CHAMORRO Clínica de Las Psicosis Cap 1 (1)

February 19, 2018 | Author: Ivo Flores | Category: Psychosis, Jacques Lacan, Psychoanalysis, Unconscious Mind, Delusion
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CHAMORRO – Clínica de las psicosis 1.

CUÍDENSE DE COMPRENDER

Para la orientación del psicoanálisis, no se trata de la simple presentación del objeto psicótico, sino de establecer una interlocución donde la respuesta del analista haga aparecer a ese sujeto psicótico, allí donde se presenta una persona. En vez de interrogar e ir construyendo ciertos puntos precisos del decir psicótico, se pase al plano descriptivo de su historia, de sus características o del fenómeno que presenta. Es decir, un camino que va de la construcción de una articulación que surge del discurso psicótico, a partir de las preguntas e intervenciones del analista, a la descripción que se puede leer en los manuales de psiquiatría. Ubicados en la posición de analistas, debemos cuidarnos de identificarnos a aquel que brindamos nuestra escucha, cualquiera sea la estructura del sujeto del que se trate. Dentro del campo de la neurosis, esta es una función específica del deseo del analista: cuidarse de comprender al paciente. Es por identificación que podemos comprender a alguien, poniendo en juego en ese momento nuestra propia subjetividad, lo que en el psicoanálisis se ha llamado contratransferencia, subjetividad que hay que excluir cuando alguien se ubica en la posición analítica. Pero en la psicosis, el comprender queda impedido por la misma estructura. Nos resulta ajeno, no podemos identificarnos. Es decir que mientras en el campo de las neurosis no debemos comprender, en el campo de la neurosis, no podemos. La formulación general es que escuchamos sin comprender, aunque depende siempre de la posición que tenga quien escucha. La psiquiatría, en su intento de suprimir el delirio o suprimir la alucinación, suprime todo aquello que hace del psicótico un psicótico. Pero el analista no debe ubicarse en esa posición de amo, en aquella posición que define lo que es un 1

síntoma, lo que hay que analizar; no está en posición de saber lo que es la salud y la enfermedad, sino que debe ubicarse en posición de escucha. Jacques Lacan, en el Seminario 3, considera que esa buena posición del analista en la clínica de la psicosis es la del secretario del alienado. Escuchar

quiere

decir

poseer

los

instrumentos

para

extraer

las

consecuencias de esa escucha, pero no implica quedarse callado. En el campo de la neurosis, el instrumento principal es la interpretación; y en el campo de la psicosis, la construcción, lo cual no responde a una consigna para el analista, sino que responde a las estructuras en juego, en uno y otro campo. Por eso debemos dar cuenta de la estructura que determina que el analista interprete en el campo de la neurosis y construya en el campo de la psicosis. En el campo de la psicosis no hay metáfora ni metonimia, ni posibilidad de construcción de las mismas. Intentar ejercer en el campo de la psicosis la metáfora y la metonimia, destruye lo poco que hay, un precario equilibrio que mantiene al sujeto psicótico y que está sostenido en la imposibilidad de metaforizar lo que dice. En el campo de la psicosis, no encontramos metáfora ni metonimia, encontramos neologismos, un significante que no hace metáfora, por lo cual no desliza sentido, convirtiéndose en una “plomada del discurso”, según Lacan, que se repite con la forma del estribillo. Si no hay deslizamiento posible, lo que sí es posible es ubicar estos puntos de plomada inamovible en el discurso del sujeto psicótico, para a partir de estos puntos fijos realizar la construcción que le permita una estabilización. Esto que llamamos plomadas, aquellos neologismos que no hacen metáfora, son los fenómenos primarios. Sin embargo, aun precisando los fenómenos primarios, resta además el trabajo del psicótico, el autotratamiento, lo que se llama autotrabajo del psicótico con los fenómenos primarios, el delirio. Hacemos nuestro trabajo, diferenciando un delirio que compensa al sujeto de aquel que no lo hace. Mientras que en el campo de la neurosis es un sujeto

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que podríamos definir como móvil que se mueve con el juego de palabras, en el campo de la psicosis es fijo, no se mueve. El sujeto psicótico es un sujeto inmóvil. Hay un no en el horizonte que opera la posición del analista; aunque se le sigue la corriente en el sentido, se lo acompaña en su discurso, sosteniendo al sujeto algo de su certeza, y sólo eliminando el elemento descompensador de esa certeza. Estamos allí tratando de discernir el sujeto. Cuando decimos en la enseñanza de Lacan sujeto, decimos palabra, porque la palabra es la que habla “al” sujeto. Para realizar un diagnóstico diferencial, es fundamental precisar si hay efecto sujeto, y si no lo hay, no podemos descartar la psicosis. Para asegurarnos que no haya psicosis, debemos corroborar que haya efecto sujeto, sabiendo que cuando buscamos efecto sujeto. ¿Qué es el efecto sujeto? Es una reformulación a partir de la lingüística, de lo que Freud llamó el inconsciente. Si alguien produce un lapsus en el encuadre analítico, sea en la primera entrevista, sea en el transcurso del análisis, la respuesta del analista es hacer avanzar al sujeto por el camino del lapsus, destituyendo todo aquello que viene a decir intencionalmente. El efecto sujeto se lee cuando decimos lo que no queremos decir. En el trasfondo del discurso voluntario, hay algo que no está apoyado en un piso firme, sino en lo que Freud llamó el inconsciente, y en esa medida nuestro discurso siempre es endeble en su consistencia, lo que hace posible la aparición de otro discurso, el que se denomina discurso del inconsciente, el significante, etc. Al aparecer el sujeto, surge un sujeto dividido. Si un paciente dice algo que no quería decir, e inclusive lo desarrolla con ideas que no hacen más que verificar el problema que estaba contando, esto no implica aún que nos encontremos con la división del sujeto. Por ejemplo, la división del sujeto se puede entrever en el neurótico obsesivo en la descripción que él mismo hace acerca de su propio sentimiento de inutilidad.

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El yo, además de ser una instancia psíquica precisada por Freud, es un discurso voluntario. El análisis debe ir en camino de no enviar al sujeto a la universalidad de una clasificación, incluso cuando incluimos a nuestros pacientes en nuestras propias categorías universales: neurosis obsesiva o histeria, por ejemplo. De lo que se trata, es de precisar la particularidad de ese sujeto. Por ejemplo, intentaremos escuchar, como modo de ir en contra de esta universalización, qué hace con su angustia, de qué modo habla de ella, con qué palabras habla de eso que le pasa. Si no atendemos al discurso, no encontraremos al sujeto que habla en su particularidad, más allá de la persona que se encuentra frente a nosotros. En estos tiempos de sentimientos caóticos de desamparo, donde no hay un Estado ni un gobierno que regule las cosas de alguna manera, el sentimiento de desamparo de todo sujeto humano frente al mundo, del que incluso Freud nos alertaba, es un ejercicio cotidiano. Si no conseguimos en cada sesión instalar algo de la particularidad de ese sujeto, por fuera de la presión que infringe el traumatismo, el psicoanálisis no tiene mucho que hacer, ya que es una apuesta a la particularidad del sujeto, por encima de los traumatismos universales. Debemos acceder a escuchar al sujeto angustiado en los elementos de su angustia, en los elementos reales de su angustia, y esta es la orientación del psicoanálisis, lo cual no quiere decir que destituyamos el discurso voluntario, sino que busquemos en su despliegue, el punto de particularidad del sujeto que viene a nosotros. Si bien en la coyuntura no nos inclinamos centralmente a reforzar su yo para enfrentar la realidad, como estrategia, podemos y debemos acompañarlo a enfrentar situaciones traumáticas, y en esta estrategia, apuntamos al sujeto decidido, consistente en su posición en la vida, que es lo único que permite elaborar y soportar los traumas que deba padecer. Podemos describir a este sujeto del que hablamos por su movilidad, como un sujeto del significante, un sujeto del inconsciente o un sujeto del deseo. Pero Lacan distingue para el campo de la psicosis, otro sujeto, que es el que denomina sujeto del goce. Es un sujeto atado a un neologismo y no a un significante, es 4

decir, que sólo puede construir a partir de ese neologismo. En cambio, cuando un sujeto está atado a un significante, es un sujeto que se representa por diferentes significantes moviéndose de un significante a otro, creándose el problema de esa imposibilidad de cierto anudamiento que detenga en algún punto el deslizamiento metonímico de un significante a otro. Esto interroga al psicoanálisis sobre la cuestión del fin del análisis y sobre lo que se denomina el punto de capitón. Otra forma de abordar esta cuestión, que hace a la intersección neurosispsicosis, es que el psicoanálisis se orienta hacia a lo que llamamos la irrealización del referente. Cuando alguien describe lo que le pasa, es un discurso que está atado a la referencia, está atado a la mujer de la que habla, al hombre del que habla, está atado al problema sexual que tiene, es decir, es un discurso anudado a una referencia precisa. Un discurso desatado de la referencia es el discurso en el que al hablar se dice otra cosa de la que se quiere decir, como por ejemplo el neurótico obsesivo, que siempre se siente desplazado de lo que quiere explicar, lo que se puede observar claramente en la sesión corta que lo interrumpe y lo enfrenta a un síntoma: no poder concluir. Querer decir todo lo que se quiere decir, es sostener no estar sometido a la castración que todo sujeto padece; en este caso, la denominada castración de sentido. El primer referente de una escucha psicoanalítica es el sufrimiento que padece quien nos consulta, lo que conceptualmente se llama síntoma. El analista sólo debe ayudar a definir el síntoma de aquel que consulta. Cuando el yo dice que su problema es tal o cual, debemos estar atentos a cuál es en el discurso el efecto-sujeto, el que nos va a permitir la formalización del síntoma. Son dos cuestiones diferentes, La primera, es a nivel del yo que puede verse, aquel que aparece en la imagen del espejo. Pero además, está aquello que Freud llamó inconsciente y Lacan objeto a, lo que escapa a nuestra percepción, lo que introduce en el mundo humano la castración, y que implica que no podamos decir: “yo soy yo”. Para el yo, narcisista de nacimiento, es una aspiración, pero el inconsciente viene a decirle: “te crees yo, pero no sos yo”.

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Cuando un sujeto se nombra como adicto o como homosexual, por ejemplo, son formas en que el sujeto se reconoce, aunque la pulsión y sus satisfacciones, no se precisan allí donde el yo cree. Por eso la respuesta psicoanalítica es una respuesta que tiende a hacer presentes las fragilidades de toda consistencia yoica, del discurso voluntario. El analista es la expresión de algo que no implica ningún valor que él mismo sostenga para inducir o impulsar a los sujetos a vivir de tal o cual forma. Por eso interrogamos por las cuestiones y planteos más obvios que forman parte de los ideales de alguien, para establecer allí una pregunta: ¿por qué?. A todo lo que excluye el valor, la subjetividad o la demanda, Lacan lo llama deseo del analista, y que se define más específicamente por la abstinencia. El deseo del analista es un deseo abstinente de toda formulación valorativa, que, a veces, se expresa nada más que en una pregunta, porque no olvidemos que la interpretación puede ser sólo una pregunta. Esta es la orientación del psicoanálisis, desrealizar al sujeto en relación al mundo y a las personas que lo rodean: irrealizar el referente. Lacan dice que esto es lo que le ocurre al sujeto psicótico, y es lo que debemos provocar en el sujeto neurótico, y en esa misma línea, Freud sostenía que lo que en un neurótico está encubierto, en el psicótico está a cielo abierto. El problema es cómo se regulan uno y otro. En este sentido, podemos decir que la experiencia del análisis es una experiencia delirante, una experiencia que permite al sujeto analizante poder captar algo del mundo psicótico, en esa experiencia que el psicótico padece como una desrealización de su mundo. Según Lacan el psicótico no se reconoce en el espejo de los otros, sino en la reconstrucción delirante, y ese es su espejo. No es una producción que sólo lo mantiene atado a su delirio, sino que además le permite restablecer una cierta relación con el mundo. Muchas veces se dice que construir la metáfora delirante, parece dejar al loco solo, sin consecuencias en su lazo social y su inserción en el mundo, pero 6

con esta reconstrucción, Lacan, por el contrario, aspira a que restablezca esos lazos con el mundo. Un psicótico lacaniano, que según él se había formado con Masotta, y estaba internado en el Borda, ante la pregunta sobre si se sentía cómodo, contestaba que sí. Le pregunté otra vez: “¿Hay algo que le moleste aquí?”, y contestó: “Tengo un solo problema; cuando me despierto a la mañana, estoy acostumbrado a escuchar a Boccherini y lo que escucho es al loco de al lado que grita sin parar”. Es la única objeción que él hacía. Su adaptación nos habla entonces de que el había encontrado allí un alojamiento, sostenido en un equilibrio que obviamente no es el de la realidad. Cuando Freud se refiere a la pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis, ya nos está enseñando que hay pérdida de realidad en ambos cuadros, contrariando nuestra percepción, de que hay unos que estamos con la realidad y otros que están en otro mundo. La neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y el ello, en tanto que en la psicosis es el desenlace análogo de una similar perturbación en los vínculos entre el yo y el mundo exterior”. El callejón sin salida surge cuando pensamos que mientras el neurótico padece un conflicto intrapsíquico (y por lo tanto, no se manifiesta como un conflicto con la realidad), el psicótico padece un conflicto justamente en el punto de contacto con esa misma realidad. Pero la realidad de la que habla el psicoanálisis, no es el mundo externo: de ahí la confusión. En el texto Freud va a ubicar en la causalidad de la psicosis la frustración, y Lacan va a completar esta idea diciendo mucho tiempo después, que la causalidad esencial es la frustración del padre, la forclusión del Nombre del Padre, con la que Lacan nombra a una frustración “subjetiva” del Nombre del Padre.

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