes se instalaban de forma definitiva. Gozaban de una amplia autono­ mía con una estructura política semejante a la m e­ tropolitana, aunque el Parlamento inglés, en el que las colonias no estaban representadas, tuviera la po­ testad de legislar sobre el imperio y las colonias ca­ recieran de independencia en asuntos exteriores; ningún acto de política internacional podía realizarse sin la aprobación del Gobierno de Su Majestad. Sin embargo, en caso de guerra, los dominios goza­ ban de la capacidad de decisión de entrar o no en el conflicto. Las Conferencias Imperiales reunían al premier británico y a los de los distintos domi­ nios, en un intento de crear una estructura federal. Así fueron surgiendo progresivamente los diferen­ tes dominios: en 1867 Canadá, Australia en 1900, Nueva Zelanda en 1907 y la Unión Sudafricana en 1910. La abundante población europea que acu­ día a los dominios creó una sociedad blanca que arrinconó a la indígena, que se mantuvo discrimi­ nada y apartada de los beneficios del autogobierno. El caso de la Unión Sudafricana merece un es­ tudio especial. En el sur de Africa existía un impor­

tante contingente de colonos de origen holandés (ios bóers) que se había instalado en la próspera factoría de El Cabo en la segunda mitad del siglo XVII y se había extendido hacia el interior en lucha con los indígenas. En 1805 los ingleses arrebata­ ron a los bóers El Cabo y éstos se dirigieron hacia el Norte, donde crearon dos repúblicas indepen­ dientes, Orange y Transvaal, estados soberanos de configuración europea. Pero su nueva libertad duró poco, pues, en 18 8 0 , los británicos los cercaron al anexionarse Swazilandia y Basutolandia, y Cecil Rhodes ordenó la conquista de Bechuanalandia y Rhodesia. Los descubrimientos mineros de oro y diaman­ tes en 1 8 8 4 atrajeron definitivamente a los ingle­ ses a los territorios bóers. El choque se hizo inevi-

Gran Bretaña

Los reyes ashanti (actual Ghana) se someten al poder de los representan­ tes del gobierno bri­ tánico (1896).

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La Guerra de los bóers

Los planes británi­ cos de un imperio continuo chocaron con la oposición en­ carnizada de los bóers, colonos ho­ landeses de Transv a a l y Or a n g e . Aunque el derecho internacional impe­ día que una poten­ cia se anexionara estados soberanos habitados por po­ blación de origen europeo, los britá­ nicos no tuvieron problemas en alte­ rar esta norma y empeñarse en una costosa guerra de conquista. La lucha revistió una dureza extraordinaria (2 2 .0 0 0 muertos por parte británica) pero finalmente los bóers fueron ven­ cidos y anexiona­ dos a la colonia de El Cabo. En la ilus­ tración, Paul Kruger. Presidente de Transvaal, saluda al general Botha, uno de los más des­ tacados militares de la s f u e r z a s bóers.

table y, en 1 8 9 9 , cuando Paul Kruger, Presidente de la República de Transvaal, exigió a los británi­ cos el cese de envío de tropas, estalló el conflicto. La Guerra de los bóers duró tres años (1899-1902); el primer año, los británicos sufrieron derrotas con­ tinuas que pusieron en entredicho a la primera po­ tencia colonial. El Gobierno Salisbury puso al frente de las tropas británicas al general Kitchener, al que hemos visto com o vencedor en la crisis de Fashoda, el cual consiguió derrotar al ejército enemigo. Pero los bóers continuaron una dura guerra de gue­ rrillas durante dos años, que sólo pudo ser aplas­ tada con una durísima represión. Con la Paz de Pretoria los estados bóers fueron integrados en el dominio británico que, en 1910, se convertiría en

la Unión Sudafricana, aunque se les permitió man­ tener su lengua y recibieron la promesa de gozar de cierta autonomía. Las colonias de explotación carecían de las ven­ tajas del autogobierno de los dominios. Tenían un estatuto acordado por el Parlamento británico que instituía la figura del Gobernador, representante de la Corona, al que asistía un Consejo donde podían figurar algunos jefes indígenas. Fue el caso de Africa —con la excepción de la Unión Sudafricana— y del resto de colonias, con el caso especial de la In­ dia. Esta colonia, con sus trescientos millones de habitantes y su gran capacidad de producción de materias primas en sus casi cinco millones de kiló­ metros cuadrados, fue, sin duda, la de mayor va­ lor del imperio británico. De esta manera, en 1877, la reina Victoria fue coronada emperatriz de las Indias.

La India

Reunión de ia Cá­ mara de los Comu­ nes británica en 1882. El Parlamen­ to de la metrópoli tuvo un papel des­ tacado en la organi­ zación del imperio británico, tanto en la concesión de es­ tatutos para las co­ lonias de explota­ ción como en el otorgamiento del autogobierno de los dominios.

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La India

La penetración bri­ tánica en Asia data de fechas muy tem­ pranas. Residencia británica en Haidarabad, grabado de 1813.

La enorm e colonia de la India planteaba proble­ mas especiales. En primer lugar, por su dualidad: la India de los Príncipes, que comprendía 7 0 0 prin­ cipados protegidos y teóricamente independientes, y la India Inglesa, donde el dominio británico era total, pero cuya diversidad étnica y religiosa crea­ ba numerosas dificultades al gobierno. El segundo problema provenía del nacimiento del movimien­ to nacionalista; ya en 1 8 5 9 se produjo la revuelta de los cipayos en el sur de la India, que costó dos años a la Administración británica poder sofocar. En 1 8 8 5 nacía un partido, El Congreso Nacional Indio, que reclamaba la conversión de la colonia en dominio con un alto grado de autonomía. El sec­ tor más radical de los nacionalistas preconizaba el boicot o la resistencia pasiva, pero los británicos se negaron a soltar las riendas de una colonia tan im-

portante para su econom ía. Finalmente, en 1909, Londres concedió la India Council Act, que inicia­ ba una leve reforma; se creaba un cuerpo legislati­ vo cuya mitad estaba integrada por indígenas ele­ gidos y el virrey contaba con un consejo ejecutivo donde se daba acceso a un hindú. El papel económico del imperio fue la base del poderío británico. La exportación de capitales en las colonias alcanzaba la mitad de las inversiones británicas en el exterior; se construyeron puertos, carreteras y vías ferroviarias, se fundaron grandes obras de irrigación en la India o Egipto y se crearon enormes plantaciones. El imperio suministraba, al mismo tiempo, las materias primas necesarias para la industria y el consumo británico: algodón de la India y de Egipto, carbón de Australia, Sudáfrica y la India —el más barato del mundo— , té de Cei-

Las relaciones comerciales

Un ejemplo de la presencia británica en la llamada India de los Príncipes. A iniciativa y con apoyo británicos un nuevo marajá ocu­ pa el trono en Burdwan, Bengala, al norte de la India.

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Las relaciones comerciales

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Sala de contrata­ ción del New Stock Exchange de Lon­ dres. La economía británica gozaba de una pujanza y auto­ nomía extraordina­ rias gracias al mer­ cado colonial, mo­ nopolio imperialista que era controlado desde Londrçs, im­ pidiendo la indus­ trialización de las colonias y la com­ petencia de los pro­ ductos de otras po­ tencias coloniales.

lán, hevea (planta de la que se obtiene el látex) de Malasia, yute de la India, oro, diamantes, cobre, estaño, carne, trigo, lana... En las relaciones comerciales los territorios del imperio recibieron un trato diferente: la metrópoli fijaba los precios para las colonias de explotación, pero los dominios gozaban de una autonomía adua­ nera muy amplia. Varios fueron los sistemas de control de los in­ tercambios: el comercio se realizaba en barcos in­ gleses, el centro del sistema bancario y bursátil se encontraba en Londres y las monedas tenían como cambio fijo la libra esterlina. En 1913 el imperio co­ lonial absorbía casi el 4 0 por ciento de las exporta­ ciones británicas.

El imperio francés Fue el segundo en importancia, aunque a distan­ Francia cia del imperio británico. También Francia consi­ guió una colonización de extensión mundial, con 4 8 millones de habitantes sobre un territorio de 11 millones de kilómetros cuadrados: En Africa: Túnez, Argelia, Marruecos, Maurita­ nia, Senegal, Guinea, Níger, Alto Volta, Costa de Marfil, Dahomey, Chad. Ubangui-Chari (Repú­ blica Centroafricana), Congo Medio, Madagascar, Djibuti. En Asia: Unión Indochina (Vietnam, Laos, C am boya). Los franceses ini­ En América: Guayana francesa, Martinica, Gua­ ciaron la ocupación dalupe. de la costa^ medite­ Además, diversos enclaves y archipiélagos en los rránea de Africa en fechas muy tempra­ tres océnos. nas. Puerto y ciu­ El colonialismo francés se dirigió en primer lu­ dad de Argel en gar al dominio del norte de Africa, cuyo centro era 1830.

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Africa

Franceses y británi­ cos tenían numero­ sos puntos de fric­ ción en su expan­ sión colonial, anta­ gonismo que llegó a su punto culminan­ te por el control de la cuenca del Nilo. Tras la inaugura­ ción del Canal de Suez, las dos poten­ cias rivalizaban por imponer su influen­ cia en esta región capital para las re­ laciones internacio­ nales. Abajo, llega­ da a Alejandría de invitados a la inau­ guración del Canal de Suez (1869).

Argelia, la gran colonia de poblamiento blanco, adonde acudió un gran contingente de emigrantes de la metrópoli. Argelia fue conquistada en la pri­ mera mitad del siglo XIX, teniendo que acudir al ejército para aplastar la oposición indígena. Pacifi­ cado el territorio, se repartieron tierras entre los co­ lonos franceses, al mismo tiempo que una obligarquía blanca se asentó en los nuevos barrios de las grandes ciudades (Argel y O rán), comenzando así la explotación sistemática de la colonia. Una iniciativa francesa en la línea de control del Africa mediterránea fue la construcción del Canal de Suez con capital francés y proyectado por el in­ geniero Ferdinand de Lesseps. Fue inaugurado en 1 869, dando a Egipto una importancia estratégica hasta ese momento inusitada, lo que provocó el enfrentamiento de intereses entre británicos —que necesitan el canal para su tráfico con Asia— y los franceses, que lo controlaban. Egipto era un esta­ do tributario del Imperio Otomano, regido por una dinastía de sultanes renovadores que se había ido endeudando progresivamente. Gran Bretaña logró

afianzar su poder en Egipto al comprar al Sultán sus acciones del canal, estableciendo un condomi­ nio franco-británico sobre todo el territorio. En 1888, las potencias coloniales aceptaron el predo­ minio británico en Egipto, con la condición de que Inglaterra garantizase la libre circulación por el canal. La segunda zona preferente de expansión fue el sudeste asiático. Codiciada por franceses y británi­ cos, Indochina fue conquistada progresivamente por los primeros. Partiendo de Cochinchina, re­ montaron el río Mekong buscando una nueva vía para el mercado chino, pero en seguida las rique­ zas de la zona decidieron a los colonizadores a ins­ talarse definitivamente. Con la ocupación de los actuales Vietnam, Camboya y Laos, los franceses crearon la Unión Indochina, de la que obtenían estaño, zinc, carbón, maderas, seda y arroz. El sistema administrativo del imperio francés es­ tuvo marcado por la centralización, aplicando fór-

Asia

Ante el aumento de la presencia francobritánica un levan­ tamiento naciona­ lista en Alejandría (1881) provocó la muerte de sesenta europeos. La res­ puesta fue el bom­ bardeo de la ciudad por la flota británi­ ca. En la ilustra­ ción, la entrada de las fuerzas británi­ cas en Alejandría en 1882.

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Administración colonial

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Guerrero yembi del Congo. Los indíge­ nas de las colonias tuvieron que sufrir un sistema de ex­ plotación que con­ ducía, en muchos casos, al pillaje de las compañías con­ cesionarias —como ocurrió en el Congo francés— y a la mi­ seria de la pobla­ ción. Los levanta­ mientos anticolo­ niales —más nume­ rosos de lo que suele pensarse — eran fácilmente aplastados, dada la clara superioridad militar de los colo­ nizadores.

muías distintas según los territorios. En general, las colonias formaban parte de Francia y pertenecían al Estado. Sus habitantes eran considerados fran­ ceses, pero no ciudadanos. El papel de los gober­ nadores se limitaba a ejecutar las órdenes proce­ dentes de París. Finalmente, los indígenas estaban apartados de la vida política, que pertenecía en ex­ clusiva a la comunidad blanca. A finales de siglo el gobierno francés decidió se­ guir en parte el modelo de los dominios británicos, concediendo cierta descentralización económ ica y administrativa a algunas colonias, con el objetivo de proceder a su asimilación política. Fue el caso de Argelia y, en menor medida, de Indochina. En 1 9 1 4 el imperio francés se dividía en cuatro tipos de territorios: las colonias antiguas (Antillas, Guayana, Reunión), cuyos habitantes tenían la consi­ deración de ciudadanos franceses y, por lo tanto, plena capacidad jurídica y política; las colonias nue­ vas, cuyos habitantes no gozaban de derechos po­ líticos y formaban una mayoría sometida al domi­ nio de una minoría blanca; los protectorados, de­ pendientes del Ministerio de Asuntos Exteriores, se encontraban sometidos al poder de la metrópoli y, por último, el caso especial de Argelia, que depen­ día del Ministerio del Interior y donde el proceso de asimilación fue más intenso. La explotación económ ica de las colonias fran­ cesas fue intensiva, pero distaba mucho de la im­ portancia de las británicas, si exceptuamos el caso de Indochina. S e introdujeron nuevos cultivos en Africa del Norte (lino, tabaco, trigo), y especialmen­ te la vid en Argelia; Costa de Marfil producía ca ­ cao, aráquidas Senegal, caucho Indochina. Pero la mayor preocupación francesa, dada su escasez en minerales, fue la obtención de recursos mineros. Com o en muchos otros casos, las colonias care­ cían de industria propia y se limitaban a suminis­ trar materias primas abundantes.

Otras potencias coloniales En menor escala que Inglaterra o Francia, otras po­ tencias europeas entraron en el siglo XX con im­ perios, más o menos extensos, que suponían el control de importantes territorios donde obtener materias primas y alimentos y donde colocar los ca­ pitales. Bélgica limitó su dominio colonial al Congo (ac­ tual Zaire), territorio pretendido por varias potencias pero donde el rey Leopoldo II supo adelantarse enviando al explorador Stanley para que abriera nuevas vías de penetración. Apenas unos cuantos miles de belgas se instalaron en el Congo, pero pronto se descubrieron sus enormes riquezas: la producción de caucho, que representaba el 9 por ciento de la producción mundial, además del mar­ fil, cobre, estaño, oro y diamantes. Administrada la colonia por la Asociación Internacional del Con-

Bélgica

Stanley acompaña­ do de los explora­ dores portugueses Serpa Pinto Ivers y Capello en 1877. Los viajes de Stan­ ley fu e ro n una auténtica hazaña al atravesar el Africa Central en casi tres años, valiéndose la gloria internacional.

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Alemania

En este grabado (1884) se caricatu­ riza la indeferencia de Bismarck ante la política colonial, m ás preocupado por sus proyectos de reforma social en Alemania.

go, presidida por Leopoldo II, pasó a colonia bel­ ga en 1909. Alemania se lanzó tarde a la conquista colonial, aunque su asentamiento fue el más rápido, consi­ guiendo puntos clave en Africa. Bismarck, el árbi­ tro de Europa de 1870 a 1890, se mostró reacio a la empresa colonial, pues prefería centrar sus es­ fuerzos en el continente europeo y no vio las ven­ tajas económ icas de una empresa de conquista ul­ tramarina. Cuando Bismarck se decidió a iniciar la política colonial lo hizo obligado por asociaciones de comerciantes alemanes, al mismo tiempo que se erigía en árbitro del reparto colonial al convocar la Conferencia de Berlín. Con la caída de Bismarck

se inició una mayor agresividad alemana con la lla­ mada política mundial (Weltpolitik) del emperador Guillermo II. Cuatro fueron las zonas de expansión colonial alemana: en el golfo de Guinea con los protectorados de Topo y Camerún, Africa del su­ doeste (Namibia), África Oriental (Tanzania) y Oceanía, donde obtuvieron, en com petencia con ingleses y americanos, el nordeste de Nueva Gui­ nea, las islas Bismarck, Marshal!, Carolinas, Ma­ rianas y Palaos. Holanda, antigua potencia del colonialismo co ­ mercial, controló importantes extensiones en Asia. Su imperio se extendió por Sumatra, Borneo, Molucas, Célebes y Sonda (Indonesia), además de la Guayana y algunas islas de las Antillas. Las lla­ madas Indias holandesas proporcionaban estaño (el 2 0 por ciento mundial), oro, petróleo, además de hevea, tabaco...

Alemania y Holanda

El África Oriental Alemana (actual Tanzania) fue con­ vertida en protecto­ rado en 1885. La fuerte presencia árabe en la zona fue combatida por los alemanes con la creación de tropas auxiliares formadas por soldados indí­ genas.

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Italia, país que acababa de conseguir su unifica­ ción, también pretendía participar en la conquista y Portugal colonial en Africa Occidental asentándose en Eritrea y Somalia, pero al intentar la conquista de Abisinia (Etiopía) — uno de los dos únicos estados li­ bres de Africa, junto a Liberia— sufrió la derrota de Adua (1896), a manos del ejército indígena. Para compensar la única derrota que sufriera una potencia europea en la expansión colonial, Italia ocupó Libia a principios del siglo XX. Portugal, país de antigua tradición colonial afri­ cana, poseía dos importantes enclaves costeros en Angola y Mozambique que no consiguió unificar en un territorio continuo por la oposición británica Nómadas somalíes. La ocupación euro­ en la «crisis del ultimátum». A estas posesiones aña­ pea de Somalia es dió la Guinea portuguesa y Cabo Verde. Italia

un claro ejemplo de la rivalidad de las potencias en su ex­ pansión colonial y del reparto en zo­ nas de influencia, en este caso entre Gran B retañ a, Francia e Italia. Los británicos ocuparon las poblaciones de Brara (1822) y Berbera (1 8 5 6 ), los franceses se esta­ blecieron en el nor­ te con el ánimo de continuar su expan­ sión. Fue entonces cuando los italianos —apoyados por los británicos con el ánimo de hacer fra­ ca sa r el avance francés— adquirie­ ron algunos puertos de la costa de Benadir. De esta ma­ nera se constituyó la Somalia italiana 72 (1905).

España, además de perder el resto de sus anti­ guas colonias a manos de los Estados Unidos, poco obtuvo del reparto en la Conferencia de Berlín (1 8 85). Sus posesiones se limitaron a Río de Oro (antiguo Sahara español), Guinea Ecuatorial y la isla de Fernando Poo. Tras la Conferencia de Algeciras (1906), obtuvo el protectorado del norte de Marruecos. Rusia optó por un expansionismo diferente al del resto de potencias europeas. El avance se dirigió hacia el Este, incorporando extensas zonas de Siberia al territorio nacional, llegando a arrebatar a China su provincia siberiana de Ussuri y creando la ciudad de Vladivostok. Al llegar al océano P a­ cífico, Rusia entró en colisión con el Jap ón . La expansión rusa por el Asia central (Afganistán y Vista de Fernando Poo, posesión espa­ Persia) provocó el choque de intereses con Ingla­ ñola, a finales del terra. siglo XIX.

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El imperialismo extraeuropeo Dos países, uno americano y otro asiático, despun­ taban a finales del siglo XIX com o potencias indus­ triales de primer orden. Ambos se lanzaron tam­ bién a una política de expansionismo imperialista. Japón estaba realizando, desde el año 1868, un proceso profundo de transformación política y eco­ nómica para poder defenderse del acoso de las po­ tencias occidentales. En pocos decenios pasó del feudalismo al capitalismo avanzado. Fue la época del Japón Meijí (gobierno iluminado) bajo el po­ der ilimitado del emperador Mutsu Hito. Para los Unidad del ejército reformadores japoneses la experiencia sufrida por japonés en 1904: la sus vecinos —especialmente C hina— demostraba modernización y que había que seguir el ejemplo de las potencias europeización del Japón se muestra europeas si no querían ver a su país convertido en en esta ilustración, una colonia o repartido comercialmente; la alter­ donde uniformes, nativa era colonizar o ser colonizado. Al mismo disciplina y arm a­ tiempo, su propio desarrollo económ ico y el cre­ mento responden a esquemas occiden­ ciente nacionalismo nipón impulsó a Japón a la bús­ queda de nuevos mercados, puertos estratégicos tales.

Japón

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y a una ampliación territorial donde canalizar la emi­ gración de una población que crecía de forma con­ tinua. De esta manera, se lanzó a una empresa imperialista en su propia área de influencia, entran­ do en guerra primero con China (1 8 9 4 -1 8 9 5 ), ob­ teniendo Formosa (Taiwan), las islas Pescadores, Liao Tung y Port Arthur. S e enfrentó también con Rusia, a la que consiguió derrotar en 1905 en una victoria sorprendente que obligó a Moscú a entre­ gar Manchuria a los japoneses. También obtuvo las islas Sajalín y las Kuriles y estableció un protecto­ rado sobre Corea. Los Estados Unidos, antigua colonia inglesa que había conseguido su independencia en el último cuarto del siglo XVIII, se lanzaron durante el si­ glo XIX a un expansionismo con la incorporación de nuevos territorios a la soberanía americana en una marcha permanente hacia el Oeste. Este «im­ perialismo interior» utilizó varios métodos, desde la compra (la Luisiana en 1803, la Florida en 1819 y Alaska en 1 8 6 7 ), la anexión de zonas pobladas

Japón

Las tropas rusas atrincheradas en Mukden, Manchu­ ria, resisten a duras penas el asalto de lo s j a p o n e s e s (1905). Esta batalla supuso la pérdida rusa de Manchuria y un paso más en el e x p a n sio n ism o nipón.

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Los Estados Unidos

1 8 9 8 : Theodore Roosevelt al frente de un cuerpo de vo­ luntarios estadouni­ denses. La guerra hispano-norteamericana puso fin al dominio español en América y dio co­ mienzo al imperia­ lismo de los Esta­ dos Unidos en el mundo.

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por tribus indias que fueron arrojadas de sus tierras, hasta la guerra con Méjico, que se vio obligado por el tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) a ceder la mitad de su territorio a su vecino del norte. Concluida la etapa de construcción nacional a finales del siglo XIX, los Estados Unidos, que po­ seían un mercado de gran desarrollo y no habían tenido necesidad de mirar al exterior, emprendie­ ron una política imperialista en el Caribe y en el Pa­ cífico (en 1 8 9 8 se anexionan las islas Hawai). Dos son las causas que provocaron este cambio: la primera parte de 1898, cuando los Estados Uni­ dos vencieron a España en una guerra desigual por la que obtuvieron el control de Cuba, que pasó a ser ocupada militarmente. El tratado de París (1 8 98), que puso fin a la guerra, permitió a los Es­ tados Unidos la compra de Filipinas y la anexión de Puerto Rico. Por otro lado, la industrialización americana durante la segunda mitad del siglo XIX había llegado a tal grado de desarrollo que impul­ só a buscar nuevos mercados.

El abanderado del expansionismo americano fue el presidente Roosevelt, quien en 1904 reinterpre­ tó la doctrina Monroe («América para los ameri­ canos») afirmando la intervención —directa o in­ directa, según los casos— en los países america­ nos que tuvieran problemas de orden político o económ ico. La doctrina Roosevelt permitió, pues, todo tipo de acciones en el continente, que poco a poco pasó a ser controlado desde Washington. Los americanos del Norte provocaron la separación de Panam á de Colombia en 1903, para iniciar, el año siguiente, la construcción del canal interoceá­ nico, tras arrancar al gobierno panam eño la con­ cesión y explotación del territorio del Canal. En Ibe­ roamérica, el imperialismo americano optó por el neocolonialismo con la exportación de capitales y la intervención en la vida política de los gobiernos, creando una dependencia real sin tener que acu­ dir a la conquista colonial.

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Los Estados Unidos

Trabajos de cons­ trucción del Canal de Panamá. Tras su implantación en Cuba y en Puerto Rico, los Estados Unidos decidieron ampliar su dominio al conseguir de Pa­ namá la concesión perpetua de una banda de diez mi­ llas para la cons­ trucción del canal interoceánico, a cambio del pago de un canon anual.

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Las consecuencias del colonialismo

La construcción de carreteras y redes ferroviarias unió pueblos y civiliza­ ciones que habían permanecido tradi­ cionalmente inco­ municadas. Ferro­ carril en Sudán.

Los cambios producidos en las sociedades indíge­ nas por el proceso expansionista europeo fueron profundos y su incidencia afectó a todos los ámbi­ tos: económ ico, de clases sociales, ideológico, in­ telectual y religioso, de formas de vida, costumbres y demográfico. Las transformaciones fueron tan grandes que puede decirse que, después del colo­ nialismo, el mundo había cambiado radicalmente para la mayoría de sus habitantes. S e produjeron cambios en las comunicaciones, con la construcción de puertos, carreteras y redes ferroviarias que transformaron la fisonomía del pai­ saje, uniendo pueblos y civilizaciones separadas tra­ dicionalmente. Los cambios en la economía perseguían convertir las colonias en centros de explotación sistemática de los recursos naturales al servicio de las metró­ polis. S e propició el monocultivo o el cultivo bási­ co en una agricultura de plantación —café en Tan-

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zania, arroz y caucho en Indochina, cacao en Ni­ geria, algodón en la India, etc. — . En Argelia se extendió la vid, multiplicándose por cuatro su cul­ tivo. S e creó una economía extractiva cuyo obje­ tivo prioritario era la obtención de minerales. Al mismo tiempo se prohibió o se puso trabas a la in­ dustrialización. Todos estos cambios se realizaban desde una óptica capitalista que introdujo la eco­ nomía de mercado en un mundo donde domina­ ba en gran parte una economía de subsistencia. Esta dualidad se mantenía cuando así interesaba a los colonizadores: la yuxtaposición de la economía mo­ netaria a la economía precolonial determinada por el trueque; las grandes plantaciones coloniales en relación con las estructuras agrarias tradicionales, cuando los indígenas no habían sido simplemente despojados de sus tierras.

Consecuencias económicas

El monocultivo será heredado por las colonias tras su in­ dependencia, pro­ longando y persis­ tiendo la dependen­ cia económica del mundo desarrolla­ do com o países proveedores de ma­ terias primas y ali­ mentos baratos.

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Consecuencias demográficas

Interior de un hos­ pital en Senegal: la introducción de la medicina occiden­ tal.

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Los cambios en la demografía fueron, si cabe, más profundos. La introducción de los adelantos médicos y de higiene occidentales produjo el re­ troceso de algunas enfermedades endémicas y epi­ démicas —el paludismo, la lepra— lo que conlle­ vó un descenso de la mortalidad y un crecimiento vegetativo importante, a pesar de que, en algunos casos, fueron los europeos los que trajeron nue­ vas enfermedades desconocidas en las colonias. Pero si el avance de la población no iba acom pa­ ñado de un progreso económ ico, se producía un gran desajuste que ocasionaba epidemias de ham ­ bre. La explosión demográfica y el subdesarrollo del Tercer Mundo, fenóm enos que hoy presencia­ mos, son herederos en gran parte del colonialismo. Los cambios en la sociedad afectaron en primer lugar a la destrucción de las estructuras tribales, a la implantación de la vida urbana y a la aparición de una nueva estratificación social.

Al mismo tiempo que los colonizadores decre­ Consecuencias taron la abolición jurídica de la esclavitud, se im­ sociales plantó en muchos casos el trabajo (orzado (Africa). Los nativos eran tratados de diversas maneras; en unos casos se practicaba el exterminio de pueblos, com o ocurrió en Australia y en los Estados Unidos con los indios. En otros, después de despojarlos de sus tierras, fueron confinados en «reservas». Pero, en todo caso, los indígenas sufrían la segre­ gación , marginados en barrios especiales en las nue­ vas poblaciones. Los europeos estaban convencidos de la superioridad de su raza y de su civilización; ellos eran los conquistadores y hacían padecer al indígena su inferioridad. Nunca se mezclaron y la separación en barrios claramente diferenciados se complementaba con «clubes» y centros de reunión y diversión europeos, donde el indígena no tenía Indígenas africanos celebrando la aboli­ acceso, a no ser com o sirviente. ción de la trata de Las antiguas tribus fueron destruidas por varios esclavos por el Tra­ fenóm enos; en primer lugar, al introducir la pro­ tado de Viena de piedad privada de corte capitalista, despojando a 1815.

la tribu de su antigua propiedad comunal y obli­ gando a sus miembros al éxodo. A veces se fomentaba el odio entre las tribus para debilitarlas con guerras; otras, se utilizaba una tri­ bu com o aliada para la campaña de conquista. Surgieron nuevas clases, que produjeron una es­ tructura social mucho más compleja y dividida. La burguesía de funcionarios y com erciantes se insta­ ló en el nivel más alto, aprovechándose de los be­ neficios de la colonización. El campesinado fue la gran masa sometida a una dura explotación colo­ nial. Los pequeños y medianos propietarios, debi­ do a la com petencia de las grandes plantaciones y la política de bajos precios, perdieron en muchos casos sus tierras y sufrieron la proletarización. Por último, las obras públicas, la construcción y la es­ casa industria crearon un proletariado minoritario, al que los colonizadores prohibieron la sindicación, reservándola a los trabajadores blancos. Los cambios en la cultura afectaron a las lenguas, Pigmeos y nativos creencias, costumbres, normas y valores autócto­ de Zanzíbar con ofi­ nos, con la pérdida de identidad que conllevaba ciales británicos.

Consecuencias sociales

la implantación de otra civilización, otra religión —el cristianismo— y el predominio de los idiomas y las costumbres europeas. Los colonizadores adopta­ ron una actitud etnocéntrica, de superioridad y de desprecio por las culturas indígenas, procediendo a un proceso de aculturización con la implantación de los valores occidentales. El capitán Osborn acon­ sejaba en 1880 respecto a China: «tratadlos com o a niños. Hacedles creer que lo que sabemos es en su beneficio y en el nuestro. Hacedlo así y todos los problemas de China habrán terminado.» S e utilizaron dos vías: las misiones y la educa­ ción; las primeras, mediante la cristianización, los hospitales y dispensarios, las escuelas y otros ser­ vicios, presentaban la cara humana de los europeos. La escolarización en las colonias fue muy escasa, más importante en los territorios británicos (5 mi­ llones de niños en 1913 en la India) que en las co-

Consecuencias culturales

Sobre estas líneas, mujer de la tribu de los masai de Tanza­ nia. A la izquierda, vista del poblado indígena de Mali en un recodo del río Níger, pueblo de los dogom. La tribu y al aldea eran dos elementos claves de la civilización indí­ gena del Africa cen­ tral, que se tamba­ learon ante la im­ plantación del mo­ delo m aterial y cultural europeo.

Consecuencias políticas

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David Livingstone leyendo la Biblia a los nativos. Misio­ nero y explorador esco cés (1 8 1 3 1873), inició en 1849 una serie de viajes por Africa, descubriendo el Zambeze, el lago Victoria y la zona de los grandes la­ gos, y, junto a Stanley, marchó a la búsqueda de las fuentes del Nilo. Destacó también por su labor en la li­ beración y evangelización de los es­ clavos africanos.

lonias francesas (en el África negra oscilaba entre el 1 y el 12 por ciento de los niños). El analfabe­ tismo se redujo levemente, pero no existió una planificación educativa y, en algunos casos, sim­ plemente se impidió. El Congreso de los colonos argelinos, celebrado en marzo de 1 9 0 8 , al consi­ derar que la instrucción de los indígenas hacía co ­ rrer a Argelia «un verdadero peligro, tanto desde el punto de vista económ ico com o del de la segu­ ridad del poblamiento francés», acordó suprimir la instrucción primaria para éstos. La inmensa mayoría de la población indígena fue mantenida al margen de toda formación educativa. Los cambios políticos afectaron especialmente a los países o territorios donde existía una estructura de poder organizada. El advenimiento de los colo­ nizadores extranjeros supuso la destrucción y so­ metimiento de los poderes establecidos (mediante la conquista o el protectorado) o la concesión de ventajas comerciales abusivas. En todas ellas ios in­ dígenas sufrieron la humillación de ver a sus reyes y jefes bajo el dictado extranjero. Cuando los colonizadores se reunían para pro­ ceder al reparto en las conferencias diplomáticas, no tenían en consideración a las civilizaciones o a los territorios tribales, que quedaban así partidos a conveniencia de las divisiones en zonas de influen­ cia colonial. A pesar de que muchos colonizadores esta­ ban convencidos de la labor civilizadora que cum ­ plían, nunca se preocuparon de educar a los indí­ genas para el autogobierno. Es curioso comprobar cóm o países que gozaban de un sistema dem ocrá­ tico reservaban para sus colonias la tiranía. Sin em ­ bargo, no todo fue fácil para el colonizador, ya que fueron numerosas las revueltas que estallaron en diferentes puntos contra el poder imperialista (los cipayos en la India, o la insurrección de los bóxers en China, etc.).

El balance de las consecuencias de la expansión colonial para los territorios sometidos no puede ser sino negativa, aunque no deben olvidarse ciertas aportaciones positivas (medicinas, higiene...). Sin embargo, para las metrópolis la valoración es muy diferente, a pesar de los gastos y esfuerzos que su­ puso la conquista en un primer momento. Pudie­ ron situar en los nuevos territorios a la población excedente, reduciendo el paro y los conflictos so­ ciales; encontraron nuevos mercados donde situar sus productos industriales, al mismo tiempo que in­ virtieron sus capitales y obtuvieron materias primas baratas y abundantes. De la colonización se bene­ fició la totalidad de la población de la metrópoli, aunque las mayores ventajas fueran siempre para los grupos y compañías directamente relacionados con la explotación imperialista (bancos, grupos fi­ nancieros, empresas y funcionarios).

El Balance

La guerra de los bóxers es un caso in­ sólito de la unión de varias potencias para aplastar un movimiento independentista. A fina­ les del siglo XIX, la mayor parte de na­ ciones europeas ha­ bían obtenido de China puertos y concesiones de mi­ nas y ferrocarriles. Una reacción na­ cionalista contra «Los diablos extran­ jeros» dirigida por la sociedad secreta «El Puño de la con­ cordia y de la justi­ cia» (boxer en in­ glés) y a cuya cabe­ za se encontraba la emperatriz Ts’euhi, provocó, en 1900, el asesinato de europeos y el asedio de las lega­ ciones extranjeras en Pekín. Las po­ tencias europeas enviaron una expe­ dición internacional de 18.000 hombres que aplastó la insu­ rrección.

Los imperios enfrentados (1904-1914) En el plano internacional, los imperios dieron pres­ tigio a las metrópolis pero, al mismo tiempo, pro­ dujeron conflictos entre ellas. Y a hemos visto que las numerosas fricciones surgidas por el reparto del mundo, fueron unas aplacadas por la diplomacia (Conferencia de Berlín de 1885), otras provoca­ ron frustración en las potencias perdedoras («los no­ venta y ocho»), y, finalmente, otras degeneraron en el enfrentamiento bélico (guerra hispanonorteamericana, guerras ruso-chinas, etc.). De 1904 a 1 9 1 4 estas tensiones imperialistas aumentaron en un ambiente de intensificación de la conflictividad internacional. A este período los historiadores lo denominan de La Paz Armada, por ser una paz quebradiza, llena de tensiones, donde se produjo la carrera de armamentos que condu­ cirá a la 1 Guerra Mundial. Marruecos fue el ámbito principal donde choca­ ron los imperialismos. Francia buscaba la unifica­ ción de sus territorios del norte de Africa y firmó

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Soldados británicos en el frente de gue­ rra en el año 1916. La carrera de arma­ mentos fue uno de los fenómenos que contribuyó a crear el estado psicológi­ co de enfrentamien­ to que desencade­ nará la Gran Gerra. El armamento mo­ derno exigía una in­ dustria desarrolla­ da, y, al mismo tiempo, el imperio colonial de cada potencia aportaba las fuentes esencia­ les de materias pri­ mas para una gue­ rra prolongada.

con Inglaterra, Italia y España unos acuerdos donde se reconocían sus derechos sobre Marruecos. Pero Alemania, decepcionada por el poco interés eco ­ nómico de sus colonias e impulsada por la políti­ ca mundial (Welpolitik) de Guillermo II, tenía pues­ tos sus ojos en Marruecos y en sus riquezas mineras En 1 9 0 5 estalló la primera crisis marroquí, cuando el emperador alemán, en una visita política a Tán­ ger, se proclamó defensor de la independencia de Marruecos. En la Conferencia de Algeciras (1906) las potencias europeas acordaron mantener la in­ dependencia de Marruecos, pero afirmando el pre­ dominio de Francia en la zona. En estas fechas se perfilaban ya los dos bloques que luego se enfren­ tarían en la I Guerra Mundial; mientras que Inglate­ rra, Rusia e Italia defendían a Francia, constituyen­ do un año más tarde la Triple Entente, Alemania contaba con el apoyo de Austria-Hungría, su com ­ pañera en la Triple Alianza desde 1882.

enfrentamientos

Desembarco de un batallón de solda­ dos argelinos en Marruecos (1911). La intervención ar­ mada francesa pro­ vocó un nuevo con­ flicto internacional con Alemania en la denominada segun­ da crisis marroquí.

Hacia la guerra

En la imagen, esce­ na de la I Guerra Mundial. Resulta muy complejo tra­ tar de clarificar las causas que llevaron al d esencadena­ miento de la Gran Guerra y la impor­ tancia de los distin­ tos factores, fueran económicos, terri­ toriales o ideoló­ gicos.

Paralelamente surgieron otras fricciones imperia­ listas. En Persia, entre rusos e ingleses que acaba­ ron repartiéndose el país en dos zonas de influen­ cia. En Etiopía, italianos, ingleses y franceses se dividieron el país en tres zonas de influencia eco ­ nómica. En Turquía, franceses y alem anes no lle­ garon a un acuerdo y el conflicto de intereses se mantuvo latente. En Asia estalló una nueva gue­ rra entre Rusia y Japón (1905). En este ambiente se produjo la segunda crisis ma­ rroquí. En abril de 1911, un cuerpo de ejército fran­ cés entró en Marruecos para consolidar al sultán en el trono. Alemania, aduciendo que Francia no se atenía a los acuerdos de Algeciras y acusándola de no permitir el principio de «puertas abiertas» al comercio internacional, envió el acorazado Panther al puerto de Agadir, exigiendo a Francia una parte del Congo francés en com pensación. Ante la presión alemana el gobierno francés cedió, exa-

cerbando el nacionalismo en los sectores conser­ vadores franceses que acusaron a sus mandatarios de haberse doblegado bajo amenaza. El mismo año, Italia atacó Turquía, consiguiendo Libia y las islas del Dodecaneso. Viendo la derrota turca, los esta­ dos balcánicos se apresuraron a la guerra para des­ menuzar al viejo enemigo. La posibilidad de un con­ flicto de alcance mundial se hacía cada vez más manifiesta. Observamos que en la marcha hacia la I Guerra Mundial actuaron dos componentes: el primero fue el enfrentamiento entre imperios, en el que Ale­ mania reclamaba la porción del reparto que no había conseguido; en segundo lugar, el viejo con ­ flicto de los Balcanes se avivaba por la rapiña co ­ lonial de otra potencia, Italia, que había llegado tarde al expansionismo imperialista. En la base del estallido de la guerra se encontraba el choque de hegemonías por el dominio del mundo.

Hacia la guerra

Sin embargo, el componente impe­ rialista, el choque de potencias por la hegemonía mun­ dial, la rivalidad en­ tre Gran Bretaña y Alemania por el predominio maríti­ mo y, por lo tanto, por el control del mundo colonial, tu­ vieron una inciden­ cia decisiva en el estallido del conflic­ to bélico de 1914.

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Datos para una historia Años 1870 1871 1872 1873 1874 1875

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Metrópolis

Mundo colonial

Las tropas italianas ocupan el Estado Pontificio. Unidad italiana. Unidad alemana: II Reich. Abolición del feudalismo en Japón Liga de los tres emperadores Crisis económica internacional. El gobierno Disraeli impulsa la política im­ perialista. Crisis franco-alemana tras el rearme francés Crisis de los Balcanes.

Insurrección china en Tiensin: envío de un ejército europeo de represalia.

1877

Guerra ruso-turca.

1878

Congreso de Berlín sobre los Balcanes.

1879 1880

Doble Alianza austro-alemana. Jules Ferry dirige la política colonial fran­ cesa.

1881

Renovación de la Liga de los tres empe­ radores. Fundación de la Liga colonial alemana. Triple Alianza austro-italo-alemana. Conferencia de Berlín sobre el reparto co­ lonial.

1882 1884

1885

Conferencia de Berlín.

1887

Acuerdo secreto ruso-alemán (Tratado de Reaseguro)

1888

Guillermo II Kaiser de Alemania: implantación de «la política mundial».

Japón se anexiona las islas Riu-Kiu Por el Tratado de Hué Francia establece su protectorado sobre Annam. Gran Bretaña adquiere las acciones egip cias del Canal de Suez. Rusia adquiere las Sajalín a cambio de la cesión de las Kuriles al Japón. La reina Victoria es coronada emperatriz de las Indias. Gran Bretaña adquiere Chipre. Sometimiento de las tribus afganas al po­ der británico. Guerra de Inglaterra contra los zulúes. Los británicos se anexionan Swazilandia y Basutolandia. Los alemanes se instalan en Nueva Guinea. Protectorado francés en Túnez. Penetración francesa en el Sahara. Gran Bretaña ocupa Egipto y establece su protectorado. Descubrimiento de oro y diamantes en los territorios bóers. Alemania establece el protectorado en Africa del Sudoeste, Camerún y Togo. Fundación del Congreso Nacional Indio. Ocupación británica de Bechualandia y de Birmania. Francia establece el protectorado sobre Madagascar y sobre Tonkin. Alemania conoliza Tanganika y Zanzíbar. Ocupación italiana de Massana. Protectorado británico sobre el norte de Borneo. Francia crea la Unión Indochina. Rhodes inicia la conquista de la futura Rhodesía.

Años 1889 1890 1891

1892 1893 1894 1895

1896

1897 1898

1899

1900

1901

Metrópolis

Mundo colonial

-rancia establece un protectorado en Costa de Marfil. Anexión italiana de Somalia. Destitución de Bismarck. Crisis del Ultimátum. Creación de la Asociación Pangermánica. -iusia comienza la construcción del Transiberiano. Gran Bretaña finaliza su campaña de ane­ xión de Birmania. Bancarrota de la sociedad Lesseps en el Protectorado francés en Dahomey. Canal de Panamá. Protectorado francés en Laos. Alianza franco-rusa. Comienzo de la guerra chino-japonesa. Joseph Chamberlin potencia la política de ñmdación de Rhodesia. la hegemonía del imperio británico; po­ Japón obtiene Formosa en guerra con lítica de armamento y abandono del ti- Shina. brecambismo. nsurrección en Cuba («Grito de Baire»), Derrota italiana en Adua. Francia toma Madagascar y la anexiona como colonia de explotación. Insurrección en Filipinas contra la domi­ nación española. Alemania se establece en Kiao-Chow y en Tsingtao (China). Affaire Dreyfus en Francia. Kitchener derrota al Mahadí en Sudán Ley alemana de impulso de la construc­ Crisis de Fashoda ción de buques de guerra. Estados Unidos se anexiona las Hawai. Primer salón del automóvil de París. Diversas potencias europeas consiguen Guerra hispano-norteamericana. del gobierno chino la concesión de va­ rios puertos. Creación de la United Fruit Company. Se inicia la guerra de los bóers. Por el Tratado de Windsor Gran Bretaña Condominio anglo-egipcio sobre Sudán. garantiza la integridad colonial de Portugal. Los Estados Unidos intervienen en Nica­ España vende a Alemania sus posesiones ragua e imposición del Tratado Hayen Oceanía. Comes. Asesinato de Flumberto I de Italia. Levantamiento de los bóxers en China que Von Bülow, canciller de Alemania. es aplastado por un ejército internacional. Concesión a Australia del estatuto de Do­ minio. Los Estados Unidos imponen el Tratado Hay-Calvo a Costa Rica. Muere la reina Victoria. China es obligada a pagar una indemni­ Theodore Roosevelt, presidente de los zación por el levantamiento bóxer y a ad­ Estados Unidos; política imperialista del mitir la presencia de tropas extranjeras. «garrotazo» (bigstik).

Datos para una historia Años 1902 1903

1904 1905 1906 1907

1908 1909

Mundo colonial

Metrópolis

Gran Bretaña y Japón firman una alianza Fin de la guerra de los bóers. defensiva. Mayoría de edad de Alfonso XIII. Expedición británica al Tibet Ijos Estados Unidos provocan la separa­ ción de Panamá de Colombia y obtienen la soberanía sobre la zona del canal. Francia y Gran Bretaña firman la Entente Se inaugura el ferrocarril transiberiano. Convenio hispano francés sobre el repar Cordial. to de Marruecos. Guerra ruso-japonesa. Fundación en la India de la Liga Mu­ Primera crisis marroquí. Paz de Potsmouth entre Rusia y Japón. sulmana. Fundación en China del Kuomitang Conferencia de Algeciras sobre Marruecos. Ocupación estadounidense de Cuba. Francia ocupa Fez. Gran Bretaña y Rusia se aproximan diplo­ Levantamiento en Ffersia y reparto del país en zonas de influencia entre Rusia y Gran máticamente. 2° Conferencia de La Haya sobre regla­ Bretaña. mentación de la guerra. Leopoldo 11 lega a Bélgica el Congo. Formación de la Triple Entente. Nuevo programa de rearme naval alemán Levantamientos antifranceses en Indo­ china. Crisis internacional por la cuestión de Levantamiento en el Rif contra el domi­ nio español. Bosnia. Pacto secreto italo-ruso sobre stotu quo de Intervención anglo-rusa en Persia. Gran Bretaña concede la India Council los Balcanes. Act.

1910

1911 1912 1913 1914

92

Intervención estadounidense en Nicaragua. Formación de Ja Unión Sudafricana. Creación del África Ecuatorial francesa. El Japón se anexiona Corea. Intervención de los Estados Unidos en Honduras. Ocupación italiana de Libia. Guerra Ítalo-turca. Proclamación de la República en China. Segunda crisis marroquí. Fin de la guerra Ítalo-turco por la paz de Desembarco norteamericano en Cuba para aplastar la revolución de indígenas de Lausana color. Primera Guerra Balcánica. Segunda Guerra Balcánica. Acuerdo secreto anglo-alemán sobre el re­ Leyes militares en Alemania y Francia. parto de las colonias portuguesas. Protectorado británico en Egipto. Estallido de la 1 Guerra Mundial. Desembarco norteamericano en Haití. Inauguración del Canal de Panamá.

Glosario Arancel

Sistema de cobro de derechos por el paso de una mercancía extranjera por una aduana. La asimilación aduanera de las colonias supone la eliminación de estos derechos en el tráfico co­ mercial entre colonias y metrópoli. Bóers

Colonos holandeses asentados en el sur de Afri ca Tras su expulsión de El Cabo por los bri­ tánicos (1834). constituyeron las Repúblicas independientes de Orange y Transvaal (18521854). Pero el descubrimiento de diamantes en la región de Kimberley y de oro en Trans­ vaal incitó a los británicos a la ocupación, lo que provocó la encarnizada guerra de los bóers (1899-1902), con la victoria británica. Bóxers

Sociedad secreta china, denominada «El Puño de la concordia y de la Justicia» (boxer en in­ glés). que dirigió un movimiento xenófobo, de­ bido a las humillaciones que había sufrido su país a manos de los europeos. Cipayos

Soldados indígenas al servicio del ejército bri­ tánico en la India. La revuelta de los cipayos (1857-1858) puso en peligro la presencia bri­ tánica en la zona; de corta duración pero de gran crudeza, acabó con el aplastamiento de los sublevados. Concesión

Ventajas comerciales o cesión de puertos ob­ tenidos por una potencia colonial en un país considerado como soberano.

mental ni intervención del Estado, consideran­ do que la propia economía se regirá por la li­ bre competencia. Librecambismo

Teoría económica que se opone al proteccio­ nismo y que propugna un mercado libre entre naciones sin trabas arancelarias. Mercantilismo

Doctrina económica imperante en Europa du­ rante los siglos xvil y parte del xvm, según la cual la riqueza de un país depende de la acu­ mulación de metales preciosos De aquí la obli­ gación del Estado en aumentar el tesoro, adop­ tando una política económica de protección arancelaria de la industria y de potenciación de las exportaciones. Esta teoría se encontraba en la base del colonialismo precapitalista de crea­ ción de enclaves comerciales Monopolio

Situación en la que una empresa controla el mercado de un producto, lo que le permite es­ tablecer las condiciones de venta, precios y ca­ lidades. En el caso del colonialismo, el control del mercado en exclusiva lo ejerce la metró­ poli sobre sus colonias. Proteccionismo

Teoría económica opuesta al librecambismo, que propugna la protección de la producción nacional —o del imperio colonial—frente a la competencia de los productos extranjeros a tra­ vés de la aplicación de aranceles, impuestos, control de cambios, etc. Protectorado

Doctrina Monroe

James Monroe (1758-1803), quinto presidente de los Estados Unidos en 1816 y reelegido en 1820. La doctrina que lleva su nombre se co­ noce por la frase «América para los america­ nos». destinada a impedir cualquier interven­ ción europea en América, pero, de hecho, se convirtió en la coartada para el dominio de todo el continente americano por los Estados Unidos. Liberalismo económico

Doctrina económica que predica la libertad ple­ na en la economía, sin planificación guberna­

Situación de un Estado que es situado bajo la autoridad de otro Estado extranjero, reserván­ dose el segundo los resortes fundamentales del poder, especialmente los asuntos exteriores y la seguridad interior. Segregación racial

Política encaminada a separar a las personas de orígenes o razas diferentes en el interior de un país; basándose en la creencia de la supe­ rioridad de la raza blanca, se mantiene a los indígenas en barrios separados o en reservas y se les impide el acceso a los órganos guber­ namentales.

Indice alfabético Administración colonial, 68 Adua. derrota de. 72 África. 4, 8, 10, 23, 25, 35, 36. 41, 43, 46. 49. 52. 53, 56-58. 61. 65. 66. 68-72, 81. 84. 86 agricultura, 17 Alejandría, 67 Alemania. 27. 32. 33, 40, 42, 44. 46. 47, 55, 70. 87-89 América. 9, 18. 56. 76, 77 Amuntsen, 26 Angola. 50. 51. 72 árabes. 51, 71 aranceles, 20, 40 ashanti. 59 Asia. 4. 9. 10, 23. 26. 56. 6567. 71. 73. 88 Australia, 12, 26, 36. 57. 58, 63. 81 ávares, 7 Balcanes, conflicto de los, 89 Bardo, tratado de, 38 Barros Gomes. 50 bávaros, 7 Bélgica. 27, 33. 35, 40. 42, 44 berberiscos, 8. 9 Bismarck. 44, 70. 71 bóers, 41, 59. 60. 90 Botha, 60 Bowdith, 57 bóxers. 84. 90 Brazza, 43. 44 Browne, 11 burguesía, 14. 19, 82 Burroughs, 30 Cámara de los Comunes, 61 Canal de Suez. 66 Capello, 69 capitalismo.'10, 13-15, 32, 74 Carlomagno, 7 Carlomán, 7 Carlyle, 31 Castro, José Luciano de. 50 Cervera, 55 cipayos. 62, 84, 90 clase obrera, 21, 32 9 4 «clubes», 81

Colón. 9

colonia de explotación. 36, 61 colonia de poblamiento blanco,

36, 37, 66. 68 Colonial Office, 57

comercio, 63, 64 — de esclavos, 57 «Compañías de Cartas». 58 comunicaciones, 78 concesión. 39, 90 Conferencia de Algeciras, 39, 73. 87. 88 — de Berlín, 44-47. 70. 73. 86

Conferencias Imperiales. 58 Costa, Joaquín, 55 crisis de Fashoda. 52, 53, 60, 67 crisis del ultimátum, 50, 51.72 crisis económicas. 43. 51 — marroquí. 87. 88 Cuba. 53-55. 76, 77 cultura, 82, 84 Chamberlain Joseph, 25. 31. 32 58 China. 39, 47. 73-75. 84. 85 Darwin, 32 demografía, 18. 21, 22, 25, 80 Desastre del 98, 48. 53, 55, 86 Dewey, 55 Dilke. 31 Disraeli, Benjamín. 32. 44. 58 doctrina de Monroe. 54. 77. 90 economía, 18-20. 25, 36, 64. 78, 79 — de mercado, 79 — de subsistencia, 79 educación, 83, 84 Egipto, 63, 66, 67 emigración. 4, 21. 22. 57, 66, 75 esclavitud, 7. 18. 57, 81. 84 España. 27, 35, 40, 42, 52. 54, 55. 73. 76, 87 Estados Unidos, 18, 42, 49. 53-55, 73, 75-77. 81

Exmouth. 8 expansionismo. 10, 19, 23, 30-32. 42. 73-75, 85, 89 exploraciones, 4, 25-27 explotación, 14. 40. 41.47, 51. 66. 68. 85 Ferry. Jules. 19.20.24.31. 44 feudalismo, 74 Filipinas, 76 Francia, 4. 9, 17,23, 27,31, 35, 37. 38, 40. 44, 46. 49, 52. 53. 65. 67-69. 72, 86-88

Gladstone. 58 Gobierno Mckinley. 54 — Sagasta. 54 Gobineau, 32 Go/d Coast, 57 Gran Bretaña, 4. 12. 17, 22, 27.33,35,38-43.46,49. 52.57-59. 67.69. 72,73. 87. 89 «Grito de Baire». 53 Guadalupe Hidalgo, tratado de, 76 guerra de los bóers. 60 guerra de los bóxers, 85 — hispano-norteamericana. 76, 86 — ruso-china, 86 Guillermo II. 25, 71, 87 Hidalgo. Miguel. 18 Holanda. 40. 71 Holding, 74 ideologías, 18, 30-33 imperialismo esclavista, 6 imperialismo medieval, 7 imperialismo mercantilista. 13 imperialismo precapitalista. 7. 18 imperialismo ruso. 47 imperio africano, 51 — bizantino. 7

imperio británico. 36, 56. 61. 65 «imperio continuo». 49. 50, 53, 60 imperio francés. 65 — islámico. 7 — romano, 7 India, 31. 38, 40, 41, 61-63, 83. 84 India Council Act. 63 India de los Príncipes, 62. 63 India Inglesa, 62 Indias holandesas. 71 industria, 10, 19, 20, 34, 58 industrialización. 40. 64, 76, 79 Italia, 27. 35, 40, 46, 49. 72. 87, 89

Martí. José. 53 Martínez Campos, 53 marxistas, 32 mercado mundial, 19 — nacional, 19 mercantilismo, 8, 18, 90 metrópoli. 8, 11, 17. 29, 363 8 ,4 0 ,4 1 ,4 4 .4 8 ,6 1 ,6 4 . 66, 68. 78. 85, 86 misiones, 8, 28. 29, 83 monocultivo, 78, 79, 90 monopolio, 14, 15, 39, 41, 64, 90 Mozambique, 50, 51. 72 Muhammad Alí, 56 musulmanes, 7 Mutsu Hito, emperador, 74

Japón, 42, 47, 73, 74. 88 Japón Meijí. 74

nacionalismo, 30, 62, 74, 89 neocolonialismo, 17, 77, 90 New York Herald, 26

Kautsky, 32 Kipling, Rudyard, 28, 31 Kitchener. 52, 60 Kon2ern, 14 Kruger, Paul, 60

Oceanía, 9, 56, 71 organización militar, 34, 35, 38 Osborn, 83

La Paz Armada, 86

Panther, 88

Lenin, 32 León III, papa, 7 Leopoldo II, 25, 44, 69. 70 Leroy-Beaulieu, 31 Lesseps, Ferdinand. 66 Lewanika, 51 liberalismo, 14, 36, 40 Liberalismo económico, 90 librecambismo, 40. 90 Livingstone, David. 26, 84 lozis. 51 Luxemburgo. Rosa, 32 Maine, 54 Marchand, 48, 52 Marruecos, 40, 65, 73. 86-88

París, tratado de, 76 — Paz de, 55 Parlamento británico, 58. 61 Peary, 26 Pinto Ivers, Serpa. 69 Pipino el Breve, 7 política expansionista, 15 Portugal, 8, 27, 35.42, 44.4951. 72 Pretoria, paz de, 60 Primera Guerra Mundial, 17, 24, 51, 86, 87, 89 — Revolución Industrial. 4. 13. 19, 20 proletariado. 38, 39, 82

proteccionismo, 20. 40. 90 protectorado. 38, 39, 43, 4547. 51, 57. 68, 73. 84, 91 racismo, 32 republicanismo, 51 Restauración, 55 Rhodes, Cecil, 21. 25. 31, 41, 50. 53. 59 Roosevelt, Theodore, 76. 77 Rusia, 42. 47. 73, 75. 87, 88 sajones, 7 Salgari, Emilio, 28 Salisbury. 32, 49, 50, 58, 60 segregación racial, 81. 91 Segunda Guerra Mundial. 17, 24 — Revolución Industrial, 15, 19 sociedad blanca, 58 sociedades coloniales, 33 — geográficas, 27 Stanley, 26, 69, 84 Tercer Mundo, 80 tribus. 82 Triple Alianza, 87 — Entente, 87 Troust, 14 trueque, 79 Ts’euhi, 85 Unión Sudafricana, 58, 71 Verne. Julio, 27 Victoria. Reina. 53, 58. 61 Viena, Tratado de, 81 Weltpolitik, 25, 71, 87 Weyler, 53 White Baker, Samuel, 24, 25

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