Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880 - Luis Ortega.pdf

May 6, 2017 | Author: LeePiensaLibre | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880 - Luis Ortega.pdf...

Description

CHILE EN RUTA AL CAPITALISMO. Cambio, euforia y depresión 1850-1880

Luis Ortega Martínez

CENTRO DE INVESTIGACIONES DIEGO BARROS ARANA

ÍNDICE

Siglas y abreviaturas Prefacio Introducción

13 17 25

LOS AÑOS FUNDACIONALES

1817-

cmcAl850

Un lento y dificil cominezo

41

El imperio de la tradición

43

Génesis de una política comercial de largo aliento y el primer auge de Valparaíso

49

El sector externo como factor dinamizador de una "economía de antiguo régimen"

61

El mercado y la actividad comercial hacia fines de la década de 1840

67

El mundo de la tradición

77

Las actividades productivas tradicionales

83

E L COMIENZO DE UNA LARGA TRANSICIÓN,

1850-1875 Todo comenzó en Santiago y Valparaíso

93

El escenario humano, institucional y económico para la transformación

98

La cuestión empresarial

118

La población: crecimiento y concentración

131

Las ciudades

140

Elcampo

166

TRADICIÓN Y MODERNIDAD EN LA MINERÍA

El cobre Tradición y crecimiento Demanda y expansión productiva La minería El ocaso El carbón Orígenes El despegue La minería Crisis y ajuste Apéndice estadístico y documental

183 183 186 192 196 203 203 213 224 226 231

LA INDUSTRIA MANUFACTURERA

Las visiones Evidencia secundaria Dimensiones

245 252 256

Las fábricas Rubro alimentos Rubro bebidas Rubro tabacos Rubro textiles Rubro confecciones y calzado Rubro maderas y muebles Rubro papel e imprentas Rubro productos del cuero y la goma Rubro productos químicos Rubro productos de minerales no metálicos Rubro productos metálicos y material de transporte ¿ Una industrializaciónfracasada?

259 259 266 268 268 277 278 280 283 284 286 287 306 315 317 320 324 326

Los industriales y los obreros en acción La protesta La organización El desenlace Atoéndice estadístico v documental

L A ECONOMÍA POLÍTICA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA

349

Lapolítica comercial El diseño de una política de crecimiento

357

y la política económica entre 1817 y 1860

365

1860-1879. Nuevos problemas, ¿nuevas políticas? La modernización y la bancarrota del

fisco

381 396

Apéndice

U N A COYUNTURA DIFICÍL,

1875-1879 La crisis

403

Chile y la economía internacional a mediados de la década de 1870

405

El año decisivo

421

Epílogo

428

Apéndice

467

CONCLUSIÓN

Fuentes y bibliografía

469

475

El desarrollo del comercio y del capital comercial hace que la producción se vaya orientando en todas partes hacia el valor de cambio, que aumente el volumen de aquélla, que la producción se multiplique y adquiera

un

carácter

cosmopolita;

desarrolla el dinero hasta convertirlo en dinero universal.

Por consiguiente, el

comercio ejerce en todas partes una influencia más o menos disolvente sobre las

organizaciones

producción,

las

anteriores

cuales

se

de

la

orientaban

primordialmente, en sus diversas formas, hacia el valor de uso. Pero la medida en que logre disolver el antiguo régimen de producción dependerá primeramente de su solidez y de su estructura interior. Y el sentido hacia el que este proceso de disolución se encamine, es decir, los nuevos modos de producción que vengan a ocupar el lugar de los antiguos, no dependen del comercio mismo, sino del carácter que tuviese el régimen antiguo de producción.1

1

. Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política (3 vols, México, 1968), vol. III, pp. 320-321. 1

INTRODUCCION

A fines de la década de 1840, los líderes del sector social que accedió al poder en 1829 habían completado el diseño político que les permitió consolidar su proyecto institucional,

al punto que, en los veinticinco años siguientes, fueron capaces de

sortear con éxito, aunque no sin dificultades, dos guerras civiles y de ampliar notablemente las bases sociales de su poder. A pesar de los graves conflictos de 1851 y 1859, y de la creciente intensidad de la competencia política, es posible plantear que al iniciarse la segunda mitad del siglo estaban establecidas las bases de 2 los dos pilares -orden y progreso- sobre los cuales se construyó el sistema político

que rigió hasta 1925.

Tal construcción fue llevada a cabo por un grupo social

pequeño, aglutinado en torno a algunos consensos básicos, una elite,3 cuya fortaleza residió en su capacidad para agregar, paulatinamente, nuevos elementos a sus filas, y en la posesión de una visión de país que descansó sobre dos supuestos fundamentales; el primero, y más importante, el orden político-institucional, que en la década de 1860 terminó por consolidarse. país.

El segundo, el desarrollo material del

4

Consolidado el primero, los líderes de la República tuvieron mayor autonomía, 2

. Simon Collier, “Conservatismo chileno 1830-1860. Temas e imágenes”, en NH, Nº 7, 1983, pp. 143-163. . “Entre algunos de los hechos y de las tendencias constantes en todo organismo político…hay una que inmediatamente salta a la vista. En todas las sociedades –desde las escasamente desarrolladas que apenas han alcanzado los albores de la civilización, hasta las más avanzadas y poderosas- existen dos clases de personas –una clase que gobierna y otra que es gobernada. La primera clase, siempre la menos numerosa, desempeña todas la funciones políticas, monopoliza el poder y goza de las ventajas que el poder trae consigo; mientras que la segunda, la más numerosa, es dirigida y controlada por la primera, de forma más o menos legal, y más o menos arbitraria y violenta; esta clase le proporciona a la primera, al menos en apariencia, los medios materiales de subsistencia y los resortes de mediación que son esenciales para la vitalidad del organismo político”, en Gaetano Mosca, The Ruling Class (New York & London, 1939), p. 50. Según esta perspectiva, la distribución del poder era pronunciadamente asimétrica y bimodal, y la minoría que estaba en el poder constituía una “clase gobernante”. En sus Sociological Writings, pp. 248-249, Wilfredo Pareto bautizó a este estrato dominante con el nombre que desde entonces se utiliza comúnmente: la elite gobernante. Citado en Peter H. Smith, Los Laberintos del poder. El reclutamiento de las elites políticas en México, 1900-1971 (Mexico, 1981), pp. 7-8. 3

2

tranquilidad y recursos para dedicarse al establecimiento de las bases del segundo pilar de su diseño: el progreso.

En forma paulatina, pero inexorable, se fueron

estableciendo los factores institucionales y legales que permitirían romper con “el peso de la noche” en el ámbito material, creándose las condiciones para que se incorporaran al país los elementos propios del nuevo mundo que emergía en los ámbitos del transporte, las comunicaciones y, con menos entusiasmo, en la producción de bienes.

La década de 1840 exhibe entonces un panorama que

combinó la promulgación de leyes – cuyo objeto fue mejorar la administración del Estado en lo relacionado con la producción de bienes y servicios - con la llegada de los primeros vapores en 1840, y con los primeros pasos en la construcción de los ferrocarriles y telégrafos. En otras palabras, se anunciaban las características del futuro. Pero también la década tuvo que ver con la búsqueda de modelos y de recursos humanos para hacer realidad la visión de futuro de la elite. Los líderes chilenos comenzaron

a

mirar

definitivamente

a

Europa.

Como

sus

similares

5

hispanoamericanas, la elite chilena quería “ser” europea. Europa y “lo europeo” eran ejemplos a seguir para alcanzar el progreso moral y material y dejar atrás la barbarie. Para ello, la clase dirigente no sólo incorporó tecnología, vapores, locomotoras, puentes metálicos y otros elementos característicos de la modernización económica,

6

sino, además, se dio a la tarea de atraer a individuos de alta calificación para poner en marcha la Universidad de Chile, en 1842, y la Escuela de Artes Oficios en 1849; instituciones de las que se esperaba hicieran contribuciones decisivas al “progreso” del país.

Otros fueron contratados para desarrollar estudios sobre la fauna, la

geología y los recursos naturales. El camino a Chile de intelectuales y científicos tan 4

. Collier, p. 163. . Respecto de la aspiración europeizante como fenómeno latinoamericano, Bradford Burns, The Poverty of Progress. Latin America in the Nineteenth Century (Berkeley & Los Angeles, 1980), especialmente capítulo III. 6 . En este libro la modernización implica la generalización de algunos rasgos de capitalismo desarrollado, en donde la sociedad es vista como autorregulada, y donde todas las fuerzas sociales están inscritas institucionalmente resolviéndose los problemas al interior del sistema político. Por su parte, en lo económico moderno implica la existencia de relaciones 5

3

notables e influyentes en la vida nacional como Andrés Bello, Rodulfo Philipi, Ignacio Domeyko, Claude Gay, Jules Jariez y Jean Gustave Courcelle-Seneuil, por nombrar a los más destacados, estuvo vinculado a esa aspiración. En el seno de la elite existía la convicción de que esos eran los pasos adecuados para acercarse a sus objetivos más preciados: la forma de vida y cultura francesa, y el modo de elaborar

bienes que emergían de la Europa que se

industrializaba. Esto requería, a la vez, de la incorporación plena a las redes de la economía internacional y de la adopción de aquella forma de producción que, de manera inexorable, se había hecho dominante en Gran Bretaña desde el último cuarto del siglo XVIII. En los ámbitos económico y social, en un sentido amplio, lo anterior demandaba transformaciones. Sin embargo, si la adopción de esos modelos había de ser plena, los cambios debían ser profundos.

Se requería del desmantelamiento o la

modificación profunda del orden vigente, caracterizado por el predominio de las relaciones personales semisalariales en la producción agropecuaria y minera, por la supremacía de la producción artesanal de bienes manufacturados, y el limitado desarrollo de los mercados de factores, del transporte y las comunicaciones. El problema fundamental no residía, por cierto, en la aspiración al cambio plausible en el largo plazo siempre y cuando se dieran algunos pasos necesariossino en la necesidad de una voluntad social

y política tendiente a modificar las

características e instituciones que el país había heredado de España, de tal manera de vincularlo a las grandes tendencias de la evolución económica y social de los países de mayor desarrollo. Eso no sólo implicaba cambios culturales, productivos y tecnológicos. Se requería también de reformas sociales profundas, pues, como lo demostraban las experiencias de los países que ya transitaban por esa senda, era en esa dimensión en que debían verificarse las transformaciones decisivas y de mayor repercusión. Si el sistema fabril, junto con la ciencia y la democracia, eran las fuerzas mercantiles sin

trabas que impidan su desenvolvimiento. 4

que desde los puntos de vista económico, intelectual y político caracterizaban la evolución de las sociedades en camino hacia la modernidad, un tránsito efectivo requería de cambios profundos en los sistemas de tenencia de la tierra, en las relaciones sociales de producción, e inevitablemente, en el manejo del poder político. Es que el enfrentar los desafíos planteados por la modernización capitalista demandaba no sólo cambios en los procesos productivos; requería también del cambio social, pues el sistema fabril había sido el resultado de un proceso que había originado el “nacimiento de clases sociales cuya mutua oposición llenan la historia de nuestro tiempo”. Y ese sistema, junto con la ciencia y la democracia, constituían las “fuerzas que desde los puntos de vista económico, intelectual y político controla[ban] la evolución de las sociedades modernas”.

7

Todo lo anterior debía culminar en una

combinación de “desarrollo económico, comunicaciones y administración pública eficientes”; en otras palabras en “modernización”.8 Por lo tanto, se requería incursionar también por el camino de la transformación social, del cambio en la tenencia de la tierra y en la distribución del poder político En otras palabras, se trataba de la instauración de un orden nuevo, en el cual los roles de la propiedad y las instituciones socio-políticas y económicas no jugarían, como hasta entonces, en favor de la preservación del status quo, sino, por el contrario, en la promoción y facilitación del cambio.9 Se trataba de comenzar la aventura del desarrollo económico y social entendido este como El movimiento ascendente de la totalidad del sistema social..[que] incluye, junto con los así llamados factores económicos, todos los factores no económicos: todo tipo de consumo por parte de diferentes grupos; consumo provisto de manera colectiva, servicios de buen nivel en educación y salud; la distribución del poder en la sociedad, y de manera más general, estratificación social, política y económica. De manera amplia, instituciones y actitudes, a lo

7

. Paul Mantoux, The Industrial Revolution in the Eighteenth Century (New York, 1961), p. 476 et. seq. . Eric J. Hobsbawm, Bandits (New York, 1969), p. 15. 9 . Angus Maddison, Phases of Capitalist Development (Oxford, 1982), p. 16. Para una formulación más extensa de esta perspectiva analítica, ver Pinto & Ortega, Capítulo I. 8

5

que se deben agregar un grupo de factores exógenos en la forma de decisiones políticas 10

diseñadas para cambiar uno o varios de los factores endógenos.

En el período 1820-1875, tanto en los países del llamado “centro”, es decir aquéllos que ya habían iniciado su proceso de desarrollo, como en los de la atrasada “periferia”,11 existió un acuerdo tácito –tanto en el seno de las elites como entre la mayoría de los intelectuales- de que los últimos se unirían a los primeros en un gran concierto de naciones económicamente avanzadas. Tan fuerte y difundida fue esa convicción que una vez que se percibieron los primeros signos de consolidación de la independencia de las antiguas colonias hispanoamericanas, los inversionistas británicos fijaron sus miradas, y cuantiosos recursos en América Latina, sólo para enfrentar un 12

fracaso espectacular.

A pesar de los desilusionantes resultados de la experiencia latinoamericana temprana, la confianza en el futuro económico de los países periféricos se mantuvo y, a fines de la década de 1840, Karl Marx y Friederich Engels confirmaron la apreciación de que esas partes del mundo completarían su tránsito al capitalismo con la asistencia de la inevitable expansión de este mismo.

En la medida en que se estructuraba un

mercado mundial, el capitalismo, a través del rápido desarrollo de los medios de producción, de transporte y comunicación, atraería a “todas las naciones, aún a las más bárbaras, a la civilización”.

Es más, los países de economías atrasadas serían

compelidos al capitalismo, so pena de extinción, y con ello, la burguesía recrearía un mundo a su imagen y semejanza, a la vez que anticipaba así su futuro a los países que recién se adentraban por el desarrollo capitalista. Era la dimensión revolucionaria de un 10

. Gunnar Myrdal, “What is Development?”, en Journal of Economic Issues, vol VIII, Nº 4, 1974, pp. 729-730. Aunque parezca una redundancia, en este libro no tiene lugar la visión de que “desarrollo” es sólo equivalente a aumento del producto interno bruto y nada más. 11 . Ambos conceptos se emplean en el sentido dado a ellos por Osvaldo Sunkel y Pedro Paz en, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo (México, Siglo XXI, 1970), y por W. Arthur Lewis, Growth and Fluctuations 1870-1914 (London, 1977), passim. 12 . Bill Albert, South America and the World Economy, 1830-1930 (London, 1983), p. 28, indica que el monto llegó a 30 millones de libras esterlinas; durante el mismo “boom”, las inversiones en Estados Unidos sumaron 5 millones de libras 6

modo de producción que mostraba ya entonces una constante capacidad de cambio en 13 lo tecnológico, en la organización del trabajo, y en las relaciones sociales en general .

Aún a fines de los años 1870, cuando los efectos de la depresión internacional que recién terminaba habían puesto en evidencia la debilidad y vulnerabilidad del crecimiento económico de aquellas zonas, el optimismo acerca de sus posibilidades de modernización era aún objeto de serias conjeturas.

14

Sin embargo, ya en la primera década del siglo XX era evidente que muchos de los países de la “periferia” no llegarían jamás a formar parte del concierto de las naciones desarrolladas. Más aún, por entonces ya era evidente que muy pocos de aquéllos que a mediados del siglo XIX formaban parte del mundo de los más pobres habían logrado abandonar esa condición y eran ahora parte del grupo de países más avanzados. De otro lado, la brecha que se había abierto entre ambos grupos de países no sólo era importante, sino que tendía a ampliarse cada vez más. Obviamente los supuestos de mediados de siglo no se habían cumplido. Es más, los problemas económicos y sociales de la “periferia” tendían a aumentar y el estallido de la Primera Guerra Mundial no hizo sino complicar aún más este panorama. Algo había funcionado mal en la “periferia”, en América Latina, y en Chile. De allí surgieron las preguntas que hasta hoy permanecen sin respuesta: ¿Qué fue lo que no “funcionó”? ¿En qué mecanismos se frustraron las esperanzas de “progreso” y “bienestar”?

*

Los intentos de respuesta a esas y otras preguntas han sido múltiples y no es del caso dar cuenta de cada uno de ellos. Es importante señalar sí que, hasta hace tan sólo un cuarto de siglo ese debate y aquél acerca de las opciones de desarrollo, era esterlinas; cf. D.C.M Platt, Finance, Trade, and Politics in British Foreign Policy 1815-1914 (Oxford, 1968), pp. 333. 13 . Cf., The Communist Manifesto (London, 1967), pp. 83-84. 14 . Por ejemplo, Michael Mulhall, The Progress of the World (London, 1880), pp. 11-18, 23-32, 45-55, 67-95. 7

aún intenso. Sólo hoy parece estar cerrada la discusión acerca de las opciones futuras, más no así sobre el pasado.

En el marco de la definición de las trayectorias económicas sobre la base del 15

desarrollo del capitalismo, el período 1848-1873, fue decisivo.

La mayoría de los

países que hoy forman parte de la Organisation for Economic Co-Operation and Development (OECD) iniciaron sus procesos de transformación, crecimiento y desarrollo durante esos veinticinco años. Con la excepción de la nación “pionera”, Gran Bretaña, en todos los demás países fue durante ese período en que se implementaron las transformaciones económicas, sociales y políticas que hicieron posible su desarrollo ulterior, que “liberaron” las fuerzas del capitalismo. En todos ellos se tomó seriamente el desafío planteado por el proceso de industrialización en marcha en Europa noroccidental: industrializarse o desarrollarse a 16 través de la exportación de recursos naturales a los países del centro . Los ejemplos

más señeros en este último sentido -aunque ciertamente no los únicos- fueron los de Japón y Suecia; a mediados del siglo XIX ambos eran económicamente atrasados y exportadores de productos primarios. Ambos comenzaron las transformaciones, que les permitirían aspirar a un nivel de vida más alto, en algún momento del período 18501870.

Sus experiencias de cambio fueron profundas y no exentas de conflicto, pues

las transformaciones de los procesos productivos y tecnológicos asociaron las del sistema de tenencia de la tierra y del manejo del poder político, con las necesarias repercusiones sociales.

Como resultado de lo anterior, a comienzos de este siglo ya

figuraban entre las naciones más avanzadas económicamente. El caso de Japón combinó, a partir de 1868, la transformación económica con la socio-política. Conforme a aquélla, los señores feudales se sometieron a la autoridad del Estado que implementó un amplio proceso de reforma institucional, administrativa y económica, de acuerdo con el modelo occidental, sin que en su implementación 15

. Lewis, pp. 123-124. 8

estuviese ausente el uso de una importante cuota de fuerza. Junto a los cambios político-administrativos se puso en marcha un acelerado proceso de liberalización económica que, entre otras variables, incluyó el fin de las estructuras y relaciones feudales y el establecimiento de la propiedad privada de la tierra, la que desde entonces pudo ser transada con más libertad.

Es más, una reforma agraria

implementada en 1873 otorgó títulos definitivos a los nuevos propietarios y a los ocupantes

consuetudinarios,

liberó

de

impuestos

y trabas

institucionales

la

transferencia de la tierra, e impuso una política tributaria moderada que gravaba el valor de los predios. Se estima que la agricultura japonesa creció a una tasa anual de 2 por ciento entre 1874 y 1913 como resultado de un uso más racional del recurso tierra, el mejoramiento de las semillas, el incremento en el uso de fertilizantes y maquinaria, de importantes innovaciones técnicas y significativas inversiones en capital físico. Por otra parte, sobre la base del aumento de la productividad agrícola -que aportó el grueso del ingreso público, generó la mayor parte del ahorro y de las divisas (a través de las exportaciones de arroz, seda y té), y mediante su capacidad para alimentar a la población a precios razonables- el Estado desarrolló un activo programa de dotación de infraestructura física, de medios de transporte modernos y una política de industrialización sostenida tanto por medidas de política económica, como por la creación de instituciones destinadas a generar nuevas oportunidades para el aumento de la productividad, la especialización, y la creación de empresas productivas. De tal forma, entre 1879 y 1913 el PIB real creció al 2,7 por ciento anual, el valor (fob) de las exportaciones se multiplicó 14 veces, mientras que la producción industrial aumentó en 17

88 por ciento.

En la víspera de la Primera Guerra Mundial, Japón ya se contaba entre

los veinte países de mayor desarrollo económico. 16

. Ibid., Capítulo III. . W J. MacPherson, The Economic Development of Japan c. 1868-1941 (London, 1987), pp. 15-23, 53-70. Angus Maddison, Economic Growth in Japan and the USSR (London, 1969), pp. 9-34. G C. Allen, A Short Economic History of Japan, 1867-1937 (London, 1972), pp. 46-52. Para los cambios agrarios, R.P. Dore, La reforma agraria en el Japón (México, 1964), pp.19-37. W W. Rostow, The Stages of Economic Growth. A Non Comunist Manifesto (Cambridge, 1961), pp. 63-65. 17

9

A partir de la década de 1870, Suecia inició una fase de crecimiento económico sostenido y de desarrollo industrial, en la cual los cambios en el empleo de sus recursos primarios fueron fundamentales y en el que el comercio exterior funcionó como el motor del crecimiento. Sin embargo, las bases de ese proceso habían sido establecidas con anterioridad.

Hasta

mediados

del

siglo

XIX,

Suecia

era

un

país

pobre,

predominantemente agrícola -el 81 por ciento de la población económicamente activa laboraba en el campo- con un pequeño sector exportador basado en la explotación del hierro y otros minerales. Pero en la década 1850 esa realidad comenzó a cambiar; especialmente en la agricultura. El factor fundamental fue la puesta en práctica de las leyes de subdivisión de la tierra, que databan de la década de 1830, y nuevas disposiciones relativas a cercados que permitieron la formación de unidades productivas más homogéneas, así como el inicio de cultivos más eficientes e intensivos. Ello requirió de considerables inversiones con su consiguiente efecto multiplicador, lo cual determinó que el sector se transformara en usuario intensivo de capital, produciéndose un cambio profundo en el mercado laboral, en la medida en que los campesinos desplazados debieron transformarse en asalariados de una clase de nuevos agricultores, cada vez más prósperos, o emigrar a los crecientes centros urbanos en búsqueda de empleo industrial. Junto con permitir a Suecia transformarse por tres décadas en exportador de cereales (avena para el mercado londinense) y madera, ese proceso incidió decisivamente en la creación de una demanda interna que 18

contribuyó a dar origen a la producción de bienes de consumo y capital.

Es más, si

bien el desarrollo industrial hasta 1880 fue en mayor medida el resultado de una adecuada adaptación a la demanda en el mercado europeo, la transformación de la agricultura fue incuestionablemente uno de los factores más importantes en el crecimiento económico, el cual dependió no sólo de la capacidad industrial del país,

18

. Bo Sodersten, “Cien años de desarrollo económico sueco (1870-1970)”, en Magnus Blomstrom y Patricio Meller (eds.), Trayectorias divergentes. Comparación de un siglo de desarrollo económico latinoamericano y escandinavo (Santiago, 1990), pp. 29-52. Lennart Jorberg, “Structural Change and Economic Growth in Nineteenth Century Sweden", en Steven Koblik, Sweden's Development from Poverty to Affluence, 1750-1970 (Minneapolis, 1975), pp. 102-103. Rostow, pp. 62-63. 10

sino en igual grado en la capacidad de transformación del sector agrícola.

Como

resultado de esos cambios, entre 1870 y 1914 Suecia pudo multiplicar su ingreso nacional 4,1 veces y su producción industrial en 6,9, y a fines del período ocupaba el décimo segundo lugar en el ranking mundial en términos de Producto Interno Bruto 19

(PIB).

En ambos casos, la transformación sociopolítica en general, y la del agro en particular, fueron vitales para la creación de un mercado interno, para el desarrollo sostenido de las exportaciones y la industrialización. Y no fue sólo el caso de esos 20

países; muchos otros ejemplos podrían ser citados.

Aún en el caso de aquéllos que

hacia la década de 1850 ya habían alcanzado un grado apreciable de crecimiento y diversificación económica, el desentrabamiento de algunos obstáculos para el desarrollo requirió de cambios sociopolíticos profundos, en algunos casos cismáticos, que liberaron factores de producción vitales. En este sentido, se podría argumentar que ese fue hasta cierto punto también el caso de los Estados Unidos. En efecto, hacia los años 1850 la economía de ese país había alcanzado una tasa de crecimiento anual significativa y el desarrollo industrial, especialmente en el noreste, comenzaba a adquirir rasgos distintivos.

21

Sin embargo, la supervivencia en el sur de la

economía esclavista de plantación constituía un obstáculo para el pleno desarrollo de los mercados de bienes, de la tierra y laboral, la inmigración y, en cierta medida, de la modernización misma. En importante medida, el estallido de la Guerra Civil obedeció al intento por resolver definitivamente esa situación, al punto que ese conflicto ha sido descrito como aquél que “destruyó los derechos de propiedad individual de una manera que no tiene paralelo (descontando el caso del comunismo moderno) en la historia del

19

. Jorberg, pp. 103-106. Angus Maddison, Historia del desarrollo capitalista. Sus fuerzas dinámicas. Una visión comparada a largo plazo (Barcelona, 1991), Apéndice A, Cuadro A-2. 20 . Desde el punto de vista teórico, aún sigue siendo importante el estudio de Vladimir I. Lenin, The Development of Capitalism in Russia. The Process of the Formation of a Home Market for Large-Scale Industry, en Collected Works (24 vols., London, 1964), vol. III, pp. 37-39. 21 . Stuart Bruchey, Growth of the Modern American Economy (New York, 1975), pp. 39-71. 11

mundo occidental”.22 Sólo después de concluido el conflicto, y una vez que el bando triunfante impuso sus políticas con toda la fuerza derivada de su victoria, el país se consolidó en un vasto estado-nación, liberal y democrático con relación a su ideología política, y

comprometido con entusiasmo con la empresa privada en su sistema

económico, sustentado éste en la demanda masiva de un mercado urbano nacional creado por los ferrocarriles y sostenido por un creciente ingreso per cápita. Es por ello que se afirma “que Estados Unidos moderno emergió en algún momento entre 1865 y 23

la Primera Guerra Mundial”.

*

El que América Latina, y en particular Chile, no hayan logrado alcanzar niveles de desarrollo que los situaran a la altura de sus socios comerciales decimonónicos es, obviamente, un problema que trasciende el ámbito académico. Los graves problemas de inestabilidad social y política, los niveles de pobreza que empujan a la miseria y la desesperanza a millones de personas, los fuertes grados de alienación y serios déficits en términos de oportunidades educacionales, de salud, de desarrollo cultural, científico y tecnológico actuales son, en importante medida, resultado del fracaso de más de un siglo y medio en el manejo de la economía. Por muchas décadas, los historiadores contribuyeron a la búsqueda de explicaciones para dicho fracaso y, a pesar de que en los últimos cuarenta años entregaron la iniciativa en este sentido a economistas y sociólogos, el aporte de la historiografía fue importante. Cuando a comienzos de este siglo ya eran evidentes en Chile las señales de estancamiento, diversos historiadores se adentraron, sin complejos, en el estudio de este problema. Al privilegiar una opción analítica -el estudio de la política económica-, se prefiguró por muchos años el contenido de las explicaciones. Sólo desde la década 22

. R.R. Palmer & Joel Colton, A History of the Modern World (7ª edición, New York, 1992), pp. 572-574. . Ibid. Bruchey, op. cit., p. 85. La cita es de Richard D. Brown, The Transformation of American Life, 1600-1865 (New York, 1976), p. 3.

23

12

de 1940, en gran medida como resultado de la difusión del llamado “pensamiento de la CEPAL [Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas]”, se desplazó el eje analítico.

Desde entonces, y a lo largo de unos veinte años, los

estudios estuvieron centrados en los términos de las relaciones externas y sus repercusiones sobre las posibilidades de acumulación interna. Cuando a mediados de la década de 1950 el modelo de desarrollo impulsado por la CEPAL entró en crisis y sus postulados comenzaron a ser sometidos a fuertes y profundas críticas desde diversas direcciones, y llegaron a Chile los postulados de las tendencias que revisaban las tesis del marxismo "vulgar", recién entonces la mirada de algunos historiadores 24

comenzó a centrarse sobre el modo de producción vigente en los siglos XVIII y XIX.

Pero entonces ya era muy tarde; los economistas se adentraban en el análisis del pasado con un potente instrumental metodológico que hizo detenerse a los historiadores; de otra parte, la fuerza de los acontecimientos sociales y políticos fue de una violencia tal, que terminó por cerrar el escenario para ese debate. Tan importante ha sido el rol de los economistas en relación a este tema, que el libro más influyente del siglo XX sea el que terminó por convencer a generaciones de chilenos que la historia económica del país era 25

frustrado”.

la de “un caso de desarrollo

De especial importancia en este sentido resulta el Prólogo a la edición de

1973 de esa obra en el que Aníbal Pinto señaló que si algo debiese añadírsele, eran consideraciones acerca del efecto diversificador del “crecimiento hacia fuera”. En este libro se persigue abundar sobre ello y, a la vez, aportar algunos elementos nuevos acerca del por qué de la frustración. De acuerdo con el epígrafe que antecede a esta Introducción, me parece que a pesar de la extensión y profundidad del crecimiento liderado por las exportaciones, las posibilidades de desarrollo económico del país entre 1850 y 1875 fueron escasas y estuvieron bloqueadas por algunas características básicas de los sectores productivos. 24

. Gabriel Salazar, "El movimiento teórico sobre desarrollo y dependencia en Chile, 1950-1970", en NH, No. 4, 1982, sección

I. 25

. Aníbal Pinto Santa Cruz, Chile, un caso de desarrollo frustrado (3ª edición, Santiago, 1973), Prefacio. 13

Fueron la solidez y estructura interior del modo de producción vigente -en que las unidades económicas pudieron existir por siglos sin experimentar modificaciones ya sea 26

en sus características de funcionamiento o tamaño,

las que determinaron el rumbo,

intensidad y desenlace del crecimiento económico. En otras palabras, el resultado estructural de la coyuntura no dependió de la vitalidad del comercio exterior, sino de las características del régimen de producción vigente y, desde el punto de vista social, de la ausencia de un proyecto político y de un elenco social capaz de dar los pasos necesarios para su desmantelamiento. Entre 1850 y 1875 se registró en Chile una expansión económica notable. Pero a reglón seguido,

la segunda mitad de la década de 1870 registró la recesión más

profunda y prolongada de su historia como país independiente. El período expansivo redundó en el crecimiento de la producción y, en la productividad en algunos sectores de la economía; en cierto grado de diversificación productiva; en el desarrollo de la infraestructura de transportes y comunicaciones, en la creación del sistema bancario, en una importante expansión comercial y en una fuerte expansión del gasto público. Sin embargo, ello también, a la larga, reforzó los sectores productivos tradicionales y no derivó en desarrollo, si por éste se entiende la creación de un mercado interno dinámico sustentado en un ingreso por habitante de crecimiento constante, introducción de bienes nuevos, de nuevos métodos de producción, la división del trabajo extendida tanto en términos de sectores y unidades productivas, innovación constante y mejoramiento general del nivel y condiciones de vida de la 27

población.

Durante esos veinticinco años, los logros chilenos fueron, aún en términos internacionales, significativos. A manera de ejemplo, hacia 1870 el país poseía una dotación mayor de vías férreas, locomotoras y extensión de líneas telegráficas que la de Japón y ligeramente menor que Suecia, tanto en términos absolutos como por cada mil habitantes. Con relación a motores a vapor y HP, la relación era la misma que respecto 26

. Lenin, pp. 66-67. 14

de los tres factores anteriores, pero la brecha con Suecia era menor. En cuanto al valor absoluto de las exportaciones, el de Chile estaba por sobre el de Japón y al mismo nivel 28

que el de Suecia.

No está de más precisar las diferencias actuales: según el Banco

Mundial, en 1990 el PIB per cápita de Suecia era 12,2 veces y el de Japón 13,1 veces mayor que el de Chile.29

La pregunta acerca del por qué de las trayectorias tan divergentes es inevitable y válida, así como son variadas las respuestas. Una de estas pasa por el tratamiento de uno de los temas de este libro, la crisis internacional de la segunda mitad de la década Crisis 1873 de 1870 y las diversas soluciones a la misma. Como ya se ha señalado, ella fue de una profundidad y extensión sin precedentes para el país: en cuatro años el valor de las exportaciones cayó en un cuarto, lo cual hizo necesarias fuertes remesas de moneda metálica al exterior para saldar los déficits de la balanza comercial. A lo anterior siguió la crisis de la balanza de pagos que derivó en la suspensión de la amortización de la deuda externa, la reducción de la oferta de dinero y la “inconvertibilidad” de los billetes de banco.

Junto a ello se registró un deterioro en la capacidad administrativa del

Estado, con un serio resquebrajamiento de la seguridad ciudadana y una crisis política de vastas proporciones. Las causas profundas de esa depresión internacional radican tanto en la fase descendente del ciclo como en la irrupción en el mercado internacional de nuevos y más eficientes productores de materias primas y alimentos. En el caso particular de Chile, la mayor oferta de cobre y trigo desató la “caída libre” de sus precios. Ello reveló la debilidad de las bases del crecimiento registrado hasta entonces y eliminó la oferta nacional de esos productos en el mercado internacional. Sólo una vez “adquirida” la región salitrera se restableció el nexo comercial externo y el crecimiento. En otras

27

. Joseph A. Schumpeter, The Theory of Economic Development (New York & Oxford, 1961), passim. . Con datos de W.S & E.S Woytinsky, World Population and Production (New York, 1953) y World Commerce and Government (New York, 1953). 29 . World Bank, World Development Report 1992 (New York, 1992), Table I, pp. 219-219 28

15

palabras, la respuesta se dio en los marcos tradicionales. Las explicaciones para trayectorias tan disímiles pasan por la naturaleza de la reacción frente a los cambios en los mercados externos. En Japón y Suecia también el impacto de la crisis fue amplio y profundo, pero en ambos ya estaban en marcha procesos de diversificación productiva, encabezados por la industrialización, los que fueron intensificados. Ello les permitió sortear el fenómeno depresivo en forma más holgada. En Japón, fue en la década de 1870 que el Estado acometió la creación de industrias productoras de bienes de consumo y de capital, y aceleró las explotaciones mineras, privatizadas en los años 1880 y 1890, dando así origen a algunos de los "zaibatsus".

En Suecia, en los años 1870 se inició

la elaboración de productos

primarios con potencial exportable, especialmente del hierro y la madera, y se dio impulso a las industrias de ingeniería. En ese mismo período, ambos países iniciaron amplios planes de educación tecnológica, como parte de su estrategia de crecimiento 30

económico.

¿Por qué fueron tan dispares las respuestas? Ya está dicho que tanto Japón como Suecia completaron procesos de reformas sociales, políticas y económicas en el cuarto de siglo 1850-1875. En Chile no sucedió nada comparable; por el contrario, si algo ocurrió en esos planos fue un ajuste del proyecto oligárquico implementado desde 1830 sobre la base de los arreglos sociales y económicos restrictivos. La vigencia de aquel proyecto pasaba por la adecuación de las bases sociales y materiales del poder a las nuevas circunstancias, más no por su alteración. El resultado fue la mantención e incluso el refuerzo de prácticas productivas y laborales arcaicas, incompatibles con la “modernización” o el desarrollo capitalista pleno. temprano se convirtió en un factor de atraso.

En ese sentido, el éxito político Es más, se puede postular

hipotéticamente que para entonces el arreglo político de la década de 1830 se había

30

. “La fábrica de cemento Fukugawa fue vendida a los Asanos, el astillero Nagasaki a los Mitsubishis, al igual que las minas Sado, Ikuno y Takashima; el astillero Hyogo fue vendido a los Kawasakis, la fábrica de seda Tomioko y las minas de carbón Miike a los Mitsuis, las minas de cobre Ani y Annai a los Furukawas, etc”; Maddison, Economic, p. 23; nota 2. Sodersten, pp. 32-34; entre las últimas se destaca Motala-Verkstad. 16

convertido en un obstáculo para el desarrollo. ¿Por qué se dio esa situación? La respuesta en este sentido escapa al ámbito de lo meramente económico. Es aquí en donde radica la dificultad analítica desde el punto de vista

económico pues, en este caso, como en muchos otros, las limitantes al

desarrollo económico incluyen factores que están más allá del campo de su manejo 31

conceptual y metodológico.

Según Norman S. Buchanan y Howard S. Ellis “los 32

problemas realmente fundamentales del desarrollo son no-económicos”.

Por ese

camino, la historia económica pasa a ser lo que siempre debe ser: historia social.33 En esa dimensión un factor aparece como vital en la explicación del atraso económico: la estructura social y el problema del poder. Ambos estaban fuertemente ligados al sistema de tenencia de la tierra y los sistemas de control de la fuerza de trabajo correspondientes.

El grupo social dominante, la elite, no fue un grupo

compuesto exclusivamente por terratenientes, pero la propiedad de la tierra fue una de las claves del poder. El latifundio, en sus cambiantes formas, no fue exclusivamente un camino para la formación de fortunas, por lo menos hasta el auge exportador que se inició en 1850.

Su importancia en ese sentido fue limitada. Sí fue, desde el período

hispánico, por sobre todo, un símbolo de status, y control social y un camino decisivo de 34

acceso a otros ámbitos del quehacer económico y al poder político.

De allí que una

alteración del agro –como la emprendida en los países de desarrollo capitalista exitosono fuese sólo una materia de decisión puramente económica, sino que además afectara los fundamentos del orden social y político estructurado en las décadas de 1830 y 1840. Si la mantención de las estructuras tradicionales implicaba permanecer en la 31

. Una excepción en el caso de Chile es la obra de Oscar Muñoz, especialmente Chile y su industrialización. Pasado, crisis y opciones (Santiago, 1986), passim. 32 . Cf. Approaches to Economic Development (New York, 1955), p. 406. Véase también T.C. Cochran, “An Historical Approach to Economic Development", en M. M. Postam (ed.), First International Conference of Economic History Contributions (Paris, 1960), pp. 9-16. 33 . Enrique Florescano, La historia económica en América Latina (2 vols., México, 1972), vol. I, p. 201. 34 . Mario Góngora, Encomenderos y estancieros. Estudios acerca de la constitución de la sociedad aristocrática de Chile después de la conquista, 1580-1660 (Santiago, 1970), p. 231 et. seq. 17

condición de exportador de productos primarios con escaso valor agregado, ése era un precio aceptable, aunque significara hacer a un lado un componente fundamental de la modernidad capitalista: el desarrollo de los mercados de factores. Pero la decisión de la oligarquía chilena de mantener la bases del sistema económico colonial y de reorganizarlo para mantener sus vínculos con la economía europea fue entendible y, dada las características del orden económico internacional, realista. De otra parte, ello se adecuaba perfectamente con su interés económico, el que, naturalmente, igualaba con el del país. Esa era la forma de acumular riqueza de la manera más rápida y con menor riesgo posible y, de otra parte, de contribuir a reforzar y mantener la estabilidad social y política.

Para que el sistema funcionara, fue necesario introducir adecuaciones, adelantos técnicos, un discurso legitimador de cargado tinte liberal y generar un Estado dirigista que hacia las décadas de 1850 y 1860 comenzó a hacerse cada vez más autónomo del 35

grupo que lo estructuró.

El resultado en cuanto a la formación económica y social fue un híbrido, aun cuando abrió el camino a una larga transición al capitalismo. El problema radicó en que la velocidad de la transición fue escasa, en la medida en que los nexos externos si bien estimularon la producción para el mercado -y por lo tanto algún grado de cambio-, al derivarse la ganancia de la esfera del intercambio en la forma de una renta, no existió la necesidad, como la hubo en aquellos países que sí emprendieron reformas radicales de sus sistemas productivos, de revolucionar las fuerzas productivas.

En algún sentido,

con anterioridad a la Guerra del Pacífico se estructuró, en las palabras de W. A. Lewis, una “economía dual”, con dos sectores diferentes, divididos por dos culturas con diferentes leyes de desenvolvimiento, diferentes tecnologías, diferentes modelos de demanda y así sucesivamente, pero con interacción entre ellos. De una parte, existía 35

. Alfredo Jocelyn-Holt, “La crisis de 1891: civilización moderna versus modernidad desenfrenada”, en Luis Ortega (ed.), La Guerra Civil de 1891. Cien años hoy (Santiago, 1993), pp. 28-29, y Bill Albert, South America and the First World War. The Impact of the War on Brazil, Argentina, Peru and Chile (Cambridge, 1988), pp. 7-12. 18

un sector rural en el que todavía la economía era de subsistencia, con bajas rentas, con población excedente y con una productividad marginal del trabajo nula o muy baja. De otra, un sector urbano capitalista, en vías de desarrollo, con salarios que se mantenían bajos por la presión del exceso de población rural.36 Así, si bien se observan algunos cambios en la estructura socioeconómica desde fines de la década de 1840, la modernización chilena, a pesar de alguna apariencia de éxito, fue débil en su esencia. Y ello fue así pues la élite vinculada a la tierra asumió, y mantuvo hasta entrado el siglo XX, el control del proceso económico tanto en su dimensión productiva como en cuanto a su manejo a través de la política económica. Esto significó que, a pesar de que se requirieron e implementaron cambios sociales y técnicos para facilitar el desarrollo del sector exportador, al consistir éste, básicamente, en la adaptación de la producción de bienes primarios con escaso grado de elaboración para el mercado externo, la necesidad de transformar las estructuras productivas heredadas del coloniaje fue mínima.

Los cambios requeridos demandaron

innovaciones menores y, por lo tanto, la modernización productiva -que también es un fenómeno social- fue limitada y lenta. Ya fuese debido al bajo costo de la fuerza de trabajo -resultado fundamental, aunque no exclusivo, de la retribución no monetaria de gran parte de ella-, o a ventajas comparativas de variada naturaleza, la necesidad de incrementar la productividad del trabajo mediante la constante transformación de los medios de producción -uno de los rasgos más distintivos del capitalismo en los países del “centro”- no fue de ninguna manera una necesidad apremiante para el sector exportador, el “motor” del sistema económico. En ese contexto, y a pesar de algunas oportunidades de mercado reales y potenciales para productos industriales, la producción fabril tuvo un limitado espacio para desarrollarse. Los factores decisivos en esa crucial “frustración” fueron dos: en primer lugar, la ausencia de un fenómeno social con protagonistas perfectamente 36

. “Economic Development with Unlimited Supply of Labour”, en A.N. Agarwala & S.P. Singh, The Economics of 19

reconocibles que forman clases o conjuntos homogéneos de empresarios y trabadores, un grupo dispuesto a intentar la aventura de la industrialización o de cualquier otra actividad en la producción para el mercado, con manifestaciones sociales y políticas fuertes y duraderas.37 Como se puede apreciar en los capítulos III y IV, el desarrollo productivo si bien existió fue acotado, en tanto las expresiones sociales se manifestaron sólo de manera efímera. En segundo lugar, y derivado de lo anterior, eran necesarios un marco político-institucional y un proyecto político adecuado, pues la industrialización requería de la actividad del sector público en diversos planos: política económica (no sólo la comercial), legislación moderna en el ámbito de la organización de empresas y la abolición de las restricciones al libre movimiento de la fuerza de trabajo. En otras palabras, era necesario avanzar por el camino de la constitución de mercados de factores. Pero esto era intrínsecamente hostil para quienes controlaban el Estado; decisiones de esa naturaleza eran una amenaza para su poder político y su provisión 38

de su fuerza de trabajo.

En el Capítulo V quedan de manifiesto los contenidos y

alcances de las instituciones y la política económica. Ni siquiera una emergencia, como la de la crisis fiscal de la segunda mitad de la década de 1870 persuadió a los dueños del poder a considerar la posibilidad de modificar las bases del sistema. Cuando por primera vez el Congreso Nacional fue convocado a discutir la idea de establecer un modesto impuesto a la renta y otro a las herencias, cuya recaudación permitiría, entre otras cosas, continuar con la modernización de la infraestructura, se oyeron en sus salones y pasillos los ecos de la máxima de

un elocuente tribuno que diez años antes había alzado su voz para

declarar: Felices los pueblos que pueden marchar con pocas contribuciones. Para mi país deseo que la industria y la riqueza prosperen sin esos gravosos impuestos, aunque

Underdevelopment (Oxford, 1970). 37 . Jordi Maluquer, “El ascenso de la burguesía industrial: el caso catalán”, en Mario Cerutti y Menno Vellinga (eds.), Burguesías e industria en América Latina y Europa meridional (Madrid, 1989), pp. 181-201. 38 . Lewis, pp. 166-167. 20

para ello sea preciso que no parezca tan civilizado como otros que si los pagan.39 Pero aún con esas limitaciones, el sistema fue funcional para la oligarquía, pues a pesar del creciente debate y pugna socioeconómica y política -que derivó, por ejemplo, en los episodios insurreccionales de 1851 y 1859 y en los intensos debates económicos en la década de 1870-, ella no perdió el control del poder sino hasta muchas décadas más tarde. Y así, la “economía de antiguo régimen” o preindustrial, es decir aquella con una economía caracterizada por una agricultura dominada por el problema de las subsistencias, y sin medios de circulación baratos para distribuir la producción y especializar los cultivos, con la subordinación correlativa de una producción manufacturera a las materias primas y salidas abiertas o cerrada según las cosechas sean buenas o malas, y dominada por ciertos sectores artesanales con predominio del sector de bienes de consumo, mantuvo su vigencia.

40

Fue

esa

economía, la que según Fernand Braudel tuvo como rasgo primordial la coexistencia de las rigideces, inercias y torpezas de una economía aún elemental con los movimientos limitados y minoritarios, aunque vivos y poderosos, de un crecimiento moderno con los campesinos en sus pueblos, que viven de forma casi autónoma, prácticamente autárquica; por otro, una economía de mercado y un capitalismo en expansión que se extienden como una mancha de aceite, “se van forjando poco a poco y prefiguran ya este mundo en que vivimos...dos universos, dos géneros de vida que son ajenos uno al otro, y cuyas masas respectivas encuentran su explicación, sin embargo, gracias a la otra,

41

lo que perfiló los principales rasgos del sistema

económico chileno en aquel crucial período, confirmando y aún reforzando en algunos sectores su matriz colonial. Si hubo frustración del desarrollo ello no fue nada más ni nada menos que el resultado de la vitalidad social y económica y de la decisión de la élite de continuar basando el funcionamiento de su economía sobre esas bases.

39

. Diputado Vicente Sanfuentes, CD. SO., 8.VI.1868. . Ernest Labrousse, et. al., Las estructuras y los hombres (Barcelona, 1969), pp. 95-96. 41 . La dinámica del capitalismo (Santiago, 1994), pp. 11-12. En la página 21 Braudel afirma: “Y sin intercambios, no hay sociedad”. 40

21

Si ello implicaba no desarrollar el mercado, para ese grupo ello era algo plausible.

Y en esa decisión no estuvo solo.

La cuestión de la ampliación del

mercado interno ha sido un tema central en las discusiones acerca de las condiciones para el despegue industrial. Luigi Spaventa aun aceptando la validez de algunas de las críticas formuladas a los análisis de Antonio Gramsci, sostiene la importancia fundamental que la estrechez del mercado interno como consecuencia de la no realización de una “revolución agraria” tuvo en cuanto al fracaso del despegue industrial del sur de Italia. La importancia que la ampliación del mercado interno tiene como garantía en el éxito de un programa de industrialización es una cuestión de significado

político

fundamental,

pues

permite

establecer

una

condición

imprescindible para la superación del subdesarrollo: la transformación de la estructura de clase de la sociedad atrasada.

42

De allí que desde el punto de vista del desarrollo, el problema era mayor: el atraso tiene sus raíces en esa estructura dual, en la que el sector atrasado y los avanzados que emergen no coexisten, sino que son interdependientes: el sector avanzado no puede poner término al atraso de la economía global, pues no arrastra al otro sector, sino que perpetúa y profundiza su subdesarrollo.43 Pero como en la vida todo gira en torno al poder, acerca de su conquista y mantención, bien valía ser moderno sólo en apariencia y discurso, aunque fuese al costo de continuar siendo atrasado en las cuestiones mundanas de la producción y el trabajo. Es que mayoritariamente la elite ya era débil frente a la seducción de las apariencias: ya fuese de los apellidos, del dinero o de los objetos suntuarios.

42

. “Teoría económica del desarrollo e historia económica”, en Luigi Cafagna, et. al., Industrialización y subdesarrollo (Madrid, 1974), pp. 119-146. 43 . Witold Kula, “Los estudios sobre la formación del capitalismo”, en Cafagna, pp. 163-183. 22

CAPITULO I Los años fundacionales: 1817 circa. 1850. 1. Un lento y difícil comienzo. El cuarto de siglo 1848-1873 marcó la culminación de período crucial para el desarrollo del capitalismo.

Durante esos años tuvo lugar un ciclo expansivo sin

precedentes en la historia económica de la humanidad; el “gran boom victoriano”. A lo largo de esos años, el capitalismo se desarrolló fuertemente en los países del “centro” y se expandió notablemente estructurando su “periferia”, Se crearon así las bases para su impetuoso desarrollo ulterior. De allí que las naciones europeas y algunas de su periferia de entonces (que hoy exhiben los más altos niveles de desarrollo económico) pueden rastrear el aceleramiento de su tasa de crecimiento a ese período.1 Pero también, en la década de 1870, la economía internacional vivió la depresión más profunda de que se tenía registro hasta entonces. Chile vivió un período extraordinariamente fecundo en acontecimientos en todos los planos de su vida material a partir de 1850. Su sociedad se tornó más compleja con la presencia de nuevos actores, la economía experimentó auges sectoriales y transformaciones sin precedentes; y la política, un ámbito de actividad hasta entonces restringida, se tornó cada vez más competitiva en la medida en que se amplió el universo electoral.2 La conjunción de esos factores llevó a muchos protagonistas a pensar que el país había entrado en la ruta de la modernización y que esta sería completada en un breve lapso. Un destacado hombre público de la época, Marcial González, resumió el sentir de una parte importante de los sectores dirigentes con elocuentes palabras: Si volvemos la vista veinte años atrás, y observamos el camino que hemos recorrido, lo comparamos con el que en este tiempo han andado otros pueblos, no podemos menos que admirar el desarrollo extraordinario que ha tenido el nuestro en todas las esferas de su actividad, pero principalmente en las industrias y el comercio, el tráfico, los cambios, la instrucción y la riqueza 1

. Lewis, Growth, p. 29. R A. Church, The Great Victorian Boom, 1850-1873 (London, 1975). . Un análisis de las transformaciones políticas en J. Samuel Valenzuela, Democratización vía reforma: la ampliación del sufragio en Chile (Buenos Aires, 1985) passim. 2

17

tanto privadas como públicas.

Este progreso es tan notorio que no ha

menester comprobar con citas y apreciaciones históricas o estadísticas. Basta haber vivido un poco y tener algo de memoria para conocer la enorme distancia que media entre el Chile de hoy y el Chile, por ejemplo, de fines del gobierno de Bulnes.

Más que de toda otra época, es de ahí de donde

arrancan los adelantos positivos y múltiples que el país ha hecho y que bastarían para enorgullecernos si no creyéramos en la ley de la perfectibilidad y si no supiéramos que todo progreso engendra necesariamente en la sociedad otros mayores y más fecundos.3 Palabras similares a las de González no fueron extrañas en el país por aquellos días. A fines de octubre de 1872, en el Senado de la República, uno de sus miembros más influyentes se dirigió a la sala para manifestar su impresión de que el país atravesaba entonces por una etapa de gran prosperidad material e intelectual, que se habían desarrollado las industrias, la banca y que las ciudades se habían expandido.4 También en el extranjero se prodigaron generosos elogios para el desempeño del país. Uno de gran interés fue el del entonces conocido compilador estadístico Michael Mulhall, quien afirmó que Chile se “había ganado la reputación de la nación más laboriosa de Sud América”, reputación que era el resultado de una “etapa de extraordinaria prosperidad que se inició con la llegada de la navegación a vapor al Pacífico en 1840, desde cuando el crecimiento del comercio ha sido cuatro veces mayor que el de la población”.5 ¿Qué acontecimientos hicieron posible esa percepción entre los que, de diferentes maneras, dirigían por entonces el país o los comentarios de extranjeros? Pues más allá de que si sus afirmaciones eran acertadas o no, una de las constataciones más importantes en una aproximación a la historia del período 18501879, es que, hasta 1875, en el ámbito económico en Chile se vivió un ambiente de creciente optimismo, que en algunos momentos alcanzó niveles de euforia. Ese

3

. Marcial González, "Las sociedades anónimas o el crédito y la riqueza en Chile", en Anales de la Universidad de Chile, vol. XLI, 1872, p. 47. 4 . Manuel José Irarrázaval, CS. SE., 27.X.1872. 5 . The Progress of the World (London, The Irish University Press, 1880), pp. 483-484. 18

sentir tenía importantes asideros en el plano de los logros en la producción de bienes y servicios. En efecto, entre 1867 y 1875 el país experimentó importantes avances materiales: sus exportaciones e importaciones alcanzaron niveles sin precedentes, los sectores productivos tradicionales crecieron de manera significativa en tanto que se desarrollaron otros nuevos, la infraestructura de transportes y comunicaciones moderna se expandió a un ritmo acelerado, y la transformación de algunas ciudades motivó incluso a observadores extranjeros a comentar al respecto.6

En otras

palabras, los indicadores de progreso material aportaban elementos para reforzar lo que se construía en los discursos. Por otra parte, esas palabras eran acertadas cuando se referían a los orígenes temporales de la prosperidad. En efecto, lo que experimentó el país desde comienzos de la década de 1850, fue el efecto multiplicador de la expansión de la economía del Atlántico del norte.

Con anterioridad a ello, la economía del país

había funcionado, en términos generales, de acuerdo a las bases que se habían establecido durante la época de la dominación hispánica, con todo lo que ello implicaba desde los puntos de vista productivo e institucional. Mas aún, la guerra de la emancipación tuvo, al igual que en el resto de Hispanoamérica, un impacto altamente negativo, que llevó a los organizadores de la república a buscar caminos diversos para superar el estancamiento.

En ese

contexto, se registró el que tal vez fue el fenómeno social y económico más importante en la primera mitad del siglo XIX: el desarrollo y transformación de Valparaíso como la plaza comercial y financiera más importante del país, y la ciudad de mayor crecimiento.

2. El imperio de la tradición. Al comenzar su vida republicana, Chile ya era desde el punto de vista institucional y material un país atrasado. A las limitaciones que al desenvolvimiento económico había impuesto la legislación hispana, se sumó, a partir de 1812, el estado de guerra que duró prácticamente casi diez años. Las demandas generadas por el conflicto,

6

. Horace Rumbold, "Report on the Progress and General Condition of Chile", en BPP, Accounts and Papers, vol. LXXIII, 1876, passim. 19

expresadas en la formación de tropas y el desarrollo de campañas terrestres y marítimas, hizo que el gasto público aumentara significativamente, sin que hubiese una política de ingresos. Todo ello redundó en “recargo de los impuestos, nuevas cargas, exacciones arbitrarias e inorgánicas y requisiciones de todo tipo [que] solventaron el gasto y deterioraron la riqueza privada. Además, hubo destrucción de los bienes rurales, disminución del ganado e incautación de los predios de los enemigos, practicada por ambos bandos, que llevaron la pobreza a los campos y afectaron la fortuna de la aristocracia y del sector medio agrícola”.7 En la producción de bienes y servicios, el país continuó durante años siendo normado por los

códigos, leyes y reglamentos heredados de la administración

hispana; mientras que, en el ámbito de la producción, las tecnologías de productos y de procesos como las formas de organización de la fuerza de trabajo experimentaron sólo transformaciones marginales. Desde este punto de vista, puede aplicarse el concepto de “economía de antiguo régimen” al análisis del período. En cuanto a superficie efectiva, era un país considerablemente más pequeño de lo que sería a partir de 1881. Su territorio efectivo comprendía desde Copiapó por el norte hasta el río Bío-Bío por el sur, a lo cual se agregaban poblaciones que tenían características de enclaves, como lo eran Valdivia y las de la isla de Chiloé. Para 1820, cálculos recientes sugieren una población del orden de 885.000 habitantes,8 de los cuales probablemente el 90 por ciento vivía en las áreas rurales. La integración del territorio desde el punto de vista de los criterios de la modernización -"la combinación de desarrollo económico, comunicaciones eficientes y administración pública" que garantizara la presencia efectiva del Estado-9 era limitada.

En realidad, la presencia del poder público se diluía en una relación

inversamente proporcional a la distancia en que se alejaba una persona del eje Santiago-Valparaíso, con algunas excepciones como la zona en torno a Concepción. Las comunicaciones y la infraestructura de transporte estaban escasamente desarrolladas. En 1834 había dos correos mensuales entre Santiago y Concepción

7

. Sergio Villalobos, “Sugerencias para un enfoque del siglo XIX”, en Estudios Cieplan, Nº 12, 1985, p. 12. . Rolf J. Lüders, “The comparative economic performance of Chile. 1810-1995”, en Estudios de Economía, vol. XXV, Nº 2, 1998, p. 243. 9 . Hobsbawm, Bandits, p. 19. 8

20

y cuatro a Coquimbo. Un viaje por tierra entre la capital política y el río Bío-Bío podía tomar entre diez y catorce días según la estación del año en que se efectuase. Hacia el norte, la comunicación era casi exclusivamente marítima.

Incluso, el viaje

entre los dos centros de población y actividad más importantes de la república, Santiago y Valparaíso, era complejo. La pobre calidad del camino hacía del viaje una experiencia penosa para el físico de los pasajeros y causaba deterioro a cierto tipo de mercancías, y hacia la década de 1820, esta fue la ruta donde la presencia de asaltantes fue más densa.10 Respecto

de los problemas que la calidad de las rutas planteaba a los

sectores productivos, en 1835 el Ministro de Hacienda, Manuel Rengifo, en su Memoria anual al Congreso Nacional hizo un amplio diagnóstico y propuso las primeras iniciativas para acometer su superación, respecto de este problema:

La falta de medios cómodos y seguros de comunicación y transporte es otro de los impeditivos de la industria, porque siendo nuestros productos agrícolas voluminosos y de poco valor, cuando se ofrecen en las plazas donde tienen demanda, llegan ya recargados con el costo de crecidos fletes.

No será

dificultoso remover este inconveniente en las provincias del sur, si para construir canales de navegación interior se aprovechan los ríos caudalosos que las atraviesan en varias direcciones. Pero respecto de las provincias del centro y norte de la República, sólo debe pensarse por ahora en abrir carreteras que disminuyan el gasto de los transportes, y en la habilitación de nuevos puertos que aproximen el punto de embarque al lugar de la producción. Dentro de pocos meses principiará a circular la moneda de cobre que el Congreso Nacional decretó a fines del año anterior, y con su auxilio se podrán componer y conservar los caminos, pues entonces estaremos en actitud de reducir los derechos de peaje a una imposición casi imperceptible, para que los

10

. Mariano Picón-Salas y Guillermo Feliú Cruz (eds.), Imágenes de Chile. Vida y costumbres chilenas en los siglos XVIII y XIX a través de testimonios contemporáneos (Santiago, 1938), p.188 citando al viajero Proctor. 21

contribuyentes lejos de recibir gravamen, obtengan ventajas positivas por la economía y facilidad de las conducciones.11 Un relato de mediados de siglo da cuenta de las condiciones en que se hacía ese trayecto y de las características de los medios de transporte que por allí circulaban; a pesar de haber sido sometido a reparaciones y mejoras en la década de 1840, el camino entre las dos ciudades más importantes del país era deficiente y con escasas obras complementarias; tampoco es evidente un mejoramiento de los carruajes. Según Ramón Subercaseaux, Se salía de Santiago al rayar el alba y se llegaba al puerto a las seis de la tarde. Las camas y los equipajes eran llevados por mulas cargadas de almofrejes. Se almorzaba en Curacaví, en la mitad del camino, por donde ya iban los pasajeros blancos de polvo y fatigados por el calor. El retorno a Santiago tomaba más tiempo, pues había que agregar como una hora por causa de las mayores subidas de las cuestas. Desde las cimas se veía el camino haciendo dibujos por las lomas hasta que en los llanos tomaba una línea recta que se prolongaba por algunas leguas. Frecuentemente se encontraba tropas de mulas cargadas, precedidas por la yegua madrina con un cencerro atado al cuello, y dirigidas desde atrás por algunos arrieros cubiertos de polvo.

Se cruzaban también series largas

de carretas tiradas por tres yuntas de bueyes, y coches de pasajeros, de todas formas y condiciones, diligencias que eran llamadas calchonas, victorias y birlochos. Pero la forma más usada era la del coche cubierto, montado sobre ruedas muy altas, para atravesar esteros donde no había puente.12 No hay antecedentes que inviten a pensar que las condiciones de la ruta y la calidad de los medios de transporte hubiesen sido de mejor calidad en las décadas de 1820 y 1830. Muy por el contrario, los relatos de viajeros tienen como

11

. MH 1835, p. 12. . Recuerdos de ochenta años (Santiago, 1936), pp. 35 & 40-41.

12

22

denominador común la referencia a las penurias físicas que ocasionaba ese viaje.13 Entre 1820 y 1850 el país experimentó un modesto crecimiento y una gradual integración a las redes de comercio internacional que se formaban y expandían.

Es

probable que el Producto Interno Bruto (PIB) haya crecido al 2,6 por ciento anual, en tanto que las exportaciones se multiplicaron 5,2 veces.14 Todo aquello se inició a partir desde niveles de producción y de ventas al exterior muy modestos, y desde el estado “reclusión” en que se vivió durante el coloniaje y que derivó, a fines de éste, en un estado de “estabilidad económica regresiva”.15 Aunque se trata de una tesis muy debatida, algunos autores han argumentado que uno de los principales fundamentos del movimiento emancipador fue, precisamente un intento de ruptura con aquella situación; en otras palabras, que fue la voluntad de grupos de interés económico por eliminar las trabas al crecimiento económico impuestas por España lo que fatalmente condujo al rompimiento del pacto colonial.16 Ciertamente, ese planteamiento no puede explicar totalmente un movimiento tan complejo como el de la emancipación.17

Pero, sin duda esas aspiraciones

constituyeron un factor de importancia, tanto más cuando se toman en cuenta los acontecimientos que desde 1811 dieron forma y espacio a un movimiento inequívocamente independentista. En efecto, junto al primer Congreso Nacional es plausible atribuir al primer cuerpo legal relacionado con materias relacionadas con la política comercial -el Reglamento de Libre Comercio promulgado el 21 de febrero de 1811-, un claro sentido secesionista.

En él se plasmaron algunos de los

objetivos de los pocos “criollos” familiarizados con los problemas del país y con las 13

. Como nota 9, p. 186, citan al viajero Ruschenberger, “Noticias”, publicadas en RChHG, vol. XXXVI, 1920, pp. 47 y 59 14 . Lüders, pp. 243-244. Si bien el autor no indica las fuentes para la elaboración de sus series, estimo que representan un buen “orden de magnitud”. 15 . El concepto de economía reclusa en Aníbal Pinto, Chile un caso, p. 13. El de “estabilidad económica regresiva” en Pierre Vayssiere, “Au Chili: De l’economie coloniale a l’inflation. Les problemes monetaires chiliens despuis l’Independence jusqu'à la Guerre du Pacifique. 1818-1880) », en Cahier des Amériques Latines, Nº 5, 1970, pp 3-4. 16 . Fue el argumento central de Hernán Ramírez, Antecedentes económicos de la Independencia de Chile (2ª edición, Santiago, 1967), que ocasionó una fuerte réplica de Sergio Villalobos, El comercio y la crisis colonial. Un mito de la Independencia (Santiago, 1968). 17 . Alfredo Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile (Madrid, 1992), pp. 118-134. 23

nuevas tendencias del pensamiento económico. Fue el mismo sentir que había inspirado el más importante petitorio económico elevado a la consideración del Rey desde Santiago en el siglo XVIII.18 CUADRO I-1. Ingresos de aduana. (Fechas escogidas) Mes y año £ Enero 1811 2.340 Agosto 1811

5.287

Febrero 1813

18.696

Fuente: Diego Barros Arana, Historia General de Chile (16 vols., Santiago 18841902), vol. II, pp. 196-197.

El Reglamento, que abrió al comercio libre los puertos de Valdivia, Talcahuano, Valparaíso y Coquimbo, fue mucho más que un instrumento de regulación de la actividad comercial. También puede ser considerado como un intento ordenador de las perturbadas finanzas públicas, pues a través de él se esperaba lograr un superávit en la balanza comercial y mediante ello, ingresos fiscales crecientes. En este sentido, esta temprana decisión puede ser considerada como seminal, pues fueron esos dos objetivos los que dominaron la formulación de la política económica hasta el fin del período en estudio. Sólo en forma secundaria e incidental se recurrió a ella como instrumento de estímulo o protección a determinadas actividades productivas. Con relación a la política comercial, el Reglamento dejó excluidos del régimen de libre internación al alcohol, el tabaco y los naipes, quedando estos dos últimos bajo monopolio estatal. Quedaron libres de derechos de importación los libros, los mapas, las imprentas y los telares; mientras los primeros eran esenciales para el desarrollo de la educación, los últimos fueron liberados con el claro objetivo de incentivar la manufactura del cáñamo, la lana, el algodón y el lino. Tal vez el único elemento protector de esa legislación fue la prohibición a la internación de sombreros, artículo elaborado por el artesanado. Con relación a las exportaciones,

18

. Manuel de Salas, “Representación hecha al Ministro de Hacienda don Diego de Gardoqui por el Síndico del Real Consulado de Santiago sobre el estado de la agricultura, industria y comercio del Reino de Chile en 1796”, en Escritos de Manuel de Salas y documentos relativos a él y su familia (3 vols., Santiago, 1910), vol. II., pp. 151-189. 24

las únicas restricciones fueron determinadas por el peso de los preceptos mercantilistas y la difícil coyuntura política, y se refirieron a las de oro y plata amonedada o en estado mineral. El Artículo 21, estableció que: “Los habitantes del país podrán comerciar por sí mismos con todos los puertos extranjeros del mundo, pertenecientes a naciones aliadas o neutrales”. Esta última disposición fue, tal vez, la de mayor trascendencia en ese cuerpo legal, pues abrió posibilidades para que los productores nacionales colocaran sus bienes en diversos

mercados e hizo posible el acceso al país de bienes

manufacturados que hasta entonces era sólo obtenido a través del contrabando. También fue instrumental en la adquisición de servicios e instrumentos que permitieron una mayor fluidez en las transacciones tanto internas como internacionales; la letra de cambio y las “libranzas”, son tal vez el mejor ejemplo.19 Muy pronto el tráfico que se estableció con la entrada en vigencia del Reglamento pasó a ser una fuente de ingresos crucial para un gobierno que enfrentaba los grandes desafíos de construir el Estado y mantener fuerzas armadas bien equipadas y eficientes requeridas con urgencia para proteger la autonomía recién lograda. Los esfuerzos aperturistas fueron interrumpidos por la reconquista hispana, pero sus resultados, y especialmente las oportunidades que crearon no fueron olvidadas ni por los comerciantes, ni por los productores o los futuros gobernantes; grupos que, después de todo, tenían una composición social similar e intereses económicos semejantes. El que los españoles hayan derogado el Reglamento y restablecido el monopolio comercial inmediatamente después de haber retomado el control políticomilitar del país en el mes de Octubre de 1814, indica que el problema comercial se había situado al centro de la disputa metrópoli-colonia. Tanto es así que, cuando en febrero de 1817 las fuerzas militares y la administración hispana comenzaron a ser expulsadas del centro del país, se decretó la reapertura de los puertos sólo días después de haber sido liberado Santiago por las fuerzas argentino-chilenas del Ejército Libertador.

19

. Fernando Silva, “Notas sobre la evolución empresarial chilena en el siglo XIX”, en VV. AA., Empresa Privada (Valparaíso, s/f), pp. 74-103. 25

Con las finanzas públicas en un

virtual estado de colapso,

el apremio

impuesto por las demandas de recursos con los cuales financiar las campañas militares que asegurasen la independencia y la estructuración de una administración pública básica capaz de organizar políticamente al país y de mantener el orden público, se hizo necesaria la adopción de medidas que estimularan la deprimida actividad económica. Pero también era imperioso crear condiciones políticas internacionales para el desarrollo de la nación, y ello demandaba de un esfuerzo bélico insoslayable y perentorio: expulsar a los españoles del Perú y establecer el dominio marítimo chileno; según el recuento de un Ministro de Hacienda unos años más tarde, se necesitaba “despachar la escuadra en busca de las fuerzas españolas, a defender el dominio del Pacífico, sin el cual no podemos llamarnos independientes de España, y dar un eficaz auxilio al Libertador de Colombia, próximo a serlo de Perú”.20 Todo ello a pesar de que se “pasaba en esos días por una crisis penosa y compleja que con razón alarmaba a la gran mayoría del país. Cuando se había creído que el afianzamiento de la independencia iba a abrir inmediatamente una era de riqueza y de prosperidad, Chile se encontraba más pobre que en 1810”.21 Lo que el país cosechaba, a comienzos de la década de 1820, era

el

resultado de siete años de convulsiones políticas y militares; junto con crear destrucción e incertidumbre, la guerra independentista había descapitalizado al país, trastornado las poblaciones rurales, ya fuese por el efecto del reclutamiento forzoso dispuesto por los bandos beligerantes, o simplemente por la fuga de aquellos que deseaban evitar aquél procedimiento.

A ello debía agregarse el efecto de las

contribuciones extraordinarias impuestas por ambas partes durante la guerra, que habían abrumado la economía rural del valle central.22 No era más favorable la situación del comercio; la interrupción del tráfico comercial con el Perú –el único mercado externo significativo- había reducido en forma extraordinaria las

20

. MH 1824, p. 9 . Una descripción del panorama fiscal de aquellos días en Barros Arana, vol. XII, p. 365 et. seq. 22 . Esta no era una situación única de Chile. Para el resto de Hispanoamérica Tulio Halperín, Historia Contemporánea de América Latina (13ª edición, Madrid, 1993), Primera parte. 21

26

exportaciones de trigo y otros productos agropecuarios, mientras que el flujo de las importaciones comenzaba a aumentar rápidamente. Las interrogantes que circulaban en los ámbitos del poder eran múltiples, como también lo eran en los ámbitos del comercio y de la producción.

Los

problemas de la naciente república, originados en el profundo vacío social, político y económico que generó el proceso de la independencia, fueron expuestos de manera diáfana por el Ministro de Hacienda

Diego José Benavente en 1824 ante el

Congreso Nacional, y decían relación con La imposibilidad de sacar recursos en un país sin comercio, sin industria, sin crédito, sin cosechas en cuatro años consecutivos, y es preciso decirlo, bastantemente [sic] cansado...23 El desafío era mayor, pues había que organizar las finanzas públicas, el régimen de comercio exterior y la defensa y administración del Estado, además de asegurar la independencia que sólo lo estaba hasta el río Bío-Bío. A pesar de que los trece años siguientes a la expulsión de los españoles del centro del país aparecen dominados por la inestabilidad política, período al cual la historiografía conservadora denominó “la anarquía”, y cierto grado de desorden administrativo, la legislación financiera y la comercial sugieren que el desafío fue encarado tempranamente y que las respuestas generaron oportunidades y continuidad.

Con respecto a las medidas financieras, una vez organizado el

gobierno nacional se establecieron impuestos de vigencia anual destinados a generar un ingreso compatible con las necesidades públicas: uno de ellos gravó mensualmente a las grandes fortunas; otro se aplicó a las rentas de los empleados públicos en escala progresiva de 2 a 25 por ciento; un tercero, de 1 por ciento, se aplicó al valor de la propiedad agrícola.

En cuanto al comercio exterior, se

establecieron impuestos ad valorem a las manufacturas extranjeras, a las exportaciones y derechos de navegación.24

23

. MH 1824, p. 9. . Los textos de las leyes en Ricardo Anguita, Leyes promulgadas en Chile desde 1810 hasta el 1 de junio de 1912 (5 vols., Santiago, 1912), vol. I, pp. 25-52. 24

27

2. Génesis de una política comercial de largo aliento y el primer auge de Valparaíso. Fue en el sector del comercio exterior en que en forma temprana se comenzaron a implementar disposiciones reglamentarias que estaban

destinadas a tener una

amplia trascendencia. Su impacto mayor se registró en Valparaíso, el que hasta 1810, en la prosa hiperbólica de Benjamín Vicuña Mackenna, “como pueblo no era sino una aldea de míseros pescadores, al paso que como puerto de mar, apenas albergaba un grupo de galpones de madera en que los monopolistas de Lima acopiaban cada verano la escasa mies de la indolencia colonial”.25 La reapertura de los puertos y la recuperación de los intercambios internacionales

hicieron que hacia fines de 1817 y comienzos de 1818 naves

extranjeras -especialmente británicas y estadounidenses- arribaran en considerable número y con una amplia oferta de productos manufacturados, los que una vez desembarcados daban paso a una oferta ampliada de tonelaje

para embarcar

productos chilenos.26 Para un país sin marina mercante esto fue crucial, y fueron esas naves las que reiniciaron el transporte de trigo al Perú, a pesar de la ocupación española, y llevaron productos chilenos a destinaciones nuevas, tanto en el Atlántico como en el Pacífico. Pero también su presencia generó agudas dificultades.27 Enfrentados a una verdadera avalancha de veleros, los comerciantes de Valparaíso experimentaron problemas derivados de la sobre-oferta de bienes, a tal punto que en un momento recurrieron al gobierno solicitando alguna forma de regulación de las importaciones, pues calculaban “en más de siete millones de pesos el valor de lo importado”, y agregaban que “...nuestro país, en el presente estado de cosas no puede digerir tal cantidad de alimento”.28 En efecto, al igual que en la 25

. Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de Valparaíso. Crónica política, comercial y pintoresca de la ciudad y de su puerto. Desde su descubrimiento hasta nuestros días, 1536-1868 (Valparaíso, 1869), Dedicatoria. 26 . Charles Centner, "Relaciones comerciales de Gran Bretaña con Chile, 1810-1833", en RChHG, Nº 103, 1943, pp. 97-107. Domingo Amunátegüi Solar, "Origen del comercio inglés en Chile", en RChHG, Nº 103, 1943, pp. 83-95. Eugenio Pereira, "Un comerciante norteamericano en nuestras costas: Samuel Hill y sus viajes, 1815-1822", en RChHG, Nº 84, 1935, pp. 390-416; del mismo autor "Jacques Antoine Moerenhout y el comercio de perlas en Valparaíso", en RChHG, Nº 118, 1951, pp. 5-21. 27 . Barros Arana., vol. XII, p. 366. 28 . Carlos E. Bladh, La República de Chile, 1821-1828 (Santiago, 1951), p. 29; cita un periódico de 28

mayoría de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, el pequeño mercado chileno rápidamente se saturó de mercancías importadas, experimentó fuertes caídas de precios, y una masiva exportación de oro y plata para cubrir los saldos negativos de la balanza comercial, lo que resultó en un deterioro de la limitada actividad comercial doméstica.

La reacción a esa situación adquirió variadas formas, e incidió

directamente en la implementación de decisiones relativas al comercio exterior más elaboradas, las que tuvieron una significativa importancia financiera y se mantuvieron en el tiempo. Así por ejemplo, dado que la presencia española en Perú confería alto riesgo al tráfico con ese país y, por lo tanto, su volumen estaba lejos de “establecer una corriente comercial”, la necesidad de generar recursos con los cuales sostener las crecientes importaciones y financiar las actividades públicas motivaron una decisión estratégica. En búsqueda de una solución que restableciera las exportaciones agropecuarias en forma permanente, se generó “el pensamiento de llevar a cabo la expedición libertadora del Perú, [que] fue aceptado generalmente en Chile no sólo por un móvil de orgullo patriótico o como un medio de afianzar la independencia, sino, y esto muy principalmente, con la esperanza de recuperar un mercado sin el cual la industria chilena marchaba en aquellas condiciones y circunstancias, a un abatimiento seguro de que debía resultar más tarde o más temprano una completa ruina”.29 Pero los esfuerzos públicos no se limitaron a conseguir la reapertura de aquel mercado histórico. Aprovechando las ventajas derivadas de la mayor disponibilidad de navíos y bienes, los comerciantes de Valparaíso establecieron vínculos más permanentes con plazas comerciales a través de la región circumpacífica, la costa atlántica de América y las provincias transandinas de Cuyo y San Juan. A todas ellas, junto con ser enviadas las manufacturas en tránsito, comenzaron a ser despachados productos agropecuarios y mineros nacionales.

Valparaíso. 29 . Barros Arana, vol. XII, pp. 365-368, en donde describe la actividad comercial. El impacto de la presencia comercial británica en Hispanoamérica, en D.C.M. Platt, Latin America and British Trade, 1806-1914 (London, 1914), capítulos II y III. 29

Con el nuevo escenario comercial definido, las autoridades buscaron maximizar las ventajas que éste ofrecía; con tal objeto tempranamente concibieron el proyecto de establecer en Valparaíso bodegas de depósito para mercancías extranjeras en tránsito o simplemente mantenidas allí a la espera de precios más favorables en los diversos mercados. Dado que la afluencia de mercancías continuó durante el resto de 1818 y aumentó en los dos años siguientes, en Septiembre de 1820 se promulgó una ley según la cual se establecían en Valparaíso almacenes de depósito para mercancías para la importación o en tránsito sin límite de tiempo y con una tarifa de dos reales por semestre por “tercio, bulto, o pieza de dos quintales de peso bruto” pagadera al momento de su retiro, estando garantizadas la satisfacción del propietario al momento de retiro de sus bienes y la inviolabilidad del depósito; nacía entonces el primer entrepot para la ribera del Pacífico sur-occidental.30 Sin embargo, a pesar del potencial favorable de la coyuntura, ya fuese debido a las carencias del novel sector público, al estado de guerra aún imperante en los países del norte o por las propias limitaciones de los comerciantes, los beneficios que se esperaban de las nuevas disposiciones comerciales no se materializaron rápidamente.31

Esto era muy grave dadas las crecientes necesidades financieras

públicas y determinaron la activación del contrabando hacia el Perú, como la única forma de reducir la oferta en el mercado interno. El contrabando de manufacturas extranjeras, una institución no desconocida,32 se complementó con envíos de trigo, harina y frutas secas nacionales con el silencio cómplice de las autoridades. Ese tráfico adquirió significativas dimensiones; a comienzos de 1821 se registró en Callao, en una semana, la recalada de ocho veleros británicos y estadounidenses que registraban como último puerto a Valparaíso, los que desembarcaron no sólo manufacturas, sino también trigo chileno por valor superior a £5.000.33

30

. Anguita, vol. I., pp. 67-69, contiene el texto de la ley. . Daniel Martner, Estudio de política comercial de Chile e historia económica (2 vols., Santiago, 1923), vol. I, p. 149. 32 . Sergio Villalobos, Comercio y contrabando en el Río de la Plata y Chile, 1700-1811 (Buenos Aires, 1965), passim. 33 . Luis Uribe, Nuestra marina mercante, 1810-1904. Reseña histórica (Valparaíso, 1904), p. 21. 31

30

Ese estado de cosas se mantuvo hasta el mes de Julio de 1822 cuando los españoles fueron desalojados de Lima por las fuerzas argentino-chilenas y, tal como había ocurrido en Valparaíso a comienzos de 1817, una verdadera avalancha de veleros se precipitó sobre Callao. Con ello se recuperó el mercado peruano para los productos chilenos. La nueva situación inaugurada por la liberación del Perú fue bien aprovechada por las autoridades chilenas, que esta vez procedieron con mayor rapidez y expedición que en 1820. A través del Reglamento de Aduanas de 1822, Valparaíso fue instituido como puerto libre y se estimuló su función de entrepot mediante la abolición del tiempo máximo de almacenaje y el límite en cuanto a peso de los bultos almacenados, el permiso de transferencia de mercancías a “depósitos flotantes”, y la autorización para que cualquier persona instalase pontones con ese objeto.34 Esas disposiciones fueron modificadas en 1823, cuando el propio gobierno estableció bodegas para depósito en donde las mercancías podían ser depositadas hasta por ocho meses, con una tarifa de dos reales por bulto. Al mismo tiempo, los productos provenientes de Cuyo y San Juan fueron declarados libres de derechos de importación en reciprocidad a lo establecido por el gobierno trasandino. Según el Ministro de Hacienda, Diego José Benavente, la primera medida se tomaba exclusivamente por razones de tipo financiero, con el fin de evitar abusos en la recolección de impuestos por bienes reembarcados, en tanto la segunda como una forma de estimular el intercambio y desarrollar las relaciones entre ambas regiones.35 A través de ese conjunto de disposiciones, se sentaron las bases para el primer auge mercantil de la ciudad después de una fase de agudas dificultades causadas por por las malas cosechas, por las oscilaciones de la guerra, ó por la corrupción de los empleados y el empeño de los contrabandistas. Ya no se podrá dudar de esta verdad... las aduanas no darán este año la mitad de lo que produjeron en los pasados. Mil causas, es cierto, se han juntado sumamente 34

. Anguita, vol. I., pp. 83-84, y 92-94. . MH 1824, p. 5. Un análisis global del funcionamiento del "entrepot" en Jacqueline Garreaud, "La formación de un mercado de tránsito, Valparaíso 1817-1848", en Nueva Historia, No. 11, 1984, pp. 157-194.

35

31

extrañas, pero no son raras en pueblos revolucionados, en guerra activa y apenas naciendo para el comercio; en gobiernos nuevos y marchando a tientas por la difícil ciencia de mandar. El reglamento de 1822, las causas que lo dictaron y sus consecuencias, han causado males que no se conocen por la generalidad.36 En 1824 se promulgaron disposiciones con relación al depósito de mercancías, tendientes a establecer un control gubernamental más eficiente sobre las bodegas y la actividad comercial en general. Las más importantes fueron el establecimiento de un tiempo máximo de depósito de ocho meses, con las mismas tarifas anteriores, y el establecimiento de almacenes francos en tierra.

Desde

entonces y hasta 1830 la legislación se mantuvo sin modificaciones de importancia y el sistema se convirtió en la principal fuente de ingresos fiscales corrientes. El establecimiento y paulatina consolidación de Valparaíso como entrepôt contribuyó, en importante medida, a aliviar las difíciles circunstancias por las que atravesaban los sectores públicos y privados, aunque sin llegar a constituir una solución definitiva. Para el sector público, se constituyó en una fuente de ingresos urgentemente requerida, pues las cuentas para 1824 mostraban un abultado déficit fiscal (261,9 por ciento), ya que mientras el presupuesto de gastos alcanzó a £458.224,9, el de ingresos se componía de la siguiente manera

CUADRO I-2. Presupuesto de ingresos para 1824 (en libras esterlinas) Diezmos 45.807,3 Cuerambre [sic], carnes muertas, etc. 3.724,8 Papel sellado y bulas 2.346,2 Temporalidades 100,9 Aduana de Santiago 59.182,8 Aduana de Valparaíso 63.740,8 Total 174.902,7 Fuente: MH 1824, Anexos 1 y 2.

La señal que emanaba de esas precarias cuentas era clara para las autoridades; 70,28 por ciento del ingreso presupuestado provenía de las Aduanas, y el 51,9 por ciento del ingreso generado por éstas lo era por la de Valparaíso, cuyo ingreso daba cuenta del 36,44 por ciento del total recaudado por el fisco. 36

. MH 1824, pp. 6-7. 32

Para el sector privado, en tanto, Valparaíso abrió oportunidades para la colocación de productos nacionales en nuevos mercados, expandiéndose así el limitado comercio existente hasta entonces. Ello hizo que, paulatinamente, el puerto se convirtiera en una de las más importantes plazas comerciales del Pacífico suroccidental, en su calidad de redistribuidora de manufacturas europeas y norteamericanas, de productos de Centro y Sud América y exportadora de “frutos del país”: cereales, frutas secas, cueros, ganado y minerales. Estos productos fueron enviados a lugares tan diversos como Europa, Nueva Inglaterra, el Río de la Plata, Brasil, California, Centro América, México, India, China, Australia, Nueva Zelanda y la Micronesia. Todo ello demandó un aumento sustancial en el número de bodegas y un mejoramiento constante en la calidad de los servicios provistos por ellas.37 Esos resultados hicieron evidente a gobernantes, comerciantes y productores las ventajas de una vinculación externa basada en una política y reglas claras y estables; con ello se incentivaron las hasta entonces deprimidas actividades productivas, las exportaciones

y se generaron recursos para financiar las

importaciones y el Estado en estructuración. La nueva condición de Valparaíso fue objeto de comentarios por parte de diversos viajeros que legaron testimonios de su paso por el puerto. Su situación geográfica le había convertido en el lugar ideal para las funciones de entrepot, pues el puerto era “...el primero en ser visitado por las naves que llega[ba]n del Cabo de Hornos y el último en que sé deten[ía]n aquellas que con destino al sur [Europa vía Estrecho de Magallanes]”.38 Los mercados más significativos para los productores nacionales eran los más cercanos, y la actividad más lucrativa la redistribución hacia los puertos “intermedios” -aquellos situados entre Valparaíso y Callao-, mientras que los envíos a los mercados del sur y Alto Perú y norte de Chile, constituían otro activo circuito.

37

. Un ejemplo, aunque un poco más tardío de su funcionamiento en Leopoldo Benavides, "Relaciones comerciales de Chile con México y Centro América (1844-1880)", en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, No. 79, 1968, pp. 206-211. 38 . Bladh, p. 7. 33

Gráfico I-1. Total ingresos de aduana y de la aduana de Valparaíso, 1825-1829 (en libras esterlinas). 250000

200000

150000

100000

50000

0 1825

1826

1827 Total aduanas

1828

1829

Aduana Valparaíso

Fuente: MH 1824-1829, Anexos 1 y 2. La columna “Total aduanas” incluye a la de Valparaíso.

La diversidad de rutas que convergían en el puerto y el que por allí se hicieran “...todas las exportaciones de la zona central y se descarga[ra]n todos los productos destinados a satisfacer la demanda de productos extranjeros en la capital y el interland”, explicaban la gran variedad de bienes depositados en bodegas y almacenes. De los puertos del norte se recibía ...cocoa, sombreros de paja, pastillas, cigarros, pieles, lanas, pisco, maíz, índigo, alimentos, drogas, sal, salitre, oro y plata. De los puertos del norte de Chile, lingotes de cobre, barras de plata, cueros, charqui y frutas secas. Del sur de Chile, trigo, troncos, mástiles, madera, vino, licores, caballos, burros, mulas, charqui, sebo, jabón y choros (una especie de concha comestible)[sic].

De

Buenos Aires, Paraguay y Río Grande, yerba mate y tabaco; del centro y norte del Brasil, café y azúcar.

De los Estados Unidos, muebles, tocuyo, harina,

jamones, carne salada, tocino, planchas de cobre, jabón, alquitrán, velas, galletas, gin, ron, arroz, cidra, tabaco y cigarros. De Inglaterra, vinos, gin y licores, lino, telas de algodón, buenas alfombras, medias de seda, sombreros, drogas, papel, vidrio, porcelana, hierro y acero y diversos artículos fabricados

34

con este metal como armas, clavos, herramientas, arados, etc., como también pólvora, instrumentos, carnes saladas, tocino, pescados, mantequilla, cuerdas, velas para buques, tinturas, alquitrán y otros. De España, acero de Mondragón, hierro de Vizcaya, seda, aceite de oliva, vino de Cataluña, Jerez y Málaga, licores y papel. Francia, Holanda y los puertos alemanes env[iaba]n franelas delgadas, sedas, espejos, vidrio, porcelana, vestuario, calzado, joyas (algunas auténticas y muchas falsas), lino, manteles, colchas, pinturas, licores, vino, coñac, gin, aceite de oliva, encajes, bordados, bronce, relojes, armas de fuego, pólvora, muebles, navajas, perfumes, carnes envasadas, etc. De Italia fideos, higos, aceite de oliva, alimentos envasados, azufre, cera y drogas [eran] frecuentemente recibidas. Entre las mercancías recibidas de Asia y Oceanía destacaban el té, las especies y las cerámicas; el tráfico desde y hacia esas zonas era intenso, como también aquel “... con las islas de la Sociedad, en donde un comerciante inglés establecido en Valparaíso, Mr. Cummings, controla[ba] dos islas, a las cuales envia[ba] anualmente un cargamento de alimentos y manufacturas en un navío de cuarenta toneladas, que retorna[ba] con un cargamento completo de perlas, conchas y madre-perlas”.39 Las operaciones de los comerciantes establecidos en

Valparaíso eran

relativamente simples, aunque no exentas de riesgo. Una casa comercial tomaba a comisión mercancías consignadas por uno o varios productores, o socio extranjero; un buque era despachado y a su arribo los bienes eran depositados en un almacén público o privado.

Completadas las formalidades burocráticas y desaduanizadas

las mercancías, comenzaban las ventas, de las que, naturalmente, se llevaba una cuenta. El envío de dinero a los productores o socios se hacía con la mayor regularidad posible, a pesar de que los problemas surgidos en las cobranzas eran algunas veces agudos.

La mayor parte de esas casas comerciales fueron al

comienzo nacionales, pero a mediados de la década de 1820 comenzaron a instalarse algunas que eran parte de otras mayores con base en los grandes centros

39

. Ibid., pp. 8, 11-13 y 14. Las Memorias anuales del Ministro de Hacienda contienen una detallada relación de las mercancías internadas a y despachadas desde Valparaíso. 35

comerciales europeos; todas establecieron socios o agentes en diversos puertos del Pacífico y a través de ellos mantenían alguna información acerca del estado de los mercados, como también sobre la solvencia de los potenciales clientes. El término de una operación, es decir cuando el último pago era remitido a los consignatarios, demandaba un tiempo promedio de dieciocho meses.40 A fines de la década de 1820, algunos de esos establecimientos ya habían establecido una red de vínculos más o menos permanentes y un flujo no sólo de mercancías, sino también de información comercial. Ello, como se ha señalado, jugó un rol crucial en la recuperación de las actividades comerciales y productivas nacionales; pero también ese comercio generó ingresos que contribuyeron significativamente al financiamiento de las crecientes importaciones de artículos manufacturados de algunos sectores sociales que ya comenzaban a vivir “...de una manera lujosa y opulenta, por lo cual se [podía] contar a Chile como un buen mercado consumidor”.41 María Graham dejó un fiel testimonio de lo que implicaban las operaciones de los comerciantes extranjeros, como también acerca de la demanda: Las tiendas nacionales si bien pequeñas, las encuentro generalmente más aseadas que las de la América portuguesa.

En ellas se encuentran

generalmente las sederías de China, Francia e Italia, los algodones de colores de la Gran Bretaña, los rosarios, amuletos y vidrios de Alemania. Los artículos del país rara vez se compran en las tiendas, porque los pocos que se fabrican son para el consumo doméstico.

Las tiendas francesas contienen una

variedad de la misma clase de artículos, y hay una modista francesa muy pasable. Las tiendas inglesas son las más numerosas. La mercería, la loza y los géneros de lana y algodón, son naturalmente los artículos principales. Es divertido observar la ingenuidad con que los artistas de Birmingham se han amoldado a los rudimentarios gustos transatlánticos. Los santos de bulto, las 40

. La descripción de las operaciones está basado en BW, Articles of Partnership; Balfour, Willamson & Co., 11.VI.1851. Los mejores estudios son los de Juan E. Vargas y Gerardo Martínez, “José Tomás Ramos Font: una fortuna chilena del siglo XIX”, en Historia, Nº 17, 1983; Eduardo Cavieres, "Estructura y funcionamiento de las sociedades comerciales de Valparaíso durante el siglo XIX (1820-1880)", en Cuadernos de Historia, No. 4, 1984, pp. 61-86, y su Comercio chileno y comerciantes ingleses 1820-1880: un ciclo de historia económica (Valparaíso, 1988), Capítulo, II. 41 . Bladh, p. 30. 36

vistosas tabaqueras de oropel, los adornos de lujo, lo hacen a uno sonreír cuando los compara con la elegante sencillez que tienen estas cosas en Europa. Los alemanes proporcionan la mayor parte de la cristalería de uso corriente, que es de mala calidad; pero lo mismo que los espejitos alemanes que se compran principalmente como ofrendas votivas en las capillas, responden suficientemente a las necesidades del consumo chileno ; los abalorios, peines, juguetes y perfumes ordinarios se encuentran también en las tiendas alemanas. Hay establecidos aquí algunos artesanos alemanes y se hace notar principalmente un herrero mariscal, un tal Freit... En todas la calles se ven colgando las muestras de sastres, zapateros, talabarteros y posaderos ingleses ; y la preponderancia del idioma inglés, sobre todas las demás lenguas que se hablan en la calle, lo harían a uno creerse en una ciudad de la costa inglesa. Los norteamericanos contribuyeron en gran parte a esto: sus artículos que consisten en materiales corrientes, harina, galletas y provisiones navales, los hacen necesariamente pasar ocupados más que cualquier otra gente.

Los

artículos más elegantes de París y Londres se despachan generalmente sin abrirlos para Santiago, donde es naturalmente mayor la demanda de artículos de puro lujo. Es asombroso el número de pianos importados de Inglaterra. Casi no hay casa en que no haya uno...42 La nueva actividad comercial contribuyó a transformar a Valparaíso de pequeña caleta en “...el centro comercial del país, en el cual la opulencia había crecido rápido, y la población que en 1821 era de sólo 12.000 habitantes alcanza[ba] en 1828 a 20.000”.43 El aumento de población y el mejoramiento en las condiciones de vida estaban relacionados con “el volumen del comercio y la navegación y de los derechos pagados por las mercancías en tránsito, aquellas en depósito y otras, y las grandes sumas de capital en circulación como resultado del nuevo comercio.44

42

. Maria Graham, Journal of a Residence in Chile during the Year 1822 (New York, 1969), p. 191. . Bladh, p. 7.7. 44 . Jacques A. Moerenhout, "Visión de Valparaíso en 1828", en RChHG, No. 118, 1951, p. 24. 43

37

El advenimiento en 1830 del régimen conservador derivó en un tratamiento más ágil y flexible de los almacenes de depósito de Valparaíso; ello es explicable, en la medida en que un número importante de sus líderes estaban vinculados directamente a las actividades comerciales de ese puerto, entre ellos Diego Portales. En 1833, el Ministerio de Hacienda promulgó disposiciones de acuerdo con las cuales el tiempo máximo de depósito se extendió a tres años y se estableció un tarifado ad valorem de tres por ciento el primer año, dos el segundo y uno el tercero. El pago de los derechos de almacenaje se hacía efectivo al momento de ser retiradas las mercancías y la renovación del depósito por otros tres años podía hacerse efectiva una vez que los derechos anteriores eran cancelados. Finalmente, el establecimiento de almacenes pasó a ser de libre iniciativa.45 Consolidado Valparaíso en su condición de entrepôt y con el comienzo de la estabilización de la vida política del país, en los años 1830 comenzaron a aparecer los primeros problemas. Su monopolio como centro redistribuidor para el Pacífico sur-occidental comenzó a ser s0eriamente desafiado por la competencia de otros puertos de la costa sudamericana; especialmente del Callao, desde 1832. En ese año, el gobierno peruano promulgó legislación tendiente a transformar aquel puerto en centro de depósito y redistribución de mercancías y, con el fin de desplazar a Valparaíso de esa condición, una cláusula fijó un impuesto de 80 por ciento a las mercancías europeas cuyo último puerto no fuese uno de ese continente. Ello derivó en que muchos veleros retornaran a Valparaíso con sus cargamentos.46 Comenzaba así una “guerra comercial” que contribuiría significativamente al estallido de la guerra real en 1837. Medidas adicionales, implementadas por el gobierno peruano en 1834 incluyeron un impuesto especial de tres pesos por fanega al trigo chileno, que hasta entonces pagaba sólo 50 centavos. Ello motivó la respuesta del gobierno chileno en la forma de un impuesto adicional al azúcar del Perú, con lo que la tensión aumentó significativamente y sólo fue conjurada, temporalmente, con la firma de un tratado comercial entre ambas naciones en 1835. Este consultaba la derogación de todos

45

. Martner, vol. I, pp. 161-162. . Ibid., p. 158.

46

38

los impuestos al comercio entre ambos puertos establecidos hasta entonces.47 Sin embargo, el golpe militar del Mariscal Andrés de Santa Cruz ese mismo año, redundó en el desconocimiento del tratado por parte del Perú y, sólo después de la victoria de las fuerzas chilenas en 1839, el orden comercial entre ambos países fue revertido a lo dispuesto por el acuerdo de 1835. Con ello, Valparaíso recuperó su condición de principal centro comercial

del área.

Más aún, los auspiciosos

resultados del sistema de transacciones

-estructurado desde comienzos de la

década de 1820- confirmaron a éste como uno de los supuestos más importantes del orden económico y financiero. Sobre ellos se iniciaría la gradual transformación y modernización de algunos sectores de la producción de bienes y servicios del país. Fue en ese marco de actividades que Valparaíso comenzó a transformarse en ciudad.

Sin embargo, para el viajero que llegaba al principal puerto –“caserío

desaseado y repugnante que vieron los primeros extranjeros llegados después de iniciarse la revolución”-, la impresión “al contemplarlo por primera vez”, era muy desfavorable.48 María Graham lo vio como un poblado alargado cruzado tan sólo por una calle importante; algunos buenos edificios habían sido construidos desde los primeros años de la década de 1820, hacia el mar en el costado norte de la plaza, entre los cuales se destacaba el “perteneciente a un comerciante inglés, Mr. Waddington”. Más allá de aquellas nuevas edificaciones, la larga calle terminaba en un mercado de insignificante apariencia, el que estaba rodeado de tiendas atestadas de “productos de la industria europea”; estas se alternaban con “grandes bodegas de casas comerciales británicas de primer rango y con las tabernas de los marineros”. Las casas habitación eran en general estrechas e incómodas y su construcción “anticuada, en las que el piso sólo raramente estaba cubierto de tablas limpias, pues por lo general era de ladrillos polvorientos o consistía simplemente de tierra apisonada”.49

47

. Ibid., p. 158 y 180-181. Sergio Sepúlveda, "El trigo chileno en el mercado mundial", en Informaciones Geográficas, No. 6, 1956, pp. 34-36. 48 . Eduard Poeppig, Un testigo de la alborada de Chile, 1826-1829 (Santiago, 1960), p. 65. 49 . Graham, p. 115. Bladh, p. 18. 39

Pero no escapó a los agudos ojos de los viajeros el cambio que, por el lado del consumo se comenzaba a operar. Atribuido por algunos al “estímulo moral” dado por la Independencia y, naturalmente, al desarrollo del comercio internacional, cambiaban las manifestaciones más evidentes de la vida diaria y también las características fundamentales de la ciudad que eran lo limitado de sus atracciones y de su arquitectura: “la llamada catedral, un edificio de dos pisos parecido a una bodega, pequeño e irregular, hecho de barro...las casas privadas de las clases acomodadas...edificadas en el estilo del sur de España, casi todas de un piso” y con escasas comodidades. Hasta entonces las casas “de familia” tenían “a veces un juego de incómodos muebles y las paredes de barro café...las viviendas populares de las quebradas y callejuelas [seguían] siendo como antaño, ranchos viejos e incómodos con techos sólo cubiertos de juncos”; pero unos y otros comenzaban a ser inexorablemente desplazados. La oferta de manufacturas extranjeras baratas era un poderoso factor de cambio. De año en año desaparecían los “miserables ranchos en donde antaño vivía incluso el pudiente en forma sencillísima”, y aún cuando no eran reemplazados por construcciones suntuosas, se constataba que el chileno había aprendido a encontrar agrado en la comodidad de casas amobladas a la europea y comenzaba a adoptar, progresivamente, ese estilo de vida. De allí que se esperara que en pocos decenios Valparaíso no se asemejara “en lo más mínimo” a lo que había sido en 1820.50 El ímpetu de la transformación junto, con dar paso a un crecimiento desordenado de la ciudad, dio lugar en algunas ocasiones a fuertes controversias y debates. En la segunda mitad de la década de 1820, la decisión de transformar el viejo y deteriorado monasterio de San Agustín en teatro desagradó tanto a quienes se oponían a la iniciativa como, a la larga, también a aquéllos que la habían apoyado.

Para los primeros, el motivo de su molestia era la destrucción de

sepulcros que las obras habían causado, en tanto que para los segundos el motivo era que “tanto el teatro como los espectáculos eran mediocres”. Pero, a pesar de esto último, “las funciones eran muy concurridas”.51

50

. Poeppig, pp. 80 y 85. . Bladh, p. 23.

51

40

Un ámbito en que la transformación fue rápida y profunda fue en el del consumo; más aún, las tendencias y preferencias que llegarían a ser dominantes a mediados de siglo comenzaron a moldearse en las décadas de 1830 y 1840. Desde entonces, por ejemplo, comenzó a desarrollarse el consumo masivo del té, que años más tarde desplazó a la yerba mate; igual cosa ocurrió con la cerveza, que con el tiempo sobrepasó a la chicha en las preferencias alcohólicas de la población. Pero había mucho más; según Peoppig, ya a fines de los años veinte era muy notoria en Valparaíso la influencia que los patrones de consumo europeos tenían sobre los sectores de más altos ingresos. Bladh, por su parte, destacó que el lujo ya se había generalizado y que el volumen de venta de bienes europeos “superfluos” era “asombroso”. “He visto -escribió- barcos de 330 a 400 toneladas llegar a Valparaíso con artículos para damas de un valor de 400 a 500.000 pesos [£73 a 92.000], que se vendieron al contado en dos semanas”.52 A comienzos de la década de 1830, Valparaíso había dejado de ser la modesta ciudad-puerto de la década de 1820. Era ya un pujante centro comercial cosmopolita al cual cada año llegaba a vivir gente tanto del interior del país como del extranjero. La gente se aglomeraba en la principal calle comercial, donde la mayoría eran “extranjeros y casi se [oía] hablar más la lengua de la cosmopolita Inglaterra que los sonoros (sic) de la península hispana”. Había una aceptación general de “las costumbres y modas extranjeras y el mercado no ofrec[ía] sino mercaderías europeas”. En las casas se apreciaba que el viejo estilo de decoración había comenzado a ser desplazado “por el papel pintado para las habitaciones, por los pisos de madera y las ricas alfombras” que ahora adornaban las casas de la “buena sociedad”, todavía en agudo contraste con sus exteriores.53 También la planta de la ciudad fue alterada en función del nuevo volumen y ritmo de ritmo de actividad.

Así, por iniciativa de Joshua Waddington, a mediados

de la década de 1830 se eliminó el promontorio que separaba la sección del “puerto” de aquella del sector denominado “Almendral”. A fuerza de trabajo físico extenuante de centenares de peones, y de numerosas detonaciones de cargas de pólvora se

52

. Ibid, p. 89. Bladh, p. 155. . Poeppig, p. 69. Bladh, p. 24.

53

41

eliminó la necesidad de ascender la colina para hacer el trayecto. De esa manera, de manera paulatina pero segura Valparaíso iba tomando el aspecto de ciudad.

3. El sector externo como factor dinamizador de una “economía de antiguo régimen”. Los triunfadores de la guerra civil de 1829-1830 contaban entre sus filas a individuos involucrados directamente con el comercio exterior y las actividades productivas relacionadas a éste, y que se habían visto favorecidos por la apertura comercial. Como es sabido, todos ellos se entregaron a la tarea de establecer un “...gobierno fuerte, centralizado y eficiente, capaz de terminar con toda clase de rebeliones y suficientemente autoritario para dar un aura de tranquilidad para el desarrollo de los negocios y del país”.54 Empeñados en la empresa de reorganizar el país, "aquellos eficientes elementos representados por el mismo Portales como también por los tradicionales pelucones, establecieron un férreo control sobre el país”.55 Sus éxitos en términos de estabilización política fueron el fruto del uso indiscriminado de la fuerza, al punto que su régimen estuvo caracterizado en sus primeros años por el imperio de la violencia y la arbitrariedad, que lo ungieron al poder.56 Pero también contribuyeron en importante medida a su rápido éxito las reglas del juego para el comercio exterior establecidas en los años que precedieron a su instauración.

Y sus resultados

positivos llevaron no sólo a que la política comercial que lo hizo posible no fuese alterada, sino a que su diseño fuese perfeccionado y se convirtiera en factor decisivo para el desenvolvimiento y consolidación de la base de poder material de los comerciantes y hacendados de la coalición política triunfante.57 54

. Diego Portales a José Manuel Cea, 22.X.1828, en Raúl Silva Castro, Ideas y confesiones de Portales. Historia y documentos (Santiago, 1969), pp. 19-20. 55 . Simon Collier, Ideas and Politics of the Chilean Independence 1808-1833 (Cambridge, 1967) p. 357. 56 . Al respecto, véase la carta de José Campino a Manuel de Salas de 1.VII.1834, citada por Collier, op. cit., p. 358. Para una apreciación global de la forma de "hacer política" de Portales, Sergio Villalobos, Portales, una falsificación histórica (Santiago, 1989); especialmente pp. 84-152. 57 Villalobos, “Sugerencias”, p. 11, dice que “la fisonomía aparentemente anárquica que caracteriza al país desde que termina la Independencia y hasta el año 1830, que ha sido analizada por los historiadores 42

Ocupados los centros del poder, en el plano de la legislación económica el nuevo gobierno volcó su acción al perfeccionamiento de las reglas conforme a con las cuales debía regirse la actividad externa y la producción de bienes y servicios. Sólo cuatro años después de haberse establecido el gobierno del General José Joaquín Prieto, su Ministro de Hacienda aseveró, con razón, que “... la riqueza, cinco años atrás amenazada por el desorden, está ahora bien protegida”.58 La actividad gubernativa en materias económicas comenzó en 1832 con la promulgación de disposiciones que tenían como fin último crear un ambiente estable para el desarrollo de la producción, del comercio y de las finanzas públicas. Si bien los reglamentos y leyes no fueron abundantes, sí fueron efectivos y se aplicaron de manera sistemática y gradual a todos los ámbitos de actividad.

Las primeras

medidas se orientaron a introducir orden y economías en el sector público y a estimular la actividad comercial a través de la derogación de un importante número de impuestos. Con relación al sector externo, se entablaron negociaciones para el establecimiento de tratados de “comercio y amistad” con naciones de la costa americana del Pacífico, y se exploró la posibilidad de convenirlos con naciones de otros ámbitos geográficos.59 En 1834 fue promulgada la primera Ordenanza de Aduanas, cuyas disposiciones, junto con sentar las bases para la reorganización del servicio, fijó los impuestos a las transacciones al exterior. Según el nuevo texto, los bienes que se importaban quedaron sujetos a derechos ad valorem en una escala diferenciada; de tal manera, las joyas pagaban 5 por ciento; el aceite, el algodón, el hierro y el acero 10 por ciento; los abanicos, el ámbar y los tejidos 15 por ciento. Finalmente los baúles, carruajes, espejos, la sal, el vestuario y todas las mercancías no especificadas quedaron afectos a un impuesto de 35 por ciento a la vez que se dispuso una rebaja móvil de derechos –de 10 a 20 por ciento- para los bienes que fuesen importados en navíos nacionales.

Respecto de las exportaciones, se

conservadores con ligereza y acumulando basura sobre ella, es un fenómeno completamente explicable después de la barahúnda material y mental de la lucha emancipadora”. 58 . MH 1835, p. 2. 59 . Martner, vol. I, pp. 160-166. 43

establecieron impuestos de ½ por ciento a las de oro, de 4 por ciento a las de harina, y de 6 por ciento a las de trigo, a las de plata y a las de minerales de cobre. En materias de orden interior, ese mismo año se rebajó el impuesto a la renta agrícola de 5 a 3 por ciento, del que a su vez quedaron exentos los predios con una renta anual inferior a £4,8.60 Luego, el esfuerzo del Gobierno se encaminó a la reorganización del aparato administrativo del Estado, en particular de su sector financiero. En 1837 se inició la reestructuración del Ministerio de Hacienda, la cual fue extendida en ese mismo año a las tres secretarías de Estado restantes. A fines de ese año, todas las iniciativas relacionadas con el nivel central de la administración fueron condensadas en la primera Ley Orgánica de Ministerios.61 En los últimos tres años del General Prieto se promulgaron dos importantes leyes relativas a la administración financiera del país. Ambas reflejaban tanto el crecimiento y consolidación de la actividad económica, como la creciente complejidad de la administración económica del Estado. La primera fue la que estableció el Tribunal Superior de Cuentas en reemplazo de la antigua Contaduría Mayor; esta fue una decisión demandada por las crecientes necesidades de fiscalización y control que enfrentaba el ente público como resultado del incremento de la actividad económica. La segunda, de diciembre de 1840. buscó CUADRO I-3. Bultos embarcados por Valparaíso en 1834 Mercancías chilenas A puertos del Pacífico Sud América 24.776 Centro y Norte América 695 Sub total 25.741 A puertos del Atlántico Sud América Estados Unidos Europa Sub total Destino desconocido Total Fuente: Benavides, op. cit.

De los almacenes de depósito 54.596 6.491 61.087

2.965 34.101 27.760 64.736

540 19.086 34.318 53.944

452

6

90.029

115.037

60

. Anguita, vol. I, pp. 132 y 146. . Ibid., p. 147.

61

44

incentivar la agricultura cerealera a través de la eliminación de los derechos de exportación que pagaban el trigo y la harina,62 lo cual, además, constituyó una clara demostración de los fundamentos del poder social y político vigente en el país. Si bien durante el gobierno del General Manuel Bulnes la legislación relacionada con materias económicas tampoco

fue abundante,

las leyes

promulgadas guardaron continuidad con las del decenio anterior, y las más fundamentales estuvieron dirigidas a mejorar el funcionamiento de la administración pública. En 1841 se promulgó la Ley de Cuentas de Inversión, que obligaba al gobierno a presentar cada año al Congreso un informe sobre su gasto e ingreso, disposición con la cual, hasta cierto punto, se completó el proceso de organización de la administración de las finanzas públicas. En 1842 se promulgó la Ley de Pesos y Medidas, en un intento por uniformar los sistemas de medición, como asimismo de simplificar los problemas originados por los diversos sistemas empleados en las crecientes operaciones de comercio exterior. Otra ley promulgada ese año dispuso el mejoramiento de los caminos que conducían a los puertos. La minería y metalurgia del cobre, ya en pleno proceso de recuperación, hizo necesaria la promulgación, en 1844, de una ley que eliminaba el impuesto de 35 por ciento a las importaciones de carbón. Ello, ante el progresivo agotamiento de las reservas de leña en las provincias del norte provocado por el mayor consumo de los nuevos procedimientos de fundición.63 Durante el gobierno de Manuel Montt, en 1852, se introdujo la primera reforma general a la Ordenanza de Aduanas de 1834. Con claras intenciones de tipo fiscal -incentivar el consumo y por esa vía, los ingresos públicos- y como forma de combatir el contrabando de productos manufacturados, dispuso rebajas arancelarias significativas que llevaron la tarifa de algunos bienes al nivel de 25 por ciento. También en ese año se legisló con relación a la construcción de ferrocarriles,

62

. Ibid., , vol. I, pp. 180-181 y 198-199. Los impuestos a las exportaciones mineras sólo comenzaron a ser reducidos en la década de 1870; Anguita vols. I y II. 63 . Ibid., p. 223. Claudio Gay, Historia física y política de Chile. Agricultura (2 vols., París, 1962-1865), vol. I, pp. 67-68. 45

en la medida en que ellos comenzaban a ser construidos en el país; hasta 1855 se promulgaron tres leyes sobre la materia.64 Toda esa legislación contribuyó en forma importante al crecimiento económico. Más aún, la estabilidad política provista por el gobierno creó condiciones favorables para la inversión, la que en forma moderada fue acometida por nacionales y extranjeros. Su mejorada eficiencia permitía al gobierno "cobrar", en la forma de impuestos, por ese servicio que se traducía en confianza y seguridad. De allí que si en su último discurso al Congreso de 1841 el Presidente Prieto se refiriese en conceptos encomiables a los logros de su administración en general y en particular en el plano económico, veinte años más tarde Manuel Montt podría haberse referido en términos tanto o más favorables al progreso material del país.65 Contaba éste ahora con una infraestructura de transportes y comunicaciones notablemente superior a la de treinta años antes y las evidencias de avance material comenzaban a ser evidentes, sobre todo en algunas ciudades; especialmente cuando se le compara con lo que ocurría en el resto de Hispanoamérica, al iniciarse la década de 1850.

Tales avances fueron de diversa naturaleza; pero si se requiere una

jerarquización de los de índole económica, hay dos que destacan en forma especial: la apertura externa y la estabilidad de las normas que la regulaban. Sin duda el factor político jugó un rol crucial; pero también es cierto que antes de la resolución de las disputas a ese nivel ya existía cierto grado de consenso entre los sectores sociales con acceso al poder acerca del potencial representado por el sector externo y la necesidad de una política activa de apertura controlada.

Ello explica la

continuidad de las disposiciones adoptadas desde fines de la década de 1810 que corren paralelas a la búsqueda de la estabilización política. Pero además en la década de 1830 Chile ya tenía algunas ventajas comparativas importantes. En primer lugar, su condición de único país productor de cereales en la costa del Pacífico sur; en segundo, su tradición exportadora de un siglo y medio. En tercer lugar, el ser, por sus condiciones políticas y geográficas (estabilidad consolidada con anterioridad a cualquier otra ex-colonia hispana en la

64

. Anguita, vol. I, pp. 342-342 y 398. . Las afirmaciones de Prieto citadas por Collier, The Ideas, p. 348.

65

46

ribera occidental de América), el país que más se había beneficiado por la irrupción del comercio internacional en la zona. Finalmente, podía ya exhibir un importante grado de estabilización política. Esos factores fueron determinantes para que, por sobre los problemas de los años 1820 y la ruptura política de 1829, se registraran las continuidades referidas. En materias de orden económico, los consensos en el seno de la elite fueron más tempranos que los que se establecieron en cuestiones políticas. Ello permitió la creciente integración del país a los circuitos de comercio internacional en expansión y su participación con éxito en el “gran boom victoriano”.

Y es tal vez por ello que

los comentarios de los observadores contemporáneos enfatizaron el rol de la apertura comercial. En 1850 el Teniente James M. Gillis, de la Armada de los Estados Unidos, al comentar acerca de las transformaciones que se verificaban en Valparaíso –“un pueblo insignificante” en la década de 1820-, afirmaba que ellas eran en gran medida el resultado de la instalación de los almacenes de depósito, los que habían dado “un nuevo ímpetu a la vida comercial del puerto; los comerciantes abandonaron la capital, la propiedad aumentó rápidamente en valor, se abrieron nuevas calles, casas más cómodas y elegantes surgieron en todas direcciones y ahora, más allá de toda disputa, Valparaíso es la más grande ciudad bañada por las aguas del Pacífico”.66 Se cumplía así el propósito del gobierno de ofrecer “... seguridad y rebajas de impuestos a los comerciantes del mundo [para hacer de] nuestro puerto principal el mercado del Pacífico y atraer a los fabricantes europeos y asiáticos deseosos de realizar intercambios con preciados objetos de México y Perú”, explotando así “... la posición geográfica de nuestra costa [que] es un privilegio que la naturaleza nos ha brindado y que debemos aprovechar”.67

66

. The U.S. Naval Astronomical Expedition (2 vols. Washington, 1855), vol. I, pp. 29-30. . MH 1835, en Valentín Letelier (ed.), Sesiones de los Cuerpos Legislativos de la República de Chile (37 vols., Santiago, 1887-1908), vol. XX, p. 353.

67

47

Gráfico I-2. Ingreso fiscal e ingreso de aduanas, 1831-1842 (en libras esterlinas). 700000 600000 500000 400000 300000 200000 100000 0 1831

1832

1833

1834

Ingreso fiscal

1835

1836

1837

1838

Aduana de Valparaíso

1839

1840

1841

1842

Total aduanas

Fuente: MH 1832-1843.

Grafico I-3. Peso relativo de los ingresos de aduanas, 1831-1842. 120,0

porcentaje

100,0 80,0 60,0 40,0 20,0 0,0 1831 1832 1833 1834 1835 1836 1837 1838 1839 1840 1841 1842 Aduanas como % de ingreso fiscal total Aduana Valparaíso como % ingreso de aduana" Fuente: MH 1832-1843.

48

Gráfico I-4. Ingreso de la aduana de Valparaíso como porcentaje del ingreso fiscal, 1831-1842 70,0 60,0 50,0 40,0 30,0 20,0 10,0 0,0 1831

1832

1833

1834

1835

1836

1837

1838

1839

1840

1841

1842

Fuente: MH 1831-1843.

4. El mercado y la actividad comercial hacia fines de la década de 1840. Los múltiples incentivos a la actividad comercial comenzaron a mostrar resultados en la década de 1840.68

Un indicador sugerente es el comportamiento del sector

externo; entre 1845 y 1849 -primer quinquenio en que se sistematizó la estadísticael valor del comercio exterior creció a una tasa media acumulativa anual de 7,8 por ciento, a pesar de que ése no fue un período exento de dificultades.69 El “motor” del crecimiento era Valparaíso, que en un par de décadas se había convertido en una atractiva y activa plaza comercial internacional. De allí que en cuanto a la composición social del sector, no constituyese sorpresa el que, en 1849, el 45 por ciento de un total de 215 establecimientos comerciales -mayoristas y

68

. Una estimación sugerente en el artículo Lüders, que sugiere una tasa de crecimiento del producto geográfico bruto de 3,8 por ciento para la década de 1840. 69 . Cálculo con datos de Dirección General de Contabilidad, La Hacienda Pública de Chile desde la Independencia hasta 1900 (Santiago, 1901). 49

minoristas- registrados en Valparaíso, eran de propiedad de extranjeros, especialmente británicos.70 Se ha argumentado, sin embargo, que en aquellos años

los mercados

sudamericanos eran demasiado pequeños como para atraer un flujo comercial considerable desde Gran Bretaña y que su importancia para el comercio internacional de ese país fue mínima.71

Sería ingenuo esperar de las nuevas

repúblicas latinoamericanas, caracterizadas por atrasos productivos seculares, con mercados de limitado desarrollo, severamente castigadas por las guerras de emancipación, que emergían fuertemente convulsionadas por los rigores de ellas en la forma de numerosas guerras civiles o “revoluciones”, y que enfrentaban problemas tan agudos como el de la organización del Estado- condiciones que las convirtiesen en forma automática en importantes consumidores de productos manufacturados. Además, ni los medios de transporte y comunicación existentes hasta la década de 1840 hacían posible que se hubiese generado un proceso de integración fluida de sus economías con las más desarrolladas de Europa noroccidental, como tampoco entre ellas. De otra parte, resulta importante señalar que por muy débil que haya sido la demanda americana, la saturación y el copamiento de esos mercados fueron determinantes, a pesar de los reducidos volúmenes remitidos, para reorientar desde entonces la producción local básicamente en función de los requerimientos del mercado internacional.

En otras palabras, al saturarse rápidamente los reducidos

mercados domésticos quedó cerrada la posibilidad de que se generara la producción orientada a ese mercado, dejando como única alternativa la producción para el mercado internacional, con toda la vulnerabilidad asociada a ese proceso.72 Desde la perspectiva de las nuevas repúblicas, el comercio europeo que se expandió por el área a partir de la década de 1820 fue en algunos casos de crucial importancia, pues constituyó el único factor dinámico para economías en que la estabilidad constituyó, en la práctica, constituía un factor de estancamiento. En ese contexto, el caso de Valparaíso constituye un buen ejemplo de factor de estímulo

70

. Bauer, Tables 4 & 5, pp. 38-39. . Platt, especialmente capítulo I. 72 . Heraclio Bonilla, “Las consecuencias económicas de la independencia en Hispanoamérica”, en Economía, vol. XI, Nº 22, 1988, pp. 133-143. 71

50

para una economía que enfrentaba serias dificultades. Más aún, si se acepta que el crecimiento económico del país hasta mediados de la década de 1870 fue notable, y que ello se explica por su creciente articulación con la economía mundial, entonces el rol del puerto se convierte en determinante de la fortuna del conjunto de la economía. Incluso para un considerable número de comerciantes ingleses, la atracción ejercida por ese puerto fue considerable, tal cual se constató a comienzos de la década de 1850; y los resultados fueron más que satisfactorios en muchos casos. A partir de mediados de siglo, la actividad comercial se intensificó como producto de una nueva expansión de las economías europeas y de la demanda y flujo naviero que generó el descubrimiento de oro en California; pero la forma de operar de las casas comerciales, aún la de aquellas que recién se instalaban no se alteró de manera fundamental. Así, Williamson, Duncan & Co. definió su actividad y la de su matriz en Gran Bretaña en los siguientes términos ...el principal deber que recae sobre la casa de Liverpool [es] el procurar, a través de compra o en consignación, los bienes para ser enviados a la dirección de la casa de Valparaíso; y el principal deber de la casa de Valparaíso será el efectuar las ventas, como también procurará a través de compras o en consignación los productos de la costa oeste de Sud América para ser enviados a la dirección de la casa de Liverpool.73 La "casa de Valparaíso", que veinte años más tarde llegó a ser una de las principales mayoristas de la plaza y de la "West Coast", obtuvo importantes ganancias desde el comienzo de sus operaciones en 1852 y ellas fueron un importante factor en la consolidación de la "Liverpool House".

Los informes

quincenales de Valparaíso a Liverpool durante los primeros años de operaciones de la firma, que contenían detalles sobre las ventas y recomendaciones sobre envíos de mercancías, registran también numerosas notas marginales con comentarios tales como: "hemos vendido a mejor precio de lo que esperábamos" o "nos hemos sobrevendido". En 1858, en medio de la primera recesión externamente inducida que afectó al país, Stephen Williamson, el socio residente en Valparaíso, escribió: 73

. BW. Articles of Partnership, 11.I.1851. Para el auge comercial desde 1850, véase Cavieres “Estructura”. 51

“...nuestro negocio aquí es muy bueno, aunque derivado de su extensión geográfica, hay fuertes sumas que nos son adeudadas”.74 En ese mismo año las operaciones y el estado de la casa matriz eran bastante precarios debido a “la guerra de Crimea y el motín de la India [que] deprimieron los mercados”. Nada podía hacerse en Liverpool para corregir esa situación, pues las ganancias, que en 1853 habían llegado a £1.400 (alrededor de $7.000), a contar de ese año se habían reducido y hasta 1862 no excedieron las £1.000. Más aún, en 1856 pérdidas en operaciones comerciales eliminaron las exiguas ganancias acumuladas en los años anteriores y redujeron el capital de la firma.75 Tan crítico llegó a ser el estado de los negocios de la casa matriz, que en 1858 el propio Stephen Williamson se trasladó a Liverpool para intervenir en su reorganización; para ello, los socios echaron mano a las ganancias acumuladas en los años anteriores en Chile, de manera tal que hacia fines de 1859 la “casa de Valparaíso” había puesto a disposición de Balfour, Williamson & Co. (“la casa de Liverpool”) £61.000. Un año más tarde los aportes de la “casa de Valparaíso” habían aumentado a £85.000. Las remesas de la “casa de Valparaíso” fueron el factor decisivo, y en 1862 Liverpool registró sus primeras ganancias sustanciales después de muchos años: £5.000. En 1863 la cuenta de crédito de Williamson, Duncan & Co. de Valparaíso, por un valor de £130.000 (unos $650.000) fue transferida a Balfour, Williamson & Co. de Liverpool.

Todos los stocks deficitarios fueron

eliminados y la hoja de balance se tornó, por fin, positiva.76 La importancia de Valparaíso para las grandes casas comerciales inglesas quedó confirmada durante los años de la crisis comercial (1858-1861). Nuevamente el caso de Williamson, Duncan & Co. es ilustrativo pues en los años 1858-1859 acumuló ganancias por cerca de £45.000, lo que explica su rol en el rescate de la firma de Liverpool y la calidad de la plaza en que operaba.77 Los propios socios residentes en Gran Bretaña declararon que “no creían necesario describir el alivio que representó el envío” de Valparaíso y agregaban que se encontraban 74

. BW, Williamson to Balfour, Valparaíso 12.II.1858; Stephen Williamson's Letter-book Nº 1. . Wallis Hunt, Heirs of Great Adventure. The History of Balfour, Williamson and Company Limited (2 vols, London, 1951), vol. I, pp. 34-35. 76 . Ibid., p. 36 77 . BW, Williamson to Balfour, 2.VI.1859; Stephen Williamson Letter-book No. 1. 75

52

“sorprendidos de constatar el sorprendente nivel de buenos negocios que hemos estado haciendo con Uds., cuyos retornos son de una escala mucho mayor de lo que alguna vez habíamos soñado”.78 Williamson, Duncan & Co. no constituían una excepción entre las grandes casas comerciales instaladas en el puerto, y la importancia del tráfico desarrollado en él quedó ratificado por la consolidación de muchas otras, sobre la base de procedimientos similares. No sin razón, al comentar en 1851 sobre las actividades de los comerciantes ingleses, el teniente Gillis afirmó que "sus negocios [eran] tan rentables, que los socios [estaban] en situación de retirarse con hermosas fortunas después de doce o quince años". En efecto, al retirarse de la firma David Duncan, recibió alrededor de £25.000 por su participación en la firma, después de exactamente veinte años de labor en Chile.79 Detrás de todo ello existía un mercado que creció lenta pero sostenidamente en las décadas de 1830 y 1840 y que, a partir de los primeros años del siguiente decenio no sólo comenzó a crecer en forma más acelerada, sino que se diversificó, se hizo más complejo, y mejoró en calidad. Como informaba The Times años más tarde, "el país está tranquilo y próspero y como dice El Mercurio la apatía y silencio que aflora del orden público es mucho más preferible a la febril actividad producida por las conmociones políticas. Chile ha adoptado la educación como remedio contra la revolución y, aunque lentamente, con seguridad funcionará. V”.

En cuanto al

panorama comercial, señalaba: “durante la última quincena ha tenido lugar una mejoría en los negocios, principalmente como consecuencia de ventas para el consumo local y para el interior. Una rebaja en los fletes ha dado también origen a un incremento en las transacciones en el comercio de exportación, principalmente en minerales, cueros y harina. El algodón ha estado activo y nuevamente los británicos y americanos

han quedado sin stocks.

En lanas han tenido lugar algunas

importantes transacciones. La cerveza en alta demanda, el lino activo, sedas de buena calidad requerida. Aceite de oliva avanzando y el azúcar ha estado activo y

78 79

. Ibid., Balfour to Williamson, 23.VIII.1859; Stephen Williamson's Letter-book No. 1. . Gillis, vol. I., p. 42. Hunt, p. 42. Duncan fundó entonces Duncan, Fox & Co. 53

se han efectuado ventas especulativas”.80 Dos meses más tarde el mismo periódico informaba que ... los negocios en Valparaíso en la quincena que finalizó el 30 de marzo han estado muy animados y las llegadas de puertos extranjeros fueron numerosas. En manufacturas de algodón de todo tipo, especialmente doméstica y de ropa de damas la demanda fue buena y el stock a la mano demasiado pequeño para los requerimientos del mercado. Las lanas estuvieron muy activas. En la mayor parte de las mercancías el mercado estuvo plenamente abastecido, frazadas grandes en gran venta, alfombras escasas, sedas plenamente abastecido. Linos deprimidos, metales de todo tipo con demanda limitada. Aceite y alcoholes abundantes. Cerveza escasa y en demanda. Vino en stock y con fuerte pero limitada demanda.

Azúcar mejorando.

Jabón escaso y

requerido.81 El comentario de junio de 1860 se refería al progreso del comercio, a la producción en el país y al tráfico marítimo- comercial en Valparaíso en el primer cuarto del año; respecto de lo último, se informaba de 518 recaladas y 476 zarpes.82 A fines de septiembre, El Mercurio informaba que en dos días habían entrado al puerto 31 navíos mercantes, la mayoría de ellos con puerto de origen en Europa, que habían generado una gran actividad en el mercado. Por un lado, las numerosas recaladas de naves se habían traducido en una buena y variada oferta de todo tipo de mercancías; por otro, la presencia de compradores de todas las provincias, que habían venido a “reabastecer sus existencias para la próxima temporada, que comenzó con las festividades cívicas de Septiembre”, había producido una gran animación. En el rubro exportación, las transacciones habían sido limitadas debido a la escasez de algunos productos como minerales de cobre, cueros y lana, y a que otros eran ofrecidos en cantidades insuficientes. Pero abundaba el “dinero para transacciones al por mayor”, con la consiguiente baja en las tasas de interés. Dos semanas más tarde la misma publicación señalaba que de los 19 navíos llegados en

80

. Loc. cit., 17.III.1860. El informe está referido a la situación cuarenta y cinco días antes de su publicación. . Ibid., 14.V.1860. Nótese que, como en la nota anterior, la oferta no es cualitativamente diferente a aquélla de fines de la década de 1820. 82 . Ibid., 27.VI.1860. 81

54

la primera semana de octubre, seis procedían de puertos británicos, cuatro de Francia, cuatro de los Estados Unidos, uno de Alemania y uno de Bélgica.83

Esas

eran las conexiones comerciales de Chile al iniciarse una de las etapas más activas, desde el punto de vista de su evolución económica, a contar de la emancipación. En efecto, desde ese año y hasta 1875, el crecimiento de la economía en general, y de los sectores directa o indirectamente vinculados al sector externo, fue notable. En lo que concierne a la actividad comercial de Valparaíso –“el motor que inyectó dinamismo al sistema”-, ella continuó desarrollándose en forma acelerada y permitió la ampliación del espectro de actividades emprendidas por los establecimientos comerciales.84 Nuevamente la correspondencia de Williamson, Balfour & Co. arroja luz acerca de esto. En 1864, Stephen Williamson -un hombre "as happy as the day is long"-, escribió acerca de "las ventas récord en Chile" en el contexto de un informe sobre el estado general de la firma; su auspicioso estado era el reflejo de la prosperidad lograda en Chile.85

En efecto, el nivel alcanzado por la "casa de

Valparaíso" hacia mediados de la década era tal, que las ganancias netas en 1864 ascendieron a £32.000, Pero ello ahora era también el resultado de la expansión de sus actividades, las que desde 1861 incluían inversiones en la Compañía Chilena de Seguros, en la Compañía de Ferrocarril de Coquimbo, en el ferrocarril de Carrizal, en el Banco Nacional de Chile y en el Banco de la Alianza. La firma, llamada ahora Williamson, Balfour & Co., Valparaíso, no era la única en el rubro que había ampliado sus actividades más allá del plano puramente comercial para incursionar en otros sectores de la economía; también fue el caso, entre otras, de William Gibbs & Co., Huth, Gruning & Co., Rowe & Co.86 Existían buenas razones entonces para que, al evaluar la actividad en Valparaíso, en 1865 Alexander Balfour escribiera que se sentía “muy feliz por la forma tan buena en que están desarrollando allá los negocios”. Estos crecían al

83

. El Mercurio, 28.IX y 14.X.1860. . Cavieres, “Estructura”. 85 . BW, Williamson to Balfour, Liverpool, 31.XII.1864; Stephen Williamson's Letter-book Nº 2. 86 . BW, Williamson to Balfour, Liverpool, 13.XII.1864; Stephen Williamson's Letter-book No. 2. Ibid., Williamson to Balfour, 12.XII.1876; Stephen Williamson's Letter-book Nº 3; Cavieres, “Estructura”. 84

55

ritmo del comercio exterior del país, cuyo valor total pasó de £2.783.561 en 1844, a £5.349.497 en 1851, a £6.894.879 en 1861 y a £11.189.231 en 1865.87 Sin embargo, el funcionamiento del entrepot no estuvo exento de dificultades y de períodos complejos ocultos tras las series quinquenales y decenales.

Entre

las dificultades se destacaban tanto cuestiones ocasionales y otras de más arraigo en el tiempo como el contrabando, los robos y los continuos fraudes tanto por parte de los privados como por los empleados de la Aduana. Un hecho puntual que ocasionó cuantiosas pérdidas fue el incendio que el 15 de Marzo de 1843 afectó a “nueve de los almacenes de depósito correspondientes a la aduana”; ante ello las autoridades reaccionaron con presteza, y según el Ministro de Hacienda de entonces quedó demostrada la eficiencia y responsabilidad con que trabajaba la Aduana de Valparaíso, pues El Gobierno proponiéndose prestar un

servicio al comercio extranjero

perjudicado por este infortunio, ha dispuesto se publique oficialmente una relación de las mercaderías quemadas. Según ella manifiesta, había en los expresados almacenes cuatro mil novecientos noventa y un bultos; de los cuales se salvaron dos mil trescientos tres y fueron consumidos por las llamas dos mil seiscientos ochenta y ocho, cuya pérdida, aforando los efectos a precio de avalúo, está calculada en trescientos setenta mil cuatrocientos treinta y cuatro pesos [£70.291,1]. La publicación del referido documento, no sólo va a servir para que las casas consignatarias salven su responsabilidad, sino también para dar cabal idea del arreglo y exactitud con que lleva los libros puestos a su cargo la alcaidía de Valparaíso88 La rápida respuesta de las autoridades demostró al alto comercio de Valparaíso dos cuestiones fundamentales para el desarrollo de sus actividades: un grado apreciable de organización de los servicios públicos y un marco de responsabilidad de acuerdo con reglas claras y estables.

87

. BW, Balfour to Williamson, Liverpool 1.IV.1865; Stephen Williamson's Letter-book Nº 2. . MH 1843. Este informe fue entregado al Congreso Nacional por el Ministro Manuel Rengifo con fecha 20 de Octubre. 88

56

Los períodos más complejos estuvieron siempre vinculados a situaciones externas. Así por ejemplo, en la segunda mitad de la década de 1840 el entorno económico de la ribera americana del Pacífico se hizo cada vez más complejo: acontecimientos distantes como las convulsiones revolucionarias en Europa, pero en particular la guerra entre los Estados Unidos y México (1846-1848) y los numerosos conflictos en Centroamérica deterioraron el tráfico hacia esas zonas. En las áreas más cercanas también hubo deterioros significativos, pues se cerraron los mercados de las provincias transandinas y las tensiones entre Perú y Bolivia hicieron más difícil las ventas hacia esa zona.89 El resultado fue una caída en las transacciones y saldos negativos en la balanza de pagos lo cual fue motivo de profunda preocupación tanto para los comerciantes de la plaza, como para las autoridades y el pequeño mercado interno. Pero lo que quedó al descubierto en esa ocasión fueron también cuestiones fundamentales que comprometían al país y a Valparaíso como plaza comercial internacional.

En primer lugar, quedó en evidencia la alta sensibilidad y

vulnerabilidad de ambas entidades a las vicisitudes del comercio internacional en las que las autoridades chilenas y de los comerciantes establecidos en Valparaíso no tenían ninguna influencia, sino que respondían a intereses que estaban radicados allende los mares y para los cuales si bien importante, no era este un enclave comercial fundamental.90 En ese contexto, las características y forma de funcionamiento del sistema construido a partir de la función entrepot de Valparaíso pasaron a constituirse en un problema; un conflicto lejano, un desastre natural o

cambios en el régimen

aduanero en otros países introducían los peores factores deseables para la comunidad de operadores de la plaza: la incertidumbre, la inestabilidad y la inseguridad, las que pronto daban paso al deterioro de los intercambios. “Comenzaba entonces lo que los cónsules llamaban una ‘malaise’ en el mundo de los negocios”: caían las ventas, y los almacenes depósito

y las tiendas

se

saturaban de mercancías que no encontraban salida.91 Un efecto adicional a corto 89

. Halperín, capítulo III, "La larga espera: 1825-1850". Guerraud, pp. 183-185. 91 . Ibid., p. 185. 90.

57

plazo era la reducción de la masa monetaria, la disminución de los ingresos fiscales, la caída de la demanda y el comienzo de una recesión. Sin embargo, no por primera ni tampoco por última vez, acontecimientos internacionales lejanos y fortuitos rescataron al comercio y a los comerciantes de Valparaíso del abismo de la crisis y de sus agobiantes consecuencias. En efecto, en Enero de 1849 se precipitó la “fiebre del oro” en California y ello abrió una etapa enteramente nueva en el comercio internacional y en el desenvolvimiento de la producción de bienes y servicios.92

Gráfico I-5. Valor del comercio exterior 1845-1851 (en libras esterlinas). 3500000 3000000 2500000 2000000 1500000 1000000 500000 0 -500000

1845

1846

1847

1848

1849

1850

1851

-1000000 Exportaciones

Importaciones

Balanza Comercial

Fuente: MH 1841-1851

92

. El hallazgo de oro en el valle de Sacramento en realidad ocurrió en enero de 1848, pero las autoridades decidieron ocultarlo. Sólo en diciembre de ese año “el Presidente James K, Polck llamó la atención del público acerca del descubrimiento en su mensaje de despedida al que siguió el ‘mad gold rush’ En 1849, “miles de veteranos de la guerra con México y otros tantos aventureros marcharon a California. Muchos navíos fueron desviados de sus cursos originales y dirigidos a San Francisco; altos y poco maniobrables vapores fluviales hicieron el peligroso cruce por el extremo sur de Sudamérica; esposas y trabajos fueron abandonados. En un año alrededor de 80.000 buscadores de oro migraron a California”; AA. VV., The Enciclopedia of American History (Guilford, Conn, 1981), pp. 121-122. No es posible determinar qué porcentaje de esos emigrantes pasó por Valparaíso. Una cifra plausible es de más de 10.000, con un fuerte efecto de demanda sobre la vida económica del puerto y del país. 58

Naves

Gráfico I-6. Movimiento marítimo, Valparaíso 1844-1859.

3000 2500 2000 1500 1000 500 0 1844

1845

1846

1847

1848

Recaladas

1849

1850

Zarpes

Fuente: MH 1845-1851.

Gráfico I-7. Cuentas fiscales 1840-1850 (en libras esterlinas) 1000000 900000 800000 700000 600000 500000 400000 300000 200000 100000 0 -100000

1840

1841

1842

1843

1844

Balance Fuente: MH 1841-1851

59

1845

1846

Ingreso

1847

Gasto

1848

1849

1850

Toneladas

Gráfica I-8. Tráfico de mercancías por Valparaíso, 1844-1850 (en toneladas métricas).

800000 700000 600000 500000 400000 300000 200000 100000 0 MH 1845-1851. Fuente:

1844

1845

1846

1847

Importaciones

1848

1849

1850

Exportaciones

Fuente: Estadística comercial, 1844-1852.

Si hay oportunidades en que los tiempos difíciles –las crisis- dejan lecciones, ese parece haber sido el caso al finalizar la “malaise” de la segunda mitad de la década de 1840, pues tanto las autoridades políticas como los agentes económicos privados se abocaron a la tarea de crear condiciones más adecuadas para el funcionamiento de Valparaíso en cuanto a plaza portuario-comercial internacional. El sector privado tomó en sus manos la tarea de desarrollar el crédito, lo cual llevó en pocos años a la formalización de un sistema financiero. En cuanto al sector público, su acción se plasmó en tres decisiones. La primera, a la cual concurrió el sector privado, consistió en proveer de incentivos para la recuperación en una perspectiva de largo plazo y en la crear las condiciones para un mejor desarrollo de la actividad productiva. En ese sentido debe entenderse la revisión general del arancel aduanero a la baja en 1851, la que fue acordada entre el gobierno y el alto comercio de Valparaíso.

A fin de mejorar las condiciones de operación en el

puerto, en ese mismo año se iniciaron las obras de construcción de nuevos almacenes fiscales, lo que se tradujo en mayor espacio de bodegas y en mayor seguridad. Y para mejorar tanto el acceso como la salida desde el puerto, en 1852 se comenzó en el sector Barón la construcción del ferrocarril a Santiago. En cuanto a los aspectos institucionales, se inició el estudio de un marco legal para el

60

desarrollo de los negocios, que se materializó en una serie iniciativas legales habrían de tener efectos trascendentes efectos para el funcionamiento del puerto, de su comercio y de la economía del país.

5. El mundo de la tradición. En las tres décadas que siguieron a la consolidación de la independencia la austeridad fue la característica principal de las condiciones de vida de los sectores de mayores ingresos del país, así como la precariedad fue la de los más pobres. Esos rasgos, que se encontraban presentes a lo largo del territorio, eran más evidentes en el mundo rural. El atraso y la pobreza eran particularmente marcados en los campos, en donde la tenencia de la tierra, las técnicas y herramientas de cultivo y las formas de organización de la fuerza de trabajo hacían -según Darwinque la “extrema pobreza” fuese un rasgo casi universal. Pues si bien había algunas casas patronales que se destacaban por sus dimensiones, lo cual no necesariamente las hacía confortables, todo lo demás –viviendas, predios, bodegas, cercos, el ganado y las escasas obras de riego- tenían un común denominador y sello distintivo: las instalaciones y los instrumentos eran rudimentarios y estaban marcados por un rasgo similar: el atraso.93 Las casas de la gran masa rural eran generalmente chozas "construidas de ramas de árbol y barro, cubiertas por ramas de totora, rara vez por tejas". Los campos presentaban una apariencia general de descuido y de muy limitado trabajo para su mejoramiento. El “descuido” de las pequeñas propiedades superaba toda descripción; comúnmente contaban con una pequeña choza en cuyo interior era extraño encontrar elementos de “fineza o comodidad”, siendo más habitual una extrema suciedad. El mobiliario era limitado: no eran comunes las sillas y en la “única verdadera habitación [había] sólo una mesa rústica de madera”. En lo que correspondía al dormitorio común de una familia, se encontraban esparcidos por el suelo de tierra jergones confeccionados con sacos y hojas de maíz. Ajenos al mercado, la subsistencia y las necesidades de vestuario del campesino eran 93

. Charles Darwin, The Voyage of the Beagle (London, 1979), p. 255. 61

cubiertas con su propia producción, la recolección, y alguna forma de trueque que realizaba en las haciendas.

La dieta estaba constituida fundamentalmente por

legumbres y hortalizas producidas en las pequeñas explotaciones, ocasionalmente complementadas con grasa, charqui y, raramente, con carne fresca. Los predios eran trabajados en forma manual, con el auxilio de herramientas rudimentarias, sin que se conociera la preparación de terrenos para la siembra o el empleo de fertilizantes.94 No era mejor la calidad de la vida en las ciudades, salvo la de los reducidos sectores de ingresos altos y medios. Unas pocas aglomeraciones urbanas podían ser calificadas como tales; las más eran pueblos y villas que, como Quillota, San Felipe, San Fernando o Valdivia eran agrupamientos de quintas más que propiedades urbanizadas, con hermosos y dispersos huertos y viviendas; sus calles eran más bien senderos entre las frondosas arboledas.95

De hecho, sólo tres

conglomerados calificaban como ciudades: Santiago, Valparaíso y Concepción, pero aún en ellos la vida era austera y junto a limitadas expresiones de bienestar material, era posible encontrar manifestaciones agudas de miseria. Pero, a fines de la década de 1820 y comienzos de la del 30, la apertura al comercio exterior hacía ya sentir sus efectos, especialmente vía Valparaíso. Internándose en el país, el viajero quedaba impresionado tanto por la majestuosidad del paisaje cordillerano como por la feracidad de los suelos de los valles intermedios. Pero no así por los conglomerados de población; ni siquiera por Santiago. Acerca de ella, tras una breve estadía, Darwin escribió que “nada tenía que decir en detalle: no es tan hermosa o grande como Buenos Aires, pero está construida de acuerdo con el mismo diseño”. Otros fueron más severos y llegaron a declarar que no era de ninguna manera favorable la impresión que la ciudad producía al recién llegado, “aún cuando este [hubiese] vivido suficiente tiempo en América”.96

94

. Bladh., pp. 36-37. Darwin, p. 255. Para una caracterización de las explotaciones agropecuarias en este período, ver Bauer, Chilean, Capítulo I. 95 . Darwin, pp. 247 y 284. 96 . Loc. cit., p. 250. Poeppig, p. 81. 62

Hacia fines de los años 1820, Santiago, estructurada según la planta de tablero de damas con manzanas regulares de 125 metros por lado, tenía una población de alrededor de 40.000 habitantes que en su gran mayoría vivían entre la Cañada, el cerro de Santa Lucía, el canal de Negrete y el río Mapocho en un área de casi cuatro kilómetros cuadrados. El núcleo principal de la ciudad estaba constituido por la Plaza de Armas, en torno a la cual se concentraban, el gobierno, la catedral católica, el comercio y las residencias de los sectores de más altos ingresos. La ciudad tenía la apariencia y el ambiente de una gran aldea colonial. No existían, como en otras capitales hispanoamericanas, las grandes construcciones ni las entretenciones públicas.97 El ritmo de la vida capitalina era lento y bucólico, alterado sólo por las convulsiones políticas o alguna festividad religiosa con manifestaciones callejeras, las únicas que tenían carácter masivo. Pero ya las festividades relativas a la Independencia comenzaban a cobrar una creciente popularidad que ayudaban a quebrar la quietud colonial.

Así, el solaz público de los santiaguinos estaba

confinado a los paseos por la Cañada - boulevard y paseo de los sectores acomodados- y a la Chimba, al norte del río, en donde el pueblo se entretenía en las célebres “chinganas”. Las mejores aquellas cercanas a la Plaza de Armas; eran amplias y rectas, pero en general su rudimentario pavimento de piedra canteada estaba mal tenido. Contaban con aceras a ambos costados y era muy común que por el centro de la calzada corrieran acequias con aguas del Mapocho; constituían el sector residencial por excelencia. Hacia el costado oeste, por donde se entraba a la ciudad al venir de Valparaíso, las calles eran más estrechas, polvorientas en verano y barrosas en invierno.

En ellas había

una alta concentración de actividad artesanal cuyos

practicantes tenían por costumbre trabajar en las puertas de sus talleres-habitación. También en ese sector eran abundantes los almacenes de los cuales era característico que emanaran “olores no muy agradables al olfato”. Las viviendas de ese sector eran modestas, de no más de dos habitaciones. Por lo general eran

97

. Respecto de este último punto para el caso de México, Juan Viqueira Albán, ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el siglo de las luces (México, 1987). Muy poco de lo que allí se relata se registraba en Santiago. 63

construidas de barro, cuando no de una combinación de ese material y caña, con techo de paja o totora.98 Las casas del sector central, si bien poco atractivas, eran naturalmente de mejor calidad en cuanto a materiales de construcción y de mayores dimensiones. Estaban edificadas en amplios terrenos, eran austeras, pobres en ornamentación y, por lo general, eran oscuras pero espaciosas. La gran mayoría de ellas era de un piso, edificada con “los dichos adobes” y formaban tres o varios cuadrados o patios cerrados, en línea. El primero, que siempre era limpio y bien pavimentado con cantos rodados, con un jardín y terraza en el centro, encerraba el corpus logis de la casa; el segundo patio contenía la cocina, las habitaciones de los sirvientes y algunas bodegas de comestibles; el tercero era usado para algunas dependencias, los animales domésticos y para bodegas en donde se guardaba los alimentos, el carbón y la leña; habitualmente también se encontraba una noria en este recinto y se guardaban animales: aves de corral y caprinos. Las puertas de entrada a estas casas eran de madera y de grandes dimensiones y la bóveda que las contenía formaba un hermoso frontispicio que era la única decoración destacable de su exterior. En el interior, las habitaciones eran altas y espaciosas, dotadas de grandes ventanas que se abrían hacia el interior y flanqueadas en su exterior por pesadas rejas de fierro forjado enclavadas en las paredes; formaban ellas elegantes formas que representaban diversas alegorías, lo cual contribuía a alegrar la sobria apariencia de la edificación.99

En términos de edificios públicos destacables,

éstos eran muy escasos. Entre los religiosos se contaban un vasto número de iglesias, capillas, seis monasterios, cuatro conventos y la catedral, un gran edificio de piedra sin terminar. Entre los públicos, se destacaba la casa de Moneda, “más grande que la catedral, sin estuco y deteriorado". En el costado norte de la Plaza de Armas se encontraba el palacio de gobierno, cuyo frontis ocupaba casi la mitad de la cuadra. Los juicios sobre él eran implacables: “un edificio feo, sin simetría, con tres torres. También funcionaban en ese edificio la Corte Suprema de Justicia y la policía de la ciudad, las oficinas del

98 99

. Poeppig, p. 82. . Ibid., Bladh, pp. 39-40. 64

notario público y un recinto para detenidos”. Se destacaban por sus dimensiones más que por su estilo, el antiguo edificio del Consulado, en donde funcionaba temporalmente el Congreso Nacional. En la calle de la Compañía estaba el de la aduana, el que aunque de buena construcción más allá de sus puertas y en sus oficinas albergaba “la más absoluta suciedad, de lo cual sus escalas eran un repugnante testimonio, como también la flojera de sus empleados”.100 En el costado sur, en un amplio portal había un buen número de tiendas "decentes, algunas hasta elegantes y bien provistas de toda especie de artículos". Pero en términos generales, el comercio de Santiago seguía siendo limitado; tanto así que una gran proporción de él, en particular el de alimentos perecibles y de vestuario y calzado, continuaba siendo callejero. Muchos de los productores de las chácaras de los alrededores de la ciudad concurrían a ella a tempranas horas a ofrecer sus productos en las calles para terminar su actividad en plena plaza; al atardecer,

esta

era ocupada

por los artesanos,

especialmente, quienes

desarrollaban allí otra dimensión de su actividad, la comercial.101 Un rasgo de la vida capitalina que comenzaba a destacarse como complemento del auge comercial, al igual que en Valparaíso, eran los robos. Los esfuerzos que se hacían para combatirlos, aunque serios, no eran del todo exitosos. A fines de los años 1820 se estableció en Santiago un cuerpo de “serenos” con el objeto, entre otros, de prevenir asaltos; “conocidos y honorables ciudadanos” se ubicaban cada noche en las esquinas de la parte más poblada de la ciudad. Con relación a los asaltos, su labor parece haber sido efectiva. Estos disminuyeron considerablemente en los años 1828 y 1829. No así los robos, especialmente en las tiendas que vendían artículos importados: el despertar de la fascinación chilena por los bienes importados era más fuerte que el resguardo policial.102 Hacia el sur, en un medio convulsionado por una década de acciones militares, montoneras y bandidos, sólo Concepción podía recibir, con alguna generosidad, el calificativo de ciudad. Situada en territorio de frontera, vivía a fines

100

. Ibid., p. 108. . Ibid, p. 45. Aún a comienzos de la década de 1850 la práctica del comercio callejero y de plaza continuaba siendo común; véase Alberto Blest Gana, Martín Rivas (Santiago, 1956), pp. 23-24. 102 . Poeppig, pp. 41-42. 101

65

de la década de 1820 más bien de las venturas de antaño, cuando era la cabeza de una campiña próspera en ganadería y cultivos

e importante plaza militar.103

Con cerca de seis mil habitantes y una actividad social estimulada por los acontecimientos políticos, Concepción no era, sin embargo, atrayente para el recién llegado. La entrada a ella era desde ya poco auspiciosa, pues se cruzaba “a través de una larga fila de chozas aisladas, construidas sobre las ruinas de edificios más hermosos y se llega[ba] a la plaza en medio de muchos restos de incendios”. La ciudad no se recuperaba aún de sus heridas de guerra ni del rigor de la naturaleza. De importante centro administrativo y militar durante la administración hispana, había derivado a la condición de empobrecida y reducida capital provincial; a ser residencia de los empleados de la aduana de Talcahuano y asiento de una pequeña guarnición.

Pero antiguas familias continuaban residiendo allí, aunque fuese

alimentándose sólo de “sus linajes y riquezas acumuladas antaño” y después de que la ciudad fuese duramente castigada por el terremoto de 1835.104 Sin embargo, la ciudad, a través de muestras de su anterior prosperidad, que en términos de riqueza, prestigio social y aún de poder político, la hicieran rival de Santiago, comenzó a remontar los efectos que sobre ella habían dejado sentir las campañas militares recientes. De tal manera, a fines de los años 1820, sus rectas y amplias calles de aceras pavimentadas con piedra canteada conducían a amplias plazas rodeadas de jardines y hermosas casas. Pero el otrora espléndido palacio arzobispal mostraba serios deterioros, al igual que el edificio que cobijaba las oficinas del gobierno provincial.

En el área residencial, las casas eran

“generalmente amplias, espaciosas y construidas con un delicado gusto, muchas de ellas de dos pisos”.105 Por aquellos mismos años se apreciaban algunas señales de reactivación, especialmente por el lado de la reanudación de las exportaciones de cereales al Perú a través de Talcahuano. Allí, desde comienzos de la década de 1820, el comercio se incrementó significativamente.

103

También comenzaron a recalar

. Marcello Carmagnani, "La producción agropecuaria de chilena. Aspectos cuantitativos, 1680-1830", en Cahiers des Ameriques Latines, Nº 3, 1969, pp. 3-21. 104 . Bladh, p. 137. Para los daños causados por el sismo, Darwin pp. 134-135. 105 . Ibid., pp. 150-151. 66

numerosos navíos de diferentes procedencias, que sólo cargaban trigo y harina como antaño, sino también tablas, listones, vigas y sebo, tanto para Valparaíso como para Callao, después de haber descargado manufacturas. Ese incremento en el tráfico comercial constituyó un muy oportuno estímulo para las actividades regionales deprimidas por largo tiempo.106 Las ciudades chilenas de la época, si bien no eran complejas en cuanto a su composición social, eran altamente estratificadas.

Los sectores de más altos

ingresos estaban constituidos por dueños de la propiedad urbana, la tierra suburbana y rural, que en algunos casos también eran grandes comerciantes que desde mediados del siglo XVIII habían adquirido tierras.107 Más abajo en la escala había un reducido número de empleados públicos - civiles y militares- y del comercio.

En Valparaíso, esa norma era rota por la presencia estimada de

alrededor de tres mil extranjeros, la mayor parte de los cuales se hallaba comprometida en la actividad comercial y fueron muy influyentes en determinar las características que adquirió la ciudad desde los puntos de vista físico, social y cultural. La mayoría de los pobladores de las ciudades

estaba constituida por

individuos que se desempeñaban en el sector servicios -especial aunque no exclusivamente en el doméstico -, la producción y comercialización de bienes artesanales, y en el trabajo agrícola en las chacras de los extramuros. Existía además un número considerable de “peones urbanos”, cuyas ocupaciones comprendían todos los oficios “que excluyen toda inteligencia profesional”, como el de “auxiliares a los albañiles, a los carpinteros, a los fabricantes de tapias, a los cultivadores, etc.”, ocupaciones que desempeñaban “siempre con una desesperante lentitud”.108

106

. Poeppig, pp. 153-155. Carmagnani, pp. 4-5. . Según Mario Góngora, los sectores de altos ingresos en el período colonial constituyen una “Clase terrateniente y ciudadana, medianamente abierta, y en que el poder procede de varios factores acumulativos, nunca de uno sólo: posesión de casas principales, de chacras, viñas, estancias importantes, grandes ganados,…de la ascendencia, del matrimonio prestigioso, los cargos públicos”, cf, Encomenderos y estancieros (Santiago, 1970). pp. 125-126. Estas características no parecían haber variado fundamentalmente hasta 1840. 108 . Bladh, p. 144. Gay, p. 201. 107

67

También entre los trabajadores manuales existía una marcada estratificación. Reflejo de prácticas forjadas a través de casi tres siglos y de un sistema económico en que todo giraba en torno a la figura del patrón - urbano o rural -, la servidumbre doméstica se consideraba por encima del artesano y del pequeño comerciante, quienes a su vez miraban “con desdén”, al peón. Entre los artesanos las jerarquías dependían de las destrezas, el consumidor y el ingreso; el oficio más lucrativo era el de cigarrero, aunque a fines de los años veinte ya había comenzado su declinación.

Más abajo en la escala venían los curtidores, los relojeros y los

joyeros, todos oficios lucrativos; más atrás aún se situaban los carpinteros, los fabricantes de instrumentos, los panaderos, los vidrieros y los pintores, que “rendían lo suficiente”. Finalmente, como consecuencia de la creciente competencia de los productos importados los menos prósperos: los zapateros - exceptuados los boteros de damas- y los sastres.109

6. Las actividades productivas tradicionales. A pesar de los rápidos cambios en la esfera comercial y en la administración económica, las fuerzas productivas y los mercados de factores experimentaron un desarrollo muy escaso en el período 1780-1850.

En un contexto internacional en

que algunos países se adentraban “en la transformación más fundamental de la vida humana en la historia del mundo registrada en documentos escritos: los cambios desatados por los procesos de industrialización”,110 ello equivalía a emprender la ruta del atraso. En Chile prevaleció una así llamada “economía de antiguo régimen”. Un diagnóstico por sectores productivos demuestra que, hasta fines de los años 1840, éstos estaban dominados por una acentuada estabilidad en los procesos productivos; en otras palabras, por la vigencia de prácticas tradicionales. De allí que el sector más importante desde el punto de vista del empleo, la agricultura, en el ámbito de la producción fundamental, la de trigo y derivados de la ganadería,

109 110

. Bladh, pp. 144-149. . E J. Hobsbawm, Industry and Empire (London,, 1975), p. 13. 68

registrara una situación de estabilidad y hasta de estancamiento técnico y productivo, fundamentalmente debido a la ausencia de un mercado interno significativo en términos de cantidad y calidad. En otras palabras, no se registró la presencia de elementos externos que contribuyesen a alterar de manera decisiva el status quo.111 Ya fuese en las pequeñas o en las grandes propiedades, el proceso productivo estaba reducido a ciclos muy simples y más bien librado a las posibilidades que brindaba la naturaleza; de allí que la principal actividad en la década de 1830 fuese aún la explotación de ganado semisalvaje en pastadas naturales. Junto a ello, pero en forma secundaria, se cultivaba extensamente el trigo, el maíz y las legumbres, en tanto que en los huertos dominaba la presencia de manzanas, higos, duraznos y las vides. Según Claude Gay, “la cría de animales bovinos y la cosecha del trigo [era] en definitiva su producto más seguro y útil...”, de lo cual resultaba “que la agricultura en Chile permane[cía] siempre en el círculo estrecho de la rutina”.112 Hasta mediados del siglo XIX, es decir hasta el momento en que se dejaron sentir con fuerza los estímulos de la demanda en el hemisferio norte, el campo chileno continuó arrastrando el peso de la tradición y los arcaísmos. Como lo ha señalado Arnold J. Bauer, la constancia fue la característica más sobresaliente del campo chileno durante la primera mitad del siglo. Poco de lo que ocurrió en el país entre 1810 y 1830 perturbó la quietud de la vida rural, pues todavía se llevaban al puerto -a lomo de mula o en carreta tirada por bueyes- cargamentos de trigo para ser embarcados al Perú y algunos puertos del Atlántico sudamericano, mientras la grandes propiedades permanecían prácticamente abandonadas, pobladas por ganado y trabajadores ocasionales. Incluso una hacienda vecina a Valparaíso, que no sólo era el principal puerto para las exportaciones sino un mercado consumidor de pujante desarrollo, no resultaba del todo atractiva. De Viña del Mar, Vicuña Mackenna dice que “por el año 1840, la antigua hacienda de los Lisperguer estaba en venta pública. Pero era tal el abatimiento de la producción agrícola del país en esa época, que sólo se presentaron al remate dos postores.113 111

. Ibid., pp. 243-244. . Historia física y política de Chile. Agricultura (2 vols, Santiago, 1973), vol. I, p. 155. 113 . De Valparaíso a Santiago a través de Los Andes (Santiago, 1877), p. 55. 112

69

Cuatro categorías de trabajadores laboraban en el agro: los empleados de la hacienda o estancia: mayordomos, llaveros, y capataces;

los inquilinos o

arrendatarios de servicio, y los peones - o gañanes como también se les llamabaque eran trabajadores estacionales; ambos laboraban para las grandes propiedades que comprendían el 80 por ciento de la tierra cultivable, e incluso más en el caso de la de mejor calidad. El tercer grupo era el de los pequeños propietarios, cuya contribución a la agricultura comercial era insignificante, de tal manera que si se trata de “tierra para producción comercial, la máxima feudal neulle terra sans seigneur es aplicable a Chile”.114 El asentamiento rural era precario: había muy pocas aldeas y apenas algunos rústicos caseríos.

Aparte de las aglomeraciones de residentes en las

haciendas y las escasas villas, la población vivía dispersa, y una parte importante sin arraigo.115 El atraso del proceso productivo llevó a establecer analogías con las prácticas medievales, sobre todo en el ámbito técnico, productividad y organización de la fuerza de trabajo. Para el más destacado estudioso del campo del siglo XIX: Los campos de Chile no constitu[ían] por lo general más que simples haciendas sin que se pud[iesen] todavía considerarlas como fábricas en las que las primeras materias reciban todas las modificaciones relativas a la naturaleza de la explotación. La industria agrícola no ha hecho hasta ahora en ellas más que progresos muy escasos. Aparte de la preparación del charqui, del vino y algunas destilaciones de aguardientes, o molinos de harina, los propietarios se contenta[ban] con vender sus cosechas en su primitivo y natural estado, sin cuidarse de los productos que podrían obtener si supieran modificarla y trasformarla de acuerdo con las necesidades de la vida.116 114

. Aparte de su libro ya citado, véase su "Expansión económica y sociedad rural: el caso chileno en el siglo XIX", en Cuadernos de Historia, No. 3, Tunja 1979, p. 7. También su artículo con Ann Hagermann Johnson "Land and labour in rural Chile, 1850-1935", en Kenneth Duncan & Ian Rutledge (eds.), Land and Labour in Latin America. Essays on the Development of Agrarian Capitalism in the Nineteenth and Twentieth Century (Cambridge, 1977), pp. 83-102. Sobre inquilinos Mario Góngora, Origen de los "inquilinos" en Chile Central (Santiago, 1960). 115 . Al respecto Mario Góngora, “Vagabundaje y sociedad fronteriza (siglos XVII a XIX)” en Cuadernos del CESO, Nº 1, 1966, y Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX (Santiago, 1985), pp. 145-170. 116 . Gay, pp. 217-226; al referirse a fábrica Gay naturalmente tenía en mente las explotaciones comerciales 70

Ello redundaba en la ineficiente utilización del suelo, el limitado rango de la producción y la baja productividad, lo que a su vez determinó una marcada estabilidad en los precios. Esto era el reflejo de que la mayor proporción de la producción se consumía en el país, ya fuese en los propios centros de productores o en intercambios de escasa envergadura, lo cual implicaba mínimas transacciones comerciales y la ausencia de presión para el desarrollo de una producción para el mercado. En medio de esa realidad productiva, el estilo de vida del gran propietario continuaba siendo muy cercano al de la colonia, con una estructura de consumo que mantenía su corte campesino y una limitada, pero creciente, propensión al consumo de bienes manufacturados, sin por ello llegar a crear una demanda significativa en términos de cantidad y calidad. En cuanto a los trabajadores de las haciendas y la fuerza de trabajo en general, la mayor parte eran Ajenos casi siempre a la ciencia y a toda clase de método, guiados sólo en su difícil y complicada empresa por la virtud del pueblo que se puede llamar razón práctica, su principal mira era la de llevar a cabo con la mayor economía posible su explotación [de la tierra], sin manifestar otro deseo que el de cosechar lo más preciso para las necesidades de la familia...su indiferencia, la sencillez de sus costumbres y más todavía la fuerza productiva del suelo y del clima, hac[ían que] las primeras necesidades de la vida [fueran] poco numerosas y fáciles de satisfacerse. Su estilo de vida se caracterizaba por una fuerte tendencia a la reproducción de las condiciones existentes, lo cual le llevaba a ser productor agrícola y artesano, a la vez que comercializador de sus escasos excedentes, todo ello sobre la base de una estructura de carácter familiar.117 En otras palabras, una vida económica muy distante de la racionalidad del mercado.

Que

ello

era

así, puede ser verificado a través de la observación de las formas de comercialización en el mundo rural. En las tiendas, al interior de las haciendas quedaba en evidencia la pobreza de la oferta de productos para la población rural. europeas. Acerca de los aspectos técnicos, sobre el mismo tema, véase Bauer, Chilean, capítulo I. La descripción de la unidad económica agraria en Gay, p. 112. 117 . Gay, p. 107. 71

Cerca de Santiago, en el almacén la gama de productos incluía la carne fresca, cuerdas de variadas clases, lazos y fajas.

Un rubro importante era el de los

derivados de la ganadería; toda una sección del establecimiento estaba ocupada por estanterías con velas de sebo, en tanto que en el piso numerosos cueros contenían sebo para la venta; también era apreciable la oferta de “chicharrones”, producto de importancia en la dieta de los peones. En una tercera sección, se encontraban los instrumentos de labranza, tales como los yugos y las “picanas”, las azadas y los arados. Estos dos últimos implementos eran de “una madera durísima y provistos de un largo mango. Las de hierro, de reciente introducción, sólo se empleaban en los alrededores de la capital y de Valparaíso. Dadas las características de la economía rural, el almacén de la hacienda no sólo se encargaba de la venta de productos.

También allí se elaboraban

algunos bienes de importancia para los escasos intercambios que se verificaban en el mundo rural. En un patio colindante, en otoño, se verificaba la matanza, de la cual se obtenían los cueros, el sebo y el charqui. El sebo se obtenía derritiendo la grasa en gruesos fondos de greda (7 centímetros de espesor), también elaborados en la hacienda. Un último recinto consistía en una barraca en que se elaboraban los vinos y el aguardiente; allí se encontraba el que tal vez era el más sofisticado de los artefactos de los diversos procesos: un alambique para la elaboración de aguardiente.118 En el sector minero, la producción de cobre y plata, si bien más activa que en el siglo XVIII, era apenas dinámica a comienzos del siglo XIX. En el caso del cobre, su repunte, lento pero constante, comenzó en la década de 1840, asociado a factores de demanda externa; a descubrimientos espectaculares, y a la introducción de nuevos métodos para el procesamiento de metales. Pero en lo fundamental era un sector productivo de marcada rigidez en relación con los factores de producción.119 Es más, este era un sector que mantenía vínculos con la propiedad agrícola local, como lo demuestran los contratos de venta de propiedades mineras 118

. Graham, vol. II, p. 57. . Jean Borde y Mario Góngora, Evolución de la propiedad rural en el Valle del Puangue (2 vols., Santiago, 1956), vol. I, pp. 76-78. A comienzos del siglo XIX se registró un significativo interés por ampliar las explotaciones y los trapiches en esa zona, por lo cual creció la demanda por la tierra agrícola. Pierre Vayssiere, Un siècle de capitalisme minier au Chili, 1830-1930 (París, 1980), pp, 31 y 55. 119

72

que consignaban herramientas, molinos para moler

metales, máquinas para el

tratamiento de escorias de minerales de cobre y hornos para refinar las pastas de cobre, pero también potreros, arboledas y molinos de trigo.120 En un ámbito geográfico como el del norte, con accesos difíciles que encarecían notablemente los abastecimientos, la imbricación agricultura-minería tuvo también otra lógica económica; la unidad productiva agraria tenía la capacidad de completar el salario de los trabajadores mineros en especie gracias a su molino harinero, su viña y su “potrero”. Desde el punto de vista técnico, esta relación también se justificaba por la utilización de la tracción animal representada por las tropas de la hacienda, la producción de forraje, y el empleo masivo de los recursos madereros.121 Ambos factores explican la complementariedad agro-mina que se mantuvo hasta fines de los años 1860. En cuanto a la estructura de la explotación misma, ella no varió significativamente; empadronamientos de todo tipo confirman la mantención y predominio numérico de la pequeña explotación y la atomización de la producción, por lo menos hasta la década de 1860.

Si esas explotaciones a menudo

demandaban la asociación de numerosos mineros a través de diversas formas de cooperación, el nivel de inversión de capital requerido era siempre muy bajo, lo cual contribuyó a que hasta mediados de siglo la estabilidad, o si se quiere la ausencia de innovación, fuese una de los rasgos más destacados del sector. Según Darwin, las características de un yacimiento chileno tipo a mediados de la década de 1830, eran su pequeñez, quietud y el tremendo esfuerzo físico desplegado por los “barreteros” y “apires”.122

120

. Archivo Notarial de Ovalle. Registro de Hipotecas y Gravámenes de 1861 al 3 de Enero de 1866. Volumen XXXVI, pieza 1, f. 31, 27.II.1865., “Título de hipoteca de una mina ‘San José de Tamaya’ a favor de don Ramón Lecaros”. Inventario de 7.XII.1864. Pieza 5, f. 4, 1.VIII.1865., “Título de propiedad de las minas de Panulcillo ‘El Carmen’, ‘Socavón Asunción’, y ‘Asunción’ de minerales de cobre i demás útiles i establecimientos vendidos por Heartly Evans y doña Isabel Valdivieso de Respaldiza a la sociedad de Panulcillo Copper Company Limited representada por Huth Grunning & Co.”. Pieza 6, f. 39., 11.XI. 1865, “Título de propiedad de un establecimiento de fundición de minerales de cobre que vende Gaspar Irirarte a don Cosme Martínez”. 121 . Vayssiere, pp. 52-55. 122 . Darwin, pp. 253-254. 73

Hasta la década de 1830, las pesadas faenas mineras eran pobremente remuneradas y no enteramente en dinero: cinco pesos (algo menos de una libra esterlina) al mes, no enteramente pagados en dinero, y una cantidad de alimentos por día, que en el caso de los yacimientos de cobre del valle de Aconcagua frontera sur del mundo minero- consistía en dieciséis higos y dos panes secos al desayuno, porotos hervidos con grasa al almuerzo y charqui con trigo a la comida; raramente era incluida la carne fresca.123 En el fondo, en el sector minero imperaban las técnicas rudimentarias preindustriales y una dimensión artesanal en la explotación, que se traducía en una débil concentración humana. Se trataba de una “pequeña minería”, constituida por unidades de reducidas dimensiones, con bajo nivel de empleo y proletarización limitada. Predominaban los yacimientos modestos en cuanto a desarrollo técnico, explotados según métodos e instrumental arcaicos, sostenidos por el trabajo “voluntario” de una mano de obra de alta movilidad, inestabilidad y volatilidad. Consecuencia de lo anterior fue la baja productividad, el atraso técnico y la limitada demanda por bienes de consumo y de capital generada por el sector. En la producción de manufacturas, como se ha señalado, predominaba la actividad artesanal, pero también existieron algunas fábricas cuyas características, confirman el atraso sectorial. En Santiago, a comienzos de la década de 1820, aún funcionaba un establecimiento de telas de lana estampada fundado en el período hispánico. Era administrada por un suizo y empleaba “trabajadores desempleados [sic], huérfanos y mendigos”. Producía paños muy simples y sus utilidades eran muy bajas, pues el gobierno -su principal cliente- le fijaba los precios; a pesar de eso, su administrador no podía dejar su cargo...en virtud de una resolución gubernamental que se lo prohibía.

Su funcionamiento sólo era posible por su

condición monopólica, que le permitía vender su producción, hecha con telas importadas, a 7 u 8 reales por vara. Su fin llegó con la competencia externa la cual, a pesar de los impuestos de importación, a partir de 1823 ofrecía el mismo producto a 2,5 y 3 reales. Otra “fábrica”, de características similares a la anterior, producía muebles, pero era más bien una suerte de “casa correccional” que empleaba a 123

. Ibid. 74

personas necesitadas, niños abandonados, y cierta clase de criminales; a pesar de que sus productos eran considerados de buena calidad, tampoco ésta pudo resistir la competencia externa y debió cerrar sus puertas.124 Según Gabriel Salazar, hasta mediados del siglo XIX “empresariado movimiento

popular

e

industrialización...que

social-productivista

que

antagonizó

también hubo

protagonizaron...un seriamente

al

denso proyecto

internacionalizante, monopolista y autoritario de los mercaderes”. Las “industrias populares enquistadas en rancheríos pero proyectadas hacia afuera por masas de intrusivos vendedores ambulantes”, habrían tenido una importancia tal que “acosaron y sitiaron la 'ciudad culta' de los mercaderes” causando la irritación de éstos “cuando iniciaron la pugna por el mercado nacional y fronterizo”.125

Sin

embargo, cuando el autor entra a la descripción de estas unidades productivas emergen las dudas acerca del correcto empleo del término industrialización, pues se trataba de “establecimientos pequeños rústicos, pobremente equipados y operados por grupos familiares más que por elencos asociados por contrata”; sus dimensiones eran tales que la mayoría de ellos "no calzaría hoy en los parámetros definitorios de lo que se entiende por 'pequeña industria' o 'micro empresa’”.126 Pero tampoco calificaban como establecimientos industriales de acuerdo con los requerimientos de capital y tecnológicos de la época. Las supuestas industrias “populares” de la primera mitad del siglo XIX eran, en primer lugar, poco intensivas en capital, pues en cuanto a inversión de capital “fluctuaron entre £6 y £10 (valor de las instalaciones textiles de las mujeres de pueblo), y £577 (valor de una herrería modernizada)”, mientras que “las industrias modernas, modelo inglés, tenían un capital fijo avaluado en £15.094 (caso de Balfour, Lyon y Compañía, en 1858), o en más de £5.618 (caso de una fracasada fábrica textil de capitalistas chilenos”. Las instalaciones “populares” eran, por lo tanto, muy pobres: “...una pieza mediagua...un pequeño cuarto...ranchos...pilones de barro y piedras, corrales de chanchos, gallineros, hornillas...pozos y acequias, y

124

. Bladh, pp. 142-144. Una vara = 0,83 metro, 1 peso = 8 reales. . "Empresariado popular e industrialización: la guerrilla de los mercaderes (Chile 1830-1885)", en Proposiciones, Nº 20, 1991, p. 183. 126 . Ibid. 125

75

ancianos, mujeres y niños por todas partes”. Con relación a tecnología, maquinaria y equipo, el panorama no era más alentador, pues la primera consistía “en la utilización de recursos locales como medios baratos de producción”, mientras que en “la elaboración de herramientas y artefactos productivos se empleó, así exclusivamente, madera, piedras y cueros...”, para lo cual se restauró “la tecnología indígena y la hispano colonial, mientras se impulsaba la inventada in situ”. Dadas esas características, era obvio que la fuerza motriz fuera hidráulica “de ríos y acequias”, aunque poco a poco la “mentalidad tecnológica popular..., opuesta a la de los mercaderes...” coincidió con que “las herramientas industriales y los motores a vapor fuer[an] gradualmente incorporadas a los talleres artesanales”.127 Establecimientos de esas características difícilmente pueden ser considerados como parte de un proceso de industrialización; pertenecen claramente a la economía tradicional y constituyen formas de producción artesanal preindustrial.128 Es que en realidad, sólo la fábrica de cerveza establecida en Valparaíso a fines de la década de 1820 por Andrew Blest tenía relación con el mundo fabril que se desarrollaba en el “centro”.129 En el ámbito de la circulación, la situación hacia la década de 1830 era, sin duda, más matizada; sólo que aquí el desarrollo era muy desigual. El comercio al detalle estaba circunscrito a las aglomeraciones mayores, algunos pueblos y villas dignas de ese nombre, y tenía un amplio rango de oferta. Como se ha señalado, a fines de los años 1820 el desarrollo de esta actividad más allá de Valparaíso era escaso; el propio comercio santiaguino era mediocre: pequeñas tiendas de alimentos, tabernas, talleres. Pero había muy pocos establecimientos dedicados a la elaboración de los bienes que formaban parte del nuevo tráfico; en ese marco, cada comerciante tenía una clientela más o menos estable que se abastecía casi exclusivamente de esa fuente mediante transacciones en las que todavía la relación personal mantenía un rol importante debido principal, aunque no exclusivamente, al 127

. Ibid. pp. 185-188. . Salazar pasa gradual y sutilmente del empleo del concepto de "industria popular" al de "talleres artesanales" o "industria artesanal" sin mayores explicaciones. Que el grado de éxito de estas unidades productivas fue magro, lo demuestra el propio autor: su porcentaje entre los establecimientos que pagaban patente pasó del 24 por ciento en 1867, a 18 en 1873 y a 16 en 1878, y lo mismo habría ocurrido con el empleo; Ibid., pp. 183-189. 129 . Bladh, p. 144, para una somera descripción. 128

76

limitado desarrollo de la economía monetaria. De allí que a lo largo del país todavía era común la práctica tradicional del trueque, mientras que todo tipo de “señas” introducía la semblanza de una vida monetaria.

Aunque limitada, ésta ya

comenzaba a hacer sentir su presencia. Esa situación fue el resultado necesario de las características del crecimiento del sector externo, que funciona con otra lógica; la de las transacciones importación-exportación con cada vez con más diversos medios de pago. Pero aún en este caso la composición de las exportaciones era decidora de la calidad y capacidad del aparato productivo; se exportaban minerales -plata (como medio de pago) y cobre- se transaba también harina, frutas secas, carne salada, cueros, madera y cereales.

Las casas comerciales extranjeras

comenzaban a financiar algunas explotaciones mineras; pero sin por ello participar directamente en el proceso extractivo.130 Y la relación sector externo-sector interno era aún débil, hasta cierto punto artificial; por ello, el circuito monetario asociado al primero no se expandió fluidamente hacia el interior.131 A pesar de todo, no cabe referirse a la economía chilena del primer tercio del siglo XIX, como a una “economía natural”, pues, como se ha visto, existían algunos, aunque limitados circuitos monetarios. Era un sistema que funcionaba de acuerdo con los mecanismos de una economía “de antiguo régimen”, penetrada ya por sectores dinámicos, en los que si bien había actividad monetaria, también existía un conjunto no integrado de actividades en que la naturaleza aún lo determinaba todo de manera decisiva.

Según Barros Arana, no sólo las

convulsiones políticas crearon problemas en la producción de bienes y servicios a comienzos de la década de 1850, también lo hicieron los sismos y las inclemencias del clima.132 Con todo, lentamente la creciente apertura al exterior comenzó a dar sus frutos y a marcar tendencias. Si hacia fines de la década de 1830 se habían ya logrado la estabilidad política interna y externa, sólo faltaba un mayor estímulo de la demanda externa para que se iniciara la modernización económica.

Para ello había que esperar que el “centro” se volcara con más

130

. Marcello Carmagnani, El salariado minero en Chile Colonial (Santiago, 1963), pp. 21-22. . Esa articulación era fundamental para el desarrollo de la “economía no exportadora”. Al respecto Victor Bulmer-Thomas, The Economic History of Latin America from Independence to the Present (Cambridge, 1998), Capítulo IV. 132 . Obras Completas, vol. XVI, pp. 570-572. 131

77

ímpetu a la “periferia”, aunque ello no constituiría garantía de desarrollo económico. Pero, entre tanto, la producción doméstica escasamente podía competir en los mercados internacionales más dinámicos. De allí que Valparaíso no tuviese un “respaldo productivo” que le hubiese permitido fortalecerse con la venta de producciones propias y, de esa manera, haber enfrentado con más solvencia los períodos difíciles de la coyuntura comercial internacional. En ese sentido, el país no supo, o tal vez no pudo, acompañar a Valparaíso en su primer auge. Enfrentadas a esa compleja coyuntura, las autoridades nacionales, como ya se ha expuesto, adoptaron las primeras decisiones en cuanto a infraestructura que habrían de cambiar el aspecto de la ciudad y de la zona central del país de manera radical. En primer lugar, se iniciaron las obras de construcción de nuevos y más espaciosos almacenes fiscales y de dependencias para la Aduana. Con ello no sólo se facilitó el almacenamiento de mercancías y se establecieron mejores condiciones para que exportadores e importadores cumplieran con las formalidades dispuestas por la legislación vigente, sino que todo un sector de Valparaíso, el puerto, comenzó a transformarse.

La segunda decisión gubernamental tuvo un impacto aún mayor

y de más trascendencia en el tiempo. En efecto, con el inicio de las obras de construcción del ferrocarril a Santiago, el 1º de octubre de 1852, no sólo se dio inicio a la transformación de todo un sector de la ciudad, sino que una vez completada la obra el tiempo de viaje a la capital se redujo a prácticamente seis horas. Más aún, la comunicación se hizo casi instantánea en la medida en que entró en funcionamiento la red telegráfica que corría paralela a la vía. El comienzo de estos trabajos fue noticia internacional y marcó el comienzo del fin de la primera etapa de expansión de Valparaíso y el momento en que la ciudad comenzó a transitar a paso firme, aunque pausado, a la modernidad en todos los planos.133 Benjamín Vicuña Mackenna legó un entusiasmado relato acerca del comienzo de las obras; ese “día memorable”

133

. Fue reporteada ampliamente, con grabados, por The Illustrated London News en su edición del 10.XII.1852. 78

habíase levantado una especie de altar arrimado a las rocas, en el sitio que hoy ocupa la “Casa de máquinas” y el obispo de Concepción , don Diego Antonio Eliozondo, bendecía en presencia de un pueblo conmovido, la primera piedra de la obra más atrevida y más importante que se había emprendido en su época en la redondez de la América del Sud .. [y se] consagraba, por consiguiente, dos hechos dignos de duradera memoria: la inauguración de una gran obra pública nacional, y la inauguración del espíritu de asociación práctica, casi desconocido hasta entonces en el país.134 Con el ferrocarril llegó otro tipo de empresa, desconocida hasta entonces en el país en la medida en que por primera vez se verificó una operación integrada pero geográficamente dispersa.135

Los trenes a vapor hicieron posible no sólo

desplazamientos más rápidos, sino también contribuyeron a la creación de nuevas actividades en la producción de bienes y servicios y a la creación de nuevos mercados. También se desarrollaron nuevos oficios y nuevas destrezas y en el elenco social se integró un nuevo tipo de habitante urbano; el trabajador asalariado perteneciente a un colectivo numéricamente importante.

134

. De Valparaíso a Santiago, pp. 21.22. . Para Alfred D. Chandler es The Railroads. The Nation's First Big Business (New York & Chicago, 1965). El ferrocarril como operación integrada tecnológicamente, pero dispersa desde el punto de vista geográfico, en Lester C. Thurow, The Future of Capitalism (New York, 1996), p. 10. En su mejor momento, Rostow sostuvo que “de todas las etapas en la secuela de la ingeniería moderna, puede decirse casi con seguridad, que la del ferrocarril fue la más importante. Precisamente, de la misma manera que el financiamiento y la dirección administrativa de los ferrocarriles establecieron muchas normas para la industrialización en gran escala de un frente más vasto; así también fue la experiencia adquirida en la construcción y financiamiento de los ferrocarriles de donde surgieron gran parte de los cimientos para la marcha del mundo occidental hacia la madurez”; en The Stages, p. 62. 135

79

CAPITULO II El comienzo de una larga transición, 1850-1875

1. Todo comenzó en Santiago y Valparaíso. A mediados de la década de 1850, la sociedad chilena comenzó a sacudirse de los lastres de la economía de antiguo régimen e inició su tímido tránsito a la modernización.

Tal cual los comentaristas económicos de comienzos de la

década de 1870, Diego Barros Arana planteó que al concluir el gobierno de Manuel Bulnes (1851), se apreciaba la "vitalidad que había cobrado el país al amparo de la paz interna y de la regularidad gubernativa".1

Veinte años más tarde, Agustín

Edwards afirmó que en la década de 1860 se generó una "ola de optimismo y fervor empresarial que barrió el país", que se manifestó en iniciativas públicas y privadas que lograron "sacar a Chile de la indolencia económica en que hasta entonces había vivido".2 ¿Qué 0currió a partir de mediados del siglo XIX en el ámbito económico en el país? En realidad, lo que ocurrió en la década de 1850 fue que algunos sectores de la economía experimentaron fuertes estímulos de demanda externa; pero la mayor parte de ellos, tanto en el caso del agro como de la minería, estuvo asociada a episodios de corta duración cuya espectacularidad opacó sus reales efectos. Si bien las exportaciones crecieron a la respetable tasa anual de 4,6 por ciento, ello no es necesariamente un indicador del desempeño de la economía en su totalidad. Según el modelo de Bulmer-Thomas, los incrementos en el quantum de las exportaciones registrados en el país desde la década de 1850 en cuanto a transmisión

de aumentos de productividad al resto del sistema económico

pertenecieron a los tipos “integrador” y “destructivo”, es decir con baja incidencia sobre el resto de la economía.3

Cálculos recientes del PIB sugieren modestas

tasas de crecimiento para los años 1850, 1,8 anual para el primer quinquenio, 2,9

1

. Un decenio de la historia de Chile, 1841-1851 (2 vols, Santiago, 1913), vol. II, pp. 34-36 y 609. . Agustín Edwards, Cuatro Presidentes de Chile (2 vols., Valparaíso, 1932), vol. II, pp. 328-329 y 349. 3 . Bulmer-Thomas, pp. 83-84. 2

61

para el segundo, con una tasa acumulativa anual de 2,8 para la década.4

Esto

sugiere que los efectos multiplicadores del crecimiento de las exportaciones estuvieron limitados a áreas muy delimitadas del territorio, en particular a aquellas zonas ligadas al eje Santiago-Valparaíso, y a la zona aledaña a Concepción, lo cual se explica en parte por el escaso desarrollo de los medios de transporte Durante los siguientes 20 años, el dinamismo y las transformaciones que experimentó la economía siguieron vinculados al comportamiento de su sector externo. Las exportaciones crecieron al 5 por ciento anual entre 1850 y 1873, mientras que las importaciones lo hicieron a la misma tasa entre 1850 y 1874. Entonces sí la dinámica adquirida por el sector externo parece haber impactado más intensamente a la economía no-exportadora, pues la tasa de crecimiento acumulativa anual del PIB entre 1860 y 1875 ha sido calculada en torno al 3,4 por ciento, con un crecimiento ligeramente mayor entre 1870 y 1874, de 3,6 por ciento.5

Ello, en gran medida, estuvo relacionado con el desarrollo de la

infraestructura de transportes, especialmente con la construcción de ferrocarriles. Tan importante como la tasa de crecimiento de esas variables fue la consolidación de la balanza comercial, que permitió al país reiniciar el servicio de su deuda externa en la década de 1850.

Ello a su vez le permitió concurrir

nuevamente al mercado financiero de Londres, el que se convirtió en un importante financista de diversas obras de modernización, particularmente de la infraestructura de transportes. Finalmente, el comportamiento del sector externo, hasta mediados de la década de 1870 permitió que la moneda se estabilizara por casi veinticinco años con relación a la libra esterlina, lo cual facilitó las operaciones financieras externas y la adquisición de bienes de consumo, insumos para procesos productivos y bienes de capital para el transporte y diversos ámbitos de la producción. Las experiencias comerciales de las décadas de 1820 a 1840, junto con el desarrollo institucional que en cuestiones de administración económica se experimentó durante el mismo período, le permitieron al país beneficiarse

4 5

. Juan Brown, et.al., Economía chilena 1810-1995: estadísticas históricas (Santiago, 2000), pp. 22-23. . Ibid., pp. 22-23. 62

plenamente de la expansión comercial internacional que comenzó a generarse desde fines de la década de 1840; la que fue aumentada, en su expresión local, por los breves pero importantes auges generados por los descubrimientos de oro en California y Australia. De alguna manera tal desarrollo del sector externo y de las instituciones económicas permitió al país enfrentar los rigores de la crisis comercial de 1857 a 1861.6 Entonces, el desempeño de la economía chilena en el cuarto de siglo 18491874 fue en su origen similar al de los demás países latinoamericanos que lograron algún grado de éxito en sus esfuerzos por insertarse en las redes del comercio internacional, pues fue sólo a partir de mediados del siglo XIX que la nueva demanda en Europa creó “sustanciales salidas para los productos pecuarios y agrícolas, [y] para las materias primas industriales”, de modo que, “hacia fines del tercer cuarto del siglo, América Latina estaba firmemente integrada a la economía transatlántica”.7 Chile, entre tanto, había avanzado a través del entrepot de Valparaíso, pero además, en la nueva relación comercial internacional Europa no sólo pudo “cumplir las funciones que desde la emancipación se habían esperado vanamente de ella: no sólo iba a proporcionar un mercado para la producción

tradicional

latinoamericana,

ofrecerlo

para

un

conjunto

de

producciones nuevas; por añadidura, iba a ofrecer capitales que -junto con la ampliación de los mercados consumidores- eran necesarios para la modernización de la economía...”.8 Para Chile, las nuevas condiciones de la economía internacional fueron particularmente favorables.9 Por prácticamente dos décadas los productores nacionales gozaron de dos condiciones que se dieron por única vez: por una parte, hasta fines de la década de 1860 la oferta de alimentos y materias primas en los principales mercados europeos continuó siendo limitada, pues sólo 6

. Esta crisis, tal vez la primera de carácter cíclico que enfrentó el país, aún aguarda ser estudiada. . D.C.M Platt, Latin America and British Trade, 1806-1914 (London, 1972), p. 3. 8 . Halperin, p. 216. 9 . Acerca del origen de esta nueva etapa, Halperin señala: “La eficacia que el cambio de la coyuntura económica mundial tuvo para Latinoamérica fue acrecida por el modo en que se produjo. Una explicación hoy impopular lo hace partir del descubrimiento del oro californiano; justa o no, ella tiene, en todo caso, el mérito de recordar que el cambio de coyuntura comenzado hacia 1850 no sólo abre una fase destinada a durar hasta 1873, sino también se acompaña de una ampliación del espacio económico, de una unificación del que estaba organizado...”; p. 216 7

63

entonces la puesta en marcha de grandes proyectos en los ámbitos de los transportes y las comunicaciones hicieron posible su ampliación.10 Por otra, pero relacionado con lo anterior, los precios de los bienes primarios se mantuvieran altos en el mercado internacional, a lo cual también contribuyeron acontecimientos como la guerra civil de los Estados Unidos y las guerras de Crimea y la francoprusiana. De esta forma, las exportaciones de cobre que ya habían encontrado un espacio en el mercado británico, a mediados de la década de 1840, experimentaron un importante crecimiento, al cual no sólo contribuyó el incremento en la demanda sino también mejoras en la metalurgia, en particular la difusión del horno de reverbero.11

Desde comienzos de la década de 1850,

importantes inversiones se verificaron en el transporte de minerales, su fundición y en proporción mucho menor, en la minería.12 Los factores externos también jugaron un importante rol en la expansión de la economía rural. Una oferta limitada, la demanda en rápida expansión, los altos precios y la mayor disponibilidad de navíos, le permitieron al trigo chileno situarse con holgura en el mercado londinense en la década de 1860 y permanecer en él hasta mediados del siguiente decenio.

El punto culminante de estas

exportaciones se registró en 1874. La transformación en marcha no estuvo confinada a los ámbitos de la producción y del comercio. Otros observadores dejaron testimonios de diversas transformaciones que se comenzaban a experimentar en la cotidianidad y que, en pocos años, alteraron en forma definitiva las expectativas de consumo de amplios segmentos de la población; según el novelista Alberto Blest Gana, en el ámbito de la elite, sobre todo en sus nuevos componentes, comenzaba a emerger un nuevo individuo, marcado por el afán de enriquecimiento; así, se había hecho 10

. En 1869 fue puesto en servicio el Canal de Suez, en tanto que en 1870 se completó el primer ferrocarril transcontinental en los Estados Unidos. Estos dos acontecimientos se tradujeron en un reordenamiento de las redes de comercio y de los servicios de transporte, la incorporación de nuevas tierras a la producción agropecuaria y de nuevos yacimientos a la explotación de metales. 11 . Clark W. Reynolds, ‘Development Problems of an Export Economy: the Case of Chile and Copper`, en Markos Mamalakis & Clark W. Reynolds, Essays on the Chilean Economy (Homewood, 1965), p. 211. También capítulo III, parte 1. 12 . Harold Blakemore, British Nitrates and Chilean Politics, 1886-1896. Balmaceda and North (London, 1974), p. 62. 64

...bastante conocido el tipo de hombre que dirige a este fin [los negocios] todos los pasos de su vida. superfluo.

Para tales vivientes, todo lo que no es negocio es

Artes, historia, literatura, todo para ello constituye un verdadero

pasatiempos de ociosos. La ciencia puede ser buena a sus ojos si reporta dinero, es decir mirada como negocio. La política les merece atención por igual causa y adopta la sociabilidad por cuanto las relaciones sirven para los negocios. Hay en esas cabezas un soberbio desdén por el que mire más allá de los intereses materiales, y encuentran en la lista de precios corrientes la más interesante columna del periódico. Eran según el novelista y diplomático, los “... sectarios de la religión del negocio...” que hacían evidente que en el país todo parecía ir “cediendo su puesto a la riqueza”.13 Y cada uno de los segmentos de la sociedad urbana - hacía suya tal devoción, en la medida de sus posibilidades. Así, en 1850 para un joven de una familia acaudalada era posible desprenderse sin mayor problema de $2.000 [£385] en una noche de juerga, en tanto que $1.000 [£192] eran para un personaje del "medio pelo" una "suma enorme..." que era recibida "... como guardaría una reliquia un devoto...". Pero un joven estudiante provinciano sobrevivía con $20 [£3,8] al mes gracias a la generosidad capitalina que le proveía de alojamiento y alimentación. Por aquellos años, el Presidente de la República tenía un ingreso mensual de £192, un general de división y un vicealmirante de £56, mientras que el Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile percibía £16.14 En otros planos, algunos chilenos -especialmente los residentes de Santiago y Valparaíso- tenían la oportunidad de percibir otras dimensiones de los nuevos tiempos. En Octubre de 1840 en el puerto de Valparaíso el silencio de la bahía y la diafanidad de sus cielos fueron rotos con la llegada de los vapores "Chile" y "Perú", los primeros de su clase en surcar aguas nacionales con el objeto de establecer un servicio regular a lo largo de la costa y hasta el Callao por el norte. Era el primer 13

. En Martín Rivas (Santiago, 1987), p. 142. Es importante recordar que este libro se publicó en 1861. . Las tres primeras referencias corresponden a personajes de Martín Rivas, pp. 7, 95 y 160. Según Recaredo Santos Tornero, por un lado el "medio pelo" era "una casta aparte; no fraterniza con el pueblo a quien llama desdeñosamente rotos, y la sociedad no la admite en su seno". De otra parte, era "pobre o [contaba] con pocos recursos; pero en su afán de lucir y aparentar lo que no tiene y lo que no es, no omite sacrificio alguno ni privación de ningún genero", en Chile Ilustrado (Valparaíso, 1872), pp. 464-465. Los datos para funcionarios públicos en Anguita, vol. I., pp. 441-467. 14

65

"impacto tecnológico" de la "gran transformación" por la que ya atravesaban las economías de Europa nor-occidental, una de cuyas dimensiones más notables fue, precisamente, el desarrollo de los medios de transportes modernos.15 Siempre en la esfera del transporte, nuevamente la

ciudad de Valparaíso fue estremecida en

Septiembre de 1852. Entonces, una tronadura en el acantilado del sector Barón (en la parte nororiente de la ciudad), marcó el inicio de los trabajos de construcción de una obra capital, tanto por su importancia económica como por su simbolismo: el ferrocarril entre Valparaíso y Santiago.16 Con el inicio de la construcción del ferrocarril en la zona central del país no sólo se verificó la más importante de las innovaciones en el transporte terrestre, sino que comenzó una etapa de transformaciones que se extendieron hasta mediados de la década de 1870 y que fueron el fruto de una temprana transferencia de tecnología. En ella, la máquina a vapor fue el eslabón perdido. Con su empleo se pudieron utilizar grandes cantidades de equipos y capital en un lugar (las fábricas y las maestranzas) o en operaciones integradas y geográficamente dispersas (los ferrocarriles). Los trenes contribuyeron a la creación de mercados nacionales. Con el motor a vapor y las grandes cantidades de equipos que podían agregársele, la producción pudo alcanzar dimensiones desconocidas (por ejemplo, en la producción de carbón) y el rendimiento aumentar proporcionalmente con más rapidez que las inversiones. La mayor productividad condujo a más altos ingresos, lo cual a su vez llevó a una mayor disponibilidad de bienes a y la posibilidad de permitirse nuevos lujos que, rápidamente, se convirtieron en necesidades.17 Por otra parte, asociado al ferrocarril llegó el telégrafo. A partir de 1852, las comunicaciones entre el puerto y la capital experimentaron una transformación radical con la puesta en funcionamiento de ese servicio.

15

Las

. Para una visión del efecto de la llegada de esos vapores, véase El Mercurio, 16.X.1840. El concepto de "gran transformación", es el de Karl Polanyi, The Great Transformation (Boston, 1968), pp. 130-209. 16 . El Mercurio, 16.IX.1852; The Illustrated London News, 21.XII.1852, que se reproduce en páginas centrales de este libro. Los problemas de todo orden que planteó la ejecución de esta obra (187 kilómetros de tendido de línea) quedan reflejados en el tiempo que demandó su terminación: 9 años. El mejor estudio sobre los trabajos es Robert B. Oppenheimer, " Chilean Transportation Development: The Railroads and SocioEconomic Change in the Central Valley, 1840-1885", tesis doctoral inédita, University of California, Los Angeles, 1976. 17 . Thurow, The Future, p. 10. 66

comunicaciones más rápidas fueron de vital importancia para el mejoramiento de la administración pública y el desarrollo de los negocios. En todo caso, tales acontecimientos fueron sólo un anticipo de lo que ocurriría en los siguientes veinte años y, que en la primera mitad de la década de 1870, redundaba en un período de euforia económica, y también en una innegable modernización. Sin embargo, en sus orígenes los niveles de la actividad económica fueron, desde todo punto de vista, modestos y quedan reflejados en, por ejemplo, las variaciones en el valor del comercio exterior entre 1844 y 1849, que si bien registran una tasa de crecimiento anual de 5,8 por ciento, son precarios si se les compara con los de los años 1870-1874. Por otra parte, si se toman los mismos quinquenios y se comparan los presupuestos de gasto del gobierno, se tiene que los valores comprometidos para el período 1845-1849 representan tan sólo el 28,6 por ciento de aquellos de los años 1870-1874.18

2. El escenario humano, institucional y económico para la transformación. En 1849 la estadística registró un significativo incremento en el comercio exterior. El valor de éste que entre 1844 y 1848 registró un crecimiento acumulativo anual de sólo 1,5 por ciento, ese año experimentó un aumento de 30 por ciento, con las exportaciones creciendo en 31,5 por ciento.

Todo ello era el resultado de la

interacción de numerosos factores externos, que paulatinamente fueron imprimiendo una nueva dinámica a la actividad económica nacional, dejando atrás las dificultades que se examinaron en el capítulo anterior: las que decían relación con el desplazamiento de los centros de actividad comercial de la región. La puesta en explotación de las guaneras en la costa del Perú, los incentivos del gobierno de ese país al comercio internacional directo -a través de rebajas tarifarias-, y la activación por parte de Bolivia del puerto de Cobija, redundaron en la declinación del comercio de tránsito y de la actividad económica en general en Valparaíso. Junto a esos

18

. Cálculos con datos de Chile, Dirección General de Contabilidad, La Hacienda Pública de Chile (Santiago, 1901). 67

factores, los cambios que se comenzaban a registrar en la economía internacional como producto del inicio de la "nueva etapa de la industrialización y de los cambios en la política comercial en Gran Bretaña” contribuyeron a crear momentos de incertidumbre y déficit constantes en la balanza comercial,19 que fueron cubiertos con exportaciones de moneda metálica, lo cual redundó en la consiguiente reducción en la oferta interna de dinero, en la contracción de la demanda y en una marcada baja en las transacciones. Fue en ese contexto que a partir de 1850, con el auge exportador a California en pleno desarrollo, el crecimiento del valor de las exportaciones y del comercio exterior adquirieron un dinamismo sin precedentes por su nivel y durabilidad. Comenzaron a desaparecer paulatinamente los déficit en la balanza comercial, aumentó el valor de retorno de las exportaciones, y se comenzó a generar una demanda agregada interna, la que a pesar de su lento ritmo de desarrollo, fue cada vez más significativa. Con ello, comenzaron a cambiar definitivamente el ritmo y el carácter de la actividad económica del país. Los auges cerealeros de California y Australia fueron

de corta duración,

plenos de contradicciones, pero de gran importancia desde el punto de vista del estímulo a la demanda. Pero también impusieron un ajuste comercial severo; no en vano por aquellos años se afirmó que California en alguna medida fue una "mina de pocos y ruina de tantos... [a raíz] de buques perdidos con grandes cargamentos y trigos malbaratados... "20 Así, a lo largo de la década de 1850 se registró una total readecuación del comercio externo del país, aparecieron de nuevas instituciones facilitadotas de la actividad económica. La nueva coyuntura económica externa y el aumento de la actividad interna dejaron en evidencia las falencias institucionales que trababan el desarrollo de los negocios y obstaculizaban el crecimiento, en particular la insuficiencia del sistema monetario y la carencia de instituciones financieras. Ante ello, los establecimientos comerciales debieron diversificar sus operaciones, a fin de ampliar el crédito y la oferta de medios de pago. Pero ello no era tarea fácil; por el

19 20

. Garreaud, pp. 180-185., y Capítulo I, sección 5. . Blest, p. 65, pone esta aseveración en boca del personaje Rafael San Luis. 68

contrario, muy pocos comerciantes chilenos estaban en condiciones técnicas como para enfrentar con eficacia ese desafío. Persistían las prácticas tradicionales en las operaciones comerciales, con una "sorprendente ignorancia de técnicas mercantiles viejas, aprobadas y de uso ordinario en Europa desde centurias anteriores, como la letra de cambio, la contabilidad por partida doble o las operaciones bancarias".21 El desconocimiento, entre muchas otras cosas, de las propiedades y ventajas del crédito en sus diferentes formas comerciales, jugó una mala pasada a los grandes comerciantes nacionales.

A raíz de estos cambios, muchos comerciantes

tradicionales fueron desplazados del comercio de importación-exportación y ese espacio fue ocupado principalmente por grandes casas comerciales extranjeras, en especial británicas: ya en 1849 el 63 por ciento de las casas comerciales dedicadas al giro al por mayor en Santiago y Valparaíso era de propiedad de extranjeros (de ellas el 39 por ciento pertenecía a británicos).22 Ese relevo fue importante en una doble dimensión. En primer lugar, implicó el comienzo del copamiento de las operaciones comerciales y financieras del sector externo por

empresarios extranjeros, con sus consiguientes implicancias con

relación a las operaciones y a la apropiación de las ganancias. Pero más sugerente, tal vez, sea la segunda: el comienzo del repliegue de los elementos chilenos de esta área de actividad. Este ha sido un tema de debate recurrente en las discusiones historiográficas y económicas que se han verificado en el país; constituyó, por ejemplo, la piedra angular de la argumentación de Francisco Encina en Nuestra inferioridad económica, y de allí en adelante, de un amplio segmento de la historiografía nacional.23 Dada la importancia que esta línea de interpretación ha tenido y su capacidad para crear una imagen equivocada de los eventos de mediados del siglo XIX, es necesario detenerse en ella. Según la historiográfica conservadora, lo que entonces se verificó fue una suerte de desgaste de las mejores tradiciones "empresariales" heredadas de fines del siglo XVIII y de los primeros años de la república, las que habían impreso un 21

. Fernando Silva Vargas, "Comerciantes, habilitadores y mineros. Una aproximación al estudio de la mentalidad empresarial en los primeros años de Chile republicano (1817-1840), en Varios Autores, Empresa Privada, (Valparaíso, s/f). 22 . Bauer, Chilean, Table 4, p. 38. 23 . Cf., primera edición de 1911 y seis hasta 1986; se emplea esta.. 69

vigoroso impulso al desarrollo económico del país -que no tenía precedente ni continuidad.24

Ese desgaste se tradujo en el aumento de la presencia de

comerciantes extranjeros, causa fundamental de la decadencia.25 El por qué del desgaste del supuesto "espíritu empresarial" ha sido, a través de los años, motivo de varias reflexiones desde esa perspectiva analítica, registrándose una suerte de consenso en torno al hecho de que emergió precisamente en el contexto de la modernización que el país comenzó a vivir en esos años. Para algunos historiadores, ello fue el resultado de la entronización del "desdén por el trabajo manual, el menosprecio extranjerizante por las manufacturas chilenas, el influjo de la enseñanza",26 cuyo carácter fue precisado por otro autor años más tarde. En efecto, se aseveró que el menor "vuelo empresarial que [aquél que] se observaba en sus antecesores", era atribuible, en palabras de Encina, a la muerte de "Q esa iniciativa audaz, casi aventurera..., la primera víctima de la educación clásica y de su hermana gemela y sucesora, la educación científica".27 El efecto persuasivo de las posturas de los autores de comienzos del siglo XX tuvo mucha trascendencia, e influyó fuertemente tanto sobre importantes autores desarrollistas, como en aquellos que dieron origen a la historiografía de izquierda de las décadas de 1950 y 1960.

28

Con relación a la primera, su más preclaro

exponente, Aníbal Pinto, coincidió cronológicamente con Encina en su propuesta acerca del momento en que se verificó "la decadencia, por no decir desaparición del ánimo pionero que resalta de modo sobresaliente frente a la situación del período inicial [de la república]".

Pero, a diferencia de los conservadores, Pinto buscó

razones en cuestiones relacionadas con la economía política (sobre todo en cuanto al modo de financiar el Estado y con relación a la inversión) y con la política económica (en sus dimensiones comercial, fiscal y monetaria) implementadas por la elite. Así, acerca de la causa principal de la frustración, Pinto subrayó que ella no 24

. Encina, p. 132. . Ibid., p, 135. 26 . Gonzalo Vial, Historia de Chile (1891-1973) (Santiago, 1981), vol. I, tomo II, p. 491; énfasis mío. 27 . Juan E. Vargas, José Tomás Ramos Font: una fortuna chilena del siglo XIX (Santiago, 1988), p. 269260; énfasis mío y destaca en la postura de este autor -reforzada por la cita de Encina- su visión concordante con la de Vial. 28 . Un buen ejemplo en cuanto a la historiografía marxista en Julio César Jobet, Ensayo crítico del desarrollo económico-social de Chile (Santiago, 1952), pp. 36-45. 25

70

fue la falta de capitales, sino la baja propensión de la clase dirigente a invertir debido fundamentalmente al "ejercicio de una concupiscencia refinada y estéril", que derivó en un uso inadecuado de los excedentes y otros recursos generados externamente y en retraso productivo, especial aunque no exclusivamente, en el sector agrario.29 ¿Pero fue realmente así? ¿Existió, con anterioridad a 1850, una falange de empresarios a la cual deba atribuirse grandes logros económicos, laque no tuvo sucesores dignas de su estirpe? ¿Comenzó el país una etapa de decadencia en su desenvolvimiento económico debido a esta carencia? El problema no es de simple resolución, pero es vital para un enfoque del período 1850-1879. Las dificultades van desde los conceptos mismos de empresariado y empresario, hasta las características del sistema económico de la época.

Respecto de lo primero -

empresarios y empresariado- existe una suerte de "sabiduría convencional" en Chile acerca del "hecho histórico" de que en las primeras décadas de la república existió un grupo empresarial caracterizado por gran vigor y empuje que desarrolló notables iniciativas. Estas, especialmente en los sectores comercial y minero, los llevaron a lugares remotos del territorio nacional y del desierto de Atacama en busca de yacimientos mineros, y a plazas comerciales distantes en Centro América, California y Calcuta, e incluso en Europa. Fue la generación de los Almeyda, Eyzaguirre, Del Solar, Ossa, Ramos, Santos, Urmeneta, entre muchos otros.30 Después de la independencia, estos personajes se acomodaron con rapidez y expedición a las prácticas económicas vigentes, especialmente en los ámbitos comercial, minero y agrario.31

Pero, si bien fueron agentes de algún grado de

transformación e innovación, lo tradicional de su práctica los llevó al reforzamiento de las prácticas productivas tradicionales. En el ámbito comercial, el desplazamiento de los empresarios nacionales de las operaciones al por mayor y del comercio exterior se debió a la falta de una tradición y cultura comercial que hubiese hecho posible una adaptación adecuada al cambio de mediados de siglo. En el marco histórico en que esos individuos se

29

. Chile. Un caso, p. 81 et. seq. . La literatura sobre este grupo, sin ser sistemática, es voluminosa; el mejor trabajo es el ya citado de Fernando Silva Vargas. 31 . Villalobos, Origen y ascenso de la burguesía chilena (Santiago, 1987), passim. 30

71

desarrollaron "... no hubo... un margen para las clásicas maniobras del empresario capitalista; el ritmo y la envergadura de la vida económica chilena no las requerían", por lo cual muy prontamente canalizaron sus ganancias a la adquisición de bienes raíces urbanos, en predios rústicos rurales o a la inversión en operaciones financieras de diversa envergadura y riesgo.32 Esto derivó en que, paulatinamente el espacio comercial se despoblara de chilenos, y los que quedaron optaran por operaciones de menor escala; o que, en el caso de las de mayor envergadura, se contentaran con una condición subordinada a las operaciones de las grandes casas comerciales extranjeras.33 De allí que a mediados de siglo fuera común entre los hombres ricos de Santiago el dedicarse como "principal negocio... [a] la usura en grande escala", y no tener otra actividad diaria que salir "de su casa a dar una vuelta por las calles y a conversar algunas horas en los almacenes de amigos... una ocupación de la que muy pocos capitalistas de Santiago se dispensa[ban]", mientras algún empleado u hombre de confianza le llevaba el negocio. El resto de su tiempo lo dedicaban a la vida social y a la actividad política, esperando que las fluctuaciones de ésta les diesen una mayor cuota de poder y, tal vez, "algún día, el sillón de senador".34 La incorporación en el agro de las nuevas fortunas fue paradojal, pues si bien ellas se tradujeron en mejoras materiales en la producción y en la calidad de algunos cultivos, en particular en la vitivinicultura, no fueron suficientes para alterar los sistemas de trabajo. Ello no hizo sino reforzar la ya arcaica estructura agraria, con importantes efectos negativos en las posibilidades del desarrollo económico.

El

campo, cada vez con mayor número de propietarios ausentes siguió siendo mucho más que una empresa económica. El peso de sus tradiciones creó un espacio ideal para aquellos que llegaron a él con intenciones de innovar, lo hicieran mas que nada en lo formal, pero no en lo esencial como lo era la tenencia de la tierra y las relaciones laborales. De allí que se diese con frecuencia el caso de arrendatarios y propietarios ausentes. Para muchos de ellos, esos predios eran lugares visitados

32

. Silva Vargas, p. 38. . Eduardo Cavieres, Comercio chileno y comerciantes ingleses 1820-1880: un ciclo de historia económica (Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso, 1988), especialmente capítulos III y IV. 34 . Blest, pp. 133 y 302. 33

72

casi exclusivamente "en la estación de baños", es decir, en la temporada estival.35 Incluso se registran casos de capitalistas extranjeros, de los países centrales, quienes simultáneamente con introducir nuevos cultivos y razas de ganado, mantuvieron instituciones señoriales como el inquilinaje. Según Mario Góngora, los hombres de fortuna de la "etapa pionera" de las primeras décadas de la república estuvieron caracterizados por rasgos tales como la espontaneidad y el aventurerismo.

"No tenían ni la austeridad ni el espíritu de

ahorro de los manufactureros de Manchester" y habría que agregar, ni la visión de futuro de éstos. Sí se "asemejaban mas bien a los conquistadores españoles del siglo XVI, a lo que Sombart denominó 'capitalistas aventureros'". Sin estar imbuidos de una conciencia burguesa, los hombres que, por ejemplo, habían hecho sus fortunas en la minería "ingresaban sin problema alguno en la aristocracia terrateniente y en la política aristocrática".36

Góngora omitió señalar que, según

Sombart, este tipo de "empresario" fue demasiado débil como "para dirigir por nuevos caminos la vida económica",37 no pudiendo así realizar otra de las facetas tal vez la más importante- del empresario moderno: la de agente de transformación social y cultural. Lo anterior no quiere decir, naturalmente, que no hubo empresarios modernos, capitalistas, en Chile.

Los hubo; pero ellos parecen haber sido un

porcentaje muy reducido de las grandes fortunas nacionales. Sus características las de un Matías y un Luis Cousiño, las de un Agustín Edwards Ross y Francisco Subercaseaux38- los hicieron individuos de excepción, sobre todo por sus incursiones en el ámbito productivo. Pero ellas no hicieron sino confirmar la regla: la de un desarrollo empresarial limitado. Estos y algunos otros individuos, más los extranjeros afincados en Valparaíso, fueron los encargados de responder al tirón de la demanda externa y a la nueva demanda interna.

35

. Ibid., p. 224. . Ensayo crítico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX (Santiago, 1981), p. 38. 37 . El apogeo del capitalismo (2 vols., México, 1984), vol. I., p. 28. 38 . Thomas F. O' Brien, The Nitrate Industry and Chile’s Crucial Transition: 1870-1891 (New York & London, 1982), especialmente capítulos V y VI. 36

73

Si bien a lo largo de la historia de Chile ha habido sin duda, muchos hombres de fortuna -capitalistas- ello no necesariamente siempre se ha traducido siempre en la disposición

a invertir en proyectos de mediana y larga maduración, y en

innovación tecnológica y productiva; o a favorecer cambios en la composición de la demanda y la oferta, y en las estructuras económica y social, expresadas en diseños institucionales que favorecen la transformación. Estos últimos son los factores que, grosso modo, caracterizan al empresario moderno, capitalista.

Gráfico II-1. Valor de las exportaciones de cobre 1845-1879 (en libras esterlinas). 3500000 3000000 2500000 2000000 1500000 1000000 500000

18 79

18 77

18 75

18 73

18 71

18 69

18 67

18 65

18 63

18 61

18 59

18 57

18 55

18 53

18 51

18 49

18 47

18 45

0

Fuente: Para 1845-1875, Oficina Central de Estadísticas, Sinopsis estadística y geográfica de Chile (Santiago, 1876); para 1876-1879, Sociedad Nacional de Minería, Estadística minera de Chile en 1908 y 1909 (5 Vols., Santiago, 1910), Vol., IV, pp. 41-42.

Los hombres de fortuna chilenos, de mediados del siglo XIX, poseyeron en escasa medida entre sus virtudes las anteriormente enumeradas. Incluso aquellos cuyas fortunas fueron el fruto de aventuras de alto riesgo personal (aunque no siempre financiero), una vez acumulado el capital, se dedicaron preferentemente al negocio inmobiliario y a la especulación.

74

El dinamismo y las transformaciones que experimentó la economía chilena hasta mediados de la década de 1870 se explican por dos factores; en primer lugar, por el comportamiento de su sector externo (agentes privados nacionales y crecientemente extranjeros) el que hizo crecer las exportaciones al 5 por ciento anual entre 1850 y 1873, mientras que las importaciones lo hicieron a la misma tasa entre 1850 y 1874.

En segundo lugar, por la acción del sector público que,

en la década de 1850 llevó a cabo un par de iniciativas fundamentales. La primera fue de orden institucional y consistió en crear un ámbito adecuado para el desarrollo de la actividad económica; así en 1854 se promulgó la primera legislación relacionada con la constitución de sociedades comerciales, la que fue perfeccionada con las disposiciones del Código Civil de 1855. Así mismo, en 1860 se promulgó la ley que reguló el establecimiento y funcionamiento de los bancos; y en 1874 y 1875 se promulgaron los códigos de Comercio y Minería, respectivamente.

Si bien estos últimos no respondieron cabalmente a las

demandas de los respectivos sectores productivos, sí representaron un importante avance respecto de la situación anterior, normada aún por la legislación colonial. La segunda contribución del sector público consistió en que, a partir de la década de 1850, el gobierno comenzó a implementar una política fiscal crecientemente expansiva, en el contexto de la cual -para financiar crecientes gastos en infraestructura-, entre 1858 y 1874 contrató préstamos en el exterior por una suma nominal de £7.348.074, mientras que en el mercado interno contrajo compromisos por £3.912.387. Tal política permitió que el gasto público creciera al 6,8 por ciento anual entre 1852 y 1874. El resultado al final de ese ciclo fue ciertamente notable: el valor de las exportaciones mineras se multiplicó 5 veces entre 1844 y 1875 (de £673.743 a £3.380109) en tanto que en el mismo período las agropecuarias se multiplicaron 12,4 veces (de £167.039 a £2.076.095). El valor total del comercio exterior se multiplicó 4,7 veces de 2.543.296 a £11.960.620. La inversión extranjera directa, fundamentalmente británica y vinculada a la minería y metalurgia del cobre, en el período 1850-1874 ha sido estimada en

75

£1,378.000.39

La oméstica, sólo en lo que dice relación con infreaestructura,

edificos públicos y obras de mejoramiento urbano se expone en el Cuadro II-1 qué, si bien no es enterantemente representativo, es un buen indicador de tendencias. Si bien impactantes en términos absolutos, el crecimiento de las transacciones externas, que en algunos momentos causó el entusiasmo de los historiadores económicos,40 tuvo un efecto transformador limitado sobre el conjunto del sistema económico. Las formas de tenencia de la tierra en el agro y la propiedad minera no experimentaron mayores alteraciones, en tanto que en ambos sectores los sistemas laborales tradicionales fueron reforzados.

En el

cuarto de siglo 1850-1875 los únicos signos tangibles de innovación en las tecnologías de productos y de procesos se verificaron en los sectores emergentes de la economía: los servicios –en particular en el transporte-, la producción de combustible sólido y en la elaboración de bienes industriales. Lo anterior no implica que en algunas áreas de las actividades tradicionales no se hayan verificado importantes innovaciones tecnológicas, pero ellas tuvieron lugar en el procesamiento más que en la producción. En la década de 1850, la molinería del trigo alcanzó niveles tecnológicos que la situaron entre las más avanzadas en el ámbito internacional.

En la metalurgia de la plata, y en

particular en la del cobre, la presencia de personal británico se tradujo en la adopción de nuevos métodos de trabajo, en la apertura de nuevos mercados, y en inversión; en particular en la metalurgia.41

39

. Irvin Stone, “British Long-Term Investment in Latin America, 1865-1913” en Business History Review, vol. XLII, Nº 3, 1968, pp. 325 y 329. 40 . El mejor ejemplo es Roberto Cortés Conde, Hispanoamérica: la apertura al comercio mundial. 18501930 (Buenos Aires, 1974), pp. 83-107

41

. Para el caso del cobre, capítulo III. Para la molinería del trigo, Bauer, Chilean, pp. 64-67. 76

Cuadro II-1. Estimación de inversión pública y privada, 1855-1879 (con datos del texto). Inversión pública

£

Muelle alparaíso Ferrocarriles a 1876 Exposición Internacional 1875 Mercados Valparaíso Edificios municipales de Valparaíso Liceo Valparaíso Edificios municipales de Valparaíso Teatro municipal de Santiago Ibid., reconstrucción Agua potable Sant5iago Mercado Central Santiago Calles Santiago Camino Cintura y avenidas Cerro Santa Lucia Total

789.963 5.747.126 101.593

Inversión privada Bancos a 1878 Sociedades anónimas Sociedades en comanditas

£ “neta.*

8.604.269

“Bruto”

“Neto”

8.604.269

21.905.678 3.060.481 3.060.481

9.124

43.843 49.442

Canales Quillota

25.500

25.500

Canal Waddington

10.500

10.500

111.732 28.736 44.061 54.054 40.641 11.940 74.691 45368159 7.106.946



£ bruta

38.261.213

27843617

20.736.671

Con inversión en capital pagado en sociedades anónimas al 20%.

Sin embargo, los auges del trigo y del cobre fueron de muy corta duración. Hacia mediados de la década de 1870 tanto las exportaciones de cobre como las de trigo perdieron sus mercados internacionales. Ello generó una aguda recesión.42 En todo caso, las exportaciones del tercer cuarto de siglo, fueron fundamentales para encauzar al país por la senda de la modernización. Ello, como se examina en el capítulo III, fue particularmente importante en el caso de la minería.

Este sector, que sólo empleaba el 3,4 por ciento de la

población

económicamente activa, contribuía directamente con alrededor del 15 por ciento de los ingresos públicos corrientes.43

Las exportaciones de cobre fueron

fundamentales en el desarrollo de la capacidad para importar del país; y, con ello,

42 43

. Para la recesión, capítulo VI: . QCJP (Valparaíso, 1876), pp. 621-622. 77

del ingreso público y el crédito nacional. Si desde 1858 Chile pudo concurrir nuevamente al mercado financiero de Londres, ello en buena medida se debió al auge en las exportaciones de este metal; una de las claves del éxito económico del país a mediados del siglo XIX radicó en el cobre.

Gráfico II- 2. Exportaciones de cebada y trigo 1865-1879 (en toneladas métricas). 180000 160000 140000 120000 100000 80000 60000 40000 20000 0 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

Trigo

Cebada

Fuente: Estadística comercial de la República de Chile, años 1866-1880.

Cuadro II-2. Tonelaje promedio de los navíos que recalaron y zarparon; Valparaíso, 1845-1879. Período Tonelaje promedio 1845-1849 223,8 1850-1859 304,7 1860-1869 367,0 1870-1879 638,6 Fuente: Estadística Comercial de la República de Chile años 1845 a 1880.

78

El movimiento marítimo por Valparaíso es un buen indicador de la manera como el sector externo experimentó una fuerte expansión, sobre todo después que se superaron las dificultades que creó la “guerra con España” en los años 18651866. Así, entre 1845 y 1867, el número de navíos que recaló en el puerto aumentó en 113,1 por ciento, mientras que los que zarparon lo hicieron en 126,1 por ciento; desde 1868 -el primer año en que hubo servicio regular de vapores a Gran Bretañay 1874, los que recalaron aumentaron en 65,3 por ciento, mientras que los que zarparon aumentaron en 54 por ciento. Pero no sólo llegaban más cobre fueron fundamentales en el desarrollo de la capacidad para importar del país; y, con ello, del ingreso público y el crédito nacional. Si desde 1858 Chile pudo concurrir navíos; el servicio marítimo había experimentado un importante mejoramiento, en términos del aumento de la capacidad de desplazamiento de carga de los navíos; el tonelaje medio por navío aumentó 2,9 veces entre el quinquenio 1845-1849 y la primera mitad de la década de 1870.44 La expansión del sector externo se trasmitió al interior del país a través de un aumento de la demanda agregada, la que a su vez requirió de la readecuación y expansión del sistema monetario, hasta entonces un obstáculo para la circulación de bienes, la acumulación de capital y el desarrollo del mercado. Teniendo en cuenta las rigideces del sistema monetario, los establecimientos comerciales mayoristas se enfrentaron a la necesidad de extender su práctica de emitir documentos negociables. Sin embargo, la presión para que se flexibilizara la política monetaria fue tal, que a partir de mediados de la década se inició la creación de bancos, los que emitieron documentos negociables que tuvieron una amplia circulación. En 1860, la promulgación de la Ley de Bancos de Emisión sancionó una situación de facto, pues ya existían por lo menos cuatro instituciones, y proveyó el marco en el cual se registró un espectacular crecimiento del sistema bancario y de la cantidad de dinero en la economía.

En diciembre de 1876, el capital nominal

agregado de catorce bancos de emisión era de £8.604.269, mientras que el monto

44

. Ello fue fundamental para el transporte de grandes volúmenes de bienes primarios con escaso procesamiento, como los que exportaba el país. 79

del capital pagado era de £2.710.273. El valor de los billetes en circulación era de £1.476.354, y, y dos años más tarde se elevó a£2.338.709, a lo que se deben agregar préstamos por £2.521.034 colocados por la Caja de Crédito Hipotecario.45 Esa inyección de liquidez, sumada al creciente ingreso derivado de las exportaciones, pronto derivó en una paulatina ampliación y en una modesta pero creciente integración del mercado interno.

Gráfico II-3. Recaladas y zarpes en el puerto de Valparaíso 18441879. 7000 6000 5000 4000 3000 2000 1000

6

4

2

0

8

8 18 7

18 7

18 7

18 7

18 7

6

18 6

18 6

4

2

0

8

6

4

2

Racaladas

18 6

18 6

18 6

18 5

18 5

18 5

8

0

18 5

18 5

18 4

6 18 4

18 4

4

0

Zarpes

Fuente: Estadística Comercial de la República de Chile, 1844-1880.

Un área de vital importancia en que se sintieron efectos de esa expansión fue en la de infraestructura de transportes y comunicaciones, los que una vez satisfechos, cambiaron la fisonomía del país en forma considerable, por lo menos en sus provincias centrales.

45

. Acerca de los problemas monetarios, Frank W. Fetter, Monetary Inflation in Chile (Princeton, 1931), pp. 4-18; Pierre Vayssiere, "Au Chili: de l'economie coloniale a l'ínflation", en Cahiers des Ameriques Latines, Nº 5, 1970, pp. 4-31, y René Millar, Políticas y Teorías Monetarias en Chile. 1810-1925 (Santiago, 1994), capítulos I a III. Datos sobre bancos de MH 1876, pp. 73-74 y MH 1878, p. 50. Un análisis pormenorizado en capítulo V, sección 3. 80

Mientras el sector privado acometió la construcción de ferrocarriles y de instalaciones portuarias en el norte minero a partir de 1850, en la zona central el Estado se convirtió en un activo agente constructor de instalaciones destinadas a hacer más expedito el comercio exterior.

La actividad del sector público en ese

ámbito comenzó a partir de 1851, cuando por primera vez se emprendió la total remodelación de las instalaciones portuarias de Valparaíso.

Pero ellas fueron

seriamente dañadas por el bombardeo de la flota española en 1866, por lo cual, en el año siguiente, se procedió a la total reconstrucción del puerto mediante obras que comprendieron nuevas bodegas, vías de acceso y, por primera vez, un muelle al cual pudieron atracar navíos de diversos tamaños. Las actividades se prolongaron hasta 1883 y demandaron de una inversión de £789.963. Si bien este segundo proyecto portuario de Valparaíso se hizo inevitable como consecuencia de la devastación causada por el bombardeo, el crecimiento de las operaciones del sector externo también jugó un rol decisivo. Según el Ministro de Hacienda, Alejandro Reyes, esas obras respondían a una absoluta e imprescindible necesidad. Estamos próximos -argumentó- a llegar a una situación imposible. Como el honorable Senado sabe, la mala cosecha de trigo en Inglaterra hace necesaria nuestra exportación de esta mercancía; esto ha de hacerse en buques que vendrán con dicho objeto, los cuales naturalmente, no han de venir desocupados sino cargados de mercaderías. Antes se creía que los almacenes de aduana serían bastante para el depósito; pero vino de repente una gran demanda y se encontró que el puerto no estaba preparado para satisfacer esta gran necesidad.46 Junto con responder a esta necesidad, y como parte de un esfuerzo orientado a la agilización del comercio exterior, hasta 1875 el gobierno invirtió importantes sumas a través de la Superintendencia de Aduanas en la construcción de nuevos edificios y en la reparación de antiguos pertenecientes al servicio en diversos puertos del país.47

46 47

. CD. SO, 16.XII. . MH 1875, p. XXXVI. “Memoria del Superintendente de Aduanas, 1877”, p.105, en MH 1877. 81

Con el fin de facilitar la circulación de productos y su acceso a los puertos, desde 1852 el gobierno inició en el valle central proyectos ferroviarios -en los cuales inicialmente participó el sector privado- de modernización de las comunicaciones, y de ampliación y mejoramiento de la red vial. Con relación a lo último, la red caminera fue extendida en forma considerable entre 1865 y 1875. Si en 1864 la extensión total de caminos era de 14.488 kilómetros -en muy mal estado- diez años más tarde alcanzaba a 40.657 kilómetros: 22.794 de caminos principales y 17.863 de secundarios.48 Además, desde 1868 el gobierno puso en marcha un plan permanente de mejoramiento y mantención de caminos, el que sólo fue interrumpido en 1877.49 También en 1852 el sector público dio comienzo a la construcción de la red telegráfica, la que en 1877 unía al puerto de Caldera por el norte con el río Malleco por el sur, con una extensión total de 5.523 kilómetros50. Pero el factor de cambio de mayor trascendencia como generador de transformaciones, entre 1852 y 1878, fue la construcción de ferrocarriles, especialmente de aquellos entre el valle de Aconcagua por el norte y Angol y Los Angeles por el sur. Si bien en la zona minera del norte en el mismo período la construcción ferroviaria también fue considerable -se completaron 739 kilómetros de tendido-, en la región central sus efectos fueron más dramáticos. En 1861, en la zona central había sólo 159 kilómetros de vías que conectaban a Valparaíso con Quillota y a Santiago con Requinoa.51 En 1878 la extensión de la red central y de sus ramales alcanzó a los 950 kilómetros, que unían a Valparaíso con Angol y Los Ángeles, existiendo además dos importantes ramales, uno a Los Andes, en la provincia de Aconcagua y un segundo a la Palmilla en la provincia de Colchagua.

48

. . 50 . 51 . 49

QCJP, p. 654. MI 1879, p. 16. Ibid., y John Johnson, Pioneer Telegraphy in Chile (Stanford, 1948), passim. AE 1862, p. 73. 82

Gráfico II-4. Carga transportada por el ferrocarril de Valparaíso y Santiago 1863-1878 (en toneladas métricas). 500000 450000 400000 350000 300000 250000 200000 150000 100000 50000

18 63 18 64 18 65 18 66 18 67 18 68 18 69 18 70 18 71 18 72 18 73 18 74 18 75 18 76 18 77 18 78

0

Fuente: “Memoria del Superintendente del Ferrocarril del Norte”, 1864-1800, en MI años respectivos.

Hasta 1876 el Estado había invertido £5.747.126 en la construcción de ferrocarriles, equivalentes al 72 por ciento de la deuda externa, al 51 por ciento de la deuda pública y a dos veces el valor de las exportaciones de ese año. 52 Históricamente, la construcción de ferrocarriles en formaciones económicas atrasadas ha tenido efectos transformadores trascendentes.53

Chile no fue una

excepción. Por una parte, la introducción de tecnología, de fuerza de trabajo con diversos grados de calificación, de nuevos métodos de organización y administración de la empresa, y los beneficios asociados al ahorro de tiempo en el desplazamiento de bienes y personas iniciaron una nueva etapa e introdujeron una nueva lógica en la producción y venta de bienes y servicios. En cuanto a las nuevas oportunidades de negocios, a poco de inaugurado el servicio regular entre Valparaíso y Santiago – 52

. Sinopsis Estadística i jeográfica de Chile (Santiago, 1882), p. 17. Acerca del efecto de la llegada del ferrocarril a la "Frontera", ver Robert N. Boyd, Chili: Sketches of Chili and the Chilians During the War 1879-1880 (London, 1881), especialmente capítulos 2, 3, 4, 7, 10 y 11. 53 . Alexander Gerschenkron, Economic Backwardness in Historical Perspective (New York, 1965), especialmente capítulos I y II. 83

ocasión para la que se organizó “un Gran Baile de Máscaras y sin ellas para el Sábado 12 de Septiembre de 1863 en celebración del inmediato estreno del ferrocarril”- la prensa del puerto anunciaba los servicios del Expreso Americano de Encomiendas, con oficinas locales en la Plaza del Orden y en la calle de los Huérfanos en Santiago, donde se recibía “dinero en pequeñas y grandes cantidades y toda clase de encomiendas y equipaje para remitir diariamente sin dilación por el ferrocarril entre Valparaíso y Santiago”. Desde la oficina de la capital operaba la “agencia de coches Carpenter” que recibía “encomiendas para mandar diariamente a San Fernando, Curicó, Molina y Talca y de estos puntos a Santiago”.54 De otra parte, los efectos de eslabonamiento derivados de la demanda de fuerza de trabajo, materias primas e insumos en la etapa de construcción, y de mantención y reparación en el período de explotación, no sólo expandieron las dimensiones del mercado interno tanto para los servicios como para nuevas posibilidades en unidades productivas ya existentes, sino demandaron de la instalación de talleres y maestranzas ad hoc.55

Ello explica, junto al desarrollo

paulatino de la navegación a vapor, el que desde mediados de la década de 1850 se instalaran en Valparaíso -primer centro naviero y cabecera de ferrocarril- numerosos establecimientos metalúrgicos de diversas dimensiones.56 El ferrocarril fue uno de los primeros y, sin duda, de los más importantes incentivos al desarrollo fabril del país.57 Acerca del impacto económico de los ferrocarriles sobre el mercado y en el crecimiento de la producción, los propios contemporáneos legaron importantes testimonios acerca de los beneficios, especialmente con relación a la reducción de costos de transporte. En 1870, al discutirse en el Congreso el proyecto del ramal entre San Fernando y Palmilla, al evaluar el impacto de las líneas ya en operación, el Ministro Alejandro Reyes alegó que:

54

. El Mercurio, 8.IX.1863 y 22.IX.1868. La agencia en Valparaíso estaba a cargo de Yoacham y Compañía y la de Santiago era gestionada por W. C. Ferguson. 55 . Albert O. Hirschman, The Strategy of Economic Development. (New Haven, 1958), pp. 100-117; son los efectos de eslabonamiento hacia “atrás” y hacia “adelante”. 56 . QCJP, p. XV. 57 . Como se analiza en el Capítulo IV. 84

Antes de que se construyera el ferrocarril central, Chile producía bastante trigo, pero no exportaba por la mala calidad de los caminos. No se podía atender a los pedidos, no había precios fijos, y los mercados se imponían. Con el ferrocarril el inconveniente ha cesado. De allí que los precios se han normalizado... se ha conseguido mayor exportación y mayor importación en retorno.58 Aunque tal vez un tanto exageradas, las afirmaciones de Reyes estaban respaldadas por un aumento sostenido en el valor de las exportaciones agrícolas desde 1858, año en que entraron en servicio las primeras líneas en la zona central. Por su parte, Julio Menadier, el activo editor del Boletín de la Sociedad de Agricultura,

argumentó que como consecuencia de la inauguración del servicio

continuo entre Santiago y Valparaíso, el flete de los productos destinados al embarque había bajado en 1863 a la tercera parte o más.59 También la construcción ferrocarrilera parece haber tenido un importante efecto sobre el ritmo del desarrollo urbano. Según Recaredo Tornero, en 1872 los habitantes de Talca esperaban con entusiasmo ver pronto realizado el proyecto de unir la ciudad con Curicó, hasta donde llegaba entonces el ferrocarril proveniente de Santiago. Se esperaba que la materialización del proyecto trajera grandes ventajas para la ciudad, hasta entonces dependiente en sus comunicaciones de los pesados caminos de tierra.60

Dos años más tarde un reportaje sobre los efectos de la

terminación de la línea de Chillán a Talcahuano, en Concepción, apoyaba las esperanzas de los talquinos pues se informaba que: El ferrocarril ha producido un maravilloso cambio en la ciudad.

Nuevos

edificios se levantan en todas las direcciones y se les da una nueva cara a los antiguos.

Una extraordinaria actividad, en comparación a aquella de los

tiempos anteriores al ferrocarril, se observa en todas partes.61

58

. CD. SO., 5 I 1870. . Julio Menadier, "Estudios económicos sobre el carbón de piedra", en Boletín de la Sociedad de Agricultura, vol. I, Nº2, 1869, p.18. 60 . Tornero, p. 301. 61 . VWCM, 14:III.1874. 59

85

Naturalmente, el impacto del ferrocarril no fue el mismo en todas partes; en todo caso, en las ciudades cabeceras de línea, sus efectos fueron de trascendencia. Así, no fue sólo la expansión del sector externo lo que llevó a algunos autores a plantear el comienzo de la “la edad moderna del país [hacia] la década de 1860”.62

Fue a partir de aquellos años que la administración del Estado

comenzó a ser efectiva, que tecnologías hasta entonces desconocidas comenzaron a ser de uso habitual, en particular en las esferas del transporte y las comunicaciones. En 1866, cuando José Joaquín Pérez inició su segundo período presidencial, en las provincias en las que vivía el 69 de la población por ciento del país el país contaba, con una red telegráfica, con otra de ferrocarril y con un servicio regular de navíos a vapor. En el ámbito productivo, fue también en esa década que comenzaron a aparecer las primeras fábricas modernas.63

En esos

años, “la larga y estrecha República de Chile se encontraba entre los lugares de América Hispana más prometedores del siglo XIX para una exitosa transformación en una sociedad moderna desde el punto de vista de su economía”.64 Para que esta promesa se materializara se necesitaba más que una actualización tecnológica; era necesario experimentar, según Gunnar Myrdal, el “movimiento ascendente del sistema social en su totalidad”, el que demandaba para la oligarquía incursionar por el poco grato camino de la transformación social. Y ello no era ni necesario ni deseable para ella.

Así, el país comenzó a

experimentar mejoras materiales de indudable trascendencia como la construcción de ferrocarriles y el nuevo puerto de Valparaíso; adquirió un sistema bancario que le fue extraordinariamente funcional; vio desarrollarse su comercio y con ello desarrolló su acceso a más y mejores bienes. Desde el punto de vista político, la expansión de la participación ciudadana a través de la ampliación del sufragio en 1874 y la limitación de las prerrogativas presidenciales, liberalizaron en parte el

62

. Harold Blakemore & Clifford T. Smith, Latin America. Geographical Perspectives (London, 1971), pp. 509-510. 63 . Acerca de las fábricas, capítulo IV. 64 . William P. Glade, The Latin American Economies (New York, 1969), p. 231. 86

sistema impuesto en la década de 1830.65 Esa liberalización corrió paralela a la liberalización

de

las

prácticas

económicas,

en

particular,

aunque

no

exclusivamente, en materias financieras y comerciales. Pero para la mayoría del 71,4 por ciento de la población que vivía en el campo y para la masa de trabajadores mineros ello no se tradujo, por ejemplo, en acceso al mercado. Hasta la víspera de la Guerra del Pacífico, “Chile continuó siendo el modelo de una política oligárquica exitosa”.66 En términos prácticos, los éxitos sociales, políticos y económicos del período 1850-1875 descansaron sobre una ecuación simple: en la creciente inserción a una economía internacional en proceso de fuerte expansión; en la mantención de las bases productivas y de la propiedad nacional de ellas; en el refuerzo de los regímenes laborales preexistentes; en el

aumento de las

importaciones y el saneamiento de las finanzas públicas; y en la apertura de espacios para nuevas actividades económicas y para el capital extranjero. En ese contexto, la economía chilena se expandió, pero también experimentó sus dos primeros ciclos recesivos. También la estructura productiva tradicional comenzó sus primeras transformaciones, las cuales estuvieron vinculadas a la producción de carbón, de bienes industriales y a una oferta más fluida en servicios de transporte y comunicaciones. Un ámbito en el cual las transformaciones fueron profundas fue en el del transporte y las comunicaciones. Hacia fines de 1874, ya una persona podía abordar un tren por la mañana en Valparaíso y arribar al medio día a Santiago; luego de unas horas de espera, la misma persona podía subir a un nuevo tren ahora con destino a Concepción, ciudad a la que llegaba en la mañana del día siguiente. Pocos años antes ese trayecto podía demandar hasta dos semanas de viaje. Esa persona sabía sus horas de salida y de llegada. Es cierto que muchas veces los trenes experimentaban importantes atrasos, cuando no accidentes que interrumpían el servicio por días.

65 66

Pero era una nueva forma de enfrentar los

. J. Samuel Valenzuela, passim. . Halperín, p. 269. 87

desplazamientos, y no sólo de personas, sino también de bienes. En este sentido, ahora era probable que esa misma persona despachase un objeto por tren a Valparaíso y que para tener certeza del feliz término de la operación enviase un telegrama notificando del envío al receptor. Esta última operación se completaba en cuestión de horas. El contraste con lo que todo ello demandaba un cuarto de siglo antes era enorme. Los desplazamientos fueron uno de los más importantes factores en un cambio de percepción del tiempo, del espacio y del destino del país, del que quedaron registros en diferentes manifestaciones y eventos organizados por la elite. El más ambicioso y trascendente de ellos tuvo lugar en septiembre de 1875 en la Quinta Normal de Agricultura, en el límite poniente de la ciudad de Santiago.67 Desde la década de 1850 se realizaban anualmente en la capital exposiciones “de productos y artes nacionales; el primero de estos torneos, con el doble carácter de agrícola e industrial se abrió en el mes de septiembre de 1854”.68 El de mayores dimensiones en los primeros quince años fue el de 1869. A comienzos de 1872, el nuevo Intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna, promovió la iniciativa de realizar una exhibición internacional, la cual encontró acogida en el gobierno. Eran años de auge y el gobierno realizó una considerable inversión para la habilitación del espacio. Una vez completadas las obras las inversiones llegaron a la suma de £101.593.69 Tal como en las numerosas exposiciones que se realizaban en diversos países por aquellos años, los grupos dirigentes chilenos hicieron uso de la ocasión para hacer un balance de sus logros en cuanto a modernización, así como para explicar su visión del futuro.

Con motivo de la apertura de la Exposición

Internacional de Santiago de 1875, la prensa publicó numerosos artículos en los que se relacionaba el evento con un pasado satisfactorio en lo político y lo material

67

. Algunas de las instalaciones aún existen en la “Quinta Normal” de Santiago, como el actual Museo de Historia Natural. 68 . Domingo Amunátegui Solar, Historia social de Chile (Santiago, 1932), p. 313. 69 . El Correo de la Exposición, 16.IX.1875. 88

y con un futuro promisorio; un periódico especialmente editado para la ocasión invitaba a medir las proporciones del catálogo, contémplese con legítimo orgullo las naves de este nuevo templo erigido a la industria, al comercio y las artes; admírese el culto ferviente de esta muchedumbre que acude a extasiarse ante los deslumbrantes altares del progreso: mírese por do quiera y por do quiera se verá una hoja de laurel para la diadema de la civilización; por todas partes se dejará oír una nota sublime que, armónicamente ligada a otras, forman el himno al trabajo, la oda inspirada a todo un pueblo libre y feliz, por los genios protectores que fundaron su soberanía. Había en aquella muestra, en todo caso, un sustrato en que se fundían, felizmente, diversas vertientes, entre las que la solidez de las instituciones del país, fruto de la emancipación política, se destacaba con perfiles propios. Era lo que permitía situarse al nivel de los países de mayor desarrollo en el mundo y dejar atrás un pasado ingrato: Dichosa la nación que consagra sus riquezas a estas solemnidades; !bendita mudanza! no hace un siglo aun, el pueblo chileno no conocía más esplendor ni otro entusiasmo que la celebración en días de gala, de aquellos besa-manos oficiales, ridícula procesión del servilismo y la desgracia; fastuosas ceremonias de que el plebeyo no sacaba mas fruto que la contemplación de una decoración teatral, entre cuyos bastidores se representaba, al mismo tiempo que un sainete burlesco, la afrentosa tragedia de la tiranía. En su discurso de inauguración, el Presidente de la República, Federico Errázuriz Zañartu hizo una síntesis de los sentimientos que embargaban, y tal vez embriagaban, a la elite en aquel día invitando a admirar “... tan espléndido monumento al progreso y a la civilización de la República de Chile”.70 ¿A qué se refería el Presidente?71

70 71

. Ibid. . Ibid. 89

Desde el punto de vista de lo tangible, aludía a un evento de singulares características, pues a pesar de que muchos potenciales exponentes que habían asegurado su participación desistieron de hacerlo en el transcurso de 1874, cuando se comenzaron a sentir los efectos de la recesión internacional, fue una muestra que congregó a numerosos productores nacionales y extranjeros. Desde el punto de vista físico la Exposición Internacional fue un evento inédito, pues el gobierno habilitó edificios con

una superficie

construida de 31.993 metros cuadrados,

además de parques, jardines, lagunas, ferrocarriles y plazoletas; con una superficie total de 78.000 metros cuadrados.

Tan sólo el edificio central de la muestra

comprendía una superficie edificada de ocho mil metros cuadrados. Además de las salas y pabellones de la exposición, se construyeron dos restaurantes y kioscos. El acceso al recinto fue facilitado mediante la instalación de una estación del ferrocarril Valparaíso-Santiago, y una parada especial para los “carros de sangre” que llevaban a los visitantes desde diversos sectores de la ciudad. El día de la inauguración esperaban a los visitantes más de 3.000 expositores de 28 países. El evento se puso en marcha con la asistencia de las más altas autoridades civiles, militares y eclesiásticas del país.72 Sin embargo, debido al alto costo de la entrada ($2 ó £0,36) “fue escasa la concurrencia... no pasaron de seiscientos los boletos vendidos, y bajo el gran pabellón de la plazoleta se veían muchas filas de asientos vacíos”.73 La Comisión Organizadora tomó debida cuenta de la situación y el 11 de octubre rebajó el costo de la entrada a $0,50, con el resultado de que “... ocho mil visitantes acudieron, y fue tal la aglomeración de gente, que la circulación en el recinto se hizo imposible”.74 La muestra de bienes fue muy amplia, pero como en todas estas ocasiones hubo algunos que captaron la atención de los visitantes. Uno de ellos fue un tonel de grandes dimensiones para la producción de cerveza y las maquinarias exhibidas por un establecimiento metalúrgico de Valparaíso. También atrajeron la atención las maquinas para las faenas agrícolas y los equipos para la minería. Sin embargo, el

72

. Respecto de este evento El Correo de la Exposición, que acompaño a su realización. Reportaje acerca del acto inaugural en el Nº 1 de 20.IX.1875. 73 . El Mercurio, 17.IX.1875. 74 . Ibid., 13.X.1875. 90

objeto que constituyó el foco indiscutido de atracción fue “una máquina de calcular que permitía multiplicar ocho cifras por ocho en 18 segundos, dividir 16 cifras por 8 en 24 segundos y extraer la raíz cuadrada de 16 cifras en uno y medio minutos”.75 El pabellón de mayores dimensiones fue el de la casa comercial Rose Innes y Compañía, hecho de estructura de fierro traída expresamente de Inglaterra y de las mejores maderas de Chile. Medía 125 metros de largo por 20 de ancho. Sus murallas, como el techo, eran de fierro, madera, zinc y cristal. La construcción fue avaluada en £7.299, y la muestra, que comprendía maquinaria agrícola y minera de última generación, en £54.745.76 La Exposición Internacional de 1875 representó mucho más que el esfuerzo material que ella demandó. Fue una muestra del grado de desenvolvimiento que habían alcanzado algunos sectores de la producción, como el fabril y el energético y constituyó una buena muestra de lo que eran hasta entonces los más tradicionales, como la agricultura y la minería metálica. Según Agustín Edwards, la presencia de alguna industria fabril –metálicas, del cuero y madera- constituyó una sorpresa para muchos visitantes, que ignoraban la existencia de ese tipo de unidades productivas en el país.77 También fue un llamado de atención; por ejemplo, para las actividades tradicionales

la

exhibición

de maquinaria

–trilladoras,

segadoras,

taladros

neumáticos y trituradoras de minerales, entre otras- constituyó una advertencia acerca del momento tecnológico que vivían esas actividades en otras latitudes, en particular en las nuevas tierras y nuevos yacimientos que, precisamente, en esos años se incorporaban masivamente a los mercados de los alimentos y los metales y, por lo tanto, acerca de la formidable competencia que con la ayuda de esos instrumentos aquéllas áreas comenzaban a plantear al país. Pero de acuerdo con las informaciones de la prensa, el evento constituyó una verdeara fiesta, lo que explica que haya sido un gran éxito de público, pues se calculó en más de 500 mil las personas que la visitaron hasta su clausura en el mes de diciembre. El fin de la Exposición Internacional coincidió con un mal cierre de año para el país. Por

75

. Las ilustraciones de bienes que incluye El Correo de la Exposición son particularmente hermosas. La cita es de Edwards, Cuatro, vol. II, p. 321 76 El Correo de la Exposición, 23.IX.1875. 77 . Cuatro, vol. II., p. 324. 91

primera vez en cinco años cayó el valor de las exportaciones agropecuarias y mineras; por primera vez desde su inauguración el volumen de carga y pasajeros transportados por el ferrocarril entre Valparaíso y Santiago disminuyó.

En lo

propiamente urbano, el auge de la construcción, medido en el número de permisos concedidos anualmente por los municipios para nuevas edificaciones, que se había iniciado en 1867, también llegó a su fin. Lenta y casi imperceptiblemente el país había terminado un prolongado período de auge, al cual habían contribuido fundamentalmente los factores macroeconómicos. Las repercusiones fueron de largo aliento y, las más destacadas, se dieron en el ámbito urbano.

3. La cuestión empresarial. No es el propósito de este trabajo el análisis del comportamiento “empresarial” –en el sentido schumpeteriano-78 entre mediados de siglo y 1879. Es por ello que la observación de este crucial factor en el desarrollo capitalista se realiza a través de las múltiples manifestaciones de crecimiento y desarrollo que experimentó el país en ese período. Una de ellas dice relación con la formación de empresas, que en este caso se entiende como la formación de sociedades anónimas, colectivas y comanditas. No resulta fácil seguir esta variable a través de las fuentes disponibles.

Los

archivos de Conservadores de Comercio, que registran la instalación definitiva de un negocio, sólo consignan registros de empresas para Valparaíso entre 1850 y 1866.

Allí, las iniciativas empresariales se concentraron, en una muy alta

proporción, en las formas de hacer negocios; en donde el conocimiento de las personas y de su patrimonio constituía los factores más importantes en el proceso 78

. Es decir conductas de individuos que realizan “combinaciones nuevas”, que comprenden la introducción de bienes nuevos, la introducción de nuevos métodos de producción (en otras palabras nuevas tecnologías de procesos y de productos), apertura de nuevos mercados, conquista de una nueva provisión de materias primas y una nueva organización de industria; Joseph A. Schumpeter, The Theory of Economic Development (Oxford & New York, 1961), p. 88. Schumpeter no era un gran entusiasta del capitalismo, acerca del cual demostró una fuerte indiferencia por su futuro, ni de los empresarios a quienes, declaró, nunca quiso ensalzar. Es más, en una nota a pie de pagina de la primera edición inglesa (1934) sugirió que su función económica no podía distinguirse de la de los ladrones; p. 90. 92

de adopción de decisiones. Como resultado, la gran mayoría de las sociedades creadas en aquellos años correspondió a las denominadas colectivas (51,4 por ciento) y a las comanditas (42,3 por ciento); en un plano muy secundario estuvieron las sociedades anónimas, con el 6,3 por ciento del total. Sin embargo, con relación a la inversión nominal, la importancia de las sociedades anónimas adquirió una dimensión notable pues ellas concentraron el 61,7 por ciento de la inversión nominal. Es pertinente señalar que en el caso de este tipo de empresa la inversión real, o el “pago del capital”, que se verificaba en el primer año de funcionamiento, era de alrededor del 30 por ciento del capital nominal o “social” como también solía ser denominado.

Tabla II-3. Formación de sociedades e inversión nominal en Valparaíso, 1850-1866 (valores en £) Sociedades Inversión en £ 1 2 3 Total 1 2 3 Total 1 1 2 38462 1850 1 3 1 5 13741 1851 1 5 6 19157 1724 1852 3 3 6 18166 1853 6 3 9 23396 1854 4 2 6 43375 1855 1 7 1 9 11778 1856 4 12 16 19048 22667 1857 7 3 10 39275 1858 3 3 6 5086 1859 1 4 2 7 9108 17304 1860 2 6 8 6332 1861 1 9 10 2273 68127 1862 1 2 3 449 1863 1 4 4 5 1476,0 15129 1864 4 9 7 20 1579008 134330 1865 5 5 10 59519 1866 Total 9 73 60 142 1630069 518859 Fuente: ANV, 1850-1866. 1: sociedades anónimas; 2: sociedades colectivas; 3 sociedades en comanditas.

93

5769 606 24521 922766 4151 3905 9506 120834 7925 17681 5294 27523 2693 25056 28206 116117 495060

44231 14347 45402 113442 27547 47280 21284 162548 47199 22766 31705 33855 70400 3142 41661 1741544 175636 2643988

Cuadro II-4. Formación de sociedades e inversión nominal en Concepción, Santiago y Valparaíso, 1867-1879 (valores en £).79 Sociedades Inversión en £ 1 2 3 Total 1 2 3 Total 0 37 10 47 0 116573 1867 3 40 18 61 865643 328884 1868 5 36 18 59 1353167 270099 1869 14 46 25 85 3594106 208088 1870 25 37 17 79 4105096 345707 1871 62 55 28 145 6850463 766766 1872 29 51 48 128 1900728 524975 1873 10 59 23 92 860595 546429 1874 1 64 24 89 10949 634073 1875 3 49 28 80 1804054 473722 1876 4 38 14 56 346299 147571 1877 1 35 13 48 8251 164691 1878 1 41 15 57 206327 127206 1879 Total 158 588 281 1027 21905678 4654785 1: sociedades anónimas; 2: sociedades colectivas; 3: sociedades en comanditas.

46798 195918 314997 497278 174353 375549 284799 456547 414264 175029 19931 59455 45563 3060481

163371 1390445 1938263 4299472 4625156 7992778 2710502 1863571 1059286 2452805 513801 232397 379096 29620944

Además de las preferencias de los inversionistas porteños por aquellas formas de organización de negocios, también resultan destacables las tendencias del período tanto en cuanto al número de emprendimientos como con relación a inversión.

Tanto el número total de empresas formadas, así como la inversión

registran, un coeficiente de correlación alto (4), lo que denota un cierto grado de autonomía de ambas variables respecto del desempeño del sector externo y del nivel de actividad del sector público. Esto puede ser considerado como el indicio de un desarrollo de mercados de capital y bursátil. A partir de 1867, la extensión de la obligación de registrar en todo el país la constitución de empresas en los Conservadores de Comercio permite un mejor registro del ritmo de la actividad empresarial, tanto en la etapa de mayor expansión de la economía (1867-1874), como durante las difíciles condiciones que generó la recesión de la segunda mitad de la década de 1870.

79

. Para la elaboración de este cuadro y los siguientes se han empleado los siguientes volúmenes: CCC vols VII (1867-1876) y XV (1877-1889). CCS, vols. XVIII (1867-1870), XXVIII ( 1871-1874), XL (1875-1878) y LIII (1879). CCV, vols. X (1867), XII (1868), XIV (1869-1870), XVII (1871-1872), XX (1873-1875), XXII (1875-1877), XXVI (1877-1878), y XXIX (1879-1880). 94

Cuadro II-5. Sociedades anónimas constituidas en Valparaíso por rubro, 1850-1866. I II III IV V VI VII VIII Total año 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1850 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1851 0 0 0 1 0 0 0 0 1 1852 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1853 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1854 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1855 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1856 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1857 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1858 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1859 0 0 0 0 0 1 0 0 1 1860 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1861 0 1 0 0 0 0 0 0 1 1862 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1863 0 0 1 0 0 0 0 0 1 1864 0 0 3 1 0 0 0 0 4 1865 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1866 Total 0 1 4 2 0 1 0 1 9 % 0,0 11,1 44,4 22,2 0 11,1 0 11,1 I: Agropecuario; II: Minería; III: Transportes y comunicaciones; IV: Financiero; V: Comercio; VI: Fabril; VII: Construcción y Obras Civiles; VIII: Otros.

Cuadro II-6. Inversión nominal en anónimas constituidas en Valparaíso por rubro, 1850-1866 (valores en £). 1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 Total %

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

Total año

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 2273 0 0 0 0 2273 0,1

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1476 243130 0 244606 15,0

0 0 19157 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1335878 0 1355035 83,1

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 9108 0 0 0 0 0 0 9108 0,6

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

0 0 0 0 0 0 0 19049 0 0 0 0 0 0 0 0 0 19049 0

0 0 19157 0 0 0 0 19048 0 0 9108 0 2273 0 1476 1579008 0 1630069

95

Cuadro II-7. Sociedades anónimas constituidas en Valparaíso por rubro, 1867-1879. 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

Total año

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0,0

0 0 0 1 11 30 8 3 1 1 2 0 0 57 58,8

0 0 0 4 2 0 1 0 0 0 0 0 0 7 7,2

0 0 1 2. 4 1 0 1 0 0 0 0 0 9 9,3

0 0 0 0 2 2 0 1 0 0 0 0 0 5 5,2

0 0 0 1 3 6 3 2 0 0 1 0 0 16 16,5

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0,0

0 1 0 0 0 2 0 0 0 0 0 0 0 3 3,1

0 1 1 8 22 41 12 7 1 1 3 0 0 97 100,0

Cuadro II-8. Inversión nominal en sociedades anónimas en Valparaíso por rubro, 1867-1879 (valores en £). 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

I 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

II 0 0 0 47529 465421 2968996 530597 410781 10949 1689189 171167 0 0 6294629 52,9

III 0 0 0 223384 167625 0 74627 0 0 0 0 0 0 465635 3,9

IV 0 0 287908 218631 2115728 1158301 0 22305 0 0 0 0 0 3802873 32,0

V 0 0 0 0 421456 64286 0 55762 0 0 0 0 0 541504 4,6

VI 0 0 0 81749 101533 428185 4366 37175 0 67568 0 0 0 720575 6,1

VII 00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

VIII 0 1919 0 0 0 70463 0 0 0 0 0 0 0 72383 0,6

Total año 0 1919 287908 571293 3271762 4960232 609590 526022 10949 1756757 171167 0 0 11897599

Para efectos analíticos, se ha procedido a hacer un recuento de las sociedades formadas las ciudades de Concepción, Santiago y Valparaíso, por estimarse –a priori- que, en el tercer cuarto del siglo XIX, ellas concentraron el mayor nivel de actividad económica. También hay una consideración de orden metodológico pues, por ejemplo, los archivos de Conservadores de Comercio de

96

las provincias mineras de Atacama y Coquimbo presentan importantes vacíos de registros producto de problemas de conservación.

Cuadro II-9. Inversión nominal en sociedades anónimas por rubro en Concepción, Santiago y Valparaíso 1867-1879 (valores en £). I 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

0 0 0 0 0 386100 0 0 0 0 0 0 206327 592428 1,4

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

TOTAL

0 0 959693 47529 465421 3528842 1430784 485130 10949 1714527 171167 0 0 8814041 21,5

0 0 57582 223384 167625 233591 307836 0 0 0 0 0 0

0 863724 287908 3165399 5328180 1640927 0 96654 0 0 0 0 0 11382792 68,3

0 0 9597 28517 421456 450386 0 55762 0 16892 175131 0 0 1157742 2,8

0 0 0 119772 168582 540154 145224 37175 0 67568 0 0 0 1078475 2,6

0 0 0 0 0 0 16884 185874 0 5068 0 8251 0 216076 0,5

0 1919 38388 9506 0 70463 0 0 0 0 0 0 0 120276 0,3

0 865643 1353167 3594106 4105096 6850463 1900728 860595 10949 1804054 346299 8251 206327 21905678

2,4

Por lo tanto, los datos del Cuadro II-8 no son necesariamente relacionables con los de los Cuadro II-4, II-5, II-9 y II-10, y ello requiere de un análisis particular de las variaciones en Valparaíso entre 1850 y 1866 y 1867 y 1879, para luego proceder a un análisis de lo ocurrido en el conjunto de las tres ciudades.80 .

La variación más importante por tipo de sociedad se registró en las

anónimas, cuya constitución, entre 1867 y 1879, fue 9,8 veces mayor a aquélla de los años 1850 a 1866.

Con relación a rubros de producción hubo,

desplazamientos importantes de iniciativas, pues si en el primer período el mayor número de constituciones de empresas se había registrado en los rubros transporte (44,4 por ciento) y financiero (bancos y compañías de seguros con 22,2 por ciento), durante el período 1867-1879 el porcentaje más alto de constituciones se verificó en la minería (58,8) seguido muy atrás por el rubro producción fabril con 16,5 por ciento.

En cuanto a inversión, el liderazgo lo

mantuvo el grupo finanzas; aunque con un importante descenso relativo del 83,1 al 73,8 por ciento concentrado en el 9,3 por ciento del total de las constituciones. A pesar del alto número de constituciones en el rubro minería, este sólo atrajo un quinto de la inversión nominal, en tanto que el segundo rubro en número de 80. Un análisis pormenorizado del caso de Valparaíso en Cavieres, “Estructura y funcionamiento”, pp. 61-86. 97

constituciones, el fabril, sólo representó el 2,3 por ciento del capital comprometido. Sin embargo, el número absoluto de sociedades anónimas en ese rubro de producción representaba el 59,3 por ciento del total nacional. Lo anterior confirma el innegable liderazgo de la ciudad en cuanto a actividad e iniciativa empresarial: entre 1867 y 1879 en ella se constituyó el 61, 4 por ciento de las sociedades anónimas y se movilizó el 75,4 por ciento del capital comprometido. Entre 1867 y 1879, la formación de sociedades anónimas en el país fue una actividad propia del eje económico que formaban las ciudades de Santiago y Valparaíso, en donde la capital política jugó un rol secundario, pues en ella se formó un poco más de un tercio de las sociedades anónimas y se comprometió el 23,5 del capital nominal.

Las dos sociedades anónimas financieras que se

formaron en Concepción, representaron el 1,3 por ciento de las constituciones y el 4 por ciento del capital nominal del período.

Cuadro II-10. Sociedades anónimas constituidas en Santiago por rubro de producción, 1867-1879. 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

I 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 1 2 3,4

II 0 0 1 0 0 14 6 1 0 1 0 0 0 23 39,0

III 0 0 1 0 0 2 1 0 0 0 0 0 0 4 6,8

IV 0 2 0 2 0 1 0 1 0 0 0 0 0 6 10,2

V 0 0 1 1 0 2 1 0 0 1 1 0 0 7 11,9

98

VI 0 0 0 1 2 3 5 0 0 0 0 0 0 11 18,6

VII 0 0 0 0 0 0 1 1 0 1 0 1 0 4 6,8

VIII 0 0 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 2 3,4

Total 0 2 4 5 2 23 14 3 0 3 1 1 1 59

Cuadro II-11. Inversión nominal en sociedades anónimas por rubro en Santiago 1867-1879 (valores en £). 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

I 0 0 0 0 0 386100 0 0 0 0 0 0 206327 592428 7,1

II 0 0 959693 0 0 559846 900187 74349 0 25338 0 0 0 2519412 30,4

III 0 0 57582 0 0 233591 233209 0 0 0 0 0 0 524381 6,3

IV 0 863724 0 1996198 0 482625 0 74349 0 0 0 0 0 3416896 41,2

V 0 0 9597 28517 0 386100 0 0 0 16892 175131 0 0 616238 7,4

VI 0 0 0 38023 67050 111969 140858 0 0 0 0 0 0 357900 4,3

VII 0 0 0 0 0 0 16884 185874 0 5068 0 8251 0 216076 2,6

VIII 0 0 38388 9506 0 0 0 0 0 0 0 0 0 47893 0,6

Total año

0 863724 1065259 2072243 67050 2160232 1291138 334572 0 47297 175131 8251 206327 8291225

Sin embargo, en términos de la distribución de la inversión por rubro de producción, hay contrastes importantes entre las dos ciudades; sobre todo en la medida en que ellos pueden haber constituido tendencias. En primer lugar, resalta el que en Santiago los inversores colocaron sus recursos en todos los rubros (8), en tanto que en Valparaíso lo hicieron sólo en seis. En segundo, lugar se destaca la fuerte concentración en el rubro minero registrado en Valparaíso; tanto en cuanto a establecimientos (58,8 frente a 39 por ciento en Santiago), como en cuanto a inversión (52,9 frente a 30,4 por ciento), en donde además ésta fue superior a la verificada en Santiago en 59,9 por ciento. Esta es una indicación de que la “fiebre especulativa” de comienzos de la década de 1870 fue mayor en el puerto que en la capital. En tercer lugar, es destacable el que en ambas ciudades la segunda preferencia de inversión (41,2 por ciento en Santiago y 32 en Valparaíso) corresponde al rubro financiero, en el cual además se registran las dos únicas sociedades anónimas formadas en Concepción. Esto último es una importante indicación de las preferencias de inversión de los capitalistas nacionales, pues tanto los bancos como las compañías de seguros eran

99

emprendimientos que no requerían del largo plazo para comenzar a pagar dividendos. Es destacable también el que en ambas ciudades el segundo rubro en importancia en términos del número de empresas formadas, fuera el fabril, y que, en ambos casos, el monto invertido como porcentaje del total fuese más bien bajo (6,1 por ciento en Valparaíso y 4,3 en Santiago). En cuanto al tamaño medio por establecimiento, determinado por el total de la inversión en el rubro dividido por el número de unidades, la inversión por establecimiento en Valparaíso fue mayor en 38,4 por ciento (£45.036 y £32.536 respectivamente), lo cual era un reflejo de la mayor importancia histórica de este sector en el puerto. Los inversionistas en sociedades anónimas de Santiago tuvieron un comportamiento más innovador que los de Valparaíso, lo cual quedó registrado en que en la capital se verificaron constituciones en el rubro producción agropecuaria (3,4 por ciento) y en el de la construcción y obras civiles (6,8 por ciento).

La

inversión como proporción del total fue de 7,1 por ciento en el primero de los sectores, lo cual lo situó en el cuarto lugar de las preferencias y de 2,6 por ciento respectivamente. En otras palabras, los inversores de Santiago no solo “pusieron sus huevos en un número mayor de canastas”, sino que con su comportamiento demostraron una mayor disposición innovadora que sus pares de Valparaíso. Gráfico II-5. Inversión en sociedades anónimas en Santiago, Valparaíso y total, 1867-1879 (valores en £) 8000000 7000000 6000000 5000000 4000000 3000000 2000000 1000000 0 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Santiago Fuente: AN, CCV.

100

Valparaíso

Total

Ciento treinta (82,3 por ciento) de las 158 sociedades anónimas constituidas entre 1867 y 1879, lo fueron entre los años de 1870 y 1873; de aquel total, 88 (67,7 por ciento) se constituyeron en los años 1871 y 1872. En aquellos dos años, 63 sociedades anónimas (71,6

por ciento) fueron organizadas en

Valparaíso. Los resultados en cuanto a inversión fueron menos dramáticos; entre los años 1870 y 1873 se verificó el 75,1 por ciento de la inversión nominal del período, de la cual 55,6 por ciento se efectuó en Valparaíso; 34,0 por ciento en Santiago, y 7,2 por ciento en Concepción. Si los años 1871 y 1872, en los que se registró el 54,4 por ciento del total de la inversión nominal en sociedades anónimas del período 1867-1879, son aceptados como aquéllos en que también se registró el mayor volumen de inversión nominal (50 por ciento, se observa que la mayor concentración se registró en Valparaíso con el 72,7 por ciento; en Santiago se registró el 20,3, mientras que en Concepción el 7 por ciento. Por lo tanto, la primera “burbuja” financiera en el país fue un fenómeno esencialmente “porteño”. Y en Valparaíso, en los años 1871 y 1872, el 43,1 por ciento de la inversión nominal se radicó en el rubro minero, y en él más del 90 por ciento de las constituciones fueron en sociedades destinadas a operar en el distrito minero de Caracoles. Pero ya en 1873, la inversión comenzó a decaer marcadamente y el período “eufórico” de los inversionistas llegó a su fin.81 En cuanto a las sociedades colectivas y en comanditas a lo largo de los años de 1867 a 1879, en cuanto a inversión registraron un coeficiente de correlación positivo más alto respecto del gasto público (4 en ambos casos), que con respecto del valor de las exportaciones (7 y 8 respectivamente), lo cual sugiere que para entonces su capitalización dependía más de los factores internos, y a la vez que éstos habían adquirido una significación cada vez mayor en la vida económica.

81

. La literatura acerca del comportamiento de los inversionistas en los ciclos expansivos es, además de interesante, entretenida; dos ejemplos: John K. Galbraith A Short History of Financial Euphoria. Financial Genius is Before the Fall (Knoxville, 1990), pp. 3-4. Charles P. Kindleberger, Manias, Panics, and Crashes. A History of Financial Crises (3ª edición, New York, 1996). 101

De otra parte, el ritmo de formación de estas sociedades es inversamente proporcional al de las sociedades anónimas, lo cual implicaba que en los períodos de auge de éstas se registraba inmediatamente una contracción en sociedades colectivas y en comanditas, y que una vez que decaía la actividad en aquéllas, los inversionistas se “refugiaban” en éstas que permitían mantener la unidad del patrimonio y un control “recíproco y solidario” sobre la dirección de los negocios. Por ello, no debe llamar la atención, por ejemplo, su número absoluto y peso porcentual en términos de constituciones en rubros complejos en cuanto a tiempo de maduración de la inversión y administración, como el fabril: 144 con el 24,5 por ciento en el caso de las sociedades colectivas y 62 con el 22,1 por ciento en las en comanditas. En lo que dice relación con inversión, en el conjunto de las sociedades colectivas ellas fueron el segundo rubro en importancia con el 14,6 por ciento detrás de las comerciales, mientras que en el caso de las en comanditas ocuparon el tercer lugar, con el 9,7 por ciento, luego de las comerciales y las mineras. Sin duda que la “hegemonía” en el ámbito de las sociedades colectivas y en el de las comanditas correspondió a las comerciales. Pero respecto de ellas es importante tener presente que sus funciones iban más allá de la distribución de bienes, por lo que su significación económica trasciende el ámbito de la circulación. También eran proveedores de importantes servicios; financistas de la minería en el “Norte Chico” y “poderes compradores” para la producción agropecuaria

en

las

pequeñas

ciudades

comercializadores de producción agropecuaria.

del

valle

central,

y

de

allí

Pero, tal vez su función más

importante radicaba en el mundo de las finanzas; antes y después de la promulgación de la Ley de Bancos de Emisión, en 1860, los comerciantes eran “banqueros” informales que desarrollaban las operaciones de otorgamiento de crédito, descuento de letras y otras.

Sus créditos eran otorgados a tasas más

altas que en el sector bancario, pero con mayor flexibilidad para la amortización y ello, en presencia de un mercado financiero altamente concentrado tanto desde el punto de vista del número de unidades como del geográfico, les otorgaba un rol

102

decisivo para los emprendimientos medianos y pequeños, es decir para los mayoritarios.82

Cuadro II-12. Constitución de sociedades colectivas en Concepción, Santiago y Valparaíso, 1867-1879 Año / rubro 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

1 0 0 0 1 0 0 1 0 0 0 0 0 3 0,5

0 0 1 1 1 6 2 0 2 1 1 2 7 24 4,1

0 3 0 1 0 1 2 0 1 1 1 0 0 10 1,7

0 0 0 1 1 1 2 1 2 1 2 3 3 17 2,9

27 28 26 29 21 31 33 35 40 28 20 21 23 362 61,6

7 5 8 12 12 11 10 21 17 16 12 6 7 144 24,5

0 0 0 0 0 1 1 0 0 0 0 1 0 3 0,5

2 4 1 2 1 4 1 1 2 2 2 2 1 25 4,3

Total año 37 40 36 46 37 55 51 59 64 49 38 35 41 588

Cuadro II-13. Inversión nominal en sociedades colectivas en Concepción, Santiago y Valparaíso, 1867-1879 (en libras esterlinas). Año / rubro 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

780 0 0 0 57472 0 0 148701 0 0 0 0 0 71121 1,6

0 0 653 4943 4789 34305 74813 0 1825 1689 0 50 8033 131100 2,8

0 42227 0 0 02299 15444 1959 0 1661 12956 1876 0 5022 71443 1,5

0 7678 0 22814 5921 3861 12584 14870 183942 1169 13923 35941 0 271701 5,8

87867 242377 187115 127628 67145 664047 318341 451068 329192 425503 89500 134178 105993 3229953 69,4

26367 24703 34689 28733 208024 19702 100208 64560 62979 38176 39252 24523 8157 680111 14,6

0 0 0 0 0 14704 16884 0 0 0 0 1 0 31588 0,7

1560 11900 47643 23970 58 14704 187 1022 55475 5230 4021 0 0 165768 3,6

82

Total año 116573 328884 270099 208088 345707 766766 524975 546429 634073 473722 147571 164691 127206 4654785

. Conclusiones a partir del estudio de los contratos en el Archivo del Conservador de Comercio de Valparaíso; también del artículo de Ricardo Nazer “La fortuna de Agustín Edwards Ossandón: 1815-1878” en Historia, vol. XXXIII, 2000, pp. 369-415. 103

Cuadro II-14. Constitución de sociedades en comanditas en Concepción, Santiago y Valparaíso, 1867-1879 Año / rubro 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 1 0,4

0 0 1 0 6 5 7 1 0 0 1 1 3 25 8,9

0 1 0 2 0 1 2 0 2 1 2 0 0 11 3,9

0 0 1 1 0 0 2 0 1 1 0 1 1 8 2,8

8 12 10 15 9 10 27 15 15 18 8 9 6 162 57,7

2 5 6 5 2 10 9 6 6 4 2 2 3 62 22,1

0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 1 0,4

0 0 0 2 0 2 0 0 0 4 1 0 2 11 3,9

Total año 10 18 18 25 17 28 48 23 24 28 14 13 15 281

Cuadro II-15. Inversión nominal en sociedades comanditas en Concepción, Santiago y Valparaíso, 1867-1879 (en libras esterlinas). Año / rubro 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 Total %

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

Total año

0 0 0 0 0 0 0 242 0 0 0 0 0 242 0

0 0 20154 570 20700 159556 236754 4554 0 1675 0 0 331 444293 14,5

0 38388 0 2205 0 0 0 206 0 0 0 0 0 40799 1,3

0 0 384 19011 0 3282 11194 0 42701 1689 0 2558 0 80819 2,6

40755 135125 265960 435744 138615 153351 29016 430541 324483 78108 13626 51452 27417 2124192 69,4

6043 22406 28500 27865 15038 40054 7836 21004 47080 50652 5955 5446 17472 295350 9,7

0 0 0 0 0 3089 0 0 0 0 0 0 0 3089 0,1

0 0 0 11882 0 16216 0 0 0 42905 350 0 344 71698 2,3

46798 195918 314997 497278 174353 375549 284799 456547 414264 175029 19931 59455 45563 3060481

104

Tal como en el caso de las sociedades anónimas, la preponderancia de Valparaíso en cuanto a la constitución de sociedades colectivas y comanditarias, como en relación a la inversión nominal en ellas, fue muy marcada.

De tal manera, el puerto concentró el 38,9 por ciento de las

constituciones de sociedades colectivas y el 49,8 por ciento de las comanditas; y el 571 y 77,8 por ciento de la inversión nominal respectivamente. Es por ello que resulta importante observar cómo se distribuyeron dichas sociedades y la inversión en la ciudad. En el ámbito de las sociedades colectivas, el 65,9 por ciento de las constituciones correspondió al rubro comercio (V), mientras que el 21 por ciento se radicó en el rubro fabril (VI); en cuanto a la inversión nominal en este tipo de sociedades, los mayores montos también correspondieron al rubro comercio con 82,9 seguido por el fabril con 9,6 por ciento. Del total de sociedades en comanditas constituidas, el 56,4 por ciento correspondió al rubro comercio, en tanto que en segundo lugar se situó el fabril con 18,6 por ciento; sin embargo, en términos de la inversión nominal, este rubro se situó en tercer lugar con 7,5 por ciento después del comercio (70,1 por ciento) y minería (17,7 por ciento). A pesar de esto último, esos resultados apuntan a una importante transición en la producción de bienes y servicios en la ciudad, en la cual la producción fabril, en sus diversos niveles, comenzaba a ser un importante sector de actividad. De hecho, la distribución de las constituciones y la inversión en Concepción y Santiago guardan una estrecha relación con lo ocurrido en Valparaíso.

En la

primera de ellas, las sociedades colectivas fabriles ocupan el segundo lugar en constituciones y el cuarto en inversión, en tanto que en la capital son las segundas y terceras respectivamente.

Las sociedades en comanditas registran una

distribución similar, en donde en Concepción las fabriles ocupan el segundo lugar en importancia en constituciones (compartido con transportes) e inversión. En Santiago, las constituciones fabriles están en segundo lugar con el 29,3 por ciento, y también en segundo lugar en cuanto a inversión, con 18 por ciento.

105

Finalmente, en cada una de las tres ciudades en cuanto a “tamaño” de las sociedades colectivas y comanditas –determinado por el monto de la inversión dividido por el número de constituciones-83 hay un dato importante acerca de las características de la actividad fabril que adoptaba esta forma organizacional. En Santiago y Valparaíso, ellas se sitúan en la medianía del “ranking” (4º lugar) y por debajo de la media tanto en sociedades colectivas y comanditas; en tanto que Concepción ocurre lo mismo con las colectivas (4º lugar), pero no en el caso de las en comanditas en donde ocupan el primer lugar y en que la inversión del rubro supera a la media en 142 por ciento.84 Se trataba entonces de establecimientos de baja capitalización y, probablemente de limitadas dimensiones y de uso intensivo del factor trabajo. No constituían por lo tanto vanguardia en cuanto a desarrollo tecnológico y productivo, pero sí daban cuenta de un importante fenómeno en marcha: la paulatina expansión de la demanda urbana por bienes de consumo, rasgo esencial, más no único en todo proceso de modernización capitalista. 4. La población: crecimiento y concentración. Según el Censo de 1875, sólo Santiago y Valparaíso registraron una población superior a 20 mil personas; tres ciudades, Chillán, Concepción y Talca, tenían entre 15 y 20 mil habitantes; otras tres, La Serena, Copiapó y Quillota, poseían entre 10 y 15 mil habitantes, en tanto que un total de 38 poblados registraron poblaciones entre dos mil y cinco mil personas. La suma de la población de los poblados con más de dos mil habitantes, que fue el criterio oficial para clasificar una población como “urbana”, arrojó un total de 539.778 personas, o el 26 por ciento de la población. Una clasificación más exigente –10.000 y más habitantes- sugiere que la población propiamente urbana era de 338.015 personas, es decir el 16,3 por ciento de la población, que se agrupaba en ocho ciudades propiamente tales. De ese total, el 73,4 por ciento residían en Santiago y Valparaíso, y el 89,6 por ciento en las cinco 83

. Luis Escobar, El mercado de valores (Santiago, 1959), p. 51. . Los cuadros referidos a sociedades colectivas y en comanditas para las tres ciudades se incluyen como anexos al final del capítulo.

84

106

mayores ciudades del país, que incluían a éstas dos más Concepción, Chillán y Talca. 85 Lo primero que llama la atención en el período inter censal 1865-1875, es el comienzo de un largo proceso de “concentración de población”.86 En efecto, a lo largo de esos diez años, la población del país creció a una tasa acumulativa anual de 1,3 por ciento, y la población rural lo hizo sólo al 0,9 por ciento. La población aglomerada creció al 3,1 por ciento anual, lo cual indica un éxodo significativo de la población del campo. Algunos contemporáneos lo atribuyeron al desarrollo de obras públicas, pero también tuvo como antecedente las mayores demandas que debió soportar la fuerza de trabajo rural, y el comienzo del colapso de minifundio como unidad económica capaz de sostener una economía familiar.87 Desde el punto de vista de la distribución espacial, hay tres rasgos importantes. En primer lugar, la población de las provincias del norte, Atacama y Coquimbo, experimentó un leve aumento, 2,2 por ciento; en otras palabras, creció al 0,2 por ciento anual, con lo cual su participación porcentual en el total de la población del país disminuyó ligeramente desde 13,2 a 11,8 por ciento.

Más aún, si bien la

población urbana de aquellas provincias aumentó ligeramente, cinco de los ocho centros de población experimentaron bajas en el número de habitantes.

La

población rural, como porcentaje de la población de la zona, se redujo del 10 al 8,5 por ciento; todo ello da cuenta de las dificultades que empezaba a enfrentar la actividad minera y de la atracción que ejercieron en la primera mitad de la década de 1870 el descubrimiento de las minas de plata en Caracoles y la creciente explotación de salitre en Tarapacá. En cuanto a la distribución espacial de la población por regiones, los cálculos elaborados por Carlos Hurtado, de acuerdo con los parámetros establecidos por el Censo, reflejan variaciones y tendencias que apuntan a un proceso en marcha; la tendencia a la concentración en torno al eje Santiago-Valparaíso el que en 1875 85

. QCJP, pp. 23-45. . Carlos Hurtado, Concentración de población y desarrollo económico. El caso chileno (Santiago, 1966). 87 . Bauer, Chilean, capítulo III. José Bengoa, Historia social de la agricultura chilena (2 vols., Santiago, 1988 y 1990), vol II., pp.15-25. 86

. 107

agrupaba a dos tercios de la población del país y a un quinto de la población aglomerada. Tanto el desarrollo de los transportes, de la producción de bienes como la expansión comercial y bancaria registrada en ambas ciudades en el período ínter censal daban cuenta de una clara hegemonía de ambas ciudades en términos demográficos.

Cuadro II-16. Distribución de la población en poblados de diferentes tamaños. Poblaciones de 2.000 a Ciudades de 10.000 a Ciudades de 15.000 a Ciudades de más de 9.999 habitantes (50) 14.999 habitantes (3) 19.999 habitantes (3) 20.000 habitantes (2) 201.773 35.094 54.817 248.104 Fuente: Oficina Central de Estadísticas, Quinto Censo General de la Población de Chile (Santiago, 1876), pp. .

Cuadro II-17. Población de ciudades en Atacama y Coquimbo, 1865 y 1875. Ciudad 1865 1875 3.321 3.082 Caldera 2.545 3.084 Chañaral 13.381 11.432 Copiapó 4.562 4.948 Vallenar 13.550 12.293 La Serena 7.138 5.077 Coquimbo 6.607 6.403 Illapel 3.101 4.099 Ovalle Fuente: Como Cuadro II-15.

Cuadro II-18. Distribución porcentual de la población en las regiones del país, 18651875. Región 1865 1875 Urbana Rural Total Urbana Rural Total Central Concepción Araucania Los Lagos Austral Norte Total

y

16,5 1,8

52,3 9,6

68,8 11,4

19,6 2,6

47,6 11,1

67,2 1,7

0,2 0,3 3,1 21,9

3,2 3,0 10,0 78,1

3,4 3,3 13,2 100,0

0,3 0,2 3,3 26,0

3,7 3,0 8,6 74,0

4,0 3,2 11,9 100,0

Fuente: Hurtado, Concentración, Cuadro 3, p. 145.

108

Resaltan en el panorama nacional, los cambios que registraron las regiones central y de Concepción;

tan importante como la baja relativa de 3,2 puntos

porcentuales de la población rural, fue el incremento de 3,9 en la urbana, más aún si se tiene en cuenta que esta última corrió por cuenta de las ciudades de más de 15.000 habitantes. Este comportamiento indica que las ciudades de mayor tamaño no sólo captaron a una buena parte de la población que abandonó los campos, sino que además se convirtieron en núcleos de atracción para aquellas de otras regiones. Esto, sin duda, fue el resultado de comunicaciones y transportes modernos de más y mejor administración, y nuevas actividades, modernas, en la producción de bienes y servicios.88 Si hubo modernización en el país, ella se verificó en esas zonas. Con relación a la población aglomerada, esto es todo poblado con más de 2.000 habitantes, hubo por lo menos tres procesos que dan cuenta de cambios importantes en la distribución de la población en el período 1865-1875. En primer lugar, las aldeas y villas de 2.000 a 4.999 habitantes crecieron a una tasa acumulativa anual de 3,5 por ciento, tanto en las provincias del norte como en las del valle central y en las del Bío-Bío. Sin duda, ellas fueron receptoras, en el primer caso, de la población minera que abandonaba yacimientos que llegaban al término de su explotación económica. En el caso de las provincias desde Aconcagua a Concepción, el éxodo tuvo relación con la evolución de la economía rural, fundamentalmente con la presión que el auge de las exportaciones cerealeras ejerció sobre tierras que anteriormente eran de libre acceso, y con el atractivo de los salarios en moneda en las obras públicas, elementos ambos que incentivaron a importantes conjuntos de individuos a abandonar los campos. En

segundo lugar, los poblados que contenían entre 10.000 y 14.999

habitantes disminuyeron en términos absolutos de cuatro a tres, y su población se redujo en 45,4 por ciento. En tercer lugar, la mayor tasa de crecimiento poblacional del período se verificó en los poblados de más de 15.000 habitantes, los que aumentaron su población al 4 por ciento anual. Sin embargo, un desglose indica que el mayor crecimiento fue el de las ciudades de entre 15.000 y 19.999 habitantes, que 88

. De acuerdo con el modelo de modernización de Hobsbawm, en Bandits, p.17. 109

aumentaron de 1 a 3, y que crecieron a una tasa anual de 11,8 por ciento. Santiago y Valparaíso, las únicas dos ciudades de más de 20.000 habitantes, en conjunto crecieron a una tasa anual de 2,9 por ciento; la primera al 2,7, la segunda al 3,3 por ciento anual. En otras palabras, la población no sólo comenzó a concentrarse, sino que lo hizo en las ciudades de mayor tamaño. Cuadro II-19. Evolución de la población de las ciudades del valle central y Concepción. Ciudad 1865 1875 % variación 6.369 4.445 30,2 Los Andes 8.696 9.422 8,3 San Felipe 115.377 150.367 30,3 Santiago 10.149 11.369 12,0 Quillota 70.438 97.737 38,8 Valparaíso 5.508 4.051 -26,5 Rancagua 6.557 3.896 -40,6 Rengo 5.883 5.177 -12,0 San Fernando 5.953 9.072 52,4 Curicó 17.900 17.496 -0,02 Talca 9.781 19.044 94,7 Chillán 5.456 5.609 2,8 San Carlos 13.958 18.277 30,9 Concepción 5.291 5.609 6,0 Tomé Fuente: Censos de población, 1865, 1875 y 1885.

El aumento y concentración de la población entre 1865 y 1875 no pueden ser explicados

solamente por el crecimiento vegetativo

y por las

variables

macroeconómicas señaladas. Es necesario buscar otros elementos que explican el crecimiento de población urbana a tasas superiores que el promedio nacional. Ese factor puede haber sido el ferrocarril. Una primera observación sugiere que las ciudades que más crecieron en términos relativos, o a una tasa más alta que la media nacional, exceptuadas Santiago y Valparaíso, fueron Concepción, Chillán y Curicó. En la primera mitad de la década de 1870, las dos primeras se constituyeron en puntos cabezales de una importante línea de ferrocarril como lo era la que unía a la capital de la provincia de Ñuble con el puerto de Talcahuano. Concepción si bien no era cabecera de la línea Chillán-Talcahuano, se encontraba a sólo 12 kilómetros del terminal de esa línea y

110

era el centro administrativo provincial. Este último factor, también era propio de Chillán. Curicó fue por muchos años el punto terminal de la línea de Santiago al Sur, y también era capital de provincia. Parece razonable entonces plantear que las variaciones en la población de las ciudades del valle central estuvieron estrechamente ligadas a su posición respecto de los puntos terminales de la línea ferroviaria central, y también a la estructura político-administrativa. Las repercusiones de la construcción y operación de ferrocarriles en la zona central y de Concepción tuvieron un doble carácter: fueron causantes de una moderada dispersión e integración de las poblaciones.

Tanto durante su

construcción como operación, el ferrocarril desarraigó a poblaciones rurales a través de las oportunidades de empleo que generó, directas e indirectas. La construcción de ferrocarriles en la zona central significó que se concentraran en ella importantes grupos humanos; en la construcción del ramal entre Las Vegas y San Felipe, de sólo 30 kilómetros de extensión, en 1870 se ocuparon simultáneamente 700 peones de obra; en la construcción de la línea de Chillán a Talcahuano entre noviembre de 1869 y enero de1870, trabajaron 1.150. Según fuentes oficiales, en ciertas etapas de la construcción de la línea entre Curicó y Angol trabajaban 7.500 personas, en diferentes secciones.89

Tales aglomeraciones de trabajadores eran inéditas en el

país. ¿Cuál fue el destino estos trabajadores una vez concluidas las obras de construcción? Es probable que una buena proporción de ellos haya retornado a sus lugares de origen, y la mayor parte de ellos provenía del campo. Pero también es posible que otra parte encontrara ocupación en las empresas que explotarían los ferrocarriles una vez terminados; o, simplemente, que una buena proporción de ellos se empleara en actividades asociadas a la ferroviaria, como bodegaje y distribución y al transporte urbano y rural, pues en diferentes dimensiones, en torno a las estaciones de ferrocarril siempre se constituyeron centros comerciales y productivos de importancia.

89

. MI 1870, pp.207 y 227. 111

El nivel de ocupación de las empresas ferroviarias era alto; ninguna otra empresa empleaba tanta gente como el ferrocarril.90 Por ejemplo, en la explotación de la línea de 187 kilómetros entre Valparaíso y Santiago, la Empresa del Ferrocarril del Norte empleaba en 1869 a 240 funcionarios administrativos; 314 de vía y 243 de maestranza; en total 797 personas.91 Siete años más tarde, la misma empresa con sólo 45 kilómetros adicionales de vía, contaba con una fuerza de trabajo de 1.301 funcionarios permanentes, además de cerca de 500 trabajadores con contratos provisionales.92 Vicuña Mackenna legó un importante y ameno testimonio respecto al empleo en la línea Valparaíso-Santiago y en su ramal a Los Andes; para 232 kilómetros de línea, 42 estaciones y 56 locomotoras, el Superintendente dirigía, “cual general de ejército invisible, a más de dos mil trabajadores en activo, valeroso e infatigable servicio noche y día”: ... no menos de veintiún conductores de trenes, que ganan 75 pesos [la libra esterlina en 1876 se cotizó a un promedio de $5.45] (los de carga) a 125 (los del expreso). Vial, Barba y Jofré son los veteranos de este servicio... Vienen en seguida 25 maquinistas con 130 pesos, y... tranquilizaos, señoras, todos son ingleses... 45 fogoneros que les ayudan: éstos, sí son chilenos, que para la pala, valen por dos ingleses. Los trenes son servidos todavía por 42 boleteros, 42 telegrafistas, 60 cambiadores y 55 guarda-vías: debían estos llamarse propiamente guardavidas, porque al menor descuido del sueño o del trago, ese sueño artificial de nuestro pueblo, el tren va a dar los infiernos... los últimos ganan sólo 18 pesos y tienen una cómoda casita a la orilla de los rieles. El personal activo del ejército ligero del carril, como si dijéramos los ‘cazadores a caballos de los rieles’, fluctúa, en consecuencia, entre 280 y 300 hombres, más o menos: tres escuadrones. Vienen en seguida los zapadores de la línea, encargados de su conservación, bajo las órdenes del ingeniero jefe. Contado la maestranza, que tiene cerca de 400 empleados, y las cuadrillas ambulantes, 90

. Para los Estados Unidos Alfred D. Chandler Jr. en su libro The Railroads. . “Informe de la Comisión Sistema de Administración del Ferrocarril del Norte”, en MI 1869, pp.169-170. 92 . Vicuña Mackenna, De Valparaíso, pp.339-340. Los salarios son mensuales. 91

112

que forman en fila cada Sábado, más de 600 brazos, y entre éstos 400 peones y mineros, 20 albañiles, 25 carpinteros, 20 herreros, tenemos mil hombres sedentarios pero útiles. Esta es la infantería de la línea... Y van más de 1.300 hombres. El grueso de los servidores del ferrocarril está, sin embargo, en los peones de carguío, de los cuales sólo la estación de Valparaíso ocupa 340... y un número un poco menor la de Santiago. Los empleados de bodega a sueldo pasan de 1000, y tan sólo en la de Santiago funcionan 31 pesadores. Los empleados de administración, que son el estado mayor y la reserva, desde superintendente a portero, no pueden ser menos de cien. Total

redondo: dos mil.93

Las actividades en torno a las estaciones de las ciudades cabeceras de ferrocarril fueron múltiples: almacenaje, distribución, servicio de transporte de pasajeros, alojamiento, alimentación y diversiones, entre otras.

Pero, además,

contribuyeron al desarrollo urbano a través de la construcción de las estaciones, de las maestranzas, las bodegas, las casas de máquinas y cocheras, y las viviendas en donde habitaban los trabajadores ferroviarios. Una comparación de los mapas de Santiago de 1865 (Mostardi) y de 1875 (Ansart) refleja cómo, en torno a la Estación Central, se fue conformando un nuevo núcleo de población como resultado de la actividad ferroviaria que comenzó en la primera mitad de la década de 1850. Esta se tornó particularmente intensa con la inauguración del servicio entre la capital y el puerto, en 1863. En éste, el sector Barón, no especialmente poblado históricamente, mostraba 1871 una alta densidad de actividad en servicios, producción de bienes y nuevas construcciones.

En el sur, un mes antes que se completara la línea de

Chillán a Talcahuano, periódico comentaba que en Concepción “... el ferrocarril ha[bía] generado un maravilloso cambio en la ciudad.

Nuevos edificios se

construyen en diferentes lugares, y muchos de los antiguos son sometidos a refacción.

Comparada con anterioridad al ferrocarril, se observa una actividad

extraordinaria en todas partes”.94

93 94

. Ibid., pp. 326-327 . VWCM, 14.III.1874. Mapa de 1871. 113

Si los efectos de la construcción ferroviaria fueron importantes como premisas del desarrollo industrial chileno,95 según los antecedentes expuestos, al parecer no lo fueron menos para el crecimiento de la población urbana.

Más aun, para otro

economista "la mayor parte de los cambios ocurridos con posterioridad a 1850, en la estructura de la sociedad chilena están de uno u otro modo estrechamente ligados al desarrollo del ferrocarril".96 La opinión de un contemporáneo en 1872 sostiene ésas apreciaciones; refiriéndose a Talca, Recaredo Santos Tornero narró que allí se esperaba “ver pronto realizado el proyecto de unir la ciudad de Curicó, hasta donde llega en la actualidad el ferrocarril con Chillán que será la estación extrema de la línea férrea en actual construcción entre ese punto y Talcahuano. Inútil nos parece ponderar las inmensas ventajas que la realización de semejante proyecto reportará a toda la provincia y en especial a esta ciudad, atendida hasta ahora a los pesados caminos carreteros".97 Aparentemente entonces, la construcción ferroviaria fue un factor clave para la dinámica de crecimiento de las ciudades del valle central y la provincia de Concepción.

Las variaciones al alza en la población de Curicó y Chillán, entre 1865

y 1875, y a la baja hacia 1885, pueden referirse a su situación con respecto a las cabeceras de línea. Lo mismo se aplica al caso de Talca, la tercera ciudad del país en 1865, que según el Censo de 1875 registró una leve descenso que el propio director de la Oficina Central de Estadística se encargó de atribuir a un error, como muchos otros que plagaban a ese ejercicio, y afirmó que la población de la ciudad debería haber aumentado en alrededor de 40 por ciento.98 Curicó aumentó su población en 53,4 por ciento entre 1865 y 1875, cuando era cabecera de línea; en los diez años siguientes, ya no fue cabecera de línea y según el censo de 1885 su población había crecido por debajo de la media nacional. En cuanto a Chillán, se aprecia un fenómeno similar aun cuando las variaciones son más marcadas; desde 1865 hasta 1875 creció su población a una tasa anual de 9,4 por ciento, es decir que casi dobló su población. Sin embargo, desde 1875 hasta

95

. . 97 . 98 . 96

Oscar Muñoz, El crecimiento Industrial de Chile, 1914-1965. (2ª edición, Santiago, 1971), p. 16. Hurtado, pp. 63-64. Tornero, p. 301. Santiago Lindsay, “Noticia preliminar del censo general de la República”, en QCJP, pp. 14-14. 114

1885 el censo registró un crecimiento de 8,9 por ciento, sólo un 43 por ciento de la media nacional; también Chillán había dejado de ser cabecera de línea, en 1877. Tan sólo con un mero afán especulativo, acéptense los resultados del censo de 1875 como válidos. Talca es la única ciudad de tamaño mayor que registró crecimiento negativo. ¿Qué explica la caída de la población de la ciudad? Causas de tipo dramático como desastres naturales no existen; epidemias devastadoras fueron comunes a toda la región central cuando tuvieron lugar. ¿Manipulación con fines electorales? Es posible. Pero, si se presta atención a la situación de la ciudad con respecto a las líneas de ferrocarril entregadas con anterioridad a 1875, es posible plantear otro supuesto. La línea Santiago-Curicó fue entregada al servicio en 1869 lo cual pudo convertir inmediatamente a la última ciudad en un centro comercial regional con mejor y más barata comunicación con Santiago y Valparaíso, factor de importancia si se considera que la producción agrícola de la zona estaba destinada en gran proporción a la exportación. Al mismo tiempo (1869), se dio comienzo a la construcción desde Chillán a la línea que terminaría en Talcahuano; ya en 1872 esta se había extendido hacia la costa lo suficiente como para producir una renta bruta de £10.941,7 ($56,678);99 un año más tarde al haber llegado ya la línea a Concepción, el Estado percibió ingresos por £22.697,6 ($121.659) es decir un aumento de 107,4 por ciento con relación al año anterior.100 Las dos ciudades cabeceras de ferrocarril, Curicó y Chillán, crecieron rápidamente; Talca, que había quedado en medio de ambas, se pudo haber estancado precisamente por esa situación respecto del ferrocarril. Sólo en mayo de 1873 se iniciaron los trabajos de la línea desde Curicó hasta Angol; la sección hasta Talca fue inaugurada al final de 1876. 101 La posibilidad de explicar el descenso de la población de Talca en términos de su aislamiento con respecto a los puntos terminales de las principales líneas de ferrocarril es tentativa, pero se convierte en tentación atrayente si se observa el incremento de población registrado en la ciudad, de acuerdo con el Censo de 1885. Según esa fuente, en los diez años transcurridos desde 1875, la población de la ciudad creció en 33,9 por 99

. MH 1873, p. 6. . MH 1874, p. VI. 101 . VWCM, 31.V.1873. 100

115

ciento hasta alcanzar un total de 23,432 habitantes; en otras palabras, creció al 3,3 por ciento anual.102 Como dato adicional a ese crecimiento se debe indicar que desde 1878 la administración de todos los ferrocarriles al sur de la ciudad, fue centralizada allí; es decir, si bien no se constituyó en punto terminal, fue centro administrativo de una red ferroviaria que se extendía hasta Talcahuano, Los Ángeles y Algol y avanzaba paulatinamente hacia el sur. Las modificaciones que se aprecian en los totales de población de Curicó, Chillán, Talca, y Concepción, entre 1865 y 1875, tal vez no fueron un efecto directo de la construcción del ferrocarril; postularlo como el factor causal exclusivo, no sería correcto. En cambio, se puede pensar que la importancia del ferrocarril residió en los “efectos de eslabonamiento hacia adelante” de su construcción y operación. En efecto, se aprecia que como consecuencia de la

nueva actividad, hubo más y

mejores oportunidades de desarrollar nuevas producciones, especialmente agrícolas y ganaderas por la baja en los costos de transportes. Por otra parte, como centros receptores de las producciones regionales, las ciudades cabeceras de ferrocarril, especialmente

Chillán,

vieron

transformarse

algunos

de

sus

antiguos

establecimientos de fabricación de medios de transporte, especialmente de carros y carretas, en unidades productivas de mayor importancia y complejidad.103

Los

bancos abrieron sucursales y, en general, hubo más incentivos para la realización de negocios. Tras los antecedentes expuestos, ¿se puede concluir que fue el ferrocarril el elemento dinamizador del crecimiento urbano en el valle central? Ciertamente no fue el único factor que aceleró el crecimiento de las ciudades, pero jugó un rol importante; uno que aún demanda estudios. La clase dirigente chilena fue desde siempre urbana y que durante esos años, creció numéricamente. Ese grupo social fue, sin duda, el que más contribuyó a que las ciudades crecieran y se desarrollaran como lo hicieron hasta 1875.

102

. Instituto Nacional de Estadísticas, Población, pp. 12-16. Es importante señalar, que de acuerdo con Roberto Vergara, Historia y fines de los censos (Santiago, 1930), no lejos de Talca, en Lontué, se manipularon los resultados del censo con fines electorales; acotación de Bauer, Chilean, pp. 242 y 245. 103 . Ver capítulo III. 116

5. Las ciudades. Santiago, Valparaíso y Concepción fueron, hasta 1875, las ciudades más importantes del país.

En rigor, las dos primeras ciudades eran de grandes

dimensiones, en tanto que Concepción con 18.277 habitantes en 1875, era un pueblo grande, que sólo lentamente se iba sacudiendo del legado colonial. En las tres ciudades, y otras de menor tamaño, hasta mediados de la década de 1875 se experimentaron los beneficios del hermoseamiento, de la limpieza; en ellas “... se construyeron palacios. En los paseos se ostentan trancos magníficos; en la ópera, trajes y joyas suntuosas. Con presteza, se imita[ba] de la vida europea, principalmente por la clase rica, mueblaje, vestidos, mesa, confort, todo lo fácil y externo”.104

Pero como en toda ciudad moderna, en ellas se incubaban y

desarrollaban problemas de difícil manejo que preocupaban a la mayoría de la población, pero en particular a la de más altos ingresos. Desde 1867, y hasta mediados de la siguiente década, Valparaíso experimentó un período de auge notable, que tuvo su origen en la inauguración del ferrocarril a Santiago en septiembre de 1863, en una favorable coyuntura externa y en la reconstrucción que demandó el bombardeo español del 31 de marzo de 1866. Hubo un fuerte crecimiento comercial y financiero impulsado por el incremento en las exportaciones y por la creciente comercialización de productos de países vecinos. Las nuevas construcciones cambiaron notablemente su fisonomía, en particular aquella de los distritos cercanos al puerto. No está de más mencionar entre las variables favorables para el desarrollo de la ciudad, el impacto del reordenamiento en las rutas internacionales que originaron eventos lejanos, como la apertura del Canal de Suez y el término de la construcción del primer ferrocarril transcontinental en los Estados Unidos en 1869, y que pueden ser relacionados con el establecimiento de nuevos flujos comerciales y líneas regulares de navíos a vapor, entre Valparaíso y Liverpool, desde 1868.

104

. Alberto Cabero, Chile y los chilenos (Santiago, 1926), p. 369. 117

De

otra

parte, la ciudad se desarrollaba a través de la instalación de modernos servicios, de una mejor infraestructura y de modernas fábricas. Valparaíso

había

comenzado

a

experimentar

algunas

importantes

transformaciones desde comienzos de la década de 1850. Por aquellos años, definitivamente dejó de ser la “... aldea de míseros pescadores, al paso que como puerto de mar, apenas albergaba un grupo de galpones de madera en que los monopolistas de Lima acopiaban cada verano la escasa mies de la indolencia colonial”. Por aquellos días se la describió como “...la ciudad más hermosa del mar del Sur”. 105 Observadores extranjeros comentaron en los primeros años de la década de 1850 que a pesar de lo tortuoso de las calles del puerto, éstas estaban bien mantenidas y no ofrecían grandes obstáculos para la circulación; además, las viejas construcciones de estilo español comenzaban a ser reemplazadas por las numerosas casas edificadas en los últimos años como consecuencia del aumento de habitantes originado por el incremento del comercio. Entonces ya se podían ver edificaciones de hasta de tres pisos, similares en su diseño a las viviendas inglesas.106 Un exigente explorador, el Teniente de la Armada de los Estados Unidos James M. Gillis, comentó en 1851 que las transformaciones más importantes habían ocurrido en los últimos 20 años y que eran más evidentes en las zonas aledañas al puerto, en donde el “comercio en constante aumento le ha dado tanta importancia al suelo, que [los porteños] no sólo se internan en el mar en orden a construir las bases para nuevas casas día a día, sino que construyen piso sobre piso, a la moda europea”. 107 Para entonces la ciudad ya comprendía dos sectores claramente diferenciados en su parte plana: “el puerto”, hacia el oeste y “el Almendral” hacia el este-sureste. Cuando en 1871 se comenzó el ensanche del puerto, el largo de la parte plana de la ciudad era de 3,100 metros y su ancho promedio de 380, pero 105

. Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de Valparaíso. Crónica política, comercial y pintoresca de la ciudad y de su puerto. Desde su descubrimiento hasta nuestros días, 1536-1868 (Valparaíso, 1869), “Dedicatoria”, sin número de página. James M Gillis, The U.S. Naval Astronomical Expedition (2 vols., Washington, 1855), vol. I., p. 151. 106 . Sergio Villalobos, “Chile en 1852 según el diario del marino sueco C. Skogman”, en BAChH, Nº 58, 1958, pp. 32-33. 107 . Gillis, pp. 152-153. 118

con notables variaciones: en la zona de “Barón”, desde la playa al cerro, había 1,300 metros. En la “Calle del Cabo”, a la altura de la “Cruz de Reyes”, el ancho era de solo de 50 y llegó a 110 metros en 1875.

Desde el edificio de la

Intendencia hasta el mar era de 120 metros y después de 1875 llegó a 180, que era el ancho promedio del distrito comercial y financiero.108 La mayor parte de los “porteños” vivía en “el Almendral” y en los cerros. Entre éstos, los de “Cordillera”, “Castillo”, Carretas”, “Toro”, “Santo Domingo”, Panteón” y “Bellavista” por el oeste y “Barón” y “Arrayán” por el este albergaban a los trabajadores: lancheros, jornaleros, cargadores, estibadores, carreteros, trabajadores asalariados industriales, del transporte público y ocasionales, así como a “vagos y mal entretenidos”.109 Sobre la calle “del Cabo” en el plano, que se distinguía por “... sus elegantes y vistosas vidrieras [que encerraban] cuanto de más rico produce la industria francesa, destinado a la insaciable codicia de la coquetería femenil”, estaban los cerros “Alegre” y de la “Concepción”. En ellos vivían los sectores de altos ingresos y especialmente los extranjeros, aunque algunas familias de este estrato lo hacían en “el Almendral”. Los dos cerros eran “los preferidos por muchas personas pudientes, especialmente extranjeros, [que vivían en] costosos edificios de dos pisos, por lo general con pintorescos jardines cuya esplendida vegetación, nos es dado contemplar a la distancia, envidiando el aire puro y la magnífica vista de que se goza en aquellas eminencias. El Cerro Alegre es el predilecto de la parte inglesa de nuestra población.

En él han

formado una especie de colonia en la que han introducido sus propias costumbres, sin que falte para que se puedan considerar en plena Inglaterra, mas que un cielo nebuloso y triste.110 En la parte plana, el sector denominado “el Almendral” era el de mayor superficie. En él la mayor parte de las residencias recordaban a las tradicionales casas chilenas en cuanto a sus materiales de construcción y líneas arquitectónicas; también era una zona de numerosas bodegas, comercios al detalle y corrales;

108

. MIV 1869, en MI 1869, pp. 25-31. MIV 1876, en MI 1876, pp. 25-26. . QCJP, p. XLVIII. 110 . Tornero, pp. 122-123, 120. 109

119

también allí se encontraba una parte importante de las fábricas modernas. En 1870 de las 36 que había en la ciudad, 23 estaban situadas en ese sector.111 Un núcleo de actividad importante de este sector lo constituía el conjunto formado por la estación del ferrocarril, las bodegas de carga, y hasta mediados de la década de 1870, cuando fue trasladada al sector de la “Cabritería” (Placeres), la maestranza y otros cinco edificios de diferentes dimensiones. Los tranvías tirados por caballos, o “carros de sangre”, tenían también allí su estación de término y partida, al igual que los coches de posta. El trazado de las calles del “Almendral”, era regular y muchas de las casas eran de una planta, de gruesas paredes de adobe y sus techos de tejas.

Las de mayores dimensiones contaban con patios con

arboledas. Hacia el oeste, el “Almendral” terminaba en La “Plaza de la Victoria”; desde allí hasta la “Plaza del Orden”, actual Aníbal Pinto, había una suerte de zona de transición antes de ingresar al sector denominado “el puerto”. La administración municipal y los teatros estaban en torno a la “Plaza de la Victoria”, “ ... verdaderamente el barrio fashionable de la ciudad”.112 En 1873, al costado norte de esa Plaza, se completó un edificio que demandó una inversión de £43.843, y que sirvió para oficinas municipales, tesorería comunal, juzgado, cuartel de la policía municipal y centro de detención.113 En la misma acera, y contiguo a ese complejo administrativo, se erguía el “Teatro de la Victoria”. Era el más amplio de la ciudad, pues tenía capacidad para 1.500 espectadores. El “Odeón”, a pocos metros de distancia en la calle del “Teatro”, sólo tenía capacidad para 800, pero era un activo centro de espectáculos, manifestaciones políticas y, de vez en cuando, de ruidosos incidentes por cuenta de un público que, al parecer, paulatinamente se tornaba más exigente en cuanto a la calidad de los espectáculos. También en ese sector había numerosas tiendas dedicadas al rubro del vestuario y el calzado, y que vendían casi exclusivamente bienes importados.

111

. Inspección General de Máquinas. Libro de Matrícula de máquinas a vapor de Valparaíso. Primera inscripción 1.VI, 1870. 112 . Tornero, p. 119. 113 . El Mercurio, 5.V.1873. 120

El distrito denominado “el puerto” era el centro político y administrativo de la provincia y la zona del comercio al por mayor, de ultramarinos, y de numerosas bodegas que atendían el tráfico del puerto propiamente tal.

Allí estaban radicados

la Intendencia, las oficinas de la Tesorería General, la Superintendencia de Aduanas, la Comandancia General de Marina, las oficinas de la Factoría General del Estanco, el correo y el telégrafo.

En ese sector las calles eran más estrechas (9 metros de

ancho), y particularmente complejas para el desplazamiento de los bomberos que debían combatir los frecuentes incendios. En 1873 se promulgó una ley que ordenó el ensanche de las calles a 12 metros, pero durante su discusión a pesar de considerarse que la reciente abundancia de incendios abría una oportunidad, el Ministro del Interior no demostró mayor entusiasmo acerca de su efectividad; se construía con tal rapidez, que le parecía que no había “remedio en el presente para esta enfermedad”.114 En esa zona, especialmente en la calle del “Cabo”, se encontraba el grueso del comercio al detalle. Todos los sectores de la parte plana quedaron unidos a partir de 1862, en anticipación a la inauguración del servicio de ferrocarril a Santiago, por líneas de tranvías de tracción animal de 9.853 metros de longitud.115 Cada 10 minutos un carro salía de la estación del ferrocarril con dirección a la aduana, en un trayecto que estaba proyectado para durar 25 minutos. Los carruajes eran de dos plantas, en donde la superior, descubierta, era la más barata; en 1871 la sociedad anónima propietaria de la empresa estaba declaraba un capital nominal de £126.437 y entre sus propiedades registraba dos corrales, 45 carruajes y 365 caballos.116

114

. CD. SO., 28.VII.1873. Ministro Eulogio Altamirano. . QCJP, p. 653. 116 . Tornero, pp. 203-204. 115

121

Gráfico II-6. Pasajeros transportados por el "Ferrocarril Urbano de Valparaíso", 1863-1874 8000000 7000000 6000000 5000000 4000000 3000000 2000000 1000000 0 1863

1864

1865

1866

1867

1868

1869

1870

1871

1872

1873

1874

Fuente: MIV 1875, pp. 54-55.

Si bien el volumen de pasajeros transportados por los tranvías no constituye un indicador del nivel de actividad en la ciudad, la trayectoria de la curva en el Gráfico II-19 es sugerente. En primer lugar muestra una pequeña baja en 1865, el año en que comenzaron las dificultades con la flota española que bloqueó el puerto; las bajas en 1873 y 1874 eran para un periódico “claramente atribuibles al mal estado del comercio en general”.117 De ser certera esa aseveración, la sensibilidad de la ciudad a las variaciones en el sector externo, era extraordinaria. El transporte urbano era también servido por coches y diligencias que ofrecían servicio a domicilio y que eran propiedad de la sociedad anónima Compañía de Carruajes de Valparaíso, la que en 1871 declaró un capital nominal de £19.011 y que era propietaria de 69 coches. El negocio, aunque parecía estar en declinación desde que se inició el servicio de tranvías, en 1870 pagó un dividendo de 6 por ciento.118

117 118

. VWCM, 24.VII.1875. . El Mercurio, 13.II.1871. 122

En la primera mitad de la década de 1870, la prosperidad general y el buen estado del negocio del transporte de pasajeros incentivaron a algunos empresarios a plantear nuevas iniciativas; a fines de marzo de 1873, se informó acerca de “dos proyectos para el establecimiento de tranvías adicionales para la ciudad que han sido presentados a la Municipalidad, y es probable que un tercero sea presentado al Consejo en los próximos días”.119 Sin embargo, ninguno de ellos se materializó antes de 1879. Muy poco después de diseñados, decayó el nivel de actividad y ello los postergó hasta la década siguiente.

Cuadro II-20. Animales beneficiados en el matadero de Valparaíso; m0ayo 1872-abril 1874. Bovinos Caprinos, cerdos y Total ovinos 32.369 84.824 117.193 Mayo 1872 – Abril 1873 25.962 87.398 113.360 Mayo 1873 – Abril 1874 38.368 99.385 137.753 Mayo 1874 – Abril 1875 98.699 271607 368.306

Total Fuente: MIV 1873, p. 29; MIV 1874, P. 42; MIV 1875, p. 35.

Para su abastecimiento, la ciudad contaba con cinco mercados de frutas, verduras, carnes y lácteos, productos que mayoritariamente entraban por tren. El más célebre de éstos últimos abandonaba la estación de Quillota a las 6 a.m., y era conocido como “el tren de la leche” y que recogía productos de agropecuarios de las localidades de Limache, Quilpue y Viña del Mar.120 A comienzos de la década de 1870, dos de los mercados, la “Recova del Puerto” y la “Recova de Elías” servían a los dos extremos de la parte plana de la ciudad y contaban con buenos edificios.

Los otros tres, el del “Cardonal” y los de

“Barón” y de la “Victoria” -contiguo a la plaza del mismo nombre-, desarrollaban sus funciones en el “Almendral”, en muy precarias instalaciones, y se convirtieron en motivo de preocupación para las autoridades. En abril de 1874, se elaboró un proyecto para la contratación de un préstamo por £223.048, a una tasa anual de 6

119 120

. VWCM, 22.III.1873. . Vicuña, De Valparaíso, p. 174. 123

por ciento, para la construcción de dos nuevos edificios para mercados y otras obras en la ciudad.121 Un año y medio más tarde, el municipio contrató un préstamo por £9.124 para reparaciones en ambos recintos, las que fueron completadas en noviembre de 1875.122 La Municipalidad y algunos empresarios privados estaban a cargo de las operaciones del matadero de la ciudad. Desde 1868, este comenzó a funcionar en nuevas instalaciones en el sector de la “Hermana Honda”, que hoy se conoce como “Portales”. Este establecimiento surtía de carne a la ciudad y a los navíos que recalaban en el puerto.123 Parte de los animales eran llevados “en pie” a través de los cerros, pero la mayor parte llegaba a las instalaciones por tren. Las condiciones de funcionamiento del nuevo matadero fueron calificadas como excelentes, y en el primer año se beneficiaron 123.666 caprinos, cerdos, ovinos y bovinos. A fines de la década de 1870, según el registro de la Contribución de Patentes daba cuenta de 560 comercios al detalle en la ciudad, que se distribuían de la siguiente manera:124 - Almacenes

140

- Panaderías

18

- Vinos y licores

171

- Carnicerías, menestras frutas y verduras

225

- Librerías

4

- Carnicerías de cerdo

2.

A pesar de que aquellos establecimientos eran un alto número para la ciudad, un establecimiento por cada 174,7 habitantes, es interesante anotar que esa cifra, comparada con la de 1873, el último año de bonanza, representaba una disminución de 20,4 por ciento.125

121

. VWCM., 25.IV.1874. . Ibid., 13.XI.1875. MIV 1870, p. 67. 123 . Tornero, 132-133. 124 . “Matrícula de los establecimientos gravados con la ‘Contribución de Patentes’ del Departamento de Valparaíso”, en MIV 1879, anexos. 125 . MIV 1873, p. P.23-24; MIV 1879, pp. 34-36. 122

124

El comercio al por mayor e internacional corría por cuenta de 139 establecimientos, que en su mayoría eran de propiedad de extranjeros, en particular de británicos. Desde comienzos de la década de 1870 fue apreciable el aumento de la presencia de alemanes, situación que no pasó desapercibida por el siempre alerta servicio consular de S.M. Británica. En 1873 el Cónsul comentó al Foreign Office que era “imposible al visitar esta y otras naciones sur americanas y no asombrarse por el avance que han hecho en ellas el comercio alemán y la influencia alemana.126 Otros servicio importante era el del alumbrado a gas, provisto por una fábrica organizada en 1856 por parte del municipio y dos importante empresarios de la ciudad, José y Buenaventura Sánchez. En 1865 la empresa fue transformada en sociedad anónima con un capital nominal de £22.346 dividido en 1.000 acciones.127 En 1876 había en la ciudad 850 faroles que se distribuían en la parte plana y en los cerros “Alegre” y “Concepción” y, que de acuerdo con la opinión de la prensa local, ofrecían un buen servicio. Hacia 1874, la educación era provista por 23 escuelas públicas con 3.718, alumnos y 61 privadas con 2.851. La secundaria era sólo ofrecida por el “Liceo Fiscal”, que registraba una matrícula de 148 estudiantes.128 El manejo de la basura siempre constituyó un agudo problema para las autoridades de la ciudad. Ya fuese por las deficiencias del servicio ofrecido por la “Policía Urbana”, como por la costumbre de los habitantes de los cerros de arrojarla a las quebradas y esteros este problema concitó ácidas críticas para las autoridades. Sin embargo, a partir de 1871 el servicio mejoró considerablemente, al punto de que se consideraba entonces que “tanto desde el punto de vista de la limpieza y el orden, bajo la enérgica administración del actual Intendente, Valparaíso es mucho mejor que Santiago”.129

126

. Rumbold to Granville, Confidential, Nº 12, Santiago 2.X.1873; FO 16/176. . AN. CCV., vol. VII, ffs 134-145. 12:VI.1865 128 . MJCIP 1875, pp. 219-220. 129 . Horace Rumbold, “Report on the Progress and General Condition of Chile”, en BPP, Accounts and Papers, vol. LXXIII, 1876. Rumbold era el Ministro Plenipotenciario del gobierno de S. M. británica en Chile. Este “Report” es una notable fuente para el período. 127

125

Gráfico II-7. Permisos de construcción otorgados por la Municipalidad de Valparaíso, 1850-1879 800 700 600 500 400 300 200 100

78 18

76 18

74 18

72 18

70 18

68 18

66 18

64 18

62 18

60 18

58 18

56 18

54 18

52 18

18

50

0

Fuente: MIV, años correspondientes.

El Intendente en cuestión era Francisco Echaurren, y efectivamente fue durante su administración que la ciudad experimentó importantes transformaciones y adelantos en el contexto del período de auge que se inició en 1867 y que se prolongó hasta fines de 1874. Echaurren fue un personaje controvertido; sus campañas contra la prostitución y la vagancia,así como su personal preocupación por el aseo de la ciudad, le ganaron los elogios de la prensa y de amplios sectores de la ciudadanía. En justicia, al controvertido Intendente se le debe además reconocer su intento de por lo menos diseñar una política de saneamiento integral para la ciudad.130 Pero su estilo autoritario le valió fuertes críticas de varios sectores. Según el representante diplomático británico, si empleamos la conocida frase estadounidense, es uno de los más notables personajes del país. Aún sus enemigos admiten que durante su administración

130

. Ordenó un estudio a J. B. Mannheim, que se plasmó en un completo informe titulado Estudio crítico sobre la evacuación general de la ciudad de Valparaíso: memoria presentada en 1875 al señor Intendente Echaurren (Valparaíso, 1876). Este estudio forma parte de la notable colección iniciada por la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos www.memoriachilena.cl. 126

Valparaíso ha, por primera vez, conocido las bendiciones de la limpieza y el orden... es despótico, su carácter avasallador y es ampliamente impopular en el país... pero su posición de es una fuerza excepcional.131 Sin duda que gran parte de su fuerza y poder radicaban en el hecho de ser el cuñado del Presidente Errázuriz Zañartu, lo cual, según la prensa de la ciudad, no era obstáculo para que “su nombre haya llegado a ser sinónimo de la violación de la ley”.132

Pero su capacidad administrativa y ejecutiva, eran también poderosos

antecedentes que jugaban a su favor. Como se ha señalado, entre 1867 y 1874, Valparaíso experimentó importantes transformaciones.

Se iniciaron numerosas

construcciones, públicas y privadas, y se comenzaron a emplear nuevas técnicas de construcción. A comienzos de la década de 1870, “el fuego, que es y será por muchos años la causa principal de que vayan desapareciendo las viejas y sucias casuchas de adobe y madera construidas desde tiempo inmemorial, ha transformado a Valparaíso de tal manera, que en el día cuenta con edificios tan o más notables que los de la misma capital”.133 Los incendios eran, en efecto, causantes de destrucción, de grandes pérdidas en mercancías, pero también de nuevos proyectos inmobiliarios; dos ejemplos son ilustrativos. El último día de 1868, un incendio destruyó siete tiendas en el sector “Puerto”: un depósito de carbón, tres de madera y materiales de construcción y una tienda de artículos navales y dos de provisiones; los daños y pérdidas fueron avaluados en £47.985. A mediados de diciembre de 1869, otro siniestro causó grandes daños... y también perjuicios a la historiografía, pues según un periódico “en un gran incendio en la ciudad una larga lista de residencias y establecimientos comerciales se quemaron, con fuertes pérdidas para las compañías de seguros. Los archivos del Consulado Británico fueron totalmente destruidos”.134

131

. . 133 . 134 . 132

Rumbold to Granville, Confidential, Nº 83, Santiago, 23.VIII.1873, FO 16/176. VWCM, 28.III.1874. Tornero, p. 126. The Times, 13.II.1869 y 12.I.1870. 127

No era casual que un importante número de incendios tuviese lugar en el mes de diciembre; los balances negativos muchas veces incentivaban a empresarios a tratar de borrar perdidas en sus ejercicios anuales mediante el uso del fuego. Pero había otros incentivos para la transformación de Valparaíso, junto con el innegable rol del fuego. Uno de ellos fue el auge comercial al cual ya se ha hecho referencia; pero acerca de él son oportunos algunos antecedentes adicionales, en particular aquellos referidos a la actividad económica en la costa de Perú y en territorio boliviano, sobre todo por el rol que habrían de tener en el contexto de la crisis diplomática de fines de la década de 1870. En primer lugar, en 1870 The Times afirmó que las informaciones acerca del descubrimiento de plata en Caracoles permitían suponer que tan “pronto como se iniciaran las faenas mineras, grandes cantidades de mercancías serán requeridas desde Valparaíso”.135 Sin embargo, no sólo fueron descubrimientos mineros los que activaron a la plaza comercial y financiera.

Esta continuaba sus funciones como centro de

importantes transacciones de bienes que llegaban del hemisferio norte, de productos nacionales y de países vecinos que se exportaban a Europa. Hasta mediados de la década de 1870, allí se verificaron grandes transacciones y negociaciones comerciales para la exportación de nitrato de soda que llega de los puertos de Iquique, Pisagua y Mejillones en Perú (sic) y que se envían especialmente a Inglaterra; las naves son fletadas aquí y si bien el producto se despacha desde un país vecino, casi todas las transacciones monetarias se realizan en este puerto... mientras algunas pocas ventas se efectúan en Lima”.136 Ese conjunto de estímulos, de factores destructivos y los “tirones de demanda”, impulsaron el auge de las construcciones en la ciudad.

Los edificios

destruidos por el fuego, o por el bombardeo español, fueron rápidamente reemplazados por nuevas construcciones de tres o cuatro plantas.

Esto era

observado con una mezcla de admiración, asombro y también con algo de temor, pues se pensaba que debido al número de años que la ciudad no había sido 135

. Ibid. . Consul Hay to Granville, “Statement respecting the Consular Establishment of Valparaíso and the duties which H. M.’s Consul is called upon to perform”, Duplicate. Valparaíso, 18.XII.1872, p. 9, FO 16/172. 136

128

sacudida por un gran sismo, se había olvidado la existencia de ellos e ignorado el que las construcciones en altura de cal y ladrillo no tenían la misma elasticidad que aquellas de adobe y madera.

Para entonces, la construcción típica empleaba

aquellos materiales, y eran de “dos, tres y hasta cuatro pisos, en donde la planta baja se usa[ba] como tienda o bodega, y los superiores como residencias”.137 Dando cuenta de lo que ocurría en la ciudad, a mediados de 1869 el Ministro del Interior informó al Congreso acerca del número de permisos para nuevas construcciones, de las cuales la mayoría eran de cal y ladrillo; pero también de 50 licencias para reparaciones y ampliaciones, a lo que se sumaban 3.340 metros cuadrados de embaldosados en calles que hasta entonces no contaban con acera. Además, ese año se habían empedrado 23.090 metros cuadrados de calles, con lo cual se evitaban los lodazales en invierno y las polvaredas en verano. El aumento en el número de permisos para nuevas construcciones continuó hasta 1874, año en que se registró un inédito total de 683.138 No es el objeto de este análisis medir la inversión que demandó el incremento en la construcción demandó, aunque no se debe olvidar la importancia que a un fenómeno de ese tipo le atribuye la teoría del crecimiento económico.139 De otra parte, la presión sobre el mercado laboral ejerció el auge de las construcciones debió sin duda ser significativa, como lo debió ser también en cuanto a factor de atracción de población de los sectores aledaños a la ciudad. El sector privado no fue el único actor en ese episodio. Desde 1871, el gobierno comenzó la ejecución de un conjunto de obras que alteraron la fisonomía de la ciudad de manera importante. Las de mayor envergadura fueron las de la remodelación del puerto, que comprendieron la construcción por primera vez de un muelle metálico, que entró en servicio diez años más tarde, un nuevo malecón, edificios para oficinas y nueve grandes bodegas. Ello demandó la realización de importante excavaciones en las laderas de los cerros “Artillería” y “Castillo” para extraer material para la construcción de un terraplén de 40,2 hectáreas que se ganaron al mar y que fueron destinados a sitios de almacenamiento de mercancías. 137

. El Mercurio, 12.XII.1871. . MI 1869, p. 25; 1870-1873, p.18; 1875, p. XIV. 139 . Lewis, Growth, capítulo IV. 138

129

Estos trabajos fueron iniciados con un presupuesto de £555.600, y para la ciudad significaron una nueva calle, la de “Blanco”, y la extensión de la línea del ferrocarril en 3,5 kilómetros, desde la estación Barón hasta el recinto del puerto. La sola construcción de la nueva calle, desde la “Cruz de Reyes” hasta el nuevo “muelle fiscal”, representó una nueva superficie adicional de 4 hectáreas y una inversión de £59.387.140 La ejecución de esas obras no estuvo exenta de problemas; desde el punto de vista técnico, la construcción del nuevo “muelle fiscal” representó grandes dificultades; en particular, en lo relacionado con el asentamiento de los pilares. Pero también las hubo en el ámbito laboral.

En efecto, debido a la escasez de

trabajadores, en particular de calificados, hubo etapas en que el ritmo y velocidad deseados en la ejecución de las obras del muelle no se alcanzó.141 No fue esta la única actividad en que la oferta limitada de fuerza de trabajo se convirtió en problema en los años previos a la Guerra del Pacífico. Otros trabajos de importancia desarrollados por el sector público fueron la construcción de un nuevo edificio para el Liceo, a un costo de £49.442, y la construcción de la nueva maestranza para los ferrocarriles, que quedó habilitada en 1878.142 Uno de los principales problemas que aquejaban a la ciudad en términos de servicios públicos, era el de la provisión de agua. Por muchos años, y a pesar de las numerosas vertientes en las quebradas, se experimentaron serios déficit de abastecimiento, principalmente en la estación seca, es decir entre octubre y marzo. El problema se agudizó desde la década de 1850, a causa del notable aumento de la población y, según algunos comerciantes ingleses había llegado a “causar alarma general, especialmente entre los pobres”.143

140

. MI 1875, p. XV. Las primeras obras para la construcción de esta calle datan de la década de 1850, cuando se aprovecharon los desmontes de la quebrada de la “Cabritería” para la construcción del ferrocarril a Santiago; en Vicuña Mackenna, De Valparaíso a Santiago, p. 24. 141 . MIV 1874, p. 121. 142 . MI 1874, pp. XI y 437. MI 1879, p. XIV. 143 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 15, 16.VI.1874; Ms. 11.120/1. 130

Diversas empresas se organizaron para superar esa situación. Entre 1850 y 1853 William Wheelwright intentó acumular agua en las quebradas de “Playa Ancha”, para después conducirla a la ciudad a través de cañerías metálicas, pero fracasó en el intento. Entre 1854 y 1868 Joshua Waddington intentó extender hasta Valparaíso el canal que entonces llevaba agua desde el río Aconcagua hasta Limache, pero insolubles dificultades técnicas le obligaron a abandonar el proyecto. En 1863, George Garland intentó conducir agua desde la hacienda “Viña del Mar”, pero esta iniciativa tampoco tuvo éxito. 144 En 1872 se formó la sociedad anónima Compañía de Consumidores de Agua de Valparaíso, con un capital pagado de £10.618, con el objeto de “vender agua a la población para su consumo”.145 Su proyecto consultaba la construcción de varios embalses de reserva en las quebradas de la ciudad en donde se almacenaría el agua en invierno en un volumen suficiente como para surtir a la ciudad con 1,5 millones de galones por día. Esta empresa adquirió los derechos y los activos de dos compañías que se habían formado en 1868 –la Compañía de Agua Potable y la de Consumidores de Agua de Valparaíso-, y hacia 1876 cubría las necesidades de algunos sectores, entre ellos el “puerto” y los cerros “Alegre” y “Concepción”.146 Sin embargo, según la prensa el problema seguía siendo crítico y demandaba de nuevas iniciativas, tanto públicas como privadas.

En 1876 la Municipalidad

organizó una empresa de agua potable, para lo cual emitió bonos a una tasa anual de 10 por ciento. William Gibbs & Co. adquirió algunos de esos bonos No para especulación, sino con el objeto de no quedar a la zaga de nuestros vecinos en contribuir a lo que parece ser el logro de una solución verdadera al viejo y controvertido problema del abastecimiento de agua”.147 El problema del limitado abastecimiento de agua tenía, naturalmente, serias repercusiones en las condiciones sanitarias de la ciudad, las que se reflejaban en una alta tasa de mortalidad infantil, en particular entre los sectores más pobres. En 1873, el Intendente Echaurren afirmó que la mayoría de las muertes habidas en la 144

. Un recuento en Jay Kinsbrunner, “Water for Valparaíso. A Case of Entreprenueurial Frustration”, en Journal of Inter American Studies, Nº 10, 1968, pp. 635-661. 145 . EL Araucano, 12.III.1872. 146 . MIV 1876, p. 7. 147 . AGA., “Annual Account”, 23.VIII.1877; Ms. 11.470/2. 131

ciudad/fueron/de/niños.148 La estimación del Intendente constataba desde Valparaíso uno de los más agudos problemas sanitarios existentes en las principales ciudades del país: la mortalidad infantil.

En el caso de Valparaíso, la escasez de agua potable y la

ausencia de un sistema de eliminación de las aguas servidas, que simplemente eran arrojadas a las calles y quebradas, y escurrían a tajo abierto hacia el mar, creando las condiciones para que proliferaran las enfermedades respiratorias, las infectocontagiosas y las intestinales. Al respecto, en 1873 un periódico informó que de los 771 cadáveres ingresados a los cementerios de la ciudad en el primer cuarto del año, 393 (51 por ciento) correspondía a menores de siete años.149

Gráfico II-8. Muertes de niños menores de siete años como porcentaje del total nacional de muertes registradas, 1865-1878. 64 62 60 58 56 54 52 50 48 1865

1866

1867

1868

1869

1870

1871

Fuente: AE 1877-1878 (Santiago, 1879), pp. XXX-XXXI.

148 149

. MIV 1873, p. 22. . VWCM, 10.V.1870. 132

1872

1873

1874

1875

1876

1877

1878

En Santiago, en tanto, el patriarca del Partido Conservador, Abdón Cifuentes, aseveró que en Santiago la muerte se ensañaba con los niños, y llamó al gobierno a tomar medidas para mejorar la calidad del agua de toda la población y también la de las “indecentes” viviendas de los pobres en los “indecentes conventillos”.150 De otra parte, como resultado de todos los procesos que se comenzaron a desenvolver desde mediados del siglo XIX, Valparaíso se transformó en una urbe cara en cuanto a alimentación, transporte y vivienda. La prensa de la ciudad hacía referencia a esta característica habitualmente, y a veces, de manera casi irónica. En los meses finales del auge de la década de 1870, un periódico comentó: una de las características más notables de la vida en Valparaíso, es la maravillosa facilidad y rapidez con que es posible deshacerse de 10 pesos [suma ligeramente inferior a £2].151 Conforme a algunos testimonios legados por los extranjeros residentes en la ciudad, esta no era una cuestión a ser tomada de manera liviana, sino, por el contrario, muy seriamente. Si la vida se encarecía para ellos, se podrá imaginar como afectaba a las personas de bajos ingresos. preocupante.

Para todos era un tema

En 1869, y en respuesta a una consulta que realizó el Ministro

Plenipotenciario británico Thomson sobre las variaciones de precios en los últimos diez años, los representantes de las casas comerciales mayoristas le informaron que los alquileres habían aumentado 100 por ciento; los salarios de la servidumbre en 56,5 por ciento y la alimentación en 50 por ciento. El aumento general del coste de la vida fue estimado en 49,1 por ciento, pues se habían registrado algunas bajas en calzado, vestuario, fletes, transporte de pasajeros y comunicaciones.152 El ritmo y velocidad del incremento en los precios aumentó luego del descubrimiento en 1870 de los yacimientos de plata en Caracoles, al punto de que el propio Cónsul británico, Mr. Hay, se sintió motivado a hacer referencia a este problema en su informe anual al Foreign Office, en un acápite en que narró las dificultades de los empleados de las casas de comercio británicas que tenían un

150

. Memorias, (2 vols., Santiago, 1932), vol. I, pp. 410-411. . VWCM, 16.II.1874. 152 . Templeman & Co.; Fred Huth & Co.; William Gibbs & Co. et. al, to Thomson. Valparaíso 27.XII.1869; FO 16/162. 151

133

ingreso anual de £120 o $621,60. Según el Cónsul, ese salario que en otros lugares podía ser considerado adecuado, no lo era “en un puerto como Valparaíso, en donde la vida es tan cara”.153 Hacia fines de la década, el problema del coste de la subsistencia llegó hasta el consulado británico mismo, desde donde un compungido y recientemente designado vice-cónsul, Chapman, escribió al Foreign Secretary, Marquis of Salisbury: My Lord, Honrado, como lo estoy, por mi designación como Vice-Consul en Valparaíso, y por el rango y la posición que ello me confiere, encuentro imposible vivir y vestirme decentemente en este caro lugar con mi salario anual de trescientas libras por año...154 Sin embargo, y a pesar de esos problemas, la ciudad contaba con atracciones que la hacían placentera y que la destacaban en el contexto nacional. Por ejemplo, fue durante aquellos años que se inició la tradición porteña de esperar la llegada del nuevo año con fuegos artificiales en la bahía. Los ecos de la celebración llegaban lejos, hasta Gran Bretaña, en donde el siempre serio The Times, informaba algo más de un mes después acerca de “los fuegos artificiales para la víspera de año nuevo a lo largo del borde del recientemente construido malecón”.155 Esa era una de las celebraciones que congregaba a gran parte de la población. También lo hacían, pero en escala más reducida, las “chinganas” del “Almendral” que atraían a los sectores populares y a los jóvenes de las familias de mayores ingresos. Sin embargo, el problema con este tipo de establecimientos, al igual que con los bodegones, las canchas de bolos, los billares y otros, era que estaban asociados a un alto e ilegal consumo de alcohol y a la prostitución, todo lo cual se traducía en frecuentes desórdenes.156

Otras entretenciones, más

sofisticadas, pero que también atraían a miembros de todas las clases sociales, tenían la capacidad de paralizar por completo la actividad comercial y financiera. El 153

. Hay to Granville, “Statement”, p. 95. . Chapman to Salisbury, Nº 9, Valparaíso, 1.III.1878; Consular FO 16/199. 155 . 6.II.1876, en la página 4. 156 . Al respecto son ilustrativas Lucía Valencia “Sectores populares urbanos en Valparaíso 1850-1880. La nueva identidad”, Tesis de Magíster en Historia inédita, Universidad de Santiago de Chile, 1996, y Natalia González y Jorge Riquelme, “La criminalidad en el auge. Valparaíso entre los años 1859 y 1875”, Memoria de Título, Departmaneto de Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2003. 154

134

10 de octubre de 1873 un periódico local informó que como consecuencia de las carreras de caballos, todos los bancos estarán cerrados mañana, los negocios en general estarán suspendidos.157 Si bien a la vanguardia en muchos aspectos, al parecer en cuanto a entretenciones y amenidades Valparaíso no podía competir con Santiago, que también vivió un proceso de expansión y modernización entre 1850 y 1875, pero significativamente diferente. Armando de Ramón ha hecho una contribución fundamental al conocimiento de la evolución de la ciudad,158 y por lo tanto en este libro se destacarán sólo algunos aspectos de ella anteriores a la Guerra del Pacífico. En términos generales, las transformaciones del período han sido relacionadas al período en que Benjamín Vicuña Mackenna sirvió como Intendente, 1871-1875. Su genialidad, su energía, sus iniciativas y sus realizaciones explican fácilmente esa inclinación, aunque en realidad las transformaciones venían ocurriendo con bastante anterioridad, desde la segunda mitad de la década de 1850. Según el Censo de 1875 la ciudad cubría un área de 32 kilómetros cuadrados, y se expandía rápidamente en sentido horizontal, con lo cual numerosas quintas y “chacras” menores desaparecían rápidamente, sobre todo en los sectores oeste –hasta la “alameda de Matucana”- y sur oeste.159 Con ello, nuevos barrios comenzaban a desarrollarse, entre los que se destacan en el período 1850-1875 tres: Yungay en el extremo noroeste, el sector en torno a la Estación Central y, finalmente el sector comprendido entre la “Alameda” por el norte, las actuales calles “Lord Cochrane” por el este, la avenida “España” por el oeste y el “Campo de Marte” y el “Club Hípico” por el sur, al cual convergían paulatina pero decididamente los sectores de altos ingresos que antaño moraban en torno a la “Plaza de Armas”. Hacia el oriente, la expansión era aún débil.160

157

. VWCM. . De su vasta producción acerca de la ciudad de Santiago para los efectos de este capítulo destaco su Santiago de Chile (Santiago, 2000), capítulo IV. También es muy útil Luis Alberto Romero ¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile 1840-1895 (Buenos Aires, 1997), passim. 159 . QCJP. 160 . Mapas de Mostardi y Ansart. 158

135

El sector centro sur, continuaba albergando a los sectores pobres que habitaban en precarias viviendas, una zona que el Intendente Vicuña Mackenna describió, gráfica y dramáticamente, en los numerosos documentos que elaboró durante su administración.161 Comparados con los de Valparaíso, el ritmo y la velocidad de la transformación de capital fueron menores, pero tal vez su extensión temporal fue mayor.

En efecto, se puede plantear que tal transformación comenzó con un

conjunto de obras en 1857: el servicio de “carros de sangre” desde la “Estación Central” hasta las calles “San Diego” y “Nueva de San Diego” y la inauguración del “Teatro Municipal” a un costo de £111.732 y con una capacidad para 1.848 personas. El edificio fue destruido por un voraz incendio el 8 de diciembre de 1870, pero en breve plazo se planeó su reconstrucción que consultó una ampliación de su capacidad a 2.830 personas a un costo de £28.736.162 En un año prolífico en nuevas construcciones públicas, en 1857 se inició también la edificación del nuevo Congreso Nacional; pero en 1860 se suspendieron las obras por falta de financiamiento y sólo fueron reiniciadas en 1870. Gráfico II-9. Permisos de construcción otorgados por la Municipalidad de Santiago, 1850-1879 400 350 300 250 200 150 100 50

Fuente: MIS, años correspondientes. 161 162

. Tal vez el más ilustrativo es La transformación de Santiago (Santiago, 1872), p. 12, et. seq. . Tornero, pp. 30-31. 136

78 18

76 18

74 18

72 18

70 18

68 18

66 18

64 18

62 18

60 18

58 18

56 18

54 18

52 18

18

50

0

A fines de la década de 1860, un gran incendio que destruyó el “Portal de Sierra Bella”, en el flanco sur de la “Plaza de Armas”, e hizo posible la construcción de un gran edificio que marcó el comienzo de un período que en términos de construcciones fue intenso y que se prolongó hasta mediados de la década de 1870. El nuevo “Portal Fernández Concha”, construido en el sitio del portal siniestrado y considerado “uno de los más suntuosos edificios de Santiago”,163 se constituyó, junto con el edificio de la Universidad de Chile –también conocido como el “Palacio de la Universidad”- que se comenzó a construir en 1863, y el de la Exposición Internacional, en uno de los símbolos arquitectónicos de ese período. En 1873, el volumen de las construcciones terminadas y en ejecución motivó a un periodista a escribir que nada es mejor para dar una buena idea de la creciente opulencia de Santiago que el número de edificios que se erigen por todos los sectores de la ciudad. Tan sólo Mr. Trait, que está a la cabeza de nuestros constructores y arquitectos, tiene en estos en sus manos no menos de 27 proyectos, con un valor acumulado de 1.187.000 [£221.455].164 La modernización y el desarrollo de algunos servicios públicos contribuyeron de manera importante a transformar el aspecto de la ciudad y, en cierta medida, la calidad de vida en ella. Algunas de estas obras demandaron importantes volúmenes de inversión y movilizaron a numerosos contingentes de trabajadores. Una de ellas fue la extensión del servicio de tranvías, que se inició en 1867 y fue completada a fines de diciembre de 1872. Desde entonces la ciudad contó con un tendido de líneas de 36,7 kilómetros; si a su costo se sumaba el de los carros, el de los edificios y el de las oficinas, el proyecto total representó una inversión de £282.102. El servicio de tranvías contaba con dos estaciones terminales, la más importante en cuanto a tráfico era la contigua a la Estación Central, mientras que la segunda, en la zona sur y cerca del Matadero, era parte del complejo en donde se guardaban y mantenían los carros. La red de tranvías cubría prácticamente toda la 163

. El Ferrocarril, 2.III.1871. . WVCM, 28.III.1873. En ese año el valor total de las construcciones fue estimado en £1.119.403; la mansión de la familia Cousiño tuvo un costo de £130.597, VWCM, 28.XI.1873. Cinco años más tarde la residencia de Maximiano Errázuriz fue valuada en £82.508; AGA, Valparaíso hot Condón, Prívate, Nº 12, 12.I.1878, MS. 11.470/2. 164

137

ciudad, salvo la ribera norte del río Mapocho, y tenía una densidad especialmente alta en el sector central, pues casi todas las calles más importantes desde los puntos de vista comercial y financiero contaban con una línea. La inauguración de la red, el 1 de enero de 1873, constituyó un acontecimiento de importancia para la ciudad; según un periódico de Valparaíso, La unión de los dos tranvías tuvo lugar el día 1 de este mes, y desde ahora los pasajeros son transportados desde el Mercado Central hasta la estación del ferrocarril por cinco centavos.165 El servicio era considerado como razonablemente eficiente y estaba servido por carros construidos en los Estados Unidos que “anualmente transportan varios millones de pasajeros [11.514.028 en 1874], y junto con ser de gran conveniencia en una ciudad que cubre

tan inmensa extensión, ha resultado ser una excelente

inversión para sus afortunados accionistas”.166 La operación de los tranvías, no estuvo exenta de problemas que habían de tener una muy larga duración en el transporte público de la ciudad, especialmente por cuenta de los cocheros que habitualmente son muy descuidados y que a menudo arriesgan la integridad física y la vida de los pasajeros con su inconsciencia. Otra queja es la excesiva cantidad de pasajeros que admiten los conductores, quienes parecen creer que nunca pueden subir suficientes pasajeros a los carros.167 A diferencia de Valparaíso, el sector central de Santiago no tuvo problemas con el abastecimiento de agua potable. En 1865 se puso fin a la práctica colonial de la venta de agua a domicilio por parte de los “aguadores”, pues en ese año una empresa mixta, de propiedad de la Municipalidad y del ingeniero Manuel Valdés, comenzó a surtir a la ciudad con agua que se llevaba desde la quebrada de “de Ramón” hasta la calle Bueras a través de una cañería de ocho kilómetros. Desde allí comenzaba una red de cañerías, que en 1870 tenía una longitud de 31,2 kilómetros, que abastecía a 1.643 viviendas con una tarifa anual de £0,33. En 1871, la inversión

165

. VWCM, 9.I.1873. . Rumbold, “Report”, p. 366. 167 . VWCM, 1.II.1873. 166

138

que demandó este proyecto fue estimada en £44.061.168 En julio de 1872 el municipio adquirió la parte de Valdés en la empresa en £28.571 y pasó a ser propietaria total de la compañía que tomó el nombre de Empresa de Agua Potable de Santiago.169 A pesar de esta iniciativa, el 85 por ciento de las viviendas de Santiago en 1875 continuaban surtiéndose de agua de las acequias que corrían por la ciudad y de “pilas” habilitadas en diversos sectores. Desde 1857, el alumbrado a gas reemplazó en el sector central a los faroles a parafina y velas que instalaban la Municipalidad y los vecinos, y que eran encendidos por los “serenos”.

Fue la Compañía de Gas de Alumbrado, de

propiedad de José Tomás Urmeneta y Adolfo Eastman, la que proveyó el servicio de alumbrado público y el abastecimiento domiciliario. Inicialmente, el costo por mil metros cúbicos fue de £1,34, pero en 1871 fue reducido a £0,95. No está claro si esa rebaja tarifaria fue el resultado de una mayor eficiencia en la empresa, una respuesta a los numerosos reclamos acerca de la calidad del servicio que se encuentran en la prensa, o de una combinación de ambos. Sea como fuere, existía consenso acerca de que Santiago pagaba “su alumbrado más caro que cualquiera otra ciudad, y se le suministra el más malo”.170 Un par de años más tarde los problemas continuaban y motivaron una fuerte crítica en la prensa que denunció la “abominable calidad del gas, la que continúa ofreciendo un tema fértil para quejas y reclamos diarios”.171 Sin embargo, la calidad del servicio no mejoró, pues a fines de la década las quejas eran aún habituales en la prensa. La ciudad contaba con cuatro grandes mercados: “San Pablo”, “San Diego”, “Central” y “Plaza de Abastos”. El de mayores dimensiones era el de “San Pablo” y a él convergían los productores de la periferia, los numerosos vendedores callejeros de frutas y verduras, al igual que los comerciantes establecidos.

En

1869 se

diseñaron los planes para la construcción de un nuevo edificio, de 7.200 metros cuadrados, para el “Mercado Central”, con un presupuesto de £28.791. Fue el

168

. . 170 . 171 . 169

MIS 1869, p. 49; 1870, pp. 84-85. 1872, pp. 22-26. Ibid., p. 28. Tornero, p. 22. VWCM, 7.VI.1873. 139

primer edificio en el país diseñado con estructuras y protecciones de hierro adquiridas en Inglaterra-, ladrillo, cemento y cal.172 Los trabajos se prolongaron hasta el mes de agosto de 1872 y la inversión final en la obra alcanzó a £54.054. El recinto se convirtió en un atractivo arquitectónico irresistible aún para la elite, y su inauguración fue la ocasión para un “baile de gala” y para una exposición de “artes e industria” que se prolongó por tres meses. Sólo a comienzos de 1873 el nuevo edificio comenzó a funcionar como mercado.173 La rápida expansión horizontal de la ciudad creaba nuevos problemas. Uno de ellos fue el de la comunicación con su sector norte, “la Chimba”, pues existía sólo un puente de material sólido, el de “Cal y Canto”, y tres de madera, uno de los cuales fue destruido por la crecida del río Mapocho, en el lluvioso invierno de 1877.174 Numerosos proyectos fueron considerados para superar este obstáculo al desarrollo de la ciudad,175 pero ninguno se concretó con anterioridad a 1879. Un segundo problema de crecimiento fue el de las calles. Por décadas la característica principal de éstas fue su mal estado y lo irregular de su superficie. En invierno gran parte de la ciudad se convertía en un gran lodazal, mientras que en verano el paso del más pequeño de los vehículos levantaba verdaderas nubes de polvo. A partir de 1868, la Intendencia comenzó la nivelación y empedrado, con material extraído del lecho y las márgenes del río Mapocho. Se mejoraron las calles más transitadas hasta completar 26 cuadras a un costo £3.000 a los que se agregaron £4.000 invertidos en el mejoramiento de las restantes.176 El mejoramiento y remodelación de calles adquirió un fuerte ímpetu durante la intendencia de Vicuña Mackenna.

Durante aquellos años se empleó granito y

basalto en las calles del sector central y se adquirieron 2.000 adoquines en Edimburgo y otros 2.000 en Cherburgo, con los que se cubrieron 62 cuadras.

172

. MIS 1869, p. 32. . Ibid., 1873, p. 82. VWCM, 22.IX.1872 y 9.I.1873. 174 . Luis Ortega, “Las inundaciones en Santiago de Chile durante el invierno de 1877”, en Anales del Instituto de Ingenieros de Chile, vol. CXI, Nº 2, 1998, pp. 58-63. 175 . Un buen ejemplo en Intendencia de Santiago, La canalización del Mapocho (Santiago, 1873), pp. 34-36. 176 . MIS 1869, p. 49; 1870, pp. 84-85. 173

140

En las calles más anchas del sector central se empleó asfalto, según el sistema MacAdam, con el que se cubrieron 38 cuadras.

Simultáneamente, 128

cuadras fueron cubiertas con piedra canteada y ripio. Al final del período de Vicuña Mackenna había obras en desarrollo en 49 cuadras.

También se construyeron

puentes sobre las acequias que cruzaban la ciudad y sobre aquellas que corrían a lo largo de la “Alameda”. La inversión que estos trabajos demandaron, entre 1871 y comienzos de 1875, llegó a £40.641.177 Un problema que no fue superado fue el que constituían las acequias, las que a menudo se rebalsaban, sobre todo por la costumbre de los vecinos de arrojar las basuras en ellas. En el verano de 1873 El rebalse de las acequias en diferentes lugares de la ciudad [continuaba] y hasta que cada propietario sea obligado a invertir en instalar rejas en la parte de ellas que corre a través de su casa, y la Municipalidad se proponga abastecer al primer recipiente con agua libre de basura, tales rebalses continuarán ocurriendo.178 Sin embargo, el problema continuó, a pesar de que junto con las obras viales se desarrollaron trabajos para nivelar acequias y las pasadas sobre ellas, en particular en el sector central y en la “Alameda”. Sólo en 1872 ello requirió de una inversión de £5.058 en puentes de cemento y de rieles.179 Parte de las dificultades con las acequias era consecuencia del deficiente servicio de recolección de basuras de la ciudad, lo que invitaba a los vecinos a la poco saludable práctica descrita más arriba. La “Policía Urbana”, a cargo de esta tarea y del orden público, contaba con 190 carros y 709 empleados, pero aún con esos recursos las propias autoridades consideraban que el servicio era deficiente.180 A fines de 1872, la Intendencia adquirió una maquina barredora de calles en Inglaterra, 80 nuevos carros para sólidos y diez para el riego de calles y jardines. Además, se compraron “100 mulas con todos sus arneses, para mejorar el departamento de la policía de aseo”. También se habilitó un sitio especial para 177

. Benjamín Vicuña Mackenna, Breve exposición documentada de los trabajos emprendidos y ejecutados bajo la administración Vicuña Mackenna en la provincia de Santiago y en la capital de la República (Santiago, 1875), pp. 68-72. 178 . VWCM, 4.I.1873. 179 . MIS 1873, p. 26. 180 . Ibid., 1870, pp. 6-7. 141

verter basuras en la zona de “Carrascal”, con el objeto de eliminar la antigua práctica de arrojar el contenido de los carros al río.181 El tercer problema derivado de la expansión de la ciudad fue que numerosas propiedades que eran prácticamente suburbanas, las “quintas”, fueron subdivididas con lo que la presión de demanda sobre los servicios de la ciudad aumentó en forma considerable. Un caso ilustrativo lo constituyó en 1873 la venta y división de la propiedad que había pertenecido hasta entonces al constructor de ferrocarriles Henry Meiggs. Sin embargo, en este sentido no todo era negativo, pues esa venta permitió la construcción de dos nuevas amplias avenidas, “República” y “España”, las que desde entonces permitieron una comunicación más expedita con las principales áreas de recreación de la ciudad: el “Campo de Marte”, una de cuyas secciones por aquellos años pasó a denominarse “Parque Cousiño”, y el Club Hípico, que se estableció en 1869. Las dos nuevas avenidas, construidas a un costo de £11.940, se constituyeron en el flanco poniente del nuevo distrito residencial fashionable de los sectores de altos ingresos.182 En el centro de la ciudad las autoridades hicieron un importante esfuerzo por abrir las calles “tapadas”, aquellas bloqueadas en su continuidad por propiedades privadas. Los casos más sobresalientes en este sentido fueron las de “Moneda” y “Rosas”. Del proyecto de construcción del “Camino de Cintura” (circunvalación) de Vicuña Mackenna, en ese período sólo se completaron los sectores oriente (la actual avenida Vicuña Mackenna), y el sur, en las actuales avenidas Matta y Blanco Encalada. Contiguas a estas dos se abrieron las actuales avenidas Viel, Rondizzoni, Tupper y Beaucheff. En el sur se inició la del “Llano” y en el sector norte la del “Cementerio”.183 Finalmente, en esta relación de obras urbanas, cabe mencionar el proyecto de remodelación del cerro de “Santa Lucía”, probablemente la obra más conocida, aunque no la más importante, de las iniciativas de Vicuña Mackenna. Respecto de ella es tal vez suficiente decir que convirtió un peñón conocido por ser una “guarida 181

. 1873, p. 21. . Vicuña, Breve, p. 42. La construcción por cuenta de Luis Cousiño del área de parque y jardín en el “Campo de Marte” y su posterior entrega a la ciudad es la única contribución privada del período al mejoramiento de los espacios públicos. 183 . Ibid. 182

142

de vagos y ladrones” en un “espectacular, aunque un tanto fantástico paseo”,184 pero a un costo para la Intendencia de £74.691, lo que contribuyó de manera importante contribución a su ya abultado déficit.185 ¿Cómo era Santiago después de esos años de crecimiento y desarrollo? Era una ciudad atractiva en los sectores que se habían beneficiado de las inversiones públicas y privadas, el central y el sur poniente. Era, a la vez, sucia y desagradable en los arrabales en donde se hacinaba la mayoría de sus habitantes.

En las

palabras de Horace Rumbold, tal vez el más agudo y desapasionado de los observadores externos del período, era “un lugar de feos contrastes”. El mayor de ellos era el contraste entre ricos y pobres; entre aquellos que ostentaban riqueza y confort, y los que precariamente sobrevivían a diario; esto era el resultado de una sociedad básicamente injusta, pues “codo a codo con estructuras palaciegas, se pueden observar allí los más deprimentes cuchitriles, y con la pobreza enarbolando sus tiras a cada paso bajo el sol”. Santiago era también una suerte de imán, pues el sueño de muchos chilenos de las provincias era acumular fortuna y trasladarse a vivir a ella de manera relajada.186 En otras palabras, en convertirse en un nuevo Dámaso Encina, el tutor de Martín Rivas. Y no es que los contrastes estuviesen confinados a la calidad de las viviendas o al acceso a bienes. Tenían que ver principalmente con lo que hoy se denomina “calidad de vida”.

Así, por ejemplo, era habitual que el comercio al menudeo

vendiese leche adulterada, fruta descompuesta, bebidas alcohólicas de mala calidad y perniciosas para la salud, o que la harina fuese mezclada con cal. También había locales que vendían alimentos que eran “capaces de producir olores” con efectos nocivos para la salud de sus habitantes de los sectores más pobres.187 De otra parte, es necesario recordar la amenaza de las acequias a las más mínimas condiciones de salud pública. Por ello, no era extraño, sino una constante, que la prensa habitualmente comentara que la “salud general de la ciudad no es en

184

. . 186 . 187 . 185

Rumbold “Report”, p. 336. MIS 1876, p. 4. Rumbold, “Report”, pp. pp. 365-367. MI 1869, p. 17. MIS 1870, p. P. 9. 143

ningún caso buena. La fiebre, la disentería y la escarlatina están muy difundidas”. Eso era en verano, pues en invierno era el turno de las enfermedades respiratorias y las pulmonares.188 ¿De qué manera incidió esa realidad en la creación de riqueza? Es un tema que requiere ser estudiado. Pero en la superficie y en el centro de la ciudad la vida parecía ser fácil y tranquila. Los tradicionales paseos de verano al campo lentamente comenzaban a ceder el paso a los viajes a la playa; cada año, a mediados de diciembre se repetía la siguiente escena en la ciudad: La clausura de las sesiones del Congreso el día 23 fue la señal para el inicio de la emigración de las familias al campo y a la costa. Todo el día se han podido ver carros repletos de todas clases de equipajes saliendo de la ciudad, y la estación de ferrocarriles presentaba un inusual aspecto animado debido al número de familias que se dirigían a Valparaíso. La ciudad presentaba una poco frecuente apariencia de animación en la víspera de Navidad, carros y tranvías se veían repletos de pasajeros y en un momento del atardecer un sector de la Alameda se vio atochada de carruajes. Toda la población de la ciudad parecía estar en movimiento desde el atardecer de la víspera hasta la mañana del día de Navidad.189 Luego se instalaba la calma estival, que de vez en cuando era interrumpida por alguna arraigada práctica de la sociabilidad nacional, como lo era el banquete.190 Ya fuese para celebrar alguna efeméride, el logro de un objetivo político, o para pagar algún favor, siempre había un buen motivo para que se organizara alguno. Como a comienzos de 1874 cuando A las 11 a.m. del día de Año Nuevo, en el restaurante del Cerro de Santa Lucía, los más altos empleados del gobierno ofrecieron un banquete a aquellos miembros del Congreso que activamente apoyaron el reciente aumento de 25 por ciento en sus salarios”.191

188

. VWCM, 1.II.1874 y 3.VIII.1874. . Ibid. 2.I.1874. 190 . Collier sugirió que era la institución política par excellence; en “Conservatismo”, pp. 144-145. 191 . VWCM., 4.I.1874. 189

144

Más allá de Santiago y Valparaíso otras ciudades también experimentaron períodos de auge en el cuarto de siglo 1850-1875. En el sur, Concepción fue dotada de alumbrado a gas y con un nuevo matadero en 1870 y en los tres años siguientes experimentó su propio “boom” de la construcción, el que si bien no fue comparable en cantidad a los de las dos grandes ciudades del centro, no escapó a la atención de la prensa, que a comienzos de 1873 dirigió la atención de sus lectores hacia el “buen índice de prosperidad de esta ciudad.

Al último día del

mes de enero había 58 casas en construcción por un valor de £57.390”. Un año después, el mismo periódico informó que en la ciudad “el negocio de la construcción [estaba] muy activo; casas se construyen en todos los sectores de la ciudad”.192

En mayo de 1875 El Mercurio atribuyó el ímpetu en las

construcciones a la llegada a la ciudad del ferrocarril, acontecimiento que había transformado a la ciudad en una “rica y opulenta” capital provincial.193 Ciudades de menor tamaño también transitaron por la senda del progreso. Chillán y San Felipe inauguraron alumbrado a gas en 1869, mientras que en Talca ello ocurrió en 1873.194 La Serena mejoró los pavimentos de sus calles y aceras, y en Coquimbo se construyeron un nuevo mercado y matadero. En Los Andes también se mejoraron las calles y las aceras; las primeras con piedra canteada, las segundas con maderas.

Los habitantes de La Ligua solicitaron ayuda al

gobierno para mejorar sus calles y construir plazas.195 En Talca se implementó un programa de mejoramiento de calles, pero los trabajos se habían demorado más de lo programado “debido a la escasez de trabajadores”.196 ¿Consecuencia de la construcción de líneas de ferrocarril en las provincias vecinas? A mediados de la década de 1870, en la medida en las condiciones económicas del país comenzaron a deteriorarse, el período de mejoramiento urbano y el auge de las construcciones llegaron a su fin. Sólo grandes obras que habían sido iniciadas en la primera mitad de la década, como las nuevas

192

. Ibid., 1.III.1873; 13.II.1874. . 15.V.1875 194 . Ibid., 2.X.1873. 195 . MI 1875, pp. 11-12. 196 . “Memoria del Intendente de Talca, 1871”, p. 12; en MI 1871; Anexos. 193

145

instalaciones del puerto de Valparaíso o el edificio del Congreso Nacional en Santiago, fueron continuadas. Las ciudades habían experimentado notables transformaciones y cada vez atraían más población. Y no sólo se alteraron ellas con las múltiples obras del período; también se alteraron los mercados, de lo cual dio cuenta una autoridad de gobierno al referirse a un impredecible y considerable aumento de los precios del fierro y otros materiales de construcción, lo que junto con algunos problemas de en la provisión de mano de de obra habían retrasado el desarrollo de las obras del puerto de Valparaíso.197

Cuadro II-21. Enfermos con resultado de muerte ingresados a los hospitales de Santiago y Valparaíso, 1876-1878. Enfermedades 1876

1877

Hombres

Mujeres

1878

Hombres

Mujeres

Hombres

Mujeres

Tuberculosis

1.006

1.005

871

952

831

915

Fiebres

268

310

641

352

350

341

Neumonía

273

367

505

280

381

293

Disentería

499

424

401

311

415

356

Heridas

235

-

238

13

271

22

Corazón

162

167

-

-

-

-

Hepatitis

91

63

112

13

96

330

Sífilis

109

80

280

60

318

82

Otras

292

54

122

111

550

473

Total

2.935

2.462

3.170

2.090

3.212

2.405

Fuente: AE 1877-1878 (Santiago, 1879), pp. XXXIV y 483.

En el ámbito de la salubridad, las ciudades chilenas compartían algunas desagradables características. Por ejemplo, las epidemias de viruela causaban estragos, al punto de que el propio Ministro del Interior afirmó en varias ocasiones 197

. MI 1873, p. 7. 146

que una de ellas había “diezmado” las ciudades.198 Tal fue la violencia de la epidemia que la prensa de Valparaíso registró dos brotes en 1873, ante lo cual dictaminó que en realidad la viruela había estado presente en la ciudad a lo largo de todo el año.199

El cólera también fue una epidemia que causó frecuentes

estragos en las ciudades.

Acerca del origen de esas, y otras epidemias, diversos sectores de la elite apuntaron su dedo acusador a los hábitos poco higiénicos de los habitantes de los suburbios de las ciudades. Sin embargo, algunos médicos alegaron que muchas de las víctimas de la viruela –individuos poco educados, mal alimentados y asiduos consumidores de bebidas alcohólicas de la peor calidad- también tenían en su contra la pésima calidad de sus viviendas, en particular aquellos que habitaban en los “conventillos”. Allí, el hacinamiento y las características de los “cuartos” generaban las condiciones adecuadas para que esa enfermedad floreciera. El autor se abstuvo de referirse a las condiciones de los ranchos, pero sí se refirió a las pésimas condiciones en que eran mantenidos por sus dueños, lo que los convertía en un “perjuicio” para la salubridad pública. La conclusión fue que la frecuencia e intensidad de las epidemias de viruela tenían su origen en el hacinamiento, suciedad y falta de higiene en los suburbios, aunque también se señaló que en ello incidían las fuentes de emisión de contaminantes entre las que incluyó algunas casas y el creciente número de fábricas, que se diseminaban con rapidez y sin orden por toda la ciudad. Para complicar más aún la situación, el “lazareto” era totalmente inadecuado, por lo que era una necesidad imperiosa repararlo y ampliarlo, de manera que estuviese en condiciones de enfrentar con eficiencia nuevas eventualidades.200

La “tisis pulmonar” (tuberculosis) era la enfermedad que causaba más muertes entre los internos en los hospitales de Santiago y Valparaíso, en donde 198

. Ibid., 1872, p. 9 y 1877, p. 22. . VWCM, 11.I. y 19.XII 1873. 200 . Jenaro Contardo, “Causas de la propagación de la viruela en Chile y de la excesiva mortandad que producen sus epidemias en Santiago”, en AUCh, vol. XLIX, 1877, pp. 451-452. 199

147

“los escrufulosos eran innumerables” pues la enfermedad los llenaba, se tomaba por asalto las ciudades, y prácticamente corría en ocasiones “la existencia de la sociedad entera”.

Desde el mundo de la medicina, las causas de la tisis eran

también atribuidas a que

los salarios han disminuido y de este modo el pueblo come mal y se viste mal, añadiendo a este estado los desórdenes de una existencia mal dirigida, a la cual desgraciadamente ya está acostumbrado. Esta insuficiencia en los vestidos, hija de la miseria y principalmente del abandono, hacen frecuente las bronquitis, y pueden considerarse como una causa predisponente...

No podía ser de otra manera ... si a ello se agregaba una deficiente en nutrientes de buena calidad, y si el peón que trabaja

del día a la noche se come una sandía a las dos de la tarde y ya no vuelve a tomar alimentos hasta la noche, en que come un guiso mal preparado e indigesto, al que suele acompañar un vaso de chicha o chacolí.

201

Las ciudades, sin duda, no contaban con los medios suficientes para hacer frente de manera adecuada a tanta calamidad. Por ello, cuando Abdón Cifuentes asumió como Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública en 1871, una de sus prioridades fue impulsar la construcción de dos nuevos hospitales en Santiago como una manera de superar las dificultades de los dos existentes que, por estar atestados, a menudo debían rechazar pacientes.

El proyecto de Cifuentes

consultaba un hospital para “enfermedades comunes”, y un segundo para las “contagiosas”, en particular para infectados de viruelas, la que según él cobraba centenares de víctimas por semana debido principalmente a que el pueblo vivía

201

. Anónimo, “Investigación de las causas que tan frecuente han hecho en Chile, en los últimos años, la tisis pulmonar e indicación de las medidas higiénicas que convendría emplear para removerlas”, en AUCh, vol. LXI, 1872, pp. 727-728. 148

como animales en los “conventillos”, que eran peores que las “rucas” de los indios.202

La pobreza y la miseria fueron características importantes de las ciudades chilenas en el cuarto de siglo 1850-1875. Pero en la segunda mitad de la década de 1870, incluso ellas quedaron relegadas a un segundo plano cuando otros problemas adquirieron un rol principal.

Entre ellos, la caída de los ingresos

municipales, lo que se tradujo en fuertes reducciones en el nivel de actividad de esas corporaciones.

Las

páginas

de

los

informes

oficiales,

de

la

prensa,

como

la

correspondencia privada, comenzaron a fijar su atención en lo que se creyó fue un aumento de los delitos, en particular de los asaltos y los robos. En efecto, la estadística del gobierno señala que entre 1874 y 1876, las conductas criminales se doblaron.203

A pesar de ello, las ciudades continuaron siendo un “imán” para ricos y pobres. Miles de personas continuaron convergiendo a ellas. ¿Por qué? En primer lugar por las oportunidades que ofrecían y que, de alguna manera, han sido bosquejados en este capítulo. Pero también por los procesos que se vivían en las áreas rurales de las provincias centrales.

6. El campo. Si el campo es una clave fundamental para explicar el rápido crecimiento de Santiago y Valparaíso hasta 1875, también lo es para una explicación de las transformaciones demográficas y económicas que se experimentaron hasta entonces.

202 203

. Memorias, vol. I, pp. 412-413. . AE 1875-1876, pp. 147-159. 149

Los campos del valle central comenzaron a expulsar población desde mediados de siglo y a ello concurrieron causales externas y endógenas. Entre las primeras se cuenta la ya mencionada atracción de las obras de construcción de ferrocarriles, que hasta 1875 demandó de la movilización de miles de hombres, tanto en el país como más allá de las fronteras.204 Otro número indeterminado abandonó las áreas rurales para ocuparse en la construcción de caminos y puentes, en las obras del nuevo puerto de Valparaíso y en las numerosas construcciones privadas que se emprendieron en las principales ciudades, en particular en Santiago y Valparaíso. Pero, tal vez la mayor parte de los hombres y mujeres que dejaron el campo en esos años lo hizo como consecuencia de los cambios en el régimen de trabajo que indujo el auge exportador desde comienzos de la década de 1860.

Los

mecanismos empleados por los propietarios de la tierra redundaron en crecientes demandas sobre la masa laboral asentada en los predios, la que no estaba habituada a jornadas y ritmos intensos de trabajo. Por otra parte, hubo una fuerte presión sobre la población flotante para que se arraigara en las haciendas y fundos, o en sus cercanías.

Ello implicó que, de un poblamiento disperso y una masa

“vagabunda”, se comenzó a transitar a la formación de caseríos, pequeñas aldeas, villorrios, y a asentamientos al interior de las grandes propiedades, y que como consecuencia de ello miles de pequeñas propiedades comenzaran formar parte del paisaje del valle central. Muchos hombres y mujeres prefirieron dejar el campo antes que responder a las nuevas demandas. Los que permanecieron se asentaron en los grandes predios o se convirtieron en campesinos quienes pronto, ante la progresiva fragmentación de su propiedad, se enfrentaron a la obligación de buscar empleo temporal –generalmente en las grandes propiedades en las épocas de cosecha, rodeo y marca- o a emigrar.205

204

. Henry Meiggs, Reseña histórica del ferrocarril entre Santiago y Valparaíso (Santiago, 1863), p. 130. Wad Stewart, “El trabajador chileno en los ferrocarriles del Perú” en RChGH, vol. LXXXV, 1938, pp. 128171. 205 . A. J. Bauer, “Chilean Rural Labour in the Nineteenth Century”, en American Historical Review, vol. 150

Ese desplazamiento de población alentó a voceros de los agricultores a demandar medidas destinas a frenar el éxodo, lo que generó un prologado debate en el Congreso. La estrategia de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) hasta incluyó el concurso de sacerdotes de la Iglesia Católica, quienes se encargaron de advertir a los potenciales emigrantes del costo que tenía para una familia el abandonar el predio en que vivían, y acerca de los problemas de la vida en la ciudad. Pero hubo también otras opiniones acerca de la situación que las abrieron nuevos tópicos de debate. En efecto, frente a las muchas queja acerca de la “escasez de brazos”, el redactor del Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura, Julio Menadier, se aventuró a señalar que “el peón emigra[ba] por falta de trabajo”, mientras que para un diputado el éxodo rural constituía una suerte de válvula de escape, pues tarde o temprano esa población conspiraría contra el orden establecido.206 La corriente migratoria continuó más allá de 1879 y, mientras entre 1865 y 1895 la población rural creció tan sólo al 0,3 por ciento anual, las ciudades de Santiago y Valparaíso y aquellas de los distritos salitreros lo hicieron a más del 3 por ciento anual. Más aún, en esos años miles de chilenos comenzaron a cruzar la cordillera de los Andes, en tanto que otros buscaron nuevos horizontes hacia el norte. La

naturaleza

del

desenvolvimiento

agrario,

y

en

particular

las

características de la expansión exportadora, impusieron otro tema en las discusiones acerca de la agricultura: la mecanización como una posibilidad de resolución de dificultades, pero sólo en el largo plazo. En efecto, la demanda externa exigió hasta el límite de sus posibilidades a los procedimientos productivos LXXVI, Nº 4, 1971, pp. 1.081-1.083. Mario Góngora: “Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile (siglos XVII a XIX), en Cuadernos del Centro de Estudios Socioeconómicos, Nº 2, Santiago, 1966. 206 . BSNA, vol. IV, Nº 13, pp. 164-167. La opinión del diputado en Bauer, Chilean Rural, p. 182. 151

sobre los cuales hasta entonces había descansado la agricultura, los que eran una proyección de una sociedad rural en la que persistía con mucha fuerza la impronta colonial. Así, el crecimiento de la producción descansó, aunque no de manera exclusiva, en la incorporación de factores productivos tradicionales: en el aumento de la superficie cultivada; y en el reforzamiento de métodos de trabajo tradicionales y relaciones de producción con rasgos señoriales. En la segunda mitad de la década de 1870, una desafortunada combinación de factores desarticuló profundamente la economía rural, que en el primer quinquenio había alcanzado niveles de exportación de trigo sin precedentes. En efecto, en 1873 los envíos al exterior llegaron a los 2.069.282 qq. mm. A partir de ese momento comenzaron a decaer para nunca más llegar a ese nivel.

Gráfico II-10. Precipitaciones en Santiago 1871-1880 (en milímetros) 700

600

500

400

300

200

100

0 1871

1872

1873

Fuente: Eusebio Flores Silva, de Geografía, Nº 8 y 9, 1998.

1874

1875

“Notas sobre

1876

la

152

1877

pluviometría

de

1878

Santiago

1879

III”,

1880

en Boletín

En aquella época, la prensa y las autoridades atribuyeron el fin de la tendencia, iniciada en la década de 1850, a los factores climáticos y los cambios en el mercado internacional. Sólo unos pocos comentaristas apuntaron a factores estructurales, es decir a las propias características del sector agropecuario para dar cuenta de lo que fue el fin de una era. La naturaleza le jugó una mala pasada a la agricultura chilena, pues en la segunda mitad de la década tanto las escasas precipitaciones de los años 1875 y 1876, como la probable ocurrencia de un “niño” en 1877 y 1878 devastaron las siembras y dañaron fuertemente a las cosechas.207

Sin embargo, no debe

exagerarse el peso de esos factores en las bajas en la producción; en ello, tal cual lo afirmó el propio periódico de los agricultores jugó un importante rol la reticencia de la mayor parte de éstos a emplear técnicas modernas para, por ejemplo, proteger los cultivos.

De tal manera, en 1877 mientras la mayoría de los

sembradores de alfalfa y trigo perdieron casi toda su cosecha "a causa de las lluvias fuertes e intempestivasQ”, un “inteligente hacendado” que en los alrededores de Santiago producía importantes cantidades de alfalfa, “alcanzó a evitar la pérdida de unos cuantos millares de fardos, por haberse procurado de antemano carpas suficientes para cubrirles perfectamente".208 Gráfico II-11. Flete de fanega de trigo Valparaíso - Liverpool 18511880. Promedios quinquenales en peniques.

100 80 60 40 20 0 1851-55

1856-60

1861-65

1866-70

1871-75

1876-80

Fuenter: Bauer, Chilean Rural, Table 11, p. 69.

207

. Un recuento pormenorizado acerca de los problemas creados por las condiciones climáticas en el BSNA, vols. VIII (1876) y IX (1877). 208 . Ibid., vol. XI, Nº 2, 6.XI.1877, p. 49. 153

No era, en todo caso, la disposición a innovar de aquel hacendado “inteligente” un rasgo común entre los agricultores de Chile central, lo cual no implica, naturalmente, que entre ello no hubiese individuos capaces. Y si complejos fueron los problemas que les generó el régimen de lluvias, los que se originaron a partir de la reestructuración del mercado internacional de los cereales fueron insolubles. El origen de las transformaciones en los mercados internacionales se remontaba a los últimos años de la década de 1840; a partir de entonces, Europa noroccidental y el noreste de los Estados Unidos generaron una fuerte demanda por materias primas y alimentos, al mismo tiempo que enfrentaban el imperativo de reducir tanto los costos de las materias primas como los del factor trabajo.

Lo

primero lo pudo hacer la industria de los países de más desarrollo por una vez a través del aumento de la productividad. Pero las presiones en el ámbito de la alimentación hicieron que el capitalismo industrial literalmente se volcara al mundo a partir de 1858 con masivas inversiones para lograr abrir nuevas fuentes de provisión mediante la incorporación de nuevas áreas a la producción, así como a través del mejoramiento de los medios de transporte y las vías de comunicación. Gráfico II-12. Precio de la fanega de trigo en Londres y Santiago 1851-1880 (en libras esterlinas) 1,2 1,0 0,8 0,6 0,4 0,2 0,0 1851-55

1856-60

1861-65

1866-70

Precio en Londres Fuente: Bauer, Table 11, p. 69.

154

1871-75

Precio en Santiago

1876-80

Las inversiones en transporte y comunicaciones comenzaron a dar sus frutos en obras mayores a fines de la década de 1860: en 1869 se inauguró el Canal de Suez y se completó el primer ferrocarril transcontinental en los Estados Unidos, y en 1870 Europa quedó vinculada por una red ferroviaria que unía a Moscú con el canal Inglés, lo cual hizo posible la llegada de trigo ucraniano a los mercados de toda Europa noroccidental. De tal manera, mientras el tendido de líneas en Norteamérica se multiplicó 11 veces, el europeo se extendió 6,2 veces. Pero había algo más en ello; por ejemplo, la capacidad de transporte de los vagones de ferrocarril se dobló en Gran Bretaña y los Estados Unidos, mientras que en Alemania creció 2,5 veces.

En el mismo lapso de tiempo se dobló la velocidad

de desplazamiento de los navíos, en tanto que la de los ferrocarriles aumentó en 1,6 veces.209

La década de 1860 fue de extraordinaria expansión y transformación

productiva y el impulso de crecimiento llegó a su máximo nivel con el breve “boom” de 1871-3. La expansión y transformación experimentada por los medios de transporte marítimos, que hasta 1840 habían mantenido la misma capacidad de carga que tres siglos antes, se debió fundamentalmente a la incorporación, a un ritmo muy acelerado, del casco metálico y el vapor, con lo cual comenzó a aumentar también el tamaño de los navíos. Entre 1850 y 1873 el tonelaje de la marina mercante mundial se multiplicó 2,2 veces y hacia 1886, del total del tonelaje bruto registrado por la marina mercante de seis países, el 55,3 por ciento correspondía a barcos a vapor o con motor de compresión210.

El aumento de tamaño de las naves fue

particularmente importante en navíos de alta mar que transportaban grandes cantidades de bienes a lo largo de grandes distancias.211

Todos esos

acontecimientos, derivaron, en primer lugar, en la baja secular de los fletes,212 y, en segundo, en una ampliación, sin precedentes, de la oferta mundial de materias primas y alimentos sin precedentes.

Asimismo, derivaron en nuevas redes

209

. Woytinsky & Woytinsky, World Population, pp 308-342. . Datos de Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo (18ª edición, México, 1985); Cuadro 4, p. 55. 211 . Ibid., 307. 212 . E.A.V Angier, Fifty Years of Freights, 1869-1919 (London, 1920), passim. 210

155

comerciales y de servicios que facilitaron el establecimiento y desarrollo de nuevos mercados, más dinámicos, complejos y especializados. El impacto sobre los precios era cuestión de tiempo. Estos iniciaron de un ciclo de declinación –en particular de las materias primas y de los alimentos- que comenzó a fines de 1873 y que se extendió por catorce años, y que luego de una pausa entre fines de 1888 y comienzos de 1891 reanudó para culminar sólo en 1897.

El índice general de precios al por mayor en

Gran Bretaña (1871-5= 100) cayó a 92 en el quinquenio 1876-1880 y a 63 en 18915; en 1876-80 y a 63,6 en 1891-5. El de los cereales registró un descenso a 95,4 entre 1876 y 1880 y a 66 en 1891-1895.213 El nuevo escenario internacional dejó en evidencia las debilidades de la agricultura de exportación del valle central, y cerró de manera abrupta el ciclo de exportaciones de trigo al mercado británico.214 La competencia de regiones con una productividad notablemente mayor, debido entre otras cosas a su desarrollo tecnológico, convirtió a la mecanización en un tema imperativo para el sector de los agricultores representados en la SNA. Sin embargo, no fueron sólo los cambios en los mercados internacionales los que pusieron en el centro del debate la necesidad de incursionar por el camino de la innovación tecnológica. También lo fue el tema de la agricultura como actividad exportadora. En su búsqueda de nuevas fuentes de recursos para el sector público, el gobierno promovió un debate que derivó hacia el complejo tema de la realidad y futuro de la agricultura, y en ese contexto, se planteó la conveniencia y oportunidad de revisar el avalúo de los fundos rústicos, la base para el cobro del impuesto denominado “contribución agrícola”. Esa iniciativa desató una ácida discusión en el Congreso y fue aprobada después de intensas discusiones que enfrentaron al gobierno con la SNA, pues para el primero era del todo evidente que el “Qincremento de la industria agrícola en los veinte años transcurridos desde 1852 que fue el último año en que se pagó el diezmo y el que se tomó como base para determinar el impuesto, ha sido muy considerable”.215 De manera más específica, el 213

. Ibid., pp. 13-14. . Bauer, “Expansión”, pp. 137-235. 215 . Mensaje y Proyecto de Ley, en CD. SO, 6.VI.1872. 214

156

gobierno esperaba recuperar, a través de un aumento en las tasas de avalúo, en parte las inversiones que había realizado en obras públicas, en particular en ferrocarriles, a las que atribuía parte importante del auge del sector agropecuario como consecuencia de la rebaja en los fletes, que calculaba en torno al cincuenta por ciento.216 La reacción de los agricultores fue rápida y contundente. Por una parte la, SNA intentó participar tanto en la elaboración como en la implementación de la nueva norma tributaria, mientras que, por otra, intentó movilizar a sus asociados con el objeto de discutir los problemas que afectaban al sector, pero guardando especial cuidado de no inmiscuirse en cuestiones propias de la contingencia política.217 En cuestión de semanas, el directorio de la organización acordó realizar, a proposición de su Presidente, Eduardo de la Barra, un “Congreso Libre de Agricultores” con dos propósitos: en primer lugar, se intentaría un mayor compromiso de los agricultores con la organización, de manera tal de fortalecerla; en segundo lugar, desarrollar una agenda capaz de lograr beneficios tangibles para el sector a través de una política de protección que hasta entonces no había existido como consecuencia de la escasa unidad de lo agricultores. Una de las reivindicaciones centrales en este sentido decía relación con la “adopción de la mecánica agrícola moderna”.218 Este discurso no era, por una parte, nuevo; mientras que por otra pretendía dar respuesta a una dificultad apremiante para el normal desenvolvimiento de las faenas; en efecto, desde hacía ya unos años Las faenas que en estos momentos impone a los agricultores la necesidad de recoger los productos de sus campos no pueden llevarse con la actividad que debieran por la falta de brazos que cada año se hace más notable, [y que] ha producido naturalmente el alza de los jornales, y con ella el mayor costo de producción.219

216

. Comunicación del Ministro de Hacienda, Ramón Barros Luco, 4.XII.1874, al Presidente de la SNA Eduardo de la Barra, en BSNA, vol. VI, Nº 5, 1874, p. 92. 217 . Ibid., Nº 5, 10.XII.1874, pp. 100, 398-400. 218 . Id., Nº 6, 20.I.1875 y Nº 7, 5.II.1875. 219 . Id., vol. II, Nº 7, 5.II.1871. 157

Tres años más tarde, la publicación llamaba a sus asociados a observar el desempeño de los predios en que se había incorporado maquinaria, sobre todo en el período de cosecha.

La solución a los crecientes problemas que enfrentaba el

sector se encontraba, según el Boletín, en

la adquisición de “máquinas,

instrumentos y herramientas destinadas a facilitar el trabajo”, tal cual se hacía ya en las naciones “más adelantadas”.220 Si las copiosas precipitaciones hicieron de 1877 un año particularmente negativo para la agricultura, en ese contexto el discurso modernizador de la SNA tomó más fuerza, sobre todo pues el órgano de los agricultores constató, con un alto grado de decepción, que las ventas de maquinaria y equipos para la agricultura continuaban siendo limitadas. En la primavera de ese año, el Boletín afirmó que las adquisiciones por parte de los productores de trigo habían sido “sumamente reducidas”, como resultado de un concepto equivocado de economía en sus procesos. No comprendían éstos la necesidad de “aumentar los gastos buenos” y disminuir los poco productivos; en otras palabras, no se comprendía la necesidad de “hacer inversiones más fuertes que antes, para aumentar, abaratar y mejorar la producción”. Si no se hacían esas inversiones, afirmó Julio Menadier, era “mejor no comprar semillas”.221 Los comentarios en el Boletín daban cuanta de una situación que puede ser considerada como paradojal., pues después de un prolongado período de auge, el agro enfrentó agudas dificultades. A partir de fines de la década de 1840, las exportaciones de productos de la agricultura y la ganadería registraron una fuerte expansión, la que fue el resultado tanto de factores externos –aumento de la demanda- como de las decisiones de política económica de comienzos de la década que liberaron de impuestos a las exportaciones a todos los productos agropecuarios, con excepción de los cueros. Entre 1850 y 1874, el valor de las exportaciones de trigo se multiplicó por 12 y las de cebada por 5,5. Sin embargo, a excepción de la vitivinicultura, es poco lo que el sector exhibió en términos de

220

. Id., vol. V, Nº 8, 5.II.1874, y vol. VI, Nº 15, 20.V.1875, pp. 380-381. En la última publicación se hace referencia a los equipos para la agricultura que se exhibirían en la Exposición Internacional que sería inaugurada en la Quinta Normal en el mes de septiembre. 221 . “La situación agrícola”, en BSNA, vol. IX, Nº 3, 20.XI.1877, p. 47 158

innovación en cuanto a tenencia de la tierra, mejoramiento de suelos, tecnología de procesos, mecanización y régimen laboral. Es que sólo una pequeña parte de las ganancias fueron reinvertidas en el agro. 222

Y, desde mediados de la década

de 1870, el sector entró en una fase de estancamiento de muy larga duración la que en lo fundamental se debió a su pérdida de los mercados externos y a la escasa innovación en todos los aspectos de la economía agrícola. De tal manera, cuando en la segunda mitad de la década de 1870 una combinación negativa que incluyó la fuerte baja del precio en el mercado internacional y un período de cinco años de anormalidad en las precipitaciones, los problemas del agro quedaron al desnudo.

Es debido al impacto del segundo factor, el climático, que los

acontecimientos de los años 1875 a 1878 invitan desde el punto de vista conceptual, a caracterizar al sector como a una economía de antiguo régimen. Pero aún ese contexto, los factores estructurales adquieren una importancia fundamental.

Tanto la tenencia de la tierra, como el régimen laboral

predominante en el campo y la cuestión del ingreso se conjugaron para que en el sector no se verificara el necesario proceso de innovación productiva que le hubiese permitido enfrentar las nuevas características del mercado internacional con solvencia.

222

. El calificativo "imponente" en Mamalakis, The Growth, p. 51. Cristóbal Kay, “Política económica, alianza de clases y cambios agrarios en Chile”, en Revista de Economía, vol. III, Nº 5, Lima, 19890, p. 131. Las exportaciones de cebada alcanzaron a 452.839 qq. mm. en 1875. 159

Cuadro II-22. Evolución de la propiedad agraria en Chile central (1854-1874).223 Año

1854

Región Aconcagua

Grande

1874

Mediana

Pequeña

Grande

Mediana

Pequeña

39

114

826

89

179

1.355

Santiago

96

190

799

208

221

1.076

Rancagua y Colchagua Maule

96

189

1.051

193

239

1.846

6

52

409

15

58

457

Ñuble

2

37

931

12

75

2.206

Total

239

582

4.016

511

772

6.490

Fuente: José Bengoa, Historia Social de la Agricultura Chilena. Haciendas y Campesinos (Santiago, 2 vols, 1990), vol. II, p.

Cuadro II-23. Ingreso anual de las propiedades rurales de Chile central en 1854 (en libras esterlinas) Categoría en £

4,7 18,7

Nº propiedades

12.403

-

18,8 37,5

3.130



37,6 – 94,2

44,3 188,6

1.957

748



188,7 – 1.131,9

1.132 más

717

145

y

% de propiedades

64,9

16,4

10,2

3,9

3,8

0,8

Ingreso en M$

27.116

88.585

138.467

105.849

438.491

292.952

% de ingreso total

2,5

8,1

12,7

9,7

40,2

26,8

Ingreso predio

2,9

28,3

70,8

141,5

611,6

2.020,4

por

Total M£

19.100

1.091.459

57,1

Fuente: Arnold J. Bauer & Anne H. Johnson, Land and Labour in Rural Chile, 1850-1935”, p. 87.

223

. Aconcagua incluye las comunas de Quillota, Valparaíso y Casablanca. Santiago incluye Santiago y los Departamentos de Melipilla y la Victoria. Maule incluye Talca y Linares. Chillán incluye a San Carlos. 160

Cuadro II-24. Ingreso anual de las propiedades rurales de Chile central en 1874 (en libras esterlinas). Categoría en £

4,7 18,7

-

18,8 37,5



37,6 94,2



44,3 188,6



188,7 – 1.131,9

1.132 más

y

17.000

6.015

3.103

1.012

1.475

323

% de proPiedades

58,8

20,8

10,7

3,5

5,1

1,1

Ingreso M£

37.175

167.704

180.920

141.078

666.227

715.043

% de ingreso total Ingreso promedio por predio

2,0

9,1

9,8

7,7

32,6

38,8

2,2

27,9

58,3

139,4

451,7

2.213,8

Propiedades

Total

28.928

1.842.147

97,3

Fuente: Bauer & Johnson, p. 87.

En cuanto a la tenencia de la tierra, se consolidó el predomino de la gran propiedad, es decir los predios de más de 200 hectáreas los que aumentaron en 113,8 por ciento, mientras las pequeñas propiedades, es decir de aquellas con una superficie de cinco a 50 hectáreas, aumentaron en 61,6 por ciento. El número de medianas propiedades, en cambio, registró un aumento de tan sólo 32,6 por ciento. Se verificó de esa manera el peor escenario para la transformación del campo: el reforzamiento de la gran y pequeña propiedad y el debilitamiento de las de tamaño medio.224 En ese contexto, se confirmaron las dos características fundamentales de la agricultura de Chile central anterior a la guerra del Pacífico: en primer lugar, se estabilizó y reforzó la gran propiedad en un proceso que implicó una transición de las formas coloniales de tenencia de la tierra –grandes haciendas y estancias- a formas nuevas, como las hijuelas y los fundos. En segundo lugar, las posibilidades de desarrollo de la mediana propiedad y de la empresa agrícola a ella asociada se vieron fuertemente disminuidas –y con ello la especialización productiva- lo cual 224

. No se ha considerado la propiedad minifundiaria, por considerarse que no tiene destino comercial. 161

contribuyó a un importante grado de estabilidad de la propiedad en el ámbito rural.225 La reafirmación de la gran propiedad no fue una cuestión relacionada exclusivamente con los mecanismos de transmisión de los predios, sino que además fue complementada por la evolución que registró el ingreso en el ámbito rural, el que de acuerdo con los datos compilados por Bauer y Johnson, se concentró de manera muy favorable para ella.226 A lo largo de 20 años la cantidad de propietarios de altos ingresos, es decir de $6.000 (o £1.094,8 y más) anuales y más, aumentó en 122,7 por ciento (el incremento mayor de todos los grupos), pasando del 0,8 al 1,1 ciento del total de los predios y su participación en el ingreso total pasó del 26,8 al 38,8 por ciento. El segundo grupo de ingreso (entre $1.000 y $.5.999 o £182,5 y £1.094,7), si bien registró un aumento de 105,7 por ciento en la cantidad de propiedades, lo que implicó que su participación en el total aumentara del 3,8 al 5,1 por ciento, experimentó la más fuerte caída en términos de su participación en el ingreso de la economía rural: del 40,2 al 32,6 por ciento. Por debajo de $1.000 (£182,5) como ingreso anual, es decir en la pequeña propiedad, se produjo un aumento de 49 por ciento en la cantidad de predios, pero su participación en el ingreso descendió del 33 al 28,6 por ciento. En otras palabras, los sectores de pequeña y mediana propiedad experimentaron un empobrecimiento real, mientras que los grandes propietarios gozaron de un considerable mejoramiento. Dada esta evolución, no es de extrañar que los beneficios del aumento en el volumen de la producción y las exportaciones hayan contribuido más que nada al fortalecimiento de las estructuras y prácticas tradicionales del campo, especialmente en lo relativo a la tenencia de la tierra y en la organización de la mano de obra. Fue en esos años, y no antes, que la gran propiedad y los terratenientes estuvieron en condiciones de imprimir una marca indeleble en la vida social y política del país. Desde el punto de vista productivo, ello implicó que la producción en esos predios continuara de acuerdo con las prácticas que se venían desarrollando desde

225

. José Bengoa, Haciendas y campesinos. Historia social de la agricultura chilena (2 vols, Santiago, 1990), vol. I, pp. 25-29. 226 . "Land and Labour in Rural Chile, 1850-1935", en Kenneth Duncan & Ian Rutledge (eds.), Land and Labour in Latin American (Cambridge, 1977), Tables 14 & 15, p. 87. 162

el siglo XVIII, y que no contemplaban la especialización.

Dichos rasgos se

mantuvieron vigentes por casi un siglo, hasta el comienzo de la reforma agraria a comienzos de la década de 1960. La realidad productiva que se afincó desde mediados del siglo XIX desde el valle del Maipo hasta las márgenes del Bío-Bío en las grandes propiedades, combinaba las siembras de cereales, con empastadas de alfalfa, que servía tanto para enfarda y venta como para alimentar al ganado del predio. Era la típica hacienda de multicultivo, esto es en que se producía "de todo un poco": cereales en que sobresalía el trigo; ganadería con lechería estacional; frutales, entre los que la viña del país era lo más importante; bosque; chacra y hortalizas, por lo general estos dos últimos ítems en manos de los inquilinos.227 En el ámbito laboral, los terratenientes desarrollaron estrategias con un doble objetivo. Por una parte, se trató de asegurar una cantidad adecuada de mano de obra -no sólo con fines productivos sino también sociales y políticos- y, por otra, reforzar el funcionamiento de los sistemas tradicionales de su organización.228 En la primera dimensión se trató de atraer más trabajadores y de asentarlos en las grandes propiedades, aunque ahora con menos regalías que las que recibían los "inquilinos" tradicionales; esto se tradujo en la reducción de la cantidad de tierra asignada en usufructo al trabajador residente y en un módico

227

. Esas características fueron tan fuertes, que encontraron un camino hasta la literatura. Como lo expresara Fidel Elías a su esposa Francisca Encina, en la novela Martín Rivas, a propósito del probable matrimonio de su hija Matilde que aseguraba el arriendo de una hacienda en las cercanías de Santiago: -

Y trabajando en el campo –dijo don Fidel-, el mocito [el novio] ése puede ser un partido. ¡Eso si que prueba un corazón bien organizado!- continuó ella con entusiasmo. Porque la otra hacienda de don Pedro es un buen fundo –observó don Fidel, dispuesto a sufrir por primera vez las románticas divagaciones de su mujer, porque veía que ella era de su opinión en aquel negocio. - ¡Oh!, estoy segura de que hará feliz a Matilde. - Con tres mil vacas, puede sacar todos los años una buena engorda. - Creo que no hay que vacilar, hijo; es una felicidad para nosotros. - Así me parece; es una hacienda en la que, por término medio, se cosechan de cinco a seis mil fanegas de trigo. - Rafael además, es un joven ilustrado. - Sin contar con la lana y carbón, que dejan una buena entrada. 227 . Bengoa, Vol. II., pp. 31-32. 228 . Es conveniente recordar la promulgación en 1874 de la reforma que amplió el sufragio. Para los terratenientes asentar mano de obra desde entonces tuvo un atractivo adicional; el político. J. Samuel Valenzuela, capítulo III. 163

aumento del recurso al salario -aunque no necesariamente monetario- en faenas como la siembra, la cosecha, el rodeo y la marca, particularmente en aquellas zonas en donde la construcción ferroviaria había introducido esa relación. La respuesta de los propietarios en algunos casos fue muy activa; durante la construcción de la línea del ferrocarril entre Talca y el río Maule la contratación en esas faenas de alrededor de 1.500 peones originó un fuerte déficit de mano de obra ocasional para la preparación de las tierras y las siembras, al punto que en el mes de octubre “los propietarios se quejaban a viva voz sobre la escasez de trabajadores y anticipaban serias dificultades para la próxima temporada de cosechas”.229 Tres meses más tarde, y dado que entre Curicó y Angol se encontraban ocupados alrededor 7.000 peones en las faenas ferroviarias, se informaba que en el campo las operaciones continúan atrasadas debido a la gran escasez de trabajadores, no obstante los altos salarios ofrecidos por los agricultores.

En muchos

lugares, pero especialmente en los departamentos de Arauco, las mujeres están siendo empleadas en los potreros230 Pero la respuesta más importante, al parecer, fue el incremento de la demanda sobre los trabajadores residentes de servicio quienes no sólo debieron entregar más tiempo al propietario; sino también debieron proveer más mano de obra, ya fuese de su grupo familiar o a través de la contratación de "afuerinos", de los cuales algunos se "allegaron" a las casas de los "inquilinos".231 Con esta nueva modalidad, se inició y extendió la “obligación” del "inquilino", sobre todo del segmento más próspero de ellos, de "echar peón", en otras palabras de contratar mano de obra por su cuenta, con el fin de cumplir con sus obligaciones de servicio con la gran propiedad. De acuerdo al relato de Benjamín Vicuña Mackenna, aún en las inmediaciones de Valparaíso, es decir del centro de la modernización económica del país, esas prácticas del mundo rural se desarrollaron con fuerza en propiedades que abastecían al mercado del puerto con productos como carne, leche y hortalizas. Es 229

. VWCM, 30.X.1873. . Ibid, 30.I.1874. 231 . Arnold J. Bauer, “Landlord and Campesino in the Chilean Road to Democracy”, en E. Huber & F. Safford (eds.), Agrarian Structure and Political Power. Landlord and Peasant in the Making of Latin America (Pittsburg, 1995), p. 20. 230

164

altamente probable que tal situación se haya reproducido con escasas variaciones en el resto de Chile central. De tal manera, en 1875 "Viña del Mar", entonces una hacienda de "114 cuadras planas y 9.643 de lomas y cerros...", como fundo de campo aún no había perdido el aspecto "de hacienda de crianza que tenía hace un siglo, cuando una o dos de sus reses pilladas a lazo en sus cerros, servían para el abasto de diario de Valparaíso, aldea de arrieros y pescadores"232. "Viña del Mar" era esencialmente ganadera, por lo cual aún en 1875 era denominada estancia, y tenía una masa de alrededor de "mil vacas, que puede duplicarse, y de 700 ovejas, que es fácil triplicar con provecho". También había una cantidad indeterminada de caprinos "notables por su fina lana y su fecundidad verdaderamente pasmosa".

Por entonces se construía un canal para asegurar el

abastecimiento de agua, y con la instalación en 1871 de la Refinería de Azúcar había cambiado la fisonomía del lugar; pero en el ámbito laboral rural poco había variado. "Viña del Mar" conservaba cuarenta inquilinos, a la antigua, que pagan arriendos desde 6 [£1,09] a 150 pesos [£27,4] y tienen obligación de "echar peón" diario por 25 centavos [£0,04].233 Según Vicuña, en otras haciendas de la costa el pago al peón era de 10 centavos, pero mejoraba hacia el interior, como en Limache o en San Isidro, donde "la obligación, que es una forma más benigna de la antigua encomienda, se paga casi como el trabajo libre - 50 centavos".234 En todas los predios los "inquilinos" estaban "disciplinados como soldados, o más propiamente, como monjes". En la hacienda de Catemu había cuarenta de ellos, que recibían "muy buenas casas y dos o tres cuadras de tierra, sin más obligación que asistir diariamente, por pares, a las casas". La permanencia de las formas tradicionales de organización de la mano de obra no fue obstáculo para que, en las inmediaciones de Santiago y Valparaíso, se introdujeran nuevos cultivos, maquinaria y se iniciaran importantes obras de riego. Limache había sido en los primeros años de la década de 1860 escenario de la 232

. De Valparaíso a Santiago, pp. 97-98. . Ibid. 234 . Ibid. 233

165

incorporación de

importantes extensiones de llanura al riego mediante la

construcción de dos canales, uno de los cuales había demandado una inversión de £25.500.235

Allí, José Tomás Urmeneta y Martín Pecheux habían desarrollado

extensamente el cultivo de la vid francesa y plantando 115.000 cepas el primero y 35.000 el segundo. La planta para elaboración de vino de Urmeneta era de tal dimensión y calidad que podía ser considerada "sin disputa la mejor de Chile pues mide 75 metros o más de media cuadra de extensión, y su subterráneo tiene las mismas proporciones". Urmeneta había desarrollado la lechería con ganado mestizo, para lo cual se habían construido galpones que podían alojar a 500 animales, y parte de su producción era enviada diariamente a Valparaíso por tren.

Una plantación de

nogales no había sido de gran éxito. Por su parte Pecheux, junto a sus viñas había desarrollado un cultivo nuevo, el del espárrago. Pasado el túnel ferroviario de San Pedro, en la hacienda de San Isidro -de 500 cuadras de llanura y 100 de lomas-, de propiedad de los hermanos Paulsen, había un plantel de 1.000 vacas Durham, que habían sido adquiridas por su anterior propietario, el acaudalado comerciante inglés residente en Valparaíso, Joshua Waddington, y eran también importantes sus naranjales y perales.

En gran medida, la viabilidad de este predio había sido

posibilitada por el riego de un canal construido en la década de 1860, que le proveía con aguas del río Aconcagua, a un costo de £10.500. En Catemu, en 1874 la modernización se tradujo en la instalación de un aserradero con motores a vapor para la explotación de la madera de los abundantes álamos.236 Es evidente que la agricultura de la zona de Valparaíso y de una buena parte del valle de Aconcagua inició un proceso de actualización tecnológica y cambio productivo a partir de comienzos de la década 1860 el que incluyó la incorporación de nuevas herramientas, variedades de plantas y de maquinaria. Fue, tal vez, la primera etapa de cambio significativo en este sector de la economía.237. Un proceso 235

. El Mercurio, 5.VII.1874. . Vicuña, pp. 168-171; 186-187, y 307-308. 237 . Silvia Hernández, "Transformaciones tecnológicas en la agricultura de Chile Central. Siglo XIX", en Cuadernos del Centro de Estudios Socieoeconómicos, Nº 3, 1966, pp. 1-31. Un análisis reciente en Claudio Robles, “Expansión y transformación de la agricultura en una economía exportadora. La transición al capitalismo agrario en Chile (1850-1930)”, en Historia Agraria, Nº 29, 2003, pp. 45-80. 236

166

similar se verificó en los alrededores de Santiago, en particular en la producción vitivinícola y en la lechería.238 Pero ese fue un proceso acotado y no involucró al sector en su totalidad. Y, más importante aún no significó un desarrollo de los mercados de factores; el acceso a la tierra continuó estando vinculado a prácticas tradicionales,239 mientras que la provisión y organización de la mano de obra no registraron mayores cambios. En cuanto al pago de la fuerza de trabajo, el recurso al salario monetario fue muy limitado, tanto en cuanto al número de personas involucradas como a las zonas en que ello tomó lugar. En el sector agrícola no se registró "un movimiento general ascendente" en su totalidad. De ello se dio cuenta en el primer Congreso Agrícola, realizado en Santiago a fines de septiembre de 1875. Allí se estableció que, a pesar de los aumentos de producción, de la introducción de nuevas plantas y variedades de ganado durante el cuarto de siglo anterior “la agricultura en Chile [era] todavía más que una ciencia, una rutina en que el empirismo y las prácticas heredadas de nuestros antepasados dominan casi por completo”. Ello implicaba la mantención de la tradición y "del inquilino que se prefiere como mucho más útil al trabajador ambulante".240

En términos económicos, ello

implicaba que mientras el costo de la tierra y las regalías entregadas al trabajador residente fuesen menores que el de un salario, era conveniente mantener y desarrollar la institución del “inquilinaje”, e incluso asentar peones, con menos tierra y derechos. Y esto no sólo era conveniente desde el punto de vista del ingreso; desde el punto de vista político, la reforma electoral de 1874 también lo convertía en una opción políticamente muy atractiva.241 Los resultados esa evolución del sector agrario fueron el mantener sus rigideces y hacer muy complejos los intentos de aumentos de productividad, única manera de enfrentar la competencia que a nivel internacional se anticipaba. En una 238

. Bengoa, pp. 40-42, para la lechería cercana a Santiago. José del Pozo, Historia del vino chileno. Desde 1850 hasta hoy (2ª edición, Santiago, 1999), capítulo II para la modernización de la vitivinicultura. 239 . Para una descripción de los mecanismos de venta de tierras “vinculados”, Bengoa, Haciendas, vol. II. Sección “El mercado de tierras y el traspaso de propiedad”, pp. 27-30. 240 . El Correo de la Exposición, 28.XI.1875. 241 . Bauer, “Landlord and Campesino”, p. 30. 167

dimensión más amplia, el que el sector continuase siendo intensivo en mano de obra, con relaciones de producción de "antiguo régimen", derivó en dos consecuencias diversas pero importantes: en primer lugar, la población que no logró establecerse en las grandes propiedades comenzó paulatinamente a abandonar el mundo rural y a dirigirse a las faenas de construcción ferroviaria, de caminos, a las ciudades o a los centros mineros del norte. En segundo lugar, la agricultura no creó mercados para bienes de producción o para bienes de consumo. Lo primero fue consecuencia de la preferencia de los terratenientes por asegurar y establecer una cantidad estable de mano de obra, lo cual no era exclusivamente una cuestión económica. Lo segundo, fue que en general esa mano de obra no fue retribuida en salario, y que el campo no innovó en la dimensión productiva. Para el país, ello implicó que el desarrollo del mercado apenas se insinuó en el ámbito en que vivía más de tres cuartos de su población. En términos de la necesaria demanda interna para la diversificación y el desarrollo productivo, dos componentes esenciales en la

modernización de toda economía, esa fue una

falencia fundamental. Pero en ello, la agricultura de Chile central no estuvo sola, pues partes fundamentales del sector minero también se mantuvieron ancladas en la tradición.

168

CAPITULO III Tradición y modernidad en la minería 1

I. El cobre.

1. Tradición y crecimiento Durante el período 1850-1879 el cobre fue el producto de exportación más importante y el factor clave en el conjunto del sistema económico. Si bien en su extracción continuó en ella el imperio de la tradición, el metal rojo junto con ser el principal producto de exportación fue la principal fuente de divisas para el país. Entre 1850 y 1876 la producción se multiplicó 4,2 veces, y en promedio durante el período 18601874 los ingresos generados por sus exportaciones representaron el 22,5 por ciento de los ingresos de aduana y el 13 por ciento de los ingresos fiscales corrientes.2 Sin embargo, así como su auge fue vertiginoso, su declinación fue espectacular. Y ello plantea un problema analítico importante: hasta 1878 Chile fue el primer productor de cobre en el mundo, llegando sus exportaciones a representar en promedio el 36 por ciento de la oferta en el mercado internacional (en 1878 llegó a un máximo de 44 por ciento); sin embargo, en la década de 1880 ella ya había descendido al 17,6 por ciento. La declinación continuó vertiginosamente y en la década de 1890 las exportaciones chilenas sólo representaron el 6,5 por ciento de la oferta mundial, mientras que entre 1900 y 1909 llegaron a un mero 4,5 por ciento. Sólo en la década siguiente repuntaron al 5,5 por ciento, pero ya entonces la participación de las grandes empresas estadounidenses en el total exportado había 3

abierto toda una nueva etapa. 1

. Que el cobre ha sido un pilar fundamental en la vida económica de Chile desde fines del siglo XVIII, no cabe duda. No en vano fue denominado la “viga maestra” de la economía nacional por el Presidente Eduardo Frei Montalva y el “sueldo de Chile” por el Presidente Salvador Allende. Aún hoy representa un alto porcentaje del valor de las exportaciones: 36,8 por ciento en el año 2000 El Mercurio, 22.II.2001. cuerpo B, p. 1. El 23,9 por ciento estuvo constituido por cátodos y el 12,9 por minerales. También en La Nación, el mismo día, p. 26. 2 . Vayssiere, Un siècle, p. 121, Tableau V. 3 . C. J. Schmitz; “The Changing Structure of the World Copper Market, 1870-1939” en Journal of European Economic History, vol, XXVI, Nº 2, Table 3, p. 303. Santiago Marín Vicuña, "La industria del cobre y el mineral de Potrerillos", en Boletín Minero de la Sociedad Nacional de Minería, vol. XXXII, Nº 24, 1920, pp. 15-23, ofrece porcentajes diferentes pero que marcan la misma tendencia. 139

En 1897, en una Memoria presentada a la Facultad de Leyes y Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, un graduado afirmó que “la minería chilena después de haber atravesado un período de esplendor que puso al país sobre la ruta del progreso, se encuentra sumida, desde hace más de veinte años, en una postración que cada día se acentúa más, llevando alarma a los espíritus patrióticos que, con razón, temen ver agotarse con ella la fuente más importante de la prosperidad nacional”. Acerca de las causas de la decadencia, su autor afirmó que las opiniones estaban “divididas, atribuyéndola algunos a la legislación que existe sobre el particular, y otros a variados factores de orden económico e industrial, independientes de las disposiciones legales y superiores a ellas”.4

Gráfica III-1. Producción de cobre 1850-1884 (en toneladas métricas). 60000

50000

40000

30000

20000

10000

18 84

18 82

18 80

18 78

18 76

18 74

18 72

18 70

18 68

18 66

18 64

18 62

18 60

18 58

18 56

18 54

18 52

18 50

0

Fuente: Sociedad Nacional de Minería, Estadística minera de Chile en 1908 y 1909 (5 vols., Santiago, 1910), vol. IV, pp. 41-4.

4

. J. Guillermo Guerra, “El amparo de las minas”, Memoria presentada para optar al grado de Licenciado en la Facultad de Leyes y Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, Santiago, 1897. 140

¿Qué factores explican el auge y la caída? Esta es una pregunta pertinente, sobre todo si se tiene en cuenta que la curva de producción en el período 1830-1876 registró una muy notable tendencia al crecimiento. Tanto el movimiento ascendente como los intervalos de baja y la declinación final, se explican tanto en función de variables externas como internas. Entre las primeras se destacan el precio del metal en el mercado internacional y especialmente el de los factores capital y tecnología en el mercado internacional. Analíticamente ello es muy importante, sobre todo si se tiene en cuenta que, al ser la demanda interna muy reducida, fueron los requerimientos externos los que hicieron posible la expansión. En otras palabras, en el caso del sector cuprífero, el “ser minero” le vino al país desde afuera, de un sistema económico lejano.5

Pero en ese plano, lo fundamental, el factor externo de mayor

importancia fue que durante el período 1865-1875, como respuesta a una demanda en fuerte expansión de la demanda, en el ámbito internacional se registró un intenso proceso de modernización de la minería del cobre que conllevó la transformación de esta actividad de intensiva en fuerza de trabajo, a intensiva en capital. La minería del cobre de Chile se benefició del aumento de demanda, pero no fue partícipe del proceso de modernización productiva. El aumento de producción en el país corrió por cuenta del uso más intensivo de las prácticas de producción existentes. Ello hizo que los factores de orden interno -especialmente las tecnologías tradicionales y la provisión de fuerza de trabajo- fueran determinantes en el destino de la industria. Y son ciertamente ellos los que explican la declinación de la minería del cobre desde la década de 1870. Se trató de una 6 minería rudimentaria o "artesanal" como alguna vez fue denominada, que basó su

crecimiento en la explotación al máximo de las prácticas tradicionales. Así, un importante rol en la expansión productiva radicó en la posibilidad de explotación de minerales oxidados de alta concentración cercanos a la superficie, lo 5

. Antonio Mitre, Los patriarcas de la plata (Lima, 1981), p. 15. . El concepto de "minería artesanal" lo elaboró Vayssiere en Un siècle; la primera parte de esta obra lleva por título “La minerie artisanale et le Norte Chico (1830-1880)”. 6

141

que requirió de esfuerzos limitados en innovación tecnológica, laboral e inversión. La abundancia y riqueza de esos minerales explica lo rudimentario de las explotaciones; pues con minerales cuyo contenido de cobre fue en promedio del 15 por ciento -con un rango de entre 4 y 50 por ciento- y algunos yacimientos, como el de Cerro Blanco, que extraían minerales de 35 a 40 por ciento, no existió por un largo tiempo la necesidad de tecnificar las explotaciones.

7

Y ello, a pesar de que los mineros

chilenos se mantuvieron al tanto de las innovaciones en la tecnología de explotación que realizaban quienes, a partir de mediados de la década de 1870, se convirtieron en sus más formidables competidores, los que eventualmente les eliminarían del mercado internacional.8 De allí que, si bien desde fines de la década de 1840 hubo un importante grupo de individuos que acometieron la búsqueda y explotación de yacimientos, y que incluso algunos de ellos establecieron grandes fundiciones, siempre la actividad en el plano extractivo dependió de "un golpe de suerte" que permitiera dar con un alcance9 de importancia, y en lo externo, de la vigencia de altos precios en el mercado londinense. Tal tipo de lógica es lo que dificulta el empleo del término empresario -en su acepción capitalista- para referirse a quienes fueron mineros del cobre hasta fines de la década de 1870.10

2. Demanda y expansión productiva. Entre fines de la década de 1820 y mediados de la de 1870 existió una correlación 7

. Las estimaciones de contenido de cobre son de Leland R. Pederson, The Mining Industry of the Norte Chico, Chile (Evaston, Ill, 1966), pp. 186-187, y Blakemore & Smith, p. 528. 8 . William W. Culver & Cornel J. Reinhart, "Las barras chilenas y el surgimiento del Estado liberal en Chile", en Dolores Ávila, Inés Herrera y Rina Ortiz (compiladoras), Empresarios y política minera. Primera Reunión de Historiadores de la Minería Latinoamericana (México, D.F., 1992), pp. 57-58. Para un ejemplo de los equipos de explotación minera que se ofrecían en Chile, véase El Correo de la Exposición, 14 y 28.XI.1875; se incluyen "máquinas y herramientas destinadas al laboreo de minas, máquinas para la perforación de pozos y piques de reconocimiento [marca Warsop fabricadas en Inglaterra, [y] máquinas para la extracción de metales y para el desagüe y ventilación de minas". Esta muestra tuvo lugar en el contexto de la Exposición Internacional de 1875. Ver apartado de imágenes en páginas centrales. 9 . En el léxico minero se denominaba así a un descubrimiento. 10 . Para un estudio de caso Ricardo Nazer, José Tomás Urmeneta. Un empresario del siglo XIX (Santiago, 142

positiva entre el nivel de producción en Chile y los movimientos del precio del metal en el mercado de Londres. La demanda de la emergente industria de la ingeniería fue el primer estímulo externo significativo, al punto que incentivó a que en 1825 se organizaran en Londres tres compañías que tenían como propósito el desarrollar operaciones mineras en Chile: la Anglo-Chilian Mining Association, la Chilian Mining Association, la United Chilian Association y la Chilian & Peruvian Mining Association. Dos de ellas tenían como eje de su actividad la minería de la plata, y aunque sólo una muy reducida proporción del capital nominal combinado de ellas de £4.000.000 fue efectivamente pagado, 7,4 por ciento, su constitución fue un buen indicador del interés y las expectativas de sus organizadores en el sector minero chileno. Sin embargo, las esperanzas de los inversionistas fueron totalmente frustradas por la recesión y colapso del mercado financiero de Londres de 1825-1826.11 Con todo, el rotundo fracaso productivo y comercial -el que según Benjamín Vicuña Mackenna se debió en gran medida a la falta de conocimientos geológicos, las características del comportamiento de la fuerza de trabajo y al modo de explotación vigente en el país- no impidió que esas iniciativas tuvieran un lento, pero significativo impacto en el sector, especialmente en la metalurgia. Fueron un “socorro oportuno, verdadera transfusión de sangre del norte a su cuerpo escuálido,... que ayudó 12

poderosamente, mediante el desahogo que trajo al angustiado minero de Chile...”

El leve repunte de producción habido en la década de 1820 fue seguido por una más vigorosa expansión en la siguiente, en importante medida resultante de la modernización de la metalurgia inducida por la acción de individuos traídos al país por las compañías londinenses. En efecto, la introducción de los hornos de reverbero y calcinación -producto de la actividad de Charles Lambert en representación de la Chilian Mining Association-, que paulatinamente comenzaron a reemplazar a los más primitivos hornos de manga (accionados por fuelles) fue un hito importante en el

1994), passim. 11 . Claudio Véliz, "Egaña, Lambert and the Chilean Mining Associations of 1825", en HAHR, vol. LV, No. 4, 1975, p. 640. John Miers, Travels in Chili and la Plata (2 vols., London, 1826), vol. II, p. 245. 143

desarrollo de la producción de cobre. Esta innovación no sólo permitió la obtención de una mayor cantidad de metal en el proceso de refinación y la explotación y procesamiento de minerales de más baja ley, sino también el aprovechamiento del 13

cobre de los desechos del antiguo proceso de fundición.

Se unió a ese factor, para

posibilitar un importante aumento en la producción en los años 1836-1842, el movimiento ascendente del precio internacional, resultante en parte del agotamiento de las minas de inglesas de Cornwall, Devon y Stafford.14 Pero el factor determinante en el aumento sostenido del precio internacional del metal fue el aumento de demanda generado por las nuevas tecnologías incorporadas al desarrollo y construcción de ferrocarriles y los nuevos navíos propulsados por motores a vapor y de casco metálico, o forrados con planchas de cobre, desde comienzos de la década de 1830.

15

Entre 1830 y 1850, sólo en Gran

Bretaña se construyeron alrededor de 10.000 kilómetros de vías férreas, mientras que la construcción de navíos a vapor fue del orden de las 30.000 toneladas anuales. La minería del cobre chilena respondió al aumento en la demanda con un aumento de producción de 100 por ciento en diez años, sobre la base de la apertura de nuevos yacimientos que se explotaron de acuerdo a las prácticas tradicionales. También jugaron un rol significativo algunas medidas tributarias que incentivaron la 16

metalurgia en la zona aledaña a los yacimientos de carbón de Coronel y Lota.

Pero

según The Chilian Times, a comienzos de la década de 1850, en las minas chilenas de cobre ni siquiera se soñaba con la fuerza motriz a vapor; incluso los malacates (cabrias) o máquinas elevadoras accionadas por tracción animal eran vistas como costosas y probablemente poco exitosas innovaciones introducidas por los "capitanes 12

. Benjamín Vicuña Mackenna, El libro del cobre y del carbón de piedra en Chile (Santiago, 1883), p. 155. . Según The Chilian Times, esos procedimientos de fundición eran conocidos en Europa cien años antes de que Lambert los empleara en Chile; "Mr. Lambert sin duda vio el valor de su dinero en los bronces que él sabía muy bien como tratar", 28.II.1880. 14 . B.R. Mitchell & Phillis Deane, Abstract of British Historical Statistics (2 vols., London, 1962), vol. I, p. 15. 15 . Para una visión general del mercado internacional de metales, Walter Minchington, "Patterns of Demand 1750-1914", en C.M Cipolla (ed.), The Fontana Economic History of Europe. The Industrial Revolution (3ª edición, 6 vols., Glasgow, 1976), vol. 3., pp. 76-185; para el del cobre Christopher Schmitz, “The Rise of Big Business in the World Copper Industry 1870-1930”, en Economic History Review, vol. XXXIX, Nº 3, 1986, pp. 392-410, y “The Changing”, pp. 295-330. 13

144

de minas de Cornwall: y lo que era una respuesta en Inglaterra pensaron [los mineros chilenos] podía no ser una respuesta en Chile".

17

Si bien los beneficios de la expansión de la producción y de las exportaciones de cobre incidieron en la modernización de algunos aspectos de la actividad, especialmente de la metalurgia y la comercialización, éstos no alcanzaron al proceso extractivo, el que conservó el atraso organizacional y tecnológico. Aún así, esos limitados cambios permitieron que el país enfrentara en un buen pie el nuevo período de expansión de la demanda registrado entre 1854 y 1869 resultante del fuerte crecimiento de la demanda en los países más industrializados. Entre 1871 y 1873 se registró un breve pero agudo boom en las economías de Europa noroccidental y de Estados Unidos, que dio un impulso adicional al ya ascendente precio de las materias primas, que se combinó con una baja general de los fletes que se inició a fines de la década de 1850 y que se mantuvo hasta 1879.18 El incremento de la demanda de cobre en los países que se industrializaban fue de tal magnitud, que superó ampliamente las posibilidades de las fuentes tradicionales de abastecimiento, lo cual incentivó prospección de nuevos yacimientos. En Australia se abrieron nuevas minas, en tanto en España se procedió a la reconversión de yacimientos que por largos períodos habían abastecido el mercado británico entre los que se destacan Río Tinto, La Zarza, Buitrón y Tharsis.

Ello

redundó en una ampliación de la capacidad productiva que no fue, como en ocasiones anteriores, el resultado de operaciones especulativas de corto plazo; por el contrario, esta vez fue de carácter estructural, pues las nuevas explotaciones fueron planteadas a escala y constituyeron una respuesta masiva a los requerimientos generados por los nuevos usos industriales del metal. De allí el amplio interés por desarrollar nuevas explotaciones por parte de grupos empresariales, especialmente en los Estados Unidos, en donde el capital de la costa este desarrolló yacimientos en Michigan y Montana, y en España, en donde el 16

. El texto de las leyes en Anguita, vol. II, pp. 88-132-136. . Loc. cit., 28.II.1880. 18 . Juan E. Oribe Stemmer, “Freight Rates in the Trade between Europe and South America, 1840-1914”, en 17

145

capital británico desarrolló vastos proyectos. En ambos países, una nueva industria del cobre, altamente capitalizada, emergió a fines de la década de 1860. Algunas de las características más destacadas de los nuevos yacimientos fueron el que para su desarrollo y explotación se verificó un alto volumen de inversión en mecanización y tecnología, que se tradujo en la reducción de los costos de explotación y en aumentos de productividad que desde 1874 comenzaron a presionar el precio a la baja. Según Vicuña Mackenna, ya entonces esos países “después de ser nuestros tributarios, se han hecho en el curso de pocos años, nuestros más formidables émulos y competidores”.19 Efectivamente, con el inicio de la década de 1870 comenzaron los problemas para el cobre chileno en el mercado internacional. En el año 1870 se verificó una baja en la producción que fue atribuida al aumento en el costo de los combustibles y a problemas en la provisión de mano de obra originados por tres factores: la emigración a las faenas argentíferas de Caracoles, la demanda por fuerza de trabajo en las faenas de construcción ferroviaria tanto en la zona como en Perú, y una epidemia de viruela, particularmente violenta, que afectó a la región minera. Y, por primera vez desde que se estableciera el vínculo con el mercado londinense, la tendencia alcista en éste no fue seguida por un aumento importante de la producción en Chile. Pero también incidió un factor altamente perturbador para las expectativas internacionales del sector. En efecto, por aquellos años comenzó a gravitar negativamente en los niveles de producción un fenómeno que, según Vicuña Mackenna, afectó a “algunos de los más antiguos y afamados minerales del norte, como Tamaya, la Higuera y Carrizal y algunos asientos de la provincia de Aconcagua, como los del valle de La Ligua, [que] han descendido en su producción o en su ley de una manera más o 20

menos sensible”.

En otras palabras, era el comienzo del fin de la explotación fácil,

cercana a la superficie, una de las bases sobre la cual se había estructurado el JLAS, vol. XXI, 1985, pp. 18-19. 19 . Vicuña, El libro, p. 495. 20 . Ibid.,, pp. 488-489. Entre 1872 y 1880 la producción de cobre en Estados Unidos se duplicó y hacia 1885 se había multiplicado 5,8 veces. En 1883 la producción estadounidense superó, por primera vez desde que existen registros, a la chilena; Mitchell & Deane, p. 422. 146

desarrollo cuprífero chileno en la primera mitad del siglo XIX. Como se recordará, una de las condiciones más importantes para el buen éxito de la explotación del cobre era la abundante disponibilidad de yacimientos de alto contenido de cobre y de fácil acceso (óxidos), pues ello demandaba un nivel muy módico de inversión en capital fijo, y aseguraba una alta rentabilidad. Cualquier alteración a las determinantes de la producción, tenía un alto potencial perturbador. En tal sentido, a comienzos de 1871, The Economist comentó que a pesar de que el volumen total de producción en Chile seguía siendo extraordinariamente alto, existían dudas con relación a la eficiencia del sistema, en particular aunque no exclusivamente, en lo referido a costos de producción.

Tan altos eran éstos -

especialmente en remuneraciones, y transporte- que sólo era posible la obtención de ganancias a condición de que se mantuviese un alto precio en Londres.21 Pero esto, en atención a la lógica del desarrollo de la oferta minera internacional, era una situación que no podía durar por mucho tiempo. Cuatro años más tarde, un nuevo comentario anual en The Economist analizó la situación del mercado internacional del metal e hizo notar que a pesar de la baja del precio del carbón y de la plata (buenas noticias en lo que concierne a la producción de cobre), aquellos bien informados acerca de lo que está ocurriendo en Chile están firmemente persuadidos de que la producción está descendiendo y continuará haciéndolo. Debemos también hacer notar que no tenemos noticias de nuevos descubrimientos en Chile. Sin embargo, comentando la situación de los Estados Unidos, señalaba que “las minas del lago Superior continúan aumentando su producción y el ferrocarril del Pacífico ha puesto a disposición del mercado la producción de otros distritos 22 mineros .

Esto último correspondía a la respuesta del mundo que se industrializaba a una situación insostenible que determinó que, en el lapso de un quinquenio, se 21

. Loc. cit., 11.III.1871. . 2.I.1875.

22

147

impusiera una nueva forma de producción y una reestructuración global del mercado internacional del metal, en un sentido opuesto a los intereses de los productores chilenos. Ello, y el ciclo recesivo que se inició en 1873, determinaron que el precio del cobre en el mercado internacional entrara en una fuerte tendencia a la baja, lo cual resultó particularmente perjudicial para los intereses de los productores y exportadores chilenos. A comienzos de 1874, según el agente de la casa BalfourWilliamson en Valparaíso, ellos habían sido “informados de que si el precio de las barras baja del nivel de las £75, la mitad de las explotaciones en Chile deberá ser abandonadas”.23 Los efectos de la nueva situación en el mercado internacional se hicieron sentir en Chile con rapidez e intensidad. En el primer semestre de 1876, el agente en Valparaíso de la casa Gibbs (propietaria del yacimiento de Cerro Blanco), informó a la casa matriz en Londres acerca de la situación en el sector cuprífero; según él, no podía haber duda en que el negocio de Cerro Blanco nos habría dejado una hermosa ganancia anual, pero con el precio actual no podemos esperar hacer mucho más que cubrir gastos y el interés del capital invertido. Esperamos estar en situación de hacer esto y miramos con esperanza 24

a una reacción en vuestro mercado.

23

. BW., Henderson to Williamson, Valparaíso, 13.I.1874, Stephen Williamson Letter-book No. 3. . AGA, Valparaíso a Londres, Private Nº 6, 13.IV.1876, Ms. 11.470/1.

24

148

Gráfico III-2. Precio promedio decenal del cobre en Londres (en £ por tonelada en barra) £ 120 100 80 60 40 20 0

1846-49

1850-59

1860-69

1870-79

1880-89

Fuente: C. L. Knight, Secular and Cyclical Movements in the Production and Price of Copper (Philadelphía, 1935), pp. 150-151.

Gráfico III-3. Precio promedio decenal del cobre en New York (centavos de US$ por libra)

35 30 25 20 15 10 5 0 1840-49

1850-59

1860-69

1870-79

1880-89

Fuente: E. Gardner & C.H. Johnson, “Copper Minery in the USA”, Bulletin Nº 405, Bureau of Mines, Department of the Interior, Washington D.C, 1938. 149

Cuadro III-1. Índice de precios promedio decenales en Londres y Nueva York, 18401880 (1840=100. Década Londres Nueva Cork 1840-49 100,0 100,0 1850-59 122,6 132,5 1860-69 101,2 169,9 1870-79 88,7 127,9 1880-89 68,4 87,6 Fuente: Como Gráficas III-2 y III-3.

Sin embargo, en 1877 el mercado de Londres abrió con un precio inferior a £75 por tonelada y con una marcada tendencia a la baja lo que llevó dieciocho meses más tarde a la cotización a tan sólo £54. Las consecuencias en los distritos mineros de Chile fueron dramáticas y se expresaron no sólo en la baja en la producción, el abandono o cierre de minas, sino también en un éxodo de población de notables proporciones. Receptores de esa fuerza de trabajo fueron, por el norte, las entonces provincias peruana de Tarapacá y la boliviana de Antofagasta, mientras que, por el sur, hay evidencias de que un buen número de mineros del cobre llegó a 25

tentar fortuna a los distritos carboníferos de Coronel y Lota.

Los testimonios de la casa Gibbs, también fuertemente involucrados en el negocio de exportación de barras de cobre son reveladores de la dimensión de la crisis del sector cuprífero.

Dos ejemplos son particularmente ilustrativos.

A

comienzos de 1877, su agente en Valparaíso; James Hayne, delineó un panorama general sombrío: Al referirse al cobre, Agustín Edwards [el más importante de los exportadores] expresó la fuerte convicción de que pronto veremos una caída en la producción y dice que él sabe positivamente que muchos de los establecimientos de fundición están muy escasos de minerales y que ellos no pueden continuar produciendo de la misma manera en que lo han hecho hasta ahora.

26

Pero la dinámica del mercado internacional dio muy poco tiempo a aquéllos 25

. El Lota, 4 y 11.XI.1877. Para el caso del norte, Julio Pinto, “A Desert Cradle: State, Foreign Entrepreneurs and Workers in Chile’s Early Nitrate Age”, tesis doctoral inédita, Yale University, 1991, capítulos II, IV y VII.. 26 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 43, 16.III.1877, Ms. 11.470/2. 150

que de una u otra manera y en diferentes grados estaban vinculados al cobre. A mediados de año, al informar acerca de pérdidas por £2.501 en los últimos cinco meses en las ventas de barras, Hayne había decidido que era el momento de entrar a definir con mayor precisión la relación de la casa Gibbs con el negocio del cobre en Chile. Su conclusión fue lapidaria, pues, para entonces, “el negocio del cobre en este país [era] una industria moribunda" y no debían forjarse ilusiones acerca de una recuperación, ni siquiera en el largo plazo.27 La industria del cobre de Chile, tan íntimamente ligada a la evolución del mercado londinense, fue, simplemente desplazada del mercado internacional por productores más competitivos ¿Cuales fueron las razones de un colapso tan rápido como espectacular? Tradicionalmente se ha alegado que se debió a la caída vertical del precio; pero fundamentalmente, lo que ocurrió fue que llegó a su fin la época en que esta actividad pudo cifrar sus expectativas y descansar sobre una alta disponibilidad de ricos depósitos de minerales de fácil explotación, a través de simples, rudimentarios métodos pre-capitalistas de producción y altos precios mantenidos en parte por ella misma a través de su propia ineficiencia- en el mercado internacional al que abastecía mayoritariamente.

28

3. La minería ¿Cómo se realizó la minería y metalurgia del cobre hasta 1880? Desde el punto de vista de su organización empresarial, se trató de un sector de muy débil desarrollo. De allí que el sector cuprífero fuese más que nada el agregado de un muy alto número de minas -(1.068) en 1870- dispersas a lo largo y ancho de la zona comprendida entre Vallenar, por el norte, y el río Aconcagua por el sur. La mayoría de los productores fueron individuos aislados o sociedades colectivas y en comanditas basadas en relaciones familiares y con recursos limitados, que para financiar sus operaciones habitualmente debieron recurrir al oneroso sistema de 27

. Ibid., Private Nº 52, 11.VI.1977, Ms 11.470/2. . Mamalakis, p. 40; Reynolds, pp. 210-214.

28

151

"habilitación".29 En este sentido, los casos de grandes fortunas relacionadas con la actividad, por ser muy escasos, constituyen excepciones que confirman lo dominante de aquellos rasgos. La estructura de sociedad anónima fue muy extraña al sector. Entre enero de 1870 y agosto de 1875 -período llamado de “fiebre especulativa” que se materializó en la creación de 92 de estas instituciones- sólo cuatro se formaron para desarrollar la explotación de cobre. De ellas, dos debían operar en Bolivia, una en Til-Til en las cercanías de Santiago y otra en Chañaral. Otras dos eran la Panulcillo Copper Company y la Copiapó Mining Company, de propiedad británica y organizadas en Londres, por lo que tenían acceso al fluido mercado financiero de la plaza.30 Este fue un factor que les permitió sobrevivir a la baja del precio internacional desde mediados 31

de la década de 1870.

Pero los mineros chilenos no tenían acceso a un mercado

de capitales similar y el sistema bancario del país tampoco estaba diseñado para cubrir sus requerimientos de capital; es más, ni siquiera las casas comerciales involucradas -algunas de ellas fuertemente- en la comercialización estuvieron dispuestas a financiar proyectos de desarrollo minero ¿A qué se debió esto? Más que nada a la reticencia a involucrarse en un ámbito en donde la fuerza de las prácticas de la actividad desarrolladas a lo largo de casi un siglo era incontrarrestable y una traba mayor para el desarrollo empresarial.

Tal es así, que en fecha tan

temprana como 1817, Charles Lambert recomendaba algunas adecuaciones menores que pudieran elevar la producción y la productividad, pero no intervenciones 32

mayores como mecanización.

En 1859, la casa Gibbs de Londres instruyó a los

socios de Valparaíso -quienes ya participaban activamente en el negocio de la exportación de barras cobre- que el capital disponible fuese activamente empleado en cargamentos de una costa a otra y no en trabajos que implicaran su inmovilización 29

. Fernando Silva, "Comerciantes”, pp. 37-103. Sobre el tema de la evolución de la "habilitación" la segunda parte del artículo. Los mecanismos de comercialización y crédito en Eduardo Cavieres, Comercio, capítulo V. 30 . AN. Registro Notarial de Valparaíso, 1854-1879. 31 . El Araucano, 1870-1874, y John Mayo, "Commerce and Control in Chilean Copper Mining before 1880" en Thomas Greaves & William W. Culver (eds.), Miners and Mining in the Americas (Manchester, 1895), p. 31. 32 . John Mayo & Simon Collier (eds.), Mining in Chile’s Norte Chico. Journal of Charles Lambert 18251830. (Boulder, 1998), p. 14. 152

por un largo tiempo; en otras palabras, en la minería.33 Casi veinte años más tarde el jefe de la casa Williamson, Balfour & Co., dueña de una considerable cantidad de acciones en el Banco Nacional, instruyó a su representante en el directorio de éste en el mismo sentido.

34

De allí que las

inversiones en cobre no se dirigieran a la actividad extractiva, sino al proceso de fundición o al de comercialización. Frente a tal realidad financiera, y a la imposibilidad de conformar empresas de mayor envergadura, se confirmó la fuerte atomización productiva y administrativa, la que, a su vez, obstaculizó aún más la introducción de nuevos métodos y recursos técnicos en la prospección y explotación, permaneciendo la actividad al nivel ya señalado: rudimentario y primitivo, en otras palabras, pre-capitalista. El factor dispersión, que según un analista contemporáneo fue en gran medida responsable de los cierres de minas de la segunda mitad de la década de 1870,35 se expresó no sólo en el alto número absoluto de explotaciones que cerraron, sino también en la fragmentación de los grandes yacimientos. A mediados de los años 1870, por ejemplo, Tamaya era explotada por veintisiete diferentes unidades extractivas de diversas dimensiones; en La Higuera operaban cuarenta y cuatro y en Carrizal, cincuenta y cuatro. Sólo dos de las grandes compañías, nuevamente las ya mencionadas Copiapó Mining y Panulcillo Minino, operaban como empresas de 36

administración centralizada.

No ajeno a lo anterior, se destaca el problema del atraso técnico del sector. Ya en 1834 Charles Darwin había notado este rasgo al comparar la actividad de un yacimiento chileno con uno británico. Según el naturalista, Comparadas con las de Inglaterra, las minas tienen un aspecto singularmente quieto; aquí no hay humo, no hay hornos o grandes motores a vapor que perturben la soledad y quietud de las montañas circundantes ... unas pocas mejoras han sido introducidas en las más simples de las maquinarias; pero aún 33

. AGA., Ms 11.471/1, London to Valparaíso, London, 8.IV.1859, Ms. 11.470/2. . BW., Stephen Williamson to David Allardice, Liverpool, 19.XI.1878, Letter-book Nº 4. 35 . Francisco Marcial Aracena, Apuntes de viaje (Valparaíso, 1884), pp. 32-33. 34

153

hoy, el agua es removida de algunas minas por hombres que la llevan cuesta 37

arriba por los chiflones en bolsas de cuero.

Treinta y cinco años más tarde, un observador chileno, después de un largo recorrido por la región minera, dictaminaba que “muy pocas minas son explotadas de acuerdo con las reglas enseñadas en escuelas y universidades.38 En efecto, la gran mayoría de los dueños de minas eran renuentes o incapaces de adoptar siquiera las más simples de las nuevas técnicas, como ser el reemplazo de las velas de sebo por lámparas de aceite. Muchos de los operadores carecían de visión y confianza, o de interés, como para invertir en la preparación y mecanización de las minas, aunque es importante mencionar que el costo del capital para la inversión minera era alto. 39

Más aún, si bien no existían dudas acerca de la

experiencia de los barreteros en cuanto a estimar la calidad de los minerales y de su intuición acerca de la dirección en que corrían las venas, el conocimiento requerido para la realización de las excavaciones era algo totalmente diferente debido a su complejidad.40 Esto último fue de particular importancia, pues en la medida en que agotaban los óxidos cercanos a la superficie, la única alternativa era iniciar la explotación de súlfuros a mayor profundidad, y eso ocurrió en muy pocas minas. De allí que, en términos generales, las explotaciones fueran poco sofisticadas desde el punto de vista técnico. De acuerdo con ello, una vez que una vena o venero -llamado veta si era ancho o guía si era estrecho- era descubierto, se excavaba un pique chiflón sobre la extensión total de ella hasta que se llegaba a un alcance o depósito de mineral.

Desde ese punto, se cavaban túneles llamados

frontones; estos corrían en diferentes direcciones, llegando incluso a superponerse, si así lo permitía la firmeza del terreno. Junto a la principal excavación o pique chiflón, se hacían otras verticales o en plano inclinado llamadas piques tornos, cuya principal función era la ventilación de la mina, aunque también a través de ellos se 36

. AE 1875-1876, pp. 413-422. Ibid., 1877-1878, pp. 455-461. . Darwin, p. 253. 38 . Tornero, p. 253. Otra buena descripción de faenas mineras en Robert N. Boyd, Chili. Sketches of Chili and the Chilians during the War 1879-1880 (London, 1881), capítulo II. 39 . Leland R. Pederson, The Mining Industry of the Norte Chico, Chile (Evanston, , 1966), pp. 193-194. 37

154

extraían minerales. Igual función de evacuación de minerales cumplían los chiflones 41

denominados socavones que, además, unían a todos los frontones o galerías.

Salvo en los grandes yacimientos, el interior de las minas contaba con escasa incorporación de elementos que brindaran mayor seguridad en las faenas; los revestimientos de madera para las galerías no eran de uso común y no se contaba con elementos mecánicos para el tránsito desde y hacia la superficie, o en el interior las minas.

En muy pocos yacimientos existía un tendido de rieles para el

desplazamiento de carros. Si se toma en cuenta que la mayor parte de los minerales era extraída en forma manual, se comprenderá las dificultades operativas, la alta tasa de accidentes y los altos costos en mano de obra involucrados. Sólo las grandes minas estaban también equipadas con malacates o motores a vapor para ese tipo de faena. Es importante constatar que, en fecha tan tardía como mediados de la década de 1870, en la totalidad del Norte Chico sólo 33 de 788 minas en 111 minerales empleaban motores a vapor para la extracción de mineral, cuando el empleo minero en las dos provincias superaba las 30.000 personas.42 Las faenas, entonces, estaban dominadas por el esfuerzo humano, por el trabajo manual. Existía una división del trabajo encabezada por el barretero, quien equipado con una cuña, una barreta, una picota y un mazo de alrededor de ocho kilos de peso, seguía la dirección de la vena perforando la roca y apilando mineral con la ayuda de sus instrumentos o de la pólvora. De esta manera, él preparaba el mineral para el apir, trabajador elogiado por su capacidad física, que le permitía transitar por galerías y socavones cargando capachos con hasta 100 kilos de mineral, para finalmente llevarlos a la superficie. Desde la boca de la mina, el mineral era transportado por los apires hasta las canchas, en donde los canchamineros los clasificaban de acuerdo con su calidad: los buenos, el promedio y el desecho; pinta, 40

despinte

y rechamque,

. Aracena, pp. 36-43. . Tornero, pp. 234 y 235. Memoria de Minería 1874 (Santiago, 1876), p. 119. 42 . Blakemore & Smith, p. 529. A modo de comparación, en el propio sector minero, en 1875, en 52 yacimientos carboníferos, que empleaban a 6.524 personas, se contaba con una dotación de 64 motores a vapor; sección 2 de este capítulo. 41

155

respectivamente. Estos últimos eran arrojados al desmonte y sólo eran considerados al momento de entrar la mina en broceo, es decir, cuando se agotaban los minerales de alta ley. Una vez realizada la separación comenzaba el chancado o molienda manual de los minerales, último paso antes del comienzo de la metalurgia. La vida útil de una mina dependía del contenido de mineral de alta ley del alcance. Pero los métodos de explotación vigentes determinaban altos costos, baja productividad y una corta vida útil del yacimiento. A esto último contribuyeron las características de la fuerza de trabajo, pues si bien el minero siempre destacó por “trabajar muy duro”, ello mismo y las durísimas condiciones en que se desempeñó imprimieron a su labor y modo de vida un fuerte sello de inestabilidad. Este rasgo, ya observado por Darwin en la década de 1830 y aislado como uno de los grandes problemas de funcionamiento de sector minero, seguía vigente casi medio siglo más tarde y lo mismo ocurría con relación a las condiciones de trabajo, pues “en muchas minas no ha[bía] maquinaria para elevar el mineral y los hombres [debían] acarrearlo a través de rudimentarias escaleras”. De allí que los mineros aún llevaran “una vida nómada, errando de mina en mina de acuerdo con la dirección que le imprim[ían] sus caprichos y las circunstancias y que por vivir en el desierto sean muy 43

rudos y poco civilizados.

4. El ocaso Hacia mediados de la década de 1870, después de cinco décadas de intensa explotación de los óxidos más cercanos a la superficie, las alternativas en la mayor parte de los yacimientos eran dos: la primera, aumentar la inversión, para así iniciar la explotación de minerales sulfurosos de más baja ley o piritas, ambos localizados a mayor profundidad. La segunda era declarar la mina en broceo, es decir agotada, y 43

. Darwin, p. 253 et. seq. Boyd, p. 167. Para los esfuerzos realizados por la parte patronal y las autoridades para disciplinar la mano de obra, y la respuesta a ella, ver María Angélica Illanes, "Disciplinamiento de la mano de obra en una sociedad en transición. Chile 1840-1850", en NH, No. 12, 1984, y Hernán Venegas, "Concertación empresarial y trabajadores mineros en una economía en transición", Tesis inédita para optar al grado de Magíster, Universidad de Santiago de Chile, 1989, passim. 156

entregarla a la explotación de los pirquineros o productores individuales. En el contexto crítico de mediados de los años setenta, entre 1875 y 1876, en la provincia de Coquimbo el número de minas en beneficio cayó en 3,2 por ciento, de 795 a 770, en tanto que las en broceo aumentaron en espectacularmente, de 479 a 846.

44

¿Qué ocurría, entre tanto, a nivel internacional en el rubro? Como se ha indicado, la creciente demanda por cobre y el desproporcionado peso de éste en los costos de producción de la industria de equipos de ingeniería y material de transporte, incentivó la inversión masiva con el objeto de reducir el precio del metal. Ejemplos destacados de la época, que sintetizan lo ocurrido en el mercado internacional, se encuentran en Estados Unidos y España. En Estados Unidos, a comienzos de la década de 1870 comenzó la explotación a gran escala, lo cual implicó radicales cambios tecnológicos; especialmente importantes fueron la incorporación de maquinaria de grandes dimensiones, la construcción de ferrocarriles, nuevas técnicas de perforación, excavación e iluminación, todo ello financiado por capital proveniente de fuera de la industria minera e invertido por grandes corporaciones específicamente organizadas con ese fin.

Fue el período en que “los dólares fluyeron desde los centros

comerciales del este (Boston, Philadelphia y New York) para financiar vastas iniciativas mineras” entre las que destacaron las de Michigan, en donde desde 1869 se desarrolló el yacimiento de Calumet & Hecla; en Montana, en tanto desde 1875 se desarrolló el gigantesco yacimiento de Butte, el que dio origen, más tarde, a la multinacional Anaconda Mining Company.

45

En España, el desarrollo de la nueva minería del cobre corrió por cuenta de la Tharsis Sulphur and Copper Mines Limited y la Rio Tinto Company Limited. En el marco del creciente interés internacional por explotar cobre, la primera se organizó en 1866 en Glasgow, con un capital de £300.000, el que en 1868 fue elevado a 44

. AE 1875-1876, pp. 233-295. Ibid., 1877-1878, pp. 321-402. La provincia de Coquimbo tenía entonces el mayor número de minas de cobre. 45 . Reynolds, p. 212. Maxwell Whiteman, Copper for America. The Hendricks Family and a National 157

£1.000.000, y tuvo a su cargo la explotación de las minas de Tharsis y La Zarza en Andalucía.

La segunda fue organizada en Londres en 1873, con un capital de

£3.500.000 (£2.500.000 en acciones y £1.000.000 en bonos amortizables pagaderos a diez años); su objeto, la explotación de las legendarias minas de Río Tinto, al interior de Huelva.

46

Según un observador chileno, dichos yacimientos,

especialmente Río Tinto, fueron desarrollados y explotados de acuerdo con métodos, técnicas y, particularmente, a una escala hasta entonces desconocidos en Chile.47 Ya en 1875 ese yacimiento quedó unido al puerto de Huelva por un ferrocarril de 77 kilómetros de longitud y, dos años más tarde, la suma de las inversiones verificadas le permitieron colocar la tonelada de cobre refinado en el mercado londinense a £48 y 10 chelines, al momento de iniciar su producción en 1877; en 1876, el precio de una tonelada de refinado chileno en Londres era

£83 libras y 12 chelines.

48

La

producción de Río Tinto, por lo tanto, “abrió una amplísima brecha en los mercados europeos y americanos, situándose muy pronto (1884) a la cabeza de la producción 49

mundial”,

y asestó un golpe decisivo a la minería chilena.

En su estilo siempre vivaz, Vicuña Mackenna legó un valioso testimonio de las características de las faenas en Río Tinto; no era, según él a la verdad, una mina ni aun un mineral, sino una verdadera montaña en que se explota a pala y a tajo abierto en diversas hendiduras la veta...y así sacan, trabajando [de día] y por la noche a la luz de antorchas eléctricas, tantos centenares de miles de toneladas como se quiera, habiéndose gastado sólo en quitar la capa superficial de tierra, que cubre en parte los depósitos, la suma de £250.000, o sea cerca de un millón y medio de pesos de nuestra moneda, sólo Industry, 1755-1939 (New Jersey, 1971), p. 210. 46 . Un recuento general en Jordi Nadal, El fracaso de la Revolución industrial en España, 1814-1913 (8ª edición, Barcelona, 1988), pp. 106-108. Para notices más específicas, J.G. Checkland, The Mines of Tharsis. Roman, French and British Enterprise in Spain (London, 1967), y D. Avery, Not on Queen Victoria's Birthday. The Story of the Rio Tinto Mines (London, 1974). Charles E. Harvey, The Rio Tinto Company (Penzance, 1981), parte I. La ley media de los minerales de "Tharsis" era de 4,5 por ciento; la vena era de 600 metros de largo por 150 de ancho. En Río Tinto la ley media era de 1,5 a 2 por ciento. 47 . Enrique Concha y Toro, "Informe sobre las minas de cobre de Río Tinto i Tharsis en España y su influencia en el precio del cobre", en AUCh, vol. LV, 1879, p. 332. 48 . Ibid., p. 326. AGA., Valparaíso to London, Private Nº 8, 31. III.1876, Ms 11.470/1. 158

en derrumbes y basura.50 También contribuyeron decisivamente al ocaso de la minería chilena del cobre algunos factores internos, ajenos a la industria misma, pues a la gran competencia externa, se sumó primero la Guerra del Pacífico y el dislocamiento que ella ocasionó en la provisión de fuerza de trabajo y en la comercialización; luego, la emergencia de la industria salitrera con el consiguiente incremento en el costo de la fuerza de trabajo y absorción de recursos. Con ello se cerró el círculo que se venía trazando desde hacía muchos años. Un factor adicional en la decadencia y colapso final de la industria del cobre chilena fue el estancamiento en la metalurgia. Este sector se desarrolló rápidamente a partir de la segunda mitad de la década de 1840, fundamentalmente como respuesta a la decisión del gobierno británico de gravar con un impuesto de 6 peniques a la tonelada de mineral de cobre importado. 51

Después de ello se

verificaron importantes avances tecnológicos en las décadas de 1850 y 1860, hasta llegar a contar entre sus unidades productivas a refinerías de grandes dimensiones como las de Guayacán, Tongoy, Coronel y Lota, que se estabilizaron en su desarrollo hacia comienzos de la década de 1870, en gran medida como consecuencia del agotamiento de los minerales de alta ley, los únicos que su capacidad tecnológica les 52

permitía procesar.

Como resultado, la hasta entonces alta rentabilidad del sector

comenzó a declinar y, si bien esas fundiciones continuaron en producción hasta entrado el siglo XX fueron cada vez más marginales en el mercado internacional del cobre.53 Desde fines de los años 1870, su productividad y eficiencia en declinación resultado de su escasa innovación, que se tradujo en la no incorporación de nuevos procedimientos de fundición que permitían el procesamiento de minerales de menor concentración- ya habían determinado el deterioro de su competitividad internacional. 49

. Nadal, p. 108. . El libro, pp. 502-503. 51 . Gemell Brothers & Co., "Memorial to the Rt. Hon. Charles Wood MP, Chancellor of H. M's Exchequer", en BPP, 1847, vol. LIX, p. 63. 52 . Una descripción en Pinto y Ortega, pp. 23-45. 53 . Al respecto Joanne Fox Przeworski, "Mines and Smelters: the Role of the Coal Oligopoly in the Decline of the Chilean Copper Industry" en Nova Americana, Nº 1, 1978, pp. 169-213. 50

159

La importancia de este factor en la declinación de la minería del cobre se hace manifiesta si se toma en cuenta que fueron innovaciones en este plano las que en importante medida hicieron viables los proyectos mineros en Estados Unidos y España. En efecto, a mediados de los años 1860, se inventó en el primero de esos países un nuevo proceso de refinación que fue desarrollado por los británicos que operaban en España: el método electrolítico que mediante rendimientos de 99,8 por ciento permitió que se explotaran óxidos de menos de 5 por ciento, y piritas.54 Surge, naturalmente, la pregunta inevitable ¿Qué funcionó mal? ¿Por qué, en perspectiva histórica, fue tan breve esa "edad de oro del cobre"? De una parte, la opinión contemporánea atribuyó una alta cuota de responsabilidad a la política tributaria aplicada al sector minero, dada precisamente su creciente rentabilidad y mayor posibilidad de fiscalización. De otra parte, está la dimensión de la economía política del período; el manejo del poder estaba en manos de la oligarquía del valle central y fue ella la que hizo caer el peso de los impuestos a las exportaciones sobre las exportaciones mineras, lo cual no pudo ser resistido por los mineros de Atacama y Coquimbo, alejados del centro del poder y débiles en términos de fuerza política. De allí que, para el Estado, la minería del cobre fuese más que nada una fuente de ingreso, pero nunca un rubro de desarrollo económico. Sólo a fines de la década de 1870 se comenzó a desmantelar esa estructura tributaria, pero para entonces la “edad de oro” del cobre ya estaba en plena 55

extinción.

Otra vertiente interpretativa ha señalado como una principal fuente de problemas a la legislación minera vigente, que era la promulgada por la Corona española en 1787 en la forma de las Reales Ordenanzas de Minería. A pesar de algunas reformas, en particular las introducidas por el Código de Minería en 1874, el marco legal en que se desarrolló la minería del cobre fue el de origen colonial, lo que restringió en forma importante el usufructo del subsuelo, favoreció el fraccionamiento de la propiedad y condicionó las explotaciones a que se desarrollaran en forma casi 54

. Julio Behrens, "Estudio sobre el carbón chileno", en Revista de Marina, vol. I., Nº 3, 1885, p. 70. . Capítulo V.

55

160

inmediata a la denuncia (registro de descubrimiento) y sin interrupciones. De tal manera, una vez registrada, la mina el inicio de su explotación debía tener lugar en un plazo no mayor a tres meses, pues en ese caso, como el de una suspensión de faenas superior a 120 días, quedaba el yacimiento expuesto a su denuncia o solicitud de nueva concesión a una tercera parte.

En gran medida esas disposiciones

constituyeron un desincentivo al desarrollo de explotaciones a escala, pues estas requerían de mayor tiempo para su prospección y desarrollo, y de mayores montos de inversión que demandaban largos períodos de maduración. La legislación contribuyó a perpetuar las pequeñas explotaciones de bajo nivel de desarrollo tecnológico y baja intensidad en inversión, es decir el precapitalismo.56 Al igual que en el caso de la tributación, cuando finalmente se abolieron esas reglas, con la promulgación del nuevo Código de Minería de 1888, ya era demasiado tarde; la “edad de oro” era sólo un recuerdo lejano. En términos generales, puede aducirse que la “edad de oro” constituyó una etapa de transición. ¿De qué a qué? De la edad de la minería tradicional, de viejo cuño, a la de la lógica del capital. La supervivencia de la primera tenía sus días contados, en la medida en que el segundo estadio del proceso de industrialización en los países de mayor desarrollo entró en su mayor fase de aceleración en la década de 1860, lo que requirió de mayores cantidades de materias primas a precios más bajos.

Sólo durante un lapso reducido pudo la industria fabril europea y

estadounidense compensar los altos costos del cobre con aumentos de productividad, e inevitablemente tuvo que buscar la reducción de costos por el lado de la oferta. Entre tanto, la minería tradicional de Chile, producto de su propia ineficiencia, mantuvo los precios altos en el mercado internacional por más de tres décadas y prolongó así su existencia. Pero con esa lógica, sus días estaban contados, tal y como sucedió a partir de mediados de la década de 1870. El contraste entre el nivel de desarrollo de las explotaciones chilenas y, por ejemplo, la de Río Tinto, es una muestra de la nueva realidad del mercado

56

. Culver & Reinhart, pàssim. 161

internacional.

Y en este sentido es sugerente que en medio del proceso de

decadencia en que entró la minería del cobre nacional, a partir de 1880 las dos compañías británicas ya mencionadas constituyeran destacados casos de explotación exitosa. La Copiapó Mining Company, que hasta 1865 combinó la minería del cobre con la de la plata, pero que a partir de ese año se concentró en la del metal rojo, sorteó las dificultades con un programa de reducción de costos que fue financiado con capital generado a través de la emisión de acciones en el mercado londinense. En 1882 la empresa reasumió el pago de dividendos repartiendo 8 chelines por acción, 57 y a comienzos del siglo aún continuaba sus operaciones en forma 58

rentable.

De Panulcillo Vicuña Mackenna escribió que “era pobre en su ley química, 59

como es pingüe y saneado su beneficio”.

En efecto, la existencia de la compañía

fue siempre difícil, particularmente debido a la baja ley de sus minerales -4,6 por ciento en 1872. Sin embargo, esas dificultades fueron enfrentadas en la refinación con la incorporación en ese año de hornos de reverbero que empleaban coke. Al igual que la Copiapó Mining, la empresa propietaria de este yacimiento -la Central Chile Company- realizó cuantiosas inversiones y continuó siendo rentable hasta comienzos 60

del siglo XX.

Ambos casos demuestran que “la inversión... con integración vertical de la 61

industria, que incluyera la fundición, podían ser rentables en el largo plazo”.

Pero

también que para que hubiese inversión se necesitaba otra lógica de funcionamiento. Respecto de lo anterior, cabe una última pregunta: ¿Cuál fue el destino de las grandes ganancias generadas por la minería y metalurgia del cobre hasta mediados de los años 1870? Ciertamente no hay una respuesta precisa para esta interrogante, 57

. Vicuña Mackenna, El libro, p. 138; indica el autor que en ese año "se hallaba camino para Chile maquinaria por valor de £5.507". Una descripción del yacimiento en Boyd, p. 158. 58 . Pederson, p. 215. 59 . Ibid., p. 284. 60 . La modernización de la fundición estuvo a cargo del hijo de Charles Lambert, Charles Joseph, VWCM, 12.X.1872. Una indicación del nivel de capitalización lo indica el precio de venta de la empresa en 1864 £120.000, de los cuales £40.000 estaba representado por el valor de las minas y el remanente por la fundición y los edificios; Mayo, "Commerce", p. 146. 61 . Reynolds, p. 212. 162

pero sí se puede aseverar que una parte importante de la riqueza generada por el cobre quedó en manos de los comercializadores, en fletes y seguros. Pero ¿y lo que retornó a Chile? Es claro que no encontró un camino de vuelta a la zona minera y, si lo hizo, fue sólo en una mínima proporción, no suficiente para financiar su transformación productiva, única forma de haber mantenido una participación significativa en el mercado internacional. En parte, ello fue el resultado de “una gran mezquindad, una palpable cobardía, un profundo desaliento en una palabra, en nuestros capitalistas para entrar a formar parte en empresas o compañías mineras. No se resuelven a tirar a un pozo sus capitales aunque estos mismos pozos después devuelvan aquellos con usura”.62 Pero también fue el resultado de que la mayor parte de las ganancias quedó en manos de las casas comerciales habilitadoras y comercializadoras del metal, cuyo vínculo con las faenas extractivas era muy tenue.

Y esas casas comerciales

pertenecían a individuos que no eran de la región minera y para quienes el cobre, más que nada, fue un medio. Y, como tal, fue una actividad acometida por una categoría especial de individuos, típicos de las zonas mineras, sobre todo si ellas son fronterizas: los aventureros, o “capitalistas aventureros” en búsqueda de fortuna.

63

Sin mayor arraigo en dichas zonas, la riqueza que acumularan debía ser al más bajo costo y en el menor tiempo posible, para ser finalmente trasladada fuera de la actividad.

¿La razón?

Tal riqueza constituyó el vehículo para acceder -social y

económicamente- a un mundo que esos aventureros ya habían hecho suyo en cuanto a valores sociales: el de la sociedad oligárquica santiaguina. De tal manera, la huella de tales ganancias se puede seguir hasta la zona central de Chile; en las inversiones en propiedades agrícolas, en la banca y en el creciente número de sociedades anónimas que comenzaron a formarse a partir de los años 1860.

También en las grandes y suntuosas mansiones urbanas y en el

consumo conspicuo, y aunque esta no haya sido el área de mayor gasto, era común 62

. Aracena, p. 142. Naturalmente que esto se refiere al plano de la minería; en la metalurgia el desarrollo hasta comienzos de la década de 1870 fue importante. 63 . Respecto a esto Mario Góngora asevera que aquellos mineros "se semejaban más a los conquistadores españoles 163

que después de verificado “un gran alcance... pocos años más tarde don Dámaso Encina compra[ra] un valioso fundo de campo cerca de Santiago y la casa [en la 64

ciudad]”.

En 1870, en un elocuente Ángel Custodio Gallo habló a la Cámara de Diputados acerca de la contribución de la minería en general, y de la del cobre en particular, a la prosperidad general del país en medio de un ácido debate acerca del financiamiento del sector público. De paso describió de manera sucinta el destino de las ganancias en el sector minero, pues para el diputado por Atacama era preciso recordar que con el descubrimiento de Chañarcillo y otros minerales, con la exportación de cobre comenzó la prosperidad del país; “porque esos millones han venido a servir para abrir las fuentes de los tributos que pagan los campos de Maipú, Col chagua, Talca y demás provincias del sur, al mismo tiempo que han venido a hermosear las grandes ciudades de Valparaíso y Santiago ... Sin la industria minera el país habría progresado, pero de una manera mucho más lenta.65 Por ello, es más fácil seguir los rastros de esa “edad de oro” del cobre en el valle central que en la propia zona minera, en donde el desarrollo de los mercados de factores y el de bienes registraron un muy limitado desarrollo. Lo que ocurrió con el cobre hasta mediados de la década de 1870 puede parece paradojal, pero la paradoja es una característica de las “edades de oro” y de los “milagros” económicos.

II. EL CARBON

1. Orígenes. Adam Smith escribió que en los “trabajos carboníferos...la maquinaria necesaria para la extracción de agua y otros propósitos [era] frecuentemente más cara” debido a que

del siglo XVI, [en el contexto de] lo que llama Sombart `capitalismo aventurero'"; en Ensayo histórico, p. 38. 64 . Martín Rivas, pp. 15 y 264. 65 . CD. SE., 1.XII.1870. 164

se empleaba intensivamente.66 Hacia fines de la década de 1870 la industria del carbón de Chile confirmaba las afirmaciones del escocés, pues era ya una actividad altamente mecanizada lo cual, en parte, daba cuenta de su importancia en el conjunto del sistema económico;

también eran destacables sus niveles de producción,

empleo, inversiones y tecnología. Era una empresa organizada y gestionada en la lógica del capitalismo y en ese sentido contrastaba fuertemente con la minería del cobre. Como actividad productiva regular, desarrollada a escala, la industria contaba por entonces con un poco más de cuarenta años de existencia, pues las primeras explotaciones considerables acerca de las cuales existe información corresponden a 1842. Existe, sin embargo, evidencia de explotaciones anteriores, las que si bien fueron esporádicas, arrojan alguna luz acerca de los primeros usos que se le dio al combustible, como asimismo acerca de los factores que retardaron su desarrollo. La abundancia de combustibles alternativos, especialmente de madera, limitó aunque no anuló el consumo de carbón. Los recursos madereros eran tan abundantes en la zona que más tarde se convertiría en el centro de la industria carbonífera que, al recalar en Penco y Tomé, el comandante hall de la fragata Conway compró 360 piezas de madera por tan sólo 1 peso y siete vigas de 27 pies de largo y 12 pulgadas de ancho en 5 reales.

Al enterarse que existían yacimientos de carbón en las

cercanías de Penco, contrató los servicios de un guía y después de cubrir unos centenares de metros, encontró un yacimiento de carbón cercano a la superficie del cual se extrajo suficiente para el consumo abordo, a un precio de 3 pesos por 67

tonelada.

Sin embargo, el consumo de carbón en el país era prácticamente inexistente, pues las necesidades hogareñas eran cubiertas por la madera y el carbón vegetal o de espino, y no existían actividades productivas que lo emplearan. Aún así, el primer 66

. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations (New York, 1937), p. 263. . Pedro P. Figueroa, Historia de la fundación de la industria del carbón de piedra en Chile (Santiago, 1897), p. 13. 67

165

cónsul británico en Chile comentando acerca de las posibilidades de la producción de carbón en la zona al sur de la desembocadura del río Bío-Bío, anotó ya a mediados de la década de 1820 que en consideración a la “gran cantidad de [carbón] que [era] posible encontrar casi en la superficie”, la zona “con toda probabilidad será el lugar en donde se instalen muchos establecimientos carboníferos”.68 La creación de una demanda importante estuvo vinculada a factores propios de la modernización, como el inicio de la navegación a vapor, el desarrollo de la nueva metalurgia del cobre, la operación de los ferrocarriles y las actividades propias del desarrollo urbano, particularmente desde fines de la década de 1840 y comienzos de la siguiente. Las primeras minas que se explotaron estuvieron los alrededores de Talcahuano y fueron denominadas “Las Vegas”. Durante los primeros meses de 1842 ese yacimiento -de propiedad del médico escocés John Mackay- vendió algunas cantidades de carbón a la PSNC, pero la pobre calidad del combustible y las constantes inundaciones de la mina determinaron su clausura en diciembre de ese mismo año. En el mismo 1842 comenzaron a ser explotados en forma sistemática los depósitos de El Morro.69 Nuevamente los vapores de la PSNC fueron la principal fuente de demanda, y una vez más los resultados no fueron enteramente satisfactorios debido a la calidad del producto que por ser de mantos superficiales, era “sucio, se quebraba y contenía mucha caliza”. A pesar de ello, hacia 1845 se habían extraído cerca de 54.000 toneladas en El Morro habiéndose incluso exportado algunas cantidades a Perú hacia donde las barcas Jasper y Portsea hacían viajes regulares transportando 2.000 toneladas cada vez, con lo que entre 1844 y 1850 se 70

exportaron entre 20 y 25.000 toneladas.

Otros tres yacimientos comenzaron a ser explotados en 1845. El primero fue el de la hacienda Colcura, al sur de Coronel, de José Antonio Alemparte; el de Cerro Colorado de Ignacio Puelma y el de Cerro Verde, estos dos últimos en Coronel 68

. Nugent to Lord Canning, Nº 53, Concepción, 9.X.1825, FO 16/3. . Ignacio Domeyko, "Ensayo sobre los depósitos metalíferos de Chile, con relación a su geología i configuración esterior", en AUCh, 1876, p. 224.

69

166

mismo. Fue en esa área en que se desarrolló la industria del carbón. Pero el estímulo temprano a la extracción de carbón proveniente de la navegación a vapor fue breve y culminó a mediados de la década de 1840, cuando “la fiebre del guano” de las islas Chinchas atrajo una importante cantidad de veleros al Pacífico sur.71 Casi todos ellos hacían el crucero desde Europa en lastre, y el carbón británico servía en forma ideal ese propósito, y esa oferta más que satisfizo la demanda de los vapores de la PSNC, a la vez que retrasó el desarrollo de los yacimientos del golfo de Arauco. Sin embargo, a fines de la década apareció la fuente de demanda que imprimiría el impulso definitivo para el despegue y permitiría la consolidación de la industria del carbón: la fundición y refinación de cobre. En efecto, el creciente empleo de los hornos de reverbero derivó en que las reservas de madera de Atacama y Coquimbo disminuyeran en forma acelerada y, por otra parte, como el sistema requería de una mayor concentración de calor, los requerimientos de carbón aumentaron en forma considerable y paulatina, pues las exportaciones de barras de cobre se incrementaron sostenidamente.72 Esto constituyó un importante incentivo para el establecimiento de hornos de fundición "en la parte de aquel país [Chile] en donde la madera y el carbón [eran] abundantes, lugares en los cuales hasta [entonces] la fundición no había sido practicada”.73 Los propios fundidores británicos advirtieron a su gobierno que los productores de cobre chilenos se habían dedicado en forma “vigorosa” a fundir sus minerales “con su propio carbón”, y que el gobierno chileno les otorgó incentivos con el objeto de que consumieran carbón nativo.74 Simultáneamente, algunos comerciantes británicos avecindados en Valparaíso comenzaron a informar a sus casas matrices acerca del creciente interés por el carbón en Chile. Un extracto de esas comunicaciones fue hecho llegar al gobierno de Su Majestad, en el que se afirmaba que como consecuencia del impuesto de los 6 70

. Figueroa, p. 15. . William M. Mathew, The House of Gibbs and the Peruvian Guano Monopoly (London, 1981), especialmente capítulo II. 72 . Pederson, pp. 203-204. 73 . Gemmell Brothers & Co., loc. cit. 71

167

peniques a las importaciones de cobre sin refinar a Gran Bretaña, continuaba “la explotación de minas de carbón en el sur..., y si bien aún su producción [era] insignificante, la atención general esta[ba] gradualmente dirigiéndose a ellas, con lo que sin duda en el curso de unos pocos años”, la producción debía aumentar en forma considerable. En 1846 en uno de esos informes se señalaba que en Lirquén se habían establecido hornos de fundición “por don Joaquín Edwards, quien envia[ba] minerales de cobre de Coquimbo y fund[ía] con carbón nativo”.

75

En ese

establecimiento Edwards y su administrador, Jorge Rojas, emplearon en forma intensiva y satisfactoria carbón de las minas de Cerro Verde y Puchoco de la bahía de Coronel, localidad que a partir de entonces comenzó a desarrollarse aceleradamente como centro carbonífero.

En 1847 el gobierno confirió a Rojas una concesión

especial para embarcar allí carbón con destino a las instalaciones fundidoras de 76

Lirquén.

Cinco años más tarde entró en el negocio carbonífero Matías Cousiño, quien adquirió de José Antonio Alemparte la hacienda Colcura, a la que en 1854 agregó tierras adyacentes adquiridas al cacique Carbullanca, sector en el cual también Alemparte, con su hermano Juan, poseían explotaciones carboníferas.

En

septiembre de ese año, Cousiño formó con los hermanos Alemparte y Thomas Bland Garland la Compañía de Carbón de Lota, la que varió su composición en 1856 cuando Cousiño y Garland adquirieron los derechos de los hermanos Alemparte. Un año más

tarde, se organizó la sociedad Cousiño e Hijo, lo que demandó la

disolución de la sociedad entre Cousiño y Garland. De esa forma Cousiño consolidó 77

su control exclusivo sobre los yacimientos de Lota.

No fue una mera coincidencia que la adquisición por parte de Cousiño de los yacimientos de Lota tuviera lugar al mismo tiempo que se inauguraba un nuevo y 74

. Ibid. . Extracto de una carta de Antony Gibbs & Sons, Valparaíso, 14.IX.1844; en Gemmell Brothers, p. 112. Extracto de carta a Frederich Huth & Co., Valparaíso 13.III.1846, en Ibid., p. 119. 76 . Figueroa, p. 19. 77 . AN., Registro Notarial de Valparaíso, vol. 94, 1852, Nº 94, f. 518; vol. 96, 1852, Nº 244-245, ff. 238 y 242; vol. 108, 1855, Nº 24, f. 25; vol. 111, 1855-1856, Nº. 103, f. 118; vol. 112, 1856, Nº. 356, f. 428. Registro Notarial de Santiago, vol. 325, 1859, Nº. 770,772 y 776, ff. 1.051, 1.053 y 1.061; vol 454, 1860, Nº. 790 y 922, ff. 437 y 537. 75

168

significativo mercado para el carbón, el de los ferrocarriles. En efecto, en ese año se inauguró el servicio regular entre Caldera y Copiapó y se iniciaron los trabajos para la construcción de la vía entre Valparaíso y Santiago. Si bien no existe información fidedigna acerca del origen del carbón consumido en esas líneas, el que Matías Cousiño fuese accionista de la primera compañía y de la sociedad mixta que inició las faenas en Valparaíso y Santiago permite suponer que debió colocar parte de la producción de sus minas en ellos.78 Tal como se verá más adelante, este ferrocarril representó una importante y estable demanda para las minas de Lota. Pero esas ventas no sólo se apoyaban en las vinculaciones empresariales de Cousiño, quien fue muy activo en la promoción de su producción; un creador de demanda y mercado. En 1854 trató de penetrar en el mercado de las fundiciones de cobre del norte que hasta entonces se abastecían principalmente de madera local y carbón británico. Treinta años más tarde, Melton Sammit recordó que en el año 1854, siendo yo agente de los señores Hemmenway de Valparaíso estableció la casa de los señores Sewell y Patrickson hornos de fundición con carbón en el lugar llamado Bodegas de Perales, cerca de Vallenar, lugar en que yo residía. Se corrió algún tiempo después que ahí se iba a fundir con carbón chileno; que al efecto don Matías Cousiño había mandado al puerto de Huasco doscientas toneladas de carbón de Lota. Pero yo había visto en la Herradura de Coquimbo que Mr. Allison había desechado el carbón chileno, porque según decían no tenía fuerza para fundición, considerándolo los ingleses que ahí fundían inferior a la leña. A pesar de esa resistencia, Sammit agregó que como a mí me gustara el resultado obtenido con el carbón inglés y chileno, un tiempo después puse un horno con dichas clases de carbón en la Quebrada del Negro, cerca de Freirina, cuyo punto vi no era a propósito y lo trasladé a Carrizal 78

. Compañía de Ferrocarril de Copiapó, Informe de las operaciones correspondientes al año 1881 y memoria de los treinta años 1852-1881 (Valparaíso, 1882), p. I. Ramón Rivera Jofré, Reseña histórica del ferrocarril entre Santiago y Valparaíso (Santiago, 1863), p. 41; Cousiño controló el 10 por ciento de la sociedad. 169

Bajo; ahí formé el establecimiento que más tarde vendería a don Francisco A. Nevel, junto con las minas Compañía y Paloma de Carrizal Alto.

En dicho

79

establecimiento siempre fundí con carbón inglés y chileno.

La práctica de combinar ambos combustibles se convirtió en un rasgo típico de las fundiciones de cobre del norte. Los afanes de Cousiño en la venta de carbón le hicieron adoptar complejas decisiones, como el aventurarse en 1853 a contratar a 56 escoceses, entre los que se contaban alrededor de cuarenta mineros del Clyde. Originalmente éstos eran parte de un grupo de personas contratadas por la Hudson Bay Company de British Columbia, con el objeto de desarrollar labores mineras y agrícolas en la isla de Vancouver. Desavenencias con el capitán del velero Colinda y problemas a bordo que contaron con el apoyo de la tripulación, hicieron necesario a aquél solicitar ayuda a las autoridades a su llegada a Valdivia para restablecer el orden, pero la corte naval a cargo del caso falló a favor de los pasajeros y el Cónsul británico en Chile les permitió poner fin a su contrato; cincuenta y seis de ellos firmaron con Cousiño y Garland, llegando a Lota en febrero de 1854.80 La experiencia laboral de este grupo le permitió hacer un aporte trascendental al desarrollo de Lota, si se considera que en 1855 el empleo total en ese yacimiento alcanzaba tan sólo a 103 personas.81 En la medida en que la producción carbonífera chilena comenzó a ganar mercados y a pesar de su estado embrionario, a partir de mediados de la década de 1850 empezó a captar la atención del siempre observador servicio consular británico. En 1855, el Vice-Cónsul en Talcahuano, Robert Cunningham, informó que la cantidad de carbón producida por las minas de Coronel alcanzaba a las 1.000 toneladas mensuales, cotizándose la tonelada a £0,95 en la boca de la mina y a £1,14 fob. Para la de Lota su estimación fue de 300 toneladas semanales, pero señaló que esa cantidad aumentaría “tan pronto como la maquinaria apropiada, al momento en 79

. Melton Sammit a Enrique Sewell, 13.VIII.1883, en Vicuña Mackenna, El libro, pp. 326-327. . The Chilian Times, 23.XI.1878. 81 . "Report on Talcahuano for 1859", op. cit., pp. 427-428. Enrique Concha y Toro, "Estudio sobre el carbón fósil que se esplota en Chile", en AUCh, 1876, p. 337. Paulino del Barrio, Noticia sobre el terreno carbonífero de Coronel i Lota y sobre los trabajos de explotación en el emprendidos (Santiago, 1857), p. 96. 80

170

proceso de instalación, comience a ser usada”.

Los consumidores eran los

fundidores de la zona, del norte y diversos vapores. En uno de estos, el Nueva Granada de la PSNC, se empleaba “con gran ventaja”, y su capitán informaba “entusiastamente en su favor, lo mismo que hacía el ingeniero del vapor de guerra chileno Cazador”. El Nueva Granada había dejado de consumir carbón galés y optado por el chileno, decisión que había resultado en un ahorro anual de £3.558 para la compañía.

Cunningham finalizó su informe con algunas consideraciones

técnicas: según él, el carbón chileno producía una gran cantidad de humo y requería, por lo tanto, de especial cuidado durante la combustión; pero sus cualidades energéticas eran considerables, por lo cual junto con el factor costo, ya era preferido “para el uso de vapores a los carbones galés o inglés”.82 Otra opinión favorable fue la del comandante del vapor Yankee Blade, que en una carta redactada en navegación entre Valparaíso y Panamá señaló: La calidad del carbón de Lota es excelente, muy superior al generalmente usado en Chile y conocido como "carbón de Talcahuano”. Es un muy buen combustible sub-bitumiso. Al comienzo de su explotación, cuando se le extraía de mantos superficiales no tenía la misma calidad; pero desde que ahora se le extrae de las profundidades, su calidad ha mejorado mucho.83 La paulatina conquista de mercados, a pesar de lo limitado de éstos, llevó a que en la segunda mitad de la década de 1850 se comenzara a registrar la consolidación de la industria, y fue en Lota en donde se registraron los avances más notables. En 1857 se trabajaba ya con cinco motores a vapor para la extracción de carbón y agua de los piques, se habían construido dos muelles de embarque, y las minas producían alrededor de 150 toneladas por día. En tres minas de Coronel se instalaron cinco motores a vapor y se inició el desarrollo del puerto con la construcción del primer muelle. La producción de todos los yacimientos del distrito alcanzaba a las 1.800 toneladas semanales. 82

84

. "Report from Vice-Consul Cunningham on the mines of Talcahuano", en BPP, 1854-1855, vol. LV, p. 612. . En Guillermo Bollafet, "Observaciones sobre las minas de carbón de Chile", en AUCh, 1854, p. 363. 84 . Los motores a vapor instalados en estas minas eran del tipo más simple, cilindro horizontal, con fuerza media de 83

171

Los cada vez más evidentes progresos de la minería carbonífera incentivaron a muchos a iniciar exploraciones en búsqueda de yacimientos a lo largo y ancho del país. En 1856, se dieron los primeros pasos para trabajar las minas de carbón en “la boca del río Lebu, en donde el carbón es bueno y abundante, pero de las cuales aún no se ha[bía] entregado producto al mercado”. 85

Sin embargo, otros intentos

encontraron una variedad de obstáculos que hicieron poco viable el desarrollo de los yacimientos: en algunos lugares de Arauco fue la ausencia de buenas bahías; en Magallanes la distancia de las minas a la playa y su incidencia en los costos. En Atacama, Santiago y Valdivia los yacimientos resultaron y el carbón de baja calidad. Sin embargo, a pesar de las dificultades, el interés se mantuvo.86 Ello no era motivo de sorpresa pues, como resultado de la fuerte expansión registrada en el rubro fundición de cobre, se abrieron nuevas e interesantes perspectivas para la industria. Así, en 1854 se instaló en Lota una fábrica de ladrillos refractarios para atender a la demanda de las fundiciones norte, en la mayor de las cuales, la de Guayacán, los hornos de fundición se construyeron con ladrillos de esa 87

procedencia.

Con la puesta en marcha de esos establecimientos el carbón chileno

comenzó a ser empleado en grandes cantidades, pero siempre mezclado con combustible procedente de Gran Bretaña en una proporción de dos a uno en los hornos mayores, y sin combinar en los más pequeños. Según un experto metalúrgico de la época, “los numerosos y delicados experimentos emprendidos en esos años en aquella escuela práctica fueron de gran interés e importancia para el crédito del carbón nacional”.88 Esas experiencias e iniciativas dieron un particular impulso a las minas de

6 HP; Del Barrio, p. 49. "Report on Talcahuano for 1856", BPP, 1857, vol. XVI, p. 449. Según el ingeniero B. P. Bidder el uso de los motores a vapor era un requisito esencial para asegurar la producción regular de importantes cantidades de carbón, Report on the coal mines of Lebu (Lebu, manuscrito, 1879), p. 45. El importante informe manuscrito de Bidder me fue facilitado gentilmente por mi difunto amigo Alejandro Pizarro Soto, el más tesonero de los divulgadores de la historia de Lebu. 85 . "Report on Talcahuano for 1857", en BPP, 1858, vol. XXI, pp. 252-252. 86 . Ibid. 87 . "Dispatch from the Rt. Hon. Captain Harris, H.M's Chargé d'Affairs in Chile", Valparaíso, 12.XII.1857, en BPP, 1857-1858, vol. LV, p. 225. "Report on Talcahuano for 1859", en BPP, 1862, vol. LVIII, p. 428. 88 . Francisco San Román, Reseña industrial e histórica de la minería i metalurgia de Chile (Santiago, 1894), 172

Coronel y Lota, y en este último lugar se inauguró una segunda iniciativa vinculada al cobre, pues en 1859 se inició la elaboración de barras, con lo cual se pensó se “imprimiría una inmensa importancia adicional a las minas de carbón adyacentes”. Con ello, se conformó el complejo productivo de mayor importancia en el país. Hacia 1860 en los yacimientos de esas dos ciudades se había materializado una inversión 89

de £273.224, lo que aseguró su liderazgo en la industria.

En ese año, Lota desarrollaba sus minas con trabajadores británicos y chilenos, de acuerdo con el sistema inglés de "pilares", mientras en la superficie ferrocarriles, motores a vapor, muelles metálicos, talleres, la fábrica de ladrillos y la fundición de cobre constituían la evidencia de la presencia de la modernidad capitalista en el flanco occidental de “la frontera”. En 1859 la producción de carbón se empinó, por primera vez, a las 60.000 toneladas de carbón limpio, pero se estimaba que era posible “aumentarla grandemente cuando se puedan contratar más trabajadores”.90 El ritmo de desarrollo de Lota pronto comenzó a establecer diferencias en el contexto de la industria carbonífera, y la convirtió, como se le describió en algún momento, en una de las primeras empresas “entre los establecimientos industriales de Sud-América”. 91

Ocho kilómetros al norte, en Coronel, funcionaban seis

yacimientos, uno de ellos también de propiedad de Matías Cousiño. A pesar del mayor número de sitios en explotación, y del mayor volumen de producción agregada, la opinión del Vice-Cónsul Cunningham acerca de Coronel, en cuanto a empresa, contenía algunas interrogantes, pues allí el “capital no [había] sido empleado en la misma medida que en Lota para economizar trabajo”, y estimaba “que ninguna de las minas al presente cubr[ían] sus gastos, salvo una, la del señor Cousiño e hijo, que 92

[era] explotada de una forma más 'liberal' que las demás”.

Detrás de esas diferencias había una historia que ya completaba una década. pp. 420-421. 89 . "Report on Talcahuano for 1859", p. 427. "Report on Talcahuano for 1860", en, BPP, vol. LVIII, p. 649. 90 . Ibid. Para una descripción del sistema, Tornero, pp. 353-354. 91 . Tornero, p. 352. 92 . Ibid. 173

A fines de los años cincuenta, destacaban tres sitios carboníferos: la “Compañía de Carbón” de Puchoco (Délano y compañía), Puchoco (Jorge Rojas), y Boca Maule (Federico Schwager). Como se ha señalado, fue Rojas el que inició la explotación de carbón en 1847, y sus primeras excavaciones tuvieron lugar en tierras pertenecientes a Francisco de Paula Mora, yerno del cacique de Puchoco.

Pero dadas las

características de la legislación minera, el derecho de usufructo de la mina pertenecía al leñador Juan Esteban Valenzuela, quien finalmente vendió sus derechos a Rojas en £23,4. En septiembre de 1850 Rojas arrendó otros terrenos a Mora, los cuales finalmente adquirió en £76,6 en junio de 1852.93 En 1855 entró a la escena carbonífera Federico Schwager -entonces un comerciante de Valparaíso- mediante la concesión de un préstamo de £2.886 a Ramón Rojas para que éste “fomentara” sus yacimientos en Puchoco. Cuatro años más tarde, Schwager e hijo iniciaron una serie de operaciones combinadas con el ciudadano estadounidense William Gibson Delano, las que culminaron en la estructuración de una poderosa nueva compañía. Entre febrero y julio de 1859, Schwager recibió en préstamo de Delano y Compañía un total de £12.357 y al mismo tiempo se convirtió en el representante legal de Manuela Carvallo viuda de Mora, propietaria de las tierras entre el sector Puchoco y la desembocadura del estero de Maule. Cabe hacer notar que Schwager dio en garantía, por los préstamos recibidos de Delano, las tierras de doña Manuela y su descendencia, y que finalmente ambos, Delano y Schwager adquirieron de ella esas tierras en £380, y las de Maule por £190 al año por el resto de la vida de aquella. adquisiciones, en diciembre de 1859,

Después de completadas esas

Delano y Schwager crearon la Compañía

Carbonífera de Puchoco, cuyas explotaciones fueron sectorizadas en Puchoco a cargo del primero y en Boca Maule a cargo del segundo. Este, arreglo continuó hasta 94

1869 cuando ambos sectores se convirtieron en explotaciones autónomas.

Esos tres establecimientos y otros menores generaron una profunda 93

. John Mackay, Recuerdos y apuntes 1820 a 1890 (Concepción, 1912), pp. 20-22. . AN., Notarial de Concepción, vol. 61, 1869, ff. 144, 249, 270, 271. Mackay, pp. 15-16. En esos años el apellido Délano no se acentuaba.

94

174

transformación en el área y en realidad fueron los creadores de Coronel, que en cuanto a villa sólo fue oficialmente fundada en 1851. Antes del carbón, según las reminiscencias de uno de los pioneros de la industria, John Mackay, el lugar era “...la soledad más completa”, pues “ni un rancho se encontraba en sus playas”, aunque ya en las lomas vecinas se veía una que otra habitación donde vivían los moradores que por ahí se establecieron en pequeños lotes de terrenos comprados a los indios primitivos”. Por ello, si bien sus prospecciones llevaron a Mackay a determinar que el carbón de la bahía de Coronel era de “excelente calidad”, la ubicación de las minas “respecto a los centros comerciales de Concepción y Talcahuano era tan lejos y aislada”, que prefirió continuar sus “trabajos en el Andalién, al lado de la civilización”.95 Pero ya en 1854 la población de Coronel alcanzaba a cerca de 1.500 personas, para elevarse a 2.132 en 1865 y a 5.658 en 1875.96 En 1859 se descubrió carbón en la costa de la bahía de Dichato, y como los mantos se encontraban a sólo 250 metros de la playa, el producto pudo ser embarcado sin que se debiera recurrir a los importantes gastos que siempre demandaba este tramo del proceso de explotación. El que este yacimiento haya comenzado a ser explotado en ese año, es un indicador más del ímpetu que había adquirido la naciente industria, pues mientras el país aún se encontraba “convulsionado por la guerra civil a tal punto de haberse paralizado completamente el comercio de la provincia [de Concepción], y cuando la agricultura había sido impedida”, la única rama de la industria en el sur que había experimentado algún progreso en medio de tantas dificultades eran “las minas de Coronel y Lota...”, las que 97

“progresa[ban] rápidamente”.

Las limitaciones de la estadística hacen que no sea tarea fácil cuantificar los avances en la minería del carbón y que, por lo tanto en cuanto a producción física sólo se puedan hacer conjeturas sobre la base de variadas fuentes; pero esas estimaciones deben ser consideradas con cautela. 95

. Mackay, pp. 16-17. . AE 1871-1872, p. 204. QCJP 1875, p. 654. 97 . "Report on Talcahuano for 1859", pp. 425 y 427. 96

175

Es muy probable que los

aumentos de producción de la magnitud que se registra a partir de 1856 correspondan a problemas de la calidad de la información de las fuentes, pero aún así ello es una clara manifestación de una tendencia que además refleja la incidencia en el volumen total de producción de la puesta en marcha de los yacimientos de Lota. Por otra parte, esa tendencia también tiene correspondencia con el aumento de las exportaciones que se registran en el período; éstas, que en 1855 se situaron en 9.656 toneladas, aumentaron a 31.992 en 1857 y alcanzaron las 39.801 en 1859 con un crecimiento acumulativo anual de 27,1 por ciento.98 Los escasos datos acerca de empleo y salarios indican que en 1852 sólo laboraban 150 personas en toda la industria carbonífera, y que cinco años más tarde su número llegaba a 848. De ellos, 559 lo hacían en Coronel, -en donde 364 trabajaban en los piques como barreteros y carreros (cargadores y empujadores de carros) y 159 eran trabajadores de superficie encargados del lavado, almacenamiento y carga del carbón. En Lota laboraban 289. De ellos 103 eran trabajadores de mina y el resto trabajaba en las canchas y los muelles de embarque. Un informe para 1860 estimó el empleo total en los establecimientos carboníferos en 1.120 trabajadores.

99

Los salarios, naturalmente, variaban de

acuerdo con las tareas desempeñadas, de manera que en 1857 por una jornada de 14 horas un barretero percibía 41 centavos y un carrero 24. Este personal era de diversos orígenes; en cuanto a los mineros, algunos documentos de los archivos judiciales indican que muchos de ellos provenían del interior de la provincia de Concepción y de la región de Cauquenes, específicamente del área de Quirihue. A ellos debe agregarse un contingente no despreciable de extranjeros y numerosos trabajadores estacionales de las zonas rurales aledañas que en diversos períodos del año concurrían a efectuar labores en almacenamiento y carga. 98

100

. Datos en Del Barrio, pp. 87-89, y Sociedad Nacional de Minería, Datos estadísticos sobre las minas i fábricas metalúrgicas de la República de Chile correspondiente al año 1893 (Santiago, 1894), p. 193. 99 . Ibid., p. 23. Del Barrio, p. 20. Leonidas García, "Estado actual de las minas de carbón fósil de Lota i Lotilla en la provincia de Concepción", en AUCh, 1861, p. 62. AE 1861, p. 62. 100 . Del Barrio, p. 94. García, p. 34. Compañía Carbonífera e Industrial de Lota, Lota 1852-1942 (Valparaíso, 1942), p. 85. AN, Archivo Judicial de Concepción, volúmenes 148 a 193. Archivo del Ministerio del Interior, volúmen 327. También contienen referencias respecto a este tema la memorias anuales del Intendente de 176

2. El despegue Dos acontecimientos marcan el inicio de la década de 1860, decisiva para la industria, en los distritos carboníferos. El primero de ellos es de orden general y tiene que ver con la incidencia tardía sobre la actividad del ciclo recesivo que venía afectando al país desde 1857, el que finalmente se sintió en los establecimientos carboníferos en 1861. La caída en la demanda de carbón en el país se debió principalmente a la disminución del tráfico de vapores por la costa y a la reducción del nivel de actividad en las minas y fundiciones de cobre del norte. Un segundo factor que tuvo efectos rececivos sobre la industria, especialmente en cuanto a la provisión de fuerza de trabajo, fue el alzamiento indígena que siguió a la guerra civil de 1859, todo lo cual determinó, que hacia fines de 1861, “no más de la mitad de los trabajadores de las minas [estaban] empleados”. En todo caso, los problemas eran considerados de naturaleza temporal y se pronosticaba que los empresarios intentaban “iniciar la 101

pronta contratación de más brazos”.

Pero aún en esas circunstancias, en el seno de la industria se emprendían iniciativas que daban cuenta de los resultados que podían obtenerse dadas las características de su desarrollo.

Así, en 1860, según el Vice-Cónsul Robert

Cunningham en uno de los yacimientos de Coronel se estaba construyendo “un establecimiento a gran escala para la producción de petróleo con carboncillo”. Según el mismo informe, en la zona se comentaba que los experimentos ya realizados habían arrojado resultados muy satisfactorios en términos de la calidad del petróleo obtenido y que, de acuerdo con ello, las perspectivas eran auspiciosas.

102

. Sin

embargo, esas experiencias no pasaron de ese estadio, fundamentalmente debido a la ausencia de una demanda que hubiese justificado su industrialización.

En todo

Concepción y la prensa local. El mercado laboral fue similar en Lebu, agregándose allí un contingente de araucanos, con poco éxito. 101 . "Report on Talcahuano for 1861", en BPP, 1862, vol. LIX, pp. 12-13. 177

caso, su realización es una demostración adicional del desarrollo tecnológico de la industria. En 1862 la economía comenzó su recuperación, lo que la condujo a un período de crecimiento que, con interrupciones cíclicas, se prolongó hasta 1874. Ese período de crecimiento permitió una rápida y notable expansión de la industria del carbón que puede ser considerada como su “despegue” definitivo.

Las

principales fuentes de demanda para el anterior, pero con algunas variaciones relativas de importancia. Entre ellas, la de la participación de los ferrocarriles, los que a medida que aumentaba el tendido de vías se convertían en importantes consumidores de carbón de la cuenca de Arauco continuaron siendo las ya confirmadas a mediados de la década. De otra parte, los ya anotados cambios urbanos y el desarrollo de la producción fabril también contribuyeron a que el mercado del carbón se expandiera significativamente.

Pero una recuperación de la economía pasaba por la

recuperación del sector externo y especialmente del intercambio con Gran Bretaña.

102

. "Report on Talcahuano for 1860", en BPP, vol. LVIII, pp. 649-650. 178

Gráfica III-4. Producción de carbón 1852-1879 (en toneladas métricas). 700000 600000 500000 400000 300000 200000 100000

1879

1878

1877

1876

1875

1874

1873

1872

1871

1870

1869

1868

1867

1866

1865

1864

1863

1862

1861

1860

1859

1858

1857

1856

1855

1854

1853

1852

0

Fuente: Cuadros III-2 y III-6, en Apéndice estadístico de este capítulo.

Sin embargo, esto representaba un problema para la producción carbonífera chilena, pues como aún entonces la mayor parte de los navíos procedentes de Liverpool o Southampton eran veleros, se mantenía la práctica de acarreo de carbón como lastre, el que era vendido preferentemente en los puertos del norte. Por lo tanto, un aumento en la navegación representaba un aumento de la oferta externa, que era poco predecible y, en ocasiones, muy barata. Ese comercio fue señalado por los productores de carbón chilenos como causante del retardo de la recuperación en 1861, e incluso de la suspensión de faenas en algunos piques en Coronel y Lota. Pero, ya en el último trimestre de ese año, “las minas chilenas [eran] activamente 103

trabajadas”,

y a pesar de que continuaron las importaciones de carbón británico, las

reducciones en los costos y los aumentos de productividad permitieron a los productores nacionales asegurar el control de las principales fuentes de demanda. Una de las claves en el origen, crecimiento y desarrollo de la minería del carbón en el período 1842-1879 radica en la actitud empresarial de los dueños de las minas que siempre estuvieron dispuestos a invertir en proyectos que requerían largos 103

. “Report on Talcahuano for 1862", en BPP, 1863, vol. LXX, pp. 52-53. 179

períodos de maduración, y a su voluntad de innovar vertical y horizontalmente. De allí que, salvo algunas aristas, esta actividad fuese de claro corte capitalista. En gran medida, influyó en ello el que la actividad se iniciara sin el legado de una “tradición” extractiva de origen colonial, como ocurrió en el caso del cobre y de la plata. Los rasgos de la industria moderna que le permitieron competir tan ventajosamente con el carbón de Gales o de Inglaterra, son los que explican la atención que le prestó siempre el agente consular británico en Talcahuano. En 1863, este funcionario informó a Londres que durante el transcurso de ese año las minas habían sido trabajadas con gran éxito y que existían “varios proyectos en discusión para establecer hornos de fundición [de cobre] en Coronel”, siguiendo las líneas de los de Lota. El ejemplo era atractivo, pues en el año anterior el gobierno promulgó una legislación que declaró libre de derechos de exportación las barras y ejes de cobre fundidos con carbón chileno al sur de Constitución. Esta actividad, que siempre fue una gran consumidora de carbón, pronto se convirtió en complementaria de la carbonífera; en 1865 ya operaban en Coronel cuatro fundiciones de cobre, en tanto 104

que la de Lota ese año arrojó una ganancia líquida de alrededor de £19.084.

Pero en el ámbito de las fundiciones de cobre del norte, los productores chilenos también lograron una importante victoria de mercado. En los puertos de Coquimbo, Caldera y Huasco, a pesar de la constante presencia de carbón inglés, a partir de mediados de los años 1860 la presencia del producto nacional fue dominante. En el primero de ellos, ya en 1863 la estadística aduanera indica que el 65,8 por ciento del carbón internado procedía del puerto de Coronel, mientras que en los otros dos el porcentaje de participación se elevaba a 90,9 y 91,3 por ciento respectivamente.

Desde entonces, y hasta el estallido de la guerra contra Bolivia y

Perú en 1879, el carbón de Lota y Coronel siempre logró mantener un control sobre el 105

abastecimiento de combustible de esos centros de fundición y minería.

Los logros de la industria en la segunda mitad de la década de 1860 no sólo se 104

. “Report on Talcahuano for 1863", en BPP, 1864, vol. LXI, p. 15. Anguita, vol. II, p. 215. "Report on Talcahuano for 1865", en BPP, vol. LXX, p. 393. 105 . Report on Coquimbo for 1864", en BPP, 1865, vol. LIV, p. 10. Julio Menadier, "Estudios económicos sobre el 180

expresaron en su alta participación en la oferta de los mercados del norte y casi absoluto control del de los ferrocarriles de la zona central.

Toda la información

disponible apunta de año en año a una mayor productividad y a un constante proceso de expansión territorial.

En efecto, desde 1860 John Mackay había iniciado un

movimiento hacia el sur comenzando la explotación de una mina en Lebu, en donde pocos años después iniciaron grandes faenas Urmeneta y Errázuriz -propietarios de la fundición de cobre de Guayacán-, los coroneles Cornelio Saavedra y Basilio Urrutia y el general peruano Mariano Ignacio Prado, mientras que en Dichato Manuel y Aníbal Zañartu, Benicio Alamos González en Millongue, Francisco Ovalle y Ramón Rojas en Rumena, y Guillermo Delano en Puchoco constituyeron la zona carbonífera que abarcaba desde Dichato por el norte hasta Lebu por el sur.106 Tras ese movimiento expansivo la industria se encontró en la situación de tener que atraer ahorro interno y abrirse al mercado de capitales para financiar su expansión. Al respecto ya existía una experiencia del año 1863, cuando se creó la Sociedad Explotadora del Carbón de Piedra de Atacama con el propósito de desarrollar la explotación de algunos yacimientos en esa provincia. Fue organizada como sociedad anónima con un pequeño capital nominal de £2.872 dividido en cuarenta acciones de £7,9 cada una, pero la iniciativa no llegó a fructificar.107 Pero, a partir de 1869, este tipo de iniciativas comenzó a tener una mejor receptividad en el incipiente mercado accionario del país. Ese año, la familia Cousiño transformó la Compañía de Lota y Coronel -hasta entonces una empresa de propiedad familiar, en la sociedad anónima denominada Compañía Explotadora de Lota Coronel, cuyo capital nominal fue fijado en £959.693. La mitad de esa suma la constituían los activos físicos de la empresa originaria: maquinaria, equipo, navíos, talleres, la fábrica de ladrillos refractarios, la fundición de cobre, un molino para la producción de harina y, naturalmente, las minas. El 50 por ciento restante correspondía a 2.500 acciones de a $1.000 (£192) cada una. La familia Cousiño, representada por Luis Cousiño -

carbón de piedra", en BSNA, vol. I, No. 1, p. 6. 106 . “Report on Talcahuano for 1866”, en BPP 1867, vol. LXVII, p. 10. AE 1871, p. 363. 107 . El Araucano, 5.X.1863. 181

hijo de Matías-, mantuvo el control de la empresa a través de la adquisición de un paquete accionario correspondiente al 40 por ciento del total. Pero es importante señalar que destacados miembros de la elite también invirtieron cuantiosos recursos en esta empresa: Domingo Fernández Concha, Rafael Larraín Moxó y José Miguel Valdés compraron acciones por £23.033, mientras que el comentarista económico Miguel Cruchaga destinó £15.355 a ese propósito.

108

Existían poderosos motivos que explican la envergadura de las inversiones en la nueva sociedad anónima y en las que se formarían hasta 1874. El mismo año en que fue reorganizada la Compañía de Lota, Julio Menadier publicó su opúsculo acerca de la industria carbonífera, formulando en que formuló un balance de su estado y evaluando su contribución al crecimiento económico del país. Según su análisis, el sector había sorteado con éxito el desafío de la competencia de carbón británico, fundamentalmente, como resultado de aumentos de productividad derivados de las inversiones en maquinaria y equipos y de cambios en la administración y los métodos de trabajo. Entre otras cosas, ello había permitido que también la industria enfrentara sin mayores problemas los pertubadores efectos de la “guerra” con España. A partir de 1867, el volumen de la producción agregada, si bien modesto comparado con similares de países de mayor desarrollo, correspondía en el ámbito nacional al de una actividad de grandes dimensiones con un fuerte impacto sobre la economía; en tal sentido, Menadier señalaba que como resultado del aumento de la oferta de carbón chileno y su consumo por parte de los ferrocarriles de la zona central, el costo de transporte de los productos agropecuarios se había reducido a un tercio en los últimos cinco años. Finalmente, según el articulista, los efectos positivos se extendían a la navegación a vapor, al procesamiento de cobre y plata, a las faenas extractivas en la minería, a las industrias manufactureras e incluso 109

a la agricultura.

Que la industria carbonífera ya ocupaba un lugar importante en el panorama 108

. El Araucano, 5.X.1863 y 2.XII.1869. AN, Registro Notarial de Santiago, vol. 454, 1869, f. 437, Nº 77, 2.I.1869. Ibid, f. 537, Nº 922, 24.XI.1869. El listado completo de los primeros accionistas en Apéndice documental del capítulo. 182

económico del país era también refrendado por la actitud del gobierno hacia ella. En 1865, a sólo un año de promulgada la Ordenanza de Aduanas -que rebajó gran parte de los derechos de importación- se estableció un impuesto de 15 por ciento a las de carbón, el cual si bien constituyó un elemento de protección para la producción nacional, en ningún caso fue determinante en cuanto a su competitividad pues, dada la naturaleza de las importaciones, éstas continuaron en altos volúmenes alcanzando a 51.187 toneladas en 1864, a 68.201 en 1865, 91.360 en 1866 y a 81.187 en 1867. De allí que pueda considerarse que el impuesto a las importaciones de carbón de aquél año no fue determinante para el progreso de la industria nacional y que, dada la lógica de funcionamiento de ésta, la protección no parece haber sido un factor decisivo, lo cual pareciera quedar corroborado por los aumentos en la producción a partir de 1870, cuando el impuesto fue eliminado.110 El alentador panorama era completado con el comportamiento de las exportaciones, las que durante la década de 1860acaparaban, en promedio, el 27 por ciento de la producción. La conjunción de todos esos factores, pero especialmente el ejemplo de Lota, abrió una pequeña “fiebre” carbonífera que se extendió desde noviembre de 1869 hasta junio de 1873, período en el que se formaron ocho sociedades anónimas. En 1871 se creó la Compañía Carbonífera de Playa Negra, mientras que en 1872 se organizaron la ya mencionada Sociedad Carbonífera de Magallanes, la Sociedad de Minas de Carbón de Arauco, la Compañía Carbonífera de Millongue, la Sociedad de Minas de Carbón de Carampangue y la Compañía Carbonífera de Tomé.

Finalmente, en 1873 se organizó la Compañía de la Peña Cerrada. El

capital nominal agregado de las ocho compañías llegó a £1.702.660, con el 56,4 por ciento correspondiente a los títulos de Lota.

En tanto, el capital pagado llegó a

£165.935 (con el 23,1 por ciento correspondiente a Lota), y fueron emitidas 5.004.350 acciones. El auge de las sociedades anónimas carboníferas, más allá de confirmar los 109

. Menadier, p. 15. Bauer, Chilean, p. 19, y capítulo III. . Anguita, vol. I, p. 384.

110

183

progresos logrados por la industria en un período relativamente breve, fue también significativo en cuanto al tipo de inversionista al que convocó, contándose entre ellos miembros chilenos y extranjeros del alto comercio de Valparaíso, banqueros, algunos terratenientes y militares e importantes personalidades del mundo de la política entre ellos Domingo Santa María, Rafael Sotomayor, Alejandro Reyes y Marcial Martínez, así como hombres de fortuna de la talla de Blas Cuevas, Rafael Larraín, Federico Santa María y los hermanos Domingo y Pedro Fernández Concha.111 Dada la baja propensión de los capitalistas chilenos del período a invertir en proyectos que demandaran largos períodos de maduración, los montos comprometidos, el número de acciones emitidas y el tipo de accionistas, el fenómeno carbonífero en desarrollo, a comienzos de la década de 1870, refleja los matices importantes del desarrollo capitalista del período. Cuando en 1871 el nuevo Vice-Cónsul británico redactó su primer informe acerca del estado de la provincia de Concepción, en uno de los acápites se refirió a los “rápidos progresos” que experimentaban los yacimientos de Puchoco, Coronel, Lota y Lebu y calculó una producción global de 260.000 toneladas, levemente superior a la de la estadística oficial; en cuanto al precio del carbón, señaló que ese año fue vendido a un promedio de $4,5 (£0,86) fob, quedando una ganancia neta de $3 (£0,57) por tonelada para los productores. Otros informes también concurrieron a pincelar el cuadro de una actividad competitiva, rentable y en proceso de expansión.

112

Esto último se había concretado en la apertura de tres importantes

establecimientos en 1869: en enero entraron en producción las nuevas minas de Puchoco de Guillermo Delano, en junio las de Playa Negra, de propiedad de Ramón Rojas; y a fines de año, José Tomás Urmeneta y Maximiano Errázuriz adquirieron en Lebu las minas de Boca Lebu, mientras que Ovalle y Salas iniciaron la explotación de 111

. AN, Conservador de Comercio de Santiago, 1869-1875; Ibid, Valparaíso-1868-1875. Las actas de constitución de estas compañías en el apéndice documental de este capítulo. La compra de una acción demandaba la cancelación del 30 por ciento de su valor nominal, debiendo el remanente ser pagado en un plazo que fluctuaba entre cuatro y seis años según cada empresa. Entre 1870 y 1875 el dividendo anual promedio pagado por las compañías carboníferas fue de 7,5 por ciento; en el mismo período los bancos rentaron, en promedio, 9 por ciento. 112 . “Report on Talcahuano for 1870”, en BPP, 1872, vol. LVII, p. 345. “Memoria del Gobernador del Departamento de Arauco, 1870”, en MI 1870, anexos, y “Memoria del Gobernador de Lebu” en MI 1870, anexos. 184

otros yacimientos en el sector.113 Esa expansión fue parte del breve "boom" de los años 1871-1874, del cual la construcción de vías férreas fue un componente importante. Hasta comienzos de 1875 los ferrocarriles fueron empleados a plena capacidad, mientras que paralelamente se registró un incremento significativo en la navegación a vapor en la costa; frente al aumento de demanda que esto generó, las compañías carboníferas respondieron con importantes aumentos de producción. Para que ello fuese posible aumentó considerablemente el empleo y la mecanización de la industria. Ya en 1870 sólo en la provincia de Concepción cinco minas empleaban a 3.250 personas y disponían de 43 motores a vapor con una potencia agregada de 735 HP.114 El comportamiento del precio del carbón en los principales centros consumidores también fue un factor decisivo que explica tanto el aumento como la declinación de la producción a lo largo de la década de 1870; su aumento en los primeros cuatro años se correlaciona positivamente con los de la producción. Las oportunidades creadas por la tendencia alcista del precio hasta 1873 contribuyen a explicar que, entre febrero de 1870 y septiembre de 1875, la producción total de carbón incluye el aporte del yacimiento que, a pesar de su breve existencia. En 1870 el 0,3 por ciento de la producción -1,800 toneladas- corresponden a carbón extraído en Punta Arenas. El interés por los yacimientos de carbón de ese lugar comenzó en 1868 con la llegada del comandante de la Armada, Oscar Viel, en calidad de gobernador. Entre sus muchas tareas, Viel se dedicó al estudio de los mantos de carbón de lo cual resultó un extenso informe al gobierno que, a mediados de año, fue enviado a Santiago con algunas muestras para análisis. En noviembre, el gobierno llamó a licitación con algunas condiciones para la explotación. Entre estas se destacó un impuesto de £0,19 por tonelada de carbón vendida. Pero, ese gravamen estaba generosamente compensado en los términos de la licitación, pues quien la obtuviese se adjudicaría la concesión para explotar todos los yacimientos conocidos, o que

113

. “Memoria del Gobernador de Lebu, 1869”, en MI 1869, anexos. 185

desde entonces fuesen descubiertos, en el territorio de algunas condiciones entre las cuales se destaca un impuesto de £0,19 por tonelada de carbón Magallanes. La licitación fue adjudicada a Ramón Rojas, quien había desarrollado una vasta experiencia en el rubro en la provincia de Concepción, en donde desde la década de 1850 había participado en la explotación de algunas minas con su hermano Jorge. En Punta Arenas, Rojas aplicó sus conocimientos y una considerable cantidad de recursos.

Éstos le permitieron trasladar hasta allí personal minero de Coronel,

contratar un administrador británico y desarrollar, junto a las instalaciones propias de una mina, una considerable infraestructura de transporte y carga que comprendía un ferrocarril de cinco kilómetros de extensión desde la boca de la mina hasta un muelle construido ad hoc, y diez lanchas metálicas para el acarreo del carbón hasta el costado de los navíos.

Gráfico III-5. Consumo de carbón por los ferrocarriles del Estado 1870-1879 (en toneladas métricas) 40000 35000 30000 25000 20000 15000 10000 5000 0 1870

1871

1872

1873

Valparaíso

1874

1875

Santiago

1876

Chillán

1877

1878

1879

Total

Fuente: “Memorias del Superintendente del Ferrocarril de Valparaíso a Santiago”, 1871-1880; "Memoria del Superintendente del Ferrocarril del Sur", 1871- 1880, ambas en MI 1871-1880. 114

. AE 1871-1872, p. 205. 186

Gráfico III-6. Precio del carbón adquirido por los ferrocarriles estatales 1870-1879 (en libras esterlinas por tonelada). 3,5 3 2,5 2 1,5 1 0,5 0 1870

1871

1872

1873

Valparaíso

1874 Santiago

1875

1876

Chillán

1877

1878

1879

Promedio

Como Gráfico III-5.

En febrero de 1870 tuvo lugar la primera entrega de carbón y hasta el 31 de diciembre las lanchas entregaron 1.200 toneladas a los vapores de carrera; hasta junio de 1871 veinticinco naves habían cargado 2.028 toneladas.

Sin embargo,

desde el comienzo de las operaciones, diversos problemas dificultaron el funcionamiento y crecimiento de la empresa. La primera de ellas fue la escasez de fuerza de trabajo, la que según el Gobernador Viel habría generado serios problemas a Rojas (ya en la etapa de desarrollo de las minas) de no haber sido por su intervención.

El problema se planteó en el ámbito de las remuneraciones, pues

según el Gobernador la oferta de salarios diarios de $0,50 por las faenas de embarque (en Valparaíso era $0,25), de $0,90 por el acarreo de carbón a través del “camino de fierro”, de $0,75 en las faenas de construcción de la línea y de $1,20 para los mineros, fue considerada insuficiente por la parte laboral. Ante ello, Viel informó que se vio “obligado a distraer de sus trabajos a un gran número de relegados”, 187

criminales comunes, a los cuales se les retribuyó de acuerdo con lo establecido por la 115

empresa.

Pese a lo anterior, hubo problemas que la voluntad política no podía superar y que plantearon serias dificultades a la empresa. El aislamiento geográfico y el rigor del clima, entre los meses de marzo y octubre, dificultaron el abastecimiento de insumos, bienes de consumo y el trabajo mismo, e hicieron necesarias nuevas inversiones. Frente a ello, y a la necesidad de ampliar las instalaciones, la demanda de recursos frescos llevó a Rojas a transformar la empresa en sociedad anónima, la que fue registrada en Valparaíso con el nombre de Sociedad Carbonífera de Magallanes. La nueva estructura corporativa y los nuevos recursos permitieron la continuación de la producción. En 1873 se embarcaron 2.230 toneladas y 2.404 en los primeros ocho meses de 1874; la venta en el pueblo y el consumo del ferrocarril representaron cantidades ligeramente inferiores.

Sin embargo, los esfuerzos de

Rojas no bastaron para superar problemas derivados del aparecimiento de mantos de baja calidad, que aumentaron considerablemente los costos de producción y que obligaron a la suspensión de las faenas en septiembre de 1874. La empresa fue reorganizada a comienzos de 1875, pero ya entonces la recesión que comenzaba a afectar al país, y que entre otras manifestaciones registró la declinación de la navegación a vapor a través del estrecho, generaron problemas insuperables y determinaron el cierre de definitivo del yacimiento en septiembre de ese año.116 En las provincias de Concepción y Arauco, en ese mismo período, la industria carbonífera experimentó un crecimiento sin precedentes que se prolongó hasta 1876. Las empresas de esa zona respondieron con efectividad a la expansión de la demanda, en particular de las fundiciones de cobre del norte y de los ferrocarriles de la zona central.

En el caso de la fundición de Guayacán, la planta funcionaba

“principalmente con carbón chileno de las minas de Lebu”, del cual consumía “algo más de 30.000 toneladas”, junto con 4.000 toneladas de carbón galés. Ese mismo, 115

. Sociedad Nacional de Minería, Estadística…1906 y 1907, pp.372-373. Las palabras del Gobernador Viel en QCJP, p. 653. 116 . Carta de John Buchannan en “Report on Coquimbo for 1872”, en BPP, 1873, vol. LXV, p. 41. 188

años las fundiciones de Coquimbo, Tongoy y Totoralillo adquirieron 16.919, 21.773 y 29.304 toneladas de carbón chileno.

117

En Caldera se registró una estructura de

oferta similar, pues en 1871 se internaron 21.538 toneladas de carbón chileno y 11.926 de británico; en 1872 el registro fue de 22.420 y 9.634 toneladas. Pero éste era un mercado de variaciones de oferta violentas e imprevistas que se transmitían a los precios con fluidez; en 1871, por ejemplo, el mercado abrió con el precio de la tonelada en $9,50 (£1,8), mientras que en el segundo semestre el promedio fue de £3,6, con un máximo de £4,8 en octubre, cuando en Coronel el precio de una tonelada fob había descendido a £0,6 como resultado de aumentos de productividad. Pero las características de los mercados del norte en cuanto a oferta eran la volatilidad y las violentas variaciones de precio generadas por la llegada o la ausencia de cargamentos desde Gran Bretaña. Según el Cónsul británico en Caldera, en 1873 mientras la internación de carbón chileno había mantenido su nivel del año anterior (20.108 toneladas), las del producto británico casi se doblaron hasta alcanzar 18.464 toneladas, más que nada “debido a que muchos veleros que se esperaba llegaran a comienzos de 1874 [habían] efectuado un paso inusualmente rápido del estrecho”, ante lo cual el precio promedio en el último trimestre del año fue de £1,9.118 El comportamiento del mercado de Coquimbo era similar; en 1873 también allí las importaciones de carbón británico aumentaron considerablemente, hasta alcanzar 18,000 toneladas. Pero también lo hicieron las del producto chileno, triplicando su volumen respecto del anterior hasta alcanzar 45.300 toneladas, lo que condujo a que en el último trimestre del año el precio promedio en ese puerto fuera de £1,8 por 119

tonelada.

De allí que mercados menos espectaculares pero más seguros, como el de los ferrocarriles de la zona central fuesen, a la larga, tan importantes como los de las fundiciones del norte. 117

. “Report on Caldera for 1871”, en BPP, 1872, vol. LVII, Nº 2, p. 334. “Report on Caldera for 1872”, en BPP, 1874, vol. LXVI, p. 222. Concha y Toro, “Estudio…”, p. 356. La baja del precio respecto de 1869 fue de 11 por ciento. 118 . “Report on Caldera for 1873”, en BPP 1875, vol. LXXV, p. 25. 119 . “Report on Coquimbo for 1873”, en BPP, 1874, vol. LXVII, p. 594. 189

A comienzos de la década de 1870, el nivel de desarrollo logrado por la industria llevó a algunos comentaristas a realizar positivas evaluaciones tanto respecto de su funcionamiento, como en cuanto de sus efectos sobre el conjunto de la economía nacional. Con ocasión de la formación de la Compañía Carbonífera de Playa Negra, el corresponsal en Valparaíso de The Brazil and River Plate Mail señaló que ello constituía una prueba más del espíritu de empresa que invadía al país, el que requería de la aplicación a tareas productivas de recursos de capital y trabajo que, de otra manera, permanecerían ociosos.

En todo caso, las nuevas

fuentes de riqueza que se abrían a la actividad privada eran de una magnitud tal, que ellas permitían augurar grandes logros, y agregaba que Parece que no hemos de ocuparnos sólo del oro, de la plata o del cobre; el carbón pronto solicitará una parte de nuestra atención, y si este debut de la nueva compañía carbonífera es tan exitoso como aquél de la compañía de Lota, Playa Negra pasará pronto a ser un nombre de amplia celebridad en nuestro 120

gran diccionario industrial.

Para el representante diplomático británico en Chile no había dudas sobre el saludable y próspero estado de la industria. En su informe anual correspondiente a 1872 señaló que la importancia de las minas de carbón del país podía medirse tanto a través de las grandes ganancias que derivaban los propietarios como del volumen de producción, combinación de factores que llevaban a pensar que el futuro de la industria podía ser considerado como muy promisorio.

121

Un año más tarde, el

Ministro de Hacienda Ramón Barros Luco, hacía referencia a la industria en su Memoria anual al Congreso, y daba cuenta que en los cuatro años anteriores el gobierno había tratado de incentivarla, para lo cual Se [habían] contratado por licitación pública la explotación de varios depósitos de carbón de piedra de propiedad fiscal, fijándose un largo plazo para el arrendamiento y abonando los arrendatarios 1 peso, como mínimo, por cada mil kilogramos de carbón 120

. Loc. cit., 8.III.1871. . Thompson to Granville, Commercial, Nº 42, Santiago, 30.V.1872, FO 16/172.

121

190

que se esporten de la propiedad que arriendan. Gracias a esos contratos se ha 122

podido utilizar una riqueza que tiene tanto porvenir para Chile.

Que la política pública de arrendar propiedades con yacimientos carboníferos haya sido la más apropiada para fomentar el desarrollo de la industria es, por decir lo menos, dudoso; pero en un país como era entonces Chile, en que los incentivos públicos al desarrollo de actividades productivas raramente pasaban de medidas comerciales, resulta un dato importante a considerar en el devenir de este rubro. El último balance, previo a la crisis de la segunda mitad de la década de 1870, corrió por cuenta de los redactores del censo de población de 1875; en todo caso, sus positivos comentarios fueron formulados cuando ya la actividad comenzaba a experimentar algunos problemas derivados del ciclo recesivo en desarrollo. Según la publicación, después “de luchar con inmensas dificultades debido en parte a los obstáculos que encuentra toda industria nueva, y en parte también a la competencia del carbón estranjero, [la industria había] entrado por fin en una vía de progreso seguro. Al mismo tiempo que la producción aumenta[ba], mejora[ba] también su calidad que [era] probable lleg[ara] en poco tiempo más a igualar a la del mejor carbón inglés”. Si bien era en la provincia de Concepción en donde se concentraba el grueso de la inversión y en ella se generaba el mayor volumen de producción, también la de Arauco “la industria carbonífera que sólo [hacía] poco tiempo se [había] planteado” ya mostraba resultados “de notable interés que [prometían] llegar a ser una fuente de rico porvenir”. Y no sólo en el plano productivo, pues según el informe censal la “ciudad” de Lebu con sus 5.783 habitantes debía su rápido y considerable adelanto a los establecimientos carboníferos, los que también en ese año eran descritos por el enviado diplomático británico en Chile como “las grandes minas de carbón que se 123

explotan con grandes ganancias”.

122

. MH 1873, p. 24. . QCJP, pp. 90 y 157. "Report on the condition of Araucania", en Rumbold a Derby, Diplomatic No, 17, Santiago 24.III.1875, FO 16/181. 123

191

3. La minería. ¿Cómo y por quienes eran explotadas esas “grandes minas”?

A pesar del

notable desarrollo técnico y al alto grado de mecanización que registró la minería del carbón a partir de la década de 1850, que la distingue de las otras actividades extractivas de ese tiempo, las condiciones de laborales siempre fueron muy duras e impusieron fuertes demandas sobre los trabajadores.

Este rasgo, común a las

explotaciones de carbón a nivel mundial, en gran medida se agudizó en la región carbonífera debido a las características mismas de las explotaciones. En efecto, desde los primeros años de la explotación de carbón las galerías (túneles) y frentes se extendían y localizaban bajo el lecho del mar, por lo cual era “muy natural entonces que [estuvieran] expuestos a las repentinas inundaciones”. En todo caso, este fenómeno disminuyó notablemente hacia el fin del período en estudio, como resultado de planes de reforzamiento de los túneles con madera y sistemas de 124

evacuación de agua a través del bombeo con motores a vapor.

Para el desarrollo de las explotaciones se “hundían” piques (pozos verticales) y chiflones (excavaciones con ángulo de inclinación) a través de los que se practicaba la circulación del personal, la extracción del carbón y desecho y el desagüe y ventilación de las minas.

Desde el fondo de los piques y chiflones partían

centenares de galerías cuyas dimensiones se reducían al aproximarse a los lugares de extracción conocidos como frentes, maestras o labores. Cuando se completaba la explotación de una maestra en el sitio quedaba una columna llamada pilar, la cual aún contenía carbón. Estas columnas daban el nombre al sistema de explotación conocido “bajo el nombre de pilares y labores”, el único que se practicaba en el país y mediante el cual se aprovechaba “un 80 por ciento de todo el campo de carbón”. Más tarde, cuando las circunstancias lo hacían necesario, los pilares eran excavados “a fin de aprovechar convenientemente el carbón de que [eran] formados", práctica 124

. Menadier, p. 23. El 18 de septiembre de 1881 colapsó el lecho del mar sobre algunas de las minas de Puchoco, las que fueron totalmente inundadas por el mar. No hubo víctimas, pues ese día no hubo faenas. 192

que ocasionaba derrumbes y accidentes. También en las galerías la ocurrencia de derrumbes era frecuente, ya fuera por la pobre calidad de la madera empleada como protección o debido a la costumbre de remover las vigas para aumentar la altura de y facilitar los desplazamientos. Ello casi siempre redundaba en aumentar los riesgos en las minas, pues la continuación de los derrumbes, incluso después de vueltas a instalar las vigas, obstaculizaba los desplazamientos del personal, de los carros y el desagüe, todo ello con efectos negativos sobre los costos.125 Los instrumentos de trabajo más comúnmente empleados eran la barreta, la picota, el combo, la pala y la cuña de acero; con los que un barretero era capaz de remover hasta dos metros cúbicos por jornada. Una vez que el carbón era removido de las paredes, era cargado en carros por los carreros, carretilleros y rempujas que supervisaban también su traslado tirados por caballos, hasta el fondo del pique para luego ser depositados en los cajones. Luego los carros quedaban a cargo de los enganchadores, que eran los encargados de supervisar su transporte hasta la superficie. En Lota, Lebu y en algunas minas de Coronel, esta operación se realizaba por medio de cabrias, grúas o pescantes accionados por motores a vapor, pero en otros lugares era efectuada en forma manual o con tracción animal. Una vez en la superficie, en las minas mayores los carros quedaban a cargo de los tumbadores, los encargados de vaciar su contenido a los carros de ferrocarril en que el carbón era 126

llevado al “muelle de embarque, a las carboneras o canchas simplemente”.

Uno de los pocos auxilios técnicos con que contaba la masa laboral en el interior de las minas eran las vías a través de las cuales se desplazaban los carros carboneros. En Lota, en 1876, existían líneas férreas de 1,5 pies de ancho, mientras que, en otras minas, estas se combinaban con guías de madera. Los convoyes de carros eran tirados por caballos y conducidos por un carrero que se instalaba sobre 125

. Francisco Marcial Aracena, Apuntes de viaje (Valparaíso, 1884), p. 333, 338-342, indica desde 2 metros de alto y 1,60 de ancho, hasta 1,20 por 1 metro. Concha y Toro, p. 362. Tornero, p. 347. De este período es la política de la “Compañía de Lota” de desarrollar las plantaciones de eucaliptus, madera más flexible y resistente para estos fines. 126 . Aracena, p. 337. Concha y Toro, p. 366. 193

el primer carro, mientras que un niño avanzaba por delante del animal con una lámpara.

Otra función de estos menores era abrir las puertas que cortaban las

galerías y hacer los cambios de vía para el convoy. Por ese trabajo, en 1879 el 127

salario infantil, por una jornada de 13, horas era de 10 centavos.

Las demandas físicas sobre el personal de las minas eran extremas. El equipo del minero era exiguo y consistía, aparte de las herramientas mencionadas, de “una gorra de hule, en cuya vicera [iba] suspendida una pequeña lámpara de latón de 2,5 pulgadas” alimentada por aceite que debían costear ellos mismos.

Con esos

elementos, los hombres descendían a un ambiente marcado por altas temperaturas, el “aire rarificado...la hediondez y la amenaza de gases que a veces se inflaman”.128 Frente a esas condiciones no era de extrañar que los accidentes y las enfermedades, especialmente las bronco pulmonares, fuesen ocurrencia común y extendida, lo cual hacía a estos empleos uno de los más peligrosos del mercado laboral.

4. Crisis y ajuste. Si alguna duda había acerca de las características capitalistas de las empresas carboníferas, ellas quedaron disipadas durante la recesión de la segunda mitad de la década de 1870. A mediados de la década, la industria del carbón era una actividad plenamente consolidada, lo que entre otras cosas le había permitido encontrar la fórmula para mantener las importaciones de carbón británico bajo control. Pero fue precisamente en ese momento que comenzó a experimentar problemas que se originaron principalmente en la contracción de la demanda. Los primeros problemas en las empresas carboníferas se comenzaron a experimentar en 1875; en el año se anterior había registrado un extraordinario aumento de la producción (44,3 por ciento respecto de 1873 pero, hacia junio de 1875 los mercados del norte y la zona central comenzaron a dar señales de demanda

127. Concha y Toro,

p. 357. José Angulo, "Una excursión a Lota", en El Mercurio, 2.XI.1876. Bidder, pp. 40-41, 48. 128 . Boyd, pp. 12, 21, 35-37. 194

en declinación y de un fuerte descenso del precio frente a lo cual, como primer paso, rápidamente se limitó la extracción; a fines de año, la baja en el volumen de carbón explotado respecto de 1874 fue de 14,9 por ciento. El aumento de producción de las características que indica la estadística de 1876 puede ser explicado por las deficiencias propias de ella, pero también por el extraordinario aumento en la producción de minerales y en la fundición de cobre de ese año. Por otra parte, en ese año las importaciones declinaron en forma marcada, con lo cual una parte importante de la demanda del norte debió desviarse al carbón chileno. Aún así no es un incremento que pueda ser justificado solamente por el lado de la demanda. De igual o mayor importancia en ese sentido fueron los ajustes internos que redundaron en importantes aumentos de productividad. En efecto, en 1876 se explotaron menos de la mitad de los piques activos en 1875, en tanto que el número de máquinas y motores a vapor empleadas en el sector aumentó en forma sustancial. Se registró una baja en el nivel de empleo de 24 por ciento, se aumentó la jornada diaria en 30 minutos, en tanto que el salario medio fue reducido en 8,2 por ciento. En otras palabras, las compañías carboníferas realizaron un importante esfuerzo por maximizar el rendimiento de todos los factores que intervenían en el proceso de producción, con el consiguiente aumento en la productividad que alcanzó al 18,4 por ciento. Los ajustes internos no dejaron de causar problemas; en junio de 1875, se produjo una huelga de mineros “en razón de la reducción de sus salarios”. De otro lado, la disminución del ritmo de la actividad llevó a a percepciones poco felices. Según el Intendente de Arauco, más allá de las faenas, “primera causa del adelanto [de la provincia]”, se había detenido la “marcha de la prosperidad experimentada por la región en los años recientes”.

Según la autoridad, las repercusiones habían

llegado hasta el plano demográfico, manifestadas en una considerable disminución de las muertes en algunos pueblos pero “no porque las hayan sido relativamente menos, sino a causa de la paralización de algunas minas” y la consiguiente

195

emigración.129 El proceso continuó en 1877, año que también registró un alto volumen de producción. La productividad, que ya en el año anterior había aumentado en forma espectacular, nuevamente se incrementó en forma notable -20 por ciento-, lo cual demandó una nueva disminución de la fuerza de trabajo, esta vez del orden de 17 por ciento, así como la extensión de la jornada de trabajo en treinta minutos. Las medidas de ajuste comprendieron una reducción del salario medio de 12,8 por ciento, al mismo tiempo que se redujo el número de motores a vapor en 28 por ciento. Pero dada la dimensión de los problemas económicos del país, las medidas adoptadas por las compañías sólo retrasaron el impacto de la recesión en los yacimientos de carbón; ya a mediados de 1877 las autoridades de gobierno, y más tarde la prensa, dieron cuenta de ello y proponían un particular punto de vista sobre sus orígenes. Según el Ministro de Interior, “la industria carbonífera [atravesaba] por una situación algún tanto desfavorable”, principalmente debido a “la competencia que le [hacía] el carbón extranjero”, el cual la mantenía “encorvada” (sic).130

Cuadro III-2. Minas, motores a vapor, empleo, jornal y jornada de trabajo en las minas de Arauco y Concepción, 1874-1877.

Minas

1874 52 1875 52 1876 24 1877 22 ________

Motores a vapor

Mineros

Jornal

56 64

6.695

0,90* 0,85 0,78 0,69

67 48

6.524 6.030 5.010

Jornada

10** 0,85 10,30 11,30

* En pesos ** En horas Fuentes: AE 1874, pp. 224-226; AE 1875, p. 654; AE 1876-1877, p. 237; AE 1877 - 1878, p. 318; QCJP, pp. 129

. The Pacific Mail (Londres), 16.VIII.1875. "Memoria del Intendente de Arauco, 1876", en MI 1876, anexos, p. 182. 130 . MI 1877, p. LVII. 196

92, 158 y 667.

En un análisis general de la crisis carbonífera, El Mercurio coincidía con el Ministro en cuanto a las causas, pero iba más allá, abundado sobre las repercusiones sociales de la situación y sostuvo que La crisis y el carbón inglés han obligado a los establecimientos carboníferos a reducir sus faenas de un modo tal que hoy las tres cuartas partes de los trabajadores están sin ocupación. Basta decir esto para que se comprenda en que estado se encuentran estos pueblos. Más de dos mil familias se encuentran ahora sin más medios de subsistencia que los que les proporcionan la caridad de los establecimientos de que dependen y un número parecido de familias padecen sin amparo alguno por no depender directamente de ninguna faena.131 Sin duda el articulista acertó en su diagnóstico acerca del efecto más dramático de la crisis sobre la minería del carbón: el desempleo. Pero falló en su dictamen acerca de las causas profundas del problema. Si bien es cierto que la causa fundamental de los problemas que debió enfrentar la fuerza de trabajo fueron efectos de la recesión, la incidencia de las importaciones británicas fue, por decir lo menos, marginal. Es que en medio de la crisis y en búsqueda de explicaciones muchos -como ese diario y el Ministro del Interior- sucumbieron a la tentación de atribuir el origen de todo ello a factores externos; en lo interno, uno de los blancos favoritos fue la tarifa aduanera. Sin embargo, en el caso del carbón el desempleo fue producto de la racionalidad de funcionamiento de la empresa: la capitalista. El año 1878 fue particularmente negativo para la industria; la demanda y el precio cayeron a los niveles más bajos de la década y nuevamente cayó la producción. Pero en 1879, a pesar de que el precio promedio volvió a descender, la demanda y la producción revirtieron la tendencia a la baja. Es que a pesar de que el año se inició pleno de incertidumbre, a partir del momento en que el país entró en 131

. Loc. cit., 12.XI.1878. 197

guerra contra Bolivia y Perú la movilización que ella demandó actuó como un poderoso reactivador de la economía; según R.N. Boyd, la producción de carbón de ese año encontró “un muy buen mercado en la costa, en las fundiciones, los vapores y los ferrocarriles”. Cuatro años más tarde, los niveles de producción previos a la crisis fueron ampliamente superados.

Para entonces, las minas de Arauco y

Concepción entregaban lignitas terciarias, las que en el caso de Coronel y Lota producían un 45 y 46 por ciento de coke y 5 y 6 por ciento de ceniza, características que les “hacían altamente adecuadas para su empleo en la navegación, en donde [hacían] una competencia formal con el carbón inglés, en las fábricas, maestranzas, fundiciones y demás industrias, con frecuencia tal, que a veces [subía] el precio de un modo anormal, a causa de la demanda creciente de este artículo”.132 Su lógica de funcionamiento permitió a la industria del carbón sortear con éxito los desafíos de la severa crisis de la segunda mitad de la década de 1870 y continuar su crecimiento durante la siguiente. Esto fue posible pues su desarrollo durante el período 1850-1879 adquirió desde su inicio las características de empresa moderna y fue, por ello mismo, parte de un proceso de cambio económico social mayor, pero acotado en el país. Ello explica tanto sus avances como sus limitaciones, así como la ausencia de una tradición productiva anterior explica los rasgos casi puramente capitalistas que adquirió desde un comienzo: trabajo asalariado, un mecanismo de acumulación que descansaba en éste, y una constante innovación en el plano productivo y tecnológico. Todo ello diferenció a este rubro de la minería de sus otros componentes. Su ritmo de crecimiento, si bien estuvo íntimamente vinculado a la expansión general de la economía, y especialmente al proceso de modernización capitalista, no fue una mera función de ésta.

Los empresarios carboníferos no se limitaron a

responder a la demanda creada por la navegación a vapor, las fundiciones de cobre, los ferrocarriles y los usuarios urbanos. En todos esos espacios debieron enfrentar 132

. Sobre la coyuntura de los primeros meses de 1879, véase Capítulo VI. Para la demanda de carbón, Boyd, pp. 21-24. Sobre la demanda en la década de 1880, Julio Behrens, "Estudio sobre el carbón chileno", en Revista de Marina, vol. I., Nº 3, 1885, p. 305. 198

una seria competencia en su camino al control del mercado. En ello, como también en la creación de un flujo exportador, la escala en que se incorporaron elementos técnicos les permitió alcanzar altos niveles de productividad y rentabilidad. De otra parte, la industria del carbón también contribuyó al proceso de cambio, de largo aliento, de la sociedad chilena. La mayoría del personal empleado en ella hacia 1875, que representaba algo más de un quinto del total del sector minero, formó parte

del

primer

contingente

genuinamente

proletario,

en

tanto

que

los

conglomerados humanos que se formaron en torno a ella introdujeron un cambio de importancia al mapa social del país; desde ese punto de vista, Lota puede ser considerada la primera ciudad propiamente “industrial” de Chile.133 Finalmente el desarrollo carbonífero hasta 1879 sugiere que aunque el “desarrollo exportador” reforzó las actividades tradicionales, no fue necesariamente incompatible con el desarrollo capitalista y que el grado de desarrollo de éste no dependió de causales exclusivamente económicas. En este caso, la génesis de un nuevo rubro productivo permite postular que el peso de la tradición económica, de factores culturales e incluso de poder social y político tan presentes en las actividades tradicionales, no jugaron rol alguno, por haberse desarrollado la minería del carbón en un espacio vacío. Esto permitió el establecimiento de un nuevo modo y relaciones sociales de producción.

133

. Véase mi "La frontera...", passim.

199

APENDICE ESTADISTICO Y DOCUMENTAL I. ESTADISTICAS Y DOCUMENTOS.

CUADRO III-1 Producción de cobre, 1845 - 1884 (toneladas métricas) Año 1845 1846 1847 1848 1849

Producción 8.452 10.897 9.769 10.106 10.647

Año Producción 1865 41.211 1866 33.096 1867 43.167 1868 42.122 1869 51.803

1850 1851 1852 1853 1854

12.345 8.371 16.352 15.017 17.383

1870 1871 1872 1873 1874

44.203 39.470 48.778 42.161 48.210

1855 1856 1857 1858 1859

21.847 23.606 25.468 24.766 23.389

1875 1876 1877 1878 1879

47.669 52.308 43.640 48.537 46.422

1860 1861 1862 1863 1864

34.123 33.617 37.158 31.734 42.694

1880 1881 1882 1883 1884

39.579 39.954 45.093 31.460 45.577

Fuentes: Sociedad Nacional de Minería. Estadística minera de Chile en 1908 i 1909 (5 vols., Santiago, 1910), vol. IV, pp. 41-1842.

200

CUADRO III-2 Producción de carbón 1852 - 1859 Año

Toneladas

1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859

6.438 23.406 27.296 44.989 63.659 140.934 151.600 172.300

Fuentes: Para 1852-1857, Del Barrio, pp. 5-6 y AE 1871, p. 236. 1858-1859, estimaciones del Vice-Cónsul Harris, pp. 495, y "Report on Talcahuano for 1860", en BPP, vol. LVIII, p. 427.

CUADRO III-3 Carbón chileno adquirido por el ferrocarril de Valparaíso a Santiago 1865-1869 Año

Toneladas

1865 1866 1867 1868 1869

6.362 6.749 10.647 13.960 13.638

Fuente: "Memoria del Superintendente del ferrocarril entre Santiago i Valparaíso", años 1866-1870, en MI 1866-1870.

201

CUADRO III-4 Origen del carbón internado a Coquimbo 1864-1869 (en toneladas métricas) Año

Chileno

%

Británico

1864 1865* 1866 1867 1868 1869

12.500 s.d 67.266 52.898 65.000 68.200

65,8 s.d 71,6 57,6 65,0 75,5

6.500 34,2 26.631 28,4 38.872 42,4 35.100 35,0 22.150 24,5

%

19.000 -

* sin datos Fuente: "Report on Coquimbo", años respectivos en BPP.

202

Total

93.897 91.771 100.100 90.350

CUADRO III-5 Exportaciones de carbón 1860 - 1878 (Estimaciones en toneladas métricas) Año

Bolivia Perú y Ecuador

California Total

Exportaciones como % de producción

1860 1861 1862 1863 1864

53.342 47.297 34.948 44.960

-

53.342 47.297 34.948 44.960

38,1 42,4 27,2 31,0

1865 1866 1867 1868 1869

44.842 27.602 35.446 34.799 36.628

3.600 4.250 5.320 8.640 1.114

48.442 31.852 40.766 43.445 37.142

34,3 19,7 13,0 19,4 15,0

1870 1871 1872 1873 1874

33.188 62.103 59.883 26.895 42.468

7.350 4.164 3.682 400 -

40.538 66.267 63.565 27.295 42.468

11,4 27,5 20,6 4,1 7,1

1875 1876 1877 1878

37.831 43.130 94.105 -

3.150 8.145 -

37.831 46.820 102.250 104.478

11,2 5,3 17,6 18,7

Fuentes: Columnas 1 y 3, Sociedad Nacional de Minería, Datos estadísticos, p. 305. Columna 2, BPP, años correspondientes. Columna 4, Cuadro III-P y Columna 3.

203

CUADRO III-6 Producción de carbón 1860 - 1879 (Estimaciones en toneladas métricas) Año

Toneladas

Año

Toneladas

1860 1861 1862 1863 1864

180.000 140.000 111.544 99.772 144.960

1870 1871 1872 1873 1874

253.645 240.899 420.221 411.888 594.549

1865 1866 1867 1868 1869

141.110 161.103 217.986 223.470 258.020

1875 1876 1877 1878 1879

505.933 578.036 577.724 558.214 565.939

Fuentes: AE años 1863 a 1880. Los aumentos de producción de 1867 y 1868 pueden en gran parte ser atribuidos a liberación de stocks acumulados durante la "guerra" con España. He corregido las cifras correspondientes a 1877 y 1878.

204

Año

CUADRO III-7 Precio promedio anual del carbón en Valparaíso, Santiago y Chillán, 1870 -1879 (en £ por tonelada) Valparaíso Santiago Chillán

1870 1871 1872 1873 1874

1,3 1,6 1,9 2,8 2,2

s.d* s.d 2,3 3,1 2,9

s.d s.d s.d 2,2 2,0

1,3 1,6 2,1 2,7 2,4

1875 1876 1877 1878 1879

1,6 1,4 1,4 1,3 1,0

2,4 2,0 1,7 1,5 1,2

2,0 1,8 1,7 1,5 1,1

2,0 1,7 1,6 1,4 1,1

Promedio

* sin datos Fuentes: Presupuestos anuales de los ferrocarriles de Valparaíso a Santiago, Santiago al sur y Chillán a Talcahuano, años respectivos en MI. Precio en plaza en junio de cada año.

CUADRO III-8 Carbón embarcado en Lebu, Año 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875

1868 – 1875

Toneladas 18.082 41.056 48.426 52.689 66.064 60.161 68.893 66.754

Fuente: "Memoria del Gobernador de Lebu", Cuadros 3 y 4, en MI 1874; Ibid, 1876, p. 103, y QCJP 1875, p. 92. 205

CUADRO III-9 Carbón chileno adquirido por los ferrocarriles de Chile central* 1870 -1879 (toneladas métricas) Año

Santiago a Valparaíso

Santiago al sur*

Chillan** Talcahuano

Total

1870 1871 1872 1873 1874

13.220,6 13.624,6 16.109,0 20.465,9 23.603,2

3.110,9 3.645,6 3.687,6 5.423,0 7.404,3

-

16.331,5 17.269,9 19.796,6 25.888,9 31.007,5

1875 1876 1877 1878 1879

23.550,3 20.316,3 16.909,6 15.188,8 15.288,8

6.466,4 7.474,3 6.020,8 5.979,2 6.232,2

6.120,1 6.010,7 4.340,4 3.850,2 3.552,3

36.136,8 33.801,3 27.270,8 24.718,2 25.013,3

* en construcción hasta 1876. ** en operaciones desde 1874

CUADRO III-10 Importaciones de carbón 1870 - 1879 Año

Toneladas

1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

52.538 59.702 59.781 122.907 113.841 125.222 114.920 112.940 57.219 68.181

Fuente: Estadística comercial de la República de Chile, 1871-1880. Cuadro III-11. Carbón consumido por los ferrocarriles de Chile central, 206

1870-1879 (en toneladas métricas). Año

Valparaíso a Santiago

Santiago al sur *

1870 13.220,60 1871 13.624,60 1872 16.109,00 1873 20.465,90 1874 23.603,20 1875 23.550,30 1876 20.316,30 16.909,60 1877 1878 15.188,80 1879 15.288,80 _________

3.110,90 3.645,60 3.687,60 5.423,00 7.404,30 6.466,40 7.474,30 6.020,80 5.979,20 6.232,20

Chillán a Talcahuano**

6.120,10 6.010,70 4.340,40 3.850,20 3.552,30

Total

16.331,50 17.269,90 19.796,60 25.888,90 31.007,50 36.136,80 33.801,30 27.270,80 24.718,20 25.013,30

* En construcción hasta 1876 ** En operación desde fines de 1874. Fuentes: "Memorias del Superintendente del Ferrocarril del Norte", 18711-1880; "Memoria del Superintendente del Ferrocarril del Sur", 1871-1880, ambas en MI 18711880.

APENDICE DOCUMENTAL 207

II: ARCHIVO NOTARIAL MINAS DE OVALLE Registro de hipotecas y gravámenes de 1861 al 3 de enero de 1866 Volumen XXXVI, 1865 Pieza

1

27 de febrero de 1865 Fs 31 y vuelta "Título de hipoteca de una mina `San José' de Tamaya a favor de los herederos de don Ramón Lecaros". Inventario de 7 de diciembre de 1864. Nº 1.

Nº 2.

-

Cuatro barandas y rejas de fierro.

-

Ocho carros de fierro (tres en servicio).

-

Una fragua de maestranza con dos fuelles y sus útiles con su habitación.

-

Un galpón en la cancha de largo de 20 varas

-

Dos fraguas provisionales con tres fuelles y sus útiles para componer

134

para sombra.

herramientas. Nº 3.

-

Una carpintería provisional.

-

Una casa de altos con 17 varas de largo para habitaciones.

Nº 4.

-

Una bodega de 27 varas de largo para el depósito de víveres.

Nº 5.

-

Una casa habitación de 30 varas de largo que se compone de 5 piezas, 1 comedor, 1 escritorio con todos sus útiles.

Nº 6.

-

Una caballeriza de 45 varas de largo con un doblado

para

depósito del

mismo largo. Nº 7.

-

Cuarenta i cinco metros de cable para malacate.

Una Habitación para

panadería con su respectivo horno de ladrillos a fuego. Nº 8.

-

Un campanario con su respectiva campana. Un cuarto para baños con tres

varas de largo. Un botiquín regularmente surtido. Cuatro habitaciones para cocina i cuartos de mozo. Cinco romanas con plataforma. Un canal para conducir minerales a la cancha de carretas con 83 varas de largo. Seis depósitos para minerales. Una casa destinada para los capitanes de la mina con 16 varas de largo. Una casita habitación en la cancha del panteón para el pesado de 7 varas de largo.

Dos cocheras

continuación de la misma cancha. 200 varas en cuartería de fierro galvanizado en construcción para trabajos al lado sur del socavón oriente.

134

.

Una vara= 83,59 cmts. 208

En bodegas. 194 quintales de fierro surtido.

44 quintales de plancha.

975 quintales de fierro

galvanizado para consumo en el edificio de peones. 110 quintales de fierro galvanizado para rieles. 14 quintales de fierro galvanizado para máquinas. 58 quintales de cilindros. 470 lámparas en uso y nuevas. 2518 barrenos, sin uso. En Tongoy. Una bodega con 30 varas de largo, en sitio i cancha perteneciente a la mina. Interior de la mina. 151 varas de camino de ferrocarril desde el malacate hasta la cancha.- 103 varas de camino de ferrocarril desde el frontón.- 210 varas de camino ferrocarril de pique a malacate.- 60 varas camino ferrocarril, pique de Camarones.- 30 varas del pique Salvador. 30 varas en el Interesante.

150 varas ferrocarril en el exterior.- Dos

máquinas de malacate.- Dos tornos.- 1700 barrenos en servicio.- 80 combos.- 30 barretas.- 34 Cucharas.- 20 palas.- 32 taqueadoras.- 7 serruchos.- 7 hachas.- 14 carros de fierro (2 en servicio). Ranchos al sur. 28 ranchos de totora insignificante. Una corrida de cuartos para mayordomos con 13 piezas de techo de tablas. 7 ranchos de totora en la Regeneradora. 1 rancho de cuatro piezas. Ranchos al oriente. 13 ranchos de totora de un departamento.- 12 ranchos de totora al sur de un departamento.- 3 ranchos de totora al sur con 59 piezas de techo de totora y muralla de piedra. Ranchos al norte. 24 de un departamento. 4 de totora i piedra con 28 piezas. 1864 Pieza 5 F 4 y vuelta. 1.VIII.1864 "Título de propiedad de las minas de Panulcillo llamadas "Panulcillo", "El Carmen", "Socavón Asunción" y "Asunción", de minerales de cobre i demás útiles i establecimientos vendidos por Heartley Evans y doña Isabel Valdivieso de Respaldiza a la sociedad de Panulcillo Copper Company Limited representada por Huth Grunning. 209

Nº 6.

"...como también de la casa habitación construida en terrenos de la estancia de Panulcillo como a tres cuartos de legua del mineral..."

Nº 7.

"El precio de venta es de £120.000 ($640...0)...de los cuales £80.000 esta representados por hornos, edificios, ferrocarriles de sangre, metales i cuentas, herramientas i útiles de beneficio que contiene el establecimiento de fundición i casa habitación de la estancia de Panulcillo. Y £40.000 representan el precio de las minas de metales de cobre..."

Pieza 6 Fs 39 y vuelta. 11 de noviembre de 1865 "Título de propiedad de un establecimiento de fundición i mina de minerales de cobre que vende Gaspar Iriarte a don Cosme Martínez": "...un mina denominada el “Cobre" en el precio y cantidad de tres mil pesos la cual es de su propiedad i dominio i está ubicada en las vertientes de la quebrada de el "Toro", subdelegación de Punitaqui. Asimismo también le da en venta efectiva desde ahorra i para siempre, un establecimiento de hornos de fundición de minerales de cobre situado en el mismo punto i dentro de las pertenencias de la referida mina, el que vende el precio y cantidad de cinco mil pesos, con una cantidad de leña en pila en el mismo establecimiento. Además del derecho que tiene a las leñas en la estancia del Peral, según se especifica en el título otorgado por don Ramón Lecaros a favor de don Gaspar Iriarte...

210

III. SOCIEDADES ANONIMAS CARBONIFERAS FORMADAS ENTRE 1869 Y 1873. 3.1.

Compañía Explotadora de Lota y Coronel Constituida en Valparaíso el 29 de noviembre de 1869. Propósito: Explotación de carbón y actividades relacionadas Capital Nominal: £959.692,3 en 5.000 acciones Capital Pagado £38.387,7 Fondo de Reserva £19.193,9 a ser formado con el cinco por ciento de la mitad de las ganancias líquidas de cada año.

Accionista Luis Cousiño Ruperto Vergara Miguel Cruchaga José Astaburuaga Domingo Fernández Concha Santos Fariña José Arrieta Ramón Elizalde Rafael Larraín Moxó José Ruiz Tagle Domingo García Huidobro Carlos Tocornal Arturo Claro Agustín Fuenzalida Vicente Reyes José Agustín Eyzaguirre José Miguel Valdés Nicolás Larraín José Eustaquio Gorostiaga Vicente Cruchaga

Número de acciones 2.000 50 80 50 120 50 150 30 120 56 10 12 5 9 30 10 120 25 7 25

211

3.2.

Compañía Carbonífera Playa Negra Constituida en Valparaíso el 25 de enero de 1871 Propósito: Explotación de carbón en las inmediaciones de Lota. Capital Nominal: £76.628,4 en 400 acciones Capital Pagado £6.704,9 Fondo de Reserva £5.747,1 a ser formado en cinco años con el 5 por ciento de la mitad de las ganancias netas del año

Accionista Nicolás Larraín Vicente Cruchaga Marcial Martínez Antonio del Pedregal Francisco Subercaseaux Angel Prieto y Cruz Ramón Rojas Juan Francisco Pérez José Luis Claro Ruperto Allendes José Ignacio Larraín Pedro José Fernández

3.3.

Número de acciones 20 20 40 5 80 20 5 3 40 40 2 2

Compañía Carbonífera de Tomé 212

Constituida en Santiago el 26 de mayo de 1872 Propósito: Explotación de carbón en Tomé. Capital Nominal: £57.915 en 300 acciones Capital Pagado £5.791,5 Fondo de Reserva 9 por ciento del capital nominal a ser formado en cinco años con el 5 por ciento de las ganancias netas de cada año.

Accionista Nicolás Novoa Marcial Martínez Alamiro Matter Máximo Valdés Evaristo Sánchez Carlos Lira Fernando Santa Cruz Guillermo Errázuriz Bernardino Ossa Guillermo Gallo Juan Carlos Ossa Demetrio Lastarria Galo Irarrázaval Carlos Vicuña Alberto Nanzine Ramón Lira José Miguel Calvo Miguel del Fierro Sinforiano Ossa Juan de Dios Vial José Luis Santa María

3.4.

Número de acciones 100 5 5 5 2 1 2 1 2 1 1 100 5 5 2 2 1 2 2 2 2

Compañía de Minas de Carbón de Carampangue. 213

Constituida en Valparaíso el 29 de mayo de 1872 Propósito: Explotación de carbón en Carampangue. Capital Nominal: £193.050,2 en 300 acciones Capital Pagado £19.305 Fondo de Reserva £19.305 a ser formado con el cinco por ciento de la mitad de las ganancias líquidas anuales.

Accionista Soruco y Compañía Schuchard y Compañía Solari y Brignardello Hayer y Compañía Joaquín Rigau Juan Wheelwright Jorge F. Hoppin Julio Bernstein D. Schutte y Compañía Francisco P. Alvares Antonio Ferreira Juan F. Frenier Blás Cuevas Agustín Coignard Barón de la Riviere Nicomedes Ossa Escobar, Ossa y Compañía Francisco Ignacio Ossa Antonio Escobar Alberto Herrmann Mariano Ignacio Prado

3.5.

Número de acciones 50 50 30 20 10 15 15 25 15 30 20 5 30 5 50 30 25 5 25 25 500

Compañía Carbonífera Millongue. 214

Constituida en Valparaíso el 23 de noviembre de 1872. Propósito: Explotación de carbón en Lebu. Construcción de ferrocarriles, muelles y demás instalaciones para explotación. Capital Nominal: £193.050,2 en 1.000 acciones. 500 para Manuel Montalvo por su hacienda. Capital Pagado £7.722 Fondo de Reserva: £9.652,5 a ser formado con el cinco por ciento de las ganancias líquidas anuales.

Accionista Manuel Montalvo Benicio Álamos González Lafuente y Sobrino Vicente de la Fuente Eduardo Cooper Manuel Montt Toro Eduardo Rolfe John W. Barter M.A Macguines G. E. Iones Melcherts, Costa y Compañía José Alfonso José María Necochea Federico Santa María Costa Hermanos Watson y Meiggs Jorge Buchanan Manuel Thompson Antonio Barrena Rafael Albano

Número de acciones 500 145 50 20 20 20 20 30 5 5 20 20 20 25 10 20 10 30 20 10

215

3.6.

Compañía de Minas de Carbón de Arauco. Constituida en Valparaíso el 12 de diciembre de 1872 Propósito: Explotación de carbón en el fundo la “Quebrada” en Arauco Capital Nominal: £106.177,6 en 550 acciones Capital Pagado £10.617,8 Fondo de Reserva £19.305 a ser formado con el cinco por ciento de la mitad de las ganancias líquidas anuales.

Accionista Schuchard y Compañía Teodoro Frook Vicente de la Fuente Juan de la Fuente Federico Santa María Gervasoni Hermanos Nathaniel A. Fox Jorge Ross Carlos von de Heyde y Compañía H.C Hansen Henry Fauquereaux Francisco Ossa Edmond Dumier Edmond Belly Adolfo Lapostol Aguiar Hermanos Ferreira y Keitel Ignacio Delgado Henry Maupás Henry Maracín Jorge Millar Carlos T. Berry Félix Alemán Augusto Unger Julio Ochrens Rodolfo Schwinzer

216

Número de acciones 80 10 10 5 10 10 10 10 20 6 10 8 5 10 10 5 5 5 10 10 5 5 5 5 10 10

3.7.

Compañía Carbonífera Magallanes Constituida en Santiago el 26 de diciembre de 1872 Propósito: Compra a Ramón Rojas de las minas de carbón de Magallanes. Capital Nominal: £193.050 en 100 acciones Capital Pagado £77.220 Fondo de Reserva £38.610 a ser formado en cinco años con el 5 por ciento de la mitad de las ganancias netas del año

Accionista Ramón Rojas Eleodoro Gormaz José Antonio Salas Rafael Larraín Moxó José Antonio Gandarillas Alejandro Reyes César Lazaeta José Rafael Echeverría Zócimo Errázuriz Miguel García de la Huerta Claudio Vicuña Rafael Echeverría Francisco de Paula Salas Gabriel de la Carrera Rafael Sotomayor Pedro Nolasco Gandarillas Salas, Gandarillas y Compañía Juan Carlos Ossa Carlos Rogers Domingo Matta Belisario Prats Domingo Santa María Luis Pereira Juan y Hermógenes Prieto Alejandro Vial

Número de acciones 400 800 88 20 25 10 20 20 10 15 35 20 88 5 20 25 37 15 10 50 20 10 10 20 10

217

3.8.

Compañía de la Peña Cerrada Constituida en Valparaíso el 10 de julio de 1873 Propósito: Explotación de carbón en Tomé Capital Nominal: £18.656,7 en 100 acciones Capital Pagado £1.865,7 Fondo de Reserva £1.865,7 a ser formado en cinco años con el 5 por ciento de la mitad de las ganancias netas del año

Accionista Juan Prain Carlos H. Sivell Ronald Campbell Roberto Müller Gervasoni Hermanos Jorge A. King Alfredo Stedman Bertram Bambach

Número de acciones 30 22 18 5 5 3 2 5

218

CAPITULO IV La industria manufacturera.

1. Las visiones. Uno de los frutos de la expansión productiva, y de la creciente concentración de población, fue el inicio de la producción industrial en el país; fenómeno que no sólo no escapó a la atención de los contemporáneos, sino que fue motivo de gran interés para algunos autores, y de algunas fuertes controversias en torno su importancia, así como acerca de las formas de incentivar su crecimiento. De tal manera, según Benjamín Vicuña Mackenna, a mediados de la década de 1870 junto con ser el centro comercial y financiero indiscutido del Pacífico sur americano, Valparaíso era “el mercado del hierro y el asiento de la mecánica”, en tanto el poblado de Limache era “...el Manchester chileno...”, con las “...sus altas y humeantes chimeneas” de “sus fábricas, primeros y valerosos ensayos de la industria chilena”.

1

Aunque las

analogías de Vicuña Mackenna eran, por sobre todo, un reflejo de su característico entusiasmo por el progreso material, sin duda, apuntaban a un fenómeno en marcha: el aparecimiento de la industria moderna -capitalista- en Chile. Los antecedentes recopilados en torno a este fenómeno, permiten asegurar que, con anterioridad a la Guerra del Pacífico, existió en Chile un sector industrial de dimensiones considerables y características modernas, que constituyó la primera fase de un largo, difícil, y finalmente incompleto proceso de industrialización. Su existencia plantea importantes cuestiones, tanto en el plano de la teoría del desarrollo económico como en el de la historiografía. En la primera dimensión, es claro que la constatación de su presencia en el sistema económico chileno está relacionada con los efectos multiplicadores de las primeras transformaciones demográficas y del desarrollo exportador, los cuales por mucho tiempo fueron descartados por los analistas, pero que poco a poco, desde fines de la década de 1960, fueron destacados en el lugar que les correspondía. Al decir de Aníbal 1

Pinto,

hasta

entonces

hubo

un

. De Valparaíso a Santiago, pp. 33, 153 y 163. 203

evidente

descuido

en

ese

plano,

fundamentalmente producto de “que en el diagnóstico del ‘crecimiento hacia afuera’ a menudo se exageró la poca irradiación interna y sectorial de la economía primarioexportadora, sobre todo en lo que se refiere al avance industrial”.2 En torno a esa perspectiva analítica, y también en importante medida como resultado de la necesidad política de situar los orígenes de la industrialización nacional en la década de 1930, la industrialización decimonónica y también la anterior a la crisis de 1929-1932 fue relegada a un confinamiento analítico que negó los efectos diversificadores del crecimiento exportador. Historiográficamente, por largo tiempo se mantuvo el fenómeno industrializador ignorado y, cuando se llegó a considerar a la producción manufacturera del siglo diecinueve y a las industrias que la generaron, se la vio como producto de esfuerzos aislados, incapaces de conformar una atmósfera industrial, en el sentido de despertar la atención de los poderes públicos, de generar una fuerza de trabajo considerable en cuanto a tamaño o, en fin, de convertirse en un núcleo capaz de atraer capitales desde otros sectores de la actividad económica.

3

En la

práctica se consideró a la producción industrial del siglo XIX como un a cuestión casi anecdótica. De tal manera, la existencia histórica de la industrialización se hizo partir, por varias décadas, desde 1930; si bien en su momento Jack B. Pfeiffer y Fred J. Rippy 4

habían revelado la existencia de producción fabril desde mediados del siglo XIX.

Sin

embargo, la fuerza de los análisis desarrollistas y de la historiografía marxista fue demasiado, potente hasta mediados de los años 1970, como para que aquéllos esfuerzos historiográficos contrarrestaran una capacidad de convocatoria que trascendió lo propiamente académico y adquirió una potente connotación social y política. Ambas tradiciones analíticas –la desarrollista y la marxista- postularon la frustración del desarrollo nacional en el siglo XIX, ya fuese hacia la década de 1860 por parte de la primera, o desde 1891 por la segunda.

Así, el más influyente de los

economistas desarrollistas planteó que desde el fin del período colonial y hasta 2

. Aníbal Pinto, Chile, un caso, Prólogo a la tercera edición.. . Oscar Muñoz, Crecimiento, p. 13. 4 . Jack Pfeiffer & Fred J. Rippy, “Notes on the Dawn of Manufacturing in Chile”, en HAHR, vol. XXVIII, Nº 2, 1948; Jack Pfeiffer, “Notes on the Heavy Equipment Industry in Chile, 1810-1910”, en HAHR, vol. XXXII, Nº1, 1952. 3

204

aproximadamente la década de 1860, como resultado de una política económica adecuada, se registró un notable proceso de expansión y maduración de la economía que colocó al país en el umbral de la ruta al desarrollo. Sin embargo, medidas de política económica erradas -entre ellas la Tarifa de Aduanas de 1864, que redujo los aranceles, y la Ley de Bancos de Emisión de 1860 que relajó la disciplina monetaria- generaron elementos de orden doméstico que frustraron el desarrollo nacional, y por lo tanto la industrialización, por dos vías.

Primero, por la de la devaluación de la moneda, la

subsiguiente irresponsabilidad financiera y, luego, por la paulatina pero irresistible penetración extranjera. En síntesis, la élite dirigente había elegido el camino más fácil para asegurar sus niveles de consumo, lo cual había llegado a su expresión máxima con la "desnacionalización" del salitre, que le permitió vivir de las rentas generadas por la exportación de ese producto, pero al precio de mantener al país en el atraso o en el subdesarrollo.

En ese contexto se verificó, según esa tradición interpretativa, “la

decadencia, por no decir desaparición, del ánimo pionero que resalta de modo 5

sobresaliente frente a la situación del período inicial [de la república]”.

A la frustración de los años 1860, siguió un período de siete décadas de crecimiento espasmódico producto del derroche, de la ineficiencia, del retraso secular de la agricultura y de la disposición a permitir que la preeminencia de una relación económica externa marcada por la asimetría, continuara siendo el "motor" de la economía nacional. Allí se detuvo la primera fase expansiva del llamado "desarrollo hacia afuera". Acerca de las causas de ello, el análisis desarrollista calzaba con la crítica nacionalista de comienzos de siglo, que situaba la responsabilidad del fracaso en una sección de la élite. Aníbal Pinto subrayó que el factor principal no había sido la falta de capitales, sino la baja propensión de la capa dirigente a invertir, debido al "ejercicio de una concupiscencia refinada y estéril".

Su alto nivel de consumo, modelado según los

estándares europeos, había tenido una triple consecuencia: gasto inadecuado de los

5

. Aníbal Pinto, Chile, un caso, p. 81. Pinto tomó como momento de la "frustración" del desarrollo el mismo señalado por Francisco Encina en su Nuestra inferioridad económica (Santiago, 1911, con seis ediciones hasta 1986); en ese marco, planteó que en cuanto a industrialización, parece haber habido hasta un retroceso hasta 1914, p. 308. En esta línea de interpretación fueron importantes Claudio Véliz, "La mesa de tres patas", en Desarrollo económico, No. 3, 1963, pp. 231-247, y Max Nolff, "Industria manufacturera" en Geografía económica de Chile. Texto refundido (Santiago, 1967), pp. 508-548. 205

excedentes, uso ineficiente del ahorro externo e interno y retraso productivo del sector agrario. De esa manera, los sectores dirigentes habían sido más consumidores que empresariales. A partir de esa propuesta, se seguía como consecuencia lógica que la élite no había sido capaz de encauzar al país por el camino del desarrollo económico, que para entonces demandaba la industrialización. Desde un punto de vista social, la trascendencia del enfoque analítico de los economistas vinculados a la CEPAL fue profunda y trascendente y los conceptos que acuñaron adquirieron un uso que pasó a ser parte del lenguaje cotidiano. Entre ellos, no sólo la idea del "desarrollo frustrado", sino también la de la "oligarquía derrochadora y concupiscente", incapaz de liderar el país hacia el desarrollo, más que nada por la inexistencia en su seno de un núcleo empresarial capaz de desmantelar las viejas estructuras y otros obstáculos. Casi contemporánea a las contribuciones desarrollistas irrumpió con vigor en la 6 escena la historiografía marxista. Desde el punto de vista cronológico, los historiadores

marxistas centraron preferentemente su atención en el lapso comprendido entre 1830 y 1930, privilegiando en su análisis temas que constituían aportes a la elaboración y legitimación de los programas de los partidos de izquierda. En ese contexto, el período 1850-1900 fue objeto de un especial escrutinio. Se buscó una caracterización del "modo de producción" vigente, lo cual desató un intenso debate al interior de esta corriente. La tiranía de los conceptos, y las necesidades de la "praxis" política, empantanaron a estos historiadores en una prolongada y, a la larga, estéril discusión acerca del carácter "feudal" o "capitalista" de la estructura económica. Debido a la naturaleza altamente abstracta del debate, a final de cuentas este contribuyó poco a la investigación histórica. Desde un punto de vista analítico el momento que esos historiadores señalaron como el de la frustración del capitalismo nacional fue 1891. En efecto, todos coincidieron 6

. Las obras más destacadas de esta corriente fueron Julio César Jobet, Ensayo crítico del desarrollo económico social de Chile (Santiago, 1955); Hernán Ramírez analizó la economía de fines del siglo XVIII en sus Antecendentes económicos de la Independencia de Chile (Santiago, 1969); Luis Vitale, Interpretación marxista de la historia de Chile (5 vols., 1967-1982). Ramírez publicó además Historia del movimiento obrero en Chile. Siglo XIX (Santiago, 1956); Historia del imperialismo en Chile (Santiago, 1960) y Balmaceda y la contrarrevolución de 1891 (Santiago, 1969, con segunda edición en 1972). Otro influyente autor marxista fue Marcello Segall, El desarrollo del capitalismo en Chile. Cinco ensayos dialécticos (Santiago, 1953). 206

en caracterizar la gestión del Presidente José Manuel Balmaceda (1886-1891) como modernizante, progresista, "antiimperialista y antioligárquica" y en dictaminar que su derrota en la Guerra Civil de 1891 había sido, también, la de un proyecto histórico -únicoque abrió por una sola vez la posibilidad del desarrollo autónomo del capitalismo nacional. Después de Balmaceda sólo había quedado como herencia el imperio de formas arcaicas de producción, la penetración extranjera, y la decadencia. Esta aproximación analítica llevó a disminuir la importancia histórica del período 1891-1938 en cuanto a desarrollo capitalista. Después de 1891, es decir después de la derrota estratégica del capitalismo chileno, ya no había historia capitalista o historia burguesa, sino sólo la historia de la fuerza vencedora en esa guerra civil: la oligarquía 7

aliada al imperialismo, para quienes el problema industrial simplemente no existía.

Al razonar de esta manera, los historiadores marxistas abandonaron el estudio de una serie de temas y problemas que era dable - y hasta cierto punto exigible- esperar que hubiesen constituido sus objetos de estudio. Así, la acumulación de capital, las características y funcionalidad del sector externo, el mercado y la industrialización, y el empresariado, entre otros, quedaron sensiblemente ausentes de su repertorio.

Ni

siquiera fueron desarrollados en los estudios de economistas de la misma inspiración ideológica, que más tarde intentaron una interpretación global del desenvolvimiento de la 8

economía chilena.

Sólo la elaboración de estudios basados en investigaciones sistemáticas podía poner a prueba la validez de aquellas tesis.

Los primeros fueron, no casualmente, el

resultado del trabajo de economistas en la década de 1960. El primero de ellos fue el estudio de Ricardo Lagos, que ofreció antecedentes que de manera indirecta indicaban un incremento en la actividad manufacturera en las últimas tres décadas del siglo XIX.9 Poco después de la publicación de ese libro, Oscar Muñoz dio un paso definitivo en el esclarecimiento del problema industrial con anterioridad a 1930. Sus datos le permitieron afirmar que los parámetros temporales de la investigación debían ampliarse al período 7

. Gabriel Salazar, "El movimiento teórico sobre desarrollo y dependencia en Chile, 1950-1975", en Nueva Historia, Nº. 4, 1982, p. 37. 8 . José Cademártori, La economía chilena. Un enfoque marxista (Santiago, 1970). Sergio Ramos, Chile ¿una economía en transición? (Santiago, 1973), especialmente p. 80 et. seq. 9 . La industria en Chile: antecedentes estructurales (Santiago, 1966), especialmente capítulos 1, 2 y 3. 207

posterior a 1880, y concluyó que en las últimas décadas del siglo XIX hubo un desarrollo industrial que muy difícilmente podía calificarse de pasivo o estancado.10 Sin embargo, la determinación del inicio del proceso, como las dimensiones y estructura de ese desarrollo industrial continuaban siendo, en palabras de Lagos, una cuestión "prácticamente incontestable". Marcillo Carmagnani y Henry W. Kirsch hicieron modificaciones en la cronología que parecieron definitivas.

Mientras el importante

estudio del primero demostró que el desarrollo industrial arrancaba en las décadas finales del siglo XIX y, como tal, era parte del proceso de desarrollo del subdesarrollo derivado de la situación de "dependencia", según Kirsch, "la industrialización chilena se inició, como proceso consistente, durante los años en los cuales [e] país estuvo en guerra con sus vecinos del norte, 1879-1884".

11

Kirsch no desconoció la existencia de

establecimientos industriales con anterioridad a la guerra, sólo que, siguiendo la visión tradicional, sostuvo que antes del conflicto la manufactura chilena consistió en un 12

pequeño número de fábricas aisladas y de un extenso conglomerado de artesanías.

En los últimos años, Eduardo Cavieres incursionó en el debate acerca de los orígenes del proceso y para ello empleó el concepto de proto-industrialización.13 Este concepto fue elaborado inicialmente en Europa en los años en que los cambios en la industrialización

de los países desarrollados y la

emergencia de los NICs

inevitablemente llevaron a la formulación de nuevas preguntas y enfoques acerca de la industrialización, en particular acerca de la forma que ella adoptó en sus inicios. En ese contexto, la categoría porto-industrialización ha resultado particularmente útil para explicar formas tempranas de industrialización, sus implicancias sociales, la emergencia del empresario industrial y la compleja transición desde la producción artesanal y casera a la producción fabril. H. Freudenberger y F. Redlich estuvieron entre los primeros que emplearon el concepto de proto-factoría y que rechazaron el modelo de las etapas de la 10

. Muñoz, Crecimiento, p. 24. . Marcello Carmagnani, Sviluppo Industriale e Sottosviluppo Economico. Il caso Cileno. 1860-1920 (Torino, 1971), passim. Henry W. Kirsch, Industrial Development in a Traditional Society. The Conflict of Entrepreneurship and Modernization in Chile (Gainesville, 1977), pp.3-4. 12 . Ibid., p.4. 13 . En la Introducción a la versión castellana del libro de Carmagani, Desarrollo industrial y subdesarrollo económico. El caso chileno (1860-1920) (Santiago, 1998). 11

208

industrialización europea propuesto por Hoffman. 14

Para ellos, la “...proto-factoría”

consistió en el tipo de establecimiento industrial que apareció a comienzos del siglo XVIII, a través de la combinación del crecimiento de actividades intensivas en capital y el desarrollo estructural de las actividades de exportación intensivas en capital”. Tal visión fue desarrollada años más tarde por F. F. Mendels, quien fue en realidad el creador del concepto proto-industria, que plantea la existencia de una interacción continua entre crecimiento industrial y demográfico e industrialización rural”.15 En cuanto a concepto general, el aparato analítico vinculado al concepto de protoindustrialización busca encontrar los orígenes de la industrialización en el contexto de las industrias rurales, de la especialización agraria, de la expansión del capitalismo mercantil y de la organización casera de la producción de manufacturas. Después de aplicar su modelo al caso de Flandes, Mendels llegó a la conclusión de que la aparición de dichos factores aceleró la génesis de las revoluciones industrial y mecánica, en la medida en que ellos dieron paso a una mayor tasa de acumulación de capital, condujeron a la ruptura de los sistemas demográficos autorregulados, dieron paso al crecimiento demográfico (que a su vez creó un superávit de fuerza de trabajo), y favorecieron tanto la especialización productiva en la agricultura como el inicio de una producción artesanal más mecanizada. En sus propias palabras: “Proto-industrialización es un complejo de hipótesis, un nuevo modelo en donde tanto las industrias rurales y la manufactura dispersa juegan un rol fundamental.

Es en ese escenario que debemos tratar de

especificar el rol del campo, de la industria, de la agricultura, de la economía, de la población, de la familia, de los empresarios, de los mercados locales y del comercio 16

internacional”.

A partir de entonces, se inició una amplia discusión acerca del concepto, en especial acerca de su aplicación en diferentes sentidos, y acerca de sus limitaciones. Una de las principales objeciones fue que no consideró la incapacidad de ciertas 14

. “The Industrial Development of Europe. Reality, Symbols, Images”, en Kylos, vol. XXIII, 1964, pp. 372-402. W. Hoffman, The Growth of Industrial Economies (Manchester, 1958). 15 . “Proto-industrilization The First Phase of the Industrial Process”, en The Journal of Economic History, vol. XXXII, Nº 1; 1972, pp. 241-261. Años más tarde, este autor desarrolló este concepto en “Des Industries Rurales a la Proto-industrialización: Historie d’un Changement de Perspective”, en Annales, vol. XXXIX, Nº 5, 1984, pp. 997-1008. 16 . Ibid., p. 977. 209

regiones con industria rural para crear precondiciones para una “revolución industrial”. Tampoco el concepto considera la experiencia reciente de algunas naciones en desarrollo en donde el empleo de una fuerza de trabajo artesanal y rural puede contribuir al ahorro de capital al distribuir las ganancias de manera más amplia y facilitar la evolución de las sociedades tradicionales. El modelo ha sido también criticado pues en algunos casos de sociedades rurales, como China y Japón, la industria no fue estacional, no estuvo caracterizada por el dominio masculino y no tuvo los mismos efectos demográficos que en Europa. Además, se le ha criticado por no tener en cuenta los efectos de la dominación política y económica, el rol del gobierno y de las relaciones campo-ciudad. La crítica más consistente fue la de Berg y Hudson, para quienes protoindustrialización representa una concepción innecesariamente restrictiva acerca de cómo ocurre la industrialización capitalista.

En esa perspectiva, alegan, el concepto debe

ampliarse a consideraciones acerca de la cultura y la organización del trabajo, en relación a los mercados extraregionales, y destacaron la necesidad de establecer una distinción entre diferentes tipos de pequeños productores rurales y diferentes estructuras proto-industriales. Si bien el concepto ha sido útil para descartar la influencia negativa de categorías como “etapas”, “modernización” y “crecimiento”, desde otro punto de vista su aplicación a sociedades atrasadas, como la chilena en el siglo XIX, en donde el desarrollo de los mercados de factores era extremadamente limitado, resulta compleja. Para el caso chileno, anterior a la Guerra del Pacífico, es un concepto difícil de ser aplicado pues en las áreas rurales, la especialización, un mercado de capital, y una estructura de producción domestica extendida estuvieron ausentes, y la producción artesanal no se dio 17

en un forma puramente protoindustrial.

Tal cual lo he sostenido en publicaciones anteriores, y de acuerdo con los antecedentes que se desprenden de la investigación que sustenta este capítulo, es posible sostener que, en cuanto a proceso, la industrialización chilena fue un fenómeno urbano que se inició en la medianía del siglo XIX, complementario a la urbanización, la 210

modernización del transporte y a los estímulos de la demanda externa. Este proceso se aceleró en las décadas de 1860 y 1870 como parte del inicio del proceso de transición al capitalismo, del cual la producción industrial, con todas sus limitaciones, fue parte consustancial. Pero tal cual esa transición fue compleja e incompleta, también lo fue la industrialización "originaria". Es más, si bien ella se constituyó en fenómeno distintivo en el marco del sistema económico de la época, no logró adquirir una dinámica tal que le diese la condición de autosustentabilidad y, al mismo tiempo, convertirse en factor de transformación de las estructuras tradicionales.

En otras palabras, no jugó el rol

revolucionario que tuvo en otras latitudes. Al decir de Aníbal Pinto Santa-Cruz, el proceso existió y fue importante, aunque estuvo expuesto a vaivenes y líneas zigzagueantes de la política económica y a condiciones macroeconómicas que redujeron su posibilidad de autosustentación y desarrollo.

En otras palabras, la diversificación sectorial e industrial no llegó a

representar un elemento compensatorio, de carácter más o menos autónomo, respecto al peso abrumador del sector exportador. Así, si bien muchas de las industrias creadas antes de 1879 evolucionaron en forma tal que su progreso se puede seguir por décadas, y que ellas constituyeron la piedra angular sobre la que se basó buena parte del desarrollo industrial posterior, en su conjunto no lograron romper el peso de la tradición. Y ello a pesar de que, de acuerdo con los estándares de la época, algunas fábricas constituyeron importantes casos de desarrollo tecnológico y calidad de producción, y se distinguen de toda la producción 18

anterior de manufacturas.

2. Evidencia Secundaria. El análisis del sector fabril moderno anterior a la Guerra del Pacífico es problemático. No existen series, las estadísticas disponibles no son confiables y, por lo tanto, su 17

. Rigoberto García, Incipient Industrialization in an “Underdeveloped” Country. The Case of Chile, 18451879 (Stockholm, 1989), p. 221. 18 . Como se describe en Capítulo I. 211

reconstrucción debe hacerse en base a una multiplicidad de fuentes, partiendo por aquéllas que ofrecen antecedentes indirectos. Ya a mediados de siglo, la demanda por bienes de consumo en el país alcanzó un volumen considerable y niveles estables. La internación masiva de bienes industriales contribuyó a generar notables cambios en los patrones de consumo de parte importante de la población, factor decisivo en la creación de un volumen de demanda tal, que permitió el establecimiento de industrias manufactureras en el país.19 Paulatinamente, ello redundó en la creación de una demanda industrial que incluso comenzó a reflejarse en la estructura de las importaciones; en efecto, a partir de 1870 la estadística oficial ofrece información desagregada sobre importaciones.

Un análisis general de las

estadísticas de materias primas sugiere que ellas experimentaron un crecimiento anterior a 1870 y que su evolución no guardó una relación directa con la del comercio exterior. En la década de 1870, el peso relativo del valor de las materias primas en el total importado pasó del 4,6 por ciento en 1870 al 9,6 en 1879, habiendo crecido al 2,2 por ciento anual, en tanto que el total declinó en 5.2 por ciento por año. En el mismo período, la participación porcentual del valor de las importaciones de maquinaria y equipo en el total aumentó del 5,8 al 8,1 por ciento -aunque en este caso se debe hacer 20

provisión para lo que se destinaba a la agricultura y la minería.

En otras palabras, la

sustitución de importaciones "natural" había adquirido su propio ritmo y dinamismo. Estos cambios en la composición de las importaciones no pasaron inadvertidos para los encargados del manejo de la economía. Ya en 1869, el Ministro de Hacienda hizo notar que muchas mercaderías consideradas anteriormente como "materias secundarias", y gravadas con derechos, habían pasado a ser materias primas.

21

En

1875, el representante diplomático británico en Chile estimó que en los diez años precedentes las importaciones de fierro se habían doblado, en tanto que la maquinaria

19

. Sobre hábitos de consumo desde mediados de siglo, ver Alberto Blest Gana, Martín Rivas, passim, y Tornero, pp. 191-192. 20 . Cálculos con datos de Chile, Dirección General de Contabilidad, Resumen de la Hacienda Pública de Chile desdes 1833 hasta 1914. Summary of the Finances of Chile from 1833 to 1914 (London, Spottiswoode, 1914), p. 93. El valor de las importaciones de materias primas pasó de £243.280 a £301.522, en tanto que el del total de las importaciones descendió de £6.959.398 a £3.135.434. 21 . MH 1869, p. 35. 212

de todo tipo era no menos que diez veces mayor que en 1865.22 Si bien una importante proporción del fierro internado tenía como destino las obras públicas, la agricultura y la minería, parte importante era adquirido por establecimientos elaboradores de productos metálicos; y en cuanto a la proporción de la importación de maquinaria y equipo que era destinada a establecimientos manufactureros, una observación de lo ocurrido a partir de 23

1865 sugiere un porcentaje de alrededor de un cuarto.

Cuadro IV-1. Valor de las exportaciones de bienes manufacturados 1871-1874 (en libras esterlinas) Bienes 1871 1872 1873 1874 Aceite lámparas 9.171 4.894 Alimentos Procesados 2.904 3.480 Calzado 11.170 20.890 14.666 6.186 Casas de madera desarmadas 1.876 1.022 Cigarrillos 345 86 Carros 15.908 19.692 Colchones 2.060 447 Cerveza 5.710 2.868 Jabón común 3.154 2.295 Ladrillos refractarios 1.784 942 Lanchas 8.011 2.221 Maderas para construcción 112.023 152.099 79.734 36.676 Muebles 6.200 2.248 Maquinaria surtida 29.889 21.590 13.80 11.758 19.498 Máquinas para amalgamación Mercería surtida 13.750 25.697 Ropa hecha 1.211 694 Vasijas de madera 3.218 2.195 Velas para buques 3.731 2.026 Suelas 41.167 80.360 37.819 66.600 223.523 329.402 194.902 146.841 Total Fuente: MH 1873, pp. 146-147; MH 1875, pp. 128-129. El total de estas exportaciones representó el 1,6, 2,4, 1,4 y 1,2 por ciento del valor total en cada año.

22 23

. Rumbold, pp. 365-367. . Ibid., p.377. 213

Los escasos datos referidos a exportaciones también aportan

algunos

antecedentes acerca de la producción manufacturera, si bien ellos no permiten distinguir entre producción industrial propiamente tal y artesanal. Los datos para los años de 1871 a 1874, incorporados al Cuadro IV-1, muestran que tanto el volumen como la calidad de las exportaciones con valor agregado, eran considerables. 24 La importancia de esos datos trasciende el de su magnitud, pues si bien no cabe duda de que una importante proporción de ellas debió ser de origen artesanal, otras corresponden a un nivel técnico de producción de tal grado de complejidad, que se aparta significativamente de la pequeña producción. Otros documentos aportan valiosos datos acerca de industrias modernas y sus líneas de producción. En el año 1862 se publicó en Valparaíso una guía informativa en inglés, con una muy variada información acerca del puerto y su actividad comercial y productiva. Un acápite de ella contenía amplia información acerca de un importante grupo de establecimientos productores de manufacturas, especialmente de bienes de consumo, y de otros dotadas con los equipos requeridos para la elaboración de maquinaria y equipo. En diversos sectores de la ciudad se empleaba fuerza motriz a vapor en la producción de jabón, velas y hielo, en la elaboración de madera, de cañerías de plomo para el agua potable y la conducción de gas, así como para accionar fuelles de hornos en fundiciones y otros usos. Especial referencia hacía a tres fundiciones en las que se modelaban y elaboraban piezas de fierro de dimensiones considerables, e incluía 25

numerosos avisos de dichas industrias.

Importantes funcionarios del Estado debieron prestar atención a este sector industrial emergente. En 1869, el Ministro de Hacienda comentó en el Congreso que en el país había "valiosos capitales comprometidos en industrias....como la fabricación de sacos, pólvora, etc.", al paso que alegaba por un tratamiento diferente para las importaciones de materias primas. Seis años más tarde, Ramón Barros Luco, también en calidad de Ministro de Hacienda, se refirió a la creciente actividad industrial, manifestada en “el aumento notable que se nota en la importación de materias primas para la industria, y la disminución en la de los artículos de lujo, síntoma muy favorable 24

. Resumen de la Hacienda, p. 6. 214

para el establecimiento de una prosperidad fundada sobre bases sólidas”.26 La promulgación en 1874 de la ley de Marcas Industriales resultó en que muchos empresarios industriales habían “concurrido también a registrar sus respectivas marcas de fábrica y de industrias a fin de impedir las falsificaciones tan comunes en los títulos adoptados por los fabricantes o industriales de reputación acreditada”.27

Los registros,

que estuvieron a cargo de la Sociedad Nacional de Agricultura, contienen los nombres y líneas de producción de diversos establecimientos, ubicados preferentemente en las provincias de Concepción, Santiago y Valparaíso.28 Por su parte, el Ministerio del Interior enfrentaba los primeros problemas ambientales urbanos creados por las nuevas actividades manufactureras. En 1872 esa secretaría de Estado hizo especial referencia a las "enfermedades industriales", las cuales junto con manifestarse en la minería del carbón, eran ocurrencia común en las 29

En 1874 el Ministerio fue llamado

fábricas de jabón y velas, curtiembres y fundiciones.

a intervenir frente a los problemas que causaban los establecimientos fabriles ubicados en el Departamento de la Victoria; como resultado de ello, se expidió un decreto por el cual se fijaban los límites dentro de los cuales debían situarse las curtiembres, 30

jabonerías, velerías y otros establecimientos de esa localidad.

Disposiciones similares

31

continuaron publicándose hasta el final de la década.

Finalmente, en 1879, la Intendencia de Valparaíso introdujo una nueva variable en el registro del Impuesto de Patentes: la de establecimiento industrial. Según ésta, en la ciudad había 55 establecimientos manufactureros modernos, los que fueron clasificados como "fábricas", diferenciándolos de esa manera de 120 unidades artesanales, las que fueron agrupadas bajo la denominación "talleres".

32

Era el reconocimiento y distinción

oficial de "mercado del hierro y el asiento de la mecánica" que faltaba para el emergente sector productivo. 25

. . 27 . 28 . 29 . 30 . 31 . 32 . 26

James W. Duffy, A Handbook to Valparaíso (Valparaíso, 1862), p. 8. MH 1869, p. 38. MH 1875, p. XXXVI. MH 1875, p. XXXII. MH 1878, anexo II. MI 1872, p.66. Ministerio del Interior; Ordenanza del 13 de mayo de 1874, en El Araucano, 14 de julio 1874. MI 1871 a 1879. Matrícula de los Establecimientos Gravados con la Contribución de Patentes del Departamento de 215

3. Dimensiones. La determinación del número de industrias modernas existentes, con anterioridad a 1879, plantea problemas derivados de las características de las fuentes. Estas, por su discontinuidad y la poca confiabilidad que inspira la estadística, hacen imposible la elaboración de series de producción, empleo, salarios y otras variables, o un seguimiento regular de la evolución de cada establecimiento. información fragmentaria.

Ello hace inevitable el uso de

Con ella, sin embargo, es posible una reconstrucción del

sector industrial entre mediados de la década de 1850 y 1879. En 1895 un censo levantado por la Sociedad de Fomento Fabril estableció que en el país había 2.419 establecimientos industriales. De ellos, 570 o el 23,6 por ciento, habían sido inaugurados con anterioridad a 1879, y de éstos 240 o el 10 por ciento del total, habían sido organizados antes de 1870.

33

La metodología empleada en este censo

permitía que establecimientos muy pequeños fueran considerados como plantas industriales, lo cual explica lo abultado de las cifras finales. Este estudio requiere, para efectos de clasificación como planta industrial, que un establecimiento cumpla con tres requisitos: empleo de más de diez personas, uso de maquinaria a vapor como fuente principal de energía y la existencia de relaciones de producción en la forma de salario monetario. La introducción de estos requisitos se ha hecho considerando que estos tres elementos distinguen a empresas de dimensiones y nivel técnico superiores, organizadas sobre bases que las tipifican como capitalistas. El número mínimo de personas empleadas se determinó tomando en cuenta que el Censo Industrial de 1957 fijó en cinco el mínimo de empleados requeridos para la clasificación

Valparaíso (Valparaíso, 1879). 33 . Boletín de la Sociedad de Fomento Fabril, Vol. XII, Nº 1, 1896, pp. 5-7. 216

de un establecimiento manufacturero bajo la categoría de industrial34. Por estimarse baja esta cifra, se dobló el requerimiento, para lo cual se tomó también en cuenta el nivel medio de empleo por establecimiento que se registró en aquellos países que iniciaron su proceso de industrialización en forma más tardía.

Hacia 1850, en Bélgica en el

establecimiento industrial medio, fábrica o fragua, el empleo era más bien reducido; el número promedio en los establecimientos textiles era de 30, 35 o 43 trabajadores. En Suecia, el promedio por "fábrica" textil era 6 o 7.35 En cuanto al uso de maquinaria a vapor, se siguió el criterio propuesto por John R. Hicks, en el sentido de que lo que realmente distingue a la industria manufacturera moderna de las formas anteriores a la Revolución Industrial, no es tanto el número de personas empleadas o el volumen de capital acumulado, sino más bien "el incremento en el rango y la variedad de los bienes 36

de capital en los cuales dicho capital es invertido".

Finalmente la aparición del salario

como la relación de producción dominante, junto con la mecanización, marcó el inicio definitivo de la Revolución Industrial, disociando la producción de manufacturas de las formas precapitalistas de organización del trabajo. En Chile la combinación de estos tres elementos marcó el inicio de una nueva época en la producción material, el nacimiento de un nuevo tipo de actividad organizada sobre bases modernas y competitivas y el inicio de una nueva fase en la historia económica del país. El grupo de industrias que se enumera a continuación es entonces lo más representativo en cuanto a industria manufacturera moderna durante el período, y el número de unidades en el Cuadro IV-2 es tan sólo el 21,7 por ciento del total de establecimientos señalados por el censo de la SOFOFA como organizados antes de 1879. Muchos de los 446 establecimientos no considerados en esta clasificación fueron descartados por no cumplir con sólo uno de los requisitos establecidos, especialmente el uso de fuerza motriz a vapor. Pero en otros aspectos, especialmente en términos de empleo, algunos de ellos eran muy significativos. De otra parte, las cifras del Cuadro IV2 son también inferiores a la de establecimientos manufactureros que proporcionan el

34

. Dirección General de Estadísticas y Censos, III Censo Nacional de Manufacturas. Datos referidos al año 1957 (Santiago, 1960), p. 19. 35 . Eric J. Hobsbawm, The Age of Revolution (London, 1977), p. 243. 36 . John R. Hicks, A Theory of Economic History (Oxford, 1966), p. 143. Enfasis en el original. 217

registro del impuesto de patentes para 1876.37 En efecto, dicho listado muestra un total de 2.175 empresas, de diferentes tamaños, dedicadas a la producción de manufacturas. Ellas constituían ellas el 43,1 por ciento de los contribuyentes bajo este rubro. La clasificación de esta información de acuerdo con los grupos diseñados para el cuadro IV-2, muestra una intensa actividad manufacturera en bienes de consumo. El

grupo alimentos contaba con 617 unidades, mientras que bebidas estaba

compuesto de 126, y textiles sólo incluía 5.

Maderas y muebles comprendía 296

unidades, papeles e imprentas 84, productos del cuero y la goma 157, químicos 104, productos de minerales no-metálicos 353 y, finalmente productos metálicos y materiales de transporte 178. Los registros comprendían además 255 tonelerías. Por lo tanto, la reducción efectuada en la elaboración del cuadro IV-2 es considerable, pero ella hace los resultados más representativos en cuanto al tipo de establecimiento que se busca para sostener el argumento de este capítulo. Acerca de cuándo fueron establecidas, los datos disponibles sólo permiten determinar el período en que se fundó el 56 por ciento de ellas, pero ello es ilustrativo de la correlación positiva que existe entre el período de auge de la economía –toda la década de 1860 y primera mitad de la de 1870- y la creación de industrias. Cuadro IV-2. Establecimientos industriales modernos en 1876. (Grupos 20 a 30 de la Clasificación Industrial Standard) Grupo Industrias Empleo 35 1.153 20. Alimentos 9 229 21. Bebidas 1 26 22. Tabacos 8 448 23. Textiles 2 55 24. Confecciones y calzado 11 430 25-26. Maderas y muebles 11 451 27-28..Papel e imprentas 29-30. Productos del cuero y 6 293 de la goma 7 182 31-32. Productos químicos 33. Productos de minerales 3 159 no-metálicos 37

. “Resumen general de las Patentes Fiscales expedidas en 1876”, en AE 1876-1877, p. 335. 218

34-38. Bienes metálicos, incluida maquinaria Total

31 124

3.170 6.596

Fuente: Según datos en el texto.

En el 83,1 por ciento de los casos, ellas fueron creadas en dicho período, siendo el quinquenio 1870-1874 el de mayor actividad en tanto durante este lapso fue creado el 40,8 por ciento de los establecimientos. Más aún, la baja de la del período 18751879 –sólo el 4,2 por ciento de los establecimientos fueron creados en esos añosrefuerza la tesis de que sólo hay industrialización cuando la conexión externa funciona a plenitud. Cuadro IV-3. Establecimientos fabriles por fecha de fundación Grupo / Década o quinquenio 1850 1860 1870-1874 Alimentos 1 7 7 Bebidas 1 1 1

Tabaco Textiles

3 3 1

Vestuario y calzado Madera y muebles Papel e imprentas

1 2

Químicos

2 14 30

Minerales no metálicos Total

1 1

2 2 2 5

Cuero y goma

Metal mecánicos

2 2

1875-1879 1

2 9

7 29

3

Fuente: Según datos en el texto.

4. Las fábricas.

4.1. Grupo Alimentos. Este grupo fue el que experimentó el mayor crecimiento entre los rubros industriales en el lapso 1860 y 1879. Con anterioridad a 1860, sólo existían seis molinos harineros en los cuales era empleada maquinaria a vapor, los que fueron parte de la vanguardia en el empleo de este tipo de fuerza motriz en el ámbito manufacturero. Pero 219

en 1862, la estadística indicaba que motores a vapor eran empleados en siete molinos, dos fábricas de galletas, una de aceite y una de chocolate.38 Quince años más tarde, el panorama era el siguiente:

Cuadro IV-4. Establecimientos procesadores de alimentos a 1876 Producción Refinería de azúcar Molinos harina Fábrica de confites Galletas y chocolates Panaderías Aceite Pastas Molienda y envase de café Total

Número de establecimientos 1 15 2 3 5 2 6 1 35

Empleo 213 534 33 59 115 69 108 22 1.153

La composición de este grupo sugiere que a mediados de la década de 1870, el control histórico ejercido por la pequeña producción de alimentos se rompía por varios frentes. Los esfuerzos realizados por diversos empresarios, en su mayoría de origen extranjero, se dirigían a la conquista de mercados sobre los cuales el peso de los productores artesanales era inmenso. En 1875, el censo de población contabilizó 4.272 "panaderos", los cuales debían cubrir una parte importante de la demanda por el producto básico en la dieta nacional. Más aun, el 40 por ciento de ellos se concentraba en las provincias de mayor densidad de población: Santiago y Valparaíso. Fue en esas dos ciudades donde panaderías mecanizadas se instalaron en esos años. Sin embargo, 39

y no sólo en ese rubro de la elaboración de alimentos se registró un avance notable.

Sin duda, la industria más importante de este grupo lo constituyó la Refinería de Azúcar de Viña del Mar. La construcción de este establecimiento se inició en 1870, bajo la dirección de su dueño, Julio Bernstein que invirtió en los trabajos una suma

38 39

. AE 1862, p. 26. . QCJP, pp. 397,443 y 621. 220

ligeramente superior a las £6.046 en capital fijo.40 Durante el proceso de construcción, Bernstein recurrió al Congreso al cual solicitó se le liberase de los derechos de exportación al oro o plata amonedada o en pasta que enviaría al extranjero para la adquisición de maquinarias hasta la suma de £1.407 [$60.000], y de los derechos de importación a las máquinas para la fábrica de refinación y sus accesorios "hasta la concurrencia de un valor equivalente a los $60.000 pesos que pide se le permita exportar libre de derecho". Esta solicitud fue favorablemente acogida y, a mediados de 1871, se promulgó la ley correspondiente.41 Para los efectos de la construcción de las instalaciones, Berstein contrató con la dueña de la hacienda Viña del Mar, Dolores Pérez de Alvares, el arriendo de un terreno y el derecho de evacuar las aguas servidas "en un potrerillo" fuera del recinto de la misma, debiendo reunir las aguas "en un acueducto de tubos de greda de la fábrica de Lota con sus extremidades de cal y ladrillo que corra por el terreno arrendado desde el punto donde se hallan las calderas hasta el lado este". Para llegar a ese punto, el acueducto debía pasar bajo el camino Valparaíso-Quilpué, vía de la cual el arrendatario debería 42

preocuparse "muy principalmente... de mantener en perfecto estado".

Una vez completada su planta física, en la ribera sur del estero de la localidad, la refinería cubría una superficie de 48.000 metros cuadrados y estaba unida a la estación de ferrocarril de Viña del Mar por un desvío por el cual transitaban diariamente, de doce a quince carros con materias primas e insumos, lo cual implicaba gastos de alrededor £5.000 por año. El establecimiento constituía en sí un pequeño complejo compuesto por las siguientes unidades: un edificio principal de 95 metros de largo y 38 metros de ancho, construido de fierro y ladrillos que contenía los aparatos de clarificación y filtración; un laboratorio; una sección de ollas al vacío para hervir azúcar, motores centrífugos, bombas de aire, tres calderas capaces de generar una fuerza de 120 HP y aparatos de limpieza, moldaje, secado y empaque. La bodega, a través de la cual cruzaba el desvío ferroviario, medía 60 metros de largo por 40 de ancho y estaba construida de los mismos materiales; otro edificio de similares dimensiones servía para los mismos propósitos de 40

. Vicuña, De Valparaíso, p. 83. . CD. SE, 24.X.1870. El Araucano, 22.VIII.1871. 42 . AN., Archivo Notarial de Valparaíso, vol. 172, 1872, Nº 127, f. 81; Convenio, 17.VII.1872. 41

221

bodegaje y para el almacenamiento de maquinaria. Otras construcciones incluían una armaduría de barriles; diez cobertizos; una carbonera; hornos para la producción de carbón vegetal, un gasómetro; dos edificios con cuarenta habitaciones para los empleados y la casa del propietario.43 La inauguración de la refinería, en febrero de 1873, constituyó un acontecimiento que trascendió la esfera de lo económico para convertirse en un evento social que contó con la presencia del Presidente Federico Errázuriz, "algunos de los ministros y un gran número de invitados".44 En 1875 esta industria produjo alrededor de 4.800 toneladas de azúcar fina; un año más tarde, la producción llegó a las 5.400 toneladas. Para entonces, el empleo llegaba a 170 personas que percibían £1.092 por mes, y se consumían 16 toneladas de carbón por día. Un nuevo departamento, el de destilería, producía por mes entre 30 y 45

40.000 litros, ron y alcohol a partir de la utilización de molazas.

En 1876, la refinería funcionaba en forma continuada las 24 horas y en dos turnos; con una fuerza de trabajo organizada en cuadrillas de 75 operarios cada una. "Todos ellos son chilenos -indicaba Vicuña - pero visten más o menos como los negros de Cuba, un pedazo de saco en la cintura: tal es el calor tropical del recinto". El resto del personal se ocupaba de faenas de carga y descarga, ensamblaje de barriles, y en funciones administrativas. Los salarios pagados en el establecimiento fluctuaban entre los 30 centavos por día (que se pagaban a los niños que empaquetaban el azúcar en panes), y 1 peso, que obtenían los espumadores de los fondos de cocimiento. El abastecimiento de materias primas estaba a cargo de la firma importadora de Kendall y Compañía (ex Alsop y Compañía). Entre el 1 de enero y el 20 de octubre de 1875, ésta pagó al fisco, por concepto de derechos de importación, la suma de £17.795 por 48.902 bultos que contenían 95.790 kilos de "chancaca", 12.773 kilos de azúcar 46

denominada “mascabada” y 4.288.662 kilos de azúcar sin refinar del Perú.

Los efectos acumulativos derivados de la actividad de la refinería se extendieron 43

. The Chilean Times, 22.I.1876. Vicuña, De Valparaíso, p. 83. Luis Pomar, “Reconocimiento de la parte del litoral de Chile comprendida entre Viña del Mar y la caleta de Maitencillo”, en AUCh, vol. XLVIII, 1876, p. 613. 44 . VWCM, 1.III.1875. 45 . The Chilian Times, 22.I.1876. Vicuña, De Valparaíso, p. 84. 46 . Vicuña, De Valparaíso, pp. 84, 85 y 87. 222

más allá del ámbito local. Su demanda de envases, por ejemplo, determinó la creación de nuevas actividades productivas, pues en San Felipe se contrató parte de los 50.000 barriles en los cuales envasaba la producción.

En esa ciudad, un empresario

manufacturaba 3.000 barriles por mes "al precio de 45 centavos la pieza desarmados. El ingenio (refinería) tiene una extensa tonelería en que los aderezan (sic) [ensamblan]a razón de 300 barriles diarios". A un nivel más general, el establecimiento "montado en un pié completamente europeo", hacía una notable contribución al desarrollo general del país, pues “del millón y medio [de pesos o £84.459) que importa su producción [anual], sólo sale del país la mitad de esa suma en busca de materias primas y la otra mitad queda en Chile en la 47

forma de jornales, combustible, fletes, envase y utilidades”.

Si se tiene en cuenta que la desaparición de esta empresa sólo se verificó en 1981, se puede hacer una evaluación de las fortalezas de ella en el tiempo, a la vez que las circunstancias de su desaparición dan indicios de lo que fueron sus debilidades. Entre ellas, una de las principales parece haber sido su necesidad constante de protección tarifaria con el fin de asegurar su supervivencia. En otras áreas de la elaboración de alimentos, la manufactura moderna también comenzó a dar sus primeros, pero decisivos pasos. En la producción de aceite, dos establecimientos destacaron en un total de nueve que en 1876 pagaban el impuesto de Patente. Santiago contaba con la fábrica de aceite comestible de Manuel Delpiano, que había sido establecida en 1851, y que fue modernizada en 1869, dotándosele con un motor a vapor de 2 HP. Hacia 1876, esta industria contaba con un capital de £4.307, empleaba a 33 personas y registraba un volumen de producción de 25.000 galones por año.

En Valparaíso se ubicaba la Fábrica de Aceite de Cocos, de Schlubach y

compañía, en la esquina de las calles Bellavista y San Juan de Dios; una pequeña fábrica que empleaba a 16 personas y contaba con un motor de 2 HP, y cuyos desechos 48

constituían un "excelente alimento de engorda para animales".

Las fábricas de galletas y chocolates de Valparaíso combinaban un empleo total 47

. Ibid., pp. 87-88. . The Chilian Times, 16.I.1876; Tornero, p. 101; AE 1876-1877, p. 326; Matrícula de los Establecimientos, pp. 19-25. 48

223

de 82 personas y una fuerza motriz de 28 HP. Los establecimientos eran la fábrica de chocolates de La Fama, de Juan Dellapiane, fundada en 1868 y vendida en 1872 a Ferreira y Keitel por £9.141 ubicada en la calle Victoria; la Fábrica de Galletas, de Field, Stocker & Co., de calle Yungay; la Fábrica de Galletas y Chocolates, de Federico Hucke, en la calle Chacabuco; la de Francisco Zanetta y Compañía de la calle Victoria, que como el establecimiento llamado La Patria, de la calle Independencia, combinaba la producción de galletas y chocolates con la de pastas, "licores y demás artículos concernientes a este ramo".49 A mediados de la década de 1870 éste parece haber sido un rubro atractivo para la inversión pues, a fines de 1875 E. N. Willshaw inició "una nueva industria para la manufactura con energía a vapor de toda clase de confites, en el cual ha invertido una gran suma de dinero, habiendo importado de Europa trabajadores calificados y la más perfecta maquinaria".

El establecimiento empleaba a treinta

personas en el proceso productivo y otras, no determinadas, en empaque.

Su

producción promedio diaria era de una tonelada por día, la que se esperaba doblara en el segundo trimestre de 1876, "cuando la llegada de maquinaria adicional le permitiera abastecer las necesidades de las repúblicas vecinas”.

50

No fue esta una excepción en

el conjunto de los establecimientos fabriles, pues en otros casos también se constata la búsqueda de mercados externos, lo que reflejó una condición empresarial superior. Uno de esos establecimientos sirve como ejemplo para graficar la composición del capital de estas empresas emergentes; la fábrica de Francisco Zanetta y Compañía, creada "para girar en esta plaza la fabricación de chocolate, galleta, fideos, licores y demás artículos concernientes a este ramo".

El fue constituida con un capital de

£20.865, formado por

£

Terrenos y edificios Máquinas y enseres Mercaderías Acciones de compañía La República Créditos por cobrar

7.278 4.120 4.945 1.186 3.227

49

%

34,9 19,7 23,7 5,7 15,5

. Libro de Matrícula. The Chilian Times, 9.V.1877. Matrícula de los Establecimientos, pp. 12-26. El Mercurio, 25.IV.1872. La venta de la fábrica de chocolates “La Fama” en AN., Registro Notarial de Valparaíso, vol. 169, 1872, Nº 581, f. 530; Venta, 16.IV.1872. 50 . The Chilian Times, 22.I.1876; también informaba que los productos de la industria de Willshaw habían llamado la atención en la Exposición Internacional por "su variedad y buen gusto, y han merecido una medalla de primera clase del jurado". 224

Dinero en caja Total

109 20.865

0,5 100,00

51

Los pasivos ascendía a un de £11.724.

Las panaderías mecanizadas constituyeron, por su parte, una falange de empresas que pusieron de manifiesto algunos importantes experimentos en la producción a escala de un alimento básico en la dieta chilena, el cual estaba controlado en forma tradicional por la producción artesanal.

Desde mediados de 1865, tres

establecimientos que iniciaron en Valparaíso la producción masiva de pan, empleaban maquinaria a vapor.

52

Once años más tarde el panorama no había variado

sustancialmente, y cuatro panaderías cubrían parte importante de la demanda de la ciudad. Ellas eran la de Patrickson & Crichton, de calle Victoria, que estaba equipada con un motor vertical de 6 HP y calderas horizontales de 40 libras de presión; la Bodega y Panadería de León Hermanos y Compañía de calle Chacabuco, que contaba con un motor horizontal de 3 HP y calderas cilíndricas horizontales de 20 libras de presión; la Panadería y Galletería San Luis, de Santiago Monck, de la avenida Delicias [actual avenida Argentina], que operaba con un motor de 8 HP, y la Compañía de Fabricación de Pan y Galletas de Valparaíso, sociedad anónima creada en diciembre de 1873 con 53 un capital nominal de £18.657, dividido en 500 acciones de £37 cada una .

En Santiago, dos sociedades anónimas fueron creadas con el objeto de producir pan a escala, por medios mecanizados. La primera de ellas, Panadería Vienés, se formó en noviembre de 1871, sobre la base del establecimiento de propiedad de Alejandro D'Huique, de calle Moneda, con un capital nominal de £19.157. Entre sus accionistas se destacaban importantes personalidades de la vida pública santiaguina, entre ellos Miguel Cruchaga, Marcial Martínez, Francisco Gandarillas y Pedro Nolasco

51

. "El capital líquido perteneciente a los comanditarios es de [£9.141] repartidos en mitad a cada uno"; Registro del Conservador de Comercio de Valparaíso, vol. II, 1872, f. 277, 20.IV.1872. 52 . AE 1876, anexo: “Máquinas a vapor en 1865”. Sin página. 53 . La constitución de Patrickson & Crichton, cuyo capital al momento de su instalación era de £2.661 en El Araucano, 7.III:1874; Libro de Matrícula. 225

Videla. En 1876, este establecimiento continuaba sus actividades en forma exitosa.54 No fue fructífera, sin embargo, la creación de otra compañía con equivalente propósito en ese mismo año, cuando ya se sentían con fuerza los efectos de la recesión económica. La sociedad anónima de Consumidores de Pan, se organizó en enero, pero fue disuelta en diciembre.55 La misma tendencia a la expansión se apreció en la producción de pastas. En 1870 en Valparaíso, tan sólo el establecimiento de Sívori & Compañía empleaba maquinaria a vapor en la elaboración de estos productos. Seis años más tarde, seis fábricas, si bien de dimensiones reducidas, pero equipadas con motores de este tipo, pagaban el impuesto de Patente. En conjunto la Fábrica de Fideos a Vapor la Rosa, de calle Victoria; la de Daneri Hermanos, de avenida Delicias, la de Luis Frugone de calle Cochrane, la de Santiago Frugone del cerro Cordillera, las de Colombo y Zanetti de las calles Yungay y Chacabuco, y la de Sívori y Compañía, de calle Victoria, tenían una 56

fuerza de trabajo combinada de 83 operarios y una motriz de 32 HP.

En 1874 la inauguración de la Tostaduría y Molinería de Café de James Amnet, en la calle Chacabuco, llamó la atención de la prensa de Valparaíso. Ésta asoció el acontecimiento al progreso que en todos los niveles experimentaba la economía del país en general, y la de la ciudad en particular. Un periódico local la describió con cierto grado de detalle Los primeros molinos a vapor para la molienda y tostaduría de café del país fueron puestos en movimiento el martes último en el edificio especialmente construido con ese objeto en el número 201 de la calle Chacabuco.

Todas las máquinas son

movidas por motores y calderas verticales del tipo Davey-Paxman, y emplea 18 57

personas.

Los molinos harineros constituyeron la vanguardia de la industria procesadora de alimentos en el país. Sólo quince, de un total de 596 establecimientos incluidos en el Registro de Patentes de 1876, se incorporan en este estudio. 54

. El Araucano, 20.IV.1872; AE 1876-1877, p.335. . El Araucano, 17.II.1876. 56 . Libro de Matrícula, 1876, en MI 1876. 55

226

En Valparaíso operaban dos molinos equipados con máquinas de alta capacidad; el Molino de la Fe, de David Foley, de la calle Yungay, poseía un sistema de máquinas horizontal doble de 30 HP, y calderas cilíndricas que levantaban una presión de 50 libras. En la calle Victoria el Molino a Vapor, de Rodulfo Montané, contaba con máquinas verticales de 10 HP y calderas "bullidoras" que levantaban una presión de 40 libras. 58

Estos dos establecimientos empleaban un total de 77 personas.

En Curicó, el molino

de Exequiel Rivadeneira y Sabino Muñoz empleaba a 34 personas y contaba con un motor a vapor de 12 HP, mientras que en Talcahuano y Constitución otros dos establecimientos, de propietarios no identificados, reunían una fuerza motriz de 22 HP y 59

un total de 81 operarios.

Un cúmulo de factores concurrió para convertir a Talca en un centro molinero de importancia hasta la década de 1890. Algunos de esos establecimientos constituyen buenos ejemplos no sólo de la capacidad productiva del rubro, sino también de la capacidad productiva alcanzada por la industria mecánica del país con anterioridad a la Guerra del Pacífico. En 1876, cuatro de los diez molinos mecanizados de esa ciudad poseían motores y turbinas enteramente fabricados en Chile. Dichos equipos permitían a los establecimientos Williams, San Custodio, Carmen, y San Vicente moler 330, 180, 100 y 50 quintales de trigo diario, respectivamente. De los seis restantes, el molino Cónico, que molía 600 quintales por día, combinaba motores ingleses y turbinas fabricadas en Chile, mientras que los de San Juan, San Rafael y Corinto, que molían 175, 150 y 400 quintales diarios respectivamente, empleaban motores fabricados en Estados Unidos y turbinas chilenas. equipos

Los molinos Talca y Rauquén contaban con

estadounidenses, que les permitían moler 1.500 y 250 quintales por día 60

respectivamente. Todos estos establecimientos empleaban un total de 342 personas.

Aun cuando no es posible determinar con exactitud su contribución al total de harina producida en el país, su capacidad técnica debió ponerlos entre los más productivos. El grupo alimentos se desarrolló en forma considerable hasta 1878, tendencia que

57

. . 59 . 60 . 58

VWCM, 2.V.1874. Libro de Matrícula, 1876. AE 1876-1877, pp. 289 y 320. Bauer, Chilean, pp. 65-66; AE 1876-1877, p. 483. 227

se mantuvo hasta 1920. 61

Además de los establecimientos descritos arriba, otra

iniciativa debe ser mencionada, por constituir otro indicador del crecimiento de estas actividades, las cuales no fueron ajenas al auge económico de los primeros años de la década de los 1870; el que derivó en la creación de numerosas sociedades anónimas.62 Junto a las panaderías ya organizadas en esta forma, en junio de 1874 se organizó en Santiago la Compañía Sud-Americana Conservadora de Carnes Alimenticias y Materias Orgánicas, sobre la base de la emisión de 1.000 acciones de £186 cada una. Entre los adquirentes se contaban conspicuos miembros de la elite como José Tocornal, José Clemente Fabres y Pedro Fernández Concha.

4.2.

63

Grupo Bebidas.

Diversos factores limitaron el desarrollo del grupo bebidas, tanto en cuanto a número de unidades como en volumen de producción. Uno de ellos fue la existencia de numerosos establecimientos de pequeña producción que ofrecían una amplia gama de bebidas alcohólicas; pero también había una producción rústica mayor. En 1876, ciento veintiséis establecimientos pagaron la Contribución de Patentes. 64

Junto a ese factor debe

considerarse la abundante producción ilegal, especialmente de chicha, bebida de gran popularidad en los estratos bajos de la población, la que al tiempo que satisfacía parte importante de la demanda causaba agudos problemas sociales. 65

Finalmente, la

importación de bebidas y licores aumentó 2,5 veces entre 1870 y 1876, de £110.456 a £273.649.

66

Pero este factor, junto con desalentar la modernización productiva del

grupo tuvo importantes consecuencias, especialmente en la creación de demanda, lo que a la larga abrió espacios nuevos para la producción en el país. 61

En efecto, la

. Muñoz, capítulo III; Kirsch, pp. 21-48. . Luis Escobar, El mercado de valores (Santiago, 1959), p. 10. 63 . El Araucano, 10.XII.1874. Impuesto Agrícola. Rol de Contribuyentes (Santiago, 1874). Estos tres individuos participaron activamente en la formación de sociedades anónimas bancarias, de fundición y mineras. Con su hermano Domingo, Fernández Concha adquirió la hacienda San Rita a fines de la década de 1870 e inició las actividades de la exitosa viña del mismo nombre. 64 . Tornero, capítulo III; para comienzos de la década. AE 1874, p. 112, y AE 1876-1877, p. 335. 65 . Sobre producción ilegal, MI 1872, p. 66; sobre el mismo tópico y sus efectos sociales, Vicente Dagnino, "El alcoholismo en Chile", en AUCh, vol. XXXIII, 1888, pp. 5-16. 66 . Resumen de la Hacienda, pp. 8-10. 62

228

importación de vino y cerveza estimuló la producción de ambas bebidas en el país, y si la década de 1850 marcó el comienzo de la industria vitivinícola moderna, en el caso de la producción de cerveza se registró un fuerte incremento en el consumo. En 1875, en su informe sobre el estado general del país, Horace Rumbold aseveró: "La cerveza toma más y más el lugar de los licores en el consumo diario del país", y agregaba que como consecuencia "numerosas cervecerías han sido instaladas en Santiago y otros lugares".67 Andrew Blest y Carlos Andwanter fueron los pioneros en la producción de cerveza a escala en el país; el primero en Valparaíso, desde 1827, y el segundo en Valdivia desde la década 1850. 68 Mientras el destino de la primera fábrica se pierde en las páginas ocultas de la historia, en 1875 la fábrica de Andwanter representaba una inversión en capital fijo de £36.496 y producía alrededor de 1.440.000 litros por año, con máquinas a vapor cuya fuerza alcanzaba a 20 HP, y una fuerza de trabajo de 54 trabajadores.

69

No sólo el volumen de su producción hacía notable a este

establecimiento; según Rumbold “la saludable malta de Andwanter Hermanos es insuperable y ha pasado a ser un formidable competidora de la cerveza embotellada que se importa en grandes cantidades de Inglaterra [por valor de £37.175 en 1874], la cual 70

raramente llega al final de su viaje en buenas condiciones.

En 1875, con ocasión de la Exposición Internacional, esta empresa se hizo notar especialmente mediante la exhibición de un "tonel monstruoso", fabricado especialmente para ella por un establecimiento metalúrgico de Santiago.71 Muchos otros siguieron el ejemplo de los Andwanter; en Valparaíso cuatro establecimientos cubrían las demandas de una población siempre dispuesta a la ingestión de bebidas alcohólicas, entre las cuales la cerveza avanzaba rápidamente en popularidad. La calle Chacabuco reunía a las cervecerías Zilleruelo de P.S. McKellar, la de Mauricio Mena, la de Haertel y Compañía, y la de Plageman y Compañía. Éstas 67

. Rumbold, p. 407. . Bladh, pp. 28-31; Tornero, p. 321. 69 . QCJP, p. 668. 70 Rumbold, p. 407. 71 . VWCM, 21.VIII.1875. 68

229

contaban con motores a vapor de 4 y 3 HP en el caso de las dos primeras, y de 2 HP cada una de las últimas, y empleaban un total de 82 personas. 72 .

En 1876, las

cervecerías de McKellar y Mena contaban con dos locales; la primera con un anexo en el 73

cerro Polanco y la segunda, con amplias instalaciones en el cerro Florida.

En Santiago

por su parte, un establecimiento más pequeño, de propiedad de la señora Ramírez de Stumper, empleaba en 1876 15 personas y contaba con un motor de 2 HP.74 En términos de tamaño y producción, Chillán contaba con la segunda cervecería del país. En 1872 Recaredo Tornero describió este establecimiento, de propiedad de Juan Schleyer, como tal vez la primera que existe en la República, por su buena 75

maquinaria y sus grandes bodegas subterráneas y la excelencia de sus productos.

En

1874 el Anuario Estadístico informaba que la fuerza motriz de esta industria era generada por un motor a vapor de 2 HP, y una "rueda hidráulica", y describía la fábrica como acaso la más importante de la República, con excepción de la de Valdivia. La fábrica aludida comprendía un edificio de cal y ladrillo de dos pisos, y varias otras oficinas.

El informe agregaba que “todo lo producido se vend[ía] dentro del

Departamento, y muchas veces no pueden los fabricantes atender a los pedidos. Los mayores consumidores de este ramo [eran] los artesanos y gañanes”. En aquel año produjo 304.500 litros de a 8 centavos y 87.200 de a 12 centavos cada uno.76 Dos destilerías completaban el grupo bebidas. La primera era la de Meeks & Brown de Valparaíso, que empleaba 21 personas y operaba con un motor de 4 HP en su edificio de la avenida Delicias.

Este establecimiento combinaba la producción de

aguardiente con la de espíritu de vino, que sumaban una producción física anual de 77

cerca de 400.000 litros.

La segunda era la destilería de Federico Oelckers, de Melipulli,

la cual empleaba a 18 personas y contaba con un motor a vapor de 3 HP.78

72

. En 1872 el capital de Plageman y Compañía era de £4.475; AN., Registro Notarial de Valparaíso, vol. 172, 1872, Nº 203, f. 157, Sociedad, 27.VII.1872. 73 . Nuevo Plano Topográfico de la ciudad y puerto de Valparaíso, 1876, por Ramón Salazar. 74 . Tornero, p. 101; AE 1876-1877 p.363. 75 . Tornero, p. 318. 76 . AE 1874, p. 167. 77 . Libro de Matrícula, 1876; AE 1876-1877, p. 363. 78 . Tornero, p. 379; AE 1876-1877, p. 208; QCJP, p. 44. 230

4.3. Grupo Tabacos Sólo un establecimiento integraba este grupo.

La Fábrica del Cóndor, de la calle

Independencia en Valparaíso, que en junio de 1870 empleaba a 26 personas y contaba con dos motores de 4 HP cada uno, los que habían sido instalados a comienzos de 1869

79

.

A mediados de 1874 sus dueños, Sívori y Compañía, vendieron el

establecimiento a John A. Philips, quien lo continuó desarrollando. En 1889, una guía general de Chile incluía un aviso de una fábrica de "toda clase de tabacos y cigarros puros", accionada por maquinaria a vapor. Ocupaba dos locales, en las calles Merced y 80

Chacabuco de Valparaíso, y según la publicación, había sido fundada en 1864.

No se

han encontrado más datos referidos a este establecimiento.

4.4. Grupo Textiles En este grupo se han incluido dos fábricas de telas de algodón, una de lana, una de cuerdas y cordeles y cuatro de sacos. La más destacada de estas industrias fue la Fábrica de Paños Bellavista, de Tomé. Esta empresa, que inició sus operaciones en 1868, no tuvo un comienzo feliz, pero poco a poco consolidó su existencia y amplió el rango de su actividad. Su fundador y propietario, Guillermo Délano, fue un gran impulsor de actividades mineras e industriales en el área de Concepción, con diversos resultados. El Senador Aníbal Pinto hizo referencia a ello en 1870, al discutirse en el Congreso el proyecto de ley por el cual se liberaba el pago de derechos de importación a "los ingredientes y artefactos y la lana cardada y sin cardar destinadas al consumo de la fábrica de paños".

Sobre las

actividades de Délano, Pinto dijo que No hace mucho que trató de establecer una fábrica de botellas...y después de haber invertido en esta mala especulación unos cincuenta o sesenta mil pesos [o £10.456 aproximadamente], tuvo que abandonar el negocio. Poco tiempo después quiso plantear una fábrica de paños en el Tomé en la que ha invertido un capital

79

. Libro de Matrícula, 1870; A. Chaingneau, Guía Jeneral de Chile (Valparaíso, 1889), p.156. 231

que no baja de $200.000 [£38.023], siempre con poco resultado.

Pero la

constancia y laboriosidad del Sr. Délano hacen, sin duda, que al fin el país aproveche de sus esfuerzos. Al iniciar su producción la empresa importaba materias primas de Europa y Estados Unidos, y debido a la pobre calidad de la lana chilena, adquiría en Argentina 81

algunas pequeñas cantidades de lana merino para los tejidos más delicados.

Tal como lo previó Pinto, al poco tiempo los esfuerzos de Délano comenzaron a dar los frutos deseados.

En la descripción de la localidad de Tomé del Anuario

Estadístico 1871-1872, se anotaban los efectos de la fábrica en la localidad; allí la población tomaba cada día mayor desarrollo a consecuencia de haberse establecido en ella una gran fábrica de paños, movida por una turbina de fuerza de 50 caballos y que contiene 24 telares, 5 máquinas para hilar, igual número para cardar y varias otras para diversas operaciones. Da ocupación a 137 operarios, 52 hombres y 85 mujeres, siendo el 82

salario [diario] de los primeros de 50 centavos y de 30 el de las segundas.

Las impresiones de un visitante en 1872 daban cuenta de nuevos avances; en cuanto a los productos aseveró Los paños de esta fábrica son superiores a los de Europa por la rica lana que se emplea en su confección, y a pesar de la inmotivada aversión con que se recibe todo producto nacional, principia ya a generalizarse entre nosotros el uso de los paños chilenos. La producción de la fábrica es de 1.200 metros diarios 83

de paños finos y ordinarios, franelas, colchas y mantas.

Tornero describió los equipos norteamericanos de la industria como de fabricación sólida y de los más modernos, accionados mediante la combinación de fuerza motriz a vapor e hidráulica. Al momento de su visita, el establecimiento empleaba 155 personas entre hombres, mujeres y niños; de ellos 25 eran ciudadanos norteamericanos, quienes habían sido reclutados por Mr. Smith, el administrador, "a pesar de que los empleados del país demuestran gran inteligencia y aptitudes para todos los trabajos que se les 80

. Ibid, p. 184. . CS. SE., 9.XI1870. 82 . AE 1871-1872, p. 214. 81

232

confía".84 La evolución de esta empresa no estuvo exenta de problemas y es difícil de seguir hasta 1878. En 1873, por ejemplo, una publicación describía el establecimiento como el "mayor productor de lanas en Sud América", y le atribuía un empleo total de 600 personas, cifra difícil de ser aceptada sin reservas. 85 De que hubo algún grado de progreso en sus rendimientos, parece estar probado por la opinión de Rumbold, para quien la disminución que se apreciaba en la importación de paños ingleses se debía, "en parte, es cierto, a la competencia de la prometedora fábrica de paños Bellavista, de Tomé".86 En el distrito de Conchalí, en el norte de Santiago, estaba ubicada la fábrica de paños El Salto, fundada en 1830. 87

Este establecimiento usó sólo fuerza motriz

hidráulica hasta 1870, año en que le fue incorporado un pequeño motor a vapor de 2 HP. Según Tornero, en 1872 esta industria aun no rendía resultados satisfactorios, aunque se encontraba en "un pié que promete buen éxito".

88

En 1874, el capital fijo del

establecimiento fue estimado en £8.364, y el empleo alcanzó a 65 personas.89 El tercer establecimiento productor de telas se encontraba en Valparaíso, la Fábrica de Tejidos de Algodón de Alfred Pope y Compañía., ubicada en la quebrada 90

de los Lavados.

Aun cuando prácticamente desconocida, esta fábrica contaba con un

poderoso motor de 15 HP, con calderas horizontales que levantaban una presión de 30 libras, y empleaba a 46 personas entre hombres y mujeres.91 Aun cuando existían otras fábricas productoras de telas, que sólo usaban fuerza hidráulica, es evidente que el número de industrias textiles antes de la Guerra del Pacífico era muy reducido, especialmente si se le compara con grupos como alimentos y productos metálicos.92 83

. . 85 . 86 . 87 . 88 . 89 . 90 . 91 . 92 . 84

Un factor que indudablemente incidió en esta situación fue el

Tornero, pp. 339-340. Ibid. The Brazil and River Plate Mail, 1.VI.1873. Rumbold, p. 377. Mariano Martínez, Industrias santiaguinas (Santiago, 1896), p. 29. Tornero, p. 101. Memoria del Intendente de Santiago, 1874, p. 52; en MI 1874. Libro de Matrícula, 1870; Matrícula de los Establecimientos, p. 13. VWCM, 28.VIII.1875. Tornero, p. 379. Según W.A. Lewis el limitado desarrollo de la producción de bienes de consumo en este 233

volumen de la importación de productos textiles, especialmente por parte de las casas comerciales británicas.93 Éstas amentaron 1,5 veces entre 1870 y 1876, de £567.432 a la cifra record de £1.045.855. Es más, declinaron a un ritmo notablemente inferior al resto de la importación de bienes de consumo durante los años críticos de 1877 y 94

1878.

De otra parte, y como fue señalado en los Capítulos I y II, la demanda interna

era limitada debido al alto número de personas que en razón del régimen laboral al que estaban afectos no participaban del mercado, y en segundo lugar por la persistencia de producción doméstica que no sólo cubría las necesidades de una alta proporción de la población rural, si no que también satisfacía la de ciertos sectores urbanos. Sin embargo, y como lo aseveraba Horace Rumbold, establecimientos como el de Tomé, podían ofrecer cierta competencia. Por otra parte, esa industria reflejaba una realidad que era común para una parte importante del sector industrial chileno de esa época, especialmente para las fábricas de mayores dimensiones: esto era que los empresarios en su búsqueda de nuevas técnicas, maquinaria, equipo, técnicos y trabajadores calificados debían recurrir a los países de mayor desarrollo industrial para superar serios déficit existentes en el país. Ello debió incidir negativamente en los costos, pero en algunos casos por ese camino hubo establecimientos que se convirtieron en centros de entrenamiento de mano de obra, la cual eventualmente fue reclutada por industrias en expansión. Pero los proyectos textiles de comienzos de la década de 1870 lograron crear en algunos casos gran entusiasmo; fue el caso de la Fabrica de Seda de Santiago de propiedad de Luis Cousiño, la que a comienzos de 1871 aún no se había "establecido de un modo serio" pues su dueño se encontraba todavía en Europa buscando el equipo necesario para completarla. Ante ello “el establecimiento se ocupa[ba] al presente de enseñar a unas cincuenta jóvenes que ya ha[bían] solicitado trabajo y en proveerse de una cantidad considerable de capullos, a fin 95

de no interrumpir las tareas una vez que se hayan emprendido definitivamente”.

período es una medida del fracaso de la industrialización, en Growth, p. 82. 93 . Private Ledgers of Fred Huth, Gruning & Co., “General Stocks Accounts 1861-1879”, y “Sales Account 1872-1881” Ms 11,703/1-2. Estos documentos muestran que los productos textiles constituían, en valores, el 56 por ciento del stock y el 64 por ciento de las ventas. 94 . Resumen de la Hacienda, pp. 8-10. 95 . VWCM, 12.XI.1873. 234

Los restantes establecimientos en este grupo no eran productores de telas. Cinco de ellos estaban dedicados a la fabricación de sacos para el envase de cereales, y los dos restantes a la producción de "jarcia", cuerdas y cordeles.

Mientras continuó la

exportación de trigo y la navegación a vela, estos establecimientos podían ser altamente rentables, lo cual explica un auge considerable en su instalación a comienzos de los 96

años 1870.

De las productoras de sacos, la Fábrica de Sacos con Máquina, de Laffrentz y Compañía, y la Fábrica de Sacos a Vapor, del callejón Casablanca de Valparaíso, estaban favorablemente ubicadas para lograr una rápida venta de su producción, pues en el puerto la demanda por estos productos fue alta hasta mediados de los años 1870; en 1875 todavía la mayor parte del trigo y la harina eran exportados vía Valparaíso. La fábrica de Laffrentz producía alrededor de 1.300 sacos por día en 1871, volumen que la hacía figurar entre las más productivas de su tipo en el país. Esta industria, que poseía un motor de 6 HP y empleaba 31 trabajadores seis días a la semana, enfrentó algunos problemas a comienzos de la década de 1870, los cuales fueron el resultado del impuesto de 15 por ciento aplicado al valor de las importaciones "cáñamo de la India", el cual junto con el nativo constituía la principal materia prima. En octubre 1871, dicho impuesto fue eliminado, lo cual constituyó un importante estímulo para ésta y las demás 97

productoras de sacos del país.

La fábrica de callejón Casablanca era más pequeña

que la anterior, y en 1876 contaba con un motor a vapor de 2 HP, y una fuerza de trabajo de 19 personas.98 Contigua a la estación de ferrocarril del poblado de La Calera, y ocupando una propiedad de cuatro hectáreas de superficie -aún sujeta a un canon censal de $500 (£96)- se encontraba la Fábrica de Tejidos de Sacos del Artificio, construida a partir de 1869.

Un edificio de 74 metros de largo por 22 de ancho albergaba a los tres

departamentos de la industria 1. Máquinas de hilanza. 96

. El valor de las importaciones de sacos creció en 204 por ciento en el quinquenio 1871-1875 respecto de 1861 1865, en Cavieres, Comercio chileno, p. 88-89; Sergio Sepúlveda, El trigo chileno en el mercado mundial (Santiago, 1956), passim; Bauer, Chilean, p. 65. 97 . AE 1876-1877, p. 335; CS. SO., 14.X.1871. 98 . Nuevo Plano; AE 1876-1877, p. 337. 235

2. Cardas, cortadoras y maquinaria preparatoria. 3. Telares aprensador, peinador de fibra larga, engomador y devanador. El edificio estaba flanqueado por un lado por un patio "grande claustrado de 160 metros de corredores que comprende la herrería, carpintería, habitaciones del maestro de telares e inspectora, carpinteros y herreros [y] sobre la muralla exterior de este [habían] 25 habitaciones para las operarias de la fábrica". En el otro flanco había una bodega de 21 metros de largo y 6 de ancho para el almacenamiento de cáñamo.99 La dotación de maquinaria y equipo de este establecimiento era vasta y se empleaba tanto fuerza motriz hidráulica como a vapor. Para generar la primera se contaba con "dos ruedas de agua de 18 y 20 pies [5,48 y 6,09 metros] de diámetro por seis [1,82 metros] de ancho con sus poleas y ruedas de engranaje y una máquina de vapor y condensación de fuerza de 40 caballos". El establecimiento ocupaba en 1871 a 81 -11 varones, 58 mujeres y 12 niñas- personas para 300 días anuales de labor que se ordenaban según 100

su sexo y funciones, y que en términos de salarios representaba un gasto de £2.177: que se ordenaban según su sexo y funciones. En materias primas e insumos el gasto se proyectó en: - 300 galones de aceite - Fierro, suelas, maderas, carbón y gastos extraordinarios - Costuras de 355.000 sacos a $0.70 el ciento - 9.000 quintales (46 kilos) de cáñamo Total

£

101 230 476

12.069 £12.876

El gasto en obligaciones financieras y amortización de maquinarias y equipo demandó - Censo sobre terreno y canal - Fondo de amortización

96 383

En materias primas e insumos el gasto se proyectó en: - 300 galones de aceite Fierro, suelas, maderas, carbón y gastos extraordinarios - Costuras de 355.000 sacos a $0.70 el ciento - 9.000 quintales (46 kilos) de cáñamo Total 99

£ 101 230 476 12.069 £12.876

. El Mercurio, 19.X.1871. . El detalle en el documento 18 del Apéndice documental de este capítulo.

100

236

y

El gasto en obligaciones financieras y amortización de maquinarias y equipo demandó - Censo sobre terreno y canal - Fondo de amortización Total

96 383 479

La suma de los tres ítems arroja costos por £15.526, aunque sin incluir obligaciones tributarias como tampoco costos derivados de las variaciones en el tipo de cambio y otros factores, lo que junto con la ausencia de series anuales impide un estudio financiero confiable. Pero en todo caso ilustra acerca de una estructura compuesta en 97 por ciento por costos variables (salarios 14 por ciento y materias primas e insumos 83 por ciento) y en 3 por ciento en costos fijos. Para 1871 se proyectaba una producción de 355.000 sacos de 36 onzas (1,26 kilogramos) a un precio de venta -"libres de comisión"- de $0.33 cada uno, lo que permitía proyectar ventas por £22.442, de las que deducidos los costos de operación, devengaba una utilidad de £6.916, o "16 por ciento de provecho sobre el capital de [£43.103]" (£33.525 en edificios y maquinaria y £9.578 en dinero en caja) destinados a "las compras de cáñamo y gastos del establecimiento". El promisorio estado de la industria en 1871, resultante de los cambios en la política tarifaria respecto del cáñamo, marcó el fin de las dificultades experimentadas durante los dos primeros años de funcionamiento, con lo cual de un comienzo "con seis telares y un personal todo extranjero, [el establecimiento] ahora pod[ía] poner en movimiento 35 con su maquinaria correspondiente y operarios en casi su totalidad chilenos".101

101

. Ibid. 237

Gráfico IV-1. Distribución de las remuneraciones por sexo en la Fábrica de Tejidos de Sacos del Artificio en 1871.

Hombres 49,40%

Gráfico IV-2. Salarios promedios anuales por sexo y edades en la Fábrica de Tejidos de Sacos del Artificio en 1871, en libras esterlinas.

120 100 80 60 40 20 0 Salario promedio 11 hombres

Salario promedio 70 mujeres

238

Salario promedio 58 mujeres

Salario promedio 12 niñas

Gráfico IV-3. Estructura probable de costos de la "Fábrica de Sacos del Artificio" en 1871.

Insumos

5,2 %

Materias primas

Obligaciones financieras 3,1 %

Salarios

77,7 % 14,0 %

Fuente: El Mercurio, 19.X.1871. Insumos: Aceite, costuras para sacos, fierro, herramientas, suelas, madera y carbón. Materias primas: 414 toneladas de cáñamo. Obligaciones financieras: Censo sobre terreno y canal 20 por ciento, fondo de amortización 80 por ciento.

Talcahuano contaba con una fábrica de sacos que abastecía a los embarcadores de de trigo que de ese puerto. Ésta contaba con un motor a vapor de 4 HP y empleaba 22 individuos en 1876.

102

No lejos de allí, en Tomé, había otra fábrica de mayores

dimensiones, originalmente organizada, "a gran escala", por J. M. Ramírez, un empresario minero. En 1878, el periódico The Chilian Times recapituló los primeros diez años de vida del establecimiento destacando que en 1871 su fundador se había desprendido de él, tras haber realizado importantes esfuerzos para consolidarla. Entre contaban el haber contratado en 1868a tres mujeres escosas para que dirigieran diversas secciones del establecimiento.

Un ciudadano británico -Hugh H. Parry- lo

adquirió en 1878 dotándolo de maquinaria a vapor, en lo que "gastó hasta el último centavo de los $80.000 [£15.326] que constituían su fortuna, en la espléndida fábrica". En ese en 1868 año la industria empleaba a 38 obreros, y colocaba sus productos entre 239

los exportadores de trigo y en los centros carboníferos de Lota y Coronel.103 La Fábrica de Jarcia de Limache, fundada en 1864 por Luis Ostas -un comerciante en artículos navales de Valparaíso y activo dirigente de los empresarios fabriles- era un establecimiento de considerables dimensiones. En 1867 funcionarios públicos resaltaban los efectos de la creación de industrias en la localidad, e indicaban que éste y otros establecimientos transformaban a la villa.

Según el Gobernador, "en el

último año [se había observado] acudir al pueblo un crecido número de pobladores y construirse doce casas y más de cincuenta pequeñas habitaciones de teja y paja". Sobre la fábrica misma, decía que ocupaba "un gran número de operarios y da origen al cultivo del cáñamo en grandes proporciones".

104

A comienzos de la década de 1870

esta empresa contaba con edificios que cubrían una superficie de 25.000 metros cuadrados y estaba dotada de dos motores a vapor, de 10 HP cada uno.

Estos

accionaban 12 máquinas, avaluadas en £7.299 (o 38 por ciento de la inversión total) “para la fabricación de filástica, 3 para la fabricación de hilos, 1 para mover los 1.500 tornos que guardaban la filástica, 1 para rastrillar cáñamo, 1 para escarmenar estopa y 1 para pulir los cabos de jarcia, los cordeles y el hilo”. La producción anual consistía de 5.000 quintales métricos de jarcia de Manila, jarcia de cáñamo común y alquitranado. Además producía 12.000 galones de aceite para lo que contaba con "dos magníficas prensas hidráulicas, piedras de moler la semilla y todos los demás utensilios necesarios". Sesenta personas, veinte de ellas mujeres, laboraban en la fábrica, que representaba una inversión estimada en £19.157.105 En 1876, la industria ocupaba 72 personas que en conjunto percibían £203 mensuales, y producía "todo género de tejidos de cáñamo, desde cuerda [...] para la pesca o la cincha de caballos hasta los más gruesos calabrotes." Su producción anual había llegado a 6.000 quintales métricos, pero podía "producir el triple".106 A pesar de sus logros, reflejados en su participación en la Exposición Internacional de Santiago del año anterior en donde había exhibido 61 productos, "materias primas o manufacturadas". 102

. . 104 . 105 . 106 . 103

VWCM., 17.IV.1873. Ibid., 10.VIII.1878. “Memoria del Gobernador de Limache”, 1867; en MI 1867, anexos, pp. 70-71. Tornero, pp. 212-213. The Chilian Times, 16.I.1876; Vicuña, De Valparaíso, p. 161. 240

A juicio de Benjamín Vicuña que "esta importante industria languidece tristemente en Chile, porque ni el gobierno, ni los hacendados, ni los consumidores se cuidan de ella".107 Otro importante establecimiento en el rubro jarcia indica que, o Hugo Parry no invirtió "hasta el último centavo de su fortuna" en Tomé, o que las ganancias que obtuvo allí fueron sustanciales, pues en 1876 completó la instalación, al suroeste de la ciudad de 108

San Felipe, de una fábrica que demandó una inversión de £16.423.

Aprovechando el cáñamo de la provincia de Aconcagua –“el mejor tal vez del mundo civilizado"-, en una propiedad de 60.000 metros cuadrados, se construyeron edificios que en su parte baja contenían la fábrica de jarcia, propiamente tal, y que constaba de galerías de 400 metros de extensión dotadas de rieles para carros, "maquinas movibles necesarias para la fabricación de los grandes cables, encontrándose colocada en su extremo sur la gran máquina torcedora ... construida por un famoso fabricante de Liverpool

[que] puede elaborar jarcia de 1,5 a 6 pulgadas de

circunferencia". Una máquina similar, pero de mayor capacidad estaba en proceso de instalación -para cables de 6 y más pulgadas- y en las mismas dependencias se instaló una "fábrica de aceite cuya maquinaria fue construida en Escocia con todos sus anexos necesarios y el pistón de cuya prensa hidráulica tiene 12,5 pulgadas de diámetro". Todo ese equipo era accionado por un motor a vapor de 12 HP, pero también se contaba con la posibilidad de emplear fuerza hidráulica con una rueda de 15 HP a la que se sumaría una de 30 HP, para cuyo movimiento se había construido un canal de "cal y piedra de gran costo y extensión". La planta alta del edificio estaba ocupada por cinco grandes máquinas de hilandería "de una complicación en la combinación mecánica en las diversas piezas que las componen verdaderamente asombrosa", que tenían capacidad de procesamiento de una tonelada por jornada. La producción anual -adquirida en parte por la Armada Nacional y por los veleros mercantes que recalaban en Valparaíso- demandaba cerca de 2.000 toneladas de "cáñamo de superior calidad hasta la estopa más ordinaria". Un plan de ampliación en 107

. VWCM, 21.VIII.1875; Vicuña, De Valparaíso, p. 162. 241

marcha, que comprendía la importación de maquinaria Fairbairn fabricada en Leeds, permitiría la elaboración de hilos delgados para coser calzado. Como la mayoría de las industrias de mayores dimensiones del período, ésta tenía anexa a las instalaciones de producción "un magnífico taller de carpintería y una pequeña maestranza con tornos paralelos para atender a las necesidades del servicio". En cuanto a empleo, los escasos datos indican alrededor de cuarenta personas, de las que en las máquinas de hilandería trabajaban diariamente de "veinte a veinticinco mujeres dirigidas por una señora inglesa que es una notabilidad en la materia y que con una ligereza e inteligencia particularmente asombrosa, hace escuchar su voz como un general pudiera hacerlo con sus soldados en el campo de batalla". En el difícil año de 1876, el incremento en la demanda y la apreciación del tipo de cambio hacían mirar con optimismo el futuro de la empresa, y no se descartaba un 109

aumento de producción que permitiese iniciar exportaciones.

4.6. Grupo Confecciones y Calzado Este grupo no experimentó un gran desarrollo con anterioridad a 1879, en parte debido al volumen de importación de estos productos, que, en ciertas épocas, derivó en la saturación del mercado y el consiguiente colapso de los precios. 110 Por otra parte, todavía en esta línea de producción el tamaño de la actividad artesanal y de pequeña producción era considerable. Según los datos del censo de 1875, ese año había 2.602 bordadores, 197 modistas, 116.446 sastres y costureras, 1.233 sombrereros y 14.333 fabricantes de zapatos y botas, que cubrían una parte importante de la demanda de una población que, de acuerdo a sus posibilidades de ingreso, mostraba una fuerte 108

. "Una visita a la fábrica de jarcia del señor Hugh H. Parry", en La Industria Chilena, 27.XI.1876. . Ibid. 110 . Bladh, pp.7-31. Diego Barros Arana, Historia Jeneral de Chile (16 vols., Santiago, 1884-1902), vol. XII, 109

242

inclinación a vestir y calzar a la medida.111 Cabe recordar que, conforme a la novelas, recién llegado a Santiago, Martín Rivas encontró una amplia oferta de calzado de parte de los artesanos que concurrían a vender su producción a la Plaza de Armas, y que frente a sus dificultades, el elegante hijo de su huésped y su amigo Rafael San Luis le ofrecieron prontamente los servicios de su sastre y botero.112 El grupo calzado se reducía a dos pequeñas fábricas de calzado. Una de ellas era la Fábrica de Calzado de Octavio Benedetti, fundada en Santiago 1862. En 1869 esta industria recibió un importante estímulo, al serle concedido "privilegio exclusivo" para internar máquinas, proceso que fue completado en octubre del año siguiente.113 Esta fábrica, que representaba una inversión en capital fijo de £4.826, producía en 1872 alrededor de 330 pares de zapatos y botas por día, para lo cual empleaba 34 personas y un motor de 2 HP; tres años más tarde, la empresa expuso con buenos resultados sus productos en la Exposición Internacional. 114

La segunda fábrica de este grupo fue

fundada en Valdivia en 1875, por la familia Rudloff. La inversión de capital en esta empresa fue de £9.124, y al iniciar sus operaciones, contaba con 21 trabajadores.115

4.7. Grupo Maderas y Muebles Este grupo estaba formada por ocho "aserraderos a vapor con taller de carpintería", una fábrica de muebles, una de barriles, toneles y vasijas, y una 116

carpintería.

Seis de ellos estaban ubicados en Valparaíso; de estos, la Fábrica de

Aserrar Maderas, de W. C. Biggs en la calle Chacabuco, estaba dotada de un motor de 15 HP y ocupaba 53 personas.

Según sus avisos en la prensa local, este

establecimiento, cuyas maquinarias originales fueron compradas por su propietario a Pablo H. Delano en £2.476 en 1857, estaba en condiciones de satisfacer órdenes por madera elaborada para la construcción de edificios y navíos en un plazo de cuatro pp.378 et. seq.; MH 1835, p. 3. 111 . QCJP, pp. 620-621. 112 . Blest, pp. 40-43. 113 . El Araucano, 8.III.1869. 114 . Tornero, p. 101; AE 1871-1872, p. 209; VWCM, 21.VIII.1875. 115 . QCJP, p. 668; AE 1876-1877, p. 337. 116 . AE 1876-1877, pp. 335-340. 243

días.117 En las mismas condiciones de servicio, y en la misma calle, operaba la Fábrica de Aserrar Valparaíso, de Ernst Schmidt, que poseía un motor de 12 HP, y empleaba a 44 personas, quince de ellas carpinteros.118 Los otros cuatro aserraderos porteños, que también ejecutaban trabajos de carpintería, eran los de Edgson y Compañía., de la calle Victoria, que empleaba 28 personas y estaba equipado con un motor de 10 HP; el Aserradero Umazábal de la misma calle, el cual empleaba 23 personas y poseía un motor de 8 HP; el Aserradero a Vapor de Peckham y Compañía., de la calle Independencia que empleaba a 27 operarios y tenía un motor de 10 HP, y la Carpintería a Vapor de J. Moreno, ubicada en el estero y calle "de Jaime" (actual avenida Francia), que empleaba a 32 personas y 119

estaba dotada con un motor de 8 HP

.

También en Valparaíso, en la calle Yungay, estaba la Fábrica a Vapor de Carpintería, de Arnold y Hale, que en 1876 desarrollaba actividades con una planta de 34 empleados, un "locomóvil" de 10 HP, y calderas "portátiles" que levantaban una presión de 60 libras.120 La producción de estos establecimientos se hizo cada vez más variada, llegando a incluir casas pre-fabricadas, cornisas, molduras, puertas, ventanas, 121

tablas para pisos, madera para navíos, máquinas para lavar ropa y prensas para uva.

El auge de la construcción, la remodelación de las instalaciones portuarias, la reparación de veleros, la construcción de embarcaciones menores, y en general, el desarrollo de la ciudad entre 1866 y 1875, incidieron de manera decisiva en el crecimiento y consolidación de todos estos establecimientos. Valdivia era el asiento de un importante aserradero, el que fue originalmente organizado como empresa de propiedad individual, por Alvaro Alvarado. En 1875, este empleaba 220 individuos, 120 en la corta de árboles y cien en la elaboración de madera; contaba con dos motores a vapor con una fuerza total de 20 HP, y su producción diaria

117

. AN, Registro Notarial Valparaíso, vol. 116, 1857, f. 710, No. 1.061: Venta de Pablo H. Delano a Guillermo C. Biggs, 26.X.1857; esta operación pactó pagos en tres cuotas a partir de 1859, con un interés de 12 por ciento anual y un año de gracia; Libro de Matrícula, 1870. AE 1871-1872. Duffy, p. 53; VWCM, 20.VIII.1874. 118 . Matrícula de los Establecimientos, p. 16. 119 . Libro de Matrícula, 1876. 120 . Ibid., 1870. 121 . Duffy, p. 53; The Chilian Times, 3.IX.1877. 244

era de cerca de 1.000 piezas.122 En 1872 fue transformada en sociedad anónima, con el nombre de Compañía de la Industria Chilena, con un capital nominal de £115.830 dividos en 600 acciones de £193,05 cada una; de éstas, 150 fueron retenidas por Alvarado.123 Un segundo aserradero de la zona sur estaba ubicado en las cercanías de Ancud. A mediados de 1875 laboraban allí 72 personas, siendo la capacidad total de sus cuatro motores a vapor de 24 HP. La inversión de capital en esta empresa era de £2.737, y su producción para ese año fue estimada en 877.000 piezas124. Cabe hacer notar que en diciembre de 1873 se estableció en Valparaíso la sociedad anónima Explotadora de Madera de Magallanes, cuyo objeto era la instalación de un aserradero, el procesamiento, y la venta de madera para construcciones en Punta Arenas.

Esta

sociedad se constituyó con un capital nominal de £1.119 dividido en 60 acciones de £18,65 cada una, siendo sus subscriptores principalmente personas de origen británico o 125

alemán.

No existen, sin embargo, datos que permitan seguir su desarrollo.

En junio de 1873 se organizó en Santiago la sociedad anónima Mueblería y Tapicería. Las noticias acerca de su evolución son escasas; en 1877, sin embargo, en medio de la crisis, la empresa operaba con un capital pagado de £541, un motor de 2 HP, y 27 operarios.126 La única fábrica mecanizada de barriles del país pertenecía a los hermanos Luflade, de Chillán. En 1872, esta fábrica producía una gran cantidad de vasijas para los productores vinícolas de las provincias de Ñuble y Concepción, siendo la más eficiente de la ciudad. En 1875 empleaba a 34 personas, que percibían un jornal diario medio de 127

70 centavos; su único motor generaba una fuerza de 6 HP.

4.8. Grupo Papel e Imprentas

122

. . 124 . 125 . 126 . 127 . 123

Tornero, p. 315; QCJP, p. 668. Ortega, "Change", Apéndice I, documento 26, p. 521. QCJP, p. 19. El Araucano, 20.XI.1874. Ibid., 16.X.1873. Sinopsis Estadística, p. 319. Tornero, p. 319; QCJP, pp. 197-198. 245

Este grupo estaba formado por una fábrica de papel y diez establecimientos de impresión y encuadernación. La primera fue la Fábrica Nacional de Papel de Limache, una industria de grandes dimensiones, pero que desde su creación en 1869, enfrentó múltiples dificultades. Los primeros pasos dados por su dueño, Recaredo Tornero, datan de mayo de 1869, cuando solicitó al Congreso se le autorizase para internar máquinas y equipos para la industria, libre del pago de derechos, lo que le fue concedido en diciembre.128 En 1870, Tornero formó una sociedad anónima la cual debía contar con aprobación ministerial antes de que sus acciones se ofrecieran en la bolsa de Valparaíso. Mientras llegaba dicha autorización Tornero viajó a Europa con el objeto de adquirir equipos del sistema Roberts, lo que hizo en Bélgica, a la fábrica Chantreme et Fils; en ese país también contrató a cuatro obreros especializados.129 La autorización ministerial fue finalmente otorgada en diciembre de 1871, y al comienzo del año siguiente se ofrecieron las acciones a la venta por la suma nominal de £28.736.

Dichos

documentos fueron ofrecidos durante dos años, período al final del cual los resultados no fueron los deseados, y en septiembre de 1874 "se inauguraron los trabajos para cerrarlos al día siguiente; la fábrica estaba en quiebra y su entusiasta empresario había perdido la 130

mayor parte de su fortuna".

Las razones de tan desventurado comienzo no son del todo claras. Existen, sin embargo, razones para pensar que la falta de interés de parte de los inversionistas jugó un rol importante en esta falsa partida, pues la suma de £2.873 fijada por el Ministerio de Hacienda como el mínimo requerido en la venta de acciones para que la industria fuese 131

declarada legalmente instalada, no alcanzó a ser completada.

Ello obligó a que, en

mayo de 1875, la fábrica fuese subastada. Fue adquirida por Bernardino Bravo, un próspero empresario de Valparaíso, con una postura de £9.124, que sólo representaba un cuarto de la inversión original.132 Los primeros pasos de Bravo estuvieron orientados 128

. El Araucano, 8.V.1869. . En la etapa de organización de la empresa, Tornero se adjudicó la impresión de la Estadística Comercial por un período de tres años a razón de 500 ejemplares por año por £0,27 cada uno, AN Registro Notarial Valparaíso, vol. 157, Nº 516, ff. 461-462, Arrendamiento de Servicios, 12.X.1869; The Chilian Times, 16.I.1876; Vicuña, De Valparaíso, p. 164. 130 . Ibid., p. 166. 131 . El Araucano, 10.XII.1874. 132 . VWCM, 3 junio 1875; Vicuña, De Valparaíso, p.166. 129

246

a obtener "la más pequeña cooperación [la que] evitará de seguro su segundo y definitivo naufragio" 133

En agosto del mismo año, Bravo "en representación de Bravo y

Compañía, propietarios de la fábrica de papel", solicitó del Congreso se declarasen “libres de derechos de internación ciertas materias primas e ingredientes necesarios para 134

la fabricación de papel", solicitud que fue aprobada en diciembre.

A fines de 1876, la fábrica estaba en "plena actividad”. Según Vicuña, trabajaba sólo de día, por ahorrar combustible; produce hoy a razón de 75.000 metros de papel. Pero tiene capacidad para elaborar el doble”.135 En la segunda fase de su existencia, la industria empleaba 85 personas en la línea de producción -30 hombres, 45 mujeres y 10 niños-, además de otras 20 personas en cargos administrativos, de supervisión de máquinas y mayordomía.

136

En forma indirecta, la industria creó empleo para un

número todavía mayor de personas; en primer lugar "en el acopio de trapos, de los cuales [podía] comprar, a razón de un peso el quintal, hasta 300.000 kilogramos por año", mientras que en Buin, el lino era expresamente cultivado para sus necesidades. Estos dos elementos, más la paja común y en pasta, esta última importada de Europa, son las materias que consume la fábrica, junto con la soda cáustica, que deshilacha y 137

reduce a pulpa el trapo, y el cloruro de cal, que lo limpia y blanquea.

Esta industria era motivo de especial atracción en "el Manchester chileno"; en primer lugar por lo moderno de sus instalaciones que cubrían una superficie de 9.000 metros cuadrados, y porque "la chimenea de sus calderas [era] la más alta de Chile; mide ésta 33 metros". Todo su complejo equipamiento -entre el que se destacaba la máquina de hacer papel de 36 metros de largo con capacidad para "interminables" pliegos de 1,60 metros de ancho- era movido por dos poderosos motores a vapor de 50 HP cada uno, y otro de 12 HP para los cuales tres calderas del sistema Farcott generaban el vapor necesario.

La provisión de agua era obtenida de la hacienda

"Limache", a la que pagaba en arriendo £8,4 mensuales por el uso de una bomba de 133

. Ibid., p. 167. . CD. SO., 31.VIII.1875; El Araucano, 4.I.1876. 135 . Vicuña, De Valparaíso, p. 167. 136 . The Chilian Times, 16.I.1876. 137 . Vicuña, De Valparaíso, pp. 167-168. 134

247

agua.138 A pesar del rigor de la crisis económica que afectaba al país a comienzos de 1877, la fábrica experimentaba por entonces una recuperación basada en aumentos de productividad. Esto le permitía competir con buenos resultados obteniendo importantes órdenes y contratos. Uno de ellos le permitía producir mensualmente 1.800 resmas de "papel rayado para las escuelas", factor que, según Vicuña, unido a la última resolución del Congreso [liberación de derechos de importación sobre sus materias primas] son un buen síntoma de vida para esta industria, que nos pone a cubierto, por lo menos, de las 139

contingencias y el despotismo del mercado extranjero.

Las imprentas y encuadernaciones equipadas con máquinas accionadas por vapor se concentraban en Santiago y Valparaíso. En Santiago, en un total de ocho, dos de ellas se destacaban. Una era la Imprenta Nacional, de propiedad pública y la otra la del Ferrocarril. 140

La primera empleaba 52 personas en sus períodos de mayor

actividad y poseía un motor de 4 HP, mientras que la segunda, fundada en 1858 y de propiedad de Juan Pablo Urzúa, empleaba 36 personas.

Desde 1870, esta última

empresa comenzó a operar con un motor a vapor de 2 HP.141

Cuadro IV-5. Inventario de maquinaria Imprenta y Litografía Universo en 1876 Sección Litografía: -

dos motores a vapor

-

dos prensas a vapor

-

dos prensas “americanas”.

-

tres prensas de prueba

-

138

. . 140 . 141 . 139

seis máquinas cilindros

-

ocho máquinas de plancha con rodillo

-

tres máquinas para tarjetas y recibos

-

una máquina para boletos de ferrocarril

Ibid., p. 169. The Chilian Times, 16.I.1876. Ibid. Tornero, p. 100; AE 1876-1877, p. 338. AE 1874, p. 163. 248

-

dos máquinas para monogramas.

Sección Encuadernación: -

seis máquinas medidoras

-

cuatro máquinas cortadoras de papel

-

dos máquinas cortadoras finas

-

cuatro máquinas numeradoras

-

dos máquinas encuadernadoras

-

cuatro máquinas respaldadoras

-

dos máquinas dobladoras

-

cuatro máquinas perforadoras-agujereadoras

-

dos máquinas para pintado

-

seis prensas manuales

-

dos prensas hidráulicas

-

una máquina engomadora.

___________________________________________ Fuente: The Chilian Times, 16.I.1876.

En Valparaíso, en la calle de la Aduana (actual Prat) funcionaban tres grandes imprentas: la Imprenta del Mercurio, la Universo y la Germánica. La primera, de propiedad de Recaredo Tornero, poseía un motor vertical de 2 HP, y siete impresoras accionadas por un motor de 8 HP. Empleaba a más de 100 personas lo que demandó en 1876 un gasto en salarios de £9,290 o el 50 por ciento del gasto total anual, correspondiendo el remanente, a papel con 29,5 por ciento y a otros gastos el 20,5 por ciento.142 La imprenta Universo de William Helfman -"establecimiento sin rival en Sud América", de acuerdo con The Chilian Times, operaba desde 1859. A fines de 1875 ocupaba a 50 personas que demandaban un gasto semanal de £84 en salarios, y funcionaba en un edificio de tres plantas con un total de 700 metros cuadrados de superficie útil. Los equipos de esta imprenta eran accionados por un motor a vapor central de 8 HP, y su inventario se detalla en el Cuadro IV-5. La “Germánica” era una imprenta pequeña comparada con las dos anteriores, y poseía un motor "vertical" de 2 HP.

249

4.9. Grupo Productos del Cuero y de la Goma Este grupo estaba compuesto enteramente por curtiembres. Una de grandes dimensiones estaba ubicada en la calle de la Tivolá (actual Rawson) en Valparaíso; su propietario era Juan Byers y estaba dotada con dos motores a vapor que generaban una fuerza motriz agregada de 12 HP, y empleaba 38 personas. En las cercanías, entre las calles Victoria e Independencia, se encontraba la Bodega y Curtiembre de Marcial Nicart, un establecimiento de importantes dimensiones que daba empleo a 43 personas 143

y contaba con un motor "vertical" de 8 HP.

La curtiembre de Tiffou Hermanos era uno

de los establecimientos pioneros en el país en el procesamiento de cueros a escala; establecida en 1841, treinta años más tarde contaba con un motor de 8 HP, el valor anual de su producción se estimaba en £19.157, y la calidad de sus productos era calificada de excelente. Esto último le permitió participar con éxito en la Exposición Internacional de 1875, año en que empleó un total de 35 personas, que percibieron un 144

salario diario que fluctuaba entre 55 y 70 centavos.

En la ciudad de Curicó, Ezequiel Bravo y Ruperto Vergara poseían una curtiembre de considerables dimensiones, en la calle Estado. Ésta contaba con un motor a vapor de 12 HP, parte importante de una inversión de capital ascendente a £17.230. Con una fuerza de trabajo que en 1876 promedió las 36 personas, esta empresa estaba a la vanguardia entre las de su tipo en la provincia. En el puerto de Tomé, en tanto, la de D. A. Wolle operaba con el respaldo de una reputación adquirida de sus exitosas 145

exportaciones a Europa.

En Valdivia, Schulke y Compañía, eran los propietarios de

una curtiembre de vastas proporciones, que representaba una inversión de capital de £54.744 y empleaba a 102 personas.

146

. Organizada originalmente como un

establecimiento de propiedad familiar, en 1872 fue transformada en sociedad anónima con un capital nominal de £57.915, dividido en 300 acciones de £193 cada una. La familia Schulke se reservó 130 acciones, mientras que el resto fue adquirido por 142 143

. 144 . 145 . 146 .

. The Chilian Times, 16.I.1876. Libro de Matrícula, 1870; AE 1874, p. 164. Tornero, p. 101; VWCM, 21.VIII.1875. Tornero, pp. 289, 340-341. QCJP, p. 68. 250

miembros de la comunidad alemana de la provincia.147 Las 157 curtiembres con que el país contaba en 1876, vivían una existencia si no próspera, al menos estable, gracias a la fuerte demanda internacional por sus productos. Las seis incluidas en este estudio empleaban un total de 295 personas y acumulaban una fuerza motriz de 42 HP.148

4.10. Grupo Productos Químicos Este incluía la Fábrica de Cola de calle Chacabuco en Valparaíso organizada en 1874, y que tres años más tarde empleaba 24 trabajadores y un motor a vapor de 3 HP, y la Fábrica de Pintura de Hermann Klages de Mellipulli, que empleaba 28 personas, poseía un motor de 2 HP, y había sido fundada en 1870. En Viña del Mar, en las cercanías de la refinería de azúcar, estaba ubicada la Fábrica de Pólvora de Gevelot y Compañía.; en ella se fabricaban "mixtos pirotécnicos, cohetes, pólvora, etc.", para lo cual empleaba en 1877 a 31 personas y disponía de un motor de 2 HP. Esta industria proveía con pólvora 149

a las actividades mineras de la región y a algunos yacimientos de la zona norte.

En 1872 se formó en Valparaíso una sociedad anónima con el nombre de Fábrica Nacional de Pólvora, cuyo capital nominal era de £3.861, dividido en 40 acciones de £96 cada una. El propósito de la empresa era "la producción y comercialización de pólvora para la minería" Entre sus accionistas se contaban Bernardino Bravo, dueño de una de las fábricas de gas de la ciudad, futuro dueño de la fábrica de papel de Limache y uno de los capitalistas más prominentes de Valparaíso, y Luis Osthaus, el propietario de la fábrica de jarcia de esa localidad. La sociedad anónima compró a Jorge Ross y Federico Santa María un terreno de 125,4 metros por 376,2 y contrató la compra de 8.000 litros de agua por día con un valor de £1 en el fundo “Quebrada Verde para la 150

construcción de sus instalaciones y posterior funcionamiento”. 147

. Ortega, "Change", Appendix I, document 30, p. 525. . AE 1876-1877, p. 335. 149 . Pomar, p. 114. 150 . AN, Registro Notarial Valparaíso., vol. 169, Nº 318, ff. 318-320, 11.III.1872, contiene la lista de accionistas; Nº 491, f. 453, 4.IV.1872, se refiere a la compra del terreno y contrato para abastecimiento de agua; es muy probable que el actual Camino de la Pólvora del alto de Valparaíso deba su nombre a este establecimiento. Vol. 170, Nº, 482, ff. 470, 26.IX.1872, se refiere a la compra de carbón vegetal en San Felipe. 148

251

El grupo se completa con tres productoras de jabón y velas y una fábrica de aceite de linaza.

De las primeras, dos de ellas se ubicaban en Valparaíso; la Velería y

Jabonería de Bartolomé Labatut, de la calle Maipú (actual avenida Pedro Montt), que empleaba a 19 personas y poseía un motor de 2 HP, y la Jabonería y Perfumería de D. Livingston que disponía de un motor de 2 HP y empleaba 21 personas. La fábrica de jabón y velas de Guillermo Kayser, de Tomé, empleaba 23 operarios y contaba con un motor de 3 HP.151 La fábrica de aceite linaza, antes mencionada, era de propiedad de la casa comercial británica Williamson, Balfour y Compañía, que había comenzado a producir en 1870. Sus resultados, que pueden ser calificados como de éxito moderado, eran, sin embargo, motivo de satisfacción para sus dueños, uno de los cuales comentaba quince años después de la inauguración que, "esta fábrica, que produce aceite de linaza, de nabo y de otros tipos, nos ha retornado ganancias pequeñas pero regulares durante todos estos años".

152

En efecto, desde sus primeros años la fábrica había logrado

consolidar su posición sobre bases sólidas, y en 1874 una carta de Stephen Williamson a uno de sus asociados en Valparaíso decía que la fábrica de aceite nos ha brindado una sincera satisfacción, y debemos congratular a Ud. por el éxito logrado en la dirección de esta empresa que en el año pasado ha tenido un muy buen resultado. Estamos muy complacidos de que la manufactura de aceite haya continuado normalmente durante todo el año y nos alegra el que Ud. mantuviese tan buen control sobre la provisión de 153

abastecimientos.

A pesar del deterioro de la economía desde 1874, en 1876 Stephen Williamson nuevamente escribió a Valparaíso diciendo que aprobaba la forma en que la empresa había sido conducida, y que estaría siempre dispuesto a estimular a su administrador, Mr. Meldrum, a tomar decisiones destinadas a desarrollar la industria, que por entonces 154

operaba con un capital de £6.374.

Ese año la fábrica empleó 32 personas, las que

desempeñaban sus funciones en un edificio ubicado en el pasaje Quillota, con 151

. AE 1876-1877, pp. 335-341; AE 1877-1878; pp. 336-336; Tornero, pp. 101, 188 y 340; Duffy, p. 70. . BW., Stephen Williamson's Letterbook N.4., Williamson a Henderson, Liverpool, 26.VIII.1885. 153 . Ibid., Letterbook N.3, Williamson a Balfour, Liverpool, 18.XII.1874. 152

252

maquinaria de procedencia británica que era movida por un motor a vapor de 12 HP, cuyas calderas horizontales levantaban una presión de 40 libras.155 En la segunda mitad de la década de 1870 este establecimiento elevó notablemente su productividad: si en 1877 se obtenía 3,9 galones de aceite por quintal (46 kilos) de materia prima procesada, al año siguiente el rendimiento fue de 4,5 galones. Es más, a pesar del deterioro del mercado en 1878, la fábrica mantuvo su nivel de actividad, lo cual una vez superada la 156

crisis, le permitió crecer siendo enajenada por sus dueños sólo en 1905.

4.11. Grupo Productos de Minerales No-metálicos La Fábrica de Cal Hidráulica de Coquimbo, producía cal de piedra calcárea de "la mejor clase", lo que hacía posible "la gran exportación que hay de este artículo, pues diariamente se trabajan de 500 a 800 quintales españoles".

En 1876 la empresa

también producía 600 kilos diarios de cloruro de cal, en lo que intervenían 32 trabajadores auxiliados por un motor de 4 HP.

157

Los dos establecimientos del grupo habían tendido su origen en la producción de ladrillos refractarios, pero ya hacia 1875 empezaban a elaborar otros bienes entre los que se destacaban las cañerías conductoras para agua potable y para el servicio sanitario y baldosas. Estas eran las fábricas de Puchoco y Lota. La primera, fundada en 1865 y que producía baldosas y cañerías desde 1872, en 1876 elaboró 700.000 unidades de ladrillos refractarios. Empleaba entonces una fuerza de trabajo de 35 personas quienes recibían jornales que fluctuaban entre 50 centavos y 1 peso, por una jornada de 10 horas. Esta fábrica, parte del complejo carbonífero de Urmeneta y Errázuriz, estaba equipada con un motor a vapor de 10 HP, el que junto con 158

seis hornos, consumía 1.200 toneladas de carbón durante 1876. 154

. Ibid., Williamson a Henderson, Liverpool, 15.XII.1876. . Inspección Jeneral de Máquinas, Libro de Matrícula de Máquinas a Vapor de Valparaíso (Valparaíso, 7 junio 1870), en MI 1870. 156 . Como notas 151 a 153, y Wallis Hunt, Heirs of Great Adventure. The History of Balfour, Williamson and Company Limited (2 vols., Norwich, 1951), vol. I, p. 78. 157 . Tornero, p. 267; AE 1877-1878, p. 403. 158 . AE 1877-1878, p. 387. 155

253

También la fábrica de ladrillos refractarios de Lota era parte de un complejo mayor, en este caso, de la Compañía Explotadora de Lota y Coronel.

Allí la

producción de ladrillos refractarios se había iniciado en 1864, destinándose una parte de ella a satisfacer las necesidades de la fundición de cobre adyacente. A comienzos de la década de 1870, los ladrillos de Lota competían en forma ventajosa con los importados de Inglaterra, lo cual se lograba tanto por su calidad como por la facilidad con que era posible adquirirlos y el ahorro que significaba su compra, que era estimado entre 20 y 30 por ciento.159

Los datos para 1876 indican que ese año contaba con una fuerza de

trabajo de 97 personas, entre quienes la "generalidad de sus mejores brazos [eran] niños de 11 a 17 años", a los que se veía "corriendo de un lado a otro llevando ladrillos"; los salarios por jornada diaria de 11 horas oscilaban entre 50 centavos y $2 por semana. El establecimiento, que ese año produjo 1.830.323 unidades de ladrillos, estaba equipado con dos motores a vapor que totalizaban una fuerza motriz de 30 HP. El consumo de 160

carbón de sus calderas y de los diez hornos alcanzó en ese año a las 2.934 toneladas.

A pesar de la ostensible declinación las fundiciones de cobre a partir de 1880, estas dos fábricas continuaron en actividad hasta los primeros años del siglo XX, cuando la obsolescencia de algunas de las tecnologías empleadas determinaron el cierre de algunas de sus secciones.161

4.12. Grupo Productos Metálicos y Material de Transporte Cuadro IV-6. Grupo productos metálicos incluida maquinaria y material de transporte Tipo de elaboración Número unidades HP Empleo 17 182 1.839 Fundiciones y bienes metálicos 4 66 328 Maestranzas 10 180 1.193 Material de Transporte 31 428 3.360 Total Fuentes: AE 1861 a 1878. Contribución de Patentes, Registros de 1871 a 1876; Libro de Matrícula de Máquinas a 159

. Tornero, p. 353. . AE 1877-1878, p. 387. La referencia a la fuerza de trabajo infantil en El Lota, 26.IX.1878. 161 . Alberto Herrmann, La producción de oro, plata i cobre en Chile (Santiago, 1894), pp. 51-55; Joanne Fox Przerworski, "Mines and Smelters: The Role of the Coal Oligopoly in The Decline of the Chilean Copper Industry", en Nova Americana, Nº 1, 1978, pp. 169-213. 160

254

Vapor de Valparaíso, 1870-76; MI 1861 a 1881; QCJP. Sinopsis Estadística y Geográfica de Chile, 1883; BPP, 1861-1881.

El tamaño de este grupo era considerable, así como variadas eran las líneas de producción de sus componentes.

Entre ellos se distinguían, de acuerdo a las

características de su producción, dos segmentos: a) establecimientos dedicados principalmente al procesamiento de minerales, especialmente de cobre y, b) productores de equipo. En el primer segmento, grandes fundiciones como las de Panulcillo y La Compañía contaban con un apreciable número de obreros y supervisores extranjeros; el primero empleaba 42 británicos y 5 alemanes, en una fuerza de trabajo que en 1872 alcanzó un nivel record de 897 personas. Por su parte, La Compañía empleaba a 25 162

británicos, en un total de 399 operarios contratados ese año.

Los establecimientos de Guayacán y Lota eran especiales en el conjunto de las fundiciones.163 El primero contaba con un total de 35 hornos de reverbero reformados de acuerdo con el sistema Napier, además de máquinas y equipo que le permitían fundir y elaborar bronce y fierro. Las barras producidas por este establecimiento, a un promedio de 920 toneladas métricas por mes en 1872, eran de excelente calidad y casi la totalidad de ellas eran exportadas a Gran Bretaña en los vapores de la PSNC, que recalaban en el puerto dos veces por mes.

164

Desde 1869 la fundición contaba con un moderno

laboratorio, un taller mecánico, una herrería, una carpintería y una pequeña fábrica de ladrillos refractarios.

165

Según The Times, las instalaciones de Guayacán en nada

tenían que envidiar a las de Swansea, y agregaba que la empresa empleaba a 55 obreros británicos, la mayor parte de los cuales procedía de Gales o eran hijos de galeses. La pequeña colonia, formada por los trabajadores y sus familias establecidas en Coquimbo, consistía en noventa a cien personas de todas las edades; ellas, finalizaba el reportaje “gozan en general de excepcionales ventajas; están alojados en excelentes casas y reciben de £12 a £30 ($60 a $150) por mes de acuerdo con sus calificaciones,

162

. . 164 . 165 . 163

"Report on Coquimbo for 1872", Consul Gollan, 12.III.1872, en BPP, 1873, vol. LXV, pp. 4-43. Tornero, pp. 208-210; AE 1876-1877, pp. 422-423. “Report on Coquimbo for 1872”. Tornero, p. 208. 255

más carbón, agua y atención médica gratuita”.166 Dos años más tarde, el nivel de producción de la fundición decayó notablemente, a 575 toneladas métricas por mes, registrándose un consumo mensual de 2.583,5 toneladas métricas de carbón, dos tercios de las cuales procedían de la zona de Coronel mientras que el otro tercio era británico.167 En 1876 el establecimiento de Lota empleaba a 450 personas, un cuarto menos que el año anterior, lo que representaba un 25 por ciento del empleo total de la compañía. Este personal recibía un salario diario de 75 centavos a $2 (£0,12 a 0,33) por una jornada de 10 horas. Ese año la fundición consumió 44.368 toneladas de carbón y 168

sus 40 hornos produjeron 9.476,2 toneladas de cobre en barra,

lo que representaba

un aumento de 7.968 toneladas en el consumo de carbón, y de 3.252,2 toneladas en el volumen de barras producidas respecto del año anterior.169 Lo mismo que en el caso de Guayacán, esta fundición estaba dividida en varias secciones y todos estos trabajos, acumulados en un solo punto, y un punto distante de los grandes centros de población, han exigido la instalación de una maestranza perfectamente montada y con máquinas excelentes, capaces de fabricar cuanto pueda ocurrirse en las diferentes faenas de que 170

consta el establecimiento.

Los establecimientos que conformaban el segundo segmento, los productores de equipo, habían comenzado a aparecer en la segunda mitad de los años 1850, se caracterizaron por elaborar un mayor rango de productos, cuya calidad los puso en la vanguardia de la producción industrial chilena anterior a la Guerra del Pacífico. De norte a sur, estos establecimientos proveían con equipo y maquinarias a establecimientos procesadores de productos primarios, a las empresas de ferrocarril, a las de tranvías, a la construcción de edificios, al transporte y también a las oficinas salitreras de Tarapacá y Antofagasta. Los motores y turbinas de fabricación chilenas que empleaban algunos de los molinos de Talca constituyen una muestra de ello, aun cuando no sea posible determinar con exactitud sus fabricantes. Pero en el norte era sabido que las fábricas de 166

. . 168 . 169 . 170 . 167

Loc. cit., 20.I.1874. AE 1876-1877, pp. 422-423. AE 1877-1878, p. 387; la ley media del cobre procesado era de 7,5 por ciento. QCJP, p. 158. Tornero, p. 352. 256

Orchards y Tomkins, de Copiapó, elaboraban "todas las máquinas necesarias para la explotación de las minas".171 El que las primeras manifestaciones de este tipo de producción se dieran en Copiapó y Valparaíso está asociado al crecimiento de las exportaciones, al desarrollo ferroviario y a la instalación de maestranzas que, aunque originariamente diseñadas para funciones de mantenimiento y reparación de locomotoras y vagones, a poco de entrar en funciones iniciaron tareas productivas que se expandieron paulatinamente satisfaciendo una demanda externa en crecimiento. De allí que se les incluya en este recuento como establecimientos industriales. La maestranza de la Compañía del Ferrocarril de Copiapó, instalada en el puerto de Caldera en 1851,

inició sus actividades

con las clásicas secciones de

herrería, calderería y carpintería y un taller de fundición equipado "según los recientes adelantos", con capacidad para producir piezas y repuestos para la reparación y mantenimiento de locomotoras y carros. Todas las máquinas del establecimiento eran accionadas por un motor a vapor estacionario de 20 HP. Durante los siguientes treinta años la evolución de la maestranza fue notable. A mediados de los años 1860 había fabricado 66 vagones para reemplazar a otros tantos dados de baja, a la vez que en relación a la reparación de las locomotoras, se habían ejecutado trabajos que las pusieron "en condición de servir por muchos años más". En el quinquenio siguiente se agregó a la construcción de vagones de carga la de carros estanques, de equipaje y de pasajeros, algunos de los cuales fueron vendidos al Perú.

Las reparaciones de

locomotoras avanzaron al punto que se les instaló fogones de cobre y se les practicó 172

cambios en la distribución de su peso.

Un momento significativo para la maestranza de Caldera, como para muchos establecimientos fabriles, fue el de los meses que duró la Exposición Internacional de Santiago de 1875. En ese evento el establecimiento exhibió la "máquina beneficiadora de metales" o de amalgamación Krohnke, que como "sistema beneficiador, nada [había] superior en el mundo". El complejo sistema, "hermoso y pulido", estaba compuesto por 171

Ibid., p.226;“Report on Caldera for 1872”,acting Consul Danelsberg, 12.I. 1873, en BPP.,1874,Vol.LXVI, p. 222. . "Memoria del Intendente de Atacama, 1853", en MI 1853; Compañía del Ferrocarril de Copiapó, Memoria de los 30 años 1852-1881 (Valparaíso, 1881), pp. 31-32 y 56-57; Compañía del Ferocarril de Copiapó, Informe, años

172

257

"máquinas a vapor, las bombas, los barriles, las tinas, los trapiches, las cañerías, los hornos y sus anexos", todo lo cual, por ser construido en la maestranza del ferrocarril de Copiapó constituía un motivo de orgullo para sus dueños, pero también para la comunidad nacional, pues demostraba "que en Chile no sólo [podían] hacerse esas obras, sino que se han hecho y con toda perfección".173 El desarrollo de la maestranza, que en 1879 empleaba a más de 190 personas, continuó y "junto con mantener el material rodante en buenas condiciones [ejecutaba] importantes y numerosas obras de fabricación de maquinaria y reparaciones para las minas de esta provincia y para otros puertos de la costa".174 En efecto, a fines de la década se había logrado desarrollar la fundición de ruedas para carros de carga, en tanto que para el sector minero se fabricaban motores a vapor, chancadoras, ejes torneados, muflas, llaves, tapas de fierro y tornillos. 175

Esa capacidad productiva le

permitió a la maestranza contribuir con particular eficiencia al esfuerzo de guerra del país en 1879, en que según el Vice-Cónsul británico en Caldera “durante la presente guerra ha ejecutado muchos trabajos para el gobierno, en forma de reparaciones a los barcos de guerra, fortificaciones, etc”.176 En Valparaíso, la maestranza del ferrocarril Valparaíso-Santiago contaba con el equipo y la fuerza de trabajo necesario para acometer la mantención y reparación de locomotoras y carros, de los puentes y la vía, para producir partes y piezas de repuesto, y a la vez atender órdenes del sector privado.

177

Las dos primeras eran funciones

importantísimas para un servicio cuyo material rodante era sometido a un uso intenso y

1867, p. 11, y 1870, pp. 8-9, citado en Pinto & Ortega, pp. 80-81. 173 . El Correo de la Exposición, 14.XI.1875, el que también incluye una descripción del funcionamiento de la máquina. Bertoldo Krohnke era el dueño de un establecimiento metalúrgico en Antofagasta; documento 31 en el Anexo de este capítulo. 174 . "Report on Caldera for 1879", en BPP, 1880, vol. LXXIV, p. 754. 175 . Compañía del Ferrocarril de Copiapó, Informe relativo a los negocios de la Compañía del Ferrocarril de Copiapó, 1878 (Valparaíso, 1879), p. 12. “Libro de cuentas y correspondencia de la mina Buena Esperanza, 18691871”; ambos citados en Pinto & Ortega, op. cit., p. 81. 176 . "Report on Caldera for 1879", pp. 757-758. No era primera vez que el establecimiento incursionaba en la producción de material bélico. En la Guerra civil de 1859 elaboró artillería de bronce, bayonetas, municiones y sables. 177 . “Informe de la Comisión para inspeccionar la vía y el equipo del ferrocarril entre Santiago i Valparaíso”, en El Araucano, 12 mayo 1872. 258

que, según los observadores, ya hacia 1873 era inadecuado para las necesidades del tráfico. 178

En 1864, a un año de completada la línea, la capacidad técnica del

establecimiento fue aprovechada por el ingeniero jefe del Departamento de Locomotivas y Maestranza, el inglés Thomas Mather, quien alteró el diseño de las locomotoras de manera tal que redujeron su consumo de carbón,

permitiendo el consumo de

combustible chileno sin mezcla de coke, de manera que la absorción del humo, junto con ahorrar combustible, libró en algo a los pasajeros de las incomodidades causadas por aquél, particularmente en los túneles.

179

A lo largo de la década de 1860 y primera

mitad de la de 1870, la capacidad productiva de la maestranza fue aumentada mediante la incorporación de maquinaria de otras empresas públicas y a través de la compra de equipo en el extranjero.

De ello dan cuenta las Memorias anuales de los

Superintendentes. En junio de 1875 el Superintendente del Ferrocarril del Norte informó que en los doce meses anteriores se habían fabricado "dos estanques, una máquina a vapor, su caldero y tres bombas, las que junto con 1.305 pies de cañón de hierro de tres pulgadas y 157 pies de seis pulgadas han sido colocados en la estación de El Salto [en los extramuros de Viña del Mar], con el fin de extraer con más rapidez y economía la gran cantidad de agua con que diariamente se provee a las locomotivas, cuya operación hasta el presente se [había] efectuado con bombas de mano". En el mismo documento se daba cuenta de la construcción de carros para el transporte de madera y de leche y del procesamiento de 55,5 toneladas de hierro, una de las cuales correspondía a órdenes externas y que el valor total de éstas había llegado a la suma de £5.810. La Memoria correspondiente a 1876 dio cuenta de la construcción de una cabria de hierro fundido para levantar ruedas de locomotoras, de vigas para el puente de Limache, de la elaboración de 106,9 toneladas de piezas de hierro fundido; de 21,1 toneladas de piezas de bronce y de 36,7 toneladas de piezas de hierro forjado "con martillo a vapor". De éstas, el 4,3 por ciento correspondía a órdenes privadas. En 1877 el establecimiento fundió 43,9 toneladas de hierro sin forjar, 164,6 toneladas de hierro fundido y 19,2 toneladas de piezas de bronce. Sin embargo, el más importante logro productivo de ese 178

. VWCM, 1 marzo 1873. . “Informe del Jefe del Departamento de Locomotivas y Maestranza”, en "Memoria del Superintendente del Ferrocarril del Norte, 1865", p. 70, en MI 1865. 179

259

año fue la construcción de una pequeña locomotora.180

El proceso de expansión no

sólo se reflejó en el buen cumplimiento de sus funciones propias, sino también en una importante diversificación de su capacidad productiva, lo que habría de ser de gran importancia al final de la década. En efecto, al momento de la iniciación de la Guerra del Pacífico, la maestranza, al igual que su similar de Caldera, fue llamada a producir material bélico, lo que hizo con entera eficiencia. En 1880, el Ministro del Interior declaró con gratitud al Congreso que “la maestranza de la empresa del ferrocarril ha prestado en esta época muy notables servicios, ocupándose en la construcción de objetos destinados a los buques de la Armada nacional y a los fuertes de Valparaíso y otras plazas”. Cañones, cureñas, blindajes, pernos, herramientas y balas de cañón se contaban entre los bienes elaborados, los cuales, según el ministro, también fueron producidos por otros 181

establecimientos de la ciudad.

Por su parte, las fundiciones y maestranzas privadas de Santiago y especialmente las de Valparaíso, elaboraban una amplia gama de productos que comprendía desde los de más simple elaboración, como coches de posta, carretones, arados y rejas, hasta otros que demandaban una mayor capacidad tecnológica: motores a vapor, repuestos y partes para navíos a vapor y locomotoras, equipos y maquinaria para la agricultura, prensas, herramientas, equipos para la minería, calderas, estanques para el almacenamiento de agua y lavado de minerales, tuberías para destilación, trapiches, hélices de bronce para navíos, lanchas metálicas con motor a vapor, aparatos telegráficos, piezas de artillería y material rodante para los ferrocarriles. Una de las primeras empresas privadas de este rubro fue la Fundición 182

Caledonia de Valparaíso, fundada en 1854 por John Mouat y Thomson Borrowman.

Un año después se constituyó la sociedad Henderson, Finch y Compañía, con el fin de 180

. “Memoria del Superintendente del Ferrocarril del Norte 1875”, p. 54; Ibid., 1877, p. 95, y 1878, p. 18, en MI, años correspondientes. 181 . MI 1880, p. XXIII. 182 . O Caledonian Foundry según la escritura de constitución de la compañía "para establecer una fundición y fábrica de maquinaria"; en su artículo tercero el documento señala que Mouat hizo un aporte de capital de £2.830 "para la compra de herramientas, materiales, edificios, etcétera.." y se comprometió a reunir "los fondos necesarios para los gastos del establecimiento durante el primero y segundo año, no excediéndo otros [£2.830]", por todo lo cual se le abonaría un interés del 12 por ciento anual. Borrowman se comprometió "a prestar todos sus servicios al establecimiento como administrador de la fábrica por lo cual recibe de la compañía un salario de [£283] al año", en AN., Registro Notarial de Valparaíso, vol. 106, 1854, Nº 89, f. 104; Compañía, 1.III.1854. 260

"trabajar metales y fabricar máquinas" para minas, molinos y vapores, además de objetos de metal para la agricultura, la minería y la navegación,183 demostrando a través de la elección de esos rubros de producción una clara identificación del origen de la demanda.

En 1862 un grupo de fundiciones de Valparaíso ofrecía máquinas para

molinos harineros, para navíos a vapor, para la minería, cañerías y partes y piezas de repuesto para todo tipo de actividades.

184

Cuatro años más tarde, con ocasión de la

"guerra" contra España, la "fábrica de fundición La República" -fundada en 1859 por Richard Lever, Norman Ferguson y William Murphy, y por entonces de propiedad de Lever y Compañía, -los nuevos socios eran Thomas Trimble y James Greyson-, contrataron con el gobierno la fabricación de un número no especificado de "cañones de 185

sesenta y ocho" a £97 cada uno.

En 1869, Cowan Balfour informó a sus clientes estar

en condiciones de producir un aparato, aplicable a toda clase de calderas, para la combustión de aceite mezclado con carbón o madera,

186

mientras que Costa e Hijo, por

intermedio de David Morrison, contrató con el fisco, para el resguardo de Aduana, la construcción de un bote de fierro de 26 pies de largo, 5 pies 4 pulgadas de ancho, 2 pies seis pulgadas de puntal, con comodidad para llevar 5 hombres a popa, y dos a proa, con su máquina vapor y caldero. El cilindro de la máquina tendrá cuatro y media pulgadas y el caldero será bastante grande para que el bote pueda andar con toda velocidad con 187

siete a ocho millas por hora.

La fábrica de William Davidson, de Chillán, fue descrita como una gran carrocería a vapor que producía los carruajes necesarios para el servicio de pasajeros y carga a Curicó, Tomé y Concepción.

En 1874 esta fábrica elaboró material de transporte,

carruajes, carros de trabajo, carretones y ruedas metálicas por un valor total de £9.572. En la misma ciudad, la fábrica de B. Soto elaboró ese año ruedas y carretones grandes y medianos por un valor de £4.186.188 En 1875, con ocasión de la Exposición Internacional de Santiago, se registró un 183

. AN., Registro Notarial de Valparaíso, vol. 106, 1855, No. 93, ff. 90-91, 1.III.1855. . Duffy, pp.30-71; El Mercurio, 23.I.1863. 185 . AN., Registro Notarial de Valparaíso, vol. 142, 1866, No. 16, f. 10, 5.I.1866, Recibo.; el contrato se había celebrado el 29 de noviembre del año anterior. 186 . The Brazil and River Plate Mail, 23.VIII.1869. 187 . AN, Archivo Notarial de Valparaíso, vol. 157, 1869, No. 585, ff. 541-542, Venta, 12.XI.1869. 188 . Tornero, p.318; AE 1874, p.168. 184

261

incidente que hasta cierto punto reflejó la existencia de una suerte de "grupo de industriales metalúrgicos", o al menos, del comienzo de ello. En respuesta a la invitación del gobierno para que participasen en el evento los fundidores de Santiago y Valparaíso –de acuerdo con el Valparaíso and West Coast Mail decidieron no tomar parte en la Exposición, de acuerdo a las siguientes consideraciones: imposibilidad de competir con los productores extranjeros quienes se pueden procurar capital a tasas de interés más bajas y que además de eso tienen un mercado siempre listo y trabajadores calificados. Aun más, la producción de los fabricantes extranjeros es internada libre de derechos, mientras que los productores nacionales [“home producers” en el original] tienen que pagar derechos sobre las materias primas que emplean.

A esas razones debe

agregarse el insatisfactorio estado del comercio y las dificultades que se encuentran en 189

la obtención de un mercado para los productos elaborados en el país.

Los productores metalúrgicos apuntaban especialmente al hecho de que las máquinas, motores y material rodante se importaban libres de impuestos, mientras que la generalidad de las materias primas estaba gravada con 15 por ciento. Sin embargo, a pesar del acuerdo y del período crítico por el que atravesaban sus negocios y los subidos gastos que representaron su concurrencia, Balfour, Lyon y Compañía exhibió varias máquinas construidas en sus talleres de Valparaíso.

Se

incluían: "un motor doble y máquina de extracción para minas", molinos mecánicos, prensas para diversos objetos, un elevador de agua, carros de carga para ferrocarril y dos máquinas trilladoras. Los productos expuestos por Balfour, Lyon, constituyeron, 190

según la prensa, una de las grandes atracciones nacionales.

Particularmente atractivo

fue el primero de los objetos expuestos que consistía de "un motor horizontal de alta presión y de fuerza de dieciséis caballos de vapor o sea treinta y cinco caballos efectivos [y] de dos cilindros de ocho pulgadas de diámetro y veinte de largo".

Según los

observadores, el motor reflejaba "una fabricación esmerada, pues trabaja[ba] con mucha suavidad, [tenía] movimiento revertible (sic) y válvula de expansión, lo que le permit[ía] economizar vapor y por consecuencia combustible", en tanto que "la sencillez de su construcción lo hac[ía] a la vez poco costoso y de larga duración, siendo así bien distinto 189

. VWCM, 21.VIII.1875. 262

de la mayor parte de los motores de alta presión". Otra de las características que lo hacía particularmente apropiado para los difíciles accesos a los yacimientos mineros era su estructura relativamente liviana y el hecho de que pudiese ser desarmado sin mayores complicaciones para "facilitar su transporte". La máquina de extracción estaba compuesta de dos tambores de fierro de cinco pies de diámetro, una rueda dentada sobre ellos, y con un freno cuya palanca estaba colocada al lado de los controles del vapor, lo cual permitía que fuese operado por una sola persona. Sus grandes ventajas respecto de dispositivos similares ofrecidos en el país eran, por una parte, su menor tamaño e igual potencia, lo que era "muy importante cuando ha[bía] que colocar las máquinas de extracción en el interior de las minas", y, por otra el que cuando no se le daba ese uso, se podía adaptar para chancado, lavado o clasificación de minerales y extracción de agua. De acuerdo con el catálogo de Balfour, Lyon, el aparato tenía una capacidad de extracción de treinta quintales hora de metales o carbón a través de un pique vertical de 100 metros de profundidad, aumentando su 191

capacidad en los piques inclinados de acuerdo con los ángulos de éstos.

La fundición La Unión, establecida en Valparaíso en 1870 por Archibald Brower después de liquidar un establecimiento en el mismo rubro que había establecido en 1857 en Copiapó, el que con motivo de la guerra civil de 1859 fabricó catorce cañones de 18 libras y 150.000 monedas de un peso, elaboró en 1875 200 carretones de cuatro ruedas, "la mayoría de los cuales [fue] exportada al norte, 2.500 carretillas de mano y cuatro omnibuses" para uso en los cerros de la ciudad.

192

A pesar de las dificultades económicas que el país comenzó a experimentar desde 1875, la mayor parte de estos establecimientos sobrevivieron hasta la iniciación de la guerra. En 1877, la Fundición Libertad de Santiago anunciaba en la prensa que aceptaba órdenes para cualquier clase de trabajos mecánicos, instalación de fábricas, 193

fabricación de maquinarias o su compra en el extranjero.

190

. Ibid., 11.IX.1875; Edwards, Cuatro Presidentes, vol. II, p. 324. . El Correo de la Exposición, 14.XI.1875. 192 . Brower inició sus operaciones en Valparaíso arrendado 12 máquinas a Juan Byers, propietario de una de las grandes curtiembres de la ciudad; AN. Registro Notarial Valoraíso, vol. 169, 1872, Nº 369, f. 324, Rescinción de contrato de 26.IV.1870; 11.XI.1872; The Chilian Times, 12.II.1876, para los datos de producción. 193 . El Ferrocarril, 20.V.1877. 191

263

Antes de, y durante la Guerra del Pacífico también estas unidades desempeñaron roles importantes en la puesta en marcha del esfuerzo bélico.

En vísperas del

rompimiento de las hostilidades algunas de las industrias metalúrgicas de Valparaíso se encargaron de limpiar los fondos y reparar las tuberías y calderas de algunas unidades de la Armada, y en el caso de las corbetas O'Higgins y Chacabuco se construyeron nuevas calderas, las que se estimó serían "tan buenas como las que puedan [fabricarse] en Europa, con más ventaja de quedar en el país los ciento veinte mil pesos [£16.506] más o menos que van a costar".194 ¿Cómo eran y cómo estaban equipadas estas industrias metalúrgicas?

En

términos generales, ocupaban superficies de entre 500 y 2.000 metros cuadrados, en algunos casos de dos plantas, estando la mayor parte de ellas en o muy cerca del centro de las ciudades. Su estructura productiva consideraba por lo menos cinco secciones o departamentos: modelación, fundición, mecánica, herrería y calderería, a cada una de las cuales un bien en elaboración debía ser

llevado, pues no existían líneas de

ensamblaje. En cuanto al equipamiento y consumo de materias primas e insumos, las informaciones son escasas, pero dos documentos brindan un panorama ilustrativo; en 1858 los departamentos de la Fundición la Victoria contaban con la siguiente maquinaria y equipo: el de modelaje contaba con una sierra circular y una horizontal, dos tornos, y cuatro bancos de carpintería. El de fundición tenía dos grúas -una grande y una pequeña-, un horno, un molino para triturar carbón, dos ventiladores, cajas, cucharones de acero, carros, un horno para fundir bronce y tres para fierro, mientras que su stock de materias primas incluía 150 toneladas de hierro en lingotes, 40 toneladas de estopa, 552 kilos de bronce y cobre, 690 kilos de estaño, 10 de plomo, y 7,4 toneladas de fierro de desecho. El departamento de mecánica contaba con un motor a vapor con caldera de 12 HP, una pequeña máquina atornilladora, una máquina para doblar metal, dos máquinas remachadoras, dos taladros, dos pesas, un esmeril, cinco tornos de diferentes tamaños y usos diversos, dos perforadoras y una prensadora.

El departamento de

herrería estaba dotado de un martillo mecánico, un gran torno con motor, un motor 194

. El Mercurio, 13.II.1879. 264

hidráulico, un ventilador, una gran máquina atornilladora doble, poleas y cadenas. Finalmente, el departamento de calderería estaba equipado con instrumentos para forja, cuatro fresas y diez yunques. En materias primas, en sus bodegas almacenaba 39 toneladas de fierro en lingotes y 10 toneladas en planchas. En la bodega central de la empresa se guardaban 50 toneladas de carbón británico, 60 toneladas de carbón chileno, 10 toneladas de coke, cola, 4,1 toneladas de fierro para la fabricación de tornillos, 4 toneladas de hauipe, ladrillos refractarios, clavos y crisoles.

Los productos listos para ser entregados eran molinos y bombas para la

extracción de agua en la minería, cocinas a carbón o leña de diversos tamaños, bancos de fierro, campanas, ejes, una caldera, y tanques para almacenamiento de agua y 195

hornos.

Once años más tarde, un inventario de la Fundición La República reflejó los progresos experimentados por el sector en cuanto a equipamiento; esta empresa entonces contaba con dos máquinas para cortar y perforar planchas de fierro de diferente grosor, tres para arquear las mismas piezas, todas movidas por un motor de 6 HP. Además contaba con "un torno grande para tornear tornillos", una máquina para "rascar" tornillos hasta de dos pulgadas, una "máquina removente para taladrar" y otros equipos y herramientas que permitían la fabricación de carruajes, arados, postes, hornos, herramientas menores, estanques metálicos, repuestos y partes para navíos a vapor, prensas para la vitivinicultura y equipo para la molinería, que eran los bienes en espera 196

de ser entregados.

El sector productos metálicos no fue ajeno a la bonanza económica de comienzos de los años setenta, como tampoco al gran auge de las sociedades anónimas. En junio de 1873, Carlos Monery vendió su fundición de la calle Nueva San Diego (actual Prat) de Santiago, junto con sus "privilegios exclusivos", todo avaluado en £9.328, a una sociedad anónima organizada con el nombre de Ferrería Nacional, cuyo capital nominal era de £18.657, dividido en cien acciones de £86,57 cada una. Dos tercios del capital nominal fue pagado al constituirse la sociedad y, de esa suma, £4.664 fueron destinados al pago 195

. "Inventory of Stock in Machines, Buildings and Raw Materials at the Victoria Foundry, Valparaíso, 16.I.1858", manuscrito, pp. 2-10, gentilmente facilitado por Guillermo Guajardo. 196 . AN., Registro Notarial de Valparaíso, vol. 157, No. 114, ff. 104-105; Prenda, Lever & Cia a Sarah Greyson, 265

de deudas contraídas por Monery. El propósito de la nueva empresa era continuar con el negocio de compra y fundición de fierro y la venta de manufacturas, y entre sus accionistas nuevamente se contaban destacados personajes de la política chilena: Julio Cuadra, Ramón Eyzaguirre, Jorge Huneeus y Claudio Vicuña.197 La evidencia anterior apunta a un grupo de empresas capaces de producir bienes de capital que, en algunos casos, requerían tecnologías avanzadas para la época. Sin embargo, esa producción también reflejó algunas limitaciones estructurales del sector metalúrgico: la mayor parte de los bienes eran elaborados con un muy alto componente de insumos y materias primas importados, y fabricados en base a modelos también importados que no eran significativamente adecuados a la demandada local.

La

introducción de estos últimos al país no siempre tuvo resultados felices. Sin embargo, las diferentes industrias se adaptaron a sus propias posibilidades, además limitadas por los problemas en la oferta de fuerza de trabajo calificada, en su acceso al crédito y por su propia dependencia externa.

Todo ello se tradujo en inevitables deficiencias en

cuanto a la calidad de los productos comparados con los importados, pero en defensa de ellos, alguna prensa argumentó que ese era un precio que debía ser enfrentado por algún tiempo, en tanto esos establecimientos hacían un importante aporte al desarrollo de la capacidad productiva y a la riqueza nacional.

198

Paradojalmente, el establecimiento que más antecedentes brinda sobre la capacidad productiva del grupo Productos Metálicos, no está incluido en el Cuadro IV, debido a su abrupto final. La Fundición Nacional de Limache, de propiedad pública, fue "fundada en 1865 con el objeto de proporcionar armamento al ejército y marina" en la emergencia de la "guerra" contra España.

199

Según Tornero, para el efecto se

construyeron edificios adecuados a gran costo, y se dotó al establecimiento de "parte de las máquinas, herramientas, útiles y empleados necesarios para la fabricación de armas, 200

proyectiles y muchos otros objetos de distintas clases".

El lugar de su instalación fue

15.III.1869. 197 . El Araucano, 29.IX.1873. 198 . La Industria Chilena, 16.X.1875. 199 . “Memoria del Director de la Maestranza Limache, 1871”, p. 1, en MG 1871. Memorias del Director citadas en adelante como MDML, seguidas de año respectivo. 200 . Tornero, p. 212. 266

seleccionado en consideración de su seguridad, y "porque la línea del ferrocarril central hacía muy fácil y económico el acarreo de los materiales y de los artefactos para el lugar de su destino". La instalación de la fábrica estuvo a cargo de la superintendencia del ferrocarril, la cual también tomó a su cargo la dirección de sus talleres y la fundición de los cañones. De sus primeros meses de existencia se decía que los trabajos empezaron en una escala muy reducida. Dos tornos imperfectos, una máquina de acepillar, dos taladros y algunos otros útiles accesorios que se habían traído de la Casa de Moneda de Santiago o adquiridos en los talleres de Valparaíso, eran los únicos elementos de que se 201

podía echar mano para efectuar las obras que se le encomendasen.

El comienzo de la producción también fue insatisfactorio, pues fracasó en la fabricación de cañones de fierro. Se elaboraron, en cambio de bronce, los que aparte de ser poco durables, eran más caros que los importados. La fortuna del establecimiento cambió junto con el cese de las hostilidades, lo que le permitió iniciar una diversificación de su producción, reteniendo su potencial para elaborar material bélico. En 1868, el Ministro de Guerra informó al Congreso de las mejoras en esta fábrica que se manifestaban en nuevos equipos tales como tornos, una "curvadora" de planchas y barras de fierro, sierras, y en la iniciación de la reparación y construcción de calderas para máquinas a vapor, la producción de cañones, cureñas y pernos para los fuertes de Valparaíso, pescantes, proyectiles de diversos calibres, rejas de fierro para ventanas, barretas, puntas de fierro para postes de puentes, y un "martinete" para enterrar postes, todo ello producido para las fuerzas armadas. Sin embargo, el Ministro agregó que también se habían fabricado “varias máquinas y herramientas pedidas por particulares y tiene en construcción algunas máquinas para tascar cáñamo y lino, arados y cultivadores de los sistemas que mejor resultado han dado en el país y que pueden fabricarse a menos precio que los que vienen del extranjero”.

202

En 1869 la calidad y el volumen de la producción aumentaron en forma notable, anotándose: 1 batería de seis cañones de bronce con sus útiles correspondientes; 14 cureñas completas; 4 máquinas para lanzar cohetes de guerra, máquinas para tascar cáñamo, una grúa de fierro de gran poder, una máquina para aserrar madera, arados de 201

. MDML 1871, pp.1-2, en MG 1871. 267

varias clases, cultivadores y otros instrumentos a propósito para la agricultura.203 Ese año también se efectuó un avaluó e inventario del establecimiento, el cual arrojó los siguientes resultados Item -Edificios -Máquinas y herramientas -Materias primas -Existencias varias (materiales y modelos) Total Fuente: MG 1869, p. 18.

£ 14.798 10.308 2.906 3 547 31.559

El año 1869 fue fructífero para el establecimiento. A fines del mismo comenzaron a llegar las máquinas y equipos adquiridos en Europa dos años antes. Por otra parte, la fundición participó en la Exposición de Agricultura de Santiago con su "contingente de máquinas, herramientas, etc., y a juicio de los inteligentes (sic), los trabajos de las obras expuestas están ejecutados con perfección". Los productos expuestos, como la mayoría de las manufacturas chilenas de la época, no eran originales sino copias de modelos facilitados "por algunos vecinos interesados en la introducción al país de máquinas y herramientas útiles a la agricultura". Entre los productos expuestos se contaban sofás de fierro, rejas para portadas de casas de campo, arados, cultivadores, una máquina para sembrar trigo, bancos para aserrar maderas, máquinas para triturar uva y ejes de carretas.

La participación de la empresa en ese evento constituyó un importante

estimulo, pero también fue fuente de dificultades ya que, según su Director, en consecuencia, la demanda era considerable, "hasta el punto de no poder dar cumplimiento a los pedidos, principalmente de arados y cultivadores". En agosto de ese año la institución tenía órdenes que le aseguraban su actividad por ocho meses, por lo cual se recomendaba se destinase una sección de operarios exclusivamente a la producción de equipo agrícola, a fin de que el público pudiese ser atendido con prontitud "y que dichos obreros se hagan industriales competentes en esta especialidad". También se consideraba imprescindible aumentar el número de empleados, única forma de "dar abasto a todos los pedidos que diariamente se hacen a la fábrica ... [y] ... para

202 203

. MG 1868, pp. 15-16. . Ibid., 1869, p. 17. 268

evitar las quejas por las demoras que sufren las obras que se construyen".204 La llegada de los nuevos equipos y máquinas requirió que en 1870 la planta física del establecimiento fuese ampliada en forma considerable, como también la fuerza de trabajo hasta completar 81 obreros. Cuadro IV-7. Valor de los trabajos en ejecución en la “Fundición Nacional” al 30 de abril de 1870 (en libras esterlinas). Valor a) 1 batería de cañones de montaña y su montaje 570 b) 2 máquinas pulidoras de metal. 19 c) 1 bote a vapor. 141 d) 1 máquina para el anterior. 47 e) 300 balas para cañón de montaña 19 f) 2 máquinas para hacer herraduras. 262 g) 1 máquina para transplantar árboles (sic) 19 h) 1 sierra para mármoles. 28 i) 3 ejes de carretas. 19 j) 100 arados, 25 sofás, 1 sierra, 1 turbina y varias piezas de fierro fundido. 380 k) 4 calderas. 76 l) 4 aparatos telegráficos. 38 Total 1.608 Fuente: MDML 1870, Anexo IV, p. 8.

Planes de ampliación corrían paralelos a los de "construir toda clase de máquinas, ya sean hidráulicas o a vapor, como también locomotoras y wagones de carga para ferrocarriles".205 Los trabajos en ejecución al 30 de abril de 1870 ofrecen una visión del rango de productos que elaboraba el establecimiento: Algunos de los bienes en ejecución constituyen modestos testimonios del avance de la capacidad productiva del país. En 1847, Manuel Carvallo, que negociaba con Samuel Morse la instalación de un servicio telegráfico en Chile, indicaba a éste que sería necesario importar alambres, ácidos, baterías, aparatos telegráficos y papel, pues en el país no había fábricas que elaborasen esos bienes. Los ingresos de la industria para el año fiscal 1 de mayo 1869 - 30 de abril 1870, alcanzaron a £10.840 correspondiendo el 39,2 por ciento órdenes del Ministerio de Guerra, 25,9 a otras ramas de la administración pública y 34,9 por ciento a órdenes de particulares. 204 205

Los gastos sumaron £9.627, de los cuales £1.799 (18,5 por ciento)

. MDML 1869, p. 2, en MG 1869. . MG 1870, pp. 25-26. 269

correspondieron a gasto corriente, £5.324 (55 por ciento) a salarios y £2.574 (26,5 por ciento) a compra de materiales. El balance anual arrojó una utilidad de £1.630 "después de deducido el valor del presupuesto [subsidio estatal] y las cantidades entregados como [contribuciones] extraordinarias de guerra... resultado muy lisonjero en un año que puede llamarse estéril".206 El inventario-avalúo para ese año dio los siguientes resultados Item -Edificios -Maquinarias -Materias primas -Modelos y varios Total Fuente: AE 1871-1872, p. 320.

£ 17.719 23.281 4.174 1.921 47.095

En 1870 se efectuó una reforma en la administración de la institución, de acuerdo con la cual se crearon cinco secciones: modelación, fundición, mecánica y ajustación, herrería y calderería. Esta reforma y los nuevos equipos permitieron al establecimiento desarrollar una mayor actividad y participar plenamente de la prosperidad económica que se prolongó hasta 1874. En su informe anual al Congreso, el Ministro de Guerra expresó en 1871 que sobre lo ya logrado, la Fundición Nacional ofrecía "lisonjeras expectativas de rápido progreso en el porvenir", lo que se expresaba en la fabricación de aparatos e instrumentos para la agricultura, motores a vapor y calderas e instrumentos de guerra, por un valor total de £5.786, de los cuales el 49,6 por ciento era producto de contratos con particulares, debiéndose además contar obras por £4.274 aún en ejecución al 30 de 207

abril.

En abril de 1871 el Director del establecimiento, Benjamín Viel, informo con especial detalle acerca de las operaciones financieras y de los trabajos ejecutados en el año anterior, los que en su opinión permitían augurar un buen desarrollo del establecimiento en un medio que se tornaba cada vez más competitivo. El segundo motivo de orgullo y satisfacción del director tenía relación con el rango y la calidad de los productos que elaboraba el establecimiento; año tras año no sólo se ofrecía nuevos bienes, sino que la calidad de ellos era cada vez mejor.

Todo ello situaba al

establecimiento en una si9tuación expectante en el conjunto de los establecimientos 206 207

. MDML 1870, anexos IV, V y VI, en MG 1870. . MG 1871, pp. 31-32. 270

metalúrgicos del país.

En ese año en el conjunto de los bienes elaborados en el

establecimiento, se destacaban un bote a vapor de casco de fierro propulsado por un motor de 4 HP, una máquina y caldera para un bote de la corbeta Chacabuco de 6 HP, dos motores a vapor de 4 HP cada uno, una caldera para locomotora de ferrocarril de 35 HP, una batería de cañones de montaña con su montaje y cajas, tres máquinas para hacer herraduras "inventadas en el país", y un molino completo para la fabricación de aceite; las obras en ejecución eran las que se incluyen en el Cuadro IV-7. Entonces el establecimiento empezó a enfrentar problemas de crecimiento, a pesar de que su Director aseguraba al gobierno que podía satisfacer todos los pedidos que se le hicieran y, que en caso de ser provisto con nuevas máquinas, estaría en condiciones de ejecutar algunas obras del Estado que se encargaban a otros establecimientos. La escasez de mano de obra calificada, que obligaba a entrenar a los aprendices, era uno de los principales obstáculos para la expansión; y se hacía notar especialmente en el diseño y fabricación de calderas y motores a vapor, áreas de producción en la que se estimaba se abrían buenas oportunidades de crecimiento como resultado del gran desarrollo que día a día adquieren en el país las empresas industriales y las máquinas servidas por el vapor, que hacen necesaria la existencia de un establecimiento que pueda proveerlos de calderas de buena calidad que los ponga a cubierto de las explosiones que tan frecuentemente son en todos aquellos que no 208

se construyen a la vista de los interesados.

Cuadro IV-8. Valor de los trabajos en ejecución en la “Fundición Nacional” al 30 de abril de 1871 (e libras esterlinas). I. Para el fisco: Valor a) Calderas para el vapor 'Independencia'. 2.682 208

. MDML 1871, pp.5-7, en MG 1871. El énfasis es mío. 271

b) Reparación de sus cañones. c) Proyectiles para una batería de cañones de montaña. II. Para particulares: a) 1 máquina para hacer herraduras. b) 1 molino para fabricación de aceite. c) 1 motor a vapor de 8 H. P. con caldera. d) 1 motor a vapor de 3 H.P. con caldera. e) 1 caldera para bote, 8 H. P. f) 1 caldera de 4 o 5 H. P. g) 2 prensas para orujo. Total Fuente: MDML 1871, Anexo 3, p.7.

299 134 172 306 230 134 153 67 96 4.273

De acuerdo con una reforma administrativa del año anterior, en 1871 la jornada de trabajo en el establecimiento era de 12 horas, con la excepción de los meses de invierno, en que se reducía a 11. El personal gozaba de dos horas libres durante las cuales tomaba su almuerzo y comida. Los obreros calificados eran reclutados "por lo regular, en Valparaíso, en los establecimientos fabriles...", siendo...el salario que se estipula siempre muy subido por la carestía de la vida en este lugar".

Dos o tres obreros

calificados formaban la cabeza de cada sección, siendo el resto aprendices. También en este establecimiento el personal calificado era de procedencia extranjera, siendo este de especial importancia en el departamento de calderería, en el que los obreros chilenos que los ayudan sirven para remachadores simplemente, pues carecen del conocimiento del dibujo lineal y trazados que los hace incapaces para poder ejecutar por si solos una obra cualquiera en máquinas, ya sean hidráulicas o 209

a vapor, como también locomotoras y wagones de carga para ferrocarriles".

Para superar este obstáculo, Viel sugería se contratasen cuatro o seis obreros especializados en el extranjero, los que se integrarían como jefes de taller. También sugería se estudiase la posibilidad de trasladar la planta a Valparaíso, al sector de Las Habas, pues en la medida que aumentaba el volumen de los trabajos ejecutados, se enfrentaban serias dificultades en el traslado de éstos a través de los túneles ferroviarios. Además, estimaba que ese traslado se traduciría en un importante ahorro en costos de transportes, a lo cual debía agregarse una mayor demanda; último, como mercado de trabajo, Valparaíso ofrecía mejores posibilidades y convertía en factible del desarrollo de 209

. MG 1870, pp. 25-26. 272

un plan de expansión.210. La actividad del año fiscal 1871-1872 fue muy favorable para la industria. El número de personas empleadas se dobló respecto a 1869-1870 y el avance obtenido, "de gran importancia para la prosperidad e industria del país", permitía pensar en iniciar la producción a escala de productos "delicados y de tales dimensiones que no podrían ser concluidos en Chile si no existiera la maestranza de Limache".

Los resultados

financieros fueron también satisfactorios: el valor de las obras entregadas al 30 de abril de 1872 llegó a £15.702, lo que representaba un aumento de 59,2 por ciento respecto del año anterior; de esa cifra 74,1 por ciento correspondía a contratos con particulares, lo que representaba un notable cambio en su mercado. Según Viel, el establecimiento se preparaba a dar un paso de importancia con la iniciación de ensayos en la producción de acero, lo cual le permitió considerar al establecimiento como de fundamental importancia para la economía del país, pero especialmente para el desarrollo de la industria manufacturera, sin que por su carácter de empresa pública hiciese una “competencia perjudicial a los establecimientos particulares, pues es una cosa probada, que siempre hay pedidos de mayor número de obras que las pueden ejecutarse con 211

comodidad”.

Entre los trabajos ejecutados en el año 1871-72 se destacaban una hélice de 24 quintales de peso elaborada para el vapor Lusitania de la PSNC, cuya calidad había motivado los elogios de los clientes.

Sin embargo, los problemas creados por las

dimensiones de los túneles ferroviarios habían impedido la fabricación de varias calderas de grandes dimensiones, cuyos diseños estaban completos. A pesar del buen resultado del establecimiento para el año fiscal 1871-1872, traducido en una ganancia líquida de £6.244, razones económicas derivadas del alza en el precio de las materias primas y combustibles, hicieron surgir algunas dificultades para la institución.212 Por otra parte, el cambio de gobierno y la llegada de Aníbal Pinto al Ministerio de Guerra en 1871, se tradujo en una nueva actitud oficial respecto del establecimiento. De apoyo irrestricto recibido durante gobierno de Pérez, se pasó a una actitud más escéptica, que se 210

. Ibid., pp. 8-10. El énfasis es mío. . MDML 1872, pp. 1-4, en MG 1872. El énfasis es mío. 212 . MG 1873, p. 37. 211

273

expresó en la Memoria de Guerra de 1873. En ella el ministro afirmó que:

Cuadro IV-9. Principales trabajos ejecutados en la “Fundición Nacional” en el año fiscal 1871-1872 I. Obras para el fisco: a) 1 máquina con caldera de 8 HP b) 1 máquina con caldera de 15 HP c) 1 caldera para locomotora de 40 HP d) 2 calderas para locomotora de 20 HP cada una e) 2 boyas f) 5 estanques de fierro para provisión de agua g) 100 proyectiles para la marina h) 300 proyectiles para el ejército II. Obras para particulares: a) 3 tubulares para destilación b) 24 estanques para salitreras c) 2 fondos para cervecería con enfriador d) 2 bombas a vapor con calderas e) 4 boyas f) 2 molinos de harina con motor hidráulico g) 3 trapiches para metales h) 1 hélice para el vapor Lusitania i) Una serie de columnas de fierro fundido j) 10 campanas k) 1 sierra vertical l) 8 prensas de palanca para pasto m) 2 prensas de tornillo para uva III. Obras concluidas a la venta en el almacén a) 1 prensa de tornillo para uva b) 2 máquinas para triturar uva c) 1 motor con su caldera, 3 HP d) 1 caldera vertical, 3 HP e) 1 bomba a vapor f) 2 campanas g) 25 arados h) 6 cultivadoras i) 1 cabria o pescante

Precio en £ 58 23 135 58 77 68 39 23 193

Valor de los productos a la venta en almacén ____________________________________ Fuente: MDML 1872, Anexos 1, 2 y 3, pp. 6, 7 y 8.

674

La Maestranza de Limache por la fuerza sola de las cosas ha ido convirtiéndose de establecimiento militar, en un establecimiento industrial. 274

Si por circunstancias

especiales puede convenir a un gobierno sostener un establecimiento militar, que lo provea de las armas que necesita, es fuera de duda que no le conviene sostener un establecimiento industrial. La Maestranza de Limache es un establecimiento notable en su género, pero sus artefactos son los mismos que se elaboran en las fundiciones y maestranzas particulares, haciendo a la industria privada una competencia inmotivada. El gobierno cree llegado el caso de tomar respecto de este establecimiento, una resolución definitiva.

213

Aun cuando el Director del establecimiento aseveraba que éste y las empresas del sector privado podían co-existir sin causarse daño, la resolución definitiva del gobierno significó que en 1874 se ordenó el cierre definitivo de la fundición; de acuerdo con el Ministro Pinto “Las causas que obraron en el ánimo del Gobierno para clausurar la maestranza de Limache, fueron el que su actividad no correspondía al objeto de su fundación...”, y agregó que se había conservado la maquinaria para la fabricación de piezas de artillería, habiendo sido el resto transferida a la Escuela de Artes y Oficios, a la Armada y a la maestranza del ferrocarril de Valparaíso a Santiago. La posibilidad de 214

venderla o arrendarla al sector privado fue desechada.

La trayectoria de esta empresa es doblemente ilustrativa. En primer lugar, ofrece una evidencia importante acerca del desarrollo técnico alcanzado por la industria fabril chilena con anterioridad a 1879 y de los problemas que enfrentó. También demuestra que el crecimiento de la economía hasta 1874 permitió la diversificación de la base productiva y la consolidación de muchos establecimientos industriales. Finalmente, quizá éste haya sido un caso de oportunidad perdida, especialmente si se le considera en un contexto más general; por esos mismos años en Japón, los planes de modernización productiva diseñados para enfrentar el desafío de la modernización económica consideraron el lograr ésta adoptando sus técnicas y las formas de organización de la producción. Una de las dimensiones que ello tuvo fue el que el Estado se convirtió en activo creador de industrias, las que una vez completadas fueron ofrecidas en venta, en

213

. Ibid., pp.37-38. El énfasis es mío por el reconocimiento que significa del sector fabil En 1867 el enviado diplomático británico en Chile evaluaba las posibilidades del establecimiento en tanto productor y exportador de armamentos, como negativas; Thompson to Stanley; Diplomatic Nº 6, Santiago, 2.VI 1867. FO 16/129-B, p. 9. 214 . MG 1875, p 27. 275

favorables condiciones, al sector privado.215 Ciertamente que el caso de una sola planta en Chile no hubiese constituido por sí sólo el punto de partida de un proceso de industrialización autóctono, pero su fin es ilustrativo de la actitud de los centros del poder hacia el sector industrial emergente.

5. ¿Una industrialización fracasada? El sector industrial chileno anterior a la Guerra del Pacífico consistió de un número reducido de fábricas, cuya importancia productiva y tecnológica fue, sin embargo, mucho mayor que su tamaño. Pero como ya se ha indicado, las fuentes no permiten cuantificar el valor agregado de su producción en el tiempo, como tampoco determinar las características de sus mecanismos de acumulación. Con todo, permiten afirmar que prácticamente cada uno de los grupos contó con empresas líderes que, junto con constituir unidades de alta eficiencia y capacidad productiva, jugaron además un doble rol: por una parte contribuyeron a través de una suerte de "efecto de demostración" a la apertura de nuevos rubros de producción y a la ampliación de algunos ya existentes; y de otra, fueron creadores de una creciente "legitimidad de mercado" para la producción industrial chilena. Los resultados de la primera fase del crecimiento industrial del país mostraron algunos de los rasgos que habrían de caracterizar a la industria manufacturera hasta, por lo menos, la Primera Guerra Mundial:

216

amplia diversificación productiva, alta

participación extranjera a nivel empresarial y como fuerza de trabajo calificada, marginal a los intereses de los hombres de fortuna del país, pero no para quienes eran activos empresarios del comercio exterior.

Desde el punto de vista productivo, mostró un

crecimiento paulatino de la producción de bienes de consumo, revirtiendo la característica inicial de predominio de los bienes semidurables e incluso de capital. En cuanto a su distribución espacial, hubo una temprana tendencia a la concentración en torno a dos polos: la zona comprendida entre Tomé y Lota y el eje 215

. Tom Kemp, Historical Patterns of Industrialization (London, 1978), pp. 147-148. W.W. Lockwood, The State and Economic Enterprise in Japan (Princeton, 1965), passim. 216 . Gabriel Palma, "Chile 1914-1935: de economía exportadora a sustitutiva de importaciones", en NH, Nº 7, 1983, 276

Santiago-Valparaíso,

especialmente.

En estas dos ciudades concentró el mayor

ingreso y la riqueza durante el período. El que en forma marginal también se registrase algún grado de desarrollo en los distritos mineros del norte obedeció a que, desde mediados del siglo XIX, esas zonas también registraron los mayores porcentajes de población aglomerada, el mayor ingreso por habitante, la mayor extensión de líneas 217

férreas, y el más alto nivel de actividad comercial, financiera y productiva.

El aporte

del resto de los poblados, dado su tamaño, fue muy limitado. De allí que el más alto grado de concentración se registrara en Valparaíso, lo que en esos años era "perceptible a primera vista"; en esa ciudad, los establecimientos fabriles reflejaban la "perfección del trabajo y la producción como asimismo de los medios empleados", de tal manera que parte importante los bienes por ellos elaborados se destinaron a "la exportación en un cantidad siempre creciente a los mercados de la costa del Pacífico por las ventajas de 218

precio que ofrecían frente a sus similares importados de Europa".

Pero ¿fue éste proceso el caso de una industrialización eventualmente fracasada? ¿Cuáles fueron los principales problemas y obstáculos que enfrentó el proceso de industrialización y que finalmente determinaron que no se convirtiese en agente de cambio económico y social? Uno de ellos, como ha sido indicado, fue el de la limitada disponibilidad de capital y, por lo tanto los límites a la inversión, lo cual si bien en términos generales puede ser atribuido a la preferencia de los capitalistas del país a poner su dinero en operaciones especulativas, también es en función de las altas tasas de interés para depósitos. Durante el período, el sistema bancario ofreció tasas que nunca bajaron de 12 por ciento anual. Sea como fuere, ello determinó que muy poco ahorro interno estuviera disponible para financiar proyectos industriales y que los empresarios debieran acudir al crédito informal. Éste demandaba de la hipoteca de un establecimiento completo -edificios, maquinarias y stock de materias primas- como garantía, como fue el caso del préstamo por £1.077, al uno por ciento mensual, que Lever y Compañía obtuvieron de Sarah

pp. 165-173. 217 . Hurtado, Concentración, capítulos I y II. Bauer, Chilean Rural, capítulo II; también capítulo II de este libro. 218 . "Informe del Comisionado Provincial de Valparaíso, don Ramón Gallo Zavala a la Exposición Internacional", en The Chilian Times, 15.I.1876. Texto en inglés traducido por el autor. 277

Greyson, al parecer familiar de uno de los socios de la empresa.219 Tampoco los bancos fueron de gran ayuda, dadas las características de su política crediticia que no contemplaba créditos por un período superior a seis meses y que aceptaba sólo propiedad raíz en hipoteca; es más, en este plano ni siquiera los vínculos de carácter familiar jugaron un rol que pudiese haber asistido a los industriales en la financiación de proyectos. Un caso revelador en este sentido es el de la Fundición Jorge Lyon y Compañía; en 1867 esta empresa comenzó las gestiones para transformarse en sociedad anónima y el 1 de julio de ese año los títulos fueron ofrecidos en la bolsa comercial de Valparaíso. Hacia mediados de 1868, sólo se había vendido la mitad de las 2.500 acciones de £19,5, de la cuales Lyon se había reservado 835, y su familia había adquirido otras 350; tan sólo 47 habían sido adquiridas en el mercado abierto. Ante tal respuesta de los inversionistas, en 1870 el establecimiento volvió a su condición original de empresa de propiedad individual.

Pero Lyon perseveró en su

intento de obtener recursos frescos para financiar sus planes de expansión y modernización y entre 1871 y 1873 -período en que empleaba a un total de 300 personas y exportaba el 25 por ciento de su producción a Argentina, Bolivia y Perú- trató de negociar un préstamo con el Banco de Valparaíso. Éste que rechazó tres veces otorgarle el crédito solicitado, argumentando que la fundición era un riesgo muy alto, a pesar de que el valor de su producción para ese año llegó a £11.583; en 1879 el establecimiento finalmente quebró.

220

Si se considera el caso de la Fundición de Jorge Lyon, es entonces entendible que en algún momento de los años 1870 un diario de Santiago planteara que en Chile el crédito estaba "abierto solamente para la hipoteca de la tierra y la riqueza a bajo interés, en tanto que las pequeñas fortunas y las industrias [eran] empujadas a la ruina".221 A pesar de los casos que se han citado en este capítulo de formación de sociedades anónimas industriales, la participación del sector en el gran auge de creación

219

. Como nota 195 de este capítulo. . Antecedentes sobre el establecimiento en Julio Pérez Canto, La industria chilena (Santiago, 1891), pp. 27-28 y Memoria de la Fundición Jorge Lyon 1868. Para la puesta en venta de las acciones El Mercurio, 1.VII.1867. Antecedentes sobre la solictud de Lyon al Banco de Valparaíso en AN, Registro Notarial Valparaíso., vols. 164, ff. 592-593; 171, ff. 253-254; 176, ff. 657-658, año 1872. 221 . El Ferrocarril, 1.III.1873. 220

278

de este tipo de instituciones hasta 1875 fue limitado, y con respuestas tan pobres como la que enfrentó la oferta de Jorge Lyon. Del total del capital nominal involucrado en 159 de ellas, creadas entre 1871 y 1875, sólo el 4,4 por ciento correspondió a 18 proyectos fabriles. Respecto del quinquenio anterior, ello representó un aumento de 3,6 veces en el número de instituciones y que su participación en el total del capital nominal casi se 222

doblara.

Entre los obstáculos al desarrollo económico del país en general, y al industrial en particular,

tradicionalmente

la

historiografía

asignó

a

la

política

económica,

específicamente a su dimensión comercial ya su sello supuestamente librecambista, un rol central, lo cual habría hecho que la industrialización fuese impracticable y hasta innecesaria. En ese contexto, el principal escollo habría sido la ausencia de una política de protección -en cualquiera de sus diversas manifestaciones, pero especialmente la tarifaria- hacia la producción fabril. Al respecto, mi planteamiento es que, desde temprano, el sector manufacturero gozó de una suerte de "protección natural", en la forma de los altos costos de transporte vigentes hasta comienzos de la década de 1870.

En segundo lugar, la política

económica no estuvo marcada por un librecambismo dogmático, ni tampoco limitó las posibilidades de crecimiento del sector al abrir el estrecho mercado interno a la competencia externa. En realidad, durante todo el período el manejo de los instrumentos de política económica, y especialmente la tarifa aduanera, estuvo marcado por un tinte fiscalista y las rebajas arancelarias, más que expresiones doctrinarias o ideológicas, constituyeron estímulos al consumo y un medio para incrementar los ingresos públicos. De esa estrategia de ingreso se derivaron los problemas de origen arancelario que enfrentaron los empresarios fabriles. De tal manera, la reforma de 1864 rebajó los impuestos a los bienes de consumo pero mantuvo inalterados los ya existentes a las materias primas, e incluso los impuso a algunas de ellas que hasta entonces se internaban libres de derechos. Hasta 1877, esa política tarifaria fue el gran motivo de queja, y eventualmente de movilización de los empresarios manufactureros.

222

. Escobar, El mercado p. 13; entre 1866 y 1870 la particpación de los establecimientos fabriles en el total de la 279

La tarifa de aduanas en general y, las reformas de 1864 en particular, no parecen haber tenido los efectos catastróficos sobre el sector fabril que alguna vez se le atribuyeron; sí los tuvo sobre la producción artesanal.223

Pero como se ha visto a lo

largo de este capítulo, fue desde el momento en que la tarifa fue rebajada que el número de empresas que pueden ser calificadas como industriales se incrementó fuertemente. Esto, en primer lugar sugiere un alto grado de sensibilidad en relación a las inversiones respecto del comportamiento del sector externo. En segundo lugar, indica que la rebaja arancelaria contribuyó a una ampliación de la demanda interna por manufacturas al abaratar los costos, lo cual unido a lo anterior, determinó la expansión de la demanda interna para las posibilidades de gestación y sustentación de proyectos industriales. Naturalmente que para los empresarios fabriles la mantención y fijación de impuestos de importación a las materias primas e insumos representó una fuente de problemas y un motivo de constantes quejas y peticiones que desembocaron en tumultuosas movilizaciones. Poco a poco, éstas comenzaron a ocupar considerables espacios en la prensa. Para la mayor parte de los diarios, no cabía duda acerca de la justicia y de la pertinencia de las peticiones de los industriales; la mayoría de los medios calificó su apoyo manifestando, por ejemplo, que si bien no existían "razones para dudar, como tampoco para protestar" si se implementaba una reforma en ese sentido, ello debía ser realizado con "espíritu discriminatorio y no de una manera que en forma directa contribu[yera] a un mayor empobrecimiento del país". Si bien la generalidad de los productores fabriles que dependían para su funcionamiento del empleo de materias primas importadas se encontraban en una situación anómala, los que más habían padecido era los metalúrgicos, "precisamente aquéllos que son de mayor importancia para el país y que por lo tanto deberían haber gozado de una atención preferente de parte de los legisladores". Si la tarifa no era reformada con prontitud, se afirmaba que el rubro corría serio peligro de desaparecer y el país quedar al nivel de lo que había sido cincuenta años antes. No se trataba de ser “^partidarios de la protección, pero aún menos de la práctica suicida de proteger lo extranjero al precio de sacrificar las inversión en sociedades anónimas fue del 2,3 por ciento. 223 . Gabriel Salazar, "Empresariado popular e industrialización: la guerrilla de los mercaderes (Chile, 1830-1885), en Proposiciones, Nº 20, Cuadro 2, p. 189. 280

manufacturas locales, que ha sido el resultado de las acciones últimas de las autoridades fiscales”.224 A mediados de 1877, enfrentado a agudos problemas fiscales, el gobierno implementó algunas modificaciones al arancel aduanero, entre las que destacó una sobretasa que aumentó los impuestos a las importaciones en 10 por ciento. Un año más tarde, en el contexto de una reforma arancelaria general se confirmó esa disposición; a otros bienes, como la cerveza, el vino y los licores se les fijó impuestos específicos. Pero en lo que atañe a la producción fabril local, lo más trascendente fue la total liberación de impuestos a las materias primas e insumos y el establecimiento de un impuesto de 15 por ciento a la internación de equipos, maquinarias, motores a vapor y otros productos metálicos y de transporte que hasta entonces no estaban afectos y que eran elaborados 225

en el país.

Las autoridades fueron explícitas en cuanto a que el fin primordial de esa reforma era descomprimir la delicada situación fiscal. Sin embargo, la discusión del proyecto en el Congreso permitió que se generara un debate en el cual, tal vez por primera vez, los intereses de los productores fabriles fueron atentamente escuchados y algunas de sus principales peticiones incluidas en la ley resultante. ¿Hasta qué punto influyó en ese resultado la acción desplegada por los industriales desde 1875? Una respuesta a esta pregunta se intenta en la sección final de este capítulo. La promulgación del nuevo arancel de aduana derivó en beneficios directos para el sector industrial. De otra parte, los problemas derivados de la recesión económica redujeron la intensa competencia externa. En efecto, el tipo de cambio bajo hasta 1875 incentivó el consumo de bienes importados, pero en la medida en que se mantuvo la vigencia del padrón oro hasta mediados de 1878, a pesar del fuerte deterioro de las exportaciones, se desató una fuerte exportación de moneda para cubrir los saldos

224

. The Chilian Times, 19.III.1876; el editorialista postuló que entonces "mientras los grandes capitalistas esta[ban] comparativamente libres de las desagradables intromisiones del recolector de impuestos, la industria es gravada desproporcionadamente"; también la edición del 5.VII.1876. En la edición del 12.VIII.1876 este diario arremetió contra las afirmaciones del Superintendente de Aduanas, quien en su Memoria anual sostenía que en cuanto a la tarifa aduanera el primer objetivo era de orden fiscal, y que la protección sólo era "secundaria e incidental"; al respecto véase capítulo V. He recurrido a la revisión de esta publicación, pues me parece que su condición de periódico para extranjeros le otorgaba más distancia en este debate. 225 . El texto de la ley en Anguita, Leyes, vol. II, 241-246. Una discusión más amplia de este tema en Capítulo V. 281

negativos de la balanza comercial, lo que inevitablemente se tradujo en una disminución de la capacidad para importar y también en una contracción de la demanda interna por bienes importados. A mediados de 1878 se abandonó el padrón oro y se declaró la "inconvertibilidad" de los billetes de banco, con lo que las fluctuaciones en el tipo de cambio, registradas desde 1876, dieron paso a una fuerte devaluación que, en marzo de 1879, alcanzó al 22,8 por ciento respecto del mismo mes de 1876. El efecto de ello sobre el sector industrial fue mixto, pues de una parte determinó el encarecimiento de las materias primas e insumos importados, con su consiguiente impacto sobre la estructura de costos. Pero en su dimensión positiva, que fue la que primó, la devaluación del peso abrió las posibilidades para la sustitución de las importaciones encarecidas. En otras palabras, los productores locales pudieron cubrir, a través de aumentos de producción y productividad, la demanda interna reorientada por la devaluación y sostenida por la circulación de billetes de banco. Pero con ser importante, la política económica no fue determinante en el desarrollo del sector industrial. Los principales problemas fueron los derivados de los problemas de carácter estructural de la economía, especialmente, del limitado desarrollo de las fuerzas productivas y de las rigideces del sistema económico-social en la minería y, en particular, en el agro: el impacto acumulado de todos esos factores se tradujo en un mercado interno de escaso tamaño y desarrollo. La permanencia en éste de prácticas productivas, laborales, culturales y de poder tradicionales

-expresadas en la

consolidación del latifundio precisamente durante el período 1850-1875- derivó en una muy limitada demanda de maquinaria y equipo y jugó un rol decisivo en mantener a una alta proporción de la población (la mitad en 1875) ajena al mercado; de tal manera que la demanda de bienes de consumo fue más reducida aún que aquélla, y en general el mercado interno muy reducido, si no mediocre. Esta realidad comenzó a variar, pero en forma muy lenta, en el último tercio del siglo pasado y no tuvo la profundidad y velocidad suficientes como para hacer posible el desarrollo del mercado, condición indispensable para la industrialización, como lo indican experiencias contemporáneas de resultados tanto positivos como negativos. Entre los primeros, los casos sueco y japonés parecen indicar que los cambios económicos e institucionales fueron determinantes en liberar 282

las fuerzas productivas, sobre todo en el agro.226 En Suecia las transformaciones de las décadas de 1850 y 1860, fueron decisivas en generar su rápido desarrollo a partir de la década de 1870. En ese marco, la transformación de la agricultura –entre las que se destaca,

especialmente,

la

división

de

las

grandes

propiedades-

fue

"incuestionablemente uno de los más importantes factores en el crecimiento económico..." el cual "dependió no sólo de la capacidad industrial del país, sino que en un grado similar de su capacidad para transformar el sector agrario". La expansión de la capacidad productiva de éste no sólo hizo posible sostener el crecimiento de la población, sino también participar en la formación de una producción excedente que se destinó a la exportación. Así, los granjeros suecos hicieron una importante contribución al ingreso y, a través de su efecto multiplicador, esto condujo a un aumento del ingreso, de la demanda y a la formación de nuevos rubros de producción industrial. Para esa etapa, la producción de maquinaria fue determinante para la formación de un pujante nuevo sector de producción fabril –el metal mecánico-, cuya existencia o no es un importante indicador del éxito o fracaso de un proceso de industrialización.

227

Como

resultado de esa evolución, Suecia no sólo redujo la dependencia de su crecimiento respecto de las exportaciones, pero logró que "en el tercer período de aceleración industrial, es decir durante la década de 1890, el mercado interno tuviese una importancia mucho mayor que antes. El mercado interno creció a la misma tasa que el sector exportador y generó alrededor de la mitad del producto en la víspera de la Primera 228

Guerra Mundial".

También en el caso japonés el crecimiento, a partir de 1868 descansó en importante medida en la transformación del agro, cuya extensión y profundidad ha llevado a algunos autores a considerarla como una verdadera revolución.229 Como ya está establecido, los cambios comprendieron desde la desvinculación hasta la redistribución de la tierra, pasando por un mejor uso de ella, hasta mejoras y aumento en

226

. Introducción. . Para Suecia, Jorberg, pp. 129. La consideración acerca de la producción de bienes de consumo como indicador del éxito o fracaso de la industrialzación, en Lewis, Growth, p. 224. 228 . Jorberg, p. 128. 229 . Lewis, p. 162. 227

283

el uso de insumos e inversiones en infraestructura y suelos. 230 Los aumentos en la producción y productividad agrícola fueron decisivos para el buen éxito de los planes de modernización productiva impulsados desde el Estado, al punto que "no cabe duda acerca de la gran contribución de la agricultura durante las primeras etapas de la modernización".

Ello permitió al Estado enfrentar con éxito una realidad de divisas

escasas y balanza de pagos sometida a fuertes tensiones, y encargarse de las exportaciones a fin de obtener moneda extranjera; así, el ente público adquirió stocks de la creciente producción agraria -arroz, té y seda-, y los vendió al exterior, destinando el producto esas ventas al financiamiento de la compra de bienes de capital decisivos para los planes de desarrollo productivo. Detrás de esa preocupación gubernamental por el establecimiento de fábricas, subyacía la esperanza de sustituir importaciones.

Es

aquella actividad pública la que permite afirmar hoy "que escasamente había alguna industria japonesa importante de tipo occidental [capitalista] durante las últimas décadas 231

del siglo XIX que no debiera su establecimiento a la iniciativa del Estado",

y que la

acción desplegada por éste fue una de las claves históricas del desarrollo industrial del país; para los efectos de éste análisis, tanto en el caso japonés como el sueco, apuntan al rol clave de la transformación agraria en la génesis del proceso de industrialización. Uno de los principales obstáculos al desarrollo en general, y a la industrialización en particular en el período 1851-1875 fue el atraso agrícola; que no es sólo un problema técnico. Un crecimiento balanceado dependía de la existencia de una clase industrial en expansión con posibilidades de vender su producción en aumento a una clase agraria que se reducía en términos absolutos, en retorno por un excedente agrícola en aumento. Si este permanecía constante, o no fluía al mercado, la industria no podía contar con la fuerza de trabajo necesaria, o si la obtenía no podía obtener aquél excedente, como tampoco mercado para su producción. No cabe duda que el sector agrario chileno no fue capaz de jugar un rol de estímulo al desarrollo industrial; ello, en parte, fue el resultado de que los pequeños y 230

. Introducción. . G.C. Allen, Breve historia económica del Japón moderno (Madrid, 1980), pp. 49, 51. Según este autor, en 1880 el conde de Okuma en una relación sumaria de las empresas y propiedades industriales que poseía el gobieno, se contaban 3 astileros, 51 barcos mercantes, 5 fábricas de municiones, otras 52 fábricas varias, 10 minas, 120,6 kilómetros de ferrocarril y un sistema telegráfico que enlazaba a todas las ciudades principales. 231

284

medianos propietarios se empobrecieron, dado que después de 1860 sus ingresos reales declinaron,232 y de que, para los grandes propietarios, aún la tierra constituía una fuente de poder social, político y de renta, más que una fuente de ingreso. En aquellos países en que el sector agrario sí jugó ese rol, los problemas de precios en declinación como los que enfrentó regularmente el sector agrario chileno en sus mercados externosfueron enfrentados por una parte con mejoras en las técnicas de cultivo, como aquellas diseñada para aumentar los rendimientos por superficie explotada -como nuevas variedades, rotación de cultivos, uso de fertilizantes y un cambio en la relación entre cultivos y ganadería-, o con la incorporación de tecnología del tipo que aumentó la superficie explotada por trabajador mediante el empleo de maquinaria de diversos tipos. Así como los junkers prusianos convirtieron sus latifundios en negocios, en Japón y Suecia "en este período [a partir de los años 1860] la productividad agrícola avanzó significativamente a raíz del tipo de explotación que desarrollaron los nuevos, pequeños y 233

medianos propietarios".

No fue esa la tónica del sector agrario chileno.

Éste

basó los importantes

aumentos de producción de los años 1850 a 1876 en la puesta en explotación de tierras hasta entonces ociosas y con mayores demandas sobre la fuerza de trabajo. Es cierto que no todos los terratenientes procedieron de esa manera, pero la generalidad de ellos si lo hizo; en otras palabras siguieron el camino tradicional, "mediterráneo", de crecimiento caracterizado por una sesgada distribución de la riqueza y la renta,234 y una agricultura que experimentó módicas inversiones y mejoras técnicas menores; incapaz de proporcionar a los mercados el capital suficiente para dar impulso al desarrollo industrial, ni de crear condiciones adecuadas para el crecimiento de la demanda interna. Una agricultura en que la propiedad de la tierra era aún, por sobre todo, un signo de 235

distinción y poder social. 232

. Brian Loveman, Chile. The Legacy of Hispanic Capitalism (Oxford, 2ª edición, 1988), p. 163, para el problema de los salarios reales en el agro. Sobre el empobrecimiento de los pequeños y medianos propietarios hacia mediados de los años 1870 ver mi intento de medición en Capítulo II. 233 . Lewis, p. 165. 234 . John Davis, People of the Mediterranean. An Essay in Comparative Social Anthropology (London, 1977), pp. 74-74. 235 . Ejemplos destacados son los de España y Portugal; para el primero, véase Jordi Nadal, El fracaso de la Revolución Industrial en España, 1814-1913 (9ª edición, Barcelona, 1988), capítulo III, especialmente pp. 83-86. 285

En este marco, el atraso técnico agrario, con todo lo importante que es para explicar el limitado desarrollo industrial del período, no constituye toda la respuesta. El problema residió en la estructura de la propiedad agraria y en la lógica económica y la estructura de poder derivada de ella.

Para que el sector hubiese cumplido un rol

significativo en la ampliación de la base industrial pasaba por un cambio en el sistema de tenencia de la tierra, en el que, entre otras cosas, con que un grupo comprometido con la implementación de un proyecto industrializador ocupara espacios en el gobierno del país. En otras palabras, dependía de la fuerza política relativa de los intereses industriales y los agrarios; una explicación de los límites de la industrialización no puede ser entendida 236

sino a través de la comprensión de esas diferencias políticas.

Y en ese sentido en el

tercer cuarto del siglo XIX Chile compartió las tres características básicas de los países que desde entonces comenzaron a conformar el grupo que más tarde constituirían el de las naciones atrasadas: industrialización insuficiente, bajo nivel de disponibilidad de capital humano y ausencia de una modernización agraria significativa.237 El sector industrial temprano chileno no fracasó, sino que alcanzó el nivel le que correspondía en la formación social atrasada en que se desarrolló, y su ritmo y estilo de crecimiento correspondieron al de ella. Naturalmente que frente a lo anterior, por más que haya aumentado la masa humana que habitaba en las ciudades, dado su número absoluto y las características de los centros urbanos en cuanto a calidad de vida y distribución del ingreso, no se produjo una ampliación de la demanda efectiva suficiente como para haber paliado los limitados incentivos del agro y la minería. Y ni los factores técnicos ni la ausencia de una política económica ad hoc, con ser importantes constituyen las claves analíticas para una explicación de los límites del desarrollo industrial anterior a la Guerra del Pacífico.

Para el caso portugués, "Obstáculos a la industrialización de Portugal en el siglo XIX", en Industria, Barcelona, No. 2, 1992, pp. 37-40. 236 . Lewis, pp. 222-223. Un dato interesante en este sentido es que si en 1854 el 41 por ciento de los miembros del Congreso eran grandes propietarios rurales, en 1875 esa proporción llegó a 50 por ciento, y continuó creciendo hasta llegar a 57 por ciento en 1902; Bauer, Chilean, pp. 215-217. 237 . Rondo Cameron, "A new view of European industrialization", en The Economic History Review, segunda serie, vol. XXXVIII, Nº 1, 1985, pp. 20-22. 286

6. Los industriales y los obreros en acción. Para los propósitos de este estudio, por burguesía o clase empresarial industrial moderna se entiende un grupo

social

que emerge con rasgos diferenciados y

distintivos en las áreas urbanas y cuya principal actividad productiva es la producción de bienes y servicios para el mercado. Ello demanda de decisiones respecto de la creación de unidades productivas modernas, de la adopción de nuevas tecnologías de productos y de procesos - de inversión de capital y de un mercado que asegure una fuerza de trabajo con ciertas destrezas, con comportamientos adecuados para el normal funcionamiento del proceso productivo, y condiciones de remuneración que permitan la competitividad de las empresas y la creación de demanda interna. A través de todo ello se asegura el éxito de un proceso que no es sólo productivo, sino también social.

Desde este punto de vista, se trata de un fenómeno con protagonistas

perfectamente reconocibles^que forman clases o conjuntos homogéneos de empresarios y trabajadores^un grupo -por ejemplo- dispuesto a intentar la aventura de la industrialización o cualquier otro campo de la producción para el mercado.238 En tal sentido, se trata entonces de un grupo que emerge de un proceso de transformación social y económico que acompaña y es parte del proceso de modernización,239 producto del éxito de una multitud de iniciativas llevadas a cabo por un número elevado de individuos en un ámbito político e institucional propicio y en condiciones favorables para el aumento y diversificación de la producción, lo cual demandaba, inter alia, la creación de las condiciones institucionales adecuadas, a

238

. Jordi Maluqer, “El ascenso de la burguesía industrial: el caso catalán”, en Mario Cerutti y Menno Vellinga, (compiladores), Burguesías e industria en América Latina y Europa Meridional (Madrid, Alianza Editorial, 1989), pp. 181-182. 239 . Es decir, de la paulatina “generalización de algunos rasgos del capitalismo desarrollado, en donde la sociedad es vista como autoregulada y en donde todas las fuerzas sociales están inscritas institucionalmente resolviéndose los problemas al interior del sistema político. Por su parte, en lo económico moderno implica relaciones mercantiles sin trabas que impidan su desenvolvimiento”, en Luis Ortega, “Semper Idem. Los Límites de la Modernización en 287

través de políticas públicas, y en el cual el rol de la propiedad y de las instituciones sociales no es, como anteriormente, la preservación del status quo, sino que, por el contrario, el facilitar el cambio.240 Las condiciones anteriores, sin embargo, no aseguran de una manera directa o inmediata la formación de una clase burguesa. Es necesario, además, que se defina una cierta estructuración colectiva que constituya el soporte de la acción de esta clase incipiente en tanto que tal, y, como base para ello, un cuerpo de ideas sustancialmente compartido por la generalidad de sus miembros, pero además con capacidad para difundirlas a los otros participantes del proceso de producción, sin importar su relación con la propiedad de los medios de producción. En esa estructuración colectiva intervinieron múltiples factores y aportes, desde el momento en que, tarde o temprano, la burguesía industrial más innovadora tiende a transformarse en un grupo decididamente conservador.

En efecto, a su alrededor

terminan por aglutinarse grupos muy diversos, procedentes incluso de la vieja aristocracia de cuño señorial, reconociendo su hegemonía en tanto que grupo dominante pero impregnándola a la vez de valores tradicionalistas.

241

Antes que ese desenlace inevitable se produzca, los grupos empresariales emergentes desarrollan políticas de alianza flexibles, que les llevan a pactar con sectores

tradicionales

-como

los

artesanos-

o

con

sectores

emergentes,

particularmente con los obreros industriales, los proletarios. Si el estudio de la actividad económica de los sectores burgueses, y de los grupos subalternos explica su emergencia en el ámbito de la producción, ello no necesariamente explica otros aspectos no menos importantes del fenómeno total, especialmente en el campo de las ideas y los ideales, cuya relación con aquél es variable y de difícil determinación.

242

Desde su rol como productores de bienes y

servicios, los burgueses deben haber tenido “un programa de reformas”, es decir, un

Chile, 1850-1879”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani”, Universidad de Buenos Aires, Nº 12, 1996, nota 5. 240 . Angus Maddison, Historia del desarrollo capitalista. Sus fuerzas dinámicas (Barcelona 1991), pp. 15-27. Gunnar Myrdal, “What is Development?” en Journal of Economic Issues, Nº 3, 1974, pp. 729-736. 241 . Maluquer, p. 201. 242 . José Luis Romero, ¿Quién es el burgués? Y otros estudios de historia medieval (Buenos Aires, 1984), p. 19. 288

conjunto de reivindicaciones cuya satisfacción redundaría en su provecho, al tiempo que alteraban el orden establecido. Pero ese programa no tenía que ser el resultado de una actitud revolucionaria racionalmente adoptada y fundada en una doctrina, sino que consistía en un conjunto de soluciones viables para sus necesidades inmediatas.243 De allí que habitualmente sus acciones fueran de alcance limitado. En los difíciles años de la segunda mitad de la década de 1870 se comenzaron a manifestar, primero en forma tímida, pero luego abiertamente, las primeras expresiones de descontento y luego las protestas de los empresarios industriales chilenos, verdaderos burgueses de diversas ciudades del país, los que comenzaron a vocear sus peticiones y, de paso, temporalmente adquirieron un rol social que los condujo a manifestaciones públicas que, paulatinamente, fueron adquiriendo mayores dimensiones. Ellas, en una primera etapa, fueron sectoriales, aisladas y en algunos casos se expresaron en gestos; pero paulatinamente adquirieron las características de acciones de grupos organizados, y finalmente llegaron a constituirse en la expresión de una coalición representativa de los diversos actores que participaban en el sector fabril. Esos grupos crearon y sostuvieron, por casi tres años, un colectivo que logró una

organización que tuvo una extendida cobertura territorial a lo largo del país.

Asimismo, desarrollaron una actividad política de diversa naturaleza, se enfrentaron a la autoridad y, finalmente, lograron algunos de sus objetivos en el ámbito de la política comercial, lo cual, al parecer, fue uno de los factores que contribuyó a su dispersión, agotada su reivindicación mayor. En la década siguiente, algunos de los activistas de los empresarios de la preguerra reaparecieron en la escena pública, sólo que esta vez del lado del Estado y de la elite; en el seno de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA) y con un discurso cuyos cambios en sus contenidos fundamentales denota un importante cambio programático y de posicionamiento en una sociedad cada vez más compleja. En la década de 1890 el discurso de este grupo se fue haciendo cada vez más “técnico”, y

243

. Ibid., pp. 15-16. 289

se orientó a lograr “soluciones para problemas concretos”.244 En otras palabras, hubo un intento exitoso de despolitizarlo, con lo que la trascendencia e impacto de estos burgueses en cuanto a factor de cambio social, potencial o real, simplemente se diluyó o fue liquidada. Con todo, esta reorientación no diluye el interés por los grupos originalmente planteados en el escenario social hacia mediados de la década de 1870. Desde 1875, empresarios, artesanos, obreros y aliados políticos circunstanciales se unieron en un pequeño, pero vociferante frente social que se instaló por un tiempo considerable en la escena social nacional, a través de medios y acciones de diversa naturaleza.

7. La protesta. El malestar de los productores industriales y de los artesanos chilenos, tenía, en la década de 1870 varias fuentes: dificultades de acceso al crédito bancario, problemas con la provisión de mano de obra y con su calificación; con las características del mercado interno, y la política económica, en particular la comercial.

245

. Con relación a

ésta, la queja de los industriales y de los artesanos era entendible, pues la mayor parte de las materias primas e insumos que empleaban los establecimientos industriales y artesanales eran importados y estaban sujetos a impuestos de importación ad valorem que iban del 15 al 25 por ciento.

La incidencia de este factor en los costos de

producción era, por tanto, muy importante. De otra parte, muchos de los bienes que se elaboraban en el país eran internados con arancel cero, lo cual era considerado una competencia injusta. Las quejas de los productores dieron paso a la acción en 1875, a propósito de la realización en la Quinta Normal de Agricultura de Santiago de la Exposición Internacional que organizaron el gobierno y la Sociedad Nacional de Agricultura,

244

. Por cierto esto se relaciona con cuestiones de mayor trascendencia, como la posición que adoptaron los industriales con motivo de la Guerra Civil de 1891; en este sentido es ilustrativa la visión contrapuesta de Hernán Ramírez en su Balmaceda, con la de Henry W. Kirsch, en su “Balmaceda y la burguesía nacional ¿realidad o utopía?” (Santiago, mimeo, 1970); del mismo autor Industrial Development especialmente su capítulo IV, en que examina la matriz social del sector industrial chileno. 245 . Para los primeros Ortega, “Acerca”; para los artesanos, Salazar, “Empresariado popular”. 290

Los organizadores, con el afán de destacar los progresos productivos que el país había experimentado desde la muestra anterior, realizada en 1869 y que había sido fundamentalmente agropecuaria, decidieron incluir un espectro más amplio de productores, y en ese espíritu invitaron a participar los industriales. Sin embargo, y como se relató más arriba, la respuesta de un segmento de éstos, el de mayor capacidad y diversidad productiva – los productores metalúrgicos-246 debió sorprender desagradablemente a los organizadores, pues unas semanas antes de que se inaugurase el evento el periódico The Valparaíso and West Coast Mail informó que éstos habían decidido no participar. No ha sido posible determinar en qué circunstancias, a través de qué mecanismos y en qué lugar los “fundidores” adoptaron su decisión.

Pero cabe

destacar dos cuestiones respecto de su decisión. En primer lugar, sus reivindicaciones eran esencialmente “técnicas”, como las calificaría un economista en nuestros días, aunque ello sea en realidad un eufemismo, pues no iban más allá del ámbito de la política económica y de las menciones a la dotación de factores de producción. En otras palabras, no había en ellas un planteamiento “clasista”. En segundo lugar, se trató del planteamiento de sólo un sector productivo el que, al parecer, no se elaboró con el objeto de involucrar a otros. Acerca de la efectividad de esta protesta hay algunas dudas, pues el grupo no logró unanimidad en la acción. A pesar del acuerdo, Balfour, Lyon y Compañía de Valparaíso participó en la Exposición. Pero, sin duda, la ausencia de otros importantes productores metalúrgicos nacionales fue un golpe severo para los organizadores. En el mismo año 1875 el descontento de los productores fabriles chilenos,

247

comenzó a transitar por otros senderos, más complejos y con algún grado de riesgo. Ese año comenzó la actividad política conducente a la elección presidencial que debía verificarse en junio de 1876. El primer candidato en campaña fue Benjamín Vicuña Mackenna, quien en su notable libro De Valparaíso a Santiago, refiriéndose a las

246

. Según la compilación de establecimientos realizada en esta investigación, éstos representaban el 25 por ciento del total, empleaban el 43 por ciento de la fuerza de trabajo y concentraban el 58 por ciento de la fuerza motriz. 291

industrias de Limache manifestó que esos y muchos otros establecimientos existían y desarrollaban su actividad expuestos a “las contingencias y el despotismo del mercado extranjero”.248 Ya en campaña, y probablemente en el proceso de redacción del libro citado, Vicuña abordó varias veces el tema en los innumerables actos públicos en que pronunció elocuentes discursos y aumentó el tono de sus críticas. En uno de ellos, realizado

en Valparaíso, y que contó según la prensa local con una concurrencia

calculada en más de cinco mil personas (la población del puerto era de aproximadamente 99.000 personas), se refirió al tema de la “protección a la industria nacional”, y con relación a ello manifestó que más que atención por parte de las autoridades de gobierno y del Congreso Nacional, lo que los industriales encontraban de manera permanente era indiferencia, pues ambas instituciones estaban en manos de los abogados, los hacendados y los altos empleados, ninguno de los cuales pertenecen a la clase trabajadora y no tienen por lo tanto que sufrir los problemas y las ansiedades del fundador de una nueva industria, ni sus manos han sido endurecidas por el trabajo material del artesano.

249

Vicuña intentó politizar el tema de “la cuestión industrial” y ello es entendible y explicable en el contexto de una campaña que cada vez se tornaba más intensa y desfavorable para él; pero también lo vinculó de manera audaz y temeraria – y a la larga cometió un grueso error electoral – a uno de los temas fundamentales y más sensibles de la sociedad chilena de los siglos XIX y XX: la tenencia de la tierra. En esto Vicuña no estaba sólo. Por otro sendero desde hacía un poco más de un año, los industriales casi en su totalidad, artesanos y muchos obreros, habían echado a andar un movimiento que contribuyó a que las tensiones del período aumentaran un poco más en intensidad.250 En otras palabras, los productores fabriles se habían convertido en un grupo social activo y políticamente atractivo.

247

. Me parece que a esta altura no importa el origen nacional de los industriales, sino el donde producían y para que mercado lo hacían. 248 . Loc. cit., pp. 169, 193-195.. 249 . The Chilian Times, 26.II.1876. 250 . El peso relativo de los artesanos, según los Censos de Población de 1865 y 1875, por cierto una fuente no del todo confiable, parece haber caído sensiblemente: de 19,4 a 13,6 por ciento. Pero es un buen “orden de magnitud”. 292

8. La organización. Simultáneamente con la protesta de los “fundidores” y el temprano inicio de la campaña presidencial, emergió la primera organización gremial que aglutinó horizontalmente a los productores industriales, a muchos artesanos, y ciertamente, a un buen número de proletarios. También creó su propia prensa y, a comienzos de 1875, sentó las bases de una estructura que abarcó desde Valparaíso por el norte hasta Osorno y Río Negro por el sur: la Asociación Industrial.251 Esta organización tuvo dos objetivos fundamentales: representar sus peticiones a los poderes públicos y, desplegar una campaña proselitista con el objeto de captar adhesiones para su causa en las principales ciudades. En cuanto al primer objetivo, la Asociación desde un comienzo desplegó una intensa actividad con el objeto de hacer llegar al gobierno sus puntos de vista y demandas respecto de la tarifa aduanera, pues sus redactores entendían que correspondía al Presidente de la República resucitar a la industria actualmente abatida; no con ligeras modificaciones de la legislación

aduanera,

que

así

solamente

se

conseguiría

galvanizar

momentáneamente al moribundo; no con paliativos ineficaces, sino con la absoluta extirpación de ese cáncer corrosivo que anula todos los esfuerzos que puede hacer 252

el industrial y condena al obrero a un aciago porvenir".

Para ello sus miembros eligieron el camino de la representación a través de congresistas afines en los momentos en que se discutía en la Cámara de Diputados el proyecto de ley que modificaba el Arancel de Aduanas. Fue por ese camino que la Asociación canalizó una solicitud suscrita por 300 industriales de Santiago, Valparaíso y Talca pidiendo la reforma de la tarifa de aduanas, en un sentido más conforme con el desarrollo de la industria en el país y más en armonía con los verdaderos principios de la libertad económica. Esa petición fue leída en la corporación por el diputado Adolfo Carrasco Albano, 251

. Sus Estatutos en la edición del 11.XII.1876 de La Industria Chilena. Ha sido analizada por Carmagnani en Sviluppo, y por De Vos, El surgimiento. 252 . Loc. cit., 11.IX.1875. 293

y causó cierto grado de expectación y sorpresa.253 Era la primera vez que desde un sector de la producción llegaba a la Cámara una petición de esa naturaleza y con tal respaldo.

Para el gobierno, al parecer, fue también un hecho inesperado, si no

insólito, lo cual podría explicar la demora de tres semanas del Ministro de Hacienda, Ramón Barros Luco en responder, quien en todo caso se limitó a manifestar que la solicitud sería considerada.

254

Lo primero se explica, pues por ejemplo, el Ejecutivo se

entendía con los propietarios agrícolas a través de la Sociedad Nacional de Agricultura, entidad que el propio gobierno había refundado en 1869; lo segundo, por las características de la administración del Estado y por que éste no tenía una política respecto del emergente sector industrial. Las peticiones de los industriales y artesanos eran bastante precisas y tenían relación con “la ley que fija la contribución de Aduanas”, la que según ellos debía estar “llamada a constituir el fomento y desarrollo de las industrias dentro la República”, a través de: “1º la liberación de la materia que necesite el país para sus industrias y gravamen de los artefactos extranjeros similares a [los elaborados en el país] y, 2º, reducir en cuanto sea posible el derecho ad valorem, reemplazándolo por el derecho específico”.

255

La “solicitud” estaba acompañada de una fuerte crítica a la política comercial vigente, que la entidad había desarrollado desde su creación y que había hecho pública a través de su periódico La Industria Chilena, fundado a comienzos de 1875 y que circuló hasta noviembre de 1877, constituyéndose en la primera publicación de los productores fabriles nacionales.

Los principales argumentos sustentados en sus

páginas decían relación con una ácida crítica a los principios librecambistas y fiscalistas que inspiraban la legislación y la política comercial vigente, que según ella, eran errados. Se hacía necesaria, por tanto, una revisión “proteccionista” de ellos, lo que permitiría aliviar las dificultades de funcionamiento que por entonces enfrentaban los talleres y fábricas, y, simultáneamente, se promovería el “progreso” industrial de la nación. Un resultado necesario de una decisión política, en este sentido, debía ser una 253

. CD. SE., 31.X.1875 . Ibid., 22.XI.1875 255 . La Industria Chilena, 11.IX.1875. 254

294

mayor flexibilidad con relación a problemas tan complejos como los que ya entonces afectaban a las balanzas comercial y de pagos, lo que contribuiría a paliar la escasez de empleos productivos, a la vez que permitiría lograr el crecimiento de la economía sobre bases sólidas. En un ambiente social cada vez más convulsionado por el desorden y la delincuencia, la Asociación no dejó de lado esos problemas al momento de tener que fundamentar su causa, con lo cual dio un paso más hacia su involucramiento con los problemas sociales y políticos que enfrentaba el país y que hacia 1876 se habían tornado críticos.

256

Según ella, a través de la protección y el fomento de la actividad

fabril, también el país lograría enfrentar “las mil y una tribulaciones que nos quedan” del pasado colonial y enfrentar con éxito problemas sociales de tan difícil manejo como “el robo, el bandolerismo y la vagancia de las clases infelices”.257 En otras palabras, este colectivo proponía objetivos tan audaces como sensibles: modificar las bases del sistema productivo del país, a través de un camino que demandaba no sólo de cambios productivos, sino también sociales.258 Para la Asociación, el desarrollo de la actividad industrial no era sólo una cuestión productiva, sino tenía también relación con la movilidad social, de tal manera que su periódico proclamó que Cuando por el desarrollo de nuestra industria poseamos esta importante categoría

social

- una clase media productiva – sólo entonces nuestras

instituciones democráticas darán todas sus ventajas

256

y ellas servirán de

. Simon Collier y William F. Sater, A History of Chile, 1808-1994 (New York, 1996), capítulo IV. . La Industria Chilena, 26.IV. y 13.XI.1876. 258 . En este sentido me parece pertinente recordar las afirmaciones de Paul Mantoux de que aceptar el desafío de la industrialización demandaba no sólo cambios en los procesos productivos y tecnológicos. El proceso de transformación requería del cambio social; después de todo, el sistema fabril era el producto de una evolución productiva, la "revolución industrial" que había dado "nacimiento a clases sociales que en su progreso y mutua oposición llenan la historia de nuestro tiempo". Y si ese sistema, junto con la ciencia y la democracia eran "las fuerzas que desde los puntos vista económico, intelectual y político controla[ban] la evolución de las sociedades modernas", era inevitable incursionar también por el camino de la transformación social, del cambio en la tenencia de la tierra y en la distribución del poder político. Se trataba de un cambio global; el resultado de la combinación de innovación y acumulación, de la instauración de un orden social nuevo”; The Industrial Revolution in the Eighteenth Century. An Outline of the Beginnings of the Modern Factory System in England (New York, 1961), pp. 476 y 28. La primera edición inglesa de esta obra es de 1927. 257

295

contrapeso a nuestros gobiernos, a quienes obligará a deponer su personalismo y mezquindad y a tener miras que tiendan al adelanto general de la comunidad

259

.

Con esos planteamientos, y en el contexto en que desarrollaba su actividad, era cuestión de tiempo que la Asociación entrara franca y decididamente en el terreno político. Esto se verificó en 1876, cuando su periódico, al comentar la elección de diputados y senadores, llamó abiertamente a votar por los candidatos “verdaderamente liberales”.

Finalizada la elección, la frustración que la intervención electoral

gubernamental y su resultado causaron a los integrantes de la Asociación quedó en evidencia en un fuerte editorial que constituyó un paso adelante por los senderos de la política; El resultado de las urnas electorales es una lección más para el pueblo.

En

Santiago, donde hay ocho o más miles de calificados de las clases trabajadoras@no ha salido elegido ni un solo diputado por el pueblo. Los obreros pudiendo marchar solos, se resisten a hacerlo@Ahora más que nunca aparece de relieve la necesidad de formar pronto la gran sociedad de que venimos hablando@La Sociedad de Fomento que haga de todos estos elementos dispersos, un solo elemento, eficaz y poderoso por la unión

260

.

En otras palabras, el discurso y las propuestas de la Asociación Industrial invitaban a sus adherentes a dar un paso decisivo hacia la acción y la participación política, la que con la reforma electoral de 1874 comenzaba a ofrecer más espacios, aunque no amplios, en una sociedad que en virtud de los cambios que había experimentado en el plano productivo, en los veinticinco años anteriores, se había hecho más compleja.

261

Más aún, con ese llamado comenzaba la búsqueda de

aquello que Maluquer denominó un fenómeno social con protagonistas perfectamente reconocibles^que forman clases o conjuntos homogéneos de empresarios y trabajadores.

262

259

. “Proyecto de Estatutos de la Sociedad Nacional Industrial”, en La Industria Chilena, 11.XII.1876. . Ibid., 8 y 23.III.1876. 261 . Ricardo Donoso, Breve historia de Chile (2ª edición, Buenos Aires, 1970), pp. 63 a 72; J. Samuel Valenzuela, Democratización, capítulos II y III, y Loveman, Chile, pp. 143-144, ofrecen lúcidos análisis desde diferentes perspectivas 262 . Op. cit., p. 182. 260

296

Para la elite y las autoridades no sólo se trataba de un fenómeno nuevo, sino también de un potencial desafío a su hegemonía, que tan trabajosamente había forjado desde fines de la década de 1830. Su respuesta fue el consabido uso de “la zanahoria y el garrote”. En la nueva etapa de su quehacer, la Asociación Industrial obtuvo logros políticos y organizativos importantes, pero también derrotas que la debilitaron definitivamente.

Pero a la larga, parece haber sido la capacidad de la elite de

incorporar nuevos sectores a sus filas la que selló su destino. Entre sus conquistas se pueden señalar el haber situado al centro del debate el nuevo Arancel de Aduanas y sus planteamientos acerca de los impuestos de importación a las materias primas y a los bienes manufacturados.

En este sentido, no es aventurado sostener que la

actividad de esta organización tuvo algún grado de influencia en la reforma arancelaria que se promulgó en 1878. Desde el punto de vista organizacional, sus esfuerzos se vieron coronados por un notable despliegue territorial con numerosas filiales y corresponsalía. Todas ellas desarrollaron una intensa labor, entre las que se destacaron los actos públicos. Durante todo el año 1876 y los primeros dos meses de 1877 se realizaron “meetings” que congregaron a importantes audiencias en Santiago, Valparaíso, Talca, Chillán, San Carlos, Concepción, Valdivia, Osorno y Río Negro. Durante el desarrollo de éstos se logró reunir 11.600 firmas de adhesión a la Asociación y sus postulados. Pero a medio camino, la Asociación experimentó fuertes reveses que lesionaron su actividad proselitista y su capacidad de movilización. El peor de ellos tuvo lugar en 1876, cuando el editor de su periódico, el ciudadano cubano/español Guillermo C. de Larraya, fue acusado por un periódico satírico de ser un "embajador de la Internacional o propagandista de la Comuna", anarquista y de constituir un peligro para la tranquilidad y seguridad del país en su condición de prófugo de la Comuna de París. El periódico de los productores fabriles asumió la defensa de su redactor argumentando que no era "un comunista porque no padece enajenación mental, ni debe a Dios un alma degradada; es un hombre que trabaja, dedicado al profesorado, a 297

cuyas nobles tareas no suelen consagrarse los ignorantes advenedizos. 263 .

Sin

embargo, Larraya decidió abandonar el país, y con ello la publicación perdió uno de sus elementos más dinámicos e imaginativos. La última de las grandes reuniones de que se tiene noticias, convocadas por la Asociación, se efectuó a fines de enero de 1877 en Valparaíso, que según el periódico The Chilian Times, en ella convocó a empresarios, artesanos y obreros, y que describió como la: reunión proteccionista convocada el domingo pasado que tuvo lugar en el Circo de la Victoria y asistió a ella un gran número de personas, estimado entre mil y mil quinientas, bajo la presidencia del señor [Luis] Osthaus.

Los discursos, con la

excepción de uno, no merecen mayor atención, habiendo sido caracterizados por los lugares

comunes

y

decididamente

proteccionistas

con

una

tendencia

al

comunismo@El señor Acario Cotapos aconsejó a los presentes considerar la agitación política como remedio para sus problemas.

264

9. El desenlace. No hubo tiempo, ni tal vez necesidad, de comenzar a transitar por el camino de la agitación política con el objeto de conseguir las demandas de la Asociación, pues a mediados de 1877 el gobierno - con el objeto de hacer frente a la apremiante situación financiera que enfrentaba – impuso una sobretasa temporal de 10 por ciento a los impuestos a las importaciones, y en 1878 se aumentó la tasa promedio de impuesto a las importaciones a 35 por ciento; además, se establecieron una serie de impuestos específicos.

265

A partir de noviembre de ese año La Industria Chilena dejó de ser

263

. La industria Chilena, 25.X.1875, citando el periódico El Padre Cobos. Una revisión de El Mercurio desde 1872 a 1876 deja en evidencia que el “fantasma del comunismo” inquietó a la elite chilena después que la Comuna fue ahogada en sangre. 264 . Loc. cit., 27.I.1877. 265 . El texto del nuevo Arancel en Ricardo Anguita, Leyes publicadas en Chile desde 1810 hasta el 1 de Junio de 1912 (5 vols., Santiago, 1912), vol. II, pp. 444-448. En todo caso, la devaluación del peso, que entre 1876 y 1880 fue de 31,25 por ciento, redujo significativamente el efecto de la anulación del impuesto a las importaciones de materias primas. Dos análisis acerca de esta reforma en Sater, “Economic Nacionalism” y Luis Ortega “Economic policy and growth in Chile from Independence to the War of the Pacific”, en C.G. Abel & C.M. Lewis Latin 298

publicada y tampoco ha sido posible encontrar otras noticias acerca de la actividad de sus trece máximos dirigentes hasta el comienzo de la Guerra del Pacífico. Sólo uno de ellos - Carlos Klein - aparece seis años más tarde entre los fundadores de la SOFOFA.266 Y ello no es motivo de sorpresa pues, en primer lugar, la SOFOFA fue un organismo que se creó desde el Estado, a través de la Sociedad Nacional de Agricultura y que tenía como fin propósitos diferentes a los de la Asociación Industrial: básicamente el fomento, la promoción y la difusión de la actividad industrial. Sólo en forma paulatina, y desde mediados de la década de 1890 asumió la representación de los intereses sectoriales de los empresarios industriales, pero desde un punto de vista estrictamente “técnico”, sin ninguna de las connotaciones sociales que se habían esgrimido en la década de 1870.

267

Pero a mediados de 1879, cuando

el país estaba en guerra con Bolivia y Perú, los ecos de la acción de la Asociación aún resonaban en los debates de la Cámara de Diputados. En el contexto de la discusión del financiamiento de la campaña, el Diputado Donoso Vergara manifestó que El gran desarrollo de nuestro país no está sólo en la agricultura y la minería como se ha tratado de hacer hasta ahora, sino en la creación y desarrollo de la industria fabril y manufacturera a que está llamado Chile por su posición geográfica, por su larga costa bañada por el mar, que es el camino de la navegación y por un considerable depósito de hulla que con el fierro son los grandes motores de la industria moderna.

268

Pero, para entonces, ni los industriales ni la mayoría de quienes estaban a cargo de los destinos del país tenían tiempo y voluntad para preocuparse de la industrialización. ¿Por qué el cambio en la postura de los industriales? No hay una respuesta, pero se puede argumentar que la posibilidad de un resultado exitoso en la guerra America, Economic Imperialism and the State: The Political Economy of the External Connection from Independence to the Present (London, 1985), passim. . 266 . De Vos, El surgimiento, p. 99 267 . Para un recuento del discurso de la SOFOFA, Juan E. Vargas, “La Sociedad de Fomento Fabril, 1883-1920”, Historia, Nº 13, 1970; Kirsch, capítulo IV. Un estudio más reciente y con un enfoque diferente en De Vos, pp. 5364. 268 . CD. SE. 29.VIII.1879. 299

aseguraba un mercado interno más dinámico. De otra parte, es posible plantear que parte de su programa - la reivindicación en términos de política comercial – había sido logrado y confirmado en la década de 1890, precisamente en 1897, por lo que ya no resultaba necesario para los empresarios industriales establecer alianzas con los artesanos y los trabajadores.

Socialmente, en la última década del siglo XIX los

empresarios industriales de más fortuna e influyentes ya habían sido incorporados a la elite y al Estado y habían aprendido a trabajar con él, a través de sus múltiples pasillos interiores, que si bien cada vez más prolongados y sinuosos, permitían evitar procedimientos más exigentes que demandaban salir a la calle, alquilar teatros y establecer relaciones sociales que implicaban pactos y probables concesiones con grupos en diferentes lugares en el proceso productivo y potencialmente antagónicos. En efecto, el precio de incorporarse a la elite y lograr un espacio en el Estado involucró concesiones; en este caso, abandonar las consideraciones de tipo social y político de la década de 1870, y hacer propios los valores tradicionales, es decir los de la elite, aquellos que abrieron las puertas de los ámbitos del poder. Ello implicó nuevas alianzas, como lo indica la presencia, por una década, en el directorio de la SOFOFA de quien en 1877 era Ministro de Hacienda, Ramón Barros Luco. Después de ser diputado, senador y ministro de Estado en varias carteras, Ministro de la Corte Suprema, Barros Luco como Presidente de la República sintetizó en una frase la esencia del liberalismo decimonónico chileno: “En Chile hay dos tipos de problemas; 269

los que se solucionan solos y los que no tienen solución”

269

. Citado por Loveman, p. 163. 300

.

APENDICE ESTADISTICO Y DOCUMENTAL. 1. Establecimientos metalúrgicos. I. Fundiciones y bienes metálicos Nombre Propietario Ciudad 1. “Fundición” E. Orchard Copiapó 2. “Fundición” P. Tomkins Copiapó 3. “Compañía Chilena J.T. Urmeneta & M Coquimbo de Fundiciones” Errázuriz 4. “ “ Tongoy 5. “De Joaquín Joaquín Edwards Coquimbo Edwards” 6. La Compañía” Charles Lambert Ovalle 7. “Panulcillo” Panulcillo Copper Cº Ovalle 8. “El Artificio” R. García-Huidobro Calera 9. “Cabildo” Ramón Ovalle Cabildo 10. “Herrería” J. Burgos Valparaíso 11. “Nacional” C. Crosier & Cº “ 12. “ La Patria » Costa e hijo “ 13. “Casa de El Estado de Chile Santiago Moneda” 14. “Nurken” Federico Nurken “ 15. “Aninat” Aninat & Cº “ 16. “Talca” R. Reid Talca 17. “Maestranza Compañía Lota Lota” Carbonífera de Lota Subtotal I. II. Maestranzas 1. Ferrocarril La Compañía Caldera Caldera -Copiapó El Estado de Chile Valparaíso 2. “Ferrocarril del Norte”270 3. “Ferrocarril La Compañía Santiago Urbano” 4. “Maestranza” C. Monery Santiago Subtotal II.

270

HP 10 8 18

Empleo 39 31 350

Fecha fundación ¿

8 8

93 102

1860 ¿

8 10 4 4 22 10 22 6

142 183 47 59 43 32 89 37

¿ ¿ 1874 1869 1869 1868 1868 ¿

8 4 6 30

31 26 43 450

1875 1872 1869 1862

126

925

24

180

1852

20

188

1864

6

32

1858

6 56

38 448

?

1856

. Se trata del ferrocarril de Valparaíso a Santiago, cuya principal maestranza estaba entonces en Valparaíso 301

III. Productoras de maquinaria y material de transporte 1. ”Caledonia” Thompson Valparaíso Borrowman 2. “La República” Lever & Murphy “ 3. “La Victoria” Balfour & Lyon “ 4. “Carrocería” A. Brower & Cº “ 5. “Carrocería” E. Stinmeyer “ 6. “Jorge Lyon” Jorge Lyon “ 7. “Fabrica de Otto Baesler “ Carruajes” 8. “Carruajes” H. Kunemann “ 9 “Libertad” Strickler Santiago & Kuppfer 10. “Victoria” William Davidson Chillán 11. “Carruajes” B. Soto “ Subtotal III Total Grupo

16

61

1862

10 8 10 8 30 6

96 123 62 44 300 62

1864 1864 1870 1870 ? 1871

8 12

38 42

¿ 1876

12 6 186 368

48 49 1.797 3.170

1865 1867

2. Archivo Notarial de Valparaíso Vol. 116, 1857 Foja 710 Nº 1061, 26.X.1857 Venta de Pablo H. Délano a Guillermo C. Biggs de maquinaria para la elaboración de maderas “...Délano da en venta a G. C. Biggs la maquinaria para elaboración de maderas que compra del concurso de los señores Ahumada y Cía en la misma cantidad que la compró, a saber: trece mil pesos cuyas máquinas confiesa Biggs haber recibido a su entera satisfacción el día 14 de agosto del presente año. Art 2º; se obliga a pagar a Pablo H. Délano los referidos trece mil pesos del modo siguiente: cuatro mil trescientos treinta y cuatro pesos el día 14 de agosto de 1859, cuatro mil trescientos treinta y tres pesos el día 14 de agosto de 1860 y los restantes cuatro mil treinta y tres pesos el día 14 de agosto de 1861 y a pagar anualmente al día catorce de agosto los intereses vencidos sobre el capital no amortizado a razón del 12 por ciento anual debiendo hacer el pagamento de intereses por el primer año el 14 de agosto de 1858. Art 3º; si antes de los plazos estipulados quisiera el señor Guillermo C. Biggs entregar el todo o parte del principal, será obligado Pablo H. Délano a recibirlo con los intereses correspondientes hasta el día de la entrega. Art. 4º; Se entiende como condición precisa que si Guillermo C. Biggs no bonificare el pago del precio estipulado y sus intereses en los plazos fijados, se disuelva ipso facto el contrato de venta en cuya virtud Guillermo C. Biggs se obliga a no empeñar, vender ni enajenar de manera alguna las máquinas referidas hasta el completo pago del principal y de los intereses convenidos. Art. 5º; para la seguridad del pago del principal e intereses de esta deuda Guillermo C. Biggs se obliga a hacer asegurar anualmente las máquinas citadas en una o más de las compañías aseguradoras establecidas en esta ciudad en una cantidad suficiente para el efecto debiendo transferir a Pablo H. Délano la póliza de seguro para usar de ella en caso de acabarse o deteriorarse por incendio dichas máquinas” Liquidado el 3.V.1871 Notario Gándara 3. Archivo Notarial de Valparaíso Vol. 142, 1866 Foja 10, Nº 16 5. I.1866. Lever & Tesorería Fiscal “Ricardo Lever, Tomás Trimble i Santiago Gregson, socios de Lever & Cía...han recibido la suma de dos mil pesos 302

que les ha sido entregada en esta fecha por la Tesorería Fiscal de este puerto en virtud del decreto de fecha de ayer del señor Comandante Jeneral de Marina; cuya suma la han recibido por vía de anticipo a cuenta del contrato sobre construcción de cañones de fierro de a sesenta y ocho que tienen celebrado con el Supremo Gobierno por escritura ante el presente notario de fecha 29 de noviembre..a razón de 500 pesos por cañón. En garantía, como en la escritura citada, todos los bienes habidos y por haber de la sociedad contratista de Lever & Cía, consistentes, por ahora, en su fábrica de fundición denominada La República”. 4. Archivo del Ministerio del Interior, vol. 569, 28.XI.1871 Recibo: Fundición Caledonia, de Thomson Borrowman, a Comisaría de Marina 8 Bocinas de fierro para colado de carretas 4 descansos de bronce Nº 1 4 descansos de bronce Nº 2 6 bribiques para la fragua $1880 5. Archivo Notarial de Valparaíso. Venta de Morrison a fisco para resguardo Vol. 157, 1869 Fojas 541-2, Nº 585 "…un bote de fierro de 26 pies de largo, cinco pies 4 pulgadas de ancho, 2 pies seis pulgadas de puntal, con comodidad para llevar 5 hombres a popa i dos a proa, con su máquina a vapor y caldero. El cilindro de la máquina tendrá cuatro y media pulgadas i el caldero será bastante grande para que el bote pueda andar con toda velocidad de siete a ocho millas por hora". 6. Archivo Notarial de Valparaíso Prenda: Lever & Cía a Sarah Gregson Vol. 157, 1869 Foja 104, Nº 114 15.III.1869 "Richard Lever y Thomas Trimble …que se obligan a pagar a doña Sarah Gregson la suma de cinco mil seiscientos trece pesos sesenta y cuatro centavos (5.613, 64) que le adeudan por igual valor de que se confiesan recibidos cuya suma pagarán el día ocho de agosto del presente año i si no lo efectuaren son obligados a pagar el interés del uno por ciento mensual hasta el total de la cancelación del crédito sin perjuicio de la ejecución. Para mayor seguridad dan en prenda a dicha señora el establecimiento de fundición y calderería de propiedad de los otorgantes nominado "Fundición y Calderería de Lever i Compañía", calle de Yungai número cincuenta y tres de esta ciudad, consistente en una máquina grande para cortar y agujerear planchas, una máquina chica con el mismo objeto, tres máquinas para arquear planchas, una máquina de fuerza de seis caballos i su caldera con sus útiles. Un torno grande para tornear i cortar tornillos, una máquina para rascar tornillos hasta el de dos pulgadas, una máquina removente para taladrar, modelos para las calderas, útiles, herramientas pequeñas, fierros i cuanto en la herrería se encuentra. "Gregson…concede permiso a los deudores para que trabajen en la fábrica por cuenta de ellos, con cargo de que paguen los cánones de arrendamiento de la localidad i todas las contribuciones que afecten al establecimiento, que conserven en buen estado cada una de las herramientas i máquinas mencionadas i que sin pleito ni gravamen alguno devuelvan el dinero en el día designado o le entreguen la fábrica para con su valor pagarse su crédito. 7. The Chilian Times, 22.I.1876.

The Cocoa-Nut Oil Factory

“The refuse is an excellent fattening food for animals”. The Viña del Mar Sugar Refinery “ ...covers a site of 48,000 square metres in extent, and is situated near the Viña del Mar railway station with which is connected by a special siding; the daily transport occupies from 12 to 15 cars and the amount paid to the railway exceeds $30.000 per anunn. “The refinery is divided into the following departments: of which the principal is 95 metres long and 37,5 wide, constructed of iron and brick; this contains the apparatus for clarification and filtration, the animal charcoal laboratory, vacuum pans for boiling the sugar, centrifugal engines, air pumps, three steam biolers capable of 303

furnishing a force of 120 HP., departments for cleaning moulds and saks, cleaning the sugar, with space for 20.000 moulds, drying stoves and packing rooms with chopping machines. “The warehouse or depot, through which the railway siding runs measures 60 metres long by 40 wide and is solidly constructed; annexed to it is another for the products of the distillation and a store room for spare machinery. “There is also a cooperage able to turn out 200 barrels daily, the staves being made of native poplar; a smithy; a coal shed; kilns and apparatus for making animal charcoal; gasometres for lighting the fctory and premises; two buildings containing forty departments for employees and the residence of the propietor. 170 employees $6.500 monthly in wages 16 tons of coal per day Output: 18.000 kilos x day 180 barrels “Destillery: “...where the molases & c. are utilized, are from 30.000 to 40.000 litres of aguardiente, rum and alcohol monthly”. 8. The Chilian Times, 16.I.1876. Confectionery Manufacturing “Mr. E. N. Willshaw has commenced a new industry for the manufacture by steam power of all classes of confectionery, in the establishment of which has invested a large sum of money, having imported from Europe skilled workmen and the most perfect machinery “He employs about 30 hands, not counting the carpenters, tinsmiths & c. employed in packing the finished goods, and is able to produce all classes of confectionery about 30% cheaper than the imported articles. “Average output is a ton daily, which the propietor hopes to double by March next, when the arrival of additional machinery wil enable him to supply the demand of the neighouring republics. “The sample exhibited in the Exposition have attracted general attention by their variety and good taste, and have merited the first class medal awarded by the jury”. 9. The Chilean Times, 16.I.1876. Printing works of Valparaíso in the Exhibition “El Mercurio: The printing machines, seven in number, two of which are ‘perfecting’ are driven by an eight-horsepower-steam engine “The personnel consists of more than 100, among editors, reporters, clerks and workmen Salaries: $55.000 p.a. Paper : 30 to 35.000 p.a. General expenses : 20 to 25.000 p.a. “Universo : William Helfman (1859) 50 employees total weekly salaries $500 Building three stories, 700 square metres, cost $40.000 8 H.P. PRINTING DEPARTMENT 3 proof presses 6 cylinder machines 8 platten machines 2 card and envoices machines 1 railway ticket machine 2 monogram machines

Litrographic departement: 2 steam machines 1 steam press 2 american presses Bindery (all steam driven) 6 ruling machines 4 paper cutting 2 “ “ millboards 4 numbering 2 gilding 4 backing 2 folding 2 perforating & piercing 2 glacing 2 streading presses 2 hydraulic presses 304

1 gruming machine.

“This establishment is without rival in South America” 10. The Chilean Times, 16.I.1876. The National Paper Mill of Limache “Capacity 2.000 kilograms per day 300 days a year 600.000 kgs or 30.000 reams of 500 sheets each, its actual production 120.000 kgos “The machinery for the preparations of the materiel is Belgian, of m. Chantrunne et Fils, and it is driven by two engines of 50 HP each; another 12 HP drives the paper making machine, which is on Roberts’msystem, and is 36 metres in length 60 centimetres in width. Three boilers on Farcott’s system supply the steam required by the engines and other machinery of the factory. “The persons employed number 30 men, 45 women, 10 boys, without reckoning the foremen, machinists and directors”. 11. The Chilian Times. Tariff and Industry Editorial 19.VIII.1876 "...we certainly agree in such modifications (abolition of tax on raw materials and tax on manufactured goods produced in the country) of the present tariff as will at least remove the intolerable injustice under which native manufacturers labour, by compelling them to pay duty on raw materials and admiting foreign products free. Doubtless also the tariff might be so reformed as to admit the profitable establishment of several industries at present impossible, without proportionately inflicting an injury on consumers, and suc a reform will meet with our heartly approbation". 12. The Chilian Times. Metal works & the Tariff 5.VIII.1876 “The project of law presented by don Ejidio Jara ‘reforming’ the tariff, can only be regarded as the natural consequence of the report of the Superintendent of Customs...Interesting as the document is for many reasons it yet possesses one disagreeable feature common to nearly all such literary efforts of which we retain vary clear recollection - namely a hint that the screw must be put on; but as this is what was doubtless expected in commecial circles as soon as the difficulties of the government were made known, it will probably now strike few with surprise. “Señor Jara has sought to overcome the difficulty by a general rise of duties, reaching the figure in many instances to 35 per cent which we cannot but regard in other light than that of a direct premium on smuggling. “One of the chief and most reasonable charges made against the present ordinance is the difference established between manufactured and unmanufactured iron, the latter enters duty free, the latter of which pays 15% while the former in the shape of machines enters duty free though the slightest consideration would show that the rule ought to be reversed. There was a time when the free importantion of agricultural machinery was considered advisable, owing to the prejudice and ignorance prevailing....the stimulant administered was beneficial, for within the last five years no fewer than 29.217 machines -90% of which were undoubtedly inteded for agricultural operations- have been imported. Their uses and importance are now well understood, and to continue their exception from duty simply means putting so many thousand dollars per annum in the pockets of the already wealthy landowners: $8.288.026 value. “The evil however, not only touches the revenue, but the interest of the landowners themselves. For machinery, are required men skilled in their management and repair, or they shortly become inutilized and worthless. “All the manufactures established in the country which have to make use of imported materials are placed in a more or less similarly anomolous poisition, but none have suffered to such extent as the iron trades -precisely those which are of the greatest value to the country, and which sould therefore have received preferent attention at the hands of our lawmakers. It is not too much to say that in Valpraíso alone the injury inflicted on founders and engineers by the anomolous law referred will take twenty years of prosperity to repair. “These trades, which under ordinary circumstances, should support a thousand workers have been almost inahilated and the heavy sums expended in the establishment of foundries, & c. utterly trown away; should the tariff ne not speedely reformed, it will soon be as difficult to get most of the ordinary repairs excecuted to a piece of machinery as 305

it was fifty years ago. We are by no menas advocates of protection, but still less do we believe in the suicidal praactice of protecting foreign at the expense of the native manufacturers which has been the result of the late action of the fiscal autorities”. 13. The Chilian Times. Tariff, taxation and fiscal policy 19.III.1876 “Imposition of duties on articles hitherto imported duty free likely. No reason to doubt neither to complainif done ‘in a discriminatoryspirit and not in a manner that will directly tend to the grester empovirishment of the country’. “At the present moment... while large capitalists are comparatively free from the unwelcome intrusions of the taxgatherer, industry is disproportionately burdened”. Unfairness of taxation system Quotes Mill on Smith’s principle of equality “The only principle, in fact that can detected in our contributory system, as far as we can observe, is that timehonured one known by the name of the ‘rule of thumb’, or we should not see as we do at the present, capital exempted froms its fair share of the public burdens with trade and industry are stagging under the weight borne by them; agriculture taxedin exact proportion to the labour , intelligence and expenditure bestowed by the tiller on his soil, and the sloven, thiftless and idle relieve in the same ratio and the native manufacturers crushed for the benefit of the foreigners, in obedience to that myopism which can see no further than the custom-house “Duty on raw materials indicted =/= free imports of foreign output”. 14. El Mercurio. Industrias de Valparaíso 25.IV.1872 "Decreto de Juez de Comercio. 1º Don Francisco Zanetta y Francisco Bañados, de este domicilio, i como socios gestores, han formado una sociedad comercial en comandita para jirar en esta plaza la fabricación de chocolate, galleta, fideos, licores y demás artículos concernientes a este ramo, bajo la razón social de 'F. Zanetta i Cia'. 2º El capital social es de ciento ocho mil ochenta y dos pesos ochenta centavos, que consisten en lo siguiente: - en terrenos i edificios situados en entre las calles de la Victoria e Independencia de esta ciudad en que se haya establecida la fábrica $ 37.698,50 - En maquinarias i enseres... 21.431,60 - En mercaderías…..... 25.616,77 - 109 acciones de la Compañía La República ...... 6.144,00 - Créditos por cobrar......... 16.715,63 - En dinero en caja........ 566,30 $108.082,80 De dicho capital adeuda A varios acreedores 21.645,91 A varios acreedores según documentos 39.084,18 $ 60.730,09 "Capital líquido perteneciente a comanditarios Mitas cada uno en efectivo.

$ 47.352,71

4º La Sociedad durará cuatro años, hasta el 31.XII.1875 Notario Joaquín Iglesias 19.IV.1872, ff. 545 Vol. 85 f.277 Registro Conservador de Comercio Notario José María Vega 20.IV.1872" 15. Memoria de Guerra 1870. Maestranza de Limache Memoria del Director de la Maestranza de Limache p. 25. “Las diversas máquinas traídas de Europa para el establecimiento han sido instaladas I han comenzado a producir los resultados que se aguardaban. Particularmente prestado la nueva maquinaria un servicio riguroso I útil a los trabajos 306

concernientes a la fabricación de cañones.

p. 26 “El establecimiento ha concluido i entregado en el año numerosas obras que importan los siguientes valores: Al Fisco Al establecimiento A particulares Otros trabajos

$ 7.328,44 22,579,17 24,361,39 8.427,00 $62,756,00 “Hai que advertir que las obras en beneficio del establecimiento son cargadas a precio de costo. “Con los útiles I la maquinaria que cuenta al presente la maestranza i algunos otros de que pronto se le proveerá, en lo sucesivo podrá construir toda clase de máquinas, ya sean hidráulicas o a vapor, como también locomotivas y vagones de carga para ferrocarriles.

“...la construcción de un taller de calderería en el cual se podrán refaccionar calderos deteriorados o proveerse otros nuevos. p. 48 “Esta suma [de producción] habría sido mucho mayor si no hubiese absorbido la mayor parte del tiempo la instalación de la maquinaria, la cual constituye la principal mejora de la Maestranza. “...es necesario la adquisición de otras...para poder ejecutar otros trabajos de mecánica ordinaria. “Estos últimos trabajos no podrían ejecutarse en gran escala atendido a que el número de obreros que se encuentra en el país no es mui abundante para alcanzar a fabricar grandes trabajos mecánicos, sin embargo, esto llamaría la atención de la clase obrera i la estimularía a dedicarse a esta industria. “Cada día se aumenta el número de obreros, habiendo alcanzado ya el de ochenta. “Se ha dado principio a la formación de una biblioteca i se han adquirido ya algunos libros científicos i convendría las suscrición (sic) a algunos periódicos de esta naturaleza que nos pongan al corriente de algunos inventos i progreso. 8.573,49 después de deducido el valor del presupuesto I las cantidades entregadas como “Utilidades: extraordinarios de guerra...may lisonjero en un año que puede llamarse estéril” ANEXO I Inventario de Máquinas ANEXO IV Estado que presenta el valor de los trabajos en ejecución y que han sido principiados en el año que se da cuenta a) 1 batería de cañones de montaña y su montaje 570 b) 2 máquinas pulidoras de metal. 19 c) 1 bote a vapor. 141 d) 1 máquina para el anterior. 47 e) 300 balas para cañón de montaña 19 f) 2 máquinas para hacer herraduras. 262 g) 1 máquina para transplantar árboles (sic) 19 h) 1 sierra para mármoles. 28 i) 3 ejes de carretas. 19 j) 100 arados, 25 sofás, 1 sierra, 1 turbina i varias piezas de fierro fundido. 380 k) 4 calderas. 76 l) 4 aparatos telegráficos. 38 Total 1.608 Fuente: MDML 1870, Anexo IV, p. 8. Francisco Echaurren Director 16. Memoria de Interior 1865. Ubicación de industrias en Santiago Memoria del Intendente de Santiago 1865 307

p. 80 “En la esfera de esta clase de medidas tendientes a asegurar la salubridad pública, debo también hacer mención del decreto espedido por esta Intendencia en 9 de noviembre del año próximo pasado, decreto que reglamenta la situación en que deben colocarse los establecimientos de curtiembres, jabonerías. Velerías, etc. La naturaleza de las sustancias que se elaboran en esa clase de establecimientos, han sido siempre señaladas como perjudiciales a la salubridad pública por cuento infestan i corrompen el aire. Por diversas disposiciones tomadas de años atrás por la Intendencia, se había puesto trabas al establecimiento de esta clase de industrias en el centro de la población pero como esas disposiciones que se resentían de cierta vaguedad i falta de precisión, estaban completamente relajadas, juzgué entonces necesario ponerles en vigor determinando de una manera precisa los límites dentro de los cuales quedaba prohibido situar, e imponiendo multas que sancionen el cumplimiento del decreto. Empero i a pesar de la utilidad de una medida de esta naturaleza, los intereses particulares que ella venía a herir, hicieron nacer mil reclamaciones que llegaron hasta Us. i que hicieron paralizar su cumplimiento”.

17. Memoria de Interior 1875. Documentos Memoria del Superintendente del Ferrocarril de Valparaíso a Santiago (Maestranza) p. 54 “Durante el semestre se han agregado a este departamento, una máquina de tarrajar pernos, i otra para perforar llantas de acero. Estas dos máquinas han sido fabricadas en la maestranza. Se han construido también en la maestranza: 2 estanques, una máquina a vapor i su caldero, i un juego de tres bombas a vapor i su caldero, i tres bombas las que junto con 1305 pies de cañón de fierro de tres pulgadas i 175 pies de 6 pulgadas, han sido colocadas en la estación del Salto, con el fin de estraer con más rapidez i economía la gran cantidad de agua con que diariamente se provee a las locomotivas, cuya operación hasta el presente se ha efectuado con bombas de mano. Fierro forjado en la Maestranza: Para locomotivas: 29.019 Kg. Para carga 18.564 Para coches 2.526 Conservación de vía 2.502 Maestranza 1.970 Obras ajenas 960 55.546 3 grandes carros para madera construidos en maestranza. 28 para usos distintos 1 para leche “Obras ajenas” $31.838,94 Piezas de fierro fundidas 106.937 Kg. Piezas de bronce fundida 21.192 Fierro forjado por martillo a vapor: Locomotiva 21.827 Kg. Coches 1.122 Coches carga 6.630 Maestranza 4.622 Vía 918 Obras ajenas 1.585 36.704 18. El Mercurio, 19.X.1871. Fabrica de tejidos de sacos del Artificio (Artículo de Juan E. Ramírez). Cuatro hectáreas contiguas a la estación de ferrocarril de La Calera Canon por terreno $500 por año. FABRICA: 4 edificios con 74 metros de largo y 22 ancho. 3 departamentos: Centro: máquinas de hilanza 308

-

Cardas, cortadoras y máquina preparatoria Telares, aprensador, peinador de fibra larga, engomador y devanador.

“Un patio grande clausurado de 160 metros de corredores que comprende la herrería, carpintería, habitaciones del maestro de telares y la inspectora, carpinteros y herreros sobre la muralla exterior de este cuadro hay 25 habitaciones para las operarias de la fábrica: el frente una bodega para cáñamo de 21 metros de largo por 6 de ancho. Motores de agua y vapor. “Dos ruedas de agua de 18 y 20 pies de diámetro por seis de ancho con sus poleas y ruedas de engranaje y una máquina de vapor y condensación de 40 caballos. CARDAS: 3 grandes cardas 1 orilladora 2 cortadoras de fibra 1 batidor de estopa HILANZA – HEBRA LARGA 1 peinadora 3 estiradoras ( 1 hilar HEBRA LARGA 2 estiradoras 2 hiladoras 3 devanadoras 2 tornos para fierro y madera DEPARTAMENTO TEJIDO 20 telares grandes 10 telares de géneros finos 1 engomador 1 prensa para lustre y estirado 1 banco de peines para lino. Salarios anuales en Fábrica de Tejidos de Sacos (en libras esterlinas) Varones. - 1 Administrador y tenedor de libros - 1 Ingeniero - 1 Maestro de telar - 1 Carpintero - 2 Herreros - 2 Ayudantes de maestro de telar - 3 Peones para el servicio Total varones 11 Mujeres y niñas. Departamento de cardar - 1 Inspectora - 10 mujeres o niñas Departamento de hilanza - 1Inspectora - 4 mujeres en maquinas para estirar - 10 mujeres en máquinas de hilar - 4 mujeres en máquina preparadora - 8 mujeres en máquinas de pernos - 2 niñas acarreadoras Departamento de telares 309

383 287 154 77 77 38 57 1.073

41 115 41 46 172 57 92 17

- 30 mujeres Total mujeres 70 Total Salarios

517 1.098 2.171

19. a) Fábrica Nacional de Pólvora. AN. Registro Notarial de Valparaíso, vol. 169, Nº 368, fs. 318 et. sep., 11.III.1872 Socios Acciones por socio Pedro Calderón 7 Isaac H. Marks 3 Segundo Riesco 2 Morris Neale 2 Alejandro de la Fuente 2 Oscar Herrera 2 Bernardino 2º Bravo 2 Guillermo Petersen 2 Emilio Cano 2 Fructuoso Irigoyen 2 Guillermo Mitchell 2 Andrés Riesco 2 Urbano González 1 Guillermo Potts 1 Luis Osthaus 1 Ives Duterte 1 Enrique Brown 1 Thomas H. Dealy 1 José Beecroft 1 Carlos Cole 1 Angel Castillo 1 Natalio Irigoyen 1 Carlos E. Brown 1 23 accionistas 41 acciones Giro: “…elaborar pólvora para minas y comerciar con ella”. Capital: $25.000 (£4.826,3), dividido en 50 acciones de $500 (£96,5) cada una, con posibilidad de ser aumentado a $50.000 (£9.752,6) a través de la emisión de 50 acciones. Las acciones se pagan el 50 por ciento a dos meses y el remanente a cuatro. Directorio: Cinco directores propietarios, dos suplentes. Dividendo: Proporcional por acciones después de descuento de 5 por ciento para fondo de reserva. b) AN Registro Notarial de Valparaíso, vol. 169, Nº 491, f 453, 4.IV.1872. Jorge Ross y Federico Santa María venden a la Fábrica Nacional de Pólvora terreno de 125,4 por 376,2 metros eriazo denominado “Loma Larga” en fundo “Quebrada Verde” en $2.000 (£386,1) pagadero en dos meses. Venden además 8.000 litros diarios de agua a $0,50 por 770 litros para lo que se construye cañería. Asegura libre acceso por camino principal de acceso al fundo a través de “la quebrada de los Lúcumos”. 310

c) AN Registro Notarial de Valparaíso, vol. 170, Nº 238, fs. 470-475, 5.VIII.1872. Compra “carbón de espino” en San Felipe.

20. Sociedad Anónima Panadería Vienés de Santiago. Constitución: 25 noviembre 1871. Rubro: Producción de pan. Capital nominal: $100.000, en 88 acciones ordinarias de $1.000 cada una. 20 acciones reservadas para Alejandro d’Huique, vendedor de establecimiento ya existente. Capital pagado: $8.000 a ser pagado en tres meses. Fondo de reserva: $10.000. Accionistas Número de acciones Miguel Cruchaga 25 Marcial Martínez 12 José Alfonso 10 Francisco Gandarillas 10 Manuel Joaquín Díaz 8 Nathan A. Fox 5 Miguel del Fierro 5 Javier Vergara 5 Alejadro d’Huique 20 Alejadro d’Huique hijo 5 Pedro Nolasco Videla 5 Aprobación del Ministerio de Hacienda: 3 de enero 1972. 21. Sociedad Anónima Compañía de la Industria Chilena de Valparaíso. Constitución: 17 de octubre 1872 Rubro: Explotación del aserradero de Alvaro Alvarado en Valdivia. Capital nominal: $600.000, en 600 acciones de $1.000. Capital pagado: $200.000. Fondo de reserva: 5 por ciento del capital nominal. Accionistas Número de acciones Álvaro Alvarado 150 Miguel Prado 20 Benicio Álamos González 10 N. A Fox 10 Antonio Barrena 10 Santiago Vergara 5 Manuel Soffia 5 Manuel Montt Toro 5 Uldaricio Prado 10 311

Aprobación del Ministerio de Hacienda: 22 de marzo 1873.

22. Sociedad Anónima Compañía Industrial de Valdivia. Constitución: 19 de octubre 1872 Rubro: Explotación del establecimiento industrial de Schulcke y Compañía. Capital nominal: $300.000, en 300 acciones de $1.000. Capital pagado: $150.000. Fondo de reserva: $30.000 pesos, ya pagados. Accionistas Número de acciones Eduardo Kaegel 20 Germán Schulcke 130 Eduardo Proschelle 80 Juan Heyer 40 Eduardo Munchmeyer 20 Julio Odnens 10 Aprobación del Ministerio de Hacienda: 22 de marzo 1873. 23. Sociedad Anónima Explotadora de Quillay de Santiago. Constitución: 12 de diciembre 1872 Rubro: Explotación de árboles de quillay. Comercialización de productos. Capital pagado: $150.000. Fondo de reserva: $30.000 pesos, ya pagados. Aprobación del Ministerio de Hacienda: 22 de marzo 1873. Accionistas Número de acciones José Amete 10 Manuel José Irarrázaval 10 Francisco de Borja Larraín 10 José Ciriaco Valenzuela 10 Pedro Fernández Concha 5 Manuel Tomás Tocornal 5 Ri0ardo Ovalle 2 Macario Ossa 5 José Francisco Echenique 5 Ventura Blanco 2 Evaristo Gandarillas 2 José Gregorio Correa 5 Bonifacio Correa 2 Juan Walker Martínez 10 Joaquín Díaz Besoaín 2 312

Germán Ovalle Estanislao Ducand Rafael Larraín Moxó Santiago Montt Fernando Carmona Maximiano Errázuriz

2 5 5 5 2 10

24. Sociedad Anónima de Consumidores de Cigarros. Constitución: 3 marzo 1873. Rubro: Producción de cigarros y cigarrillos. Capital nominal: $20.000, en 200 acciones de $100. Capital pagado: $2.000. Fondo de reserva: $24.000 formado con el 5 por ciento de las utilidades netas semestrales. Accionistas Número de acciones José Carrasco 10 Nemecio Marambio 5 Carlos Potts 5 Acacio Marambio 5 Manuel Hidalgo 5 Aprobación del Ministerio de Hacienda: 25 de junio 1876.

25. Sociedad Anónima Ferrería Nacional de Santiago. Constitución: 3 de junio 1873. Rubro: Compra en $5.000 del establecimiento de Carlos Mónery. Fundición y oración de hierro. Venta de productos. Mejora de las instalaciones existentes. Capital nominal: $100.000, 100 acciones de $1.000. Capital pagado: $33.000. Fondo de reserva: $30.000 pesos, formado con el 5 por ciento de las utilidades netas semestrales. Accionistas Número de acciones Carlos Mónery 35 Marcial Martínez 3 Jorge Huneeus 2 Ramón Eyzaguirre 1 Juan Valenzuela 1 Pedro Fernández Concha 2 R. R. Trait 1 Claudio Vicuña 1 José Joaquín Lillo 2 Antonio Brieba 1 Julio Cuadra 1 Guillermo Urcullú 2 José de Respaldiza 1 Aprobación del Ministerio de Hacienda: 22 de marzo 1873. 313

26. Sociedad Anónima Mueblería i Tapicería de Santiago. Constitución: 10 de junio 1873 Rubro: Fabricación y venta de muebles. Capital nominal: $250.000, en 500 acciones de $500. Capital pagado: $31.125. Fondo de reserva: $5.000, formado con 5 por ciento de las utilidades netas semestrales. Accionistas Número de acciones Manuel Delgadillo 5 Antonio Araya 160 Guillermo Delgadillo 5 Onempio León 20 José Polanco 16 Segundo Molina 5 Manuel Olivos 5 Juan Ricardo 8 Domingo Ibarra 2 Carmen Gálvez 16 Juan Rivadeneira 2 Víctor Salinas 5 Aprobación del Ministerio de Hacienda: 22 de octubre 1873.

27. Sociedad Anónima Explotadora de Maderas de Magallanes de Valparaíso. Constitución: Rubro:

12 de diciembre 1873. Establecimiento de un aserradero, procesamiento de madera para construcciones. Capital nominal: $6.000, en 60 acciones de $100. Capital pagado: $3.000. Fondo de reserva: $1.000 formado con el 5 por ciento de las utilidades netas semestrales. Accionistas Número de acciones Vital Díaz 10 Daniel Ramírez 8 W. H Greenwood & Co. 6 Nelson G. Bouham 7 Guillermo Bloom 5 Estanislao Lynch 5 Clovis Blanc 4 Spencer John Melhurst 4 Enrique Becker 3 314

Joaquín G. Myers Joaquín Hurtado Francisco Gómez Dietrich Jugen Santiago Díaz Aprobación del Ministerio de Hacienda: 10 de marzo 1874.

2 2 1 1 1

28. Sociedad Anónima Compañía de Fabricación de Pan y Galletas de Valparaíso. Constitución: 12 diciembre 1873. Rubro: Producción y comercialización de pan y galletas. Capital nominal: $100.000, en 500 acciones de 200 pesos cada una. Capital pagado: $20.000 a ser pagado en tres meses. Fondo de reserva: $5.000 formado con 10 por ciento de utilidades semestrales. Accionistas Número de acciones Juan Calamaco 15 Juan Daveggio 15 Sanguinetti Hermanos 10 Ferrera y Carbone 10 Domingo Guastavino 5 Jerónimo Tostillo 5 Pedro Tostillo 5 Y 68 accionistas menores. Aprobación del Ministerio de Hacienda: 9 de enero 1974. 29. Sociedad Anónima Compañía Sud-Americana Conservera de Carnes Alimenticias i Materias Orgánicas de Santiago Constitución: 24 junio 1874 Rubro: Procesamiento y conservación de alimentos. Capital nominal: $2.000.000, en 1.000 acciones de $1.000 cada una. Capital pagado: $100.000 a ser pagado en tres meses. Fondo de reserva: $25.000 formado con 5 por ciento de utilidades netas semestrales. Accionistas Acciones Abelardo Valenzuela Marco Hundían Francisco Barros Hurtado Santiago Hurtado Manuel Antonio Aránguiz Juan Miranda Pedro Javier Fernández José F. Díaz A. Navarrete Pedro Aránguiz Juan Francisco Egaña Manuel A. de la Cruz Eleodoro Luco R. Ramírez Villalón E. Valdivieso 315

3 10 1 6 2 10 4 1 10 5 49 1 1 10 10

Rafael Villarroel Gregorio de Mira Santiago Luna Germán Aránguiz Carlos Klein Carlos Tudeman Miguel de Zambie Santiago Salas Guzmán Maximiliano Navarrete Carlos Bordes Teodocio Vargas Fontecilla Melquíades Valderrama David E. Huidobro Miguel Cruchaga Angel Vásquéz Félix Mosquera Gregorio Rosemburg José Tocornal José Clemente Fabres Aprobación del Ministerio de Hacienda: 23 de octubre 1974.

10 10 10 5 1 1 4 2 2 3 10 2 3 1 1 1 1 1 1

30. Sociedad Anónima Imprenta Andrés Bello de Santiago. Constitución: 9 de marzo 1873. Rubro: Imprenta para la impresión de todo tipo de trabajaos. Venta de papel. Capital nominal: $25.000, en 50 acciones de $500. Capital pagado: $12.000. Fondo de reserva: $1.250 formado con el 5 por ciento de las utilidades netas semestrales. Accionistas Número de acciones Juan Arlegui 2 Carlos Walker Martínez 12 Ventura Blanco 7 S. D. Cortés 9 Macario Ossa 1 Enrique del Solar 4 Máximo Navarrete 1 Camilo García Reyes 2 José A. Núñez 2 Francisco A. Subercaseaux 1 José Bernardo Lira 2 José Antonio Soffia 3 Nicanor Plaza 1 Adolfo Ibáñez 1 Domingo Gana 1 Aprobación del Ministerio de Hacienda: 22 de marzo 1873.

316

31. Sociedad Anónima Beneficiadora de Metales de Valparaíso. Constitución: 22 de junio 1874 Rubro: Compra en $5.000 del establecimiento deKrohnke y Compañía de Antofagasta. Fundición de oro, plata y cobre. Capital nominal: $2.000.000, 2.000 acciones de $1.000. Capital pagado: $1.000.000. Fondo de reserva: $500.000 pesos, formado con el 5 por ciento de las utilidades netas semestrales. Accionistas Número de acciones Escobar, Ossa y Compañía 568 Edwards y Compañía 500 Ernest Wolckmar 492 Bertoldo Krohnke 440 Aprobación del Ministerio de Hacienda: 22 de marzo 1873. 32. Sociedad Anónima de Consumidores de Pan. Santiago. Constitución: 28 de enero 1876. Rubro: Producción de pan. Capital nominal: $25.000, en 500 acciones de $50. Capital pagado: $4.394. Fondo de reserva: $4.000 formado con el 1 por ciento de las utilidades semestrales. Accionistas Vicente Goñi Julián Pinto Abdón Marín Cesáreo Aguirre Olegario Olivares Elías de la Cruz Pedro León Gallo Y 81 accionistas menores con 226 acciones. Aprobación del Ministerio de Hacienda: 22 de marzo 1876.

317

Número de acciones 100 50 50 50 10 10 10

CAPITULO V La economía política de la política económica.

1. La política comercial

A propósito del debate y la agitación acerca de los impuestos a las importaciones, este capítulo se inicia con una revisión de la política comercial del período. Acerca de la naturaleza de ella en el siglo XIX se ha escrito mucho, al punto de constituir esta variable el tema central de los estudios historiográficos acerca de la política económica. Sin embargo, a pesar de su volumen, esa producción no ha logrado elaborar respuestas definitivas acerca de este tema. Es más, en los últimos veinte años muchos trabajos han estado marcados por la necesidad de apoyar o combatir las reformas económicas instauradas desde 1975, con lo cual el debate se 1

ha centrado aún más en esa variable.

Hasta la década de 1970 el clima de los tiempos era diferente y existió una suerte de consenso acerca de que hasta fines de los años 1850 la impronta de la política comercial fue el proteccionismo, con un breve interregno libre cambista entre, años más años menos, 1864 y 1878. Toda una tendencia interpretativa postuló que desde los albores de la república y hasta comienzos de la década de 1860, rigió una política con rasgos distintivos, sobre todo a partir de las leyes de 1811 y 1835 relativas al comercio exterior, que proveyeron “algunas orientaciones que, aunque débiles y a menudo inconstantes, admira que hayan emergido con tan clara intuición de su sentido y trascendencia3”, al punto de haber creado “...un sistema de protección y estímulo que transformó al país en la primera potencia marítima del Pacífico y que llevó la bandera nacional a 2

todos los mares”.

Otro autor llevó esta idea aún más lejos, hasta postular que

“durante las primeras décadas de la Independencia nacional el objetivo de la política 1

. Véase, a manera de ejemplo el artículo de Felipe Larraín, "Proteccionismo y desarrollo económico", en Estudios Públicos, Nº 7, 1982, pp. 61-67, y el libro de Rafael Sagredo y Sergio Villalobos, El proteccionismo económico en Chile. Siglo XIX (Santiago, Blas Cañas, 1987). 2 . Pinto, Chile. Un caso, pp. 42-43. 305

económica fue el desarrollo de la industria interna mediante tarifas proteccionistas y otras formas de asistencia a todas las personas que intentaron establecer nuevas 3

industrias”.

A partir de la reforma arancelaria de 1864, esa política habría sido

abandonada y los gobernantes en concomitancia con los grandes comerciantes de Valparaíso, se habrían adherido al librecambismo. Marcello Carmagnani fue más fino y sofisticado y se refirió a la “declinación del pensamiento de tipo mercantilistafisiocrático que parece situarse, por consiguiente, en los años posteriores a 1840, cuando las condiciones objetivas de la economía chilena experimentaron un fuerte cambio como consecuencia del incremento cuantitativo de las exportaciones, que permitió una mayor liberalización del comercio exterior”. En ese contexto se habría registrado el completo abandono de las viejas ideas económicas, consideradas para entonces como superadas e inadecuadas.4 Esa postura le valió a Carmagnani el reproche de Villalobos y Sagredo, para quienes “la tendencia proteccionista nunca desapareció, como lo demuestran las obras de Sanfuentes, Vicuña y Mena, además 5

de las medidas políticas”.

Los argumentos de Villalobos y Sagredo parecen ser el resultado de una lectura de los discursos de los Ministros de Hacienda, y no del análisis cuantitativo de los resultados de la política comercial pues, para todos los efectos, la tarifa media nominal o ad valorem hasta 1874 fue moderada –35 por ciento-, y su función principal fue de naturaleza fiscal. Es decir, más que un instrumento para estimular o desincentivar actividades productivas, fue una herramienta de recaudación del sector público. Para determinar los niveles reales del arancel de aduanas, el estudio de la política comercial del período anterior a la Guerra del Pacífico debe considerar como fundamentales dos variables: en primer lugar, debe establecer la relación entre la tarifa y el ingreso público y, en segundo lugar, debe dar cuenta del impacto del arancel sobre los sectores productivos orientados al mercado interno. Esta es una cuestión fundamental, pues no son sólo los altos impuestos a las importaciones los 3

. Robert Will, “The Introduction of Classical Economics into Chile”, en HAHR, vol. XLIV, Nº 1, p. 21. . Sviluppo, pp. 97-98. 5 . Villalobos y Sagredo, nota 73, p. 74. 306 4

constituyen una política de fomento y, pues por otra parte, un arancel alto puede ser esencialmente una estrategia de ingreso. Esta perspectiva analítica es más valedera si se parte de la premisa que durante el siglo XIX

el crecimiento económico no fue asumido como una

responsabilidad del Estado. Éste sólo aportaba al sector privado el contexto de un sistema institucional y legal al interior del cual operaba la iniciativa de los individuos. Con todo, paulatinamente el sector público fue llamado a asumir funciones en el ámbito de los servicios y la provisión de infraestructura que, dados los montos de inversión que demandan y su rentabilidad, no resultaron atractivos para los inversionistas privados. A partir de las reflexiones anteriores surge la pregunta ¿si, como postulan algunos autores, con anterioridad a 1864 hubo un sesgo proteccionista en las políticas comerciales, cual fue su efectividad? ¿cuáles fueron sus resultados? Tal cual se desprende de los capítulos anteriores, los resultados en la producción de bienes fueron limitados, cuando no magros. Sin embargo, si la pregunta se orienta a evaluar los que fueron

los objetivos fundamentales de la política comercial, la

respuesta es diferente, pues el ingreso público aumentó de manera constante, y sólo a partir de la recesión de mediados de la década de 1870 comenzó a variar de 6

manera negativa.

Con anterioridad a las modificaciones arancelarias de 1864, los impuestos de importación más altos se aplicaron a los bienes de consumo y a los semidurables. Así, los alimentos procesados, el calzado, el vestuario y los textiles quedaron en los tramos más altos, lo cual se explica, en gran medida, por la alta demanda por esos bienes y por la oportunidad ingreso que ello representaba para el gobierno. Respecto de su impacto protector, este parece haber sido limitado, pues la producción de ese tipo de bienes en el país se realizaba en unidades de reducido tamaño, de tipo artesanal, las que no necesariamente evolucionaron a plantas industriales. Tal vez la única muestra de un uso de la tarifa con fines de fomento, radica en el hecho de que

6

. William F. Sater, “Economic Nationalism and Tax Reform in Late Nineteenth Century Chile”, en The Americas, vol. XXXIII, 1976, pp. 311-335. 307

desde 1834 las maquinarias y las herramientas fueron declaradas libres del pago de derechos de importación. En cuanto a la relación recaudación a través de impuestos con el ingreso público, es evidente que existió una fuerte manipulación del arancel por parte del gobierno con ese fin. Esos impuestos representaron hasta mediados de siglo, en promedio, el 50 por ciento del ingreso público corriente, constituyendo por lo tanto la piedra angular de la política financiera. En palabras del Superintendente de Aduanas: el primero y más esencial objeto de los aranceles es obtener una entrada más o menos fija, para satisfacer las necesidades públicas Si a más de obtener una renta suficiente se lograse también despertar o favorecer incidentalmente una industria o arte, la buena economía aconsejaría hacer una reducción o modificación del impuesto, sin desviarnos por esto de las máximas liberales que forman la esencia de nuestro régimen aduanero. Sin alterar su base es dado hacer una revisión parcial y moderada de los derechos, que sin disminuir las entradas diera aliento a la industria, no perdiendo nunca de vista el principio de que la renta debe ser el objeto primordial y la protección, lo accesorio y 7

accidental.

Desde esa perspectiva, los resultados para los encargados de las finanzas públicas fueron más que satisfactorios, pues la relación entre el valor total de las importaciones y el monto de recursos recaudados a través de los impuestos de a ellas se mantiene prácticamente constante hasta 1878 (monto derechos de importación x 100). Entre 1854, primer año para el cual existe información completa, y 1864, la relación promedio fue 19,7, mientras que entre 1865 y 1879 fue de 20,1.

Sin

embargo, en este último tramo se verificaron tres sub-períodos ilustrativos: entre 1864 y 1866 se registró una apreciable caída que llevo la relación a 13 por ciento, y en ello incidieron tanto la puesta en vigencia del nuevo arancel como los problemas que afectaron el normal desenvolvimiento del sector externo, como el bloqueo español del puerto de Valparaíso. Recobrada la normalidad, a partir de 1867 la relación aumentó y se situó en 20 por ciento, nivel en que se mantuvo con muy ligeras 7

. “Memoria del Superintendente de Aduanas para 1877”, en MH 1877, p. 22. 308

variaciones hasta 1874 en que se verificó una baja a 19,3 por ciento. A partir de 1875, la relación experimentó un importante aumento hasta llegar a 27,9 por ciento en 1879. Es el comportamiento de esta variable, y su correlación con los problemas fiscales la que refuerza el argumento de que la tarifa fue, por sobre todo, una herramienta fiscal. Desde ese punto de vista, que implica aceptar esa relación como la tarifa promedio, es posible postular que el cambio nominal en la política comercial no se transmitió a la tarifa de importación promedio, la cual después de tres años de la reforma recuperó y superó los niveles anteriores a 1864. En otras palabras, si hubo “liberalización” ella fue de corta duración, y si hubo “proteccionismo”, éste no fue eliminado en 1864.

Gráfica V-1. Tarifa de importación promedio, 1850-1880 (en porcentaje) 35,0 30,0 25,0 20,0 15,0 10,0 5,0

18 80

18 78

18 76

18 74

18 72

18 70

18 68

18 66

18 64

18 62

18 60

18 58

18 56

18 54

18 52

18 50

0,0

Fuente: Cuadro 1, en Apéndice de este capítulo.

Con anterioridad a 1864, la tarifa era un instrumento mucho más complicado que un conjunto de disposiciones orientadas a influir sobre el nivel de la actividad productiva, y las consideraciones que informaron su reforma deben ser evaluadas desde el punto de vista de quienes la formularon: los funcionarios del Ministerio de Hacienda y los grandes comerciantes de Valparaíso. 309

Hasta entonces, el derecho de importación nominal promedio de 35 por ciento gravaba tanto a los bienes de consumo como a las materias primas, lo cual disminuía su efecto protector. Sí era “protector” el que “...las máquinas para el desarrollo de la agricultura, la minería, las ciencias y las artes...las prensas impresoras, libros e instrumentos científicos”, estuviesen liberados del pago de derechos era un contrasentido. En la misma línea, a partir del 31 de octubre de 1864, las materias primas fueron gravadas con 15 por ciento.

8

En otras palabras el gobierno buscó

recaudar, por la vía de los impuestos a los procesos productivos más rentables y mediante el estímulo al consumo de bienes importados,

su principal fuente de

ingreso corriente. Este manejo ya había quedado en evidencia en 1851, cuando se verificó la primera reforma arancelaria de envergadura, la que implicó la primera rebaja general del arancel. El factor decisivo en esa legislación no era sólo la imposición de un alto impuesto a los bienes elaborados, pues “3el impacto real y total de la estructura arancelaria sobre el proceso de producción fabril se determina tanto por las barreras comerciales destinadas a frenar la importación de productos finales de ese proceso, como también por aquellos aplicados a sus insumos3”, y que las “tarifas nominales” (el impuesto ad valorem), como se denominan convencionalmente en la actualidad, no permiten un análisis de los efectos de un número diverso de barreras comerciales sobre el proceso de producción industrial”.

9

En otras palabras, la diferencia entre la

protección “efectiva” y la nominal es crucial, y reside en que mientras la primera sólo mide el rango en que el precio de un producto puede exceder el nivel que alcanzaría sin restricciones a la importación, la segunda también considera en el cálculo los costos adicionales con que los productores nacionales necesitan operar con el fin de ser competitivos en la ausencia de tarifa.

Por lo tanto, la protección “efectiva”

considera tanto los impuestos a los productos terminados como aquellos que se aplican a las materias primas e insumos empleados en su elaboración, y además el

. Anguita, vol. II., p. 173.

8 9

. G.K. Helleiner, International Trade and Economic Development (London, 1972), pp. 122-127. 310

costo de los fletes y de los seguros.10 Entonces, cuando los productores agrupados en la Asociación Industrial, reclamaban liberación de impuestos a la importación de materias primas, lo que solicitaban era un aumento en la protección efectiva. En otras palabras, su petitorio apuntaba en la dirección correcta tanto desde el punto de vista práctico, como desde el teórico. Así, hasta 1864 la paulatina reducción de las tasas de impuesto a las importaciones de bienes de consumo, combinada con la aplicación de ellos a las materias primas e insumos y la liberación a la importación de maquinarias y equipos para procesos productivos, se tradujo en la mantención del nivel de la tarifa término medio. De acuerdo con ello, la política comercial a partir de 1864 pudo crear un margen mayor de protección para la producción local, o por lo menos, mantuvo los niveles anteriores en la medida en que se desgravó la internación de materias primas e insumos y se incrementó la que gravaba a la importación de bienes industriales que ya se elaboraban en el país. En otras palabras, estas condiciones evolucionaron en un sentido favorable para el establecimiento de establecimientos fabriles, como lo indica el caso analizado en el capítulo IV. Lo anterior no fue sólo el resultado del manejo de la tarifa durante el período, sino también el reflejo de un debate acerca de la política comercial que con el tiempo fue adquiriendo cada vez mayor intensidad.

En 1869, el Ministro de Hacienda,

Melchor Concha y Toro, en su maciza Memoria planteó la “3necesidad de desgravar las materias primas, puesto que el derecho no hace más que aumentar el costo de la producción de los objetos a los que se destinan”.

11

Sus palabras encontraron eco en

los ajustes que se hicieron al arancel en 1872, según los cuales se fijaron impuestos a las materias primas e insumos que, en promedio, se situaron entre el 10 y 12 por ciento, al tiempo que se mantenía la tasa general de 25 por ciento para los productos 12

elaborados.

10

. W.M. Corden, The Theory of Protection (Oxford, 1971), capítulos I y III; también I. Little (ed.), Industry and Trade in Some Developing Countries (London, 1970), capítulo I. 11 . MH 1869, p. XIX. 12 . Anguita, vol. II., pp. 291-293. 311

Desde mediados de la década de 1870, cuando los efectos de la recesión internacional se comenzaron a sentir con intensidad, en particular sobre el ingreso público, la presión para modificar la tarifa con un sentido de fomento para la actividad productiva creció en intensidad, tal cual se refirió en el capítulo anterior. En ese sentido, un panfleto anónimo que circuló en 1876 en Valparaíso, y que fue recogido por el agente de una casa comercial británica, recogía una postura cada vez más difundida acerca de que había “sido principalmente la organización de las tarifas donde aquel espíritu hostil e indiferente al trabajo [industrial] ha hecho sentir más enérgicamente sus efectos. Estas tarifas han sido fijadas nada más que para estimular el consumo3la tarifa grava las materias primas transformables”.13 En otros ámbitos también se argumentó con relación a la política comercial; en una Memoria redactada en la Universidad de Chile se planteó de manera vehemente la necesidad de una revisión global de ella con una claro objetivo: fomentar la producción fabril local por el lado de la estructura de costos, y no sólo con relación a las tasas de los impuestos a la importaciones: “3aparte de creer nosotros que no es la Ordenanza de Aduanas el medio adecuado para proteger la industria, salta a la vista que siendo libres las máquinas y gravadas todas las materias primas que entran 14

en su composición, desde luego se abate y esteriliza la industria mecánica.”

En su Memoria correspondiente a 1877, a pesar de las convicciones liberales/librecambistas firmemente arraigadas, y seguramente teniendo en cuenta los difíciles momentos que enfrentaban los productores locales, el Ministro de Hacienda dejó entrever que en el gobierno se estimaba que había llegado el tiempo de reformas profundas en la política comercial. De tal manera, Rafael Sotomayor señaló que algunas reformas conviene introducir en la Ordenanza de aduanas para que mejor corresponda a los principios que se tuvieron presentes al dictarla. Las nomenclaturas de artículos libres y de artículos gravados con 15 por ciento de derechos de internación contienen algunos errores que a mi juicio deberían 13

. La hoja está incluida en BW, Williamson to Henderson, Stephen Williamson’s letter-book Nº 3, 15.XII.1876. Las casas comerciales británicas siguieron atentamente este debate. 14 . Mariano Egaña, “Apuntes sobre la Ordenanza de Aduanas”, en AUCh., vol. XLVIII, 1876, pp. 231-232. 312

desaparecer. Mientras entre los últimos figuran el acero sin labrar, arados, fierro sin labrar, en lingotes o en barras, palos para tinta y en la mayor parte de las herramientas que se emplean en las artes manuales o pequeñas industrias, entre las primeras están comprendidas las grandes máquinas que se internan para la agricultura y la minería En la larga lista de solicitudes de industriales y artesanos para que se liberaran de impuesto sus importaciones de materias primas e insumos quedaba reflejado el desfase que se había generado entre el contenido de la política comercial y la realidad productiva. La demanda de ese sector era por un aumento de la protección “efectiva”, de lo cual dejó testimonio el propio Ministro, pues según él, cada día era más “3la larga lista de mercaderías libres y materias primas que contiene la Ordenanza de Aduanas, y la reducción considerable en los derechos de artículos destinados a la industria manual y mecánica”.15 Pero para entonces la contingencia, expresada en el impacto de la recesión, estaba definiendo el debate, aunque de manera elíptica. El 11 de enero de 1877 los apremios financieros que enfrentaba el gobierno le llevaron a establecer una sobretasa temporal de 10 por ciento a las importaciones.

La medida estaba

destinada a tener una vigencia de 18 meses, y se aplicaba a todos los bienes, con excepción “3de los artículos que se internen libres en virtud de leyes especiales 16

dictadas tanto antes como después de la actual Ordenanza”.

Con ello, la protección efectiva aumentó considerablemente, como también lo hizo el ímpetu de los partidarios de más altos impuestos de importación.

Pero el

verdadero y definitivo incremento en la protección “efectiva” llegó con la ley de Derechos Internación que se promulgó el 8 de julio de 1878. Aunque también fue promulgada por consideraciones fundamentalmente fiscales, en cuanto a política comercial la nueva legislación fue innovadora. Así, por ejemplo, dispuso que “los productos o mercaderías procedentes del extranjero pagarán en su internación para el consumo veinticinco por ciento sobre su avalúo”, y fijó un impuesto de treinta y cinco por ciento a los alimentos, el vestuario, el calzado, el papel, los muebles, 15

. MH 1877, pp. XIV y XVII. 313

relojes, la loza y los vidrios.

Por otra parte los vehículos, herramientas, máquinas y

todo tipo de motores y demás bienes de consumo durable fueron gravados con quince por ciento, y se aplicaron impuestos específicos a los licores, la cerveza, vinos, alimentos finos, tabaco y cigarros”. El artículo 2º de la nueva ley introdujo un cambio trascendental, pues junto con los “3efectos para el culto divino3”, se declararon libres de derechos de importación a todas las materias primas y bienes terminados que entraban en procesos productivos.17 Para los establecimientos elaboradores de bienes de consumo y semidurables –especialmente los alimentos, el vestuario, el calzado, el papel y los muebles- la nueva legislación fue muy favorable.

Sus efectos mayores fueron en el sector

metalúrgico al gravarse los vehículos y motores, antes libres de derechos, que ya eran elaborados en el país, y liberarse las materias primas. La evolución de este 18

sector a partir de aquellos años sostiene esa apreciación.

Si se observa la política comercial anterior a la Guerra del Pacífico desde el punto de vista de la protección “efectiva”, a pesar de la ausencia de datos sobre costos de producción, hay escaso espacio para referirse al período 1830-1864 como 19

a la “3era de decidido proteccionismo3”,

contrastante con la vigencia del

liberalismo abierto de los doce años siguientes. Entre 1865 y 1877 mas bien la tasa de protección efectiva aumentó. La pregunta es ¿por qué? La respuesta reside en las necesidades financieras del Estado, que fue lo que, en último término, determinó el manejo de la política comercial, con la que se buscó incentivar el consumo para de esa manera aumentar el ingreso. Sin embargo, en la medida en que la evolución productiva del país lo requirió, las consideraciones las peticiones de los productores comenzaron a ser incorporadas paulatinamente a la legislación; ello es lo que da fuerza a los argumentos de Carmagnani y Sater y plantea la necesidad de darle una dimensión social al análisis de la política comercial. Es que entonces, como lo manifestó el destacado publicista liberal, Marcial Martínez,

16

. . 18 . 19 . 17

Anguita, vol. II., p. 444. Ibid., pp. 446-448. Kirsch, capítulos III a VI; Palma, “Chile: 1914-1935”. Lagos, p. 16. 314

la élite “3tanto por temperamento cuanto por convicción, [pertenecía] a la escuela liberal en todas sus manifestaciones3partidaria pero no sectaria”,

tanto, que

enfrentada a la presión de circunstancias económicas adversas y al activismo de los productores industriales y de los artesanos, buscó “entre ambos extremos de libertad y proteccionismo, términos que pueden ser saludables3”.20 En otras palabras, al igual que todos los demás componentes de la política económica, la política comercial del período anterior a la Guerra del Pacífico no puede ser calificada de acuerdo con parámetros puramente conceptuales. Fue, tal cual en los primeros días de la República, un instrumento de generación de ingresos para el sector público, más que uno de fomento a la producción, como algunos autores han querido ver. Desde ese punto de vista, fue una política esencialmente pragmática que, sólo al final del período, en medio de una situación muy compleja comenzó, lenta y paulatinamente, a considerar otras opciones.

2. El diseño de una política de crecimiento y la política económica entre 1817 y 1860.

A pesar de la distancia geográfica y algunos intereses contradictorios que separaron a los agricultores del valle central del pequeño pero próspero núcleo de mineros de las provincias del norte, ambos grupos percibieron tempranamente que tanto la recuperación de sus actividades productivas como el financiamiento de la construcción del Estado dependían de una fluida integración a la economía internacional y de la constante expansión del sector externo. Esa percepción fue traspasada al sector público, desde donde se contribuyó a su materialización a través del diseño e implementación de políticas estables, pragmáticas y flexibles.

Y dado que el tamaño del sector público era reducido y los

objetivos de la política y la acción gubernamental limitados, las ideas y las políticas no fueron ni complejas ni elaboradas.

Hasta la década de 1850, los objetivos de los

ministros de Hacienda fueron básicamente dos: procurar un ingreso adecuado para 20

. “La cuestión económica”, en Obras completas. Opúsculos sobre economía y finanzas (3 vols., Santiago, 315

sostener la creciente actividad del sector público, y mantener el equilibrio en las cuentas.

El logro de esos objetivos tenía prioridad sobre toda otra aspiración

gubernamental en el ámbito financiero, y por lo menos hasta mediados de la década 1850, fueron los que determinaron el nivel de la actividad pública. En la década de 1860 y durante la primera mitad de la de 1870, las necesidades y aspiraciones desarrolladas en el sector público aumentaron, y ello determinó un acelerado crecimiento del gasto, lo cual determinó las primeras modificaciones en la estrategia de ingreso. Pero los principios básicos y los instrumentos de gestión continuaron siendo básicamente los mismos; con ello, el componente fiscal se mantuvo como el eje o elemento central de la política económica. De esa forma, y sobre ese supuesto, se establecieron las bases institucionales de la primera fase de crecimiento del país.

Las ideas en que se basaron las

decisiones estuvieron en gran medida inspiradas en las ideas vigentes desde el último cuarto del siglo XVIII. De allí que junto a declaraciones de adhesión a las ideas y principios liberales se encuentren programas estatales de incentivos y apoyo a determinadas actividades productivas.

Siguiendo la tradición de la ilustración

hispánica, fue habitual que ministros de Hacienda y congresales propusieran proyectos para apoyar y subsidiar la iniciativa privada en la elaboración de bienes de consumo y en la introducción de nuevos cultivos.

De otra parte, hasta los primeros

años de la década de 1840, las instituciones continuaron siendo aquellas heredadas del régimen español, y hasta 1854, el corpus de códigos y leyes fue el heredado del 21

período colonial.

La lenta recepción en el país de las doctrinas y de los postulados

de política liberales,22 y el que los ministros y funcionarios no tuviesen otra formación que su práctica en el ámbitos de los negocios o en la propia administración pública, explican en parte esa continuidad anterioridad a 1870.

y la ausencia de reformas radicales con

También ello explica el carácter ecléctico del pensamiento

económico vigente, y afirmaciones como las de Marcial Martínez. Esto no implica que

1919), vol. I., p. 19. 21 . En este sentido continúa siendo útil la obra de Daniel Martner, Historia de Chile. Historia económica (2 vols., Santiago, 1929), vol. I, primeros siete capítulos. 22 . Will, p. 23. 316

esas ideas fuesen desconocidas en el país; hay evidencia de su presencia desde la década de 1840 y en la de 1860 un pequeño, pero bien perfilado grupo de publicistas “liberales” comenzó un sostenida labor de difusión de esos principios, tal cual lo hicieron a partir de mediados de la década siguiente partidarios de un mayor grado de protección arancelaria. Pero la influencia de las nuevas ideas económicas fue más importante en la cátedra, el Congreso y la prensa que en la formulación de la política económica. La Universidad de Chile, las cámaras legislativas, los periódicos y las revistas fueron los principales foros en que se expusieron esos preceptos, pero muy pocos de ellos se plasmaron en legislación. Las ideas tradicionales estaban muy firmemente afincadas en los ámbitos del poder; y si bien en ellos el lenguaje propio de las nuevas ideas fue adoptado de manera creciente, hasta 1878 el objetivo de las reformas a la política comercial y a la tributaria fue esencialmente fiscal. En la medida en que los beneficios de tal estrategia fueron tangibles, y la evidencia al respecto fue abundante hasta 1874, la idea de incrementar los lazos con las economías más desarrolladas encontró adherentes en los más variados círculos. Y cuando en la década de 1850 la interacción con la economía internacional se amplió e intensificó, el uso de la retórica librecambista creció en la medida en que 23

esos vínculos eran considerados como un importante logro.

Pero como se ha visto,

esa fue una cristalización sólo en el ámbito de los discursos. Por lo tanto, más que un examen de las ideas y los discursos, un análisis de la política económica durante el período 1817-1879 requiere de un estudio de la coyuntura, de las decisiones, de las políticas y de su diseño. Esto demanda una mirada a los esfuerzos de diversos sectores productivos por lograr incentivos para sus intereses y a las respuestas que lograron del sector público. Es un caso interesante de estudio cómo un país pequeño y pobre trató de superar las fuertes limitaciones financieras y productivas heredadas del proceso 24

independentista.

Y si bien el país era un

componente marginal del orden

económico internacional que comenzaba a emerger, el grado de crecimiento 23

. Un buen ejemplo en la “Memoria del Superintendente de Aduanas, 1870” en MH 1870. . Las Memorias de los ministros de Hacienda Manuel Rengifo y Joaquín Tocornal acerca del estado de la finanzas públicas son reveladoras. 317

24

alcanzado hasta 1875, sugiere la factibilidad de un crecimiento económico adecuado sobre la base de una expansión del sector exportador bajo la guía del Estado. Pero el desenlace de esa experiencia también señala los peligros inherentes a dicha estrategia, especialmente en cuanto a la sensibilidad y vulnerabilidad que el país desarrolló con relación al ciclo económico internacional. Junto con la consolidación de la independencia, la economía chilena comenzó su proceso de integración definitiva a la economía mundial, la que en todo caso sólo se consolidaría en el tercer cuarto del siglo XIX. Pero fue sólo a partir de 1830, cuando se instauró un orden político estable que la política económica fue parte de un programa coherente que se aplicó con determinación. Algunos de los contenidos de la estrategia que regiría durante los siguientes treinta años habían sido establecidas durante la década de 1820, tal cual se ha descrito en el Capítulo I, pero a partir de 1840, no sin traspiés, las decisiones comenzaron a formar parte de un todo que comenzó a ser implementado lenta pero inexorablemente. Su fundamento era el sector externo, el comercio exterior; y si en 1824 al hacer referencia a los ingresos de aduana el Ministro de Hacienda, Diego José Benavente, manifestó que esa era la 25

fuente de recursos financieros más productiva del país,

su afirmación bien pudo

haber sido realizada por alguno de sus sucesores hasta fines de la década de 1870. Desde el punto de vista de la economía política, ello fue de importancia mayor, pues permitió a las autoridades evitar la introducción de medidas tributarias impopulares; entre otras, el impuesto a la renta. Si el principal obstáculo para el éxito de las políticas implementadas en los años 1820 fue la inestabilidad política y el clima de incertidumbre en las esferas productiva y comercial, a partir de 1830, con la instauración del régimen conservador, esa situación llegó a su término desde entonces y en el marco de la creciente estabilidad institucional, la economía chilena se acomodó con mayor intensidad al sistema mundial en estructuración. Fue entonces, también, que el Estado comenzó a perfeccionar las 25

. MH 1824, p. 12. Los ingresos de aduanas crecieron 1.360 por ciento -de £8.660 a £126.393- entre 1818 y 1829 y en ese período representaron, en promedio el 60 por ciento del ingreso público corriente; datos de Barros Arana, Historia de General, vol. XIII, p. 555, y vol. XV, p. 198. 318

disposiciones legales relativas al comercio exterior.

Los impuestos al comercio

externo fueron diseñados para transferir recursos al resto del sistema económico, principalmente al sector público, por lo cual se requería de un crecimiento sostenido de las transacciones internacionales y de las operaciones del “entrepot” de Valparaíso, así como de controles más eficientes. Una disminución en el volumen y valor de las exportaciones tenía consecuencias negativas, directas e inmediatas sobre el volumen de las importaciones, los precios y las finanzas públicas.

La

reducción de las importaciones, y la consiguiente internalizacion de la demanda, tenía lugar en el nivel de los precios al ser la oferta interna de manufacturas de baja elasticidad ingreso. Pero también la baja en el nivel de las importaciones era fuente de problemas fiscales; además de crear déficit de balanza comercial, para ser saldados requerían de exportaciones de moneda y minerales de oro y plata, lo cual a su vez contraía la ya precaria demanda interna. Ésta era sentida con particular fuerza por en las arcas fiscales en la forma de menores ingresos. Cuando esto ocurrió, con anterioridad a 1855, el gobierno se vio enfrentado a la necesidad de reducir su nivel de actividad. Hasta fines de la década de 1850 la tasa de crecimiento de la economía chilena fue una función del nivel de actividad de su sector externo, pero el grado de correlación entre la actividad doméstica y la externa experimentó importantes cambios de intensidad. Entre 1830 y mediados de la década de 1850, la relación fue positiva. El comportamiento del sector externo influyó directamente sobre el resto del sistema y determinó el manejo de las finanzas públicas.

En ausencia de bases para un

crecimiento autónomo, dicha situación, naturalmente, fijó los límites de la actividad pública. En ese contexto se plasmaron las primeras políticas económicas del régimen conservador, las cuales se caracterizaron por su flexibilidad, en especial, respecto del comercio exterior.

Las disposiciones relativas a éste constituyeron la columna

vertebral de Plan de Hacienda elaborado, a comienzos de los años 1830, por el Ministro Manuel Rengifo, cuyas metas fueron sanear las finanzas del Estado, la reducción del gasto, el aumento del ingreso, el aumento de la eficiencia del sector, y 319

la creación de incentivos a la producción y a las transacciones a través de la reducción de los impuestos. De éstos se eliminaron un importante, número entre los que destacaron la "alcabala del viento", y algunos a los alcoholes. Un momento importante fue el de la consolidación de la deuda interna en 1835 y el de las reformas introducidas a la legislación referida a la función de Valparaíso como puerto de tránsito, mediante las cuales se otorgaron mayores facilidades a los usuarios de las instalaciones de carga, descarga y almacenamiento.26 Con las nuevas disposiciones, Valparaíso consolidó su status como “el principal puerto de depósito de casi todas las mercancías británicas y de otras nacionalidades consignadas a esta costa de Sudamérica y de lugar de residencia de la mayor comunidad británica que en 27

cualquier otro lugar a lo largo de estas costas”.

El componente crucial de la política de comercio exterior fue la primera tarifa aduanera promulgada en 1834.

Ella tuvo una trascendencia más allá de sus

disposiciones ordenadoras y relativas a impuestos. Con su puesta en vigencia se fijó no sólo el marco dentro del cual debía desarrollarse el sector externo, sino también se constituyó una de las bases fundamentales del diseño hacendístico del gobierno. El impuesto promedio a las importaciones de bienes de consumo fue de 35 por ciento, mientras que los gravámenes a las exportaciones fluctuaron entre el 2 y 15 por ciento.28 La tarifa de importación fue diseñada con un fin esencialmente fiscalista, como generadora ingresos, más que como un instrumento protector de la producción industrial -función superflua, pues no había industrias que proteger. Entre 1830 y 1840 el ingreso público creció de £51.038 a £94.068, al 6,3 por 29

ciento anual, tasa casi similar a la del comercio exterior.

Con ello se materializaba el

objetivo del Ministro Rengifo de “remover los obstáculos que limitan la industria en general, el mismo tiempo que aumentar los ingresos del tesoro, para lo cual el gobierno lejos de imponer nuevos impuestos al pueblo ha alivianado su carga 26

. Ibid., vol. XVI, pp. 51-53. Para los textos de las leyes que conformaron el Plan de Hacienda, Anguita, vol. I, pp. 211-214, 226-228, 236-240, 250, 253-254. 27 . Duffy, op. cit., p. 3. 28 . Anguita, vol. I, pp. 336-337. 29 . Datos de Resumen de la Hacienda. Todos los cálculos de este capítulo se han realizado con datos financieros de esa fuente, a no ser que se indique lo contrario. 320

aboliendo muchos de los existentes... [para] dar mayor libertad y estímulo a nuestra 30

industria”.

Una vez que se promulgaron las disposiciones reguladoras de la actividad comercial interna y externa, el gobierno centró sus esfuerzos en la reorganización de las instituciones públicas. En 1835 se reestructuró el Ministerio de Hacienda, el que como resultado de los cambios aumentó su eficiencia en la formulación e implementación de políticas y en su capacidad para recaudar impuestos. Dos disposiciones -una de 1839 y la segunda de 1840- reflejaron el repunte de la actividad económica, la mayor eficiencia, y las prioridades del sector público. La primera encargó al reformado Tribunal Superior de Cuentas la supervisión y control de las actividades administrativas y financieras del Estado, las que extendido considerablemente.

se habían

La segunda introdujo la primera modificación

significativa a la tarifa aduanera a través de la eliminación de los impuestos de exportación a los productos agropecuarios -de lo cual se exceptuaron los cueros sin procesar. Hasta entonces las exportaciones de productos del agro habían estado gravadas por impuestos que fluctuaban entre 4 y 6 por ciento, y esa modificación tarifaria reflejó con singular claridad las preferencias de la élite respecto de cuestiones comerciales y tributarias, a la vez que dejó de manifiesto el trasfondo social de la política económica.

En relación a lo primero, constituyó el primer paso hacia la

"liberación comercial",

pero la medida también se vinculaba con la dimensión

tributaria, y en este sentido confirmó la preferencia, ya demostrada, de los propietarios de la tierra de financiar el sector público con impuestos a las importaciones -es decir, con el consumo- y con impuestos a las exportaciones de otros sectores productivos, en particular a los de la minería. En efecto, si bien sus tasas fueron reducidas paulatinamente, los impuestos a las exportaciones mineras continuaron en vigencia hasta comienzos de la década de 1880. Esta situación, en la práctica, implicó un castigo a la economía minera, la de más alta productividad y con mayores oportunidades de exportación. ¿Por qué este 30

. MH 1834, en SCL, vol. XIII, p. 456. 321

trato discriminatorio? Éste tenía que ver principal, aunque no exclusivamente, con el poder social y político de los grandes agricultores expresado, entre muchas otras formas, en su control del Congreso y por la difundida creencia de un gran potencial de crecimiento basado en el agro, el que para esos efectos debía recibir un

trato

preferencial. En ese contexto, la modificación del Arancel de Aduanas constituyó un importante incentivo para ese sector productivo, que no tuvo paralelo respecto a otros. Esto no dejó de provocar resentimientos, llegando estos a contarse entre las denuncias aireadas en la región minera durante el transcurso de los movimientos insurreccionales de 1851 y 1859, y en forma permanente, en la prensa de aquella zona.31 Aun en 1870, al discutirse una nueva modificación al Arancel, un diputado por la provincia de Atacama resumió el sentir de los habitantes de esa región al manifestar que, en gran medida, la prosperidad del país se debía a los excedentes generados por la minería, a pesar de los impuestos discriminatorios y la total falta de acción gubernamental en la zona minera, especialmente en el plano de las obras públicas. Su discurso denunciaba una política que, en la práctica, era de protección a 32

la agricultura.

La reforma de la tarifa aduanera de 1840 tuvo lugar luego de diez años de administración política y financiera caracterizada por la estabilidad.

Durante esa

década aumentó sensiblemente la producción agropecuaria y minera, y aumentaron sustancialmente las exportaciones en la medida en que se recuperaron mercados tradicionales y se obtuvo acceso a nuevos. Esos logros constituyeron una importante contribución al éxito político del régimen conservador, pues reforzaron su estabilidad, credibilidad y prestigio. Así, en 1841, al dirigir su último mensaje anual al Congreso, el Presidente José Joaquín Prieto pudo afirmar: “Nuestro edificio social ha descollado sereno y majestuoso en medio de las tempestades que han sembrado de escombros

31

. Maurice Zeitlin, The Civil Wars in Chile (or the bourgeois revolutions that never were) (Princeton, 1984), pp. 38-58. 32 . El Diputado Ángel Custodio Gallo, en CD. SE., 1.XII.1870 citado verbatim en capítulo III; en una sesión anterior, el mismo congresal había denunciado el aporte estatal a la Sociedad Nacional de Agricultura, grupo de "partido y círculo de millonarios", por considerarlo un reto frente al "estado ruinoso del norte"; CD. SE., 25.XI.1870. 322

todas las otras secciones del territorio hispanoamericano”.33 En realidad, no era fácil rebatir las palabras del Presidente. Sin duda, el Presidente formuló aquellas declaraciones luego de reflexionar acerca de los frutos de una etapa de importantes realizaciones. Cualquiera que hayan sido los medios empleados, su gobierno había ordenado constitucional y legalmente al país. En el ámbito externo, había obtenido una victoria militar sobre la Confederación Perú-boliviana lo que le reportó prestigio y ventajas comerciales decisivas, al final de un conflicto en cuyo origen no estuvieron ajenas las rivalidades comerciales y cuyo desarrollo estuvo plagado de dificultades militares.34 En el terreno del manejo económico y financiero de la nación había impuesto el orden y disciplina en el sector público, y había organizado un sistema fiscal coherente; planeaba reiniciar el servicio de la deuda externa y, como ya se ha indicado, había consolidado la deuda interna y estructurado una política comercial que ya rendía frutos.

Un

indicador de esto último fue que los ingresos generados por la Aduana incrementaron su participación en el total del ingreso público ordinario de 57,6 por ciento en 1833, a 62 por ciento en 1840; año, este último, en que las empresas públicas -Correos y el Estanco- aportaron con el 20 por ciento, en tanto que los impuestos contribuyeron con el 18 por ciento. Hasta fines de la década de 1850 lo esencial de esa política económica, la estabilidad y pragmatismo, se mantuvo, y a pesar de que el número leyes promulgadas fue reducido, ellas tuvieron un importante rol en mejorar el funcionamiento del aparato financiero del sector público y contribuyeron en forma significativa al crecimiento de las actividades productivas tradicionales y al desarrollo de otras nuevas. Fue durante aquellas dos décadas que se organizó la estadística, se promulgaron las primeras leyes relativas a la construcción de ferrocarriles, que se instauró el impuesto denominado Catastro a la propiedad agrícola, y que se reemplazó el Diezmo por la Contribución Agrícola.

33

. En Collier, The Ideas, p. 348. . Véase Capítulo I.

34

323

En el ámbito de la política

comercial, el incremento en la fundición del cobre, a partir de 1842, determinó la derogación del impuesto del 35 por ciento a las importaciones de carbón en 1845, y la misma ley declaró libres de derechos de exportación a las barras de cobre fundidas con carbón chileno al sur del río Maule. Estas disposiciones no sólo beneficiaron a la minería del cobre, sino que también fueron un importante estímulo para la industria 35

del carbón en su período formativo.

Durante el gobierno de Manuel Montt, en 1852, se introdujo la primera reforma general a la Ordenanza de Aduanas de 1834. Con claras intenciones de tipo fiscal incentivar el consumo y por esa vía, los ingresos públicos- y como forma de combatir el contrabando de productos manufacturados, dispuso rebajas arancelarias significativas.

También en ese año se legisló con relación a la construcción de

ferrocarriles, en los momentos en que comenzaban a ser construidos; hasta 1855 se promulgaron tres leyes sobre la materia.36. También en ese año el gobierno dio un pasó trascendental en materias relacionadas con el crédito al crear la Caja de Crédito Hipotecario, cuyo fin específico era estimular el desarrollo de la agricultura, 37

si bien sus funciones trascendieron el ámbito de ese sector.

La reforma de aranceles de 1852 coincidió con el inicio del auge de las exportaciones de trigo, otros cereales y harina a California. En un momento en que aumentaba significativamente el valor de retorno de las exportaciones, esos cambios constituyeron un incentivo del gobierno a los intercambios, el consumo y, por lo tanto, a los ingresos de aduana de los que sus finanzas dependían tan fuertemente. La amplitud de la reforma, así como la oportunidad en que fue implementada, demuestran la permanente preocupación de los funcionarios del sector público con relación al funcionamiento del “motor”” del sistema económico.

De paso, esos

cambios fueron un estímulo adicional para la propensión, cada vez mayor, de la elite 38

a consumir manufacturas importadas. 35

. El texto de las leyes en Anguita, vol. I. Para legislación relativa al sector minero, véase Capítulo III. . Anguita, vol. I, pp. 342-342 y 398. 37 . Ibid., vol. II, p. 15. Sobre su funcionamiento Bauer, Chilean, capítulos IV y VII. 38 . Sobre propensión al consumo, en particular de bienes importados, son ilustrativos diferentes pasajes de la novela Martín Rivas ya citada; Simon Collier, "From Independence to the War of the Pacific", en Leslie Bethell (ed.), Chile Since Independence (New York, 1993), p. 12. 324 36

La austeridad en materia de gasto fiscal fue, también, hasta fines de la década de 1850, la característica del sistema y sus resultados satisfactorios; pero sólo en la medida en que las funciones del sector público se mantuvieron a un nivel modesto. De allí que las fuentes ordinarias de ingreso constituyeron el 94,4 por ciento del ingreso público total entre 1840 y 1857, y que las cuentas fiscales para esos años registraran sólo dos déficits.

La explicación de ese balance reside en el

comportamiento del sector externo; entre 1845 y 1859 el comercio exterior total del país creció a una tasa acumulativa anual de 7,9 por ciento, el valor de las exportaciones se multiplicó en más de tres veces y las importaciones crecieron al 5,9 por ciento anual, permitiendo que el ingreso público lo hiciera al 6 por ciento, en tanto que el gasto aumentó al 5,2 por ciento por año. De esa manera se cumplía el dictum del Ministro de Hacienda, Diego José Benavente, quien en 1824 manifestó que si el país exportaba más, más sería consumido, “más sería importado y más importaciones incrementarán nuestras rentas”.39

3. 1860-1879 Nuevos problemas ¿nuevas políticas?

La prosperidad económica general y los buenos resultados en el manejo de las finanzas públicas, hacia mediados de la década de 1850, fueron el resultado de la expansión del sector externo y del prudente manejo de las variables financieras, especialmente del gasto. Pero la segunda mitad del decenio estuvo marcada por la coyuntura crítica derivada del término de los auges exportadores a California y Australia y de una recesión de origen externo de magnitud. Más importante aun, cambios en las características del comercio internacional y en las prácticas comerciales

internas

plantearon

situaciones

nuevas

e

hicieron

necesarias

modificaciones de trascendencia en la política económica. Si bien hasta entonces el país había logrado un importante grado de crecimiento inducido por su sector externo, aun era un componente marginal del sistema económico internacional, mientras que 39

. MH 1824, p. 66. 325

su economía mantenía características coloniales; en ese contexto el ritmo, alcance y características de la actividad pública y privada comenzaron a experimentar transformaciones. Veinte años más tarde, a mediados de la década de 1870, el país haría alcanzado un alto grado de prosperidad y de desarrollo material, no ajenas a los estímulos provenientes de decisiones en el ámbito público tanto en cuestiones de política como en términos de obras y provisión de servicios. Desde entonces varió en forma creciente la calidad e intensidad de los vínculos externos, lo cual demandó de una activa respuesta interna para que los incentivos exógenos funcionaran de manera óptima. Con relación al sector público, la nueva coyuntura forzó los primeros cambios de trascendencia en la política económica. Tal vez la primera ley que reflejó el nuevo escenario económico que se generó en la década de 1850 fue la de Sociedades Anónimas, la cual, con antelación a la promulgación del Código Civil, proveyó el marco para el desarrollo de iniciativas empresariales en la producción de bienes y servicios. Pero los ámbitos en los que las nuevas condiciones forzaron los cambios más dramáticos fueron los de las políticas monetaria, de crédito y fiscal. Hasta 1860, los únicos medios legales de pago que existían en el país eran las monedas de oro, plata y cobre.

Todas las evidencias indican que el sistema monetario era totalmente

inadecuado para satisfacer los requerimientos crecientes del sistema económico, en 40

particular en lo que respecta a las necesidades de moneda divisionaria.

Una

reforma del sistema monetario en 1851 fracasó, y hacia mediados de la década las limitaciones se convirtieron en un serio obstáculo al crecimiento. Las exportaciones de moneda destinadas a cubrir los déficits en la balanza comercial crearon problemas adicionales que acentuaron la escasez de circulante y generaron las condiciones para una severa crisis financiera al final de la década. En condiciones en que la masa monetaria creció en forma sustancial a comienzos de los años 1850, los establecimientos mayoristas extendieron su práctica de emitir sus propios medios de cambio para cubrir la falencia de dinero. 40

. Pierre Vayssiere, "Au Chili: de l'economie coloniale a l'inflation", en Cahiers des Amériques Latines, No. 5, 326

A pesar de esto, la actitud del gobierno respecto de la formación de instituciones de crédito continuó siendo conservadora.

En 1848, al fundarse un banco en

Valparaíso (el de Arcos y Compañía) el gobierno había reaccionado prontamente frente a la alarma que la institución creó entre la comunidad comercial de Valparaíso.

La consternación del alto comercio porteño llevó al Ministro de

Hacienda a declarar que era su esperanza que el país se viese liberado de ese tipo de instituciones, después de lo cual la Corte Suprema procedió a decretar su clausura.

Pero entre 1854 y 1859 se crearon en el país cuatro de esas

instituciones,

las

que

emitieron

billetes

negociables

que

tuvieron

amplia

circulación.41 En julio de 1860 la Ley de Bancos de Emisión sancionó una situación de facto. Esta ley, junto con legalizar los bancos existentes fijó las normas generales para la creación de nuevas entidades y, en la práctica, permitió que cualquier persona capaz de establecer una empresa comercial pudiese fundar y operar bancos. Respecto del aspecto financiero operacional, sus disposiciones fueron flexibles, pues autorizó a las instituciones a emitir billetes negociables hasta por un 150 por ciento de su capital pagado. No impuso otra limitación que la de no permitir la emisión de billetes de una denominación inferior a 20 pesos, ni contenía disposiciones respecto del monto mínimo de capital necesario para que un banco operase, como tampoco acerca de la naturaleza o madurez de sus operaciones de crédito. Tampoco estableció montos mínimos de reservas metálicas de respaldo contra depósitos, ni respecto a la concesión de préstamos a los accionistas o a algún tipo de supervisión o inspección por parte de las autoridades financieras del gobierno.

La única forma de control era la obligación de presentar balances 42

mensuales a la autoridad y publicarlos en los diarios.

Al ser promulgada, esta ley

fue recibida como una contribución fundamental para el fomento de la economía por la clase política y por los mismos sectores que sólo diez años antes habían sido los más vociferantes opositores a la creación de bancos. Las demandas del crecimiento 1970, pp. 9-10. 41 . Ramón Santelices, Los bancos chilenos (Santiago, 1893), pp. 15-17. 42 . El texto de la ley en Anguita, vol. II., pp. 88-89. 327

una vez más tuvieron mayor fuerza que los principios.

Gráfico V-2 . Operaciones bancarias 1861-1879 (en libras esterlinas). 12000000 10000000 8000000 6000000 4000000 2000000

18 61 18 62 18 63 18 64 18 65 18 66 18 67 18 68 18 69 18 70 18 71 18 72 18 73 18 74 18 75 18 76 18 77 18 78 18 79

0

Reservas

Préstamos

Capital

Billetes

Depósitos

Fuente: MH 1862-1880; Cuadro 2 del Apéndice de este capítulo.

Cuadro V-1 Bancos creados y disueltos 1855-1879 Quinquenio Creados 4 Antes de 1860 1 1860-1864 7 1865-1869 4 1870-1874 2 1875-1879 18 Total Fuente: MH; El Araucano y El Diario Oficial

Disueltos 2 3 3 8

La controversia en la historiografía económica acerca de las características de esta ley ha sido prolongada. Guillermo Subercaseaux la calificó como una de las más liberales del mundo, pues sus disposiciones otorgaban mucha más libertad a los bancos chilenos que aquella que la teoría bancaria liberal había previsto.43 Otros

43

. Historia de las doctrinas económicas en América Latina y en especial en Chile (Santiago, 1929), p. 54. Esta línea argumental fue seguida por Frank W. Fetter, Monetary Inflation in Chile (Princeton, 1931), capítulo I. 328

autores han alegado que precisamente sus escasas disposiciones de control estarían negándole un carácter liberal, en el sentido de que “en un sistema verdaderamente libre”, los controles no son necesarios pues basta, como respaldo para los billetes, la 44

confianza que se tenga en quien los emite.

Cualquiera que haya sido el caso, la

nueva legislación permitió un crecimiento notable del número de bancos y de la cantidad de dinero en la economía hasta mediados de los años setenta. Entre 1860 y 1879 se fundaron dieciocho instituciones que operaban con entera libertad y que contribuyeron a una significativa expansión del crédito.45 A mediados de la década de 1870 la expansión las operaciones de los bancos se expresaba en un fuerte crecimiento de la emisión de billetes, pero en débiles reservas. Esa fue una situación que se fue acumulando a lo largo de quince años de actividad, como queda en evidencia en el Gráfico V- . En diciembre de 1876 el capital nominal agregado de los bancos llegó a £2.710.273 y el valor de los billetes emitidos a £1.476.354. Dos años más tarde, el monto de los billetes emitidos alcanzó a £2.338.709, de acuerdo a lo determinado por la ley de 23 de julio de 1878 que declaró inconvertible el billete bancario y por la cual éstos hicieron un importante préstamo al gobierno. Junto con los bancos de emisión funcionaban tres bancos hipotecarios, uno de los cuales, la Caja de Crédito Hipotecario, había otorgado 46

créditos por £2.521.034 hasta fines de 1876.

Las operaciones de crédito de los bancos de emisión estaban diseñadas, sin embargo, para el corto plazo. El plazo máximo para el otorgamiento de préstamos era seis meses, con tasas de interés que durante el período 1860-1879 siempre se mantuvieron por sobre el 9 por ciento mensual.47 Estas características le restaron significación

al impacto que el nuevo sistema bancario pudo haber tenido en la

ejecución de proyectos productivos a mediano y largo plazo en las áreas industrial, 44

. Carlos Hurtado, "La economía chilena entre 1830 y 1930: sus limitaciones y sus herencias", en Colección Estudios CIEPLAN, No. 12, 1984, p. 47. 45 . La nómina en Santelices, capítulo I. Existía un importante número de "merchant banks", o instituciones que desarrollaban operaciones financieras y bursátiles, y que además en algunos casos actuaban como instituciones de ahorro; la mayor parte de ellos operaban en Valparaíso. 46 . MH 1879, p. XXI, y Anexo V, p. 18. 47 . Guillermo Subercaseaux, Monetary and Banking Policy of Chile (Oxford, 1922), p. 21. Un detalle pormenorizado de la tramitación de la ley y de sus disposiciones en Millar, pp. 90-110. 329

minera, o de obras públicas.

En otras palabras, el sistema bancario reforzó la

extendida práctica de la especulación financiera, y legitimó el “negocio de la usura en 48

grande escala, tan común entre los capitalistas chilenos”.

Y, en esa dimensión, los

bancos se convirtieron en importantes fuentes de crédito para el gobierno cuyo gasto comenzaba a aumentar aceleradamente, al punto que “las necesidades fiscales a veces...vacia[ron] las cajas de bancos”.49 Que ello fue así lo refrendó el Ministro de Hacienda Ramón Barros Luco en 1876, cuando aseveró que: “...las instituciones de crédito han dado grande impulso a la industria y el comercio en todo el país, porque estas instituciones se encuentran repartidas en todas las ciudades principales del país... [y] han prestado importantes servicios a los intereses fiscales”.50 La ley de bancos de 1860 marcó un importante punto de quiebre con relación a las políticas seguidas desde la década de 1830. Fue, tal vez, la más liberal de las decisiones en materias económicas adoptada hasta 1879 en el sentido que el rol del Estado, tan marcado en otros ámbitos de actividad, quedó reducido al de “prestamista de ultimo recurso” (lender of last resort). ¿Qué factores determinaron tal cambio? Más allá de las cuestiones de orden doctrinario que tradicionalmente se proponen como la razón última, la respuesta parece residir en la aceleración de la actividad económica a partir de comienzos de la década de 1850 la que, como se ha indicado, hizo aumentar notablemente los requerimientos de liquidez e instrumentos de pago en los ámbitos del comercio, la provisión de servicios, el desarrollo de la 51

infraestructura, y aunque en montos más modestos, en la producción de bienes.

En

este sentido, no fue una coincidencia que el gobierno retornara al mercado financiero internacional precisamente en 1858, en búsqueda de recursos para el desarrollo de sus planes de construcción ferroviaria. Las demandas del crecimiento también llevaron al gobierno a flexibilizar su política fiscal y al paulatino abandono de sus austeras prácticas presupuestarias. Como se ha señalado, hasta 1858, el balance entre el ingreso y gasto registró tan

48

. Martín Rivas, p. 14. . Agustín Ross, Chile 1851-1910. Sesenta años de cuestiones financieras y de problemas bancarios (Santiago, 1911), p. 28. 50 . MH 1876, p. XXXVIII. 330 49

sólo dos déficit menores en los balances anuales. Sin embargo, a partir de ese año y hasta 1878, los déficit y el recurso a los ingresos extraordinarios (préstamos internos y externos) pasaron a ser un rasgo común de la política de presupuesto.

Gráfica V-3. Ingreso y gasto público corriente 1840-1859 (en libras esterlinas) 2000000 1500000 1000000 500000 0 -500000 I cor riente

I extraordinario

I total

G ex traordinario

G total

Balance

G corriente

G= gasto; I= ingreso. Fuente: Resumen de la Hacienda Pública de la República de Chile (Santiago, 1901); Cuadros 5 y 6 en Apéndice de este Capítulo.

Gráfica V-4. Ingreso y gasto público corriente 1860-1879 (en libras esterlinas). 6000000 5000000 4000000 3000000 2000000 1000000 0 -1000000

1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

-2000000

I corriente

I extraordinario

I total

G extraordinario

G total

Balance

G corriente

Fuente: Resumen de la Hacienda; Cuadro 5 de Apéndice de este capítulo. 51

. Sobre el desarrollo de la infraestructura y la participación del Estado en el Capítulo II, sección 2. 331

Gráfica V-5. Deuda pública 1850-1879 (en libras esterlinas) 2500000

2000000

1500000

1000000

500000

Deuda interna

Deuda externa

8 18 7

6 18 7

4 18 7

2 18 7

0 18 7

8 18 6

6 18 6

4 18 6

2 18 6

0

18 5

18 6

8

6 18 5

4 18 5

2 18 5

18 5

0

0

Deuda pública

Fuente: Cuadro 3 de Apéndice de este capítulo.

Gráfica V-6. Gasto corriente por función de gobierno, 1850-1879 (en £) 2500000 2000000 1500000 1000000 500000

Administración

Defensa

Social

18 78

18 76

18 74

18 72

18 70

18 68

18 66

18 64

18 62

18 60

18 58

18 56

18 54

18 52

18 50

0

Financiera

Fuente: Cuadro 5 en Apéndice de este capítulo. Administración: estructura central del gobierno, Guardia Nacional y construcción y explotación de ferrocarriles desde 1852; defensa: Ejército y Armada; social: educación y justicia; financiera: gastos en deuda. 332

En 1858 el gobierno concurrió, después de más de treinta años, al mercado financiero de Londres en donde contrató un préstamo por £1.034.129. Los recursos generados por esta operación fueron empleados en la finalización de las obras del ferrocarril entre Valparaíso y Santiago y en otras obras públicas menores.

Este

préstamo marcó el inició de veinte años de fuerte endeudamiento, reflejo de las nuevas prácticas presupuestarias que se desarrollaron como respuesta del sector público a los requerimientos de la expansión económica.

Mantenido a un nivel

moderado hasta mediados de la década, el endeudamiento público creció aceleradamente a partir de entonces, y se multiplicó 7,1 veces hasta 1878;52 la deuda interna creció al 12,6 por ciento anual, mientras que la externa lo hizo al 5 por ciento; esta internalización del endeudamiento público explica, en parte, las palabras del Ministro de Hacienda en 1876 respecto de los bancos, como también los agudos problemas que éstos enfrentaron dos años más tarde. El acelerado ritmo de endeudamiento público también fue expresión de nuevas tendencias en la política fiscal. Si bien la tasa de crecimiento anual del ingreso corriente declinó de 6,3 por ciento en el período 1830-1859 a 4,1 por ciento entre 1860-1878, la del gasto aumentó levemente, a 5,7 por ciento anual. En ese escenario presupuestario

las

fuentes

extraordinarias

de

ingreso

pasaron

a

jugar,

necesariamente, un rol determinante en el financiamiento del sector público, llegando a constituir entre 1860 y 1878 el 30 por ciento de su ingreso total. Durante esos años, en la medida en que el Estado fue llamado a intervenir cada vez más en el proceso económico, al revés de lo que ocurrió hasta 1857, el nivel de gasto comenzó a determinar en forma creciente la estructura de ingresos; y, a pesar de que el gasto público fue determinante en imprimir un mayor dinamismo a la economía, la forma de financiarlo también constituyó una fuente de problemas, pues el recurso continuo por parte del gobierno al crédito interno fue un factor importante en la mantención de altas tasas de interés, con el consiguiente estímulo a la especulación financiera y efectos negativos para el financiamiento de proyectos productivos y de servicios.

52

. Rumbold, "Report...", pp. 345-346. "The Foreign Debt of Chile" (anónimo) en The South American Journal, vol. C, Nº 205. 5, 23.I.1926; Dirección General de Contabilidad, La Hacienda, pp. 19-20. 333

Algunos cambios de importancia se registraron en la estructura del ingreso ordinario entre 1860 y 1879. El más destacado fue la marcada declinación relativa de los ingresos de aduana; después de haber contribuido con 61 por ciento del ingreso corriente entre 1830 y 1860, durante los dieciocho años siguientes su participación descendió a 51,2 por ciento.

La declinación de esta fuente de ingreso fue

especialmente aguda con posterioridad a 1874, en la medida en que los efectos del ciclo recesivo internacional se profundizaron, al punto que en 1878 su aporte al ingreso corriente total llegó a su nivel histórico más bajo, con tan sólo 44 por ciento. Pero por otra parte, su declinación relativa se explica también por el aumento de la contribución de las empresas y servicios del Estado que aumentaron en forma sustancial entre 1860 y 1878 alcanzando, como promedio el 33,4 por ciento. Los ferrocarriles, correos y telégrafos fueron las empresas más rentables, pero el impacto mayor fue el de los primeros; en los veintiún años entre 1858 y 1879 sus traspasos de recursos al Ministerio de Hacienda dieron cuenta, en promedio, del 52 por ciento de los ingresos obtenidos de empresas y servicios. Más aún, entre 1873 y 1879, el aporte de los ferrocarriles aumentó hasta representar el 56 por ciento. El aumento del tráfico y su eficiente explotación permitieron que con posterioridad a 1860, el rubro “empresas y servicios del estado” se transformara en un ítem de mucha importancia en la estructura de ingresos. Es más, mantuvo una participación relativa constante en el ingreso corriente en el período 1860-1879, lo cual indica un incremento sostenido en términos absolutos, en tanto que su crecimiento a una tasa similar que aquella que registra el ingreso público total (ingreso corriente + ingreso extraordinario), indica que la demanda de bienes y especialmente de servicios ofrecidos por el Estado creció en forma sostenida. Esto fue particularmente notable en el sector transportes y comunicaciones, las funciones que reflejaron, y a la vez estimularon, el crecimiento de las actividades del sistema económico orientadas al mercado interno.

334

Gráfica V-7. Gasto corriente, gasto extraordinario y gasto total 1850-1879 (en libras esrterlinas). 4500000,0 4000000,0 3500000,0 3000000,0 2500000,0 2000000,0 1500000,0 1000000,0 500000,0

Gasto extraordinario

8 18 7

6 18 7

4 18 7

2 18 7

0 18 7

8 18 6

6 18 6

4

2

Gasto corriente

18 6

18 6

18 6

0

8 18 5

6 18 5

4 18 5

2 18 5

18 5

0

0,0

Gasto total

Fuente: Cuadro 5 en Apéndice de este capítulo. Hasta 1866 el gasto extraordinario coincide con el corriente.

El tercer componente

del ingreso

público

corriente,

los

impuestos,

experimentaron una importante declinación relativa después de 1860.

De un

promedio de 17,7 por ciento entre 1830 y 1859, su aporte descendió a 14,5 por ciento en los siguientes dieciocho años. Esta evolución fue el resultado del estrechamiento de la base tributaria y de las reducciones de las tasas de impuestos vigentes. De seis impuestos que existían en 1860, sólo cuatro continuaban en vigencia en 1875,53 y todos los intentos por introducir nuevos tributos encontraron una tenaz y, en algunas oportunidades, vociferante oposición en el Congreso.

Ello contra la voluntad y

propósitos del gobierno que, en 1869, a través del Ministro de Hacienda, Melchor Concha y Toro planteó la necesidad de revisar la estructura tributaria y de desarrollar un estudio acerca de la conveniencia de establecer un impuesto anual a la renta de tasa variable como la mejor forma de “nivelar de un modo perfectamente equilibrado 54

los gastos con los recursos”.

A pesar de los sólidos argumentos expuestos por el

Ministro, que fueron más allá de las consideraciones estrictamente financieras y que comprendieron el problema del financiamiento adecuado del creciente número de 53

. MH 1876, Anexo I. . MH 1869, pp. 16-17.

54

335

actividades del sector público, su proposición encontró una cerrada oposición. En un debate sobre la propuesta ministerial, el diputado Vicente Sanfuentes resumió el sentir de la mayoría; según él, a pesar de los nuevos requerimientos financieros que enfrentaba el Estado, sólo debían aplicarse impuestos necesarios para permitir el funcionamiento adecuado de la administración pública. Completó su intervención con su ya citada aseveración que interpretó por décadas el sentir de la elite con relación al delicado tema de los impuestos, en el sentido que si el precio de evitarlos era parecer menos "civilizado", bien valía pagarlo.55 Un año antes, al discutirse la idea de establecer un proyecto de impuesto a las herencias, el mismo Diputado Sanfuentes se había explayado sobre los problemas que las necesidades derivadas de la modernización creaban a las finanzas públicas y al problema de los impuestos; en esa ocasión manifestó que aún en el caso que decayera la hacienda pública, aun dado el caso que el Estado se encontrase en bancarrota ¿qué debería hacerse?

¿acudir a las

contribuciones? De ninguna manera señor; eso sería ahondar más el abismo. Voy a decir porque opino yo de esta manera. Las contribuciones entorpecen el movimiento industrial, traban funestamente a la industria; de tal manera que si es posible hacer venir a las arcas fiscales el dinero de cualquier otro modo, debe preferirse ese arbitrio antes que imponer contribuciones. Quiero ver mejor la riqueza en manos de los agricultores que no en la de los gobiernos, para que la 56

derrochen.

Que la disposición de la mayoría de la Cámara de Diputados acerca de la idea de legislar sobre un impuesto a la renta era francamente hostil, quedó en evidencia algo más de un año después cuando el diputado por Atacama, Ángel Custodio Gallo, intentó hacer explícito su apoyo a tal iniciativa, como quedó registrado en la trascripción del debate: las contribuciones que paga la clase menesterosa en nuestro país son las que producen el 57 por cien del total de las entradas. ¿Qué dificultad habría para imponer

55

. Véase Nota en la Introducción. . CD. SO., 8.VI.1868.

56

336

una contribución directa sobre la renta, que permitiera abolir las contribuciones 57

odiosas? Me dirijo a los que se ríen [se pide tiempo a gritos].

Frente a ese tipo de oposición, muy difundida y sólo rebatida por algún apoyo de congresales de las provincias mineras, las iniciativas gubernamentales de la década de 1870 destinadas a establecer nuevos impuestos o a aumentar las tasas de los ya existentes, encontraron obstáculos prácticamente insalvables. Enfrentado a dificultades financieras severas el gobierno sometió a la consideración del Congreso, en 1876, un proyecto de ley que consultaba la introducción de impuestos a la renta y a las herencias, pues le era “absolutamente imposible encomendar la desaparición del déficit a las economías solamente”.58 Aun en esas difíciles circunstancias la tramitación del proyecto demoró más de dos años y cuando finalmente fue promulgada la ley, las tasas propuestas originalmente fueron reducidas en forma considerable.

En el caso de la contribución de haberes -un

impuesto al capital, a las ganancias derivadas de operaciones financieras y a los sueldos de los empleados públicos y del sector privado (exceptuando los primeros 300 pesos)-, que originalmente se propuso con tasas de 3 y 2 por ciento respectivamente, quedó fijado en 0,3 por ciento. También fueron rebajadas las tasas de la Contribución de Herencias, una iniciativa de la cual el gobierno esperaba un rendimiento anual de aproximadamente £70.000.

57

. CD. SE., 1.XII.1870 . MH 1878, p. LII. 59 . Ibid., p. XVII. 58

337

59

Gráfica V-8. Ingreso corriente 1850-1879 (en £)

1600000,00 1400000,00 1200000,00 1000000,00 800000,00 600000,00 400000,00 200000,00 0,00

Aduana

Impuestos

Empresas

Otros

Fuente:Resumen; Cuadro 6 en Apéndice de este capítulo. Impuestos comprende impuestos indirectos, a las personas, a la propiedad rural, al capital y operaciones financieras. Empresas: Estanco, correos, telégrafos, Casa de Moneda y desde 1862 ferrocarriles. Otros, venta de papel sellado, timbres y varios.

Gráfica V-9. Ingreso corriente, extraordinario y total 1850-1879 (en £)

6000000,0 5000000,0 4000000,0 3000000,0 2000000,0 1000000,0 0,0

Ingreso coirriente

Ingreso extraordinario

Ingreso total

Fuente: como Gráfico V-8.

La discusión de la propuesta tributaria en el Congreso se realizó en circunstancias extremadamente complejas para el gobierno si se atiende a sus urgencias financieras y a los obstáculos que enfrentó el proyecto en el Congreso. 338

Observadores extranjeros de la crisis no tuvieron dudas de que una solución a los graves problemas de la hacienda pública sólo podía ser obtenida si los chilenos ponían “seria atención a una o dos cuestiones de fina economía interna, de las cuales una de las más importantes tal vez sería una profunda reforma de su anticuado sistema de impuestos, a través de la cual tan sólo ellos podían esperar un aumento del ingreso público y el mejoramiento de la condición de todas las clases de la población”.60 Sin embargo, la élite chilena no estaba ni preparada ni dispuesta para enfrentar tan desagradable posibilidad y fue así como en la Cámara de Diputados el proyecto encontró duras críticas; según algunos de sus miembros había sido formulado sin bases "filosóficas, lógicas o económicas". Otros, sólo le brindaron un 61

tibio apoyo.

Muy distinta era la visión del problema por parte de algunos

funcionarios públicos y de los observadores extranjeros.

Para el Ministro

Plenipotenciario de Chile ante Francia y Gran Bretaña, Alberto Blest Gana, la crítica situación que enfrentaba el gobierno imponía “la empresa de enseñar al país que es menester que se resigne a contribuir para las necesidades del Estado”, con mayor razón aun si en Chile el “capital flotante goza de la tranquilidad y el progreso de la nación sin conocer el impuesto ... donde las diarias transacciones del comercio no tienen, por cuantiosas que sean, gravamen alguno, donde, en fin, las contribuciones son ligeras en unos casos y están por crearse en otros”. Según Blest, había llegado 62

el momento “de esa enseñanza”, la cual podía producir “muy buenos frutos”.

El diplomático, agudo conocedor de la elite chilena, de sus actividades y preferencias

en

cuestiones

de

carácter

económico,63

entraba

con

sus

recomendaciones a un terreno particularmente delicado, y anticipándose a la reacción hostil de la mayoría congresista, recomendó al Presidente Aníbal Pinto: “A los que digan que ese proyecto empieza por gravar la más recargada de las fuerzas productivas del país, puede decírseles que ese plan no es un sistema financiero, sino 60

. . 62 . 63 . 61

Rumbold, "Report on the Condition", op. cit., p. 368. CD. SO., 9.VII.1878; las expresiones son del Diputado Jorge Hunneus. AN. FN., Varios, vol. 43, legajo A, pieza 14, pp. 1-2; Alberto Blest Gana a Aníbal Pinto, París 11.II.1878. Su novela Martín Rivas es un fino ejemplo. 339

la bomba destinada a concluir con el incendio que principia”. Blest se hizo asesorar en París por J.G.Courcelle-Seneuil, quien no era ajeno a las razones profundas de la oposición a las medidas tributarias propuestas por el gobierno, las que según la opinión del diplomático afectarían a los bancos y los monopolios, y con ello a los capitalistas quienes verían amenazadas sus rentas, “que hasta ahora han sido más respetadas en Chile que los animales entre los hindú, que creen en la trasmigración [sic]”; sin embargo, aquel “sacrificio” tendría un resultado alentador, y el Estado podría “salir de apuros indudablemente y crearse una situación más holgada, a favor de la cual puedan echarse las bases de una reforma radical y saludable de nuestra hacienda pública”.64

La mayoría de la Cámara de Diputados, tal cual lo previó Blest Gana, pensaba de otra manera, y a las críticas al proyecto del gobierno, añadió su recomendación de eliminación del déficit a través de reducciones en el gasto público.65

Para los

partidarios del impuesto a la renta, “un medio salvador si es que llegase a ponerse en planta”, la postura de la mayoría en el Congreso pasó a constituirse en un problema de graves proporciones, en la medida en que la oposición se hacía cada vez más tenaz. Al respecto, Alberto Blest Gana se preguntó: “¿cuantas demoras, cuantos obstáculos va a encontrar este valiente propósito?” Su pregunta fue el fruto de una mezcla de realismo y pesimismo: “No se necesita estar dotado de una perspicacia excepcional para vaticinar que serán infinitos, y que bien pasará un año antes de que el proyecto sea aprobado, y otro año tal vez, antes de que por ese impuesto entre el primer Cóndor a las exhaustas arcas nacionales”.

Ante esa perspectiva, Blest

opinaba que era necesario recurrir al “medio heroico para el agudo mal que nos aqueja, y el proyecto responde a esa necesidad, necesidad dura ciertamente”, pero que si era acometida “valientemente por el gobierno” no sólo haría desaparecer “todo peligro, sino que antes de mucho tiempo [devolvería al país] a una situación regular y 66

de relativa abundancia”. 64

. AN. FN, Varios, vol. 43, legajo A, pieza 14, p. 15; Blest Gana a Pinto, París 3.V.1878. . CD. SO., 10.IX.1878. 66 . AN. FN, Varios, vol. 43, legajo A, pieza 14, p. 15, y pieza 14a, p. 8, París 17.V.1878. 340 65

A pesar de haber sido formuladas a la distancia y tras un largo tiempo de ausencia del país, las recomendaciones de Blest Gana daban cabal cuenta de un problema de fondo de la política chilena con anterioridad a la Guerra del Pacífico: el rechazo de los grupos de mayores ingresos y riqueza a financiar directamente el servicio público.

Un periódico independiente, terció en el debate para apoyar las propuestas gubernamentales, en particular, el impuesto a la renta, argumentado que

La

crisis

no

será

del

todo

improductiva

ni

sus

lecciones

desproporcionadas aunque severas si de ellas emerge una mayor atención a la condición anómala de nuestro sistema tributario y ello lleva a su reforma. Respecto de la segunda medida [el impuesto a la renta] podemos decir con otorgarle inmediatamente y con seguridad nuestro apoyo incondicional, no sólo como una cuestión de justicia, pero también sobre la base de los más sólidos principios de la economía política.

Mr. Mill dice: "Un impuesto a la renta, establecido con

justicia3constituirá en la perspectiva de la justicia el menos discriminatorio de todos los impuestos", y pocos se sentirán inclinados, excepto por intereses particulares, a disputar el dictum de un maestro en su objeto de estudio.67

Diversos elementos se combinaron para agudizar el enfrentamiento entre el Congreso y el gobierno, que en esos años alcanzó niveles hasta entonces desconocidos, y en conducir a una situación potencialmente explosiva. Entre ellos la iniciativa tributaria del Ejecutivo, la que contribuyó al aumento de las tensiones.68 Al final de los prolongados, ásperos y bochornosos debates, el gobierno debió ceder 67

. The Chilian Times, 19.VIII.1876. Editorial. Apoya la eliminación del impuesto de patente. . Para un recuento de la agudización del enfrentamiento político, véase Cristián Zegers, Aníbal Pinto. Historia Política de su Gobierno (Santiago, 1969), pp. 32-83. 341 68

ante la mayoría congresista. Para ésta, la cual las propuestas no sólo eran “pobres e ineficientes”, sino que estimó que en el fondo serían perjudiciales para la economía 69

del país.

De allí que su aprobación final, lograda por estrecha mayoría, se logró sólo

cuando las tasas de impuestos fueron rebajados sustancialmente.

Si los obstáculos que el Congreso puso a la iniciativa tributaria del gobierno fueron tan sólo una expresión más del creciente enfrentamiento entre ambos poderes públicos, los argumentos esgrimidos contra ella dejaron al desnudo los contenidos políticos de la actitud del grupo dirigente en materias de financiamiento del sector público.

El apoyo que el gobierno finalmente obtuvo para su propuesta original

provino de los sectores más alejados de las fuentes tradicionales del poder político y social: los mineros del norte, algunos comentaristas y un número reducido de publicaciones.70

La encrucijada en que se hallaba el gobierno era particularmente difícil. Su primera opción política para enfrentar las dificultades financieras, que comenzaron a sentirse desde 1874, fue recurrir a las reducciones en el gasto total, que fue de 34,3 por ciento hasta 1878. Entre 1874 y 1878 el gasto corriente registró un aumento de sólo 3,9 nominal -traducidos a libras esterlinas los montos involucrados implican una disminución de 6,9 por ciento-, con lo cual se logró equilibrar el presupuesto, lo cual confirma que los orígenes de los problemas fiscales estaban en los planes que demandaban gasto extraordinario.

71

El gasto extraordinario demandó el recurso al

endeudamiento, el que a la larga significó una gran presión financiera para el gobierno y su opción final por los impuestos. En el año 1878, el propio Presidente de la República se encargó de testimoniar en sus apuntes personales su ansiedad y no pudo sino referirse a la precaria situación financiera del Estado como a “la maldita 69

. CS. SE., 12.XII.1878. . Al respecto, y como antecedente, véase los planteamientos de los Diputados Ángel Custodio Gallo y Manuel Antonio Matta en CD.SE., 1.XII.1870. 71 . Los recortes en el gasto redujeron el tamaño de las fuerzas armadas a 2.500 efectivos y también algunas funciones sociales. Así, por ejemplo, en Abril de 1878 el periódico El Araucano de Lota denunció que el gobierno había cerrado una escuela vespertina para 40 alumnos mayores, lo cual le permitía ahorrar $12 342 70

pobreza del erario, que ha sido para mí un grillete que me ha esclavizado”.72 El Presidente analizó sus problemas para obtener la aprobación de los nuevos impuestos en un contexto que fue mucho más allá del marco estrictamente financiero, adentrándose en el socio-político; de acuerdo con él

No se puede gobernar; uno es esclavo de todo el mundo, cuando se vive como he vivido en el tiempo que llevo de administración. Después de efectuado algún empréstito respiramos por algunos meses, pero, pasado cierto tiempo, principian los apuros.

Llega el momento de

remitir fondos a Europa para el pago de los intereses de nuestra deuda, se acerca el primero de cada mes y nos encontramos sin que haya en tesorería con que hacer los gastos, y en necesidad de pedir prestado a este o al otro banquero.

Lejos de encontrar cooperación en el Congreso para salir de esta difícil situación, he encontrado todos los tropiezos imaginables.

Imposible

imaginar un cuerpo más destituido de patriotismo, de miras elevadas, de espíritu práctico que la actual Cámara de Diputados; dividida en cinco o seis pequeños circulitos, para los cuales la patria es la coterie en que viven, con un contingente considerable de charlatanes vanidosos, es 73 imposible que un cuerpo deliberativo pueda hacer algo de provecho. .

Según el Presidente, la Cámara de Diputados concluiría su período dejando los más pobres recuerdos, en circunstancias en que el país necesitaba “de un cuerpo legislativo inteligente y patriota”, capaz de contribuir a encontrar una salida de la difícil 74

situación que enfrentaba el país.

mensuales (£2,46), que era la remuneración del profesor. 72 . Aníbal Pinto, "Apuntes", 16.X.1878, en Revista Chilena, vol. XIII, 1921, p. 345. 73 . Ibid., p. 345. 74 . Ibid., p. 346. 343

Fue en ese contexto en que se redujeron las plantas de personal del Ejército, la Armada y la Guardia Nacional y que se contempló, como posibilidad cierta, la venta de los navíos de guerra blindados Blanco Encalada y Cochrane, lo que ha sido 75

atribuido a la desesperación del Presidente Pinto "por la crisis económica".

Más que desesperación, lo que demuestran los escritos legados por los funcionarios de gobierno parece ser una combinación de exasperación y frustración en la medida en que progresivamente se iban agotando las opciones y los problemas aumentaban.

La demora del Congreso en despachar los proyectos de ley que

establecían los nuevos impuestos llevó al Presidente de la República a criticar públicamente y en su propio edificio, a los miembros del poder legislativo. En la clausura de las sesiones del Congreso correspondientes a 1878, Aníbal Pinto declaró que difícilmente podría calificarse como productivo para el bienestar del país el período legislativo recién finalizado y que en ningún caso sus discusiones se habían caracterizado por su buen sentido o por su seriedad de propósitos. Por el contrario, sus procedimientos más bien habían sido de “naturaleza espasmódica”, mientras que las dos grandes medidas reclamadas por el difícil momento que enfrentaba el país [el impuesto a la renta y el impuesto a las herencias] habían sido invariablemente archivadas al ser presentadas para una seria discusión, ya fuese “por falta de quorum 76

o por medio de otra maniobra parlamentaria de evasión”.

No sorprende entonces que a fines de 1878 la realidad chilena en general, y en particular el estado de las finanzas públicas,

fuesen caracterizados por un

observador extranjero como “un curioso y evidentemente triste espectáculo” para quienes, hasta entonces, habían depositado su confianza en el país y sus líderes. Quedaba por ver si en esa hora de prueba Chile merecería continuar gozando del crédito internacional del que hasta entonces se había beneficiado, o si aquél respeto se había generado nada más que por la honestidad observada en tiempos de 75

. Zegers, p. 27 . Discurso del Presidente Aníbal Pinto en el Congreso Nacional, 18.XII,1878, en Pakenham to Salisbury, Confidential No. 3, 28.I.1879, FO16/202. 344 76

abundancia y por el favor pasajero de la buena fortuna.77 Si bien esos comentarios apuntaban al gran desencanto que experimentó la comunidad extranjera y resaltan el contraste de la situación en aquél año respecto a la de comienzos de la década, sólo oblicuamente señalan que fue precisamente durante la excepcionalmente favorable coyuntura de 1869 a 1873 que se generaron las situaciones que a partir de 1876 agudizaron los efectos del ciclo externo y que empujaron al país a una recesión sin precedentes.

4. La modernización y la bancarrota del fisco. ¿Qué hizo tan dramática la crisis fiscal de la segunda mitad de la década de 1870? Básicamente las políticas expansivas -fuertemente deficitarias- implementadas por el sector público desde fines de la década de 1850; por lo tanto, fue esa estrategia de financiamiento la que generó los factores que más tarde ejercerían una fuerte presión sobre las finanzas públicas y, eventualmente, sobre la moneda.

Las iniciativas

emprendidas por el Estado, sobre todo en el ámbito de la infraestructura, demandaron considerables recursos y si como se ha indicado, desde mediados de la década de 1860 el gasto había comenzado a crecer en forma autónoma respecto del ingreso; entre 1870 y 1877

las cuentas fiscales arrojaron siete déficit, cinco de ellos

consecutivos. Hacia 1876 el gobierno había invertido un total de £5.912.162 sólo en ferrocarriles - suma que representaba el 87,1 por ciento de la deuda externa, el 69,1 por ciento de la deuda pública y el 96,2 por ciento del valor de las exportaciones de 78

ese año- además de otras £1.822.976 en varias obras públicas y armamentos.

Son varios los factores que contribuyen a explicar que el gasto haya sido uno de los componentes más complejos del proceso de crecimiento y modernización entre fines de los años cincuenta y la medianía de la década de 1870.

Algunos

corresponden a la esfera propia de los problemas que implica el financiar la

77

. Hay to Salisbury, Commercial No. 14, 12.VIII.1878, FO16/198. Comentarios similares a los del Cónsul Hay se encuentran también en la correspondencia de casas comerciales británicas. 78 . Datos en MH 1876, pp. XV, XXIV; también el Ministro señaló que el servicio de la deuda pública comprendía el 26,5 por ciento del gasto público, p. XXV. 345

modernización en una economía pequeña y atrasada, mientras que otros, tal vez los de mayor trascendencia, pertenecen al terreno de la economía política, es decir están vinculados a las opciones y decisiones de los grupos de poder en cuanto a la forma de financiar aquél proceso.

Los requerimientos derivados de la creciente inserción a la economía internacional crearon demandas cualitativas y cuantitativas nuevas para las economías tradicionales que, además de ser pobres, carecían de suficiente capital acumulado y de mercados de capital, los que, de existir, eran muy limitados y no estaban ni diseñados ni tenían la capacidad para financiar proyectos que requerían de importantes inversiones, algunas de ellas a largo plazo.

Por otra parte, debe

considerarse la ausencia de una clase empresarial numerosa, fuerte y capaz de tomar como propias aquellas demandas; esto hizo aún más complejo el desarrollo de las nuevas tareas. En otras palabras, el sector privado no tenía la capacidad ni la disposición para enfrentar los desafíos de la modernización, en tanto que, en cuanto a recursos, el sector público adolecía de limitaciones estructurales.

El primero no

estuvo dispuesto o no tuvo la capacidad para desarrollar las obras públicas, el transporte y las comunicaciones en la zona central, y forzó al gobierno a asumir dichas tareas y, por lo tanto, a generar los recursos con los cuales financiarlas. Un ejemplo ilustrativo de esto fue la construcción de la red ferroviaria del valle central para lo cual originalmente fueron formadas empresas mixtas por el Estado e inversionistas privados. Sin embargo, en ambos casos los últimos se marginaron y obligaron al primero a tomar el control total de ellas.79 En cuanto a otros proyectos de infraestructura, la participación privada también fue insignificante.

Como los ingresos corrientes eran limitados, las fuentes alternativas escasas y los “latifundistas, los industriales y la mayoría del sector servicios, todos los cuales

79

. Robert B. Oppenheimer, "National Capital and National Development: Financing Chile's Central Valley Railroads", en Business History Review, vol. LVI, No. 1, 1982, pp. 54-75. Véase también su "Chilean Transportation Development: The Railroads and Socio-Economic Change in the Central Valley, 1840-1885", tesis doctoral inédita, University of California, Los Angeles, 1976, especialmente capítulos I y II., 346

podían pagar” impuestos decidieron no hacerlo,80 las opciones se redujeron a los “ingresos extraordinarios” o endeudamiento. Tanto el Congreso como el gobierno contaban con la existencia de esta alternativa, pues, desde mediados de la década de 81

1850 el mercado financiero de Londres comenzó nuevamente a exportar capital,

y

como la balanza comercial del país arrojaba saldos positivos, el acceso a aquél estaba asegurado.

A partir de entonces, la actitud dominante en materias de

financiamiento fiscal puede ser resumida en las palabras del

diputado Vicente

Sanfuentes, quien dictaminó que

lo que deberíamos hacer es recurrir al crédito nacional, pedir prestado, antes que imponer contribuciones.82

La mayoría de la elite adhirió con entusiasmo a tal propuesta, a tal punto que, entre 1858 y 1879, el gobierno contrató diez empréstitos internos por un total de £3.548.198, mientras que entre 1866 y 1873, en Londres se contrataron préstamos 83

por £6.397.400.

Si bien es cierto que, como lo señaló el Ministro Plenipotenciario

británico en Santiago en 1875, esos préstamos fueron destinados a obras de infraestructura que tuvieron un impacto muy positivo sobre la producción y circulación, también fue acertada su opinión de que el ritmo de endeudamiento fue muy intenso y que había llegado el momento de prestar atención a la reforma del anticuado sistema 84

fiscal con el fin de hacer frente a las obligaciones que demandaba la deuda.

Pero

esto era muy difícil, sino imposible, pues tal cual Luis Bonaparte en Francia, el liderazgo chileno había hecho suya “la ciencia financiera del lumpemproletariado, lo mismo del distinguido que del vulgar: regalar y recibir prestado”.85

80

. Mamalakis, The Growth, p. 22. . Leland H. Jenks, The Migration of British Capital to 1875 (New York, 1927), pp. 173-192. 82 . CD. SO., 8.VI.1868. 83 . MH 1862-1879. Council of Foreign Bondholders, Report of the Council of the Corporation of Foreign Bondholders for the Year 1876 (London, 1876), p. 69, Ms. 15.478. Rumbold, "Report on the...", pp. 345-346. 84 . Rumbold, “Report”, p. 346. 85 . Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Buenos Aires, 1976), p. 72. 347 81

Una estrategia financiera de esa naturaleza conllevaba altos riesgos. Uno de ellos fue la gran presión que el servicio de la deuda ejerció sobre las finanzas públicas llegando a absorber, en promedio, el 29 por ciento del gasto entre 1861 y 1879, con un máximo de 43,7 por ciento en 1877.

Como porcentaje del valor de las

exportaciones, a lo largo del período 1860-1879 las obligaciones externas representaron el 6,6 por ciento y en el quinquenio 1875-1879 llegaron al 8,9 con un máximo de 13,4 por ciento en 1877.

Mientras el sector externo funcionó

óptimamente, esas obligaciones no constituyeron mayor problema; pero una alteración menor era suficiente para poner en jaque a todo el diseño. De tal manera, cuando en 1873 se desató la recesión internacional de vastas proporciones, la política fiscal chilena entró en una crisis profunda que llevó al sector público a situaciones complejas y de difícil resolución.

Aunque parezca paradojal, dada la forma en que se generó la política de financiamiento de la actividad pública a partir de fines de la década de 1850, en la década de 1870 el nivel de gasto y las demandas del servicio de la deuda proveyeron 86

a sectores del Congreso con elementos para criticar al gobierno y su a política fiscal.

También desde el sector privado se responsabilizó al Ejecutivo; según el agente en Valparaíso de Antony Gibbs & Sons, era el volumen del gasto del gobierno y no su errónea administración, lo que había creado el déficit que había sido cubierto “con 87

préstamos de los bancos locales a una alta tasa de interés”.

Un sector de la prensa, en cambio, fue más equilibrado en su dispensa de responsabilidades, las que de tiempo en tiempo las prodigó tanto al Congreso como al Gobierno. En 1872, El Mercurio en un editorial acusó a ambos de compartir la responsabilidad de haber llevado al país en materia de gasto público a un “pleno día de alborozo y munificencia”.

No dejaba de llamar la atención del editorialista la

transformación que había experimentado el estado chileno: “ayer económico, avaro 86

. Véase, por ejemplo, CD. SE., 12 y 24.XI.1870 y 1 y 4.XI.1871. CD. SO., 4, 8 y 20.VI.1873. CS. SO., 2 y 4.VI, 12 y 17.VII.1876. 87 . AGA., Valparaíso to London, Nº 33, 12.VIII.1878, Ms 11.470/2. 348

hasta la sordidez, y hoy despilfarrando y ostentoso hasta la impertinencia”.

La

responsabilidad era compartida, según el diario, que terminaba su comentario con un llamado de atención:

Oportuno sería que tanto el guardián del tesoro público como los señores diputados que han dado en la flor de la grandiosidad con la bolsa ajena, se constriñesen un tanto para que su inconsciente largueza no produzca el efecto contrario, es decir, la carencia de recursos con que atender a las necesidades de primer orden.88

Y en efecto, algunos años más tarde en una poco feliz víspera de Navidad, el Presidente de la República escribió en su diario personal: “el día menos pensado nos veremos en la imposibilidad de pagar empleados o hacer el servicio de la deuda”.89 Y así ocurrió pocos días después, pues a mediados del mes de enero de 1879 el pago del interés de la deuda que vencía el 31 de diciembre no había sido efectuado y 90

no había “dinero para pagar los salarios de los empleados”.

La controversia que enfrentó a Gobierno y Congreso, a propósito de los problemas del manejo de las finanzas públicas, dejó un legado de interesantes pronunciamientos. Los diputados de la oposición fueron particularmente severos en juzgar el manejo financiero del gobierno describiéndolo como errado, irresponsable, e inspirado sobre concepciones falsas; por su parte, algunos miembros del Senado llegaron a afirmar que la política seguida llevaría al país “a la ruina, a la bancarrota”.91 Las respuestas del ejecutivo, en tanto, se inspiraron en algunos principios enunciados por Melchor Concha y Toro en su Memoria de Hacienda en 1869. Según ellos, era legítimo financiar el gasto mediante la contratación de préstamos y, por lo tanto asumir su servicio, en la medida en que dichos recursos contribuían al desarrollo 88

. . 90 . 91 . 89

El Mercurio, 6.XII.1872, editorial "El fisco convertido en lluvia de oro". Aníbal Pinto, "Apuntes", 24.XII.1878. AGA., Valparaiso to London, Private No.5, 14.I.1879, Ms 11.470/3. Senador Marín en CS. SE., 27.X.1872. Un antecedente en CD. SO., 20.VI.1872. 349

del país. El problema nuevamente se planteaba en el nivel de la economía política. Según Concha y Toro, el desarrollo de las naciones implicaba “el compromiso del porvenir, porque las grandes obras originan desembolsos que exceden el monto de los recursos ordinarios. Por ello -afirmaba el Ministro - [era] de suponer que estaba muy lejos el día en que las naciones que no renuncian al progreso se desprendan por 92

completo de las deudas que gravan el tesoro público”.

Ante las crecientes críticas a su gestión en el Congreso, la respuesta de los ministros de Hacienda fue elocuente y directa. Eulogio Altamirano, respondiendo a cargos que se le hicieron en la Cámara de Senadores, desafió los llamados a la moderación con relación al gasto manifestando que

Indudablemente su Señoría [Senador Marín] tiene mucha razón cuando nos recomienda la prudencia en el empleo del crédito. Sin embargo, la prudencia no se puede llevar a tal punto que nos condenemos a no hacer nada de lo que urgentemente exige el estado del país. Esas (inversiones) serán también otras apelaciones al crédito. Por eso digo que siendo muy cierto que nuestros recursos son escasos, siendo muy pesada nuestra deuda, sin embargo, o decimos adiós a todo adelanto cuya realización imponga un gasto o tendremos que apelar al crédito, puesto que los recursos ordinarios apenas bastan para los gastos ordinarios.

Sin el crédito, no hay ferrocarriles, no hay buques para

nuestra marina, no hay quien concluya los almacenes fiscales ni el edificio del Congreso; no hay puentes para nuestros ríos; no hay 93

ninguna obra.

Un año más tarde, el Presidente de la República, Federico Errázuriz Zañartu, se encargó de informar al Congreso que el conjunto de obras públicas en que se

92

. MH 1869, p. XXI, . CS. SE., 27.X.1871.

93

350

hallaba empeñado el gobierno -ferrocarriles, almacenes fiscales de Valparaíso y edificios públicos en Santiago- demandaba, para el año fiscal 1872 recursos por cerca 94

de £2.316.602, los que era “necesario tomar a préstamo”.

El tono de la crítica al gobierno llegó a niveles desconocidos y llevó finalmente al Ministro de Hacienda a declarar que: “El gobierno, no puede negarlo, ha acometido en los últimos años grandes obras, más grandes que las que sus fuerzas le permitían acometer; es un hecho que debo confesarlo con toda franqueza: nos hemos empeñado en obras para las cuales nuestros recursos no eran suficientes”. Para el Ministro Ramón Barros Luco en 1878, la contratación de préstamos era algo inevitable si se deseaba atender adecuadamente los requerimientos que el vínculo más estrecho con la economía mundial imponía al país.

De allí también, los

problemas de las finanzas públicas. En todo caso, los representantes del gobierno buscaron delimitar responsabilidades y en más de una ocasión, el Ministro de Hacienda acusó a los miembros del Congreso de aumentar los gastos propuestos por el gobierno “de una manera extraordinaria”, sin atender a los ingresos. De paso enunciaron medidas correctivas para eliminar el déficit, en una forma que provocó airadas protestas de los miembros de ambas Cámaras: disminución del gasto y aumento de las tasas de los impuestos vigentes. Ello, si el Congreso continuaba aumentando los gastos.95

Sea cual fuere el origen de la política que implicó el fuerte aumento en el gasto a partir de fines de la década de 1850, es claro que las responsabilidades en su diseño e implementación son atribuibles en forma compartida al Gobierno y al Congreso. Dichas instituciones no eran más que instancias en las que se expresaban abiertamente los principios y actitudes de la mayoría de la elite frente a los problemas que la modernización planteaba, en forma creciente, a la formulación de la política económica. En otras palabras, la preferencia mostrada por los sectores dirigentes a

94

. Congreso Nacional, Sesión de las Cámaras Unidas; Discurso de S.E. el Presidente de la República, 1.VI.1872. . CD. SO., 15.VI y 17.VIII.1875. 351

95

financiar los gastos corrientes con impuestos indirectos, y de recurrir en forma activa al endeudamiento, fue una decisión social y política que no hizo otra cosa que reflejar la renuencia de aquellos sectores a comprometerse con el financiamiento de la modernización. La escasa oposición a ese diseño correspondió a grupos de interés penalizados por la elite, es decir aquellos menos vinculados a los centros de poder y, por lo tanto, con menos fuerza para influir en la formulación de la política económica. Esas tensiones no estuvieron ausentes en los conflictos que en la década de 1850 derivaron en las guerras civiles;96 y fue sólo a través de la paulatina incorporación de esos sectores a las instancias de decisión y resolución de conflictos -las instituciones políticas- que durante la crisis de la década de 1870 algunas de ellas fueron resueltas.

Un resultado a mediano plazo de la estrategia de financiamiento del sector público fue la generación de problemas de balanza de pagos que, eventualmente, derivaron en fuertes presiones sobre la moneda. El servicio de la deuda causó un importante drenaje de reservas metálicas, necesarias para cubrir los déficit en la cuenta de capitales del país. También obligaron al gobierno a recurrir al sistema bancario nacional en búsqueda de recursos con los cuales atender sus necesidades financieras y manejar el gasto corriente. Hacia 1876, los efectos de esa política amenazaron por primera vez la estabilidad del peso, que ese año experimentó una devaluación de 8 por ciento respecto de su valor promedio en 1875, y de 11,3 por ciento respecto de su valor promedio durante el quinquenio 1870-1874. Fue la primera oportunidad en que se registraron problemas serios con relación al tipo de cambio y, su gravedad fue tal, que 97

se llegó a aseverar que “el billete de curso forzoso estaba a la vista”.

96

. Zeitlin, pp. 38-39. . The Chilian Times, 23.VII.1876. AGA., Valparaíso to London, Private No. 17, 1.VIII.1876, MS 11,470/1. Dos años habrían de transcurrir para que ello se verificara. 352

97

Gráfica V-10. Evolución del tipo de cambio 1850-1879 (pesos por libras esterlinas). 8,0 7,0 6,0 5,0 4,0 3,0 2,0 1,0 0,0

Fuente: D' Ottone y Cortés, pp. 1.102-1.104; Cuadro / en Apéndice de este capítulo.

Sin embargo, tampoco todos los problemas que amenazaron el valor del peso pueden ser atribuidos a la presión representada por el servicio de la deuda sobre la balanza de pagos. A partir de 1874, se sumaron a ella los fuertes déficit en la balanza comercial los cuales, como se explicó anteriormente, también fueron saldados a través de la exportación de oro y plata. Esas exportaciones provocaron una fuerte reducción en la masa monetaria, y en particular de las reservas metálicas de los bancos. También el representante de Antony Gibbs & Son en Valparaíso fue de la opinión que, en julio de 1876, había existido una alta probabilidad de que los bancos se enfrentaran a la imposibilidad de responder a las demandas de sus clientes, y que era muy probable que se recurriera a sus disminuidas reservas para hacer nuevos envíos a Europa. “De continuar esta sangría de los bancos -concluía su informe98

pronto se agotará su reserva metálica”.

El 31 de mayo de 1876 las reservas metálicas del sistema bancario alcanzaban tan sólo al 8,5 por ciento de sus obligaciones, y en el mes siguiente cayeron al 6,4 por ciento.99 La tendencia continuó, en la medida en que en los dos años siguientes se agravaron los problemas de las balanzas comercial y de pagos,

98

. Ibid, Valparaíso to London, Private Nº 20, 1.IX.1876, Ms 11,470/1. . Los balances de los bancos se encuentran en MH 1876, anexos. 353

99

las que aumentaron la necesidad de exportar oro y plata. Sin embargo, el detonante que desató la crisis final del peso fueron los crecientes problemas fiscales, los que llegaron a su punto culminante a mediados de 1878. En junio de ese año el Ministro de Hacienda enfrentó la ineludible necesidad de tomar un préstamo con nueve de los once bancos existentes. Esos recursos fueron destinados a cubrir necesidades de gasto corriente y remisiones al extranjero y, a cambio de ella, los bancos recibieron autorización para emitir billetes por cuatro veces el monto prestado, v.g. £1.666.667.100

Esta operación aumentó la

incertidumbre acerca de la solidez del sistema bancario y, en los primeros días del mes de julio derivó en un creciente retiro de depósitos que a mediados del mes adquirió las características de una corrida de bancos; esta dejó al descubierto el precario nivel de las reservas metálicas. En importante medida la fragilidad del sistema bancario llegó a su punto de máxima tensión debido, entre otros factores, a las prácticas que les permitió la legislación de 1860, lo que hizo posible "las poco sanas relaciones entre el gobierno y los bancos", las que, según el mecanismo descrito, presionaron fuertemente a las 101

Ya en 1866, con ocasión de la guerra con España, el gobierno

reservas metálicas.

contrató un préstamo por £881.359 con un grupo de cinco bancos; a cambio de ello, se decretó la inconvertibilidad de los billetes emitidos por las instituciones contratantes, por once meses, y se les otorgó el privilegio exclusivo de que sus billetes fueran recibidos en todas la oficinas fiscales por su valor nominal por un 102

período de 22 años.

Hasta entonces el gobierno había exigido el estricto

cumplimiento de las disposiciones de la Ley de Bancos para hacer posible la convertibilidad. Sin embargo, con esta medida se legitimó el uso del papel moneda, y los bancos respondieron rápidamente a la demanda aumentando 3,8 veces la cantidad de billetes en circulación en los siguientes diez años103 A mediados de 1876, desde Gran Bretaña un buen conocedor de Chile, su

100

. . 102 . 103 . 101

Frank W. Fetter, Monetary Inflation in Chile (Princeton, 1931), p. 27. Ibid., p. 24. René Millar, Políticas y Teorías Monetarias en Chile. 1810-1925 (Santiago, 1994), pp. 122-123. Cuadros IV y VI 354

economía, su sistema bancario y sus banqueros, escribió: El problema que más nos preocupa es el estado de la banca, especialmente el del Banco Nacional de Chile, pues puede afectar las relaciones comerciales exteriores del país... siempre tuvimos la impresión que las emisiones del banco estaban aseguradas en metálico en forma definitiva y amplia. Ahora encontramos que esto no es así. Todo el oro se ha ido, también algo de la plata, y respecto de esta última también existía el temor de que fuese exportada.104 En enero de 1877, después de una mirada “a la hoja de balance del Banco Nacional, fechada 30 de junio último...”, Stephen Williamson manifestó no sentirse “muy cómodo acerca de la posición del banco o del método con que desarrolla sus funciones.

El sistema parece lleno de peligros y puede arruinar al país por un

105

tiempo”.

Los temores de Williamson tardaron dieciocho meses en convertirse en dramática y agobiante realidad. En efecto, al 30 de junio de 1878, el balance de los bancos mostró un nuevo deterioro de su situación de reservas metálicas; las cuales, a esa fecha, habían descendido al 3,5 por ciento de sus obligaciones.106 La tensión financiera llegó a tal punto, a mediados de julio, que el propio Presidente Aníbal Pinto estimó pertinente registrar su desenlace: El 19 del presente [julio] vino a verme don Melchor Concha y me dijo que tenía encargo de los Directores del Banco Nacional de Chile [el cual Concha presidía] de revelarme la angustiosa situación en que se encontraba dicho establecimiento. Me expuso que, en pocos días, la reserva metálica se había reducido a poco más de $400,000 [£66.007]; el treinta de junio la suma de depósitos y billetes en circulación del banco ascendía a $17.570.160, [£2.899.366]. Y que, por efecto de algún pánico que había en la plaza, temían siguiera la demanda de numerario hasta poner el banco en situación de no poder hacer frente a sus compromisos. Además del pánico, contribuía también

104

. BW., Williamson to McCulloch, Liverpool 25.VIII.1876; Williamson letter-book Nº2. . Ibid., Liverpool. 31.I.1877, Williamson letter-book Nº 3. Williamson Balfour & Co. de Valparaíso era dueño de importante número de acciones, 18 por ciento, del Banco Nacional. 106 . MH 1879, p. XXIII. 355 105

la extracción de numerario para el extranjero por falta de retornos. Me dijo Concha que había llegado el caso de pensar en la inconvertibilidad de los billetes, pero que un arreglo entre los bancos podía todavía retardar esta medida. Me pidió estimulase al Ministro de Hacienda para que influyese con el fin de procurar ese arreglo y que convocase a los gerentes de banco con el 107

mismo fin.

Al día siguiente, y tan pronto el Presidente llegó a su oficina, fue informado por el Ministro de Hacienda, Augusto Matte, de que la situación de los bancos, especialmente la del Nacional, era tal, que sólo podía evitarse su colapso declarando inconvertibles los billetes. Pocos momentos después se les reunió Melchor Concha quien informó que el arreglo entre los Bancos, de que había hablado el día antes, ya no era suficiente y que era necesario proceder a declarar la inconvertibilidad de los billetes. Matte había realizado consultas con el influyente Antonio Varas, el que estuvo de acuerdo en que frente a la situación del Banco Nacional y de algunos otros, la declaración de inconvertibilidad era necesaria para salvar al país del cataclismo financiero que se produciría si el Banco Nacional, y tras él los otros establecimientos de crédito, se veían obligados a cerrar sus puertas. Un par de horas más tarde otro destacado e influyente personaje, Rafael Sotomayor, visitó al Presidente portando "un parte del gerente del Banco Nacional en Valparaíso" al Directorio del banco en Santiago, en el que se decía que la situación era tan apremiante que se hacía 108

necesario tomar en ese mismo día la medida de la inconvertibilidad.

En sus “Apuntes”, el Presidente Pinto describió con un dejo de amargura las negociaciones realizadas desde las 12:30 del domingo 21 de julio hasta las 02:00 del día siguiente, - entre sus cinco ministros, Antonio Varas, José Besa (Gerente del Banco Nacional) y Jorge Ross (Gerente del Banco A. Edwards y Compañía). Al final de ellas el grupo convino los términos de un proyecto de ley que se presentó al Congreso el día siguiente. Según el Presidente al día siguiente se reunieron en casa 107

. Aníbal Pinto, 28.VII.1878; pp. 339-340. El relato de los acontecimientos de esos días se hace en base a estos "Apuntes". 108 . Ibid. 356

de don Melchor Concha, éste con don Augusto Matte, Ross, Edwards [Agustín] y Besa con el objeto de redactar el proyecto de ley. El Consejo de Estado estaba convocado de antemano para tratar de otros asuntos y Matte pudo presentarle el proyecto de ley acordado. El Senado debía sesionar ese día, y después de tratar los asuntos en tabla, el Vice-presidente, Alejandro Reyes, pidió sesión secreta para asuntos especiales. En ella se sometió el proyecto de ley a consideración de la sala y fue aprobado por unanimidad. Inmediatamente después de aprobado en el Senado, el Presidente de la Cámara de Diputados, Melchor Concha, citó a ésta para discutir asuntos urgentes a las 8 de la noche. Según el Presidente de la República, los diputados asistieron creyendo, los más, que se trataba de algún incidente relacionado con los problemas diplomáticos que por esos días se vivían con Argentina, y después de reunidos se constituyeron en sesión secreta. La discusión fue larga y la sesión duró hasta las dos de la mañana. A las 09:30 del día siguiente se reunió el Consejo de Estado, prestó su acuerdo, y antes que abriesen los Bancos, la ley estaba promulgada. Con algo de candidez el Presidente de la República concluyó su recuento de ese día escribiendo Fue fortuna y mucha casualidad la rapidez con que se dictó esta ley y que el público no hubiera advertido de que se trataba de ella. De otro modo, los 109

Bancos habrían tenido que cerrar ese día.

Según la versión oficial de la sesión de la Cámara de Diputados, el Ministro de Hacienda planteó la medida de declarar el curso forzoso y la inconvertibilidad de los billetes de banco como inevitable y que el Gobierno se veía obligado a presentar el proyecto “para su aprobación por el Congreso”.110 Culminaba así un período de tensiones financieras que se prolongaba ya por más de dos años, y si al promulgarse la ley algunos diarios titularon que el pánico financiero barría el país, otros, menos entregados a las sorpresas, pusieron los últimos sucesos en una perspectiva más real; según esta visión no había lugar para

109

. Ibid. . CD.SE., 22.VII.1994.

110

357

darse por sorprendido ¡El billete inconvertible ha llegado finalmente!

Hay gente que dice estar

sorprendida, pero la sorpresa debe ser no que ha llegado, pero que ha tomado tanto tiempo en llegar. Apareció muy claramente hace un poco más de dos años y, a veces en forma muy clara otras menos, nunca dejó el horizonte. Sin 111

embargo, aquí está y la pregunta debe ser como deshacerse de él.

Pero ni para el gobierno ni para los banqueros había tiempo para especular acerca del futuro de los billetes inconvertibles.

La promulgación de la ley de

inconvertibilidad creó nuevos problemas. En primer lugar, considerable alarma e inseguridad frente a un escenario financiero que genero desde varios ángulos era descrito como crítico. En segundo lugar, se inició una fuerte presión sobre el peso, el que inició un fuerte proceso de devaluación. Asimismo los problemas continuaron presionando al sistema bancario, pues a los bancos

de Valparaíso y de

Concepción, que no habían participado del préstamo al gobierno en el mes de junio, no les fueron concedidos los beneficios de la ley del 23 de julio y, a partir de ese momento, ambos se vieron obligados a canjear sus billetes en moneda metálica, con 112

lo cual experimentando una severa reducción en sus reservas.

Sin embargo, legislación suplementaria, promulgada a comienzos de septiembre, rescató a ambas instituciones, al mismo tiempo que completó la legislación relativa a los billetes de banco. De acuerdo con ella, los billetes de ambos bancos fueron declarados inconvertibles, y todos los billetes del sistema adquirieron esa calidad hasta el 1 de mayo de 1880, al tiempo que se estipuló que desde el 30 de 113

junio de 1879 los bancos retirarían mensualmente el 5 por ciento de su emisión.

Finalmente, los billetes inconvertibles fueron declarados moneda legal para el pago de cualquier clase de deuda, aun cuando éstas hubiesen sido contraídas antes del 23 114

de julio y, específicamente, declarados pagaderos en moneda metálica. 111

. The Chilian Times, 3.VIII.1878. Sobre este tema, volviendo a Marx, su planteamiento es que "no basta con decir, como hacen los franceses, que su nación fue sorprendida. Ni a la nación ni a la mujer se les perdona la hora de descuido en que cualquier aventurero ha podido abusar de ellas por la fuerza", El dieciocho..., p. 22. 112 . Sus balances mensuales en MH 1878, Anexos. 113 . Ello no ocurrió debido al estallido de la guerra contra Bolivia y Perú en abril. 114 Anguita, vol. II. 234, et seq. 358

El impacto de la declaración de inconvertibilidad y curso forzoso sobre la moneda y otras variables fue dramático. El peso experimentó un fuerte proceso de devaluación con relación a la libra esterlina; en relación con su valor durante el primer semestre de 1878, cayó en 6,8 por ciento en agosto y en 9,3 por ciento en septiembre. En octubre se estabilizó, y en noviembre y diciembre experimentó una leve recuperación, pero respecto de 1877, la cotización promedio cayó en 6,1 por ciento. El proceso de devaluación continuó con vigor en 1879, en que el peso cayó 20 por ciento respecto de su valor promedio en 1878.115 La "crisis del peso" -como se denominó en aquellos días el episodio- derivó en reacciones diversas. A pesar de que la ley del 23 de julio evitó un caos financiero, muchos vieron en ella un robo un legal y reaccionaron en forma airada. Los bancos habían aceptado moneda metálica en depósito y ahora sólo podían ofrecer a sus clientes billetes de dudoso valor y origen.

Sin embargo, algunos contuvieron su

irritación temerosos de que se desatara un estallido de violencia, pues no en vano circuló por Santiago un panfleto que denunció la ley de inconvertibilidad como una medida producto de los manejos de “los mandos del poder”, a la vez que anunciaba que a ella seguiría más opresión, "antes que tal suceda", la hoja llamaba: “A las 116

armas chilenos. La hora ha llegado”.

La elite, sin embargo, no experimentó una ruptura mayor cuando llegó el momento de abandonar la convertibilidad. Por el contrario, podría argumentarse que, enfrentado a un dilema crucial, el grupo dirigente no tuvo mayor inconveniente en abandonar dos consensos básicos. En primer lugar, el padrón metálico, pues ello representó una ruptura con postulados referidos a materias monetarias fuertemente afincadas en el pensamiento económico vigente. En segundo lugar, el rescate de los bancos por parte del Estado constituyó un rompimiento mayúsculo con los fundamentos liberales que inspiraban e informaban las decisiones fundamentales en 117

cuestiones de política económica.

115

De acuerdo con aquellos principios, y el propio

. Con datos de Subercaseaux, p. 198, y D' Ottone y Cortés, pp. 1.102-1.104. . El Constituyente, 5.VIII.1878, citando Los Tiempos, en William F. Sater, "Chile and the World Depression of the 1870s" en JLAS, vol. XI, part 1, 1979, p. 84. 117 . En las palabras de un importante funcionario frente al rebrote de las tendencias proteccionistas: "Nosotros 359 116

texto de la ley de 1860, los bancos deberían haber quebrado, con lo cual se hubiese 118

producido un reordenamiento “natural” del sistema y su saneamiento.

Pero ese era

un precio demasiado alto a pagar, pues en un sistema bancario competitivo, cuando un banco de grandes dimensiones enfrenta la posibilidad de una “corrida”, la reacción de los clientes y del resto de las instituciones tiende a empeorar las cosas, proyectándose la “corrida” a la totalidad del sistema. En tal caso, como en julio de 1878 en Chile, la autoridad debió actuar como un banco central de facto y como “un prestamista de último recurso”, y al hacerlo, si bien acentuó la inestabilidad cambiaria, evitó mayores males para la actividad económica en su totalidad.119 Pero, ¿qué llevó a tan dramático desenlace?

Sin duda que los factores

externos -caída de los precios de los principales productos de exportación y la fuga de oro- tuvieron un efecto negativo decisivo sobre el sistema fiscal. Pues mientras

los

retornos [de las exportaciones] eran suficientes para cubrir no sólo el costo de las importaciones, sino también la muy considerable suma que el gobierno tenía que remitir anualmente para el servicio de la deuda externa -algo cercano a £600.000 anuales todo anduvo bien. Pero las malas cosechas del año, el bajo precio del cobre y el fin del comercio del nitrato [en Valparaíso],...altera[ron] el curso de los acontecimientos y llevaron la tasa de cambio a un nivel tan bajo que permitió [una mayor] exportación de moneda en forma ventajosa. Consecuentemente hubo tal drenaje de reservas de los bancos que su posición se tornó absolutamente peligrosa en la medida en que sus reservas, siempre reducidas, llegaron a tan bajo nivel en un breve tiempo, que no 120

podrían haber canjeado sus billetes y deberían haber cerrado sus puertas.

En todo caso, si bien los factores externos tuvieron una incidencia fundamental en la creación de problemas financieros para el gobierno, también la tuvieron los de orden interno; fundamentalmente, la fuerte política de endeudamiento público, en hemos optado por este segundo sistema, el libre cambio. El nos ha dado excelentes resultados hasta aquí y no diviso razón alguna para desviarnos de esos principios"; Memoria del Superintendente de Aduanas [Juan Agustín Montiel], 1876, p. 23, en MH 1876, anexos. 118 . Hurtado, "La economía...", p. 48. 119 . Agustín Llona, “Chilean Monetary History, 1860-1925. An Overview”, en Revista de Historia Económica, vol. XV, Nº 1, 1997, pp. 129-130. 360

cuya generación el conjunto de la elite tuvo un rol decisivo, ya desde el gobierno, el Congreso o los bancos. Pocos días después que se declarasen inconvertibles los billetes de banco, un informe comercial privado señalaba uno de los principales elementos que contribuyeron a crear lo que a final de cuentas derivó en una situación insostenible: El gasto del gobierno (a través de una mala administración, más que cualquier otra cosa) ha excedido su ingreso y los déficit de los últimos años han sido cubiertos con préstamos de los bancos locales a una alta tasa de interés; en efecto, el servicio de la deuda externa puede decirse que ha sido hecho ya por algún tiempo con préstamos internos contratados con ese propósito y la diferencia en el interés tiene que haber sido un elemento considerable en el déficit.121 Ello inició la disminución de las reservas metálicas en 1876. Después de un leve repunte en 1877, estas llegaron a su nivel histórico más bajo a mediados de 1878. En ese momento el rumor acerca de la probable incapacidad de los bancos para canjear sus billetes por oro se esparció por Valparaíso y Santiago y los clientes comenzaron a retirar sus depósitos, en particular los del Banco de Chile. En junio de ese año, cuando las reservas metálicas del sistema cayeron al 7,6 por ciento de la suma de billetes en circulación más los depósitos, se desató un pánico que no pudo ser enfrentado de acuerdo con las normas vigentes.

En ese momento, la

“inconvertibilidad” se hizo inevitable. Pero, como se recordará, por esos mismos días el Congreso discutía una iniciativa gubernamental que buscaba introducir un cambio importante en la estructura del ingreso público a través de la creación de dos nuevos impuestos. No obstante, ella fue sistemáticamente bloqueada por la mayoría de ambas cámaras. En otras palabras, se ratificó en esa coyuntura crítica, a través de una decisión política, una práctica tradicional a pesar de los evidentes riesgos que ella implicaba: no hubo voluntad para adoptar nuevas políticas. Es allí donde radica el meollo de los orígenes

120

. AGA., Valparaíso to London, Nº 33, 12.VIII.1878, Ms 11.470/2 . Ibid. 361

121

de la crisis financiera de 1878. En este sentido, la comunidad comercial y financiera extranjera de Valparaíso fue unánime en su parecer de que la promulgación de las medidas tributarias que afectaban "a las clases acomodadas con el fin de satisfacer las necesidades del gobierno" hubiesen cubierto las más urgentes necesidades de éste, y, más importante, con ese tipo de decisiones se habría generado más confianza en que la situación mejoraría. Sin embargo, se apreciaba que no existía mucha disposición manifiesta “para hacer sacrificios”, y auguraban “mucha desilusión con relación al ambiente en que debían continuar realizando su actividad en Chile".122 Según el Cónsul británico en Valparaíso, la reticencia del Congreso a dotar al gobierno con fuentes de ingreso que le permitiesen evitar un mayor endeudamiento mientras más era considerada, peor aspecto ofrecía, sobre todo en la medida en que se examinaba la composición del Congreso; de eso se infería que el rechazo del proyecto, “honestamente presentado con el propósito de cubrir el déficit y para mantener el crédito del país”, se debía a que se objetaba una ley que les afectaba personalmente. Sólo era posible concluir que “tal cuerpo representativo contiene el elemento, o espíritu, que no tendrá dentro de pronto, problema alguno en repudiar las obligaciones financieras de la nación".

123

En ese sentido, cuando en febrero de 1879 el gobierno suspendió el pago de la amortización de la deuda externa y se temió la suspensión de los pagos del interés, el mismo funcionario comentó que La opinión de los extranjeros aquí es unánime en que Chile puede pagar todo perfectamente bien si así elige hacerlo y si el tiempo ahora mal gastado en discutir necedades en el Congreso fuese empleado en discutir las justas y apropiadas medidas tributarias, cuya necesidad es admitida por todos, menos por aquellos cuyos bolsillos afectarán principalmente y, quienes, para desgracia 124

del país, en su gran mayoría componen su legislatura".

Sólo en marzo de 1879 el Congreso accedió a promulgar, después de casi tres años de tramitación, los nuevos impuestos, los que dadas las rebajas ya señaladas 122

. Ibid., Valparaíso to London, Nº 39, 13.IX.1878, Ms 11.470/2. . Hay to Salisbury, Commercial, Nº 14, Valparaíso 12.VIII.1878, FO16/198. 124 . Pakenham to Salisbury, Commercial, Nº. 4, 24.II.1879, FO.16/203. 362 123

en sus tasas, tuvieron sólo un leve efecto sobre las finanzas públicas.

En realidad,

de aquella crisis "Chile fue salvado no por la improvisación fiscal sino por la sangre y 125

el fuego",

con el estallido de la guerra contra Bolivia y Perú tan sólo un mes más

tarde.

Sin embargo, el camino había quedado sembrado de estragos y ello fue inevitable, pues la única forma de haber evitado el camino seguido demandaba decisiones políticas fundamentales que tocaban una de las bases del poder social: las fortunas privadas. De allí el rechazo a nuevos tributos y la opción de financiamiento que, si bien lograron "sacar a Chile de la indolencia económica en que hasta entonces había vivido",126 contenía explosivas posibilidades como quedó de manifiesto en 1878. Esa situación también dejó en evidencia que si bien la política económica tradicional había sido adecuada hasta mediados del siglo, cuando el ritmo y calidad de la actividad económica cambió, como resultado de las demandas emanadas del inicio de la modernización, quedó al descubierto su insuficiencia. Y precisamente por no abrir espacio a las transformaciones en la política económica, los líderes de la nación si bien pudieron modernizarla en varios ámbitos, lo hicieron al precio de llevarla a una situación inédita desde el punto de vista de la capacidad del Estado para administrar el país.

En el contexto internacional de

mediados de la década de 1870, esa era una situación plena de peligros, tanto externos como internos. En más de un sentido, había llegado la hora de prueba para la joven nación chilena, la que a partir de 1874 vivió los años más complejos y difíciles de su corta existencia.

125

. Simon Collier, "From Independence to the War of the Pacific", p. 28, en Leslie Bethell (ed.), Chile Since Independence (New York, 1993). 126 . Edwards, Cuatro Presidentes, vol. II, p. 328. 363

APENDICE 1. Recaudación de Impuestos de Importación como porcentaje del total de los ingresos de Aduana Año 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

Porcentaje 81,7 78,4 87,9 89,9 90,9 90,9 90,8 90,3 95,8 96,8 96,8 95,2 95,1 93,9 92,2

2. Operaciones del sistema bancario (en libras esterlinas) Años

Reservas en metal

1860 1861 1862 1863 1864 1655 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873

34.578,9 256.461,3 106.404,2 202.749,9 137.560,9 113.848,9 863.606,4 608.730,4 635.703,6 405.465,6 460.271,9 677.928,5 898.946,7 825.294,0

Colocaciones 350.400,7 922.628,5 883.278,9 915.218,1 1.011.880,4 1.295.443,3 1.573.606,6 2.958.773,9 4.107.974,5 5.138.226,5 5.066.167,5 7.159.043,5 9.284.242,1 10.417.379,5 364

Capital 96.899,4 388.575,9 196.572,5 186.889,4 193.116,9 171.498,1 674.333,2 873.827,3 1.046.627,6 1.318.029,2 15.34003 1.999.936,4 2.473.065,8 3.405.177,8

Billetes en circulación 25.355,1 50.942,8 46.540,0 39.649,4 293.662,6 460.747,8 716.202,9 753.128,8 883.827,3 836.540,1 1.107.021,7 1.381.680,7 1.421.124,1

Depósitos 98.214,3 511.308,8 490.370,5 460.907,7 519.557,8 473.737,0 1.843.891,3 3.089.520,3 3.678.245,1 4.173.760,6 3.933.667,1 5.590.250,6 7.272.611,6 7.814.827,6

1874 1875 1876 1877 1878 1879

956.970,1 873.302,6 606.614,9 816.699,5 494.969,1 325.155,2

9.443.289,0 9.844.271,9 9.527.246,8 10.341.728,9 8.373.740,6 6.725.968,1

365

3.435.557,1 3.579.925,2 3.748.094,6 3.760.682,8 3.520.807,3 2.780.303,2

1.370.891,3 1.575.343,6 1.384.854,7 1.538.658,5 1.562.178,4 1.770.550,3

6.824.195,5 6.993.756,6 6.618.744,3 7.339.491,1 6.057.618,9 5.956.607,8

3. Deuda Publica 1850-.1880 (en libras esterlinas) Año 1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880

Deuda interna 315.817,88 313512,02 391528,35 398593,11 425127,92 449129,14 477329,47 495162,48 484877,92 469235,36 459982,33 420629,05 486046,97 1047141,47 1297989,48 2003126,34 2300834,76 2759727,49 2710660,08 3218815,93 3180940,87 3271516,09 3392571,24 3624134,7 3553056,13 3417203,28 3729290,2 4132841,51 4571587,79 5414081,98 7641529,86

Deuda externa 1.438.076,92 1392938,93 1363601,53 1362992,13 1267264,15 1236857,14 1191254,75 1.148.000,00 2556792,45 2520722,43 2354280,51 2338361,27 2300568,18 2103231,6 2076937,27 2483015,27 3293417,48 4906530,21 4659500,96 4478023,03 5267585,55 5161398,47 5046428,57 6840578,36 6604182,16 7299361,31 6524662,16 6517425,57 5883333,33 4796423,66 4487773,49

1

Deuda pública 1753894,80 1706450,95 1755129,88 1761585,24 1692392,07 1685986,28 1668584,22 1643162,48 3041670,37 2989957,79 2814262,84 2758990,32 2786615,15 3150373,07 3374926,75 4486141,61 5594252,24 7666257,70 7370161,04 7696838,96 8448526,42 8432914,56 8438999,81 10464713,06 10157238,29 10716564,59 10253952,36 10650267,08 10454921,12 10210505,64 12129303,35

4. Balanza comercial y balanza de pagos, 1850-1880 (en libras esterlinas)

1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880

Exportaciones

Importaciones

2.389.667,1 2.318.013,6 2.698.765,5 2.389.523,4 2.740.972,8 3.653.445,5 3.452.380,6 3.767.266,7 3.459.517,4 3.718.489,4 4.635.934,2 3.789.503,5 4.165.612,1 3.612.002,2 5.026.356,6 4.906.989,1 5.180.681,6 5.981.857,7 5.665.799,8 5.321.646,5 5.128.482,7 6.126.761,1 7.166.498,1 7.139.700,6 6.791.944,1 6.292.692,5 6.142.736,7 5.026.527,9 5.056.046,0 5.786.717,1 6.550.257,5

2.266.960,2 3.031483,2 2.940101,9 2.274349,6 3.288358,3 3.511102,3 3.765026,8 3.827993,9 3.431375,9 3.497272,6 4.038525,7 3.105458,9 3.262624,1 3.678189,8 3.481063,7 4.053621,4 3.642202,9 4.846680,9 4.959654,7 5.226913,2 5.365805,9 5.101892,7 6.690719,7 7.076199,1 7.141213,6 6.959398,9 5.961324,2 5.127690,5 4.161147,5 3.135434,4 3.882036,2

Balanza comercial

-

-

-

-

121.168,5 713.469,7 241.336,4 115.173,8 547.385,4 142.343,2 312.646,2 60.727,2 28.198,1 221.216,7 597.408,6 695.217,9 902.988,1 66.187,6 1545.292,9 853.367,8 1.538.478,6 1.135.176,8 706.145,1 94.733,2 237.323,2 1.024.868,4 475.778,4 63.501,5 349.269,5 666.706,4 181.412,2 101.162,7 894.890,8 2.657.472,4 2.668.221,4

.

2

Servicio deuda externa

98.907,5 96.624,1 97.573,4 101.530,1 107.006,60 98.318,1 95.755,9 97.088,6 97.537,2 96.866,7 165.910,4 170.923,7 199.453,9 200.413,8 197.029,9 201.640,7 231.132,8 400.908,8 432.033,4 429.732,1 348.532,3 428.697,1 412.910,2 450.793,5 559.328,3 570.375,4 574.977,9 675.506,5 415.157,8 247.532,9 162.595,9

Balanza de pagos

-

-

-

-

-

22.260,9 810.093,7 338.909,8 13.643,7 654.392,1 44.025,1 408.402,1 157.815,8 69.395,7 124.350,0 431.498,2 524.294,2 703.534,1 266.601,4 1.348.263,1 651.727,1 1.307.345,8 734.268,0 274.111,7 334.998,6 595.361,2 596.171,3 62.868,2 387.291,9 908.597,8 1.237.081,8 393.565,7 776.669,2 479.733,0 2.409.939,6 2.505.625,5

5. Gasto por función de gobierno 1850-1879. (En libras esterlinas) Año Administración 1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

287090 297391 334815 439114 544325 585940 577905 590699 758244 581889 472700 436091 444359 515790 621932 673546 739199 723045 950814 1194692 1193010 1262653 1245226 1316061 2276260 2089016 1595183 1209091 992580 982365

Defensa Social Finanzas Total 259489 125340 112786 784705 386239 103918 111717 899265 370432 126342 114255 945843 327183 152953 126756 1046006 326465 162924 130419 1164133 297347 176004 116473 1175764 350773 171131 114379 1214189 377182 193871 130031 1291783 279878 227722 130226 1396070 630832 210822 128273 1551817 468454 192154 234091 1367400 353096 197149 231036 1217372 314799 199591 258775 1217525 335318 204176 230080 1285365 369923 216077 282910 1490841 531717 226503 657217 2088983 1534611 212454 364956 2851221 1148987 229382 887795 2989208 572003 253194 878714 2654725 431974 267334 655125 2549126 600574 229532 643746 2666863 477381 306928 657083 2704044 708674 342864 662983 2959747 663562 379741 824663 3184028 649303 4108272 861864 7895699 666354 367349 901403 4024121 535380 339172 974857 3444592 472480 335959 1566005 3583535 391128 304120 1061078 2748906 1403615 241378 472498 3099857

3

6. Ingreso público 1840-1880 (en libras esterlinas) Año

Ingreso corriente

Ingreso extraOrdinario

1840 1841 1842 1843 1844 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

555896 524058 585558 581322 615860 597967 671096 681482 642435 755672 833522 844830 1049900 1093009 1121928 1197624 1237617 1221980 1124863 1194401 1341012 1089538 1190749 1202991 1213085 1393329 1203323 1901918 2052740 2204377 2193494 2232776 2624017 2848047 2862506 2908213 2594621 2397347 2315490 2117822

1401 0 30900 18027 30841 24711 17411 51917 68986 93474 48088 61808 121448 439076 49489 75273 356186 97347 226822 667242 216522 254647 494462 440741 845203 1775876 2148704 2072524 399155 566370 1481476 374218 172971 1932757 48595 940816 632232 882711 670614 1746912

Ingreso Total 557297 524058 616458 599349 646701 622677 688506 733399 711421 849146 881610 906638 1171348 1532085 1171417 1272897 1593803 1319326 1351685 1861643 1557534 1344186 1685211 1643732 2058288 3169205 3352026 3974441 2451895 2770747 3674971 2606994 2796989 4780804 2911101 3849030 3226853 3280058 2986103 3864735

4

7. Tasas cambiarias en relación a la Libra Esterlina 1830-1889127 Años 1830 1831 1832 1833 1834 1835 1836 1837 1838 1839 1840 1841 1842 1843 1844 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859

127

Pesos por Libras 5,45 5,39 5,33 5,38 5,25 5,36 5,36 5,37 5,33 5,37 5,30 5,27 5,25 5,27 5,37 5,39 5,40 5,45 5,53 5,34 5,20 5,24 5,22 5,08 5,30 5,25 5,26 5,25 5,30 5,26

Años 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886 1887 1888 1889

Pesos por Libras 5,49 5,37 5,28 5,57 5,42 5,24 5,15 5,13 5,21 5,21 5,26 5,22 5,18 5,36 5,38 5,48 5,92 5,71 6,06 7,27 7,77 7,76 6,78 6,81 7,56 9,44 10,03 9,80 9,14 9,04

. Horacio D’Ottone y Hernán Cortés, “Tasas Cambiarias de Chile en relación al dólar y libra esterlina (1830-1964)”, Banco Central de Chile, Boletín Mensual, Nº 450, 1965, pp. 1100-1104. 5

CAPITULO VI Una coyuntura difícil, 1875-1879. 1. La crisis.1 Después de algo más de dos siglos de capitalismo, la historia enseña que éste es intrínsecamente inestable y que, de tiempo en tiempo, necesita ser rescatado de sí mismo.

La inflación, las euforias y los pánicos financieros, las recesiones y las

depresiones son algunos de sus componentes fundamentales. Junto con ser un fenomenal generador de bienes y servicios, el capitalismo se comporta “como un finamente ajustado coche de carrera: a menudo falla y necesita de numerosas 2

reparaciones, servicios y ajustes”.

Estos conceptos, que se aplican al capitalismo

maduro de las sociedades desarrolladas de hoy, son también pertinentes para una que iniciaba su tránsito al capitalismo, como la chilena en la década de 1870. Desde mediados de esa década no sólo la elite, sino casi la totalidad de la población chilena pudieron comprobar la veracidad de esas afirmaciones. Después de algunos años de auge, el país por primera vez experimentó en plenitud el impacto de una recesión internacional durante la cual no sólo los precios de sus productos de exportación declinaron en forma espectacular, sino que además, la división internacional del trabajo forjada durante la primera mitad del siglo XIX se reordenó en forma profunda y dejó fuera del mercado a las exportaciones nacionales. Con ello se vieron seriamente cuestionados los fundamentos sobre los cuales se había producido la inserción del país en la economía internacional y también, hasta cierto punto aquellos sobre los que descansaba su orden político y administrativo. Fue a partir de fines de 1874 que el país comenzó a vivir la más severa recesión de su historia como nación independiente, la cual sólo terminó con el inicio de la Guerra del Pacífico, en abril de 1879. 1

. Entendida como ruptura total o parcial de un sistema o estructura. Si bien en su origen el fenómeno en Chile está vinculado al ciclo recesivo, también tuvo características de "crisis de viejo cuño" en la incidencia de la variable climática de1875 y 1877 en la agricultura y a los efectos de la epidemia de viruela de 1876 en la región minera. 2 . Thurow, Head, p. 238. 353

Esa recesión y eventual depresión internacional, si bien cíclica, tuvo una dimensión estructural.

En la medida en que las materias primas llegaron a

representar una parte desproporcionada de los costos de producción de la industria europea, ésta se propuso, desde la década de 1850, revertir esa tendencia. Ello, a través de la extensión de las redes ferroviarias y la construcción de grandes obras de ingeniería -como el canal de Suez- que reorientaron las rutas comerciales tradicionales, así como a través de la inversión directa en la puesta en cultivo de nuevas tierras para la producción de cereales y la explotación de nuevos yacimientos de minerales, como fue el caso de las minas de cobre en el oeste de los Estados Unidos y en España. Tales cambios dieron origen, a partir de 1873, a un prolongado período de declinación de los precios internacionales de las materias primas que se 3

extendió por 24 años, hasta 1897.

Los efectos de esas variaciones en los precios internacionales se comenzaron a sentir en Chile a partir de los últimos meses de 1873, pero en un comienzo fueron considerados por las autoridades y el sector comercial como un fenómeno transitorio, sin mayor importancia. Sólo a fines del año siguiente su impacto fue evaluado como un fenómeno complejo. Los eventos políticos del año 1875 contribuyeron a que la crisis económica externa quedase relegada a un segundo plano y a que se le enfrentara como una más de las que desde la década de 1850 se habían experimentado con alguna 4

regularidad.

Sin embargo, esta vez el país se vio enfrentado a una coyuntura que

puso a prueba su conexión económica externa y la globalidad de su sistema económico, al igual que el diseño institucional y político que se venía forjando desde . Saul, pp. 4-9. Eric J. Hobsbawm, The Age of Capital, 1848-1875 (London, 1977), pp. 46-47. Kindleberger,Manias, passim. 4 . Un análisis de la mayor crisis nacional anterior (1857-1861), en Agustín Ross, Chile 1851-1910. Sesenta años de Cuestiones monetarias y financieras y de problemas bancarios (Santiago, 1914), pp. 23-27; para este autor dicha coyuntura, desde el punto de vista financiero, fue más violenta que la de la segunda mitad de la década de 1870. Desde la década de 1850 hasta fines de la de 1870, los ciclos fueron cinco: el primero, en los años 1857-1858 tuvo una duración de 18 meses; el segundo entre 1860-1861 se prolongó por sólo 8. El de 1865-1867 duró 32 meses, mientras que el de 1869-1870 tuvo una duración de 18 meses. El que se examina en este capítulo se extendió por 65 meses, desde octubre de 1873 hasta marzo de 1873. Datos del National Bureau for Economic Research, “Business Expansions and Contractions”; www.nber.org/cycles. 3

354

la década de 1830. En el ámbito comercial, hacia fines de 1877 el precio del cobre había caído en 40 por ciento respecto de su nivel de 1872, mientras que en el mismo lapso el del trigo había experimentado una baja de 30 por ciento.

2. Chile y la economía internacional a mediados de la década de 1870. A pesar de que algunos indicadores señalaban ya en 1874 que la economía internacional entraba en un período recesivo, y que los efectos de éste se harían sentir sobre el sector externo, las preocupaciones de los chilenos eran otras. Desde los primeros días de 1875, la atención de la prensa se volcó preferentemente a las cuestiones de orden político, en especial a la competencia que se desarrollaba en torno a la elección presidencial que debía efectuarse en junio de 1876.

Según el corresponsal de The Times en Valparaíso, el ambiente que se

palpaba, tanto en el puerto como en Santiago, estaba marcado por un importante grado de excitación derivado del estilo de campaña impuesto por el primer candidato 5

en contienda, el ex-Intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna.

De

acuerdo con un informe del enviado diplomático británico a Chile, Vicuña había creado una gran sensación con su estilo de campaña importado desde los Estados Unidos y que era totalmente nuevo en el país; particularmente impresionantes eran las reuniones públicas de masas, en tanto que otra innovación consistía en la “publicación de un manifiesto en el que promete de ser elegido, entregar al pueblo 6

chileno todo beneficio concebible, tanto material como político”.

En realidad, las promesas “vicuñistas” eran tan espectaculares como radicales para la época, y tanto ellas como su estilo de campaña, que incluyó actos públicos con asistencia de miles de personas, causaron preocupación en las huestes de la elite y la curia.

Entre muchas de sus proposiciones, el candidato proponía el

establecimiento del “país civil” a través de la creación del “registro civil” y la abolición de los privilegios eclesiásticos; de otra parte, prometía la democratización a través de 5

. Loc. cit., 31.III.1875. 355

la restricción de las prerrogativas presidenciales y la descentralización política y administrativa. En el ámbito de la administración pública, Vicuña proponía la creación de un ministerio de agricultura, la profundización de la libertad de enseñanza y la construcción de un ferrocarril a la Argentina; pero lo más sensible de su programa era su proyecto de establecer impuestos a la propiedad urbana, a las herencias y al 7

capital.

La tensión política aumentó paulatinamente y llegó a un punto culminante a comienzos de 1876, cuando el menos carismático Aníbal Pinto fue proclamado candidato de las fuerzas gobiernistas, asegurando así su victoria en virtud de la práctica establecida de la intervención electoral. Pese a ello, Vicuña continuó su campaña finalizando en Valparaíso su gira proselitista nacional. El acto final, sin precedentes, reunió según la prensa local a cerca de quince mil personas; y a pesar de que tales manifestaciones siempre habían sido un motivo de inquietud, el Ministro Plenipotenciario británico, Horace Rumbold, opinó que el país estaba tranquilo y que “a pesar de que algunas pocas perturbaciones pod[ían] ocurrir aquí y allá, no hab[ía] temor o posibilidad de una revolución organizada”.8 En los últimos tres meses de campaña, el apoyo del gobierno a la candidatura de Pinto fue abierto, en tanto que algunas disensiones debilitaron a las fuerzas “vicuñistas”. A mediados de abril, los conservadores anunciaron el retiro de su apoyo a Vicuña, con lo cual dejaron al candidato políticamente aislado, apoyado sólo por un reducido grupo de entusiastas. Para hacer las cosas peor, el día diecisiete de ese mes, tropas de línea disolvieron violentamente una manifestación en su apoyo dejando muertos y heridos. El 20 de junio, en la víspera de la elección, Vicuña 9

anunció el retiro de su postulación y ordenó a sus partidarios abstenerse.

La

elección se efectuó el 25 de junio sin ningún drama ni perturbación. De un total de 6

. Rumbold to Derby, Confidential Nº 22, Santiago, 31.V.1875, FO16/176. . Benjamín Vicuña Mackenna, El Partido Liberal Democrático (Santiago, 1876), pp. 10-22. 8 . Rumbold to Derby, Nº 38, Santiago 1.X.1875, FO16/185. Hay to Derby, Private Nº 5, Valparaíso 30.III.1876, FO16/189. 9 . El Mercurio, 19.IV.1876. Benjamín Vicuña Mackenna, Manifiesto al país i especialmente a sus correligionarios y amigos políticos (Santiago, 1876), p. 1. 7

356

307 votos electorales, Pinto obtuvo 293.

En áreas en las que los “vicuñistas”

mantuvieron su actividad, derrotaron la intervención oficial y se

registraron 14

abstenciones.10 A pesar de la agitación y entusiasmo masivo que generó la postulación presidencial de Benjamín Vicuña, éste nunca tuvo posibilidades reales de éxito frente al poder electoral del gobierno. Y para entonces, las insurrecciones motivadas por cuestiones electorales eran cosa del pasado.

11

Pocos días después de efectuada la

elección, el país había vuelto a la calma y “a pesar de que los partidos opositores al gobierno ha[bían] hecho uso de la prensa para ventilar su molestia, y de que mucho lenguaje abusivo acompañado de acusaciones de injusticias y métodos arbitrarios empleados por los agentes del gobierno en las mesas de votación ha[bían] llenado 12

los periódicos, no ha[bía] temor de revolución u otras perturbaciones”.

Pero en otros ámbitos, la preocupación, la desconfianza y finalmente el temor ganaban terreno en forma paulatina.

Con relación al comercio exterior, desde

mediados de 1873 los comentarios de la prensa de Valparaíso habían fijado su atención en “los acontecimientos en Europa”, especialmente en la “crisis que 13

amenaza[ba] con hacerse sentir en todos los grandes centros comerciales”.

El

tercer trimestre de ese año terminó en Valparaíso con claras señales recesivas y, en septiembre, debido en gran medida al estado insatisfactorio del mercado monetario – expresado en una tasa de interés en franca trayectoria al alza-, las ventas fueron muy

10

. El Araucano, 21.VI.1876. . Edwards, Cuatro..., vol. II, p. 118, relata que después de la elección presidencial de 1871 los partidarios del candidato presidencial derrotado, José Tomás Urmeneta, fueron convocados por éste a un banquete postelectoral a su hacienda de Limache; Matías Ovalle hizo una relación de todos los fraudes y atropellos cometidos por las autoridades y preguntó si cabía resignarse frente a tanta tropelía. Francisco Puelma "declaró enérgicamente que si alguna vez estaba justificada la resistencia era en este caso, y concluyó pidiendo la cooperación de todos los presentes para una resistencia armada". Por su parte, el candidato manifestó prestamente que "al aceptar la candidatura había resuelto arrostrar todas las consecuencias, y por lo tanto, ponía su vida y su fortuna a disposición de sus amigos". Correspondió al otrora líder de insurrecciones Manuel Antonio Matta calmar el ímpetu de los comensales proponiendo "que los abusos cometidos debían combatirse por medios pacíficos en comicios públicos, en la prensa y en el Congreso", en lo que fue apoyado por otros célebres revolucionarios de la década de 1850, entre ellos Manuel Recabarren y Ángel Custodio Gallo. 12 . Hay to Derby, Private Nº 24, Valparaíso 22.VI.1876, FO16/189. 13 . VWCM, 21.VI.1876. 11

357

limitadas, contrariamente a las tendencias habituales para ese período del año.14 En un completo informe acerca de la economía chilena, el representante diplomático británico en Chile informó a Londres que el país atravesaba por una crisis financiera de considerable severidad. El dinero está escaso, no puede ser obtenido ni siquiera a diez o doce por ciento y existe el temor de que esta perturbación del mercado monetario pueda conducir a varios desastres comerciales. Según Horace Rumbold, existían razones profundas que explicaban la crisis monetaria y comercial, y si bien estaba de moda atribuir el estado de cosas a la sobre especulación en la minería, con toda probabilidad se debe a la preferencia nacional por aquellos modos de adquisición de riqueza que demandan el menor trabajo. La usura y el juego son reconocidos por los chilenos mismos entre las principales causas de los problemas actuales.15 La actividad económica del año 1873 cerró con una nota pesimista y un 16

mercado monetario con tasas de interés cada vez más altas.

A pesar de que una

situación como esa no podía sino acarrear problemas financieros al sector público en el mediano plazo, en el seno de éste los probables problemas no fueron evaluados en su real dimensión; las reacciones en este ámbito, junto con ser escasas fueron livianas, pues por una parte se consideró que la crisis era transitoria y, de otra, se pensó que tal tipo de fenómeno no tenía por qué ser trascendente para el país. En una muestra de resabios del clima eufórico de comienzos de la década, comentando acerca de la declinación de la actividad en el transcurso de 1873, un alto funcionario público aseveró que en Chile no se hacían sentir con tan desastrosas consecuencias los efectos del pánico. Aquí no se emprenden esas grandes especulaciones que traen una completa ruina cuando

14

. Ibid., 3.X.1876. . Rumbold to Derby, Commercial Nº 1, Santiago, 16.IX.1873, FO16/177. Respecto de las actitudes económicas que describe Rumbold, son interesantes algunos pasajes de la novela Martín Rivas. 16 . The Times, 23.XI y 3.XII.1873. 15

358

fracasan, ni se hace uso inmoderado del crédito, ni se comprometen irreflexivamente los capitales en negocios de bolsa... De lo anterior se desprendía que no existían razones de preocupación, pues 17

no debía atribuirse el estado de prosperidad del país a causas transitorias.

Sin embargo, muy pronto los acontecimientos no sólo desmintieron tales apreciaciones, sino que dejaron al descubierto que la prosperidad y el grado de modernización alcanzado hasta entonces se habían logrado sobre bases muy débiles. Pronto fue quedando en evidencia que la economía del país era altamente vulnerable a los altibajos del mercado mundial dada su especialización exportadora de bienes primarios con un muy limitado procesamiento y que, a pesar de los cambios, las tensiones entre tradición y modernización continuaban tan vigentes como a comienzos de la década de 1850.

De tal manera, enfrentados a una

reestructuración del mercado internacional de la magnitud que se registró en la década de 1870, los productores y capitalistas chilenos no supieron, no pudieron, o simplemente no intentaron responder a través de la innovación a los nuevos desafíos en el ámbito productivo internacional. La reacción de los hombres de negocios chilenos fue la tradicional por lo que, cuando en 1874 se inició una tendencia marcada a la baja de las importaciones, del consumo en las provincias y de los precios de las exportaciones con la consiguiente caída en el ingreso, las miradas se dirigieron a los mercados internacionales, principalmente al londinense, pero sólo con el fin de lograr una estimación de cuanto duraría el fenómeno recesivo y no de indagar acerca de sus orígenes y características.

18

El impacto de las fluctuaciones y de los ajustes de los

mercados externos en Chile era inevitable y de lo que se trataba era de cómo enfrentar su etapa más dura sin recurrir a decisiones que significaran grandes 17

. “ Memoria del Superintendente de Aduanas para 1873”, p. 59, en MH 1873, Anexos. Tres años más tarde, este funcionario sostenía la misma opinión a pesar de la caída en los ingresos de aduana; ello, sin embargo, no era motivo de preocupación, pues los "...hechos revelan a todas luces que la prosperidad interior y el crédito financiero del país están cimentados por ahora en bases tan sólidas que han logrado resistir el embate que ha hecho bambolear, momentáneamente, a nuestros vecinos y a naciones mucho más adelantadas”, p. 11, en MH 1876, Anexos. 18 . VWCM, 13.II.1874. 359

modificaciones de las reglas de la actividad económica vigentes.19 Pero los acontecimientos en el mundo más desarrollado apuntaban en otra dirección y demandaban otras respuestas. Como se señaló más arriba, desde mediados de 1873, los precios al por mayor en Gran Bretaña iniciaron una trayectoria a la baja que se prolongó por 24 años sin mayores pausas; en efecto, los precios cayeron constantemente hasta 1897 sobrepasando a todas las fluctuaciones cíclicas anteriores. La tendencia se había iniciado a mediados de la década de 1860, pero el breve e intenso auge de los años 1870 a 1873, se tradujo en una fuerte recuperación, especialmente en materias primas y alimentos. Entre 1874 y 1879, sin embargo, el índice de precios al por mayor británico, anotó una baja de 39 por ciento.20 El inicio de la caída de los precios coincidió con el de la recesión que sólo concluiría en marzo de 1879, y que en los Estados Unidos dio lugar a una dislocación económica (productiva y comercial) que fue “de todas las crisis (recesiones y 21

depresiones) de la segunda mitad del siglo XIX, la peor”.

Y también lo fue en Chile,

donde las estimaciones de la caída del producto per cápita de 7,2 por ciento para 1876-1877, sitúan a este episodio como el de mayor magnitud para todo el siglo.22 Con relación a los productos que constituían el grueso de las exportaciones nacionales, las bajas no sólo fueron importantes; también tuvieron efectos trascendentales para el país. Las causas de la baja del cobre, 49,5 por ciento entre enero de 1872 y febrero de 1878 y la baja del trigo, de 49,3 por ciento entre enero de 1873 y diciembre de 1877 tuvieron el mismo origen: la presencia en el mercado 23

internacional de nuevos oferentes de gran capacidad productiva y eficiencia.

Hacia

1878, el cereal chileno dejó definitivamente de ser cotizado en el mercado

19

. Véase, por ejemplo, los ilustrativos comentarios en este sentido del Ministro de Hacienda Ramón Barros Luco, en MH 1876, p. XLIII. 20 . El análisis pormenorizado del comportamiento de los precios y de los cambios en los medios y rutas de transporte en Capítulo II, sección 4. 21 . Walter La Feber, The New Empire. An interpretation of American Expansion (New York, 1971), p. 8. 22 . J. Díaz, R. Lüders y G. Wagner, Economía chilena 1810-1995. Evolución cuantitativa del producto total y sectorial (Santiago, 1998), p. 15. 23 . Como se analizó en los capítulos II y III. 360

londinense.24 El trigo chileno vivió su último período de esplendor en el mercado mundial entre 1874 y 1876; precisamente cuando se verificó la estructuración de un mercado internacional de mayores dimensiones como producto de la ampliación de la 25

concurrencia.

Y en esos mismos años, esos mismos factores permitieron el ingreso

al mercado internacional de nuevos productores -Argentina, Canadá y el medio oeste de los Estados Unidos, entre otros- con una oferta masiva que empujó el precio a la baja. Detrás de esa oferta había una nueva escala y lógica de producción, en la que los avances en

productividad fueron el factor crucial.

No fue entonces una

coincidencia que el mayor volumen de envíos al exterior se registrara en 1874 y que precisamente a partir de aquél año los exportadores chilenos comenzaran a enfrentar crecientes dificultades. Dos cosechas desastrosas causadas por factores climáticos contribuyeron adicionalmente a la marcada declinación de las exportaciones, del ingreso y, por lo tanto, de la capacidad para importar.26 Sin embargo, el factor más importante fue lo que ocurrió en términos de oferta en el mercado internacional, frente a lo cual los productores chilenos nada podían hacer. La entrada en producción de nuevas tierras en diversas latitudes causó en el mercado del trigo una fuerte caída en el precio. Entre enero de 1873 y el mismo mes 27

de 1879, el precio del bushel cayó en 49,3 por ciento en el mercado de Chicago.

Con esas bajas en los precios de los principales productos exportables nacionales desapareció una de las condiciones sine qua non para que los productores mantuvieran su presencia en los mercados internacionales: la vigencia de precios elevados. En este sentido la recesión de mediados de la década de 1870 estuvo 24

. Según los registros de precios mensuales de The Economist y The Times. . Bauer, Chilean Rural, p. 62. 26 . Sergio Sepúlveda, pp. 127-128. 27 . Morton Rothstein, “America in the International Rivalry for the British Wheat Market”, en Mississippi Valley Historical Review, vol. XLVII, 1960, p. 402. Las series de precios en National Bureau for Economic Research, , “Macrohistory Database”, chapter IV, “Prices”, en www.nber.org. Para entonces Chicago ya era el principal mercado de los productos agropecuarios en los Estados Unidos; William Cronon, Nature’s Metropolis. Chicago and the Great West (New York & London, 1992), capítulos III a V. 25

361

acompañada por un problema mayor, y a la larga insoluble para los exportadores del país: irrumpieron en el mercado internacional nuevos oferentes, más competitivos en razón de su mayor productividad.

Entró definitivamente en el escenario de los

mercados internacionales de productos agropecuarios la empresa capitalista. Diez años más tarde el Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura, resumió los efectos que para las exportaciones chilenas de trigo tuvieron las nuevas condiciones en el mercado internacional: Serios competidores llegaron a los mercados Europeos y aún llegaron hasta mercados vecinos; cereales de la India y Rusia, cobre y trigo de Australia y de los Estados Unidos eran más baratos que los nuestros.28 El “gran salto” en la producción y exportación de trigo y harina en los Estados Unidos se produjo precisamente en los mejores años de las exportaciones chilenas, en la década entre 1873 y 1882, años que fueron descritos como “el más extraordinario período del cultivo del trigo en América” [Estados Unidos].

29

En ese país, la superficie cultivada aumentó de 11,6 a 16,4 millones de hectáreas, en tanto que la producción creció en 50,8 por ciento –de 368 a 555 millones de bushels-, y las exportaciones aumentaron en 3,75 veces, de 40 a 150 millones de bushels. En esos años, las ventas estadounidenses se constituyeron en el principal factor en el comercio internacional del trigo. Hasta la segunda mitad de la década de 1860 el volumen y precio del cereal en el mercado internacional estuvieron condicionados por el volumen y la calidad de la cosecha en el Reino Unido, el principal mercado consumidor; pero a partir de los primeros años de la de 1870, la oferta total en un mercado cada vez más integrado pasó a ser el factor determinante, y los abastecedores tradicionales comenzaron a ser reemplazados rápidamente por la producción procedente del “mid west” y de California. 28

30

. Vol. XIX, Nº 11, 1887, p. 14. . Thorstein Veblen, "The Price of Wheat Since 1867", en Journal of Political Economy, vol. I, 1892, pp. 7778. El incremento del rendimiento por hectárea fue de 6,6 por ciento en el período. Se refiere, naturalmente, a los Estados Unidos. 30 . Morton Rothstein, “America in the International Rivalry for the British Wheat Market, 1860-1914”, Mississippi Valley Historical Review, vol. XLVII, 1960, p. 402. 29

362

El precio de la plata, que tenía una incidencia directa en la cotización del peso, cayó en

14 por ciento entre 1874 y 1879.

Una oferta creciente de origen

estadounidense y mexicano, la desmonetización del metal por parte de Alemania, medida que redundó en la “liberación” de grandes volúmenes de reservas que se volcaron al mercado internacional, y “el estado de perturbación de la mente de los hombres” en el mercado londinense, forzaron el precio a la baja desde mediados de 1873. En Chile, donde en virtud de las disposiciones de la política monetaria de 1851 se fijó un patrón “bimetálico” que estableció una relación de la plata al oro de 16.39:1, las consecuencias fueron severas, pues no sólo se registró una devaluación del peso -con el consiguiente encarecimiento de los compromisos en moneda extranjera-, sino que además se inició una fuerte exportación de oro, tanto amonedado como en barra. Así, a mediados de la década, la mayor parte de las monedas en circulación era de plata, con lo que de facto, el país comenzó a vivir un régimen “monometálico” basado en plata depreciada. En pocas palabras, la condición de la economía chilena a mediados de la década de 1870 era compleja en cuanto a su funcionamiento, y crecientemente desfavorable para los intereses públicos y privados. Por esos años, los efectos de las alteraciones en el mercado internacional se hacían sentir en el país con una demora de algo más de un semestre, de manera que a partir de 1874 se comenzaron a vivir cada vez con más intensidad los problemas internacionales. La característica más destacada del mercado londinense en 1874 fue la “marcada y extensa” baja en los precios de las materias primas industriales y de los salarios. La caída continuó, y en el primer trimestre de 1875 el precio promedio de los bienes primarios fluctuaba entre 30 y 35 por ciento por debajo de su valor a comienzos de 1873, y entre un cuarto y un quinto del nivel al cierre de ese año. Según The Economist, desde 1874 se destacaba con especial fuerza “la gran reducción en el precio del trigo”, originada por el “gran flujo de este producto desde 31

los Estados Unidos, Canadá y las partes norte y sur de Rusia”. 31

. Loc. cit., 14.III.1874 y 13.III.1875 363

En 1875 la recesión se acentuó, y el mercado internacional registró un comportamiento poco propicio para las transacciones que se propagó “desde Inglaterra, a toda Europa, Norte y Sur América”. En 1876 la baja en los precios continuó, lo que hizo de aquel año “el tercero en el ciclo de reacción y ajuste, [que] hasta su término estuvo marcado por el comercio deprimido y limitado, la desconfianza, la rigurosa aplicación de recortes y economías en los ámbitos público y privado, la reducción de los salarios, y la quiebra de numerosas empresas comerciales y manufactureras, incapaces éstas con los recursos de capital, crédito y experiencia a su disposición de enfrentar la presión de tiempos tan adversos”.32 En 1877 los problemas económicos internacionales se agudizaron a un grado tal que The Economist sugirió que ya que los males habían penetrado tan profundamente al conjunto del sistema industrial, se había hecho necesaria una depresión larga y prolongada para curarlos.33 Los acontecimientos parecieron dar razón a la publicación, pues en 1878 el deterioro de la economía internacional continuó de tal manera, que la baja de los precios “debía ser registrada como de la más profunda y universal característica”, al punto que algunos productos se cotizaron al nivel que registraron los años 1850 y 1851.34 Como era de esperar, cuando los efectos de la recesión se hicieron sentir plenamente en Chile plenamente, éstos fueron devastadores; y, naturalmente, los sectores que en forma más inmediata sintieron el impacto fueron el exportador y el comercial. La nueva competencia en los mercados del cobre y del trigo por un lado, y la contracción de la demanda interna de bienes importados fueron los síntomas más evidentes, aunque no los únicos, pues la devaluación del peso introdujo un elemento adicional de perturbación a través del alza de la tasa de interés.

Sin embargo,

durante los primeros dos años de la recesión, los efectos de ésta fueron amortiguados precisamente por la apreciación del tipo de cambio. En la medida en que el peso se depreció pari passu con la baja en el precio de la plata, el monto de 32

. Ibid., 11.III.1876; 17.II. y 10.III.1877. . Ibid., 9.III.1878. 34 . Ibid., 4 y 8.III.1879. 33

364

pesos obtenidos por los exportadores por sus retornos en libras esterlinas aumentó correspondientemente.

Por cierto tiempo, este mecanismo permitió a los

exportadores compensar temporalmente la reducción de sus ventas al exterior e incluso obtener beneficios. Pero ello funcionó sólo por un tiempo, hasta que el alza en los precios internos se igualó a la apreciación del tipo de cambio, o en otras palabras hasta que el poder de compra interno del peso cayó en la misma proporción que en el extranjero. La devaluación del peso se inició a comienzos de 1873, y a fines de 1876 era de 14,3 por ciento; en 1877 registró una apreciación de 3,5 por ciento, pero en 1878 declinó en 6,1 por ciento, completando en el primer bimestre de 1879 una devaluación acumulada con respecto a los primeros meses de 1873 del orden de 35

40,4 por ciento.

El comportamiento del tipo de cambio complicó aún más la situación que la evolución de los precios de los productos exportables ya había hecho difícil, pues en el mediano plazo contribuyó a la generación de una aguda crisis del “motor” del sistema económico: su sector externo. El valor del comercio exterior comenzó a declinar constantemente desde 1873 y, hasta 1878, completó una devaluación de 34,4 por ciento: de £14.316.921 a £9.217.203. Si en los diez años comprendidos entre 1864 y 1873 el país experimentó tan sólo un déficit comercial, entre 1874 y 1878 se registraron tres, en la medida en que las exportaciones cayeron en 39 por ciento, de £7.739.203 en 1873 a £4.736.217 en 1877. Las importaciones, que habían alcanzado un máximo histórico de £7.141.214 en 1874, iniciaron una fuerte declinación llegando a £4.161.148 en 1878. En ese año el valor de las exportaciones superó al de las importaciones, pero el valor de las primeras fue inferior a cualquier año entre 1871 y 1877, en tanto que el de las segundas fue menor que el de cualquier 36

año desde 1868.

35

. D'Ottone & Cortés, p. 1.103. MH 1866 a 1880. . La fuente de los valores financieros es la misma que se empleó en el Capítulo V. He omitido la referencia a la caída de 24,6 en el valor de las importaciones en 1879, dadas las circunstancias especiales de ese año, como asimismo el importante repunte de las exportaciones del orden de 14,5 por ciento.

36

365

La evolución del comercio exterior acarreó un importante cercenamiento de la capacidad para importar del país, a lo cual también contribuyeron las remesas que debía efectuar el Gobierno para cumplir con sus compromisos financieros externos. Y siendo el impuesto a las importaciones la piedra angular de la estructura de ingresos del sector público, los problemas de las finanzas públicas analizados en el capítulo anterior, no fueron más que una “crisis anunciada”. A partir de 1876 el manejo de las finanzas públicas se complicó seriamente. Enfrentado a crecientes dificultades, en un principio el Ministro de Hacienda atribuyó el origen de los problemas sólo a la baja del precio de la plata,37 pero un diario terció en el debate indicando que las causas también debían buscarse en las torpes importaciones y en los torpes gastos del lustro anterior.38 Y si bien es injusto calificar como torpe todo lo hecho en materia de gasto durante el gobierno de Errázuriz Zañartu, también es cierto que éste se comprometió con un programa de costosas realizaciones, algunas de ellas de gran efecto multiplicador – como la red ferroviaria y el nuevo puerto de Valparaíso, entre otros -, que demandaron recursos en una cantidad muy superior a su capacidad de generar ingreso. De allí que en cuatro de los cinco años de ese gobierno las cuentas fiscales 39

arrojaran déficits, que acumulados alcanzaron al 11,3 por ciento del gasto.

A partir

de 1876, el gobierno se vio enfrentado a la obligación de reducir su gasto e inversión, lo que agregó un elemento más a la recesión. Si en algo el Gobierno puede ser sindicado como “culpable”, ello sería en haber escogido el camino del endeudamiento para financiar sus proyectos de infraestructura, sin haber generado otras fuentes de ingreso que le hubiesen permitido enfrentar con mayor holgura las obligaciones que sus proyectos modernizadores crearon.

Pero en ello, el Gobierno no estuvo solo, y los dedos

acusadores de los observadores extranjeros apuntaron también a las “clases más ricas” y a sus crecientemente caros hábitos, aunque ello era entendible en el contexto 37

. MH 1876, p. LXVIII. . El Mercurio, 1.VIII.1876. 39 . El déficit acumulado en el período llegó a £1.792.268; el peor año fue 1874, en que alcanzó a £1.277.721. 38

366

de un período de inusual prosperidad que estimuló en forma espectacular las importaciones. Por lo tanto, ambos sectores compartieron la responsabilidad en la creación de algunas de las condiciones que contribuyeron a profundizar los problemas económicos, tanto públicos como privados. Pero los problemas emergían desde los ámbitos menos esperados.

En

septiembre de 1875 la actividad comercial de Valparaíso experimentó un fuerte golpe, cuando el gobierno peruano decidió la expropiación de las salitreras de Tarapacá. En 1873 el gobierno de Lima había decretado el estanco de las ventas de salitre, pero al nacionalizar los yacimientos las repercusiones fueron mayores.40

Para

Valparaíso esas decisiones constituyeron un impacto negativo mayor en el sector externo, pues era en ese puerto en que se transaba la mayor parte del fertilizante que se enviaba a Europa, y también allí se contrataban los fletes y los seguros involucrados. El daño fue tan profundo que según el agente de la casa comercial Gibbs & Sons, ello hizo que “los chilenos y la gente en general en Valparaíso se [sintieran] muy irritados por el daño que han sufrido, o piensan que han sufrido, y aprovechan todas las oportunidades para afirmar que esta operación fracasará”.

41

Este episodio hasta cierto punto debilitó la hegemonía comercial chilena en el área del Pacífico sur occidental, y no fue olvidado por la comunidad comercial porteña. Más aún, en 1881 fue incluido en las consideraciones que el Ministro de Relaciones Exteriores, José Manuel Balmaceda, incluyó en un debate sobre la región, la guerra, sus orígenes y destino en la Cámara de Diputados.

42

La crisis aumentó en intensidad en el año 1876. Después de un comienzo con claras señales de deterioro, los problemas derivados de la depreciación de la plata llevaron a los bancos, encabezados por el Nacional de Chile y el de la Alianza a alzar el día 6 de junio la tasa de interés de 10 a 12 por ciento. “La medida causó pánico en el mundo, pequeño entonces, de los negociosO y se temió la paralización 40

. O’Brien, capítulo III. . AGA, Valparaíso to London, Private, Nº 21, 26.IX.1876, Ms. 11.470/1. 42 . CD. SO., Nº 24, 6.IX.1880. 41

367

completa de las incipientes industrias que con tanto sacrificio acababan de exhibir su grado de adelanto en la Exposición Internacional. Se preveían también dolorosas crujidas entre los agricultores endeudadosO”,43 mientras que forzosamente el alza de la tasa de interés preludiaba la baja del rendimiento de los bonos de interés fijo, entre ellos los que el Gobierno había emitido o pensaba emitir. El clima económico que se creó en ese mes no sólo empeoró el estado de cosas, sino generó más desconfianza y algún grado de resentimiento.

En ese contexto, aparecieron los

primeros temores de que la declaración de la “inconvertibilidad” de los billetes 44

bancarios era una decisión que estaba a la vuelta de la esquina.

En la comunidad comercial de Valparaíso la preocupación dio paso a decisiones propias de un período de agudas dificultades. Ante el anuncio de la caída en el precio de la plata, grandes especuladores, como Agustín Edwards, decidieron “comprar todo el cobre en barra que pudiese asegurar al precio corriente en el 45

mercado”.

Durante el último trimestre de 1876 la conjunción de los problemas monetarios y comerciales creó una situación que llevó a los encargados de importantes casas comerciales británicas a reflexionar acerca del futuro de sus actividades en el país. En un informe a Londres, el encargado de la casa Gibbs & Sons, James Hayne, señaló en octubre que era “necesario considerar si era realmente conveniente mantener la tienda de Valparaíso”, pues la única forma de hacerlo era aceptando el riesgo de vender a crédito dado que las dificultades “en lograr pagos son tan grandes y el cambio parece caer tan rápido que incluso las ventas al contado pueden dejar una pérdida si no se hace una provisión para la devaluación que pueda ocurrir antes de que se efectúen los pagos”. En diciembre, Hayne escribió que “lamentaba mucho tener que informar que debido al alto costo del dinero y del aumento en el 46

costo de los fletes no hemos podido realizar ninguna nueva transacción”.

43

. . 45 . 46 . 44

Edwards, Cuatro, vol. II, pp. 329-330. AGA, Valparaíso to London, Private Nº 17, 15.VII.1876; Ms 11.470/1 Ibid., Valparaíso to London, Private Nº 15, 30.VI.1876; Ms 11.470/1 Ibid., Valparaíso to London, Private Nº 23, 9:IX.1876 y Private Nº 32 15.XII.1876; Ms 11.470/1 368

Pocas semanas antes, el gerente de Williamson, Balfour & Co, en carta al agente de la nueva oficina recientemente inaugurada en San Francisco, California, fue enfático en manifestar que: “Es altamente probable que nosotros retiremos más y más nuestros recursos de Chile y que los pongamos a disposición de cualquier buen negocio que usted pueda expandir o inaugurar”.47 El año económico de 1876 terminó con un panorama delicado e incierto, pero éste no era el único problema que afectaba a la sociedad chilena. Inevitablemente, en un clima de deterioro comercial y financiero como el descrito, otras manifestaciones críticas comenzaron a ser voceadas en diversas instancias. Una de ellas fue el problema de la delincuencia, la que no está claro si experimentó un aumento o simplemente recibió más atención en esa coyuntura. El fenómeno tenía en el país una dilatada existencia, como lo demuestran algunos estudios;48 y en cuanto a las causas de su agravamiento, a mediados de la década de 1870, las opiniones se dividieron. De una parte, la oposición conservadora la atribuyó al “liberalismo imperante”, en tanto que observadores extranjeros llamaron

la

atención acerca de “la miserable condición de las clases bajas”.49 El problema adquirió graves dimensiones entre 1874 y el inicio de la Guerra del Pacífico, pasando a constituirse en materia de atención para la prensa, diversas autoridades, y en motivo de debate en el Congreso Nacional. A comienzos de 1874, los periódicos de Valparaíso comenzaron a dar cuenta de las denuncias de la prensa de las provincias; así en Ovalle el diario local se quejaba acerca del gran “número de robos con violencia” que ocurrían prácticamente a diario, a raíz de lo cual tanto la ciudad como los campos aledaños estaban prácticamente infestados de ladrones y se vivía en un gran estado de alarma. Más al sur, en los alrededores de Rancagua, Parral y otros lugares, la inseguridad era alarmante debido a que vastas áreas estaban virtualmente en manos de hombres armados que cometían toda suerte de

47

. BW., McCulloch to Forman, Valparaíso 17.XI.1876; Stephen Williamson’s Lettter-book Nº 1. . Jaime Valenzuela, Bandidaje Rural en Chile Central. Curicó, 1850-1900 (Santiago, 1991), es un buen ejemplo. 49 . Cifuentes, vol. II., pp. 153-154. Rumbold to Derby, Private Nº 13, Santiago 6.VII.1875, F0116/185. 48

369

tropelías.50 Según la misma publicación, la inseguridad no era privativa de los campos, sino que alcanzaba también a la propia capital; ningún distrito de Santiago estaba “exento de la depredaciones de audaces ladrones y asaltantes”.51 Sobre el tema, en un informe al Foreign Office, el Ministro Plenipotenciario británico señalaba que Los crímenes han aumentado tanto últimamente en este país, que han llegado a causar un estado general de intranquilidad. En algunas provincias prevalece un estado de bandolerismo no diferente al de Italia y Grecia...Santiago mismo es muy inseguro, y difícilmente pasa un día en que no se informe de un asesinato o 52

de un robo con violencia.

Las autoridades de gobierno intentaron enfrentar el problema y adoptaron algunas medidas de eficacia cuestionable, que incluyeron el reforzamiento de los deficientes cuerpos policiales municipales con tropas de línea, pues los problemas 53

financieros no permitían el aumento de sus dotaciones.

La gravedad de los hechos

llevó a que éstos se discutieran con intensidad en el Congreso, particularmente en la Cámara de Diputados. A mediados de 1875, en un extenso debate, un diputado llamó la atención de la corporación acerca del estado “afligente” en que se encontraban algunas provincias del sur, principalmente Colchagua, debido al alto número de bandidos que las recorrían. Estos, no se limitaban a robar y asesinar, sino que inician incendios de las casas; derriban murallas para sacar animales; roban carretas que llevan a pulso de una hacienda a otra, y en esta roban bueyes.

Los intendentes de estas localidades no tienen

absolutamente fuerza que mandar en persecución de los bandidos, y los propietarios están abandonando los fundos, y en consecuencia suspenden sus labores. Naturalmente, la tentación de comparar fue poderosa, y el mismo congresal

50

. . 52 . 53 . 51

VWCM, 28.II.1875 y 3.IV.1875. VWCM, 3.VII., y 31.VII.1875. Como nota 50. Estas habían sido reducidos, desde de 1875, como consecuencia de las reducciones presupuestarias 370

afirmó que ni en los tiempos de guerra, cuando esos campos eran recorridos por montoneras, el país se había visto en un estado tan lamentable. La gravedad del problema y la intensidad del debate llevaron a varios diputados a intervenir; Jorge Huneeus llamó la atención sobre el estado de verdadera alarma en que se encontraban las poblaciones del sur y sugirió el establecimiento de la pena de azotes, mientras que Benjamín Vicuña propuso que se autorizara inmediatamente al Gobierno para que invierta hasta la suma de 10.000 pesos [£1.650] en la adquisición de armas a fin de distribuirlas entre las diferentes provincias donde el bandidaje abunda.54 Pero el desorden tenía fuentes diversas e inesperadas y llegó a expresarse en el corazón político del país. En efecto, en 1878 las alteraciones del orden público remecieron profundamente a la sociedad santiaguina, y éstas no sólo emergieron de los hechos delictuales pues las diversas tensiones que cruzaban a la sociedad chilena comenzaron también a expresarse en manifestaciones callejeras. Uno de los varios problemas que enfrentaba el país, las dificultades limítrofes con Argentina, y la presencia en Santiago de un negociador de ese país -Manuel Bilbao- dieron origen a desórdenes en la primera semana de octubre, los que llevaron al propio Presidente de la República a referirse a ellos en sus apuntes personales. Los días 8 y 9 de ese mes, la ciudad se vio conmovida por una manifestación promovida por estudiantes de medicina, quienes en un número no superior a veinte y premunidos de “pitos, cajas de lata, etc”, se dirigieron de la Alameda a la Plaza de Armas donde se encontraba el Hotel Santiago, lugar de hospedaje de Bilbao, con el objeto de darle una “cencerrada”. En el trayecto el grupo aumentó y al llegar a la plaza se habían congregado entre 1.500 y 2.000 individuos que gritaban “mueras” a Bilbao, mientras que un grupo más reducido intentó entrar al hotel. Impedidos por la policía, los manifestantes retornaron a la Alameda con el objeto manifiesto de destruir implementadas por el Gobierno. MI para los años 1876 a 1879. 371

la estatua de Buenos Aires, lo cual también fue evitado por la fuerza pública. Pero lo más preocupante, según el Presidente, era lo que subyacía a dicho incidente, pues: Algunos bribones creyeron llegada la oportunidad de trastornar el orden público o efectuar un saqueo de la ciudad, y al día siguiente se repartieron en los arrabales y chacras vecinas invitaciones a la rotería para venir en la noche al centro diciéndoles que habría saqueo. Para el Presidente, “el peligro en que se ha encontrado la ciudad ha provenido [en] parte de la pobreza en que se encuentra la última clase y sobre todo de lo escaso de las fuerzas que guarnecen la ciudad”. Estas habían sido disminuidas bajo la influencia de “ideas extravagantes que se habían generalizado de que era imposible en Chile un trastorno del orden público y que para contener las malas pasiones de la chusma bastaba la pequeña fuerza de policía, pero por sobre todo [por] la maldita [sic] pobreza del erario”, que había obligado a la disolución de la Guardia Nacional y a la reducción de los efectivos del Ejército.55 El viejo fantasma de un levantamiento desde abajo, comenzó a rondar nuevamente en los salones de la elite. De otra parte, la prensa aprovechó las circunstancias para publicar y destacar algunos problemas que afectaban a la administración pública, particularmente en cuanto a la probidad funcionaria, con lo que se agregó un elemento adicional que contribuyó a enrarecer aún más el ambiente político-social. A mediados de 1874, la prensa de Valparaíso señaló que se había hecho muy notorio que personas a las cuales la autoridad había confiado el manejo de importantes sumas de dinero habían huido con éste o, en el caso de haber sido capturados, se habían suicidado. Estos hechos fueron atribuidos a la creciente necesidad de obtener dinero, lo cual era atribuible a la difundida práctica del juego y al estilo extravagante de vida que se había desarrollado en las dos décadas precedentes, y que habían precipitado las “defraudaciones y la prematura destrucción de vida humana”. Tres años más tarde,

54

. CD. SO., 1.VII.1875. . Aníbal Pinto, "Apuntes", en Revista Chilena, vol. XIII, 1921, pp. 339-341. Las anotaciones son del día 16 de octubre. Me parece destacable la coincidencia entre esta opinión acerca de las causas sociales de los problemas y la del Ministro británico citada en la nota 49 de este capítulo. 55

372

el problema de la corrupción adquirió tal nivel que, ante la perturbación causada por “el escandaloso estado de cosas en la Aduana de Valparaíso originado en la pérdida y robo de mercancías”, el Gobierno se vio obligado a impartir severas órdenes conducentes a que la responsabilidad funcionaria se convirtiera en realidad.56 Estas denuncias, en todo caso, deben ser vistas con cautela, pues es una práctica de la prensa en tiempos de dificultades destacar, a veces escandalosamente, el acontecer ilícito o simplemente la noticia que puede causar una fuerte impresión en un público ya sensibilizado. Tal puede haber sido el caso también de otro tema que ocupó abundante espacio en las páginas de los diarios y que, a la larga se convirtió en otro elemento que caracterizó a la cobertura de ese difícil período: el hambre.57 Diversos

factores se conjugaron para crear una situación compleja en el

mercado de alimentos, pero el que precipitó la situación fue el clima. Si bien la disminución de la demanda externa por cereales chilenos debería haberse traducido en una reorientación de la oferta al mercado interno y, por lo tanto, en una declinación de los precios, ello no fue del todo así. Sin embargo, es probable que a partir de 1874 los agricultores hayan simplemente disminuido su producción en atención a la declinante demanda externa, con lo cual el precio del trigo tendió a aumentar en el mercado interno; en Santiago, por ejemplo, el precio promedio para el quinquenio 58

1876-1880 fue superior en 32,4 por ciento al del período 1871-1875.

Pero tal vez el factor que más contribuyó al incremento de los precios, no sólo del trigo sino también de la alimentación en general, fue el que le otorga a los problemas de la segunda mitad de la década de 1870 las características de crisis de “viejo cuño”, de “economía de antiguo régimen”: el clima. 1873 fue un año de escasas precipitaciones y en 1876 hubo sequía. 56

En 1874, 1875 y 1877 se registraron

. VWCM, 23.V.1874. El Mercurio, 30.VIII.1877. . Autores de inspiración tan diversa como Cristián Zegers, Historia política del gobierno de Aníbal Pinto, (Santiago, 1969), p.111 y Sergio Grez, De la “regeneración” del pueblo a la huelga general (Santiago, 1997), capítulos XII y XIII coinciden en que durante el gobierno de Pinto la magnitud de los problemas sociales permiten postular que los orígenes de la "cuestión social" se pueden encontrar en esos años. Hago mío ese planteamiento y pienso que este problema incidió en un quiebre de la ley y el orden, como lo propuse en mi “Nitrates", passim. 58 . Bauer, Chilean, Cuadro 12. 57

373

copiosas lluvias que causaron grandes pérdidas de cultivos y cosechas, con el 59

consiguiente efecto negativo en los abastecimientos y presión sobre los precios.

Un

factor adicional de distorsión de los precios fue la destrucción que las crecidas de ríos causaron a las obras públicas, en particular a las ferroviarias, afectando por lo tanto a los costos de transporte. En el año 1877 no hubo alivio para los problemas del país. El propio Ministro de Hacienda, Rafael Sotomayor se encargó de bosquejar los problemas en su informe anual al Congreso. Según él, las fluctuaciones del tipo de cambio hacían imposible juzgar con algún grado de certidumbre el comportamiento del mercado monetario, en tanto que como resultado de las malas cosechas de ese año y del anterior, se había deteriorado el consumo y con ello los ingresos públicos por impuestos a las importaciones. En términos generales, la primera mitad del año fiscal 1877 mostraba “una condición más deprimida que aquella de fines de 1876”.60 Frente a ese panorama y a la destrucción causada por las inundaciones, James Hayne se aventuró a vaticinar que Mucho me temo que el Gobierno se encuentre en una posición de perplejidad cuando se hagan las cuentas al final de este año.

61

Pero para que ello ocurriese, todavía se necesitaba un mayor deterioro de las condiciones económicas, lo cual ocurrió a partir de fines del mes de octubre. El día 29 se anunció en Valparaíso la quiebra del banco comercial de David Thomas. Los informes enviados a Londres acerca de este acontecimiento indican que las obligaciones de la institución superaban las £35.000, en tanto que sus activos no llegaban a la mitad de esa suma.

62

Según el gerente de Gibbs & Sons ese acontecimiento estaba destinado a causar un “inmenso grado de miseria y sufrimiento pues muchas personas de ingreso moderado tenían depositados sus ahorros en ese banco”. Con relación al estado

59

. . 61 . 62 . 60

Flores Silva, p. 76. MH 1877, pp. V y XI. AGA., Valparaíso to London, Private Nº 1, 1.V.1877; Ms. 11.470/2 El Mercurio, 30.IX.1877. AGA., Valparaiso to London, Private Nº 12, 30.IX.1877; Ms 11.470/2 374

general del país, Hayne se “lamentaba de no poder informar de señales de mejoría; por el contrario, parece ser una certeza de que al final de este año habrá un fuerte déficit y que será imposible para el gobierno recurrir a un nuevo préstamo”.63Pero las repercusiones de la quiebra de Thomas fueron mucho más allá, pues desataron una reacción en cadena que hizo tambalear al gobierno. En efecto, en la penúltima semana de noviembre se desató una crisis ministerial causada por la renuncia del Ministro de Hacienda, Rafael Sotomayor. Según el Ministro Plenipotenciario de Gran Bretaña, esta renuncia era “atribuida por algunos a cierto desacuerdo con sus colegas en materias no relacionadas con su cartera; pero por otros, en realidad por la mayoría, es atribuida al hecho de que él no 64 se sentía capaz de sacar a su país de sus actuales dificultades”. .

Un detalle en el perceptivo informe del representante de S. M. británica ofrece una clave para entender el dilema que enfrentaba Sotomayor; según Mr. Hay, el problema mayor era que el Gobierno se encontraba frente a agudos problemas “para remitir a Inglaterra antes del final del año £140.000 para amortizar la deuda externa”. Pero, a renglón seguido, apuntaba que el origen de los problemas se encontraba en la “decadencia de la prosperidad comercial del país desde 1873, las infortunadas malas cosechas, y los efectos ahora tan severamente sentidos de los gastos en obra públicas iniciados en los prósperos años 1871, 1872 y 1873O”; aquellos eran, según 65

él, los factores que habían “Oempujado a este país a sus problemas actuales”.

En otras palabras, el país se había sobre extendido en el marco de políticas tradicionales, con recursos ajenos y ahora enfrentaba la necesidad de ordenar sus cuentas y su estructura productiva.

3. El año decisivo. El deterioro de la economía chilena entre 1874 y fines de 1877 fue dramático y, 63

. Ibid. . Hay to Salisbury, Commercial Nº 17, Valparaíso 27.XI.1877; FO16/196. 65 . Ibid. 64

375

en poco tiempo, los acontecimientos se imbricaron con los de orden social y político para sumir al país entero en una sensación generalizada de desaliento, que en 1878 pareció llegar a su máxima expresión.66 Según un destacado analista del período, parecía que el país no estaba en presencia de una de esas crisis violentas y 67

pasajeras, sino en un estado de verdadera decadencia.

Miguel Cruchaga tenía razón. El deterioro comercial, financiero y productivo llegó ese año a un nivel tal, que comenzó a minar las certezas que hasta pocos años antes habían sido los fundamentos de una optimista visión de futuro marcada por el progreso. En el plano social, poco a poco fueron quedando al desnudo las falencias del Estado en cuanto a su capacidad para mantener el orden interno, lo cual, a su vez, generó una fuerte desconfianza hacia la autoridad. Finalmente, la creciente intensificación del conflicto político abrió una dimensión de incertidumbre en relación a uno de los supuestos básicos sobre los cuales descansó la construcción de la nación 68

hasta entonces: la estabilidad.

En ese contexto, no sólo las certezas comenzaron a ser objeto de interrogantes, sino también se registró un fenómeno que combino la desilusión, el pesimismo y el temor. Emergieron también la crítica seria y la formulación de iniciativas modernizadoras diseñadas para encontrar una salida a los problemas económicos y sociales. Pero junto con ellas, aparecieron también propuestas de claro corte tradicional. La desilusión del grupo dirigente quedó registrada en diversas declaraciones 66

. Zegers afirma que "entre 1876 y 1879, sufre Chile su peor crisis económica. Intensa, prolongada, de tremendas consecuencias, su magnitud altera completamente el curso natural del desarrollo del nacional. Son tres años en que, prácticamente, el país se paraliza, anonadado frente a un fenómeno de contornos mundiales", p. 91. Mi desacuerdo con este planteamiento sólo se refiere a que la recesión comenzó antes y que no sólo se debió a variables de orden externo. También estoy de acuerdo en que "el año 1879 trae la recuperación”, pero habría que agregar que sólo a través de la guerra. 67 . Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización económica y la Hacienda Pública de Chile (Santiago, 1878), p. VIII. 68 . Esta última dimensión no será analizada. Para antecedentes acerca de la intensificación del conflicto político y de la paulatina apertura del sistema, véase Julio Heise González, Historia de Chile: el período parlamentario (vol. I, Santiago, 1974) y J. Samuel Valenzuela, Democratización. Un recuento detallado del acontecer político durante la presidencia de Federico Errázuriz Zañartu en Agustín Edwards, vol. II; prolijo en el seguimiento del acontecer político durante el gobierno de Pinto es el libro de Zegers. 376

acerca de las dificultades del período. Algunas, de carácter general, realizadas por comentaristas y académicos, ofrecen un cuadro del estado del país; las más específicas, provenientes de funcionarios de gobierno y de personas vinculadas a las actividades productivas, ofrecen un panorama de los mecanismos de manejo de crisis, así como de las dimensiones de los problemas en "el año decisivo". Sobre la seriedad de esas declaraciones no caben dudas y hay datos que permiten una evaluación cuantitativa. Acerca de sus implicancias y proyecciones, queda campo para la especulación, pues la crisis llegó a su fin por un fenómeno externo: el estallido de la Guerra del Pacífico. En este último sentido, los comentarios sobre el estado del país sugieren un fuerte deterioro de las confianzas pública y privada no tan sólo en cuestiones coyunturales, sino también en cuanto a las bases sobre las que se había edificado el orden vigente. Para Miguel Cruchaga, el estado de "decadencia" era el resultado de la pérdida de algunos rasgos fundamentales que habían caracterizado a Chile como nación: la energía y el vigor.

Éstos se habían deteriorado y dado lugar a una

desagradable y triste sensación de agotamiento que era visible en todos los sectores sociales.

El esfuerzo individual -poco enérgico y mal preparado- había sido

insuficiente tanto para crear las bases de un progreso estable, como para contrarrestar la caída internacional de los precios y el encarecimiento de los bienes de consumo, maquinarias e insumos que el país debía importar.

De allí que los

principales sectores productivos se encontrasen en una encrucijada y que fuese posible encontrar a "los vestigios de la industria minera" y la agricultura enfrentadas a agudas dificultades por seguir obedeciendo a su tradición de escasa tecnificación, concentración de la propiedad de la tierra e innovación, lo cual redundaba en la "producción fácil y casi natural del suelo".

Sin embargo, no eran sólo esos los

factores que habían precipitado los problemas; a ellos se unía el hecho de que en el período de bonanza no se habían desarrollado ni la acumulación -"el espíritu de ahorro"-, ni la diversificación productiva.

69

69

. Cruchaga, p. VIII. 377

Las propuestas de reforma para superar las dificultades fueron reducidas en cantidad, aisladas del ámbito en que fueron formuladas, y generales desde el punto de vista de sus contenidos; y casi todas apuntaron a la readecuación del sistema tributario y a la transformación de las actividades productivas tradicionales. Los planteamientos se generaron en dos ámbitos: en el del gobierno y el congreso, y en el debate en la prensa. Entre las primeras, cabe recordar las de orden tributario esbozadas por Melchor Concha y Toro en 1869, aquellas emanadas del gobierno desde 1876 y las propuestas por Alberto Blest Gana, desde París, con la asesoría de Jean Gustave Courcelle-Seneuil.70

Desde la sociedad civil son destacables, a pesar de su

generalidad, las sugerencias de José Manuel Balmaceda en cuanto a remover los obstáculos tributarios para abrir el acceso a la propiedad de la tierra a un mayor número de personas. En ese ámbito, los planteamientos más elaborados y profundos fueron, tal vez, los de Miguel Cruchaga.

Éste señaló

que

para la “industria

agrícola”, era necesario dar “vida a un campo más variado de expansión en el trabajo y más ordenado en su régimen”.

Del mismo modo, para “la

minería....paralizada en gran parte por la carestía de los elementos de consumo y la baja duradera de sus productos”, era necesaria su reorganización, en particular con relación a la resistencia a “la elaboración de nuestros productos”.

71

Un diagnóstico y prognosis similar se encuentra en la correspondencia entre Alberto Blest Gana y el Presidente Aníbal Pinto. En ella, el diplomático luego de reflexionar acerca de la evolución del mercado internacional del cobre, llegó a la conclusión de que las formas arcaicas predominantes en la minería del país no le permitían a Chile depender más de dichas exportaciones. Según el diplomático, se había ...llegado a una situación en que se hacen de imperiosa necesidad varias modificaciones y nuevas medidas en nuestro sistema rentístico, a fin de ponerlo al abrigo de la grande y desastrosa influencia que hoy tiene sobre él el precio del cobre 70

. Véase Capítulo V. 378

y de la plata... su influencia puede hacerse menos sensible y asentarse las bases de 72

nuestro presupuesto sobre fundamentos menos sujetos a mudanzas.

Sobre las perspectivas del cobre, el principal producto de exportación del país, Blest no era optimista. En las conclusiones de un análisis sobre el tema, ordenado por el Presidente Pinto, decía Temo que este estudio no nos conduzca, sin embargo, a resultados muchos más prácticos que los que se arriba, mirando la cuestión en bulto. La industria emplea hoy el cobre en menos proporción que antes, mientras que el alto precio a que este metal había llegado promovió considerablemente la producción. De allí la mayor cantidad que la necesaria ofrecida al consumo y, como es natural, 73

necesidad de producir más barato para competir con los otros productores.

En otras palabras, el desafío planteado por los cambios en las condiciones del mercado internacional requería de un reordenamiento en las condiciones en que se realizaba la minería a nivel de los mercados de factores; propiedad de los yacimientos, financiamiento y provisión de fuerza de trabajo. Pero entre los ideólogos y políticos chilenos del período las preocupaciones por los problemas económicos ocupaban un lugar muy secundario en relación con los políticos. Así, por ejemplo, el mercado –uno de los sistemas de relaciones que unen a la sociedad- y su desarrollo, no encontraron un lugar en la agenda de reformas propuestas, salvo de manera muy general –cuando no superficial- en la plataforma electoral de Vicuña Mackenna.

José Victorino Lastarria, tal vez el más brillante

defensor doctrinario de la “libertad”, fue crítico de aquéllos que enfatizaban la primacía del progreso material. Según su pensamiento, el mejoramiento moral del pueblo –un proceso que dependía de manera crucial de la reforma de la política y de la del Estado- no podía ser logrado simplemente a través del progreso material expresado en la construcción de ferrocarriles, telégrafos, la aplicación de la energía a vapor y la industrialización. Como resultado de su creencia de que el progreso de un país se 71

. Cruchaga, p. VIII. . AN. FN., "Varios", vol. 413, pieza 14a. Blest Gana a Pinto; París 25.I.1878. 73 . Ibid. 72

379

reflejaba mejor en su legislación que en sus niveles de producción y de su comercio, Lastarria orientó la mayor parte de sus esfuerzos legislativos a reformar la Constitución, pues los mercados de factores se desarrollarían como una consecuencia natural de la libertad y seguridad otorgadas por ella.74 Pero, por más que se hubiesen adoptado decisiones adecuadas en ese sentido, había un par de factores que habrían hecho extremadamente difícil para el país sortear la recesión. Dadas las características de su incorporación a la economía internacional, Chile era particularmente sensible tanto al ciclo como a los cambios tecnológicos que se operaban en aquélla. En segundo lugar, el sistema económico tenía escasa flexibilidad para adecuarse a las condiciones cambiantes del mercado internacional. Esto último, no tan sólo por cuestiones de orden económico y técnico las que, con ser importantes, no fueron tan fundamentales como las de orden social y político.

En efecto, para contrarrestar más adecuadamente el deterioro de su

participación en el mercado internacional, el país requería de innovaciones

que

abrieran paso a una mayor productividad, pero ello inevitablemente habría alterado el orden social y la estructura de poder generada desde la década de 1830. Ante ese costo probable, fue preferible la opción de mantenerse en los marcos de la tradición, y no sólo en cuestiones de orden económico. En este ámbito, las iniciativas legislativas tendientes a superar los problemas financieros a través del establecimiento de impuestos a las ganancias del capital y las herencias, encontraron 75

una fuerte oposición.

Su rechazo en el Congreso causó la renuncia de los ministros

y la formación de un nuevo gabinete el 5 de agosto de 1878, encabezado por Belisario Prats; con Alejandro Fierro en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Joaquín Blest Gana en Justicia, Culto e Instrucción Pública, Julio Zegers en Hacienda y el Coronel Cornelio Saavedra en Guerra y Marina. El nuevo ministerio no inspiró la confianza requerida pues, según el representante diplomático británico, estaba compuesto de “Ohombres que no son 74

. Ricardo D. Salvatore, “The strength of markets in Latin America’s sociopolitical discourse, 1750-1850. Some preliminary observations” en Latin American Perspectives, Nº 104, vol XXVI, 1999, p. 33. 75 . Como se describió en el capítulo anterior. 380

considerados competentes ya sea desde el punto de vista de sus carreras políticas o de los cargos que han ocupadoO” y habían dudas acerca del tiempo que podían sostenerse en sus cargos.76 Pero la principal causa de escepticismo acerca de la situación del país se derivaba del rechazo de los proyectos de ley financieros el mes anterior. Según Hay, mientras más se considera esta situación, peor es su aspecto. El Congreso está formado por grandes propietarios de la tierra, y lo que se infiere del rechazo de un proyecto honestamente puesto a su consideración para superar el déficit de ingreso y mantener el buen crédito del país, es que ellos objetan una iniciativa que los afecta personalmente, y la conclusión a la que se llega es que ese cuerpo representativo contiene el elemento o el espíritu, que en cualquier momento puede tomar una decisión que tenga como resultado el repudio de las obligaciones monetarias del la nación. Debido a ello que a mediados del “año decisivo”, para el cónsul británico Chile brindaba un curioso y evidentemente triste espectáculo para aquéllos que hasta ahora han depositado tanta confianza en sus líderes y su pueblo, y está por verse si en esta hora de prueba merece el crédito del que hasta aquí ha gozado, o si ese respeto fue el resultado de su honestidad en circunstancias de prosperidad y 77

del favor de una fortuna temporal.

Fue en esas circunstancias que el gobierno adoptó la decisión de declarar “inconvertibles” los billetes de banco. La reacción del sector privado extranjero no se hizo esperar. Según James Hayne, había sido perfectamente razonable el proponer impuestos “que afectaban a los sectores de altos ingresos con el fin de aliviar al Gobierno de sus urgencias financieras actuales”; por lo demás, con ese tipo de legislación se hubiese restaurado en algún grado la confianza.

Sin embargo,

concluyó, “Ono hay evidencia de mucha disposición para hacer sacrificios y tengo la aprensión de que puede haber mucha desilusión a futuro para aquellos que hasta 76

. Hay to Salisbury, Commercial Nº 14, Valparaíso 12.VIII.1878; FO16/198. 381

ahora han pensado tan favorablemente de Chile”.78

Dos meses más tarde un

cansado y desilusionado Presidente de la República escribió en sus notas personales: La situación económica del país es muy mala y la perspectiva es de empeoramiento, no de mejoría. La cosecha ha sido pésima y el precio del cobre en Europa baja como nunca. Un año malo sobre una situación ya muy delicada

no puede dejar de producir fuertes consecuencias. Si algún

descubrimiento minero o alguna otra novedad por el estilo no vienen a mejorar la situación, la crisis que desde años se está sintiendo se agravará.79

Gráfico VI-1. Indices de transporte de pasajeros, carga e ingreso en el ferrocarril Valparaíso-Santiago, 1863-1878. 900 800 700 600 500 400 300 200 100 0 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 Pasajeros

Carga

Ingreso

Fuente: “Memorias del Superintendente del Ferrocarril del Norte” en MI de cada año. Apéndice de este capítulo.

77

. Ibid. . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 29, 13.IX.1878, Ms 11.470/2

78

382

Y cuando a fines de diciembre el senador Abdón Cifuentes manifestó en la sala de sesiones que “la pobreza del erario nacional ha llegado a los límites de la indigencia”; el Ministro de Hacienda, presente en la sesión, no se tomó la molestia de responder.80 Efectivamente, a fines de 1878, el panorama de la economía chilena era desolador. Para entonces, el valor del comercio exterior alcanzaba su punto más bajo en ocho años y el peso se había devaluado en 6 por ciento desde comienzos del año. Los bonos de la deuda externa se cotizaban a su valor más bajo en diez años, con una caída anual de 24 por ciento.81 Los bonos de 8 por ciento de la Caja de Crédito Hipotecario ($100 cada uno) se transaban a un promedio de 76 por ciento, en tanto que las deudas impagas a esa institución, que en 1874 habían sido de tan sólo 2,9 por ciento, llegaban al 33,6 por ciento de las colocaciones.82 También, la hasta 1874 activa y próspera empresa del Ferrocarril del Norte (Valparaíso a Santiago), comenzó a sentir el peso del deterioro de la actividad económica a través de fuertes caídas en la demanda, lo que se tradujo en una importante reducción de la cantidad de pasajeros transportados, en una fuerte disminución del volumen de carga desplazado y en una dramática reducción de sus ingresos operacionales. Tampoco la actividad comercial privada ofrecía un panorama alentador. Por el contrario, la persistencia a lo largo del año de una alta tasa de interés, por sobre el 12,5 por ciento, fue en parte la causa inmediata, en el primer semestre del año, de la quiebra de siete casas comerciales mayoristas en Valparaíso, las que dejaron deudas por un total de £488.308. Frente a tales circunstancias, y “considerando el estado de la situación y el poco promisorio futuroO”, otros comerciantes con mayor experiencia, 83

como Gibbs & Sons, finalmente decidieron cerrar sus tiendas al detalle.

Respetables hombres de negocios chilenos, como Urmeneta y Errázuriz, productores y fundidores de cobre, se vieron impedidos de pagar sus obligaciones a 79

. "Apuntes", en Revista Chilena, vol. XIII, 1921, pp. 339-341. La nota tiene fecha 18 de noviembre de 1878. . CS. SE., 20.XII.1878. 81 . The Times, 30.XII.1878 82 . Memoria del Director de la Caja de Crédito Hipotecario para 1878 (Santiago, 1879), pp. 9 y 12. En 1875 la mora ya había llegado al 11,7 por ciento. 83 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 2, 28:XII.1878; MS 11.470/3. 80

383

sus socios británicos, por primera vez en quince años de operaciones conjuntas. El influyente operador internacional en cobre, Agustín Edwards, también enfrentó agudos problemas y en septiembre abandonó, temporalmente, un ambicioso proyecto para establecer una agencia comercial en Londres con un capital de £250.000.84 El origen de la crisis fue ciertamente externo, pero el manejo económico interno contribuyó de manera importante a hacerla más compleja.

La baja de los

precios de los productos chilenos en el mercado internacional se tradujo en una fuerte caída del ingreso nacional y en la capacidad para importar. Siendo los impuestos a las importaciones la principal fuente de ingreso corriente del gobierno, éste comenzó a experimentar severas dificultades en el manejo de sus cuentas desde 1875. Pero el servicio de la deuda externa – contratada en parte para financiar los proyectos modernizadores – y la cobertura de los saldos negativos de la balanza comercial con exportaciones de moneda metálica, contribuyó decisivamente a ahondar los problemas internos. Esta no fue una crisis cíclica más. En la segunda mitad de la década de 1870, Chile perdió sus mercados externos; en otras palabras experimentó el colapso del “motor” que había dinamizado su hasta entonces limitada modernización: el sector 85

exportador.

4. Epílogo. A pesar de la dramática crisis que vivía el país a comienzos de 1879, la victoria chilena en la guerra contra Perú y Bolivia entre 1879 y 1883 demostró que sus instituciones habían alcanzado un considerable grado de arraigo, consolidación y madurez. La renovación normal de las cámaras legislativas, la elección presidencial 84

. Ibid., Private Nº 28, 30.IV.1878, y Private Nº 4, 3.I.1878; Ms 11.470/2. . En 1887 el Boletín de la Sociedad de Fomento Fabril publicó un análisis de la crisis de la década anterior, la cual atribuyó a la presencia en el mercado europeo y aún en los sudamericanos de "serios competidores: cereales de la India y Rusia; trigo y cobre de Australia y los Estados Unidos más baratos que los nuestros". Luego hizo un extenso análisis de la crisis y concluyó afirmando: "La vida se hizo difícil". Nº 11, mayo de 1887, p. 14. 85

384

de 1881 y el funcionamiento ininterrumpido de estas instituciones a lo largo del conflicto fueron una prueba de ello, como también lo fue el que la práctica habitual de enfrentamiento entre gobierno y oposición continuara sin alteración o tregua alguna. ¿Qué significó la guerra para los diferentes sectores de la sociedad chilena? Para los sectores populares constituyó una oportunidad de objetivar sus vínculos con la nación, especialmente, aunque no de manera exclusiva, a través de su incorporación a las fuerzas armadas.86

Para los sectores dirigentes, la guerra

representó una prueba formidable para la continuidad de su proyecto social, político y económico levantado durante casi cinco décadas.

Para todos, significó un

reencuentro con el país en una coyuntura en la que su identidad experimentó la tensión más formidable de su vida independiente. Pero, no fue lo mismo lo que experimentaron estos sectores en los meses que precedieron a la iniciación del conflicto. Lo que se jugó entonces, como también durante el desarrollo de la guerra, fue la vigencia de la nación tal como ella fue estructurada desde 1830. Fue a partir de la constatación de esa realidad que en el seno de la elite se generó una disputa acerca de cómo enfrentar la crisis diplomática con Bolivia que comenzó a agudizarse en noviembre de 1878. No fue ésta la única complicación exterior que enfrentó entonces el país, pero si fue la única en cuya resolución el gobierno adoptó una postura que fatalmente debía conducir a una confrontación bélica. Contrariamente a lo ocurrido en la Patagonia, en donde se optó por una política explícita de concesiones, en Antofagasta, y más tarde en Tarapacá, el gobierno chileno actuó con decisión. ¿Por qué la diferencia? En este sentido, sugiero que en el seno de la elite existió un segmento que privilegió una política de confrontación y, subsecuentemente, de expansión territorial como la salida más viable a la encrucijada nacional. Ese grupo presionó políticamente 86

. Según Gabriel Salazar: “Para la mayoría de los rotos enrolados de grado o por fuerza al ejército que combatió en Perú y Bolivia, la integración a la estructura militar y el sometimiento a jerarquías de mando cuya cabeza superior era el ‘Sr. Presidente’ que estaba en la Moneda fue, probablemente, su primer contacto orgánico con aparatos estatales”. Más adelante dice que: “El sentido de pertenencia a una nación de las masas de rotos chilenos surgió en estrecha relación con los éxitos del ejército nacional de rotos. Antes que sentirse identificada con el Estado, la masa peonal se sintió identificada con el Ejército, puesto que este corporizaba lo mejor de la 385

en esa dirección e incluyó en su proyecto la incorporación del salitre al patrimonio nacional como una de las soluciones permanentes a la crisis. Desde esa perspectiva, la discusión de los orígenes de la Guerra del Pacífico plantea algunos problemas nuevos. En primer lugar, emerge el rol de los empresarios y de los políticos, o de los políticos-empresarios, en la creación y difusión de una demanda que, originada en el interés privado, en un breve lapso adquirió la connotación de tarea nacional. La actuación de un grupo a favor de una opción bélica demuestra la existencia de una elite con intereses diversos y hasta contradictorios, aunque no fundamentalmente antagónicos. Esta discusión de los orígenes del conflicto también demuestra que, en realidad, no existían mayores diferencias entre el interés del país y el de la clase dirigente.

En este sentido, las conductas y los

procedimientos empleados por una fracción de la elite para influir decisivamente en la formulación de la respuesta chilena, indica que esta respuesta fue el producto de la resolución de un problema sectorial y de conflicto en su seno, que permitió el restablecimiento del consenso perdido. En la búsqueda de la reconstrucción de este consenso, se echó mano a valores tales como los del honor, la dignidad, el sacrificio y el heroísmo nacional. Ellos fueron manipulados hasta darles una dimensión social que combinó elementos hasta entonces contrapuestos y unió lo que la crisis económica había atomizado. También esta discusión plantea una interrogante, que no es nueva, acerca de la naturaleza del Estado chileno en el siglo XIX. Ciertamente éste no reflejaba, al menos a fines de la década de 1870, la cristalización de una visón homogénea de la oligarquía chilena. Mirado desde un punto de vista global, aparece como una instancia en donde se encontraban, confrontaban y definían las diferencias propias del crecimiento y desarrollo de ese sector social. Fue también allí que se lograron compromisos y elaboraron prácticas y proyectos que dieron forma al país. El desenlace de la crisis de la segunda mitad de la década de 1870 puso de manifiesto que, si bien en los cincuenta años precedentes el país había grandeza de esa masa.”. En “El movimiento….”, p. 65. 386

experimentado cierto grado de modernización en diferentes ámbitos, la fortaleza y perdurabilidad de las prácticas, usos y valores tradicionales eran aun dominantes. Simon Collier afirma que Chile se sobrepuso a sus agudos problemas de fines de los años 1870 a “sangre y fuego”.87 Tal vez fue así, pues sus instituciones y reservas materiales forjadas a lo largo de casi medio siglo le permitieron enfrentar con éxito un conflicto exterior complejo y plagado de peligros, pero que contribuyó de manera decisiva a eliminar los problemas acumulados desde mediados de la década de 1870.

Sus adversarios en la Guerra del Pacífico tenían una mayor

población y una fuerza militar nominalmente superior. De otra parte, hasta poco antes del estallido de la guerra, Chile enfrentaba un grave conflicto limítrofe con Argentina que había deteriorado las relaciones con ese país hasta el punto de un virtual quiebre respecto del territorio al sur del río Santa Cruz, lo que incidió en la creación de un clima internacional de inestabilidad y desconfianza.. Pero, tanto Bolivia como Perú eran social, institucional, política y económicamente más débiles.

88

Fue la mayor consolidación y desarrollo en esos ámbitos lo que permitió

a Chile enfrentar y salir victorioso de esa conflagración. Desde ese punto de vista, el grado de modernización alcanzado por el país en las cuatro décadas anteriores fue crucial para su éxito bélico. Sin embargo, es plausible plantear que la forma que adquirió la salida al conflicto pertenece más a lo que podría ser descrito como una salida tradicional, mercantil, que una de carácter moderno. ¿Qué fue la Guerra del Pacífico? Mirada desde el punto de vista en torno al cual se ha construido el objeto de estudio de este libro, esta fue una aventura de origen y naturaleza fundamentalmente privada que eventualmente pudo ser convertida en un “problema nacional”, cuyo objeto principal fue la obtención de un botín de guerra que permitiese descomprimir una delicada situación interna e hiciese a la vez posible postergar las transformaciones

87

. “From Independence to the War of the Pacific”, en Leslie Bethell (ed.), Chile Since Independence (Cambridge, Cambridge University Press, 1993), p. 28. 88 . Heraclio Bonilla, Un siglo a la deriva (Lima, 1980), especialmente la sección. "El problema nacional y colonial del Perú en el contexto de la Guerra del Pacífico". 387

económicas y sociales que algunos sectores, minoritarios aún –es cierto-, planteaban como camino de salida de restauración de la conexión económica externa.

En este sentido, es pertinente volver a las reflexiones del Presidente

Aníbal Pinto hacia fines del “año decisivo”; pues en el contexto de su diagnóstico pesimista planteó, al pasar, el camino de salida.89 Sin duda, el “descubrimiento minero” al que aludía el Presidente era aquél de los depósitos salitreros localizados en las inmediaciones de Taltal, cuya explotación no resultó factible precisamente debido a la situación crítica que vivía la economía del país.90. En cuanto a la “otra novedad por el estilo”, ¿cuál era ella? Es probable que haya estado constituida por la alternativa que representaba el salitre de las provincias boliviana de Antofagasta y peruana de Tarapacá, en torno al cual los intereses comerciales y productivos chilenos no sólo no eran ajenos, sino que hasta pocos años antes habían tenido una importante participación, que para entonces estaba limitada al territorio boliviano. No fue extraño en el siglo XIX, y aún no lo es hoy, que en situaciones de crisis agudas los lideres nacionales recurrieran a las aventuras externas con un doble fin: desplazar a un segundo plano los problemas derivados de una situación interna difícil y, al mismo tiempo, lograr total cohesión en torno a su proyecto de hegemonía social y por lo tanto política. Este fue, por ejemplo, el caso de los Estados Unidos, en “donde los industriales y los comerciantes necesitaban por sobre todo ‘una política inspirada e inteligente’, a través de la cual el gobierno ‘intentaría’ asegurar que esos hombres tuviesen suficientes mercados externos, aún cuando para ello el Departamento de Estado tuviese que usar la fuerza para obtenerlos”.

91

Como éste otros, gobiernos que enfrentaban situaciones difíciles

recurrieron a las salidas de fuerza, preferentemente hacia el exterior. 89

92

. Ver nota 79. . Las expectativas que se crearon en torno a este descubrimiento fueron altas; según El Mercurio, él sólo liberaría al país de la crisis que se prolongaba ya por mucho tiempo y lo conduciría por el sendero que llevaba a la prosperidad y al progreso, 17.III.1877. 91 . La Feber, pp. 9-10. 92 . Otro caso clásico en este sentido, y contemporáneo al en estudio es el de la agresión alemana a Francia, la 90

388

Que el Estado fuese incapaz de mantener en marcha el aparato administrativo y la vigencia de los principios que le legitimaban, otorgó a la crisis chilena otra dimensión. Si bien ella se había originado en problemas de orden económico, sus dimensiones

socio-políticas

cuestionaban

algunos

fundamentos

básicos

del

ordenamiento institucional. De allí la crisis de confianza política que se aprecia en los años 1877 y 1878, expresada en los numerosos cambios ministeriales y en las cada vez más ácidas discusiones en el Congreso.93 ¿Cuáles eran las alternativas de solución a la crisis para la clase dirigente? Algunas se enmarcaron en concepciones tradicionales y fueron, necesariamente, de corto alcance; otras, las menos, rompían el consenso oligárquico. Las primeras encontraron su expresión en las ya mencionadas reducciones presupuestarias, en la manipulación de la tarifa de aduanas para maximizar el ingreso, y en una larga espera de mejorías en los precios internacionales de las exportaciones. También se recurrió por parte del gobierno a la ya habitual práctica del endeudamiento interno, y se llegó al extremo de declarar la “inconvertibilidad” de los billetes emitidos por los bancos. En su angustiosa búsqueda de recursos, el gobierno intentó implementar la reforma tributaria, analizada en el Capítulo V, y lograr un nuevo préstamo en el mercado financiero de Londres por £1.000.000 a fines de 1878. Pero también ese recurso se frustró; según Blest Gana, las dificultades enfrentadas en la contratación de un préstamo eran “inmensas”, y tenían como antecedente el abultado monto de la deuda externa y la declaración de “inconvertibilidad” de los billetes de banco.

Sin

embargo, el diplomático tuvo también buen cuidado de indicar que los “banqueros ingleses consideran un elemento indispensable para la negociación la existencia de 94

nuevas contribuciones”.

El dilema que enfrentaba la elite era, entonces, agudo: el

camino de las soluciones a corto y mediano plazo, el endeudamiento fiscal, estaba

que consolidó la unidad alemana. 93 . Zegers, pp. 7-126. 94 . AN. FN., vol. 413, pieza 14a. Blest Gana a Pinto, París 19.XI.1878. El mercado financiero de Londres había entrado en crisis en 1875; Jenks, pp. 291-292. 389

cerrado. El acceso al mercado financiero de Londres, que atravesaba por una severa crisis, tenía un precio que difícilmente ese grupo estaba dispuesto a pagar: la reforma tributaria, a la que no sólo la elite era antagónica por cuestiones de principios, sino porque ella implicaba una alteración del orden económico y social existente. El precio político de tal paso le era inaceptable. La coyuntura crítica continuó agravándose durante los últimos meses de 1878. ¿Fue esta una hora de prueba para la elite chilena? Todos los antecedentes sugieren una respuesta afirmativa. La continua e incisiva crítica a la gestión gubernamental, en el Congreso y en la prensa, acentuaron el sentimiento colectivo de pesimismo e incertidumbre y la crisis de confianza.

Pero, a la larga, prevaleció el interés

hegemónico de la elite, y fue en torno a él que se ignoraron prácticas y consensos en materias bancarias y también por ello no se dieron pasos reales y necesarios para una reforma del sistema fiscal. Lo primero constituyó una salida de emergencia para una situación crítica; lo segundo, en cambio, hubiese alterado las bases económicas y sociales de su hegemonía política. Así, a fines de 1878, la elite chilena enfrentaba una coyuntura extremadamente grave. El orden y seguridad interna estaban severamente quebrantados y se enfrentaban problemas externos delicados; por otra parte, sus actividades exportadoras no mostraban síntomas de recuperación.

Y, en efecto, la crisis se

agravó. Y ningún descubrimiento minero o “alguna otra novedad por el estilo” ayudaron al país. Tampoco fue fructífero el auspicio gubernamental a un charlatán que prometía convertir barras de cobre en oro...pero en esa etapa del desarrollo de la crisis cualquier cosa era posible.

95

En los primeros días de 1879 la prensa de Santiago y Valparaíso descargó críticas sin tregua, particularmente contra el Gobierno.

Según El Mercurio, éste

parecía un pantano cuyo hedor estaba envenenando la vida de la nación, en tanto que El Ferrocarril aseveró que 1879 sería un año de liquidación masiva de

95

. Se trata de las actividades de Alfred Paraf a quien se le llegó a habilitar una oficina en La Moneda; véase su trayectoria en la prensa de Santiago y Valparaíso, especialmente durante la segunda mitad de 1877. 390

negocios.96 Desde el sector privado, entre tanto, se informó que no se habían pagado los intereses del préstamo al 3 por ciento programados para el 31 de diciembre y que no había "dinero para pagar los salarios de los empleados" del sector público.97 Fue en este contexto que se produjo la agudización de la crisis diplomática con Bolivia, la que en abril de 1879 dio paso a la guerra entre Perú y Bolivia por un lado, y Chile del otro: la Guerra del Pacífico. En cuestión de semanas, el sentir colectivo de la nación, que incluía a variados sectores sociales que hasta hace poco habían manifestado su profundo descontento, se transformó en optimismo cercano a la euforia. Desde el punto de vista de los intereses materiales, el cambio con signo positivo fue extraordinario, pues “la sola declaración de guerra inició un período económico enteramente diferente al 98

precedente, relegando inmediatamente la crisis al olvido”.

Opiniones como ésta han

llevado a algunos historiadores a fijar su atención en los factores económicos que antecedieron e informaron el conflicto del Pacífico. Así, mientras Thomas O' Brien ha sugerido que el conflicto “trajo consigo una posible solución a la fortuna en declinación de Chile”, otro autor, anónimo y más audaz, afirmó con soltura que la guerra constituyó, en efecto, “la solución burguesa para restablecer el equilibrio 99

económico”.

Si el primero plantea interrogantes y abre nuevas avenidas para la

investigación, el segundo refleja la ignorancia que aún persiste respecto de este aspecto del problema y sobre su incidencia en la crisis diplomática que derivó en la guerra.

Esta última, en parte, es consecuencia de una historiografía tradicional

chilena que, hasta hoy, ha privilegiado el análisis de los factores jurídicos y legales 100

que contribuyeron al desencadenamiento del conflicto.

Sin embargo, es plausible plantear que en esa crisis los factores económicos y 96

. . 98 . 99 .

29 y 31 de enero respectivamente. AGA., Valparaíso to London, Private Nº 5, 14.I.1879, Ms. 11.470/3. Guillermo Subercaseaux, Monetary and Banking Policy of Chile (London & Oxford, 1922), p. 93. O'Brien, p. 48. Ranquil (pseud), Capítulos de la historia de Chile (Santiago, 1973), p. 60-63. 100 . Gonzalo Bulnes, Guerra del Pacífico (3 vols., Valparaíso, 1911-1919), especialmente vol. I; del mismo autor, Chile and Perú. The Causes of the War of the Pacífic (Santiago, 1920), passim, y Diego Barros Arana, Historia de la Guerra del Pacífico (Santiago, 1914), capítulos I a III. Un ejemplo más reciente en Manuel Ravest, La Compañia Salitrera y la Ocupación de Antofagasta, 1878-1879 (Santiago, 1983), especialmente en su 97

391

sociales fueron tal vez más decisivos que los estrictamente legales. Desde esta perspectiva analítica, se destaca el quehacer de un segmento de la elite vinculado a los intereses salitreros y al mundo de la política, que desarrolló una fuerte presión sobre el gobierno en los meses previos al inicio de las hostilidades. El acceso de este grupo a las instancias de poder era considerable y sirvió para proteger intereses que se sentían amenazados; de allí su demanda de que el gobierno del Presidente Pinto adoptara una actitud inflexible en las negociaciones con Bolivia, y su afán por influir en la formulación de la política exterior del país. No menos importante fue el esfuerzo propagandístico desarrollado por este grupo, a través del cual logró que la identificación entre interés sectorial privado y el interés público adquiriese la dimensión de tarea nacional.

Fue como fruto de esa campaña que la incorporación

de la totalidad de los territorios salitreros al patrimonio nacional pasó a formar parte de la disputa, y, a la larga, a convertirse en el factor decisivo durante el desarrollo de la guerra. En rigor, el evento que desató la disputa entre Chile y Bolivia, a la que más tarde se sumaría el Perú, fue una decisión de la Asamblea Nacional de Bolivia, la que según las autoridades y algunos empresarios chilenos que operaban en territorio boliviano, contravenía los términos del Tratado de Límites acordado por ambos países en 1874.

La forma en que el gobierno chileno condujo las negociaciones, una vez

iniciada la disputa, merece ser revisada críticamente, pues, hasta ahora, los historiadores chilenos la han descrito como conciliatoria y pacifista, pero, ¿cuál fue su contenido real y cómo se formuló la política chilena respecto a Bolivia entre febrero de 1878 y abril de 1879? Como ya se ha mencionado, por varios años se habían transado en Valparaíso las exportaciones de salitre peruano y considerables inversiones chilenas se habían materializado en Tarapacá y Antofagasta a comienzos de la década de 1870. Cuando entre 1873 y 1875 el gobierno peruano intervino en la industria salitrera, primero a través de un estanco y luego nacionalizándola, ello causó conmoción y molestia entre Introducción. 392

el empresariado chileno; a la larga ello también habría de incidir en el desarrollo de la disputa diplomática y de la guerra, a pesar de que la presencia chilena en la industria había declinado fuertemente. Pero fue sólo cuando el 14 de febrero de 1878 la Asamblea Nacional de Bolivia acordó establecer un impuesto de 10 centavos por quintal métrico a las exportaciones de nitrato efectuadas por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, que se iniciaron los acontecimientos que cambiaron no sólo el mapa de la región, sino también el tejido social de algunos de sus actores.101 Por casi cuatro décadas, Chile y Bolivia habían estado involucrados en discusiones sobre cuestiones limítrofes. En 1842, el gobierno chileno fijó unilateralmente su frontera norte en el paralelo 25, concitando el reclamo boliviano pertinente. Sólo en 1866 se acordó la firma de un Tratado de Límites que estableció el paralelo 24 como la frontera entre los dos países. Hacia 1872, como resultado de la anulación por parte del gobierno boliviano de todos los actos jurídicos del gobierno de Mariano Melgarejo (1865-1871), los dos países debieron iniciar nuevas negociaciones que se materializaron en agosto de 1874 en un nuevo Tratado, en el que se ratificaba el paralelo 24 como el límite entre los dos estados. El nuevo texto no consultaba el reparto de las utilidades aduaneras habidas en el territorio entre los paralelos 23 y 25, como lo hacía el documento de 1866, pero su artículo IV disponía que no se aplicarían nuevos impuestos a las empresas chilenas que operaban en ese territorio por un período de veinticinco años.

El nuevo Tratado establecía que cualquier

disputa que surgiese entre los dos países con relación a la interpretación de sus disposiciones, sería resuelta por arbitraje. Una vez aprobado el nuevo Tratado por el Congreso en 1875, se consideró en Chile que la situación limítrofe en el norte quedaba resuelta. Por ello, la decisión de la Asamblea Nacional de Bolivia de febrero de 1878 de establecer el impuesto de los 10 centavos como condición para la aprobación del Contrato de Transacción entre “la Compañía (de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta) y el gobierno boliviano el 27 de noviembre de 1873”, introdujo un complejo factor que perturbó la política interior y 101

. Bulnes, Guerra, vol. I, pp. 106-120. Sobre las repercusiones sociales del conflicto en Perú, Bonilla; para el caso 393

exterior del país.102 En un primer momento el Directorio de la “Compañía” reaccionó con escepticismo ante la noticia, el que se refleja en la nota del agente de Antony Gibbs & Sons (propietarios del 34 por ciento de las acciones de la empresa), escrita en Valparaíso y dirigida a su casa matriz en Londres. En su nota, James Hayne decía: Los Directores de la Compañía de Antofagasta no atribuyeron mucha importancia a esos informes, pues ellos no podían creer que una mayoría de los miembros del Congreso (Asamblea boliviana) puedan ser persuadidos a votar por algo que sería nada más ni nada menos que un flagrant e acto de mala fe y una contravención positiva del Contrato de Transacción acordado por la Compañía y el gobierno boliviano en 1873. Y aun suponiendo que tal mayoría pudiese ser obtenida, es difícil imaginar que el gobierno boliviano osaría llevar a efecto la imposición del impuesto, pues sería una infracción positiva a su tratado con Chile.103 Sin embargo, una vez que las proyecciones de la nueva situación fueron evaluadas por los Directores, éstos ... no perdieron tiempo en ponerse en comunicación con el gobierno chileno acerca de este problema, haciendo notar a éste que si se permitía al gobierno boliviano ejecutar tal acto de expoliación, no sólo los

accionistas

chilenos

de

la

Compañía serían grandemente

perjudicados, sino que tal acto constituiría una directa infracción a su Tratado con Bolivia.104 El gobierno chileno no estaba aún informado de los acontecimientos, pero en todo caso procedió a despachar instrucciones al Ministro en La Paz de protestar “si

boliviano, Roberto Querejazu, Guano, Salitre y Sangre (La Paz, 1979). 102 . Bulnes, Guerra, vol. I, p. 106. Ignacio Santa María, "Guerra del Pacífico", capítulo III, en RChHG, vol. XXXI, Nº 25, 1919, p. 70. En Chile, la fijación del paralelo 24 como límite entre los dos países en 1866 fue considerada como una cesión de los territorios al norte de esa línea. 103 . AGA, Valparaíso to London, Private, Nº 25, 2.III.1878, Ms. 11470/2. 104 . Ibid. 394

ello era cierto”.105 El procedimiento de la “Compañía”, aparte de la legítima defensa de sus intereses, puede ser explicado por la forma en que ella había acordado el Contrato de Transacción con el gobierno de Bolivia en 1873. Dicho documento aún no había sido ratificado por algún organismo legislativo de aquél país, problema que en el caso de que se iniciase una disputa legal, podía debilitar el caso de la empresa. Por otra parte, el Directorio comenzaba a actuar con una confianza cuyo origen era explicado por el mismo Hayne: ... afortunadamente nosotros tenemos varios chilenos muy influyentes entre nuestros accionistas y si el gobierno chileno no cumpliese su promesa de iniciar una acción inmediata sobre la materia, fuerte presión será ejercida sobre él en el Congreso y sin duda se encontrará compelido a actuar, y a actuar en forma decisiva. Hayne fue mucho más allá, hasta llegar a afirmar que: La Asamblea boliviana actuará sabiendo que es la intención del gobierno chileno el tomar parte en el asunto no sólo en defensa del Tratado, sino también en defensa de los intereses de los accionistas chilenos de la Compañía.106 La seguridad de esas afirmaciones nacía del conocimiento de los propietarios de la “Compañía”, sin duda producto de su acceso a niveles de gobierno, de que podían contar con respaldo y protección oficial, si ello era necesario. Junto con ello, las excelentes perspectivas de mercado para el nitrato y el generoso dividendo de 10 por ciento del segundo semestre de 1877, incentivaron a Gibbs & Sons a invertir £24.092 adicionales en acciones en abril de 1878, por sobre los £117.162 ya 107

comprometidos.

Más aún, en mayo del mismo año la “Compañía” inició la

construcción de una planta elaboradora de yodo, la que una vez completada en

105

. Ibid. . Ibid. 107 . AGA., Valparaíso to London, Annual Balance, 15.II.1878, Ms. 11470/2. 106

395

septiembre totalizó una inversión de £33.000.108

En otras palabras, el factor

confianza no había sido aún erosionado por la decisión de La Paz. Entre abril y octubre de 1878 se desarrollaron negociaciones directas entre el gobierno boliviano y la “Compañía”, en tanto que el gobierno chileno limitó su acción a presentaciones complementarias. En abril el Ministro Plenipotenciario chileno en La Paz, Pedro Nolasco Videla, logró en una entrevista con el Ministro de Hacienda de ese país la suspensión temporal de la ley del 14 de febrero, “hasta encontrar una solución prudente de la dificultad”.

Incluso cuando Manuel Salvatierra fue

reemplazado en esa cartera por Eulogio Doria Medina, éste reiteró a Videla la promesa de su antecesor. Sin embargo, en Chile, “el capital receloso exigía una declaración que fuesen más que palabras”, y los empresarios aumentaron gradualmente la presión sobre el gobierno.

109

A mediados de octubre el gobierno

chileno pasó a ser el principal actor en las negociaciones y fue una nota del Ministerio de Relaciones Exteriores de Santiago la que dio una nueva dimensión a la disputa. En efecto, a pesar de que el gobierno boliviano mantenía suspendida la aplicación de la ley de febrero, el 8 de noviembre Videla entregó una nota al gobierno boliviano en la cual se manifestaba que su actitud podía conducir a la abrogación unilateral del Tratado de 1874 por parte de Chile, a la vez que informaba que atendiendo al incremento de la población y las inversiones chilenas en el territorio de Antofagasta, la situación se tornaba altamente peligrosa y hacia factible la idea de su ocupación. La nota finalizaba afirmando que: La negativa del gobierno de Bolivia a una exigencia tan justa como demostrada (la anulación de la ley del 14 de febrero) colocaría al mío en el caso de declarar nulo el Tratado de límites que nos liga con ese país, y las consecuencias de esta declaración dolorosa pero absolutamente justificada y necesaria, serían de la exclusiva responsabilidad de la parte que hubiera dejado de dar cumplimiento 110

a lo pactado. 108

. Ibid., Valparaíso to London, Private Nº 34, 26.VI.1878, Ms. 111470/2. . Bulnes, Guerra, vol. I, p. 107. 110 . MINREX 1879, Anexos, pp. 45-46. 109

396

Según

Francisco Valdés Vergara, entonces uno de los secretarios de la

Legación de Chile en La Paz, como resultado de la presentación de esa nota caía sobre el gobierno de Chile la responsabilidad de haber colocado “a Bolivia en la necesidad de llevar su resistencia hasta el extremo”, a la vez que aseveraba que dicha actitud hacía al

gobierno chileno merecedor de “censuras, no porque se

hubiera preparado para la guerra, sino porque se comprometió en una dificultad sin darse cuenta que sus actos conducían al conflicto bélico”. Valdés Vergara agregó, que su gobierno tal vez había adoptado esa postura pues “creyó seguramente que Bolivia reconociendo su debilidad, se sometería a las exigencias”; de allí el endurecimiento en el tono de la reclamación.111 En carta al Presidente Pinto, Lorenzo Claro, si bien reconocía que Bolivia se hallaba “inerme frente a Chile”, se preguntaba: “¿se dejará estar?”. Su propia respuesta contenía algunas claves acerca del futuro de la disputa: “De ninguna manera; se echará en brazos del Perú y comprará su alianza a cualquier precio”. Y de esa manera se abrirá un conflicto, “todo por un acto de Chile, cuya justicia sería 112

difícil de establecer”.

¿Qué consideraciones llevaron a Claro a formular esas reflexiones? En primer lugar, la réplica del gobierno boliviano a la nota chilena, la que se materializó con la orden de “Ejecútese”, el 17 de diciembre. Pero hubo otras, de mucho más peso. Entre ellas, la nota del 8 de noviembre podía “ser causa de un conflicto de serias y vastas consecuencias”, y ello, a pesar de que el gobierno boliviano había dado “una prueba de marcada deferencia al nuestro suspendiendo la ejecución de la ley”. Las negociaciones, sin embargo, habían sido quizás irreparablemente dañadas, pues “antes de estar contestada la reclamación [la primera de Chile], llegó la nota de Fierro expresando el alcance que Chile atribuía al cobro del impuesto que se hallaba 113

suspendido”.

Cabe hacer notar que Claro se refiere a Alejandro Fierro, Ministro de

111

. Las afirmaciones de Valdés Vergara en El Heraldo, 16.X.1896, sin duda invitan a una evaluación diferente de la política exterior chilena en esa coyuntura. 112 . AN. FV., vol. 838, pieza 87, pp. 139-140. Claro, primo del Presidente Pinto, era propietario de cuantiosos intereses en Bolivia, especialmente bancarios. 113 . Ibid., p. 140. 397

Relaciones Exteriores de Chile y accionista de la “Compañía”.114 Según Claro, no era tarea “fácil justificar el envío de esa

nota”, pues el

gobierno boliviano “no podía recibir a sangre fría una declaración hecha tan espontáneamente y sin que acto alguno estableciera su urgencia, pues la ejecución de la ley se hallaba suspendida”, y calificaba la actitud de su gobierno como una “intimidación que sólo hubiera tenido oportunidad después de ordenada la ejecución de la ley, o en caso que no hubiese sido aceptada la discusión del reclamo”. En ella se apreciaba impaciencia y falta de “sangre fría” por parte de Fierro, y a su nota había que atribuir la orden de “Ejecútese” por parte del gobierno de La Paz. En otras palabras, “a una nota inoportuna, se ha contestado con un proceder que equivale a un reto”.115 ¿Por qué adoptó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile la postura del 8 de noviembre? De acuerdo con las apreciaciones de Lorenzo Claro, la suspensión por parte de Bolivia de la ejecución de la ley, hacía que no hubiese “razón fundada para temer que [ella] se ejecutase, si de la discusión del reclamo resultaba que ella 116

era contraria al pacto que existe entre Chile y Bolivia”.

Pero a su vez, el mismo

funcionario aportaba antecedentes que “bastaban para establecer que la ley de 14 de febrero de 1878 no vulnera de modo alguno el Tratado de 6 de agosto de 1874 y que Bolivia ha tenido justo derecho para dictarla”. Esa ley, según Claro, imponía nada más que una condición para la aprobación del Contrato de Transacción que restituía a la “Compañía” sus derechos anulados por la ley que en 1871 había invalidado todos los actos jurídicos y legales del gobierno de Mariano Melgarejo.

En 1872, la

Asamblea Nacional boliviana aprobó una ley de revalidación de concesiones, que demandó la ratificación por parte de ella de todo contrato o acuerdo elaborado con anterioridad a su promulgación. Fue en consonancia con las disposiciones de aquella ley que la “Compañía” y el gobierno boliviano firmaron el Contrato de Transacción de

114

. Fierro figura como accionista en la Memoria de la “Compañía”, correspondiente al segundo semestre de 1878, pero no en la del primer semestre de 1879. 115 . Claro a Pinto, loc. cit., p. 3. 116 Ibid., pp. 3 - 4. 398

27 de noviembre de 1873, el que requería de refrendación legislativa.

Era por ello

que, en la opinión de Claro, la ley de 14 de febrero de 1878 no contravenía lo dispuesto en el artículo IV del Tratado de 1874, pues, insistía, ella era sólo una “condición bajo la cual se aceptaba una cesión gratuita”.117 En su opinión, por lo tanto, las negociaciones requerían de tacto y cautela, actitudes no observadas por Fierro, y lo esencial en la disputa era un problema de carácter legal, “bien lejos de ser una cuestión de honra o siquiera de simple decoro”.118 Si los antecedentes legales y el estado de las negociaciones no permitían a Fierro enviar la nota de 8 de noviembre, su decisión debió entonces estar fundada en otros factores, entre

los cuales las presiones por parte del Directorio de la

“Compañía” fueron tal vez decisivas. De ello queda constancia en la nota que a comienzos de aquel mes fue enviada a Gibbs & Sons; en ella se citaba una carta de Francisco Puelma, hombre de confianza del Presidente Pinto, diputado y dueño del 6 por ciento de las acciones de la empresa, a su colega de cámara legislativa y Presidente del Directorio, Miguel Saldías, en la que afirmaba: Fierro me ha leído la carta que ha escrito a Videla instruyéndole clara y categóricamente negociar la ley del impuesto sobre la exportación de nuestro salitre en nombre del gobierno chileno y no del nuestro. En su nota Puelma agregaba que el Ministro de Relaciones Exteriores atribuía 119

gran importancia a la nueva postura de su secretaría de estado.

Puelma se refería

obviamente a la nota del 8 de noviembre, lo que refleja hasta que punto el Directorio de la “Compañía” tenía acceso al gobierno y hasta donde podía influir en el desarrollo de las negociaciones; a sabiendas de ello, su proceder se tornó cada vez más resuelto. A comienzos de 1879 las negociaciones entre ambos gobiernos estaban paralizadas y nada indicaba su reiniciación y una resolución positiva del conflicto. Ya por esos días, y en la medida que se aproximaba el 11 de enero, fecha fijada por el 117

. Ibid., pp. 7 a 27. . Ibid., p. 31. 119 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 42, 5.XI.1878, Ms. 11470/2. Énfasis en el original. 118

399

gobierno boliviano para hacer efectiva la ley, las actitudes comenzaron a endurecerse en Chile, al mismo tiempo que se deterioraba la situación general del país. Las opiniones de una personalidad pública del prestigio e influencia de Antonio Varas, en esos momentos miembro del Consejo de Estado, Presidente de la Caja de Crédito Hipotecario, y diputado y accionista de la “Compañía”, pueden ser consideradas como representativas del sentir colectivo de la elite. En carta a su amigo Rafael Vial, Varas decía: Estamos en peligro de una ruptura bien grave y lo peor es que uno se ve precisado a reconocer que en parte lo provoca el que Chile no goza entre sus vecinos de la consideración y el respeto que antes gozaba. De otra manera sería inexplicable que Bolivia persistiese en medidas que Chile estima una ruptura del Tratado de Límites, sin siquiera dar lugar a la discusión que se le provoca. Llega uno a desear que el mal suba de punto; que se arrostren todos los inconvenientes de una ruptura, porque es necesario que nos hallemos en situación muy grave para que hasta Bolivia nos atropelle. No es más lisonjera la situación interna del país.

La crisis económica persiste, no obstante una

cosecha generalmente buena. En el orden político es muy difícil calcular cual será el espíritu que domine en el futuro Congreso. Tal vez es lo más probable que no corresponda a lo que el interés del país reclama. Ningún partido es bastante fuerte para impedir una dirección dada. En estas circunstancias las complicaciones exteriores adquieren mayor gravedad. Le confieso a Ud. que con toda mi fe en el porvenir del país, me domina a veces un desaliento 120

desconsolador y necesito esforzarme para sobreponerme a él.

Poderosas razones ayudan a explicar el que una personalidad política, fuerte y autoritaria, como la de Varas fuese afectada a tal grado por la situación general del país. A ellas, se agregó el 11 de enero la confiscación por parte de las autoridades bolivianas de los bienes de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, 120

. Antonio Varas a Rafael Vial, 21.I.1879, en RChHG, vol. XXV, Nº 29, 1913, p. 435. Varas obtuvo un ingreso total de $1.545,69 o £212,6 por dividendos en el primer semestre de 1879 c.f., José Besa a Antonio Varas, 22.X.1879, AN. FV., vol. 838, pieza 78. 400

de acuerdo con un decreto fechado 5 de enero.121 Según el mismo documento, el 14 de febrero debía procederse al remate de las instalaciones, y su producto debía ser considerado como parte de pago del impuesto adeudado desde febrero del año anterior. Pocos días después el Ministro Plenipotenciario británico en Chile escribía a Londres afirmando que el proceder de las autoridades bolivianas había causado “... gran indignación en el país [Chile]”.

122

Cuando la noticia llegó a Valparaíso el día 14, la situación política del país se hizo casi insostenible.

El agravamiento de la tensión en el norte se producía

precisamente en el momento en que se resolvía la disputa limítrofe con Argentina. Esta fue resuelta a través de trabajosas negociaciones y sólo el 10 de enero la Cámara de Diputados de Chile aprobó el proyecto de Tratado con el vecino país; frente a ello, el agente de Gibbs & Sons en Valparaíso reaccionó escribiendo que ello constituía "...buenas noticias para los accionistas de Antofagasta".123 Y en efecto, para aquél grupo la solución dada al "problema argentino" se produjo en un momento crucial. En cuanto la tensión cedió en el sur y un acuerdo chileno-argentino se hizo realidad, las autoridades chilenas tuvieron la capacidad de concentrar toda su atención e iniciativas en el problema septentrional. De este modo, a comienzos de enero el blindado Blanco Encalada (la nave más poderosa de la flota de guerra chilena) fue despachado al puerto de Caldera, punto terminal de las líneas de telégrafo en territorio chileno, con instrucciones de permanecer allí a la espera de nuevas órdenes. No fue, por tanto, una coincidencia que el 9 de enero la nave fondeara en la bahía de Antofagasta y que el día en que los bienes de la 124

"Compañía" fueron embargados, el administrador Hicks buscara refugio abordo.

Las informaciones procedentes de Antofagasta causaron un serio trastorno en la comunidad comercial y, naturalmente, de manera especial en el Directorio de la "Compañía".

121

. . 123 . 124 . 122

Sin embargo, superada la estupefacción inicial, este cuerpo pasó a la

Bulnes, Guerra, vol. I, p. 109. Pakenham a Salisbury, Confidencial Nº 4, Santiago 15.I.1879; FO16/202. AGA., Valparaíso to London, Private Nº 4, 14.II.1879, Ms. 11470/3. Oscar Bermúdez, Historia del salitre desde sus orígenes hasta la Guerra del Pacífico (Santiago, 1963), p. 401

acción: "Don Agustín [Edwards] llevó el telegrama despachado desde Caldera al 125

Intendente para que telegrafiara al Ministro de Relaciones ExterioresO",

sin duda

con el fin de ejercer más presión sobre el Gobierno, el que aún el día anterior se mostraba reticente a hacer uso de la fuerza en tanto la situación no se precipitase.126 Horas más tarde se celebró una reunión del Directorio "para discutir los problemas que recién se desarrollaban", y en ella El Sr. Puelma no pareció del todo muy entusiasta respecto a lo que debíamos esperar como resultado último de este problema; él dice que hay gente muy influyente en Santiago fuertemente interesada en persuadir al gobierno a que se abstenga de apoyarnos en forma enérgica, como Melchor Concha y Toro, el Presidente de la Cámara de Diputados e importante accionista de la "Compañía de Huanchaca", cuyos intereses pueden ser gravemente perjudicados por un rompimiento entre Chile y Bolivia. El [Puelma] recomendó gastar algún dinero para estimular a escritores en los diarios para que publiquen artículos de naturaleza patriótica, es decir, de nuestro lado en el problema, y así fue acordado, de manera que podemos esperar la inmediata aparición de una serie de esos artículos en un diario de Santiago, probablemente El Ferrocarril, y en 127

uno de Valparaíso, tal vez La Patria.

En los días siguientes a dicha reunión, y tal cual se había planeado en ella, alguna prensa dio muestras de que los directores de la "Compañía" podían actuar con decisión y rapidez. Lograron, por ejemplo, el concurso de Isidoro Errázuriz, una de las personalidades políticas más brillantes del país y dueño del diario La Patria, que de inmediato inició la publicación de editoriales y artículos de "naturaleza patriótica". En los días siguientes también los accionistas visitaron periódicamente a funcionarios 385. Bulnes, Guerra, p. 118. 125 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 42, 5.XI.1878, Ms. 11470/2. Énfasis en el original.. 126 . AGA., Lima to Valparaíso, Privada Nº 3, 24.I.1879, Ms. 11121. 127 . Como nota 125. No hay datos acerca del monto de los gastos incurridos. Concha y Toro tenía cuantiosas inversiones en la minería de la plata en el altiplano. Ver John Mayo, “La "Compañía de Salitres de Antofagasta y la Guerra del Pacífico", Historia, Nº 14, 1979, pp. 72 - 102, y "A ‘company’ war? The Antofagasta Nitrate Company and the outbreak of the War of the Pacific", en Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, Nº 18, 1980, pp. 3-12, discuten la participación empresarial sobre la base de los documentos del Archivo Gibbs, 402

del gobierno, demandando apoyo oficial; se destacaron en esas gestiones Edwards y 128

Puelma.

En la segunda quincena de enero algunos accionistas se transformaron en un poderoso grupo de presión que actuaba en forma decidida en el Congreso y en el gobierno.

A través de la prensa, en donde aún no existía unanimidad frente al

problema, se aumentaba la presión sobre los grupos e instituciones vacilantes. Según el propio Edwards, en círculos políticos todavía existían actitudes desfavorables hacia a la “Compañía”, como también ante una eventual "chilenización del territorio en cuestión".129 La campaña periodística organizada por el Directorio de la "Compañía" fue vigorosa, y sus demandas fueron aumentando con el transcurso de los días.

El

Ferrocarril cambió su línea original limitada al análisis de la situación en el contexto de la política exterior general de Chile, marco en el cual preveía mayores complicaciones, por una que exigía una "actitud enérgica y decidida" frente a la "ofensa" inferida al país por Bolivia.

Ante ello, la anexión territorial era la única

alternativa.130 La Patria, por su parte, cambió su rol de informador por el de líder de una campaña que contribuyó en gran medida a la creación de un clima pro-bélico. Ésta se materializó en la publicación de una serie de virulentos artículos, en los que se exigía una postura de extrema dureza hacia Bolivia y la anexión del territorio entre los paralelos 23 y 24; todo ello lo insertaba el diario en el marco de los derechos nacionales más bien que en torno a "los intereses materiales que son objeto primitivo 131

de la contienda”.

A comienzos de febrero, el diario Los Tiempos formulaba las siguientes preguntas a sus lectores acerca de Antofagasta: ¿Quién descubrió el cobre allí? ¿Quién la plata? llegando a diferentes conclusiones. 128 . Como nota 125, y Valparaíso to Lima, 12.II.1879, Ms. 11120. 129 . Como nota 125. 130 . Loc. cit., 11.II.1879, 12 al 20 del mismo mes. 131 . Loc.cit., 24 .I.1879; la campaña de este diario continuó hasta marzo. 403

¿Quién el guano? ¿Quién el nitrato? Su respuesta era categórica: "Nosotros", y agregó: "Estamos ciertos de que vendrá para Bolivia la reacción del buen sentido. Mientras llega, tengamos seca 132

nuestra pólvora".

El único diario que no adoptó una actitud beligerante de manera

inmediata fue El Mercurio, el que en todo caso gradualmente evolucionó en su línea editorial desde una posición inicial anti-bélica hacia una de tipo revindicacionista. Entre tanto, el grupo liderado por Melchor Concha y Toro no llegó a desarrollar esfuerzos propagandísticos anti-bélicos similares, a tal punto que la casa Gibbs de Valparaíso informaba a Londres de una total victoria de los intereses de la “Compañía” en ese frente.133 Desde mediados de enero, las relaciones diplomáticas entre Bolivia y Chile prácticamente dejaron de existir. Mientras el Gobierno chileno mantenía inalterable su posición - anulación de la ley de febrero de 1878 y levantamiento del embargo - el de Bolivia insistía ahora en el retiro de las fuerzas navales chilenas de su litoral. En Antofagasta, a comienzos de febrero el administrador Hicks fue notificado de que el remate de los bienes de la “Compañía” se efectuaría el día 14. Según el Cónsul chileno en ese puerto, Nicanor Zenteno, la sola notificación había producido un cambio de la “tranquilidad aparente y expectante”, a un “estado de sorda agitación”. Según el Cónsul, era improbable que el numeroso contingente de empleados y los dos mil trabajadores de la “Compañía” sufrieran “impasibles este acto de depredación”, y agregaba que ante dicha situación, “la alarma ha sido tal que el gerente de la Compañía ha llegado a abrigar serios temores, y desoyendo a sus deseos ha consentido, de acuerdo con el comandante del Blanco Encalada, en 132

. Loc. cit., 5.II.1879. En su edición del día 19 este diario afirmaba: "Es posible que el conflicto con Bolivia sea la guerra. Está bien. Aunque enemigos sistemáticos de la guerra, preferimos una guerra rápida, decidida y decisiva, a una paz intercandente [sic] y siempre amenazada. Nuestra vida internacional se iba haciendo intolerable. ¡Ya era tiempo de que respirásemos!". 133 . El Mercurio, enero a marzo de 1879, especialmente la edición del 18 de enero y aquéllas a partir del 14 de febrero. La afirmación del representante de Gibbs & Sons, en AGA, Valparaíso to Londres, Private Nº 6, 404

algunas medidas preventivas en el caso de que sus valiosos intereses fueran 134

atacados”.

Recibida en Valparaíso la información acerca de la inminencia del remate, algunos Directores de la "Compañía" sostuvieron una entrevista en la Intendencia de Valparaíso con el Presidente Pinto, quien manifestó que a pesar de lo delicado de la situación el gobierno no haría uso de la fuerza en tanto no existiese certeza de que las negociaciones en La Paz habían fracasado, y que, por lo tanto, no impediría el remate.

Pero ya entonces parecía haberse definido plenamente la política

gubernamental respecto a la disputa, habiéndose convencido el Directorio de que el caso de la “Compañía” pasaba a convertirse en “una buena excusa en que basar su proceder o para tomar posesión del territorio”; pero aún así dicho cuerpo continuó reuniéndose para “analizar la presión que se ejercería sobre el gobierno para que éste llamara de vuelta a Videla y evitara el remate”.135 Por aquellos días, al informar a su gobierno del desarrollo de los acontecimientos, el enviado diplomático británico en Chile

afirmaba que “las

oportunidades de un arreglo pacífico en la disputa entre Chile y Bolivia parecen haber disminuido”.136

Hasta qué punto influía en ello la actividad desplegada por los

accionistas es materia de conjetura, pero hasta el día 11 de febrero Francisco Puelma efectuó un constante peregrinaje entre las oficinas de la “Compañía”, la de Edwards y la Intendencia de Valparaíso, en donde funcionaba desde algunos días el gobierno. Acerca de las opiniones en el seno de éste, el representante de Gibbs & Sons en Valparaíso informaba que se barajaban dos opciones; por un lado, algunos personeros opinaban que "en caso de efectuarse el remate, uno de nosotros (un accionista) debe hacer la postura más alta". Otros en cambio, pensaban que debía permitirse el remate, pues entonces el gobierno estaría preparado para actuar. Que

27.I.1879, Ms. 11470/3. 134 . MINREX 1879, "Nota del Cónsul Jeneral de Chile en Antofagasta al Ministro de Relaciones Exteriores", 6 febrero 1879, Anexos, p. 49. Ibid., "Nota del Ministro Chileno en La Paz al Ministro de Relaciones Exteriores", Nº 86, 12..II.1879, pp. 55-56. 135 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 7, 10.II.1879, Ms. 11470/3. 136 . Pakenham to Salisbury, Confidential Nº 6, Santiago 10.II.1879, FO16/202. 405

lo estaba, lo confirma el que a comienzos de mes se despachó la corbeta Chacabuco 137

a Caldera con un contingente de infantes y artilleros de marina.

En su edición del

día 10, el diario La Patria en un artículo titulado “Movimiento de Guerra” informaba que: El gran acontecimiento de ayer y el gran tema de las conversaciones han sido la salida de tropas chilenas al litoral boliviano y las expectativas que nos ofrece la próxima guerra.. En la mañana de ayer una concurrencia incalculable se agolpaba en el muelle de la Bolsa y en el del señor Álvarez a presenciar el embarque de las tropas de artillería que marchaban a Antofagasta; el entusiasmo era indescriptible, y más de un millar de concurrentes habría admitido gustoso la propuesta de trasladarse al teatro de la guerra a defender el honor y los intereses de la patria.138 A pesar de las decisiones gubernamentales favorables a su causa, y del ambiente político en que se insertaba ahora el conflicto, el directorio de la "Compañía" hasta último momento experimentó ciertas divisiones, las que reflejaban la trascendencia del conflicto en todos los niveles de la elite. Una de las principales dudas de los accionistas británicos, que les hacía desconfiar del desenlace final de la disputa, tenía relación con Francisco Puelma, quien, a pesar de estar ...fuertemente interesado como accionista en la Compañía, también está implicado como político no sólo en las maniobras que el gobierno está desarrollando para anexarse el territorio en disputa, sino también en las que aquél

desarrolla en vista a las elecciones parlamentarias que deben

efectuarse a fines del mes próximo, cuyo resultado espera sea el obtener una mayoría para su partido [monttvarista]H Si bien no existían dudas acerca de la postura de Puelma respecto de los intereses de la “Compañía”, se creía probable que en la disyuntiva entre los intereses 139

de aquélla y los del gobierno, finalmente podía anteponer los de éste. 137

. AGA., Valparaíso to London, Private Nº 8, 12.II. 1879, Ms. 11470/3.. . La Patria, 10.II. 1879. En el artículo, la guerra, que aún no comenzaba, es un supuesto básico. 139 . Como nota 137. 138

406

Sin embargo, todas las dudas y vacilaciones fueron a la larga superadas por la efectividad de la presión ejercida por el conjunto del Directorio en aquéllos días cruciales. Entre tanto, el grupo de Concha y Toro al parecer limitó sus gestiones nada más que a prevenir al gobierno “contra la adopción de medidas precipitadas”.140 En cambio, el Directorio de la “Compañía” desarrolló una actividad propagandística cada vez más intensa, a la que agregó la movilización social. A primeras horas del día 12 circuló en Valparaíso una hoja volante en que se convocaba a la ciudadanía a un "meeting patriótico" en la Plaza de la Intendencia. En ella se decía: En honor a nuestros gobernantes y en vindicación de la opinión pública ofendida, podemos anunciar al pueblo que el guante arrojado desde La Paz ha sido recogido, que nuestra Legación en Bolivia ha sido retirada y que los comandantes de nuestras tropas en el norte han recibido la orden de estar alerta para ocupar el territorio sobre el cual la bandera tricolor de Chile flameó en el viento antes de 1866. Ciudadanos: paguemos tributo al gobierno con nuestro sincero aplauso y brindémosle nuestro apoyo sereno desde que nos asegura que en el momento representa las alturas del sentimiento natural y cumple con los importantes deberes que la situación requiere. Dejemos que la expresión de un pueblo viril, de los miles de ecos del meeting les alcancen, de forma que el pueblo se sienta satisfecho y bien representado en el poder, mientras el prestigio, el honor y los intereses de Chile son defendidos con coraje. Dejémonos ver y oír por aquéllos en autoridad mostrando la actitud que corresponde a los buenos hijos de Chile.

Hoy día, el día del glorioso

aniversario de Chacabuco reunámonos en la Plaza de la Intendencia en un número suficientemente grande para convencer al gobierno y a América que en el 12 de febrero de 1879 Chile está habitado por hombres que no deshonran a aquéllos que se sacrificaron por la Patria el 12 de febrero de 1817. Acudid, ciudadanos, al meeting del patriotismo, al meeting del coraje, al 140

. Véase nota 125, y AGA., Valparaíso to London, Private Nº 9, 14.II.1879, Ms. 11470/3. No existió un 407

meeting de la reconciliación entre el pueblo y gobierno.141 Ciertamente ese acto público fue planeado con algunos días de anticipación y formaba parte de la campaña desarrollada por la “Compañía” desde el 11 de enero para presionar al gobierno. Por lo tanto, su convocatoria es de interés en más de un sentido. En primer lugar, por primera vez se igualaba el interés nacional con aquél de la “Compañía” en forma pública y se le relacionaba con cuestiones tales como el prestigio y el honor nacional, los que en Chile tenían una valoración social extensa e histórica. Por otra parte, es evidente que la convocatoria fue redactada el mismo día en que se decidió la ruptura de relaciones con Bolivia y la ocupación de Antofagasta, confirmando el acceso que algunos accionistas tenían a las esferas de Gobierno. Al respecto Puelma, quien habitualmente revisaba la correspondencia del Ministro Fierro, presenció la llegada del telegrama en que se anunciaba la decisión del gobierno de La Paz de suspender la ley de febrero de 1878 y anular el Contrato de 1873 que le vinculaba a la “Compañía”, reivindicando los terrenos salitreros para sí. La respuesta chilena fue ordenar a Videla retirarse “inmediatamente” y ordenar la ocupación de Antofagasta, decisiones comunicadas por Puelma al Directorio de la “Compañía” sólo minutos después de adoptadas por el Consejo de Gabinete el día 142

11.

Durante el acto público mismo, el cual contó con “una concurrencia que no bajaría de seis mil almas... que... es mucho conseguir en un día de trabajo y a la hora en que todos están ocupados en una población laboriosa como la de Valparaíso”, a lo que se sumaba “el sol que quemaba hasta hacerse insoportable”, el tono de los discursos fue más fuerte aún que el lenguaje empleado en la convocatoria. Isidoro Errázuriz manifestó que la situación que enfrentaba el país era “el fruto legítimo de la política

débil

y

contemporizadora”

seguida

hasta

entonces

en

cuestiones

internacionales, pero agregó: “vemos, afortunadamente, que ha cesado el desacuerdo entre la autoridad y la nación”, al confirmar el zarpe de fuerzas chilenas esfuerzo periodístico por parte de este grupo. No hay tampoco evidencia de una presión suya sobre el gobierno. 141 . Reproducida por La Patria, 12.III.1879. 142 . AGA., Valparaíso to Lima, 12.II.1879, Ms. 11120, relata las actividades de Puelma. 408

de Caldera al norte. Errázuriz finalizó su intervención afirmando que ahora podía “contar el gobierno con la seguridad de encontrar en el país cooperación y apoyo ilimitados y todo el tesoro del patriotismo de una nación estará en sus manos”, pero agregó que, en todo caso, debía “tener presente al mismo tiempo que se halla al frente de una nación decidida a ejercer vigilancia, a formar una sola masa para aplastar las maniobras y las influencias mezquinas...”, sin especificar cuales eran éstas. Máximo Lira afirmó que el “conflicto boliviano surgió con la retirada de Santa Cruz; las insolencias bolivianas en el Pacífico han sido un efecto de nuestras debilidades en el Atlántico; acá se pretende robarnos porque allá nos dejamos despojar”.

Es decir, desde ese momento, la disputa adquiría carácter de causa

nacional, siendo los chilenos “los provocados ... los engañados ... los despojados". Lira finalizó su discurso llamando a la ciudadanía a brindar “un aplauso para los gobernantes que mantengan con firmeza los derechos y el honor de Chile; tendremos maldiciones para los que vengan nuevamente a pedir consejos a la debilidad”.143 Las resoluciones de esa reunión pública reflejaron en forma exacta lo que de ella se esperaba por parte de la “Compañía”. En primer lugar, se acordó invitar al “gobierno a que proceda con actividad y energía a prestar el amparo de las armas nacionales a los industriales chilenos que se hallan expuestos a gravámenes injustos y odiosa expoliación en el litoral de Bolivia. 2º Manifestar al mismo tiempo que ese propósito no se realizará por completo, mientras Chile no haga valer los derechos que le confiere la ruptura de los tratados de 1866 y 1874 sobre el territorio que cedió a Bolivia en virtud de ese pacto. 3º Tributar un voto de aplauso al gobierno por su conducta patriótica al declarar roto el tratado con Bolivia a consecuencia de las infracciones que de él ha cometido aquélla nación”.

144

Una vez terminada la reunión, que contó con la presencia “de todas las clases sociales, desde el aristocrático propietario hasta el modesto hijo del pueblo... muchos 143

. Los discursos y acuerdos de ese acto están reproducidos en los diarios La Patria, El Mercurio y El Deber de 13.II.1879. 144 . La Patria, 13.II.1879; reportaje titulado: "¡A la guerra!". 409

hombres públicos ... y hasta una representante del bello sexo (que) acudió a manifestar con su presencia que en las venas de la madre chilena se encuentra más de una gota sangre de la madre de familia espartana”, la multitud marchó por las calles de Valparaíso entonando "himnos patrióticos" y profiriendo gritos de: “A la guerra”, No haya cuartel”, “Brazos tenemos para combatir por la Patria” y “Viva 145

Chile”.

Dos aspectos se destacan de ese acto público. Primero, la afirmación de que el país ya vivía una situación de guerra y la activación de una conducta en torno a ello.

Segundo, el éxito de la “Compañía” en dar a su problema una dimensión

nacional y movilizadora. Finalmente, un sector de la elite intentaba reparar a través de esa manifestación y sus demandas el prestigio internacional de Chile supuestamente mancillado por la forma en que se resolvió el conflicto limítrofe con Argentina el año anterior. Esta es una dimensión que requiere de especial atención, y que se hace evidente a través de la lectura de la prensa de Santiago y Valparaíso. Tentativamente podría llegarse a afirmar que, a comienzos de 1879, la elite, o una parte de ella, sufrían aún el “trauma argentino”, producto de su primera concesión política a nivel internacional en su historia independiente. Un ejemplo de ello lo ofrece el editorial del día 10 de febrero del diario La Patria –“Provocaciones Bolivianas y Contemporizaciones Chilenas” - en el que se afirmaba: ¡Cuanto han debido hacernos perder en el concepto de los demás pueblos las faltas de nuestro Gobierno cuando se atreve hasta Bolivia a despreciar nuestras reclamaciones, -a obligar a nuestro Encargado de negocios a hacer, durante varios días, ridícula antesala en el zaguán de la casa donde el Presidente Daza y su gabinete celebran sus parrandas oficiales, -a ofender, a la vista de nuestra marina, los intereses industriales que se han desarrollado a la sombra de la bandera de Chile y de las promesas de los pactos de que la nación chilena es fiadora y custodia, a contestar, en fin a una exigencia perentoria y a un ultimátum solemne con la iniciación audaz de un plan de 145

. Ibid., 10.II.1879. 410

despojo contra la más valiosa de las empresas que la iniciativa animosa, el trabajo y los capitales chilenos han hecho surgir en un territorio que entregado exclusivamente a la influencia de la cultura boliviana, sería hoy un desierto sin producción, sin vida, sin habitantes y sin esperanza! Estamos cosechando en el litoral del norte, lo que hemos sembrado en el Atlántico, en el Estrecho, en todos los puntos en donde ha estallado un conflicto entre Chile y los estados vecinos. Desde el día en que temimos dar alcance en territorio sometido a nuestra jurisdicción a los forajidos fugitivos de Punta Arenas; desde el día en que atamos en Lota a un poste de ignominia las naves encargadas de hacer respetar nuestras leyes y nuestros derechos; desde que toleramos humildemente la violación e invasión del suelo chileno por fuerzas argentinas y discutimos y aprobamos un pacto de amistad con la nación que así nos provocaba y ofendía, debimos estar preparados a dejar amontonarse sobre nosotros las insolencias, los desdenes y los abusos y a 146

apurar hasta las heces la copa del desprestigio internacional.

No es tarea fácil determinar hasta qué punto estas declaraciones eran el producto de un genuino sentimiento de frustración colectivo o, simplemente, el fruto de una hábil manipulación propagandística. Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, el Gabinete por fin encontró la “forma de justificar una acción enérgica sin tener que esperar más por la tan largamente aguardada respuesta de La Paz”.

147

Como ya se ha visto, la decisión de

ocupar Antofagasta estaba tomada y fue ejecutada el 14 de febrero, el mismo día en que debían ser rematados los bienes de la “Compañía”. Tropas desembarcadas del blindado Blanco Encalada ocuparon ese puerto sin encontrar resistencia. La ocupación no calmó la ansiedad en el seno de la elite y, eventualmente abrió una nueva dimensión al problema. El 16 de febrero, Domingo Santa María, influyente diputado, futuro Ministro de Relaciones Exteriores, Presidente de la República y accionista de la “Compañía”, escribió al Presidente Pinto demandando la 146

. Ibid. 411

ocupación permanente del territorio de Antofagasta, alegando que “triunfos morales 148

no satisfacen al pueblo”.

En la prensa, entre tanto, la postura anexionista ganaba

apoyo y espacio. En un editorial en El Independiente, Zorobabel Rodríguez afirmaba que ante la eventualidad de la guerra, correspondía a Chile obrar “cuerdamente ... Para ello -por más que se nos hable tanto de guerra-, no habrá necesidad de abrir una campaña; basta con ordenar a las fuerzas bastantes, para que esa ocupación pueda efectuarse sin derramamiento de sangre”.

Alegando que era necesario

consolidar la autoridad chilena en Antofagasta, Rodríguez argumentaba que con ese fin, “Chile debe ocupar el litoral, respondiendo a las provocaciones del gobierno de Bolivia y a los deseos y aspiraciones de los habitantes de aquellos territorios. Si, como se asegura, tal es la resolución tomada por nuestro gobierno, puede estar seguro de haber interpretado fielmente el sentir público”. También en esos días, otros diarios demandaban la prosecución de una guerra “rápida, decidida y agresiva”.149 Todos estos elementos, conjugados con la decisión del gobierno, hacen plausible plantear que cuando las tropas chilenas desembarcaron en Antofagasta, la idea de anexión de la región “debatible” se había hecho parte del ideario de la mayoría de la elite. De tal manera, el desembarco más que una medida tendiente a proteger intereses empresariales, pasaba a formar parte de una empresa colectiva, nacional. Pero los fundamentos reales de ese sentimiento y los mecanismos que contribuyeron a su desarrollo y eventual hegemonía en el seno de la elite estaban 147

. Afirmación en documento citado en nota 144. . AN. FN "Varios", vol. Pieza l, Santa María a Pinto 16 febrero 1879. Ya un mes antes Santa María había hecho explícita su posición frente al conflicto en el seno del Consejo de Estado donde expresó: "No puede trepidarse, (pues) de tiempo atrás veníamos guardando consideraciones indebidas a Bolivia, pueblo que desgraciadamente es gobernado por gobiernos irregulares, desmoralizados, que obedecían en las relaciones internacionales, no a principios de honor y justicia, sino a los de conveniencia particular, o a las exigencias de las pasiones que los agitaban...Las contemplaciones con Bolivia han dado margen para que se nos crea débiles o tímidos; y a decir verdad, por entero hemos perdido por esta causa una buena parte de nuestra influencia en el Pacífico, influencia que debemos ejercer, porque ella tiende a regularizar y dar seriedad a los negocios públicos de las otras repúblicas...". Concluyó manifestando que debían "agotarse todas las medidas conciliatorias, insistirse en la constitución del arbitraje, pero que si a pesar de todo esto, y aun aceptándose el arbitraje, Bolivia no derogaba o no suspendía los efectos de la ley tributaria que había dictado, Chile debía declarar rotos todos los pactos ajustados hasta hoy y considerar las cosas como si estuviésemos en 1866, de manera que volveríamos a ejercer nuestra soberanía en el territorio que, en ese tiempo, disputábamos a Bolivia y que le fue cedido por el pacto de esa fecha". Citado por Ignacio Santa María, pp. 98-100. 148

412

mediados de febrero de 1879, y sus implicancias, son eventos sugerentes. Aun cuando los antecedentes que informan el cambio en la postura presidencial son escasos, es posible postular que la actividad desplegada por aquéllos que favorecían acciones “decididas, decisivas y agresivas” fue exitosa en dos sentidos: en primer lugar conquistó la voluntad del gobierno en el momento decisivo, lo cual se materializó en el desembarco en Antofagasta; y, en segundo lugar, a través de la manipulación política y periodística aumentaron su capacidad de maniobra y su influencia sobre el Presidente. De allí su triunfo absoluto en términos de la obtención de su objetivo estratégico: convertir su conflicto contractual en un problema nacional. El resultado inmediato de sus actividades no pudo haber sido más satisfactorio para el Directorio de la “Compañía”. El mismo día en que desembarcaron las fuerzas chilenas se reinició la producción de nitrato y su posición recibió además un estímulo adicional cuando el 24 se anunció que otros 2.000 efectivos serían despachados para reforzar a aquéllos ya apostados en Antofagasta. Ante esas noticias, James Hayne manifestaba que, “como accionistas de la Compañía de Antofagasta, nosotros debemos congratularnos frente al apoyo y protección que hemos recibido del Gobierno chileno”, aunque advertía que debería “pasar cierto tiempo antes de que las 153

cosas se asienten y nos podamos sentir totalmente seguros”.

En efecto, a pesar de la firmeza de la actitud oficial, dudas e inseguridades preocuparon a la comunidad comercial y financiera de Valparaíso en la segunda quincena de febrero. Contribuyó a ello el que durante la tercera semana de ese mes se hizo pública la intención del gobierno peruano de mediar en el conflicto, aunque el resultado de tal gestión era observado con escepticismo, pues se consideraba “extremadamente improbable que el gobierno chileno escuche ahora a cualquier proposición de arbitraje”.

154

Ello se hizo más evidente cuando tropas chilenas

ocuparon los puertos de Cobija y Tocopilla, situados al norte del paralelo 23, es decir,

partir de 1877. El Presidente era un decidido oponente de la guerra y tenía plena conciencia de los problemas que agobiaban al país. 153 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 10, 27.II.1879, Ms. 11470/3. 154 . Ibid. 414

el territorio originalmente en litigio. Después de ese acontecimiento la tensión en Santiago y Valparaíso aumentó, a tal punto, que el sentir colectivo era descrito como “de guerra”, encontrándose el Gabinete “...urgido por la prensa para empujar y tomar posesión de Calama”.155 Los informes agregaban que frente a la gestión mediadora peruana y ante la posibilidad de una solución pactada, la prensa reaccionó “...muy fuertemente en contra de un compromiso y se afirma positivamente que el gobierno debe caer si acepta cualquier arreglo como aquellos que los últimos rumores han sugerido”.156 Se hizo evidente desde entonces que la posibilidad de una solución negociada de la crisis era altamente improbable y que la mediación iniciada por el gobierno peruano, ligado al de Bolivia por un Tratado Defensivo y Ofensivo de carácter secreto firmado en 1873, estaba condenada al fracaso.157

Ya entonces para algunos

sectores, y a pesar del estado del país, la posibilidad de guerra, no sólo se convirtió en evidente, sino también en deseable. En las palabras del Senador Aníbal Zañartu, “...la guerra, aunque llena de peligros, está llamada a consolidar la grandeza y prosperidadOpudiendo el gobierno contar con el apoyo más decidido en el país".158 El cinco de abril, cincuenta días después del desembarco en Antofagasta, el gobierno chileno declaró al país oficialmente en estado de guerra con Perú y Bolivia. El catorce juró el primer Gabinete de tiempos de guerra; en éste, aparte del General Basilio Urrutia, Ministro de Guerra y Marina, y de Augusto Matte, Ministro de 155

. Ibid., Private Nº 13, 3.III.1879, Ms. 11470/3. . Ibid., Private Nº 14, 10.III.1879, Ms. 11470/3. 157 . Ibid., contiene sugerentes referencias respecto a las perspectivas de la mediación peruana. Según Bulnes, en Guerra, vol. I, p.141, desde el comienzo de las conversaciones enfrentaron un "escollo insuperable". El conocimiento o ignorancia del gobierno de Chile respecto a la existencia del Tratado de 1873 entre Perú y Bolivia ha sido materia de controversia en la historiografía chilena. Lo primero implicaba la inevitabilidad de la guerra. Santa María recibió confirmación de su existencia a comienzos de marzo; en carta desde Lima Rafael Vial le escribió: "El tratado existe" -y comentando los motivos profundos de la hostilidad peruana hacia Chile, decía – "pero les importa un bledo su existencia. Si están en contra es por la competencia que les hace nuestro salitre; el tratado es el pretexto, el salitre es la verdad". Carta fechada 5 marzo 1879, en Santa María, capítulo IV, RChHG, vol. XXXII, Nº 36, 1920, p.63. A comienzos de marzo, el diario La Patria incluyó este problema en su campaña propagandística; descalificó la mediación peruana mientras ese "gobierno no haya roto el pacto ofensivo que en contra nuestra firmó con el de Bolivia"; 7.III.1879. A partir de entonces el Perú pasó a gravitar de manera decisiva en el desarrollo de la disputa. 158 . CS. SE. (Secreta), 2.IV.1879. 156

415

Hacienda, los Ministros de Interior, Antonio Varas, Domingo Santa María, de Relaciones Exteriores y Jorge Huneeus, de Justicia, Culto e Instrucción Pública, eran accionistas de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. De Varas se sabía que actuaba como consejero privado del Presidente Pinto desde el día mismo en que asumió el cargo en 1876.159 Su influencia aumentó en la medida en que la magnitud de la crisis se acrecentaba; su peso político era tal, que a mediados de 1878 El Mercurio editorializó acerca de un rumor según el cual el Presidente Pinto había efectuado consultas con él acerca de un nuevo Gabinete. Ello llevó al diario a manifestar, bajo el título “Crisis de confianza”, que una noticia como aquélla “ha debido impresionar al público que, cansado de padecer de todas maneras, aguarda algo que lo consuele y aliente”.160 En el caso de otra influyente figura que ingresaba al Gabinete, Domingo Santa María, su posición frente al conflicto, como se ha mencionado, era de rechazo a todo compromiso, mientras que su poder e influencia quedaron en evidencia cuando sucedió a Pinto en la Presidencia de la República en 1881, en una época en que los nuevos presidentes debían su nominación y elección a su antecesor. Si bien atribuir la adopción por parte del gobierno chileno de una política inflexible frente al conflicto y a la mediación a los intereses privados de los nuevos ministros y sus asociados sería una gruesa simplificación, no es menos cierto que la postura de estos frente al problema debió influir decisivamente con anterioridad a su asunción en calidad de ministros. Su ingreso al Gabinete podría ser interpretado como el triunfo de su visión, y entonces ella pasó a convertirse en política oficial. De allí que el Gobierno definió como su objetivo primario “respecto a Bolivia, asegurar a Chile la posesión definitiva y el dominio permanente del territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24”. Respecto al Perú, el interés principal era conseguir la completa anulación de su Tratado de 1873 con Bolivia. Sin embargo, respecto a los objetivos estratégicos del gobierno de Chile, éstos eran más difusos; a pesar de que se 159

. El Mercurio, 15.IV.1879. La referencia a la relación Pinto-Varas, en Armando Donoso, Recuerdos de cincuenta años (Santiago, 1947), p. 212. 160 . El Mercurio, 3.VII.1878. 416

aseguraba que buscaba la creación de una situación en la que no fuesen posibles conflictos como aquél en desarrollo, se agregaba que, “aunque no ha entrado en las miras de éste [el gobierno de Chile] ensanchar el territorio de la República con adquisición del ajeno, ni ha sido ni es su propósito asumir el carácter de conquistador, el señor Presidente y sus Ministros mantuvieron la opinión de que ese objeto puede modificarse sensiblemente, según el rumbo que tomen los sucesos”. De acuerdo con ello, el Gobierno se ponía en la situación de tener que buscar “alteraciones en los límites del Perú... asegurando por completo la tranquilidad de la República [que] imposibilitaren a aquella nación para ser una amenaza contra el equilibrio Sudamericano”.161 Y efectivamente, el territorio salitrero peruano de Tarapacá pronto pasó a gravitar en forma preponderante en la estrategia del liderazgo chileno. Ya fuese en consideración a la hostilidad que había creado la actitud peruana en febrero y marzo – el gobierno peruano había ofrecido mediación a pesar de estar ligado a Bolivia por el Tratado Secreto de 1873-, o en la creencia que eran maniobras del gobierno peruano en busca del monopolio salitrero las que habían persuadido al gobierno de Bolivia a promulgar la ley de febrero de 1878, el gobierno chileno centró su actividad en conseguir la destrucción de la alianza, en batir a la Armada peruana y en alterar la balanza de poder en el litoral.

162

Esos objetivos ya eran evidentes a comienzos de

mayo, es decir tan sólo un mes después de declarada la guerra y antes de que se disparase la primera descarga, al punto de considerarse en algunos sectores que era “...demasiado evidente que Chile está mirando al nitrato peruano para indemnizarse de sus gastos de guerra”.163 La nueva postura ya no sólo reflejaba la posición original de los accionistas de la “Compañía”, sino que era ahora una cuestión político-estratégica de carácter nacional.

En ese contexto, se pueden adelantar algunas nuevas proposiciones

acerca de los orígenes de la Guerra del Pacífico, y se hace necesaria la revisión de 161

. Acta de la Sesión de Gabinete de 19 de abril de 1879, en RChHG, vol. XVIII, Nº22, pp.7-8. . Ibid. 163 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 20, 5.V.1879, Ms. 11470/3. 162

417

las tradicionales. En primer lugar, la tesis de Gonzalo Bulnes según la cual “en Chile en esos momentos luchaban dos corrientes que se chocaban con violencia: de un lado el pueblo, la gran masa, esa entidad que no se puede medir, grande como el mar, susceptible de bruscas tempestades como él; del otro los personajes más salientes de la clase directiva ... que contemplaban la posibilidad de la guerra con el Perú con el más profundo sobresalto, porque la hacienda pública se encontraba casi al borde de la bancarrota”, sin duda puede ser modificada.164 Tanto más necesario es ello, cuanto que el peso de esas afirmaciones ha resultado en que, por décadas, no se hayan realizado estudios sistemáticos acerca de las actitudes en el seno de la elite, como tampoco acerca de los pasos prácticos emprendidos por los diversos grupos en que ella se fraccionó frente a la crisis. La evidencia aquí citada indica que la “masa” fue en realidad estimulada y movilizada tras la proposición partidaria de la confrontación y la expansión por algunas “personalidades destacadas de la clase dirigente”.

Es más, una parte

importante e influyente de ella ejerció una fuerte presión sobre el gobierno para que actuase en forma inflexible durante las negociaciones con el gobierno boliviano. Por otra parte, de acuerdo con la evidencia legada por algunos de los actores del drama, el sector de la elite antagónico a la anterior propuesta no adoptó tal actitud en consideración al magro estado de las finanzas públicas, sino teniendo en cuenta el daño que podían experimentar sus propios intereses en el interior del territorio boliviano.

Como se ha visto, sus limitadas protestas se redujeron a prevenir la

adopción de “medidas precipitadas”, y no existió por parte de dicho grupo un esfuerzo propagandístico y político equivalente al desplegado por los accionistas de la “Compañía”, y opuesto a la política oficial que comenzó a plasmarse a comienzos de 1879. A pesar de las vacilaciones de algunos miembros del Directorio de la “Compañía”, como Francisco Puelma, ello en ningún caso se tradujo en una disminución de la presión sobre el gobierno durante los meses que precedieron a la 164

. Bulnes, Guerra, vol. I, p.134. 418

iniciación de la guerra, y una vez declarada ésta, sus demandas pasaron a ser política oficial.

Más aún, a comienzos de mayo de 1879, el gobierno de Chile ya tenía

diseñado como objetivo estratégico la anexión de toda la región salitrera, incluida la provincia de Tarapacá; ello, aparte de reflejar un sentir colectivo consensual a cuyo diseño contribuyó decisivamente la política seguida por la “Compañía”, demuestra cuan tenues eran los límites entre lo público y lo privado en la sociedad chilena de la época. Finalmente, no deja de ser importante el rol de la prensa en la ambientación “nacional” de un consenso en torno a la disputa inicial y en cuanto a la forma de resolverla; su importancia fue significativa en darle a la Guerra del Pacífico y a la política gubernativa legitimidad y el carácter de cruzada nacional; no debe extrañar entonces que a comienzos de mayo un diario manifestara que: ... la nación entera vocea su apoyo al gobierno de Pinto. La hora de sacrificio ha llegado y Chile demanda que cada uno cumpla con su deber.165 Sin embargo, una interpretación conspiracional no tiene cabida en este análisis. Según un historiador británico, “las causas de la Guerra del Pacífico fueron 166

muchas y complejas”, así como sus “resultados fueron claros y definitivos”.

La

actitud boliviana, cualquiera sea la interpretación que ella merezca, fue crucial. La postura del gobierno de la Paz frente a cuestiones internacionales, además de ser inconsistente e irresponsable, favoreció la ocurrencia de disputas con Chile, lo que a la larga fortaleció en este país la posición de los grupos partidarios de la anexión territorial.

Contribuyó en este último sentido la situación política del territorio de

Antofagasta, el cual, si bien nominalmente boliviano, poseía una población mayoritariamente chilena, a la vez que sus actividades económicas más importantes eran también controladas por chilenos. Bolivia no fue capaz de afirmar su soberanía sobre dicho territorio, y ello también contribuyó a legitimar la expansión territorial chilena en términos de ajustes de situaciones históricas que más adelante 165

. El Ferrocarril, 10.IV.1879. Los periódicos de provincias, recogiendo la opinión artesanal y popular, también reflejan ese sentir. 166 . Blakemore, British, p. 14. 419

involucraron a Perú. Un factor en este caso fue la creencia difundida en Chile de que el gobierno de ese país manipuló al de Bolivia con el fin de eliminar a los productores chilenos del mercado del nitrato. Por ello, y en defensa del “interés nacional”, la reacción chilena fue descrita por el gobierno no sólo como procedente, sino que contaba también con el respaldo moral de su propia observancia de las obligaciones 167

internacionales.

También el rol de las potencias e intereses extranjeros en relación al conflicto ha sido objeto de debate; en especial el de Gran Bretaña. Se ha llegado a aseverar que existió un cierto grado de participación del gobierno de S. M británica favorable a Chile. Esas opiniones nacieron a partir de las afirmaciones del Secretario de Estado de Estados Unidos, James G. Blaine, de que era “un perfecto error hablar de esta como una guerra chilena contra Perú”, pues ella era “... una guerra inglesa contra Perú con Chile como instrumento”. Pero hoy no sólo es claro que el gobierno de Londres no jugó rol alguno en apoyo a su similar chileno; esas opiniones fueron refutadas en forma concluyente en su momento.168 Respecto al interés foráneo privado, incluso el rol de Antony Gibbs & Sons en la generación del conflicto fue limitado. El papel jugado por sus representantes en Valparaíso tuvo un carácter marginal frente a la acción desplegada por los socios chilenos en la “Compañía”. Su postura, en el sentido de demandar la protección del gobierno chileno, le hizo innecesario recurrir al Foreign Office, y es interesante señalar que su decisión final se debió a la apreciación de que: “...todos los factores considerados, nuestro interés en esta situación está más del lado chileno que del 169

peruano”.

En el fondo, ello reflejaba la preferencia de Gibbs, quienes tenían una

larga experiencia comercial y financiera con el gobierno peruano -no del todo feliz-,

167

. "Exposición de los motivos que justifican la reivindicación por parte de Chile del territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24 de latitud sur. Circular a los Honorables Ministros diplomáticos en Chile". Nota del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile fechada 10.III.1879, en Ahumada,. vol. I, pp. 64-74. Bermúdez, Historia, pp. 235-286, para la situación política en Antofagasta. 168 . V. G. Kiernan, “Foreign Interest in the War of the Pacific”, en HAHR, vol. XXV, Nº 1, 1955, pp. 14-36. 169 . AGA., Valparaíso to London, Private Nº 15, 28.III.1879, Ms. 11470/3. 420

por el régimen económico más liberal y estable que prevalecía en Chile.170 La tendencia a privilegiar el rol de los intereses extranjeros en la génesis del conflicto no es solamente errónea. Ignora la capacidad política y movilizadora de un sector de la elite chilena, que, como se ha expuesto, fue capaz de crear una situación política favorable a sus intereses en peligro; por ello, es de interés examinar el predicamento y la conducta de algunos empresarios y hombres públicos de Chile. Muchos, si no todos ellos, fueron actores en ambas capacidades, y fue por ello que su actuación estuvo informada por la conjugación de variados factores. Uno común a todos ellos, fue la crisis económica, social y política que vivía el país; los testimonios de su preocupación respecto a ella son numerosos y variados.171

En el caso

específico del accionista mayoritario de la “Compañía”, Agustín Edwards, y de algunos de sus asociados, los efectos de la crisis económica se hacían sentir con fuerza desde 1877 sobre su principal actividad: la exportación de cobre.

Para

Edwards, como para muchos otros, el nitrato constituía la forma de mantener su vínculo con el mercado mundial. Ello tal vez explique la determinación de su acciones durante la crisis. Para otro grupo, la política boliviana en Antofagasta recordaba la situación experimentada en 1875, cuando el Estado peruano expropió los yacimientos salitreros de Tarapacá. Hacia 1873 la inversión chilena en esa zona alcanzaba, en términos nominales, a $6.000.000 o (£1.200.000), pero la experiencia terminó en un 172

rotundo fracaso.

En ese contexto, los motivos empresariales y las razones

económicas que incidieron en el origen de la guerra y en su eventual desarrollo, adquieren otra dimensión. Incluso el viejo argumento según el cual los inversionistas chilenos expropiados por el Estado peruano, y aquellos afectados por las medidas 170

. Ibid.; The Times, 10 y 20.V.1879, para una discusión de los contendientes en la guerra desde el punto de vista británico, con especial referencia a sus políticas comerciales y régimen de gobierno. Para la relación Gibbs & Sons-gobierno peruano, ver W. M. Mathew, The House of Gibbs and the Peruvian Guano Monopoly (London, , 1981), passim. 171 . Cifuentes, vol II; la correspondencia y los "Apuntes" de Aníbal Pinto son de particular interés al respecto. Una buena fuente también es la prensa diaria de Santiago y, especialmente, la de Valparaíso. 172 . Ver Apéndice para listado de compañías y accionistas al momento de su constitución. O'Brien, capítulo I, discute la capacidad de las compañías controladas por empresarios chilenos y su destino. 421

bolivianas se coaligaron para fomentar una política de anexión, adquiere nuevamente cierta credibilidad. Entre aquéllos que habían sido afectados por la decisión peruana, se contaban influyentes personajes de la vida política chilena como Enrique Cood, José Manuel Balmaceda y Manuel Montt; entre los que corrían el riesgo de serlo se encontraban el ya mencionado Edwards y Carlos Lambert, productores y exportadores de cobre, Julio Zegers y Alejandro Fierro, ministros de Hacienda y Relaciones Exteriores, respectivamente, hasta abril de 1879. Rafael Sotomayor, exMinistro de Hacienda y desde fines de 1879 Ministro de Guerra y Marina, el Coronel Cornelio Saavedra y, nuevamente, Enrique Cood.173 En este sentido, resulta altamente probable que el interés privado y el interés público se hayan confundido, o más bien, que una vez más la conjugación del interés nacional con el de la elite, o un sector de ella, se expresó en forma abierta. A la vez surgen algunas preguntas: ¿Vieron estos individuos en la expansión hacia el norte una salida para la profunda crisis que vivía el país? ¿Pensaron que la adquisición de los territorios salitreros permitiría una revitalización de la conexión externa y la mantención del orden socioeconómico vigente? Para la mayoría, el ciclo exportador liquidado por la crisis de los mercados externos era un camino sin retorno; frente a ello, el orden vigente no podía sobrevivir por mucho tiempo. La ruptura definitiva de la conexión externa hubiese demandado reformas que hubiesen amenazado la hegemonía de la elite como clase dirigente del país; en otras palabras, habría 174

generado un cuestionamiento potencialmente conducente a su autoeliminación.

A pesar de que éstas, y cualquier otra consideración acerca del origen y desarrollo de la Guerra del Pacífico tienen un carácter hipotético, la evidencia ofrecida a lo largo de este trabajo invita a nuevas reflexiones. Es, por ejemplo, particularmente interesante la fluidez alcanzada en la relación sector público-sector privado; en este 173

. Un importante número de congresales eran accionistas. Entre otros: Ramón Guerrero, Marcial Martínez, Luis Pereira; también lo era José Francisco Vergara, Ministro de Guerra después de la muerte de Rafael Sotomayor. Edwards controlaba el 42 por ciento de las acciones: en 1872 Francisco Puelma controlaba el 34 por ciento. Memorias de la "Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, años 1872 y 1879. El número de acciones había sido aumentado de 2.500 a 5.000. 174 O'Brien, pp. 49-50. 422

sentido fue significativo que el primer Gabinete de tiempos de guerra estuviese compuesto por una mayoría de accionistas de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, tanto en relación a las presiones ejercidas sobre el gobierno durante todo el año anterior, como por la visión que ellos aportaron respecto al salitre y la economía chilena, y la forma en que ello incidió en la formulación de la estrategia del ejecutivo chileno. Más interesante aun resulta la constatación de que ya declarada oficialmente la guerra, el personaje clave en la relación “Compañía” -gobierno, Francisco Puelma-, fuese enviado a Antofagasta junto con Rafael Sotomayor, en calidad de “agente privado del gobierno”, con el objeto de discutir los planes de campaña y observar la situación operativa con los jefes militares. Es verdad que Puelma poseía un conocimiento acabado de la región, pero también lo es el hecho de que su visión acerca del conflicto estuvo influenciada por su experiencia durante el desarrollo de la disputa de la “Compañía” con el gobierno de Bolivia y también por sus consideraciones respecto al rol del salitre en el futuro económico del país. Puelma y Sotomayor mantuvieron informado al Gabinete acerca de la forma en como se organizaba el ejército expedicionario, y ambos opinaron que aquél necesitaba de más efectivos.

A mediados de mayo de 1879, Puelma escribió al Ministro Varas

manifestando que, a pesar de que la idea era alarmante, era preciso acostumbrarse a “pensar que la guerra puede tomar muy grandes proporciones y no sería extraño que 175

tuviéramos que elevar nuestro Ejército a 20.000, tal vez”.

De esa forma, la idea de una guerra a gran escala y prolongada tomó forma y fuerza en forma temprana.

Sin embargo, la sabiduría popular antofagastina

comenzaba ya a elaborar su propia interpretación acerca del trasfondo y los objetivos de la guerra; a comienzos de abril se decía

Ya hay gente que pregunta por aquí: ¿se hace la guerra por la “patri” o por el 176

“salitri”?

En forma más elaborada y lógica destacados miembros de la elite, partidarios 175

. Citado por Bermúdez, p. 391. 423

de la expansión territorial todos ellos, formularon un pensamiento que devuelve algún grado de importancia a los factores económico-empresariales que contribuyeron a crear la situación que derivó en la Guerra del Pacífico. En un discurso en la Cámara de Diputados en 1880, José Manuel Balmaceda expresó que No podemos ni debemos olvidar en estos momentos los graves intereses nacionales, industriales e históricos que están comprometidos en la contienda. Chile y el Perú están asentados en las márgenes del Pacífico, ocupan una vasta extensión del litoral y son los únicos Estados cuyas capitales y puertos están próximos al mar. Así, pues, desde el istmo hasta el Cabo de Hornos, son Santiago y Valparaíso en Chile, Lima y Callao en el norte, el centro populoso, de acción y de progreso, de las márgenes del Pacífico. Nuestras tradiciones históricas, industriales, nuestras naturales e inevitables rivalidades, dan a la guerra un carácter en el cual es menester fijar la atención intensa del patriota y del hombre de Estado. Reaparecía en el discurso de Balmaceda la antigua tendencia hegemónica chilena en el Pacífico sur occidental, pero junto con ella, había consideraciones acerca de las causas del conflicto que no sólo le caracterizaban, sino que le daban una dimensión definitiva, al menos para un sector de los grupos dirigentes. Según Balmaceda; había ... un interés industrial que está vinculado al territorio. Fue el capital y la labor chilena la causa de la riqueza salitrera del Perú, y por esta razón se nos expulsó del Perú en 1874. Fue el capital y la labor chilena la causa de la riqueza salitrera de Bolivia, y Bolivia.

por eso en 1879 se nos quiso expulsar de

Acaso se intentó más, porque habiendo yacimientos salitreros

recientemente descubiertos en Chile, se requería mantener el monopolio peruano por la absorción completa de todos los territorios salitreros. Sin embargo el destino y la justicia han hecho que todos los territorios 176

. Coronel José Velásquez a Jovino Novoa, Antofagasta 12.IV.1879, en RChHG, vol, XXV, Nº 29, 1913, p. 367. 424

salitreros hasta hoy conocidos en el mundo, estén bajo el dominio de Chile.

Ese dominio debe ser y será permanente. Y debe ser chileno todo el territorio que contenga salitre por una razón capital que no admite atenuaciones...no tendríamos como reparar en las Arcas del Estado las heridas que le han inferido la guerra. Tendríamos industria, pero en competencia llena de inestabilidad y de resultados imposibles de estimar con acierto. Entonces Tarapacá debe ser chileno. ¿Cuál será entonces nuestro límite por

el

norte? Cuestión gravísima y de una trascendental importancia futura. Para

la

industria basta el río Camarones. Más no sucede lo mismo para la

condición

geográfica del territorio.177

El contenido geo-económico en el discurso de Balmaceda ahorra mayores comentarios. ¿Hasta qué punto reflejaba una opinión mayoritaria en el país? Esta es una pregunta de difícil respuesta. Sin embargo su recepción en el seno de la elite debió ser amplia, pues un año más tarde Balmaceda pasó a ocupar el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores en el primer ministerio del Presidente Domingo Santa María. En esa capacidad redactó un documento extraordinario, que contenía la esencia de su discurso de 1880; pero ahora, en la forma de una Circular a los representantes diplomáticos chilenos, se ampliaba y pasaba a ser política oficial. En ella escribió: El ensanche territorial consultaba también la seguridad de Chile, por razones tan evidentes como legítimas. El territorio salitrero de Antofagasta y el territorio salitrero de Tarapacá, fueron la causa real y directa de la guerra.

Elaborando sobre esa crucial afirmación, y refiriéndose al fracaso de la mediación estadounidense que consultaba la devolución de los territorios ocupados 177

. CD. SO., 21.IX.1880. 425

por Chile a sus enemigos, afirmó: Devolver al enemigo el dominio de la causa misma de la contienda, después de nuestros triunfos y de la posesión de aquéllos territorios, habría sido una imprevisión injustificable, y una falta absoluta del conocimiento que suponen las cuestiones del Estado. Balmaceda insistió en su juicio sobre las razones históricas que motivaron el conflicto, en donde la “guerra era el resultado lógico de una serie de transgresiones que el Perú y Bolivia venían cometiendo desde 1873 en daño de Chile”. El Perú había estado siempre detrás de las manipulaciones que no sólo lesionaban el interés material de Chile, pero que a la vez hacían omisión “de los más elementales deberes de la justicia y de la moral pública”. Con ello, el ministro no sólo hacía referencia al Tratado secreto peruano-boliviano de 1873 y al acuerdo de la Asamblea Nacional de Bolivia de febrero de 1878; su objeto era insistir en que la agresión contra el interés chileno se había iniciado cuando: El Perú promulgó y puso en vigor las leyes expoliadoras de 1873, arrebatándonos los capitales y el trabajo con que habíamos contribuido a la formación de la industria salitrera...Una violación flagrante de los fundamentos en que se basa el derecho internacional privado, y una ofensa abierta a la fe pública, a cuyo amparo nuestros nacionales derramaron en el yermo de 178

Tarapacá sus tesoros y el sudor de su frente.

Las palabras de Balmaceda plantean varias interrogantes.

No sólo con

relación a la política exterior de Chile, sino también, y tal vez esto sea lo más importante, acerca de la concepción oligárquica en torno a cuestiones relacionadas con el territorio nacional, las relaciones exteriores y la balanza de poder en la costa oeste de Sud América.

En el caso específico de Antofagasta, como ya se ha

indicado, los términos del Tratado de 1866 fueron considerados en Chile como una 178

. "El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile a las Legaciones de la República en el extranjero. Circular". Santiago 24.XII. 1881, en MINREX 1882, Anexos, pp. 47-59. Los mismos conceptos en la nota redactada por Balmaceda: "Memorándum de las negociaciones que el gobierno de Chile ha sostenido con el Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario Especial de los Estados Unidos, señor William Trescot", Santiago 1.IX.1881, en MINREX 1882, Anexos, pp. 2-45. 426

virtual cesión a Bolivia del territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24. Dicha apreciación fue reforzada después del descubrimiento de plata en Caracoles en 1870, especialmente en consideración a que trabajadores, empresarios y capital chileno habían emprendido su explotación. La escasa presencia boliviana en el territorio de Antofagasta, por otra parte, sólo sirvió para confirmar la visión de muchos en Chile de que, para todos los efectos prácticos, el área estaba más cerca de Chile que de su propietario legal. Se añadió a estos elementos la anulación en 1871, por parte de las nuevas autoridades bolivianas, de todos los actos jurídicos del gobierno de Mariano Melgarejo, lo cual comprometía el Tratado de 1866; ello terminó de persuadir a diversos hombres públicos chilenos acerca de la necesidad de pensar nuevamente sobre el futuro de aquel territorio. En 1872 el Ministro británico en Chile comentaba que la presencia chilena en Caracoles y Antofagasta, más la existencia de nitrato en las inmediaciones de ésta última, y cierta incertidumbre, hacían posible la ocurrencia de disputas entre Chile y Bolivia que tal vez no pudiesen ser resueltas por medios diplomáticos.179 El Cónsul británico en Valparaíso, haciéndose eco de rumores que circulaban en aquel puerto, manifestó que era posible pensar en una decisión chilena que implicase la anexión del territorio de Antofagasta. Que ello fue considerado como una posibilidad fue discutido abiertamente por algunos hombres públicos chilenos en 1872. En aquél año, El Mercurio del Vapor informó de un evento que, según el Cónsul británico Hay, podía ser considerado como “el más extraordinario incidente ocurrido en el Congreso, es decir la más bien impertinente 'interpelación' dirigida por el diputado Miguel Cruchaga al Ministro de Relaciones Exteriores, señor Adolfo Ibáñez”.

Cruchaga,

preocupado acerca del

futuro de los intereses chilenos en Antofagasta, interrogó al Ministro sobre cuestiones relativas a la imposición de nuevos impuestos y ataques a los chilenos establecidos en la zona, y preguntó si el Gobierno estaba dispuesto a hacer una demostración de fuerza en la costa boliviana o si ya existía una decisión respecto a otras medidas. El diputado se mostró particularmente interesado en saber si existían garantías de que 179

. Thomson to Granville, Consular Nº 15, 2.X.1872, FO6/172. 427

los empresarios chilenos pudiesen continuar gozando de sus “inmunidades, sin temor de algún privilegio o competencia en su detrimento”.

Según su apreciación del

problema, con el fin de asegurar el status quo, Chile debía convertirse en el “amo de aquel territorio”, y también, de acuerdo con el Tratado de 1866, podía recuperar definitivamente esas tierras. Ibáñez no dio respuesta a las preguntas y se limitó a decir que con relación a la situación de los empresarios en la zona, correspondía al gobierno de Bolivia responder si ella se mantendría como hasta entonces.180 De tiempo en tiempo, la preocupación por el territorio al norte del paralelo 24 reaparecía, como a principios de 1877, cuando El Mercurio consideró necesario refutar rumores aparecidos en la prensa peruana y boliviana que indicaban que Chile pretendía “solapadamente anexarse el territorio que hace codiciable el rico distrito 181

minero de Caracoles”.

El que aquellas inquietudes aparecieran en forma periódica

sugiere que, por lo menos, algunos individuos en Chile mantuvieron viva la idea de alterar el mapa político del desierto de Atacama. Por lo tanto, cuando a comienzos de 1879 se desencadenó la crisis diplomática, dicho punto reapareció como una demanda potente, si no como la esencial, entre las propuestas formuladas por aquellos a cargo de la campaña propagandística financiada por la “Compañía”. Volviendo al discurso de Balmaceda, este también demuestra que el interés privado y el público no conocían barreras en aquella época y que en caso de una “ofensa”” al primero, era una cuestión propia del segundo reaccionar, empleando todos los medios a su haber.

Con relación a estas consideraciones, otros

pronunciamientos, más explícitos y brutales, afinaron el carácter de esa relación e intentaron situar el origen, desarrollo y desenlace de la Guerra del Pacífico en una perspectiva en que la crisis que afectaba al país a comienzos de 1879 adquiere una especial significación y la guerra, aparece como su salida. Según Isidoro Errázuriz Por una circunstancia feliz, sin ejemplo en la historia de las naciones, esta

180

. Hay to Granville, Consular Nº 15, 2.X.1872, FO16/172, este despacho incluye una copia traducida de El Mercurio del Vapor de la misma fecha de donde se han tomado las preguntas de Cruchaga y las aseveraciones de Ibáñez. 181 . El Mercurio, 2.II.1877. 428

guerra en apariencia tan llena de peligros ha sido para Chile una salvación, ha sido un negocio. Esta guerra vino a golpear nuestras puertas cuando la crisis más desconsoladora por su interminable duración tenía aletargadas nuestra industria y nuestro comercio; cuando la falta de trabajo llevaba el hambre y la desesperación a muchos hogares; cuando por la misma razón, se multiplicaban los crímenes, en fin, hasta el tranquilo horizonte de nuestra imperturbable paz interna comenzaba a cubrirse de nubes. La guerra lo ha cambiado todo: ha venido a ofrecer un inmenso campo al espíritu emprendedor de nuestros conciudadanos y a poner en movimiento la fuerza de nuestra vitalidad. Pasa lo mismo con la ocupación; aun ahora costea sus gastos por sí misma y deja un excedente de riqueza que permitirá a Chile recuperar su antigua situación financiera.182 Es decir, la guerra había ya ofrecido una salida a los males que afectaban al país en su víspera, había puesto nuevamente en marcha su actividad hasta entonces paralizada y ofrecía esperanzas de prosperidad futura. No hay una explicación única para los orígenes de la Guerra del Pacífico, y la motivación central detrás del esfuerzo de guerra chileno es todavía objeto de controversia. Ciertamente, los factores que incidieron en el desencadenamiento del conflicto fueron variados e incluyeron aspectos jurídicos, geopolíticos y económicos. Sin embargo, el origen remoto de la disputa se remonta a sucesos anteriores a la decisión boliviana que creó la tensión a partir de los cual renacieron rivalidades regionales, y en torno a ella se desarrolló progresivamente en Chile un clima y una actitud favorables a la expansión territorial. Todo ello se desarrolló en momentos en que los hombres de fortuna chilenos veían que la crisis de su sistema económico tenía escasas posibilidades de ser revertida, y que su vinculación con la economía mundial estaba seriamente cuestionada. No es extraño que, enfrentada a dilemas como aquél, la elite, una vez superadas sus divisiones internas, recurriera a políticas

182

. CD. SO., 9.VIII.1881. 429

de expansión en busca de soluciones para sus problemas.183 Una vez iniciada la guerra, Alberto Blest Gana afirmó que: “...en esta lucha...no debemos omitir medio alguno para llegar al fin que buscamos; no sólo la victoria, sino la salvación del país".184 Las guerras en el siglo XIX se originaron por múltiples factores.

En este

contexto, es importante observar el rol de la prensa de Santiago y Valparaíso en la creación de un ambiente pro-bélico; ello comenzó a ser desarrollado un par de meses antes de la ruptura oficial de hostilidades. El rol de los diarios en la creación de una disposición favorable a la guerra es un aspecto que merece la atención del investigador. Los llamados de aquéllos en febrero de: “¡Volemos al combate, a la venganza!”, no fueron fenómenos aislados.

185

Tampoco lo fueron editoriales que

situaban el próximo conflicto en una perspectiva tal vez más cercana a la realidad; bajo el título: “Lo único que hace falta”, El Mercurio afirmó Si las alegrías y fiestas del entusiasmo patrio no llevaran en sí mismas la acidez de la incertidumbre y de la duda, podríamos decir que la felicidad, prófuga por tanto tiempo de nuestra querida tierra de Chile, habría vuelto a hermosear y presidir nuestros destinos. ¿Quién no sueña con victorias que levanten el espíritu nacional del sopor en que han sumergido al país, haciéndolo casi perder la memoria de su glorioso pasado, la molicie enervadora por una parte, la miseria que envilece por otra, y la corrupción sobre todo, que desde las altas regiones del poder se ha venido desparramando durante tantos años sobre la sociedad entera? Nadie mejor que el gobierno puede decir si esto es verdad: abandonado ayer por la opinión, desfallecido por el peso de sus errores, sin lazo alguno que le uniera al corazón del pueblo, todo ha sido verle cambiar la timidez en energía, desaliento en acción para que todos, sin excepción ninguna se hayan

183

. O'Brien, p. 50. También Robert N. Burr, By Reason or Force. Chile and the Balancing of Power in South America, 1830- 1905 (2ª edición, Berkeley, 1974), pp. 135-166. 184 . AN. FN., "Varios", vol. 413, pieza 14, Alberto Blest Gana a Aníbal Pinto, París, 16.VI. 1879; las cursivas son mías. 430

apresurado a demostrarle que no hay sacrificio, por grande que sea, que no estén dispuestos a sufrir por la defensa del derecho y la dignidad de Chile.

186

Este tipo de afirmaciones confirma que, a mediados de febrero de 1879 en Chile ya se experimentaba un cambio de mentalidad, tanto en el seno de la elite como en los ámbitos del poder político, el que pronto lanzaría al país a su más exitosa campaña internacional. El rol de los accionistas de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta y de sus aliados en el mundo político en la creación del nuevo sentir colectivo fue pues, significativo. No fue, tal vez, exclusivo, más sí decisivo, y no puede, es más, no debe, ser minimizado ni ignorado.187 ¿Constituyó el estallido de la guerra la solución a la crisis que buscaba la clase dirigente? Si no lo fue, estuvo muy cerca de serlo, al extremo que en 1891, en su condición de Presidente de la República, José Manuel Balmaceda afirmó que “si no hubiese sobrevenido la guerra de 1879, aquella administración [la de Aníbal Pinto] habría concluido en el medio de los desastres que le preparaban los 188

acontecimientos”.

Lo que sí resulta evidente es que a partir de 1879 la fortuna

volvió a sonreír a los empresarios chilenos y también a su Estado. La guerra en primer lugar, introdujo un cambio notable en la evolución del país: relegó inmediatamente a un plano secundario las preocupaciones acerca de la delicada situación socioeconómica que se enfrentaba. No sólo aportó un factor de demanda y medidas fiscales que actuaron como reactivadoras del sistema económico; desde un 185

. La Patria, 12.II.1879. . El Mercurio, 24.II.1879. 187 . Ravest, p. 18, afirma que: "Lo realmente fue defendido por nuestro gobierno en febrero de 1878 fueron valores inexpresables en guarismos o en conceptos económicos; la dignidad y el honor de Chile". Una visión más balanceada en Harold Blakemore, "The Politics of Nitrate in Chile: Pressure Groups and Policies, 1870-1896. Some Unanswered Questions", en Revue Francaise d'Histoire d'Outre-Mer, vol. LXVI, Nº. 244-245, pp. 286299 Una visión más radical sobre los motivos chilenos, tanto oficiales como privados, en Thomas M. Bader, "A Willingness to War: a Portrait of the Republic of Chile during the years preceding the War of the Pacific", (Tesis doctoral inédita, University of California, Los Angeles, 1967), passim. 188 . Discurso en la "Sesión de las dos Cámaras reunidas en 20 de abril de 1891", en Rafael Sagredo y Eduardo Devés (eds.), Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía (3 vols., Santiago, 1991), vol. III, pp. 361-362. Balmaceda hacía referencia a la crisis política y en el fragor de la guerra civil, pero las implicancias de sus palabras son ilustrativas de las tensiones de todo tipo que el país vivió a fines de la década de 1870. 186

431

punto de vista político-social, actuó como un catalizador que unió a la población en torno a un objetivo común. De esa manera, una nación hasta entonces golpeada por la tensión política y social, rápidamente se transformó en un todo cohesionado por el conflicto que buscaba así recuperar su desgastado prestigio continental. Si ello no fue el objetivo estratégico de los gobernantes y de los empresarios partidarios de la anexión, no pudo ser más benéfico para el interés hegemónico de la elite así como para su construcción del país.

En el largo plazo, y dentro de la lógica de las

concepciones económicas vigentes, la guerra ofreció la salida más deseable a los problemas nacionales. La anexión territorial, legitimada por las constantes agresiones que se creía habían debido tolerar los empresarios y trabajadores chilenos en el Perú y Bolivia, le permitió a la elite tomar el control de un producto con extraordinarias perspectivas de mercado, con lo que restauró su vínculo con la economía mundial. Agregó nuevos mercados para la alicaída agricultura y creó nuevas fuentes de ingreso fiscal que le permitieron, una vez más, evitar los desagradables efectos de una reforma tributaria u otro tipo de política sobre su patrimonio. Los disensos en el seno de la élite respecto a la actitud que debía adoptar el gobierno frente a la disputa entre la “Compañía” y el gobierno de Bolivia, reflejó contradicciones fundadas en intereses materiales que se proyectaron más allá del momento de la iniciación del conflicto.

Ello no era nuevo, y continuó siendo la práctica habitual en las décadas

siguientes. Finalmente, todo lo expuesto indica que, a pesar de la severidad de la crisis que enfrentó entre 1875 y 1879, la oligarquía chilena mantuvo su vigor y capacidad de recuperación, esto le permitió sortear con éxito la crisis más severa, hasta entonces, enfrentada por su proyecto nacional. Que ello fue así, quedó planteado algunas décadas más tarde, cuando al referirse

al ex-Presidente Aníbal Pinto,

Vicente Reyes, su ministro en los años 1876 y 1877, manifestó que aquel había sido el Presidente que nos había creado la mayor riqueza, que había recibido en sus manos un país pobre, con serias dificultades económicas, [pero que] lo había

432

devuelto a los suyos cargado de riqueza y gloria.189 APENDICE. 1. Relación de pasajeros transportados, fletes e ingreso operacional del ferrocarril Valparaíso Santiago, 1863-1878. Año Pasajeros Fletes en Qm. Ingreso £ 224.376 554.206 84.400 1863 303.127 1.194.741 140.815 1864 346.506 1.460.137 158.464 1865 328.574 1.698.009 176.746 1866 349.557 2.135.060 225.224 1867 385.655 2.508.050 256.160 1868 442.894 2.604.247 255.478 1869 463.466 2.850.169 269.354 1870 510.075 3.289.266 312.674 1871 618.466 3.400.003 334.715 1872 703.652 4.052.763 384.432 1873 747.488 4.568.884 405.617 1874 748.398 3.831.351 360.939 1875 752.849 3.502.664 312.345 1876 689.198 3.589.071 300.989 1877 598.676 3.518.783 269.831 1878 Fuente: “Memorias del Superintendente del Ferrocarril del Norte” en MI de cada año.

2. Índice de pasajeros transportados, fletes e ingreso operacional del ferrocarril Valparaíso Santiago, 1863-1878 (1863=100). Año Pasajeros Fletes en Qm. Ingreso £ 1863

100

100

100

1864

135,1

215,6

166,8

1865

154,4

263,5

187,8

1866

146,4

306,4

209,4

1867

155,8

385,2

266,9

1868

171,9

452,5

303,5

1869

197,4

469,9

302,7

1870

206,6

514,3

319,1

1871

227,3

593,5

370,5

1872

275,6

613,5

396,6

1873

313,6

731,3

455,5

1874

333,1

824,4

480,6

1875

333,5

691,3

427,7

1876

335,5

632,0

370,1

1877

307,2

647,6

356,6

1878

266,8

634,9

319,7

189

. En Armando Donoso, p. 214. 433

CONCLUSION

Es difícil no estar de acuerdo con la afirmación de Vicente Reyes acerca del legado del Presidente Aníbal Pinto y de la guerra. Así como desde el punto de vista del análisis historiográfico,

no es fácil evitar la tentación de relacionar su estallido con las

dificultades de diverso orden que enfrentaba el país. Podría proponerse, por ejemplo, que la guerra pudo evitarse si fuentes alternativas de ingreso hubiesen estado disponibles para el gobierno, o si se hubiese mejorado la eficiencia en la generación de recursos con los instrumentos con que hasta entonces éste contaba. Sin embargo, hay dos problemas mayores que invitan a descartar esa visión de la evolución económica del país y del origen de la guerra. El primero es que el proceso de modernización que se generó a partir de la década de 1850 encontró obstáculos de tal naturaleza, que los mecanismos del mercado no pudieron desplegarse de manera plena, y con ello, no se amplió el mercado interno, condición sine qua non para la verificación del desarrollo capitalista. Ese era un camino alternativo real para la generación de nuevas fuentes de ingreso con las cuales financiar la modernización productiva, tecnológica y de infraestructura.

El crecimiento de la producción que

registró el país hasta mediados de la década de 1870 no derivó en desarrollo, pues éste fue frenado por la fuerza de la tradición, no sólo en la esfera de la producción, sino que en todos los planos, particularmente en los de la política y en el de las instituciones. En los tres lustros que precedieron a la Guerra del Pacífico, la estabilidad política forjada a partir de 1830, se transformó en una especie de “camisa de fuerza” que impidió el cumplimiento de una de las condiciones fundamentales para que se verificara “el gran salto”.

En las palabras de Angus Maddison, la estructuración de un orden nuevo en

donde “el rol de la propiedad y de las instituciones no fuese, como en la sociedad tradicional, preservar el status quo, sino, por el contrario, facilitar el cambio”.1

1

. Phases of Capitalist Development (Oxford, Oxford University Press, 1982), p. 16. 410

En segundo lugar, queda la impresión que para Chile la recesión de mediados de la década de 1870 fue un problema mucho más complejo que un episodio cíclico. Para la economía exportadora del país, y para su sistema económico global, lo que ese episodio hizo fue alterar los supuestos básicos sobre los que se verificó el crecimiento económico desde los comienzos de la República y que le ahorraron a la elite la empresa no siempre fácil de incursionar por el áspero camino de las reformas sociales y políticas, tal cual lo hicieron numerosos países –hoy desarrollados- desde la década de 1850. Lo que ocurrió en la economía internacional, a partir de fines de la década de 1860, no sólo fue un episodio cíclico; en realidad el orden económico internacional cambió radicalmente entonces, con la entrada en los mercados de una oferta que era el producto

de

economías

de

escala,

de

inversión

e

innovación

productiva.

Alternativamente, los países que continuaron basando su actividad productiva en lo que se ha denominado “economía de antiguo régimen”, como fue el caso de Chile, comenzaron a perder mercados, ingreso y posibilidades de profundizar su inserción en el mercado internacional.

Las repercusiones sociales y productivas de esa situación

han sido bosquejadas en los capítulos precedentes; las tensiones políticas han sido objeto de estudio de otros autores.

Pero todas las visiones, todos los recuentos,

apuntan a que entre 1874 y comienzos de 1879 el país vivió una “crisis profunda”, una “encrucijada” que puso en juego el orden que lenta y pacientemente la elite construyó, desde 1830, a lo largo de cuatro décadas y media. A partir de 1830, el país se acomodó con cierto grado de éxito a las cambiantes condiciones de la economía internacional, en particular en las esferas del transporte, las comunicaciones, los servicios comerciales y financieros.

No hubo un acomodo

equivalente en la esfera de la producción de bienes, ya fuesen primarios o elaborados. A partir de fines de la década de 1840, las demandas impuestas por el desarrollo económico y social de los países que encabezaban ese proceso, plantearon desafíos mayores en los ámbitos social y político; se trataba de remover los obstáculos que bloqueaban la transformación productiva, como ocurrió en Alemania, en los Estados Unidos, en Japón y en Suecia.

En todos aquellos países, en el cuarto de siglo

comprendido entre 1850 y 1875 se verificaron transformaciones estructurales que

411

hicieron posibles profundas y extensas alteraciones en los procesos productivos, pero principalmente en los mercados de factores. Allí residió, tal vez, la diferencia con lo que ocurrió en Chile en el mismo período. Sin duda, n nuestro país también hubo transformaciones, y algunas de ellas fueron muy importantes; pero los notables avances en transportes y comunicaciones, mercado financiero, producción fabril y de carbón que se verificaron desde comienzos de la década de 1850, con ser significativos, no tuvieron mayor trascendencia. No podían tenerla, pues se dieron en un contexto en que su desarrollo estaba limitado y su potencial transformador, seriamente bloqueado. En Chile creció el volumen de la producción y el de las exportaciones.

Tal

expansión permitió un modesto grado de innovación en la producción de bienes y servicios que sugiere que las posibilidades transformación sí existieron, pero que para que para que ellas se verificaran era necesaria la implementación de transformaciones profundas en diversas esferas de la vida nacional. Pero ello, junto con requerir de voluntad política, implicaba alterar completamente las bases del orden social consolidado después de superados los conflictos políticos que llegaron a su máxima expresión en la década de 1850. Desde el punto de vista social y del poder, el costo de las transformaciones era demasiado alto. Implicaba, ni más ni menos, que deshacer o abrir la posibilidad de que se deshiciera, todo lo que hasta entonces se había construido. Lo construido hasta entonces era una sociedad de corte tradicional. Y en cuanto a tal, cuando ella enfrentó la crisis de la segunda mitad de la década de 1870, reaccionó como correspondía: desechó las reformas y la innovación, y perseveró en las formas usuales de organización de los factores de producción y de vinculación con la economía internacional, de manera que no se alterase el orden vigente. Ello significó desoír las voces que sugirieron transitar por el camino de los cambios productivos, de la estructuración de los mercados de factores y de la reforma tributaria. La elite, o la mayoría de ella, no sólo desecharon esta posibilidad, sino que confirmó su opción por la exportación de recursos naturales con baja elaboración como la principal fuente para financiar su versión limitada de la modernización.

412

Agotadas las posibilidades en los mercados externos para los productos mineros y agropecuarios que habían hecho crecer el valor de las exportaciones en 5 por ciento anual entre 1850 y 1874, un sector de la elite, alternativamente, concentró su atención en un recurso natural allende sus fronteras. Esto, en aquellos años, no era una práctica desconocida; en realidad, la conquista territorial y la consiguiente adquisición de recursos naturales o de vías de navegación en el continente americano tenían antecedentes recientes en episodios tales como la guerra de Estados Unidos contra México (1846-1848) y la de la Triple Alianza contra Paraguay (1864-1869). En ambos conflictos, la conquista territorial fue la forma de adquirir control sobre recursos naturales, de asegurar mercados, de incrementar el control o dominio sobre la oferta de uno o varios productos, o de adquirir una renta. Eran resabios del mercantilismo, como un elemento importante para la construcción del estado-nación, los que una y otra vez se hacían presentes en una época de creciente recurso a la retórica y el modelo liberal. A comienzos de 1879 el dilema que enfrentaba la elite chilena era dramático, tanto en lo relacionado con sus relaciones económicas internacionales, como con el manejo de las variables internas. Era del todo claro que la exitosa conexión externa que le había permitido un cuarto de siglo de expansión, había llegado a su fin. Debía, por lo tanto, reconstruir esa opción, pero para ello debía cambiar su oferta de transables, lo cual, dadas las características de su sistema productivo no era una tarea fácil ni a corto plazo; la segunda opción también era compleja, pues demandaba de las transformaciones internas anteriormente esbozadas, cuyos costos sociales y políticos eran inaceptables. Fue en esa encrucijada fue que la cuestión del control del salitre comenzó a situarse en el centro de las opciones de resolución de la crisis para algunos sectores de la elite. Si ello fue así, no es contradictorio con las tareas que la elite en su totalidad había desarrollado desde la década de 1830, y entre las cuales había enfrentado un conflicto externo mayor.

En él, se recordará, las cuestiones relacionadas con la hegemonía

comercial en el Pacífico sur occidental no estuvieron ausentes. Tampoco parecen haberlo estado en los balances y reflexiones que se hicieron una vez que las victorias militares de 1880 permitieron pensar en un dominio efectivo de la región salitrera. En ese sentido, las palabras de José Manuel Balmaceda, de Isidoro Errázuriz y las discusiones en el Consejo

413

de Gabinete, una vez declarada la guerra, no son expresiones de una oscura trama o confabulación. Para esos hombres, esa forma de hacer política internacional y la adopción de esas decisiones constituyó una cuestión normal en el contexto de una tarea mayor, como lo era la consolidación del Estado. En ese sentido, las palabras de Balmaceda fueron elocuentes: “Nuestras tradiciones históricas, industriales, nuestras naturales e inevitables rivalidades, dan a la guerra un carácter en el cual es menester fijar la atención intensa del patriota y del hombre de Estado”.

Y ello era más fácil en tanto el status de la

propiedad de los vestigios de la industria salitrera del Perú, hacían más fácil para los líderes chilenos convertirla en una fuente de ingreso, sobre todo en la forma de una renta. En efecto, al estar esa actividad bajo el control del estado peruano, el problema de convertirla en una fuente independiente de ingreso se simplificaba, no importando en ese sentido mayormente el problema de la propiedad. Se trataba de diseñar una política pragmática que debía combinar dos factores: en primer lugar, dar garantías a quienes estaban dispuestos arriesgarse a reiniciar la producción; y, en segundo lugar, definir un mecanismo eficiente de recolección de un impuesto a esa actividad que reemplazara a las alicaídas fuentes que financiaban al Estado chileno con anterioridad a la guerra. Lo primero aseguraba la permanencia de la piedra angular sobre la cual se habían obtenido los logros alcanzados hasta mediados de la década de 1870: un sector exportador dinámico. Lo segundo era más importante desde el punto de vista del manejo del poder, en una sociedad en la que su control se convertía en un asunto cada vez más laborioso en la medida en que aumentaba el número de aspirantes a compartirlo. Un adecuado sistema de recolección de ingresos para el Estado haría innecesarias las recriminaciones acerca de los problemas de las finanzas públicas, como asimismo los debates sobre cómo financiar la modernización que una restaurada conexión externa requeriría para su adecuado funcionamiento. Es por ello que me parece pertinente proponer que el desenlace del proceso de evolución económica que el país experimentó entre 1850 y 1879 fue la Guerra del Pacífico. Desde ese punto de vista, podemos entender este conflicto como un medio y como un fin. Fue el medio para superar los agudos problemas que la elite debió enfrentar en el último lustro de ese período; como fin, entrañó la adquisición de un territorio que contenía un producto que le permitiría continuar vinculada a las grandes corrientes del comercio y las finanzas internacionales, y seguir adquiriendo

414

los bienes y las tecnologías que generaba el mundo de mayor desarrollo. Puede ser, como lo planteó Carmagnani para el conjunto de América Latina, que "la oligarquía no [estuvo] en condiciones de desplegar una actitud nueva y distinta en las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales preexistentes [e] intentó escapar a la contradicción huyendo hacia delante, potenciando las viejas estructuras, conciliando los viejos elementos con los nuevos".2 El problema es que, al seguir ese camino, la elite renunció a encarar el desafío de la modernización de manera plena, y continuó por la senda de un legado que el vértigo del desarrollo hacía cada vez más obsoleto.

Allí residió la gran falencia del

grupo dirigente; no supo, no pudo, o tal vez simplemente no quiso, ni necesitó, emprender el ancho camino de la modernización. Con ello, legó al país tareas que tres o cuatro décadas más tarde se harían de compleja resolución, en tanto los sistemas sociales, mientras más antiguos y bien establecidos, tienen que experimentar un fracaso visible antes de que sea posible adaptarlos a una nueva situación. Sin un fracaso evidente, la mayoría de las mentes están cerradas a la innovación. El fracaso induce a las mentes a pensar acerca de nuevas formas de hacer las cosas. El cambiar sin una crisis demanda de capacidades y habilidades poco usuales: un buen liderazgo y una buena administración se distinguen de una común por lo que son capaces de hacer. Pero esas dotes son mercancías de escasa oferta Todos pueden cambiar después que ha llegado una crisis. Para entonces no hay otra opción que hacerlo. Pero por lo general, actuar solamente después que la crisis ha surgido, significa que los cambios necesarios son mucho más dolorosos que si la nueva situación hubiese sido cabalmente comprendida a tiempo y las adaptaciones necesarias se hubieran hecho antes de que aquélla llegara. 3

Pero ésta es una condición de los liderazgos

modernos, comprometidos con la difícil tarea

de desmantelar los resabios de la

economía y sociedad de “antiguo régimen”. Tales liderazgos sólo se insinuaron aislada y tímidamente en nuestro país con anterioridad a la Guerra del Pacífico.

Así, no

tuvieron, en realidad, ninguna posibilidad de incidir sobre el desenvolvimiento y destino nacional. 2

. Estado y sociedad en América Latina. 1850-1930 (Barcelona, 1984), p. 10. El título en italiano de este libro es fascinante: La grande illusione delle oligarchie. Stato e societa in America Latina. 3 . Thurow, The Future, pp. 11-12. 415

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF