Canobbio, Giacomo - Pequeño Diccionario de Teología.pdf

May 8, 2017 | Author: jrcjejj | Category: N/A
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GIACOMO CANOBBIO Nace en 1945. Sacerdote de la diócesis de Brescia (Italia). Doctor en teología. Es profesor de teología sistemática en el Seminario de Brescia y en la Facultad teológica de la Italia septentrional. Es uno de los promotores de Quaderni teo­ logía'.

OBRAS: Autoríté y venté, 1979; Laici o cristiani? Elem enti storico-sistem atici p e r una descrizione de! cristiano laico,, 1992.

EDICIONES

SIGUEME

PEQUEÑO DICCIONARIO DE TEOLOGIA

VERDAD E IMAGEN

GIACOMO CANOBBIO

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PEQUEÑO DICCIONARIO DE TEOLOGIA

Otras obras publicadas por Ediciones Sígueme: — L. Coenen (ed.), Diccionario teológico del N T I-IV (BEB 26-29) — L. Pacomio (ed.), Diccionario teológico interdisciplinar I-IV (Vel 66-69) — A. di Berardino (ed.), Diccionario patrístico I-II (Vel 97-98) — A. Orbe, Introducción a la teología de los siglos II y III (Vel 105) — R.:Latourelle (ed.), Vaticano II: balance y perspectivas (Vel 109) — iR. Winling, La teología del siglo XX (1945-1980) (PD 23) — 1P. Tillich, Teología sistemática I-III (Vel 73-75)

EDICIONES SIGUEME - SALAMANCA, 1992

PRESENTACION

Tradujo Alfonso Ortiz García sobre el original italiana jíjccoio lessico di teología © Editrice Morcelliaaa, Breóla 19¡89 © Ediciones Síguemé, S.A., 1992 Apartado 332 - 37080 Salamanca' (España) ISBN: 84-301-1196-4 Depósito legal: S. 844-1992 Printed in Spain Imprime: Gráficas Ortega, S.A. Polígono «El Montalvo» - Salamanca, 1992

Todo el que se asoma a la teología se encuentra con términos que no forman parte del lenguaje cotidiano y que difícilmente aparecen en los diccionarios de las diversas lenguas. La experiencia didáctica nos muestra además que los estudiantes, una vez aprendido el significado de dichos términos, lo olvidan con facilidad. Los diccionarios de teología, generalmente temáticos y sectoriales, no siempre logran ofrecer, de forma breve, el significado de las pa­ labras que se encuentran en los textos escolares. Con el Pequeño diccionario que ahora presentamos, un grupo de profesores del Seminario de Brescia y de la Escuela de teología para laicos, agregada al mismo seminario, ha intentado colmar una laguna. En esta obra podrán encontrarse: las palabras comunes del lenguaje teológico, aquellas cuyo significado resulta difícil encontrar o precisar, algunos títulos de documentos del magisterio que se citan con fre­ cuencia en los textos de teología. Se han tenido presentes las diversas disciplinas del curriculum teológico, intentando ofrecer una ayuda útil sobre todo a los estudiantes de los seminarios y de los institutos de ciencias religiosas. Se da la explicación más inmediata de cada término. Si en algunos casos ha habido que extenderse, es porque esos términos abarcan una variedad notable de significados o requieren un trasfondo histórico y/ o teorético para poder ser bien comprendidos. Después de cada explicación damos una indicación bibliográfica, en general fácilmente accesible*: podrá servir al lector para profundizar en los temas relacionados con el término explicado. Son muchos los términos que podríamos haber añadido. Hemos creído que los que presentamos son los más importantes y los más útiles para los estudiantes. Esperamos que el esfuerzo realizado en la * La bibliografía ha sido expresamente cuidada por Alfonso Ortiz García, para aco­ modarla al lector de lengua española.

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Presentación

preparación de este instrumento de trabajo podrá servir a un gran número de personas interesadas en la teología. Por mi parte, autor de muchas de las voces de teología dogmática, agradezco a los colegas que han aceptado contribuir en sus respectivas competencias: los profesores Cario Bresciani (moral), Flavio Dalla Vecchía (teología bíblica), Roberto Lombardi (catequética y liturgia), Felice Montagnini (teología bíblica), Gian Paolo Montini (derecho), Angelo Nassini (historia), Marco Paolinelli (filosofía), Renato Tononi (teología fundamental y dogmática), Antonio Zani (algunas voces pa­ trísticas).

SIGLAS AAS CFP CFT Col

Giacomo Canobbio

DB DC DE DETM DF DPAC DS DTI DTM DTNT EB ERC EV

Hdl MPC MS

NDE NDL NDM NDT NDTB SM

Acta Apostoiicae Sedis C. Floristán-J. J. Tamayo (eds.), Conceptos fundamentales de pastoral, Madrid 1983 H. Fríes (ed.), Conceptos fundamentales de teología (4 vols.), Madrid 1966 P. Galindo (ed.), Colección de encíclicas y documentos pontificios (2 vols.), Madrid J1962 H. Haag-A. van den Bom-S. de Ausejo (eds.), Diccionario de la Biblia, Barcelona 1963 J. Gevaert (ed.), Diccionario de catequética, Madrid 1987 E. Ancilli (ed.), Diccionario de espiritualidad, Barcelona 1983 A. Valsecchi-L. Rossi (ed.), Diccionario enciclopédico de teología mo­ ral, Madrid s1978 J. Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, Buenos Aires 1971 A. Di Berardino (dir.), Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana (2 vols.), Salamanca 1991-1992 H. Denzinger-A. Schonmetzer (eds.), Enchiridion Symbolorum definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, Freiburg i. Br. “ 1976 L. Pacomío y otros (dir.), Diccionario teológico interdisciplinar (4 vols.), 1982-1983 F. Roberti (ed.), Diccionario de teología moral, Barcelona 1960 L. Coenen-E. Beyreuther-H. Bietenhard (eds.), Diccionario teológico del nuevo testamento (4 vols.), Salamanca 1980-1984 Enciclopedia de la Biblia (6 vols.), Barcelona 1963 Enciclopedia de la religión católica (7 vols.), Barcelona 1950-1956 Enchiridion Vaticanum, Bologna 1966 H. Jedin (ed.), Historia de la Iglesia (9 vols.), Barcelona 1966-1984 F. Guerrero (ed.), El magisterio pontificio contemporáneo (2 vols.), Madrid 1991-1992 J. Feiner-M. Lohrer (eds.), Mysterium salutis (5 vols.), Madrid 19691984 S. De Fiores-T. Goffi (eds.), Nuevo diccionario de espiritualidad, Ma­ drid 1983 D. Sartore-A. M. Triacca (eds.), Nuevo diccionario de liturgia, Madrid 1987 S. De Fiores (ed.), Nuevo diccionario de mariología, Madrid 1988 G. Barbaglio-S. Dianich (eds.), Nuevo diccionario de teología, Madrid 1982 P. Rossano-G. Ravasi-A. Girlanda (dirs.), Nuevo diccionario de teología bíblica, Madrid 1990 K. Rahner (ed.), Sacramentum mundi (6 vols,), Barcelona 1972-1975

Siglas

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DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO II AA AG CD DH DV GB GS IM LG NA OE OT PC Pü SC UR

Apostolicam Actuositatem. Decreto sobre el apostolado de los laicos Ad Gentes. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia Christus Dominas. Decreto sobre el oficio pastoral de los obispos en la Iglesia Dignitatis Humanae. Declaración sobre la libertad religiosa Dei Verbum. Constitución dogmática sobre la revelación divina Gravissimum Educationis. Declaración sobre la educación cristiana Gaudium et Spes. Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Inter Mirifica. Decreto sobre los medios de comunicación social Lumen Gentium. Constitución dogmática sobre la Iglesia Nostra Aetate. Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas Orientalium Ecclesiarum. Decreto sobre las Iglesias orientales ca­ tólicas Optatam Totius. Decreto sobre la formación sacerdotal Perfectae Caritatis. Decreto sobre la renovación de la vida religiosa Presbyterorum Ordinis. Decreto sobre el ministerio y la vida sa­ cerdotal Sacrosanctum Concilium. Constitución sobre la sagrada liturgia Unitatis Redintegratio. Decreto sobre el ecumenismo

Absolución La absolución, o «palabra eficaz de perdón y de reconciliación», que lleva a su cumplimiento el itinerario penitencial del pecador, es uno de los momentos y signos constitutivos del sacramento de la penitencia. A partir sobre todo del concilio de Trento, se la ve como un acto judicial (DS 1709). Esta categoría debe comprenderse en sentido analógico y ha de relacionarse con el concepto bíblico del juicio divino de salvación. En efecto, el verdadero y profundo sentido del gesto de la absolución, realizado por el ministro, es el de acoger al hermano en nombre de Dios que lo perdona y decidir su readmisión en la Iglesia. J. Ramos-Regidor, EL sacramento de la penitencia, Salamanca 51991, 338-344; G. Manise, Absolución, en DTM, 15-16.

OTROS DOCUMENTOS

CIC CT DCG EN OIGA RdC OGMR

Codex luris Canonici Catechesi Tradendae Directorio Catequístico General Evangelii Nuntiandi Ordo Imtiationis Christianae Adultorum Renovación de la Catcquesis Ordenación General del Misal Romano

Abstracción La abstracción (del latín abs-traho = «saco de») es el procedi­ miento mediante el cual el entendimiento capta el concepto universal a partir del conocimiento de un ente o varios entes singulares. Se trata de un procedimiento espontáneo, necesario, de nuestro modo de co­ nocer intelectivo (aquel mediante el cual vemos el ente en cada cosa que es: en Pedro y Juan al hombre, en esta superficie roja el rojo). Prescindiendo de los aspectos singulares de la realidad (y no alterán-

Acerbo nimis

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dola), el entendimiento da origen al concepto universal. Es ésta la abstracción que los escolásticos llaman abstractio totalis (abstracción unlversalizante o también, en algún autor, intuición abstractiva). A su vez, se llama abstractio formalis (= abstracción formal) al procedimiento por el que dirigimos la atención a un aspecto de la realidad, aislándolo de los demás (por ejemplo, el color, prescindiendo de la forma dé un cuerpo) y que supone ya realizada la universalización (dirijo la atención unas veces al color, otras a la forma, al rojo, al cuadrado, cuyo concepto poseo). En la filosofía moderna y contemporánea, «abstracción» y «abs­ tracto» han tomado un sentido peyorativo; frente a la realidad concreta, viva, plena y rica, lo abstracto es una cosa árida y muerta.

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Acío humano - acto del hombre

Acta Apostolicae Sedis (AAS) Desde 1909, año de su fundación, es la revista oficial para las actas de la santa Sede. En virtud del can. 8 § 1 del Código de derecho canónico, la promulgación de leyes eclesiásticas universales se hace a través de su publicación en AAS y su vacación (3 meses) comienza a partir de la fecha indicada en el fascículo de AAS en que se publican. Cf. Pío X, Const. Promulgandi (29 septiembre 1908): AAS 1 (1909) 5-6.

Actitud I. Ferraíer Mora, Abstracción, en DF I, 35-39.

Acerbo nimis Se trata de una encíclica de Pío X del 15 abril 1905 sobre la importancia de la enseñanza del catecismo. Después de destacar la extensión de la ignorancia religiosa y señalar la importancia, la necesidad y el deber de la enseñanza catequística, en el n. 16 se establece que hay que exponer el catecismo parroquial a los niños todos los domingos y fiestas durante una hora, tiene que haber además una preparación anual para la confesión y la confir­ mación y una preparación para la primera comunión durante todos los días de cuaresma; en todas las parroquias hay que erigir la cofradía de la Doctrina cristiana pidiendo la colaboración de los laicos; hay que instituir escuelas de religión en las ciudades, donde hay escuelas públicas superiores de las que se ha desterrado la enseñanza religiosa; se invita a todos los párrocos a desarrollar la catcquesis de adultos, todos los días festivos, siguiendo el Catecismo tridentino, en un ciclo de cuatro o cinco años. Estas prescripciones entran a formar parte de los cánones dedicados a la catcquesis en el Código de derecho canónico de 1917. Texto en Col II, 1571-1578.

La actitud es un sistema duradero de valoraciones positivas o ne­ gativas, de sentimientos y emociones y de tendencias a la acción favorable o contraria, respecto a una determinada situación de vida. Es una conducta total, una manera de ser que, en relación inten­ cional con el objeto dado, moviliza la esfera cognoscitivo-valorativa, los procesos afectivos y las tendencias volitivo-operaüvas (elementos esenciales de la actitud). Por actitud religiosa se entiende una dispo­ sición general para obrar, es decir, un proyecto de vida comprometido (no impulsivo) en la entrega a personas y cosas (y no simplemente al desanrollo de sí mismo) y a un Tú-trascendente que, históricamente revelado, se encuentra en una situación de vida concreta, en un estado de vida, M. Rokeach, Actitudes, D. L, Sílls (ed.), Enciclopedia internacional de las ciencias sociales I, Madrid 1974, 14-22.

Acto humano - acto del hombre El acto humano es una deliberación eficaz de la voluntad humana en consonancia con la percepción intelectual, de la bondad o malicia moral de dicho acto. El acto humano puede estar condicionado por deficiencia, bien en la capacidad volitiva o bien en la percepción intelectual y cognoscitiva del valor moral implicado en el acto mismo. En este caso, el acto no

Alt extra - ad intra

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es plenamente imputable desde el punto de vista moral. Se habla de acto del hombre en vez de acto humano cuando el acto no es abso­ lutamente imputable por no depender de la libre voluntad del sujeto. Algunos ejemplos de condicionamientos de acto pueden ser: la ignorancia, la pasión, las perturbaciones psicológicas, la cultura, la educación, etc. E. Chiavacci, Acto humano, en D T II, 339-350.

Ad extra - ad intra Esta expresión latina, que significa literalmente «hacia fuera hacia dentro», se usa habitualmente en la doctrina sobre la Iglesia para indicar la atención o la acción de la misma hacia fuera (el mundo) o hacia dentro. En el primer caso se habla generalmente de misión; en el segundo, de pastoral. Ad extra se usa también en la doctrina sobre Dios para indicar la acción de las personas divinas fuera de la vida íntima de Dios, es decir, las operaciones hacia el mundo o el hombre. En la doctrina escolástica sobre la Trinidad se habla de procesión ad intra para indicar la acción que permanece en el que la realiza (Dios) y produce al Hijo y al Espíritu santo (cf., por ejemplo, santo Tomás, Summa theologiae I, q. 27, a.l). A. Milano, Trinidad, en D n IV, 582-583.

Ad gentes Es el decreto del concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia, promulgado el 7 de diciembre de 1965. Subraya la urgencia de la acción misionera entre los pueblos no cristianos y describe al mismo tiempo las tareas de la evangelización en contacto con culturas muy diversas. Afirma además que la actividad misionera es tarea de todos, incluso de los laicos. La Iglesia, que vive en el tiempo, es por su naturaleza misionera en cuanto que tiene su origen en la Trinidad y tiene la obligación de llegar a todos los hombres (capítulo 1), Tiene que insertarse en el

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Aeterni Patris

ambiente sociocultural en que actúa, a través del testimonio, la pre­ dicación del evangelio y la reunión del pueblo de Dios y la formación de la comunidad cristiana (capítulo 2). Esta última se constituye en «Iglesia particular» cuando se ha implantado ya profundamente en el ambiente social con sacerdotes, religiosos, laicos, instituciones locales (capítulo 3). No sólo los misioneros (capítulo 4), sino todos los cristianos tienen que colaborar en la evangelización (capítulo 5) y cooperar para que todos los hombres se conviertan a Cristo (capítulo 6), adaptando el anuncio a las situaciones concretas en las que se desarrolla la actividad misionera. j. Bigordá, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Barcelona 1966.

Aequitas canónica (equidad canónica) El principio jurídico de la equidad canónica (que corresponde al de equidad —natural— en el terreno del derecho civil romano y mo­ derno) pretende salvaguardar el ideal de justicia evangélico-eclesial en las circunstancias concretas de la vida jurídica. La equidad canónica debe ser observada por el legislador en la producción del derecho positivo, en donde se da por tanto la equidad constituida (aequitas constituía). Pero la equidad canónica interviene sobre todo en el ámbito in­ terpretativo, aplicativo y evolutivo del derecho positivo, a través de instituciones jurídicas apropiadas y previstas, o bien fuera de éstas, cte forma que se realice siempre, en todas las circunstancias concretas, la consecución de aquella finalidad de justicia que está en el origen del propio derecho. J, M.“ Piñero Camón, La ley de la iglesia I, Madrid 1985, 127.

Aeterni Patris Se trata de una encíclica de León XIII (4 de agosto de 1879) sobre la necesidad de la filosofía cristiana. El maestro de esta filosofía es santo Tomás; hay que seguir en su escuela para salvaguardar la fe de los peligros que corre al dejarse guiar por las nuevas corrientes de pensamiento: en efecto, la sana filosofía está en disposición de preparar

Agape

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el camino a la verdadera fe; hace asumir a la teología las características de una verdadera ciencia; constituye un sólido baluarte para las ver­ dades reveladas. La encíclica dio un impulso decisivo al movimiento neoescolástico. MPC l, Madrid 1991, 111-124.

Agape Este vocablo es la trascripción del griego áyáirri, que significa amor. En el nuevo testamento tanto el sustantivo como el verbo (áyanám) asumieron un significado peculiar, ya que se usaron para indicar el amor de Dios y el modo de existencia que se basa en ese amor. Agape es también el nombre de una acción litúrgica protocristiana, que sólo conocemos por algunas alusiones (cf. 1 Cor 11; Jds 12; quizás 2 Pe 2, 13), en la que parece que se concedía un lugar principal a la comida en común como signo de una comunión particular en el ágape. W. Ottather-H. G. Línk, Amor, en DTNT l, 110-116.

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Agrafa

Agnosticismo El término (gr. á-privativa y yvtíkjn; = «conocimiento»), aunque reciente (Th. Huxley, Agnosticism and Christianity, 1869) designa una posición que estaba ya presente en el pensamiento antiguo. El agnosticismo proclama la limitación radical del conocimiento humano; para éste no sólo es imposible conocer a Dios, sino que sería imposible decir incluso alguna cosa (bien para afirmar o bien para negar) en tomo a la existencia y a la esencia de Dios, a la vida ultraterrena y a cualquier realidad «suprasensible», es decir, que vaya más allá del horizonte de lo experimentable. En el ambiente cultural positivista y científico en el que está muy difundido, el agnosticismo se basa muchas veces en una absolutización del conocimiento empírico y de sus mé­ todos; serían éstos los límites naturales e infranqueables del conoci­ miento humano. Las doctrinas y las actitudes agnósticas tienen de todos modos diversas formas, desde la típica (hay algo más allá de la realidad experimentable, pero este algo no se puede conocer) hasta las que pueden asemejarse al ateísmo (se pasa fácilmente del «nada puede conocerse más allá de la realidad experimentable» al «nada existe más allá de la realidad experimentable»), y las fideístas, rela­ cionadas con el rechazo protestante de la teología natural. 1, Spletl, Agnosticismo, en SM I, 66-69.

Agere sequitur esse Este axioma de la metafísica escolástica se refiere no solamente a la precedencia lógica del ser sobre el obrar, sino también al modo de conocer tanto la manera meta de obrar como la posibilidad de su actuación por parte del sujeto agente. Afirmar que «el obrar es consecuencia del ser» significa establecer una correlación absoluta entre el ser y el obrar del hombre. El deber moral surge entonces de la necesidad de salvar, proteger y realizar la autenticidad del ser y tiene por tanto un fundamento ontológico y no arbitrario. Sobre este principio ha basado la moral católica la referencia ne­ cesaria a la ley natural en la elaboración normativa (norma categorial). M. Vidal, Modelos éticos basados en la «naturaleza humana normativa*>, en Moral de actitudes I, Madrid 1981, 187-196.

Agrafa (ftypatpa) La traducción literal de este término griego es: «(dichos) no es­ critos». Son algunas sentencias, pronunciadas por Jesús, pero que no se encuentran en los evangelios canónicos. Se conservaron sin embargo en otros lugares, como en los evangelios apócrifos, en autores cris­ tianos de los primeros siglos y en auténticas colecciones que se con­ servan en papiros descubiertos en Egipto a partir de finales del siglo XIX. De los centenares de ágrafa, sólo unos pocos pueden considerarse auténticos, aunque son numerosos los que se distinguen por su belleza. Entre otros se recuerda el que se conserva en Heeh 20, 35: «Hay más felicidad en dar que en recibir», 3. Jeremías, Palabras desconocidas de Jesús, Salamanca 41990.

Agmtinismo

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Anacoretismo

Agustinismo

Alienación

Por agustinismo se entiende una determinada corriente de pensa­ miento, que se inspira en la doctrina, verdadera o presunta, de Agustín, desarrollando algunos de sus motivos fundamentales. En teología, el agustinismo, que asumirá en la escolástica tardía (siglos XIV-XV) una actitud crítica frente al tomismo, se inspira par­ ticularmente en la doctrina agustiniana de la Trinidad y en la doctrina de la gracia y de la predestinación, que ya en la época patrística fueron objeto de ásperas discusiones, recogidas en otro contexto por la Re­ forma protestante y por el jansenismo. En filosofía, el agustinismo sostiene entre otras cosas: la teoría cognoscitiva de la «iluminación», la visión antropológica que ve en el hombre varias formas sustanciales y la prioridad de la voluntad sobre la razón, la noción metafísica de las radones seminales, los gérmenes vitales originales del universo como principios formales de la materia.

Del significado jurídico de venta o cesión de unos bienes, el tér­ mino alienación ha pasado a indicar en la filosofía moderna el estado espiritual de extrañamiento, de pérdida del yo en la alteridad despótica de otros seres. El concepto ha tenido una amplia aplicación en Marx, que ve en el hombre actual un ser caracterizado por múltiples alienaciones de tipo social, económico y religioso. La teología contemporánea, apelando a algunos textos paulinos, donde se utiliza el participio perfecto pasivo del verbo árc-aLLorpió© (traducido al latín por atíenatus: cf. Col 1, 21; Ef 2, 12; 4, 18) para ilustrar la condición que precede a la reconciliación con Dios, recurre al término alienación para indicar el estado de pecado del hombre.

A. Trapé, Agustinismo, en DPAC I, 61-64; E. Simons, Agustinismo, en SM I, 69-81.

Alegoría Este término griego indica literalmente «trasferir (la palabra) a otro sentido». En Gál 4, 24 se afirma que «se dijo por alegoría» lo que en el AT se interpreta en relación con la nueva economía. En sentido técnico, la alegoría es un relato (o en general un dis­ curso) que salta continuamente a un campo distinto. Las alegorías más celebres son, en el AT, las de los árboles (Jue 9, 8-15) y la viña (Is 5, 1); en el NT, las de la vid y los sarmientos y el buen pastor, en el evangelio de Juan (capítulo 15 y capítulo 10).

M. Flick-Z. Alszeghy, Antropología teológica, Salamanca 61989, 217-314.

Anabaptistas El anabaptismo («rebautizar» a los adultos; este nombre aparece en su confesión de fe del 1527) tiene su origen en tiempos de la Reforma. Algunos grupos, que no aceptaban las posiciones de Lutero y de U. Zuinglio, proclamaron un retomo a la fe simple del evangelio. Forman pequeñas comunidades de hermanos gobernados sólo por la Palabra. La persecución, que empezó en Zurich, los dispersó por Moravia. Luego se dividieron en varios movimientos, algunos de los cuales acentuaron tendencias milenaristas (con el señorío de Cristo que duraría mil años antes del juicio final) y comunistas. Anabaptistas, en ERC I, 586-587.

Anacoretismo (eremitismo)

V. Fusco, Paráboia/Parábolas, en NDTB, 1390-1409.

El verbo griego áva%rapé© de donde viene áva%rópriaii; y ávax©pr|tiji; designaba en Egipto a un individuo aislado (o grupo de individuos) que abandonaba el domicilio legal y desaparecía para sus­ traerse de las obligaciones del Estado (áva%cópr|aiq fiscal). Sin em-

Anacoretismo

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bargo, no parece posible establecer una relación entre el evasor fugitivo (’avaxcopryníí;) y el anacoreta cristiano. Las constantes de las bio­ grafías de los anacoretas cristianos más conocidos revelan raíces genuinamente bíblicas, aunque las modalidades del anacoretismo cris­ tiano manifiesten una influencia socio-cultural (oposición entre Dios y el mundo: soledad; entre tiempo y eternidad: huida del mundo; entre alma y cuerpo: ascesis corporal) que oficialmente podía compaginarse con los elementos peculiares del cristianismo. Las fuentes literarias del anacoretismo cristiano hablan de las etapas exigidas al asceta, que elige la vida anacorética, para conseguir el fin no solamente de una existencia desértica (el mundo busca al monje incluso en los parajes desiertos y, también en ellos está obligado a apartarse de él) o eremítica (también los anacoretas más ilustres con­ vivieron con maestros y compartieron un estilo semianacorético o coanacorético), sino de una existencia liberada de las necesidades y preocupaciones materiales y exclusivamente dedicada a la contempla­ ción. Se sitúa al principio la renuncia a los bienes, a la que sigue, a través de la segregación, la exteriorización de esta renuncia, que se transforma en desarraigo voluntario de la comunidad humano-cristiana, respecto al propio ambiente. El desierto (£pr|poXtj = «acercamiento») que indica la semejanza que se establece entre un cuadro o una escena de la vida cotidiana y la lección que hay que sacar de allí. Los dos órdenes de realidad no se presentan como idénticos, sino como semejantes, y el paso del uno al otro se confía a la habilidad del maestro y a la inte­ ligencia del discípulo. La parábola es de uso frecuente en las escuelas rabínicas y es también el medio preferido por Jesús. Pero hay una diferencia entre los rabinos y los evangelios: para aquellos la parábola es sobre todo ilustrativa, esto es, quiere iluminar la enseñanza que se está impar­ tiendo, mientras que para Jesús es provocativa, es decir, llama la atención sobre un tema que corre el riesgo de pasar inobservado. J. Jeremías, Las parábolas de Jesús, Estella *1971.

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Parénesis - parenético

Paráclito El Paráclito del griego itctpÚKXiytOí; = «mediador, intercesor» (palabra que pertenece al ámbito jurídico), indicaba originariamente al que era llamado para socorrer a alguien y ejercía así la actividad de abogado, asistente, intercesor ante la instancia competente. En el nuevo testamento se encuentra sólo en los escritos de Juan; con este término Juan entiende al Espíritu santo (Jn 14, 16; 15,26), aunque la expresión no se reserva exclusivamente a él, ya que también Jesús se designa como Paráclito, en el sentido de «auxiliador» (cf. Jn 14, 16: «otro Paráclito»; 1 Jn 2, 1, donde el término se le atribuye expresa­ mente a Jesús). O. Braumann, Paráclito-Intercesor, en DTNT II, 353-355.

Paralelismo Forma de expresarse típica de la lengua hablada y del ritmo po­ pular, que se complace en formular un pensamiento o en presentar una imagen, no ya con una sola frase, sino con dos, la segunda de las cuales recoge la primera reafirmándola o negando su contrario, o bien completándola. En el antiguo testamento el paralelismo es la ley fundamental de la poesía y del género sapiencial. En los evangelios sinópticos, Jesús lo usa con fidelidad a las leyes que lo rigen, pero con una marcada originalidad. J. Jeremías, Teología del nuevo testamento, Salamanca 51985, 27-33.

Parénesis - parenético Del griego rcapaívecnq = «exhortación», suele llamarse parénesis la predicación que tiene la finalidad de exhortar a la virtud. De aquí el adjetivo «parenético» para indicar un discurso exhortativo. Término bíblico, que revela un aspecto esencial en la predicación cristiana, designa no sólo una enseñanza, sino una forma de acercar al destinatario la realidad anunciada y portadora de gracia, como con­

Parresía

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suelo, afianzamiento y posibilidad de aceptarla; finalmente, como exi­ gencia y tarea que reclama la capacidad de cumplimiento. C. Floristán-M. Useros, Pastoral de ¡a palabra de Dios, en Teología de la acción pastoral, Madrid 1968, 367-380; C. Floristán, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral, Salamanca 1991, 541-561.

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Pastor aeternus

En el lenguaje cristiano sirvió para indicar la venida gloriosa de Cristo, en la que se llega al cumplimiento de la historia y que es al mismo tiempo juicio. En los estudios de escatología y de exégesis del nuevo testamento se encuentra la expresión «retraso de la parusía», para indicar la ex­ periencia de la primera generación cristiana, que habría esperado para un futuro muy cercano la venida gloriosa de Cristo y constataba sin embargo su retraso.

Parresía K, Berger-K. Rahner, Parusía, en SM V, 237-248; M. Kehl, Escatología, Salamanca 1992, 157-160.

En Juan, parresía (del griego nappT|cTÍa = «decirlo todo», esto es, «franqueza») es el carácter público de la obra de Jesús, pero también la franqueza, la sinceridad del hombre con Dios. En los Hechos, es el hablar con franqueza de los apóstoles, mo­ tivado por la fuerza de su fe. Por tanto, parresía significa «poder de la palabra». También en Pablo la parresía se manifiesta en la predicación del evangelio y se puede decir que es «la palabra gozosa, absolutamente libre y espontánea, utilizada tanto en la oración como en las relaciones humanas». En la Carta a los hebreos, la parresía se manifiesta en no sentí* vergüenza cuando se encuentra uno ante el Juez celestial (4, 16) y dh prueba de sí misma en la paciencia con que se afrontan los sufrimiento* (10, 34). En la primitiva literatura cristiana, el mártir demuestra parresía ante sus perseguidores. Toda oración, por el hecho de expresar nuestra relación filial con Dios, requiere parresía. Actualmente, parresía puede indicar globalmente el coraje del tes*> timonio cristiano (voz Martyría).

desde el punto de vista objetivo, hay que hablar siempre de acto grave (voz Ex tota genere suo). Suele citarse a Clemente VIII y a Pablo V como fuentes magis­ teriales que niegan la parvitas materiae en el terreno sexual, pero no hay documentos. Pasó a ser doctrina común por la intervención del padre C, Acquaviva, general de los jesuítas, que en 1612 prohibió en los colegios de los jesuítas la enseñanza de la existencia de la parvitas materiae. La declaración de la Congregación de la doctrina de la fe sobre algunas cuestiones de ética sexual Persona humana (29 de diciembre de 1975), en el n. 10, parece negar la parvitas materiae frente a algunas contestaciones actuales.

H. C. Hahn, Confiama-Valentía, en DTNT I, 295-297.

B. HSring, Libertad y fidelidad en Cristo I, Barcelona 1985, 410-413.

Parusía

Pastor aeternus

El término griego itapoocría (de rcapá-eipí = «estoy presente» significa «presencia, llegada, venida». En el mundo greco-romano indicaba la visita oficial de un príncip* a un lugar, dentro de un contexto festivo y fastuoso.

Es la primera constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo, aprobada solemnemente por los padres del concilio Vaticano I, el 18 de julio de 1870. Consta de un prólogo y de cuatro capítulos, seguidos cada uno por un canon.

Parvitas materiae Esta expresión latina indica «parvedad de materia» (voz Fuentes de la moralidad, lo referente al objeto). En general se habla de ella en el ámbito de la moralidad sexual. Si no se da parvitas materiae,

Petaría

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Proclama la doctrina sobre la institución, la perpetuidad y la na­ turaleza del primado del papa y define como dogma revelado por Dios la infalibilidad del mismo cuando habla ex cathedra. Es llamada primera constitución dogmática sobre la Iglesia, ya que la intención del concilio era emanar una segunda constitución sobre la Iglesia, en la que se ofreciese una descripción más detallada de la misma Iglesia.' Se había preparado el texto, pero la interrupción del concilio por las agitaciones políticas del 1870 no permitió su apro­ bación. Texto en Actas del concilio Vaticano, Zaragoza 1973, 109-126; DS 3050-3075 (trad. cast.: E. Denzinger, El Magisterio de la Iglesia [ed. D. Ruiz Bueno], Barcelona 1955 , 421927); G. Alberigo, Storia dei concili ecumenici, Brescia 1990, 388-390 (ed. cast. en preparación, Sígueme).

Patada Con este término se designa un movimiento popular reformado®' espontáneo, que interesa a la Iglesia de Milán y a Lombardía en el siglo XI. Los pátaros o patarenos (pobres harapientos; término que se deriva quizás de palée, en dialecto milanés = «harapos») eran personas llenas de fe, con un poco de fanatismo, animadas por el deseo sincero de ver al clero libre de la simonía y de las prácticas nicolaítas, y celoso en el ministerio. Sus cabecillas, Arialdo, Landolfo y Erlembaldo# austeros y pobres, suscitaron la reforma de la Iglesia. La santa sede apoyó el movimiento para promover la reforma, pero también para hacer reconocer en Milán su autoridad primacial. Patarenos, en ERC V, 1323.

Pecado original Es una expresión acuñada por san Agustín para indicar el estado de pecado (esto es, de deformidad respecto al proyecto de Dios), en que nacen todos los hombres, incluidos los niños. Este estado puede describirse como aquella herencia o incapacidad dialogal respecto a Dios y los demás hombres, que se ha originado

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Pelagianismo

por la fallida participación en la vida divina debido a una iniciativa libre del hombre (el pecado de «Adán», llamado también a veces «pecado original originante»), anterior a toda toma de posición de cada miembro de la humanidad actual. La existencia del pecado original (que hay que distinguir del pecado personal libre y que es pecado sólo en sentido analógico), más que en Gén 3, encuentra su afirmación decisiva en Rom 5, 12-21 y ha sido afirmada por el concilio de Trento, el cual sostiene además que en los bautizados el pecado original desaparece realmente, aunque permanece la presencia de la concupiscencia (DS 1515). Hoy la teología intenta replantear la doctrina del pecado original (en su doble aspecto: de presencia en cada uno de los hombres de una situación de pecado, que precede a los actos libres, y de conexión con el pecado personal del primer hombre), vinculándola más directamente a la cristología (el pecado original como necesidad universal de Cristo) y teniendo más en cuenta las nuevas concepciones filosóficas y cien­ tíficas. L. Serenthá, Pecado original, en DTI III, 744-764.

Pelagianismo El pelagianismo es una posición herética, que interesa sobre todo a la teología de la gracia. El pelagianismo rechaza, de hecho, la doctrina del pecado original y exalta la posibilidad de la libertad hu­ mana hasta el punto de negar la necesidad de la gracia (entendida como ayuda interior divina) para una observancia salvífica de la ley moral. Formulado primeramente por el monje británico Pelagio, que por el año 400 defendió en Roma una espiritualidad fuertemente voluntarista, el pelagianismo se difundió luego por obra de sus discípulos Celestio y lulián de Eclana. Firmemente combatido por san Agustín y condenado por el concilio de Cartago en el 418, el pelagianismo volvió a aparecer, en algunas de sus exigencias, en aquella corriente que, a partir del siglo XVI, fue llamada «semipelagianismo». El semipelagianismo, que no niega la necesidad de la gracia para la salvación, pero sostiene que al menos el comienzo del camino de fe (voz Initium fidei) corresponde exclu­

Pena

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sivamente al hombre, fue condenado junto con el error de Pelagio en el segundo concilio de Orange o Arausicano el año 529.

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Perfectae caritatis

colección y de enriquecimiento de las tradiciones que se fueron re­ cogiendo en el Pentateuco. A, Bonora, Pentateuco, en NDTB, 1472-1484,

V. Grossi, Pelagio-pelagianos-pelagianismo, en DPAC II, 1741-1745; H. Rondel, Pelagianismo, en SM V, 379-383,

Per se - per aceidens Pena Es un concepto correlativo al de delito o crimen; es la consecuencia del delito prevista por la ley. En el terreno canónico, es la privación de un bien generalmente espiritual o la limitación del ejercicio de los derechos y de los deberes propios de un fiel, dirigida a su corrección y al mismo tiempo a la expiación del delito. Esta doble finalidad de la pena puede manifestarse en concurrencia o en alternativa con el sistema penal canónico, muy atento por otra parte al efecto medicinal de la pena. Se incurre en la pena automáticamente al cumplirse el delito, si la pena es latae sententiae (literalmente: «de sentencia ya dada»); la aplicación de la pena, por el contrario, está condicionada a la sentencia judicial o decreto que la irrogan, si la pena es ferendae sententiae (literalmente: «de una sentencia por pronunciar»). I. Tarocchi, Penas eclesiásticas, en DTM, 929-931.

Pentateuco Significa literalmente, en griego (nevxá-TEi>%oq), cinco volóme* nes. Es el nombre con que, a partir del siglo II a. C., se indican los cinco primeros libros de la Biblia (llamados «ley», torá, en el canoil judío); considerados obra de Moisés. No puede hoy sostenerse la atribución mosaica directa. Los ar­ gumentos aducidos en contra por la crítica son aceptados más o menoé por todos. (Cf. también la carta de la Pontificia comisión bíblica id cardenal Suhard del 27 de marzo de 1948). Sin embargo, se reconoce que la figura de Moisés tuvo una parte decisiva en el proceso de

En lógica se dice que un cierto predicado conviene a un cierto sujeto per se cuando le conviene necesariamente, cuando se le ha de atribuir en virtud de la naturaleza misma del sujeto o de lo que es intrínseco al sujeto mismo (por ejemplo, «el hombre es racional», «el hombre es libre»). Por el contrario, un predicado le conviene a un sujeto per aceidens cuando le conviene de hecho, pero no necesa­ riamente (por ejemplo, «este hombre es bueno», «este hombre es sabio»). La escolástica distingue además diversos modos de predica­ ción per se. Aplicada al concepto de causa, la distinción per se-per aceidens indica la diferencia entre la causalidad de un ente o de una acción que están intrínsecamente ordenados a producir un efecto determinado, y la causalidad de un ente o de una acción que producen ese efecto, pero sin estar intrínsecamente ordenados a él. En metafísica, se dice que existe per se aquel ente que no tiene necesidad de ser inherente a otro para existir (existen per se los entes sustanciales). El existir per se no tiene que confundirse con el existir a re; existe a se sólo Dios, en el sentido de que Dios existe por virtud propia, sin que tenga necesidad de ser producido o de ser hecho por otro para existir. J. Ferrater Mora, Per se-per aceidens, en DF II, 390-391.

Perfectae caritatis Es el decreto del concilio Vaticano II sobre la renovación de la vida religiosa, promulgado el 28 de octubre de 1965. Cree necesario poner al día algunos aspectos de la vida de los religiosos para que, de acuerdo con la Lumen gentium, busquen su renovación dentro de la fidelidad a la propia tradición, pero también al tiempo actual.

Persona

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Siguen siendo constitutivos de las diversas formas de vida religiosa los tres votos: castidad, pobreza, obediencia; la vida común, la clau­ sura. Se subrayan además la continua puesta al día, la formación reli­ giosa y el apostolado; se invita luego a promover las federaciones entre los religiosos y a cuidar con especial atención la selección de voca­ ciones. J, Lobo, Decreto sobre la renovación y adaptación de la vida religiosa, Barcelona 1966.

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Placet iuxta modum

Peáitta Término siríaco (= «la simple, la común»), que indica la traduc­ ción siríaca de la Biblia, que tuvo en la Iglesia siria una importancia análoga a la que tuvo la Vulgata en la Iglesia latina. La fecha de esta versión es incierta. Sólo puede decirse que se hizo en conexión con la presencia del cristianismo en Siria y que, tanto para el antiguo como para el nuevo testamento, no puede hablarse de una obra rápida, sino de un trabajo lento. En efecto, los libros se tradujeron en circunstancias distintas. PeSitta, Versiones de la Biblia, en DB, 2003.

Persona El concepto teológico de persona se desarrolla dentro de la primera reflexión cristiana con la intención de explicar teológicamente tanto el misterio de la trinidad como el de la encamación, sin caer ni en el politeísmo ni en la negación de la divinidad de Jesucristo. Persona indica la relación hipostatizante (voz Hipóstasis) en la que se actúa la única divinidad: por tanto, tres personas (tres relaciones hipostatizantes) del único Dios. Fue Boecio (por el 480-524) el que dio la primera definición fi­ losófica: Persona est naturae rationalis individua substantia («persona es el sujeto individual de naturaleza racional»), esto es, aquel ser individual de naturaleza racional, dotado de una vida interior, inalie­ nable (alteri incommunicabilis = «no comunicable a otros»), pero esencialmente en relación. El personalismo cristiano intenta mantener estrechamente unidas la individualidad y la racionalidad. En la concepción moderna, se entiende por persona la subjetividad del ser humano caracterizada por la interioridad, la inalienabilidad (autoposesión), la espiritualidad, la conciencia, cualidades que fun­ damentan la afirmación de la dignidad de la persona, y sus derechos inviolables. U. Galeazzi, Persona, en DTI III, 787-792; M. Müller-A. Halder, Persona, en SM V, 444-456.

Pietismo El deseo de una experiencia religiosa interior más profunda, unido a algunas críticas al aparato jerárquico de las Iglesias evangélicas con vistas a una renovación, dio origen al movimiento que lleva el nombre de pietismo (siglos XVII y XVIII) y que informaría luego al «movi­ miento de despertar» tan significativo dentro de las Iglesias refor­ madas. Los exponentes más notables del pietismo fueron Ph. J. Spener, A. H. Francke y N . L. conde de Zinzendorf, los cuales promovieron una intensa interioridad personal y al mismo tiempo un fuerte com­ promiso en el terreno social (colegios-orfanatos) y misionero. Reafir­ maron el sacerdocio universal de los creyentes y la plena comunión entre ellos en la vida cotidiana, apartados de la corrupción del mundo, sin preocuparse demasiado de la doctrina de los teólogos. Pietismo, en ERC V, 1561-1562.

Placet iuxta modum Para llegar a la aprobación definitiva de un texto por parte de una asamblea, se da con frecuencia la posibilidad de expresarse una o varias veces con una triple fórmula de voto: placel (afirmativo, de aprobación), non placet (negativo, de rechazo) y placet iuxta modum (aprobación condicionada). En este último caso es necesario expresar el modus, es decir, la enmienda propuesta para el texto, con el que por otra parte se está fundamentalmente de acuerdo.

Pleroma

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Una comisión nombrada para ello tiene que proceder luego nor­ malmente a la expensio modorum («examen de las enmiendas»), in­ sertándolos eventualmente en el texto que se aprobará luego defini­ tivamente. Las normas específicas para ello figuran en el Ordo ( = reglamento) de cada asamblea. Cf. Juan XXIII, Ordo concilií oecumenici Vaticam II celebrandi, Citti del Vaticano 1962, ait. 37.

Pleroma Esta palabra griega (TtXtjpcopa) significa «plenitud» y tiene en la Biblia una multiplicidad de sentidos: significa a veces el contenido que llena un espacio (1 Cor 16, 32; Sal 24 [23], 1), o lo que completa alguna cosa (Mt 9, 16; Me 2, 21; Col 1, 24); otras veces designa el continente o también la totalidad (Rom 11, 12), la abundancia (Rom 15, 29), el cumplimiento (Rom 13, 10). En el nuevo testamento indica la plenitud de los tiempos mesiánicos y escatológicos (Gál 4, 4; Ef 1, 10), o bien la plenitud que habita en Cristo (Col 1, 19), es decir, el p o t e salvador de aquel que ha recibido toda potestad en el cielo y en la tierra, o bien la Iglesia, como plenitud de Cristo (Ef 1, 23), como lugar en el que se ha establecido y está presente la plenitud de aquel Cristo que, por medio de ella, incluye al cosmos entero en su plenitud.

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Populorum progressio

Poligenismo El poligenismo (del griego noLúq = «mucho, múltiple» + yévvr)Gi
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