Carlos Fuentes Las Buenas Conciencias

March 24, 2019 | Author: Dory Aguilar Jiménez | Category: Penance, Love, Christ (Title), Ezekiel, Woman
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Carlos Fuentes: Las Buenas Conciencias Capítulo 1: Esta es la Gran Casa de Cantera

Jaime Ceballos, con el resto de su familia, vive en la gran casa de Cantera; dicha casa está situada entre la bajada del Jardín Morelos y el Callejón de San Roque, frente al templo del mismo nombre y a unos metros de la hermosa plazuela. Esta es la casa de los cortinajes: de terciopelo verde detrás de los balcones principales, de brocado antiguo entre las salas, de terciopelo rojo en las habitaciones matrimoniales, de algodón en las demás. Hay objetos que la luz se empeña en aislar. Los salones y las recámaras ocupan el segundo piso. Subsisten las llaves de oro, cabezas de león con las que Pepe Ceballos adornó su tina. De igual manera que la luz aísla objetos de la casa, ciertos objetos del bodegón se aíslan en la memoria de Jaime. Opinión Personal

En este primer capítulo, se da una breve introducción a lo que es en sí el lugar en el que se desenvuelve la historia. Se da una descripción detallada de todas las partes relevantes que definen su casa; ya que la mayor parte del capítulo se encarga de describirla. Se marca que Jaime se encuentra en una especie de depresión, tristeza o soledad. Capítulo 2: Pertenecían, en Palabras del Tío

El tío de Jaime, Jorge Balcárcel, decía que pertenecían a una familia guanajuatense de no escasos méritos y de extendido parentesco. El sentimiento político mexicano en esta región es muy amplio, ya que esta se precia de ser la cuna de la Independencia. Los guanajuatenses representan la cima del espíritu de centro de la República. La familia de Ceballos pertenecía a este singular centro mexicano. Para ellos no había apellido más ilustre que el de Muñoz Ledo; Apellido de Octaviano Muñoz Ledo, gobernador quien permitió a la familia, primordialmente a don Higinio Ceballos, instalar su tienda de paños cerca del templo de San Roque. La hija de don Higinio se emparentó emparentó con Lemus, el secretario del señor gobernador, lo que causó que el negocio de su señor padre floreciera; sin embargo, la familia prefiere atribuir su buena fortuna al señor gobernador; dando con ello muestra de que la relación pública va por encima de la verdad privada. Lemus supo acomodarse perfectamente en el cambio de filiación conservadora a liberalismo. Los Ceballos pronto prosperaro n con su negocio “Ceballos e hijos”; cuando don Higinio falleció, el día que Maximiliano pisó tierras veracruzanas, su familia ya se encontraba en las alturas de la sociedad.

La guerra de intervención dividió a los tres hermanos; Pánfilo y José prefirieron seguir bajo la administración imperial; solo Francisco decidió unirse a la lucha liberal, quien tiempo después fue capturado y fusilado. Presidía el hogar la viuda de don Higinio, Margarita Manchado; ella recordaba a sus hijos que si eran algo, era debido al trabajo honrado. Pánfilo era muy trabajador; sin embargo, Pepe era más despierto e ingenioso. Pánfilo murió soltero. José se casó con Guillermina Montañez, quien fue aceptada, más no querida por la viuda Margarita. Tuvieron dos hijos, Rodolfo y Asunción. Con el ascenso de Díaz al poder, José planeaba incursionarse en el camino de la minería. Doña Margarita murió en 1905. Pepe murió en un pueblo cercano a León, el día del asesinato de  Aquiles Serdán. Rodolfo, hijo de Pepe, tenía el mismo carácter de su abuela Margarita. Pánfilo murió en 1917; Guillermina, en 1920. Jaime preguntaba a su padre Rodolfo y a su tía Asunción sobre los acontecimientos de la revolución.  Asunción se mudó a Inglaterra con su esposo Jorge Balcárcel del Moral. Mientras que Rodolfo permaneció en su estado natal. Tiempo después conoció a la que habría de ser su esposa y madre de su hijo Jaime, Adelina López.  Al regreso de su hermana y su marido a Guanajuato, todos vivían en la misma casa, lo cual causó aún más problemas de los que ya había entre Rodolfo y Adelina. Esta decidió irse de la casa, tiempo después, mencionó que estaba embarazada. Asunción reclamó al bebé y este pronto aprendió a llamarla mamá. Opinión Personal

En este capítulo se relata más a fondo la vida de la familia de Jaime, en sus recuerdos se trata una narración de su padre Rodolfo y su tía Asunción, sobre sus orígenes y de lo orgulloso que debe ser y sentirse al llevar el apellido Ceballos. Este capítulo sirve para comprender la historia de la familia dentro del contexto político que aquejaba a México. Capítulo 3: Al Nivel del Patio

Después de separarse de su mujer, Rodolfo vivía de nuevo la vida de soltero a la que estaba acostumbrado; el esposo de Asunción desenvolvía el papel de jefe de familia, y eran él junto con su esposa quienes criaban al pequeño Jaime. Este indefenso niño no sabía cómo tratar a su padre y a su tío, a quién debía más respeto; y sobre todo, no comprendía por qué el esposo de su madre era su tío, y su padre no era esposo de su madre. Jorge Balcárcel, al regresar a Guanajuato, prosperó económicamente, situando s u apellido en lo alto de la jerarquía social. Él y su esposa no podían concebir hijos; el problema no se encontraba en su mujer, sino en él; aunque este fue un tema del que nunca hablaron. Asunción aprendió a convencerse a sí

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misma de que nunca sería madre. Por ello cuando al regresar a Guanajuato descubre que su cuñada estaba embarazada, decide convencer a su hermano Rodolfo de que el niño estaría mejor con ellos que con su madre, quien ya no era esposa de Rodolfo. Opinión Personal

Este capítulo es muy interesante, pues explica que durante la niñez de Jaime, él veía dos figuras paternas; la de su tío, trabajador, respetable, honesto; y la de su padre, despreocupado y vividor. También hace reflexionar sobre los verdaderos motivos que tuvo Asunción para quedarse con la custodia del pequeño Jaime, pues su sueño frustrado era ser madre, cosa que al lado de su marido, no sería posible. Así, ve en Jaime su última esperanza de poder sentir la maternidad. Aunque su marido, no se encontraba de acuerdo con la actitud de su mujer hacia su sobrino, sabía que el pequeño era la razón por la que ya no había pleitos ni discusiones; así que terminó aceptando el comportamiento de su mujer. Capítulo 4: El Niño Hizo sus Primeros Estudios

El niño se inclinaba hacia las prácticas religiosas, pues su tía le inculcaba mucho las buenas costumbres de la cristiandad. Cuando su tío vio que el niño prefería realizar actividades relacionadas con la religión, que salir a jugar, suprimió toda enseñanza de su tía con respecto a ese tema; pues no deseaba un sobrino sacerdote o perteneciente al clero. Rodolfo continuaba lamentándose por haber perdido a su esposa, y, en cierto modo, a su hijo; quien lo veía cada vez más como un extraño que vivía bajo el mismo techo que él. Rodolfo se propuso acercarse más a su hijo, sin que su hermana y su cuñado lo supieran, pues indicarían a Jaime a hacer caso omiso de sus pláticas debido a la mala influencia que este podía tener sobre el niño. Durante la procesión de Viernes Santo, Jaime logró apreciar al Cristo crucificado, el cual le abrió los ojos a una nueva sensación y a un nuevo sentir. Después de regresar a casa, se encuentran su padre, su tía y él en el bodegón; mencionan a la madre de Jaime, pero este seguía pensando en la imagen de Cristo; así que no prestó atención a lo que se había dicho. Jaime conoció así a Ezequiel Zuno, un hombre escondido en el bodegón que por luchar por los derechos de los mineros, era perseguido. Jaime lo ayudó con escondite y comida. Al día siguiente lo descubrieron, y a Ezequiel lo llevaron preso. Jaime sentía la culpa sobre sus hombros, no solo por la mala fortuna del hombre, sino también porque lo apreciaba como amigo. Opinión Personal

Durante este capítulo el padre de Jaime desea entablar una relación más amena con su hijo, quiere recuperar el tiempo perdido; pero, a pesar de que es su derecho y obligación estar con su hijo, lo mantiene en secreto de su hermana y su cuñado.

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Jaime conoce una nueva sensación, provocada, inesperadamente, por la imagen del Cristo crucificado; después conoce lo que es una amistad, al ayudar a un escondido, Ezequiel Zuno. Lamentablemente, Jaime también conoce la culpa y el remordimiento, pues después de que capturan a su nuevo amigo, él no deja de pensar que fue por su culpa. Capítulo 5: Cada Año de la Vida

Jaime se encuentra en la adolescencia, está en una edad de entre 12 y 15 años. A pesar de que no entiende la razón de ser de muchas cosas, sigue descubriendo nuevas sensaciones conforme experimenta ciertas cosas. Comienza a forjar su carácter, a dudar sobre la veracidad de la cristiandad, y a pensar en la hipocresía de los católicos. Descubre su sexualidad a través de la experimentación; y al confesarlo ante el padre antes de comulgar, entiende la posición retrograda de la iglesia hacia tales temas que debían ser tan naturales. Confiesa ante el padre Lanzagorta que desea estar con una mujer, el padre con asombro e indignación decide dar aviso de tal comportamiento tan impuro a la tía de Jaime. Tiene un compañero y amigo, Juan Manuel Lorenzo, quien no es de su misma posición social, y a quien su familia tacha de mala influencia. Regresan las pláticas con su padre, ahora Jaime pregunta sobre su madre. A lo que su padre contesta únicamente con silencio. Opinión Personal

 A lo largo de este capítulo, se ve a un Jaime en camino a la madurez, pasando por una fase de adolescencia, de autodescubrimiento y exploración. Comienza a forjar su carácter, sus ideales propios, y no los implantados por su tía, su tío o incluso su padre. Su opinión con respecto a la iglesia se ve afectada debido a las pláticas que tuvo con el padre, quien le indica que la sexualidad está contemplada como algo impuro, y que si tiene ganas de pecar, rece un padre nuestro y haga caso omiso a sus bajos instintos. Descubre nuevas formas de ver la vida al lado de su amigo Juan Manuel Lorenzo.  Ahora se cuestiona sobre su madre, su padre simplemente contesta con silencio ante las interrogantes de su hijo. Capítulo 6: ¿Qué era un año?

Jaime Ceballos tenía ahora la edad de 16 años. La tía Adelina despertaba por la madrugada lamentándose el no haber podido concebir un hijo; sentía la necesidad de ir a la habitación de Jaime a revisar que todo estuviera bien y a darle un beso mientras lo acariciaba. Por su parte, el tío Balcárcel, no sentía aprecio alguno por la compañía de Jaime, sin

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embargo sabía que era este pequeño el hijo que su mujer tanto deseaba y era quien daba tranquilidad a su matrimonio. Durante la cena el tío Balcárcel recrimina a Jaime por la amistad que mantiene con Juan Manuel Lorenzo, por los libros que suele leer y sus actitudes tan alejadas de lo que la familia llamaba las buenas costumbres. Jaime esperaba desesperadamente la defensa de su tía o de su padre. Pero ninguna llegó a su rescate; por ello, Jaime debió defenderse solo. Acto que el tío consideró una insolencia y mandó al joven a un castigo. Rodolfo comenta a Asunción que Jaime preguntaba sobre su madre Adelina; Asunción le recuerda a Rodolfo que acordaron no tocar el tema.  Asunción visita a Jaime, quien yacía castigado en su cuarto. La tía lo acaricia con ánimos de reconfortarlo; pero éste, decepcionado de que a quien él llamaba madre no lo defendiera como era debido, rechazó sus caricias. Y por primera vez llamó a su mamá Asunción  “tía”. Las palabras fueron como una flecha en el corazón de la mujer. Ignorando el castigo impuesto, va con su amigo Lorenzo al taller en el que este joven debía trabajar para poder pagar los gastos que la beca que le permitía estudiar en la misma escuela que Jaime no cubría. Jaime lo ayudó con el trabajo; después fueron a una cantina donde algo inesperado ocurrió. Jaime conoció a su madre. Estaba él allí sentado cuando logró escuchar la plática de tres mujeres, en especial una que contaba que Adelina López se había rodeado de gente de la más alta categoría, y que ahora corría con una muy mala suerte. Anonadado, Jaime se fue. Haber escuchado la suerte de su madre le hizo recordar a su viejo amigo Ezequiel, el minero. Se dio cuenta de que tanto su madre como Ezequiel y el propio Juan Manuel, eran las personas a las que su tío se refería tan despectivamente por el simple hecho de no venir de una familia de renombre y por la posición económica en la que se encontraban. Enfrentó a su tío, quien seguía tratando de corregir la actitud “impura” de Jaime, ahora Jaime respondió lo que pensaba y reclamó a su tío la mala fortuna de su madre y de Ezequiel, y lo llamó hipócrita; el tío respondió con una cachetada. Jaime logró dar una patada en el vientre de su tío haciendo que este se doblara sobre sí mismo. Opinión Personal

En este capítulo se nota el pensamiento de Jaime, ya bien definido, sus ideales y creencias, y su forma de ver la vida. Evidentemente, muy diferente a las opiniones de su tío, de su tía y de su padre. Se recalca la lealtad y amistad de Jaime hacia Lorenzo, pues prefiere mantener su amistad con él que hacer caso de los consejos de su tía y de los regaños de su tío.

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Tras ver a su madre, Jaime recuerda a Ezequiel; lo que demuestra la buena voluntad y el cariño del  joven. Al enfrentarse a su tío da muestra de su determinación y de sus deseos de respetar los ideales que se encuentran ya tan marcados en él. Capítulo 7: …Sino a los pecadores

Jaime se encontraba lastimado, la sangre le escurría por el cuerpo; la tía decía que se trataba de un robo, pero el tío estaba seguro de que él mismo se había herido. El tío decidió llevar a Jaime a la iglesia a confesarse con el padre Obregón, tenía más de un año que Jaime no se confesaba; a pesar, de que comulgaba todos los Domingos. Jaime comienza su confesión, pero a su parecer, él no tenía pecado que confesar, pues para él, la confesión de sus pecados era algo que solo le incumbían a él y a Dios; y que no necesitaban de una tercer persona que los mediara. El padre se sintió insultado y aclaró a Jaime que no podía charlar solo con Dios, que necesitaba la instrucción y guía de alguien perteneciente a la iglesia, en este caso el padre. Opinión Personal

Este capítulo juega con la confusión de Jaime hacia la cristiandad, por un lado sabe que Dios merece respeto y va a misa todos los Domingos con la familia; pero por el otro, no respeta la autoridad de la iglesia o de los padres.  A su opinión, él no necesita de una tercera persona para charlar con Dios y confesarse. Cre e que esas son pláticas privadas entre el creador y él. Capítulo 8: Desde la Noche de Irapuato

Como se encontraban de vacaciones, Jaime no había visto a su fiel amigo Juan Manuel; sumado a eso, Jaime continuaba en cama, recuperándose de los azotes que él mismo se había infligido. Su tía Asunción lo visitaba todos los días, al igual que su padre. Sin embargo, a este último, Jaime lo trataba con indiferencia. Cuando escuchaba que su padre se acercaba, Jaime se hacía el dormido. Rodolfo Ceballos sabía que su hijo fingía, pero nunca recriminó su actitud, pues sabía de cierto modo, que lo merecía. El hombre simplemente entraba y permanecía de pie junto a la cama de Jaime mientras lo observaba fingir que dormía. Cuando Jaime se encontraba ya sano, fue su padre quien cayó en cama; caminaba cada vez más lento y fatigado; vomitaba, a pesar de que casi no comía; incluso llegó a orinar sangre. Mientras platicaba con su hermana, la culpa del abandono de Adelina lo invadió, y reclamó sin pensarlo a su hermana; dijo las verdades que ambos callaban desde hacía años. Le indicó que por su culpa su mujer lo había abandonado, que si su marido le hubiera dado un hijo, ella no habría tenido la

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necesidad de quitarle al suyo, porque así lo sentía, que su hijo ya no era su hijo, y que él ya no era más un padre. Mientras Asunción trataba de calmar a su hermano, este se dejó caer sobre la mesa y le pidió ayuda a su hermana para que lo llevara a su habitación, pues sentía que no tenía las fuerzas necesarias para ir por sí solo. Jaime entró y lo abrazó para ayudarlo a subir; el joven que había escuchado la plática, sentía que su padre también era una víctima, que si bien tenía culpa del abandono de su madre, no fue él quien lo propició. Rodolfo se quedó en el cuarto de Jaime, pues no tenía fuerzas para subir hasta el suyo. Todos los días Jaime entraba a buscar la ropa que usaría durante el día; y así, todos los días se proponía hablarle a su padre, pero simplemente no encontraba palabras para acercarse a él. Su padre no tenía fuerza para hablar, mucho menos para hacerle señas de que se acercara; simplemente sonreía al verlo. Un día, Rodolfo juntó las pocas fuerzas que le quedaban y tomó la mano de Jaime, el joven se acostó en su pecho; y así se mantuvieron sin hablar, pero no necesitaban decir nada para entenderse. Entró el doctor e interrumpió el momento, Jaime se iba, pero decidió regresar a sostener la mano de su padre mientras el doctor lo revisaba.  Al día siguiente a las 4 de la mañana; el enfermo, viejo y cansado Rodolfo Ceballos murió. Dejando al solitario Jaime Ceballos con la corta edad de 17 años. Jaime sintió la necesidad de besar el cadáver de su padre, pero no lo hizo. El doctor dijo que se trataba de un irremediable cáncer de estómago. Opinión Personal

Jaime Ceballos, abrumado por el encuentro con su madre, las confesiones con el padre, los recuerdos que lo atormentaban y sus dudas que no lo dejaban en paz; atribuía su desdicha a su padre, por ello lo trataba con tal indiferencia. Es muy inusual la forma en la que Jaime decide castigarse a sí mismo; a pesar de que a su opinión, sus ideales no son incorrectos, ni mucho menos malos. Decide castigarse y azotarse, de esa manera, acepta que su forma de pensar es mala, o se castiga por el hecho de querer corregir su forma de ser para parecerse a su tío. Cuando su padre cae enfermo, Jaime seguía sintiendo el mismo rechazo hacia él; no fue hasta que lo escuchó hablando con su tía de lo arrepentido que estaba de la forma en la que su vida había transcurrido; cuando Jaime sintió compasión por su padre y decidió aceptarlo como tal.  A pesar de su indiferencia con su padre, se conmovió cuando este le extendió la mano; Jaime respondió al gesto y se acurrucó en su regazo. Lo cual nos dice que a pesar de todo, amaba y extrañaba a su padre. Cuando su padre murió, él tenía 17 años, y sintió un remordimiento de no haberlo besado en vida. Ya muerto, decidió no hacerlo, a pesar del impulso que sintió.

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Capítulo 9: Cuando Empezaron a Arrojar

Durante el entierro de su padre Jaime no podía definir lo que sentía, lo describió como una amarga felicidad. Jaime dijo a sus tíos que se quedaría en el panteón otro rato, su tía le pidió que llegara temprano a la casa, pues su tío iría a una reunión y ella no deseaba cenar sola. Jaime asintió.  Allí se encontraba Juan Manuel, este le dijo que había intentado contactarlo antes, pero que no pasaban sus recados. Comenzaron a caminar; Jaime iba a contarle sobre aquella mujer que vieron en la cantina, iba a decirle que había descubierto que ella era su madre. Pero Juan Manuel lo interrumpió y le dijo que ya lo sabía. Juan Manuel comentó que esa mujer siempre cuenta la misma historia. Le preguntó por qué no habló a su madre al descubrir quién era en realidad y él solo se contestó, diciendo que creía que era porque muy en el fondo su amigo Jaime se avergonzaba de su madre, al igual que su padre y sus tíos. La tía se encontraba en la soledad de su casa; decidió quitar todos los cuadros familiares que se encontraban en el cuarto de su hermano, y guardarlos en el bodegón. Estando allí, revivió momentos de su niñez, al ver objetos que ella había olvidado ya. Juan Manuel y Jaime fueron a una cantina; después, visitaron un burdel, pues ninguno de los dos había estado nunca antes con una mujer. En el burdel encontró a los señores que se hacen llamar así mismos respetables, entre ellos a su tío; el cual evidentemente no se encontraba en una junta. Opinión Personal

La confusión de la edad se hacía notar en sus sentimientos; pues con la muerte de su padre, él decía sentir una “amarga felicidad” . No deja morir su amistad con Juan Manuel, lo cual habla de su nobleza y lealtad. Al convencer a su amigo de ir a un burdel, hace notar su deseo por dejar atrás la vida de niño que llevaba, y convertirse en hombre. Cuando encontró al tío en ese lugar, demostró que la hipocresía de Balcárcel era inmensa, pues el tan puritano que era, asistiendo a tales lugares. Mientras que la tía experimentaba la soledad de una casa tan grande y tan vacía. Capítulo 10: Durmió Hasta las Once

 A la mañana siguiente Jaime visitó al padre Obregón, este se encontraba enojado con él. Lo llamó hipócrita, pues él que tanto hablaba sobre el amor a Cristo, y no podía siquiera amar a su propio padre mientras vivía. Le dijo que había confesado a su padre antes de morir, y que este le dijo que solamente vivía por el cariño de su hijo. El padre Obregón juzgó a Jaime y lo tachó de inmoral, cómo no poder amar a un hombre moribundo incomprendido que pedía a gritos el amor de su único hijo. Le aconsejó que amara a sus tíos, que buscara a su madre, que la comprendiera, que amará de verdad al prójimo.

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El padre entendió los motivos de Jaime para azotarse semanas atrás, no fue por amor a Cristo, o por pagar sus culpas; fue por tratar de pagar las culpas de sus tíos, su padre y su madre. Jaime recordó al Cristo negro de su adolescencia; a ese Cristo que vio por primera vez en una procesión de un Viernes Santo. Ese Cristo que si bien antes lo había ayudado, ahora lo juzgaba y desaprobaba. De regreso a su casa se quedó en el patio, allí vio al gato de su tía; indefenso, deseoso de amor. Jaime, en un arrebato de locura, levantó una piedra y la dejó caer sobre la cabeza del indefenso animal. Cuando vio al felino muerto, tirado en el suelo, estirado y frío; regresó a su realidad, trató de convencerse a sí mismo de que lo que había hecho no era malo; sin embargo no dio resultados. Eliminó el cuerpo del animal antes de entrar a la casa. Sus tíos se encontraban ya en la mesa dispuestos a comenzar a cenar, Balcárcel no reclamó las horas de llegada de su sobrino, pues temía que dijera dónde lo había visto la noche anterior. Durante la cena, Jaime exclamó que entraría a la escuela de leyes; su tía no se contenía de la emoción; su tío le recordó que muchos tenían sus ojos puestos en él para entrar a la política por parte del Partido de la Revolución Mexicana; Jaime asintió diciendo que en esos días iría para unirse al frente  juvenil de dicho partido. El tío Jorge y la tía Asunción, se encontraban tan contentos de que al fin su sobrino comprendiera que lo que más le convenía eran esas acciones que estaba ejerciendo ahora, acciones que ellos ya habían planeado para él desde antes. Jaime se resignó a vivir la vida que ya habían planeado para él. El joven anunció que saldría un rato. Se encontró con su fiel amigo Juan Manuel Lorenzo, este le dijo que se iría pronto a la capital, que le habían ofrecido un trabajo en el sindicato de ferrocarrileros, y que seguiría estudiando si tenía la oportunidad. Jaime no deseaba la partida de su amigo; le preguntó que si crecerían iguales, Juan Manuel le contestó que no tenían por qué seguir engañándose, que cada quien haría un camino diferente, al cual estaban destinados. Jaime le habló de su “fracaso”, a lo que Lorenzo contest ó que no se trataba de eso, que hay gente que sufre más, que eso no es nada. Lorenzo le dio la dirección de su nuevo hogar en la capital, y le dijo que lo visitara. Después simplemente se alejó dejando a Jaime solo. Mientras Juan Manuel se alejaba, Jaime notaba como con su partida finalizaba su adolescencia. Jaime sentía un fracaso por no poder defender sus ideas contra todos, pero ahora sus tíos eran lo único que le quedaba y no quería fallarles. Así que decidía resignarse a la vida que le habían preparado, aquella vida que heredó de sus antepasados. Pidió perdón a Adelina, a Ezequiel y a Juan Manuel. Supo que tenía que hacerse hombre, que debía olvidar las niñerías del pasado. Y por primera vez pensó que a quienes Cristo quería era a los justos,

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que Dios habitaba las buenas conciencias, pertenecía a la gente de bien. Que a los desamparados y pecadores se los podía llevar el diablo. Caminó de regreso a la casa de sus antepasados. La gran casa abría sus puertas a Jaime. Opinión Personal

Es muy interesante como después de la muerte de su padre, Jaime decide cambiar el rumbo de su vida. Jaime que había sido tan rebelde, ahora estaba dispuesto a vivir la vida que habían planeado para él. La vida que él aborrecía tanto, una vida como la de sus tíos. Jaime se hizo hombre al encontrar su verdadera identidad. Aunque a lo largo del libro nos describen a un Jaime decidido, rebelde, real. Ahora decide ser un farisaico más; un burgués de clase alta que se preocupa por su posición y economía. Lo más insólito es que nadie le impone convertirse en ello; él simplemente acepta su destino porque es lo que sus tíos desean para él, y él no quiere perderlos. Piensa que su actitud de antes eran solo niñerías y que ahora había entendido la adultez. Con la partida de su amigo Juan Manuel, Jaime dice adiós a sus antiguos ideales de liberalismo. No solo se despide de un viejo amigo, también con él se va su pecadora madre Adelina y aquel prófugo de la justicia Ezequiel al que ayudó en su niñez.  Ahora está convencido de que si bien Cristo no había venido por los justos sino por los pecadores, eran los justos y limpios de conciencia quienes entraban al paraíso y gozaban de buena fortuna. Mientras que los pecadores deambulaban solos con su suerte.

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