Ciudad Colombiana Tomo II

March 12, 2018 | Author: Quinto Pinares | Category: Colombia, United Kingdom, Bogotá, Trade, The United States
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Descripción: ANÁLISIS HISTÓRICO DE LA GÉNESIS DEL CONJUNTO DE LAS CIUDADES COLOMBIAS...

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TALLERES GRAFICOS BANGO POPULAR - BOGOTA

I

COLECCION TEXTOS UNIVERSITABiOS

EL PROPOSITO DE ESTA COPIA ES EXCLUSIVAMENTE EDUCATIVO

La Ciudad Colombiana SIGLO X IX Y SIGLO X X

JACQUES APRILE-GNISET

Banco Popular H ERN AN RIN C O N GOMEZ Presidente Fondo de Prom oción de la Cultura A L IC IA EU G EN IA S IL V A Directora Instituto Colombiano de Cultura Colcultura RAM IR O OSORIO Director

Impreso en Colombia TALLERES GRAFICOS BANCO PO PU LA R Santafé de Bogotá, 1992 ISBN 95B-90D3-67-2 (volum en) ISBN 958-9003-57-5 (obra completa) Carátula: Plano de Buenaventura a comienzos del siglo X IX

PRESENTACION En junio de 1968 Jacqucs Apríle-Gmstí entonces miembro de ¡a Misión Técnica Francesa y profesor de Urbanismo en la Facultad de Anes de ¡a Uni­ versidad Nacional en Bogotá, publicó un mimeógrafo titulado El Fenómeno Ur­ bano en Colombia. En la introducción al documento dería ¡o siguiente; Este pequeño texto elaborado sin ninguna pretensión tiene por objeto hacer llegar hasta los alumnos de URBANISMO ID de nuestra facultad, lo mitmn que a todos los del Departamento de Planificación Urbana, toda la complejidad e interés del estudio de la CIUDAD. Su contenido es una sene de constataciones sobre vanos aspectos del hecho urbano en Colombia De ese documento al libro que hoy nos ocupa han transcurrido varios años, sin embargo, las palabras de su introducción permanecen can ««w/yfpi Una visión a ¡a historia de la ciudad colombiana, elaborada sin nmguna pretensión se ofrece ahora a todos los im'estigadores, estudiantes y ciudadanos que quieran beneficiarse de su contenido, para hacerles llegar toda la complejidad e interes de ¡a ciudad, el tema fundamental del trabajo de este investigador que, can una voluntad sólida y a prueba de contingencias insiste en entender y explicar ese fenómeno indescifrable y seductor. La mirada de Jorques Apnle-Gmset sobre el país abarca hay prácticamente toda su historia y su geografía. En las primeras páginas de un libro suyo can desconocido en d país, Colombié. de la colección Paite Plañese, publicado por Sestil en París en 1971, y reeditado en ¡977, se lee lo siguiente: Invitación al n iyc Entre la llegada a un largo corredor en d aeropuerto de Bogotá y la partida a bordo de un nejo barco carguero en Cartagena transcurrieran cuarenta y cu»co meses. Durante esos cuatro escasos años reoorrí más de 50.000 kilómetros a través de Colombia. Desde mi primera estancia tuve que emplear diez tipos de aviones, Hwily aquellos que las campos de algodón con una nube blanca hasta los Boeing 727. pasando por d histórico Dakota o el DC-4 tranquilo y seguro. He viajado en taxis interurbanos, en rápidos autobuses, en buses Denos de campe­ sinos que viajan al mercado y también en los “Jeep''. He conocido treces asfixian­ tes que se desplazan sobre su «mino carril aferrado al suelo como un sendero de mirlas A veces me he desplazado a caballo y más frecuentemente a lamo de muía. He remontado los ríos en grandes canoas equipadas can su "Johnson' y los estredios caños en frágiles piraguas mdigenas que se vuelcan fanímeme en un rápido. . . Y he caminado mucho. Fui por todas parles oon los ojos asombrados y las orejas bien abiertas, deshaciéndome dd viejo europeo que me habitaba para ser libre c intentar comprenda, olvidando d mundo diferente del cuál vme. Esos cuatro años ya se han vuelto veinticuatro y los recorridas se han mul­ tiplicado. E l conocimiento se ha vuelto toda vez más y más seguro y al mismo 5

tiempo más completo. De este proceso han quedado diferentes registros que se resumen hoy en el contenido de este libro, en el que el historiador se confunde con el viajero y en el que el juicio se apoya no sólo en los documentos sino en el conocimiento directo de la mayoría de los fenómenos tratados. En sus primeros trabajos, Jacques anticipó muchos intereses que posteriormente habrían de cobrar importancia en la discusión sobre la ciudad; el proceso histórico de la formación, el valor de los centros históricos, la intervención en el tejido de la ciudad, la vivienda de los sectores populares. Cada uno de esos temas ha tenido un desarrollo, una continuidad y una síntesis. Dotado de una lucidez extraordinaria, AprilcGnlset perfora la realidad y la deshace para reconstruirla en las estructuras inte­ ligentemente elaboradas de su discurso que se coloca siempre generosamente al alcance de sus estudiantes — es el profesor innato que sabe que el conocimiento es un bien común que se enriquece en la cátedra— de sus colegas y de los ciuda­ danos, beneficiarios finales de su exploración. El trabajo de interpretación histórica de la formación de la ciudad colombia­ na que se presenta en este libro es una de las contribuciones más importantes que se hace en el momento en que el estudio de la ciudad colombiana apenas comienza a brotar y a desarrollarse en diferentes centros investigativos y docentes del país. La visión de Aprile-Gniset no es sólo la de un urbanista ensimismado en los hechos físicos. En el texto está la visión del historiador social que percibe, tras los hechos físicos, las redes intrincadas de las relaciones políticas y económi­ cas, del sometimiento de unos y del dominio de otros. El conflicto está presente en cada uno de los capítulos a excepción quizá de la mirada a la ciudad preco­ lombina. en la cual se vierte el afecto por lo desaparecido, por lo violentado por una civilización que no pudo entender lo que encontró en el territorio americano. A través de sucesivos intentos a partir de aquel "pequeño texto" de 1968, la aproximación al problema de la ciudad colombiana se ha hecho cada vez más certera. En 1978. Jacques y Gilma Mosquera, su aliada personal e intelectual, publicaron los Dos Ensayos sobre la Dudad Colombiana. A l releerlos hoy se percibe cómo esos ensayos son por una parte un desarrollo del primer texto y por otra son las hipótesis que sustentan buena parte del contenido del libro que ahora, en forma mucho más extensa y detallada las desarrolla. Los Dos Ensayos son como una pequeña obra de música de cámara. Con los mismos temas, Jacques ha compuesto la gran obra sinfónica de este libro. Este prólogo no puede ser completamente objetivo. Soy un alumno de Jacques-Aprile y mejor aún, soy su amigo. De él he recibido innumerables y continuas lecciones silenciosas, a través de su integridad personal y académica, de su entusiasmo y pasión por la geografía, la historia y la vida del país y de sus habitantes más olvidados y del vigor intelectual de su labor investigativa. El disponer, como ciudadano y como investigador de este libro, es un obsequio más que se recibe de quien incansablemente ofrece al mundo la corriente continua de su saber.

ALBERTO SALDARRIAGA ROA Bogotá, D. E., enero de 1991.

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El astrónomo matemático y físico LA PLACE expuso al Emperador su “Mecanique Celeste", en la cual explicaba la formación del universo a partir de una primera nebulosa, por medio de las solas leyes del movimiento de la materia, y sin ningún tipo de intervención exterior o trascendental. Y como ni siquiera mencionaba al Creador del mundo, le pregimtó Napoleón: — ¿Y Dios? Contestó el sabio: — N o tenía necesidad de recurrir a esta hipótesis. Después del trabajo La Ciudad Colombiana Prehispámca, de Conquista e Indiana se presentan aquí otros estudios dedicados a la formación espacial agraria y a la formación espacial de la urbanización moderna. Igual que para el volumen anterior, aquí se recogen y se condensan algunos estudios nuestros sobre la ciudad colombiana, realizados entre 1966 y 1986. Corresponden a labores de distinta índole, de las más variadas escalas territoriales, con los más diversos objetivos, además, realizadas con medios desiguales y métodos diferentes. Es en Popayán en donde túvonos nuestro primer encuentro con la cua­ drícula, cuando a solicitud del cabildo diseñamos el boceto de un plano director para la ciudad. Luego desde la Universidad Nacional (Bogotá) realizamos trabajos comparables para Quibdó (1966), Neiva (1967) y Pitalito (1968). Recorriendo Tolima y Huila, desde Colombia hasta San Agustín, desde Algeciras hasta La Plata y Natagá, estos dos últimos estudios nos permitieron entender el proceso histórico de formación del sistema urbano en la región del alto Magdalena. También en 1968 nos solicitó el C ID colaborar en la búsqueda de alternativas, con el fin de proponer a! Distrito un plan maestro para Iel futuro de Bogotá; trabajo sumamente útil para detectar la formación urbana regional y la conurbación en media luna, uniendo la Sabana y la capital. En el año 1969, desde la Universidad Nacional, en Meddlín, nos dedicamos al análisis del mallaje urbano regional que se fue desarrollando históricamente con una dilatación "en caracol", a partir del poblamiento mestizo del siglo X V II en el valle de Aburró. Indagamos la conurbación lineal a lo largo del río Medellín, desde Caldas hasta Barbosa, lo mismo que algunas características del crecimiento de la capital aruioqueña y de su estructura socio-barrial. Con estos registros y las repetidas observaciones sobre 7

los centros coloniales de Santa Fe de Antioquia, MarJnlllu y Rionegro se pudo precisar la relación Plaza Mayor-Plaza Menor y plazoletas. Vale la pena señalar que en San Vicente y en Aguadas tuvimos la primera visión del urbanismo lineal "de cuchilla”. Después de dos años en el exterior, en 1972-1973, nos entregamos a un labo­ rioso trabajo estadístico y meramente cuantitativo, para tratar de delimitar (histó­ ricamente) y medir ((territorialmente) el proceso de concentración urbana de ¡U demografía colombiana durante los últimos 30 años. En forma esporádica, diversas asesorías nos permitieron conocer mejor el complejo Pereira-Dosquehradas, la constelación fronteriza de Cúcuta y los barrios de los cerros orientales en Bogotá, en los años 75 y 76 se afianzó la idea de "tipología urbana" cuando pudimos observar unos veinte centros, durante la coordinación de los primeros estudios del Plan Metropolitano del Valle de Aburró y del oriente antioqueño. A partir de 1977, desde la Universidad del Valle en Cali, nos dedicamos primero al análisis del mallaje urbano y su tipología en esta región. El año siguiente Colcultura posibilitó un estudio comparativo entre urbanismo y arqui­ tectura, entre colonia y colonización agraria, entre parte plana del valle y laderas de las cordilleras, centrado en Buga, Caloto, Sevdla y La Cumbre. N o despre­ ciamos la historia documental y en 1980-1981 los archivos de los libros capitulares del cabildo nos permitieron esbozar una visión del proceso urbano de Cali, desde su fundación hasta la Independencia. Cambiando de escala y de período, consa­ gramos un año al análisis de las aldeas y burgos de vertientes que surgieron de la colonización de baldíos entre 1850 y 1940, desde el Quindio hasta los apete­ cidos resguardos caucanos, en ambas cordilleras, Insistiendo en estudios de casos como los de Barragán, Ceildn, Calcedonia, Versalles, El Dovio, E l Aguila, Trujlllo, Reslrcpo, etc. La Colonización de manumisos nos incitó a profundizar en el surgimiento de "aldeas-palenques postcoloniales”, si se puede decir, en el norte del Cauca, en Padilla y Puerto Tejada, por ejemplo. En 1982 el Centro Cultural Jorge Eliécer Gallón nos proporcionó el apoyo logístico necesario para registrar el impacto urbanístico que tuvo sobre el centro de Bogotá el incendio del 9 de abril de 1948. En 1983 fue, merced a la ayuda de Colciencias, que pudimos profundizar sobre la fundación urbana que surge de la colonización agraria, desde el Sumapaz hasta la costa del Pacífico con un catá­ logo, incluyendo los casos de Bahía Solano. Villarrica (Tollina) y el eje ManizalesVillamaría-Pereira-Puerto Caldas. A l año siguiente, regresando un siglo atrás, llevamos a cabo unas pesquisas de archivos y notarías (en Bogotá, Popayán, Buga, Tuluá, etc.) para tratar de esclarecer la cuestión del mestizaje y sus productos urbanos, durante el siglo XV¡11, por medio de las "villas de vecinos libres”. Estas labores concluyeron con una tipología de casos, incluyendo San Gil-Socorro, la disputa Glrón-Bucaramanga-Pledecuesta, la liquidación del “pueblo de indios" de Yumbo, la querella Buga-Palmlra-Tulud, el conflicto Popayán-Caloto-Sanlander de QuiUchao. En 1985, a solicitud de la misión holandesa, basada en Quibdó, se efectuó un estudio urbanístico, arquitectónico y de la vivienda en unas treinta aldeas lineales y fluviales, surgiendo de la colonización de la cuenca del río A trato. Nos quedaba aún un gran vacío (entre muchos); la ciudad aborigen prehispánica. En 1986, gracias al ICFES, se colmó este Interrogante con unas Inda­ gaciones en Buritaca y Pueblito (Sierra Nevada) y unas pesquisas en aldeas modernas embera, del Baudó. 8

Entre 1988 y 1990, en colaboración con Gilma Mosquera, y en el marco de las actividades del C IT C E de la Universidad del Valle, volvimos a indagar, con mayor precisión, en los pueblos de colonización selvática afroamericana, tanto en el norte del Cauca com o en el litoral Pacifico y los ríos Atrato, San Juan y Hundo; dedicando de paso especial atención a los pormenores de la trayectoria portuaria de Buenaventura. Finalmente, en 1991, mirando el manuscrito listo para la imprenta, descu­ brimos una laguna; y para llenar el vacío de las "ciudades de enclave" decidimos analizar el caso de Barrancabermela, inserto en el contesto territorial más general del pohlanüenlo del Opón-Carare y del occidente santandereano. Además, durante estos veinte años, continuos viajes a través del territorio dejaron una gran masa de informaciones relacionadas con algún tema especifico. Observaciones in situ realizadas en centros de los siglos X V I y X V II, co m o son Santa Marta y Cartagena, Carlago y Anserma, la enigmática Villa de Ley va, Santa Fe de Antioquia, Tunjo y Cldquinquirá, Pasto, Girón, Ibagué, Mariquita y Honda; en pueblos costeros coloniales, com o Tolú, San A m ero y I arnaco, en antiguos " pueblos de indios" y reducciones de encomiendas, de resguardos y de doctrina, como aquellos del valle de Sibundoy, los caucónos l ’arace y Totoró, Silvia y C oconucos, los ",sabaneros" Nobsa, Chía, Cajicá, Sáchica, Tatúa o Catana, en aldeashongos que toman impulso a finales del siglo X IX , com o Bucaramanga o Villavicencío, G ir urdo!, Armenia y Calarea, en poblados recientes de la colonización del Pulumayo, del rio Arlari o del rio Guejar. Para recoiutruir el sinuoso Itinerario de rieles, caminos de herradura y barcos de vapor que recorre la "arquitectura francesa" y distinguir las modalidades del "neo-clásico" arquitectónico (¡apenas diez páginas en este texlol), tuvimos que recorrer el centro de Bogotá — San V ic­ torino— , internarnos en Guayaquil, en Medellín, en las zonas negras — antigua­ mente blancas— de Bucaramanga, Manizales, Pereira, Santa Marta, los alrededores de La Galería en Popayán, E l Calvario en Cali e igual recorrido hicimos en Cúcuta. Girardot, La Dorada, Pasto, Palmlra, Cartago y Buga, sin despreciar a Chiqulnquirá, Utos ¡icio, Fusagasugá, Calicó o las estaciones del ferrocarril de Cundinamarca, como las de la reglón de Cachipay. Y para detectar alguno que otro brote de rebelión urbanística o alguno que otro patrón nuevo de dueño, hicimos unos registros en Cola, Miranda, Padilla, Manaure, Uribia. Algeciras, Colón y Sibun­ doy. Se menciona lo anterior, para no atar sino algunos temas, lugares y regiones Y, desde luego, durante estos dos decenios vimos agonizar ciudades y nacer alguruu. Durante mucho tiempo quedó este material invesligativo suelto y esparcido, como leu mil pieziu de un rompecabezas. Hasta que por fin decidimos ponerlo en orden, clasificar los pedazos, unir fragmentos y pegar trozos. Luego hubo que hilar los elementos, buscar una cohesión y una estructura, hasta volver a armar dicho rompecabezas. Fallaba lo más arduo, escribir en castellano. En consecuencia, el texto que sigue es el resultado de este intento. Con lodo, sería abusivo presentar esta obra com o un tratado de historia, dimensión que no alcanza, y categoría a la cual no pretende. Durante los años de indagaciones, como en la etapa de redacción, siempre hemos considerado estos pequeños ensayos como apuntes en torno a un lema. Quizá se puedan calificar como materiales y documentos para una historia de la ciudad colombiana, no más 9

INDICE G E N E R A L DE LA O B R A LA CIUDAD COLOMBIANA, SIGLO X IX Y SIGLO X X PRIMERA PARTE LA FORMACION ESPACIAL AGRARIA 1850-1950 CAPITULO

I

GENERALIDADES 14 CAPITULO

n

EL CASO DE MANIZALES Y ALGUNOS MAS 114 CAPITULO

ra

PUERTOS, FERROCARRILES Y CAMBIO DE MANDO 168 CAPITULO IV ARQUITECTURA Y DANZA DE LOS MILLONES 218 CAPITULO V L A COLONIZACION DEL ATRATO 262 CAPITULO

VI

COLONIZACION ESTATAL: BAHIA SOLANO 276 CAPITULO

VII

L A COLONIZACION EN EL VALLE DEL CAUCA 292 CAPITULO

V III

BARRANCABERMEJA, CIUDAD DE ENCLAVE COLONIAL 356

CAPITULO

IX

FUNDACION Y OCASO DE VILLARRICA, TOLEVIA 468 ANEXOS DOCUMENTALES 506 BIBLIOGRAFIA 542

SEGUNDA PARTE LA FORMACION ESPACIAL DE LA URBANIZACION CAPITULO

I

GENERALIDADES 550 CAPITULO

II

NUMEROS, FECHAS Y LUGARES 566 CAPITULO

III

PROTOPOLIS, CIUDAD DEL ESTADO DE SITIO 592 CAPITULO

IV

BOGOTA. CAPITAL DEL CAPITAL 630 CAPITULO

V

LA URBANIZACION EN >EL VALLE 652 CAPITULO

VI

SINTESIS Y CONCLUSIONES: LAS FORMACIONES ESPACIALES 746 BIBLIOGRAFIA 797

PR IM ER A P A R T E

L A FO RM ACION ESP A C IA L AGRARIA 1850 - 1950 capttü u ) i G ESnU LD AD CS M

capitulo n «X CASO DE M ANUALES T A IG IA O S MAS

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LA COLONIZAOON EN EL TALLE BEL CALCA

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ANEXOS DOC C MENTALES BBU O CAAm Mi

C A P IT U L O

I

GENERALIDADES

...L a cota está hecha, el clavo está puesto. His­ panoamérica es libre; y si nosotros no desgoberna­ mos tristemente nuestros asuntos, es Inglesa. (Oeorges Canning, Ministro de Relaciones Exterio­ res de Oran Bretafia, Londres, 1824.)

A pesar de las prohibiciones de la metrópoli, unas autoridades domésticas más tolerantes autorizaban la radicación de extranjeros en las ciudades del virreyno. Hacia finales del siglo X V H I los documentos seftalan que en varias plazas están residenciados unos mercaderes Ita­ lianos, alguno que otro médico francés y algunos ingenieros Ingleses. P o r paradójico que parezca, se alistaron en las guarniciones españolas de Bogotá y Cartagena varios oficiales anglosajones mercenarios. Se firm an convenios favoreciendo la Inmigración de colonos extranjeros, y el caso de San Carlos (v e r La Ciudad Colombiana Prehispánica, de Conquista e In dian a) no es excepcional' el gobernador Antonio Narváez y Latorre se refiere a unas antiguas plantaciones francesas de cacao en Urabá y, en la misma reglón se menciona la presencia de una colonia agrícola de irlandeses. A los litorales arriban los buques de contrabandistas europeos; el éxito y la persistencia de estos negocios clandestinos son tales que auspician unos villorrios fijos en la península de la Guajira, en el golfo de Urabá, en el delta del rio San Juan (Charam blrá) y en Cuplca; otras escalas Ilegales del contra­ bando entre las costas y el interior, son los asientos de Murrl y Urrao, en el camino del Atrato hasta Antloquia En circunstancias parecidas, y motivado por el transporte del contrabando entre el Pacifico y el V alle del Cauca, surge el núcleo de El Naranjal sobre un tributarlo del rio San Juan: con su posada, fondas y cantinas, aglomeran a trafican­ tes, muleros, bogas y cargueros; otra escala sobre el rio Dagua, el pueblo-bodega de Las Juntas, tiene un origen similar. Pero en casi todos los casos estas aldeas viven exclusivamente del transbordo de mercancías y de su transporte, con lo cual se tom an muy vulnerables caducan luego con los cambios de rutas, que se derivan de la política comercial del libre cambio. Lo anterior obliga en reconsiderar la propia opinión sobre la cro­ nología del "cambio de mando” . La bibliografía tradicional consultada asevera que Inglaterra va ocupando las posiciones económicas, aprove­ chándose el vacio que dejó la salida de los españoles: es decir, asomán­ dose después de la evlcclón de España. Pero múltiples documentos atestiguan que la penetración anglosajona antecedió a la crisis del poder español, al cual Iba minando desde adentro; obviamente este fenómeno se intensifica cuando el Imperio británico pierde su pieza mayor, con la Independencia de sus colonias d® América continental entonces vuelve su mirada hacia fluramérica. El imperialismo británico decide despachar a los mayordomos españoles y portugueses, adminis­ trando por delegación la finca americana, y pasar a la administración 15

directa. En adelante Europa Invierte recursos para lograr la cancela­ ción del contrato: Francia envía sus Ideas de libertad y sus teorías Igualitarias un tanto subversivas, pero Inglaterra, en form a más p ro ­ saica manda libras esterlinas. Asi concluye felizm ente la operación de transferencia y de sustitución hacia 1822. Este año se reúnen los expor­ tadores y financistas londinenses para celebrar el evento: . . . Como hombres y como Ingleses debemos regocijarnos al ver estable­ cida, fuera de toda duda, la libertad de esta porción interesante del Nuevo Mundo... se ha abierto un campo nuevo, rico, vasto y accesible —accesible tanto para nosotros, como para nuestras colonias. Además de esto Inglaterra es la nación que Colombia imitará y favorecerá. De nosotros fue de quienes tomaran prestada su libertad... de todos los países del mundo es el mejor “point d’appui” para nuestro dilatado comercio...; servirá para dar mayor impulso a nuestra industria, y favorecer nuestras empresas del modo más cabal .. hay muchos géneros de manufactura nuestra ( . . . ) que hallarían amplia venta en aquella vasta República; y muchas producciones, que aquel pais nos podría suministrar, mucho más barato, y en mayor abundancia, que algún otro país del mundo. 7 concluyen los armadores, Industriales, exportadores y banqueros: ... Como nación comerciante, estamos obligados a reconocer unos estados cuyo comercio es de un precio incalculable para nuestras clases manufacturera y mercantil. De tal modo que en Londres, en 1824, Georges Cannlng, Ideólogo y forjador del Imperio colonial británico podía declarar triunfalm ente: La cosa está hecha, el clavo está puesto. Hispanoamérica es libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa. Curiosamente, un decreto del Intendente del departam ento del Cauca, con fecha de diciembre 3 de 1827 dispone que “ todos los em ­ pipados de la República llevan luto por 3 días por m otivo de la muerte del Honorable Georges Cannlng, Prim er Ministro de Su M ajestad B ri­ tánica, con un lazo negro en la copa del sombrero” . Todo este asunto quedarla en la historiografía reducido a un abun­ dante anecdotarlo épico para la edificación de “ la plebe"; pero, más que derrotados en el Puente de Boyacá, los españoles hablan sido ven ­ cidos en las bolsas de Londres y París. En cuanto a los “ prestamistas" de la libertad, sus desembolsos para financiar la empresa de la Inde­ pendencia resultarían para los banqueros de Londres una inversión fructífera: la iba a recuperar centuplicada, a lo largo de un siglo, el capitalismo Industrial y comercial inglés. Pasando de Colonia a Co­ lombia — cambiando dos letras no más— , el país se habla vuelto lo que varios historiadores llaman una neo-colonia. Cuando los mayordomos españoles se despiertan de su larga siesta tropical y evacúan “ la fin ca", el balance territorial no es nada hala­ gador: no hablan logrado poblar, explotar y administrar sino una m ínima parte de sus dominios. Después de tres siglos de presencia, la mayor porción de la geografía quedaba deshabitada, Inexplotada, y 16

BARANGUILLA

BUENAVENTURA

Formación espacial agraria, 1850-1950

hasta desconocida y sin explorar. Tan pronto termina la ocupación española, se toma obsoleto y entra en quiebra este modelo del estrecho e improductivo espacio rural colonial, paralizado por un legado de rasgos feudales. Lograda la expulsión de la Corona española, el pujante Imperialismo inglés entra en contradicción con el atrasado sistema social español y cuestiona su estancamiento productivo. Tendrá que destruir este edificio anacrónico para lograr sus objetivos económicos; durante décadas la presencia Inglesa se expresa por medio de su nega­ ción del legado español, su destrucción y sustitución. Es asi como se archiva la Recopilación de las Leyes de las Yndias, sustituidas por el tratado de Libre Navegación, Amistad y Comercio con Gran Bretaña: este serla una pudiente herramienta de estímulo a la circulación, gene­ rando luego la dilatación del territorio poblado. Permite la ampliación rápida del espacio nacional productivo y consumidor; suscita un nuevo modelo de poblamlento territorial, de tipo expansivo, basado en el desenvolvimiento del hábitat rural de producción agrícola; cuestiona, descarta, cambia o renova todo el sistema de relaciones del periodo anterior; Introduce nuevos medios de transporte y remodela por com­ pleto la red de comunicaciones. Lo cual a su vez auspicia la reorgani­ zación del mallaje urbano ligado al transporte; se crean los puertos marítimos de Barranquilla y Buenaventura, y nuevas escalas fluviales en el interior. Y cuando es preciso agilizar el transporte de una cre­ ciente producción de exportación y de mercancías Importadas siempre más voluminosas, entonces las compañías ferroviarias extranjeras mul­ tiplican sus proyectos en Colombia. Asi opera poco a poco un cambio completo del mapa de las plazas comerciales en cada reglón. Además, a éstas se articula la trama urbana que complementa el gran movi­ miento social y agrario de la colonización de los baldíos de vertientes en las tres cordilleras. De estas sucesivas olas de colonización van sur­ giendo no sólo las aldeas de acoplo e Intercambios, sino también los centros comarcales y regionales que captan y centralizan la produc­ ción de exportación de una zona agraria y abastecen el campesinado de mercancías y herramientas manufacturadas, provenientes de Euro­ pa. Y cuando, después de la Guerra de Secesión, el imperialismo Inglés entra a competir con el expansionismo de Washington, esta asociación (y rivalidad) estimula la eclosión de nuevos centros complementarlos de las actividades económicas primarlas; de tal modo que en menos de cien años se fundan en el país más ciudades que durante los tres siglos de ocupación española. En el transcurso de un siglo se conforma el mallaje urbano renovado, sobre el cual se apoyarla la concentración demográfica de la urbanización moderna. Por el contrario, la independencia seria sinónimo de la decadencia para las viejas ciudades indianas del Interior. Polos de la burocracia colonial civil o eclesiástica, pasando a la República no experimentaron el estimulo de la regeneración social que exigía el nuevo orden. Reco­ braron en seguida su tranquilidad secular y se Internaron en un largo periodo de pesada somnolencia. Asi que la Independencia fue la con­ dena a muerte para Vélez, Ocaña, Pamplona, Tunja, Santa Fe de 18

Antloqula y Popayán. Con muchos altibajos, se salvarían parcialmente del marasmo generalizado Mompox, Honda, Ibagué y Cartago, gracias a una reactivación de su papel en la red de relaciones. Un siglo más tarde, cuando se despertaron perezosamente estas ancianas, advirtieron con cándida sorpresa y marcada amargura que hablan sido destronadas por las jóvenes y que no servían sino para ser archivadas en el anuario de los monumentos históricos. Hoy el grado de preservación “natural” de las ciudades indianas sigue Igual a su obsolescencia histórica. Mompox, Villa de Leyva y Santa Fe de Antloqula no tienen quién las destruya. No exigen especial protección contra las especulaciones vandálicas del capital; pero si medidas de amparo contra el comején y las polillas. »



El cambio de mando “ después de la Independencia” , se manifiesta por medio del rechazo de lo español en lo político-cultural y en la toma de posiciones económicas por otros países europeos. Aunque la la historiografía del siglo X IX tiende a minimizar la “nueva conquis­ ta” , este fenómeno tiene para nosotros múltiples consecuencias territoriales y en ciertos casos es determinante para entender las transformaciones del espacio vital. No podemos olvidar, además, que en dos oportunidades los estadistas de la nueva república consideraron muy seriamente la posibilidad de anexarse deliberadamente, primero a la monarquía francesa y luego a los Estados Unidos de América. Tan pronto conseguida la Independencia política, los soldados ex­ tranjeros que participaron en las campañas libertadoras, y que desean radicarse en el país, se benefician con extensas recompensas territo­ riales; ingleses, escoceses e irlandeses consiguen vastas tierras rea­ lengas de esta manera y otras Indirectamente, por lazos matrimoniales con nativas, hijas de grandes hacendados. Simultáneamente se esta­ blecen en Antloqula y Caldas compañías mineras suecas e inglesas; en la misma década, 1820-1830. se radican en la zona costera (Barranquilla, Cartagena y Santa Marta) varias compañías comerciales y de navegación a vapor, alemanas e Inglesas. A nivel oficial llegan a Bo­ gotá los “encargados de negocios", primer embrión del cuerpo diplo­ mático extranjero, y se establecen consulados de Francia, Inglaterra y Estados Unidos en los puertos del Caribe. La pobreza generalizada y una muy reducida capacidad de consu­ mo, el flagelo de epidemias crónicas, las fricciones siempre latentes entre fracciones políticas, un absoluto desorden institucional que com­ pleta la total corrupción administrativa, las continuas guerras regio­ nales o locales conforman el cuadro poco alentador que pintan para sus gobiernos los primeros “ encargados de negocios". Este clima de Inestabilidad e incertldumbre, según ellos, hace muy inseguras las Inversiones extranjeras. 19

Hacia 1860-1880 se observa la influencia del sector extranjero en la minería de Caldas y del Tollma; en el paso de la hacienda a la plantación exportadora, con el tabaco en la costa, el café al occidente de Bucaramanga, la reglón del Líbano, las tierras templadas del occi­ dente de Cundinamarca, la región de Palmira, los alrededores de Chlnchiná-Manlzales y en Antloqula la zona Ayapel-Montelibano. Recorren el país geógrafos, cartógrafos y mineralogistas alemanes, suizos, fran­ ceses y alguno que otro norteamericano; unos contratados por el gobierno colombiano, otros mandados por compaflias comerciales euro­ peas, sin olvidar al viajero-explorador independiente: todos elaborando cuidadosos Inventarlos e informes que insisten en las perspectivas comerciales que ofrecen los recursos naturales del pais. Hacia 18801010 crece el papel de los expertos extranjeros, principalmente inge­ nieros metalurgistas y de minas, mineralogistas profesores en las primeras escuelas de minas o de ingeniería. Encuentran siempre el apoyo lrrestricto de los gobernantes; Rafael Núftez — para no citar sino un caso entre muchos— escribía en 1891 en un periódico de Car­ tagena: ... El progreso requiere capitales y en los países nuevos estos deben venir del Exterior, necesariamente, lo mismo que los brazos aptos para la explota­ ción de ios recursos naturales. En ciertas plazos comerciales (Bogotá, Bucaramanga, Cali, Manizales y otras) se establecen negociantes importadores suizos, alemanes, italianos y franceses que impulsan la creación del sector bancarlo y de las cámaras de comercio locales. En la década de 1920 se observa la Inmigración por Barranqullla y Buenaventura de sirios y llbaneses, que también van a ocupar sólidas posiciones en el comercio de impor­ tación. Desde finales del siglo y hasta los años veinte llegan numerosos ingenieros Ingleses y norteamericanos que se ubican en el sector pri­ marlo y las zonas de las grandes concesiones (bananera, minas del Chocó, Frontino, El Bagre, Timblqul, Supla-Marmato, zona cauchera de Florencia, etc.) y las redes de transportes y comunicaciones (nave­ gación fluvial, adecuación portuaria, ferrocarriles y cables aéreos). Y también en los años veinte inician las perforaciones las empresas petroleras de Estados Unidos. Por fin, e Igualmente entre 1890 y 1920, se radican en varias ciu­ dades las compañías generalmente con sede en Estados Unidos, con el objetivo meramente comercial de modernizar el equlpamento público y las redes de servicios; según el coso, son empresas de telégrafos o de teléfonos, de tranvías, de energía o de acueducto; según sus vínculos y contratos con la administración indígena, actúan en Santa Marta, Cartagena o Barranqullla (estimulando dcBde luego la competencia en­ tre los tres puertos). Cali, Mcdellln, Bucaramanga y Manlzales; a Bo­ gotá traen muy temprano estas milagrosas "peras" mágicas de vidrio alumbrando por la noche, que tanto hablan impresionado a Salvador Camacho Roldán en los Estados Unidos. 20

La penetración creciente y hegemónica de empresas norteamerica­ nas de servicios públicos urbanos, contribuye poderosamente en la rcadecuaclón y modernización de un grupo de ciudades con óptimas condiciones como plazas comerciales. Este fenómeno constituye la mayor manifestación urbana del "cambio de órbita” y de dominio eco­ nómico-comercial, adquirido por los Estados Unidos durante el periodo 1000-1940. Esta es, aqui resumida, la dimensión que alcanza en Colombia la "segunda conquista", la cual no se limita al país, sino que es parte de un proyecto operando a escala continental. No obstante, con esta con­ quista pacifica, por fin llegan al Nuevo Mundo los hombres nuevos del capitalismo; aquellos que no podía proporcionar la España aún semlfeudai del siglo XVI. Hacia 1808, mientras en Bogotá unos ingenieros norteamericanos instalan los rieles del tranvía, siguen llegando monjes españoles contratados para "civilizar a los indios. . . ” En vísperas del siglo X X las universidades andinas siguen diploman­ do retóricos y pensadores, poetas, "filósofos" o literatos: por cada ingeniero se gradúan tres médicos y cinco abogados. Alguno que otro hijo de estadista o latifundista sale para Prlbourg, Nancy, París o Estados Unidos y regresa con un diploma en ingeniería a unas tierras donde se ignora el cemento y aún no llega el hierro. 81 tiene buenas recomendaciones podrá conseguir un trabajo asalariado como ejecu­ tante subalterno, bajo el mando de ingenieros-contratistas norteame­ ricanos. En su libro El Ideal de lo práctico, Frank Safford menciona la queja de ios primeros técnicos en los Anales de Ingeniería, del año de 1894: .. .nuestra ciencia es de copia o de compilación. Aprendemos y repetimos lo que otros han pensado o hecho. Concluye el autor: La élite colombiana, por consiguiente, continuó siendo más una élite con­ sumidora que una élite creadora de tecnología.

Suecos, belgas, Ingleses, irlandeses, escoceses, suizos y alemanes, polacos, italianos, franceses y norteamericanos: de once países llegan los nuevos conquistadores. Quizá no pasen de unos centenares los que se radican en Colombia entre la época de Independencia y 1930, pero su Influencia tendría un peso muy superior a su volumen numérico. En cuanto se refiere a cifras, el Censo Nacional de Población de 1012 nos proporcionó los datos para elaborar el siguiente Cuadro de las principales concentraciones de inmigrantes extranjeros en esa época: 21

NUMERO DE EXTRANJEROS CENSADOS eludid

Número

Ciados

Número

Cúcuta Cartagena Bananqullla Bogotá V illa del Rosarlo Tumaco Medellín Bucaramanga Chlnácota Córdoba (N. de Sder.) Ocaña Pasto Pamplona Buenaventura Cali

2.347 865 862 499 470 334 218 163 150 148 68 62 56 53 49

Popayán Quibdó Honda Santa A n a (minas, T o L ) El Líbano (m inas) N eiva Facatativá M añiza! ee Buga Tim blqul (m inas) Girardot Analm e (m inas) Ibagué Palm lra

48 40 39 36 27 22 22 18 16 16 15 14 12 10

________ La historiografía del siglo X I X glorifica la presencia extranjera en form a muy servil. Pasando al otro extremo la historiografía moderna, m is nacionalista, tiende en mmi-mív.nr la "nueva conquista", pero ésta queda desvelada por dos norteamericanos, Fred J. R ip y y Theodore E. Nichols e Inconscientemente por A lfredo Ortega en su Historia de los Ferrocarriles (ver Fuentes, al fin a l). El listado cronológico de la implantación extranjera en Colombia, desde la Independencia hasta 1930, es imprescindible pa ra captar la m agn itud de las transformaciones territoriales que operan durante este periodo. Un rápido vistazo sugiere que resultó bastante costosa la “ amistad’' británica, a la cual se suma también la '‘amistad” de los Estados Unidos a partir del tratado con esta nación en 1846. T an pronto como la República expropió a la Corona española, se inici a la distribución de las tierras realengas a los "nuevos conquista­ dores”. A partir de 1825 comienza la feria de las tierras nacionales: durarla un siglo este gran bazar de los baldíos. En el listado general de las adjudicaciones de baldíos entre 1827 y 1935, conservado en el AHNC, hemos tratado de ldentilicar las titulaciones a sociedades y ciudadanos extranjeros, tarea de por si ardua y con resultados poco sat isfactorios; a continuación sólo se presenta una muestra parcial Ilustrando este fenómeno. Es probable que estas cifras no pasen de un 10% del total de las tierras que se convierten en propiedades de extranjeros, no obstante permiten entender los mecanismos por m e­ dio de los cuales el latifundio colonial privado, o realengo, supuesta­ mente despedazado en el momento de la Independencia, se vuelve a conformar rápidamente bajo la República. 22

N o conocemos registros estadísticos que perm itirían m edir la ex­ tensión del latifu ndio colonial No obstante, es licito pensar que alcanzó después de la Independencia «n a magnitud territorial desconocida, du­ ra n te el ocaso de la ocupación hispánica. Los pocas datos disponibles autorizan asegurar que el latifundio moderno se gestó menos en la Colonia que durante la República. De tal modo: que el conocimiento de los mecanismos de su constitución se convierte en una pieza capital para la comprensión de varios fenómenos socio-espaciales agrarios, aún vigentes j actuantes. A L G U N A S AD JUD IC AC IO N ES DE B ALD IO S A C IU D A D AN O S EXTRANJEROS AnnnquJn

1837 T y re ll Moore, Santa Rosa 1853 Carlos G re iff, M edéllin y Córdoba 1895 Carlos G relffestein, Huango 1895 Louis Balcke, Cía. Francesa, Segovia 1896 W illia n Crosley, Remedios 1897 W illian Crosley, Remedios 1898 Cía. In glesa de Frontino, Remedios 1911 N a zir T . Yabur, Turbo 1912 N a zir T . Yabur, Turbo 1920 N a zir T . Yabur, Turbo 1921 N azir T . Yabur, Turbo

64.000 hectáreas 11.520 2.961 961 99 636 45 >1 1.450 Vf 1.209 a* 321 240 152

Tollina

j

1844 1853 1865 1873 1880 1892 1893 1893 1904

Hugo Hughes, M argarita Schloss y Cía., Cunday Blrchall, Santa Ana R u fo Chaus, Ibagué M. Dik de Doviesky, Chaparral John M. Vaughan, Venadillo Lafaurie, Ibagué y Caldas Frank H Dixoc, Honda T h e Tollm a M ining Co. LtiL, Santa Ana

1 280 hectáreas ** 1.797 1.139 301 * 1.640 523 * 2 028 4 860 «T 35

Magdalena Desde 1873 hasta 1821 se conceden baldíos a por lo menas 36 extranjeras en £1 Peñón. Ri abacha. Santa Marta. Vallcdupar. Mamatoco, Tamalameque, Plato, Chiriguaná, Ara cataca, etc., totalizando unas 17 000 hectáreas. Ade­ más se adjudican. 1893 H. Penon y Cía., de París, Padilla 3.659 hectáreas 1893 The W est ludían Telephone Co. 16 1913 Compagnie Agricole de Colombia, Plato 1 500 1913 Anglo-French Developpment Syndicate, Plato 1 502

23

J U C T S U A M E M U C M K Itf M

■ lU W I

i c m u iu K M m u x m o t

I 1S¡2 C o m p r a de Ferrocarril It n g lfn l. B quilla.

|.2í2 h rrtáiB U

F



Itero ICTt y 1923 por lo mena* U o ú iz s ja a i recaben os iota! de de M h R t á m i a Mapnfaé, Motejaría. Corté. Lonco y oteas bnládades.

| A d s a tv a CoI oobIbob X a T ^ u im itA c s p n n ¡i aigh n . reabe e : 1922 es Sansa 19 arfjartrraríamr*;. M aliaado 95.991

¡ hectárea*. tW tllOB

Eh w n » S E tza ú se. catee 1917 y 1 M , 3 o a r a j e m teubeu en if o d a c s . el rio O p x . G a o . Z q a ts a . t b , na sottS áe n a i -60.010 heeü r » (S obet A. I » y Cmém. sd jaáxxÉ c as 29999 hectáreas).

Z c C e a io o M R a . crreZs:: es¡ l'Sl. a Kapftñ firM o ». en 7

— - y Qcac-

l a e . 3.-UV E&ecsáreaz; en Mwftn» en UB2 Leos A. Toe *'«**—•recibe 5.(89 hectárea*. en FaUsTñaenciio y Maflicm as »g^ítgr ¡B m g se tetóla 19 adjn&carVireT en 3 xáai -! US*-!®®», «ne*»n««fliiÉ wr» » ¡¿fe -Q .0X1 hectárea*.

Por paztíaL j m sy ineempteío qoe ¿ea v é e listado, sin embargo SS22331 S2á3 de 316.6Ü® hectáreas de lia ra s agrícolas. Peso en sa primera fase la fenffltomiiagrftfwii extranjera decrfwRa ¡a lugraut11latía y favorece oBzas ramas, m i m onm Qa miw^eito «iri oro 7 las coespafilas de nai^rariúCL May temprano, en 18S, efl francés Botusingaals y los banqueros GoldseluBádí, de Londres, controlan iit * » de It h m it o y Sap&a; en i t w otra nmgi^o Wwrrtrag Gsnham & Pw trit, explota las wihbm de plata de » « n i « Ana- w t n ia m se enetsestra TyieE Moooe en las w»ñ»any de went» h «» w esa A n a l en 1*33 j iflffgp esa TStteW en 185L Bto esta época se Sanearon la Cartage­ na An-g'i>-0 >'nrT' tesp Miri.eag 7 ita OoflomühÉaaa Mar^sing de *r»-*qnri»g y van apareciendo las « ■ » ? > « » » » tsgfiesas: Frontino Mine (19SZ), la Pato CaaoijdaJí. ~.:•¿ tarde, con sas explotaciones en Flm síno, B er sdág y el rio KeeM í 1999-1897). También se formo h nwnptftn ftM O K th iB S u B i de ES Zapeado (1965-1965), la casi se vuelve fn n e o t l e i n a en 1506; o 1-os están «rahajaiwin en las >■*»«« de oro y pfalHrrara 29 wnwp tChit ttww » Sí después de la G u o n de Sccerión qae ae en 1966-1997, taz primeras lu*vt itere* B i s e n n*mt 0 m*mmriri » » la mi »».» de Garganta. S eseó en 1989 las nafiHua* de dragas en los Segas y A s dárueda y, en It M . en el Tofiáma la anima de C rido de Las la ja s ; en 1X09 obtiene ana e rnaagafiBa de 659 cuadrados La TSmbfiqui 24

Goíd Mine Lim ited, 2a cual se transíarma en 1995 en la S e r Timbáqaí GoSd M ine; en 1966-1913 llegan las dragas de la Cboeó Pacifico Gaid M m e en la región Cfategai-CoDdoCo-Ttgnina-^ndagnya; en 1921 la Go&ombéan P rop tetu y Gold Limited conságoe en Gnapi h m con­ cesión de 33 « wHíslc e a id r a d n ; en 1936 !a CMonugám Mtmog está explotando e l P a t n y la Amana Goíd Mine tiene ros dragas ca ñ ed o en 15 kilómetros del rtn r « n r » y en este m*qnn «fin *sMe wwijBfth» iwnrit^3«Bw»Ti>aFttag fon las más imp w ta n iw empresas mineras en Cbi«— w « Mientras tanto» otros recursos entraron en explotación y entre 1836 j 1966 se aprovechan en Pacho las micas de H e n o y la le ñ e ra de nna empresa L a penetración territorial signe las patrones contenctunales del witnwfaiKicro» munttai durante el rfgtn x i x Desde ana base portearía sobre e l BtnraJ! se ¡am an anas lincas de eonnnikartnnes, para alrare/ar los recu sas d d interior; asi se iipo wyin«n u w tiw mwit» el trans­ porte fhn$alL los íerroearriJes y, por fin, osa red de carretelas; este proceso tenia qae impactar a Cartagena y a BananqnUla. Pero es ¡a primera tarda mocho ana clase dirigente local arruinada, en poder r w iiia ta r ¡as empresas extranjeras de obras públicas, interesadas en modernizar e l v ie jo caa^aH del Dique; mientras tanto se adelantó BarranqoílSa en * n t > el « i " " ) " B o a s , favorecido por ana concedón w r i w i w d » navegación, eqéosa la navegación por barcas de vapor entre 1833 y 1839; entre 1836 y 1841 este privilegio pasa a la londinense empresa Aadíw f i n n s tim En 1856 es la Compañía Unida dei Inglés Bobert Joy. La que monopoliza el transporte fluvial 7 pasa al control dei nraltilacético empresario norteamericano Clam os, entre 2337 y 1890. Desde 1883 decaían 23 barcas sobre el Magdalena: 4 empresas Endónales afijo ifigH oen de 4 barcos, mientra» 4 firmas extranjeras son propietarias de 19 embarcaciones fluviales. Prim era expresión fin ca y territorial de o sa ■amistad” efímera, es en 1856 qae entra a funcionar el ferrocarril del Istmo de Panamá, propiedad de w im empresa n iw iw m w iM M ; luego diversas firmas de IngH atem 7 HEStasMa Unidas van elaborando poco a poco la red de La costa Caribe, en la z a a de Písenlo nni«riiM .R«rranqnnk AHI esta la BarranquUDla pjiiíiitimA and Pler Company, sociedad Inglfaa qoe ad­ quirió en 1887 a fism ens el Ferrocarril de Sobrar, qoe éste baláa Mwap a An en 1264 js a lo con la empresa del telégrafo; otra campaftia twg t * «i la GfikxnMam Land Company, coaastroye el FerroranS de Santa M arta en 18SL E ra s campafitas trazan anas tramos qoe no pasas de 180 MMneo n i en 1820. pero Bagan a 550 kilómetros en 1898. Luego nriran harta el interior y K formas varias empresas: Cuneros ya em­ pezó la apestara del Ferrocarril de Antioqala. Se forma La Dorada Haihray iim lted , ¡ES-gEesa. la eoal adenri ■ eunstniye el cable aéreo MazaÉrales-Mariqaila. a partir de 1922. Ea resamen, entre 195* y 1914 se «aceden no menos de 13 empresas inglesas y norteamericanas; cons­ truyen los nr-*mn* principales para la exportación y éstos sólo se conectan p»**» coníormar ana red más o mesaos articulada, sarape lica-iftaihipgSgi h «r t« 1939. Eh fest.e último periodo, llamado de la ■danza 25

dono do baldío*

26

■tono de hnldloi

do loa millones", non las compnfllna suministrando el mnterlal rodante loa quo más se benefician. Antea de la Primera Guerra Mundial pro­ venían de Francia, Bélgico, Inglaterra y Alemania ln mayor parte de loa equipos, cochea y locomotoras; finalizando ésta es el material norteamericano el que más circula en las vina férreas de Colombia. Igual cosa ocurro con loa automóviles, la maquinarla y los equipos diversos y loa materiales de construcción. En cuanto a las concesiones petroleras, su historia va ligada a lo larga controversia del pago por Estados Unidos de la indemnización por ln "Independencia" de Pannmd, Citando a un autor norteameri­ cano, escribe Francisco Posada; Sin embargo «I dinero no fue dndo a Colombia hasta que el gobierno estuvo listo, mediante documentos secretos, a entregar si petróleo y otros recursos a ios corporaciones norteamericanos. 27

Aliado Alvaro Tirado: . i , Sólo cuando los petroleros obtuvieron todas lus ventajas que querían, el tratado fue ratificado por lo* Estados Unidos (20 de abril de 1021) (Vor Anexo documental, al final de la Primera Parte). Se inician las concesiones en 1921, se multiplican bajo los gobier­ nos de Pedro Nel Osplna, Miguel Abadía Méndez y Enrique Olaya Herrera. Antes de 1031 se radican en Colombia diez empresas Inglesas y 24 compañías norteamericanas, entre las que se destacan la Stan­ dard Olí Company, la Andlan, la Tropical 011 y la Oulf Company. En cuanto a la agricultura comercial para la exportación, «o Inició hacia 1830 con loa cultivos de tabaco de Ambalema, financia­ dos desde Londres; luego se multiplican las plantaciones extran­ jeras particulares en la costa. Tyrell Moore se convierte en un pionero del cultivo Intensivo del café en Antloqula y Cundlnnmarca y el Inge­ niero de minas Edward Walker lo está al origen de las primeras plan­ taciones en la reglón Manizales-Chlnchiná y a principio del siglo X X los familias Cranc y WUUamson Impulsan las explotaciones tecnlflcadas en Cundlnamarca. En la Industria del azúcur se destacan las plan­ taciones de James Eder, cónsul de Estados Unidos en Palmlra y luego, en 1030, cerca de Montería el Ingenio de la Colombian Sugar Corporation. En Santander entre 1850 y 1880 sobresalen las grandes compañías agrícolas del venezolano CortLssoz (30.000 hectáreas) y las plantaciones de exportación de quina, tabaco y cacao, del alemán Lcngerke. En el "hlnterland" de Banta Marta, la United Frult Com­ pany de EstadOB Unidos adquiere una concesión para fomentar el cul­ tivo del banano en 1899 y lograrla controlar más de 80.000 acres en 1013.

Pero los nativos no se quedan atrás y muy temprano se lanzan en el "bazar de las tierras". No es difícil encontrar en la siguiente muestra (muestra únicamente) el origen del latifundio moderno y de sus numerosos conflictos con el campesinado a principios del siglo. En 1835, en Caramanta, un señor Juan Uribe se vuelve de una vez propietario de 102 717 hectáreas con 4.400 metros cuadrados; en Anserraanuevo, en 1873, Rudeslndo Osplna recibe una adjudicación de 10.000 hectáreas; en 1880, en Ansermavlejo, titula 10.000 hectáreas más. En Bolívar, en seis años, Manuel A Pineda titula 5 adjudicaciones, totalizando más de 18.000 hectáreas, asi: 1

Alio 1872 1875 1875 1875 1878

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Ciudad Ciénaga Retiro y Sucre Ban Benito y Santiago San Sebastián do Madrid Montería

Adjudlcarliiii» 4 085 lias. 5.80(1 7 058 has. 2 450 2 111 has. 0.722 423 has. 1.505 3 105 has. 3.802

MW M M> M>

En Antloqula, N. Trujlllo y Cía. recibe en 1860, en Nare, una pri­ mera adjudicación de 14.052 hectárea* y una ¿segunda en 1870, en Re­ medios, por 1.733 hectáreas; en 1805, en Nare, Nicanor Restrepo y Cía. recibe de una vez 13.050 hectáreas; en 1862 y 1800 Wenceslao Urlbe ti­ tula dos adjudicaciones Iguales (una en el rio Mota y la otra en Yolombó), totalizando 17.700 hectárea»; en 1884 se adjudican, en Yarumal y Cáceres, a un señor Vásquez Mejla, 23 410 hectáreas; al año siguiente también en Yarumal, se adjudican 15.730 hectáreas a Alejandro Mejla. En el Valle del Cauca Ellas Reyes recibe en 1801, en Pavas, 3.400 hectáreas; en Santander, en 1880, Manuel Díaz Granados y otros titu­ lan en Bctulia y Girón cuatro adjudicaciones, sumando cerca de 13.000 hectáreas; en el Meta, en 1800, Nazarlo Lorenzana y otros resultan beneficiados en San Martin con adjudicaciones, sumando 48 500 hec­ táreas y 7 823 metros cuadrados; en Raicilla, en 1871 y 1872, se hacen dos adjudicaciones a nombre de José María Sarabla Ferro, total: más de 17.000 hectáreas. En 1873, en Medina y Vlllavlcenclo, Aparicio Escobar y otros reciben 40.400 hectáreas; entre 1871 y 1807, en San Martin y Vlllavicenclo, Emiliano Restrepo consigue 10 adjudicaciones, sumando cerca de 30.000 hectáreas; en Cundinamarca, en las tierras de Pnndl, entre 1805 y 1872, siete adjudicatarios se reparten más de 38.000 hectáreas. Un sólo "trabajador de tierra callente" (como dice Medardo Rlvas), el mismo José Mnrla Sarabla Ferro, recibe 25.000 hectáreas. En el Tolima, en Cunday, Antonio Vargas recibe en 1854 7.208 hectáreas y 0.000 metros cuadrados; en 1805, Miguel Vargas, 4.000 hectáreas; el mismo año, Arcadlo Céspedes, 3.206 hectáreas La fami­ lia Rocha titula estas adjudicaciones de baldíos: 1880 1881 1690 1007

Andrés Rochn Castillo, en Ataco, tres, total, 8 500 hectáreas Andrés Rocha Castillo, Chaparral, dos, total 0.000 hectáreas Joaquín Rocha, Chaparral, 1.200 hectáreas. Nieto, Rocha y Cía,, Chaparral, 418 hectáreas.

Se forman compañías comerciales de reventa de las tierras o dispu­ tando la propiedad de éstas, con base en títulos coloniales. El caso más conocido es aquel de la hacienda Bumapaz, en la cual la sociedad Hijos de Juan Francisco Pardo Roche pretende a la propiedad de 300.000 hectáreas; el cnso de la sociedad González Salazar en Arnnzuzu, en Caldas, es otro. En el Valle una familia Caicedo aporta & la sociedad de Burila un titulo real, abarcando unas 200 000 fanegadas. Y, como era de esperar, se multiplican las estafas en Caldas, en el Valle, Tolima y Cundinamarca. En este último departamento las encuestas oficiales revelan, hacia 1030, que un predio inicial de 800 fanegadas, en las tierras de Pasca, se dilató con el benéfico clima tropical hasta llegar a una extensión de más de 0 000 hectáreas. Algo similar habla sucedido en Paquilo con una primera estancia de 420 hectáreas: creció "por arte de trashumancla de las alinderaciones 29

posteriores", hasta alcanzar unas 300.000 hectáreas. Pero habrá que esperar a 1934 para que El Espectador del 26 de septiem bre nos inform e que: Gran estafa con bonos de Baldíos fue descubierta. Bonos ya cancelados habían sido robados al gobierno y presentados de nuevo para su pago. El articulo relata que se venia traficando con bonos de deuda pública cancelados desde 1890. Consecuencia de lo anterior, se multiplican litigios, demandas e interminables pleitos de propiedad. Prosperan las facultades de D ere­ cho y en 1870 el censo de población registra solamente 275 ingenieros en el país; mientras tanto litigan por lo menos 1.037 abogados, a los cuales habría que agregar el pletórlco ejército de los tinterillos sin diploma. Ahora bien, según parece los ‘•próceres" y "padres de la pa tria ” no se quedan atrás y en el listado aparecen personas de las cuales no se sospecha de que eran "cultivadores". En el Valle, un coronel Canclno recibe en recompensa de sus servicios m ilitares la hacienda de Barragán, es decir más de 60.000 hectáreas. En 1878 un señor In d a ­ lecio Liévano titula, en jurisdicciones de L a Paz, Caparrapi y Puerto Boyacá, 4.322 hectáreas con 8.175 metros cuadrados; se le agrega en 1881 en San Antonio (M agdalena) otra adjudicación por 2.839 hec­ táreas con O. 000 metros cuadrados. No era ningún cultivador n i “ tra ­ bajador de tierra caliente" sino uno de los ingenieros contratistas al servicio de la compañía inglesa construyendo el ferrocarril G lrardot-Tocalma. Quizá eso explique por qué su fam iliar Antonio María Liévano también recibió en 1880, en Pandi, un titulo de propiedad sobre 5.000 hectáreas de tierras baldías. Los intrincados negocios y tráficos de baldíos de esta poderosa sociedad fam iliar, quedan ilus­ trados con documentos como éste, con fecha de 1889, conservado en el Fondo de Baldíos del AHNC en Bogotá: Conste por el presente documento que nosotros los abajo firmados Inda­ lecio Liévano y Julio Liévano hemos hecho la siguiente operación: 1 - Julio Liévano confiesa haber recibida de Indalecio Liévano por cuenta del señor Antonio M. Liévano la suma de ciento cincuenta y cuatro pesos ($ 154) que es el completo de doscientos cincuenta pesos, valor de dos mil quinientas hectáreas en títulos de tierras baldías que Julio Liévano le vendió a Antonio M. Liévano; y 2 -Que a Indalecio Liévano le consta que Antonio M. Liévano debe a Julio Liévano dos mil quinientas hectáreas de tierras baldías en títulos; pues las que recibió fueron cinco mil hectáreas así: dos mil quinientos que le ha pagado conforme a la cláusula anterior de este contrato y las dos mil quinientas que a Indalecio Liévano le consta se las debe por habérselo dicho Antonio M. Liévano. En fe de lo cual firmamos, etc., etc___ Entienda quien pueda este enigmático arreglo, pero lo que si se comprende es que estas tierras resultaron a 25 centavos por cada 2.5 hectáreas (ó 6 centavos por fanegada). Pero la historia no para allí. La concesión solicitada por los Liévano en 1890, en Pandi, lleva a las tensiones con los colonos en los años siguientes. Finalmente los L iéva ­ no venden las 5 000 hectáreas a un comprador en 1900, y este último 30

es quien negocia con los ocupantes, les cobra sus mejoras o vende a otros compradores durante los afios 1910-1915, generando desde luego múltiples conflictos nuevos que se van extendiendo como mancha de aceite por toda la zona. Quizá por eso, según el tomo 36 de 1912 del Archivo de Baldíos (fo lio 232) Julio Liévano, uniendo la técnica de la planimetría urbana a los negocios agrarios, solicita del Ministerio de Agricultura la auten­ ticación de los planos del globo de 5.000 hectáreas de baldíos en Pandi que hablan sido adjudicados anteriormente a su fam iliar Antonio Liévano, plano entonces levantado por el Ingeniero Modesto Garcés. P ero los colonos de “Alejandría", en un telegrama de abril 17 de 1916, con 12 firmas, resisten, se oponen a las pretensiones de los lati­ fundistas y solicitan al ministro que se declare la devolución de estas tierras a la nación en razón de su no explotación por parte del propietario. En 1855, en Guaduas se adjudican 1 067 hectáreas con 5 200 me­ tros cuadrados a José María Obando. El mismo año un señor José H ilarlo López recibe dos adjudicaciones: la primera en Rloblanco, de 2.259 hectáreas con 5.233 metros cuadrados, la segunda en Caguán por 556 hectáreas con 9.437 metros cuadrados. Su fam iliar Tomás Cipriano de Mosquera se auto-adjudica en Popayán 2.700 hectáreas en el año 1872; en 1854 habla recibido una adjudicación de baldíos por 1.536 hectáreas en la Isla de Coiba (Panam á). L a resolución conservada en el A H N C (Fondo de Baldíos, tomo 7, folio 185) agrega: Igual al anterior en favor del ciudadano general Pedro Alcántara Herrán. Con lo cual son 3 000 hectáreas las que ingresaron al patrimonio fa m ilia r (la décima parte de la isla). Sin embargo, treinta años más tarde, en 1888, aún estaba reclamando la titulación de la adjudicación la viuda del último e h ija del primero. Otro negocio del Ilustre pillo caucano pone de relieve el papel que cumplían, a la sombra del Palacio, estas empresas de traficantes de baldíos en las cuales prosperaron generaciones de agrimensores, tin­ terillos y mandos medios de ministerios. Se trata de un poder firmado en Coconuco por Tomás Cipriano de Mosquera en 1874, a favor de Francisco Groot, Paz y Compañía, en Bogotá: el objeto es encargarles “ la ven ta de 648 títulos de concesión de tierras baldías de a 100 hec­ táreas cada uno" (siguen los números de los títulos), por un total de 64.800 hectáreas. El documento, legalizado en Popayán lleva las firmas de un Arboleda y de un Valencia, y en Bogotá lo registra el je fe de la O ficina de Estadística Nacional, Aníbal Galindo (AHNC, Fondo de Baldíos, tom o I, folios 26-28). Es también desde Popayán, en 1884, que se tramitan dos expe­ dientes de adjudicaciones, en Caquetá y Tollma, totalizando 9.548 hec­ táreas, solicitadas por el romántico escritor Jorge Isaacs. Y él mismo, siendo "vecino de Ibagué" tramita en Bogotá la devolución de títulos, por un total de 29.518 hectáreas (AHNC, Fondo de Baldíos, tomo 5, folios 107 y siguientes). 31

P é n a te t atan re p to y & o t a dSoasmau T e a s » d a n en IM S l ü itaa » Yisqtsa n d b e 4 .)t t tatctüras ca Otearas y m jr tcanpnuM Pedro Stei Ctep&m se merocte le carees» flteeñn de Rendan ca di a to 18n ( . . . todas bus estam os tacnao . . . tetiktios). T lü ih ana ad jcü aú llo de t i l heetln&s y t s n bmsjeka c a u b e t o ca T d tffiM ca éC a te 1IV> y das aás ca IS O ca AyaptíL a m a n te ( I 2 U + 1 4 » íg c a re u cae 1 M laceros egadsadüsK -iTSi EtarSáiíiess. Stand» y » presadeate. Sisma He Besteateón atcaes® -18 de£ 3® de dacteaUre de i m por oaedto de te m al ad£aribe» a Pedro N á Judos, sa h ijo i cacao icgiüi de a t t e i p s v *A uSüalfo. de calttiodac*’. te predba Bcrtin. ca Ajrapd, can de 1.435 hectAroos coa 4 *0 1 metras coadradotL El w?*»CTfe* «8twi ja BBSzaañro lfig o tí ád&auáaai U K d n se a d ja d in ca jM&íau. m Bh s r ^ x *a outeteo de k x x s '. tan predoo de 2 58® hcctAreas. Baldan cawraáHD s u aspcradocaes a p u r n ca ñ oco sosas, fia efecta. sestea sea r irtii i!ir ■ un»' 1Wáfc HTT i l TirtmtrmnTi tIr 1 n ín 1—mn F w t e i t ft iM i» , tana» 41 falsa. 114. se proponía sofiañiour a l tafteodeatte del M eta ana a con Ajotaras» L i p a sestea tétate este teteno; na ctera ale Pas5oc ospesa se ftafoflThi 51)5$ ineiuÉreas cod £ U 9 metros randranta? en te a t e ll& Eh t í ¥»Be entre tas sáceos qae se sepaatm tas 2B® Mtt fin e y ir tit de SfcaStt, uriana atetamos esclavistas unrateados, gagafrainTErcs w r iqaeadaa. asacadas eneo emergentes ¡naJsáffsIfeflioB. genesafiee* estadistas y atetases o teteros pirrntdrrrrT E&wo P s y iix l u i d Antonio San( t a s a » J n u de Daos CTtas, E tteu te Bataola. Bátate Beyes, Bsstacis y n s is ic ip n » Birtas cenaocnes tmbñan d t o soíácíSadtss desde tas msnoablieas depastaznesstafles o tas comnflos. s > pncs&auneinte p o s » DaetaOceesr tas fiscos tacatas y de tas gobessiatícsaes: s o y sApadaoneraSe s&mlesnai » es&ns entidades pouro camrotar sois atentos can pnztórataros y a»si mantíics ccmestiauaiies aurtanons ditousiBtaBoai sraus;— des panpüeatadcs raaotas. l>e ta vnnneeisDs ztaCtcs piafaron » octanos de aanctaas g^owncTtates tacatas a tas eaatas. a&my m anenadav. no tes costaran otes ayoe efl pcecta de asm boto ale pagad se2tad&. Coa tas datos aaciantzmtas en e l cntatairoi dke adíatóncacneaas de teatatos. estaJbtacScta peor te MíznfisSeeto de mdasftvsas ?iacii3 1903. se poeta ros&st n r te sistaiiente Btegaata pouretal. ñ a u »

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4o estático y eontlnuista. Por lo tanto, al contrallo do lo que romos ea Bogotá, Cali. BfodeUln, Bocaramanga. Cartagena y Barmnqullla, os muy ir s w la producción arquitectónica neo-clásica en Popayán. su catálogo so limita a unas pocos edificios religiosas y do gobierno, que caben en las cuatro mansanas del marco de la plaza. No so ron hileras de edificios comerciales en callas dedicadas al negocio, ni tam­ poco un barrio nuevo, con las mansiones y los palacetes extravagantes de los nuevos ricos. le que la dase dirigente de Popayán. entonces, no estaba conformada por nuevos ricos, sino, al contrario, por antiguos ricos en creciente pauperización, quienes con pocos medios, pero mucha tradición, seguían viviendo discretamente en sus cesas enclaustradas. No necesitaban ninguna "vitrina” sobro la calle para Identificarse en una ciudad donde, deede siglos atrás, sus ancestros tenían "solar conocido” . Por el contrario, en una dudad nueva y sin pasado, como Maniaales, una clase social de aparecidos recién llegados y completamente desconocidas llama la atención con sus casas, señala su presencia con una prestigiosa vitrina residencial, y afirma su éxito y su poder por medio de sus fachadas. Sin embargo, a principios de nuestro siglo la clase dirigente de Popayán sigue con la pretensión de dirigir si país desde el Cauca Orande. Be aferra en Bogotá a un poder Ilusorio, Ignorando que el poder político real ya se transfirió a Barranquilla, Medellin, Bucaramanga o Mantéales. La dudad sigue produciendo legiones de abogados, exportando presidentes y letrados, y hasta malos poetas, dicen algu­ nos. Mientras tanto el poder de hecho ha pasado a manos de iletrados, con registradoras y calculadoras, radicados en las nuevas dudadas; analfabetas, pero expertos en sembrar, comprar y exportar café. No son leguleyos y quizá Ignoren el código civil, pero se conocen de me­ moria el código de comercio y los reglamentos aduaneros de seis países. Popayán habla sido desde su fundación una dudad de castas y pretendía seguir tan inmutable como ellos. Desde hace tres siglos un reducido grupo social dirigente y petrificado se aferra a dos calles de otras épocas, es el mismo barrio, del mencionado grupo desde el siglo X V m ni cambió, ni creció, ni se mudó, pero si se amigó. Manlsales fue desde su nacimiento una dudad de clases, enfrenta­ das y en lucha, tan dinámica como ellas. En movimiento y cambio continuo, su grupo motor, si es el caso, modela la dudad, la cuestiona y la transforma; su élite cambia y se mueve en el espado, con sus barrios nuevos, se traslada de un sitio a otro Mientras Popayán quedaba silenciosa e Inmóvil, Manlialcs Iba experimentando olas continuas de mutaciones. Al fin y al cabo, en Popayán el oro no produjo, durante unos tres siglos, más que unos cuatro o cinco templos y dies mansiones. En Manlsales, en cincuenta años, el café produjo primero la eclosión de la dudad y luego su reno­ vación arquitectónica, en varias oportunidades. Asi se pudo comprobar cómo d pulso del cambio social nutre las transformaciones espacia­ les y estéticas. Se articulan el surgimiento y la decadencia de los gru90

l’ U n o ém M u lu in

9!

pos sociales, con la elaboración de su Ideología y su expresión plástica por medio del urbanismo y la arquitectura. Asi se pudieron asociar en Manizales entre 1870 y 1930 tres momentos arquitectónicos muy defi­ nidos; establecer los nexos, en cada momento, entre la producción arquitectónica y la Ideología dominante; relacionar las ideas con el rechazo de lo vernáculo y la introducción de nuevos materiales y técnicas de construcción exógenos. En resumen: —Entre 1850 y 1880 se construyen en bahareque, de “ vara en tie­ rra" y techo de paja, pequeños ranchos bajos de colonos trabajadores, peones de desmonte, arrieros, etc. —Entre 1880 y 1925 se generaliza la casa de dos plantas con es­ tructura de guadua y paredes de madera, con techo de teja de barro, técnica Introducida por antiguos colonos exitosos, vueltos comercian­ tes urbanos. —Desde los años 1920 hasta los cincuenta se construye en el centro en tres o cuatro plantas, con materiales Importados como hierro, cemento, hojalata, techo en zinc y ladrillo cocido local. Plan­ tadores cafeteros y grandes negociantes del grano, comerciantes Im­ portadores y banqueros, constituyen el grupo social estimulando este cambio. Quizá sea el momento para Introducir algunas observaciones: a) Comparando nuestras pesquisas con los trabajos de varios In­ vestigadores (como son Lorenzo Fonseca, Alberto Saldarrlaga, Harold Martínez y Néstor Tobón, entre otros) se evidencia que la llamada arquitectura “republicana" no es una sino múltiple, y su di versifica­ ción surge del mismo espectro social, de la variedad de la demanda y de los productores y protagonistas. Por lo tanto, dicho periodo pre­ senta una producción más abundante y rica, de lo que generalmente se registra en la historiografía de la arquitectura. b) Rechazando la tutela cultural española, la nueva clase diri­ gente urbana Introduce, con la arquitectura "neo-clásica", una triple dependencia: —Ideológica y cultural, con marcada Influencia estética francesa. —Técnica y tecnológica, con la contratación de arquitectos ex­ tranjeros, para el diseño de los proyectos y la ejecución de las obras. —Económica, con la compra onerosa de materiales Importados. Cerrando este paréntesis se puede presentar la conclusión de la ‘‘confrontación" entre Manizales y Popayán. Visto a la luz de la sen­ cilla aritmética demográfica, el desenlace no deja dudas: con apenas setenta años, Manizales hacia 1920 ya contaba más de 20.000 habi­ tantes; en 1938, festejando sus cuatrocientos años, Popayán no regis­ traba más de 18.000 personas; en el mismo año Manizales pasaba de los 51.000 habitantes. Manizales habla sido la negación y la antítesis de Popayán; no es nada sorprendente que ambas ciudades se hubieran enfrentado en guerras durante el siglo XIX. 92

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Iniciándose el presente siglo, en un país que cuenta con 4 mi­ llones de habitantes en 1905, un sector progresista de la clase dirigente mercantllista, sometida y aliada a los grandes Intereses económicos extranjeros, se empeña en quebrar los obstáculos del fraccionamiento territorial y de laB “Ínsulas" inconectas, trabas sobre los cuales pros­ peraban los feudos comarcales y regionales, frenando el proceso de Integración nacional. El incentivo de este proceso se encuentra en gran parte en el desenvolvimiento Impetuoso de la economía cafetera y su doble mercado: externo (exportación del grano) e Interno (Im ­ portación de mercancías manufacturadas). Es lo que los economistashistoriadores llaman "la formación del mercado nacional” . Estas con­ diciones, uniendo las exigencias externas de potencias dominantes y sumadas al desarrollo del capitalismo mercantil interno, contribuyen a la progresiva unificación territorial nacional y favorecen el salto hacia una nueva formación espacial. En estas condiciones la coloni­ zación de laderas actúa como sepulturera del espacio colonial, limitado a las sabanas y valles planos. Aquí es preciso señalar que ayudó mucho en la comprensión de este fenómeno el texto teórico de José Stalin, El Marxismo y e l Problema Nacional, escrito en 1913 y en el cual se lee: L a nación no es solamente una categoría histórica, sino una categoría histórica de una determinada época, de la época del capitalismo ascensionaL El proceso de liquidación del feudalismo y de desarrollo del capitalismo es, al mismo tiempo, el proceso de la agrupación de los hombres en naciones. A si ocurrieron las cosas, por ejemplo, en la Europa Occidental. Los ingleses, los franceses, los alemanes, los italianos, etc., se agruparon en naciones bajo la marcha triunfal del capitalismo victorioso sobre el fraccionamiento feudal. El problema fundamental para la joven burguesía es el mercado. Dar salida a sus m e r c a n c ía s y salir vencedora en su competencia con la burguesía de otra nacionalidad: he ahí su objetivo. De aquí su deseo de asegurarse *‘su” propio mercado "nacional” . El mercado es la primera escuela en que la bur­ guesía aprende su nacionalismo.

La captación especulativa y mercantllista de la producción, su evacuación y exportación, operan en favor de determinadas plazas con condiciones óptimas. En ellas, la banca y el comercio de Impor­ tación-exportación se radican en forma hegemónlca y en adelante Ignoran el arcaico sistema urbano español colonial. De la misma ma­ nera en algunos centros indianos la nueva clase dirigente sepulta a la anacrónica arquitectura colonial y adopta con entusiasmo la presti­ giosa francesa e italiana neo-clásica. Con el uso del hierro y del ce­ mento va cambiando la silueta del centro de la ciudad, se rompe su horizontalidad cuando bancos, edificios comerciales, hoteles y goberna­ ciones se construyen con tres y cuatro plantas en los alrededores del parque, desalojando a las últimas casonas del siglo XV III. La Iglesia Católica no se salva de esta dudosa “modernización” y también en la arquitectura religiosa opera una vigorosa reacción contra la tradición colonial. 93

Durante tres siglos la arquitectura sagrada se caracterizó por una modestia y una discreción, llegando en no pocos casos hasta la humil­ dad. Tanto la pobreza generalizada de los clérigos y de sus feligreses, como los mismos limitantes tecnológicos, imponían un edificio cons­ truido con materiales vernáculos de fácil manejo, de reducidas pro­ porciones, con volumetrla compacta y una silueta baja, de tal modo que el templo presentaba un desarrollo horizontal que no alteraba la silueta baja del conjunto urbano circundante, conservando éste una notable unidad: esta era la regla general actuando desde Santa Marta hasta Pasto. La confirman algunas excepciones tardías (en vísperas de la Independencia, cuando no postcolonlales) en Mongui, Santa Fe de Antloqula, Zipaqulrá, Chlquinquirá y Bogotá, todos lugares en don­ de se Invirtió este modelo por medio de la verticalidad. Pero confundiendo quizá el exhibicionismo provocador con el pres­ tigio, o asociando el gigantismo con la monumentalldad, la Iglesia de la República iba a sacrificar deliberadamente el buen gusto a la vul­ garidad ostentosa y babilónica. De paso, curas y prelados decretan en forma arbitrarla la condena a muerte de numerosas joyas de los siglos X V II y X V III, convirtiéndose en los más radicales verdugos del legado arquitectónico religioso Indiano. Como bien observa Alberto Saldarrlaga, destruyen sistemáticamente esta página de la historia “ para dar Ima­ gen moderna a sus vetustas creencias''. Además, después del susto pro­ vocado por los gobiernos de “libres pensadores, ateos y masones’* del medio siglo, esta reacción agresiva de la Iglesia mucho se parece a una revancha extremista del Vaticano; de hecho, se recrudece des­ pués de la firma del Concordato de Núfiez. Aquí no sobra recordar que igual cosa ocurría en los mismos aftos en Francia, después del sangriento aplastamiento de la Comuna: la gigantesca basílica del Sagrado Corazón de Montmartre se construyó, entonces, en "expiación de los crímenes contra la Iglesia''. Pero los plagiarlos andinos de las altas catedrales europeas no advirtieron que éstas se insertaban en un entorno Igualmente vertical; desde la Edad Media las ciudades se compactaban por medio de la construcción en cuatro, cinco o seis plantas, con tres a cuatro metros por piso. Los esperpentos arquitectónicos de “la revancha'' iban a apabullar, sin clemencia, un ámbito pueblerino que nunca pasaba de dos plantas. Entonces es cuando el edificio del mito se torna adefesio; se levantan paquidérmicas catedrales y basílicas, destacando aquellas de Popayán, Medellln, Buga, Bucaramanga y Manizales. Difundiéndose esta ideología confundiendo fe y tamaño se riegan en Antloqula enor­ mes templos, atropellando y aplastando los nacientes pueblos de colo­ nos, Abejorral, Sonsón, El Jardín, etc. El caso se tom a caricaturesco en Jerlcó, en donde un templo “ gótico" de tamaño fenomenal termina derrotado por la competencia de una gigantesca basílica “ románica", según parece copiando las dimensiones de Villa Nueva. Como vemos en la montaña fácilmente puede el gótico anteceder al románico. Des­ de luego la racha tenia que invadir el antiguo Caldas y no se salvaron Aguadas, Riosudo, Anserma y Salamlna; ni mucho menos Armenla, 94

Calarcá y Circasla. No obstante, en nuestra opinión ganarla este con­ curso regional andino de mal gusto la desmesurada María Inmaculada plateada de Fllandla. Principiando el siglo esta tendencia llegarla Inevitablemente con los capuchinos y franciscanos a los territorios de misiones. Entonces frailes espafioles, franceses e Italianos rivalizan en dimensiones espec­ taculares en Puerto Asís, Slbundoy, Mocoa, cuando no en un Quibdó que no alcanza 5.000 habitantes, o en el caserío de Tadó, que no con­ taba entonces más de 300 casas. Pero se lograrla hacia 1930-1940 en el caserío naciente de Puerto Merízalde la obra maestra del desprecio de un hábitat, del atropello de un ámbito aldeano, de un entorno natural y de una comunidad, y del derroche de medios en la máxima miseria humana: la megalomanía agresiva de un misionero espafiol, asociada con la desafortunada docilidad del arquitecto suizo Ramelll, produ­ cirían este aplastante testimonio de incultura y prepotencia colonia­ lista: el gigantesco templo en cemento y hierro, surgiendo de la selva del río Naya como una nueva Opera de Manaus. Resumiendo: surgida de una reconquista ideológica provocadora y del Concordato, actuando como su Instrumento político, la arquitec­ tura religiosa gigantesca y ecléctica, desde finales del siglo X IX, ex­ presa en forma diáfana un momento de las relaciones entre el Estado y el Vaticano: es arquitectura del Concordato y de su victoria, ade­ cuada forma de un determinado contenido. Socialmente, se observan el ascenso y el poder de los grandes nego­ ciantes dependientes del comercio con Inglaterra. Llegan a conformar en sus bancos, clubes y cámaras de comercio un bloque de poder eco­ nómico y político, dominando la vida de las ciudades y plazas comer­ ciales, desde fines del siglo X IX hasta bien entrado el XX. Indicadores de ello son el club, el teatro, la cámara de comercio y la plaza de mercado. Cristalizan la expresión simbólica y arquitectónica de la agre­ miación de Individuos solidarizados por Intereses y conscientes de que son Integrantes de una clase, unida por sus disputas con otras. Pero mientras ocurre lo anterior, opera paulatinamente un “cambio de mando’* en Colombia. Muy temprano, en 1865, son Inge­ nieros de una empresa yanqui aquellos que construyen la primera linea telegráfica Bogotá-Puerto Nare, con sus antenas posteriores hacia Medellin y Manlzales. Mientras tanto se funda en 1864 en Bo­ gotá el banco británico "London, México and South America Bank". No obstante, en 1880 es en Nueva York donde el gobierno central con­ sigue un empréstito bancario pora solucionar la crisis fiscal. Poco después hasta la propia plata colombiana viene “ del norte"; bajo el régimen de Núfiez, en 1887, es una fundición norteamericana la que acuña la moneda de 50 centavos; en 1882 llegan de Flladelfla los co­ ches importados por la compañía norteamericana del tranvía de Bo­ gotá. Igual cosa ocurre en 1885 en Medellin y, como se dijo, el contrato con el municipio estipula que el tranvía debe ser "del modo como funciona en las calles de Nueva York". Por fin, entre 1889 y 1898 95

diversas empresas yanquis instalan las primeras plantas diesel para redes de energía domiciliarla y alumbrado público en Panamá, Santa Marta, Barranqullla, Cartagena, Bucaramanga y Medellin, entre otras. Esta primera ola de la penetración estadounidense tiende a mermar durante la Guerra de los Mil Dias, pero apenas terminada ésta, se reactiva en seguida. Concretamente entre 1903 y 1930 el país pasa de la dominación europea a la órbita norteamericana, creciendo ésta bajo la doctrina del banquero-presidente, Teodoro Roosevelt, pero siguen un camino los aconteceres sociales, políticos y económicos; y un camino distinto, dlacrónico, o mejor desfasado, las influencias culturales y estéticas. Para citar un ejemplo concreto, hacia 1920 los arquitectos — como los niños— aún vienen de París y desde 1900 los presidentes de Colombia se importan de Washington. El reajuste opera en la década siguiente, pues en 1930 ya se "corrigló" el desfase: tanto Olaya Herrera como la misión Kemmerer o John Wootard y los ingenieros de Bocas de Ceniza y del muelle de Buenaventura se contrataron en Washington y Nueva York. Desde el punto de vista del manejo de estas indagaciones, lo anterior nos lleva a admitir y a considerar en ciertos momentos un choque y, a veces, una superposición entre influencias técnico-estéticas diversas; momentos en los cuales se hace difícil, o confuso, saber qué es de quien. Por eso se tuvo que manejar siempre una doble perlodlzación, considerando el desfase entre esencia social, corrientes esté­ ticas e influencias culturales, la cual se revela indispensable para entender la duplicidad que se presenta en periodos de “ relevo" y de transición. En efecto, en cuanto a la doble perlodlzación (social y estética) adoptada aquí, no se pueden ocultar ciertas dificultades. La parte central de cada periodo no presenta mayores escollos, siendo que reúne un conjunto de características nítidas y unificadas, asegurando su consistencia y homogeneidad. La cuestión se hace más ardua en cuanto a su inicio y declinación, momentos duales durante los cuales las secuelas del periodo anterior se juntan con las premisas del si­ guiente. Para resolver esta dificultad se tuvo que seleccionar los hechos más significativos, expresando el paso de un periodo a otro: primero en el campo social, luego en las manifestaciones estéticas. Si tomamos como ejemplo el concepto de “cambio de mando” y como caso el paso del dominio mercantil británico al financiero norteameri­ cano, se acogieron los siguientes hitos socio-poli ticos: a) 1903. Secesión de Panamá. b) 1900-1905. Política expanslonlsta de Teodoro Roosevelt. Crea­ ción de la bolsa del café, en Nueva York. c) 1904-1909. Concesiones de Rafael Reyes a firmas norteamerica­ nas, del sector primarlo. d) 1914. Primer acuerdo de indemnización con Estados Unidos por la pérdida de Panamá. Apertura del canal. Primera Guerra Mundial y calda del comercio entre Colombia, Inglaterra, Francia y Alemania. 96

e) 1918. Estados Unidos adquirió el predominio en el comercio de importación-exportación en Colombia. f ) 1922-1925. Primer auge de la exportación cafetera, principal­ mente hacia Norteamérica. g ) 1923. Washington manda la misión monetaria de Edwin Kemmerer. h ) 1923-1927. Pago de las cuotas anuales de la indemnización de Panamá. i) 1920-1930. Numerosos préstamos de los bancos de Nueva 7ork para obras públicas, el canal del Dique, los muelles de Buenaventura y Barranqullla, Bocas de Ceniza, tramos de los ferrocarriles, cables aéreos de Caldas y otros. ] ) 1925-1930. Radicación en el país de firmas de Estados Unidos. Registro en el Diario Oficial de numerosas marcas norteamericanas. Llegan “ urbanlzadores", Ingenieros y arquitectos de Norteamérica. k ) 1930. También de Washington llega el nuevo presidente de Colombia (Olaya Herrera), según una tradición que venia desde años atrás. l ) 1930. Llega la segunda misión del experto monetario Edwin Kemmerer. La anterior nota quizá permita entender el curioso matrimonio que se celebra en los afios de 1920, entre la arquitectura francesa y el urbanismo norteamericano. Recuérdese primero que en las regiones económicas nuevas, la clase social dominante que va emergiendo de las plantaciones cafe­ teras o del negocio del grano, se afirma fundando ciudades nuevas, por ejemplo, el grupo Calcedonia, Sevilla, Calarcá, Armenla, Perelra, Manlzales v La Virginia. Pero cuando este grupo social surge en ciu­ dades existentes, entonces su Impacto se da en dos lugares de la ciudad. En una primera fase tiende a recuperar, conquistar o renovar el centro tradicional, expresando asi un primer rechazo a lo colonial. Luego esta negación y ruptura se hacen más radicales por medio del aleja­ miento. de la distancia y de un conjunto nuevo homogéneo: es cuando este grupo social preconiza y edifica un barrio nuevo, exclusivamente suvo. Más que de la “sociedad” nativa de la ciudad, este nuevo barrio surge de recién llegados: precisamente, por expresar su ruptura con las costumbres culturales y residenciales de la clase dirigente local, petrificada y enredada en su pasado. Pero hay algo más en este alejamiento de la oligarquía de merca­ deres en ascenso rápido. No se trata solamente aquí de residir en un lugar campestre más agradable y confortable y únicamente de buscar un nuevo entorno natural. También se busca una dlstanclaclón sim­ bólicamente física de la sociedad del pasado, apartarse del vecindario algo molestoso conformado por grupos subalternos. Se desea con este rechazo a la promiscuidad social una nítida separación, garantizada por la distancia y el espacio y asi exenta de ambigüedad. Por eso los nuevos ricos de Cali usan el rio como aislamiento, a la vez barrera y defensa. Entonces edifican su barrio en la otra orilla, en los pastos 97

de las vegas de El Centenario o en Granada. En M edellln rompen deli­ beradamente también con una form a urbana tradicionalm ente orgá­ nica que se ven ia desarrollando en la margen izquierda de la quebrada de Santa Helena; se pasan del otro lado, más allá de un riachuelo, detrás de la basílica y de la nueva plaza y para no dejar dudas al respecto, proclaman que allí está la “villa nueva". Aunque en m enor escala, algo parecido ocurre en Buga, en donde los palacetes seudo franceses del grupo adinerado inician un nuevo barrio, apartado de la ciudad y del otro lado del rio Guadalajara. En Cartagena la ruptura social es más evidente con la distancia geográfica: abandonando la ciudad amurallada y vetusta los negociantes se refugian en una isla arenosa, Insula geográfica y social, en Manga. En Bogotá, en una situa­ ción geográfica sin mayores obstáculos naturales, sencillamente se brinca hacia el norte y dejando varios kilómetros de pastos y cultivos la oligarquía busca su aislamiento de las “ turbas", edificando el barrio de Chaplnero. Aquí o allá, y por algo será, sus privilegiados vecinos lo proclaman "un barrio moderno, elegante y e x c lu s iv o ..." En Bogotá, con frecuencia son inmlgantes los acaudalados im por­ tadores y exportadores construyendo sus palacetes en Chapinero, en los “ extramuros". Su ostentación actúa en franco contraste con la modestia de viejas fam ilias acomodadas y nativas, las cuales siguen ocupando antiguas e incómodas mansiones con letrinas en el patio tra ­ sero y cocinas de lefia, en el barrio de L a Candelaria. A lgo comparable ocurre en Medellln con el surgimiento de Vlllanueva: sus chillonas ex ­ travagancias arquitectónicas chocan con una clase dirigente antloquefia aún muy rústica y tradicionalmente residenciada en viejas casonas de bahareque y tapias, en los alrededores del parque de Berrio y de la quebrada de Santa Helena (L a Pla ya ). En Cartagena, no faltan venezolanos, panameños y “cachacos” entre los nuevos ricos que se alejan de la ciudad amurallada y empiezan a edificar, a partir de 1912, su nuevo bastión residencial en Manga. A lgo muy parecido sucede hacia 1930 en Barranqullla, cuando unos ingenieros especuladores nor-

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teamerlcanos ofrecen un Country Club y el Barrio Prado A lto a los poderosos banqueros e Importadores-exportadores, que tienen sus ofi­ cinas en la ciudad baja, cerca a los muelles. En Cali son "aparecidos” como Otero, los voceros del “ nuevo barrio", y de los palacetes de El Centenario o del barrio Granada: todos son barrios de poca duración, débilmente respaldados por una riqueza coyuntural muy efímera. A los pocos años entran en crisis, experimentan un "reajuste", con una marcada pauperización social y un notable deterioro físico. Durante las décadas del veinte y del treinta se lotean las primeras “ urbanizaciones” diseñadas y construidas por firmas norteamericanas, en Barranquilla y Cali. Rompen la estricta cuadricula tradicional, introduciendo elementos tomados del moderno urbanismo Inglés, tales como el antejardín, vías curvas con sistemas anulares y parques-jar­ dines en el centro del conjunto. En otras palabras, llegan desde afuera, cogidos del brazo, el capitalismo en la construcción urbana y la teoría de la ciudad-jardín de Howard. Estos nuevos patrones urbanísticos, del A lto Prado (Barranquilla) y de San Fernando (C a li), se convierten en modelo que volvemos a encontrar luego en el sector BollvarianoLaureles (M edellln), en el plano de la Universidad Nacional y el cer­ cano barrio Sears (B ogotá), en Miraflores (C a li), en Ciudad Jardín y El Paraíso (Barranquilla), en La Estrella (Manizales), en varios barrios de Bucaramanga, Montería y Cúcuta. En Bogotá a principios del siglo no faltan extranjeros para “ mo­ dernizar" la ciudad, aunque de manera más discreta que en Medellln o Barranquilla. La Gaceta Republicana, de abril 8 de 1919, titula en primera plana: Bogotá Moderno. Urbanización del barrio La Paz. Un extranjero progresista. Asi concentra la asociación psicológica modernismo-urbanización y progreso-presencia extranjera. El periodista entrevista al ruso José Eldelman "oriundo de la patria del gran revolucionarlo Kerensky" (? ? ? ). Llegó a Sur América seis años antes y "hace tan sólo seis meses que se halla en Bogotá” . An­ teriorm ente habla fundado "nuevos y modernos barrios" en Rio de Janeiro y Lima, con lo cual visiblemente se quiere tranquilizar a sus compradores. El empresario inmigrante, con oficina en la Plaza de Bolívar (No. 204) expone su proyecto: “un nuevo barrio a cuatro cuadras del tranvía eléctrico", y “ en uno de los mejores sitios de Chaplnero", dividido en 340 lotes de 500 varas cuadradas, que se pagan en 36 meses. Tendrá una “ elegante avenida toda arborizada" de 25 metros de ancho, y una red de calles también arborizadas de quince metros ( “de un ancho mayor al que ordena para esa clase de urbanizaciones un Acuer­ do vigen te"), por donde “pasarán nuestras linajudas damas y nuestros más aristocráticos spormans" . . " y autos de veloz carrera y roncos pitos, como heraldos de progreso y civilización". 99

llnenlA, 1030-1OJO

Según el periodista, el señor Eldelman “ tiene derecho a la grati­ tud de los bogotanos", no sólo por "su Idea de fundar un barrio mo­ derno y elegante", sino por "el obsequio al municipio de cerca de ocho fanegadas de tierra”, y también por el sistema de pago a plazo "para que todos, ricos y pobres, pudloran adquirir lotes". Es de suponer que habla entonces en Bogotá unos pobres "elegantes, aristocráticos, lina­ judos y spormen". Termina el articulo felicitándose de que "de la vieja y colonial Santa Fe no quedan sino lejanos recuerdos perdidos entre las lejanías de un remoto pasado" y “ felicitando también a los extranjeros, que como don José Eldelman, han venido a contribuir con su dinero y sus energías a tan bella obra. . etc. Salomón Outt es otro "hombre de progreso" y que también atiende oh la Plaza de Bolívar, almacén "Ambos Mundos", En 1010 su pro­ paganda cubre media página de los periódicos para anunciar si "barrio Outt", "un lote situado entre Bogotá y Chaplnero", concretamente al pie del barrio Barro Colorado, en donde tuvo lugar diez años antes "en el descampado" un atentado contra Rafael Reyes, El predio se extiende entre las carreras séptima y novena, desde la calle 4B hasta la 40, frente a la actual Unlvorsldad Javorlana. El empresario contrató a la firma del Ingeniero Manrique Martin, pionero de la Introducción de la tecnología constructiva en concreto on Bogotá. El proyecto de éste, sin más búsqueda estética, sencillamente cuadricula lOO

el terreno con 130 lotee en ocho cuadras rectangulares. Loe lotee, "especialmente para habitaciones de obreros", pero "rodeados de los elegantes quintas de Ghaplnero", alcanzan 600 varas cuadrados (unos 400 metros cuadrados) y tienen un precio unitario de 120 pesos. Se observa en el plano una plazoleta circular en el cruce de la calle 47 con la carrera octava, con rotonda central, la cual no pasó del papel calco... La operación fue de tal éxito que don Salomón decidió seguir. Inicia el loteo también "para obreros" del barrio Siete de Agosto, entre las callea 06 y 00: “ Es usted pobro? ¿Desea ser rico? ... Aprove­ chen. .. los lotes se pagan en treinta meses... cuotas semanales de 1 peso con 25 centavos,.." Y tal como ocurrió en otros lugares, poco después unos nativos siguen el ejemplo. Aquí nos toca regresar a la muy activa familia Liévano, dinastía más bien, siendo que tres generaciones se suceden entre 1800 y 1030 en el “gran bazar" de los latifundios, rurales y urbanos. En El Constitucional de Cundlnomarca, do Julio 11 de 1847 (N9 214), figura no sólo un plano de Bogotá sino también un articulo sobre la venta de los ejidos urbanos, proyecto que se venia agitando desde altos atrás con el fin de remodtar a la recurrente crisis prosupucstal. Combinándose la liquidación del ejido con la confiscación de los propiedades dol clero, es en 1802 que encontramos la primera huella del Ingeniero Indalecio Llévano, adquiriendo tierras urbanas a partir do sus contratos oficíalos, como agrimensor y percolador. En los altos siguientes — tal como se vio— adquiere unas doce mil hectáreas de baldíos rurales en el Magdalena, Boyacá occidental y Cundlnumarca (de tierra callente), estos últimas disputadas entre sus familiares, hacia 1005-1008. Hacia 1000-1020 se reunieron varias condiciones estimulando la especulación raíz urbana en la capital. Es asi que en ol contexto de la relativa prosperidad económica de los altos veinte, surgen varias empresas "urbanlzadoras", una de ellas gerenclada por la familia Liévano, Según parece, la firma "Dávlla, Holguln, Llévano" Inicia sus operaciones parcelando los globos, en los cuales surgen los futuros barrios La Merced y Santa Teresita, hacia finales de los altos veinte y durante la década de loa treinta. Con estas operaciones se Iniciaba asi en Bogotá, montado a la vez sobro la danza de los millones y sobre la demanda residencial del croclente sector terciarlo do tipo administrativo y oficial, la parcela­ ción residencial. No diaeftan aún urbanistas o arquitectos, pero si agri­ mensores e lngenloras, modernizando y renovando los diseños urba­ nísticos tradicionales, pero a escala del predio parcelado, y sin nunca conaldorar lu composición urbana global. Se asoma un urbanismo localizado, un diseño de pequcAas unidades urbanas, que so llamarla "parcelación", loteo o barrio y del cual las pautas de dlscflo so detie­ nen en las corcua do sus linderos, colindando con otra operación rival, sin continuidad del dlseAo. lO I

En estos proyectos se observa un soplo nuevo en las Ideas, refleja d o en vías anchas, avenidas diagonales y transversales arborizadas, un m alla Je vial segregando los tráficos lentos y rápidos, unas plazas y plazoletas rectangulares como el parque de Teusaqulllo; las plan tacio­ nes en zonas verdes públicas, manzanas alargadas y, según el caso, casas apareadas sobre un andén ancho o "casas quintas" con un am plio an te­ jardín que se prolonga lateralm ente y rodea a la construcción. Poco después estas operaciones las extiende la recién creada firm a de la fam ilia Osplna en el sector Teusaqulllo, Soledad, Palerm o y El Campln. En el mapa de Bogotá de 1033 surgen diseños nuevos, como si desde 1910 hubieran soplado vientos del norte y como si unos viajeros, de regreso de Washington, llevaran en su m aletín el plano que para esta capital habla diseñado Len fant en 1791. Pero el resultado serla más modesto; no trastorna la ciudad entera y sólo se observa a escala barrial. Los trazados de vías a veces favorecen una red con curvas formando un conjunto en abanico; otras veces el m anzaneo conven­ cional es atravesado por unas transversales confluyendo hacia el re­ m ate de un espacio libre y público. En todos estos casos se evidencia que se pensó las vías en términos de circulación del automóvil. En Bogotá se conciben con este patrón los barrios del sur, enton­ ces llamados Claret, Inglés y Santa Lucia, con trazados rauiaies con­ formando varias plazas: una en m edia luna, cinco mas estrictam ente circulares y de tipo “ rond polnt", en donde convergen hasta oeno calles, Incluyendo diagonales de enlace entre los tres Darnos. Ademas, en el Claret una plaza cuadrada y am plia recibe cuatro vías perpen­ diculares y cuatro diagonales esquineras, originando un manzaneo irre­ gular. También en el norte encontramos un conjunto parecido, en el barrio entonces llamado L a Providencia, hoy Oaltán. Desde luego de este trazado resultan manzanas Irregulares, recortadas, y pequeñas plazoletas residuales triangulares. En la plaza central del conjunto, de forma rectangular, se Juntan diez vías de distintas categorías y especificaciones. Llam a la atención que casi sim ultáneamente se adop­ tarla un diseño Igual en Satlvanorte. Pero, regresando a Bogotá, lo que aquí Interesa es: — Por otra parte una tradición, la “ subida" provinciana a la capital de elementos dinámicos de las oligarquías regionales. Los Osplnas vienen de Antloqula, Dávlla de la costa, Holguln y unos Garcés del Cauca. ^ — Por otra parte, el latifundlsmo rural radical y agresivo tradicio­ nal, complementado por la rapiña sobre las tierras nacionales o del clero no excluye sino más bien se perfecciona con operaciones ralees comerciales sobre los suelos de la capital, Pero lo que ocurre en la Sabana de Bogotá no es excepción sino una regla particularmente documentada. En la costa, en el Valle del Cauca, en Antloqula o en los Sanlandercs también ocurre — como ya se vio con algunos casos— la transferencia hacia operaciones lucrati­ vas urbanas de los beneficios arrojados por las especulaciones, logra­ 102

dos con los tráficos de tierras agrícolas. A lo largo de estas pesquisas no se encontró huella alguna de una supuesta dicotomía, o de un divorcio de Intereses, entre supuestas oligarquías rurales y urbanas. En este caso la oligarquía alterna sus Inversiones y operaciones especulativas en ambos hábitats, con Igual voracidad en terrenos urbanos como en tierras agrícolas. Es más, en un caso, precisamente en Bogotá, vemos a un terra­ teniente urbano negociando su solar y casa, en San Diego, a cambio de baldíos en el litoral Pacifico. Por excepcional, el caso es además una curiosidad y el autor no resistió a la tentación de reproducir aquí Íntegram ente el documento. Este se halló en el Fondo de Baldíos, del AHNC, tom o 30, folios 180, 187,188 y 180, compuesto por tres cartas que se intercambiaron en menos de un mes. En la prim era carta, fechada en Qulbdó el 11 de enero de 1908, se dirige al ministro de Obras Públicas en Bogotá el apoderado de un colono, solicitando una concesión para explotar la tagua en ambas márgenes del rio El Valle, desde su desembocadura hacia arriba. Be enteró que las mismas tierras fueron solicitadas más tarde al minis­ terio de Obras Públicas en Bogotá, por los señores Nicolás Buendla Carreflo y Mario A. Garcés, "para explotar caucho y gomas'', que, se­ gún él, no existen “ expontáneas" en la reglón. Luego se opone a dicha concesión, pidiendo la preferencia para su mandante. En la segunda carta, también escrita a mano, en Bogotá y con fecha de enero 25 de 1908, Mario A. Oarcés se dirige al “ Señor Gober­ nador del Distrito C apital" en los siguientes términos: Someto a la atenta consideración de Usted el siguiente proyecto de canje o permuta referente a un lote de propiedad del Sr. Antonio Izquierdo, situado al este de la carreru 5 de esta ciudad y adyacente al bosque “Hermanos Re­ yes". A l hacer esta propuesta obro como representante del Sr. A. Izquierdo y de acuerdo con instrucciones de ¿1 para facilitarle al Gobierno la adquisición del mencionado lote, solicitado por el Gobierno pora el proyectado ensanche del bosque "Hermanos Reyes", El canje que propongo se hará por un lote de tierras baldías ubicado en la corta norte del Océano Pacifico y bajo la base de una vara cuadrada por hectárea. Los baldíos a que me refiero son tierras apropiadas para cultivos y a tal objeto se destinarían. El lote solicitado tendría por linderos generales los siguientes. Norte - Río Valle, Este - Linea divisoria de aguas entre rio Baudó y O. Pacífico, Sur - Río Nuquí, Oeste - Costa de Pacifico. A este respecto deseo hacer presentes dos asuntos de considera­ ción por parte del Gobierno: 1* La región de que hablo no es minera, pues ja­ más se han descubierto en ella yacimientos metalíferos de ninguna especie. 29 Esta parte de Colombia es poco poblada y se acentúa en ella cierta indo­ lencia por los cosos patrias. En corroboración de lo dicho me refiero, respetuosamente, o! señor General Enrique Palacios, actual Intendente del Chocó. Al adquirir baldíos en esta costa el señor A. Izquierdo se promete establecer cultivos benéficos a los intereses del pais e intentar la colonización de esas tierras aprovechando las energías de Jóvenes colombianos que desean trabajar. Soy del señor Gobernador, etc. ... Mario A. Garcés. La tercera carta, con membrete de la gobernación del Distrito Capital y escrita a máquina, está fechada en Bogotá, febrero 10 de 1908.

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Ei a la vez remltoria de la anterior al ministro de Obras Públicas, avisándole además de la decisión favorable, tomada cuatro dias antes por el presidente dictador Rafael Reyes, Señor Ministro da Obrss Públicas. Prótenla. Tango el honor do remitirle el memorial del señor Murió A Ganó» en qúe propone si Gobierno permuta de un lote situado hacia el oriente del Par­ que Nuevo, por un lote da tierras baldías situado en la reglón del Chocó. SI le Exposición de 1010 se hace en San Diego, el lote que ofrece el señor Garcós se necesitará, y por esta razón consultó un Acuerdo del 6 del presante la con­ veniencia da ls propuesto con el Eximo 8r. Presidente de lu República, quien se dignó resolver lo que le transcribo: Be recomienda ol Sr. Secretarlo General do ls Presidencia se entienda con los señores Ministro de Obras Públicas y Gobernador del Distrito Cepita!, para que se celebre el contrato que propone el señor Mario Garcós con el Ministro de Obras Públicos, salvando los derechos de los cultivadores; y quo si dentro del globo de terreno esté comprendido algún puerto de mar, el Gobierno se reserva la propiedad del terreno nocesarlo para muelles, edificios públicos y determinada área de pobluclón, áren que podrá ser de cien hec­ táreas en lotes alternados de una hectárea, con Garcós Ea conveniente celebrar pronto cate contrato y tomar posesión del terreno de Izquierdo, y los gustos do mensura de loa baldíos los hará éste. Me permito, en gracia de la conveniencia de la medida para el Distrito, en­ carecer a lid. la pronta solución de esto asunto. Dios guarde a Ud (La firma, a mano, parede decir: Alvaro Urlbe.) No sabemos cuál fue el desenlace del asunto, siendo quo parte del globo solicitado se hitegra luego a la zona de colonización estatal de Bahía Solano (ver Capitulo V I). Pero quedan varios Interrogantes al respecto, como estos; ¿Cuál era el papel real que Jugnba en ol asunto Mario A. Ourcós? ¿Cómo puede ser, primero solicitante de baldíos en una zona y luego presentarla como solicitada por un terrateniente bogotano de San Diego? ¿Cuál de los dos engaña mas a las autoridades, dundo varas en Bogotá por hectáreas en el litoral, cambiando do un sistema do me­ didos u otro, adoptando el más lucrativo? ¿Cuál de los dos us el más osado, pretendiendo que una vara cuadrada en Bogotá equivale, en valor, a 10,000 metros cuadrados en el Pacifico, o sea unas 13 600 varas? ¿Y por qué tan fantástica y atrevida propuesta no parece tal a los gobernantes y la aceptan sin ninguna objeción? ¿Por qué un solar de San Diego, del cual no se dice la extensión superficial, se permuta por un territorio que, medido sobre ol mapn 1/600.000 del Chocó, no es Inferior a unas 100.000 (d en mil) hectáreas? ¿Por qué se señala una escasa población de colonos y cultivadores, cuando se estaban multiplicando las colonias de comunidades negrasmulatas y emberas en los ríos El Vallo, Jurubldá, Chori y Nuqul, y cuando existían ya varias poblaciones (Jurubldá, El Valle, Nuqul, etc.)? 104

¿Por quó ol soflor Mario A. OarcA* dlrlgo su solicitud al ministro do Obras Públicas Modesto aarc6*, familiar suyo y socio en ol Valle do los hermanos Ella* y Rafael Royes, osle último slondo prcsldonte do la República? La moraleja podría sor esta: la oligarquía, dosde Popayún hasta BotfotA, Medcllln y Banta Marta, es una sola familia, extensa, desdo luego. # '6 f

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Durante este periodo, en algunos centros nuevas se observa un intento de buscar unos trazado* dlfcronta*. Son generalmente creacio­ nes Institucionales y el diseño proviene, con frecuencia, de unos inge­ nieros trabajando en un ministerio bogotano o una gobernación. Pero las innovaciones urbanísticas no pasan de algunos cambios menores; lntontan cuestionar la retícula española, poro se quedan cortos y no pasan de sor sencillas modificaciones formales, limitadas al trazado de la plaza, su tamaño, su forma y su articulación con la red de vías. En el pueblo de Cola se diseña un parque circular atravesado por el camino comarcal, resultando dos pequeños espacios verdes en forma de medialuna. Alrededor del parque una calle de forma general circu­ lar, do hecho conforma un hexAgono. Do» vías en X se cruzan teóricamonto en el centro dol parque y determinan, de cada Jado del camino intercomunal, tres manzanas irregulares. No so snbu cómo se hubiera corregido esta manzana irregular, pues el crecimiento del poblado se dio esencialmente, luego, en forma llneul sobre la cúrrete». También la traza circular y radio-concéntrica presidió al diseño, hacia 1010, de una nuevu capital para la Ouujlru. Negar la localiza cion de Rlohocha a la orilla del mar y edificar una capital en pleno desierto de urenu era un reto sumamonte atrevido, Hace pocos años sólo se vieron en ol moribundo villorrio algunas agónicas casas de cemento alrededor de una pluzu arenosa, en el centro de la cual tro­ naba un tanque para almacenar el ugua do un pozo. Afectado por deslizamientos y derrumbos durante un crudo In­ vierno en el uño 1033, se abandonó el antiguo "pueblo de indios" de Sativanorto, en BoyacA. El diseño de la nueva población, desplazada a poca distancia, tiene el Interes de considerar una diferenciación de tráficos y de Incluir dos avenida* en la trurna tradicional de las calles mAs estrechas, Una de estas avenidas, con dos vías y sopurudor cen­ tral, utraviesu por el centro de la plaza cuadrada. AdemAs, sobre la plaza se conforman do* manzanas cuadradas enfrentadas, uquella de la iglesia y la de lu cusa munlclpnl, con calle» de tipo corriente Pero dos vio* en X, atruvlesan unas manzana* rectangulares, en diagonal, paru unirse teóricamente on el centro de la plaza. Asi es que diez vio* desembocan en la plaza para un diseño que puede ser bonito en planta, pero sumamente incómodo para el uso diario. En el norte dol Oauca, la novodad consistió en Padilla al regresar a las primera* leyes de Indias y unir en una Inmensa plaza, ocho IOS

Cata

calles esquineras y cuatro vías medianeras. En Miranda la especula­ ción fue más creativa y dos plazas, a una cuadra de distancia, que­ daron unidas por una amplia arteria. Desde luego estas pequeñas variaciones en el tratamiento del es­ pacio central, sólo se visualizan en una reducida parte del conjunto urbano, y no pasan de ser meras fantasías de diseño, sin mayor significado. *

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Desmontando el área escogida para la plaza, se form a el grupo de voluntarios encargados del trazado, al mando del más experto, aquel que sabe sin errores calcular un ángulo de 90 grados. Usando una varita cortada a 80 centímetros o un metro, según el caso, y una larga pita de cabuya, se miden las distancias; los ayudantes preparan es­ tacas y otros las van colocando. A este primer “cuadrado” se le agre106

S a t lv a n o r te

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gan las calles perimetrales y se le señalan las esquinas. En un segundo convite se abren y se estacan las primeras calles, las cuadras enmar­ cando la plaza y se dividen en solares que se designan para la casa municipal, la cárcel, las escuelas y el templo; lo demás se adjudica a los primeros pobladores. Con el correr del tiempo alguno que otro colono Itinerante adquie­ re fama de agrimensor y se vuelve a solicitar su asesoría para la fun­ dación de un poblado vecino, tal como ocurrió en el Quindlo hacia 1890-1910. Antonio María Gómez habla actuado en las fundaciones de Manzanares, Anaime y Armenia; tiene sesenta y cinco años cuando de nuevo participa en el desmonte y las tareas de agrimensura y demarcación, de lo que seria la plaza del futuro centro cafetero de Sevilla (V a lle). Estructurada la nueva división política administrativa por depar­ tamentos, en los años diez se crea en las gobernaciones una sección de obras públicas, dirigida por ingenieros civiles. Se acude a expertos para regularizar o corregir ciertos trazados en una que otra funda­ ción. Es asi como en el Cauca se pudo seguir la huella de Julián Arango, elaborando a solicitud de la Empresa de Burila el plano direc­ tor de la futura ciudad de Calcedonia (según parece en 1910) y en 1915 el muy detallado plano de Puerto Caldas; en los años veinte queda encargado por la gobernación de Popayán del trazado de Padilla. En la década del veinte al treinta varios ministerios (Educación Nacional, Guerra y Obras Públicas) cuentan con una sección de pro­ yectos o de arquitectura, con profesionales generalmente formados en las escuelas de ingeniería. Convertidos en “ técnicos en urbanismo” o en “ingenieros urbanistas” diseñan las futuras ciudades acompañando a las colonizaciones estatales: La Colonia en el Sumapaz, o Puerto Mutis en la bahía de Solano; es posible que en alguna oficina capita­ lina fueron también concebidos los planos de Manaure y Uribia, en la Guajira. Recuérdese que antes de la Ley 6? de 1928 no existía ningún control del gobierno central, sobre el endeudamiento de los muni­ cipios y gobernaciones; estas entidades podían contratar libremente obras, proyectos y préstamos. En estas circunstancias algunas ciuda­ des contratan directamente con firmas extranjeras especializadas los primeros planos directores (o reguladores) de urbanismo, para orientar su desarrollo físico-espacial. Es así como la empresa Ulen Co., de Nueva York, queda encargada del proyecto urbanístico de la recons­ trucción del centro de Manizales, después del devastador incendio del año 1925; en Buenaventura, después del incendio de 1931, son los “ingenieros y urbanistas” de una firm a de Pittsburg, los encargados del futuro plan director de la ciudad; en 1936 la ciudad de Bogotá contrata al ingeniero vienés K a rl Bruner, el cual diseña el primer plan vial moderno de la ciudad. Como se ve, opera una marcada “ división internacional del trabajo” : a los ingenieros y técnicos colombianos les 108

Plano de Vlllavlcenclo

corresponden proyectos modestos y sin mayor interés, mientras que a las empresas extranjeras les corresponden los contratos para las prin­ cipales ciudades. En la década de los años 40 se observa la tecnificación progre­ siva de los planos reguladores. En todos se advierte un nuevo enfoque en el tratamiento dado al sistema de relaciones, con redes viales jerar­ quizadas, separación de tráficos, vias arteriales de amplias especifi­ caciones, avenidas anchas con varios carriles y separadores centrales arborizados, transversales y diagonales convergiendo hacia un “rond point” circular de intercambio de flujos (conocidos ahora como “glorieta” ) y las primeras autopistas urbanas de enlace, periféricas y circulares. Todos estos sistemas procurando agilizar un tráfico auto­ m otor creciente, la movilización de una carga en aumento y el trans­ 10

porte público de una mano de obra secundarla y terciarla, en marcado Incremento; con estos proyectos se diseflan vías curvas cuestionando la tradicional recta de la parrilla espafiola. El plan regulador de Villavlcenclo, del afio 1944 (con firma de Eduardo Delgadlllo) es muy sintomática de esta tendencia, con evidentes “ préstamos" del urba­ nismo inglés de esa época, reminiscencias de Haussman, sin que falten influencias norteamericanas: abundan los espacios libres públicos y se consideran unas quince plazas y plazoletas de las más variadas fo r­ mas y dimensiones. Estos planos reguladores consideran tanto el ensan­ che como la adecuación y modernización del núcleo existente, prevén la localización de nuevos equlpamentos colectivos y preconizan una drástica sectorlzaclón y zonificaclón de usos, reforzadas por un regla­ mento. Desde luego, no escapan de la vieja segregación social residen­ cial: mencionan la “zona estrictamente residencial", la de vivienda “de primera clase” , de “segunda", sin olvidar un “ barrio obrero". Por fin, respaldado por la Ley 88 de 1947, sobre las ruinas humean­ tes del Incendio de Tumaco ocurrido el mismo afio y.del centro de Bogotá el 9 de abril de 1948, se Impone el dlsefio urbano moderno y el desarrollo racional de la ciudad, orientado a partir de un plano direc­ tor de urbanismo. De París llega Le Corbusler y arriban de Nueva York Paul Lester Wiener y José Luis Sert, oficialmente contratados para proyectar la organización espacial racional del crecimiento de Cali, Medellin y Bogotá.

También se advierte una marcada tecniflcaclón de la cartografía urbana, con una elaboración dirigida a apoyar las obras públicas, el trazado de vías y la red de acueducto y de alcantarillado. Hemos visto en el libro La Ciudad Colombiana Prehlspánica, de Conquista e Indiana cómo elementales croquis geográficos eran, duran­ te la ocupación espafiola, meras piezas Integradas a algún procedi­ miento Jurídico, requeridas por las autoridades de Justicia para fallar en los litigios y pleitos de propiedad. De tal manera que, convertido en prueba legal, el mapa no pertenecía a la ciencia cartográfica sino que era parte del derecho civil. Lo anterior cambia a principios del presente siglo con la llegada de grupos de topógrafos, acompafiando a las compañías extranjeras de ferrocarriles, encargados de trazar en la agitada geografía de las cordilleras la ruta de una carrilera, que no puede tener pendientes superiores al 2 ó el 3%, lo cual exige una gran precisión en los trabajos de medición. Con todo eso sigue muy escasa la documentación urbana gráfica en los archivos. En el AHNC de Bogotá, los 5.000 documentos conser­ vados en las siete mapotecas nos proporcionan pocos mapas urbanos del siglo X IX , exceptuando a Bogotá y Cartagena. No obstante, a prin­ cipios del siglo X X se observa un cambio y numerosos documentos

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Interesan a una am plia gam a de poblaciones, en las cuales la Instala­ ción d el acueducto, del alcantarillado o de la red eléctrica ex ige el leva n tam ien to de un plano. Es asi que en el libro del Censo N acional de Población de 1912 encontram os planos urbanos de varias capitales de departam entos, generalm en te diseñados hacia 1905-1910. D e calidad, fa ctu ra y técn ica variables, generalm en te levantados por un ingeniero, los origin ales son de d iferen tes escalas, siem pre con un cuadro de convenciones, y casi todos se ca lifica n de “ topográficos", aunque las curvas de n ivel no aparezcan en ninguno. El plano de Santa M a rta es un dibujo sin fecha ni autor, pero tiene el Interés de m ostrar claram ente la división en tre las ciudades In dígena y ex tra n jera que ven ia construyendo la U n ited F ru lt a l n orte de su ferrocarril, Incluyendo una fábrica de hielo y quizá la prim era plan ta d e concreto en Colombia. El plano de M edellln de 1900, mucho más técnico, sugiere la m an o de un In geniero de la Escuela de Minas y el original se diseñó a escala 1/4.000. Es un plano reproducido en una lito g ra fía com ercial, para distribución pública. El plano de Barranqullla se presenta sin escala, sin autor n i fecha. Más tecnlficado, el m apa de Cartagena Indica escala y autores: se presenta como copla del que levantaron dos Ingenieros extra n jeros en 1894, “ con algunas Innovaciones” . Figu ra com o proyecto el trazado de las calles de M anga, se construyeron las prim eras casas de E l Ca­ brero y una fila de pequeñas casas se extiende al pie de las fo r tific a ­ ciones, sobre la playa, conform ando el barrio popular de Pueblo Nuevo. El plano “acotado” de Tu n ja fu e diseñado en 1907 p o r dos In ge­ nieros civiles, con escala, para construir alguna red (¿acueducto, a l­ can tarillad o?) en el barrio de L a Catedral. Un tanto fantasioso resulta el curioso plano de M anlzales que le ­ va n tó en 1912 el Ingeniero de minas Elias Arango, usando la extra ñ a escala de 1/3.125. Su factu ra es aquella de un dibujo Ideal, con un cuadrado de 21 calles x 22 carreras, con más de 400 manzanas, algunas seguram ente Imaginarias. Visiblem ente trazado con la regla T y un compás. Indica además una "ca lle circular del plano” , quizá un proyecto de la época, pero dejando sospechar que su autor no conocía la topo­ gra fía del lugar. El plano de Popayán, adornado y orientado con la elegante rosa de los vientos, lleva escala y fu e diseñado en 1907 por un In gen iero-a r­ quitecto. T ien e para nosotros el Interés de distinguir, hacia El Ejido, doce manzanas nuevas, entonces “ en contracción” . El plano de Bogotá, doblado en el libro, se presenta a escala directa 1/10.000; fue levantado en dos colores — negro y sepia— p o r los Inge­ nieros del municipio y es de excelente factura. Curiosam ente publicado en un libro editado a finales de 1912, a firm a haber sido leva n tad o y litogra fia d o en 1913, lo cual nos recuerda la necesaria cau tela que se debe observar en el m anejo histórico de la cartografía.

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En el plano de Cali contrasta la fidelidad del dibujo del manzaneo irregular y la presencia de la rosa de los vientos con la ausencia de escala, fecha y autor. Las mismas observaciones suscitan los planos de Neiva y de Pasto, este último a escala -0.001 por 2 metros". El último representa a Bucaramanga; también se afirm a “ topográ­ fico" sin serlo; está orientado con escala y dos cuadros de convenciones, pero sin fecha ni autor. En definitiva, se observa en Cartagena y Bogotá hacia 1910 la tecnlflcación del trabajo cartográfico. Beneficiada por este progreso, Manlzales se encuentra dotada en forma pionera con una novedad cartográfica: un plano urbano levan­ tado en 1916 a escala 1/2.000, dibujado en tres colores, con curvas de nivel acotadas con intervalos de dos metros de altura. Es el mejor plano topográfico urbano llegado a nuestro conocimiento y muchas ciudades no tienen hoy (1991) un mapa de calidad, técnica y pictórica comparable.

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C A P IT U L O

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EL CASO DE MANIZALES Y ALGUNOS MAS

- • -Q progreso requiere capitales y en los países nuevos éstos deben venir del Exterior, necesariamente, lo mismo que los brazos aptos para la explotación de los recursos naturales. (Rafael Núñez - 1883.)

P o r medio de algunas pesquisas Iniciales 7 muy superficiales, se detectaron en la génesis de Manizales unos rasgos que llevaron a con­ siderarla como un caso muy claro de fundación de transición. Además, los datos evidenciaban que no fu e fundada por colonos, aunque si para éstos. En su primera traza se observa una ambivalencia caracte­ rizada por la mescolanza de las reglas propias del urbanismo colonial tardío, asociadas con gérmenes de un urbanismo colonizador precoz; lo mismo ocurre con la arquitectura de las primeras viviendas que se construyeron. Se verá en adelante cómo se montan unos elementos de cambio sobre unas normas jurídicas y una Ideología todavía muy In­ fluenciadas por el viejo código español de las Leyes de Indias. En resumen, encontramos en su génesis y prim er periodo, una extraña combinación de vestiglos de la ideología colonial, asociados y enfren­ tados con elementos “ de ruptura". Más Interesante aún resulta este caso, si consideramos que M a ­ nizales constituye uno de los pilares sobre los cuales se apoya —en form a exagerada y distorsionada— la prolija literatura histórica de "la colonización antloquefia” . Y veremos, en adelante, que quizá sea más apropiado hablar de "colonialismo” que de colonización. De hecho. Manizales surge como proyección en el espacio y como producto urba­ no de la política expanslonista del Estado de Antloqula a mediados del siglo pasado: auspiciando esta fundación, Medeüln afirm a con fuerza su presencia sobre la frontera con el vecino rival, el Estado del Cauca. Eso explica en parte por qué el acto de fundar no es un producto autóctono, sino promovido desde afuera. No son colonos ale­ daños los fundadores sino gente que conformó una columna de forá­ neas llegando del norte, con tal propósito exclusivo y preestablecido. Quedará registrada en la historiografía oficial con el calificativo de "expedición", término muy dlclente, pero que no usa el campesinado. P o r el contrario, la palabra tiene un marcado sabor militar y es la mturna que usaban Sebastián de Benalcázar y Jorge Robledo. Entonces se afirm a de manera explícita que el papel del nuevo centro es contrarrestar en la región la Influencia compartida pero lejana de Cartago e Ibagué, y aprovechar el vacio territorial y admi­ nistrativo entre ambas. Se evidencia la premura y el interés políticoadministrativo del Estado de Antloqula por la rapidez con la cual la gobernación legaliza, en menos de seis meses — excepción partleular115

mente insólita en esa época— la erección de la aldea, elevada a categoría de cabecera de nuevo municipio (entonces se decía “ dis­ trito", o “distrito parroquial"). Lo anterior significa que la erección Jurídica del poblado expresa una afirmación política de Medellin, la cual se aprovecha inmediatamente de este puesto-frontera con el Estado del Cauca: una avanzada localizada en una meseta estraté­ gica, con vistas hasta el Valle, a menos de un kilómetro del rio Chlnchlná. Algo comparable ocurre quince afios después con Pereira: tam­ poco la fundan colonos del vecindario rural, sino una expedición compuesta por vecinos urbanos de Cartago, entre los cuales se des­ tacan un clérigo y un tinterillo. Y la crean también de manera explí­ cita. para oponerse, entre otras razones, a la ingerencia expanslonlsta de Manlzales hacia el sur y el Quindio; en otras palabras, se apresuran los cartagiiefios cuando advierten la presencia de colonos antioquefios en el oriente del municipio; éstos ya tienen ranchos y sembrados de maíz en unos “ derribados” , ocupando el lugar en donde Robledo habla fundado la primera ciudad de Cartago. De tal manera que en la misa de fundación de Pereira, de las treinta y seis familias fundadoras, la mitad son caucanas y la otra mitad antloquefias y caldenses. En resumen, Manlzales surge como negación de Cartago. Poste­ riormente. Vlllamaria primero y luego Pereira, con más fuerza expre­ san la reacción tímida v tardía de Cartago y de la lejana Popay&n. Manlzales es bastión de avanzada y hierro de lanza de Medellin; Pe­ reira es la protesta y la barrera apresurada que levantan los caucanos, amenazados por la penetración de los antioquefios. Dique por lo demás ilusorio, pues se revela precario y muy débil. No detiene por mucho tiempo el arrasador avance territorial y político caldense, el cual se incrementa durante la segunda mitad del siglo X IX . Pocos afios des­ pués, en 1905, el nuevo departamento de Caldas logra romper la fron­ tera artificialmente mantenida del rio Chlnchlná y se adjudica en dirección al sur un territorio inmenso, hasta los ríos Barragán y La Vieja: es decir llegando hasta las puertas de la vieja Cartago Indiana, sumida en una siesta secular y con lo cual arranca al Estado del Cauca buena parte de su extremo norte. Eso antecede a la creación del departamento del Valle, pero hacia 1908-1912, Rafael Reyes y Jorge Holguln conceden a los vallunos un nuevo departamento, el cual nace ya mutilado por los pujantes caldenses. Ahora bien, tan pronto logran acceder a la arteria de comuni­ caciones, el rio Cauca, los caldenses no tardan en fundar su puerto fluvial en la misma frontera: Puerto Caldas. Escogieron un nombre que en si constituye otra tajante afirmación triunfal de la presencia caldense en las riberas del rio Cauca. Por esquemático que resulte este esbozo, vemos cómo Manlzales, Pereira y Puerto Caldas conforman una cadena: son tres eslabones indisolubles de un mismo proceso, conca­ tenado y contradictorio, el cual se inició en 1848 y conluye hacia 1920.

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Dejando de lado este primer panorama, quizá valga la pena am­ pliar el examen de las condiciones sociales de la fundación de Manl­ zales y confrontarlas con el papel que cumplió la ciudad, en la elabo­ ración del mito de una idílica "colonización antloquefia". Recordemos que con base en indagaciones anteriores, se ha esta­ blecido una tipología de colonizaciones agrarias y fundaciones urba­ nas, clasificadas según tres modalidades principales: a ) popular espontánea; b) especulativa y mercantillsta; y c) estatal y política. Categorías primarias y seguramente insuficientes, pero que nos per­ miten, por lo menos, superar un poco el enfoque meramente ‘ geo­ gráfico” y territorial de la colonización de baldíos y ae la subsiguiente progresión de las fundaciones urbanas. Consideramos que este enfo­ que inicial era indispensable (ver Parsons), pero hoy ha generado la distorsión de una visión globalizante y esquemática del fenómeno, desconociendo o atenuando sus peculiaridades internas. De tai ma­ nera que hablar de "colonización'' en abstracto y en forma general, es ignorar la complejidad intrínseca del fenómeno y sus múltiples facetas, fuentes y modalidades. Pues, hasta donde se pudo indagar, la acción colectiva y solidaria de trabajadores del campo, las actua­ ciones especulativas y meramente mercantiles de negociantes exógenos o de hacendados en apuros y la intervención institucional por medio de decretos y funcionarios, con objetivos políticos, constituyen tres modos de colonización muy distintos. Y resulta que para los fines de este trabajo esta distinción es tan indispensable como ineludible, pues cada modalidad actúa en forma diferenciada sobre el espacio geográfico natural y lo transforma de manera distinta en cuanto a naturaleza, velocidad, ritmo e intensidad, creando una variada gama de espacios sociales. Pero, y más que todo, cada forma tiene sus con­ flictos propios, contradicciones especificas y una dialéctica particular. Y lo anterior ocurre porque en cada caso son diferentes los protago­ nistas que conforman el espectro social, lo mismo que sus metas, necesidades, exigencias y aspiraciones, empezando por su modo de acceso a la posesión y propiedad de la tierra. Precisado lo anterior, se ha comprobado que Manlzales es el pro­ ducto combinado de exigencias políticas y de objetivos mercantiles, los cuales conforman sus rasgos dominantes. Pero dista mucho de ser el resultado de la acción popular rural, la cual sólo se manifiesta hacia 1860-1880. Según los documentos consignados en el Archivo Historial, ios fundadores de la ciudad son acaudalados vecinos de Neira, radicados allá con anterioridad — es decir sedentarizados y no nómadas— en busca de “ un camino recto entre esta base y Cartago”. En su libro Dominio de clase en la ciudad colombiana, J. F. Ocampo aclara que entre ellos figuran como líderes varios comerciantes, los cuales finan­ cian “la expedición”, con algunas inversiones en equipos, víveres, medios de transporte y mano de obra. Queda claro el marcado carác­ ter mercantil de la operación: son comerciantes los que mandan en el grupo, al que financiaron con dinero, inclusive contratando peones. 1 17

También se debe subrayar que llegan después de varios viajes de exploración en la región, durante los cuales actuaban ellos como meros baquianos contratados por unos ingenieros y geólogos alemanes, en busca de minas auríferas. Con lo anterior, vemos cómo es una vanguardia exógena y tras­ humante, pero radicada en otro lugar, aquella que funda el nuevo pueblo y no una colonia agrícola vecina. En otras palabras, se funda "d e entrada", siguiendo el viejo patrón m ilitar español de conquista, y no como respuesta a una exigencia proveniente del entorno produc­ tivo y de una masa de agricultores ahí sedentarizados, presionados por sus excedentes y en busca de mercados. Y eso trae una Inmediata peculiaridad espacial. Recordemos que el pueblo tipo de colonos-trabajadores se caracteriza por ser el centro de una zona en intensa producción minifundlsta, y de una telaraña de caminos; es decir, el lugar de confluencia de decenas de senderos y trochas que se originan en las parcelas de los alrededores. Siendo una ley la persistencia secular de dichos caminos, no se ve este modelo en el caso de Manlzales; en sus primeros mapas, e l de 1916 por ejemplo, apenas se notan las tres vías Inter-R egionales que conectan a la ciudad con Neira, el Cauca y el Tolim a. ¡w Es que, tanto la naturaleza de los fundadores como su origen y sus metas son otros. Su propósito declarado es fundar una ciudad de comercio, pero no local. En la zona apenas se encuentran “ algunos derribados", es decir aún una escasa población rural de desmonte y los comerciantes de Neira no procuran el abasto del consumo local, siendo éste inexistente. Solo posteriorm ente se va n reuniendo las condiciones de una demanda local y se conform a un sector comercial dirigido exclusivamente al abasto, por medio de la Im portación desde Europa. Sin embargo, habrá que esperar hasta principios del siglo, para que se genere un sector exportador: se logra con la producción cafetera, lo que no se consiguió con el cacao, de las vecinas tierras ca­ llentes. En estas circunstancias los vecinos de N eira eligen el lu ga r de la fundación, con un criterio doblemente estratégico, tanto desde el punto de vista m ilitar como en función de las perspectivas del comer­ cio regional con Antioqula, Cauca y Tolim a. Existe un curioso texto, en el cual uno de los pioneros, Manuel M aría Grisales, recuerda la génesis de la colonización y de la fu n ­ dación. Llam a la atención el hecho de que él, en form a repetida, tiende a establecer la presencia de colonos rurales en los alrededores antes de la llegada de la expedición de los nelranos; de la misma manera “ olvida" a estos últimos y nos los cita hablando de la fundación de la aldea. Pero sabemos que llegaron veinte expedicionarios, mientras que, según Grisales, no habla más de unos 18 colonos abriendo parcelas en los alrededores del futuro pueblo. Sea como sea, el autor ra tifica el papel de las comunicaciones en la fundación, con estas notas: La primera obra de utilidad pública que emprendimos antes (subrayamos) de la fundación de Manizales fue la construcción del camino que debia po­ nernos en comunicación con Neira... Sobre el rio Guacales construimos un

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puente por el cual se podía pasar a caballo (subrayamos: se sub-entiende: con muías cargadas con productos). . . Como entonces nuestra mayor preo­ cupación era lo concerniente a las vias de comunicación, no pasaron muchos días después de la comunidad (entender: fundación de la aldea) sin que emprendiéramos y lleváramos a cabo dos caminos más: el que debía comu­ nicarnos con Cartago.. . y el que debía comunicarnos con el Tolima... Pero con estas preocupaciones prioritarias, los fundadores-cacha­ rreros escogen el peor sitio geográfico para una ciudad, en una topo­ g ra fía tan adversa que no presenta ni una sola hectárea plana. Esta prim era traza, violación cruel de la geografía, se parece más con la estupidez que con el urbanismo. Negando los obstáculos de la topografía, el resultado Inmediato es que desde el primer día, y antes de cualquier obra, “ hay que hacer el suelo". Abrir o prolongar una calle, deslindar una nueva manzana, edificar una iglesia o levantar una modesta casa, exigen primero costosas Inversiones para nivelar el terreno: quitar tie­ rra de arriba y rellenar abajo. El término de “ banqueo" llena las notas y recuerdos de Luis Londoño, referidos al periodo 1870-1924, y muy temprano, de la misma topografía surgen múltiples accidentes perso­ nales y las primeras catástrofes. Cuando las obras públicas sólo llegan después de la construcción de las casas y edificios, no es nada raro que un prim er piso quede debajo de la calle o que un balcón de se­ gunda planta termine al nivel del andén, de tal manera que desde el principio el presupuesto municipal se encuentra fuertemente gra­ vado por el alto costo social de las obras de urbanismo y de in fra­ estructura de redes públicas. Y lo mismo ocurre en cuanto a las Inversiones privadas para las estructuras constructivas en terrenos pendientes o Inestables. Cien años más tarde, subsiste este obstáculo que mencionan en varias oportunidades los autores del Plan Director de Urbanismo de 1970. Manizales cuesta caro. Otro Indicio del carácter mercantil de la vecina colonia agrícola y de la fundación urbana, radica en las dictatoriales actuaciones de la Compañía Oonzález-Salazar, asociación de un usurpador y de un especulador. Pero estos últimos, que venían extorsionando colonos desde el norte del Caldas, sorpresivamente se encuentran en M anízales con la resistencia y la protesta de los pobladores. El 31 de enero de 1851 el cabildo recibe y escucha a los pillos. Estos exponen sus reivindicaciones, dictan sus condiciones y agregan que de no lo­ grarse un acuerdo, quemarán los ranchos del poblado al amanecer del 2 de febrero. Unos cabildantes Informan a los pobladores y éstos en seguida arman una manifestación de protesta contra los usurpa­ dores, los cuales llegaron con una fam a de Incendiarlos, siendo que venían expulsando parceleros y quemando ranchos desde Aranzazu hasta Neira. Se agudiza el enfrentamiento, en el cual se destacan tres grupos de protagonistas: —Los usurpadores-latifundistas y su cuadrilla de mercenarios. — Los ediles del cabildo, nelranos de cepa, o sea los notables que organizaron la expedición de fundación. T19

— Los pobladores de la prim era traza de 1849 y aquellos que lle ­ garon poco tiempo después. Los textos consultados revelan unas dudosas maniobras de los ediles, tendientes a transar y aplanar el conflicto, negociando con la compañía por encima de los pobladores y a pesar de la protesta popu­ lar, de hecho term inan aceptando las condiciones impuestas por los pillos. Magnánimos, estos últimos “ obsequian” la plaza, dos solares más en su m arco y unas calles: es decir, unas cuantas obras re a li­ zadas por el trabajo de los primeros pobladores del lugar. Asi es que los especuladores, al concluir una larga pelea, presionando con escri­ turas y escopetas, amenazando con tinterillos y candela, obligan a los moradores a reconocer sus discutidos derechos. En seguida, va lién ­ dose de la firm a del Cabildo, empiezan a ven der a los vecinos tanto los solares urbanos como las parcelas de labranzas, ya desmontadas y en producción. En muchos pueblos nuevos la fundación se legaliza cuando el Estado la oficializa, obsequiando los terrenos baldíos al municipio por medio da un decreto. En Aranzazu, Sal amina, Flladelfía, N eira y M an írales aquellos que escrituran las tierras son los pretendidos propieta­ rios de la Compañía González-Salazar. Desde luego, este ambiente m ercantillsta irrita a los colonos, crea tensiones y conflictos, llegando hasta tram ar choques abiertos en toda la región, con batallas armadas y victimas, entre ellas uno de los usurpadores. A l propósito escribe é l presbítero Guillerm o Duque Bo­ tero en el libro Arquidiócesis de Ma nizales. 1900-1975: .. . la sociedad mencionada alteró todo aquel orden, tomando para ella los terrenos feraces, para lo cual desalojaban a los colonos de su casa de labranza, o les daban la casa en un sitio y la otra en otro bien distante ( . . . ) Puede decirse que Salamina fue la que más viva y dramáticamente sin­ tió los efectos de dicho pleito, los cuales afectaron también a las tierras y habitantes de Aranzazu. Neira y Manizales, de cuyos terrenos se iba apode­ rando la sociedad a medida que se iban fundando dichos pueblos y abriendo dichác tierras. Todo este cúmulo de litigios, odios y violencias llegó a su climax con el asesinato de don Elias González .. La controversia provoca un conflicto generalizado en toda la re­ glón y lo resume asi Antonio García en su G eografía Económica de Caldas: Hay un primer tropiezo grave: el délas adjudicaciones y el de loa extensos territorios sin desmontar, que reivindican los herederos de quienes los habían obtenido por Capitulaciones Reales Casi siete municipios, desde el rio Pozo hasta el Chinchiná. pertenecen a un solo propietario Entonces se inicia la ludia entre colonos y terratenientes, o sea entre quienes fundan el derecho de propiedad sobre el trabajo y quienes lo fundan en un simple titulo, sin haber desarrollado actividad económica. Dos factores obligan a hacer donación de terrenos >sra caserías: la presión de masas sobre los propietarios y la consiguiente valorización de terrenos con las fundaciones Agrégueae que después del convenio entre el gobierno y la com­ pañía, firm ado en 1853, el municipio se vio obligado a com prar tierras a esta última, dentro de la dudad, por la suma de 22 500 pesos ( J. J. 120

Parsons, página 115). P o r otra parte, de esta situación confusa surge sin tardar “ una compañía privada (Moreno, W alker y Cía.) que Tendió lotes y acciones a los últimos pobladores" (J. J. Parsons). Este hecho explica por qué hemos encontrado tantos contratos de compra-ventas de tierras firm ados por Edward Walker, en el primer libro de escritu­ ras (años 1851-1857), del archivo de la Notarla Primera, y deja un poco de perplejidad esta curiosa situación: un Inglés llega a Colombia y a llí vende a colombianos tierras en donde vivían y de las cuales no es propietario. ¿Será eso derecho romano o derecho británico de “libre comercio y amistad"? Resumiendo, vemos cómo no es nada idílico y pacifico el am­ biente en el cual nace la ciudad. Por el contrario, la afirm ación de la naciente Mamzaies surge de un agudo enfrentamiento: un nítido conflicto social clasista preside a su nacimiento. También vale la pena señalar aquí un hecho novedosísimo en Colombia: en Mamzaies, en e l año 1851, unos pobladores exigen en la plaza pública el respeto de su “derecho a la dudad” . Ahora bien, en estas condiciones muy peculiares, está surgiendo, más que una dudad, una lumpen-dudad. Con este calificativo sólo queremos observar cómo la ubicación geográfica incide sobre la con­ form ación sociológica del poblado. Concretamente, se trata de anotar ciertas peculiaridades sociales que se derivan directamente de la po­ sición fronteriza que ocupan Manizales y Villa María. Recordemos que entre «>n«< la distancia es mucho menor que entre Cúcuta y San Antonio, y que entre Malean y la frontera v e nezolana. En estas óptimas condiciones, muy temprano se desarrolla un próspero tráfico de con­ trabando; los antíoqueños y caldenses importan del Cauca el tabaco y el aguardiente, para distribuirlos en todo el sur del Estado de Anüoquia. En ambos pueblos se radican, más que comerciantes, nu­ merosos destiladores, contrabandistas y traficantes de licores. No tardan en abrirse en la “ Calle R ea l" y en los alrededores de la plaza de B olívar cantidades de “salones" de juegos, billares, cantinas, ga­ lleras, chicherías y “ventorrillos"; también en ambos pueblas se refu­ gian y ocultan muchas prófugos de la justicia, oriundos de uno u otro Estado, basta con pasar el rio Chinchiná para estar a salvo. Con este tipo de migraciones, en sus primeros veinte añas de existencia Manizales presenta un perfil social cuyo núcleo m otor está pnroriPH7aiin por comerciantes, tenderos, usureros y cantineros. No es tanto la presencia del colono trabajador la que imprime su sello en el poblado, pero si un Inquietante lumpen generando numerosas patologías sociales, destacándose una delincuencia generalizada y una alta tn-cta de criminalidad; también la ciudad se convirtió en mercado de mano de obra para empresas colonizadoras. Medardo Rlvas cuenta cómo “los trabajadores de tierra callente" del occidente de Cundlnamarca jhnn hasta Manizales a contratar los brazos que necesitaban para abrir sus futuras plantaciones cafeteras de Viotá, en la reglón del Tequendama. Igualmente lo impresiona cómo estos contingentes de caldenses, peleando con los cundinamarqueses, inauguraron "e l reino 12!

de la barbera". En su anecdotarlo, Luis Londoño evoca muchos hechos sangrientos, continuas riñas de borrachos y Jugadores, en las cantinas y billares, con muertos y heridos, trifulcas, robos, atracos, asaltos de caminos, los crímenes de una pandilla aterrorizando el centro de la ciudad con total impunidad, y luego agrega: .. . Hacer una relación de los hechos de sangre seria cosa interminable. El prolijo Padre Fabo, también refiriéndose a los prim eros años, relata un crim en espantoso, menciona varias riñas de fondas y añade: El aguardiente y la barbera estaban muy a la orden del dia entre los arrieros. Pero, con esta marcada alusión clasista se le olvida que el prim er párroco es discretamente removido por la curia, en 1859, después de haber asesinado, en complicidad con su amante, un molestoso marido. Dejando de lado el anecdotarlo, se entiende por qué el gobernador declaró, en su in form e anual del año 1859: Manizales es el punto de reunión de los más famosos criminales de todas partes. Situación tan evidente y conocida que hasta la m enciona un viajero extranjero, atravesando la ciudad de paso: La población, formada al principio por aventureros de toda especie, se depuró luego poco a poco, como se observa en las demás ciudades que se constituyen apresuradamente. (Charles S affra y: Voyage a la Nouvelie Grenade, 1860-1862.) En la ciudad y sus alrededores se van concentrando antioqueños y caldenses, a los cuales se suman numerosos inm igrantes del Cauca, del Tolim a y de los Santanderes. Pero la violencia interna se acre­ cienta aún en los años setenta, con la presencia de la guarnición m ilitar, con los vaivenes incesantes de las tropas, vencedoras o ven ­ cidas, en las batallas entre antioqueños, tollmenses y caucanos, sin olvidar algunos desertores de los distintos bandos a llí ocultados; de otro lado, detrás de las tropas llegan las imprescindibles Juanas asi que tanto la prostitución como las venéreas anteceden a las trilla­ doras en Manizales. Cuando un británico y un santandereano cose­ chan grano en los primeros cafetales, hacia 1880, hace ya un tiempo que la sífilis está causando estragos en el poblado. Volviendo al cultivo de café se ve cómo hacia 1864 un empleado de las minas de oro de Supla y Riosucio — no se sabe muy bien— , el Inglés Edward Walker, después de haber adquirido parcelas, labranzas y mejoras, logra constituir un gran fundo, en el cual siembra el prim er cafetal comercial y algunos años más tarde sigue su ejem plo un Inm igrante santandereano. Se v e de paso cómo no son caldenses, n i tampoco antioqueños, los pioneros de las grandes plantaciones cafeteras en la región de Manizales. Además, con estas múltiples migraciones Ínter-regionales, quizá haya hacia 1880 en Vlllam aria más caldenses y antioqueños que cau­ canos. Por el contrario, vatios datos Indican que en estos mismos 122

años de finales de siglo, los nuevos habitantes de Manizales pro­ vien en tanto de los Santanderes, del Cauca o del Tolima, como de Antioquia. Pero el cuadro que se acaba de esbozar nos deja un poco perplejos cuando se leen en la historiografía local numerosas alusiones “ nobiliarias'’, escritas con un distinguido vocabulario "señorial” , evo­ cando abolengos, próceres y patricios de la “ciudad hidalga", y algunas payanesadas más. Esbozado a grandes rasgos el contexto general de la génesis de la ciudad, ahora podemos examinar más detenidamente lo que consti­ tuye el tem a presente y el postulado inicial: Manizales considerada como fundación de transición entre dos formaciones socio-espaciales. Desde el punto de vista meramente urbanístico, llama la atención el carácter convencional y casi colonial de la creación de la ciudad, en la cual se advierte la persistencia terca de normas directamente inspiradas del anticuado código de las Leyes de Indias. Por ejemplo, hecha la fundación, se atribuyen solares a los 45 primeros pobladores y "d e los vein te lotes enmarcando la plaza, diez son adjudicados a los pioneros fundadores". En cuanto a la cuadricula, respeta estricta­ m ente el patrón sevillano de la manzana cuadrada — “ a cordel"— aunque este principio entre en contradicción con una topografía tan adversa del trazado ortogonal. Se han realizado unas pesquisas en los archivos notariales relativas a los primeros repartos de solares y completadas por unas observaciones in sltu. En esta fase de la inves­ tigación fue decisivo el plano topográfico de 1916, a escala 1/2.000, en el cual se diseñaron calles y manzanas con la más extrema pre­ cisión; trabajo cartográfico de gran calidad expresiva, que además está acotado e indica el tamaño exacto de las cuadras y el ancho de las vias. De tal manera que sumando estas fuentes y datos se pudo com­ probar: a ) La plaza de Bolívar tiene un ancho total de cien varas entre paramentos, o sea 80 metros por costado. El parque mismo, quitando a cada costado diez varas para la calle, queda reducido a 80 varas, o sea 64 metros de lado. Aqui vemos cómo opera una sustancial dis­ minución de las especificaciones coloniales españolas. b ) Este tamaño de 64 metros se convierte en módulo. Se aplica en todas las nuevas manzanas que se van abriendo posteriormente; de la misma manera se seguirán abriendo calles de 10 varas de ancho en promedio. c) La persistencia de estas normas y especificaciones originales se observa en los parques de San José y de Caldas. Ahora bien ¿Qué interés tiene esta insistencia en las medidas y dimensiones sencillas? Tal interés es múltiple y va más allá del ta­ maño: — La reducción de la manzana colonial se entiende como la ex­ presión de una visión nueva de "ruptura". — Lo mismo ocurre con la división predial en unidades menores. 123

— U na manzana reducida, con solaxes más pequeños y más nu­ merosos, produce una notable densificación residencial. — Asi se expresa un urbanismo híbrido y "d e transición". En cuanto al sistema de relaciones, el eje via l uroano principal, al igual que durante la Colonia, se bautiza ‘'Calle R e a l" con estas mayúsculas. Además, en el caso de Manuales, tam bién hay una se­ gunda Calle R eal". En cuanto a los demás vías, respetan las especincaciones del siglo X V I y, por lo general, no superan un ancno de die? varas, que muchas de ellas han conservado hasta hoy. i a misma cesión de solares públicos, desuñados para la iglesia y 1a cárcel, igualmente conserva un marcado sabor de la época de ia conquista, asociando y plasmando en e l espacio la nocion o e pecado con ios castigos de Dios y oe los homares y, p o r el contrario, n i siquiera se reserva un solar para el cabildo; la cárcel tiene prioridad soore las casas municipales y, desde luego, el tem plo se localiza en ei costaoo topográficam ente nominante, en la parte más alta, ta l como 10 pres­ en cian las provisiones reales de 1513-1593. Con tono lo anterior, mas olla de los objetos, de lo construido y de las formas, persiste ia ideo­ logía del pasado. Por supuesto allí, como en cualquier fundación de conquistadores, la misa antecede a i mercado, el cual se inaugura a l ano siguiente, pero sólo se realizará bajo la incitación insistente de un comerciante noer de la "expedición" desde Reirá: este señor, durante una semana, va oe casa en casa y de parcela en parcela, invitando a los campesinos ‘el próximo domingo", para que traigan sus productos a la plaza; les asegura que él les comprara lo que no hayan vendido a los consu­ midores del pueblo. Como vemos, ei mercado es estimulado en form a a rtificia l por un especulador; no es in iciativa n i resultado "natu ral" de los mismos productores. Todos estos vestigios coloniales se refu er­ zan con la muy extraña presencia de treinta esclavos registrados en el primer censo del año 1851, lo cual deja entender que la ley de m a­ numisión no se conocía aún en las lejanas montañas del Qulndlo. Como puede resumirse, estas son las más visibles manifestaciones de la persistencia en la tradición colonial que se advierten en el urba­ nismo de la fundación, mas no excluyen la aparición de elementos de ruptura con el pasado. Uno de estos cambios radica en el abandono parcial de las vías de planicies y pledemontes y la elección p reierenclal del filo, ignorado y temido durante la Colonia. Aprovechando esta óptima salubridad para el transporte de cargas pesadas a lomo de muía, es un camino corriendo por la linea de crestas, separando dos hoyas, aquel que se conecta con Nelra hacia el norte, y sigue hacia el sur en busca de Cartago y el rio Cauca. Es decir, que tal elección y trazado obedecen a unos objetivos comerciales de comunicaciones y transporte, ya no contemplan la inseguridad y el secular tem or a las emboscadas de “ los indios de guerra". Otro cambio — ya mencionado— más radical se observa en la división predial, con un módulo básico en franca disminución: el solar urbano tipleo no pasa de veinte varas de frente por cuarenta 124

M ANZANA

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Y REPARTO

DC

SOLARES, SI6LOS X V I - X V I I - Y VVM

4 Salares

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MANZANA TIPO Y REPARTO

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MANUALES

Salaras

BvoluclAn predial en Manluüe«

125

“de centro", es decir, de fondo. Y puede reducirse hasta "medio soler de diez por cuarenta" o sea, de ocho metros de frente por treinta y dos de fondo, Según las observaciones hechas in situ, varias de las manzanas centrales fueron divididas entre ocho adjudicatarios, con solares de veinte varas por cuarenta (ver O rifico adjunto), Este dibujo muestra cómo se inició el diseño de la división predial respetando el modelo colonial, por medio de dos ejes perpendiculares, partiendo la manzana en cuatro partes (guales, y que en seguida se divide cada cuarto en dos predios. Con esta partición cada manzana resulta distribuida entre ocho familias con una absoluta igualdad de tamaño y de forma, pero no de ubicación; cada lote mide veinte varas de frente por cuarenta de fondo, muy rápidamente operan unos cambios catastrales, resultado de ventas parciales, de cestones de pedazos de solares, etc,, es decir, que se lleva a cabo un proceso de subdivisiones del solar del primer repar­ to; e| resultado es una manzana con doce sotares —o mis, a v e c e s de forma, tamaño y ubicación desiguales (ver dibujo, página 125), Cuatro de ellos conservan las medidas originales, pero ocho m is se inscriben en un cuadrado reducido a veinte varas de lado, lo que equiyaie a 16 x 16 metros. Con estas partlctones los solares m is sm » pilos alcanzan 612 metros cuadrados y los m is pequeños no pasan de 266 metros; como se ve, ya estamos muy lejos dej solar de conquista, que llegaba a superar los I 600 metros cuadrados por familia. Con* cluslón. se rompió el solar "latifundista urbano" del periodo colonial español. En eso radica, para la actualidad, una nítida ruptura con el pesado, se ha producido un marcado cambio de mentalidad y de actitud frente a la propiedad residencial y a la tierra urbana Se pasa resueltamente del latifundio urbano de la Colonia, a un solar "minl* fundiste", estrictamente residencial, excluyendo de entrada los exten­ sos espacios Ubres Internos, los patios posteriores con animales, cul­ tivos, pesebreras y huertas y con alojamiento de servidumbre, has consecuencias urbanísticas y arquitectónicas son múltiples y entre ellas sólo se subrayan éstas —fie va conformando un tejido urbano m is denso. —Por medio de la densificación demográfica de los residentes se compacta la ciudad, en forma m is económica para la comunidad —Con el aumento de los usuarios ribereños se optimiza el uso de las calles perlmetrale*. —pucalmente hablando, resulta benéfico para el catastro muni­ cipal este aumento de tributarios del Impuesto predial. —Se construye la casi totalidad del solar, van desapareciendo los espacios Ubres o Inutilizados en la parte posterior, lo mismo que los patios arborizados y unificados, en la parte central de la manzana, —Surgen nuevos patrones arquitectónicos ajustados a la forma y al tamaño del predio, buscando la adecuada iluminación, circula' ¿jOn y ventilación, Con esta última observación, se verifica que no se puede divorciar el proceso arquitectónico de la estructura catastral 126

que lo soporte. La historia de la arquitectura es, hasta cierto punto, ú historia de la evolución de la propiedad y no se puede separar de ella, El proceso espacial de la ciudad se caracteriza por dos etapas claramente definidas: Ja ciudad compacta y la ciudad expansiva lineal, Quizá en la demografía se encuentren elementos que permiten expli­ car el paso de un modelo a otro. Entonces, y a pesar de las reticencias en la materia, toca mencionar aquí las dudosas cifras demográficas, registradas en los diversos documentos consultados, El primer censo realizado en 1851 Indica 2 804 habitantes, radi­ cados en su inmensa mayoría en núcleos rurales, veredas y otros sitios ftegún el contrato que se establece en 1853 entre la Compahla Oonzález-Sa lazar y el gobierno para transar en el conflicto de tierras, los colonos que consiguieron una parcela de 10 fanegadas eran de un número de 1.154 familias, lo que nos indica en este fecha una pobla­ ción de diez mil habitantes, en las áreas rurales del municipio En 1870 se registran — ¿Cómo?— 10 302 habitantes; con toda evidencia, los moradores del poblado son inferiores a 5-000 personas; en 1884, se censan 14-803 habitantes en la totalidad del municipio; en conse­ cuencia puede evaluarse tentativamente la población urbana en una tercera parte de esta cifra. En 1905, la población municipal alcanza a 25.000 personas; se dice que ia traza comprende unas 70 cuadras, con lo cual la masa urbana no puede exceder de 7800 a 8.000 per­ sonas, En 1912 el censo nacional otorga a Manlzales una población municipal de 33 261 habitantes, y el siguiente del afto 1918 le indica 43-203 personas. Mientras tanto se disefió el primer plano topográfico de Ja ciudad, el cual, en 1916, Incluye un total de 160 manzanas urbanas Admi' tiendo una fuerte densidad residencial nocturna, sin embargo esta traza no puede albergar más de 15 000 habitantes; en 1924, un censo local indica una población municipal de 64 445 personas, Escribe en el mismo aho José Oaviria Toro, a propósito de la población urbana :

H a b it a n t e s ;

fia m b ra s M u je r e s T o ta l

I I 420 13 S6Q 25 280

¿ S e p t ie m b r e . 19 2 4 ).

E s t e c e n s o s a le d e a c u e r d o c o n e j c á lc u lo d e p o b la c ió n p r o b a b le , p u e s la p o b la c ió n r u r a l e s u n p o c o m a y o r q u e la u rb a n a

En el censo nacional de 1928 la población municipal es de 81.000 habitantes, cifra inverosímil y notablemente inflada. En 1930, la traza incluye un total inferior a 200 manzanas que albergan a lo sumo unas 30.000 personas; el censo de 1938 registra una población urbana de 61 000 habitantes. 127

En cuanto a la evolución comparativa de la demografía de Cartago, Pereira y Manlzales el siguiente Cuadro, basado en las cifras del DAÑE, ilustra el empuje que experimentó Manlzales a principios del pre­ sente siglo:

Ciudad

Cartago Pereira Manlzales

Población Urbana

Población Municipal 1912

1918

1938

2 1.000

1928* 19.000

1938

19.000

2 2.000

1 5.000

18.000 33.000

2 5.000

5 1.000

60.000

3 1.000

43 000

8 1.000

8 6.000

5 1.000

* P o r considerar sus cifras "excesivas", no fu e aprobado por e l Congreso e l Censo Nacional de Población de 1928.

Ahora bien, las cifras anteriores si bien tienen un valor indicativo no ofrecen ninguna seguridad. Recordemos, que muy a menudo la ciu­ dad se adjudica la población municipal total; también ocurre que se le agreguen arbitrariamente algunas veredas rurales suburbanas y algunos cruceros del campo; todo esto son subterfugios que tienden a impresionar y engañar a Bogotá, haciendo creer que la ciudad es más importante de lo que es en realidad, con el fin de conseguir más apoyo o un mayor número de concejales y diputados. Por otra parte, hasta 1B28, incluso, en los censos no se separan la demografía urbana de la rural, apareciendo solamente la cifra total del municipio. Ade­ más, la población rural es particularmente Inestable en las zonas de colonización y experimenta una demografía con muchas fluctuaciones, debido a la extrema movilidad de las corrientes migratorias de colonos. Asi que también se puede aquí desconfiar de cifras generalmente sub-evaluadas, por el hecho de que siempre hay nuevas zonas en poblamlentos, aunque desconocidas de las autoridades municipales. Con todas estas reservas, se puede ahora intentar una verificación de la población urbana, comparándola con los mapas de la ciudad. Es asi que la primera pista sobre la extensión física del poblado, es la mención de que hacia 1850 la traza era de cinco cuadras en cuadrado, o sea con un total de 25 manzanas. En esta superficie se realizó el reparto de solares del año 1849 y en 1852 el primer catastro registra 538 casas en el municipio, luego se tiene la nomenclatura promulgada por el concejo en el año 1884, la cual bautiza a siete carreras y a 18 calles: es decir, un total de 86 cuadras y dos parques. Algunos escritos indican que en 1880 la ciudad cuenta con 13 calles y 18 carreras, para un total particularmente generoso y optimista de 180 manzanas; y resulta que en el año 1900, el perímetro urbano sólo encierra unas seten­ ta manzanas. El mapa topográfico original de 1916, una joya cartográ­ fica, indica en forma precisa la traza y extensión exactas de la ciudad en dicha fecha: cuenta con un total de 150 cuadras, incluyendo un anillo de manzanas periféricas, apenas esbozadas y sin construir. Según otro trabajo moderno de la Oficina Municipal de Planeaclón, 128

en 1930 Manlzales cuenta con 177 manzanas completas, de las cuales diez están ocupadas por los parques y las plazas; veinte más aparecen esbozadas y parcialmente trazadas. Todos estos datos presentan contradicciones entre demografía y extensión física y varias inconsistencias. Sin embargo no carecen por completo de interés por lo siguiente; a ) Confrontando mapas y censos, se comprueba el carácter siem­ pre inflado de los datos demográficos; b) Sin embargo, hay que matizar lo anterior admitiendo un pro­ ceso precoz de densificación residencial, por medio de la subdivisión catastral y de la partición de los solares originales; c) También se evidencia que muchas manzanas incluidas en la tra­ za quedan parcialmente vacias, con numerosos lotes aún sin construir; d) Ponen de relieve una constante; desde la fundación hasta los años 30 de nuestro siglo, Manlzales experimenta un desarrollo orgá­ nico y “en espiral". En 1930 sigue este crecimiento armonioso; la ciudad sigue circunscrita en su primer asiento geográfico, con una marcada unidad de sitio. Todavía no presenta ni deformaciones ni digitaciones. Pero un trabajo de superposición de mapas, reconstruyendo la trayectoria histórica desde su fundación hasta hoy, permite distinguir dos periodos principales, cada uno con su ritmo propio y produciendo una forma urbana y una morfología diferentes: 1. Es el periodo inicial, caracterizado por una ciudad orgánica, creciendo según el trazado reticular tradicional e inscrita en un cuadro midiendo más o menos 20 x 20 manzanas. En este espacio se realiza el desenvolvimiento de la ciudad, desde su fundación hasta los años de 1930. 2 El periodo posterior y moderno, caracterizado por la quiebra del modelo anterior, presenta una primera extensión en "digitación” a ambos lados del camino regional de crestas, hacia la salida para Bogotá. Luego se produce el desbordamiento incontrolado, con ocupa­ ción de las laderas y barrancos que rodean a la ciudad reticular. En resumen, vemos cómo se pasa, entre 1930 y 1950, de la ciudad compacta y orgánica a su polo contrario: un conglomerado expansivo, ilimitado, indefinido e inorgánico, o sea lo que llamamos "en mancha de aceite”. Si en la primera reinaba el orden de la retícula, en la ciu­ dad moderna predomina la topografía y es ella la que dicta, de acuerdo con la especulación raíz, las modalidades de ubicación, orientación, los trazados de vías, etc. La ciudad se habrá demorado cien años para admitir los imperativos de su geografía, para corregir sus errores, aceptar y domar su topografía, en lugar de violarla. Pero lo anterior lleva a la siguiente digresión. Limitándose a la morfología urbana, se observan claramente va­ rias analogías entre Buenaventura y Manlzales, aunque pueda sor­ prender tan insólita comparación. En efecto, desde el punto de vista urbanístico, se ha constatado en ambas: 129

—El primer núcleo toma impulso entre 1890 y 1930. —Juega un papel determinante, en este despertar, la comercializa­ ción y la exportación del café. —Este imperativo económico confiere una importancia vital al transporte, hasta tal punto que el camino Inter-regional, atravesando la ciudad, se convierte en su arteria mayor y en espina dorsal de su expansión posterior. —Dicha vía arteria se insinúa en una geografía sembrada de obstáculos naturales, barrancos en un caso, mar y pantanos de man­ glares en el otro. — El primer núcleo urbano crece en un espacio geográfico tan homogéneo como limitado: una isla y un filo. —Ambos salen de un sitio geográfico natural y original bajo el mismo fenómeno de presión demográfica y en el mismo momento his­ tórico. los aflos 1940-19G0. —Con esta ruptura de la unidad del sitio, opera una Inmediata modificación de la forma urbana: se convierten en ciudad-calle o ciudad lineal. —El "corazón” político-administrativo y financiero-comercial se concentra en “la cabeza", es decir, la ciudad orgánica, la del pri­ mer núcleo. —"La cola" actúa como elemento vial de amarre para los nuevos barrios, estos últimos estrictamente residenciales. —Hoy, tanto Manizales como Buenaventura son ciudades-archi­ piélagos, conglomerados urbanos esparcidos en el espacio geográfico, en forma Inorgánica, caótica y desintegrada. Ya se pueden consignar algunas observaciones relativas a la ar­ quitectura, principalmente las referidas a este sector central en donde por su misma vitalidad se encuentran las huellas más nítidas y una secuencia completa de los sucesivos estilos arquitectónicos o, mejor, de los distintos modos de construcción. Para estos anotaciones se ha realizado una doble lectura, primero de los escritos y documentos gráficos, relativos al tema, y luego del mismo espacio, por medio de observaciones ln sltu. Se ha prestado especial atención a la ciudad que existía a principios de nuestro siglo, conformada en lo esencial por El Centro, La Esponsión, el barrio de San José, expansión sobre el camino de salida hacia Nelra y el barrio de los Agustinos, entre las dos carreteras saliendo hacia Mariquita y Cartago. Pesquisas rápidas y no sistemáticas, sin embargo, ratifican la per­ sistencia tardía del modelo arquitectónico que se podría llamar "colo­ nial popular". Es decir, que se verifica la existencia, durante toda la segunda mitad del siglo X IX , de casas modestas hasta la humildad, en las cuales reside un numeroso pueblo de trabajadores, arrieros, Jornaleros, peones y pequeños parceleros. El tipo modelo es el pequeño rancho de cuatro por seis metros, con una sola planta muy baja, un piso de tierra, paredes de bahareque y techo de paja. Presenta mu­ chas similitudes con el modelo dominante de vivienda pobre del pe­ riodo colonial y postcolonlal (pues persiste sin alteraciones notables 130

durante la totalidad del siglo X IX ) en ciudades tan antiguas, como Ibagué y Cartago, lo mismo que en Medellin y Bogotá, por supuesto: arquitectura legítimamente colonial pero “ plebeya” , de poca longe­ vidad y de la cual nunca se habla. En 1905, llegando a los 85 afios de edad, escribid sus recuerdos el pionero Manuel María Grlsales, y dice a propósito de las seis primeras casas de la aldea: T o d a s e s ta s p r im e r a s c a sa s e s ta b a n h o ja s d e y a r u m o .

c u b ie r t a s

con

cáscaras d e c e d ro

u

Hacia 1860, el francés Charles Saffray, dedicando apenas tres fra­ ses a la ciudad, no olvida mencionar sus “cabañas": D e s p u é s d e S o n s ó n n o e n c u e n t r a e l v i a j e r o n a d a i n t e r e s a n t e h a s ta l l e g a r a M a n iz a le s . c iu d a d m u y f a v o r e c i d a p o r su p o s ic ió n , c a s i l i m í t r o f e , e n t r e la s p r o v in c ia s d e A n t i o q u i a y d e l C a u c a E s u n p u n t o d e t r á n s i t o m u y im p o r t a n t e y n o s e d e b e j u z g a r d e su c o m e r c i o p o r e l m i s e r a b l e a s p e c t o d e la s ca b a ñ a s, c u b ie r t a s d e h o ja s d e p a l m e r a , d e q u e s e c o m p o n e n a ú n la s m á s d e la s c a lle s .

Se han encontrado tres fotografías antiguas que muestran la persistencia de este modelo rústico y popular hasta la década de 1920, por lo menos: una permite ver una fila de ranchos al pie del edificio del cable, aún sin terminar; otra, tomada desde el oriente, muestra una larga perspectiva de la carrera 23 hacia el centro, con una hilera de pequeñas casas pajizas muy deterioradas en sus fachadas; la tercera vista parece tomada desde la salida para Nelra y también presenta una fila de ranchos pajizos, apretados y bajos, y al fondo la silueta de la vieja catedral. Luis Londofio, nacido en Manizales en 1860 y carpintero hacia 1875-1880, Incluye en su libro Manizales una cantidad de observacio­ nes que permiten un seguimiento cronológico de la evolución arqui­ tectónica v constructiva: evoca sus primeros recuerdos de niño "cuan­ do sólo habla casas de vara en tierra con techos de paja” . Señala también, en cuanto a la topografía social del poblado, que habla hada 1865, en la propia “ Calle Real” , casas pajizas habitadas por trabajadores. Trae esta precisión en cuanto a las techos de las pri­ meras casas: . . . E s a s v i v i e n d a s fu e r o n d u r a n t e m u c h o s a ñ o s te c h a d a s c o n h o ja d e c a ñ a o p a ja d e m a d e g a , h o ja d e h t r a c a o la h o ja q u e d a la c a ñ a d e m a í z ; su s p a r e d e s e r a n d e m a d e r a y b a r r o y a la v e r d a d a q u e l l o n o p r e s e n ta b a a s p e c t o h a la g a d o r ( . . . ) A q u e l l o e r a u n r a n c h e r ío y la p a ja d e m a d e g a l l e g ó a c u l t i v a r s e c o m o n e g o d o , p o r q u e s ó lo lo s q u e se c o n s id e r a b a n r ic o s se a t r e ­ v ía n c o n c o n s t r u c c io n e s d e t e j a y ta p ia .

Hablando del centro hacia el año 1880, escribe en 1924: D o n d e e s t á h o y e l a t r i o n o r t e d e la i g l e s i a d e la In m a c u la d a h a b fa u n as c a sa s d e p a ja d e f e ís im o a s p e c t o y e n e lla s u n o s v e n t o r r i l l o s d e a g u a r d ie n t e , t a b a c o s y a lg u n o s o t r o s e f e c t o s ( . . . ) D o n d e e s tá h o y e l a lm a c é n A m e r ic a n o h a b la u n a c a s a p a jiz a , q u e e r a u n a g a r i t a l i b r e d e b i l l a r y ju e g o s d e d a d o s ( . . . ) E n o t r a c a s a p a j i z a q u e e s ta b a s it u a d a f r e n t e a l a a n t e r i o r h a b ía u n a c h ic h e r ía n a u s e a b u n d a .

131

Resultan particularmente perspicaces sus notas sobre los cambios constructivos, originados en los temblores del año 1878. Del prim er sismo dice: . . . Ocasionó daños de consideración especialmente en las casas de balcón o de dos pisos; todas las tapias del segundo cuerpo hacia arriba se reventaron.

Refiriéndose al segundo temblor, comenta: Aún cuando ya era conocido el sistema de edificación con maderas, no se habia adoptado, porque decían muchos que la madera se pudría y las tapias no. Solamente la experiencia vino a demostrar a los rehacios, la segu­ ridad que ofrecía la construcción de las casas de madera, garantia ésta que fue demostrada el lunes 9 de septiembre del mismo año por otro temblor, tan violento como el de febrero; en esta ocasión, como ya habia muchas cons­ trucciones del nuevo sistema, ese movimiento no les ocasionó el menor daño, pero si a las que habían escapado de las sacudidas anteriores.

Y pasando otra vez por la ciudad en 1884, A lfred H ettner observa: También a los dos y medio años de la observación precedente, encon­ tré la ciudad en un estado de esperanzado crecimiento. Como una alusión al latente peligro inherente al suelo, me sorprendió la construcción realizada en madera de la gran mayoría de las casas recién elevadas, con marcado efecto favorable también sobre su aspecto exterior. Sacudidas también ha habido en el Ínterin, a veces con consecuencias devastadoras, pero tal como antes, sin mayor efecto retardador en el crecimiento de la ciudad.

A l año siguiente, un suizo particularmente parco, en cuanto a observaciones urbanas, escribe en un breve párrafo dedicado a M a nizales: Por desgracia Manizales está sobre suelo volcánico, hallándose expuesta a terremotos. Estos destruyeron casi por completo la ciudad hace pocos años, asi que hubo que levantarla provisionalmente a base de sencillas construc­ ciones de madera. (E rn st Rothlisberger. El Dorado, 1885.)

Con todo eso, sin embargo, la paja no va a desaparecer de la noche a la mañana. En el año 1880 se registran 29 casas en construcción, distribuidas asi: — 9 son de dos pisos con techo de tejas. — 6 son de un piso con techo de tejas. — 14, o sea casi la mitad, son pajizas. Sólo hasta principios de siglo se van extinguiendo el bahareque y la paja; José Gaviria Toro, en 1924, entrega el siguiente cuadro ca­ tastral urbano: Edificaciones:

132

De un piso De dos pisos Tres pisos y más En construcción Solares sin edificio

1.796 1.261 44 92 1.059

Total

4.252

L o s ed ificios qu e se apuntan tenian un núm ero de habitaciones de 3.859. L a com isión anotó 2.152 de techo de tejas y 41 de paja.

Y agrega Luis Londofio, refiriéndose tam bién al año 1924: O bservam os, aqu i de paso, que el m étodo de e d ific a r con m aderas, con­ tinuado y m ejo ra d o hasta la actualidad (subrayam os), puede considerarse com o una especialidad M anizaleña.

Tam bién los investigadores, recorriendo en 1983 los nuevos barrios periféricos de la ciudad, pueden decir “ hasta la actualidad” . Se llevó a cabo una sim ilar recopilación en la obra del padre Fabo, cuyos libros proporcionan algunos datos para seguir la evolución cons­ tru ctiva de la arquitectura religiosa. De la prim era capilla construida en 1848-1849 da una breve des­ cripción: . . . U n a regu lar cap illa pajiza.

Y precisa más adelante: E l p rim e r tem p lo fu e una enram ada de estantillo, cubierta de paja p ri­ m ero y de tejas después ( . . . ) T e n ía unos ocho m etros de la rgo p o r cuatro de ancho.

En 1854 se in icia la construcción de un nuevo tem plo “ de m ani­ postería: tenia 72 m etros por 25; cim ientos de cal y canto y paredes de tapia pisada”. Del año 1871 es la siguiente descripción, con medidas diferentes: U n ed ificio construido sobre cim ientos de calicanto en tapias, de 72 varas ( ? ) de largo y veinticuatro de ancho, con sus techos de madera, cu­ biertos con tejas y forrados p or dentro con tablazón, adornada de m adera tallada.

Un prim er tem blor en 1875 y dos más en 1878 acaban con lo torre, la portada, lo mismo que con algunas casas del poblado. Es cuando los notables, para las refaccciones, deciden asesorarse con la ciencia constructora de m ister M artin, ingeniero inglés de las minas de M armato. Pero en 1884 la desafortunada iglesia es, una vez más, victim a de la ira de Dios; no estaba term inada, pero sí muy averiada por cuatro temblores, cuando en 1886 se decide su destrucción total y la construcción de una nueva iglesia parroquial en el mismo lugar. De tal m anera que en 1888 se inicia su construcción, con planos diseñados por un "arquitecto bogotano” . Hacia 1898, Manizales es una ciudad próspera, con ricos mecenas, en algunos de los cuales seguramente piensa el padre Fabo cuando dice que “ un asno cargado de oro no deja de ser asno” . Asi que hay dinero en abundancia y llegan numerosas do­ naciones para el tem plo; entonces se compra el órgano en Alemania, las verjas de hierro en Hamburgo y se trae de París un deslumbrante altar de bronce dorado. Term inada la iglesia en el año 1900, con tanta hermosura, que por ello merece el mismo año ser elevada a la digni­ dad de catedral; pero, construida en madera para resistir a los tem ­ blores, arde como una antorcha en 1926. 133

¿Temblores? ¿Incendios? La curia, en consecuencia, decide recons­ truir una catedral indestructible, en "hormigón armado” , en estas cir­ cunstancias relatadas por el presbítero Horacio Gómez en su libro Arquidiócesis de Manizales 1900-1975: L a Junta de reconstrucción abrió un concurso nacional para la presen­ tación de pianos, concurso que fue declarado desierto por no haber resultado satisfactorio. Se abrió nuevo concurso en Francia. E l 19 de fe b re ro de 1927, Don M igu el G utiérrez dirigía desde París e l siguiente cablegrama: “ Obispo Manizales. Tres arquitectos afamados harían proyectos de planos sesenta m il francos. Grupo Proiesores darán opinión. Usted libertad escoger plano d e fi­ nitivo acordar&se.”

La respuesta dada en el mes de marzo fue la siguiente: Conformes tres proyectos sesenta m il francos.

Los arquitectos concurrentes se pusieron a la obra y al mismo tiempo presentaron sus proyectos ante el Jurado de Paris, el cual adju­ dicó el primer premio a Julián Polty, arquitecto je fe de los monumen­ tos históricos de la Ciudad Luz. Los planos premiados llegaron a Colom­ bia a finales de aquel año y en los últimos días de enero de 1928 fueron aprobados por el Excelentísimo señor Obispo, Monseñor Tiberio de J. Salazar y Herrera. Aprobados los planos de una gran catedral que habla de cubrir un área de 2.400 metros cuadrados, se tuvo que comprar un conside­ rable terreno de ensanche, pues el nuevo templo habría de rebasar el perímetro del anterior, "destruido por el fuego” . Y se rechaza el uso de materiales tradicionales con estos argumentos: . . . Que se reedifique dicha catedral con materiales que resistan e l fu ego y sean a la v e z garantía contra los m ovimientos sísm icos. . .

"A cta de la colocación de la primera piedra para la Catedral de Manizales” (Día 5 de febrero de 1928). Contratando un arquitecto por medio de un marconigrama y pa­ gando por anticipado los planos que nadie conocía, la clase dirigente de Manizales acababa de comprar su catedral en París, por correo. En cuanto a la arquitectura civil esta obliga a retroceder en el tiempo, para entender las condiciones del paso de la madera al concreto. Llegando a los años veinte, se observa un marcado cambio de rumbo. Era inglesa la firm a que se contrató en 1912 — en vísperas de la Primera Guerra Mundial— para la construcción del cable aéreo a Mariquita, el cual se inauguró en 1921. Pero en este quinquenio 1920-1925, para los demás cables y las obras del Ferrocarril de Caldas, los préstamos bancarios se negocian en W all Street, los rieles se com­ pran a la U. S. Steel Co., y se contratan ingenieros norteamericanos; es la Ulen Corporation de Nueva York la firm a de arquitectos-inge­ nieros la que queda encargada de proyectar varios edificios públicos y, luego de los incendios, del programa de "reconstrucción de la ciudad” . Es preciso observar aquí cómo la contratación de la Ulen Co., por los ediles, hace de Manizales la primera ciudad de Colombia, en la cual se da una operación concertada y oficial de remodelación central, y 134

p la n ific a d a p o r u rb a n ista s; c on este p ro y e c to ta m b ié n se in tro n iz a e n fo r m a d e c is iv a la c o n tra ta c ió n de firm a s n o rtea m e rica n a s d e in g e ­ n ie ro s , u rb a n is ta s y arq u itecto s. O tra s em p resas y a n qu is está n y a o p e r a n d o e n B u e n a v e n tu ra , B a rra n q u illa y C a li, y n o es d ifíc il a d v e r tir e l p a p e l qu e d e se m p eñ ó e l c a fé e n este ca m b io de “in flu e n c ia s cu ltu ­ r a le s ” . L o s c om p ra d o res urbanos d e l gra n o , las trilla d o ra s , la s em ­ p re s a s d e to r r e fa c c ió n y la s com p a ñ ía s d e e x p o rta c ió n , unas in d íg e n a s y o tra s e x tr a n je r a s , s e a p o y a n h a c ia 1920-1925 sob re u n a p ro d u c ció n e n ascen so c on tin u o . E n 1922, segú n José G a v ir ia T o ro , la s o la p ro d u c ­ c ió n d e l m u n ic ip io to ta liz a 2.000.000 de c a fe to s y una e x p o rta c ió n de 1.900.000 k ilo s ; e n e l m ism o añ o, ú n ica m e n te p o r m ed io d e l cable a é r e o a M a riq u ita , s a lió de la r e g ió n h a c ia e l e x te r io r la c a n tid a d de 6 .876.085 k ilo s de c a fé . S egú n D ie g o M on sa lve, h a c ia 1925-1926, en e l s o lo m u n ic ip io d e M a n iz a le s se re g is tr a ro n 910 p la n ta d o res , to ta li­ za n d o 3.000.000 de c a fe to s en p le n a prod u cción . E n 1920-1925 se está n con stru yen d o en M a n iza le s las dos obras p rin c ip a le s d el quin quenio, am bas d edicad as a l tra n s p o rte : la estación d e l fe r r o c a r r il y la esta ción te r m in a l de los cables aéreos. N ec e s ita n e x p la n a d a s in m ensas, la s cuales e x ig e n unos g iga n te s co s m o v im ie n to s d e tie r ra , ta l com o se p u ed e a p re c ia r en las p ésim as fo to g r a fía s que rep ro d u c e J orge I . V ille g a s en E l F e r r o c a r ril de C aldas. Y este au tor e s crib e :

Fuera de las obras dichas, entre Rioclaro y Manizales merecen citarse como más importantes, las siguientes: el corte de San Miguel de un cubo mayor de 65.0U0 metros, el puente sobre el no Chmchiná, de 22 metros de luz, a cuyo lado izquierdo se hizo un corte muy grande y difícil y a cuyo lado derecho se construyó un enorme terraplén; el túnel de la Avenida Cervantes que cruza por debajo de ésta para entrar inmediatamente a la estación, y la gran explanación que fue necesario practicar para los edificios de la estación y los apartaderos de la linea, obra ésta en la que fue necesario remover can­ tidades fabulosas de tierra, sin contar las movidas en una enorme cantidad en la explanada contigua para fundar la gran estación central de cables aereos. E n lo qu e se r e fie r e a la con stru cción p riv a d a , p a rtic u la rm e n te la v iv ie n d a , es m a n ifie s to el peso que a d q u ieren cie rto s fa c to re s ; e n tre ellos se d e sta c a n las cu alid ad es in trín se c a s d e l su elo y su c o m p o rta ­ m ie n to m ec á n ic o , lo m ism o que la e x tre m a d iv isió n p re d ia l d e la p r o ­ p ie d a d u rb an a. D e ellos se d e riv a la búsqueda p e rm a n e n te , p o r p a rte de los con stru ctores, d e unas técn icas con stru ctivas y de unos m a te ­ ria le s qu e p ro p orcio n en la m á x im a segu rid a d d e las ed ifica cio n es, y c ie rta s fe ch a s "n e g r a s " de c a tá s tro fe s — seísm os, derrum bes o in c e n ­ dios— a c tú a n p a ra p ro p icia r la r e fle x ió n y e l cu estion am ien to, c on ­ c lu y en d o con m o d ifica cio n e s tecnológicas. R eco rd em os qu e tre s incen d ios se suceden e n m u y poco tiem po, fa v o re c id o s p o r el a lto in d ic e de ocu p ación y de con stru cción en los solares d el c e n tro : el p rim ero , en 1922, a fe c ta p a rcia lm e n te dos m a n ­ zan as, de lim ita d a s p rop orciones, sin e m b a rg o actú a com o a d v e rte n ­ c ia ; e l segun do, en 1925, destruye tr e in ta m anzanas, o sea la casi to ta lid a d d e l sector c e n tra l de la ciudad, ta l com o se com pru eba e x a 135

minando las fotografías; y el tercero, en 1926, destruye por completo la vieja catedral de madera. Asi es como estas catástrofes inciden fuertemente en los cambios constructivos-arquitectónlcos, y por lo tanto facilitan los Intentos de "perlodlzación histórica” . Y a se habla señalado cómo el primer periodo, de la arquitectura "post-colonlal popular” , hace crisis y caduca después de la dura expe­ riencia de los seísmos del lapso 1870-1885. Hacia la misma época, con el incremento del proceso de colonización agrícola en la comarca, se presenta en el mercado urbano de materiales una abundancia de maderas provenientes de los desmontes, en los “ derribados” de ver­ tientes. Además, muchos colonos exitosos se trasladan al pueblo, en forma temporal o definitiva y traen sus maderas y su saber construc­ tivo, para edificar en el perímetro urbano una vivienda principal o complementarla. Estos factores (y otros desde luego) contribuyen con la quiebra definitiva del modelo anterior, destronado por el soplo nuevo de la vivienda rural. Entonces opera en forma paulatina una renova­ ción en la m orfología de la vivienda y durante mucho tiempo van compitiendo dos modelos opuestos: a ) El modelo tradicional arraigado en la época colonial, de la casa-claustro, celosamente encerrada sobre si misma. Con muy pocos vanos hacia el exterior, muy estrechos, vuelca sus espacios y visuales sobre el patio posterior cerrado. La vivienda sigue siendo un lugar cerrado y de reclusión y aún hoy se observan casas antiguas cons­ truidas según este patrón, particularmente en el primer núcleo de la ciudad; b) El modelo nuevo, el cual llega del campo e irrumpe tanto en Manizales como en los demás pueblos de colonos, como en Caldas, Cauca, Tolim a y Valle, se caracteriza por el rechazo al aislamiento y a la reclusión del anterior. El elemento construido que actúa para esta ruptura es el corredor abierto, bien sea en fachada, lateral, posterior o combinado, corriendo por dos o tres costados. Pero con el traslado campo-ciudad, se convierte en elemento plástico lo que era en la casa rural un espacio funcional, de trabajo. Esta galería bajo alero — ¿quizá adaptada de la hacienda colonial?— que permitía almacenar productos, secar el café o desgranar el frijol y el maíz, en la ciudad pierde esta justificación funcional y se torna en un espacio de circulación, en una terraza cubierta uniendo y prolongando los cuartos; además, se vuelve el espacio que favorece la comunicación visual con los lugares externos y urbanos. El corredor (y el corredorbalcón, cuando la casa es de dos plantas) es el sitio privilegiado, desde el cual los moradores miran el solar, y en los numerosos pueblos con fuertes desniveles del terreno, este corredor, sea posterior o lateral, abre unas visuales hacia las demás manzanas, hacia las calles y la misma plaza. Se ha podido localizar en Manizales muchas casas en las cuales se destaca este elemento de comunicación, generalmente abierto hacia el exterior y los espacios colectivos urbanos. Asimismo se introduce la técnica rural popular caldense-qulndlana, basada en el uso privilegiado de las estructuras en bambú y 136

las maderas aserradas. En poco tiempo se apodera del marco de la plaza, pues es particularmente apreciada para las prestigiosas casas de dos o tres plantas — con balcones y locales comerciales— que soli­ citan, tanto los grandes negociantes como los primeros hoteles y ban­ cos. Este modelo perdura predominante y sin rival hasta los años de 1920, periodo de unos cuarenta años durante el cual se verifica en varias oportunidades su capacidad de resistencia a los terremotos. Sólo se cuestiona el uso de la madera pintada después del primer incendio, y se descarta definitivamente del centro, con la catástrofe de 1925. Este segundo modelo arquitectónico del bambú se articula histó­ ricam ente al dominio mercantilista británico y al desarrollo de la economía del café de exportación; se aúna con el ascenso social de un pudiente grupo cosmopolita de grandes negociantes importa­ dores y exportadores, pero caduca con “la danza de los millones’', años durante los cuales los manizaleflos rompen su aislamiento geo­ gráfico, lanzando en forma audaz unos ambiciosos tentáculos de comu­ nicaciones para llegar a los ríos Magdalena y Cauca, y alcanzar de ese modo el comercio internacional. Entonces Manizales se convierte en un nudo de vías, caminos y carreteras, ferrocarriles y cables aéreos. No es producto del azar, si dos símbolos del transporte se manifiestan en la nueva arquitectura: el Hotel Europa y la estación del Ferro­ carril de Caldas. Este tercer modelo aflora hacia 1910-1920, pero —como hemos visto— sólo tendrá su pleno auge después de los incendios, y se carac­ teriza por un rechazo absoluto del sector social dirigente a la arqui­ tectura de madera. Se introduce el uso generalizado del ladrillo cocido local y se importan del exterior el cemento y el hierro; se contratan arquitectos extranjeros experimentados en el manejo del cemento armado: dos italianos, un francés y un norteamericano. Mezclándose lo nuevo con lo arcaico, el concreto con el neo-clásico, surgen en los alrededores de la plaza unas extrañas copias del vetusto estilo “neorenacentista” europeo... en hormigón armado con hierro. Lo siguiente ilustra tanto la dependencia externa de la ciudad como el ritmo del vals de los millones. Un periodista del Nuevo Tiempo (ju lio 14 de 1926) entrevista en Bogotá al general Pomplllo Gutiérrez, sobre la lentitud de la reconstrucción después del último incendio, y sobre el gasto de 400.000 dólares, sin que se vean los resultados: — ¿Nos pudiera decir, general, por qué te ha demorado la reconstrucción? —Se ha demorado por la falta de los materiales pedidos por la casa con­ tratista, los cuales en su mayor parte se hallan en Buenaventura... Desde luego se trataba de la Ulen Co. de Estados Unidos, de donde también se esperaban dichos materiales. Sigue hablando el je fe má­ ximo de "la rosca de los Gutiérrez” : — ,, .Como se comprenderá, por Buenaventura entran... también los ma­ teriales para la reconstrucción de Manizales, para la construcción de los cables aéreos y para los ferrocarriles de este departamento y el Pacifico.., estas obras se están perjudicando por la falta de sus materiales. 137

—¿Qué ha hecho la casa Ulen que el público se queja de la lentitud de los trabajos, a pesar de los grandes sueldos que tienen sus empleados y de los 40.000 dólares que se llevan gastados? — ...la demora en las obras de reconstrucción (es), según ellos, es que no han podido emprender ninguna obra en grande escalo, debido a la falta de materiales... Con respecto a lo de los 400.000 dólares, dicen ellos, que la mayor parte de ese dinero está representado en los materiales que se han pedido al exterior... La corrupta oligarquía manizaleña sabia m anejar m ejor sus es­ cándalos, que los temblores e Incendios. Ahora bien, detrás del pretexto anecdótico de los incendios que se utiliza para proscribir la construcción en madera, se p erfila el contenido profundo y el objetivo de tal medida. S ignifica que ya domina a la ciudad y al concejo un sector social innovador, o de “ ruptura” : grupo de consumo que aspira a expresar en form a visible el prestigio y el poder que adquirió con el dinero. Pretende ser “ culto", escribiendo versos grego-latlnos, proyectando un club o un teatro, en donde se presentan carnavales romanos o L a Traviata; sus aspiracio­ nes también tienen que plasmarse en el espacio por medio de m ani­ festaciones arquitectónicas. Pero este salto también significa que ya funcionan las redes de comunicaciones y los medios de transporte necesarios, para traer hasta la meseta los imprescindibles materiales Importados que exige la nueva arquitectura: cemento, hierro, zinc, hojalata, vidrio, porcelana eléctrica y sanitaria y otros. Y que ya existe en la ciudad un comercio de distribución de estos materiales. Las ferreterías importan pinturas químicas que se imponen en la ar­ quitectura, con una agresiva policromía, una nueva form a de colonia­ lismo estético que bien podríamos llam ar "la colorización antioqueña". En cuanto al peso adquirido por las actividades comerciales en la ciudad, se evidencia con el siguiente Cuadro, referido al año 1924 y totalizando más de 600 establecimientos: Establecimientos

Números

Almacenes y tiendas Cantinas Cafés Asistencias (restaurantes) Hoteles Farmacias y boticas Peluquerías Panaderías Fábricas de bebidas De Juegos Otras fábricas

470 12 13 22 ig 20 3g 12 5 6 16

Otros Baños Pesebreras

208 163 ^

F U E N T E : José Gavlria Toro, obra citada

138

Ahora bien, el cambio arquitectónico no opera en forma brusca y, también en 1924, José Gavlria nos proporciona un panorama que mues­ tra la persistencia terca de la tradición: M anizales tiene un pintoresco aspecto que en las noches evoca el recuerdo de los pesebres de la navidad. Las calles son accidentadas y estrechas, en su m ayoria. Las casas que al comenzar la ciudad se hacían de tapia pisada, se construyen hoy con guadua y se les ponen pequeñas bases de adobe. La poca consistencia del terreno y los temblores tan frecuentes, obligaron a los habitantes a edificar con este sistema. A la guadua le debe Manizales gran parte de su desarrollo material. Las gentes pobres construyen habitaciones integram ente de guadua y con la misma fabrican camas, taburetes, vasijas, utensilios de cocina, etc.

En otro capitulo se verifica esta persistencia por medio de un Cuadro bastante preciso, Indicando los materiales más usados para la construcción hacia 1920-1925:

PRECIOS A C T U A LE S (Materiales de construcción en Manizales, 1920-1923)

T e ja A d ob e Piedra A ren a

35.00 m il. 50.00 mil. 4.00 m etro cúbico 3 20 m etro cúbico.

Cascajo Cal Cemento

4.50 metro cúbico. 3.70 fanegadas. 3.50 quintal.

Columnas 3.20 de largo y 10 centímetros de lado $ 1.00. Cuartones 3.20 de longitud, cinco de lado por 10 centímetros $ 0.55. Tablones 3.20 de longitud por 18 centímetros y por dos y medios $ 0.65. Listones 3.20 de longitud y 5 por 5 centímetros $ 0.40. Tablas de forro 3,20 de longitud por veintitrés centímetros y por 0.15 milímetros, va le $ 0.40. Bastidores (cedro, caoba) 3.20 de longitud por cinco y por quince centí­ metros va le $ 1.40. Tablas (cedro, caoba) 3.20 de longitud por dos y por 25 centímetros $ 1.10. Vigas, 4.80 metros por seis y por veinte centímetros $ 2.50. Guadua redonda (sobrebasa) 3.20 metros de longitud 0.14 centavos cada una. Guadua cepa (redonda) 3.20 metros de longitud $ 0.25 cada una. Estera de guadua (guadua picada) 3.20 de longitud, por un ancho de treinta centímetros $0.20 cada una. Tablones para escaleras 3.20 de longitud por treinta centímetros y por dos y m edio $ 2.00. M alla para cemento armado 2 70 metros por 40 centímetros $ 1.20.

Con toda la prudencia del caso, el Cuadro permite varias obser­ vaciones como éstas: — El listado vernáculos.

está casi exclusivamente dedicado a los materiales

—Unicas excepciones, el cemento y la "malla para cemento ar­ mado" indicando que algo está cambiando. —No hay referencia alguna a los barnices y pinturas. 139

— Por fin, parece interesante anotar la normalización que pro­ viene de los aserríos de la montaña y la adopción de la medida stan­ dard de tres metros con veinte. Quizá se tenga aquí una pista para entender algunas especificaciones constructivas, o las dimensiones de ciertos elementos, por ejemplo las puertas. Resúmase lo anterior, limitándose a la tecnología y a los m ateria­ les: primero se descarta el bahareque en beneficio de la guadua y de la madera, una vez comprobado que resisten m ejor a los temblores. Luego se abandona el techo de paja por la teja y se incentiva el uso de las maderas aserradas y normalizadas. Finalmente se generaliza el uso del ladrillo y del cemento, cuando se comprueba que reducen los riesgos de incendios. Se da asi el paso a la arquitectura construida con materiales extranjeros, importados, manejados por arquitectos, igualmente foráneos. Pero la “arquitectura importada" penetraba en forma tímida desde principios del presente siglo. En 1910, una casta de negociantes y de grandes plantadores cafeteros había conseguido el dominio político-económico regional, mientras que en la ciudad reinaba la poderosa “rosca de los Gutiérrez” . Este sector social esti­ mulaba la introducción de materiales nuevos, pero éstos sólo se usaban parcialmente en algunas construcciones de cierto prestigio. En este año 1910 se importan “láminas de hierro galvanizado” para techar las recién construidas galerías del mercado, y de Alemania llega la verja de hierro del parque Bolívar, luego se trae desde Estados Unidos la hojalata y el zinc del Palacio Episcopal; a propósito de ello escribe el padre Fabo: Aproximadamente costó la obra 30.000 pesos oro; está forrado e l edificio con láminas metálicas trabajadas por Edwards Manufactury Com pany de Cincinati; Ohio; los cuarenta y nueve bultos de láminas costaron, puestos en Barranquilla, 1.477 pesos; y se pagaron e l 15 de febrero de 1916.

En 1920 se está construyendo en un costado del parque el Banco de Caldas: . . . m agnifico edificio de tres pisos ( . . . ) Sus pavimentos son de mosaicos de vistosos dibujos ( . . . ) Su paredes del segundo cuerpo hacia arriba son de madera, con un revestimiento de cemento, sobre m alla de acero.

Pero después del incendio de 1922 se incrementa la construcción con materiales modernos importados. Escribe Luis Londoño sobre el tema: A propósito de incendios anotamos que ellos aquí son escasos a pesar de lo expuestas que están todas las casas, en las cuales entran como principal elemento de construcción la guadua, y que las paredes forradas de madera, por la pintura, que siempre consta de dos baños de colores con aceite, arden con suma facilidad.

El paso decisivo hacia la arquitectura “importada", en 1925, se verifica con el siguiente listado: 140

Obra

Palacio Arzobispal

Arquitecto

Edificio Sanz Casa de Félix Salazar Banco de Caldas

¿Paplo y Bonarda o John Wootard? Papio y Bonarda ? ?

Palacio Nacional Palacio Municipal Gobernación

9 ? John Wootard

Hotel Europa Estación del Ferrocarril Catedral

John Wootard John Wootard Julien Polty

Afio

1915 1916 ? ? ? 9 ?

Observaciones

Constructores Papio y Bonarda Existe en 1920 ¿Construido entre 1915 y 1920? Inaugurado en 1924 Constructores Papio y Bonarda, sin terminar en 1927 Existe en 1924

1925 1927 1928 Constructores 1940 Papio y Bonarda

Como vemos, este brinco necesita algo más que materiales forá­ neos: exige la importación de arquitectos. Aqui, con la contratación de la Ulen Co. de Nueva York, se ilustra la dificultad de “periodización” que se señaló al principio de este texto. Contratando a estos expertos, la clase dirigente local ratifica el peso adquirido por la expansión económica norteamericana; sin embargo sigue admirando los modelos plásticos de la “ cultura europea”. Por lo tanto, mientras en Manhattan se está construyendo el Empire State Building, John Wootard en una meseta andina tendrá que diseñar según el gusto francés del siglo X V m . Este arquitecto “me­ diano” , que “no era un diseñador de primera, ni aun de segunda clase” (según el historiador Germán Téllez), se enuentra frente al problema de darle a la burguesía naciente el pasado que tanto le hace falta: proyecta el Hotel Europa, la gobernación y la estación del ferrocarril. Frente a tanta monumentalidad, el francés Polty no se deja distanciar y concursando, desde su oficina de París, proyecta una paquldérmlca catedral medieval, obra magna del “ gótico cafetero franco-caldense" y que quedó hasta hoy sin terminar. Estos cuatro edificios tranquilizan a la élite local, dándole la historia que tanto deseaba, y que llega prestada de París, como llegan los dineros desde Nueva York. Actúan los símbolos construidos como termómetro y medidor del buen gusto y no tardan en ser copiados y pastichados: varias familias ricas de la Calle Real adornan la fachada de su casa con los elementos decorativos del arte griego o romano, que tanto admiran cuando pasan frente a la gobernación o el Hotel Europa. Y los comerciantes, regresando del viejo continente o de Bo­ gotá, cambian el antro oscuro de la tienda por una vitrina “ parisina” . 141

Asi, originada en los edificios “ emisores” , la nueva Ideología arqui­ tectónica va irradiando la ciudad. Se desplaza “ el buen gusto" en el espado urbano, en forma de espiral, que se generó en los costados del parque. No hay nada nuevo, sino que en Manlzales se verifica un fenómeno que se habla comprobado anteriormente en Bogotá, M e dellín. Cali y Buc&ramanga. Se ha encontrado en la capital caldease el más directo caso de influencia y trasplante. Cuando John Wootard está para terminar la construcdón del palacio de la gobernación, se contrata un maestro artesano para ejecutar las molduras de yeso y cemento de la ornamentación de las fachadas. Este último, reco­ giendo de inmediato la experiencia adquirida, no tarda en usar el mismo catálogo decorativo para adornar la fachada de su propia casa (la cual aún existe, a pocas cuadras del edificio del “ cable” ). Poco después, contratado para diversas obras, sigue utilizando el deslum­ brante repertorio decorativo "neo-clásico” de la gobernación. Otro edificio “ emisor” será la Estación del Ferrocarril de Caldas. Habla escrito Jorge L Villegas: La uno

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u n b e llo y e le g a n t e e d i f i c i o , d ig n o d e la c iu d a d d e M a n iz a le s y

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m e n t o E l p r e s u p u e s t o d e c o s t o , c a l c u l a d o p o r U l e n y C o ., a s c i e n d e a l a s u m a d e $ 2 7 7 .0 0 0 .

7 en su libro una pésima fotografía, sin embargo, permite apre­ ciar la tecnología del “ferroconcreto” . Entonces el éxito de este pu­ diente modelo desborda la ciudad y llega a otros centros de la reglón, empezando por Pe reirá. Relata Jorge I. Villegas: E n t r e t o d o s e s to s

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De importadora de arquitectura, Manizales se habla convertido en transmisora y distribuidora regional. 142

Como se ha visto en esta breve reseña de la génesis de Manizales, poco después de su fundación tomó un impulso notorio y se convirtió en el centro urbano más dinámico de la reglón. Sustituyendo a Nelra, era hada 1850 el "crucero” en donde llegaban del norte corrientes de guaqueros y campesinos sin tierras, antes de dirigirse hacia los ríos y tierras vírgenes del occidente, del oriente y, más que todo, hacia el sur. Asi, por rebotes sucesivos y en la estela de la fundación de Manlzales opera durante la segunda mitad del siglo X IX la colonización del Qulndlo, acompañada de una serie de fundadones urbanas de la más diversa Índole. En efecto, este proceso se desarrolla a lo largo de unos sesenta años, concluyendo con las últimas fundadones hacia 1920. Por lo tanto ofrece al Investigador una amplia gama tipológica lnduyendo fenómenos muy diversos y disimiles, lo cual permite un análisis por clasificación. Además, una abundante literatura regional facilita el examen de algunos casos, los cuales se reseñarán a continuación. Durante estos decenios tanto la estructuración de un espado rural de colonlzadón, como la morfología espacial y social que adopta su núdeo urbano, dependen en gran parte del material humano que participa en su gestación, de sus metas, de sus logros y fracasos, de la diversidad o de la homogeneidad de las fuerzas sociales que actúan, de las rivalidades locales y de las tensiones que experimentan en su seno, etc. Retomando el caso de Manizales vimos cómo en sus alrede­ dores una “sodedad de frontera” auspició un sector económico "de delincuencia”. Esta franja convivía compitiendo —pero en asocio— con una colonización rural, estrictamente agrícola y legal. Sin embargo, influyó para modelar en Manizales un sector central, que muy tem­ prano resultó reuniendo todas las características sociales y espaciales de una "zona negra”. También se evidenció cómo los hombres de "la Colonia" quizá no eran los más indicados y aptos para fundar la dudad nueva de la República. Aquellos que hacia 1848-1850 fundan a Manizales, son seres nacidos durante el régimen español. Criados bajo las leyes hispánicas e impregnados de Ideología colonialista, no pueden dar más que eso: una expedición con peones y esclavos negros, los conceptos urbanísticos de la Plaza Mayor y de la cuadricula etc.; son seres que viven una transición y sus contradicdones. Estas se reflejan en el producto urbano, en la concepción y el diseño del proyecto urbanístico. Se estructura el espado urbano de moradores que experimentan una situación nueva, pero que siguen arrastrando mentalmente un patrimonio, aunque anticuado o moribundo. Manlzales presentarla un modelo físico expresando esta dualidad, convi­ viendo lo convencional con lo novedoso. Y habría que esperar mucho tiempo para que poco a poco, en las futuras fundaciones, sus gestores rompieran con el pasado. Durante estas indagaciones de campo se pudo comprobar en numerosos sitios el apego de los moradores y cons­ tructores a la "casa colonial”, considerada aún hada 1.900 como la 143

morada de mayor prestigio social. Es asi que hoy en día, en M anlzales, varios ancianos viven en el barrio de los Agustinos en casas de madera, construidas hacia 1880-1900 por sus padres y que consideran “ coloniales” . Uno de ellos heredó la tiplea casa urbana gestada en la colonización rural caldense: tres plantas sobre estructura de guadua, muros de bahareque, maderas aserradas, escalera m óvil sobre el corre­ dor de acceso al patio, numerosos balcones y corredores abiertos. Pero el propietario, de más de noventa años, está convencido de poseer una casa “colonial” , por tener esta “ casi cien años” ; tenia en 1982 el propósito de cambiar el color de la fachada; iba a pin tarla “ de color colonial, para que sea toda colonial. . . pues del color colonial, caoba, café o scu ro ..." Fundada Manizales, los caucanos trataron en seguida de detenei el avance antioqueño hacia el Cauca grande. Este es el aspecto polí­ tico de la fundación de Villamarla: mantener la presencia caucana hasta el rio Chinchiná. En varias oficinas manlzaleflas, desde las cua­ les se contempla el vecino poblado, se ha tratado, sin éxito, de elucidar los pormenores de la fundación de la Aldea de María. Pero en Cartago y Buga existen algunos documentos oficiales, como la ordenanza de fundación, reproducida por Daniel A. Gómez en la obra Cartago en la Historia: El texto completo de lo Ordenanza de fundación de Villamarla es el siguiente: "Artículo Primero. —(La nueva población comprendida entre los rios Chinchiná y Campoalegre se erige en aldea bajo la denominación de ALDEA DE MARIA Parágrafo primero. —Para el efecto de tomar parte en las elec­ ciones primarias, esta aldea, quedará unida al distrito parroquial de Cartago. Parágrafo segundo. —Además del regidor habrá en ella para su administración y servicio, un comisario de policia de libre nombramiento y remoción de aquel empleado. Articulo segundo. —La distribución de las tierras que deban de adjudicarse a los nuevos pobladores de la Aldea, se hará por una junta com­ puesta del Regidor, el comisario y de los vecinos inteligentes de la nueva Aldea, que nombre el jefe politico, bajo las bases siguientes: a los individuos que no tengan familia, veinticuatro fanegadas; a los padres de familia que tengan desde una hasta cinco personas bajo su dependencia, cuarenta; a los que excedan de aquel número sin pasar de diez, cincuenta y a los que tengan más de diez se les adjudicarán hasta sesenta fanegadas de los baldios. A r­ ticulo tercero. —La Junta llevará un libro rubricado por el jefe politico y a cargo del Regidor, en el cual se describirán el número de fanegadas adjudi­ cadas, sus linderos, el nombre del individuo a quien se adjudican y el número y nombres de las personas de su familia, si la tuvieren. Articulo cuarto.—El Gobernador de la Provincia solicitará del Poder Ejecutivo las doce mil fane­ gadas de tierras baldías de que habla el articulo primero de la Ley 7* parte 5*, articulo primero de la Recopilación Granadina, remitiéndole para el efecto copia de esta Ordenanza. Luego que se verifique la concesión, cuidará de participarlo al jefe político respectivo. El mismo Gobernador de 1a Pro­ vincia queda encargado de dictar las órdenes y reglamentos necesarios para el inmediato establecimiento de la Aldea que se erige." (Archivos del Concejo, tomo 23, años de 1852 a 1853, folios 127 vuelto y 128). No obstante, los tropiezos que en un principio presentó la aproba­ ción de la ordenanza, debido a la oposición de algunos vecinos de "Llano Grande" y de Guadalajara de Buga, entre los cuales se con­ 144

taban algunas autoridades, sometida a los debates reglamentarlos, pasó sin reservas, como se comprueba en la parte final y la certifica­ ción respectiva, que a la letra dicen: Dada en la ciudad de Buga a 19 de octubre de 1852. — El presidente, Ramón Serrano. — E l Secretario, J. Crisóstomo Llano. —Gobernación de la Provincia del Cauca. Buga, octubre 20 de 1852. Ejecútese y publiqucse. Carlos Gómez. —iEl Secretario, A n g e l Diago. Es fie l copia, Diago. Se circuló a los Alcaldes y Regidores. Estrada, Secretario. — Publíquesc hoy 21 de noviembre de 1852. El A lcalde, Hormaza.

(Archivos del Concejo, tomo y años citados.) Añade el cronista: Cumplida en todas sus partes la Ordenanza anterior, no fue menos difícil la tarca de la Junta encargada de la distribución de las tierras de confor­ midad con lo ordenado por el articulo segundo. Cientos de emigrantes y fa ­ m ilias enteras, atraídas por la bondad del clima, empezaron a ubicarse dentro de la jurisdicción territorial asignada a la nueva aldea, con el fin primordial de establecer sus cultivos. El regidor y el comisario de policía se vieron en aprietos, por cuyo m otivo la Cámara Provincial y demás autoridades distri­ tales de Cartago, se vieron en la necesidad perentoria de enviar represen­ tantes y delegados suyos, con el fin de coadyuvar en la solución de los pro­ blemas a que se vieron abocados los colonos recién establecidos. Todavía p or el año de 1855 la Junta respectiva encargada de llevar el censo de las fanegadas adjudicadas, estaba dedicada a la revisión estadística y a la recti­ ficación de los linderos de todos y cada uno de los adjudicatarios.

Como se ve, la aldea se fundó apresuradamente “por decreto” de las autoridades del Estado del Cauca, con explícitas motivaciones po­ líticas y electoreras. En cuanto se refiere a los "problemas” de los colonos recién establecidos, no son sino la continuación del conflicto entre los labradores y la compañía usurpadora González y Salazar, denunciada en 1857 por Ramón Arana en un folleto. El año anterior la empresa Moreno Walker disputaba los ejidos de Villamarla, demar­ cados por sus pobladores y acusaba a éstos de ser "comunistas” . Marco Palacios agrega las siguientes precisiones sobre el caso: En 1853 se había estipulado que el rio Chinchiná era el lindero sur de la Concesión Aranzazu; ahora bien, de acuerdo con el mapa oficial levantado por Codazzi en 1852 el río Chinchiná corría al sur de la V illa de María. Esta aldea, establecida en 1850, fue reconocida por la Asamblea del Cauca en 1852. Sus vecinos alegaban un "error de mala fe " en el mapa de Codazzi: el río que pasaba al sur de Villa María era el río Claro, puesto que el río Chinchiná estaba al norte de la aldea, separándola de Manízales. Los abogados de los colonos de V illa María acusaban a Marcelino Palacio, fundador y pro­ curador de Manízales de colusión con la Compañía para confundir a Codazzi, induciéndolo a mudar los nombres de los ríos, para ganar de paso 21.000 hectáreas a favor de la Compañía. Palacio era el representante legal de M o­ reno Se Walker, socio importante de González Se Salazar. A estas piezas se añadieron otras de carácter político. El río Chinchiná era el límite oficial entre el Gran Cauca y Antioqula (Provincias de Buga y Córdova, respecti­ vam ente). V illa María recibió del gobierno central para sus pobladores, una concesión especial de 7.680 hectáreas, en 1856, que según González Se Salazar pertenec an a la Compañía. El juicio ocupó el resto del decenio y estuvo a punto de ser resuelto en 1860, pero la declaratoria de Guerra del Presidente del Estado soberano del Cauca al gobierno federal, general Mosquera, puso al presidente de la

145

República, M ariano Ospina, en el dilem a de respaldar la resolución de 1856 que im plícitam ente reconocía que los terrenos ocupados por los habitantes de V illa M aria, eran baldíos al otorgarles dentro de éstos la concesión aludida, con lo cual se enajenaba las simpatías de la élite de M anizales que presionaba por un arreglo favorable, o ceder a las pretensiones de ésta. L a nueva situa­ ción político-m ilitar lo forzó a adoptar la segunda alternativa debido a la importancia estratégica m ilitar de Manizales. Los radicales que supieron utilizar el triunfo de Mosquera, legislaron abundantemente en m ateria de baldíos en la Convención de R ion egro; sobre el caso de V illa M ar.a concluyeron que estaba en terrenos baldíos antes de su poblamiento y que pertenecía a la jurisdicción del Cauca (cosa que habla reconocido Ospina en su resolución de 1860). P e ro la Compañía no se rindió, a pesar de que en 1864 otra resolución ejecutiva confirm ó la decisión tomada en Rionegro, y su abogado Pablo Marulanda insistió con tenacidad hasta que e l ministro del Tesoro, Salvador Camacho Roldán, decidió en 1871 que los terrenos de V illa M aria habian sido expropiados a la Compañía y ordenó indemnizarla a nombre de la nación.

Villamarla no detuvo la penetración del campesinado antioqueflo, tolimense y caldense hacia el sur y los caucanos trataron de levantar otro limite. Este es el significado político de la fundación de Pereira, hábilmente utilizado con fines meramente especulativos, por una fam ilia que pretendía salvar asi un latifundio. Resumido en pocas frases el asunto es el siguiente: Considerado aquí no como individuo sino como agente social, Francisco Pereira es el tipleo exponente de los “ emergentes de la In ­ dependencia", especie de Rastignac andino que, como el personaje de Balzac, emigra de una apartada provincia, llega a la capital y se lanza al asalto del éxito social abriéndose paso en la sociedad bogotana, consiguiendo cargos y riquezas. Según Jaime Jaramillo Uribe (H isto­ ria de Pereira), compra a la nación en 1826 un "extenso globo de terreno calculado en 10.000 hectáreas". Más preciso que el distinguido académico, Jorge Villegas establece que en realidad no fueron sino 2.710 hectáreas, compradas por la suma de 4.234 pesos, o sea un peso con cincuenta centavos por hectárea, precio entonces in ferior al de un cerdo. En su extensa monografía Pereira, Hugo Angel Jaramillo escribe al propósito: Con bonos que le dieron por dineros prestados al ejército Libertador, aunque no completos, compró una casa cerca a Tbagué y en subasta pública remató los terrenos que quedaban al occidente de la antigua Cartago.

Más adelante reproduce la sencilla solicitud de compra de tierras baldías, que presentaron en Cartago José Francisco Pereira y José María Palomeque, en la cual los mismos compradores fija n su precio: • ■■cuya fanegada gradúa el valor de cuatro reales por no presentar ven ­ tajas algunas y en si muchos inconvenientes hasta ponerla en estado de ser productiva. Como la ley autoriza a Usia para la enajenación de esta clase de tierras y calcular el precio a que pueda venderse la fanegada, ocurrimos a Usia suplicándole se digne mandar, se nos otorgue la correspondiente es­ critura de venta de dichas tierras A L PR EC IO QUE HEM OS IN D IC A D O . . .

146

Dos años después Pereira quedaba como único propietario, según un certificado expedido en Popayán en noviembre de 1837, por el es­ cribano del Número Primero y de Hacienda. Posteriormente Pereira se dedica en la capital a una doble ca­ rrera, asociando los cargos oficiales con los negocios mercantiles y sólo se acuerda de sus tierras del Otún cuando se entera de que colonos pobres las están desmontando. Entonces, en varias oportunidades, trata de convencer a unos amigos en Cartago para que funden allá una ciudad caucana, para detener la “ invasión antloqueña” . Hacia 1860 estaban radicadas en la meseta del Otún unas veinte fam ilias de labradores, desmontando selva y cultivando parcelas en sus “abiertos” ; familias antioquefias y caldenses unas, caucanas otras, viviendo en pacifica convivencia. Gracias a sus amistades en el Cauca, Pereira logró suscitar en Cartago un movimiento “ patriótico" para rescatar esta zona “ amenazada por la Invasión antloqueña” . Una expedición salida de Cartago en 1863. con peones, agrimensores, tin­ terillos y curas volvió a tomar posesión de la meseta y para dejar constancia fundó la nueva ciudad con familias traídas del Valle del Cauca. Los dos párrocos celebran la fundación por medio de una misa y ordenan la construcción prioritaria de una capilla de guadua cubier­ ta con paja, desde luego en una esquina del futuro parque, en un cas°rio que apenas contaba con “ocho ranchos de teja de astilla y guadua v tres de paja” , ocupando una traza con “ 6 manzanas mar­ cadas entre s* por senderos entre el guadual” . Con esta intervención se desvanece la solidaridad que prevalecía en la comunidad de los colonos. De ahí en adelante, manipulados y engañados, durante decenios se enfrentan en un conflicto racial arti­ ficial los "negros caucanos" con los "blancos antioqueños” , por el solo beneficio de la familia Pereira, tratando de dividir a los labradores para conservar un latifundio que iba creciendo en los títulos. Muerto Francisco Pereira en los dias de la fundación urbana, sus hijos se manifiestan en la región; se desata una controversia entre terratenientes y colonos, sobre la propiedad de las tierras y las dimensiones superficiales de una “ donación” hecha por el latifundista. Según este último, dicha “cesión” no pasa del perímetro urbano v su periferia inmediata. Parece que el único “ mérito" de la familia Pe­ reira fue haber inaugurado un nuevo tipo de especulación raíz. Con­ sistía en la "generosa donación" de un predio ocupado y sobre el cual se ha perdido dominio real, para tratar de salvar el resto del globo, beneficiándose este último de la "valorización” producida por una fundación urbana, organizando y estructurando el conjunto del há­ bitat agrario comarcal, estimulando asi fructíferas especulaciones pos­ teriores por medio del cobro a los colonos de las tierras que des­ montaron. Siguiendo las huellas del padre sus herederos aprenden el ejemplo de Pereira y amplían su territorio de acción. Se dedican desde Bogotá al tráfico de baldíos y de bonos, y hacia finales del siglo los volvemos a encontrar en oscuros negocios de tierras, esta vez a las orillas del 147

rio M agdalena, especulando en torno al trazado de carrileras cerca de Honda y Olrardot. L a lección no se perdió y h acia 1920 un busca­ vida nativo de Santa Rosa de Cabal, radicado en Pereira, m edita sobre cómo sacar provecho de un litigio entre terratenientes y colonos: fundando prim ero una aldea en el globo en disputa y lu ego cobrando a los campesinos de los alrededores sus “ derribos” y “ m ejoras” ya "valorizados” . En 1922, Leocadio Salazar M e jia cierra su tien da de contrabando de tabaco y aguardiente y se dirige h acia las disputadas tierras del rio Barbas. (V e r Segunda Parte, Capitulo sobre la U rb a n i­

zación en el Valle del Cauca.) Escribe Jorge Villegas: El gobierno transó con el descendiente de Pereira y lo indemnizó dán­ dole doce mil hectáreas de terrenos en la zona. Nótese cómo el derecho herencial que tenía este descendiente de Pereira, que no debía de exceder a doscientas setenta hectáreas, se ha incrementado hasta doce mil hectáreas. Mediante su “transacción” con el Estado. Y acá no paran las cosas. Con base en los bonos con los cuales fue pagada la transacción a Pereira, se hizo una emisión fraudulenta que alcanzaba en el momento de ser descubierta, el orden de las trescientas mil fanegadas: “ Se han fomentado las falsificaciones; basta un dato para que se pueda formar una idea: la Ley 100 de 1874 autorizó cubrir en bonos territoriales a Guillermo Pereira Gamba la zona que él cedió para la fundación del municipio que lleva su apellido; pues bien, de doce mil hectáreas a que montaron esos títulos, admírese el lector, llevan anuladas en el ministerio de Obras Públicas algo así como trescientas mil hectáreas de circulación fraudulenta. Esto sin contar los ya amortizados, los que aún están sin registrar y los que deben de permanecer en poder de ter­ ceros de buena fe.” Este caso muestra muy claramente las formas como se utilizaban los aparatos legales para entorpecer la actividad de los colonos, que fueron los únicos y auténticos creadores de riqueza y desbrozadores de selva. Y como si esto fuera poco, Guillermo Pereira Gamba no solamente au­ mentó, por arte de magia de doscientas setenta hectáreas a doce mil su patrimonio original y posteriormente a trescientas mil mediante artes fraudu­ lentas, sino que pasó a la posteridad al tomar su apellido, sin motivo, un villorrio que prontamente se convirtió en ciudad de gran desarrollo. (V e r anexo N*? 3.) El Indice de adjudicaciones de baldíos del M in isterio de Industrias, elaborado hacia 1933 indica lo siguiente: José Pereira, 1827, municipio de Pereira, 2.400 hectáreas sin indicación del motivo de la adjudicación. 1874, a favor de los pobladores de Pereira, 12.000 hectáreas. No hay más menciones de la familia Pereira Gamba. Elias Recio participó en la expedición cartagüefia del año 1863, y se entrevistó en Cali a su h ijo Ram ón, en 1978 cuando ten ia más de noventa años, quien dijo: ... Mi papá y unos compañeros salieron de Cartago a fundar a Pereira. Eran siete u ocho no más, y con el padre Cañarte fueron a puro caballo, andando todo un día, por un caminito que había. A llá mi papá distribuyó los solares y las tierras agrícolas. Y tan honrado este viejo que no dejó nada para él, absolutamente nada. . . Era abogado, fiscal, notario, ocupó muchas posiciones. Y cuando ya hizo mi papá su gran labor se volvió a Cartago... En Pereira se quedaron Hormaza y el padre Cañarte... 148

Elias Recio consignaba unos apuntes en una libreta que fueron consultados y asi se pudo reconstruir su odisea de Juventud. Este pio­ n ero de la fundación de Pereira habla regresado a Cartago pero se mudó de nuevo a la aldea, en la cual residió entre 1871 y 1878, fecha en la cual regresó definitivam ente al Valle. Llega a Pereira en 1871 como comisionista y abre una tienda con cacharros de mercancías europeas fiadas por un comerciante de Cartago: telas y paños ingleses, alparga­ tas, herramientas, tijeras, hilos, lámparas, sombreros, drogas y otros artículos. En la tienda Elias aprende a leer y escribir, solo y sin ayuda; tam bién abre un libro de cuentas: anota lo que compra y lo que vende. Descubre la m aravillosa taquigrafía y con una rudimentaria técnica puede consignar en su libreta algún secreto intim o de su vida privada; registra cuidadosamente sus compras a los campesinos de los alrededores: leche, cacao y tabaco. Toda la zona se convirtió en un gran potrero de ganado, pero ni siquiera figura en la libreta la palabra ‘‘café’’, y en esta zona fronteriza, al igual que muchos colonos, Elias no desdeña un esporádico y discreto contrabando de tabaco y de aguardiente; igualmente ocupa el tiempo leyendo alguno libros comprados en la tienda vecina: El arte de hablar, Aritm ética Comercial, y las obras de derecho de Andrés Bello. Pero el núcleo urbano crece bajo la doble presión dem ográfica caldense y valluna. A las 36 fam ilias que poblaron este prim er núcleo se sumaron otras y en 1870 el pueblo alberga 633 habitantes, en una región que registrarla una población municipal de 19.036 personas en 1905. Un nuevo camino desde el rio Cauca y Cartago hacia Ibagué, pasando por Pereira, tiende a m erm ar la in icial hegem onía urbana de que disfrutaba hasta entonces Manizales. De tal modo que muy temprano se m anifiestan los primeros brotes de especulación raíz urbana: en la villa de Pereira se venden y revenden lotes y casas, y se practica el alquiler de ranchos y piezas. Elias Recio es un típico exponente del mundo de colonización, en el cual los seres pasan de un oficio a otro y m ultiplican asi sus fuentes de ingresos: combinando los negocios con la agricultura y esta última con los cargos públicos, las posiciones ocupaclonales urbanas con las faenas rurales. En su caso lo vemos atendiendo la tienda de misce­ lánea, comprando cosechas, realizando unas especulaciones de finca raiz, urbanas y rurales, y al mismo tiem po cumpliendo las labores del escribano público; no tarda en convertirse en tinterillo, redac­ tando memoriales y ayudando a los colonos tratando de legalizar sus posesiones. Asesora unas solicitudes de registro y escrituración de tierras agrícolas, interesando unos predios de cierta extensión: res­ pectivam ente 100, 400, 500, 600 y hasta m il hectáreas. Que se sepa, sólo adquiere personalmente el solar vecino de su casa; paga 60 pesos por un predio que m ide 33 y 1/3 varas de fren te por 50 de fondo. Pero la guerra de 1876 lo obliga a alejarse de la ciudad durante un tiempo; dos años después la abandona definitivam ente y con aureola de "notario” regresa a su ciudad natal. 149

En cuanto se refiere al trazado y la m orfología de la nueva villa, hay que recordar que sus fundadores venían del Valle. Quizá los agri­ mensores transportaban en su memoria la referencia de las viejas ciudades españolas de Buga y Cartago. Lo cierto es que estos vallunos trazan Pereira con las medidas coloniales: la manzana tendría 100 varas de lado, unos 80 metros, y se dividiría entre 6 u ocho solares, según el caso. Los dos profundos surcos de los ríos Otún y Consota determinan una meseta estrecha y alargada, en e l sentido este-oeste por donde circula el camino Inter-regional; pero esta via vuelta arteria urbana determina en el poblado una form a muy lineal. Este prim er diseño perduraría durante decenios, y sigue siendo hoy muy visible. Cartago conservaba las tierras del Otún en su jurisdicción terri­ torial y poco después de la fundación, en una actuación muy señorial, concede un titulo de “villa"’ a la aldea de Pereira; ésta adquiere cate­ goría de municipio en 1870 y al año siguiente la nación le otorga 12.000 hectáreas de baldíos “ indemnizando" a Guillerm o Pereira con bonos. Según Fernando Uribe Uribe (Historia de una ciudad, Pereira, 1963) en 1870 el pueblo cuenta 6 manzanas pobladas con 84 casas de astilla y guadua y reúne 633 habitantes; se está construyendo un edificio para la casa municipal y la cárcel. A l año siguiente un “ doctor” Arana “demarca una ciudad de 120 manzanas", midiendo éstas “ 100 varas de ochenta y cinco centímetros por cada lado, pero en 1880 un ingeniero francés (inglés, según Jaime Jaramillo U ribe) “ replanteó el trazado"; ubica en la traza seis plazas bautizadas con nombres ale­ góricos, de las cuales sólo se hicieron tres. Hacia 1885 Ricardo Jaramillo Arango, en su obra Al roce de los años, describe a Pereira como a4un caserío incipiente, desorganizado y escueto, donde nadie habla edificado en firm e” , y se recuerda de “la yerba de las calles y de los solares sin cerco” . Hasta 1890 una “ comisión parroquial” reparte a los pobladores, tanto las tierras rurales como los solares, cobrando dos pesos por hectárea y cinco por solar, el cual según H. Angel Jaram illo mide 20 varas de frente por 50 de fondo. En sus Crónicas inéditas el maestro de escuela, Heberto Marín, dejó algunos apuntes sobre los cambios urbanísticos y arquitectónicos de principios del siglo: En 1903 fueron fijados los hilos y niveles para la demarcación de las manzanas que formaban el área urbana y se obligó a los vecinos, propietarios de solares y casas en las plazuelas de La Paz y Concordia y en las carreras Cutumay. Jorge Robledo, Colón y Quirama como también en las calles trans­ versales, a construir los alares de sus propiedades con un metro de ancho, dejando todo a un mismo nive'. También se prohibió la construcción de ventanas “voladas”, que estuvieran a menos de metro y medio de alto sobre el nivel de la calle, lo mismo que los escalones para entrar a las casas que perjudicaban el tránsito de los peatones por las calles. paredes que Halan a las calles y plazas debían ser blanqueadas, lo mismo que las culatas de las casas que se vieran de cualquier punto de la calle con el fin de evitar el aspecto de ruina que imprimen a la población. Igualmente se prohibió edificar con techos de paja y con guadua en las plazuelas y carreras mencionadas, y se conminó a los dueños de edificaciones de tales carácter,sticas para que las destruyeran en el menor tiempo posible. 150

Este breve párrafo permite comprobar la persistencia en la arqui­ tectura urbana de las ventanas coloniales salientes, y de la monocromía con liso exclusivo de la cal, verificándose el carácter posterior de la policromía de fachadas con pinturas químicas importadas. Un primer acueducto rudimentario se construye a finales de siglo, reemplazado en 1915 por una tubería de hierro. Es cuando empieza a llegar de Estados Unidos "cemento romano” en barriles y se con­ trató en Medellin “ el primer oficial de obras de cemento que vino a Pereira”. En cuanto al alumbrado público se discutía desde 1906, pero el alcalde de entonces, Valeriano Manijan da, calmó los reclamos ase­ gurando que “ la gente ya estaba acostumbrada a acostarse temprano, asi vivían más tranquilas las señoras y mejoraba la natalidad", lo cual parece establecer una relación entre oscuridad y nacimientos. Fernando Uribe esboza un rápido retrato del centro de Pereira hacia 1910 y precisa: L a Plaza de B olívar y a en ese entonces estaba enmarcada en casas de balcón, es decir, de dos pisos, todas ellas con largos balcones que daban sobre la plaza, no se conocían casas “ de fachada” . El parque U n b e U ribe se llamaba “ L a Plazuela” y estaba entonces con “unas pocas casas, todas de bahareque, la m ayor parte encaramadas sobre barrancos.

Y añade el cronista: En la plaza de Bolívar, en una casita roja de dos pisos, situada cerca a la «“ ¡g üín* donde hoy se levanta e l Palacio Municipal en la calle 19, vivía don Jesusito Hormaza, uno de los beneméritos fundadores. D e estos fundadores, que del poblado mismo, de la sociedad y orga­ nización vital de la ciudad, conocimos al general Valentín Daza, a los Maru1andas, don Valeriano y don Francisco; ya había muerto don Juan María, todos los cuales vivían en la plaza principal en amplias casonas de balcón. Eran los andenes cubiertos de ladrillo y tan sólo las calles principales empedradas y era de ver cómo crecía la yerba y la grama por todas partes. Para la época de fiestas, el alcalde pregonaba e l consabido bando de todos los pueblos ordenando e l blanquimento de las paredes y la desyerba de las calles.

A l contrario de Manizales, Pereira no conoció incendios ni tem­ blores destructores, pero le llegó otro tipo de calamidad: los Marulanda. Husmeando las huellas de los hacheros abriendo montañas, desde Sonsón llegan hacia 1880 unos aventureros en busca de fortuna rápida: Juan María, Francisco y Valeriano Marulanda. Y le sucede a Pereira lo que ocurrió en Manizales con los Gutiérrez: un clan fam iliar pudiente y prolifico, a partir del poderlo conseguido por me­ dio de la propiedad latifundista se auto adjudica el manejo adminis­ trativo, político, económico y comercial de la ciudad y su comarca. En cuanto a sus métodos para apropiarse las tierras desencadenan numerosos litigios con el campesinado de colonización, concluyendo entre 1920 y 1940 con violentos enfrentamientos y con operativos del ejército nacional, a favor de los latifundistas. Sobre la llegada al Quindlo de los Marulanda, escribe Ricardo J ara m illo ; Un día después de la guerra de 1876, cuando e l país tomaba fases de avance, don Lorenzo, e l hombre rico del sur de Antioquia. se encontró con los Marulandas en el pueblo de Pacora: eran estos sus paisanos y parientes

151

p o lític o s ; d o n L o r e n z o le s s u g ir ió la id e a d e q u e e l m e d io e n e s tre c h o p a ra lo

q u e p a r e c ía

e s ta r le s r e s e r v a d o

en

el

q u e v iv ía n

era

p o r v e n ir : "A r r ím e n s e

a M a n u a le s o a l C a u c a y c u e n te n c o n m i fo r t u n a " .

Y a propósito del "filantrópico Cresus" de Sonsón, escribe Emilio Robledo; En

el

L oren zo

su r

de

A n tio q u ia

J a r a m illo

fig u r a b a

L , h id a lg o

de

com o

p erson a

Son són. cu y a

m u ch a s o b ra s , p a ra q u e s u r g ie r a n

a la

v id a

m uy

fo r tu n a

a c a u d a la d a ,

s ir v ió ,

don

e n tre

o tra s

la s p o b la c io n e s d e l Q u in d io , y a

q u e se a c o m p a ñ ó d e in d iv id u o s t a n a c t iv o s , in t e lig e n t e s y

h o n r a d o s c o m o lo s

M a c u la n d a s, p a r a a q u e lla s e m p r e s a s

Y prosigue su nieto, con rudimentaria ortografía: L o s M a r u la n d a s se v in ie r o n a

P e r e ir a ; fu e e n to n c e s c u a n d o J u a n M a r ía ,

y

p r e v i a u n a i n s p e c c ió n d e l V a l l e d e l C a u c a , d i j o a su p r o t e c t o r

a m ig o : "a q u í

e s ta m o s b ie n ; d e L a V ie ja p a r a a r r ib a n o t e p u e d e v i v i r ; e n in v ie r n o n o h a y d o n d e p o n e r la c h o c o l a t e r a y e n v e r a n o n o h a y a g u a p a r a h a c e r e l c h o c o l a t e " . Se

r e fe r ia La

a

la s

dem va

fu n d a d o r e s ; a r u la n d a ; é l e s

y

in u n d a c i o n e s

y

sequ ed ad es

la s h u a c a s c o n s t i t u y e r o n

a lte r n a n t e s e n

la

lo s

r e g ló n . de

lo s n u e v o s

cabeza d e t a l e s c o l o n i z a d o r e s e s t a b a d o n J u a n M a r í a u n a Caterpillar o u n a m á q u i n a d i n a m o - e l é c t r i c a , a c u y o e m la

c a e é l m o n t e p r im it iv o y s e le v a n t a n lo s p a s ta le s r ic o s y A lli

la

f u e r t e o b s e s ió n

M a r u la n d a s

em p ezaron

el

d e sm o n te

al

M ap u je

abu n dosos.

la d o

del

c a m e lló n

que

c o n d u c e a C a r t e g o y e l m a y o r d e e llo s , a v a n z ó c o n su s d e h e s a s h a s ta M o n t e ­ n e g r o y h a s ta M a n iv e la s , c e r c a d e S e v illa , a l p ie d e lo s fa r a llo n e s d e la C o r ­ d ille r a C e n t r a l. J u a n M a r ia e r a e l p r im e r c r e a d o r d e r iq u e z a d e P e r e ir a y (...)

q u iz á

d e l p a ís

J u a n M a r ia M a r u la n d a d e r r ib ó m o n t e s c h iz o p o t r e r o s p a r a m á s d e c in ­

c u e n ta m il n o v illo s . C u e n ta n q u e c u a n d o a v a n z a b a n s u s c u a d r illa s d e b r io s o s p eo n es, e n c o n tra b a n a v e c e s "a b ie r to s ”

o

p r e v i a m e n t e s e ñ a la d o s u p u e s t o , a q u e

lo s d e m á s h ic ie r a n

m e jo r a s

de

g e n te s

que

sus

es p e ra b a n ,

fu n d o s ; t a le s

t r a b a j a d o r e s a r r o l l a b a n y a r r u m a b a n c u a n t o s e o p o n í a a su m a r c h a , y lo s

du eñ os

de

la s

c h a c ra s,

r e c la m a b a n

o fr e c ié n d o le s c a m p o s m á s a d e c u a d o s o t r u c c ió n

al

p a tró n ,

é s te

tr a n s ig ía

in d e m n iz á n d o le s e n d i n e r o

cu an do

con

e llo s ,

d e la

des­

d e s u s m e jo r a s in c ip ie n te s .

L o s t r e s M a r u la n d a s , J u a n M a r i a , V a l e r i a n o y F r a n c i s c o

(P a c h o ) , fu e r o n

h ijo s d e d o n G r e g o r io , c a sa d o c o n d o ñ a M a r ia R it a A r a n g o ; d o n G r e g o r io fu e h ijo d e d o n J u a n M a r u la n d a y d o ñ a A n d r e a O t e r o , n o b le d a m a

española

q u ie n

l l e g ó a S o n s ó n e n 1810, h u y e n d o d e l o s p a t r i o t a s v e n c e d o r e s e n B o y a c á .

Y observa Ricardo Jaramillo; S o lo d o n J u a n M a r ia M a r u la n d a t e m a y a c o n s t r u id a , c o m o e s tá c a s a d e h a b it a c ió n e n

la

p la z a p r in c ip a l. A l r e d e d o r d e

é l, q u e

hoy,

su

m a n e ja b a

su

d i n e r o y e l d e d o n L o r e n z o J a r a m i l l o , t o d o s lo s d e m á s p e r s o n a j e s e r a n s e c u n ­ d a r io s . N u e s t r o a b u e l o e r a l a m e n t e

y

l a b o ls a ,

y

Juan

M a r ia , e l b r a z o p u ­

j a n t e y c o n q u is t a d o r .

Acierta Jaramillo Urlbe cuando distingue la llegada de "la segunda oleada de Inmigrantes antloqueños, procedentes de fam ilias de comer­ ciantes y profesionales” . Añade el historiador: S i e l g r u p o d e 1863 y d e s c u a ja d o r e s d e s e l v a gru p o

lo

in t e g r a b a n

a ñ os s ig u ie n te s h a b ia e s ta d o

que

s ó lo

h o m b re s

a s p ir a b a n

de

m ayores

a

f o r m a d o p o r c o lo n o s

te n e r u na

a m b ic io n e s

p a r c e la , e l y

m ayor

segu nd o

c a p a c id a d

e m p r e s a r ia l. A lg u n o s d e e llo s e s ta b a n v in c u la d o s a c a p it a le s a n tio q u e ñ o s q u e fin a n c ia b a n gan ad eras

152

su s

a c t iv i d a d e s , q u e

u t iliz a n d o

peonadas

y

d e r r ib a b a n fu e r te s

m o n ta ñ a s

in v e r s io n e s

y de

a b r ía n

h a c ie n d a s

c a p ita l.

Es

d e c ir ,

q u e a u n a c o l o n i z a c i ó n e s p o n t á n e a d e c o l o n o s q u e n o d i s p o n ía n d e o t r o r e c u n o q u e su s b r a z o s , su s h a ch a s y

su s m a c h e te s , q u e a c tu a b a n in d iv id u a l o fa m i­

lia r m e n t e , s u c e d ía u n a c o lo n iz a c ió n e m p r e s a n a y A

c a p it a lis t a .

e s t e g r u p o p e r t e n e c í a n lo s h e r m a n o s J u a n M a r< a , F r a n c i s c o y V a l e r i a n o

M a r u l a n d a , q u i e n e s a b r i e r o n la s m á s g r a n d e s h a c ie n d a s g a n a d e r a s d e l o c c i d e n ­ t e d e P e r e i r a y d e l Q u i n ó l o , c o m o S a n F e l i p e , Ñ i p ó l e s , S a n J o s é , E l O r in o c o , E l D i a m a n t e , M a r a v e l e s . D e lo s t r e s h e r m a n o s M a r u l a n d a s e d e c í a q u e s o lo s a b r ie r o n

c e r c a d e 2 5 .0 00 h e c t á r e a s d e t i e r r a s , h e c h o i m p o s i b l e d e n t r o

d e un

s i s t e m a d e c o l o n i z a c i ó n i n d i v i d u a l , s in l a c o l a b o r a c i ó n d e p e o n a d a s a s a la r ia d a s y

s in

lo s

M a r ia

m e d io s

fin a n c ie r o s

M a r u la n d a , d e c ia

p ara

p a g a r la s .

P e r e ir a

era

en to n c e s

don

Juan

m á s t a r d e u n c o n te m p o rá n e o su y o .

C o n lo s g r a n d e s p io n e r o s d e la c o lo n iz a c ió n a g r íc o la y g a n a d e r a v in ie r o n ta m b ié n

e n e s t a s d é c a d a s c o m e r c i a n t e s d e n u e v o t ip o . N o

se tra ta b a y a

de

l o s a n t e r i o r e s b u h o n e r o s , t e n d e r o s o fo n d is t a s , s in o d e c o m e r c i a n t e s c o n m a ­ yor g ir o

s e n t id o d e

lo s n e g o c i o s m o d e r n o s , m á s a m b ic io s o s y

d e s u s a c t iv id a d e s la im p o r t a c ió n y

q u e in c l u í a n e n

el

la e x p o r t a c i ó n .

Una apología lrreatrícta de laa familias latifundistas, los Pereira y los Marulanda, mancha una historlograglla generalmente cons­ truida por sus descendientes: historias con omisiones cómodas, adul­ teraciones frecuentes y sí es necesario para salvar a "un prócer" alguna que otra falsificación. En cuanto a los latifundistas Marulanda, la lectura de las obras de Marco Palacios, Antonio Oarcla y Gonzalo Sánchez permitió corregir los retratos exageradamente apologéticos (v e r B ibliografía). En cuanto a sus hazañas agrarias quedan, en forma muy desmitiflcadora registradas, tanto en el Archivo de Baldíos del AHNC como en los Informes Anuales que rendía el secretarlo de go­ bierno al Gobernador de Caldas (ver Segunda Parte de este trabajo). De hecho, según el Indice del Ministerio de Industrias del aflo 1932, estas son las adjudicaciones hechas en la reglón a la familia Marulanda: — 1883, — 1887, — 1895, — 1896, — 1904, — 1911, — 1911, — 1912,



Juan María Marulanda. Pereira, 500 hectáreas. Gregorio Marulanda, El Cedral, 602 hectáreas. Juan María Marulanda, Salento, 2.323 hectáreas. Francisco Marulanda, Pereira, 141 hectáreas. Valeriano Marulanda, Armenla, 465 hectáreas. Valeriano Marulanda, Salento, 179 hectáreas. Francisco Marulanda, Calarcá, 50 hectáreas. Roberto Marulanda, Circasia, 100 hectáreas.

Efectivamente, suman más de 4.000 hectáreas estas adjudicacio­ nes. Sin embargo estamos muy lejos de las 32.000 hectáreas que se les atribuye haber descuajado, cuando participaban en la fundación de Puerto Caldas (ver Capítulo m ) . Pero se ha visto anterlomente cómo su familiar, el millonario comerciante sonsonefio Jaramillo financia las peonadas desmontando y arrasando con las posesiones de los co­ lonos trabajadores. La jugada de los cartagüefios falló y hacia 1920 una Pereira domi­ nada por una clase dirigente caldense-antioqueña. Iba dejando atrás a Cartago. La demografía urbana de la primera duplicaba la de la segunda y se registrarían, en 1938, 15.000 habitantes en Cartago y 31.000 en Pereira.

153

En el oentro de una nueva comarca cafetera, Pereira se benefi­ ciaba con la danza de los millones. Desde 1921 se encontraba favore­ cida para sus exportaciones por el Ferrocarril del Pacifico; además un grupo de ricos comerciantes estaba financiando las primeras carre­ teras para automotores, prestando a las entidades públicas los dineros para pagar los jornales a los peones. Y, como escribe Jaramlllo Uribe: Por la misma época se produjo una decisiva transformación del paisaje urbano: la pavimentación de calles y plazas y la construcción en cemento de los primeros edificios. Comenzaba la era del cemento y atris quedaba la del ladrillo y la tapia. Edificios públicos, luego bancos y casas de comercio y algunas residencias particulares, estaban llegando más de Manlzales que de París, una muy quindiana “arquitectura francesa neo-renacentista". Mas el citadino de la calle, observando cómo el maestro de obras va pegando con cemento y yeso unos adornos frontales sobre una casa tradicional construida en guadua, bahareque y maderas, no se deja engañar tan fácilmente como algunos historiadores de la arquitectura, y las llama sencillamente "cosas de fachada". Pero apartados de ellas, mientras tanto iban surgiendo los tugurios del proletariado uroano a las orillas del rio Otún; a las sorpresivas huelgas de las chapoleras en las plantaciones cafeteras de La Tebaida, Quimbaya y Montenegro se sumaban los primeros paros de la incipiente clase obrera urbana: las escogedoras de café de las trilladoras de Calarcá, Arm enla y Perelra. La actitud del gobierno de Olaya Herrera en nada fue distinta a la política de Vargas Cortés y Abadía Méndez; en este primer brote de la lucha de clases el proletariado cafetero del Quindlo, tanto urbano como rural, puso los primeros muertos. Resumiendo: en el panorama general de la colonización de baldíos, Pereira es un tipleo coso de colonia inlcialmcnte popular y solidarla, terminando el proletariado campesino derrotado por la rapiña de un latifundismo exágono. Tanto Pereira como Manlzales, Salento, Arm e­ nia, Calarcá, Quimbaya, Montenegro, Calcedonia y Sevilla constituyen variantes de un mismo fenómeno: el breve éxito de las colonias agra­ rias y su rápido descalabro. En todos estos lugares los colonos derri­ bando montaña conforman una vanguardia detrás de la cual, al poco tiempo se asoman sus expropladores adinerados, transformando cien minifundios en un latifundio y éstos son los que también se apoderan de la naciente ciudad. Pero en Pereira poco participan los colones en la decisión de la fundación y menos aún en su concepción y concreción. En realidad surge como producto directo de la lucha social en torno a la apropiación de las tierras agrícolas: decretada por los latifu n ­ distas, Pereira surge como estrategia de lucha contra los colonos. Luego conserva este papel: la urbe entra a ser el centro de dominio económico y después político de la comarca, manejados ambos por el grupo expulsor y parásito. También se vuelve el polo centrallzador de la repre­ sión, el lugar desde donde los expoliadores vueltos banqueros, expor­ tadores, alcaldes, gobernadores o senadores, todos terratenientes, man154

dan policía y ejército nacional para reprimir los protestas de las colonias campesinas, resistiendo a los embates de un latiíundlsmo virulento y agresivo. Y en todos estos centros se producirla una breve explosión de renovación arquitectónica, ajustada a la ideología extran­ jerizante de una dase ascendiente ya vuelta dominante. *

*

En 1860 los fundadores de Salento acudieron a la asesoría técnica de un agrimensor de Cartago, para demarcar la plaza del nuevo pue­ blo. Lo vuelven a llamar en 1878 los fundadores de Fllandia y el valluno, de manera muy "clásica” , traza la plaza y las calles y no olvida demarcar los solares para la iglesia, la cárcel y las escuelas. En 1884 describe asi este último poblado, Juan de Dios Restrepo: Dos leguas más adelante están los antioqueños fundando el puebüto de Filandia. Las casas las construyeron con teja de madera, tablitas rajadas de cedro negro y de nogal, clavadas con puntillas de hierro; techo ligero, más decente que la paja y menos sujeto a incendios. Nos refirieron que después de cortados los trozos, un hombre rajaba hasta tres m il tejadas por dí a . . .

Por el contrario, en Clrcasla en 1882 son los mismos colonos y pobladores, aquellos agrimensores improvisados, los que trazan el po­ blado. Uno de ellos, nacido en Sonsón, describe el procedimiento: A l dfa siguiente volví y cuando llegué ya había bastante gente reunida. Calculé el lote de la plaza y les propuse que descombraran para tirar linea, a lo que se procedió inmediatamente, más o menos a las ocho de la mañana. Cuando llegaron el Coronel Marin y Don Emilio Montoya, ya habla tirado la linca de lo que es hoy la Calle Real y tenia sobre la linea tres visuales, las cuales hice revisar por Marin y Mora, y entonces ellos me dijeron: Está bien, puede seguir. Entonces hice trochar el cuadro de la plaza. Esta quedó trazada y descumbrada, o sea bien rozada y asentada. Hecho eso nos retiramos para continuar a los ocho d as. Llegado e l dia señalado nos volvim os a reunir en número superior de luchadores y se dio principio a la tarca de alinear calles y entregar solares. Los solares se entregaron a precio corriente, para reunir la suma y cubrirle a don Isidro un solar a cuenta de la deuda. El mismo día que se trazó la plaza celebré un contrato para la primera casa con don José María Hincapié, y algunos dias después moví la fam ilia de S alen to. . .

Violentos y prolongados pleitos acompañan a la génesis de estos poblados; el conflicto os la regla y su ausencia la excepción. Tanto Filandia (1878) como Clrcasia (1882) y Belalcásar (1898) tendrán que litigar durante años contra las sociedades de expoliado­ res, radicadas en las ciudades de la reglón. Uno de ellos era el supuesto "colono" y "fundador" de Manlzales, Manuel María Orlsales, que se convirtió con el tiempo en un renegado de su clase y enemigo de los campesinos. Habla solicitado una adjudicación de 2.000 hectáreas en el aflo 1877 en el futuro territorio de Armenia, pero se titula 5.000 hectáreas en 1892. Efectivamente, una resolución del aflo 1884, firmada en Popayán y que se envió a Bogotá con el expediente, menciona las 5.000 hectáreas "en el municipio de Qulndio" "a cambio de bonos territoriales". Firma la carta de remisión el secretario de gobierno, 155

Juan de Dios UUoa, socio de Manuel María Qrisales en la Sociedad de Burila (AHNC, Fondo de Baldíos, tomo 5, folio 110). En Fllandla los colonos alegan contra la concesión hecha por cambio de bonos a los Marulanda y al mismo Grlsalea; el conflicto que estalló en 1877 no habla concluido en el afio 1890 (AHNC, Fondo de Baldíos, tomo 9, folios 78-95). Es desde Salento donde varios colonos fundadores de Clrcasla se dirigen al Congreso para recordarle que hablan solicitado un “auxilio de 15.000 hectáreas de terreno, para la nueva población de La Clrcasla", y resultaba que parte de estas tierras hablan sido adqui­ ridas por Manuel María Qrlsales y otros, a la nación. Los campesinos tratan de Impedir la titulación al latifundista de estas tierras "codi­ ciadas hoy por unos cuantos especuladores, con perjuicio de la clase menesterosa"; baldíos "llamados a no ser el patrimonio de los que a un bajo precio compran terrenos a la nación, sino el auxilio y fomento de las nuevas poblaciones que hoy se levantan en sus inmediaciones". (AHNC, Fondo de Baldíos, tomo 8. folios 294-296). Se verá en el capi­ tulo dedicado al Valle cómo, con los miembros de la Sociedad de Burila, Manuel María Grlsales, poco antes de morir, trataba de expul­ sar a los colonos fundadores de Sevilla. También en 1890 los colonos fundando Belalcázar (Caldas) en­ frentan a la pudiente “Sociedad de Manlzales de Rafael Mejla D. y otros". Es un verdadero movimiento de masas, con unas cien firmas, el que se levanta para salvar al naciente poblado, amenazado por los expoliadores. Una vez más los campesinos se dirigen al ministro para amparar una fundación, en la cual "ya estamos construyendo la ca­ pilla y se ha establecido una regular feria" (AHNC, Fondo de Baldíos, tomo 2, folio 265). •



Múltiples conflictos sociales acompaftan a la génesis de Calarcá, convirtiendo este caso en un arquetipo del fenómeno. En primer lugar, se debe sefialar que las fricciones entre centros urbanos Incipientes son la regla general en el proceso territorial de colonización. Cada núcleo nuevo concluye la apropiación de un área rural y en seguida se convierte en la escala de nuevos flujos humanos, penetrando en las tierras aún sin desmontar. En estas escalas, terminada la fase rural, surge la necesidad de una plaza propia; pero la fundación de ésta encuentra en seguida la oposición del centro anterior ya consolidado y con cierta autoridad administrativa. Es decir, que cada pueblo Inci­ piente luchando para fortalecer su autonomía y su “soberanía terri­ torial", se opone al desmembramiento, que significa la aparición de una nueva fundación en su jurisdicción. Calarcá no escapa a esta regla, sino que la Ilustra de manera ejemplar: nacida de controver­ sias con Salento, y a pesar de su oposición, luego obstaculiza el sur­ gimiento de Armenla. 156

Desde decenios atrás los colonos de una zona padecían las trabas adm inistrativas de autoridades locales, preocupadas por la amenaza de mutilación territorial que representaba un proyecto de pueblo nuevo, pero los labradores hablan aprendido a actuar en forma colec­ tiva, para concentrarse y concretlzar un proyecto de fundación urbana. Este se Inicia, siempre, después de asambleas de colonos eligiendo primero una especie de "gobierno provisional": la junta pobladora. Elegida democráticamente, embrión de gobierno popular local de tipo "com una", la Junta estaba encargada no sólo de programar la fun­ dación del nuevo pueblo, sino también de representar a la comunidad y de tram itar su reconocimiento, frente a las autoridades locales y regionales. En segundo lugar, en 1872 Salento habla logrado conseguir, por medio de una ley, una adjudicación de baldíos por 15.360 hectáreas. Llegan en seguida miles de familias a estas tierras y de esta fase resultan las fundaciones de Fllandia, en 1878, y de Clrcasla en 1882, las cuales se segregan de Salento. Hacia 1882-1885 nuevos frentes de colonización atacan las selvas de la zona Armenia-Calarcá y repre­ sentan para Salento otra perspectiva de mutilación de su Jurisdicción. En tercer lugar, fuera del cultivo del tabaco, nuevas perspectivas económicas surgen en estos afios, con la explotación del caucho y también de la cera de ciertas palmas; además se realizan con éxito los primeros Intentos de siembras de cafeto. En estas condiciones, en el conflicto entre colonos y autoridades, surge un tercer protagonista, una compañía latifundista respaldada por el gobierno central y las autoridades regionales y locales. Es por medio de la Escritura número 893, de noviembre 25 de 1884, que se constituyó en Manlzales la socie­ dad de Burila, documento que se pudo consultar en la Notarla P ri­ mera de esta ciudad. Su objeto es la “colonización y fomento” de un predio comprado a una familia valluna, del cual el Articulo 4? asegura "que su cabida es de doscientas mil fanegadas por lo menos", o sea, algo más de 130 000 hectáreas, “ por lo menos". Reportado sobre un mapa, el deslinde de estas “ tlerritas" conforma un rectángulo de unos 25 Kms., en el sentido norte a sur, y unos 60 Kms., de oeste a éste, desde las tierras planas del Valle del Cauca hasta los filos de la Cor­ dillera Central, limitando con el Tollma. El predio abarca una parte de los actuales municipios de Bugalagrande, Zarzal, Calcedonia y Sevilla, lo mismo que de Génova, PIJao, Bu enavista y Córdoba, tam­ bién cubre el extremo sur de los municipios de Armenla, La Tebaida, Salento y Calarcá. En cuanto a los objetivos mercantiles y expoliadores de la em­ presa, quedan cuy claramente definidos en un Articulo 17 que se convierte en amenaza directa para los labradores radicados en la zona: Indicando que deberán comprar sus posesiones a la sociedad. En cuanto a los "colonos", socios fundadores de la empresa, se encuentra un abigarrado grupo de bogotanos, vallunos, payaneses y caldenses a quienes difícilmente se imagina uno manejando el hacha. Concretamente reúne buena parte de la oligarquía del occidente de 157

Colombia en aquellas días y no falten prestigiosos estadistas y Basta üntigiinK y futuros presidentes, contándose también al trafican te m antpgiipfln de hnictins Miinnei M oría Glósales, los bancos de Mhnizales y Popay&n, a unos sacerdotes y a amellas otras. Los usurpadores sabían que numerosos fluías de campesinos esta­ ban desmontando la zona, y por esa se apresuraron en reivindicarse las tierras. Conocida la creación de la saciedad se da una verdadera carrera de velocidad entre colonos y expoliadores: los primeros acu­ nando más áreas y los spgimdna entablando numerosos demandas de desalojo. Se inicia una prolongada guerra de tierras, bastante desigual, siendo que la compañía latifundista este, incrustada en e l gobierno central y se beneficia del aparato represiva de las autoridades locales 7 regionales. Aquí no se puede ignorar la fa cete política d el asunto: la empresa de Burila este conformada p o r un pudiente bloque de estadistas y políticos conservadores, mientras que e l m ovim iento cam­ pesino es claramente loica, librepensador y Basta atea; sim patiza en u s 90% con las ideas liberales, asi sean los colonos cundinamarqueses a tolimenses. cancanas o caldeases y antioqaeños. Interrum pida por la guerra del año 1385. vuelve a resurgir a l año siguiente lo que Tos circuios ministeriales de Bogotá llamas “ la controversia’’ de Burila, l a compañía acude a las autoridades policivas locales, pora h acer destruir los ranchos de los colonoB y encarcelar “invasores" en Sá­ lente y Calare á. Frente a las arremetidas legales y a las arbitrarie­ dades y atropellos de la compañía, los colonos se agrupan buscando una defensa colectiva. Hasta cierta punta- se puede afirm ar que la fundación de Calarcá obedece a las necesidades de solidaridad y de anión de los labradores, amenazados por los expoliadores atacándolos desde e l aparato administrativa de Salenta. Elegido e l cabildo provi­ sional de los campesinas, la ju n te pobladora de Calarcá en su pri­ mera reunión de junio de 13BG. deja consignado que se reunió “ pora fundar una nueva población en terrenos baldías de la nación’''. Paco después-,, en 1838. un folla de la Corte Suprema favorece a las usurpa­ dores y Calarcá se vuelve en seguida el bastión urbano de defensa de los colonos, contra las patrañas de la empresa de Burila. L a ciudad es el centro de las luchas entre ambas bandos y se verán algunas mnsas de campesinos liberando de la cárceL local a anos labradores en forcejados, por orden de ios especuladores de tierras. Durante veinte años tendrían que librar continuos combates jurí­ dicos los fundadores de Calarcá, pora hacer respetar su gesta y adqui­ r ir categoría de municipio. En el Archivo Nocional (Fondo de baldíos)- numerosas documentas atestiguan esta larga Lucha de Ida colo­ nos de Solento-Calarcá contra la empresa de Burilo- Muy temprano, en 1888. 280 habitantes de Calarcá firmón un memorial solicitando a l gobierno nacional una concesión de baldíos, pora e l fom enta de la nueva población, sin. resultado alguna. En 1889 un sencillo em­ pleado municipal («1 personero de Sálente) no tiene dificultad alguna para desbaratar el subterfugio geográfico y cartográfico utilizado por los estafadores; demuestra que los prestentes pillos, fingiendo conT50

fu n d ir la. Cordillera de los Anden con la Sierra Alta del FLjao, y “ queriendo hacer llamar la primera con el nombre de la segunda” ; engañaron a las autoridades con el1 “objeto de apoderarse el señor Gaicedo (este era el pretendido dueño y vendedor de las terrenas a la empresa) de una superficie de terreno baldío, que excede de cien m il hectáreas''. También resultan bastante patéticos las memoriales colectivas que mandan en 1905 las colanas al presidente de la Re­ pública, al cual atribuyen “ dotes de honradez y progreso” , ignorando que tanto R afael Reyes como su hermano Riins son socios accionistas de la sociedad de Burila. Este es, en resumen, e l ambiente .social explosivo en eL cual acurre, en 1386, la fundación de Calarcá. promovida por una multitu­ dinaria colonia de campesinas. Fundación de mnsns solidarizadas, en ella participan cerca de cien familias y e l primer núcleo urbano nace con unos quinientas habitantes. Todos son de escasas recursos pecu­ niarias y no alcanzan siquiera a cancelar e l precio del predio de me­ jora. nue ofreció un caloño par la suma muy baja de “ cincuenta pesos chiquitos1’; se cambia e l terreno de la fundación por dos salares en la trnaa. En seguido, eiegíifn la. junta emite un reglamento urbanística muy iw ifim piiarin, contenido en un articulo único: “la plaza de dicha población tendrá 100 varas, las calles 10 varas, y las cuadras 80 varas” . Bis decir un pian urbanístico que parece inspirado del “modelo m anizaleño", con manzanas pequeñas de 04 metras de lado. L a homo­ geneidad social que reina en el sena de los fundadores, .su altruismo jr e i carácter democrática de la fundación se evidencian con el hecho de que un sála¡ precio da un peso ley se pide a los adjudicatarios de solares, cualquiera que sea su localización en la traza urbana. Esta última,, muy tradicional, no refleja en. nada la tenaz: beligerancia de .sus gestares. Durante decenios Iba colonos de Calarcá. y loa pobladores de la localidad fueron considerados como delincuentes, forajidos y antiso­ ciales, par las autoridades. Lo cierto es que su inconformidad tiene varias expresiones y quizá la más audaz es, por parte de un núcleo marcadamente laica y librepensador, la poca preocupación que mues­ tran por e l culto católico. L a fiesta de fundación desdeña la. bendi­ ción. de un párroco y e l ceremonial de una. misa: se realiza por medio del primer mercado y e l pablado se queda varios años sin templo. En Corma muy subversiva para la época, mientras Nüñez firmaba el con­ cordata can el Vaticano, la junta popular determinó un mes después de la fundación, que el mercado semanal tendría lugar los lunes; en todas partes y desde bacía siglas, las autoridades eclesiásticas habían impuesto el mercado, del sábado a dominical. También, se demarcó un late para eL cementerio laico; años después un líder de la fundación (Qy que también actuó en las fundaciones de Montenegro' y Genova) rechazó aura y extremaunción, y fue sepultada civilmente en e l ce­ menterio laica. 159

Se puede agregar que la distancia tomada por los colonos en relación con el catolicismo tiene su expresión en la novedosa topo­ nimia de las zonas de colonización. Durante siglos, analfabeta y aislado, el hombre no conocía del universo sino lo que transm itía el párroco, Belén. Jerusalén, Egipto, etc.; el lugar adoptaba el nombre del patrono de la capilla determinado por el sacerdote. El acceso al libro rompe este privilegio y con el papel impreso se abre no sólo el saber sino el universo en toda su magnitud. Ita lia , Versalles, Argelia, El Cairo, Salónica, Venecia, Galicia, Ceilán. Génova, Flladelfia, Ñ i ­ póles. Slberia, Los Alpes, Marsella, Líbano, Roncesvalles, Pensilvania, Sal amina, etc. El mundo irrumpe en Colombia y el mapamundi invade la toponimia de las laderas y cuchillas, de los cruceros de caminos, de las fincas y de los nuevos pueblos. No falta sino el salto de una generación letrada para que en estas aldeas ya vueltas ciudades, los hijos de los fundadores abran el almacén Parts, el hotel Berlín, la pensión Versalles o la prenderla Los Balkanes. C alarci adquiere en seguida un notable dinamismo dem ográfico y el pueblo registra 2.228 habitantes en 1890. Venciendo todos los obstáculos jurídicos y las trabas de la empresa, por fin en 1905, en la estela de la fundación del departamento de Caldas, Calarcá adquiere categoría administrativa de municipio. A l año siguiente el concejo obtiene, por medio de una Ley de la nación, una adjudicación de baldíos de 12.000 fanegadas, el ritmo dem ográfico se m antiene y en 1916 la pequeña ciudad cuenta con 7.312 habitantes, en un municipio con unas 20.000 personas. Derrotada la compañía de Burila, no re­ nunció a sus pretensiones: desde 1903 estaba hostigando a los colonos del "plan de Cuba", que iban a fundar a Sevilla.

El proceso social y agrario que acompaña la fundación de Arm enia en 1889. presenta en su secuencia varios rasgos “ clásicos” : a ) Sedentarización rural de guaqueros y baharequeros antioquefios y caldeases, valí unos y tolimenses. b ) Desmonte de baldíos y poblamiento rural m inifun dista in ­ tensivo. c ) Producción de excedentes; d ) Necesidad de romper el aislamiento geográfico. e ) Reuniones entre productores y conformación de un grupo im ­ pulsor de la fundación de un centro local de mercadeo y gestión. f ) Elección colectiva del lugar y adquisición de mejoras para la fundación urbana.

g)

Elección popular de la junta pobladora.

h ) Demarcación y trazado de la localidad, por medio de convites. 1) bladores. 160

Prim er mercado de fundación y entrega de solares a los po­

Arm enia. 109. Precio» de sotares

Una vez más, se verifica en Armenia el carácter notablemente laico de la fundación: la ceremonia consiste en el primer mercado en la plaza apenas rozada, pero habrá que esperar más de dos afios la primera misa. Por otra parte, la aspiración a la autonomía eco­ nómica y administrativa de la nueva aldea, auspicia la inmediata oposición de los centros vecinos. Durante varios afios Armenia tendrá que luchar contra Cartago, Salento y Cal arca, las cuales estorban su desarrollo de diversas maneras. El ambiente de disensiones llega a tal hostilidad, que los colonos disimulan su propósito real; declara algunos afios después uno de los fundadores, “ . . . tuvimos la necesidad de hacer circular que no pretendíamos sino un simple caserío. . . tanto que al edificar nuestras primeras casas hicimos surgir la idea de que eran simples fondas". Asi es que desde sus inicios Armenia experi­ menta un ambiente de conflictos sociales y clasistas, pero éstos no aparecen por ningún lado en la posterior •‘historiografía de la leyen­ da". Esta enfatiza el pretendido altruismo de los gestores; parece ignorar que se demoró la elección del lugar en razón de las expecta­ tivas de especulación de los vendedores de los terrenos necesarios, los cuales fueron comprados y no cedidos gratuitamente. Uno de los vendedores exigió, como parte del pago, un solar esquinero en la plaza; luego se desistió y un primer pleito civil por las tierras de un pueblo que aún no existía, surge en el mismo momento de su fundación. Se tuvo que descartar el primer terreno seleccionado; su propietario un cura radicado en Medellin pedia la suma exorbitante de 500 pesos. Afios más tarde uno de los fundadores recordaba cómo los campesinos expropiaron al especulador:

161

...E l primer proyecto para fundar la población comprendía loe terrenos donde está hoy el Orfanato. Allí se hito el primer limpio; eran de propiedad del padre S. Restrepo, quien los habia abandonado para trasladarse a MedelHn... nosotros haciendo uso del Decreto del Estado Soberano del Cauca los ocupamos; fue entonces cuando el Padre desde el púlpito nos fustigó porque hablamos ocupado los potreros de Para que el habla abandonado. En cuanto al carácter supuestamente dem ocrático de la funda­ ción, vale la pena recordar que "para rozar la plata acudieron no menos de 50 trabajadores con sus patronos que venían de las fincas vecinas". Luego la Junta, para la adjudicación de solares estableció una gama de precios especialmente selectiva, "cinco pesos para cada solar en la plata; dos pesos en la primera y segunda mansana; un peso en la tercera y demás manzanas". Varios hechos atestiguan que desde el primer día la localidad experimentó la especulación y la diferenciación social. Es asi que elegido el sitio definitivo, el vendedor de la m ejora se reserva con prudencia tres solares en la futura traza. En el grupo de pioneros promoviendo la fundación, figuran los principales cultivadores ale­ daños. Varios de ellos consiguen los mejores solares y adquieren nume­ rosos lotes, los cuales revenden poco después; otros construyen casas para alquilar o locales comerciales para arrendar. Algunos de ellos abren las primeras fondas y tiendas de abarrotes, y al propósito rectificaba aftas más tarde uno de los fundadores: Lo» Suárez fueron fundadores del comercio y no de la ciudad. Ellos se aprovecharon de los mejores solares porque tenían dinero... Compraron solar a Ocampo donde poner su comercio .. También recuerdo que don Anto­ nio era de los que compraba un solar, lo vendía a otro y se ponía a pleRiarlo. El mismo "héroe" de la fundación pierde gran parte de su aureola en el asunto. Este personaje mítico enteramente construido por ura sociedad en busca de "un prócer", de hecho combina su corisma con sus Intereses económicos. El campesino Ocampo habla nacido en una finca de Salamlna y se enroló en las tropas revolucionarlas durante la guerra del año 1876; aún soldado vive un tiempo en Bogotá pero luego se le encuentra como tendero en La Mesa. Cundinamarca: de allí pasa a Analme en donde abre una tienda en 1882, y se dedica también al negocio de compra-venta de cerdos; guerrillero liberal en la revuelta del afio 85 regresa a Analme, en donde al comercio agrega una finca de mejoras; soltero y con dos hijos naturales, a los 37 años se casa en Ibagué con la h ija, menor de trece años, de uno de sus trabajadores. Recorre luego el Quindlo vendiendo cerdos, comprando mejoras para crear fincas en las cuales emplea peones; adquiere una finca en tierras de Calarcá, de donde lo desaloja un inspector de Policía por órdenes de la empresa de Burila. Finalmente compra varias mejoras cerca del "Edén" y luego un predio, con el propósito inicial de establecer una fonda para abastecer a la numerosa población rural aledaña, negocia con fondos personales los terrenos de la futura fundación. Después de la fundación sigue comprando y vendiendo predios urbanos; adquiere unos terrenos, entonces suburbanos, cerca 162

de la futura estación del ferrocarril y en sus solares construye casas para alquilar y abre una tienda; en una de sus casas arrendadas se abre el primer hotel en 1891; tuvo durante los primeros años, una casa de balcón en la esquina del parque, donde está ahora la gober­ nación del Qulndio. La crónica local asegura que fue él quien deter­ minó ocupar la plazuela de Cervantes (manzana del Banco de la República) para hacer construir aquí los primeras escuelas. Sus apó­ logos locales evocan con discreción algunas desilusiones domésticas que no sorprenden, sabiendo que hacia finales de siglo llegaba a los 50 años mientras su mujer tenia 23. Ocampo participa en los primeros combates de la Guerra de los MU Días y luego se dedica a la guaquerla; muere accidentalmente buscando "una mina", en 1901, a los 52 años. Sólo la Imaginación popular podía agregar hazañas herólcas a una trayectoria tan convencional, pues la biografía de Ocampo no presenta ningún rasgo excepcional. Es la trayectoria tiplea de un aventurero andariego y "busca vida", muy común en el universo social de la colonización de baldíos; no se diferencia en nada de miles de siluetas que no tuvieron tanta suerte y quedaron sepultados en el olvido. En octubre de 1889 más de treinta familias de colonos realizan los convites de limpieza de la plaza, y algunos de ellos son los agri­ mensores demarcando el espacio público, trazando las caUes, deslin­ dando las cuadras y midiendo solares; utilizan una vara de guadua de 81 centímetros de largo, módulo básico que parece traído de Mantzales. También retoman estos caldenses las medidas del urbanismo de filo aue se usaron en la "metrópoli": las cuadras de 80 varas (menc.s de 65 metros) y las calles de diez de ancho (8.10 metros), determinan una plaza pública de 100 varas (81 metros) entre paramentos; se deslindan en cada manzana ocho solares particulares para vivienda, cada uno midiendo 20 varas de frente (16 metros), por 40 de fondo (32 metros). Una Innovación radica en la plaza secundarla, situada a poca distancia de la plaza principal y con las mismas dimensiones o sea de una cuadra. Esta "plazuela de Cervantes" merece nuestra aten­ ción por varias razones; en primer lugar por ser el motivo de un conflicto social enfrentando a un vivo tratando de apropiarse un espacio público, y la masa compacta de los vecinos rechazando sus pretensiones; en segundo lugar, por ser el expoliador nada menos que el párroco de Armenla, verificándose la persistencia en este lugar de los conflictos entre colonos y clero; y en tercer lugar, porque de ’ a controversia surge un movimiento de masas y un memorial, acudiendo a las autoridades y respaldado por un plano: se comprueba asi la persistencia del binomio controversia-mapa urbano, y el estimulo que encuentra el desarrollo cartográfico en los conflictos sociales, men­ cionado en la Tercera Parte del libro La Ciudad Colombiana Pre­ hispánica, de Conquista e Indiana. En este caso el plano hecho a lápiz acompaña el memorial de protesta de los moradores, firmado por 98 vecinos (todos hombres), dirigido al ministro de Obras Públicas, con fecha del 29 de agosto de 1908, y que dice; 163

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Armente, 191*- P l m

Se Ferina

En esta población existe una plaza o plazuela en la salida para e l Cauca, que es el punto hacia el cual se está extendiendo la población, y que fu e el barrio qu e indicó el señor D elegado A p ostólico cuando pasó p or aquí para la construcción de un templo. Con este fin e l señor Cura de aqu í lanzó el proyecto de construir e l tem plo en el centro de dicha plazuela, con el fin de no com prar solar para su construcción. E l Concejo M unicipal aceptó e l p ro­ y ecto y lo e n vió en consulta. A h ora bien: com o los que tenemos nuestras casas en dicha plazuela creem os perjudicarnos con la construcción de dicho tem plo, p or quedar a extram uros de él y p or quitársenos la vista hacia e l rededor de la población; y p o r ser ese punto de mucho m ovim ien to com ercial, que queda embarazado p o r la celebración de las ceremonias religiosas, nos perm itim os suplicar a U. se dign e enterarse de lo que le dejam os expuesto, y si estima nuestro reclam o justo y equitativo, hacer v a le r su poderosa influencia en nuestro favor.

Según el AHNC (Fondo de Baldíos, tomo 29, fo lio 237), el párroco no se dio por vencido y envió este telegrama, con fecha de septiembre 19 de 1908 al ministro de Obras Públicas: P u eb lo desea adjudicación plazuela. Contrarias dos espiritistas quienes sugestionan incautos. Oposición carece fundamento. Cura A rd ila . Arm enia.

165

Pero los vecinos ganaron la batalla y pocos afios después decidieron construir allí las primeras galerías. Entre mercado y misa, hablan eleg id o . . . Los fundadores no olvidan los edificios públicos y reservan un solar corriente para la casa municipal, pero para las escuelas públicas de niña.» y varones demarcan dos solares de un cuarto de manzana, de 40 x 40 varas. L a provisión de espacios libres públicos aumenta cuando en 1904 se decide ensanchar el perím etro urbano y para el efecto se contrata a un “ ingeniero”, igualmente llamado en 1912 para trazar la nueva fundación de Quimbaya. Según parece, él es el autor del diseño de la plaza de ferias, hoy galería, ocupando la extensión Impresionante de cuatro manzanas normales con sus vías. Esta plaza es en Armenla otra Innovación: un cuadrado de espacio libre público que alcanza 150 metros entre paramentos. Allí, además de las ocho calles esquineras, desembocan cuatro vías medianeras, o sea, un dise­ ño respetando hacia 1900-1910 las ordenanzas emitidas por la Corona española a principios del siglo X V I. Recordemos que en el año 1935 se incendiaron las galerías de la plazuela de Cervantes y se decidió reconstruirlas en la plaza de ferias, en donde se inauguraron en 1939. E.i cuanto a la configuración del conjunto, o form a urbana, Armenia poco difiere de Mamzales o de Pereira. Se estructura sobre un eje Inter-regional corriendo por el filo y ligando a Pereira con el Valle del Cauca, convertido en arteria urbana principal, de tal m a­ nera que, en su fase Inicial, Arm enia presenta una m orfología urbana de marcado carácter lineal. Se agrega a ello que contribuyó a esta form a el hecho de que la Carrera 13, en posición alta sobre el filo, recibió el primer acueducto de la ciudad, una acequia corriendo a cielo abierto por el eje de la vía. La aldea tuvo un éxito inmediato y en un inform e dirigido al concejo de Salento, de Junio de 1890, podían declarar los vecinos: En los seis meses transcurridos se demarcó la plaza, la cual está lim pia de maleza; se partieron manzanas; delinearon calles y se han adjudicado 120 solares. Están en construcción 58 edificios techados de teja de madera, una casa regular que sirve de cárcel y despacho; hay algunos fondos de consi­ deración para comenzar a construir una iglesia y más de treinta fam ilias radicadas dentro del área de la población.

Durante los primeros años todas las casas se cubrieron con “ tejas de astilla" y se conserva el recuerdo del primero “ que vino a sacar astilla para techar” , el cual lograba entonces producir con hacha, entre 1.500 y 2.000 piezas diarias. Varios hechos trastornan la vida de la incipiente localidad. No se escapa de los estragos de la Guerra de los M il Días. En 1902 es Invadida por una guerrilla liberal y al saqueo y la matanza se suma el incendio de los archivos; hechos iguales al que habla ocurrido unos años antes en Salento. En 1908 los pujantes caldenses logran des­ mantelar la parte norte del Cauca; con este desmantelamlento, am ­ plían el departamento de Caldas y tanto Arm enla como Calarcá, F l-

166

landia y Circasla pasan bajo la tutela administrativa de Manizales. En 1920 (28 de marzo) la protesta popular contra el monopolio del tabaco concluye en Armenla con la destrucción del Resguardo y ei incendio de los expedientes levantados contra el campesinado con­ trabandista. Eso ocurre en una ciudad que contarla en 1922 con 1.120 edificios y 6.665 habitantes. En 1927, en una ciudad completamente integrada a la producción cafetera de la región, y compitiendo en su elaboración y exportación con sus vecinas Pereira y Armenla, se censan 1.384 casas, de las cuales 151 de dos plantas y 4 de tres pisos, barias trilladoras emplean un numeroso personal de escogedoras; las mu­ jeres de Armenia adquieren un lugar privilegiado en la historia de las primeras manifestaciones urbanas del proletariado colombiano. Y en 1934 las escogedoras de café de las trilladoras de Armenia participan en el gran movimiento de huelga que sacude a toda la reglón. Mientras tanto crecieron los antagonismos entre las respectivas oligarquías ca­ leteras de Armenla, Pereira y Manizales, los cuales concluyen en 1966 con el descuartizamiento administrativo del Viejo Caldas. Armenia invadida por los éxodos de una larga guerra agraria es una ciudad de 125.000 habitantes cuando se vuelve la capital del Quindío. Con el impulso inmediato tomado por Armenla, esta plaza sateliza las fundaciones posteriores de la comarca; nuevas migraciones de labradores logran cristalizar en Montenegro en 1890, en Pljao en 1902, en Génova y Sevilla en 1903. En 1915 forman una sociedad cincuenta colonos, aportando cada uno el valor de un solar urbano y 25 pesos oro, se reúne la suma necesaria para la compra de un predio en el cual fundan a Quimbaya. Como se ha dicho, contratan para su diseño y traza al “ ingeniero" del ensanche de Armenia; otros flujos irradian la reglón, fundando a Córdoba en 1912 y a Barcelona en 1914. El último caso se aparta por completo de la forma solidarla y comunitaria: ocurre en el contexto de una región en donde los pastos y la provisión de víveres van cediendo paso al cultivo comercial del cafeto y en un momento en que se perfila la perspectiva dei primer auge de exportación de café. De tal manera que cerca de Armenia, en 1916, las especulaciones de un latifundista cafetero concluyen con la fundación comercial e individual de La Tebaida, en marcadas condiciones mercantllLstas que se pueden resumir asi: un guaquero manlzaleño enriquecido radicado en Armenia adquirió una Inmensa propiedad rural, donde plantó cafetales en los cuales trabajaban se­ senta familias de agregados, hasta que uno de sus hijos decidió con­ vertir parte de la empresa agrícola en un negocio urbano de finca raíz; trazó en sus predios un poblado con calles de diez metros de ancho y plazas de 80 metros de lado; parcelando cuadras se puso a vender los lotes al precio de 20 pesos por unidad. El éxito fue inme­ diato y en una semana el cafetero-urbanizador habla vendido 130 lotes urbanos; un año después vivían en el poblado noventa y cinco parejas, o sea “40 matrimonios y 55 que vivían libremente".

167

C A P IT U L O

I I I

PUERTOS. FERROCARRILES Y CAMBIO DE MANDO

•.. La»

n o r t e a m e r ic a n o s h a n c o n t r i b u i d o a n o u i t o e n n u e s t r o c o n t i n e n t e , la *

d is ip a r ,

tin ie b la s ,

inn u n mismo

s in o

en

el

m undo

e n te ro ;

e llo s

p o ile r c iv iliz a d o r , y n o h a y p o r lo q u e t e m e r lo s c o m o c o n q u i s t a d o r e s

ni ro m o

e x p o lia d o r e s .

E ll o s

han plumado

e l e s ta n d a r te d e la l ib e r t a d y e l p r o g r e s o e n Cuba, P u e r t o R i c o y las F i l i p i n a s , e llo s son

la

h u m a n id a d s e le c c io n a d a .

(Rafael Reyes, Conferencia de México 30 de noviembre de 1901.)

WllUam Naleon CromweU, abogado da la CompaAla del Canal de

Panamá. ... y

acom p asan d o

al

E n ca rga d o d a

N e g o c io * T o m á s

llc r r á n

a

la

d ó n e la d a l S e c r e t a r io d e S a la d o p u so a l t t l i o r J o h n H a y a l U n t o d o acababa d e

h a ce rte y

le

a n u n c i é q u e a h f e s ta b a

*1 s e ñ o r H e r r é n

r e a l*

Jo q u e

d is p u e s to

a f i r m a r a l T r a t a d o « o b r a la m a r c h a . . . S I c u a l a e f i r m ó In m a d ia t a m e n t a p o r lo a d o s M i n i s t r o * e s U n d o p r e s a n t e s t a n s ó l o e l S e c r e t a r i o H a y , a l E n c a r g a d o d a N a g o c io a H e r r é n , y y o . , .

T o ñ ita H e rré n , W a sh in g ton . . . B s a m is m a t a r d o ( 2 3 d e e n e r o d e 19 09 ) t u v a u n a a n t r e v ia t a c o n e l S e c r e t a r i o d e B s t a d o e n su r a s a p a r t ic u la r , y a l l í f i r m é e l T r a U d o a c e p t a n d o ta s ú l t i m a s c o n d ic io n a s

d e fin it iv a s

p ro p u e sta s p o r é l

Theodore Rooeevelt: ...tu v e

s ie m p r e

o c u r r ió é s ta , y o

b a jo

la

bou

to d a s esas

r e v o lu c io n e s , a s i q u e , c u a n d o

n o n e c a a ít é f o m e n t a r l a ; s im p l e m e n t e l e v a n t é e l

p ie . , ,

e s o y o t o m é e l i s t m o y d e j é a l C o n g r e s o q u e m e c o m b a t ie r a a m i . m i e n t r a s s i g u e n a d e l a n t e lo s d e b a t e * , e l c e n e ) t a m b ié n v a e n m a r c h o .

Por P a ro

Resumiendo: desalojado el colonialismo esparto! por el Imperio mercantUlsta británico, eate último estimula la producción ngrlcola y minera, generándose una ampliación notable del poblamlento territo­ rial rural; aatos fenómenos a su ves Inciden en una rendecunolón com­ pleta del sistema urbano anterior. Loa viejos centros, bien sea por su loralización o por su escasa capacidad de adaptación, se vuelvan obso­ letos; a) mercantilismo loe descarta o loa ignora y va elaborando su propia red de centros y sus propios sistemas de relaciones territoria­ les con fine* comerciales y este proceso de traniferencla no estA exento de conflictos entre las ciudades viejas y las nuevas. Hemos vUto cómo, a pesar de su decadencia, tanto Cartagena como SantA Marta reaccionan y se rebelan obstaculizando el desenvolvimiento de BarranqulUa; ademas, Cartagena va cuestionada su hagemonia regio­ nal por 8lnceieJo y Montería. El Impulso de Medelltn ratifica la obso­ lescencia de Santa Fe de Antloqula, pero se da la competencia can Rlonegro; Villa del Rosarlo, Pamplona y Ocarta entran en orlsls con el empuje de Cúcula; Bucaramanga se impone como negaoión de a i ­ rón, San OH y Socorro; Bogotá sale victoriosa de su vieja querella con Tunja; Ibagué. Mariquita y Nelva pierden Importancia con el surgi­ miento de Oirardot; Cali acaba con la secular hegemonía do PopayAn; Caloto y Buga entran en la órbita de Palmira; Perolra surge «xpllci169

lamente a n o lo A tU -O u ta ft; O u p é es lir a p n de detener cf isapaito de ss «nutras. A m c d t ; y Manuales fe catre y e fortalece de d railacidad de A m , Garamanta, Rioaaclo. Sopla y I merma tase proceso de «artltBrtúc. p ro fresro . lento jr rtertgaal. ae advierte a ftn a e del dgta X IX y lia m nrlakto b ad a 1S2S U M . P o r «a * patito ae c t n r n ana lam rh a retacada catre el pobiaadeato terrltanai rarai «apiarto. la prodocodn caletera de eaportadda y e l reajoae de la red amane aqsi rterftado, Las repete galonee «r tw n ti de casos in c m w a deaaogralleea y pradatüTo» ae cride nrian en lo m a aiajr nítida, oaaertanoo el draune de loa paertos» d e n M a c a m ig u e j n e t a i Aquí ae a e a a c a a «os caaes de Barranqoaúa j zw eearen ­ tara, amona an n a ce oe ranas im aglai En eaana n aoecaac conflicto emnOmico y «o rio l d m de trida de loado a la hlstana de los tres porrina dei Caribe: Manta Marta. Cartagena y B am aqpilla. fita embargn. este historiador, «le ­ trina de ana -nata szay p u x o q a il'’ j de estrechas «m Starbees ideoM p fn . aa logra captar la IM é e a ia qoe opera en este con flicto de costra dgleB j aa hilo m ajar: lo locha de ciases El geógrafo Theodoc e Bicháis soperi en parte esta falla mimbrando rimaban fom ente las tres centros, a partir de la variable transporte j roasaniraciones; sa libro Tria Poesías de Cotaatafa. es. pnoamne. el mas d ocu ierfa rto qae ae paeda encontrar. Pero, swnqae ae mm rioncn. no ae Identifican loa eanfhrtoB t w ," A t l n divenoa sectores de las ebgarqeias m ercantiles letales, cajas esnseeaenrisu morirán los altibajos con tri»ana de aage 170

o* u

am é

f im . a a - m

o paoperfaaribn, en o s a o otra d a ta d Con todo e s o , la obra de m ebota ■vi dencia cómo «tarante os siglo la mayor p arte «le tas actividades diplom áticas ae m tajeron a las retad oras w n * ^ » !* * En d efin itiva, descartadas Santa lia r la j Cartagena, persisten dorante d e n altos los esfaesaos extranjeros p an . arteras r a n pacato modern o aebre el Caribe. H aría H td IBM ae noca a n p rim er in ten to ea fiabaaüta. pero éste entra ea ili i n lí rr*o rdpúta catando surge Salgar, el caai posir tira aa mn no resiste a ta com petencia «le P u erto 171

Colombia y por fin, con el dragado de las Bocas de Ceniza, Barranquilla adquiere hacia 1925-1935 su importancia actual. Los mismos viajeros extranjeros del siglo X I X atestiguan este proceso de susti­ tución en sus relatos. El pionero de la diplomacia británica en Co­ lombia, Hamilton, llega por Santa M arta en 1823, lo mismo que Le Moyne, encargado de negocios del gobierno de Francia, en 1828. T a m ­ bién el sueco Gosselman sale por Santa M arta, en 1838, pero en su informe al Rey de Suecia subraya el incremento de las importaciones y exportaciones, pasando por el puerto nuevo de Sabanilla: Entre los Puertos menores, Sabanilla y Riohacha son los más notables: por e l prim ero se realizan ahora casi todas las exportaciones; está situado en la desembocadura occidental del rio M agdalena y sería pronto e l más frecuentado y notable de los puertos de Nueva Granada, si los intereses de Cartagena y de Santa M arta no impidiesen su apertura directa a los buques extranjeros.

No se equivoca el agente del gobierno sueco y en 1852 el buque de Holton pasa frente a Santa M arta y sigue hasta Sabanilla; ahi desembarca el viajero norteamericano y a muía sigue hasta Barranquilla. El alemán Hettner desembarca en 1882 en Salgar y toma un tren que lo lleva a Barranquilla; Rothlisberger, suizo, hace en 1882 el mismo recorrido y en su corta estadía en Barranquilla observa el contraste entre las chozas extra-muros y los barrios centrales de la "aristocracia del comercio” . En 1897 el francés Pierre d'Espagnat baja del buque en Puerto Colombia y sube al tren que lo lleva a Barranquilla. Mientras tanto, en un escrito de R afael Núñez de 1891 se verifica esta transferencia; el político vuelto estadístico nos indica el movimiento de las aduanas para el año 1890, en los distintos puertos del país:

1. 2.

Barranquilla Cartagena

$ 6.671.229

3. 4.

Buenaventura Tumaco

$

615.000

$

121.000

5. 6.

Riohacha

$

100 714

Santa Marta

$

48.786

$ 1.204.383

Es el mismo NUñez que desde 1886, más como cartagenero que como estadista y presidente, viene preconizando el arreglo del canal del Dique para favorecer a los negociantes de Cartagena; se opone sistemáticamente —y con argumentos infantiles— al dragado de las Bocas de Ceniza, que reclaman ya con insistencia los importadoresexportadores radicados en Barranquilla. Mientras se discute interminablemente y se oponen durante dé­ cadas intereses externos y pugnas locales entre sectores indígenas opuestos, otras controversias se libran en tom o de la conexión entre 172

Barranquilla y los efímeros puertos de Sabanilla, Salgar y Puerto Colombia. La obra de Alfredo Ortega Ferrocarriles de Colombia evi­ dencia la persistencia de estas divergencias de intereses, operando en un continuo ambiente de peculados y corrupción, que no hacen sino obstaculizar las obras y despilfarrar los fondos públicos. Muy elocuente resulta en este sentido el proceso de apertura de la primera ferrovía en Colombia. El ferrocarril de Barranquilla hasta Puerto Colombia se demoró veinte años para unir dos puntos distantes 28 kilómetros; terminado en 1888, se completa en 1893 con la construcción de un muelle, igual­ m ente a cargo de la compañía británica del "Barranquilla Railway” . En esta obra y en su prolongación, en 1913, se usó la novedosa tecno­ logía del hierro y del acero en concreto, y no pocos ingenieros subal­ ternos indígenas aprendieron el manejo de materiales desconocidos hasta la fecha, divulgándolos luego en todo el país. En 1919 la revista Cromos nos muestra al presidente Marco Fidel Suárez visitando a Puerto Colombia, recibido por el cónsul inglés y los ingenieros británicos del ferrocarril y de los nuevos muelles. Precisa­ mente, para la ocasión acababa de zarpar un barco con 17.000 sacos de café, “ de la casa de los señores Pedro A. López y Cía." Pero el presidente se aloja en Barranquilla, en el palacete nuevo, blanco, muy adornado y, por supuesto, de estilo “ neo-clásico francés’’, del más rico negociante de la ciudad. En 1927-1928 las estadísticas locales registran en Barranquilla unos dos m il automotores importados de Estados Unidos, o sea 1.691 automóviles, 344 camiones y 118 buses, condenados a dar vueltas por una ciudad sin ninguna carretera intermunicipal; en seguida se vuelve “ indispensable” , según la Cámara de Comercio local, una carretera entre la ciudad y Puerto Colombia. Iniciada en 1929 esta carretera, entra en servicio hacia 1932-33 y mientras tanto se están terminando las obras de la terminal marítima fluvial. Pero resulta que tanto el muelle marítimo de Puerto Colombia como las instalaciones ferrovia­ rias entre éste y Barranquilla eran propiedad de la compañía inglesa. Una ley de 1925 autorizó al gobierno para comprar dichas instala­ ciones, negocio y entrega que se concretizan en 1933. Año y medio después entra en servicio el terminal de Barranquilla anulando la carretera y el ferrocarril: el gobierno compró, si no un cadáver, por lo menos un moribundo. En cuanto a la adecuación del puerto en la misma ciudad, los costos del transbordo para unir la navegación fluvial con el transporte marítimo hacia el interior desde el exterior, suscitan la idea de un solo transbordo, en la terminal de la navegación fluvial, sobre el mismo rio en la ciudad de Barranquilla. Pero eso significa romper “la barra" arenosa, lo cual tardará unos 30 años para realizarse. Esta obra que se proyecta a partir de 1906, ya con base en contratos de estudios con empresas de Estados Unidos, sólo se Inaugurarla oficialmente en 1935, hecho que celebra el Washington Herald del 15 de septiembre 173

del mismo año. En este último periodo ya las empresas norteam eri­ canas de ingeniería se tornaban los contratos, bien sea de dragados, de obras d riles, malecones y muelles, maquinaria, m aterial rodante y, erentualmente. construcción de edificios para bodegas, terminales, aduanas, etc. El impulso de los trabajos entre 1920 y 1935 corresponde a préstamos de bancos yanquis y también a la inversión de una parte de los millones, procedentes de la “ indemnización por Pan am á” , reci­ bida por el gobierno de Pedro Nel Qspina. Es decir, que en Barranquilla “la danza de los millones” en primer lugar benefició a los mis­ mos contratistas norteamericanos y productores extranjeros de acero y cemento como: la fábrica Portland, la United States Steel, la R aymond Concrete Pile, la Ulen Co-, el banco Brown Brothers, la firm a Black-Mac Kennedy y Stewart. la Winston Brothers Company o f Minnesota, Georges P. Wagner and Asociates o f New Y o rk y algunas más. Asi, los 25 millones de Panamá, generosamente otorgados con una mano, se recogían en seguida, con la otra; apenas saliendo de Washington al poco tiempo regresaban a su origen. H ay que agregar que varias de las firmas aqui citadas, luego se implantaron firm em ente en el país y algunas de ellas seguían con contratos de obras civiles, en varias regiones y ciudades, en la década del cincuenta. Se agrega a todo esto que los numerosos extranjeros radicados durante el siglo X IX en Barranquilla. Santa M arta y Cartagena gene­ ralmente vinculados al comercio de importaciones y exportaciones muv rápidamente consiguieron fortuna que les dio acceso a los bonos de deuda pública y. luego, con su cambio, a las tierras baldías adjudi­ cadas por los sucesivos gobiernos, pagando asi los empréstitos de los oarticulares. En el archivo de adjudicaciones de baldíos del M inisterio de Industrias, concerniente al periodo 1827-1931. llam a la atención el número de extranieros favorecidos y la extensión de las tierras escri­ turadas en los deoartamentos costeños de Bolívar. Magdalena y Atlántico. En Atlántico una sola adjudicación a la comoañla inglesa del ferrocarril le da posesión sobre 8.000 hectáreas en 1872: en el Magdalena, entre 1835 v 1921. se adjudican baldíos a unos 40 extran­ jeros. por un total de 30 000 hectáreas y a unos 80 nativos oor 10“» 000 sumando 135.000 en este departamento; en Bolívar, entre 1870 y 1931 cerca de 23 extranjeros reciben 60.000 hectáreas v 170 nativos reciben 250 000. para un total pasando de 310.000. Además, en el mis­ mo año 1921 se otorgan 10 adjudicaciones a la compañía inglesa de navegación y ferrocarril, totalizando 46.000 hectáreas. Exceptuando algunas pocas y reducidas apropiaciones a parceleros. comuneros, te­ rrazgueros, colonos y pequeños cultivadores ocupantes sin titules, la casi totalidad de estas tierras se adjudican a comerciantes urbanos y grandes negociantes de importaciones y exportaciones, radicados en estos puertos. Este es el proceso por medio del cual en B olívar y Magdalena unas 450.000 hectáreas de tierras baldías pasan a manos de 300 particulares, tenedores de bonos de deuda pública, para luego entrar a conformar el moderno latifundio de la costa. 174

De ese modo, en un siglo, el progresista capitalismo mercantil concluía siendo el máximo agente en la reconstrucción —ampliada— del viejo latifundio territorial. En cuanto a la estructura urbana y al equilibrio nuevo, que se iba estableciendo en la red de puertos del país, la sencilla aritmética de la demografía nos indica el epilogo. El censo nacional de 1938 arrojaba las siguientes cifras de población urbana:

P o ilU iÓ B

Ciudad

150.395 70.457 27.259 5.051 4.896

Barranquilla Cartagena Santa Marta Riohacha Puerto Colombia



1



Heredada del sistema de castas del colonialismo español, perma­ nece sin cambio durante el siglo X IX la división social del espacio urbano, tanto en las ciudades españolas como en las republicanas; en nada se diferencia la segregación espacial de Mompox o Barranquilla. Tanto Nlchols, como otros historiadores, aseguran que poco a poco se obstruyó el brazo de Mompox y que las aguas se incremen­ taron en el brazo de Loba. Según ellas, con el desvio del río es la historia la que cambió de rumbo, quedando Mompox al margen de la corriente de los acontecimientos. La realidad es que la sociedad escla­ vista de tratantes negreros y contrabandistas, que dominaban la ciu­ dad, no resistió a la manumisión, al trabajo libre y a los embates del libre comercio. Hacia 1840 un viajero europeo de paso, aún muy des­ prevenido. capta durante la corta escala del vapor la persistencia de la estructura socio-espacial imperante en la moribunda ciudad colonial: L a población está dividida en dos barrios: el de arriba llamado Susúa. que es todo de casas de paja, pero mantenidas con aseo y mucha gracia, y e l de abajo, compuesto de dos largas calles muy bonitas, cortadas en ángulos rectos, a cordel y totalmente formadas por fuertes edificios de manipostería E l prim ero es habitado por las clases trabajadoras, todas de color, de cuyo seno sale e l impermeable y sufrido boga del bajo M agdalena, gente alegre, jovia l, alborotadora, libre en sus costumbres, robusta y varonil y que a pesar de sus defectos de educación es honrada y le a l ama la patria con entusiasmo y se bate p or ella con bravura, esgrimiendo el afamado sable de acero del R eal de la Cruz, población de la antigua provincia de Ocaña. Es de esa raza vigorosa v altiva que han salido tantos valientes, de los vencedores en T e ­ nerife y Barbacoas, en la época de la Independencia, y más tarde tan temibles combatientes en las desgraciadas contiendas civiles del Magdalena. E l otro barrio es el asilo de las clases acomodadas, gentes que, pasados los momentos de contiendas, son estimables por su carácter generoso y franco y su hospitalidad para con el viajero. Mompós es la ciudad que resume por excelencia el contraste de la conquista o la civilización española con la anti­

175

gua situación tadlfnu. Si la parte dt arriba m esencialmente nacional o colombiana, la de abajo es, por estructura, enteramente capafiola Una ar­ quitectura pesada y de estupenda solides, multitud de hermosa» iglesias que son mediocre* monumento*, calles anchas, rectas y sin pavimento, muros pintados de amarillo y rojo. puertas arqueadas, galería» de columnas prodi­ gada*. inmensos salones, altas celos as de hierro en todas las ventanas, muebles colosales y pesados para si menaje interior, bellas arboledas de fru­ tales en todos los patios y mil pormenores en extremo curmeoe. le dan a MompOs el aire de una ciudad hlspann-monsca, que tiene el sello de la con­ quista ibérica. Cuarenta artos más tarde, Rothllsberger llegando a Barranquilla observa una marcada segregación social en la nueva ciudad portuaria: En los barrios principales, donde vive la aristocracia del comercio, están las grandes rasas de inamposirria de la m&s importante gente de negoe os, edifico* de dos plantas, por lo común, de recia arquitectura y al viejo estilo espartol: abajo, dando a la calle, el gran almacén lleno de mercancías, abierto a todo el mundo, aireado, sin ventanas; arriba la* habitaciones ( . . . ) Las afueras, por *1 contrario, no resultan muy seductoras; en su mayor parte no hay süli sino casas de una sola planta, cuyas puerta* se hallan siempre abiertas, de modo que se puede alcanzar a ver la primera pieza, una pequeña sala generalmente. Mucha» de estas viviendas situadas fuera del casco de la población tteñen cubierta de paja y sus materiales dt construcción se reducen, por lo demás a adobo y ladrillos, con su revoque blanco. El vuelo es de tierra apisonada. Enteramente en la periferia se encuentran las cabañas de las clases más bajas, cuyo mobiliario lo forman, poco o más o menos, una mesa, apunas sillas de madera con tapisado de piel y esteras en lugar de colchones. • • •

Las obras públicas de comunicaciones apertura de caminos y construcción de ferrovial, se convirtieron durante el siglo X IX en un poderoso Instrumento de reconstitución del latifundio, de enrique­ cimiento ilícito y en un semillero de pleitos eternos: de éstos que entabla el abuelo y de los cuales se notifica el fallo al nieto, o que se Inician bajo Nüftez y culminan durante el mandato de Olava Herrera. Con su permanente miseria presupuesta!, el Estado estipulaba en los contratos con las empresas extranjeras que el pago de las obras se baria (en forma parcial o total, según el caso) por medio de cestón de tierras de la nación. Como es lógico, por este medio unas sociedades extranjeros de obras públicas adquirieron Inmensas porciones del te­ rritorio colombiano. Uno de estos afortunados contratistas, oulzá el mayor latifundista extranjero a finales del siglo X IX , fue el norteame­ ricano Francisco Ctsneros, del cual decía *n 1886 el cónsul de Estados Unidos en Barranquilla, en un informe oficial al Departamento de Estado: “es uno de los hombres más ricos de Colombia" (Theodore Nlchols), Pero aquí toca cometer un sacrilegio contra la sagrada historia patria: pues resulta que la historiografía oficial falsificó por completo el papel y la personalidad de Francisco Ctsneros. En primer lugar sus biógrafos lo presentan como de nacionalidad cubana; en segundo, lo retratan como técnico, exclusivamente dedicado a los estudios de 176

Ingeniería de las carrileras; y en tercer lugar, lo convierten en “ el padre” de los ferrocarriles de Colombia. En realidad, Clsneros era ciu­ dadano estadounidense y, mas que Ingeniero, era un empresario capi­ talista propietario de sociedades registradas y radicadas en Estados Unidos, fundando, si era necesario, sencillas sucursales en Colombia. Era, además, un hábil financista multiplicando sus sociedades y neg icios y entrando, eventualmente, como socio en otras empresas In­ glesas y yanquis. Por fin, hasta donde hay informes, Clsneros sólo dejó al país tres pequeAos tramos Inservibles, Inacabados y desconectados, cada uno de unos veinte kilómetros: uno desde Puerto Berrio, otro desde Buenaventura y el tercero en la sona de Sabanilla. Estos tres bastar­ dos constituyen su “ paternidad" legitima en Colombia. Paternidad bastante irresponsable, como se verá en adelante. En efecto. Clsneros obtuvo como porte de pago de sus ferrovias extensas concesiones de baldíos. Es asi como en 1878, para la construcción de la linea férrea entre Buenaventura y el rio Cauca, recibió una adju­ dicación de 200 000 hectáreas, de las cuales 20.000 se situaban en Panam á; cuando abandonó la obra en 1885 dejaba apenas 27 kiló­ metros de rieles oxidados en la selva y entonces tuvo que devolver los Utulos. También recibió miles de hectáreas por la construcción del ferrocarril de Antloqula, obra que tampoco terminó, quedando un tramo Inservible de unos veinte kilómetros entre Puerto Berrio y el rio Ñus; y se verá Igualmente lo que ocurrió con el ferrocarril de Bolívar. Ahora bien, según parece el empresario poco tiempo se quedaba con las tierras que lograba titular. Estas pasaban a manos de socie­ dades “nacionales**, quizá creadas por él mismo y que se dedicaban a su comercialización. Pero era este un negocio marginal para un em­ presario que tenia varios Intereses en telégrafos, importación de ma­ quinaria y de material rodante comprado en Europa y Norteamérica y que se revendía a las compañías locales de ferrocarriles. Además este apóstol de la carrilera no despreciaba el transporte fluvial: desde 1877 era duefio de la “ Compañía Clsneros” y en 1881 tenia seis buques de vapor circulando sobre el Magdalena. Poco a poco fue eliminando o absorbiendo las empresas rivales y en la última década del siglo, con 16 barcos moviendo más del 80% de la carga y ejerciendo la dictadura sobre las tarifas de los fletes, Clsneros monopolizaba el transporte fluvial. Duefio del Magdalena, propietario del ferrocarril Barranquilla-Puerto Colombia y de las terminales ferroviarias y ma­ rítimas de estos dos puertos, prácticamente era el máximo transpor­ tador del país, controlando la mayor parte del tráfico de Importación y exportación. Entre 1874 y 1890 Clsneros serla (en forma sucesiva o simultánea) contratista del ferrocarril del Pacifico entre Cali y Buenaventura, de los tramos Glrardot-Bogotá, Honda-La Dorada, Barranquilla-Puerto Colombia, y del ferrocarril de Antloqula. En este último Ínstala la primera linea telefónica entre Puerto Berrio y MedeUln; como observa acertadamente un historiador “ el teléfono llegó primero que el acue­ 177

ducto y el alcantarillado'*. Cisneros m revela a*! un precursor de los dictados del Banco Mundial o del B1D, alendo que den aftas m is tarde Igual cosa se puede decir de numerosos barrios urbanos del pala. Sin­ tetizando, Cisneros, más que el audaz Ingeniero de la leyenda, es ante todo un voraz y polifacético empresario colonlalUta y el agente de vanguardia de la penetración capitalista y tecnológica estadounidense en Colombia. Aquí viene el anecdotarlo de un caso, ilustrando los procedimien­ tos del Ingeniero-capitalista: en 1886 Cisneros se vuelve propietario de la compaftla del ferrocarril y del telégrafo de Bolívar, por cesión del Estado "en pago de acreencias de éste contra el Tesoro Naclonar, dice Salvador Camocho Roldán. En seguida se le contrata para cons­ truir dos prolongaciones: un tramo hacia Puerto Colombia y un ramal Sabanilla-Puerto BellUo. El mismo afio quedan tendidos los rieles hasta Puerto Bolillo, o sea unos doce kilómetros de vía angosta de tres pies, ligando la ciudad de Barranqullla con el futuro terminal marítimo de carga y pasajeros; pero visitando las obras en abril de 1887. Camacho Roldán comprueba que desaparecieron durante una tempestad; ésta "barrió la Isla Verde", rompió "la prolongación del ferrocarril construido sobre la playa de arena. . . y que se reputaba ya terreno firm e..., de suerte que esta prolongación del ferrocarril, de cosa de cinco millas, quedó perdida". En seguida el empresario se apresura en concretar la adjudica­ ción de baldíos, estipulada en el contrato. Desde Bogotá, su apode­ rado dirige al ministro de Hacienda una solicitud titulada: El apoderado del señor Francisco J. Cisneros propietario del Ferrocarril de B olívar solicita que se le expidan títulos de concesión de 50.000 hectáreas de tierras baldías, a que le da derecho la lei 24 de 1868 i la resolución e je ­ cutiva de 22 de octubre de 1886

En su memorial el abogado recuerda la cláusula segunda del contrato: 2— Cesión a perpetuidad de cincuenta m il hectáreas de tierras baldías en beneficio de la Empresa, por m edio de lotes de cuatro a cinco m il hectáreas, alternando con lotes de igual extensión que deben dejarse para la República, v s a las orillas del camino, o bien a alguna distancia de él; siendo de cargo de la Compañía probar su calidad de baldíos, practicar su medida y levantar los respectivos planos.

Vislumbrando que se estaba acercando otra "tempestad" Jurídica, Cisneros se amparó convocando una inspección técnica de los obras y adjunta a su solicitud el acta que redactaron los peritos tres meses antes. En sus conclusiones, la comisión registra lo siguiente: . . . de donde se deduce que los trabajos de la via férrea están ejecutados en una faja de terreno de reciente form ación. . . y que no existiendo h oy al norte de dicha fa ja de reciente formación ninguna tierra visible, es palpa­ blemente claro que las Islas Verdes y de Puerto B elillo, han desaparecido.. que los islotes y bancos se unieron a la tierra firm e; que e l m ar destruyó las Islas Verdes y de Puerto Belillo.

(AHNC, Fondo de Baldío*, afio 1887, folios 120-124.) 178

No obstante lo anterior, redactada la solicitud de adjudicación el 3 de agosto de 1887, la aprobaba el ministro el 8 y se notificaba al Interesado el 12, resolviéndose el asunto en B días. Se podían demorar hasta diez aftos los trámites de un anciano colono tollmense o qulndlano, pidiendo la titulación de las veinte plazas que habla desmon­ tado treinta afios atrás. El asunto reseñado ilustra el ambiente en el cual se firmaban los contratos de ferrovias y la carencia de seriedad de los supuestos estu­ dios técnicos, en este caso relativo a lo que debía ser nada menos que el único puerto marítimo del país. También queda en entredicho la competencia técnica del ingeniero Cisneros, construyendo sobre una playa una carrilera que se llevarían unas olas. Lo que si se evidencia es la habilidad del empresario, reclamando las 50.000 hectáreas del pago de una obra fantasma, de una ferrovla que ya no existía. Quizá lo anterior explique por qué era entonces el seflor Cisneros "uno de los hombres más ricos de Colombia". #



Azotada por múltiples calamidades desde su fundación. Buena­ ventura presenta una historia que mucho se parece a una tragico­ media en varios actos y cuatro siglos. Especie de Barranquilla del P a ­ cifico. aunque surgiendo en condiciones diferentes y presentando una trayectoria distinta y más larga. Buenaventura se estructura también en forma tardía, a partir de decisiones tomadas en una lelana me­ trópoli. En la Recopilación de las Leyes de Yndlas se consignan múl­ tiples ordenanzas reales, concernientes a los puertos de Santo Domingo, La Habana. Panamá. Cartagena, Guayaquil, pero no se ha encontrado mención alguna de Buenaventura. Su vlacrucis se Inicia con una pretendida fundación en 1539, atribuida al conquistador Juan de Ladrilleros, y que no dejó huellas, ni construidas ni escritas. Fundación oral y sin actas, surge como pro­ longación tardía de la fase de las exploraciones costeras de principios de siglo y, como ocurrió en Urabá, con los primeros asentamientos, no cristaliza v desaparece al afio siguiente y, según parece, en lugar dis­ tinto Pascual de Andngoya. otro explorador de costas llegando de Pa­ namá, vuelve a fundar un efímero bastión que desaparece al poco tiempo. Se desata en seguida una violenta controversia de dominios entre Benalcazar. Ladrilleros y Andagoya; mientras el último está en­ carcelado en Cali por el primero, los nativos destruyen un villorrio, en el cual muere la esposa del "fundador” , seguramente una de las primeras mujeres espafiolas radicadas en el continente. Mientras tanto, otra tropa funda "un pueblo de cristianos” en el rio San Juan, arrasado unos meses después por la resistencia aborigen. Según parece, los noanamas raptan en el asalto a varias europeas de las cuales no se vuelve a saber nada ( “ tomaron ciertas mujeres espa­ fiolas” , escribe Fernández de Oviedo). Quizá con este hecho se inau179

gura b a ria 1540. p o r p rim era tez , un m estiza je con m adres españolas. Este es. resum ido, el an ecdotario de los diversos cronistas de la época, p o r lo demás sum am ente confuso y co n trad ictorio e n cuanto a hechos, sitios y fech a s N ada más a lea torio que buscar, sin más pistas, u na fu n d a ción qué no tu vo lu ga r e in d a g a r una ciudad que n o existió, y él asunto se com ­ p lica aún ttiíc cuando coexisten sim ultáneam ente dos asientos vecin os; se con vierte en en igm a cuando dos cronistas confunden am bos sitios v a gregan un tercero. Eso es. m ás o menos, lo que ocurre re fe rid o a la Buena V en tu ra de 1539-1541; según se lea a Cieza, a G on zalo F e rn á n dez de O vied o o a l protagonista y testigo presencial, tesorero C ristóbal Salinas; este ú ltim o es quien p erm ite a cla ra r el asunto. L a lectu ra cuidadosa de los autores citados convence que las prim eras fundaciones de B uenaventura no fu eron m a rítim a s sino flu ­ viales; y que e] asien to actu al en la isla del C ascajal sólo surge en tre fin a les del siglo XV111 y e l m om ento de la In dependen cia. U n a p ri­ m era fu ndación se realizó en e l rio A n ch ica yá o en el rio D agu a, unas leguas arriba de la desembocadura; otra ocurrió en e l r ío S a n Juan quizá en su conflu encia con el Calim a. L os anecd otarios de los m ú l­ tiples avatares contados p o r estos autores nunca m en cion an é l m ar, todo se desarrolla a la orilla de un rio. A dem ás unos breves pasajes no dejan lu ga r a duda alguna: N o hago capitulo por si deste puerto, porque no hay más qué decar del de que fue fundado por Juan Ladrilleros (que es él que descubrió el rio ). . . . Entre estos rías estuvo poblado un pueblo de cristianos; tampoco diré nada dél porque permaneció poco, y los indios naturales mataron a un Payo Romero, que estuvo en él por lugarteniente del adelantado A ndagoya__ y se llamaba gobernador del rio de San Juan.. . No se tom ó mác a fundar allí pueblo. . . (P ed ro Cieza de León, capítulo X X I X . ) G onzalo Fern án dez de O viedo resum e así e l asunto: (Andagoya) - .. descubrió la bahía de la Cruz - .. y entran en ella muchos r i i » grandes y pequeños. Y subió por uno de ellos tres leguas la tierra adentro, llevando siempre cinco brazas de fondo; e llegó a un puerto y él quedó fundando un pueblo, e llamóle la ciudad e puerto de la Buenaventura. Más adelan te m enciona la llegad a de B en á lca za r p o r el m ar. v ia ­ ja n d o de Pan am á a Cali y buscando e l pu erto: - - - fue a surgir en la faahis que es dicho de la Cruz, saber es­ taba ni por el cual de aquellos muchos nos, que en éTls entran el se metiese. E n 1541 lleg a a P a nam á él licen ciado V a ca de Castro y tam bién busca e l pu erto: . E como llegó a aquella ensenada, sm saber donde estaba, quiso Dios que por la dili gencia del teniente Peña había ido un bergantín desde el puerto de la Buenaventura a reconoscer la costa, e vado dos bateles de los navios en que iba el presidente, e habida habla, dio aviso al teniente; el cual, con mucha diligencia proveyó de pilotes que metieron é l galeón en que él presidente iba, e a los otros navios, en e l puerto.. .

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R ep ite, según su costumbre, este párrafo precisando: - . - v ie r o n u n b ergantín que salía de un r io de los de la n-ifcma bahía. « ' m a l en viab a a reccmoscer la costa él teniente del adelantado Pascual de A n ­ d agoya . . . los qu e con el estaban en e l puerto e ciudad de la Buenaventura qu e es tre s leguas de aqu ella bahía un n o a r r ib a ... fuesen a m eter e l galeón e los otros n a vio s en el n o e los trajesen al puerto, como se

U nas págin as adelante insiste Fernández de Oviedo; C uando Pascual A n d a go ya entro en la bahía de la Cruz, é l m hom bre de cuantos con é l iban no habían allí entrado, n i en la carta había ta i fig u ra m ríos com o a llí h a y; e asi, a escuras, subió p o r uno bellos e haTiñ aipioi e x c e ­ le n te p uerto, e l o p ob ló e lo llam o ae la Bucnaventura.

EL m ismo autor nos indica una localización de este asentamiento in ic ia l; en un rio, tres leguas arriba de la bahía, estando el rio Dagua “a once leguas del puerto de la Buenaventura”. En cuanto a l tesorero Cristóbal Salinas, es testigo presencial y protagon ista directo. Después de haber pasado cuatro años en el fian Juan redacta un in form e para el rey en 1543. Hablando de su vida en Buenaventura, precisa; . . .habíam os de estar en vela, p or tem or de los indios que echaron de a llí cuando se p ob ló él dicho puerto, que nos venían los mas a s los ñi?c a ¿ s i guazabara y llegaban p o r e l n o ju n to a los b o h ío s . . .

M ás adelante su relato perm ite distinguir: e l puerto y ciudad de la Buenaventura, un prim er asiento en el rio San Juan y, destruido ese, un segundo en el mismo n o, ambos efím eros y que no se sostu­ vieron m ás de algunos meses. En 1542, siendo gobernador de Popayán, escribe Berta]cazar en im a carta dirigida a l rey: . . . E l A d elan tad o An dagoya, Gobernador del rio San Juan, dejó antes de que se partiese, poblado e l puerto que llam ando la Buenaventura, qu e es fu e r a de los lim ites del r io San Juan, y en aquél pueblo n o d e jó recaudo con ven ien te para la sustentación d e l de cuya causa se despobló. Y o e n v íe a p o n e r a llí doce hom bres que guardasen aquel puerto a costa de la ciudad de S a n tia g o de C a l i . . .

En 1546 un via jero señala que en Buenaventura no hay más de cuatro vecinos. E n 1573 el cabildo de Cali nom bra en Buenaventura un alcalde de justicia ‘ •para que entendiera en pleitos” y que “ tuviera en cuenta con las personas de m al v iv ir y con los pasajeros, averi­ guando la licencia con que éstos se presentaban”. En 1582 el fra ile agustino Jerónimo de Escobar m anda a l Real Consejo de Indias un in form e descriptivo de la Provincia de Popayán. En cuanto a Buenaventura escribe: . . . este p u erto es un r io b donde llegan los barcos desde la ciudad de Panam á, lo s cuales dichos barcos navegan ciento y cincuenta leguas p o r el Tn»r que es llam ado d e l Sur, hasta dar en este n o ; correrán estos dichos barcos p o r este r io hasta dar en e l puerto o d io leguas. E n este dicho p ie r io h a y solos tres españoles, p orqu e es tie rra casi inhabitable de m ontaña ce­ rra d a . - D estos tre s españoles é l uno de ellos es alcalde que Bilí pone el g o b e rn a d o r. . . y los otros dos soldados sirven de cuando v ie n e b a r c o . . . T.ctnc dos soldados con e l alcald e hacen vid a tristísim a e n este puerto, cada uno w n cien pesos d e salario y é l alcalde doscientos- Esto es cuanto a este p u erto que esta tie rra t iene.

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El afio siguiente de 1583. en un Informe escrito en Santa Fe de Bogotá, cuenta Francisco Ouillén Chaparro: ...E l puerto de la Buenaventura es al pie de la montaña, súbese ai puerto por un rio arriba y este rio entra en la mar del Sur. Es la tierra por el rio arriba muy montuosa y de muchos pantanos y manglares; hay indios de guerra por alli... En 1598 los ediles de Cali nombran allá un escribano y un algua­ cil. En 1599 la localidad y "el puerto" son arrasados por una vigorosa contra-ofensiva aborigen. El mismo afio el Gobernador nombra un bugueflo capitán del puerto y del fuerte de Buenaventura, para la "conservación y seguridad del mismo fuerte y bodegas". No obstante, en 1601 los libros capitulares de Cali mencionan la reedificación re­ ciente del fuerte, después de su quema por "los indios de guerra” . Según el historiador Oustavo Arboleda, en esa fecha desaparece el puerto. Sin embargo, en 1602, se vuelve a nombrar un capitán del puerto y alcalde del fuerte. El cabildo ordena la construcción "de un fuerte para guardar las mercancías" y manda una pequefia guarni­ ción militar. En 1605 ocurre un nuevo ataque de la población aledafia: roban mercaderías, queman el puerto, matan viajeros y alcalde. Du­ rante este periodo los caleños tratan en diversas oportunidades de abrir o mantener el camino al mar y finalmente en 1639 un capitán de Cali licita la apertura de una nueva vía hasta Buenaventura. En su contrato con la Gobernación, compuesto por 25 cláusulas, llama la atención el articulo primero: ... 1. —Repoblar con no menos de doce vecinos, con sus mujeres y casas, donde estuvo Buenaventura, a orillas de su rio; construir bodegas y un fuerte para la defensa, a cargo de seis soldados, para que los barcos puedan subir el no sin temor a los indios. Quizá sea una nueva localidad, aquella que vegeta durante los siglos X V II y XVIII. Permanece prácticamente incomunicada con el interior, a pesar de los continuos reclamos e intentos de algunos tra­ tantes y mercaderes caleños queriendo desesperadamente escapar al monopolio portuario que ejercen los negociantes de Cartagena, Panamá y Guayaquil. Un mapa conservado en el AGI del San Juan y del Atrato, quizá de los años 1800-1820, representa el camino de Popayán a Cali y de ésta al alto rio Dagua, pasando luego a las cabeceras del rio Calima y siguiendo quizá por éste hasta su desembocadura en el San Juan, en donde se lee: "aquí fondean los barcos". No se sabe en qué fecha se organiza el puerto marítimo, es decir, en la isla del Cascajal; según parece resultó de un traslado sin ningún ceremonial. Lo cierto es que los mapas de los años 1820-1830 muestran una corta hilera de diez chozas de paja en el costado sur de la isla del Cascajal. Confirma lo anterior una total ausencia de mapas de Buenaven­ tura durante tres siglos, mientras encontramos dibujos de los “pueblos de indios” de Boyacá, desde el siglo X VII. Pero sorpresivamente surge en 1820 el interés por la Buena Ventura. Entonces en las mapotecas del AHNC se hallan 6 planos concernientes al puerto, todos dibujados 182

entre 1821 y 1826. Se refieren a obras oficiales en la isla del Cascajal, edificio de aduanas, casa de gobierno, reducto o fuerte, cuarteles, em plazam iento de una batería de artillería, todos indicando el carácter doblemente comercial y estratégico que adquirió la isla. El afio siguien­ te un documento pone un punto final al asunto. En el AHNC (Fondo Documental del Congreso, legajo N9 34 de 1827), el folio N? 293 aclara las últimas dudas: Cámara de Representantes... " . . . varios p rivilegios en e l territorio de la nueva villa de la Buenaventura y su cantón E l Raposo. . . . . “y como no es consedón (sic) a un pais fundado ya sino a una nueva población proyectada, creemos que el proyecto.. . "

Sigue luego un articulo agregado a un decreto tendiente a conce­ der baldíos a los futuros pobladores del cantón de El Raposo (folio 294). Hablan quedado sin electo las primeras ordenanzas del cabildo de Cali, dictadas en 1564 y 1582, relativas a la apertura de un camino entre el Valle y la costa. Este proyecto se vuelve obsesivo para los c&ucanos, y más aún para los valí unos. Ordenanzas repetidas llenan folios de los libros capitulares de Cali, durante los siglos X V II y X V I II hasta la última, fechada del afio 1808. Después de la Indepen­ dencia se suceden nuevos decretos en 1825, 1829, 1836 y 18J9, todos relativos a la apertura del tan deseado e Inútil camino. Sin embargo, en 1842, se vuelve a fundar la ciudad sobre los te­ rrenos baldíos de la Isla del Cascajal. Curiosamente, en 1854, entre dos legislaturas del presidente Tomás Cipriano de Mosquera, sale un nuevo decreto; concede privilegios exclusivos por 80 años, para construir el camino Cali-Buenaventura, Incluyendo el cobro de los peajes y una concesión de 125.000 hectáreas de tierras baldías, a un ciudadano que se llama Tomás Cipriano de Mosquera. Reincidiendo, en 1863 el mismo presidente firm a la Ley 29 autorizando al ejecutivo nacional para contratar en el exterior un préstamo de un millón de pesos, destinados a la obra: se deberán Invertir en acciones de la compañía fundada con este fin , por un señor Tomás Cipriano de Mosquera. En el mismo afio llega de Londres un empréstito de 200.000 libras esterlinas; mien­ tras tanto, en 1855, un decreto concedía un trazado distinto y varios privilegios a otro postor, y en 1859 el Estado del Cauca trató de fundar la compañía del camino. En medio de un variado catálogo de peripecias, se abren bien o mal algunos kilómetros de un calvarlo bautizado camino; estrecha, sinuosa y peligrosa trocha en la selva, en la cual con frecuencia se pierden muías, carga y hombres. Habrá que esperar hasta los años 1926 un decreto de la gobernación del Valle, y 1927 con la Ley 106 para relnlclar las obras. Por fin éstas concluyen con la Inauguración, en 1946, de un camino carreteable y frecuentemente impracticable; esta vía caduca en menos de veinte años, cuando los contratos, con­ cedidos a empresas norteamericanas permiten su sustitución por me­ dio de la carretera Buga-Buenaventura, con el ramal Cali-Loboguerrexo. 103

¿Y el ferrocarril? Hacia finales del siglo X IX se van reuniendo —más en Londres que en el Cauca Grande— las condiciones que legi­ timan la comunicación de Cali con el Océano Pacifico. Llegan agentes de compañías extranjeras sugiriendo la construcción de la ferroria. Bn 1812 el presidente Manuel Murillo Toro firma el primer contrato coa un grupo norteamericano, pero es una compañía británica la que inicia las labores en 1883; asi se comienza otra triste aventura, que durarla cerca de cincuenta años. En este casi medio siglo se suceden 19 contratistas, alternando ingleses, norteamericanos, belgas, fran­ ceses y valíanos, inclusive. Avanza a paso de tortuga una obra, en la cual se involucra mano de obra de peones reclutados en varias regio­ nes, luego con presidiarios y posteriormente con 600 soldados de bata­ llones tapadores, pues fracaso un proyecto tendiente a la Importación de 3.000 chinos. Cuarenta y tres años aespues de la Iniciación de los trabajos, en 1915, entran en servicio los 150 kilómetros dei ferrocarril Cali-Buenaventura. Privilegiada la circulación de productos y mercancías se desprecia durante todo el siglo X IX a esta ciudad en si. Gaspard Motilen habla descrito en 1823 "este villorrio’*, de la manera siguiente: Una doeeu. de choza» habitadas por negros y mulatos, un cuartel con una guardia de once soldados, tres piezas puestas en batería; la casa del so­ bornador, lo mismo que la de la Aduana, as de paja y bambúes, situada en la Milla dei Cascajal, cubierta de hierbas, espinos, fango, serpientes y sapos: eso es ( . . . ) Buenaventura hoy por hoy, no es nada. Treinta años después, Holton apenas menciona el “ pestífero puerto marítimo", y en 1860 escribe Saifray:

Vi canco o seis casa» de agradable aspecto; las otras son tan miseras por fuera como en ei interior, la iglesia, erigida en una altura, parece una g r a n ja Tanto los gradados como las primeras fotografías Indican que este cuadro permanecería sin cambio hasta nuestro siglo, y que sólo se modificaría con la puesta en servicio del Canal de Panamá Pero si va creciendo el interés por el puerto, nadie se preocupa por aquella ciudad que está surgiendo en la Isla del Cascajal en la cual se suceden las catástrofes. Varios incendios particularmente destructores en un pueblo construido con maderas y paja, ocurren en 1881, 1892, 1896, 1930 y 1831, alternando con tres epidemias de fiebre amarilla, entre 1885 y 1915. La adecuación portuaria se va haciendo a pedazos, por medio de contratos sucesivos con firmas extranjeras. En 1881 el Ingeniero anglo­ sajón Tmyer diseña el primer plano director de urbanismo, para El Cascajal. En una fotografía en 1913 se ve un barco descargando en la rada, con transbordo en lanchas hasta tierra; estamos en vísperas de la apertura del Canal de Panamá y crece, en el exterior por lo menos, el interés por un puerto con muelle. Se suceden entonces mi­ siones. contratos, estudios e informes y préstamos bancarios extran­ jeros. Como síntoma evidente del “cambio de mando”, se firmó en 1914 un contrato de estadios para la construcción del muelle, con la i

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Modelos teóricos de la tipología "neo-clásica"

En Bucaramanga se identifica una evolución comparable, origi­ nada en el modelo central del Club del Comercio (de P. L. Monticoni, 1920), perfecta copla volumétrica de un palacio italiano y francés, ocupando todo un costado del parque Santander. Se vuelve un ideal que plagian sin tardar los grandes comerciantes en la zona central, pero con una marcada reducción de todas las especificaciones; luego el modelo sufre otras hibridaciones cuando se adapta a la función residencial en el barrio Conquistador, elegido por la oligarquía comer­ ciante de la ciudad y, finalmente llega en forma residual hasta los barrios populares que se edifican durante la década del cincuenta. En estas viviendas obreras de una sola planta y con un reducido frente sobre la calle, sólo quedan del “neo-clásico” algunos adornos de la fachada, pintados en rosado, azul o verde, la decoración del frontón y alguna que otra comisa con jarrones simulados. Ultimo ejemplo es Manizales, en donde también el modelo se origina en edificios públicos, más que todo en la gobernación y la esta­ ción del ferrocarril, los bancos, el palacio episcopal, la alcaldía, los edificios Sanz y Salazar, el hotel Europa, que van imponiendo el catá­ logo neo-clásico en el centro de la ciudad, entre 1920 y 1930. Resulta una ironía que mientras en Nueva York se está construyendo el Em­ pire State Buildlng, los ediles firman contrato con John Wootard; al arquitecto norteamericano no le piden un “skycraper” (rascacielos), sino un edificio para la gobernación según los patrones del neo-clásico 248

franco-italiano y, para colmo de la ironía, contratan a un arquitecto francés para edificar cien metros de concreto armado: la catedral. Quedan como dos chistes crueles, el uno al frente del otro: el rasca­ cielos "gótico” del parisino y el neo-clásico via Estados Unidos. Pero de este doble desastre todavía se enorgullecen algunos manizalefios de la vieja guardia, cuando nos acompañan con suma amabilidad por el centro de la ciudad. Mientras tanto el modelo neo-clásico, grabado en la mente de los maestros y artesanos contratados para las obras de la gobernación o del palacio episcopal, llega a la Esponsión, sigue por la carrera 23 y también baja de la plaza de Bolívar hasta el barrio obrero de San José. Con base en los anteriores ejemplos se esbozó una tipología teórica del desarrollo de dicho modelo (ver Gráfico, página anterior).

Portón oceánico de todos los asaltos colonialistas en Colombia, Cartagena no podía escapar a los estragos de la invasión “ neo-clásica francesa” . Pero esta última tendría que admitir la competencia de numerosas influencias llegando a la bahía, procedentes de las más diversas latitudes. Estas influencias tienen una temprana expresión en la quinta de El Cabrero, hacia 1880, y operan en el marco de una especulación privada de “urbanización” , con la cual una extensa playa doble (mar y laguna) cae en manos particulares. Nuevo conquistador del siglo veinte, un emigrante español náu­ frago llega a Cartagena en 1834, abre su tienda en una callejuela, se casa con una nativa y tiene 17 hijos, de entre los cuales una hija que, después de años de solterismo, se convierte a los 41 en “la con­ cubina” más famosa de la Historia Patria; tan exitoso en la tienda como en la cama, el exnáufrago se vuelve el afortunado dueño de un kilómetro de playas de la nación, en condiciones poco claras. A pro­ pósito de ello, Eduardo Lemaitre pierde su acostumbrada locuacidad y se torna muv lacónico, limitándose en indicar que la familia Román era propietaria “de toda la parte de la península que se extiende a la orilla del mar, hasta Marbella". Y también escribe un señor Daniel Reyes en el Papel Periódico Ilustrado del 20 de febrero de 1885: Era en antes un triste caserio de pescadores, con poquísimas y muy pobres habitaciones; y ya hoy cuenta cerca de 300 habitantes y casas cómodas y elegantes. La primera de persona respetable que hubo fue la del señor D. Manuel Román y Picón, construida en el año 1856; muchos años más tarde, allá por 1873, comenzaron a edificarse otras. La señora Doña Soledad Román de Núñez, poseedora de la casa que fue de su padre, y de unas dos más, ha contribuido mucho a despertar el gusto por la residencia allí, y llevado a cabo obras importantes de mejora y embellecimiento. A su costa formó en frente de su casa de habitación una bonita plaza .. procuró que en ésta y el camellón que conduce a la ciudad se estableciera alumbrado público, y trabaja porque se levante una pequeña iglesia. Además de la citada señora, tienen casas otras muchas personas de escogido puesto social... El Cabrero progresa cada día más...

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Efectivamente, dicha señora consigue hasta un tranvía, es decir un kilómetro de lerrovia para unas sesenta casas y 3u0 vecinos ••res­ petables” y nunca se vuelve a hablar del “ triste caserío ae pescadores La primera casa de madera de K a ia el Nunez es la típica cons­ trucción tropical de la época, inspirada en los campamentos norteam e­ ricanos de las empresas mineras, portuarias y ferroviarias. Es un modelo que entonces íiorece desde California hasta las A non as, y en las "repúblicas bananeras’ a lo largo de la costa del P a c ific o ; es una vivienda que poco diliere oe aquellas que se construyen en las ciudades de Colón y Panama, desde donae el patrón liego a 1a cania; tendría cierto éxito en los barrios de El Cabrero, L a Popa y en la fase inicial y popular del futuro barrio Manga. L a quinta de la ram illa Román se desarrolla en dos plantas y está entejada en zinc, este m aterial cubriendo también el alero del balcón del segunao piso. Con remodelaclones sucesivas, en una fotografía de 1922 se observa que la teja desalojó el zinc y también se agregó el cuerpo posterior hacia los jardines, presentando éste varias modificaciones estilísticas. En una etapa posterior, no sabemos cuando, se adicionó un toque francés con las mansardas, rompiendo la monotonía del pesado techo. En definitiva, se trata de una construcción imponente por sus dim en­ siones, pero sobria en su decoración y sin excesos ornamentales. Desde la casa de Rafael Núñez hasta M arbella se abrió la calle tínica, conformando la espina dorsal del barrio. Entonces surgen sobre la playa y frente al m ar varias mansiones en ladrillo y cem ento, en dos plantas, algunas veces muchas de ellas combinando el uso m ixto de maderas y materiales "duros” . Florece esta tendencia en los años veinte, tal como lo Indican los medallones frontales con fecha gra­ bada; estas quintas, por lo general, reproducen el patrón llamado del “ palacete francés” , pero con diversos tipos de “nacionalización” y variadas interpretaciones folclóricas y tropicales. No obstante, se m an­ tienen en los parámetros de cierta sobriedad ornamental, destacándose como novedoso material de cubierta una teja cuadrada en cemento y colocada en rombo. L a mayoría de estas casas respetan el retroceso de un antejardín, prolongado por la escalera axial de entrada y fo r­ mando un pórtico con columnata. Sin embargo, algunas presentan un corredor frontal abierto, con columnas, que se comunica directamente con el espacio público del andén. Mientras tanto se copó rápidamente la capacidad espacial de la estrecha playa, pero sigue la demanda de las quintas suburbanas, por parte del creciente sector de los más adinerados comerciantes e in ­ dustriales cartageneros. Entonces es cuando surge el barrio de Manga. Hoy Manga presenta el aspecto de una especie de Chapinero caribeño, igual estado decadente y ruinoso, con múltiples heridas y evidentes huellas de decrepitud, además, muestra indicios de marcada “ proletarización” ; en definitiva, reúne todos los sin tomas de deterioro social y estético. Sin embargo, la isla no tiene unidad estilística y una “ lectura” atenta permite reconstruir la cronología de su desarrollo espacial y social; todavía existen unos ranchos populares de principios 250

de siglo, construidos en maderas y techados con zin c; según las p r i­ m era s fo to g ra fía s , in icialm en te estaban cubiertos con p aja. A una cu adra de distan cia contrastan las prim eras m ansiones de gran tam año, p ero tam bién de m adera y zinc, tip o El Cabrero, al lado están las suntuosas quintas de la danza de los m illones. P o r últim o, en los años 30 se regresa a una elegancia mas discreta, con los "p a la ­ cetes fran ceses” con frecuencia de dos plantas. Lias diversas fu en tes cónsullaaas no coinciden, en cuanto a la fe c h a o e parcela ción y construcción de las prim eras m ansiones y q u in ­ tas. ¡según parece, lo que impulso la especulación fu e la construcción d el n u evo acueducto de la ciudad, contrato firm a d o en i9uo p o r e i gob ern a d or Enrique R om án (u n h ijo del naufrago español) con un in g e n ie ro inglés. Es de presum ir que se dio entonces un m arcado au ge a la construcción, pues en el mismo año entra a produ cir la p rim era fa b rica m oderna de ladridos y mosaicos, wu sauemos en que a n o se unió el oarrlo M a n ga con la ciudad por m edio de un puente, e l pu en te Kom an, continuando con la calle del mismo nom ore, ia cual lle v a a la casa Rom án. H acia 1910-1915 el dueño de la ísia in icia 1a operación , divid ién d ola en amplias manzanas rectangulares, alcan ­ zan do h asta ZOO x 300 metros, parceladas en supersolares de 4.000 y h asta 5.U00 m etros cuadrados, en las cuales se construyen luego unas m ansiones gigantescas, ocupando hasta 500 m etros cuadrados en la p rim era planta. Según ciertas fuentes, el barrio fue diseñado en la lo por el m ism o “ a iicio n a d o a la arquitectura” que proyectó el m ercado de G etsem anl en 1904 y el tea tro Heredla en 1911. Para este últim o proyecto una “ Ju nta del tea tro ” , presidida por el imprescindible Enrique Rom án, d ecid ió m an dar al “ aficionado” a La Habana para estudiar el m odelo del tea tro T a có n y construir en Cartagena “ una réplica tam añ o m e ­ n o r” . F ren te a esta epidem ia de teatros sacudiendo el país (B ogotá, Pasto, Popayán, Cali, Buga, Barranquilla, M edellin, M anizales, C ar­ tagen a, etc .), quiza los futuros historiadores de este arte concluirán señ alando un m arcado auge del teatro nacional, en los años vein te. P ero resulta que no había una sola compañía nacional y el único propósito de la oligarquía de los importadores, era disponer de un recin to exclusivo para las escasas presentaciones de algunas co m ­ pañías extranjeras, tam bién importadas y pasando ocasionalm ente p or el trópico. En esta ciudad, la menos colombiana y la más cosm opolita del país, resulta una ironía considerar hoy las mansiones de M an ga com o “ patrim on io histórico n acion al"; de espaldas al país, M an ga surgió precisam ente de un tajante rechazo a lo nacional. “ P o t p o u rrl" de las m ás discordantes y exóticas modas arquitectónicas que algún d ía llegaron al puerto, el barrio es el museo acusador de todas las dependencias, la estampa de la sumisión y de la carencia del sentido nacional de una clase social. El barrio se parece a la v itrin a de la pastelería el día en que se exhiben ponqués de prim era com unión: pura fantasía, por lo tanto carece por completo de seriedad y asi se 251

debe considerar. Pero más allá de una broma de m al gusto, también refleja un momento social y eso es lo que aqui se quiere destacar. Pues no podemos olvidar que el cosmopolitismo apátrida de sus m a g­ nates se exhibe con descarado impudor, en el momento mismo que el proletariado de Cartagena les da lecciones de nacionalismo antico-

lonlallsta. Algo igual ocurre con los autores de los proyectos: europeos unos, indígenas otros, bien sean empíricos o con form ación académica, les arquitectos se divierten con esta culinaria form alista y constructiva: cocinan sancochos costeños, mezclando los más diversos ingredientes acumulados en dos m il años de arquitectura universal, aquí condensados y revueltos en los trescientos metros cuadrados de una ‘ quinta". Entonces, solicitado por los más ricos comerciantes e industriales de la colonia internacional locai, y ejecutado por arquitectos extran­ jeros (Badenes, Aquer, Pedro Malabet, Maertens, Lelarge, etc.), M anga seria soclalmente oligárquico, y extranjerizante en sus ideales estéticos. Efím ero barrio de la danza de los millones, es quizá su m áxim o pro­ ducto urbano concentrado en diez manzanas. Más allá de sus "orom as arquitectónicas” , es algo más que un inofensivo museo de la m egalo­ manía para ahorrar un viaje a Disneyworld; su agresiva y provoca­ dora exhibición de vulgaridad individualista, llevada hasta los extre­ mos de la incultura y del narcisismo, lo convierten en testigo de una época y de una sociedad. La estética form al de las quintas de Manga no podía ser sino el reilejo del gusto y de las aspiraciones de sus moradores. Es el bazar de un mercado persa, con sus bungalows recordando vagam ente a las colonias antillanas Inglesas y holandesas, unas villas para balnearios mediterráneos, alguno que otro chalet o castillo de dudosa filiación, mezquitas andaluzas, ya con ventiladores eléctricos, victrolas y varia­ dos injertos de padres desconocidos; están los préstamos del bizantino, del románico y del gótico, del barroco y del rococó, y unos residuos del moribundo neo-clásico francés. Mercaderes o pillos, ruilanes algu­ nos, pero todos ignorantes y pretenciosos, los propietarios importaban por igual carabinas Remington o 6.000 franelas para equipar algún ejército, conservador o liberal según el caso, una estatua del Liber­ tador en Italia, angelitos de yeso en Florencia, rejas metálicas y verjas compradas a empresas especializadas en Francia o Alemania. Asi vemos el curioso concubinato entre los materiales vernáculos como las maderas, alguno que otro aparato de piedra en un portón, algunas paredes en ladrillo a la vista, y una abundancia de elementos exóticos e importados, como son el cemento y la hojalata, el hierro para con­ creto, el vidrio, el zinc y el mármol de Italia, de donde también llegan baldosines y mosaicos decorativos. En esta competencia de barbaría­ mos e idiotismos arquitectónicos, se distingue la mansión de Enrique Román. El hijo del náufrago español habla prosperado en los más diversos negocios comerciales y de bienes ralees; llevaba también una prolongada carrera política, siendo gobernador de la provincia en cinco periodos entre 1892 y 1923. Su mansión en Manga surgió de la mente 252

de un arquitecto extranjero y presenta la máxima mescolanza esti­ lística que se pueda concebir, en un verdadero reto a la unidad; es como una mezquita, pero antillana, mansardas dominando unas arca­ das seudomorlscas con cemento y hierro, columnltas agrupadas de dos y tres fustes supuestamente románicas, pero con capiteles carga­ dos de acantos romanos o de frisos griegos, molduras y celosías mol­ deadas en concreto unas y en yeso otras, y una decoración interior “ con azulejos traídos desde Sevilla". Pero este "bric á brac", evocando la tienda de antigüedades, deslumbra a un vecino, que contrata al mismo arquitecto para diseñar algo similar. Según algunas fuentes, se hablan radicado en Cartagena el belga Joseph Maertens y el francés Gastón Lelarge. El primero proyectó el Banco de la República y el segundo diseñó la cúpula de San Pedro Claver y el Club Cartagena. Ya el modelo Ideológico de Manga está atravendo una capa social subyugada, pero menos adinerada; mucho más sobrias y discretas, adquiriendo con su unidad una cierta ele­ gancia, algunas de las casas que diseñaron son de las pocas que se salvan del ridiculo. *



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Pero es preciso profundizar las Indagaciones, para entender los merar^smos de propagación y de transmisión de la “nueva arquitec­ tura” v entonces se hace indispensable insistir sobre el papel de men­ sajeros, que cumplen los protagonistas directos de la obra, los que la proyectan y la diseñan: arquitectos o Ingenieros y los mismos constructores, artesanos, ebanistas y maestos de la obra. Estos agentes, una vez adquirida cierta experiencia y pericia por medio de una "obra maestra" contratada desde “arriba", son muy solicitados por los de “abajo” pidiendo algo de Igual prestigio y, al revés, diseñando o construyendo por los de “abajo", actúan como sus consejeros. Se refieren a tal detalle, particularmente elegante, de la casa de don fulano o les recomiendan determinado elemento “ de buen gusto" que exigió sutano. Además, estos elementos formales de la plástica arquitectónica son aquellos que diariamente, cami­ nando por la calle, admiran los futuros clientes sobre la fachada de les residencias de los más prestigiosos ciudadanos. Aoul merece rescatarse del olvido la personalidad de un auto­ didacta vallecaucano, Enrioue Flgueroa. nacido en Buga en 1884. De fam ilia pobre, emigra en 1906 a Panamá en donde se emplea como carpintero en las obras del canal. AHI logra tener su propio taller de carpintería con una maquinaria importada de Europa, se familiariza con la construcción de residencias y la decoración de fachadas en madera, copiando los motivos en libros italianos y franceses; no olvida fotografiar unos detalles del sistema de encofrado del concreto, aue se utiliza en la construcción de las esclusas; regresa a Buga en 1922, por ferrocarril, ciudad donde ya existen casas distribuidoras de ce­ 253

mentó y de hierro. Durante los siguientes diez anos se dedicará a construir numerosas residencias y edificios civiles y a ornamentar fachadas en Tuluá y Buga. ¿Su fuente de Inspiración? Tarjetas postales que le llegan de Austria y de Florencia, fotografías de teatros italianos y libros fran­ ceses, destinados a la enseñanza de la historia de la arquitectura clásica, publicados en París hacia 1000. Es asi que el arquitecto-autodidacta Enrique Flgueroa no destruye los moldes que fabricó para los frisos y capiteles del Teatro Municipal. Poco después son solicitados por otros clientes y entonces son reutlllsados, en forma más modesta —y más agresiva— , para los adornos de fachadas residenciales de algunos comerciantes, particularmente ricos. En Popayán el autodidacta Dueñas, una vea terminada la ca­ tedral, también rcutlltca en otras obras algunos de sus elementos decorativos. En Mantéales, cuando construye su propia casa, el maes­ tro contratado por John Wootard recuerda lo que aprendió constru­ yendo la gobernación y luego, en el barrio, el modelo ya no es la gobernación sino la casa del maestro. M is díctente aún, es el caso de Frnnclsco Osplna Bernal. veterano y precursor del concreto en la arquitectura del Valle. Es nieto de colonos antloqueños que logran formar grandes haciendas de ganado en los antiguos resguardos de Guasca, en Cundlnamarca. Convertidos en ricos hacendados, los padres mandan a los hijos a estudiar a B o­ gotá o a Estados Unidos y es asi como Francisco se gradúa de inge­ niero civil en 1917, en la Universidad Nacional: entró en servicio de "El Canal", luego del ferrocarril que une a Cali con el mar. y la gobernación está gestionando un préstamo con bancos de Nueva York y licitaciones con firmas norteamericanas e Inglesas para la construcción de un muelle moderno en el puerto de Buenaventura; están penetrando olas de comerciantes extranjeros y en los pueblos cafeteros se erigen fortunas, con el negocio del grano. En 1918 el i oven ingeniero se dirige a Cali, en donde se habla establecido su hermano Sebastián, contratista del ferrocarril del Pacifico: nlU Fran­ cisco se asocia con un arquitecto caleño y durante los siguientes veinte »>ñns los dos socios Impulsan la nuevas técnicas de construcción e ‘monnen un estilo. Se entrevistó a Francisco Osplna Bernal en Cali y, a pesar de sus 85 años, este pionero de la arquitectura moderna conservaba Intacta su memoria: ¿El ladrillo cocido?. Bueno ya en 1820 habla d o s f á b r i c a s e n C a l i ; u n galpón estaba en San Fem ando, y también habla u n a l a d r i l l e r a e n S a n t a Mónita, en este barrio que hov llaman los Cristales . ¿El cemento' .. Desde 1915, creo yo. funcionaba l a f á b r i c a D i a m a n t e en B ogotá. . . Pero no existia la vta por A rm e n ia .. . C ó m o l e p a r e c e q u e aquí en C ali resultaba más barato im portarlo . . . Venia de D i n a m a r c a y d e Estados Unidos, en sacos de lona y llegaba aquí p o r t r e n , d e s d e B u e n a v e n ­ tura . . . ¿El h ie rro ? ... F íjese que el prim er puente q u e c o n s t r u í , a q u í e n R i o claro, fue con varillas de una pulgada por u n c u a r t o , q u e s e r v í a n p a r a h e r r a ­ duras de muías . . . Venían en rollos desde Estados U n i d o s , e n b a r c o p r i m e r o

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La Plata d t la ConiUtuelAn en Cali haría IOI

y en tren desde Buenaventura. Me acuerdo que el hierro que se utilizó para unas obras en el acueducto, eran rieles que sobraron del Ferrocarril del Pacifico. ¿La hojalata? . . . También venia de Estados Unidos ya prensada, así con sus relieves y sus dibujos y sus rosetones, la utilicé aquí, en los cielos rasos de un edificio que construimos en 1920, a la esquina de la calle 11 con ca­ rrera novena, para los hermanos Restrepo. ¿El e s tilo ? . . . Es que en la Facultad, en esa época, todos éramos muy influenciados por el estilo francés. Renacentista lo llamaban y también por e l estilo francés clásico. . . Nosotros consultábamos las revistas europeas, francesas, algunos teníamos suscripciones . . . ¿Los clientes? . . . En esa época todos los individuos que hacían plata eran comerciantes. . Construimos el edificio Daccour; Daccour era un libanés que iba de casa en casa con una maleta, vendiendo mercancías... Después fue el edificio Restrepo Hermanos, eran Importadores de telas. Tenían el almacén en la planta baja y dos casas en la parte alta para Juancho y Don Pepe. . Después construimos el Edificio Otero, en el 23 creo, Emiliano Otero ae llamaba; era una persona con gran parte de sangre negra, muy hábil para los negocios; importaba mercancías, telas de Inglaterra, etc. . . .

En Cali, durante varias conversaciones que sostuvimos con Fran­ cisco Osplna Bernal, este precursor local de "La arquitectura francesa neo-renacentista” también insistid en el carácter publicitario que adquirieron sus primeros proyectos del Teatro Municipal y del edificio del comerciante-importador Emiliano Otero, por lo que estas obras toman un valor de ejemplo y se tornan en modelo para nuevns cons­ trucciones. Terminado el edificio Otero surge a su lado el Palacio Nacional, diseñado por un Italiano, perfecto exponente arquitectó­ nico de la "danza de los millones” y que hace poco reseñaba un perio­ dista en estos términos: Entre las más valiosas obras de la arquitectura renacentista, de aue justa­ mente puede ufanarse la ciudad de Cali, ae encuentra el Palacio Nacional de Justicia, cuya construcción se Inició el día 15 de febrero de 1926. cuando ejercía el cargo de Presidente de la República el doctor Pedro N el Osnina Los planos de la importante construcción levantada en la antigua Plaza de la Constitución — hoy de Cayzedo— fueron proyectados por el prestigioso inge­ niero italiano Yovanni Lignarolo, quien para tal efecto fuera contratado por el gobierno nacional de esa época. Su estilo arquitectónico es realmente ma­ ravilloso y se dice que dos edificios similares se yerguen airosos en las ciu­ dades europeas de París y Bruselas.

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codo ceremonia, por a q a n d o i Oocre d afio 1996 y cao estas «los obras se nota, aUrefirdanr deíl parqne. e l desasante de la azqoiteetazx tzad&tínnalL Un costado co m p ite con los vcstíglas i i i i m s y a s n s to k ia . heredados de la Onlnnfa espafiofia; pero ae acaba nuy pnado la **tMW'* * ib n n ‘ y coando se reanada. quince aftas b ú tarde, es bajo los dedadas de otra ortm tartán “ta ltn a T . Poco después, d “restado francés* se ba ▼netto arcaico y qneda apftattado por la mrmltara de fias afinas este mir­ laras metálicas y de concreto de la arquáteetara iimiiitir ■imniruni •

... B«a*irriai fes gciaaagqg ntwdhu per d in fB É c n ptoftctata. * Uceó eoBdanía óe qw d eü © indicada pan levantar la abra se- poda ser acjÍK. Se trataba de aaa oapactaale oaMncoáB ea pitar an aaa de la andad j p e "W r m 4r a p A * p m ó t i oa el campo arpaBcdáBaT. . .. Mecerá lattean r d tacha de qae p a n fia caaafcnaecaón fne a r m n o ■■portar d caneos» dd e U n q o e . de la ffamnaa a a r a ‘ A lta T . d caal m Ib

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