CELOS

July 10, 2020 | Author: Anonymous | Category: Juan el Bautista, Amor, Autoestima, Jesús, Mente
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Algunos Otros Yoes

EL YO DE LOS CELOS

SABIDURÍA SABIDURÍA GNÓSTICA GNÓSTICA

EL «YO» DE LOS CELOS “Si queremos acabar con todos los matices de los celos, ya sean éstos religiosos, pasionales, etc., debemos hacer plena conciencia de lo que es realmente la envidia, porque sólo comprendiendo (a fondo y en forma íntima) los infinitos procesos de la envidia, lograremos acabar con los celos de todo tipo. Los celos destruyen los matrimonios, los celos producen guerras religiosas, odios fratricidas, asesinatos y sufrimientos de toda especie”. Samael Aun Weor, “Educación Fundamental”, Cap. Nº 15.-

1- ¿QUÉ SON LOS CELOS, EN SÍ MISMOS?

Antes de abordar este tema de psicología experimental y revolucionaria, séanos permitido hacer previamente algunas aclaraciones semánticas. Por ejemplo, entiéndese por celador o celadora la persona que cela o vigila, destinada por la autoridad para ejercer vigilancia, para cuidar. Asimismo, el término “celo” encierra en su estructura gramatical la idea de “impulso íntimo o reacción psicológica”, a su vez provocada por la duda y la desconfianza hacia otra persona de la que uno equivocadamente piensa que es infiel, traidora, fraudulenta, ingrata y así sucesivamente. Existe el celo pasional, que es el más común, pero hay además el celo político, el religioso, el familiar, el surgido entre las amistades y muchos otros. En realidad son muy variadas las formas de eso que llamamos “celo”. En el lenguaje ordinario se habla de “dar celos” o de “provocarlos”, en cuyo caso se trata de simples venganzas, de coqueteos o demostraciones de afecto hacia otro u otra para suscitar temores, iras, rencores y envidias, o ya para satisfacción de la vanidad, del deseo de ser tomado en cuenta. Por lo tanto, el celoso o la celosa es aquel varón o dama que se comporta celosamente, con celo, e incluso con recelo, o sea con desconfianza y temor de ser dañado o dañada, o de que le roben sus afectos, etc. De cuanto llevamos dicho podemos inferir que, en sí mismo”, el “Yo” de los celos es uno de los tantos “valores” o elementos energéticos de tipo animalesco que infortunadamente cargamos en nuestro mundo interior o espacio psicológico. Frente a determinadas circunstancias y en un momento dado, ese “agregado psíquico” se ubica en nuestro Centro Emocional Inferior y lo controla, provocando en el mundo de relaciones terribles dramas, comedias y hasta tragedias. Simultáneamente, la emoción negativa de los celos provoca un serio descontrol en el Centro Intelectual, originando corrientes mentales nocivas y extremadamente perjudiciales. Ciertamente, cada emoción negativa de celos produce un pensamiento de la misma índole. Y como si fuera poco, cuando alguien está obcecado por los celos su Centro Motor trabaja dislocadamente y su Centro Instintivo entra en un proceso de degradación, alterándosele (al celoso o a la celosa) la respiración y el ritmo cardíaco, con la subsecuente pérdida de valores vitales.

Es decir, las violentas reacciones de odio y de ira que suelen acompañar a ese “elemento indeseable”, se somatizan y dañan los delicados órganos del Cuerpo Físico Diríase pues, sin exageración alguna, que los celos constituyen una forma absolutamente equivocada de sentir. “No hay duda” (enfatiza el V.M. Samael Aun Weor) “que las emociones negativas nos vuelven mentirosos, nos tornan violentos, hacen que nos olvidemos de sí mismos”. Y añade: “Por ejemplo un individuo celoso, dominado por la emoción negativa de los celos, pues se vuelve violento, puede matar a otro y en consecuencia ir a la cárcel; puede tratar mal a su mujer, tal vez injustamente, etc. De manera que las emociones negativas (de celos, en este caso) puede convertirlo a uno en calumniador, falsario, violento y perverso”. “¡Vean ustedes cuánto daño pueden provocarnos las emociones negativas! Por una emoción negativa podemos volvernos asesinos, por una emoción negativa podemos nosotros calumniar al prójimo, por una emoción negativa podemos nosotros levantar falsos juicios sobre nuestro mejor amigo, y sin embargo tenemos esa marcada tendencia a dejarnos llevar siempre por las emociones negativas, no hemos aprendido a ser austeros, serenos, mesurados”…

2- LOS CELOS Y EL MIEDO “Tengo celos del aire que da en tu cara, si el aire fuera hombre yo lo matara”. (Versificación popular española)

En el capítulo número 15 del extraordinario libro titulado “Educación Fundamental”, podemos leer lo que a continuación sigue: “No debemos olvidar que el monstruo de los celos destruye los hogares. Salomón dijo: los celos son crueles como la tumba, y sus brasas son brasas de fuego”. “El hombre que cela a una mujer no sabe con quien cuenta; mejor es no celarla para saber qué clase de mujer tenemos”. “El venenoso griterío de una mujer celosa resulta más mortífero que los colmillos de un perro rabioso”. “Es falso decir que donde hay celos hay amor. Los celos jamás nacen del amor, el amor y los celos son incompatibles; el origen de los celos se encuentra en el temor. El Yo justifica los celos con muy diversas razones. El Yo teme perder al ser amado; quien quiera de verdad disolver el Ego, debe estar siempre dispuesto a perder hasta lo más amado”. “En la práctica hemos podido evidenciar, después de muchos años de observación, que todo solterón libertino que ha sido terriblemente fornicario, se convierte en un marido celoso”. “Ante la Gran Ley el hombre debe responder por su conducta y la mujer por la suya; el marido no puede responder por la conducta de la mujer ni la mujer puede responder por la conducta de su marido; disuélvanse los celos y responda cada cual por su propia conducta”… En tal sentido la Gnosis enseña que “cada cual es muy libre de pensar como quiera”. Sin embargo el “Yo” de los celos, utilizando la razón subjetiva, lo mismo hace de una pulga un caballo, que de un caballo una pulga porque carece del sentido de las proporciones, exagera hasta más no poder, y asociado con los “Yoes” del miedo, de la envidia, de la ira, del odio, del resentimiento, de la desconfianza y muchos otros, exige que los demás piensen y sientan como él quiere, como a él le parece, destruyendo, sin compasión alguna, hogares e instituciones. El temor, pues, subyace en el fondo íntimo del celoso y de la celosa. El miedo a la traición y a la infidelidad, el miedo al abandono y a la soledad, el miedo al desprecio, a no ser considerados como personas dignas de mérito, como seres que merecen especial atención, etc., constituyen los basamentos del “agregado psíquico” que ahora estamos analizando. Auto-observándonos psicológicamente podemos detectar que el “Yo” de los celos se alimenta con el amor propio, con la auto-consideración o auto-estima, con el falso sentimiento del automérito, con la vanidad y en general con los falsos conceptos que sobre sí mismos tenemos. Nos queremos demasiado a sí mismos, y esa auto-adoración al “querido Ego” es la secuencia o corolario de un estado equivocado de la Conciencia que la psicología profunda denomina “identificación”. Es obvio que si uno no cometiera el error de identificarse tanto consigo mismo, los celos jamás surgirían en nuestra psiquis.

Ya sabemos que el miedo siempre busca seguridad en algo o en alguien. El celoso desea tener éxito en sus relaciones sociales de tipo amoroso, político, religioso, etc., y el miedo al fracaso o a la pérdida de aquello que considera propio y personal, lo lleva a buscar seguridades en la amenaza, en la intimidación o coacción psicológica, en la actitud desdeñosa, en los gestos de desprecio, en la palabra dura e hiriente, en el poder e incluso en las armas. En realidad el celoso es un resentido social, un sujeto lleno de despecho, de rabia, de odio y de envidia, y que por miedo al ridículo, al “qué dirán”, es capaz de causar terribles daños para satisfacer su sed de venganza. Todos los días los periódicos amarillistas reseñan el caso de maridos engañados o de mujeres traicionadas, cuyos celos (asociados con el orgullo herido) los ha llevado hacia el suicidio, o bien hasta el asesinato u homicidio. Por esa vía poco inteligente del rencor y de la venganza, las personas celosas lo único que logran es complicar aún más sus ya dolorosas situaciones. Todo esto sucede porque el “Yo” celoso no sabe respetar la libre iniciativa de los demás. El “elemento inhumano” de los celos no sabe ver ni mucho menos aceptar la cruda realidad de los hechos y quiere que la persona amada, o el amigo, o los hijos, o los grupos que dirige, etc., caminen por el sendero de sus gustos y disgustos, de sus caprichos y necedades, de lo que él considera correcto o incorrecto, y así sucesivamente. Cuando la personalidad humana está bajo el control de tan nefasto Agregado Psíquico, es obvio que nada sabe de sí misma; en esos instantes piensa, siente y actúa de acuerdo con las reacciones de ese Ego y motivada por muchos otros “Yoes” que por simple Ley de Afinidades Psicológicas aparecen en ese tipo de escenas, y de cuya existencia el celoso no tiene ni la más mínima idea. Por lo común, los “Yoes” de la precipitación, de la insensatez y de la intolerancia suelen ser (entre otros) los malos acompañantes de la persona que en un instante determinado es controlada por la emoción negativa de los celos. Eso explica por qué defiende con extremada furia e insólita violencia sus absurdas posiciones. Así pues, la característica más resaltante del “Yo” de los celos es su extraño sentido de posesión, de suponer que las personas le pertenecen, y que en consecuencia están obligadas a seguir sus mandatos u ordenanzas, sus normas dictatoriales. Por ejemplo, muchos padres de familia celan a sus hijas y hasta se toman la atribución de impedir que tengan novio, o bien de elegirle, según sus estrechos criterios, el futuro marido. En el planeta Tierra existen millones de dictadores de la mente, innumerables individuos que cegados por el miedo y los celos han sembrado y continúan sembrando en todas las latitudes del mundo, la violencia, la muerte, el llanto y la desesperación.

3- EL INFERNAL MUNDO DE LOS CELOS “La mujer que se casa con un joven celoso, iracundo, furioso, se convertirá en la víctima de su verdugo. El joven que se casa con una mujer celosa, furiosa, iracunda, es claro que tendrá que pasar su vida en un infierno. Para que exista verdadero amor entre dos seres, es urgente que no exista la pasión animal; es indispensable disolver el Yo de los celos, es necesario desintegrar la ira, es básico un desinterés a toda prueba”.

Samael Aun Weor, “Educación Fundamental”, Capítulo Nº 26.-

Entre bromas y veras, cierto tratadista de la psicología académica o universitaria expreso que “el infierno son los celos porque quitan el sueño, el apetito y las ganas de vivir”. Y en forma concluyente añadió: “Los celos obsesivos son capaces de provocar los sentimientos más negativos y diabólicos”. Ciertamente, el que carga adentro el “Yo” de los celos proyecta un infierno con sus constantes reproches, reclamos, exigencias, deseos de ser tratado en forma incondicional, como si fuera algo muy exclusivo, insustituible y extremadamente importante. Al respecto, en la Biblia Hebraica (“Hechos”, Cap. 5, Vers. 17-18) encontramos la siguiente referencia al “Yo” celoso: “Entonces levantándose el Sumo Sacerdote y todos los que estaban con él (esto es, la secta de los Saduceos), se llenaron de celos y echaron mano de los apóstoles y los pusieron en la cárcel”. Sucede que el demonio de los celos (que por naturaleza es también receloso, miedoso y desconfiado), asociado con el “Yo” de mando y con el “Yo” de la mala voluntad provoca persecuciones políticas y religiosas, establece censuras, divide los grupos familiares, desbarata sin compasión alguna las organizaciones filantrópicas y místicas, y en general engaña a los seres que se adoran y destruye la dicha de los mismos. Si es que se desea procurar para los dirigidos la mayor suma de bienestar posible, el ejercicio de la autoridad (ya como padres de familia, maestros o profesores, o bien como guías espirituales, o en fin como dirigentes políticos, económicos y militares) exige estar libre de celos. ¿Por qué? Porque hay en los dirigentes o mandatarios celosos un exorbitante egoísmo que todo lo quiere para sí y para sus secuaces, y porque además, controlados por los “Yoes” de la envidia y del miedo, subestiman, desprecian y tratan de eliminar a todos aquellos que supuestamente quieren arrebatarles el poder, la autoridad que creen que haber obtenido por méritos propios. Aún más: estableciendo siniestras asociaciones íntimas con los “Yoes” de la desconfianza y de la astucia, el “Yo” celoso anda en todo momento fisgoneando, espiando, escuchando tras las puertas y tras las bardas, muros o paredes, interviniendo teléfonos y violando el derecho a la privacidad, siempre en busca de un motivo que satisfaga su curiosidad y que sin duda alguna lo hará sufrir. En este sentido el “Yo” de los celos es masoquista, le place el sentimentalismo morboso, le agrada el sufrimiento mecánico. Los hechos demuestran que el celoso es un sujeto psicológicamente enfermo; el celoso cree que ama pero en realidad sólo busca seguridad física e interna. Los celos son siempre síntoma de debilidad y de gran pobreza afectiva. Algunos estudiosos de la conducta humana hablan de los “celos patológicos”, de “celos delirantes”, y toman como punto de referencia el “síndrome de Otelo”, ese tristemente célebre personaje de la obra teatral de William Shakespeare, cuyos celos enfermizos no sólo le llevaron a perder el sentido de la realidad, sino que además lo convirtieron en asesino de su noble esposa Desdémona. Para satisfacción de la vanidad femenina o de la vanidad masculina, millones de personas de

ambos sexos tratan de “dar celos” o de “provocar celos”, suponiendo (muy equivocadamente, claro está) que “los celos son útiles” porque “actúan como generadores de energía vital entre las parejas”, o sea que “sirven como índice para verificar si el cónyuge o la cónyuge está verdaderamente enamorado o enamorada”. Ignoran tales personas que ese modo de pensar, sentir y actuar del “Yo”, del Ego, del “mi mismo”, no sólo resulta francamente subjetivo e inconsciente, sin asidero alguno en la realidad, sino que también (y lo que es peor) ha provocado y seguirá provocando graves conflictos en el individuo y en la sociedad. Como la Gnosis se fundamenta en hechos concretos y no en simples especulaciones intelectuales, élla nos invita a comprobar por sí mismos y por experiencia directa que el “Yo” de los celos es un “apéndice” o “agregado” absolutamente inútil, que es un “elemento inhumano” infernal, izquierdo y tenebroso, causante de innumerables desdichas y fatalidades. De modo que, si auto-observamos el “Yo” de los celos en plena acción, podemos detectar que él es de naturaleza impaciente, intranquila, y que debido a esa característica psicológica es también (por añadidura) atolondrado, torpe, irreflexivo, amigo de los altercados, de las trifulcas, de las discusiones, rencillas y pleitos, y como si fuera poco, es embrollador, maquinador, oscuro y altamente peligroso, pues en casos extremos no vacila en asociarse con el “Yo” del despecho y con el “Yo” asesino, tema éste que abordaremos a continuación.

4- LOS CELOS, EL DESPECHO Y EL DEMONIO HOMICIDA “Tengo celos de los ojos que te miran, del pasado que viviste, de la mano que saludas, de la gente que murmura, de la calle y de tus sueños”. “No puedo aguantar tantos celos, estoy que me muero de envidia”. (Fragmentos de poemas escritos por personas celosas).

Frente a nosotros, en nuestra mesa de trabajo, reposa un libro poco común. Su título, “El Misterio del Áureo Florecer”, escrito por el V.M. Samael Aun Weor. Lo abrimos, y en la página número 63 aparece el capítulo 11 que lleva por nombre “La Cabeza de Juan”. Para beneficio de los estudiantes gnósticos, y en virtud de que su contenido reafirma todo cuanto hemos venido estudiando sobre el “Yo” de los celos y sus íntimas conexiones con los “elementos inhumanos” de la rabia, del odio, del despecho y del homicidio, lo transcribiremos textualmente… “Resonaron los timbales y brotaron gritos en la multitud, pero el Tetrarca dominó todo el estrépito con su voz: ¡Ea, ea, tuyo será Cafarnaún y la vega del Tiberíades, la mitad de mi reino!”. “Entonces se arrojó ella al suelo y súbitamente se balancearon sus talones en el aire, y se adelantó varios metros sobre las manos, como un gran escarabajo”. “Luego saltó sobre sus pies y miró, ahora con fijeza, a Herodes. Tenía pintados de carmín los labios y negras las cejas, y sus ojos destellaban con fulgor peligroso, brotando en su frente gotitas titilantes”. “De hito en hito se contemplaron Herodes y Salomé, hasta que desde la galería castañeó sus dedos Herodías”. “Sonrió entonces Salomé, mostrando sus blancos y firmes dientes, y susurró como una pudorosa y tímida doncella: Quiero… en una fuente la cabeza (había olvidado el nombre), más volviendo a sonreír dijo con claridad, ¡la cabeza de Juan!” “Hallábase un tanto enojada con el amado y lo hizo decapitar, más cuando contempló la querida cabeza sobre la fuente, lloró y enloqueció, y pereció de delirio erótico”. “¡Horripilante batalla íntima en la psiquis de Salomé: Yo del despecho arrastrando, en su decadencia abominable, a los demás Yoes! ¡Triunfo asqueante del diablo homicida… espanto, horror!” “Herodes temió a la multitud porque consideraban a Juan como un profeta. En el capítulo XI del Evangelio de Mateo se habla de Juan Bautista como un verdadero Jina, un Hombre Celeste, un semidios, superior a los profetas, pues que Jesús dice de él: Ciertamente os digo que él es mucho más que un profeta, pues él es de quien está escrito: He aquí que yo envío mi Ángel ante tu faz, para que vaya delante de ti aparejándote y desbrozándote el camino”. “Entre los hombres nacidos de mujer no se levantó otro mayor que él, aunque él es menor que el que menor sea en el Reino de los Cielos, y si le queréis pues recibir, sabed que él es aquel Elías que se nos dice ha de venir… El que tenga oídos para oír que oiga”… “Estas palabras del Gran Kabir Jesús enlazan a los dos personajes hebreos en uno solo. Juan El Bautista, decapitado por la lujuriosa Salomé, fue en verdad la vivísima reencarnación de Elías, el Profeta del Altísimo”.

“Por aquella época los Nazarenos eran conocidos como Bautistas, Sabeanos y Cristianos de San Juan. El error de tales gentes consistía en la absurda creencia de que el Kabir Jesús no era el Hijo de Dios, sino sencillamente un profeta que quiso seguir a Juan”. “Orígenes (Vol. II, página 150) observa que existen algunos que dicen de Juan El Bautista que e0ra él el Ungido (el Christus)”. “Cuando las concepciones de los gnósticos, que veían en Jesús el Logos y el Ungido, empezaron a ganar terreno, los primitivos cristianos se separaron de los Nazarenos, los cuales acusaban injustamente al Hierofante Jesús de pervertir las Doctrinas de Juan y de cambiar por otro el Bautismo en el Jordán” (Codex Nazarenus, II, Pág., 109). “Salomé desnuda, ebria de vino y de pasiòn, con la cabeza inocente de Juan El Bautista entre sus eróticos brazos, danzando delante del Rey Herodes, hizo estremecer las tierras del Tiberíades, Jerusalem, Galilea y Cafarnaún. Empero nosotros no debemos escandalizarnos tanto: Salomé yace muy oculta en el fondo íntimo de muchas mujeres (tú lo sabes), y que ningún varón presuma de perfecto porque en cada uno se oculta un Herodes”. “Matar es, evidentemente, el acto más destructivo y de mayor corrupción que se conoce en el planeta Tierra. Escrito está en el Libro de todos los Misterios que no sólo se mata con puñales, armas de fuego, horca o veneno; son muchos los que matan con miradas de desprecio, con una sonrisa irónica o con una carcajada, con una carta o con la ingratitud y la calumnia. En verdad os digo que el mundo está lleno de uxoricidas, matricidas, parricidas, fratricidas, etc., etc., etc.” En terminando de leer este capítulo, entenderemos mejor por qué el Maestro Samael nos dice que “el venenoso griterío de una mujer celosa resulta más mortífero que los colmillos de un perro rabioso”, a lo que podríamos añadir que muchísimas veces los “Yoes” de los celos pueden originar fatales circunstancias, tales como las que veremos a continuación.

5- “EL FINAL DE UN TRIÁNGULO FATAL”. “Felicidad no existe en este mundo; mientras haya Ego tiene que haber dolor. Mientras continuemos con nuestra forma rancia de pensar no podremos ser dichosos, mientras seamos víctimas de las emociones negativas, cualquier género de felicidad se hace imposible”.

Samael Aun Weor, conferencia titulada “COMOCAMBIAR LA MANERA DE PENSAR”.

“Presentamos ahora un caso espantoso que en forma enfática viene a demostrarnos lo que es el izquierdo y tenebroso Yo de los celos en el intercambio conyugal de marido y mujer”. “El horripilante suceso ocurrió en el alo 1180 en la Provenza, difundiéndose la noticia por todas partes hasta penetrar finalmente (en 1250) en la literatura, algo así como en forma de epopeya”… “Aconteció que Guillermo de Cabstaing, hijo de un pobre caballero del castillo de Cabstaing, llegó a la corte del señor Raimundo de Rosellón, y tras presentarse preguntó si sería bienquisto como escudero. El barón lo halló de prestancia y le dio el parabién para que se quedara en su corte”. “Quedóse pues Guillermo y supo comportarse de manera tan gentil, que altos y bajos le querían; y supo también distinguirse tanto, que el barón Raimundo le destinó al servicio de dama Margarita (su esposa) como paje. Esforzóse ahora Guillermo en ser aún más digno en palabras y hechos, mas como es cosa que al amor atañe, dama Margarita hallase prendida de él con los sentidos inflamados”. “Tanto placía a ella la diligencia del paje en el servicio, su parla y firmeza, que un día no pudo contenerse en preguntarle: -Díme, Guillermo, ¿amarías a una mujer que te diera muestras de amarte? A lo que Guillermo respondió sincero: - Cierto que lo haría, señora, siempre que sus muestras fuesen verdad. - ¡Por el santo Juan, exclamó la dama, que has respondido como cumplido caballero! Mas ahora deseo probarte si podrías saber y reconocer lo que en las muestras fuera verdad y lo que sólo apariencias. A cuyas palabras replicó Guillermo: - ¡Sea pues como os place, señora mía!” “Tornóse pensativo, y al punto comenzó amor la justa con él, y los pensamientos que amor le enviaba le penetraban en el corazón y en adelante convirtióse en su paladín, comenzando a componer lindos versos y primorosas canciones y poemas, todo lo cual complacía en grado sumo a la que recitaba y cantaba. Más amor, que a sus servidores otorga su galardón cuando le agradan, quiso conceder el suyo a Guillermo. Y al punto comenzó la dama a anhelar y cavilar tanto en su afición, que ni de día ni de noche lograba el descanso, al ver en Guillermo la suma de todos los dones del valor y las heroicas hazañas”. “Así aconteció que un día dama Margarita interpeló a Guillermo diciendo: - ¿Sabes, Guillermo, lo que en este instante es verdad y lo que no de mi apariencia? Y Guillermo respondió: - Señora, tan cierto como Dios me ayude que desde el instante en que me convertí en vuestro escudero, ningún otro pensamiento pude albergar en mí, más que el de que vos sois entre todos los seres vivientes el mejor y el más veraz en palabras y apariencia. Así lo creo y toda mi vida lo creeré. La dama replicó: - Guillermo, como Dios me ayude también, te digo que no serás engañado por mí, y tus pensamientos no se perderán en vano. Y abriendo los brazos lo besó delicadamente, y sentándose ambos en la cámara, comenzaron a cuidar de su amor”. “Más no pasó mucho tiempo sin que las malévolas lenguas, a las que debiera alcanzar la ira de

Dios, comenzaron a desatarse hablando de su amor y a parlotear sobre las canciones que Guillermo componía, murmurando que había puesto sus ojos en dama Margarita. Y hablaron tanto y tanto, que la cosa llegó a oídos del señor”. “El Barón Raimundo se apesadumbró en grado sumo porque había de perder a su compañero de cabalgadas, y más aún a causa de la afrenta de su esposa”. “Y cierto día en que Guillermo había ido solo con un escudero a la caza del gavilán, Raimundo tomó armas ocultas y cabalgó hasta dar con el doncel”. - “Bienvenido seáis, señor (saludóle Guillermo, yendo a su encuentro en cuanto lo apercibió); ¿por qué estáis tan solo? Tras algunos rodeos, Raimundo comenzó: - ¡Díme por Dios y la Santa Fe!: ¿tienes una amante para la que cantas y te encadena el amor?” - “Señor (respondió Guillermo), ¿cómo podría de otro modo cantar si a ello no me indujera el amor? Verdad es, señor, que el amor me ha apresado por entero en sus lazos”. - “Desearía saber, si te place, quién es la dama en cuestión”. - ¡Ah, señor, ved en nombre de Dios lo que de mi requerís! Harto sabéis que nunca debe ser nombrada la dama”. Más Raimundo siguió instando (porque el Yo de los celos se lo estaba tragando vivo), hasta que Guillermo dijo: - “Señor, habéis de saber que amo a la hermana de dama Margarita, vuestra esposa (contestó el Yo del engaño), y espero ser correspondido por ella. Y ahora que lo sabéis, os suplico vuestro apoyo, o cuando menos que no me perjudiquéis”. - “Aquí tienes mi mano y mi palabra (habló Raimundo), en promesa y juramento de que he de emplear todo en cuanto en mi poder esté en tu ayuda”. - “Vayamos pues a su castillo, que está cerca de aquí (propuso Guillermo)”. “Así lo hicieron, siendo bien recibidos por el señor Roberto de Tarascón, esposo de la propia dama Inés. Raimundo la condujo a su aposento y sentáronse ambos sobre el lecho”. - “Decidme, cuñada mía, por la lealtad que debéis (habló Raimundo): ¿amáis a alguien? - “Sí, señor (respondió ella con su Yo embustero)”. - “¿A quién?” - “Oh, no puedo decirlo (respondió ella); ¿qué me estáis hablando?” “Más él insistió tanto, que no tuvo ella más remedio que confesar su amor por Guillermo. Así lo reconoció ella al encontrar tan triste y caviloso a éste, aunque bien sabía que amaba a su hermana, y su respuesta produjo gran alegría a Raimundo”. “Inés le contó todo a su esposo, juzgando él que había obrado bien y dándole libertad para que dijera y obrara a su albedrío para salvar a Guillermo (infame adúltero)”. “Inés, convertida en cómplice del delito no dejó de hacerlo, pues llevando a solas a su aposento al doncel, quedóse en su compañía tanto tiempo que Raimundo hubo en efecto de conjeturar que habían estado disfrutando de las mieles del amor”. “Ello le complació en sumo, y comenzó a pensar que de cuanto sobre él se había rumoreado no era verdad, sino vacua chismorrería. Salieron Inés y Guillermo del aposento, fue dispuesta la cena, y ésta transcurrió con gran animación (así son las farsas que hace el Yo pluralizado)”. “Tras la cena, Inés hizo disponer el aposento de ambos huéspedes muy próximos a la puerta del suyo, y Guillermo y ella desempeñaron tan bien su papel que Raimundo pensó que el doncel dormía con la dama”. “Al día siguiente, y luego de despedirse, Raimundo se separó cuanto pudo de Guillermo, fuese a su esposa y le contó lo acontecido. Ante aquellas noticias, dama Margarita pasó toda la noche sumida

en el más hondo desconsuelo, y a la mañana siguiente, llamando a Guillermo, le recibió de mala manera, tratándole de amigo falso y traidor”. “Guillermo pidió gracia, como hombre que no había incurrido en culpa alguna de las que ella le achacaba, y le relató al pie de la letra todo cuanto había acontecido. La dama llamó a su hermana y por ella supo que Guillermo decía la verdad, con lo cual ordenó al doncel que le compusiera una canción en la cual le mostrara no amar a mujer alguna aparte de ella. Y él compuso el cantar que dice: Las lindas ocurrencias que a menudo el amor inspira”. “Al oír el Rosellón el cantar que Guillermo había compuesto para su mujer, le hizo venir para platicar con él, y a bastante distancia del castillo lo degolló, guardando la cabeza cortada en un zurrón de caza, arrancándole luego el corazón”. “Con la misma retornó al castillo, hizo que asaran el corazón y lo sirvieran a su mujer en la mesa. Ella lo comió sin saber qué era lo que gustaba”. “Al acabar la comida, levantóse Raimundo y participó a su mujer que lo que había almorzado era el corazón de Guillermo, mostrándole seguidamente la horripilante cabeza”. “Preguntóle además si el corazón había tenido buen sabor, a lo que dama Margarita respondió que fue, en efecto, tan sabroso que manjar otro alguno le quitaría ya el gusto que le había dejado el corazón de Guillermo. Rabioso, Raimundo (desesperado por el Yo de los celos) se abalanzó contra ella (la perversa adúltera) con su daga desenvainada. Margarita huyó, arrojóse por un balcón y se destrozó la cabeza en la caída”. “Ese fue el final catastrófico de un triángulo fatal donde el Yo de los celos, del adulterio, del engaño, de la farsa, etc., llevaron a sus actores hacia un callejón sin salida”. “¡Válgame Dios y Santa María!, bien saben los divinos y los humanos que el poderoso señor Raimundo de Rosellón se convirtió en asesino debido al demonio de los celos. Mejor hubiera sido darle a su mujer carta de divorcio”…

6- LOS CELOS Y EL SACRIFICIO DEL SUFRIMIENTO “Es ostensible que el sacrificio significa, claramente, la elección deliberada o consciente de un bien superior con preferencia a uno inferior”. “En realidad el sacrificio es una transmutación de fuerzas. Algunas personas están dispuestas a sacrificar sus placeres terrenales por las dichas del Espíritu; sin embargo es muy difícil que haya alguien que esté dispuesto a renunciar a sus propios sufrimientos, a sacrificarlos por algo superior”. Samael Aun Weor, “La Doctrina Secreta de Anahuac”.

La angustia, el desasosiego, el desconsuelo, la depresión y muchísimas otras emociones inferiores provocan los “Yoes” de los celos. Todo el mundo padece a causa de ese tipo de emocionalismos, pero no saben qué hacer con éllos. En su conferencia titulada “Cómo sacrificar los propios sufrimientos”, el Maestro Samael Aun Weor explica el modo de liberarnos de tantos y tantos padecimientos inútiles, expresándose de la siguiente manera: “Voy a decirles a ustedes una gran verdad: el dolor se sacrifica auto-explorándolo y haciéndole la disección. Veamos un caso concreto: supongamos que de pronto un hombre encuentra a su mujer platicando “muy quedito”, por ahí en un cuarto, con otro hombre. Realmente esto puede provocarle ciertos celos, ¿no es cierto? Ahora, si encuentra a la mujer ya “demasiado quedito”, en demasiada intimidad con un sujeto XX, puede haber un estallido de celos acompañado de un gran disgusto; tal vez hasta tenga una riña con el otro hombre, precisamente por celos. Esto produce un dolor espantoso al marido ofendido, un dolor moral horripilante que puede dar origen a un divorcio. Sin embargo, aunque platicaba “muy quedito”, no estaba haciendo nada malo pero la mente suele hacer muchas especulaciones, y aunque la mujer niegue y niegue, la mente tiene muchos recovecos en los que se forman realmente muchas conjeturas”. “¿Qué hacer para salvarse de ese dolor, cómo aprovecharlo, cómo renunciar al dolor que le ha producido eso? Hay una forma de resolverlo y de sacrificar el dolor. ¿Cuál? La autoreflexión evidente del Ser, la auto-exploración de sí mismos”. “¿Están seguros, por ejemplo, que ustedes nunca han tenido relación con otra mujer, están seguros que jamás se han acostado a dormir con otra fémina? ¿Están seguros que jamás han sido adúlteros, ni en esta ni en pasadas existencias? Claro está que no, porque todos en el pasado fuimos adúlteros y fornicarios, eso es obvio” “Si uno, pues, llega a la conclusión de que también fue fornicario y adúltero, ¿entonces con qué autoridad está juzgando a la mujer, por qué lo hace? Al juzgarla, lo hace sin autoridad. Ya Jesús El Cristo, en la parábola de la mujer adúltera (aquella mujer de los Evangelios Crísticos), exclamó: El que se sienta libre de pecado, que arroje la primera piedra”… Nadie la arrojó, ni siquiera el mismo Jesús se atrevió a arrojarla. Le dijo: Mujer, dónde están los que te acusaban? Ni yo mismo te acuso; vete y no peques más… Ni él mismo, que era tan perfecto, se atrevió. Ahora nosotros, ¿con qué autoridad lo haríamos?” “Entonces, ¿quién es el que nos está provocando el sufrimiento, el supremo dolor? ¿No es acaso el demonio de los celos? ¡Obviamente que sí! ¿Y qué otro demonio? El Yo del amor propio, que ha sido herido mortalmente (el Yo del amor propio es egoísta en un ciento por ciento). ¿Y qué otro? El Yo, dijéramos, de la auto-importancia, que se siente muy importante y dirá: Yo, el señor don

fulano de tal, ¿y que esta mujer venga aquí con esa clase de conducta? ¡Vean qué orgullo tan terrible el del señor de la auto-importancia! O aquel otro de la intolerancia que dice: ¡Fuera, adúltera; te condeno, malvada; yo soy virtuoso, intachable!” “He ahí pues el delito dentro de uno mismo; ese tipo de Yoes son los que vienen a producir el dolor”. “Cuando uno ha llegado a la conclusión de que son esos Yoes los que le han producido el dolor, entonces se concentra en la Divina Madre Kundalini y ella desintegra esos Yoes. Al quedar desintegrados, ya el dolor termina. Al terminar el dolor queda la Conciencia libre, y entonces mediante el sacrificio del dolor se ha aumentado la Conciencia y se ha adquirido fortaleza”… “Ahora supongamos que no fueron simples conjeturas provocadas por los celos, sino que se fue más lejos, que sí hubo adulterio de verdad-verdad. Entonces tendrá que venir el divorcio, porque eso lo autoriza la Ley Divina. En ese caso también se puede sacrificar el dolor y decir: “Bueno, ya adulteró. ¿Estoy yo seguro de no haber adulterado jamás? Claro está que no. Entonces, ¿por qué condeno? No tengo derecho de condenar a nadie porque el que se sienta libre de pecado, que lance la primera piedra… ¿Quiénes son los que me están proporcionando el dolor? Los Yoes de la intolerancia, de la auto-importancia, de los celos, del amor propio, etc.” “Si llego a la conclusión de que son esos los Yoes que me están ocasionando dolor, entonces los trabajo para desintegrarlos y el dolor desaparece, queda eliminado. ¿Por qué? Porque se ha sacrificado y eso trae un aumento de conciencia, porque aquellas energías que estaban involucradas en el dolor quedan liberadas. Esto trae no solamente la paz del corazón tranquilo, sino además un aumento de conciencia, un acrecentamiento de la Conciencia”. “A eso se le llama sacrificar el dolor, pero la gente es capaz de todo menos de sacrificar sus dolores, quiere mucho sus dolores, y resulta que los máximos dolores son los que le brindan a uno las mejores oportunidades para el despertar de la Conciencia”. “Pero hay que sacrificar el dolor, y hay muchas clases de dolores. Por ejemplo un insultador. ¿Qué provoca el insultador? Pues el deseo inmediato de venganza. ¿Por qué? Por las palabras del insultador, pero si uno no se identifica con los Yoes de la venganza, es claro que no contestaríamos al insulto con el insulto. Si uno se identifica con los Yoes de la venganza, éstos los relacionan a uno (a su vez) con otros Yoes más perversos y termina uno haciendo disparate y medio. Porque así como existe fuera de nosotros una ciudad (por ejemplo la ciudad de México, o cualquier ciudad del mundo donde uno viva), así también dentro de uno mismo hay una ciudad psicológica, eso es claro, y así como en la ciudad (ésta de la vida urbana, común y corriente) hay gente de toda clase: Colonias de gentes buenas, colonias de gentes malas, así también sucede con la ciudad interior, con la ciudad psicológica. En esa ciudad psicológica vive mucha gente (nuestros propios Yoes son esa gente que vive allí), y hay Colonias de gente decididamente perversa, hay Colonias de gente media y hay Colonias de gente más o menos selecta”. “Nuestra propia ciudad psicológica es eso. Si uno se identifica (por ejemplo) con un Yo de venganza, éste a su vez lo relaciona a uno con otros Yoes de barrios muy bajos donde viven asesinos, ladrones, etc., y al relacionarse con ellos, éstos a su vez llegan y lo controlan a uno, le controlan el cerebro y resulta haciendo barbaridad y media, y por último va uno a para a la cárcel”. “¿Pero cómo evitar entonces caer uno en semejantes absurdos? Pues no identificándose con el insultador”. “Hay, dentro de uno mismo, Yoes que nos dictan lo que debemos hacer, que

nos dicen: ¡Contesta, véngate, sácate el clavo, desquítate! Si uno se identifica con ellos termina haciéndolo, contestándole al insultador; termina uno vengándose, desquitándose, etc., pero si uno no se identifica con el Yo que le está diciendo que haga semejante tontería, pues entonces no hace eso. En todo caso, el insultador deja el dolor en el fondo del insultado o del ofendido. Lo interesante sería que el ofendido pudiera sacrificar ese dolor, y puede sacrificarlo a través de la Meditación, comprendiendo que el insultador es una máquina que está controlada por determinado Yo insultante, y que lo ha insultado un Yo; comprendiendo también que uno es una máquina y que adentro tiene Yoes del insulto. Entonces, si uno compara y dice: Aquel me insulta, pero yo dentro de mí también tengo Yoes del insulto; no tengo por qué condenarlo, pues yo cargo lo mismo que él, y si yo dentro de mi también cargo Yoes del insulto, no tengo por qué condenarlo. Además, ¿qué es lo que se ha herido dentro de mí? Posiblemente el amor propio, posiblemente el orgullo, pero antes tengo que descubrir si fue el amor propio, o si fue el orgullo, o qué”. “Cuando uno ha descubierto quién fue el que se hirió, si fue el orgullo pues a desintegrar el orgullo; si fue el amor propio, pues a desintegrar el amor propio. Esto da como resultado que al desintegrar eso, queda libre del dolor; ha sacrificado el dolor y en su reemplazo ha nacido una virtud, la de la serenidad, y ha despertado aún más”. “Entonces hay que tener en cuenta esto y aprender a sacrificar el dolor. La gente es capaz de sacrificarlo todo menos el dolor; quieren mucho sus propios sufrimientos, los idolatran, y he ahí el error”. “Aprender a sacrificar uno mismo sus dolores es lo interesante para poder despertar conciencia. Claro, no es cosa fácil, el trabajo es duro; ir contra uno mismo es algo muy duro, no es muy dulce, pero sí vale la pena ir uno contra sí mismo por el resultado que se va a obtener: el despertar”…

7- CONCLUSIONES “El prójimo es el espejo donde podemos ver nuestros mismos defectos; debemos aprender a vernos en los demás”. Samael Aun Weor

La Psicología Profunda del Gnosticismo Universal enseña que “es de la vida práctica de donde debemos sacar el material para la destrucción del Ego”. En tal sentido, el V. M. Samael Aun Weor señala: “Yo veo que los hermanos tienen tendencia a escaparse de la vida práctica, quieren disolver el Ego huyendo de la vida práctica, lo cual es manifiestamente absurdo”. “De manera que debemos empezar con hechos, porque aquel que escucha la palabra y no la hace, es semejante al hombre que se mira en un espejo y luego da la espalda y se retira. No basta pues escuchar la palabra, hay que DI-GE-RIR-LA, y eso es precisamente lo fundamental”. Cuando frente a un evento cualquiera el “Yo” de los celos asume el control de nuestra máquina orgánica, eso es un hecho, pero si uno en vez de transformar las impresiones se identifica con ese Agregado Psíquico, lo fortalece y crea nuevos “Yoes”. “Así pues, vale la pena transformar las impresiones en algo distinto: en poderes, en luz, en fuego, en armonía, en belleza. Es necesario que seamos más reflexivos; así como somos, así como nos encontramos (sin digerir impresiones, creando nuevos Yoes de segundo en segundo, de instante en instante), no somos más que simples máquinas controladas por los agregados psíquicos”… “Ustedes ya saben que tenemos que eliminar los Agregados Psíquicos, más saber esto no es todo; necesitamos dejar de crear nuevos agregados, y diariamente los estamos creando al no digerir las impresiones”. Necesitamos digerir las impresiones, transformarlas en fuerzas distintas para no crear nuevos Yoes, y necesitamos digerir las viejas impresiones, las que dieron origen a los Yoes que actualmente tenemos. Esto es posible a través de la reflexión, de la auto-observación y de la eliminación”. “Cuando uno digiere las viejas impresiones que están depositadas en los cinco cilindros de la máquina (en forma de hábitos, emociones inferiores, pensamientos negativos, instintos depravados, abusos sexuales, etc.), entonces desintegra esos elementos inhumanos, los vuelve polvo”. “Así que no solamente hay que digerir las nuevas impresiones que llegan a la mente, sino también las viejas impresiones, y se digieren auto-observándonos de instante en instante, de momento en momento”. “Necesitamos ejemplos y los voy a poner. Supongamos que de pronto estamos celosos; un hombre descubrió que su mujer tiene otro hombre, y claro, el Yo de los celos saltó allí. ¿Qué hacer? Ha descubierto el Yo de los celos, eso es obvio. La Ley de Recurrencia dice que en una pasada existencia el mismo triángulo existió, y que en una antepasada existencia el mismo triángulo existió. Así pues, esos celos que se sienten, se deben a una impresión no digerida, no transformada. Si luego trata de digerir aquella impresión, dijéramos en algo diferente; si uno por medio de la Reflexión llega a la conclusión de que los celos son absurdos, de que no tienen existencia real, entonces se hace una digestión de esa mala impresión que viene desde los antiguos tiempos, y al hacer esa digestión pues se está en las mejores posibilidades para la desintegración del Ego. Sólo falta la súplica a Devi-Kundalini Shakti para que sea ella la que desintegre

ese Ego, resultado de una antigua impresión no digerida, y al fin ese Ego de los celos se vuelve polvo” (véase conferencia titulada “El Alimento de las Impresiones”). Desde luego, y tal como hemos visto a todo lo largo de la presente guía de estudio, los celos tienen innumerables matices que pueden pasar desapercibidos si no utilizamos el sentido maravilloso de la auto-observación psicológica. Los celos religiosos, por ejemplo, suelen ser justificados por la Mente Intermedia utilizando frases filosóficas extraídas de los libros sagrados (de los textos gnósticos, incluso), imposibilitando así su cabal “digestión” y posterior eliminación. De igual manera los celos familiares, afianzados en aquello de “lo mío” (“mi esposa”, “mi esposo”, “mis hermanos”, “mis nietos”, etc.), se disfrazan con el ropaje del cariño, de los afectos, de las tradiciones y costumbres, por lo que también resultan de difícil Auto-Observación, Comprensión y Eliminación. El celo de la madre se manifiesta como exceso de cuidado hacia el hijo o la hija. La mujermadre que es controlada por el miedo y los celos, tiene un falso sentido de sobreprotección que surge de su forma equivocada de pensar y de sentir. Desde cualquier ángulo que se analicen, llegaremos siempre a la conclusión de que los terribles celos constituyen un estado interior o estado de Conciencia absolutamente equivocado. Si queremos eliminar de nuestra psiquis el nefasto “Yo” de los celos, debemos recordar que “el Trabajo Interior sobre sí mismos se refiere a los diversos Estados Psicológicos de la Conciencia”. “La modificación absoluta de los estados equivocados origina transformaciones completas en el terreno de la vida práctica. Cuando uno trabaja seriamente sobre los estados equivocados, obviamente los sucesos desagradables de la vida (en este caso los originados por los celos) ya no pueden herirnos tan fácilmente”. Verbigracia: cuando uno comprende que el celo es un estado equivocado de la conciencia egoica, que lo que uno cela es transitorio, fugaz, mayávico e ilusorio, sometido al deterioro ocasionado por el tiempo, ve entonces con asombro místico la relatividad de las cosas y de las personas, y entiende que lo único importante es el Ser. Para llegar a esos estadios de la comprensión de sí mismos, es absolutamente necesario cambiar, previamente, la forma ordinaria de pensar y de sentir. Sobre el punto, el V.M. Samael Aun Weor expresa lo siguiente: “Urge el cambio radical en el intelecto, si es que queremos pasar a un Nivel Superior del Ser”. Y luego añade: “Si un hombre está celoso, si está celando a su mujer después de haber venido aquí a recibir las enseñanzas, pues no ha cambiado; sencillamente carga la Gnosis en su memoria como un adorno más, como cuando uno se pone un traje nuevo, pero en su forma de pensar sigue siendo el mismo”. “Se necesita, precisamente, ir cambiando poco a poco. Esto de ir cambiando poco a poco es posible si vamos introduciendo las reglas gnósticas, la sapiencia del gnosticismo universal en nuestro pensamiento, en nuestra mente. Necesitamos una mente nueva para pensar, porque con la mente vieja, con esa mente ya decrépita, con esa mente ya deteriorada, con esa mente acostumbrada a ese tren de vida que normalmente llevamos, no sería posible provocar un cambio en nosotros mismos”. “Así que, el centro de la mente y el centro emocional deben ser trabajados con las reglas gnósticas, con las enseñanzas que hemos dado. Si es que queremos un cambio en nuestra forma de ser, necesitamos pensar en forma nueva, sentir en forma nueva, obrar en forma nueva”… “Pensar, sentir y obrar en forma nueva”, entre otras cosas implica entender que lo primordial, lo primero, lo más importante, es poner orden en nuestra desordenada casa inte-

rior, corrigiendo los estados psicológicos absurdos como los provocados por el “Yo” de los celos, en el caso que ahora nos ocupa. El cambio de actitud mental y emocional nos va demostrando, en el terreno mismo de los hechos, que “quien cambia interiormente origina un nuevo orden de cosas” y que “los eventos exteriores no son lo más importante”, que “lo importante es el modo de reaccionar frente a los mismos”. Es decir, lo que cuenta en la vía del despertar de la conciencia es eso que yo pienso y siento y que me obliga a actuar de ésta o de aquélla manera. Colocando atención plena sobre ese “Yo” que piensa, siente y actúa, nos vamos Auto-conociendo. Por ejemplo: ¿de qué manera, cuándo y dónde reaccionamos con celos ante la infidelidad del ser amado, o del amigo, o del familiar, etc.? ¿Y por qué ocultos motivos nos dejamos llevar por el veneno de los celos? El aspirante gnóstico que anhela despertar toma nota de esos estados psicológicos y después los psico-analiza con el firme propósito de comprenderlos y luego eliminarlos con el auxilio siempre eficiente de su Divina Madre Kundalini particular, individual. En su libro “La Gran Rebelión”, el Maestro Samael explica esta metodología gnóstica de la siguiente manera: “Cualquier circunstancia desagradable debe ser reconstruída por medio de la Imaginación Consciente y a través de la técnica de la meditación”. “La reconstrucción de cualquier escena nos permite verificar, por sí mismos y en forma directa, la intervención de varios Yoes participantes en la misma”. “Ejemplo: una escena de celos amorosos. En ella intervienen Yoes de envidia, de ira, de miedo, de odio, de despecho, de orgullo, de amor propio, de venganza, y obviamente de celos. Comprender cada uno de estos Yoes, cada uno de estos factores (por separado), implica de hecho profunda Reflexión, Concentración y Meditación”… “Conforme nosotros aprendamos a extraer el material para la Meditación de entre las mismas circunstancias de la existencia, nos iremos Auto-descubriendo. En cualquier circunstancia agradable o desagradable existen diversos Yoes que deben ser comprendidos íntegramente con la técnica de la Meditación”. “A medida que hagamos uso del sentido de la Auto-Observación Psicológica, éste último se irá también desarrollando maravillosamente. Entonces podremos percibir los Yoes durante el trabajo de la Meditación”. “Resulta interesante percibir interiormente, no solamente a los Yoes antes de haber sido trabajados, sino también durante todo el trabajo. Cuando estos Yoes son decapitados y desintegrados, sentimos un gran alivio, una gran dicha”.

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