Colombia Antes de La Independencia

April 29, 2019 | Author: Ana Milena Londoño | Category: Spanish Empire, Colombia, Andes, Colonialism, Spain
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Colombia antes de la independencia. ANTHONY MCFARLANE Esta es una historia de Colombia durante el último siglo de gobie...

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««Página 04»». Título original: Colombia Before Independence Economy, society, and politics under Bourbon rule Traducción: Hernando Valencia Goelkel Nicolás Suescún

««Página 05»». Colombia antes de la Independencia Economía, sociedad y política bajo el dominio borbón

ANTHONY MCFARLANE BANCO DE LA REPÚBLICA / EL ÁNCORA EDITORES

««Página 06»». Primera edición en español: Banco de la República El Áncora Editores Bogotá, 1997 ISBN 958-96201-0-8

Portada: diseño de Camila Cesarino Costa Ilustración: Río Bogotá, dibujo de C. Austin, grabado de J. Harris (detalle) Mapas: Marco Fidel Robayo Derechos reservados: © 1997. Anthony McFarlane Cambridge University" Press

Isanco de la República El Áncora Editores Bogotá, Colombia Composición y fotomecánica: Servigraaphic Ltda. Separación de color: Elograf Impreso en los talleres de Formas e Impresos Panamericana. Impreso en Colombia Printed in Colombia ««Página 07»». CONTENIDO TABLAS, FIGURAS Y MAPAS ABREVIATURAS Y EQUIVALENCIAS AGRADECIMIENTOS INTRODUCCIÓN

página 9 página 11 página 15 página 17

1. FUNDACIONES

página 27

PARTE I . -ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LA NUEVA GRANADA DEL SIGLO XVIII

página 59

2. RECURSOS Y REGIONES

página 61

3. LAS FRONTERAS MINERAS Y LA ECONOMÍA DEL ORO

página 117

PARTE II LA ECONOMÍA DEL COLONIALISMO BORBÓNICO: IA NUEVA GRANADA Y LA ECONOMÍA ATLÁNTICA 4. LA NUEVA GRANADA Y EL SISTEMA MERCANTIL ESPAÑOL, 1700-1778 5. COMERCIO Y ECONOMÍA EN LA ÉPOCA DEL COMERCIO LIBRE IMPERIAL, 1778-1796 6. LOS COMERCIANTES Y EL MONOPOLIO ««Página 08»». PARTE III

página 153 página 155 página 195 página 250

LAS POLÍTICAS DEL COLONIALISMO BORBÓN: RECONSTRUYENDO EL ESTADO COLONIAL

página 281

7. RENOVACIÓN: EL ESTABLECIMIENTO DEL VIRREINATO

página 283

8. INNOVACIÓN: LA VISITA GENERAL Y SU IMPACTO

página 314

PARTE IV GOBIERNO Y POLÍTICA

página 343

9. EL PODER, LA POLÍTICA Y LA PROTESTA página 345 10. CIENCIA Y SEDICIÓN

página 405

PARTE V LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL 11. LA GUERRA Y EL DEBILITAMIENTO DEL ORDEN COLONIAL 12. LA CAÍDA DEL GOBIERNO REAL EPÍLOGO página 512 APÉNDICE A APÉNDICE B APÉNDICE C BIBLIOGRAFÍA INDICE ONOMÁSTICO

página 437 página 439 página 479 página 521 página 532 página 536 página 545 página 565

««Página 09»». TABLAS, FIGURAS Y MAPAS TABLAS 2.1

Estructura ocupacional de Cartagena de Indias, 1779-80

2.2 Estructura ocupacional de Santa Fe de Bogotá, 1783

página 79

página 95

3.1 Producción de oro en las regiones mineras de la Nueva Granada, según los quintos, 1700-1799 página 131

5.1 El comercio entre Inglaterra y España, 1784-1793

página 203

5.2 Exportaciones de Cartagena a España 1784-1793

página233

11.1 Barcos e importaciones de España, a Cartagena, 1796-1801 página 442 Figuras 3.1 Distribución regional de la producción de oro, según los quintos, 1735-64 página 134 3.2 Distribución regional de la producción de oro, según los quintos, 1765-99

página 134

3.3 Valor del oro amonedado en las casas de moneda de Bogotá y de Popayán, 1700-1810

página 135

.3.4 Chocó: Promedio anual de producción de oro según los quintos, 1724-1803

página 138

««Página 10»». 3.5 Popayán: Promedio anual de producción de oro según los quintos, 1700-1804 3.6 Antioquia: Promedios anuales del oro registrado para su fundición, 1700-1809

página 139 página 140

MAPAS 1.1 Relieve de la Nueva Granada 2.1 Distribución de la población en la Nueva Granada, 1778-80 2.2 La región de la Costa Caribe 2.3 La región de la Cordillera Oriental 2.4 La región del Valle del Cauca 3.1 El Chocó 3.2 Antioquia ««Página 11»».

página 26 página 63 página 76 página 87 página 104 página 122 página 123

ABREVIATURAS Y EQUIVALENCIAS ARCHIVOS AGI Archivo General de Indias, Sevilla AHNM Archivo Histórico Nacional, Madrid AHNC Archivo Histórico de Colombia (Archivo General de la Nación) ACC Archivo Central del Cauca, Popayán AHA Archivo Histórico de Antioquia, Medellín ACM Archivo del Cabildo, Medellín BNC Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá BL British Library, Londres REVISTAS ACHSC Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura AEA Anuario de Estudios Americanos BHA Boletín de Historia y Antigüedades HAHR Hispanic American Historical Review JLAS Journal of Latin American Studies MONEDAS Y MEDIDAS castellano: medida de peso del oro con un valor aproximado de 2.5 pesos de plata. peso de oro: 2 pesos de plata, aproximadamente. marco: medida de peso del oro equivalente a unos 230 gramos y con un valor aproximado de 4 pesos de plata. ««Página 12»». doblón: oro acuñado en monedas de 2 escudos y con un valor aproximado de 4 pesos de plata peso: plata acuñada en monedas de 8 reales real: 34 maravedíes carga: 130 kilos quintal: 50 kilos tercio: 50 kilos fanega: 55 kilos arroba: 12.5 kilos

libra: 1/2 kilo ««Página 13»». Para Angela ««Página 15»». AGRADECIMIENTOS Mi trabajo sobre Colombia se ha beneficiado a lo largo de los años con la ayuda y el consejo de una serie de personas, a quienes aprovecho la oportunidad para darles las gracias. El profesor John Lynch me suministró una invaluable orientación durante mis primeros años de investigación, al permitirme desarrollar un interés en la historia colonial de la América española y, bajo su supervisión, completar la tesis doctoral que inició mi trabajo en la historia colombiana. También me beneficié de su apoyo cuando era investigador en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres, así como de la amistad y el interés del profesor David Rock, colega entonces en el Instituto. Amigos y compañeros historiadores en España y en Colombia han hecho mucho porque mis períodos de investigación en los archivos resulten fructuosos y agradables. Gracias especiales a Hermes y a Gilma Tovar, historiadores de la Universidad Nacional de Bogotá, por la generosidad y la amistad que me han demostrado a lo largo de los años y de las que mucho he disfrutado en Bogotá, Sevilla y Sigüenza. Mi otra gran deuda en Colombia es con Margarita Garrido y con el desaparecido Germán Colmenares. Sus invitaciones para enseñar en la Universidad del Valle me permitieron beneficiarme de su pericia en la historia colombiana, mientras disfrutaba simultáneamente la espléndida hospitalidad que ellos y sus familias me ofrecieron sin reparos. El personal de los archivos en Colombia y en España ha sido sin excepción cortés y servicial. Estoy particularmente agradecido con la señora Pilar Moreno de Ángel y con el doctor Jorge Palacios quienes, como directores del Archivo Nacional ««Página 16»». en Bogotá, hicieron mucho por agilizar mi investigación y hacerla grata. Quisiera también ampliar mis agradecimientos a los que me han ayudado durante la redacción de este libro. Simon Collier me alentó a proseguir y me daba amables pero oportunos recordatorios de la necesidad de terminar. En la Universidad de Warwick Rachel Parkin, Rebecca Earle y especialmente Caroline Williams contribuyeron a elaborar y presentar los cuadros en el texto, ayuda que aprecio muy particularmente. Mi colega el doctor Guy Thomson leyó pacientemente el borrador del libro y me hizo comentarios alentadores, y el profesor John TePaske, muy bondadosamente, me permitió referirme a los datos sobre el tesoro real en la

Nueva Granada compilados por él y por el profesor Alvaro Jara a partir de los documentos del Archivo General de Indias. El apoyo financiero del programa de becas internacionales de la Fundación Ford me ayudó a comenzar mi investigación en Colombia, y aportes subsiguientes de la Universidad de Warwick, la Academia Británica y el Banco de España suministraron a intervalos cruciales los medios para mantener y ampliar mi interés en la historia colombiana. ««Página 17»». INTRODUCCIÓN Esta es una historia de Colombia durante el último siglo de gobierno español, cuando el territorio de la moderna república de Colombia estaba en el centro del virreinato español de la Nueva Granada. En gran parte basada en investigaciones de archivos españoles y colombianos, está diseñada primordialmente como un aporte a la historiografía de la América española durante el período borbónico, entre 1700 y 1810. Sin embargo, como no existe una historia general de Colombia en ese período, el presente estudio ofrece también una síntesis que combina los resultados de la investigación en archivos con las pruebas y las interpretaciones que se hallan en las obras especializadas de otros historiadores de la Colombia colonial. La elección de la región y del período abarcados en este estudio se explica fácilmente. Aparte de su interés intrínseco, Colombia, o Nueva Granada, como se la denominaba durante el régimen español, es una región que merece más atención por parte de los historiadores de América Latina. Pues si bien era una colonia de segunda categoría que no competía en tamaño o en riqueza con los virreinatos del Perú 1 Nueva España, la Nueva Granada era independiente de los grandes sistemas económicos coloniales, centrados en torno a la minería en las virreinatos más antiguos, y surge como un territorio separado y distinto, con una personalidad propia. Desde el siglo XVI el país tenía su propio sector de minería, su propia conexión con el sistema de comercio español en el Atlántico y una sociedad cada vez más diferenciada dentro de la cual la población indígena era sustituida en gran parte por mestizos. Durante el siglo XVIII, la Nueva Granada se convirtió también en el núcleo del primer virreinato nuevo creado ««Página 18»». desde el siglo XVI, y presenció una de las grandes rebeliones populares del período colonial tardío. Así, a comienzos del siglo XIX se convirtió en un gran escenario para los experimentos y conflictos políticos resultantes de la ruptura con España en 1810 y, después de 1819, le suministró a Bolívar una base para librar las guerras de liberación contra los bastiones supervivientes del poder realista en el continente. El período cubierto aquí, entre 1700 y 1810, tiene especial interés ya que abarca una fase distintiva en la historia de España y de su imperio, delimitada por dos grandes coyunturas políticas. Abierto con la crisis desencadenada con la accesión

de la dinastía borbónica al trono en 1700, y cerrado con otra crisis causada por su colapso en 1810, éste fue un período durante el cual la monarquía borbónica trató de reconstruir el dominio español sobre su imperio, tanto política como económicamente. En efecto, se dice que el resurgente imperialismo español se hizo tan vigoroso a fines del siglo XVIII que intentó una verdadera "segunda conquista de América", y era tan perturbador de los intereses establecidos que preparó las condiciones para el movimiento que más tarde habría de llevar a la independencia hispanoamericana.1 Nuestra imagen general de la historia de América Latina en el siglo XVIII es entonces la de regiones coloniales expuestas a un floreciente imperialismo borbón que, al racionalizar el sistema colonial, político y económico, con menosprecio de los intereses coloniales, creó un contexto para el colapso eventual de la autoridad imperial. ¿Cabe dentro de este cuadro la Nueva Granada? Sabemos que ésta era una región que, como otras de la América española, se veía afectada directamente por aquellas medidas borbónicas diseñadas para cambiar las relaciones económicas y políticas con la madre patria; sabernos también que la reforma colonial de los borbones suscitó tensiones y resistencias, muy en especial durante la revolu««Página 19»». ción comunera de 1781. En efecto, los historiadores de la Colombia colonial suponen invariablemente que el cambio político y económico durante el período borbón creó tensiones que prepararon el camino hacia la independencia, bien al inducirlas o al crear tiranteces en la contextura social y económica del país. 2 Pero, precisamente, ¿fue la-Colombia colonial tardía afectada por la resurrección del imperialismo español durante el siglo XVIII? ¿La reforma administrativa de los borbones trastornó el orden colonial en la Nueva Granada, al darle a Madrid un control más estrecho sobre el gobierno territorial, y forzó a su pueblo a contribuir con una porción mayor de sus recursos a las necesidades de la metrópoli? ¿La reforma económica de los borbones cambió el carácter de la economía colonial, haciendo que contribuyera más a España con perjuicio para los intereses coloniales? ¿Y cuáles, precisamente, fueron las repercusiones de las reformas borbónicas sobre las actitudes políticas y el comportamiento de la colonia? ¿Cómo respondieron los colonizados a las nuevas exigencias metropolitanas, cuál fue el carácter de esa respuesta? ¿Podemos detectar en el comportamiento político colonial alguna alteración de la cultura política fue involucre ideas y principios nuevos, tal vez señalando la emergencia de una conciencia protonacional que más tarde saldría a la luz en los movimientos de independencia? Al plantear tales preguntas, este libro mostrará que, durante todo el siglo XVIII, los esfuerzos de la monarquía borbónica para reforzar el control sobre la Nueva Granada y para incentivar la explotación de los recursos de la región afrontaron 1 El mejor resumen de esta posición es John Lynch, The Spanish American Revolutions, 1808-1826 (2a. ed. Londres, 1986), cap. I. 2 Este argumento es expuesto vigorosamente por Indalecio Liévano Aguirre, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia (3a. ed., Bogotá, 1968).

constantemente dificultades. Al comenzar el siglo, los ministros borbones hallaron que el gobierno y el comercio de la colonia se hallaban en considerable confusión. Bajo el régimen de los Habsburgos la región había sido completamente hispanizada, pero un gobierno laxo, caracterizado por las prácticas corruptas y la colusión de funcionarios españoles con los ««Página 20»». intereses provinciales, había alterado seriamente la capacidad de Madrid para imponer su voluntad. Los lazos económicos de la Nueva Granada con España también se habían vuelto muy débiles. El comercio a través del monopolio español poco había hecho por fomentar exportaciones distintas al oro, y durante la transición del régimen habsburgo al borbón una porción sustancial de los pequeños mercados de la Nueva Granada para importaciones europeas había sido usurpada por intrusos extranjeros que recurrían al contrabando. La Nueva Granada era además un territorio extenso, diverso y poco integrado, donde la división del poder entre los gobernadores provinciales frenaba la imposición de un mando central originado en España, y donde las realidades geográficas inhibían la construcción de líneas claras de comercio y comunicación con España. Poner a la colonia bajo un más estrecho control español era algo que, sin embargo, estaba más allá de la capacidad de los primeros gobiernos borbones. Pues si bien la reforma se inició temprano en la Nueva Granada, sus avances eran esporádicos y se aplicaba con ineficiencia. Reacciones pragmáticas a problemas generales del comercio y la defensa coloniales eran seguidas por cambios de política y largos períodos de inacción. El primer experimento de gobierno virreinal tuvo corta vida, y la reforma complementaria del sistema de comercio colonial poco hizo para cambiar las relaciones de la colonia con el poder metropolitano. La reimplantación y la consolidación del virrenato a mediados del siglo le dieron a la corona una autoridad más sólida sobre la Nueva Granada, y la reforma simultánea del sistema comercial produjo un flujo más continuado de comercio trasatlántico. Sin embargo, ni los virreyes ni los comerciantes españoles alteraron sustancialmente la posición de la colonia dentro del imperio. Los virreyes le dieron una imagen más vigorosa a la autoridad real, pero el gobierno de la Nueva Granada seguía dominado por un establecimiento pequeño y conservador donde los funcionarios veteranos se entendían con los intereses locales a fin de disfrutar de las prerrogativas y de los atributos del cargo. El ««Página 21»». desarrollo comercial de la Nueva Granada estaba también dominado por intereses establecidos, los cuales, hechos a las prácticas restric6i\-as del monopolio comercial español, trataban no de ampliar el comercio sino más bien de mantener su influencia sobre los canales comerciales existentes. Durante el reinado de Carlos III, la política española hacia la Nueva Granada fue formulada por primera vez dentro de una estrategia coherente para controlar las colonias y encauzar su potencial económico y fiscal. Sin embargo, en cuanto Madrid efectuó un esfuerzo concertado para vigorizar el Estado colonial en la

Nueva Granada, se encontró con una poderosa reacción en defensa de la autonomía local. Esta reacción, encarnada en la revolución comunera de 1781, no sólo reveló la continua debilidad del gobierno colonial, sino que desalentó el empeño de Madrid por trazar planes para la reestructuración de la Nueva Granada. Y si la rebelión melló el filo de la reforma política, el programa de Carlos III para la reforma económica imperial, construido alrededor del concepto de "comercio libre" dentro del imperio, también fracasó en su empeño de convertir a la Nueva Granada en un satélite productivo de España. El comercio con la metrópoli se amplió, pero obstáculos de vieja data para comercializar y controlar los recursos de la Nueva Granada significaban que el régimen de "comercio libre" tenía un impacto limitado tanto en el carácter del comercio colonial como en la organización de la vida económica de la región. Parece así que el cuadro de Colombia a fines de la Colonia como una sociedad donde la explotación metropolitana y la opresión indujeron grandes cambios económicos y generaron irreparables desgarrones políticos está considerablemente adulterado. De hecho, las fuerzas del cambio político derivaron más de demostraciones de la debilidad de España que de alardes de autoridad. Primero, la diseminación por parte de funcionarios españoles de las ideas de mejoramiento social y económico, del tipo que el "despotismo ilustrado" de los borbones introdujo para avanzar el desarrollo de la nación ««Página 22»». española, se combinó con el auge del republicanismo en América del Norte y Europa para inducir un cambio en los valores culturales y en la perspectiva política de la pequeña minoría criolla educada de la Nueva Granadas, A fines del siglo XVIII, la política borbónica acentuó el resentimiento criollo hacia el gobierno colonial al excluir a los criollos de posiciones de poder e influencia que ellos consideraban debían compartir por derecho de nacimiento y de educación. Al mismo tiempo, la transmisión de nuevas ideas políticas y económicas por medio de funcionarios oficiales, libros y periódicos les dio un instrumento a los criollos educados para criticar el régimen colonial y para exhibir una identidad más recia. Los principios de la ciencia contemporánea y de la economía política también los estimularon para identificar y clasificar el carácter y los recursos de su tierra, lo que a su vez hizo que los criollos percibieran su país bajo una nueva luz. Por medio de la discusión y del intercambio de información, gradualmente llegaron a concebir una comunidad con una identidad y unos intereses que trascendían los límites estrechos y localizados de las regiones distintivas de la Nueva Granada. Pero si una alternativa al gobierno español se imaginó primero entre la pequeña intelectualidad criolla, la prescindencia del orden colonial sólo se hizo posible cuando el poder metropolitano se desmoronó en su centro. Al final fue la crisis imperial, más que las reacciones contra el absolutismo de los borbones o la clarividencia de precursores iluminados, la que creó las condiciones para la emancipación política en Colombia. Estas observaciones y argumentaciones, que forman los hilos principales de este libro, están elaboradas en detalle en cinco secciones separadas. La parte I pinta

los contornos de la economía y de la sociedad en la Nueva Granada durante el período colonial. Al caracterizar las estructuras sociales y económicas del país, algunos historiadores colombianos han hecho énfasis en variaciones en los modos de producción. Luis Eduardo Nieto Arteta, por ejemplo, distingue entre sectores "coloniales" y "anticoloniales", relacionados ««Página 23»». con diferentes patrones de colonización y tenencia de la tierra. Más recientemente, Salomón Kalmanowitz ha analizado la economía colonial en términos de las relaciones sociales desarrolladas entre colonos e indios, terratenientes y campesinos mestizos y propietarios de esclavos y esclavos. 3 Son explicaciones y enfoques explicativos valiosos, pero para efectos de este análisis, centrado en la situación de la Nueva Granada dentro del imperio español, prefiero un enfoque diferente, uno más cercano al usado por Ospina Vásquez en su historia económica de Colombia.4 Este método caracteriza la economía colonial por regiones, partiendo del supuesto de que cada región tiene su propia estructura peculiar, basada en la historia de la interacción de españoles y nativos después de la conquista y moldeada por variaciones locales de geografía, clima, recursos y acceso a los circuitos del comercio de ultramar. Así, los capítulos de la parte 1 describen el desarrollo social y económico de la Nueva Granada durante el siglo XVIII al recalcar el patrón de regiones subyacente a las divisiones administrativas, recorriendo los contornos provinciales de la vida económica y social y trazando tendencias en la producción de oro, la más valiosa mercancía comercial del territorio. Este retrato de las formas y dinámicas de la economía colonial colombiana está complementado, en la parte II, por un recuento dallado del comercio de ultramar del territorio. Este tiene tres acciones. La primera es un análisis de la política comercial de los barbones y de sus efectos sobre el movimiento de la navegación y el comercio durante el siglo XVIII; la segunda muestra cómo la Mansión del comercio afectó la explotación de los recursos y el desarrollo de la economía; un capítulo final de esta sección analiza el carácter. la evolución y la influencia de la comunidad mercantil ««Página 24»». que manejaba el comercio de ultramar de la colonia, centrado especialmente en los comerciantes peninsulares que dominaban la actividad en Cartagena de Indias, el puerto principal de la Nueva Granada. Los ensayos sobre la historia económica de la Nueva Granada en el siglo XVIII están seguidos de un análisis de la historia política y administrativa durante el 3 Luis Eduardo Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia (sexta. ed., Bogotá, 1975), cap. I; Salomón Kalmanowitz, Economía y nación: una breve historia de Colombia (2a. ed., Bogotá, 1986), parte I. 4 Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, 1810-1930 (Me-Je in. 1955).

último período colonial. La parte III examina las etapas principales en la evolución de las políticas administrativas y fiscales españolas durante el siglo XVIII, desde el primer experimento de gobierno virreinal en 1719-23, pasando por el reestablecimiento del virreinato de la Nueva Granada en 1739, hasta la "revolución en el gobierno" planeada por Carlos III y sus ministros durante los decenios de 1770 y 1780. La discusión del cambio político y de sus implicaciones institucionales y financieras tiene su paralelo en la parte IV, mediante el análisis de las estructuras de gobierno, las características de la cultura política colonial y las repercusiones políticas de los cambios en las instituciones y en la ideología de la monarquía española durante los finales del siglo XVIII. La parte V concluye el estudio con el examen de los efectos de la guerra internacional y de la crisis metropolitana en la vida económica y política de la Nueva Granada al comenzar el nuevo siglo, y con una explicación de las condiciones que hicieron posible un movimiento de autogobierno durante los años de crisis imperial entre 1808 y 1810. Un breve epílogo insinúa entonces cómo las estructuras subyacentes de la sociedad y de la economía establecida durante el dominio español continuaron moldeando el desarrollo del país al menos durante los primeros cincuenta años de su existencia como república independiente. Antes de proseguir, una definición. Al referirme a la Colombia del siglo XVIII prefiero usar el nombre español de "Nueva Granada" en lugar del estorboso y anacrónico de "Colombia colonial". De hecho, Nueva Granada fue un título puesto a varias entidades administrativas de diferente escala y propósito durante el período de ««Página 25»». gobierno español. Cuando fue utilizado por primera vez por Gonzalo Jiménez de Quesada a mediados del siglo XVI, el Nuevo Reino de Granada abarcaba las tierras chibchas que había conquistado, e inicialmente no iba más allá de las prolongaciones de Santa Fe de Bogotá y Tunja. El nombre tomó una significación más amplia tras el establecimiento de la audiencia de la Nueva Granada y de la arquidiócesis de la Nueva Granada a mediados del siglo XVI. La jurisdicción de la audiencia abarcaba el centro y el norte de Colombia, mientras que la mitad sur del país, en la enorme provincia de Popayán, caía bajo la jurisdicción de la audiencia de Quito. La arquidiócesis, por el otro lado, vinculaba a la Nueva Granada con las diócesis de Popayán, Santa Marta, Cartagena y Mérida. Por último, durante el siglo XVIII, la Nueva Granada quedó relacionada con una entidad política mucho más grande, el virreinato de la Nueva Granada, que incorporaba un área enorme bajo su jurisdicción, la que comprendía las audiencias de Quito y Nueva Granada y la capitanía general de Venezuela. Para evitar confusiones el lector debe anotar que mi uso del término Nueva Granada sigue la práctica común entre los historiadores colombianos, y se refiere sólo al territorio de la moderna Colombia. ««Página 26»». Mapa 1.1

Relieve de la Nueva Granada ««Página 27»». 1 FUNDACIONES Para trazar los orígenes de la sociedad colonial española que más tarde se convirtió en república de Colombia debemos volver a los decenios iniciales del siglo XVI, cuando los españoles merodeaban en la costa comprendida entre el cabo de la Vela y el istmo de Panamá en busca de oro y de esclavos. 5 Los experimentos para constituir establecimientos permanentes en estas costas de tierra firme comenzaron temprano. Alonso de Ojeda fundó la primera colonia en territorio colombiano en San Sebastián de Urabá, en 1510, después de que sus excursiones a la región de Cartagena fueran repelidas por tribus locales beligerantes. Una mayor hostilidad de los indios, provocada por las renovadas incursiones españolas en busca de esclavos, obligó a un nuevo movimiento hacia occidente, a Darién, donde los españoles fundaron una nueva base en Santa María de la Antigua. Una vez más, la colonia fue de corta vida. Azotados por las enfermedades, los indios locales se volvieron incapaces de sostener a la comunidad parasitaria europea y en 1524 fue abandonado el lugar. Una vez más los españoles se movieron hacia occidente, esta vez a Panamá, la cual, con el nombre de Castilla del Oro, se convirtió en un nuevo foco de la actividad española.6 Luego, en 1526, otros ««Página 28»». españoles crearon una base muy distinta en territorio colombiano, en el extremo oriental de la costa del Caribe, y al fundar a Santa Marta abrieron el camino para la que habría de ser una frontera crucial en la conquista del interior de Colombia. Inicialmente, Santa Marta presenció el mismo tipo de explotación destructora que los españoles habían practicado en Castilla del Oro. Las comunidades indias eran saqueadas en busca de oro, abastecimientos y esclavos; si presentaban resistencia quemaban sus casas y sus campos. Estas tácticas de tierra arrasada no tardaron en despoblar el área y, mientras los indios sobrevivientes huían a las montañas vecinas de la Sierra Nevada, el establecimiento español se iba extinguiendo. Sin embargo, Santa Marta perduró y se convirtió en una plataforma para las expediciones al interior desde comienzos del decenio de 1530, con incursiones más allá de la Sierra Nevada en busca de nuevas fuentes de botín. 7 5 . La mejor fuente de información sobre estos primeros años, en la que se basa este relato, es Carl O. Sauer, The Early Spanish Main (Berkeley & Los Angeles, 1966), pp. 104-19, 161-77 6 Ibid., pp. 218-37, 247. También Mario Góngora, Los grupos de conquistadores en Tierra Firme, 1509-1530 (Santiago de Chile, 1962), pp. 16-38. 7 . Juan Friede, "La conquista del territorio y el poblamiento", en Manual de historia de Colombia (2a. ed., Bogotá, 1982), Vol. I, pp. 130-6. Sobre la historia de Santa Marta más avanzado el siglo XVI y durante el siglo XVII, ver Trinidad Miranda Vásquez, La gobernación de Santa Marta, 1570-1670 (Sevilla, 1976).

En el mismo decenio los españoles obtuvieron otra base permanente en la costa cuando, en 1533, Pedro de Heredia fundó la ciudad de Cartagena de Indias. Este establecimiento no tardó en atraer a centenares de aventureros y extendió rápidamente su influencia hacia occidente, a la región del río Sinú y de Urabá, y hacia el sudoeste, hasta la parte baja de los ríos Cauca y San Jorge. El oro hallado en las tumbas indias del Sinú actuó como un imán, atrayendo a los españoles a saquear la región con total indiferencia a la vida y la cultura indias. Más adelante la rapiña española le abrió paso a una explotación más sistemática de la tierra y sus habitantes. A partir de 1540 se establecieron ganaderías en las vecindades de Cartagena, y los indios sobrevivientes eran congregados en encomiendas con el fin de que suministraran los tributos requeridos para sostener los establecimientos de los invasores. Como Santa Marta, Cartagena lanzó expediciones tierra adentro, ««Página 29»». buscando en el interior nuevas fuentes de oro indio. 8 Y así, durante las décadas de 1520 y 1530 los españoles habían sentado los cimientos de una región importante en la sociedad colonial de Colombia: la de la costa del Caribe, centrada en Cartagena y Santa Marta. Al establecer bases en el litoral caribe, los españoles no se limitaron a echar raíces permanentes en la costa de Colombia; también crearon estaciones para conquistar y colonizar desde ellas el interior colombiano. Después de años de reconocimiento, incursiones y establecimientos en pequeña escala, la penetración al interior de Colombia se logró finalmente a finales de los años treintas y cuarentas del siglo, después del descubrimiento del Perú por Pizarro. Al comienzo su conquista del Estado inca amenazó con amenguar la actividad española en Colombia, mientras la promesa de ricas recompensas atraía a los españoles hacia el Perú. Pero el logro de Pizarro también espoleó a los españoles en la búsqueda de nuevas civilizaciones en las tierras entre Colombia y el Perú, y un decenio después de la conquista peruana bandadas de aventureros europeos entraron al interior de Colombia y crearon "el reino de la Nueva Granada". PATRONES DE CONQUISTA Los conquistadores españoles entraron al interior de Colombia por varias rutas. Una provenía del sur, emanada de las zonas de conquista abiertas por Pizarro en los reinos incas de Perú y Quito. Este movimiento fue impulsado por expediciones bajo el mando de Sebastián de Belalcázar, quien llevó a sus hombres desde Quito hasta el valle del Cauca. En 1536 Belalcázar fundó Cali y Popayán, bases desde las cuales los colonizadores españoles habrían de librar una lucha violenta y prolongada contra las comunidades indias circundantes.

8 Carmen Gómez Pérez, Pedro de Heredia y Cartagena de Indias (Sevilla, 1984), especialmente pp. 1-91.

««Página 30»». Luego lanzó expediciones hacia el norte, en busca del legendario El Dorado. Una de esas entradas al norte siguió el cauce del río Cauca hacia las cordilleras occidental y central de los Andes colombianos, lo que preparó el camino para la creación de una cadena de establecimientos que ligaban el valle del Cauca a los establecimientos españoles en las tierras ricas en oro de Antioquia. La otra entrada fue a lo largo del río Magdalena hacia la Cordillera Oriental. En 1538 Belalcázar al fin llegó a tierra de los chibchas, tan sólo para encontrarse con que otras dos expediciones, de Santa Marta y Venezuela, habían llegado antes que él. 9 La primera expedición en encontrar la tierra de los chibchas llegó en 1537, enviada desde Santa Marta bajo el mando de Gonzalo Jiménez de Quesada; poco después la siguió la entrada de Belalcázar desde el sur, así como una expedición conducida por Nicolás de Federman que entró a las montañas colombianas a partir de Venezuela.10 Después de lograr un compromiso con los otros jefes, Jiménez de Quesada tomó control de la región chibcha. Estableció el Nuevo Reino de Granada y, a mediados de 1539, fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá como su capital. Bogotá se volvió entonces un nuevo foco para la conquista y la colonización dentro de Colombia, a medida que expediciones conquistadoras se diseminaban por las regiones vecinas. Hacia el norte, el establecimiento español se extendió a Vélez, Tunja y Pamplona; al occidente, los españoles cruzaron el río Magdalena y fundaron ciudades como Ibagué, Mariquita y Honda. Al oriente descendieron de las cumbres de los Andes hasta los bordes del llano, estableciendo plazas fuertes en Medina de las Torres, Santiago de las Atalayas y San Juan de los Llanos. Hacia el sur desbrozaron un camino por las montañas del Quindío, abriendo así contacto con los estableci««Página 31»». mientos recién nacidos de la región del Cauca, un área que a su vez se comunicaba con las zonas de conquista en Quito. 11 A finales del siglo XVI dos corrientes de exploración y de conquista habían convergido en el centro montañoso de Colombia. Con el descubrimiento de estas tierras, ricas en oro y en indios, vinieron la exploración, ocupación y explotación de las áreas circundantes, llenando el espacio que yacía entre las bases españolas en el Caribe y las conquistas españolas en el imperio inca. Había nacido así una trama nueva y distintiva de colonización, formada desde el disperso archipiélago de establecimientos creados en las tierras que se extendían hacia el sur, desde la costa caribe hasta lo más profundo del interior. 9 Silvia Padilla, M. I. López Arellano y A. González, La encomienda en Popayán. Tres estudios (Sevilla, 1977), pp. 1-19. 10 Juan Friede, Invasión al país de los chibchas, conquista del Nuevo Reino de Granada y fundación de Santa Fe de Bogotá (Bogotá, 1966); un excelente sumario reciente es Jorge Orlando Melo, Historia de Colombia: La Dominación Española (2a. ed., Bogotá, 1978), Vol. I, pp. 145-55. 11 Melo, Historia, pp. 125-44.

Esta red de centros urbanos incipientes, desde la cual los españoles buscaban dominar las tierras circundantes, no constituyó de inmediato un dominio colonial coherente. Antes de la llegada de los españoles no había un Estado indígena con un comando comparable al de los imperios azteca e inca. En consecuencia, los conquistadores del norte de los Andes no podían apropiarse un poderoso imperio indígena tributario, como Cortés y Pizarro lo habían hecho en México y Perú. En cambio, la conquista y la colonización españolas dividieron el territorio colombiano en regiones de colonización diferenciadas y a veces competidoras, cada una asociada con el radio de acción del grupo que la había conquistado. En el norte, los gobiernos de Cartagena y Santa Marta constituían dos de esas regiones; en el centro del país, el Nuevo Reino de Granada estaba aparte, como otra entidad distinta; por último, las regiones sur y occidental de Colombia cabían dentro de la enorme gobernación de Popayán, la que formaba una región separada del Nuevo Reino. En efecto, durante algunos años pareció que Popayán se haría independiente tanto del Perú como de la Nueva Granada. Cuando Antioquia se volvió una provincia autónoma en 1563, esta posibilidad desapareció, pero Popayán siguió siendo una sociedad de muchas maneras separada de ««Página 32»». la Nueva Granada y distinta a ella. Era una región donde la conquista había sido mucho más lenta que en el Nuevo Reino, porque la prolongada resistencia de las naciones indias en la Cordillera Central impedía que los colonizadores españoles explotaran recursos de tierra y trabajo al mando de los encomenderos. 12 Durante la mayor parte del período colonial, la provincia de Popayán estuvo bajo la jurisdicción de la audiencia de Quito más que de la audiencia de la Nueva Granada. La Colombia posterior a la conquista era, así, una entidad fragmentada, geográfica, social y administrativamente. Las fundaciones españolas estaban muy dispersas y cada una tendía a convertirse en una célula aparte, cuyos habitantes trataban de delimitar su propio territorio contra los competidores, a fin de monopolizar sus recursos. Esta tendencia a la creación de unidades locales autónomas estaba además acentuada por las dificultades de comunicación y por lo abrupto del terreno. MEDIO AMBIENTE Y COLONIZACIÓN El contexto geográfico dentro del cual tomó forma la sociedad colonial española se aprecia rápidamente con una ojeada al mapa 1.1, que muestra los principales contornos de la geografía del territorio. Más de mil kilómetros separan a Cartagena, en la costa caribe, de Pasto, en los límites con Ecuador, y entre estos dos puntos yacen varias regiones físicas y climáticas distintas. En el centro del territorio hay un gran cuerpo de montañas, formadas por el extremo norte de los Andes. De una sola cadena en el sur se despliegan en tres cordilleras que echan 12 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia, vol. II: Popayán, una sociedad esclavista, 1680-1809 (Bogotá, 1979), pp. 11-23.

cuñas altas, casi paralelas en el centro del país, separadas por los largos corredores longitudinales trazados por el curso de los ríos Cauca y Magdalena. Las cordilleras llegan a alturas impresionantes, con un promedio de 2.000 metros en occidente, 3.000 ««Página 33»». en el centro y casi 3.300 en el oriente, con muchos picos que pasan de los 4.500 metros. El resto del país lo constituyen tres grandes zonas de tierras bajas, flanqueadas a lo largo de las montañas. Una está en occidente, en la costa del Pacífico, donde los ríos de la Cordillera Occidental se deslizan hacia el océano a través de una áspera faja de llanuras en su mayor parte cubierta por densos bosques pluviales. La otra está al oriente del centro de los Andes, donde los altos picos y las cuencas intramontañosas de la Cordillera Oriental se deslizan a otra región mucho más grande de tierras bajas. Aquí las masivas, dilatadas llanuras de los llanos colombianos se forman en torno a los muchos ríos que fluyen de la Cordillera Oriental hasta las cuencas del Orinoco y del Amazonas. Por último, al norte del país yace otra gran región de llanuras, rota sólo por una aparición final aislada de montañas altas en la Sierra Nevada de Santa Marta. Esta es la región costera del Caribe, un área enorme atravesada por varios sistemas fluviales que bajan de la cordillera hacia el mar. La proximidad al ecuador significa que la mayor parte del territorio es tropical, pero las diferencias de altura producen agudas variaciones regionales y locales en el clima. Se destacan cuatro principales zonas climáticas. La primera y más extensa está formada por las tierras bajas tropicales, que los españoles llamaban tierra caliente; puede definirse como la que incluye todas las áreas a alturas por debajo de los 1.000 metros, con una temperatura promedio anual superior a 24 grados centígrados. Algunas de las tierras bajas tropicales albergaban sustanciales poblaciones nativas en el tiempo de la conquista. Ejemplos notables son los fértiles bolsones de tierra en la zona costera entre Santa Marta y el río Sinú y los trozos de tierra caliente en la parte central de los valles del Cauca y Magdalena, donde los suelos eran fértiles y la lluvia moderada. Pero la mayor parte de las tierras bajas tropicales estaban muy poco pobladas, antes y después de la llegada de los españoles. En la costa occidental, al borde del Pacífico, las altas temperaturas de la tierra caliente se combinaban con fuertes lluvias y los suelos pobres y pantanosos de ««Página 34»». la región estaban cubiertos por una densa capa de bosque primitivo. Al oriente, los llanos ofrecían pocos halagos para establecerse en ellos. Los pastos y los bosques de las llanuras, inundados recurrentemente, eran inapropiados para la agricultura con arado y sostenían tan sólo a grupos nómades de cazadores y recolectores. Esas, entonces, eran regiones que tentaban a pocos colonizadores españoles, la mayoría de los cuales prefería zonas montañosas donde la altura aliviaba el calor de los trópicos y donde se encontraban en tierras fértiles grandes

poblaciones nativas. Una zona así se encontró en el área climática de la tierra templada, donde el suelo se levanta entre 1.000 y 2.000 metros y la temperatura media baja a alrededor de 17 grados y medio. Allí, en las vertientes y en los valles templados de las cordilleras, donde cereales y cosechas nativas podían complementarse con azúcar, tabaco y algodón, los españoles encontraron tierras fértiles y bien pobladas. La otra zona climática que los atraía era el país más frío, la tierra fría, que está entre los 2.000 y los 3.000 metros. Aquí, especialmente en la Cordillera Oriental entre Bogotá y Tunja, y en las alturas sureñas alrededor de Pasto, los españoles encontraron un medio que era ideal para una agricultura mixta de maíz, papas y cereales europeos como trigo y cebada. Más allá, por encima de los 3.000 metros, se extendían grandes zonas que los españoles, como los indios, ignoraban. Eran las tierras más frías y casi incultivables del páramo, yermos envueltos en niebla que se extienden hasta los límites bajos de la línea de nieve, entre 4.000 y 5.000 metros. Fue así entonces, en la tierra fría y en la tierra templada del interior montañoso, entre las cordilleras y en las vertientes de los ríos Magdalena y Cauca, donde los españoles fundaron la mayor parte de sus establecimientos coloniales. En estos escenarios no sólo encontraban un medio tolerante con los europeos, sino también sociedades indígenas grandes y adelantadas. Sobre esta base, la sociedad colonial puso sus fundaciones más firmes. ««Página 35»». LAS SOCIEDADES INDÍGENAS EN EL TIEMPO DE LA CONQUISTA Los invasores españoles encontraron muchas culturas nativas diferentes dentro del territorio de la Colombia moderna. Ninguna sobrevivió intacta al encuentro, y algunas desaparecieron completamente. En Colombia, como en otras partes de América, el contacto con los españoles parece haber sido más mortal para los indios en las tierras bajas tropicales. Cuando los españoles llegaron por primera vez al litoral caribe, a comienzos del siglo XVI, el hinterland de la costa estaba poblado por varios grupos distintos, muchos de los cuales habrían de desaparecer ante la arremetida de la guerra, la enfermedad y la explotación. Los Taironas, que habitaban las faldas de la Sierra Nevada y las llanuras adyacentes en la península de la Guajira, eran la más desarrollada de estas culturas. Vivían en establecimientos nucleados, densamente poblados, y subsistían con el cultivo del maíz, la yuca, pimentones y otros vegetales; cultivaban algodón como material para la ropa, y eran probablemente el pueblo más avanzado técnicamente en la Colombia de la preconquista. Empleaban irrigación en su agricultura, eran expertos en cerámica y en aurifería, y aunque casi todo lo construían de madera usaban piedra para los edificios públicos y para los elaborados caminos que unían sus establecimientos.13 Al oeste de la región tairona los españoles encontraron 13 Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos histórico-culturales sobre las tribus de la antigua

otros grupos sobre los que también supieron imponerse. La más notable de estas sociedades costeñas era el pueblo Sinú, que ocupaba la parte media del río Sinú y sus llanuras vecinas. Como los Taironas, vivían en comunidades estratificadas con sistemas de mando permanentes, usaban irrigación en su agricultura y crearon magníficos artefactos con el oro obtenido en el comercio con las ««Página 36»». tribus del interior.14 Entre los taironas y los sinúes había otras agrupaciones nativas más pequeñas, con su propio lenguaje distintivo y formas de organización social. Eran también agricultores sedentarios que vivían del maíz y de la yuca, los dos grandes productos tropicales, complementados con pesca y caza abundantes halladas en el área costeña. El litoral caribe estaba entonces relativamente bien poblado antes de la conquista y su arco de establecimientos, alargándose por la costa y hacia el interior por los grandes ríos, primero había de ser una barrera y después como un trampolín para la invasión española. 15 El interior montañoso de los Andes era el principal objetivo de esa invasión. Allí los españoles encontraron culturas indígenas florecientes, particularmente en las cuencas altas de la Cordillera Oriental. Durante la evolución del cultivo del maíz en el pasado distante, las cuencas intermontañosas, los estrechos valles y las mesetas altas y frescas habían atraído migración de los establecimientos ribereños en las tierras bajas de la costa. Como el maíz requiere un patrón particular de distribución estacional de la temperatura y de la lluvia para su cultivo más productivo, los campesinos nativos se habían desplazado al interior, moviéndose a lo largo de los valles de los ríos Magdalena y Cauca y hacia las faldas montañosas en busca de la combinación óptima de factores físicos y meteorológicos. El terreno y el clima benignos de las cuencas altas suministraban precisamente esa combinación, y los indios que se asentaron en esta área desarrollaron concentraciones relativamente densas de población, basados en una agricultura intensiva y variada. En la región formada por la alta desembocadura de los ríos Bogotá y Sogamoso, situada entre 2.500 y 3.000 metros, estaba emergiendo una vibrante civilización nativa en el momento de las invasiones europeas. Grupos tribales se habían juntado dentro de la laxa federación de los "reinos" ««Página 37»». chibchas, soportando una jerarquía de caciques, guerreros y sacerdotes y conduciendo un activo e intensivo intercambio de productos agrícolas, textiles, sal y oro, tanto entre ellos mismos como con grupos indios en otras regiones del país.16 Gobernación de Santa Marta (Bogotá, 1951). 14 B. LeRoy Gordon, Human Geography and Ecology in the Sinú Country of Colombia (Berkeley, California, 1957). 15 Para una relación sumaria de los pueblos de la costa, ver Melo, Historia, pp. 44-48. 16 Relaciones detalladas de la sociedad y economía chibchas se encuentran en Guillermo Hernández Rodríguez, De los Chibchas a la Colonia y a la República (Bogotá,

Hacia el oeste y el sudoeste, en el valle del Cauca y la Cordillera Central, había muchas otras agrupaciones indias cuyos orígenes, culturas y relaciones están todavía lejos de ser entendidos. Ninguno de estos grupos era comparable a los chibchas en complejidad social y política, pero agrupados formaban un elemento muy significativo de la población de la preconquista en territorio colombiano. La mayoría de estos grupos indios vivía en comunidades agrícolas basadas en el cultivo del maíz complementado con la caza y la pesca, con producciones artesanales especializadas de textiles de algodón, un comercio activo y una notable pericia en el trabajo del oro y de otros metales, especialmente entre el pueblo quimbaya. Las instituciones políticas y sociales variaban considerablemente, pero muchas eran comunidades grandes, relativamente complejas, con miles de habitantes organizados bajo gobiernos hereditarios y sistemas de tributación. No hay certeza sobre el origen de estos grupos. Algunos historiadores creen que estos pueblos eran de origen caribe, debido a la práctica, aparentemente diseminada, del canibalismo ritual, tal como la describen los españoles. Otros, con la evidencia de patrones lingüísticos, sostienen que eran descendientes de los pueblos chibchas que se habían fundido con grupos de otros orígenes. Sea como fuere, al enfrentarse a los españoles estas culturas diversas, a veces competitivas, habrían de montar una fiera y prolongada resistencia en contra de los invasores.17 ««Página 38»». En el valle del Magdalena y las faldas circundantes los españoles encontraron otras numerosas sociedades indias, la mayoría probablemente descendiente de caribes que habían migrado a lo largo del gran río y de sus afluentes. Esos pueblos —los sondaguas, los carares, los muzos, los colimas y los pijaos— eran agricultores sedentarios. Subsistían de la explotación del maíz y la yuca, vivían en comunidades tribales organizadas en familias extendidas sin ningún grado alto de especialización o jerarquía, y a veces ocupaban territorios que estaban apenas sumariamente demarcados de los de sus vecinos. Hacia el sur, en los altos del Magdalena, este patrón variaba. Allí los pueblos conocidos como timanás, yalcones y páez vivían en comunidades más grandes, más estratificadas, basadas en el cultivo del maíz y la papa y con características culturales y lingüísticas que sugieren una antigua afiliación con los chibchas más que con la cultura caribe. Todavía más al sur, en las altiplanicies donde la Colombia moderna limita con el Ecuador, había otros grupos, algunos de origen posiblemente caribe, otros relacionados lejanamente con los chibchas, y todos los cuales representaban 1978), pp. 22-199, y en A.L. Kroeber, "The Chibcha", en Julian H. Steward (ed.), Handbook of South American Indians, 7 vols. (New York, 1963), vol. 2, pp. 887-909. 17 Sobre las culturas indígenas de la región caucana ver Gregorio Hernández de Alba, "The Highland Tribes of Southern Colombia", en Steward, Handdbook of South American Indians, vol. 2, pp. 915-60; ver también su "Sub-Andean Tribes of the Cauca Valley", en ibid., vol. 4, pp. 297-327. Sobre el comercio, minería y orfebrería de los indios del Cauca, ver Herman Trimborn, Señorío y barbarie en el Valle del Cauca (Madrid, 1949), 167-92.

culturas distintivas. De éstos, los pastos y los quillacingas eran probablemente los más grandes.18 Tenían una agricultura avanzada, basada en el cultivo de maíz y papas, y algunos habrían de sobrevivir como poblaciones campesinas sustanciales después de la conquista española. Las sociedades nativas fueron rápida y severamente empobrecidas en el siglo después de la conquista. Es imposible evaluar precisamente la escala y el ritmo de la decadencia porque los cálculos sobre la población india de la época varían enormemente. Algunos historiadores creen que la población nativa de Colombia no pasaba de ««Página 39»». 850.000 habitantes cuando los españoles llegaron. 19 Otros estiman que ascendía a los tres millones y posiblemente pasaba de cuatro. 20 De hecho, un cálculo reciente indica una población superior al millón de habitantes en la sola región de la Cordillera Oriental, con otro millón en el valle del Cauca, por lo menos medio millón en la costa del Caribe y con poblaciones entre 300.000 y 400.000 para el alto y medio valle del Magdalena y sus faldas centrales, y para la región sureña del altiplano en torno a Pasto. 21 En vista de estos cálculos, la escala de decadencia demográfica durante el siglo después de la conquista es aterradora. La mayoría de las comunidades indias habrían de experimentar reducciones catastróficas, y algunas sufrieron la completa extinción. CONTORNOS DE LA ECONOMÍA COLONIAL La reducción y destrucción de las sociedades indígenas, súbitas y violentas en algunas áreas y más graduales en otras, tenían su paralelo en la emergencia de nuevas formas de organización social y económica diseñadas para atender las necesidades y aspiraciones de los españoles. Emergieron dos patrones básicos. Uno era una economía rural donde la agricultura de arado se combinaba con la cría de ganado para suplir las necesidades básicas de los colonizadores españoles; el otro era una economía minera que extraía oro, esencial para el comercio con Europa. Estas economías se establecieron dentro del mismo patrón general que emplearon los españoles en las ««Página 40»». Américas. Para establecerse en un área, fundaban pueblos desde donde buscaban dominar y explotar a la población nativa local. Estos pueblos no eran 18 . Melo, Historia, pp. 51-4. 19 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos de historia social colombiana (Bogotá, 1968), p. 91 20 Hermes Tovar Pinzón, "Estado actual de los estudios de demografía histórica en Colombia", ACHSC, vol. 5 (1970), pp. 63-103. Para un reciente comentario sobre este debate, y un énfasis en el efecto particularmente destructivo del acarreo de la carga por parte de los indios, ver Thomas Gomez, L'envers de L'Eldorado. Economie Colonial et Travail Indigène dans la Colombie du XVIème Siècle (Toulouse, 1984), pp. 309-24. 21 Melo, Historia, pp. 63-9.

centros comerciales naturales, hacia donde los productos de los hinterlands rurales fluían a cambio de manufacturas; eran, más bien, bases de poder desde donde obligaban a los indios a suministrar bienes y trabajo para mantener las comunidades de colonizadores.22 Los españoles se sentían atraídos ante todo a áreas con población nativa sustancial, pues éstas tenían trabajo indio que podía ser movilizado para atender las necesidades de los colonizadores por medio de la encomienda y de la mita urbana.23 Por eso la región chibcha, con su densa población, sus tierras bien cultivadas y su fuerza laboral disciplinada, se volvió pronto el área medular para la ocupación española del interior, centrada en Bogotá y Tunja. 24 En el sur, los españoles se asentaron en el valle del alto Cauca, con fortines en Popayán y Cali; al occidente entraron a la Cordillera Central y fundaron la provincia de Antioquia. Las comunidades indias en esas regiones rara vez eran comparables con los chibchas en su complejidad social y económica; sin embargo, tenían poblaciones relativamente grandes, sistemas agrícolas bien organizados y, más importante, tradiciones de minería de oro y de orfebrería, todo lo cual estaban ansiosos de explotar los españoles, Así, las comunidades ««Página 41»». indígenas más grandes no tardaron en ser sometidas para satisfacer las dos necesidades primarias de los españoles: establecer una colonización permanente basada en el control de las sociedades agrícolas nativas, y explotar los depósitos de metales preciosos. El desarrollo de la minería desempeñó un papel de particular importancia en conformar la economía colonial. La búsqueda de oro en la región había comenzado a principios del siglo XVI, cuando los españoles llevaron a tierra firme la sed de oro que había dominado sus actividades en las islas del Caribe. Así, después de establecerse en Santa María la Antigua, en el Darién, se lanzaron a buscar oro en los ríos y arroyos locales. En 1512 una expedición al mando de Balboa hizo una primera incursión en las regiones productoras del interior de Colombia, partiendo desde el golfo de Urabá en busca de las tierras de Dabeiba, un gran cacique que se decía rico en oro. Sin embargo, no pudieron encontrar las 22 Para más comentarios sobre el papel de los primeros pueblos españoles en América, ver Richard Morse, ""Some Characteristics of Latin American Urban History", American Historical Review, vol. 67 (1962), pp. 317-38. 23 Sobre el desarrollo de sociedades de asentamientos coloniales sobre la base de estas instituciones en dos partes importantes de Nueva Granada, ver Germán Colmenares, Encomienda y población en la Provincia de Pamplona, 1549-1650, (Bogotá, 1969), y La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Ensayo de historia social, 1519-1800 (2a. ed. Tunja, 1984). 24 Un relato sobre la explotación española de indios en las regiones de Santa Fe de Bogotá y Tunja, y de los esfuerzos reales para controlarla, se encuentra en Esperanza Gálvez Piñal, La visita de Monzón y Prieto de Orellana al Nuevo Reino de Granada (Sevilla, 1974). Sobre los métodos punitivos para extraer oro de los indios, ver pp. 7-30, 105-8.

fuentes y durante otra generación se concentraron en saquear los depósitos de ornamentos hallados entre los pueblos nativos a lo largo de las playas de Tierra Firme.25 En esos primeros años, la búsqueda del oro se relacionaba más con el pillaje que con la minería. En la década de 1530 Pedro de Heredia y sus compatriotas exploraron y atacaron la región del Sinú, entre Cartagena y Darién, depredando las tumbas indígenas en busca de adornos póstumos. Después del robo de tumbas en el litoral caribe se vieron atraídos hacia el interior en busca de botín, y en particular hacia la Cordillera Central.26 Desde 1536 varias expediciones, embriagadas por las mismas historias sobre Dabeiba que habían seducido a Balboa mucho años atrás, echaron camino hacia Urabá, donde los hombres de la costa habrían de hallar competidores del sur. Cuando Juan de Vadillo llegó al alto Cauca en 1538, encontró una expedición enviada por Sebastián de Belalcázar desde Quito y que, bajo el mando de Jorge Robledo, había descubierto ya oros aluviales ««Página 42»». en el alto Cauca y estaba ampliando su búsqueda a la región vecina. Entretanto, Jiménez de Quesada estaba entrando en las cuencas altas de la Cordillera Oriental, un área que ofrecía la perspectiva de ricas reservas de metales preciosos.27 Fue en esta coyuntura cuando el pillaje empezó a ser suplantado por la minería, llevando al desarrollo de una industria extractora que fue crucial para la formación de la economía colonial de la Nueva Granada. El saqueo de las cabalgadas, las incursiones típicas de los primeros años en la costa, estaba ahora dándole vía gradualmente a una explotación más sistemática de los recursos minerales en el interior, propiciando el comienzo del primer gran ciclo de la minería neogranadina. La conquista de los chibchas produjo un impresionante botín en oro, pero a largo plazo el Reino de la Nueva Granada fundado por Quesada resultó ser más rico en tierra y en gente que en minas de oro o plata. Aunque había algunos yacimientos de oro y ricas reservas de esmeraldas en las minas de Somondoco y Muzo, las sabanas de la Cordillera Oriental tenían relativamente pocas fuentes de oro. Los únicos depósitos sustanciales se encontraron a centenares de kilómetros al norte de Bogotá donde, aproximadamente desde 1552, los mineros pusieron en marcha operaciones en las regiones de Vélez y Pamplona. Los primeros vecinos de Bogotá y Tunja también penetraron más al interior, al occidente del río Magdalena. Hacia mediados del siglo fundaron los pueblos de Ibagué, Mariquita, Victoria y Remedios, cada uno de los cuales se convirtió en un foco para la minería del oro 25 Sauer, Early Spanish Main, pp.220-9. 26 Melo, Historia, p. 113-21. 27 Robert C. West, Colonial Placer Mining in Colombia (Baton Rouge, Louisiana, 1953), pp. 5-8.

entre los afluentes occidentales del Magdalena. Estas zonas mineras, junto con las de Pamplona, formaron el eje de la primera economía colonial al suministrarles oro a los pueblos de la Nueva Granada durante el siglo XVI. Pero los depósitos más ricos estaban mucho más allá, en el sur y en el occidente de Colombia. Allí, a lo largo del río Cauca, importantes distritos mineros se desarrollaron en Cáceres y Santa Fe de Antioquia en el norte, alrededor ««Página 43»». de Arma, Anserma y Cartago en el sur, y en la cabecera del Cauca, cerca de Popayán. A esos campos mineros se añadieron otros durante la segunda mitad del siglo XVI, cuando los españoles del alto valle del Cauca se abrieron camino hacia las tierras bajas del Pacífico, donde encontraron los ríos ricos en oro del bajo Chocó. Fue principalmente en estos distritos donde en el siglo XVI se consolidó la bonanza del oro en la Nueva Granada.28 La carrera del oro fue un fenómeno de la segunda mitad del siglo, cuando la minería de venas y aluviones empezó a tomar ímpetu en varias regiones del país.29 Hasta la mitad del siglo, mucho del oro de la Nueva Granada procedía de escondites indios tornados principalmente de las tumbas sinúes y de los chibchas. Entonces, alrededor de 1560, distritos mineros en Pamplona y en las vertientes occidentales del Magdalena se convirtieron en la fuente primaria de oro, extraído en su mayoría por españoles de Bogotá. La producción de oro en el sur y en el oeste también proseguía durante esos años, pero era menos estable y menos valiosa, en parte debido a la escasez de trabajo indio. A partir aproximadamente de 1580 esa escasez empezó también a afectar a los distritos controlados desde Bogotá, mientras la fuerza laboral india descendía dramáticamente. Sin embargo, la producción de oro se recuperó de esta crisis temporal mientras nuevas minas entraban en operación después de 1580. Estas estaban principalmente en Cáceres y Zaragoza, donde los depósitos eran tan ricos que los mineros podían comprar esclavos negros para trabajarlos. La producción ascendió a niveles sin precedentes, llegando a su ápice en el decenio final del siglo XVI. La bonanza terminó hacia 1620. La producción de oro de la Nueva Granada comenzó entonces a descender o a estabilizarse, y no se recuperó hasta cuando se abrieron nuevos depósitos a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII. Para ««Página 44»». ese tiempo, sin embargo, se habían trazado los circuitos principales del comercio interno y externo del territorio. La Nueva Granada se había convertido en una región distintiva del imperio, por fuera de la órbita hacia el sur del gran espacio peruano basado en la plata, y con sus propias conexiones comerciales con 28 Esta relación sobre la primera minería está tomada de dos fuentes: Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia, 1537-1719 (Bogotá, 1973), vol. I, pp. 188-95, y West, Colonial Placer Mining, pp. 9-34. 29 Colmenares, Historia económica, vol. I, pp. 217-50.

España.30 Más allá de las movedizas fronteras de la economía minera se desarrollaba otro tipo de sociedad colonial, con el empleo del trabajo indio para la agricultura. Durante los años de la bonanza minera, los encomenderos de la Nueva Granada y Popayán explotaban el comercio con productos indios para obtener oro de las zonas mineras.31 Los colonizadores españoles crearon también grandes propiedades en las áreas centrales de la conquista, en el Caribe alrededor de Cartagena, en el Reino de la Nueva Granada alrededor de Bogotá y Tunja, en la vecindad de Santa Fe de Antioquia y en el alto valle del Cauca en torno a Popayán y más allá, hacia Pasto. Estas propiedades eran usadas por sus dueños para cultivar productos europeos y para criar ganado para la venta en los mercados de la ciudad y en las áreas mineras. 32 Antes de terminar el siglo XVI, propiedades de este tipo estaban reemplazando a la encomienda como fuente principal de riqueza, a medida que aquella se debilitaba por el descenso en el número de indios.33 Sin embargo, a comienzos del siglo XVII la prosperidad de la agricultura disminuyó cuando la decadencia de la minería impidió el crecimiento de los mercados domésticos. ««Página 45»». A medida que los blancos y los mestizos pobres encontraban cada vez más difícil vivir en la desfalleciente economía de los encomenderos y los mineros, desertaban hacia áreas rurales donde fundaban establecimientos agrícolas que más tarde habrían de convertirse en parroquias españolas. Tal, por ejemplo, fue el origen de ciertas áreas en las regiones de San Gil y Socorro, al norte de Tunja, y en las de Medellín, en Antioquia, que habrían de volverse mucho más importantes en el siglo XVIII. Las tendencias a la ruralización y a una mayor autosuficiencia doméstica en la Nueva Granada durante el siglo XVII sugieren que la región se volvió más pobre a medida que se reducía la minería de oro, pero no significan necesariamente que la colonia hubiera visto una retirada generalizada a la decadencia económica. Las jeremiadas de los funcionarios reales pueden exagerar la escala de la depresión en la Nueva Granada, ya que primordialmente estaban preocupados por explicar el descenso en los ingresos y por consiguiente les inquietaba el desempeño de los impuestos en la producción de oro. Disminuida como incontestablemente lo 30 El concepto de un espacio peruano es desarrollado por Carlos Sempat Assadourian, "Integración y desintegración regional en el espacio colonial. Un enfoque histórico", en su colección de ensayos, El sistema de la economía colonial. Mercado interno, regiones y espacio económico (Lima, 1982), pp. 109-34. 31 Gómez, L'envers de L'Eldorado. pp. 81-9, 279-87. 32 Para una discusión general sobre la formación de grandes propiedades en la Nueva Granada, ver Juan Friede, "Proceso de formación de la propiedad territorial en la América intertropical", Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Latinoamerikas, vol. 2 (1965), pp. 75-87. 33 Para una discusión completa de la decadencia de la encomienda, ver Julián B. Ruiz, Encomienda y Mita en la Nueva Granada en el siglo XVIII (Sevilla, 1975), pp. 125-218.

estaba, la producción de oro continuaba animando el intercambio regional de alimentos y manufacturas básicas. En efecto, el comercio regional se estimuló después de 1620 con el establecimiento de una casa de moneda en Santa Fe de Bogotá, y con la introducción de una moneda de plata que facilitaba el comercio interno al impulsar la circulación del dinero y limitar los efectos deflacionarios de las exportaciones de oro.34 La información sobre el comercio dentro de la Nueva Granada es escasa, pero la competencia por el recaudo de ingresos en los puertos fluviales sugiere que el comercio interno en productos domésticos era razonablemente boyante. 35 Comerciantes y terratenientes en los distritos de Santa Fe y Tunja, Neiva y Popayán continuaban lucrándose ««Página 46»». con la venta de trigo, ganado y productos del azúcar en las regiones mineras de Antioquia, Popayán y el valle del alto Magdalena, donde el flujo de oro con que se pagaban consolidaba los fundamentos de una agricultura comercial establecida a fines del siglo XVI.36 Había también signos de que la colonia estaba desarrollando un sector manufacturero rudimentario. En el decenio final del siglo XVI, el presidente de la audiencia de Santa Fe llamó a los corregidores bajo su jurisdicción para que organizaran el trabajo indio en talleres para producir telas de lana, faldas de lana rústica, cobijas y sombreros. 37 En 1610 había seis obrajes de éstos en la ciudad de Tunja, y durante el siglo XVII la ciudad se convirtió en el núcleo de un comercio floreciente, conducido con otras regiones de la Nueva Granada y con la vecina Venezuela. 38 El crecimiento del comercio interregional se reforzó aún más durante finales del siglo XVII con el desarrollo de comunidades agrarias en las regiones de San Gil y Socorro, las que producían textiles de algodón crudo tanto para su propio uso como para mercados en otras áreas de la Nueva Granada. Así, durante el siglo XVII la Nueva Granada pasó por una larga 34 Sobre el establecimiento de la casa de moneda y la introducción de moneda de plata, ver Juan Friede, Documentos sobre la fundación de la Casa de Moneda en Santa Fe de Bogotá (Bogotá, 1963). 35 Sobre estos ingresos, ver Colmenares, Historia económica, vol. I, pp. 277-9. 36 Ibid., p. 286. 37 Ibid., p. 135. 38 Un informe hecho en 1761 recordaba que Tunja había sido "en el siglo pasado y en parte del presente siglo el depósito de mercancías, no sólo por la abundancia de productos y bienes de toda clase sino también debido al vigor y a la constancia de su comercio; los mercaderes y hacendados de Maracaibo y Mérida comerciaban anualmente con la provincia de Tunja para abastecerse de mulas, cobijas, sombreros, lienzos, camisas y otros llamados bienes domésticos, algunos para sus haciendas y otros para aprovechar su intercambio por cacao en las ciudades de La Grita, Cúcuta, Salazar de las Palmas y San Faustino, efectuando este comercio en pesos fuertes, de los cuales había gran cantidad..." AHNC, Aduanas (Cartas), tomo 8, folio 428. Para mayor información sobre la economía de Tunja en el siglo XVII, ver Luis Torres de Mendoza, Colección de documentos inéditos, 42 vols. (Madrid 1864-84), vol. 9, p. 418; también Vicente Cortés Alonso, "Tunja y sus vecinos", Revista de Indias, vol. 25 (1965), pp. 196-202.

fase de cambio y consolidación, durante la cual se hizo más autosuficiente en alimentos básicos y en textiles crudos, y menos dependiente de la minería del oro y de las importaciones de España. ««Página 47»». El comercio con España estaba a cargo de los "galeones de Tierra Firme", que abastecían a la Suramérica española vía Cartagena de Indias y Portobelo/Panamá. En los primeros años de la colonización española en territorio colombiano, había habido varias rutas posibles para conectar a la Nueva Granada con las rutas de comercio español en el Atlántico. Una ruta era terrestre a través de Venezuela hasta el golfo de Maracaibo; otra posibilidad era una ruta que conectara las vías marítimas del Pacífico, que corrían entre Perú y Panamá; otra era por Cartagena de Indias, vinculada al interior por el río Magdalena. Al final predominó esta última, gracias principalmente a la ascendencia de Jiménez de Quesada y su patrón Fernández de Lago. Así, en lugar de ser absorbida en una esfera de influencia venezolana u orientada hacia la economía emergente Perú/Pacífico, la Nueva Granada tomaría a Cartagena como su puerto principal y miraría al norte, hacia el Caribe, para sus conexiones con el sistema de comercio trasatlántico español.39 Mientras la producción de oro se hallaba en su apogeo florecía el comercio con España; éste empezó a reducirse aproximadamente desde 1610, en un descenso que en apariencia se prolongó a lo largo del siglo. 40 Más o menos desde la mitad del siglo los galeones que abastecían a la Nueva Granada y al Perú se hicieron cada vez más irregulares, pasando de viajes anuales a cada dos o tres años y a veces a intervalos más largos. Así, entre 1675 y 1700 los galeones hicieron sólo seis viajes de ida y vuelta.41 ««Página 48»». Los historiadores suelen considerar este cambio en el patrón de los viajes, junto con un descenso en el valor de los cargamentos de tesoro registrados oficialmente, como síntoma de una decadencia en el comercio americano y como señal de que las economías coloniales se estaban contrayendo o se estaban volviendo más capaces de suplir sus propias necesidades. De hecho, el movimiento más lento del tráfico trasatlántico no reflejaba necesariamente una crisis del comercio colonial. Es cierto que las cifras oficiales muestran un descenso 39 Ver Gómez, L'envers de L'Eldorado, pp. 1 19-39. Los primeros desarrollos del comercio español con Nueva Granada están descritos en Pierre y H. Chaunu, Seville et l'Atlantique (1504-1650), 8 vols. (París, 1955-60), vol. XVIII (Parte 1), pp. 1016-42. 40 Colmenares, Historia económica y social, vol I, p. 242. 41 Lugardo García Fuentes, El comercio español con América, 1650-1700 (Sevilla, 1980), pp. 402-3.En su cuantificación de los movimientos de embarcaciones durante este período, García Fuentes muestra que el tráfico trasatlántico cayó a sólo 22% del total para el siglo y durante cincuenta años escasamente recuperó los niveles alcanzados en el decenio de 1610 a 1619. Ibid., p. 218.

en el valor del tesoro llevado a España desde América del Sur, pero la generalizada evasión de impuestos significa que las estadísticas del gobierno no son muy de confiar. Si nos volvemos a los cálculos más realistas de ingresos al tesoro provenientes de las Américas que eran hechos por comerciantes fuera de España (en particular los holandeses), parece que, lejos de contraerse, el valor del tesoro exportado desde las Indias subió considerablemente a finales del siglo XVII. En efecto, estos cálculos sugieren que los ingresos del tesoro alcanzaron en las décadas de 1670 y 1690 niveles que excedían los picos alcanzados en el auge de la primera gran bonanza minera americana. 42 Así, aunque las flotas viajaran con mucha menor frecuencia en la segunda mitad del siglo XVII, es posible que hayan llevado una mercancía más valiosa. Infortunadamente, no sabemos cuánto contribuyó la Nueva Granada al comercio trasatlántico durante esos años, ya que gran parte era de contrabando. Lo que está claro, sin embargo, es que el comercio exterior de la colonia tendía a caer en manos de extranjeros. Iba por medio del contrabando tanto dentro del sistema de navegación español como fuera de éste, directamente a puertos extranjeros en el Caribe. Porque a medida que los ingleses, franceses y holandeses empezaron a usar sus colonias caribeñas como bases para el comercio ««Página 49»». ilegal con las vecinas colonias españolas, las costas de la Nueva Granada se convirtieron en una meta favorita para los contrabandistas. Cartagena de Indias era particularmente atractiva porque las importaciones podían cambiarse por oro del interior, y porque los contratos para la trata de esclavos que la corona española otorgaba a compañías extranjeras suministraban un tapujo para la importación ilegal.43 Los recursos coloniales se desviaban entonces hacia los extranjeros por medio del contrabando, en un patrón de comercio ilegal que había de presentarles a los gobiernos borbones un problema persistente a lo largo del siglo XVIII. EL GOBIERNO COLONIAL: ESTRUCTURA Y DESARROLLO A finales del siglo XVII la laxitud del control económico español sobre la Nueva Granada era comparable a la debilidad del gobierno colonial. En teoría, el gobierno estaba estructurado clara y efectivamente. En su cima estaba la audiencia de la Nueva Granada, creada en 1550, con su sede en Bogotá y con la responsabilidad última en materia de leyes y gobierno civil. 44 42 Michel Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux metaux.Les retours des trésors américains d'apres les gazettes hollandaises (XVIe-XVIII siecles) (Cambridge, 1985),Tabla 41, p. 242; Tabla 42, p. 250; Tabla 43, p. 262; Tabla 45, pp. 279-82. 43 Curtis Nettels, "England and the Spanish American Trade, 1680-1715", Journal of Modern History, vol. 3 (1931), pp. 1-53. 44 Para un comentario sobre las primeras fases del gobierno en la Nueva Granada y las dificultades que confrontaba la audiencia, ver Gómez, L'envers de L'Eldorado, pp. 6377.

El territorio fue dividido además en unidades de gobierno provincial, en una serie de gobiernos, corregimientos y alcaldías mayores de diferente tamaño, riqueza e importancia. A fines del siglo XVII las más importantes eran Santa Fe y Tunja, en el corazón de la Nueva Granada, Cartagena en la costa del Caribe y Popayán al sur. Estas provincias tenían los pueblos más grandes y más ricos del territorio y, con ellos, los componentes más vigorosos de su gobierno. Como gobiernos separados, a su vez estaban divididos por las jurisdicciones de los gobiernos fiscal, militar, civil y eclesiástico, cada una diseñada ««Página 50 »». para mantener un área específica de autoridad. En la práctica, sin embargo, esas divisiones fraccionaban en lugar de facilitar el control real del territorio porque desintegraban la autoridad central, con lo cual agravaban los problemas de comunicación y mando impuestos por la distancia. Algunas provincias, por ejemplo, estaban más subordinadas que otras a la audiencia de Bogotá. El gobierno de Santa Fe era controlado muy fácilmente por la audiencia, ya que algunas de las responsabilidades de su gobierno eran ejercidas directamente por el presidente de la audiencia. Al otro extremo estaban el gobierno y comandancia general de Cartagena, cuyo gobernador era nombrado directamente por el rey y quien, en gran parte debido a su preeminencia militar, disfrutaba de un alto grado de independencia frente a los jueces de la audiencia en Bogotá. Muy complicada era la situación de Popayán, que caía bajo la doble jurisdicción de las audiencias de Santa Fe y Quito. En materias de gobierno civil y de defensa, la mayor parte de la provincia caía bajo la autoridad de Quito, aunque esto era disputado por la audiencia en Santa Fe, que conservaba ciertos derechos en esas esferas. En la esfera eclesiástica también había divisiones, con la diócesis de Popayán perteneciente a la arquidiócesis de Santa Fe de Bogotá, pero con algunas partes de la provincia de Popayán, como Pasto, incorporadas a la diócesis de Quito. 45 La Nueva Granada del siglo XVII no era, pues, una entidad administrativa unificada y coherente. Los límites de los gobiernos civil y eclesiástico distaban de ser uniformes, las líneas de manejo fiscal cruzaban las fronteras entre las audiencias y la autoridad de la audiencia de la Nueva Granada estaba fragmentada bajo las jurisdicciones de gobiernos provinciales, varios de los cuales funcionaban como unidades virtualmente autónomas y con gobernadores que ««Página 51»». pocos oídos prestaban a las órdenes de Bogotá. 46 La penetración de los intereses 45 La estructura administrativa de Nueva Granada, junto con comentarios sobre su historia, está trazada en Francisco Silvestre, Descripción del Reyno de Santa Fe de Bogotá (1789), (Bogotá, 1968). También se encuentran informaciones sobre la provincia de Popayán en Peter Marzahl, Town in the Empire: Government, Politics and Society in Seventeenth Century Popayán (Austin, Texas, 1978), p. 9. 46 Para un recuento general del gobierno a comienzos del siglo XVII en Nueva Granada, ver Manuel Lucena Salmoral, "Nuevo Reino de Granada, Real Audiencia y presidentes. Presidentes de capa y espada, 1605-1628", en Historia Extensa de Colombia, Vol. III,

locales en el tribunal de la audiencia reducía más aún su efectividad, al diluir la eficiencia del control real sobre la Nueva Granada y al crear problemas que, en el siglo XVIII, iban a persuadir a los borbones de crear una nueva autoridad política, un virrey, para que presidiera la audiencia y los gobiernos provinciales. Incluso antes del ascenso de la dinastía borbónica, la debilidad de la autoridad real en la región se había vuelto motivo de seria preocupación para la corona. Un problema resultaba de los ataques a la soberanía española en el área. En 1695 los escoceses trataron de implantar una colonia en Darién y, aunque la expedición fue organizada con tanta inepcia que no representó mayor peligro, era un reto directo e inquietante a la soberanía española en el área y requirió una respuesta militar.47 Peor aún, el puerto de Cartagena de Indias fue asaltado en 1697 por una flota francesa bajo el mando del almirante Pointis y, tras un ataque exitoso, cayó en manos de los franceses. Aunque temporal, la caída de la ciudad causó pérdidas considerables a intereses económicos tanto del rey como privados y fue una derrota humillante para España.48 No es sorprendente que hubiera producido alarma en el centro del gobierno español y conducido a una investigación inmediata de alto nivel sobre la administración civil y militar en Cartagena. La debilidad revelada por la caída de Cartagena era simplemente un aspecto de un problema de gobierno más amplio en la audiencia de la Nueva Granada. Durante el último decenio del siglo XVII la autoridad de la administración real parece haberse virtualmente roto ««Página 52»». en varios aspectos importantes. En 1685 El Consejo de Indias de Carlos II comisionó una visita general a la Nueva Granada en respuesta a los informes sobre "el desorden que existe en ese reino en el tratamiento de los indios y en la colección de tributos", a la virtual esclavización de los indios por encomenderos en la provincia de Popayán y a la prevalencia de prácticas fraudulentas en el registro y la exportación de oro.49 La visita no iba a ser un éxito; de hecho, simplemente dramatizó los problemas que se le había comisionado para resolver. El visitadorgeneral Carlos Alcedo y Sotomayor se vio frustrado en su tarea por la captura de Cartagena, y la visita concluyó abruptamente cuando fue enviado a la ciudad a investigar las razones de su caída. Pues cuando trató de aplicar sus órdenes, el gobernador le negó el ingreso; insistía en que ni Alcedo ni la audiencia tenían ninguna jurisdicción sobre él o sobre el establecimiento militar en la ciudad. El gobernador arrestó entonces a Alcedo y, tras fracasar en su intento de sobornarlo con un gran cohecho, lo deportó en un barco pequeño que hacía agua rumbo a La tomo 2 (Bogotá, 1966). 47 Para un relato completo de la expedición en Escocia y su suerte en Darién, ver John Prebble, The Darien Disaster (Londres, 1968). 48 Enrique de la Matta Rodríguez, El asalto de Pointis a Cartagena de Indias (Sevilla, 1979). 49 AGI Santa Fe 357, "Copia de la comisión dada a D. Carlos de Alzedo, Oidor de la Real Audiencia de Santa Fe para la visita de la tierra del Nuevo Reino de Granada" (Madrid, 1965); ibid., "Instrucción que ha de observar el Licenciado Don Carlos de Alzedo Sotomayor".

Habana.50 Pero si la visita llegó a un súbito e ignominioso final, la información que Alcedo reunió antes de su expulsión vale la pena repetirla, ya que arroja luz sobre los problemas que el gobierno español confrontaba en la Nueva Granada al final del período de los Habsburgos. Para la corona española, el problema central era lograr un gobierno efectivo. Alcedo encontró pocas áreas donde la autoridad real no fuera burlada abiertamente. En las dos principales provincias de Popayán y Santa Fe, el trabajo indio era explotado sin tener en cuenta la ley, y los ingresos por tributos no guardaban relación con el número de indios. A la corona también se la defraudaba en su ingreso por ««Página 53»». medio de la extendida evasión de gravámenes y contribuciones sobre los productos del recurso más rico de la colonia, sus minas de oro. Alcedo informaba sobre un decreto real que ordenaba el pago de 50.000 pesos que los vecinos de Mompós debían por quintos y que nunca se había aplicado; encontró también que la colusión entre mineros y funcionarios en la provincia de Cartagena permitía el fraude en escala tan grande que en veinte años se había pagado en quintos la minúscula suma de 241 pesos. Al referirse al pago de quintos al tesoro del Tribunal de Santa Fe, Alcedo alegaba también que la corona estaba siendo defraudada en la enorme suma de 20.386 castellanos al año, una suma equivalente a una producción de oro de unos 407.700 castellanos (casi un millón de pesos de plata). Además, afirmaba que las costas de la Nueva Granada estaban infestadas de contrabandistas y que los extranjeros, especialmente los holandeses, disfrutaban de fácil acceso tanto a los mercados del país como a su oro.51 Y aunque Alcedo no había logrado nada en su investigación de la caída de Cartagena, las pruebas recogidas en investigaciones posteriores indican que el gobierno de la ciudad había estado mucho más ocupado en llenarse sus bolsillos que en defender la plaza.52 Semejante corrupción en una de las ciudades más importantes la de Nueva Granada sugiere que la malversación de fondos reales era cosa común en los más altos niveles del gobierno provincial. Los informes de Alcedo carecen de suficiente alcance o de detalles específicos para suministrar una visión vasta del gobierno y de la economía de la Nueva Granada a fines del siglo XVII; sin embargo, trasmiten la impresión inconfundible de que España había perdido el control de la región de dos maneras interrelacionadas. Una era económica, y se reflejaba en el comercio de la colonia. Al llamar la atención sobre la prevalencia del contrabando en la costa caribe, el informe de Alcedo muestra la debilidad del control comercial de ««Página 54»». 50 AGI Santa Fe 357, "Memorial de Carlos de Alzedo y Sotomayor al Consejo de Indias" (San Lorenzo, octubre 31, 1699). Ver también Matta Rodríguez, El asalto de Pointis, pp. 135-49. 51 AGI Santa Fe 357, "Lo que resulta de las consultas hechas al Consejo por D. Carlos de Acedo Sotomayor". 52 Matta Rodríguez, El asalto de Pointis, pp. 65-78.

España sobre la colonia a fines del siglo XVII. Esta, por supuesto, era parte de una deficiencia estructural más seria en las relaciones económicas imperiales, ligada a la incapacidad de España para suministrar a sus colonias una fuente de importaciones que fueran lo bastante baratas para competir con productos extranjeros suministrados directamente por los ingleses, holandeses y franceses del Caribe. Las raíces del problema, en suma, estaban en la estructura misma del comercio trasatlántico español que, al concluir el siglo XVII, era poco más que un conducto para productos extranjeros trasladados a América a través de España. La penetración comercial extranjera también reflejaba la debilidad política de España en la colonia. No sólo los bajos salarios y la laxa supervisión de los funcionarios llevaban a una extensa colusión para el contrabando, sino que a finales del siglo XVII la Nueva Granada también parecía haberse fragmentado en un enjambre de provincias virtualmente autónomas alejadas de la supervisión española. Los jueces de la audiencia en Bogotá podían tratar de afirmar su autoridad sobre las provincias, pero ésta no era realmente reconocida. De hecho, cuando el presidente de la Nueva Granada trató de respaldar la desdichada misión de Alcedo a Cartagena en 1698, la consiguiente disputa entre el gobernador y la audiencia estuvo a punto de llegar al conflicto armado y terminó con la escapatoria del gobernador a Jamaica.53 Tras esta áspera crisis dentro del gobierno colonial yacía otro fenómeno que reflejaba y acentuaba la debilidad de la autoridad real: la generalizada evasión de los tributos reales. El estado empobrecido de los tesoros reales de Nueva Granada mostraba que los funcionarios coloniales habían sido corrompidos profundamente, mientras que la falta de fondos también deterioraba la administración y la defensa efectivas. ««Página 55»». LA TRANSICIÓN AL RÉGIMEN BORBÓN A comienzos del siglo XVIII, el control de España sobre el gobierno y los recursos de la Nueva Granada era sumamente débil. Los gobiernos provinciales operaban sin referencia a la audiencia en Bogotá, las finanzas reales eran un desastre, el comercio estaba principalmente en manos de extranjeros y la defensa costera era tan débil que Cartagena de Indias, el puerto principal y la fortaleza más importante de la colonia, había sido incapaz de rechazar un ataque de un filibustero francés. En suma, el gobierno de la Nueva Granada estaba dividido y era inefectivo, cortado de la línea clara de mando de la España metropolitana y sin una fuente de autoridad indisputada dentro de su propio territorio. Si el gobierno en Madrid tenía conciencia de estos problemas, no estaba en posición de remediarlos. Durante el último decenio del siglo XVII el gobierno en España se hallaba a la deriva, en espera de la muerte de su rey inválido y sin herederos. Luego, con la muerte de Carlos II en 1700, España entró en una honda crisis política. Cuando Felipe de Anjou, nieto y protegido de Luis XIV, heredó el 53 Sobre la disputa entre la audiencia y el gobernador, y su resultado, ver ibid., pp. 135-70.

trono para convertirse en Felipe V de España, apoyado por Francia, su sucesión fue desafiada por Inglaterra, Austria y la República Holandesa. Temerosas de una dominación francesa en Europa, estas potencias respaldaron a un aspirante de la familia de los Habsburgos y formaron una Gran Alianza para oponerse a la sucesión borbónica, con lo que sumergieron a España en una prolongada guerra internacional. Durante un decenio, el futuro de España estuvo en el aire, a medida que potencias rivales luchaban por su territorio en Europa y competían por la ascendencia comercial en sus colonias americanas. Al final de la Guerra de Sucesión española (1702-13), Felipe V mantuvo su trono y España entró en una nueva etapa de su historia política. Bajo una monarquía que aspiraba a reconstruir el poder y el prestigio españoles en Europa, se originó un largo, espasmódico y disparejo proceso de reforma y realineamiento imperial, comenzando ««Página 56»». en España pero extendiéndose gradualmente a las Américas. En la Nueva Granada el proceso comenzó sorprendentemente temprano. Durante el último decenio de gobierno habsburgo, España había investigado los problemas de la región y durante el primer Borbón se tomaron acciones para remediarlos, como parte de un programa más vasto de reforma en el gobierno y el comercio americanos. La reparación del sistema colonial español no empezó inmediatamente. El gobierno de Felipe V estaba preocupado con la supervivencia, y tenía cuidado por consiguiente de evitar cualquier novedad que pudiera turbar las relaciones con las colonias.54 En cuanto tocaba al gobierno americano, esto significaba que continuaban las prácticas establecidas por los Habsburgos. Así, por ejemplo, la corona continuaba vendiendo nombramientos para las audiencias coloniales, una práctica que no sólo recaudaba dinero sino que ayudaba también a mantener la lealtad al nuevo régimen al permitirles a los colonos compartir el poder y los atributos del gobierno.55 En la Nueva Granada, entre tanto, no se hacían esfuerzos para proseguir las investigaciones iniciadas por Alcedo y Sotomayor, ni tampoco intento alguno para reparar los desórdenes en el gobierno encontrados por él. La Nueva Granada, por consiguiente, continuó bajo la misma forma débil, descentralizada de gobierno que había prevalecido bajo el último Habsburgo, sin ninguna nueva intervención de las autoridades centrales en España. Fue tan sólo al terminar la Guerra de Sucesión cuando Felipe V se embarcó en políticas para revivir a España y a su imperio; entonces, por primera vez durante el siglo XVIII, la Nueva Granada se convirtió en escenario para implementar las políticas reformistas formuladas en Madrid. Al principio, la reorganización borbónica del Estado español se concentró en España misma. Aconsejado por sus asesores franceses, 54 Henry Kamen, The War of Succession in Spain, 1700-1715 (Bloomington, 1969), pp. 9-41; John Lynch, Bourbon Spain, 1700-1808 (Oxford, 1989), pp. 22-60. 55 Sobre la venta de cargos en esos años, ver Mark A. Burkholder y D.S. Chandler, From Impotence to Authority: The Spanish Crown and the American Audiencias, 1697-1808 (Columbia, Mississippi, 1977), pp. 18-36.

««Página 57»». Felipe V se dedicó a la reforma administrativa interna, a remodelar al Estado español en torno a líneas más centralizadas, estabilizar la moneda y estimular las finanzas reales. Su primera prioridad era desplazar el poder de la estructura conciliar tradicional dominada por la aristocracia en beneficio de un gabinete o despacho, que trabajaba a través de departamentos ministeriales. Iniciada durante la Guerra de Sucesión, esta reestructuración administrativa se formalizó en 1714 con la creación de cuatro secretarías de Estado: guerra, justicia, Estado y marina y colonias. Pese a un breve revés en 1715, la nueva forma de gobierno continuó desarrollándose y propagando reformas, y a medida que echaba raíces hubo mayor atención del gobierno a las Américas. Entre 1716 y 1723, la nueva Secretaría de la Marina y las Indias se volvió activa, poniendo en revisión tanto el gobierno colonial como el comercio y elaborando políticas diseñadas para hacer de las colonias entidades más pendientes de las necesidades españolas. 56 Dentro de este contexto emergieron las primeras reformas borbónicas implementadas en la Nueva Granada. La reforma política comenzó con el establecimiento del primer virreinato en 1719; la reforma económica se inició en 1720 con un proyecto para revivir el comercio español con la Nueva Granada y Perú. En el curso del siglo estas reformas fueron seguidas por otras que, encaminadas a mejorar el sistema colonial español reforzando la autoridad real y aumentando el flujo de recursos coloniales desde América hacia España, también afectaban la economía y el gobierno de la Nueva Granada. Sin embargo, antes de examinar el impacto del imperialismo borbón, debemos trazar los rasgos salientes de la sociedad y de la economía neogranadinas y rastrear las tendencias principales de su desarrollo demográfico y económico durante el siglo XVIII. ««Página 58»». Página en blanco ««Página 59»». Parte I Economía y sociedad en la Nueva Granada del siglo XVIII ««Página 60»». Página en blanco ««Página 61»». RECURSOS Y REGIONES Los mapas del siglo XVII de la Nueva Granada muestran un país dividido en cuatro grandes unidades administrativas, todas reliquias de la conquista española. 56 Kamen, The war of Succession, pp. 83-117; John Lynch, Bourbon Spain, pp. 60-6.

En la costa caribe estaban los dos gobiernos de Santa Marta y Cartagena; en el interior, el Nuevo Reino de Granada dominaba el oriente del país; en el oeste y sudoeste yacía la gran gobernación de Popayán, que se extendía hasta los límites con Ecuador. Los mapas del siglo XVIII, en contraste, presentan un cuadro más detallado de los rasgos topográficos y de las divisiones administrativas del territorio, mostrando todas las provincias creadas por colonización después de la conquista y, en mapas más tardíos, colocando estas provincias dentro del marco del virreinato creado por la monarquía borbónica. 57 La mayor sofisticación cartográfica era en parte un reflejo del progreso del gobierno bajo el régimen borbón, y el espléndidamente detallado Plan Geográfico del Virreynato de Santa Fe de Bogotá, Nuevo Reyno de Granada, elaborado en 1772, refleja las nuevas inquietudes con el ordenamiento y control del territorio colonial. 58 Pero si mejores mapas presentan una definición más exacta de la tierra y sus límites políticos, mucho se oculta bajo ««Página 62»». su ordenada superficie. Cuando la Nueva Granada cayó bajo el gobierno borbón, era un mosaico de regiones, cada una separada de las demás por largas distancias y terreno dificultoso, y distinguidas por diferencias culturales surgidas de variaciones en la mezcla local de europeos, indígenas y africanos. El área de colonización efectiva era, además, bastante pequeña. Mucho del territorio mostrado en los mapas coloniales estaba sólo teóricamente controlado por el Estado español. Entre los pueblos, y más allá de ellos, marcados en los mapas contemporáneos había vastos sectores de tierra donde la colonización era desvaída o inexistente, donde los límites administrativos estaban borrosos y donde la presencia del gobierno se veía a veces limitada a la visita ocasional de misioneros ambulantes. De hecho, en el siglo XVIII la Nueva Granada había asumido una configuración demográfica y económica que no se prestaba fácilmente a la explotación española. La colonización se hallaba concentrada en el interior, lejos de la influencia del comercio marítimo; la población estaba compuesta principalmente de gentes libres que no le debían tributos al Estado ni prestaciones económicas a sus élites; y por último, la economía se encontraba fragmentada en regiones cuyas partes interactuaban más unas con otras que con el mundo atlántico.

DEMOGRAFÍA Y ECONOMÍA Una perspectiva útil para mirar la economía y la sociedad de la Nueva Granada en 57 Para algunas reproducciones de mapas coloniales de la Nueva Granada, ver Eduardo Acevedo Latorre, Atlas de mapas antiguos de Colombia, siglo XVI a XIX (Bogotá, 1986). Para mayor información sobre mapas de Nueva Granada, ver Vicenta Cortés, Catálogo de mapas de Colombia (Madrid, 1967); Kits S. Kapp, The Early Maps of Colombia up to 1850 (North Bend, Ohio, 1971). 58 Este mapa está reproducido en Acevedo Latorre, Atlas, pp.100-1

el siglo XVIII la suministra el censo territorial efectuado en 1778-80. 59 En esos años, la Nueva Granada tenía una población pequeña. De hecho, con menos de 800.000 personas, su población era más pequeña de lo que había sido a comienzos del siglo XVI, antes de ser diezmados los nativos después de la conquista y la colonización españolas. La mayor parte de la gente vivía en el ««Página 63»». Recursos y regiones Mapa 2.1 Distribución de la población en la Nueva Granada, 1778-80 (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 1) ««Página 64»». campo, concentrada en el interior de rústicos pueblos provincianos con entre 5.000 y 15.000 personas viviendo en su jurisdicción. Bogotá, la capital virreinal y principal ciudad de la Nueva Granada a fines del siglo XVIII, tenía tan sólo unos 20.000 habitantes; la otra y única ciudad de tamaño comparable era Cartagena de Indias, el principal puerto de la Nueva Granada. 60 Como lo muestra el mapa 2.1, la gran mayoría de la población vivía muy al interior del país, más que todo en la Cordillera Oriental, donde se había fundado primero el reino. En 1780, esta región era el núcleo central de la Nueva Granada. Unas 360.000 personas (45% del total de la población de la colonia) vivía allí, en las mesetas y en las cuencas entre Bogotá y Pamplona, con otras 82.500 (10%) en las áreas de tierra caliente colindantes en las faldas y llanos adyacentes del valle del Magdalena, en Guaduas, Neiva, Honda y la provincia de Mariquita. Por fuera de este núcleo central había otras tres regiones principales de colonización. En el norte, en el litoral caribe, unas 162.000 personas (20% del total de la población) vivían en las provincias de Cartagena, Santa Marta y Río Hacha, la mayoría en el hinterland de Cartagena de Indias, el principal puerto atlántico de la colonia. Muy hacia el sur estaba la provincia de Popayán, con más de 91.000 habitantes, la mayor parte en jurisdicción de los pueblos que se extendían hacia el sur por el valle del Cauca y hasta las mesestas en torno a Popayán y a Pasto. Tomadas en conjunto, estas áreas en la provincia de Popayán tenían alredor del 11.5% de la población de Nueva Granada. Macla el oeste, la ocupación colonial era mucho menos sustancial. En la Cordillera Central, Antioquia tenía un poco más de 46.000 habitantes (cerca del 6% de la población), que vivían de la minería de oro y de la agricultura en una región que estaba ««Página 65»». 59 Este censo está esbozado en el Apéndice A, Cuadro 1. 60 Para comparar las ciudades de la Nueva Granada en el siglo XVIII con las de otros países hispanoamericanos, ver Louis Hoberman y Susan Migden Socolow (comps.), Cities and Society in Colonial Latin America (Albuquerque, New Mexico, 1986), p. 5.

todavía muy poco colonizada. Más al oeste y al sudoeste, en las tierras bajas del Pacífico, estaban las otras zonas mineras importantes de la Nueva Granada. Tomados en conjunto, los yacimientos de oro de Barbacoas, Raposo, Iscuandé y el Chocó tenían una población de unas 30.500 personas (4% del total de la Nueva Granada), de las cuales la mitad estaban en la provincia del Chocó. 61 Durante el siglo XVIII la población estaba creciendo y cambiando, a medida que la Nueva Granada se hacía una sociedad fundamentalmente mestiza, muy distinta de las sociedades españolas en la entraña colonial de Mesoamérica y los Andes centrales y del sur. En los censos de 1778-80, la población estaba dividida en las usuales cuatro categorías raciales: blancos, negros, indios y libres de todos colores. De éstas, el grupo más grande era el de los libres o mestizos. En 1780, la gente de raza mezclada constituía casi la mitad (46%) de la población de la Nueva Granada. La mayoría de los demás estaban clasificados bien como blancos (26%) o indios (20%), seguidos por una minoría sustancial de esclavos negros (8%). La preponderancia de los libres es sorprendente. A fines del siglo XVIII, la sociedad india se había encogido hasta la sombra de su antigua identidad, desplazada por los mestizos y los blancos. Minada por las epidemias y la explotación después de la conquista, las comunidades nativas que estaban en estrecho contacto con los blancos se veían constantemente erosionadas por el mestizaje, el proceso de cruce que arrojaba a los indios a la sociedad mestiza. Al final del siglo XVIII, las únicas áreas donde los indios eran todavía una mayoría local estaban en la provincia de Pasto, en los llanos del Casanare y en áreas fronterizas de las costas Pacífica y Caribe, donde los indios habían resistido, o eludido con éxito, la penetración blanca. En otras partes los indios se habían vuelto una minoría en su propia tierra, superados en número por blancos y mestizos en una estructura de««Página 66»». mográfica que contrastaba agudamente con la de las tierras andinas al sur, con Ecuador, Perú y Bolivia.62 El mestizaje era la fuerza propulsora tras el crecimiento de la población. En 1751 Basilio Vicente de Oviedo llamó la atención sobre el fenómeno del mestizaje y sus repercusiones en la sociedad rural cuando se refería al cambio de población en un área de la provincia de Tunja: En la jurisdicción que hoy es del pueblo de San Gil... Había tres aldeas que en el pasado tenían 1.000 indios; eran Guane, Chancón y Charalá y Oiba. Hoy hay en estas tres aldeas 200 indios, mientras que de los llamados españoles que incluyen blancos, mestizos, cuarterones y cholos— hay más de 10.000 habitantes, de los que en verdad no más de 200 han venido de España a establecerse. 63

61 Apéndice A, Cuadro 2. 62 Apéndice A, Cuadros 3 y 4. 63 Basilio Vicente de Oviedo, Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1930), p. 118.

Aunque Oviedo tenía cuidado en aclarar que los indios no habían sufrido la misma tendencia marcada a declinar donde se habían establecido pocos blancos, el proceso que describe era típico de la mayor parte de la Nueva Granada, y refleja una tendencia general de la población mestiza a expandirse a una tasa mucho más rápida que la de los indios. Los indios eran constantemente llevados de sus propias comunidades a áreas de colonización blanca donde, por matrimonio y cohabitación con mestizos, quedaban añadidos a la población mixta mientras que simultáneamente reducían la base reproductiva de sus comunidades originales. 64 El crecimiento de la población mestiza estaba muy marcado en la región de la Cordillera Oriental, donde se reflejaba claramente en presiones para revisar el status de las tierras protegidas de los indios, ««Página 67»». los reguardos de indios. Enfrentada al brusco descenso de la población nativa a fines del siglo XVI, la corona había tratado de regular la explotación de la fuerza de trabajo indígena y de sistematizar el recaudo de tributos al concentrar a las comunidades indias en resguardos, o tierras indias segregadas de los establecimientos españoles. Sin embargo, pese a estrictas prohibiciones legales contra la intrusión en el resguardo por parte de no indios, la demanda de tierra por parte de la creciente población blanca y mestiza, combinada con la necesidad de los indios de conseguir dinero para cumplir sus obligaciones tributarias, estimuló la cesión ilegal de tierras de resguardo a pequeños agricultores blancos y mestizos. 65 Investigaciones gubernamentales sobre las condiciones de las comunidades indias revelan que este proceso de asimilación y expropiación había llegado a una etapa avanzada en la segunda mitad del siglo XVIII. 66 Para 1778 la invasión de las tierras indias y la mezcla de razas estaban tan avanzadas que el "protector de los indios" gubernamental ya no encontraba factible distinguir entre los elementos indio y mestizo de la población rural; recomendaba por lo tanto que la corona debía reconocer la realidad al transferir formalmente los resguardos de la propiedad comunal de los primeros a la propiedad individual de los últimos. 67 Aunque menos numerosos que los mestizos, los blancos se habían vuelto un segmento sustancial de la sociedad de la Nueva Granada. A fines del siglo XVIII constituían un cuarto de la población total. El crecimiento de la población blanca, como la de los mestizos, era 64 Ibid. Para una visión general del descenso de la población india en las provincias de Tunja y Santa Fe, y sus consecuencias, ver Colmenares, La provincia de Tunja, pp. 85114, y Margarita González, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1970), pp. 47-80. 65 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos sobre historia social colombiana (Bogotá, 1968). pp. 170-1; González, El resguardo. pp. 65-70. 66 Los resultados de dos de estas investigaciones han sido publicados. Ver Andrés Verdugo y Oquendo, "Informe sobre el estado actual de la población indígena, blanca y mestiza de las provincias de Tunja y Vélez a mediados del siglo XVIII", ACHS, Vol. I (1963) y Francisco Antonio Moreno y Escand'ón, Indios y mestizos de la Nueva Granada a finales del siglo XVIII, comp. Jorge O. Melo (Bogotá, 1985). 67 González, El resguardo, pp. 71-7.

««Página 68»». evidente en las regiones centrales de la Cordillera Oriental. En la enorme provincia de Tunja y en menor extensión en la provincia de Santa Fe, los blancos pobres (muchos de los cuales podrían haber sido mestizos haciéndose pasar por blancos) parecen haberse multiplicado a una tasa rápida, particularmente en las áreas templadas de Socorro y San Gil, donde una frontera abierta había sido colonizada a fines del siglo XVII. Esta duplicación entre las poblaciones blanca y mestiza causó algunas fricciones sociales. Las pretensiones de limpieza de sangre (pura descendecia hispánica) eran ferozmente rebatidas durante el siglo XVIII, mientras los blancos luchaban por distinguirse de los crecientes grupos mestizos y mulatos. Los conflictos sobre el derecho a usar el título honorífico de "don" (apropiado tradicionalmente por los blancos para demostrar su superioridad sobre los nativos y los mestizos) se multiplicaron también, mientras los "nobles" provincianos luchaban por restringir su uso a aquellos que por nacimiento o función asumían una superioridad tanto sobre la población blanca como sobre plebeyos indios o mestizos.68 Evidentemente, el crecimiento de la población blanca había generalizado el uso del don hasta el punto de que estaba perdiendo su sentido como indicador de condición social. Las razones para el crecimiento de la población blanca residían principalmente dentro de la Nueva Granada. Aunque la emigración española a las Américas revivió durante el siglo XVIII, el componente peninsular español de la población seguía siendo pequeño. El crecimiento de la población blanca surgía por lo tanto de un aumento natural entre los españoles americanos o criollos, más que de la inmigración. Por supuesto, el crecimiento de la población criolla no se basaba sólo en la fecundidad de los habitantes puramente blancos. En los altos niveles de la sociedad, entre los terratenientes más ricos, dueños de minas, comerciantes y funcionarios del gobierno, había sin duda familias prominentes que podían alegar una ascendencia ««Página 69»». blanca ininterrumpida y que podían preservar una dinastía estrictamente blanca al casarse dentro de su propia clase o con españoles inmigrantes. Pero entre la mayoría de los blancos, por fuera de los rangos de las élites sociales, el matrimonio o la cohabitación con miembros de otros grupos raciales servía probablemente para inflar el número de los que podían pasar por blancos. No es difícil imaginar cómo un blanco pobre podía producir hijos con una mujer mestiza o mulata, permitiéndoles adoptar el status superior, patrimonial y racial, y luego, al mezclarse otra vez con mujeres mestizas, producir más descendientes con una aspiración a la blancura. Si la población de la Nueva Granada estaba creciendo indudablemente a fines del siglo XVIII, es difícil medir el ritmo de crecimiento o trazar sus variaciones 68 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos, pp. 181-203.

regionales. Según el virrey Caballero y Góngora, la población de todo el virreinato, incluidas las dos audiencias de Santa Fe y Quito, creció a una tasa promedio anual de 2.3% entre 1770 y 1778 y, pese a una epidemia de viruela, continuó creciendo sustancialmente en el decenio después de 1778. Sugería que la población del virreinato había aumentado probablemente en una sexta parte entre 1778 y 1788 (el equivalente de una tasa anual de crecimiento del 1.7%), para llegar a un total de unos 1.492.680 habitantes. 69 Los cálculos del virrey deben ser tratados con cierto escepticismo porque, para el decenio 1778-88, están basados en cifras para la provincia de Antioquia, donde las condiciones sociales y económicas no eran típicas de las halladas en otras regiones más populosas. Sin embargo, hay buenas razones para suponer que la tasa de crecimiento de la población en Antioquia era más o menos equiparada por otras regiones principales de la Nueva Granada. Pedro Fermín de Vargas, por ejemplo, llamaba la atención sobre la larga ««Página 70»». tendencia alcista en los precios de los productos básicos en Bogotá entre 1739 y 1791 como prueba de que la población de la ciudad estaba aumentando, y sus comentarios sobre la región del Socorro sugieren que ésta era una zona de crecimiento demográfico particularmente fuerte.70 Igualmente, la reorganización de las tierras indias en las provincias de Tunja y Santa Fe después de la mitad del siglo sugieren que allí también la población mestiza y de blancos pobres continuaba creciendo vigorosamente. Los censos de fines del siglo XVIII son un instrumento imperfecto para medir las tasas y distribución del cambio demográfico en la Colombia de fines de la Colonia, porque presentan un cuadro demasiado estático de la población de la región. No obstante, revelan al menos una sociedad que ha sido transformada profundamente desde las invasiones españolas. A fines del siglo XVIII la población indígena había sido fuertemente debilitada en la mayoría de las regiones. Esto era especialmente cierto en las tierras bajas tropicales donde los españoles se habían establecido, tanto en la costa del Caribe como a lo largo de los valles del Magdalena y del Cauca. Allí los efectos de la explotación tras la conquista y las epidemias habían aniquilado virtualmente a los pueblos indios. En las mesetas andinas las comunidades indias habían sobrevivido junto con establecimientos blancos y mestizos en resguardos que les daban una base independiente de subsistencia; sin embargo, incluso en este medio eran cada vez más aventajadas en número por sociedades rurales dominadas por blancos y mestizos. Excepto en la provincia sureña de Los Pastos y en áreas más allá de las fronteras del establecimiento agrícola español, las comunidades indias por lo general no eran sino rastros de su antiguo ser, reducidas a un punto en el que la recuperación era 69 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 242. En cartas a España escritas en el momento de la epidemia de viruela, Caballero y Góngora aseveraba que la mortalidad en la epidemia había sido bastante baja, debido a la introducción de la vacuna en muchos de los pueblos principales: Caballero y Góngora a Gálvez, Bogotá, 15 de junio de 1783, Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo-Virrey (no. 48). 70 Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos (Bogotá, 1968), pp. 89-90, 100.

imposible. Para fines del siglo XVIII, entonces, la Nueva Granada se había convertido en una sociedad en gran parte hispanizada, donde la cultura española se había desprendido de sus bases ««Página 71»». originales en las ciudades y donde criollos, mestizos y mulatos habían desplazado a los pueblos nativos en el campo. La conversión de la Nueva Granada en una sociedad esencialmente mestiza tuvo implicaciones importantes para su desarrollo. La sociedad dual de "repúblicas" indias e hispanas contemplada por las primeras leyes españolas había sido casi completamente subvertida por el mestizaje, y comparadas con los territorios andinos al sur, las comunidades indias les daban sólo una pequeña contribución a la economía y al Estado españoles, ya fuera en trabajo, mercados o impuestos. Había por supuesto variaciones regionales dentro de la Nueva Granada, pero generalmente la ausencia de grandes poblaciones nativas, basadas en la propiedad colectiva de la tierra y situadas en una relación especial con el Estado español, había producido un orden social diferente al de las regiones de América donde los indios eran la mayoría. Las divisiones raciales reforzadas con desigualdades económicas estratificaron la sociedad como lo hicieron en otras partes de la América española, pero la Nueva Granada era de muchos modos una sociedad menos rígida que aquellas donde las culturas indias habían permanecido fuertes, como las mesetas de Quito o las regiones sureñas andinas del Perú y del Alto Perú, o como el sur de México. En la mayor parte de la Nueva Granada la sociedad colonial era más un híbrido étnico, las divisiones raciales eran menos, importantes en la vida social y política y, sin lenguajes y culturas alternativos, la sociedad de clase baja estaba más completamente hispanizada. Esto no quiere decir necesariamente que la sociedad se hallaba mejor integrada o sus estratos populares más fácilmente controlados y disciplinados por las élites hispánicas. Quiere decir tan sólo que la identidad tenía diferentes raíces y asociaciones culturales. Sin un sentido vigoroso de separación étnica, la población de mestizos y de blancos pobres tendía a identificarse fuertemente con sus localidades. A medida que crecían, parroquias y pueblos blancos y mestizos cultivaban celosamente los derechos y privilegios locales y buscaban reconocimiento oficial como municipa««Página 72»». lidades autónomas capaces de manejar sus propios asuntos. Así, junto a las jerarquías de las élites urbanas, de las grandes haciendas y de las empresas mineras, algunas regiones de la Nueva Granada albergaban poblaciones grandes y en crecimiento de campesinos y agricultores que socialmente tenían más en común con las comunidades rurales de la Castilla del siglo XVI que con las sociedades indias de Perú o México en el siglo XVIII. En este sentido, la Nueva Granada tenía poco parecido con las sociedades coloniales de sus vecinos andinos, con sus grandes poblaciones quechua y aymará. Vista en conjunto, también difería marcadamente de la sociedad de la vecina provincia de Caracas,

donde los plantadores criollos dominaban una sociedad basada en la esclavitud africana. El crecimiento y mestizaje de la población de la Nueva Granada durante el siglo XVIII gradualmente modificó los patrones espaciales de asentamiento trazados tras la conquista. El archipiélago demográfico creado por la colonización española en los siglos XVI y XVII se amplió, tanto por la extensión de asentamientos en fronteras mineras y ganaderas como por la difusión de la agricultura campesina en las tierras altas. La estructura subyacente permaneció, sin embargo, intacta. Hacia fines del siglo la Nueva Granada seguía siendo un conglomerado laxo de regiones, cada una centrada en los pueblos establecidos tiempo atrás por los españoles como bases para explotar los recursos humanos y naturales del territorio. La economía de la Nueva Granada del siglo XVIII era también estructuralmente similar a la creada por los españoles durante el siglo XVI. Se movía sobre dos ejes principales. Uno era una agricultura ligada a la subsistencia y los mercados domésticos; el otro era una economía minera que producía metales preciosos para pagar el comercio con Europa. Durante el siglo XVIII, el oro seguía siendo el produit moteur de la Nueva Granada, y la agricultura colonial tenía pocas conexiones directas con los mercados externos. Algunos productos tropicales se exportaban a España, particularmente cacao cultivado en Cúcuta y en el valle del Magdalena. Pero como España ««Página 73»». podía obtener productos como azúcar, tabaco y cacao en cantidad suficiente o de mejor calidad en sus otras colonias, los mercados europeos tenían poca pertinencia para la mayoría de los campesinos y terratenientes de la Nueva Granada. De ahí que la agricultura comercial de la región estuviera confinada en gran parte a los circuitos de intercambio interregionales e intrarregionales. El más valioso de éstos ligaba las regiones agrícolas de las mesetas orientales y del valle del Cauca con las zonas mineras del oeste. Los centros de minería de oro de las mesetas antioqueñas y de las tierras bajas del Pacífico actuaban como imanes para los comerciantes, atrayendo importaciones de quincallería, textiles y productos de lujo de España, así como los productos de la agricultura y la industria de la Nueva Granada, incluidos ganado y derivados, telas ordinarias, trigo, queso, cacao, tabaco y productos del azúcar. Estos circuitos interregionales estaban reforzados por otros que unían tierras altas y bajas. Había, por ejemplo, movimientos de ganado desde los pastos de las tierras bajas a los mercados urbanos de las tierras altas; a la inversa, se llevaba trigo de las mesetas frías a consumidores que necesitaban harina en los pueblos de las tierras bajas tropicales. Había también un floreciente comercio interregional en tela cruda de algodón, llamada ropa de la tierra, producida en Socorro y los Llanos, y el tabaco y los productos del azúcar también se comerciaban extensamente dentro de las regiones y entre una región y otra. La integración económica auspiciada por ese comercio interregional tenía sin embargo su contrapeso en las deficiencias del transporte y las comunicaciones. En la escala temporal de la navegación transoceánica durante el siglo XVIII, el

principal puerto de la colonia estaba relativamente cerca de España. El viaje de Cádiz a Cartagena de Indias tomaba unas cuatro semanas; el viaje de regreso, vía Cuba y el canal de Bahamas, era un poco más largo, de unos setenta días. 71 Esta relativa facilidad de comunicación entre España y Nueva Gra««Página 74»». nada terminaba sin embargo abruptamente en la costa del Caribe, y la mayor parte del territorio colombiano estaba aislado de la economía atlántica. El río Magdalena suministraba un paso del Caribe al interior, pero era un viaje largo y costoso, particularmente río arriba desde la costa. En cuanto a las comunicaciones terrestres, eran lentas e incómodas, cuando no positivamente peligrosas. Incluso el trecho entre Bogotá y Honda, que vinculaba la capital con el río Magdalena y el mundo exterior, se hacía virtualmente impasable durante ciertos meses del año, llevando a un virrey a prevenir a su sucesor de que éste era "un camino cuyo solo aspecto horrorizará a Su Excelencia, especialmente si se lo recorre en la temporada de lluvias".72 El transporte entre la costa y el sur y el oeste del país era todavía más arduo, pues a veces requería viajar sobre senderos de montaña llenos de precipicios, a veces cubiertos de bosques. La economía de la Nueva Granada estaba, en consecuencia, altamente regionalizada y sus regiones construidas alrededor de los pueblos grandes. Como centros de administración y comercio regional, estos pueblos eran los puntos focales de la cultura hispánica, concentrando a los miembros de la sociedad relativamente ricos, privilegiados y poderosos junto a los servidores domésticos, artesanos, abogados, sacerdotes y mercaderes que proveían los servicios requeridos. Pero estos centros urbanos eran pequeños, y su capacidad de estimular la producción agrícola era correspondientemente débil. Los habitantes invariablemente recibían los alimentos básicos de la jurisdicción rural de sus pueblos, por lo general dentro de un radio de uno o dos días de viaje. Más allá de los perímetros económicos de los pueblos yacían fronteras abiertas de tierras sin colonizar que, cuando se usaban, se dedicaban por lo general a rebaños semiferales de ganado, los que se alimentaban de los pastos naturales de haciendas inmensas, vagamente delimitadas. Si examinamos ahora las principales regiones de la colonia hallaremos que este patrón básico se ««Página 75 »». repite por toda la Nueva Granada, pero con marcadas variaciones locales causadas por diferencias en el clima y el relieve, y en sistemas de propiedad de la tierra y de organización del trabajo. CIUDADES Y REGIONES LA REGIÓN CARIBE La primera región de colonización española en territorio colombiano fue en la 71 Ibid., p. 4. 72 Citado en R.C. West, Colonial Placer Mining, p. 126.

costa del Caribe y, gracias al papel de Cartagena de Indias como puerto principal de la Nueva Granada, el área continuó desarrollándose durante el período colonial. La economía de la región estaba básicamente conformada por redes de actividad administrativa, comercial y agrícola que radiaban de Cartagena de Indias y de Mompós, centros de gobierno y bases para el comercio con el interior. Unidos por el río Magdalena, estos pueblos eran el eje principal de la economía costera y, como lo muestra el mapa 2.2, la mayor parte de la población de la región estaba concentrada en ellos y entre ellos. De todas las regiones de la Nueva Granada, la costa caribe era la mejor situada para aprovechar los mercados externos debido a su proximidad a las rutas atlánticas y a sus nexos con España por el sistema de flotas que llegaban a Cartagena. Sin embargo, la agricultura costeña se benefició poco con el comercio trasatlántico y dependía más bien de una red de mercados locales. Pues sin acceso legal a los dinámicos mercados extranjeros del Caribe en las florecientes economías de plantación de las islas inglesas, francesas y holandesas, el comercio marítimo en productos agrícolas estaba confinado a los puertos vecinos españoles de Portobelo y las Antillas. Esos mercados poco espacio ofrecían para la agricultura costeña. Las islas españolas del Caribe producían muchos de los mismos alimentos tropicales y, en el caso de Cuba, incluso exportaban productos agrícolas (principalmente tabaco y cera) a Cartagena. Así, el comercio de ultramar afectaba sólo indirectamente la agricultura de ««Página 76»». Mapa 2.2 La región de la Costa Caribe. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 5) ««Página 77»». la región, al fomentar la actividad comercial y productiva de pueblos que practicaban el comercio entre Europa y el interior de la Nueva Granada. Las dos primeras concentraciones de demanda en la región fueron la ciudad de Cartagena y el pueblo de Mompós. Como centros principales para la organización y distribución del comercio exterior de la Nueva Granada, ambos soportaban poblaciones relativamente considerables. Mompós tenía 7.000-8.000 habitantes en la década de 1770, y era el puerto principal del río Magdalena. 73 Recibía oro de Antioquia y del Chocó, tabaco de Ocaña y el alto Magdalena, cacao de Cúcuta y de Neiva, y trigo de Pamplona; durante la última parte del siglo XVIII, la presencia en el pueblo de los monopolios reales de tabaco y aguardiente estimuló también el cultivo local de tabaco y azúcar. La mayor parte de la tierra en su vecindad se usaba para ganadería extensiva, la que producía carne, sebo y cueros para el 73 Esta cifra fue dada por el virrey, con base en la información recibida de los párrocos de la ciudad, cuando los corregimientos de la provincia de Cartagena estaban siendo reorganizados en 1776. AGI Santa Fe 586 (ramo I), virrey Flórez a Gálvez, Santa Fe, 15 de agosto, 1776.

mercado de Cartagena.74 Cartagena de Indias era de lejos la mayor concentración de población en la región costeña, y el epicentro de la economía regional. Hacia fines del siglo XVIII la ciudad tenía una población de entre 14.000 y 16.000 habitantes, la que incluía cerca de la tercera parte de los blancos que vivían en la región costeña.75 Como principal establecimiento militar y naval en el vi««Página 78»» rreinato y como base para el comercio de la colonia con España, la ciudad le ofrecía empleo a una fuerza laboral sustancial de pequeños comerciantes, artesanos y obreros. La tabla que sigue proporciona un atisbo del artesanado de la ciudad, donde se muestra la ocupación de 835 artesanos que fueron llamados a servicio militar en tres de los barrios de la ciudad en 1779 y 1780. 76 El impacto de la ciudad de Cartagena en los campos circundantes puede apreciarse en un informe hecho por Antonio de Arévalo en 1776, cuando fue comisionado con el fin de investigar la capacidad de la ciudad para soportar un asedio. Arévalo examinó detenidamente la provisión de alimentos en Cartagena, y su informe ofrece una luz inusitadamente clara de la relación de una ciudad colonial con la región que la circunda. 77 Para alimentar a su población, Cartagena se basaba en parte en recursos agrícolas hallados dentro de la ciudad misma. Buena parte de la comida consumida dentro del puerto —fríjoles, bananos, plátanos, yuca, casabe, batatas, queso, mantequilla y derivados— se cultivaba dentro de la ciudad y en las afueras, particularmente en Barú, una isla que protege a Cartagena del mar. Los vegetales eran provistos en gran parte por las huertas o jardines comerciales situados dentro de los muros de la ciudad, y el pescado venía en abundancia de la bahía de Cartagena sin necesidad de recurrir a aguas más distantes. La ciudad producía también mucho de su propio cerdo. Arévalo calculaba que, en una emergencia bélica, siempre habría alredor de 500 puercos listos para la matanza en corrales dentro de las murallas de la ciudad. En cuanto a sal, esencial tanto para la preparación de la carne como para la preparación tanto 74 Esta y las siguientes observaciones sobre Mompós y su región se basan en los informes emitidos por Francisco Silvestre, Descripción, 55; Rafael Soto, Decenios de Mompós en la Independencia (Barranquilla, 1960), tomo 2, pp. 20-8; y, muy importante, Orlando Fals Borda, Historia doble de la Costa, I: Mompox y Loba (Bogotá, 1980), passim. 75 Un informe sobre la provincia de Cartagena, hecho por el obispo de Cartagena en 1772, calculaba que la población que vivía dentro de las murallas ascendía a más de 14.000 habitantes. Ver Eduardo Gutiérrez de Piñeres, "Población de la Provincia de Cartagena de Indias en el año 1772", Boletín Historial, Año 3, no. 29 (Cartagena, 1917), p. 2. De esta población, más de 2.000 eran esclavos. El censo de 1799 informaba sobre una población de 16.361, de los cuales 4.393 eran blancos y 3.048 esclavos: ver Apéndice A, Cuadro 5. 76 AHNC Miscelánea, tomo 31, folios 149-54, 1014-15; AHNC Milicias y Marina, tomo 48, folios 723-34. 77 El informe de Arévalo está reproducido en Enrique Marco Dorta, "Cartagena de Indias: Riquezas ganaderas y problemas", Tercer Congreso Hispanoamericano de Historia (Cartagena, 1962), Tomo I, pp. 335-52.

««Página 79»». de puerco como de buey, había mucha en las playas de Barú y en la cercana ciénaga de Tesca, recogida por los pobres que vivían en los tugurios fuera de las murallas de la ciudad. El valor de la tierra en las cercanías de la ciudad era demasiado alto y el suelo demasiado infértil como para que los propietarios de la ciudad se ocuparan del cultivo de productos básicos. Se concentraban más bien en la producción de "tejas, ladrillos, carbón de madera, leña, algo de ganado y semejantes, que les ofrecen un rendimiento proporcionado al valor de la tierra y de sus esfuerzos".78 TABLA 2.1 ESTRUCTURA OCUPACIONAL DE CARTAGENA DE INDIAS, 1779-80 Ocupación No. Sastres Carpinteros Zapateros Aurífices y plateros Barberos Tenderos Albañiles Pintores Herreros Agricultores Carpinteros de navío Carniceros Cigarreros Horticultores Pescadores Escribientes Fabricantes de edredones Matarifes Armeros Lamparero Hacendados Músicos Cofeccionistas Silleros Empacadores

78 22. Ibid., p. 338.

81 79 75 30 28 27 25 23 17 14 14 13 13 10 9 6 5 4 3 3 3 2 2 2 2

Fabricantes de tejas Vigilantes de pesas Pilotos Escultores Médicos Boticarios Carreros Teñidores Tallistas en madera Arquitectos

2 1 1 1 1 1 1 1 1 1

««Página 80»». La agricultura local y las huertas eran sin embargo insuficientes para abastecer los mercados de la ciudad con maíz y trigo, y la influencia de sus mercados se extendía a las áreas vecinas. El maíz que se usaba para hacer pan de bollo, la dieta diaria para la gente común de la ciudad, se traía de las fértiles sabanas al occidente de Cartagena, a las que las aguas costeras ofrecían fácil y barato acceso. La mayor parte de las 36.000 fanegas de maíz consumidas anualmente en la ciudad venían de la región del Sinú, del complejo de asentamientos en torno a la desembocadura del río Sinú, centrados en el pueblo de Lorica. El trigo, de otra parte, era importado, ya del interior de la Nueva Granada o, como iba sucediendo cada vez más en el siglo XVIII, de ultramar. Aparte del maíz, el mercado urbano ofrecía salidas para la carne y otros productos de la ganadería, para el azúcar y sus productos (en particular brandy de caña) y, en menor medida, cacao. Los mercados para estos productos estaban dominados por grandes propietarios, quienes tenían inmensas propiedades en las sabanas de Tolú, en el hinterland de Mompós hacia el sur y, en menor medida, en las regiones al oriente del río Magdalena, en la provincia de Santa Marta. La cría de ganado era uno de los pilares de la agricultura costeña. Durante la primera mitad del siglo XVIII, la carne de Cartagena parece haber dependido en gran parte de hacendados de Mompós, quienes traían ganado de sus tierras y de la vecina provincia de Santa Marta. 79 La relación de Arévalo de las haciendas ganaderas en el hinterland de Cartagena de Indias indica que el abastecimiento de carne por áreas cercanas a la ciudad había mejorado mucho en la década de 1770, aunque el tamaño de las vacadas a treinta o cuarenta kilómetros era generalmente pequeño.80 79 Luis Navarro García, "Los regidores en el abasto de Cartagena de Indias", AEA, vol. 38 (1981), pp. 173-214. 80 En las vecindades de la ciudad Arévalo cita cuatro ganaderos con un total de 190 animales; entre dos y cuatro leguas de la ciudad menciona once haciendas con unas 1.310 reses, de las cuales sólo tres tenían manadas de más de 200 cabezas; entre cuatro y ocho leguas había catorce haciendas donde el tamaño promedio de las manadas no era mucho más alto. Sólo cuando la distancia rebasaba las ocho leguas el tamaño promedio de las manadas pertenecientes a un solo propietario tendía a exceder las 100 cabezas; incluso entonces, la finca grande, con 800 o 1.000 cabezas,

««Página 81»». La mayor parte de la carne consumida dentro de la ciudad venía de fuentes más distantes: Arévalo anotaba que por lo general se necesitaban cuarenta días para organizar el transporte de ganado desde las haciendas que normalmente abastecían a Cartagena.81 La economía ganadera estaba casi toda en manos de grandes propietarios. En el transcurso del siglo XVIII, los propietarios de tierras basados en Cartagena de Indias y Mompós constituyeron extensas propiedades al apoderarse de baldíos y legalizar su posesión mediante pagos a la corona. El impulso tras este movimiento venía en parte de un grupo de españoles peninsulares que llegaron con una expedición militar en 1698, tomaron residencia permanente en Cartagena y sus descendientes llegaron a constituir una nueva élite de terratenientes y funcionarios en la ciudad.82 La propiedad de la tierra era evidentemente esencial tanto para la situación social como para la estabilidad económica de las principales familias criollas, especialmente para aquellos que, como el conde de Pestagua, el marqués de Santa Coa y el marqués de Valdehoyos, se hicieron lo suficientemente ricos para conseguir títulos aristocráticos con mayorazgos en sus propiedades. Pero las grandes fortunas no se consiguieron sólo en tierra. Las familias criollas más ricas de Cartagena y Mompós acumularon fortuna mediante la participación en el comercio de ultramar, trata de esclavos y minería, así como agricultura, mientras que consolidaban y extendían sus fortunas con juiciosos matrimonios, ya entre ellos mismos o con inmigrantes peninsulares apropiados. 83 ««Página 82»». Las grandes haciendas eran un elemento importante en la estructura social agraria de la región costeña. Para el meollo de su fuerza laboral, las haciendas dependían de esclavos negros importados, muchos de los cuales eran empleados en la producción de caña de azúcar. La hacienda costeña era típicamente una empresa mixta en donde la producción de caña de azúcar formaba parte de una serie de actividades, incluidos cultivos arables para satisfacer las necesidades de subsistencia y, más importante, cría de ganado para los mercados de carne de la ciudad. Por lo tanto, empleaba esclavos en gran número. Una muestra de dieciséis haciendas costeñas indica que era excepcional tener más de cincuenta esclavos trabajando en una sola hacienda. Tampoco se utilizaban los esclavos tan sólo en la economía del azúcar, sino que formaban una fuerza permanente, a era excepcional. Marco Dorta, "Cartagena de Indias", pp. 346-9. 81 Hermes Tovar Pinzón, Grandes empresas agrícolas y ganaderas (Bogotá, 1980), pp. 32-4. 82 Carmen Gómez Pérez, "El Consulado de Sevilla y la formación de las oligarquías en Cartagena de Indias a principios del siglo XVIII", IV Jornadas de Andalucía y América, vol. I (Sevilla, 1984) 83 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 97-130; Fals Borda, Historia doble de la costa, Vol. I, 75A-126A.

veces bien adiestrada, de artesanos y vaqueros. 84 La tendencia de la tierra a quedar concentrada en unidades más grandes, algunas veces mantenidas en secciones más vastas, múltiples, consistentes entre 20.000 y 30.000 hectáreas, no era necesariamente un tributo al dinamismo de los mercados locales; era, más bien, una función de la disponibilidad de la tierra en áreas escasamente pobladas y de los problemas consiguientes de reclutar trabajadores libres. 85 El otro elemento en la sociedad agraria de las regiones costeñas era un campesinado libre que sobrevivía con la agricultura de subsistencia, combinada con el trabajo en transporte por el río Magdalena. Los informes de Antonio de la Torre, un funcionario español que viajó por la provincia a comienzos del decenio de 1770, y el muy gráfico relato dejado por el misionero Joseph Palacios de la Vega de su viaje de Cartagena a Ayapel en 1787-8, muestran que muchos, probablemente la mayoría, de los habitantes rurales de la ««Página 83»». región vivían en condiciones primitivas y aisladas. 86 Carentes de un foco obvio para su producción, la mayor parte de la población estaba diseminada en extensas áreas, trabajando a veces la tierra con una agricultura de corte y quema basada en la unidad casera. Era misión de La Torre el conducir a estas gentes bajo la autoridad real al congregarlas en comunidades reconocidas. En el censo de los 43 establecimientos que fundó, calculaba que unas 41.133 almas habían vivido dispersas entre las llanuras vírgenes y los bosques de la provincia. 87 Muchos, sin embargo, quedaron más allá del control del Estado y del solaz de su Iglesia. En el resto de la región ribereña, los asentamientos estaban diseminados a lo largo de las orillas del Magdalena, ocasionalmente congregados en torno a un pequeño puerto de río o de una aduana, pero generalmente hallados en aldeas diminutas o grupos familiares, a veces compuestos de esclavos fugitivos o sus descendientes. Cuando el viajero francés Mollien subió por el Magdalena el 1823, recordó la vida africana a lo largo del río Senegal, a medida que la monotonía de las selvas era interrumpida por los trapiches y los sembrados de maíz de los pocos y aislados colonos negros quienes, lejos de una existencia comunal, practicaban una agricultura móvil, de corte y quema en sus orillas. Su comentario final sobre las condiciones encontradas a lo largo de la principal vía de comunicación interna de la Nueva Granada da una vívida impresión de primitivismo indomado: Nada más aterrador que un viaje por el Magdalena; incluso la vista no es alivio, porque sus fértiles orillas, que deberían estar cubiertas de plantaciones de cacao, 84 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 41-57. 85 Adolfo Meisel R., "Esclavitud, mestizaje y haciendas en la provincia d Cartagena, 1551-1851", Desarrollo y Sociedad (Bogotá, 1980), no. 4, pp. 265-9 86 "Noticia Individual de las poblaciones nuevamente fundadas en la Provincia de Cartagena... por don Antonio de la Torre Miranda", Boletín Historial (Cartagena, 1919), nos. 45-46, pp. 490-512; e ibid, (Cartagena, 1926) nos. 49-51, pp. 606-28. Ver también G. Reichel-Dolmatoff (ed.), Diario de viaje del Padre Joseph Palacios de la Vega (Bogotá, 1955). 87 “Noticia individual". p. 500.

caña de azúcar, café, algodón, añil, tabaco, esas márgenes que deberían ofrecerle al viajero sediento todos los ««Página 84»». frutos deliciosos de los trópicos, que deberían estar adornadas c hermosas flores están, por el contrario, rebosantes de malezas, lianas y espinas bajo enhiestas palmas de coco y dátil.88 Al oriente de Cartagena había poca actividad económica de importancia. La provincia de Santa Marta había quedado en la penumbra desde cuando el comercio por el puerto había sido cortado por el desarrollo de Cartagena como término del comercio de la nueva Granada con España. En el siglo XVIII la ciudad era apenas pueblo grande, con una población de unos 3.600 habitantes; económicamente estaba sostenida por el lento movimiento de mercado hacia y desde la vecina región del Caribe, y un comercio más que todo de contrabando en importaciones europeas, que se enviaba el sur al interior vía Ocaña. La debilidad del puerto como fuerza económica se reflejaba en el hecho de que la mayor parte población de la provincia estaba establecida en el interior, a distancia considerable de la costa, entre Valledupar y Ocaña. 89 Partes de la costa eran ricas en pesquerías de perlas, pero como estas piedras preciosas podían obtenerse en cantidades suficientes tan sólo con comerciar con los indios, no suministraban ningún impulso para el establecimiento de un asentamiento permanente. 90 Y aunque los recursos agrícolas de la región incluían algodón, cacao, añil, azúcar y ganado, su explotación estaba limitada a satisfacer necesidades primordialmente locales.91 Estas incluían el abastecimiento de ««Página 85»». ganado para los mercados de Cartagena y ocasionales embarques de reses para las islas del Caribe. Sin embargo, el temor de las autoridades al contrabando estorbaba el comercio con las islas, y el desarrollo de la ganadería en Santa Marta

88 G. Mollien, Viaje por la República de Colombia en 1823 (Bogotá, 50-1 89 En 1793, la población de Valledupar era de 3.781, mientrs que la de era de 5.679. Ver Apéndice A, Cuadro 5. 90 Para un relato de la pesca de perlas, escrito durante la década 174 (jesuita Antonio Julián, ver su La Perla de América. Provincia de Santa (Bogotá, reimp. 1951), pp. 35-7. 91 Para la carencia de salida de las provincias para el comercio, ver "Pr de Santa Marta y Río Hacha del Virreynato de Santa Fe. Informe del Gobi d. Antonio de Río Narváez y la Torre" (Río Hacha, 1778), en Sergio E Escritos de dos economistas coloniales: Don Antonio Narváez y la Torre José Ignacio de Pombo (Bogotá, 1965), pp. 35-8.

estaba gravemente limitado por la competencia de ganaderos en las jurisdicciones de Mompós y Cartagena.92 Más allá de Santa Marta, la colonización española disminuyó rápidamente. La vecina Río Hacha era una frontera india, en gran parte inexplorada. En 1778 la población de colonos en toda la provincia era de menos de 4.000, con unos 1.500 en el pueblo de Río Hacha 93. La población india "no pacificada", por otra parte, era mucho más numerosa. Puede haber habido casi 40.000 indios no conquistados en las provincias de Santa Marta y Río Hacha durante la segunda mitad del siglo XVIII, de los cuales entre 12.000 y 15.000 eran capaces de empuñar las armas. 94 Durante el siglo, estos indios condujeron intermitentes y dañinas incursiones en asentamientos y propiedades de la frontera local, con lo que eventualmente provocaron una retaliación militar, respaldada por la corona, en la década de 1770.95 Sin embargo, la campaña de "pacificación" poco logró. El áspero medio físico de la península de la Guajira y la continua resistencia de los pueblos nativos continuaban desalentando la colonización española, confinada a unos cuantos pequeños núcleos organizados en torno a solitarios puestos militares o de misioneros. Así, en un momento tardío del siglo XVIII, grandes sectores de la región seguían despoblados e inexplotados, y sólo los hinterlands de Cartagena y Mompós vieron alguna actividad sustancial comercial y agrícola. Dominada por grandes propietarios, la agricultura se expandía para responder a la demanda urbana, pero sin una demanda ««Página 86»». externa significativa estaba confinada dentro de estrechos límites. Unos cuantos grandes propietarios fueron capaces de sostener un opulento estilo de vida mediante sus contactos con el mercado urbano y con el comercio. La masa de la población, entretanto, lograba vivir apenas de la tierra, varada en una existencia a la que apenas tocaban los flujos de comercio que pasaban, vía río Magdalena, entre el interior de la Nueva Granada y la economía atlántica. LA REGIÓN DE LA CORDILLERA ORIENTAL Cuando se levantó el censo de 1779, los sectores centrales de la Cordillera Oriental contenían las áreas más densamente pobladas en la Nueva Granada. Entre ellas, las provincias de Santa Fe, Tunja, Girón y Pamplona (mostradas en el mapa 2.3) tenían casi la mitad de la población total del territorio, desigualmente repartida en una extensa red de pueblos y aldeas en las cuencas y los valles intermontañosos del área de las tierras altas. Esta era la parte más urbanizada de la 92 Silvestre, Descripción..., p. 55. 93 Ver Apéndice A, Cuadro 5. 94 AGI Santa Fe 702, "Cálculo del número de indios guagiros, Hombres de Armas, que se regula puede tener la Provincia de Río Hacha". 95 Allan J. Kuethe, "The Pacification Campaign on the Riohacha Frontier, 1772-1779", HAHR, vol. 50 (1970), pp. 467-81.

Nueva Granada colonial, con varios pequeños pueblos que constituían eslabones en una cadena que iba hacia el norte desde Santa Fe de Bogotá hasta Pamplona. Asociadas a estos pueblos había una serie de subregiones con diferentes estructuras sociales y económicas que interactuaban entre sí, en parte porque las comunicaciones intrarregionales se facilitaban por la relativa simplicidad de movimientos del sur hacia el norte a lo largo de la cordillera. 96 Reducida a sus componentes, la región en conjunto comprendía tres subregiones principales. La primera se había originado en torno a Bogotá y Tunja, en las áreas de tierra fría donde los españoles ««Página 87»». Mapa 2.3 La región de la Cordillera Oriental. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 6) habían conquistado a los chibchas. Bogotá, capital de la audiencia de la Nueva Granada y sede de los virreyes durante el siglo XVIII, era el principal centro urbano en la región y su hinterland era el área montañosa más poblada. En el momento del censo la provincia de Santa Fe tenía una población de más de 90.000 habitantes, concen««Página 88»». trada en la alta meseta alrededor de Bogotá. Unos 16.000 fueron contados como habitantes de la ciudad, la mayor parte blancos mestizos; los demás vivían en pequeños pueblos cerca de Bogotá, como Zipaquirá, Facatativá y Chiquinquirá, o diseminados entre las numerosas aldeas y haciendas de la sabana de Bogotá. A dos días caballo de Bogotá estaba Tunja, capital de una provincia altamente poblada de unas 129.000 personas. Antes cercana rival de Bogotá la ciudad estaba en decadencia a mediados del siglo XVIII. En 1760 tenía sólo 3.000 habitantes dentro de un recinto urbano cuyas muchas casas lujosas e iglesias ricamente decoradas daban testimonio de un pasado más próspero. La mayoría de la población de provincia estaba dispersa por el campo, y vivía en las aldeas caseríos y en las fincas y haciendas que marcaban el paisaje montañoso. En estas áreas de tierra fría los principales cultivos en papas, trigo, cebada y maíz; el ganado pastaba en los declives y en las alturas, y se criaban corderos para abastecer de lana a los tejedor locales. Al norte de la tierra fría estaba una segunda área muy poblada en la tierra templada, antes dominada por la ciudad de Vélez, fundada en el siglo XVI. Aquí, entre los 1.000 y los 2.000 metros, un centro floreciente de agricultura templada había surgido de las parroquias blancas y mestizas de rápido crecimiento creadas 96 El registro que Miguel de Santiesteban hizo en 1741 de su viaje de Bogotá a Venezuela vía Pamplona muestra no obstante que era un largo y arduo recorrido Suministra también un atisbo útil de la topografía, sociedad y economía de la regiól al norte de la capital. Ver David J. Robinson (ed.), Mil leguas por América, D, Lima a Caracas, 1740-1741, Diario de don Miguel de Santiesteban (Bogotá, 1992) pp. 200-20.

por la colonización de Vélez durante el siglo XVII. Además de producir maíz y otros, alimentos para el consumo local, los agricultores en esta área cultivaban caña de azúcar, tabaco, anís y algodón, y su producción algodón era utilizada para la manufactura artesanal de textiles de algodón crudo. San Gil y Socorro eran los principales centros urbanos. A San Gil se le había otorgado estatuto de ciudad en 1694, pero su crecimiento fue aventajado durante el siglo XVIII por Socorro. En 1781 Socorro se había convertido en una ciudad floreciente y rápido crecimiento, con una población de unos 15.000 habitantes, y otros tantos que vivían en las cercanas parroquias de su jurisdicción Algunas de esas parroquias eran bastante grandes. Simacota, Oiba ««Página 89»». y Charalá, por ejemplo, tenían cada una alrededor de 6.000 personas en su jurisdicción.97 Más al norte había una tercera subregión de la región de la Cordillera Oriental, la que consistía en tres zonas más pequeñas. Estas eran la tierra caliente alrededor de Girón y Bucaramanga, la tierra fría centrada en Pamplona y las vecinas planicies tropicales alrededor de Cúcuta. La población en Girón y Bucaramanga era escasa, con sólo unos 10.000 habitantes. Cerca de Bucaramanga había unas minas que producían algún oro; de resto dependía de la producción de azúcar, cacao, algodón y en especial tabaco de buena calidad, tanto para un pequeño comercio de exportación a la costa del Caribe como para los mercados de la región de la Cordillera Oriental.98 En la jurisdicción de Pamplona había unas 22.000 personas, la mayoría en la tierra fría alrededor del pueblo mismo, pero otros también extendiéndose a los llanos en torno a Cúcuta, donde las haciendas producían cacao y azúcar. Formaban también el límite norte de la región y servían como punto de contacto y de tránsito hacia los Andes venezolanos. 99 El eje de la colonización hacia el norte a partir de Bogotá estaba así compuesto por una serie de economías locales que abarcaban establecimientos casi todos en tierras frías y templadas por encima de los 1.800 metros. Estos estaban flanqueados por establecimientos de tierra caliente en las faldas de la cordillera. Al occidente de Bogotá se producía cerca de Guaduas maíz y azúcar para el mercado bogotano, mientras que Mariquita y Neiva producían ambas cacao y ««Página 90»».

97 Los datos completos del censo para la región de la Cordillera Oriental están en Apéndice A, Cuadro 6. Datos adicionales sobre la población de Socorro y su hinterland son de John L. Phelan, The People and the King, The Comunero Revolution in Colombia, 1781 (Madison, Wisconsin, 1978), pp. 41-2. 98 Silvestre, Descripción, pp. 46, 62. 99 Ibid., p. 61. Un recuento más completo de Pamplona y Girón al final del período colonial se encuentra en "Relación territorial de la provincia de Pamplona, formada por el doctor don Joaquín Camacho...", en Francisco José de Caldas, Semanario del Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1942), pp. 1-17.

ganado para vender en los altiplanos. 100 Al oriente de la cordillera estaban los dilatados llanos del Casanare. Allí se criaba ganado grandes fincas antes de ser llevado al altiplano a engordarlo para venta en mercados urbanos, y las comunidades indias cultivaban algodón y lo manufacturaban en tela. 101 En toda la región la agricultura era la base de la vida económica ya que no había empresas mineras de importancia. Las minas de oro de Bucaramanga y Pamplona habían sido virtualmente abandona y los intentos por revivir las minas de plata de Mariquita y Pamplona se veían frustrados constantemente por la incapacidad de la tecnología contemporánea para extraer los minerales a costos que fueran prohibitivos.102Se encontraba oro de aluvión en la provincia de Neiva, así como en Chaparral, cerca de Ibagué, y en varios lugares en el curso del Magdalena medio. Sin embargo, todos eran demasiado pequeños como para crear un mercado sustancial para productos agrícolas.103 La primera alternativa a la agricultura era la manufactura de tela. Tanto el extenso uso de la ruana y la necesidad de mantas de lana baratas para los cortantes climas de la tierra fría crea demandas de artículos de lana que se satisfacían en parte con tejidos caseros y en parte por artesanos que residían en los pueblos. En climas más calientes, donde se cultivaba el algodón, la manufactura de lana le dejó el campo a la producción de tela de algodón. Según Miguel de Santisesteban, quien escribía en 1714, ésta era basta. En parte servía como "camisas para gente pobre"; otros trozos mas grandes, hechos por los indios para pagar su tributo, se usaban para ««Página 91»». velas de barco o tiendas.104 Sin embargo, dado el alto precio de la tela importada, había amplios mercados en toda la Nueva Granada para tela doméstica de algodón, especialmente en el interior, y eso estimuló el crecimiento de una pequeña pero floreciente industria casera en torno a Socorro y San Gil. Aunque poco se sabe sobre la organización de la industria, los contemporáneos coincidían en que estas comunidades eran las más prósperas e industriosas de la Nueva Granada, y que disfrutaban de un comercio significativo no sólo con otras áreas en el altiplano sino también con las distantes regiones de minería de oro en Antioquia y el Chocó.105 Bogotá había emergido como la principal ciudad de la región debido a una combinación de tres factores: su papel como centro del gobierno, su posición en 100 Silvestre, Descripción, pp. 28-9, 57-8. 101 Ibid., p. 44. Para un relato completo del desarrollo de los llanos duran siglo XVIII ver Jane Rausch, A Tropical Plains Frontier. The Llanos of Colon 1531-1831 (Albuquerque, 1984), especialmente caps. 3 y 4. 102 Para esfuerzos infructuosos por revivir las minas de plata de Mariquita Bernardo Caicedo, D'Elhuyar y el siglo XVIII neogranadino (Bogotá, 1971). 103 Silvestre, Descripción, p. 59; Vicente Restrepo, Estudio sobre las mine oro y plata de Colombia (Bogotá, 1952). pp. 132-3, 202-7. 104 Robinson (ed.), Mil leguas por América, p. 200. 105 Oviedo, Cualidades y riquezas, pp. 174-80; Silvestre, Descripción, p. 61; Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, pp. 14, 26, 55, 103-4; Felipe Salvador Gilij, Ensayo de historia americana (1784) (Bogotá, 1955), pp. 373-5.

un área fértil y populosa, y su función como principal punto de distribución de las importaciones traídas de Cartagena, en conjunción con el puerto de Honda, sobre el Magdalena. Después de la conquista, Bogotá había competido por la primacía con Tunja y con Vélez, que tenían su propia ruta al Magdalena por el puerto de Carare pero, ayudados por la audiencia, los encomenderos y comerciantes de Bogotá aseguraron el desarrollo del camino real desde Honda e hicieron de esta vía la ruta principal para abastecer la Cordillera Oriental. 106 El estableciniento de la casa de moneda en Bogotá en 1620 no sólo reconoció sino que reforzó el papel de la ciudad como centro para el mercado del oro y para la distribución de importaciones en el interior. Operando desde sus almacenes en la Calle Real, o desde sus dependencias en Honda, los comerciantes de la capital mantenían una red de comercio que se extendía a través de la región de la Cordillera Oriental y a todo lo largo y ancho de ««Página 92»». las regiones central y sureña. Desde Honda manejaban un come importante con las regiones mineras de Antioquia y Chocó; desde la propia Bogotá abastecían a los pueblos y aldeas prácticamente toda la región del altiplano, llegando por el norte hasta Pamplona y por el sur hasta Popayán y Pasto. Así, mediante el control que comerciantes de Bogotá ejercían sobre la distribución de bienes importados, los pueblos de la Cordillera Oriental podían disponer del oro producido en las minas de occidente. Santa Fe de Bogotá era la ciudad principal de la Cordillera Oriental, y la principal de la Nueva Granada. La población dentro de su jurisdicción pasó de 20.000 en la primera mitad del siglo XVI unos 30.000 al final. Durante todo el siglo, Bogotá siguió siendo primordialmente un centro administrativo y comercial. Como capital de la audiencia y, después, del virreinato de la Nueva Granada, sede de la administración civil y fiscal de la colonia y albergaba a sus principales funcionarios, junto con un pequeño contingente abogados, notarios y funcionarios menores que servían al gobierno. Era también una capital eclesiástica, sede de la arquidiócesis Bogotá y casa principal de varias órdenes regulares. En 1778 ciudad tenía una población sustancial de unos 800 sacerdotes, frailes y monjas, que servían en treinta iglesias y ocho monasterios. 107 1800 el número de miembros del clero había llegado a 1.200, de manera que había un clérigo por cada veinticinco o treinta personas dentro de la ciudad.108 Cuando visitó a Bogotá en 1741, a Miguel de Santiesteban pareció un lugar agradable, "con calles anchas y planas, casas altas y bajas de piedra y encaladas, tan espaciosas y confortables que casi todas tienen un jardín o un huerto... 106 Sobre el desarrollo de Honda como puerto fluvial principal que conectaba a la Nueva Granada con la costa, ver Colmenares, Historia económica y social, vol. I, pp. 269-76. 107 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora (Bogotá, 1951) Cuadro A. 108 Un examen útil de la Bogotá del siglo XVIII se encuentra en Gar) Brubaker, "Santa Fe de Bogotá: A Study in Municipal Development in Eightee Century Spanish America" (Tesis de doctorado inédita, Universidad de Te 1960). Para estadísticas de población, ver pp. 56-7.

fachadas externas con muchos ««Página 93»». balcones de madera, portales de piedra e iglesias suntuosas, ricamente adornadas, que reflejan la riqueza que antes tuvo la ciudad". 109 Pero, pese a su espléndida localización, su trazado espacioso y atmósfera agradable, Bogotá no parecía una ciudad rica o productiva. Santiesteban anotó que la ropa de la población local mostraba que Bogotá y el interior de la Nueva Granada eran pobres comparados con Perú. Entre las mujeres blancas, la moda estaba atrasada cien años. Se vestían con gran simplicidad, con los sombreros y chales usados por sus abuelas y sin nada de los lienzos, encajes y sedas finos comunes en Lima, donde hasta los criados estaban vestidos a la moda. 110 Tampoco medio siglo después mostraba la ciudad mayores signos de prosperidad. En 1789, Francisco Silvestre pensó que la capital del virreinato era un pueblo rústico, donde las calles sucias, sin pavimentar, eran ocupadas por borrachos y mendigos. 111 Ciertamente Bogotá no era un centro industrial. Las listas de la milicia de 1783 ofrecen un atisbo de la estructura ocupacional de la ciudad, al suministrar información sobre las ocupaciones de 665 hombres incorporados a las filas de nueve compañías de milicianos. Aunque este grupo representaba sólo un décimo de la población masculina de la ciudad, da una idea de las actividades económicas dentro de la ciudad. Las ocupaciones enumeradas se muestran en el Cuadro 2.2.112 Con mucho, la mayoría de estos artesanos venían de la propia Bogotá. Entre ellos había muy pocos españoles, mientras que entre los que venían de fuera de la ciudad la mayoría era de los pueblos y aldeas dentro de su hinterland, tales como Zipaquirá, ««Página 94»». Chocontá, Chiquinquirá, Facatativá y Tunja. Así, si bien en período los contemporáneos se referían a menudo al flujo de vagabundos en la ciudad, estaba claro que Bogotá no atraía a muchos extraños para su fuerza de trabajo artesanal, compuesta casi en su totalidad por hombres nacidos y criados dentro de la ciudad misma 113 Los trabajadores urbanos reclutados por las compañías de la milicia reflejan el carácter de la ciudad como centro administrativo y comercial más que 109 Robinson (ed.), Mil leguas por América, p. 186. 110 Ibid., p. 189. 111 Silvestre, Descripción, pp. 31-3. 112 Este cuadro está elaborado con informaciones suministradas en las listas de nuevas compañías de la milicia establecidas en 1783, cuando se formó un regimiento de diez compañías con un complemento proyectado de mil hombres. El número total de reclutas en las nueve compañías sobre las que se dispone de datos es de 672. De estos 665 tenían especificadas sus ocupaciones. Ver AHNC Milicias y Marina, Tomo 18, fols. 51-71. 113 El origen de los artesanos, cuando estaba registrado, era como sigue: de Fe de Bogotá, 451; de España, 12; de pueblos vecinos, 88; de otros lugares, 12.

manufacturero. Un buen número estaba dedicado al comercio y las ventas. Tratantes, pulperos, comerciantes al mayor y al detal suman ochenta y cinco, lo que los convierte en el tercer grupo en cuantía, después de los sastres y albañiles. En realidad, esta cifra disminuye la importancia de la actividad comer en la ciudad, ya que no incluye ni a los comerciantes del comercio de Santa Fe o comercio de España, quienes estaban exentos servicio militar, ni a los muchos pequeños comerciantes que movían entre la ciudad y el área circundante. Había pocos tejedores en la ciudad, probablemente porque el tejido de algodón y lana estaba concentrado en Tunja y en las ciudades de Socorro y San Gil. Pero los sastres — que cosían las telas recibidas de Europa, de Quito los tejedores caseros de las provincias vecinas— formaban el grupo individual más grande. Estos hombres, junto con los albañiles, pateros, carpinteros, trabajadores en metales (es decir, trabajadores en oro y plata, herreros y empleados de la Casa de Moneda), parecen haber formado la espina dorsal del artesanado de la ciudad. Los comentarios hechos por el virrey Guirior en 1777 sugieren que la mayoría de los artesanos sacaba un malvivir de la práctica sus oficios. Cuando trató de agrupar a los artesanos de la ciudad gremios organizados, Guirior observó que los oficios en Bogotá estaban en tan pobre estado que en su atavío, ociosidad y vida licenciosa los artesanos eran escasamente distinguibles de los me««Página 95»». TABLA 2.2 ESTRUCTURA OCUPACIONAL DE SANTA FE DE BOGOTÁ, 1783 Ocupación No. Sastres 104 Albañiles 90 Zapateros 66 Carpinteros 57 Tratantes 54 Agricultores 35 Plateros 28 Barberos 21 Tenderos 20 Estudiantes 15 Trabajadores diurnos 15 Tejeros 13 Oficinistas 11 Sombrereros 10 Silleros 10 Panaderos 8 Músicos 7 Vagabundos 7 Trabajadores en hierro 7

Aurífices Comerciantes al detal Pintores Empleados de la Casa de Moneda Tenderos Leñadores Peluqueros Tejedores Comerciantes al por mayor Arquitectos Peones Vendedores de leña Fabricantes de cuerda Agentes Fabricantes de plumas Tapiceros Boticarios Reducidores Relojeros Mecánicos Teñidores Alfareros Cazadores Empleados Fabricantes de cirios Avaluadores Maestros de escuela Jardineros Empacadores Teñidores

6 6 5 5 1 5 5 4 4 1 4 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1. 1 1 1 1 1 1 2

Joyeros Fabricantes de cajas Vigilantes de sala de billar Cortadores de piedra Molineros Fabricantes de mantequilla Lampaderos

2 2 2 3 3 3 3

digos y vagabundos.. Según Guirior, ni siquiera se conformaban a un código de vestir europeo y civilizado, y le desagradaba particularmente la costumbre de usar ponchos. "El uso de ruanas en estos Reinos", decía, "es una causa principal de suciedad: cubre la parte superior del cuerpo y al usuario no le importa si está limpio o sucio ««Página 96»». por debajo: la gente común va desnuda del pie a la rodilla, cubierta sólo por la ruana, la que si bien es una prenda muy apropiada montar a caballo, debería ser prohibida para todos los demás uso”. 114 Nada salió de las ambiciones de Guirior por mejorar el artesanado de la ciudad, porque la pobreza y la simplicidad de la ropa reflejaba carácter de una economía agraria aislada, donde incluso los relativamente prósperos disfrutaban de sólo muy modestos atributos de material. La mayor parte de las áreas en la Cordillera Oriental tenía perspectivas limitadas de desarrollo económico. Aunque la región tenía muchas tierras fértiles y producía una vasta gama de productos los mercados para su agricultura eran muy restringidos. En el s XVII, los productores de trigo le habían vendido harina a Cartagena donde abastecían tanto el mercado urbano como la flota española visitaba el puerto. Durante el siglo XVIII este mercado extraregional, se perdió a medida que Cartagena importaba cada vez más su ha de ultramar, y la demanda externa de alimentos venía principalmente de los distantes distritos mineros de occidente, que compraban harina, queso y tabaco de áreas de tierra fría. 115 Dentro de la región mis los mercados estaban altamente localizados, ya que la proximidad de diferentes zonas climáticas significaba que un amplio repertorio de productos agrícolas se podía obtener dentro de áreas peque La mayoría de las comunidades podía obtener productos básicos como papas, maíz, cebada, trigo, fríjoles, cebollas y otros vegetales de su vecindad inmediata, y los de tierra fría podían usualmente conseguir azúcar y tabaco de cultivadores que no estaban a más ochenta o noventa kilómetros. El ámbito para la comercialización agrícola estaba así confinado a áreas pequeñas y a poblaciones pequeñas, y el comercio de alimentos estaba restringido generalmente ««Página 97»». 114 AHNC, Miscelánea, tomo 3, fols. 287-313. Cita del folio 293. 115 West, Colonial Placer Mining, pp. 115-22, describe este comercio.

a los mercados semanales de los pueblos locales. 116 Incluso Bogotá, la ciudad más grande de la región, ofrecía sólo un mercado muy limitado. Sus alimentos básicos estaban casi siempre provistos por pequeños productores que vendían sus productos en la plaza, dejando a los grandes productores el suministro de carne, trigo y azúcar. La sociedad agraria en la Cordillera Oriental distaba de ser homogénea. En las primeras áreas de colonización, en la tierra fría alrededor de Bogotá y Tunja, grandes propiedades creadas como resultado de la conquista coexistían con pequeñas fincas y una agricultura campesina. La mayoría de las grandes haciendas se había establecido a fines del siglo XVII, cuando el descenso de la población india y la multiplicación por parte de la corona de títulos de encomienda disminuyó el valor de las encomiendas existentes y alentó a las familias de la élite a acumular propiedades extensivas y múltiples. La formación de las grandes haciendas estaba muy avanzada en la década de 1590. Entonces, cuando las tierras indias en la sabana de Bogotá se habían reducido ya al 5% del territorio que previamente tenían, casi la mitad de la sabana, incluidas las mejores llanuras, había sido tomada por españoles, especialmente encomenderos. Las concesiones de tierra se hacían en grandes unidades —la unidad básica de distribución era la estancia de ganado mayor, de unos diez kilómetros cuadrados— que favorecían la formación de grandes propiedades privadas. Cuando la otra mitad de la sabana fue distri««Página 98»». buida entre los años 1590 y 1640, el tamaño de esta unidad se redujo unos mil metros cuadrados y permitió la emergencia de un estrato de campesinos de tamaño medio y pequeño, conocidos como estancieros y labradores. 117 Sin embargo, en las altas llanuras alrededor de Bogotá, el gran propietario con una 116 La mejor descripción del siglo XVIII sobre la producción agrícola y los mercados en las regiones de tierra alta se encuentra en Oviedo, Cualidades y riquezas, pp. 95-105. La geografía de Codazzi, escrita a comienzos del siglo XIX, suministra también una descripción detallada de la agricultura en la región. Está reproducida en Eduardo Arévalo Latorre (ed.), Jeografía Física y Política de las Provincias de la Nueva Granada por la Comisión Corográfica bajo la dirección de Agustín Codazzi, 4 vols. (Bogotá, 1957-8). Una soberbia evocación del paisaje y la sociedad en la región de la Cordillera Oriental, también de mediados del siglo XIX, es Manuel Ancízar, Peregrinación de Alpha (Bogotá, ed. de 1970), passim. Para una descripción de los sistemas de comercio locales a comienzos del siglo XIX ver Frank Safford, "Commerce and Enterprise in Central Colombia, 18211870" (Tesis inédita de doctorado, Columbia University, 1965), pp. 103-6. 117 Juan A. Villamarín, "Encomenderos and Indians in the Formatioi Colonial Society in the Sabana de Bogotá, 1537-1740" (Tesis inédita de doct Brandeis University, 1973), pp. 240, 291-2.

serie de estancias de ganado mayor dominaba la escena rural, y su poder se veía reforzado con el sistema de organizar el trabajo indio. 118 Este le daba preferencia al gran propietario en la alocación de trabajo indio forzado, lo que les daba a los hacendados una fuerza laboral tanto permanente como estacional con los sistemas de alquiler y concierto.119 Incluso cuando el trabajo indio forzado se abolió en 1720, el gran propietario no perdió sus ventajas. El nuevo sistema no sólo retenía muchas de las formalidades del concierto tradicional, sino que la posesión por el hacendado de extensos trozos de tierra le daba también dominio sobre una fuerza trabajadora local. 120 Los indios estaban obligados a trabajar con salarios bajos la mayor parte del año, para cumplír sus obligaciones tributarias; mestizos, blancos pobres e indios que habian dejado sus comunidades suministraban una fuente adicional de trabajo, ya que podían ser incorporados a la economía de la hacienda como arrendatarios, pagando renta con trabajo y servicios.121 ««Página 99»». transcurso del siglo XVIII esta tendencia a la concentración parece haberse hecho más pronunciada. Grandes empresas agrícolas integradas por varias haciendas se hicieron más comunes, principalmente porque los españoles peninsulares que se establecían en Bogotá compraban tierras de familias antiguas y de la Iglesia, e infundían sangre nueva a la élite de la ciudad con alianzas matrimoniales. 122 Propiedad concentrada de la tierra se encontraba también en otras áreas de conquista y colonización tempranas. En las áreas de tierra fría alrededor de Tunja, las haciendas eran por lo general más pequeñas que en la sabana de Bogotá, 118 Numerosos ejemplos de tales haciendas, tanto seculares como eclesiásticas se describen en Camilo Pardo Umaña, Las haciendas de la Sabana: Su historia, sus leyendas y sus tradiciones (Bogotá, 1946), passim. Un ejemplo particularmente notable era el mayorazgo de San Jorge, del que se cree cubría la cuarta parte de la sabana de Bogotá. Ver ibid., p. 210. Para más información sobre los propietaros en la sabana de Bogotá, ver Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp.137-49. 119 Alquiler era "trabajo estacional de unos días o semanas, el que involucraba comunidades enteras para plantar, limpiar y recoger"; concierto era "trabajo permanente en el que uno o más hombres, a veces mujeres, servían en agricultura y otros trabajos de la hacienda durante seis meses o más". Ver Villamarín, “Encomenderos and Indians", p. 197. Sobre la preferencia otorgada a los grandes propietarios en la alocación de trabajo indígena, ver ibid., pp. 12, 206, 294. 120 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 63-73. 121 Villamarín, "Encomenderos and Indians", p. 237. 122 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 140-9.

pero allí también había marcadas desigualdades en la distribución de la tierra. Las tierras mejor situadas estaban, al parecer, en los resguardos indios y en manos de propietarios grandes y medianos, con estancias entre 300 y 900 hectáreas. 123 En vecindad inmediata de Vélez, otra área de colonización temprana, prevalecía el mismo problema de acceso desigual a la tierra. En 1777, un funcionario colonial comentaba que en Vélez "hay dos clases de personas: una de los que poseen su propia tierra y constituyen la clase de caballeros, y otra de los pobres que viven en tierras de los primeros, y que son conocidos como renteros". Pensaba que la condición de los últimos era poco envidiable, ya que "habían nacido y crecido en condiciones tan degradantes que, sufriendo una servidumbre peor que la de los esclavos y siendo menos independientes que los siervos polacos, lo soportan todo, debido al hábito y a fin de retener esa parcela de tierra en que nacieron y donde nada poseen, excepto las hierbas y raíces con que se mantienen, cuando los caballeros lo permiten así".124 Las grandes propiedades ««Página 100»». predominaban también en el área de tierra caliente de las faldas de la montaña. En los potreros del alto Magdalena, en las provincias de Mariquita y Neiva, los indios habían sido desplazados por Ia diseminación de la crianza de ganado, y tanto los jesuitas como los propietarios santafereños habían creado haciendas extensas para ganado y caña de azúcar.125 En las tierras altas, la economía de las grandes haciendas consagradas principalmente a la cría de ganado y al cultivo de trigo se complementaba con una economía campesina que producía para la subsistencia y para los mercados locales. A medida que declinaba la población india, campesinos blancos y mestizos invadían las tierras que la corona había reservado para las comunidades indias, y durante el siglo XVIII estos resguardos actuaron como una frontera interna que les suministraba a los campesinos una oportunidad para sembrar independientemente de los terratenientes. Las visitas (inspecciones oficiales) de la provincia de Tunja conducidas entre 1750 y 1778 muestran que se había vuelto común para blancos y mestizos arrendar tierras e incluso vivir dentro de los resguardos indios de las áreas de Santa Fe y Tunja. 126 Cada vez más los 123 Colmenares, La provincia de Tunja, p. 175. Sobre la estructura de la tenencia de la tierra en la provincia de Tunja, ver también Orlando Fals Borda, El hombre y la tierra en Boyacá (Bogotá, 1957), especialmente página 143; y, del mismo autor, "Indian Congregations in the New Kingdom of Granada: Land Tenure Aspects, 1595-1850", The Americas, vol. 8 (1957), pp. 331-51, especialmente pp. 342-3. 124 AHNC Mejoras Materiales, tomo 7, fols. 3-4; Manuel García Olano al virrey, 1777. 125 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 149-86; Villamarín, "Encomendero and Indians", p. 218. 126 Un relato general de la situación prevaleciente en los resguardos durante este

funcionarios borbones reconocían que la solución para esta ocupación ilegal de tierras india no era tratar de aplicar las leyes que la prohibían sino cambiarla Esto llevó a un rompimiento con la tradición de proteger tierra indias, y al reagrupamiento de las comunidades nativas, así como la venta de tierra sobrante en los resguardos a no indios. La revisión de la política comenzó en 1755 con la supresión de varios resguardos en las provincias de Tunja y Santa Fe, después de visitas del oidor Verdugo y Oquendo en la primera y del oidor Joaquín de Aróstegui en la segunda. Luego tomó nueva fuerza en la década de 1770, cuando el fiscal de la audiencia, Francisco Antonio Moreno y Escandón, ««Página 101»». recomendó nuevos cambios en los resguardos como parte de una reorganización del sistema de corregimientos de indios, que escasamente funcionaba. 127 Siguieron entonces nuevas ventas de tierras comunales indias, algunas a los pequeños campesinos que las trabajaban y otras a terratenientes locales que querían redondear sus propiedades.128 Pese al hecho de que las tierras altas eran relativamente populosas, la agricultura en la región estaba poco desarrollada. Para los grandes propietarios la tierra arable era menos importante que la cría de ganado, y tierras fértiles apropiadas para el cultivo del maíz y de otros cereales se consagraban a menudo al pastoreo extensivo, incluso en la sabana de Bogotá. Algunos observadores contemporáneos consideraban al sistema de tenencia responsable por este descuido de la agricultura, reprochándoles a los grandes propietarios por no cultivar sus tierras. En 1776, por ejemplo, el virrey Guirior denunció "el grave daño que surge del hecho de que algunos, en razón de antiguas concesiones o de otros títulos, se consideran dueños de tierras inmensas que no cultivan... ni les permiten a otros que las cultiven, dejándolas en barbecho de tal modo que ni la comunidad ni los individuos pueden lograr los beneficios ofrecidos por su usufructo..." 129 Pedro Fermín de Vargas le hacía eco a este argumento en 1790, cuando se quejaba de que "la extensión ilimitada de muchas haciendas crea un gran vacío en la población de estos territorios... convirtiendo tierras de trigo en potreros, y privando al reino de un gran número de personas que podían ganarse la vida en tierras que ahora alimentan animales". 130 Como el virrey Guirior, Fermín de Vargas era partidario de una reforma para devolver esas tierras al mercado, período se halla en Margarita González, El resguardo, pp. 57-64. 127 Moreno y Escandón, Indios y mestizos de la Nueva Granada, pp. 26-30. 128 Margarita González, El resguardo, pp. 74-5; Germán Colmenares, La provincia de Tunja, p. 205. 129 Posada e Ibañez, Relaciones de mando, pp. 144-5. 130 Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, p. 100.

««Página 102»». y argüía que sólo una repartición más equilibrada promovería la prosperidad y el desarrollo agrícola. Para reforzar su opinión llamo la atención sobre las condiciones en los valles templados en torno a Vélez, Socorro, San Gil y Girón, donde la tierra estaba distribuida menos desigualmente. Aunque había algunas grandes haciendas en esas áreas, la producción agrícola se encontraba principalmente en manos de pequeños agricultores independientes, muchos de los cuales eran dueños de su propia tierra. Fermín de Vargas observaba que esto alentaba el crecimiento de la población y de la prosperidad, "porque sus habitantes han dividido la tierra en pequeñas partes que poseen y cultivan con más esmero, y tienen lo suficiente para mantener sus familias". Esto, añadía con admiración, les permitía "vivir como los antiguos romanos, y como ellos aumentar progresivamente su población".131 De hecho, la pobreza y el atraso de la sociedad agraria en las tierras altas alrededor de Bogotá y Tunja no puede atribuirse enteramente a la estructura de la propiedad. La preferencia de los terratenientes por la cría de ganado era una respuesta racional a las condiciones de un mercado pequeño, donde la mayor parte de los alimentos eran suministrados por campesinos, y reflejaba también las dificultades que encontraban para crear y controlar una fuerza laboral desprovista de tierra. En efecto, pese a su posición privilegiada, los terratenientes tenían un nivel de vida bastante pobre, y eran una clase rica y poderosa. Hasta su expulsión en 1767, los jesuitas habían sido los grandes propietarios de la región, y habían sido capaces de maximizar sus ingresos al sostener un complejo integrado de empresas agrarias donde las haciendas en diferentes ambientes se especializaban dentro de una red de mutua interdependencia. 132 Pero incluso los grandes propietarios criollos no podían aproximarse a la riqueza agrícola generada por los jesuitas ni imitar ««Página 103»». su éxito, porque sencillamente carecían de los mercados que les permitieran hacerlo. Bogotá, sede de la élite social y económica, reflejaba la mediocridad de las fortunas criollas. La ciudad no se distinguía por su riqueza o su cultura, pocas familias tenían títulos aristocráticos, y los comentarios contemporáneos sugieren que, pese a sus grandes propiedades, los terratenientes locales eran, de acuerdo a las normas europeas contemporáneas, nada más que una nobleza respetable, más bien empobrecida, con un estilo de vida sencillo y rústico. 133 131 Ibid. 132 Germán Colmenares, Las haciendas de los jesuitas en el Nuevo Reino Granada, siglo XVIII (Bogotá, 1969), especialmente pp. 45-68. 133 Moreno y Escandón "Estado del Virreinato de Santa Fe, Nuevo Reino de Granada", BHA, vol. 23 (1935), p. 554. El estilo rústico de la capital se refleja en la

LAS PROVINCIAS DEL SUR En el sur había otra macroregión distinta en la enorme provincia de Popayán. Administrada por un gobernador nombrado por la corona, la provincia tenía una jurisdicción que abarcaba virtualmente la totalidad del sur y del suroeste de Colombia. Excepto por los pueblos norteños de Cartago, Anserma, Caloto y Toro, la provincia era parte de la audiencia de Quito e incluía las subprovincias de Iscuandé, Raposo y Barbacoas en la costa del Pacífico, y Pasto en las tierras altas al sur, todas ellas administradas por tenientes gobernadores nombrados en Popayán. La región estaba integrada por varias zonas geográficas y económicas distintas. Su centro original yacía en la ciudad de Popayán, ««Página 104»». Mapa 2.4 La región del Valle del Cauca. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 7) donde los españoles se habían establecido a comienzos del siglo XVI. Como capital provincial, Popayán continuaba siendo el principal centro urbano, con unos 14.000 habitantes viviendo en sus alrededores y un grupo de vecinos que extraían sus fortunas de la minería del oro en las regiones aledañas y más importante, en las tierras bajas del Pacífico.134 Al norte de Popayán, una cadena de pueblos que se extendía a lo largo del elevado valle del alto rio ««Página 105»». Cauca desde Caloto por Cali y Buga hasta Anserma, contenía la mayor parte de la descripción dejada por el jesuita Gilij; ver su Ensayo, pp. 381-2. Es interesante notar que la arquidiócesis de Santa Fe estaba avaluada entre 12.000 y 14.000 pesos en 1760, mientras que las diócesis de Quito, Cuzco y La Paz excedían todas los 20.000 pesos de valor, y cuando las arquidiócesis de Lima y La Plata valían 30.000 y 50.000 pesos respectivamente: AGI Quito 280, "Relación de los Arzobispados y Obispados..." Los comentarios de los viajeros extranjeros que visitaron a Bogotá después de la independencia muestran lo poco que había cambiado la situación durante los años 1820s y 1830s: ver Safford, "Commerce and Enterprise", pp. 41-48. 134 Para una visión de la ciudad a mediados del siglo, ver las observaciones de Miguel de Santiesteban en Robinson (ed.), Mil leguas por América, pp. 136-

población de la región, como lo muestra el mapa 2.4. Los pueblos del norte eran tan sólo los remanentes en decadencia de anteriores establecimientos mineros, y los pueblos más importantes de Buga, Cali y Caloto eran de modestas proporciones. En la década de 1770 Cali tenía unos 5.000 habitantes en el pueblo mismo, con otros 6.000 en su hinterland, y Buga y Caloto eran de tamaño similar.135 Como Popayán, estos pueblos se conectaban con áreas mineras en las tierras bajas del Pacífico. Directamente hacia el oeste estaban las zonas escasamente pobladas pero económicamente importantes de Barbacoas, Iscuandé y Raposo, zonas de minería de oro en las tierras calientes bajas de la costa Pacífica; hacia el noroeste estaba la provincia del Chocó, otra área minera importante. Administrativamente el Chocó era parte de la provincia de Popayán hasta 1740, cuando se volvió una provincia independiente; económicamente mantenía fuertes vínculos con los pueblos de Popayán y del Cauca, porque los mineros más ricos eran ciudadanos de Popayán y Cali y porque sus haciendas y fincas eran la principal fuente de provisiones del Chocó. Finalmente, en el borde sur de la provincia estaba la región de Pasto, supervisada por un teniente del gobernador de Popayán. Unas 11.500 personas vivían en el pueblo y sus alrededores, con otros 15.000 en aldeas diseminadas en el país alto y frío dentro del paisaje andino que lo rodeaba. Entre las subregiones del sur de Colombia, Pasto se mantiene aparte. Social, cultural y económicamente tenía más en común con el territorio de Quito que con la región norteña de Popayán y Nueva Granada. La mayor parte de su población era india y su agricultura era similar a la de la tierra fría en la Cordillera Oriental. En conjunto era una región pobre, donde sólo los jesuitas parecen haber sido capaces de crear empresas agrícolas exitosas que producían lana, ganado y cereales para comerciar con las áreas de Popayán y Quito. ««Página 106»». Aunque las haciendas de las tierras altas eran capaces de vender trigo en pueblos tanto de Popayán como de Quito, el alto costo del transporte a esos mercados reducía su comercio a un tráfico mas bien irregular, vulnerable a las conmociones que los frecuentes aguaceros causaban en los caminos circundantes. 136 La suerte de las haciendas jesuitas puestas a la venta en los años setentas ilustra las limitaciones de la economía de Pasto. El valor de siete grandes haciendas, sus edificios, ganado y equipo, fue fijado en sólo 103.599 pesos, un poco más de 11.000 pesos por hacienda.137 Pese al bajo precio y a arreglos especiales para facilitar la venta, hubo ofertas por sólo cinco de las propiedades. Como explicaba 135 Ver Apéndice A, Cuadro 7. Sobre Cali, ver Germán Colmenares, Cali: Terratenientes, Mineros y Comerciantes, siglo XVIII (Bogotá, 1983), p. 137. 136 ACC Libro Capitular (1775), tomo 27, fol. 57. 137 ACC Colonia C II-17it 52 75, Ramón de la Barrera al gobernador Jose Ignacio Ortega, Pasto II, octubre 1770.

un funcionario los terratenientes de Pasto sencillamente no tenían los fondos para hacer esas compras, salvo que se les dieran hipotecas muy extendidas en términos generosos.138 Pero cuando la corona redujo el interes pagable por las hipotecas del 5% al 3%, seguía habiendo quejas de que no podían hacerse los abonos debido a las dificultades de intercambiar productos agrícolas por dinero en efectivo.139 El corazón de la economía regional del sur residía en las tierras templadas cerca de la ciudad de Popayán y a lo largo del ancho cauce del valle del río Cauca, entre Cali y Buga. En esas áreas el oro, casi todo de las tierras bajas del Pacífico, suministraba la base para el cambio externo, estimulaba el desarrollo de una economía monetaria y aliviaba las presiones para subsistir inducidas por el aislamiento de los mercados de ultramar. Aquí el oro llenaba la función que el azúcar o el cacao ejercían en la movilización de recursos en Brasil o Venezuela. De las minas llegaba una constante demanda de carne y productos de la ganadería, de productos del azúcar, principalmente aguardiente, y de tabaco, todos los cuales eran abastecidos por la región del valle del Cauca. ««Página 107»». En toda el área la cría de animales era una forma básica de empresa agrícola, que producía principalmente ganado pero también caballos de cría y mulas, o corderos en las áreas altas. Los criaderos más grandes fueron poseídos y manejados por los jesuitas hasta 1767, cuando los expulsaron; pasaron entonces a manos de administradores del gobierno antes de ser vendidos, casi siempre a grandes terratenientes. El cultivo del azúcar era también fundamental para la economía agraria en el valle del Cauca. De Caloto a Cartago, los propietarios cultivaban generalmente azúcar en sus tierras, especialmente por la miel usada para hacer aguardiente. En el decenio de 1770 muchos propietarios del valle del Cauca estaban produciendo tabaco. Otro tanto sucedía, según parece, con los propietarios del hinterland de Popayán, ya que el concejo municipal de la ciudad protestó contra el estanco de tabaco en 1772, basado en que los privaría de los beneficios de una cosecha esencialmente comercial.140 Después de 1778 el cultivo del tabaco se volvió más concentrado, a medida que las reglas del monopolio estatal restringían la producción legal, primero a áreas cerca de Caloto y Buga y luego, en 1795, al área de Llanogrande (Palmira moderna). 141 En las tierras frías y fértiles en torno a la ciudad de Popayán la agricultura era más diversa que en el valle del Cauca. Los hacendados producían una serie de productos de tierra templada como trigo, cebada y maíz, papas, frijoles y cebollas, 138 Ibid. 139 Colmenares, Las haciendas de los jesuitas, pp. 135-6. 140 ACC Libro Capitular, 1772, tomo 26, ff. 153-5. 141 González, Ensayos de historia colombiana, pp. 123-4.

mientras que también levantaban ganado. Como los jesuitas, los grandes propietarios vendían sus productos en mercados urbanos o a mercaderes que los llevaban a los distritos de minería, así como también usaban sus haciendas para alimentar a los esclavos que empleaban en la minería. La economía de la hacienda era entonces, generalmente, una mezcla de cultivos arables y de cría de ganado, que producía tanto para el mercado como para la subsistencia del dueño de la hacienda, sus dependientes y trabajadores. 142

««Página 108»». Como en la región costeña del Caribe, las haciendas dedicadas a la ganadería eran la forma más común de empresa de agricultura comercial. De hecho, la carne era tan abundante que se había convertido en la dieta del pueblo común en la región del Cauca.143 La estructura agraria del área central estaba dominada por grandes haciendas que se habían formado al final de la Conquista, primero alrededor de la capital provincial de Popayán y más tarde en torno a Cali y Buga. En el siglo XVIII tres tipos principales de empresas agrarias habían emergido en la provincia de Popayán. Primero, las haciendas de campo del valle de Popayán, desarrolladas en conjunción con primeras encomiendas para abastecer de cereales a los colonizadores españoles; segundo, los inmensos hatos creados en tierras tomadas en el valle del Cauca durante las guerras contra los indios de fines del siglo XVI y comienzos del XVII, y consagrados al pastoreo extensivo; y tercero, las haciendas de trapiche que producían productos del azúcar para mercados urbanos y de minería. Estas últimas estaban casi invariablemente ligadas a hatos de ganado, los que suministraban comida para el trabajo esclavo usado en la economía del azúcar.144 Aunque más pequeña que Popayán, Cali también era el foco de una sociedad agraria dominada por grandes terratenientes. Aquí la población india había sido pequeña en tiempos de la colonización y la gran hacienda se desarrolló a fin de monopolizar el escaso trabajo disponible. Sin embargo, su enorme fecundidad apenas fue explotada durante el período colonial. Se cultivaba poca tierra y gran parte de ella estaba dedicada al ganado, que vagaba silvestre por extensos pastos 142 Zamira Díaz de Zuluaga, Sociedad y economía en el valle del Cauca, Vol. 2: Guerra y economía en las haciendas, Popayán, 1780-1830 (Bogotá, 1983), pp. 3160. 143 Colmenares calcula que con una población de unas 15.000 personas, Popayan consumía 4.400 libras de carne diarias, o millón y medio de libras al año. sobre la organización del mercado de carne de la ciudad, ver Colmenares, Historia económica y social II: Popayán, pp. 218-27. 144 Ibid., pp. 199-207.

naturales y suministraba la carne que era la fuente principal del comercio de Cali.145 La concentración de tierra era extraordinaria: ««Página 109»». Colmenares ha calculado que todo el valle del Cauca desde Cartago hasta Cali puede haber estado en manos de unas cien personas, de las que 79 vivían en Cali y Buga. Esto no las hacía ricas. La agricultura ofrecía ingresos mínimos, el precio de la tierra era sumamente bajo, y la mayor parte de los terratenientes poseía pocas propiedades muebles. Para adquirir la moneda que tanta falta hacía en el sector agrario, los terratenientes tenían que volverse al comercio o la minería, o hacer alianzas con comerciantes y mineros. En el siglo XVIII el desarrollo de la minería de oro en las tierras bajas del Pacífico le inyectó un nuevo dinamismo a la economía del Cauca. El cultivo del azúcar con el uso de trabajo esclavo y organizado a veces por hacendados involucrados también en la minería y que trasladaban a sus esclavos de actividades agrícolas a mineras, se había vuelto entonces el aspecto más provechoso de la economía agraria. El número de esclavos empleado en estas fincas rara vez pasaba de treinta o cuarenta, pero la cifra representaba una alta proporción de la inversión general en agricultura. Y, como los propietarios de Popayán y de la costa del Caribe, los terratenientes del Cauca empleaban a sus esclavos en una economía de hacienda que buscaba la subsistencia interna mientras maximizaba los ingresos de la minería y de las ventas de productos de azúcar.146 A medida que el comercio con las áreas mineras creció durante el siglo XVIII, las oportunidades para sacar provecho de la agricultura aumentaron en la misma forma. Las recompensas caían por lo general en manos de los grandes propietarios, quienes a veces integraban minería y agricultura dentro de empresas entrecruzadas. La capacidad de los grandes propietarios para dominar la agricultura ««Página 110»». comercial se debía en parte a la estructura existente de tenencia de la tierra y en parte a la naturaleza de la economía minera. Los establecimientos mineros eran pequeños y dispersos, a veces sumamente móviles y localizados por lo general en 145 Desde comienzos del siglo XVII Cali envió productos de ganadería a las áreas mineras para cambiarlos por oro, y a Quito y Popayán para cambiarlos por manufacturas de los obrajes ecuatorianos y de los comerciantes que traían productos de España. Ver Gustavo Arboleda, Historia de Cali, 3 vols. (Cali, 1956), vol. I, pp. 167-9, 202. La importancia de ese comercio para los propietarios del área puede juzgarse por los efectos de la plaga ganadera de 1688, y por la de 1772. Ver ibid., vol. I. p. 317, y vol. II, p. 360. 146 Colmenares, Cali, pp. 21-78.

las insalubres tierras bajas tropicales del litoral Pacífico. Los altos costos de transportar bienes por los largos y difíciles senderos tendían a mantener al pequeño propietario lejos de participar en mercados interregionales, y los mercados mineros eran en consecuencia controlados principalmente por el pequeño grupo de familias ricas cuyos antecesores habían acumulado vastas extensiones de tierras del Cauca, fértiles y bien situadas. Su dominio de la tierra, reforzado por el poder político informal, capacitaba a esas familias para dominar los mercados regionales, y su poder económico estaba reforzado por conexiones con la minería y el comercio que les daban acceso al capital y al crédito. Durante los siglos XVI y XVII, la élite tradicional de encomenderos y terratenientes se había revificado por el matrimonio con inmigrantes peninsulares que suministraban la riqueza necesaria para invertir en la minería, preservando sus valores señoriales al absorber una orientación racional y comercial. 147 Durante el siglo XVIII esta tendencia continuó, a medida que españoles de éxito se integraban por matrimonio a la élite de Popayán, reforzando así su riqueza y su poder mientras preservaban su carácter esencial.148 La nobleza con tierras de Cali también se mostraba ávida de absorber en sus rangos a los nuevos ricos. Propietarios de minas y mercaderes inmigrantes se incorporaban al patriciado por matrimonio, reforzando el pequeño grupo de familias principales que dominaban la ciudad. 149 Así, mediante las operaciones de un sistema económico que combinaba extenso pastoreo de ganado con producción de azúcar altamente capitalizada, tierra arable autosuficiente, minería de oro, empresas comerciales y cargos en el gobierno, ««Página 111»». la nobleza criolla de Popayán y Cali capturó buena parte de la riqueza de la región del Cauca y dominó su sociedad. La creación y el sustento del poder económico de esta nobleza se basaban en la institución de la esclavitud.150 En el siglo XVI, los fundamentos de la economía 147 La emergencia de un elemento importante de esta élite terrateniente, basada en la ciudad de Popayán, se describe en Marzahl, Town in the Empire, pp. 3-34. 148 Colmenares, Historia económica y social II: Popayán, pp. 237-47. 149 Colmenares, Cali, pp. 129-37. 150 La importancia de la esclavitud en la agricultura puede ilustrarse con el cálculo del virrey del número de esclavos empleados en minería en 1778 con relación a la población total de esclavos enumerada en el censo de 1779. El virrey calculaba que 6.320 esclavos eran empleados en las minas de la provincia en 1778; el censo de 1779 mostraba que había más de 18.000 esclavos en la provincia. Parece así entonces que casi las dos terceras partes de la población esclava estaban empleadas en trabajos agrícolas y domésticos. Ver José Manuel Pérez Ayala, Antonio Cabellero y Góngora, Virrey y arzobispo de Santa Fe, 1723-1796 (Bogotá, 1951), pp. 348, 393-3.

agrícola y minera interrelacionada se habían construido sobre el trabajo indio, hasta que su agotamiento forzó a terratenientes y mineros a comprar esclavos negros. Estos esclavos estaban destinados principalmente a las minas, pero también fueron integrados a las labores agrícolas. La necesidad de un núcleo constante de trabajadores para atender los rebaños en aumento, la prohibición de emplear indios en los ingenios y la transferibilidad de esclavos entre trabajos mineros y agrícolas, todo eso hacía del trabajo esclavo una propuesta atractiva para los terratenientes con suficiente capital para invertir. 151 Una vez comprados, los esclavos liberaban a los propietarios de su dependencia de blancos pobres o mestizos, los que preferían buscar la independencia en cultivos de subsistencia o en trabajo urbano, y les permitían también sacarles más provecho a sus recursos al utilizarlos intensivamente. Los informes sobre administración de fincas hechos por dos prominentes hacendados durante el último cuarto del siglo XVIII mues««Página 112»». tran cómo una fuerza de trabajo esclava puede utilizarse hasta el máximo en una economía que combinaba la autosuficiencia con una vigorosa orientación al mercado. En 1775, José de Mosquera y Antonio de Arboleda esbozaron la organización de sus haciendas en Popayán y en Caloto para instrucción de la Junta Municipal responsable de la administración de los bienes jesuitas confiscados. Ambos hombres describieron trapiches que requerían grandes cantidades de trabajo esclavo y de poder animal para su operación. Informaban que cada trapiche separado necesitaba cincuenta esclavos, hombres y mujeres, que debían sembrar, cortar procesar la caña, mientras cultivaban maíz y plátano para su propia subsistencia. Además, se necesitaban cincuenta caballos para la constante molienda de la caña, con cuatro enyugados por parejas para suplir con agua hirviendo a cada una de las cubas. Se necesitaban también veinte mulas para transportar la caña cruda y la comida de los esclavos a los trapiches, y cuarenta bueyes para llevar leña a los hornos. Estas no eran, observaba Mosquera, reglas fijas para la producción de azúcar. El número de trabajadores, mulas y bueyes usados variaba con la fertilidad de la tierra, la accesibilidad de combustible para las cubas de azúcar y la distancia de los sembrados de maíz de los trapiches.152 En un aspecto, sin embargo, el consejo era claro. Buscaba 151 Una visita hecha en Cali en 1688 indica que todavía se seguían utilizando los indios para trabajos agrícolas y que las encomiendas subsistían. Se dieron entonces nuevas reglas para la regulación del trabajo indio, y para asegurar que los vecinos pudieran contratar a los indios como asalariados, asignando una tercera parte de la encomienda todos los años para este propósito. Sin embargo, les estaba prohibido específicamente a los indios trabajar en un ingenio o en un trapiche. Ver Arboleda, Historia de Cali, vol. I, 246-51. 152 ACC Colonia, Civil II-l7it, 54 04. Josef de Mosquera a Ignacio de Velasco Popayán, 20 de febrero de 1775; Manuel Antonio de Arboleda a Junta Municipal Popayán, 30 de marzo de 1775.

explotar el potencial comercial de la hacienda hasta el máximo, mientras trataba de minimizar sus gastos y su dependencia de abastecimientos externos. Las cuentas muy detalladas llevadas por el administrador de las haciendas ex jesuitas de Japio y Matarredonda durante los años de 1774 a 1777 muestran en acción estos mismos principios. Cuanto fuera posible de las mercancías para uso cotidiano, de alimentos y hasta muebles y sebo para las velas, era suministrado por los propios recursos de la hacienda. Algunos artículos no se podían obtener sino afuera (ropa para los esclavos, hierro y acero para hacer instrumentos, y trabajos especializados como hacer cerraduras), pero esos gastos ««Página 113»». eran controlados rigurosamente y mantenidos al mínimo. 153 Los datos sobre la hacienda de Coconuco (otra propiedad ex jesuita, comprada por Francisco de Arboleda en 1770) muestran también cómo los propietarios eran capaces de reforzar su autonomía con el uso de trabajadores indios, cuando éstos estaban disponibles. Situadas en la tierra fría, las tierras de Coconuco se usaban para cultivar varios granos y para pastar corderos y ganado. Los esclavos integraban el núcleo de la fuerza laboral (por ejemplo como panaderos, queseros y curtidores), mientras que la aldea indígena local era la fuente de trabajo agrícola estacional. El uso del trabajo indio era, en efecto, una práctica tan arraigada y tan tradicional que cuando el nuevo propietario le dio instrucciones a su administrador en 1823, no detalló los derechos y deberes de los indios como lo hizo con los esclavos. Tan regulada estaba la práctica por viejos usos de origen colonial. Más allá del hinterland de Popayán, el trabajo indígena por lo general no estaba disponible y los propietarios se apoyaban o en esclavos o en el trabajo suministrado por negros libres, mulatos y mestizos. 154 En la vecindad de la ciudad minera de Caloto, por ejemplo, la mayor parte de la tierra era propiedad de vecinos de Popayán, quienes también controlaban las minas locales y por consiguiente dominaban la economía local. Aunque estos vecinos poseían cincuenta y cuatro haciendas de campo en la jurisdicción de Caloto, el resto de la población, unas 10.000 personas, o bien estaban empleadas por los hacendados o trabajaban tierras que apenas eran capaces de mantenerlas. En las áreas de las ciudades de Toro y Anserma prevalecía 153 ACC Col. Civil II-17it, 52 29. "Libro que yo Dn. Félix Antonio Manrique, Administrador de estas haciendas de Japio y Matarredonda, pertenecientes a las Temporalidades de Regulares expulsos del Colegio de esta Ciudad de Popayán, he formado..." 154 J. León Helguera, "Coconuco: Datos y documentos para la historia de una gran hacienda caucana, 1823, 1824 y 1876", ACHC, vol. 5 (1970), pp. 189-203. Sobre los indios de cuyo trabajo se suplían los propietarios de Popayán, ver Joanna Rappaport, The Politics of Memory: Native Historical Interpretation in the Colombian Andes (Cambridge, 1990), pp. 38-56.

««Página 114»». una situación similar de agricultura de subsistencia pobre, ocasionalmente complementada con trabajo en las minas.155 La agricultura comercial en la región del Cauca no era coto exclusivo de grandes familias terratenientes como los Caicedos, los Mosqueras y los Arboledas. Debajo de los altos puestos de la clase propietaria había un grupo mayor de propietarios más modestos, que trabajaban sus hatos y estancias con dos o tres esclavos. Estos hombres participaban también en la agricultura comercial, y cuando en 1765 se estableció el monopolio del gobierno para el aguardiente, se unieron a los grandes propietarios para protestar contra él. 156 Los registros de la milicia en Cali, Buga y Cartago atestiguan también la existencia de un grupo de labradores, hombres que a veces arrendaban las tierras de los grandes propietarios de esos pueblos.157 En Cali, estos blancos más pobres eran conocidos como "montañeses” (porque no tenían casas en la ciudad) y constituían un grupo social intermedio que buscaba a sus líderes entre los grandes propietarios de tierra. 158 En 1793 fueron descritos por el procurador del concejo municipal en Cali como aquellos que "crían sus finas razas de vacas, toros, mulas y caballos bajo la protección de los propietarios que les permiten el uso de sus tierras gratuito o con un arriendo pequeño”.159 Alrededor de Buga había unas 105 haciendas de trapiche en 1779, algunas poseídas por las mismas familias, mientras que el cultivo del tabaco mantenía a pequeños agricultores que arrendaban tierra de los grandes propietarios, posiblemente repartiéndose la cosecha. 160 ««Página 115»». 155 "Estado general de las ciudades y pueblos del Cauca en 1771", Boletin Historial del Valle, Nos. 73-5 (Cali, 1941), pp. 58-96. 156 "Cali en 1765. Informe rendido al Virrey sobre la subversión del estanco de aguardiente y los movimientos subversivos que eso ocasionó", Boletín Historial del Valle (Cali, 1937), nos. 43-5, pp. 246-52; Arboleda, Historia de Cali, tomo 2, pp. 326-7. 157 AHNC Virreyes, tomo 5, fols. 813-31. 158 Colmenares, Cali, pp. 1.38-40. 159 Arboleda, Historia de Cali, vol.I1I, p. 227. 160 Tulio Enrique Tascón, Historia de Buga en la Colonia (Bogotá, 1939), pp 251-3; Arboleda, Historia de Cali, pp. 139-40.

En las listas de la milicia, los labradores figuraban junto a los artesanos y unos y otros se consideraban distintos de la masa de negros y mulatos libres. El viajero francés Mollien observaba que "el orgullo racial no es menor en el valle del Cauca que en las colonias del Caribe; y llega a tal punto que los pobres sólo cultivan las tierras de la montaña, donde el frío no permite el empleo de negros". Anotaba también que incluso "los arrieros, orgullosos de su raza blanca, tienen vergüenza de caminar, de tal manera que se necesita un esfuerzo para distinguir a los pobres (blancos) de los ricos". 161 Aunque el caso de los labradores indica que la agricultura del Cauca no estaba dividida a lo largo de dos ejes rígidamente separados —grandes propietarios usando trabajo esclavo e indio por un lado, y campesinos dedicados a la subsistencia y a trabajos ocasionales del otro—, la estructura agraria de la región tenía una tendencia marcada hacia el dualismo. De una parte estaban los grandes propietarios que se especializaban en la ganadería y en la producción de azúcar y dominaban los mercados respectivos. De la otra estaba la masa de pequeños agricultores blancos, mestizos y mulatos cuya participación en la economía de mercado se limitaba a la venta de artículos de consumo como maíz, plátanos y vegetales. Así, aunque la notable dependencia de los propietarios del Cauca de la esclavitud y su estrecha relación con mercados mineros y urbanos hacían que la región fuera particularmente sensible a las influencias externas que afectaban la demanda de esos sectores durante el siglo XVIII, la tendencia de los hacendados a buscar autonomía en el abastecimiento de sus haciendas y a forzar al pequeño productor a tierras marginales significaba que la mayoría de los agricultores se veían poco afectados por cambios en la economía de mercado. Sólo aquellos con acceso a grandes provisiones de tierra y capital eran capaces ««Página 116»». de aprovechar las ganancias ofrecidas por el comercio con los campos mineros y los centros urbanos comerciales. Y así, a lo largo de la Nueva Granada la agricultura ofrecía pocas oportunidades para la expansión de ingresos o la acumulación de capital. Ni el comercio legal ni el contrabando suministraban al agricultor salidas significativas para sus productos, y los cultivos —desde la gran hacienda hasta la parcela de subsistencia de una familia campesina— estaban encaminados principalmente a atender la demanda doméstica. La comercialización de la agricultura dentro del contexto de la economía doméstica estaba, además, restringida por la pequeña escala de los mercados internos. La mayor parte de los productos podían ser comercializados sólo localmente, mientras los altos costos del transporte les impedían competir con sustitutos aceptables producidos en otras áreas, y el comercio local servía a mercados que eran demasiado pequeños en términos de número de consumidores y de poder adquisitivo como para promover la especialización. La propiedad de haciendas extensas que podían usarse para producir caña de azúcar, cereales y ganado mantenía a las élites regionales, que disfrutaban de 161 Mollien, Viaje, p. 286.

ingresos por encima del promedio gracias a la agricultura, pero la producción de alimentos a bajo precio no favorecía la adquisición de grandes fortunas. Tampoco, por supuesto, la agricultura mantenía nexos con la madre patria. El comercio con España dependía en cambio de las minas de oro que los españoles habían encontrado y desarrollado durante el siglo XVI y que, durante el período colonial, sirvieron para financiar las importaciones de Europa. ««Página 117»». 3 LAS FRONTERAS MINERAS Y LA ECONOMÍA DEL ORO Tras las conquistas del siglo XVI, la Nueva Granada pronto se hizo famosa por su oro, y la minería del oro siguió teniendo vital importancia en la relación colonial a lo largo de los siglos de gobierno español. De todos sus recursos, el oro les pareció siempre el más importante a los gobiernos españoles, porque financiaba el comercio con la península, estimulaba el comercio interregional y constituía una importante fuente de ingresos para la Real Hacienda. Este punto lo expresó con énfasis un observador de fines del siglo XVIII, al anotar que la principal y casi única causa de la subsistencia de este vasto reino y del comercio con España es el oro que se extrae de las numerosas minas que se laboran en las provincias de Popayán, el Chocó y Antioquia; las otras provincias, tales como las audiencias de Quito y de Santa Fe, viven de este oro y del comercio con las provincias mineras...162 De manera que, en la medida en que tanto el comercio exterior como los mercados domésticos dependían de la producción de oro, el desarrollo del sector minero es a todas luces un tema de la mayor importancia en la historia económica de la Nueva Granada durante el siglo XVIII, y por lo tanto merece detallado examen. Sin embargo, ««Página 118»». antes de que analicemos el progreso de la minería y su papel en la vida económica de la colonia, debemos cuidarnos desde el principio de no exagerar la riqueza que el oro producía. Pues en términos de escala, organización y tecnología, así como en el dinamismo económico que generaba, la minería del oro en la Nueva Granada no es para nada comparable con las grandes industrias de la plata en el México o el Perú contemporáneos, o con los yacimientos auríferos del Brasil del siglo XVIII. Comparada, por cierto, con las minerías de México o del Perú, a duras penas merece el nombre de industria. Localizada ante todo en regiones de escasa población, y por emplear una tosca tecnología y sólo una muy pequeña proporción de la fuerza laboral de la región, la minería del oro neogranadina rendía sólo una fracción de la riqueza producida por la de los demás virreinatos y por lo tanto estimulaba en mucho menor grado la actividad 162 Citado en West, Colonial Placer Mining, p. 112.

económica. LAS TÉCNICAS MINERAS Prácticamente todo el oro extraído en el siglo XVIII en la Nueva Granada se encontraba en áreas de difícil acceso, en medio de bosques húmedos tropicales de tierras bajas o en apartadas zonas montañosas, lejos de los principales centros de población. La minería estaba allí en manos de reducidas cuadrillas de esclavos o de buscadores individuales que trabajaban en campamentos ubicados en áreas donde había aluviones o gravas auríferas. El trabajo era de alta intensidad laboral y empleaba una tecnología sencilla, consistente en unas pocas técnicas normales. La más generalizada era la de los lavaderos, en la cual las arenas se sacaban del lecho de los ríos durante la estación seca con bateas donde se lavaban. Otra técnica básica era la de cavar grandes hoyos para desplazar arenas y gravas auríferas y luego tamizarlas en bateas para extraer el oro. Otra forma de minería aurífera era el canalón. Este consistía en hacer pasar el agua por un canal paralelo al cual se arrojaban las arenas; los ««Página 119»». materiales pesados se retiraban a mano o por la fuerza del agua, lo que. dejaba en el fondo una capa fina de greda de la cual extraían los mineros los residuos de polvo de oro. Como requería considerable preparación y dependía de mantener un suministro adecuado de agua, la técnica del canalón empleaba una mano de obra intensiva y tendía a ser usada por mineros que disponían de cuadrillas de esclavos. Cuando no se podía conducir el agua de corrientes cercanas, los mineros se veían obligados a trabajar según la estación y a depender de las aguas lluvias que recogían en pequeños estanques durante el invierno. 163 Las minas características de México y del Perú, que producían oro siguiendo la veta en profundos socavones, eran muy escasas en la Nueva Granada del siglo XVIII. Después de la conquista, los españoles que explotaron las vetas de Buriticá, Anserma y Remedios mejoraron las técnicas indígenas de cavar tajos abiertos o hacer socavones de tiros inclinados y de triturar el oro a mano en molinos de piedra. El refuerzo de las galerías con armazones de madera y el drenaje de los socavones les permitió llegar a más profundidad que los indios, y mediante la introducción de molinos de pisones manejados con agua también lograron extraer oro de menas más duras.164 Sin embargo, a pesar de los intentos por revivirla durante el siglo XVIII, la minería de veta no avanzó mucho. Las minas de filón eran escasas, empleaban sólo una diminuta fracción de la fuerza laboral minera y nunca se aproximaron a la escala o complejidad organizacional de las minas de plata de México y del Perú. Las minas de aluvión que producían la mayor parte del oro de la Nueva Granada 163 Para una descripción más detallada de estos métodos, véanse West, Colonial Placer Mining, pp. 55-62; Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 228-48, y William F. Sharp, Slavery and the Spanish Frontier: The Colombian Chocó, 1680-1810 (Norman, Oklahoma, 1976), pp. 46-50. 164 West, Ibid., pp. 54, 65-6.

utilizaban dos clases de mano de obra: la de los esclavos y la de los productores independientes, o mazamorreros. ««Página 120»». En las zonas mineras del Pacífico, la esclavitud era la forma dominante de trabajo y la propiedad de las minas se concentraba en pocas manos. En Antioquia, al contrario, había menos concentración de propiedad y, aunque se usaban esclavos, el trabajo libre de los mazamorreros y de los buscadores jugaba un papel mucho más importante en la producción. 165 La escala de las empresas mineras nunca fue de grandes dimensiones. En su forma más simple, la minería era obra de productores independientes o de mineros que trabajaban con uno o dos esclavos. Esta clase de minería era la más frecuente en Antioquia. En las tierras bajas del Pacífico, la búsqueda del oro estaba a menudo en manos de empresas mayores, pero éstas por lo general no eran muy grandes. En el Chocó se consideraba grande una cuadrilla de más de treinta esclavos; y sólo unos pocos entre los mayores mineros poseían más de cien.166 Una vez retiradas de la tierra, las menas recibían escaso procesamiento adicional. Las extraídas de venas generalmente se trituraban a mano y el oro se separaba de los residuos cerniéndolo cuidadosamente con una batea. Esta misma técnica de lavado se empleaba para separar el polvo de oro del concentrado aurífero sacado de los aluviones. Según la ley, todo el oro debía ser llevado a la fundición real, donde era ensayado, fundido en lingotes y gravado por la corona. El proceso técnico de fundición era sencillo; sólo requería unos pocos hombres diestros y algunos operarios.167 Es claro entonces que la minería de la Nueva Granada era radicalmente diferente de la de las regiones argentíferas americanas. La ««Página 121»». extracción del oro no generaba las grandes empresas basadas en grandes inversiones fijas y en un protoproletariado sustancial característicos de la minería de la plata, y la refinación no implicaba una tecnología compleja o costosa. Tampoco era muy notable su minería comparada con la del oro en el Brasil de la época, donde nuevos ciclos de hallazgos durante la primera mitad del siglo causaron un auge de tan enormes proporciones que generó grandes desplazamientos de migrantes, formó nuevas áreas de colonización y cambió el equilibrio de toda la economía.168 No obstante, a pesar de su rusticidad, la minería 165 "Ordenanzas formadas por el Señor Don Juan Antonio Mon y Velarde…”, Antioquia, agosto 23, 1787, en Emilio Robledo, Bosquejo Biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, Visitador de Antioquia, 1785-1788, 2 vols (Bogotá, 1954), vol. 2, p. 50. 166 Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 176, 206. 167 Hasta las más complejas operaciones del proceso de acuñamiento de las monedas de oro usaban una tecnología relativamente sencilla y escaso trabajo Véase la descripción de la maquinaria y de los gastos en A.M. Barriga Villalba Historia de la Casa de Moneda, 3 vols. (Bogotá, 1969), vol. 2, pp. 65-7. 168 A.J. Russell-Wood, "Colonial Brazil: The Gold Cycle, c. 1690-1750", en L. Bethell

era un elemento vital en la vida económica de la Nueva Granada y, en cuanto polo del desarrollo, el resurgimiento de la explotación del oro a lo largo del siglo XVIII tuvo importantes implicaciones tanto para la economía de la región como para sus relaciones con España. LA EXPANSIÓN DE LAS FRONTERAS MINERAS El renacimiento de la minería neogranadina empezó a fines del siglo XVII, al abrirse nuevas fronteras de aluviones auríferos en dos regiones.'` Una de ellas estaba localizada en las tierras bajas del Pacífico, al occidente del país (véase mapa 3.1); la otra estaba situada en la Cordillera Central, en las tierras altas de la provincia de Antioquia (véase mapa 3.2). Los campos mineros de las tierras bajas del Pacífico se comenzaron a explotar a fines del siglo XVI, en los alrededores de Nóvita y de Toro, y para la década de 1580 el Chocó había adquirido la importancia suficiente para ser constituido como provincia separada. Sin embargo, la rebelión india de esa misma década había obligado a los colonizadores a abandonar Nóvita y a restablecer su centro de ««Página 122»». Mapa 3.1 El Chocó. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 8) operaciones en Toro, en el valle del Cauca. Este repliegue hizo que se suprimiera la gobernación del Chocó, y el área fue puesta bajo la jurisdicción de Popayán. La minería de la región tuvo un breve renacimiento en la década de 1630, al volver al área los mineros de Popayán con esclavos negros, hasta que la resistencia indígena los obligó de nuevo a retirarse. Hacia fines del siglo XVII, los mineros de las provincias de Popayán y de Antioquia volvieron de nuevo y, al sofocar las hostilidades de los indios, se reinició la explotación intensiva de los aluviones de la región. El antiguo real de minas de Nóvita fue reestablecido, se formaron nuevos campos minero en los afluentes de los ríos San Juan y Atrato, y para 1726 la corona reconoció la importancia económica y el potencial fiscal del Chocó Economía y sociedad ««Página 123»». Mapa 3.2 Antioquia. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 9) al separarlo de la jurisdicción de Popayán y convertirlo en una provincia independiente, con la sede del gobernador en Quibdó. 169 (ed.), Cambridge History of Latin America, vol. 3 (Cambridge, 1984), pp. 547-662. 169 West, Colonial Placer Mining, pp. 16-18; Enrique Ortega Ricaurte (ed.), Historia

El impulso para recapturar y expandir la frontera minera del Chocó había provenido de la provincia de Popayán, donde influyentes vecinos de varias ciudades lograron aprobación oficial para varias expediciones de sometimiento de los indios y para el establecimiento de minas. En el curso de una generación, entre 1690 y 1710, estos ««Página 124»». mineros habían alcanzado un control que, a lo largo del siglo, enriquecería a un pequeño grupo de familias de Popayán y de Cali, la mayor parte de las cuales combinaban sus empresas mineras de Caloto y del Chocó con grandes posesiones agrícolas en los valles del Cauca y Popayán. 170 Los nuevos hallazgos de oro de la provincia de Popayán encontraron un complemento paralelo en la minería del extremo sur de la costa Pacífica, en las subprovincias de Raposo Iscuandé y Barbacoas, donde la extracción del oro estaba sobre todo en manos de mineros de Cali.171 El aumento de la oferta de esclavos negros facilitó el crecimiento de la actividad minera durante la primera mitad del siglo XVIII. Durante la Guerra de Sucesión española, la Compañía Francesa de Guinea organizó una gran importación de esclavos a través de Cartagena —cerca de 4.250 entre 1703 y 1714—, y la English South Sea Company, que operaba bajo los términos de la concesión hecha en el tratado de Utrecht de 1713, mantuvo el alto nivel de importaciones después de la guerra. Entre 1714 y 1736, la compañía inglesa trajo a Cartagena cerca de 10.300 esclavos y, al terminar el asiento inglés en 1736, los diferentes concesionarios españoles que se hicieron cargo del monopolio importaron 13.000 más entre 1746 y 1757.172 Es difícil calcular exactamente cuántos de estos esclavos fueron llevados a las regiones mineras, pero el vigoroso crecimiento de la población esclava del Chocó indica que grandes cantidades de ellos trabajaban en las minas de las tierras bajas del Pacífico. Los informes al Consejo de Indias indicaban, en efecto, que la población esclava del Chocó había aumentado a un ritmo espectacular entre las décadas de 1720 y 1730, al crecer de cerca de 500 en la época del primer virreinato (1719-23) a entre 10.000 y 12.000 en 1738. 173 Casi sin ninguna ««Página 125»». duda, esto era ciertamente una gran exageración. Cálculos más cautelosos muestran sin embargo que hubo un notable crecimiento a lo largo del siglo, sobre todo en los primeros años. El número de esclavos en el Chocó aumentó de cerca Documental del Chocó (Bogotá, 1954), pp. 165-9. La relación más corn-pieta de la colonización en el siglo XVIII se halla en Caroline Hansen, "Conquest and Colonization in the Colombian Chocó, 1515-1740" (Tesis doctoral inédita, Universidad de Warwick, 1991). 170 Colmenares, Historia económica y social, Popayán, vol. II, pp. 144-52. 171 West, Colonial Placer Mining, pp. 18-20; Colmenares, Cali, pp. 95-102. 172 Colmenares, Historia económica y social, Popayán, vol. II, pp. 41, 56. 173 AGI Santa Fe 264, Consulta del Consejo de Indias, octubre 20, 1738.

de 600 en 1704 a unos 2.000 en 1724, se duplicó hasta casi 4.000 en 1759 y casi se duplica de nuevo durante las siguientes dos décadas, llegando a poco más de 7.000 en 1782.174 Si la ampliación de la frontera minera en las tierras bajas del Pacífico se debió ante todo al trabajo de los esclavos negros, la de la provincia de Antioquia dependió en gran parte del trabajo independiente y tuvo que ver con el aumento natural de la población de la región. A fines del siglo XVI y principios del XVII, Antioquia había poseído las zonas mineras más ricas del país, localizadas en una amplia extensión del territorio formada por las escarpaduras de la Cordillera Central y regada por el río Cauca y sus afluentes. Cuando los españoles encontraron sustanciales existencias de oro tanto en las vetas del cerro de Buriticá como en los aluviones de los ríos, la región atrajo una de las más abundantes fiebres del oro en la historia del país. 175 En un principio los mineros se concentraron en la explotación de las vetas de Buriticá y emplearon el trabajo de los indios; esta actividad fue luego complementada y después suplantada por la de los yacimientos aluviales en los numerosos afluentes del río Cauca. Las dos clases de explotación produjeron un auge que duró entre la década de 1590 y principios de la de 1630, cuando el impulso inicial se debilitó y terminó. El agotamiento de los depósitos más ricos, combinado con insuficiencias de mano de obra y los crecientes problemas para la obtención de créditos y de alimentos, llevó a la minería antioqueña a su punto más bajo. En 1633, ««Página 126»». un funcionario anotó que todas las minas importantes estaban agotadas, y que sólo había en toda la provincia unos sesenta indios disponibles para el trabajo en la minería; después de cuatro años, también muchos esclavos habían muerto de hambre. !176 De manera que para mediados del siglo XVII, los restos de las antaño florecientes comunidades mineras de Antioquia estaban trabajando en condiciones crecientemente adversas. Después de agotar los yacimientos más accesibles, los mineros se vieron obligados a desplazarse a regiones cada vez más lejanas, donde la producción era menos segura, las provisiones esenciales más difíciles de conseguir y las ganancias, por consiguiente, eran inferiores. Sin rendimientos adecuados, los mineros no podían comprar los esclavos, base de su mano de obra, e incluso si podían disponer de éstos, no había suficientes indios bajo el control español que pudieran suministrar los alimentos básicos para su subsistencia. Fue así como la minería de Antioquia entró en un ciclo de depresión que causó una regresión hacia una economía de subsistencia y que progresivamente alejó a su población del contacto con las provincias vecinas 174 Para un repaso del cambio demográfico en el Chocó durante el siglo XVIII, véase Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 17-24. Para la población en 1780, véase Apéndice A, Tabla 8. 175 Para el desarrollo de la minería en Antioquia durante principios del período colonial, véase West, Colonial Placer Mining, pp. 20-7. 176 Citado por Tulio Ospina, "El Oidor Mon y Velarde, Regenerador de tioquia", Repertorio Histórico (Medellín, 1918), vol. II, pp. 414-15.

Quienes podían, evacuaban el área, llevando consigo los restos de sus haberes y dejando las poblaciones de la provincia en un estado de estancamiento y decadencia del que muchas —sobre todo Zaragoza, Remedios, Victoria y Cáceres — jamás se recuperaron. ! 177 Aunque la crisis de los primeros centros mineros produjo una decisiva interrupción de la primera fase del ciclo de oro, la provincia no se hundió en un marasmo irreversible. A finales del siglo XVII, la sociedad antioqueña empezó gradualmente a reagruparse en nuevas áreas de colonización y, con la recuperación demográfica y los nuevos asentamientos internos, sus habitantes comenzaron a reabrir la frontera minera. En este proceso, la minería cambió de carácter. ««Página 127»». Allí el restablecimiento, al contrario del chocoano, se basó en el trabajo independiente más que en el forzado, y la frontera se expandió por obra de buscadores que se desplazaban de un río a otro, cerniendo el limo de sus lechos en busca de oro. El cambio de la colonización hacia el valle de Aburrá y el desarrollo de los aluviones de montaña en Tierra de los Osos, sobre el basolito antioqueño, apuntalaron y sostuvieron un renovado crecimiento por lo menos hasta mediados del siglo XVIII.178 No hubo un súbito auge como el que se vivió en Minas Gerais, en el Brasil, durante el mismo período, y tampoco revivieron las grandes empresas que habían funcionado en Antioquia en el siglo XVI. El renovado desarrollo de la minería se debió, al contrario, a una combinación de la agricultura y la búsqueda del oro entre los campesinos libres que trataban de escapar de la economía de subsistencia. Todavía en 1776, la población de toda la provincia era de sólo 45.000 habitantes, y su mayor ciudad no tenía más de 14.000 o 15.000 vecinos que vivían aislados en los campos.179 La agricultura comercial era por lo tanto limitada, incluso en el núcleo poblado que se concentraba en los asentamientos de Medellín, Santa Fe de Antioquia, Marinilla y Rionegro. Estas pequeñas poblaciones estaban a dos días de distancia entre sí, pero el transporte entre ellas era rudimentario y cada una producía la mayor parte de sus alimentos. Las comunicaciones con las provincias vecinas eran aún más difíciles y, a causa de las escasas salidas para el cacao, el tabaco, el algodón, el trigo y otros productos que se cultivaban en Antioquia, la búsqueda del oro era la mejor oportunidad para obtener dinero y bienes importados.180 ««Página 128»». 177 James Parsons, Antioqueño Colonisation in Western Colombia (Berke:. Los Angeles, 1949), pp. 41-7. 178 Para una descripción general de las tendencias económicas y demográficas en Antioquia durante fines del siglo XVII y principios del XVIII, véanse ibid., p. 47; West, Colonial Placer Mining, pp. 27-30; Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 41-2. 179 Francisco Silvestre, "Relación que manifiesta el estado de la Provincia de Antioquia... (1776)", Archivo Historial (Manizales, 1919), vol. 12, pp. 573-85. 180 Una completa relación de la agricultura de Antioquia se encuentra en Ann Twinam, Miners, Merchants and Farmers in Colonial Colombia (Austin, Texas, 1982), pp. 91-109.

El escape de la agricultura de subsistencia fue entonces uno de los incentivos de la minería; otro fue la desigual distribución de tierras en las principales poblaciones. Durante su visita oficial a la provincia en la década de 1780, el oidor Mon y Velarde anotó que parecía paradójico atribuir la miseria del grueso de la población a la falta de tierras, porque entre la mitad y las tres cuartas partes del área de la provincia aún estaban deshabitadas y sin cultivar. Pero también recalcó que la concentración de la mayor parte de la creciente población en el centro de la provincia, y la existencia de grandes posesiones (a menudo sin títulos legales y con frecuencia mal explotadas o abandonadas) privaban a muchos de la tierra necesaria para su propia subsistencia y la de sus familias. 181 Parece entonces que Antioquia tenía una considerable población campesina obligada a dedicarse a la minería por falta de tierra, siendo así el fundamento de una economía productora de oro basada más en el trabajo independiente que en la esclavitud. Si el renacimiento de la minería de Antioquia dependió del trabajo independiente a principios del siglo XVIII, en la segunda mitad del siglo también hubo muestras de un aumento de la inversión en esclavos. A fines de 1750, el gobernador José Barón de Chaves informó que sólo había 900 esclavos trabajando en las minas antioqueñas.182 Para 1778, este número había al parecer aumentado hasta llegar a entre 9.000 y 13.500.183 En 1758, sólo un empresario registró el establecimiento ««Página 129»». de treinta y nueve nuevas minas y obtuvo permiso para importar cien esclavos que trabajaran en ellas.184 Como también se abrieron nuevas e importantes minas en las décadas de 1760 y 1770 en las áreas de Río Grande, Río Chico y Santa Rosa de Osos, aumentó consiguientemente la demanda de esclavos hasta cuando, durante la década de 1780, algunos grandes mineros que usaban la técnica del 181 Robledo, Bosquejo Biográfico, vol. I, p. 195; vol. II, pp. 172, 199. 182 Rodolfo Segovia, "Crown Policy and the Precious Metals in New Granada”, tésis de maestría inédita, Universidad de California, Berkeley, p. 53. 183 De acuerdo al censo local, en 1777 había en Antioquia 13.501 esclavos, de los cuales 8.000 se encontraban en la jurisdicción de Santa Fe de Antioquia, y 2.500 en Medellín: véase Apédice A, Tabla 9. El censo general del virreinato da cuenta de 8.931 esclavos, de los cuales 4.035 eran mujeres y 4.896 hombres; vease Apéndice A, Tabla I. Francisco Silvestre, quien fue gobernador de la provincia entre 1782 y 1785 y entre 1782 y 1785, calculó que la población esclava de Antioquia se acercaba a los 10.000, o sea un quinto de la población total de la provincia: véase Silvestre, Relación, pp. 156-7. Es claro que el dato de menos de 4.896 esclavos en 1778, que figura en Twinam (Miners, Merchants and Farmers, p. 40) es errado. Tomado del Estudio sobre las minas de Restrepo, el dato se refiere únicamente a los esclavos varones, que este autor presumió ser la mano de obra de las minas. De hecho, es evidente, de acuerdo a la descripción de Silvestre, que las mujeres y los niños también trabajaban en la búsqueda del oro, aunque sólo fuera por el hecho de que como los amos sólo daban a sus esclavos lo necesario para su subsistencia, éstos tenían que trabajar en los aluviones en los fines de semana para obtener comida y otros bienes. 184 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 8, José de Arce y Zavala a la corona, Santa Fe, octubre 2, 1760, folio 452. Hay alguna información adicional sobre la exploración minera de Quintana en Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 42-3.

canalón y el trabajo forzado contribuyeron a elevar la producción de oro de la provincia a niveles sin precedentes.185 LA PRODUCCIÓN DE ORO DURANTE EL SIGLO XVIII Aunque estas muestras de crecimiento en el Chocó y en Antioquia indican a las claras un auge de la minería colombiana durante el siglo XVIII, es imposible un cálculo preciso de la producción de oro. Los datos de la época nos permiten señalar el valor del oro que ingresaba a los canales oficiales, ya fuese para el pago del quinto (la regalía real), la fundición para hacer lingotes (en las casas de fundición reales), o la amonedación en las casas de moneda. Sin embargo, como los mineros y los comerciantes a menudo eludían estos canales oficiales, las estadísticas de los quintos, la fundición y la amonedación invariablemente subestiman el valor del oro que se extraía en realidad. 186 Los cambios en las tarifas de los impuestos ««Página 130»». complican aún más la correlación entre los ingresos por concepto del quinto y la producción de oro. A partir de 1696, el quinto se cobraba al 5%, con una adición llamada "cobo" del 1.5%; en 1759, los impuestos al oro cayeron al 6%, al ser reducido el cobo al 1%; finalmente, en 1777 el quinto fue fijado en un uniforme 3%. Estas reducciones de los impuestos, sobre todo la de 1777, pueden muy bien distorsionar una curva de producción basada en los ingresos por concepto de los quintos, porque los mineros tenían menos razones para evadir los impuestos al ser éstos menores. Sin embargo, con el fin de indicar tendencias generales en la escala de distribución de la producción de oro, presumiremos que la diferencia entre la producción registrada y la real fue más o menos constante durante el siglo, y advertimos que nuestros datos solo ofrecen indicadores aproximados sobre la magnitud del volumen y las tendencias a largo plazo de la producción. 187 Empezando con la presunción de un promedio constante de evasión de impuestos, Jorge Orlando Melo ha empleado dos fuentes para estimar las tendencias en la producción de oro de Colombia durante el siglo XVIII: los registros de los quintos pagados en las principales regiones mineras y los informes 185 Ibid., p. 41; también Twinam, Miners, Merchants and Farmers, pp. 39-41. 186 Sharp sugiere que los quintos cobrados en el Chocó pueden reflejar sólo entre la mitad y las dos terceras partes del oro extraído en realidad; sin embargo, como su afirmación de que la mitad del metal producido no pagaba impuestos se basa en la cálculo de Francisco Silvestre de la cantidad de oro exportado ilegalmente, aquella puede ser demasiado alta, puesto que las exportaciones ilegales pueden haber pagado quintos. Véase Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 71-3. En cuanto a Antioquia, Twinam sostiene simplemente que como la evasión era tan generalizada y masiva, la producción de oro puede estar "en gran medida subestimada en las estadísticas de las fundiciones", pero no intenta calcular la diferencia entre el oro fundido y el extraído. Twinam, Miners, Merchants and Farmers, pp. 23-5. 187 Colmenares, Historia económica y social, vol. I, pp. 222-34; Barriga Villalba, Historia de la Casa de Moneda, vol. 1, pp. 102-3, 113-4, 329-38.

del oro acuñado en las casas de moneda reales. 188 Para indicar las tendencias generales de la producción minera, la pauta de ésta, que deriva del pago de los quintos, se puede apreciar en la tabla 3.1 189 ««Página 54»». TABLA 3.1 PRODUCCIÓN DE ORO EN LAS REGIONES MINERAS DE LA NUEVA GRANADA, DE ACUERDO A LOS QUINTOS, 1700-1799 (EN MILES DE PESOS PLATA) Años 1700-4 1705-9 1710-14 1715-19 1720-4 1725-9 1730-4 1735-9 1740-4 1745-9 1750-4 1755-9 1760-4 1765-9 1770-4 1775-9 1780-4 1785-9 1790-4 1795-9

Popayán 638 821 1069 1039 1308 1452 1270 1391 1124 792 564 944 1020 1055 1483 1360 1908 1731 1616 1541

Barbacoas

Chocó

Antioquia

275 163

716 943 1501

176

613 317 326 243 461 921 952 995 893 1361 1688 1767 1783

2366 2323 2312 1747 1498 1687 1678 1808 1639 1940 2158 2667 2581

256 348 316 544 559 820 751 1125 1684 1987 2655 3281 3662

Estos datos, por supuesto, constituyen una incompleta representación. Nada nos dicen sobre el oro que circulaba ilegalmente, y muestran sólo los pagos de quintos en las cuatro tesorerías, no todas las cuales tienen datos completos sobre el producto de estos impuestos a lo largo de todo el siglo. Sin embargo, como tales tesorerías estaban situadas en las cuatro principales áreas de producción de oro, los ingresos por concepto de los quintos merecen ser considerados, faute de mieux, como un indicador aproximado de las tendencias a largo plazo. 188 Jorge Orlando Melo, "Producción de oro y desarrollo económico en el siglo XVIII", en Sobre historia y política (Bogotá, 1979), pp. 61-84. 189 Ibid., p. 68. Melo convierte los castellanos de oro en pesos de plata, o patacones, a una tasa de 2.72 por castellano.

««Página 132»». El primer interrogante para el cual el registro de los quintos ofrece una respuesta aproximada se refiere a la escala del volumen de la producción de oro y a su desarrollo en el curso del siglo XVIII Como muestra la tabla 3.1, los quintos sugieren que, en el año promedio entre 1715 y 1719, las minas de la Nueva Granada produjeron oro por valor de cerca de medio millón de pesos en plata (al convertir los castellanos de oro en patacones a un promedio de 2.72 pesos por castellano). Menos de veinte años después, entre 1735 y 1739, indican que la producción subió casi el doble, a 925.200 pesos anuales promedio. (Este dato lo confirma Miguel de Santiesteban quien, después de consultar con funcionarios expertos de Popayán y Bogotá, concluyó que el territorio producía un máximo de 400.000 castellanos —más de un millón de pesos— por año). 190 Después en la década de 1750, la producción parece haber bajado a cerca de 650.000 pesos anuales, antes de aumentar de nuevo a unos 900.000 pesos por año, y el aumento continuó en la década de 1780, a cerca de 1.5 millones por año promedio, hasta llegar entre 1795 y 1799 a una producción de cerca de dos millones, equivalente a los quintos pagados a las tesorerías reales. Los registros de quintos también indican la relación existente entre la cronología del crecimiento y las tendencias de la producción regional. En Popayán y el Chocó hubo un crecimiento vigoroso hasta la década de 1740, con una fase de declinación relativa a mediados de siglo y un repunte durante las décadas de 1760 y 1770. Luego tuvo lugar una marcada divergencia en estas regiones. Después de 1785, el crecimiento se redujo aparentemente en Popayán (aunque no en la subprovincia de Barbacoas), mientras que al estancamiento de mediados de siglo en el Chocó siguió un fuerte y más o menos sostenido crecimiento hasta mediados de la década de 1790. Los datos incompletos de Antioquia muestran, por otro lado, una pauta diferente, con un alza entre 1750 y 1754 ««Página 133»». seguida por una impresionante y por lo general ininterrumpida tendencia al aumento después de 1770. Los datos de los quintos también muestran la forma como cambió el peso relativo de las regiones productoras a lo largo del siglo. Según los datos de Melo, el crecimiento durante la primera mitad del siglo se basó ante todo en el aumento de la producción de las minas de las provincias del Chocó y Popayán (incluidas sus subprovincias de la costa Pacífica). Luego, durante la segunda mitad del siglo, la provincia de Antioquia se convirtió en productora importante, y sus minas de aluvión en tierras altas de la Cordillera Central aumentaron considerablemente la producción total del virreinato e hicieron de la región un distrito minero de mayor importancia que el Chocó. Este cambio en el equilibrio de la producción regional se puede apreciar en las figuras 3.1 y 3.2. La exactitud de los datos de los quintos se puede poner a prueba frente a otra 190 Robinson, (ed), Mil Leguas por América, pp. 137, 187.

serie de estadísticas que proporcionan un índice aproximado de la escala y tendencias de la producción durante el siglo. Estas se hallan en los informes sobre el oro acuñado en las casas de moneda. Como las de los quintos, las estadísticas de amonedación no tienen una correlación directa con la producción de oro, puesto que no todo éste era acuñado. En las regiones mineras de Antioquia y en las tierras bajas del Pacífico el oro circulaba en polvo, ya que no había otra clase de moneda disponible; también se fundía en lingotes que luego eran convertidos en ornamentos.191 Si asumimos, no obstante, que el valor del oro acuñado era de una proporción relativamente constante con respecto al producido, entonces los datos ««Página 134»». FIGURA 3.1 DISTRIBUCIÓN REGIONAL DE LA PRODUCCIÓN DE ORO, SEGÚN LOS QUINTOS, 1735-64. FIGURA 3.2 DISTRIBUCIÓN REGIONAL DE LA PRODUCCIÓN DE ORO, SEGÚN LOS QUINTOS, 1765-99. sobre la amonedación nos dan otra medida, aunque también aproximada, de las tendencias en la economía minera. De nuevo aquí es clara la tendencia secular, como lo muestra la figura 3.3. Antes de fines de la década de 1750, todas las monedas eran acuñadas en la Casa de Moneda de Bogotá, y desde principios ««Página 135»». FIGURA 3.3 VALOR DEL ORO AMONEDADO EN LAS CASAS DE MONEDA DE BOGOTÁ Y DE POPAYÁN (TOTALES DE LOS QUINQUENIOS), 1700-1810 (EN MILES DE PATACONES). hasta mediados del siglo su producción creció a un ritmo constante. Para la década de 1730, el valor del oro acuñado duplicaba el de principios del siglo, y en las décadas de 1740 y principios de la del cincuenta fue de nuevo el doble. 192 Entre 1758 y 1763 hubo una aguda reducción en el valor de la moneda acuñada, pero esto probablemente fue causado más por cambios institucionales que por 191 En 1748 la corona aprobó un decreto virreinal que prohibía la exportación de lingotes de oro de la Nueva Granada; véase José María Ots Capdequí, Instituciones de gobierno en el Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII (Bogotá, 1950), p. 130. Sin embargo, posteriores referencias a exportaciones de "oro en pasta" sugieren que la prohibición no entró en vigor; el virrey Ezpeleta menciona específicamente que la mayor parte del oro fundido en Mompós se exportaba a España en lingotes; véase Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 195-7. 192 Véase Apéndice B, Tabla 1.

alteraciones en la producción. Pues durante esos años empezó a funcionar una nueva casa de moneda establecida en Popayán, desviando así parte del oro destinado antes a Bogotá. El establecimiento de esta nueva casa de moneda fue la culminación de un dilatado proceso que empezó en la década de 1720, cuando el cabildo de Popayán solicitó a la corona licencia para establecer una ceca independiente en esa ciudad. Los mineros payaneses insistieron en que una segunda casa de moneda beneficiaría tanto a la corona como a los mineros. Sostenían que si éstos llevaban el oro personalmente a la ceca, no incurrirían en las pérdidas anejas a la ««Página 136»». venta del metal, con grandes descuentos, a los comerciantes de la capital, y que por lo tanto habría menos posibilidades de que evadieran los impuestos. 193 En 1729 la corona, sin duda seducida por la perspectiva de mayores ingresos impositivos, aprobó la solicitud. Pero el establecimiento de la casa de moneda de Popayán llevó mucho más tiempo. No sólo no pudieron los mineros de la ciudad reunir los fondos suficientes para pagarle a la corona el derecho manejar un ceca, sino que el plan chocó con la sólida oposición los concesionarios de la de Bogotá, quienes entablaron una prolongada demanda legal para proteger su tradicional monopolio del acuñamiento. Después de una demora de dos décadas, el proyecto revivido gracias ante todo a la iniciativa de Pedro Agustín de Valencia, hijo de un comerciante español que se había convertido rico propietario de minas. 194 Pero incluso entonces, la oposición Bogotá dilató su funcionamiento; en la década de 1750, lo complicó una batalla legal con el heredero del concesionario de la ceca Bogotá, que persistió en su derecho al monopolio de la amonedación en la Nueva Granada con el apoyo de los intereses comerciales la capital. Ante estas trabas legales, Valencia no pudo aprovechar de lleno su privilegio de acuñamiento, hasta que una cédula real 1758 lo confirmó. Tras unos cuantos pleitos más, el futuro de la casa de moneda quedó asegurado. Manejada por la familia Valencia hasta ««Página 137»». que fue puesta bajo administración directa de la corona en 1771, se convirtió en importante centro secundario para la amonedación del oro durante el resto del 193 Los mineros informaban que al cambiar el oro con los comerciantes Bogotá perdían entre ocho y diez reales de plata por cada doblón (ACC L Capitular [1758], tomo 21, folios 28-9). Asumiendo que se referían al dobló dos escudos, equivalente a cuatro pesos de plata, esto significaba una pérdida más o menos el 25% por cada doblón. Los cálculos de Sharp para los trueques oro en el Chocó muestran una pérdida semejante: véase su Slavery on the Spanish Frontier, pp. 63-5. 194 Un nuevo hallazgo de oro probablemente le dio a Valencia los medios impulsar este proyecto. En 1743, había descubierto nuevos yacimientos en Raposo y las ganancias que le daban las minas de Yurumanguí lo convirtieron en un los principales mineros de Popayán. Sobre las minas de Yurumanguí, véase Gustavo. Arboleda, Diccionario biográfico y genealógico del antiguo Departamento Cauca (Bogotá, 1962), pp. 447-50.

período colonial.195 A lo largo de todo el siglo, la cantidad de oro acuñado en la Nueva Granada tuvo un aumento impresionante, sobre todo a mediados, al empezar a funcionar simultáneamente las casas de moneda de Bogotá y de Popayán. En 1700, el valor de las monedas acuñadas en la capital sólo fue de 167.000 pesos de plata; en 1800, la misma casa de moneda produjo casi medio millón de pesos y la de Popayán cerca de un millón más.196 El total de los quinquenios de oro amonedado presentado en la figura 3.3 muestra que el acuñamiento creció a todo lo largo del siglo, con promedios de crecimiento rápidos en 1720-24, 1730-4, 1740-4, y en las décadas finales. Datos específicos de las regiones mineras confirman las tendencias generales de la dimensión y distribución regional de la producción de oro. En su estudio sobre el Chocó, William Sharp emplea los registros de los quintos para calcular la escala y trayectoria de la producción, y aunque sus cálculos son por lo general más bajos que los de Melo, las tendencias (véase la figura 3.4) son similares en lo esencial. Los datos de Sharp indican que la producción de oro del Chocó creció a lo largo del período de mediados de la década de 1720 hasta 1750; luego, después de llegar a un tope de 165.000 castellanos por año promedio entre 1741 y 1745, la producción declinó hacia la mitad del siglo, y desde 1750 hasta 1790 se estancó en un promedio que por lo general fue de menos de 126.000 castellanos. Durante la década de 1790, la producción aumentó de nuevo hasta alcanzar promedios anuales de más de 134.000 ««Página 138»». FIGURA 3.4 CHOCÓ: PROMEDIO ANUAL DE PRODUCCIÓN DE ORO SEGÚN LOS QUINTOS, 1724-1803 (EN MILES DE CASTELLANOS). castellanos, sin poder nunca recuperar los altos niveles de la primera fase de crecimiento de principios del siglo.197 Los registros de los quintos en los archivos de Popayán también muestran las tendencias que, durante la mayor parte del siglo, confirman las identificadas por Melo. Los equivalentes en la produce calculados según los ingresos de los quintos muestran que los medios anuales crecieron de cerca de 51.000 castellanos durante la primera década a más de 77.000 en la segunda, y llegando a al aproximadamente 100.000 en la tercera. Esta tendencia al alza también se interrumpió entre 1740 y principios de la década de 1750, cuando los ingresos de 195 Este esbozo de la temprana historia de la casa de moneda de Popayán procede de relaciones que figuran en los archivos del cabildo, sobre todo ACC Libro Capitular, vol. 21, 1758, fols. 27-31; y de Miguel Lasso de la Vega, Los tesoreros de la Casa de Moneda de Popayán (Madrid, 1927), pp. 1-48; y de Arcesio Aragón, Fastos payaneses (Bogotá, 1939), pp. 97-100. 196 Para los datos anuales, véase el Apéndice B, Tabla 1. 197 Para estos datos, véase el Apédice B, Tabla 2. Sharp convierte los castel de oro en plata a una tasa de 1:2.3 y 1:2.4.

Popayán por concepto de los quintos se redujeron en forma parecida a los del Chocó. Parece entonces que la produce de oro en el sur y el sureste de Colombia se contrajo durante la década de 1740, al caer a un promedio anual de cerca de 70 castellanos, antes de declinar hasta llegar a unos 42.000 en la década de 1750. Después de 1759, los quintos se recuperaron gradualmente, ««Página 139»». FIGURA 3.5 POPAYÁN: PROMEDIO ANUAL DE PRODUCCIÓN DE ORO, SEGÚN LOS QUINTOS, 1700-1804 (EN MILES DE CASTELLANOS). hasta que para fines de la década de 1770, promediaron de nuevo cerca de 95.000 castellanos. Finalmente, como muestra la figura 3.5, la última década del siglo vivió un tremendo auge de los ingresos de los quintos de Popayán, que indican una producción anual promedio de 230.000 castellanos (cerca de 600.000 patacones) entre 1790 y 1799.198 Este abrupto crecimiento, que no se refleja en las estadísticas de Melo, indica tal vez el aumento de la producción en la subprovincia de Barbacoas, que según las estadísticas separadas de Barbacoas (en la tabla 3.1), se duplicó durante los últimos años del siglo. En Antioquia, el oro registrado para ser fundido (en la figura 3.6), sigue una trayectoria de producción bastante parecida a la que se refleja en los registros de quintos compilados por Melo. Después de oscilar en torno a un nivel promedio de cerca de 22.600 pesos de oro durante la primera mitad del siglo, la producción registrada ««Página 140»». FIGURA 3.6 ANTIOQUTA: PROMEDIOS ANUALES DEL ORO REGISTRADO PA SU FUNDICIÓN, 1700-1809 (EN MILES DE PESOS DE ORO). aumentó firmemente década tras década hasta su término. De los promedios de cerca de 60.000 pesos de oro entre 1750 y 1759 valor del oro fundido en Antioquia se duplicó entre 1775 y 1779, antes de llegar a más del doble, hasta alcanzar un promedio a de más de 260.000 pesos entre 1785 y 1799. 199 La pauta del crecimiento de la minería en Antioquia difiere de la de Popayán y de las de las tierras bajas del Pacífico en que su principal fase de expansión tuvo lugar durante la segunda y no la primera mitad del siglo, al pasar la provincia de ser un productor menor a principal fuente de oro de la Nueva Granada. Los datos de este capítulo equivalen aproximadamente, repitámoslo, a la producción real de oro, pero hay que recordar que el ritmo de crecimiento durante 198 Al convertir los castellanos en pesos de plata, he usado la tasa empleada por Melo, de 2.72 por cada castellano. Para los promedios anuales del oro producido en Popayán, calculado según los registros de los quintos, véase Apéndice B, Tabla 4. 199 Véase Apéndice B, Tabla 3. El peso de oro equivalía a dos pesos de plata

las últimas décadas tal vez es exagerado por efecto de los cambios en los impuestos. La reducción del quinto al 3% de 1777 puede haber inflado los registros de oro en los años siguientes, al reducir el incentivo para la evasión del ««Página 141»». impuesto; en Antioquia, las medidas especiales que se tomaron para obligar a los comerciantes a pagar el quinto tal vez incrementaron artificialmente los registros de oro a mediados de la década de 1780. Sin embargo, esta clase de medidas ciertamente no explica el crecimiento de los quintos en años anteriores del siglo. Además, el ritmo de los cambios en la producción de oro demuestra que es imposible atribuir la recuperación de la minería del virreinato a las políticas borbónicas, puesto que el crecimiento ya se había iniciado mucho antes de fines de la década de 1770, cuando los funcionarios españoles dieron pasos positivos para la promoción del desarrollo minero. Sería justo decir que no fue el gobierno de los Borbones el que estimuló el desarrollo de la minería, sino que sucedió lo contrario. El renacimiento de la extracción de oro no sólo revivió el interés de la metrópoli en la Nueva Granada, sino que el aumento de la producción del metal, al estimular el comercio interregional de productos domésticos, también contribuyó en forma importante al afianzamiento del gobierno colonial con el incremento de los ingresos por los impuestos a la producción, el consumo y el comercio. A pesar de tal crecimiento, la producción de oro de la Nueva Granada contribuyó sólo en muy menor grado al flujo del metal de las Américas a Europa durante el siglo XVIII. Si comparamos, por cierto, los datos esbozados en este capítulo con el oro importado a Europa desde Iberoamérica, es indudable que la Nueva Granada fue durante la mayor parte del siglo un productor de oro muy menor comparado con el Brasil. Las importaciones de oro del Brasil hacia Europa promediaron cerca de nueve millones de pesos entre 1722 y 1731, superaron los ocho millones entre 1732 y 1741, se estabilizaron en cerca de seis millones entre 1752 y 1761, y se aproximaron a los cuatro y medio millones en las décadas de 1760 y 1770. Sólo hacia finales del siglo, mucho después de que hubiera terminado el auge en el Brasil, bajaron las exportaciones de éste a niveles cercanos al tope de la producción de oro neogranadina, de cerca de dos millones de pesos. La producción de oro de la Nueva Granada también era parte de la producción total ««Página 142»». de Hispanoamérica. Si comparamos nuestro cálculo de la producción de oro neogranadina con los datos de Morineau sobre el oro de sus colonias importado a España, parece probable que en la última década del siglo la producción de oro de la Nueva Granada tuviera un valor cercano a la mitad del valor del metal que ingresó a puertos españoles.200 LAS REGIONES MINERAS Y EL COMERCIO DEL ORO 200 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tabla 71, pp. 4T

Las regiones mineras mismas eran por lo general pobres y no mostraban ni la menor señal de la riqueza que producían. Compare con la gran zona de extracción de oro de Minas Gerais en el Brasil las áreas mineras de la Nueva Granada eran zonas atrasadas y paupérrimas, alejadas de los principales asentamientos. Cualquier ganancia que produjera la minería iba a manos de personas que vivian en otras regiones, sobre todo en centros del gobierno y del comercio como Popayán, Bogotá y Cartagena. En las tierras bajas del Pacífico había muchos obstáculos para el desarrollo regional, pues ni la tiera ni el clima eran favorables para la explotación agrícola. Compare con las tierras y el clima acogedor de la región contigua del Cauca, el clima húmedo y tropical y la espesa selva del Chocó, Barbacoas, Raposo e Iscuandé tenían poco que ofrecer a los colonizadores, y durante mucho tiempo siguieron figurando entre las áreas menos pobladas y desarrolladas de Colombia. Los mineros de la costa Pacífico eran ante todo extraños que llevaban esclavos para buscar el oro y que, fuera de las pequeñas cantidades de alimentos producían, persuadidas u obligadas, las diminutas comunidades indígenas, dependían de comida y otros artículos importados de otras regiones. La inversión en esclavos y la dependencia de abastecimientos externos convertían estas zonas en empresas de riesgo, e incluso las ganancias de los mineros bien capitalizados no eran muy jugosas: ««Página 143»». Sharp calcula promedios de rendimiento de entre el 7% y el 10%, pero pueden haber sido inferiores.201 Cualesquiera que fuesen las ganancias de sus empresas, los mineros de Popayán y de Cali ciertamente no las invertían en las zonas mineras, sino que las llevaban al valle del Cauca, donde valiéndose de esclavos que pasaban de la minería a la agricultura podían apoyar empresas familiares basadas en las grandes haciendas. Es además probable que buena parte de las ganancias de la minería del Pacífico cayera en manos de los comerciantes que trataban, directa o indirectamente, con las zonas mineras. Los mineros de los yacimientos auríferos de frontera cambiaban el polvo de oro por provisiones de comida, aguardiente, tabaco, metal para herramientas y manufacturas llevadas por los rescatadores. Estos comerciantes entregaban luego el polvo de oro a sus mayoristas, o lo registraban personalmente en las fundiciones reales para convertirlo en lingotes y pagar el quinto. 202 Este intercambio les convenía obviamente a los mineros en un importante aspecto. Los liberaba de la obligación de entregar el polvo de oro a las fundiciones y de pagar el 201 Para los cálculos de Sharp, veáse su Slavery on the Colombian Frontier, pp. 171-89; para una crítica de su método y una explicación de por qué la minería puede haber tenido tasas de ganancia inferiores, véase Colmenares, Historia económica y social, vol. II, pp. 153-65. 202 El hecho de que los comerciantes y mercaderes registraban y pagaban la mayor parte del oro producido en las zonas mineras es palpable en un informe de 1703 del fiscal de la Real Audiencia, en el curso de una controversia sobre los porcentajes que los mineros y comerciantes debían pagar por el quinto; el informe está reproducido en Barriga Villalba, Historia de la Casa de Moneda, vol. 1, pp. 335-6.

quinto, y los abastecía de las provisiones necesarias para sostener sus actividades. Pero la dependencia de los comerciantes también tenía sus desventajas, porque el trueque del oro entre mineros y comerciantes se hacía en términos que favorecían a estos últimos. Los mercaderes que en el Chocó compraban el metal directamente a los mineros pagaban menos que su valor real y sacaban provecho de la diferencia entre el tipo de cambio en los yacimientos y el valor del metal en las fundiciones reales.203 Aunque los mineros ««Página 144»». pueden haber pensado que se trataba de una transacción aceptable su dependencia de ellos para todo, menos los alimentos más básicos los hacía vulnerables a una explotación de otra clase. Pues parece que los comerciantes dispuestos a enfrentarse a las dificultad del trueque con las regiones mineras sólo proporcionaban pequeñas cantidades de artículos a altos precios, y obligaban a los mineros a aceptar términos onerosos, sobre todo si dependían del crédito en 1780, un visitante del Chocó observó que los comerciantes obligaban a los mineros, para que dispusieran de todo lo que requerían, a comprar una variedad de mercancías, algunas de las cuales no necesitaban. Además, con frecuencia acudían al crédito para obtenerlas comprometiéndose a pagar la deuda con futuros. Si se retrasaban en el pago, su dependencia aumentaba, al acumularse los intereses. En 1780 se decía que era tan común esta situación que los mineros del Chocó debían más de lo que poseían. 204 En la región antioqueña, el medio ambiente físico y climático era más apropiado para el desarrollo agrícola y urbano, y la zona era por lo tanto más desarrollada social y económicamente que las áreas mineras del Pacífico. Sin embargo, por haber desaparecido rápidamente la población indígena en el siglo XVI, Antioquia quedó durante mucho tiempo marginada de la sociedad colonial y su desarrollo en el siglo XVIII tuvo que partir de una pe base demográfica. La minería, no obstante, contribuyó más al desarrollo regional que en la costa del Pacífico, porque la controlaban en gran parte habitantes locales. Esto ayuda a explicar por que Medellín se convirtió en un centro urbano de creciente importante hacia fines del período colonial, y por qué Antioquia siguió desarrollando una floreciente economía regional después de la independencia. Pero aunque las crecientes ganancias de las minas enriquecieron la provincia a lo largo del siglo XVIII, Antioquia ««Página 145»». dependía en buena parte de mercancías importadas, y este comercio tendía a drenar la región de recursos. En 1787, el oidor Mon y Velarde informó que los bienes importados a Antioquia se vendían a precios entre el 50 y el 100% más 203 Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 63-4. 204 "Relación del Chocó... conforme al reconocimento del Capitán de In don Juan Jiménez Donoso", noviembre 15, 1780, en Ortega Ricaurte, Documental del Chocó, pp. 227-33.

altos que en las regiones no mineras. La práctica de vender a crédito (fomentada por la carencia de monedas de plata de pequeñas denominaciones) hacía subir aún más los precios.205 Al explicar la relativa pobreza de la provincia, Mon y Velarde anotó que comerciantes de otras regiones acaparaban la mayor parte de su riqueza. "Los comerciantes que hacen trueque por el oro", dijo, lo sacan todo de la provincia, donde no se conoce ahora ni la menor industria o manufactura porque hasta los bienes más toscos son traídos del Reino (de la Nueva Granada), de manera que todo el oro sale sin haber circulado en lo más mínimo entre los habitantes y los mineros. Todos son vasallos de los comerciantes, y éstos a su vez de sus corresponsales en Santa Fe, Cartagena y Santa Marta.206 Los comerciantes a veces formaban sociedades con los mineros, pero por lo general evitaban comprometerse directamente en la producción. 207 Su papel en la minería era más bien el de suministrar esclavos y mercancías, generalmente a crédito. En ocasiones los mineros hacían sus compras directamente a los mayoristas de ciudades como Cali, para luego llevar sus provisiones a las minas ««Página 146»». del Pacífico.208 Sin embargo, el procedimiento más común consistía en que pequeños comerciantes tomaban sus mercaderías de mayoristas o hacendados con créditos de hasta un año, para luego venderlas en los distritos mineros a cambio de polvo de oro. Una vez adquirido el metal, lo utilizaban para transacciones comerciales adicionales en ciudades como Popayán, Cali, Honda, Mompós, Cartagena y Santa Fe, donde podían cancelar sus deudas y adquirir nuevas mercancías. LA MINERÍA DEL ORO Y LA ECONOMÍA DE LA NUEVA GRANADA Como parte de este comercio dependía de bienes importados de ultramar, una porción de la producción de oro de la Nueva Granada salía del país sin haber 205 "Sucinta relación de lo ejecutado en la visita de Antioquia...", en Robledo, Bosquejo Biográfico, p. 350; AHA Colonia, Hacienda, tomo 747, manuscrito 11988. "Informe hecho por el Sr. Don Juan Antonio Mon y Velarde... para el uso de la moneda en esta Provincia", Antioquia, agosto 23, 1787. 206 AHA Colonia, Hacienda, tomo 747, manuscrito 11988. 207 Este no había sido siempre el caso. En 1761, un funcionario de la tesorería recordó que en el pasado algunos mineros pudientes se habían unido a los comerciantes de Cartagena para importar esclavos para la minería, pero observó que los comerciantes se habían tornado reacios a financiar a los mineros por las pérdidas que habían tenido, y que ahora se abstenían de entrar en sociedad con ellos. "Informe de los medios útiles y convenientes a el fomento del Reino, beneficio de los vasallos, y aumento de la Real Hacienda", AHNC Aduanas (Cartas) tomo 8, folio 436, José de Arce y Zavala, Santa Fe, octubre 2, 1760. 208 Colmenares, Cali, pp. 113-15.

afectado en nada su economía. Pero las minas de oro no eran simples enclaves unidos directamente a Europa. De hecho, hasta 1784 a las regiones mineras del Pacífico les estaba vedado el contacto directo con las rutas marítimas del Atlántico debido a repetidas prohibiciones de navegar en el río Atrato. Esta medida, encaminada a evitar las exportaciones ilegales de oro extranjeros en el Caribe, no eliminó el contrabando, pero sí significó que el Chocó se abastecía dentro de la economía doméstica en la provincia de Popayán, o en Mompós, Honda y Santa Fe. Los comerciantes de Cartagena, además, se mostraban satisfechos con este arreglo. Cuando en 1774 el virrey los consultó sobre la posibilidad de abrir el Atrato al comercio con el Caribe, se opusieron firmemente a la idea. Aceptaron que la libre navegación en el Atrato les convendría a los importadores españoles, pero sostuvieron que el acceso al mar perjudicaría un valioso comercio interregional y que, al privar a los productores neogranadinos de importantes mercados agrícolas y de otra clase, echaría a perder la más amplia demanda de impor««Página 147»». taciones europeas.209 De hecho, cuando se abrió el Atrato en 1784, se empleó ante todo para importar hierro, acero y otras manufacturas europeas, mientras que las provincias vecinas del virreinato siguieron abasteciendo los alimentos y otros artículos.210 De modo que antes de que el oro saliera del país, irrigaba y estimulaba la economía de las regiones adyacentes, generando un comercio de productos agrícolas y otros, y ampliando así los mercados de las regiones agrarias. Este comercio incluía una amplia variedad de productos coloniales: el azúcar y sus derivados, el tabaco, la sal, el anís, el queso, el trigo, la carne de res salada y seca, así como el algodón crudo, los lienzos y las telas de lana, transportados por la red de trochas que iban de Popayán a las tierras bajas del Pacífico, y de Bogotá y la Cordillera Oriental a Antioquia. 211 Pruebas de los efectos estimulantes del renacimiento minero se encuentran en el desarrollo del comercio en las ciudades de Popayán y Bogotá, el cual, a juzgar por los ingresos de los impuestos de venta, mostró una sólida tendencia a la expansión, sobre todo en la última mitad del siglo. El valor promedio anual de las alcabalas cobradas en Bogotá fue de menos de 6.000 pesos entre 1700 y 1704; permaneció igual entre 1720 y 1724, y para 1740-5 sólo hubo un ligero crecimiento, al llegar a poco más de 8.000 pesos. Luego tuvo lugar una súbita alza entre 1756 y 1760, a más de 28.600 pesos, seguida por un alto y sostenido promedio de crecimiento hasta llegar, entre 1805 y 1808, a entradas anuales 209 AGI Consulados 333, Junta de los individuos del Comercio de España, Cartagena, agosto 6, 1774. 210 En 1774, la corona ordenó a las autoridades coloniales investigar el asunto de la apertura a la navegación del río Atrato pero, a pesar de la recomendación favorable del virrey Guirior, no fue abierta hasta 1784. AGI Santa Fe 956, Caballero y Góngora a Gálvez, mayo 31, 1784; también Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, p. 363; y Silvestre, Descripción, p. 41. 211 West, Colonial Placer Mining, pp. 112-22.

promedio superiores a los 100.000 pesos. 212 Los ingresos de la alcabala pagada por bienes vendidos ««Página 148»». dentro de la jurisdicción de la ciudad de Popayán aumentaron ritmo similar, pero en menor escala. Entre 1722 y 1726, los ingresos promediaron menos de 900 pesos por año; entre 1741 y 174 promedio anual fue de 2.671 pesos. Después de que la casa de moneda comenzara sus operaciones en 1753, crecieron rápidamente el siguientes décadas, llegando a un promedio de cerca de 20.000 pesos entre 1795 y 1804.213 En ambos casos, el veloz aumento de las décadas de 1750 y 1760 es en parte atribuible a una mayor eficiencia a administrativa, al pasar el cobro de la alcabala de recaudadores a comisión a la administración directa real.214 Pero también hubo señales de un crecimiento cierto, palpable en los ingresos de los diezmos cobrados a la producción agrícola. 215 En Popayán, los efectos económicos del desarrollo minero fueron más obvios en la ciudad, sobre todo después de que empezara a funcionar la casa de moneda a mediados del siglo. En 1763, el procurador del cabildo local informó que la presencia de la ceca había significado un gran estímulo tanto para la minería como el comercio de la provincia, al aumentar el intercambio con las regiones mineras del Pacífico y al librar a los mineros de su dependencia de los comerciantes de Bogotá. Anteriormente, estos últimos forzaban a los mineros a venderles a bajos precios, pudiendo así "engordar como una sanguijuela con la sangre y sustancia de provincias, que es el oro...". 216 El establecimiento de la casa de moneda cambió esta relación, según el cabildo, y Popayán prosperó. Los ««Página 149»». registros de las mercancías que ingresaban a la ciudad muestran que el comercio con Quito, sobre todo de telas de sus obrajes, aumentó abruptamente a mediados del siglo.217 Otra señal del vigoroso crecimiento del comercio de Popayán fue el 212 Les estoy muy agradecido a los profesores John TePaske y Alvaro Jara por esta información extraída de su investigación inédita sobre los ingresos reales registrados en Bogotá. Posteriores referencias a su investigación figurarán TePaske y Jara, "Cartas cuentas de la real caja de Santa Fe de Bogotá", manuscrito inédito. 213 Véase Apéndice C, Tabla 8. 214 ACC Colonia CII-20ea 51 38. 215 Para un análisis del producto de los diezmos en Popayán, que incluye sobre Antioquia, véase Jorge Orlando Melo, "La producción agrícola en Pc en el siglo XVIII, según las cuentas de diezmos", en Fedesarrollo, Ensayos historia económica colombiana (Bogotá, 1980). 216 ACC Libro Capitular (1763), tomo 23, folios 38-9. 217 Datos dispersos en informes sobre el comercio de ingreso a Popayán indican este aumento de las importaciones de los textiles de Quito, descritos como "ropa de Quito", en la siguiente forma: 1735, 241/2 cargas; 1745, 2501/2; 1765, 2531/2; 1769, 612 (ACC Colonia C II-5a 36 24 y 40 95; ACC Conia II-14a 50 51 y 50 73). A este desarrollo sin duda influyó en parte la separación del comercio quiteño de los mercados peruanos, que siguió a la abolición de los galeones y a la apertura de la ruta del Cabo

hecho de que atrajo un número creciente de inmigrantes españoles, algunos de ellos comerciantes que casaron con la élite criolla propietaria de tierras y de minas.218 En 1756 había suficientes españoles para justificar la formación de una compañía de milicia de "forasteros",219 y para 1764 el tamaño de la comunidad mercantil rivalizaba con el de Bogotá y Cartagena. 220 En 1778, la corona reconoció el renacimiento de la ciudad como centro comercial al acceder a la demanda de sus comerciantes de establecer un tribunal mercantil independiente para resolver los asuntos "del copioso número de comerciantes domiciliados y casados en la región, además de los muchos mercaderes de Quito, Santa Fe, ««Página 150»». Honda y Cartagena que tienen aquí sus corresponsales o agentes..." 221 A partir de entonces, Popayán tuvo una delegación mercantil de igual categoría que las de Bogotá y Quito.222 El comercio de Antioquia, la mayor parte del cual se hacía a través de Bogotá, mostraba una tendencia similar a crecer vigorosamente lo que estaba acorde con la creciente producción de oro de la provincia. Mientras el valor de las importaciones no llegaba por lo general a los 40.000 patacones antes de 1750, después de 1760 se dobló, y se duplicó de nuevo en la década de 1770, antes de llegar a un monto de cerca de un millón entre 1780 y 1810. 223 Y como la mayor parte del comercio era de bienes producidos en la Nueva Granada, sobre todo de los textiles crudos fabricados en la región del Socorro, la minería antioqueña evidentemente contribuyó a la activación de la economía del centro del virreinato de Hornos en la década de 1740 y que hizo que los productos de la industria de Quito se enfrentaran a la competencia de importaciones más baratas de telas europeas. También lo facilitaron las transferencias de impuestos hechas por el gobierno de Quito a las autoridades de Cartagena, bajo la forma de un situado o subsidio anual para los gastos militares del puerto. A cargo de los comerciantes que lo llevaban de Quito a la Nueva Granada, por vía de Popayán, el situado era una útil fuente de capital para financiar el comercio en el camino. 218 Véase Gustavo Arboleda, Diccionario Biográfico y Genealógico, para datos sobre algunos comerciantes españoles que se establecieron en la ciudad durante el siglo XVIII, y que muestran cómo los absorbió la sociedad local por medio de los matrimonios. 219 ACC Libro Capitular, tomo 20 (1756), folios sin números. Desafortunadamente este documento sólo nombra los oficiales de esa "Compañía Miliciana de Españoles Forasteros", todos los cuales eran importantes comerciantes, pero no da el número o los nombres de los demás miembros. 220 Cuarenta individuos del "comercio de Popayán" dirigieron una petición a la corona, pidiendo que el cobro de los ingresos de la alcabala y el aguardiente, bajo contrato colectivo con ellos desde 1761, siguiera su curso normal hasta el término de éste. Véase ACC Colonia C II-20ea 51 38. 221 ACC Libro Capitular, tomo 28 (1777), fol. 146. 222 AHNC Consulados, tomo 3, fols. 433-5. Real Orden, julio 3, 1778. 223 Twinam, Miners, Merchants and Farmers, Tabla 7, pp. 51-4. Al final su segundo período como gobernador de Antioquia, en 1785, Francisco Silves calculó que más de 250.000 pesos, o sea medio millón de pesos de plata, salían la provincia cada año, tanto en forma de polvo como de lingotes: véase Silvest Relación, p. 147.

en la misma forma en que los yacimientos auríferos del Pacífico inyectaron nueva energía a la economía de la provincia de Popayán. 224 No se debe, sin embargo, exagerar la influencia económica del sector minero, porque ciertamente no transformó la economía de Nueva Granada. Dentro del gran territorio que se extendía de los llanos y selvas de las tierras bajas tropicales y a lo largo del terreno quebrado de las cordilleras andinas, la posibilidad de un crecimiento económico siguió siendo muy limitada a causa de la dispersión y pequeña escala de la colonización, las dificultades para el transporte interno y el carácter aislado y de baja productividad de la minería. Estos factores fueron constantes durante el siglo XVIII e impidieron ««Página 151»». la integración económica regional, dejando a la Nueva Granada como una economía esencialmente subdesarrollada. El resurgimiento de la minería, no obstante, contribuyó en algo al cambio de las condiciones que habían colocado a la región al margen del imperio español a fines del siglo XVII y durante el XVIII. Pues al estimular los circuitos del comercio interno, suministrar los medios para comprar más importaciones europeas y dar al gobierno la oportunidad de elevar y gastar más ingresos, la minería del oro sería la base de una revitalización del gobierno español en la Nueva Granada, así como de su comercio con la península. ««Página 153»». Parte II La economía del colonialismo borbón: la Nueva Granada y la economía atlántica

««Página 154»». Página en blanco ««Página 155»». 4 LA NUEVA GRANADAY EL SISTEMA MERCANTIL ESPAÑOL, 1700-1778 Hasta este punto hemos examinado las estructuras de la colonización, la sociedad y la economía de la Nueva Granada en el siglo XVIII, y hemos visto en alguna medida los nexos económicos que unían la colonia a España. Sin embargo, al concentrarse en el carácter de las estructuras sociales y económicas del Nuevo Reino, los capítulos anteriores tendieron a recalcar los elementos de continuidad y 224 Sobre la composición del comercio antioqueño, véase Twinam, Mine Merchants and Farmers, pp. 60-9.

de evolución internas sin prestar mayor atención a los factores externos que afectaron su desarrollo. No obstante, el siglo XVIII presenció por supuesto importantes cambios en las relaciones entre España y sus colonias, a medida que los Borbones que ocuparon el trono de los Habsburgos trataron de contrarrestar el proceso de decadencia al parecer inexorable que había afectado a España durante el siglo XVII. La nueva dinastía no sólo estableció una autoridad centralizada y absolutista dentro de la metrópoli sino que, mediante reformas políticas, militares y económicas, intentó realizar lo que se ha llamado la "segunda conquista de América".225 No fue éste un proceso que empezó de inmediato o que se llevó a cabo sin tropiezos. El tono de las primeras reformas fue vacilante y su aplicación accidentada, y la gran época de cambio sólo llegó ««Página 156»». con el reinado de Carlos III. Sin embargo, a principios del siglo la Nueva Granada sintió las repercusiones de los cambios en el centro de la metrópoli cuando su comercio y su administración se vieron afectados por los primeros esfuerzos de Madrid tendientes a recuperar el control de los recursos de su imperio. Posteriormente, otras fases de la reforma colonial tuvieron impacto en la región, alterando aún más sus sistemas comerciales y administrativos. Con el fin de determinar el efecto de estas reformas, examinaremos ahora los cambios en la política mercantil española y mostraremos las razones de su origen, así como la forma en que fueron aplicadas y en que afectaron el comercio y la economía del Nuevo Reino. Nuestro punto de partida es el comienzo del siglo, la época de la transición del gobierno de los Habsburgos al de los Borbones, cuando la crisis del imperio coincidió con el virtual colapso del sistema comercial atlántico que vinculaba las economías coloniales a la madre patria. LA NUEVA GRANADA Y EL SISTEMA COMERCIAL ESPAÑOL Durante todo el período colonial, el comercio del Nuevo Reino fue un monopolio formal de España, reglamentado por el código legislativo mercantilista que amparaba todo intercambio con las Américas. Desde el siglo XVI, la metrópoli restringió el comercio de sus colonias a un sistema regido por el Estado, con el fin de enriquecer a la monarquía y a los grupos privilegiados dentro de ella. Durante la mayor parte de la Colonia, este sistema tuvo tres aspectos esenciales. En primer lugar, todo el comercio se canalizó a través de un único puerto de ingreso, Sevilla hasta 1717 y luego Cádiz. En segundo lugar, todo el intercambio fue organizado por el gremio mc cantil de los Cargadores a Indias que, junto con la Casa de Contratación, respondía por el comercio trasatlántico, hacía que cumplieran los reglamentos comerciales y se encargaba del cobro de los derechos respectivos. Todo el tráfico transoceánico se limitaba 225 John Lynch, The Spanish American Revolutions, 1808-1826 (Sgda. Ed., Londres, 1986), p. 7.

««Página 157»». a los comerciantes españoles autorizados; los extranjeros, con escasas excepciones, estaban legalmente excluidos del comercio directo indiano, aunque participaban en él a través de intermediarios hispanos. En tercer lugar, el comercio colonial se llevaba a cabo en convoyes armados, uno de los cuales, llamado "la flota", abastecía al virreinato de la Nueva España desde Veracruz, mientras que el otro, conocido como "los galeones de Tierra Firme", hacía otro tanto para la América del Sur española a través de Cartagena de Indias y de Portobelo. La Nueva Granada estaba directamente integrada a este sistema comercial gracias a sus minas de oro y a la magnífica bahía natural de Cartagena, puerto que se había convertido en un centro principal del comercio español a fines del siglo XVI y principios del XVII. Por Cartagena ingresaban diversos artículos europeos, incluyendo materias primas esenciales como el hierro y el acero, una amplia gama de textiles y muchos productos agrícolas como el vino, el aceite de oliva y las especias. A cambio, el Nuevo Reino proporcionaba oro acuñado "en joyas, en láminas o (ilegalmente) en polvo; también exportaba, en parte a España y en parte a otras colonias, como Cuba o México, pequeñas cantidades de productos exóticos tropicales, tales como el cacao. Desde hace tiempo creen los historiadores que este comercio tuvo una aguda reducción a fines del siglo XVII, porque las flotas de Tierra Firme navegaron con menos frecuencia a la América del Sur y porque según los registros oficiales de sus cargamentos de oro, fue menor el comercio que transportaban. Sin embargo, como anotamos en el primer capítulo, los informes extranjeros no oficiales sobre los metales preciosos que llegaban a Europa desde las Américas indican que el comercio de fines del siglo XVII era bastante boyante, puesto que movilizó mayores caudales que en cualquier época anterior. Se ignora cuál fue la contribución de la Nueva Granada a este aparente renacimiento, porque los registros de los metales preciosos que llegaban a Europa desde Tierra Firme no distinguen entre los ««Página 158»». procedentes del Perú y aquellos provenientes del Nuevo Reino. Parece probable, sin embargo, que el comercio de éste aumentara durante las últimas décadas del período de los Habsburgos, porque se descubrieron y explotaron nuevas minas de oro, sobre todo en la costa del Pacífico. Pero aunque se incrementara la capacidad del territorio para recibir importaciones de Europa, éstas fueron de escaso beneficio para España o para su gobierno. Los cargamentos más valiosos llevados a las Indias consistían en reexportaciones foráneas, y la mayor parte de los caudales por los que eran intercambiados iba por lo tanto a manos de extranjeros, lo que dejaba muy poco para los productores españoles o para el Estado, constantemente defraudado.226 Sucedió así que cuando murió Carlos II, 226 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, pp. 268-9; véase también Lynch, Bourbon Spain, p. 21.

las colonias americanas no dependían económicamente de la metrópoli: los comerciantes y productores extranjeros se llevaban la mejor parte de sus mercados y caudales. La debilidad fundamental de las relaciones económicas coloniales quedó ampliamente revelada cuando accedió al trono el borbón Felipe V. Durante la Guerra de Sucesión española, el sistema de flotas trasatlánticas cesó virtualmente y la creciente separación entre las economías coloniales y la metropolitana se convirtió en un hecho. Sin flotas para transportar su comercio con las Américas, los extranjeros que habían dominado la Carrera de Indias forjaron entonces contactos directos con las colonias españolas. Las intrusiones en los mercados coloniales españoles eran tanto de aliados como de enemigos. Por un lado, los mercaderes franceses aprovecharon la alianza de Luis XIV con la España borbónica para organizar un tráfico con las Américas directamente desde los puertos franceses; incursionaron particularmente en los ricos mercados del virreinato del Perú. Por otro lado, los comerciantes ingleses y holandeses montaron un productivo comercio de contrabando desde sus bases mercantiles en el Caribe, desde donde establecieron rutas ««Página 159»». de comercio ilegal con México a través de Veracruz, con el Perú por el istmo de Panamá y con la Nueva Granada a través de Cartagena y Santa Marta. 227 Tal fue la escala de la penetración económica extranjera y tan serias las pérdidas tanto para los comerciantes españoles como para el Estado borbónico, que los ministros de Felipe V pensaron en cambiar todo el sistema del comercio colonial. En 1705, por ejemplo, la Junta de Comercio discutió dos propuestas para reorganizarlo. Una de ellas recomendaba la creación de una compañía monopolista con un capital de cerca de veinte millones de pesos, para que pudiera competir con las grandes compañías que las demás naciones europeas empleaban para su comercio con las colonias. 228 La otra propuesta contemplaba la total abolición de los convoyes, para ser reemplazados por "el libre tráfico de navíos individuales desde los puertos de España hasta los de las Indias". 229 Sin embargo, no se emprendió ninguna de ellas y el tráfico trasatlántico español continuó en un estado de severa desorganización hasta el término de la guerra. Para la Nueva Granada, como para el Perú, esto significaba que el comercio con los extranjeros tomaba en gran parte el lugar del que hacían con los españoles, y como veremos ahora, los primeros gobiernos borbónicos encontraron muchos obstáculos para reconstruir el control español del comercio con la América del Sur. ««Página 160»». 227 Sobre la influencia extranjera, sobre todo la francesa, en el comercio hispanoamericano durante la Guerra de Sucesión, véase Geoffrey J. Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, 1700-1789 (Londres, 1979), pp. 19-63. 228 AGI Indiferente General 2046A, "Papel segundo en que se propone la forma de establecer la navegación de las Indias", Manuel García de Bustamante, agosto 15, 1705. 229 Ibid., Parecer de D. Ambrosio Daubenton, septiembre 10, 1705.

EL COMERCIO DURANTE Y DESPUÉS DE LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA, 1700-1720 El cálculo preciso del comercio neogranadino a principios del siglo XVIII es imposible, porque los registros oficiales por lo general distinguían entre las exportaciones del Perú y las del Nuevo Reino. De una cosa, sin embargo, podemos estar seguros. Tanto durante Guerra de Sucesión como después, el comercio de España con colonia fue casi completamente anulado por los traficantes ilegales extranjeros. En el curso de la guerra, los comerciantes españoles se quejaron constantemente de la competencia de los contrabandistas foráneos en Cartagena y a todo lo largo de la costa caribe y exigieron medidas para detener las pérdidas que aquella implicaba para su comercio. En 1702, por ejemplo, los comerciantes hispanos informaron que los franceses estaban haciendo grandes importaciones ilegales tanto de Cartagena como de Santa Marta, con la ayuda de funcionarios complacientes. Se quejaron ante todo de las actividades de algunos comerciantes franceses que, después de arribar con el escuadrón del almirante Ducasse, se dieron evidentemente a la tarea de establecer un comercio directo entre Francia y Cartagena. Para combatir esta amenaza, los españoles le solicitaron a la corona nombrara nuevos oficiales en el puerto, sin injerencia del gobernador de Cartagena o de la audiencia de la Nueva Granada.230 No se to ninguna acción, sin embargo, y para 1704 había surgido una amenaza de otra fuente, bajo la forma de un gran comercio de contrabando en Santa Marta, donde el gobernador se confabuló con comerciantes ingleses y holandeses.231 Junto con el matute a través de Portobelo, valor del comercio ilegal era enorme. En 1705 se dijo que "en un año con otro... se llevan a Inglaterra seis millones de pesos, la mitad ««Página 161»». en oro y plata y la otra en bienes", todo transportado a Jamaica por contrabandistas desde los puertos de Cartagena y Portobelo. 232 La renovación de los convoyes españoles no alivió el problema. Cuando los primeros galeones llegados de España desde 1695 ingresaron a la bahía de Cartagena, al mando del conde de Casa Alegre, trajeron consigo un mínimo sosiego ante la intromisión extranjera. Durante los seis meses que siguieron a su arribo, treinta barcos de contrabando entraron en el puerto, todos con mercancías que después fueron transportadas al interior de la Nueva Granada y de allí a las provincias del Perú.233 Enfrentados a tal competencia y detenidos por la demora de los comerciantes peruanos en llegar a Portobelo, los galeones se vieron obligados 230 AGI Consulados 314, Cristóbal de Mármol al Consulado de Sevilla, noviembre 21, 1702. 231 AGI Consulados 314, Joseph Bermúdez Becerra al Consulado de Sevilla febrero 5, 1704; Consulado de Sevilla a Bermúdez Becerra, octubre 3, 1704. 232 AGI Indiferente General 2046A, Parecer de D. Antonio Daubenton, septiembre 10, 1705. 233 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, p. 38.

a esperar casi dos años en Cartagena, donde hicieron ventas por cerca de cuatro millones de pesos.234 La flota zarpó entonces hacia Portobelo en enero de 1708, para encontrar allí a los mercaderes peruanos que habían partido de Lima con carga por valor de más de siete millones de pesos. 235 Aunque el comercio había sido menor del que esperaban los comerciantes españoles, la mayor desgracia acaeció después, cuando en junio de 1708, al regresar de Portobelo a Cartagena para preparar la travesía a España, los galeones fueron atacados cerca a este último puerto por el almirante Wagner, con tremendas pérdidas. Sólo dos barcos sobrevivieron y pudieron refugiarse en Cartagena, donde sus cargamentos fueron descargados a la espera de una escolta para cruzar el Atlántico. Finalmente, el almirante francés Ducasse, poco antes de que terminara la guerra, regresó a España en 1712 con ocho o nueve millones del caudal que se había salvado del desastre de la flota de Casa Alegre.236 ««Página 162»». Así que los primeros galeones en llegar a Cartagena después de más de una década fracasaron por completo en revivir el comercio español con el Nuevo Reino, y después de este fiasco prácticamente se cortaron los lazos comerciales entre la colonia y la metrópoli, permitiendo que una vez más cayeran en manos extranjeras lo recursos de aquella, hasta el término de la guerra. Un español residente en Cartagena dio en 1712 una idea de la escala del contrabando calculó que probablemente llegaba a los dos millones de peso anuales, pagados con oro neogranadino.237 Parece, por lo tanto, que durante todo el curso de la guerra la mayor parte del comercio de la colonia recayó en los extranjeros; sólo poco más de cuatro millones de pesos reunidos en la feria de Cartagena de 1706 llegaron a España procedentes de la Nueva Granada. En términos económicos, la colonia se había separado casi completamente de España, al no confiar en la metrópoli para la mayor parte de sus importaciones, y al no proporcionarle sino una fracción relativamente pequeña de su producción aurífera. La libertad comercial informal de la Nueva Granada continuo después de la guerra, cuando la intromisión inglesa en la América española adquirió proporciones aún mayores. En el tratado de Utrech. (1713), a Inglaterra le fueron concedidos el asiento de negros (el contrato oficial monopolista para proporcionarle los esclavos a Hispanoamérica) y el extraordinario privilegio de enviar un "barco anual" a los puertos americanos para comerciar junto con las flota trasatlánticas españolas. Obtenida de España como precio por la paz esta concesión ponía en peligro tanto la integridad del monopolio colonial español como los ingresos de la corona por concepto de comercio, pues les dio entrada legal a los ingleses en el comercio americano, además de abrigo para el 234 El cálculo de la contribución de Cartagena procede de AHN, Códices, Libro 755b, Consultas y pareceres del Consejo de Indias, tomo IV, fol. 34, "Informe de Bartolomé Tienda de Cuervo", 1734. 235 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 44, 272, nota 84. 236 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, p. 312. 237 AGI Consulados 315, Leonardo Bossèmarte al Consulado de Sevilla, octubre 6, 1712.

contrabando. Y, peor aún, lo términos del tratado de Utrecht limitaron las opciones españolas para ««Página 163»». reformar su sistema de comercio colonial. El barco anual inglés estaba vinculado al movimiento de los convoyes, de manera que para cumplir con las obligaciones del tratado, España se vio forzada a conservar el anticuado e ineficiente método comercial que desde hacía mucho tiempo había demostrado su incapacidad para contrarrestar la competencia extranjera. En lugar de reemplazar el sistema de las flotas, los ministros borbónicos sólo pudieron intentar revivirlo. 238 Su fracaso en lograrlo se reflejó en el débil comportamiento del comercio en los años que siguieron a la guerra. Entre 1713 y 1721, sólo un pequeño convoy de cuatro barcos zarpó hacia Cartagena y Portobelo, y después de encontrar considerables obstáculos para disponer de su cargamento, se perdió en el mar durante el viaje de vuelta en 1715. 239 No se sabe el valor de los metales preciosos transportados por esta flota, pero es improbable que superara unos pocos millones de pesos, procedentes tanto de la Nueva Granada como del Perú. En 1718 y 1719, algunos barcos que zarparon de Cartagena llevaron 750.000 pesos adicionales, pero incluso esto dejó las exportaciones totales del Nuevo Reino a España en un nivel apenas algo superior al alcanzado durante los muy turbulentos años de la Guerra de Sucesión. Es claro entonces que mucho quedaba por hacer para que España volviera a canalizar los recursos de la colonia dentro de los parámetros legales de la Carrera de Indias.240 Los problemas que tuvo España para controlar el comercio de la Nueva Granada no se limitaban, por supuesto, a esta región; eran parte de una crisis más grave que afectaba todo su comercio con América del Sur. Los traficantes extranjeros no sólo actuaban en Cartagena y en Santa Marta, sino también en Portobelo, donde comerciaban con plata y otros productos del Perú. De hecho fue la ««Página 164»». desviación hacia los extranjeros del comercio peruano y no del neogranadino lo que bloqueó la renovación de los galeones de Tierra Firme. Mientras el contrabando los abastecía en forma adecuada, los comerciantes peruanos no se mostraban dispuestos a organizar convoyes para enviar su plata a Panamá o a Portobelo y, como el Perú era el principal mercado de los galeones, su renuencia a comerciar con España hacía en extremo difícil que se reiniciara el sistema. El comercio español quedó atrapado, por lo tanto, en un círculo vicio de declinación. Mientras los contrabandistas extranjeros seguían ocupando los mercados con bienes ilegales, no era fácil restaurar los itinerarios regulares de los galeones; y al no arribar éstos, florecía el comercio de aquellos. Para salir de este atolladero y 238 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 93-4. 239 Ibid., 59-63. 240 Sobre el comercio de Tierra Firme como un todo en el período 1713-20, véase ibid., pp. 67-92.

enfrentar al desafío económico inglés, el gobierno borbónico trató de revitalizar las flotas trasatlánticas mediante una firme intervención incorporada en el Proyecto para Galeones y Flotas, que introdujo 1720. La finalidad del Proyecto era la de restablecer el sistema de flotas, de manera que España pudiera recuperar su comercio colonial, reconstruir su marina mercante y aumentar los ingresos de la corona por los derechos del comercio. Para los galeones de Tierra Firme esto significaba expediciones anuales desde Cádiz en septiembre con un plazo máximo de cincuenta días para que los comerciantes completaran sus transacciones en Cartagena y Portobelo, y de quince días adicionales en La Habana en el viaje de vuelta. 241 Como el Proyecto no modificaba la estructura tradicional de la Carrera de Indias, su éxito dependía en gran parte de la imposición de medidas contra el contrabando en América para garantizar que los traficantes extranjeros no coparan los mercados antes del arribo de las flotas. Tal cosa parecía factible debido al reciente establecimiento del virreinato de la Nueva Granada en 1719, puesto que existía entonces ««Página 165»». una autoridad más fuerte capaz de contener el contrabando y la corrupción que arruinaban el comercio español. En la práctica, no obstante, ni la reorganización comercial ni la vigilancia administrativa fueron suficientes para restaurar el monopolio colonial. El reglamento del Proyecto —que los galeones debían zarpar en plazos regulares y predecibles— era constantemente quebrantado, y el nuevo virrey resultó ser un deficiente guardián contra la intromisión de los traficantes extranjeros. LA REFORMA DEL SISTEMA DE FLOTAS Y EL COMERCIO DE LA NUEVA GRANADA, 1720-1739 Cuando por primera vez se pusieron a prueba los nuevos reglamentos del Proyecto, los galeones fracasaron en cumplirlos o en satisfacer las esperanzas de sus proponentes. Los primeros galeones en zarpar bajo las nuevas reglas salieron de España meses después de lo previsto, y pasaron dos años en aguas del Caribe despachando su tarea.242 El mismo problema que se suponía debían resolver los galeones fue el causante de la demora: el contrabando extranjero en las costas de la Nueva Granada. Desde la Guerra de Sucesión, los contrabandistas se habían concentrado cada vez más en el Caribe, dejando a un lado el Pacífico, y el comercio ilegal en las costas del Nuevo Reino había adquirido las dimensiones de un tráfico permanente, con rutas bien establecidas, complicidad oficial y mercados estables. La costa caribe neogranadina, sobre todo en los puertos de Cartagena, Santa Marta y Río Hacha, se convirtió en un área de intensa actividad contrabandista, asociada tanto con las acciones de la English South Sea Company 241 Para la descripción y análisis del Proyecto, véase Antonio García-Baque Cádiz y el Atlántico, vol. I, pp. 152-8, 197-208, y Walker, Spanish Politics Imperial Trade, pp. 10711. 242 Sobre los galeones de 1721 bajo el mando del general Baltasar de Guevara, véase Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 137-49.

como con los numerosos pequeños traficantes extranjeros que deambulaban libremente entre las islas ««Página 166»». españolas y a lo largo de las costas del continent. 243 Antes de que los galeones llegaran, en 1721, los extranjeros ya actuaban en Cartagena y a lo largo de la costa, e incluso habían establecido una base en Barranquilla, desde donde podían enviar sus mercaderías directamente al interior.244 De allí habían avanzado tierra adentro, y para 1721 Mompós se había convertido en una importante plaza de contrabando, donde los extranjeros comerciaban con tanta libertad como en la misma cósta.245 Y a la profunda penetración extranjera en el comercio de la Nueva Granada se sumaba el abundante contrabando a través de Portobelo, que malograba el comercio español con el Perú. Cuando los galeonistas zarparon para encontrarse con los comerciantes peruanos después de pasar cinco meses en Cartagena, encontraron que muchos extranjeros habían llegado antes que ello incluyendo no sólo el barco anual inglés, sino también catorce navío ingleses y holandeses que esperaban vender sus cargamentos a cambio de plata peruana. 246 Grandes cantidades de plata fueron a dar manos de los traficantes y cuando el convoy regresó a Cartagena en agosto de 1722, contenía muchas mercancías sin vender, que depositaron en la ciudad. 247 A la larga, después de dos años en las Indias, los galeones de Guevara volvieron a España con cargamento avaluados en 12.3 millones de pesos, una cantidad no muy apreciable si se tienen en cuenta los muchos años que habían transcurrido dese la flota anterior.248 ««Página 167»». Fue ésta una gran desilusión para los comerciantes andaluces que habían organizado la flota y para el gobierno español, y el fracaso de los galeones originó amargas recriminaciones. Estas cayeron ante todo sobre el recién posesionado virrey de la Nueva Granada, cuya presencia en Cartagena al parecer no había tenido el menor efecto en el control del comercio ilegal, a pesar del hecho de que uno de sus principales deberes era librar del contrabando el puerto y la costa antes del arribo del convoy. En la práctica, el virrey Villalonga fracasó por completo en cumplir con esta responsabilidad. Aunque fue a Cartagena con órdenes para combatir el fraude y el contrabando, éste no disminuyó durante su residencia en el 243 Sobre el contrabando durante el período del barco anual inglés, véase G. H. Nelson, "Contraband Trade under the Asiento", American Historical Review, vol. 51 (1945) pp. 55-67. 244 AGI Santa Fe 374, Joseph de Aguila a la corona, Cartagena, marzo 29, 1721. 245 AGI Santa Fe 374, Francisco Baloco Leygrave a la corona, mayo 30, 1721; agosto 25, 1721. 246 AGI Santa Fe 374, Joseph García de Luna a la corona, septiembre 22, 1722. 247 Sobre los galeones de Guevara, véase Walker, Spanish Politics and Imperial, Trade, p. 149. 248 Valor del caudal en Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tabla 54, pp. 362-6.

puerto. Se dijo, por cierto, que en lugar de combatirlo había sacado provecho de él. Cuando Patiño, el ministro responsable del comercio colonial, ordenó una investigación secreta del contrabando que había frustrado la misión de la flota de 1721, se confirmó que el virrey, junto con otros importantes funcionarios de Cartagena, entre ellos el gobernador y su esposa, estaba implicado en romper las mismas reglas que se suponía debía haber hecho cumplir] Era tal la dimensión de la corrupción oficial en el puerto, según Patiño, que "no se ha impedido que ningún barco, fuese inglés, holandés o francés, arribe en el puerto o en la costa, y disponga de todo su cargamento..." 249 Se descubrió, por cierto, que poco después de la llegada de los galeones, dos barcos franceses habían vendido cargas por valor de un cuarto de millón de pesos en Cartagena y en la costa de Tolú. Estos hallazgos, junto con las quejas de los comerciantes españoles de la Carrera de Indias, llevaron a la introducción de nuevas medidas contra el contrabando y, lo que fue más importante, contribuyeron a la supresión del primer virreinato de la Nueva Granada en 1723. Sin embargo, aunque la corona pronto abandonó el experimento del virreinato, persistió en la reforma comercial del Proyecto y trató tercamente de que funcionara. Fue así como poco después del regreso a España de los galeones ««Página 168»». de Guevara, los siguió casi de inmediato un nuevo convoy, bajo el mando del general Grillo. La flota al mando de Grillo contó con algo más de suerte que su predecesora. Después de llegar a Cartagena en febrero de 1724, los galeones tuvieron que competir con el barco anual inglés y por lo tanto pasaron más de dos años allí antes de proseguir a mediados de 1726 a Portobelo, donde de nuevo el contrabando era dueño y señor. Al llegar a Portobelo, los galeonistas encontraron que el escuadrón inglés de allí había neutralizado las medidas españolas contra el contrabando y, confinados por barcos de guerra ingleses, tuvieron otra demora de dos años.250 Sin embargo, a pesar de todas sus dificultades, al regresar posteriormente a España lo hicieron con un caudal de cerca de 20.3 millones de pesos.251 Por lo tanto, el período de ocho años entre 1723 y 1730 presenció un aumento en las exportaciones de Tierra Firme a España. En conjunto, los galeones de Guevara y de Grillo habían regresado con cerca de 32.6 millones de pesos de Portobelo y Cartagena, suma considerablemente mayor que la reunida por los dos convoyes que habían hecho la travesía durante la Guerra de Sucesión e inmediatamente después. La incipiente recuperación del comercio español con Tierra Firme se mantuvo durante la siguiente década. En 1730 otra flota, al mando de López Pintado, zarpó hacia allí. Los galeones esperaron seis meses en Cartagena antes de seguir a Portobelo para encontrarse con la flotilla peruana, y lograron regresar a España después de solo un año en aguas americanas. Las transacciones en Cartagena 249 AGI Santa Fe 374, Joseph de Patiño a Andrés de Pez, Cádiz, abril 14, 1722. 250 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 151-5. 251 Morineau, Incroyable gazettes et fabuleux métaux, Table 54, pp. 362-6

fueron al parecer un gran éxito, gracias a eficaces medidas contra el contrabando tomadas por el gobernador de Quito y por el comandante de los galeones. En enero de 1729, Dionisio Alcedo y Herrera, el presidente de la audiencia de Quito, había prohibido el comercio terrestre con Cartagena durante un año antes y uno después del arribo de la flota, para garantizar que el comercio legal no sirviera de pantalla para el contrabando, como ««Página 169»». había sucedido en el pasado.252 Además, al llegar López Pintado con su flota logró frustrar los planes de los funcionarios locales que planeaban vender bienes extranjeros capturados antes de la feria y desmantelar un círculo de contrabandistas que operaba en complicidad con la guardia costera. 253 Como resultado de esto, las ventas de los galeones en Cartagena fueron extraordinarias; Alcedo y Herrera informó después que había tenido un movimiento total de cerca de siete millones de pesos.254 La decepción en Portobelo, sin embargo, equilibró el éxito en Cartagena. Cuando los galeones encontraron allí a los comerciantes peruanos, la presencia del barco anual inglés saboteó a los españoles. No sólo llevaron éstos menos plata de la esperada, sino que gastaron nueve millones de pesos en mercancías suministradas por los ingleses. De modo que el vuelco relativamente rápido hacia un mejor funcionamiento de los galeones de 1730 disimuló un serio fracaso en el propósito del convoy. La flota regresó pronto a España, pero tuvo que dejar en Portobelo gran parte de su cargamento no vendido.255 Una vez más, la preferencia de los súbditos coloniales por tratar directamente con los extranjeros había socavado el funcionamiento del sistema monopólico español, y el producto del caudal de la flota fue decepcionantemente bajo: entre once y trece millones de pesos. A esto siguió, sin embargo, un envío de lingotes de oro de entre 3.3 y 4.1 millones en 1737, al despachar lentamente sus cargamentos los galeonistas que habían permanecido en las Indias. 256 Tras esta experiencia, la corona aceptó por fin que la renovación de un eficiente sistema de convoyes anuales para el comercio con ««Página 170»». el Perú y la Nueva Granada era una imposibilidad práctica. Desde la inauguración del Proyecto para Galeones y Flotas en 1720, su reglamento básico —que las travesías de los galeones debían ser regulares y predecibles— había sido invariablemente incumplido, y los pocos convoyes que lograron llegar a Cartagena 252 Consulados 316, Dionisio de Alcedo y Herrera al Consulado, Quito, junio 30, 1730; AGI Consulados 317, Manuel López de Pintado a Dionisio Alcedo y Herrera, Cartagena de Indias, junio 28, 1731. 253 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, p. 179. 254 AGI Consulados 317, Dionisio de Alcedo y Herrera al Consulado de Cádiz, Quito, noviembre 20, 1733. 255 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 177-88. 256 Estos datos y los siguientes sobre el comercio de Tierra Firme proceden de Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tabla 54, pp. 362-6.

y Portobelo habían hecho muy poco por combatir el contrabando. Enfrentada a este hecho, la corona suspendió los galeones de Tierra Firme en enero de 1735, y permitió que barcos individuales registrados surtieran los mercados cuando fuera necesario. También reconoció Madrid que, para ser eficaz, el sistema de las flotas tenía que armonizarse con el nivel de demanda de los mercados coloniales. Se estableció, por lo tanto, un sistema de avisos o barcos correo diseñado para obtener información sobre los mercados y la partida de los galeones, con el fin de que los comerciantes españoles no encontraran los precios demasiado bajos y las ventas demasiado lentas al llegar a las Américas. 257 De manera que, durante algunos años, barcos individuales con licencia de la corona llevaron a cabo el comercio y, entre 1735 y 1740, estas embarcaciones condujeron a España desde Cartagena y Portobelo cerca de 15.6 millones de pesos. En 1737 se hizo un débil intento de revivir los convoyes de tierra Firme, al permitir la corona la organización de una pequeña flota de barcos mercantes, escoltada por navíos de la guardia costera bajo el mando del general Blas de Lezo, para que zarpara hacia Cartagena y Portobelo. Dada la larga interrupción desde el anterior convoy, los comerciantes españoles esperaban que los mercados coloniales estuvieran listos para una renovación del comercio. Era ésta una idea demasiado optimista. El éxito en Cartagena de la flota en 1731, combinado con la posterior continuación del contrabando, había dejado perfectamente provistos los mercados de la Nueva Granada.258 ««Página 171»». De modo que cuando en 1737 arribó a Cartagena el convoy de Blas de Lezo, sólo llegaron al puerto un millón de pesos, en lugar de los cuatro millones esperados. 259 Esta flota saturó aún más los mercados y pasarían muchos años antes de que se vendieran sus cargamentos. Algunos comerciantes que viajaron con el convoy estaban todavía en Cartagena doce años después, aun tratando de vender sus mercancías. Y la proyectada feria en Portobelo nunca tuvo lugar. 260 Después de dos años de negociaciones y de presiones oficiales, la "Armada del Sur" finalmente llegó a Panamá en julio de 1739 para comerciar con el convoy español en Portobelo. Pero antes de que la feria se pudiera llevar a cabo, Portobelo fue capturada y saqueada por el almirante Vernon en diciembre de 1739, marcando así el final de su larga historia como uno de los principales centros comerciales del 257 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 195-200. 258 Un comerciante de Cartagena advirtió que el contrabando era el mayor que había visto en treinta y-dos años de experiencia; había alcanzado tales dimensiones que había provocado una gran baja en los precie,; de los textiles importados y privaba a las provincias de la Nueva Granada, Popayán y Quito de todos los fondos disponibles para el comercio legal; AGI Consulados 318, Gervasio de Herrera al Consulado, Cartagena, octubre 20, 1736. 259 AGI Santa Fe 1162, Blas de Lezo al Marqués de Torrenueva, Cartagena de Indias, marzo 28, 1737. 260 AGI Consulados 324, Diputados del Comercio al Consulado, Cartagena, febrero 8, 1749.

Atlántico español.261 Los galeones de Tierra Firme nunca navegaron de nuevo. Su suspensión continuó durante la guerra anglo-española de 1739 a 1748 y no fueron revividos después, a pesar de las peticiones del consulado de Cádiz. Al reflexionar sobre el período entre 1720 y 1739, es claro que el Proyecto para Galeones y Flotas, en cuanto método para revivir el comercio colonial español, no colmó las expectativas, sobre todo las del comercio con América del Sur. En lugar de convertirse en una alternativa para el comercio ilegal extranjero, las ferias de Portobelo y de Cartagena sirvieron simplemente de canales adicionales para los contrabandistas, sobre todo para la South Sea Company ««Página 172»». inglesa.262 La magnitud de las pérdidas de España a causa de los contrabandistas extranjeros se puede juzgar al comparar el valor del producto de las tesorerías procedentes de América del Sur durante los períodos de 1679 a 1698 y de 1721 a 1740; en el primero fluctuó entre 146.3 y 160.3 millones de pesos, en el segundo estuvo entre 84 y 96 millones de pesos. Esta declinación se debió en parte a la contracción del comercio desde Cartagena y Portobelo. Entre 1679 y 1698, las flotas de Tierra Firme transportaron entre 133.6 y 143.6 millones de pesos; entre 1721 y 1740, los caudales descendieron a entre 64 y 67.1 millones de pesos. De manera que el producto de las tesorerías de Tierra Firme sumó un promedio anual de 6.7 y 7.1 millones de pesos a finales del siglo XVII, y entre 1721 y 1740 el promedio descendió a entre 3.2 y 3.3 millones de pesos por año. 263 El Proyecto no puede ser descartado como un completo fracaso, sin embargo, pues le permitió a España recuperar algo del comercio que había perdido a causa de los traficantes extranjeros durante los veinte primeros años del gobierno de los Borbones. Incluso en la ruta de Tierra Firme, en la que los contrabandistas eran particularmente activos, hubo algún crecimiento en el comercio legal entre 1721 y 1740, al cual contribuyó la Nueva Granada. Entre 1700 y 1719, los caudales exportados a España desde Cartagena probablemente no superaron los 7 millones de pesos (para un promedio anual de menos de medio millón). Después de la reforma del sistema de galeones en 1720, por otro lado, la dimensión del comercio español con la Nueva Granada aumentó considerablemente, a pesar de las dificultades en la regularización de las flotas. Cuando los galeones de Guevara regresaron a España en 1723, llevaron 12.3 millones de pesos, de los cuales el Nuevo Reino suministró cerca de seis. Entre ««Página 173»». 1729 y 1730 se transportaron a España cerca de 20.3 millones de pesos procedentes de las ventas de los galeones de Grillo de 1723, de los cuales por lo 261 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 203-9. 262 Dice Lynch de la compañía que entre 1715 y 1732, "probablemente controlaba por lo menos el 25% de todas las exportaciones británicas a España y América, a salvo del monopolio formal español": Lynch, Bourbon. Spain, p. 151 263 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tablas 39 y 54, pp. 232-6 y 362-6, 369.

menos 11.4 millones procedían de Lima. La contribución de la Nueva Granada puede por lo tanto haber alcanzado los ocho millones de pesos. 264 La flota de López Pintado, de 1730 a 1731, también comerció con éxito en Cartagena. Se informó que de la Nueva Granada llegaron siete millones de pesos para el comercio en el puerto, haciendo una gran contribución a los entre once y trece millones que los galeones finalmente transportaron a España. Parece, entonces, que el Nuevo Reino suministró cerca de 21 millones de pesos a las tres flotas que zarparon entre 1723 y 1730, de manera que solamente en estos convoyes la colonia exportó un promedio anual de por lo menos un millón durante el período de 1721 a 1740. Este cálculo se basa en evidencias imperfectas, pero está sustentado por las afirmaciones del virrey Castelfuerte en 1731, según las cuales la Nueva Granada podía suministrar al comercio tres millones de pesos en intervalos de tres años.265 La abundancia de la contribución neogranadina a las tres flotas no puede, sin embargo, atribuirse a la intervención del gobierno para revivir los galeones de Tierra Firme. Pues durante las primeras décadas del siglo XVIII, la explotación de nuevos aluviones incrementó considerablemente el valor del oro extraído en la colonia, aumentando así su capacidad de financiar el comercio trasatlántico. Este crecimiento se reflejó en el pago de quintos a la corona en cuatro de las principales regiones mineras. Entre 1715 y 1719, los quintos pagados fueron equivalentes a una producción anual de 441.200 patacones (pesos plata); entre 1735 y 1739, la producción promedio anual, calculada de nuevo según los quintos, aumentó a ««Página 174»». 925.200 patacones.266 Parece, por lo tanto, que la recuperación del comercio español con la Nueva Granada se debió por lo menos tanto al creciente vigor del sector minero como a la reforma del sistema comercial. Aunque había oro disponible para el comercio con España, los comerciantes de la metrópoli ejercían un débil dominio sobre el comercio exterior de la Nueva Granada. Cuando el general Blas de Lezo llegó en 1737 con su pequeño convoy de buques mercantes, informó que Cartagena estaba virtualmente bloqueada por los contrabandistas extranjeros y calculó que cerca del 75% de la producción de oro de la colonia se estaba conduciendo a través de la provincia para pagar importaciones de contrabando.267 En ese mismo año, el gobernador de Cartagena confirmó que el contrabando estaba absorbiendo la mayor parte del oro de la región. Anotó que los contrabandistas extranjeros estaban cambiando de tácticas, al pasar de barcos grandes a chalupas bien armadas que navegaban a todo lo 264 Para el valor total del caudal llevado a España en estos galeones, véase ibid., pp. 362-6. Para el valor del caudal cargado en El Callao, véase Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, p. 273, nota 84. 265 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 196-7. 266 Calculado de acuerdo a los datos en Tabla 3.1: véase el cap. 3. 267 Lance R. Grahn, "An Irresoluble Dilemma, Smuggling 'in New Granada, 1713-1783", en Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and Insurrection in Bourbon New Granada and Peru, p. 138.

largo de la costa, y estimó que se llevaban cerca de dos millones de pesos anuales.268 De manera que para fines de la década de 1730, los contrabandistas extranjeros seguían participando en el comercio de la Nueva Granada en la misma proporción en que lo habían hecho a principios del siglo. Es evidente que ni la reforma administrativa ni la comercial habían logrado colocar a la Nueva Granada bajo un control español firme y constante. La economía del territorio seguía teniendo débiles lazos con la metrópoli y un flujo sustancial de oro de la colonia, junto con la plata peruana que se colaba por los agujeros del monopolio en Portobelo, continuó cayendo en manos de los traficantes que navegaban en las aguas del Caribe. Bajo estas circunstancias se requería una drástica reorganización para que España recuperara su comercio ««Página 175»». y reforzara su autoridad política. En 1739 dio los primeros pasos en busca de ambos objetivos. Cuando reinició la guerra con Inglaterra, la corona avanzó hacia una completa reestructuración de los sistemas comerciales y administrativos que por tanto tiempo habían gobernado a la América del Sur española. En la Nueva Granada, esta segunda fase de la reforma borbónica produjo dos cambios. El primero fue su incorporación dentro de un reinstituido virreinato; el segundo fue un dramático abandono de la vieja estructura del comercio colonial, que involucró la supresión definitiva de las flotas de Tierra Firme, así como un reordenamiento de las normas largamente establecidas del comercio trasatlántico. A la reforma política y sus implicaciones volveremos después; antes debemos investigar el impacto de la reorganización del sistema comercial colonial. REORDENAMIENTOS EN EL COMERCIO SURAMERICANO El estallido de la guerra contra los ingleses en 1739 puso fin al asiento británico, permitiendo que España reparara una seria falla en' su monopolio comercial y brindándole la oportunidad de desechar en forma permanente el desacreditado sistema de los galeones. Desde entonces, barcos mercantes individuales, y no convoyes, llevaron a cabo el comercio español con las Américas. Conocidos como registros sueltos", o buques registrados, podían viajar a diferentes puertos del Caribe y del Atlántico. Los canales comerciales se ampliaron aún más con el permiso a los barcos españoles de navegar en el Pacífico por la vía del Cabo de Hornos. De modo que en la Nueva Granada la reorganización política interna coincidió con una nueva reforma del sistema comercial. Así como el Proyecto para Galeones de 1720 siguió de cerca al establecimiento del primer virreinato en 1719, su reinstitución en 1739 coincidió con el abandono del sistema de flotas. 269 268 AGI Santa Fe 422, Informe del gobernador de Cartagena, octubre 17, 1737, mencionado en Consejo de Indias, octubre 21, 1738. 269 Según los reglamentos del Proyecto de 1720, las licencias se concedían a individuos para cargar los barcos registrados enviados a las Indias. Para los barcos sueltos en el comercio de la costa del Pacífico, véase Sergio Villalobos R., El comercio y la crisis colonial (Santiago, 1968), p. 67. Para una lista de los que fueron enviados a América entre 1700 y 1740, véase Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 230-

««Página 176»». Aunque había amplios precedentes del empleo de barcos registrados en el comercio trasatlántico, a guisa de suplementos y sustitutos ocasionales de las flotas, la suspensión de éstas marcó un nuevo rumbo en la historia del comercio español con América del Sur. A partir de entonces los comerciantes españoles se libraron de la compañía de asiento inglesa y pudieron establecer contactos más regulares con los mercados americanos. Según Vásquez de Prada, esto produjo una nueva clase de comerciantes, formada por españoles que emigraron a América para trabajar allí, y que por no tener necesariamente contactos con las casas comerciales andaluzas, preferían la libertad comercial a las restricciones. 270 La dimensión del comercio colonial con España, que García-Baquero ha calculado rastreando los cambios de tonelaje en el transporte trasatlántico, también mostró una nítida tendencia al crecimiento, para el que los buques registrados fueron el principal vehículo.271 Pero donde tuvo mayor efecto la suspensión temporal de las flotas durante la guerra de 1739 a 1748, fue en la América del Sur española. Pues, al contrario de las flotas mexicanas, que se renovaron en 1757, los galeones de Tierra Firme fueron permanentemente abandonados y el tráfico más libre de los barcos sueltos fue aliciente para el desarrollo de rutas mercantiles fuera de la antigua arteria comercial suramericana que había unido a España con Perú por la vía de Panamá y de Portobelo.272 ««Página 177»». El reemplazo de los galeones, que habían transportado grandes cargamentos de la metrópoli a las colonias con largos intervalos, por barcos sueltos que zarpaban irregularmente con pequeños cargamentos; tuvo importantes implicaciones para la estructura total del comercio colonial español con la América del Sur. La oferta y la demanda ya no se concentraron en las ferias de Portobelo y de Cartagena, sino que se dispersaron entre una cantidad de centros urbanos que se aprovisionaban en los mercados de extensas zonas interiores. Liberado de las rutas prescritas y de los itinerarios erráticos de los convoyes, el transporte marítimo pudo entonces responder a los cambios de precios de los mercados coloniales y dirigirse a áreas que reunían las circunstancias más favorables para el intercambio. Los puertos que sufrieron en forma más inmediata la abolición del sistema de galeones fueron aquellos que habían servido como terminales, es decir, Cartagena de Indias, Portobelo y Lima. De éstos, Portobelo fue el más afectado. El cese de 3.

270 Valentin Vásquez de Prada, "Las rutas comerciales entre España y América en el siglo XVIII", AEA, vol. 25 (1968), pp. 206-7. 271 García-Baquero, Cádiz y el Atlántico, vol. I, pp. 164-74; 541-6. 272 Guillermo Céspedes del Castillo, "Lima y Buenos Aires. Repercusiones económicas y políticas de la creación del Virreinato de la Plata", AEA, vol. 3 (1946) pp. 702-12. Para comentarios adicionales sobre el impacto de la supresión de los galeones en la América del Sur, véase Roland D. Hussey, The Caracas Company, 1728-1784 (Cambridge, Mass., 1934), y Sergio Villalobos R., El comercio y la crisis colonial, pp. 69-91.

los galeones y la apertura de una ruta directa al Perú por la vía del Cabo de Hornos socavaron su papel como centro del comercio entre el Atlántico y el Pacífico y, por estar situado en una región pobre, escasamente poblada y con muy poco comercio propio, perdió su razón de ser. Cartagena y Lima no se vieron tan adversamente afectadas, puesto que ambas tenían sus propias e importantes zonas económicas interiores y por lo tanto siguieron siendo focos de atracción para un considerable comercio con España. Lima, sin embargo, vivió una disminución de su importancia comercial, pues dejó de monopolizar el intercambio entre España y el Perú y tuvo que enfrentarse a la competencia de Buenos Aires y de Cartagena. Después de haber dejado de apoyar consistentemente el sistema de galeones, los comerciantes limeños descubrieron de pronto sus bondades y rogaron a la corona que lo reinstituyera.273 ««Página 178»». El afán de Lima por volver al sistema de flotas para contrarrestar la competencia de Buenos Aires se acentuó por el hecho de que Cartagena también comenzó a desafiar el tradicional monopolio comercial de la gran región económica peruana. De los tres puertos, por cierto, que habían sido puntos cardinales del sistema de galeones, sólo Cartagena sacó indudables ventajas de su desaparición. Mientras que Lima tenía que lidiar con la competencia de Buenos Aires en sus mercados tradicionales, el papel de Cartagena como puerto principal de su región no fue alterado. No sólo siguió siendo el centro de intercambio de mercancías extranjeras por el oro de la Nueva Granada, sino que también empezó a tener una mayor participación en el comercio de Quito, que hasta entonces había controlado Lima. El alejamiento de Quito de la órbita comercial limeña ya era evidente a principios del siglo, debido a la disponibilidad de contrabando en Cartagena, pero se acentuó todavía más después de la supresión de los galeones. Este desplazamiento se reflejó en una disputa entre los comerciantes de Lima y los de Cartagena que empezó a fines de 1750, cuando se enfrentaron con respecto a sus derechos de comerciar en el Pacífico. Los comerciantes peruanos, por su lado, trataron de evitar la importación a los mercados del Pacífico de bienes transportados a través de Cartagena o de Panamá; mientras que, por el suyo, los comerciantes neogranadinos insistieron en que los bienes importados a Lima por la vía del Cabo de Hornos no deberían ser reembarcados a Guayaquil. Entre 1758 y 1760 el consulado de Lima, con el apoyo del virrey Superunda, sostuvo que los mercados de las provincias de Quito eran parte del comercio de Lima y argumentó que permitir el acceso a éstos de Cartagena perjudicaría la economía peruana en dos formas. Aumentaría, en primer lugar, el contrabando entre el Caribe y el Pacífico; y además afectaría la industria naviera del Pacífico, puesto que los comercian««Página 179»». 273 Este cambio de actitud se debió a la pérdida de efectividad del monopolio causada por la apertura de las nuevas rutas comerciales, por vía del Cabo de Hornos y Buenos Aires, y a la intrusión de nuevos comerciantes. Véase Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 212-14.

tes limeños empleaban sus ganancias de las importaciones de Quito para hacer el mantenimiento de sus barcos en los astilleros de Guayaquil. 274 Al parecer la corona pasó por alto estas quejas durante mucho tiempo, pues sólo hasta 1768 se volvió a discutir el asunto. Apoyados por el virrey Amat, los comerciantes de Lima le pidieron de nuevo a Madrid que terminara el comercio entre Cartagena y Quito a través de Portobelo, porque perjudicaba tanto el comercio de Lima con la región de Quito como la industria naviera del Pacífico. 275 Los comerciantes cartageneros presentaron fuertes descargos en contra. Sostuvieron que el comercio de Quito debía ser de su incumbencia, y en esto contaban con la ayuda de funcionarios reales ansiosos de defender los ingresos que aquél les proporcionaba en el puerto; anotaron que los comerciantes de Quito habían operado en Cartagena desde fines del siglo XVII y que este comercio se había vuelto normal desde la suspensión de los galeones, bajo el entendimiento de que los comerciantes quiteños no interfirieran con el monopolio limeño reexportando bienes de Cartagena al Perú;276 insistieron en que se perturbaría todo su sistema comercial si se aceptaba el monopolio de Lima en los mercados de Quito, y declararon que la corona había determinado claras líneas de demarcación del comercio suramericano. Al abrir a la navegación el Cabo de Hornos le había concedido al Perú una ruta de abastecimiento, dejando así a los puertos norteños de Cartagena y Portobelo los mercados del nuevo virreinato de la Nueva Granada. Pasar por alto estos límites jurisdiccionales arruinaría, según ellos, al comercio español. Según Cartagena, esta división debía mantenerse porque "la principal consideración y el principal mercado del comercio español en este Reino [de la Nueva Granada] es la provincia de Popayán, a causa de los lazos y relaciones que sus asuntos tienen con Quito y el Chocó, en ««Página 180»». vista de su situación entre ambos..." 277 Si se alteraba esta división, predecían, menos barcos navegarían de Cádiz a Cartagena, a lo cual seguiría una escasez de importaciones que lógicamente haría evaporar cualquier progreso contra el contrabando. Se volvería a la época de los galeones con su secuela de "viejos y olvidados vicios de esta costa, que no pudo contener la vigilancia de los más celosos funcionarios de aquellos tiempos, dejando en completa ruina al comercio español, al Reino en completo decaimiento, y a la Caja Real vacía e incapaz de cubrir los costos de mantenimiento de las plazas fuertes de este Virreinato". 278 Con el fin de resolver la disputa, la corona encargó una completa investigación y permitió entretanto el libre movimiento de importaciones a Quito tanto por la vía del Pacífico, del Cabo de Hornos a Lima, como por la del Atlático, a través de 274 La historia de esta disputa está resumida en AGI Consulados 331, el virrey Amat a la corona, Lima, abril 20, 1767. 275 Ibid., Informe del Tribunal del Consulado de Lima, Madrid, enero 8, 1768. 276 Ibid., Informe de la Real Contaduría de Cartagena, 1769. 277 Ibid., Informe de los diputados del comercio, Cartagena, diciembre 2, 1769. 278 Ibid.

Cartagena.279 Y en este punto quedó el asunto definitivamente. Se privó a los peruanos del monopolio del mercado quiteño, pero también se negó su control a los cartageneros. Ambas ciudades tuvieron entonces que competir por él. No era ésta la solución perfecta para los comerciantes de Cartagena, que habrían preferido monopolizar el mercado quiteño de bienes europeos. Sin embargo, los benefició a largo plazo, pues aunque Lima siguió abasteciendo a Quito, Cartagena fortaleció sus contactos tanto con la provincia de Popayán como con las populosas provincias montañosas de Quito. Si el papel de Cartagena en el comercio trasatlántico permaneció intacto e incluso ganó en importancia, ¿cómo afectó el volumen y el valor del comercio neogranadino con España la reorganización de la Carrera de Indias? ¿Crearon los barcos sueltos contactos más estrechos y regulares entre el Nuevo Reino y España? ¿Estimularon allí nuevos desarrollos de sus recursos, vinculando más la colonia a las necesidades de la potencia metropolitana? Para responder a estas ««Página 181»». preguntas, debemos examinar más de cerca las pautas del transporte marítimo y del comercio entre Cartagena y Cádiz durante los cuarenta años transcurridos entre 1739 y 1778. EL COMERCIO DE LA NUEVA GRANADACON ESPAÑA, 1739-1778 El efecto del nuevo sistema marítimo en la Nueva Granada se vio obstaculizado al principio por la guerra anglo-española de 1739 a 1748, cuando las acciones enemigas dificultaron constantemente la navegación entre España y sus colonias. Los barcos registrados mantuvieron contacto con Cartagena durante la guerra, pero sólo a costa de grandes pérdidas. Sin embargo, al finalizar el conflicto, los barcos sueltos sin duda constituyeron un sistema más frecuente y estable para el comercio de España con el Nuevo Reino. En la década de 1749 a 1758, treinta y siete buques partieron de Cádiz rumbo a Cartagena, seguidos por veintiocho de 1759 a 1768, y por treinta y seis de 1769 a 1778. No todos estos barcos eran mercantes —están incluidos algunos barcos correo y de guerra—, pero estas cantidades muestran a las claras que el cambio de los galeones por los barcos con licencia permitió un contacto Irás regular entre España y su colonia. 280 El nuevo sistema de transporte marítimo no fue de inmediata eficacia en la disminución del contrabando. A su llegada a Cartagena en 1737, el general Blas de Lezo reorganizó rápidamente, aunque con gran costo para la tesorería real, la guardia costera con el fin de combatir la intromisión extranjera, pero cuando Vernon atacó a Cartagena a mediados de 1740, Blas de Lezo fue muerto y sus barcos de guerra destruidos, dejando la costa a merced de los contrabandistas hasta el término de la guerra.281 El resultado fue un tremendo auge 279 Ibid., Real Cédula, San Lorenzo, octubre 17, 1768. 280 Véase Apéndice C, Tabla I. 281 Grahn, "An Irresoluble Dilemma", en Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and Insurrection in Bourbon New Granada and Peru, p. 139.

««Página 182»». del comercio ilegal. En 1743 los comerciantes de Cartagena se lamentaron de que los traficantes "eran amos del comercio en todas estas costas", y el gobernador de Panamá informó que seguían acudiendo al istmo, donde recogían la plata de los comerciantes peruanos.282 La dimensión del contrabando en esos años se refleja en el cálculo contemporáneo según el cual, durante el gobierno del virrey Eslava (1739-1749), se confiscaron solamente en Cartagena más de siete millones de pesos en contrabando.283 Cuando la paz fue restaurada, el nuevo sistema parece haber tenido más éxito en la reconducción del flujo de recursos de la Nueva Granada que pasó de los traficantes extranjeros a manos españolas. Aun antes de que la guerra terminara, el contrabando al parecer había empezado a declinar. El autor inglés de las "Anotaciones sobre el comercio español" recordó que grandes cantidades de mercancías fueron devueltas sin vender de las colonias españolas entre 1746 y 1748, y los funcionarios ingleses de las Indias Occidentales informaron un notable descenso en el comercio ilegal antes de que la guerra terminara. Un observador francés, al comentar la disminución del contrabando entre Santo Domingo y Cuba, atribuyó el hecho a la eficiencia del nuevo sistema de navegación adoptado por los españoles, y las evidencias procedentes de la Nueva Granada sugieren que este medio sí estimuló una rápida recuperación del comercio de España con su colonia.284 Un informe de Cartagena de 1750 declaró que la afluencia de importaciones legales que siguió a la guerra había causado una baja de precios, y entre 1748 y 1753 el comercio español en el puerto parece haber florecido, al alcanzar el nivel inusualmente alto de tres millones de pesos anuales. 285 ««Página 183»». El éxito del comercio hispano se reflejó en el descenso de las confiscaciones de contrabando en Cartagena. Entre 1750 y 1754, su monto descendió a menos del 10% de su valor durante la guerra, y entre 1755 y 1759 se redujo a. prácticamente nada. Esta disminución puede en parte atribuirse a un desplazamiento del matute a Santa Marta, donde las confiscaciones aumentaron entre 1750 y 1754, pero en la medida en que el contrabando se puede calcular según el valor de los bienes ilegales capturados por las autoridades, al parecer hubo un descenso sustancial 282 AGI Consulados 319, Miguel Lasso de la Vega al virrey Eslava, Cartagena enero 9, 1743; AGI Consulados 320, Dionisio de Alcedo y Herrera, Panamá noviembre 15, 1743. 283 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 72. 284 Richard Pares, War and Trade in the West Indies (Oxford, 1936), p. 114. 285 AGI Consulados 325, Marqués de Valdehoyos al Consulado, Cartagena, octubre 25, 1750. El cálculo del comercio procede de la Histoire Philosophique del abate Raynal. El dato dado por Raynal para las exportaciones de Cartagena es de 14.553 livres tournois, que convertidas a pesos nos dan, ala tasa de 5:1, 2.910.633 pesos. De estos, 2.187.460 pesos eran en oro y plata. Véase Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, p. 495.

en el valor total del comercio ilegal en la Nueva Granada. 286 Algunos contemporáneos creyeron que los barcos sueltos habían puesto fin a las violaciones flagrantes del monopolio español que tan comunes eran en la primera mitad del siglo XVIII. En 1769 los comerciantes de Cartagena se refirieron al contrabando en gran escala como "los viejos y olvidados vicios de la costa", como si hubieran estado sepultados en el pasado desde mucho tiempo antes. 287 La nueva organización del comercio se acercó más, en pocas palabras, a alcanzar los objetivos para los que obviamente había fracasado el Proyecto de 1720, es decir, el flujo regular del comercio español y una reducción de la intromisión extranjera. Los logros del sistema de barcos registrados no se deben exagerar, sin embargo. Aunque los buques de Cádiz arribaron con más frecuencia a Cartagena, la dimensión del tráfico con España seguía siendo muy reducida. Sólo tres barcos cada año, en promedio, llegaron a Cartagena de España entre 1749 y 1778. De unos tres millones de pesos anuales entre 1748 y 1753, los registros de importaciones ««Página 184»». oficiales de España en Cartagena descendieron a un promedio anual de cerca de un millón de pesos entre 1754 y 1778.288 Las autoridades coloniales también siguieron considerando el contrabando como un problema grave que requería mano fuerte. Fue así como en 1758 el virrey Solís prohibió que los barcos extranjeros importaran harina a Cartagena, con el argumento de que este comercio servía de mampara para el contrabando; y para mantener la proscripción dispuso que un contratista privado abasteciera el puerto con harina del interior. 289 Esto causó protestas entre los cartageneros, pero tales protestas sólo lograron convencer al virrey de que sus medidas contra el contrabando eran exitosas, y le recomendó a su sucesor que continuara con ellas. 290 Messía de la Cerda y Guirior mantuvieron entonces la prohibición a la importación de harina extranjera y continuaron con los esfuerzos por abastecer a Cartagena con trigo de la Nueva Granada.291 En la práctica, los artículos extranjeros siguieron ingresando al puerto ilegalmente. 286 Para el valor de las confiscaciones oficiales de contrabando, véase Grahn, "An Irresoluble Dilemma", en Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and Insurrection in Bourbon New Granada and Peru, Tablas 3 y 5, pp. 134, 144. 287 AGI Consulados 331, Informe de los diputados del comercio, Cartagena, diciembre 2, 1769. 288 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, p. 41 8, nota 89; p. 420. Las exportaciones totales de oro llegadas a España de Cartagena entre 1765 y 1778 fueron de 12.928.174 pesos. Según los registros oficiales en algunos años no hubo exportaciones, mientras que en otros fueron sustanciales; el promedio anual del período fue de 923.441 pesos. 289 Sobre el contrato, véase María Angeles Eugenio Martínez, "Reapertura de la vía Carare-Vélez. El asiento de Blas de la Terga (1754)", AEA, vol. 41 (1984), pp. 513-52. 290 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 85. 291 Ibid., pp. 109, 143.

Los funcionarios locales ocasionalmente suavizaban las restricciones a los barcos no españoles y esto, junto con la importación de esclavos, contribuyó a mantener bien abiertos los canales del contrabando durante las décadas de 1760 y 1770. Hubo, por ejemplo, el escándalo que se produjo en 1764 en torno al arribo ilegal de siete barcos foráneos (dos franceses y cinco ingleses) en 1763 y 1764, y a la venta pública de sus cargamentos de esclavos, trigo, vino y otras mercancías. 292 Se usaban, además, los vacíos de la legislación para proteger el contrabando. Un truco común era el ««Página 185»». de los extranjeros que fingían daños en sus buques para entrar al puerto legalmente y luego, con la complicidad de los funcionarios, disponer de sus cargamentos para pagar las reparaciones. 293 De manera que aunque el reemplazo de las flotas por los barcos sueltos estableció contactos más firmes entre España y el Nuevo Reino, la metrópoli estaba todavía lejos de ejercer un monopolio del comercio exterior de su colonia, o de cortar el constante flujo de sus recursos hacia los contrabandistas ingleses, franceses u holandeses. El principal defecto de la reforma fue el hecho de que no realizó una reconstrucción radical del sistema global del comercio colonial. El comercio trasatlántico de España siguió constreñido por muchos frenos institucionales, tales como la necesidad de obtener licencias de la corona, la obligación de zarpar exclusivamente de los puertos designados en la licencia, y las altas tarifas y derechos portuarios tanto en la península como en América. La forma en que los funcionarios españoles tasaban los derechos al comercio alentaba, además, el contrabando. La mercancía enviada a las colonias era avaluada por ellos de acuerdo al peso y al volumen y no a su valor, de manera que los comerciantes hispanos favorecían los bienes costosos y desechaban la franja baja del mercado, dando así campo a los contrabandistas. La existencia de oro en la Nueva Granada también era un aliciente para el comercio ilegal, porque las vecinas colonias extranjeras del Caribe padecían de una perenne carencia de metálico. Finalmente, a pesar de la mejora de la guardia costera, era imposible vigilar efectivamente los puertos y las costas del virreinato. Las autoridades trataron de detener el contrabando en Cartagena mediante la prohibición de importar harina, pero aquél siguió filtrándose en el país por los boquetes abiertos por funcionarios portuarios sobornados y por los barcos extranjeros que fondeaban a todo lo largo de la extensa costa entre Río Hacha y el istmo de Panamá. ««Página 186»». Si la reorganización del sistema comercial no logró reservar los mercados neogranadinos para España, mucho menos pudo estimular la explotación de los 292 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 5, fols. 945-6. 293 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 12, fols. 449-51; AHNC Aduanas, tomo 8, fols. 18990. Véanse también los comentarios del virrey Messía de la Cerda: Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 109-10.

recursos naturales de la colonia. En la época de los galeones, su comercio consistía en el intercambio de oro por textiles europeos (la mayor parte reexportaciones canalizadas a través de España) y por una mezcla de ferretería de hierro y acero, alimentos como aceitunas, aceite, vino, pimienta y canela, además de una miscelánea de otros artículos, los más importantes el jabón, la cera y el papel. La aparición de los barcos sueltos no produjo cambios fundamentales en esta norma. Las importaciones de España consistían en la misma mezcla previa, y el oro siguió siendo la principal forma de pago de la Nueva Granada.294 Los comerciantes de Cádiz que operaban en Cartagena se empeñaban ante todo en obtener oro a cambio de sus importaciones y, fuera de dos o tres artículos corno pequeñas cantidades de cacao, mostraban escaso interés en el desarrollo de las exportaciones potenciales del virreinato. 295 Al no disponer de los de España, los recursos de la Nueva Granada no tenían otros mercados legítimos. Cartagena tenía algo de comercio con las islas españolas del Caribe, consistente sobre todo en importaciones de tabaco, azúcar y cera de Cuba y cacao de Guayaquil (a través de Portobelo), a cambio de reexportaciones de artículos europeos, principalmente a este último puerto. Pero este comercio era de escasa importancia para los agricultores de la Nueva Granada, sobre todo los de las provincias costeras, pues en términos de producción agrícola las islas españolas eran economías de competencia más que ««Página 187»». complementarias. Sin embargo, las islas extranjeras con economías bien desarrolladas de plantaciones de azúcar estaban dispuestas a adquirir productos agropecuarios del continente, que incluían el ganado y las mulas criadas en las provincias de Río Hacha y Santa Marta. Pero como este comercio estaba prohibido, salvo bajo licencias especiales concedidas por las autoridades coloniales, constituía una estrecha e incierta salida para el excedente agrícola de la Nueva Granada. Parece, en resumidas cuentas, que el sistema mercantilista español, tal como funcionó durante la mayor parte del siglo XVIII, frustró el desenvolvimiento económico del virreinato. Es necesario reconocer que sus posibilidades de desarrollo no eran muy grandes, pues la mayor parte de la población del Nuevo Reino estaba localizada muy al interior del país y carecía de fácil acceso a los mercados externos por los costos impuestos por las distancias y las dificultades del transporte. Las restricciones al comercio con los extranjeros privaron, sin embargo, a los agricultores neogranadinos de las pocas posibilidades que tenían 294 La información sobre las importaciones a la Nueva Granada se basa en 1, registros de los barcos que llegaron a Cartagena en las décadas de 1760 y 1770, se encuentra en AGI Contratación 1663 (ramos 1-4) y 1664 (ramos 1-2). El aba Raynal hizo una descomposición general de las importaciones de 1748 a 1-5 mostrando que de cerca de 1.8 millones de pesos en bienes europeos importad a Cartagena en promedio anual, más de 1.3 millones de pesos consistían manufacturas extranjeras. Véase Morineau, op. cit., p. 492. 295 Para una lista de las exportaciones de Cartagena entre 1748 y 1753, véa la relación del abate Raynal, citada en ibid., p. 495.

de vender sus productos en ultramar. La reglamentación mercantilista, por cierto, no sólo bloqueaba el acceso de los productos agrícolas a los mercados extranjeros, sino que también fallaba en proteger a quienes producían para el mercado doméstico. Los productores de trigo de Santa Fe y de Tunja se quejaban constantemente de que a pesar de la prohibición del comercio directo con los extranjeros, Cartagena era regularmente abastecida con harina foránea que desalojaba a su producto de los mercados en la costa. De modo que aunque los reglamentos del monopolio español dificultaban la exportación de productos agrícolas, no evitaban la importación de esos mismos productos provenientes de fuentes extranjeras. NUEVAS PERSPECTIVAS DE LA POLÍTICA ECONÓMICA Durante la década de 1770, los ministros coloniales empezaron finalmente a reconocer y a encarar estos problemas, cuando el ««Página 188»». gobierno de Carlos III trató de modificar y modernizar la política mercantilista. Tras la derrota de España ante los ingleses en la Guerra de los Siete Años, Madrid adoptó la idea de una completa reforma del sistema colonial.- Empezó lentamente en 1765 con un decreto selectivo de comercio libre para las islas del Caribe, permitiéndoles comerciar con puertos españoles distintos a Cádiz, que tradicional y exclusivamente concentraba el comercio de las colonias. Después, en 1776 y en 1777, esta medida se extendió a Santa Marta y Río Hacha, basándose en que estas regiones empobrecidas, situadas fuera de las principales rutas comerciales, requerían de mayor libertad para fomentar su comercio y desarrollo. 296 Además, con este cambio en la actitud oficial española, los principales funcionarios estatales de la Nueva Granada se animaron también a pensar en el desarrollo económico de la colonia y a proponer reformas para promover una explotación más eficaz de sus recursos. Cuando el virrey Messía de la Cerda presentó un informe final a la corona, en su relación de mando de 1772, recalcó el hecho de que el sistema mercantil existente no explotaba lo suficiente a la colonia y, al anotar la pobre condición de su economía, pidió medidas para mejorar la minería y el transporte interno. También insistió en que España debía sacar mayor provecho de la amplia gama de productos tropicales y otros de la Nueva Granada. Sostuvo que esto promovería la prosperidad y reduciría la intromisión foránea, al apartar la tentación de los habitantes de las provincias costeras de Santa Marta y Río Hacha de comerciar con extranjeros.297 296 La extensión del comercio libre a Santa Marta fue decretada en una Cédula Real del 4 de octubre de 1776; la de Río Hacha en una Cédula del 20 de agosto de 1777: AHNC. Aduanas, tomo 6, fols. 308-11; 493-5. Sobre la introducción del comercio libre en Cuba, véase Allan J. Kuethe and G. Douglas Inglis, "Absolutims and Enlightened Reform: Charles III, the Establishment of the Alcabala, and Commercial Reorganization in Cuba", Past and Present, No. 109 (1985), pp. 118-43. 297 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 105-9.

««Página 189»». Otros críticos condenaron el sistema vigente en términos más fuertes, culpándolo del estancamiento de la economía colonial. Uno de ellos fue Francisco Antonio Moreno y Escandón, un criollo que llegó a ser fiscal y oidor de la audiencia de Bogotá. En 1772, Moreno escribió un largo informe en el que, entre otras cosas, abogó por nuevas políticas para desarrollar la economía de la Nueva Granada. El sistema comercial existente, sostuvo, no satisfacía ni los intereses de la corona ni los de sus súbditos coloniales, porque simplemente no aprovechaba los múltiples recursos de la región. "Este Reino", anotó, no goza de un comercio activo... Su sustancia consiste en el oro extraído de sus minas, sin comercio, venta o exportación de sus productos agrícolas y manufacturas. Su provisión de mercancías, textiles y otros llamados bienes españoles depende de uno que otro barco suelto enviado de Cádiz al puerto de Cartagena, de donde estas importaciones se envían al interior del Reino, a un alto costo en derechos y transporte... Es tal la debilidad de este comercio que aprovecha a muy pocos, y quienes sacan provecho del comercio trasatlántico son menos aún.298 No sólo no ofrecía el comercio exterior suficientes canales para los productos agrícolas y bienes manufacturados, sino que según Moreno y Escandón también deprimía el comercio y la producción dentro de la colonia, tanto al socavar las manufacturas regionales, como en el caso de la industria de textiles de Quito, como al drenar el metálico en el pago de las importaciones. Pedía, por lo tanto, restricciones a las importaciones de Europa y medidas especiales para promover las exportaciones, sobre todo del litoral caribe. Sugirió que el comercio exterior se incrementaría y diversificaría preferiblemente al conceder privilegios monopolistas temporales a ««Página 190»». compañías privadas, de manera que pudieran formar un comercio de materias primas y de productos agrícolas.299 Estas ideas de reforma encontraron sólido apoyo en Manuel de Guirior, quien fue virrey de la Nueva Granada entre 1772 y 1776 Como sus predecesores, Guirior pensaba que era esencial diversificar y desarrollar las exportaciones, pero bajo la influencia de Moreno y Escandón sus propuestas para lograr este cambio fueron más radicales. Guirior no sólo recomendó la anulación de los derechos de muchos productos agrícolas para fomentar su exportación a España sino que también propuso una moderación general de las restricciones tradicionales a las exportaciones. Observó que los comerciantes españoles compraban sólo oro y 298 Francisco Antonio Moreno y Escandón, "Estado del Virreinato de Santafé, Nuevo Reino de Granada", p. 588. 299 Ibid., pp. 589-92.

cacao de la Nueva Granada y que, debido a la estructura de los derechos, preferían obtener el azúcar en La Habana en lugar de llevar a España las abundantes existencias de azúcar, algodón, tabaco, palo de tinte y cueros del virreinato. La reducción de los derechos era un medio para corregir esto, pero Guirior no lo consideraba suficiente para promover las exportaciones. Sugirió, por lo tanto, que se les permitiera a los neogranadinos exportar a puertos extranjeros del Caribe cualquier excedente dejado por los comerciantes españoles. 300 En el pasado, las licencias privadas se habían concedido en casos estrictamente determinados. Guirior sugirió entonces, sin embargo, que este comercio se formalizara y regularizara. Para defender este rompimiento con los tradicionales reglamentos del monopolio español, sostuvo que las normas vigentes contribuían a la depresión, más que al desarrollo, de la economía de la colonia. Al igual que Moreno y Escandón, insistió Guirior en que la demanda de oro en barras o amonedado para pagar las importaciones de España tendía a drenar el reino del metálico que requería para facilitar y promover el comercio interno. Moreno y Escandón recomendó que ««Página 191»». el problema se abordara tanto con el estímulo a la producción de oro como con la diversificación de las exportaciones; Guirior siguió la misma línea argumental, pero la llevó más allá. Propuso la libertad de los comerciantes para exportar a puertos de colonias extranjeras, y quiso restringir las importaciones de España a la Nueva Granada.301 El control de las importaciones europeas no era una idea del todo subversiva, puesto que la mayor parte de las exportaciones de España consistía en manufacturas extranjeras. Cuando Guirior criticó a los comerciantes de Cádiz por no desarrollar los recursos de la colonia y por su preferencia a importar bienes extranjeros simplemente repetía, por cierto, ideas que se estaban poniendo cada vez más de moda en los círculos oficiales españoles. Pero en su relación de mando incluso las superó. En el documento sostuvo que el comercio español existente en realidad perjudicaba la economía de la Nueva Granada al drenarla de metálico a cambio de artículos de lujo que sólo servían para estimular una "frivolidad nociva" en los consumidores coloniales. Observó que sería preferible para los intereses españoles permitir una mayor autonomía económica de la colonia: medidas para promover el crecimiento de la economía doméstica, incluyendo su industria textil, fortalecerían en ella el poder administrativo y militar de España, al robustecer la base económica de la que extraía sus ingresos. 302 La apreciación del virrey Guirior del potencial económico del Nuevo Reino y sus propuestas económicas sugieren que estaba fuertemente influenciado por la opinión criolla, y en particular por Moreno y Escandón. No sólo criticaba el 300 AGI Santa Fe 552. Informe de Tomás Ortiz de Landázuri en carta del virrey Guirior de junio 15, 1773, Madrid, febrero 28, 1774. 301 AHNC Milicias y Marina, tomo 125, fols. 1000-7: "Causas de que procede la pobreza general del Reino..." 302 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 143-6.

monopolio de Cádiz por dejar de estimular las exportaciones de la colonia; también lo pintaba como un obstáculo para el desarrollo agrícola y manufacturero de la región. Moreno y Escandón, y también Guirior, reconocían que esta situación no era fácilmente modificable dentro del monopolio ««Página 192»». español, porque los mercados metropolitanos no podrían absorber los productos neogranadinos y porque la única forma de generar un crecimiento guiado por las exportaciones era quebrantar las barreras institucionales al comercio con los extranjeros en el Caribe. Después de todo, anotó Guirior, la supresión de una forma tan natural de comercio no contribuía mayor cosa a la preservación del monopolio. Donde se prohibía el comercio legal, surgía el ilegal como irrefrenable sustituto. De manera que en lugar de suprimir un comercio que el gobierno era incapaz de detener, Guirior le recomendaba a la corona que lo usara a favor del Estado. Las ventajas fiscales eran obvias. En el corto plazo, la legalización del comercio con las colonias extranjeras reduciría el costo de la vigilancia de la costa y elevaría los derechos de aduana; a largo plazo, la actividad económica producida por este comercio generaría mayores ingresos gravables para la tesorería real.303 Era ésta, pues, una nueva política económica para la Nueva Granada, diseñada para estimular el crecimiento mediante una mayor libertad para exportar, combinada con la intervención del gobierno para fomentar el desarrollo minero y agrícola. La primera reacción oficial española, redactada por Tomás Ortiz de Landázuri, de la Contaduría General, fue, sin embargo, la de rechazarla de inmediato. Landázuri reconoció la necesidad de hacer un cambio en la política, porque el comercio del Nuevo Reino con España era escaso en relación con su tamaño y riquezas naturales, y porque la economía de la colonia se encontraba en tan "deplorable estado que... agobia a la corona con más de 400.000 pesos enviados del Perú para mantener sus bases militares, plazas fuertes y fortificaciones..." Pero atribuyó el débil rendimiento de su economía al contrabando extranjero más que a las deficiencias del sistema comercial español, y denunció la propuesta de Guirior de exportar libremente a las colo««Página 193»». nias extranjeras como algo "tan escandaloso que sólo puede considerarse con asombro".304 Sin embargo, se efectuaron cambios en la política comercial española durante los años siguientes, como parte de una total reforma del sistema de comercio trasatlántico. La mayor libertad de comerciar concedida a los puertos neogranadinos de Santa Marta y Río Hacha en 1776 y 1777 fue por lo tanto preludio de un cambio más amplio. Como anotó el virrey Flores, era en extremo difícil aislar las zonas de "libre comercio" de la costa del resto de la colonia; 303 AHNC, Real Audiencia, tomo 9, fols. 256-66. 304 AGI Santa Fe 552, Tomas Ortiz de Landazuri, Madrid, febrero 28, 1774.

concluyó, por lo tanto, que "las circunstancias exigían una libertad general". 305 Esta concesión se produjo el 12 de octubre de 1778, cuando el famoso "Reglamento de comercio libre" extendió el comercio libre imperial a todas las colonias de Hispanoamérica, dejando sólo algunas restricciones temporales en el comercio de la Nueva España y de la capitanía general de Caracas. Con el Reglamento de comercio libre, anotó después el virrey Caballero y Góngora, la corona había "reconocido por fin la importante verdad de que los derechos de importación y exportación cobrados por la aduana no son tanto una rama de la tesorería como un medio por el cual la política puede hacer que el comercio nacional prime sobre el extranjero..."306 La extensión del comercio libre imperial a la Nueva Granada en 1778 llegó acompañada de una nueva reforma del gobierno. En 1776, José de Gálvez se convirtió en Ministro para las Indias y de inmediato se entregó a la gran tarea de reestructurar el gobierno colonial. En conformidad con la estrategia general de Gálvez, Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres fue nombrado regente de la audiencia de Santa Fe el 6 de abril de 1776; por decreto real del 23 de diciembre de ese mismo año también se le otorgó el poder de visitador general de la audiencia, las cajas y las diferentes administraciones de la Nueva ««Página 194»». Granada y de las provincias de Tierra Firme. Gutiérrez de Piñeres llegó a Cartagena el 20 de agosto de 1777 y se posesionó de su cargo en Santa Fe en enero de 1778.307 Mientras se entregaban a la revisión y reforma del gobierno de la Nueva Granada, las autoridades centrales proclamaron el comercio libre, aboliendo por fin el monopolio de Cádiz y del sistema de flote mientras España le declaraba la guerra, una vez más, a Inglaterra. De manera que en 1778 las reformas políticas y económicas del virreinato convergieron, tal como había sucedido en 1719, 1720 y 1739. Pero primero nos concentraremos en las implicaciones para la Nueva Granada de las políticas económicas de Carlos III, y trataremos de medir los efectos del comercio libre en el comercio y vida económica de la colonia. ««Página 195»». COMERCIO Y ECONOMÍA EN LA ÉPOCA DEL COMERCIO LIBRE IMPERIAL, 1778-1796 La clave de la reforma económica de Carlos III fue el Reglamento de Comercio Libre de 1778 que, al dar mayor libertad al comercio dentro del imperio, dio la 305 AGI Indiferente General, Flores a Gálvez, Bogotá, febrero 28, 1777 (no. 324). 306 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, p. 353. 307 Pablo E. Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino de Granada, 2 vols. (Bogotá, 1960), vol. I, pp. 83-4.

oportunidad de desencadenar el potencial económico del mundo hispánico. Las principales disposiciones del Reglamento se pueden enunciar en pocas palabras. En primer y más importante lugar, eximió al comercio colonial de las restricciones del viejo sistema, centrado en Cádiz y dominado por una privilegiada oligarquía de comerciantes andaluces. En 1778 se suspendió formalmente el monopolio de Cádiz, y desde entonces los puertos hispanoamericanos quedaron abiertos al comercio recíproco. Con el fin de promover el comercio colonial, el Reglamento. También redujo las numerosas limitaciones que afectaban el tráfico y el comercio trasatlánticos. Se suavizaron, por ejemplo, las normas para el envío de cargamentos a América, se abolieron varios tributos al tráfico y al comercio y se redujeron y normalizaron los derechos que éste pagaba. Los pasos para aumentar el volumen del comercio de España con sus colonias estuvieron, además, acompañados por medidas para promover la venta de productos españoles con miras a estimular la agricultura y la industria metropolitanas. Se fijaron, con este fin, tarifas preferenciales para las exportaciones de España a sus colonias, obligando así a que los productos extranjeros pagaran derechos ««Página 196»». más altos que los españoles. En último lugar, el Reglamento redujo las tarifas a las exportaciones de las colonias a España para que su economía absorbiera un flujo mayor y más económico de materias primas y otros productos primarios de las Américas.308 Bajo Carlos III el gobierno de Madrid también trató de estimular el libre movimiento comercial entre España y sus colonias, cancelar monopolios locales tales como el que los corregidores de indios ejercían sobre el comercio de las comunidades indígenas tanto en México como en el Perú. En algunas áreas de la vida económica colonial, la intervención estatal fue aún más allá, aunque no siempre en beneficio de los productores locales. Mientras la corona promovía activamente la producción de metales preciosos y de artículos primarios que podían ser intercambiados por bienes procedentes de España, los productos americanos que competían con éstos (tales como los textiles de Quito y de México o los vinos del Perú y de la Argentina) quedaron a merced de intensa e ilimitada competencia de las importaciones. Es claro que el objetivo del gobierno borbónico no era el mero hecho de promover la prosperidad de las colonias, sino el de convertirlas en mayores y más dependientes mercados para las exportaciones de la metrópoli, así como en firmes abastecedoras de metales precisos y otros recursos naturales. Encaminado a beneficiar a España mediante la extensión de mercados para su agricultura y su industria, el comercio libre parece haber tenido gran éxito durante los años en que la metrópoli evitó comprometerse en guerras internacionales. Durante la larga pausa bélica entre España e Inglaterra de 1782 a 1796, el comercio colonial creció en forma rápida. Las exportaciones de España a las 308 El texto del reglamento está publicado en Bibiano Torres Ramírez y Javier Ortiz de la Tabla, (eds.), Reglamento para el comercio libre, 1778 (Sevilla, 1979).

Américas aumentaron en cerca de un 400%, y los productores hispanos lograron incrementar su participación en los mercados americanos de un 38% en 1778 a un promedio del 52% entre 1782 y 1796. Las exportaciones ««Página 197»». de las colonias a España aumentaron incluso en mayor medida. El valor de su promedio anual entre 1782 y 1796 fue diez veces mayor que el de 1778. La mayor parte de este incremento se debió a las exportaciones adicionales de metales preciosos, que con un 56% del total de las exportaciones americanas seguían representado la mayor parte de las utilidades coloniales para España. La constante predominancia del producto de los metales no debería, sin embargo, opacar el hecho de que el comercio libre estimuló una diversificación sin precedentes de las exportaciones coloniales. Los contactos más estrechos con España ampliaron los mercados para los productores americanos de artículos como el azúcar, el tabaco, el cacao, el algodón y los colorantes. El comercio libre imperial fracasó en final de cuentas en estimular un crecimiento suficiente de las manufacturas para transformar la economía agraria de España en una economía industrial, puesto que favoreció a los productores agrícolas a costa de sus industrias y reforzó la tradicional estructura del comercio colonial, dentro de la cual España abastecía de alimentos, más que de manufacturas, a sus colonias; y porque canalizó el comercio a través del puerto tradicionalmente dominante de Cádiz.309 La liberación del sistema comercial colonial fomentó, no obstante, una notable expansión que le permitió a España aprovechar en mayor medida los mercados y recursos de sus colonias americanas. El comercio libre ofreció beneficios menos obvios para los súbditos coloniales de España. Por un lado, la mayor libertad de comerciar dentro del imperio les dio algunas ventajas a los consumidores y productores americanos. La eliminación de las restricciones al tráfico y al comercio trasatlántico abrió, en primer lugar, nuevas rutas y redujo el poder de los oligopolios mercantiles que tradicionalmente habían controlado la Carrera de Indias. Por la misma razón, el comercio libre redujo los precios de las importaciones de Europa, ««Página 198»». en beneficio del consumidor colonial, y ofreció al mismo tiempo nuevas oportunidades a los productores americanos, para quienes abrió una gama más amplia de mercados potenciales para sus exportaciones. Esto fue de particular importancia para las que hasta entonces habían sido economías marginales, como las de Cuba, Río de la Plata y Venezuela, porque les brindó la oportunidad de exportar los productos de sus plantaciones y estancias. 310 Por otro lado, el 309 John Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America in the Era of Free Trade, 1778-1796 (Liverpool, 1985), pp. 87-90. 310 Sobre la forma comercial y el comercio de estas economías, véanse Allan J.

comercio libre imperial tuvo también implicaciones perjudiciales para los intereses económicos coloniales allí donde las importaciones europeas competían con la agricultura y las manufacturas domésticas. Porque a medida que los comerciantes peninsulares, ansiosos por sacar ventaja de la mayor libertad de que gozaban, inundaban los mercados americanos con importaciones de Europa, la consecuente caída de sus precios reducía las ganancias de los comerciantes locales o los llevaba a la quiebra; también lesionó la agricultura y las manufacturas coloniales al exponerlas a una mayor competencia de sustitutos europeos. Además, el comercio español ofrecía un crecimiento relativamente pequeño de los mercados para las exportaciones americanas, salvo en el caso del oro, de manera que el crecimiento del comercio trasatlántico abrió escasas posibilidades para un crecimiento basado en las exportaciones, y en forma paralela drenaba de metálico a las economías coloniales. Desde este punto de vista, la reforma comercial de Carlos III fue un eficaz instrumento de un nuevo imperialismo que, en palabras de John Lynch, "aumentó la situación colonial de Hispanoamérica e intensificó su subdesarrollo".311

««Página 199»». EL "COMERCIO LIBRE" Y EL COMERCIO DE LA NUEVA GRANADA Para medir los efectos de la política económica borbónica en la Nueva Granada durante los últimos años del período colonial, debemos primero tener en cuenta el impacto de la reforma comercial en el volumen de su comercio con España durante los años que siguieron a la introducción del comercio libre. Las repercusiones de la reforma no fueron aquí para nada dramáticas o inmediatas, porque de inmediato, después de que fuera instituida, se vio frustrada por los efectos de una guerra internacional. Poco después de que en 1778 llegara a Cartagena la noticia de la reforma, los precios de los bienes europeos descendieron en forma espectacular, en previsión de la afluencia de importaciones que hacía posible la recién modificada Carrera de Indias. Este efecto no tardó sin embargo en invertirse cuando la guerra contra los ingleses interrumpió el flujo del tráfico español en el Atlántico. De modo que aunque los precios de las importaciones europeas bajaron en Cartagena en 1778, cuando las noticias del Reglamento llegaron por primera vez al puerto, el anticipado auge del comercio Kuethe, Cuba, 1753-1815: Crown, Military and Society (Knoxville, Tennessee 1986); Tulio Halperin Donghi, Politics, Economics and Society in Argentina in the Revolutionary Period (Cambridge, 1975); P. Michael McKinley, Pre-revolutionary Caracas: Politics, Economy and Society, 1777-1811 (Cambridge, 1985). 311 Lynch, The Spanish American Revolutions, p. 14.

con España no se verificó.312 Muy al contrario: poco después de que empezara la guerra, el comercio trasatlántico español se paralizó y la corona tuvo que tomar medidas extraordinarias para continuarlo, organizando convoyes para la travesía del océano, ofreciendo seguros especiales por medio de la tesorería real y permitiendo en 1780 que los neutrales comerciaran con puertos escogidos de Hispanoamérica.313 Estas medidas no mejoraron el comercio exterior de la Nueva Granada. A los neutrales no se les permitió fondear en Cartagena o en cualquier otro puerto neogranadino, y el abasteci-

««Página 200»». miento por medio de los convoyes era muy escaso y demorado, de manera que para mediados de 1780 había en Cartagena cerca de dos millones de pesos embotellados esperando ser enviados a España. 314 El bloqueo del comercio del puerto terminó, no con el intercambio con España sino gracias al permiso de comerciar con extranjeros En marzo de 1781 la corona permitió que los comerciantes de Cartagena trataran con puertos de potencias aliadas y neutrales, lo cual permitió el contacto con puertos norteamericanos y con las colonias francesas y holandesas del Caribe.315 Fue irónico que la corona liberara a la Nueva Granada del monopolio español sólo un par de años después de que estableciera el comercio libre para fortalecerlo; sin embargo, pensó en la concesión de comerciar con extranjeros amigos y neutrales apenas como una desviación temporal de la política comercial de Carlos III, tomada con la intención de ayudar al gobierno del Nuevo Reino a encarar las vicisitudes de la guerra. Pues debido a que el virrey Flóres había puesto en orden las defensas de Cartagena durante 1780, los gastos del gobierno habían aumentado en forma exorbitante mientras declinaban los ingresos del comercio, causándole al virrey serios problemas financieros. Flóres había por lo tanto urgido a la corona para que abriera el comercio de Cartagena por razones fiscales, con el 312 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, abril 30, 1779. 313 Sobre los efectos de la guerra en el comercio del Perú y de Río de la Plata, véase Villalobos, El comercio y la crisis colonial, pp. 99-100; los esfuerzos reales por mantener el flujo del comercio colonial los describe E. Rodríguez Vicente, "El comercio cubano y la guerra de emancipación norteamericana", AEA, vol. II (1954), pp. 61-106 314 Cuando un convoy llegó por fin a aguas americanas, estaba sobre todo formado por barcos que llevaban mercurio a Nueva España; pocas mercancías estaban destinadas a Cartagena. Para su composición, véase ibid., pág 81. 315 AGI Indiferente General 1955, Real cédula, marzo 14, 1781.

objetivo de revivir los ingresos de las aduanas y convencer a los comerciantes de Cartagena de hacer préstamos al gobierno. 316 En términos fiscales, la medida rápidamente demostró su valor. El comercio con los extranjeros trajo consigo una afluencia de importaciones que incrementó el producto de los aranceles a los bienes europeos importados (el almojarifazgo de entrada de géneros de Castilla).317 También restauró la confianza de los comerciantes car-

««Página 201»». tageneros quienes, aplacados por el permiso de comerciar con puertos extranjeros, le hicieron al virrey un jugoso préstamo de medio millón de pesos, pagadero en La Habana al finalizar la guerra. 318 Fue ésta, entonces, una medida razonable y realista de tiempos de guerra. Le permitió a la corona aumentar los ingresos del comercio que en otra forma hubieran ido a manos de los contrabandistas, y dejó satisfechos al gobierno y a los comerciantes de la Nueva Granada. Pero la medida también produjo desventajas para España. Al término de la guerra, el comercio entre España y la Nueva Granada fue reemplazado por el intercambio con los extranjeros, sentando un precedente que habría de obstaculizar la restauración del comercio español en tiempos de paz y de mitigar así el impacto del comercio libre en las relaciones económicas del Nuevo Reino con la metrópoli. En general, el comercio colonial español se expandió rápidamente al finalizar la guerra en 1783, al precipitarse los comerciantes para aprovechar la mayor libertad comercial y para explotar los mercados coloniales agotados por el conflicto. 319 Tal cosa no sucedió en la Nueva Granada. Al contrario de otros puertos importantes de Hispanoamérica, Cartagena no vivió un auge de postguerra del comercio con España. Para mediados de 1785, pocos barcos habían arribado de puertos metropolitanos, y no fue sino hasta fines de ese año cuando el comercio español con el virreinato dio alguna señal de crecimiento. 320 El marasmo de postguerra 316 AGI Santa Fe 593 (ramo 2), Flores a Gálvez, mayo 6, 1780; ibid., junio 27, 1780. 317 Véase Apéndice C, Tabla 2. 318 AGI Consulados 337, Francisco Simón de Miranda al Tribunal del Consulado, Cartagena, agosto 11, 1781. 319 Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America, pp. 45-7, 61-2. 320 AGI Santa Fe 605, Caballero y Góngora a Gálvez, julio 20, 1785.

resultó en parte del comercio con los extranjeros durante la contienda. En 1784, Madrid había dado autorización a los comerciantes del puerto para que vendieran los artículos extranjeros importados legalmente durante la guerra, para que pudieran deshacerse de las grandes existencias que habían acumu-

««Página 202»». lado.321 Esta no fue, sin embargo, la única razón de la inactividad del comercio español con la colonia durante los primeros años del comercio libre. Más importante fue la continuación del comercio directo con los extranjeros, práctica que había proseguido en tiempos de paz dentro de las normas establecidas durante la guerra. En 1783 y 1784, la mayor parte de los barcos que entraron a Cartagena procedían más de puertos extranjeros que de los españoles. Algunos comerciantes usaron licencias concedidas en tiempos de guerra, que las autoridades coloniales seguían respaldando; algunos tenían autorizaciones especiales para comerciar con puertos franceses, sobre la base de que el aliado de España requería ayuda y apoyo después de la contienda; a algunos, incluso, se les permitía comerciar con puertos ingleses en el Caribe, supuestamente como excusa para obtener información militar.322 De manera que cuando los boquetes en el monopolio comercial de España se cerraron formalmente al volver la paz, en la práctica se dilató la restauración del comercio de la colonia con la metrópoli, por la tolerancia del gobierno hacia el comercio legal con los extranjeros. Después de 1785 desaparecieron por fin estas distorsiones causadas por el bloqueo y las medidas de emergencia debidas a la guerra, y el comercio de la Nueva Granada con España empezó a responder en forma más flexible al régimen del comercio libre. Los resultados se reflejaron con claridad en el tráfico de barcos 321 La presencia de estas existencias fue reconocida por una resolución real al virrey en 1784, que permitió a los comerciantes vender artículos extranjeros adquiridos durante la guerra. AGI Santa Fe 605, Caballero y Góngora a Gálvez, enero 15, 1785. 322 Para una consideración más detallada de la composición de las mercancías que ingresaron a Cartagena en esos años, y de las medidas que permitían el comercio con los extranjeros, véase Anthony McFarlane, "El comercio exterior del Virreinato de la Nueva Granada: Conflictos en la política económica de los Borbones, 1783- 1789", ACHSC, vol. 6-7 (1971-2), pp. 70-7, 95-6. Un resumen de la cantidad de barcos extranjeros, en comparación con los barcos de España que ingresaron a Cartagena entre 1783 y 1790, figura en el Apéndice C, Tabla 3.

entre Cartagena y los puertos de la península, que aumentó sustancialmente a fines de

««Página 203»». TABLA 5.1 EL COMERCIO ENTRE INGLATERRA Y ESPAÑA, 1784-1793 Año Importaciones 1784 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793

1.543.648 2.584.896 2.155.797 1.644.501 3.363.957 2.593.647 1.233.525 1.677.260 1.462.840 1.296.473

Promedio anual

Exportaciones (pesos) 1.650.525 1.981.733 462.098 4.648.231 2.074.521 2.300.708 2.312.101 2.843.518 1.859.880 919.272 1.955.652

2.105.259

la década de 1780 y principios de la de 1790. 323 Igual cosa sucedió con el valor de las importaciones y exportaciones entre España y Cartagena, tal corno lo muestra la Tabla 5.1, en la que figuran los registros oficiales. 324La dimensión de esta expansión comercial se puede apreciar mediante una simple comparación del valor de las importaciones y las exportaciones en esta década con el realizado durante los años anteriores al comercio libre. Antes de 1778, las importaciones de España a Cartagena llegaban a cerca de un millón de pesos anuales. Después de 1785 se dispararon, llegando a un tope de 3.3 millones en 1788 y promediando 1.96 millones de pesos anuales durante toda la década de 1784 a 1793. Las exportaciones de la colonia a España también aumentaron considerablemente, pro323 Véase Apéndice C, Tabla 3 y Tabla 9. Debe anotarse que una gran proporción de los barcos que arribaron a Cartagena de España procedían de Cádiz, el centro tradicional del tráfico. Para una ilustración de los puertos de origen metropolitano de los barcos que zarparon hacia Cartagena, véase Apéndice C, tabla 4. 324 AGI Santa Fe 957, Real Aduana de Cartagena de Indias, abril 14, 1795.

««Página 204»». mediando 2.1 millones de pesos anuales entre 1784 y 1793, nivel que casi duplicó el año promedio entre 1754 y 1764. La mayor libertad para el comercio que permitía el régimen del comercio libre hizo entonces aumentar el de España con la Nueva Granada, llevándolo en la década posterior a 1785 a un nivel más alto que en cualquier otro momento del siglo XVIII. ¿Cómo afectó este crecimiento la economía del Nuevo Reino? En su historia económica de Colombia, W.P. McGreevey sugiere que las políticas de Carlos III lograron estimular la producción para la exportación y aumentar el volumen del excedente remitido a la metrópoli, induciendo así "el advenimiento de una economía verdaderamente orientada hacia las exportaciones". Sostiene de igual modo que la economía de la Nueva Granada se estancó, a pesar de la producción y de las exportaciones, porque los impuestos remitidos a España absorbieron el excedente generado por el crecimiento. 325 Sin embargo, si examinamos ahora el comportamiento de las exportaciones e importaciones neogranadinas durante fines del siglo XVIII, encontraremos que este análisis es erróneo. Aunque la política borbónica aumentó la apertura de la colonia a las importaciones, esto no hizo que su economía se orientara más claramente hacia las exportaciones que en cualquier otro período anterior; si el crecimiento de aquella fue lento y vacilante, esto no se debió a que España drenara en impuestos el excedente de la región (lo cual no hizo), sino más bien a que no proporcionó mercados para los recursos de ésta.326 ««Página 205»». LA REFORMA BORBÓNICA Y LA MINERÍA DE LA NUEVA GRANADA Examinemos, en primer lugar, el crecimiento de las exportaciones de la Nueva Granada. ¿Desvió la política borbónica una mayor porción de sus recursos mineros, agrícolas o de materias primas del mercado doméstico a la economía metropolitana, y estimuló una mayor producción para las exportaciones? Empecemos por el sector minero, tradicionalmente el principal medio del país para financiar su comercio exterior. En este campo, la política borbónica logró indiscutiblemente canalizar hacia España una mayor producción de oro. Esto se refleja con claridad en las estadísticas comerciales expuestas en la tabla 5.1 y en 325 William Paul McGreevey, An Economic History of Colombia, 1845-1930 (Cambridge, 1971), pp. 24-33; cita de la p. 30. 326 El giro de los ingresos de los impuestos de la Nueva Granada a España se discute en el capítulo 8.

la 5.2, ya que ambas muestran un crecimiento de las exportaciones, en particular de las de oro. Pero si el comercio libre permitió que España tomara más oro de la Nueva Granada al aumentar la competitividad de las importaciones de la península, ni la reforma comercial borbónica ni la intervención directa del gobierno en el lugar de la producción produjeron una diferencia perceptible en la estructura, dimensión o producción de las minas de oro del virreinato. La reorganización comercial no benefició allí, en primer lugar, la minería del oro en la misma forma en que afectó la minería de la plata en México. Como la plata que se producía en la Nueva España, el oro de la Nueva Granada no se mercadeaba directamente. La mayor parte de su producción se acuñaba, y era de esta existencia de metálico de donde los comerciantes españoles tomaban la mayor parte del oro que exportaban a la península. En cuanto productores de un artículo que se procesaba internamente antes de ser exportado y que se tasaba en términos de una relación bimetálica fijada por la corona, los mineros no recibían ningún estímulo directo de los mercados externos que abastecían; por lo tanto, los cambios en la demanda causados por la reforma comercial tuvieron un impacto mínimo en el ritmo de la producción minera. La influencia de aquella en el sector minero debe, por lo tanto, buscarse en los efectos que tuvo en las condiciones de producción. Pues era de los factores que afectaban la ««Página 206»». organización de la oferta —tales como la disponibilidad de capital, el nivel de los conocimientos técnicos y las condiciones de los medios de transporte— que dependía en últimas la producción de oro. En México, las repercusiones de la reforma comercial se transmitieron directamente a la industria minera por medio de los cambios que el comercio libre produjo en la comunidad mercantil. Al socavar la privilegiada posición de los comerciantes oligopólicos de Ciudad de México, las reformas comerciales los animaron a desplazar sus fondos hacia otras áreas de la actividad económica, entre ellas la extracción y el procesamiento de la plata. 327 No hubo un movimiento comparable del capital comercial de la Nueva Granada hacia el sector minero tras el Reglamento de 1778. La minería era rara vez una alternativa atractiva para el comercio, porque estaba localizada en áreas de frontera alejadas de los principales centros de la sociedad colonial, y porque exigía sustanciales inversiones en esclavos y era difícil de administrar con éxito desde lejos. En una ciudad como Popayán, donde los comerciantes pudientes se casaban en el patriciado local, existía probablemente algún flujo de capital entre la minería y las empresas comerciales, pero ésta no era una condición típica de la industria como un todo. En el virreinato había pocas fortunas cuantiosas basadas en la minería y el rico propietario ausentista de Popayán era una figura excepcional; la mayor parte de los mineros de oro eran pequeños empresarios que vivían en condiciones 327 David Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, pp. 116, 130, 152.

primitivas en las apartadas regiones de la frontera minera, y que recibían sólo pequeñas e inciertas ganancias de manos de los buscadores. 328 Mientras el comerciante pudiera obtener oro mediante

««Página 207»». el intercambio y la compra en el mercado abierto, no tenía buenas razones para arriesgar sus fondos en la minería misma, y la única inversión que los comerciantes dedicaban a la minería consistía por lo general en créditos a corto plazo, que adelantaban en forma de bienes pagaderos en unos pocos meses. En estas circunstancias, los funcionarios borbónicos consideraban la intervención del gobierno como un recurso esencial, y lanzaron en consecuencia una serie de proyectos destinados a inyectar en la minería nuevos capitales y tecnologías, y a mejorar las condiciones de su organización. Es dudoso, sin embargo, que estos planes tuvieran en sí mismos mayor efecto en la producción minera que las reformas del comercio libre. Los planes de Carlos III para estimular la minería se iniciaron en 1777, cuando el quinto, el impuesto que debían pagar los mineros, se redujo del 5% al 3%. Sin embargo, algunos importantes funcionarios de la Nueva Granada siguieron convencidos de que el comportamiento del sector minero iba muy a la zaga de su potencial, y durante los últimos años del reinado de Carlos III introdujeron una serie de planes para estimular su crecimiento. En esto jugó un papel de primera importancia el arzobispo virrey Caballero y Góngora (1782-1789). Cuando informó por primera vez a los ministros de Indias sobre las condiciones económicas de la colonia, reiteró el viejo lugar común oficial según el cual el descuido de "sus metales preciosos y riquezas naturales" era la causa principal de su atraso, y pidió la intervención directa del gobierno para fomentar y diversificar la explotación minera.329 Según Caballero y Góngora, la escasez de capital y la anticuada tecnología eran los principales obstáculos para el crecimiento, y patrocinó por lo tanto varios planes para mejorar la inversión y las técnicas de trabajo en el sector minero. Algunos de estos proyectos —como los que propuso para el desarrollo de la minería del hierro, el cobre, el plomo y. el zinc— no

328 Para un comentario contemporáneo sobre las bajas ganancias del sector minero, véanse las observaciones del oidor Mon y Velarde sobre Antioquia, en Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, tomo 2, p. 66. Para anotaciones generales sobre la pobreza de los mineros, y cálculos de la tasa de ganancia, véase Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, pp. 57-60. Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 171-89, presenta cálculos recientes de la tasa de ganancia entre los grandes propietarios de minas del Chocó. 329 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo-Virrey: Caballero y Góngora a Gálvez, Santa Fe, octubre 15, 1782 (no. 9).

««Página 208»». resultaron en nada; sus planes para aumentar la producción de oro llevaron, por otro lado, a varios proyectos patrocinados por el gobierno en las principales zonas mineras de la Nueva Granada. El menos conocido de estos proyectos fue uno en que el mismo Caballero y Góngora estaba directamente involucrado, mediante su creación y patrocinio de la Real Compañía de Minas y Planificaciones Industriales de Popayán. Este incluyó un pequeño grupo de ricos ciudadanos de esta ciudad que, dirigido por Pedro Agustín de Valencia, un importante propietario de minas y tesorero retirado de la casa de moneda local, cooperó con el gobierno en la creación de una sociedad en comandita para explotar las abandonadas minas de oro y plata de Almaguer. Se trataba, en su concepción, de un ambicioso plan que contemplaba el empleo de "uno o dos mil hombres o más, en parte esclavos y en parte hombres libres remunerados según su capacidad". Para sostener sus operaciones mineras, la sociedad se proponía comprar tierras para el pastoreo de ganado en el valle del Patía y para criar ovejas cerca de Almaguer, con el fin de usar su lana para fabricar telas crudas para sus trabajadores, así como con el algodón que también se cultivaría en tierras de la compañía. También pensaba la sociedad organizar la producción de alimentos básicos, tales como los plátanos, el maíz, el arroz y el trigo, para alimentar a sus mineros. 330 Para iniciar la empresa, diecisiete importantes vecinos de Popayán dieron 22.000 pesos en esclavos y dinero, equivalentes a cuarenta y cuatro acciones de quinientos pesos, en las cuales tenía la familia Valencia interés predominante. Pedro Agustín de Valencia poseía diecisiete acciones y sus hijos Joaquín y Tomás adquirieron otras siete conjuntamente.331 La mayor parte de

««Página 209»». los demás accionistas poseían sólo una, y el papel dominante de los Valencias se incrementaba por el hecho de que por los menos seis accionistas estaban 330 AGI Santa Fe 837, Caballero y Góngora a Váldez, Turbaco, abril 8, 1788 (no. 227). 331 En 1788, los accionistas y sus valores fueron enumerados como sigue: Pedro Agustín de Valencia, 17; Rafael de Rebolledo, 1; Joaquín de Valencia, 2; Joaquín Sánchez Ramírez de Arellano, 2; Tomás de Valencia, 5; Manuel Bernardo Alvarez, 1; Antonio Sánchez Ramírez de Arellano, 1; Gregorio de Angulo, 1; Ignacio Carvajal, 1; Francisco Josef de Quintana, 1; Andrés Pérez de Arroyo, 2; Luis Tadeo Jiménez, 1; Juan Antonio de Ibarra, 1; Eduardo Alonso de Yllera, 1; Josef Martínez de Escobar, 2; Agustín Nieto Polo, 4.

vinculados a ellos por matrimonio, o tenían relaciones comerciales con Pedro Agustín de Valencia.332 La compañía no dependía solamente de la iniciativa y el capital privados. El gobernador de Popayán y el arzobispo virrey apoyaron ambos con entusiasmo la empresa y, además de cuatro acciones compradas por el virrey para la corona, el gobierno metropolitano le hizo un préstamo por medio de la tesorería de la colonia. El patrocinio y el apoyo financiero de la corona, junto con la concesión de derechos de monopolio sobre los metales de Almaguer, parecían asegurar el éxito de la sociedad. Para 1789 había aumentado su capital a 40.000 pesos, y Caballero y Góngora estaba convencido de que tendría un futuro brillante. 333 Pero tanto el optimismo del virrey como el de los accionistas se desplomó muy pronto.334 Después de unos pocos años, la compañía abandonó la concesión de Almaguer y empezó a operar en las minas de la Vega de Supía y Quiebralomo, cerca de la ciudad de Anserma, al norte de la provincia. Allí al parecer tuvo más éxito, pues los trabajos continuaron hasta por lo menos 1810. 335 En últimas, sin embargo, el aporte de la sociedad al desarrollo del sector minero de la provincia fue insignificante. Cuando el gobernador de Popayán inspeccionó su provincia en 1797, menospreció las condiciones de las minas en general, y específicamente informó que había escasas señales de progreso en las opera-

««Página 210»». ciones de la compañía en el área de Supía. 336 De manera que ni la intervención del gobierno ni la iniciativa privada lograron cambiar las condiciones bajo las que operaba el sector minero en el sur y el suroeste de la Nueva Granada. Desprovisto de capital y sirviéndose de una tecnología primitiva, el crecimiento de su producción dependía más de la extensión de la frontera minera que de una mayor productividad en la explotación de los recursos. Otro proyecto del gobierno para incrementar la producción minera se encuentra en el plan propuesto en 1778 por el oidor Antonio Vicente de Yáñez, durante su visita al Chocó. Yáñez sostuvo que la carencia de trabajo y capital dificultaba la explotación de las minas de oro chocoanas, y decidió que el gobierno podía aliviar 332 Estos eran Alvarez, Angulo, Arroyo y Rebolledo. La información sobre sus relaciones con la familia Valencia se encuentra en Gustavo Arboleda, Diccionario Biográfico, pp. 5, 6, 27, 100, 221, 373, 447-50. 333 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, pp. 347-8. 334 Segovia, "Crown Policy and the Previous Metals in New Granada", pp. 75-86, nos ofrece una relación general de las actividades de la compañía. 335 AGI Santa Fe 837, el gobernador de Popayán a la corona, agosto 20, 1794. 336 AGI Santa Fe 623, Informe del gobernador de Popayán, diciembre 5, 1797.

esta situación mediante el suministro de esclavos negros. Su proyecto era similar, y probablemente copiado de un plan favorecido años antes por los mineros de Popayán. En 1781 Vicente Hurtado, un funcionario del cabildo de esta ciudad, había argumentado que las minas de Popayán, Antioquia y el Chocó tenían una baja producción porque sus propietarios no tenían ni el capital privado ni el apoyo financiero del gobierno requeridos para la compra de esclavos. Sugirió por lo tanto que la corona estableciera un fondo de inversiones administrado por el gobierno para la compra de esclavos, que podrían entonces distribuirse a crédito entre los mineros, en términos asequibles para ellos. Para capitalizar este fondo, recomendó que el quinto se tasara según la antigua tarifa del 5%, y que la mitad de los ingresos recogidos se transfiriera a una cuenta especial para financiar las importaciones de esclavos.337 Como los quintos por lo general los pagaban los comerciantes que trataban con el oro más que los mismos mineros, el proyecto era a todas luces un intento de obligar a los tratantes de oro a contribuir con parte de sus ingresos a la reinversión en el proceso de producción. El proyecto de Yáñez de 1788 era

««Página 211»». similar al de Hurtado tanto en su concepto como en su ejecución, puesto que trataba de estimular la producción mediante el suministro de fondos reales para la compra de 1.500 esclavos que debían ser distribuidos entre los mineros del Chocó en términos favorables. El proyecto resultó ser un terrible fracaso, pues fue propuesto en un momento en que estaba descendiendo la producción de oro del Chocó y en el que por lo tanto los mineros no estaban dispuestos a ensanchar sus empresas.338 Un campo adicional para la intervención del gobierno en la minería fue la provincia de Antioquia. Allí se proyectó y en parte ejecutó un programa inusitadamente completo para promover la explotación de los recursos minerales y agrícolas bajo la supervisión de Juan Antonio Mon y Velarde, oidor de la audiencia de Santa Fe y visitador de Antioquia de 1786 a 1788. Tradicionalmente considerado como el primer arquitecto del extraordinario ascenso de Antioquia a un primer plano económico dentro de Colombia, Mon y Velarde de hecho obtuvo muchas de sus ideas de Francisco Silvestre, quien durante su período inicial como gobernador de la provincia, de 1775 a 1776, llamó la atención del gobierno sobre sus ricos recursos y formuló planes positivos para su explotación. 339 337 AGI Santa FE 836, gobernador de Popayán, "Informe sobre un proyecto para el común General", Madrid, diciembre 10, 1782. 338 Sharp ofrece una descripción del proyecto y de sus resultados en Slavery on the Spanish Frontier, pp. 472-4. 339 Francisco Silvestre, "Relación que manifiesta el estado de la provincia de Antioquia (1776)", Archivo Historial (Manizales, 1917), pp. 569-605.

Según Silvestre, el oro era "tan común en toda la extensión del territorio, que si su población correspondiera a las del Perú y de la Nueva España... esta provincia opacaría por sí sola... todas las riquezas que han dado fama a esos dos poderosos reinos".340 Tal como eran las cosas, la producción estaba muy por debajo de su potencial. En las minas de tierras altas como las de Santa Rosa de Osos, la escasez de agua y de maquinaria para controlarla significaba que ricos depósitos de oro aluvial sólo se podían trabajar cuando llovía, ««Página 212»». mientras que el agotamiento de los yacimientos más conocidos implicaba que los mineros tenían que internarse cada vez más en tierras apartadas, donde era difícil mantener tanto cuadrillas de esclavos como mineros independientes. Pero más grave aún, las mayores reservas de oro, comparadas con las cuales los depósitos aluviales eran mero detrito, se encontraban en las "muchas minas de veta sin tocar o descuidadas, aunque las piedras que se encuentran sobre la faz de la tierra muestran un oro que deslumbra los ojos". 341 Las legendarias minas de Buriticá, sobre las que se decía que habían rendido hasta 30.000 castellanos por año solamente para el mantenimiento de los soldados que vigilaban a las cuadrillas de esclavos, estaban ahora totalmente abandonadas, y la minería se había pasado por completo a los aluviones. Silvestre atribuyó esto a la falta de conocimientos técnicos apropiados y a la de capital suficiente para sostener la clase de empresa que se requería para esa clase de minería. Recomendó por lo tanto el apoyo de la corona a compañías mineras capaces de suministrar tanto el capital como la pericia técnica y, como prueba de su confianza en este enfoque, el mismo Silvestre formó una compañía para explotar las vetas de Buriticá. La importancia que Silvestre dio a la restauración de las minas de veta estaba a la par con su preocupación por encontrar medios para estimular el comercio de la provincia. Interna y externamente, el comercio de Antioquia se veía perjudicado por el mal transporte, la escasez de moneda circulante (que se reflejaba en la general dependencia del crédito) y el oneroso sistema de impuestos al comercio. Silvestre hizo una serie de propuestas para superar estos obstáculos. Reconoció, en primer lugar, la necesidad de integrar a Antioquia dentro de la economía general mediante la mejora de las comunicaciones con las provincias vecinas. Recomendó por consiguiente mejorar tres rutas principales: la de Cartagena pasando por Ayapel y el río San Jorge, para darle a Antioquia acceso directo a

340 Ibid., p. 572. 341 Ibid., p. 551.

««Página 213»». la costa; la del río Magdalena por vía de Sonsón y de Mariquita, con el fin de mejorar las comunicaciones con el cuerpo principal de la Nueva Granada, y finalmente la de las minas de oro del Chocó a través de Bebará, para unirla con otra región minera. En segundo lugar, insistió en que se dieran pasos para animar a los habitantes de la provincia a despejar y mantener las trochas entre sus poblaciones, pues esto permitiría que los campos mineros tuvieran más fácil acceso a provisiones más baratas, y porque ampliaría la esfera del mercado interno para los productos agrícolas. En tercer lugar, aconsejó que se introdujeran monedas de oro y plata para facilitar el intercambio y fomentar la producción de oro. Sugirió finalmente que se redujeran los derechos al comercio entre las provincias para que los comerciantes aumentaran sus transacciones con Antioquia y hubiera así menos incentivos para el contrabando. 342 La insistencia de Silvestre en la necesidad de que el gobierno emprendiera acciones positivas para estimular el comercio y la minería en Antioquia abrió el camino para las políticas reformistas de los años siguientes. Durante la inspección al virreinato del visitador general Gutiérrez de Piñeres, éste recurrió a los informes de Silvestre y recomendó que se realizaran los proyectos del ex gobernador, añadiendo que Silvestre sería ideal para llenar el papel de la "persona autorizada, activa y celosa que con sus políticas y su ejemplo podría animar a los mineros y estimular su industria".343 En consecuencia, Silvestre cumplió un segundo período como gobernador de 1782 a 1785, y su propuesta de que se hiciera una inspección general de la provincia y de sus minas se implementó cuando Juan Antonio Mon y Velarde fue enviado a la provincia en 1786. 344 ««Página 214 »». Al llevar a cabo su visita entre 1786 y 1788, Mon y Velarde hizo eco a muchos de los juicios de Silvestre. Encontró que sus habitantes eran por lo general muy pobres, la agricultura rara vez superior a la de subsistencia, el comercio interno estancado y el gobierno corrupto y desorganizado. 345 Para redimir la provincia de su pobreza, Mon y Velarde condujo una enérgica campaña para reformar su industria minera. Como el código legal que reglamentaba las operaciones de ésta 342 Ibid., pp. 572-99. 343 AGI Santa Fe 837, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, Santa Fe, agosto 31, 1779 344 Para una relación de la carrera de Silvestre, así como una transcripción del informe que dejó al final de su segundo período como gobernador, véase Francisco Silvestre, Relación de la Provincia de Antioquia, ed. y trad. por David J. Robinson (Medellín, 1988). 345 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, tomo I, pp. 195-196; tomo 2, pp. 143-4.

era anticuado y había sido desechado, Mon y Velarde consideró esencial una revisión de las ordenanzas mineras para clarificar los derechos y responsabilidades del gremio y para mejorar la condición de sus miembros. 346 Su objetivo primordial en este campo era controlar los denuncios para que los individuos no pudieran reclamar derechos a vastas extensiones de tierra con el único propósito de evitar que otros las explotaran. 347 También consideró esencial la intervención del gobierno para revivir las ricas minas de veta de Buriticá. La compañía de Silvestre no había hecho progresos allí, y Mon y Velarde recomendó que se trasladara a Antioquia a los expertos mineros españoles pagados por la corona que en ese entonces trataban de revivir las minas de plata de Mariquita, con el fin de que ellos pudieran reiniciar los trabajos en Buriticá y renovar la inversión privada en la minería de vetas. 348 Los planes del visitador para revitalizar la minería fueron más allá de la intervención en la industria porque Mon y Velarde reconocía que su progreso dependía de disminuir los altos costos de la producción causados por los precios inflados de los artículos básicos. Antioquia dependía de las importaciones de regiones vecinas de ««Página 215»». cacao, tabaco, licores y textiles; en consecuencia, la financiación del consumo básico, en lugar del fomento de la producción, absorbía una alta proporción de las ganancias del sector minero. Y como el pago de las importaciones drenaba de oro a la provincia, se descuidaban sus ricos recursos agrícolas. Así que para promover la producción agrícola que se requería para apoyar una sana industria minera y transformar a los campesinos en prósperos contribuyentes, Mon y Velarde puso en práctica varias medidas encaminadas a aumentar la producción de alimentos y facilitar el comercio dentro de la provincia. 349 En las ciudades principales, como Santa Fe de Antioquia, Medellín y Rionegro, estableció comités, llamados juntas de agricultura, compuestas por altos funcionarios y representantes locales y encargadas de hallar los medios para incrementar la producción de alimentos. 350 346 AHA Minas tomo 357, mss. 6706. "Testimonio del expediente formado para el arreglo de las ordenanzas de minas compuesto de varios oficios de algunos sujetos que se hallan con conocimiento de las minas" (1788). 347 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, tomo 2, pp. 65-7, 365-7. 348 Ibid., pp. 354-5. 349 Para una completa discusión sobre la agricultura de la provincia en el siglo XVIII, véase Twinam, Merchants, Miners and Farmers, pp. 91-109. 350 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, tomo 2, pp. 116-18, 126.

Como buena parte de la tierra en torno a las ciudades principales estaba concentrada en manos de grandes propietarios que no las cultivaban o que obligaban a los labradores a pagar alquileres altos, la población tendía a dispersarse en los alrededores, donde se ganaba la vida a duras penas. Para aumentar la producción comercial de alimentos, trató de reagrupar a estos aislados labriegos en aldeas, donde se podría organizar la producción para abastecer de artículos básicos los campos mineros; también intentó animar a los campesinos para que cultivaran cacao, tabaco y algodón, con el fin de impedir la necesidad de importarlos.351 Otro elemento clave de los planes de Mon y Velarde para fomentar la comercialización de los recursos antioqueños fue su proyecto para introducir la moneda de plata y garantizar así que se pudiera exportar más oro sin desmonetizar la región. La plata era prácticamente desconocida en Antioquia y, como la provincia no tenía casa de ««Página 216»». moneda, las monedas de oro eran muy escasas; el principal medio de intercambio era simplemente el polvo de oro sin tratar tomado de los ríos. Esta era a todas luces una forma de dinero inadecuada. El polvo de oro se usaba ante todo en las transacciones entre los mineros y los comerciantes que los abastecían de importaciones y, como era barato en relación con los bienes importados, tendía constantemente a filtrarse a las regiones vecinas, privando a Antioquia de una fuente de intercambio para los pagos internos. Sin una moneda alternativa, los salarios y las transacciones locales tenían que pagarse al trueque o a crédito, operaciones ambas que demoraban el funcionamiento de una economía de mercado y privaban al gobierno de ingresos impositivos. El empleo del polvo de oro como medio de intercambio también despojaba de ingresos a la corona al reducir la cantidad del metal que a través de canales oficiales se usaba para fundirlo y acuñarlo.352 Mon y Velarde insistió por lo tanto en que la moneda de plata era vital tanto para el desarrollo económico de la provincia como para los intereses fiscales de la corona. Logró en consecuencia un arreglo con un grupo de comerciantes que operaban entre Antioquia y el exterior para que compraran unos 25.000 pesos en monedas de plata de las casas de moneda de la colonia para remitirlas a Santa Fe de Antioquia, donde se pagarían por un precio equivalente, más una prima en oro.353 Al introducir la moneda de plata a la región, Mon y Velarde trató de resolver un problema que afectaba a toda la economía de la 351 Ibid., pp. 13-25, 329-330, 350-4, 357-8. 352 AHA Colonia, Hacienda tomo 747, mss. 11988. 353 AHA Colonia, Libros tomo 466, mss. 584. "Expediente sobre elecciones de los Diputados del Comercio de esta ciudad y jurisdicción de Antioquia... y orden del Virrey para se establezca oro y plata acuñada en esta provincia" (1788).

Nueva Granada y que en particular ponía en serias dificultades a las regiones mineras: la tendencia a drenar el oro, dejándolas sin metálico y deprimiendo la economía. Aunque las reformas de Mon y Velarde en Antioquia fueron mucho más completas que las empleadas para promover la minería en Popayán y en el Chocó, su impacto en la producción minera fue tal ««Página 217»». vez igualmente limitado. Pues a pesar de sus esfuerzos, el código minero siguió siendo letra muerta, el polvo de oro continuó como principal medio de intercambio, y veinte años después de su visita un observador contemporáneo encontró que el sector minero carecía aún de provisiones, capital y experiencia técnica adecuados.354 En Antioquia y en otras regiones productoras de oro de la Nueva Granada, ni la intervención del gobierno ni la reorganización comercial tuvieron mayor impacto en la producción. El crecimiento había empezado mucho antes de los cambios de política de fines del siglo XVIII, y ni el suministro de esclavos ni la mejora de la tecnología minera alteraron mayor cosa su ritmo. El verdadero éxito de la política borbónica no se dio en el aumento de la producción o en el rendimiento de la industria minera, sino en aprovechar su crecimiento para incrementar los ingresos de la corona y las importaciones de España. En los últimos años del siglo XVIII, la producción de oro oficialmente registrada mostraba un enorme aumento desde principios del siglo, pero el papel del gobierno en su expansión había sido insignificante. La minería también seguía esencialmente inalterada en el punto de suministro: todavía era una industria de dispersos campos mineros en fronteras aisladas que se concentraba casi exclusivamente en la producción de oro. Entretanto, los intentos de fines del siglo de desarrollar otros recursos mineros, como los proyectos financiados por la corona para revivir la extracción de la plata en Mariquita, controlar las minas de esmeraldas de Muzo o explotar los yacimientos de platino, fueron todos costosos fracasos. 355 354 José Manuel Restrepo, "Ensayo sobre la Geografía, Producciones, Industria y Población de la Provincia de Antioquia en el Nuevo Reino de Granada", en Francisco José de Caldas (ed.), Semanario del Nuevo Reino de Granada (18081810). 355 Para la relaciones del virrey sobre estos proyectos, véanse Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, pp. 348-52, y Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 343-8, 500-4. Los antecedentes del proyecto minero de la plata los discute Arthur Whitaker, "The Elhuyar Mining Mission and the Enlightenment", HAHR, vol. 31 (1951), pp. 558-83. Sus resultados en la Nueva Granada están descritos en detalle por Bernardo J. Caycedo, D 'Elhuyar y el siglo XVIII Neogranadino (Bogotá, 1971), pp. 123-258, y por Sandra Montgomery Keelan, "The Bourbon Mining Reform in New Grenada, 1784-1796”, en Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and Insurrection, págs. 41-53. Para relaciones del Proyecto del platino, véanse Segovia, “Crown plicy an the Precious Metals in New Grenada”,

««Página 218»». LA DIVERSIFICACIÓN Y EXPANSIÓN DE LAS EXPORTACIONES La atención del gobierno al desarrollo de los recursos de la Nueva Granada para la exportación no se limitó, sin embargo, a la minería, y para medir los efectos de la política borbónica en la producción también debemos examinar el desarrollo de sus exportaciones no minerales durante los años del comercio libre. El interés oficial en el fomento de la explotación de una gama más amplia de sus recursos no empezó con aquel. Durante la década de 1770, altos funcionarios de la colonia estuvieron de acuerdo en que su progreso económico dependía del desarrollo de un comercio "activo", para reducir así su dependencia del oro como medio para pagar las importaciones. En 1772, por ejemplo, Moreno y Escandón había sugerido que la corona debía conceder derechos de monopolio comercial a una compañía para explotar el palo de tinte de Santa Marta; en 1776, el virrey Guirior recomendó el comercio libre con colonias extranjeras como medio para encontrar mercados para la producción agrícola. Las reformas del Reglamento de comercio libre sustituyeron en últimas estos proyectos, pero los funcionarios oficiales siguieron promoviendo planes para diversificar las exportaciones del Nuevo Reino, mediante proyectos oficiales para estimular el desarrollo de la exportación de cuatro productos principales: el algodón, el cacao, la corteza de cinchona y palo de tinte. La exportación de cueros también mostraba una ligera tendencia al alza, pero aun durante su auge era tan pequeña que no merece un examen detallado. 356 Cuando se enviaban a España, generalmente los usaban como lastre y su exportación no tenía efectos apreciables en ««Página 219»». las regiones donde se producían. De mucha más importancia era el algodón, cultivado sobre todo en la provincia de Cartagena. En las década de 1760 y de 1770, el gobierno borbónico se interesó en el desarrollo de las exportaciones de algodón americanas como materia prima para la industria textil española. Fue así como en 1776 se levantaron los derechos a la exportación de algodón crudo, y en 1768, 1770 y 1771 se decretaron restricciones cada vez más estrictas a la importación a España de telas de algodón extranjeras.357 Antes de 1778, ninguna de estas medidas tuvo un efecto apreciable pp. 93-113; también Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 51-4. 356 Véase Apéndice C, Tabla 5. 357 Richard Herr, The Eighteenth Century Revolution in Spain (Princeton, 1958), p. 140.

en el comercio de este producto en la Nueva Granada. 358 Pero tras la introducción del comercio libre, mostró un notable aumento. Después de 1785, el promedio anual de las exportaciones de algodón a España fue cerca de diez veces mayor que el predominante antes de la introducción del comercio libre, y a finales de la década de 1790 seguía creciendo.359 En su debida perspectiva, sin embargo, el crecimiento de las exportaciones de algodón tuvo escaso impacto en la economía neogranadina. Sus efectos se sintieron ante todo en la provincia de Cartagena, donde se cultivaba el algodón en pueblos y aldeas cercanos a la costa, y donde la siembra, procesamiento y transporte de la cosecha constituyeron una nueva fuente de trabajo.360 Un informe presentado al gobernador de Cartagena en 1794 declaró que el algodón era el único fruto de exportación de la provincia y ««Página 220»». que daba empleo a "una masa de gentes pobres que se dedican a su cultivo". 361 No había, sin embargo, producido mayor prosperidad. Los campesinos vendían su producción en parte por dinero y en parte para vestirse, pero su trabajo apenas les alcanzaba para sobrevivir, con períodos de privación entre las cosechas. Pequeñas cantidades de algodón crudo, cultivado en la tierra caliente en torno a Girón, también empezaron a encontrar mercado en España durante la década de 1790.362 Impresionados por el ejemplo de los Estados Unidos, algunos observadores contemporáneos comentaban la posibilidad de desarrollar grandes exportaciones de algodón como medio para estimular la economía del Nuevo Reino. No obstante, como sucedía con frecuencia, las expectativas excedían los logros. Aunque el algodón se convirtió en el segundo artículo de exportación después del oro y aunque fue la más importante contribución hacia la diversificación de un balance exterior de intercambio dominado por el oro, a duras penas rozó la superficie de la economía y la sociedad agrarias. El cultivo para la exportación alteró temporalmente el patrón de la agricultura de subsistencia en la región costera al borde del Caribe, pero la mala calidad del algodón impidió que se 358 Durante la década de 1770, las exportaciones de algodón de la Nueva Granada fueron muy pequeñas; sólo se enviaron a España 2.573 arrobas; en 1775, únicamente 1.775. (Los datos se calculan según la documentación de los barcos de esos años, en AGI Contratación 2654, ramos 1-5; Contratación 2661, ramos 1-4; Contratación 2662). La respuesta a la concesión tarifaria de 1776 fue tan débil que la corona le ordenó al gobernador de Cartagena que la diera a conocer entre los agricultores de la provincia (AHNC Aduanas [Cartas] tomo 3, fol. 399). 359 Véase Apéndice C, tabla 6. 360 AHNC Aduanas, tomo 13, fol. 377; AHNC Aduanas tomo 22, fols. 617-20. Véanse también los comentarios de dos observadores contemporáneos en S.E. Ortiz, Escritos de dos economistas coloniales, pp. 73-74, 229. 361 AGI Santa Fe 643, Síndico procurador general Manuel de Otoya al gobernador de Cartagena, mayo 9, 1794. 362 Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos Políticos, p. 14.

impusiera firmemente en los mercados de ultramar.363 Al mismo tiempo, su cultivo en el interior permaneció sobre todo en manos de campesinos que lo producían para fabricar textiles bastos con destino al mercado doméstico. La mayor facilidad de acceso a los mercados españoles bajo el nuevo régimen comercial también favoreció la expansión en Cartagena del comercio del cacao durante la década de 1780 y principios ««Página 221»». de la siguiente.364 Pero también en este campo, el crecimiento de las exportaciones fue relativamente pequeño y no estimuló un aumento de importancia en la producción. El incremento de su comercio en Cartagena después de 1785 se debió más a un cambio en las rutas comerciales, causado por la política oficial de Venezuela, que a un crecimiento sustancial de la demanda del cacao de la Nueva Granada. La región productora más importante era el valle de Cúcuta, el cual exportaba parte de sus cosechas por los puertos de Venezuela desde hacía mucho tiempo. Sucedió entonces que cuando en 1785 el intendente general en Caracas impuso un tope de 5.000 fanegas a las exportaciones de Maracaibo a Veracruz, los productores neogranadinos perdieron un importante mercado. Según el cabildo de Pamplona, que de inmediato protestó ante el virrey en nombre de los productores de Cúcuta, el comercio a través de Maracaibo era tan importante que las restricciones habían causado una vertiginosa caída de los precios del cacao local, lo que había ocasionado la pérdida de la mayor parte de la última cosecha. El cabildo advirtió por lo tanto que si las autoridades venezolanas no anulaban la medida, la Nueva Granada perdería la plata que México pagaba por el cacao, y los productores tendrían que reducir la producción, puesto que España no era capaz de absorber ni siquiera la mitad de las 8.000 fanegas que cada año se enviaban normalmente a Maracaibo. 365 Pero a pesar de las recomendaciones en apoyo del fiscal de la audiencia de Bogotá, las restricciones siguieron vigentes.366 En 1788 los hacendados del valle de Cúcuta todavía estaban tratando de encontrar una salida alternativa que les permitiera obviar los obstáculos al tráfico por Maracaibo. Sugirieron que la corona abriera el Orinoco y sus afluentes para que ellos pudieran comerciar con España y México a través del puerto ««Página 222»». 363 Una de las grandes dificultades era la limpieza del algodón antes de su exportación a ultramar. Este siguió siendo un problema durante el siglo XIX, cuando se hicieron esfuerzos por promover su exportación. Véase Guillermo Wills, Observaciones sobre el comercio de la Nueva Granada, con un apéndice relativo al de Bogotá (1831) (Bogotá, 1952), pp. 19-22. 364 Véase Apéndice C, Tabla 7. 365 AHNC Aduanas tomo I, fols. 366-99. Cabildo de Pamplona al virrey, agosto 30, 1785. 366 Ibid., fols 372-3. El fiscal al virrey, mayo 31, 1786.

de Guyana.367 De nuevo insistieron los funcionarios ante el virrey y ante el gobierno metropolitano, pero el proyecto nació muerto. 368 Fue así como el aparente crecimiento de las exportaciones de cacao a la metrópoli durante la década de 1780 puede de hecho esconder un descenso en la producción, debido a la pérdida de los mercados inter-coloniales. Ciertamente Pedro Fermín de Vargas estaba convencido de ello, al escribir sobre el tema en 1791. Registró que la producción de cacao de Cúcuta había descendido como resultado directo de las restricciones al comercio por Maracaibo.369 Una confirmación adicional del fracaso del comercio libre en su desarrollo también se encuentra en los comentarios de 1794 del virrey Ezpeleta, en los que sostenía que los impuestos internos al cacao, combinados con el alto costo del transporte, habían elevado sus precios a niveles que no podían competir con las cotizaciones de los productores de otras colonias.370 Durante el virreinato del arzobispo virrey Caballero y Góngora, la acción del gobierno animó un breve aunque notorio desarrollo de las exportaciones de cinchona y de palo de tinte, dos productos previamente descuidados. De los dos, la corteza de cinchona era el menos importante en términos de volumen y de valor exportados. Sin embargo, el comercio de este artículo constituye un ejemplo interesante de una típica intervención económica borbónica, con la cual buscaba el gobierno aprovechar la moda dieciochesca de la investigación científica en beneficio tanto de la economía metropolitana como de la tesorería real. Los planes para la exportación de cinchona empezaron en la Nueva Granada con las investigaciones ««Página 223»». llevadas a cabo por la Expedición Botánica, el estudio panorámico de la historia natural iniciado en 1783 por el arzobispo virrey y patrocinado por la corona. Dirigida por el científico español José Celestino Mutis, la Expedición tuvo la misión de investigar el medio ambiente del virreinato y de clasificar su flora y fauna. 371 Su propósito no era, sin embargo, puramente académico. Desde tiempo atrás se había interesado Mutis en el descubrimiento y desarrollo de recursos naturales de valor económico, y los botánicos bajo su dirección mostraron gran interés en plantas que podían tener valor comercial. El arzobispo virrey compartía este 367 AHNC Aduanas (Cartas) tomo 9, fols. 658-60. 368 AHNC Aduanas (Cartas) tomo 4, fols. 469-73. Francisco Silvestre también recomendó el plan en su informe sobre el virreinato: véase Silvestre, Descripción, p. 61. El virrey Caballero y Góngora lo tuvo por tan digno de la atención real que lo incluyó como un proyecto para su consideración en su Relación de mando: véase Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, p. 360. El hecho de que no entrara en funcionamiento lo demuestra la repetición de su recomendación en la década de 1790: véase Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, p. 30. 369 Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, p. 56. 370 AGI Santa Fe 643, Ezpeleta a Gardoqui, octubre 19, 1794. 371 Florentino Vezga, La Expedición Botánica (Bogotá, 1936), pp. 26-33.

interés y, al encontrar la Expedición tres diferentes clases de cinchona, no tardó en explotar la investigación botánica para usos comerciales y fiscales. Se enviaron muestras a España, y Caballero y Góngora emprendió después el desarrollo del comercio de la droga a favor de la tesorería y bajo administración directa de funcionarios reales. Su plan era realizarlo con el mecanismo de un monopolio de mercadeo del Estado que compraría el producto en la colonia a precios fijos y lo transportaría luego a España, donde se haría cargo de su venta. El auge de las exportaciones de cinchona (27.000 arrobas entre 1785 y 1788) fue, sin embargo, breve y las ambiciones de Caballero y Góngora no se realizaron del todo. 372 Acosado por una mala organización, por la falta de interés oficial en España y por la competencia de las exportaciones de cinchona por Guayaquil, el proyecto se marchitó lentamente, dejando una débil huella en la economía de la colonia. 373 La intervención del gobierno en la promoción de las exportaciones fue mucho más exitosa en el comercio del palo de tinte, una madera ««Página 224»». de las provincias de Santa Marta y Río Hacha que producía un colorante rojo similar al del palo campeche del Brasil y de Centroamérica. Durante la década de 1770 se habían hecho varias propuestas para desarrollar estas provincias estratégicamente situadas pero de escasa población, aunque no fue sino hasta 1778 cuando Antonio de Narváez y la Torre, entonces gobernador de Santa Marta, presentó el primer plan para desarrollar la exportación de la "madera del Brasil" que se encontraba en abundancia en la provincia. 374 En 1784 se le ordenó al virrey que investigara el proyecto y que estudiara los medios prácticos para ponerlo en acción; como resultado, se estableció una agencia del gobierno para el desarrollo del comercio del palo de tinte. El proyecto representaba varias ventajas para la corona. Prometía, en primer lugar, un freno a la intervención extranjera en un área estratégica, así como ampliar la explotación de los recursos naturales de la colonia. En segundo lugar, ofrecía un medio para suministrar a la metrópoli una valiosa materia prima que de otra manera podría caer en manos de aventureros extranjeros. Este comercio finalmente, de ser correctos los razonamientos de Narváez y la Torre, disuadiría a los ingleses de intervenir en el territorio español de América Central al socavar su comercio de palo campeche. Sin embargo, aunque la corona sin duda apreciaba los beneficios a largo plazo que tendría con el desarrollo del palo de tinte de Santa 372 AGI Santa Fe 957, "Resumen en un Quatrenio de las embarcaciones que han salido de este Puerto de Cartagena para los de la Península desde el año de 1785 hasta el de 1788". 373 Para un comentario contemporáneo sobre el fracaso del estanco de la cinchona, véase el "Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada", en Antonio Nariño, Escritos políticos (Bogotá, 1982), pp. 1819. Véase también Wills, Observaciones sobre el comercio de la Nueva Granada, p. 25. 374 Ortiz, Escritos de dos economistas coloniales, pp. 26-7, 52.

Marta, el más eficaz e inmediato impulso provino de las urgentes necesidades financieras del gobierno del virreinato. En 1783 se le había ordenado al arzobispo virrey que reafirmara la soberanía española en el área en disputa de la costa del Darién, y para lograrlo recibió instrucciones de formar una expedición militar de pacificación del área y prepararla para que la ocuparan colonos blancos. Esta orden se dio en un momento en que no había fuerza naval en Cartagena, en que el "situado" había sido suspendido, y en que la tesorería colonial, ya bajo la presión ««Página 225»». de los gastos de defensa durante la guerra de los años anteriores, tenía que pagar grandes préstamos hechos por los comerciantes de Cartagena. De manera que, sin provisión oficial de tropas, barcos o dinero, el alto costo de la expedición — más de un millón de pesos—debía ser sufragado por la misma colonia, que también debía proporcionar la mayor parte de los hombres. 375 Enfrentado a esta extraordinaria carga fiscal, el arzobispo virrey se apresuró a adoptar el plan de desarrollo de las exportaciones de palo de tinte como medio para financiar la colonización del Darién. Ya había concedido al comerciante catalán Gerardo de Oligos licencia para exportar el producto de Santa Marta a las colonias extranjeras del Caribe, y para traer a cambio pólvora, harina y otras provisiones para la guarnición militar de Cartagena. 376 En 1785 dio un paso adicional, y recomendó la organización de un estanco de palo de tinte. 377 Esta propuesta encontró desde el principio una recepción desfavorable en Madrid, debido a la oposición de ciertos intereses mercantiles españoles. Un grupo de comerciantes de Cádiz con contactos en Cartagena se había interesado poco antes en el comercio del palo de tinte y, celoso de sus intereses, trató de sabotear los planes de intervención del Estado del arzobispo virrey. Como

375 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, pp. 366-8. Una relación de la expedición se encuentra en Manuel Luengo Muñoz, "Génesis de las expediciones militares al Darién en 1785-86", AEA, vol 18 (1961), pp. 333-416. 376 Gerardo de Oligos era un comerciante de Barcelona que llegó a Santa Marta en 1777 y trató intensamente con las colonias extranjeras durante la guerra de 1799 a 1783. Al continuar este comercio después de la contienda, recibió especial tratamiento del virrey, quien personalmente protestó ante las autoridades holandesas cuando unos comerciantes de Curazao timaron a Oligos (AGI Santa Fe 552, Informe de Francisco Machado en carta de Caballero y Góngora, noviembre 20, 1787). En 1784, se le concedió a Oligos licencia especial para exportar productos coloniales a colonias extranjeras debido a la falta de barcos españoles en Santa Marta (AHNC Aduanas [Cartas] tomo 5, fols. 1164-5). En 1785 recibió contrato para exportar palo de tinte a las colonias y al morir el negocio pasó a manos de su hijo, Pablo Oligos, quien siguió operando desde Santa Marta (AHNC Aduanas [Anexo], tomo 14, fols. 617-46). 377 AGI Santa Fe 603, el virrey a Gálvez, Cartagena, diciembre 24, 1785.

««Página 226»». resultado de sus intrigas, éste recibió en 1784 una orden real en la cual se le reprochaba haberle hecho concesiones a Oligos, y se le ordenaba permitirles al conde de Prazca y a otros comerciantes de Cádiz la exportación del artículo a España sin interferencia del contratista catalán. 378 Sin embargo, en vista de las nuevas presiones financieras causadas por la expedición del Darién, se sintió justificado a subordinar los intereses comerciales privados a los de la corona y simplemente siguió adelante con su plan de establecer un estanco de palo de tinte. En mayo de 1786 comisionó al fiscal de la audiencia de Santa Fe, don Antonio Vicente de Yáñez, para visitar la provincia de Santa Marta y Río Hacha con el fin de investigar el estado de la tesorería local, de eliminar el contrabando y de establecer el monopolio de la madera. 379 Para octubre, Caballero y Góngora pudo formular un caso más detallado a favor del establecimiento del estanco, sosteniendo que el conde de Prazca y sus asociados habían informado mal a la corona al presentar su caso contra la intervención del gobierno. Anotó que el abundante contrabando que se practicaba en la región, la necesidad de pacificar a los indios guajiros y las exigencias fiscales de la expedición del Darién en su conjunto hacían esencial que la tesorería real sacara ventaja de la extraordinaria demanda de palo de tinte en las colonias vecinas. 380 De hecho, mientras el arzobispo virrey argumentaba aún a su favor, Yáñez ya había puesto el plan en acción, al ordenar que quienes tuvieran palo de tinte en su poder dentro de la jurisdicción de Cartagena vendieran sus existencias a los depósitos del gobierno en un plazo de quince días. 381 Como el principal historiador de Santa Marta ha declarado erróneamente que ««Página 227»». el plan nunca fue llevado a la práctica, vale la pena hacer un breve recuento de su historia.382 En su forma original, el proyecto era sencillo. La administración colonial simplemente se interpuso entre los cortadores de palo de tinte y los exportadores.383 No hubo restricciones al corte de la madera, siempre y cuando 378 José María Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII español en América (Bogotá, 1946), pp. 344-5. 379 AHNC Miscelánea (Colonia), tomo 73, fols. 527-8, Caballero y Góngora, Turbaco, mayo 7, 1786. 380 AGI Santa Fe 957, Caballero y Góngora al Marqués de Sonora, Turbaco, octubre 19, 1786. 381 AHNC Aduanas tomo 10, fols. 34-6. 382 Ernesto Restrepo Tirado, Historia de la Provincia de Santa Marta, 2 vols. (Sevilla, 1929), vol. 2, p. 262. 383 Según el plan del virrey, el palo de tinte sería comprado al precio fijo de cinco pesos por carga y luego vendido a los comerciantes por cinco pesos el quintal, operación con la cual la tesorería real tendría una doble ganancia. Una carga era igual a diez arrobas y diez libras, o sea 260 libras; el quintal era de cuatro arrobas

fuera vendida a los depósitos del gobierno a un precio fijo de cinco pesos por carga; el estanco lo vendía entonces a los comerciantes a cinco pesos por quintal. Con la manipulación de los precios de compra y de venta, el estanco cubriría sus costos administrativos, y sus ganancias sufragarían los gastos de la expedición del Darién.384 Caballero y Góngora, optimista, le aseguró al Ministro para las Indias que los habitantes de la región acogían el nuevo arreglo con satisfacción porque les brindaba un mercado seguro para el palo de tinte, y al mismo tiempo los libraba de su dependencia de unos pocos ricos comerciantes de Cartagena y Santa Marta que monopolizaban su comercio en la provincia. En lugar de ««Página 228». los adelantos en mercancías que los comerciantes y sus agentes les daban a los cortadores a precios excesivamente altos, el monopolio oficial les haría todos los pagos en efectivo y esto, sostenía el arzobispo virrey, les proporcionaría buenos salarios y estimularía la economía de la provincia con el consiguiente flujo de dinero.385 Admitió sin trabas que los comerciantes españoles tomaban a mal el monopolio, pero sostuvo que a larga se reconciliarían con él, porque el nuevo sistema les permitiría comprar todo el palo de tinte que quisieran en un mismo almacén sin tener que confiar sus fondos y reputaciones a agentes y fletadores. Y como el precio de venta del producto en Cádiz era de entre 18 y 20 pesos por quintal, tendrían un margen razonable de ganancia. Tanto los intereses de los cortadores como los de los comerciantes eran, por supuesto, algo secundario dentro del propósito principal del arzobispo virrey. En su posición, el estanco era vital dentro de sus planes para financiar la expedición del Darién, y fue esto lo que llevó a una intervención del gobierno mayor que la contemplada originalmente. En 1787, éste dejó de ser un puro intermediario y se convirtió en activo participante en las exportaciones de palo de tinte; con esto, abrió un canal directo de intercambio con los recién independientes Estados Unidos de América. El arzobispo virrey incluso supervisó de cerca el comercio por medio de un agente contratado específicamente con este fin. Salvador de los Monteros, a quien aquel había empleado anteriormente para la exportación de y diez libras, o 100 libras. En esta forma, por cada dos quintales y medio vendidos había un excedente de diez libras, lo que según calculaba el virrey, produciría otro quintal por cada diez cargas vendidas. La tesorería ganaría así no sólo quince pesos por carga debido a la diferencia del precio de compra y el de venta, sino que también recibiría una ganancia escondida de ocho pesos por cada diez cargas. Caballero y Góngora tuvo la ingenua esperanza de que tanto los cortadores como los comerciantes serían engañados por la treta de imponer diferentes medidas para la compra y la venta. Anticipó, por cierto, que las ganancias serían suficientes para pagar el salario de los empleados del estanco, dejando las ganancias corrientes como un ingreso neto para la corona. 384 385 AGI Santa Fe 957, Caballero y Góngora al Marqués de Sonora, Turbaco, octubre 19, 1786.

provisiones navales de Jamaica a la Nueva Granada, fue enviado a Nueva York con la misión de obtener tanto provisiones como colonizadores para la expedición del Darién.386En Nueva York, Monteros organizó el comercio en sociedad con Lynch y Stoughton, a una tasa de interés ««Página 229»». del 7% para los diferentes plazos que le ofrecieron y con una comisión del 5% para los agentes estadounidenses sobre la mercancía adquirida. 387 Las provisiones de los Estados Unidos se transportaban en barcos norteamericanos a la Nueva Granada, donde los cargaban con productos coloniales para el viaje de vuelta. Los barcos llevaron algunos cargamentos de algodón y de cueros, pero la principal exportación era el palo de tinte, para ser vendido allí directamente por la administración real. Se llevaba directamente a Nueva York y Filadelfia, donde Monteros lo almacenaba mientras hacía arreglos para su venta en los Estados Unidos, o su envío a Londres y Amsterdam. El arreglo no siempre funcionó sin contratiempos, y la correspondencia de Montero con el arzobispo virrey ilustra algunos de los problemas que afectaban la exportación de los productos neogranadinos. La decisión de éste de que el proyecto se financiara a sí mismo creó periódicos problemas de liquidez para su agente, quien descubrió que las exportaciones de la Nueva Granada requerían un cuidadoso mercadeo en los Estados Unidos. En 1788 Monteros reconoció que el palo de tinte, el algodón y los cueros que recibía eran artículos productivos, pero anotó que tenían que venderse gradualmente para mantener sus precios. También encontró dificultades por la irregularidad de las ventas y los pagos. En ese mismo año se quejó de que el negocio a menudo se interrumpía debido a que no podía pagarles a los transportadores que habían completado el viaje redondo; esto no sólo lo hacía impopular entre aquellos sino que implicaba gastos extra, al verse obligado a pagarles intereses. Le pidió por lo tanto al arzobispo virrey que le enviara dinero y mercancías para poder cancelar deudas pendientes y liquidar rápidamente los fletes.388 Para fines de 1788, sus problemas se habían agudizado. Mientras esperaba un giro por los cargamentos de palo de tinte que había enviado a Londres y Amsterdam, tuvo que enfrentarse a las crecientes exigen««Página 230»». cias de sus acreedores de Nueva York. Pero como la demanda del producto en los puertos norteamericanos no era elástica, el súbito arribo de unos lotes había deprimido sus precios, lo cual hizo más difícil aún que Montero pagara sus deudas.389 Hubo, por cierto, señales de que el mercado de palo de tinte estaba 386 En enero de 1787, Salvador de los Monteros informó al virrey que había partido de Jamaica y se encontraba en Puerto Príncipe, en ruta a Nueva York: AHNC Aduanas (Anexo), tomo II, fols. 4-14. 387 Ibid., fols. 60, 70, 127, 458. 388 Ibid., tomo 14, fols. 909-11. Monteros al virrey, Nueva York, mayo 21, 1788. 389 Ibid., fols. 993. Monteros al virrey, Nueva York, septiembre 12, 1788.

llegando a un punto de saturación, y Monteros advirtió que se hacía cada vez más difícil obtener buenos precios en cualquier mercado accesible. 390 Sin embargo, para ese momento el estanco de palo de tinte había cumplido un valioso propósito fiscal para la corona. Sólo en 1788, se registraron exportaciones a los puertos norteamericanos de cerca de 86.693 arrobas, cantidad que en términos de volumen era casi tres veces mayor que los embarques de algodón (entonces la mayor exportación agrícola del virreinato) enviados a España. 391 Y, aunque los ingresos por concepto de este comercio no resolvieron los problemas financieros del arzobispo virrey, sí produjeron entradas en un momento en que las finanzas del gobierno estaban trastornadas como consecuencia de la insurrección comunera. Si la desviación del arzobispo virrey del credo mercantilista español demostró el potencial fiscal de una política comercial más flexible, y si pareció justificar los argumentos de los funcionarios que favorecían el comercio con los extranjeros como medio de estímulo para la explotación de los recursos agrícolas y materias primas de la Nueva Granada, no sería, sin embargo, un precedente para una mayor libertad comercial o un crecimiento de las exportaciones. Un problema fue la contracción aguda del comercio de palo de tinte después de 1788, al encontrarse en la tan frecuente dificultad ««Página 231»». en que se hallaban las exportaciones de productos básicos de las colonias: la tendencia de que la oferta superara la demanda. Al permitir voluminosas exportaciones del palo de tinte, el arzobispo virrey había reducido sus precios en los mercados de ultramar y socavado así su propio experimento del estanco. En 1789 se suprimió el monopolio de palo de tinte del gobierno y su comercio volvió a manos de particulares.392 Este no se repuso, sin embargo, pues los comerciantes de Cartagena, desanimados por los precios descendentes, no se hicieron cargo de la iniciativa auspiciada por el Estado. 393 Otro y más grave problema provino de los esfuerzos del gobierno por promover las exportaciones mediante el comercio con los extranjeros: abrió nuevos canales para las importaciones de contrabando. Aun antes del comercio de palo de tinte con los puertos de los Estados Unidos, los comerciantes de Cartagena se quejaron de que el contrabando a través de Santa Marta era de tales dimensiones 390 AHNC Aduanas (Anexo), tomo 14, fols. 944-6. Monteros al virrey, Nueva York, septiembre 12, 1788. 391 Ibid., fols. 417-8, 892-3, 885-6, 925, 931, 935-7, 940-1, 987. La cantidad de palo de tinte exportada a los Estados Unidos en 1788 superó el total enviado a España en los cuatro años comprendidos entre 1785 y 1788. En este lapso, cerca de 69.348 arrobas se enviaron a España, una exportación anual promedio de 17.704 arrobas (AGI Santa Fe 957, "Resumen de un Quatrenio...".) 392 AGI Santa Fe 957, Gil y Lemus a Valdés, Cartagena, febrero 28, 1789. 393 AGI Santa Fe 957, Tomás Pérez de Arroyo a la corona, Madrid, julio 11, 1791; Agustín Gnecco a la corona, Madrid, noviembre 19, 1793.

que estaba minando los mercados para sus importaciones legales. 394 Suplicaron entonces a la corona que prohibiera el intercambio con los extranjeros, pues estaba destruyendo su actividad legal. Una investigación oficial hecha en 1785 confirmó esta opinión. Pues al averiguar el volumen de las remesas extranjeras que habían entrado a Cartagena desde el final de la guerra con Inglaterra en 1783, encontró que las licencias especiales para comerciar con colonias extranjeras concedidas por el arzobispo virrey habían convertido un expediente de guerra en un tráfico constante y creado un considerable y creciente comercio de contrabando en los puertos de Santa Marta y Río Hacha. 395 Estos puertos, declaró, se habían convertido en los focos del contrabando en las costas de la Nueva Granada, y éste había alcanzado un punto en que la mayor parte de las mercancías generales se ««Página 232»». podían obtener a menos precio que en la misma Cádiz. Al calcular que por lo menos tres millones de pesos en telas y otros artículos habían ingresado ilegalmente desde el fin de la guerra por esos dos puertos, el informe concluye que el contacto con los extranjeros causaba grandes perjuicios al comercio metropolitano con la colonia, y que por lo tanto debía ser suprimido. 396 Mientras Caballero y Góngora permaneció en su cargo, este consejo fue del todo desoído; el comercio del palo de tinte sirvió de mampara para el contrabando con los Estados Unidos, y las licencias dadas para el comercio de esclavos y provisiones llevaron a un creciente contrabando con los ingleses de Jamaica. Decidido a aumentar los ingresos para el proyecto del Darién, el arzobispo virrey optó por desconocer estos efectos secundarios de sus políticas. Sin embargo, éstas provocaron protestas cada vez más clamorosas entre los comerciantes que llevaban a cabo el comercio con España, y después del fin de su virreinato en 1789, sus sucesores devolvieron la política comercial a su rumbo acostumbrado, dirigido ante todo a proteger los mercados para las importaciones españolas. La política económica borbónica no logró entonces orientar la Nueva Granada hacia las exportaciones, y así suministrar a la metrópoli una gama más amplia y diversa de sus recursos. Para 1793 el carácter de su comercio seguía siendo sustancialmente el mismo, y sólo mostraba una' insignificante tendencia a diversificar su composición. Como lo indica la tabla 5.2, las remesas de oro siguieron representando más del 90% de sus exportaciones a España durante fines del siglo XVIII, y la diversificación del sector exportador fue mínima. 397 Las exportaciones de cacao, algodón, palo de tinte y productos similares fueron mayores de lo que habían sido antes del comercio libre, pero todavía constituían sólo una pequeña parte del total. Mientras su valor se calculaba en miles de pesos, el del oro llevado a ultramar se medía en millones. 394 AHNC Aduanas tomo 2, fols. 323-31. 395 Ibid., fols. 333-9, 351-3. 396 AHNC Real Hacienda, tomo 8, fols. 412-14. 397 AGI Santa Fe 957, Real Aduana de Cartagena de Indias, abril 14, 1795.

««Página 233»». TABLA 5.2 EXPORTACIONES DE CARTAGENA A ESPAÑA, 1784-1793 Año 1784 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 Promedio anual Porcentaje

Metales preciosos (pesos) 1.570.217 1.817.098 372.156 4.424.081 1.939.462 2.114.290 2.108.328 2.558.245 1.634.037 671.117 1.920.903 91

Artículos (pesos) 80.308 164.635 89.942 224.150 135.059 186.418 203.773 285.273 225.845 248.155 184.157 9

La reorganización del comercio colonial no había, como es evidente, alterado la norma "pasiva" que por largo tiempo había sido característica del comercio neogranadino. El flujo hacia España de la creciente producción de oro de la colonia había aumentado para pagar las importaciones de la metrópoli, pero la exportación de productos agrícolas y de materias primas había crecido sólo ligeramente. Además, los proyectos para desarrollar nuevas exportaciones chocaron con serios obstáculos. Los mercados españoles para los nuevos productos como el cacao, el algodón, los cueros y la corteza de cinchona eran demasiado pequeños para sostener nuevas actividades económicas sustanciales, en tanto que la explotación de los mercados foráneos con el palo de tinte perjudicó al comercio español al permitir la entrada de extranjeros a los puertos de la Nueva Granada y conducir así un comercio ilegal que competía con las importaciones españolas. El desarrollo de sus exportaciones dentro del marco del monopolio español era, en resumidas cuentas, claramente problemático. Los mercados de España eran plazas inadecuadas para los ««Página 234»». productos de la colonia, y el contacto directo con los mercados extranjeros capaces de absorber sus exportaciones no se podía permitir permanentemente porque socavaba el monopolio hispánico. Tampoco fueron los únicos obstáculos que encontró España para aprovechar los recursos del Nuevo Reino. Si examinamos ahora el comercio de importación, encontraremos que en este campo el comercio libre también tuvo un éxito apenas pasajero y limitado. EL COMERCIO LIBRE Y LAS IMPORTACIONES DE LA NUEVA GRANADA

El cese del monopolio de Cádiz y la mitigación de otras restricciones al comercio ayudaron a aumentar los mercados de la colonia para los productos españoles, como lo demuestran tanto la Tabla 5.1 como la 5.2. Pero el comercio libre no garantizó la dependencia de los proveedores españoles. Aunque los comerciantes de la península mejoraron su posición en los mercados del Nuevo Reino, los continuos contactos con los extranjeros, tanto legales como ilegales, significaron que una importante proporción de los recursos de la colonia siguió cayendo en manos foráneas. La intromisión del contrabando fue, como siempre, un problema que afectó al comercio hispanoamericano más allá de los límites de la Nueva Granada. Las deficiencias de la industria española y los altos derechos a los productos extranjeros hicieron que el contrabando se generalizara, tanto dentro del comercio entre España y sus colonias, como directamente entre éstas y los puertos foráneos. El principal estímulo al comercio ilegal provino de la incapacidad de España para suministrar textiles que pudieran competir en calidad y precio con los que producían otros países europeos. El comercio libre colonial sin duda estimuló la manufactura de los textiles españoles, sobre todo a los productores catalanes de seda y telas de algodón, y ayudó a España a reducir su anterior dependencia de los fabricantes ««Página 235»». extranjeros.398 No obstante, los extranjeros siguieron suministrando la mayor parte de las exportaciones de España a sus colonias y persistieron como fuertes abastecedores de bienes manufacturados.399 Cádiz, que continuó siendo el centro de la mayor parte del comercio americano, exportaba más mercancías extranjeras que españolas, y la mayor parte de sus exportaciones españolas eran productos agrícolas de Andalucía. Incluso las exportaciones de Barcelona a las Américas tenían un enorme componente agrícola: el 31% de sus exportaciones era de aguardiente, comparado con un 27% de telas estampadas y lienzos, y un 16% de sedas.400 En España los principales beneficiarios del comercio libre fueron 398 Sobre el desarrollo de la industria de textiles catalana y el comercio de la región con las colonias, véase Pierre Vilar, La Catalogne dans l'Espagne Moderne, 3 vols. (Paris, 1962), vol. 3, pp. 112-15, 126, 484-5, 559-66. Sobre la ampliación del mercado mexicano de los textiles españoles, véase Brian R. Hamnett, Politics and Trade in Southern Mexico, 1750-1821 (Cambridge, 1971), pp. 115-16. 399 A principios del siglo XIX, el estadista español Canga Arguelles calculó que la participación de España entre 1784 y 1796 había sido de cerca del 50%. Véase J. Canga Arguelles, Diccionario de Hacienda (sgda. ed., Madrid, 1833), tomo I, p. 43. Este cálculo se confirma en el reciente examen estadístico del comercio colonial de Fisher, quien estima en un 49.1% la participación extranjera en el comercio con España durante 1788 y 1796. Véase Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America, p. 46. 400 Ibid., pp. 49-52.

entonces los productores agrícolas más que los industriales, y los extranjeros siguieron manteniendo una cuota principalísima en los mercados de América. La corona trató de fomentar la producción nacional de textiles elevando los aranceles a la importación de telas extranjeras y a su reexportación a las colonias, llegando a veces incluso a prohibir su entrada a España y sus colonias. Los comentarios de algunos observadores contemporáneos sugieren, sin embargo, que tales medidas sólo estimularon el fraude y el contrabando. Una treta para evadir las altas tarifas y las prohibiciones de los textiles extranjeros era simplemente la de esconderlos como exportaciones españolas que se remitían a América. En Cádiz, a fines del siglo, existía el flore««Página 236»». ciente negocio de simular como productos españoles las medias francesas para que pagaran derechos inferiores de exportación a las colonias. 401 Otro medio de que disponían los comerciantes foráneos para llegar a los mercados americanos era el de evitar completamente a España mediante el contrabando directo, por lo general a través de las colonias extranjeras en el Caribe. Era una operación arriesgada, pero las elevadas ganancias compensaban los riesgos. El observador francés J.F. Bourgoing calculó que el comercio ilegal y directo desde Europa les ahorraba a los contrabandistas derechos de por lo menos un 14% a la importación a España, un 7% a su reexportación y otro 7% al llegar al puerto americano. Al deducir los costos de los contrabandistas, Bourgoing calculó que la evasión de los derechos les daba una ventaja del 22% sobre el comerciante legal español, sin incluso tener en cuenta las ganancias adicionales que podían alcanzar con la exportación ilegal de productos americanos. 402 Las prohibiciones del comercio de artículos como el hilo, las medias y otros géneros extranjeros aumentaban aún más los incentivos al contrabando. La reducción de la oferta de tales artículos de España simplemente aumentaba sus precios y la posibilidad de que se llevaran de contrabando.403 401 J.F. Bourgoing, Tableau de l'Espagne Moderne (sgda. ed., Paris 1797), p. 446. 402 Ibid., pp. 187-8. 403 Un comentarista describe este efecto así: "¿Cómo es posible que la prohibición de abastecer con medias extranjeras el comercio de las Indias — decretada por el reglamento de 1788— no produjera el inevitable contrabando, puesto que en España ni se hacen bien (sobre todo las de seda blanca) ni en suficiente cantidad, y cuando esos habitantes tenían que abastecerse por cualquier medio y a cualquier riesgo; y aún más cuando, como resultado de la prohibición, un par de medias de la banda o a la limeña... tienen precios en Lima hasta de 40 y 60 pesos el par debido a su escasez? Un comerciante iría en contra de sus propios intereses si no se expusiera al remoto peligro de perder un artículo que le proporciona tan exuberante ganancia, incluso después de generosos sobornos para los aduaneros". A. Arellano Moreno, Documentos para la historia económica en la época colonial (Caracas, 1970), p. 493.

Otro incentivo para el comercio ilegal era la debilidad de los reglamentos contra el contrabando. Cuando era capturado, el matute ««Página 237»». se vendía al público a favor de la tesorería real, con lo que se frustraba el objetivo mismo de su prohibición, es decir, eliminar la competencia de las telas producidas en España. Un observador sostuvo, por cierto, que el gusto de los consumidores por estos bienes se había desarrollado a raíz de medidas de esa clase tomadas durante la guerra de 1779 a 1783 con Inglaterra, cuando la venta de los botines había atraído hacia éstos la demanda de sus sustitutos españoles. 404 La política comercial británica también constituía un obstáculo para la capacidad de España de suprimir el comercio ilegal en el área del Caribe. En 1766 Inglaterra había establecido puertos libres en sus colonias de las Indias Occidentales con el fin de fortalecer su papel como centros para el comercio con las posesiones francesas y españolas. Antes de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, la mayor parte del comercio de los puertos libres se hacía con los franceses, pero después de 1783 las exportaciones de manufacturas británicas a las colonias españolas se convirtieron en el elemento más importante de un comercio que al crecer atrajo la creciente atención de los intereses industriales ingleses. 405 A estas condiciones generales que favorecían el comercio ilegal, se sumaban los factores específicamente locales que seguían haciendo de la Nueva Granada una meta, favorita de los contrabandistas. Sus puertos estaban a corta distancia de los puertos extranjeros del Caribe, las posibilidades de que los detectaran en alguna de las numerosas bahías y ensenadas de su extensa costa eran muy escasas, y sus comerciantes podían pagar con oro las importaciones. Las políticas de la corona encaminadas a promover el desarrollo de las exportaciones de mercancías y a incrementar el suministro de esclavos para el sector minero también ayudaron inadvertidamente al contrabando. Ya en 1785 los comerciantes y funcionarios de Cartagena se quejaron de que las licencias concedidas por el arzobispo ««Página 238»». virrey Caballero y Góngora para comerciar con las colonias extranjeras servían de pretexto para un contrabando en gran escala. Sin embargo, aquel persistió en permitir que tanto los barcos españoles como los extranjeros importaran provisiones y pertrechos navales de las islas del Caribe, y como el comercio de palo de tinte con los Estados Unidos también alcanzó una dimensión considerable, esto causó una creciente oposición tanto entre los comerciantes de la costa como entre los hacendados del interior. En 1787, los representantes de los comerciantes españoles en Cartagena 404 Ibid., pp. 498-9. 405 Francis Armytage, The Free Port System in the British West Indies (Londres, 1953) pp. 68-71, 84-93.

informaron a la corona que la tolerancia del arzobispo virrey hacia el comercio con los extranjeros estaba causando serios perjuicios a los intereses comerciales tanto de la metrópoli como de la colonia. Argumentaron que la exportación de metales preciosos para pagar las manufacturas importadas directamente de las posesiones extranjeras ponía en peligro la industria y el comercio de España, mientras que las importaciones de trigo extranjero estaban arruinando a la agricultura colonial.406 El gobernador de Cartagena, indispuesto contra el arzobispo virrey por su rechazo a consultarlo sobre el problema del comercio exterior, añadió su voz al coro de quejas sobre la frecuencia de los contactos con los extranjeros. En 1787 el gobernador Carrión y Andrade declaró que numerosos barcos ingleses, franceses y holandeses fondeaban con regularidad en Cartagena, mientras que crecía constantemente el tráfico de barcos españoles hacia las colonias extranjeras con licencias del virreinato. Había, que supiera él, más de cuarenta de tales licencias y pasaportes en el secretariado del gobierno de Cartagena, así como unos sesenta registros de cargamentos traídos de puertos foráneos por barcos supuestamente al servicio del gobierno. Según el gobernador, las armas y provisiones que podían importarse de Veracruz o de algún otro puerto colonial español eran traídas de colonias extranjeras para ««Página 239»». esconder la entrada de mercancías prohibidas. 407 En 1788 el gobernador repitió estos argumentos, al informar de nuevo sobre "la multitud de barcos que han venido a este puerto con bienes y efectos de las colonias extranjeras". 408 También dio información detallada sobre el carácter del comercio ilegal, y sobre la participación en él de miembros del círculo del arzobispo virrey.409 El gobernador Cañaveral, sucesor de Carrión en Cartagena, reanudó al año siguiente las críticas de éste a las políticas de Caballero y Góngora. Al pedir consejo sobre el tratamiento que debía dar a los barcos procedentes de puertos extranjeros, denunció las transgresiones del funcionario a las órdenes reales que prohibían este comercio y declaró que entre 1782 y 1789 había permitido el arribo a Cartagena de más de cien barcos venidos de puertos foráneos. 410 El cabildo de Bogotá también objetó este comercio, basándose en que anulaba todos los esfuerzos de los virreyes Guirior y Flóres por fomentar el comercio interno del trigo y reducir la dependencia de las ciudades de la costa de las mercancías 406 AGI Santa Fe 955. Petición al Consejo de Indias, julio 26, 1787; ibid., "Noticias de Cartagena de Indias en fecha 16 de abril de este presente año de 1787". 407 AGI Santa Fe 1014, el gobernador de Cartagena a Valdés, octubre 26, 1787. 408 Ibid., Cartagena, febrero 1, 1788. 409 Ibid., Cartagena, mayo 30, 1788; ibid., Cartagena, agosto 16, 1788. 410 AGI Santa Fe 1015, el gobernador a Valdés, Cartagena, agosto 31, 1789.

extranjeras. El cabildo condenó las consecuencias de este retrógrado paso con dramático énfasis. Al repasar el virreinato de Caballero y Góngora, su vocero lo denunció como "el fatal período" en el cual la agricultura declinó, el comercio encontró toda suerte de tropiezos, y se abandonó totalmente a la industria que aún estaba en su infancia; mientras nuestro propio trigo quedó sin mercado, se condujo con pretexto de su importación el más vigoroso contrabando en la playas y a todo lo largo de la costa del Reino, vendiéndose descaradamente bienes extranjeros en detrimento de los nuestros, arrancando de nuestras manos el dinero que nuestros comerciantes han debido tomar y remitir a sus corresponsales españoles; y haciendo, en fin, que nues««Página 240»». tras provincias parecieran más colonias inglesas que dominios del Católico Rey...411 Tan acres críticas a las medidas del arzobispo virrey confirman un cambio de dirección que se estaba orquestando desde arriba. Cuando terminó su período en 1789, los comerciantes de Cartagena encontraron al más eficaz aliado para la protección de su monopolio del comercio en el nuevo virrey, Francisco Gil y Lemus. Durante los seis meses de ejercicio del cargo permaneció en Cartagena, donde recibió la fuerte influencia del establecimiento mercantil del puerto. Poco después de posesionarse, el virrey informó que su problema principal era controlar el comercio semioficial con las colonias extranjeras del Caribe. Se quejó de lo difícil que era calcular la extensión del comercio que se había formado sobre la doble base de la exportación de palo de tinte y de las importaciones de trigo, pues no existía una documentación completa sobre las licencias que se habían concedido para legalizarlas.412 Pero se mostró convencido de que por ser pretextos para el contrabando, ambas clases de comercio constituían una seria amenaza para el control económico metropolitano de la colonia, y resolvió eliminarlas. Se propuso por lo tanto acabar con la importación de harina a Cartagena, con el argumento de que su complicidad con el contrabando destruiría el comercio con Cádiz. Optó, en segundo lugar, por devolver a los particulares el comercio de palo de tinte, permitiendo que los comerciantes españoles hicieran contratos con el estanco de Santa Marta y transportaran a España el producto por su cuenta.413 Para completar su consolidación del control metropolitano del comercio exterior de la colonia, Gil y Lemus también recomendó que se depurara la administración en Cartagena. Sostuvo que se había 411 AGI Santa Fe 655, Cabildo de Santa Fe a Valdés, Santa Fe, octubre 26, 1789. 412 Para una comparación del número registrado de barcos que entraron a Cartagena de España y puertos extranjeros en el período 1783-90, véase Apéndice C, Tabla 3. 413 AGI Santa Fe 573 (ramo 2), Gil y Lemus a la corona, Cartagena, enero 30, 1789.

««Página 241»». corrompido tanto que la venta de licencias para tratar con los extranjeros se había convertido en sí misma en un negocio con cotizaciones públicas. Recomendó entonces que se despidiera a todos los que habían conspirado para protegerlo, y pidió perfeccionar las medidas contra el contrabando como la única manera de eliminar "la triste necesidad de contemplar la constante extracción de riquezas con la cual los extranjeros prosperan, mientras los súbditos del Rey se debilitan y son aniquilados".414 En esta forma, durante el breve gobierno de Gil y Lemus, se invirtió la política comercial de Caballero y Góngora. Se cancelaron las relaciones legales con los extranjeros, y se dio el tono para la reanudación de prácticas más compatibles con los cánones del mercantilismo español bajo el virrey José de Ezpeleta (1790-6). La supresión del comercio con los extranjeros resultó imposible. Mientras España no pudo abastecer a la colonia de todos los bienes que sus mercados requerían, continuó el comercio con las islas extranjeras del Caribe. Y, a principios de la década de 1790, el contrabando entre éstas y la Nueva Granada no sólo continuó, sino que prosperó. Los capitanes de los barcos mercantes daban cuenta a su regreso a España de malas ventas en Cartagena, y la exactitud de sus informes se refleja en las estadísticas oficiales que muestran cómo empezó a descender el valor de las importaciones a la metrópoli, al caer de un promedio anual de 2.439.470 pesos de 1786 a 1789 a uno de 1.417.524 entre 1790 y 1793. 415 Los comerciantes de ««Página 242»». Cartagena también subieron el tono de sus quejas contra el contrabando. En 1795, un grupo de ellos informó que durante los tres años anteriores sus negocios habían tenido un agudo descenso debido a su influencia. 416 Reconocieron que la guerra contra Francia, declarada en 1793, había contribuido parcialmente a esta recesión, pero insistieron en que la principal causa era el flujo del contrabando procedente de las islas extranjeras del Caribe. Aunque el valor del comercio con la 414 Ibid., febrero 27, 1789. Para sus propuestas de reforma, véase ibid., mayo 14, 1789.

415 Los informes de los capitanes de los barcos se encuentran en AHNC Aduanas, tomo 9, fols. 718-19, 916-17, 927; AGI Indiferente General 2449, Presidente Juez de Arribadas a Pedro de Lerena, Cádiz, febrero 1, 1791; ibid., febrero 22, 1791; ibid., "Declaración y nota de la carta que conduce de Cartagena de Indias el Bergantín La Resolución", Barcelona, junio 12, 1791; AGI Indiferente General 2450, Presidente Juez de Arribadas al Conde de Lerena, Cádiz, junio 29, 1791; Indiferente General 2450, Presidente Juez de Arribadas al Conde de Lerena, Cádiz, junio 29, 1791; Indiferente Genera 12451, Presidente Juez de Arribadas a Gardoqui, Cádiz, mayo 22, 1792; Indiferente General 2453, idem, abril 30, 1793; ibid., mayo 7, 1793 416 AHNC !aduanas (Cartas), tomo 10, fols. 996-1000

península había caído en un 50%, afirmaron que en el mismo período el contrabando había alcanzado un volumen de entre tres y cuatro millones de pesos. Escaseaban los tejidos de lana, y las sedas y otros artículos españoles se vendían a precios normales, pero había saturación de lienzos y toda clase de telas de algodón. Era tal su abundancia en Cartagena y en toda la colonia que varias clases de estopillas y lienzos, así como toda una gama de telas de algodón prohibidas, se vendía a precios inferiores a los de Cádiz y otros puertos españoles. En la ciudad de Cartagena, el comercio de estos artículos era tan abierto que se vendían en las calles, y tan común su consumo que todo el mundo, "desde la dama hasta la esclava, desde el artesano hasta el más respetable comerciante, lleva finas muselinas, muselinetas y otras prohibidas telas de algodón peinado".417 Al pedir medidas más estrictas contra la funesta competencia del contrabando, los comerciantes argumentaron que el tráfico de esclavos, liberado de sus tradicionales restricciones por el decreto real de 1791, servía de pretexto legal para el contrabandista. Bajo la nueva legislación, se les permitía a los traficantes ir a las islas extranjeras en sus propios barcos para buscar allí esclavos que podían pagar con oro y otros productos de la colonia. 418 Las licencias se daban en teoría solamente para un viaje de regreso, y sólo podían ««Página 243»». traer esclavos y algunos artículos autorizados. En la práctica casi todas las embarcaciones hacían varios viajes para el tráfico bajo una misma licencia, importaban sólo dos o tres esclavos cada vez y traían a cambio grandes cargamentos de telas de Jamaica y otras islas. Estos eran entonces descargados a menudo en la aldea costera de Sabanilla o en las diminutas islas del Rosario cercanas a la costa, donde las mercancías eran a su vez cargadas en pequeñas embarcaciones que las llevaban a Cartagena o directamente a los mercados del interior. El tráfico libre de esclavos también abrió un peligroso boquete en el monopolio español. En 1794 el virrey Ezpeleta informó al Ministro para las Indias que desde 1791 sólo 446 esclavos se habían importado al Nuevo Reino bajo las nuevas normas, y que el tráfico de esclavos se había convertido ni más ni menos que en un vehículo para el contrabando.419 Sin embargo, el virrey mostró escasa simpatía por las quejas de los comerciantes cartageneros, a quienes acusó de complicidad en el tráfico. En 1792, dos detallados informes sobre el contrabando en el puerto le revelaron a Ezpeleta la red de fraude y corrupción que envolvía la actividad comercial de la ciudad y que afectaba tanto a los comerciantes como a la administración. Según su anónimo informante, el contrabando era visto como algo perfectamente normal tanto por el público como por las autoridades. Sostuvo que 417 Indiferente General 2466, Representación del Síndico del Consulado de Cartagena. 418 Para una discusión completa de la nueva política hacia el tráfico de esclavos, véase J.F. King, "Evolution of the Free Slave Trade Principle in Spanish Colonial Administration", HAHR, vol. 22 (1942), pp. 34-56. 419 AGI Santa Fe 643, Ezpeleta a Gardoqui, octubre 19, 1794 (no. 614)

la misma administración de la aduana estaba corrompida hasta la médula. Su director era un importante contrabandista, así como el comandante de la fortaleza de Bocachica (que dominaba la estrecha entrada a la bahía de Cartagena y era el punto clave para controlar el movimiento de los barcos), sus subordinados y varios destacados comerciantes. Todas estas personas, decía, estaban involucradas en el mercadeo de artículos de contrabando. 420 Un incidente registrado en 1795 confirma esta opinión. Cuando Tomás Andrés Torres, un importantísimo comerciante, fue arrestado por vender ««Página 244»». Importaciones de contrabando, no negó los cargos; simplemente sostuvo que si el gobernador justificaba su caso contra él, tendría entonces que arrestar a toda la población, porque todo el mundo estaba implicado en el matute. 421 A pesar de los esfuerzos por terminar el tráfico legal con los extranjeros, el comercio ilegal siguió tan campante, no sin la ayuda de las licencias concedidas a barcos privados y de guerra para viajar a colonias extranjeras. En 1792, por ejemplo, una goleta que estaba a punto de zarpar hacia Jamaica recibió 60.000 pesos, de los cuales sólo 12.000 estaban destinados para su misión oficial. Los restantes 48.000 pesos fueron enviados por particulares involucrados en el comercio ilegal. Fuera de los comerciantes, los funcionarios tenían también gran interés en el viaje, pues muchos de ellos habían recibido préstamos de aquellos para invertir en él. Ninguno de los funcionarios del puerto, "desde el gobernador hasta el último administrador e incluso el fiscal de la Caja Real", ignoraba la travesía o su propósito. Cuando los guardias no habían sido reclutados por sus superiores para ejercer la actividad ilegal, eran impotentes para actuar por su temor de perder el trabajo. Las mismas fortalezas, almacenes y barcos del rey se habían convertido en depósitos de contrabando, en centros de un tráfico ilegal que afectaba toda la actividad comercial de la ciudad y se filtraba a las provincias vecinas.422 En 1794 la corona reconoció que el "gran comercio clandestino" que pasaba por Cartagena, Río Hacha, Santa Marta y Portobelo estaba socavando el tráfico legal, pero no ofreció antídoto distinto al de una mayor vigilancia por parte del virrey, política que había fracasado consistentemente desde la introducción del virreinato.423 Es claro entonces que la liberalización del comercio imperial no había logrado asegurar el mercado de la Nueva Granada para las importaciones, así como había dejado de desarrollar sus recursos para la exportación. ««Página 245»». LOS EFECTOS DEL COMERCIO LIBRE EN LA ECONOMÍA DE LA NUEVA GRANADA Para concluir nuestra evaluación del comercio y la economía del Nuevo Reino 420 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 10, fois. 985-7. 421 AHNC Aduanas, tomo 20, fols. 678-80. 422 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 10, fols. 989-90. 423 AGI Santa Fe 960, Real orden, abril 20, 1794.

durante la época del comercio libre, quedan dos observaciones generales por hacer. La primera es comparativa y tiene que ver con su posición y desempeño dentro del sistema del comercio colonial como un todo. Vista dentro de este contexto general, es claro que la Nueva Granada seguía en la periferia económica del imperio a fines del siglo XVIII. De 1782 a 1796, el valor promedio anual de las exportaciones de España a las Américas se cuadruplicó y las exportaciones coloniales a la metrópoli aumentaron diez veces. 424 El comercio del virreinato, al sólo doblar su valor, tuvo entonces un crecimiento considerablemente menor que el del comercio español trasatlántico en su totalidad. Luego no es extraño que la Nueva Granada fuera un contribuyente relativamente sin importancia al comercio colonial español, lo cual contradecía la creencia oficial de que la reforma comercial y la riqueza de sus recursos naturales la convertirían en una de las colonias más dinámicas de España. De 1782 a 1796 las exportaciones de Cartagena y Santa Marta representaron sólo cerca de un 3.2% de las importaciones hispanas de las Américas, comparadas con alrededor del 14% del Perú, el 12% del Río de la Plata y el 10% de Venezuela. Como mercado para las importaciones de España era relativamente más importante, pues compraba el 8.2% de las mercancías enviadas desde Cádiz. Pero éste era también un pobre desempeño comparado con el del Perú, que absorbió el 21% entre 1785 y 1796, o con el de Venezuela y el Río de la Plata, que recibieron más del 10%. La introducción del comercio libre imperial hizo entonces poco por cambiar la relación económica del Nuevo Reino con España. La región siguió siendo una colonia ineficiente, más bien introvertida que, a pesar de la aparente riqueza ««Página 246»». de sus recursos naturales, sólo hacía una pequeña contribución —y de lento crecimiento— al comercio colonial americano.425 La segunda observación general sobre la Nueva Granada en la época del comercio libre es específica de la región misma, y atañe a las causas y consecuencias de su limitado crecimiento comercial. El pobre desempeño del comercio con España se originó en parte en los expedientes políticos que permitieron que los recursos de la colonia fueran a dar a manos extranjeras. Durante el virreinato del arzobispo virrey Caballero y Góngora, el aumento del comercio con los extranjeros, con licencia del gobierno para asegurar el apoyo financiero al proyecto de colonización del Darién, debilitó el tráfico de España a Cartagena. Y aunque sus sucesores invirtieron esta política, las importaciones de contrabando siguieron perjudicando los mercados para el comercio español durante los primeros años de la década de 1790, antes de la reanudación de la guerra con Inglaterra. Los comerciantes calcularon, por cierto, el contrabando en más de un millón de pesos anuales en los tres años entre 1793 y 1796, colmando así la mitad de los mercados de la colonia. De modo que si la Nueva Granada se abrió más a las importaciones a finales del siglo, esto fue resultado tanto de la 424 Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America, pp. 88-9. 425 Ibid., pp. 55, 77. Para una comparación entre los comercios de la Nueva Granada y del Perú, véase J.R. Fisher, "The Effects of Comercio Libre on the Economies of New Grenada and Peru: A Comparison", en Fisher, Kuethe, y McFarlane, Reform and Insurrection of Bourbon New Grenada and Peru, pp. 147-63

intervención extranjera como del imperialismo borbónico. Si España fracasó en alcanzar el dominio de los mercados de importaciones, también dejó de generar un crecimiento de las exportaciones. A pesar del alivio en las restricciones al comercio, ni España ni sus colonias ofrecieron fuerte demanda de los productos agrícolas de la Nueva Granada, de modo que los productores locales permanecieron en gran parte aislados de los mercados ultramarinos. Es cierto que hubo alguna mejora en las oportunidades para exportar productos como el cacao, el algodón, los cueros, la cinchona y el palo de tinte, pero eran tan escasas que no podían ser base de un ««Página 247»». crecimiento económico general. Además, cualquier impacto positivo que tales exportaciones hubieran podido tener en la economía debe ser contrapuesto al impacto negativo de las importaciones agrícolas de España que competían con los productos coloniales. La importación ilimitada de aguardiente catalán a Cartagena llevó a una caída en los precios del aguardiente local, lo cual disminuyó a su turno la demanda de la melaza que producían los hacendados de la costa. Tampoco fue compensado esto por las facilidades para exportar azúcar. Como anotara un vocero de los terratenientes de la costa al pedir la prohibición de las importaciones de aguardiente, el azúcar de la Nueva Granada simplemente no podía competir con el de las islas del Caribe. 426 También los productores de trigo del interior se sintieron perjudicados por las políticas comerciales de la década de 1780. Tanto barcos españoles como extranjeros importaban harina a Cartagena, sobre todo de los Estados Unidos, lo que evitaba que el trigo local recuperara los mercados perdidos en la costa. Estos efectos económicos de la política comercial española pueden ayudar a explicar por qué el movimiento de insurrección contra España, que se inició en 1810, atrajo prontamente el apoyo de las élites de Cartagena y de Bogotá, ciudades ambas con un grupo concentrado de grandes propietarios de tierras. En la Nueva Granada, entonces, el comercio libre resultó doblemente defectuoso. Fracasó en asegurar la primacía española en los mercados de importación y en promover el crecimiento mediante las exportaciones. Este doble fracaso no sólo debilitó el papel de España como metrópoli económica, sino que también fue perjudicial políticamente, pues los criollos se volvieron cada vez más críticos de las deficiencias del sistema español y cada vez expresaron más libremente su oposición a él. En 1791, por ejemplo, Pedro Fermín de Vargas anotó que para la mayor parte de la población, concentrada en el interior, el comercio ultramarino no era asunto de su incum««Página 248»». bencia. Aceptó que el comercio libre le había dado cierto estímulo a la economía de la costa, pero observó que el interior del país seguía siendo el mismo de la 426 AGI Santa Fe, Síndico procurador general Manuel de Otoya al gobernador de Cartagena, mayo 9, 1794

época de las flotas. La distancia de la metrópoli, los altos aranceles y el estado en extremo lamentable de las cornunicaciones internas significaban que la gente del común no podía comprar importaciones europeas, y que las pretensiones de España de suministrarlas eran inútiles. Vargas le recomendó por lo tanto a España que abandonara su quijotesca política de pretender dominar el mercado colonial y que se limitara a abastecer únicamente "las finas mercancías que tienen mercado entre los ricos", para estimular en cambio una industria de textiles que satisfaciera las necesidades locales.427 Sus críticas también mostraban la conciencia criolla de que la política española había fracasado del todo en crear el comercio "activo" que previeron los reformadores de la década de 1770. Comprendió Vargas que la preocupación por la minería del oro y la dependencia de la colonia de las exportaciones de metálico para pagar por sus importaciones eran obstáculos para el desarrollo económico. 428Sostenía, en efecto, que aunque el oro era uno de los escasos artículos en los cuales la Nueva Granada tenía una ventaja internacional relativa, la organización de la economía en torno a la minería impedía el desarrollo tanto de la industria como del país en general. Apoyada en el trabajo de baja productividad de los esclavos y en el trabajo de subsistencia, y aquejada por los altos costos de los suministros básicos, la minería no era propicia para los avances técnicos o la acumulación de capital. Según Vargas, el mejor medio para estimular la economía de la colonia era el fomento de su agricultura y de su producción industrial tanto para el mercado interno como para el externo. Recomendó con este fin que la corona redujera los derechos al comercio de ultramar, que permitiera el libre comercio con los extranjeros y que tomara medidas para mejorar el transporte.429 No ««Página 249»». era la suya una voz solitaria. En 1797 Antonio Nariño, otro importante crítico criollo del gobierno español y después destacado líder del movimiento de independencia, también se lamentó del estancamiento económico de la Nueva Granada, al describir su comercio como "lánguido" y sus habitantes como "los más pobres de América". Nada es más común allí, dijo Nariño, "que una familia harapienta, sin un real en su bolsa, viviendo en una choza miserable rodeada de plantas de algodón, canelos, cacaoteros y otras riquezas, entre ellas piedras preciosas". Al igual que Vargas, Nariño deseaba que hubiera mayor libertad para que los productores comerciaran tanto en los mercados internos como en los externos, para que pudieran comercializar los ricos recursos naturales del territorio; también favorecía la introducción del papel moneda y del cobre para contrarrestar la escasez de efectivo causada por su exportación. 430 El gobierno español, sin embargo, pasó por alto las propuestas criollas para desarrollar la economía. En la vecina Caracas, que no poseía metales preciosos, 427 Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, pp. 102-5. 121.Ibid, pp. 57-65. 428 Ibid, pp. 57-65. 429 Ibid., pp. 96-8, 102-3, 110. 430 "Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada", en Nariño, Escritos políticos, pp. 13-37; citas de la p. 14.

había una libertad de facto para comerciar con los extranjeros, permitiendo así que los productores aumentaran y diversificaran sus exportaciones. 431 En la Nueva Granada, en contraste, la preocupación de la corona por canalizar el oro hacia su sistema comercial siguió privando a los productores de otras salidas. El desarrollo del comercio de ultramar estaba confinado por las reglas del sistema español y quedó en manos de los comerciantes de Cartagena, un pequeño grupo de peninsulares quienes, gracias a sus contactos en Cádiz, dominaron el comercio exterior. Si examinamos ahora sus actividades, se aclarará lo muy poco que contribuyeron al desarrollo de los recursos del territorio, pues sus relaciones con la economía colonial más allá de Cartagena fueron siempre débiles, y por lo tanto mínimo su compromiso con el desarrollo doméstico. 6 LOS COMERCIANTES Y EL MONOPOLIO

A principios del siglo XVIII, la Nueva Granada carecía de una clase mercantil sustancial e influyente como las existentes en el Perú y en México. En 1695 un grupo de unos veinte comerciantes de Bogotá estableció un consulado calcado de los de Lima y Ciudad de México, al contratar con la corona el pago del impuesto real conocido como la avería, derecho que gravaba las mercancías importadas por los galeones a cambio del derecho de una jurisdicción comercial autogobernada. 432 El consulado de Santa Fe no duró mucho tiempo, sin embargo. Sus miembros no podían cumplir con sus obligaciones financieras y, cuando el mismo sistema de galeones se desplomó durante la Guerra de Sucesión española, el consulado perdió su razón de ser. Fue suspendido en 1713, lo que reflejó la incapacidad de los comerciantes neogranadinos de sostener una institución de esta clase. 433 Muchas décadas habrían de pasar antes de que se restableciera ««Página 251»». un consulado de comercio en el virreinato. Cuando la institución fue revivida en 1795, sucedió en Cartagena, el puerto principal del país y base de su élite mercantil. 431 Sobre esta política en Caracas, véase McKinley, Pre-revolutionary Caracas, pp. 39-45. ««Página 250»». 432 Los comerciantes involucrados en el proyecto eran muy pocos. Un documento redactado por su abogado, Tomás de Solórzano, enumeró a veinte patrocinadores: AGI Consulados 68, Pretensiones de los comerciantes del Nuevo Reino de Granada... Madrid, marzo 23, 1695 433 Roberte S. Smith, "The Consulado in Santa Fe de Bogotá", HAHR, vol. 45 (1965), pp. 442-7. Hay una relación más completa de los orígenes e historia del consulado en Manuel Lucena Salmoral, "Los precedentes del Consulado de Cartagena: El Consulado de Santafé (1695-1713) y el Tribunal del Comercio Carta-genero", Estudios de Historia Social y Económica de América, no. 2 (Universidad de Alcalá de Henares, 1986), pp. 179-98.

CARTAGENA DE INDIAS Y EL COMERCIO DE LA NUEVA GRANADA Aunque Bogotá era la sede del gobierno de la Nueva Granada, Cartagena era el eje de su comercio y a todo lo largo del siglo XVIII el desarrollo de su élite mercantil estuvo asociado con este puerto. Había comerciantes en otras ciudades, por supuesto. Bogotá, Mompós, Honda y Popayán eran todas importantes mercados y centros de distribución de las importaciones europeas, y había numerosos centros regionales de esta clase de comercio en ciudades como Cali, Medellín y Pasto. Pero la mayor concentración de comerciantes se daba en Cartagena, por razones de fácil explicación. Como primer puerto de escala para las flotas de América del Sur, desde hacía mucho era el principal foco para el comercio de importaciones y exportaciones de la Nueva Granada, hacia donde viajaban los comerciantes de provincia para cambiar los metales preciosos por las mercaderías europeas. La descripción de la ciudad hecha por Juan y Ulloa en 1735 nos permite vislumbrar su vida comercial: La bahía de Cartagena es el primer lugar en América al cual tienen licencia de llegar los galeones; y goza así de los primeros frutos de su comercio, por las ventas públicas que allí se hacen. Estas ventas, aunque no están sujetas a las reglas vigentes en la feria de Puerto Bello, son bastante considerables. Los comerciantes de las provincias interiores de Santa Fe, Popayán y Quito, no sólo ofrecen sus propias mercaderías, sino también los dineros confiados a su cargo, por varias clases de artículos y por las provisiones de mayor demanda en sus respectivas regiones. Sus mercaderes traen oro y plata en moneda, lingotes y polvo, y también esmeraldas... Esta pequeña feria de Cartagena, pues así puede llamarse, ocasiona la apertura de diversas ««Página 252»». tiendas, llenas de toda clase de mercaderías; siendo la ganancia en parte para los españoles que vienen en los galeones y son recomendados o tienen sociedad con los cargadores, y en parte para quienes habitan en la ciudad... Este tumulto comercial dura lo que permanecen los galeones en la bahía; pues tan pronto parten, vuelven a su lugar el silencio y la tranquilidad. A este llaman los habitantes de la ciudad tiempo muerto, pues en relación al comercio con otros gobiernos, no es digno de noticia. 434 Según esta descripción, es claro que el comercio exterior de la Nueva Granada estaba en gran parte controlado por dos grupos de comerciantes, ambos activos en Cartagena. El primero era el de los cargadores, los comerciantes españoles que viajaban con las flotas para vender sus mercaderías en las ferias de Cartagena y de Portobelo. El segundo grupo estaba formado por mayoristas residentes en Cartagena, que compraban provisiones de los galeones para revenderlas a los minoristas locales y redistribuir en el interior. Estos, como los 434 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, A Voyage to South America (trad. John Adams, abreviada, Nueva York, 1964), pp. 40-4.

cargadores, eran peninsulares o inmigrantes españoles. Juan y Ulloa se refirió a ellos como los chapetones y, al anotar que "hacían todo el comercio del lugar y vivían en la opulencia", los diferenció de las familias de los criollos, o españoles americanos, que en Cartagena "eran los terratenientes". 435 Mientras rigió el sistema de las flotas, el desarrollo de la comunidad mercantil del puerto estuvo limitado por la privilegiada posición de los miembros de la Universidad de Cargadores a Indias —la agremiación de los comerciantes españoles que trataban con las colonias—, quienes eran los únicos intermediarios legales en el comercio trasatlántico. Organizado por la Casa de Contratación y por la Universidad de Cargadores, el sistema de las flotas canalizó el comercio colonial a través de un único centro en España y garantizó que las casas comerciales situadas en los puertos andaluces de Se««Página 253»». villa, Cádiz, Puerto de Santa María y Sanlúcar controlaran el comercio ultramarino y limitaran al mismo tiempo la participación dentro de sus respectivas colonias de los mercaderes en las Américas. 436 Bajo este sistema, los cargadores controlaban el comercio entre la Nueva Granada y España. Traían mercaderías de Cádiz (que reemplazó a Sevilla como centro del comercio colonial en 1717), las vendían en la feria de los galeones en Cartagena y luego regresaban a España con el producto, obteniendo ganancias tanto de las operaciones independientes como de aquellas a comisión. Entretanto, los comerciantes neogranadinos, como los de otras colonias, estaban restringidos al comercio dentro del virreinato, en cuantos distribuidores de las importaciones traídas por las flotas. Durante la década de 1720 y principios de la de 1730, los comerciantes ricos de México y del Perú trataron de modificar este oligopolio al formar un comercio directo con España. De haber tenido éxito, esta iniciativa hubiera podido fortalecer los grupos mercantiles en todas las Américas, incluso en la Nueva Granada, al permitirles una mayor participación en los productivos comercios de importación y exportación. Sin embargo, presionada por el consulado de Cádiz, la corona decretó que todo el comercio trasatlántico debía ser realizado por "los agentes que se embarcan en las flotas, galeones y otros barcos". 437 A los residentes en América no se les podía dirigir mercancías directamente, ni se les permitía enviar mercaderías como no fuera a través de peninsulares o de la Universidad de Cargadores. A pesar de la fuerte oposición de los consulados de México y del Perú, esta orden, que prohibía a los comerciantes de las colonias enviar dinero a España para comprar provisiones, fue reiterada en 1735. 438Bajo tales condiciones, los comerciantes neogranadinos no pudieron entablar un comercio realmente independiente con España. En lugar de éste, de435 Ibid., p. 27. 436 Sobre los cargadores a Indias, véase García-Bauero, Cádiz y el Atlántico, vol. I, pp. 458-63 437 Rafael Antúñez y Acevedo, Memorias históricas sobre la legislación y gobierno del comercio de los españoles (Madrid, 1797), p. 298 438 J.J. Real Días, "Las ferias de Jalapa", AEA, vol. 16 (1959), pp. 251-3.

««Página 254»». pendían de los mercaderes andaluces para su abastecimiento de importaciones, y al mismo tiempo debían operar únicamente dentro de la colonia. REESTRUCTURACIONES DE LA ORGANIZACIÓN MERCANTIL Desde mediados del siglo, la comunidad comercial de la Nueva Granada se fortaleció a medida que cambiaron las normas mercantiles tras la eliminación del sistema de los galeones. Ahora que el comercio lo llevaban a cabo embarcaciones individuales y no convoyes periódicos, los mercaderes peninsulares dejaron de viajar en grupos para encontrarse con sus homólogos coloniales en tiempos y lugares fijados de antemano, para un intercambio corto e intensivo. En lugar de esto, agentes locales que podían proporcionar un constante flujo de información sobre las condiciones del mercado local y administrar el movimiento más lento, pero continuo, de ocasionales barcos sueltos, manejaron cada vez más el comercio ultramarino. En 1749 la corona también aligeró los reglamentos que gobernaban el comercio trasatlántico, al permitirles a los ciudadanos americanos que enviaran y recibieran mercaderías de la metrópoli sin tener que emplear a los cargadores como intermediarios.439 Ambas reformas fomentaron el crecimiento de una comunidad mercantil en Cartagena, aunque la liberalización de los reglamentos del comercio colonial con la metrópoli no permitió aún que los comerciantes locales compitieran libremente con los cargadores. Pues el decreto de 1749 contenía una importante salvedad, encaminada a evitar que los comerciantes de las Américas pudieran prescindir completamente de los servicios de las casas comerciales españolas que siempre habían organizado el tráfico trasatlántico. Cualquier comerciante español que enviara mercancías a un vecino ««Página 225»». americano tenía que garantizar bajo juramento que habían sido compradas por el residente con sus propios fondos. Veinte años después, este medio de evitar que los comerciantes coloniales suplantaran a los cargadores todavía era defendido enérgicamente. El presidente de la Casa de Contratación trató de cambiar la regla en 1769, pero sus esfuerzos encontraron una inmediata respuesta del consulado de Cádiz, el cual aseveró que el cambio arruinaría a sus miembros. Permitirles a los residentes americanos que comerciaran como sus propios agentes haría superfluos a los cargadores, sostuvo el consulado, porque los propietarios de las mercancías exportadas a las Américas —por lo general extranjeros— simplemente tratarían directamente con los americanos. El Consejo de Indias de inmediato reconoció el peligro para los comerciantes españoles y mantuvo el viejo 439 Antúñez y Acevedo, Memorias históricas, pp. 300-5.

reglamento.440 De manera que a pesar de las modificaciones a su estructura, la Carrera de Indias siguió siendo coto de los españoles registrados como miembros o matriculados en la Universidad de Cargadores a Indias. Sin embargo, a pesar de la constante tendencia de la corona a proteger el monopolio andaluz contra la competencia extranjera, el cese del sistema de galeones sin duda estimuló el desarrollo de una élite mercantil en la Nueva Granada, situada sobre todo en el puerto de Cartagena. Pues al ser reemplazadas las flotas por barcos sueltos, los comerciantes transeúntes que habían dominado el comercio en la época de las flotas cedieron cada vez más su lugar a agentes que residían en Cartagena por varios años a la vez y que se identificaban con la colonia y su comercio. Podemos rastrear la evolución de la comunidad mercantil del puerto en una serie de disputas en torno a los derechos de la jurisdicción mercantil que empezaron después de la eliminación de los galeones. Durante la época de las flotas, los comerciantes españoles que viajaban a Cartagena estaban matriculados en la Universidad de ««Página 256»». Cargadores a Indias, y llevaban con ellos diputados de comercio escogidos por su gremio para dirimir los litigios comerciales entre sus miembros mientras permanecían en América. De manera que cuando la última de las flotas de Tierra Firme llegó a Cartagena en 1737, sus comerciantes estaban acompañados por diputados autorizados para dirimir los litigios comerciales, y mientras siguieron en el puerto durante la siguiente década, atrapados por la guerra y la lentitud de las ventas, estos diputados continuaron ejerciendo la jurisdicción mercantil. Esta práctica cambió a mediados del siglo, cuando los diputados de la última flota regresaron a España. Al quedar sin su corte mercantil, los comerciantes españoles que permanecieron en Cartagena le pidieron primero al virrey y luego al consulado de España que escogieran entre ellos a dos individuos como diputados del comercio en el puerto.441 El consulado de Cádiz aceptó, como era de esperar, reconociendo sin duda que los comerciantes españoles necesitaban una corte comercial permanente en el puerto, ahora que el reemplazo de los galeones por los barcos sueltos animaba a los comerciantes a quedarse en Cartagena como agentes. Una vez establecida la corte, los cargadores entablaron luego tenaz lucha por evitar que los residentes en el puerto compartieran su privilegiada posición, decisión que provocó prolongadas disputas entre la comunidad mercantil de la ciudad. Los problemas empezaron en 1756 con una serie de disputas en torno a la elección de los diputados del comercio y al alcance de sus poderes, que proporcionan un útil barómetro de los cambios en la élite mercantil de la ciudad. Pues durante las dos décadas siguientes los comerciantes de Cartagena se 440 AGI Indiferente General 801, Año de 1796, Consultas de negocios seculares: Marqués del Real Tesoro, febrero 28, 1769; Consulado de Cádiz, marzo 21, 1769; Consejo de Indias, julio 10, 1769.

441 AGI Consulados 325, Diego Luis de Medina et al. al Consulado de Cádiz, Cartagena, enero 30, 1750.

dividieron en dos bandos, al tratar los cargadores de conservar su condición exclusiva contra los mercaderes que residían en el puerto. Ambos grupos estaban compuestos por españoles peninsulares. La diferencia consistía en que un grupo estaba constituido por matriculados o miembros registrados de la ««Página 257»». Universidad de Cargadores, y el otro por comerciantes vecinos, es decir, por personas que nunca habían estado matriculadas o que habían perdido su membrecía por haberse establecido permanentemente en el puerto. El conflicto entre estos dos grupos empezó en 1756, cuando algunos comerciantes residentes eligieron a dos diputados para que actuaran en su nombre en un desacuerdo con el vicegobernador de la ciudad. Esto de inmediato ocasionó la protesta de los delegados nombrados por el consulado de Cádiz, quienes se quejaron ante el virrey de que sólo ellos tenían el derecho de hablar en nombre de la comunidad mercantil. 442 En 1757 la disputa brotó de nuevo cuando un comerciante peninsular se negó a reconocer la autoridad de los delegados nombrados por los diputados de Cartagena. Poco después, en 1759, los cargadores sostuvieron su derecho de controlar la jurisdicción mercantil al solicitar un tribunal que juzgara sus casos separadamente de aquellos de los comerciantes residentes. Para resolver el conflicto, el virrey buscó una concesión al darles a ambos grupos participación en la elección de los diputados: en 1759 ordenó que diez comerciantes se debían unir a diez matriculados de Cádiz y que cada grupo debía elegir un diputado propio. Este compromiso no satisfizo, sin embargo, a los matriculados. Al evocar con nostalgia la época de los galeones como una era de perdida armonía, cuando los comerciantes eran claramente identificados con España o con la colonia, insistieron en que la única forma de evitar ulteriores disputas era volver a trazar los tradicionales límites. En 1760 el virrey decidió ponerse de su lado. Aceptó que, para eliminar los conflictos entre los comerciantes de Cartagena, los matriculados deberían tener su propio tribunal separado, compuesto por dos de sus miembros y por el gobernador de la provincia. 443 ««Página 258»». La competencia entre los cargadores y los residentes no terminó allí. Los cargadores siguieron sintiéndose amenazados por los comerciantes locales quienes, según explicó uno de los diputados en 1765, "tienen mayor conocimiento y relaciones con el Reino [de la Nueva Granada], [porque] los compradores viajan regularmente [a Cartagena] con pedidos para ellos, y hacen en sus casas las primeras operaciones..."444 Los comerciantes vecinos, por otro lado, pensaban que sus homólogos de Cádiz los discriminaban injustamente. En un momento dado, 442 AGI Consulados 326, Arrechederreta y Villanueva al Consulado, Cartagena, diciembre 13, 1756. Los delegados escogidos en Cartagena fueron Joseph Antonio Zavala y Joseph Inocencio Morquecho 443 AHNC, Consulados, tomo 4, fols. 530-44, 618-49, 699-708, 710-12, 717-18. 444 AGI Consulados 329, Diputados del comercio al Consulado, Abril 29, 1764.

por ejemplo, se negaron a pagar sus cuotas a un préstamo que requería la corona, basándose en que las obligaciones de la deuda no se habían distribuido justamente de acuerdo a la capacidad de pago, y le pidieron al virrey que revisara el asunto imparcialmente. 445En 1776 también le informaron al virrey que los excluían sistemáticamente del importante cargo de maestría de plata, pues los diputados del consulado de Cádiz favorecían sólo "a quienes tienen el título de comerciantes de España, sin permitir que los de Cartagena disfruten del mismo beneficio".446 Estas quejas fueron al parecer parte de una campaña, dirigida por el comerciante de Cartagena Juan Fernández Moure, para garantizarles a los residentes los mismos derechos de que gozaban los comerciantes de Cádiz. En 1771 Fernández Moure ya le había solicitado al virrey que permitiera la participación de los residentes en el tribunal de comercio del puerto, o que en caso contrario nombrara sus propios diputados. Pues, como anotó, aunque los cargadores y minoristas (mercaderes) en el puerto tenían diputados autónomos, los comerciantes peninsulares residentes eran el único grupo sin un medio independiente para manejar sus propios asuntos. 447A esto se opusieron enseguida los matriculados, quienes siguieron negándoles ««Página 259»». a los residentes ingreso en el tribunal del comercio por temor de que debilitara su control del tráfico trasatlántico.448 La prolongada disputa se resolvió en 1776, cuando una orden virreinal abolió la distinción entre los matriculados y los residentes y los colocó bajo la jurisdicción del mismo tribunal. Aunque la oposición de Cádiz demoró esta decisión, los dos grupos se reconciliaron finalmente bajo el nuevo régimen comercial que introdujo el Reglamento de comercio libre.449 Con el advenimiento del comercio libre imperial ya no había razones para mantener la diferencia entre los comerciantes españoles en el puerto, y en 1784 los mayoristas se unieron para pedir un consulado que supervisara las operaciones de todos los comerciantes involucrados en el comercio ultramarino de Cartagena. 450 Es evidente que el reemplazo de las flotas por los barcos sueltos había causado ajustes en la organización del comercio entre España y el Nuevo Reino, al estimular el crecimiento de una comunidad residente de comerciantes 445 AHNC Real Hacienda (Cartas), tomo 2, fois. 411-16. 446 AHNC Consulados, tomo 5, fols. 307-11. 447 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 749-50. 448 AGI Consulados 332, Francisco Barroso al Consulado, Cartagena, julio 31, 1771; AGI Consulados 333, Francisco Joaquín Barroso al Consulado, agosto 27, 1774; ibid., julio 10, 1775; AGI Consulados 335, Francisco Joaquín Barroso al Consulado, junio 30, 1775. 449 AGI Santa Fe 552, Informe de Francisco Machado, Madrid, mayo 11, 1778. 450 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 751-2. Esta carta de los comerciantes de Cartagena al virrey de agosto 26, 1784, se refiere a la "armoniosa unión" de los dos cuerpos de- mercaderes e informa sobre "lo útil y conveniente que será a este comercio el establecimiento de un formal Tribunal del Consulado a imitación y con las mismas reglas y privilegios que obtienen los de las ciudades de México y Lima..."

peninsulares que actuaban como agentes para los negocios en Cádiz. El desarrollo de una clase mercantil colonial todavía era limitado, sin embargo, pues los miembros del gremio español de los cargadores continuaron ejerciendo vigorosa influencia en el comercio trasatlántico, al limitar la participación de sus miembros y restringir la membrecía a aquellas personas que eran matriculadas de España, activas y registradas. Antes de que se estableciera el comercio libre, éstas defendieron sus privilegios con ««Página 260»». persistencia y éxito, por temor de que si se les daba a los residentes paridad de condiciones, ello allanaría el camino para la abierta competencia de los coloniales. La determinación de los cargadores de evitar tal peligro se refleja claramente en un incidente que ocurrió en 1774, cuando un comerciante criollo, un tal Bernardo Alázar, trató de ingresar al comercio como cargador matriculado. Los diputados comerciales de Cádiz en el puerto de inmediato pidieron que Alcázar fuera descartado. Era, según ellos, no sólo americano sino mulato, y por lo tanto excluido del comercio según la ley. Insistieron en que no había lugar para los coloniales en el comercio ultramarino, porque de permitirles el comercio con España arruinarían a los comerciantes peninsulares. 451 Algunos comerciantes pudieron sin embargo aprovechar la ley que les permitía a los residentes entablar comercio con España usando sus propios recursos. Los registros de los barcos que salieron de Cartagena en las décadas de 1760 y 1770 incluían, por ejemplo, remesas hechas a nombre de importantes terratenientes de la ciudad y de la provincia de Cartagena. Patricios como la marquesa de Valdehoyos de Cartagena, el marqués de Coa y el maestre de campo José Fernando de Mier y Guerra, ambos de Mompós, hicieron todos envíos de cacao, cueros y dinero en el curso de esos años. 452 Estas eran, sin embargo, consignaciones esporádicas más que un negocio regular, y estas operaciones eran muy inferiores a aquellas de los grandes terratenientes de Caracas quienes, a finales del siglo XVIII, exportaban productos agrícolas en cantidades considerables y a veces en sus propias embarcaciones. 453 Lo cual no es sorprendente, por supuesto, pues las propiedades de los hacendados en la región de la costa neogranadina se usaban sobre todo para la cría de ganado y el ««Página 261»». cultivo de la caña de azúcar para el consumo local, y ofrecían por lo tanto escasas posibilidades para una agricultura de exportación. LOS AGENTES ESPAÑOLES EN CARTAGENA

451 AGI Consulados 333, Francisco Joaquín Barroso al Consulado, noviembre 30, 1774. 452 La información sobre los cargamentos enviados a España en estos años se encuentra en AGI, Contratación 2654, 2661, 2662. 453 McKinley, Pre-revolutionary Caracas, p. 67

Ya fueran cargadores registrados o comerciantes vecinos residentes, los mercaderes que organizaban el comercio a través de Cartagena eran todos españoles peninsulares que actuaban sobre todo como agentes del as casas comerciales de Cádiz y como comisionados del tráfico establecido allí. Los registros de los barcos que hacían la travesía entre Cartagena y España durante las décadas de 1760 y 1770 muestran que la mayor parte del comercio operaba de esta manera. La vieja forma, bajo la cual las personas de Cádiz hacían el viaje de regreso, no fue del todo suplantada, pero en general los intermediarios en Cartagena manejaban los negocios. Los archivos comerciales que identifican a los comerciantes españoles en Cartagena sugieren que la mayor parte eran emisarios de las casas comerciales de Cádiz, enviados al puerto para recibir los cargamentos y organizar los viajes de vuelta, a veces como miembros de una firma familiar española que requería agentes para manejar sus operaciones locales. 454 Los registros de los barcos revelan, sin embargo, que no siempre se limitaban a trabajar para una sola casa comercial. Generalmente se hacían cargo de mercaderías enviadas "a cuenta y riesgo" de diferentes comerciantes de la península y enviaban los cargamentos de vuelta sobre la misma base. Aunque el papel primordial de los mercaderes era el de agentes y comisionados los registros de las décadas de 1760 y 1770 también muestran varios casos de comerciantes en Cartagena que importaban y exportaban por su propia cuenta. No obstante, ésta parece haber sido un fracción ««Página 262»». menor de sus negocios. La mayor parte del comercio se originaba en España, y la principal actividad de los agentes era vender las importaciones y enviar las utilidades a comisión. Una disputa sobre la validación del testamento de Antonio Paniza, un comerciante español que murió en Cartagena, sugiere el carácter y el alcance de tales negocios. Cuando en 1778 se liquidaron los negocios de Paniza, Guerra de Mier y Compañía, sus cuentas mostraron una amplia gama de actividades, reflejadas en sus débitos. Algunos eran pequeñas cantidades, evidentemente debidas por minoristas que habían tomado artículos a crédito de las bodegas de la compañía; otras, por lo general mucho mayores, eran deudas de comerciantes de Cartagena, de varias ciudades del interior y del extranjero, de La Habana, Madrid y Portobelo. Estas deudas podían ser bastante considerables para el nivel de la Nueva Granada. Manuel Díaz de Hoyos, un comerciante de Bogotá, debía por ejemplo 15.000 pesos por mercancías recibidas de la compañía y pagaderos en un plazo de tres años. Es interesante también que Paniza, Guerra y Mier y Compañía parece haber actuado como un banco, al prestar efectivo a prestatarios adecuados. El obispo de Cartagena y otros clérigos figuraban entre sus deudores, así como un minorista de Cartagena que había hipotecado su casa a un interés del 5% anual. Los activos de la compañía también incluían propiedades tanto urbanas como rurales. Una hacienda con su pequeña cuadrilla de esclavos fue 454 Para algunos ejemplos véase Anthony McFarlane, "Comerciantes y Monopolio en la Nueva Granada: El Consulado de Cartagena de Indias", ACHSC, vol II (1983), pp. 49-52.

avaluada en poco más de 8.700 pesos, y cuatro casas en Cartagena valían 16.000. La propia fortuna de Paniza llegaba a más de 150.000 pesos, de los cuales 44.000 en efectivo y bienes, pero la mayor parte consistía en deudas comerciales por un total de 74.000 pesos.455 Otro comerciante español, Juan Pablo Sarratea, quien murió en Cartagena en 1711, poseía una fortuna menor pero aun así considerable. Tenido por sus colegas como uno de los principales importadores, por sus firmes contactos con la casa de Cádiz de Sáenz y Tejada, Sarratea ««Página 263»». dejó una herencia que se pensó pudo alcanzar los 100.000 pesos. 456 Para los niveles de la Nueva Granada del siglo XVIII, eran éstas sumas importantes y sugieren que los principales importadores del puerto obtenían buenas ganancias. Aunque su presencia en Cartagena fortaleció los lazos comerciales con la madre patria, la cantidad de comerciantes españoles era reducida. Una petición presentada al virrey en 1763 enumeró treinta y tres, de los cuales identificó a veintiséis como miembros del "comercio de España" y a siete como comerciantes de Cartagena.457 Un registro de las contribuciones de los mercaderes a un préstamo para la corona enumera cuarenta y dos comerciantes en 1771, pero no distingue entre los miembros registrados como cargadores y los residentes. 458 Unos pocos años después, en 1774, una orden real declaró que sólo había un "pequeño número" de cerca de cincuenta matriculados en la Universidad de Cargadores. La comunidad mercantil de Buenos Aires, para hacer una única comparación, tuvo un crecimiento más vigoroso en este período, al pasar de cuarenta y cuatro comerciantes en 1744 a 145 en 1778. 459 LOS COMERCIANTES Y EL COMERCIO EN EL INTERIOR La relación que existía entre los comerciantes del interior de la Nueva Granada y los de Cartagena era similar a la que había entre éstos y los de Cádiz. Como principal fuente de las importaciones de artículos europeos, los comerciantes del puerto ocupaban una ventajosa posición dentro del sector más valioso del mercado colonial. Los mer««Página 264»». caderes de los principales centros del comercio interno dependían de ellos para abastecerse de importaciones extranjeras y en general también dependían de los 455 AHNC, Testamentarias de Bolívar, tomo 26, fols. 917-95. 456 Ibid., tomo 52, fols. 980-3. 457 AGI Consulados 321, Diputados del Comercio al Consulado, Cartagena, Abril 30, 1745; AGI Consulados 328, Joseph Antonio de Zavala al Consulado, Cartagena, junio 20, 1763. 458 AHNC Real Hacienda (Cartas), tomo 2, fols. 408-9. 459 Susan M. Socolow, The Merchants of Buenos Aires, 1778-1810: Family and Commerce (Cambridge, 1978), p. 13.

créditos que aquellos les concedían para sus negocios. En ocasiones viajaban a Cartagena para comprar importaciones con efectivo, pero era más corriente que las obtuvieran mediante envíos de los comerciantes del puerto, en prolongados créditos y con la promesa de pagar al proveedor en un plazo dado y a una tasa de interés determinada.460 Las importaciones se distribuían por varias rutas que comunicaban a Cartagena con el interior. Algunas llevaban directamente a las zonas mineras, y los mercaderes que abastecían tanto el área del Chocó como la provincia de Antioquia a veces lo hacían mediante comunicación directa con los comerciantes de Cartagena. O viajaban al puerto para comprarles las importaciones a sus mayoristas, o éstos enviaban representantes a las poblaciones y caseríos mineros, o hacían envíos de mercaderías a los mercaderes de provincia que actuaban como agentes suyos. Este comercio se podía hacer por el río Cauca pasando por Cáceres, pero para principios de la década de 1770 la ruta más habitual fue por vía del puerto de Nare sobre el río Magdalena, y luego por tierra hasta Medellín y Santa Fe de Antioquia, un duro viaje de unos veinte días. 461 Nare también era el punto de entrada para los mercaderes que iban a Antioquia desde las ciudades de la Cordillera Oriental como Bogotá, Tunja y otras, también con gran costo y muchas dificultades.462 Los comerciantes ««Página 265»». de Popayán también tenían contactos con la comunidad mercantil de Cartagena, a pesar de la gran distancia que los separaba. Hacían su comercio a través de Honda y a lo largo del río Magdalena, o por el camino real que llevaba a Bogotá, Tunja y Pamplona, y de allí a la costa. Sin embargo, el punto más importante para la distribución interna de las importaciones y el mayor centro mercantil del interior era Bogotá, situada estratégicamente en el área más poblada de la colonia. 463 Los comerciantes de Bogotá, como los de otras ciudades del interior, por lo general dependían de los mayoristas de Cartagena para las remesas de 460 La inexistencia de los archivos notariales de Cartagena durante este período hace imposible el empleo de los contratos mercantiles como medio para rastrear las relaciones comerciales entre el puerto y el interior. Hay, sin embargo, ocasionales indicaciones sobre su naturaleza en contratos comerciales hallados en otras fuentes. Véase, por ejemplo, AHNC Consulados, tomo 4, fols. 962-4; Biblioteca Luis Angel Arango (Bogotá), Documentos relativos a amonedación y fisco en la Colonia, Ms. 118. 461 El mejor estudio sobre las rutas internas de transporte lo hace West, Colonial Placer Mining, pp. 112-30. 462 Para una descripción contemporánea de las rutas comerciales de Antioquia en 1786, véase Silvestre, Relación, pp. 116-26; una gráfica relación de las dificultades que afectaban el transporte en Antioquia también se encuentra en Twinam, Miners, Merchants and Farmers, pp. 82-6. 463 Una indicación sobre el tamaño y recursos de la comunidad mercantil de la capital, comparados con los de otras ciudades importantes, se puede percibir en las contribuciones que hicieron al donativo de 1793. Véase Papel Periódico de Santafé de Bogotá, no. 99, pp. 371-2, no 116, pp. 505-6, no. 102, pp. 395-6, no. 158, p. 844, para las contribuciones de los comerciantes de Santa Fe, Popayán, Honda y Mompós.

mercaderías importadas. Al actuar como comerciantes por su propia cuenta o como agentes de los mayoristas de Cartagena, recibían las mercancías del puerto, por lo general a un crédito de entre seis meses y un año, y hacían arreglos para el envío de lingotes o monedas al vencerse el plazo. Luego vendían las mercaderías en sus tiendas de la capital al por mayor o al menudeo, o hacían pequeños envíos a mercaderes en otras ciudades del interior, a menudo extendiendo una cadena crediticia que empezaba en Cádiz. No existe un estudio sobre los comerciantes de Bogotá, pero la naturaleza de los negocios que entablaban y la manera como los conducían pueden percibirse en algunos ejemplos extraídos de los contratos que registraban comerciantes de importancia ante los notarios de la capital. Manuel Díaz de Hoyos, un español emparentado con familias aristocráticas de Cartagena, fue un miembro notable de la comunidad mercantil de Bogotá durante la segunda mitad del siglo XVIII. Por ««Página 266»». cerca de cincuenta años ejerció su comercio en la capital, y para la década de 1790 se había convertido en un muy respetado ciudadano y en capitán de la milicia montada de la ciudad.464 Durante sus primeros tiempos en Bogotá actuó como agente de la marquesa de Valdehoyos, residente en Cartagena, propietaria de grandes haciendas y especuladora en el tráfico de esclavos. En 1760 aparece Díaz de Hoyos en los registros notariales declarando un préstamo de 6.000 pesos oro hecho a un comerciante venezolano en nombre de la marquesa, y que debía pagársele a ella con grandes cantidades de cacao. 465 En 1770 sus contratos muestran que, además de disponer de más de 20.000 pesos en mercancías de su almacén en Bogotá, también prestó 300 pesos oro al recién nombrado gobernador de la provincia de los Llanos para cubrir sus gastos. 466 Después, los préstamos en dinero adquieren más importancia en los registros: en 1780 se encontraban entre sus deudores varios comerciantes y miembros de la administración, quienes en total admitieron deudas por más de 5.000 pesos, a intereses del 6%. 467 En 1784 también le prestó 5.300 pesos a un propietario de minas y esclavos del Chocó, que se estipulaba debían ser pagados en oro de esa región. 468 Durante la década de 1790 invirtió grandes sumas en el comercio directo con Cádiz. En 1791 les facilitó 300.000 pesos a dos comerciantes, Bernardo Gutiérrez y Luis Merino, para que organizaran en su nombre un negocio de importaciones de Cádiz. 469 Para 1797 sostuvo que aquellos lo habían defraudado y que estaba al borde de la ruina total. Sin embargo, sus días como comerciante no habían terminado: en 1800 los comerciantes de la capital reconocieron haber recibido de Díaz de Hoyos cerca de 464 AHNC Consulados, tomo 3, fol. 171. 465 AHNC Notaría Primera, tomo 191 (1760), fol. 772. 466 Ibid., tomo 201 (1770), fols. 248-9, 297, 300, 308-9. 467 Ibid., tomo 205 (1780), fols. 99-100, 175-6, 233-4. 468 Ibid., (1790), fols. 84-5. 469 AHNC Consulados, tomo 3, fols. 171-5.

300.000 pesos en mercancías.470 ««Página 267»». Los documentos notariales también registran las actividades de otros comerciantes de Bogotá con negocios de un nivel más modesto, y que distribuían mercancías importadas entre los mercaderes de provincia que iban a la capital, así como entre otros de la ciudad. Así por ejemplo, Ventura de la Peña registró en 1770 algunos créditos en artículos importados que había concedido a unos mercaderes de las ciudades de Vélez e Ibagué. Estas deudas debían ser canceladas en un plazo de nueve meses, en parte en monedas de oro y en parte en telas de fabricación local que podía revender en la capital.471 Era esa sólo una fracción de sus negocios. Para 1780 sostuvo que tenía un capital de 30.000 pesos, de los cuales se le debían 25.000 en deudas comerciales pendientes. El resto consistía en 4.000 pesos en moneda y 1.000 en láminas de oro y plata. 472 Otros contratos registran los nombres de muchas otras personas dedicadas a la distribución de importaciones europeas en el interior, generalmente mediante remesas a los mercaderes de provincia con el compromiso de un pago futuro (generalmente un año después) en moneda de oro o plata, o en productos de la región de los beneficiarios. 473 Entre los demás comerciantes españoles de importancia en la capital estaban Vicente Rojo y Pedro Ugarte, que fueron regidores del cabildo en los años anteriores a 1810. Además de sus negocios con mercancías importadas, ambos, como Díaz de Hoyos, estaban involucrados en el préstamo de grandes sumas a otros comerciantes y funcionarios. 474 ««Página 268»». El comercio de importaciones de Europa era, sin embargo, sólo parte del que se realizaba en Bogotá. Un informe oficial de 1761 sobre la administración y rendimiento de la alcabala de la capital muestra que de lejos la mayor cantidad de artículos que pagaban impuestos consistía en "géneros del Reino", o productos de la economía doméstica. Las importaciones de Europa sumaban 400 cargas de mercancías, así como 2.000 jarras de vino, pescado, aceitunas y aceite de oliva, y 470 AHNC Notaría Segunda, tomo 198 (1800), fols. 228-32, 285-7. 471 AHNC Notaría Primera, tomo 201 (1770), fols. 189-90, 413. 472 AHNC Notaría. Segunda, tomo 161 (1780), fol. 163. 473 Los archivos notariales están repletos de contratos relativos a esta clase de negocios. Los ejemplos en los que se basan las afirmaciones anteriores proceden de AHNC Notaría Primera, tomo 191 (1760), fols. 298-9, 358-9; tomo 201 (1770), fols. 5-6, 21-2, 68, 90-1, 143, 201, 218, 220, 294; tomo 205 (1780) fols. 70-1, 80-1, 304, 421-2; tomo 228 (1810), fols. 26, 27, 38, 62, 156, 172-3, 188, 199, 232, 252, 267-70, 375-6.

474 . AHNC Notaría Primera, tomo 201, fol. 147, tomo 161, fol. 86 (1790), fols. 26-34, 253-4, tomo 228 (1810), fols. 131, 208, 251; Notaría Segunda, tomo 198 (1800), fols. 5-6.

395 barras de hierro. Aquellas 261 cargas consistían en "géneros nobles" y textiles, sobre todo lienzos, tejidos de lana, sedas y sombreros; las otras 139 cargas eran una miscelánea de artículos, en general varias clases de mercería, cera, papel, pimienta de Castilla y tabasco, canela, cominos y quincallería. El volumen de los productos domésticos que ingresaban a la capital era más de setenta veces mayor, y llegaba a las 19.300 cargas. Casi tres cuartas partes de este volumen consistía en melaza, que por sí sola representaba 13.900 cargas. El resto era azúcar, tabaco, cacao, y anís (2.500 cargas), lienzos domésticos, camisas y frazadas de Tunja, y tejidos de lana de Quito (más de 2.500 cargas), así como artículos diversos tales como jabón, cuero, sandalias de cuero, sebo, pabilos y muchos alimentos (arroz, conservas, quesos, tortas de miel y de queso, garbanzos, ajo y pescado salado). En 1761, cerca de 1.600 reses y 4.500 cerdos coparon la demanda de carne de la ciudad. La mayor parte del comercio de productos domésticos lo hacía sin duda una multitud de pequeños mercaderes que vendían sus mercancías en el mercado de la ciudad o a través de las pequeñas tiendas minoristas conocidas como pulperías, o simplemente en las calles. De sus vidas y actividades no sabemos prácticamente nada: los pequeños comerciantes de la Nueva Granada colonial esperan aún a su historiador. Un hecho es obvio, sin embargo. Las ganancias de sus transacciones eran mucho menores que las producidas por las importaciones. De hecho, aunque éstas eran sólo una fracción del volumen de mercancías vendidas en la capital, su valor era mayor que el de los productos domésticos. De más de medio millón de ««Página 269»». pesos en mercaderías que pagaban el impuesto de venta, las importaciones se avaluaron en 281.000 pesos y aquellos en 240.000. 475 Según escribía en 1789 el administrador de las aduanas en Bogotá, no había una demarcación clara entre los mayoristas y los minoristas. Al quejarse de las dificultades que tenía para cobrar la alcabala, observó que "hasta los mercaderes de la mejor clase venden pequeñas cantidades de mercaderías de sus almacenes, hasta la cantidad o valor de un cuartillo, la menor denominación de la moneda en este país". 476 Sin embargo, aunque los comerciantes de la "mejor clase" estaban dispuestos a tratar en un nivel mezquino, durante principios de la década de 1780 empezaron a reclamar la paridad de oportunidades y de condiciones con sus homólogos de Cartagena. En un principio las peticiones de los comerciantes de la capital fueron modestas. En 1785, el representante nombrado por los "diputados y otros individuos del comercio de Bogotá" anotó que sus clientes estaban en constante contacto con Cádiz y otros puertos españoles autorizados para el comercio colonial, de donde pedían mercaderías para revender en la ciudad, lugar de su residencia. Por esta razón, le pedían al virrey que estas importaciones llegaran directamente a la capital sin demora o interferencia de la aduana de Cartagena. El virrey, dispuesto 475 AHNC impuestos varios (Cartas), tomo 26, fols. 237-42. 476 AHNC Aduanas (cartas), tomo 3, fols. 921-7. Cita del fol. 921.

a tomar cualquier medida para estimular el comercio, accedió a su demanda. 477 Sin embargo, el número de comerciantes que firmaron la petición sugiere que éstos eran todavía un grupo muy pequeño. Sólo once lo hicieron, la mayor parte españoles peninsulares que se identificaron como "individuos del comercio de esta ciudad con las de Cartagena, Cádiz y otros puertos del Reino Español".478Evidentemente, la mayor parte de los comerciantes del interior aún dependía de Cartagena y rara vez trataba directamente con los proveedores de la España metropolitana. ««Página 270»». La relativa debilidad de la comunidad mercantil de Bogotá se hizo más patente en 1796 cuando, en respuesta a la creación de un consulado en Cartagena, los comerciantes de la capital pidieron el establecimiento allí de un consulado separado que sería del todo independiente del puerto y con jurisdicción sobre las provincias del interior. Como cerca de treinta y cuatro comerciantes "que emplean su capital en el comercio con España" y un número igual de comerciantes "que compran aquí y en Cartagena" apoyaron la petición, es claro que la comunidad mercantil de Bogotá había crecido y se había fortalecido. 479 No obstante, el virrey Ezpeleta se negó a reconocer su igualdad con los de Cartagena. "Es bien sabido", observó contundente, que el comercio del Reino de la Nueva Granada con la metrópoli y otras colonias de América se hace sobre todo por el puerto de Cartagena, donde se congregan los verdaderos comerciantes que reciben las mercaderías por su cuenta, y de allí las distribuyen en las provincias del interior, donde generalmente hay agentes y minoristas que las revenden de segunda y tercera mano. 480 LOS COMERCIANTES DE CARTAGENA EN LA ÉPOCA DEL COMERCIO LIBRE Tras la introducción del comercio libre, la mayor libertad para comerciar con España trajo algunos nuevos hombres a los negocios neogranadinos, sobre todo a la comunidad mercantil de Cartagena. El cambio más patente en ella fue la llegada de los catalanes con grandes importaciones de aguardiente, inmediatamente después del decreto.481 Una década después, en 1789, los catalanes que "trafican ««Página 271»». 477 AHNC Aduanas, tomo 20, fol. 779 478 Ibid., fol. 779. 479 AHNC Consulados, tomo 2, fols. 1004-27. 480 AGI Santa Fe 957, el virrey Ezpeleta a Diego de Gardoqui, Santafé, julio 19, 1796. 481 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, abril 30, 1779.

y comercian en esta ciudad" organizaron sus propia contribución a las celebraciones por el ascenso al trono de Carlos IV, señalando con ello que se habían convertido en un grupo homogéneo y bien asentado. 482 Se siguieron especializando en el aguardiente, y sus coétanos atribuyeron su éxito económico al hecho de que estaban dispuestos a pasar del negocio de las importaciones a la venta directa al por menor en tiendas y puestos de la ciudad. 483 La participación catalana en el comercio de Cartagena era parte de un aumento más amplio de la comunidad mercantil. Una lista de los débitos acumulados por la administración de aduanas local entre 1789 y 1790 incluye 175 personas, de las cuales cuarenta y nueve habían desaparecido, muerto o estaban insolventes. 484 No todos estos deudores eran necesariamente comerciantes, pero aun si permitimos un margen de error, la cifra sugiere un considerable aumento en el número de mercaderes que operaban en el puerto. Sin embargo, otra evidencia indica que el número de "comerciantes al por mayor" que se hacían cargo de buena parte de las importaciones seguía siendo reducido. Las listas de quienes asistieron a las reuniones de comerciantes en 1780 y 1786 sólo mencionan a cincuenta individuos.485 Durante principios de la década de 1790 el número de estos comerciantes era casi el mismo. Las listas de los donantes a la corona en 1793 identifican a cuarenta y seis de ellos quienes, en cuanto miembros del comercio de Cartagena y del cabildo de la ciudad, hicieron pagos conformes a su posición.486 Un censo de 1795 registró los nombres de cerca de cincuenta y tres comerciantes, junto con cincuenta y nueve asociados o empleados que

««Página 272»». fueron censados en la misma dirección y que eran parientes de los patrones o de algún otro miembro de la comunidad mercantil.487 Dentro de este grupo dedicado al comercio con España parece haber tenido lugar una gran rotación de personal. De los cuarenta y dos comerciantes nombrados en 1771, sólo once permanecían en Cartagena en 1786. Asimismo, de los cincuenta y tres registrados por el censo de 1795, sólo dieciocho habían tenido negocios en el puerto diez años antes. Esta pauta continuó durante la década siguiente. Para 1808, menos de la mitad de los comerciantes nombrados en el censo de 1795 482 AHNC Historia Civil, tomo 18, fols. 346-9, 357-8. 483 Hay una completa relación del comercio catalán de aguardiente en Gilma Mora de Tovar, "El comercio de aguardientes catalanes en la Nueva Granada (siglo XVIII)", Boletín Americanista, no. 38 (1988), pp. 209-26. 484 AHNC Aduanas, tomo 12, fols. 733-42. 485 AHNC Consulados, tomo 5, fols. 68-9, 84-6, 91-3; AHNC Comercio, tomo I, fol. 39. 486 Papel Periódico de Santafé de Bogotá, no. 107, fols. 435-6 (septiembre 13, 1793); no. 186, fol. 1068 (abril 3, 1795).

487 AHNC Censos de varios departamentos, tomo 6, fols. 73-6.

residían todavía en la ciudad y figuraban como miembros de la comunidad. 488 Pero no hay duda de que los comerciantes ocupaban una alta posición en el puerto, lo que se reflejaba en su dominio del cabildo. En 1793, por ejemplo, por lo menos nueve de sus catorce funcionarios eran comerciantes. 489 Bajo los términos del Reglamento de comercio libre, a los españoles nacidos en América, o criollos, se les permitía comerciar con España en pie de igualdad con los peninsulares. No sólo se les acordaron los mismos derechos para importar mercancías de España por su cuenta, sino que también podían fletar barcos para tratar independientemente con los puertos autorizados de la metrópoli. 490 Pero en la práctica existía oposición a su participación en el comercio ultramarino de la Nueva Granada; mientras fue ministro para la Indias José de Gálvez, la política oficial trató de restringir a los comerciantes criollos al comercio interno, mientras los peninsulares se hacían cargo del tráfico trasatlántico. 491 Algunos criollos trataron ««Página 70»». no obstante de introducirse en la élite mercantil: Igancio de Pombo, por ejemplo, fue un nativo de Popayán que entró a las filas del comercio de España y se convirtió en importante figura de la comunidad comercial cartagenera durante los últimos años del gobierno colonial. Pero fue un personaje excepcional. En Cartagena, como en el resto de América, las prácticas del comercio trasatlántico apuntalaban el dominio peninsular. Con su enfásis en operaciones de crédito convenidas a través de grandes distancias en una época de comunicaciones lentas y de complicados y largos períodos de elaboración, el comercio colonial dependía en gran parte de las relaciones personales y de la confianza mutua entre los comerciantes. Cualquier casa comercial que enviara mercaderías de España a un agente en la colonia dependía en gran medida de su juicio, eficiencia y honestidad. El incumplimiento de un agente podía arruinar a su patrocinador, porque la recuperación de una deuda acarreaba dilatados y costosos trámites judiciales que podían lesionar la reputación y la liquidez de un comerciante. Los españoles tenían entonces poderosas razones para emplear miembros de su familia o compatriotas como socios y agentes. 492 No sólo era factible que estos paisanos inspiraran más confianza, sino que las leyes españolas ofrecían más garantías contra el dolo. Todos los comerciantes que partían de España como agentes, comisionados con mercancías para dar a crédito, tenían que presentar 488 La información sobre la comunidad mercantil en 1808 procede de una lista de contribuyentes al donativo real de ese año. AHNC Abastos, tomo 9, fols. 613-17.

489 Papel Periódico de Santafé de Bogotá, no. 186, abril 3, 1795, p. 1068. 490 Para los reglamentos que regían la participación americana en el comercio español, véase Antúñez y Acevedo, Memorias históricas, pp. 296-305.

491 Para una declaración directa de José de Gálvez sobre esta política, véase Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia 1810-1930 (Medellín, 1958), pp. 44-5.

492 . Véase Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, p. 111.

fianzas de garantes y pagar 500 ducados de vellón si no regresaban a España para cancelar sus deudas en el plazo dado. 493 La comunidad mercantil de Cartagena era entonces un cuerpo compuesto sobre todo por inmigrantes peninsulares que mantenía contactos estrechos con España y cuyas relaciones comerciales a menudo estaban reforzadas por las de parentesco. El comercio libre también dejó casi intactas las prácticas básicas que regían con anterioridad. Aunque pudo haber un aumento en el ««Página 274»». número de fletadores y de comerciantes que viajaron al puerto para vender importaciones o comprar productos neogranadinos, los principales mercaderes de Cartagena siguieron actuando sobre todo como agentes y comisionados de las firmas españolas. Las cartas que Juan Antonio Valdés incluyó en su cuaderno de 1796 y 1797 contienen muchos ejemplos de éstas y otras clases de negocios. 494 Valdés era agente de varias firmas peninsulares; recibía mercaderías y remitía las ganancias con comisiones de entre el 5 y el 6%. También hacía sus propias operaciones comerciales, y esta combinación era sin duda la regla entre los mayores comerciantes de Cartagena. Los negocios independientes producían mayores ganancias, pero también ocasionaban mayores riesgos. De manera que al emplearse, regular u ocasionalmente, como agentes para las casas de Cádiz, los comerciantes de Cartagena ganaban comisiones que complementaban sus capitales y al mismo tiempo los protegían contra pérdidas totales. Entretanto seguía vigente la antigua ruta entre Cartagena y Cádiz por vía de La Habana. Los ricos comerciantes de Cartagena manejaban sus negocios de importación y exportación a través de una cadena mercantil que habitualmente usaba letras de cambio para facilitar el comercio, con el aval del flujo de oro de la Nueva Granada. Los pagos en oro no eran, sin embargo, la única forma de abonarlo debido. Si confiaban ante todo en el comercio de importaciones, invertían también entonces en los productos de exportación que les ofrecían posibilidades de lucro en los mercados ultramarinos.495 Sin embargo, como hemos visto, el comercio de productos agrícolas y de materias primas siguió siendo sólo un pequeño elemento en el balance comercial de la Nueva Granada, que todavía dependía en gran parte de las remesas de oro. La comunidad mercantil de Cartagena siguió por lo tanto siendo pequeña, concentrada en las importaciones más que en las exportaciones, y en consecuencia

493 Este período se fijó en tres años en 1778. Véase AGI Indiferente General 2412, el Presidente de la Contratación a Gálvez, Cádiz, julio 7, 1778.

494 Archivo de la Academia Colombiana de Historia (Bogotá): Borrador de cartas, no. 4. 495 . René de Pedraja Toman, "Aspectos del comercio de Cartagena en el siglo XVIII", ACHSC, vol. 8 (1976), pp. 107-25.

««Página 275»». con una injerencia muy limitada en la totalidad de la economía de la Nueva Granada. EL CONSULADO DE CARTAGENA. El proceso que llevó a la fundación del consulado de Cartagena empezó en 1789, cuando los representantes de los comerciantes del puerto reclamaron por primera vez el derecho de tener un consulado independiente. Adujeron dos razones principales para establecerlo: en primer lugar, que el volumen de negocios en Cartagena había crecido hasta el punto de que se necesitaba una corte mercantil independiente para encargarse de los crecientes litigios comerciales; en segundo lugar, y apoyados por el virrey, sostuvieron que el consulado jugaría un importante papel en la promoción del desarrollo económico de la colonia y en la colaboración con las autoridades para combatir el aumento del contrabando. 496 Esta iniciativa no reflejaba ningún fresco dinamismo de la comunidad mercantil. Los comerciantes de Cartagena, como sus homólogos en otras partes, actuaron sabiendo que la corona se proponía implementar los planes expuestos en el Reglamento de 1778 de establecer una serie de nuevos consulados, y su propuesta era simplemente una entre otras similares hechas por grupos de mercaderes en varios puertos americanos durante la década de 1780. En 1785 y 1786 se les permitió establecer consulados a los puertos españoles de Málaga, Alicante, La Coruña y Santander, y como otros comerciantes en las Américas anticipaban parecida acción en las colonias,497 los de Cartagena estaban ansiosos por asegurarse de que también los tuvieran en cuenta. En 1792, poco después del nombramiento de Diego de Gardoqui como Ministro de

««Página 276»». Indias, al igual que los comerciantes de La Habana, Caracas y Buenos Aires, repitieron su petición.498 Esta vez fue concedida y, en 1795, se promulgó una orden real determinando los reglamentos para el funcionamiento del consulado en Cartagena.499 496 AGI Santa Fe 957, "Reglas que se proponen por los Diputados de Cartagena", febrero 28, 1789; ibid., Gil y Lemus a Valdés, Cartagena, marzo 15, 1789.

497 Manuel Nuñes Dias, El Real Consulado de Caracas (Caracas, 1971), pp. 202-5. 498 German Tjarks, El Consulado de Buenos Aires, 2 vols. (Buenos Aires, 1962), vol. I, p. 56; AGI Santa Fe 957, Manuel de Rodrigo y Espinosa a la corona, julio 16, 1792. 499 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consulado de Cartagena de Indias, junio 14, 1795.

Para fines de 1795 el consulado inició labores, operando bajo las mismas normas básicas que regían a los otros consulados creados poco antes en América. 500 Los participantes en el comercio ultramarino de la colonia tuvieron el derecho de elegir anualmente representantes en un tribunal con jurisdicción legal sobre los asuntos comerciales en' toda la Nueva Granada, incluida la audiencia de Quito. En el primer año de su existencia, la corona escogió a sus funcionarios. En los siguientes, los principales oficiales convocaron una junta general compuesta por todos los mayoristas y minoristas activos en el comercio exterior, junto con fletadores que habían pagado el impuesto de avería por su cuenta, y todos los comerciantes habilitados que habían vivido por lo menos cinco años en cualquier población o ciudad donde existía una delegación del consulado. 501 Estos elegían entonces personas para los cargos vacantes en el cuerpo administrativo, entre los cuales el de un magistrado, dos cónsules, un síndico y nueve consejeros. Los funcionarios de tiempo completo —el secretario, el tesorero y el contador— eran nombrados por la corona. Los estatutos originales del consulado requerían que sus funcionarios fueran comerciantes de notable solvencia financiera, respeta««Página 277»». dos y reconocidos como destacados miembros de la comunidad mercantil. Los representantes de los comerciantes de Cartagena fueron más específicos. Recomendaron que los cargos por elección se reservaran para comerciantes con un capital activo de más de 16.000 pesos, minoristas con un capital activo mínimo de 10.000 pesos, y propietarios de barcos de no menos de cien toneladas, capaces de travesías ultramarinas.502 Los funcionarios del consulado tenían dos funciones principales. Por un lado, el magistrado y dos cónsules actuaban como corte responsable para tratar asuntos comerciales y litigios mercantiles. El tribunal de justicia se reunía a intervalos regulares para oír los casos presentados por los comerciantes respecto a transacciones comerciales, bancarrotas, el manejo de los testamentos de sus miembros, la constitución y liquidación de compañías, y así sucesivamente. Esta era para los jueces una dispendiosa responsabilidad, y no todos los comerciantes estaban preparados para dedicarle tiempo. Juan Antonio Valdés, por ejemplo, solicitó que se le dispensara de ejercer un cargo porque, según dijo, las reuniones y juntas del consulado lo ocuparían la mitad de la semana, obligándolo a

500 . Estos reglamentos están explicados en detalle por Nuñes Dias, El Real Consulado de Caracas, pp. 234-77, y por Ralph Lee Woodward, Class Privilege and Economic Development, The Consulado de Comercio de Guatemala 17931871 (Chapel Hill, 1966), pp. 9-20. 501 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consualdo de Cartagena de Indias, artículo XLV.

502 AGI Santa Fe 957, Extracto de las reglas formadas por los comerciantes de Cartagena... para gobierno del consulado que pretenden establecer. Artículo 1.

descuidar sus asuntos privados.503 Para acelerar el despacho de los litigios comerciales fuera del puerto, el consulado estaba también autorizado para nombrar delegados en las ciudades del interior, y en 1796 presentó a la corona una lista de veintiún oficiales situados en todas las principales ciudades de la Nueva Granada, incluso en el Istmo de Panamá y en Guayaquil, el principal puerto de la audiencia de Quito. 504 Estas personas representaban al consulado en las provincias y tenían las mismas funciones que el consulado desempeñaba en Cartagena. Ni el tribunal ni sus delegados tenían el derecho de oír ««Página 278»». apelaciones. Estas se presentaban ante el Tribunal de Alzadas, una corte organizada por el gobernador de Cartagena y por el juez de la audiencia de Bogotá en consulta con los litigantes involucrados en cualquier caso de apelación. La segunda función general del consulado era formar una junta de gobierno compuesta por funcionarios elegidos o de tiempo completo que se reunía dos o tres veces al mes para estudiar los medios más apropiados de estímulo a la actividad económica de la colonia.505 Se le dieron concretamente las responsabilidades de construir y mantener un camino transitable entre la capital y el puerto ribereño de Opón, de fabricar embarcaciones aptas para navegar en los ríos Magdalena y Cauca, y de mejorar los canales en esos ríos. Se le encargó adicionalmente iniciar la navegación durante todo el año en el canal del Dique, un canal tributario del Magdalena que permitía la comunicación directa entre éste y el puerto de Cartagena.506 Para financiar éste y otros proyectos, se le dio al consulado el privilegio de recaudar una avería, impuesto de un medio por ciento sobre todas las mercancías importadas y exportadas por los puertos de sus jurisdicción. Iniciado bajo una oleada de retórica optimista y de encomiables intenciones, el consulado falló en generar cualquier entusiasta compromiso de los comerciantes con sus objetivos más generales. Fue en la práctica una institución limitada estrechamente a un reducido grupo de comerciantes predominantemente españoles que simplemente se rotaban entre ellos sus cargos. En las reglas formuladas por la corona, se habían tomado precauciones para que el tribunal no cayera en manos de una pequeña y perpetua camarilla que pudiera usarlo para su propio provecho. Se seleccionaba por lo tanto a los funcionarios mediante un complicado procedimiento, bajo reglamentos encaminados a garantizar que estuvieran relacionados entre sí. ««Página 76»». 503 AGI Santa Fe 957, Juan Antonio Valdés a Diego de Gardoqui, octubre 31, 1795 504 AGI Santa Fe 957, el Consulado a Gardoqui, abril 30, 1796. 505 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consulado, artículos XXI, XXII. 506 Ibid., artículo XXIII.

Sin embargo, para 1799 el consulado le pidió a la corona liberalizarlos, basándose en que la red de relaciones que unía a los comerciantes de Cartagena hacía imposible que se cumplieran.507 Desempeñar un cargo en el consulado se convirtió entonces en algo así como un asunto de familia, en el cual los lazos de sangre y de matrimonio reforzaban la identidad de los intereses económicos. En los diez años sobre los que existen registros de las elecciones, hubo 116 cargos disponibles.508 Estos los ocuparon setenta personas diferentes, de las cuales treinta y seis desempeñaron cargos sólo una vez, mientras que las ochenta posiciones restantes fueron ocupadas por treinta y cuatro personas que trabajaron en varias posiciones y en diversas ocasiones. Lo común fue entonces que una persona ocupara un cargo dos veces, a veces tres, reflejando así la tendencia del comercio ultramarino a concentrarse en las manos de un pequeño grupo de comerciantes peninsulares en Cartagena. Esta camarilla no estaba del todo aislada de la sociedad colonial, a pesar de su composición abrumadoramente peninsular, porque los españoles se casaban en la sociedad criolla, sobre todo en Cartagena, donde establecían lazos con la élite terrateniente local. Pero los comerciantes de Cartagena no tenían relaciones sólidas con las élites criollas del interior. Muy identificada con los vaivenes del comercio trasatlántico español y dependiente de él, la clase mercantil de Cartagena era esencialmente una comunidad encerrada, compuesta sobre todo por peninsulares que no participaban y carecían en gran medida de conexiones con la política del país fuera de los límites del puerto. Más cerca por mar de España que de muchos sitios en el interior del virreinato, ocupaban una posición marginal dentro de la sociedad colonial, en la que se lucraban gracias a su papel de intermediarios comerciales, pero a cuya vida económica y social contribuían muy ««Página 280»». poco. Cuando el sistema del comercio colonial español empezó a desmoronarse bajo las presiones de la guerra internacional entre 1796 y 1808, este divorcio del resto de la sociedad neogranadina y de los intereses de los criollos los habría de convertir en blanco de crecientes críticas y enemistades.

««Página 283»». Parte III La política del colonialismo borbón: reconstruyendo el Estado colonial 507 AGI Santa Fe 959, el Consulado al Secretario del Estado, Cartagena, noviembre 1, 1799. 508 Estos años fueron 1795, 179'/ a 1801, y 1804 a 1808. Los resultados de las elecciones en estos años se encuentran registrados en AGI Santa Fe 958, 959, 960.

RENOVACIÓN: EL ESTABLECIMIENTO DEL VIRREINATO De la anterior relación del comercio de la Nueva Granada durante el siglo XVIII, es obvio que la reforma económica borbónica fracasó en la transformación de su comercio y en la reconfiguración de su economía. Durante la mayor parte del siglo, el comercio creció con mucha lentitud y la economía de la región siguió orientándose más hacia la autosuficiencia que hacia las exportaciones. Incluso después de la introducción del comercio libre, que permitió la expansión del intercambio con España durante la década de 1780, el crecimiento de las exportaciones fue escaso y los extranjeros continuaron compitiendo efectivamente con los españoles en el comercio de importación. El mercantilismo borbónico no incrementó entonces significativamente la explotación de la región, ni estrechó mayor cosa los vínculos económicos entre la Nueva Granada y la metrópoli. Sin embargo, los ajustes en la política económica fueron sólo una de las maneras mediante las cuales el imperialismo español incidió en la Nueva Granada durante el siglo XVIII. Tras la sucesión borbónica, Madrid supervisó más de cerca la administración de la región y el gobierno de Felipe V inició una serie de reformas que, a lo largo del siglo, intentaron fortalecer la autoridad de la corona, mejorar sus defensas contra los ataques externos y obligar a sus súbditos coloniales a sufragar en mayor medida los costos del imperio. Para investigar el origen de tales reformas y medir su impacto, debemos volver al principio del siglo XVIII, cuando Felipe V dio el primer paso hacia ««Página 284»». la reorganización del gobierno del territorio al incorporarlo dentro de una nueva entidad política, el virreinato de la Nueva Granada.

AUGE Y CAÍDA DEL PRIMER VIRREINATO De todas las primeras medidas de los Borbones para revitalizar el dominio de España sobre sus colonias, la fundación del virreinato de la Nueva Granada fue la más notable, pues creó el primer virreinato nuevo americano desde mediados del siglo XVI. Para comprender por qué la Nueva Granada fue objeto de tan especial atención, deben tomarse en cuenta varios factores. El más importante fue la inusual crisis que ocurrió en 1715 en el seno del gobierno de la Nueva Granada, un acontecimiento que significó para las autoridades de Madrid una clara advertencia de que ésta era un área agitada y problemática del imperio. La visita de Alcedo y Sotomayor (1695-8), la caída de Cartagena en manos de los franceses en 1697 y el consiguiente fracaso de la inspección de Alcedo ya habían revelado una generalizada negligencia de la administración colonial, así como preocupantes debilidades en sus defensas. A estos problemas, sin resolver por la Guerra de Sucesión al trono de España y que pronto resurgieron, tuvo que enfrentarse la monarquía de los Borbones. En septiembre de 1715, tres oidores de la audiencia de Bogotá depusieron al presidente y capitán general de la Nueva Granada, Francisco de Meneses, y en un extraordinario golpe de Estado lo pusieron bajo arresto, confiscaron sus propiedades y lo enviaron de su palacio en la capital a una prisión en Cartagena.509 En justificación ««Página 285»». de su acción, los oidores sostuvieron que Meneses había creado una especie de Estado policial en Bogotá. Afirmaron que había elevado a los soldados comunes 509. Breves recuentos del derrocamiento de Meneses se encuentran en José Antonio Plaza, Memorias para la historia de la Nueva Granada, desde su descubrimiento hasta el 20 de julio de 1810 (Bogotá, 1850), p. 287; José Manuel Groot, Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, 2 vols. (Bogotá, 1956 ed.), vol. 2, pp. 11 a 21; Sergio Elías Ortiz, Nuevo Reino de Granada: Real Audiencia Presidentes de Capa y Espada, 16541719; Historia extensa de Colombia, vol. III. tomo 3 (Bogotá, 1966), pp. 229 a 232.

de su palacio "casi a la par con los ministros reales, por la autoridad que les ha otorgado...", y que había producido tal atmósfera de temor y recelo que nadie "al ver un soldado no siente temor de ser emplazado o capturado por orden del mencionado presidente".510 Para legitimar el golpe, los oidores también difundieron el rumor de que tenían "una orden muy secreta y especial de Su Majestad", autorizándolos para actuar contra Meneses.511 Al investigarse, sin embargo, el conflicto entre el presidente y sus colegas jueces de la audiencia, se demostró hasta qué punto estaba subordinada la autoridad de la corona a intereses locales y personales. Cuando primero llegó a la Nueva Granada en 1711, Meneses tenía grandes deudas con la compañía de asiento francesa, a causa de empréstitos que ésta le había hecho cuando fue anunciado originalmente en 1707 su nombramiento en la presidencia de la Nueva Granada. Bajo la presión de pagar sus deudas, tuvo que entrar en arreglos financieros con dos comerciantes españoles de Cartagena, mientras usaba su autoridad en Bogotá para obtener pagos a cambio de favores políticos. Esto hubiera podido pasar desapercibido, de no ser por el genio irascible de Meneses, su descuido en cultivar a los demás magistrados de la audiencia y su participación en una disputa con una prominente familia criolla en relación con el acceso a puestos públicos. La familia Flórez de Bogotá, desde hacía tiempo con gran poder en la burocracia, usó su influencia para manipular rivalidades dentro de la audiencia y fraguar la caída de Meneses. 512 ««Página 286»». 510 AGI Escribanía de Cámara 818A, "Quaderno principal de los autos obrados sobre el retiro y prisión del señor don Francisco de Meneses," fols. 1-2, septiembre 25, 1915. 511 AGI Santa Fe 367, "Copia del informe que hace al Rey... la parte del clero de la ciudad de Santafé sobre la deposición de D. Francisco de Meneses." 512 Germán Comenares, "Factores de la vida política: el Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII (1713-1740)", en Manual de Historia de Colombia, vol. I, pp. 397 a 402. El derrocamiento de Meneses puede también haber sido parte de conflictos mayores relacionados con las ganancias del comercio de contrabando en la Nueva Granada, que en 1711 habían precipitado un pleito entre el gobernador de Cartagena y los ciudadanos principales de Mompós: véase Fals Borda, Historia doble de la costa, vol I, pp. 88A-92A.

El golpe palaciego de 1715 fue factor importante para persuadir a la corona de la necesidad de reformar el gobierno de la Nueva Granada. La primera reacción de Madrid se produjo en 1716, cuando el Consejo de Indias comisionó a Antonio Cobían Valdés, en cuanto oidor elegido de la audiencia de Bogotá, para investigar el asunto y, en el término de dos meses, formular las acusaciones necesarias. Si encontraba al depuesto presidente culpable de cualquier crimen grave, como "sedición, traición o cosa similar", entonces Meneses debía permanecer en prisión; de lo contrario, los oidores que lo habían depuesto debían ser arrestados y reemplazados por dos abogados decanos, y Meneses restituido en su puesto. 513 Cobían no completó su misión en el tiempo asignado; Meneses, de hecho, todavía estaba en prisión en 1718 y ni siquiera había sido formalmente interrogado. Sin embargo, para ese momento la corona ya había decidido modificar el gobierno de la Nueva Granada. En 1717 don Antonio de Pedrosa y Guerrero, un ministro del Consejo de Indias que había servido como fiscal en la audiencia de Santa Fe durante las décadas de 1680 y 1690, fue enviado a la Nueva Granada facultado para establecer un virreinato con sede en Bogotá. 514 Cuando Pedrosa llegó a la Nueva Granada a mediados de 1718, asumió autoridad sobre el gobierno como presidente de la audiencia y capitán general, y no en cuanto virrey, pero en la práctica su encargo le permitía ejercer una autoridad que en muchas formas excedía la de un virrey. Esta incluía el poder de suprimir las audiencias de Panamá y de Quito, de actuar sin injerencia de la audiencia de Santa ««Página 287»». Fe o de cualquier otro oficial de la Nueva Granada, y de investigar todos los

513 AGI Escribanía de Cámara, tomo 818B, "Autos de Cobián", Legs. 23 a 26. 514 Esta relación del primer virreinato se basa en María Teresa Garrido Conde. "La primera creación del Virreinato de Nueva Granada", AEA, vol 21 (1964), pp. 25 a 144.

aspectos del gobierno, así como de reformar lo que fuera necesario. 515 Fiel a sus instrucciones, Pedrosa inició una revisión completa de la administración de la colonia y reafirmó la necesidad de sentar una firme autoridad en su centro. Los informes que recibió pronto revelaron que la Real Hacienda en la Nueva Granada estaba al borde de la bancarrota. Las cajas, o tesorerías locales, a menudo estaban vacías y, en lugar de fondos, disponían simplemente de listas de deudas contraídas con ellos tanto por civiles como por oficiales de la corona. Las tareas más urgentes de Pedrosa eran la restauración de la Real Hacienda y la remisión de fondos a España, y se dedicó a ellas con energía y eficiencia. Para revitalizar las finanzas reales, Pedrosa no impuso nuevos impuestos sino que trató de hacer valer los existentes. Exigió el pago de tributos por los esclavos importados ilegalmente, ordenó que todas las tesorerías provinciales cobraran sus deudas y enviaran sus excedentes a la capital, y trató de aumentar los ingresos de los quintos pagados en Bogotá mediante una recaudación más eficiente. Para 1719 Pedrosa dio cuenta de resultados positivos. No sólo estabilizó las finanzas de Cartagena y de Santa Marta, las principales plazas fuertes de la Nueva Granada en la costa caribe, sino que también acumuló cerca de 50.000 pesos para enviar a la península. Además, había intervenido en muchas otras áreas del gobierno, en asuntos de mucha y poca monta, y parece que había avanzado algo en el restablecimiento de un cierto orden y seriedad en el manejo de los asuntos públicos.516 A mediados de 1719 se habían completado los preparativos para un nuevo gobierno y don Jorge de Villalonga, Conde de la Cueva, llegó a la capital para posesionarse como el primer virrey de la Nueva Granada. Durante estos años, reformas más amplias del régimen colonial, que afectaron tanto la administración como el comercio en el con««Página 288»». 515 Ibid., pp. 47-52. 516 Ibid., pp. 63-84.

tinente americano, apuntalaron la renovación del gobierno de la Nueva Granada. Cuando se restauró la paz después de la Guerra de Sucesión, los ministros españoles empezaron a concentrarse en las irregularidades del gobierno de las colonias y, en 1717, estimulado tal vez por la crisis en la Nueva Granada, Felipe V creó un comité especial para investigar y mejorar el funcionamiento de las audiencias americanas. Después de decidir que el bajo nivel de muchos oidores americanos socavaba su funcionamiento, el Consejo de Indias decidió librar las audiencias de magistrados incompetentes o superfluos, y en 1718 suprimió por completo la audiencia de Panamá.517 Junto con la reforma política, también en estos años se conformó la nueva determinación de defender el monopolio español de los recursos coloniales. Las primeras señas de la intención de los Borbones de reestructurar el comercio colonial se presentaron en 1714, cuando la corona creó los nuevos puestos de Oidor y de Alcalde Visitador de la Veeduría General del Comercio entre Castilla y las Indias, y envió dos oficiales a América con amplios poderes para investigar y condenar a los contrabandistas, combatir el fraude en el tesoro real y sugerir formas de mejorar el comercio colonial de España. Dos años después, en mayo de 1716, los ministros de Felipe dieron un paso más en esta dirección al contemplar soluciones más permanentes para los problemas del comercio americano. De sus reuniones de 1716 y de 1717 surgieron varias reformas importantes. Una fue la creación del nuevo cargo ministerial de Intendente General de la Marina en enero de 1717, puesto en el que fue nombrado José Patiño, quien lo ocupó simultáneamente con el de presidente del tribunal de la Casa de la Contratación. Otra reforma en mayo de 1717 trasladó éste y su monopolio del comercio americano de Sevilla a Cádiz; una tercera estableció un servicio regular de correo entre España y las colonias, diseñado para mejorar las comunicaciones entre los mercaderes y los mercados. Estas reformas también prepa««Página 289»».

517 Burkholder y Chandler, From Impotence to Authority, pp. 37-39.

raron el camino para la reforma general del comercio colonial, que fue incorporada en el Proyecto para Galeones y Flotas de 1720. 518 La reforma del gobierno de la Nueva Granada fue entonces parte de un esfuerzo general por aumentar la eficiencia de la administración y del comercio coloniales entre 1717 y 1720. Sin embargo, fue mucho más radical que la simple depuración de personal que tuvo lugar en otras audiencias americanas, donde los jueces fueron destituidos o reemplazados. Esto sucedió en parte porque la audiencia de la Nueva Granada presentaba un problema político de una clase inusual y específica, resultado de una extraordinaria disputa en el seno de su gobierno, y en parte por el deseo de Madrid de mejorar las empobrecidas finanzas de la región y de proteger sus vulnerables puertos del Caribe contra ataques foráneos. 519 Pero éstos no fueron los únicos motivos para establecer un virreinato en Bogotá. Como la monarquía de los Borbones respondió a la penetración comercial extranjera en sus colonias, el establecimiento del virreinato también se dio en relación con pasos para reconstruir el comercio con la región así como con el resto de América del Sur. Se necesitaba una administración más estricta y un gobierno más eficaz no sólo para aumentar el producto fiscal de las tesorerías de las colonias; también se requerían para rechazar la agresión comercial de sus rivales europeos. Fue así como a la llegada del primer virrey en 1719 pronto, en 1720, siguió el proyecto para reiniciar las flotas trasatlánticas, y uno de los principales deberes del nuevo virrey era el de detener la penetración extranjera del monopolio comercial de España. Reformar el control político y económico de España sobre la Nueva Granada era, sin embargo, más fácil que mantenerlo, y esta primera fase de la reforma borbónica, con sus planes de mejora del gobierno y del comercio con España, no tardó en fracasar. El fiasco fue en parte culpa del primer virrey, don Jorge de Villalonga. Deci518 El trasfondo del Proyecto entre 1716 y 1720 está analizado en Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp.88, 100-7. 519 Garrido Conde, "La primera creación del Virreinato", pp. 41-42.

««Página 290»». dido a desplegar su rango, Villalonga insistió en organizar una costosa y elaborada recepción en Bogotá contra los consejos de Antonio de Pedrosa, el oficial que había, preparado la nueva forma de gobierno y que había sido virrey de facto durante los dos años anteriores. Después de que Pedrosa partiera para España, Villalonga ocasionó más disputas al destituir a los funcionarios designados por Pedrosa y al anular algunas de sus medidas, primero en Bogotá y luego en Cartagena.520

Aunque

la

extravangancia

de

Villalonga

contrastaba

desfavorablemente con la eficiencia espartana de Pedrosa, y aunque su comportamiento fue causa de quejas en España, lo que finalmente lo perdió fue su fracaso en contener la marea del contrabando, y lo que acabó con el experimento del virreinato en la Nueva Granada. Su presencia en el puerto entre diciembre de 1720 y mayo de 1721 no contribuyó en nada para evitar que el contrabando socavara el comercio de los galeones de Tierra Firme de 1721 y frustrara los objetivos del Proyecto de 1720, y peor aún, el virrey y su séquito fueron acusados de complicidad en el contrabando. Irritados ante la posibilidad de que el ministro mismo encargado de detener el contrabando lo hubiera practicado, los ministros de Madrid pidieron que se actuara en su contra. En mayo de 1722, el fiscal del Consejo de Indias nombró a un ministro especialmente comisionado para separar al virrey Villalonga de su cargo hasta tanto se investigara su complicidad en el contrabando. De ser encontrado culpable, el virrey debía ser arrestado, recluido en un sitio aceptable a veinte leguas de, Santa Fe de Bogotá y embargados sus propiedades, créditos, efectivo, libros y papeles. Medidas igualmente fuertes debían tomarse contra el gobernador de Cartagena y otros oficiales sospechosos de contrabando.521 En este caso el Consejo de Indias se abstuvo de tomar medidas tan drásticas. Simplemente reprendió a Villalonga por sus deficientes informes sobre la situación 520 Ibid, pp. 91-118. 521 AGI Santa Fe 374, Fiscal del Consejo de Indias, Madrid, mayo 11, 1722.

de la Nueva Granada y pospuso cualquier ««Página 291»». acción adicional hasta su residencia. 522 Cuando ésta eventualmente se llevó a cabo, Villalonga salió avante, absuelto de los numerosos cargos de contrabando en su contra.523 Sin embargo, aunque el asunto se resolvió a favor de Villalonga, el decepcionante desempeño de los galeones de 1721 había demostrado su incapacidad para resguardar el comercio español, y sus conflictos con los gobernadores de Cartagena y sus dificultades para organizar las defensas de la ciudad también reflejaron su fracaso en imponer la autoridad en la administración de la colonia.524 Fue así como, al multiplicarse las dudas sobre la honestidad y la eficiencia del virrey, la misma estructura del gobierno neogranadino fue cuestionada. En 1723 la corona concluyó que los costos de mantenimiento de la corte virreinal excedían sus beneficios. El virreinato fue debidamente suprimido, después de sólo cinco años de vida. 525 Con la partida del virrey, el gobierno de la colonia volvió a su antigua forma. La audiencia de Santa Fe se convirtió de nuevo en la principal institución de la autoridad real en el territorio, bajo un presidente que también era gobernador y capitán general de la Nueva Granada. En 1723 don Antonio Manso Maldonado fue nombrado en la presidencia y, en 1724, llegó a Bogotá para posesionarse. En ese momento, después del frustrado intento de gobierno virreinal, Madrid perdió interés en el Nuevo Reino. Este deterioro sin duda estuvo conectado con el hecho de que el mismo gobierno metropolitano perdió su rumbo a mediados de la década, con la abdicación de Felipe V en 1724 y el breve prodominio de un aventurero holandés, el barón Ripperdá, como primer ministro. Aun cuando el gobierno recuperó cierta estabilidad con la caída de Ripperdá a mediados de 1726, la necesidad de satisfacer las ambiciones 522 Ibid., oct. 22, 1722. 523 Garrido Conde, "La primera creación del Virreinato", pp. 127-133. 524 Sobre Villalonga en Cartagena, véase Juan Marchena Fernández, La institución militar en Cartagena de Indias en el siglo XVIII (Sevilla, 1982), pp. 216-220. 525 Garrido Conde, "La primera creación del Virreinato", pp. 119-125, para un recuento de la supresión del virreinato.

dinásticas europeas de Isabel de Farnesio opacó el desarrollo de la ««Página 292»». política colonial.526 José de Patiño, uno de sus principales proponentes, y quien se convirtió en un ministro decisivo en el gobierno de Felipe, aparentemente estaba más interesado en usar el comercio con las Indias para mejorar las finanzas de la monarquía que en la creación de una política colonial coherente. De este modo se debilitó el temprano impulso borbónico de reformar el gobierno de las Américas. 527 La confusión en el gobierno español produjo el estancamiento de la Nueva Granada, y nada nuevo se logró en más de una década después de la supresión del virreinato. Cuando terminó el experimento de reforma política en la Nueva Granada, el territorio simplemente recayó en la antigua forma de gobieerno, con todas sus fallas concomitantes. Cuando Antonio Manso, el presidente de la audiencia entre 1724 y 1729, presentó su informe a la corona al finalizar su período en el cargo, criticó severamente la ineficiencia del gobierno de la región tanto en el nivel central como en el local. Según Manso, el principal obstáculo a un buen gobierno estaba en el corazón mismo de la administración, en la audiencia. Los oidores, sostuvo, eran o insuficientemente calificados, o carecían de experiencia, o estaban demasiado involucrados en intereses locales para gobernar imparcial y objetivamente en nombre de la corona. En el nivel local, el gobierno también era débil y corrupto, debido a la pobreza de los corregimientos, al bajo nivel de los corregidores y al generalizado desmedro de la administración municipal. Para remediar la situación, Manso recomendó que por un lado el presidente debía tener más poder para controlar a sus magistrados, y por otro que los oidores debían ser escogidos con más cuidado entre candidatos con experiencia en otras audiencias, o que fueran abogados expertos. También recomendó que los oidores debían ser hombres con menos lazos en la sociedad local, y sugirió que la influencia de los intereses coloniales se podría reducir mediante una rotación más rápida de los oidores, de modo 526 Lynch, Bourbon Spain, pp. 81-98 527 Ibid., pp. 145-146.

««Página 293»». que éstos no se convirtieran en residentes permanentes. Pues anotó que aun si aquellos no estaban casados en la sociedad local, los parientes que los acompañaban eran causa de parcialidad en el despacho de la cosa pública. A sus recomendaciones de cambios en los niveles más altos, Manso añadió sugerencias para mejorar el gobierno local. Pidió el nombramiento de corregidores, de nivel más alto, y una vigilancia más rigurosa en la venta de puestos en los cabildos para asegurar que "personas de calidad" sirvieran en el gobierno municipal. 528 Parece entonces que, después de tres décadas de monarquía borbónica, los esfuerzos de la corona por fortalecer su autoridad política en la Nueva Granada se vieron en gran parte frustrados. EL REESTABLECIMIENTO DEL VIRREINATO Aunque el primer virreinato se había derrumbado por culpa de la incompetencia de Villalonga, las intrigas de sus enemigos y la tambaleante resolución de las autoridades de Madrid, el experimento dejó una impresión duradera. Los comentarios de Manso de 1729 indican que la reforma del gobierno de la Nueva Granada siguió siendo objeto de la política de los Borbones, y para mediados de la década de 1730, la ansiedad oficial respecto a la amenaza económica y militar británica en la cuenca del Caribe fomentó iniciativas para revivir el virreinato. El primer paso se tomó en 1724, cuando Patiño convocó un comité de ministros para examinar las razones de la temprana supresión del virreinato de la Nueva Granada y para decidir si debía ser reinstituido. Entre los consultados estaba Bartolomé Tienda de Cuervo, quien había tenido experiencia de primera mano en la Nueva Granada en cuanto oficial en Cartagena durante la ««Página 294»». 528 Para ésta y otras críticas y recomendaciones de Manso, véase su informe final, en Posada e Ibañez, Relaciones de mando, pp. 9-14.

primera viceregencia, y que entonces dio importante estímulo para su restablecimiento. En agosto de 1734, Tienda de Cuervo presentó un informe sobre la colonia en el que describía sus recursos, examinaba su historia reciente y llegaba a conclusiones claras en cuanto a sus necesidades futuras. 529 La Nueva Granada, insistió Tienda de Cuervo, era rica en extremo en recursos naturales y tenía un gran potencial económico. Le aseguró a la corona que las minas de oro tanto de las provincias de Antioquia como del Chocó estaban aumentando su producción considerablemente, que sólo las minas del Chocó producían metales preciosos en una escala comparable a la del Perú, y que el territorio contenía una rica variedad de otros recursos descuidados -en detrimento de la metrópoli y de la colonia. Para evitar la pérdida de buena parte de esa riqueza por el contrabando de los extranjeros, Tienda de Cuervo abogó con entusiasmo por la restauración del virreinato. En su opinión, la autoridad de un virrey era esencial, tanto por razones fiscales como políticas. Llamó la atención en primer lugar sobre las ventajas fiscales de un virreinato renovado, al anotar que los recursos fiscales habían aumentado considerablemente durante la primera viceregencia. En segundo lugar, insistió en que solamente un virrey podía ejercer un poder capaz de garantizar el cumplimiento de las medidas contra el contrabando por parte de los gobernadores de las provincias. Con una forma apropiada de gobierno, concluyó, la Nueva Granada podría realizar su tremendo potencial económico y fiscal, y ser así "más rico, más próspero y poderoso que el resto de los dominios de Su Majestad en América".530 Era improbable que tales afirmaciones en sí mismas condujeran a la reforma. Fue, sin embargo, un momento propicio para restaurar el virreinato porque entre 1737 y 529 El informe de Tienda de Cuervo se halla en AGI Santa Fe 385. Reproducido en Jerónimo Becker y José María Rivas Groot, El Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII (Madrid, 1921), pp. 203-230. 530 Ibid., p. 229.

1739, el Consejo de Indias ««Página 295»». de nuevo se preocupó por la reforma del gobierno colonial y convenció a la corona de que actuara contra los abusos en las audiencias americanas.531 Una vez más, las ideas frescas sobre el gobierno de la Nueva Granada se desarrollaron en el contexto de una revisión general de la administración colonial, al igual que dos décadas antes. En 1737 el rey le envió el informe de Tienda de Cuervo a tres importantes oficiales para su urgente examen y recomendaciones. Su respuesta fue inequívoca. En enero de 1738 Jorge Villalonga (conde de la Cueva y ex virrey de la Nueva Granada), el marqués de Torreblanca (teniente general de la marina) y Francisco de Varas (presidente de la Casa de Contratación) acordaron que el virreinato debía ser restablecido. Dieron tres razones de peso: mejorar el comercio español con el Nuevo Reino impidiendo el contrabando extranjero, fortificar el territorio contra posibles ataques de los holandeses y los ingleses, y establecer una autoridad central capaz de tomar las medidas necesarias para reformar y controlar su gobierno.532 Al recibir este informe, el rey le ordenó al Consejo de Indias que llegara a una pronta decisión sobre el asunto. 533 En marzo de 1738 el fiscal del consejo consignó su apoyo a la propuesta, recalcando que un virrey en la Nueva Granada debería reprimir los "excesos y atropellos" de los gobernadores provinciales que habitualmente desafiaban la autoridad de la audiencia y ejercían un poder "absoluto y despótico" sobre los súbditos del rey.534 Finalmente, en octubre de 1738, se salvó el último obstáculo;

531 Sobre la renovada campaña para reformar las audiencias, véase Burkholder Chandler, From Impotence to Authority, pp. 46-8. 532 AGI Santa Fe 385, Informe sobre consulta que da D. Jorge Villalonga, Madrid, enero 29, 1738; don Francisco de Varas al marqués de Torrenueva, Cádiz, enero 26, 1738; el informe del marqués de Torreblanca, también presentado en enero de 1738, está en AGI Santa Fe, 264, Consejo de Indias, Consulta del 20 de octubre de 1738. 533 AGI Santa Fe 572, del rey al conde del Montijo, Buen Retiro, febrero de 1738. 534 AGI Santa Fe 385, Respuesta del Fiscal en vista de varios informes sobre el restablecimiento del Virreynato de Santa Fe, Madrid, marzo 12, 1738.

««Página 296»». en un completo y puntual informe al rey, el Consejo de Indias dio su consentimiento a la propuesta.535 Su decisión no fue unánime. Cuatro ministros del consejo rindieron un voto particular de inconformidad, o informe minoritario, que insistía en que la resurrección del virreinato generaría más costos que beneficios. Sostenían, no sin razón, que el desarrollo de, las minas de Popayán y del Chocó continuaría a pesar de la presencia o ausencia de un virreinato, en tanto que las regiones sin riquezas minerales continuarían empobrecidas debido a su aislamiento del comercio ultramarino. También señalaron que si la razón principal para revivir el virreinato era evitar el contrabando, la corona debía tener en cuenta que esto podía lograrse por otros medios.536 Sin embargo, la propuesta de una acción positiva salió airosa. Con el convencimiento de que la audiencia de la Nueva Granada no tenía los suficientes medios para ejercer la autoridad real a lo largo y ancho de su jurisdicción y de que aquella solo podía ser impuesta mediante la presencia de una única figura poderosa y autorizada, Felipe V restableció en consecuencia el virreinato. En abril de 1739 nombró al mariscal de campo Sebastián de Eslava virrey de la Nueva Granada y simultáneamente lo ascendió al rango de teniente general del ejército real.537 La decisión de restablecer el virreinato, tomada después de años de consultas, por no decir de vacilación, se precipitó debido al inminente estallido de una guerra internacional. En diciembre de 1738, noticias de ataques holandeses al comercio marítimo en el Caribe ya estaban llegando a España desde Cartagena y La Habana, y al año siguiente los ministros borbónicos empezaron a trazar planes para la defensa de los puertos del Caribe contra ataques ingleses. 538 Por 535 AGI Santa Fe 264, Consejo de Indias, consulta del 20 de octubre de 1738. 536 Ibid., Voto particular de Manuel de Silva, Antonio de Soppna, Joseph de Lasequilla y Antonio de Pineda. 537 AGI Santa Fe 265, el rey al conde del Montijo, Aranjuez, abril 24, 1739. 538 AGI Santa Fe 572, el marqués de Torrenueva a Sebastián de la Quadra, Buen Retiro,

sospechar que Cartagena sería blanco principal, la corona le ««Página 297»». ordenó al virrey Eslava, en julio de 1739, que partiera pronto para la Nueva Granada con el fin de hacerse cargo de su defensa. 539 Que éste fue uno de los principales motivos para revivir el virreinato lo subraya además el hecho de que el nuevo virrey era un soldado experimentado, el primero en una serie de militares que tuvieron el cargo de virrey del Nuevo Reino. Sin embargo, sería engañoso presentar la estrategia militar como la única razón para reconstituir el virreinato; las discusiones que precedieron el nombramiento de Eslava demuestran que al gobierno español también le preocupaban temas más generales del desarrollo de la colonia. Aunque una de las primeras tareas del virrey era fortificarla contra ataques extranjeros, también se esperaba que impusiera una mayor autoridad real sobre el gobierno y el pueblo, que encauzara su comercio en la órbita española y que aumentara el producto fiscal y económico de la colonia. Como presidente de la audiencia, el virrey estaba investido de plena autoridad sobre sus magistrados, a quienes se instruyó para que le dieran su plena cooperación y obedecieran sus mandatos en todo lo relacionado con la administración, la guerra y las finanzas. En cuanto capitán general y gobernador, poseía plena autoridad militar y era responsable tanto de la defensa externa como del orden interno. En materia fiscal, al virrey se le otorgaron poderes generales para garantizar el funcionamiento eficiente de la tesorería real.540 La reinstitución del virreinato marcó una segunda y principal coyuntura de la reforma borbónica de la Nueva Granada y un nuevo rumbo en la historia administrativa y política de la región. Al contrario de su predecesor, el nuevo virreinato perduró, y entre 1739 y 1810 doce virreyes se sucedieron en el cargo diciembre 26, 1738. 539 AGI Santa Fe 572, Buen Retiro, julio 11 y julio 13, 1739. 540 Este y otros aspectos del poder virreinal están resumidos en José María Ots Capdequí, Instituciones del gobierno del Nuevo Reino de Granada, pp. 176-254.

político más alto de la colonia. ¿Pero qué significó este cambio en la práctica? ¿Cumplió el virreinato con las funciones previstas por el rey y sus ministros? Para estimar los logros y limitaciones del gobierno virreinal, exami-

««Página 289»». naremos ahora sus primeros cuarenta años, antes de que en 1778 empezara la tercera y última coyuntura de la reforma borbónica. EL GOBIERNO VIRREINAL: CONSOLIDACIÓN Y LOGROS La Nueva Granada, por supuesto, había estado nominalmente sujeta a un virrey, puesto que su audiencia estaba dentro de la muy amplia jurisdicción del virreinato del Perú. En la práctica, sin embargo, los virreyes del Perú tenían poca influencia efectiva sobre el Nuevo Reino. Aisladas por la distancia y las malas comunicaciones, la audiencia y provincias habían llegado a gozar de un alto grado de autonomía. Francisco Silvestre describió con vigor en 1789 los problemas asociados con dicha autonomía, al recordar el estado del gobierno en los primeros años del siglo. "Como era tanta la distancia desde Lima", dice Silvestre, cada oidor se creía soberano; cada cual aspiraba al mando y a la imposición de su voluntad; cada cual formaba su clientela, y los poderes que debían unirse en procura de la paz caían en el desorden y la discordia, o se unían con el único propósito de sojuzgar o derribar a quienquiera buscara el mando... La Caja Real estaba atrapada entre los entremetidos y los poderosos; la justicia era una farsa, o se usaba contra los débiles; el comercio enriquecía a los extranjeros en la costa. 541 Según Silvestre, el restablecimiento del virreinato en 1739 había transformado esta situación, al poner a la Nueva Granada bajo un control más firme, de modo 541 Silvestre, Descripción, p. 10

que "desde entonces la negligencia en todas las áreas del gobierno comenzó a enmendarse y corregirse".542 Estos comentarios deben tratarse con cierto sigilo, ya que Francisco Silvestre era un hombre cuyo respeto por el gobierno virreinal se había formado por su experiencia como gobernador de Antioquia ««Página 299»». y como secretario de un virrey. Al recapacitar, sin embargo, su énfasis en los resultados positivos del virreinato es bastante razonable. Puesto que a largo plazo, la asignación de la autoridad suprema a un virrey redistribuyó el poder de los gobiernos regionales en favor del central, puso las provincias de la Nueva Granada bajo una autoridad mucho más firme que la que había prevalecido bajo el régimen de los Habsburgos y, al mismo tiempo, aumentó los ingresos que los súbditos de la corona le pagaban a la tesorería real. Esta redistribución del poder, sin embargo, no se logró sin dificultades, y la Nueva Granada continuó gozando de una autonomía de facto a pesar de la presencia de los virreyes. Porque aunque los virreyes disponían de considerable poder, sus órdenes continuaban transmitiéndose a través de los canales existentes de gobierno, con todos sus reglamentos y ordenanzas heredados, sus demarcaciones jurisdiccionales y su capacidad de resistirse al cambio.543 Los virreyes no sólo se enfrentaron a la oposición de la audiencia y de los gobernadores respecto a temas específicos, sino que también la rutina ineficiente y corrompida de los gobiernos locales funcionó como un freno general a las iniciativas de la capital del virreinato. 544 En 1743, por cierto, sólo unos pocos años después de su nombramiento y de su triunfal defensa de Cartagena, el virrey Eslava estaba tan contrariado por la 542 Ibid, p. 77. 543 Los deberes del virrey y su relación con otras agencias principales del gobierno colonial están esbozados en Clarece H. Haring, The-Spanish Empire in America (Nueva York, 1963 repr.) pp. 110-127. 544 Para ejemplos de la oposición de la audiencia y del gobierno provincial, véase José María Ots Capdequí, Instituciones del gobierno del Nuevo Reino de Granada, pp. 121138, 150-166, 339-341.

obstinación de los funcionarios locales que solicitó permiso para retirarse de su cargo.545 Sus cartas revelan las causas de su desilusión. Estaba en primer lugar muy enojado por el escaso respeto hacia el gobierno que encontró en la colonia. "Estos criollos", anotaba con irritación, "aman el desorden más que el buen gobierno y la administración (y) los españoles y los criollos, incluyendo a ««Página 300»». clérigos y funcionarios, ven el virreinato como una carga muy pesada... lo opuesto de la libertad de que gozaban para sus desmanes en el pasado". 546 Unos años después, en 1746, Eslava reiteró su queja de que el virreinato era prácticamente ingobernable. "Cada una de estas provincias", observó, "necesita su propio virrey, y cada audiencia un consejo supremo que examine la conducta de sus magistrados". Y de nuevo identificó como un problema especial el desafío a la autoridad del rey que se daba dentro del gobierno, particularmente entre los oidores. Si su sucesor deseaba lograr algo, sostuvo Eslava, sería esencial que las audiencias no interfirieran en asuntos de gobierno y finanzas, a no ser que estuvieran específica y legalmente autorizadas.547 Las quejas de este tenor no terminaron con Eslava; todos sus sucesores comentaron la forma como la indiferencia burocrática hacia las órdenes reales y el débil carácter de los empleados oficiales obstaculizaban sus planes. 548 Pero aunque la Nueva Granada continuara siendo un lugar difícil de gobernar, el virreinato era un instrumento de la autoridad real mucho más eficaz que la audiencia, y tuvo un notable impacto en la vida política neogradina del siglo XVIII. De los cuatro virreyes nombrados después de 1739 —Eslava (1739-1749), Pizarro (1749-1753), Solís (1753-1761) y' Messía de la Cerda (1761-1772)— tres 545 AGI Santa Fe 572, Eslava al marqués de la Ensenada, noviembre 11, 1743. 546 Ibid 547 AGI Santa Fe 572, Eslava al marqués de la Ensenada, Cartagena, septiembre 15, 1746. 548 Para ejemplos, véanse los informes dejados por los tres virreyes que siguieron a Eslava, publicados en Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 77-78. 99-100, 150154.

desempeñaron el cargo durante diez a doce años, y sus largos períodos de ejercicio del poder sin duda contribuyeron a aplicar una autoridad más fuerte en la administración. El hecho de que los virreyes fueran oficiales de alto rango del ejército sin duda reforzó su autoridad sobre los gobernadores provinciales con nombramientos militares, conteniendo así su autonomía, que había sido gran defecto del gobierno real. Sin embargo, ««Página 301»». más importante fue el hecho de que entre 1739 y 1778 los virreyes lograron extraer más impuestos de los súbditos coloniales, que pudieron utilizar para cubrir en parte los costos de la defensa y del gobierno de la región. Uno de los principales propósitos del virreinato, desde el momento de su restauración, fue el de mejorar las finanzas reales. En las instrucciones dadas al virrey Eslava al posesionarse en 1739, se puso gran énfasis en la reforma del aparato fiscal, y en los años siguientes Eslava y sus sucesores trataron de ampliar la gama impositiva y de extender el sistema administrativo para la recaudación de los impuestos.549 La reorganización fiscal fue lenta al principio, puesto que Eslava permaneció en Cartagena de Indias durante su virreinato preocupado por la defensa de la ciudad contra la ofensiva de los ingleses. 550 En esto tuvo gran éxito, al repeler el ataque de Vernon a Cartagena en 1740, propinándoles así un duro golpe a las armas británicas en el Caribe. Aunque sus deberes militares lo distrajeron de su tarea de reforma fiscal, Eslava dio algunos pasos importantes hacia el aumento de los ingresos de la Real Hacienda. Empezó por buscar el incremento del producto de los impuestos existentes, en primer lugar con medidas 549 Para las instrucciones a Eslava de la corona, véase AGI Santa Fe, "Copia de la Instrucción que por el Consejo se ha de dar al nuevo Virrey de Santa Fe...". 550 El éxito más notable de Eslava como virrey fue la defensa de Cartagena contra el ataque del almirante Vernon en 1741, victoria que garatizaría su promoción. Sobre el ataque a Cartagena y su defensa, véase James A. Robertson, "The English Attack on Cartagena en 1741", HAHR, vol. 2 (1919), pp. 62-71, y Marchena Fernández, La institución militar en Cartagena, pp. 121-144. Para la posterior carrera de Eslava y su papel en la formulación de la política colonial, véase Lynch, Bourbon Spain, pp. 175176, 190.

para reducir la evasión y para facilitar el pago de tributos en la ciudad y provincia de Cartagena.551 Su sucesor, José de Solís (1753-1761), continuó con el mismo planteamiento, al buscar el aumento del rendimiento de los impuestos mediante el establecimiento de la presencia oficial en regiones abandonadas y ««Página 302»». el esfuerzo por vencer inveteradas costumbres de evasión. Se establecieron por consiguiente nuevas ramas de la tesorería en Ocaña, Cartago y Barbacoas, y se nombró a un teniente real para supervisar la administración en Medellín, en la provincia de Antioquia.552 Sin embargo, el impacto del gobierno virreinal en el rendimiento de los impuestos fue más importante en el establecimiento de una nueva área impositiva, basada en el estanco de aguardiente, o monopolio real de la venta de este licor de caña, que entró en vigor bajo el virrey Eslava. Los planes para implantar el monopolio del aguardiente eran de larga data. Empezaron poco después de la sucesión borbónica, cuando luego de infructuosos intentos de prohibir la fabricación y venta del licor en los últimos años del siglo XVII, la corona decidió controlar las ventas por medio de un monopolio real.553 La primera orden de establecer- un estanco se hizo en 1700, pero pasó algún tiempo antes de que fuera puesta en práctica. 554 El mandato real tuvo que repetirse en 1704, y luego, disputas dentro de la administración real que reflejaban conflictos entre los intereses privados envueltos„ en la importación y venta de aguardiente continuaron demorando su operación hasta 1710. En ese año los ingresos del estanco figuraron finalmente en las cuentas generales de la Real Hacienda, donde 551 AGI Santa Fe 288, Eslava a la corona, Cartagena, marzo 6, 1744; ibid., marzo 23, 1744. 552 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 78-79. 553 AGI Santa Fe 366, Real Cédula, agosto 10, 1714. El Pardo en "Testimonio de autos sobre la prohibición del aguardiente de caña". 554 Esta relación de los primeros años del estanco se basa en parte en información encontrada en Gilma Mora de Tovar, Aguardiente y conflictos sociales en la Nueva Granada, siglo XVII (Bogotá, 1988), pp. 20-40. Donde han sido necesarias adiciones o correcciones, me he basado en las fuentes primarias indicadas en las notas.

siguieron apareciendo en cantidades apreciables hasta 1716 y 1717. Los ingresos de esta fuente disminuyeron entonces en forma dramática, al caer de un promedio de varios miles de pesos por año a ridículas sumas de sólo unos pocos cientos de pesos.555 La interrup««Página 303»». ción de los ingresos por concepto del aguardiente reflejó el trastorno de la nueva política y demostró lo eficaz que podía ser la oposición local contra un gobierno débil. En 1714 se reinició el debate sobre la veda y mientras tuvo lugar se suspendió el estanco de aguardiente. 556 Esto causó una larga interrupción en su desarrollo. Más de una década pasó antes de que en 1726 la audiencia le informara al Consejo de Indias sobre el asunto del estanco, y otra década transcurrió antes de que fuera finalmente restablecido, en 1736. Estas largas demoras sugieren la intensa actividad de los intereses de la colonia en contra de medidas antipáticas. Pero finalmente el Consejo se convenció de impulsar los planes para el monopolio cuando la, audiencia de Bogotá declaró, en 1732, que éste ofrecía la única solución para los graves problemas fiscales de la colonia. 557 Después de un nuevo retraso, un mandato real ordenó por fin, en 1736, el monopolio del gobierno sobre la venta del aguardiente de caña y expidió reglamentos para su administración. Ya en 1738 considerables rentas de esta fuente empezaron a ingresar de nuevo a la Hacienda Real, por primera vez desde 1716. El avance decisivo en el incremento de los ingresos del aguardiente sucedió después de la restauración del virreinato, cuando el virrey Eslava extendió el alcance de las operaciones del estanco a áreas que habían sido eximidas anteriormente.558 Los resultados fueron sorprendentes. Los ingresos despegaron a 555 TePaske y Jara, Cartas cuentas de la real caja de Santa Fe, manos. inéd. 556 AGI Santa Fe 366, Consulta del Consejo de Indias, julio 19, 1732. 557 Ibid. 558 Mora de Tovar, Aguardientes y conflictos, pp. 30-33.

principios de la década de 1740, al doblarse el promedio de recaudos entre 1741 y 1746, y al cuadruplicarse durante los cincuentas y principios de los sesentas. 559 En el campo crucial de las finanzas de la colonia, era evidente que los virreyes hicieron valer el fruto de su trabajo. De igual importancia fue el hecho de que los virreyes les dieran un enfoque más intervencionista a los asuntos coloniales. Durante su virreinato, el virrey ««Página 304»». Eslava trató de imponer la administración real directa del monopolio de aguardiente en la ciudad de Honda, y sólo fracasó por la oposición de la audiencia y del Tribunal de Cuentas de Bogotá. 560 Una década después, su sucesor puso el estanco de Mompós bajo administración directa y, como los ingresos aumentaron en más del doble, el hecho se convirtió en un fuerte precedente para la extensión adicional del monopolio y para reemplazar a los concesionarios privados por funcionarios reales.561 De modo que en el cuarto de siglo que siguió al restablecimiento del virreinato, la renovación del gobierno de la Nueva Granada produjo indiscutibles recompensas en el campo vital de las finanzas reales. Esto no fue por completo obra de los virreyes, puesto que se habían sentado algunas bases antes de 1739; después de todo, el proyecto de monopolio del aguardiente de 1732 había sido de la audiencia. Pero fue bajo el virreinato, en la década de 1740, y sobre todo en los cincuentas y a principios de los sesentas, cuando el proyecto se empezó a desarrollar en pleno, al producir un significativo crecimiento de las rentas reales y al colocar el sistema fiscal de la colonia sobre una nueva base. Las medidas fiscales tradicionales, por supuesto, no fueron abandonadas del todo; los indios continuaron pagando tributos y el sistema impositivo heredado permaneció formalmente intacto. El viejo sistema de contribución directa a la Hacienda Real 559 TePaske y Jara, Cartas cuentas de la real caja de Santa Fe, manus. inéd. 560 AGI Santa Fe 288, Eslava a la corona, marzo 18, 1744. 561 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 80.

fue, sin embargo, relegado a una posición de importancia secundaria, pues la corona se concentró en reforzar los impuestos indirectos a la actividad económica dentro de la economía doméstica de la Nueva Granada. Los impuestos de esta clase no eran nuevos: la alcabala, el quinto y el diezmo —que gravaban las ventas, la minería y la producción agrícola respectivamente—funcionaban desde el siglo XVI. Pero durante la primera mitad del siglo XVIII, la corona abrió una nueva frontera fiscal al gravar las ventas de aguardiente derivado de la producción de azúcar de ««Página 305»». la colonia. En esto sin duda los virreyes jugaron un papel clave. Cuando fue introducido, el monopolio del aguardiente había fallado en medio de la oposición de los intereses económicos locales y de la inseguridad del gobierno; prosperó después del restablecimiento del virreinato. Los ingresos del estanco aumentaron considerablemente, luego se elevaron, y para mediados de la década de 1760 se volvieron elemento indispensable del presupuesto del gobierno. El principio del monopolio real, administrado por funcionarios de la corona, se convertiría en pieza fundamental de la reorganización y de las reformas adicionales durante el reinado de Carlos III.562 LA REFORMA DE CARLOS III DE LA ADMINISTRACIÓN DE LA NUEVA GRANADA: PRIMERAS INICIATIVAS La nueva insistencia en el control político y en un ordenamiento fiscal más estrictos hizo nuevos progresos en los años inmediatamente posteriores al ascenso al trono de Carlos III en 1759, cuando se dio un nuevo impulso al incremento de la eficiencia del gobierno de las Américas a raíz de la humillante derrota de España en la Guerra de los Siete Años. Las primeras incursiones del 562 La iniciativa fiscal en la Nueva Granada coincide con el influjo de Ensenada en el primer gobierno de Fernando VI, época en que la política se orientó en particular hacia la innovación y el perfecionamiento fiscales. Para una relación de Ensenada y su gobierno, véase Lynch, Bourbon Spain, pp. 164-186.

reformismo de Carlos III se produjeron en Cuba, cuando después de que la Gran Bretaña restituyera La Habana a España en 1763, el rey ordenó una revisión del gobierno, que llevó a una completa reorganización de la defensa, finanzas y comercio de la isla. A ésta siguió prontamente la iniciación de una visita general a la Nueva España, donde entre 1765 y 1771 José de Gálvez llevó a cabo los esfuerzos más resueltos y eficaces de reforma de la administración colonial jamás vistos bajo ««Página 306»». el ,gobierno borbónico.563 La Nueva Granada se libró de parecida intervención directa hasta 1778; sin embargo, el reformismo de Carlos III apareció por primera vez hacia el final de la Guerra de los Siete Años, en 1763, cuando los virreyes implementaron varios ajustes a la política militar y fiscal. La preocupación por los problemas de la defensa se reflejó en elevados aumentos de los gastos para las fuerzas militares en sitios estratégicos. Durante el gobierno de Pedro Messía de la Cerda (1761- 1772) se hicieron grandes inversiones en las fortificaciones costeras y en las fuerzas navales. Se invirtieron más de un millón y medio de pesos en el cierre del canal de Bocagrande, que daba a la bahía de Cartagena, además de sumas considerables para la restauración del castillo de San Lázaro y de la muralla norte de la ciudad, y para la reparación de las fortificaciones de Panamá. La tesorería de la Nueva Granada también le suministró a la marina más de 700.000 pesos para los guardacostas, y una campaña contra los indios guajiros de Riohacha también absorbió grandes fondos.564 Finalmente, el visitador general del ejército español inició en 1771 una amplia reorganización del ejército de la colonia, que empezó con el aumento de las fuerzas regulares en Cartagena y Portobelo y se extendió con la asignación de 563 Sobre la reforma en Cuba, véase Kuethe, Cuba 1753-1815: Crown, Military and Society, pp. 3-49; sobre México, véase Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, pp. 34-63. 564 Silvestre, Descripción, p. 79; Marchena Fernández, La institución militar en Cartagena, pp. 161-175; 310-319.

fuerzas de milicia disciplinadas en puntos claves por todo el virreinato durante la década de 1770.565 Mientras colocaba a la Nueva Granada en un estado más alto de preparación militar, la corona también empezó a buscar formas de aumentar los ingresos del erario mediante el desarrollo de monopolios del Estado como fuentes de renta pública. En primer lugar, los virreyes trataron de aumentar el producto del monopolio del aguar««Página 307»». diente transfiriendo las administraciones regionales de los contratistas privados a la administración directa por parte de funcionarios reales. El virrey Solís había dado un paso tentativo en esta dirección al poner el estanco de Mompós bajo administración directa, con lo que multiplicó sus ingresos en más del doble. 566 Su sucesor, Pedro Messía de la Cerda, intentó ampliar más generalmente la aplicación de esta política, empezando en 1764 con órdenes de poner bajo administración directa real la destilación y venta de aguardiente en Popayán y en Quito. No tuvo esta política éxito inmediato, pues provocó disturbios generalizados en la provincia de Popayán y áreas adyacentes, y contribuyó a precipitar una importante insurrección urbana en Quito. 567 Sin embargo, la corona indicó su determinación de avanzar con sus exigencias fiscales aumentando las fuerzas militares en Quito y en la vecina provincia de Popayán. 568 En tal forma, aunque brevemente demorada por la oposición colonial, la corona siguió comprometida firmemente en la extensión geográfica del monopolio del aguardiente y en aumentar al mismo tiempo su eficiencia, colocándolo bajo administración directa real. Mientras fue virrey Manuel de Gizirior (1772-1776), se mejoró y amplió el 565 Allan J. Kuethe, Military Reform and Society in New Granada, 1773-1808 (Gainesville, 1978), pp. 10-24. 566 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 80. 567 Anthony McFarlane, "Civil Disorders and Popular Protests in Láte Colonial New Granada", HAHR, vol. 64 (1984), pp. 22-27; también "The 'Rebellion a the Barrios': Urban Insurrection in Bourbon Quito", HAHR, vol. 69 (1989), p. 286. 568 Kuethe, Military Reform and Society, pp. 48-78.

estanco en varias regiones de la Nueva Granada, lo cual preparó el camino para que el sucesor de Guirior, Manuel Antonio de Flóres, planificara su administración directa a lo largo y ancho de la provincia.569 Otro importante desarrollo de la política fiscal fue la extensión de la administración monopolística de la corona a la producción y venta de la hoja de tabaco. La creación del estanco del tabaco se remonta a tiempos del virrey Eslava en la década de 1740, pero a ««Página 308»». pesar de repetidas órdenes reales, nunca había funcionado. 570 E primer esfuerzo cierto por implementar las leyes para un monopolio real se produjo en 1764, cuando el virrey Messía de la Cerda creó en Honda un estanco administrado por particulares. A cambio de pagos fijo a la Real Hacienda, el virrey autorizó a un contrastista único para compra toda la hoja de tabaco producida en la jurisdicción de Honda, y le concedió derechos exclusivos para venderla en las provincias de Santa Fe, Antioquia, Mompós, Santa Marta y en las ciudades de Panamá y de Cartagena. Una vez establecido, el estanco del tabaco siguió la misma trayectoria del monopolio del aguardiente. En 1772 el virrey Messía de la Cerda intentó extender su alcance territorial, al establecer un estanco privado en las provincias de Popayán y el Chocó. El cabildo de Popayán obstruyó el contrato pero, al ofrecer administrarlo por sí mismo mediante un pago equivalente, aceptó el principio del monopolio.571 El siguiente paso fue poner el estanco bajo administración directa de la, corona. En 1774 el virrey Guirior ordenó la administración directa del monopolio de Honda e introdujo un control más estrecho de la produc- ción de tabaco. Luego, al abandonar su cargo en 1776, sugirió que 569 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 163-165; Mora de Tovar, Aguardiente, pp. 42-43. 570 Un recuento del monopolio colonial del tabaco se encuentra en Margarita González, "El estanco colonial del tabaco", en su libro Ensayos de historia colombiana (Bogotá, 1974), pp. 67-81. Sobre el primer intento de establecer un estanco en la Nueva Granada, véanse pp. 91-92. 571 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 102-104; González, Ensa,.Or pp. 92-99.

esta administración directa. de la producción y venta del tabaco se extendiera a toda la Nueva Granada, que se limitara su cultivo a determinadas -zonas y que se crearan dos administraciones regionales para su distribución en Mompós y Medellín.572 El sucesor de Guirior, el virrey Manuel Antonio Flóres, aceptó la propuesta e introdujo en octubre de 1776 una reestructuración adicional. Con el fin de evitar la sobreproducción, el plan de Flóres apuntó a la restricción del cultivo a áreas que producían tabaco de alta calidad y a evitar la venta de tabaco ««Página 309 »». de contrabando mediante la reorganización de la administración. En la práctica, el plan parece haber logrado poco, antes de que, hacia fines de 1778, se iniciara una reforma mucho más extensa del monopolio.573 La reforma en los años anteriores a 1778 no se limitó a la reorganización fiscal. Durante las décadas de 1760 y de 1770, los funcionarios de la corona buscaron activamente el desarrollo de la economía de la Nueva Granada con el fin de ampliar su base impositiva. Un aspecto de este impulso para movilizar recursos afectó a la población india de las provincias de Santa Fe y de Tunja, donde los funcionarios modificaron la tradicional política de segregación diseñada para proteger a las comunidades indígenas, despojándolas así de sus derechos y privilegios heredados. Este reajuste de la política indígena empezó a mediados de la década de 1750, cuando como resultado de la inspección del oidor Verdugo y Oquendo se vendieron tierras comunitarias de los indios (los resguardos) a blancos y mestizos que las habían arrendado ilegalmente. 574 Durante la década de 1760, aumentaron las presiones sobre los resguardos indígenas y hubo intentos adicionales de extinción de corregimientos, venta de tierras de resguardo y traslado a otras áreas de indios desposeídos. Finalmente, durante fines de la década de 1770, se conformó una nueva estrategia para una reforma más general 572 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 166-167; González, Ensayos. pp. 102110. 573 Phelan, The People and the King, p. 21. 574 Sobre esta nueva etapa de reforma, véase Margarita González, Ensayos, pp. 111136.

dirigida por Francisco Antonio Moreno y Escandón, entonces Fiscal Protector de Indios. En muchas formas, Moreno y Escandón encarnaba tanto el nuevo clima de opinión vigente en la España de Carlos III como la nueva clase de funcionarios públicos dispuestos a ponerlo en práctica. 575 Nacido en la Nueva Granada de padre español y madre criolla, Moreno se educó en la Nueva Granada y, al completar en Bogotá ««Página 310»». sus estudios universitarios, se lanzó a una prometedora carrera administrativa. Después de casarse con una española, visitó España en 1764 y 1765, y tras breve pero distinguido paso por la corte en Madrid regresó a la Nueva Granada como portador de las ideas que estaban empezando a transformar el pensamiento y la acción políticos en el centro del gobierno imperial. Fresca aún su experiencia en Madrid, estuvo involucrado tanto en la organización de la expulsión de los jesuitas de la Nueva Granada como en la reorganización de la universidad que éstos habían dejado en Bogotá. Desde este puesto, inició un proyecto para una completa revisión de la educación superior en la capital de virreinato. Atacó el contenido y la calidad de la enseñanza en las universidades de la ciudad y pidió simultáneamente la creación de una universidad pública que ofrecería una alternativa moderna, "científica", al oscurantismo clerical, y que sería financiada con las propiedades de los jesuitas expulsados. Finalmente, después de una década de disputas burocráticas, el proyecto de universidad pública fue desechado. Sin embargo, la insistencia de Moreno en reformar los programas y la enseñanza universitarios había insuflado nueva vida a centros de estudio de la colonia. Durante la década de 1770 introdujo la enseñanza de las matemáticas y de la física, la lectura de "autores modernos" y el estudio de la política y de la administración pública. Creó, en pocas palabras, una forma de preparación 575 Sobre el cambiante clima intelectual y político de España bajo Carlos III, véase, Lynch, Bourbon Spain, pp. 256-261.

encaminada, según él, a ser "útil para el Estado y valiosa para el público". 576 Moreno es más conocido, sin embargo, por haber sido enérgico partidario de políticas para racionalizar el gobierno y la tributación, en particular mediante la reforma del sistema de gobierno de los indios vigente en la época de los Habsburgos. En 1772 presentó una ««Página 311»». extensa crítica de este sistema y propuso una reorganización fundamental del viejo régimen de protección de las tierras y comunidades indígenas. Con la disminución del tamaño de sus comunidades, sostenía Moreno y Escandón, los indios disponían de tierras sobrantes que no trabajaban pero que arrendaban a blancos y mestizos; al mismo tiempo, el producto de los tributos indígenas era demasiado bajo para pagar a los corregidores por la supervisión de su gobierno. Moreno y Escandón propuso por lo tanto que se modernizara el sistema de corregimientos y resguardos, eliminando los más pequeños y concentrándolos en menos y mayores unidades, que podían ser administradas por corregidores responsables del cobro de tributos proporcionales al número real de habitantes indios.577 Entre 1776 y 1778 estos propósitos se convirtieron en políticas. Moreno y Escandón y su sucesor como visitador, José María Campuzano, suprimieron varios resguardos en las provincias de Santa Fe y de Tunja y empezaron a modificar los límites de los viejos corregimientos. En 1779 se detuvo la ulterior puesta en práctica de esta política, pero las tierras de resguardo que ya habían sido vendidas quedaron en manos de sus nuevos propietarios y los indios que habían sido trasladados permanecieron en sus nuevos poblados. En esta forma se reconoció un nuevo principio. El paternalismo de los Habsburgos hacia los indios 576 Una recuento sobre Moreno y Escandón y su carrera, junto con una bibliografía de trabajos anteriores sobre Moreno, se encuentra en la introducción de Jorge Orlando Melo a Indios y mestizos de la Nueva Granada, de Moreno Escandón, pp. 1-36. En sus esfuerzos por promover la reforma educativa, véanse las pp. 15-18; la cita proviene de la p. 15. 577 Para los informes de Moreno y Escandón, véase Ibid., pp. 269-585.

se había marchitado ante los imperativos de la política económica borbónica, al subordinarse los derechos históricos de las comunidades indígenas a las necesidades fiscales de la corona y a la búsqueda de la eficiencia económica. Irónicamente, la influencia de Moreno y Escandón en la promoción de fa reforma del gobierno se interrumpió bruscamente en 1778, cuando fue retirado de su cargo por el idéntico impulso de racionalizar el gobierno colonial que él mismo, en cuanto entusiasta reformador, había favorecido. En 1778 el gobierno de la Nueva Granada se vio afectado por la última y principal fase de la reforma borbónica, ««Página 312»». inspirada por José de Gálvez, el ministro para las Indias de Carlos III, y anunciada por el comienzo de una visita general, o inspección general administrativa, encaminada a la reestructuración de todo el sistema de organización y administración burocráticas. Esto significó el traslado a otra región de Moreno y Escandón, víctima de la política de Gálvez de expulsar a los criollos de los niveles altos del gobierno colonial, en particular a los criollos que ocupaban cargos en sus tierras nativas.578 Para otros neogranadinos la visita significó un problema más grave, puesto que el entrante visitador general trató de colocar el gobierno colonial bajo un control central más firme y de extraer más recursos de la tributación. La instauración de la inspección general marcó un definitivo viraje en el estilo y técnicas del gobierno. Hasta 1778 las exigencias del Estado borbónico a la Nueva Granada habían sin duda aumentado desde los indisciplinados años del último rey Habsburgo, pero el cambio había sido modesto y gradual y había causado escasa oposición violenta. Aunque los sucesivos virreyes habían impuesto nuevas exigencias fiscales, sobre todo a través de los principios del monopolio del Estado y de la administración directa, estas reformas fueron introducidas lentamente y en 578 Moreno, por su parte, continuó su exitosa carrera hasta convertirse en Regente de la Audiencia de Chile en 1788. Véase Jacques A. Barbier, Reform and Politics in Bourbon Chile, 1755-1796 (Ottawa, 1980), pp. 185-186.

forma esporádica, de modo que rara vez incitaron algo más que la oposición de pequeños grupos en diferentes áreas. La ausencia de protestas populares importantes contra los impuestos hasta mediados de la década de 1760 refleja, por cierto, el débil impacto de la reorganización administrativa y de la reforma fiscal. La instauración de un régimen virreinal en Bogotá había, al parecer, afectado muy poco la vida de la mayor parte de la población de la Nueva Granada, o por lo menos la manera como percibía al gobierno. Sin embargo, cuando empezó la visita general en 1778, se afectó súbita y nítidamente la forma de gobierno. Después de gobiernos tolerantes presididos por una serie de virreyes flexibles, ««Página 313»». atados a ineficientes oidores de la audiencia, la Nueva Granada vino a ser gobernada por un entusiasta y eficiente burócrata de carrera, autorizado para fortalecer el Estado colonial mediante el cambio de instituciones, procedimientos y prácticas largamente establecidas. Los métodos que empleó y los resultados de su visita general son el tema del siguiente capítulo. ««Página 314»». 8 INNOVACIÓN: LA VISITA GENERAL Y SU IMPACTO En la Nueva Granada, la completa reestructuración del gobierno instigada por José de Gálvez empezó en enero de 1778, cuando Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres llegó a Santa Fe de Bogotá para posesionarse de su cargo como regente y visitador general de la audiencia. La visita general confiada a Gutiérrez de Piñeres abarcaba una extensa revisión del gobierno colonial en todas las áreas importantes de la administración. En ciertos aspectos, los objetivos del visitador

general eran conocidos. Como de los virreyes, se esperaba que hiciera al gobierno colonial más receptivo al comando central, que aumentara las rentas y que fortaleciera las defensas. Existían, sin embargo, importantes diferencias. Como visitador general con órdenes y autorización para actuar con presteza, Gutiérrez de Piñeres trató de realizar rápidos cambios en un amplio frente y estaba dispuesto a emplear métodos enérgicos. Tampoco se limitaba su misión a reformas dentro de la estructura existente del gobierno. Como fue común a los inspectores generales enviados al Perú y a Chile, Gutiérrez de Piñeres estaba obligado a informar sobre los métodos más apropiados para la introducción del sistema de intendencias, clave de los planes de Gálvez para la regeneración del gobierno real en América. Las instrucciones que recibió antes de partir de España detallaban la tarea inmediata del visitador general.579 ««Página 315»». El primer párrafo de esas órdenes aclaraba su prioridad básica: aumentar las rentas reales de la corona por todos los medios posibles. Esto no necesariamente significaba nuevos impuestos. Las instrucciones reales, por cierto, los excluían expresamente. Las órdenes del rey manifestaban que los costos debían reducirse donde fuera posible y que las rentas de fuentes existentes debían aumentar de manera que "no sea necesario que mis amados súbditos sufran la carga de nuevos tributos".580 Se esperaba que Gutiérrez de Piñeres empezara a trabajar de inmediato. A su llegada a Cartagena de Indias y durante la jornada por tierra a Bogotá, debía tomar las medidas necesarias conducentes a combatir el contrabando; una vez en Bogotá, debía examinar la situación del Tribunal de Cuentas, cobrar las deudas que se le debieran, ajustar su personal a sus necesidades y escrutar individualmente cada elemento de los impuestos que administraba. Adicionalmente, el visitador general estaba encargado de promover el desarrollo de la minería y de detener las exportacines ilegales de oro al 579 AGI Santa Fe 658, "Vuestra Majestad da a D. Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres la Instrucción que deve observar para la Visita y arreglo del Tribunal de Cuentas, Cajas, y Ramos de Real Hacienda en el Nuevo Reino de Granada y Provincias de Tierra Firme E1 Pardo, febrero 17, 1777. 580 Ibid

extranjero por el río Atrato.581 LA REFORMA POLÍTICA Para alcanzar sus fines, Gutiérrez de Piñeres intentó reestructurar el gobierno en varios niveles. Su preocupación principal, expresada durante las primeras fases de su inspección en 1778, fue la de implementar la política de Gálvez de deshacerse de los criollos en las audiencias americanas y en la administración de la Real Hacienda. El mismo nombramiento de Gutiérrez de Piñeres fue un primer paso en esta dirección, puesto que al hacerlo regente de la audiencia de Santa Fe, Gálvez hizo a un lado a los dos candidatos criollos apoyados ««Página 316»». por el Consejo de Indias. Esto marcó el principio de una nueva oleada de nombramientos en la audiencia que reduciría la influencia criolla del alto punto que había alcanzado a principios de la década de 1770. Pues aunque sólo dos criollos habían sido nombrados en la audiencia desde el ascenso de Carlos III, se habían unido a un tercer criollo, el oidor limeño Antonio de Verástegui, quien desempeñó el cargo en Bogotá desde 1743 hasta su muerte en 1776. De modo que de los cinco magistrados —cuatro oidores y un fiscal— que constituían la audiencia a principios de la década de 1770, tres eran criollos y dos peninsulares. Visto en este contexto, es notable el cambio en la composición de la audiencia que tuvo lugar después de 1776. En primer lugar, el balance se desplazó nítidamente a favor de los peninsulares. Cuando Gutiérrez de Piñeres fue nombrado regente en 1776, el peninsular Manuel Silvestre Martínez ocupó el cargo de fiscal del crimen; en 1777, el español Joaquín Vasco y Vargas reemplazó al criollo Verástegui; en 1778, el quiteño Romualdo Navarro fue trasladado a la audiencia de Guadalajara, y en septiembre de 1779 el catalán Pedro Catani se posesionó como oidor en Bogotá. Esta "europeización" de la audiencia se consolidó aún más en 1780, cuando el fiscal Moreno y Escandón fue transferido a Lima, y en enero de 1781, 581 Ibid.

cuando el veterano Benito Casals fue reemplazado por José de Osorio, un nuevo oidor español.582 Fue así como para 1781 todos los criollos habían sido eliminados, y de los magistrados que habían sido nombrados antes de 1776 sólo quedaba uno, el español Juan Francisco Pey y Ruiz. La purga de criollos se vio duplicada entonces por otro cambio de igual importancia: la introducción en el tribunal de la audiencia de nuevos hombres sin contacto previo con la sociedad criolla de Bogotá, que en el pasado había atado a los oidores peninsulares. La intención, además, era la de asegurar que en el futuro los magistrados de la audiencia no se establecieran ««Página 317»». en Bogotá o crearan lazos con la sociedad local. Con este fin, Gutiérrez de Piñeres recomendó que las exenciones concedidas a los oidores para casarse en la sociedad local se dieran en adelante con mucha menos liberalidad. 583 Mientras participaba en la reconfiguración de la audiencia, Gutiérrez de Piñeres también atacó la posición de las familias santafereñas sobresalientes en la administración de la tesorería, otra área donde la corona deseaba disminuir la influencia criolla. Al recordar que la Real Cédula de enero 20 de 1775 había prohibido el empleo en el tribunal de cuentas o en la tesorería de cualquier persona emparentada con otra "hasta el cuarto grado de consaguinidad o el segundo de afinidad", Gutiérrez de Piñeres encontró que dicho reglamento no se cumplía en gran parte en Santa Fe.584 Vicente Nariño y Joseph López Duro, contadores del Tribunal de Cuentas en la capital; Manuel de Revilla, otro funcionario de alto rango de la tesorería; Benito Casals, oidor de la audiencia, y varios otros empleados en oficinas del gobierno de la capital estaban emparentados entre sí en varias formas, sobre todo por lazos con la familia

582 Para estos nuevos nombramientos en la audiencia, véase Pablo E. Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de I781 en el Nuevo Reino de Granada, con copiosa documentación inédita, 2 vols. (Bogotá), vol. 2, pp. 313-319. 583 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, marzo 31, 1778, reservada no. 29. 584 Ibid., marzo 30, 1778, reservada no. 26.

Álvarez.585 Gutiérrez de Piñeres fue particularmente crítico respecto a esta familia, al observar que "la casa Álvarez es aquí muy poderosa por las conexiones que tiene en los principales cargos, por la cantidad de personas que forman la familia, y por otros enlaces". El clan Álvarez era, en pocas palabras, un ejemplo importante de la penetración de la administración colonial por una emparentada red familiar de la clase que José de Gálvez deseaba eliminar del gobierno. Los funcionarios de la tesorería Vicente Nariño, José López Duro y Manuel de Revilla, y el oidor Benito Casals estaban todos emparentados por sus matrimonios con las hermanas Alvarez, así como Francisco Robledo, asesor del virrey, y Manuel García Olano, ad««Página 318»». ministrador de las rentas del tabaco en el Socorro. Formaban así una verdadera red familiar dentro del alto gobierno. Gutiérrez de Piñeres estaba, además, particularmente preocupado por las conexiones de los Álvarez, porque tan estrechos eran los vínculos con la familia del consejero personal y del secretario del virrey que existía la pública sospecha de que el gobierno estaba controlado por una camarilla.586 La preocupación de Gutiérrez de Piñeres por reducir la influencia local en el gobierno fue más allá de la familia Álvarez. Era evidente, por cierto, que su posición significaba una amenaza para varios miembros principales del patriciado santafereño, puesto que el virrey Flóres consideró necesario salir en su defensa. Si se hacía cumplir rigurosamente la ley de 1775, sostuvo el virrey, "todas las principales familias de esta ciudad van a sufrir, por haber sólo tres o cuatro de superior rango —los Prietos, los Ricaurtes, los Caycedos y los Álvarez—, están emparentadas entre sí y con los funcionarios del tribunal de cuentas". Al virrey le parecía injusto que estas personas, "que no poseen riqueza para su mantenimiento ni otra carrera que dar a sus hijos que los pocos cargos que el país 585 Ibid., también mayo 15, 1778, reservada no. 38 586 Ibid. marzo 31, 1778, no. 29.

ofrece, fueran privadas de sus cargos..." En respuesta a los comentarios del virrey, Gutiérrez de Piñeres aceptó que se debía atender a la aristocracia local en la distribución de los cargos del gobierno, pero se opuso a favorecer a estas familias por encima de "los muchos súbditos honorables y merecedores", tanto europeos como criollos, aptos para el trabajo. También insistió en que la real cédula de 1775 se hiciera cumplir a la letra, que el reclutamiento se debería hacer entre un grupo más amplio de candidatos, y que se debía evitar que los empleados ocuparan cargos en su lugar de nacimiento. 587 Es claro que Gutiérrez de Piñeres estaba decidido a debilitar, si no a destruir, la influencia de la aristocracia santafereña en los círculos oficiales.588 ««Página 319»». LA INNOVACIÓN FISCAL Después de recomendar cambios de personal en los niveles más altos de la burocracia de la colonia, el visitador general volvió su atención hacia la reorganización general del sistema de administración y cobro de los impuestos reales.589 En las instrucciones dadas por la corona, se le encomendaba a Gutiérrez de Piñeres dedicar especial cuidado a la organización de los monopolios que controlaban la venta de tabaco y de aguardiente. Como el último ya era una de las fuentes más productivas de ingresos de la colonia, se esperaba que el primero adquiriera, con una administración competente, una importancia comparable. En consecuencia el examen de la estructura fiscal del visitador general se concentró primero en el estado de los monopolios del Estado, sus estancos. Antes del arribo del visitador general, el virrey Flóres había empezado a limitar el cultivo del tabaco, restringiéndolo a determinadas áreas, y había iniciado planes 587 Ibid, julio 3 l , 1778. 588 Para un análisis que llega a una conclusión similar, véase Phelan, The People and the King, pp. 14-17. 589 Para un recuento general de las reformas de Carlos III y su efecto en la Nueva Granada, véase ibid., pp. 18-27.

para establecer dos centros de procesamiento y distribución en la Nueva Granada. Gutiérrez de Piñeres, sin embargo, encontró estos planes inadecuados, porque el tabaco se cultivaba ilegalmente en toda la colonia y sus ventas generales al por mayor y al por menor continuaban sin restricción, con total indiferencia hacia las instrucciones reales. Aunque la corona había ordenado que el monopolio del tabaco establecido en la Nueva Granada tuviera los mismos reglamentos a que estaba sujeta la operación del estanco en la España metropolitana, en la práctica sólo consistía en unas pocas factorías donde se procesaba y vendía la hoja, sin reglas para determinar los precios o la oferta. Por lo tanto Gutiérrez de Piñeres elaboró un plan para la apropiada organización del estanco. Con el fin de controlar la distribución del tabaco en las provincias, estableció cinco administraciones principales bajo la dirección de una autoridad central en Bogotá, formuló instrucciones ««Página 320»». detalladas para los empleados del estanco y creó una fuerza especial de guardias para extirpar los cultivos ilícitos.590 Se hicieron planes similares para reorganizar el estanco de aguardiente.591 La campaña para aumentar los ingresos mediante un cobro más eficiente se vio reforzada por una racionalización de la administración encaminada a contener los costos administrativos. Fue así como el visitador general fusionó el monopolio de los naipes con el del tabaco, y simultáneamente unificó el manejo de todos los estancos en una nueva oficina central que examinaría las cuentas e ingresos recogidos por los cuatro principales monopolios.592 La determinación de aumentar el producido fiscal mediante la racionalización administrativa y el estricto cumplimiento, también fueron los principales temas de la reforma de Gutiérrez de Piñeres en otras importantes 590 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, agosto 31, 1778 (no. ibid., noviembre 30, 1778 (nos. 60, 61, 63, 64). 591 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, diciembre 31, 1780 I n: 223). 592 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, junio 30, 1779 (no. 1 AGI Santa Fe 660, "Nuevo Plan e Instrucción para el gobierno de la Direccio General de las quatro rentas unidas del tabaco, aguardiente, naipes y pólvora. mandada establecer en esta Capital por Real Orden de 14 de octubre de 1779 mayo 27, 1780.

áreas de la tributación real. El desmedro burocrático no se limitaba a los monopolios del aguardiente y del tabaco: el visitador general encontró que los abusos se habían filtrado en todos los aspectos de la recaudación de impuestos. 593 Elaboró e introdujo, en consecuencia, nuevos y amplios planes para la reorganización de todas las ramas de la Real Hacienda. Estos planes apuntaban a la reducción del número de impuestos que se habían acumulado, y a menudo desaparecido, durante los siglos de gobierno español, y al mismo tiempo al riguroso recaudo de los principales impuestos a la producción y al consumo. La alcabala (el impuesto a las ventas que cubría todas las transacciones excepto aquellas ««Página 321»». específicamente exentas) recibió especial atención. Al descubrir que no se aplicaba la alcabala a todos los artículos sujetos al impuesto, y que la lista oficial de precios con la que se calculaban los montos del tributo era obsoleta, Gutiérrez de Piñeres elaboró, a manera de guía para sus administradores, una revisión detallada de todos los aspectos de la reglamentación que gobernaba los pagos de la alcabala.594 Además despejó la- maraña de incrementos y exenciones locales que se habían creado en torno a la alcabala, y separó claramente el viejo impuesto de la Armada de Barlovento, que por el peso de las costumbres locales había sido extraoficialmente incluido en el impuesto de ventas. La clarificación y la clasificación fueron el preludio de la reorganización. Gutiérrez de Piñeres procedió, como había hecho con los monopolios, a formular un plan general para la administración de la alcabala y del impuesto de la Armada de Barlovento. Se estableció una nueva administración central en Bogotá con el fin de dirigir, coordinar y dar razón del producto de estos impuestos, 595 y se establecieron 593 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, septiembre 30, 1780 (ix, 209). 594 Ibid., "Instrucción General para el más exacto y arreglado manejo de las Reales Rentas", octubre 12, 1780. Un resumen de estas estipulaciones figura en Pablo E. Cárdenas Acosta, Del vasallaje a la insurrección de los Comuneros (Tunja, 1947), pp. 227-281. 595 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, enero 31, 1781, nos. 228, 229, 230, 231.

administraciones satélites en las principales ciudades para su imposición y recaudo en las provincias.596 La separación del impuesto de la Armada de Barlovento de la alcabala no constituía un nuevo impuesto, sino que sencillamente revivía una categoría que se había confundido con la alcabala. En la práctica, sin embargo, el restablecimiento de este impuesto fue visto popularmente como un nuevo tributo, y la reforma de la alcabala aumentó la carga impositiva de las transacciones en el mercado doméstico al añadir un 2% al impuesto de ventas vigente. Además, el impuesto de ventas debía cancelarse en adelante según un programa fijado de acuerdo con los precios locales, y su cobro correr por ««Página 322»». cuenta de una administración más eficiente y controlada por el gobierno. 597 El descontento que esto causó inevitablemente se agravó aún más al cubrir con el impuesto a las ventas una serie de artículos que, debido a la inercia administrativa y a las costumbres locales, habían estado exentos de tiempo atrás. 598 Las presiones impositivas también aumentaron en formas más obvias. En 1780, el visitador general puso en ejecución las órdenes reales de aumentar el precio del tabaco y del aguardiente que los estancos vendían al público. 599 En ese mismo año, la corona también decidió subvencionar los costos de la guerra con Inglaterra exigiendo que sus súbditos coloniales pagaran un "donativo", que era de hecho un impuesto de capitación temporal a la población masculina adulta. 600 596 Ibid. no. 223. 597 Cárdenas Acosta, Del vasallaje, p. 281. 598 Tras las reformas del visitador general, todos los artículos y alimento-básicos consumidos por los pobres urbanos y rurales quedaron sujetos a impuestes: sólo el pan quedó exento. Véase David P. Leonard, "The Comunero Rebellion In 1781. A Chapter in the Spanish Quest for Social Justice" (Tesis de doctorar. inédita, Universidad de Michigan, 1951), p. 78. 599 Cárdenas Acosta, Del vasallaje, pp. 342, 351. 600. -AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, marzo 3, 1781 (no 245%. en la que informa a Gálvez sobre las instrucciones dadas para su recibo en la Nuesui Granada. Los indios y "castas" pagaban un peso por cabeza, los españoles y nobles dos. Las mujeres, los esclavos, los indigentes y los mayores de sesenta, y algas

Las modificaciones y añadiduras a la norma de fiscalización no eran nuevas en la colonia. Virreyes anteriores habían tratado de aumentar el producto de las rentas mediante nuevos impuestos al aguardiente y al tabaco y un cobro más eficiente de viejos impuestos como la alcabala y el quinto. Sin embargo, aunque las medidas introducidas por el visitador general simplemente continuaban el proceso existente, fueron disposiciones sin precedentes tanto en su alcance como en la ofensa que causaron a un amplio espectro de comerciantes, campesinos y consumidores. Gutiérrez de Piñeres, en primer lugar, creó nuevos problemas para los comerciantes al intro««Página 323»». ducir un sistema de registro oficial de todos los bienes que ingresaban a los canales comerciales internos. Se trataba de un esquema sencillo. Los comerciantes que transportaban bienes en la colonia tenían en toda ocasión que llevar "guías" o facturas selladas oficialmente que indicaban su mercancía y su procedencia, mostraban que habían pagado los impuestos debidos en su lugar de origen y declaraban su destino. Cuando los bienes eran vendidos, los comerciantes tenían que obtener una "tornaguía", recibo oficial indicando que habían llegado a su destino y pagado allí la debida alcabala en el momento de la reventa.601 En su concepción, el esquema no era original: el virrey Guirior había recomendado su introducción unos años antes. 602 Pero su aplicación práctica era algo nuevo en la colonia y produjo una fuerte antipatía. El nuevo procedimiento no sólo incrementaba los riesgos de contrabando, al aumentar los requisitos burocráticos impuestos al comerciante, sino que probablemente también ampliaba las oportunidades de extorsión y peculado por parte de los funcionarios menores con los que trataba el comerciante. La súbita implementación de nuevos categorías de menores estaban exentos. Véase Pablo E. Cárdenas Acosta. Vasallaje, p. 329. 601 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, agosto 26, 1780 (no. 211. 602 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 169.

reglamentos para el cultivo, procesamiento y venta del tabaco también golpeó de repente y en forma similar a los campesinos en las áreas donde su cultivo fue prohibido por la reorganización del monopolio del visitador general. Anteriormente, los reglamentos de este estanco se observaban ante todo en su quebrantamiento; ahora oficiales y guardias de la administración recientemente creada recorrieron de pronto los campos arrancando y quemando las plantas en las áreas donde se había prohibido el cultivo. En tercer lugar, las medidas del visitador general indispusieron a muchos consumidores, puesto que el aumento de los precios del aguardiente y del tabaco, combinado con impuestos superiores a las ventas elevó el costo de los bienes básicos. ««Página 324»». LA REACCIÓN COLONIAL A LA REFORMA La innovación fiscal ocasionó un resentimiento popular generalizado y produjo una reacción que fue elocuente testimonio de su impacto. A medida que el visitador general producía una oleada de instrucciones y órdenes, una marejada opuesta se desencadenaba bajo la forma de disturbios populares que se extendieron en la provincia del Socorro, que encendieron focos de rebelión en campos y ciudades y que promovieron el desastre definitivo del visitador general, la gran insurrección de los comuneros de 1781. El epicentro de la rebelión se dio en la ciudades de Socorro y San Gil, las cuales, en cuanto áreas de producción de tabaco y de algodón, se sintieron particularmente afectadas por las nuevas medidas fiscales. En algunas ciudades y pueblos, multitudes congregadas para el día de mercado o reunidas después de la misa dominical se unieron en demostraciones espontáneas contra las administraciones locales de impuestos; en otras, la oposición a los recaudadores tomó la forma de ataques preconcebidos de bandas de hombres armados, a menudo estimulados por delegados de los centros de rebelión. En ambos casos, la moderación y la disciplina caracterizaron la acción popular. Bajo la consigna de "Viva el rey y abajo el mal gobierno", fue

notablemente escasa la violencia que los rebeldes ejercieron contra las personas o la propiedad privada. En forma invariable limitaron sus acciones a protestas contra las medidas del visitador general, por lo común saqueando las oficinas del estanco o vendiendo sus existencias de tabaco y aguardiente. El carácter ordenado de la rebelión se reflejó además en la organización creada por los participantes para preservar sus demandas y conservar su propósito. Con el fin de unir las fuerzas de la protesta y de consolidar sus avances, los comuneros, al mando de Francisco Berbeo, vecino del Socorro, crearon un "Consejo Supremo de Guerra". Compuesto por los "capitanes generales" de los poblados rebeldes, el consejo asumió las funciones de gobierno en las áreas insurrectas y envió representantes ««Página 325»». a ciudades vecinas para invitarlas a unirse a la causa. De ese modo, al seguir extendiéndose la resistencia por la provincia de Tunja, surgió gradualmente un movimiento coherente y, unido bajo una dirección única y con un programa definido de exigencias, se fortaleció hasta constituirse en una rebelión organizada y a gran escala contra los ministros de la corona.603 Con el virrey en Cartagena, en la tarea de ordenar las fuerzas de defensa de la colonia contra los ataques externos durante la guerra con Inglaterra, y con la única protección de la guardia del palacio virreinal, el gobierno se encontraba en una difícil posición para defenderse. Al principio se hizo el intento de oponerse a los rebeldes por la fuerza, pero el diminuto contingente de tropas enviado para detener su avance fue superado tanto en número como en estrategia. Los rebeldes ganaron vigor y confianza con el ignominioso fracaso de las tácticas militares realistas, y para mayo de 1781 una fuerza comunera de unos quince o veinte mil hombres se reunió en las cercanías de la ciudad de Zipaquirá, dispuesta a marchar hacia la capital. Sin la capacidad de resistir un ataque de esas 603 25. Phelan hace una excelente narración de la insurrección, The People and the King, caps. 9-12.

dimensiones, las autoridades reales trataron de anticiparse a la fuerza rebelde mediante la conciliación. Mientras se hacían apresurados preparativos para defender la ciudad, se envió una comisión para conferenciar con los líderes rebeldes en Zipaquirá. Ante la perspectiva de un reconocimiento oficial, los líderes de los comuneros sentaron los agravios de los rebeldes en un "plan de capitulaciones", un resumen de los términos para presentar a la comisión. Muchos de éstos, dado el origen de la rebelión, eran perfectamente predecibles; pedían la expulsión del visitador general, la abolición de los estancos, la cancelación del impuesto de la Armada de Barlovento y de las guías, y un regreso a la alcabala en su antigua forma: en pocas palabras, una inversión total del statu quo fiscal. Enfrentados a la amenaza de la inminente invasión de la capital, los ««Página 326»». negociadores del gobierno accedieron a los términos de las capitulaciones. Públicamente aceptaron en su totalidad las demandas de los comuneros, mientras en secreto repudiaron el pacto. Después de este consentimiento a sus reclamos, ratificado por juramentos de los ministros del rey y consagrado por una misa dicha por al arzobispo Caballero y Góngora, la mayor parte de los rebeldes se dispersó y volvió a sus hogares. Aunque la resistencia continuó ardiendo bajo la forma de disturbios locales en diferentes partes del país hasta finales de 1781, la llegada de tropas de Cartagena y la desintegración gradual del núcleo del movimiento comunero bajo un mando dividido le permitió a la administración real recuperar lentamente el control. Satisfechos de que sus demandas hubieran sido atendidas y su protesta justificada, la mayor parte de los comuneros se alegró de aceptar el perdón general extendido a los que habían participado en la rebelión y de retornar al ritmo de su vida rural. Algunos reductos aislados de resistencia se extinguieron hasta cuando, en marzo de 1782, la audiencia se sintió lo bastante fuerte para renunciar abiertamente a las concesiones que la comisión había hecho el año

anterior.604 CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL GOBIERNO COLONIAL La rebelión de los comuneros de 1781 le propinó al gobierno de la Nueva Granada un sobresalto del cual le llevó algún tiempo recuperarse. El programa de reformas proyectado por el visitador general se reinició al llegar éste a Bogotá en febrero de 1782, pero fue modificado y reducido con el tiempo. Pues durante sus nueve meses de ausencia en Cartagena, el visitador general perdió la iniciativa política y halló difícil reanudar el trabajo. El nombramiento del arzobispo Caballero y Góngora en el virreinato disminuyó aún, más la autoridad del visitador general porque, después de su papel en las negociaciones con los comuneros, el arzobispo contaba con la con««Página 327»». fianza del agradecido monarca. De modo que, aunque Gutiérrez de Piñeres estaba convencido de que se había extinguido hasta el último vestigio de la rebelión, ya no gozaba de su viejo predominio y tenía que tratar con un virrey y unos oidores reacios a correr el riesgo de nuevos disturbios. Gradualmente se convenció de que ya no podía cumplir con sus funciones en forma adecuada. En enero de 1783 le informó a Gálvez que los oidores Pey y Ruiz, Vasco y Vargas, Catani y el fiscal Silvestre Martínez habían formado un bando en su contra, y recomendó que todos fueran destituidos. Un mes después le informó que el virrey estaba haciendo nombramientos oficiales sin consultarlo y declaró que, de no poder actuar eficazmente, se le debía nombrar en otro cargo. 605 Este intento de restablecer su autoridad resultó fallido. A fines de 1783 fue trasladado de nuevo a España, donde asumió un cargo en el Consejo de Indias. 604 Sobre el final y consecuencias de la insurrección, véase ibid., caps. 15-18.

605 AGI Santa Fe 661, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, diciembre 31, 1782; marzo 31, 1782 (reservada no. 2); enero 31, 1783 (reservada no. 10).

A pesar de la algo vergonzosa retirada de la Nueva Granada del visitador general, sus reformas no fueron abandonadas. A fines de 1782 el arzobispo virrey informó que la población había vuelto a la docilidad y que las rentas de la tesorería colonial estaban comenzando a recuperarse. 606 Luego, de tiempo en tiempo durante los primeros seis meses de 1783, le informó a la corona que los cambios en los impuestos y la restricción a la producción de tabaco que habían precipitado la rebelión se estaban realizando con éxito. Se habían introducido algunas modificaciones para evitar cualquier riesgo de una protesta popular, pero el arzobispo virrey se ufanó de que el propósito esencial de la reforma fiscal se había cumplido.607 Había sin embargo un punto principal del programa reformista inspirado por Gálvez e implementado por sus oficiales en otras partes de la América hispana, que fue del todo trastornado por la rebelión de los ««Página 328»». comuneros. En 1782 Gutiérrez de Piñeres había reafirmado vigorosamente su creencia en que el nombramiento de intendentes para la Nueva Granada debía proceder de acuerdo a lo proyectado. 608 El arzobispo virrey asumió, sin embargo, una posición opuesta, y su opinión prevaleció. Durante su período en el cargo, de 1782 a 1789, se opuso resueltamente a una reforma administrativa de tal envergadura, en razón de los peligros políticos que podrían surgir a tan corta data de la rebelión de los comuneros. Fue así como, aunque se actuó para implantar el sistema de intendencia en la provincia de Quito, donde se nombró a un intendente para la provincia de Cuenca, en la Nueva Granada no fue puesto en vigor. 609 Esto se debió en parte a la oposición del arzobispo virrey, pero otros factores también obstaculizaron el cambio en el gobierno. Durante la década de 1780, la tesorería 606.Archivo Restrepo, Correspondencia privada del arzobispo virrey, Caballero y Góngora a Gálvez, agosto 31, 1782 (no. 2). 607 Ibid., Caballero y Góngora a Gálvez, enero 31, 1783 (no. 15); abril 30, 1783 (no. 33); junio 15, 1783 (no. 46). 608 AGI Santa Fe 658, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, agosto 31, 1782 (no. 50). 609 Luis García Navarro, Intendencias de Indias (Sevilla, 1959), pp. 46-48.

colonial estaba llena de deudas y habría estado en aprietos para sostener una nueva clase de funcionarios asalariados. Luego, a la muerte de José de Gálvez en 1787, desaparecido el arquitecto y principal proponente de las Ordenanzas de Intendentes, el tema de la reforma del gobierno de la Nueva Granada simplemente quedó en suspenso. No fue revivido sino muchos años después, cuando en 1807 el Contador General, Francisco Viana, logró la aprobación real para el nombramiento de cuatro intendentes en la Nueva Granada. 610 Esta vez, sin embargo, el esquema se frustró de nuevo, a causa de la crisis imperial causada por la invasión de Napoleón a España. Sin el sistema de intendencias, la reforma estructural del gobierno de la Nueva Granada resultó imposible. Antes de la rebelión de los comuneros, se habían hecho intentos de reorganizar el gobierno local; el fiscal Moreno y Escandón había sido comisionado para racionalizar el gobierno de los distritos mediante la reagrupación de los ««Página 129»». corregimientos para que se adaptaran mejor a la distribución actual de la población, y el virrey Flóres había creado tres nuevos corregimientos para facilitar el gobierno en la provincia de Cartagena. Sin embargo, a raíz de la rebelión tal reorganización fue simplemente archivada.611 También lo fue el plan del virrey Flóres de asignar un corregidor a la capital para presidir su cabildo y dar los pasos necesarios para mejorar la ley y el orden tras la rebelión de los comuneros. El arzobispo virrey había propuesto financiar el nombramiento, con un jugoso salario de 5.000 pesos, mediante la extinción de los corregimientos de Mariquita y Tunja, que según pensaba podían ser gobernados desde Bogotá; también insistió en que un oficial del ejército debía ocupar siempre el cargo, para garantizar la eficiencia y 610 AGI Santa Fe 552, "El Virrey de Santa Fe: sobre que se observe en aquel Virreynato en lo posible la Ordenanza de Intendentes", Francisco Viana, junio. 1807. 611 Sobre estas medidas, véase la relación de mando del arzobispo virrey en Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 301, 324-327.

evitar que la función cayera en manos locales. 612 Esta propuesta, sin embargo, fue desechada con el argumento de que la inminente introducción de los intendentes la hacía superflua. De modo que cuando se abandonaron los planes para la introducción de los intendentes, el gobierno de la ciudad y su jurisdicción permanecieron inmodificados y bajo la responsabilidad del virrey de la audiencia. El único cambio en el gobierno local se produjo en el Socorro, donde se estableció un nuevo corregimiento en septiembre de 1781, con Francisco Berbeo como primer corregidor. Este fue, sin embargo, un mero recurso temporal para aplacar a los socorranos y para emplear a Berbeo como instrumento de mediación. En menos de un año, Berbeo fue despedido y el corregimiento suprimido. 613 No resurgió sino unos años después cuando, en 1795, la corona aprobó un plan propuesto por Juan Rodríguez de Lago, de Tunja, para un corregimiento que supervisara el gobierno en las regiones de Vélez,

««Página 330»». San Gil y el Socorro, y nombró en el puesto al mismo Rodríguez de Lago. 614 Esta fue, al parecer, la única reforma del gobierno local durante fines del siglo XVIII, y aunque sucesivos virreyes abogaron por una reorganización adicional, la tarea siempre demostró ser demasiado problemática y costosa. Prácticamente todos los virreyes se refirieron a las prácticas corruptas de los corregidores e insistieron en que fueran reemplazados por funcionarios remunerados, pero a falta de fondos para los salarios, los funcionarios sin paga siguieron pervirtiendo con sus abusos

612 AGI Santa Fe 552, "Borrador de lo que pensó el Señor Virrey representar a la Corte sobre elección de Corregidor de Santa Fe..." 613 Phelan, The People and the King, pp. 175, 200-201. 614 Ulises Rojas, Corregidores y Justicias Mayores de Tunja y su Provincia desde la fundación de la ciudad hasta 1817 (Tunja, 1962), pp. 606-615.

la administración de justicia en el nivel local. 615 El fracaso en implementar los planes de Gálvez para una "revolución en el gobierno" a través del establecimiento de intendencias provinciales se reflejó en la retención por parte del virrey de un papel dominante. En su capacidad tripartita como comandantes militares supremos, superintendentes de la Real Hacienda y presidentes

de

audiencia

de

Santa

Fe,

los virreyes asumían

amplias

responsabilidades para desarrollar los recursos de la colonia, supervisar los asuntos fiscales y garantizar que la ley se administrara eficazmente tanto en el nivel central como en el local. Aunque hubo quejas ocasionales de que no ejercían suficiente control sobre los nombramientos a las gobernaciones de las provincias de la colonia, no hay señas de que su poder o prestigio disminuyera durante fines del sig XVIII.616 Los virreyes, por cierto, fueron los principales agentes ve_ estilo más activo de gobierno favorecido por los últimos Borbone y siguieron jugando un papel importante como administradores de los asuntos financieros y económicos del Nuevo Reino. La otra gran institución del gobierno colonial de los Habsburgos, la audiencia, también conservó su posición en la administración de ««Página 331»». la colonia, donde siguió siendo el punto focal para la aplicación de la justicia civil y penal, y continuó ejerciendo importantes deberes dentro de la vital esfera de las finanzas del gobierno. Existen, sin embargo, señales de que se convirtió en un instrumento más eficiente del Estado durante fines del siglo XVIII, y de que el plan de Gálvez de reducir la influencia local en los niveles más altos fue implementado con éxito. Aumentada en 1776 con la inclusión de un regente y de un fiscal del crimen, y con otro oidor en el tribunal por Real Cédula de 1778, la audiencia 615 Para los comentarios de sucesivos virreyes sobre los problemas del gobierno local, véase Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 150, 315-321, 453-455. 616 Véanse, por ejemplo, las anotaciones del virrey Pedro Mendinueta. Ibid.. p. 452.

recibió una infusión de nueva sangre durante la visita general, con las tres nuevas personas que se posesionaron entre 1779 y 1781. 617 Después de terminada la visita general, la composición de la audiencia sufrió una alteración adicional, con los cuatro nuevos nombramientos que se hicieron entre 1781 y 1783. 618 Además, durante la visita general y en los años que siguieron, fue colocada firmemente en manos de burócratas reclutados en la península, y se redujeron los contactos entre sus miembros y las familias de la aristocracia santafereña. Entre 1778 y 1810, veinticuatro nuevos hombres sirvieron en la audiencia de Bogotá, cuatro como regentes, catorce como oidores y seis como fiscales. De éstos, dieciocho eran españoles peninsulares y siete criollos. Sólo tres de ellos eran de la misma Nueva Granada: Francisco Moreno y Escandón asumió brevemente el cargo de fiscal hasta ser desplazado en 1782; en 1787, Joaquín Mosquera y Figueroa, un criollo de una opulenta familia de Popayán, dueña de tierras y de minas, fue nombrado oidor en Bogotá; en tanto que el santafereño José Antonio Berrío ejerció diez años como fiscal después de su nombramiento en 1790. Los demás criollos eran personas de otras partes de América. Los locales fueron, entonces, una pequeña minoría de los miembros de la audiencia en los años entre 1778 y 1810. De igual importancia, sin embargo, fue el hecho de que sus funcionarios cumplieron ««Página 332»». períodos más cortos después de 1778. Entre 1738 y 1777, los oidores por lo general habían cumplido períodos muy largos, de entre veinte y treinta y cinco años; entre 1778 y 1810, los períodos se acortaron mucho más y rara vez superaron los diez años. Esta rotación más rápida de magistrados indica que habían tenido efecto las acerbas críticas del visitador general a las relaciones entre los oidores y la comunidad local. Después de 1778, los oficiales de la audiencia fueron transferidos con más frecuencia y se casaron menos con las 617 Restrepo Saénz, Biografías de los mandatarios, pp. 368, 382-384. 618 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo Virrey, Caballero y Góngora a Gálvez, enero 31, 1783 (no. 21).

hijas de la aristocracia criolla.619 En esto, por lo menos, la revolución en el gobierno proyectada por José de Gálvez dejó huella. La eficiencia del gobierno es más difícil de medir, pero hubo señales de una cooperación más estrecha entre los virreyes y la audiencia después de 1778, así como de profesionalismo entre los magistrados del tribunal. Sucesivos virreyes anotaron la pesada carga de trabajo asignada a los oidores y recomendaron varias medidas para aliviar la presión. El arzobispo virrey Caballero y Góngora aprobó el nombramiento del regente de tres jueces auxiliares para despejar la acumulación de apelaciones civiles y criminales, y suministró los medios financieros para acelerar el despacho de casos de la audiencia. También recomendó el establecimiento de una "Sala del crimen" separada, o corte de apelacines criminales, para que aquella pudiera disponer de más personal para cumplir con sus funciones.620 Sin embargo, aunque los virreyes siguientes apoyaron esta propuesta, el gobierno de Madrid desechó con persistencia estos pedidos y la audiencia siguió enfrentada a una excesiva carga de trabajo. 621 En la cúspide de la burocracia fiscal el virrey siguió ocupando una posición dominante, con la audiencia en un importante papel de apoyo. Aunque la intención de Gálvez había sido la de limitar las ««Página 333»». funciones fiscales del virrey asignándolas a un "superintendente subdelegado de Real Audiencia" en la Nueva Granada, el virrey permaneció firmemente en control de los asuntos de la tesorería. Como superintendentes de la Real Hacienda, los virreyes eran los máximos responsables de los asuntos fiscales de la colonia y ejercían

una

importante

influencia

en

la

administración

financiera.

La

619 Estos comentarios sobre la composición de la audiencia se basan en datos dados por Burkholder y Chandler, From Impotence to Authority, Apéndice X, pp. 221-214, y por Restrepo Saénz, Biografías de los mandatarios, pp. 295-427. 620 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 323-324. 621 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 314, 447-448.

administración fiscal había sido considerablemente modificada con la introducción de nuevos departamentos para administrar los monopolios estatales del tabaco, los naipes, el aguardiente y la pólvora. Organizados en administraciones provinciales, estos departamentos respondían ante los directores instalados en las oficinas centrales de la administración en la capital. Los de Bogotá parecen haber sido uniformemente bien manejados desde el momento en que fueron establecidos por el visitador general y, al contrario de los de la audiencia de Quito, no hubo necesidad de modificar su forma de funcionamiento. 622 Junto a estos nuevos departamentos subsistió la vieja estructura de la organización fiscal, en la cual las tesorerías provinciales eran supervisadas por el Tribunal de Cuentas de Bogotá, la corte central de cuentas que examinaba las relaciones y recaudaba el producido neto de las principales cajas provinciales. 623 Compuesto por sólo dos ministros de avanzada edad con unos pocos subordinados, el tribunal estuvo sepultado bajo un constante alud de cuentas atrasadas hasta la década de 1790. Entonces, durante el virreinato de José de Ezpeleta, se activó e hizo más eficiente. Por orden del virrey, se aumentó el personal de la corte hasta el punto de que no sólo fue posible poner al día sus cuentas, sino que estuvo preparada para asumir nuevo trabajo.624 Además de estos dos importantes departamentos para la administración, recaudación y distribución de ingresos reales en la Nueva Granada, los magistrados de la audiencia organizaron varios comités ««Página 334»». para el manejo de fondos especiales, como los que se derivaron de las propiedades confiscadas a los jesuitas, los diezmos y el Monte Pío, o fondo oficial de pensiones.625 También compartieron con el virrey parte de la responsabilidad 622 Ibid., p. 372. 623 Para una lista de estas tesorerías, véase Silvestre, Descripción, p. 63. 624 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 369-370. 625 Ibid., p. 314; Silvestre, Descripción, pp. 369-370.

que le correspondía a éste en su capacidad de supervisor general de la tesorería colonial: todos los oidores asistían a la "junta general de tribunales", junto con los ministros de la corte de cuentas, los directores de los monopolios y varios funcionarios de la tesorería.626 De acuerdo a la Cédula Real de 1778, la audiencia no tenía competencia para inmiscuirse en la jurisdicción del virrey como superintendente. Pero se volvió habitual permitir que lo hiciera, por consideración a la conveniencia administrativa, así como para evitar disputas con los oidores. 627 Después de 1797, la participación de la audiencia en la discusión central de los asuntos fiscales fue recortada hasta cierto punto. En ese año se estableció una "junta superior de real hacienda", y sólo algunos oidores escogidos fueron incluidos en su nómina. Autorizado para examinar todos los gastos extraordinarios, adiciones y pagos anticipados hechos por la tesorería, este cuerpo tomaba decisiones por voto mayoritario. Sin embargo, el virrey retuvo todo su poder general sobre las decisiones de la junta superior, las cuales, como las de la junta general de tribunales que reemplazó, no se podían cumplir sin su aprobación. 628 Así, después de la rebelión de los comuneros, el gobierno de la Nueva Granada fue reinstituido en gran parte bajo su vieja forma, sin que el sistema de intendentes interpusiera una nueva capa de burócratas peninsulares entre los criollos y sus centros de poder. Pero si se frustó una completa reestructuración del poder, la influencia criolla se redujo con la introducción de nuevos hombres de España ««Página 335»». y las reformas de Carlos III se sostuvieron gracias a un gobierno más eficiente. LAS FINANZAS DEL GOBIERNO DESPUÉS DE LA VISITA GENERAL Los resultados de una administración más estricta se demostraron con más 626 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 376. 627 Ibid., p. 367. 628 Ibid., p. 517.

claridad en el área crucial de las finanzas. Desde la reinstauración del virreinato en 1739, los costos de la administración interna y de la defensa contra ataques foráneos excedieron constantemente los ingresos disponibles del erario colonial. El gasto militar fue el mayor renglón individual del presupuesto, y cualquier excedente obtenido por la tesorería de Bogotá de sus subsidiarias en la provincia se dedicaba automáticamente al sostenimiento de la guarnición y las fortificaciones de Cartagena de Indias. Durante la década de 1770, las presiones financieras debidas al mantenimiento del aparato militar estuvieron en primer plano debido a las enormes sumas que se gastaron para mejorar las fortificaciones de Cartagena. Estos gastos pusieron a la tesorería real en grandes aprietos. No sólo le era imposible remitir cualquier sobrante a España, sino que para mantener la guarnición de Cartagena, Portobelo y Panamá, los virreyes requerían de grandes subsidios anuales de Quito, Lima y Veracruz. Por esta razón, el principal objetivo de Gutiérrez de Piñeres durante su visita fue el de encontrar medios para permitirle al virreinato cubrir los crecientes costos de gobierno y defensa, eliminar los déficit de su tesorería y en últimas convertirlos en un superávit que pudiera ser remitido a España. Su principal contribución en esta área fue la de aumentar los ingresos del gobierno mediante una explotacón más efectiva del consumidor colonial. Los principales instrumentos de dicha explotación fueron los monopolios del tabaco y del licor y la alcabala. En 1772 las ventas de aguardiente en la audiencia de Santa Fe produjeron ««Página 336»». ingresos de cerca de 200.000 pesos anuales; las de tabaco, 100.000. 629 Desde principios de la década de 1780, los ingresos de ambas fuentes aumentaron considerablemente. Para fines del siglo, el producido neto del monopolio del tabaco alcanzó un promedio que triplicaba el de 1772. El crecimiento de las rentas 629 BL manuscrito adicional, 13, 987. "Notas relativas al Plan Geográfico del Virreynato de Santa Fe, que formó el Dr. Francisco Antonio Monero y Escandón", folio 66.

del aguardiente, aunque menos impresionante, también fue notable. La importación de España de un producto rival frenó el crecimiento de las entradas por concepto de esta fuente, pero el aumento se repuso al proporcionar la guerra protección contra el aguardiente importado.630 La administración más estrecha también demostró ser benéfica para la tesorería colonial. En la década de 1750, el reemplazo de los recaudadores a comisión por la administración directa en Bogotá suministró una base para el crecimiento. El administrador de la alcabala informó que los ingresos crecieron de inmediato de un promedio anual de 8.000 pesos a uno de más de 19.000. 631 Para la década de 1790, el producido era mucho más alto y seguía creciendo. En 1791 se acercaba a los 72.000 pesos; en 1795 fue de casi 76.000 pesos.632 El incremento en el flujo de ingresos de la tesorería no resolvió de inmediato, sin embargo, los problemas fiscales del virreinato. Cuando el arzobispo virrey Caballero y Góngora se posesionó en 1782, heredó de su predecesor una deuda de 900.000 pesos, y entre 1779 y 1788, el aumento desproporcionado de los gastos del gobierno anuló el crecimiento de los ingresos.633 Fue así como, al entregar su cargo Caballero y Góngora en 1789, el déficit colonial se había más que duplicado. 634 ««Página 337»». La debilidad de las finanzas del gobierno no se puede atribuir a falta de presión sobre los contribuyentes de la Nueva Granada. Fue más bien el resultado de erogaciones crecientes, debidas en parte a los extraordinarios gastos incurridos durante la guerra de 1779 a 1783 con los ingleses, cuando se necesitaron grandes sumas para mantener la estación naval de Cartagena, y en parte al esfuerzo de postguerra de colonización del Darién, que absorbió más de un millón de pesos. 635 630 Para las rentas del aguardiente, véase Mora de Tovar. Aguardiente y conflictos, gráfico 13, p. 172. 631 AGI Santa Fe 264, Consejo de Indias a Joaquín Joseph Vásquez, julio 28, 1756. 632 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 381, 528. 633 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, p. 376. 634 Santa Fe 573, Gil y Lemus a Valdés, enero 30, 1789 (reservada no. 4). 635 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 375, 383-385.

A corto plazo, el tesoro real sólo podía sufragar estos costos endeudándose. A largo plazo, sin embargo, las reformas fiscales del visitador general contribuyeron a garantizar que se equilibrara el presupuesto. Para la década de 1790, la colonia producía ingresos suficientes no sólo para cubrir sus gastos rutinarios de tiempos de paz, para el mantenimiento de la administración y la defensa, sino también para pagar sus deudas e incluso reunir un pequeño superávit para remitir a España. Aunque a las reformas introducidas por Gutiérrez de Piñeres se les debe dar el crédito de la estabilización de las finanzas de la colonia, el logro del equilibrio fiscal también se debió en gran parte al cuidadoso manejo financiero de los últimos virreyes. Cuando Francisco Gil y Lemus se hizo cargo del virreinato en 1789, de inmediato se concentró en rectificar los efectos de los elevados gastos del gobierno de su predecesor, el arzobispo virrey Caballero y Góngora. Caballero y Góngora había utilizado visitadores para inspeccionar las provincias de Antioquia y Popayán, pero los informes de Gil y Lemus sugieren que había aún bastante campo para la mejora de la administración fiscal tanto en el nivel central como en la provincia. Recomendó acciones en ambas áreas. En primer lugar, en un esfuerzo por reducir los costos del gobierno, podó el secretariado virreinal, redujo los gastos militares, retiró el apoyo financiero a las recién establecidas colonias del Darién y suspendió los proyectos del gobierno que estaban funcionando a pérdida. En segundo lugar, ««Página 338»». elaboró planes para inspeccionar todas las tesorerías de provincia y para controlarlas más estrechamente desde la capital. Con el fin de eliminar las largas demoras que implicaba el examen de las cuentas de las tesorerías provinciales y de las administraciones de los monopolios, Gil y Lemus convocó reuniones semanales del Tribunal de Cuentas y los directores de los monopolios, y aumentó el personal del primero para que fuera más expedito en el despacho de sus asuntos.636 636 Gil y Lemus presentó un resumen de sus recomendaciones poco antes de irse de la Nueva Granada. Copia del informe está incluida en E. Sánchez Pedrote. "Gil y Lemus y

Gil y Lemus fue promovido al virreinato de Lima después de sólo seis meses en la Nueva

Granada,

pero

su

sucesor,

José

de

Ezpeleta,

recogió

sus

recomendaciones. Bajo la atenta supervisión de Ezpeleta, hubo una notoria recuperación de las finanzas del gobierno. Después de poco más de un año en el cargo, Ezpeleta concluyó que la situación de la tesorería real era aún más grave de lo que había supuesto Gil y Lemus. No sólo continuaba todavía bajo el lastre de una deuda de cerca de dos millones de pesos, sino que los costos de la guarnición de Cartagena también habían aumentado muy por encima del tope previsto. En cuanto a la remisión de ingresos a España, observó que ninguno de sus predecesores la había realizado. Porque a pesar de las repetidas órdenes reales de que las ganancias de los monopolios del tabaco y de los naipes y el producido de las propiedades de los jesuitas confiscadas en 1767 se destinaran para su envío a la metrópoli, continuamente se habían empleado para sufragar gastos dentro del virreinato.637 Además, la tesorería todavía tenía una deuda pendiente de un millón de pesos, tomada al 5%, que no estaba en capacidad de saldar. Para solucionar el problema de la deuda, Ezpeleta sugirió que debía respaldarse mediante una emisión de bonos, con intereses del 4%. Esto, según el virrey, tendría la doble ventaja ««Página 339»». tanto de ahorrarle a la tesorería un 1% anual en pagos de intereses, como de estimular la economía al aumentar el volumen de dinero en circulación. 638 La corona, sin embargo, rechazó la financiación de la deuda con este método, y Ezpeleta se vio forzado a encontrar expedientes más ortodoxos para resolver los problemas financieros del gobierno, en lo que tuvo notable éxito. Para fines de 1795 pudo proclamar que la tesorería había rendido suficientes ingresos tanto para cumplir con sus obligaciones dentro del virreinato como para enviar por su memoria sobre el Nuevo Reino de Granada", AEA, vol.8 (1951). pp. 185-204. 637 AGI Santa Fe 638, Ezpeleta a Valdés, noviembre 19, 1789 (no. 79). 638 AGI Santa Fe 639, Ezpeleta a Valdés, junio 19, 1790 (no. 266).

primera vez un excedente a España. 639 Según Ezpeleta, esto se había logrado simplemente con una administración más atenta y una estricta economía. Se ufanó de que bajo su tutela, el tribunal de cuentas de Bogotá se había convertido en un instrumento más eficaz de control financiero. No sólo había despejado la acumulación de cuentas retrasadas sino que también había ejercido un escrutinio más estrecho de las terorerías provinciales. 640 También se habían hecho ahorros reduciendo los gastos militares y las milicias del interior.641 Aunque la reorganización fiscal había por fin producido los resultados deseados, la estabilidad de las finanzas de la colonia todavía era precaria. Tan pronto reunió Ezpeleta un pequeño excedente tuvo que desviarlo, por la nueva guerra con Inglaterra de 1796, para usos militares en Cartagena, de modo que nunca llegó a España. No obstante, la tesorería colonial no cayó de inmediato en déficit bajo las presiones de la guerra. Para el momento, por el contrario, en que concluyó la Paz de Amiens en 1802, el virrey Pedro de Mendinueta había acumulado un millón y medio de pesos para remitir a España y, además, había subsidiado en casi medio millón de pesos las tesorerías de Caracas y de Maracaibo, y al comandante francés de Santo Domingo. Mendinueta atribuyó esta proeza a las medidas ««Página 340»». tomadas por Ezpeleta, a su propio ahínco por hacerlas cumplir y al cuidado que había puesto en lograr que los gastos extraordinarios no superaran límites tolerables. Su principal tarea había sido la de frenar rigurosamente los gastos de la caja, puesto que sus entradas no se vieron demasiado afectadas como resultado de la guerra. La interrupción del comercio con España redujo el producto de las aduanas, pero no perjudicó seriamente las rentas totales de la tesorería porque el aumento de los ingresos por la venta de aguardiente de producción doméstica

639 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 379, 384. 640 Ibid., p. 369. 641 Ibid., pp. 393-394.

compensó casi exactamente la caída en los derechos de aduana. 642 Pero si las finanzas del virreinato soportaron inicialmente las presiones de la guerra, a largo plazo el gobierno colonial encontró cada vez más difícil cumplir con sus obligaciones. Para 1808, por cierto, su tesorería estaba tan agotada que no estuvo en capacidad de pagar los salarios de algunos de sus empleados. 643 Para entonces, sin embargo, las dificultades financieras de las administraciones coloniales eran sólo un aspecto de una crisis de dimensiones muchísimo mayores, porque cuando Napoleón capturó la monarquía de los Borbones en 1808, puso en tela de juicio la legitimidad misma del gobierno colonial y anunció su caída. LOS LÍMITES DE LA REFORMA BORBÓNICA Durante todo el siglo de reinado de los Borbones, el gobierno español sin duda logró mucho en la Nueva Granada. Bajo la administración virreinal, la débil y disminuida autoridad heredada de los postreros Habsburgos fue reemplazada por un sistema de gobierno más firme más centralizado; la exhausta tesorería fue restaurada gracias a una reconstrucción acumulativa de su sistema fiscal, y el aumento de los ingresos del Estado financió mejoras en la administración de la ««Página 341»». colonia y en sus defensas contra ataques externos. Pero aunque la Nueva Granada estaba gobernada con más firmeza y sus habitantes obligados a contribuir en mayor medida para financiar el gobierno y sus defensas, no deberíamos sobrestimar la eficacia de la reforma borbónica. En primer lugar, la reforma del gobierno colonial se detuvo antes de alcanzar el grado a que llegó en otras colonias, porque la rebelión de los comuneros en 1781 evitó la puesta en práctica del sistema de intendencias, punto clave de los planes 642 Para la relación de Mendinueta de las finanzas coloniales durante su perle en el cargo, véase ibid., pp. 525-531. 643 AHNC Consulados, tomo 4, folio 797.

de José Gálvez para reestructurar el gobierno de las Américas. Por ello, al terminar el siglo, el gobierno de la Nueva Granada conservaba todavía la forma que había asumido más de cincuenta años antes, cuando fue reinstaurado el virreinato en 1739. Los logros reformistas borbónicos en las esferas de la economía y de las finanzas del gobierno también fueron ambiguos. El comercio exterior se incrementó, pero en una proporción menor a la de otras colonias; fue poco lo que lograron las intervenciones del gobierno en la economía para estimular la producción de artículos de exportación, y el comercio español, desafiado por intrusos, siguió siendo incapaz de monopolizar los mercados de la colonia. Y, finalmente, el crecimiento de las finanzas gubernamentales no alcanzó a satisfacer las expectativas de Madrid. Los ingresos crecieron enormemente desde mediados del siglo, a un ritmo particularmente rápido después de las reformas de la visita general. Pero los cambios no produjeron un superávit fiscal, disponible para su traslado a España. Hasta la visita general de 1778 a 1783, la Nueva Granada importaba más rentas impositivas de las que exportaba. En 1774, según Tomás Ortíz de Landázuri, de la Contaduría General española, la defensa de Cartagena todavía era subsidiada por Quito en un monto de cerca de 400.000 pesos anuales.644 Después de la visita, el virreinato se hizo más independiente financieramente y sus ingresos aumentaron constantemente, pero aun así no enviaba fondos a España en remesas de ingresos impositivos. ««Página 342»». Al recordar la historia del virreinato en 1789, Francisco de Silvestre observó que la mayor parte de las fuentes de ingresos habían aumentado su rendimiento, sobre todo los monopolios reales; sin embargo, también anotó que los mayores gastos para el ejército y empleados de la administración fiscal dentro del país indicaban que las rentas apenas alcanzaban para cubrir los costos. 645 Los propios informes de los virreyes también muestran que no se hizo ninguna transferencia de impuestos hasta el puro final del siglo XVIII, y entonces sólo en las contadas 644 AGI Santa Fe 552, Tomás Ortíz de Landázuri, Madrid, febrero 28, 1774. 645 Silvestre, Descripción, pp. 64-65.

ocasiones en que emergencias fiscales de la metrópoli ocasionaron intensos esfuerzos para exprimir a las colonias en busca de fondos. Por lo tanto es imposible sostener la hipótesis de que las transferencias de impuestos borbónicas distorsionaron el desarrollo económico de Colombia a fines de la colonia, convirtiendo al país en un exportador de capital y privándolo de metálico. 646 De hecho, los virreyes fallaron en su intento de transferir un superávit fiscal a la madre patria, de modo que después de un siglo de dominio borbón la Nueva Granada aún estaba lejos de ser una colonia rentable y eficientemente explotada para beneficio de la monarquía. Peor todavía fue la circunstancia de que los relativamente modestos resultados de las reformas borbónicas se consiguieron a un considerable costo político. Porque como veremos en el próximo capítulo, los esfuerzos reformistas de la corona desequilibraron la balanza de la sociedad política neogranadina y en última instancia perjudicaron la autoridad que supuestamente debían promover. ««Página 343»». PARTE IV GOBIERNO Y POLÍTICA ««Página 344»». Página en blanco ««Página 345»». 9 EL PODER, LA POLÍTICA Y LA PROTESTA De todas las influencias en el desarrollo de la vida política de la Nueva Granada durante el siglo XVIII, las políticas borbónicas son las más obvias. Hemos visto la forma como, a lo largo del siglo, los ministros borbones trataron de fortalecer la autoridad real y de perfeccionar el dominio de España sobre los recursos de la región con diferentes grados de intensidad y de éxito. La primera coyuntura de la reforma borbónica en la Nueva Granada, de 1717 a 1723, fue ineficaz, si no 646 Para esta hipótesis, véase McGreevey, Economic History of Colombia, pp. 26-27.

enteramente fútil. Sin embargo, abrió el camino para una segunda coyuntura de reorganización administrativa y comercial entre 1739 y 1740, de la cual emergió la Nueva Granada con una nueva estructura de gobierno, bajo el mando de los virreyes, y un nuevo esquema de comercio exterior, llevado a cabo por barcos sueltos registrados. Luego, después de un largo período de reforma fragmentaria y gradual, en 1778 el gobierno de Carlos III inauguró la tercera y más radical coyuntura reformista, cuando como resultado de la visita general de 1778 a 1783 se puso en práctica en la región el nuevo programa colonial de Gálvez. Tres principales etapas de reforma durante el siglo XVIII alteraron, por lo tanto, el sistema político de la Nueva Granada. En la primera, la corona reforzó la autoridad real, pero fracasó en su intento de reorganizar su sistema de gobierno. En la segunda, Madrid estableció un gobierno virreinal permanente, que robusteció las redes del dominio real en la Nueva Granada al instalar una ««Página 346»». Fuerte autoridad en el corazón del territorio. En la tercera, el gobierno de Carlos III adelantó el programa de reforma más radical de los Borbones, con proyectos para incrementar el comercio colonial, reestructurar la administración virreinal, frenar la influencia criolla en el gobierno y crear mecanismos más amplios y eficientes para explotar el potencial fiscal del territorio. Hemos visto que estas reformas alcanzaron los objetivos básicos de los Borbones: mejoraron el comercio con España, fortalecieron la defensa y la administración y expandieron las finanzas de las que dependía el gobierno español. ¿Pero qué sucedió con sus repercusiones políticas dentro de la misma Nueva Granada? ¿Produjo la política de racionalización financiera y administrativa borbónica un estilo de gobierno más autoritario y absolutista, que rompió las normas políticas tradicionales y privó a los súbditos coloniales de las libertades y derechos de los que hasta entonces habían

gozado? ¿Cuáles fueron las principales causas y fuentes de la oposición a la política borbónica, y qué influencia recíproca tuvieron con las tensiones y conflictos de la sociedad colonial? ¿Y cuál fue, finalmente, el significado de la insurrección contra la política borbónica que convulsionó el centro de la Nueva Granada en 1781, cuando los comuneros se levantaron contra las reformas del visitador general? Para examinar estos puntos, empezaremos por ver en tres formas el contexto político de la Nueva Granada antes de la visita general: al mostrar cómo afectaron la vida política los cambios de límites e instituciones del gobierno, al esbozar la distribución del poder dentro del sistema político, y al definir los procedimientos y actividades a través de los cuales comprendían y definían los súbditos coloniales sus relaciones con el Estado. Luego, en el resto de este capítulo, examinaremos el estallido de la crisis política durante la insurrección de los comuneros de 1781, y sus implicaciones para el gobierno colonial. ««Página 347»». LAS ESTRUCTURAS DEL PODER La principal alteración de la estructura formal del gobierno de la Nueva Granada durante el siglo XVIII fue el establecimiento en 1739 del segundo, y éste sí permanente, virreinato de la Nueva Granada, que parece haber sumido a la colonia dentro de un sistema administrativo más amplio, porque en teoría la jurisdicción del virrey era de dimensiones sumamente grandes, ya que cubría los territorios ocupados hoy por las repúblicas de Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador. En la práctica, sin embargo, el poder del virrey no se extendía parejamente sobre todas estas regiones, y la Nueva Granada fue el área que sintió con más fuerza los efectos del gobierno virreinal. En primer lugar, la mayor parte de Venezuela estaba bajo una autoridad separada, conferida a un capitán general en Caracas que respondía directamente ante Madrid. Un gobierno eclesiástico autónomo, con obispo en Caracas, y después de 1786 una audiencia separada también, con sede en Caracas, fortalecían aún más la autonomía e identidad peculiares del área. Quito también retuvo un alto grado de autonomía y de identidad propia, a pesar de su subordinación formal a los virreyes de la Nueva

Granada. Conservó una audiencia con un presidente (posteriormente un regente), que también era comandante en jefe de las fuerzas militares dentro de su jurisdicción; tuvo una administración fiscal independiente desde mediados de la década de 1770, y en asuntos eclesiásticos formaba parte de la arquidiócesis de Lima, no de la de Santa Fe. Es claro entonces que el establecimiento del virreinato no sumió a la Nueva Granada dentro de una unidad política mayor, donde habría perdido su identidad propia. Los antiguos límites administrativos permanecieron, por el contrario, sin mayor alteración, como sucedió con las identidades y lealtades que habían alimentado. Tanto Quito como Venezuela siguieron siendo unidades de gobierno diferentes y en gran parte autónomas, aún muy diferenciadas entre sí y de la Nueva Granada, aunque estuvieran ahora bajo la autoridad ««Página 348»». global del virrey en Santa Fe de Bogotá. En cuanto a la audiencia de la Nueva Granada, también era más o menos la misma que antes de la reinstauración del virreinato. La audiencia se extendió hasta cierto punto, por la suma a su jurisdicción de las tres provincias de Venezuela y de las provincias que hasta entonces habían estado bajo la jurisdicción de la audiencia de Panamá, que fue suprimida en 1752. Pero como estas eran áreas escasamente pobladas de poco peso político y económico, su incorporación a la Nueva Granada no causó ningún cambio en el carácter socioeconómico o en el equilibrio del poder político de la región. Como máximo, significó que aumentaron las responsabilidades de las tesorerías provinciales en la audiencia de la Nueva Granada, porque ahora tenían la responsabilidad de los costos de defensa de los territorios fronterizos del Orinoco. De manera que la creación del virreinato no alteró sustancialmente las líneas de la división administrativa, ni alteró en mayor medida los sistemas de gobierno en las áreas que reunió bajo la autoridad nominal del virrey en Santa Fe de Bogotá.

Aunque el virreinato no modificó mayor cosa los límites políticos, la presencia de un virrey en Santa Fe sí colocó a las audiencias de Quito y de la Nueva Granada bajo una autoridad más fuerte, pues los virreyes ejercían mayor poder y gozaban de más prestigio que los presidentes de la audiencia que anteriormente habían ocupado los más altos puestos del gobierno. En palabras de un funcionario borbónico, el virrey en Santa Fe llenaba el papel de "un jefe que representaría la persona del Soberano... sería superior a todos, y vigilaría a todos los demás magistrados y gobernadores, como ha sucedido en el Perú y en Nueva España desde principios de la conquista, permitiendo que ambos reinos florecieran..." 647 En el cumplimiento de estas funciones, los virreyes tenían más efecto en la Nueva Granada que en Quito. Pues aunque el tribunal de la audiencia de Quito era responsable ante el virrey en Bogotá, ««Página 349»». Quito no era fácilmente controlable desde allí. Esto era en parte por la distancia, y en parte por una cuestión de diferencias sociales y económicas. Tradicionalmente, Quito había mirado más hacia el Perú que hacia la Nueva Granada y, aunque sus lazos económicos con ésta se fortalecieron en el siglo XVIII, ni la economía de montaña de Quito ni la costera de Guayaquil dependían de los circuitos comerciales de la Nueva Granada. La sociedad andina quiteña también era muy diferente, pues dependía de una base de comunidades indígenas mucho más fuerte que en la sociedad predominantemente mestiza de la Nueva Granada. Y, por último, Quito siguió mirando como siempre hacia Lima, en cuanto centro de una sociedad y un gobierno hispánicos de más fácil acceso (por mar desde Guayaquil) que Bogotá, entre montañas y en el interior del país. La Nueva Granada, en contraste, sintió la presencia del virrey con mucha más inmediatez, pues vivía en su territorio y tenía responsabilidades directas en el gobierno, las 647 Silvestre, Descripción, pp.9-10

finanzas y la defensa de un área que se extendía entre Pasto y Cartagena. En dos aspectos la presencia del virrey fue importante para el desarrollo político de la Nueva Granada. En primer lugar, realzó la importancia de Bogotá en relación con otras ciudades de la región, al fortalecer su papel como centro de una estructura administrativa; en segundo lugar, la existencia de esta estructura, concentrada en Bogotá, estimuló a funcionarios de la corona y a las élites criollas a pensar en el territorio que cubría las provincias de la audiencia de la Nueva Granada y de la provincia de Popayán como un país, gobernado desde una única capital. El cambio fue lento, sin embargo. Fuera de ciertos ajustes a la norma de las audiencias, otras divisiones administrativas permanecieron intactas. Como también las antiguas instituciones de gobierno heredadas de los Habsburgos. En el nivel superior del gobierno estaban las audiencias de la Nueva Granada y de Quito, que actuaban como suprema autoridad judicial en todas las provincias y que compartían con el virrey algunas de sus responsabilidades en el gobierno civil. Después de 1739, la Nueva Granada se convirtió en una ««Página 350»». Audiencia

“pretorial” del virreinato y los oidores actuaron como el consejo

consultivo del virrey. La audiencia estaba compuesta por cuatro oidores y un fiscal, y su principal función era judicial. Sus magistrados eran los principales funcionarios judiciales de la colonia, y constituían tanto la corte superior de apelaciones para casos civiles y penales en toda la jurisdicción de la audiencia, como el tribunal de primera instancia para “casos de corte”, o penales, en la ciudad de Bogotá y su jurisdicción. Los casos judiciales eran entonces prerrogativa de la audiencia. Los virreyes, sin embargo, tenían derecho de supervisar los actos de los oidores para garantizar que la justicia se administrara correctamente y, hasta que Gálvez se convirtió en ministro de las indias, también podían destituir a los oidores que causaran escándalo o se comportaran de forma que amenazara el orden público. Bajo este primer nivel del gobierno, dos estructuras administrativas

principales estaban bajo el mando del virrey. Una era la red de gobiernos provinciales, compuesta por unidades territoriales por lo general conocidas como “gobiernos”, la mayor parte de los cuales habían sido creados por los conquistadores españoles durante el siglo XVI. En el siglo XVIII existían once provincias de estas características en el territorio de Colombia, de muy variado tamaño, población e importancia política. La costa caribe estaba dividida entre el gobierno de Cartagena, de importancia estratégica para la defensa y el comercio de la Nueva Granada, y la provincia de menor importancia de Santa Marta, que con su subprovincia de Rio Hacha cubría una gran área escasamente poblada, en buena parte frontera india. La mitad occidental del país se dividía en dos provincias principales, la del Chocó en la costa del Pacifico y la de Antioquia en el interior. Ambas eran ricas en minerales y pobres en población; el choco era simplemente una serie de poblamientos de frontera muy al margen de la vida política y social de la Nueva Granada. En el centro de Colombia estaba el corazón de su sociedad y de su vida política, que se concentraba sobre todo en los gobiernos de Santa Fe y de Girón y en el gran corregimiento de ««Página 351»». Tunja. Estas eran las provincias más pobladas del Nuevo Reino y, en cuanto capital virreinal, Santa Fe era el meollo de su gobierno. Bordeando estas provincias de tierra fría estaban las de tierra baja de Mariquita y de Neiva, que cubrían el valle medio y alto del Magdalena, y hacia el oriente se encontraba la vasta y muy poco poblada provincia de los Llanos. En última instancia, casi toda la mitad sur del país se hallaba bajo el enorme gobierno de Popayán, que incluía subprovincias en Pasto y en Barbacoas, Iscuandé y Raposo, en la frontera minera del Pacífico. En su mayor parte originadas en el proceso de conquista durante el siglo XVI, estas provincias eran muy hetereogéneas; no obstante, los lazos económicos creados por el comercio interno (que anotamos en la parte II) se habían fortalecido con las conexiones políticas. Todas estas provincias estaban dentro de la

jurisdicción de la audiencia de la Nueva Granada, excepto Popayán, que siguió siendo parte de la audiencia de Quito. Todas, salvo Santa Fe, estaban regidas por gobernadores que eran las más altas autoridades políticas y judiciales en sus respectivas regiones, si tenían el rango de capitanes generales. La mayor parte de los gobernadores eran nombrados directamente por el rey, y únicamente con el derecho de hacer nombramientos en tres gobernaciones, los virreyes tenían poder e influencia política limitados en este nivel secundario del gobierno. Por otro lado, tenían el poder de aprobar los nombramientos de los vicegobernadores que representaban a los gobernadores en las subprovincias, así como el de los regidores que supervisaban el gobierno de los indios. 648Con la excepción de Popayán, entonces, las provincias de la Nueva Granada habían sido unidas en una entidad vaga, en cuanto partes de la audiencia de la Nueva Granada, y los virreyes reforzaron esta unidad. Además, durante el siglo XVIII, Popayán se unió más estrechamente a las estructuras económicas y políticas de la Nueva Granada, porque su comercio de oro incrementó el inter-

««Página 352»». cambio con las provincias neogranadinas y su gobernador militar fue puesto bajo el comando del virrey en Bogotá. La otra estructura principal del gobierno bajo el mando del virrey era la Real Hacienda, o tesorería colonial. El centro de esta administración fiscal tenía su sede en Bogotá, en el Tribunal (o Corte Suprema) de Cuentas. Esta corte supervisaba las "cajas reales" de provincia, las tesorerías reales regionales que invariablemente quedaban en las capitales provinciales y por lo general estaban bajo la responsabilidad de dos "oficiales reales", uno tesorero, el otro contador. Desde las capitales, estos oficiales eran responsables de la recolección de impuestos y cuentas de las subtesorerías ("cajas sufragáneas") en su jurisdicción, que por lo general, aunque no siempre, coincidía con los límites del gobierno 648 Ibíd., pp. 12-63

provincial.649La estructura de la administración fiscal formó otra base para la integración de las provincias en una unidad mayor, pues todas las tesorerías provinciales eran supervisadas desde Bogotá. La responsabilidad general por todo el sistema de administración fiscal estaba en manos del virrey, quien presidía la Junta Superior de Real Hacienda, un comité compuesto por el contador del Tribunal de Cuentas y por los oficiales reales de Bogotá, además de un oidor de alto rango y el fiscal de la audiencia. También asumieron los virreyes durante el siglo XVIII la responsabilidad de otro, creciente elemento del campo fiscal: el de los monopolios reales que, a finales del siglo, produjeron una proporción cada vez mayor de los ingresos de la corona. También esto tendió a reunir las provincias bajo el gobierno de Bogotá, porque todas las nueve "administraciones principales" del monopolio del tabaco, y todas las doce para el manejo del estanco de aguardiente, eran responsables ante el gobierno central de la capital. 650 En el nivel regional, en las ciudades, pueblos y aldeas, varias agencias compartían el gobierno civil. Donde había un gobernador ««Página 353»». o su diputado, éstos cumplían un papel primordial en el gobierno local; implementaban los mandatos de las autoridades superiores, mantenían el orden y dispensaban justicia. Pero en las ciudades pequeñas que constituían las células de la sociedad hispánica, los habitantes mismos ejercían el gobierno civil a través de la institución del cabildo, o corporación municipal. Los cabildos sólo se instituyeron en ciudades o villas, y sus funcionarios tenían jurisdicción sobre grandes tierras adyacentes al área urbana. Varias de las primeras ciudades de la Nueva Granada, sobre todo aquellas en las viejas zonas mineras, habían decaído mucho durante el siglo XVIII, y como era lógico sus débiles concejos municipales gobernaban sólo reducidas y decrecientes 649 Oscar Rodríguez, "Anotaciones al funcionamiento de la Real Hacienda en el Nuevo Reino de Granada", ACHSC, vol. II (1983), pp. 83-85. 650 Silvestre, Descripción, pp. 63-64.

poblaciones. Se fundaron nuevas ciudades, como San Gil y Medellín a finales del siglo XVII, y Socorro a fines del XVIII, trayendo así nuevas áreas bajo el gobierno local de los cabildos. En general, sin embargo, el desarrollo del gobierno municipal no se había dado al mismo ritmo del crecimiento de la población y de sus desplazamientos, y esto, añadido a lo disperso de los asentamientos rurales, significaba que la tutela del gobierno era más bien tenue en grandes áreas de la Nueva Granada.651 El gobierno municipal hispánico incluía dos clases de funcionarios: los regidores o concejales municipales y los "alcaldes ordinarios" o magistrados de primera instancia.652El número de regidores variaba según el tamaño de la ciudad, pero por lo general eran entre cuatro y doce, con uno o dos alcaldes. Los primeros eran nombrados ««Página 354»». por la corona y sus cargos eran casi siempre adquiribles por compra: los segundos eran funcionarios elegidos, escogidos cada año por los regidores. Los alcaldes eran el elemento más activo del gobierno local, pues su función básica era mantener la ley y el orden. Cuando las jurisdicciones urbanas eran grandes, podían a su turno nombrar diputados para actuar en su nombre en las aldeas y parroquias de las áreas circundantes.653 El sistema de gobierno en manos de los funcionarios reales y municipales dependía en grado considerable de la buena voluntad de los ciudadanos, porque la corona no tenía mayor fuerza pública para imponer su voluntad en las regiones. 651 Esto lo demuestran ampliamente informes de los párrocos a principios del siglo XVIII, resumidos en Virginia Gutiérrez de Pineda, La familia en Colombia, vol. I (Bogotá, 1963), pp. 307359. 652 La descripción más completa del cabildo hispanoamericano como institución, con un resumen de sus carácter y de sus responsabilidades, se encuentra en Constantino Bayle, Los cabildos seculares en la América española (Madrid, 1952), especialmente en las pp. 101-324; John Preston Moore, en The Cabildo in Perú under the Habsburgs (Durnham, North Carolina, 1954), pp. 77-114, nos ofrece un resumen más conciso. No hay una obra comparable sobre el cabildo neogranadino. 653 J.M. Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII en América (Bogotá, 1946) pp. 9-37; Marzahl, Town in the Empire, pp. 35-73.

Las fuerzas armadas regulares se concentraban en la costa caribe, donde estaban acantonados destacamentos de infantería y artillería para la defensa contra agresiones extranjeras de Cartagena, Panamá, Santa Marta y Río Hacha. De aquellas ciudades, Cartagena contaba con la mayor concentración de soldados profesionales. Antes de que se reinstituyera el virreinato, su guarnición rara vez tenía el personal suficiente, y el número de soldados era de más o menos trescientos. Durante la década de 1750, la guarnición fue reforzada hasta llegar a quinientos o seiscientos hombres, y para 1772 contaba con 800 soldados de infantería y artillería.654Santa Marta, entre tanto, tenía tropas regulares de menos de 200 hombres y Río Hacha era un puesto militar fronterizo aún más pequeño. En el interior, las fuerzas regulares eran insignificantes. Antes de 1785, lo que más se acercaba a unas fuerzas militares regulares internas consistía en una compañía de unos cincuenta hombres de infantería en Popayán y en un destacamento de cincuenta soldados de caballería y de setenta y cinco alabarderos que actuaban como guardia del virrey en Bogotá. 655Así que durante la mayor parte del siglo XVIII, la concentración de tropas ««Página 355»». en la Nueva Granada era relativamente baja, y como todas estaban a muchos días de distancia de los principales centros de población, el gobierno no podía confiar en una movilización rápida o sustancial de fuerzas profesionales para sostener su autoridad en el interior. El virrey podía convocar milicias locales para su defensa contra ataques extranjeros o para mantener el orden local. Pero las unidades de milicias estaban tan desorganizadas y pobremente armadas que, a finales de la década de 1770, eran "mucha más sombra que sustancia". 656El empleo de las milicias dependía en cualquier caso de la lealtad de los súbditos del rey, en particular de los notables de cada lugar. Si éstos optaban por ignorar o desobedecer un llamado oficial a la acción, las autoridades no disponían de los medios para forzarlos. La lealtad de las élites criollas era entonces indispensable 654 Marchena Fernández, La institución militar, pp. 71, 82-98, 145-158. 655Kuethe, Military Reform and Society in New Granada, pp. 11, 191-192 656 Ibíd., p. 43.

como apoyo del gobierno colonial, y para comprender el funcionamiento de éste debemos examinar, bajo su maquinaria puramente burocrática, las redes informales de influencia que operaban en los niveles regionales y locales. Pues en cada una de las economías regionales había pequeños grupos de familias terratenientes, mineras o comerciales que se habían enriquecido a lo largo de varias generaciones y que, en razón de su posición social y poder económico, ejercían gran influencia en los asuntos de sus comunidades.

EL GOBIERNO Y LAS ÉLITES En el sistema hispánico de gobierno, el poder estaba teóricamente en manos de la corona, que nombraba funcionarios para gobernar por medio de una jerarquía burocrática. Los súbditos coloniales no disponían de otra institución representativa fuera del cabildo, la corporación municipal escogida por los vecinos para representar sus intereses y manejar los asuntos de sus ciudades. En teoría, la diferencia entre estas formas de gobierno civil era nítida. Los primeros ««Página 356»». colonizadores habían quedado a cargo de sus asuntos diarios por medio de concejos dirigidos por vecinos destacados, mientras que el gobierno real se superponía a esta red de gobiernos locales y, a través de un cuerpo burocrático nombrado por el rey, impartía justicia, reclamaba y cobraba impuestos y arbitraba entre demandas en competencia. La corona, sin embargo, podía intervenir en los gobiernos municipales si optaba por hacerlo. Según la ley, los gobernadores del rey presidían el cabildo y podían escoger sus funcionarios, mientras que la corona también tenía el poder, que usó cada vez con más frecuencia, de asignar cargos vendibles en los cabildos a personas favorecidas por ella. Pero si la intención del gobierno colonial era conceptualmente absolutista, en la práctica el gobierno real estaba restringido por las dificultades para el control y financiamiento del aparato administrativo de su vasto imperio. Por faltarles tanto un cuerpo burocrático enteramente

profesional

como

un

ejército

permanente,

los

Habsburgos

mantuvieron su autoridad más con la conciliación que con la coacción. Poderoso en teoría, el Estado Habsburgo era débil en la práctica. La corona dejó el gobierno en manos de funcionarios interesados ante todo en su propio pecunio y que, al establecerse y casarse en América, se integraban a la sociedad colonial; al mismo tiempo, sucesivos reyes cedieron su autoridad a los criollos al venderles cargos a cambio de dinero. La estructura del gobierno colonial estaba, entonces, ocupada por funcionarios de la corona que perseguían su interés propio y que, al hacer alianzas locales con los criollos, se hacían tan sensibles a los intereses de la colonia como a los de la corona. El gobierno colonial era, esencialmente, un compromiso entre la soberanía absoluta reclamada por la corona española y los intereses de las élites criollas que dominaban las sociedades locales y regionales. En las postrimerías de la Nueva Granada colonial, la influencia de las élites criollas se refleja con más claridad en Santa Fe de Bogotá. La ciudad había jugado un papel importante en el gobierno de la Nueva Granada desde cuando se convirtió en la capital de la audiencia de Santa Fe en 1550, y en el siglo XVIII adquirió mayor ««Página 357»». perfil político al convertirse en capital del virreinato. En cuanto sede del virrey y de la audiencia, Bogotá era a la vez el centro administrativo del poder ejecutivo español y el núcleo de la administración judicial y fiscal; en cuanto residencia de los arzobispos de Santa Fe y mayor centro educativo de la colonia, también albergaba el más numeroso cuerpo clerical y sus principales instituciones educativas. Ambos papeles les brindaban a las familias de la élite santafereña la posibilidad de participar en los asuntos del gobierno, al aprovechar oportunidades que consideraban suyas por derecho de nacimiento. La élite de la capital se basaba en un núcleo de familias terratenientes que se proclamaban descendientes de los conquistadores, tenían grandes propiedades en las afueras de Bogotá, asumían cargos en la Iglesia y el gobierno coloniales, y

se casaban con altos funcionarios de la península. Aunque no eran muy ricos ni tenían títulos aristocráticos, los miembros de esta élite criolla se consideraban "nobles" que, en razón de su linaje y de su posición social, merecían una cuota privilegiada en las prebendas y actividades del gobierno. Su concepto del orden social y de su lugar en él se refleja en la Historia y Genealogías deste Nuevo Reino de Granada de Flórez de Ocáriz, libro publicado en 1672. Su autor, un inmigrante peninsular que sostenía ser miembro de la clase alta santafereña por descender de un conquistador de la Nueva Granada, intentó establecer la identidad de la nobleza colonial de Bogotá, sus orígenes y atributos, y sus responsabilidades y derechos en el Estado colonial. 657 En el meollo del tratado de Flórez de Ocáriz había tres proposiciones básicas: la primera, que la sociedad se dividía entre nobles y plebeyos; la segunda, que la nobleza de Bogotá estaba compuesta por aquellos que descendían de los conquistadores que habían fundado la colonia, y la tercera, que los nobles debían ocupar una ««Página 358»». posición de relieve en la sociedad y surtir las dignidades y cargos del Estado, bajo el auspicio de la corona. Estas proposiciones constituían una visión perfectamente ortodoxa del orden social tal como era concebido en España, y parecen haber reflejado la práctica en la Nueva Granada. Durante los siglos XVI y XVII, la condición social de la nobleza santafereña se sostuvo, por lo menos en parte, gracias a recompensas de la corona, en forma de posiciones de privilegio ante la ley, y en las instituciones y actos ceremoniales de la Iglesia y del Estado. 658Sin embargo, aunque la nobleza esperaba que la corona apoyara su situación social y recompensara sus servicios, no era un simple recipiente pasivo de un patrocinio. La nobleza era incompatible con la pobreza y, para ser reconocidas, las familias 657 Estas observaciones se extrajeron de Juan A. y Judith E. Villamarín, "The Concept of Nobility in Colonial Santa Fe de Bogotá", en Karen Spalding (ed.), Essays in the Political, Economica and Social History of Colonial Latin America (Newark. Delaware, 1982), pp. 125-150.

658 Ibíd. pp. 140-141.

nobles tenían que ser lo bastante ricas para ostentar su situación social. Guiadas por su deseo de preservar y demostrar su nobleza, los miembros de las principales familias tuvieron que desarrollar estrategias económicas y políticas para conservar y aumentar su riqueza. Esto exigía la inversión estratégica de sus recursos en diferentes formas. Debían acumular riqueza en empresas agrícolas, mineras y comerciales para formar capital, no en el sentido moderno de la riqueza empleada para acumular más riqueza, sino como una manera de demostrar y apuntalar su situación social. La riqueza también facilitaba otras formas de inversión igualmente vitales en las esferas sociales y políticas. El matrimonio en otras familias prestantes o con apropiados inmigrantes españoles requería dotes para las hijas; las donaciones a la Iglesia también eran parte esencial de la estrategia de las familias, porque no sólo reforzaban su posición social, sino que les facilitaban a los hijos acceso a los beneficios eclesiásticos. Otro elemento esencial de la estrategia familiar era la capacidad de demostrar servicios a la corona, ya fuera en expediciones militares, en el desarrollo de los recursos de la colonia o con contribuciones ««Página 359»». directas en efectivo; esto era necesario como medio para buscar futuras recompensas.659 De este modo, la política de las élites se inspiraba en la creencia de que la corona y la nobleza eran mutuamente dependientes, con reclamos recíprocos entre sí, y la actividad política giraba en torno a la competencia por tener acceso a las recompensas que ofrecían el Estado patrimonial y su Iglesia. La política en Bogotá tenía, por lo tanto, un carácter parroquial, nepotista, con las familias aristocráticas como unidades primordiales de organización y los cargos en la Iglesia y el Estado como su principal objetivo. Los peninsulares ocupaban los niveles más altos del gobierno de la Nueva Granada. El virreinato también era para los españoles, y entre 1700 y 1758 la 659 Ibid., pp. 143-144.

mayor parte de los hombres nombrados como oidores y fiscales de la audiencia había nacido en España. De treinta nombramientos hechos en ese período, diecisiete fueron otorgados a peninsulares y sólo nueve a americanos españoles (se desconoce el origen de los otros cuatro). Después del ascenso al trono de Carlos III, el nombramiento de criollos en la audiencia de Bogotá se volvió excepcional; entre 1759 y 1776, sólo hubo dos casos. Uno fue el del oidor quiteño Romualdo Navarro, trasladado a Bogotá desde Quito; el otro fue el del neogranadino Francisco Antonio Moreno y Escandón, quien fue nombrado fiscal en 1771. De manera que, al contrario de las audiencias de México, Lima y Santiago de Chile, donde los criollos asumían la mayor parte de los nombramientos e incluso formaban mayorías criollas mediante la compra de cargos, en la Nueva Granada éstos eran asignados con más frecuencia a españoles.660 Lo anterior no evitaba que las familias criollas de la capital contribuyeran a su propio gobierno. Los criollos ocupaban la mayor parte de los puestos menores y, mediante contactos con los funcionarios peninsulares, ejercían no poca influencia política informal. ««Página 360»». Sabemos, por ejemplo, que a principios del siglo XVIII la familia Flórez estaba en el centro de una red de poder informal en la capital, gracias a cargos de miembros de la familia en la audiencia, la tesorería real y la catedral. 661Después del golpe contra el presidente Meneses en 1715, la revelación de que dos de sus miembros habían jugado papeles importantes en su deposición le costó a la familia su posición en el centro del gobierno; después de la llegada del primer virrey en 1719, la familia Flórez nunca recobró su lugar. El arribo del primer virrey, por cierto, causó un considerable rompimiento en la política local, porque el virrey Villalonga trajo un séquito de parientes y subordinados para quienes había que 660 Burkholder and Chandler, From Impotence to Authority, pp. 221-227. 661 Germán Colmenares, "Factores de la vida política en el Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII (17301740)", en Manual de historia de Colombia, vol. I, pp 395-400.

encontrar cargos dentro de la burocracia. Sin embargo, ni esto ni la reinstitución del virreinato en 1739 parecen haber seriamente reducido la influencia criolla. Pues aunque los criollos neogranadinos no tuvieron éxito en penetrar en la audiencia tal como lo habían hecho sus pares en las capitales de México y del Perú, sus alianzas con funcionarios españoles les dieron voz en el interior del gobierno y una porción de los cargos de importancia. Muchos de los españoles que ocuparon puestos en la audiencia de la Nueva Granada entre 1700 y 1758 residieron en Bogotá por más de diez años y, como resultado, probablemente fueron integrados a la sociedad local. Si aceptamos, por cierto, la conjetura de John Phelan según la cual el servicio de más de diez años tendía a volver "procriollos" a los peninsulares, entonces la Nueva Granada se conforma más de cerca a la norma hallada en otras audiencias americanas. Durante el período entre 1700 y 1758, dieciocho de los veintiséis oidores cuyos orígenes se conocen fueron criollos o españoles cuya prolongada residencia en Bogotá los convertía en procriollos662. ««Página 361»». La manera como se formó una élite política mediante matrimonios entre funcionarios españoles y familias criollas se refleja en dos familias santafereñas fundadas en el siglo XVIII. La primera de éstas es la de los Lozanos, familia que se originó en el español Jorge Miguel Lozano de Peralta, oidor de la audiencia de Bogotá entre 1722 y 1729. El hijo mayor de Lozano se casó con la rica familia criolla de los Caicedos y, de esta unión, heredó la hacienda más grande de la sabana de Bogotá. Estas tierras les dieron a los Lozanos una sólida base económica para sus pretensiones sociales; más tarde se convertirían en el fundamento del vínculo que sostuvo al marquesado de San Jorge, título que confirmó la posición de la familia a la cabeza de la aristocracia santafereña. Los Lozanos, por supuesto, casaron con sus iguales sociales, de manera que mediante matrimonios con otros nobles criollos y funcionarios españoles, confirmaron y reforzaron su posición en el centro de la élite social y política de la 662 Phelan, The People and the King, pp. 12-13; también Phelan, "El auge y la caída de los criollos en la audiencia de Nueva Granada, 1700-1781", BHA vol. I. pp. 597-618.

capital.663 La renovación de la élite por medio de matrimonios entre funcionarios peninsulares y familias criollas también se demuestra claramente en el caso de la familia Álvarez. Esta se basó en el matrimonio del español Manuel de Bernardo Álvarez, fiscal de la audiencia desde 1736 hasta 1755, con María Josepha del Casal y Freiría, hija de un funcionario gallego que había sido corregidor de Tunja y teniente del capitán general de Santa Fe durante la década de 1730. 664De este matrimonio, celebrado en Bogotá en 1738, sobrevivieron catorce hijos que a través de sus matrimonios forjaron estrechos lazos con importantes miembros de la clase alta peninsular y criolla de la capital. El hijo mayor, Manuel Bernardo Álvarez y Casal, se convirtió en contador del Tribunal y Real Audiencia de Cuentas de Bogotá, y ««Página 362»». casó en la familia Lozano y Manrique, marqueses de San Jorge e importantes propietarios de tierra criollos. 665Otro hijo, Ignacio Álvarez y Casal, se convirtió en teniente gobernador de Pamplona, mientras que su hermano José casó en otra importante familia criolla, los Suescún. 666De las nueve hijas del matrimonio Álvarez Casal, seis casaron con funcionarios españoles con cargos en Bogotá. Para 1778, por cierto, estos matrimonios significaban que cinco funcionarios de alto rango de la audiencia y de la tesorería de Bogotá tenían relaciones de afinidad y consanguinidad que contravenían las leyes atinentes a los lazos de sangre y de matrimonio entre los funcionarios fiscales. De modo que, aunque los virreyes tendían a pagar favores entre los miembros de sus séquitos traídos de España, el establecimiento del virreinato no causó evidentemente mayor daño a las oportunidades criollas de lograr acceso a cargos e influencia. Cuando el visitador 663 Phelan, The People and the King, pp. 70-71. 664 José Restrepo Sáenz, Biografía de los mandatarios y ministros de la Real

Audiencia, 1671-1819 (Bogotá, 1952), pp. 460-461. Sobre las familias Casals y Freiría y Álvarez, véase José M. Restrepo Sáenz y Raimundo Rivas, Genealogías de Santafé de Bogotá (Bogotá, 1928), pp. 17-23, 225-226.

665 Ibid., pp. 20-21. 666 Ibid., p. 19.

general de Carlos III llegó a Bogotá en 1778, el conjunto de relaciones creadas por matrimonios entre criollos nobles y funcionarios de la audiencia y de la burocracia fiscal había colocado a las principales familias santafereñas en una posición de considerable influencia en el centro mismo del gobierno. El otro medio mediante el cual las élites urbanas ejercían poder local era a través de cargos en los concejos municipales. En Bogotá, el cabildo parecía una institución moribunda a mediados del siglo. En 1749 el virrey Eslava se quejaba de lo difícil que era vender regimientos en el cabildo; por lo general era necesario nombrar regidores interinos para llenar los vacíos 667. Esto, sin embargo, no evitó que el cabildo se convirtiera en un importante vehículo para los intereses criollos en los años siguientes. Según el arzobispo virrey Caballero y Góngora, para fines de la década de 1780 el cabildo de Santa Fe era, por cierto, un instrumento de la oligarquía local y, en cuanto tal, se había convertido en un obstáculo para el buen gobierno ««Página 363»». de la capital. Observó que los alcaldes siempre eran escogidos entre las familias más importantes de la ciudad y que, durante sus años en el cargo, su principal preocupación era la de impedir cualquier acción que pudiera perjudicar sus intereses personales o su posición social, en lugar de "gobernar la república" en el interés general. Y añadió: "el partido de los hacendados... que controla el cabildo de esta capital... contribuye a este desorden, puesto que por interés propio subvierten el orden, perpetúan la ignorancia y la escasez, y en sus decisiones oficiales, rechazan la reforma a favor de su personal ganancia... “ 668 En otros centros urbanos regionales, la élite formada por alianzas de familias terratenientes criollas con funcionarios reales o comerciantes inmigrantes dominaba también la vida política local. El estudio de Marzahl sobre la Popayán 667 AGI Santa Fe, 422, Consejo de Indias, julio 15, 1749". 668 AGI Santa Fe 552, Borrador de lo que pensó el Sr. Virrey representar a la Corte sobre elección de Corregidor de Santa Fe...".

del siglo XVII muestra con claridad la forma como estas alianzas crearon una aristocracia urbana en torno a un grupo gobernante que no sólo monopolizaba posiciones en el cabildo sino que, mediante alianzas con el gobernador de la provincia y con los funcionarios de la tesorería, alcanzaba cargos e influencia en la administración de la provincia.669Allí, como en otras partes, el cabildo se convirtió para las principales familias en el vehículo para perseguir sus propios intereses, en lugar de ser una institución cuyos miembros tuvieran alguna pretensión de representar los intereses de la sociedad local como un todo 670. Durante el siglo XVIII algunos acaudalados comerciantes peninsulares ingresaron al cabildo, pero el gobierno de la ciudad siguió en gran parte en manos de una reducida oligarquía local dominada por cinco familias emparentadas cuya riqueza se basaba en la minería.671El estudio de Colmenares sobre Cali, el otro importante centro urbano ««Página 364»». de la provincia de Popayán, también muestra la manera como las familias principales buscaron el control de los cargos del cabildo como signo de su posición en la comunidad, reflejo de la riqueza y situación social de sus ocupantes, al igual que como plataforma de influencia en la administración de la provincia. Fue así como la familia Caicedo usó su riqueza obtenida en la minería chocoana para alcanzar un papel dominante en el cabildo durante los primeros años del siglo XVIII y, una vez afianzada, concentró sus esfuerzos políticos en combatir la competencia de nuevas fortunas al copar los cargos del cabildo con parientes y subordinados.672 En Medellín, donde los mineros y comerciantes más ricos ocupaban los cargos de más prestigio, también había una fuerte relación entre la riqueza y los cargos del cabildo. Según Ann Twinam, ocupaban sus cargos a regañadientes, porque los puestos municipales no ofrecían ningún incentivo económico, y sólo lo hacían para ostentar su situación social. 673 Aun así, la 669 Marzahl, Town in. the Empire, pp. 85-121. 670 Ibid, pp. 159-167. 671 Colmenares, Historia económica y social de Colombia: Popayán, vol. 2, pp 259-265. 672 Colmenares, Cali, pp. 143-154. 673 Twinam, Miners, Mechants and Farmers in Colonial Colombia, pp. 113-146.

ocupación de cargos tenía su aspecto atractivo, aunque sólo fuera en el sentido negativo de que, al servir en el cabildo, los mineros y comerciantes más ricos de la ciudad podían por lo menos asegurarse de que el gobierno local no cayera en otras manos, potencialmente hostiles. Y también estaban, por supuesto, los beneficios de la influencia política local para promover el interés propio, como lo comprendió muy bien Francisco Silvestre, dos veces gobernador de Antioquia. Tal como anotó en su informe sobre Antioquia de 1785, el control de la magistratura local por aristócratas criollos y sus parientes peninsulares significaba que había una ley para los ricos y otra para los pobres.674 Cuando se producían conflictos en la política local, invariablemente surgían de camarillas personales o familiares, más que de divisiones sociales o ideológicas. En Cali, durante el siglo XVIII, los mineros y los comerciantes se enfrentaron en competencia por ««Página 365»». Los cargos del cabildo y, como muchos de los comerciantes eran españoles inmigrantes, sus disputas a menudo tomaban el aspecto de duelos políticos entre criollos y peninsulares. Sin embargo, como en Popayán y Medellín, estos conflictos locales no significaban que los criollos rechazaran la participación de los españoles en la política. En estas ciudades la sociedad criolla absorbía con presteza a los peninsulares, y cuando surgían rivalidades se producían más por el enfrentamiento de clanes familiares que por cualquier antagonismo fundamental entre criollos y españoles. Lo mismo es cierto de Cartagena, donde los oficiales españoles que vinieron con la expedición militar de 1698 sentaron la base de una nueva élite administrativa, comercial y social, y donde los comerciantes españoles y los hacendados criollos se sentaban Lado a lado en el cabildo de la ciudad. 675 La política de las élites, entonces, se entiende mejor en términos regionales. No 674 Silvestre, Relación, p. 188. 675 29. Carmen Gómez Pérez, "El Consulado de Sevilla y la formación de las oligarquías en Cartagena de Indias a principios del siglo XVIII", pp. 330-348; Hermes Tovar Pinzón. "El estado colonial frente al poder local y regional", Nova Americana (Turín, 1982), no. 5, pp. 49-52.

había una única "clase gobernante" u "oligarquía" criolla, consciente de intereses comunes o capaz de acción conjunta; había en cambio redes familiares locales que con frecuencia incorporaban españoles y que buscaban cargos e influencia en sus ciudades como el mejor medio de preservar y extender sus empresas y fortunas familiares. LA POLÍTICA POPULAR Si las actividades de las élites urbanas de la Nueva Granada del siglo XVIII constituían el principal aspecto de la vida política, no copaban sin embargo los límites del terreno político. Fuera de las principales ciudades y pueblos había una cantidad de pequeñas poblaciones y aneas en las que los blancos pobres, los mestizos y los indios también ««Página 366»». participaban en la política local. Buena parte de esta política se superponía e interactuaba con la pugna de individuos y familias por favorecer sus fortunas mediante el monopolio de los cargos municipales. Pues, aunque los cargos del cabildo no producían necesariamente recompensas económicas inmediatas, el poder de los alcaldes de hacer cumplir la ley y de vigilar el orden público se podía sin duda usar para sacar ventajas personales o familiares. Esta influencia, por cierto, se extendía más allá del recinto urbano, porque los alcaldes no sólo impartían justicia en el pueblo mismo, sino que anualmente nombraban tenientes en las parroquias y aldeas distantes de su jurisdicción, lo cual les permitía formar redes de clientes subordinados en las áreas rurales. Queda entonces fácil imaginar la forma como las comunidades locales se podían politizar en torno a bandos que competían por el poder en el nivel distrital. Si un bando lograba hacerse al control del cabildo de un pueblo, colocaba a sus seguidores en los villorrios y parroquias de la jurisdicción del pueblo, creando así una red de clientes que podía utilizar para promover sus ambiciones personales. El cargo de alcalde ordinario era de particular importancia en este aspecto, porque

los alcaldes escogían diputados para actuar en su nombre en las veredas. En teoría, los candidatos para esos cargos tenían que ceñirse a ciertos criterios ideados para garantizar que los nombramientos del gobierno fueran para blancos respetables que gozaran de cierta posición social y económica en la comunidad. 2 para impedir la concentración de cargos locales en manos de una sola familia. Un informe sobre la provincia de Vélez de 1751 sugiere. sin embargo, que los alcaldes regionales descuidaban estos criterios en la selección de tenientes para actuar en su nombre en parroquias rurales, pues escogían "personas tan despreciables que carecían de espíritu o autoridad para todo". 676 En realidad, esto probablemente quería decir que los alcaldes delegaban su mando a parientes y ««Página 367»». clientes, para poder así sacarles provecho personal y familiar, lo que ciertamente implicaba una propuesta hecha en 1773 para que los virreyes participaran en la escogencia de magistrados locales, con el fin de evitar "la corrupción de los alcaldes por la parcialidad que gobierna su elección en todas las ciudades del virreinato".677 La competencia por los cargos municipales era una dimensión significativa de la política colonial porque proporcionaba el terreno primario en el cual los ciudadanos comunes adquirían experiencia en el gobierno y formaban actitudes políticas. La selección de los funcionarios municipales generó una enérgica tradición de acción pública en la cual el pueblo se ocupaba del gobierno, aprendía a actuar colectivamente y expresaba al igual que desarrollaba ideas sobre sus derechos. Margarita Garrido, basándose en evidencias sacadas de diferentes medios locales, ha demostrado que aunque los criollos ricos podían manipular las elecciones para fines personales, los vecinos comunes no eran de ningún modo instrumentos pasivos de las élites locales. A menudo, por cierto, estaban dispuestos a usar la ley para combatir el monopolio del poder y la opresión de las camarillas, rechazar a los funcionarios que no contaban con apoyo local y 676 Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII, p. 34. 677 Ibid., p. 34.

expresar descontento con los sacerdotes que cobraban demasiado por sus servicios, tenían conducta inmoral o de otra manera descuidaban sus responsabilidades. Los vecinos comunes también participaban en la política local, al unir esfuerzos para mejorar la categoría de sus comunidades, por lo general buscando que una parroquia se convirtiera en villa o un pueblo en ciudad, y a través de esta actividad experimentaban un sentido de identidad y de comunidad locales que superaba la división de clases y que les permitía pensar y actuar en defensa de intereses colectivos678. ««Página 368»». Otro elemento de la vida pública de la Nueva Granada, y señal adicional de una activa cultura política popular, se halla en los diferentes disturbios civiles que, como resultado de procesos penales, figuran en los expedientes judiciales como "tumultos", "levantamientos", "sublevaciones", "motines" y "rebeliones". La investigación de tales incidentes sugiere que siempre eran hechos breves y muy localizados, sin importancia fuera de los lugares en que ocurrían. No obstante, al caracterizarse por formas de conducta discriminatorias, se inspiraban en un concepto de interés comunitario y los sostenía el sentido de que, bajo ciertas condiciones, se justificaban vigorosas acciones ilegales, por lo que deben ser vistos como elementos de una tradición política popular.679 Los desórdenes civiles asumían varias formas. La creación y cobro de impuestos era uno de los motivos de la protesta colectiva. Cuando en 1740 el corregidor de Tunja, por ejemplo, trató de cobrar en Vélez un préstamo de guerra de emergencia, fue expulsado por los amotinados que rechazaron el empréstito y aclamaron al alférez real de la ciudad como su líder. En la década de 1750 y a principios de la de 1760, la ciudad de Ocaña vivió una serie de disturbios locales cuando un funcionario de la tesorería demasiado entusiasta se disputó con el clero 678 32. Margarita Garrido de Payán, "La política local en la Nueva Granada, 1750- 1 10... ACHSC, vol. 15 (1987), pp. 37-56; también, por la misma autora, "The Ptlitical Culture of New Granada, 1770-1815" (Tesis doctoral inédita, Universidad e Oxford, 1990), pp. 76-180. 679 Una presentación más detallada de este argumento se encuentra en McFarlane, "Civil Disorders and Popular Protests in Late Colonial New Granada", pp. 17-54.

y la comunidad en torno al cobro del impuesto de ventas. A mediados de la década de 1760, las demandas fiscales del Estado provocaron una resistencia más extendida. La mayor protesta pública contra esta política tuvo lugar en Quito, donde los ciudadanos se amotinaron durante varios meses, paralizaron el gobierno real y prácticamente formaron un gobierno autónomo propio. 680 También hubo descontento popular en el sur y el oeste de Colombia entre 1764 y 1766, en la provincia de Popayán y en la vecina provincia

««Página 369»». del Chocó. Otra ocasión de disturbios se daba en los asentamientos indios y mestizos cuando los funcionarios locales o el clero explotaban sus posiciones para provecho personal, imponiéndoles a las comunidades exigencias anormales de recursos, ya fueran trabajo, dinero o bienes. La hostilidad de las comunidades hacia los funcionarios locales también podía causar violentas reacciones colectivas, encaminadas a evitar que se posesionaran o continuaran en sus cargos. Este descontento a veces tornaba la forma de disturbios realizados por multitudes que demostraban abiertamente su rechazo a los funcionarios, o en otras ocasiones era obra de pequeños grupos que operaban en una forma semiclandestina. De vez en cuando también se producían desafíos colectivos contra la autoridad local, cuando los magistrados se comportaban de manera injusta, por no hacer cumplir las leyes o por aplicarlas selectivamente. 681 Las protestas colectivas de esta clase en ciertas ocasiones expresaban divisiones de facciones dentro de las comunidades; en otras, reflejaban resentimiento social o conflictos étnicos. Pero lo más interesante respecto a ellas es que siempre eran acciones estructuradas, sostenidas por un sentido comunitario y por la creencia de que las protestas colectivas vigorosas eran una forma legítima de acción. En este sentido, los actos de violencia y rebelión eran parte de un repertorio más amplio 680 McFarlane, "The Rebellion of the Barrios: Urban Insurrection in Bourbon Quito", pp. 283-330; Kenneth J. Andrien, "Economic Crisis, Taxes and the Quito Insurrection of 1765", Past and Present, no. 129 (1990), pp. 104-131. 681 McFarlane, "Civil Disorders", pp. 22-44.

de la política práctica y reflejaban la suposición de que la autoridad debía considerar los intereses y la opinión locales. Si eran ilegales, entonces no eran anti-institucionales. No atacaban la maquinaria del Estado, sino que buscaban controlar y manipular a sus agentes, mostrando una conciencia popular de la justicia y la ley que no toleraba el ejercicio arbitrario del poder por los representantes del Estado. En esta forma, aunque dichos disturbios civiles no estaban inspirados o guiados por un pensamiento político específico o explícitamente elaborado, no estaban del todo desprovistos de ideas o significado políticos. En las formas estruc««Página 370»». turadas de protesta colectiva y actos de desafío contra el gobierno y sus agentes, podemos vagamente detectar actitudes y creencias normalmente no enunciadas y rara vez expresadas explícitamente o por escrito. En sus reacciones contra las exigencias económicas fiscales del gobierno, contra el nombramiento de funcionarios a quienes se oponían los miembros de la comunidad, o contra visible abusos de autoridad de funcionarios titulares, estos disturbios pequeños y muy localizados son el reflejo de actitudes y valores populares, sobre todo con respecto a las relaciones del gobierno con sus súbditos. Tales actitudes son similares a las que se encuentras en otras sociedades agrarias: la creencia en el derecho a la tierra IF al uso de sus productos; en el derecho de producir y consentir artículos esenciales (comida, tabaco y aguardiente) sin impuestos arbitrarios; y la idea de que las costumbres locales deben ser respetadas, y la justicia administrada con imparcialidad. Tales actitudes implícitamente definen una noción básica de libertad: el derecho de combatir las intrusiones infundadas del gobierno y de sus agentes. Esta noción mínima y residual de libertad se alimentó de la experiencia colonial de gobierno, porque a pesar de su imponente estructura legal y burocrática, el gobierno español de la Nueva Granada no controlaba por completo a la masa de la población. En este sentid„ la sociedad neogranadina compartía esa libertad que Mario Góngoca ha descrito como "peculiar de América... una forma de libertad que existe fuera de la estructura del Estado... no basada en una

idea bita definida o en algún concepto nuevo del Estado... [Sino]...con raíces en la laxitud".682 Así que en la sociedad provinciana de los pequeños pueblos 3 aldeas que abundaban en la Nueva Granada hay señas de una activa vida política, en la cual los representantes oficiales de la Iglesia del Estado encontraban que la autoridad dependía del respeto hacia los intereses y la opinión locales, y no de la aceptación incondicional ««Página 371»». por parte de una población dócil o reprimida. La participación política en el nivel local, legal o extralegal, mostraba que el sistema judicial y administrativo dependía del apoyo público, y que el común de la gente esperaba que se oyera su voz. Normalmente esta política era muy localizada, se concentraba en torno a hombres más que a ideas o programas, y no representaba amenaza alguna para el orden colonial. La política popular y las protestas eran, en suma, parte integral de la cultura política, al igual que las maniobras de las principales familias criollas que ocupaban las primeras filas de la sociedad y del gobierno neogranadino.

EL EQUILIBRIO POLÍTICO Y SU ROMPIMIENTO Durante la mayor parte del siglo XVIII, la política borbónica no produjo serias tensiones en el sistema colonial de gobierno; la competencia entre los diferentes grupos que conformaban la sociedad era contenida y se expresaba dentro de los circuitos políticos localizados que acabamos de describir. Las razones de esto no son difíciles de encontrar. En primer lugar, el ritmo del cambio económico era lento y las disputas en torno a los recursos no lo bastante agudas o generalizadas como para que causaran conflictos de envergadura. El crecimiento geográfico sin duda generó tensiones sociales en algunas regiones, ante todo en aquellas donde una creciente población mestiza ejercía presión sobre las tierras de las mermadas 682 Mario Góngora, Studies in the Colonial History of Spanish America. -ducción de Richard Southern (Cambridge, 1975), p. 125.

comunidades indígenas, como en partes de la provincia de Tunja, o donde las comunidades indígenas se sublevaban para defenderse contra funcionarios o clérigos rapaces, como en Pasto, o donde recién creados centros urbanos competían entre sí, como en el área del Socorro. Pero como los cambios demográficos y comerciales tenían sólo un impacto muy limitado en las estructuras económicas y sociales de la región, estos desórdenes eran asuntos puramente locales que carecían de cualquier resonancia en sectores más amplios de la pobla-

««Página 372»». La estabilidad en la vida política colonial también se debe en buena parte al hecho de que la reforma institucional apenas tuvo un moderado impacto en la Nueva Granada antes de la visita general de 1778 a 1783. El primer virreinato fue simplemente demasiada» efímero para que ocasionara cambios duraderos, y durante la mayor parte de la primera mitad del siglo XVIII la Nueva Granada permaneció bajo la misma forma de administración que había conocido bajo los Habsburgos. Cuando Felipe V reinstituyó el virreinato en 1739, la administración colonial devino, entonces sí, más eficaz como lo prueban el fortalecimiento de la defensa y el crecimiento de los ingresos. Pero el ritmo del cambio fue lento y vacilante, la reforma fiscal sólo se aplicó en algunas provincias y los virrQ,e actuaron en una forma pragmática, abordando problemas específicos en lugar de ejecutar políticas innovadoras en amplias áreas. Entretanto, la audiencia conservó buena parte de su antiguo e ineficiente carácter, a pesar de que los virreyes ocupaban su presidencia. Tan tardíamente como 1776, encontramos que el virrey Flóres se quejaba de que en la audiencia de Santa Fe sólo dos oidores desempeñaban sus cargos, ambos aquejados de enfermedades crónicas que dificultaban su trabajo.683 Pero tal vez más importante fue el hecho de que la introducción del virreinato sólo modificó ligeramente la forma y la índole del gobierno, lo cual dejó a la población con un fuerte sentido de autonomía local. 683 AGI Santa Fe 585 (ramo 6), Flóres to Gálvez, Santa Fe, mayo 15, 1776 (no. 50).

De modo que aunque se colocó a la Nueva Granada bajo una autoridad más fuerte, ejercida desde la capital virreinal, los propósitos, prácticas y procedimientos del gobierno siguieron siendo los mismos del viejo orden político heredado de los Habsburgos. Pues aunque se instaló a los virreyes para fortalecer la autoridad del gobierno real, seguían gozando de la amplitud política que el régimen de los Habsburgos había permitido tradicionalmente y, en lugar de cumplir en forma ciega las órdenes reales, seguían teniendo en cuenta ««Página 373»». los intereses coloniales al aplicar la legislación metropolitana. Según escribió Francisco Silvestre en 1789, la autonomía de los virreyes y su voluntad de adaptar las máximas de la política borbónica a las circunstancias locales eran el criterio del buen gobierno y de la armonía política antes de 1778. Fue así como anotó con satisfacción que el virrey Pizarro había cumplido con sus responsabilidades de mejorar la administración de la tesorería, que había implementado ciertas políticas de la corona y que había omitido otras, "que la situación del Reino no permitía, o para las cuales no había llegado el momento". 684 Silvestre también elogió a los sucesores de Pizarro por la misma razón, y los describió como hombres comprometidos con un estilo de gobierno pragmático y conciliatorio, dispuestos a aprender de la experiencia y a adaptar la política a las circunstancias e intereses locales. Por lo tanto, a pesar de la instalación de los virreyes para aumentar la autoridad real, la monarquía borbónica les permitió actuar con el estilo político heredado de los Habsburgos, prefiriendo el gobierno por consenso al impositivo. Si bajo este sistema político se preservaba la paz, entonces su cambio, por la misma razón, equivalía a promover el desorden. Así, cuando José de Gálvez, el ministro de Carlos III para las Indias, abandonó el compromiso a favor del enfoque más riguroso e inflexible introducido en la Nueva Granada en 1778 por su reformista visitador general, este cambio precipitó la mayor crisis política a la que se enfrentaron las autoridades españolas en todo el siglo XVIII. Para un 684 Ibid., p. 78.

funcionario peninsular con mucha experiencia en la Nueva Granada y conectado estrechamente con la élite política como Francisco Silvestre, el ataque al sistema tradicional de gobierno del visitador general (quien, como sus contrapartes en otras regiones, 'seguía ciegamente las órdenes del Sr. Gálvez") 685 fue la principal causa de la insurrección de los comuneros de 1781, el principal ««Página 374»». desafío al gobierno español en territorio colombiano desde el ascenso de la dinastía de los Borbones en 1700. La insurrección de los comuneros fue un acontecimiento extraordinario. En su punto más álgido, la rebelión movilizó una fuerza de casi 20.000 personas que al desplazarse hacia la capital presentaron una oposición tan formidable que las autoridades reales se vieron forzadas a una humillante revocación de la política de Carlos III. Por lo tanto, es a duras penas sorprendente que desde hace mucho tiempo los historiadores hayan visto la insurrección como un acontecimiento de especial significado. En su escala, duración y alcance, la rebelión no sólo no tuvo paralelo en la historia de la Nueva Granada colonial, sino que por coincidir con la masiva rebelión de Túpac Amaru en el sur de los Andes, también fue parte de un movimiento mayor de oposición al gobierno español, incitado por el nuevo programa de Carlos III. ¿Cuál fue su significado? ¿Marcó la insurrección un punto crítico en el desarrollo político de la región, reflejando sentimientos anticoloniales, protonacionalistas, de la clase que a partir de 1810 habría de empezar la transformación de la Nueva Granada en la república independiente de Colombia? ¿Cuáles fueron las ideas que inspiraron la insurrección, y hasta qué punto representaban un desafío contra el gobierno español? ¿Y cuál era su contenido social? ¿Surgió la insurrección popular únicamente por oposición a la política fiscal de los Borbones, o fue incitada por conflictos domésticos resultantes de tensiones entre grupos dentro de la sociedad colonial? Para examinar estas preguntas, debemos primero desenredar los agravios y grupos involucrados en la 685 Ibid., p. 88.

insurrección, mostrar cómo los distintos descontentos se fundieron en un movimiento regional y rastrear la dinámica de su desarrollo. Luego, después de haber situado la insurrección en su contexto político y social, podemos volver al asunto más general de su lugar en el desarrollo político de la Nueva Granada en sus últimos años. y de sus implicaciones para las relaciones con España. ««Página 375»». ORÍGENES DE LA INSURRECCIÓN DE LOS COMUNEROS Las causas inmediatas de la insurrección se identifican con facilidad. Los tumultos populares se encendieron contra las medidas fiscales que introdujo el visitador general Gutiérrez de Piñeres en 1780 y 1781, cuando se pusieron en práctica en rápida sucesión las reformas que incidían en el cultivo y venta del tabaco, el expendio de aguardiente y la proporción y cobro del impuesto de ventas. Las primeras señales de resistencia popular pueden rastrearse a los pequeños disturbios que ocurrieron, durante los últimos meses de 1780, en o cerca de los poblados de Simacota, Mogotes y Charalá, las tres áreas donde se les prohibió a los campesinos el cultivo del tabaco a causa de los nuevos reglamentos del monopolio real.686 Estos incidentes fueron, sin embargo, simplemente el preludio de un brote más amplio de motines, desencadenados en marzo de 1781 por la introducción de la nueva reglamentación del impuesto de ventas. La resistencia tomó de nuevo el carácter de disturbios locales, pero al extenderse hasta incluir poblados en un área mayor, no tardó en adquirir una forma organizada y coherente. El viraje de actos esporádicos de desafío contra los funcionarios en las parroquias a la resistencia en gran escala empezó en la ciudad del Socorro el 16 de marzo de 1781, cuando el anuncio público de los nuevos reglamentos del impuesto de ventas amotinó a la muchedumbre que se había reunido para el mercado semanal. En los días que siguieron, estallaron disturbios en los poblados cercanos 686 Pablo E. Cárdenas Acosta, Los comuneros (Reivindicaciones históricas y juicios críticos documentalmente justificados) (Bogotá, 1945), pp. 210-212; 275280.

de Simacota y Pinchote y en la ciudad de San Gil, donde las restricciones al cultivo del tabaco afectaron a los pequeños campesinos.) Al combinarse las protestas contra el estanco del tabaco con las de rechazo a la alcabala, aumentó el número de amotinados. Después de nuevos ««Página 376»». disturbios en el Socorro, una oleada de descontento recorrió los poblados vecinos a principios de abril, en una cadena de desórdenes contra los funcionarios y propiedades de la administración local de los monopolios del tabaco y del aguardiente.: Luego, a mediados de abril, el pueblo del Socorro de nuevo tomó la iniciativa. Se amotine por tercera vez y, de estos disturbios, surgió un caudillaje dedicada a formar un movimiento regional concertado contra el visitador general y sus políticas.687 El nacimiento de la insurrección en el pueblo del Socorro y sus alrededores, y no en ninguna otra región de la Nueva Granada, se explica por factores locales específicos, económicos y políticos. En primer lugar, en 1776 el Socorro fue víctima de una epidemia de viruela que causó muchas víctimas, y además una serie de cosechas pobres había afectado aún más la prosperidad del municipio, encareciendo los precios de los alimentos. De manera que sus vecinos, sobre todo los más pobres, tenían buenas razones para sentirse agraviados por los nuevos impuestos y precios del tabaco y del aguardiente. Una segunda peculiaridad del área del Socorro era la particular estructura de su economía local. Se trataba de una región donde los pequeños productores campesinos habían cultivado el tabaco por largo tiempo, y con frecuencia producían otras cosechas, sobre todo de algodón, para vender en mercados locales y regionales. Por lo tanto, las restricciones al cultivo del tabaco, los mayores precios del tabaco y del aguardiente, el incremento del impuesto de ventas y el control más estricto del comercio significaron que casi todos los pequeños productores, consumidores y 687 Esta relación de los sucesos de la rebelión se basan en la reconstrucción dada por Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino de Granada, pássim. Una cronología de los sucesos de 1781 se encuentra en el vol. 2, pp. 321-360.

comerciantes de la región fueron afectados por la reforma fiscal. Luego la combinación de cambios en los impuestos tuvo un máximo de impacto. ««Página 377»». El Socorro era, además, el centro de una región donde la colonización relativamente reciente había estimulado una activa vida política, basada en problemas locales relacionados con la fundación de nuevas parroquias y con las aspiraciones de mayor categoría legal de los poblados. 688 Durante la década de 1760, los principales vecinos del Socorro habían abogado con vigor por un mayor rango y, después de una prolongada campaña, lograron separarse de la jurisdicción de San Gil en 1771. Con su recién adquirido cabildo y una fresca sensación de autonomía local, el Socorro era particularmente sensible a las medidas fiscales que afectaban la prosperidad del nuevo municipio y, con la sensación de identidad comunal brotada de la campaña para lograr mayor rango y contando además de un cabildo que suministraba lazos de clientela, estaba tal vez más preparado que lo usual para la movilización política de una muestra representativa de la población.689 Las tensiones propias de una sociedad agraria, en fin, también pueden haber sido motivo de descontento en el área, debido a los efectos combinados del crecimiento demográfico, la comercialización de la agricultura y la tendencia a que la tierra se concentrara en menos manos. 690 Es difícil especificar este factor (que examinaremos después), pero es razonable suponer que, a medida que una creciente población hace más difícil el acceso a tierras libres, una sociedad campesina basada en la propiedad libre tenga un sentido más fuerte de relativa privación que el campesinado en áreas donde la tierra fértil y bien situada ha sido tomada desde tiempo atrás por grandes haciendas. 688 Gary W. Graff, "Spanish Parishes in Colonial New Granada: Their Role in TownBuilding on the Spanish American Frontier", The Americas, vol. 33 (19761977), pp. 336351 689 Para una lista de las fundadas en el siglo XVIII, véase Mario Aguilera Peña, Los comuneros: guerra social y lucha anticolonial (Bogotá, 1985), pp. 250-251. Sobre el carácter social y económico del Socorro, véase Phelan, The People and the King, pp. 39-45. 690 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 25-47.

««Página 378»». Hay pues una cantidad de factores que ayudan a explicar la disposición de los socorranos del campo y la ciudad a oponerse a i reformas impositivas. Pero si la ubicación y cronología de los primeros actos de protesta popular son aparentemente fáciles de entender, son menos patentes las razones para que un puñado de pequeñas protestas locales se convirtiera velozmente en un movimiento policlasista, multiétnico y subversivo. El descontento popular por las exigencias fiscales del Estado no era nada nuevo; tampoco, sin duda, las quejas por el reparto de la tierra. ¿Así que cómo y por qué convirtieron estos disturbios populares en una de las grandes rebeliones del siglo XVIII americano? La transformación de las protestas locales en una rebelión generalizada fue factible por una serie de factores. Uno que merece mar destacado más de lo que por lo general se acostumbra fue la reacción vacilante y equívoca de las autoridades ante las primeras manifestaciones de protesta. Al recibir por primera vez noticia de los disturbios iniciales, el gobierno de Bogotá dejó la restauración del orden en manos de las autoridades locales, y fue sólo hasta después del segundo levantamiento del Socorro, el 30 de marzo, cuando intervino directamente el visitador general. El 2 de abril trató de aplacar a los rebeldes con un gesto conciliador que excluía la fibra de algodón del impuesto de la Armada de Barlovento. Al día siguiente tomó medidas para reprimirlos, al ordenar que el corregidor Campuzano_ de Tunja, viajara al Socorro para restaurar el orden. Entretanto, el visitador general continuó con su programa. Enardeció aún más, por cierto, a la opinión pública al día siguiente, cuando la audiencia publicó un edicto que ordenaba a la ciudadanía contribuir al donativo. Aunque éste era un tributo único de emergencia, se creyó que era un impuesto personal permanente, por lo que provocó protestas adicionales. De manera que tras haber ignorado a los revoltosos, las autoridades mezclaron luego las concesiones con la represión finalmente agravaron su error político permitiendo que el movimiento desarrollara objetivos y empuje. Esto fue en parte culpa del

««Página 379»». gobernador de la provincia, el corregidor de Tunja, quien ya fuera por temor, tolerancia o por el deseo de irritar al visitador general, permaneció inactivo, permitiendo que los desórdenes continuaran y se extendieran, causando nuevos tumultos en las aldeas. Esto ha debido de animar a los revoltosos. Al reunirse con poca o ninguna oposición de las autoridades, los insurrectos no sólo dispusieron del tiempo y del espacio para medir su fuerza y propagar su mensaje, permitiendo así que las protestas localizadas se convirtieran en una cadena coordinada, sino que

pudieron

percibir

al

mismo

tiempo

la

debilidad

de

las

fuerzas

gubernamentales. Otro factor que facilitó el auge del movimiento fue el haberse unido las gentes del Socorro bajo un comando disciplinado, factible por la alianza entre los plebeyos y la clase alta de la ciudad. Si los titubeos del gobierno habían dado campo para que la insurrección se desarrollara, esta alianza canalizó los torrentes de la protesta local en un potente curso. El punto de convergencia se dio el lunes de Pascua, 1.6 de abril, cuando las oleadas de protesta que se extendieron por el distrito del Socorro volvieron a la ciudad. Ese día, el tercer tumulto no sólo obligó a huir al alcalde y a dos funcionarios de la alcabala, sino que inició una nueva fase de la insurrección, con una declaración de agravios escrita y la incorporación formal de algunos miembros de la clase alta criolla del Socorro como líderes del "común". En ese momento los insurrectos adquirieron ideología y mando, lo cual los convirtió en un movimiento regional de formidable potencial. La ideología explícita de los insurrectos era sencilla y vistió la forma fácilmente comunicable de un poema satírico, probablemente escrito por un monje dominicano de Bogotá. Compuesto en estrofas de tosca rima, sus versos expresaban indignación ante los nuevos impuestos y, al evocar imágenes de tiranía y de impiedad oficial, apelaban a las emociones de patriotismo local y antipatía hacia los españoles. Es evidente que el poema captó en forma

espléndida el sentir popular. Cuando fue leído a la muchedumbre que se amotinó ««Página 380»». en el Socorro el 16 de abril, su mezcla de ultraje y de ridículo, de retórica y chismes políticos, atrajo de inmediato al público. Rápidamente fue adoptado como manifiesto de los comuneros, apodado (al parecer en mímica humorística de los procedimientos burocráticos) "nuestra real cédula", "la santísima gaceta" o "el superior despacho". Este pasquín, por supuesto, no creó ideas donde no las había en primer lugar. Por ser escrito en un lenguaje coloquial y referirse a asuntos locales y odiados funcionarios, capturó y cristalizó el resentimiento popular; también le dio a la rebelión la dignidad de un significado político más amplio, al definir a los socorranos en términos casi bíblicos como un "pueblo escogido" cuya "empresa" era una romántica y brillante inspiración para todos los que se oponían a la tiranía en la Nueva Granada. Además, difundió un llamado a la acción al invitar a los rebeldes del Socorro a marchar hacia Bogotá en ayuda de sus simpatizantes en la capital.691 Con la ideología llegó el liderazgo. ¡El 18 de abril las multitudes del Socorro aclamaron a cuatro ciudadanos notables como sus capitanes generales, escogidos para representar y defender los intereses del común. Miembros de diferentes grupos se congregaron en una alianza unida bajo el lema de "Viva el rey y muera el mal gobierno". La fusión de plebeyos y notables en el Socorro marcó un giro vital en el desarrollo de la insurrección comunera. Pues en una sociedad jerárquica, la aceptación del liderazgo por notables locales era una importante confirmación de los objetivos de los insurrectos, que fortaleció su reclamo de actuar en beneficio del interés común. Además, en términos absolutamente prácticos,

les proporcionó

a

los

rebeldes

una

capacidad

ideológica

y

organizacional esencial tanto para unificar el movimiento como para darle un claro sentido de dirección. 691 Para el texto completo del poema, véase Cárdenas Acosta, El movimiento comunal, vol. 1, pp. 121-130. Para una discusión adicional de su significado, véase Phelan, The People and the King, pp. 71-78.

««Página 81»». Las condiciones que permitieron la formación de esta alianza han sido claramente explicadas por John Phelan, cuya investigación muestra que la facilitaron vínculos de parentesco y de clientela, los cuales pusieron en contacto a los agitadores plebeyos con los ciudadanos notables de la ciudad y los funcionarios municipales. Mateo Ardila, el notario del cabildo del Socorro, fue puente crucial entre ellos. Por el lado plebeyo, Ardila estaba vinculado por relaciones familiares con el gremio de los carniceros, que organizaron una protesta popular en las calles. Del lado de los notables, tenía influencia en miembros de la élite ciudadana tanto a través de su posición de funcionario como de relaciones familiares. Fue así como los líderes de la multitud urbana, que procedían del rango de los pequeños comerciantes, se unieron a los notables de la ciudad a través de una única familia que actuó como medio para la formación de una alianza entre las clases, vital para organizar la rebelión.692 De esta manera, el impulso de resistencia que surgió de abajo se transmitió al patriciado criollo, permitiendo que la protesta popular obrara recíprocamente con los agravios de la élite, y creando así una coalición con capacidad de actuar en nombre de la comunidad.

EL LIDERAZGO Y LA ESTRATEGIA COMUNEROS Los criollos involucrados en el liderazgo sostuvieron después que habían tomado sus posiciones bajo intimidación popular. Los primeros "capitanes" criollos argumentaron que habían aceptado de mala gana sus nombramientos bajo presión de una multitud violenta y, en ese momento, se anticiparon a las acusaciones de traición haciendo un juramento secreto de lealtad al rey, en el que declaraban estar actuando bajo coacción. De hecho, sólo el magnate local don ««Página 382»». 692 Sobre el carácter del notablato criollo, sus vínculos con los plebeyos y los primeros cuatro capitanes nombrados en el Socorro, véase Phelan, The People and the King, pp. 50-66.

Salvador Plata demostró en forma abierta y consistente su renuencia a actuar como líder. Los demás —Francisco Berbeo, Antonio Jai Monsalve y Francisco Rosillo— simpatizaron evidentemente con los insurrectos y sacaron ventaja del descontento popular para expresar su propia antipatía por las reformas. Berbeo fue de particular importancia, porque pronto surgió como caudillo del movimiento comunero y contribuyó en gran medida a su organización. Asumió el título de superintendente y comandante y, junto con Monsalve Rosillo, se dio pronto a la tarea de formar una estructura de comando en la que colocó a otros hombres de similar rango social en papeles de apoyo como capitanes en toda la región circundante. Berbeo ejemplificaba el carácter social del liderazgo comunero. Aunque era sólo un modesto terrateniente, su familia estaba enraizada con firmeza en la élite regional. El abuelo de Berbeo, un inmigrante asturiano, había sido alguacil mayor de San Gil en 1709 y maestro de campo en el Socorro, donde se residenció. Su padre, también nacido en España, había tenido el cargo de notario en la parroquia del Socorro, y dos de sus hermanos tenían cargos allí mismo. Juan Francisco Berbeo no ocupó cargos en el Socorro, pero había hecho extensos viajes por la Nueva Granada y había adquirido experiencia militar en campañas en la frontera india. También tenía contactos con influyentes círculos de Bogotá, en especial con Francisco de Vergara, el administrador jefe del Tribunal de Cuentas de la capital, conexiones que fueron usadas después en las negociaciones con las autoridades virreinales. De los treinta y cuatro capitanes de la región del Socorro, la gran mayoría —unos veintiocho— eran de similar posición social. La mayor parte eran blancos que sabían leer y escribir y que en cuanto terratenientes relativamente ricos y miembros de la "aristocracia municipal" de funcionarios y recaudadores a comisión, conservaban con celo la prominencia social y política de sus familias. 693

693 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 52-68. Sobre los antecedentes de Berbeo. véase Restrepo Sáenz y Rivas, Genealogías de Santa Fe, vol. I, pp. 108-109.

««Página 383»». El acceso de los notables locales al movimiento fue un desarrollo de importancia capital. En primer lugar, neutralizó la oposición de la clase acomodada a los insurrectos de clase baja; en segundo lugar, amplió la base social de la rebelión y reforzó el reclamo de los comuneros de que representaban al común; en tercero, el liderazo criollo que surgió en el Socorro jugó un papel clave en la canalización de la protesta popular hacia un movimiento con dirección clara y capaz de organizarse defensiva y ofensivamente. Una vez iniciada, la coalición se fortaleció aún más gracias a los inútiles esfuerzos del gobierno por intimidar y sofocar a los rebeldes El 9 de abril, el visitador y la audiencia se mostraron decididos a tomar acciones militares para sojuzgar la rebelión: le enviaron provisiones y municiones al corregidor de Tunja y nombraron al oidor José Pardo Osorio comandante de una fuerza militar para la zona insurrecta. La acción, sin embargo, se dio lentamente. El corregidor Campuzano de Tunja envió órdenes pero nada hizo para imponerlas, mientras que la noticia de que se estaba formando una fuerza contra ellos les dio ánimo a los rebeldes del Socorro para organizar sus propias filas. El oidor Osorio al final no partió de Bogotá sino hasta el 18 de abril, y fue seguido por el resto de su pequeño destacamento —un total de setenta y dos soldados con armamento ligero— el 21. Para el 28 de abril, cuando la tropa de Osorio llegó a Puente Real, a mitad de camino entre Bogotá y el Socorro, los rebeldes habían dispuesto de tiempo suficiente para preparar su defensa. El 2 de mayo se constituyó un "Consejo Supremo de Guerra" entre los capitanes generales de los comuneros, para coordinar la campaña militar contra las fuerzas realistas bajo el mando general de Juan Francisco Berbeo. Entretanto aumentaron las filas de la insurrección a medida que poblaciones y aldeas indicaban su lealtad al amotinarse contra los estancos, unirse bajo las órdenes de los capitanes locales y tomar medidas formales para incorporarse bajo el mando de Berbeo. El precipitado intento del gobierno de aplastar a los comuneros fue del todo contraproducente; hizo más para estimular la rebelión

««Página 384»». que para impedirla. Las fuerzas rebeldes rodearon al oidor Osorio sus soldados en Puente Real, y el 8 de mayo éstos se rindieron sin una sola baja y entregaron sus armas y una gruesa suma de dinero de la tesorería que al parecer Osorio había tenido la intención de usar para sobornos. Fue un duro golpe al prestigio del gobierno, y en consecuencia dio ímpetu a la causa comunera. Con un éxito militar a su haber, la alianza de notables y plebeyos del Socorro ganó en confianza y nuevos reclutas y extendió sus vínculos hasta llegar a formar una formidable red de oposición regional al gobierno. Después del suceso de Puente Real, los líderes insurrectos añadieron a su movimiento dos nuevas fuerzas de importancia. En primer a lugar obligaron a Ambrosio Pisco, el cacique mestizo que era cabeza titular de los aldeanos indios de Santa Fe, Tunja, Vélez y Sogamoso, a aceptar la posición de capitán de los comuneros. Pisco estaba muy renuente a unirse a la causa rebelde —hasta intentó escapar a Bogotá para evitar comprometerse—, pero cuando iba camino de la capital, los indios lo aclamaron como su Señor y lo forzaron a convertirse en su líder y representante. Aún más notable fue la adhesión al movimiento de la ciudad de Tunja y de la vecina Sogamoso. La adhesión de Tunja fue de especial importancia, pues libró la insurrección de una posible amenaza por el flanco oriental y al mismo tiempo añadió a sus filas varios miles de hombres. Una vez revelada su debilidad gracias a los vanos esfuerzos de Osorio de detener la insurrección por la fuerza, el gobierno de Bogotá invirtió su estrategia y pasó de la agresión a la defensa. El 12 de mayo Gutiérrez de Piñeres partió de Bogotá hacia Honda, con la esperanza de desviar a los rebeldes de la capital mientras escapaba a Cartagena por el río Magdalena. En su ausencia dejó a la "junta general de tribunales", un comité de magistrados de la audiencia, funcionarios de alto rango, clérigos y representantes del cabildo de Santa Fe, que convocó de prisa para manejar la crisis y lidiar con los rebeldes como pudiera, a la espera de

la llegada de fuerzas de Cartagena. El primer paso de la junta fue tratar de detener el avance ««Página 385»». de los comuneros suspendiendo las medidas fiscales del visitador general y emprendiendo negociaciones con los líderes insurrectos. Formó con este fin un comité compuesto por el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, el oidor Vasco y Vargas y el alcalde Eustaquio Galavís y Hurtado, en representación del gobierno municipal y de la élite criolla de Bogotá. Presidida por el arzobispo, la comisión trató de interceder ante los rebeldes antes de que marcharan hacia la capital, mientras la audiencia preparaba su defensa. Si la derrota de las fuerzas de Osorio en Puente Real fue un gran estímulo para los comuneros, las medidas tomadas en mayo para preservar el orden en Bogotá fueron de parecida importancia para sostener al gobierno en la capital. Después de la humillación militar del virreinato, la iniciativa pasó a los insurrectos y era poco lo que podían hacer las autoridades para erradicar la rebelión. Sin embargo, la junta por lo menos aseguró una posición defensiva en Bogotá, evitando que los simpatizantes del Socorro subvirtieran el orden allí. Esto resultó ser de enorme importancia, pues aunque la junta carecía de fuerzas para evitar la marcha rebelde hacia Bogotá, logró conservar un gobierno capaz de presentarse como un baluarte del orden y así emprender negociaciones con los líderes comuneros. Estos, mientras tanto, se hicieron más y más fuertes. El apoyo a la rebelión siguió extendiéndose y llegó incluso a algunos poblados de los distantes Llanos, donde a mediados de mayo un grupo de criollos instigó una rebelión india y se alió con el movimiento del Socorro, tomando títulos y comisiones del Consejo Supremo de Guerra de Berbeo.694 Aunque un número creciente de hombres se movilizó en desafío al gobierno, los avances rebeldes también se basaron en una acertada 694 Jane Loy, "Forgotten Comuneros: The 1781 Revolt in the Llanos de Casa-nare", HAHR, vol. 61 (1981), pp. 235-257. Sobre los comienzos de la rebelión, zanse pp. 238241

dirección militar. En esto Francisco Berbeo, el comandante en jefe comunero, jugó un papel clave. Mientras se preparaba para dialogar con las autoridades reales, realizó una astuta ««Página 386»». estrategia militar encaminada a extender el área bajo control rebelde, protegerla de ataques y aislar la capital de la ayuda de las fuerzas virreinales de Cartagena. La estrategia se desplegó a finales de mayo, cuando Berbeo movió sus fuerzas en varias direcciones. En primer lugar marchó hacia la ciudad de Girón, que había rechazado la unión con los comuneros y amenazaba con permitirles una entrada a las fuerzas reales enviadas desde Cartagena por el Magdalena. Después de una breve campaña. Girón fue tomada y se cerró así el estratégico boquete hacia el norte. Al mismo tiempo, Berbeo también dio pasos para cortar las comunicaciones y los refuerzos de Bogotá por el río Magdalena. A finales de mayo le confió al plebeyo José Antonio Galán una pequeña fuerza y lo envió en una expedición para interrumpir los correos entre Bogotá y el río, buscar y capturar al fugitivo visitador general rescatar el estratégico puerto ribereño de Honda. Aunque Galán no capturó al visitador general, Logró apoyo para la rebelión en el valle alto del Magdalena y, al levantar una barrera entre Bogotá y la costa le permitió a Berbeo la búsqueda de sus principales objetivos en el interior, donde retuvo la iniciativa. Al trasladar la vanguardia comunera hacia Nemocón, animó al pueblo de Zipaquirá a unirse a la coalición rebelde; luego maniobró la masa de sus fuerzas hacia nemocón, colocándolas a fácil alcance de Bogotá. El 26 de mayo los líderes insurrectos

emprendieron

en

Nemocón

comunicaciones

preliminares

con

Caballero y Góngora y su comisión, pero Berbeo hizo uso de prudentes tácticas dilatorias, permitiendo que contingentes rebeldes del Socorro y de Tunja concentraran en las cercanías,

en Mortiño, una fuerza de cerca de 20.000

hombres. A finales de mayo, cuando sus tropas estaban apostándose, Berbeo también envió un destacamento de indios de aldeas cercanas para vigilar la entrada a la capital. Ante las protestas de las autoridades, las fuerzas indias fueron retiradas, pero no dejó de ser una ingeniosa táctica. Al exhibir a sus aliados indios,

Berbeo explotó temores raciales, aumentando así la tensión en la capital y obligando al gobierno a considerar sus ««Página 387»». términos. Fue en estas circunstancias cuando la rebelión se movió 'sacia su punto culminante, durante la primera semana de junio de Ml. LA CULMINACIÓN DE LA INSURRECCIÓN COMUNERA A medida que los insurrectos se reunían cerca a Zipaquirá, todo estaba dispuesto para la toma de Bogotá y el derrocamiento de la audiencia. Pero sucedió que varios factores impidieron el ataque a la capital. Uno era el desacuerdo sobre las tácticas. Los plebeyos del área del Socorro veían a Bogotá como su objetivo y consideraban la captura de la capital como la mejor manera de garantizar que se cumplieran sus reclamos. Los líderes de Tunja y de Sogamoso, que representaban a los notables criollos conservadores de estas sociedades tradicionales, estaban ansiosos por evitar más alteraciones del orden social y político, por lo que preferían buscar una solución negociada en Zipaquirá. 695 Las divisiones sociales se agudizaron a causa de las rivalidades interregionales, derivadas de la competencia de larga data entre las ciudades de Tunja, San Gil y el Socorro. La posición sobre las tácticas de San Gil era ambigua, pero los líderes de Tunja y de Sogamoso se oponían hasta tal punto a un avance sobre Bogotá que para impedirlo amenazaron con usar sus fuerzas de 6.000 hombres. Fue así como, estando al borde de la victoria, el movimiento comunero empezó a fraccionarse de acuerdo a líneas regionales. A pesar de esta incipiente fisura, la rebelión se sostuvo gracias en gran medida a la habilidad de Berbeo para encontrar una fórmula de unión. Por un lado apaciguó a los líderes de Tunja al escoger las negociaciones en Zipaquirá e incluirlos en 695 Aauilera Peña, en Los comuneros, pp. 69-72, comenta el carácter de la sociedad tunjana y su relación con la posición política de los líderes.

ellas; por otro, calmó las exigencias de avanzar hacia Bogotá de los plebeyos al nombrar a ««Página 388»». cinco miembros de la élite santafereña para participar en las negociaciones al lado del cabildo de la ciudad. Unir la capital y su élite a los comuneros le permitió a Berbeo lograr dos importantes fines simultáneamente. El primero, poder decirles a sus seguidores plebeyos que la toma de Bogotá ya no era necesaria, puesto que la

capital

se había

adherido al movimiento; el segundo, extender la

responsabilidad de la insurrección al establecimiento político santafereño al incluir a algunos de sus ciudadanos más notables en la negociación de los términos entre los rebeldes y el gobierno real. En esta forma se resolvió la división táctica interna, y el 5 de junio de 1781 Berbeo y sus colegas pudieron reabrir las negociaciones para, desde una posición de fuerza, avanzar hacia una feliz conclusión. Los términos que los líderes comuneros le presentaron a la comisión de paz del gobierno fueron extraídos de un "plan de capitulaciones" que formulaba sus exigencias en treinta y cinco cláusulas. Estos términos eran una extraordinaria mezcla, reunida aparentemente al azar, pero constituían una profunda radiografía de los agravios y aspiraciones de los diferentes grupos que participaron en la insurrección. No es sorprendente que muchas de las demandas se relacionaran con los asuntos fiscales que desencadenaron la rebelión. 696 Aquellas incluían la abolición del impuesto de la Armada de Barlovento, de las guías o recibos que registraban el pago de impuestos sobre bienes comercializables, y la del monopolio del tabaco, permitiendo libertad absoluta para cultivarlo y venderlo, sujeta únicamente a la alcabala. Del mismo tenor eran la suspensión del donativo, la reducción de los precios del aguardiente a su antiguo nivel y de la alcabala del 4% al 2%, junto con la exención del tabaco —cultivo de pobres— de cualquier obligación de pago del impuesto de ventas. Estas eran las principales quejas de 696 El texto completo de las capitulaciones se encuentra en Cárdenas Acosta, El movimiento comunal, vol. 2, pp. 18-29.

los comuneros. Tal como lo expresó la cláusula final, "el principal objeto" de los ««Página 389»». rebeldes era "liberarnos de las cargas del Barlovento y de otros impuestos establecidos por el Regente Visitador General". 697 Las demandas de los rebeldes también se unían al repudio de las recientes innovaciones fiscales. El plan de capitulaciones estaba inmerso en un antagonismo general hacia las exigencias fiscales del gobierno colonial y contenía demandas de alivio de la carga impositiva en un amplio frente. Incluía requerimientos para la supresión del monopolio de los naipes y la reducción de precios del papel sellado, las bulas de cruzada, la pólvora y la sal. Varias cláusulas pedían, además, una reglamentación más justa de las tarifas postales, la abolición del impuesto de media anata, que los empleados civiles urbanos y rurales debían pagar al posesionarse, y la reducción de los honorarios de los escribanos que redactaban los documentos oficiales. También atacaban las cargas económicas impuestas por la iglesia y el clero, y abogaban por la abolición, o por lo menos una reglamentación más justa, de los dineros que pedían los recaudadores e diezmos. Los agravios de los indios por los impuestos y la tierra también tuvieron cabida en las demandas comuneras. Se pedía la reducción a la mitad de los tributos pagados por los indios y los negros libres, el alivio de la explotación india por parte de los corregidores y del " y la restauración de las tierras comunales, o resguardos, bajo la forma de propiedades individuales. También se consignaba un agravio específico de los indios de Zipaquirá, en una cláusula que apoyaba la restitución a las comunidades indígenas de las minas de sal que habían controlado antes de que la corona se apoderara de ellas. Tales demandas reflejaban en parte la participación india en la insurrección y, tal vez, en parte una preocupación por la justicia social. Pero, como otras cláusulas del programa comunero de exigencias, indicaban primordialmente las inquietudes económicas 697 Ibid., p. 28.

del campesinado libre. La devolución a los indios de sus tierras comunitarias como propietarios individuales, ««Página 390»». significaba que en el futuro sus tierras se podrían comercializar libremente, pudiendo ser adquiridas por los blancos y mestizos a quienes les estaba prohibida la compra, el arriendo o incluso la residencia en las tierras de resguardos. Del mismo modo, el interés por el derecho de los indios de poseer y explotar las minas de sal no era del todo altruista: quería decir que los consumidores podrían comprar la sal más barata, sin la interferencia y control de los funcionarios reales. También salieron a la luz los intereses de los pequeños productores y comerciantes que demandaban la reparación de caminos y puentes, la cesación de los peajes privados, la libertad de apacentar el ganado a la orilla de los caminos y la garantía de que los concejos municipales reglamentaran con más justicia los pesos y medidas. Del mayor interés son las aspiraciones políticas que revelan los términos de los comuneros. Como las demandas económicas, estaban encaminadas a modificar las prácticas del gobierno en lugar de modificar a fondo su estructura. La élite del Socorro insistió en la extensión del gobierno local de la ciudad, pidiendo que ésta tuviera un mayor grado de autogobierno, con su propio corregidor, independiente del corregidor de Tunja. Por otro lado, los pedidos de que los magistrados locales dejaran de pagar el impuesto de media anata y de que funcionarios elegidos, y no los que habían comprado sus cargos, controlaran los pesos y medidas, parecen reflejar el interés de ampliar la base social del gobierno municipal. Medidas para aliviar la opresión a los pobres también tuvieron cabida en los términos de los rebeldes, sobre todo en las exigencias de que las personas arrestadas debían ser liberadas al pagar una pequeña fianza y no podían permanecer detenidas sin juicio. Estas demandas específicas tuvieron un complemento en otras con implicaciones políticas bastante más amplias. Los insurrectos no sólo pedían la expulsión del visitador general, sino una promesa del gobierno de que no se enviaría de nuevo a

la colonia a este funcionario y de que terminara de inmediato la práctica de someter a residencias a los empleados locales. Aún más notable es la declaración de que "en cargos del primer, segundo y tercer niveles, los nativos de esta ««Página 391»». América han de gozar de preferencia y privilegio sobre los europeos", porque estos últimos carecían de suficientes conocimientos y simpatía con las preocupaciones locales, y porque "puesto que todos somos súbditos del mismo Rey y Señor, deberíamos vivir en fraternal armonía". 698 Esta armonía idealizada no debía ser perturbada por los extranjeros, todos los cuales, pensaban los comuneros, debían ser expulsados de la Nueva Granada en un plazo de dos meses. Para asegurar, en fin, que se respetaran los objetivos de la insurrección, los comuneros insistían en que el gobierno real confirmara todos los nombramientos en la estructura de mando rebelde y que permitiera la continuación de las fuerzas comuneras constituidas como milicias. También se pedía un perdón general, para así ratificar el pacto y restaurar las relaciones normales entre el gobierno y los ciudadanos. Al principio la junta de Bogotá rechazó las demandas de los rebeldes y pidió la revisión de las cláusulas perjudiciales para los intereses fiscales de la corona. Pero aunque los líderes comuneros aceptaron unas revisiones menores, los comisionados de paz en Zipaquirá le advirtieron a la junta que no se podían hacer negociaciones adicionales y le aconsejaron aceptar en pleno los términos rebeldes. El 7 de junio la junta asintió, mientras secretamente desconocía el pacto por haber sido obtenido bajo force majeure. Al día siguiente el arzobispo Caballero y Góngora y sus comisionados juraron sustentar el acuerdo y, con este acto, la rebelión terminó formalmente. Enseguida del pacto de Zipaquirá, la principal fuerza de los comuneros se disolvió y la gran mayoría de los rebeldes se dispersó y volvió a sus hogares. El desafío al 698 Ibid., p. 26.

gobierno colonial no había, sin embargo, terminado del todo. José Antonio Galán, el comandante de Berbeo en el valle alto del Magdalena, se negó a entregar las armas y desde su base en la región tabacalera de Ambalema estimuló la extensión de la rebelión a las áreas hasta entonces tranquilas de Mariquita, Neiva y el ««Página 392»». occidente de la provincia de Antioquia. La resistencia a las autoridades también continuó en los Llanos, y desde julio hasta octubre hubo disturbios contra funcionarios en sitios diversos de la Nueva Granada, hasta en el extremo sur, en Pasto. Pero si estos disturbios y revueltas locales se inspiraron en el ejemplo de los comuneros, tuvieron un carácter social muy diferente del movimiento original y nunca lograron el grado de movilización regional o la misma organización multiclasista de la insurrección de los comuneros. 699 En el corazón de la rebelión, el pacto de Zipaquirá no aplacó del todo el descontento. Mientras la población esperaba la confirmación real de los términos acordados con la audiencia, la paz se vio alterada por disturbios indios en Nemocón a principios de septiembre y por el rechazo a aceptar las capitulaciones del virrey Flóres en Cartagena. Las intrigas diplomáticas del arzobispo Caballero y Góngora, sin embargo, evitaron la reanudación del conflicto. Entre junio y fines de septiembre, acompañado por una misión capuchina, Caballero y Góngora permaneció en el Socorro en visita pastoral, predicando la paz, la obediencia y la reconciliación. Hizo mucho por restaurar la calma, y cuando a principios de septiembre regresó a la región José Antonio Galán, encontró muy poco apoyo popular para su plan de organizar una segunda marcha a Bogotá. Finalmente, el 10 de octubre, Galán y su reducida banda de seguidores fueron acorralados, capturados y enviados a la capital en cadenas. Fueron juzgados en septiembre de 1781 y sentenciados el 30 de enero de 1782. La vengativa audiencia condenó a 699 Sobre la continuación de la rebelión en los Llanos después de Zipaquirá, y para un análisis

del carácter social del movimiento, véase Jane Loy, "Forgotten comuneros", pp. 241-256. Sobre la rebelión en Antioquia, véase Universidad de Antioquia, Documentos para la historia de la insurrección comunera en la provincia de Antioquia, 1765-1785 (Medellín, 1982) pássim. Sobre Pasto, Rebecca A. Earle, "Indian Rebellion and Bourbon Reform in New Granada: Riots in Pasto. 1780-1800", HAHR vol. 73 (1993), pp. 105-110. Para una buena relación general de los disturbios que ocurrieron después del acuerdo de Zipaquirá, véase Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 127197.

muerte y desmembramiento a Galán y a tres de sus allegados; ««Página 393»». a otros de sus partidarios los aprisionó o envió al exilio. Entretanto, el Socorro y Tunja permanecían tranquilas. El 20 de octubre de 1781, el virrey Flóres había aceptado el consejo del arzobispo y, al conceder el perdón general y reafirmar las concesiones claves hechas en Zipaquirá, cumplió con la parte del gobierno en el convenio hecho con los insurrectos. Al año siguiente, Flóres fue reemplazado por un nuevo virrey. El primer escogido de la corona fue Juan de Torreázar Díaz Pimienta, el gobernador de Cartagena, quien murió sólo unos días después de llegar a Bogotá. El virreinato pasó entonces al arzobispo Caballero y Góngora, el principal pacificador de los comuneros, quien se posesionó en junio de 1782. Esto abrió el camino para un nuevo comienzo bajo un virrey ansioso por restaurar la confianza en el gobierno. Para lograrlo confirmó las concesiones claves hechas a los comuneros. En agosto de 1782 se abolió el impuesto de la Armada de Barlovento, se redujo la alcabala al previo 2% en las provincias interiores de la Nueva Granada, se bajaron los precios del tabaco y del aguardiente y se extendió un perdón general definitivo a todos los que habían participado en la rebelión.700 Además, en el edicto que lo anunciaba, el arzobispo virrey se comprometió a promover una reconciliación duradera bajo la bondadosa mano de la monarquía absolutista. Prometió que "la industria, la minería, las artes, y sobre todo la agricultura y el comercio interior" pronto serían llevados al grado más alto de prosperidad". 701 En tal forma, Caballero y Góngora se comprometió a un nuevo pacto colonial, mediante el cual la corona ofrecía los frutos del progreso económico a cambio de la obediencia incondicional a la autoridad real. ««Página 394»».

700 Phelan, The People and the King, pp. 200-229. 701 Cárdenas Acosta, El movimiento comunal, p. 209.

EL SIGNIFICADO DE LA INSURRECCIÓN DE LOS COMUNEROS A pesar de la rápida disolución de la rebelión comunera al aceptar las autoridades los términos de los rebeldes, algunos historiadores la han considerado como un movimiento protonacionalista en el cual los principales criollos aspiraron por vez primera a la independencia de España. 702 Esta opinión, de hecho, no se basa en evidencias convincentes. Aunque es verdad que los insurrectos representaron un gran desafío para el gobierno español, su lema era "Viva el rey y abajo el mal gobierno" y en ninguna fase de la rebelión encontramos menciones o seña alguna de voluntad de separarse de España. También es infundada la idea de que importantes criollos buscaron apoyo militar político británico para la independencia en los años inmediatamente siguientes a la insurrección. Los informes de acercamientos a ese gobierno proceden de un oscuro mundo de espionaje internacional y no son de fiar. A lo sumo, se refieren a las actividades de un simpatizante venezolano de los comuneros y no a los patricios criollos de la Nueva Granada.703 Si el gobierno español tomó en serio estas conjuras, el asunto se debió a los temores de Madrid de una intervención británica como consecuencia de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, antes que a una inminente amenaza de revolución en las colonias. Sin embargo, si la insurrección de los comuneros no fue un movimiento de independencia, sí fue causa de una grave crisis política, pues demostró que la corona no podía confiar en la obediencia incondicional de sus súbditos neogranadinos y reveló la vulnerabilidad ««Página 395»». del gobierno colonial ante un desafío concertado. ¿Cuál fue entonces el carácter de esa esta crisis, y cómo una serie de disturbios locales contra los impuestos se 702 Algunas obras de esta clase son: Manuel Briceño Perozo, Los comuneros. (Bogotá,1880); Pablo E. Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino de Granada; Francisco Posada Zárate, El movimiento revolucionarte de los comuneros (Ciudad de México, 1971).

703 La débil y poco convincente evidencia para las afirmaciones según las cuales los líderes

comuneros buscaron ayuda extranjera puede juzgarse en los documentos contemporáneos en Manuel Briceño, Los comuneros (segunda edición. Bogotá 1979), pp. 132-148, y en Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 211-250.

convirtió en una rebelión policlasista y poliétnica capaz de humillar a las autoridades reales? Según John Phelan, "la crisis de 1781 fue esencialmente de naturaleza política y constitucional... El asunto central era... quién tenía la autoridad de imponer nuevos impuestos".704 Vista desde esta perspectiva, la rebelión comunera de fines de la Colonia en Colombia tiene más en común con la rebelión comunera en Castilla a principios del siglo XVI que con las revoluciones en el mundo occidental del siglo XVIII y principios del XIX. No sólo trataron los comuneros neogranadinos de defender los convenios administrativos y fiscales existentes contra la intrusión de una monarquía absoluta dedicada a fortalecer el Estado, sino que su ideología también era profundamente tradicional, pues se trataba de un eco de la vieja doctrina del contrato entre el soberano y sus súbditos con el concomitante derecho de oponerse a la tiranía.705 En la retórica comunera y en los lemas de los insurrectos, Phelan encuentra ideas políticas sacadas de la Edad de Oro española y transmitidas a la Nueva Granada a través de la práctica política de los Habsburgos. Sugiere, de hecho, que por haber enraizado tan profundamente constituían una especie de "constitución no escrita", una serie de convenciones y de procedimientos que simbolizaban un pacto entre el monarca y sus súbditos, pacto que éstos defenderían por la fuerza de ser necesario. 706 Al despreciar, por lo tanto, el visitador estos procedimientos, brotó el movimiento comunero en reacción a la violación de convenciones y prácticas habituales, unidos los revoltosos plebeyos con los líderes notables en la creencia ««Página 396»». en un "corpus mysticum politicum, con sus propias tradiciones y procedimientos encaminados a alcanzar el mayor bien de toda la comunidad". 707 704 Phelan, The People and the King, p. xviii. 705 Rafael Gómez Hoyos fue el primero en desarrollar estos argumentos, al sostener que estas ideas provenían primordialmente del filósofo español Suárez y que fueron transmitidas a la Nueva Granada por los jesuitas. Véase La Revolución Granadina de 1810. Ideario de una generación y de una época, 1781-1821, 2 vols. (Bogotá, 1962), vol. I, pp. 133-204.

706 Phelan, The People and the King, pp. 79-88. 707 Ibid., p. xvii.

Esta opinión es bastante digna de crédito. Pues bajo los Habsburgos el gobierno colonial era en buena medida autónomo y los súbditos coloniales evidentemente se habían acostumbrado a un gobierno blando, atento a los intereses de la élite y reacio a los cambios impuestos desde fuera. Los funcionarios reales no eran nombrados simplemente para hacer cumplir las órdenes de la metrópoli, sino que gobernaban las colonias dentro de procesos de consulta y negociación que permitían la representación de los intereses coloniales dentro de la burocracia real. Además, bajo los Habsburgos, a los notables criollos se les facilitó cada vez más el acceso a importantes cargos del gobierno y pusieron de su lado a funcionarios españoles por medio del matrimonio y de otras relaciones. Era, tal como observa Lynch, un sistema de gobierno en el que "la metrópoli buscaba élites colaboradoras y las colonias funcionarios tolerantes". 708 Al reformar el gobierno y los impuestos sin consultar a las élites criollas y al amenazar con reemplazar a los criollos en la administración real por peninsulares, Carlos III rompió aquel tradicional equilibrio político, con su énfasis en la rutina y el cambio cauteloso, y sus tradiciones de mediación y de compromiso. Aunque la interpretación de Phelan de la dimensión ideológica de la rebelión acentúa debidamente su carácter conservador, en cuanto defensa del orden político establecido y tradicional, no debemos concluir que el movimiento comunero se inspiró simplemente en un abstracto tema "constitucional". De hecho, los criollos de provincia que lideraron a los comuneros tenían sólidas razones para aliarse con los amotinados plebeyos que encendieron la rebelión. Un motivo era económico. Los cambios en el manejo de los monopolios reales hicieron subir el costo del recaudo a comisión y amenazaron ««Página 397»». así un negocio que generaba tanto ganancias monetarias como influencia. Una segunda razón surgió de la política local709. Las reformas del visitador general no 708 Lynch, Bourbon Spain, p. 332. 709 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 82-83.

sólo alteraron las relaciones entre la élite criolla y el gobierno en la capital, sino que al llevar un gobierno más entrometido a las provincias, también amenazaron con minar la influencia política de que gozaban los notables locales en sus áreas. Los criollos involucrados en la rebelión no se quejaron por supuesto abiertamente de las intromisiones del gobierno central en el local. Sin embargo, un largo memorial enviado a la corona por Salvador Plata, importante notable del Socorro reclutado como líder guerriHero, muestra claramente la manera como las reformas causaron resentimiento entre los criollos por la intromisión del gobierno central en el local, en detrimento tanto de los plebeyos como de los notables. En su declaración, Plata dijo que la rebelión tenía dos causas. 710 Una eran, claro, los impuestos, generalmente considerados injustos y que provocaron el levantamiento popular. Pero una razón más importante de la rebelión, sostuvo Plata, surgía de otra clase de injusticia: la que cometían los funcionarios que administraban y hacían cumplir en el nivel local las reformas fiscales del visitador general. El "tiránico" comportamiento de los guardias del estanco, sugiere Plata, no sólo atizó la rebelión popular, sino que también indispuso a los criollos al perjudicar la dignidad y autoridad del gobierno municipal. Pues según los nuevos reglamentos de los monopolios reales, Gutiérrez de Piñeres había cancelado la jurisdicción de los magistrados ordinarios en casos relacionados con los empleados del estanco, permitiendo así que los inescrupulosos entre éstos se condujeran como si no estuvieran sujetos a la ley. Como resultado, sostuvo Plata, vivían "una existencia libertina de malvadas diver-

««Página 398»». siones, irrespetando a Dios, a unos pobres maridos y a las sanas costumbres..." Peor aún, no mostraban ningún respeto por los magistrados locales, "tratándolos como si fueran sus inferiores y... convenciendo a todos de que ningún juez podía corregirlos, castigarlos o interferir en sus asuntos". 711 710 Este documento completo ha sido publicado. Véase Manuel Lucena SalmoraiI ed.). El memorial de Don Salvador Plata: los comuneros y los movimientos antirreformistas (Bogotá, 1982). 711 Ibid., p. 49.

El relato de Plata debe ser visto con cautela; era de todos modos un documento de autojustificación hecho con la intención de exculpar al autor por su complicidad en la rebelión. Sin embargo, su enfática condena del comportamiento de los nuevos recaudadores nos brinda una explicación plausible de la disposición de los notables locales para unirse a la rebelión y tomar posiciones de mando. Al denunciar las violaciones de la ley y de la costumbre, llama la atención sobre el hecho de que las reformas del visitador general interfirieron el mando de las autoridades políticas locales. Al darles el poder a funcionarios entremetidos que no pertenecían a los bandos políticos de cada región, estas medidas perjudicaron los lazos de clientela y por lo tanto rebajaron la posición de las autoridades regionales. Para los notables, esto ya era en sí un poderoso motivo para unirse a la rebelión. La insolencia y abusos de los recaudadores no sólo perjudicaron a los campesinos y a los plebeyos, sino que también afectaron la autoridad de los notables. Se percibe aquí, entonces, la causa crucial de la intervención criolla en la insurrección de los comuneros, y la razón de que la protesta popular se expandiera hasta llegar a ser una coalición más amplia, que incluía a los principales sectores de la sociedad provincial. Mientras los campesinos y plebeyos protestaban contra los nuevos impuestos y defendían su comunidad, los patricios trataban de defender su prestigio y autoridad política locales, también en nombre de la comunidad. Tal defensa del statu quo limitaba el alcance político de la rebelión. Los notables criollos deseaban la autonomía local dentro de la monarquía española: su objetivo era simplemente restaurar y preservar el orden tradicional.

««Página 399»». no derribarlo por medio de la revolución; y, por tener mucho que perder en un largo conflicto político, frenaron su capacidad de convertirse en un movimiento contra el Estado español mismo. Según una visión alternativa, el origen y la importancia de la insurrección

comunera se hallan en una crisis social más que en una puramente política. Para Indalecio Liévano Aguirre, uno de los primeros representantes de esta tesis, la rebelión arraigó entre el "pueblo" oprimido compuesto de mestizos pobres y de indios quienes, al reaccionar contra la explotación económica, se aliaron con los notables criollos con la esperanza de alcanzar el cambio social, sólo para ser traicionados por una "oligarquía criolla" que manipuló la insurrección para sus propios fines egoístas.712 Según reciente análisis de Mario Aguilera Peña, esta tesis adolece de una esquemática sociología política. Pues al oponer un pueblo indiferenciado a una oligarquía criolla, descuida la diversidad de los grupos sociales e intereses comprometidos en la rebelión. Sin embargo, Aguilera Peña coincide con la interpretación de la rebelión como una "lucha anticolonialista" y una "guerra social" que "iba mucho más allá de un conflicto puramente anti-fiscal con la corona y se basó en la dinámica de las contradicciones internas de la sociedad neogranadina".713 Aguilera Peña también propone una nueva cronología de la insurrección, al sostener que un momento clave en su desarrollo fue el surgimiento de un "ala revolucionaria", relacionada con las actividades subversivas de José Antonio Galán en el valle del Magdalena, donde había agudas divisiones y tensiones sociales.714 Sin embargo, aunque la descomposición que hace Aguilera de los grupos sociales comprometidos en la rebelión muestra claramente que fue una coalición laxa antes que un movimiento unificado, su argumento de que ««Página 400»». la impulsó el conflicto social en la sociedad neogranadina y de que se basó en una crisis social agraria tampoco es a la larga convincente. Ciertamente, es razonable sostener que el descontento por la tierra y el resentimiento hacia sus propietarios contribuyeron a la intranquilidad popular, porque conocemos las profundas desigualdades en la distribución de la tierra en la 712 Indalecio Liévano Aguirre, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia (tercera edición, Bogotá, 1968), pp. 439-502. 713 Mario Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 6-7. 714 Ibid., pp. 127-146.

Nueva Granada, tanto en las zonas altas como en las bajas. El fiscal Moreno y Escandón escribió poco antes de la rebelión, después de su inspección de los resguardos indios en las provincias de Santa Fe y de Tunja, una vigorosa denuncia de estas desigualdades en el centro de la Nueva Granada. Por su experiencia en esta área en la década de 1770, Moreno y Escandón percibió que el acceso a la tierra de los campesinos se estaba haciendo más difícil en las areas colonizadas: observó que los ricos compraban los mejores "realengos" (las tierras libres reales), en detrimento de los que no podían pagar los costos legales y administrativos de la compra Aquellos sin tierra, por lo tanto, tenían que "vivir sujetos a los terratenientes, bajo la dolorosa amenaza de ser expulsados o que, por no tener ingresos propios para establecerse, tenían que soportar cualquier yugo sobre sus hombros..." Moreno y Escandón también anotó que los pobres sólo podían encontrar tierras alejadas de las áreas pobladas, porque los ejidos de las poblaciones, las tierras municipales, habían sido todos vendidos. Por lo tanto, los que no poseían tierra tenían que ocupar tierras marginales, y debían enfrentarse a todos los costos y el trabajo de establecerse sin ayuda o estímulos. Empeñado en promover una agricultura más productiva, Moreno y Escandón deseaba un empleo más racional de los recursos. Sostuvo entonces que las autoridades debían intervenir aconsejando a los magistrados locales que presionaran a los grandes terratenientes a cultivar sus tierras sin uso, o a permitir que otros lo hicieran.715 Y fue, por supuesto, por estas mismas razones que Moreno y Escandón estuvo a favor de que el gobierno retirara tierras de las comunidades ««Página 401»». indias disminuidas y las vendiera a la creciente población criolla y mestiza, que las usaría productivamente. Aunque es probable que las quejas en torno a la tierra predispusieran a los pobres 715 Ots Capdequí, Nuevos aspectos, pp. 256-258.

rurales a rebelarse contra las autoridades en 1781, habría que ser muy crédulo para sugerir que el movimiento comunero surgió de una profunda crisis estructural de la sociedad agraria o expresó un impulso revolucionario desde abajo. La desigualdad en la distribución de la tierra no era peculiar de las áreas de Tunja y del Socorro, y tampoco era causa suficiente de una rebelión campesina; después de todo, existían profundas desigualdades en la propiedad de la tierra en otras regiones colombianas que no se involucraron en la insurrección. La carencia de tierra de los campesinos puede muy bien haber generado un más agudo descontento en la región del Socorro que en otras áreas por la particular historia y estructura social de la región. Como anotábamos antes, el Socorro era un área recientemente colonizada, donde había una fuerte tradición de pequeñas propiedades y de cultivos comerciales familiares, donde el crecimiento demográfico era aparentemente reciente y vigoroso, y donde, en consecuencia, el campesinado tenía probablemente expectativas y aspiraciones diferentes de las de los campesinos indios y mestizos de áreas donde se habían arraigado grandes propiedades desde el siglo XVI. Pero aunque es factible que el descontento por la distribución de la tierra contribuyera a la movilización rebelde, esto no quiere decir que el movimiento comunero surgiera de una crisis social agraria. Si los campesinos del Socorro estaban más dispuestos a rebelarse que sus contrapartes de otras regiones, fue entonces primordialmente porque el nuevo régimen fiscal introducido por el visitador general era una amenaza directa para la autonomía económica campesina en una sociedad de pequeños cultivadores. En un área donde pequeños productores se dedicaban activa y directamente a la producción y venta de los productos agrícolas en los mercados regionales, cambios en el impuesto de ventas y en los monopolios reales tuvieron un

««Página 402»». impacto particularmente fuerte entre los pequeños campesinos y comerciantes, y eran por lo tanto poderosa fuente de descontento. Así que, como a menudo es el caso en las rebeliones campesinas, el movimiento comunero probablemente

extrajo su fuerza rural de un "campesinado medio" de pequeños cultivadores independientes que defendían su posición y avances dentro de la economía de un mercado local, más que de un campesinado sin tierra impelido por el empobrecimiento y la opresión de los terratenientes. Hay ciertamente pocos indicios de que los elementos más pobres de la sociedad tuvieran algún papel de importancia en el movimiento comunero. Aun si el descontento de los sectores más pobres de la sociedad rural inspiró una visión radical entre los pocos agitadores plebeyos que siguieron a José Antonio Galán, y aunque jugara un papel en los disturbios que Galán promovió en el valle del Magdalena, donde logró apoyo entre los labriegos sin tierra y los esclavos, había evidentemente muy escasas posibilidades de que un movimiento de protesta contra el gobierno se convirtiera en un movimiento social radical en el corazón de las tierras comuneras. Los plebeyos del Socorro cuya protesta marcó el inicio del movimiento aceptaron gustosamente, en realidad pidieron, el mando de los notables criollos de la provincia, la mayor parte de los cuales eran terratenientes de las oligarquías locales, y el comportamiento de los plebeyos durante la rebelión no mostró ningún obvio rencor hacia los ricos. De hecho, una serie de peticiones presentadas a Berbeo, el comandante supremo de los comuneros, revela la preocupación plebeya y campesina por asuntos personales y locales, más que por un cambio social más amplio. Estas protestas, que han pasado desapercibidas para los historiadores de los comuneros, tenían que ver con asuntos del todo personales y parroquiales, que iban desde súplicas individuales por injustas condenas de prisión hasta demandas de comunidades indias y mestizas de rectificar agravios causados por los impuestos, la opresión de los funcionarios y del clero locales y la pérdida de tierras de ««Página 403»». resguardo. Estas peticiones, por supuesto, no nos proporcionan una visión

completa o clara de las ideas u objetivos plebeyos, pero sí nos ofrecen un sondeo único en la mentalidad de las masas comuneras. Dirigidas a Berbeo mientras éste preparaba la lista de demandas ante las autoridades reales, las peticiones están redactadas con la fraseología legal de la época y tratan a Berbeo como si hubiera sido un representante oficial del gobierno y no su opositor. 716 Su contenido es, además, tan conservador como su forma y su tono. Al tratar primordialmente sobre los mismos asuntos que invariablemente hubo tras los disturbios localizados que ocurrieron en las poblaciones pequeñas de la Nueva Granada a todo lo largo del siglo XVIII, estas peticiones sugieren que, tanto en su base social como en su liderazgo, el movimiento comunero estaba enmarcado —y limitado— dentro de esas actitudes tradicionales hacia el poder y la política que hallamos en muchos incidentes menores de desorden civil que tuvieron lugar en el virreinato durante ese siglo. De manera que, aunque la rebelión comunera fue un levantamiento de particular importancia en la historia de los últimos años de la Colonia, distinguido por la escala de su movilización popular y su carácter de coalición policlasista y poliétnica, su potencial revolucionario siempre fue muy limitado y no indujo un cambio en la conciencia política popular. Tanto los líderes comuneros como sus seguidores se preocuparon básicamente por defender la autonomía local contra la interferencia externa, y no por el derrocamiento del régimen colonial. Deseaban la libertad para que no hubiera cambio político, más que la libertad para producirlo, y se compactaron mediante alianzas verticales entre los notables y los plebeyos, antes que por alianzas horizontales entre una clase social o un grupo étnico. Debemos por lo tanto evitar tratar la rebelión comunera ya sea como un ensayo teatral para la independencia o como precursora de conflictos sociales agrarios de épocas posteriores. Es más sensato ver a ««Página 404»». los comuneros como un movimiento esencialmente regional estructurado en torno 716 AGI, Indiferente General 410, "Testimonio del quaderno de varias representaciones hechas ante el Comandante Don Francisco Berbeo...".

a la política local de pequeñas poblaciones y aldeas del área del Socorro, donde las alianzas basadas en el parentesco y la clientela eran la forma y sustancia de la vida política en un mundo rural. Tales políticas reflejan un sentido de identidad y de autonomía locales, expresado en la demanda de que los "nacionales de esta América" debían ser preferidos en el reparto de los cargos locales. Esta seguía siendo, sin embargo, una idea de "nación" dentro de la monarquía española, un llamado para defender el informal gobierno local fomentado bajo los Habsburgos y continuado por los primeros Borbones, más que un grito de apoyo a la independencia. La rebelión comunera fue, entonces, más que un movimiento para derrocar el sistema político, una protesta dentro del mismo que, a pesar de su escala y su potencia, dejó intacto el poder español. ««Página 405»». CIENCIA Y SEDICIÓN Si la rebelión de los comuneros no reflejó la aparición de nuevas ideas o principios, ni cambios en la conciencia política de la Nueva Granada, alteró sin embargo su clima político en un aspecto importante. A partir de entonces, los principales funcionarios pensinsulares fueron más sensibles a los asuntos de orden público, y más vigilantes de los indicios de subversión. No fue sorprendente que el temor a la sedición contra el gobierno fuera mayor que nunca en los años posteriores a 1781, cuando se tomaron medidas nunca vistas para otorgar a las autoridades eficaces poderes policivos. Las inició el arzobispo virrey Caballero y Góngora, quien persuadió a la corona de la necesidad de cambiar el despliegue militar en la región, tanto con el aumento de la presencia regular de tropas en la capital como con la creación de grandes milicias disciplinadas en las ciudades del interior. En consecuencia, la Nueva Granada vivió la reorganización de las fuerzas militares más rápida y de más alcance que jamás se había emprendido en su territorio, con el fin primordial de garantizar que el gobierno dispusiera de los medios para imponer su autoridad.717 717 Para una relación completa de la reforma, véase Kuethe, Military Reform and Society, pp. 93-101.

EL ORDEN POLÍTICO COMUNEROS

DESPUÉS

DE

LA

INSURRECCIÓN

DE

LOS

Además de movilizar el poderío militar, el arzobispo virrey también pidió un control más estricto del pueblo de la colonia, que conside««Página 406»». raba intrínsecamente alborotador e insolente. Según Caballero Góngora, gran parte de la población vivía en un estado de indolencia y de libertinaje, dispersa en el campo y aislada de una disciplina social o religiosa lo suficientemente rigurosa. Los mestizos de la Nueva Granada, anotó, habían casi perdido "los dos principales sentimientos que la Naturaleza le inspira al hombre racional: la creencia en un Dios, a quien debe amar, y en un Rey, a quien es justo que obedezca"; descartó a los indios y a los negros como gentes con un carácter aún más degradado. Concluyó el prelado que en conjunto el pueblo en general era "un monstruo indomable" cuya indisciplina era la causa de todos los males de la colonia.718 Para domar a estos indóciles rústicos, recomendó que fueran agrupados en poblados ordenados y sujetos a una disciplina legal y religiosa, en tanto que los vagabundos y pordioseros debían ser recogidos y forzados a trabajar.719 Durante su visita a Antioquia, de 1786 a 1788, el oidor Mon Velarde se mostró interesado en organizar a los cultivadores dispersos en un sistema ordenado de poblados y aldeas; por otro lado, las medidas para lidiar con los vagabundos probablemente se limitaron al campo de acción inmediato del virrey, en la capital y su distrito. Allí, los virreyes José de Ezpeleta y Pedro Mendinueta continuaron la política represiva del arzobispo virrey, puesta en vigor mediante medidas para reducir el número de vagabundos en el área en torno a Bogotá, nuevos procedimientos para reunir a los pordioseros que se presentaban en la ciudad, y

718 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo virrey Caballero y Góngora a Gálvez, octubre 15, 1782 (no. 11). 719 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 328-330.

acciones periódicas para proteger la propiedad urbana contra los ladrones. 720 La creciente población de regiones donde la propiedad de la tierra estaba altamente concentrada, como en los alrededores de Bogotá, puede haber aumentado el número de trabajadores ambulantes o ««Página 407»». estacionales, de vagabundos y mendigos, formándose así una inquieta subclase menos dispuesta a aceptar el control social que el campesinado o los artesanos urbanos. Pero hay pocas señales de una amenaza seria al orden público por parte de las clases inferiores en las últimas décadas del siglo XVIII. Aunque para un peninsular como el arzobispo virrey Caballero y Góngora las masas de la Nueva Granada

pueden

haberle

parecido

no

lo

bastante

condescendientes

o

disciplinadas, esto no quiere decir que el sistema político hubiera estado en peligro. Los desafíos populares de fines del siglo a la autoridad del gobierno fueron, por cierto, fácilmente reprimidos dentro de ese sistema. La extensión del monopolio del aguardiente a los distritos mineros de Barbacoas provocó una revuelta en 1791, y los aldeanos indios de Túquerres, cerca de Pasto, mataron a su corregidor y destruyeron las propiedades de los estancos locales. 721 Estos fueron, sin embargo, disturbios puramente locales en territorios distantes de la capital, y no causaron desórdenes generalizados de la clase vivida en 1781. En cuanto a otras formas de conflicto social, es difícil encontrar evidencias de cualquier amenaza importante a la estabilidad del orden colonial. Jaramillo Uribe ha sostenido que las comunidades de esclavos fugitivos, llamadas palenques, se multiplicaron tanto durante fines del siglo XVIII, que parecía como si hubiera "un acuerdo entre los diferentes grupos de esclavos para realizar una rebelión general", y llega a detectar una pauta de revueltas de esclavos que asumió las 720 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 323-324, 449-450, 474-457. 721 Sobre Barbacoas, véase Kuethe, Military Reform and Society, p. 169; sobre Túquerres, véase Javier Laviña, "La sublevación de Túquerres de 1800: Una revuelta anfifiscal", Boletín Americanista, 20:28 (1978), pp. 189-196; véase también Sergio E. Ortiz, Agustín Agualongo y su tiempo (Bogotá, 1958), pp. 46-53.

características de una guerra civil.722 De hecho son escasas las evidencias de que las rebeliones de esclavos fueran señal de un creciente y más profundo conflicto social. Los informes sobre la resistencia de los esclavos muestran que sus revueltas a gran escala fueron en ««Página 408»». extremo escasas, y que los palenques eran pequeños, a menudo transitorios, y también escasos. La dispersión geográfica de la población esclava, el hecho de que la mayor parte de los esclavos vivían en sociedades donde los blancos y personas libres los superaban en número y donde por lo tanto se encontraban en posición desventajosa ante sus amos, y la tendencia de que una creciente cantidad de negros naciera en la esclavitud y creciera en su entorno, eran todos factores que obstaculizaban cualquier rebelión general de los esclavos. Investigaciones recientes sugieren, por cierto, que los esclavos estaban más dispuestos a huir de sus amos o a buscar que las autoridades resolvieran sus quejas, que a iniciar ataques más amplios contra la sociedad esclavista. 723 A menos de una década después de la rebelión de los comuneros, los funcionarios desestimaban la amenaza de una rebelión a gran escala. En 1789 el virrey Gil y Lemus recomendó desmantelar las milicias disciplinadas, con base en que su potencial represivo no justificaba la carga que representaban para la tesorería colonial. Dudaba, en primer lugar, que las milicias locales fueran un instrumento apropiado para defender al gobierno, porque proporcionaban armas y entrenamiento militar que podían volverse contra las autoridades y por lo tanto podían ser más perjudiciales que benéficas en una emergencia. En forma más inmediata, pensaba que el gasto de mantenimiento de las milicias sencillamente no se justificaba si se tenían en cuenta las amenazas reales al orden público. Según Gil y Lemus, la amenaza subversiva en el interior había sido en gran 722 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos sobre historia social colombiana, p. 60. 723 Anthony McFarlane, "Cimarrones y Palenques: Runaways and Resistance in Colonial Colombia", en Gad Heuman (ed.), Out of the House of Bondage: Runaways, Resistance and Marronage in Africa and in the New World (Londres, 1986), pp. 131-151.

medida exagerada y, lleno de confianza, convenció a la corona de ahorrar dinero desmovilizando a las unidades de milicias establecidas por su predecesor. El virrey José de Ezpeleta, su sucesor, también estaba empeñado en reducir los gastos del gobierno, pero fue más ««Página 64»». cauto en cuanto a reducir la capacidad represiva mediante cortes en los gastos militares. Prefirió un enfoque más suave hacia la supresión de gastos, mediante una reorganización de las fuerzas del orden, y para 1794 había convencido a la corona de conservar el programa de milicias en una forma modificada. Ezpeleta deseaba mantener las milicias porque representaban el único medio de coacción en el interior, pero al igual que Gil y Lemus no temía una revuelta generalizada. De hecho, Ezpeleta justificó el hecho de armar a los súbditos coloniales con base en que cualquier rebelión no afectaría a todo el país, y en que las autoridades podían explotar las diferencias regionales al movilizar fuerzas para sofocar los disturbios locales.724 Sin embargo, los peligros representados por el descontento político no desaparecieron. En la generación posterior a la rebelión, el gobierno español de la Nueva Granada se enfrentó de nuevo al espectro de la sedición, pero esta vez bajo una forma diferente y potencialmente más peligrosa. Pues al contrario de los líderes comuneros que se habían rebelado en defensa de un orden tradicional y que habían invocado el nombre del rey para legitimar su ataque al "mal gobierno", una generación más joven de criollos abrazó las ideas de la filosofía y de la ciencia propias de la Ilustración europea y algunos, al ver la ciencia como símbolo de progreso y encontrarlo en los ejemplos de las revoluciones de los Estados Unidos y de Francia, también llegaron a contemplar un nuevo orden político. ¿Cómo, entonces, se formó este cambio de perspectiva, y cuáles fueron sus repercusiones en la vida política de la Nueva Granada?

724 Kuethe, Military reform and Society, pp. 150-164.

LA POLÍTICA DE CONCILIACIÓN Y EL CULTIVO DE LA REFORMA Inmediatamente después de la insurrección de los comuneros, el virrey Caballero y Góngora persuadió a la corona para que apaciguara ««Página 410»». a los criollos usando el ejemplo de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos para advertirles sobre las potenciales consecuencias de una represalia draconiana. En una carta reservada a Gálvez, observó que si el gobernador Gage de Boston le hubiera propuesto una conciliación a hombres como Samuel Adams y John Hancock, los británicos hubieran podido conservar sus posesiones coloniales725. La insinuación era muy clara. De no aprender España esta lección, cultivando la lealtad de sus principales ciudadanos en la Nueva Granada, correría el riesgo de perder la colonia. El visitador general, por otro lado, era más optimista, y se mostró escéptico sobre la amenaza de una revuelta separatista formulada por el virrey. Gutiérrez de Piñeres sostenía que la reforma de los abusos en el gobierno siempre provocaría el antagonismo de individuos en todas las clases de la sociedad, el cual no por ello se debía equiparar a una aspiración de independencia726. En su opinión, el grupo dominante de la sociedad colonial se identificaba estrechamente con España y, por razones tanto de clase como de color, era el aliado natural del gobierno metropolitano. Pero al recomendarle a la corona que cuidara de sostener la posición privilegiada de la élite criolla, Gutiérrez de Piñeres, no obstante, reconoció un elemento condicional en la lealtad criolla que exigía diligente cultivo727. Durante su virreinato, el arzobispo Caballero y Góngora cortejó la lealtad de los criollos. En primer lugar, se aseguró de que se cumpliera la amnistía general ofrecida a los comuneros. Unos pocos santafereños sospechosos de complicidad con los rebeldes fueron discretamente transferidos fuera de la capital, pero el 725 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del arzobispo virrey Caballero y Góngora a Gálvez, febrero 6, 1783 (no. 26). 726 AGI Santa Fe 661, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, febrero 28, 1 782 (no. 32). 727 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, marzo 31, 1780 (reservada no. 181).

arzobispo virrey evitó una cacería de brujas y trató de asegurarles a los criollos su confianza en su lealtad. Fue así como insistió en que a los criollos ««Página 411»». de provincia que se habían involucrado en el movimiento comunero se les debía permitir ejercer cargos locales, y con la expansión de la administración de los monopolios de la corona, tenía nuevos cargos para ofrecerles a los criollos que aspiraban a puestos oficiales. A la par con estos gestos conciliatorios, realizó una política positiva para ganarse la confianza de los criollos mediante un programa progresivo de reforma "ilustrada". Tan pronto como fue nombrado virrey, Caballero y Góngora inició proyectos concebidos para garantizar el apoyo de la joven generación criolla mediante la introducción y difusión de modernas ideas educativas, científicas y económicas. En esto tenía un doble propósito. Por un lado, el compromiso del arzobispo virrey con las ideas ilustradas provenía de razones prácticas y económicas comunes entre los partidarios españoles e hispanoamericanos de la Ilustración. Consideraba, en breve, a las "ciencias útiles" como un medio para la promoción del desarrollo de los recursos económicos coloniales, y por lo tanto al servicio de los intereses del Estado español. Su interés en la reforma educativa también implicaba, por otro lado, un cálculo político. Después de la rebelión de los comuneros, Caballero y Góngora mostró aguda conciencia de la necesidad de justificar el sistema y la práctica políticos borbónicos ante la élite criolla, y su apoyo a la reforma educativa sugiere el reconocimiento de que la renovación política con respecto a España requería de un nuevo liderazgo intelectual y cultural. En los diferentes proyectos económicos iniciados durante el virreinato del arzobispo, ya hemos visto evidencias claras de los esfuerzos oficiales por adaptar las técnicas de las ciencias naturales y los principios de la economía política ilustrada a la tarea de movilizar los recursos materiales y humanos de la Nueva. Granada. Las visitas a los distritos mineros, el proyecto para el desarrollo de las minas de oro de Almaguer con métodos comerciales de capital social, la

introducción de modernas técnicas metalúrgicas para revivir las minas de plata de Mariquita y los esquemas para promover las exportaciones de cinchona y de palo de tinte reflejaban en su totalidad ««Página 412»». la determinación de Caballero y Góngora de usar las ciencias útiles para fomentar la actividad económica y, por extensión, para mejorar la disciplina social mediante la oferta de trabajo productivo. Pero el mayor impacto del nuevo enfoque se dio, no en la economía, sino en las esferas culturales y políticas, donde la innovación científica cambió el punto de vista de los criollos educados en una forma que a la larga contravendría los propósitos de sus patrocinadores. El arzobispo virrey Caballero y Góngora, el "pacificador" de los comuneros, jugó un importante papel en la promoción de este cambio de clima en la opinión criolla. Su contribución al cambio intelectual en la Nueva Granada consistió, en primer lugar, en la resurrección de proyectos y de planes científicos de reforma educativa considerados inicialmente durante las décadas de 1760 y 1770. Estas reformas habían sido propuestas por dos hombres, el científico español José Celestino Mutis y el funcionario criollo Francisco Moreno y Escandón. Mutis había llegado a la Nueva Granada en 1761 con el cargo de médico personal del virrey Messía de la Cerda, pero con la intención, después de sus trabajos en el recientemente fundado jardín botánico de Madrid, de estudiar la historia natural en un entorno americano. El fracaso en obtener apoyo real para sus estudios botánicos obligó a Mutis a dedicarse a la enseñanza de las matemáticas y de la astronomía en el Colegio del Rosario de Bogotá, donde, en cuanto abierto defensor de las nuevas ciencias y crítico del oscurantismo clerical, llamó la airada atención de los dominicanos de la Universidad de Santo Tomás. En 1774, éstos denunciaron su cosmología copernicana como contraria a la fe y la moral, y lo acusaron ante la Inquisición. Mutis, sin embargo, encontró un defensor en el virrey Guirior, quien por esa misma época patrocinaba el plan de Francisco Moreno y Escandón de una universidad pública en la cual las doctrinas y enseñanzas escolásticas serían

desalojadas a favor del estudio de las matemáticas y de las ciencias naturales. En esta ocasión triunfaron los tradicionalistas y el plan, que incluía una cátedra para la que Mutis era el obvio candidato, fue abandonado ««Página 413»». En 1779. Sin embargo, serviría de base para los planes de Caballero y Góngora de encaminar la educación superior hacia las ciencias naturales y aplicadas; también pidió nuevos métodos de enseñanza para utilizar el español en lugar del latín y así despertar y desarrollar el interés de los estudiantes 728. De nuevo, la oposición conservadora de las órdenes religiosas, combinada con la mezquindad de la corona, impidió cambios en los programas de las instituciones existentes y frustró el establecimiento de una nueva universidad orientada hacia las ciencias teóricas y aplicadas. No obstante, ciertos cambios se efectuaron en el sistema. En el colegio del Rosario de Bogotá se enseñaron las matemáticas y la física, y José Félix Restrepo llevó el estudio de la ciencia a Popayán, donde su influencia en una generación de estudiantes produciría hombres que posteriormente se convirtieron en algunos de los científicos más importantes de la Nueva Granda 729. La otra y más significativa contribución de Caballero y Góngora al avance de la ilustración en el virreinato fue su apoyo a un estudio de la historia natural de la clase que Mutis había contemplado en la década de 1760. Emprendió el examen en 1782 después de encontrarse en un proyecto minero 730 Gracias al apoyo del virrey, Mutis fue rescatado de una relativa oscuridad y recibió rápido patrocinio de la corona. En 1783 se convirtió en director de la famosa Expedición Botánica, que seguiría funcionando hasta 1810. Detalles del trabajo científico de la expedición no tienen por qué ocuparnos aquí. Baste decir que produjo un impresionante conjunto de informaciones. 728 Sobre la reforma universitaria, véase la relación de mando del arzobispo virrey en Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 339-341. Para el programa de estudios redactado por el virrey, véase pp. 267-284. 729 Frank Safford, The ideal of the Practical: Colombia’s Struggle to from a technical Elite (Austin, Texas, Londres 1976), pp. 85-91.

730 Sobre el trabajo de Mutis en la minería, véase Francisco Pelayo, “Las actividades mineras de J.C Mutis y Juan José Elhuyar en la Nueva Granada”, Revista de indias, 50:189, pp. 455-472.

««Página 414»». sobre la flora, la fauna y el medio ambiente de Colombia, y fomentó investigaciones científicas adicionales al originar otra institución científica permanente, el Real Observatorio Astronómico de Bogotá. 731 Para nuestro actual propósito, el significado de la Expedición Botánica reside en sus repercusiones culturales y políticas, antes que en su trabajo científico en sí. Pues, al igual que los intentos de reforma de la educación superior, las actividades de la Expedición actuaron como un catalizador para la introducción de nuevos elementos en el pensamiento criollo social y político y fomentaron actitudes que, aunque restringidas a una pequeña élite, minaban más la autoridad que las tradiciones autonomistas que salieron a la luz con la rebelión de los comuneros. En este sentido, el cultivo de Caballero y Góngora de los conocimientos útiles tuvo el efecto opuesto al deseado. En lugar de conseguir adeptos criollos al espíritu borbónico de reforma y de innovación, ayudó a diseminar ideas y a promover contactos que hicieron a los criollos más conscientes de su propia identidad e intereses, y por lo tanto más críticos de España y de sus políticas. LAS LIMITACIONES DE LA CIUDADANÍA CRIOLLA Para comprender el impacto de las ideas ilustradas en la vida política neogranadina, debemos primero tener en cuenta el hecho de que las tensiones entre los criollos y el gobierno reveladas por la insurrección comunera nunca fueron completamente resueltas. A pesar de los gestos conciliadores posteriores a la rebelión, los gobiernos de Caballero y Góngora y de sus sucesores no pudieron esconder su renuencia a confiar a las élites criollas un papel digno e igual en la administración de su ««Página 415»». 731 Sobre la Expedición Botánica, véase Florentino Vezga, La Expedición Botánica (Bogotá,

1936); Federico Gredilla, Biografía de José Celestino Mutis con relación de su viaje y estudios practicados en el Nuevo Reino de Granada (Madrid 1909); Guillermo Hernández de Alba (ed.), Escritos científicos de don José Celestino Mutis, 2 vols. (Bogotá, 1983); Gabriel Fonnegra, Mutis y la Expedición Botánica: Documentos (Bogotá, 1983).

propia sociedad. Esto pronto se hizo evidente durante la reorganización militar interna iniciada en 1783. Al comienzo, el arzobispo virrey declaró explícitamente que aunque criollos de confianza podían llegar a ser suboficiales, los españoles debían ocupar los cargos superiores. 732 Sus sucesores se empeñaron igualmente en asegurar que el ejército del interior fuera controlado por oficiales peninsulares, y por consiguiente las posiciones de mando dominadas por españoles, así como los rangos de sargento y de comandante de unidades. 733 No quedó pues entre los criollos duda de que se les consideraba no lo bastante de fiar para controlar un ejército cuyo papel era la vigilancia policial de su propia sociedad. El apaciguamiento de los criollos al absorberlos dentro de la nueva estructura militar se vio así socavado por la comprensible mala gana de los virreyes de confiar completamente en su lealtad. Allan Kuethe sugiere, por cierto, que las fuerzas armadas del interior llegaron a parecerles a muchos neogranadinos "un ejército extranjero de ocupación", al mando de arrogantes oficiales que causaban antagonismos por su tendencia a hacer caso omiso de las autoridades locales so pretexto del fuero militar.734 La susceptibilidad de los miembros de la élite criolla frente a la política gubernamental después de la rebelión de los comuneros quedó primero demostrada en una disputa que se produjo en 1785, cuando el aristócrata santafereño Jorge Miguel Lozano, marqués de San Jorge, fue excluido del cuerpo de oficiales de la milicia disciplinada de Bogotá. Herido por la insinuación de deslealtad y por la afrenta a su posición social, Lozano envió directamente a la corona dos peticiones quejándose del gobierno de la Nueva Granada. El acto en sí era ilegal, porque tales peticiones directas estaban prohibidas, pero fueron las acusaciones de ««Página 416»». 732 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del arzobispo virrey, Caballero y Góngora a Gálvez, junio 15, 1783 (no. 45). 733 Kuethe, Military Reform and Society, tabla 10, pp. 206-209; Marchena, The Social World of the Military", tabla 17, p. 87. 734 Kuethe, Military Reform and Society, p. 102. Véase también la discusión sobre la desorganización causada por la extensión de la jurisdicción militar, pp. 102-111.

Lozano las que causaron un mayor escándalo. En su primera petición. Lozano denunciaba el "deplorable estado" de la Nueva Granada, que atribuyó al fracaso del gobierno y a la "relajación de las buenas costumbres". También argumentaba que, por lo que el mal gobierno impedía que el rey conociera el verdadero estado de la colonia, su deber era apelar directamente a él para reparar los agravios a su pueblo.735 Su crítica del gobierno colonial era extensa, y se remontaba hasta el mismo establecimiento del virreinato. La creación del virreinato, sostenía Lozano, había tenido una serie de consecuencias adversas. Les había otorgado a los virreyes poderes de padrinazgo que repartían entre sus propias comitivas de parientes y dependientes, con exclusión de los "ciudadanos honorables"; esto, a su turno, había sido causa de una indeseable afluencia de extranjeros y de españoles peninsulares, hombres miserables que se dedicaban a bajos oficios en detrimento de las clases bajas y que no eran dignos de las prebendas que los virreyes les acordaban. Los virreyes también habían fracasado en recompensar los méritos de los locales, prefiriendo distribuir los cargos entre sus propios dependientes, "aunque sólo fueran hacedores de pelucas, barberos o lacayos". 736 De la condena al nepotismo virreinal y a la discriminación contra los criollos de mérito, Lozano pasó a asestar un acerbo ataque contra la audiencia de Bogotá, como "el más visible espectáculo de tiranía" y el centro de la corrupción política. 737 Tras haber denunciado a los oidores se dedicó entonces, en un tono cada vez más destemplado, a criticar al arzobispo virrey Caballero y Góngora y a defender a los comuneros. Lozano ni siquiera vaciló en fustigar al clero, acusándolo de simonía por su común venta de servicios espirituales y sacramentos a precios excesivamente altos. 738 Su segunda petición, enviada unos meses

735 AHNM, Consejos, legajo 20, 452, "Quaderno número I y principal sumario contra D. Jorge Lozano Peralta", fols. 1-34, Lozano de Peralta al rey, abril 30. 1785. 736 Ibid., fol. 12. 737 Ibid., fols. 21-22. 738 Ibid., fols. 31-32.

««Página 417»». después, fue menos explícita pero reiteró temas similares, recalcando el fracaso del gobierno en recompensar a los descendientes de los conquistadores, el hecho de que relegara a los notables criollos a cargos menores (en los cuales los funcionarios españoles los trataban como poco más que sirvientes), y su falta de respeto por el cabildo de la capital. 739 A pesar de su eminencia social, el acto de Lozano habría de costarle caro. El oidor encargado de la investigación del caso lo envió a prisión en Cartagena, donde permaneció bajo custodia hasta que el Consejo de Indias resolvió su caso. El Consejo finalmente lo absolvió de todos los cargos en 1793, con base en que ya había sido lo suficientemente castigado por su infracción, y el caso se cerró entonces definitivamente con su muerte en ese mismo año.740 Lozano era un personaje pendenciero cuyas opiniones inconformes no necesariamente representaban las de la élite santafereña como un todo, ni eran señal de un descontento criollo generalizado. Si las autoridades lo escogieron para propinarle un tratamiento cruel, fue sobre todo porque se había dudado de su lealtad durante la rebelión comunera, cuando fue nombrado como uno de los capitanes santafereños durante las negociaciones entre el gobierno y los rebeldes en Zipaquirá. En las investigaciones que siguieron a su arresto, por cierto, a los testigos se les preguntó con insistencia sobre esa conexión, sobre sus ideas y sobre la amenaza de que persistiera en una actitud sediciosa. En general los testigos estuvieron de acuerdo en que tal amenaza no existía y unánimemente atribuyeron el comportamiento de Lozano a su propio sentido de haber sido agraviado y a su carencia de tacto. 741 El caso, sin embargo, no deja de ser importante. El hecho mismo de que el virrey y la audiencia tomaran una acción tan draconiana contra Lozano revela sus constantes sospechas sobre la élite santafereña y demuestra que, a pesar de todo lo dicho sobre la conciliación, las ««Página 418»». 739 Ibid., Lozano de Peralta al rey, octubre 28, 1785. 740 Ibid., "Quaderno reservado que tiene el sumario de la indagación de los designios que pudo tener D. Jorge Lozano Peralta", fols. 156-157. 741 Ibid., fols. 4-15.

autoridades habían fracasado en convencer completamente a los criollos de su paridad con los peninsulares. El asunto también mostró que la frustración criolla ante la discriminación seguía alimentando el descontento y la división, hecho que Francisco Silvestre reconoció francamente en 1789. Agudo y experimentado observador de la vida neogranadina, Silvestre pensaba que erradicar la rivalidad entre españoles europeos y americanos era una prioridad política. Sin una redistribución positiva concebida para dar a los criollos igual participación en los puestos administrativos, militares y eclesiásticos, sostenía Silvestre, el gobierno viviría siempre bajo el temor de disturbios que eventualmente podrían llevar a la pérdida de la colonia.742 Esta predicción demostraría estar incómodamente cercana a la verdad. Sólo cinco años después, las autoridades coloniales descubrieron que las actividades de un pequeño grupo de intelectuales criollos revelaban que las nuevas ideas relacionadas con la reforma educativa y la innovación científica habían contribuido a agravar, más que a aliviar, la insatisfacción criolla, animando así formas de disentimiento perjudiciales para el Estado, e incluso amenazantes para su sobrevivencia. LA ILUSTRACIÓN EN LA NUEVA GRANADA Si el arzobispo virrey Caballero y Góngora imaginó alguna vez que la promoción de las ideas científicas y económicas de la Ilustración pondría a los criollos al servicio del Estado, se equivocó entonces gravemente. Al alentar la difusión de la "ciencia útil", esperaba acelerar el progreso material de la sociedad neogranadina y afianzar el dominio de España. Estimuló, por ejemplo, la fundación de periódicos, sancionó el establecimiento de Sociedades Económicas para promover el desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio, y permitió en la prensa discusiones abiertas sobre asuntos ««Página 419»». económicos743. Todo esto parecía, sin duda, bastante inofensivo. Pero, de hecho, 742 Silvestre, Descripción, p. 116. 743 Para comentarios sobre las Sociedades Económicas, una de las cuales fue establecida brevemente en Mompós y otra proyectada para Bogotá, véase R.J. Shafer,

los esfuerzos del gobierno colonial por estimular el desarrollo económico auspiciando actividades de esa clase tuvieron la desagradable consecuencia de animar a los criollos educados a ver la política española hacia la Nueva Granada con ojos más críticos. En esta forma, aunque la difusión de las nuevas ideas estaba desprovista de cualquier dudoso contenido explícitamente político, la divulgación de los "conocimientos útiles" resultó ser un factor sutilmente corrosivo para el dominio español. En primer lugar, la difusión de las nuevas ideas produjo disputas sobre asuntos intelectuales y posiciones académicas que tendieron a acentuar las divisiones entre los criollos y los peninsulares. El pequeño mundo intelectual neogranadino, concentrado sobre todo en la capital, se dividió claramente en dos campos. De un lado estaba un establecimiento académico conservador que defendía el escolasticismo y se oponía a la filosofía moderna; del otro, quienes buscaban puestos universitarios y estaban a favor de la reforma de los programas y del avance de la ciencia. Esta división estaba preñada de significación política porque la mayor parte de aquellos en el primer campo eran españoles, y la mayoría de los otros eran criollos, de manera que las diferencias intelectuales se superponían e interactuaban con las rivalidades sociales. Además, el contenido del debate científico contemporáneo no contribuía en nada a disminuir esta división, puesto que les reveló a los americanos las ideas racistas de De Pauw y Buffon, para quienes el entorno y las gentes de América eran biológicamente inferiores a los del viejo mundo. Apoyados por Humboldt, los científicos neogranadinos se unieron a otros americanos en el intento de demostrar el absurdo de estas teorías, y así se embarcaron en una polémica que, por su mismo contenido, tendía a ««Página 420»». enfrentar a los americanos contra los europeos. Al hacer esto, también reducirían su aislamiento cultural de Europa, y al mismo tiempo adquirirían más confianza en

The Economic Societies in the Spanish World, 1763-182] (Syracuse, 1958), pp. 154-156, 235-239.

sus propios esfuerzos científicos, identificados con su tierra natal americana 744. Otra señal de confianza de la minoría criolla culta de la Nueva Granada se halla en el semanario llamado el Papel Periódico de Santafé, que se publicó con aprobación oficial entre 1791 y 1797. Aunque con una política al parecer insulsa, este periódico de hecho contribuyó en forma importante a la formulación y difusión de nuevas actitudes e ideas. Porque tanto en su contenido como en su tono, el Papel Periódico reflejó una actitud más crítica hacia el gobierno colonial y un incipiente sentido de nacionalidad745. En primer lugar, sus editores y escritores presumían la existencia de un "bien público" que podía buscarse racionalmente y que debía promoverse por medio de reformas; también se dirigían a un público ilustrado en la creencia de que compartía esta convicción y de que podría jugar un papel importante y reformista para mejorar la economía y la sociedad neogranadinas. En segundo lugar, el semanario introdujo un nuevo estilo "moderno" de crítica, que recalcaba la superioridad de la investigación empírica de la naturaleza sobre la interpretación de textos investidos únicamente de la autoridad tradicional. En tercer, y no menos importante, lugar, creó un "público", un foro de debate y de discusión, que no sólo unió a las personas

««Página 421»». del mismo parecer de la capital, sino que también aspiró a difundir la idea del bien general entre los criollos de provincia. 746

744 Thomas F. Glick, "Science and Independence in Latin America (with Special Reference to New Granada)", HAHR, 71:2 (1991), pp. 307-334; Jeanne Chenu, "De la Terre aux Etoiles: Quête Scientifique et Identité Culturelle en Nouvelle Granade", Centre National de la Recherche Scientifique, L'Amerique Espagnole à l'Epoque des Lumiéres (Paris, 1987), pp. 247-260. 745 29. Esta discusión se basa en el estudio del Papel Periódico en Renan Silva, Prensa y revolución a finales del siglo XVIII: Contribución a un análisis de la formación de la ideología de independencia nacional (Bogotá, 1988), y en Garrido de Payán, "Political Culture of New Granada", pp. 12-27. Véase también la estimulante discusión en Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism (London, 1987), pp. 50-65. 746 Silva, Prensa y revolución, pp. 28-51.

Los colaboradores del Papel Periódico formularon de nuevo la exigencia de que los criollos participaran en el gobierno, al recalcar la necesidad de que hombres educados formularan y dirigieran la política. Este argumento se refleja en los ataques específicos a los principios de "nobleza" y de honor familiar, fruto del nacimiento, que estaban en el meollo de la cultura política tradicional de la élite. En cambio, los escritores criollos proponían una forma alternativa de nobleza, basada en el mérito y en el ejercicio del talento en pro del bien público. 747 La idea de reemplazar la "aristocracia" por una especie de "meritocracia" era, en efecto, una modernización de las exigencias criollas de ejercer influencia y poder en su propia tierra, expresada ahora en el lenguaje de la Ilustración. Esto reflejaba las aspiraciones de la élite criolla preparada y educada en las propias instituciones educativas de la Nueva Granada, en particular del Colegio del Rosario; también es posible que reflejara las preocupaciones específicas de aquellos criollos que no descendían de los conquistadores y primeros colonizadores de la colonia. Años después, de hecho, el sacerdote español José Antonio de Torres y Peña sostuvo que la rivalidad entre los peninsulares y los criollos se hizo más aguda y decisiva durante los años de gobierno español precisamente porque los criollos de primera generación, a menudo hijos de funcionarios españoles, esperaban seguir profesiones y ejercer influencia acordes con su educación y su rango social. 748 La absorción criolla de las nuevas influencias intelectuales no fue necesariamente subversiva para el régimen colonial. La lucha por reestructurar los programas universitarios, la influencia de Mutis y ««Página 422»». de la Expedición Botánica en la promoción del pensamiento empirista y científico, la introducción de la imprenta y la difusión más libre de la información por medio 747 Ibid., pp. 104-106. 748 José Antonio de Torres y Peña, "Memorias sobre la revolución y sucesos de Santafé de Bogotá en el trastorno de la Nueva Granada y Venezuela", en Guillermo Hernández de Alba (ed.), Memorias sobre los orígenes de la independencia nacional (Bogotá, 1960), pp. 39-42.

de los libros, los diarios y las tertulias, fueron todas estimuladas por los virreyes durante la década de 1780 y a principios de la de 1790, por lo que se podía considerar al gobierno como una agencia para la transformación de la sociedad colonial bajo la égida de una monarquía ilustrada. Pero si algunos criollos creyeron en la reforma desde arriba, también hubo claros indicios de que el interés en los "conocimiento útiles" era tanto fuente de inspiración como medio para cuestionar la legitimidad y la necesidad de la situación colonial. Un ejemplo temprano y celebrado del potencial subversivo de la ciencia y la filosofía ilustradas se encuentra en la carrera de Pedro Fermín de Vargas. Joven e inteligente provinciano nacido en la ciudad comunera de San Gil, Vargas se asoció a Mutis y a la Expedición Botánica a principios de la década de 1780, con poco más de veinte años, y después de trabajar en el secretariado del virrey y de ser favorecido por Caballero y Góngora, fue nombrado corregidor de Zipaquirá en 1789. El contacto con el pensamiento científico por su relación con Mutis, unido a su deseo de avanzar en su propia carrera, aparentemente lo animaron a emprender un análisis crítico de su propia sociedad, y en la década de 1790 escribió dos perspicaces informes sobre las condiciones socioeconómicas de la Nueva Granada. Mientras se dedicaba a esto, Vargas abrigaba en secreto la idea de la independencia. En 1791 abandonó a su esposa y a su familia, renunció a su carrera en el gobierno y huyó del país con su amante. Viajó a las Indias Occidentales británicas, a los Estados Unidos y a Inglaterra, y se unió en Europa a un grupo de revolucionarios hispanoamericanos que conspiraban contra España. En Inglaterra se comprometió con el revolucionario venezolano Antonio de Miranda y con los planes de este último para liberar a la América hispana; en 1899 y 1803 presentó memoriales al gobierno británico con el fin de convencer al gabinete de que la ««Página 423»». Nueva Granada, de tener la oportunidad, se rebelaría contra el dominio español 749 749 Gómez Hoyos, La Revolución Granadina, vol. I, p. 275-312.

Vargas fue una figura excepcional, aunque no única, en sus convicciones. Desarrolló

sus

ideas

sobre

la

independencia

tempranamente,

quizás

remontándose a 1782, inmediatamente después de la rebelión de los comuneros, y ciertamente las discutió con sus amigos de la élite intelectual bogotana. 750 Entre estos amigos estaba Antonio Nariño, hijo criollo de un importante funcionario español quien, en cuanto tesorero de diezmos de Bogotá, era un miembro principal de las camarillas comerciales y administrativas de la capital. Aunque sin educación científica, Nariño era un ardiente bibliófilo fascinado por las ideas científicas y políticas de su tiempo, y ansioso por discutirlas y propagarlas entre sus iguales.751 En 1793 fundó una imprenta conocida como "La Patriótica", que obtuvo licencia del gobierno y fue autorizada para imprimir un semanario, el Papel Periódico de Santafé de Bogotá, del cual era editor Manuel del Socorro Rodríguez, dependiente cubano del virrey Ezpeleta, bibliotecario oficial de la ciudad y fundador de una tertulia llamada "La Eutropélica". La casa de Nariño, entretanto, se convirtió en centro de otra tertulia conocida como "El Casino", donde miembros de la ambiciosa intelectualidad bogotana se reunían para leer y discutir sus ideas. Dentro de esta tertulia, Nariño y su amigo francés Luis de Rieux establecieron un ««Página 424»». grupo interno conocido como "El Santuario", y dentro de éste había una agrupación aún más secreta llamada el "Arcano Sublime de la Filantropía". 752 El propósito exacto de estos grupos internos, que estaban rodeados de reserva, no se conoce. Sin embargo, cabe escasa duda de que los acontecimientos en Europa 750 Estas ideas se formularon con más claridad en un manuscrito que describe un diálogo imaginario entre Lord North y un filósofo sobre el colonialismo británico en Norteamérica y que denuncia implícitamente el colonialismo y el autoritarismo españoles. Este manuscrito lo publica Gómez Hoyos en La Revolución Granadina, vol. I, pp. 290-299. La influencia de la History of America de Robertson está analizada en un trabajo inédito de D.A.G. Waddell, "Britain and Late Colonial Spanish America: Some Intellectual Connections", leído en el 46avo. Congreso Internacional de Americanistas. 751 35. Sobre los antecedentes de Nariño, véase J.M. Restrepo y R. Rivas, "Genealogía de Don Antonio Nariño", en Oswaldo Díaz y Díaz, Segundo centenario del nacimiento de Don Antonio Nariño (Bogotá, 1965), pp. 11-18. Un buen sumario breve de la vida, ideas y actividades políticas de Nariño se halla en Gómez Hoyos, La Revolución Granadina, vol. I, pp. 205-274. 752 Thomas Blossom, Antonio Nariño, Hero of Colombian Independence (Tucson, Arizona, 1967), pp. 6-8.

durante principios de la década de 1790 indujeron a los revolucionarios de café a pensar que había llegado el momento de poner en práctica sus ideas. Pues éste fue en Europa un período de cambios súbitos, casi inimaginables, marcados por el derrocamiento de Luis XVI, el encarcelamiento de la familia real francesa y la ejecución del monarca francés en enero de 1793. Y mientras la revolución recorría a Francia, la monarquía española pareció de pronto vulnerable. Su viejo aliado se había convertido en su principal enemigo, España se veía amenazada por la subversión y la invasión francesas, y después de que un temeroso Carlos IV expulsara a los reformistas liberales que habían influido sobre su predecesor, España fue forzada a emprender una guerra contrarevolucionaria contra Francia en marzo de 1793. Las noticias de una gran revolución en Europa y el comienzo de una guerra internacional revolucionaria estremecieron evidentemente a los criollos librepensadores de Bogotá. En diciembre de 1793 Antonio Nariño decidió imprimir cien copias de la "Declaración de los derechos del hombre" de la Asamblea francesa, traducidos por él mismo, para difundir en la capital y en la provincia. Las copias no llegaron a las manos de sus designados lectores porque Nariño, tras ser advertido de las posibles consecuencias de publicar un documento prohibido, las quemó todas menos dos y le hizo jurar a su impresor, Diego de Espinosa, que guardaría el secreto. Allí pudo haber concluido el asunto, de no ser por un incidente ocurrido ocho meses después, cuando, en la noche del 19 de agosto de 1794, pegaron en las paredes de Bogotá algunos pasquines sediciosos. El gobierno, ya bajo órdenes de estar atento a la propaganda subversiva y a ««Página 425»». franceses sospechosos, tomó acción inmediata para sofocar la posible amenaza de una rebelión. Alarmado por la perspectiva de que el espectro de la revolución hubiera llegado a la Nueva Granada, el regente de la audiencia, Luis de Cháves, de inmediato hizo llamar al virrey Ezpeleta, de excursión en Guaduas, y empezó una rápida e intensa búsqueda de los culpables. 753 753 Dos importantes compilaciones de documentos describen los trastornos políticos de 1794: E. Posada y P.M. Ibáñez (eds.), El Precursor: Documentos sobre vida pública y privada del General Antonio Nariño (Bogotá, 1903), y José Manuel Pérez Sarmiento (ed.), Causas célebres a los Precursores, 2 vols. (Bogotá, 1929).

LA CONSPIRACIÓN CRIOLLA Y SUS CONSECUENCIAS Los autores de los pasquines, seis libelos levemente sediciosos que pedían el fin de los estancos y hacían alusiones despectivas a los oidores de la audiencia, fueron prontamente descubiertos. El 20 de agosto Francisco Carrasco, un peninsular y funcionario menor en la tesorería real, le informó a Cháves que por una conversación con otro español, José Fernández de Arellano, había sabido que el propósito de los pasquines era incitar a los plebeyos de la capital. Según él, los ciudadanos criollos principales habían tenido reuniones secretas con el objetivo de "provocar una insurrección en el Reino y adoptar la forma de gobierno existente ahora en Francia", con apoyo de dineros y hombres proporcionados por cinco de los conspiradores.754 Arellano admitió a su turno haber ideado los pasquines con tres estudiantes criollos y, a cambio de una prometida clemencia, denunció a José María Durán, a Pablo Uribe y a Luis Gómez como sus cómplices. Sostuvo que el propósito de los pasquines era dar ejemplo a las demás provincias de la Nueva Granada e incitar al pueblo a rebelarse. Añadió que su acto se había basado en el odio general y compartido de los criollos contra los chapetones. 755 ««Página 426»». Convencidos de que habían descubierto una seria conspiración revolucionaria, el virrey y la audiencia emprendieron una investigación triple, para descubrir todas sus ramificaciones. El oidor Joaquín de Inclán se hizo cargo del caso de los pasquines y, después de interrogar extensamente a los estudiantes (incluso torturando a Durán), obtuvo confesiones de cada uno. Sin embargo, los tres sólo admitieron haber escrito y pegado los pasquines para fastidiar a los oidores, y a pesar de todos los esfuerzos investigativos del magistrado, no hubo evidencias que apoyaran la creencia de la audiencia de que su acto era parte de una conspiración para derrocar al gobierno colonial. 756 Esto no los salvó de un cruel 754 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 229-231. 755 Ibid., vol. 2, pp. 9-10. 756 Las confesiones de Gómez, Uribe y Durán se encuentran en ANHM. Consejos 21,

castigo. En enero de 1796, la audiencia condenó a Gómez a ocho años de prisión, a Uribe y a Durán a seis y a Arellano a cuatro, todos en penitenciarías de ultramar; los criollos también fueron condenados a exilio de por vida de su país. En marzo de 1796 todos fueron enviados a España, donde cumplieron sus condenas. 757 Mientras el oidor Inclán proseguía con el asunto de los pasquines, el oidor Juan Hernández de Alba investigaba la supuesta conspiración contra el gobierno, y su colega Joaquín de Mosquera se concentraba en Antonio Nariño, quien había sido denunciado por la publicación de los "Derechos del Hombre". Para septiembre de 1794, los jueces informaron a España que habían descubierto una grave conspiración subversiva. Sostuvieron que los conspiradores habían prometido grandes cantidades de dinero, así como doscientos o trescientos hombres armados, en apoyo de un plan para apoderarse de las barracas y armas de Bogotá mientras las tropas asistían a un servicio religioso dominical. Para extender la rebelión, los conspiradores habían impreso y distribuido los "Derechos del Hombre" en todas ««Página 427»». las provincias, junto con la afirmación de que "de cuatro partes de Santa Fe, tres estaban dispuestas a dar el grito de libertad". El propósito de los pasquines, añadieron los jueces, había sido difundir la idea de que el fin de los conspiradores era terminar con los estancos, y así convencer a los plebeyos para que apoyaran a "aquellos que se proclaman Republicanos". 758 Al ampliar los jueces su investigación, se hicieron muchos arrestos. En agosto Mosquera arrestó a Nariño y a su impresor, Diego de Espinosa, y para fines de octubre de 1794 Hernández de Alba tenía en la cárcel a por lo menos veinte sospechosos. El virrey y la audiencia también habían tomado fuertes medidas 249, Testimonio del Sumario y pesquisa general contra los autores de los pasquines sediciosos, fols. 26-60; Quaderno no. 4: Testimonio de Autos, fols. 29-34; 112-138. 757 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 5-7, 13-45; también Eduardo Posada, "El proceso de los pasquines", BHA, vol. 8 (1903), pp. 721-728. 758 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 262-263.

para prevenir cualquier amenaza de rebelión. Aumentaron el patrullaje de Bogotá, pusieron en alerta a los militares y buscaron refuerzos de fuera. El virrey Ezpeleta también apeló al clero para que predicara obediencia al rey, y envió advertencias a los funcionarios de Venezuela y de Quito para que estuvieran atentos a cualquier indicio de subversión, sobre todo de parte de residentes y visitantes franceses. 759 En Bogotá, el cabildo reaccionó indignado ante las medidas represivas, con su inequívoca imputación de deslealtad. Para octubre de 1794, sus miembros le protestaron directamente al rey en términos bastante apesadumbrados. Se quejaban de que los ministros de la Nueva Granada estaban causando escándalo y confusión al ignorar el debido proceso, maltratando a los prisioneros (a quienes mantenían incomunicados y sin haberles hecho cargos formales), y calumniando a la ciudad al difundir temores y sospechas que dividían a europeos y criollos. 760 En enero de 1795, las ya tirantes relaciones entre el gobierno y la corporación municipal se deterioraron aún más. Poco después de las elecciones anuales de alcaldes, el virrey Ezpeleta decidió de pronto suspender a dos recientemente elegidos, por la sospecha de que uno de ellos, José María Lozano (hijo del fallecido «Página 428»». marqués de San Jorge), había estado envuelto en la conspiración contra el gobierno.761 La audiencia fue más allá. Denunció a todo el cabildo por su "espíritu de parcialidad, complicidad y monopolio", por su esfuerzo tendiente a excluir a los europeos de las elecciones recientes y por su escogencia de Lozano, hombre conocido por su "notoria antipatía hacia los ministros reales y de pública reputación de deslealtad al bondadoso gobierno de Su Majestad". Lozano, insistió la audiencia, había heredado de su padre el odio hacia el gobierno, era un entusiasta "de las constituciones republicanas, y sobre todo de la de Filadelfia", y estaba bajo sospecha de haberse involucrado en la reciente conspiración. 762 759 Ibid., pp. 246-261. 760 Ibid., pp. 274-282, 285-289. 761 Ibid., vol. II, pp. 147-151 762 Ibid., pp. 369-374.

Después de que las protestas del cabildo fueron rechazadas terminantemente, la audiencia siguió manteniendo a sus prisioneros bajo rejas y, en los primeros meses de 1795, procedió a enjuiciarlos. En julio los oidores decidieron enviar a Nariño a España, junto con los otros diez prisioneros tenidos por instigadores principales de la conspiración. Estos eran los criollos Joseph Ayala, Ignacio Sandino. Pedro Pradilla, Francisco Zea, Bernardo Cifuentes, Enrique Umaña. Miguel Froes, José María Cabal, Sinforoso Mutis y el francés Luis de Rieux; en España, el gobierno central haría revisión de sus casos, con anterioridad a la sentencia. En noviembre, despachados los prisioneros a Cartagena en ruta a La Habana y Cádiz, la audiencia finalmente empezó a descansar. En diciembre liberó bajo fianza a seis prisioneros todavía en Bogotá y permitió la completa libertad de otros seis.763 Para los hombres enviados a España, sin embargo, el asunto estaba lejos de concluir. Cuando Nariño llegó a Cádiz, aprovechó una oportunidad para escapar y se dirigió a Madrid con la idea de defender su caso ante la corte. En marzo de 1796 supo que su apelación había sido rechazada y huyó a París. De allí pasó a Inglaterra y en Londres se relacionó con revolucionarios hispanoa««Página 429»». mericanos que con ayuda de los ingleses conspiraban para derrocar el régimen colonial español. Para marzo de 1797 Nariño estaba de vuelta en América, enredado en el plan británico para iniciar una revolución liberadora en Venezuela y la Nueva Granada, con ayuda de la recién capturada isla de Trinidad. 764 Sus diez compañeros fueron menos afortunados. Perdieron su libertad, su posición y sus bienes hasta 1799, cuando el Consejo de Indias decidió finalmente cerrar el caso y perdonar a los supuestos conspiradores.765 Pero incluso entonces algunos de ellos sufrieron durante muchos años las consecuencias de su arresto, al tratar en vano de recuperar sus propiedades y empleos, acosados por funcionarios suspicaces. 763 Ibid., vo1.I1, pp. 59-61. 764 Blossom, Nariño, p. 26-38. 765 Pérez, Causas célebres, vol. I, pp. 513-515.

De hecho, jamás se probó el convencimiento de la audiencia de que una conspiración para derrocar al gobierno había tenido lugar en 1794. Los estudiantes arrestados por los pasquines admitieron su culpa, Nariño aceptó que había traducido e impreso los "Derechos del Hombre", y los diferentes interrogatorios a los sospechosos demostraron que un pequeño grupo de jóvenes criollos de Bogotá había discutido la posibilidad de un cambio político en la Nueva Granada.

Pero

los

magistrados

investigadores

no

lograron

demostrar

concluyentemente que los conspiradores criollos hubieran concebido o pensado actuar en un plan para derrocar al gobierno y reemplazarlo por una república. 766 Entre los arrestados había, por supuesto, hombres que antipatizaban con el gobierno colonial y esperaban que la revolución en Francia lo debilitara. Esta, por supuesto, no era evidencia concluyente de planes para hacer una revolución, y al tratar de demostrar que lo era, la audiencia superó los límites del realismo político. El virrey, por cierto, había aceptado rápidamente lo infundado del temor de una inminente revolución. En septiembre de 1794 informó a Madrid que "no creía que el pueblo común estuviera ««Página 430»». descontento con el gobierno de Su Majestad, ni que la desafortunada forma de pensar de unos pocos individuos fuera capaz de subvertir el orden y el gobierno establecido...".767 Un año después volvió a afirmar sus dudas. Declaró que "no se ha descubierto ni observado el menor preparativo para una insurrección formal" y descartó a la mayor parte de los hombres arrestados por la conspiración en cuanto "jóvenes pobres de diferentes provincias, sin las conexiones, la influencia o facilidades para tal intriga". Se unió, por lo tanto, al arzobispo de Bogotá en llamados a la clemencia y a la concordia.768

766 Los interrogatorios de los diez prisioneros enviados a España para ser sentenciados por conspiración se encuentran en AHNM, Consejos 21,249. 767 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, p. 219. 768 Ibid., p. 383.

¿Cuál fue, pues, el significado político de la conspiración de 1794? Parece, en resumidas cuentas, que la visión de la audiencia de una revolución inminente era una alucinación inducida por la potente mixtura de recuerdos de la rebelión comunera y de temores de que se estuviera usando la subversión como instrumento de guerra. Pero aunque los temores de la audiencia eran exagerados, las investigaciones de 1794 revelan no obstante tensiones implícitas entre los criollos y el gobierno colonial, y muestran lo corrosivas políticamente que habían sido las nuevas ideas europeas, sobre todo en esos años, cuando llegó a su punto más alto la excitación en torno la revolución francesa. En un nivel, las tensiones surgieron de rivalidades personales e institucionales entre los miembros de la audiencia, dominada por peninsulares, y el cabildo, de tendencia criolla. Según el cabildo, el comportamiento de la audiencia demostraba que sus jueces estaban empeñados en dañar el buen nombre de la ciudad y en arruinar a sus principales ciudadanos, como parte de una venganza contra la corporación municipal y sus miembros. En 1789, siendo alcalde ordinario, Antonio Nariño había tenido un conflicto con la audiencia por negarse a desechar una falta al protocolo oficial. Este incidente, afirmó el cabildo, había convertido al oidor Mosquera en implacable enemigo de Nariño y había alimentado el deseo de venganza de los ««Página 431»». oidores contra el cabildo. Fue así como, en 1792, la audiencia decidió hostigar a los funcionarios municipales reviviendo una ley derogada que le permitía hacerle residencias a los miembros del cabildo. Luego, en 1793, el oidor Mosquera y el fiscal Blaya se enfrentaron de nuevo a éste al insultar en público a un alcalde. Cuando el cabildo elevó queja oficial ante el Consejo de Indias, éste reprendió severamente a los dos ministros, junto con otras personas involucradas en el incidente. Después de este revés, sostuvo el cabildo, los jueces aprovecharon el testimonio de testigos no confiables con el único propósito de vengarse de los criollos. En esto pudieron contar con el apoyo de Luis de Cháves, el regente de la

audiencia, porque él también deseaba desplazar a los criollos del cabildo para reemplazarlos por sus amigos peninsulares, en parte para cubrir sus andanzas comerciales ilegales. En cuanto al virrey Ezpeleta, el cabildo lo acusó de debilidad. Sostuvieron incluso que el predominio y la arrogancia de los oidores era de tal magnitud que el virrey estaba en peligro de sufrir el mismo destino del presidente Meneses, quien fuera depuesto por un golpe de la audiencia en 1715. 769 Otra razón más plausible para el compromiso del virrey de erradicar cualquier posible subversión fue su indirecta pero embarazosa conexión con la publicación de Nariño de los "Derechos del Hombre". En su defensa, Nariño reveló que la fuente de su documento había sido un libro enviado al virrey, que le había prestado un capitán de la guardia virreinal. Era comprensible, entonces, que Ezpeleta estuviera ansioso por distanciarse de sus conocidos criollos y por mostrar la firmeza de sus intenciones una vez emplazados éstos a comparecer bajo sospecha de traición. Las disputas entre la élite criolla y el gobierno que salieron a la luz entre 1794 y 1795 no pueden, sin embargo, reducirse sólo a rencores personales y rivalidades institucionales. Tras ellas había un cambio más amplio en las actitudes de la minoría culta criolla que ««Página 432»». realzó los escritos de la Ilustración europea y los acontecimientos en la Francia revolucionaria en contraste con su animadversión hacia los funcionarios peninsulares. En el caso de Nariño y de algunos de sus compañeros (varios de los cuales tenían conexiones mutuas a través de su vinculación a las actividades de la Expedición Botánica o por medio de instituciones académicas), el cultivo de las ciencias útiles sin duda estimuló un comportamiento que, si bien no necesariamente sedicioso, sí era de dudosa legalidad en un momento en que Madrid estaba tratando de erradicar cualquier huella de influencia política francesa.

769 Ibid., pp. 430-434.

Durante sus extensos interrogatorios, Nariño trató de convencer a sus jueces de que no había estado consciente de fechoría alguna, sino de que simplemente había seguido ideas comunes en la misma España. Insistió en que la información y las ideas contenidas en el documento que había impreso ya eran de libre acceso en la colonia, y en que los preceptos liberales que abrigaba se encontraban en los escritos de muchos autores españoles (incluso en un ensayo que Manuel de Blaya, fiscal de la audiencia de Santa Fe, había publicado en Madrid), así como en las constituciones de las "Sociedades patrióticas", respetables instituciones estimuladas por el gobierno por su dedicación al desarrollo social y económico. 770 Esta era, por supuesto, una excusa solapada. Nariño ha debido de conocer las denuncias de Floridablanca de las importaciones a España y sus dominios de noticias y escritos políticos franceses, una censura que empezó en 1789 y que culminó con la completa clausura de la prensa española en 1791. 771 También ha debido de ser consciente de que las charlas secretas sobre el republicanismo difícilmente podían gozar de aprobación oficial en un momento en que los Borbones contemplaban horrorizados el derrocamiento de sus parientes franceses. Pero los registros a las propiedades de Nariño revelaron una biblio««Página 433»». teca de cerca de dos mil libros que incluían considerable cantidad de material político proscrito. Sus papeles dejaban aún menos dudas sobre sus intereses y simpatías. Incluían, por ejemplo, el diseño del estudio de Nariño en el que figuraban evocativas parejas de bustos de personajes clásicos y contemporáneos: Tácito y Raynal, Sócrates y Rousseau, Plinio y Buffon, Cicerón y Demóstenes y William Pitt, Jenofonte y Washington, Solón y Montesquieu; un retrato de Newton se destacaba solo, frente a un retrato de Nariño en la pared opuesta. Mucho más sospechoso, desde el punto de vista de los jueces, era el lema "Arrebató el rayo

770 Para el interrogatorio y defensa de Nariño, véase Guillermo Hernández de Alba, El proceso de Nariño a la luz de documentos inéditos (Bogotá, 1958). pp. 177-225; véase también Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 93-144. 771 Herr, The Eighteenth Century Revolution in Spain, pp. 239-268.

de los cielos y el cetro de la mano del tirano" que adornaba el busto de Franklin.772Además, el intento de Nariño de esconder sus libros y de destruir las copias de los "Derechos del Hombre" demuestra que era perfectamente consciente de su potencial incriminatorio. Y aun si hubiera estado jugando con ideas radicales antes de su arresto, su inclinación hacia la revolución quedó plenamente revelada después, cuando en 1796 dejó España y se convirtió en un dedicado revolucionario en Francia e Inglaterra. LA IMPORTANCIA DE LA SEDICIÓN CRIOLLA La Nueva Granada demostró ser, entonces, campo infértil para la revolución. Pues aunque la conspiración de 1794 muestra que ideas hostiles al orden colonial circulaban entre la minoría criolla educada, el entusiasmo por los ideales republicanos superaba de lejos los límites de una acción política eficaz. La documentación reunida por los magistrados investigadores en 1794 y 1795 revela una aventura política impráctica y mal organizada, fraguada por un diminuto grupo de idealistas aislados y sin experiencia política. Hay pocas ««Página 434»». razones para creer que los conspiradores hubieran pensado seriamente en cómo pasar de contemplar la revolución a realizarla, no tenían base para suponer que Bogotá o cualquier otra ciudad se hubiera unido a su causa. Esta prematura chispa de radicalismo criollo fue, no obstante, significativa en dos aspectos importantes. Mostró, en primer lugar, que aunque el dominio de España sobre la Nueva Granada parecía firme, las mismas fuerzas que buscaban revitalizar el imperio por medio de la reforma "ilustrada" habían debilitado los fundamentos ideológicos del gobierno español. En la misma España, la nueva ciencia de los "ilustrados" se había vuelto notablemente más influyente en los círculos intelectuales y políticos durante la década de 1780, sobre todo debido al estímulo 772 Fernández de Alba en El proceso de Nariño, p. 160, reproduce este diseño. Entre los papeles de Nariño también se hallaba una parodia de la Marsellesa, que los magistrados investigadores no pudieron reconocer, tal vez porque estaba en francés. Véase ibid., pp. 135-136.

modernizante de Carlos III; este cambio en el clima cultural se había extendido rápidamente a América. Transmitidas a través de instituciones científicas y educativas y por la circulación de libros y de la prensa periódica, las ideas ilustradas no sólo vigorizaron el discurso intelectual de los criollos educados sino que también les ofrecieron una nueva perspectiva de su condición. En las principales ciudades americanas, una generación más joven de criollos encontró un nuevo medio de expresión en el discurso científico de la Ilustración, con el cual podían formar y expresar opiniones que menospreciaban al viejo mundo y exaltaban al nuevo.773 En la Nueva Granada, el contacto criollo con la Ilustración llevó rápidamente del reformismo intelectual e institucional que apoyaba Moreno y Escandón a finales de la década de 1770, al radicalismo político apoyado por Fermín de Vargas, Nariño y su círculo a principios de la de 1790. Este radicalismo sin duda era menos peligroso para el gobierno establecido de lo que suponían las autoridades, porque no estaba ni lo suficientemente propagado, ni organizado para montar una revolución de la clase temida por el gobierno. Pero mostró, sin embargo, que el interés por las ciencias útiles entre los criollos había ««Página 435»». socavado el respeto por el gobierno español y fomentado un compromiso con una "patria" regional y protonacional. En la ciencia encontraron los criollos un medio para elogiar el medio ambiente del Nuevo Mundo, y con el desarrollo de su interés en los recursos de su país también hallaron una forma de comprender y de identificarse con una patria característica. A largo plazo, esto iba a constituir un peligroso desarrollo. Pues aunque la conspiración revolucionaria de 1794 se disolvió rápidamente por la enérgica acción ejecutiva y permaneció invisible para la masa de la población, la "Ilustración" neogranadina había inspirado un incipiente sentido de nacionalidad criolla que no se esfumaría tan fácilmente. La conspiración de 1794 también fue importante por el daño que causó a las relaciones entre los notables criollos y el gobierno colonial. Al aplastar la 773 Mario Góngora, Studies in the Colonial History of Spanish America. trad. Richard Southern (Cambridge, 1975), pp. 177-193.

conspiración con un desproporcionado despliegue de celo reaccionario, nacido de los temores de una subversión externa en tiempos de guerra, las autoridades dejaron un residuo de recriminaciones y de sospechas que contaminaría las relaciones políticas entre los criollos santafereños y su gobierno en los años siguientes. Después de su arresto, Nariño y sus aristocráticos compañeros fueron tratados en forma arbitraria, si no brutal, por las autoridades españolas; a sus parientes también les propinaron un tratamiento despiadado, como lo demuestran sus patéticas peticiones de clemencia repetidamente desdeñadas durante años de incertidumbre. Esto sin duda causó un profundo resentimiento entre los criollos de Bogotá v. aunque este rencor puede haber estado dirigido contra los funcionarios involucrados en los arrestos más que contra el gobierno colonial español, la antipatía y desconfianza hacia los altos funcionarios malograron las relaciones entre una generación criolla en proceso de maduración y su gobierno. Tales tensiones no eran en sí mismas lo bastante graves como para poner en peligro la estabilidad del gobierno colonial. Hasta esta fecha, los conflictos internos dentro de la Nueva Granada, ya bajo la forma de rebelión popular o de conspiración de la élite, había ««Página 436»». fracasado en actuar como catalizadores para más hondos desafíos al régimen colonial español. Sin embargo, al terminar el siglo, las condiciones políticas empezaron a cambiar dentro del imperio como un todo, y aunque el gobierno de la Nueva Granada había resistido ante las amenazas internas, se volvería cada vez más vulnerable al imponer la guerra intolerables tensiones a la potencia que lo sostenía. Después de que España se lanzara a una guerra con la Gran Bretaña en 1796, el sistema comercial, el poder militar y la autoridad política erigidos por los Borbones sucumbieron gradualmente ante los ataques de los británicos hasta cuando la casa de Borbón se asfixió en el mortal abrazo de su aliado, Napoleón, quien invadió a España y usurpó el trono en 1808.

Esta gran crisis en el corazón del imperio creó las condiciones revolucionarias ausentes en el mundo hispánico en la década de 1790; cuando los españoles lucharon contra la invasión francesa, las colonias los imitaron, traduciendo la retórica de la resistencia española contra los franceses a un lenguaje de autonomía americana. De manera que el catalizador del cambio político de la Nueva Granada habría de llegar de fuera del territorio, con el deterioro y eventual colapso de la monarquía borbónica bajo las presiones de una guerra internacional. Al rastrear las repercusiones en la Nueva Granada de las guerras y crisis políticas españolas, veremos ahora cómo se hizo finalmente posible el paso del dominio español a la república independiente. Parte V La crisis de el orden colonial. ««Página 439»». 11 LA GUERRA Y EL DEBILITAMIENTO DEL ORDEN COLONIAL Cuando el gobierno de Carlos IV le declaró la guerra a la Francia revolucionaria en marzo de 1793, arrojó a España a un ciclo de conflicto que abarcaría, con sólo breves interrupciones, las dos siguientes décadas. Casi desde el principio, España demostró ser incapaz de sostenerse como una de las grandes potencias europeas. Tras la ejecución de Luis XVI en 1793 y el rompimiento del pacto familiar, España abandonó su alianza de largos años con Francia y, para combatir el ascendente poder revolucionario al norte de los Pirineos, Carlos IV se alió con Inglaterra, el tradicional enemigo de España, para luchar contra su acostumbrado aliado. Fue ésta una desacertada y desafortunada alianza. Después de algunos tempranos éxitos contra Francia en 1793, el curso de la guerra se tomó rápidamente contra España y, después de sufrir graves bajas, Madrid se vio forzado a renovar la alianza franco-española con el fin de combatir a Inglaterra, su viejo enemigo. Esto llevó a una reanudación inmediata del conflicto entre ésta y España. En agosto de 1796, el tratado de San Ildefonso unió a Francia y a España en una alianza ofensiva y defensiva contra Inglaterra. Esta decisión resultó ser un desastre para la monarquía borbónica. Inglaterra lanzó entonces todo su poderío naval contra España, derrotando en 1787 a su armada en el Cabo de San Vicente, privándola así del comercio y sus ingresos al cortar rutas comerciales esenciales entre España y sus colonias americanas, y apoderándose de Trinidad para usar la isla como

««Página 440»». plataforma para atacar sus territorios suramericanos. Y vendrían cosas peores, mucho peores. La Paz de Amiens le dio un breve respiro a España entre 1802 y 1804, cuando hubo una tregua armada entre las potencias. Pero al reiniciar España la guerra con Inglaterra, el desastre no se hizo esperar. La marina española fue despedazada en la batalla de Trafalgar en octubre de 1805, las fuerzas británicas invadieron brevemente a Buenos Aires en 1806, y la interrupción del comercio español trasatlántico se convirtió en una decadencia indetenible, que desangró la economía y el tesoro españoles. Bajo Carlos IV, la renaciente España de Carlos III se convirtió en una potencia mutilada hasta cuando, en 1808, Napoleón le propinó el golpe de gracia al derrocar a la monarquía borbónica y colocar en el trono a su hermano José. Con estos antecedentes, el dominio de España sobre sus colonias se desgastó cada vez más. Se cortaron, en primer lugar, las comunicaciones trasatlánticas y las colonias se debilitaron gradualmente, al ser destrozado el comercio colonial español por el poderío naval británico; en segundo lugar, el poder y prestigio de la monarquía disminuyeron a medida que se multiplicaron los reveses militares, sobre todo durante la guerra de 1804 a 1808; finalmente, después de que las repercusiones de la guerra aflojaran la conexión con las colonias, el poder metropolitano se derrumbó en 1808, sumiendo a España en una profunda crisis interna que estremeció a todo el imperio. El conjunto de estos acontecimientos cambiaría el curso de la historia hispanoamericana; ahora quedan por examinar sus efectos en la Nueva Granada. EL IMPACTO DE LA GUERRA EN EL COMERCIO NEOGRANADINO. Los efectos destructivos de la guerra en la Nueva Granada empezaron con el trastorno del comercio trasatlántico. En 1795 el comercio con la metrópoli parecía ser desacostumbradamente sólido, al partir ««Página 441»». de Cartagena hacia España 3.3 millones de pesos oro. 774 De hecho, el alto valor de las exportaciones era un signo de debilidad más que de vigor, porque simplemente reflejaba la turbulencia de los dos años anteriores, cuando los comerciantes retuvieron su oro en barras para no arriesgarse a perderlo a manos de los corsarios franceses durante la guerra franco-española de 1793 a 1795. Así que el deterioro del comercio español con la colonia ya había empezado en 1793, y a pesar de la exportación de oro de 1795, no mostraba señal alguna de mejorar, puesto que la amenaza de guerra con Inglaterra disuadió a los comerciantes españoles de invertir en cualquier negocio de cuantía. Cuando las noticias sobre el estallido de la guerra con los británicos llegó al puerto a finales de 1796, se confirmó el pesimismo de la comunidad mercantil, y el bajo nivel del comercio con 774 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 342.

España de los años anteriores dio paso a una recesión bastante más prolongada y profunda.775 Entre 1796 y 1801, el tráfico español con Cartagena cayó a su punto más bajo desde la época de la anterior guerra anglo-española de 1779 a 1783, causando una concomitante contracción de las importaciones de España. La intensidad de esta recesión se refleja en los listados oficiales de barcos e importaciones españolas en Cartagena, como demuestra la tabla 11.1. 776 El colapso del comercio español con la Nueva Granada se produjo a pesar de las medidas de emergencia que Madrid tomó para sostener el comercio trasatlántico. Después de que Nelson empezara el bloqueo de Cádiz en 1797, el gobierno de Carlos IV había respondido a la difícil situación de los comerciantes españoles legalizando el comercio con América en barcos neutrales y desde puertos neutrales, con la esperanza de que este "comercio neutral" les permitiera a los ««Página 442»». TABLA 11.1 BARCOS E IMPORTACIONES DE ESPAÑA A CARTAGENA, 1796-1801 AñoBarcos 1796 2 1797 1 1798 1 1799 3 1800 1801 1

Importaciones (pesos) 41.982 16.418 77.984 54.783 31.396

comerciantes españoles mantener el aprovisionamiento esencial entre la metrópoli y las colonias777. Cartagena recibió con entusiasmo esta noticia, y en 1798 comerciantes tanto en Cartagena como en Santa Marta prepararon apresuradamente expediciones mercantiles para las colonias del Caribe de naciones amigas y neutrales.778 Sin embargo, en la Nueva Granada los beneficios del comercio neutral se vieron frustrados por el virrey Pedro de Mendinueta, quien tercamente se negó a admitir, a pesar de los repetidos ruegos de los comerciantes 775 AGI Santa Fe 958, Junta de Gobierno, Cartagena, enero 11, 1797. 776 AHNC Aduanas, tomo 13, fols. 68-73. "Razón de los Buques y Registros Españoles que han entrado en este Puerto de los de la Península de España desde 28 de noviembre de 1796... hasta 30 de septiembre inclusive del presente año de 1801". 777 Esta medida y su contexto están descritos en Antonio García-Baquero Gonzalez, Comercio colonial y guerras revolucionarias (Sevilla, 1972), pp. 133-8. 778 AGI Indiferente General 1466, Mendinueta a Saavedra, Santa Fe, julio 19, 1798 (no. 200).

de Cartagena, que los términos del decreto de 1797 permitían el comercio con las colonias extranjeras. A lo largo de 1797, el consulado de Cartagena había apremiado al virrey para que abriera el comercio con las colonias de potencias amigas y neutrales, aduciendo que la corona había creado un precedente para esta clase de comercio durante la guerra de 1779 a 1783779. ««Página 443»». Pero, secundado por sus ministros del tesoro, Mendinueta no cedió ante la presión de Cartagena, con base en que tal concesión sería un simple pretexto para el contrabando.780 Para apoyar su posición, en diciembre de 1797 informó a Madrid que después de casi dos años de guerra las provincias del interior todavía estaban bien aprovisionadas de importaciones europeas y que los mercaderes de Cartagena enviaban con regularidad al interior grandes remesas de estos bienes. Con tal abundancia de lienzos, algodones y otros textiles en el interior, concluyó el virrey, no era ciertamente ésta la ocasión para iniciar el comercio de Cartagena con las colonias extranjeras.781 Tras el decreto que a fines de 1797 permitió el comercio neutral, Mendinueta no vio razón alguna para cambiar de opinión. Insistió en que la orden real no era aplicable al comercio con las colonias extranjeras, incluso si éstas eran posesiones de países neutrales. Según Mendinueta, sólo a los barcos procedentes de España o directamente de los puertos de los países neutrales se les permitía vender sus cargas en el virreinato. También insistió en que todas las exportaciones de los dominios españoles tenían que estar consignadas a puertos de la península y en que, aunque pasaran por puertos neutrales, su destino final legal no podía ser ni mercados neutrales ni compradores extranjeros.782 La interpretación del virrey del decreto real era 779 AGI Indiferente General 2466: Petición del Síndico Procurador General ante el Consulado de Cartagena, mayo 13, 1797. Ibid., Consulado al Secretario de Estado, incluida con Mendinueta al Secretario del Estado, Santa Fe, diciembre 19, 1797; e ibid., Idefonso Ruíz del Río y Manuel García del Río, Cádiz, octubre 27, 1797. 780 AGI Indiferente General 2466, Mendinueta a Gardoqui, Santa Fe, junio 19, 1797 (no. 47); ibid., Junta de Tribunales, Santa Fe, diciembre 15, 1797; ibid., Mendinueta al Marqués de las Hormazas, diciembre 19, 1797 (no. 127). 781 AGI Indiferente General 2466, Junta de Tribunales, Santa Fe, diciembre 15, 1797; Mendinueta al Marqués de las Hormazas, diciembre 19, 1797 (no. 127). 782 En la Nueva Granada esto lo aclaró un temprano caso de prueba sobre un barco de la isla danesa de Santo Tomás en Santa Marta. El virrey Mendinueta informó de esta decisión en una extensa discusión de su interpretación de la Orden Real de 1797. Ibid., Mendinueta a Cayetano Soler, Santa Fe, julio 19, 1798 (no. 356).

legalmente correcta. En un sentido estricto, la concesión no permitía el comercio con los neutrales; simplemente daba licencia para que los comerciantes españoles o americanos usaran barcos neutrales que zarparan de puertos españoles o neutrales como intermediarios para el comer««Página 444»». cio con España.783 Sin embargo, en Caracas, en Cuba y en otras colonias españolas, los funcionarios coloniales interpretaron el decreto con más indulgencia y permitieron el comercio con las colonias de países neutrales, mientras que el virrey Mendinueta se negó absolutamente a hacerlo. 784 Al interpretar la ley al pie de la letra, Mendinueta hizo imposible que el comercio neutral aliviara a Cartagena. Los puertos neogranadinos permanecieron firmemente cerrados al comercio con las colonias de países amigos y neutrales, y los comerciantes de Cartagena quedaron pendientes únicamente de contactos directos con España o naciones neutrales. Pero estos contactos nunca se produjeron. En primer lugar, el comercio con embarcaciones españolas procedentes de la península prácticamente desapareció. En segundo lugar, los ingleses adoptaron una política que disuadía a los neutrales de llevar a cabo el comercio colonial español. Los barcos de la marina inglesa o los corsarios simplemente detenían a los navíos neutrales en alta-mar, requisaban los cargamentos con destino a España y luego permitían que los barcos continuaran su viaje después de compensar a sus patronos por las pérdidas en los fletes de las mercancías embargadas.785 Otro obstáculo para el desarrollo del comercio entre los puertos neogranadinos y los neutrales eran las restricciones a lo que los neutrales podían importar legalmente a Cartagena. Según los términos de la Real Cédula de 1797, sólo se podían importar legalmente a las colonias las mercancías que los norteamericanos habían enviado a España antes de la guerra. Como este comercio entre España y Norteamérica había consistido sobre todo en productos agrícolas, esto significaba que los comerciantes neutrales norteamericanos no ««Página 445»». podían vender a sus colegas neogranadinos artículos manufacturados, sobre todo los textiles, que éstos requerían con más urgencia. Para 1799 el virrey Mendinueta reconoció que esto estaba deteniendo el comercio con los Estados Unidos, e informó a España que había tratado de estimular este comercio levantando las restricciones.786 Aun así, a los comerciantes de la Nueva Granada les seguía 783 Villalobos, El comercio y la crisis colonial, pp. 115-17. 784 Véase "Informe del Real Tribunal del Consulado de Cartagena... extendido por Don José Ignacio de Pombo", junio 2, 1800, en José Ignacio de Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias (Bogotá, 1986), p. 32. 785 Ibid., pp. 33-6. 786 AGI Santa Fe 958, Mendinueta a Cayetano Soler, Santa Fe, junio 19, 1799

quedando problemático el comercio con los Estados Unidos, por los obstáculos que encontraban para disponer de las exportaciones de la colonia por medio de neutrales norteamericanos. Descubrieron, por un lado, que si un comerciante quería enviar exportaciones a España por medio de intermediarios norteamericanos, le era imposible obtener efectivo o crédito de comerciantes neutrales para financiar el comercio de regreso. 787 Si por otro lado aceptaba efectivo de intermediarios norteamericanos, se veía obligado a aceptar precios muy inferiores a los que podía obtener en Europa. 788 En consecuencia, el comercio con Norteamérica era insignificante. En 1798 un pequeño grupo de comerciantes de Cartagena obtuvo permiso del virrey para comprar barcos en los remates de Cuba y de Santo Domingo, con el fin de exportar grandes existencias de artículos perecederos almacenados en Cartagena; algunas de estas exportaciones fueron enviadas después a puertos de los Estados Unidos. 789 Estas empresas no tuvieron, ««Página 446»». sin embargo, éxito comercial. Porque cuando volvían de allí a Cartagena con importaciones manufacturadas autorizadas por el virrey, los comerciantes tenían que competir con los artículos de contrabando que no estaban obligados a pagar los usuales altos aranceles, del 32.5%, a los que aquellas estaban sometidas. 790 No debe sorprender entonces que el comercio con los puertos norteamericanos no se convirtiera en un sustituto válido del comercio con la metrópoli. En los cuatro años entre 1797 y 1800, sólo cuatro embarcaciones neutrales norteamericanas arribaron a los puertos neogranadinos (tres a Cartagena y una a Santa Marta), y el (no. 345); ibid., marzo 19. 1800; y AGI Indiferente General 2466, Mendinueta a Cayetano Soler, Santa Fe, septiembre 19, 1799 (no. 387). En su correspondencia el virrey explica las dificultades y lo impráctico de hacer cumplir este reglamento y justifica su desviación de él 787 Andrés de León y Segovia al virrey, 1798, AHNC Aduanas, tomo 16, fols. 5001. Para las opiniones del virrey sobre este problema, véase Mendinueta a Cayetano Soler, Santa Fe, julio 19, 1799, AGI Indiferente General 2466 (no. 357). 788 AHNC Aduanas, tomo 16, fols 515-17. José Antonio de Ugarte y José Andrés de Urquinaona, Santa Fe, junio 18, 1798. 789 En 1798, Juan de Francisco Martín, Mateo Arroyo, Andrés de León y Segovia, Esteban Balthasar de Amador, Andrés de Urquinaona, Francisco Martín de Bustamante y Agustín Gnecco hicieron solicitudes parecidas. Véase AHNC Aduana, tomo 10, fols. 956-9, 962-5; tomo 18, fols. 282-96. Los viajes a puertos norteamericanos fueron organizados por Manuel García del Río (AGI Santa Fe 158, mayo 18, 1799), y por Juan Francisco Martín y Manuel Arroyo (AHNC, Aduanas [Cartas], tomo 9, fols. 197-205). Su retorno a Cartagena en 1800 se informa en AHNC Aduanas, tomo II, fols. 130-8, Ignacio Cavero al virrey, Cartagena, diciembre 19, 1801. 790 Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, p. 35.

comercio a través de los puertos de los Estados Unidos fracasó completamente en tomar el lugar del comercio con España anterior a la guerra. Las insuficiencias de la legislación comercial española en el manejo de los efectos de la guerra, unidas al rechazo del virrey Mendinueta de transigir en cuanto al comercio con las colonias extranjeras, lograron que el comercio legal de la Nueva Granada se redujera a una fracción de su anterior volumen. No cesó completamente. A algunos comerciantes, por ejemplo, se les permitió comprar ' mercancías de embarcaciones extranjeras, que por varias razones especiales recibieron permiso para ingresar a puertos coloniales y vender todos o parte de sus cargamentos.791 También había comercio con otras colonias hispanoamericanas, y en 1799 el administrador de la aduana de Cartagena sostuvo que la mayor parte del comercio ««Página 447»». del puerto se obtenía legalmente de otros territorios españoles. Declaró que de 159 barcos que habían arribado a Cartagena entre principios de la guerra y septiembre de 1799, la mayoría procedía de puertos españoles coloniales. 792 Esta actividad, sin embargo, no compensó la pérdida del comercio normal cartagenero. El comercio con otras colonias hispánicas era más bien un subterfugio para el contrabando que una ruta de tráfico legal, pues los barcos que aparentemente servían los puertos hispanoamericanos con frecuencia usaban papeles falsificados para esconder el contrabando con la isla de Jamaica. Bajo tales circunstancias, éste creció enormemente. Al final de 1797, después de un año de guerra, el consulado de Cartagena se quejó de que el contrabando había invertido el patrón normal del comercio con el interior. En lugar de comprar sus importaciones en Cartagena, las provincias internas le suministraban al puerto artículos de contrabando que obtenían en los puertos de Santa Marta y de Río Hacha. 793 En un informe a la corona en nombre del consulado, José Ignacio de Pombo reafirmó el hecho de que el interior de la Nueva Granada tenía abundante provisión de importaciones y calculó que durante los cuatro años anteriores se habían invertido 791 Los barcos extranjeros averiados podían entrar al puerto y vender su carga si obtenían permiso del gobernador local, y hay numerosos ejemplos de esta práctica. Véanse, por ejemplo, los casos registrados en AHNC Aduanas, tomo 8, fols. 208-32; tomo 22, fols. 49-71; tomo 24, fols. 463-82. Embarcaciones amigas también podían ingresar para escapar de la persecución enemiga. AHNC Aduanas, tomo 9, fols. 474-91. 792 AHNC Aduanas, tomo 24, fols. 983-92, Ignacio Cavero al virrey, octubre 30, 1799. 793 AGI Indiferente General 2466, Consulado de Cartagena al Secretario del Estado, noviembre 20, 1799.

por lo menos tres millones de pesos en el comercio ilegal con Jamaica. 794 De manera que aunque los comerciantes de Cartagena continuaron exigiendo el derecho de negociar con colonias de países amigos y neutrales, su comercio permaneció en un virtual marasmo hasta que la Paz de Amiens puso fin temporal a la guerra con los británicos en 1802. Entre 1802 y 1804, la Paz de Amiens le brindó a España un respiro para reconstruir sus conexiones marítimas con los mercados de las Indias y reconstruir así su comercio colonial. Sin embargo, en la ««Página 448»». Nueva Granada la paz no dio suficiente tiempo a los comerciantes españoles para que recuperaran los mercados que el contrabando había cubierto. Según el consulado de Cartagena, en 1803 los mercados de la colonia estaban simplemente saturados por una "vasta y silenciosa conspiración en el interior de este Reino".795 La prueba de este hecho era que, mientras apenas poco más de dos millones de pesos en importaciones habían ingresado al virreinato por canales legales entre 1796 y 1802, la Nueva Granada tenía tan prodigiosa provisión, o tan en exceso abastecida, que nunca se podría uno imaginar lo que ha sucedido: que las provincias del interior que siempre han recibido sus necesidades de este puerto, lo han socorrido con consignaciones avaluadas en más de un millón de pesos que, a pesar de los enormes costos de las dobles jornadas, 1os especuladores han vendido al por menor con ganancia... 796. Los textiles eran el principal renglón de este comercio ilegal y se vendían supuestamente a precios más bajos que los que se encontraban en la misma España; el consulado advirtió, por cierto, que el comercio de la Nueva Granada estaba a punto de ser tomado completamente por los ingleses. Ese mismo año, el tesorero real de Portobelo repitió esta advertencia. Sostuvo que toda clase de productos coloniales eran rutinariamente despachados a la isla de San Andrés para intercambiarlos allí por mercancías que eran vendidas en toda la Nueva Granada, así como para proseguir en barcos hacia el Perú por la vía de Panamá. Embarcaciones españolas, inglesas, francesas y holandesas participaban todas en este comercio clandestino, que no sólo era corriente en San Andrés sino que también se concentraba en Bahía Honda, en la costa de la Guajira, en la ensenada de Gaira vecina a Santa Marta, en el islote llamado "Garrote" cerca ««Página 449»».

794 Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena, pp. 22-23. 795 AHNC Consulados, tomo 2, fols. 947-51. Tomás Andrés de Torres, Manuel Martínez de Aparicio, José García dé Toledo al virrey, Cartagena, octubre 20, 1803. 796 Ibid., fol. 948.

de Portobelo y en "todos los fondeaderos próximos a Santa Marta". 797 Bajo tales condiciones, el comercio español con Cartagena no se pudo recuperar, y su constante debilidad se refleja en las estadísticas que muestra la tabla 11.2, compiladas con base en estimativos del comercio de Cartagena hechos por Antonio Narváez y la Torre en 1805.798

TABLA 11.2 COMERCIO ESPAÑOL CON CARTAGENA 1802-04 AñoImportaciones 1802 983.881 1803 970.952 1804 903.637

Exportaciones (en pesos) 3.082.828 1.554.381 2.468.579

Es claro entonces que el comercio con la Nueva Granada no se recuperó del todo durante la tregua de Amiens: entre 1802 y 1804, el valor anual de las importaciones estuvo muy por debajo de su promedio anual de 1785 a 1793. La recuperación que tuvo lugar se debió en gran parte al reabastecimiento de productos españoles que habían escaseado durante la guerra, más que a una recuperación de los mercados para artículos europeos en general. Durante el período de la paz, por cierto, continuó el contrabando que se había vuelto normal durante la guerra, y muchos productos extranjeros siguieron llegando de Jamaica. El desempeño de las exportaciones de la Nueva Granada a España fue algo mejor. El análisis de su composición que muestra la tabla 11.3 indica a la vez un considerable flujo de metales. ««Página 450»». preciosos y, lo que es más notable, un considerable crecimiento de las exportaciones de mercancías.799 El primero fue por supuesto en gran medida un desborde del metálico que había sido taponado por la guerra, parte del cual muy bien habría podido estar destinado a pagos de importaciones de contrabando adquiridas por medio de letras de cambio pagaderas en Europa. El auge de las exportaciones de mercancías, sustancialmente mayores que en cualquier año previo de paz, también fue el resultado de la liberación de existencias acumuladas 797 AGI Santa Fe 959, Tesorero de las Cajas de Portobelo a Cayetano Soler, Cartagena de Indias, noviembre 21, 1803. 798 "Discurso del Mariscal de Campo... D. Antonio de Narváez y la Torre... a petición del R. Consulado de esta Ciudad..." (Cartagena de Indias, junio 30, 1805), publicado en Ortíz (ed.), Escritos de dos economistas coloniales, pp. 96, 98. 799 Ibid., p. 98

durante la guerra. Ambos fueron efímeros. Tan pronto como terminó la tregua, los corsarios ingleses bloquearon a Cartagena, apostados cerca de la costa durante la mayor parte de 1805.800 El comercio con España lógicamente declinó de nuevo en 1805, cuando el valor de las importaciones cayó a cerca de 175.534 pesos, y las exportaciones se redujeron aún más, a aproximadamente 192.968 pesos. 801 TABLA 11.3 EXPORTACIONES DE CARTAGENA, 1802-4 AñoOro y plata 1892 2.142.692 1803 935.800 1804 1.673.747 Total 4.752.239

Mercancías (pesos) 940.136 618.581 794.832 2.353.549

Esto fue apenas el preludio del derrumbe final. Después de que Nelson derrotara a la marina española en Trafalgar en octubre de 1805, el comercio colonial español entró en su fase terminal. En ««Página 451»». Cádiz las importaciones y exportaciones cayeron abruptamente, hasta cuando en 1807 el comercio con América llegó a su punto más bajo en una década. 802 Entretanto los británicos, enfrentados a la pérdida de los mercados europeos causada por el bloqueo continental de Napoleón, intensificaron sus ya decididos esfuerzos por penetrar en los mercados hispanoamericanos. 803 A partir de 1806 el gobierno británico dedicó creciente atención al aumento del comercio inglés con las colonias de su enemigo, y si las presiones para actuar militarmente contra el imperio español americano perdieron algo de fuerza en esos años, esto fue en parte porque, aunque dominado por España, el mercado hispanoamericano se había constituido en una plaza cada vez más valiosa para el comercio británico y en fuente esencial de oro y de plata. 804 En la Nueva Granada, la corona accedió a que en 1805 se reiniciara el comercio 800 Amar y Borbón al gobernador de Popayán, octubre 17, 1805, "Archivo del Virrey Amar", BHA, vol. 32 (1945), p. 352. 801 AGI Santa Fe 960, "Estado General que manifiesta el Comercio de esta Plaza de Cartagena de Indias, correspondiente al año de 1805". 802 García Baquero, Comercio colonial y guerras revolucionarias, pp. 175-83. 803 Para una relación completa de estos esfuerzos, véase Dorothy Goebel, "British Trade to the Spanish Colonies, 1796-1823", American Historical Review, vol. 43 (1938), pp. 288-320. 804 John Lynch, `British Policy and Spanish America 1783-1808", JLAS, vol. I, 1969, pp. 1-30.

con los neutrales europeos, pero aunque esto permitió algunas exportaciones de productos tropicales desde Cartagena, el comercio neutral no fue más significativo de lo que había sido durante la anterior guerra con Inglaterra. El comercio de contrabando, de hecho, adquirió dimensiones aún más formidables cuando se reinició la guerra, y el comercio exterior de la colonia se vinculó, incluso con más firmeza, a los puertos británicos del Caribe, en particular Jamaica. El monto de este comercio clandestino es por supuesto imposible de calcular con exactitud, pero en un informe confidencial el virrey Amar y Borbón admitió libremente que se había convertido en un tráfico considerable y bien organizado, que facilitaban la participación de los comerciantes, la connivencia de los funcionarios corrompidos y la presencia de la protección naval británica. Amar y Borbón basó sus conclusiones en informaciones recibidas de un ««Página 452»». capitán de navío español que había sido capturado por los ingleses y llevado a Jamaica, donde estuvo en prisión brevemente. Al regresar a la Nueva Granada, el capitán informó a las autoridades que el barco británico había capturado su navío en el momento en que escoltaba a dos goletas españolas rumbo a Sabanilla, un pequeño puerto en la desembocadura del río Magdalena, donde habían pasado tres días descargando y donde habían tomado por lo menos 800.000 pesos en oro. Al volver a Jamaica con sus captores, el español había estado detenido cinco semanas, y durante ese tiempo había visto por lo menos ocho embarcaciones españolas que zarparon hacia Sabanilla con cargamentos de contrabando. La conclusión era comprensible. De una colonia extranjera se exportaban regularmente a Cartagena cargamentos de contrabando, pagados con grandes cantidades de oro y de plata enviadas al puerto por los comerciantes con la connivencia de los funcionarios locales.805 El virrey Amar y Borbón, quien se había posesionado en 1803, no tenía soluciones para el problema. En 1805 cerró brevemente los puertos de la Nueva Granada, distribuyó en Cartagena unas pocas licencias individuales para el comercio con Cuba y recomendó métodos más estrictos para la vigilancia de la costa. 806 Las licencias no resolvían nada. Quienes no las recibieron se resintieron contra los favorecidos, y en 1805 el consulado de Cartagena apeló directamente a España para que ésta tolerara más el comercio con los extranjeros, con el fin de que todos sus miembros pudieran salvar sus negocios. 807 Madrid no vio con buenos ojos la 805 AGI Santa Fe 960, Amar y Borbón a Cayetano Soler, diciembre 7, 1806 (reservado no. 10). 806 Ibid. 807 AGI Santa Fe 960, Consulado al Secretario de Estado, octubre 20,1805 (no. 27).

petición del consulado. En 1805, por cierto, el gobierno español le concedió el control del comercio de la Nueva Granada con neutrales a agentes de la "Caja de consolidación de vales reales", la institución establecida para encontrar ««Página 453»». nuevas formas de financiar la guerra. Entre 1805 y 1808 estos agentes dominaron el pequeño residuo del comercio legal neogranadino, tratando con comerciantes alemanes hasta 1807; después se valieron de la firma inglesa Gordon-Murphy and Company para la exportación de oro y plata de Cartagena a España. 808 Ninguno de estos expedientes, sin embargo, detuvo el flujo del contrabando, y en 1807 el Contador General Francisco de Viana pidió un radical replanteamiento de la política española para el comercio neogranadino. Viana apremió al Ministro de las Indias para que éste reconociera que el contrabando era sencillamente inevitable mientras España siguiera prohibiendo la importación de fuentes extranjeras de artículos que deseaban los consumidores coloniales pero que España no podía suministrar, y mientras la metrópoli no estuviera en capacidad de absorber las exportaciones de la Nueva Granada. Aconsejó en consecuencia que el único medio para reducir el contrabando era permitir el libre comercio con los puertos de países neutrales, organizado por súbditos españoles y transportado por barcos nacionales.809 Abrir el comercio de la Nueva Granada a los extranjeros seguía siendo, no obstante, inaceptable para el Consejo de Indias. Temeroso del futuro del monopolio español prefirió ceñirse a los jirones de una política impracticable, al apoyar las medidas contra el contrabando que el virrey Amar y Borbón había propuesto el año anterior.810 En esta forma, el gobierno español, decidido a defender un sistema comercial que había demostrado ser insostenible, pasó por alto los intereses de los comerciantes de Cartagena y de los exportadores neogranadinos. Con todos los perjuicios para los lazos comerciales españoles con la Nueva Granada, el trastorno del sistema mercantil peninsular no comprometió en sí mismo la estabilidad del gobierno colonial, ni ««Página 454»».

808 Jacques Barbier, "Commercial Reform and Comercio Neutral en Cartagena de Indias, 1788-1808", en Fisher, Kuethe, and McFarlane (eds.), Reform and Insurrection, pp. 116-120. 809 AGI Santa Fe 553. Viana a Cayetano Soler, Madrid, abril 16, 1807. 810 AGI Santa Fe 960, Nota de la Mesa; ibid., Amar y Borbón a Cayetano Soler, diciembre 17, 1806 (no. 489).

anunció necesariamente una crisis más profunda de la relación colonial. No era ésta, después de todo, la primera vez que una guerra había interrumpido el comercio de la colonia con España, y aun la prolongada interrupción que se produjo después de 1796 no causó penurias económicas en el virreinato como un todo. Al contrario de su vecina Venezuela, que dependía en buena medida de las exportaciones de cacao y de índigo, la Nueva Granada no quedó incapacitada por la pérdida de sus mercados de exportación, porque sus exportaciones de productos agrícolas eran apenas una pequeña fracción de su balance comercial conjunto. Tampoco se privó la economía de las importaciones esenciales. A cambio de metálico el contrabando era fácil de obtener y a los consumidores no les faltaron los bienes europeos, suministrados en abundancia por los contrabandistas. De modo que los costos económicos infligidos por la guerra no condujeron a un descontento generalizado con el régimen colonial. Quienes llevaron la peor parte del descalabro comercial fueron los miembros del pequeño círculo de comerciantes y productores que se dedicaba al negocio de importaciones y exportaciones, y que se quejó de la política metropolitana pero no del gobierno español. Si las divergencias entre la política de la corona y los intereses económicos de la colonia no fueron lo bastante profundas para desestabilizar el régimen colonial, las repercusiones de la guerra, sin embargo, debilitaron gradualmente la autoridad española. Pues a medida que la solidez hispana se vio minada por sucesivas victorias inglesas, tanto marítimas como en el territorio americano (en Santo Domingo y en Trinidad en la década de 1790 y en Buenos Aires en 1806), las relaciones con España parecían cada vez más abiertas al cambio; esto a su turno indujo a elementos de la élite neogranadina a ver la conexión colonial bajo una nueva luz y a meditar en las perspectivas de su propio país en un mundo incierto. La formulación de nuevas ideas sobre el sistema colonial fue, sin embargo, muy gradual, y no necesariamente opuesta a la soberanía española. Aunque la guerra, por cierto, debilitó las relaciones económicas con la ««Página 455»». metrópoli, las relaciones políticas siguieron siendo sólidas durante los años de la guerra anglo-española. La guerra, por supuesto, revivió la amenaza subversiva de los adversarios secretos del gobierno colonial pero, como veremos, el peligro demostró ser insignificante. Finalmente, sería el vertiginoso colapso de España en 1808 lo que crearía las condiciones para la separación de la Nueva Granada de la metrópoli, más que las ideas o los proyectos de los heroicos o perspicaces "precursores" criollos. LA SUBVERSIÓN DURANTE LA GUERRA Y LA OPINIÓN CRIOLLA La ausencia de cualquier amenaza interna importante para el gobierno español quedó claramente demostrada a principios de la guerra, en un incidente en que estuvo involucrado Antonio Nariño, el santafereño criollo que había sido proscrito

por su participación en la supuesta conspiración republicana de 1794. En 1797 se le advirtió a la autoridad virreinal que los británicos estaban apoyando a un grupo de exiliados criollos, dirigido por Francisco de Miranda y que incluía a Pedro Fermín de Vargas y a Antonio Nariño, para instigar revueltas locales en Venezuela y en la Nueva Granada como preludio de un ataque inglés. 811 Los hechos demostraron que la amenaza era ilusoria. Después de desembarcar en Venezuela, Antonio Nariño volvió en efecto a la Nueva Granada, donde exploró las áreas de Tunja, Vélez y Girón con la intención de hacer una revolución contra España. Sin embargo, pronto llegó a la conclusión de que, aunque el pueblo estaba descontento con los impuestos, era incapaz de ««Página 456»». concebir un ataque general al gobierno. Acosado por sus viejos enemigos, encabezados por el oidor Hernández de Alba, Nariño finalmente abandonó sus planes y a mediados de julio de 1797 se rindió ante las autoridades. 812 Estas temían que la incursión de Nariño fuera parte de un plan más amplio, y Hernández de Alba continuó por consiguiente la búsqueda de cualquier señal de subversión. Las sospechas oficiales aumentaron en agosto de 1797, cuando las autoridades de Tunja descubrieron unos papeles sediciosos, entre ellos un pasquín contra los españoles y el gobierno colonial. El oidor Hernández de Alba pronto organizó una intensa persecución de su supuesto autor, Manuel Vicente Prieto, natural de Caloto y viejo conocido de Pedro Fermín de Vargas. Prieto huyó para evitar su arresto, pero a la larga fue capturado en la provincia de Neiva a mediados de septiembre y luego encarcelado en Bogotá. Al ser interrogado por Hernández de Alba admitió haber escrito el pasquín pero no confesó haber sido cómplice en el proyecto de Nariño. Prieto parece haber oído rumores sobre los desplazamientos de Nariño y sabía de su arresto, pero no se probó ningún vínculo directo entre ellos ni éste era probable. Prieto, no obstante, fue acusado de traición, así como de los delitos inconexos de robo e intento de asesinato, y bastante después, en 1804, todavía estaba encarcelado en Bogotá a la espera de que lo juzgara el Consejo de Indias.813 811 Blossom, Nariño, pp. 36-40. Una opinión contemporánea del peligro para la Nueva Granada, dada por un oidor de la audiencia de Santa Fe, se encuentra en el informe del conde de Torre Velarde (Santa Fe, julio 19, 1797), incluido en S.E. Ortíz (ed.), Colección de Documentos para la Historia de Colombia (Bogotá, 1965), pp. 13-23. Sobre los planes británicos, véase John Lynch, "British Policy and Spanish America, 1783-1808", pp. 11-14. 812 Gómez Hoyos, La Revolución Granadina, vol. I, pp. 238-9; Blossom, Nariño, pp. 39-45. 813 AHNM, Consejos 21, 228. Criminales contra Don Manuel Vicente Prieto por un papel sedicioso contra el Estado y Gobierno, Quadernos 1-5.

Con la captura de Nariño y de Prieto, las autoridades de la Nueva Granada eliminaron la amenaza de una insurrección. Como en 1794, cuando España estaba en guerra con Francia, en 1797 el temor de que una potencia extranjera, esta vez Inglaterra, hubiera estado usando a los revolucionarios hispanoamericanos como punta de lanza para atacar al imperio, había exacerbado la ansiedad del gobierno ««Página 457»». frente a la subversión interna. Pero si el recelo de las autoridades respecto a las intenciones británicas se justificaba (en 1798 y 1799, el gobernador británico de Trinidad apoyó en efecto una conspiración para subvertir a Venezuela), en realidad las posibilidades de un levantamiento contra España en la Nueva Granada eran mínimas. Nariño pronto descubrió que el virreinato no estaba listo para la revolución y, aunque las autoridades permanecieron alerta, no había motivos adicionales de alarma.814 Nariño, por otro lado, había sido completamente neutralizado. Tras haber fracasado en promover el cambio mediante la revolución, vio entonces a la corona como el instrumento para el progreso material y político. Una vez arrestado hizo las paces con las autoridades; confesó ingenuamente sus actividades en Europa, repudió sus convicciones revolucionarias y, con el apoyo del virrey Mendinueta, intentó acelerar su rehabilitación elaborando una relación de las reformas administrativas que consideraba necesarias para garantizar la confianza pública en la monarquía. En este informe, escrito con la esperanza de obtener clemencia del gobierno, abogaba por la supresión de la alcabala, la reforma de los monopolios del tabaco y del aguardiente, la introducción de un impuesto individual recaudado según una regla fija, y la introducción de tarifas para proteger las exportaciones agrícolas, todas las cuales presentaba como medidas esenciales para el desarrollo de la Nueva Granada. La promesa de su rehabilitación política, sin embargo, no se cumplió. Durante seis años más, Madrid insistió en que las autoridades mantuvieran a Nariño en prisión, hasta que sus quebrantos de salud finalmente convencieron al virrey Mendinueta de hacer caso omiso de las órdenes reales concediéndole la libertad condicional.815 ««Página 458»».

814 Antonio Nariño, "Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada", en José María Vergara y Vergara, Vida y escritos del General Antonio Nariño (Bogotá, 1946), pp. 67-92. 815 Blossom, Nariño, pp. 45-64

Es claro que la Nueva Granada no estaba madura para la insurrección revolucionaria a fines de la década de 1790, ni hubo más indicios de sedición interna en la década que siguió al encarcelamiento de Nariño y de Prieto. El destino de estos dos hombres sin duda fue factor disuasivo de cualquier disidencia, pero es improbable que muchos criollos hubieran ya desechado la lealtad hacía la monarquía española. Sin embargo, si la soberanía española seguía siendo aparentemente un postulado incontrovertible de la política cultural neogranadina, la aceptación del sistema político colonial no impidió que una minoría educada explorara y expresara ideas que contenían el germen de una alternativa. Pues aunque el Papel Periódico se dejó de publicar en 1797, el espíritu crítico criollo que había encarnado siguió con vida en otras formas de asociación y en otras publicaciones. Poco después de la visita de Humboldt a la Nueva Granada en 1801, se estableció en Bogotá la "Tertulia del Buen Gusto" bajo el auspicio de Manuela Sanz Santamaría de Manrique, una acaudalada dama santafereña que se interesaba por la ciencia y la literatura y que era madre de Ángel Manrique, un joven que había estado implicado en la conspiración de 1794. Los criollos que asistían a esta tertulia estaban visiblemente interesados en la literatura y el cultivo del gusto artístico, a imitación de los salones aristocráticos de París y de Lima. Aunque no faltaron los "hombres prudentes" que sospechaban de la tertulia como foro de ideas políticas subversivas, el gobierno de la época no vio peligro alguno en sus actividades.816 Vale la pena anotar, sin embargo, que dicha asociación atrajo a hombres como Camilo Torres, José Montalvo, José María Salazar, José Fernández Madrid y los hermanos Frutos y José María Gutiérrez, todos los cuales estuvieron después involucrados en el movimiento independentista. ««Página 459»». El renacimiento de las asociaciones culturales y científicas criollas también se reflejó en la fundación, en 1801, del Correo Curioso, Erudito, Económico y Mercantil. Esta revista, dedicada a la discusión de asuntos científicos, literarios y económicos, fue fundada por Jorge Tadeo Lozano y el sacerdote José Luis de Azuola y Lozano, ambos de familias de la élite santafereña que por largo tiempo habían sido importantes en la vida pública. El primero era hijo de José María Lozano, sospechoso de subversión en 1794, y nieto de Jorge Miguel Lozano de Peralta, el marqués de San Jorge que se había enfrentado a la autoridad en la década de 1780. El segundo estaba emparentado por su madre con los clanes de los Lozanos y los Caicedos, y por su padre con la rama principal de la familia Azuola, a su turno relacionada por matrimonios con otras familias santafereñas de alcurnia.817 Por su contenido, el Correo Curioso parece políticamente inofensivo. 816 La alusión a los "hombres prudentes" y las dudas sobre el verdadero propósito de la tertulia fueron obra del clérigo español, José Antonio de Torres y Peña. Véanse sus Memorias sobre los orígenes de la independencia nacional, p. 77. 817 Sobre la familia Azuola y sus conexiones, véase Restrepo Sáenz y Rivas,

Sin embargo, tras ensayos como los que declaraban "la necesidad de una moneda" o elogiaban "lo que se necesita y no se necesita en la Nueva Granada", o que pedían medios para estimular el comercio colonial e insistían en el establecimiento de una "Compañía Comercial Patriótica" y de una Sociedad Económica, existía una preocupación por definir y propagar temas desde una perspectiva neogranadina y por sostener una identidad intelectual separada de la de España.818 En 1806 otro diario enriqueció las fuentes de información de que disponían los criollos, al fundar Manuel del Socorro Rodríguez, anteriormente editor del Papel Periódico, el quincenario El Redactor Americano, que tenía un suplemento mensual. De nuevo el contenido era sobre todo general y literario, pero también difundía noticias sobre eventos en Europa y encomiaba a Napoleón en forma tal que enfureció a españoles conservadores como José Antonio de Torres ««Página 460»». y Peña.819 Finalmente, en enero de 1808 el criollo Francisco José de Caldas, el más brillante y distinguido de los científicos neogranadinos que surgieron del círculo de Mutis, empezó a publicar el Sernanario del Nuevo Reino de Granada, un diario más dedicado a difundir el "conocimiento útil" para el bien común. Sus largos tratados sobre temas económicos, demográficos, geográficos y climáticos también eran políticamente menos inocentes de lo que parecían, pues en tales preocupaciones podemos detectar los contornos de un naciente patriotismo criollo identificado con las provincias de la Nueva Granada. 820 Al comentar el editor, en efecto, un artículo escrito por Joaquín Camacho que describía la provincia de Pamplona, se refirió claramente al futuro de la Nueva Granada como nación. En su comentario sobre el aforismo de Camacho de que "nada es grande cuando nace", Caldas anotó que "todas las naciones tienen' su infancia y su época de estupidez y de barbarie. Nosotros acabamos de nacer..."; luego procedió a convocar a "nuestros compatriotas, aquellos que de verdad aman a su país, aquellos que ansían la ilustración y la felicidad del Reino de la Nueva Granada... para conservar vivas las chispas y débiles luces que hasta ahora hemos adquirido..." En otro críptico comentario observó que "si un padre imprudente... le exige a su hijo dar los firmes pasos de un adulto, si lo castiga cruel y severamente por cada sílaba mal pronunciada, lo arruinará en la cuna, y lejos de formar un Genealogías de Santa Fe de Bogotá, vol. I, pp. 74-9. 45. Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo Quijano Otero, no. 58. Correo Curioso, nos. 17, 18, 22, 39, 40, 41, 42. 818 Biblioteca nacional de Colombia, fondo Quijano Otero, no 58, correo curioso, nos. 17,18, 22, 39, 40, 41, 42 819 Torres y Peña, Memorias, p. 77 820 Para estos ejemplos, véase Francisco José de Caldas, Semanario del Nuevo Reino de Granada, vol. 2 (Bogotá, 1942 ed.).

hombre útil para su país, hará de él un tímido e inútil ciudadano". 821 Para el lector criollo sensible políticamente, la analogía con el gobierno español puede a duras penas haber pasado desapercibida. Además, la idea del neogranadino como "ciudadano" antes que como súbdito sugiere que en los años durante los cuales España se alió de nuevo a Francia y se envolvió en una guerra que socavó inexorable««Página 461»». mente la economía española, el análisis de las condiciones de la Nueva Granada, con su consabido énfasis en la necesidad de avanzar en la ciencia, reformar la educación y promover la prosperidad material del país, había adquirido una connotación evidentemente política. Esto no quiere decir que los criollos se estuvieran preparando para la independencia, pero sí muestra que la generación de criollos educados que se acercaban a la madurez estaba desarrollando opiniones que, al brindar una perspectiva crítica del orden tradicional colonial, ayudarían a repudiar ese orden al derrumbarse éste bajo las presiones de la guerra. LA CRÍTICA CRIOLLA DEL SISTEMA COMERCIAL ESPAÑOL Otra crítica corriente que se formó en esos años surgió de los intereses económicos, y sobre todo comerciales, de la Nueva Granada. Provino primero de Cartagena, donde los miembros del establecimiento mercantil de la ciudad chocaron con las autoridades respecto a la política comercial. Inicialmente, las quejas de los comerciantes sobre los perjuicios causados por la guerra se limitaron a solicitudes de paliativos, bajo la forma de licencias especiales para comerciar con colonias neutrales y extranjeras. Sin embargo, desde 1800 José Ignacio de Pombo, un importante comerciante cartagenero, manifestó críticas más abiertas a la política económica del gobierno, críticas que a la larga lo llevarían a defender un cambio radical y general del cada vez más decrépito sistema colonial español. Al principio sus propuestas de cambio del sistema fueron bastante modestas. En un informe de 1800 presentado a Madrid a nombre del consulado, Pombo describió la dramática declinación del comercio de Cartagena con España durante la guerra e instó a la corona a permitir el comercio irrestricto con naciones neutrales y amigas como único medio eficaz para evitar caer completamente en manos del contrabando británico. Esta propuesta, que nada tenía de excepcional,

821 Ibid., pp. 18-19.

««Página 462»». iba, sin embargo, acompañada de fuertes críticas a la negativa del virrey de permitir tal comercio, y de la sugerencia de una base contractual para el monopolio español. "La metrópoli", sostenía, "es responsable del aprovisionamiento de todo lo que sus colonias necesitan... y de exportar todos los frutos y productos de su suelo... (y) sólo mediante el completo cumplimiento de este deber... debería gozar del privilegio del comercio exclusivo".49 822 Pocos años después, al fracasar la recuperación del comercio durante la Paz de Amiens, Pombo amplió su ataque a las imperfecciones de la política real para llegar a una crítica más generalizada de la política económica española. En 1804 escribió una larga y detallada denuncia de la desmoralización institucional y de las distorsiones económicas que causaba el contrabando. 823 Pombo culpó directamente de su avance a un gobierno corrompido, al observar que las medidas para evitarlo eran prácticamente inútiles en una tierra donde "tan poco se respetan las leyes y los derechos del ciudadano". 824 De este aserto procedió entonces a analizar el comercio del virreinato con una andanada de estadísticas, y a sugerir medidas para eliminar los obstáculos que "la naturaleza, el gobierno y la ignorancia" presentaban para el desarrollo de la Nueva Granada, "la más rica en toda clase de productos naturales de las posesiones coloniales de la Monarquía española".825 Sus propuestas atacaban el corazón mismo del sistema colonial español. Con el fin de estimular la economía, pedía inversiones de la Caja Real para mejorar el transporte y las comunicaciones y abogaba por la reducción de las imposiciones fiscales y por la abolición de los monopolios del aguardiente y del tabaco. Para fomentar la agricultura apoyaba el fin de los tributos indios, la distribución de la tierra entre los aborígenes, ««Página 463»». la redistribución de tierras no cultivadas entre los que no poseían ninguna y el estímulo a la inmigración de católicos extranjeros para establecer nuevos asentamientos rurales. Sus sugerencias para una reforma política eran aún más radicales. Quería la abolición del tráfico de esclavos y de la esclavitud, y medidas para promover la unión y mezcla de todas las "castas" con el fin de crear una clase única de ciudadanos. Su adhesión a todas las doctrinas económicas de la Ilustración española también brilla por su insistencia en la necesidad de reformar la Iglesia, limitando sus propiedades de manos muertas, reglamentando las 822 Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, p. 32. 823 . Para este documento, fechado el 12 de marzo de 1804, véase ibid., pp. 49-122. 824 Ibid., p. 50. 825 Ibid., p. 56.

parroquias y reformando, o aun extinguiendo, las instituciones monásticas. La reforma educativa también era otra prioridad aprendida de la Ilustración. Pombo pedía el establecimiento de imprentas, periódicos públicos y sociedades patrióticas en la capital y en las provincias; recomendaba el establecimiento de escuelas primarias y agrícolas, de escuelas de dibujo, matemáticas, biología, medicina, y así sucesivamente, junto con una universidad pública para la enseñanza de las "ciencias divinas y humanas".826 Al resumir sus planes, Pombo enumera ocho puntos para la inmediata atención del gobierno. El primero era una purga de gobernadores y funcionarios en las provincias costeras para combatir el contrabando y la corrupción; el segundo, una reducción de derechos de las importaciones de manufacturas extranjeras y el empleo de las tarifas como instrumento de la política económica y no de la fiscal; el tercero, la abolición de la trata de esclavos, que simplemente enriquecía a los ingleses a costa de España, y el reemplazo de la esclavitud por la libre inmigración de europeos católicos. Luego, después de tres propuestas encaminadas específicamente a enfrentar el problema del contrabando, terminaba su informe con la recomendación de que se introdujera a la Nueva Granada el gobierno de intendentes y subdelegados, sobre todo en los puertos, donde estos ««Página 464»». funcionarios podrían ser una alternativa justa y eficiente a los gobernadores militares.827 Madrid, por supuesto, pasó por alto el extraordinario programa de reforma de Pombo, que claramente reflejaba la influencia de economistas políticos liberales españoles y extranjeros. Sin embargo, es de gran interés porque sugiere que para principios del siglo XIX los principales criollos estaban profundamente desencantados con el tradicional sistema colonial. Para hombres como ellos, España ya no era fuente de ideas o modelo de gobierno imperial. Cuando en 1807 Pombo sometió a la corona una versión más corta de este informe, reiterando muchos de los puntos sometidos en el de 1804, se refirió a sus amplias lecturas de economistas extranjeros tanto como españoles en su búsqueda de medios para despertar a la Nueva Granada del "profundo letargo en el que está sepultada".828 Sugirió incluso a los Estados Unidos como un ejemplo de desarrollo económico que el virreinato podría seguir, de permitirlo la política real. "En los Estados Unidos de Norte América", observó sarcástico, "no hay monopolios, ni impuestos de venta, ni diezmos, ni impuestos a los productos agrícolas, ni en la siembra, la cosecha, la venta, el consumo o la exportación; y sin embargo los 826 Ibid., pp. 57-8 827 Ibid., pp. 71-101. 828 Este documento, fechado el 18 de abril de 1807, está reproducido en Ortiz (ed.), Escritos de dos economistas coloniales, pp. 123-34. Cita en p. 134.

ingresos del tesoro público sobrepasan hoy los 12 millones de pesos". 829 Pero aunque Pombo estaba influenciado por el liberalismo económico, su compromiso con él no era total o sin reservas, y seguía considerando a la corona como agencia esencial para promover el cambio. De manera que aunque Pombo redactó un programa de reforma que sería base de la ideología económica de un nuevo orden político después de 1810, ideas como esas reflejaban el deseo de cambio dentro del Estado metropolitano, más que la ambición de separarse de él. ««Página 465»». LA CAMPAÑA CONTRA LOS PRIVILEGIOS MERCANTILES ESPAÑOLES El compromiso reformista de Pombo, que expresó a nombre del consulado, no era compartido por todos los miembros de la comunidad mercantil de Cartagena. Aunque se había convertido en un rico comerciante y, a través de su matrimonio en la rica e influyente familia Dios Amador, había ingresado al patriciado cartagenero, Pombo era de muchas maneras una figura excepcional dentro de sus colegas. Hijo de una familia criolla de Popayán, se había educado en el Colegio del Rosario de Bogotá y luego se había convertido en un entusiasta de la ciencia moderna y del progreso económico, además de acercarse al círculo de Mutis y sus pupilos. No sólo mantuvo contacto con Mutis y su círculo (como benefactor de Francisco de Caldas, entre otros), sino que se hizo amigo de Humboldt durante la visita de éste a Cartagena y, en cuanto miembro del consulado, se convirtió en asiduo partidario de políticas para fomentar el progreso cultural y material de la Nueva Granada.830 Es probable, por lo tanto, que sus ideas tuvieran más en común con la minoría criolla "ilustrada" de la capital que con los negociantes peninsulares de la élite mercantil cartagenera. Ciertamente, los asuntos internos del consulado, que se pueden reconstruir en sus archivos, sugieren que el gremio de los comerciantes estaba profundamente dividido, sobre todo durante sus años de formación, cuando Manuel, su hermano, era tesorero. Señales tempranas de tensión se hallan en una disputa al parecer trivial que empezó José de Arrazola y Ugarte, un comerciante español empleado como contador del consulado. En 1797 Arrazola y Ugarte se quejó del pago inadecuado por su trabajo y de que el jefe del consulado y los cónsules no les daban a él y a sus funcionarios 829 Ibid., p. 125. 830 Sobre José Ignacio de Pombo, véase Gómez Hoyos, La revolución granadina, vol. 2, pp. 250-300. Sus escritos más importantes sobre la política comercial están impresos en Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, y en S.E. Ortiz (ed.), Escritos de dos economistas coloniales, pp. 121-269.

««Página 108»». colegas, el secretario y el tesorero, el tratamiento que su posición merecía 831. También sostuvo que los funcionarios a sueldo estaban excluidos de su debido papel en la toma de decisiones y de que les impedían participar a la par con la junta gobernante en los asuntos financieros del consulado. 832 Cualquiera que hubiera sido la causa de la disputa, ésta tomó un nuevo aspecto cuando el tesorero, Manuel de Pombo, se unió a Arrazola y Ugarte en su oposición al jefe y a la junta. Pombo no sólo los acusó de avaro egoísmo con los fondos del consulado en el pago de los salarios, sino que también se lamentó de su actitud indolente e ignorante hacia las responsabilidades del consulado en el campo del desarrollo económico. Según Pombo, el jefe representaba una camarilla preocupada sólo por sí misma, y la culpaba de la notoria falta de progreso de la institución hacia los objetivos prescritos de promover el comercio y el desarrollo económico de la colonia.833 Con este caústico ataque al círculo gobernante, Pombo se convirtió en su crítico más locuaz y persistente. Durante sus seis años como tesorero, hasta el momento en que fue despedido en 1804, constantemente llamó la atención hacia la indolencia y el mal manejo de los fondos consulares y, más importante aún, también trató de aumentar la influencia criolla dentro del consulado, al llevar hacendados para representar los bienes raíces locales y al tratar de lograr el ascenso a la junta de gobierno de los funcionarios de tiempo completo, así como su derecho de voto en las elecciones anuales. 834 A la larga, la determi-

««Página 467»». nación de Pombo de desplazar del poder al establecimiento mercantil peninsular no llegó a nada. Su colega, Arrazola y Ugarte, fue despedido en 1799 en medio de ásperos reproches, y la junta frustró los intentos de aquel de que los hacendados 831 AGI Santa Fe 958, Contador al Secretario del Estado, mayo 1, 1797. 832 Ibid.; y AGI Santa Fe 959, Conde de Casavalencia al Consulado, enero 9, 1801. 833 AGI Santa Fe 958, Manuel de Pombo al Secretario de Estado, mayo 7, 1797 . 834 AGI Santa Fe 958, Consulado al Secretario del Estado, marzo 31, 1798. Por Orden Real del 21 de noviembre de 1797, se le había exigido al consulado la elección de tres hacendados (un cónsul y dos consejeros), pero éste sostuvo no sólo que había muy pocos hacendados de suficiente posición social para estos cargos, sino que aquellos que residían en sus haciendas no podían cumplir debidamente con sus deberes: AGI Santa Fe 959, Consulado al Secretario del Estado, noviembre 1, 1799.

locales tuvieran participación activa en el consulado. 835 Y finalmente, Manuel de Pombo fue derrotado por sus opositores en 1804, cuando se negó a aceptar facturas de gastos de rutina basándose en que había sido excluido de las decisiones que las habían aprobad 836 Enfrentados a este desafío, los funcionarios elegidos y los cónsules lo acusaron de subvertir el orden al difundir "ideas perversas", crear disturbios, llevar armas a las reuniones y perseguir a ciertos comerciantes. Pombo negó estas acusaciones tajantemente y, contrastando su propia devoción al deber con el desempeño mediocre de sus acusadores, afirmó que su propio celo y eficiencia eran lo que ofendía a la obstinada camarilla que dominaba el consulado.837 Para entonces, sin embargo, el gobernador de Cartagena lo había calificado de perturbador y ante su insistencia, tuvo que dejar la ciudad por un cargo políticamente menos sensible como funcionario de la Casa de Moneda de Bogotá, donde también podía ser vigilado más de cerca por las autoridades virreinales.838 La tranquilidad no volvió de inmediato al consulado con la partida de Pombo hacia la capital, pues se produjo una áspera disputa en torno a la escogencia de su sucesor.839 Sin embargo, el establecimiento mercantil español parece haber recuperado el dominio, al recaer el consulado en un período tranquilo, caracterizado por la apatía de sus miembros y el ausentismo de sus funcionarios. En 1804, durante el primer intento de celebrar una elección para los cargos vacantes del consulado, no se logró el quórum necesario de dieciséis . ««Página 468»». votantes.840 Ya elegidos, los miembros faltaban con frecuencia a su deber y posteriormente mostraban escaso respeto hacia el consulado. 841 En 1809 su jefe anotó que el ausentismo se había vuelto un problema tan arraigado que sólo medidas disciplinarias contra algunas personas podían obligarlas a cumplir con el deber.842 En tales circunstancias, el consulado fracasó en cuanto guía para promover el desarrollo económico de la Nueva Granada. Aunque investigó y discutió proyectos diseñados para mejorar el transporte y las comunicaciones, sus planes se esfumaron o eran de tan poca monta que no tuvieron efectos de importancia en la 835 AGI Santa Fe 958, Consulado al Secretario del Estado, marzo4. 1799, Consejo de Indias, julio 23, 1799 836 AGI santa Fe 959, Consulado al Ministro de Hacienda, junio 3,1803: ibid, 1803. Manuel de Pombo a Cayetano Soler, julio 2, 1803 837 Ibid. ,Manuel de Pombo al Secretario del Estado, marzo 12, 1804 838 AGI Santa Fe 1016, el Gobernador Cejudo a Cayetano Soler, junio 30, 1802 839 AGI Santa Fe 959, Consulado al Secretario del Estado, agosto 20, 1804 840 AGI Santa Fe 1016, el Gobernador Cejudo a Cayetano Soler, febrero 5, 1804 841 AGI Santa fe 958 Joseph Antonio Mosquera, octubre 2, 1799; AGI Santa Fe 1016, el gobernador de Cartagena a Cayetano Soler, junio 30, 1802, ibid., febrero 5, 1804; AGI santa Fe 657, Joseph Antonio Mosquera, septiembre 1, 1809. 842 AGI Santa Fe 657, Joseph Antonio Mosquera, septiembre 1, 1809.

vida económica del virreinato. En 1802 el consulado informó que había reparado un canal en la desembocadura del río Magdalena pero, como el costo de la obra sólo fue de quinientos pesos, obviamente no resultó de mayor importancia. 843 En 1804 dio parte de que había concluido mejoras en los muelles de Cartagena, pero de nuevo el costo mínimo de la obra indica que tuvo un alcance marginal. 844Aún más característico del enfoque del consulado sobre las obras públicas fue su actitud hacia un plan para mejorar las instalaciones portuarias de Guayaquil. Aunque aprobó verbalmente el proyecto, no estaba preparado para financiarlo y recomendó a cambio que se estableciera un impuesto en Guayaquil con ese fin. 845 Otras propuestas de las provincias del interior encontraron respuestas parecidas. Invariablemente argumentaba que carecía de los fondos necesarios para emprender los planes que le eran presentados, sin importar lo prácticos o útiles que pudieran parecer. El cabildo de Santa Marta, por cierto, halló tan difícil lograr la cooperación del consulado, que le ««Página 469» solicitó a la corona el derecho de controlar los impuestos recaudados para sostener el gremio mercantil, con el fin de poder efectuar los trabajos propuestos por su propia iniciativa.846 La renuencia del consulado a actuar como agencia para el desarrollo económico también llevó al descuido de otros proyectos que según su reglamento eran responsabilidad suya. Los trabajos en las rutas que conectaban a Bogotá y sus ciudades vecinas con el Magdalena mediante las trochas del Opón, el Carare y Otro Mundo—ni siquiera se iniciaron. Después de más de una década de inactividad, el consulado siguió pasando por alto o rechazando las propuestas para abrir y mejorar esos caminos, sin dejar nunca de quejarse de los costos.847Aun en el caso del Canal del Dique fue lento en actuar, a pesar del hecho de que la navegación por este canal reducía los costos del transporte entre Cartagena y el curso del río Magdalena. Sólo después de que el cabildo de Cartagena acordó proporcionar 20.000 de los 100.000 pesos que los trabajos en el Dique requerían, aceptó el consulado sus responsabilidades en este campo. 848 Después usó el costo de esta tarea como excusa para descuidar otras. 849 La dilación del consulado en el cumplimiento de sus deberes se debió en parte a su pobre situación financiera. Al revisar su desempeño en 1808, sus funcionarios insistieron en que la interrupción del comercio debida a la guerra había reducido

843 AGI santa Fe 959. Consulado al Secretario del Estado, septiembre 1, 1809. 844 Ibid., diciembre 20, 1804. 845 Ibid., julio 37, 1802 846 AGI santa Fe 552, Informe a petición del Cabildo de Santa Marta, diciembre 4, 1804. 847 AGI santa Fe 960, Consulado al Secretario del Estado, junio 30, 1808. 848 Antonio Ybot León. La arteria histórica de Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1952), pp. 227-8. 849 AGI Santa Fe 960, Consulado al Secretario del Estado, junio 30, 1808.

sus ingresos y por lo tanto limitado sus gastos en obras públicas. 850 Era ésta una excusa razonable porque, como hemos visto, el comercio de España con la Nueva Granada se redujo dramáticamente durante las dos guerras anglo-españolas de 1796 a 1802 y de 1804 a 1808. Sin embargo, esta disculpa fue vista con bastante escepticismo en ciertos medios. ««Página 470»». No sólo los críticos internos, como Manuel de Pombo, denunciaron la falta de espíritu cívico de la dirección del consulado, sino que a principios del siglo intereses comerciales del interior también criticaron su actitud indolente y roma hacia las necesidades económicas de la colonia. Estas eran en parte simplemente disputas jurisdiccionales comunes en la política colonial; no obstante, reflejan una creciente insatisfacción criolla con el sistema comercial y las políticas económicas de España.851 El centro de la oposición a Cartagena estaba en Bogotá, donde en 1796 un reducido grupo de comerciantes hizo campaña para un consulado independiente, que representara los intereses del interior. Se les hicieron varias concesiones en asuntos jurisdiccionales y en el derecho de apelación en casos mercantiles, pero en 1804 las presiones para el establecimiento de un consulado en Bogotá, además o en lugar del de Cartagena, revivieron una fuerte y coordinada serie de peticiones de comerciantes en diferentes ciudades del interior. En marzo de 1804, los comerciantes de Antioquia le informaron al virrey que el fracaso del consulado en actuar para estimular el comercio en el interior y el tratamiento injusto en la corte comercial del puerto estaban perjudicando sus actividades. La mayor parte de los comerciantes antioqueños dedicados a la redistribución de importaciones, decían, eran acreedores de comerciantes de Cartagena y por lo tanto no podían esperar juicios equitativos en sus cortes comerciales. Sostenían los antioqueños que había menos posibilidades de que surgieran estos conflictos de intereses si se presentaban estos casos ante el Tribunal de Alzadas de Bogotá, y por lo tanto abogaron por su inclusión en la jurisdicción de este tribunal santafereño. Apoyaron su solicitud el virrey Amar y Borbón, los comerciantes de Santa Fe y el mismo Tribunal de Alzadas, pues todos aceptaban que los comerciantes del interior no deberían depender de una corte lejana ««Página 471»». y potencialmente prejuiciada en Cartagena. 852 Estos reclamos en corto tiempo se asimilaron a una campaña más amplia a favor de la transferencia del consulado de Cartagena a Santa Fe. 850 Ibid. 851 Véase AHNC Miscelánea, tomo 13, fols. 1-58: AGI Santa Fe 959. Los diputados del Comercio de Santa Fe, Madrid, enero 17, 1801. 852 Ibid. , fols 892, 894; AGI Santa Fe 959, Amar y Borbón a Cayetano Soler, Santafé, mayo 19, 1804.

El líder de esta campaña fue el comerciante criollo José Acevedo y Gómez, nativo de Charalá, en la región del Socorro, y quien después alcanzaría importancia política en el derrocamiento del gobierno real en Bogotá en 1810. Apoyado por peticiones de comerciantes y de cabildos de las ciudades vecinas, Acevedo y Gómez hicieron un fuerte ataque al consulado de Cartagena por haber fracasado en la promoción del desarrollo económico y comercial de la colonia, y sugirió que el dominio cartagenero del comercio exterior de la Nueva Granada impedía activamente su desarrollo. Al referirse primero al crecimiento de la población en el medio siglo anterior y al aumento del comercio y de la producción internos, Acevedo y Gómez resaltaron la necesidad de establecer un consulado en la capital con el fin de incentivar la explotación de los recursos coloniales. Era esencial, sostenía, que se encontrara un medio para promover el desarrollo de "una comunicación útil y constante entre la metrópoli y la colonia, y entre sus puertos y las ciudades del interior". En su opinión, los comerciantes de Cartagena habían demostrado ser perfectamente incapaces de alcanzar este objetivo. En primer lugar, el consulado había descuidado constantemente las obras públicas que hubieran mejorado las comunicaciones entre el interior de la colonia y los mercados de la metrópoli; en segundo lugar, había despilfarrado sus ingresos en la construcción de un camino que sólo servía para comunicar las casas de los comerciantes ricos de Cartagena con sus "casas de placer" en el veranadero de Turbaco. Entretanto, las áreas del Socorro, Tunja y Pamplona, ricas en recursos agrícolas y minerales, carecían de la ayuda esencial para el desarrollo de un comercio de exportación de sus productos.853

««Página 472»». El informe presentado por la ciudad del Socorro apoyaba la petición bogotana de un consulado independiente con un acervo ataque al monopolio concedido al puerto por el sistema mercantil español. Según el cabildo del Socorro, los comerciantes de Cartagena no tenían motivos para promover la activación del comercio o los incentivos agrícolas, pues "sus fortunas les aseguraban la posesión del privilegio exclusivo de abastecer las provincias internas del Reino con las mercancías europeas que requieren, al precio que tengan a bien pedir..."• 854 Los cabildos tanto de Santa Fe como de San Gil repitieron quejas parecidas sobre la falta de interés de los comerciantes de Cartagena en los productos, el comercio interno y las comunicaciones del interior de la Nueva Granada. El primero observó, no si un toque de sarcasmo, que durante diez años el consulado de Cartagena no le había acordado el menor interés al cumplimiento de los deberes determinados por el rey, y había demostrado una inclinación hacia la negligencia que, en hombres dedicados particularmente al comercio, difícilmente podía excusarse por 853 AGI Santa Fe 960, El diputado de comercio de Santafé de Bogotá a Cayetano Soler, noviembre 19. 1804. 854 Ibid., el virrey Amar y Borbón a Cayetano Soler, Santa Fe. Septiembre 19, 1805, anexo no. 2, informe de Villa del Socorro. Véase también AHNC Consulados, tomo 1, fols 624, 7.

su ignorancia de los problemas del interior de la colonia. 855 Las protestas de las ciudades de Tunja, Pamplona y Purificación les dieron más impulso a estos argumentos, y el virrey apoyó la totalidad de la campaña. El virrey Amar y Borbón, hombre que tendía a ceder ante opiniones firmes, no sólo confirmó las quejas sobre la inactividad del consulado en el área del desarrollo del transporte, sino que con algo de frivolidad, sugirió que las desventajas geográficas y climáticas del puerto de Cartagena lo hacían sede inapropiada de un consulado, sobre todo porque el puerto era un mero centro comercial "limitado al negocio de las comisiones sobre las importaciones ««Página 473»». y exportaciones a la metrópoli" . 856 En un mensaje posterior a las autoridades reales, Acevedo y Gómez repitió estos argumentos y añadió que el carácter de la comunidad mercantil del puerto la excluía de ejercer una función eficaz en el desarrollo económico de la colonia. Como casi todos los miembros del consulado eran agentes de casas comerciales de Cádiz, sostenía Acevedo y Gómez, permanecían sólo el tiempo necesario para ganar el suficiente dinero y escapar del desagradable clima de Cartagena. Por esta misma razón estaban por completo desprovistos de interés o afecto por el país, carecían de los motivos físicos o morales que se necesitaban para cumplir con los objetivos del consulado, y sólo usaban sus oficinas para distribuir los salarios asignados a sus empleos. 857 Tales expresiones de insatisfacción no lograron cambiar la política de la corona, a pesar del apoyo del virrey. Esto es a duras penas sorprendente, porque mientras España estuviera en guerra, los ajustes en las instituciones comerciales de la Nueva Granada eran asunto de poca monta para un gobierno metropolitano preocupado por problemas militares y financieros mayores y más urgentes. Sin embargo, no debemos desestimar su importancia dentro de la misma Nueva Granada. Las críticas a los comerciantes y al consulado de Cartagena reflejaban una creciente conciencia de que la organización mercantil española fracasaba en su respuesta a los intereses económicos del interior y, lo que es más importante, también expresaban la opinión criolla de que los comerciantes e instituciones españoles eran los responsables de ese fracaso. Al recapacitar, el descuido de los comerciantes de Cartagena en la promoción de los intereses coloniales mediante la expansión del comercio es perfectamente comprensible. Localizados a considerable distancia de los mayores centros de población y de las zonas agrícolas ««Página 474»». 855 AHNC Consulados, tomo 1 fol. 628. Para la petición de San Gil, véase AGI Santa Fe 960, representación del Cabildo de San Gil. Sala Capitular de la Villa de San Gil, julio 6, 1804. 856 Ibid., el virrey Amar y Borbón a Miguel Cayetano Soler, Santa Fe, septiembre 19, 1805. 857 Ibid., El diputado consular de Santafé a Miguel Cayetano Soler, Santafé, octubre 7, 1805.

del interior, simplemente carecían de motivos sólidos para romper con el comercio tradicional "pasivo" basado en la explotación de los mercados de la Nueva Granada para las importaciones europeas a cambio del oro. La gran distancia entre los productores y los puertos, combinada con los altos costos del transporte interno, colocaba a la Nueva Granada en una desventaja competitiva frente a otras regiones americanas. Los productos tropicales, tales como el azúcar, el cacao, el tabaco y el algodón podían todos ser exportados con más facilidad de lugares mejor situados para conectarse con las rutas comerciales marítimas, como Cuba o Caracas, para no mencionar a las colonias extranjeras que también suministraban a España exportaciones agrícolas. No es de extrañar entonces que los comerciantes de Cartagena siguieran extrayendo sus ganancias ante todo de la venta de mercancías europeas, para las cuales las minas y casas de moneda neogranadinas proporcionaban una retribución perfectamente adecuada. Sin embargo, la pasividad de los comerciantes de Cartagena y la inercia de su consulado los convertía en fáciles blancos para las críticas criollas, y estas críticas, combinadas con la aspiración a un gremio autónomo comercial propio, sugieren que la interrupción del comercio legal durante las guerras había exacerbado la percepción criolla de las divisiones fundamentales entre los intereses económicos de la colonia y los de la metrópoli. Al deplorar, por cierto, la falta de compromiso de los comerciantes de Cartagena con la colonia, Acevedo y Gómez expresó la opinión, hallada en otros comentaristas criollos de la época, de que la Nueva Granada era una comunidad con intereses e identidad propios, diferentes de los de España y de sus comerciantes. Las quejas sobre los comerciantes y el consulado de Cartagena que se produjeron en las ciudades y regiones del interior son por lo tanto importantes desde varios puntos de vista. Al zaherir al consulado, sus detractores expresaron su disgusto con el dominio de los peninsulares sobre el comercio ultramarino de la Nueva Granada, y manifestaron así su insatisfacción con el sistema comercial español. ««Página 475»». Al subrayar la necesidad de desarrollar los recursos del interior, la campaña para un consulado en Bogotá reflejó las opiniones expresadas en los círculos de intelectuales criollos ilustrados de la capital y difundió estas ideas más allá de las tertulias. Al unirse las ciudades del interior contra Cartagena, la campaña también demostró que los criollos de Bogotá podían formar una red de acción política práctica que se extendía de la capital a las provincias vecinas. Nada de esto quería decir que los criollos críticos de las instituciones y políticas españolas estuvieran contemplando, y mucho menos planeando, la independencia de España. La declinación del mercantilismo español animó a algunos neogranadinos a abrigar ideas que después los ayudarían a percibir la vida fuera del imperio español, pero mientras la monarquía permaneció intacta, estos críticos también permanecieron firmemente dentro de los límites del sistema político existente, al formular sus reclamos en términos institucionales y al acudir a la autoridad del rey en cuanto árbitro. El surgimiento de una comunidad de opinión criolla preocupada por el cambio del sistema mercantil español no debería confundirse, por lo tanto, con la creación de una red política subterránea dedicada a la independencia.

¿Cuál fue pues el efecto general de los reveses de España en la situación política de la Nueva Granada? LOS PERJUICIOS DE LA GUERRA En resumidas cuentas, la guerra debilitó la autoridad española en dos formas. Mientras la agresión naval y comercial británica arruinó progresivamente el sistema económico español durante la guerra anglo-española de 1805 a 1808, las exigencias fiscales y los reveses militares de la guerra también fueron causa del deterioro político de la monarquía, tanto en el país como en el extranjero. En la misma España, la alianza con Francia hundió al gobierno en una creciente crisis política y fiscal que agravó los problemas causados por la inercia de Carlos IV y por la venalidad de Godoy. Y de creer al ex ««Página 476»». sacerdote español José Antonio de Torres y Peña, la alianza bélica de España con Francia también en la Nueva Granada socavó el respeto al gobierno. Según Torres y Peña, la alianza con la Francia revolucionaria fue desde el principio una aberración que debilitó paulatinamente la imagen y la autoridad de España. Sostuvo, en primer lugar, que ayudó a sembrar la discordia al permitir que entraran al virreinato franceses e ideas francesas, promoviendo por lo tanto interés en "ideas injustas", hostiles a la autoridad real; en segundo lugar, causó consternación "en todos los hombres de honor, fuesen europeos o americanos", al originar el decreto de amortización que afectó las propiedades de la Iglesia; en tercer lugar, el triste estado de la monarquía bajo la influencia de Godoy y de Francia deterioró la confianza en los representantes enviados de España, tachándolos con la sospecha de ser corruptos. En la Nueva Granada, según Torres y Peña, esto había perjudicado la autoridad del virrey, al dar pie a perniciosos rumores de que Amar y Borbón, nombrado por Godoy, era un distribuidor venal y egoísta de puestos públicos, indiferente a los intereses del país que gobernaba. Torres y Peña afirmó también que la pérdida de Santo Domingo, causada por el compromiso de España con Francia, había demostrado la vulnerabilidad del imperio; después de este hecho, recordó después, en la Nueva Granada "todos los hombres de buen juicio temieron que como la isla de Española era la primera piedra desajolada del vasto edificio [del imperio] para satisfacer la ambición francesa, no pasaría mucho tiempo antes de que lo mismo le sucediera al Nuevo Reino...".858 Mirando hacia atrás el período entre 1796 y 1808, hay buenas razones para pensar que Torres y Peña estaba en lo correcto cuando, en 1814, detectó los síntomas de una crisis implícita en los hechos que tuvieron lugar antes del derrocamiento del gobierno real en la Nueva Granada. Pues aunque no hubo serios desafíos al gobierno ««Página 477»». 858 Torres y Peña, memorias, pp. 77-80

colonial de parte de sus súbditos (siendo la aventura de Nariño de 1797 un mero acto quijotesco), las repercusiones de la guerra habían continua y sutilmente erosionado la reputación del régimen colonial. Cuando la guerra destruyó la conexión económica de la colonia con España, el gobierno metropolitano minó aún más su credibilidad al fracasar en encontrar medios para proteger los intereses coloniales lesionados por el colapso del comercio trasatlántico. Al mantener los inaplicables reglamentos del monopolio mercantilista destrozado por el contrabando, simplemente animó a los súbditos coloniales a mirar hacia el comercio ilegal que, al corromper a los funcionarios, socavaba adicionalmente el respeto por el gobierno. Durante la prolongada alianza con Francia, también pudo florecer la ilustración criolla del virreinato. Entre 1792 y 1808 Madrid revivió los proyectos de los principales liberales españoles en un esfuerzo por fortalecer la economía de España para la guerra, concediéndoles con ello renovada respetabilidad a ideas que habían sido ferozmente suprimidas durante la lucha contrarevolucionaria contra Francia durante los cinco primeros años de la década. Y al revivir el liberalismo en España, también reunió nuevas fuerzas en la Nueva Granada. Los acontecimientos de la guerra no sólo estimularon el interés de los criollos en los asuntos internacionales (alimentado por la circulación de diarios y gacetas españoles y extranjeros), sino que también revivieron el interés en las ideas ilustradas que el arzobispo virrey Caballero y Góngora los había animado a adoptar en la década de 1780. En esta forma la pequeña élite ilustrada que había absorbido las influencias de la ciencia y de la filosofía modernas, al asociarse con el Colegio del Rosario y las reformas educativas de fines de la década de 1770 y de la de 1780, y mediante sus contactos con la Expedición Botánica durante las décadas de 1780 y 1790, pudo renovar abiertamente la discusión de ideas que eran implícitamente críticas del orden político y económico establecido por España. Tales ideas no creaban por supuesto revolucionarios, y mucho menos una revolución. Sin embargo, sí agudizaron la percepción ««Página 478»». criolla de los defectos del orden colonial, de manera que cuando la monarquía estaba enfrascada en una tormenta política que destruyó al imperio, en y después de 1808, había un liderazgo intelectual criollo dispuesto a concebir una alternativa de ese orden. Comprometidos con la causa del progreso económico y social de su patria, conscientes de sí mismos en cuanto élite intelectual y unidos por lazos familiares a los notables urbanos que detentaban los cargos reales y municipales, unos cuantos patricios criollos estaban dispuestos a transformar sus aspiraciones culturales en acción política en medio de la confusión que siguió al eclipse de la monarquía de los Borbones. El contexto de su acción, los medios que utilizaron y el consecuente colapso del gobierno español en la Nueva Granada se examinarán en el próximo capítulo. ««Página 479»». 12

LA CAÍDA DEL GOBIERNO REAL Cuando don Antonio de Amar y Borbón llegó a Bogotá en septiembre de 1803 para posesionarse como virrey, se hizo cargo de un territorio que, a pesar de las dificultades de España como consecuencia de la reiniciación de la guerra con los ingleses en 1804, estaba al parecer seguro bajo el gobierno de la potencia metropolitana. La celebración de la toma de posesión de Amar y Borbón fue espléndida y festiva, y su predecesor, el virrey Pedro de Mendinueta, le hizo entrega del cargo con una relación de mando positiva y de tono apacible. Mendinueta le advirtió a Amar y Borbón que debía mantenerse vigilante contra la subversión foránea, evitar la entrada de libros y diarios extranjeros que pudieran ser nocivos para la religión y el Estado, y permanecer alerta ante "un fanatismo filosófico y ante todo un espíritu de novedad, [que] podría desequilibrar a algunos, induciéndolos a aceptar nociones que indiscretamente profesan como sus propias ideas". Pero concluyó su relación de mando con una nota esperanzadora, al declarar que a pesar de algunos disturbios menores del orden público, tenía la satisfacción de entregar un territorio en un "estado de tranquilidad, de manera que Su Excelencia pueda cumplir sus deberes para el bien común". 859Y Amar y Borbón pasó en efecto algunos años plácidos como virrey, en los que para nada necesitó de su experiencia de militar de alto rango en España para gobernar una tierra que, cualquiera que fuese el desafecto de algunos ««Página 480»». elementos de la población, no mostraba ninguna señal obvia de intranquilidad o de inestabilidad política. 860Sin embargo, después de menos de cuatro años de dedicarse a la rutina de los asuntos del gobierno, en 1808 Amar y Borbón se vio enfrentado de pronto a una crisis sin precedentes, al caer súbitamente la monarquía española. Dos años después no sólo fue despojado de su alto cargo por la oposición criolla, sino que al perder el mando vio cómo se desplomaba el sistema mismo del gobierno virreinal. Para explicar la caída del gobierno real en la Nueva Granada debemos primero mirar, más allá de la misma colonia, la desintegración de la autoridad en la España metropolitana. Esta empezó en 1808, cuando el asediado Estado español, ya debilitado por la guerra y las intrigas palaciegas, se hundió en grave y prolongada crisis. Después del ingreso al país de los ejércitos franceses en 1807, el antiguo régimen cayó en su postrera agonía. En marzo de 1808 un grupo de nobles decontentos aliados del príncipe Fernando, el heredero al trono, fraguaron el derrocamiento del favorito Godoy y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo. En abril Napoleón, impaciente por convertir a España en un aliado más eficaz y confiable, decidió habérselas con la confusión qué reinaba en su gobierno 859 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 585-6. 860 Sobre los antecedentes de Amar y su nombramiento y primeros años como virrey, véase Mario Herrán Baquero, El Virrey Don Antonio Amar y Borbón: la Crisis del Régimen Colonial en la Nueva Granada (Bogotá, 1988), pp. 32-42.

mediante una atrevida maniobra: la imposición en el trono de su hermano José, apoyado por el ejército de ocupación. A pesar de la colaboración de parte sustancial de la nobleza, el clero y la clase política, el plan falló. En mayo el antagonismo popular hacia la ocupación francesa explotó en una insurrección en Madrid, y el ejemplo de ésta fue seguido en toda España por una serie de levantamientos provinciales contra el intruso francés. Empezó entonces en las provincias una guerra de liberación con toques latentes de revolución social. De un lado estaban Napoleón, su ejército y sus aliados entre la clase política española. Enfrentado a los franceses, ««Página 481»». había un extraordinario movimiento popular que arrastró tras de sí a los propietarios y al clero y creó una red de juntas en ciudades y provincias no ocupadas por Francia. En esta forma, la caída de Fernando y la lucha contra los franceses hicieron que se fragmentara la autoridad, a medida que el poder local quedaba en manos de juntas que actuaban como Estados independientes, movilizaban sus propios ejércitos y hasta tenían su propia política exterior.861 LA PRIMERA REACCIÓN ANTE LA CRISIS IMPERIAL EN LA NUEVA GRANADA Mientras las juntas españolas se concentraban en la resistencia contra Napoleón durante los primeros meses de la crisis, la Nueva Granada, al igual que otras colonias americanas, estaba escudada contra el impacto inmediato de los hechos por la distancia y la lentitud de las noticias. Las primeras informaciones oficiales sobre los acontecimientos en España llegaron a América procedentes de las dos principales juntas provinciales, las de Oviedo y Sevilla, que en junio y julio se apresuraron a comunicarse con los gobiernos coloniales para asegurar su lealtad. Oviedo envió emisarios a México, mientras que la junta de Sevilla, que se llamó a sí misma “Suprema Junta de España y de las Indias”, despachó comisionados a todos los principales dominios americanos. En junio de 1808 uno de estos comisionados, José de Pando y Sanllorente, partió de Cádiz hacia la Nueva Granada. Después de consultar al gobernador de Cartagena tras su llegada al puerto a principios de agosto, arribó a Bogotá el 2 de septiembre para entablar conversaciones con el virrey Amar y Borbón. Hubo, al parecer, ciertos desacuerdos entre Sanllorente y el virrey, pero éstos quedaron disimulados bajo una posición pública ««Página 482»». de indiviso apoyo a España. El 5 de septiembre el virrey convocó una reunión de los principales funcionarios, militares, clérigos y algunos ciudadanos eminentes, y 861 Para relaciones de los acontecimientos en España en estos años, véanse Raymond Carr, Spain, 1808-1839 (Oxford, 1966), pp. 79-119; Timothy Anna, Spain and the Loss of America (Lincoln, Nebraska, y Londres, 1983), pp. 15-63.

después de proclamar a Fernando como rey y de declarar la guerra a Francia, prometió su apoyo a la Junta de Sevilla y la provisión de fondos de la tesorería real para su esfuerzo bélico en España. Un funcionario español fue enviado a Popayán para organizar un evento similar, mientras en Bogotá recogía Sanllorente medio millón de pesos del gobierno y de donaciones de particulares antes de su regreso a España. Aún no había oposición abierta a España, aunque tras la fachada de unidad se oyeron los primeros murmullos de duda y disentimiento en las filas de los notables criollos que Sevilla buscaba agrupar en ayuda de la doliente madre patria. En Cartagena, la misión de Sanllorente produjo malestar porque el gobernador de la provincia, al consultar con el agente sevillano, ignoró al cabildo y simplemente ordenó acatar y reconocer al gobierno interino de Sevilla. 862En Bogotá se incluyó a los criollos en las discusiones con Sanllorente, pero esto no evitó las quejas. Hubo, recordó un contemporáneo, "cierto disgusto entre unos pocos participantes, porque no se les concedió el tiempo para expresar lo que deseaban". 863Tales desacuerdos al parecer surgieron del resentimiento criollo ante la conducta arrogante de Sanllorente y ante la pretensión del gobierno de Sevilla de asignarse el título de "Gobierno Supremo de España y de las Indias" sin previa consulta con las colonias.864Sin embargo, el gobierno de la Nueva Granada, reforzado por expresiones públicas de simpatía y apoyo a la madre patria, se mantuvo firme. José de Torres y Peña recordó estos meses de crisis como un interludio de solidaridad entre "los mejores hombres", quienes "celebraron y apreciaron la acción de la ««Página 483»». Junta de Sevilla, a la cual se unieron de inmediato sin otro propósito que el de cooperar en la causa común de la monarquía". 865Este sentido de una causa común no duró mucho, sin embargo. Durante el año siguiente, el gobierno peninsular se empeñó en una lucha cada vez más desesperada por su supervivencia ante el avance de las fuerzas francesas y, al tambalearse España a través de sucesivas crisis, los resentimientos acumulados y las crecientes aspiraciones de la élite educada de la Nueva Granada se trasformaron en antagonismo hacia el gobierno virreinal y en exigencias de autonomía política. La recomposición de las fuerzas políticas dentro de la Nueva Granada hizo eco a la cambiante relación entre España y sus colonias, a medida que el futuro del imperio se volvía cada vez más incierto. Después de los meses iniciales de confusión en España, el gobierno metropolitano se estabilizó brevemente en septiembre de 1808, cuando los delegados de las juntas provinciales se unieron 862 Gabriel Jiménez Molinares, Los mártires de Cartagena de 1816, 2 vols. (Cartagena, 1948-50), vol. I, pp. 44-5. 863 Torres y Peña, Memorias, p. 81. 864 José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia, 5 vols. (Bogotá, reimp. 1969), vol. I, pp. 100-3. 865 Torres y Peña, p. 80.

en Aranjuez en una Junta Suprema Central, autorizada para coordinar la guerra contra las fuerzas de Napoleón y para servir de foco de un gobierno para España y las Indias. No se convirtió ésta, sin embargo, en un gobierno central eficaz, capaz de ligar a las provincias españolas en una fuerza para derrotar a los franceses. Durante algunos meses, la Junta de Sevilla siguió reclamando su autonomía e insistiendo en que tenía el derecho especial de manejar los asuntos coloniales; también estuvo a favor de que los súbditos coloniales que no deseaban aceptar su autoridad establecieran sus propias juntas, configuradas como las de España. Para principios de 1809, la Junta Central finalmente emergió como fuerza dominante, y fue ampliamente reconocida por las juntas provinciales y por los gobernantes de las colonias. Pero todavía le quedaba el problema de asegurar la lealtad criolla en América. Para lograrlo, emitió promesas políticas que, en la Nueva Granada, habrían de animar a los criollos para pedirle al gobierno virreinal que compartiera su poder con los ciudadanos de las principales ««Página 484»». ciudades de la colonia. En enero de 1809 la Junta Central proclama que "los vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente colonias o factorías como las de otras naciones, sino parte integral y esencial de la monarquía española", y que, como tal, "deberían ser parte de la Junta Central".866Con este fin se les ordenó a los funcionarios oficiales que enviaran a España delegados elegidos para representar a las colonias en la Junta Central, junto con los representantes de las provincias españolas. En la Nueva Granada la selección de un delegado se organizó debidamente en mayo y junio de 1809, y las elecciones les dieron a los notables criollos su primer gusto de participación en el orden político que había surgido como sustituto del tradicional régimen monárquico. La participación estuvo limitada a las pequeñas élites criollas de los principales centros urbanos de la Nueva Granada, que fueron movilizadas mediante la tradicional institución del cabildo. El procedimiento para elegir a un delegado era muy sencillo. Al cabildo de la principal ciudad de cada provincia le correspondía nominar a dos o tres candidatos, uno de los cuales era escogido a la suerte para presentarse en la siguiente ronda electoral. En esta segunda ronda, un delegado único era entonces escogido, de nuevo a la suerte, para actuar como delegado del virreinato ante la junta. Convenientemente para el virrey, el hombre que resultó delegado fue don Antonio Narváez y la Torre, un ex gobernador de Santa Marta aceptable para las autoridades y muy respetado por las élites criollas, en particular por las de las tres provincias de la costa caribe, de las que había sido candidato común. Hubo algún descontento porque la delegación no le había correspondido al santafereño Camilo Torres, pero la justicia de la elección fue aceptada y el nombre de Narváez y la Torre se impuso sin oposición. 867

866 Citado en Anna, Spain and the Loss of America, pp. 51-2. 867 Restrepo, Historia de la Revolución, p. 106; Manuel José Forero, Camilo Torres (Bogotá, 1960), pp. 79-80.

««Página 485»». EL SURGIMIENTO DE LA OPOSICIÓN CRIOLLA Al igual que la mayor parte de los delegados escogidos para sentarse en la Junta Central como representantes de las colonias, Narváez y la Torre no viajó a España para posesionarse, quizás porque el futuro de la Junta era tan incierto. La elección tuvo, sin embargo, dos aspectos importantes. En primer lugar, demuestra que durante los primeros meses de 1809 el instinto primordial de los principales criollos era el de permanecer leales a España, a la espera de un arreglo político con la metrópoli. Igualmente interesante es el hecho de que la elección reveló la capacidad de un grupo de criollos para organizarse en cuanto fuerza política suelta, capaz de actuar coordinadamente. Al examinar los antecedentes y nexos de los candidatos presentados a las elecciones, Margarita Garrido señala que de los candidatos escogidos en las provincias de la Nueva Granada (con excepción de los de Quito y de Panamá, que estaban por fuera de la sociedad política neogranadina), la mayor parte eran miembros de un grupo de criollos unidos por lazos familiares, profesionales o de negocios, y sobre todo por una posición intelectual y política. 868Los principales candidatos de Bogotá eran Camilo Torres y Joaquín Camacho, ambos escogidos de cinco provincias. Torres era hijo de una distinguida familia criolla de Popayán, pero se había establecido del todo en Bogotá, donde estudió en el Colegio del Rosario e hizo su práctica de derecho en la Real Audiencia. En 1794 defendió a Francisco Antonio Zea, acusado de sedición, y él mismo fue sospechoso de haber estado envuelto en la conspiración criolla de ese año. Al casarse en el importante y rico clan criollo de los Prietos y Ricaurtes, Torres también ingresó al círculo de los notables santafereños, que lo conectó con esas mismas familias cuya influencia política había tratado de reducir Gutiérrez de Piñeres durante su ««Página 486»». visita general de 1779 a 1783. 869Joaquín Camacho, nacido en Tunja, pertenecía a otra notable familia de provincia y, después de educarse en el Colegio del Rosario, se convirtió en importante abogado y profesor de derecho de la universidad. Estaba relacionado con Mutis y su círculo, y al igual que Torres había defendido a una persona involucrada en la conspiración de 1794; posteriormente, sin embargo, ocupó un cargo político, cuando Ezpeleta lo nombró alcalde mayor de Tocaima.870Otras personas conectadas con este grupo de abogados e "ilustrados" fueron escogidas en más de una provincia. El padre Eloy Valenzuela, que tenía vínculos con la Expedición Botánica y a quien Torres había defendido cuando fue acusado de haber pronunciado un sermón revolucionario en 1797, fue designado por dos provincias; así también lo fue Frutos María Gutiérrez de Caviedes, un 868 Garrido de Payán, "Political Culture of New Granada", pp. 63-6. 869 Manuel José Forero, Camilo Torres, pp. 354-6; Gómez Hoyos, La Revolución Granadina, vol. 2, pp. 7-10. 870 Restrepo Sáenz y Rivas, Genealogías de Santafé de Bogotá, pp. 192-4.

abogado criollo natural de Cúcuta que se había convertido en miembro de la intelectualidad santafereña. Luis Eduardo Azuola, un notable de Bogotá que había ocupado varios cargos en la administración colonial, fue otro candidato con votos de dos provincias, gracias tal vez a su amplia experiencia administrativa y política.871Entre aquellos con una única postulación, había otros conectados con la intelectualidad bogotana, tales como Ignacio de Pombo, José Munive y Antonio Ayos, e incluso el candidato triunfante, Antonio Narváez y la Torre, había escrito informes proponiendo reformas al sistema comercial. La selección de estos hombres no es sorprendente. Como juristas y personas con experiencia burocrática, todos estaban calificados en grado sumo para desempeñarse como delegados. Pero, según sostiene Garrido, las nominaciones múltiples alcanzadas por algunos individuos y las relaciones entre muchos de los que figuran en la lista de candidatos nombrados sugieren que una red de criollos instruidos ««Página 487»». hizo una campaña coordinada para asegurar la elección de un candidato aceptable para ellos. Parece entonces que un pequeño grupo de la generación que había formulado y promovido opiniones reformistas durante las dos décadas anteriores estaba empezando a organizarse y cohesionarse en una fuerza unida en torno al plan de crear la igualdad política entre los peninsulares y los criollos, principio que Frutos Joaquín Gutiérrez recomendó con fervor en su correspondencia privada de febrero y marzo de 1809. 872 Aunque se puso a consideración de los criollos la halagadora perspectiva de que España reconocería a los blancos americanos como ciudadanos iguales a los españoles, con el derecho de participar en el gobierno del imperio, los funcionarios coloniales estaban muy reacios a despojarse de su monopolio del poder. Ahora, por el contrario, que su gobierno corría peligro debido a los confusos acontecimientos en España y a la amenaza en las colonias de la subversión inspirada por los franceses, tendían a sospechar de los súbditos coloniales y a tratar la inconformidad como sedición. Esto se hizo evidente en una primera etapa de la crisis, en octubre de 1808, cuando le aconsejaron al virrey tomar medidas para defender el gobierno real. En todas sus recomendaciones, Manuel Mariano de Blaya, el fiscal de la audiencia, reflejó la desconfianza oficial hacia los criollos. Pidió, en primer lugar, una campaña denigratoria de Napoleón en cuanto tirano impío aliado con los judíos, de manera que el pretendiente francés no fuera a seducir a los neogranadinos; también indicó las posibles conexiones subversivas entre la élite criolla, a través de Francisco Zea (de la Expedición Botánica y de la conspiración de 1794) y de Ignacio Sánchez de Tejada (un ex secretario del virrey), ambos entonces a favor de Napoleón. El instinto de Blaya era aislar a la Nueva Granada del mundo, castigar a cualquiera que recibiera correspondencia 871 Restrepo Sáenz y Rivas, Genealogías de Santafé de Bogotá, pp. 76-7. 872 Véanse las "Cartas de Suba" de Frutos Joaquín Gutiérrez, en Eduardo Posada, Bibliografía Bogotana, 2 vols. (Bogotá, 1917-25), tomo I, pp. 209-19.

sin anunciarlo a las autoridades, y censurar el correo para destruir las cartas de todas las personas "de algún ««Página 488»». modo sospechosas". Con este fin le recomendó a Amar y Borbón el establecimiento de una red secreta de inteligencia en todas las capitales de provincia, para eliminar a cualquiera "del rango o condición que fuere, que pueda promover, difundir o publicar proposiciones o máximas subversivas de nuestro presente gobierno, nuestro legítimo Monarca y nuestra autoridad establecida...". 873 El virrey Amar y Borbón estuvo de acuerdo con este consejo en la medida en que era práctico y, mientras públicamente exhortaba a los neogranadinos a rechazar al tirano Bonaparte y a contribuir con fondos a la causa española, se preparó también para reprimir a cualquier crítico del orden establecido. 874En esto se hallaba la semilla de un conflicto que separaría cada vez más a los criollos de las autoridades en 1809, cuando los principales de ellos intensificaron la exigencia de que se estableciera una junta según el modelo de las españolas. Esta separación, que llevaría a los criollos de la cooperación a la confrontación con el gobierno, empezó a mediados de 1809. En agosto, los notables de Quito derrocaron al presidente de la audiencia y establecieron una junta autónoma que se declaró leal a Fernando VII; esta junta también denunció a los funcionarios peninsulares como criaturas de un régimen corrupto y pro francés, y exhortó a las demás ciudades del virreinato para que siguieran el ejemplo de Quito. Cuando la noticia del golpe llegó en septiembre a Bogotá, estimuló la política de la ciudad al infundir coraje a unos notables criollos hasta entonces cautos y al confirmar los temores de los ministros del gobierno. El virrey Amar y Borbón trató de conjurar la amenaza a su autoridad y de lograr apoyo convocando una junta de notables compuesta por miembros del gobierno, el cabildo de ««Página 489»». Bogotá, la jerarquía eclesiástica y algunos ciudadanos principales. 875 Esta iniciativa tuvo, sin embargo, un efecto opuesto al deseado, ya que las dos sesiones de la junta, reunidas el 6 y el 11 de septiembre, permitieron que agudas diferencias salieran a la luz. Las sesiones no tuvieron un buen principio porque el virrey rodeó su palacio, donde tenía lugar la reunión, de guardias armados. Algunos criollos vieron esto 873 "Informe del Fiscal D. Manuel Mariano de Blaya, Cartagena, octubre 20, 1808", Banco de la República, Proceso histórico del 20 de julio de 1810. Documentos (Bogotá, 1960), pp. 49-54; citas de las pp. 52 y 53. 874 S.E. Ortíz, Génesis de la Revolución del 20 de julio de 1810 (Bogotá, 1960), pp. 25-6. 875 La mejor relación de los efectos de la rebelión de Quito en la Nueva Granada, en la que se basan los comentarios siguientes, están en gran parte en Robert L. Gilmore, "The Imperial Crisis, Rebellion and the Viceroy: Nueva Granada en 1809", HAHR, vol. 40 (1960), pp. 2-24.

como un acto deliberado de intimidación con el fin de desalentar la libre expresión y sofocar a los partidarios del gobierno; insistieron por lo tanto en que la junta debía garantizar sus personas y propiedades contra arresto y embargo antes de que expresaran sus opiniones.876Una vez empezadas las reuniones, la opinión mayoritaria, o por lo menos la más ruidosa, estaba a favor de apaciguar a Quito y de comprometer a los criollos con el gobierno virreinal. No hay actas oficiales de las sesiones, pero según el oidor Carrión y Moreno, "casi todo el cabildo, apoyado por una camarilla de abogados pretenciosos decididos a imponerse, declaró su deseo de formar una junta similar a las establecidas en España". Y, añadió Carrión y Moreno, este bando pronunció discursos y organizó apoyo a favor de "las viejas ideas de independencia que repetidamente han surgido en el país". 877El virrey Amar y Borbón y sus ministros simplemente pasaron por alto estas demandas. Camilo Torres y Frutos Gutiérrez recordaron después que había habido veintiocho votos a favor de la creación de una junta provincial para negociar pacíficamente con los quiteños, pero en medio de la indignación criolla, el virrey "disolvió la reunión sin contar los votos, y sus ««Página 490»». resoluciones no fueron ni redactadas ni firmadas, a pesar de haber sido repetidamente reafirmadas por el cabildo...". 878 El virrey Amar y Borbón, no obstante, buscó un compromiso. Mientras algunos criollos importantes argumentaron que los quiteños habían actuado de buena fe y abogaron por una política conciliatoria hacia ellos, los magistrados de la audiencia de la Nueva Granada tomaron una posición opuesta y pidieron una firme acción militar. El virrey trató de satisfacer a ambas partes. Envió al aristócrata santafereño don José María Lozano, el marqués de San Jorge, a negociar con Quito, y despachó al mismo tiempo tropas en caso de que fracasara la conciliación. Pero un ejército enviado desde el Perú aplastó sumariamente la revuelta, y como consecuencia las diferencias entre el gobierno y los activistas políticos criollos se hicieron cada vez más difíciles de zanjar.879De modo que lejos de unir a la élite, las reuniones de septiembre simplemente acentuaron la división, al enfrentar el cabildo a la audiencia e incitar a los criollos contra los peninsulares. La élite santafereña, y sobre todo los notables educados que se veían a sí mismos como una clase política preparada e ilustrada, se sintieron entonces abiertamente agraviados por el obstinado rechazo de las autoridades a considerarlos 876 "Informe de la Audiencia de Santafé al Consejo de Regencia", febrero 19, 1810, Banco de la República, Proceso histórico, p. 141. 877 "Informe del Oidor D. Joaquín Carrión y Moreno al Consejo de Regencia”, agosto 31, 1810, en Banco de la República, Proceso histórico, pp. 199-200. 878 "Exposición de motivos que han obligado al Nuevo Reino de Granada a reasumir los derechos de 'la soberanía...", septiembre 25, 1810, en Banco de la República, Proceso histórico, p. 219. 879 Gilmore, "The Imperial Crisis, Rebellion and the Viceroy", pp. 15-18.

compatriotas de confianza dignos de compartir el poder en un momento en que el imperio corría peligro. De esta manera, en medio de un ambiente de creciente crisis, el resentimiento reprimido de los criollos contra los privilegios peninsulares se expresó en la oposición política, con el toque adicional de una antipatía hacia ciertos oidores. La confrontación de septiembre entre los funcionarios españoles y los criollos que aspiraban a participar en el gobierno fue pues una coyuntura crítica en el desarrollo político de la Nueva Granada, porque simplificó las diferencias políticas y plasmó un conjunto ««Página 491»». coherente de resistencias en las mentes de los actores políticos. Cuando el virrey y los ministros se negaron a conceder demandas que los criollos consideraban perfectamente legales y legítimas políticamente, sus críticos tacharon el gobierno de despótico y antipatriótico. En esta forma, la retórica de resistencia contra el despotismo extranjero que España había empleado para reunir apoyo empezó ahora a volverse contra el gobierno colonial. Las diferencias de opinión se tornaron antagonismos inflexibles, y las opciones políticas se redujeron a la lucha de la "tiranía" contra la "sedición". LOS RADICALES Y LA REPRESIÓN A principios de 1809 empezó un proceso de radicalización, a medida que las diferencias se definían con mayor claridad. La oposición contra el gobierno se inició con intentos de abrir una brecha entre el virrey y la audiencia. Hubo rumores de que los oidores tenían la intención de apoderarse del control del gobierno y circularon pasquines, tanto en la capital como en la provincia, acusando al virrey y a sus ministros de conspirar para entregarles el país a los franceses. 880El gobierno, por otro lado, tomó medidas para fortalecer su capacidad de represión e intimidar a la oposición con el despliegue de sus fuerzas. Llevó tropas de Cartagena a la capital, reorganizó la guarnición en Bogotá y dobló la guardia del virrey. A fines de septiembre, el virrey también trató de detener la circulación de manifiestos políticos y de noticias de acontecimientos en Europa, al prohibir la redacción, copia, difusión y lectura de cualquier literatura definida como sediciosa por las autoridades.881Los oidores empezaron a dirigir patrullas en las calles y se creía que preparaban en ««Página 492»». secreto procedimientos legales contra aquellos que habían disentido de la opinión 880 "Informe de la Audiencia de Santafé", Banco de la República, Proceso histórico, p. 142. 881 Para esta orden véase "Providencias del Virrey Amar en 1809", en Ibíd., pp. 68-71.

oficial durante las reuniones de septiembre. 882 Las medidas policivas no desanimaron, sin embargo, a la oposición criolla. Después del rechazo del virrey a instituir una junta en Bogotá, algunos criollos se inclinaron, por cierto, a planear el derrocamiento del gobierno. El primer individuo acusado de esta idea sediciosa fue Andrés María Rosillo y Meruelo, diácono de la catedral de Bogotá. En octubre de 1809 un cura párroco de Girón que vivía en Bogotá denunció a Rosillo ante el virrey, quien informó de ello a la audiencia. Rosillo supuestamente planeaba apoderarse del virrey, controlar las armas y el tesoro de la capital y crear una junta independiente gobernada por criollos y apoyada por fuerzas compuestas por algunos esclavos libertos de una hacienda, junto con unos dos mil hombres de Zipaquirá y del Socorro. En opinión del virrey este complot era "algo complicado, remoto e improbable", pero tomó las medidas de seguridad pertinentes y aconsejó a la audiencia que se hiciera cargo de Rosillo. También hizo caer sospechas sobre los abogados Ignacio de Herrera y Joaquín Camacho, al informar que Rosillo había sido visto en consultas secretas con ellos.883Los jueces de la audiencia emprendieron debidamente la investigación de las actividades de Rosillo. Su interrogatorio a Pedro Salgar, el informante del virrey, confirmó la versión de éste, con algunos detalles adicionales. Entre los confabulados con Rosillo al parecer había criollos tan importantes como Antonio Nariño, Luis Caicedo, Sinforoso Mutis, Pedro Groot, Antonio Baraya, Ignacio de Herrera y Balthasar Minaño, un oidor de la audiencia de Quito. Su plan supuestamente incluía una serie de ambiciosos objetivos, entre ellos el de reclutar en las provincias una fuerza de unos 2.000 hombres y el de organizar una revuelta paralela en Cartagena, mientras en la capital la tropa sería sobornada, el virrey raptado y dos de los oidores ejecutados. Esto como preám««Página 493»». bulo del establecimiento de una junta independiente que sería presidida por Luis Caicedo durante dos años, y por Antonio Nariño o Pedro Groot los dos siguientes.884 Aparentemente, algunos importantes miembros de la élite criolla de la capital, dirigida por hombres desde mucho antes sospechosos de tendencias subversivas, estaban ahora empeñados en tomarse el poder por medios revolucionarios. Los jueces de la audiencia también informaron que durante sus investigaciones habían descubierto que, a fines de 1809, Rosillo le había sugerido en secreto a la virreina que ella y su marido debían apoyar un plan para formar un gobierno independiente en la colonia. Se dijo que Rosillo le había propuesto al virrey que se convirtiera en rey del nuevo Estado, en lugar de Fernando VII, si apoyaba un golpe armado 882 Ortíz, Génesis de la Revolución, p. 33. 883 Véase, "Oficio del Virrey a la Real Audiencia. octubre 15, 1809", en Banco de la República, Proceso histórico, pp. 74-6. 884 Para el testimonio del informante describiendo el complot, véase "Declaración del Doctor Pedro Salgar", en ibíd., 77-80.

contra la audiencia.885 No es claro si esta conspiración existió de verdad; los oidores pueden muy bien haber exagerado las alegaciones de Salgar para convencer al virrey de que tomara medidas represivas más estrictas.886Sin embargo, la revelación de la supuesta conspiración y los arrestos que la siguieron contribuyeron a exaltar la tensión política incitada por la revuelta de Quito y acrecentaron los temores criollos de una represión. A fines de octubre y durante noviembre de 1809 se hicieron varios arrestos, entre ellos el de Antonio Nariño y el de Balthasar Minaño; Rosillo huyó de la capital a su nativa Socorro donde, después ««Página 494»». de una larga búsqueda, fue finalmente arrestado al año siguiente. La audiencia estuvo a favor de fuertes medidas contra los disidentes y recomendó el arresto de todos los sospechosos de ser cómplices de la conspiración. 887El virrey, sin embargo, actuó con cautela con respecto a los hombres importantes bajo sospecha. Fue así como Luis Caicedo, su colega cabildante Acevedo y Gómez, los abogados Joaquín Camacho e Ignacio de Herrera, el funcionario real Pedro Groot y el oficial del ejército Antonio Baraya fueron todos dejados en libertad y confirmados en sus cargos a pesar de su aparente implicación en el complot. La benevolencia del virrey quizás provino no sólo de sus dudas sobre la existencia de la conspiración, sino también de su renuencia a enemistarse con los notables criollos de la ciudad. Al parecer consideró que el arresto de unos pocos radicales era muestra suficiente de su determinación de defender a la autoridad real, y es posible que pueda haber pensado que la moderación permitiría un acercamiento al círculo criollo de Bogotá. Para esta época, sin embargo, la audiencia y el cabildo se habían convertido en focos de facciones diversas, con el cabildo sirviendo de foro para la expresión de los agravios y demandas de los criollos. En noviembre de 1809, el cabildo expidió la declaración más concluyente y explícita de su posición en una memoria escrita por su asesor, el abogado Camilo Torres. Esta "Representación del Cabildo de Santafé", conocida por los historiadores como él 885 "Real Acuerdo", en ibíd. pp. 82-3; también Horacio Rodríguez Plata, Andrés María Rosillo y Meruelo (Bogotá, 1964), pp. 85-91. 886 Los historiadores está aún por despejar el misterio que rodea la conspiración. Ortíz describe el complot pero no ofrece un juicio convincente sobre la medida en que estuvieron involucrados los criollos importantes. (Véase Ortiz, Génesis de la Revolución, pp. 75-89.) Blossom, ocupado en la participación de Nariño, también se refiere al complot pero no da pruebas de que existiera en realidad o de que Nariño estuviera implicado. (Véase Blossom, Nariño, pp. 65-74.) La correspondencia de Nariño no revela nada, fuera de una protesta de inocencia en el momento de su arresto. (Véase E. Posada y P.M. Ibáñez (eds.), El Precursor, vol. 2, pp. 289-94. 887 Informe del Oidor D. Joaquín Carrión y Moreno, en Banco de la república, Proceso histórico, p. 201.

"Memorial de Agravios", se volvió una declaración clásica del resentimiento criollo ante el dominio peninsular del gobierno colonial y reflejó el avance de las aspiraciones políticas criollas desde el comienzo de la crisis española en 1808. ««Página 495»». LA CONFRONTACIÓN Y LA AGUDIZACIÓN DE LA CRISIS En el Memorial de Agravios, Torres desarrolló tres temas principales. Denunció, en primer lugar, la discriminación contra los criollos que habían sido depuestos de sus cargos, y condenó las retardatarias políticas con las que el antiguo régimen había impedido el progreso económico. En segundo lugar, pidió igual representación de las colonias al lado de las provincias españolas en la Junta Suprema Central, advirtiendo que la intransigencia española podía llevar a un movimiento de independencia comparable al que le había costado a Inglaterra sus colonias. Afirmó, en tercer lugar, la lealtad del cabildo a Fernando VII, y abogó por el establecimiento en la Nueva Granada de juntas compuestas por representantes de los cabildos de la colonia. Según él, éstos eran los requisitos esenciales para preservar la lealtad de la Nueva Granada hacia la metrópoli. 888La declaración de Torres recibió sólido apoyo del cabildo de Bogotá, once de cuyos miembros, una neta mayoría, firmaron el documento y autorizaron su envío a España. Sin embargo, fue del todo inaceptable para el virrey Amar, quien evitó que el memorial fuera despachado a España. La audiencia también trató de atacar a sus opositores criollos en su propio fortín; instó al virrey a nombrar en el cabildo seis nuevos consejeros para garantizar que en las inminentes elecciones, los puestos claves de alcaldes ordinarios, síndico procurador y asesor fueran ocupados por "personas que merecen la plena confianza del gobierno". 889 Esta maniobra, concebida para intimidar y neutralizar a la facción criolla que aspiraba a participar en el gobierno, no logró el efecto deseado. El virrey Amar se mostró renuente a usar su poder para excluir a los perturbadores de los cargos electivos del cabildo y, haciendo caso omiso de los propuestos consejeros, permitió que "el ««Página 496»». partido de los innovadores" retuviera el control de los puestos electivos. 890Pero el intento del virrey de llenar los cargos vendibles con sus candidatos agravó, no obstante, las tensiones, al interferir en el derecho de los criollos de controlar el concejo municipal. Pues aunque el cabildo había tradicionalmente incluido varios miembros peninsulares, la clase alta santafereña lo consideraba su coto privado y 888 "Representación del Cabildo de Santafé, Capital del Nuevo Reino de Granada a la Suprema Junta Central de España, en el año de 1809", en ibíd. pp. 85-109. 889 "Informe del Oidor D. Joaquín Carrión y Moreno", en ibíd., p. 200. 890 Ibid.

se sentía agraviada por cualquier interferencia extraña. Esto había quedado demostrado a mediados de la década de 1790, cuando el cabildo protestó repetidamente ante la corona por el irrespeto y la intromisión de la audiencia. En esa ocasión, el cabildo se había quejado amargamente de la actitud del virrey Ezpeleta hacia los criollos en 1794, cuando les negó acceso a las barracas y situó guardias en las casas de los europeos; también había denunciado sus posteriores intentos de llenar los cargos municipales con españoles. 891Bajo presión, el cabildo aceptó de mala gana que en el puesto electivo de alcalde debían alternar criollos y peninsulares, pero continuó oponiéndose a esta intromisión objetando los nombramientos del virrey. A ojos de la élite santafereña, éstos eran meros advenedizos, puros "vagabundos y polizones" que no tenían lugar al lado de la "nobleza" de Bogotá, e insistió en que se debía dar preferencia a los descendientes de los conquistadores y a hombres nacidos en la colonia, de acuerdo a las Leyes de Indias. Tales, declaraba el cabildo, "han sido siempre las reglas que han gobernado el concejo municipal de Bogotá, sin que nunca haya habido facciones de europeos o de esos naturales que reciben el ignominioso nombre de criollos".892De manera que el virrey Amar abrió viejas heridas cuando impuso seis nuevos regidores, todos peninsulares, en el cabildo de 1810, y asignó a otro español para el cargo de alférez real. Al enfrentar a criollos y peninsulares, de hecho, el virrey convirtió al cabildo en el símbolo ««Página 497»». de los derechos criollos contra el gobierno virreinal, y su interferencia fue tomada después como el mayor ejemplo del gobierno tiránico que había causado su caída.893 El conflicto entre el cabildo y el gobierno se mantuvo vigente gracias a una disputa en torno al cargo de alférez real, en el cual el criollo Luis Caicedo fue reemplazado por el comerciante español Bernardo Gutiérrez. Gutiérrez había aspirado por primera vez al cargo en 1807, pero el cabildo lo había considerado inadecuado por estar acusado de la malversación de los fondos de otro comerciante peninsular.894Cuando Gutiérrez buscó el cargo de nuevo en 1809, esta vez con el apoyo del virrey, una mayoría del cabildo renovó su anterior repulsa y sólo aceptó a Gutiérrez cuando se vio forzado a hacerlo. 895Pero la oposición a Gutiérrez —y por lo tanto al virrey—continuó dentro del cabildo, donde los rencores personales 891 British Library, Egerton 1809, fols. 734-55; "Representación del Cabildo y Regimiento de la Ciudad de Santa Fe contra el Virrey D. José de Ezpeleta". 892 Ibíd., fols. 734, 737, 738. 893 Véase "Motivos que han obligado al Nuevo Reino de Granada a reasumir los derechos de la soberanía... Santa Fe, septiembre 25, 1810", en Banco de la República, Proceso histórico, p. 220. 894Los documentos que siguen la oposición del cabildo a Gutiérrez están compilados en Enrique Ortega Ricaurte, Documentos sobre el 20 de julio de 1810 (Bogotá, 1965). Para las deliberaciones del cabildo sobre el primer intento de Gutiérrez de obtener un cargo en él, véanse pp. 26-8. 895 Ibíd., pp. 29-36.

robustecieron las diferencias políticas y exarcebaron el enfrentamiento de la administración virreinal y sus opositores. La campaña contra Gutiérrez fue dirigida por Ignacio de Herrera, un abogado criollo que ya había estado a la vanguardia de la oposición al virrey y la audiencia. En enero de 1810, Herrera lanzó un sarcástico y difamatorio ataque contra los altos funcionarios en una memoria presentada al cabildo para su envío al, gobierno en España. Denunció al virrey y a los oidores como criaturas corruptas de Godoy; los presentó como una quinta columna avarienta y pro francesa, y abogó, en términos radicales sin precedentes, por la formación de una junta patriótica entregada a la defensa de los derechos soberanos de Fer««Página 498»». nando VII.896Además, ante el entrometido alférez real que no era otra cosa que un espía del virrey, Herrera se opuso apasionadamente a su presencia. El conflicto entre los dos hombres se definió en abril de 1810, cuando Gutiérrez pidió copia del documento redactado por Herrera en enero, con la inclusión de las partes suprimidas por miembros moderados del cabildo. Los dos hombres llegaron a las manos en un estruendoso incidente público, y a través de los contradictorios testimonios de los protagonistas y de testigos nos llegan nítidos ecos de la tensión política que conmovía a la sociedad bogotana. 897Intensificaban, además, estas tensiones las noticias del deterioro de la situación de España, donde había caído la Junta Central a fines de 1809. A medida que se hacía más profundo el conflicto entre el cabildo y el gobierno a principios de 1810, aumentaba la represión oficial. En Bogotá, la audiencia hostigaba cada vez más a Herrera, dando así pábulo a temores de un inminente arresto entre los opositores del gobierno. 898Más ominoso aún fue el tratamiento propinado a dos juveniles acólitos de Rosillo que en febrero de 1810 habían tratado de instigar una rebelión en los Llanos. Los jóvenes fueron ejecutados sumariamente, bajo órdenes directas del virrey y de la audiencia, y sus cabezas fueron enviadas a Bogotá para exhibirlas al público. 899Esto causó gran indignación en la capital. Para Camilo Torres, el episodio demostró que los ministros del gobierno eran unos "crueles sátrapas", y aplaudió a los dos jóvenes como "mártires de la libertad del Reino". 900Por otra parte, las noticias de España 896 Para el texto de este documento, véase "Memorial del Síndico Procurador, Doctor Ignacio de Herrera, enero 15, 1810", en S.E. Ortíz (ed.), Colección de Documentos para la Historia de Colombia (Bogotá, 1965), pp. 93-100. 897 Estos testimonios se encuentran reunidos en Enrique Ortega Ricaurte, Documentos, pp. 40-112. 898 "Memorial del Doctor Herrera", pp. 113-18. 899 Sobre esta rebelión, véase Rausch, A Tropical Plains Frontier, pp. 131-4; Ortíz, Génesis de la Revolución, pp. 98-102. 900 Camilo Torres a Ignacio Tenorio, mayo 29, 1810, Banco de la República, Proceso histórico, pp. 56-7.

aumentaron la ««Página 499»». polarización política. En noviembre de 1809, el ejército de Napoleón les infligió una aplastante derrota a las fuerzas españolas en Ocaña y, perseguida por las fuerzas francesas, la desacreditada Junta Central tuvo que retirarse a Cádiz y a la isla de León, donde fue reemplazada, en enero de 1810, por el conservador Consejo de la Regencia. La oferta de independencia de Napoleón a los dominios españoles en América, hecha en diciembre de 1809, obligó también a un gobierno español cada vez más aislado a ofrecer a las colonias concesiones sin precedentes. En febrero de 1810 promulgó una proclama que decretaba la igualdad de los americanos en términos vívidos: De ahora en adelante, Americanos Españoles, os véis elevados a la dignidad de hombres libres... Tomad en cuenta, al pronunciar el nombre de quien os representará en el Congreso Nacional, que vuestros destinos no dependen ya de Ministros, Virreyes o Gobernadores; están en vuestras propias manos... 901 Esta era una retórica peligrosa. Para garantizar su reconocimiento en América, el Consejo de la Regencia aceptaba ahora abiertamente que las colonias habían sido oprimidas en el pasado; además, al concederles derechos políticos a los criollos, aumentaban las dificultades a que se enfrentaban los funcionarios de la corona que estaban tratando de mantener la autoridad ante la presión de aquellos. En la Nueva Granada este repudio del antiguo régimen, con su reconocimiento explícito de los reclamos de autogobierno de las colonias, les dio a los opositores del virrey la oportunidad de tomar la iniciativa política. La llegada de Antonio Villavicencio y de Carlos Montúfar, los representantes de la Regencia en la Nueva Granada y en Quito, también les dio la oportunidad de movilizarse contra el gobierno virreinal. ««Página 500»». CONFLICTO EN CARTAGENA En la Nueva Granada, las primeras repercusiones de las iniciativas de la Regencia se sintieron en Cartagena. Cuando Villavicencio y Montúfar llegaron allí en mayo de 1810, su presencia tuvo un efecto inmediato y catalizador, al forzar la resolución de un conflicto entre el gobernador y sus subordinados militares por un lado, y entre el cabildo y quienes estaban a favor de la autonomía por el otro. Durante 1808 y la mayor parte de 1809, Cartagena había permanecido políticamente tranquila. Al recibir noticia de la crisis en España, la primera preocupación de la comunidad mercantil fue la de recuperar el comercio. En 901 J.D. Monsalve, Antonio de Villavicencio y la Revolución de Independencia, 2 vols. (Bogotá, 1920), vol. I, p. 70.

octubre de 1808 el consulado instó al virrey Amar para que legalizara el comercio con las colonias extranjeras en el Caribe, con el argumento de que la metrópoli pasaba por tales dificultades que ya no había esperanza de revivir el comercio con España. El consulado, de hecho, observó que aunque España tuviera la capacidad de enviar barcos a la colonia, no podría suministrar más de una tercera parte de los bienes que allí se consumían, "siendo las otras dos partes productos de manufactura ajena... recibidos del extranjero". En cuanto a las exportaciones de la Nueva Granada, la sustancia de este Estado o Reino desde hace años ha sido tomada por extraños a través de Trinidad, Cuba, Puerto Rico y Maracaibo, por los extranjeros de Santo Tomás y por el comercio angloamericano que trafica en esos puertos, o por el comercio clandestino que se ha emprendido y se emprenderá inevitablemente, en creciente escala, con Jamaica. 902 Los altos funcionarios de Cartagena apoyaron la presión de los comerciantes para legalizar el comercio con los extranjeros, sobre la base de que sólo los ingresos comerciales podían salvar de un ««Página 501»». inminente colapso a la menguada tesorería colonial. Anotaron que la situación financiera era desesperada, ya que los ingresos de las aduanas habían caído al mínimo, los monopolios del tabaco y del aguardiente a duras penas cubrían sus costos y el subsidio de Quito para el año anterior aún no había llegado. Los esfuerzos para obtener un crédito de 200.000 pesos de los comerciantes de Cartagena sólo habían producido 10.000 pesos y, como los comerciantes no habían podido cubrir el faltante en los ingresos del gobierno, la administración se había visto forzada a reducir a la mitad los salarios de sus funcionarios. 903El virrey accedió a tiempo a estas presiones y, a finales de 1808, legalizó el comercio con los extranjeros.904 A principios de 1809 empezó en serio el comercio con los ingleses, cuando una serie de embarcaciones británicas llegó a Cartagena cargada de bienes, significando así que, después del armisticio con España, el comercio entre las dos naciones estaba ahora permitido. 905El virrey Amar aceptó esto y sancionó el comercio entre los puertos de la Nueva Granada y las colonias inglesas, a la espera de una confirmación.906España, de hecho, no lo aprobó: en marzo de 1809, una instrucción metropolitana le ordenó la suspensión de todo comercio con los ingleses.907El virrey y sus consejeros decidieron prudentemente pasar por alto esta orden, y en octubre de 1809 aceptaron permitir que continuara el comercio, argumentando que era esencial tanto para el bienestar económico de la colonia 902 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 776-81. Junta de Gobierno del Consulado al gobernador de Cartagena, octubre 11, 1808. 903 Ibid., fols 781-93, 797. 904 Ibid., fols. 800-6. 905 AHNC Aduanas, tomo 22, fols. 7-19; tomo 23, fols. 307-18. 906 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 814-18. 907 AHNC Aduanas, tomo 20, fol. 448.

como para la sobrevivencia financiera del gobierno. 908Sin embargo, para este momento la situación del comercio de Cartagena ya no era un tema vital en la política de la ciudad. Pues a medida que los desarrollos en España amenazaban cada vez más la sobrevivencia del gobierno me««Página 502»». tropolitano, el gobernador de Cartagena se enfrentaba a crecientes presiones de la élite criolla para compartir el poder. En la época de la revuelta de Quito, el cabildo de Cartagena estaba dominado por la opinión conservadora y no se había mostrado inclinado a ponerse de parte de los rebeldes. Rechazó algunas insinuaciones de Quito y proclamó su lealtad a la Junta Central en cuanto representante de Fernando VII. Pero como la crisis española se agravó durante los últimos meses de 1809, la lealtad al gobierno cedió ante las exigencias de autonomía. Insistió entonces el cabildo en que el gobernador debía establecer una junta en la cual los miembros del cabildo tuvieran voz y pudieran determinar sus propios asuntos. A finales de 1809 la presión a favor de la junta provino de un reducido grupo de criollos que se reunían regularmente en casa de los alcaldes ordinarios de la ciudad, los abogados José María García de Toledo y Domingo Díaz Granados, y que se mantenían en contacto con una facción de parientes de igual parecer en Mompós. Para lograr su objetivo, el grupo desarrolló una estrategia similar a la de sus homólogos en Bogotá: trataron de influir en el cabildo para usarlo como base sobre la cual formar una junta. El gobernador, Francisco Montes, estaba muy consciente de las tácticas de sus adversarios y, como los jueces de la audiencia de Bogotá, trató de neutralizar el cabildo llenándolo con sus partidarios y simpatizantes. Fue así como cuando se celebraron las elecciones para el cabildo en diciembre de 1809, presentó sus propios candidatos, sacados de las filas de los militares del puerto. Esta maniobra falló, sin embargo, y en los meses siguientes la posición de Montes como cabeza del gobierno provincial se volvió cada vez más vulnerable. No sólo se enfrentó al antagonismo de un cabildo dominado por sus opositores, sino que también se mostró incapaz de lograr apoyo entre los principales residentes peninsulares de la ciudad. Su posición política se debilitó por su muy reciente nombramiento en la gobernación y por su llegada a Cartagena en el mismo momento en que los franceses avanzaban en España; esto lo hizo vulnerable ««Página 503»». a la acusación de que era un afrancesado, un colaborador bonapartista inclinado a aceptar el gobierno francés. Tales rumores hubieran sido menos perjudiciales de haber estado los comerciantes españoles de la ciudad convencidos de que su gobierno actuaba en beneficio suyo. Pero la alianza con el gobernador Montes no les ofreció los medios para asegurar la estabilidad política en el puerto. Cuando 908 AHNC Aduanas, tomo 13, fols. 842-7.

cayó la Junta Central y el poder pasó a la Regencia en enero de 1810, Montes se encontró en una situación cada vez más difícil. Nombrado por el viejo régimen, se mostró reacio a reconocer la Regencia y al parecer decidido a provocar un conflicto abierto con sus opositores criollos. Por un lado, los comerciantes españoles de la ciudad, muchos de los cuales tenían fuertes nexos con Cádiz, estaban ansiosos de adherirse a la causa de la Regencia e inquietos por evitar el antagonismo de los criollos. Por lo tanto, no sólo los miembros españoles del cabildo apoyaron las acciones contra Montes, sino que un importante comerciante peninsular y antiguo jefe del consulado se unió a la condena pública de sus métodos de gobierno. La llegada de Villavicencio a principios de mayo de 1810 forzó un desenlace. Mientras Villavicencio clamaba por la unidad entre europeos y americanos, el cabildo indujo al gobernador a reconocer la Regencia y lo forzó a aceptar dos delegados para compartir su mando. El cabildo también aumentó su bancada, al tomar cuatro nuevos concejeros de su propia escogencia. Fortalecido así, acusó al gobernador de obstrucción y, con ayuda de manifestaciones populares instigadas por criollos principales, decretó su destitución el 14 de junio de 1810. Para reemplazarlo —y presumiblemente neutralizar la oposición militar— el cabildo llamó al segundo al mando, el vicegobernador Blas de Soria, quien fue instalado bajo el mismo arreglo de poder compartido previamente impuesto a Montes. 909Fue éste un golpe conservador. Los hombres que compartían el poder con Soria eran ambos miembros principales del patriciado cartage««Página 504»». nero; uno era Tomás Andrés de Torres, un comerciante peninsular, y el otro Antonio de Narváez y la Torre, el diputado elegido a la Junta Central. En esta forma, criollos y españoles compartían el poder. Los comerciantes españoles del puerto se habían unido a los criollos, no para efectuar un rompimiento con España, sino para fortalecer los lazos con los restos del gobierno español en Cádiz. Su objetivo era apoyar a la Regencia y, como lo reconociera Nariño después, proteger su comercio con la metrópoli. 910Cartagena, sin embargo, prontó caería bajo el control de los criollos decididos a romper con España y, menos de un año después, una Junta Suprema haría de Cartagena la primera provincia de la Nueva Granada en declarar su absoluta independencia de la madre patria. EL DERROCAMIENTO DEL GOBIERNO VIRREINAL Tras la caída de Montes en Cartagena, el virrey y la audiencia de Bogotá quedaron cada vez más aislados. El virrey, ante el apoyo que Villavicencio le había dado al cabildo de Cartagena y temeroso de que su próxima llegada a Santa Fe precipitara un proceso similar allí, se preparó para neutralizar a sus opositores antes de que Villavicencio pisara Bogotá, y circularon rumores de que las 909 Para esta relación de la política cartagenera en 1809 y 1810 se recurre a Jiménez Molinares, Los mártires de Cartagena, vol. I, pp. 38-20. 910 La Bagatela, no. 18, noviembre 3, 1811.

autoridades habían elaborado una lista de quince importantes criollos que serían arrestados y ejecutados.911Aunque ésta era tal vez una astuta estratagema de propaganda contra el gobierno, obra de los enemigos del virrey para desacreditarlo, el rumor de una inminente represión reflejó la muy cargada atmósfera en la capital así como la profunda división que separaba ahora a la administración peninsular de sus antagonistas criollos. Y, a la espera la ciudad del próximo arribo de ««Página 505»». Villavicencio, las noticias de las provincias intensificaron la sensación de una inminente crisis. La destitución del gobernador de Cartagena a mediados de junio fue seguida por revueltas instigadas por los cabildos, en Cali el 3 de julio, el 4 en Pamplona, y, más cerca de la capital, en el Socorro el 9 y 10 de julio. De éstas, la rebelión del Socorro representaba la mayor amenaza para el gobierno, debido a su carácter violento, popular y anti-español. Los ciudadanos de la ciudad del Socorro, dirigidos por miembros de familias criollas, se habían levantado contra su corregidor (un peninsular nombrado por el virrey Amar en lugar de un titular criollo), y después de un tumulto en el que varias personas murieron, el corregidor y las fuerzas militares locales fueron derrotados y el gobierno entregado al cabildo. Este, posando de defensor de la santa religión y del soberano Fernando VII, declaró el 11 de julio su independencia del gobierno del virrey y apeló a los cabildos de las ciudades vecinas de San Gil y Vélez para que se unieran a él en un gobierno independiente.912 Fue entonces con un fondo de creciente agitación y de abierta rebelión en las provincias como los disidentes santafereños contemplaron su situación y deliberaron sobre su siguiente paso. El 19 de julio, en una reunión secreta, un pequeño grupo de criollos —entre ellos Camilo Torres, José Miguel Pey, Jorge Tadeo Lozano, Ignacio de Herrera, Joaquín Camacho y José Acevedo y Gómez— acordó ocasionar un incidente al otro día para forzar al virrey a convocar una junta. Su plan era incitar una revuelta popular en la plaza mayor y en día de mercado, involucrando al rico comerciante español José Llorente en una disputa con uno de ellos, Antonio Morales. El plan se llevó a cabo tal como lo habían concebido, y aunque los conspiradores estuvieron al borde de fracasar, la amenaza de desórdenes violentos en las calles convenció al virrey de negociar primero y luego aceptar la demanda del cabildo de una junta suprema. El virrey Amar describió el acontecimiento en unas rápidas líneas añadidas a

««Página 506»». 911 Monsalve, Antonio Villavicencio, vol. I, p. 87; José Acevedo y Gómez a Miguel Tadeo Gómez, julio de 1810, en Adolfo León Gómez, El Tribuno de 1810 (Bogotá, 1910), p. 46. 912 Horacio Rodríguez Plata, La Antigua Provincia del Socorro y la Independencia (Bogotá, 1963), pp. 17-38.

una carta que le estaba escribiendo al virrey Abascal del Perú: "No puedo continuar", garrapateó apresuradamente, "porque todo ha estado agitado esta noche y han exigido sus derechos y constituido una junta de vigilancia como la establecida recientemente en Cádiz; espero que Vuestra Alteza tenga tiempos más felices con el gobierno a vuestro mando". 913Amar y Borbón, sin embargo, no había sido del todo expulsado, pues se acordó que debería actuar como presidente de la nueva junta, con José Miguel Pey, el alcalde mayor del cabildo, como vicepresidente. Al día siguiente la junta, presidida por el virrey, celebró su primera sesión y sus miembros juraron lealtad a la Regencia y gobernar en nombre de Fernando VII.914 El derrocamiento del gobierno virreinal en Bogotá fue esencialmente, entonces, un golpe de Estado llevado a cabo por una camarilla de notables criollos que, ante la desintegración del gobierno en España, aprovecharon la ocasión para arrebatar el poder de las manos de los funcionarios reales, quienes habían perdido su autoridad para gobernar durante la prolongada crisis española. Al contrario de la insurrección de los comuneros de 1781, el movimiento contra el gobierno de 1810 no surgió del descontento y la rebelión populares; fue fraguado por una facción del patriciado santafereño que, al ver desplomarse las murallas del gobierno real en las provincias, forzó a un virrey confundido y desmoralizado a ceder una parte del poder. Esto no lo lograron los criollos solos. La disposición de multitudes procedentes de la clase baja urbana para apoyar a los juntistas en la noche del 20 de julio fue de crucial importancia para ««Página 507»». su feliz conclusión. Más importante, sin embargo, fue el éxito de los criollos en neutralizar las fuerzas militares de la capital mediante negociaciones con el gobierno y el nombramiento de oficiales del ejército. También los ayudó el carácter del virrey. Viejo, sordo y desalentado por el creciente deterioro del gobierno en España, la voluntad de Amar de seguir ha debido de debilitarse aún más con la noticia, llevada por Villavicencio, de que el Consejo de la Regencia lo había reemplazado. En el momento de la crisis optó por cederle la responsabilidad al oidor Jurado, quien había llegado recientemente a Bogotá, y aceptó su opinión de que la mejor forma de evitar la violencia era evadir la resistencia. Por lo tanto se 913 AGI, Diversos, legajo I (Ramo 1, no. 4), Amar y Borbón a Abascal, julio 21, 1810. 914 Para una relación detallada de los acontecimientos del 20 de julio, véanse Ortíz, Génesis de la revolución, pp. 135-203, y LiévanoAguirre, Los Grandes Conflictos, pp. 557-87. Ambos se basan sustancialmente en las gráficas narraciones contemporáneas de "La Constitución Feliz: Periódico Político de la Capital del Nuevo Reino de Granada" y del "Diario Político de Santafé de Bogotá", periódicos que se fundaron en 1810 y que publicaron en la capital los primeros relatos de la revolución. Reproducidos en Luis Martínez Delgado y Sergio Elías Ortíz (eds.), El Periodismo en la Nueva Granada, 1810-1811 (Bogotá, 1960).

pusieron tropas a disposición del cabildo, en lugar de usarlas en su contra. 915La habilidad de los conspiradores para actuar sin la interferencia del ejército se fortaleció, además, por la cooperación de Antonio Baraya, un oficial criollo que los ayudó a socavar la guarnición santafereña desde dentro. Es claro que la junta de Bogotá no estaba empeñada en la independencia de España y que sus miembros deseaban evitar cualquier disturbio social. Por ello buscaron primero compartir el poder con el virrey y con miembros escogidos de la burocracia colonial. Fue sólo cuando un grupo de radicales jóvenes, acaudillados por José María Carbonell, movilizó el apoyo popular contra los restos del antiguo régimen, que los principales criollos de la junta repudiaron sus relaciones con los funcionarios coloniales. Carbonell, quien había sido un funcionario menor de la Expedición Botánica, jugó un papel clave en sacar la multitud a la calle en la noche del 20 de julio, y él y sus seguidores organizaron después a la gente de los barrios populares para lograr el arresto del oidor Hernández de Alba y del fiscal Frías. A su captura siguió muy pronto la de otros oidores y peninsulares; el 25 de julio el mismo virrey Amar fue puesto bajo arresto, y empezó entonces una lucha por el control del gobierno. ««Página 508»». El tumulto popular, alimentado por el antagonismo de las clases bajas hacia los españoles y acaudillado por un radical que a todas luces deseaba romper definitivamente con el régimen colonial, súbitamente eclipsó las cautas maniobras de los notables criollos. La movilización popular resultó sin embargo breve. No fue más allá de la usanza de atacar a los funcionarios, ya vista en tantos desórdenes populares en las postrimerías de la Colonia neogranadina, y la junta de criollos mantuvo con éxito su autoridad en Bogotá. Para hacer valer su autoridad, los notables de la junta establecieron departamentos de gobierno y movilizaron el apoyo armado. En primer lugar, la junta dividió a sus treinta y siete miembros en secciones encargadas de supervisar los asuntos de gobierno, finanzas, comercio, guerra y de la Iglesia; en segundo lugar, con el fin de controlar a los radicales de la ciudad, organizó una fuerza militar apelando a los hacendados de la sabana de Bogotá para que reunieran a sus dependientes en destacamentos de caballería. Carbonell y sus seguidores prosiguieron su agitación y establecieron después una junta popular en apoyo de sus ideas políticas de soberanía e igualdad populares. El 13 de agosto inflamaron de nuevo al pueblo, causando esta vez disturbios que obligaron a la junta a trasladar al virrey y a la virreina de su arresto domiciliario a la prisión pública de la ciudad. Esta radicalización de la rebelión fue efímera. Horrorizada por la forma insultante y ruda con que la multitud había tratado a Amar y a su esposa, la élite criolla de Bogotá obtuvo su liberación y calladamente los sacó de la ciudad el 15 de agosto de 1810. La junto dio entonces su primer paso para reprimir la actividad popular que amenazaba la estabilidad de su gobierno, y el 16 de agosto arrestó a 915 Véanse los comentarios del oidor Carrión, en Banco de la República, Proceso histórico, pp. 203-4.

Carbonell y a algunos de sus compañeros916. Como sus homólogos de Cartagena, los notables criollos de Bogotá habían logrado una rápida transferencia de poder a un privilegiado círculo y, después de aguantar el desafío de unos pocos individuos que estaban a favor ««Página 509»». de la revolución popular, durante los meses restantes de 1810 la junta dedicó su atención a consolidar una autoridad más amplia en la Nueva Granada. En su primera sesión del 21 de julio, la junta se había declarado gobierno supremo provisional de la Nueva Granada y exhortó a los cabildos de todo el territorio para que enviaran delegados a la capital con el fin de constituir una especie de gobierno federal "basado en la libertad y respectiva independencia" de las provincias.917Esta proclama reflejaba las opiniones de la élite reformista ilustrada, que deseaba el cambio político firmemente dirigido desde arriba y se mostraba ansiosa por evitar cualquier perturbación del orden social existente. Tales hombres no se oponían necesariamente a una participación política más amplia, pero tenían el propósito de que el futuro gobierno de la Nueva Granada se basara en la asociación de ciudadanos respetables, educados y propietarios quienes, en razón de su rango social y de su cultura, se veían a sí mismos como los líderes naturales de la sociedad. De manera que cuando la junta de Bogotá estableció el 10 de diciembre de 1810 las reglas para las elecciones de delegados provinciales, ordenó que el sufragio se limitara a los dueños de casas y propietarios, y excluyó explícitamente a los sirvientes o dependientes. También evitó la junta un llamado claro a la independencia. Aunque repudió la Regencia, prefirió esperar el resultado de los acontecimientos en España antes de romper por completo con la metrópoli. Estaba, por lo tanto, dispuesta a aceptar delegados tanto de las provincias que reconocían a la Regencia como de aquellas, como Popayán o Santa Marta, que todavía estaban bajo el control de funcionarios reales. ««Página 510»». EL COLAPSO DE LA AUTORIDAD CENTRAL Si la junta tuvo éxito en imponer su autoridad en Bogotá para fines de 1810, sus pretensiones de liderazgo sobre el resto de la Nueva Granada pronto se frustraron. La primera oposición provino de la junta de Cartagena, que promulgó un manifiesto declarando que el congreso de las provincias se debía reunir en Medellín y no en Bogotá. Las diferencias regionales se multiplicaron entonces con rapidez, al fragmentarse las provincias en áreas rivales. Sogamoso se separó de Tunja, Mompós de Cartagena, Vélez del Socorro, Quibdó de Nóvita e Ibagué y Tocaima de Mariquita. La determinación de las élites locales de controlar sus propias áreas también creó divisiones en el sur, en la provincia de Popayán. En la misma ciudad de Popayán el oficial del ejército español Miguel Tacón permaneció 916 Liévano Aguirre, Los grandes conflictos, pp. 591-615. 917 Citado en Restrepo, Historia de la Revolución, vol. I, p. 134.

en su cargo de gobernador y, cuando quiso mantener su autoridad en toda la provincia, Cali y las ciudades del valle del Cauca formaron una alianza opositora de las "Ciudades Confederadas del Valle". Cuando el primer congreso de las provincias de la Nueva Granada se reunió por fin en Bogotá, el 22 de diciembre de 1810, sólo asistieron seis diputados en representación de Bogotá, el Socorro, Pamplona, Neiva, Nóvita y Mariquita. Pero incluso este pequeño grupo fracasó en alcanzar la concordia. Pues aunque la junta se negó a aceptar delegados de áreas que se habían separado de sus provincias, la mayoría del congreso estuvo a favor de los diputados de Sogamoso y de Mompós. Y cuando la junta se valió de la censura y de la intimidación militar para imponer su voluntad, el congreso se disolvió, sin haber logrado nada, en febrero de 1811. 918 Después de la disolución de este primer y fallido congreso, la división territorial y la discordia se profundizaron aún más. Para marzo de 1811 Bogotá formó su propia República de Cundinamarca, la cual, por seguir reconociendo los derechos de Fernando VII, se ««Página 511»». convirtió en "una monarquía de forma republicana". Su primer presidente, Jorge Tadeo Lozano, fue en efecto satirizado como "Su Majestad el Rey Jorge I". Cuando Nariño tomó el lugar de Lozano más tarde ese año, Bogotá se convirtió de nuevo en un foco de centralismo, pero durante los años siguientes, la mayor parte de las provincias se negó a aceptar su liderazgo. Ahora que habían desaparecido la autoridad y el poder de España, los cabildos de las provincias consideraban la independencia de la hasta entonces capital del virreinato más importante que la independencia del poder metropolitano. Así que la Nueva Granada se fragmentó en ciudades y regiones en pugna, algunas de las cuales se dividieron aún más por el choque de facciones locales opuestas. De manera que en la Nueva Granada, una vez librada del campo magnético de la autoridad española, salieron a la luz las diferencias regionales, económicas y políticas altamente localistas de facciones que la estructura del gobierno colonial había cobijado, subdividiendo el país en unidades autónomas. En los años posteriores a 1810, la unidad administrativa que el gobierno borbónico había tratado de imponer en el territorio durante el siglo XVIII se derrumbó en medio de un revoltijo de fuerzas rivales. Ahora que el poder había recaído en el "pueblo", no hubo consenso sobre quién debería detentarlo y cómo debería ejercerlo. Si la visión de una patria americana, surgida durante las décadas finales de gobierno español, había servido de foco de oposición a la metrópoli, pronto demostró ser incapaz de contrarrestar las fuerzas centrífugas incrustadas en el diseño neogranadino de regiones distintas. En los años siguientes, las élites regionales buscaron tercamente sus propios intereses y, al fracasar en la formación de una política nacional coherente, abrieron el camino para la reconquista española de la Nueva Granada en 1815.

918 Ibíd., vol. I, pp. 142-54; Liévano Aguirre, Los grandes conflictos, pp. 641-70.

««Página 512»». EPÍLOGO Después de la caída del gobierno virreinal en 1810, la Nueva Granada gozó apenas de un respiro de libertad. Enfrascadas en asuntos locales, las provincias fracasaron en unirse contra una monarquía española resurgente, y tras el arribo a Santa Marta del ejército expedicionario de Morillo, en 1815, las fuerzas españolas reconquistaron velozmente el virreinato. La reconstrucción permanente del orden colonial fue más difícil. Si el desgaste a causa de los conflictos civiles y de la desunión de las provincias facilitó la reconquista española de 1815 a 1816, la salvaje represión que siguió ayudó a reavivar la oposición al renaciente régimen colonial.919 En algunas regiones, una resistencia popular nacida de la libertad disfrutada entre 1810 y 1815 montó una insurrección contra los españoles que, si bien no pudo crear una nación, conservó viva la idea de independencia y abrió el camino de la liberación.920 En 1819 Bolívar cruzó los Andes con su ejército irregular formado en los llanos de Venezuela y, al derrotar a las fuerzas enemigas en Boyacá, dio principio a la liberación definitiva del país. En ese momento tuvo la Nueva Granada un gobierno republicano, pero fue incluida, junto con Venezuela y Ecuador, en la alianza tripartita que los historiadores conocen como la Gran Colombia. Este convenio duró hasta ««Página 513»». 1830 cuando, después de una serie de revueltas locales contra el gobierno de Bolívar, Venezuela y Ecuador se separaron de la unión y se convirtieron en repúblicas independientes. En 1832 se estableció la República de la Nueva Granada bajo un gobierno central en Bogotá, formando la base del Estado que, después de muchas alteraciones constitucionales, se convirtió en 1886 en la República de Colombia. La independencia no propició una época de transformaciones económicas. Al principio los líderes neogranadinos previeron un brillante futuro para el naciente Estado, ahora libre de ofrecer sus recursos en los mercados del mundo. Liberados de las trabas del gobierno español, asumieron que el retorno de la paz, la apertura de contactos libres con otras naciones y la remoción de los controles institucionales españoles les proporcionarían las condiciones suficientes para el desarrollo de la economía. Pero la liberación de la maraña del pasado español no era fácil de lograr. Aunque desapareció la carga de las imposiciones comerciales y 919 Hermes Tovar Pinzón, "Guerras de Opinión y Represión en Colombia durante la Independencia", ACHSC, vol. II (1983), pp. 187-233.

920 Oswaldo Díaz Díaz, La reconquista española, 2 vols. (Bogotá 1964-7), passim; Brian R. Hamnett, "Popular Insurrection and Royalist Reaction: Colombian Regions, 18101823", en Fisher, Kuethe, and McFarlane (eds.), Reform and Insurrection, pp. 292-326.

fiscales, las estructuras económicas y sociales que evolucionaron durante los siglos de gobierno colonial eran obstáculos más perdurables para el cambio. En términos económicos, la liberación de España tuvo importantes implicaciones. En cuanto nación independiente, la Nueva Granada accedió en forma directa a los mercados y al capital extranjeros, la política económica fue puesta bajo una dirección nacional y los empresarios locales pudieron participar más en el comercio externo del país. A largo plazo, la importancia de estos cambios fue considerable, porque permitió alteraciones tanto en el destino como en la composición del comercio exterior, al fortalecer a los grupos mercantiles domésticos y al modificar la relativa importancia de poblaciones y regiones dentro de la economía. Pero durante las primeras décadas de gobierno republicano, la economía de la Nueva Granada experimentó sólo leves ajustes a los esquemas de funcionamiento característicos del período colonial. ««Página 514»». Durante la década de 1820, los políticos atribuyeron el atraso económico del país a los efectos del mercantilismo español y asumieron que el desmonte de los obstáculos a la iniciativa privada era suficiente tanto para promover la recuperación económica como para sentar la base de una prosperidad futura. Por consiguiente, entre las primeras iniciativas de la legislatura de la república en el Congreso de Cúcuta de 1821 hubo medidas para abolir las restricciones fiscales y corporativas a la producción y al comercio, para promover la libertad del comercio exterior y para fomentar mercados libres de tierras y trabajo. 921 El progreso económico, sin embargo, no estuvo a la altura de las expectativas de esos años, en gran parte porque la situación de la Nueva Granada en la economía internacional seguía siendo fundamentalmente la misma. El comercio exterior continuó apoyándose en las exportaciones de oro, y el país por lo tanto conservó una posición dentro la economía mundial esencialmente igual a la del período colonial. Como otros países latinoamericanos, la Nueva Granada vivió una breve pero intensa expansión del comercio y la inversión de británicos, pero el repentino auge pronto terminó. Con los préstamos británicos de 1820, 1822 y 1824 al gobierno de la Gran Colombia, se produjo un rápido ascenso del comercio con la Gran Bretaña, puesto que los préstamos suministraban moneda extranjera. Cuando el gobierno dejó de pagar en 1826, se cortó el flujo de inversiones y el país dejó de ser atractivo para las empresas y el capital británicos. Sin financiamiento externo, el comercio ultramarino se hundió de nuevo en los viejos esquemas coloniales durante las décadas de 1830 y 1840, al tener las importaciones que limitarse a la capacidad del país de entregar oro a cambio. 922 El capital británico se alejó entonces de la América Latina y miró hacia mejores 921 Para una relación de la política económica durante la Gran Colombia, véase David Bushnell, The Santander Regime in Gran Colombia (Newark, 1954), pp. 127-150. 922 Sobre los préstamos extranjeros, véase ibid., pp. 112-26; sobre el comercio británico y de los Estados Unidos con Colombia, véase McGreevey, Economic History of Colombia, 1845-1930, pp. 35-6.

««Página 515»». oportunidades en Europa y los Estados Unidos; en estas condiciones, la Nueva Granada siguió subsistiendo dentro de la "vieja periferia" de los productores de metales preciosos hispanoamericanos, a la espera de un cambio de dirección del capital y el comercio europeos.923 Al no materializarse las nuevas oportunidades en los mercados internacionales, no hubo una base alternativa para el crecimiento. Aunque los políticos reconocían la necesidad de promover el desarrollo económico, fueron incapaces de tomar medidas que pudieran efectivamente cumplir con ese propósito. Con el fracaso del enfoque librecambista que se siguió en la década de 1820, el estancamiento económico debilitó el compromiso con las políticas liberales. Durante esta década hubo una fuerte minoría conservadora en la legislatura que, oponiéndose a las políticas liberales hacia los bienes de manos muertas y a los esfuerzos por liberar las tasas de interés de las restricciones coloniales, expresó la inconformidad de aquellos que aún conservaban cierto afecto por la organización social y las actitudes morales del viejo orden. 924 Después del colapso de la Gran Colombia en 1830, estos enfoques conservadores de la política económica jugarían un papel cada vez más influyente en la formulación de la acción gubernamental. Bajo la administración conservadora de la República de la Nueva Granada, el ejemplo borbónico de reforma desde arriba, por dictado del gobierno, seguía siendo pertinente. Durante el siglo XVIII, la administración borbónica había adelantado planes para promover la explotación de los recursos económicos de la colonia mediante la introducción de la moderna tecnología minera y la difusión de conocimientos científicos prácticos. Aunque ninguno de estos esquemas tuvo mayor éxito, la creencia de que el gobierno era una agencia decisiva para la reforma y la racionalización, y de que la educación ««Página 05»». y las innovaciones científicas eran vitales para el progreso económico, dejó honda huella en las actitudes de la élite gobernante colombiana. En la década que siguió a la independencia, estas actitudes se reflejaron en proyectos para contratar científicos europeos con el fin de que trabajaran en la Nueva Granada, y en planes para guiar a los estudiantes universitarios hacia el estudio de las ciencias aplicadas.925 Durante las décadas de 1830 y 1840, la intervención del gobierno en 923 El término "vieja periferia" es de Wallerstein: véase Immanuel Wallerstein, The Modern World System II: Mercantilism and the Consolidation of the European-WorldEconomy, 1600-1750 (New York, 1980), pp. 166-7; sobre las tendencias de la inversión británica en América Latina en este período, véase P.L. Cottrell, British Overseas Investment in the Nineteenth Century (Londres, 1975), pp. 19-25.

924 Bushnell, The Santander Regime, pp. 19-25. 925 Para una relación de las principales tendencias sociales y políticas en Colombia después de la independencia, véase Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX (Bogotá, 1974), pp. 119-49. Sobre las actitudes hacia la ciencia y la educación, véase Frank R. Safford, The Ideal of the Practical (Austin, Texas, 1976), pp. 99-123.

la promoción del desarrollo económico también se extendió a otras áreas, al coquetear los estadistas conservadores con las soluciones neomercantilistas para los problemas de la depresión económica y de los desórdenes políticos. De su política surgieron dos tendencias netas, pero relacionadas entre sí. En primer lugar, se dieron pasos para fomentar el desarrollo de la industria doméstica mediante el ofrecimiento de ayuda gubernamental a los empresarios. Las concesiones privilegiadas de monopolios totales o parciales concedidas por el gobierno de Santander se ampliaron bajo los gobiernos de la República de la Nueva Granada. Entre 1832 y 1844, derechos exclusivos para la aplicación de nuevas técnicas fueron concedidos a empresas productoras de cerámica y porcelana, papel, vidrio, tela de algodón y hierro. El gobierno también ofreció préstamos a largo plazo y a bajas tasas de interés a empresas nuevas, aunque el estado financiero del erario público probablemente significó que pocos, tal vez ninguno, de estos préstamos se concedieron en realidad. 926 Además, también trató de estimular el entrenamiento para oficios industriales con la fundación de talleres, la creación de planes de aprendizaje y la tarea de infundir hábitos industriosos en las clases bajas, con incentivos así como con obli««Página 517»». gaciones materiales.927 La segunda estrategia en importancia del gobierno en su política para promover el crecimiento industrial consistió en la protección arancelaria. En 1831, el Secretario de Hacienda, José Ignacio de Márquez, presentó una serie de alegatos para adoptar una política proteccionista, adversa a la importación de bienes extranjeros, con el fin de fomentar el desarrollo de la industria frenado por el sistema colonial.928 La búsqueda de la industrialización era, sin embargo, quimérica, y el esquema colonial de pagar con oro bienes manufacturados permaneció intacto. La minería y el negocio de importaciones que sostenía siguieron siendo los sectores más productivos de la economía, y el escaso capital huyó hacia el extranjero en pago de divisas o se comprometió en importaciones o en el financiamiento de los préstamos del gobierno. En tales circunstancias era políticamente imposible brindarle protección efectiva a la industria nacional o crear las instituciones monetarias requeridas para poner remedio a la escasez de capital. Promover una industria nacional autónoma requería mucho más que las panaceas de los políticos conservadores. Exigía el apoyo de un gobierno financieramente estable y 926 Estos proyectos y sus resultados están descritos en Safford, "Commerce and Enterprise", pp. 150-75, 179-86. 927 Safford, The Ideal of the Practical, pp. 55-72. 928 Estos alegatos fueron expuestos en un discurso a la Convención de 1831. Para una extensa cita de este discurso que muestra las principales ideas de Márquez, véase Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, pp. 194-8. También Aníbal Galindo, "Apuntamientos para la historia económica del país" (1874), cap. 3, en Galindo, Estudios económicos y fiscales (Bogotá, 1978), pp. 142-50.

próspero, sostenido y bajo la influencia de grupos con intereses en la manufactura. La ausencia de ambas condiciones era notoria, y el pálido proteccionismo fiscalmente orientado de las administraciones conservadoras, con su propensión a proyectos y contratos monopolistas, y su preocupación por los conocimientos útiles, la educación y el entrenamiento técnico, fueron débiles intentos de reforma social y económica que no dejaron contento a nadie. Para fines de la década de 1840, la desilusión dentro de las élites políticas y económicas y entré los artesanos urbanos produjo un período de agitación y confronta««Página 518»». ción. Entre 1849 y 1854, una nueva coalición de intereses, firmemente comprometida con el libre comercio, se colocó en primer plano de la política nacional, marcando así el principio de una hegemonía liberal que duraría casi hasta finales del siglo XIX.929 En las primeras décadas de independencia no hubo, entonces, una base para el desarrollo económico autónomo, y los gobiernos republicanos no tuvieron más éxito en la promoción del desarrollo económico que sus predecesores borbónicos. Colombia siguió siendo un racimo de regiones desigualmente desarrolladas, comunicadas apenas por una red primitiva de transporte fluvial y de trochas montañosas, y un Estado nacional que no era compatible con una economía nacional. La república cubría, por el contrario, un archipiélago de regiones escasamente pobladas y en gran medida autosuficientes, con culturas locales diferentes y poca interdependencia económica. Tampoco encontró Colombia, hasta el desarrollo de las exportaciones de tabaco a mediados del siglo, un producto capaz de generar el comercio activo que requería para estimular su economía. En estas circunstancias, no existía una base firme para el desarrollo autónomo o la estabilidad política. Los intentos de promoción de la industria nacional durante la década de 1830 fueron esencialmente una reacción improvisada ante el estancamiento y la depresión, y aunque algunos estadistas colombianos jugaron con la idea de la industrialización doméstica, su capacidad para alcanzarla se vio continuamente frustrada por la debilidad del gobierno y la división de las élites regionales, consecuencias ambas de una economía fragmentada. Carentes 929 Para un breve estudio de la política colombiana en estos años, véase J. León Helguera, "The Problem of Liberalism versus Conservatism in Colombia, 18491885", en Frederick B. Pike (ed.), Latin American History: Select Problems (New York, 1969), pp. 226-32. También Jaime Jaramillo Uribe, "Las sociedades democráticas de artesanos y la coyuntura política y social colombiana en 1848", en ACHSC, vol. 8 (1976) pp. 5-18, y sobre la influencia de las ideas francesas, R.L. Gilmore, "Nueva Granada's Socialist Mirage", HAHR, vol. 34 (1956). Para un estado más detallado del surgimiento del partido liberal y del período de su predominio, véase Helen Delpar, Red against Blue: The Liberal Party in Colombian Politics, 1863-1899 (Universidad de Alabama, 1981), passim.

««Página 519»». de recursos financieros adecuados e incapaces de imponer una autoridad estable en todo el territorio nacional, los primeros gobiernos republicanos no tuvieron los medios para cumplir con sus obligaciones básicas, y mucho menos para jugar un papel importante en el estímulo de una transformación económica. A mediados del siglo, incapaz de formar una unidad nacional en medio de lasd2df diferencias regionales y de la creciente división social, un sector de la élite colombiana recurrió a nuevas soluciones. Decididos a vencer el legado del colonialismo, los liberales exigieron reformas radicales tanto en la esfera política como en la económica. Esto produjo un compromiso con el libre comercio y, desde alrededor de 1850 hasta principios de la década de 1880, la economía colombiana entró en una nueva fase de desarrollo, basada en ciclos de exportación de productos agrícolas, poniéndose así más a tono con los mercados externos. Rechazadas entonces las vagas e inoperantes ideas de industrialización presentes en la década de 1830, tomó su lugar una nueva visión de Colombia como parte integral y complementaria de la economía internacional. Sin embargo, en su afán por erradicar del país los residuos del colonialismo y de seguir un nuevo camino, los liberales tendieron a pasar por alto las perdurables influencias del pasado colonial, así como su capacidad de obstaculizar y alterar la innovación. Al asumir que la búsqueda del beneficio particular era sinónimo del bienestar público, los gobiernos liberales siguieron políticas que tendieron a acentuar, más que a remediar, las divisiones sociales.930 Es así como, al recapitular la experiencia de Colombia durante del siglo XIX, un político liberal recordó que "en Colombia, las primeras, si no las únicas industrias de carácter nacional y popular, han sido las guerras civiles y la política".931

««Página 520»». En blanco

930 Esta es la tesis que sostiene McGreevey, Economic History of Colombia, pp. 67181. 931 José María Quijano Wallis, citado por Charles W. Bergquist, Coffee and Conflict in Colombia, 1886-1910 (Durham, North Carolina,1978).

««Página 521»». APÉNDICE A LA POBLACIÓN DE LA NUEVA GRANADA TABLA 1 DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA NUEVA GRANADA, 1778-80 Provincia

Santa Fe 28.057 (Incl. Guaduas

32.054

Libres todas razas 35.573

Tunja

101.658

32.107

97.897

4.767

236.429

932

3.399

4.475

19.980

1.471

27.125

Mariquita

12.336

4.436

26.313

4.083

47.168

Neiva

5.908

3.850

15.810

888

26.456

Antioquia

7.866

2.034

27.535

8.931

46.366

332

5.414

3.160

5.756

14.662

Pamplona

Chocó

933

Blancos

Indios

deEsclavos las

Total

1.463

97.147

932 En el censo de 1778-80, se incluye a la ciudad de Pamplona como parte de la provincia de Tunja. Aquí, Pamplona ha sido tratada como una provincia separada al incluir en su población la de la alcaldía de Betas de Pamplona y la de la vieja ciudad minera de Salazar de las Palmas. Los datos sobre éstas son del AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6, fol. 273. Por lo que Pamplona y su área circundante fueron separadas de Tunja, los datos de población de esa área han sido reducidos como corresponde 933 El dato del Padrón General del Chocó es inexacto. Estos datos son del censo provincial hecho en el Chocó en 1778, y proceden del AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6, fol. 377.

Popayán

9.768

11.363

29.949

13.380

64.460

Tumaco

512

156

490

1.981

3.139

Raposo

99

290

549

2.259

3.197

Iscuandé

612

363

855

921

2751

Pasto y pastos

los10.075

15.592

922

184

26.773

934

Barbacoas

521

512

1.678

3.907

6.618

Cartagena

13.850

19.416

75.940

9.626

118.382

Santa Marta

4.566

8.504

22.882

3.988

39.940

Riohacha

351

633

3.513

453

3.950

Girón

1.470

126

4.593

804

6.993

1.558

15.189

4.046

119

20.912

Los Llanos

935

934 No hay datos para Barbacoas en el censo de 1778-80. Este dato se toma del censo de 1797, encontrado en AGI Santa Fe 623, gobernador de Popayán, diciembre 5, 1797. 935 Por consideraciones de claridad, la población de los Llanos se ha concentrado en la ciudad de Morcote en el mapa 2.1. En realidad, la población estaba dispersa en un área grande. Fuente: A no ser de que se especifique lo contrario, todos los datos proceden del "Padrón General del Virrey del Nuevo Reino de Granada" reproducido en Perez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, cuadro A. Otras fuentes se indican arriba.

««Página 522»». TABLA 2 LA COLONIZACIÓN A FINES DEL SIGLO XVIII Región 1. Región Caribe Cartagena Santa Marta Río Hacha Total Regional 2. Cordillera Oriental Santa Fe Tunja Girón Pamplona Total Regional 3. Valle Alto de Magdalena Mariquita Guaduas Neiva Total Regional 4. Cordillera Central Antioquia

Población

% del total

118.382 39.940 3.950 162.272

14.93 5.04 0.50 20.47

88.348 236.429 6.993 27.325 359.095

11.15 29.81 0.88 3.45 45.29

47.168 8.799 26.456 82.423

5.95 1.11 3.34 10.40

46.366

5.85

5. Valle alto del Cauca Popayán

8.13

6. Alturas del Sur Pastos de los Pastos

26.773

3.38

7. Tierras Bajas de Pacifico Raposo Iscuandé Tumaco Barbacoas Chocó

3.197 2.751 3.139 6.618 14.662

0.40 0.35 0.40 0.83 1.85

Total Regional 8. Llanos Orientales Llanos

30.367

3.83

20.912

2.64

TOTAL

792.668

100%

««Página 523»». Apéndice A TABLA 3 DISTRIBUCIÓN ÉTNICA EN LA NUEVA GRANADA Blancos

Indios

Libres deEsclavos todos colores

1. Región Caribe Cartagena Santa Marta Río Hacha Total Regional

6.82 2.25 0.17 9.24

12.41 5.43 0.40 18.24

20.50 6.21 0.68 27.39

14.81 6.14 0.70 21.65

2. Cordillera Oriental Santa Fe Tunja Girón Pamplona Total Regional

12.50 50.09 0.72 1.67 64.98

20.16 20.51 0.08 2.86 43.61

8.21 26.59 1.25 4.86 40.91

1.81 7.34 1.24 2.26 12.65

3. Valle del Magdalena Mariquita Guaduas Neiva Total Regional

6.08 1.32 2.91 10.31

2.83 0.31 2.46 5.60

7.15 1.45 4.29 12.89

6.28 0.44 1.37

4. Cordillera Central Antioquia

3.88

1.30

7.48

13.74

5. Valle alto del Cauca Popayán

4.81

7.26

8.13

20.59

6. Alturas del Sur Pasto y los Pastos

4.96

9.96

0.25

0.28

7. Tierras Bajas del Pacífico

Raposo Iscuandé Tumaco Barbacoas Chocó Total Regional

0.05 0.30 0.25 0.26 0.16 1.02

0.19 0.23 0.10 0.73 3.46 4.31

0.15 0.23 0.13 0.46 0.81 1.83

3.48 1.42 3.05 6.01 8.86 22.82

8. Llanos Orientales Llanos

0.77

9.70

1.10

0.18

100%

100%

TOTAL 100% 100% Expresada en porcentajes del total de la población.

««Página 524»». TABLA 4 COMPOSICIÓN ÉTNICA DE LAS PRINCIPALES REGIONES % Blancos % Indios

%libre de todos% los colores Esclavos

1. Región Cribe Cartagena Santa Marta Río Hacha Total Regional

11.70 11.43 8.89 11.57

16.40 21.29 16.03 17.60

63.77 57.29 63.62 62.17

8.13 9.98 11.47 8.67

2. Cordillera Oriental Santa Fe Tunja Girón Pamplona Total Regional

28.27 43.00 21.02 12.53 36.73

35.72 13.58 1.80 16.50 19.01

34.23 41.41 65.68 66.29 41.97

1.33 2.02 11.50 5.42 2.29

3. Valle Alto del Magdalena Mariquita Guaduas Neiva Total Regional

26.15 30.49 22.33 25.39

9.40 5.60 14.55 10.65

55.69 60.62 59.76 57.58

8.66 3.28 3.36 6.38

4. Cordillera Central Antioquia

16.97

4.39

59.39

19.26

5. Valle Alto del Cauca Popayán

15.15

17.63

46.46

20.76

6. Alturas del sur Pasto y los Pastos

37.63

58.24

3.44

0.69

7. Tierras Bajas del Pacífico Raposo Iscuandé Tumaco Barbacoas Chocó Total Regional

3.10 22.25 16.31 7.87 2.26 6.84

9.07 13.20 4.97 7.64 36.93 22.18

17.17 31.08 15.61 25.36 21.55 22.17

70.66 33.48 63.11 59.04 39.26 48.82

8. Llanos Orientales Llanos

7.45

72.63

19.35

0.57

««Página 525»». Apéndice A TABLA 5 DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA REGIÓN DE LA COSTA CARIBE Lugar

Blancos

Provincia de Cartagena 1. Cartagena de Indias,4.393 (incluidas parroquias de San Lazaro, Bocachica y Barú) 2. Tumaco 71 3. Truana 1 4. Arjona 106 5. Mahates 109 6. Palenque 2 7. Maria y Flamencos 2 8. San Estanislao 168 9. Timiriguaco 43 10. Barranquilla 52 11. Soledad 73 12. Sabanagrande 62 13. Santo Tomás 26 14. Sabanalarga 38 15. Real de la cruz 58 16. Santa Rosa 16 17. Santa Catalina 15 18.Palmar de Candelaria 1 19. Baranoa 43

Indios

Libres deEsclavos Total todas las razas

88

8.832

3.048

16.361

512 285

549

181

1.105 2.035 314 710 1.674 482 2.580 1.940 1.719 1.062 2.282 2.332 600 678 668 1610

190 229 394 636 101 7 44 67 28 29 92 84 84 17 24 28

1.313 286 1.401 20373 710 1.348 1943 532 2.676 2.080 1.809 1.117 2.412 2.474 700 710 713 1.681

20. Malambo 21. Galapa 22. Tubará 23. Usiacurí 24. Pijón 25. Barranca 26. Yucal 27. Corozal 28. Tolú 29. Lorica 30.Momil 31. Sincelejo 32. Pinchorroy 33. San Carlos 34. San Tero

3 1 1 3 18 75 1 609 232 1.056 235 382 371 2 53

828 539 957 894 431

Blancos

Indios

35 344 16 375 79 676

247

44

2.104 1.254 3.447 683 983 750 487 28

3 26 1 2 57 81 5 110 189 216 78 19 3 250

869 910 975 1.274 585 832 253 2.23 1.675 4.719 1.040 13.84 1.124 489 331

««Página 526»». Lugar

Libres deEsclavos todas las razas 550 609 930 19 1.343 38 970 30 805 20 526 1.251 115 537 221 1.316 103 1.652 61 953 37 1.475 8

Total

1.090

1.181

35. San Onofre 18 36. San Gerónimo 236 37. San Pelayo 343 38. San Bernardo 28 39. Ciénaga de Oro 27 40. San Antonio Abad 101 41. San Benito Abad 64 42. Caymito 91 43. Cincé 281 44. Chinú 92 45. San Juan de Sahagún 67 46. San Jacinto, San88 Carmen y San Francisco 47. San Juan, San70 Cayetano y San Agustín 48. San Andrés 16 49. Sampués 25 50. Tolú Viejo 1 51. Nicolás 1

59

3.407 1.946 1.118 817

11 34

36

52. San Juan de la Palmas 783 53. Sabaneta 1 54. Urabá 1

389 541 1.141

762

29

121

21

1.236 1.185 1.724 1.028 852 627 1.430 849 1.701 1.926 1.057 1.571

3.434 2.041 1.119 818 1.963 542 1.142

55. Gegua 56. Cereté 57. Coloro 58. Morroa 59. Mompox 60. El Retiro 61. Magangué 62. San Sebastián 63. Santiago 64. Tacasaluma 65. Cascajal 66. Tacaloa 67. Tacamocha 68. Guasso 69. Yaty 70. Talaygua 71. Teton 72. Zambrano 73. San Josef de la Vittoria 74. Ojolargo

1 1 8 11 876 91 220 23 38 88 33 160 11 1 1 1 341 541 89 38

484 817 181 301 94

Lugar

75. Algarrobo 76. Loba 77. Norosí 78. Peñón 79. Menchiguejo y Chilloa 80. Ayapel 81. Simití 82. Tablada 83. Morales 84. Guamoyo

485 818 189 312 7.003 1.117 1.608 843 443 743 542 426 899 822 526 703 341 541 1.084 439

5.201 918 1.321 805 401 637 495 357 888

5.201 168 67 15 4 18 14 59

184

784 325

27 76

Blancos

Indios

Total

73 7 9 1 54 63 289 57 44 17

51 78 10 227 296 85

Libres deEsclavos todas las razas 1.673 62 661 25 402 123 58 856 8 1.125 251 757 82 287 6 577 59 284 37 2.490 212 8

3.607 1.486 309 390

881 525 702

««Página 527»».

Provincia de Santa Marta 85. Santa Marta 525 86. San Juan de la Ciénaga 38 87. San Jacinto de la Guaira1 88. San Jerónimo de1 Mamatoca

124

21 1.235 299 389

571 1 1

1.859 771 544 286 1.214 1.524 1.128 474 680 338

89. Santa Ana de Bonda y1 Mazinga 90. San Carlos de San84 Sebastián 91. Sitionuevo 29 92. Remolino 52 93. Guaymara 30 94. Puntagorda 1 95. Pinon 76 96. San Antonio 14 97. Tenerife 72 98. Pinto 43 99. Morro 2 100. Banco 31 101. Plato 3 102. Tamalameque 35 103. San Bernardo 1 104. Simana 8 105. Chiriguaná 61 106. Candelaria del Banco 27 107. Tamalequito 15 108. Saloa 7 109. Valencia de Jesús 271 110. El Paso 6 111. Ariguaní 1

317

1

319 84

12 7 8 10 13 9 59 178 209 1 2

8 127

633 577 1.551 25 991 1.313 1.442 267 5 873 334 663 263 546 2.109 861 201 331 1.412 289 35

3 21 105 991 61 77 3 71 3 100 26 22 93 34 12 45 242 153 7

677 657 1.694 37 1.107 1.397 1.650 491 216 975 341 800 289 576 2.263 922 228 383 1.923 448 170

««Página 528»». Lugar

Blancos

112. San Sebastián 1 113. Tuerto 1 114. Pernambuco 115. Guamal 19 116. San Fernando 10 117. Santa Ana 26 118. Venero 1 119. San Zenón 1 120. Valledupar 841 121. San José de Barranca 136 122. Fonseca 267 123. Atanques 1 124. San Tomás de124

Indios

151

581 18 240 5 346 842

Libres deEsclavos todas las razas 15 600 307 26 822 31 284 83 77 1 103 2.144 796 566 170 526 161 18 1 104 4

Total

167 601 333 872 294 690 97 344 3.781 877 954 366 1.074

Villanueva 125. El Rosario y Marocasa 1 126. El Espíritu Santo 1 127. San Juan del Cesar 304 128. Badillo 77 129. El Molino 34 130. Becerril 44 131. Tabo 112 132.Ocaña 1.746 133. Agua Chica 29 134. San Jacinto y6 Fernanda 135. Buenavista y San2 Andrés 136. La Loma y Borotare 34 Provincia de Río Hacha 137. Río Hacha 138. Pedraza 139. Bahiahonda 140. Sinamaica 141. Sabana del Valle 142. Moreno 143. Arroya Cardón 144. Boroncita 145. Camarones 146. San Pedro Cototama

192 10 1 118 8 18 1 1 1 de1

448 144 19

4

453 149 1.163 822 1.192 350 455 5.679 813 367

1

4 725 715 277 154 305 2.950 766 352

353

95

552

231

30

847

17

943 275 61 182 15 691 1 239 104 2

363 30

1.515 305 62 300 25 779 134 437 236 177

870 86 60

1 132 183 126 174

115 30 11 66 38 923 18 8

450

1 70 14 5

Fuentes: AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6. "Padrón hecho en el año de 1778... en esta Provincia..." Cartagena de Indias, noviembre 26, 1778; AGI Indiferente General 1537, "Padrón General que manifiesta el número de personas havitantes en esta Provincia de Santa Marta..." Santa Marta, junio 21, 1793; AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6, fol 369, "Padrón hecho en el año de 1778... en esta Provincia de Río Hacha..."

««Página 529»». TABLA 6 DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA REGIÓN DE LA CORDILLERA ORIENTAL

Lugar

Blancos

Indios

Libres deEsclavos Total todas las razas

Provincia de Santa Fe Santa Fe de Bogotá 6.585 Cogto. de Bogotá 798 Cogto. de Bosa 1.926 Cogto. de Ubaqué 3.570 Cogto. de Zipaquirá y Ubaté 7.575 Cogto. de Guatavita 3.793

1.753 4.777 2.578 3.754 12.247 6.366

7.428 6.269 3.505 3.519 8.294 6.142

654 51 290 92 46 38

16.420 11.895 8.299 10.935 28.163 16.399

Provincia de Tunja Tunja Vélez Muzo Pamplona Socorro San Gil Leiva

29.882 2.298 621 3.659 440 225 1.288

44.163 26.981 1.711 16.018 17.735 9.884 2.942

737 1.386 65 1.430 883 559 53

128.718 48.939 5.416 22.492 35.849 15.134 8.032

120 34

3.436 1.162

584 292

5.111 1.838

292

10

317

246 1.218

2 59

278 1.545

327 380 25

4 2

346 393 29

53.936 18.274 2.749 1.385 16.775 4.466 3.749

Provincia de San Juan Girón San Juan Girón 971 Pquia. de San Francisco350 Xavier Pquia. de Puerto de Botijas 15 Pquia. de Puerto del Pedral 11 Alcaldía mayor de betas de268 Pamplona. Pquia. de Bucaramanga Sitio de Cácota 15 Real de la Baja 11 Betas 4

19

Fuentes: AHNC, Caja I, "Padrón hecho en el año 1779... en esta ciudad de Santa Fe de Bogotá y en toda su jurisdicción..."; Censos de varios departamentos, vol. 6, fols. 171, 385, 389. ««Página 530»». TABLA 7 DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA PROVINCIA DE POPAYÁN

Lugar

Blancos

Indios

Popayán Cali Buga Pasto Cartago Caloto Almaguer Anserma Toro Iscuandé Provincia de Raposo Provincia de los Pastos Tumaco Barbacoas

5.220 934 2.547 4.682 1.169 3.057 316 216 1.232 612 99 5.393 162

2.789 330 112 5.861 134 1.803 2.480 63 88 363 290 9.731 490

Libres deEsclavos todas las razas 2.509 2.923 7.120 2.606 6.896 2.679 893 131 2.257 763 1.493 4.492 2.540 570 868 365 1.639 167 855 921 549 2.259 59 53 1.981 36

Total

3.702 10.990 12.234 11.567 4.323 10.845 5.906 1.512 3.126 2.751 3.197 15.236 2.669 6.618

Fuente: AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6, fol. 375. Los datos de Barbacoas son del censo de 1797 en AGI, Santa Fe 623, gobernador de Popayán, diciembre 5, 1797. TABLA 8 DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN EL CHOCÓ Lugar

Blancos

Nóvita Tadó Noanama Brazos Sipí

39 67 7 14 11

Juntas Baudó Cajón Quibdó Lloró Chami Beté Bebará Murrí Pabarandó

6 11 1 50 25 10 7 36 4 41

Indios

457 640 176 123 141 122 1.077 1.140 993 119 103 237 86

Libres deEsclavos todas las razas 460 1.129 440 1.1.57 232 27 328 397 273 685

Total

29 79 134 400 176

260 212 373 2.241 1.684 1.013 271 1.048 335 560

122 296 66 125

84 238 714 343 10 23 613 28 308

1.628 2.121 906 915 1.092

Fuente: Censos de varios departamentos, vol. 6, fol. 377. ««Página 531»». TABLA 9 DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN ANTIOQUIA Lugar

Blancos

Santa Fe de Antioquia Medellín Rionegro Marinilla Remedios Arma Cáceres Peñol Pereira Zabaleras La Estrella Sopetrán Buriticá Sabanalarga Zaragoza Sitio de la Llana Nechí

1.235 2.653 551 1.173 294 388 20 1 1 1 1 1 1 73 10 15

Indios

Libres deEsclavos todas las razas 6.360 8.121 9.100 2.501 2.953 686 2.037 372 1.155 721 932 495 78 215

696 400 116 228 364 368 547 5

654 102 190

359 24 6

Total

15.716 14.254 4.190 3.852 2.170 1.815 313 697 400 117 229 365 369 548 1.086 141 211

Fuentes: Censos de varios departamentos, vol. 6, fols. 483, 485. ««Página 532»». APÉNDICE B PRODUCCIÓN DE ORO

Año 1700 1701 1702 1703 1704 1705

TABLA 1 ORO ACUÑADO EN LA NUEVA GRANADA, 1700-1810 Valor Año Valor Año (Pesos) (Pesos) 267.240 1734 707.744 1777 302.600 1735 764.048 1778 234.328 1736 634.984 1779 237.320 1737 595.952 1780 410.448 1738 577.048 1781 401.200 1739 694.960 1782

Valor (Pesos) 676.736 793.328 792.240 710.192 558.280 1.029.656

1706 1707 1708 1709 1710 1711 1712 1713 1714 1715 1716 1717 1718 1719 1720 1721 1722 1723 1724 1725 1726 1727 1728

394.944 407.592 204.544 436.832 319.328 409.904 390.456 452.200 286.240 432.208 303.280 424.728 398.344 351.344 1.086.504 746.912 524.960 166.600 413.440 622.880 482.528 315.112 727.736

1740 1741 1742 1743-48 1749-53 1754 1755 1756 1757 1758 1759 1760 1761 1762 1763 1764 1765 1766 1767 1768 1769 1770 1771

671.704 1.156.136 981.376 promedio: 933.345 promedio: 1.084.022 958.392 1.145.800 1.027.208 923.032 635.936 467.568 420.104 479.672 593.776 784.584 1.568.624 876.248 1.083.376 612.136 475.184 393.720 371.144 491.776

1783 1784 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796 1797 1798 1799 1800 1801 1802 1803 1804 1805

1.395.496 744.192 954.448 767.584 981.104 900.320 971.040 998.648 1.131.248 1.109.488 1.177.624 993.752 1.266.160 1.075.624 2.048.432 1.694.016 1.238.824 1.428.816 1.504.568 1.239.096 1.109.760 1.273.096 1.463.768

Año

Valor (Pesos) 1.456.968 1.490.968 1.109.760 1.225.632 1.109.624

««Página 533»». Año 1729 1730 1731 1732 1733

Valor (Pesos) 657.560 867.816 658.376 690.064 582.928

Año

Valor (Pesos) 926.568 756.840 700.672 508.232 619.208

1772 1773 1774 1775 1776

1806 1807 1808 1809 1810

TABLA 1 (Cont.) ORO ACUÑADO EN POPAYÁN, 1700-1810 Año 1753-70 1771-76 1777

promedio: promedio:

Valor (Pesos) 422.928 592.571 858.452

Año 1788 1789 1790

Valor (Pesos) 932.552 801.312 885.768

1778 1779 1780 1781 1782 1783 1784 1785 1786 1787

745.820 814.368 787.848 909.160 898.688 820.624 956.760 973.670 879.104 894.744

1791 1792 1793 1794 1795 1796 1797 1798 1799 1800 1801-10

824.296 951.320 920.176 984.096 947.648 947.784 948.328 924.256 939.488 926.432 promedio: 931.464

Fuentes: Para Bogotá, A.M. Barriga Villalba, Historia de la Casa de Moneda, tomo 3, págs. 509-15, 517-20. Para Popayán, J.M. Restrepo, Memoria sobre la amonedación de oro y plata en la Nueva Granada, Cuadro 2, pág. 28. ««Página 534»». TABLA 2 CHOCÓ: PRODUCCIÓN PROMEDIO ANUAL DE ORO, SEGÚN LOS QUINTOS, 1724-1803 (CASTELLANOS) Año 1724-1725 1726-1730 1731-1735 1736-1740 1741-1745 1746-1750 1751-1755 1756-1760

Promedio anual 113.064 152.980 157.650 164.671 165.022 161.604 135.840 116.486

Año 1761-1765 1766-1770 1771-1775 1776-1780 1781-1785 1786-1790 1791-1795 1796-1800 1801-1803

Promedio anual 126.948 123.975 130.134 119.216 122.239 125.824 133.567 135.696 125.366

Fuente: W.F. Sharp, Slavery in the Spanish Frontier, pág. 201. TABLA 3 ANTIOQUTA: PROMEDIO ANUAL DEL ORO REGISTRADO PARA FUNDICIÓN (EN PESOS DE ORO), 1700-1809 Año 1700-1704 1705-1709 1710-1714

Promedio anual 24.999 22.080 17.615

Año 1755-1759 1760-1764 1765-1769

Promedio anual 39.133 53.971 48.987

1715-1719 1720-1724 1725-1729 1730-1734 1735-1739 1740-1744 1745-1749 1750-1754

18.308 29.103 19.007 21.454 14.367 23.136 25.805 40.632

1770-1774 1775-1779 1780-1784 1785-1789 1790-1794 1795-1799 1800-1804 1805-1809

75.136 119.177 159.608 227.877 296.755 279.194 228.164 166.777

Fuente: Datos de 1700-60 proceden de Ann Twinam, Miners, Merchants and Farmers, pág. 28. Datos de 1760-1809 son de AHA Minas, tomo 459, ms. 453; tomo 460, mss. 462, 467; tomo 461, mss. 480, 487, 491; tomo 462, mss. 493, 506, 517; tomo 463, mss. 519, 530, 546; tomo 464, mss. 559, 567; tomo 474, ms. 2; tomo 479, ms. 54; tomo 480, ms. 81; tomo 481, ms. 92; tomo 483, ms. 126; tomo 484, ms. 155; tomo 486, ms. 173; tomo 488, ms. 205; tomo 497, ms. 290; tomo 499, ms. 309; tomo 501, ms. 340; tomo 506, ms. 405; tomo 508, ms. 430; tomo 512, ms. 493; tomo 514, ms. 513; tomo 519, ms. 597; tomo 524, ms. 651; tomo 634, mss. 10058, 10044, 10059; tomo 470, mss. 662, 621, 627, 634. (El orden de los volúmenes y los manuscritos dados arriba está de acuerdo con el orden cronológico de los datos proporcionados en la tabla.) ««Página 535»». TABLA 4 POPAYÁN: PRODUCCIÓN PROMEDIO ANUAL DE ORO, SEGÚN LOS QUINTOS, 1700-1804 (CASTELLANOS) Año 1700-1704 1705-1709 1710-1714 1715-1719 1720-1724 1725-1729 1730-1734 1735-1739 1740-1744 1745-1749

Promedio anual 42.047 60.352 78.597 76.377 96.154 106.742 93.399 102.278 81.893 58.277

Año 1750-1754 1755-1759 1760-1764 1765-1769 1770-1774 1775-1779 1780-1784 1785-1789 1790-1794 1795-1799 1800-1804

Promedio anual 35.938 48.120 68.271 72.028 98.277 91.585 132.600 141.617 224.867 239.147 174.200

Fuentes: Los datos del oro declarado en 1700-49 proceden de German Colmenares, Historia económica y social de Colombia, vol. I, pág. 235. Datos de los quintos pagados desde 1752 son de la Caja Real de Popayán, Archivo Central del Cauca, Colonia, CII-18rc 5387, 5314; CII-23rc 5787, 5837, 5874; CIII-6rc 6030; CIII-4rc 5978; CIII-8rc 6290; CII-6rc 6143-44; CII-84c 6371; CIII-9rc 6429, 6496,

6512; CIII-lorc 6531, 6557, 6572, 6589, 6616, 6630, 6654, 6660; CII-15rc 6700, 6723, 6738, 6769. ««Página 536»». APÉNDICE C TRÁFICO MARÍTIMO Y COMERCIO TABLA 1 BARCOS DE ESPAÑA A CARTAGENA DE INDIAS, 1731-1779 Año 1731 1732 1733 1734 1735 1736 1737 1738 1739 1740 1741 1742 1743 1744 1745 1746 1747 1748 1749 1750 1751 1752 1753 1754 1755

Barcos 2 — 2 1 3 5 2 1 — 3 — 8 3 3 1 2 5 5 3 4 6 6 — 2

(Observaciones) 1 aviso — 1 aviso 1 aviso 2 Royal Service (R.S) 3 avisos Convoy (Blas de Lezo) 2 avisos 1 aviso — 2 avisos — 2 capturados, 1 naufragio — — — — 2 capturados 2 R. S — — 2 avisos 2 R. S — —

Barcos 5

(Observaciones) 1 R. S

««Página 537»». Año 1756

1757 1758 1759 1760 1761 1762 1763 1764 1765 1766 1767 1768 1769 1770 1771 1772 1773 1774 1775 1776 1777 1778 1779

6 3 1 5 7 3 6 2 4 6 4 4 5 6 1 4 4 4 4 5 6 4 3

2 R. S. 1 R. S. — 1 R. S. 4 R. S. 3 avisos (todos capturados) — — 1R.S. 1 R. S. 2 R. S. — 2 R. S. 2 R. S. 1 R. S. 1 R. S. 1 naufragio 1 R. S. 1 R. S. 1 R. S. — — — —

Fuente: AGI Consulados, libro 358, "Libros donde se relacionan todas las Armadas y Navíos sueltos de Registros que se despachan a la América desde principio de este presente año de 1730..." TABLA 2 CARTAGENA: ALMOJARIFAZGO DE ENTRADA DE GÉNEROS DE CASTILLA, 1781-1800 Año 1781 1782 1783 1784 1785 1786

Réditos (Pesos) 3.041 140.692 202.440 49.874 142.270 124.476

««Página 538»». Año 1787

Réditos (Pesos) 81.433

1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796 1797 1798 1799 1800

181.614 135.211 64.375 45.630 42.309 18.533 102.183 28.020 45.817 48.579 28.374 47.473 35.597

Fuentes: 1781-84: "Estado general de los productos que ha tenido la Real Aduana de Cartagena de Indias", Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, Tabla E. Para 1785-1800: AGI Santa Fe 1116-1119, Cuentas de Alcabala. TABLA 3 BARCOS DE ESPAÑA Y PUERTOS EXTRANJEROS QUE ARRIBARON A CARTAGENA, 1783-1790 Año 1783

De España 8

De puertos extranjeros 43

1784 1785 1786 1787 1788 1789 1790

6 24 20 12 30 32 16

11 9 21 29 30 11 2

««Página 539»». TABLA 4 BARCOS DE PUERTOS ESPAÑOLES A CARTAGENA DE INDIAS, 1783-1790

Año

Cádiz

Barcelona

1783 1784 1785 1786 1787 1788 1789 1790

7 3 13 11 5 16 14 6

— 1 — — 1 — 4 3

Barcelona Málaga 1 1 9 5 3 9 9 7

yMálaga — — 2 2 2 2 2 —

Otros — 1 — 2 1 3 3 —

Fuentes: 1783: AHNC Aduanas (Anexo), tomo 5, fols. 250-539, Almojarifazgo de entrada de géneros de Castilla. 1784: Ibid., tomo 7, fols 6-317. 1785: Ibid., tomo 8, fols. 195-210: Libro de Visitas y Registros... de las embarcaciones que entran y salen... de Cartagena. 1786: Ibid., tomo 12, fols. 733-740: Almojarifazgo de entrada de géneros de Castilla. 1787: Ibid., tomo 15, fols. 2-81. 1788: AGI Santa Fe 1116, Cuentas de alcabala, (Pliego 2, almojarifazgo de entrada de géneros de Castilla). 1789: AHNC, Aduanas (Anexo) tomo 16, fols. 1010-1029: Libro de visitas y registro ks. 1790: AGI Santa Fe 1117, Cuentas de alcabala, (Pliego 2, almojarifazgo de entrada de géneros de Castilla).

Año 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796

TABLA 5 EXPORTACIONES DE PIELES DE CARTAGENA A ESPAÑA No. de pieles 3.024 4.792 5.378 4.510 3.881 2.039 2.553 7.916 6.773 7.476 4.230 5.537

Fuentes: Datos de 1785-89: AGI Santa Fe 957, Resumen de un Quatrenio de las embarcaciones y su carga que han salido de este Puerto de Cartagena para los de la Península; datos para 1789-94: AGI Indiferente General 2447-2459. ««Página 540»».

TABLA 6 EXPORTACIONES DE ALGODÓN DE CARTAGENA A ESPAÑA Año 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796

Algodón (arrobas) 23.720 20.740 15.424 27.656 31.373 30.351 34.756 64.791 46.041 75.534 32.042 47.786

Fuentes: Datos para 1785-89: AGI Santa Fe 957, Resumen de un Quatrenio de las embarcaciones y su carga que han salido de este Puerto de Cartagena para los de la Península; datos para 1789-94: AGI Indiferente General 2447-2459. TABLA 7 EXPORTACIONES DE CACAO DE CARTAGENA A ESPAÑA Año 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794

Cacao (arrobas) 984 5.036 5.754 3.950 5.650 7.599 5.081 4.743 4.452 17.391

Fuentes: Datos para 1785-1789: AGI Santa Fe 957, Resumen de un Quatrenio de las embarcaciones y su carga que han salido de este Puerto de Cartagena para los de la Península; datos para 1789-94: AGI Indiferente General 2447-2459. ««Página 541»». TABLA 8 INGRESOS DE LA ALCABALA: POPAYÁN, 1722-1807

Año 1722 1723 1724 1725 1726 1727 1728 1729 1730 1731 1732 1733 1734 1735 1736 1737 1738 1739 1740 1741 1742 1743 1744 1745 1746 1747 1748 1749 1750 1751 1752 1753 1754 1755 1756 1757 1758 1759 1760

Rédito (pesos) 1.089 989 951 744 924

1.005 1.209 1.547 1.039 729

4.445 2.052 1.994 3.369 1.498

4.430 2.994 5.601 6.862 4.456 5.909 8.265 6.844 5.937 4.752

««Página 542»». Año 1761

Rédito (pesos) 5.336

1762 1763 1764 1765 1766 1767 1768 1769 1770 1771 1772 1773 1774 1775 1776 1777 1778 1779 1780 1781 1782 1783 1784 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796 1797 1798 1799 1800 1801 1802 1803 1804 ««Página 543»».

5.223 7.001 4.551 3.447 4.114 8.053 13.717 10.243 9.036 6.936 7.494 12.665 3.654 6.453 10.020 8.388 7.431 7.819 7.513 9.644 7.096 6.791 8.616 8.338 6.632 11.507 12.118 21.344 18.370 23.084 21.079 22.643 27.243 20.285 17.693 20.395 26.907 18.063 9.854 14.650

Año 1805 1806 1807 1808

Rédito (pesos) 17.325 12.032 11.731 11.605

Fuentes: Archivo Central del Cauca, Colonia, CI-la 3079, 3105, 3129. 3143. 3304; CI-5a 3477; CI-la 3221; CII-5a 3512, 3546, 3624, 3984. 3870, 3980, 4012. 4095: CII-9rc 4275: CII-18rc 5059; CII-14a 5592, 5708; CIl-23rc 5787, 5874, 5978; CIII6rc 6030, 6143, 6144: CIII-5a 6084: CIII-8rc 6290, 6371; CIII--9rc 6429, 6496, 6512; CIII- 6rc 6531, 6557, 6572, 6589, 6616, 6630. 6654. 6660: CIII-15rc 6700, 6723, 6738, 6769. TABLA 9 BARCOS DE CARTAGENA A ESPAÑA, 1750-1796 Año 1750 1751 1752 1753 1754 1755 1756 1757 1758 1759 1760 1761 1762 1763 1764 1765 1766 1767 1768 1769 1770 1771 1772 1773 1774 1775

Barcos 10 3 5 7 6 8 1 4 6 2 3 1 1 — 5 5 3 5 6 10 4 14 5 4 6 5

Barcos vía La Habana 7 — 4 1 1 1 1 3 4 2 3 1 1 — 1 3 1 5 3 7 1 14 4 1 5 2

««Página 544»». Año 1776 1777 1778 1779 1780 1781 1782 1783 1784 1785 1786 1787 1788 1789 1790 1791 1792 1793 1794 1795 1796

Barcos 3 4 4 1 1 — — — 3 6 12 13 14 12 12 14 20 13 31 18 13

Barcos vía La Habana 1 — 2 — — — — — 2 3 — — — — 2 2 5 7 8 2 3

Fuentes: Para 1750-83, AGI Contratación 2902A, "Libros de la Contaduría de reglamentos de asientos de venida a Cádiz de las embarcaciones...." Para 178496, AGI, Santa Fe 957, Expedientes del Consulado y Comercio. ««Página 545»». BIBLIOGRAFÍA FUENTES PRIMARIAS: ARCHIVOS Archivo General de Indias, Sevilla (AGI) Audiencia de Quito: Legajos 126, 280 Audiencia de Santa Fe: Legajos 264, 265, 288, 357, 366, 374, 385, 552, 553, 572, 573, 585, 586, 588, 593, 603, 605, 623, 638-41, 643, 655, 659-61, 702, 836, 837, 955, 957-60, 1014-16, 1116-17, 1161, 1162, 2313, 2314, 2316 Consulados: Legajos 314-45 Contratación: Legajos 1663-5, 2654, 2661, 2662, 2902A Escribanía de Cámara: Legajos 818a-18b Indiferente General: Legajos 1162, 1527, 1955, 2046A, 2209-56, 2310, 2315, 2316, 2318, 2412, 2447-59, 2466

Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHNM) Códices, Libro 7556 Consejos, Legajo 20, 452 Archivo Histórico Nacional de Colombia (AHNC) Abastos: vol. 9 Aduanas: vols. 1, 2, 6, 8, 9-11, 13, 16, 17, 19, 22, 24 Aduanas, Anexo: vols. 5, 7, 8, 11-16, 21 Aduanas, Cartas: vols. 3-5, 712 Asuntos Importantes, vol. 3 Censos de varios departamentos; vol. 6 Comercio: vol. 1 Consulados: vol. 1-5 Historia Civil: vols. Ibis, 18 Mejoras materiales: vol. 7 ««Página 546»». Milicias y Marina: vols. 17, 18, 48, 125, 131 Miscelánea: vols. 3, 13, 31, 73 Notaría Primera: vols. 91, 191, 198, 201, 205, 228 Notaría Segunda: vols. 161, 198 Real Audiencia: vol. 9 Real Hacienda: vol. 8 Real Hacienda, Cartas: vols. 2-9 Virreyes: vols. 5-6 Archivo Restrepo, Bogotá Correspondencia reservada del Arzobispo Virrey Caballero y Góngora Biblioteca Nacional de Colombia (BNC) Fondo Quijano Otero: Correo Curioso Papel Periódico de Santafé de Bogotá La Bagatela Manuscrito 184 Biblioteca Luis Ángel Arango (Bogotá) Documentos relativos a amonedación y fisco en la colonia, ms. 118 Academia Colombiana de Historia (Bogotá) Archivo: Borrador de Cartas, no. 4 Archivo General del Cauca (Popayán), (ACC) Libros capitulares: 21-3, 26-8 Colonia civil I-III Archivo Histórico de Antioquia (Medellín), (AHA) Colonia: Documentos, vol. 558 Hacienda: vol. 747 Minas: vols. 357, 459-64, 470, 474, 479-81, 486,

483,

484,

488, 497, 499, 501, 506, 508, Libros: vols. 454, 455, 457,

512, 459,

514, 462,

519, 481,

524, 502,

634 681

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Alvarez y Casal, Ignacio 362 Alvarez y Casal, Manuel Bernardo 361 Alvarez, familia 318, 361 Alvarez, hermanas 317 Alvarez, Manuel de Bernardo 361 Amar y Borbón, Antonio 451, 452, 453, 470, 472, 479, 480, 481, 488, 489, 490, 495, 496, 500, 501, 505, 506, 507, 508 Amat, virrey 179 Amazonas 33 Ambalema 391 América 17, 18, 35, 54, 57, 71, 155, 162, 164, 176, 185, 195, 235, 249, 251, 253, 256, 270, 272, 273, 276, 288, 294, 314, 327, 331, 356, 370, 391, 404, 419, 422, 429, 434, 441, 451, 481, 483, 499 América Central 224 América del Norte 22 América del Sur 48, 157, 159, 163, 171, 172, 175, 176, 177, 251, 289 América Latina 17, 18, 514 Américas, las 39, 40, 48, 56, 57, 68, 141, 156, 157, 158, 170, 175, 196, 235, 245, 253, 254, 255, 275, 292, 305, 341 Amsterdam 229 Andalucía 235 Andes, los 30, 31, 32, 33, 36, 65, 89, 374, 512 Anjou, Felipe de 55 Anserma 43, 103, 105, 113, 119, 209 Antillas 75 Antioquia 30, 31, 40, 45, 46, 64, 69, 77, 91, 92, 117, 120, 121, 122, 125, 126, 127, 128, 129, 132, 133, 139, 140, 141, 144, 145, 147, 150, 210, 211, 212, 213, 214, 215, 216, 217, 264, 294, 298, 302, 308, 337, 350, 364, 392, 406, 470 Aranjuez 483 Arboleda, Antonio de 112 Arboleda, Francisco de 113 Arboledas, los 114 Ardila, Mateo 381 Arévalo, Antonio de 78, 80, 81 ««Página 566»». Argentina 196 Bogotá 30, 34, 40, 42, 43, 44, 50, 51, Arma 43 55, 64, 70, 74, 86, 87, 88, 89, 91, Armada de Barlovento 321, 325, 378, 92, 93, 94, 97, 98, 99, 101, 102, 103, 388, 393 132, 135, 136, 142, 147, 148, 149, Aróstegui, Joaquín de 100 150, 189, 221, 239, 247, 251, 262, Arrazola y Ugarte, José de 465, 466, 264, 265, 266, 267, 268, 269, 270, 467 278, 284, 285, 286, 287, 289, 290, Atlántico, Océano 17, 47, 146, 161, 171, 303, 304, 309, 310, 312, 315, 316, 175, 177, 180, 199 317, 319, 321, 326, 329, 331, 333, Atrato, río 122, 146, 147, 315 335, 336, 339, 348, 349, 350, 352, Audiencia de Panamá 286, 288 354, 357, 359, 360, 361, 362, 378, Audiencia de Quito 286 379, 380, 382, 383, 384, 385, 386, Audiencia de Santa Fe 286, 287, 291, 387, 388, 391, 392, 393, 406, 415, 416,

315, 330, 335, 504 423, 424, 426, 427, 428, 429, 430, 434, Austria 55 435, 456, 458, 469, 470, 471, 475, 479, Ayala, Joseph 428 481, 482, 485, 486, 488, 489, 491, 492, Ayapel 82, 212 494, 495, 496, 498, 502, 504, 506, 507, Ayos, Antonio 486 508, 510, 511, 513 Azuola y Lozano, José Luis de 459 Bogotá, río 36 Azuola, Luis Eduardo 486 Bolívar, Simón Antonio 18, 512, 513 Bolivia 66 B Bonaparte, José 440, 480 Bonaparte, Napoleón 328, 340, 436, 440, Bahamas, canal de 73 451, 459, 480, 481, 483, 487, 488, Bahía Honda 448 499 Balboa, Vasco Núñez de 41 Borbones, casa de los 155, 156, 172, Baraya, Antonio 492, 494, 507 284, 288, 289, 293, 330, 340, 346, Barbacoas 65, 103, 105, 124, 132, 139, 374, 404, 432, 436, 478 142, 302, 351, 407 Barcelona 235 Barlovento 389 Barón de Cháves, José 128 Barranquilla 166 Barú, isla de 78, 79 Bebará 213 Belalcázar, Sebastián de 29, 30, 41 Berbeo, Francisco 324, 329, 382, 383, 385, 386, 388, 391, 402, 403 Berrío, José Antonio 331 Blaya, Manuel Mariano de 431, 432, 487 Bocachica 243 Bocagrande 306 Bourgoing, J. F. 236 Boyacá 512 Brasil 106, 118, 121, 127, 141, 142, 224 Bucaramanga 89, 90 Buenos Aires 177, 178, 263, 276, 440, 454 Buffon, George Luis Leclerc 419, 433 Buga 105, 106, 107, 108, 109, 114 Buriticá 119, 125, 212, 214 C Cabal, José María 428 Caballero y Góngora, Antonio 69, 193, 207, 208, 209, 222, 223, 226, 227, ««Página 567»». 232, 238, 239, 241, 246, 326, 332, 336, 337, 362, 385, 386, 391, 392, 393, 405, 406, 407, 409, 410, 411, 412, 413, 414, 416, 418, 422, 477 Cabo de Hornos 175, 177, 178, 179, 180 Cáceres 42, 43, 126, 264 Cádiz 73, 156, 164, 171, 180, 181, 183, 186, 188, 189, 191, 194, 195, 197, 225, 226, 228, 232, 235, 240, 242, 245, 249, 253, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263, 265, 266, 269, 274, 288, 441, 451, 473, 481, 499, 503, 504, 506 Caicedo, familia 361, 364 Caicedo, Luis 492, 493, 494, 497 Caicedos, los 114

Caja de consolidación de valores reales 452 Caja Real 298, 462 Caldas, Francisco José de 460, 465 Cali 29, 40, 105, 106, 108, 109, 110, 111, 114, 124, 143, 145, 146, 251, 363, 364, 505, 510 Calle Real 91 Caloto 103, 105, 107, 112, 113, 124 Caloto 456 Camacho, Joaquín 460, 485, 486, 492, 494, 505 Campuzano, José María 311, 378, 383 Cañaveral, gobernador 239 Caracas 72, 193, 221, 249, 260, 276, 339, 347, 444, 474 Carare 91, 469 Carbonell, José María 507, 508 Cargadores a Indias 156 Caribe 28, 29, 31, 33, 39, 41, 44, 47, 48, 49, 54, 70, 74, 75, 84, 85, 89, 108, 109, 115, 146, 158, 165, 174, 175, 178, 185, 186, 188, 190, 192, 200, 220, 225, 236, 237, 238, 240, 241, 242, 247, 289, 293, 296, 301, 442, 451, 500 Carlos II 52, 55, 158 Carlos III 21, 24, 156, 188, 194, 195, 196, 198, 200, 204, 207, 305, 306, 309, 312, 316, 335, 345, 346, 359, 362, 373, 374, 396, 434, 440 Carlos IV 271, 424, 439, 440, 441, 475, 480 Carrasco, Francisco 425 Carrera de Indias 158, 163, 167, 197, 199, 255 Carrión y Andrade 238, 239 Carrión y Moreno, oidor 489 Cartagena 25, 27, 28, 29, 31, 32, 41, 44, 47, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 61, 64, 75, 77, 78, 80, 81, 82, 84, 85, 91, 92, 124, 142, 145, 146, 149, 150, 159, 160, 161, 162, 163, 164, 165, 166, 167, 168, 169, 170, 171, 172, 173, 174, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 183, 184, 185, 186, 187, 189, 194, 199, 200, 201, 202, 203, 212, 219, 220, 221, 224, 225, 226, 227, 231, 237, 238, 239, 240, 241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, 249, 251, 252, 253, 254, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263, 264, 265, 266, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 276, 277, 278, 279, 284, 285, 287, 290, 291, 293, 296, 299, 301, 306, 308, 325, 326, 329, 335, 337, 338, 339, 341, 349, 350, 354, 365, 384, 386, 392, 393, 417, 428, 441, 442, 443, 444, 445, 446, 447, 448, 449, 450, 451, 452, 453, 461, 465, 467, 468, 469, 470, 471, 472, 473, 474, 475, 481, 482, 491, 492, 500, 501, 502, 504, 505, 508, 510 Cartagena de Indias 24, 28, 47, 49, 51. 55, 64, 73, 75, 77, 79, 80, 81, 157, 177, 301, 315, 335 Cartago 43, 103, 107, 109, 114, 302 Casa Alegre, conde de 161 ««Página 568»». Casa de Contratación 156, 252, 255, 288, 295 Casa de Moneda de Bogotá 94, 134, 135, 137, 467 Casa de Moneda de Popayán 135, 137 Casal y Freiría, María Josepha del 361 Casals, Benito 316 Casanare 65, 90 Castelfuerte, virrey 173

Castilla 200, 268, 288, 395 Castilla del Oro 27, 28, 72 Catani, Pedro 316, 327 Cauca, Alto 40, 41, 42 Cauca, río 28, 29, 30, 32, 34, 36, 42, 105, 106, 125, 142, 264, 278 Cauca, valle del 30, 31, 33, 37, 43, 44, 64, 70, 73, 105, 106, 107, 108, 109, 110, 111, 114, 115, 122, 124, 143, 510 Caycedo, familia 318 Cédula Real 334 Centroamérica 224 Consejo de Indias 52, 124, 225, 286, 288, 290, 294, 295, 296, 303, 316, 327, 417, 429, 431, 456 Consejo de la Regencia 499, 503, 504, 506, 507, 509 Consejo Supremo de Guerra 324, 383, 385 Contaduría General española 341 Cordillera Central 32, 37, 40, 41, 64, 121, 125, 133 Cordillera Occidental 33 Cordillera Oriental 30, 33, 34, 36, 39, 42, 64, 66, 68, 86, 89, 91, 92, 96, 97, 105, 147, 264 Correo Curioso, Erudito, Económico y Mercantil 459 Cortés, Hernán 31 Cuba 73, 75, 157, 182, 186, 198, 305, 444, 445, 452, 474, 500 Cúcuta 72, 77, 89, 221, 222, 486 Cuenca 328 CH Cicerón, Marco Tulio 433 Cifuentes, Bernardo 428 Ciudad de México 206, 250 Ciudades Confederadas del Valle 510 Coa, marqués de 260 Cobían Valdés, Antonio 286 Coconuco 113, Colegio del Rosario de Bogotá 412, 413, 421, 465, 477, 485, 486 Colmenares, Germán 109, 363 Colombia 17, 19, 21, 22, 23, 24, 25, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 35, 38, 41, 42, 70, 103, 105, 129, 138, 142, 204, 211, 342, 347, 350, 368, 374, 395, 414, 518, 519 Colonia, la 403, 508 Compañía Francesa de Guinea 124 Congreso de Cúcuta 514 Congreso Nacional 499 Chaparral 90 Charalá 89, 375, 471 Cháves, Luis de 425, 431 Chile 314 Chiquinquirá 88, 94 Chocó 43, 65, 77, 91, 92, 105, 117, 120, 121, 122, 123, 124, 125, 129, 132, 133, 137, 138, 142, 143, 144, 146, 179, 210, 211, 213, 216, 264, 266, 294, 296, 308,

350, 369 Chocontá 94 D Dabeiba 41 Darién, el 27, 41, 51, 224, 225, 226, 227, 228, 232, 246, 337 De la Torre Miranda, Antonio 83 De Paw 419 ««Página 569»». Declaración de los Derechos del Hombre 424 Demóstenes 433 Derechos del Hombre, declaración de los 426, 429, 431. 433 Díaz de Hoyos, Manuel 265, 266, 267 Díaz Granados, Domingo 502 Díaz Pimienta, Juan de Torreázar 393 Dios 398, 406 Dios Amador, familia 465 Dique, canal del 278, 469 Ducasse, almirante 160, 161 Durán, José María 425, 426 E Ecuador 32, 61, 66, 347, 512, 513 Edad de Oro española 395 El Dorado 30 El Redactor Americano 459 English South Sea Company 124, 165 Eslava, Sebastián de 296, 297, 299, 300, 301 Eslava, virrey 182, 302, 303, 304, 307, 362 España 18, 20, 21, 44, 46, 47, 48, 51, 53, 54, 55, 56, 57, 72, 73, 75, 78, 84, 94, 121, 155, 156, 157, 158, 159, 160, 161, 162, 163, 164, 165, 166, 167, 168, 169, 170, 172, 173, 174, 175, 176, 177, 180, 181, 182, 183, 184, 185, 186, 188, 190, 191, 192, 194, 195, 196, 197, 199, 200, 201, 202, 203, 204, 205, 217, 218, 219, 220, 221, 223, 226, 230, 232, 233, 234, 235, 236, 237, 238, 240, 241, 245, 246, 247, 248, 252, 253, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263, 269, 270, 272, 273, 279, 283, 284, 287, 288, 289, 290, 296, 305, 309, 310, 314, 319, 328, 334, 335, 336, 337, 338, 339, 340, 341, 345, 346, 358, 359, 362, 374, 382, 394, 410, 414, 418, 422, 424, 426, 428, 432, 433, 434, 436, 439, 440, 441, 443, 444, 445, 447, 448, 449, 450, 451, 452, 453. 454, 456, 457, 459, 460, 461, 463. 464. 469, 473, 474, 475, 476, 477. 479. 480, 481, 482, 483, 484, 485, 487. 489, 495, 497, 498, 500, 501, 502, 504, 506, 507, 509, 511, 513 Española, isla 476 Espinosa, Diego de 424, 427 Estados Unidos 220, 229, 231, 232, 238, 247, 409, 422, 445, 446, 464, 515 Estados Unidos de América 228 Estados Unidos de Norteamérica 464 Europa 22, 39, 55, 72, 94, 116, 141, 146, 157, 189, 197, 198, 268, 420, 422, 424, 450, 457, 459, 491, 515 Expedición Botánica 223, 413, 414,

422, 432, 477, 486, 487, 507 Ezpeleta, José de 222, 241, 243, 270, 333, 338, 339, 340, 406, 408, 409, 423, 425, 427, 431, 486, 496 F Facatativá 88, 94 Farnesio, Isabel de 291 Federmán, Nicolás de 30 Felipe V 55, 56, 57, 158, 159, 283, 288, 291, 292, 296, 372 Fernández de Arellano, José 425, 426 Fernández de Lugo 47 Fernández Madrid, José 458 Fernández Moure, Juan 258 Fernando VII 488, 493, 495, 497, 498, 502, 505, 506, 510 Fernando, príncipe 480, 481. 482 Filadelfia 229 Filadelfia, Constitución de 428 ««Página 570»». Flores, Manuel Antonio 193, 200, 239, 307, 308, 318, 319, 329, 372, 392, 393 Flórez de Ocaris 357 Flórez, familia 285, 360 Floridablanca 432 Francia 55, 160, 242, 409, 424, 425, 429, 432, 433, 439, 456, 460, 475, 476, 477, 481, 482 Franklyn, Benjamin 433 Frías, fiscal 507 Froes, Miguel 428 G Gage, gobernador de Boston 410 Gaira 448 Galán, José Antonio 386, 391, 392, 399, 402 Galavís y Hurtado, Eustaquio 385 Gálvez, José de 193, 272, 305, 312, 314, 315, 327, 328, 330, 331, 332, 341, 345, 350, 373, 410 García de Toledo, José María 502 García Olano, Manuel 317 García-Baquero, Antonio 176 Gardoqui, Diego de 275 Garrido, Margarita 367, 485, 486 Gil y Lemus, Francisco 240, 241, 337, 338, 408, 409 Girón 86, 89, 102, 220, 350, 386, 455, 492 Gobierno Supremo de España y de las Indias 482 Godoy, Manuel de 475, 476, 480, 497 Gómez, Luis 425, 426 Góngora, Mario 370 Gordon-Murphy and Company 453 Gran Alianza 55 Gran Bretaña 305, 436, 514 Gran Colombia 512, 514, 515 Grillo, general 168

Groot, Pedro 492, 493, 494 Guaduas 64, 89, 425 Guajira, la 35, 85, 448 Guayaquil 178, 179, 186, 223, 277, 349, 468 Guerra de Independencia de los Estados Unidos 237, 394, 410 Guerra de los Siete Años 188, 305, 306 Guerra de Sucesión española 55, 56, 57, 158, 160, 163, 165, 168, 250, 284, 288 Guevara, Baltasar de 166, 167, 172 Guirior, Manuel de 94, 95, 96, 101, 184, 190, 191, 192, 218, 239, 307, 308, 323, 412 Gutiérrez de Piñeres, Juan Francisco 193, 194, 213, 314, 315, 316, 317, 318, 319, 320, 321, 322, 327, 328, 335, 337, 375, 384, 397, 410, 485 Gutiérrez, Bernardo 266, 497, 498 Gutiérrez, Frutos Joaquín 487, 489 Gutiérrez, Frutos María 458, 486 Gutiérrez, José María 458 Guyana 222 H Habsburgos, casa de los 19, 52, 55, 56, 155, 156, 158, 299, 310, 311, 312, 330, 340, 349, 356, 372, 373, 395, 396, 404 Hacienda Real 303, 304 Hancock, John 410 Heredia, Pedro de 28, 41 Hernández de Alba, Juan 426, 427, 456, 507 Herrera, Ignacio de 492, 494, 497, 498, 505 Hispanoamérica 142, 162, 193, 198, 199, 201 Historia y Genealogías deste Nuevo Reino de Granada 357 ««Página 571»». Honda 30, 64, 74, 91, 146, 150, 251, 265, 304, 308, 384, 386 Humboldt, Alexander von 419, 458, 465 Hurtado, Vicente 210, 211 L I Ibagué 30, 42, 90, 267, 413, 510 Ilustración europea 409, 413, 418, 421, 434, 435, 463 Inclán, Joaquín de 426 Indias 48, 57, 158, 159, 164, 166, 169, 227, 243, 272, 276, 288, 292, 312, 350, 373, 453, 483, 484 Indias Occidentales 182, 237 Indias Occidentales Británicas 422 Indias, Consejo de 453 Inglaterra 55, 160, 162, 175, 194, 196, 237, 246, 322, 325, 339, 422, 428, 433, 439, 440, 451, 456, 495 Inquisición, la 412

Iscuandé 65, 103, 105, 124, 142, 351 J Jamaica 54, 161, 228, 232, 243, 447, 449, 451, 452, 500 La Coruña 275 La Habana 52, 164, 190, 201, 262, 274, 276, 296, 305, 428 León. isla de 499 Leyes de Indias 496 Lezo, Blas de 170, 171, 174, 181 Liévano Aguirre. Indalecio 399 Lima 93, 161, 173, 177, 178, 179, 180, 250, 298. 316. 338, 347, 349, 359, 458 Londres 229, 428 López Duro, Joseph 317 López Pintado 168. 169. 173 Lorica 80 Los Pastos 70 Lozano de Peralta, Jorge Miguel 361 Lozano de Peralta, Jorge Miguel 415, 416, 417, 459 Lozano y Manrique, familia 362 Lozano, familia 361 Lozano, Jorge Tadeo 459, 505, 511 Lozano, José María 427, 428, 459, 490 Luis XIV 55, 158 Luis XVI 424, 439 Lynch, John 198, 228, 396 Japio 112 LL Jaramillo Uribe, Jaime 407 Jardín Botánico 412 Jenofonte 433 Llanogrande 107 Jiménez de Quesada, Gonzalo 25, 30, 42, 47 Llanos, los 73, 266, 351, 385, 392, 498 Juan, Jorge 251, 252 Llorente, José 505 Junta de Comercio 159 Junta de Sevilla 481, 482, 483 M Junta Superior de Real Hacienda 352 Junta Suprema Central 483, 484, 485, Madrid 19, 20, 21, 55, 56, 156, 170, 495, 498, 499, 502, 503, 504, 505 179, 196, 201, 225, 262, 283, 284, 286, 289, 290, 291, 293, 310, 332, K 341, 345, 347, 394, 412, 428, 429, Kalmanowitz, Salomon 23 432, 439, 441, 452, 457, 461, 464, Kuethe, Allan 415 477, 480 ««Página 572»». Magdalena Alto 77, 100, 386, 391 Magdalena Medio 90 Magdalena, río 30, 32, 34, 36, 38, 42, 43, 47, 74, 75, 77, 80, 82, 83, 86, 91, 213, 264, 265, 278, 351, 384, 386, 452, 468, 469 Magdalena, valle del 33, 38, 39, 46, 64, 70, 72, 399, 402 Málaga 275 Manrique, Angel 458 Manso Maldonado, Antonio 291, 292, 293

Maracaibo, ciudad de 221, 222, 339, 500 Maracaibo, golfo de 47, Marinilla 127 Mariquita 30, 42, 64, 89, 90, 100, 213, 214, 217, 329, 351, 391, 510 Márquez, José Ignacio de 517 Martínez, Manuel Silvestre 316, 327 Marzahl 363 Matarredonda 112 McGreevey, William Paul 204 Medellín 45, 127, 144, 215, 251, 264, 302, 308, 353, 364, 365, 510 Medina de las Torres 30 Melo, Jorge Orlando 130, 133, 137, 138, 139 Memorial de Agravios 494, 495 Mendinueta, Pedro de 339, 406, 442, 443, 444, 445, 446, 457, 479 Meneses, Francisco de 284, 285, 286 Meneses, presidente 360, 431 Mérida 25 Merino, Luis 266 Mesoamérica 65 Messía de la Cerda, virrey 184, 188, 300, 306, 307, 308, 412 México 31, 71, 72, 118, 119, 157, 159, 196, 205, 206, 221, 250, 253, 359, 360, 481 Mier y Guerra, José Fernando de 260, 262 Minaño, Balthasar 492, 493 Minas Gerais 127, 142 Miranda, Antonio de 422 Miranda, Francisco de 455 Mogotes 375 Mollien, G. 83, 115 Mompós 53, 75, 77, 80, 81, 85, 146, 166, 251, 260, 304, 307, 308, 502, 510 Mon y Velarde, Juan Antonio 128, 145, 211, 213, 214, 215, 216, 406 Monsalve, Antonio José 382 Montalvo, José 458 Monte Pío 334 Monteros, Salvador de los 228, 229, 230 Montes, Francisco 502, 503, 504 Montesquieu 433 Montúfar, Carlos 499, 500 Morales, Antonio 505 Moreno y Escandón, Francisco Antonio 100, 189, 190, 191, 218, 309, 310, 311, 312, 316, 328, 331, 359, 400, 412, 434 Morillo, Pablo 512 Morineau 142 Mortiño 386 Mosquera y Figueroa, Joaquín 331, 426, 427, 430, 431 Mosquera, José de 112 Mosqueras, los 114 Munive, José 486 Mutis, José Celestino 223 Mutis, José Celestino 412, 413, 421, 422, 460, 465, 486 Mutis, Sinforoso 428, 492

Muzo 42, 217 N Nare 264 Nariño, Antonio 249, 423, 424, 426, 427, 428, 429, 430, 431, 432, 433, ««Página 573»». J 435, 454, 455, 456, 457, 458, 477, 351, 353, 355, 356, 357, 358, 359, 360, 365, 368, 370, 372, 373, 374, 376, 380, 382, 391, 392, 393, 394, 395, 400. 403, 405, 407, 409, 410, 492, 493, 504, 511 Nariño, Vicente 317 Narváez y la Torre, Antonio de 224, 449, 484, 485, 486, 504 411,412,413,415,416,418,419, Navarro, Romualdo 316, 359 420, 421, 422, 423, 425, 427, 429, Neiva 45, 64, 77, 89, 90, 100, 351, 391, 510 433, 434, 435, 436, 440, 441, 442, 445, 446, 447, 448, 449, 451, 452, Nelson, almirante 441, 450453, 454, 455, 456, 457, 458, 459, Nemocón 386, 392 460, 461, 462, 463, 464, 465, 468, Newton, Isaac 433 469, 470, 471, 472, 473, 474, 475, Nieto Arteta, Luis Eduardo 22 476, 477, 478, 480, 481, 482, 483, Norteamérica 444, 445 484, 485, 487, 490, 495, 499, 500, Nóvita 121, 122, 510 501, 504, 509, 510, 511, 512, 513, Nueva España 17, 157, 193, 205. 211. 514, 515, 516 305, 348 22, 45, 56. 69, 84, 118, Nueva York 228, 229, 230 Nueva Granada 17, 18, 19, 20, 21, 23, 24, 25, 29, 31, 32, 42, 43, 44, 46, 47, 48, 49, 51, 52, 53, 54, 55, 57, 59, 61, 62, 64, 65, 66, 67, 68, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 77, 80, 83, 86, 87, 91, 92, 93, 105, 116, 117, Nuevo Mundo 435 Nuevo Reino de Granada 25, 30, 31, 32, 61, 155, 156, 157, 158, 160, 162, 163, 165, 172, 173, 179, 180, 181, 185, 187, 191, 192, 200, 201, 204, 218, 220, 234, 239, 243, 245, 119, 120, 121, 131, 132, 136, 137, 258, 259, 268, 270, 291, 295, 297, 140, 141, 142, 146, 150, 151, 153, 298, 351, 373, 425, 448, 460, 472, 155, 156, 157, 159, 160, 161, 162, 476, 498 163, 164, 165, 166, 167, 170, 172, Nuevo Reyno de Granada 61 173, 174, 175, 178, 179, 181, 182, 183, 184, 185, 186, 187, 188, 189, O 190, 191, 192, 193, 194, 199, 200, 201, 202, 204, 205, 206, 207, 208, Ocaña 77, 84, 302, 368, 499 210, 213, 216, 217, 218, 219, 221, Oiba 88 222, 228, 229, 230, 231, 232, 233, Ojeda, Alonso de 27 234, 237, 241, 244, 245, 246, 247, Oligos, Gerardo de 225, 226 248, 249, 250, 251, 252, 253, 254, Opón 278, 469

255, 276, 341 288, 295, 305, 312, 331, 342,

262, 277,

263, 283,

268, 284,

272, 285,

274, 286,

275, 287,

Orinoco, río 33, 221, 348 Ortiz de Landázuri, Tomás 192,

289, 296, 306, 313, 333, 345,

290, 297, 307, 314, 334, 346,

291, 298, 308, 319, 337, 347,

292, 299, 309, 326, 338, 348,

293, 300, 310, 327, 340, 349,

294, 304, 311, 328, 341, 350,

Osorio, José de 316 Ospina Vásquez, Luis 23 Otro Mundo 469 Oviedo, Basilio Vicente de 66 Oviedo, provincia de 481

««Página 574»». P Pacífico, Océano 33, 43, 65, 73, 103, 104, 105, 106, 109, 110, 120, 121, 124, 125, 133, 140, 142, 143, 144, 146, 147, 148, 150, 158, 165, 175, 177, 178, 179, 180, 350, 351 Palacios de la Vega, Joseph 82 Palmira 107 Pamplona 30, 42, 43, 64, 77, 86, 89, 90, 221, 265, 362, 471, 472, 505, 510 Panamá, istmo de 27, 47, 159, 164, 171, 176, 178, 182, 185, 277, 306, 308, 335, 347, 348, 354, 448, 485 Paniza, Antonio 262 Papel Periódico de Santafé de Bogotá 420, 421, 423, 458, 459 Pardo Osorio, José 383, 384, 385 París, 428, 458 Pasto 32, 34, 39, 44, 50, 64, 65, 103, 105, 106, 251, 349, 351, 371, 392, 407 Patía, valle del 208 Patiño, José 288 Patiño, José de 292, 293 Patiño, Joseph de 167 Paz de Amiens, la 339, 440, 447, 449, 462 Pedroza y Guerrero, Antonio de 286, 287, 290 Peña, Ventura de la 267 Perú, Alto 71 Perú, República del 17, 29, 31, 47, 57, 66, 71, 72, 93, 118, 119, 158, 159, 160, 161, 163, 164, 166, 170, 176, 177, 179, 192, 196, 211, 245, 250, 253, 294, 298, 314, 348, 349, 360, 448, 490, 506 Pestagua, conde de 81 Pey y Ruiz, Juan Francisco 316, 327 Pey, José Miguel 505, 506 Phelan, John 360, 381, 395, 396 Pinchote 375 Pirineos, los 439 Pisco, Ambrosio 384

Pitt, William 433 Pizarro, Francisco 31 Pizarro, virrey 300, 373 Plata, Salvador 382, 397, 398 Plinio, 433 Pointis, almirante 51 Pombo, José Ignacio de 273, 447, 461, 462, 463, 464, 465, 486 Popayán 25, 29, 31, 32, 40, 44, 45, 46, 49, 50, 52, 61, 64, 103, 104, 105, 106, 107, 108, 109, 110, 111, 112, 113, 117, 122, 123, 124, 132, 133, 135, 136, 138, 139, 140, 142, 143, 146, 147, 148, 149, 150, 179, 180, 206, 208, 209, 210, 216, 251, 265, 273, 296, 307, 308, 331, 337, 349, 351, 354, 363, 364, 365, 368, 413, 465, 482, 485, 509, 510 Portobelo 47, 75, 157, 160, 161, 163, 164, 166, 168, 169, 170, 171, 172, 174, 176, 177, 179, 186, 244, 252, 262, 306, 335, 448, 449 Pradilla, Pedro 428 Prazca, conde de 226 Prieto, familia 318, 485 Prieto, Manuel Vicente 456, 458 Puente Real 383, 384, 385 Puerto Bello 251 Puerto Rico 500 Q Quibdó 123, 510 Quiebralomo 209 Quindío 30 Quito 25, 29, 31, 32, 41, 50, 69, 94, 103, 105, 106, 117, 149, 150, 168, 178, 179, 180, 189, 196, 251, 268, 276, 277, 307, 328, 333, 335, 341, 347, 348, 349, 351, 359, 368, 427, ««Página 575»». 485, 488, 489, 490, 492, 493, 499, Rosillo, Francisco 382 501, 502 Rousseau, 433 R Raposo 65, 103, 105, 142, 351 Raynal 433 Real Audiencia 333, 485 Real Cédula 317, 331, 444 Real Compañía de Minas y Planificaciones Industriales de Popayán 208 Real Hacienda 287, 301, 302, 308, 315, 320, 330, 333, 352 Real Observatorio Astronómico de Bogotá 414 Reino Español 269 Remedios 42, 119, 126 República de Colombia 513 República de Cundinamarca 510 República de la Nueva Granada 513, 515, 516

República Holandesa 55 Restrepo, José Félix 413 Revilla, Manuel de 317 Ricaurte, familia 318, 485 Rieux, Luis de 423, 428 Río Chico 129 Río de la Plata 198, 245 Río Grande 129 Río Hacha 64, 85, 165, 185, 187, 188, 193, 224, 226, 231, 244, 350, 354, 447 Riohacha 306 Rionegro 127, 215 Ripperdá, barón 291 Robledo, Francisco 317 Robledo, Jorge 41 Rodríguez de Lago, Juan 329, 330 Rodríguez, Manuel del Socorro 423, 459 Rojo, Vicente 267 Rosario, islas del 243 Rosillo y Meruelo, Andrés María 492, 493, 498 S Sabanilla 243, 452 Sáenz y Tejada, casa de 262 Salazar, José María 458 Salgar, Pedro 492, 493 San Andrés, islas de 448 San Gil 45, 46, 66, 68, 88, 91. 94, 102, 324, 330, 353, 375, 377, 382. 387, 422, 472, 505 San Ildefonso, tratado de 439 San Jorge, marquesado de 361, 362 San Jorge, río 28, 212 San Juan de los Llanos 30 San Juan, río 122 San Lázaro, castillo de 306 San Sebastián de Urabá 27 San Vicente, cabo de 439 Sánchez de Tejada, Ignacio 487 Sandino, Ignacio 428 Sanllorente, José de Pando y 481, 482 Sanlúcar 253 Santa Coa, marqués de 81 Santa Fe de Antioquia 42, 44, 127, 211, 215, 216, 264 Santa Fe de Bogotá 25, 30, 45, 46, 49, 50, 52, 53, 68, 69, 70, 86, 87, 92, 94, 95, 100, 117, 145, 146, 149, 187, 193, 226, 250, 251, 290, 308, 309, 311, 314, 317, 347, 348, 350, 351, 356, 357, 361, 362, 372, 384, 400, 427, 470, 471, 472, 494, 504 Santa María de la Antigua 27, 41 Santa María, puerto de 253 Santa Marta 25, 28, 29, 30, 31. 33, 61. 64, 80, 84, 85, 145, 159. 160. 163, 165. 183, 187. 188, 193. 218. 224, 225. 226, 227. 231, 240. 244. 245. 287. 308, 350, 354, 442. 446. 447, 448. 449, 468, 484, 509. 512

««Página 576»». T Tácito, 433 Tacón, Miguel 510 Tesca 79 Tienda de Cuervo, Bartolomé 293, 294, 295 Tierra de los Osos 127 Tierra Firme 41, 47, 157, 164, 168, 170, 171, 172, 173, 175, 176, 194, 256, 290 Tocaima 486, 510 Tolú, 80, 167 Toro 103, 113, 121, 122 Torreblanca, marqués de 295 Torres y Peña, José Antonio de 421, 459, 476, 482 Torres, Camilo 458, 484, 485, 486, 489, 494, 495, 498, 505 Torres, Tomás Andrés de 243, 504 Trafalgar, batalla de 440, 450 Tribunal de Alzadas 278, 470 Tribunal de Cuentas 304, 315, 317, 333, 338, 339, 352, 382 Tribunal y Real Audiencia de Cuentas de Bogotá 361 Trinidad 429, 439, 454, 457, 500 Tunja 25, 30, 34, 40, 42, 44, 45, 46, 49, 66, 68, 70, 86, 88, 94, 97, 99, 100, 102, 187, 264, 265, 268, 309, 311, 329, 351, 361, 368, 371, 378, 379, 383, 384, 386, 387, 390, 393, 400, 401, 455, 456, 471, 472, 486, 510 Túpac Amaru 374 Túquerres 407 Twinam, Ann 364 Santa Rosa de Osos 129, 211 Santander, Francisco de Paula 516 Santander, puerto 275 Santiago de Chile 359 Santiago de las Atalayas 30 Santiesteban, Miguel de 90, 92, 132 Santo Domingo 182, 339, 445, 454, 476 Santo Tomás, puerto de 500 Sanz Santamaría de Manrique, Manuela 458 Sarratea, Juan Pablo 262 Semanario del Nuevo Reino de Granada 460 Senegal, río 83 Sevilla 156, 253, 288, 481, 482 Sharp, William 137, 143 Sierra Nevada 28, 33, 35 Silvestre, Francisco 93, 211, 212, 213, 214, 298, 342, 364, 373, 418 Simacota 88, 375 Sinú, región del 28, 41, 80 Sinú, río 28, 33, 35 Socorro, el 45, 46, 68, 70, 73, 88, 91, 94, 102, 150, 318, 324, 329, 330, 353, 371, 375, 376, 377, 378, 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385, 386, 387, 390, 392, 393, 397, 401, 402, 404, 471, 472, 492, 493, 505, 510 Sócrates 433 Sogamoso 384, 387, 510 Sogamoso, río 36

Solís, José de 301 Solís, virrey 184, 300, 307 Solón 433 Somondoco 42 Sonsón 213 Soria, Blas de 503 South Sea Company 171 Stoughton 228 Suescún, familia 362 U Superunda, virrey 178 Supía 209, 210 Ugarte, Pedro 267 Suprema Junta de España y de las Indias Ulloa, Antonio de 251, 252 481 Umaña, Enrique 428 ««Página 577»». Universidad de Cargadores a Indias 252, 253, 255, 256, 257, 263 Universidad de Santo Tomás 412 Urabá 28, 41 Uribe, Pablo 425, 426 Utrecht, tratado de 124, 162 V Vadillo, Juan de 41 Valdehoyos, marqués de 81 Valdehoyos, marquesa de 260, 266 Valdés, Juan Antonio 274, 277 Valencia, Joaquín 208 Valencia, Pedro Agustín de 136, 208, 209 Valencia, Tomás 208 Valenzuela, Eloy 486 Valledupar 84 Varas, Francisco de 295 Vargas, Pedro Fermín de 69, 101, 102, 222, 247, 248, 249, 422, 423, 434, 455, 456 Vasco y Vargas, Joaquín 316, 327, 385 Vásquez de Prada, Valentín 176 Veeduría General del Comercio 288 Vela, cabo de la 27 Vélez 30, 88, 99, 102, 267, 329, 366, 368, 384, 455, 505, 510 Venezuela 35, 30, 46, 47, 106, 198, 221, 245, 347, 348, 427, 429, 454, 455, 457, 512, 513 Veracruz 157, 159,221, 238, 335 Verástegui, Antonio de 316 Verdugo y Oquendo 100, 309 Vergara, Francisco de 382 Vernón, almirante 171, 181, 301 Viana, Francisco de 328, 453 Victoria 42, 126 Villalonga, Jorge de, conde de la Cueva 287, 289, 290, 291, 293, 295 Villalonga, virrey 167, 360 Villavicencio, Antonio 499, 500, 503, 504, 505, 507 Virreynato de Santa Fe de Bogotá 61 W

Wagner, almirante 161 Washington, George 433 Y Yañez, Antonio Vicente de 210, 226 Z Zaragoza 43, 126 Zea, Francisco Antonio 428, 485, 487 Zipaquirá 88, 93, 325, 386, 387, 389, 391, 392, 393, 417, 422, 492

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