Cartas Esenciales. Ignacio de Loyola - Ignacio de Loyola

April 27, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: N/A
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IGNACIO DE LOYOLA

Cartas esenciales Introducción y edición de Manuel Ruiz Jurado, SJ

2 MENSAJERO

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la red: www.conlicencia.com o por teléfono: +34 91 702 1970 / +34 93 272 0447

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© Ediciones Mensajero, 2017 Grupo de Comunicación Loyola C. Padre Lojendio, 2 48008 Bilbao – España Tfno.: +34 944 470 358 / Fax: +34 944 472 630 [email protected] / www.gcloyola.com Diseño de cubierta: Vicente Aznar Mengual,

SJ

Edición Digital ISBN: 978-84-271-4026-4

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Selección de las cartas más célebres de Ignacio de Loyola. Edición divulgativa, pero con referencias a la edición de Monumenta Historica S.I., de modo que pueda ayudar también a quienes elaboran tesis o trabajos científicos sobre el santo de Loyola.

MANUEL RUIZ JURADO, SJ, ha dedicado casi toda su vida a editar y publicar textos y estudios sobre san Ignacio de Loyola y su espiritualidad. Profesor emérito de la Pontificia Universidad Gregoriana, en la que ha ejercido su magisterio a lo largo de tres decenios, ha sido también miembro del Instituto Histórico de la Compañía de Jesús y consultor durante veintisiete años de la Congregación para las Causas de los Santos. Investigador incansable y autor de numerosos libros y escritos, en Ediciones Mensajero ha publicado «Tratado de la oración mental cristiana» y «A la luz del carisma ignaciano».

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Índice Portada Créditos Introducción Valor del epistolario La presente edición Cronología de san Ignacio de Loyola Abreviaturas CARTAS ESENCIALES 1. A INÉS PASCUAL[2]. Barcelona, 6 de diciembre de [1524?][3]. (Epp., 1, 7173) 2. A INÉS PASCUAL. París, 3 de marzo de 1528. (Epp., 1, 74-75) 3. A MARTÍN GARCÍA DE OÑAZ. París, junio de 1532[12]. (Epp., 1, 79-83) 4. A ISABEL ROSER. París, 10 de noviembre de 1532. (Epp., 1, 83-85) 5. A JAIME CAZADOR. Venecia, 12 de febrero de 1536. (Epp., 1,93-99) 6. A SOR TERESA REJADELL. Venecia, 18 de junio de 1536. (Epp., 1, 99107) 7. A SOR TERESA REJADELL. Venecia, 11 de septiembre de 1536. (Epp., 1, 107-109) 8. AL P. MANUEL MIONA. Venecia, 16 de noviembre de 1536. (Epp., 1, 111113) 9. A MOSÉN JUAN DE VERDOLAY. Venecia, 24 de julio de 1537. (Epp., 1, 118-123) 10. A PEDRO CONTARINI. Venecia, mes de agosto de 1537. (Epp., 1, 23125) 11. A BELTRÁN DE LOYOLA. Roma, septiembre de 1539. (Epp., 1, 148-151) 12. A LOS PP. BROËT Y SALMERÓN. Roma, principio de septiembre de 1541. (Epp., 1, 174-179) 13. AL P. SIMÓN RODRIGUES. [Roma, a mediados] de 1542. (Epp., 1, 206210) 14. A JUAN III, REY DE PORTUGAL. Roma, 8 de marzo de 1543. (Epp., 1, 243-246) 15. AL P. NICOLÁS BOBADILLA. Roma, 1543. (Epp., 1, 277-282) 16. A JUAN III, REY DE PORTUGAL. Roma, 15 de marzo de 1545. (Epp., 1, 296-298) 17. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Roma, fines de 1545. (Epp., 1, 339-342) 18. A LOS PADRES ENVIADOS A TRENTO. Roma, a principios de 1546. (Epp., 1, 386-389) 6

PARA CONVERSAR PARA AYUDAR A LAS ALMAS PARA MÁS AYUDARNOS 19. A D. FERNANDO DE AUSTRIA, REY DE ROMANOS. Roma, diciembre de 1546. (Epp., 1, 450-453) 20. A LOS HERMANOS ESTUDIANTES DE COIMBRA. Roma, 7 de mayo de 1547. (Epp., 1, 495-510) [1. Excelencia de la vocación] [2. Generosidad en la respuesta] [3. El mayor argumento] [4. Necesidad de la discreción] [Ejercitar la caridad apostólica durante el estudio] 21. A MANUEL SANCHES, OBISPO DE TARGA. Roma, 18 de mayo de 1547. (Epp., 1, 513-515) 22. A LOS PADRES Y HERMANOS DE PADUA. Roma, 7 de agosto de 1547. (Epp., 1, 572-577) [Introducción] [1. Es gracia la pobreza] [2. Los pobres, preferidos de Dios] [3. Ventajas de la pobreza] [4. Amor de la pobreza] 23. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Roma, 20 de septiembre de 1548. (Epp., 2, 233-237) 24. A JUAN DE ÁVILA. Roma, 24 de enero de 1549. (Epp., 2, 316-317) 25. AL P. JUAN ÁLVAREZ. Roma, 18 de julio de 1549. (Epp., 2, 481-483) 26. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Julio de 1549. (Epp., 12, 632-654) [Introducción: doctrina sobre las profecías] [Situación histórica] [La personalidad de F. Onfroy] [Las propuestas y profecías presentadas por Onfroy] [Las propuestas y razones de Oviedo] 27. A JUAN DE VEGA, VIRREY DE SICILIA. Roma, 12 de abril de 1550. (Epp., 3, 13-15) 28. AL EJÉRCITO DE ÁFRICA. Roma, 9 de julio de 1550. (Epp., 3, 113-114) 29. A LOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS CONGREGADOS EN ROMA. Roma, 30 de enero de 1551. (Epp., 3, 303-304) 30. A ISABEL DE VEGA. Roma, 21 de febrero de 1551. (Epp., 3, 326-327) 31. AL P. FRANCISCO JAVIER. Roma, 31 de enero de 1552. (Epp., 4, 128) 32. A FELIPE, PRÍNCIPE DE ESPAÑA. Roma, 3 de junio de 1552. (Epp., 4, 268-269) 33. A LOS PADRES QUE SE ENVÍAN A MINISTERIOS. Roma, 8 de octubre 7

de 1552. (Epp., 12, 251-253) 34. A LOS PADRES Y HERMANOS DE PORTUGAL. Roma, 26 de marzo de 1553. (Epp., 4, 669-681) [Introducción] [Principio fundamental de la obediencia] [Grados de obediencia] [Cómo conseguir la perfecta obediencia] [La representación] [Algunas observaciones] [Exhortación final] 35. AL P. FRANCISCO JAVIER. Roma, 28 de junio de 1553. (Epp., 5, 148151) 36. A TODA LA COMPAÑÍA. Roma, 25 de julio de 1553. (Epp., 5, 220-222) 37. A MARGARITA DE AUSTRIA. Roma, 17 de noviembre de 1553. (Epp., 5, 699-700) 38. AL P. NICOLÁS FLORIS. Roma, 22 de noviembre de 1553. (Epp., 5, 713714)) 39. AL SR. ANTONIO ENRÍQUEZ. Roma, 26 de marzo de 1554. (Epp., 6, 522-524) 40. AL P. JUAN NUÑES BARRETO. Roma, 26 julio de 1554. (Epp., 7, 313314) 41. AL P. ANTONIO ARAOZ. Roma, 3 de enero de 1555. (Epp., 8, 225) 42. AL NEGUS CLAUDIO DE ETIOPÍA. Roma, 3 de febrero de 1555. (Epp., 8, 460-467) 43. A FRANCISCO JIMÉNEZ DE MIRANDA, ABAD DE SALAS. Roma, 11 de julio de 1555. (Epp., 9, 308-311) 44. AL P. FRANCISCO DE BORJA. Roma, 17 de septiembre de 1555. (Epp., 9, 626-627) 45. AL DR. ALFONSO RAMÍREZ DE VERGARA. Roma, 30 de marzo de 1556. (Epp., 11, 184-185) 46. A EMERIO DE BONIS. Roma, 23 de mayo de 1556. (Epp., 11, 439-440) 47. AL P. FULVIO ANDROZZI. Roma, 18 de julio de 1556. (Epp., 12, 141143) Notas

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Introducción

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Valor del epistolario El epistolario de san Ignacio de Loyola ha llamado siempre la curiosidad y la atención interesada de personas de diversas clases y culturas. Ignacio de Loyola vivió una época decisiva para la cultura occidental: el auge del interés por la vida interior; la difusión de la imprenta; el renacimiento y el humanismo; la reforma y el Concilio de Trento; la extensión universal de la evangelización; el dominio de España y Portugal en el mundo. La personalidad de Ignacio ha sido factor fundamental en estos cambios culturales y espirituales de la época que le tocó vivir, por sus relaciones personales, por sus Ejercicios espirituales y por la trascendencia histórica de su obra, la Compañía de Jesús. En el epistolario de una persona se traslucen los resortes íntimos de su personalidad; el tipo de relaciones que tenía; su capacidad de comunicación; sus ideales, sus luchas y sus preocupaciones; las metas que persigue. Hasta dónde se abrió el horizonte del alma de san Ignacio en un tiempo tan nuevo como el suyo. Cuáles fueron sus pensamientos e ideas predominantes, su sensibilidad, sus afectos; qué pretendía con sus escritos, y qué deseaba de sus corresponsales; con quiénes se relacionó y para qué. Veremos que en su correspondencia hay personajes muy variados e importantes, y que en su problemática entran asuntos del mundo entero. Escribe al emperador Carlos V, al príncipe Felipe, al rey de Portugal, al emperador de Abisinia, al virrey de Sicilia, a san Francisco Javier, a san Pedro Fabro, a san Pedro Canisio, a san Juan de Ávila, etc. Se relaciona con Paulo III y Julio III, con Marcelo II y Paulo IV, y con cardenales que serán futuros papas o que intervienen en los asuntos más decisivos de su tiempo. Pero también con hombres y mujeres de su ambiente: familiares o lejanos; sacerdotes o laicos; hombres o mujeres; colaboradores de sus obras o necesitados de ayuda urgente para su alma; con instituciones y con sencillas religiosas, y, sobre todo, como General, con estudiantes o sacerdotes de la Compañía de Jesús, ayudándoles con instrucciones y orientación espiritual para toda la Orden o, a los particulares, sobre el modo de comportarse en las misiones a las que son enviados o en sus problemas personales. Sus horizontes se amplían al Concilio y a la situación de Inglaterra y Alemania; se interesa por los problemas de la evangelización de África, de la India, Japón, China, Brasil; escribe sobre la vida espiritual de los países de antigua cristiandad; sobre la reforma de los monasterios masculinos y femeninos, los sacerdotes y abades, las 10

tentaciones de un trabajador de la viña del Señor y sobre las ilusiones de los falsos místicos. Su corazón vibra con el mundo entero. No le detiene el tener que afrontar los grandes problemas de la humanidad, pero sabe detenerse a curar las heridas o el resentimiento de quien se encuentra en el camino por su cargo, o en su ocupación más local o casera. Quien lea este epistolario que no vaya a buscar exquisiteces literarias, bellas metáforas o artificios retóricos. Lo que encontrará es luz, luz sobrenatural. Sabiduría que viene de arriba, del Padre de las luces, y relaciona con su sentido final todos los acontecimientos personales y todas las situaciones históricas; ilumina los corazones y los secretos de la lucha interior de cada hombre. Siempre buscando la voluntad de Dios que nos conduce a la eternidad. Con razón san Francisco de Borja pedía en su oración al Señor, «la suavidad del P. Laínez y la prudencia y lumbre de N.P. Ignacio» (6 de agosto de 1568). La personalidad de san Ignacio, tan firme en sus principios, se muestra ágil y flexible para tener en cuenta la diferencia del estado y disposición de cada uno y las peculiaridades de cada situación. Discierne, orienta y sabe dejar la aplicación responsable de cada uno a sus propias circunstancias. Es humilde, desprendido, no pretende nada para sí, sino ayudar a que se cumpla lo mejor posible la voluntad de Dios. Ofrece noticias interesantes para la historia, pero no porque las busque o quiera hacerse interesante por su información, sino porque se encuentran en la vida de la que está hablando, o forman parte del tema que tiene que tratar con sus corresponsales. Nada de curiosidad, va al corazón; se dirige a la inteligencia y sentimientos de las personas a quienes escribe para ayudarlas a orientar mejor sus vidas. Solo le interesan la gloria y el servicio de Dios en la ayuda de las almas.

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La presente edición Se me ha pedido una edición para el público en general, con una selección de cartas en las que se muestre la riqueza y el estilo de su enseñanza, y la polifacética personalidad de san Ignacio. Esta edición está basada directamente en la edición crítica del epistolario ignaciano, publicada por el Instituto Histórico de la Compañía de Jesús. Sabemos que allí consta de 12 volúmenes, con unas 7.000 cartas; pero que muchas de ellas son simplemente las minutas que daba san Ignacio a su secretario, indicándole las materias que debía tratar en cada caso. Aquí he seleccionado una muestra significativa, que contiene las cartas más célebres del santo y algunas de sus instrucciones. Las cartas autógrafas de san Ignacio no son muchas. La inmensa mayoría son redacción de Polanco, su fiel secretario desde marzo de 1547: algunas en latín, otras en italiano y la inmensa mayoría en español. Las anteriores a esa fecha son en muchos casos autógrafas, y se puede notar la diferencia de estilo –no de pensamiento y contenido, de intención y de doctrina– con las posteriores. Se percibe sin gran esfuerzo el estilo característico, las frases, a veces forzadas, de san Ignacio: los anacolutos; las prolepsis; el uso verbal frecuente de gerundios o infinitivos; la abundancia de latinismos; los verbos sin complemento; el artículo delante del posesivo («la su divina bondad», «la mi primera misa», etc.); la estructura de la frase y el orden de las palabras en función del efecto que desea lograr en el alma del receptor de su misiva, lo que he dado en llamar «retórica apostólica» de san Ignacio [1] , la efusión de un espíritu interior que mueve la pluma. En cambio, desde 1547, se observa la redacción bien cuidada de las frases y los párrafos de Polanco; la lógica ordenación de las ideas, de las partes del discurso y de los argumentos en función de la clara inteligencia del pensamiento. Era un escritor de curia; pero al servicio fidelísimo del pensamiento de san Ignacio, de su doctrina y de sus intenciones. El mismo santo intervendrá a veces con una simple precisión (añadiendo «in Domino» a lo que se había escrito), o corrigiendo algunas palabras, o el párrafo entero, cuando se trata de algún personaje importante o asunto delicado. La presente edición ha conservado las mismas frases y palabras de las cartas originales; pero con las formas, grafía, acentuación y signos de puntuación actuales. Así creo que se facilita la lectura del lector actual, conservando la fidelidad total al pensamiento y sentido del texto original. Solo nos hemos permitido en algunas ocasiones escribir «alma» o «almas», en vez de «ánima» o «ánimas», para evitar confusiones en el 12

sentido actual en que se usa tal palabra y mantener fidelidad a la equivalencia actual del término. Las palabras o citas latinas contenidas en las cartas originales, las hemos impreso en letra cursiva, aun cuando el resto de la carta lo mostramos en castellano. A su debido tiempo indicamos que las cartas originales en latín o en italiano han sido directamente traducidas por mí. He publicado el texto íntegro de varias cartas, que en otras ediciones manuales solo se había publicado en parte. Algunas aparecen por primera vez para el público en general. He procurado brevedad en las introducciones y notas, con solo los datos necesarios para que se pueda entender mejor el sentido del contenido de los textos y las circunstancias de la carta. Junto a la fecha de cada carta aparece la cita que le corresponde en la edición crítica de Monumenta Historica S.I. Así pienso que, sin obstáculo para el lector general, puede ayudar al estudioso académico a la búsqueda del documento para su estudio científico. Que la lectura de este epistolario, escrito para mayor gloria de Dios y servicio del prójimo, nos lleve, como quería san Ignacio, a que la santísima voluntad de Dios sobre nosotros siempre sintamos y enteramente la cumplamos. Manuel Ruiz Jurado,

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Cronología de san Ignacio de Loyola 1491 Nacimiento en Loyola. 1506 (?) Hasta 1517 vive y se educa en Arévalo en la casa de Juan Velázquez de Cuéllar, contador mayor del rey Fernando el Católico. Experiencia de la vida de corte y de las «vanidades del mundo». 1517 Gentilhombre al servicio de Antonio Manrique de Lara, Virrey de Navarra. Le acompañaba como familiar y cumplía con fidelidad las misiones que se le encomendaban. 1521 Herido en la pierna derecha en la defensa del castillo de Pamplona, el 20 de mayo. Llevado a Loyola, recibe los sacramentos el día 24 de junio, para prepararse a morir; pero comienza a sentirse mejor a la medianoche de la vigilia de san Pedro. Comienza su convalecencia y experimenta el proceso de su conversión. 1522 A fines de febrero abandona su casa para peregrinar a Tierra Santa. Pasa primero por Aránzazu y Montserrat. Desde el 25 de marzo hasta febrero del año siguiente, lleva vida de pobre y penitente en Manresa, donde Dios le transforma plenamente con gracias místicas extraordinarias. 1523 Sale de Manresa hacia Tierra Santa. Se embarca en Barcelona. Pasa por Roma y Venecia, visita los Santos Lugares. Tiene que volverse hacia Venecia, a pesar de haber intentado quedarse en Tierra Santa. 1524 De Venecia, pasando por Génova, llega de nuevo a Barcelona, dispuesto a prepararse con los estudios, para mejor ayudar a las almas de sus prójimos. Vive como pobre mendicante, estudia latín entre los niños y atrae a su vida apostólica a algún compañero. Le protegen algunas familias devotas. 1525 Fecha de la primera carta conservada de san Ignacio.

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1526 A mediados de año, considerado ya como preparado para estudiar filosofía, se marcha a Alcalá de Henares. Allí tiene varios compañeros en su vida apostólica en pobreza y humildad. Estudia, da ejercicios leves; hacen procesos contra él y sus compañeros. 1527 En junio sale de Alcalá para Valladolid y Salamanca. Proceso en Salamanca y sentencia absolutoria. Sale de Salamanca para irse a estudiar a París, pasando por Barcelona. Sus compañeros quedan en Salamanca con intención de unirse con él en París. 1528 Llega a París en enero. Se hospeda en el hospital. Estudia de nuevo latín en el colegio de Monteagudo. En septiembre de 1529 se traslada al colegio de Santa Bárbara, donde habita con Fabro y Javier. Hasta 1535 estudia filosofía, hasta conseguir el título de Maestro, y comienza teología. Da ejercicios completos y se le unen los compañeros que harán lo votos en Montmartre (agosto de 1534). 1535 Defiende su causa ante el Inquisidor Liévin. En abril sale para Azpeitia por recomendación médica. No se hospeda en su casa, sino en el hospital de la Magdalena. Hace apostolado, reforma las costumbres de su tierra. Vuelve a Venecia, visitando a las familias de sus compañeros en España. 1536 En Venecia continua sus estudios de teología. Hasta noviembre de 1537, da ejercicios, recibe a sus compañeros de París, es ordenado sacerdote y se retira a Vicenza. Sale para Roma con Fabro y Laínez. Antes de entrar a Roma, recibe la gracia de La Storta: el Padre le pone con el Hijo que lleva la cruz. 1538 Llegan a Roma los demás compañeros y se distribuyen los ministerios en diversas iglesias de Roma. La persecución y el proceso más difícil, en Roma, por parte de Mainardi. Reciben la sentencia absolutoria. Ayudan a los apestados y los acogen en su casa (Frangipani). San Ignacio celebra en Navidad su primera Misa. 1539 Deliberaciones sobre quedar unidos en una nueva Orden Religiosa. La Fórmula S.I. y aprobación oral de la Compañía de Jesús por Paulo III.

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1540 En marzo parte san Francisco Javier, enviado a la India, cuando era secretario de san Ignacio. Bula Regimini militantes de Paulo III (27 de septiembre) aprobando la Compañía de Jesús. 1541 En abril, Ignacio es elegido General, a pesar de su repetida resistencia. La profesión de los primeros compañeros con Ignacio en la basílica de San Pablo. 1543 Bula de erección de la Compañía de la Gracia a favor de la Casa de Santa Marta para las arrepentidas. 1544 En febrero comienza el P. Ignacio la parte del Diario espiritual que se conserva y que se extiende hasta febrero de 1545. La bula Iniunctum nobis suprime la restricción a 60 profesos con que se fundó la Compañía de Jesús. 1545 Nadal hace el mes de ejercicios en Roma y entra en la Compañía, en noviembre. En diciembre hacen su profesión en la Compañía, por haberlo obtenido de Paulo III, Isabel Roser y sus compañeras. 1546 Breve por el que la Compañía puede admitir coadjutores espirituales y temporales. El 1 de agosto muere en Roma Pedro Fabro. Admitido en la Compañía Francisco de Borja. El P. Ignacio está escribiendo el Examen; impide que el P. Jayo sea nombrado obispo. Se constituye la primera provincia de la Compañía, la de Portugal. 1547 En marzo con la llegada de Polanco a la secretaría, se da un impulso decisivo a la composición y redacción de las Constituciones S.I. Se escribe la Carta de la perfección. Se obtiene que ninguna mujer pueda vivir en comunidad bajo la obediencia de la Compañía. Araoz, primer provincial de España. 1548 Con la bendición papal sale de Roma Nadal con sus compañeros, enviados a fundar el colegio de Mesina. Aprobación y recomendación del libro de los Ejercicios espirituales por el Papa Paulo III con el breve Pastoralis officii. El P. Ignacio continúa la composición y redacción de las Constituciones. Francisco de Borja hace su profesión solemne, aun siguiendo oficialmente como Duque de Gandía. 16

1549 Se constituye la provincia de la India con Francisco Javier como provincial. Se escriben las Reglas comunes de la casa de Roma. 1550 Julio III publica la bula Exposcit debitum, con la confirmación definitiva de la Compañía. Convocados a Roma los profesos de la Compañía, para presentarles el texto A de las Constituciones. En octubre llega a Roma Francisco de Borja. 1551 Renuncia, no aceptada, del P. Ignacio al generalato. En febrero, antes de salir para España, Borja deja la limosna necesaria para iniciar el Colegio Romano. Se crea la provincia de Italia, su primer provincial el P. Broët. 1552 Creada la provincia de Aragón, y nombrado su primer provincial, el P. Simón Rodrigues. Terminado el texto B de las Constituciones. Se funda el Colegio Germánico en Roma. Julio III concede al Colegio Romano la facultad de otorgar grados académicos. El P. Ignacio viaja a Alvito para restablecer la concordia en el matrimonio de Ascanio Colonna y Juana de Aragón. 1553 Enviada a Portugal la célebre Carta de la obediencia. Nadal nombrado Comisario de España y Portugal, enviado a promulgar las Constituciones. Javier es llamado por el P. Ignacio a Portugal y Roma para informar al rey y al Papa, para reclutar misioneros, y para mayor provecho de la evangelización en Oriente y en Brasil. Instituida la provincia de Brasil, con Manuel de Nóbrega como provincial. A fines de agosto, comienza el P. Ignacio a dictar su Autobiografía. 1554 Organización de España en tres provincias: Castilla, Aragón y Bética. El «rey de romanos» se propone fundar un Colegio Húngaro en Roma. Estando Ignacio gravemente enfermo, ordena que se elija un vicario general, y fue elegido Nadal. 1555 Gonçalves da Câmara comienza a redactar su Memorial. Hay en Roma unos 150 jesuitas. Nadal nombrado Comisario para Italia, Austria y otras regiones de Europa Central. Nace la provincia de Francia. Laínez nombrado Comisario para Italia. Asistentes generales: Madrid, Laínez y Polanco. Borja confirmado Comisario general para España, Portugal e India.

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1556 Constituidas las provincias de Germania Inferior, con Bernardo Oliverio como provincial, y Germania Superior con Pedro Canisio como provincial. A causa de su enfermedad el P. Ignacio se traslada en julio a la casa de descanso del monte Aventino («la viña»). El 28 se agrava y vuelve a la casa profesa. El 30 por la tarde pide que vaya Polanco a pedir la bendición al Papa, pues se siente que está para morir. Al amanecer del 31 agoniza y muere. El 1 de agosto se entierra su cadáver en la iglesia de la Virgen de la Estrada, en la parte del Evangelio. 1609 Beatificado por Paulo V el 3 de diciembre. 1622 El 12 de marzo solemnemente canonizado con San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús, San Felipe Neri y San Isidro.

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Abreviaturas AHSI = Archivum Historicum S.I. (revista semestral de la Compañía de Jesús, publicada en Roma) Autob. = Autobiografía de san Ignacio de Loyola Chron. = Chronicon S.I. (6 volúmenes de Alfonso de Polanco, en MHSI) Const. = Constitutiones Societatis Iesu Epp. = S. Ignatii de Loyola Epistolae et Instructiones (12 volúmenes en MHSI) Epp. Mixt. = Epistolae Mixtae (5 volúmenes de MHSI) Ejerc. = Ejercicios espirituales Exerc. = Exercitia spiritualia (edición crítica publicada en MHSI) Font. narr. = Fontes narrativi de sancto Ignatio (4 volúmenes de MHSI) IHSI = Institutum Historicum Societatis Iesu Litt. quadr. = Litterae quadrimestres (7 volúmenes de MHSI) MHSI = Monumenta Historica S.I. (colección de volúmenes, con seis series dedicadas a los comienzos de la Compañía y otras dos a Misiones, publicada por el IHSI) MI = Monumenta Ignatiana (serie 1 de MHSI) N.S. = Nuestro Señor PG = Padres Griegos de la colección Migne PL = Padres Latinos de la colección Migne Sum. Theol. = Summa theologiae de Santo Tomás de Aquino 19

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CARTAS ESENCIALES

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1. A INÉS PASCUAL [2] . Barcelona, 6 de diciembre de [1524?] [3] . (Epp., 1, 71-73)

La primera carta que se conserva en el epistolario de san Ignacio es esta, dirigida a la piadosa señora Inés Pascual. La había encontrado en su camino de Montserrat a Manresa (1522). Más tarde lo hospedaría en su casa de Barcelona y fue desde el principio una de esas señoras catalanas que, con sus limosnas, su devoción y afecto maternal, protegerían a Ignacio de Loyola durante sus estudios y peregrinaciones. En esta ocasión se encontraba desanimada por diversos motivos: por el fallecimiento de una de sus amigas y por lo que algunos decían de las que llamaban «Íñigas» por ser seguidoras y devotas del peregrino Íñigo de Loyola. La exhorta a permanecer firme en las adversidades, anteponiendo a todo la fidelidad al Señor, que nos ama y desea que vivamos en su gozo.

† IHS Esto me ha parecido escribiros por los deseos que en vos he conocido en el servicio del Señor; y creo ahora, así por la ausencia de aquella bienaventurada sierva, que al Señor ha placido llevarla para sí, como por los muchos enemigos e inconvenientes que para el servicio del Señor en ese lugar tenéis; y por el enemigo de natura humana, que la tentación nunca cesa, creo os veréis fatigada. Por amor de Dios N.S., que miréis siempre de llevar adelante, (huyendo siempre de los inconvenientes; que, si vos bien los huis, la tentación no podrá tener fuerzas algunas contra vos), lo que siempre debéis hacer, anteponiendo la alabanza del Señor sobre todas las cosas. Cuanto más, que el Señor no os manda cosas que en trabajo ni detrimento de vuestra persona sean; mas antes quiere que en gozo en Él viváis, dando las cosas necesarias al cuerpo para este fin, 22

anteponiendo los mandamientos del Señor adelante; que Él esto quiere y esto nos manda. Y quien esto bien considerare, hallará ser mayor trabajo y pena en esta vida el... [4] Un peregrino llamado Calixto [5] , está en este lugar, con quien yo mucho querría comunicaseis nuestras cosas; que en verdad puede ser que en él halléis más de lo que en él se parece. Y así, por amor de nuestro Señor, que nos esforcemos en Él, pues tanto le debemos; que muy más presto nos hartamos nosotros en recibir sus dones, que Él en hacérnos[los]. Plega a nuestra Señora, que entre nosotros pecadores y su hijo y Señor nos interceda, y nos alcance gracia, con nuestra labor y trabajo, nuestros espíritus flacos y tristes nos los convierta en fuertes y gozosos en su alabanza. De Barcelona, día de san Nicolás, 1525 [6] . El pobre peregrino, Íñigo [7] .

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2. A INÉS PASCUAL. París, 3 de marzo de 1528. (Epp., 1, 74-75)

Llegado a París, procedente de Barcelona, para continuar sus estudios, Íñigo escribe a Inés Pascual para agradecer por su medio a todas las personas amigas y bienhechoras que le han ayudado económicamente a poder seguir su formación, ya que en Salamanca no había podido permanecer. Todo lo ve como providencia de Dios, y en París seguirá cumpliendo la voluntad del Señor, mientras Él así lo desee. Aprovecha la ocasión para dar consejos santos a Juan, hijo de Inés, cuya piadosa madre lo había encomendado a sus cuidados, mientras Íñigo habitó en Barcelona, para que aprendiese de su santidad.

† IHS La paz verdadera de Cristo N.S. visite y abrigue nuestras almas.

Considerando la mucha voluntad y amor que en Dios N.S. siempre me habéis tenido, y en obras me lo habéis mostrado, he pensado escribiros esta, y por ella haceros saber de mi camino después que de vos me partí. Con próspero tiempo y con entera salud de mi persona, por gracia y bondad de Dios N.S., llegué en esta ciudad de París a dos días de febrero, donde estoy estudiando hasta que el Señor otra cosa de mí ordene [8] . Mucho querría me escribieseis si respondió Fonseca [9] a la carta que escribisteis y qué, o si le hablasteis. A Juan me encomendad mucho, y decidle que a sus padres siempre sea obediente, guardando las fiestas; que, así haciendo, vivirá mucho sobre la tierra [10] , y también 24

sobre el cielo. Encomendadme mucho sí en vuestra vecina, que sus preseas hasta aquí llegaron; y su amor y voluntad, por Dios N.S. de mí no se parte. El Señor del mundo se lo pague, quien por la su bondad infinita en nuestras almas sea, porque siempre su voluntad y querer en nosotros se cumpla. De París, tres de marzo de 1528 años. De bondad pobre, Ignigo [11]

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3. A MARTÍN GARCÍA DE OÑAZ. París, junio de 1532 [12] . (Epp., 1, 79-83)

Martín García de Oñaz, hermano de Íñigo (san Ignacio), es señor de la casa de Loyola desde 1507, a la muerte de su padre, Beltrán Yáñez de Loyola; pues el primogénito, Juan, había fallecido antes sin dejar sucesión. Martín tuvo con su esposa, Magdalena de Araoz, cuatro hijos (Beltrán, de quien se habla en esta carta, Juan, Martín y Millán) y cinco hijas. San Ignacio responde a una carta de su hermano Martín. Le aconseja que envíe a su hijo, a quien piensa dedicar a estudiar, a París; y que lo envíe más bien a estudiar teología que cánones, por motivo del bien mayor en riquezas eternas que de ello se ha de seguir para su casa. Le explica el porqué de su cambio en la costumbre que había tenido hasta ahora de no escribir a sus parientes, apoyándose en razones ascéticas y espirituales; y recomienda a su hermano la conducta evangélica que conviene que tenga con respecto a las riquezas y honores de este mundo. Muestra en todo ello: una vida regida por el «principio y fundamento» de los Ejercicios espirituales, que es la que aconseja a los demás; su frecuente recurso a la doctrina y ejemplo de san Pablo; y el dominio con que usa el latín repetidamente, como lengua de la Universidad de París.

† IHS La gracia y amor de Cto. N.S. sea siempre con nosotros.

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Recibida vuestra carta, [me he] gozado mucho en su divina Majestad, en [su servicio] y amor con vuestra hija, y en saber la [determina]da voluntad acerca de vuestro hijo. Plega a la suma Bondad todos nuestros propósitos, ordenados a su servicio y alabanza, os los deje conservar y siempre aumentar, cuando así determináis. Y, si otro mejor parecer no tenéis, creo que no sería daño en ponerle más en teología que en cánones, porque es materia más propincua y dispuesta para ganar riquezas que para siempre han de durar, y para daros más descanso en vuestra senectud. Para alcanzar esto, creo que en ninguna parte de la cristiandad hallaréis tanto aparejo como en esta universidad; para su costa, maestro y otras exigencias de estudio creo bastarán cincuenta ducados cada año, bien proveídos; pienso que, en tierra extraña, diversa y fría, no querréis que vuestro hijo pase necesidad que el estudio le pueda impedir, según mi juicio. Si miráis la costa, en esta universidad ganáis con él, porque más fruto hará aquí en cuatro años, que en otra, que yo sepa, en seis; y si más me alargare, creo que no me apartaría de la verdad. Si os parece, lo que a mí no menos me parece, de enviarle aquí, harto bien sería que viniese ocho días antes de S. Remigio, que es el primer día de octubre que viene, porque entonces comienzan las artes liberales; y si es harto gramático, podría entrar por S. Remigio en el curso de las artes; porque si viene un poco tarde, habrá de esperar hasta el otro año, cuando será día de S. Remigio, cuando otra vez han de comenzar las artes. En enderezarle por las letras para que bien al estudio se aplique, y apartarle de las malas conversaciones, yo me emplearé en lo que posible me será. Escribisme estas mismas palabras, es a saber: «si determinarais que él vaya donde residís, os suplico me escribáis lo que me hará de costa cada año, y si me pudierais relevar de ella, merced recibiría, habiendo oportuna disposición». La consideración de la letra yo creo que entiendo, si no hay error de pluma, es a saber, que sería grato que vuestro hijo aquí estudiase, y por tiempo yo me emplease, cómo con vuestro hijo no hicieseis gastos; el sentido que doy, unde illud proveniat, seu quo tendat, non satis percipio [no entiendo bien, de dónde provenga eso, y a dónde se dirige]: declararos, si os parecerá que hace al caso; porque en lo que a justicia y a razón toca, no creo que Dios N.S. me dejará faltar, pues solo su santísimo servicio me mueve, vuestro descanso por él y provecho de vuestro hijo, si así ordenareis hacer. Decís que os habéis mucho holgado en pareceros que he dejado la manera que con vos he tenido de no os escribir. No os maravilléis, a una gran llaga para sanarla aplican 27

luego en el principio un ungüento, otro en el medio, otro en el fin; así al principio de mi camino una medela [13] me era necesaria; un poco más, más adelante, otra diversa no me daña; saltem [al menos], si sintiese que me daña, cierto no buscaría segunda ni tercera. Non mirum [no hay que admirarse] que esto haya pasado por mí, cuando san Pablo, después de ser convertido, dentro de poco tiempo dice: Datus est mihi stimulus carnis, angelus Sathanae, ut me colafizet [14] [Me ha sido dado un estímulo de la carne, enviado de Satanás, para que me abofetee]; alibi: Invenio aliam legem in membris meis, repugnantem legi mentis meae [15] [y en otra parte: hallo otra ley en mis miembros que se opone a la ley de mi mente]; «caro concupiscit adversus spiritum, spiritus autem adversus carnem» [16] [la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu en cambio contra la carne]. Y tanta rebelión tenía en su alma, que viene a decir: Quod volo bonum, non ago; quod nolo malum, illud facio; quod operor non intelligo [17] [El bien que quiero no lo hago, el mal que no quiero es lo que hago; no me explico lo que hago]. Después en otro tiempo más adelante dice: Certus sum, quia nec mors, nec vita, nec angeli, nec instantia, nec futura, nec creatura alia poterit me separare a charitate Domini nostri Iesu Christi [18] [Estoy cierto que ni muerte ni vida, ni ángeles, ni presente ni futuro, ni criatura alguna me podrá separar de la caridad de nuestro Señor Jesucristo]. En el principio no he dejado de parecerle; en el medio y fin plega a la suma Bondad su entera y santísima gracia no me la quiera negar, para que yo parezca, imite y sirva a todos los que sus verdaderos siervos son; y si en cosa le tengo de enojar, y en un solo punto tengo de aflojar de su santo servicio y alabanza, antes de esta vida me quiera sacar. Viniendo a propósito, bien ha cinco o seis años, que frequentius [con más frecuencia] os escribiera, si no me obstaran dos cosas: la una, impedimentos de estudios y muchas conversaciones, mas no temporales; la otra, en no tener probabilidad o conjeturas suficientes para pensar que mis cartas podrían causar algún servicio y alabanza a Dios N.S. y descanso alguno a mis deudos y parientes secundum carnem [según la carne], para que también secundum spiritum [según el espíritu] lo fuésemos, y simul [juntamente] nos ayudásemos en las cosas que para siempre nos han de durar. Porque es así verdad: tanto puedo en esta vida amar a persona, cuanto en servicio y alabanza de Dios N.S. se ayuda, quia non ex toto corde Deum diligit, qui aliud propter se et non propter Deum diligit [porque no ama a Dios de todo corazón, quien ama algo

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por sí mismo y no por Dios]. Si en igual grado dos personas a Dios N.S. sirven, el uno conjunto y el otro no, quiere Dios N.S. que nos alleguemos y afectemos más al padre natural que al que no lo es; al bienhechor y al pariente, que al que ninguno de ellos es; al amigo y conocido que al que ni uno ni otro. Por esta fuerza veneramos, honramos y amamos más a los apóstoles elegidos que a otros inferiores santos, porque más y más sirvieron, más y más amaron a Dios N.S.; quia charitas, sine qua nemo vitam consequi potest, dicitur esse dilectio, qua diligimus dominum Deum nostrum propter se, et omnia alia propter ipsum: etiam Deum ipsum laudare debemus in sanctis Eius, auctore psalmista [pues la caridad, sin la que nadie puede conseguir la vida, se dice que es el amor por el que amamos a Dios nuestro Señor por sí mismo y todo lo demás por Dios mismo: y aun al mismo Dios debemos alabar en sus santos, según el salmista, cf. Sal 150,1]. Deseo mucho y más que mucho, si hablar se puede, que en vuestra persona, parientes y amigos cupiese impense [intensamente] este tal y tan verdadero amor y fuerzas crecidas en servicio y alabanza de Dios N.S., porque más y más os amase y os sirviese; porque en servir a los siervos de mi Señor, mía es la victoria y mía es la gloria, y con este amor sano y voluntad sincera y abierta hablo, escribo, y aviso como yo ex animo [de voluntad] querría y deseo me avisasen, despertasen y corrigiesen, cum quadam sincera humilitate et non gloria prophana et mundana [con alguna sincera humildad y no por gloria profana y mundana]. Un hombre en esta vida tener vigilias, ansias y cuidados para mucho edificar, aumentar paredes, rentas y estado, para dejar en la tierra mucho nombre y mucha memoria, non est meum condemnare, laudare autem noqueo [no está en mí condenarlo, pero tampoco lo alabo]; porque según S. Pablo: Rebus ipsis debemus uti tanquam non utentes, possidere tanquam non possidentes, adhuc uxore[m] habere tanquam non habentem, quoniam figura huius mundi brevissima est [19] . Forsam, et utinam forsam [Aun las realidades de este mundo debemos usarlas como si no las usáramos, poseerlas como si no las poseyéramos, aun tener esposa como si no se la tuviera, porque es muy breve la configuración de este mundo. Tal vez, y ojalá sea así de breve]. Si alguna parte de esto habéis sentido en tiempo pasado o presente, por reverencia y amor de Dios N.S. os pido procuréis con enteras fuerzas de ganar honra en el cielo, memoria y fama delante del Señor, que nos ha de juzgar, pues en abundancia os dejó las cosas terrenas, ganando con ellas las cosas eternas, dando buen ejemplo y santa doctrina a vuestros hijos, siervos y parientes; gastando con uno santas palabras, con otro justo castigo, tamen [pero] sin ira y sin enojo: 29

con uno, favor de vuestra casa; con otro, dineros y hacienda; haciendo mucho bien a pobres huérfanos y necesitados. No debe ser corto aquel, con quien Dios N.S. ha sido tan largo con él. Tanto descanso y bien hallaremos, cuanto en esta vida hiciéremos; y pues mucho podéis en la tierra, donde vivís, iterum iterumque te oro per amorem domini nostri Iesu Christi [una y otra vez te ruego por amor de nuestro Señor Jesucristo] os esforcéis mucho, no solo en pensar esto, mas en querer y obrar, quoniam volentibus nihil dificile, maxime in his, quae fiunt per amorem domini nostri Iesu Christi [porque nada hay difícil para los que quieren, sobre todo en lo que se hace por amor de nuestro Señor Jesucristo]. Don Andrés de Loyola [20] me escribió una letra. Es verdad que yo me quería ver más facie ad faciem [cara a cara], que escribir mucho en este tiempo, quando non est ad rem [cuando no es este el tema]. Así en escribir esta, puedo ser excusado con todos; y esta reciban por suya. Esta he querido escribir semel [por una vez] largo, por responder a los particula[re]s de vuestra letra, y también porque más estéis al cabo. A la señora de casa con toda su familia, y con todos los que os parecerá que de mí holgarán ser visitados, me mandaréis mucho encomendar in Domino, qui nos est iudicaturus [en el Señor, que nos ha de juzgar]. A quien quedo rogando por su infinita y suma bondad nos dé gracia para que su santísima voluntad sintamos y aquella enteramente la cumplamos [21] . Año de 1532.

A veinte días de este mes de junio recibí vuestra carta, y, por lo que decís, que con mucha instancia os responda, escribo esta y dos traslados de esta por tres partes, porque lo que os place in Domino nostro Iesu Christo no quede sin efecto. Si esta carta recibiereis con tiempo, y si puede ser que vuestro hijo llegue aquí antes de S. Remigio con treinta días, tanto mejor; y más presto, si puede ser; porque pueda tomar algunos principios antes que entre en el curso. Lo mismo quiere hacer un sobrino del arzobispo de Sevilla, que tiene este colegio de santa Bárbara para oír artes por S. Remigio que viene, y los dos se podrían aprovechar para tomar principios, porque conversación y

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disposición tenemos harta. Plega a la suma Bondad todo se ordene en su santo servicio y continua alabanza. De bondad pobre, Ýñigo

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4. A ISABEL ROSER. París, 10 de noviembre de 1532. (Epp., 1, 83-85)

Isabel Roser era una señora noble, devota, y bienhechora de Íñigo de Loyola, desde que lo vio un día en la iglesia de Santa María del Mar, oyendo un sermón, sentado entre los niños en las gradas del altar. Edificada de su modestia y humildad, le invitó a comer en su casa. Esta ocasión fue el comienzo de sus relaciones espirituales con él, que durarían toda su vida. Fue una de las que por mandato de Paulo III fueron recibidas por Ignacio de Loyola en Roma a la obediencia de la Compañía de Jesús (1543), y puesta al servicio de las arrepentidas de la casa de Santa Marta. Cuando, fracasado este intento (1545), volvió a Barcelona (1547), entró en un convento de franciscanas, donde murió santamente. En esta carta Íñigo agradece la limosna recibida de Isabel y trata de consolarla en las tristezas y tribulaciones por las que pasaba: la muerte de una de las «iñiguistas» de Barcelona, los dolores físicos, y las críticas o falsedades que se difundían en su entorno. Da una doctrina profunda y evangélica sobre la muerte a la luz de la fe y los méritos que con las persecuciones o calumnias pueden alcanzarse, y le incluye un ejemplo casi novelesco para animarla. Contiene en su doctrina la afirmación de sus actitudes personales, y reflexiones nacidas de la radicalidad de su fe y su seguimiento decidido de Cristo.

IHS La gracia y amor de Cristo N.S. sea en nosotros.

Con el Dr. Benet recibí tres cartas de vuestra mano, y veinte ducados con ella. Dios N.S. os lo quiera contar en el día del juicio, y os lo quiera pagar por mí, como yo espero en la 32

su divina bondad, que en tan buena y sana moneda lo hará, y a mí que no me dejará caer en pena de desconocido, si tamen [no obstante] en algunas cosas me hiciere digno en servicio y alabanza de su divina Majestad. Y en la carta decís la voluntad de Dios ser cumplida en el destierro y apartamiento de la Canillas en esta vida. Es verdad que de ella no puedo sentir dolor, mas de nosotros, que estamos en lugar de inmensas fatigas, dolores y calamidades; porque si en esta vida la conocí ser amada y querida de su Criador y Señor, fácilmente creo que será bien hospedada y recogida con poco deseo de los palacios, pompas, riquezas y vanidades de este mundo. Asimismo, me escribís de las excusas de nuestras hermanas en Cto. nuestro Señor. A mí no me deben nada, mas yo las debo para siempre; si ellas, por servicio de Dios nuestro Señor, en otra parte más bien empleada lo hacen, de esto nos debemos gozar; y si no hacen ni pueden, es verdad que yo deseo tener para darles, porque ellas pudiesen hacer mucho en servicio y gloria de Dios N.S.; porque los días que yo viviere, no podré que no las deba; mas bien pienso que después que saliéremos de esta vida serán bien pagadas por mí. Y en la segunda me escribís de vuestra larga dolencia y enfermedad pasada, y con gran dolor de estómago que al presente os quedaba. Es verdad que en pensar en la mala disposición y dolor presente no puede ser que yo no sienta dentro de mi ánima, porque os deseo toda la bonanza y prosperidad imaginable, que para gloria y servicio de Dios N.S. os pudiese ayudar. Tamen [sin embargo] en considerar que estas enfermedades y otras pérdidas temporales son muchas veces de mano de Dios N.S., porque más nos conozcamos y más perdamos el amor de las cosas criadas y más enteramente pensemos cuán breve es esta nuestra vida, para adornarnos más para la otra que siempre ha de durar; y en pensar que con estas cosas visita a las personas que mucho ama, no puedo sentir tristeza ni dolor, porque pienso que un servidor de Dios en una enfermedad sale hecho medio doctor para enderezar y ordenar su vida en gloria y servicio de Dios N.S. Y asimismo decíais, si más no proveyeseis os perdonase, porque tenéis en muchas partes que cumplir, y las fuerzas no bastan de vuestra parte. No hay para qué asomar perdón: de la mía temo yo, porque pienso que si yo no hago lo que Dios N.S. me obliga por todos mis bienhechores, que su divina y justa justicia no me perdonará; cuanto más

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con el cargo que de vuestra persona tengo. A la fin, cuando yo bastare a cumplir lo que debo en esta parte, no tengo otro refugio sino que contados los méritos que yo alcanzare delante de la divina majestad, ganados tamen mediante su gracia, que el mismo Señor los reparta a las que yo soy en cargo, a cada uno según que en su servicio a mí me ha ayudado, máxime a vos, que os debo más que a cuantas personas en esta vida conozco, espero en Dios N.S. que me ayudaré y aprovecharé en este conocimiento. Así pensad que hoy adelante vuestra voluntad tan sana y tan sincera por mí será recibida tan lleno de placer y gozo espiritual, como con todo el dinero que enviarme pudierais; porque más Dios N.S. nos obliga a mirar y amar al dador que al don, para siempre tener delante de nuestros ojos, en nuestra ánima y en nuestras entrañas. Asimismo, decís si me parecerá escribir a las otras hermanas nuestras y mis bienhechoras en Cto. N.S. para me ayudar adelante. Eso quisiera determinar más por vuestro parecer que el mío. Aunque la Cepilla [22] se me ofrece en su carta, y muestra tener voluntad para ayudarme, por ahora no me parece escribirla para ayudarme para el estudio; porque no tenemos seguro si llegaremos de aquí a un año: si allá llegáramos, Dios N.S. espero nos dará entendimiento y juicio, con que más le podremos servir, y acertar siempre su querer y voluntad. En la tercera decís cuántas malicias, celadas y falsedades os han cercado por todas partes. Ninguna cosa me maravillo de ello, ni mucho más que fuera; porque a la hora que vuestra persona se determina, quiere y con todas fuerzas se esfuerza en gloria, honra y servicio de Dios N.S., esta tal ya pone batalla contra el mundo, y alza bandera contra el siglo, y se dispone a lanzar las cosas altas, abrazando las cosas bajas, queriendo llevar por un hilo lo alto y lo bajo, honra y deshonra, riqueza o pobreza, querido o aborrecido, acogido o desechado, en fin, gloria del mundo o todas injurias del siglo. No podemos tener en mucho las afrentas de esta vida, cuando no pasan de palabra, porque todas ellas no pueden romper un cabello; y las palabras dobladas, feas o injuriosas no causan más dolor o más descanso de cuanto son deseadas, y si nuestro deseo es vivir en honra absolutamente y en gloria de nuestros vecinos, ni podremos estar bien arraigados en Dios N.S., ni es posible que quedemos sin herida, cuando las afrentas se nos ofrecieren. Así, cuanto me placía una vez que el mundo os afrenta, tanto me pesaba en pensar que, por estas adversidades, por la pena y por el trabajo, hubisteis de buscar remedios de medicina; pluguiese a la Madre de Dios, con tal que en vos fuese entera paciencia y 34

constancia, mirando las mayores injurias y afrentas que Cto. N.S. pasó por nosotros, y que otros no pecasen, que mayores afrentas os viniesen, para que más y más merecieseis. Y si esta paciencia no hallamos, más razón tenemos de quejarnos de nuestra misma sensibilidad y carne, y en no estar nosotros tan amortiguados ni tan muertos en las cosas mundanas como deberíamos, que no de los que nos afrentan; porque ellos nos dan materia para nosotros ganar mayores mercaderías, que en esta vida hombre la puede ganar, y más riquezas que en esta siglo hombre las puede allegar, como ganó y allegó en esta ciudad una persona en el monasterio de san Francisco, y fue así. A una casa venían muchas veces frailes de san Francisco, y como la conversación de ellos fuese muy pía y santa, una niña, ya grandecica, que estaba en esta casa, tomó gran amor con aquel monasterio y casa de san Francisco; tanto que ella un día se vistió como muchacho y fue al monasterio de san Francisco a rogar al guardián que le diese el hábito, porque él tenía grande deseo de servir, no solo a Dios N.S. y al señor san Francisco, mas a todos los religiosos de aquella casa; y tan dulcemente habló que luego le dieron el hábito. Estando así en el monasterio en vida muy recogida y consolada, acaeció que una noche quedaron este y otro su compañero en una casa, viniendo de camino, con licencia de su prelado: en la cual casa, como estuviese una moza, y como ella se enamorase del buen fraile, o, por mejor decir, como el diablo entrase en esta moza, acordó de acometer al buen fraile, estando durmiendo, para que tuviese parte con ella; y como el buen fraile se despertase y la echase de sí, tanta rabia entró en esta moza, que ya buscaba mañas cómo al buen fraile pudiesen hacer todo enojo posible, tanto que, después de esto con algunos días, la mala moza va a hablar al guardián y le dice que le haga justicia, porque ella está preñada del buen fraile de su casa, y otras cosas, de manera que el guardián toma al buen fraile y acuerda (porque tanto se publicó en esta ciudad) de ponerle en la calle a la puertas de su monasterio, atado, para que todos viesen la justicia que en el buen fraile se hacía. Así estuvo de esta manera muchos días, holgando de las injurias, denuestos y palabras deshonestas, que de su persona oía, no se disculpando a ninguna persona, mas razonando con su Criador y Señor dentro de su ánima, pues se le ofrecía materia para tanto merecer con su divina Majestad. A cabo de tiempo que en este espectáculo estuvo, como todos viesen su paciencia ser tanta, rogaron todos al guardián le perdonase todo lo pasado y le tornase en su amor y casa; y el guardián, ya movido a piedad, tomándole, estuvo el buen fraile muchos años en la casa,

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hasta que la voluntad de Dios N.S. fue cumplida. Después que murió, como le descubriesen para enterrarle, halláronle que era mujer y no hombre, y por consiguiente la traición tan grande que le fue levantada. Así, maravillados todos los frailes, alabaron más su inocencia y santidad, que el opuesto maldijeron, aunque muchos así ahora tienen más memoria de este religioso o religiosa, que a cuantos han vivido en mucho tiempo en su casa. Así querría más mirar en un punto que yo faltase, que en todo el mal que de mí se dijese. Plega a la santísima Trinidad tanta gracia os dé en todas las adversidades de esta vida y en todas las otras cosas, en que servirle podáis, como yo lo deseo para mí mismo, y a mí no me dé más de aquello que para vos deseo. En Mosén Roser [23] , con todas las personas que de mí sentiréis que ex animo holgarán ser visitadas, me mandaréis mucho encomendar. De París, X de noviembre de MDXXXII años. De bondad pobre, Íñigo

Post scriptum: en Arteaga [24] con muchas personas de Alcalá y Salamanca veo mucha constancia en el servicio y gloria de Dios N.S., a quien sean infinitas gracias por ello. Como me lo mandáis, así escribo a la Gralla [25] sobre la paz, y la carta va en la de Pascuala [26] , y también a la Cepilla [27] .

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5. A JAIME CAZADOR. Venecia, 12 de febrero de 1536. (Epp., 1,93-99)

El destinatario de esta carta era natural de Basilea. Había adaptado su apellido, Jaeger, al ambiente español en que se encontraba. Era entonces arcediano de Barcelona, y el 16 de mayo de 1546 sería nombrado obispo de Barcelona. Como bienhechor de Ignacio de Loyola, le había enviado a París varias veces limosna para ayudarlo a proseguir sus estudios. La carta es autógrafa de Ignacio. Ignacio divide en seis, llamadas cuestiones, los temas tratados por la carta recibida de Jaime Cazador, a los que responde en esta: 1. cómo le envíe la limosna acostumbrada; 2. interés por la conducta los tres sobrinos de Cazador; 3. cómo aconsejar al amigo, Mosén Claret, sobre el modo de distribuir sus bienes, ahora que se encontraba gravemente enfermo; 4. los proyectos de Ignacio al terminar sus estudios en relación con los deseos de Cazador de verlo en Barcelona; 5. sobre los provechos de tratar con personas espirituales; 6. el celo apostólico que despierta en Ignacio la situación del convento barcelonés de Santa Clara y la explicación que él encuentra a las turbaciones que Dios permite en las personas espirituales.

† IHS La gracia y amor de Cristo N.S. sea siempre en nuestra ayuda [28] .

Leída una de vuestra mano, hecha a los 5 de enero, no solo me gocé con ella, mas hube mucho dolor por ella, en sentir en ella cosas tan adversas y repugnantes, donde en mí causaron efectos diversos y contrarios: gozo en ver el celo que Dios N.S. os da tan bueno en doleros con dolientes, no solo en las enfermedades corporales, mas en mayor 37

aumento en las espirituales; mucho dolor en considerar las cosas tan infortunadas como en la vuestra me escribís. Cerca la cual se me ocurren cinco o seis cosas a que deba responder. Así comenzaré por las más bajas y que menos matan la sed de nuestras ánimas, porque no quedemos con sabor y gusto de las que menos hacen para la nuestra salud eterna. Primera: decís que con la acostumbrada porción no faltaréis; solo os avise cuándo. Isabel Roser me ha escrito que para el abril que viene me hará la provisión para acabar mis estudios. Paréceme que así será mejor, porque para todo el año me pueda proveer, así de algunos libros, como de otras cosas necesarias. Entretanto, aunque la tierra sea cara y la disposición por ahora no me ayuda a pasar indigencia ni trabajos corporales más de los que el estudio trae consigo, yo estoy asaz proveído; porque Isabel Roser me ha hecho dar aquí a su cargo doce escudos, además de la otra gracia y limosna que de allá, por amor y servicio de Dios N.S. me enviasteis; quien espero todo lo pagará con buena moneda, no solamente lo que en mí hacéis, mas el cuidado tanto que de mis penurias tenéis; porque no siento que padres cerca sus hijos naturales puedan tener mayor. Antes de Navidad con quince días, estuve en Bolonia siete días en la cama con dolor de estómago, frío y calenturas; así determiné de venir a Venecia, donde habrá mes y medio que estoy, en gran manera con mucha mejoría de mi salud, y en compañía y casa de un hombre mucho docto y bueno, que me parece que más a mi propósito en todas estas partidas no pudiera estar. Segunda: en saber que los tres sobrinos están fuera de Manble no me he mucho alterado, aunque quisiera saber alguna cosa por qué, lo que espero pronto saber; porque a uno de los mis amigos tengo escrito a París, los vea, y los visite en mi nombre. Digo «no alterado», porque, si no me engaño, ellos son vergonzosos y tienen respetos de hombres; por donde pienso, quier estén de una manera, quier de otra, han de dar buena cuenta de sí. Porque mientras yo allá estuve, veía que Losada se reposaba, y con el ejemplo de los otros dos mayores, y mayormente del Jacobo, yo espero en Dios N.S. que ellos harán lo que deben; a quien plega por la su entera y suma bondad, de su mano los quiera siempre guiar. Tercera: según me habéis pedido, y en nuestro verdadero Señor mandado, cerca la enfermedad de Mosén Claret [29] , así me ha parecido escribirle. Y porque en ella veréis lo que resta, en esta no me queda qué diga; solo deseo le ayudaseis disponer de su salud 38

interior, y de lo restante que Dios N.S. le ha dado en esta vida; porque no pienso que de otra persona tomaría mejor. Porque si hijos no tiene ni otros tan cercanos, a los cuales por ley sea obligado dejar, parece ser, en lo cual yo no pongo duda, que lo mejor y más sano sería, dar a aquel de quien todo ha recibido, es a saber, a nuestro universal dador, gobernador y Señor, en cosas pías, justas y santas, y mejor en vida, lo que pudiere, que después de ella. Porque dejar hombre a otro para nutrir caballos, perros y caza, honras, honores y faustos mundanos, no pueda a ello asentir. San Gregorio [30] pone, entre otros, dos grados de perfección: uno, cuando hombre deja todo lo que tiene a deudos y parientes, y sigue a Cristo N.S.; otro nota por mayor, cuando, todo dejando, distribuye en pobres, iuxta illud: «si vis perfectus ese» [según aquello: si quieres ser perfecto], etc [31] . Entiendo ser mejor dar a pobres, cuando la necesidad no es igual entre parientes y pobres no parientes; que, caetera paria [siendo igual lo demás], más debo hacer en los parientes que en los otros no parientes. Cuarta: el deseo que mostráis de verme allá y en predicación pública, cierto el mismo tengo y habita en mí; no que en mí sienta gloria de hacer lo que otros no pueden, ni llegar allá donde los otros alcanzan; mas para predicar, como persona menor, las cosas inteligibles, más fáciles y menores, esperando en Dios N.S. que, siguiendo las menores, pondrá su gracia para en alguna cosa nos poder aprovechar en su alabanza y debido servicio; para lo cual, acabado mi estudio, que será de esta cuaresma presente en un año, espero de no me detener otro para hablar la su palabra en ningún lugar de toda España, hasta tanto que allá nos veamos, según por los dos se desea. Porque me parece, y no dudo, que más cargo y deuda tengo a esa población de Barcelona que a ningún otro pueblo de esta vida. Esto se debe entender, clave non errante [sin errar en la clave], si fuera de España en cosas más afrentosas y trabajosas para mí Dios N.S. no me pusiere, lo que no soy cierto de lo uno ni de lo otro; mas siempre en estado de predicar en pobreza, y no con la largueza y embarazos que al presente con el estudio tengo. Como quiera que sea, en señal de lo que digo, acabado mi estudio, enviaré allá donde estáis, los pocos libros que tengo y tuviere, porque así tengo ofrecido a Isabel Roser de se los enviar. Quinta: decís cómo a la beata escribisteis, y deseáis que allá nos viésemos con pensamiento que, descubriéndonos, asimismo nos gozaríamos. Cierto hallo y regla general es para mí, que, cuando me junto con alguno, aunque mucho pecador, para 39

comunicar las cosas de Dios N.S., yo soy el que gano y hallo en mí provecho; cuanto más cuando con personas siervas y elegidas de Dios N.S., yo soy el que ganar debo con mucha parte en todo. Así, cierto, después que el doctor Castro [32] de ella me informó largo, y en saber que de vuestra mano la tenéis, siempre la he sido muy afectado, dando gloria a Dios N.S. por lo que en ella así obra, en quien espero, si de ello ha de ser servido y alabado y mayor provecho para nosotros, nos juntará bien presto. Sexta: por lo que me escribís del monasterio de santa Clara [33] , cierto no tengo por cristiano aquel a quien no atraviesa toda su ánima en considerar tanta quiebra en servicio de Dios N.S. Y no tengo en tanto en faltar juicio a una sola persona, cuanto el daño que resulta en muchas otras, y en otros, que en el servicio divino se podrían aplicar. Porque, por nuestra miseria, como hallemos tanta dificultad en vencer a nosotros mismos, donde se halla el mayor provecho poca ocasión nos basta para en todo nos desbaratar. Cierto, mucho quisiera hallarme entre esas religiosas, si en alguna manera pudiera calar el cimiento de sus ejercicios y modo de proceder, mayormente de aquella que se ve en tanta angustia y peligro. Porque yo no fácilmente puedo creer que una persona, andando en placeres mundanos, o menos dado a Dios N.S. y en seso y juicio, que, por más servir y allegarse al Señor nuestro, se permita que aquella venga en tanto caso de desesperación. Yo, que soy humano y flaco, si alguno viniese para me servir y por amarme más, si en mí fuese y fuerzas tuviese, no le podría dejar venir a tanto desastre; cuanto más Dios N.S. que, siendo divino se quiso hacer humano y morir solo por la salvación de todos nosotros. Así no me puedo facilitar que, por aplicarse a las cosas divinas sin otra causa interna o venidera, ella viniese a tanto suplicio y a tanto mal. Porque de Dios N.S. es propio dar entendimiento, y no quitar; asimismo esperanza y no desconfianza. Digo «sin otra causa interna», porque posible es que su ánima, en el tiempo de los ejercicios, estuviese llagada de pecado, y pecados hay de tantas maneras que parece que no hay número alguno; asimismo que hubiese modo llagado de proceder en los ejercicios, que no todo lo que parece es bueno; y así, porque en la tal persona el bien no habitase con el mal, ni la gracia con el pecado, podía el enemigo mucho obrar. Dije «sin otra causa venidera»: como Dios N.S. tiene puesto orden, peso y mesura en todas las cosas, posible es que el Señor viese que, aunque aquella fuese en gracia por entonces, que de los dones y gracias recibidas no se había de aprovechar, y no perseverando, vendría a mayores pecados, y a la fin a perderse; y el Señor nuestro

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benignísimo, por pagarle este poco de servicio, permitiese que así viniese en temores y en continuas tentaciones, aunque guardándola que no perezca. Porque siempre debemos presumir que el Señor del mundo todo lo que obra en las ánimas racionales es, o por darnos mayor gloria, o porque no seamos tan malos; pues para más no halla en nosotros sujeto. Tandem [finalmente], como nosotros ignoremos los cimientos y las causas de ella, no podemos determinar los efectos. Así, a nosotros es siempre mucho bueno no solo vivir en amor, mas aún es muy sano en temor; porque sus divinos juicios son en todo inescrutables, in cuius voluntate non est qu[a]erenda ratio [en cuya voluntad no hay que buscar razones]. Solo nos resta llorar, y rogar a la salud mayor de su conciencia y de todas las otras. Su divina bondad lo quiera ordenar, y no permita que el enemigo de natura humana tanta victoria reciba contra aquellas que con la su preciosísima sangre las ha tan caramente comprado y en todo rescatado. A quien ceso rogando, por la su bondad infinita, nos dé gracia cumplida para que su santísima voluntad sintamos y aquella enteramente la cumplamos. De Venecia, 12 de febrero de 1536. De bondad pobre. Iñigo

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6. A SOR TERESA REJADELL. Venecia, 18 de junio de 1536. (Epp., 1, 99-107)

Teresa Rejadell era religiosa del monasterio de Santa Clara, en Barcelona, que desde unos veinte años antes de esta carta había pasado a ser monasterio benedictino, y más tarde será trasladado a Montserrat bajo la advocación de san Benito. Devota de Ignacio de Loyola, descendiente de familia ilustre en Barcelona y en Manresa, mantuvo relación espiritual con los conocidos de Ignacio, como se ve por alusiones de la carta. Deseosa de perfección en la vida espiritual, dio ocasión en este caso a uno de los escritos más notables de Ignacio sobre el discernimiento espiritual. Sirve para explicarnos mejor algunas de las enseñanzas dejadas por Ignacio de Loyola en sus Ejercicios espirituales: el curso ordinario que sigue el enemigo para tentar a las personas que se quieren entregar totalmente a Dios; las reacciones que debe tener el alma tentada; las dos situaciones fundamentales en las que se puede encontrar el alma con los movimientos o sensaciones que experimenta; y cómo ha de proceder para no engañarse al interpretar sus experiencias. Esta carta se conserva en un apógrafo de Ignacio. En ella se advierten muy claramente las huellas del modo de escribir del santo [34] .

IHS La gracia y amor de Cristo N.S. sea siempre en nuestro favor y en nuestra ayuda.

Los días pasados, recibida vuestra letra, con ella me gocé mucho en el Señor a quien servís, y deseáis más servir, a quien debemos atribuir todo lo bueno que en las criaturas parece. Como en la vuestra decís que Cáceres [35] me informará largo de vuestras cosas, así lo hizo, y no solo de ellas, mas aun de los medios o parecer que para cada una de 42

ellas os daba. Leyendo lo que me dice, no hallo otra cosa que escribir pueda, aunque más quisiera la información por vuestra letra; porque ninguno puede dar tan bien a entender las pasiones propias como la misma persona que padece. Decís que por amor de Dios N.S. tome cuidado de vuestra persona. Cierto que muchos años ha que su divina majestad, sin yo lo merecer, me da deseos de hacer todo placer que yo pueda a todos y a todas que en su voluntad buena y beneplácito caminan. Asimismo, de servir a los que en su debido servicio trabajan; y porque yo no dudo que vos seáis una de ellas, deseo hallarme donde lo que digo en obras lo pudiese mostrar. Asimismo, me pedís enteramente os escriba lo que el Señor me dice, y determinado diré de mucha buena voluntad; y si en alguna cosa pareciere ser agr[i]o, más seré contra aquel que procura turbaros, que contra vuestra persona. En dos cosas el enemigo os hace turbar, mas no de manera que os haga caer en culpa de pecado, que os aparte de vuestro Dios y Señor; mas os hace turbar y apartar de su mayor servicio y vuestro mayor reposo. La primera es que pone y [per]suade a una falsa humildad. La segunda pone extremo temor de Dios, adonde demasiado os detenéis y ocupáis. Y, cuanto a la primera parte, el curso general que el enemigo tiene con los que quieren y comienzan [a] servir a Dios N.S. es poner impedimentos y obstáculos, que es la primera arma con que procura herir, es a saber: ¿cómo has de vivir toda tu vida en tanta penitencia, sin gozar de parientes, amigos, posesiones, y en vida solitaria sin un poco de reposo? Como de otra manera te puedas salvar sin tantos peligros; dándonos a entender que hemos de vivir una vida más larga, por los trabajos que antepone, que nunca hombre vivió, no nos dando a entender los solaces y consolaciones tantas que el Señor acostumbra dar a los tales, si el nuevo servidor del Señor rompe todos estos inconvenientes, eligiendo querer padecer con su Criador y Señor. Luego procura el enemigo con la segunda arma, es a saber: con la jactancia o gloria vana, dándole a entender que en él hay mucha bondad o santidad, poniéndole en más alto lugar de lo que merece. Si el siervo del Señor resiste a esta flechas, resiste con humillarse y bajarse, no consintiendo ser tal cual el enemigo [per]suade, trae la tercera arma, que es de falsa humildad, es a saber: como ve al siervo de Dios tan bueno y tan humilde, que, haciendo lo que el Señor manda, piensa que aún todo es inútil y mira sus flaquezas y no gloria alguna, pónele en el pensamiento que, si alguna cosa habla de lo que Dios N.S. le ha dado, así en obras como en propósitos y deseos, que peca por otra especie de gloria 43

vana, porque habla en su favor propio. Así procura que no hable de cosas buenas recibidas de su Señor, porque no haga ningún fruto en otros, ni en sí mismo, tanto porque acordándose de lo que ha recibido siempre se ayuda para mayores cosas, aunque este hablar debe ser con mucha mesura, y movido por el mayor provecho de ellos, digo de sí mismo y de los otros si halla tal aparejo, y creyendo serán crédulos y aprovechados; así en hacernos humilde, procura de traernos en falsa humildad, es a saber: a una extrema y viciada humildad. De esto dan vuestras palabras apto testimonio; porque, después que narráis algunas flaquezas y temores que hacen al propósito, decís sois una pobre religiosa, paréceme deseosa de servir a Cristo N.S., que aún no osáis decir soy deseosa de servir a Cristo N.S., o el Señor me da deseos de servirle, mas decís paréceme ser deseosa. Si bien miráis, bien entendéis que aquellos deseos de servir a Cristo N.S. no son de vos, más dados por el Señor; y así hablando, el Señor me da crecidos deseos de servirle, al mismo Señor le alabáis, porque su don publicáis, y en él mismo os gloriáis, no en vos, pues a vos misma aquella gracia no atribuís. Así, debemos mirar mucho, y si el enemigo nos alza, bajarnos, contando nuestros pecados y miserias; si nos abaja y deprime, alzarnos con verdadera fe y esperanza en el Señor y numerando los beneficios recibidos, y con cuánto amor y voluntad nos espera para salvar, y el enemigo no cura si habla verdad o mentira, mas solo que nos venza. Mirad bien cómo los mártires, puestos delante de los jueces idólatras, decían que eran siervos de Cristo, pues vos, puesta delante del enemigo de toda natura humana, y por él así tentada, cuando os quiere quitar las fuerzas que el Señor os da, y os quiere hacer tan flaca y tan temerosa con insidias y con engaños, no osaréis decir que sois deseosa de servir a nuestro Señor, antes habéis de decir y confesar sin temor, que sois su servidora, y que antes moriréis que de su servicio os apartéis; si él me representa justicia, yo luego misericordia; si es él misericordia, yo al contrario digo la justicia. Así es menester que caminemos para que no seamos turbados, alegando no aquella autoridad de la Sagrada Escritura que dice: Guarda no seas así humilde, que así humillado te conviertas en estulticia [36] . Viniendo a la segunda: como el enemigo ha puesto en nosotros un temor con una sombra de humildad, la cual es falsa, y que no hablemos ni aun de cosas buenas, santas y provechosas, trae después otro temor mucho peor, es a saber: si estamos apartados, segregados y fuera del Señor nuestro, y esto se sigue en mucha parte de lo pasado;

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porque así como en el primer temor alcanzó victoria el enemigo, halla facilidad para tentarnos en este otro, para lo cual en alguna manera declarar, diré otro discurso que el enemigo tiene: si halla a una persona [que] tiene la conciencia ancha y pasa los pecados sin ponderarlos, hace cuanto puede que el pecado venial no sea nada, y el mortal venial, y el muy gran mortal poca cosa, de manera que ayuda con la faltas que en nosotros siente, es saber: por tener la conciencia demasiadamente ancha. Si a otra persona halla de conciencia delgada, que por ser delgada no hay falta, y como ve que no solo echa de sí los pecados mortales y los veniales posibles, que todos no están en nosotros, y que aun procura echar de sí toda semejanza de pecado menudo, imperfección y defecto, entonces procura embolumar [37] aquella conciencia tan buena, haciendo pecado donde no es pecado, y poniendo defecto donde hay perfección, a fin que nos pueda desbaratar y afligir; y donde no puede muchas veces hacer pecar ni espera poderlo acabar, a lo menos procura de atormentar [38] . Para más en alguna manera declarar el temor cómo se causa, diré, aunque breve, de dos lecciones que el Señor acostumbra dar o permitir. La una da, la otra permite. La que da es consolación interior, que echa toda turbación, y trae a todo amor del Señor; y a quiénes ilumina en tal consolación, a quiénes descubre muchos secretos, y más adelante. Finalmente, con esta consolación todos trabajos son placer, y todas fatigas descanso. Al que camina con este fervor, calor y consolación interior, no hay tan grande carga que no le parezca ligera; ni penitencia, ni otro trabajo tan grande, que no sea muy dulce. Esta nos muestra y abre el camino de lo que debemos seguir, y huir de lo contrario; esta no está siempre con nosotros, mas camina siempre sus tiempos ciertos según la ordenación [divina], y todo esto para nuestro provecho; pues quedado sin esta tal consolación, luego viene la otra lección, es a saber: nuestro antiguo enemigo poniéndonos todos inconvenientes posibles por desviarnos de lo comenzado, y tanto nos veja, y todo contra la primera lección, poniéndonos muchas veces tristeza sin saber nosotros por qué estamos tristes, ni podemos orar con alguna devoción, contemplar, ni aun hablar ni oír de cosas de Dios N.S. con sabor o gusto interior alguno; que, no solo esto, mas, si nos halla ser flacos y mucho humillados a estos pensamientos dañados, nos trae pensamientos como si del todo fuésemos de Dios N.S. olvidados; y venimos en parecer que en todo estamos apartados del Señor nuestro y cuanto hemos hecho, y cuanto queríamos hacer, que ninguna cosa vale; así procura traernos en desconfianza de todo, y así veremos que

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se causa tanto nuestro temor y flaqueza, mirando en aquel tiempo demasiadamente nuestras miserias y humillándonos tanto a nuestros falaces pensamientos.. Por donde es menester mirar quién combate: si es consolación, bajarnos y humillarnos, y pensar que luego viene la prueba de la tentación; si viene la tentación, oscuridad o tristeza, ir contra ella sin tomar resabio alguno y esperar con paciencia la consolación del Señor, la cual secará todas turbaciones, tinieblas de fuera [39] . Ahora resta hablar lo que sentimos leyendo de Dios N.S., cómo lo hemos de entender y entendido sabernos aprovechar. Acaece que muchas veces el Señor nuestro mueve y fuerza a nuestra ánima a una operación o a otra abriendo nuestra ánima; es a saber, hablando dentro de ella sin ruido alguno de voces, alzando toda a su divino amor, y nosotros a su sentido, aunque quisiésemos, no pudiendo resistir, y el sentido suyo que tomamos, necesario es conformarnos con los mandamientos, preceptos de la Iglesia y obediencia de nuestros mayores, y lleno de toda humildad, porque el mismo espíritu divino es en todo. Donde hartas veces nos podemos engañar es que, después de la tal consolación o espiración, como el ánima queda gozosa, allégase el enemigo todo debajo de alegría y de buen color, para hacernos añadir lo que hemos sentido de Dios N.S. [40] , para hacernos desordenar y en todo desconcertar. Otras veces nos hace disminuir de la lección recibida, poniéndonos embarazos, inconvenientes, porque enteramente no cumplamos todo aquello que nos ha sido mostrado. Y es menester más advertencia que en todas las otras cosas: muchas veces refrenando la mucha gana de hablar las cosas de Dios N.S.; otras veces hablando más de lo que la gana o movimiento nos acompaña; porque en esto es menester más mirar el sujeto de los otros que los mis deseos, cuando así el enemigo ayuda a crecer o menguar el buen sentido recibido; de manera que así vayamos tentando para aprovechar a los otros, como quien pasa el vado: si halla buen paso, o camino o esperanza que se seguirá algún provecho, pasar adelante; si el vado está turbado y que de las buenas palabras se escandalizará, tener rienda siempre, buscando el tiempo o la hora más dispuesta para hablar. Materias se han movido que no se pueden así escribir, a lo menos sin muy crecido proceso, y, aun con todo, quedarían cosas que mejor se dejan sentir que declarar, cuánto más por letra. Si al Señor nuestro así place, espero que presto nos veremos allá, donde más adentro en algunas cosas nos podremos entender. Entretanto, pues tenéis más 46

vecino a Castro [41] , creo que sería bien os escribieseis con él, que donde daño no se pueda seguir, algún provecho pueda venir. Y pues en todo me decís os escriba lo que en el Señor sintiere, digo seréis bienaventurada, si lo que tenéis sabéis guardar. Ceso rogando a la santísima Trinidad por la su infinita y suma bondad nos dé gracia cumplida, para que su santísima voluntad sintamos, y aquella enteramente la cumplamos. De Venecia, a 18 de junio de 1536 años. De bondad pobre, Ignacio

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7. A SOR TERESA REJADELL. Venecia, 11 de septiembre de 1536. (Epp., 1, 107-109)

Unos meses después de la carta anterior, responde de nuevo Ignacio a sor Teresa Rejadell, desde Venecia, donde completa sus estudios de teología y espera a sus compañeros de París, según lo acordado en Montmartre. Completa las enseñanzas de la carta precedente, tratando aquí en particular sobre las condiciones que requiere la oración humana, que ha de tener en cuenta la salud y el sueño. Apógrafo de san Ignacio, como la anterior.

IHS La gracia y amor de Cristo N.S. sea siempre en nuestro favor y en nuestra ayuda.

Dos letras vuestras tengo recibidas por diversas veces: a la primera respondí, a mi parecer, largo, y, según razón, la tendréis ya recibida; en la segunda me decís lo mismo que en la primera, demptas [quitadas, latinismo] algunas palabras, a las cuales solamente responderé en breve. Decís que halláis en vos tanta ignorancia y poquedades, etc., lo que es mucho conocer, y que os parece que a este ayudan los muchos pareceres y poco determinados. Yo soy con vuestra sentencia: que quien poco determina, poco entiende y menos ayuda; mas el Señor que ve, él mismo es el que favorece. Toda meditación en la cual trabaja el entendimiento hace fatigar el cuerpo; otras meditaciones ordenadas y descansadas, las cuales son apacibles al entendimiento y no trabajosas a las partes interiores del ánimo, que se hacen sin poner fuerza interior ni exterior, estas no fatigan al cuerpo, mas hacen descansar, si no es por dos maneras: la

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primera, cuando os quita el natural sustentamiento y recreación que al cuerpo habéis de dar; llamo sustentamiento, cuando por ocuparse alguno en las tales meditaciones no se acuerda de dar al cuerpo su refección natural, pasando las horas requisitas; llamo recreación, mas pía, dejar al entendimiento que discurra donde quiera, en cosas buenas o indiferentes, solo que no sean malas. La segunda, a muchos acaece, dados a la oración o contemplación, que antes que hayan de dormir, por hacer ejercitar mucho el entendimiento, no puedan después dormir, pensando después en las cosas contempladas e imaginadas; donde el enemigo asaz procura entonces de tener cosas buenas, porque el cuerpo padezca como el sueño se le quita, lo que totalmente se ha de evitar. Con el cuerpo sano podréis hacer mucho, con el enfermo no sé qué podréis. El cuerpo bueno en gran manera ayuda para hacer mucho mal y mucho bien; mucho mal, a los que tienen la voluntad depravada y hábitos malos; mucho bien, a los que tienen la voluntad toda a Dios N.S. aplicada y en buenos hábitos acostumbrada. Así, si yo no supiese cuáles son las meditaciones o ejercicios y para cuánto tiempo, y aparte lo que Cáceres [42] os dijo, yo no podría hablar enteramente más de lo que os tengo escrito, y en esta otra vez confirmo yo; sobre todo, que penséis que el Señor vuestro os ama, lo que yo no dudo, y que le respondáis con el mismo amor, no haciendo caso alguno de cogitaciones malas, torpes o sensuales, poquedades o tibiezas, cuando son contra vuestro querer; porque todo esto o parte de ello, que no viniese, nunca lo alcanzó san Pedro ni san Pablo, mas aunque no del todo, alcánzase mucho con no hacer caso a ninguna cosa de ellas. Porque, así como no me tengo de salvar por las buenas obras de los ángeles buenos, así no me tengo de dañar por los malos pensamientos y flaquezas que los ángeles malos, el mundo y la carne me representan. Mi ánima sola quiere Dios N.S. se conforme con la su divina majestad, y así, el ánima conforme hace andar al cuerpo, quiera que no quiera, conforme a su divina voluntad, donde consiste nuestro mayor batallar y placer de la suma y eterna bondad. Quien por la su infinita piedad y gracia nos quiera tener siempre de su mano. De Venecia, XI de septiembre de XXXVI. De bondad pobre, Ínigo

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8. AL P. MANUEL MIONA. Venecia, 16 de noviembre de 1536. (Epp., 1, 111-113)

Manuel Miona (c.1477-1567) nacido en Algarve (Portugal) entró en la Compañía de Jesús en 1544. Murió en Roma. Íñigo de Loyola conoció a Manuel Miona en la Universidad de Alcalá, y lo eligió como confesor suyo. Siguió siendo su confesor en París, donde Miona siguió sus estudios y se graduó como profesor de filosofía. Por su estima de Ignacio de Loyola, aconsejó en París a Jerónimo Nadal que se agregara al grupo de los que seguían a Ignacio. No siguió entonces Nadal el consejo. Aquí es Ignacio quien exhorta vivamente a su ex-confesor, como el mejor modo de agradecer los servicios recibidos de él, que haga el mes de Ejercicios. La carta nos resulta hoy uno de los mejores panegíricos, o el mayor que se conoce, de los Ejercicios espirituales. Es apógrafa. El P. Luis de la Palma vio la original.

† IHS La gracia y el amor de Cristo N.S. sea siempre en nuestro favor y ayuda.

Mucho deseo tengo de saber cómo os ha sucedido, y no es maravilla, como tanto os deba en las cosas espirituales, como hijo a padre espiritual. Y, porque es razón responder a tanto amor y voluntad como siempre me habéis tenido y en obras mostrado, y como yo hoy en esta vida no sepa en qué alguna centella os pueda satisfacer, que poneros por un mes en ejercicios espirituales con la persona que os nombren, y aun me ofrecisteis de lo hacer; por servicio de Dios N.S. os pido, si lo habéis probado y gustado, me lo escribáis, y si no, por su amor y acerbísima muerte que pasó por nosotros, os pido os pongáis en

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ellos, y si os arrepintiereis de ello, demás de la pena que me quisiereis dar, a la cual yo me pongo, tenedme por burlador de las personas espirituales, a quien debo todo. Porque a uno he escrito por todos, no os he escrito hasta ahora particularmente; y así de todo lo que os placerá saber de mí os podrá informar Fabro [43] , y vereislo en lo que yo le escribo. Dos y tres y cuantas veces puedo, os pido, por servicio de Dios N.S., lo que hasta aquí os tengo dicho, porque a la postre no nos diga su divina majestad porque no os lo pido con todas mis fuerzas, siendo todo lo mejor que en esta vida yo puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos; que cuando para lo primero no sintieseis necesidad, veréis sin proporción y estima cuánto os aprovechará para lo segundo. En cuanto a lo demás, ceso suplicando a su inmensa clemencia de Dios N.S. nos dé su gracia para que sintamos su santísima voluntad, y para que nos la haga cumplir perfectamente iuxta talentum omnibus commissum [según el talento encargado a todos], siquiera porque no nos diga: «serve nequam, sciebas» etc. [siervo malvado, tú sabías, Lc 19,22-23] [44] . De Venecia, a 16 de noviembre de 1536 años. Todo vuestro en el Señor, Íñigo

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9. A MOSÉN JUAN DE VERDOLAY. Venecia, 24 de julio de 1537. (Epp., 1, 118-123)

Este clérigo debió ser de los conocidos por Iñigo de Loyola en los períodos en que vivió en Barcelona. Debió de entrar en su amistad, pues ahora le comunica desde Venecia cómo han llegado ya a Venecia los compañeros de París, y los trabajos apostólicos a que se dedican en esa ciudad, mientras esperan su viaje a Jerusalén, según lo acordado en Montmartre. Le da cuenta también del éxito del viaje de sus compañeros a Roma y de su ordenación sacerdotal en Venecia. Ignacio habla como responsable del grupo e invita a Verdolay a que se una a ellos en sus proyectos de vida. Se entenderá mejor todo esto si tenemos en cuenta que Ignacio ya había hablado a su sobrino en 1535 sobre la «Compañía» que esperaba (cf. Epp., 1, 148-151). Verdolay entraría en la Compañía (1556) después de muerto Ignacio, y más tarde pasó a la Cartuja (cf. Epp. Mixt., 5, 555-556 y Chron., 4, 345, nota 4).

La gracia y amor de Cristo N.S. sea siempre en nuestro favor y nuestra ayuda.

Después que pasé por esas partidas y os escribí, que habrá dos años no he habido letra vuestra ni nuevas algunas hasta ahora, que habrá tres meses que Isabel Roser me hizo saber de vuestra salud y doctrina tan buena y tan sana; asimismo diciéndome que me habíais escrito y que deseabais mucho saber de mí. Cierto, en esta parte no pienso deber mucho, que si yo no me hallase tanto ligado voluntarie [voluntariamente] y en cosas que, a mi juicio, mucho importan acá, no me dolerían pies para buscaros donde andáis. Así, visto lo de allá y considerado lo de acá, si mayor servicio y gloria de nuestro Señor hallaseis, mucho deseo que en estas partes nos hallásemos; dentro de un año, poco más o menos, pienso estar aquí. No sé adelante lo que Dios N.S. ordenará de mí.

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Y porque de mí y otros hermanos míos y vuestros en Cristo N.S. estéis más al cabo, y por satisfacer a lo que deseáis saber, he pensado escribir esta un poco largo, teniendo por cierto os será agradable en tener nuevas ciertas. De París llegaron aquí, mediado enero, nueve amigos míos en el Señor, todos maestros en artes y asaz versados en teología, los cuatro de ellos españoles, dos franceses, dos de Saboya y uno de Portugal, los cuales todos, pasando por tantas afrentas de guerras y caminos largos a pie y en la fuerza del invierno, entraron aquí en dos hospitales, divididos para servir a pobres enfermos en los oficios más bajos y más contrarios a la carne. Después que en este ejercicio estuvieron por dos meses, fueron a Roma con algunos otros, que en los mismos propósitos los seguían, a tener la semana santa; y como ellos se hallasen en pobreza, sin dinero y sin favor de ningunas personas de letras ni de otra cosa alguna, confiando y esperando solamente en el Señor por quien venían, hallaron, y sin trabajo alguno, mucho más de lo que ellos querían, es a saber: hablaron al Papa, y, después que fueron llegados, muchos cardenales, obispos y doctores disputaron con ellos, y uno de los que disputaban era el cardenal [sic] Ortiz [45] , el cual les ha sido en gran manera muy favorable, y así otros señalados letrados, de manera que el Papa fue tan contento y todo el auditorio, que luego comenzaron a darles todo el favor posible: primero, licencia para ir a Jerusalén, echándoles una y dos veces su bendición y exhortándolos que perseverasen en sus propósitos; 2.º les dio al pie de sesenta ducados de limosna; y entre cardenales y otras personas que allí eran les dieron más de 150 ducados, de manera que trajeron aquí en cédulas 260 ducados; 3.º a los que eran sacerdotes les dio facultad para que pudiesen confesar y absolver de todos casos episcopales; 4.º a los que no eran sacerdotes, reverendas o cartas dimisorias, no haciendo mención de título de patrimonio o beneficio, para que, en tres días de fiesta o tres domingos, cualquier obispo los pudiese hacer sacerdotes. Así, venidos aquí en Venecia, el día de S. Juan Bautista acabamos de tomar todos los órdenes, incluso el sacerdocio, y los que nos ordenamos fuimos siete, para lo cual hallamos todo el favor y benevolencia imaginable, tanto que a nuestro escoger era, si queríamos ser sacerdotes ad titulum voluntariae paupertatis, vel sufficientis litteraturae, vel utriusque [a título de pobreza voluntaria, o de ciencia suficiente, o de ambas cosas]; nosotros elegimos ad titulum utriusque [a título de ambas cosas], e hicimos voto de pobreza perpetua en manos del legado del Papa que aquí está, no por él constreñidos, mas por nuestra voluntad

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movidos; para el cual sacerdocio nos dieron dos obispos, que cada uno nos quería ordenar, y tuvimos que hacer en cumplir con el uno, porque por los dos no podíamos. Así, todas estas cosas acabadas, así en Roma como en Venecia, y todo gracioso, sin llevar dineros, nos dio el mismo delegado autoridad cumplida para que en todo el dominio de Venecia pudiésemos predicar, enseñar e interpretar la Escritura publice et privatim [pública y privadamente], asimismo, confesar y absolver de casos episcopales, de arzobispos y patriarcas. Todo esto he traído, así por satisfacer a lo que arriba dije, como por manifestar nuestra mayor carga y confusión, si no nos ayudamos, donde Dios N.S. tanto nos ayuda que, sin pedir ni saber, parece que todas las cosas y medios por nosotros deseados nos vienen a las manos. Plegue a la divina bondad nos quiera infundir su gracia para que en tierra no escondamos las mercedes y gracias que siempre nos hace, y esperamos siempre hará, si por nosotros no falta. Para lo cual os pido, por servicio y reverencia de la su divina majestad, instéis en hacer oración por nosotros, asimismo rogando a los devotos y devotas vuestras, pues veis cuánta necesidad tenemos; que quien más recibe más deudor se hace. Este año, por mucho que han esperado pasaje para Jerusalén, no ha habido nave ninguna, ni la hay, por esta armada que el turco hace. Así, hemos venido de concierto que las cédulas de los 260 ducados que hicieron se envíen a Roma, y estén los dineros en poder de las personas que esta limosna hicieron para ellos, no queriendo usar de los tales dineros si no fuere para el mismo viaje, y también porque ninguno piense que tenemos hambre ni sed de las cosas por las cuales el mundo muer[e]. Hecho este recaudo, como ya es enviado, escrita esta, otro día siguiente se parten de aquí de dos en dos, para trabajar en lo que cada uno pudiere alcanzar gracia del Señor nuestro, por quien van. Así todos andarán repartidos por esta Italia hasta el otro año, si podrán pasar en Jerusalén; y si Dios N.S. no fuere servido que pasen, no esperarán más tiempo, mas en lo que comienzan irán adelante. Acá se nos han querido pegar algunas compañías, y sin falta de letras suficientes, y tenemos cargo de rehusar más que de aumentar, por temor de las caídas. Ceso rogando a Dios N.S., por la su infinita y suma bondad nos quiera dar su gracia cumplida, para que su santísima voluntad sintamos, y aquella enteramente cumplamos.

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De Venecia, a los 24 de julio de 1537. De bondad pobre, Iñigo

Después recibí una vuestra, y según que el Señor nuestro me ha de juzgar, me parece y siento que si allá tenéis mucho que hacer, acá tendréis más, y vía para más servir al Señor que deseáis. Por tanto, haced que nos veamos presto.

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10. A PEDRO CONTARINI. Venecia, mes de agosto de 1537. (Epp., 1, 23-125)

Noble veneciano, sobrino del cardenal Gaspar Contarini. Era procurador del Hospital de los Incurables de Venecia, y uno de los que hizo ejercicios en Venecia, guiado por Ignacio. En esta carta, Ignacio le pondera los beneficios de la pobreza evangélica, el destino que se ha de dar a Dios de todo cuanto hemos recibido de él. Nos completa además las noticias que dio en la anterior sobre lo que sucedió a Ignacio y sus compañeros: la vida que llevaron después de ser ordenados en Venecia. La carta original está escrita parte en latín, parte en italiano. La traducción es mía.

IHS Puesto que en nuestra carta al señor Martín Sornoza [46] hemos escrito más largamente sobre nuestras cosas, algunas de las cuales se refieren a su Señoría, usaré pocas palabras en esta, y no porque sean necesarias, cuanto porque no parezca que os hemos olvidado. Hasta el presente, por la benignidad de Dios, hemos estado siempre bien de salud y experimentado cada día más la verdad de aquellas palabras: no teniendo nada, todo lo poseen [47] ; digo todo lo que Dios prometió que daría a todos los que buscan [48] ante todo el reino de Dios y su justicia. Porque, si se les dará todo por añadidura a los que buscan ante todo el reino de Dios y su justicia, ¿les va a faltar algo a los que solo buscan la justicia del reino y su reino? ¿A aquellos cuya bendición no es solo algo del rocío del cielo y de la abundancia de la tierra [49] , sino solo del rocío del cielo? Hablo de los que no están divididos, de los que con ambos ojos atienden a lo celestial. Nos conceda esto Aquel que, siendo rico en todas las cosas, se despojó de todo para enseñanza nuestra, Quien, teniendo tanto poder, tanta sabiduría, tanta bondad en la gloria, se sometió no obstante al poder, juicio y voluntad de un hombre bajísimo. Pero basta de esto, que se 57

refiere sobre todo a aquellos que Cristo puede retener en otro grado; a vos os corresponde más propiamente considerar, que, si algún bien tenéis, ninguno os tenga por suyo, ningún bien temporal os pose; todo lo reconduzcáis a Aquel de quien procede cuanto tenéis. Porque, a quien no puede emplearse todo entero en lo único necesario, lo más cercano es ocuparse de que la variedad de cosas de que se ocupa y ha prometido, vayan bien ordenadas, etc. Pero, en realidad, me estoy apartando de lo que había comenzado a tratar, y vuelvo a lo nuestro. Cerca de Vicenza, a una milla fuera de la puerta llamada de Santa Cruz, hemos encontrado un lugar monástico, conocido por San Pedro en Varello [50] , donde nadie habita, y por eso los hermanos de Santa María de las Gracias de Vicenza están contentos de que nosotros estemos allí cuanto nos plazca; así lo hacemos, y estaremos allí algunos meses, si Dios nos lo permite. Así no tendremos excusa si no somos buenos y perfectos, porque Dios no nos falta de su parte. Rogad vos con nosotros al Señor que nos dé a todos la gracia de cumplir su santa voluntad, que es la santificación de todos. Que sigáis bien en Cristo Jesús N.S., quien nos dirija a todos por el camino de la paz, que solo se haya en Él. Por lo que respecta al señor Gaspar [51] , mucho os lo recomiendo, para que si quizá no han sido aún llevados a término negocios suyos que vos podías haber terminado, hagáis, por favor, de tal modo que no le pueda faltar la esperanza, ni pueda pensar de ninguna manera que nosotros somos la causa de que se detenga en Venecia. Vuestro hermano en el Señor †Ignacio†

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11. A BELTRÁN DE LOYOLA. Roma, septiembre de 1539. (Epp., 1, 148-151)

El 29 de noviembre de 1538 había muerto Martín García, el hermano de Ignacio de Loyola. Para la fecha de esta carta ya le había sucedido su hijo Beltrán en el mayorazgo y casa de Loyola. Por tanto, Ignacio escribe desde Roma a su sobrino, como a señor de la casa, dándole los consejos que cree convenientes a su nueva responsabilidad: mirar por el bien de su pueblo, atendiendo a los bienes que han de durar eternamente, no a los vanos, o de los que haya que arrepentirse después. Le recomienda la reforma de la clerecía y la sede que juzga mejor para los estudios de su hermano Millán (Emiliano). Le comunica que ha sido aprobada la Compañía de Jesús por Paulo III y le pide que se interese por ella. Invita además a otros parientes y conocidos a colaborar en la obra de la Compañía. La misma mano de Ignacio interviene en esta carta para darnos una noticia muy valiosa para todo aquel que se interese por determinar cuándo concibió Ignacio la idea de fundar la Compañía. Ignacio había hablado con su sobrino en 1535 sobre «la Compañía que esperaba».

Jesús La gracia y amor de Cto. N.S. sea siempre en nuestro favor y en nuestra ayuda; por cuyo amor y reverencia os pido siempre hagáis que mi esperanza no se pierda, pues a Dios N.S. ha placido que las veces que vuestro padre, que sea en gloria, os quedasen en mi fiducia, y esperar en Dios N.S. es, que su divina majestad os ha puesto, guardándoos hasta ahora, para quietar y reformar mayormente la clerecía de ese pueblo, y así haciendo les mostraréis amor verdadero, y de otra manera amor carnal y pernicioso. Otra vez os pido, por amor y reverencia de Dios N.S., os acordéis cuántas veces teníamos esta plática, y pongáis todas vuestras fuerzas en ello; y como nuestros antepasados se

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han esforzado en señalarse en otras cosas, y plega a Dios N.S. no hayan sido vanas, vos os queráis señalar en lo que para siempre jamás ha de durar, no poniendo alguna fuerza en lo que después nos hemos de arrepentir. Y porque espero que mi esperanza en el Señor nuestro, y en vos como su instrumento, no se frustrará, su divina gracia cooperando, hago punto en esta parte. Aquí he sabido del buen ingenio de vuestro hermano Emilián [52] , y deseoso de estudiar. Holgaría que mucho miraseis y pensaseis en ello; y si mi juicio tiene algún valor, yo no lo enviaría a otra parte que a París; porque más le haréis aprovechar en pocos años, que en muchos otros en otra universidad; y después es tierra donde más honestidad y virtud guardan los estudiantes, y por lo que de mi parte me toca en desear su mayor provecho, yo querría que esta camino tomase, y lo mismo comunicaseis a su madre, y donde Araoz [53] no fuere para allá, habrá personas de autoridad y buena vida que tendrán mucho cuidado de él. De lo que acá por nosotros pasa, sabréis que la cosa que en nuestras conciencias y en el Señor nuestro hemos podido juzgar, y muchas veces juzgar, sernos más conveniente y más necesaria para poner firme fundamento y verdaderas raíces para edificar adelante, ha placido a Dios N.S., por la su infinita y suma bondad, quien esperamos por la su inmensa y acostumbrada gracia tener especial providencia de nosotros y de nuestras cosas, o por mejor decir, de las suyas, pues las nuestras no buscamos en esta vida, que ha puesto su santísima mano en ello; y así, ha puesto contra tantas adversidades, contradicciones y juicios varios, ha sido aprobado y confirmado por el vicario de Cristo N.S. todo nuestro modo de proceder, viviendo con orden y concierto, y con facultad entera para hacer constituciones entre nosotros, según que a nuestro modo de vivir juzgáremos ser más conveniente. De lo cual, más a lo largo, y de todo lo demás, podrá dar entera información Antonio de Araoz que esta lleva, como si yo fuese en persona, porque de él no menos cuenta hacemos que de los mismos que en la Compañía somos, y ha estado en nuestra misma casa al pie de diez meses; y ahora, por cosas a él y a nosotros convenientes, le enviamos por esas partes, que después que haga su jornada, vuelva para nosotros. Por tanto, demás de tener en todo crédito, por amor de Dios N.S. pido le mostréis el rostro que a los servidores de la suma majestad acostumbráis siempre mostrar, y aquel mismo que a mí mostraríais, si presente me hallase; a cuya causa, por ser carta viva, no me alargo en esta. 60

En todas personas vuestras y nuestras devotas pedimos mucho ser visitados, y encomendados en sus oraciones, y ahora más que nunca, por recibir cosa tan ardua sobre nosotros, para la cual llevar adelante ninguna esperanza tenemos en nuestras mismas fuerzas, mas esperando en todo en la suma bondad y virtud divina, con vuestras oraciones y con las de todos los que en su divina majestad nos aman, no esperamos rehusar trabajo alguno, que en su justo y debido servicio sea. Ceso rogando a la su divina majestad, de nosotros y de todos disponga como más le podamos en todo servir, y en todo dar gloria para siempre jamás. De Roma, 24 de septiembre 1539.

Hame [54] parecido en el Señor nuestro, que esta empresa, que seré en declarar, debe ser más propia vuestra por muchas razones, que sé las hallaréis cuando más miraseis y más pensaseis ser más verdaderas. Y porque me acuerdo que allá en la tierra me encomendasteis con mucho cuidado os hiciese saber de la Compañía que esperaba, yo también creo que Dios N.S. os esperaba para señalaros en ella, porque otra mejor memoria dejéis que los nuestros han dejado. Y, viniendo al punto de la cosa, yo, aunque indignísimo, he procurado, mediante la gracia divina, de poner fundamentos firmes a esta Compañía de Jesús, la cual hemos así intitulado y por el Papa aprobado. Por tanto, con mucha razón os debo exhortar, y mucho exhortar, para que edifiquéis y labréis sobre los tales fundamentos así puestos, porque no menos mérito tengáis en los edificios que yo en los fundamentos, y todo por mano de Dios N.S.; digo tamen [sin embargo], cuando se os hiciere o fuere tiempo oportuno, asimismo justo y santo os pareciere, y para ello su santísima gracia os diere. A doña María de Vicuña [55] escribo lo mismo, pareciendo que os podrán ayudar para esto. A doña Magdalena [56] , mi hermana, y el señor de Ozaeta [57] les daréis parte, porque en la carta que les escribo me remito a la vuestra. Si viereis otros algunos que querrán contribuir, por Señor harán que sabrá bien satisfacer y pagar. A la señora de casa me mandaréis mucho visitar y encomendar, y esta por suya reciba. De bondad pobre, Iñigo

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12. A LOS PP. BROËT Y SALMERÓN. Roma, principio de septiembre de 1541. (Epp., 1, 174-179)

Es la instrucción dada por el P. Ignacio de Loyola, General de la Compañía de Jesús (1541), a sus primeros compañeros, Pascasio Broët y Alfonso Salmerón, sobre el comportamiento que han de seguir en la misión recibida como legados del Papa para poner remedio a la situación creada en Inglaterra e Irlanda por las exigencias de Enrique VIII. Debían visitar a los obispos, reformar los monasterios, reanimar a los fieles y tratar a las personas de autoridad. El texto está en italiano. La traducción es mía. El P. Ignacio les proveyó en esta ocasión de otras dos instrucciones. Publicamos aquí esta, que no fue publicada en la las Obras de san Ignacio de Loyola, de la BAC. En ella se muestran particularmente las cualidades de prudencia y experiencia de Ignacio para tratar asuntos públicos en bien de toda la Iglesia; pero también la importancia que daba a que los de la Compañía se comportasen como apóstoles celosos del Evangelio en pobreza y humildad, según su propia vocación en la Iglesia.

† IHS Saliendo de Roma y supuesto que no tendréis que deteneros, no obstante, a causa de algunos defectos que hay en las bulas, daréis parte al Revmo. de Inglaterra [cardenal Reginald Pole] [58] , a quien lo encomendaréis de mi parte, dejando todo en sus manos, tanto la interpretación, cuanto la negociación y el seguir adelante. Si parece al cardenal que vayáis al Papa, llevaréis cartas suyas para el Papa y para el cardenal de Santa Cruz, al menos para el cardenal de Santa Cruz [59] , a quien lo encomendaréis en mi nombre, y si no le parecerá a[l cardenal de] Inglaterra que vayáis al Papa, recibid al menos un testimonio del Cardenal de Inglaterra que os acredite ante 63

Irlanda, para dar fe de lo que en realidad sucede y de la intención de Su Santidad para mostrarlo a los irlandeses, si advierten la fecha. Y, si os parece de todos modos ir al Papa, lo advertiréis al cardenal para que os envíe cartas con los suyos. Durante el camino, se observará el orden siguiente entre los cuatro: Nosotros N. y N. ofrecemos y damos nuestra palabra de ser fieles y no descubrir a persona alguna esta misión de Irlanda, si no fuese forzados por la justicia, o a todos o a la mayor parte de nosotros no parecerá otra cosa, exceptuados Jerónimo Domenech [60] y Francisco de Estrada [61] , a quienes lo diremos en París y después cada uno firmará. En París estaría bien no parar en la Universidad, sino en la ciudad, y, si fuese posible, no ir a ver los colegios; al menos, si no fuesen disfrazados: es decir, apeados con el compañero, avisar (en secreto) a Domenech y a Estrada, y después de descubrirles porqué negocian, llamar a todos los compañeros el día que os queráis marchar, o a algunos que os parecerá, y hablarles en vuestra residencia, teniendo una comida o una cena, confiándoles, en secreto, que salís de París para ir a Escocia. Al final, dando parte también, si os parece, al Picard [62] , y, allí se podrá pensar si estaría bien hablar al rey de Francia o no, por algún favor que desee al de Escocia, según se usa con los ingleses, decidiendo lo que sea más seguro, si hay algún impedimento de ser descubiertos o algún otro peligro. En París será de más edificación darles alguna cosa, que demostrar necesidad alguna, pequeña ni grande. En el vestir ser parecidos los dos, al menos en lo que lleváis de fuera. Después de tener el aviso de embarcar, os podrá ser útil ocupar un lugar a propósito; más bien acercaos al puerto seis o siete millas, y tomad una residencia, llevando algún compañero francés o español, u otra persona fiel, para que vigile en el puerto hasta que la nave vaya a partir, a fin de que inmediatamente que se haga la provisión, los tres se embarquen. Llegando a Escocia y hablando al rey, podría ser conveniente pedirle una carta de recomendación a los irlandeses para que seáis bien recibidos, y estaréis en su corte hasta que llegue la respuesta; con esto y con escribir una carta los nuncios, enviar un legado a Irlanda; y, si fuese posible, que ese nuncio fuese enviado de parte del rey para tener más autoridad y ligamen con el rey, o de otro modo, como mejor sea posible. 64

Entretanto que llega la respuesta, con toda diligencia posible, poneos a confesar, dar ejercicios y otras predicaciones, y que Salmerón tenga un sermón en latín, lo más pronto posible, después de estudiarlo con espíritu. Parece que sería conveniente que el rey de Escocia fuese informado de nuestro modo de proceder; mayormente sobre las misiones, no tomando nada para vosotros; los bienes que os den, ponedlos a disposición de persona de bien, para que se reparta indiferentemente en los hospitales, entre los pobres, y otras obras pías, según que a ellos parezca para más servicio y gloria de Dios N.S. Al despediros, si han procedido las cosas en el Señor nuestro, pedid gracia al rey, que tenga en la corte una persona encargada de recibir todas las misivas que escribiréis de Irlanda para París y para Roma, al igual que las que lleguen de París y de Roma. Que pague todos los costes, informándoos muy bien en Escocia de los banqueros, por qué otras vías se puede tener dirección a la cual escribir, para París. Cuanto al andar poco o mucho, las residencias, el comer, el beber, gobernaos por M. Francisco [63] en el viaje, puesto que el Señor os favorece en eso y para eso. Embarcar en un puerto o en otro, en este tiempo o en otro, en despertar a este o al otro, hablar con este o con aquel, y así en otras cosas que conciernen a los nuncios, [decidid] a mayoría ente los tres; finalmente, en todo en lo que el enemigo podría sembrar discordia, a mayoría. En cuanto a hablar con príncipes o con otras personas que os conocen por nuncios, dejarlo a Pascasio; y después, consiguientemente, si parecerá hacer otra cosa, siempre a mayoría de votos. Durante los viajes nos escribiréis con mucha diligencia, con frecuencia: de dónde saldréis, del cardenal de Inglaterra, de dónde está el Papa, de Lyon de Francia, de París, de dónde os embarcaréis, de Escocia, y luego de Irlanda; y, además, el primer día de cada mes, o dos o tres días antes, de dónde os detendréis, con mucha diligencia y por duplicado. La primera vez, escribid a los cardenales de Inglaterra, Brindez [64] , Santa Cruz y Carpi [65] , y en hoja separada siempre todas las noticias, para que copiándolas nosotros, podamos enseñarlas a ellos y a los demás que queramos; y, si no es molesto, escribidle a ellos mismos. Item, las cartas dirigidas a ellos, las podréis mandar aparte con el sello y cera, o cerradas, y sus copias las enviaréis, viniendo en envoltorios, a nosotros. 65

En las cosas principales, narraréis la historia de los hechos para mayor edificación. Otras noticias o prédicas, teniendo en cuenta que se enseñarán a otros, que quieren, en sustancia más obras, que pocas con muchas palabras, si la materia no requiriese demasiado. De otras cosas escribiréis a mano. La carta, o noticias de edificación, vendrá sobre los envoltorios cerrados, cerrando luego, con otra cubierta, todo el envoltorio, que dirá: Para maestro Jerónimo en París; quiero decir: que los envoltorios vengan por París, para que maestro Jerónimo pueda leer solamente aquella carta y mandármela después con los envoltorios. Podréis escribirnos por tres vías, es a saber: por la residencia del predicador del rey [66] ; por Vizcaya, al señor de Loyola en la villa de Azpeitia, que es de la provincia de Guipúzcoa; por Escocia, y esto parece que pude ser más conveniente y más asiduamente. Pondréis diligencia en las misas de Guidiccione [67] , enviando a decir cuántas, cuando escribáis. Si yo tuviese que llevar adelante la empresa que vos lleváis, en llegando a la ciudad donde debiésemos residir, [tras] comer, cenar, dormir, en ese mismo día o el 2.º, o después de ser recibidos por nuncios (inmediatamente o al día siguiente), superado todo impedimento, antes de ser provistos, si os sobrasen algunos dineros de los que os fuesen dados, habiendo distribuido parte entre pobres, parte para vestir y calzar por los fríos y diversidad de los países, los pondría en depósito. Pedir limosna por las puertas por amor de Dios N.S. un día o dos, y después según lo que el Señor os dará [a entender]. Esto lo refiero a los nuncios solamente, M. Francisco [68] podrá hacer según lo que tendrá por devoción y amor en Dios N.S. Si viesen aparte iglesia o casa, evitad cuanto podáis que habiten mujeres en ella, ni jóvenes ni vieja. Igualmente, no tengáis mula ni caballo, y procurad tener algún español o francés, que sepa la lengua del país. Procurad siempre la conveniente sencillez en la presentación de vuestra persona, [y]en el comer. En cuanto a las misiones, quitando la mitad o la tercera parte de la tasa acostumbrada, más o menos, según os parecerá mejor, sin tomar en vuestras manos, ni en vuestro poder, dinero alguno, pondréis toda la cantidad que os darán en toda clase de misiones, en manos y poder de algunas personas de ese lugar, que parezcan más seguras y piadosas, para que ellas lo distribuyan indiferentemente entre 66

pobres, y finalmente en todas las obras pías, como mejor les parecerá a ellos en mayor servicio de Dios N.S. Item, en caso de que esas personas quisiesen manteneros con seguridad por aquellos dineros o parte de ellos, evitad tomar dinero en vuestras manos ni en vuestro poder; pero como necesariamente habéis de atender a vuestra necesidad por amor de Dios N.S. de algún modo, y pedir por las puertas o por donde os quieran dar por Su amor y reverencia, ellos y otros podrán proveer cómo y en el modo que les parecerá servir más a Dios N.S. Item, si tales personas se negaran a que se ponga lo que den en poder de otro que no sea de la Compañía, a fin de que ellos den cuenta de lo que gasten, de modo que la Compañía no tenga que recibir ni dar cuenta alguna, si no fuese cuando de otra manera no tuviesen que pedir por las puertas: «gratis accepistis, gratis date» [lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis] [69] .

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13. AL P. SIMÓN RODRIGUES. [Roma, a mediados] de 1542. (Epp., 1, 206-210)

Los dos primeros jesuitas llegados a Lisboa fueron los PP. Francisco Javier y Simón Rodrigues. Causaron tal impresión en el pueblo que los llamaron «los apóstoles». El rey Juan III desde entonces les mostró todo favor y protección, y apoyó la iniciativa de un colegio en Coimbra, de donde salieran misioneros jesuitas a las Indias orientales y occidentales. En esta carta (copia del original, con correcciones del P. Ignacio) se advierte el dinamismo extraordinario de vocaciones suscitado por la Compañía y las normas prudentes para su formación conveniente seguidas por el P. Ignacio. Por otra parte, la familiaridad y delicadeza de su trato con los compañeros, dejando siempre en su gobierno la capacidad de discernir el modo de llevar a cabo sus indicaciones a los que directamente habían de ejecutarlas. Es interesante la previsión ignaciana sobre la perseverancia de los estudiantes de la Compañía y sobre las causas del porcentaje de abandonos o salidas.

† IHS Esteban [70] partió sano de aquí cuando fue para allá, no es maravilla haberse adolecido en camino tan largo y tan trabajoso. Supuesto que la sospecha de su enfermedad fue casi publicada, mucho me ha parecido bien la providencia que de él tuviste. Él ha venido bueno y con salud a nuestra casa, donde estará hasta que de él podamos disponer. De Villanueva y de Jácomo [71] creo ya estaréis más satisfecho; y aunque Villanueva parezca un poco de edad crecida, sin principios de letras, cuanto más le tratareis le juzgaréis para más. Yo para conmigo me persuado que es una de las buenas piezas de allá y al fin me remito. 68

Ya por otra parte os escribí como Ángelo, Esbrando [72] y otro eran partidos de París para allá, asimismo como a los veinte y ocho de abril se partieron de aquí para allá Santa Cruz, Hércules, Nicolao, Coduri y Antonio de Parma [73] . De ellos tenemos letras que pasaron buenos por Parma. Todos ellos han dejado muy santo olor y mucha buena edificación en esta casa, y el que menos entiende de ellos, a mi parecer, es medio gramático. Yo, hasta ahora, en parte me he gobernado porque Mtro. Francisco [Javier] me escribió, de parte de los dos, que si os enviase algunos estudiantes, que allí no les faltaría cuanto hubiesen menester, y que más sería bueno que tuviesen principios de gramática; así, entre dieciséis que os hemos enviado de París y de aquí, solo os hemos enviado uno o dos sin principios, teniendo otros equivalentes (salvo meliori iudicio) [si no hay parecer mejor]. Por donde, pudiendo ser digno de venia, si así juzgareis, haré la enmienda que me mandareis. De aquí adelante, por amor de Dios N.S. os pido que más a menudo me escribáis, porque no hagamos nuevos yerros para adelante, escribiendo claro que no os envíe estudiantes, o que os envíe tantos y tales; que si yo primero fuera avisado lo que por Rojas [74] y sus compañeros ha pasado, no me hubiera tanto alargado. Tamen, según Dios N.S. dispone y hace, siendo vos solo instrumento, espero en la su divina majestad que todo sucederá in melius [cada vez mejor] cerca enviar estudiantes. Hasta ahora hemos tenido el discurso que se sigue. Si alguno es rico, lo enviamos a París, para que pueda ayudar a sí mismo y a otros algunos; porque allá no tenemos socorro de otras personas señaladas para ayudar en los estudios; y de esta manera han ido allá algunos, y han sido solícitos en sustentar a los que no pueden ni tienen. Al que le hemos conocido (aunque de mucho ingenio) no así sosegado ni en todo quieto, hemos querido siempre enviar más a París que a Portugal, de modo que, según nuestro poco entender, salvo semper meliori iudicio, nos ha parecido más conveniente enviar para donde estáis los que hemos podido juzgar más mansuetos, más constantes y más seguros, porque allá haciendo algún desconcierto, no diesen con todo en tierra en lo que resta. Aun, entre los que enviamos, hemos procurado y procuraremos que sean de alguna apariencia interior y exterior, es a saber: secundum intellectum et secundum faciem [según el entendimiento y según la cara]. Y, por ser tan difícil hallarse en cada uno estas tres partes, bondad, entendimiento y presencia corporal, no hacemos todo lo que deseamos; mas haciendo lo que podemos en el Señor nuestro, 69

esperamos que, siendo buenos, con los largos estudios se ayudarán aun en los naturales, que, bien considerando, de sesenta que anden por los estudios, no será poco que sean veinte para la Compañía; porque, quiénes morirán en tan largo tiempo; quiénes cobrarán grandes enfermedades, como acaece; quiénes retrocederán de sus propósitos, como en todas congregaciones suele, máxime en los que van a los estudios, que aún no son de congregación alguna ni tienen aquella orden de vivir que en la obediencia se acostumbra, como ha parecido en experiencia, que algunos de los que estaban en París han tornado atrás, entre los cuales es uno Carvajal [75] , el cual, sin licencia nuestra, después de algunas hazañas suyas, no queriendo estar más allí, viene para acá, diciendo que tiene algunas cosas de su conciencia para comunicarme y hacer lo que le mandare. Y así, desde Bolonia me ha escrito que en París tenía gran deseo de verme, y que ahora teme las rep[r]ensiones que yo le haré, y que aun holgaría que le enviase a mandar que se tornase a París. Yo espero que será aquí dentro de tres o cuatro días, y no me puedo bien determinar lo que haga de él, es a saber: tomarle o dejarle. Yo para conmigo me persuado, que con cuantos han allá de París para estudiar, y con cuantos hemos enviado para allá, no hemos pasado tanto trabajo como con este solo. Por tanto, mirad si sois bien librado, que símiles no os enviamos. Cerca nuestro modo de vivir et panem nostrum quotidianum [y el pan nuestro de cada día], parece por gracia de Dios N.S. que en todo abundamos; mas de lo que podemos no usamos; y siendo nuestro tratamiento del modo que cuando vos estabais aquí en casa, no somos notados de más ni de menos, ni en casa ni de fuera, si yo no me engaño, aunque esta cuaresma pasada hice un poco alargar a Pedro Codacio [76] , por parecerme que mucho se acortaba del tiempo que vos y Rojas y nosotros éramos juntos. Cerca el enviaros estudiantes, por amor de Dios N.S. os pido que me escribáis largo, claro, y hasta cuántos y cuáles os parecerán que sean, porque yo cuanto pudiere con vuestro parecer me conforme en el Señor nuestro; cerca los cuales mucho deseo los hicieseis fundar mucho bien en latín, y después en sus cursos de artes enteramente, sin hacer quiebra alguna. Cerca el impedimento de las Indias, si yo me engaño, y si no fuese error de pluma, lo que escribí fue como a mi ánima misma; si otra cosa pareciese, lo que no puedo asentir, holgaría que me enviaseis la carta, o lo que se os acuerda que escribí; que, dando yo mis razones, vos mismo seréis el juez para determinarlas; y viendo ser justo, 70

mandando a hacer enmienda honorable, si oportuerit [si fuera necesaria], que si hasta ahora he sido más vuestro que mío, mucho más lo soy ahora, y mucho más espero ser adelante en el Señor nuestro. Según que os escribí, que hablaría al Papa, a Santa Cruz [77] , a Burgos [78] , a don Miguel [79] , a Madama [80] y que escribiría a Poggio [81] , así lo he hecho; y de todo por gracia de Dios N.S. he quedado mucho contento. Y ahora di orden que Madama y el Card. de Burgos escribieran para allá, y que Mons. de Bérgamo [82] los fuese a hablar, el cual llevará las cartas, según he dado orden con todos. Con tanto, en ir su persona por nuncio, y la vuestra en estar allá en nombre de todos los vuestros de acá, me parece quedar descansado y si[n] la ansia o cuidado primero, esperando en Dios N.S. que en todas cosas obrará allá de su mano. Cerca la bula y recogimiento que pudierais hacer, según lo que os escribí, con todos los adherentes a esta parte, donde va Mons. de Bérgamo, parece que en todo será excusado, y, por tanto, si os pareciere, será mejor que pase en silencio: que de nosotros a un tan bueno y tan justo prelado es muy especial obligación de corresponderle como personas inferiores a los que son superiores in Ecclesia Christi. En todo lo que resta, a Mtre. Laínez me remito.

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14. A JUAN III, REY DE PORTUGAL. Roma, 8 de marzo de 1543. (Epp., 1, 243-246)

Agradece al rey de Portugal, Juan III, con sentidas expresiones de agradecimiento la protección que ha dispensado a la Compañía y su gran benevolencia hacia ella. Lo felicita por las bodas que ha concertado, que le ponen en relación más estrecha con Carlos V. Alaba finalmente la elección que ha hecho de sus agentes reales en Roma. Es carta autógrafa.

† IHS Señor nuestro en Cristo Jesús.

La suma gracia y amor infinito de Cristo, nuestro eterno Señor, salude y visite a S.A., siempre conservando y aumentando en su mayor servicio, alabanza y gloria.

Muc[hos días] han pasado que esto mismo hacer deseaba, si mi poco ser y menos valer [no] me estorbara. Ahora, tomando algunas fuerzas en el Señor nuestro, siendo movido por Francisco Botello [83] (el cual, no solo en las cosas mayores, mas aun en las menores, así en su enfermedad como en salud corporal) siendo tanto deseoso y solícito en el justo y debido servicio de V. A., he tomado alguna ocasión para escribir esta, y escribiendo no puedo que no me goce en el Señor nuestro, haciendo infinitas e incesables gracias a la su divina y eterna bondad, considerando cuánto por nosotros, indignos de ser nombrados, haciendo y continuo manifestando, hace por la su infinita y suma bondad, eligiendo a V.A. por su señalado y fiel instrumento para el tal efecto. Por una parte, si

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Pablo plantaba y Apolo regaba [84] , por la otra parece que V.A. p[lan]ta y riega; porque haciendo todo, en todo haya mérito en el Señor nuestro. ¿Cuándo nosotros merecimos que en tiempo de nuestras mayores contradicciones en Roma, V.A. de nosotros muy indignos se acordase? ¿Siendo tenido por seductores, que por fieles nos pidiese? ¿De quién, o por qué mérito viene a nosotros, siendo tan bajos y tan abatidos en la tierra, que, llegando algunos de los nuestros en Portugal, por V.A. [tanto] fuesen [fa]vorecidos, alzados y en tanta estima puestos? ¿De dónde finalmente puede caer o venir tanto maná y con tanta afluencia sobre esta mínima Compañía, siendo tanto inútiles y sin haber servido ni en el cielo, ni en la tierra? Mu[cho en verdad] me consuelo, y me gozo mucho en el Señor en hallarme en todo ligado [y muy si]empre obligado; porque en sentir y deber tanta inestimable deuda [como a Dios] y a V.A. en su lugar tenemos, parece nos asegura para no poder caer [en] ing[ra]titud alguna. Así, en todo creo y, sin poder dudar, espero en el Señor nuestro, que por la su infinita y suma bondad, de la su parte remunerando en todo a V.A., así en el cielo como en la tierra, se dignará en darnos su acostumbrada gracia, así a los presentes como a los por venir de esta Compañía, para que de la nuestra, si algunos nuestros sacrificios, oraciones y otras cualesquier acciones fueren aceptas delante de su divina y eterna Majestad (como en la soberana y suma bondad esperamos), V.A. tenga y posea enteramente parte en ellas, conforme al todo que V.A. siempre hace por ella, pagándole en todo su divina clemencia, con sus santísimas consolaciones y espirituales bendiciones, para que en su divino servicio, alabanza y gloria siempre le haga andar adelante; porque con su eterno favor y auxilio, ningún enemigo pudiendo prevalecer en esta vida presente, ni en la otra por venir, pueda esperar entera paz en el cielo y en la tierra. Para lo cual como no poco ayuda la buena y santa compañía, siempre perturbando y estorbando la mala, intensamente nos hemos gozado en el Señor nuestro en sentir los tan saludables casamientos [85] que V.A. ha ordenado, siendo más obra divina que humana, para tanto bien de muchos, y para más reposar y asegurar esos reinos, en los cuales parece que el Señor nuestro tanto reluce, cuanto por otras partes en todo se oscurece. Plega a la altísima y santísima Trinidad, por la su infinita y suma bondad, dando a V.A. entero gozo espiritual de lo que así tan santamente consultando ha instituido, por las sus misericordias infinitas dignándose y condoliéndose, quiera mirar sobre su pueblo cristiano y tan caramente comprado, volviendo tanta tempestad en

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bonanza, y tantas calamidades en gozos espirituales, en el su mayor honor, alabanza y gloria. Cuanto a lo que V.A. demanda alguno [o] algunos de nosotros, mucho indignos, para mayor servicio divino y aumento de hacernos siempre mercedes, siendo partido el Papa para Bolonia cuando acá llegaron las letras de V.A., solo fue posible poner algunos medios al presente, para que, con mayor facilidad se pudiese impetrar lo que por V.A. se demanda y por nosotros se desea. Cuanto a los negocios de la santa inquisición y de los otros adherentes, se puede excluir el rengraciar en todo, no cayendo debajo de mérito alguno, parte por ser tan débiles y tan pocos nuestros servicios en el señor nuestro, parte porque en todo somos obligadísimos a V.A., si alguna cosa en su debido servicio emplearnos pudiésemos, siendo a nosotros crecido beneficio y merced mucho señalada, así quedando nosotros en solos deseos. Para siempre sean incesables gracias a la su divina y eterna majestad, que las cosas van hoy en día tanto en orden y en modo tan bien guiadas y enderezadas, que parece que nuestro Señor pone su mano, con instrumentos tan propios, necesarios o convenientes, cuales V.A. tan bien ele[gid]os ha enviado en esta tierra, quién en el poco tiempo que ha tenido, quién en el [mayor] que ha podido, con tanta destreza y diligencia, que caminando con mucha [seguridad], yendo todos en seguro punto. Ceso rogando a Dios N.S., por la su infinita y suma bondad nos quiera dar su gracia cumplida para que su santísima voluntad sintamos, y aquella enteramente cumplamos. De Roma, 8 de marzo de 1543. De V.A. perpetuo y humildísimo siervo en el Señor nuestro, Íñigo

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15. AL P. NICOLÁS BOBADILLA. Roma, 1543. (Epp., 1, 277-282)

Esta carta es autógrafa del P. Ignacio. Corresponde al deseo ignaciano de comunicación frecuente entre los miembros de la Compañía (Const., n. 673), para fomentar la unión de caridad, el conocimiento mutuo, la edificación espiritual y la obediencia en la misión recibida. Con gran humildad y afecto paternal, el P. Ignacio responde a Bobadilla, que, con su libertad y sinceridad características, le había manifestado su disgusto por las disposiciones prudentes dadas por el P. Ignacio sobre el modo de comunicarse por escrito, entre ellos o con los demás. En el fondo, le reclama a la obediencia con afecto y celo sincero, a la vez que le manifiesta su flexibilidad a aceptar el modo de escribir que escoja Bobadilla y su disponibilidad a obedecer lo que disponga la decisión de la Compañía, si quiere dar a otro la responsabilidad de su cargo de General.

† IHS La suma gracia y amor eterno de Cristo N.S. sea siempre en nuestro continuo favor y ayuda.

Dado que por la su infinita gracia más disposición halle en mí para bajarme en todo, que excusarme en parte, pareciéndome mayor gloria suya, pensé usar de todo. 1.º Cerca alguna corrección fraterna entre nosotros, que yo pensé hacer a mayor gloria de Dios N.S., afirmáis entender mi ánimo, mas os parece que todos no entenderían en vuestro sentido y sinceridad. Yo entiendo todos, es a saber, los de la Compañía

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nuestra, porque para ellos solos he escrito; si tamen algunos de ellos, sintiereis que no tomen con aquella sinceridad y puridad de alma, siendo avisado, espero en el Señor nuestro que en todo me conformaré con ellos y con cada uno de ellos a todo vuestro placer y de ellos. 2.º Declarando que las palabras del hablar y escribir son muy diferentes, mostráis ser imposible que yo corrija todos los estómagos con el mío. Me acuerdo haber escrito que la carta principal se escribiese dos veces, es a saber: una vez escrita y corregida, tornándola a escribir o dándola a copiar, por evitar los inconvenientes del desconsiderado escribir, como me parecía que en esto algunos de nosotros faltábamos, y que así haciendo todos y yo el primero (porque siento mayor necesidad), nos podríamos más ayudar en el Señor nuestro. No he querido ni quiero decir que quien tiene un frasis, escriba en otro; ni que quien tiene habilidad para un grado, escriba por dos; que si a mi poco y bajo entendimiento natural no puedo aumentar por un grado, mal podría ensalzar a los otros (como el dar mucho o poco sea de nuestro Criador y Señor), mas que cada uno escribiendo una vez la carta principal, y, aquella corregida, tornándola a escribir o haciéndola copiar, que con esto cada uno de nos-otros hace pago con otro; porque yo ni ninguno pudiendo dar a otro más de lo que tiene, con esta diligencia da cada uno mejor dado lo que tiene de su Criador y Señor; con esto parece que yo no pretenda ser predicamento tanto generalísimo. 3.º Os parece asaz bueno el sumar o abreviar vuestra letra, para hacer solamente copias, no tamen para dar razón acá por extenso, como lo deseamos. Bien sabéis que yo os escribí, y en todos nos-otros es este concierto, que en la carta principal se escriban las cosas que fueren de edificación alguna, según que Dios N.S. obra por cada uno en provecho espiritual de las ánimas; y si otras cosas quisieren informar, de nuevas de enfermedades, de necesidades, o de otras cosas símiles, escriban cuanto quisieren largo en hijuelas, o en otra carta por sí. 4.º A lo que decís, que en la copia de vuestra letra os escribí diciendo: «procuro de expedir mi tiempo», donde había de decir «expender mi tiempo», si bien mirasteis la vuestra letra, de mi mano está escrito «expender» y no «expedir»; y con esto puede estar que el que la trasladó acá, haya dicho «expedir» por «expender», por no la haber yo corregido, confiándome en otro y no siendo carta principal para mostrar a ninguno. Yo me doy por tan culpado, cuanto juzgareis ser digno de culpa en el Señor nuestro. 76

5.º Cerca la falta que notáis en el sobrescrito de la carta que os escribí, diciendo: «En el palacio del rey de los romanos», es verdad que yo escribí, creyendo que en el palacio, que es una casa donde frecuentáis, seríais más conocido que en toda la corte, como se extienda por toda la ciudad y villa; y consequenter faltando por decir «de los romanos», pondré de al adelante: «En la corte del rey de romanos»; y, si de esto se reían todos, como decís, yo pensara que viendo algunos se reían, que a todos no lo mostrarais. Recibiré en mucha gracia en el Señor nuestro que aun estas les mostréis, porque enmendándome en la otra, también esta me pueda enmendar, que este es mi deseo en esta vida: ser enderezado y corregido en todas mis faltas, haciéndome fraterna y amorosa corrección de todas ellas, como me acuerdo que a toda la Compañía, luego después que hicisteis profesión, lo pedí y rogué con mucha instancia, que en todas cosas que viese cada uno que yo faltaba, haciendo primero oración a Dios N.S., y consultándolo con la su divina majestad, fuese en representarme mis faltas, porque yo me pudiese ayudar y enmendar en el Señor nuestro. 6.º A lo que os parece que no pierda el tiempo en corregir cosa de tan poca sustancia, y que algunos que no me conociesen podrían pensar que no tengo en qué emplear mi tiempo, atento que sobre muchas veces hablado y concertado entre nosotros, os escribí largo, rogándoos mucho que la carta principal escribieseis dos veces, de la manera y por los inconvenientes que arriba dije, y que, si no hacíais, yo sería forzado, mirando el provecho espiritual común y mi conciencia, aunque mucho contra mi condición, mandaros en obediencia; y, como recibiendo mis letras y respondiéndome con asaz edificación y contentamiento, después por las otras primeras me escribisteis contrario de lo que yo tanto os pedía y os rogaba en el Señor nuestro, escribiendo en la vuestra carta principal muchas nuevas de las cosas de allá, las cuales viniendo por sí en otra carta o en hijuela nos gozáramos todos con ellas, como con cosas vuestras, y que teníais un poco de sarna que os mataba, lo que pudiera venir en hijuela por sí, como estas cosas estaban concertadas muchas veces entre nosotros, para dar a cada uno tal manjar cual el gusto y todo ad bonum [para bien]; porque muchos amigos y conocidos nuestros, sabiendo que tenemos letras de algunos de la Compañía, las quieren y se huelgan de ver, si no las mostramos pidiendo ellos, los hacemos extraños; si las mostramos, viniendo sin orden alguna, se desedifican; dado que yo no era tan intenso a corregir las palabras de vuestra letra, como al desear vuestra perfección entera, si tamen

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en humillaros y en obedecer a aquel, en cuyas manos hicisteis voto de obediencia, mayormente en cosas buenas o indiferentes, sin pecado alguno, consiste alguna parte de ella; por tanto, creyendo hasta ahora que en expender en esto alguna parte de mi tiempo fuese a mayor gloria de Dios N.S. y a mayor fruto espiritual de nosotros, pareciéndoos el contrario, me podré conformar en adelante con lo mejor sintiereis en el Señor nuestro, porque no menos pienso ganar con vos en la su divina majestad, que con cualquiera de todos los otros. 7.º A lo que decís: «Creéis que todos se edifican de esta copias vuestras. Yo pocas muestro y pocas leo, ni tengo tanto tiempo; que de lo superfluo de vuestra carta principal se pudieran hacer dos cartas»; cierto, nunca pensé que a todas las mostrarais, ni que todos se edificaran; mas pensé a pocos, y aquellos tomarían a la mejor parte, como hasta ahora de todos los otros, a los cuales yo he escrito esa misma carta principal, he sentido que han tomado (si tamen no me engaño por sus letras); y hasta el doctor Ortiz [86] y su hermano Fr. Francisco [87] , y el doctor parisiense Picardo. Y que vos, no dignándoos de leer mis letras, os falte tiempo para ello, a mí, por gracia de Dios N.S., me sobra el tiempo y la gana para leer y releer todas las vuestras. Y porque vos leáis las mías, todo lo superfluo que os pareciere quitando, acomodándome cuanto yo podré en el Señor nuestro, teniendo vuestro parecer, pondré estudio en ello; y así haré circa todos los otros, a quienes he escrito siendo de vuestro parecer, que se agravan de superfluo, si me dais aviso de ello; porque con costa de trabajo y tiempo, sería muy grande error mío displacer a ninguno sin provecho alguno. Por tanto, yo os pido por amor y reverencia de Dios N.S. me escribáis el modo que os pareciere mejor que os escriba, por mí o por otro, para que yo, no errando, os pueda placer en todo; porque entretanto, no sabiendo por dónde acertar, esperaré vuestras letras, o haré escribir a otro, como sintiere a mayor vuestro contento. Y también, pues sabéis de mi parte lo que tanto deseo, por el mismo amor y reverencia de la su divina majestad, os pido me escribáis siempre lo mejor que pudiereis, según que por muchas veces os he pedido y rogado y ahora, de nuevo, os suplico en el señor nuestro, pareciendo que no puedo impetrar lo que tan intensamente pido por hallarme en todo indigno, o como quiera que más o mejor os placerá. Siendo contenta la Compañía o la media parte de ella, yo os doy mi voto, si algún valor tuviere, y os ofrezco de mucha buena voluntad y con mucho gozo de mi ánima el cargo que yo tengo; y no solamente os elijo, como digo, mas si otra cosa os pareciere, me ofrezco a lo mismo

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para elegir a cualquiera que vos nombrareis, o que cada uno de ellos nombrare, creyendo que, cuando así fuere ordenado, será en todo a mayor servicio, alabanza y gloria de Dios N.S. y a mayor solaz espiritual de mi ánima en la su divina Majestad; como es mucho verdad, que, absolutamente hablando, yo deseo, quedando bajo, restar sin este peso. Y así en todo y portado, deponiendo mi poco juicio, siempre tengo y espero tener por mucho mejor lo que vos mismo, o la Compañía, o parte de ella, según que está declarado, determinare; lo cual, así determinado, por esta de mi mano escrita, apruebo y confirmo. Interim, hablando de vuestra provisión corporal allá, dado que muestra profesión sea ofrecer nuestras personas para que seamos enviados a donde quiera que el vicario de Cristo N.S. pareciere, y como le pareciere, sin demandar nosotros provisión alguna, yo, juzgando que me era lícito, hablando por otros, mostrar o asomar vuestra necesidad allá, para que en el proveer o no proveer hiciesen como más a gloria de Dios N.S. les pareciese, conforme a lo que me escribisteis, hablé al cardenal de Santa † [Cruz] y también al cardenal Morón. Con esto yo estaría muy contento estando allá y tomar lo necesario de cualquiera mano, que de Dios N.S. sintiese venir; y cuando algunas veces pareciese faltar, creería que Dios N.S. es servido en bien probarme, para más merecer en su mayor servicio, alabanza y gloria. En esto no tendré por qué me alargar, porque pienso conocer vuestro ánimo para mucho más adelante en el Señor nuestro. Yo me he detenido en escribiros, por no saber dónde os hallaríais, atento a lo que me escribisteis de los baños, no sabiendo dónde iríais a parar. Plega a Dios N.S. con entera salud de vuestra persona os halle esta, adonde y como más le podáis servir, y alabar siempre su santísimo nombre.

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16. A JUAN III, REY DE PORTUGAL. Roma, 15 de marzo de 1545. (Epp., 1, 296-298)

Ignacio de Loyola narra al rey la verdad de todas las veces que ha sido procesado por la Inquisición y de todas ellas dejado libre. Quiere evitar los daños que puedan seguirse a la Compañía por los falsos rumores que se hubieran divulgado y hubieran llegado a oídos del rey. Finalmente le pide que dé licencia al P. Simón Rodrigues para que vaya a Roma, donde le desean y esperan para asuntos importantes de la Compañía y del servicio de Dios.

La suma gracia y amor eterno de Cto. nuestro Señor a V.A. salude y visite. Amén.

No con pocas conjeturas y señales, el Señor nuestro lo sabe, me persuado que, si no han llegado, llegarán a oídos de V.A. algunas cosas por mí pasadas, siendo más de mi Señor que mías, a quien sea gloria para siempre; en las cuales deseando siempre gloriarme, no en mí, sino en mi Criador y Señor, me pareció avisar primero o postrero a V.A. tanto cristianísimo, siéndole nosotros para siempre obligadísimos de todas ellas, aunque en breve, avisar. Volviendo de Jerusalén, en Alcalá de Henares, después que mis superiores hicieron proceso contra mí, fui preso y puesto en cárcel por cuarenta y dos días. En Salamanca, haciendo otro, fui puesto no solo en cárcel, mas en cadenas, donde estuve veinte y dos días. En París, donde después fui siguiendo el estudio, hicieron otro. Y en todos estos cinco procesos y dos prisiones, por gracia de Dios, nunca quise tomar ni tomé otro solicitador, ni procurador, ni abogado [sino a Dios], en quien toda mi esperanza presente y porvenir, mediante su divina gracia y favor, tengo puesta. Después del proceso de París, donde a siete años, en la misma universidad hicieron otro, en Venecia otro; en Roma el último contra toda la Compañía. En estos tres postreros, por ser yo ajuntado

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con los que son de la Compañía, más de V.A. que nuestra, porque no se siguiese ofensa a Dios N.S. en difamar a todos [l]os de ella, procuramos que la justicia tuviese lugar. Y así, al dar de la última sentencia se hallaron en Roma tres jueces que hicieron proceso contra mí: el uno de Alcalá, el otro de París, el otro de Venecia. Y en todos estos ocho procesos, por sola gracia y misericordia divina, nunca fui reprobado de una sola proposición, ni de sílaba alguna, ni desde arriba ni fui penitenciado, ni desterrado. Y, si V.A. quisiese ser informado por qué era tanta la indignación e inquisición sobre mí, sepa que no por cosa alguna de cismáticos, de luteranos, ni de alumbrados, que a estos nunca los conversé ni los conocí; mas porque yo, no teniendo letras, mayormente en España, se maravillaban que yo hablase y conversase tan largo en cosas espirituales. Es verdad que el Señor que me crio y ha de juzgar para siempre me es testigo, que [por cuanta] potencia y riquezas temporales hay debajo del cielo, yo no quisiera que todo lo dicho no fuera pasado por mí, con deseo que mucho más adelante pasara, a mayor gloria de su divina majestad. Así que, mi señor en el Señor nuestro, si algunas cosas de estas allá llegaren, con aquella inmensa misericordia y suma gracia que su divina majestad ha dado a V.A. para más servirle y alabarle, se pare a reconocer sus gracias, y sepa distinguir lo bueno de lo malo, aprovechándose [de] todo; que cuanto mayor deseo alcanzáremos de nuestra parte, sin ofensa de prójimos, de vestirnos de la librea de Cto. nuestro Señor, que es de oprobios, falsos testimonios y de todas otras injurias, tanto más nos iremos aprovechando en espíritu, ganando riquezas espirituales, de las cuales, si en espíritu vivimos, desea nuestra ánima en todo ser adornada. Viendo el deseo grande que los nuestros de acá tienen de ver a Mtro. Simón, y siendo mucha necesidad de proveer en algunas cosas que a la Compañía mucho tocan, humildemente suplicamos a V.A. por gloria divina le quiera dar grata y amorosa licencia, así como S.S. le ha dado; porque de su venida acá, y de otros algunos que esperamos ajuntarnos, espero que la divina majestad sea servida y V.A., de quien esta Compañía es más suya que nuestra. Y la serenísima reina, esta recibiendo por suya, en la su mucha gracia y oraciones humildemente me encomiendo en el Señor nuestro, que Él, por su infinita bondad nos quiera dar su gracia cumplida, para que su santísima voluntad sintamos y aquella enteramente cumplamos. De Roma 15 de marzo de 1545.

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De V.A. humildísimo y perpetuo siervo en el Señor nuestro, Ignacio

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17. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Roma, fines de 1545. (Epp., 1, 339-342)

En esta fecha aún vivía la esposa de Francisco de Borja, y se encontraba dedicado plenamente a las obligaciones del gobierno de su ducado, su familia y sus hijos. Ya acababa de fundar un colegio para la Compañía de Jesús, en el que podrán formarse también moriscos de aquella región. Esta carta, sin embargo, es de dirección espiritual. El P. Ignacio, con gran humildad ante la acción de Dios que descubre en el alma del duque, le anima a progresar en su camino de santidad: seguir a Jesucristo en la docilidad a la voluntad de Dios y ayudar a nuestro prójimo para conducirlo hacia Él.

Mi señor en el Señor nuestro.

La suma gracia y amor eterno de Cristo N.S. salude y visite a V. Sría.

El día último de octubre, recibiendo una de los 24 de julio, de su mano, me he gozado más que mucho en el Señor nuestro, en sentir cosas en ellas, más sacadas de experiencia y conversación interna que de fuera de aquella, que el Señor nuestro por la su infinita [bondad] acostumbra dar a las ánimas que en todo hacen asiento en ella, como en principio, medio y fin de todo nuestro bien. Sea para siempre su sumo nombre alabado y ensalzado en todas y por todas las creaturas, a esto tan justo y debido fin ordenadas y criadas. Descendiendo en particular en algunas cosas que se me ofrecen, escriben, y primero: que no me olvide en mis oraciones, y de visitarle con mis letras. Es verdad que en la primera parte, habiendo continuado como lo hago cada día, esperando en el Señor 83

nuestro que, si algún favor alcanzaren, será en todo de arriba descendiendo de la su divina bondad; mirando solamente a la su eterna y suma liberalidad, y a la devoción y santa intención de V. Sría., yo me persuadía que, en verle así espiritualmente todos los días delante, satisfacía a la segunda parte, en lo que V. Sría. había de consolarse con mis letras. Considerando que las personas, saliendo de sí y entrando en su Criador y Señor, tienen asidua advertencia, atención y consolación, y sentir cómo todo nuestro bien eterno sea en todas cosas criadas, dando a todas ser, y conservando en él con infinito ser y presencia, fácilmente me persuado que con las más se consuele, y así con otras muchas: como a los que enteramente aman al Señor todas las cosas les ayudan y todas les favorecen para más merecer y para más allegar y unir con caridad intensa con su mismo Criador y Señor; aunque muchas veces ponga la criatura impedimentos de su parte para lo que el Señor quiere obrar en su ánima, como V. Sría. dice, y mucho bien. Y no solo antes que en el obrar se reciban gracias, dones y gustos del Espíritu Santo, mas aun venidos y recibidos (siendo la tal ánima visitada y consolada, quitando toda oscuridad e inquieta solicitud de ella, adornándola de los tales bienes espirituales, haciéndola toda contenta y toda enamorada de las cosas eternas, que para siempre en continua gloria han de durar), venimos a desatarnos aun en pensamientos de poco momento, no sabiendo conservar tanto bien celestial. De modo que antes que venga la tal gracia y obra del Señor nuestro, ponemos impedimentos, y, después de venida, lo mismo para en fin de conservarla. Y, aunque V. Sría. hable de los tales impedimentos por más bajarse en el Señor de todos y por más subir a los que deseamos más bajarnos, diciendo que esta Compañía no impide a lo que el Señor quiere obrar en ella, por lo que entiende de Araoz en Portugal, yo para mí me persuado, que antes y después soy todo impedimento, y de esto siento mayor contentamiento y gozo espiritual en el Señor nuestro, por no poder atribuir a mí cosa alguna que buena parezca, sintiendo una cosa (si los que más entienden, otra cosa mejor no sienten), que hay pocos en esta vida, y más echo, que ninguno, que en todo pueda determinar o juzgar cuánto impide de su parte y cuánto desayuda a lo que el Señor nuestro quiere en su ánima obrar. Bien me persuado que cuanto más una persona será versada y experimentada de humildad y caridad, que cuanto más sentirá y conocerá hasta las cogitaciones mucho menudas y otras cosas delgadas que le impiden y desayudan, aunque sean al parecer de poco o casi de ningún momento, siendo tanto tenues en sí; tamen, para en todo conocer nuestros impedimentos y faltas, no es de esta vida presente, como el profeta pide ser librado de las culpas que no 84

conoce [88] , y san Pablo, confesando no conocerlas, ajunge [añade], que no por eso es justificado [89] . Mucho deseo en el Señor nuestro, que me ha de juzgar para siempre, que donde por la su infinita y acostumbrada misericordia le hace también escolar en escuela tan santa (lo que V. Sría. no puede negar, mirando y entrando dentro de su ánima, como yo por sus letras me persuado comprender), trabajase y en todo lo posible se emplease en ganar muchos condiscípulos, primero comenzando por lo domésticos, a los cuales somos más obligados, para llevarlos a la vía más segura y más derecha a la su divina majestad. Y, como la tal vía sea el mismo Cto. N.S., como el mismo Señor lo dice, doy muchas gracias a la divina bondad, porque V. Sría. (según acá he entendido) lo frecuenta en recibirle, que ultra las muchas y crecidas gracias que el ánima alcanza en recibir a su Criador y Señor, es una principal y especial, que no la deja estar en pecado largo ni obstinado, mas tan presto como cae, aun en los que son mucho pequeños (dado que ninguno se puede decir pequeño en cuanto el objeto es infinito, y más, sumo bien), la levanta presto con mayores fuerzas y con mayor propósito y firmeza de más servir a su Criador y Señor. Por esta vía caminando, mediante a[u]xilio divino, y a los nuestros prójimos y hermanos y ganando, con emplear así el talento que a V. Sría. ha dado su divina majestad por su infinita y sólita misericordia, merezco, sin yo lo merecer, en deseos de imitar a V. Sría.; y a donde desea, como me escribe, participar en los negocios que yo trato, como yo acá tenga y me halle con tanto peso, según nuestro modo de proceder, habiéndome impuesta la superintendencia de esta Compañía, ahora sea por ordenación divina, ahora por permisión de la eterna bondad, por mis tan grandes y abominables pecados, V. Sría., por amor y reverencia de Dios N.S., ayudándome en sus oraciones, también se digne en ayudarme tomando la superintendencia y perfección de una casa o colegio, que allá se quiere hacer por los escolares de la Compañía (no menos de V. Sría. que de la señora duquesa [90] , y de la señora doña Juana [91] su hermana, que nuestra), porque así a petición de V. Sría. y mandamiento de V. Sría., con mucho gozo de nuestras ánimas han sido recibidos [92] en ella, favoreciendo con el favor y protección, que a V. Sría. en el Señor nuestro mejor le pareciera, y a mayor gloria suya juzgará. Y, tanto más ahora nos gozamos en la su divina bondad, que un pariente de la señora duquesa sea en ella, como V. Sría. me escribe, y el contentamiento de su señoría, en cuyas oraciones y 85

gracia, y de la señora doña Juana, pidiendo mucho ser encomendado en el Señor nuestro, ceso rogando a la su divina majestad nos quiera dar su gracia cumplida para que su suma voluntad sintamos, y aquella enteramente la cumplamos. De Roma, etc., 1545. Ignatio

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18. A LOS PADRES ENVIADOS A TRENTO. Roma, a principios de 1546. (Epp., 1, 386-389)

A petición de Paulo III, el P. Ignacio de Loyola designó tres teólogos para el Concilio de Trento: Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Pedro Fabro. Este último falleció en Roma (1546) antes de poder acudir al Concilio. Claudio Jayo, en cambio, fue designado por el cardenal Truchsess como su procurador en Trento. El P. Ignacio, como Superior General, les dio esta instrucción sobre el modo de comportarse, tanto en sus intervenciones como en el trato entre ellos mismos y con el pueblo, como apóstoles jesuitas.

Instrucción para la jornada de Trento

† IHS PARA CONVERSAR Primero. Así como en conversar y tratar con muchas personas para la salud y provecho espiritual de las ánimas con favor divino mucho se gana, por el contrario en la tal conversación, si no somos vigilantes y favorecidos del Señor nuestro, se pierde mucho de nuestra parte, y a las veces de todas. Y porque, según nuestra profesión, de la tal conversación no nos podamos excusar, cuanto más fuéremos previstos y por algún concierto enderezados, tanto más iremos descansados en el Señor nuestro, se siguen algunas cosas, de las cuales o de otras símiles, quitando y poniendo, nos podamos ayudar en el Señor nuestro.

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2. Sería tardo en hablar, considerado y amoroso, mayormente cerca definir las cosas que se tratan o son tratables en el Concilio. 3. Serás tardo en el hablar, ayudá[ndote] en el oír, quieto para sentir y conocer los entendimientos, afectos y voluntades de los que hablan, para mejor responder o callar. 4. Cuando se hablare de símiles materias o de otras, dar razones ad utramque partem [a una y otra parte] para no se mostrar afectado con propio juicio, procurando de no dejar descontento a ninguno. 5. No traería por autores personas algunas, mayormente siendo grandes, si no fuese en cosas mucho miradas, haciéndome con todos y no me apasionando por ninguno. 6. Si las cosas de que se hablare son tan justas, que no se pueda o deba callar, dando allí su parecer con la mayor quietud y humildad posible, concluyendo salvo meliori indicio [salvo mejor juicio]. 7. Finalmente, para conversar y tratar con las materias adquiridas o infusas, queriendo hablar en ellas, ayuda mucho no mirar mi ocio o falta de tiempo con prisa, id est [es decir], no mi comodidad, mas traerme a mí mismo a la comodidad y condición de las personas con quien quiero tratar, para moverle a mayor gloria divina. PARA AYUDAR A LAS ALMAS 1. A mayor gloria de Dios N.S. lo que principalmente en esta jornada de Trento se pretende por nosotros, procurando estar juntos en alguna honesta parte, es predicar, confesar y leer, enseñando a muchachos, dando ejemplo, visitando pobres en hospitales, y exhortando a los prójimos, según que cada uno se hallare con este o aquel talento para mover las personas que pudiéramos a devoción y oración, para que todos rueguen y roguemos a Dios N.S., que su divina majestad se digne infundir su Espíritu divino en todos los que trataren las materias, que a tan alta congregación pertenecen, para que el Espíritu Santo con mayor abundancia de dones y gracias descienda en el tal concilio. 2. Predicando, no tocaría ningunas partes donde difieren los protestantes de los católicos, mas simplemente exhortando a las buenas costumbres y devociones de la Iglesia, moviendo las ánimas al entero conocimiento de sí mismas y a mayor

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conocimiento y amor de su Criador y Señor, hablando del concilio a menudo; y todas veces al cabo de los sermones, según que está dicho, haciendo hacer oración por él. 3. Leyendo, lo mismo que predicando, y así procurando con deseo de inflamar las ánimas en amor de su Criador y Señor, declarando la inteligencia de lo que lee, como en hacer a los auditores que hagan oración, como está dicho. 4. Confesando, y haciendo cuenta que lo que les dijese a los penitentes decía en público; en todas las confesiones dándoles alguna penitencia de oraciones por el tal efecto. 5. Dando ejercicios y en otros coloquios, asimismo pensando que hablo en público, advirtiendo que a todos diese en general los de la primera semana, y no más, si no fuese a personas raras y dispuestas para disponer sus vidas por vía de las elecciones, en las cuales, ni durante los ejercicios, no los dejando hacer promesas, asimismo no los encerrando, mayormente a los principios; adelante, según el tiempo diese lugar, siempre moderando, y máxime si alguna vez hubiese de dar todos los ejercicios acabados, y encomendando las oraciones cerca el concilio. 6. Enseñando muchachos por algún tiempo cómodo, según el aparejo y disposición de todas partes, mostrando prima rudimenta [los primeros rudimentos]; y, según los auditores, más o menos declarando, y al cabo del tal enseñar y exhortar, haciendo hacer oración para el tal efecto. 7. Visitando los hospitales en alguna hora u horas del día más convenientes a la salud corporal, confesando y consolando a los pobres, y aun llevándoles alguna cosa, pudiendo, haciéndoles hacer oraciones, como está dicho en las confesiones. Si fuéremos tres a lo menos, el visitar de los pobres será, cada uno de cuarto en cuarto día. 8. Exhortando a las personas (que conversando pudiere) a confesar, comulgar y celebrar a menudo, a ejercicios espirituales, y a otras obras pías, moviéndolos asimismo a hacer oración por el concilio. 9. Así como cerca el definir de las cosas ayúdale hablar tardo o poco, como está dicho, por el contrario, para mover a las ánimas a su provecho espiritual, ayuda el hablar largo, concertado, amoroso y con afecto.

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PARA MÁS AYUDARNOS Tomaremos una hora a la noche entre todos para comunicar lo que se ha hecho en el día, y lo que se debe pretender para el que viene. En las cosas pasadas o en las por venir convendremos a votos o de otra manera. Uno una noche ruegue a todos los otros para que le corrijan en todo lo que les pareciere; y el que así fuere corregido no replique, si no le dijeren que dé razón de la causa por la que él ha sido corregido. El segundo haga lo mismo otra noche, y así consequenter, para ayudarse todos en mayor caridad y en mayor buen olor de todas partes. A la mañana proponer, y dos veces examinarnos en el día. Esta orden se comience dentro de cinco días después que fuéremos en Trento. Amén.

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19. A D. FERNANDO DE AUSTRIA, REY DE ROMANOS. Roma, diciembre de 1546. (Epp., 1, 450-453)

El archiduque Fernando, hermano de Carlos V y gran favorecedor de la Compañía, quiso que el obispado de Trieste fuese concedido al P. Claudio Jayo. El P. Ignacio trata de persuadirle en esta carta que desista en esa intención, exponiéndole las razones por las que considera que la Compañía no debe ceder en este punto, que considera vital. D. Fernando comprendió el modo de pensar de san Ignacio y renunció a su propósito.

† Entendiendo la buena y santa voluntad que V.A. siempre ha tenido a esta mínima Compañía, y especialmente a algunos particulares de ella, y ahora queriendo más efectuar aquella, con parecer de más servir a Dios N.S. y favorecernos a todos, ordenando y eligiendo a Mtre. Claudio nuestro, para ponerle en dignidad, como a todos consta la santa intención de V.A. en desear proveer a las ánimas de ella a mayor gloria divina y a mayor provecho espiritual de ellas, mostrando cerca de nosotros, mucho indignos, tanta benevolencia y tanta caridad en el Señor nuestro por lo cual todo hacemos incesables gracias a V.A. en la su divina majestad, a quien por las sus infinitas misericordias plega, gratificando en todo a V.A., quiera poner y esculpir dentro de su ánima (lo que espero), cómo mucho más y más nos pueda favorecer para ir adelante según nuestra mínima profesión; y entonces será realmente, cuando, sin dársenos dignidad alguna, V.A. se mandará servir de nosotros, como sumamente lo deseamos. Porque juzgamos, conforme a nuestras conciencias, que, a tomarla, daríamos a tierra con la Compañía; y tanto que, si yo quisiese imaginar o conjeturar algunos medios para

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derrocar y destruir esta Compañía, este medio de tomar obispado sería uno de los mayores, o el mayor de todos; y esto por tres razones, entre otras muchas. La primera: esta Compañía y los particulares de ella han sido juntados y unidos en un mismo espíritu, es a saber, para discurrir por unas partes y otras del mundo entre fieles e infieles, según que nos será mandado por el Sumo Pontífice; de modo que el espíritu de la Compañía es en toda simplicidad y bajeza pasar delante de ciudad en ciudad, y de una parte en otra, no atacarnos en un particular lugar. Así como es del mismo espíritu de la Compañía, está confirmado por la Sede Apostólica, como tenemos por las bulas de ella, diciendo de nosotros, prout pie creditur, afflati Spiritu Sancto, etc. [inspirados por el Espíritu, según se cree piadosamente] [93] ; y así, si saliésemos de nuestra simplicidad, sería en todo, deshaciendo nuestro espíritu, deshacerse nuestra profesión, la cual deshecha, la Compañía sería del todo derrocada; y así parece que, por hacer bien en un lugar particular, haríamos mayor daño en todo lo universal. Segundo: la Compañía andando con este espíritu, Dios N.S. se ha mostrado especialmente en ella en mucho provecho espiritual de las ánimas; y, si en las partes germánicas ha hallado tierra más árida, en las Indias del rey de Portugal ha pasado año que uno de los nuestros [ha convertido] ochenta mil personas. Otro [94] que en Portugal se halla, demás de aprovechar mucho en el reino, ha enviado más de veinte personas, renunciando el siglo, para las Indias, y tiene otros cien escolares determinados para lo mismo, o en otras partes donde podrán a Dios N.S. más servir. Si no fuese por evitar prolijidad se podría hablar largo de Castilla, de Barcelona, de Valencia y Gandía, y otras muchas partes de Italia, cuanto Dios N.S. se ha dignado obrar por esta Compañía, siguiendo este espíritu, que la su divina majestad les ha comunicado. Tercio: como nosotros seamos hasta ahora solo nueve profesos, y a cuatro o cinco de la Compañía habiéndonos presentado diversos obispados [95] , hemos sido en refutarlos; ahora, si alguno lo aceptase, otro sería en hacer lo mismo, y así consequenter de los otros; de modo que, ultra de perder nuestro espíritu, sería en todo ruina de la Compañía, y así por lo menos se perdería lo más. Cuarto: si alguno de nosotros tomase obispados, mayormente en los tiempos de ahora, donde la Compañía y los particulares de ella están, dondequiera que hayan peregrinado, en tan buena estimación y olor, con tanta edificación de las ánimas, tornaría

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toda en tóxico, en desedificación y escándalo de las de los que nos aman y se aprovechan en espíritu, y mucho sentimiento de los que son indiferentes y deseosos de aprovechar, mucha desedificación y escándalo de otros que no sienten bien de nosotros; daríamos muchas armas para mucho murmurar, maldecir, escandalizando a muchas ánimas, por las cuales Cristo N.S. es muerto en cruz; porque tanto está el mundo corrupto, que en entrar algunos de nosotros en palacio del Papa, de príncipes, de cardenales, o de señores, se crea que andamos con ambición; y si ahora tomásemos algún obispado, facilísimamente podrían hablar, murmurar y ofender a Dios N.S.

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20. A LOS HERMANOS ESTUDIANTES DE COIMBRA. Roma, 7 de mayo de 1547. (Epp., 1, 495-510)

La carta se escribe a los jesuitas estudiantes del Colegio de Coimbra (Portugal). Eran ya numerosos y muy fervientes. San Ignacio quiere hacerlos conscientes del beneficio divino sublime que supone la vocación a la vida religiosa y a la Compañía de Jesús en concreto. Quería imbuirlos del espíritu de la nueva fundación, que suponía en la Iglesia su carisma y formación espiritual propia. Una Orden esencialmente apostólica, que ha de destacar en su amor puro de Jesucristo y en su ardiente celo por la salvación y santificación de las almas. La formación de los estudiantes se prevé larga; y hay que mantenerlos en el vivo y constante fervor por la santidad y conscientes de la responsabilidad de su formación. Hay que evitar desviaciones y confusiones, para lo cual es necesaria la obediencia y el espíritu de discreción ante la tentación de dañar la salud que les será necesaria. Les ofrece los modos propios de mantener el fervor en la etapa de formación en sus estudios y la necesidad de adquirir las virtudes que han de tratar después de comunicar en su vida de apóstoles. Puede ofrecerse como típica del santo fundador de la Compañía, y se la conoce con el nombre de «Carta de la perfección».

La gracia y amor eterno de Cto. nuestro Señor sea siempre en favor y ayuda nuestra. Amén.

Por cartas de Mtro. Simón y también de Santa Cruz tengo a la continua nuevas de todos y sabe Dios, de quien todo lo bueno desciende, cuánto consuelo y alegría yo reciba con saber lo que Él os ayuda así en el estudio de las letras como en el de las virtudes, cuyo buen olor aun en otras partes muy lejos de esa tierra anima y edifica a muchos. Y, si de

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esto todo cristiano debería gozarse por la común obligación que tenemos todos a amar la honra de Dios y el bien de la imagen suya, redimida con la sangre y vida de Jesucristo, mucha razón es que yo en especial de ello me goce en el Señor nuestro, siendo tan obligado a teneros con especial afición dentro de mi ánima. De todo sea siempre bendito y alabado el Criador y Redentor nuestro, de cuya liberalidad infinita mana todo bien y gracia; y a Él plega cada día abrir más la fuente de sus misericordias en este efecto de aumentar y llevar adelante lo que en vuestras ánimas ha comenzado. Y no dudo de aquella suma bondad suya, sumamente comunicativa de sus bienes y de aquel eterno amor con que quiere darnos nuestra perfección mucho más que nosotros recibirla, que lo hará; que si así no fuese, no nos animaría Jesucristo a lo que de sola su mano podemos haber, diciendo: «Perfecti estote, sicut pater vester celestis perfectus est» [sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto] [96] . Así que de su parte cierto es que Él está presto, con que de la nuestra haya vaso de humildad y deseo para recibir sus gracias, y con que Él nos vea bien usar de los bienes recibidos y rogar industriosa y diligentemente a su gracia. [1. Excelencia de la vocación] Y en esta parte no dejaré de dar espuelas aun a los que corren de vosotros; porque cierto os puedo decir que mucho habéis de extremaros en letras y virtudes, si habéis de responder a la expectación en que tenéis puestas tantas personas, no solo en ese reino, pero aun en otros muchos lugares, que vistos los socorros y aparejos interiores y exteriores de todas suertes que Dios os da, con razón esperan un muy extraordinario fruto. Y es así que a tan grande obligación de bien hacer como tenéis, no satisfaría cosa ordinaria. Mirad vuestra vocación cuál sea, y veréis que lo que en otros no sería poco, lo será en vosotros. Porque no solamente os llamó Dios de tenebris in admirabile lumen suum et transtulit in regnum filii dilectionis suae [97] [de las tinieblas a su admirable luz, y os trasladó al reino del Hijo de su amor], como a todos los otros fieles, pero porque mejor conservaseis la puridad y tuvieseis el amor más unido en las cosas espirituales del servicio suyo, tuvo por bien sacaros del golfo peligroso de este mundo, porque no peligrase vuestra conciencia entre las tempestades, que en él suele mover el viento del deseo, ahora de haciendas, ahora de honras, ahora de deleites; o el contrario, del temor de perder todo esto. 95

Y ultra de esto dicho, porque no tuviesen estas cosas bajas ocupado vuestro entendimiento y amor, ni lo esparciesen en varias partes, para que pudieseis todos unidos convertiros y emplearos en aquello para que Dios os crio, [que] es la honra y gloria suya y la salvación vuestra y ayuda de vuestros prójimos. Y aunque a estos fines vayan enderezados todos los institutos de la vida cristiana, Dios os ha llamado a este, donde, no con una general dirección, pero poniendo en ella toda la vida y ejercicios de ella, habéis de hacer vosotros un continuo sacrificio a la gloria de Dios y salud del prójimo, cooperando a ella no solo con ejemplo y deseosas oraciones, pero con los otros medios exteriores que su divina providencia ordenó para que unos ayudásemos a otros. Donde podréis entender cuánto sea noble y real el modo de vivir que habéis tomado, que no solamente entre hombres, pero entre ángeles no se hallan más nobles ejercicios que el glorificar al Criador suyo y el reducir las criaturas suyas a Él, cuanto son capaces. [2. Generosidad en la respuesta] Así que mirad vuestra vocación para de una parte dar a Dios muchas gracias de tanto beneficio, y de otra pedirle especial favor para poder responder a ella y ayudaros con mucho ánimo y diligencia, que os es harto necesaria para salir con tales fines; y la flojedad y tibieza, y fastidio del estudio y los otros buenos ejercicios por amor de N.S. Jesucristo, reconocedlos por enemigos formados de vuestro fin. Cada uno se ponga delante para animarse, no los que son a su parecer para menos, sino los más vehementes y estrenuos. No consintáis que os hagan ventaja los hijos de este mundo en buscar con más solicitud y diligencia las cosas temporales que vosotros las eternas. Avergonzaos que ellos corran con más prontitud a la muerte que vosotros a la vida. Teneos para poco, si un cortesano sirve con más vigilancia para haber la gracia de un terreno príncipe que vosotros por la del celeste; y si un soldado por honra del vencimiento y algún despojo se apercibe y pelea más animosamente que vosotros por la victoria y triunfo del mundo, demonio y de vosotros mismos, junto con el reino y gloria eterna. Así que no seáis, por amor de Dios, remisos ni tibios, sabiendo que si arcum fregit intensio, animum remissio [si la intensidad quiebra el arco, la flojera el ánimo]; y, al 96

contrario, anima laborantium impinguabitur [el alma de los que trabajan será saciada] [98] , según Salomón. Procurad entretener el fervor santo y discreto para trabajar en el estudio así de letras como de virtudes, que con el uno y con el otro vale más un acto intenso que mil remisos, y lo que no alcanza un flojo en muchos años, un diligente suele alcanzar en breve tiempo. En las letras clara se ve la diferencia del diligente y negligente; pero hay la misma en el vencer las pasiones y flaquezas, a que nuestra natura es sujeta, y en el adquirir las virtudes. Porque es cierto que los remisos, por no pelear contra sí, tarde o nunca llegan a la paz del ánima, ni a poseer virtud ninguna enteramente; donde los estrenuos y diligentes en breve tiempo pasan muy adelante en lo uno y lo otro. Pues el contentamiento que en esta vida puede haberse, la experiencia muestra que se halla no en los flojos, sino en los que son fervientes en el servicio de Dios. Y con razón: porque esforzándose de su parte [a] vencer a sí mismos y deshacer el amor propio, con él las raíces de las pasiones y molestias todas, y también con alcanzar los hábitos virtuosos, vienen naturalmente a obrar conforme a ellos fácil y alegremente. Pues de la parte de Dios, consolador piadosísimo, dispónense con lo mismo a recibir sus santas consolaciones, quia «vincenti dabo manna absconditum» [porque daré al vencedor un maná escondido] [99] . Por el contrario la tibieza es causa de siempre vivir con molestias, no dejando quitar la causa de ella, que es amor propio, ni mereciendo el favor divino. Así que deberíais animaros mucho a trabajar en vuestros loables ejercicios, pues aun en esta vida sentiréis el provecho del fervor santo, no solo en la perfección de vuestras ánimas, pero aun en el contentamiento de la presente vida. Pues si miráis al premio de la eterna, como deberíais mirar muchas veces, fácilmente os persuadirá S. Pablo, «quod non sunt condignae passiones huius temporis ad futuram gloriam, quae revelabitur in nobis» [que no son comparables los sufrimientos temporales a la gloria futura, que se revelará en nosotros, Rom 8,18]. Porque «quod momentaneum est et leve tribulationis nostrae, supra modum in sublimitate aeternum gloriae pondus operatur in nobis» [lo que es momentáneo y ligero en nuestra tribulación está obrando en nosotros de modo extraordinario eterno peso de gloria en el cielo, 2 Cor 4,17].

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Y si esto es en todo cristiano que a Dios honra y sirve, podéis entender cuánta será vuestra corona, si responderéis a vuestro instituto, que es, no solamente servir a Dios por vosotros mismos, pero atrayendo otros muchos al servicio suyo y honra; porque de los tales dice la Escritura, «quod qui alios ad iustitiam erudiunt, fulgebunt sicut stellae firmamenti in perpetuas aeternitates» [que los que educan a otros para la justicia, brillarán como estrellas en el firmamento por toda la eternidad [100] ]. Lo cual entiendan por sí los que procuraren diligentemente hacer su oficio, así después en ejercitar las armas, como antes en aparejarlas; porque otramente es cierto que no basta entender en obras de suyo buenas, que nos dirá Jeremías [48,10], «quod maledictus, qui opus Dei facit negligenter» [porque maldito quien hace la obra de Dios con negligencia]; y san Pablo, «quod in stadio multi currunt, sed unus accipit bravium» [que muchos corren en el estadio, pero uno solo recibe el premio, 1 Cor 9,24], y este es quienquiera que bien trabajare; y «quod non coronabitur, nisi qui legitime certaverit» [que no será coronado, sino quien lucha según la ley, 2 Tim 2,5], y este es quienquiera que bien trabajare. [3. El mayor argumento] Pero sobre todo querría os excitase el amor puro de Jesucristo, y deseo de su honra y de la salud de las ánimas que redimió, pues sois soldados suyos con especial título y sueldo en esta Compañía; digo especial, porque hay otros muchos generales, que cierto mucho os obligan a procurar su honra y servicio. Sueldo suyo es todo lo natural que sois y tenéis, pues os dio y conserva el ser y vida, y todas las perfecciones de ánima y cuerpo y bienes externos; sueldo son los dones espirituales de su gracia, con que tan liberal y benignamente os ha prevenido y os los continúa, siéndole contrarios y rebeldes; sueldo son los inestimables bienes de su gloria, la cual, sin poder Él aprovecharse de nada, os tiene aparejada y prometida, comunicándoos todos los tesoros de su felicidad para que seáis por participación eminente de su divina perfección lo que Él es por su esencia y natura; sueldo es finalmente todo el universo y lo que en él es contenido corporal y espiritual; pues no solamente ha puesto en nuestro ministerio cuanto debajo del cielo se contiene, pero toda aquella sublimísima corte suya, sin perdonar a ninguna de las celestes jerarquías, «qui omnes sunt administratorii spiritus propter eos, qui hereditatem capturi sunt» [los cuales son espíritus servidores enviados a beneficio de los que han de alcanzar la herencia de la salvación, Heb 1,14]. Y por si todos estos sueldos no bastasen, 98

sueldo se hizo a sí mismo, dándosenos por hermano en nuestra carne, por precio de nuestra salud en la cruz, por mantenimiento y compañía de nuestra peregrinación en la eucaristía [101] . ¡Oh cuánto es mal soldado a quien no bastan tantos sueldos para hacerle trabajar por la honra de tal príncipe! Pues cierto es que por obligarnos a desearla y procurarla con más prontitud quiso su majestad prevenirnos con estos tan inestimables y costosos beneficios, deshaciéndose en un cierto modo de su felicidad perfectísima de sus bienes por hacernos partícipes de ellos, y tomando todas nuestras miseria por hacernos exentos de ellas, queriendo ser vendido por rescatarnos, infamado por glorificarnos, pobre por enriquecernos, tomando muerte de tanta ignominia y tormento por darnos vida inmortal y bienaventurada. ¡Oh, cuán demasiadamente es ingrato y duro, quien no se reconoce con todo esto muy obligado de servir diligentemente y procurar la honra de Jesucristo! Pues si la obligación conocéis y deseáis emplearos en adelantar esta su honra, en tiempo sí estáis que es bien menester mostrar por obras vuestro deseo. Mirad dónde sea hoy honrada la divina majestad, ni dónde acatada su grandeza inmensa, dónde conocida la sapiencia, y dónde la bondad infinita, dónde obedecida su santísima voluntad. Antes ved con mucho dolor cuánto es ignorado, menospreciado, blasfemado su santo nombre en todos lugares; la doctrina de Jesucristo es desechada, su ejemplo olvidado, el precio de su sangre en un cierto modo perdido de nuestra parte, por haber tan pocos que de él se aprovechen. Mirad también vuestros prójimos como una imagen de la santísima Trinidad y capaz de su gloria, a quien sirve el universo, miembros de Jesucristo, redimidos con tantos dolores, infamias y sangre suya; mirad, digo, en cuánta miseria se halla, en tan profundas tinieblas de ignorancia, y tanta tempestad de deseos y temores vanos y otras pasiones, combatidos de tantos enemigos visibles e invisibles, con riesgo de perder, no la hacienda o vida temporal, sino el reino y felicidad eterna y caer en tan intolerable miseria del fuego eterno. Digo, por resumirme en pocas palabras, que si bien miraseis cuánta sea la obligación de tornar por la gloria de Jesucristo y por la salud de los prójimos, veríais cuán debida cosa es que os dispongáis a todo trabajo y diligencia por haceros idóneos instrumentos de le divina gracia para tal efecto; especialmente habiendo tan pocos hoy verdaderamente operarios, «qui non quaerant quae sua sunt, sed quae Jesuchristi» [que no busquen sus

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intereses, sino los de Jesucristo] [102] , que tanto más debéis esforzaros por suplir lo que otros faltan, pues Dios os hace gracia tan particular en tal vocación y propósitos. [4. Necesidad de la discreción] Lo que hasta aquí he dicho para despertar a quien durmiese y correr más a quien se detuviese y parase en la vía, no ha de ser para que se tome ocasión de dar en el extremo contrario del indiscreto fervor: que no solamente vienen las enfermedades espirituales de causas frías, como es la tibieza, pero aun de calientes, como es el demasiado fervor. «Rationabile obsequium vestrum» [Vuestro obsequio razonable, Rom 12,1], dice san Pablo, porque sabía ser verdadero lo que decía el salmista: «Honor regis iudicium diligit», id est, discretionem [el honor del rey ama el juicio, es decir: la discreción, Cf. Sal 99 (98),4]; y lo que se prefiguraba en el Levítico diciendo: «In omni opere tuo offeres sal» [en todo trabajo tuyo, ofrecerás sal, Lev 2,13]. Y es así, que no tiene máquina ninguna el enemigo, como dice Bernardo, tan eficaz para quitar la verdadera caridad del corazón, cuanto el hacer que incautamente, y no según razón espiritual, en ella se proceda [103] . Ne quid nimis [nada en demasía], dicho del filósofo, débese en todo guardar, aun en la justicia misma, como leéis en el Ecles [7,16]: «Noli esse justus nimium» [No seas justo en demasía]. A no tener esta moderación, el bien se convierte en mal, y la virtud en vicio, y síguense muchos inconvenientes contrarios a la intención del que así camina. El primero, que no puede servir a Dios a la larga: como suele no acabar el camino el caballo muy fatigado en las primas jornadas, antes suele ser menester que otros se ocupen en servirle a él. El 2.º, que no suele conservarse lo que así se gana con demasiado apresuramiento, porque como dice la Escritura: «substantia festinata minuetur» [fortuna rápida, vendrá a menos, Prov 13,11]. Y no solo se disminuye, pero es causa de caer: «qui festinus est pedibus, offendit» [quien va de prisa, tropieza, Prov 19,2]; y si cae, tanto con más peligro, cuanto de más alto, no parando hasta el bajo de la escala. El 3.º, que no se curan de evitar el peligro de cargar mucho la barca, y así que, aunque es cosa peligrosa llevarla vacía, porque andará fluctuando con tentaciones, más lo es cargarla tanto, que se hunda. 100

El 4.º, acaece que por crucificar el hombre viejo, se crucifica el nuevo, no pudiendo por la flaqueza ejercitar las virtudes. Y, según dice Bernardo, cuatro cosas se quitan con este exceso: «corpori effectus, spiritui affectus, proximo exemplum, Deo honor» [al cuerpo la eficiencia, al alma el afecto, al prójimo el ejemplo, a Dios el honor] [104] . Donde infiere, que es sacrílego y culpado en todo lo dicho quien así maltrata el templo vivo de Dios. Dice Bernardo que quitan ejemplo al prójimo, porque la caída de uno, después el escándalo, etc.; dan escándalo a otros, según el mismo Bernardo los llama divisores de la unidad, enemigos de la paz; y el ejemplo de la caída de uno espanta a muchos, y los entibia en el provecho espiritual; y para sí mismos corren peligro de soberbia y vanagloria, prefiriendo su juicio al de los otros todos o, a lo menos, usurpando lo que no es suyo, haciéndose jueces de sus cosas, siéndolo por razón el prepósito. Sin estos, hay aún otros inconvenientes, como es cargarse tanto de armas, que no pueden ayudarse de ellas, como David de las de Saúl; y proveer de espuelas y no de freno a caballo de suyo impetuoso. En manera, que en esta parte es necesaria discreción, que modere los ejercicios virtuosos entre los dos extremos. Y como avisa bien Bernardo: «Bonae voluntati non semper credendum est, sed refrenanda, sed regenda est, maxime in incipiente» [No siempre nos hemos de fiar de la buena voluntad, sino que hay que refrenarla, hay que gobernarla, sobre todo en principiantes] [105] , porque no sea malo para sí quien quiere ser bueno para otros, «qui enim sibi nequam, cui bonus?» [quien es malo para sí, para quién será bueno?] [106] . Y, si os pareciere rara ave la discreción y difícil de haber, a lo menos suplidla con obediencia, cuyo consejo será cierto. Quien quisiese seguir más su parecer, oiga lo que san Bernardo le dice: «quod si quid sine voluntate et consensu patris spiritualis fit, imputabilis vanae gloriae, non mercedi» [que lo que se hace sin el consentimiento y voluntad del padre espiritual, hay que ponerlo a cuenta de la vanagloria, no para recibir galardón] [107] . Y acuérdese «quod scelus idolatriae est non acquiescere, et peccatum ariolandi non obedire» [que crimen de idolatría es no querer sujetarse, y pecado de adivino no obedecer, 1 Sm 15,23], según la Escritura. Así que para tener el medio entre el extremo de la tibieza y el fervor indiscreto, conferid vuestras cosas con el superior, y ateneos a la obediencia. Y, si tenéis mucho deseo de mortificación, empleadle más en quebrar vuestras voluntades y sojuzgar vuestros juicios debajo el yugo de la obediencia, que en debilitar los cuerpos y afligirlos sin moderación debida, especialmente ahora en tiempo de estudio.

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[Ejercitar la caridad apostólica durante el estudio] No querría que con todo lo que he escrito pensaseis que yo no apruebo lo que me han hecho saber de algunas vuestras mortificaciones; que estas y otras locuras santas sé que las usaron los santos a su provecho, y son útiles para vencerse y haber más gracia, mayormente en los principios; pero a quien tiene ya más señorío sobre el amor propio, lo que tengo escrito de reducirse a la mediocridad de la discreción, tengo por lo mejor, no se apartando de la obediencia, la cual os encomiendo muy encarecidamente, junto con aquella virtud y compendio de todas las otras, que Jesucristo tanto encarece, llamando el precepto de ella propio suyo: «Hoc est paeceptum meum, ut diligatis invicem» [Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros, Jn 15,12]. Y no solamente que entre vosotros mantengáis la unión y amor continuo, pero aún le extendáis a todos, y procuréis encender en vuestras ánimas vivos deseos de la salud del prójimo, estimando lo que cada uno vale, del precio de la sangre y vida de Jesucristo que costó; porque de una parte aparejando las letras, de otra aumentando la caridad fraterna, os hagáis enteros instrumentos de la divina gracia y cooperadores en esta altísima obra de reducir a Dios, como a supremo fin, sus criaturas. Y en este comedio que el estudio dura, no os parezca que sois inútiles al prójimo; que, ultra de aprovecharos a vosotros, como lo requiere la caridad ordenada, miserere animae tuae timens Deum [ten compasión de tu alma temiendo a Dios] [108] , le servís a honra y gloria de Dios en muchas maneras. La primera, con el trabajo presente [y] la intención con la que le tomáis y ordenáis todo a su edificación: que los soldados cuando atienden a abastecerse de armas y municiones para la empresa que se espera, no se puede decir que su trabajo no sea en servicio de su príncipe. Y, aunque la muerte atajase a alguno antes que comenzase a comunicarse al prójimo exteriormente, no por eso dejará de haber servido en el trabajo de prepararse. Mas ultra de la intención de adelante, debería cada día ofrecerse a Dios por los prójimos; que, siendo Dios servido de aceptarlo, no menos podría ser instrumento para ayudar al prójimo, que las prédicas o confesiones. La 2.ª manera es de haceros muy virtuosos y buenos, porque así seréis idóneos a hacer los prójimos tales cuales sois; porque el modo que quiere Dios se guarde en las generaciones materiales, quiere proporcionalmente en las espirituales. Muéstraos la

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filosofía y la experiencia, que en la generación de un hombre u otro animal, ultra de la causas generales, como son los cielos, se requiere otra causa o agente inmediato de la misma especie, porque tenga la misma forma que quiere transfundir en otro sujeto, y así se dice que sol et homo generant hominem [el sol y el hombre engendran al hombre] [109] . De la misma manera para poner en otros la forma de humildad, paciencia, caridad, etc., quiere Dios que la causa inmediata que Él usa como instrumento, como es el predicador o confesor, sea humilde, paciente y caritativo, en manera que, como os decía, aprovechando a vosotros mismos en toda virtud, grandemente servís a los prójimos; porque no menos, antes más apto instrumento para conferirles gracias aparejáis en la vida buena, que en la doctrina, bien que lo uno y lo otro requiere el perfecto instrumento. El tercer modo de ayudarles es el buen ejemplo de vida; que en esta parte, como os decía, por la gracia divina, el buen olor de ahí se difunde y edifica aun en otras partes fuera de ese reino, y espero en el autor de todo bien que continuará y aumentará sus dones en vosotros, para que cada día, pasando adelante en toda perfección, crezca, sin buscarlo, el olor santo y edificación que de él se sigue. El 4.º modo de ayudar a los prójimos y que mucho se extiende, consiste en los santos deseos y oraciones, y aunque el estudio no os dé tiempo para usarlas muy largas, puede en deseos recompensarse el tiempo a quien hace oración continua de todos sus ejercicios, tomándolos por solo servicio de Dios. Pero en esto y en todas otras cosas, más de cerca tendréis con quien conferirlas en particular. Y a la causa, aun se pudiera excusar parte de lo escrito; pero como lo hago tan pocas veces, he querido esta consolarme con vosotros, escribiendo largo. No otro, por ahora, sino que ruego a Dios nuestro Criador y Redentor, que como le plugo haceros tanta gracia en llamaros y daros voluntad eficaz para que quisierais enteramente emplearos en su servicio, así le plega continuar en todos y aumentar sus dones, para que constantemente perseveréis y crezcáis en su servicio para mucha honra y gloria suya y ayuda de su Iglesia santa. De Roma. Vuestro en el Señor nuestro, Ignacio

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21. A MANUEL SANCHES, OBISPO DE TARGA. Roma, 18 de mayo de 1547. (Epp., 1, 513-515)

Este obispo había sido antes compañero de estudios de san Ignacio, en París. Ignoramos el contenido de la carta a la que responde san Ignacio con esta suya. Podemos pensar que se trataba de alguna dificultad espiritual que sentía el obispo para conjugar el ejercicio de sus actividades con los fuertes y altos deseos de santidad que le daba el Señor. Se ve que conservaba su alta estima de Ignacio y de la Compañía por él fundada. El santo le responde animándole en su anhelo de perfección, y haciéndole reflexionar, que, sin dejar lo que tenemos como actividades necesarias al encargo recibido, podemos y debemos amar a Dios con todo el corazón y no solo en parte, abrazándolas por amor y servicio de Dios y no por nuestra honra ni amor propio. Parece que le pedía también que le enviara un reglamente o estatuto de vida. A ello le responde el santo que deja el encargo a Simón Rodrigues. Estando allí más cerca, puede tratarlo de palabra con él, que conocerá mejor la situación.

La gracia y amor eterno de Cristo N.S. sea siempre en favorecernos y ayudarnos, para honra y gloria suya y salvación nuestra. Amén.

Mucho me he gozado y consolado en el Señor nuestro con una letra de V. Sría., la cual es testimonio no solamente de la memoria, pero aun de la mucha caridad con que V. Sría. desea el adelantamiento de nuestro espiritual provecho, y de la honra y gloria divina en nos-otros, para la cual todas las creaturas fueron por su eterna sapiencia hechas y ordenadas. Ruego yo al mismo Creador y Señor nuestro, por cuyo amor todo otro amor debe tomarse y regirse, tome a su cargo el remunerar con muy especiales gracias este que V. Sría. por Él tiene a mí, y a las cosas de esta Compañía de su nombre. En lo de mi

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parte, no sé yo con qué cosa podría satisfacer tal memoria y voluntad de V. Sría., sino respondiendo con memoria y voluntad muy crecida de que Dios, autor de todo bien, acreciente los deseos de su honra y servicio en V. Sría., con aumento continuo de su gracia para ponerlos en efecto, y que le plega descargar a V. Sría. de aquellos pesos que, con razón, juzga en su letra ser muy embarazosos para quien ha de subir [a] tan alto trono como el paraíso. Y, aunque no se dejen los oficios, que por honra divina se toman y ejercitan, puede el peso del ánima, que es el amor, aliviarse cuando aún en las cosas terrenas y bajas no se hace uno terreno y bajo, amándolas todas por Dios N.S. y cuanto para mayor gloria y servicio suyo; que cosa debida es al último fin nuestro, y en sí suma e infinita bondad, que sea en todas las otras cosas amado, y que a Él solo vaya todo el peso del amor nuestro, que mucho nos lo tiene merecido quien todos nos crio, todos nos redimió, dándose a sí todo, que con razón no quiere le dejemos de dar parte de nosotros, quien tan enteramente se nos dio y quiere perpetuamente dársenos. Cuanto a la regla y estatutos, paréceme que se podrá mejor servir de Mtro. Simón [110] V. Sría, que de cerca podrá y a palabra informar, que de mí, estando tan lejos, por letras; y así, cuanto a esto dejaré el cargo de responder al dicho Mtro. Simón. Al reverendísimo cardenal [111] , nuestro común señor, V. Sría. se digne de besar sus manos en mi nombre. No otro, por esta, sino tornar a rogar a la divina bondad posea en nosotros lo que es tanto suyo por tantos títulos y acreciente en V. Sría. todos sus muy preciosos dones y gracias. De Roma a 18 de mayo de 1547. De V. Sría. humildísimo siervo en el Señor nuestro, Ignacio

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22. A LOS PADRES Y HERMANOS DE PADUA. Roma, 7 de agosto de 1547. (Epp., 1, 572-577)

En situación difícil para el colegio de Padua, pues no acaba de hacerse efectiva la renta ofrecida por el fundador, san Ignacio consuela a los jesuitas de Padua en una carta que resulta una manifestación extraordinaria de las excelencias de la pobreza evangélica y del amor a los pobres del fundador de la Compañía de Jesús. La carta está escrita por Polanco, por comisión de san Ignacio. El contenido es el que quiso san Ignacio. Original en italiano, la traducción es mía.

La gracia y el amor verdadero de Jesucristo S. N. sea siempre en nuestros corazones y se aumente cada día hasta que llegue nuestro fin. Amén.

Carísimos en Jesucristo Padres y amadísimos hermanos. [Introducción] Llegó a nuestras manos una carta de nuestro y vuestro Pedro Santini [112] , escrita al P. Mtro. Laínez a Florencia, en la cual se entendiese entre otras cosas el amor de la pobreza, que habéis escogido por amor de Jesucristo pobre, con tener ocasión, a veces, de mostrarse en efecto el padecer alguna falta de las cosas necesarias, al no extenderse el poder de monseñor de la Trinidad, cuanto su ánimo liberal y caritativo. Aunque a las personas que se acuerdan de su estado y tienen delante de sus ojos a Jesucristo desnudo en la cruz, no sea necesario exhortarlos a la paciencia, sobre todo cuando se advierte por la referida carta cuánto sea bien aceptada por todos cualquier pobreza que se experimenta; no obstante, habiéndoseme encomendado por nuestro P. en Cristo Mtro. Ignacio, como verdadero padre que os ama, me consolaré con todos vosotros por esta 107

gracia que nos hace aquí y allá, su divina bondad infinita, de hacernos experimentar esa santa pobreza, ahí no sé en cuanto grado, pero aquí en [grado] muy alto, conforme a nuestra profesión. [1. Es gracia la pobreza] Llamo gracia la pobreza porque es especial don de Dios, ya que dice la Escritura: «Pobreza y honra proceden de Dios» [Eclo 11,14], siendo tan amada por Él, como nos enseña su Unigénito, que bajando de su trono real, quiso nacer con pobreza y crecer con ella. Y no solo la amó durante la vida, padeciendo hambre, sed, y no teniendo donde reclinar la cabeza, sino en su muerte, queriendo ser despojado de sus vestiduras y de todo, hasta que le faltase agua en su sed. La Sabiduría, que no puede engañarse, quiso mostrar al mundo, según Bernardo [113] , cuán preciosa fuese esa joya de la pobreza, cuyo valor era desconocido en el mundo, eligiéndola para sí, para que no pareciese que su doctrina «Bienaventurados los que tienen hambre y sed, bienaventurados los pobres», etc. [cf. Mt 5,3ss], disonase con su vida. Así mismo se muestra cuánto aprecia Dios la pobreza, viendo que los más escogidos amigos suyos, sobre todo en el Nuevo Testamento, comenzando por su santísima Madre y los Apóstoles, y siguiendo por tantas épocas hasta la nuestra, han sido comúnmente pobres, imitando los súbditos a su rey, los soldados a su capitán, los miembros a su cabeza Cto. [2. Los pobres, preferidos de Dios] Son tan grandes los pobres en presencia de Dios, que para ellos especialmente fue enviado Cto. a la tierra, por la miseria de los necesitados y el gemido de los pobres me levantaré ahora, dice el Señor [Cf. Sal 11,6]; y en otro pasaje, a evangelizar a los pobres me ha enviado [Cf. Lc 4,18]. Lo recuerda Jesucristo haciendo responder a san Juan [114] : «Los pobres son evangelizados» [Mt 11,5], y tanto preferidos a los ricos, que Jesucristo quiso elegir de entre pobres todo aquel santísimo colegio de los Apóstoles, venir y conversar con ellos, y dejarlos príncipes de su Iglesia, constituirlos jueces sobre

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las doce tribus de Israel, es decir sobre todos los fieles, de los cuales serán asesores los pobres. Tan excelso es su estado. La amistad con los pobres nos hace ser amigos del Rey eterno. El amor de esa pobreza hace reyes, aun en la tierra, y reyes no de la tierra, sino del cielo. Lo cual se ve porque habiendo sido prometido el reino del cielo para el futuro a los demás, a los pobres y a los que padecen tribulaciones, la Verdad inmutable lo promete para el presente: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos el reino de los cielos» [Mt 5,3], pues ya tienen ahora el derecho del reino. Y no solo son reyes, sino que hacen a los demás participantes del reino, como nos enseña Cto. por san Lucas, cuando dice: «Haceos amigos con la riqueza de iniquidad, para que cuando fallezcáis, os reciban en la morada eterna» [Lc 16,9]. Estos amigos son los pobres, por cuyo mérito entran aquellos que los ayudan en las moradas de la gloria; sobre todo, los [pobres] voluntarios. Según san Agustín, estos los más pequeños de los que dice Cto.: «Lo que hicisteis a uno de estos más pequeños, lo hicisteis a Mí» [Mt 25,40]. Así que en ello se ve la grandeza de la pobreza, la cual no se digna hacer tesoros de estiércol o vil tierra, al comprar con todo el poder de su amor ese precioso tesoro en el campo de la santa Iglesia, ya sea Cto., ya sus dones espirituales, que no se separa jamás de ellos. [3. Ventajas de la pobreza] Pero quien considerase la verdadera utilidad, que se encuentra propiamente en los medios aptos a conseguir el fin supremo, vería de cuántos pecados preserva la santa pobreza quitando la materia de ellos, porque la pobreza no tiene con qué alimentar su amor [115] . Mata el gusano de los ricos, la soberbia, y corta aquellas infernales sanguijuelas de la lujuria y la gula, y así muchos otros pecados. Y cuando alguno cayese por fragilidad, ayuda a levantarse presto, porque no tiene aquel amor que, como viscosidad, liga el corazón con la tierra y las cosas terrenas, y no deja la libertad de realzarse y volver en sí para dirigirse a Dios. Hace que podamos escuchar en todo la voz, la inspiración del Espíritu Santo, quitando los impedimentos para ello; hace también más eficaces, en la presencia de Dios, las oraciones, «quia orationem pauperum exaudivit 109

Dominus» [porque el Señor escuchó la oración de los pobres, Sal 19,17]; hace caminar expeditamente por el camino de la virtud, como al viandante liberado de todo peso; libera al hombre de esa esclavitud común a tantos grandes del mundo, en el que todo obedece y sirve al dinero [cf. Ecl 10,19]. Hace llenarse de toda virtud, si es pobreza de espíritu, porque el alma, vacía del amor de las cosas terrenas, tanto será llena de Dios por sus dones. Y es cierto que no puede ser sino muy rica, habiendo sido hecha la promesa de ciento por uno, aun en esta vida; la cual se realiza en lo temporal, cuando es conveniente, pero en lo espiritual perfecto no puede sino ser verdadera. Así que necesariamente serán ricos en dones divinos, los que voluntariamente se hagan pobres de cosas humanas. Esta misma pobreza es tierra fértil en hombres fuertes: «fecunda virorum paupertas» [pobreza fecunda en virilidad] [116] , decía el poeta, lo cual cuadra mucho más a la pobreza cristiana que a la romana. Ella es el horno que pone a prueba el progreso de la fuerza y virtud de los hombres, donde se ve lo que es de oro y lo que no. Es el foso que asegura el campo de nuestra conciencia en la religión. El fundamento sobre el que parece que Jesucristo enseñó que se fabricase el edificio de la perfección, ya que dijo: «Si vis perfectus esse, vende omnia quae habes, et da pauperibus et sequere Me» [Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme, Mt 19,21]. Es la madre, la nodriza, la defensa de la religión; porque la da a luz, la nutre, la conserva; como al contrario, la abundancia de las cosas temporales la disminuye, la deteriora y arruina. Así fácilmente se verá cuán grande sea la utilidad, además de la excelencia de esta santa pobreza, sobre todo siendo la que finalmente nos conduce a la salvación por parte de «qui humilem et pauperem salvum faciet» [quien salvará al humilde y pobre, Sal 17,28], y hace alcanzar el reino eterno de Aquel mismo que afirma que el reino del cielo es de los pobres de espíritu, utilidad incomparable con ninguna otra. De modo que, por muy amarga que fuese, parece que debería aceptarse gustosamente la santa pobreza. Pero, en realidad, no es amarga, sino de gran alegría para quien la toma voluntariamente. También Séneca [117] dice que los pobres ríen más de corazón, no teniendo ninguna otra solicitud. Y la experiencia lo muestra en los mendigos comunes que, si mirásemos solo su contento, notaríamos que viven más alegres y contentos que grandes mercaderes, magistrados, príncipes y otros grandes personajes. Pero, si esto es verdad en los pobres no voluntarios, ¿qué diremos de los voluntarios? Estos, por no tener ni amar cosa terrena 110

que puedan perder, tienen una paz imperturbable y tranquilidad suma en esta parte, que está llena de tempestades en los ricos; por la seguridad y nitidez de conciencia gozan de alegría continua, como de continuo banquete; sobre todo, porque la misma pobreza les dispone a las consolaciones divinas, que suelen abundar en los siervos de Dios, tanto más cuanto no abundan en cosas y comodidades terrenas, si saben llenarse de Jesucristo, para que Él les supla todo y les sea todo en todas las cosas. [4. Amor de la pobreza] No hay que detenernos más en esto. Basta lo dicho para común consolación y exhortación a mí y a vosotros para amar la santa pobreza, porque las excelencias, utilidad, y alegría dichas se encuentran plenamente solo en la pobreza que es amada y aceptada voluntariamente; no si es forzada y fuese involuntaria. Solo diré esto: los que aman la pobreza deben amar, en cuanto depende de ellos, sus consecuencias, como mal comer, vestir, dormir y ser despreciado. En caso contrario, quien amase la pobreza, pero no quisiese sentir penuria ninguna, ni sus consecuencias, sería pobre demasiado delicado y, sin duda, demostraría amar más el título que la posesión de la pobreza, o amarla más de palabra que de corazón. No más por esta, sino rogar a Jesucristo, maestro y verdadero ejemplo de pobreza espiritual, que nos conceda a todos poseer esa preciosa herencia, que concede a los hermanos y coherederos suyos, para que abunden en nosotros las riquezas espirituales de su gracia y finalmente las inenarrables de su gloria. Amén. De Roma, 6 de agosto 1547.

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23. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Roma, 20 de septiembre de 1548. (Epp., 2, 233-237)

San Ignacio da instrucciones a Francisco de Borja sobre cómo debe comportarse y qué hacer en este tiempo en que habiendo hecho la profesión en la Compañía de Jesús (1 de febrero de 1548), por especial concesión del Papa, conservaba durante tres años la posibilidad de continuar ejercitando sus funciones y administración de duque hasta colocar a sus hijos debidamente. Diríamos: «jesuita de incógnito». La carta original lleva correcciones de mano de san Ignacio, que vienen señaladas en esta edición mediante el uso de letra cursiva y negrita. Contiene una de sus enseñanzas más particularizadas sobre los dones místicos, sin llamarlos así, y de la necesidad de graduar las penitencias según el grado de evolución de la persona espiritual y de su situación de salud.

† IHS Mi señor en el Señor nuestro.

La suma gracia y amor eterno de Cristo N.S. sea siempre en nuestro continuo favor y ayuda.

Entendiendo el concierto y modo de proceder en las cosas espirituales, y así corporales, ordenadas al propio provecho espiritual, es verdad que a mí me han dado nueva causa de gozarme mucho en el Señor nuestro; y de ello, dando gracias a la eterna Majestad, no he 112

podido atribuir a otro que a la su divina bondad de quien todo bien procede. Y con esto, sintiendo en el mismo Señor nuestro que como a un tiempo tenemos necesidad de unos ejercicios, así espirituales como corporales, para otro diverso de otros diversos; y porque los que nos han sido buenos para un tiempo no nos son tales y continuamente para otro, diré en la su divina Majestad cuanto a mí se representa en esta parte, pues V. Sría. me manda que diga lo que sintiere. Y primero, cuanto a las horas ordenadas en ejercicios interiores y exteriores, sería en que la mitad de todo se quitase, que cuando y cuanto más nuestros pensamientos se despiertan de nosotros o de nuestro adversario para pensar y poner el entendimiento en cosas impertinentes, vanas o ilícitas, porque la voluntad no se deleite ni consienta en ellas, tanto más debemos ordinariamente crecer en ejercicios interiores y exteriores, según los sujetos y según la variedad de los pensamientos o tentaciones, proporcionando a los tales sujetos para vencerlos; por el contrario, cuanto más los tales pensamientos aflojan o mueren, tanto más los buenos pensamientos y santas inspiraciones se introducen, a las cuales debemos dar entero lugar, abriendo en todo las puertas de nuestra ánima; y consequenter, no siendo necesarias tantas armas para vencer los enemigos, por lo que yo puedo de V. Sría. en el Señor nuestro sentir, tendría por mejor que la mitad del tiempo se mudase en estudio (pues será siempre muy necesario o conveniente, no solo el infuso, sino el adquirido, para adelante), en gobierno de su estado y en conversaciones espirituales, procurando siempre de tener la propia ánima quieta, pacífica y dispuesta para cuando el Señor nuestro quisiera obrar en ella; que, sin duda, es mayor virtud de ella y mayor gracia poder gozar de su Señor en varios oficios y varios lugares que en uno solo, para lo cual mucho nos debemos ayudar en la su divina bondad. Cuanto al segundo, cerca ayunos y abstinencias, sería por el Señor nuestro en guardar y fortificar el estómago con las otras fuerzas naturales, y no en debilitarlas; porque, primero, cuando una ánima se hallase así dispuesta y así determinada, que antes elegiría perder en todo la vida temporal que hacer una ofensa, por mínima que fuese, deliberada, contra la divina majestad; y segundo, que no se hallase trabajada de particulares tentaciones del enemigo, del mundo o de la carne, como yo me persuado que V. Sría. por gracia divina se halle, en la primera parte affirmative y en la segunda negative, deseo mucho que V. Sría. imprimiese en su ánima, que siendo ella y el cuerpo de su Criador y Señor, que de todo le diese buena cuenta, y para ello no dejase 113

enflaquecer la natura corpórea, que, siendo ella flaca, la que es interna no podrá hacer sus operaciones. Por tanto, dado que los ayunos con tanta abstinencia y con tanto quitarle de manjares comunes, yo laudé mucho y de ello me gocé por cierto tiempo, para en adelante yo no podría laudar, donde veo que el estómago con los tales ayunos y abstinencias no puede naturalmente hacer sus operaciones, ni aun digerir alguna de las carnes comunes ni de otras cosas, que den substancia conveniente al cuerpo humano, antes sería en buscar todos modos que pudiese para esforzarle, comiendo de cualesquiera viandas concedidas, y tantas veces cuanto hallase provechosas para ello sin ofensa alguna de prójimos; porque al cuerpo tanto debemos querer y amar cuanto obedece y ayuda al ánima y ella, con la tal ayuda y obediencia, se dispone más al servicio y alabanza de nuestro Criador y Señor. Cerca la tercera parte, de lastimar su cuerpo por el Señor nuestro, sería en quitar de mí todo aquello que pueda parecer a gota alguna de sangre; y si la divina majestad ha dado la gracia para ello y para todo lo dicho (como yo me persuado en la divina bondad), en adelante, sin dar razones o probaciones algunas para ello, es mucho mejor dejarlo, y en lugar de buscar o sacar cosa alguna de sangre, buscar más inmediatamente al Señor de todos, es a saber, sus santísimos dones, así como una infusión o gotas de lágrimas, ahora sea 1.º, sobre los propios pecados o ajenos, ahora sea 2.º, en los misterios de Cto. N.S. en esta vida o en la otra, ahora sea 3.º, en consideración o amor de las personas divinas; y tanto son de mayor valor y precio, cuanto son en pensar y considerar más alto. Y aunque en sí el 3.º sea más perfecto que el 2.º, y el 2.º más que el primero, aquella parte es mucho mejor para cualquier individuo, donde Dios N.S. más se comunica mostrando sus santísimos dones y gracias espirituales, porque ve y sabe lo que más le conviene, y como quien todo sabe, le muestra la vía; y nosotros para hallarla, mediante la gracia divina, ayuda mucho buscar y probar por muchas maneras para caminar por la que le es más declarada, más feliz y bienaventurada en esta vida, toda guiada y ordenada para la otra sin fin, abrazados y unidos con los tales santísimos dones, los cuales entiendo ser aquellos que no está en nuestra propia potestad para traerlos cuando queremos, mas que son puramente dados de quien da y puede todo bien, así como son (ordenando y mirando a la su divina Majestad): intensión de fe, de esperanza, de caridad, gozo y reposo espiritual, lágrimas, consolación intensa, elevación de mente, impresiones e iluminaciones divinas, con todos los otros gustos y sentidos espirituales ordenados a los

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tales dones, con humildad y reverencia a la nuestra santa madre Iglesia, y a los gobernadores y doctores puestos en ella. Cualquiera de estos santísimos dones se debe preferir a todos actos corpóreos, los cuales tanto son buenos cuanto son ordenados para alcanzar los tales dones o parte de ellos. No quiero decir que solamente por la complacencia o delectación de ellos los hayamos de buscar, mas conociendo en nosotros que sin ellos todas nuestras cogitaciones, palabras y obras van mezcladas, frías y turbadas, para que vayan calientes, claras y justas para el mayor servicio divino; de modo que tanto deseemos los tales dones o parte de ellos y gracias así espirituales, cuanto nos puedan ayudar a mayor gloria divina. Y así, cuando el cuerpo por los demasiados trabajos se pone en peligro, es lo más sano, por actos del entendimiento y con otros mediocres ejercicios, buscarlos; porque no solamente la ánima sea sana, mas la mente, siendo sana in corpore sano, todo será más sano y más dispuesto para mayor servicio divino. Cerca el modo de proceder en las cosas más particulares, no me ha parecido en el Señor nuestro hablar en ello, esperando que el mismo Espíritu divino que hasta ahora ha gobernado a V. Sría., le guiará y gobernará para adelante a mayor gloria de la su divina Majestad.

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24. A JUAN DE ÁVILA. Roma, 24 de enero de 1549. (Epp., 2, 316-317)

El gran apóstol de Andalucía, Juan de Ávila, se mostró en sintonía con el espíritu y la obra de la Compañía de Jesús, hasta el punto de encaminar a ella una buena parte de sus discípulos y ofrecerle sus colegios. San Ignacio le muestra aquí su agradecimiento y le informa de las medidas que piensa tomar para contrarrestar la campaña de algunos padres dominicos contra los Ejercicios espirituales, para que, bien informado, encomiende estas acciones al Señor a mayor gloria divina. Llama la atención la copiosa colección de textos bíblicos y patrísticos reunidos en esta carta para justificar su posición. Se ve que admiraba ya en su tiempo la cultura eclesial de Juan de Ávila.

IHS Muy Rdo. mi señor en el Señor nuestro.

La suma gracia y amor eterno de Cristo N.S. a V.R. salude y visite con sus santísimos dones y gracias espirituales.

Habiendo entendido diversas veces y por diversos de los nuestros el continuo favor y con tanta intensa caridad que V.R. ha dado a esta su mínima Compañía, me ha parecido en el Señor nuestro escribir esta por dos cosas: la primera por dar señal de gratitud y de entero conocimiento, dando intensas gracias a Dios N.S. y a V.R. en su santísimo nombre, por todo cuanto a la mayor gloria de su divina Majestad y mayor aumento y devoción de los que somos de V.R. se ha empleado; y así en tal reconocimiento con toda la devoción a mí posible, a V.R. me ofrezco como uno de los sus allegados o hijos espirituales en el Señor nuestro, para hacer con entera voluntad cuanto me fuere ordenado en el Señor de 116

todos, y su divina Majestad me diere fuerzas para ello; porque haciéndo[lo] me persuado que me será mucha ganancia en la su divina bondad, así en satisfacer en alguna manera a lo que me tengo por tanto obligado, como en servir a los que son siervos de mi señor pienso servir al mismo Señor de todos. La 2.ª es que, como V.R. habrá entendido algunas cosas de los nuestros en el Señor nuestro favorables, me ha parecido en la su divina Majestad que es justo que de las contrarias también entienda; aunque espero, sin poder dudar, siendo mayor ejercicio espiritual a ellos, que de todo resultará mayor gloria divina; y es que en Salamanca, según que nos escriben los nuestros, han pasado y pasan mucha contradicción de algunos Padres dominicos, movidos, como yo creo, más de buen celo que de ciencia debida, y esta tal contradicción ha que dura por diez meses; y, ahora, teniendo letras de nuevo de los veinte y cinco de noviembre y de dos de diciembre pasado, más en aumento, y tanto fuera de todos términos, que hemos sido forzados de proveer en ello conforme a lo que san Agustín y otros muchos santos doctores nos lo muestran. San Agustín, De viduitate, dice: «Nobis est necessaria vita nostra, aliis fama nostra» [Para nosotros es necesaria nuestra vida, para los otros nuestra fama] [118] . San Crisóstomo, Super Matheum, «Discamus illius exemplo nostras quidem iniurias magnanimiter ferre; Dei autem iniurias nec usque ad auditum sufferre» [Aprendamos de su ejemplo a soportar con magnanimidad las injurias que recibamos; pero las injurias a Dios, no soportemos ni siquiera el oirlas] [119] . San Jerónimo en carta contra Rufino: «Nolo quemquam in crimine heresis patientem esse» [No quiero que ninguno soporte con paciencia el crimen de herejía] [120] . Santo Tomás, 2.ª 2ae., q.72, art.3: «Tenemos que estar dispuestos a tolerar ofensas, si fuera conveniente; a veces, en cambio es necesario que rechacemos la ofensa, sobre todo, por dos motivos: por el bien de quien hizo la ofensa, para reprimir su audacia y que no vuelva a intentar lo mismo, según aquello de Prov. 26 [v. 5] “responde al insensato, según su insensatez, para que no se crea un sabio”; además, por el bien de muchos, cuyo provecho impiden las ofensas que nos han hecho [121] . De ahí que Gregorio Super Ezechielem, en la homilía 9: “Aquellos cuya vida está puesta como ejemplo a imitar, deben rechazar, si pueden, las palabras de sus detractores, no sea que dejen de escuchar su predicación los que pudieran escucharla, y permaneciendo así en sus costumbres depravadas, y desprecien la buena vida”» [122] .

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S. Buenaventura en Apologeticum, q.[12]: «Si debéis soportar con paciencia todos los males que os infieren y no hacer o mover querella por ello, ¿por qué no solo no hacéis eso, sino que no contentos con el juicio de los obispos, alcanzáis jueces y defensores de la Sede Apostólica, y a cualquiera que os molesta, aunque sea levemente lo citáis ante ellos, y los cargáis de trabajos y gastos hasta que os satisfagan como queréis, contra [lo que enseña] el Apóstol a los corintios: “Es delito, que hacéis pleito entre vosotros”? [1 Cor 6,7: Delictum est in vobis, quod iudicia habetis]. Y la respuesta: los religiosos deben soportar pacíficamente las injurias y molestias de las que no se sigue ningún mal, sino el que por el momento se puede sentir, como son palabras injuriosas, o daños materiales, o azotes y otras cosas semejantes, pues no producen ningún otro daño; pero cuando pueden producirse perjuicios más graves, como daños graves para las almas, entonces no conviene tolerarlos». Cayetano In Sumula: «Descuidar la fama propia injustamente quitada es pecado, cuando ello causa daño a otros o se teme que lo cause, pues la fama nos es necesaria a causa de los demás, y en tal caso dice Agustín: “Quien descuida la fama porque confía en su conciencia es cruel, porque mata las almas de otros”» [123] . Así pensamos proceder por mayor gloria divina: Primero, con todo cumplimiento y amorosamente, enviándoles una letra de un cardenal, que parece que en alguna manera puede con ellos [124] ; segundo, asimismo presentándoles una patente de su general; 3.º Si con lo primero ni segundo no aprovechare, por lo que Dios N.S. y la caridad cerca nuestros prójimos nos obliga y por quitar fuerzas al enemigo de nuestra natura humana, que así suade y persuade a las personas, aunque sean de letras, siendo religiosas y criadas para mayor gloria divina, se procederá por virtud de un proceso fulminado y de un breve del Papa, como V.R. verá, porque, estando del todo así avisado, V.R. tenga mayor materia para encomendar muy de veras a Dios N.S. en sus santos sacrificios y devotas oraciones, que su divina Majestad se quiera dignar en dar su divino favor y ayuda a la parte y adonde su mayor gloria y alabanza pueda redundar para siempre, pues otra cosa alguna, mediante su divina gracia, no buscamos ni deseamos. A quien de ello y de todo sea gloria para siempre sin fin, y quien por la su infinita y suma bondad nos quiera dar su gracia cumplida para que su santísima voluntad sintamos y aquella enteramente la cumplamos. De Roma, 24 de enero 1549 [125] . 118

Ignatio

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25. AL P. JUAN ÁLVAREZ. Roma, 18 de julio de 1549. (Epp., 2, 481-483)

Esta carta es algo extensa y en ella se muestra el criterio de san Ignacio sobre el uso de los medios naturales e influjos humanos para conseguir fines buenos y el modo cómo reprocha el santo a quienes tienen actitudes erróneas como si fueran evangélicas. En este tiempo se trataba de los influjos para contrarrestar los ataques, en especial de Melchor Cano O.P., contra los Ejercicios, ya aprobados por el Papa Paulo III. La carta está redactada por Polanco, por comisión de san Ignacio y según sus precisas indicaciones.

De Roma no tendrá V.md. por novedad que salgan algunos capelos [126] , ni creo le desplacerá de recibirlos los que de parte de Mtro. Ignacio le tengo de enviar, antes pienso los estimará para sí más que los rojos; y, si en ellos me alargare, atribúyase no solamente a lo que merece el que los recibe, pero aun a la fortaleza que de él se concibe, por la cual parece que todo se le podría decir lo que convenía. Y pues yo soy como pluma, no hay por qué tomar nada como de mí (que en notar a mí mismo tendría qué hacer), sino como de nuestro Padre que se lo ha ordenado. Primeramente, cuanto a la frecuencia de escribir cada 8 días, aunque está bien que se haya guardado la obediencia, parece que algo groseramente, pues se guardaban en casa las letras. Lo que convenía era buscar también quien las llevase después de ser escritas, y para Valladolid a lo menos podríanse enviar, donde hay ordinariamente muchos que parten para acá. Parecía a N.P. que para adelante bastará escribir cada 15 días (si no quisiesen hacerlo por alguna ocurrencia más a menudo), y que cada 8 días se mire si hay comodidad de enviar letras. 2.º Cuanto al modo de escribir, lo que se usa en la Compañía es escribir, en las cartas que se han de mostrar, solamente cosas que todos puedan ver. Otras que tocan a

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negocios o puntos que no son para todos, se escriben en hijuelas o cartas menos principales, que van con una que se puede mostrar. Y esto, por no lo haber hecho en sus cartas, no han acá podido mostrarse. Enviánselas rayadas, para que vea lo que había de escribir en hijuelas, que es lo que está fuera de las rayas, porque así me lo ha mandado N.P. Acá queda todo lo que está rayado, que se sacó para mostrarse acá al cardenal de Coria [127] , etc. 3.º Cuanto a las ortografías, especialmente latinas, también se debe mirar más y más moderadamente y a sus tiempos hablar latín. 4.º En lo que tantas veces repite de la carta del licenciado Madrid [128] , es verdad que hombre de la Compañía no la vio, sino que él como amigo de ella, viendo las cartas de V. md. y otras que decían cosas tales, cuales ya sabe de aquel Padre Cano [129] , se debió disponer a escribir aquella carta, ex abundantia cordis [de la abundancia del corazón] hablando, y a lo menos su buena intención vista, merecía que no se le dieran aquellos golpes tantos y tales, como le da por todas sus letras. 5.º Dice más, como verá por sus letras, que no le pareció usar de los recados que de acá se habían enviado, porque así pareció convenir, mirando en ello después de recomendarlo a Dios, porque era mudada la disposición de las cosas, etc.; que todo está bien, pero en el dar las razones por qué no se debían usar tales medios, no parece acá la filosofía bien, entrando tan espiritualmente en la materia, que parece pierda la verdadera naturaleza de la cosa; que su modo de escribir es como si sintiese haber sido de un espíritu humano y bajo usar semejantes diligencias y procurar tales favores, que esto le parece curvare genu ante Baal, etc. [arrodillarse ante Baal]. Y aún, en otro paso, hablando de otra carta para el Mtro. Gallo [130] , que escribió nuestro Padre a instancia de don Diego de Azebedo [131] , escribiendo el mismo a sus deudos, etc. dice que tuvieron el gozo más puro, etc., por ser sin fermento de semejantes medios, como más por extenso lo verá en sus letras. En este escribir se veían muchas faltas, a lo que parece, si se ha de decir la verdad como la obediencia manda. Primeramente, veis que juzga y nota a su superior, que fue el que proyectó tales medios, de espíritu muy humano y bajo, que no lo sería poco si se de él se pensase que flectat genua ante Baal, vel flectere alios fecit [que se arrodille ante Baal, o hizo que otros se arrodillasen], que sería peor; así que por ser tanto espiritual,

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deja de serlo en lo que mucho importa y es muy substancial, como es el espíritu de la humildad y obediencia. 2.ª Ya que tal sintiese así, era, no digo del respeto debido al superior, pero aun de una humanidad ordinaria, no lo escribir así al mismo que era notado, al menos tan desencubierto y en carta que se había de mostrar a todos. 3.ª Parece que no se acuerda, o que no sabe, que aquellos medios se pidieron de allá en buena parte, o todos; que el mismo P. doctor Torres [132] pidió parte, y el P. Mtro. Estrada también; y V. md. así mismo mostraba quererlo, escribiendo cómo se levantaban contra nuestro muy Sto. Padre y otras cosas de la † [cruz] tan poderosa; que acá parecía al cardenal de Coria [133] que había habido mucha cólera en aquella letra, pues pidiéndose de allá la mayor parte y la otra ofreciéndosela Dios por personas devotas, no parece que acá nos arrodillábamos a Baal o le adorábamos por aceptar tales medios y enviarlos allá. 4.ª Mirando aun en sí la espiritual filosofía, no parece vaya muy sólida ni muy verdadera; es a saber, que usar medios o industrias humanas y aprovecharse o servirse de favores humanos para fines buenos y gratos a nuestro Señor, sea curvare genua ante Baal, antes parece que quien no piensa sea bien servirse de ellos y expender entre otros este talento que Dios da, reputando como fermento o mezcla no buena la de los tales medios con los superiores de gracia, que no ha bien aprendido a ordenar todas cosas a la gloria divina, y en todas y con todas aprovecharse para el último fin del honor y gloria divina. Aquel se podría decir curvare genua ante Baal, que de tales medios humanos hiciese más esperanza en ellos, que en Dios y sus graciosas y sobrenaturales ayudas; pero quien tiene en Dios el fundamento todo de su esperanza, y para el servicio suyo con solicitud se aprovecha de los dones que Él da, internos y externos, espirituales o corporales, pensando que su virtud infinita obrará con medios o sin ellos todo lo que le pluguiere, pero que esta tal solicitud le place cuando rectamente por su amor se toma, no es esto curvare genua ante Baal, sino ante Deum, [esto no es arrodillarse ante Baal, sino ante Dios] reconociéndole por autor, no solamente de la gracia, pero aun de la natura. Lo cual parece no reconoce el que deja de darle puras gracias y gozarse puramente en él, cuando medios de industria humana intervienen en lo que les causa la alegría y acción de gracias; antes parece que siente ser uno el principio de gracia y otro el principio de la natura en tal modo de hablar. Bien podía Dios nuestro Señor sin la potencia y favor 122

humano de José entretener los hijos de Israel en Egipto, pero no hizo mal José en aprovecharse de su favor y potencia para ello. Asimismo era poco necesaria la potencia de Ester y Mardoqueo para la libertad y salud del mismo pueblo, pero ellos no adoraron a Baal por aprovecharse de ella. Es verdad que donde Dios quiere comunicar abundantísimamente su gracia y en modo extraordinario para mostrarse superior a la natura toda, que ha habido poca necesidad de medios humanos, como en el tiempo de su primitiva Iglesia, que mandaba a sus discípulos que no pensasen lo que habían de decir ante príncipes, etc., porque el Espíritu Santo, que quería comunicarles especialísimamente no había menester de sus naturales habilidades; pero aun entonces se ve que el mismo Espíritu se servía de las partes humanas de algunos de la primitiva misma Iglesia, como de Apolo y del mismo san Pablo, que no pensaba él encorvarse ante Baal, cuando se aprovechaba de las pasiones de los fariseos contra los saduceos diciendo por librarse de ellos: de resurrectione [mortuorum] ego judico[r] etc. [a propósito de la resurrección de los muertos soy juzgado] [134] ; y cuando queriéndole maltratar se aprovechó de ser ciudadano de Roma; y cuando a Agripa rey dijo tenerse por beato por decir ante él de su causa; y en sus epístolas a diversos usa tiros de tanta humana prudencia, ayudada de la superhumana, que el autor de la una y la otra le comunicaba. Después de la primitiva Iglesia, más fundadas las cosas, se ve ser esta la práctica común de los doctores santos griegos: Atanasio, Basilio, Gregorio Nacianceno, Crisóstomo, y latinos: Jerónimo, Agustín, y antes de ellos Ambrosio, y después Gregorio Papa, y los demás que han sucedido, que han usado las partes e industrias humanas, de doctrina, elocuencia y destreza; y aun armas de potentes para fines santos del divino servicio, no les pareciendo adorar a Baal, sino a Dios omnipotente, a quien solo con medios naturales y sobrenaturales servían. Y así es determinación de los doctores escolásticos que se deben usar los medios humanos, y que sería muchas veces tentar a Dios, si, no tomando de los tales que Dios envía, se esperasen milagros en todo, etc. Pero en esta parte basta lo dicho, que es en suma: que usar medios humanos a sus tiempos, enderezados puramente a su servicio, no es mal, cuando en Dios y su gracia se tiene el áncora firme de la esperanza; pero no usar de los tales, cuando Dios, por otras vías proveyendo, los hace ser excusados, o cuando no se esperasen que ayudarían para su mayor servicio, en esto todos somos de acuerdo.

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6.º Cuanto a la patente de los dominicos y las dos cláusulas que deberán tener, no sería difícil hacérselas poner, si ya no fuese esto curvare genu, etc. Es verdad que, para hacerla, no habló hombre de la Compañía al General dicho, ni tampoco para otro símile que dio el de los franciscanos, allá en Valladolid, no sé a cuyo pedimento, pero bien sé que no de hombre de la Compañía. Avísole que se pueden tomar trasuntos cuantos quisieren de la una y de la otra. Por todo lo dicho arriba en 1.ª o parte de ella, dice nuestro en Cto. P. Mtro. Ignacio que no use más del oficio de secretario hasta que mejor lo sepa hacer, si no muestra sus letras al Padre doctor [Torres] o al P. Estrada y teniendo en las letras la mano de alguno de ellos. Y esto es lo que por comisión y mandado de su paternidad yo había de escribir, y sé que no serán menester, como ni salvas al principio, tampoco cumplimientos a la fin. Yo de mi parte me encomiendo en sus devotas oraciones. De Roma, 18 de julio 1549. Siervo en Jesucristo. Por comisión de N.P. M. Ignacio.

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26. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Julio de 1549. (Epp., 12, 632-654)

Es una de las cartas más importantes del epistolario ignaciano. La ocasión fue las desaforadas propuestas y peticiones dirigidas al P. Ignacio por dos jesuitas de la comunidad del colegio de Gandía, Andrés de Oviedo y Francisco Onfroy: deseaban retirarse al yermo por siete años, no contentos con las largas horas de oración y penitencias singulares que practicaban ordinariamente. Era la floración de un ambiente que había ido formándose en torno a un lego franciscano refugiado en Gandía, bajo la protección del duque, que influía en los estudiantes jesuitas del colegio. Poco a poco se iba llegando a un pseudomisticismo reformista. Se respiraba como un eco del profetismo de Joaquín de Fiore: necesidad de la reforma de la Iglesia y de la Compañía, la llegada de la hora de un Papa angélico, que hiciese entrar en la tercera edad, la era del Espíritu [135] . El P. Ignacio, que se encontraba manos a la obra en la composición de las Constituciones S.I. y en la preparación de la bula Exposcit debitum para llevar a su perfección la estructura creada en la bula de fundación, Regimini militantis, vio el gran peligro que se encerraba en la situación: desviaba la esencialidad apostólica y el modo de proceder de la Orden. Antes de escribir esta respuesta, quiso obtener un juicio autorizado sobre el tema de las profecías, además de encomendar a Dios todo el asunto. El mismo P. Ignacio revisó, corrigió y añadió lo que le pareció conveniente a la redacción final de la carta, como se puede ver en el examen de los originales. Hemos querido poner en letra cursiva y negrita las palabras autógrafas de san Ignacio, pues son especialmente significativas. Los más implicados en el fenómeno místico-profético vienen indicados en el escrito original con una sola letra: B (Francisco Onfroy), C (Andrés de Oviedo), T (Fr. Juan Tejeda). [Introducción: doctrina sobre las profecías]

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1. Antes de venir a los particulares, nos ha parecido, en el Señor de todos, decir algunas cosas que para tratar esta materia pueden servir a mayor gloria de la su divina Majestad. Primeramente, consta que como no se han de negar todas las profecías después de Cto. N.S., pues en san Juan, Agabo, y las hijas de Filippo, etc. las vemos, y nos amonesta san Pablo: «Prophetias nolite spernere» [no despreciéis las profecías, 1 Tes 5,20], así tampoco se ha de dar crédito a todos los que dicen ser profetas o aceptar sus profecías, viendo tantos engaños [de di]versas suertes en esta parte y amonestándonos el mismo apóstol: «ne omni spiritui credamus, sed probemus spiritus si ex Deo sunt» [no creamos a todo espíritu, sino que discernamos si proceden de Dios, cf. 1 Tes 5,21; 1 Jn 4,1]. Asimismo, consta que como en las cosas futuras contingentes no es de decir aseguradamente que sea imposible lo que puede avenir, así también todas las cosas que serían posibles creer que avendrán, sería ligereza, diciéndonos el sabio: «Qui cito credit, levis est corde» [Quien cree de ligero, es liviano de corazón, Eclo 19,4]. Y menos excusables serían los que tuviesen experiencias de semejantes engaños, como se tienen hoy, grandes y muchas. Así que es muy conveniente y mucho necesario, discernir y examinar semejantes espíritus, para lo cual Dios N.S. (como para cosa importante) da especial gracia, gratis data, discretionis spirituum [dada gratuitamente, de discreción de espíritus] a siervos suyos, según el apóstol [1 Cor 12,10]. La cual se ayuda y ejercita con la industria humana, en especial con prudencia y doctrina. De esta manera procediendo, algunas profecías o revelaciones de las que corren, si no contienen cosa repugnante a la razón ni buena doctrina, y antes edifican que lo contrario; en especial, si la persona que las dice y la cualidad de ellas las hace verisímiles, pueden aceptarse piamente, aunque también suelen personas espirituales y prudentes, suspender su juicio en las tales, y esperar el evento para tenerlas por ciertas, bien que no las condenen; porque aun los mismos profetas no ven tantas veces en su luz profética todas las cosas tan claras y absolutas como las pueden decir. De donde procedió que Jonás dijo absolutamente: «Adhuc quadraginta dies et Ninive subvertetur» [Todavía cuarenta días y Nínive será destruida, Jon 3,4], no siendo, o, al menos, no expresando la

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condición que había en aquella proposición en la disposición eterna de Dios N.S., scilicet [a saber]: si no hiciesen penitencia. Y acontece también que el verdadero profeta se engañe, cuando no viendo con luz profética la cosa que dice, sino con la luz natural de su razón o discurso, afirma lo que no es verdad. Como Natán se engañó, diciendo a David que en nombre de Dios edificase el templo; pero después en la verdadera y cierta luz sobrenatural vio lo contrario y así le avisó, que, porque había derramado mucha sangre, no lo edificaría él [cf. 2 Sam 7], etc. Con esto que nos amonestan las mismas Escrituras, se ve cuánto han de ser los hombres más atientados en creer a los que no se sabe aún que sean profetas, pudiendo en tantas maneras tomar lo falso por verdadero. 2. Cuando en las tales revelaciones o profecías (aunque no haya nada contra la buena vida y doctrina) hay algo que a la razón no sea conforme, no solo no creer, pero aun contradecir es lícito y bien hecho, si por milagros u otras probaciones superiores no se confirman. Cuando ya ellas tuviesen algo que repugnase a la razón y sana doctrina y vida, si se creyesen, dando desedificación antes que edificación, es cierto que las tales profecías creerlas es de ligereza e ignorancia; contradecirlas y desacreditarlas es justo y meritorio, pues es a favor de la verdad y justicia, y, por consiguiente, grato al autor de ella. [Situación histórica] Ahora, viniendo a nuestro propósito, estas proposiciones proféticas o revelaciones de B., sobre las cuales nos ha sido por obediencia ordenado que, después de encomendar la cosa a Dios nuestro Señor, dijésemos nuestro parecer; a nosotros, mirando las cosas en la su divina bondad, ha parecido que se deben poner en el último lugar, y los motivos que para fundar este parecer hay son algunos extrínsecos, otros de parte de su persona, otros de parte de las mismas proposiciones; aunque es verdad, que, sin pensar razones algunas, luego en leyéndolas se halló el entendimiento inclinado a sentir mal de ellas, teniendo mucha compasión por ver tal disposición en los autores de ellas que amamos in visceribus Jesucristi [en las entrañas de Jesucristo]. Porque la verdad y también la falsedad muchas veces de suyo mueven al entendimiento sin discursos algunos al asentir o disentir; y a quien pensase que Dios N.S. nos habría comunicado alguna gracia

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discernendi spiritus [de discernir espíritus], a tal don más que a otros motivos se podría esto atribuir; pero las razones que después confirmaron son las siguientes: 3. Primero, que este espíritu de profecías o sentimientos, en especial de la reformación de la Iglesia y Papa angélico, etc., que corre de muchos años acá, con razón se debe tener por muy sospechoso, que con él parece se ha dado el demonio a burlar todos aquellos en quienes halla disposición para persuadirles tales cosas, entrando en cuenta de estos algunas personas rarísimas en dotes de natura y doctrina, y, a su parecer, de gracia, desde Amadeo [136] (por no comenzar de más atrás), y fray Jerónimo de Ferrara [137] , persona de grandes y singulares partes, que verdaderamente es para atemorizar a cualquiera que en semejantes cosas entra, viéndose engañada persona de tanta prudencia y letras, y, a lo que podía verse, de tanta virtud y devoción, y que con tantas maneras quiso probar su espíritu, si ex Deo erat [si era de Dios], y con todo ello, se engañó, como ya se ve pasado el tiempo de sus profecías. Pero de lo moderno hablando, es cosa de maravilla en nuestros días, cuántos se han entremetido en esto, y entre ellos, cardenales, como es Galatino [138] , que es cosa pública (que de los no públicos, por su honor callo), que indudablemente tenían y tienen que hayan de ser papas angélicos para reformar la Iglesia. Aquel camarero insigne del Papa Paulo, que se decía Ambrosio, también tenía fija esta impresión, que parece no diera el papado por nada menos de lo que valía. Estos días también en Urbino uno con semejante espíritu pasó tanto adelante que se vistió de Papa e hizo cardenales, y comenzó a tener tantos secuaces que le pareció al duque de Urbino no hacer poco en deshacerse de él, y que se saliese de su estado. Así mismo en otras partes de Italia como Spoleto y Calabria, se ha levantado otro estos días, descendiente de san Francisco de Paula [139] , que asimismo pretendía que había de ser papa angélico y reformar, etc., y este mayo pasado había de ser su elección, que no se ha visto. Del mismo humor se dejó poseer Guillermo Postel [140] , de quien V. Sría. sabrá cuántas partes buenas tenía; por lo cual le echaron de aquí de casa; y en Venecia, adonde está, ha esperado que pasase el tiempo que él limitaba para el cumplimiento de sus profecías, y murió el rey de Francia Francisco, que quería fuese monarca en lo temporal, y con todo ello ahora halla salidas para defender de mentira sus profecías, diciendo que,

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porque no le creyó, impidió el rey Francisco lo que Dios había dispuesto, y que su hijo lo cumplirá, como Josué en lugar de Moisés, a quien había sido dicho que introduciría los hijos de Israel en tierra de promisión y lo cumplió. Y tan fijas se tiene hoy sus impresiones como nunca o más, sin que lleve remedio, antes ha caído el pobre hombre en otros errores tan intolerables que da buena muestra de su espíritu; tanto, que no solamente le tienen por cosa perdida, pero le han vedado el predicar, y aun la Inquisición quiere poner la mano en [él]. También vino los días pasados uno de Portugal que había de reformar la Iglesia, y aquí en casa procuró nuestro Padre de reducirlo. Otro de la misma nación, para el fin de agosto que viene dice que infaliblemente ha de ser elegido por Papa; y así se trabajaba de tomar para su habitación una iglesia harto incómoda en lo demás, porque de allí le parecía haría una vistosa salida cuando fuese elegido por Papa. Pero, por no me alargar en tantos particulares, solo diré de uno que estos días vino a hablar a nuestro Padre, para conferir sus cosas con él, persona que demostraba harta espiritualidad, el cual lejos de 200 millas ya elegido por Papa, según él decía, y afirmaba que in spiritu el cardenal Farnesio [141] , entre otros, se había hallado a su elección, y parece que no quedaba sino entrar en la posesión del papado; aunque nuestro Padre me parece que le respondió graciosamente, diciéndole que, pues no se hacía elección de Papa sino en sede vacante, que entendiese si el Papa Paulo vivía o no, para ver si era su elección verdadera, etc. Pero tornando a donde salí, la primera razón que mueve es ver estos y semejantes ejemplos; que las cosas de esta cualidad, aunque tuviesen mucho más fundamento, meritoriamente las harían sospechosas para no meterse en ellas. 4. La 2.ª razón que mueve es ver que ni allá el Padre doctor Araoz, ni acá nuestro Padre Mtro. Ignacio aprueban nada de esto, antes lo tienen por error y decepción del enemigo de natura humana, y tienen mucha autoridad con nosotros los tales en su solo asentir o disentir. Primero por ser superiores, a los cuales como por parte de su oficio conviene regir, así suelen tener más influjo de los dones de Dios, necesarios al gobierno de los que tienen a cargo. 2.º Por ser tan siervos de Dios N.S., que en las cosas dudosas más razón hay de atenerse a los tales, aunque sin razones, que a otros que muchas 129

tengan, para discernir especialmente si el espíritu es de Dios o no, diciendo nuestro Señor: «Si quis voluerit facere voluntatem ejus qui misit Me, agnoscet de doctrina utrum ex Deo sit, etc.» [si alguno quiere hacer la voluntad de Aquel que me envió, conocerá si la doctrina es de Dios, etc., Jn 7,17]; que, es cierto, la rectitud hace mucho al caso para discernir. 3.º Que el uno y el otro parece y es mucho más conveniente y razonable que tengan por don especial de Jesucristo, autor de todo lo bueno, esta gracia de discreción de espíritus cerca sus propios súbditos que otros de fuera, y allegándose la prudencia y experiencia tanta, parece es mucha razón creerles en lo que tan por cierto y sin duda alguna tienen, tocándoles a ellos saberlo especialmente a nuestro Padre Mtro. Ignacio. 5. La 3.ª razón es que, cuando Dios N.S. revela semejantes cosas sobrenaturales, suele hacerlo por algún fin bueno, pretendiendo alguna utilidad de los hombres, y es propio de estas gracias gratis datas que sean para el bien de los prójimos, según san Pablo y los doctores [142] ; pero mirando el fin y a lo que estas profecías y revelaciones podían servir, no hallamos utilidad, sino antes daño y desedificación de los de la Compañía, si las creyesen, y de los de fuera. Pues es cierto que decir que no está bien instituida y que se ha de instituir mejor, haría que quien lo creyese no se quietase en ella y esperando lo futuro, no observase lo presente; y como finalmente ayuda el tener buen concepto y amor a la Compañía, para aprovecharse en ella, así hacer perder lo uno y lo otro, dañaría; pues para los de fuera, decir que en su comienzo ya decrece en espíritu, cuanto crece en número y que hay en ella tanta necesidad, etc., vese que es de poca edificación; así que el daño es claro, la utilidad en publicar tales cosas (especialmente no queriendo decir el modo en que ha de ser reformada, al superior de ella), no se ve ninguna. Todo juntado, decimos que, como en las cosas dudosas hombre se ha de inclinar más a creer las que ayudan y edifican siendo creídas, que a las contrarias, así en estas que no ayudan, se debe inclinar a creer sean falsas, como lo son. Así que resumiendo las razones dichas, por ver este género de sentimientos que tantas veces engañan muchos en nuestros días, y ver lo que siente allá el P. Araoz y acá el P. Mtro. Ignacio, siendo superiores y tan siervos de Dios N.S. y tan prudentes, y viendo que no se sigue bien, sino antes daño de tales revelaciones, se juzga no sean de buen espíritu. [La personalidad de F. Onfroy] 130

Razones de parte de su persona. 6. Pues de parte de la persona B. también hay razones que mueven a reprobar las cosas sobredichas, presuponiendo que, como en la natura se requiere sujeto dispuesto para recibir bien el influjo del agente natural, así en las cosas sobrenaturales; aunque en ellas en algunos particulares acaezca el contrario, porque la potencia infinita no tiene necesidad que la materia sea dispuesta, mas hablando ut in plurimum [143] [sic] (aunque para ellas el tal sujeto dispuesto no sea necesario). Y, por consiguiente, como ver un sujeto dispuesto para tales gracias inclinaría a creer que en él las hubiese, así ver que no lo es, antes tiene disposición para dejarse engañar, inclina a lo contrario. Que en B. haya tal disposición para engañarse se ve, primeramente, de parte de su entendimiento. Si como él habla de C. la disposición natural para el don de profecía se ha de considerar, así él no es apto, por tener el entendimiento confuso, según nos avisa el mismo C. [144] , a la cual causa dice no es bueno para enseñar a otros. Pues para la iluminación profética más proporcionado sería un entendimiento claro y distinto, no solamente para recibir la iluminación tal, pero aun para distinguir en ella lo que se muestra como absoluto o como conditionate [bajo condición], y saber distinguir lo que sabe en la lumbre natural y lo que en la profética, porque confundiéndose se tomaría fácilmente uno por otro. 7. 2.ª Para que se haya engañado es argumento que es (a lo que muestra el n. 24 y muchos de los otros) hombre que se satisface harto de su juicio y está tan fijo demasiadamente en él, y habránle ayudado para esta estabilidad, o dureza de su sentir propio, las continuadas oraciones sin orden y ejercicios mentales con mortificaciones del cuerpo, que, naturalmente, cuanto más se aparta la creatura racional de las cosas materiales, su entendimiento se hace más estable en lo que aprende verdadero o falso, y a tales personas interviene muchas veces, en especial si humo de alguna pasión les ciega (como a este parece haber intervenido), tomar cosas dudosas y aun falsas por verdaderísimas. 8. 3.ª Para facilitar su engaño hace también que como con indiscretos ejercicios corporales y mentales tiene mal tratado su cuerpo (que acá entendimos de echar sangre por la boca y otras indisposiciones), temo y parece claro verlo, que tiene estragado el órgano de la imaginación y dañada la estimativa o cogitativa, en quien está el juicio de los particulares para discernir en ellos lo verdadero de lo falso y lo bueno de lo malo; y de la mala disposición de esta cogitativa suele proceder el delirar, etc.; y podrá ser que, cuando 131

esta llegue, él haya dado (lo cual Dios no quiera) señales más ciertas en esta parte, o de mayores errores en parte de ella. 9. 4.ª De parte de su voluntad y afecto se ve también la facilidad del engaño, que, como la voluntad es inclinada a una parte o a otra, lleva tras sí el entendimiento, y no le deja libre para juzgar lo recto. De donde viene que en causa propia no suelen ser los hombres buenos jueces. Ahora, el B. vese que tenía inclinación grande a las largas meditaciones y oraciones, tanto que se quería ir al desierto, y hale dolido, como parece, que le contradijesen a este su amor propio, y de aquí han tenido, como parece, origen aquellas profecías y sentencias (nn. 8, 9, 10, 26, 27, 30, 31), que en todos parece que se traduce este amor propio. 10. 5.ª Como es ayuda para que uno no sea engañado y señal de ello ver que va recto en todo coram Domino [ante el Señor], buscando su entera voluntad, así la falta de esta rectitud que se ve en B. hace lo contrario. Digo falta de rectitud, porque se tiene por cierto no va su voluntad conforme a la divina, que es regla suma de rectitud, no se conformando por obediencia con la del superior, como se ve [en] nn. 10, 30, y en los demás, antes juzgándola y condenándola. 11. 6.ª Como es señal que el espíritu sea bueno, si induce a la observancia y amor de todo lo que hombre es obligado por servicio de Dios N.S., así el espíritu parece malo que induce a lo contrario, como se ve en el n. 9 y otros, donde muestra su poca devoción al instituto de vida que ha tomado y, con voto, prometido de observar; pues no le pareciendo bien instituida la Compañía, quiere se instituya de nuevo a su gusto, y es cierto que cuando uno no siente bien de una cosa, suele en la observancia de ella no ser muy diligente y cumplido. 12. 7.ª Como es señal que es espíritu de Dios que hace el ánima más humilde y baja, con más conocerse en la luz que Dios Nro. Sor. le comunica; así este espíritu muestra ser del su adversario y nuestro, como se ve que mueve y pone al B. en mucha soberbia con la cual juzga y condena a quien él ha tomado por superior en lugar de Cto. N.S. y lo que él ordena, y el instituto de la Compañía, etc. 13. 8.ª Como también la mortificación de los vicios espirituales, así como la ostentación y vanagloria, son señales de buen espíritu, así, ver estos apetitos inmortificados, da señal del malo. Esta inmortificación se trasluce en muchas de las 132

proposiciones que de él se escriben, especialmente en el n. 20 y 21, cuando habla de los que están en estado supernatural, o lo estarán presto. Que cuando él tuviese revelación de estas cosas, no parece que debería publicarlas así fácilmente; que los que tienen cosas supernaturales y extraordinarias de Dios Nro. Sor. suelen tomar para sí lo que dice Isaías: «Secretum meum mihi, secretum meum mihi» [Mi secreto es para mí, mi secreto es para mí, Is 24,16], secretum meum mihi [sic], y, si alguna cosa manifiestan, es con medida, cuanto por la edificación del prójimo, juzgan que Dios quiere se descubra o les es mandado. 14. 9.ª A esta razón se allega la siguiente de la curiosidad y de la temeridad, y del ingerirse, que parecerá en la 3.ª parte que ahora se seguirá, y son señales grandes de su mal espíritu como las contrarias de bueno. En manera que de parte de su persona, el entendimiento así confuso, la dureza del propio juicio, la lesión de los órganos corporales en especial de la cogitativa, la voluntad apasionada y no recta en la obediencia ni devota a la observancia de lo que es obligado, y la soberbia y vana manifestación y curiosidad y temeridad que se muestra en sus dichos, hacen que se tenga el espíritu que los ha dictado por malo y digno de ser contradicho, siendo adversario padre de mentira [cf. Jn 8,44] y enemigo de todo bien, Pero vengamos a las terceras probaciones, de parte de las mismas cosas. [Las propuestas y profecías presentadas por Onfroy] Razones de parte de algunas de sus proposiciones: nn. 1, 2, 3. Cerca de los nn. 1, 2, 3 y otros que tocan a profecías, aunque no imposibles, de suyo deben dejar de aceptarse por las otras cosas inconvenientes y falsas que se han dicho y dirán; que, si el espíritu fuese bueno, uniformemente diría bien. 2.º Porque, si miramos para qué se habían de revelar estas cosas, no hallaríamos fin de utilidad, antes de lo contrario: inquietar, etc.; 3.º Porque razonablemente hablando, según hoy van las cosas, no hay razón para creer tales novedades; pues si se ha de aceptar como sobre razón o contra ella, a todo hombre atentado se le deberían dar argumentos que satisficiesen a un entendimiento puesto en razón, para que creyese que tales cosas son reveladas de Dios Nro. Sor.; pues no constando de esto, no es razón ponerse a peligro de errar livianamente, tanto que aun a los que son verdaderos profetas, no somos 133

obligados a creer cuanto dicen; porque en las cosas que no les son mostradas claramente, ellos pueden engañarse, y a las veces, diciendo lo que nos les ha sido mostrado en la luz profética, sino ellos por el natural discurso y propio han entendido, como arriba se dijo había intervenido a algunos. Pues, si en los verdaderos profetas esto es así, [¿] cuanto más recatados hemos de ser en creer a los que no sabemos si tienen don de profecía, antes parece que narran visiones del nuestro adversario, o de propios humores, de los cuales hay tantos en nuestros días? 15. nn. 4, 5: No parece conveniente contención y resistencia contra el vicario de Cto., ni aun el martirio muy de desear, si de esta parte ha de venir. 2.º Tampoco parece probable que el Criador y Señor de todos tanto desamparara al Papa en las cosas generales de la Iglesia, que nunca lo ha hecho en lo espiritual. 3.º Tampoco es verosímil que perseguirá la Compañía tan suya y tan dedicada a su servicio, aunque la cosa en sí sea posible. 16. n. 8: Que la Compañía de tres años acá, cuanto haya crecido en número haya decrecido en espíritu, en cuanto razonablemente se puede juzgar, creemos sin poder dudar en el Señor nuestro, que lo contrario es verdadero, 1.º por lo que la experiencia muestra, hablando de quienes se tiene en estas partes de acá noticia, profesos y no profesos, de los cuales se entiende antes de tres años acá haber crecido en espíritu y virtud, in interiori homine [en el hombre interior]. 2.º Y señales de esto hay en la edificación del concilio y de diversos pueblos por acá en Italia y Sicilia, y gran fruto en muchas ánimas, que Dios nuestro Criador y Señor ha hecho por los de la Compañía, en Venecia, Padua, Belluno, Verona, Ferrara, Bolonia, Florencia, Perugia, Foliño, Roma, Nápoles, Mesina, Palermo, y en otros muchos lugares, como en parte por las nuevas que ahora se envían y se han otras veces enviado, puede juzgarse. Y allá también se sabe, así de lo vecino de España, como de lo más remoto, de las Indias, y el Congo y África, y a una mano vemos que se sirve su divina Majestad mucho de los sujetos de la Compañía. Y pues Él mismo nos enseña las señales para conocer las personas, diciendo «a fructibus eorum cognoscetis eos» [por sus frutos los conoceréis, Mt 7,16], parece que no falta fundamento a nuestras conjeturas de que haya crecido el espíritu y bondad en lo interior, pues se ve tal fruto en lo exterior. 3.º Lo mismo siente nuestro Padre, que creo sea buen testimonio en esta parte, pues como a quien toca, procura y puede bien saberlo.

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17. n. 9: Que no está la Compañía bien instituida y se instituirá más en espíritu. Para confirmar esto no es razón que nos debamos persuadir que el Espíritu Santo lo dictase, qui est spiritus veritatis [que es espíritu de verdad, cf. Jn 14,17], et «scientiam habet vocis» [tiene conocimiento de toda voz, Sab 1,7], y nada puede ignorar; antes el espíritu contrario, o propio, a lo que se muestra, que ignora el estado de las cosas de la Compañía, que están in fieri, fuera de lo necesario substancial; pues las constituciones en algunas cosas se han comenzado a remirar, encomendando a Dios N.S. el todo, y no con pocas misas, oraciones y lágrimas, y no para relajar lo bien fundado, mas para perfeccionar, porque de bien en mejor se pueda proceder a mayor gloria divina; sin esperar a que se cumpla su profecía, la cual parece que procede, como si pensase que están asentadas ahora las cosas de la Compañía del todo. 2.º La institución de la Compañía, en cuanto por las bulas y breves el B. puede ver, no contiene nada contra espíritu aun a su inteligencia, tomando el espíritu lo del orar más corto o más largo; porque hasta ahora no se ha puesto límite alguno a los de la Compañía, ni a los escolares de ella, no siendo cosa alguna determinada [145] . Pues, siendo así ¿qué institución es la que parece que está mal y se debe reformar más en espíritu? 3.º El Espíritu Santo no dicta ni manda divulgar lo que, no aprovechando para lo futuro, dañaría de presente a quien lo creyese, haciendo perder la devoción al instituto de la Compañía y, por el consiguiente, menos bien observarle; pues nadie se aficionaría a la observancia de lo que reprueba, ni sería solícito de guardarlo. 18. n. 10: En no querer decir, ni aun al superior, lo que toca a la reformación. Primero, huélese mal concepto (a lo menos, muy bajo) que tiene del superior; pues no le tiene por capaz de sus revelaciones, y no parece sea creíble, habiendo Dios héchole principio, no en sueño (o en imaginación), sino in re et veritate [en realidad y verdad], de la Compañía; y tanto más concepto de sí muestra el B. como que él solo sea capaz, etc. 2.º Huélese también espíritu qui odit lucem [que odia la luz, cf. Jn 3,20], y así rehúye personas tan espirituales, las cuales sabe que no ignoran sus astucias y que manifestarían sus engaños. 3.º Dase a sentir espíritu de poca obediencia y respeto a los que obedece en lugar de Cto. 4.º Parece que es sin fruto ninguno tal revelación, pues a quien, y donde se podría seguir algún provecho espiritual, no se comunica. 19. n. 13: Ultra de que aquí parece que muestra sus pareceres antiguos y quereres del desierto y propias afecciones para con las personas de quienes profetiza, la cosa en sí 135

no se juzga sea bien tocada. Porque, cuando Dios quiere dar el don de la profecía, no suele esperar a darlo cuando las personas se dan totalmente a Él en oración, como parece en Moisés, David y los demás profetas, que tenían ocupaciones públicas, etc. Y cuán poca disposición haya Dios menester, vese en Balaán, mal hombre, y se dice que aunque malo de voluntad tenía el entendimiento apto, etc. Mire su asna, si tenía la disposición que él pide para hablar profecías. 2.º O esta disposición es natural, como sería entendimiento grande y claro, etc. (y sería la tal disposición en otros mayor que en C.) o es sobrenatural, de gracia alguna gratum faciente [que hace agradable a Dios], o don del Espíritu Santo, como sería don de entendimiento o sapiencia; y estas tales nunca se halló que se tuviesen ni llamasen disposiciones para profecía, y muchos las han tenido que nunca fueron profetas, así como otros lo han sido sin estar en gracia, ni tener tales dones del Espíritu Santo. Así que no es fácil ver cómo esté dispuesto el C. para la profecía. Finalmente parecen imaginaciones ligeramente sentidas y dichas. 20. n. 14: También estas acá parecen imaginaciones nacidas de su afición, y poco verosímiles, aunque todo es posible a Dios; y por no tocar donde es menester, no se alarga aquí, solo diciendo que parece que si T. hubiese de ser instrumento para reformar su Orden, que no debía faltar así en algunos puntos de perfecta obediencia. La cual falta él mismo no negaba acá [146] , etc. Si ya no fuese esta dispensación de Dios oculta, que hasta que se muestre sería temeridad creerla, como en el C. y B., a quienes podría ser que de su conversación algo se les hubiese apegado [147] . 21. n. 15. Pues duda, ya consta que no tiene revelación de estas cosas, sino opinión. En la cual primeramente parece hay desacato en comparar los vivos y mortales con los santos, y tal en especial como san Francisco; 2.º Hay temeridad en tal juicio, que aunque conociese todas las cosas de T. no sabe todas las de san Francisco; 3.º Por lo que acá tenemos conocido de T., y lo que se puede pensar que hay más en él, poca dificultad nos haría tal cuestión de quién hubiese hecho mayores cosas, antes parece una afición ciega, la que tal duda pone. 22. n. 18: Que el R [148] será Papa angélico, cosa es posible y muy fácil al Señor de todos y acá se daría poca ventaja o ninguna a persona alguna en gozarnos en el mismo Señor nuestro de cualquier grande empresa que la su divina Majestad de él se quisiese servir; tamen cuanto a la tal dignidad, hasta que el tiempo lo mostrase, es

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mejor hallarnos fuera de los tales pensamientos, dejando hacer el todo a la su divina bondad [149] . 23. nn. 20, 21: Primeramente, en decir lo que dice debajo de estos números se muestra gran temeridad; porque solo Dios es quien pondera los méritos, y no es creíble que le haya revelado y le revele tan a cada paso cosas tan íntimas, hechas y de por hacer (pues dice: cito veniet ad statum supernaturalem, [rápidamente llegará al estado sobrenatural] etc.), habiendo tantos contrarios en él especialmente; 2.º Ya que se las revelase, no debería él manifestar así a tan buen barato cosas tan profundas y secretas; 3.º Tales cosas no tienen fruto en la manifestación, y así merecen ser condenadas de vanagloria y presunción; que los santos, si tales cosas se les revelaban, no usaban decirlas, así sin porqué; que 14 años estuvo san Pablo que no se sabe descubriese las revelaciones que le hizo Dios en el rapto «usque ad tertium c[o]elum» [hasta el tercer cielo, 2 Cor 12,2]; 4.º Lo que dice del estado supernatural y continua presentia Dei [presencia de Dios], parece cosa fantástica y falsa, porque no se lee aun de santos grandes, aunque memoria más continua y actual consideración más frecuente tengan unos siervos de Dios que otros; 5.º Parece imposible, según el curso común, aun de los más espirituales y santos, porque tal presencia requiere actual consideración de entendimiento y fija, antes inmóvil, lo cual repugna al estado de la vía; quejándose aun los muy devotos siervos de Dios de las divagaciones e inestabilidad del entendimiento, y leyéndose de san Juan que a ratos remitía sus contemplaciones, bajando su entendimiento a un pájaro que tenía en las manos [150] , y diciendo a un su devoto que no se edificaba, que como su arco no podía estar siempre [es]tirado [sic], así tampoco el entendimiento, etc. Aunque a ratos y muchos ratos tengan muchos siervos de Dios grandes y vivos conocimientos, y muy ciertos y fijos de sus verdades eternas, mas en tal estado permanecer continuamente no es creíble. n. 22: Este temor es fundado en error; que acá no ha habido sino las informaciones de allá venidas, parte del mismo C., parte del P. Araoz, así que si el espíritu le dice que hay otra cizaña, antes es de temer que se lo haya dictado aquel espíritu, del cual es escrito «quod mendax est et pater eius» [que es mentiroso y padre de la mentira, Jn 8,44]. 24. n. 23: Esta libertad que dice fue tomada por obediencia del superior y con la intención sola de ayudar al C., si se excedió la mediocridad, a lo menos no procedía esto 137

de cizaña. Esto sábelo Mtro. Polanco de cierto, y si dice el espíritu de B. que él fue el instrumento del demonio en sembrar tal cizaña, por experiencia vería el mismo Polanco y de cierto, que non est spiritus veritatis [no es espíritu de verdad], porque su conciencia ante Dios N.S. le da testimonio de que ama al C. in Domino sinceramente, y siempre le ha amado en el mismo, y que está muy lejos del tal uso de sembrar cizaña, y siempre lo estuvo por Dei gratiam [por gracia de Dios]; 2.º O esto que a Mtro. Polanco toca, es revelación o es sospecha; si revelación, ultra de lo dicho no debería temer, sino saberlo cierto siéndole revelado; si sospecha, mire él no sea contra charitatem [contra la caridad], o a lo menos, temeraria. [n]. 24: 1.º Aquí se muestra espíritu de desobediencia y soberbia, que no sujeta el entendimiento ni al mayor de sus superiores; 2.º De vanidad, en querer dar a entender que todo lo sabe en modo supernatural; 3.º Tiénese acá (como dijimos) por fantástica y errónea la continuación que dice, etc. 25. n. 25: O tiene esto por revelación, y es cierto que los que saben por la luz profética una cosa no toman otro fundamento de su conocimiento para sí, aunque para otros busquen razones y autoridades; o no por revelación, y en tal caso ves que sin razón estaba tan fijo, pues los tres autores que alega pueden errar, que no son todos así auténticos, y aunque digan bien, pueden no ser bien entendidos e interpretados de él; y alguno de ellos, como Enrique Herp [151] , tiene, sin duda, necesidad de ser glosado en algunos lugares, para que se sufra lo que dice, como se ve por un autor, que al principio de su obrecilla escribe una grande prefación. No ocurre a la memoria su nombre; pero es cierto que, siéndole favorable, dice esto. [nn.] 26, 27, 28: Ya en el n. 8.º se dijo algo de lo que aquí toca. Con todo ello no se duda que hay necesidad que Dios, de día en día, aumente el espíritu y virtud, y así esperamos lo hará. Pero él no se excusa de temeridad en decir lo que no sabe; y es difícil evitar nota de soberbia, teniéndose por muy espiritual, usque ad contemptum Societatis [hasta el desprecio de la Compañía]. 26. [n.] 29: Dice que en ninguna religión hay menos oración. Si entiende que el Instituto de la Compañía tenga limitado más breve tiempo que las otras, no tiene razón, que hasta ahora no hay cosa limitada. Si entiende de los particulares, que en ninguna religión oren menos que aquí, es falso, vista la práctica. Siempre también habría de mirar

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que es diferente cosa estar en colegios para el estudio y en casas de la Compañía y fuera de estudios. [n.] 30: Aquí muestra dónde le duele y dónde nacen tales profecías. Y dice mal, primero, porque se para con presunción a condenar su superior, en lo que él no sabe, [diciendo] que yerra; antes saben los que en esto algo saben, que acierta mucho. Pues cierto que no veda la oración (que Cto. manda se haga, y es necesaria para nuestra salud), aunque ponga límites a algunos particulares, que en ella se alargan demasiado; y esto es conforme a la voluntad de Dios, a quien agrada todo lo razonable y moderado que sea conforme a su sapiencia, 2.º Muestra no tener mortificado su juicio, ni conocer bien qué es obediencia. 27. n. 31: Que oración de una y dos horas no es oración y que son menester más horas es mala doctrina, contra lo que han sentido y practicado los santos: 1.º Vese por ejemplo de Cto., que aunque a veces haya pernoctado in oratione, otras no estaba tanto, como en la oración de la cena, y las tres que oró en el huerto; que ni negará que eran oraciones, ni tampoco dirá que cada una pasase de una y dos horas, que verosímilmente no pasaron de una, según lo que fue necesario sobrase de la noche para los otros misterios, etc.; 2.º Vese por la oración que Él mismo enseñó, que pues Cto. la llama oración, aunque breve sea, ni se pasase una o dos horas en decirla, no se debe negar que sea oración; 3.º Vese, por ejemplo, de los santos Padres anacoretas que comúnmente tenían oraciones que no llegaban a una hora, como se ve en Casiano que tantos salmos [152] decían de una vez, etc., como en el oficio público y horas eclesiásticas se practica; si no quiere que tampoco sean estas oración; 4.º Vese asimismo hoy día en la práctica de los fieles y aun devotos, que no todos, mas los menos y aun pocos pasan dos horas de oración de una vez; 5.º Si oración es petitio decentium a Deo [petición a Dios de las cosas convenientes], y por definirlo más generalmente «est elevatio mentis ad Deum per pium et humilem affectum» [es elevación de la mente a Dios con afecto piadoso y humilde] [153] , y si esto se puede hacer en menos de dos horas, y aun que media también,[¿] cómo quiere excluir del nombre y ser de oración las que no pasan de una y dos horas?. 6.º Los oraciones eyaculadas [jaculatorias], tanto alabadas por Agustín y los santos, no serían oraciones; 7.º Los estudiantes que para el divino servicio y bien de la Iglesia común estudian, [¿]cuánto tiempo quiere que den más de esto a la oración, si han de tener las potencias del ánima dispuestas para trabajar de aprender, y han de 139

conservar el cuerpo? Sería bien que mirase que no solo se sirve Dios del hombre cuando ora; que si así fuese, serían cortas, si fuesen las oraciones más cortas de menos que 24 horas al día, si se pudiese; pues todo hombre se debe dar, cuanto enteramente pudiere, a Dios. Pero es así que de otras cosas a tiempos se sirve más que de la oración, y tanto que por ellas huelga Él se deje, cuanto más que se abrevie. Así que «oportet semper orare et non deficere» [conviene orar siempre y no desfallecer, Lc 18,1], mas bien entendiéndolo como los santos y doctos lo entienden. n. 32: Esto, si es verdad o no, mejor se podrá ver allá, si a V. Sría pareciere que importa. Hasta aquí parece que basta lo dicho sobre la persona B. y las proposiciones que de él se escriben. Ahora se dirá algo de las sentencias de la persona C., más en breve. [Las propuestas y razones de Oviedo] De las sentencias de la persona C. 28. nn. 1, 2: No se entiende bien acá este nuevo género de milagros; porque no se ve cómo sea sobre natura y tan raro y digno de tal nombre su comunicarse. Que el nombre de milagro se atribuye a algunas obras de Dios raras y fuera del curso instituido por su divina sapiencia; y así no se ve cómo se atribuya al comunicarse el T.; 2.º Nunca se dijo de san Pablo ni san Pedro, ni aun de nuestra Señora, que fuese milagro tratar a los hombres ni comunicarse a ellos, ni aun de Cto.; 3.º De aquí se ve afición demasiada en el C., que parece con efecto le tenga el impedimento impedido. n. 3: A esto basta lo dicho arriba de la continua presencia de Dios. Tiénese acá esta cosa por no digna de creerla, si se entiende como suena, continua, y no llama continuo lo que es frecuente. 29. n. 4: Oír hablar de propósito al T., es oír hablar a Dios. 1.º Este dicho parece que muestra afección tanta y concepto tanto de la criatura, que redunda en disminución de la gloria del Creador, que se sabe en todas cosas exceder todo lo que Él ha creado; y así se ha de sentir y decir; 2.º Es peor que dice (cuando habla de propósito), que es hablar más ex deliberatione [después de deliberar] y más sobre pensado, y sería menos irracional su dicho, si oír al T. fuese como oír a Dios, cuando Dios hablase en él,

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moviendo sus órganos, etc., que si ex propriis [por los suyos propios] con deliberación hablar; 3.º Si C. entiende oír hablar a Dios mediate, como ex supposita persona [por supuesta persona] del ángel hablaba a Abrahán y los otros patriarcas, o immediate, como suenan las palabras; y en cualquier manera se le demandaría si ha él oído hablar a Dios; y si no, cómo usa tal comparación, sin saber lo que compara. Quien mirase en superficie parece que juzgaría tan familiares los coloquios de Dios al C., que ya los estimase poco, o por mejor decir, que no los ha bien probado, pues el coloquio de alguna creatura compara con ellos; 4.º Es falso este dicho; porque si compara en la virtud, no se dirá del T. «quod verbo ipsius coeli firmati sunt» [que por su palabra han recibido los cielos su firmeza, Sal 32,6], etc.; si de la verdad, rectitud y de cualquiera perfección, finalmente, no es tolerable tal comparación, ni parece de hombre espiritual verdadero, ni considerado en lo que siente y dice. nn. 5, 6, 7, 8: Estas cosas a Dios son fáciles, y si Él quiere comunicarlas con sus criaturas, fácilmente puede; pero para creer que así sean (como para las profecías de arriba), un hombre prudente y pío in Domino, querría ver testimonios más suficientes para creer debidamente, cuánto más siendo tan raras, antes nunca oídas algunas de estas cosas, como el rapto de 4 meses, y, por consiguiente, no creíbles; 2.º Sabemos también decir que acá, donde algo se comunicó y creemos que descubriendo lo mejor que él tenía, no nos ha dejado en admiración ninguna de sí, ni aun confundido a los que con él trataban en cualquiera materia, como dice el n. 8; antes lo contrario: reconociéndose él mismo en algunos errores suyos morales de importancia, por no tocar de los especulativos, que podían ser.

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27. A JUAN DE VEGA, VIRREY DE SICILIA. Roma, 12 de abril de 1550. (Epp., 3, 13-15)

Juan de Vega era uno de los seglares más íntimos del P. Ignacio de Loyola, ya desde que residía en Roma como embajador de España. El P. Ignacio confesaba a esa familia, y Eleonor de Osorio, esposa del embajador, fue una de las que más ayudó al P. Ignacio en sus obras apostólicas, especialmente para la casa de Santa Marta, dedicada a librar a las mujeres de las casas de prostitución. A Juan de Vega y a su familia están dirigidas varias cartas del P. Ignacio. En esta, trata de consolarlo cristianamente por la muerte de su esposa. El P. Ignacio intervino directamente con su mano para corregir esta misiva.

† IHS Muy señor mío en el Señor nuestro.

La suma gracia y amor eterno de Cto. N.S. salude y visite a V. Sría. con sus santísimos dones y gracias espirituales.

Ayer viernes, ya noche, por letras del 30 del pasado entendí cómo Dios nuestro Criador y Señor había llevado para sí la su mucho querida y amada Sra. Da. Leonor, que tanto había amado y enriquecido en este mundo con tan especiales gracias y virtudes, y quien había concedido enviar delante de sí tanto tesoro de buenas y santas obras al reino suyo celeste. Sea el Señor bendito para siempre por todo cuanto dispone con su providencia 142

santísima. Y pues con la muerte de Cto. nuestro redentor y Señor deshizo la nuestra, haciéndola fin de las temporales miserias y principio de la vida y felicidad eterna en los que mueren en su amor y gracia, plégale por su infinita y suma bondad no solamente haber hecho partícipe la Sra. Da. Leonor del fruto de la sangre y muerte de su unigénito Hijo, pero aun de suplir en los que acá quedamos la falta que su ausencia podría causar. Porque es cierto que, mirando solamente a lo que a S. Sría. toca, cuanto es más entrañable y verdadero el amor que viviendo nos obligó a tenerla, tanto menos ocasión hay de dolernos, no dejándonos dudar su vida y obras que el remunerador de ellas, liberalísimo y clementísimo, la haya colocado entre sus más escogidos y bienaventurados santos. Mirando lo que toca a los que quedamos, no puede dejar de dar gran sentimiento su ausencia a los que era tan buena y deseable su presencia; bien que me persuado en el Señor nuestro, que, desde el cielo, no menos, sino mucho más que desde la tierra, tiene de ayudarnos a todos, creciendo su caridad y poder cuanto más junta está con la caridad y potencia infinita de su Criador y Señor. En lo demás que a V. Sría. particularmente toca, tengo por cierto que, con la magnanimidad y fortaleza de ánimo de que el Autor de todo bien le ha dotado, tomará esta visitación de su divina mano. Plega a la suma clemencia suya comunicarse tanto a V. Sría., y regir con tan especial providencia su casa y todas cosas de su gobierno, que dé a conocer por experiencia ser en todo su divina Majestad quien provee y tiene este asunto, y con cuya dirección y gobierno puede descansar V. Sría. y consolarse en todas sus cosas. Cuanto a nosotros, más por cumplir con alguna parte de la gratitud, que tanto debemos a tanto amor y beneficios, que por tener tal ayuda por necesaria a quien de tal manera vivó y murió, ultra de las misas y oraciones de toda esta casa, escribimos a todas las partes de la Compañía que hagan lo mismo, como en todas ellas es conocida nuestra obligación tan grande, gozándonos siempre de ser así obligados en el Señor nuestro. Quien por su infinita y suma bondad a los que de este mundo lleva dé su santísima paz y gloria sin fin, y a V. Sría. y a los que quedamos en él quiera dar su cumplida gracia, para que su santísima voluntad siempre sintamos y aquella enteramente cumplamos. De Roma XII de abril 1550.

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28. AL EJÉRCITO DE ÁFRICA. Roma, 9 de julio de 1550. (Epp., 3, 113-114)

El celo universal de san Ignacio había alcanzado la gracia del jubileo no solo para todos los jesuitas esparcidos por el mundo, sino que se preocupó también del ejército español de Juan de Vega, que luchaba en Túnez para derrotar a los moros. El P. Laínez tomaba parte, como capellán, en esa batalla. Con esta carta en latín el P. Ignacio comunica esta gracia, obtenida de Julio III. La traducción es mía.

† IHS Ignacio de Loyola, Prepósito General de la Compañía de Jesús.

A los ilustres señores, nobles y denodados caballeros, jefes y soldados, y a todos los cristianos que luchan en África contra los infieles, protección, ayuda y salud eterna de Jesucristo el Señor. Habiendo recibido por carta el aviso del excelentísimo señor don Juan de Vega, virrey de Sicilia y General de esa santa expedición, de que en su nombre y de todo el ejército, suplicase a Su Santidad nuestro señor Julio III, por la divina providencia Papa, que la gracia del jubileo concedida a todos los que vengan a Roma y visiten algunas iglesias, la concediese también a vosotros que estáis ocupados en llevar adelante una guerra a los infieles por la gloria de Cristo y exaltación de la fe católica; Su Santidad, con ánimo gozoso y según la benignidad apostólica, ha concedido esta gracia a todos vosotros (con la condición de estar contritos y confesados), para que tanto más valientes, animosos y fortalecidos luchéis con los enemigos de la santa cruz, cuanto más abundante

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viereis la liberalidad de Dios altísimo y de su esposa la Iglesia, y más feliz el suceso de la guerra (sea que llegue a alguno vivo la victoria, o alguno la bienaventuranza por su muerte, obtenido el perdón de todos los pecados). Para manifestaros la obtención de esta gracia [me] ha parecido en el Señor escribiros esta carta, sellada con el sello de nuestra Compañía. Dado en Roma el 9 de julio de 1550.

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29. A LOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS CONGREGADOS EN ROMA. Roma, 30 de enero de 1551. (Epp., 3, 303-304)

El P. Ignacio había reunido en Roma a los Padres profesos más antiguos de la Compañía para que pudieran dar su parecer sobre el texto de la Constituciones ya preparado. Con esta ocasión les entregó este otro documento en sobre sellado y cerrado para exponerles las razones que le movían a presentar su dimisión del cargo de General. Los Padres no aceptaron tal renuncia y el P. Ignacio hubo de continuar en el cargo hasta su muerte. Se publica el autógrafo con las palabras escritas en la ortografía actual.

† IHS En diversos meses y años siendo por mí pensado y considerado, sin ninguna turbación intrínseca ni extrínseca que en mí sintiese que fuese en causa, diré delante de mi Criador y Señor, que me ha de juzgar para siempre, cuanto puedo sentir y entender a mayor alabanza y gloria de la su divina Majestad. Mirando realmente y sin pasión alguna que en mí sintiese, por los mis muchos pecados, muchas imperfecciones y muchas enfermedades, tanto interiores como exteriores, he venido muchas y diversas veces a juzgar realmente que yo no tengo, casi con infinitos grados, las partes convenientes para tener este cargo de la Compañía que al presente tengo por inducción e imposición de ella. Yo deseo en el Señor nuestro que mucho se mirase y se eligiese otro, que mejor, o no tan mal, hiciese el oficio que yo tengo de gobernar la Compañía. 147

Y eligiendo a la tal persona, deseo asimismo que al tal se diese tal cargo. Y no solamente me acompaña mi deseo, mas juzgando con mucha razón, para que se diese el tal cargo, no solo al que hiciere mejor, o no tan mal, mas al que hiciere igualmente. Esto todo considerado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un solo mi Dios y mi Creador, yo depongo y renuncio simplemente y absolutamente el tal cargo que yo tengo, demandando y en el Señor nuestro con toda mi alma rogando, así a los profesos como a los que más querrán juntar para ello, quieran aceptar esta mi oblación así justificada en la su divina Majestad. Y, si, entre los que esto han de admitir y juzgar a mayor gloria divina se hallase alguna discrepancia, por amor y reverencia de Dios N.S. demando lo quieran mucho encomendar a la su divina Majestad, para que en todo se haga su santísima voluntad a mayor gloria suya y a mayor bien universal de las ánimas y de toda la Compañía, tomando el todo en su divina y mayor alabanza y gloria para siempre. En Roma, hoy viernes, 30 de enero de 1551. Ignacio

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30. A ISABEL DE VEGA. Roma, 21 de febrero de 1551. (Epp., 3, 326-327)

Poco después de la esposa de Juan de Vega murió su hijo mayor Hernando, a fines de septiembre de 1550, tras una breve enfermedad, asistido por el P. Achille. Inmediatamente escribió el P. Ignacio una carta de consolación a Juan de vega y a su hija Isabel; pero a esta le había afectado profundamente la muerte de su hermano. No acababa de serenarse del todo. El P. Ignacio volvió a escribirle, ahora dándole los motivos que tiene para confiar en la providencia divina, que llama a cada uno a su seno, cuando lo cree más conveniente.

† IHS Mi señora en el Señor nuestro.

La suma gracia y amor eterno de Cto. N.S. salude y visite a V. md. con sus santísimos dones y gracias espirituales.

Recibí la letra de 11 de enero, y los regalos que con ella V. md. nos envió para esta cuaresma. El que da tal memoria y caridad la acepte y remunere con aumento muy cumplido en esta vida y con la perfección de ella en la gloria eterna. Acerca de lo que V. md. escribe, que por una parte tiene envidia al Sr. Hernando de Vega, que es en gloria, por verle fuera de peligro de ofender a Dios N.S. en tan mal mundo, y por otra no deja de tener cuidado de él, por haber sido llamado en tal edad, digo que la tal envidia es santa y buena y el cuidado asimismo, con que ni a la envidia 149

falte conformidad con la divina voluntad para detenerse en esta peregrinación, aunque trabajosa, cuanto sea para mayor servicio suyo conveniente, ni al cuidado falte esperanza muy cierta de que Dios nuestro Criador y Señor tenga en su santa gloria, o camino de llegar muy presto a ella, a la buena memoria del Sr. Hernando de Vega; porque en el divino acatamiento, como la vejez de suyo no aumenta, así ni la juventud disminuye los méritos de la eterna vida, antes en cualquiera edad, el que más partícipe se hace de los de Cto. con la caridad que él da, es el más rico; y muchos suplen, con la gran voluntad de servirle, el mucho tiempo y obras de su servicio. Y así confío yo en la infinita piedad suya, que habrá suplido el Sr. Hernando de Vega; pues las muestras que en la vida y en la muerte dio de sí, con razón lo hacen creer. Tenemos finalmente tan buen Dios, y tan sabio y amoroso Padre, que no debemos dudar de su divina providencia, que saque sus hijos de esta vida en la mejor coyuntura que hay para pasar a la otra; y así de esto no diré más. Cuanto al Sr. Juan de Vega, con verdad dice V. md. que no es menester mucho recuerdo de letras para que yo tenga presente a S. Sría. en mis pobres oraciones y sacrificios. Plega a la divina y suma Bondad de oír lo que yo por S. Sría y toda su casa y cosas le suplico a la continua. El Mtro. Laínez es ya partido (cuando el duque) para Florencia. Haré le escribir lo que V. md. dice en su letra. Estamos con salud (aunque yo he tenido poca estos días pasados) por gracia de Dios N.S. Quien por su infinita y suma bondad a todos nos dé su gracia cumplida para que su santísima voluntad siempre sintamos y aquella enteramente la cumplamos. De Roma.

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31. AL P. FRANCISCO JAVIER. Roma, 31 de enero de 1552. (Epp., 4, 128)

El P. Ignacio goza con recibir cartas de Javier y se alegra de que haya abierto las puertas del Japón al Evangelio. Comparte con él la satisfacción de ver cómo el Señor se sirve de la Compañía en toda la cristiandad.

Jesús La suma gracia y amor eterno de Cristo nuestro Señor sea siempre en nuestro favor y ayuda continua.

Carísimo en el Señor nuestro hermano. No hemos aquí recibido este año las letras vuestras, que entendemos habéis escrito del Japón y se han detenido en Portugal: con todo ello nos hemos gozado mucho en el Señor que seáis llegado con salud y se haya abierto puerta a la predicación del Evangelio en esa región. Plega al que la abrió de hacer por ella salir de la infidelidad y entrar en el conocimiento de Jesucristo, salud nuestra, y de la salvación de sus ánimas, esas gentes. Amén. Las cosas de la Compañía, por sola bondad de Dios, van adelante y en continuo aumento por todas partes de la cristiandad, y sírvese de sus mínimos instrumentos el que sin ellos y con ellos es autor de todo bien. De otras cosas remítome a Mtro. Polanco, esta sirviendo para que sepáis que estoy vivo en la miseria de la triste vida. Plega al que lo es eterna de todos que verdaderamente viven, darnos su gracia cumplida para que su santísima voluntad siempre sintamos, y aquella enteramente la cumplamos. 151

De Roma, 31 de enero 1552. Todo vuestro, y siempre, en el Señor nuestro. Ignacio

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32. A FELIPE, PRÍNCIPE DE ESPAÑA. Roma, 3 de junio de 1552. (Epp., 4, 268-269)

Agradece al futuro Felipe II la protección y favor que había mostrado a la Compañía ante las dificultades surgidas en Toledo con el arzobispo Juan Martínez Guijeño (Silíceo). Aprovecha la ocasión para rogarle que se interese por la reforma de los monasterios de Cataluña, asunto por el que san Ignacio tantas veces se preocupó.

† IHS Mi señor en el Señor nuestro. La suma gracia y amor eterno de Cto. N.S. salude y visite a V.A. con sus santísimos dones y gracias espirituales.

Aunque la mucha deuda, amor y afección que tengo al servicio de V.A. me hagan cada día tenerle muy presente ante Dios nuestro Criador y Señor, me pareció escribir esta, y por ella humildemente besar las manos de V.A. por la merced que a todos nos ha hecho (sobre tantas otras) favoreciendo nuestras cosas con el señor arzobispo [154] , como protector y señor verdadero. Sea remuneración perpetua y felicísima Dios, nuestro sumo y eterno bien, a V.A., cuyo servicio y gloria ha movido y espero moverá el real y cristiano ánimo de V.A. para siempre hacer merced a esta mínima Compañía y toda de V.A. También me pareció no me olvidar del todo, para cuando estas públicas perturbaciones [155] dieren lugar, como espero en el Señor nuestro que darán, V.A. se digne tener memoria para mandar proseguir aquella tan cristiana y santa obra de la

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reformación de los monasterios de Cataluña, y, a su tiempo pensando en ello, servir mucho a Dios N.S. y a V.A. yo no dejaré de hacer recuerdo. Plega a la divina y suma bondad dar a todos gracia cumplida para que su santísima voluntad siempre sintamos, y aquella enteramente la cumplamos. De Roma, 3 de junio 1552. De V.A. humildísimo y perpetuo siervo en el Señor nuestro. Ignacio

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33. A LOS PADRES QUE SE ENVÍAN A MINISTERIOS. Roma, 8 de octubre de 1552. (Epp., 12, 251-253)

San Ignacio ha querido resumir aquí una serie de consejos, muchos de ellos ya recogidos en la redacción de las Constituciones presentada a los profesos, para que sirvan de ayuda espiritual, de criterio y guía en su manera de proceder, a todo jesuita enviado a ministerios apostólicos. Esta instrucción ignaciana es autógrafa del P. Polanco.

† IHS Tres puntos de observación, ha de tener el que es enviado en esta Compañía a trabajar en la viña del Señor: uno de sí mismo, otro del prójimo con quien conversa, otro de la cabeza de todo el cuerpo de la Compañía, de la cual es miembro. Con el primero, respecto a sí mismo, procure no olvidarse de sí para atender a los demás, no queriendo cometer ni un mínimo pecado por toda posible ganancia espiritual, ni ponerse en peligro; para lo cual ayuda no conversar sino poco y en público con personas de las que probablemente se debiese temer, y absteniéndose generalmente del hombre exterior, mirando las criaturas no como bellas o graciosas, sino como bañadas en la sangre de Cto., imagen de Dios, templo del Espíritu Santo, etc. Para defenderse de todo mal también y conseguir toda virtud, pues cuanto más lleno esté de ella, tanto más eficazmente podrá atraer a otros a ellas, ayudará tomar cada día algún tiempo para sí, para el examen de conciencia, oración, uso de los sacramentos, etc. Tenga también cuidado conveniente de la salud y fuerzas corporales. 155

Por el segundo, del prójimo, mire primeramente las personas con quienes trata, que deben ser aquellas de quienes se espera más fruto (al no poder conversar con todas) como son los más necesitados y personas de gran autoridad, doctrina y bienes temporales, y otros idóneos para ser laboradores; y generalmente aquellos que siendo ayudados pueden ayudar más a los demás para gloria divina. 2.º Mire las obras piadosas en que se ocupa, prefiriendo a todas las demás, aquellas a las que ha sido enviado. En cuanto a las otras, prefiriendo las mejores, como sería las espirituales a las corporales, las más urgentes a las que no son urgentes, las universales a las particulares, las perpetuas y que duran a las que no duran, etc., cuando no se pueden hacer las unas y las otras. Y atienda a que no basta comenzar, es necesario dar cumplimiento y conservar las obras pías y buenas, en cuanto se puede. 3.º Mire los instrumentos que debe emplear, como sería, además del ejemplo y la oración, ver si se debe ocupar en las confesiones, o en ejercicios y conversaciones espirituales, o enseñar la doctrina cristiana, o en lecturas, o predicar, etc., y escoger aquellas armas (si no se pueden emplear todas) que se piensa que probablemente serán más eficaces, y de las que cada uno sabe ayudarse mejor. 4.º Mire el buen modo de proceder, procurando tener humildad para comenzar por lo bajo, no ingiriéndose en cosas más altas si no fuese llamado o rogado, o si la discreción no indicase que convenía hacer de otro modo por el momento, el lugar o las personas; pues tal discreción no puede estar contenida en reglas algunas. Al modo corresponde también procurar la benevolencia de las personas con quienes se trata, con demostración, fundada en verdad, […], en virtud y amor, procurando también autoridad ante ellas, y acomodándose a todos con santa prudencia, la que enseña la unción del Espíritu Santo principalmente, pero el hombre coopera a ella con la consideración y diligente observación. Sin embargo, el examen de conciencia citado puede también extenderse a esas consideraciones y en cualquier hora del día sería necesario tener cuenta de ellas. Especialmente se observe que en casos de conciencia y cuestiones sobre las que no se tiene la mente muy clara y soluciones resueltas, no se dé respuesta o resolución temeraria, sino hacer precedentemente el competente estudio o consideración. El tercer [punto] con respecto a la cabeza y cuerpo de la Compañía, es primeramente dejarse enteramente gobernar por el superior, dándole aviso de todo lo que

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conviene y siendo obediente a las órdenes que le serán dadas. 2.º Procurar la buena fama y olor de la Compañía y toda ayuda que se le pudiese dar a gloria divina, principalmente en fundaciones (ante todo de colegios, cuando se viese oportunidad y comodidad), en buscar buenos sujetos para esta Compañía, como son personas de letras o muy activas, o aun jóvenes, cuando en ellos se viese buena presencia, salud, buen entendimiento e inclinación al bien, no existiendo en ellos otros impedimentos etc.

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34. A LOS PADRES Y HERMANOS DE PORTUGAL. Roma, 26 de marzo de 1553. (Epp., 4, 669-681)

Esta es la célebre carta de la obediencia de san Ignacio, donde se contiene el pensamiento más completo y desarrollado por el santo en esta materia. Tradicionalmente venerada en la Compañía y recomendada por el Papa Pablo VI en discurso a los Padres de la Congregación General de la Compañía de Jesús (3 de diciembre de 1974).

IHS [Introducción] La suma gracia y amor eterno de Cto. N.S. os salude y visite con sus santísimos dones y gracias espirituales.

Mucha consolación me da, hermanos carísimos en el Señor nuestro Jesucristo, entender los vivos deseos y eficaces que de vuestra perfección y su divino servicio y gloria os da el que por su misericordia os llamó a este instituto, y en él os conserva y endereza al bienaventurado fin a donde llegan sus escogidos. Y aunque en todas virtudes y gracias espirituales os deseo toda perfección, es verdad (como habréis oído de mí otras veces) que en la obediencia, más particularmente que en ninguna otra, me da deseo Dios nuestro Señor de veros señalar, no solamente por el singular bien que en ella hay, que tanto en la Sagrada Escritura con ejemplos y palabras en el Viejo y Nuevo Testamento se encarece, pero porque (como dice san Gregorio) «obedientia sola virtus est, quae menti caeteras virtutes inserit, insertasque

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custodit» [156] [la obediencia es la virtud que sola ella inserta en el alma las otras virtudes e impresas las guarda]; y en tanto que esta floreciere, todas las demás se verán florecer y llevar el fruto que yo en vuestras ánimas deseo, y el que demanda el que redimió por obediencia el mundo perdido por falta de ella, «factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis» [hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, Flp 2,8]. En otras religiones podemos sufrir que nos hagan ventaja en ayunos y vigilias, y otras asperezas, que, según su instituto, cada una santamente observa; pero en la puridad y perfección de la obediencia, con la resignación verdadera de nuestras voluntades y abnegación de nuestros juicios, mucho deseo, hermanos carísimos, que se señalen los que en esta Compañía sirven a Dios nuestro Señor, y que en esto se conozcan los hijos verdaderos de ella: nunca mirando la persona a quien se obedece, sino en ella a Cristo nuestro Señor, por quien se obedece. [Principio fundamental de la obediencia] Pues ni porque el superior sea muy prudente, ni porque sea muy bueno, ni porque sea muy cualificado en cualesquiera otros dones de Dios nuestro Señor, sino porque tiene sus veces y autoridad debe ser obedecido, diciendo la eterna Verdad: «Qui vos audit, me audit; qui vos spernit, me spernit» [el que os oye, me oye a mí, el que os desprecia, a mí me desprecia, Lc 10,16]; ni, al contrario, por ser la persona menos prudente, se le ha dejar de obedecer en lo que es superior, pues representa la persona del que es infalible Sapiencia, que suplirá lo que falta a su ministro; ni por ser falto de bondad y otras buenas cualidades, pues expresamente Cto. nuestro Señor, habiendo dicho: «Super cathedram Moysi sederunt scribae et pharisei» [en la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y fariseos], añade: «Omnia quaecumque dixerint vobis, facite, secundum vero opera eorum nolite facere», etc. [Haced todo lo que os digan, pero no hagáis según sus obras, Mt 23,2-3]. Así que todos querría os ejercitaseis en reconocer en cualquier superior a Cto. nuestro Señor, y reverenciar y obedecer a su divina Majestad en él con toda devoción; lo cual os parecerá menos nuevo, si miráis que san Pablo, aun a los superiores temporales y étnicos, manda obedezcan como a Cto., de quien toda ordenada potestad desciende,

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como escribe a los efesios: «Obedite dominis carnalibus cum timore et tremore, in simplicitate cordis vestri, sicut Cto.; non ad oculum servientes, quasi hominibus placentes, sed ut servi Christi facientes voluntatem Dei, ex animo, cum bona voluntate servientes, sicut Deo et non hominibus» [Obedeced a los señores carnales con temor y temblor, con sencillez de corazón, como a Cto.; no sirviéndolos en su presencia, como si quisieseis agradar a hombres, sino como siervos de Cristo, que cumplen la voluntad de Dios con ánimo y buena voluntad como quien sirve a Dios y no a hombres, Ef 6,5-7]. De aquí podemos inferir, cuando un religioso se toma a uno, no solamente por superior, mas expresamente en lugar de Cto. nuestro Señor, para que le enderece y gobierne en su divino servicio, en qué grado le deba tener en su ánima, y si debe mirarle como a hombre, o no, sino como a vicario de Cto. nuestro Señor. [Grados de obediencia] También deseo que se asentase mucho en vuestras ánimas que es muy bajo el primer grado de obediencia, que consiste en la ejecución de lo que es mandado, y que no merece el nombre, por no llegar al valor de esta virtud, si no se sube al segundo de hacer suya la voluntad del superior, en manera que no solamente haya ejecución en el efecto, pero conformidad el afecto con un mismo querer y no querer. Por eso dice la Escritura: «Quod melior est obedientia quam victimae» [es mejor la obediencia que las víctimas, 1 Sm 15,22].; porque según san Gregorio: «Per victimas aliena caro, per obedientiam propria voluntas mactatur» [por las víctimas se sacrifica carne ajena, por la obediencia se da muerte a la propia voluntad] [157] . Y, como esta voluntad es el hombre de tanto valor, así lo es mucho el de la oblación en que ella se ofrece por la obediencia a su Criador y Señor. ¡Oh, cuánto engaño toman y cuán peligroso, no digo solamente los que en cosas allegadas a la carne y sangre, mas aun en las que son de suyo muy espirituales y santas, tienen por lícito apartarse de la voluntad de sus superiores, como es en los ayunos, oraciones, y cualesquiera otras pías obras!. Oigan lo que bien anota Casiano en la colación de Daniel abad: «Unum et idem inobedientiae genus est, propter operationis instantiam, vel propter otii desiderium, senioris praeterire mandatum; tamque dispendiosum est pro vigilantia quam pro somno, monasterii statuta convellere; tantum denique est abbatis transire praeceptum

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ut legas, quantum, si contemnas ut dormias» [158] [Un mismo género de desobediencia es quebrantar el mandato del superior porque te urja el trabajo, como por el deseo de estar ocioso; tan perjudicial es transgredir los estatutos del monasterio por velar, como por dormir; y finalmente tan malo es dejar de hacer lo que manda el abad por ponerte a leer, como si lo desoyes por irte a dormir]. Santa era la acción de Marta, santa la contemplación de Magdalena, santa la penitencia y lágrimas con que se bañaban los pies Cto. nuestro Señor; pero todo ello hubo de ser en Betania, que interpretan casa de obediencia, que parece nos quiere dar a entender Cto. nuestro Señor (como anota san Bernardo): «Quod nec studium bonae actionis, nec otium sanctae contemplationis, nec lacrimae poenitentis extra Betaniam illa accepta esse potuerunt» [159] [que ni la ocupación de la buena acción, ni el ocio de la contemplación, ni las lágrimas de la penitente, pudieron serle agradables fuera de Betania]. Así que, hermanos carísimos, procurad de hacer entera la resignación de vuestras voluntades, ofreced liberalmente la libertad que Él os dio a vuestro Criador y Señor en sus ministros. Y no os parezca ser poco fruto de vuestro libre albedrío que le podáis enteramente restituir en la obediencia al que os le dio, en lo cual no le perdéis, antes le perfeccionáis, conformando del todo vuestras voluntades con la regla certísima de toda rectitud, que es la divina voluntad, cuyo intérprete os es el superior que en su lugar os gobierna. Y así, no debéis procurar jamás de traer la voluntad del superior, que debéis pensar ser la de Dios, a la vuestra; porque esto sería no hacer regla la divina voluntad de Dios de la vuestra, sino la vuestra de la divina, pervirtiendo la orden de su sapiencia. Engaño es grande, y de entendimientos oscurecidos con amor propio, pensar que se guarda la obediencia cuando el súbdito procura traer al superior a lo que él quiere. Oíd a san Bernardo, ejercitado en esta materia: «Quisquis aperte vel occulte satagit ut, quod habet in voluntate, hoc et spiritualis pater iniungat, ipse se seducit, et quasi de obedientia blanditur, nec ipse in ea re praelato, sed ei magis praelatus oboedit» [160] [Quienquiera que abierta u ocultamente negocia que el padre espiritual le mande lo que él quiere, él mismo se engaña y como se lisonjea de obediente, porque en eso no obedece él al prelado, sino el prelado a él]. De manera que concluyo que a este 2.º grado de obediencia, que es (ultra de la ejecución) hacer suya la voluntad del superior, antes despojarse de la suya y vestirse de la divina por él interpretada, es necesario que suba quien a la virtud de la obediencia querrá subir.

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Pero quien pretende hacer entera y perfecta oblación de sí mismo, ultra de la voluntad es menester que ofrezca el entendimiento (que es otro grado y supremo de obediencia), no solamente teniendo un querer, pero teniendo un sentir mismo con su superior, sujetando el propio juicio al suyo, en cuanto la devota voluntad puede inclinar al entendimiento. Porque, aunque este no tenga la libertad que tiene la voluntad, y naturalmente da su asenso a lo que se le representa como verdadero, todavía en muchas cosas en que no le fuerza la evidencia de la verdad conocida, puede con la voluntad inclinarse más a una parte que a otra; y en las tales, todo obediente verdadero debe inclinarse a sentir lo que su superior siente. Y es cierto, pues la obediencia es un holocausto en el cual el hombre todo entero, sin dividir nada de sí, se ofrece en el fuego de la caridad a su Criador y Señor por mano de sus ministros; y pues es una resignación entera de sí mismo, por la cual se desposee de sí todo, por ser poseído y gobernado de la divina providencia por medio del superior, no se puede decir que la obediencia comprende solamente la ejecución para efectuar y la voluntad para contentarse, pero aún el juicio para sentir lo que el superior ordena, en cuanto (como es dicho), por vigor de la voluntad puede inclinarse. Dios nuestro Señor quisiese que fuese tan entendida y practicada esta obediencia de entendimiento, como es a quienquiera que en religión vive necesaria, y a Dios nuestro Señor muy agradable. Digo ser necesaria, porque como en los cuerpos celestes para que el inferior reciba el movimiento e influjo del superior, en menester le sea sujeto y subordinado con conveniencia y orden de un cuerpo a otro, así en el movimiento de una criatura racional por otra (cual se hace por [la] obediencia) es menester que la que es movida sea sujeta y subordinada, para que reciba la influencia y virtud de la que mueve. Y esta sujeción y subordinación no se hace sin conformidad del entendimiento y voluntad del inferior al superior. Pues, si miramos el fin de la obediencia, como puede errar nuestra voluntad, así puede el entendimiento en lo que nos conviene; y a la causa, como para no torcer con nuestra voluntad se tiene por expediente conformarla con la del superior, así para no torcer con el entendimiento se debe conformar con el del mismo. «Ne innitaris prudentiae tuae» [No pongas tu apoyo en tu prudencia, Prov 3,5], dice la Escritura.

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Y, así, aún en las otras cosas humanas comúnmente lo sienten los sabios, que es prudencia verdadera no se fiar de su propia prudencia, y en especial en las cosas propias (donde no son los hombres comúnmente buenos jueces por la pasión). Pues, siendo así, que debe hombre antes seguir el parecer de otro (aunque superior no sea) que el propio en sus cosas, ¿cuánto más el parecer de su superior, que en lugar de Dios ha tomado para regirse por él, como intérprete de la divina voluntad?. Y es cierto que en cosas y personas espirituales es aún más necesario este consejo, por ser grande el peligro de la vida espiritual cuando sin freno de discreción se corre por ella; por lo cual dice Casiano en la colación del abad Moisés: «Nullo alio vitio tam praecipitem diabolus monachum pertrahit ac perducit ad mortem, quam cum, neglectis consiliis seniorum, suo iuditio persuaserit deffinitionique confidere» [161] [por ningún otro vicio arrastra tanto el diablo al monje y lo conduce a la perdición, como cuando le persuade que, despreciados los consejos de los más ancianos, confíe en su propio juicio y resolución]. Por otra parte, si no hay obediencia de juicio es imposible que la obediencia de voluntad y ejecución sea cual conviene; porque las fuerzas apetitivas en nuestra ánima siguen naturalmente las aprehensivas; y, así, será cosa violenta obedecer con la voluntad a la larga contra el propio juicio; y cuando obedeciese alguno un tiempo por aquella aprensión general, que es menester obedecer aun en lo no bien mandado, a lo menos, no es cosa para durar; y así se pierde la perseverancia; y si esta no, a lo menos la perfección de la obediencia, que está en obedecer con amor y alegría; que quien va contra lo que siente, no puede, durante tal repugnancia, obedecer amorosa y alegremente. Piérdese la prontitud y presteza, que no la habrá tal donde no hay juicio lleno, antes duda si es bien o no hacer lo que se manda. Piérdese la simplicidad tanto alabada de la obediencia ciega, disputando si se le manda bien o mal, y por ventura condenando al superior, porque le manda lo que a él no le va a gusto. Piérdese la humildad, prefiriéndose por una parte, aunque se sujeta por otra, al superior. Piérdese la fortaleza en cosas difíciles, y, por abreviar, todas las perfecciones de esta virtud. Y, al contrario, hay en el obedecer, si el juicio no se sujeta, descontento, pena, tardanza, flojedad, murmuraciones, excusas y otras imperfecciones e inconvenientes grandes, que quitan su valor y mérito a la obediencia. Pues dice san Bernardo, con

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razón, de los tales que en cosas no a su gusto mandadas del superior reciben pena: «Hoc si moleste coeperis sustinere, si diiudicare praelatum, si murmurare in corde, etiam si exterius impleas quod iubetur, non est virtus patientiae, sed velamen malitiae» [162] [Si comienzas a sobrellevar esto con molestia, a juzgar a tu prelado, a murmurar en tu corazón, aunque exteriormente cumplas lo que se ha mandado, no es eso virtud de paciencia, sino velo de malicia]. Pues, si se mira la paz y tranquilidad del que obedece, cierto es que no la habrá quien tiene en su alma la causa del desasosiego y turbación, que es el juicio propio contra lo que le obliga la obediencia. Y por esto, y por la unión con que el ser de toda congregación se sustenta, exhorta tanto san Pablo ut idipsum omnes sapiant et dicant [que todos sientan y digan lo mismo, cf. Flp 2,2], porque con la unión del juicio y voluntades se conserven; pues, si ha de ser uno el sentir de la cabeza y los miembros, fácil es de ver, si es razón que la cabeza sienta con ellos o ellos con la cabeza. Así que, por lo dicho, se ve cuán necesaria sea la obediencia de entendimiento. Pues quien quisiese ver cuánto sea en sí perfecta y agradable a Dios nuestro Señor, lo verá de parte del valor de la oblación nobilísima que se hace de tan digna parte del hombre; y porque así se haga el obediente todo hostia viva y agradable a su divina Majestad, no reteniendo nada de sí mismo; y también por la dificultad con que vence por su amor, yendo contra la inclinación natural que tienen los hombres a seguir su propio juicio, inclinándole a sentir lo que el superior siente; porque así se proceda con entera fuerza del ánima, de voluntad y entendimiento, a la ejecución pronta y perfecta. [Cómo conseguir la perfecta obediencia] Paréceme que os oigo decir, hermanos carísimos, que veis lo que importa esta virtud, pero que querríais ver cómo podréis conseguir la perfección de ella. A lo cual yo respondo con san León Papa: «Nihil arduum humilibus, nihil asperum mitibus» [163] [Nada hay arduo para los humildes, nada áspero para los mansos]. Haya en vosotros humildad, haya mansedumbre, que Dios nuestro Señor os dará gracia, con que suave y amorosamente le mantengáis siempre la oblación que le habéis hecho. Sin estos, tres

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medios, en especial, os represento, que para la perfección de la obediencia de entendimiento mucho os ayudarán. El primero es, que (como al principio dije) no consideréis la persona del superior como hombre sujeto a errores y miserias, antes mirad al que en el hombre obedecéis, que es Cto., sapiencia suma, bondad inmensa, caridad infinita, que sabéis ni puede engañarse ni quiere engañarnos. Y, pues sois ciertos que por su amor os habéis puesto debajo de obediencia, sujetándoos a la voluntad del superior por más conformaros con la divina, que no faltará su fidelísima caridad de enderezaros por el medio que os ha dado. Así que, no toméis la voz del superior, en cuanto os manda, sino como la de Cto., conforme a lo que san Pablo dice a los colosenses, exhortando a los súbditos a obedecer a los superiores: «Quodcumque facitis, ex animo operamini; sicut Deo et non hominibus… Cto. servite» [Todo lo que hacéis, hacedlo de buena gana, como quien sirve a Dios y no a hombres… servid a Cristo, Col 3,23-24]. Y a lo que san Bernardo dice: «Sive Deus, sive homo vicarius Dei, mandatum quodcumque tradiderit, pari profecto obsequendum est cura, pari reverentia deferendum, ubi tamen Deo contraria non praecipit homo» [164] [Ya sea Dios, ya sea el hombre su vicario, el que diere cualquier mandato, ciertamente con igual cuidado ha de ser acatado, con igual reverencia respetado, siempre que el hombre no mande nada contra Dios]. De esta manera, si miráis no al hombre con los ojos exteriores, sino a Dios con los interiores, no hallaréis dificultad en conformar vuestras voluntades y juicios con la regla que habéis tomado de vuestras acciones. El 2.º medio es que seáis prontos a buscar siempre razones para defender lo que el superior ordena, o a lo que se inclina, y no para improbarlo; a lo cual ayudará el tener amor a lo que la obediencia ordena; de donde también nacerá el obedecer con alegría y sin molestia alguna; porque como dice san León: «Non ibi dura necessitate servitur, ubi diligitur quod iubetur» [165] [No se sirve por pesada necesidad, cuando se ama lo que es mandado]. El 3r. medio para sujetar el entendimiento es aún más fácil y seguro, y usado de los Santo Padres, y es: presuponiendo y creyendo (en un modo semejante al que se suele tener en cosas de fe) que todo lo que el superior ordena es ordenanza de Dios nuestro Señor y su santísima voluntad, a ciegas, sin inquisición ninguna, proceder con el ímpetu y prontitud de la voluntad deseosa de obedecer, a la ejecución de lo que es mandado. Así 165

es de creer procedía Abraham en la obediencia que le fue dada de inmolar su hijo Isaac; y, asimismo, en el Nuevo Testamento alguno de aquellos santos Padres que refiere Casiano, como el abad Juan, que no miraba si lo que le era mandado era útil o inútil, como en regar un año un palo seco con tanto trabajo; ni si era posible o imposible, como en procurar tan de veras, mover, como le mandaban, una piedra que mucho número de gente no pudiera mover. Y para confirmar tal modo de obediencia vemos que algunas veces concurría con milagros Dios nuestro Señor, como en Mauro, discípulo de san Benito, que, entrando en el agua por mandato del superior no se hundía en ella; y en el otro, que mandado traer la leona, la tomó y trajo al superior suyo; y otros semejantes que sabéis. Así que quiero decir que este modo de sujetar el juicio propio, con presuponer que lo que manda es santo y conforme a la divina voluntad, sin más inquirir, es usado de los santos y debe ser imitado de quien quiere perfectamente obedecer en todas las cosas, donde pecado no se viese manifiestamente. [La representación] Con eso no se quita, que, si alguna cosa se os representase diferente de lo que al superior, y haciendo oración os pareciese en el divino acatamiento convenir que se lo representaseis a él, que no lo podáis hacer. Pero, si en esto queréis proceder sin sospecha del amor y juicio propio, debéis estar en una indiferencia antes y después de haber representado, no solamente para la ejecución de tomar o dejar la cosa de que se trata, pero aun para contentaros más y tener por mejor cuanto el superior ordenare. Y lo que tengo dicho de la obediencia, tanto se entiende en los particulares para con sus inmediatos superiores, como en los rectores y prepósitos locales con los provinciales, y en estos para con el General, y en este para con quien Dios nuestro Señor le dio por superior, que es el Vicario suyo en la tierra; porque así enteramente se guarde la subordinación y, consiguientemente, la unión y caridad, sin la cual el buen ser y gobierno de la Compañía no puede conservarse, como de ni otra alguna congregación. [Algunas observaciones]

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Y este es el modo con que suavemente dispone todas las cosas la divina providencia, reduciendo las cosas ínfimas por las medias y las medias por las sumas a sus fines. Y así, en los ángeles hay subordinación de una jerarquía a otra, en los cielos y en todos los movimientos corporales, reducción de los inferiores a los superiores, y de los superiores, por su orden, hasta un supremo movimiento. Y lo mismo se ve en la tierra, en todas policías seglares bien ordenadas, y en la jerarquía eclesiástica, que se reduce a un universal Vicario de Cto. Nuestro Señor. Y cuanto esta subordinación mejor es guardada, el gobierno es mejor, y de la falta de ella se ve en todas congregaciones faltas tan notables. Y a la causa, en esta de que Dios nuestro Señor me ha dado algún cargo, deseo tanto se perfeccione esta virtud, como si de ella dependiese todo el bien de ella. [Exhortación final] Y así como he comenzado quiero acabar en esta materia, sin salir de ella, con rogaros por amor de Cto. nuestro Señor, que no solamente dio el precepto, pero precedió con ejemplo de obediencia, que os esforcéis todos a conseguirla con gloriosa victoria de vosotros mismos, venciéndoos en la parte más alta y difícil de vosotros, que son vuestras voluntades y juicios, porque así el conocimiento verdadero y amor de Dios nuestro Señor posea enteramente y rija vuestras ánimas por toda esta peregrinación, hasta conduciros, con otros muchos por vuestro medio, al último y felicísimo fin de su eterna bienaventuranza. En vuestras oraciones mucho me encomiendo. De Roma, 26 de marzo 1553. De todos in Domino. Ignacio

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35. AL P. FRANCISCO JAVIER. Roma, 28 de junio de 1553. (Epp., 5, 148-151)

En esta carta el P. Ignacio ordena a Francisco Javier, por santa obediencia, que, dejada cualquier empresa que tenga entre manos, vuelva a Europa. Se necesita para gloria de Dios y servicio de la evangelización del Oriente y de otros países del mundo. Cuando el P. Ignacio la escribía, ignoraba que hacía ya más de seis meses que había fallecido Javier a las puertas de China.

IHS La suma gracia y amor eterno de Cto. N.S. sea siempre en ayuda y favor nuestro.

Carísimo hermano en el Señor nuestro. Hemos habido acá vuestras letras de 28 de enero del 52 más tarde que era razón, por la dificultad de los pasos de Portugal a Roma; y a esta causa no habréis habido respuesta cuan presto yo quisiera. Hemos entendido la puerta que Dios N.S. ha abierto a la predicación de su evangelio y conversión de las gentes en Japón y la China por vuestro ministerio, y nos consolamos mucho en la su divina Majestad, esperando que el conocimiento y gloria suya cada día se haya más de extender y entre gentes que puedan perpetuar y llevar adelante lo ganado con el divino favor. Hame parecido también cosa acertada que hayáis enviado allá y a la China a Mtro. Gaspar y otros; y aunque, si vos mismo habréis ido a la China (donde decís tenéis ánimo de ir, si no os estorban las cosas de la India) lo tendré por bueno, persuadiéndome que es la eterna sapiencia la que os guía; todavía, a lo que acá se puede entender, juzgo yo que será más servido Dios N.S. de vuestra persona si habréis quedado en la India, enviando

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otros y enderezándolos para que hagan lo que vos habíais de hacer; porque de esta manera haréis en muchas partes lo que por vuestra persona haríais en una. Y más digo: que, mirando el mayor servicio de Dios N.S. y ayuda de las ánimas en esas regiones, y cuanto depende de Portugal el bien de ellas, me he determinado a mandaros, en virtud de santa obediencia, que, entre tantos caminos, toméis este de Portugal con la primera oportunidad de buen pasaje, y os lo mando en nombre de Cto. N.S., aunque sea para tornar presto a la India. Y, porque allá podáis hacer capaces los que os querrían detener por bien de las Indias, diréis las razones que a esto mueven por acá, mirando asimismo el bien de ellas. Primeramente, ya sabéis cuánto importa, para la conservación y aumento de la cristiandad en esas partes y en la Guinea y Brasil, la buena orden que el rey de Portugal puede dar desde su reino; y un príncipe de tan cristianos deseos y santas intenciones como el rey de Portugal, siendo informado de quien sabe por experiencia las cosas de allá tan bien como vos, podéis pensar que se movería a hacer muchas cosas en servicio de Dios N.S. y ayuda de esas regiones, de las que le representaseis. Después, importando tanto que la Sede Apostólica tenga información cierta y entera de las cosas de las Indias, y de persona que tenga crédito para con ella, por la provisión de cosas espirituales que es necesaria o muy importante para el bien de esa nueva cristiandad y los cristianos viejos que en ella viven, también vos para esto seríais más a propósito que otro de los que allí están, por la noticia que tenéis y la que se tiene de vuestra persona. También sabéis lo que importa para el bien de las Indias que las personas que se envían allá sean idóneas para el fin que se pretende en unas partes y otras. Para eso servirá mucho vuestra venida a Portugal y por acá; porque no solamente se moverían muchos más a desear ir allá, pero aun de los que hay movidos, veríais quiénes son al propósito para ir o no; quiénes para una parte, quiénes para otra; pues en acertar en esto, vos mismo juzgad si importa. Y no basta todo lo que escribís de allá, para que acá se entienda bien, si vos mismo no tratáis y conocéis los que se han de enviar, o quien como vos lo sepa. Sin estas razones, que son todas para el bien de la India, pienso daríais calor al rey para lo de Etiopía, que de tantos años a esta parte está por hacer, y no se ve nunca 169

efecto. Asimismo en lo del Congo y Brasil podríais desde Portugal no poco ayudar, lo cual no podéis desde la India, pues no hay aquel comercio. Y si allá parece que vuestra presencia es importante para el gobierno, no menos desde Portugal, que desde el Japón o la China, podréis gobernar, antes muy mejor. Así que, de cuantas ausencias habéis hecho mayores, haced esta, y dejad allá los rectores que os parecerá convienen, y Dios será con ellos. En otras cosas remítome a Mtro. Polanco, y encomiéndome mucho de corazón en vuestras oraciones; y ruego a la divina y suma Bondad a todos quiera dar su gracia cumplida para que su santísima voluntad siempre sintamos y aquella perfectamente cumplamos. De Roma, 28 de junio 1553. Venido a Portugal, estaréis a obediencia del rey para hacer lo que dispondrá de vuestra persona a gloria de Dios N.S. Todo vuestro en el Señor nuestro, Ignacio

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36. A TODA LA COMPAÑÍA. Roma, 25 de julio de 1553. (Epp., 5, 220-222)

La carta original está en latín. La traducción que publico es mía. El autógrafo se conservaba; pero se editó una copia. Se encarga a los sacerdotes de la Compañía que ofrezcan misas cada mes, y a los no sacerdotes que oren por las necesidades espirituales de Alemania e Inglaterra. San Pedro Canisio había rogado a san Ignacio que diese esta orden ante el incremento que iba tomando la herejía en el norte de Europa.

Jesús Ignacio de Loyola, Prepósito General de la Compañía de Jesús.

A mis queridos hermanos en Cristo, tanto a los superiores, como a los súbditos de la Compañía de Jesús, salud eterna en el Señor. Como el motivo de la caridad con la que debemos amar todo el Cuerpo en su Cabeza, Cristo Jesús, pide que se aplique sobre todo remedio a aquella parte que sufre mal más grave y peligroso, nos ha parecido que, según nuestras débiles fuerzas, hemos de aplicar el trabajo de nuestra Compañía con especial afecto a ayudar a Alemania, Inglaterra y a las regiones del norte afectadas por la gravísima enfermedad de la herejía. Y aunque estemos usando solícitamente otros medios también para acudir a lo mismo, y hace ya años que muchos de nosotros hemos procurado proveer a estas necesidades con oraciones y la aplicación de misas, para que este ejercicio de caridad se extienda y se preste por más tiempo, ordenamos a todos nuestros hermanos, tanto a nuestros súbditos inmediatos, como a los rectores y prepósitos que gobiernan a otros, que tanto ellos como sus súbditos, cada mes, ofrezcan el sacrifico de la misa, si son sacerdotes, y no son 171

sacerdotes, oren por la necesidad espiritual de Alemania e Inglaterra, para que el Señor se compadezca de estas regiones y de todas las demás influidas por ellas y se digne reconducirlas a la pureza de la fe y religión cristiana. Y queremos que esto dure, mientras dure la necesidad de este auxilio en esas regiones; y queremos que ninguna provincia (donde se encuentre la Compañía), aun las establecidas en los extremos territorios de las Indias, esté excluida de prestar este deber de caridad. En Roma, 25 de julio de 1553.

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37. A MARGARITA DE AUSTRIA. Roma, 17 de noviembre de 1553. (Epp., 5, 699-700)

Carta de consolación a su dirigida espiritual, hija de Carlos V y favorecedora de sus obras en Roma. Había sido afectada particularmente por las guerras sufridas por su ducado de Parma en esa época.

IHS Mi señora en el Señor nuestro.

La suma gracia y amor eterno de Cto. nuestro Señor salude y visite a V.E. con sus santísimos dones y gracias espirituales. Mucho me consolé en el Señor nuestro con la visitación de Mtro. Adriano [166] de parte de V.E., recibiendo como merced muy grande la señal de la sólita memoria y especial caridad, que a V.E. ha dado con nuestra Compañía el que es infinita y suma caridad. Él mismo es autor de la afición que todos nosotros sentimos, muy dentro en el ánima, al servicio de V.E. en su acatamiento santísimo deseando que conserve sus dones en V.E. y los aumente para su mayor servicio y alabanza, y que de todos estos trabajos que ha permitido saque el fruto que puede y suele sacar su divina bondad, para mucha perfección del ánima de V.E. en esta vida, y merecimiento de corona singular y perpetua en la otra, donde nos tiene guardado para siempre nuestro sumo y felicísimo bien, sin mezcla de trabajo ni miseria alguna, el que nos adquirió con el precio de su sangre y vida. A Él plega darnos entretanto mucho conocimiento de la suavísima disposición de su providencia, con que así en los sucesos adversos como en los prósperos nos procura siempre ocasiones de ayudarnos a conseguir nuestra bienaventuranza y felicidad perpetua. 173

En esta casa y colegio nuestro tenemos salud; y así en estas como en las otras partes lleva Dios N.S. adelante y se sirve de esta mínima Compañía, que toda es de V.E., y será siempre a gloria de su divina Majestad, a quien plega darnos a todos su gracia cumplida para que su santísima voluntad siempre sintamos, y aquella perfectamente cumplamos. De Roma, 17 de noviembre 1553.

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38. AL P. NICOLÁS FLORIS. Roma, 22 de noviembre de 1553. (Epp., 5, 713-714))

Este Padre era conocido como Nicolás Goudano, por su patria, Gouda (en Holanda), gran colaborador del P. Pedro Canisio, y se preocupaba por su sequedad espiritual y ausencia de lágrimas de devoción. El P. Ignacio le responde, por medio de Polanco, dejando en esta carta una gran lección sobre las lágrimas en la vida espiritual. Está escrita en italiano, la traducción es mía.

Pax Christi. Mi muy querido Padre en Jesucristo. He recibido la de V.R. del 12 de octubre, y me da mucha devoción ver su deseo de ayudar a las almas de Alemania, no solamente con la predicación y otros medios externos, sino también con las lágrimas, de las que desea tener el don del dador de todo bien. Y cuanto a la primera parte, de ayudar eficazmente a los prójimos con los medios externos de predicar, etc. rogaremos absolutamente a Cristo N.S. que se digne dar voz de potencia eficaz a su voz (Sal 67,34), y al ministerio de los sacramentos la eficacia que se desea. A propósito del don de las lágrimas, no se puede pedir absolutamente, porque no es necesario, ni bueno y conveniente para todos absolutamente. Yo mismo he intercedido ante N.P. Mtro. Ignacio y lo he pedido aun para mí, y suplicaré a Dios N.S. que lo conceda en cuanto es conveniente para el fin mismo que V.R. lo busca, para ayuda de las almas, la suya y las de los prójimos. Queridísimo Padre, «cor durum male habebit in novissimo» [el corazón duro lo pasará mal el último día, Eclo 3,27]; pero el corazón deseoso de ayudar a las almas y del servicio divino, como el de V.R., no se puede llamar duro; y teniendo en la voluntad y parte superior del alma compasión por las miserias de 175

los prójimos, queriendo por su parte ayudarlos y haciendo el trabajo del hombre que tiene tal voluntad eficaz y procura los medios, no son necesarias las lágrimas ni otra ternura de corazón. Y aunque algunos las tengan por ser tal su natural, que el afecto superior del alma superior redunda fácilmente en el inferior, o porque Dios N.S., viendo que les conviene, les da ese resolverse en lágrimas, no por eso los tales tienen mayor caridad, ni son más eficaces que otros que no tienen tales lágrimas; aunque tengan no menor afecto en la parte superior, es decir, voluntad tan fuerte y eficaz (la cual es acto propio de la caridad) para el servicio divino y bien de las almas, como los que abundan en lágrimas. Digo además, a V.R. (como lo siento) que a algunos, si estuviese en mi mano darles las lágrimas, no se las daría, porque no ayudan a su caridad y hacen daño a su cuerpo y cabeza, y en consecuencia le impiden algún ejercicio de caridad. Así que no se preocupe V.R. por la falta de lágrimas exteriores, y conserve su buena voluntad y eficaz, manifestada en obras, que esto basta para la propia perfección, la ayuda de los demás y el servicio de Dios. Y recuerde que los ángeles buenos hacen lo que pueden para evitar que los hombres pequen y para que Dios sea honrado, y sin embargo no sienten dolor cuando acaece lo contrario; y N.P. alaba mucho en los nuestros que procedan en esta materia al modo de los ángeles. Nada más, sino que en las oraciones de V.R. mucho me encomiendo. De Roma, 22 de noviembre 1553.

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39. AL SR. ANTONIO ENRÍQUEZ. Roma, 26 de marzo de 1554. (Epp., 6, 522-524)

Personaje seglar del séquito del emperador Carlos V, con quien se ve que tenía trato familiar el P. Ignacio. Le da noticias sobre la Compañía y consejos espirituales sobre cómo aprovecharse espiritualmente en los continuos viajes de su obligación. Resulta una verdadera meditación sobre el principio y fundamento aplicado a la vida itinerante de todo cristiano. Escribe Polanco por comisión del P. Ignacio; pero el sujeto que da los consejos es el P. Ignacio.

Muy Ille. mi señor en Jesucristo.

La suma gracia [167] [y amor eterno de Cto. N.S. salude a visite a V. md. con sus santísimos dones y gracias espirituales]. A una letra que de Florencia recibí de V. md. esperaba hacer respuesta, y así había encomendado a un amigo nuestro, que sigue la corte de S.M. nos diese aviso, si V. md. estaba en ella. Ahora he habido otra del 22 de febrero de Bruselas, que soltó la cuestión y nos dio a N.P. y los demás, que aquí somos tan aficionados al servicio de V. md., mucha consolación en el Señor nuestro. Y aunque la que dice V. md. escribió de su viaje, en llegando, no es llegada a nuestras manos, el cuidado de escribir muchas veces es merced que mucho debemos estimar, y que muestra bien las entrañas que Dios N.S. ha dado a V. md. A su divina y suma bondad plega perfeccionar con los dones de su gracia los de natura, que Él mismo le ha dado a V. md. tan cumplidamente, para que los unos y los otros se empleen siempre en su mayor servicio y alabanza, y merezcan a V. md. corona muy señalada de felicidad eterna.

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Nuestro Padre está con mediana salud y besa muchas veces las manos de V. md., y no dejaremos de continuar el encomendar a Dios N.S. las cosas de V. md., pues sin el camino de Bruselas queda otro más luengo hasta la celestial patria nuestra; y siempre debemos acordarnos de ser peregrinos hasta llegar a ella, y no nos afeccionar tanto a las hosterías y tierras por donde pasamos, que nos olvidemos de adonde vamos, o perdamos el amor de nuestro último fin. Pues para conseguirle mejor nos ha dado el Padre nuestro eterno el uso y servicio de todas sus creaturas, y no para detenernos con el amor tanto en ellas, que por los temporales e imperfectos bienes de esta breve vida perdamos los eternos perfectísimos de la que ha de ser perpetua. La cual imprudencia, aunque parece harto manifiesta a cualquier hombre de entendimiento ilustrado con la santa fe, no caen en la cuenta de ella aun los prudentes del mundo, a las veces; y esto es por andar derramados fuera de sí, y no entrar casi nunca en la consideración debida dentro de sí, gastando la lumbre del entendimiento y ocupándola siempre en las cosas que hacen poco al caso, y no la aplicando a las que sumamente les importan para su bienaventuranza; y así se les pasa toda la vida en buscar cómo pasen con honra y contento y prosperidad estos pocos días de la peregrinación presente, y no se proveen, o con muy poco cuidado, de lo que les ha de ser causa de riqueza, honra y prosperidad y contentamiento inestimable y eterno en la celestial patria; que verdaderamente les cuadra aquel dicho del profeta: «Pro nihilo habuerunt terram desiderabilem» [tuvieron por nada la tierra deseable, Sal 105,24], que, si en algo la estimasen, a lo menos harían por vivir bienaventurados en ella lo que hacen por vivir contentos en la peregrinación en que Dios N.S. nos ha puesto para que caminemos a ella. Pero no quiero ir más adelante en esto, porque espero en Dios N.S. que V. md. no será del número de los tales. Aunque es tanta la miseria del hombre viejo, que, si no se ayuda el nuevo y renovado con la gracia de Cto. N.S. de los medios convenientes, fácilmente declina a toda imperfección. Y por esto, como tan de veras soy servidor de V.md., no puedo dejar de le acordar la frecuentación de los santos sacramentos, la lección de algunos libros píos, la oración con el recogimiento que podrá, tomando para sí cada día algún tiempo, para que no le falte al ánima su pasto y se queje V.md. como el que decía: «Aruit cor meum, quia oblitus sum comedere panem meum» [Arideció mi corazón, porque me olvidé de comer mi pan, Sal 101,5]. También el conversar con buenas y espirituales personas mucho ayudará a V. md. y el continuar y aumentar su

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buena usanza de hacer limosnas, que es universal medio para alcanzar todo bien del que es fuente indeficientísima, donde todo ha de manar. Si mucho me he alargado para en primera carta, dé la culpa V. md. a la mucha afición que a su servicio tengo en Cto. N.S., a quien plega de acrecentar cada día más sus gracias espirituales más copiosamente en el ánima de V. md. y de todos. Amén De Roma, 26 de marzo 1554.

Post scripta. Acuérdome que alguna vez me dio señal V. md. que deseaba tener alguna información de nuestra Compañía; porque oyendo hablar de ella a veces, querría ser más al cabo, para responder y hacer el oficio que la caridad requiere, y la voluntad que Dios N.S. ha dado a V. md. de nos la hacer. Envío aquí una información de la casa de Roma y colegio nuestro y del germánico [168] , para que V. md. por menudo entienda las cosas cómo están y después use de la parte de ella que le parecerá convenir. Por esta casa y colegio de Roma se puede entender el ejercicio ordinario de los demás que hay en todas partes de la cristiandad, o las más principales, y también entre infieles en las Indias y en África, donde se sirve Dios N.S. del ministerio de estos bajos instrumentos suyos. Si nuevas más particulares querrá V. md. que yo escriba, escribirlas he, o los nuestros de Lovaina lo harán, los cuales tenga V.md. por cosa suya, como lo somos nosotros en el S. N. Jesucristo. 26 de marzo 1554.

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40. AL P. JUAN NUÑES BARRETO. Roma, 26 julio de 1554. (Epp., 7, 313-314)

El P. Nuñes Barreto, que había llevado una vida dura y austera al servicio de los cautivos cristianos en Tetuán, fue designado Patriarca de Etiopía entre los jesuitas enviados a la misión pedida por el Negus al rey Juan III de Portugal. El P. Nuñes aceptó con entusiasmo el envío a Etiopía; pero pidió que no le dieran dignidad alguna, en especial la de patriarca, para la que sentía no tener talento suficiente. La carta de san Ignacio es alentadora, al recordarle cómo ninguna habilidad ni industria humana bastaría sin la ayuda de la mano todopoderosa de Dios, que no dejará de ayudar al que por su vicario envía.

La suma gracia y amor eterno.

Recibí la vuestra de 6 de abril duplicada; y en lo que toca a las cosas de África, donde por algunos años os habéis ejercitado en ayuda de los cautivos, todos tenemos mucha ocasión de dar gracias a Dios N.S., que se ha dignado en muchas maneras servirse de vuestra persona y trabajos, y por ellos os ha dispuesto para que merecieseis entrar en otros mayores y de mayor y más universal provecho de las almas. Y no temáis la empresa grande, mirando vuestras fuerzas pequeñas, pues toda nuestra suficiencia ha de venir del que para esta obra os llama, y os ha de dar lo que para su servicio os es necesario; pues sin vuestra voluntad os pone en este cargo, para el cual no hay hombres que bastasen de humana habilidad o industria, si la divina mano no ayudase a llevar el peso y guiase al que lo lleva. Así que, cuanto en vos desconfiáis como en vos, tanto confiad en el que por su vicario os manda tomar este asunto, del cual espero yo en la divina y suma Bondad ha de seguirse muy notable beneficio espiritual a todas aquellas regiones, para la reducción de ellas al sincero culto y verdadero de Dios N.S. Y si escrúpulo alguno os ocurriese en este caso, descargadle, no solamente sobre mí, cuyo 180

parecer seguiréis, pero aun sobre el Sumo Pontífice, por cuyo mandato, en lugar de Cristo N.S. aceptáis el cargo que se os diere. De las personas que señaláis en Portugal, no se puede desde aquí fácilmente tomar determinación, y, así, como lleguen los ocho que de esta parte y de Castilla se han de enviar, podrán escogerse en Portugal los que quedan hasta doce, según pareciere convenir, y Dios N.S. en todo enderezará esta su obra. Acerca de la instrucción que pedís para mejor proceder en el divino servicio en esta misión, espero os la dará más cumplida el Espíritu Santo con la unción santa y don de prudencia que os dará, vistas las circunstancias particulares. Todavía, si algunos recuerdos o avisos desde acá se os podrán dar, por alguna información que se tiene del estado de aquellas provincias, se os enviará, y si de allá os ocurrieren algunas dudas, podréis escribirlas, y se os dará respuesta. Encomiéndome mucho en vuestras oraciones y sacrificios y ruego a Dios N.S. a todos dé gracia de sentir y perfectamente cumplir su santísima voluntad. De Roma, 26 de julio 1554.

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41. AL P. ANTONIO ARAOZ. Roma, 3 de enero de 1555. (Epp., 8, 225)

El P. Antonio de Araoz era entonces provincial de la provincia de Castilla. El P. Ignacio, General, le envía una copia de los pareceres que ha recibido sobre la persona de Araoz, recomendándole que los acepte como venidos de quienes han dicho lo que sentían de él con sinceridad y buena intención. Le recomienda la virtud que es propia del superior de la Compañía, según la bula de fundación: «Acuérdese siempre de la benignidad, mansedumbre y caridad de Cristo y del modelo de san Pedro y de san Pablo».

† IHS La suma gracia y amor eterno de Cto. nuestro Señor sea siempre en ayuda y favor nuestro. Porque de otras cosas escribe por mi comisión Mtro. Polanco, en esta diré solamente que he recibido los pareceres de algunos de vuestra provincia acerca de vuestra persona, y aquí os envío la copia, encargándoos mucho toméis a la mejor parte lo que se dice, porque las entrañas de los que han escrito han sido buenas, y por orden del comisario [169] hubieron de declarar lo que sentían. De una cosa todavía os diré: que, como yo uso el consultar y conferir con algunos de casa las cosas que he de ordenar que algo importan, así querría lo hicieseis vos, y que nos pareciésemos en el proceder de un mismo modo, acordándonos de aquel espíritu de humildad y caridad que en la bula de la institución de nuestra Compañía el Vicario de Cto. nuestro Señor nos encomienda.

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En lo demás, el que nos da a todos voluntad de servirle se dignará darnos la ayuda para que llevemos bien el peso que para su mayor servicio y alabanza se nos ha puesto. A Él plega darnos su gracia muy cumplida para que su santísima voluntad siempre sintamos y enteramente la cumplamos. De Roma, 3 de enero 1555.

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42. AL NEGUS CLAUDIO DE ETIOPÍA. Roma, 3 de febrero de 1555. (Epp., 8, 460-467)

El rey Juan III de Portugal había pedido al P. Ignacio que enviara a Etiopía un jesuita como patriarca y otros que le acompañaran como misioneros a la misión de Etiopía. El santo tomó esta empresa con tanto interés que llegó a escribir: «… yo os ofrezco, donde otro de los NN, no quisiere tomar esta empresa de Etiopía, de tomarla yo de muy buena gana, si me fuera mandado» (Epp., 1, 429). San Ignacio envió al Negus, como emperador de Etiopía, al que entonces se identificaba con el fabuloso «preste Juan», el mensaje que publicamos, de gran importancia teológica, para considerar la doctrina ignaciana sobre la unidad de la Iglesia católica y el primado de Roma.

Jesús Mi señor en el Señor nuestro Jesucristo.

La suma gracia y amor eterno de Cristo N.S. salude y visite a V.A. con sus santísimos dones y gracias espirituales. El serenísimo rey de Portugal, con el grande celo que le ha dado Dios nuestro Criador y Señor de la gloria de su santo nombre, y de la salvación de las almas, redimidas con el precioso sangre y vida de su unigénito Hijo, me ha escrito diversas veces mostrando sería mucho servido que de los religiosos de nuestra mínima Compañía, llamada de Jesús, señalase 12 entre los cuales S. A. escogiese uno para patriarca y dos para coadjutores y sucesores de él, para suplicar al sumo vicario de Cristo N.S. los diese la autoridad conveniente y poderlos enviar con los demás sacerdotes a los reinos de V.A.

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Yo, por la grande observancia, devoción, y obligación muy especial que tiene toda nuestra Compañía, entre los príncipes cristianos, al serenísimo rey de Portugal, hice lo que me mandaba, deputando sin el patriarca 12 sacerdotes, como de nuevo se me escribió, todos de nuestros hermanos, por devoción del número que representan de Cto. N.S. y los 12 apóstoles, para que fuesen a poner sus personas en todos trabajos y peligros que menester fuere para el bien de las almas de los reinos súbditos a V.A.; y yo lo hice tanto con más voluntad, por la particular afección que Dios N.S. me da a mí y a toda nuestra Compañía de servir a V.A., como a quien en medio de tantos infieles, enemigos de nuestra santa fe, trabaja siguiendo las pisadas de sus predecesores, por conservar y llevar adelante la religión y gloria de Cto. nuestro Dios y Señor. Y tanto más era razón desear que tuviese V.A. la ayuda de padres espirituales, que tuviesen autoridad y potestad verdadera de esta santa sede apostólica y doctrina sincera de la fe cristiana, que son aquellas llaves del reino de los cielos que Cto. N.S. prometió y después dio a S. Pedro y a los que habían de suceder en su silla. Prometidas a él solamente cuando le dijo (como refiere el evangelista Mateo): «Ego dico tibi, tu es Petrus, et super hanc petram edificabo eclesiam meam: et tibi dabo claves regni coelorum, et quidquid ligaveris super terram erit ligatum et in coelis, et quidquid solveris super terram erit solutum et in coelis» [Yo te digo, tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y todo lo que atares en la tierra será atado en el cielo, y lo que desatares sobre la tierra será desatado en el cielo, Mt 16,18-19]. Y diólas, cumpliendo su promesa, al mismo S. Pedro, después que resucitó, antes de subir al cielo, diciéndole 3 veces, como cuenta el evangelista S. Juan, «diligis me plus his?» [¿me amas más que estos?, Jn 21,15]. Y después de la respuesta: «pasce oves meas» [apacienta mis ovejas, Jn 21,17]; y dándole cargo, no de una parte, sino de todas sus ovejas, le dio toda la plenitud de la potestad suficiente para mantener en el pasto de la vida y religión cristiana todos los fieles, y conduciéndolos al pasto de la eterna felicidad en el reino del cielo. A los demás apóstoles suyos les dio autoridad Cto, N.S. como delegada; a san Pedro y sus sucesores como ordinaria y plena, para que de ella se comunicase a todos los otros pastores la que hubiesen menester; que de este sumo pastor la deben tomar y reconocer; en figura del cual dice Dios N.S. en Isaías, hablando de Eliacim, sumo pontífice: «et dabo clavem domus David super humerum eius; et aperiet, et non erit qui claudat; et claudet et non erit qui aperiat» [170] [pondré la llave de la casa de David

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sobre sus hombros; y abrirá y no habrá quien cierre, y cuando cierre, no habrá quien abra]. El figurado es S. Pedro y sus sucesores, que tienen la potestad entera que por las llaves se significa, que suele darse en señal de dominio real y cumplido. Así que debe V.A. dar gracias a Dios N.S. que en sus tiempos haya hecho tan grande misericordia a sus reinos, de enviarles verdaderos pastores de sus almas que tengan unión con el sumo pastor y vicario que dejó en la tierra Jesucristo N.S., y de él tomen la autoridad, muy amplia, que llevan. Y no sin causa el padre y abuelo de V.A. no querían se tomase patriarca de Alejandría; porque como el miembro dividido del cuerpo no recibe influjo de vida, movimiento y sentido de su cabeza, así el patriarca que está en Alejandría o El Cairo, siendo cismático y diviso de esta santa Sede Apostólica y del sumo Pontífice, que es cabeza de todo el cuerpo de la Iglesia, él no recibe para sí vida de gracia ni autoridad, ni la puede dar a otro algún patriarca legítimamente. La Iglesia católica no es sino una en todo el mundo, y no puede ser que una sea debajo del Pontífice romano y otra debajo del alejandrino. Como Cto. su esposo es uno, así la Iglesia su esposa no es más que una, de la cual dice en los Cantares Salomón en nombre de Cto. N.S.: «Una est Columba mea» [Una es mi paloma, Cant 6,8], y el profeta Oseas: «Congregabuntur filii Israel et filii Juda pariter, et ponet sibi caput unum» [Se congregarán los hijos de Israel y los de Judá y se nombrará un solo jefe, Os 1,11]. Conforme a lo cual, después de él dijo S. Juan: «Fiet unum ovile et unus pastor» [Se hará un solo rebaño y un solo pastor, Jn 10,16]. Una era el arca de Noé (como leemos en el Génesis), fuera de la cual no había manera de salvarse; uno el tabernáculo que hizo Moisés; uno el templo que en Jerusalén hizo Salomón, adonde convenía sacrificar y adorar; una era la sinagoga, a cuyo juicio se había de estar; todo en figura de la Iglesia, que es una, y fuera de ella no hay bien ninguno; porque quien no estuviere unido con el cuerpo de ella no recibirá de Cto. N.S., que es su cabeza, el influjo de la gracia que unifique su alma y la disponga para la bienaventuranza. Por declarar esta unidad de la Iglesia contra algunos herejes, en el símbolo canta la Iglesia: Credo unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam. Y es error condenado en los Concilios que haya iglesias particulares, como la alejandrina o la constantinopolitana, o semejantes, que no estén sujetas a una universal cabeza, que es el Pontífice romano, donde con continua sucesión desde S. Pedro, que eligió por 186

mandato de Cto. N.S., según narra S. Marcelo mártir, esta silla y la confirmó con su muerte, han perseverado los Pontífices romanos, reconocidos por vicarios de Cto. por tantos doctores santos, latinos y griegos, y de todas naciones, reverenciados de los santos anacoretas y pontífices y otros confesores, confirmados con tantos milagros, y con la sangre de tantos mártires, que en esta fe y unión de esta santa Iglesia romana murieron. Y así, en el Concilio Calcedonense fue aclamado con voz común de los obispos congregados el Papa León: Sanctissimus, apostolicus, universalis y en el Concilio de Constancia fue condenado el error de los que negaban el primado del Pontífice romano sobre todas las particulares iglesias; y en el Florentino, en tiempo de Eugenio IV, donde se hallaron aun los griegos, armenios y jacobitas, fue determinado, conforme a los concilios pasados, en estas palabras: «Definimus sanctam apostolicam sedem et Pontificem romanum, in universum orbem tenere primatum, ac successorem esse Petri, et verum Christi vicarium, totiusque Ecclesiae caput; et omnium christianorum patrem et doctorem existentem, et ipsi in beato Petro, pascendi, regendi, gubernandi universalem Ecclesiam a Domino Jesuchristo potestatem plenam esse traditam» [171] [Definimos que la Santa Sede Apostólica y el Pontífice romano tienen el primado en todo el orbe, y es el sucesor de Pedro, y verdadero vicario de Cristo, y cabeza de toda la Iglesia; y existe como padre y doctor de todos los cristianos, a él, en la persona de Pedro, le ha sido concedida por el Señor Jesucristo la potestad plena de apacentar, regir y gobernar la iglesia universal]. Y así, el serenísimo rey David, padre de V.A., de clara memoria, movido del Espíritu Santo, envió su embajador a reconocer esta santa Sede, y a dar obediencia al Sumo Pontífice romano; y entre las muchas y sabias hazañas así de él como de V.A., estas serán dignas de perpetua memoria y de ser celebradas en todos sus reinos para siempre, haciendo gracias a Dios N.S. y autor de todo bien, de tan alto beneficio como les ha hecho por la diligencia y cuidado y mucha virtud de VV. AA., rindiendo el padre el primero de todos su obediencia al vicario de Cto. N.S., y el hijo, haciendo venir a sus reinos el primer patriarca verdadero e hijo legítimo de esta santa Sede Apostólica. Porque, si es beneficio singular ser unidos al cuerpo místico de la Iglesia católica, vivificado y regido por el Espíritu Santo que, como dice el evangelista, la enseña toda verdad; si es gran don ser ilustrados de la doctrina y establecidos en la firmeza en la Iglesia, de quien dice S. Pablo a Timoteo: «Quod est donum Dei, columna et 187

firmamentum veritatis» [Que es don de Dios, columna y base sólida de la verdad, 1 Tim 3,15], y a la cual promete Cto. N.S. su asistencia diciendo: «Ecce Ego vobiscum sum usque ad consumationem saeculi» [Yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos, Mt 28,20], según el evangelista Mateo, es razón que siempre se den muchas gracias en todos esos reinos a Dios nuestro Criador y Señor, cuya providencia por medio de V.A. y del clarísimo padre suyo les ha hecho tanto bien; y tanto más, que espero en la infinita y suma Bondad suya, que con esta unión y conformidad con la santa Iglesia católica romana ha de venir a los reinos de V.A. juntamente la prosperidad espiritual y aumento de la temporal, y grande exaltación de su real estado, y abatimiento de sus enemigos, cuanto será conveniente para mayor servicio y gloria de Cto. N.S. Los sacerdotes todos que a V.A. se envían, especialmente el patriarca y sus dos coadjutores y sucesores, han sido muy conocidos y probados en nuestra Compañía, y ejercitados en obras de mucha caridad; y por el grande ejemplo de su virtud, y por la mucha y muy sana doctrina suya, se han escogido para esta obra de tanta importancia. Y ellos van muy animados y consolados, con esperar de emplear sus trabajos y vidas en mucho servicio divino y de V.A., en ayuda de las almas de sus súbditos, deseando en alguna parte imitar la caridad de Cto. N.S., que puso la sangre y vida suya por redimirlas de la eterna miseria, el cual dice por el evangelista S. Juan: «Ego sum pastor bonus: pastor bonus animam suam dat pro ovibus suis» [Yo soy el buen pastor: el buen pastor da la vida por sus ovejas, Jn 10,11]. Y, así, el patriarca y los demás van aparejados para dar, no solamente doctrina y consejo y ayuda espiritual a las almas, pero, si es menester, poner la vida por ellas. V.A. cuanto más familiarmente y más intrínsecamente los conversare, espero recibirá más contentamiento y consolación espiritual en el Señor nuestro. Y en lo demás, que toca a la doctrina y a dar crédito a lo que enseñaren, como sabe V.A. que ellos, y especialmente el patriarca, llevan la autoridad misma del Sumo Pontífice, y el creer a ellos es creer a la Iglesia católica, cuyo sentido han de interpretar. Y como sea necesario todos fieles creer y obedecer a la Iglesia en lo que ordenare, y recurrir a ella en sus dificultades, no dudo de la gran cristiandad y bondad de V.A. que mandará que en sus reinos crean y obedezcan y recurran al patriara y a los que él en su lugar pusiere, pues tienen el lugar y autoridad del Sumo Pontífice, que es la de Cto. N.S., comunicada a su vicario en la tierra Se ve en el Deuteronomio los que tenían dificultades o dudas se remitían a la sinagoga en figura de la Iglesia; y así dice Cto. N.S.: «Super 188

cathedram Moysi sederunt scribae et pharisei; omnia quaecumque dixerint vobis facite» [En la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y fariseos; haced todo lo que os digan, Mt 20, 2-3]. De la misma Iglesia entiende en los Proverbios el sabio Salomón, cuando dice: «Ne dimittas praecepta matris tuae» [No dejes de cumplir los preceptos de tu madre, Prov 1,8], que es la Iglesia. Y en otra parte: «Ne transgrediaris, quos posuerunt patres tui» [No traspases los límites que pusieron tus padres, Prov 22,28], que son los prelados de ella. Tanto es el crédito que quiere Cto. N.S. que se dé a su Iglesia, que dice por el evangelista S. Lucas: «Qui vos audit, me audit; qui vos spernit, me spernit» [Quien oye a vosotros, a mí me oye; quien os desprecia, a mí me desprecia, Lc 10,16]; y por S. Mateo: «Si ecclesiam non audierit, sit tibi tanquam ethnicus et publicanus» [Si no oye a la Iglesia, tenlo como gentil y publicano, Mt 18,17]. Y contra lo que se oyere de los que interpretan la inteligencia de la Iglesia católica, no se debe dar crédito a ninguno, acordándose de lo que dice S. Pablo a los gálatas: «Si aliud vobis angelus de coelo evangelizaverit, praeter id quod evangelizavimus vobis, anathema sit» [si un ángel del cielo os evangelizara algo diverso de lo que os evangelizamos, sea anatema, Gal 1,8]. Y esto es lo que con ejemplo y palabra nos enseñan los santos doctores y lo determinado en los concilios, y comprobado con el común consenso de todos los fieles siervos de Cto. N.S. Es verdad que así el patriarca como los demás tendrán siempre muy grande respeto y reverencia a V. A., y procurarán servirle y darle todo el contentamiento que les será posible a gloria de Dios N.S. A los que acá quedamos de nuestra mínima Compañía nos tenga V.A. por muy aficionados a todo su servicio en el mismo Señor nuestro, y en nuestras oraciones y sacrificios suplicaremos siempre (como lo hemos comenzado) a su divina Majestad conserve a V.A. y a su real y grande estado en su santo servicio, y de tal manera le dé prosperidad en la tierra, que consiga la verdadera felicidad en el cielo. Él nos dé a todos su gracia cumplida para que su santísima voluntad siempre sintamos, y aquella enteramente la cumplamos. De Roma, 23 de febrero 1555.

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43. A FRANCISCO JIMÉNEZ DE MIRANDA, ABAD DE SALAS. Roma, 11 de julio de 1555. (Epp., 9, 308-311)

Hacía tiempo que este Abad estaba muy enfermo, deseaba hacer una gran donación a la Compañía de Jesús para el colegio de Burgos. Pero el hermano del Abad, que deseaba esos bienes para sus hijos, le hacía diferir esa donación. Los jesuitas esperaban que esa gran obra de caridad sería una ayuda para que el Abad cambiase su conducta, que dejaba mucho que desear; se ofrecían misas por su conversión y trataban de alejar de él las ocasiones del mal. En esta carta, el P. Ignacio, viendo que se acercaba el final de la vida al Abad, llevado por su celo apostólico, le exhorta, ante todo, a que se disponga en paz con Dios, saliendo del mal estado espiritual en que se encuentra, y que haga, aunque sea, otra obra pía, que le ayude a la salvación de su alma. Decidió dirigirse a él por carta, ya que habían sido inútiles todos sus intentos en hacerlo de palabra, habiendo tratado de encontrarlo personalmente varias veces; pues vivía en Roma. Escribe Polanco por comisión de san Ignacio.

IHS Muy Rdo. y magnífico señor mío en Jesucristo. No hallando audiencia, aunque con mensajes, pólizas y yendo yo mismo, la he procurado con V.md., pudiera cansarme, si cosa mía buscara; mas buscando sinceramente lo que al divino servicio y salvación de V.md. toca, si en mí hubiese alguna caridad, no debería cansarme ni dejar de probar en escrito lo que no he podido hacer de palabra.

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Señor, lo que me apremia no es que se haga el colegio de Burgos, porque, siendo obra de tanto servicio divino, por una mano o por otra Dios la hará cuando fuere tiempo; y aunque yo deseo que V. md. fuese el fundador, con haber hecho de nuestra parte lo que hemos podido, conforme a lo que V. md. ha demandado, hasta ofrecer nuestro Padre que de la casa que ahora tenemos haga V. md. lo que quisiere, no tengo qué solicitar en esa materia. Lo que me apremia más son las dilaciones que V. md. usa en el negocio de su alma, que veo en ella muy grande y muy presente peligro, y como amo a V. md. en Cto. N.S., y deseo y oro a Dios cada día por su salvación en las oraciones y misas, no puedo sino tener mucha pena hasta que muy de veras le vea caminar por la vía de ella. Veo la edad de V. md., veo la complexión, veo las indisposiciones ser tales que, cuando menos nos cataremos, temo la ha de saltear la muerte, y de lo que extremamente me pesaría es que le hallase desproveído de la penitencia que de sus pecados debe hacer, y de las buenas y pías obras, que para alcanzar la eterna felicidad le son necesarias. Señor, no es tiempo de disimular con V. md. los que le aman, ni tenga por amigo o servidor, sino por enemigo capital de su alma, quien le anda con lisonjas, especialmente tales que le aseguran y le detienen en sus pecados. A V.md. es necesaria penitencia, y no pequeña; y esta no solamente pide el apartarse del pecado y dolerse de él, pero satisfacer por los pasados, y descargar la conciencia de tantos bienes eclesiásticos mal llevados. No hablo de injusticias del foro exterior, sino que los bienes de la Iglesia que no son necesarios para la sustentación de V. md., según la decencia de su estado, son de los pobres y obras pías, y con injusticia grande se les quita, según los doctores santos; y no basta que la Rota dé a V. md. la posesión y los frutos, o, las signaturas del Papa, para que delante el tribunal de Cto. N.S., que le ha de demandar cuenta estrecha de cuanto ha llevado de la Iglesia, dé buena razón de sí. Presto es menester que comparezca V.md. personalmente delante su infinita justicia para esperar sentencia perentoria, y de la cual no se puede apelar, de la felicísima y bienaventurada vida llena de alegría y consolación y honor inestimable, o de la muerte infelicísima y eterna condenación, llena de todas la miserias y tormentos que el rigor de la divina justicia y severidad tiene aparejados a los que mueren sin penitencia y satisfacción de sus pecados. No sabe V. md. si este juicio particular de vuestra persona se hará este septiembre, ni si este mes, ni si esta noche, que muchos más sanos que V. md. y más concertados en el tratamiento de su persona, se han acostado a la noche descuidados y no han llegado 192

vivos a la mañana. No ponga V. md. su alma en tal peligro, por amor de Jesucristo y por la sangre que Él derramó en precio de ella; y apercíbase para dar buena cuenta de sí, y de lo que Dios N.S. le ha dado a dispensar. Y pues con tanta misericordia le ha esperado hasta aquí, no deje pasar el poco tiempo que le queda de vida infructuosamente; que en trance se podrá hallar que por una hora daría cuanto tiene y cuanto vale el mundo para arrepentirse y hacer bien, y no le será concedida, si entre tanto que dura el término concedido por la divina sapiencia no se ayuda. Perdóneme V. md. que le hablo claro; pero el amor me constriñe y no querría que me acusase la conciencia de no haber hecho este oficio de hombre aficionado al servicio de V. md., y deseoso de su salud eterna; pues por ella, aunque indignísimo, cada día suplico a la divina y suma clemencia, y juzgo que tiene V. md. falta de quien le acuerde lo que le cumple; y sé que hay quien le acuerda y le habla de lo contrario, sin lo que la carne y el demonio ayudan de suyo. Tengo tanta voluntad de ver que V. md. se disponga a la gracia de Dios N.S. con hacer buenas y santas obras, que, si pensase que la de nuestro colegio habría de diferir V. md., sería de parecer que hiciese cualquiera otra que fuese buena, para descargar la conciencia y merecer mucho ante Dios N.S. Pero esta tal obra no es dar riquezas a los parientes, que tienen suficiente pasada según su estado, ni hacer memorias de poco fruto espiritual y poca ayuda del bien común, sino dar a pobres y obras pías, que esto es lo que hace memorias eternas en el cielo, de que goza quien las hace, donde por las otras mundanas y vanas merece tormento y pena gravísima. Acuérdese V. md. que no es señor de su hacienda, sino despensero, y que ha de dar cuenta de ella. Y basta para tan buen entendimiento. Acá no cesamos de rogar a la divina Majestad por V. md., ni cesaremos, ahora lo agradezca, ahora no, pues Dios es nuestro fin, y yo soy como capellán de V. md. muchos años ha, aunque creo no me tiene por tal, ni cree ser mi intención cual es; pero bástame Dios por testigo y mi conciencia. Sea el Espíritu Santo con V. md. De esta casa de V. md., a 11 de julio 1555.

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44. AL P. FRANCISCO DE BORJA. Roma, 17 de septiembre de 1555. (Epp., 9, 626-627)

Esta carta fue corregida por san Ignacio. Se conservan en ella sus correcciones, señaladas aquí en letra cursiva y negrita. Contiene quizás la expresión más auténticamente ignaciana de la llamada «Prima agendorum regula», la regla principal de san Ignacio para expresar la colaboración del hombre, con los medios humanos que ha de actuar para conseguir un fin, a la vez que pone toda su confianza en Dios para el éxito de su actuación. Fue ocasionada por la necesidad de pedir ayudas económicas para el Colegio Romano. En cuatro años se había convertido de «escuela de latinidad y doctrina cristiana» en una Universidad, de escuela de Roma en una institución universal. Había de ser modelo para las otras universidades jesuitas, y lugar destinado a la formación de sacerdotes, bien preparados teológica y religiosamente, para volver a sembrar la buena doctrina y guiar la enseñanza del clero y del pueblo cristiano en las regiones donde ya no existían centros adecuados para esa formación. San Ignacio reunió la consulta de la casa general, que encontró en el P. Francisco de Borja, entonces Comisario de la Compañía de Jesús en España, la persona más adecuada para procurar esas ayudas.

† IHS La suma gracia y amor eterno de Cristo N.S. sea siempre en nuestro favor y ayuda.

Mirando a Dios nuestro Señor en todas las cosas, como le place que yo haga, y teniendo por error confiar y esperar en medios algunos o industrias en sí solas; y también no teniendo por vía segura confiar el todo en Dios N.S., sin quererse ayudar de lo que me 194

ha dado, por parecerme en el Señor nuestro que debo usar de todas dos partes, deseando en todas cosas su mayor alabanza y gloria, y ninguna otra cosa; ordené que los principales de la casa se juntasen en uno para que más in Domino se viese lo que se debería hacer cerca el colegio y escolares de él, según que veréis lo que allá escriben. Yo, de mi parte, en dos cosas con entero sosiego de mi ánima, me persuado ser mayor gloria divina. La primera, que con mucho cuidado toméis muy especial cargo de esta obra. La 2.ª, que aquel medio o medios que os parecieren mejores in Domino, me parecerán a mí en todo tales; de modo que todo lo que os pareciere en la su divina Majestad, me parecerá ser mejor y más acertado en todo, como quien tiene la misma voluntad, y estará más al cabo de las cosas de allá, y de los príncipes, de quienes por los que escriben se informa, enviando de acá asimismo entera información de lo que pasa. Ceso rogando a Dios N.S. por la su infinita y suma bondad nos quiera dar su gracia muy cumplida para que su santísima voluntad siempre sintamos, y aquella enteramente la cumplamos. De Roma, 17 de septiembre 1555.

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45. AL DR. ALFONSO RAMÍREZ DE VERGARA. Roma, 30 de marzo de 1556. (Epp., 11, 184-185)

Alfonso era magistral de la catedral de Cuenca, doctor por Alcalá, personalidad eclesiástica eminente, ganada por los ejercicios espirituales que le dio el P. Francisco Villanueva, llegó a ser unos de los bienhechores principales del colegio de Alcalá. Hacía tiempo que se pensaba en su entrada en la Compañía. Últimamente Alfonso Ramírez había expresado al P. Ignacio su problema: cuando consideraba las razones para entrar, veía con claridad que Dios le llamaba; pero creía que necesitaba además la inclinación afectiva para tomar esa decisión: «… aunque las razones le convencen, no hallando en la voluntad aquel suave y sabroso sentir en darse que nuestro Señor le ha dado en ser despensero de la Compañía y gastar lo que tiene con los estudiantes de ella, le hace detener, deseando acertar en lo que el Señor de él será más servido» (Epp., Mixt., 5, 147). La respuesta de san Ignacio es muy interesante para saber lo que el autor de los Ejercicios espirituales pensaba sobre la validez de la elección del tercer tiempo para algo tan transcendente como la vocación a la vida consagrada: «… para seguir las cosas mejores y más perfectas suficiente moción la de la razón», aunque la de la voluntad, que hacía detener a Alfonso, no preceda.

† IHS Mi señor en el Señor nuestro.

La suma gracia y amor eterno de Cto. nuestro Señor sea siempre en nuestro favor y ayuda continua. 196

Por una de V. md. de 4 de febrero y otra del P. Villanueva, he entendido lo que toca a la persona y determinación de V. md. Y cuanto al encomendarlo a Dios N.S. y hacerlo encomendar a otros, yo tomo el cargo muy de voluntad, porque deseo, no solamente toda perfección, pero toda consolación a V. md., como debo. El medio para gustar con el afecto y ejecutar con suavidad lo que razón dicta que es a mayor servicio y gloria divina, el Espíritu Santo le enseñará mejor que otro ninguno; aunque es verdad que, para seguir las cosas mejores y más perfectas, suficiente moción es la de la razón; y la otra de la voluntad, aunque no preceda la determinación y ejecución, podría fácilmente seguirla, remunerando Dios N.S. la confianza que en su providencia se tiene, y la resignación de sí mismo entera, y abnegación de sus propias consolaciones, con mucho contentamiento y gusto, y tanto mayor abundancia de espiritual consolación, cuanto menos se pretende, y más puramente se busca su gloria y beneplácito. A su infinita y suma bondad plega enderezar todas cosas de V. md. como para tal fin ve que más conviene. El despacho que V. md. encomienda de aquellos negocios se tendrá por encomendado. Y porque Mtro. Polanco escribe de esto más largo, a él me remito. De las otras cosas, que V. md. trató en Alcalá con el P. Francisco [172] , y el Mtro. Nadal las llevó en memoria, yo se las encomiendo; y espero que no faltará en todo lo que él pudiere en servicio y consolación de V. md. Dénos a todos su gracia Cto. nuestro Señor para que su santísima voluntad siempre sintamos y enteramente la cumplamos. De Roma, 30 de marzo 1556. Al P. Francisco escribo, que, cuando se pudiese sin perjudicar al mayor servicio divino, yo me consolaría que por satisfacción de V. md. viniese a Alcalá el P. Villanueva, y así espero lo hará, aunque algo se detenga por encaminar la obra de Plasencia, que toda será de V. md., como la de Alcalá. Data ut supra [con la misma fecha de arriba]. Todo de V. md. en el Señor nuestro, Ignacio

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46. A EMERIO DE BONIS. Roma, 23 de mayo de 1556. (Epp., 11, 439-440)

Emerio tenía 24 años de edad. Había entrado en la Compañía en Roma (1550). Será ordenado sacerdote en 1560. Ejercía entonces (1556) el magisterio y había confiado sus problemas al P. Ignacio. Esta respuesta, redacción de Polanco (en italiano) por comisión del P. Ignacio, da consejos al joven jesuita sobre cómo comportarse ante las tentaciones que experimentaba. Traducción nuestra.

† IHS La paz de Cristo.

Mtro. Emerio en Cto, carísimo. Nuestro Padre ha comprendido lo que escribisteis. Y aunque mostráis buen ánimo para vencer al enemigo que hasta ahora os ha molestado (pero no vencido) por gracia divina, por juzgar que será mayor vuestro consuelo, deja en vuestra mano que podáis venir a Roma este septiembre, o bien permanecer en Padua, o cambiaros a otro colegio para dirigir la primera clase, como hacéis ahí. En este tiempo os defenderéis con el favor divino, y además de la oración, atended a no mirar fijamente a la cara a ninguna persona que os pueda perturbar el ánimo; más bien acostumbraos generalmente a bajar la mirada, cuando tratáis con el prójimo, y procurad considerar una persona u otra, no como bella o fea, sino como imagen de la Santísima Trinidad, como miembro de Cto., como bañada con su sangre. Por lo demás, no tengáis familiaridad con nadie. Basta que en la escuela cumpláis el deber de maestro 199

por pura caridad y obediencia. Y siempre tratad en público con ellos, no en lugar alguno privado o secreto; que los alumnos de fuera no deben andar por la casa, si no fuese en algún caso con permiso del rector. Y con esto, y con atender a crecer en el servicio divino y el camino de la perfección, Dios os ayudará, como ha hecho, y mejor. Preveníos también en los tiempos y ocasiones en que soléis ser combatido elevando un poco la mente a Dios. Y, sobre todo, esforzaos por tenerlo presente, acordándoos a menudo que todo vuestro corazón y hombre exterior están en la presencia de su divina sabiduría. Y no será necesario multiplicar los remedios, si usáis bien estos, y ante todo el de los ojos, no lo olvidéis, para que no tengáis que doleros con el que dice: «Oculus meus depredatus est animam meam» [Mi ojo me ha robado el alma, Lam 3,51]. En vuestras oraciones N. P. y todos nos encomendamos. De Roma, a 23 de mayo de 1556.

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47. AL P. FULVIO ANDROZZI. Roma, 18 de julio de 1556. (Epp., 12, 141-143)

Fulvio Androzzi era doctor utriusque iuris, y vicario general de la diócesis de Camerino, cuando hizo ejercicios bajo la dirección del P. Laínez, y entró en la Compañía (hacia fines de 1555). Tenía 32 años de edad y pocos meses en la Compañía, y se le envió en misión a Méldula de la región de Emilia. Desde allí había escrito varias veces a san Ignacio, pidiéndole orientaciones para su vida y actividad apostólica como jesuita. Son interesantes y prácticas las directrices que el santo autor de los Ejercicios le ofrece en esta carta. Pocos días después murió el santo. La carta está escrita en italiano. La traducción es nuestra.

Jesús Pax Cti. Dos cartas de V.R. tenemos, una de 20 del pasado, otra de 4 del presente, y nos alegramos en el Señor nuestro dé las ocasiones que Él le ofrece de servirlo en ayuda y consolación de las almas, tanto de los señores como de su familia y gente de la tierra, y de la salud y contento de espíritu que le concede. Y aun cuando quede poco tiempo para pensar la prédica, suplirá Cto. N.S., y también se podrán disponer mejor las cosas cada día, de modo que quede más tiempo, si fuera necesario, para una cosa más que para otra. La benevolencia y devoción de los señores será gran ayuda para arreglar las cosas que tienen necesidad de arreglo. V.R. nos avise, cuándo piensa que habrá satisfecho el proyecto del Sr. Lionello [173] , de modo que V.R. con su compañero puedan salir de ahí con su complacencia, o si se hace un proyecto por el que tengan que permanecer ahí largo tiempo.

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Entre las cosas que suelen ayudar mucho e intrínsecamente a los hombres, sabe V.R. que una muy principal son los ejercicios. Le recuerdo, pues, emplear esta arma, muy familiar a nuestra Compañía, si bien la primera semana se puede extender a muchos añadiendo algún modo de orar, y para darlos exactamente haría falta encontrar sujetos capaces e idóneos para ayudar a otros cuando ellos fuesen ayudados, en otros casos no se debería pasar más allá de la primera semana. V.R. atienda a ganar algunos sujetos para el servicio del Señor, para los cuales ese camino es muy bueno, y también la frecuencia de sacramentos suele apretar bastante. Cuando son muchas las ocupaciones, hay que elegir para dedicarse a las más importantes, o sea: en el mayor servicio divino, de mayor utilidad para los prójimos, de bien más universal y más perfecto etc.; y tomarse un poco de tiempo para ordenarse a sí mismo y sus acciones ayudará mucho para ese efecto. Y cuando para algunas cosas podrá V.R. encargar a otros de la misma tierra, estará bien repartir con ellos la labor, y quedar más libre para otras de mayor importancia. Y, según esto, parece que sería bueno que otros tomasen el asunto de esas procesiones, que no son tan propias de nuestro modo de proceder; aunque V.R. haya hecho bien en comenzar la santa costumbre y dar ejemplo a los demás. Algunos que han pasado por Méldula, y otros que se han informado por carta, manifiestan gran edificación de V.R. y de su compañero. A los dos nos recomendamos N.P. y todos los conocidos. De las cosas que tocan a la persona de V.R., que dice le causan a veces dolores y tristeza, espero que, con la divina gracia, será cada día más libre, pues con su mayor luz y el aumento de caridad sanan todas estas y otras mayores debilidades de nuestra naturaleza; y espero que V.R. tiene tal maestro de ello en el Espíritu Santo, que no hace falta multiplicar demasiado, de nuestra parte, los avisos. Le envío una carta de nuestro Hortensio [174] , y, si lo desea, le haré llegar otras de los nuestros que han sido enviados fuera de Loreto. Hemos sabido que nuestro Curcio [175] va adelante con gran pureza y edificación. De algunas otras cosas escribirá también M. Juan Felipe [176] . A todos conceda el Señor la gracia de sentir siempre y cumplir su voluntad.

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De Roma, 18 de julio1556.

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Notas [1] . M. RUIZ J URADO, «¿Escritura de Polanco o de san Ignacio?», en AHSI, 77 (2008), 342. [2] . Una de las personas que llamaban «iñiguistas», por seguir con devoción el ejemplo de doctrina y santidad de Íñigo en Manresa o Barcelona y, más tarde, en Alcalá o París. [3] . Observamos que en estas fechas ya hacía bastante tiempo, unos dos años, de la conversión de Íñigo en Loyola y de sus pruebas y transformación espiritual, ocurrida en Manresa con la célebre ilustración del Cardoner. Ahora, en Barcelona, había vuelto de su peregrinación a Jerusalén, donde no le habían permitido permanecer, como él deseaba. Había decidido ya iniciar los estudios que le prepararían para realizar mejor la vocación apostólica recibida en Manresa. [4] . Faltan aquí cuatro o cinco palabras que no se pueden leer en el texto. [5] . Calixto de Saa, primer compañero de los que seguirán a Íñigo en sus ideales de vida evangélica y serán sus compañeros en Alcalá y Salamanca: Autob., nn. 56, 58, 62; Font. narr., 1, 174ss, nn. 38-43; Chron., I, 33. [6] . La discusión de las fechas en que san Ignacio llegó a Roma y la adhesión de Calixto a los seguidores de Ignacio, aún desconocido para Inés Pascual, hacen pensar que la carta tuvo que ser escrita en 1524, no en 1525. Quizás Inés había ido para algún asunto en ese tiempo a Manresa, donde tenía casa, y cuando volviera a Barcelona, podría ponerse en contacto para tratar con Calixto. [7] . Este modo de firmar sus cartas, o «De bondad pobre, Iñigo», durará hasta 1537, en carta dirigida al señor Pedro Contarini, en que firma «Ignatius» en latín; en castellano firmará «Ignacio». [8] . Íñigo había llegado a París a comienzos de febrero de 1528, después de salir de Barcelona, caminando a pie, a comienzos de enero de aquel mismo año: Chron., 1, 41. [9] . Podría referirse a Alfonso de Fonseca y Acebedo, arzobispo de Toledo, que en Valladolid ofreció a Íñigo poder recibirlo en Salamanca en el colegio para estudiantes pobres, fundado por él, y favorecerlo por sus amigos; y hasta le dio una limosna: cf. Autob., n. 63. [10] . Cf. Ex 20,12. [11] . Se observa que tiende a escribir su nombre según se pronuncia: Íñigo. En francés, «gn» equivale a «ñ». [12] . Ya llevaba Ignacio más de cuatro años estudiando en París y era ya bachiller en artes (filosofía) desde enero. Había dado ya los ejercicios espirituales a varios estudiantes de la Universidad con fruto muy notable. [13] . Latinismo por «medicina». [14] . Cf. 2 Cor 12,7, aunque Ignacio lo usa, por lo que se ve, de memoria. El texto de san Pablo es: «Datus est mihi stimulus carnis meae, angelus satanae, qui me colaphizet». [15] . Rom 7,23, también aquí recuerda a su modo: «Invenio [en vez de Video autem] aliam legem…». [16] . Gal 5,17. [17] . Cf. Rom 7,15; aquí cambia el orden de las frases y de alguna palabra del texto paulino: «Quod enim operor non intelligo: non enim quod volo bonum, hoc ago; sed quod odi malum, illud facio». [18] . Cf. Rom 8,38-39. También es muy clara la cita de memoria: «Certus sum enim quia neque mors neque vita neque angeli neque principatus neque instantia neque futura neque virtutes neque altitudo, neque profundum neque alia quaelibet creatura poterit nos separare a caritate Dei quae est in Christo Iesu Domino nostro». Introduce varios cambios y omite algunas palabras. [19] . Cf. 1 Cor 7,29-31: en este caso vemos que cambia y suprime lo que quiere en la frase de san Pablo, dejando las expresiones necesarias para expresar lo que desea.

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[20] . Tío paterno de Ignacio, era rector de la parroquia de Azpeitia, Chron., 1, 498. [21] . Con esta u otras frases semejantes acostumbrará Ignacio de Loyola a concluir sus cartas a todo tipo de personas. Expresan el deseo y petición más íntimos de su alma para él y para los demás («nos dé su gracia»): conocer o sentir («sintamos») siempre lo que Dios quiere de nosotros («su santísima voluntad») y llevarla a cabo con perfección («cumplamos»). Y las palabras o expresiones cambiarán, pero su contenido será el mismo, señal de que no era una frase hecha y repetida de memoria. [22] . Se trata de Leonor de Ferrer, casada en 1485 con Severo Zapila. Se sabe por referencia de una carmelita descalza de Barcelona que la «Cepilla», señora de fuerte condición, tenía un hijo que había huido de su casa y que, al llegar Íñigo a su puerta, pobre y malvestido, lo tomó por un embaucador y lo trató con palabras ásperas y desagradables; pero al ver la humildad con que respondió el santo, no solo le dio entonces una buena limosna, sino que se convirtió en una de sus constantes bienhechoras. [23] . Juan Roser, o Rosell, era el marido de Isabel. [24] . Juan de Arteaga es uno de los que siguieron a Íñigo desde Barcelona y le acompañaron en Alcalá y Salamanca, hasta su decisión de irse a París a estudiar. Más tarde fue obispo en Chiapas y murió en América. Cf. Autob., nn. 56 y 80 con sus notas, en Obras de san Ignacio, BAC Maior, Madrid 2013. [25] . Jerónima de Hostalrich, esposa de Francisco Gralla, autoridad en Cataluña, de quien se habla en MHSI, S. Francisco de Borja, vol. 2, 215, 277, 519, 598, 632. [26] . Sería probablemente Inés Pascual, sobre la que ya hemos tratado en la carta n. 1 de esta colección. [27] . He corregido el texto, que había escrito «Sapilla». [28] . Primera vez que encontramos este saludo epistolar en las cartas de san Ignacio, que se hará acostumbrado en otras posteriores. [29] . Mosén Juan Claret, que recuperó la salud. En 1539 lo saludaría, en nombre del P. Ignacio, el P. Araoz, al volver de Roma por Barcelona; cf. Epp. Mixt., 1, 31. [30] . In Ezech. II, hom. VIII, n. 4. [31] . Mt 19,21. [32] . Doctor por la Sorbona, Juan Castro (1532), profesor de Ignacio de Loyola y a quien el propio Ignacio había dirigido en sus ejercicios espirituales (1529) en París. Tras predicar en Burgos y otras ciudades españolas, entró en la Cartuja de Val de Cristo, cerca de Segorbe. En el viaje de Ignacio a España en 1535, se detuvo en ese monasterio, a visitarlo como amigo, antes de embarcarse para Venecia. Años más tarde, en 1542, Castro fue elegido prior de la Cartuja de Porta Coeli de Valencia. Cf. Autob., nn.77-78, 90. [33] . En este monasterio se encontraba Teresa Rejadell, de la que se trata en la carta siguiente. [34] . Cf. M. RUIZ J URADO, «¿Escritura de Polanco o de san Ignacio?»: AHSI 77 (2008), 321-345. [35] . Lo más probable es que se trata de Lope de Cáceres, uno de los que se unieron a quienes siguieron a san Ignacio en Barcelona cuando salió para Alcalá. Estaba al servicio del virrey de Barcelona. Es diverso de otro Cáceres, de nombre Diego, ganado por Ignacio en París, que firmará dos documentos de las deliberaciones de 1539 entre los primeros compañeros de Ignacio en Roma. Cf. MHSI, Const., I, pp. XLV, 8 y 13. Más tarde abandonó la Compañía: Chron., I, 50. [36] . Cf. Eclo 13,8: «Guárdate de ser presuntuoso, no imites a los faltos de juicio». [37] . Palabra inusitada hoy. Quiere decir embrollar, engañar. [38] . Cf. Ejerc., nn. 349-350, en las «Reglas para entender y sentir escrúpulos…». [39] . Cf. Ejerc., nn. 316-321; Directorios, I, c.1, 11-12, en IGNACIO 2013, 242-243.

DE

LOYOLA, Obras, BAC Maior, Madrid

[40] . Cf. Ejerc., n. 336. [41] . Se trata del mismo Juan Castro, ejercitante de Ignacio, de quien tratamos en la nota 32 de la carta 5.

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[42] . Se trata de Lope de Cáceres, de quien ya tratamos en la nota 34 de la carta anterior. [43] . San Pedro Fabro, primer compañero de Ignacio en París, junto con san Francisco Javier, en el colegio de Santa Bárbara. [44] . Alude a la parábola de los talentos. [45] . El doctor Pedro Ortiz era agente del emperador Carlos V en Roma para tratar el asunto del matrimonio de Enrique VIII con la reina Catalina, pero no era cardenal. Por su influjo se dieron a conocer los compañeros al Papa Paulo III; cf. Autob., n. 93. [46] . Debió de ser uno de los compañeros de Ignacio que no lo siguieron a Roma. Era amigo también de Pedro Contarini; cf. Epp., 1, 169. [47] . Cf. 2 Cor 6,10: «Como necesitados que lo poseen todo» [48] . Cf. Mt 6,33. [49] . Alude a la bendición de Isaac en Gn 27,28: «¡Que Dios te conceda rocío del cielo, feracidad de la tierra...!» [50] . El lugar se llamaba San Pietro in Vivarolo. Quizás Ignacio había entendido de oídas la forma en que lo escribe. [51] . Gaspar de Doctis era vicario entonces del Nuncio pontificio en Venecia. Hizo los ejercicios en Venecia, bajo la guía de Ignacio de Loyola. Más tarde llegará a hacer los votos simples de la Compañía. Cf. Font. narr., 1, 11, nota 30 y p. 490. [52] . Este sobrino de san Ignacio entró en la Compañía de Jesús (1541). Estudió en París, Lovaina y Colonia, de donde pasó a Lisboa con san Pedro Fabro. Volvió por cuestión de salud a Guipúzcoa, donde murió (1547). Cf. MHSI, vol. 115, Fontes documentales, pp. 798-799. [53] . Antonio de Araoz (1515-1573) era sobrino de la cuñada de Ignacio, Magdalena de Araoz. Había hecho los ejercicios espirituales en Roma (diciembre 1538) y entró en la Compañía de Jesús. A su regreso a España, en 1539, llevaba el encargo de Ignacio de comunicar la noticia de la aprobación oral de la Compañía, hecha por Paulo III el 3 de septiembre de ese año. Era el portador de la carta presente. [54] . Desde esta palabra todo está escrito en el original, al margen, por mano del P. Ignacio. [55] . Señora importante en la región, cuyo hijo estudió en París como Millán, el sobrino de Ignacio: Epp., 1, 189. [56] . Magdalena de Loyola, que se había casado con Juan López de Gallaiztegui, notario de Anzuola, señor de Gallaíztegui y de Echeandía; cf. C. DE DALMASES , El padre maestro Ignacio, BAC, Madrid 1986, 12. [57] . Beltrán López de Gallaiztegui, sobrino de Ignacio: Epp., 1, 151, nota 5. [58] . Cardenal de Inglaterra, era el promotor de esta misión de los delegados. [59] . Marcelo Cervini, amigo de Ignacio de Loyola en Roma, legado papal al Concilio de Trento, y más tarde Papa Marcelo II durante apenas 22 días (9 de abril - 1 mayo 1555). [60] . Juan Jerónimo Domènech (1516-1592), sacerdote valenciano, dirigido espiritual de san Francisco Javier, había entrado en la Compañía en 1540; al año siguiente, en otoño, salió para París al frente de un grupo de estudiantes enviados por el P. Ignacio a estudiar en aquella Universidad; cf. M. RUIZ J URADO, El peregrino de la voluntad de Dios, BAC, Madrid 2006, 148-149. [61] . Nacido en Dueñas (Palencia) en 1519, murió en Toledo en 1584. Se había agregado a los compañeros del P. Ignacio en 1538 e iba entre los estudiantes enviados a París a las órdenes de Domènech. [62] . Dr. Francisco Picard, amigo de la Compañía; cf. Epp., 1, 133. [63] . Remite a Francisco Zapata, que los acompañaba y era aún candidato a la Compañía.

[64] . De la sede episcopal de Brindis, es el cardenal de la Motta, Jerónimo Aleander; cf. Epp., 1, 176, n.

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[64] . De la sede episcopal de Brindis, es el cardenal de la Motta, Jerónimo Aleander; cf. Epp., 1, 176, n. 10. [65] . Cardenal Pio di Carpi, protector de la Compañía. [66] . Juan Soares, O.S.A., cf. Epp. Mixt., 1, 92, n.5. [67] . Se refiere a las misas que se habían distribuido entre el P. Ignacio y los compañeros para ofrecerlas a intención de que se vencieran los obstáculos que el cardenal Guidiccioni había puesto a la aprobación de la Compañía; cf. Chron., 1, 72. [68] . Se refiere a Francisco Zapata. [69] . Mt 10,8. [70] . Esteban Baroello había entrado en Roma (1541): M. SCADUTO, Catalogo dei gesuiti d’Italia 15401565, IHSI, Roma 1968, 11. [71] . Giacomo Giovannello, de Roma (llamado también Romano). Del envío de estos a Portugal refiere Polanco: Chron., 1, 95. Francisco de Villanueva (1509-1557), muy estimado por el P. Ignacio, fue fundador del colegio de Alcalá y gran apóstol de la Compañía, Litt. quadr., t. 5, 225-227. [72] . Angelo Paradisi e Isidoro Bellini (alias Esbrando). [73] . Martín de Santa Cruz, Hércules Buceri, Nicolás Lancillotti, Guillermo Coduri (hermano de Juan Coduri, uno de los primeros compañeros de Ignacio, ya difunto) y Antonio Criminali (mártir más tarde en la India): Chron., 1, 98; Epp. Mixt., 1, 105. [74] . Francisco de Rojas había escrito a Roma, en octubre de 1541, sobre las tentaciones que pasó uno de los enviados de París por las dificultades que tuvieron que atravesar: Epp. Mixt., 1, 77-78. [75] . En 1539 aparece ya entre los primeros compañeros en Roma, Epp. Mixt., 1, 38. [76] . Es el primer jesuita italiano admitido en la Compañía en Roma (1539). Era ya sacerdote. Fue ecónomo y procurador de la casa de Roma. Falleció allí mismo en 1549. [77] . Marcello Cervini, luego Papa Marcelo II. De él tratamos en la carta 13, n. 56. [78] . Juan Álvarez de Toledo, cardenal de Burgos. [79] . Miguel de Silva, nombrado obispo de Viseo (1541) por Paulo III. [80] . Margarita de Austria, hija de Carlos V y esposa de Octavio Farnese. [81] . Juan Poggio, nuncio en España. [82] . Luis Lippomani, nuncio en Portugal. [83] . Francisco Botello fue enviado a Roma, como agente del rey de Portugal, con ocasión del asunto de la Inquisición y del cardenal Miguel de Silva, por cuyo cardenalato había ocurrido larga desavenencia entre el rey Juan III y el Papa Paulo III. El P. Ignacio intervendrá activamente para poner paz en esta disensión: cf. Epp., 1, 192, 194, 321, 323, 346-347. [84] . Alude a 1 Cor 3,6: «Yo planté, Apolo regó, pero era Dios quien hacía crecer». [85] . Se alude al matrimonio concertado entre la princesa doña María, hija de Juan III, y don Felipe, hijo de Carlos V. El casamiento tuvo lugar el 13 de noviembre de 1543. [86] . Pedro Ortiz (1501-1548), de quien tratamos ya en la carta 10, n. 44. Fallecida Catalina (1537), la esposa de Enrique VIII, Pedro Ortiz fue retenido en Roma por el Papa Paulo III para la preparación del Concilio de Trento. En 1538 hizo los ejercicios espirituales durante 40 días, en Montecassino, bajo la dirección del P. Ignacio de Loyola. [87] . Francisco Ortiz (1497-1545?), franciscano y célebre predicador, hermano de Pedro, hizo penitencia por sus errores de «alumbradismo» en Torrelaguna, y permaneció luego voluntariamente en ese convento.

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Colaboró con su hermano en unas «Anotaciones» sobre los ejercicios de san Ignacio: MHSI, v. 100, Exercitia spiritualia, pp.627-645. [88] . Sal 19,13: «ab occultis meis, munda me» [límpiame de lo que no conozco]. [89] . 1 Cor 4,4: «De nada me reprocha la conciencia, pero no por ello salgo absuelto». [90] . Doña Leonor de Castro. [91] . Doña Juana de Meneses, hermana de Leonor de Castro. [92] . El 16 de noviembre habían llegado a Gandía: Andrés de Oviedo, Francisco Onfroy, Ambrosio de Lira, Juan Gottán, Pedro Canal, Alberto Cavallino y Jacobo Maria; cf. A. AST RAIN , Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, Razón y Fe, Madrid 1912, lib. II, cap 5, n. 7. [93] . Frase incluída en el prólogo de la bula Regimini militantis Ecclesiae, MHSI, Constitutiones S.I., I, 25. [94] . Alude a Simón Rodrigues. [95] . Se refiere a los PP. Simón Rodrigues (que Juan III había querido obispo de Coimbra), a Diego Laínez, Pascasio Broët, Nicolás de Bobadilla y Claudio Jayo. [96] . Mt 5,48. [97] . Cf. 1 Pe 2,9 y Col 1,13. [98] . Cf. Prov 13,4. [99] . Ap 2,17. [100] . Dn 12,3. [101] . Cf. El himno de Santo Tomás de Aquino incluido en el Oficio de las horas canónicas de la fiesta del Santísimo Sacramento, en los «Laudes». [102] . Flp 2,21. [103] . Ad fratres de monte Dei, lib. I, c. 11, n. 32, en PL 184, 327. Esta obra, atribuida a S.Bernardo, hoy se tiene como obra de Guillaume DE SAINT -T HIERRY, Lettre d’or aux Frères de Mont-Dieu, Desclée, Paris 1956. [104] . Ad fratres de monte Dei, lib. I, c. 11, n. 32, en PL 184, 328. [105] . Id., lib. I, c. 9, en PL 184, 324. [106] . Eclo 14,5. [107] . SAN BERNARDO, In Cantica serm. 19,7, en PL 183, 866 B. [108] . Cf. Eclo 30,24. [109] . La frase procede de ARIST ÓT ELES , en la Física II, c. 2. La recuerda DIONISIO EL CART UJO, en Opera, Tournai 1907, vol XXXIII, 330, col. L. [110] . El P. Simón Rodrigues, aún en Portugal. [111] . Enrique de Portugal. [112] . Natural de Lucca, hacía poco que había ingresado en la Compañía en Padua: M. SCADUTO, Catalogo dei gesuiti d’Italia, p.135. [113] . «Deseando esta pobreza bajó el Hijo de Dios para que, eligiéndola para sí y también para nosotros, la hiciera preciosa por su estima»: Sermo I in Vigil. Nativitatis Domini, en PL 183, 89. [114] . Es uno de los signos del Mesías, en la respuesta de Jesús a los enviados por Juan el Bautista. [115] . Cf. OVIDIO, De remedio Amoris, verso 749. [116] . LUCANO, Pharsalia, lib. I, versos 165.166.

[117] . Epistola XXX ad Lucilium, en L. Annaei Senecae opera philophica, Lemaire, Paris 1828, t. III, p.

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[117] . Epistola XXX ad Lucilium, en L. Annaei Senecae opera philophica, Lemaire, Paris 1828, t. III, p. 538. [118] . SAN AGUST IN , De bono viduitatis, c. 22, n. 27, en Obras completas, XII, BAC, Madrid 1954. [119] . La misma idea en In Isaiam, c. 3, n. 7. [120] . SAN J ERÓNIMO, Carta ad Padmachium et Oceanum, n.12, en Epistolario, II, BAC, Madrid 1962. [121] . Para no interrumpir demasiado al lector he decidido transcribir aquí en la nota el texto, que incluye la carta, en latín. «Tenemur habere animum paratum ad contumelias tolerandas, si expediens fuerit; quandoque tamen oportet ut contumeliam illatam repellamus, maxime propter duo: Primo, propter bonum eius, qui contumeliam infert, ut videlicet eius audaciam reprimatur, et de caetero talia non attentet, secundum illud Proverb. 26 “Responde stulto iuxta stultitiam suam, ne sibi sapiens videatur”; alio modo propter bonum multorum, quorum profectus impeditur propter contumelias nobis illatas». [122] . «Hi, quorum vita in exemplo imitationis est posita, debent, si possunt, detrahentium sibi verba compescere, ne [h]orum praedicationem non audiant, qui audire poterant, et ita in pravis moribus remanentes, bene vivere contem[p]nant». [123] . Alude a un párrafo de la obra de san Agustín, ya citada, De bono viduitatis, c. 27. El texto en latín de la carta: «Famam propriam falso ereptam negligere tunc est peccatum, cum aliis hoc nocet seu nocere timetur, nam fama propter alios nobis necesaria est, et in tali casu dicit Augustinus: “Qui confidens conscientiae negligit famam crudelis est, quia aliorum animas occidit”». [124] . Parece referirse al cardenal Juan Álvarez de Toledo, O.P., amigo del P. Ignacio de Loyola. [125] . Hay una inscripción al final: «† Copia de una del P. Ignacio para el P. Mtro. Ávila». [126] . Se daba el nombre de «capelos» a las reprensiones públicas, que el P. Ignacio encargaba que diera el H. Rión en el refectorio, a veces a jesuitas muy notables. Se juega con la palabra, referida normalmente al «sombrero» rojo, propio de los cardenales. [127] . Francisco de Mendoza, amigo del P. Ignacio. [128] . Cristóbal de Madrid (1503-1573), sacerdote de la diócesis de Toledo, amigo de la Compañía, fue admitido en la Compañía en 1550 en Roma. [129] . Melchor Cano, O.P., predicador célebre y teólogo en el concilio de Trento. [130] . Doctor Juan Gallo, O.P. [131] . Ecónomo del príncipe Felipe. [132] . Miguel de Torres entró en la Compañía, ya sacerdote de prestigio. Se le encargó escribir al cardenal de Coria, Francisco de Mendoza, amigo del P. Ignacio, Epp., 2, 213-214. También al P. Francisco Estrada se le había introducido en el asunto de la persecución de Melchor Cano contra los Ejercicios: cf. Epp., 2, 190-192. [133] . Francisco de Mendoza, de quien antes se trató en notas 127 y 132. [134] . Cf. Hch 23,6. [135] . Sobre esta carta se puede ver el amplio estudio de M. RUIZ J URADO, «Un caso de profetismo reformista en la Compañía de Jesús (Gandía 1547-1549)», en AHSI 43 (1974), 217-266. [136] . Juan Meneses da Silva, nacido en 1431, franciscano, confesor de Sixto IV, reformador y fundador de los Amadeos. [137] . Más conocido como Savonarola. [138] . Pietro Colonna, llamado Galatino por haber nacido en Galatina (Lecce). Murió en 1539. [139] . Interpretamos que se trata de un fraile de la Orden fundada por san Francisco de Paula: un religioso Mínimo.

[140] . Guillermo Postel, entró en la Compañía en Roma (marzo de 1544). Expulsado por el P. Ignacio en

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[140] . Guillermo Postel, entró en la Compañía en Roma (marzo de 1544). Expulsado por el P. Ignacio en diciembre 1545. Cf. Font. narr., 3, 754-755. [141] . El cardenal Alejandro Farnese, sobrino del Papa Paulo III. [142] . Cf. 1 Cor 12,7; 1 Cor 14 y SANTO T OMÁS , Sum. Theol., I-II, q. 111 a. 1c y 2. [143] . Como generalmente sucede. [144] . Epp. Mixt., 1, 430 y 472. [145] . No estaban terminadas aún las Constituciones que serán presentadas a los profesos bien entrada la segunda mitad de 1550. Se estaba preparando con misas y oraciones del P. Ignacio la bula Exposcit debitum (Fórmula definitiva del Instituto S.I.), que sería aprobada en junio de 1550 por Julio III. [146] . Fray Juan Tejeda estuvo en Roma en 1547: Epp., 1, 531. [147] . Araoz (Epp. Mixt., 2, 115) y Nadal (Epp. Mixt., 1, 25) indican claramente el influjo de Tejeda en Oviedo y Onfroy. [148] . Esta abreviatura designa al propio Francisco de Borja, destinatario de la carta. [149] . Este párrafo aparece en el manuscrito enteramente con la letra de san Ignacio, tras haber tachado, aunque solamente suavizándolo, lo que Polanco había escrito. [150] . Véase J. CASIANO, Collationes, coll. 24, c, 21. [151] . Autor franciscano muy leído en el s. XVI, sobre todo desde que se publicaron sus obras en Colonia (1538) con el título Theologia mystica. [152] . De coenobiorum institutis, lib. 3, c. 2, 4, 11. [153] . Sum. theol. II-II, q. 83, a. 1, citando a san Juan Damasceno, De fide orthodoxa, lib. 3, c. 24. [154] . Se refiere al arzobispo de Toledo, Juan Martínez (Silíceo), en su oposición a la Compañía. [155] . Alude a las guerras que en Alemania se hacían contra el Emperador Carlos. [156] . Morales, lib. 35, c. 10. [157] . Morales, lib. 35, c.14, n. 28, en PL 76, 765 B. [158] . Collationes, 4, c. 20. [159] . Sermo ad milites templi, c. 13, en PL 182, 939. [160] . Sermo de diversis, 35, n, 4. [161] . Collationes 2, c. 11, en PL 49, 541 B. [162] . S. BERNARDO, Sermo 3 de circuncisiones, n. 8, en PL 183, 140 C. [163] . Sermo V de epiphania, c. 3, en PL 54, 252 A. [164] . De praecepto et dispensatione, c. 9, n.19, en PL 182, 871 D. [165] . De ieiunio septimi mensis, sermo 89, c. 1, en PL 54, 444 B. [166] . Con él le enviaba esta carta; cf. Epp., 6, 66. [167] . El códice escribe en este momento «etc.», indicación de que debía seguir el saludo normalmente usado por san Ignacio en este tipo de cartas. Es lo que hemos suplido entre corchetes en este caso. [168] . Este colegio germánico fue encargado a la Compañía de Jesús por la Santa Sede, para que los jesuitas lo gobernasen y se formasen allí los sacerdotes venidos de las regiones germánicas, que luego habrían de volver a sus tierras con sana doctrina y vida ejemplar. [169] . El comisario y visitador de España, desde 1553, era el P. Jerónimo Nadal. En 1554 quedó en España como comisario general el P. Francisco de Borja. En el verano de 1554, Nadal partió para Roma, y no será

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enviado de nuevo a España hasta octubre de 1555. Cf. M. RUIZ J URADO, «Cronología de la vida del P. Jerónimo Nadal (1507-1580)»: AHSI 48 (1979), 257-259. [170] . Is 22,22. [171] . Concilio Florentino, ses. 24, en MANSI, Sacrorum Conciliorum nova et amplissima collectio, 31, 1031. [172] . Se trata de san Francisco de Borja. [173] . Lionello de Carpi, en cuya ayuda había sido enviado Fulvio a Méldula. [174] . Hortensio Androzzi, hermano de Fulvio, había entrado en la Compañía en Roma (marzo de 1556). [175] . Curcio Androzzi, hermano de Fulvio y Hortensio, más pequeño, había entrado en la Compañía en Loreto (abril de 1556). [176] . Se trata de Giovanni Filipo Vito (1531-1558), ayudante del P. Polanco. Entró en la Compañía en Mesina (1551); ordenado sacerdote en 1555, murió en Roma.

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Valor del epistolario La presente edición

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Cronología de san Ignacio de Loyola Abreviaturas CARTAS ESENCIALES 1. A INÉS PASCUAL[2]. Barcelona, 6 de diciembre de [1524?][3]. (Epp., 1, 71-73) 2. A INÉS PASCUAL. París, 3 de marzo de 1528. (Epp., 1, 74-75) 3. A MARTÍN GARCÍA DE OÑAZ. París, junio de 1532[12]. (Epp., 1, 79-83) 4. A ISABEL ROSER. París, 10 de noviembre de 1532. (Epp., 1, 83-85) 5. A JAIME CAZADOR. Venecia, 12 de febrero de 1536. (Epp., 1,93-99) 6. A SOR TERESA REJADELL. Venecia, 18 de junio de 1536. (Epp., 1, 99107) 7. A SOR TERESA REJADELL. Venecia, 11 de septiembre de 1536. (Epp., 1, 107-109) 8. AL P. MANUEL MIONA. Venecia, 16 de noviembre de 1536. (Epp., 1, 111113) 9. A MOSÉN JUAN DE VERDOLAY. Venecia, 24 de julio de 1537. (Epp., 1, 118-123) 10. A PEDRO CONTARINI. Venecia, mes de agosto de 1537. (Epp., 1, 23-125) 11. A BELTRÁN DE LOYOLA. Roma, septiembre de 1539. (Epp., 1, 148-151) 12. A LOS PP. BROËT Y SALMERÓN. Roma, principio de septiembre de 1541. (Epp., 1, 174-179) 13. AL P. SIMÓN RODRIGUES. [Roma, a mediados] de 1542. (Epp., 1, 206210) 14. A JUAN III, REY DE PORTUGAL. Roma, 8 de marzo de 1543. (Epp., 1, 243-246) 15. AL P. NICOLÁS BOBADILLA. Roma, 1543. (Epp., 1, 277-282) 16. A JUAN III, REY DE PORTUGAL. Roma, 15 de marzo de 1545. (Epp., 1, 212

14 19 21 22 24 26 32 37 42 48 51 53 57 59 63 68 72 75

296-298) 17. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Roma, fines de 1545. (Epp., 1, 339-342) 18. A LOS PADRES ENVIADOS A TRENTO. Roma, a principios de 1546. (Epp., 1, 386-389) PARA CONVERSAR PARA AYUDAR A LAS ALMAS PARA MÁS AYUDARNOS 19. A D. FERNANDO DE AUSTRIA, REY DE ROMANOS. Roma, diciembre de 1546. (Epp., 1, 450-453) 20. A LOS HERMANOS ESTUDIANTES DE COIMBRA. Roma, 7 de mayo de 1547. (Epp., 1, 495-510) [1. Excelencia de la vocación] [2. Generosidad en la respuesta] [3. El mayor argumento] [4. Necesidad de la discreción] [Ejercitar la caridad apostólica durante el estudio] 21. A MANUEL SANCHES, OBISPO DE TARGA. Roma, 18 de mayo de 1547. (Epp., 1, 513-515) 22. A LOS PADRES Y HERMANOS DE PADUA. Roma, 7 de agosto de 1547. (Epp., 1, 572-577) [Introducción] [1. Es gracia la pobreza] [2. Los pobres, preferidos de Dios] [3. Ventajas de la pobreza] [4. Amor de la pobreza] 23. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Roma, 20 de septiembre de 1548. (Epp., 2, 233-237) 24. A JUAN DE ÁVILA. Roma, 24 de enero de 1549. (Epp., 2, 316-317) 25. AL P. JUAN ÁLVAREZ. Roma, 18 de julio de 1549. (Epp., 2, 481-483) 26. A FRANCISCO DE BORJA, DUQUE DE GANDÍA. Julio de 1549. (Epp., 12, 632-654) [Introducción: doctrina sobre las profecías] [Situación histórica] [La personalidad de F. Onfroy] [Las propuestas y profecías presentadas por Onfroy] [Las propuestas y razones de Oviedo] 213

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[Las propuestas y razones de Oviedo] 27. A JUAN DE VEGA, VIRREY DE SICILIA. Roma, 12 de abril de 1550. (Epp., 3, 13-15) 28. AL EJÉRCITO DE ÁFRICA. Roma, 9 de julio de 1550. (Epp., 3, 113-114) 29. A LOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS CONGREGADOS EN ROMA. Roma, 30 de enero de 1551. (Epp., 3, 303-304) 30. A ISABEL DE VEGA. Roma, 21 de febrero de 1551. (Epp., 3, 326-327) 31. AL P. FRANCISCO JAVIER. Roma, 31 de enero de 1552. (Epp., 4, 128) 32. A FELIPE, PRÍNCIPE DE ESPAÑA. Roma, 3 de junio de 1552. (Epp., 4, 268-269) 33. A LOS PADRES QUE SE ENVÍAN A MINISTERIOS. Roma, 8 de octubre de 1552. (Epp., 12, 251-253) 34. A LOS PADRES Y HERMANOS DE PORTUGAL. Roma, 26 de marzo de 1553. (Epp., 4, 669-681) [Introducción] [Principio fundamental de la obediencia] [Grados de obediencia] [Cómo conseguir la perfecta obediencia] [La representación] [Algunas observaciones] [Exhortación final] 35. AL P. FRANCISCO JAVIER. Roma, 28 de junio de 1553. (Epp., 5, 148151) 36. A TODA LA COMPAÑÍA. Roma, 25 de julio de 1553. (Epp., 5, 220-222) 37. A MARGARITA DE AUSTRIA. Roma, 17 de noviembre de 1553. (Epp., 5, 699-700) 38. AL P. NICOLÁS FLORIS. Roma, 22 de noviembre de 1553. (Epp., 5, 713714)) 39. AL SR. ANTONIO ENRÍQUEZ. Roma, 26 de marzo de 1554. (Epp., 6, 522-524) 40. AL P. JUAN NUÑES BARRETO. Roma, 26 julio de 1554. (Epp., 7, 313314) 41. AL P. ANTONIO ARAOZ. Roma, 3 de enero de 1555. (Epp., 8, 225) 42. AL NEGUS CLAUDIO DE ETIOPÍA. Roma, 3 de febrero de 1555. (Epp., 8, 460-467) 43. A FRANCISCO JIMÉNEZ DE MIRANDA, ABAD DE SALAS. Roma, 11 de julio de 1555. (Epp., 9, 308-311)

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9, 626-627)

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45. AL DR. ALFONSO RAMÍREZ DE VERGARA. Roma, 30 de marzo de 1556. (Epp., 11, 184-185) 46. A EMERIO DE BONIS. Roma, 23 de mayo de 1556. (Epp., 11, 439-440) 47. AL P. FULVIO ANDROZZI. Roma, 18 de julio de 1556. (Epp., 12, 141143)

Notas

196 199 201

204

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