Canguilhem, Georges - Lo monstruosidad y lo monstruoso.pdf

August 6, 2017 | Author: Santi Lp | Category: Reason, Late Middle Ages, Species, Science, Nature
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La Momsrauoslnan Y L0 Mclwfsrancsc PJ

La existencia de mcnstrucs pene en duda el pcdcr que la vida tiene para enseñarncs el crden. La aparición de esta duda es inmediata, por prclongada que haya sìdc nuestra ccnfianaa antericr, per sólida que haya sido nuestra ccstumbre de ver las rcsas silvestres flcreeer en el rcsal, Ics renacuajcs trccarse en ranas, criar las yeguas _a los pctrillcs, 3-' de uma manera general, ver lc misnnc engendrar lc misma. Basta una frustración de esta ecnfianza, una diferencia fllüfffllågiflfi, una apariencia dc ambigüedad para que un tcmcr radical se apodere de ncsctrcs. Aceptada el temer, se dirá. ¿Pere por que radical? Pcrque scmcs seres vives, rescltadcs reales de las leyes de la vida, causas eventuales de vida, a nuestra vea. Un fracasa de Ia vida ncs ecneierne dcblemente,-, porque un fracasc hubiese podidc alcamarnns y un fracasc ¡åïría accnteccr por causa nuestra. 5-úlc porque, en tante que hem , scmcs serca vivcs, un rnalcgre mcafciógicc es, a numtrcs cjcs vivientes, un menstmc. -Imaginémcncs pura razón, pura máquina intelectual que ve-

rifica, calcula y cctnputa, ínertes e indiferentes por lc tantc a Ílcs dates de nuestro pensamiento: el :mcnstruc seria sclamente lc ctrc. un crden distinta al crden mas prcbable. La calificación de mcnstruc debe reservarse sólc para las seres crganiccs. Ne existe un mcnstruo mineral ni un mcnstruc mecanica. Aquella que carece de regla de cchesión interna, aquellc cuya Ecnna v dimenaicnes nc presentan diferencias variables ccn respecta a un módulo que puede traducirse en medida, mclde c mcdelc, nc puede ser llamada mcnstrucsc. Se dira de una rcca que es encrme, pere nc de una mcntaña que es mcnstrucsa, salvc en 33

ntecanes

LJ; Iv!-DHETHUCHUÍHLD "lt" Lfl- `.lhI'Dh'S'I1l'U'DSIZI-

el universo de lo fantastico, en el que podrá parir un ratón. Habría

cional de descomposición del organismo, es la limitación per lg gg-

que dilucidar las relaciones entre lo enorme y lo monstruoso. Ambos se hallan fuera de la norma. La ,norma a la que lo enorme cscapa es simplemente métrica. ¿Per que en este caso se acusa a lo

te-rior, la negación de lo viviente por le no viviente. Pere la mens-

enorme solo desde el ponte de vista del tauiaiiei Indudablemente porque alcwado un ciertd grado de crecimiento, la cantidad com-

truesidad es la amenaea accidental jr condicional de inacabamiente e de distersion en la formación de la forma; es la limitación per .lo interior, la negación de Io viviente per le ng -,-¡_-¿.¡|;,]E_ *..

El sentimiento confuso de la importancia del monstruo para ima

promete a la cualidad. La enerrnidad tiende hacia. la monstrnosì-

apreciacien correcta y cempleta de los valores de la vida determi-

dad. Ainbigüedad del gigantimio: ¿es un gigante enorme o monstruoso? El gigante mitolegice es un prodigio, es decir que su tamaño "aniquila el fin que constituye su eoncepto".¬- Si el- hombre se

na la actitud ambivalente de la conciencia humana a su respecto.

define por cierta limitación de fuertes, de funciones, el hombre que por su tamaño escapa a las limitaciones del hornbre ya no es hom-

bre. Decir que ne lo es más es, por otra parte, decir que lo es todavia. Por el contrario, la pequeños parece encerrar la cualidad de la cosa en la intimidad, en el secreto. La cualidad se preserva mejor cuanto menos se la expone. En la definicion de monstruo debemos comprender entonces su naturalesa de viviente. El monstruo es lo viviente de valor negativo. Se pueden aplicar aqui algunos de los conceptos fundamentales de la teoría de los valores de Eugène Dnpréel, tan profunda y original. Lo que constituye el valor de los seres vives, e más ermctamente le que hace de los vivientes seres valorisados en relacion een el modo de ser de su medio fisico, es sn consistencia específica, recortada sobre las vicisitudes del medie material, consistencia que se er.-presa por la resistencia a la deformación, por la lucha por la

integridad de la forma: regeneración de mutílacicnes en ciertas especies, reproduccion en todas. Ahora bien, el monstruo no es tan sole un viviente de valer dismirmide, es un viviente cuyo valer reside en el contraste. Al revelar la premri-edad de la estabilidad a la que la vida nes había babitnado -sì, solamente habituado, pere

habiamos her-.be una ley de este hábito-, el monstruo confiere a la rcpcticien especifica, a la regularidad morfológica, al ésito de la estructuración, nn valer tanto más eminente cuanto que ahera aprehendernes su contingencia. La monstrnosidad v no La muerte es el contravaler vital. La muerte es la a.mena:r.a permanente e incondi'ÉaflI,C†Hicuacuƒegrmcrc,iae.

Temor, hemos dicho, v aun terror pánico, per una parta; Pam mmbién, por otra, curiosidad y hasta fascinación. Lo monstruoso es lo maravilloso al revrf-s, pero es le maravilloso a pesar de to-de. Per flflfl parte, inquieta: la vida está menos segura de si misma de le

qne se hubiese podido creer. Por otra parte, valoriaa: puesto que la vida es capas de fracasos, todos sus exitos son fracasos evitades. El que los entes ne sean necesarios, los desvaloriaa en bloque, pero lfifilïfi a cada une de ellos en particular. Cuando se censidera la filosofia de los valores desde el punto de ¬vista de los valores negativos, no hay drfzpultad en afirmar con Gaston Bachelard que le verdadero es el! limite de las _ilusienes perdidas ff, en nuestro problema, HD hay mas que decir, con Gabriel Tarde, que el tipo normal es el cero de menstruesidadš Para desde que se ha inducide a la eenciencia a sospechar la escentr1c1dad de la vida, a disociar les conceptos de reproduccion F Tiipflticiúfl, ¿qtlidn le impedirá iruaginarla más viviente aún, se

decir capas de mayores libertades de ejercicio, supenerla capas ne solo de excepciones provocadas, sino de trasgresiencs espontáneas

a sus propias costumbres? En presencia de un pajaro de tres patas,

¿habra que asembrarse de que esista una de mas e de que sea apaflas una la que está de más? Iuzgar la vida timida c- acenómicg cg sentir la inquietud por ir mas lejos que ella. ¿Y de dende puede

proceder este impulso que arrastra al espiritu de los hombres a vestaponer a los productos rnenstruosos de la vida, como otros tantes Proyectos susceptibles de tentarla, grifos de cabezas múltiples, hombres perfectos, emblemas teratemorfos? ¿Deriva de que la cada E5taria inscrita, en el sentido geométrico del término, en la curva da 3 L'

El

unicnsclfe, Parü, 1397, pág. 25. Ífi

nróoenns

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un impulso poético cuya conciencia asume lo imaginario revelandolo infinito? ¿U bien, las estravagancias de la vida incitarian a la imitacion a la fantasia humana, que devolveria firralmentc a la vida aquello que le fue prestado? Pero hay aqui una distancia tal entre el prestam-o y la restitución, que puede parecer absurdo aceptar una explicación tan virtuosamcntc racionalista. La vida es pobre en monstruos. Lo fantóslico es un mundo. Surge aqui la cuestión espinosa de las relaciones entre la monstruosidad y lo monstruoso, dualidad de conceptos de un mismo tronco etirnológioo. Están al servicio de dos formas del juicio normativo, médico 1' juridico, inicialmente confundidos más que amalgamados en el pensamiento religioso, progresivamente abstractos jr laícizados.

No es dudoso que la Antigiìedad clasica jr la Edad Media hayan considerado la monstroosidad como efecto de lo monstruoso. La misma palabra hibrido, tan positiva v descriptiva en apariencia, lo confirma en su etimología. Los productos animales interespecificos son el resultado de cruaamientes que violan la ley de endogamia, de uniones qud no respetan la semejanza, Ahora bien, de la hibridación a la menstruesidad el pasaje es fácil. La Edad Media conserva la idenüficación de lo monstruoso con lo delictuoso, pero lo enriquece con una referencia a lo diabólico. El monstruo cs a la ver: el efecto de una infracción a la regla de segregación sexual especifica jr el signo de una voluntad de perversión del cuadro de las criaturas. La menstruosidad es menos la consecuencia de la contingencia de la vida que de la licencia de los vivientes. ¿Por qué, pregunta Escipieu de Pleirz, el África produce mas monstruos que las otras regiones? “Porque animales de toda clase, al encontrarse juntos cerca del agua para beber, se acoplan ordinariamente sin distinción de especie”.“ Se ve a la monstruosidad convertirse en falta de discreción, término ambiguo pleno de sentido aqui, |La mons-

lqipìpsidad, consecuencia de rm Canraval de animales, después de erl

Más aón que en el caso de los animales, cuando se trata del *ÚorprdePHiocop.FHs:LcPhoflquemr5sirnordsscñorrsnnonHaabbroVfl. rap- i'2:dHmmm-rs,Girarbn, llìiii.1*eri¬Par*is. 1641?.

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L.-!L 3-IDH5"lIBUü5lII.fi.D 'E' LD ¦IrI-'¦|-¦I'~¦STH.'||'.E{t-

hombre, Ia aparición de la monstruosidad es una rúbrica. La cuestión de lo ilícito eclipse a la de lo irregular; la responsabilidad eclipsa a la causalidad. Si Gricntc divinisa a los monstruos, Grecia jr Roma los sacrifican. ademas, la madre es lapidada en Lacedemo__-sia; expulsada en Roma, y vuelta a admitir en la ciudad des-puós -'de ima purificación. Tal diferencia de actitud tre Egipto p Roma ¿depende por lo pronto de una teoria diferente de las posibilidades de la oaturalera. Adnritir la metempsicosis, las metamorfosis, es admitir un parentesco de las especies, incluido' el hombre, que justifica la interfecundidad. Por el contrario, puesto que se distingue

en la naturaleza sonas de influencia de las divinidades, e pactos frmdamentales (Lucrecio), puesto que se esboca una clasificación

de las especies fundada sobre el modo de generación jr se emprende la observación de las condiciones v circunstancias de la fcctmdación (Aristóteles), la naturaleza se define por imposibilidades

tanto como por posibilidades. La monstnoosidad rteomorfa, si se admite su existencia, debe ser considerada como la conseeueneiaƒdc una tentativa deliberada de infracción al orden de las cosas que es una con su perfección, la consecuencia de un abandone a la vertiginosa fasdnación de lo indefinido, del caos, del anticomos, La unión, en la Edad Media, de la teratolegia jr la demonologia, aparece entonces como el resultado del dualisnro persistente en la teología cristiana, tal como lo ha señalado Ernest Martin en su Histoire des it-ionsiresfi Existe ima abundante literatura sobre el tema, Nos remitiremes a ella sólo en la medida en que nos permita com-_ prendcr cómo lo monstruoso, concepto inicialmente jurídico, se ha ido eligiendo progresivamente en categoría de la imaginación. Se trata, en síntesis, de un demlar.-amiento de la responsabiiidad. Los

teólogos, jueces o filósofos que no podían admitir la posibilidad de un comercio directo de las mujeres con los incubos o los súcubos

no dudahan en admitir que la visión de una aparición demoniaca pudiese tener el efecto de alterar el desarrollo de rm embrión humano. La teoria de los antojos, todavia viva en el pueblo, es espuesta por Hipócrates en el tratado De te Superƒóretion. Se cuenta de este principe de la medicina que aplicó la teoria para disculpar a 4 ffi-rtoírc dos rnorl-tires depuis Lirrriqrsfló ,in.Iqu'd rr-cc ƒourr, Paris, Id-ED, prìg. H-9'.

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nróoarsas

La r-rorssraoosrnso sr no xronsraoflso

una noble atcniense, explicando que bastaba con que hubiese eentemplado un retrato de etiope, En síntesis, mucho antes de que Pascál dentmciase a la imaginación como patrona de falsedad jr errores, se le habla otorgado ya el poder fisico de falsificar las operaciones ordinarias de la naturaleza, itrrrbroise Pare cnmnera el poder de la imaginación entre las causas de mocstruosidad. Malebran-

Se acaba de ver cómo se otorgaba a la imaginación el poder de imprimir* a los v'ivienl:e-s en gestación los rasgos de un objeto -per-

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cbc propone, según los principiosdel mecanicisnre cartesiano, una

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explicación estrictamente fisiológica. La imaginación no es aqui más que ima función fisica imitativa, segóu la cual los objetos per-

cuya leyenda e historia mezclahan; de su desprcocupación en sepa-

rar la realidad de la ficción, dispuestos a ercer al mismo tiempo que

cibidos por una madre tienen tm "contragolpe" sobre el niño en

los nloustnros existen porque- son irnaginados jr que puesto que son

gestación. Ahora bien, Malebranche admite, como Hipócrates, que la percepción de un simulacro acarrea los mismos efectos que la percepción del objeto. Afirma que las pasiones, el deseo jr los desórdenes de la imaginación tienen efectos semejante-s.f Bajo una forma racionalizada, debilitada por lo tanto, encontramos ya aqui lo

irnaginados emten, o, dicho de otro modo, que la ficción crea la realidad 3' que la realidad autentifica la ficción.

monstruoso en el origen de las monstruosidades. La ventaja de esta

teoria para Malebranche, partidario de la preformación p el encaje de los géruteues, está cu que crime a Dios del reproche de haber creado en el origen górmenes monstruosos, Se querria poder objetar que una teoria tal conviene qui,-ra al caso de la mgnguumiflad luunana., pero no admite generalización. Se la ha gcnemljgadg 5111

sstbargc- El doctor Eller (losa-lino), director de la ,academia

Real de Prusia, publim, en l'ì'5ti, en las Memorias de dicha acude-

mia, una disertación que reconoce ai animal el poder de determinar mediante la imaginación rms monstruosidad notable, Ellcr describe tm pene, que el mismo había observado, nacido con una cabeza que "se asemejaba bastante a la de un gallipavo", La madre, estando preriada, tenia Ia costumbre de pasearse or el corral, de

donde la echaba a picotaxos tm gallipavo irascibfd. En virtud de lo cual Eller puede escribir: "Las mujeres no deben vanagloriar-

se de ser las únicas que poseen la prerrogativa de producir monstntos por la fuena de su imaginación; estamos convencidos, por el

fslatc precedente, de que los animales pueden hacer otro tanto.” i I fl-*”fii"i"f-¡"i-'flif ¡II 1-i'¿"i-I'-É. libro II, 1' porte, cap. T.

" F-ss"=si=s==sItsiafr-=-i±1'a1=n;rasrcss-arssrsre tanatenrtseats. r r rn,-_,,,,,.,, ds I',-tccris's-me- repair der rm-anccr es irsiier-

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cibido, de una efigie, de un simulacro, los contornos incomistentcs de un desee, es decir, en el fondo, de un sueiie. Dado que en los siglos xvn. y rtvru se atribuye tanto poder a la imaginación --jr en una tentativa de explicación racional-, no debe asombrar la familiaridad que los hombres de antaño vivian con tantos monstruos

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La teratología de la Edad Media jr del Renacimiento, más que un censo de monstruos, es una celebración de lo monstruoso. Es una acumulación de temas legendarios y de esquemas de figuras en los cuales las forums animales juegan, por decirlo asi, a intercamhiar órganos jr variar sus combinaciones, jr donde hasta las hermmieotas jr las máquinas son tratadas como órganos, compuestas con partes de seres vivos, Los gr)-'llos de Hieronimus Bosch no conocen limite entre el organismo y el utcnsilio, ni frontera entre lo menstruoso jr lo absurdo. Las obras recientes de Baltrusaitis: Le Moyerr Age ƒmrtostioue "', Héoeils et prodiges 3, aportan ima contribución decisiva a nuestro conocimiento acerca de los origenes y el significado de los temas monstruosos, Los monstruos son los motivos invariables de los bajorrelieves de las catedrales, de las iluminaciones del Apocalipsis, de los bestiarios jr las cosmografias, de las estampas licenciosas, de las colecciones de augurios sf profecías. Los ulismes esquemas de monstruos, los mismos seres compuestos, son ya simbólioos, ya documentales, ya didácticos, Los distintos paises de Etnopa los diftmden, los intercambian, los comparan. Los Paises Bajos jr Suiaa, Anvers jr Basilea son sus panias florecientcs. Las primeras obras de teratologia de intención etiológica, las de los cirujanos o médicos como Pare o I,-iccti, se distinguen apenas de las

crónicas prodigiesas de Julius Dbsequens (siglo rr] jr de Licoste'i' Paris, Colin od-. lflää, 5 Paris, Colin cd., itiliü.

Sii

nrócnnns

La ietoiisraucsman v no uoois-reunen

nes (1557). Su iconografía yuatapone la mcnstruosidad y lo mons-

ooexistir los esti-emos, es la edad en que se vo a los locos vivir en

tmoso: cl niño de dos cabezas, el niño velludo y el niño con cola

de rata cervical, la mujer urraca y la muchacha de patas de btura,

el cerdo de cabeza humana v el monstruo bovmo de siete cabezas (como la bestia del Apocalipsis), entre muchos on,-os. Pero parece llegado el momento en que el pensamiento racional I1-iunfará sobre la monstruosidad, tal como la imaginación se complacia en creer que los lróroes jr los santos podían hiunfas sobre los monstruos.

"El complemento necesario de un monstruo es un 1;-sa-abro de

niño", ha dicho Paul Valéry, quien considera uniformemente ridiculo el papel que las artes hacen desempeñar a los monstruos pmtados,

cantadas o esculpidas, y que confiesa que no puede contener la risa frente a las composiciones msólitas jr extravagantes que nos ofrecen las colecciones de animales paloontológicosf' Estas palabras de Valéry presentarse como el compendio de la aefii;-ud mainnalista ante lo monstruoso, en la al-poca de la teratología positiva.

Cuando la monstmosidad se convierte en tm concepto biológico, cuando las monstruosidades son divididas en clases según relaciones constantes, cuando se alardea de poder provooarlas experimentalrncntc, entonces el monstruo es naturalizado, lo irregular se somete a la norma, el prodigio a la previsión. Parece entonom lógico que el espirim científico encuentre monstruoso que el hombre haya podido oreer en otras epocas en tantos animales monstruosos, En la épüffl flfl' lil-9 fålilllfls la monstruosidad denuncia-.ba el poder mons-

flflioso de la imaginación. En la epoca de las experiencias, lo moristruoso es tenido por síntoma de puerilidad o enfermedad mental; denuncia la debilidad o el desfallecimiento de la razón. Se repite, Úllflflilfl ii Güïfii “El sueño de la razón engendra monstruos”, sin

refleinonar, teniendo en cuenta precisamente la obra de Goya, si por engendrar debe entenderse concebir monstruos o bien parirlos, si el sueño de la raaón no sería mires liberados que generador de monstruos. La misma epoca liistóritn que, segifui Michel Fon-

Úflull-' mi ha naturalizado la locura, se dedica a neutralizar los monstruos. La Edad Media, que no se denomina asi por haber dejado “' -ia wie: ¿sauna _ ' seI FerraraI 1 Para |- Gaitcnsrd, as* aa .-,, toas ,

El.

1" FW" it "-'im-'^~'-'=f=› H-aora de te 1'-rte -i rage cacique. rafa, rea rsel. 4:0

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sociedad con los sanos y a los monstruos con los normales. En el siglo :sar el loco está en el hospicio, donde sirve para mostrar la razón., y el monstruo en el frasco del ernbriólogo, donde sirve para

Í-'-mostrar la norma. El siglo mrrrr no fue demasiado duro con los monstruos. En tanto que m luces pusieron en fuga a muchos, asi corno a muchas brujas -"Si viene el dia, escapemos' dicen los brujos en uno de los Caprichos de Go1.ra-, ofreció la paradoja de buscar en los organis-

mos aberrantes atajos para la comprensión de los fenómenos regulares de la organización, Los monstruos fueron considerados como los sustitutos de experiencias cruciales capaces de decidir entre los dos sistemas concernientes a la generación 1,' el desarrollo de plan-

tas ir anirnalm: la preformaoión ff la epigénesis. Se los utilizó.tambien para suministrar a La teoría de la serie cont:inna de los seres el

argumento de las formas de transición, o, como decía Leibnia, de las especies intermedias. Puesto que aparentan ser especificamente cqnivocos, los monstruos asegxu-an el pasaje de una especie a otra. Su asistencia facilita al espiritu la concepción de la continuidad. Natura nou faoit saltos, non dotar Biazt-as ƒormarurn: por ello esssten monstruos, pero a titulopuramonte comparativo. De Maillet jr Hobiuet hacían lo necesario para evocar, sin tener que inventarlos, todos los que necesitaban, y asi se ve a los peces-pajaros, los

hombres marinos jr las sirenas resurgir de los bestiarios del Renacimiento. Besuoitan además en un contexto y según una intención que recuerdan el espíritu del Renacimiento. Se trata de una msnrrección contra la legalidad estricta impuesta a la naturaleza por la fisica 3' la filosofia meoanicistas. de una nostalgia por la indeterminacíón de las formas, por el panpsiquisrno, por el pansennalis-

mo. Se roctn'ro a los monstruos para legitimar una visión intuitiva de la vida en la que el orden se desvanece frente a la fecundidad.

El Teiiiom-ed, entretiene ¿fan philosophe indica as-ec en rnissiounaire français (1748), es la mitología oriental resucitada para ponerla al servicio de la antiteol 'a. Y en las Considéfaiioas phiqaes de la gradation riatrsreoïe dos formes de Ferre oo las Es.sa.i-s de la Nature qui apprenaï fl faire fliomma (1743) leemos: "Croc41

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urócnnns

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rnos que las formas en apariencia más eróticas. . . sirven de pasaje a las formas vecinas; que preparan e introducen las combinaciones quc les siguen, asi como son introducidas por aquellas que las

preceden; que lejos de perturbarlo, contribuyen al orden de las cosas.” " Las mismas tesis jr parecidos argumentos se retoman en el Raoederl"Aleml›ertyenlaLetn'esnrlesaueugiesdfusagedeosea ani ooient. Ademas, Diderot, en esta misma Lettre, al calificar de monstruo al ciego de nacimiento Sauuderson, profesor de óplìee fisica, cuyo ejemplo expone en wide de la visita al ciego de na-

cimiento de Puisaus, entiende dar una demostración de su método de empleo sistennitico de la monstruondad como ìfläüllflleflfü di análisis jr doicornp-osioiónnen materia de génesis de las ideas y los

ideales. En resumen, ya se trate de embriologia, de sistemática o de fisiología, el siglo avm hizo del monstruo no sólo tm objeto smc también un instrumento de la ciencia. Í En el siglo ma se elabora verdaderamente la esplicación cienti-

fica de la monstruosidad jr la reducción correlativa de lo monstruoso. La toratologla nace del encuentro de la anatomia comparada jr

de la emlniología reformada por la adopción de la teoria de la epigénesis. jean-Frederic lvieclcel el joven esplica por detenciones del desarrollo, tal como va lo habia sugerido K. F. Wolff (De orto monstrornrn, 1TT2}, ciertas monstruosidades simples, en particrular lo que se denominaba entonces monstruosidades por defecto. Etienne Geoffnoy Saint-Hilaire sustituye la noción de retardo por la de deten-

ción. La monstruosidad es la fijación del desarrollo de un órgano on urr estadio superado por los otros. Es la supervivencia de una forma embrionario transitoria. Para mi organismo de rms especie dada, la monstruosidad de hoy es el estado normal de anteayer. Y en la serie comparativa de las especies puede suceder que la forma monstruosa de una sea para otra su fornra normal. En su Histoire des anomalías de Forganisation (1337), isidore Getrffroy Saint-Hilaire, hijo de Etienne, concluye -jr de manera def1`11íH'e'fl en algunos puntos- la domcsticación de las monstruosidades,- agrupándolas entre las anomalías, clasilicåndolas

las reglas del

método natural, aplicandolos una nomenclatura metódica todavia 11 mg- rss. ¿E

mE "L" LD HCHÍSTBIUEÚ

en vigor, pero naturalizando sobre todo el morrstruo compuesto, aquel eu`el que se encuentran reunidos los elementos, completos o moompletos, de dos o varios organismos. Autarìo, el monstruo compuesto era tenido por el monstruo de los monstruos, porque se lo eontrontaba con la norma de rm solo mdividuo. Pero si se refiere el monstruo com uesto a dos o varios mdividuos normales, este tipo de monslruosidad no es ni.-.is monstruoso que el de la monstruusidad simple. Isidoro Geoffrey Saint-Hilaire formula reflexiones muy atinadas sobre la er-.isirencia de las anomalías. Una de sus fórmulas las resume: “No hay excepciones a las leyes de la naturales-:a__ smc a las leves de los naturalistas.” 'E La relación de los conceptos de anomalía jr variedad se presenta llena de interes, jr alcanzará su mayor hacia el fin del siglo, en el contesto de las teorias de la evolución. Formado por descripciones, definiciones v clasificaciones, la toratología m desde entonces una ciencia natural. Pero en tm siglo que tiene apenas dos años mas que el término jr el concepto de Biología, toda historia natural tiende _a convcrti.rse eu ciencia errperimental. Camille Dar-este (1822-1899) funda entonces, a mediados del siglo, la teratogenia., el estudio experimental de las condi-

ciones de producción artificial de monstruosidades. El artista de la Edad Media representaba monstruos imaginarios. El sabio del siglo zrrt pretende fabricarlos reales. ri. imitación de Marcello Herthalot que decia que la química crea su objeto, Dareste proclama que la teratngenia debe crear el suyo. Se jacta de haber logrado obtener en el eiribrión de pollo la mayor parte de las monslruosidades sim-

ples, según la clasificación de Isidoro Geoffrey Samt-I-Iilaire, y espera poder llegar a producir variedades hereditarias, alentado por el comentario de Darwin sobre sus experiencias “llenas de promesas para el porvenir", Daroste se propone emplear los recursos de la experimentación para la elucidación del origen de las especies.” Desde entonces la rnonstruosidad parece haber entregado el secreto de sus causas jr de sus leyes; la anomalía parece llamada a

brindar la esplic-ación de lo formación de Io normal. No porque lo 11 Op. cit., tomo I, pig. 31. 1-¦| Rechercher ,nrr lo prodrrction `

dos 43

, Paris. ió'-"Í'. piig, -i-t.

crócnszs_

normal no sería mis que una forma atenuada de lo patológico, sino porque lo patológico es lo normal frustrado o desviado. Suprimid el impedimento jr obtendréis la norma. La transparencia de la rccns-

truosidad para el pensamiento cientifico la separa en lo sucesivo de toda relación con lo motistruosc. Sistematicamente, el realismo

condena a lo monstruoso a no ser en el arte más que el calco de la monstruosidad. Hajf que ser japones para seguir pi¿|1¡m1¢1,_-;,-aimgones, en una época en la que Gustave Ccurbct gruñe; “Si queréis

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Egipto, a imitación de las técnicas empleadas en los famosos hornos para pollos. Las experiencias tendían a la deterrninaoión de anomalías embrionarias. Aprovechando, en 1529, la enseñanza de estas investigaciones en relación con el problema planteado por Lamarclr acerca de las modificaciones de los tipos animales espe-

berto para tener la ocasión de pintar un monstruo, obteniendo como

,E"f`cificos, Etiemre Gooffrojr Samt-Hilaire escribe: “Intente conducir la organización por caminos insólitos.” H Sin duda, esta decisión, en cuanto lleva a operar sobre huevos de pájaro, no manifiesta ninguna motivación inconsciente fabulosa. ¿Diremos lo mismo de Hóaumur qrrien, despues de haber referido prolijamente lo que él denomina los amores de una gallina jr un conejo, expresa su decepción

resultado inmediato el hacer decir a los Goncourt que el ar-rc dc Inc franceses no conoce mas monstruo que el del relato de Teranrcnos,

"pollos recubiertos de pelos o conejos guarnecidos de. plumas"l-'

que pinto diosas, mostrådmelas." Si subsiste en Emo

lo mona-

truoso se vuelve modesto jr anodino. Ingres debe en P,-act,-,_ mo al Roland ƒurieur el tema de la liberación de áargëlíca por Ro-

jr provocando mis tarde la risa de Valérjr. Paralelamente, la antropologia pcsitivista se consagra a desvaloriaar los mitos religiosos jr

sus icprcsentaciones artisticas. En 1578 el doctor Parrot intenta demostrar, delante de los miembros de la Sociedad de .antropología, que el dios enano Fta, adorado por los egipcios, rcproducía las caracterisficas de mr monstruo acondroplásico, lvle gustaria mostrar cómo, a partir dc con épc,-¿al If; mgngh-uu.

so se refugia en la poesía, jr seguiría complaoido el reguero dc azufre que parte de Baudelaire para Hogar a los srurealistas pasando por Rimbaud jr Lautróamont. ¿Pero cómo resistir a la tentacion dc volver a hallar lo monstruoso instalado en el corazón mismo del universo científico de donde se ha pretendido espulsarlo, de 5-,cl-prender' al biólogo mismo en flagrante delito de surrealismo? ¿No se ha ordo a [Iiarestc reivindicar para la teratogenia la gloria de

i-=1't'flI SU objeto? ¿No se ba visto a Isidoro Geoffrey Saint-Hilairo ll ii Daft-"'-ilïer el primero ccn timidez, el segundo con firrocaa, unir

las dos cuestiones de la monstruosidad jr dc la creacion dc psc.-5,5? ¿L? SWJQIÍHÍÓH del espiritu cientifico a la realidad de las lejrcs no 59112 Illes que una aririnraíia de la voluntad de poder? *E11 Id-'lfl Etiemrc Gcoffrojr Saint-Hilaire habla retomado en rin-

terul antiguas experiencias de mcubación artificial iutentadas en

por el hecho de que ima unión tan singular no le hajra deparado ¿Qué diremos el dia en que sepamos que se han intentado en el

hombre experiencias de teratogeniaí' El camino de lo curioso a lo escabroso jr de lo escabroso a lo monstruoso, es directo, si no breve. Si el eusajro de todos los posiblm con el objeto de poner de manifiesto lo real está inscrito en el código de la experimentación, 'existe ol peligro de que a primera vista no se reconoaoa la frontera entre lo exp-ermrental jf lo monstruoso. Porque lo monstruoso es uno de los posibles. Querriamos referirnos sólo a lo monstruoso imaginario, pero tenemos conciencia de su ambigüedad. Apreciamos cuanta distancia media entre los biólogos que so crean su objeto jr los fabricantes de monstruos humanos destinados a convertirse en bufoncs, tal como los ha descrito Victor Hugo en el Homme qui rit. Debemos desear que se mantenga, përo no podemos afirmar que asi sucederá. La ignorancia de los rmtiguos tenia a los monstrrros por juegos de la naturalem; la ciencia de los contemporáneos hace de ellos el juego de los sabios. Iugucnros entonces a fabricar gallinas ciclopes, ranas de cmco patas, tritones siameses, mientras esperamos, piensan algunos, quo podamos jugar a fabricar, no sirenas o ccntauros, sino quizá rm hombre de madera. Si no se conociera al autor, la fórmula "tratar de conducir la organización por caminos insólitos" podria pasar por el anuncio de rm proyecto diabólico. En este caso 1* 'Ditarlo por Iïlan-nte: iieclrsruñer, cto..., pág. -"io,

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orúoznzs

Ls nrossrnoosrortn v no ssoss-rat."-oso mos, es orden? ¿Es porque existen tipos -incluso algunos dicen: arquetiposå- de lo fantástico? En realidad, quisimos decir que lo

encontrariamos lo monstruoso en el origen de monstruosiciades' abora autenticas. Lo que la Edad Media había soñado, el siglo del p-0~

sitivisnro pensando abolirlo lo habria realizado.

fantastico es capaz de poblar un mundo. El poder de la

Acabamos de hablar en condicional, ya que si es cierto que lo monstruoso aparece, a su manera, en la tcratologia experimental,

no es menos cierto que no excede por la calidad de sus efectos lo que la vida obtiene sin él. El leratoiogo de boy tiene menos am~¬ bieion, más mesura, que Etienne Geoffrey Saint-Hflaíre jr Dareste.

En una conferencia reciente 1'-'*, Etienne Wolff bacia notar que el teratologo experimental limita su intervención a la perturbación

ción es inagotable, infatigable. ¿Cómo podría no serlo? La ima-

-ginacion es ima ftmciou sin organo. No es 'nna de esas funciones n f'*'qne dejan de obrar para recuperar su poder funcional. No se ali-

'

,lfmeuta mas que de su actividad. Como lo advierte Gaston Bachelard, deforma o refonna iuoesantemcnte las viejas imágenes para Formar otras nuevas. Se ve asi que lo monstruoso, en tanto que ima-

ginmio, es proliferante. Pobreza de un lado, pro-digalídad del otro, ta] es la primera razón para mantener la dualidad de la monstruo-

de un proceso comenzado sin él y cuyas condiciones elementales iniciales ignora. Después dc lo cnal deja hacer a ia materia viviente, espera 1' observa. En síntesis, dice Wolff, “el esperimentador tiene la sensación de no ser mas que un factor accesorio". Su poder está estrechamente limitado desde el comienzo porque la piesticidad de los esbozos embrionarios es de breve dmaciún, jr en segundo lugar porque las monstruosidades no transgrcden el plan especifico. El biologo de hoy no stilo no crea nada realmente nuevo, sino que comprende también ei porque. Comprende mejor el merito de los dos Geoffrey Saint-I-Iiiaire ai haber percibido que eristen tipos de organizacion teratológica dominados por leyes de

opuesta, que la ciencia excluye, pero que la imaginación apljea. Esta

esta organizacion. Es asi como todos los eíciopes, desde el pez al

máxima da nacimiento al anticosmos, al caos de las est.-opciones sin

hombre, están organizados de manera similar. La naturaleza, dice

leyes. Este antimtmdo, cuando m contemplado desde el ángulo de

E. Wolff, tira siempre de los mismos b.ilos."* El experimentador no

quienes lo frecuentan después de haberlo creado, creyendo todo ezccpcíonalruente posible -olvidando a la vez que solo las leyes permiten las excepciones-, este antimundo es el mundo imaginario, vértigo y desorden de Io monstruoso.

puede tirar de más bilos que la naturaleza. IlF

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Hemos dicho que la vida es pobre en monstruos mientras que

lo fantastico es un mundo de ellos. Se puede comprender abora esta relativa pobreza dc la vida. Los organismos no son capaces de escentricidades de estructura

sidad y lo monstruoso.

La segunda razon precede a la primera. La vida no transgrede ni sus leyes ni sus planes estructurales. Los accidentes no son ea-

cep-ciones, jr no bay nada monstruosoen ias rnonstruosidades. "No hay csrcepcioncs en Ia naturaleza", dice el teratdlogo en la epoca positiva de la teratoìogia. Pero esta formula positivista, que define tm mundo como un sistema de leyes, ignora que su significado concreto se lo otorga su relacion con el significado de -una manana

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Georges Gartgniflieni { Bruselas Í!

[Tradoccìfm del francés de Edroundo H, .|'i'.'inr-11-r1'1'rrr|..-.'.-.1r.¦|=

más que en el breve instante de la inieiacidn de su desarrollo. ¿Pe-

ro por que decir de lu fantastico que es un mundo, si mrmdo, cos“¢a`a1=1fl1D=wp`h1q1=«.P=ra.s.-ifssmr.

H I-onšgcilnce dos Hiriltrus. Paris, Gailimarfiúlü-id, pag. IT.

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